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UNA HISTORIA DEL TABACO
Las bondades del tabaco cubano hicieron que se le reconociese como el mejor del mundo y ese reconocimiento
situó a nuestro impar producto en la meta de todo buen fumador.
Esas utilidades que generaba el hábito de fumar, extendido por la presencia del habano en el mercado
mundial, despertaron la codicia de gobernantes, comerciantes y empresarios. Fue una codicia que dio origen
en algunos países al monopolio gubernamental del tabaco y en otros propició el surgimiento de una industria
doméstica, amparada en elevados derechos de Aduana, impuestos internos y toda clase de disposiciones que
dificultaban las importaciones del tabaco cubano.
Como en ningún caso lograron un producto igual ni parecido, siguieron los competidores del habano la vía
ilegal de las falsificaciones y de las falsas indicaciones de procedencia. Plagiaron, con la complicidad a veces
de sus gobiernos respectivos, marcas cubanas y denominaciones de origen a fin de simular una industria local
que nada tenía que ver con el tabaco cubano, que en muchos casos ni siquiera se utilizaba como materia prima.
La falsificación del habano comenzó temprano. Esto hizo que los empresarios agrupados en la Unión
de Fabricantes de Tabaco de La Habana obtuvieran por Real Orden de 27 de marzo de 1889 el derecho de
garantizar la procedencia de sus producciones mediante una precinta cuyo uso se reservaba en exclusiva a los
dueños de fábricas. Esa precinta fue sustituida el 16 de julio de 1912 por una precinta de garantía del gobierno
de Cuba, creada por una ley impulsada por el parlamentario Luis Valdés Carrero, que había llegado a la Cámara
de Representantes desde las filas de los tabaqueros.
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DE MILLAR COMÚN
La industria tabacalera cubana se reorganizó
a partir de 1827, una vez instituida en la Isla la
libertad de comercio y luego de reducirse los
impuestos internos que gravaban al producto.
Había entonces dos tipos de tabacos. Los
llamados de «regalía», de mayor calidad y alto
precio, y los «de millar común», inferiores y
baratos. La reorganización de la industria hizo que
los productores prestaran mayor atención a los
tabacos de «regalía». Se registraron las primeras
marcas para amparar el producto y empezó a
prestarse especial atención al habano destinado a la
exportación.
En 1810 abrió sus puertas la fábrica de
Bernardino Rencurrel, en la calle Muralla esquina
a Oficios. Es la fábrica habanera más antigua de
que se tienen noticias, aunque la de Cabañas y
Carvajal, que se decía establecida desde 1797, le
reclamó siempre, aunque sin pruebas, la primacía.
Con el tiempo surgieron marcas como Partagás,
H Upmann, La Corona, Por Larrañaga, El Fígaro,
La Reforma, La Africana… Algunas están vigentes;
otras desaparecieron. Una marca de la época es
La Lealtad, que dio nombre a una calle capitalina.
Existió otra que llevaba el curioso nombre de Mi
Fama por el Orbe Vuela.
En los comienzos de la industria solo existía el
tabaco parejo con la perilla torcida en forma de cola
de cerdo. Se le llamaba de «rabo de cochino». Esa
forma de hacer subsistió hasta 1845. La sustituyó
la perilla llamada de «ojo de perdiz», redonda y
pegada primero con almidón, luego con engrudo de
harina y finalmente con goma tragacanto.
La competencia entre las marcas y los caprichos
de los fumadores propiciaron el surgimiento de
distintos tipos de vitolas. Se dividieron estas en
parejas y figuradas. Las primeras tienen forma
cilíndrica. Las otras, llamadas también ahuevadas,
adoptan ciertos abultamientos en el centro o en los
extremos.
Vitolas comunes en el siglo XIX fueron las
denominadas federales, novedades, imperiales,
liliputanas, brevas, Londres, Reina María… Otra
se denominó Victoria y, con este nombre, hubo una
Victoria especial, una Victoria fina y una Victoria
chica.
Casa de secado de tábaco.
Recogida de tábaco para su posterior secado.
Campo de tábaco en la región de Vuelta Abajo.
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LA VUELTA Y SEMI VUELTA
Las peculiaridades de cada mercado y el gusto de los fumadores hicieron que el habano, distinguido ya por
su procedencia, comenzara a clasificarse a partir de la zona donde había sido cosechado.
Varias zonas de cultivo existen en Cuba. La de Vuelta Abajo corresponde a la región más occidental de la
provincia de Pinar del Río. Parte de una línea imaginaria, trazada de norte a sur, desde Consolación hasta Río
Hondo, pasando por Herradura, y la conforman Consolación del Norte,
Mantua, Pinar del Río, Viñales, Guane, San Juan y Martínez, San Luis y Consolación del Sur. Este territorio
se subdivide a su vez en cinco subzonas: Costa Norte, Lomas, Llano, Remates-Guane y Costa Sur. Los términos
de San Juan y Martínez y San Luis corresponden al Llano, y allí se encuentran las más afamadas vegas de
tabaco del mundo. La zona de Semi Vuelta se ubica asimismo en la provincia pinareña, desde Herradura hasta
Las Martinas, en tanto que la zona de Partido se localiza en La Habana. Forman parte de ella los territorios
de Alquízar, Bejucal, Caimito del Guayabal, Güines, Güira de Melena, La Salud, Madruga, San Antonio de los
Baños y Santiago de las Vegas y también los de Guanajay y Artemisa.
La zona tabacalera más extensa es la de Vuelta Arriba o Remedios. Se extiende por regiones de las tres
provincias centrales y llega a Ciego de Ávila y Camagüey. A la zona de Oriente corresponden las áreas de Alto
Songo,Bayamo, Jiguaní,Mayarí y Sagua de Tánamo.
El tabaco cosechado en cada una de esas zonas tiene sus peculiaridades. En Vuelta Abajo se obtienen las
capas más finas para las vitolas de alta calidad. La Semi Vuelta produce buenos capotes. Las producciones de
la Vuelta Arriba, muy solicitadas por el mercado norteamericano antes de la implantación del bloqueo, siguen
teniendo demanda en el exterior y en el comercio nacional, al igual que las cosechas de la zona de Oriente.
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la que, con zumo de limón y otros ingredientes,
limpiaba monedas de oro, haciéndolas relucientes
y más atractivas. Entre sus clientes figuraban no
pocos cosecheros de tabaco, que cambiaban por
oro las monedas de plata que recibían en pago de
sus transacciones. No se sabe cómo un buen día,
sin abandonar la casa de cambio, Pito extendió su
negocio a la fabricación de cigarrillos. Y en eso
estuvo hasta que desapareció; había enloquecido
totalmente.
José Mendoza siguió el negocio de Pito Díaz.
Lo respaldaba su sólida posición económica y
estableció una fábrica en la calle Obrapía. Entonces
los cigarrillos se transportaban en canastas hasta
los lugares de expendio. Mendoza dio un giro a su
distribución. Empezó a valerse para ello de carros
de tracción animal, lo que le permitía que sus
producciones alcanzaran los pueblos limítrofes de
la capital.
APARECE EL CIGARRILLO
Al extenderse por el mundo el hábito del tabaco,
las preferencias establecieron modalidades diversas
para su consumo. El rapé y la pipa predominaron
en los primeros tiempos. Más tarde, el tabaco
torcido. Hubo momentos en que estuvo muy en
boga la costumbre de masticar las hojas, bien en
su estado natural o en forma de rollos o tabletas
llamadas andullo, que no era otra cosa que hojas
de tabaco prensadas a la que se añadía alguna que
otra sustancia. Sería el cigarrillo el último hijo del
tabaco en hacer su aparición.
El cigarrillo debuta en Cuba como una industria
casera. Estaba en manos de porteros, esclavos,
reclusos y soldados que lo confeccionaban en sus
horas libres y lo vendían luego. En los comienzos
de esta industria en La Habana se mueve, entre la
leyenda y la realidad, un personaje conocido como
Pito Díaz. Había nacido en México y estableció
una casa de cambio de monedas en la calle de la
Cuna, nombre que se daba a Muralla en el tramo
comprendido entre Oficios y Mercaderes. Frente
a su establecimiento situó Pito una gran paila en
José García y su esposa, propietarios de
otra fábrica, hicieron posteriormente un aporte
importante al mercado de los cigarrillos. Dotaron
a los comerciantes al por menor de vidrieras o
estanquillos para la venta del producto. Es José
Morejón, propietario de La Lealtad, fábrica de
tabacos y cigarrillos, quien introduce el lujo en
la presentación de sus producciones y utiliza por
primera vez las cajetillas impresas.
Sería Luis Susini quien revolucionaría la industria
del cigarrillo en Cuba al introducir la máquina de
vapor en su fábrica La Honradez, establecida en la
calle Cuba esquina a Sol. Iniciativa que le permitió
una producción diaria superior a los dos millones y
medio de unidades.
En 1840 existían en La Habana varias fábricas
de cigarrillos, anexas en su mayoría a fábricas de
tabaco. Un siglo después funcionaban en el país 26
fábricas, que daban empleo a casi 2 500 obreros,
de los cuales más de 860 eran mujeres. En 1951
se produjeron en la Isla 512 400 000 cajetillas de
16 cigarrillos cada una. Y se exportaron 1 240
000. Siempre la del cigarrillo ha sido una industria
abastecedora del consumo doméstico. No tiene ese
producto en el mercado extranjero la demanda que
favorece al tabaco, manufacturado o en rama.
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ALGUNAS MARCAS
H. UPMANN
Herman Upmann fue un banquero alemán cuya
afición por los Habanos le llevó a establecerse en
La Habana en 1840. Herman Upmann comenzó a
usar las cajas especialmente impresas de cigarros
como artículos promocionales para su firma de
actividades bancarias y fue un éxito. Fundó un
banco y una fábrica de Habanos en 1844. El banco
cerró, pero su marca de puros persiste en nuestros
días, considerada un ejemplo dentro de los Cigarros
Puros Habanos más refinados con una fortaleza
media en su sabor.
PARTAGÁS
La marca fue vendida a la firma británica de
J. Frankau en 1922 y porteriormente, en 1935, a
la sociedad Menéndez, García Cía. Hoy en día la
fábrica de H. Upmann sigue en funcionamiento,
ahora conocida como José Martí.
Esta marca fue registrada en 1845 por D. Jaime
Partagás. D. Jaime, catalán de origen, era propietario
de una modesta fábrica de tabaco situada en La
Habana. Con gran visión, durante 20 años adquirió
diversas plantaciones en la región de Vuelta Abajo.
Las medallas de oro que adornan la caja fueron
obtenidas por la marca en no menos de once ferias
internacionales durante el siglo XIX, y constituyen
un elemento característico de esta marca, así como
la firma del propio H.Upmann.
La fábrica está situada en el 520 de la calle
Industria, detrás del Capitolio, desde donde no ha
parado de producir sus fantásticos cigarros puros
habanos. En esta fábrica fue donde nació la figura
del lector, que tenía la misión de leer en voz alta
periódicos y novelas a los torcedores de cigarros,
mientras que trabajaban.
La ligada de la marca se elabora con hojas
procedentes de la región de Vuelta Abajo. Esta
solo realiza cigarros habanos totalmente a mano
con tripa larga y se caracteriza por su sabor suavemedio.
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Don Jaime Partagas, comenzó a fabricar cigarros
puros en 1827, pero puso su propio nombre en
1845. Después de su muerte, la marca fue entonces
adquirida por el banquero José Bances. Años más
tarde, en 1879, fue galardonada con la medalla de
oro de la Exposición Universal celebrada en París.
En 1900 la marca fue vendida a Ramón Cifuentes
siendo único propietario hasta la revolución de
1959, tras la cual la marca recibió un gran impulso
en la apertura de mercados y en el enriquecimiento
de su vitolario.
MONTECRISTO
En 1935, la Sociedad Menéndez, García y Cía
creó Montecristo. Tras la venta de otra marca de
la sociedad, beneficios de dicha venta permitieron
a Menéndez adquirir la marca H. Upmann, que
en aquella época no pasaba por buen momento.
Pronto se modernizó la fábrica y se concentraron
en desarrollar Montecristo. El diseño de las
habilitaciones, la propaganda y la calidad de la
ligada contribuyeron a potenciar esta marca en el
mercado internacional.
Su nombre se origina en el conocido personaje
de la gran novela “El Conde de Montecristo” del
escritor Alejandro Dumas. El lector que amenizaba
las jornadas de trabajo en la fábrica, tal fue la
aceptación e interés en la obra y personaje, que
finalmente se decidió dar el nombre del protagonista
de la novela a la nueva marca.
Fachada de la fábrica de tabacos Partagás.
Los Partagás son inmediatamente reconocibles
por su rico, original e intenso sabor. En armonía
con eso, cada cigarro es una invitación a su sabor
terroso y medio-fuerte, y al arte necesario para
realizar estos espléndidos cigarros, con las más
ricas de las tradiciones cubanas y de sur hermosas
envolturas a mano del Camerún.
Los cigarros puros habanos de Partagás ganaron
medallas de oro en tres exposiciones internacionales
entre 1867 y 1884.
Su ligada, compuesta de tabacos seleccionados
procedentes de la región de Vuelta Abajo, tierra
donde crece el mejor tabaco del mundo, es de una
riqueza y aroma inimitables.
Con un gran esfuerzo de comercialización muy
importante de Alfred Dunhill de Londres, esta
marca se convirtió en la más popular de todas las
exportadoras de puros habanos de la Habana.
Su exquisita ligada de tabacos es elaborada
exclusivamente con hojas seleccionadas procedentes
de Vuelta Abajo, tierra del mejor tabaco del mundo,
con mucha diferencia sobre las demás regiones del
mundo. Todas las vitolas de Montecristo se hacen
totalmente a mano, con tripa larga y se caracterizan
por su sabor medio-fuerte. Su sabor ha deleitado
tanto a los fumadores que ha reinado por muchas
décadas como el más popular de los Habanos y
el más vendido de toda la historia. Esta marca es
el referente por la que se mide a todos los demás
cigarros puros habanos. Sin duda esta marca es la
que tiene mayor número de cigarros puros habanos
dentro del ranking de los mejores fabricados jamás.
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