Presiento que voy a morir en la próxima hora. Mi
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Presiento que voy a morir en la próxima hora. Mi
III Escrito por ga=Gustavo-Mejía Presiento que voy a morir en la próxima hora. Mi vida no pasa de 60 minutos. Observo cómo las arañas comienzan a ocupar mi lugar sobre la cama. El Sol se esconde, moriré tarde. Yo, que había ocupado los últimos tres meses para mi futuro encuentro con el amor: me ejercité, conseguí un corazón vigoroso y un alma sin excesos. Mira que uno es estúpido al pensar que tiene rentada la vida; la vida se vende y también se arrebata. No imaginaba la cercanía de la muerte como algo tan cotidiano. Esperaba un mensaje místico, un cúmulo de recuerdos, un aleph, la luz al final del camino; nada. La leche sigue vertiéndose sobre el vaso, y en la estufa arde el fuego que calienta mi última comida. Nadie lo percibe. Dejé abiertas las cortinas del comedor que dan a la calle para que la gente me mirara, para que se dieran cuenta, pero no voltean. Es posible que ni yo me sienta triste por lo que me ocurre. ¿Por qué tendría que sentirme triste? La única mujer que me ha amado y que me ama no sabe que voy a morir, y se despidió de mí al levantarse de la cama. Ayer llevé flores a las tumbas de mis padres. Mis hermanos están cordialmente invitados a no entrometerse en mi velorio desde que tenía cinco años. El gato que solía hacerme compañía se tragó al canario del vecino y huyó, prófugo de la justicia. Creo que no hay alguien que me odie, yo no odio a nadie; mi cuerpo, aun en este momento, no da para experimentar sentimientos tan vastos. Deudas: debo los zapatos que llevo puestos y el último mes de la renta del departamento, también deberé el funeral y el ataúd que ocuparé. Jamás me había preparado para este momento, no pensé que fuera tan repentino ni tan certero. Mi reloj de pulsera se ha detenido, qué mejor ocasión, moriré en una hora falsa. Ya terminé mi comida, creo que estaba agria. Aún no me muero, presiento que ya casi. Alguien toca a la puerta. ¿A quién se le ocurre venir a esta hora? ¡La pluma!, ese poderoso instrumento de los hombres insignificantes». Lord Byron 1/1