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THE PERILS OF PEER PUNISHMENT. EVIDENCE FROM A COMMON POOL RESOURCE FRAMED FIELD EXPERIMENT Gioia de Melo y Matías Piaggio Resumen extendido español La conservación y explotación sostenible de los recursos de uso común es un problema de particular relevancia a nivel mundial, no sólo por la relevancia que la conservación de la biodiversidad tiene, sino también porque los recursos de uso común son esenciales para la supervivencia de las comunidades más carenciadas. La explotación de un recurso de uso común supone un típico dilema social. Hardin (1968) propuso establecer derechos de propiedad privados o estatales a modo de evitar la tragedia de los comunes. Sin embargo, en muchos casos los contratos y los gobiernos no logran evitar la sobreexplotación de éstos, dado que la información necesaria para hacer cumplir los intercambios y directivas no pueden ser utilizadas de forma efectiva por jueces y representantes gubernamentales (Bowles y Gintis, 2002). En las últimas décadas, varios autores han argumentado que los regímenes de propiedad comunal, al sustentarse en normas sociales que atenúan las fallas de los contratos incompletos, pueden mejorar la cooperación en lo que refiere a la preservación de los recursos de uso común, (Ostrom, 1990; Feeny et al. 1990; Baland y Platteau, 1996; Ostrom et al., 1999 y Ostrom, 2000; Bowles y Gintis, 2002). Varios estudios han analizado los determinantes de las experiencias exitosas respecto al manejo comunitario de los recursos, pero el tema está lejos de ser saldado.1 Es sabido que un equilibrio cooperativo puede ser alcanzado con agentes interesados únicamente en sí mismos si estos interactúan en un contexto de juegos repetidos. Sin embargo, además de la motivación por cooperar originada en la expectativa de alcanzar un beneficio monetario futuro que compense el costo incurrido (Trivers, 1971), la cooperación puede también estar determinada por las preferencias sociales. Éstas abarcan un amplio rango de motivaciones, como la reciprocidad, el altruismo, el conformismo, y también emociones, como la vergüenza, la culpa y el enojo (Bowles and Gintis, 2011). Existe evidencia de que castigos no monetarios (Masclet, 2003; Noussair y Tucker, 2005, Dugar (2010), aprobación social (Gächter y Fehr, 1999) y observabilidad publica (Barr, 2001; Denant-Boemont, 2011; López, 2012) pueden ser efectivos para incrementar las contribuciones en juegos de bienes públicos. Se considera que evaluar la efectividad de castigos no monetarios como instrumento para mejorar los niveles de cooperación es de importancia en lo que refiere al manejo comunitario de recursos de uso común ya que las 1 Ostrom (1990), Feeney et al. (1990), Ostrom et al. (1999) y Baland et al. (2007) brindan una vasta revisión de esta literatura. sanciones informales tienen usualmente lugar en ese contexto. Asimismo, debido a la ausencia de incentivos monetarios, el castigo no monetario permite aislar la presencia de emociones prosociales ante un castigo. Por otra parte, diversos estudios que abarcan desde experimentos en laboratorio hasta experimentos en campo han observado que los individuos alcanzan mayores niveles de cooperación cuando interactúan con miembros de su mismo grupo (sesgo “in-group”) que con miembros de otros grupos (Bandiera et al., 2005; Miguel y Gugerty, 2005; Ruffle y Sosis, 2006; Goette et al. 2006; Bernhard, et al., 2006; Chen y Xin, 2009).2 Este estudio procura determinar si, en el contexto de un dilema de explotación de un recurso de uso común, los castigos no monetarios son efectivos para promover la cooperación, debido a la presencia de preferencias sociales.3A su vez, se pretende analizar si preferencias sociales tales como el altruismo, reciprocidad, vergüenza y enojo, inciden de forma diferente cuando los individuos que explotan este recurso de uso común pertenecen a diferentes comunidades en relación al caso en que únicamente individuos de una misma comunidad tienen acceso a la explotación del recurso. En línea con Bernhard et al. (2006), Goette et al. (2006), and Tanaka et al. (2008), se evalúa la presencia de un sesgo “in-group” con grupos que ocurren naturalmente en la vida cotidiana. El estudio requirió la participación de individuos pertenecientes a cinco comunidades que pescan en las Lagunas de Rocha y/o de Castillos. Este estudio se concentra en lagunas costeras debido a que, a diferencia de la pesca en mar abierto donde predomina la pesca a gran escala, en las lagunas costeras los únicos agentes que desarrollan actividades de pesca son de tipo artesanal. Durante el tratamiento “in-group” los individuos participaron en un juego de explotación de un recurso de uso común en grupos compuestos solamente por participantes de la misma comunidad. Durante el tratamiento “out-group” los participantes jugaron en grupos compuestos por individuos provenientes de dos comunidades diferentes. El tratamiento de castigos no monetarios se implementó permitiendo a los individuos expresar su desaprobación hacia las decisiones de extracción de los otros, a cambio de incurrir en un pequeño costo monetario. La desaprobación se reflejaba a través de la asignación de banderas visibles para todo el grupo que variaban de color en función del nivel de desaprobación alcanzado por el conjunto de los miembros del grupo. 2 En un sentido más amplio, Akerlof y Kranton (2000; 2005) y Bowles y Gintis (2002) han subrayado la relevancia que la identidad social y la afiliación a grupos tienen en el comportamiento de los individuos en la mayor parte de las organizaciones económicas. 3 Para el propósito de este estudio definimos cooperación en un sentido restringido como el comportamiento a través del cual un individuo internaliza algunas de las externalidades que impone a otros usuarios manteniendo su extracción por debajo del nivel que maximizaría sus beneficios (Baland et al., 2007). Baland et al. (2007) plantean que en muchos casos la cooperación requiere coordinación. Es decir que es necesario la creación de instituciones que regulen el uso del recurso. Este estudio se concentra en la forma más sencilla de cooperación ya que el experimento no permite la comunicación ni la introducción de ningún tipo de institución. Este es el primer estudio que examina la relevancia de la desaprobación social en un juego de recursos de uso común. A su vez, combina tres características innovadoras que no han sido implementadas previamente de forma conjunta. En primer lugar, en vez de inducir artificialmente diferencias in-group/out-group, se permite que individuos de diferentes comunidades se encuentren cara a cara. En segundo lugar, los grupos son mezclados luego de cada periodo a modo de evitar efectos de juegos repetidos que pudieran dar lugar a un equilibrio cooperativo. En tercer lugar, los individuos que deciden castigar, enfrentan un costo monetario aun cuando aquellos que son socialmente castigados no enfrentan ningún costo monetario. Ello fue implementado de este modo para evitar que los participantes realizaran castigos despreocupadamente. Los resultados sugieren que el castigo no monetario disminuye los niveles de extracción únicamente durante el tratamiento “out-group”. Es decir, los sujetos experimentan una mayor desutilidad del castigo cuando interactúan mezclados con sujetos que no pertenecen a su comunidad. En un contexto en que los individuos no se conocen entre sí (o se conocen muy poco) pero son conscientes de que existen posibilidades de volverse a encontrar, ser castigado públicamente proveería la única información que los otros tengan de sí. Evitar recibir una bandera en un contexto de este tipo puede ser más importante que cuando el castigo proviene de compañeros de trabajo o vecinos. Asimismo, es de esperar que los castigos no monetarios no sean relevantes en contextos en que los individuos sepan que no se volverán a encontrar. En otras palabras, la relación entre sensibilidad al castigo entre pares y los contextos in-group/out-group parecería ser no monótona. Por otra parte, la efectividad del castigo no monetario se vio disminuida por el hecho de que no sólo los free-riders (jugadores que tendían a extraer el máximo posible) sino también los cooperadores (jugadores que mantenían su nivel de extracción en niveles bajos) fueron castigados. Este tipo de castigo “anti-social” también ha sido observado por Falk et al. (2000), y Gächter y Herrmann (2011). Los sujetos desaprobaron en gran medida las acciones de los otros a pesar de que para ello debían incurrir en un costo monetario. En línea con Casari y Luini (2009), Fudenberg y Pathak (2010) y Noussair et al. (2011), se concluye que el castigo no es aplicado necesariamente con el objetivo de incrementar la cooperación sino que los sujetos tienen preferencias por el castigo. Asimismo, se observa que el castigo recibido no influye en las decisiones de extracción de los siguientes periodos. Los sujetos parecen anticipar correctamente que la probabilidad de ser castigado depende positivamente del nivel de extracción, por lo que a aquellos a los que les produciría desutilidad ser castigados, reducen su nivel de extracción de antemano. Aquellos que no reducen sus niveles de extracción tampoco reaccionan al castigo. En cambio, aquellos que son castigados inesperadamente y que consideran injusto al castigo incrementan su nivel de extracción en los periodos siguientes. Por otro lado, se observan fuertes efectos de conformidad. Los individuos ajustan sus decisiones de extracción periodo a periodo de modo de converger al promedio de sus pares en el periodo pasado. Los resultados son consistentes con Velez et al. (2009) y Hayo y Vollan (2012) y subrayan la potencial relevancia de las comparaciones sociales como política no pecuniaria que busque modificar conductas (Ferraro and Price, 2011). A diferencia de lo que se ha documentado en la literatura, no se observa un sesgo “in-group” en lo que refiere a la cooperación. Excepto por el hecho de ser más sensibles a los castigos no monetarios en el tratamiento “out-group”, los individuos no se comportaron de modo distinto cuando interactuaron únicamente con individuos de su misma comunidad que cuando lo hicieron mezclados con individuos de otras comunidades. La ausencia de un sesgo “in-group” podría deberse a la alta movilidad de los pescadores entre lagunas. Al ser encuestados, aquellos que viven a orillas de las lagunas costeras se quejaron de la afluencia de otros pescadores a pescar en las mismas. Sin embargo, la mayoría se traslada a otras ubicaciones para pescar dependiendo de la zafra por lo que son conscientes de ser “outsiders” en algún momento. En este sentido, se concluye que en lo que refiere a las preferencias sociales, el conceder el uso exclusivo de un recurso de uso común a una comunidad determinada no parece ser un requisito desde el punto de la conservación. Finalmente, en línea con lo constatado por Henrich et al. (2001) y Hayo y Vollan (2012), la pertenencia a una comunidad parece influir en las decisiones individuales, y ello no parece explicarse por factores socioeconómicos observables. Esto podría sugerir que la norma social respecto al nivel de extracción aceptable difiere entre comunidades. Asimismo, tal como señala Cárdenas, 2003 y Hayo y Vollan (2012), se observa que el grado de cooperación está inversamente correlacionado con la riqueza.