Miradas y confluencias político-filosóficas en Los miserables

Transcripción

Miradas y confluencias político-filosóficas en Los miserables
LITERATURA
Miradas y confluencias político-filosóficas en
Los miserables, de Víctor Hugo
Élcio Luís Roefero
Doctorando en Letras (Teoría Literaria y Literatura Comparada) en la Universidade de São Paulo. Magíster en
Literatura y Crítica Literaria por la Pontificia Universidade Católica de São Paulo. Profesor Titular de Literatura
Brasileña, Teoría Literaria y Semiótica de las Facultades Integradas Teresa D’Ávila (Brasil). Orientador de investigaciones y Coordinador de Pósgrado en Lengua Portuguesa y Literaturas en la misma instituición.
Héctor Luis Baz Reyes
Alumno de Maestria en Ciencias Sociales en la Universidad de Artes y Ciencias Sociales (Chile). Profesor de Lengua
Española y Literatura Hispanoamericana, egresado del Centro Regional de Profesores de Salto (Uruguay). Investigador de las temáticas: Género, Sexualidad y Etnias, con estudios realizados en la Universidad de la República
(Uruguay). Diplomado en Docencia Universitaria en la Universidad Iberoamericana de Ciencias y Tecnología (Chile).
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LITERATURA
Mas a infelicidade vivida não passa, na verdade, para o
escritor que deseja escrever sem ornamentos, da medida
da impotência por ele experimentada diante daquilo que
pretende dizer ou se crê autorizado a dizer. Parece que o
longo caminho da escrita é para ele apenas o de uma representação ou de uma interminável digressão, pois, mesmo
quando lhe é concedido o privilégio de escrever a verdade,
é-lhe concedido também dizê-la a partir de um lugar privilegiado. A experiência vivida do sofrimento não é garantia
de autenticidade: por saber dizer, não se diz mais. E o resultado é, como o resto, mais ou menos literatura. (Geneviève
Bolléme, in: O povo por escrito)
Si bien la miseria es un tema bastante nuevo en el
siglo XIX y nos referimos a novedad como tema en sí,
como realidad es muy antigua. Luis XIV, según concuerdan algunos investigadores, era muy consciente de la
miseria que atestaba su reino en la segunda mitad del siglo XVII. Sin embargo, esta realidad no le impedía que el
lujo fuese una de sus prioridades tanto para sí como para
sus allegados, creyendo que nada podría ser hecho contra la pobreza. La principal causa de estos cambios, sea
tal vez las grandes migraciones desde el campo hacia las
ciudades donde, contrario a la vida humilde pero segura
que llevaban, se encontraron con las peores dificultades
y sufrimientos, falta de alimento, casa o trabajo.
En Los miserables (cf. 2002) de Víctor Hugo, observamos con detallada descripción un proceso de cambios,
políticos, sociales y económicos que no sólo ocurrieron
en Francia, cambios que principalmente derivaron en
transformaciones trascendentes en cuanto a una nueva
visión de hombre y su vida en sociedad. Vestigios de la
Revolución o de las tendencias conservadoras, donde
se fijaron ideas que, como dice Hobbes, se instauran a
modo de ejemplo en un concepto como el de poder:
El más grande de los poderes humanos es el que está compuesto de los poderes de la mayoría, unidos, por consentimiento, en una sola persona natural o civil que puede
usarlos todos según su propia voluntad — como es el caso
en el poder de una república — (HOBBES, 1997, p. 41.)
Sin embargo, debemos ser prudentes con estas afirmaciones, ya que Hobbes justifica los derechos absolutos
de la soberanía, que es en sí el punto central de Leviatán.
Los principales hechos históricos que fermentan a
la par del relato son: la Revolución Francesa (marcando
el final definitivo del absolutismo) la Batalla de Waterloo (1815), fin del I imperio francés con la abdicación de
Napoleón – acontecimiento que generó pobreza extrema
pero que a su vez unificó y consustanció ideas y pensamientos, dificultando de esta manera la Restauración
que se vio condicionada a los distintos cambios sociales,
muy significativos, que van desde la convulsión de los
sectores gremiales, pasando por la burguesía que intenta
recuperarse, hasta el intento monárquico de arrasar con
las huellas de la Revolución Francesa. El Segundo Imperio de Luis Napoleón III, sobrino del anterior Bonaparte,
realzándose el proceso de industrialización y colonización y el establecimiento de la Tercera República en las
últimas décadas del siglo.
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La obra retrata, mediante la visión del autor, una
realidad de la cual no se desea escapar. Con características románticas, se despliega una crítica a la sociedad
desde su interior, ya no con una mirada externa o alejada, como refiere Maquiavelo (cf. 2004), sino con un conocimiento impregnado del contexto, realidad que llevó a
Victor Hugo a rebelarse contra su propia educación católica y monárquica, defendiendo preceptos republicanos
y el libre pensamiento. Veamos al respecto:
No quiero que se mire como presunción el que un hombre de humilde cuna se atreva a examinar y criticar el
gobierno de los príncipes. Porque así como aquellos que
dibujan un paisaje se colocan en el llano para apreciar
mejor los montes y los lugares altos, y para apreciar mejor el llano escalan los montes, así para conocer bien la
naturaleza de los pueblos hay que ser príncipe, y para
conocer la de los príncipes hay que pertenecer al pueblo
(MAQUIAVELO, 2004, p. 97.)
En una lectura atenta de la obra, las descripciones,
discursos directos y observaciones del narrador omnisciente generan cuantiosos temas controvertidos, donde
sin tapujos, opina sobre lo que ocurre y reflexiona sobre
filosofía, historia, moral, religión o juzga a sus personajes, liquidándolos con condenas inapelables o ponderándolos, elevándolos en cuerpo y alma.
Siendo uno de los temas principales el cambio, reflejado en lo social pero también en lo personal –evolución moral del personaje Jean Valjean, en su deseo de vivir
tranquilo, ayudando a quienes lo necesitan y mientras
tanto resarciéndose de su crimen – vemos en el protagonista una transformación positiva, producto de una crisis
o alejamiento de la sociedad cuando se transformó en un
reo. Aristóteles, en su obra Política (cf. 1988), nos dice
que el hombre es un ser social y que esto no es en vano,
puesto que es capaz de expresar lo conveniente y lo perjudicial, lo justo y lo injusto por medio de la palabra.
Siendo el mejor de los animales puede tornarse el peor
de todos cuando se aleja de la ley y de la justicia. Por esta
razón el personaje se aleja de las injusticias y adopta una
nueva postura, equitativa, reivindicativa que se opone
a la actual situación social donde la crisis ideológica se
debate entre el intento de resurgimiento republicano y
la Restauración. Esta crisis y la pobreza imperante, son
el resultado de la falta de autosuficiencia necesaria para
el bienestar, conflicto que pone en peligro la subsistencia
en pos de un fin común.
Aversión sería la palabra utilizada por Hobbes (cf.
1997), cuando describe las pasiones amor – odio, aversión que Jean Valjean siente por la cárcel a la cual no desea
regresar, así como por las injusticias. El amor y el deseo
se manifiestan de diversas formas en la obra, por ejemplo, en la relación entre el protagonista y Cosette o entre
ella y Marius, mientras que el deseo (el objeto ausente
para Hobbes) se torna la búsqueda incesante por la paz,
en el caso de personaje principal, la concreción del amor
romántico en Cosette, la revolución en Marius y finalmente el poder capturar a Valjean, inquietante deseo en
Javert.
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LITERATURA
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¿Existirá una conexión entre estos deseos personales y el contexto histórico? Sin duda, cada personaje
representa un ideal superior, una visión política y social
de la realidad francesa de la época donde, en una visión
nada minimalista, se detallan y escrutan actitudes morales, hechos, pasiones y por sobre todo, visiones de lo
bueno y lo malo. Veamos lo que dice Hobbes al respecto:
Pero cualquiera que sea el objeto del apetito o deseo de
un hombre, a los ojos de éste siempre será un bien; y el
objeto de su odio y aversión será un mal; y el de su desdén, algo sin valor y despreciable. Porque estas palabras
de bueno, malo y desdeñable siempre son utilizadas en
relación a la persona que las usa, ya que no hay nada que
sea simple y absolutamente ninguna de las tres cosas.
Tampoco hay una norma común de lo bueno y lo malo
que se derive de la naturaleza de los objetos mismos,
sino de la persona humana; y si ésta vive en una comunidad o república, de la persona representativa, o de un
árbitro o juez que, por mutuo consentimiento de los individuos en desacuerdo, hace de su sentencia la regla
por la que todos deben guiarse. (HOBBES, 1997, p. 40.)
Tal es la actitud pasiva de Valjean ante algunos hechos, como por ejemplo el propio desarrollo de París o lo
que siente por Javert quien lo persigue insistentemente,
producto de su cambio radical de valores morales o por
mero desdén al no sentir ni deseo ni odio, pues sólo le
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interesa el bienestar propio, aunque ayude a los necesitados (una forma de redimir su culpa) y el de su “hija”, joven que lleva una vida diferente a la que llevó su madre.
Si atendemos por ejemplo el caso de Fantine, podemos ver cómo la mujer se ha “independizado” por una
necesidad económica y ha comenzado a realizar trabajos
asalariados, bajo la protección de Jean Valjean y sus ideas
en este caso, sin embargo, la rigidez que pretende llevarse frente a la “institución familia” produce su despido al
revelarse el hecho de que tiene una hija sin estar casada,
acusándosela de tener una moral dudosa y obligada por
infortunio a ejercer la prostitución. La mujer es indiscutiblemente objeto de sumisión, abordada como instrumento de procreación o deseo, obrera, esposa de Dios o perteneciente a la burguesía o nobleza. Sin embargo, aún bajo
el amparo excesivo de su protector, Cosette se enamora
y consigue ser el ensamble perfecto entre lo que pudo
haber sido una castidad, que es finalmente rechazada, y
la visión idealista y revolucionaria de su amado.
En el contexto de la obra de Víctor Hugo y realizando una lectura de El Príncipe de Maquiavelo (cf. 2004),
Napoleón Bonaparte realiza anotaciones interesantes
donde adopta gran parte de la ideología del principado,
conceptos que dan luz a la situación de la sociedad francesa en la era napoleónica, donde la misma pasaba por
un momento difícil ante los procesos revolucionarios.
Por un lado, la burguesía insatisfecha, y por otro, el con-
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servadurismo de las monarquías europeas temiendo la
propagación de las ideas insurrectas. Es indudable que
Bonaparte concordaba con el principado como sistema
de gobierno, “hasta nuevo aviso”, como especifica en
uno de sus apuntes, aunque sus aspiraciones van más
allá, refiriéndose a sus ansias de gobernar, como decano,
al resto de los soberanos europeos. De la misma manera
y con gran petulancia, argumenta que su actual posición
es merecida y reivindicada (refiriéndose a la posibilidad
del príncipe retomar su Estado en caso de que el usurpador tenga un infortunio – palabras de Maquiavelo) hasta
por el propio Papa, ya que ha tomado el poder de un
“odioso adicto del republicanismo”, derrocando de esta
manera a la anarquía reinante, bastándole a los franceses una novela y al pueblo inculto un decreto papal para
convencerlos.
Esta visión del pueblo no es más que un reflejo del
autoritarismo y ardides de los cuales echaban mano los
imperialistas, reyes y la iglesia, asumiendo que la sociedad era fácilmente doblegada. Víctor Hugo, que publicó
su novela en 1862 y siendo él mismo víctima de cambios
ideológicos y posturas encontradas, refleja en su obra posiciones diferentes, describe a los miserables y sus causas
revolucionarias, aunque en sí no lo fuera o no pretendiera serlo, sino enfrentado a la propia crisis ideológica.
Citamos a Arnold Hauser al respecto:
Víctor Hugo no es rebelde, no es bohemio y no está directamente envuelto en la campaña romántica contra la
burguesía. En su desarrollo político, contrariamente, recorre el camino de la burguesía francesa. Para comenzar,
es un adepto leal de los Bourbons, después participa en
la Revolución de Julio y es un dedicado servidor de la
monarquía de Julio; finalmente, apoya las aspiraciones
de Luis Napoleón y sólo se torna un republicano radical
después que la mayor parte de la burguesía francesa ya
se tornara liberal y antimonárquica. (…) En 1825, Hugo
todavía es un acérrimo oponente de Napoleón y maldice
su memoria; sólo en torno a 1827 altera su actitud y comienza a declarar que la gloria de Francia está indisolublemente asociada al nombre de Napoleón. Finalmente
se torna el más ruidoso portavoz del bonapartismo que
representa la extravagante mezcla de un ingenuo culto
al héroe, un nacionalismo sentimental y un sincero, aunque no siempre coherentemente meditado, liberalismo.
(HAUSER, 2000, p. 696. Traducción mía.)
En posteriores lecturas de los comentarios hechos
por Bonaparte, se vislumbra en extremo que la fuerza en
pos de alcanzar el éxito justifica todos los medios, en un
afán de conquista y sometimiento ante cualquier indicio
de rebeldía o sublevación, alzándose en una omnipotencia desmedida de sus facultades terroristas, apelando al
mero nombre o a tácticas como la desaparición del linaje
del príncipe conquistado o el despojo de los bienes del
mismo, el cual no significará peligro – palabras alabadas
por Napoleón en el discurso de Maquiavelo. Tampoco
podemos olvidar que Napoleón restaura la esclavitud en
las colonias francesas en 1796, previa abolición en 1794,
aunque sin éxito a propósito de la independencia de
Saint Domingue, Haití.
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Otro de los temas transversales en la obra, es el poder. Muchas formas de poder se expresan y personifican en los distintos personajes y hacen de los miserables
seres oprimidos y desprotegidos, víctimas de injusticias
y dignos de conmiseración, como etimológicamente refiere el término (lamentable o deplorable) por falta de
seguridad, pobreza, ignorancia. El protagonista, que en
una primera instancia carece de poder, no sabe leer y sufre una condena, adquiere un poder inesperado a partir
de su transformación personal, diríamos que abandona
la miseria y se aleja de su pasado miserable que lo condenó. Se torna poderoso en riquezas y reputación, pues
conlleva liberalidad protegiendo a quienes acuden a él
en busca de protección, poder que contiene cordialidad,
acrecentándolo y siendo respetado hasta en la corte de
justicia por quienes enjuician a un reo que es acusado
de ser quien no es. En definitiva el poder emerge en el
personaje de varias maneras pero también en Javert,
poder que se acentúa ante el buen éxito de sus empresas, transformándolo en un ser temido. Nuevamente,
aparecen formas del poder personificadas y que pueden
elevarse al contexto de la sociedad toda, a los regímenes
totalitarios, a los deseos de revolución o al despotismo
imperialista.
Así lo notamos en la semilla que la Revolución
Francesa dejó germinar en las conciencias humanas de
la época y que, a pesar de los desmanes e improperios
causados por la Restauración monárquica y su insistencia frente a una monarquía absoluta, la realidad venció
y debieron ajustarse a los nuevos contextos como teme
el propio Hobbes, quien según Macpherson (1979), aún
siendo muy criticado por sus contemporáneos en lo que
respecta a su teoría sobre la naturaleza humana, argumenta en parte la validez de sus proposiciones para su
época. Citamos a Hobbes:
Pues, en lo que se refiere a fuerza corporal, el más débil
tiene fuerza suficiente para matar al más fuerte, ya mediante maquinaciones secretas, o agrupado con otros que
se ven en el mismo peligro que él. (HOBBES, 1997, p. 44.)
El pensamiento revolucionario, personificado por
los ideales del joven Marius, reivindican las principales
causas de la Revolución Francesa (libertad, igualdad y
fraternidad) Indignados ante las promesas no cumplidas
como el derecho a voto, se genera un nuevo espíritu revolucionario con el fin de terminar con la monarquía y
el poder de la iglesia que nuevamente se instaura, generando mayor pobreza y desigualdad en el seno de la
sociedad. Ese nuevo estado, antes mencionado en las
causas de la Revolución, es el estado de libertad, estado
natural según Locke (cf. 1994) y que remite a la igualdad
entre los hombres, donde no existiría una dominación o
sometimiento, entiéndase esto como un ideal, pues ni en
la actualidad este discurso remite a una verdad empírica.
Para Rousseau se trata de un contrato social donde:
Cada uno pone en común su persona y todo su poder
bajo la suprema dirección de la voluntad general, y cada
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El disfrute de las mismas ventajas naturales es lo
que se pretende en esta revolución y lo que se pretendía
en la anterior. Volvemos por ende a la misma cuestión
planteada sobre el poder y el abuso del poder que genera
la desigualdad entre los hombres, como asevera Rousseau (cf. 1985) y produce la miseria. Para tales efectos
es imprescindible que el estado proteja los intereses de
todos y condene los abusos con la ley y no con el poder
autoritario, el mismo que indica el fusilamiento de los
personajes que se sublevan contra la monarquía en la
obra en cuestión.
¿Pero qué estaba sucediendo a nivel estatal para
que se gestase un espíritu democrático no sólo a nivel
popular? Según Lefort (cf. 1990), Toqueville refiere a la
igualdad de condiciones como principio de la revolución democrática, observando que la monarquía buscaba
rebajar a la aristocracia y buscó promover a la burguesía
para incrementar su propio poder sobre otros. A esta referencia, Lefort vislumbra una transformación de orden
simbólico, cuestionando en qué se transforma el poder
en esta nueva sociedad, posición y figuración. El príncipe
incorporaba un poder divino y de este se valía así como
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de las leyes, mientras que los gobernantes no podían
apropiarlo, sino que lo atraviesan como simples mortales, generando de esta manera una competencia regulada entre los hombres, grupos y partidos. Este despertar
hacia el poder constituyó el primer paso hacia la adquisición del lugar vacío, como refiere el autor, instaurándose
las bases de una sociedad democrática.
Surge la necesidad de reflexionar sobre las leyes, y
las instituciones políticas, citando en este caso a Montesquieu (1984) quien elaboró una teoría política al respecto
en su obra El espíritu de las leyes. Para este abordaje
necesitamos pensar sobre la realidad francesa en el siglo XIX y cuáles serían las necesidades del pueblo para
que finalmente se instaure una República, donde el hombre de bien no es el cristiano sino el político, virtud que
se define como el amor a la patria y a la libertad y por
consiguiente regido por leyes. Pues estas ideas vienen
gestándose desde la Revolución Francesa y se extienden
durante el siglo XIX con menor o mayor fuerza como
consecuencia de deplorables regímenes, a los que se les
exige, como reclama Constant (1943), libertad individual, revisión constitucional, respeto a todos y ausencia de
arbitrariedad. Montesquieu, analiza los diferentes gobiernos y las leyes que los determinan, así como reafirma
las bases de la democracia y la división de los poderes,
Os camponeses comendo batatas" (Aardappeleters). Vincent Van Gogh, 1885. Óleo em tela, 82 x 114 cm. Museu Van Gogh, Amsterdã.
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miembro considerado como parte indivisible del todo.
(ROUSSEAU, 1992, p.69.)
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resaltando el concepto de virtud. Critica a los gobiernos
monárquicos y despóticos y describe con estas definiciones el fundamento más contundente del proceso revolucionario francés que ha luchado contra el honor monárquico y el temor generado por los déspotas, pudiéndolo
observar en Los Miserables, donde por un lado se expande el temor o se vive en la extrema pobreza, aniquilados en sus derechos y sin forma de protestar o rebelarse.
A los ojos de Kant (cf. 1993), se inicia un proceso de
liberación llamado Ilustración, donde hombres y mujeres comienzan a valerse de su propia razón (decisión y
valor), tales son las ideas de Marius sobre la República
por la que lucharon sus antepasados, la que vive en su
razón y por sobre todo en su corazón. Sin embargo, no es
un proceso fácil despertar a la razón cuando los aparatos
ideológicos castigan severamente y manipulan con otros
artefactos como los ya mencionados (miedo, punición o
culpa) Así lo expone Rousseau (cf. 1985) al referirse a los
orígenes y fundamentos de la desigualdad entre los hombres, puesto que los pueblos que se acostumbran a estos
gobiernos o que los padecen, no están en situación de
subsistir sin ellos, o en el peor de los casos se liberan para
pasar a un yugo peor que les quita toda posibilidad de
liberarse. Recordemos a Paulo Freire en la siguiente cita:
La violencia de los opresores, que los hace también
deshumanizados, no instaura otra vocación que aquella
de ser menos. Como distorsión del ser más, el ser menos
lleva a los oprimidos, tarde o temprano, a luchar contra
quienes los hacen menos. Esta lucha sólo tiene sentido
cuando los oprimidos, al buscar recuperar su humanidad, que es una forma de crearla, no se sienten idealistamente opresores, ni se tornan, de hecho, opresores de
los opresores, sino restauradores de la humanidad en
ambos. (…) El gran problema está en cómo podrán los
oprimidos, que “hospedan” al opresor en sí, participar
de la elaboración como seres dobles, inauténticos, de la
pedagogía de su liberación. Sólo en la medida en que se
descubran “hospederos”. (FREIRE, 1994, p.16.)
Es exactamente lo que observamos en Los miserables,
un pueblo doblegado, oprimido, pero que no consigue liberarse porque han perdido la fuerza y las ideas, las cuales
aún latentes, no resurgen ni consiguen tornarse voluntad
popular. Se vislumbra claramente lo que Rousseau denomina desigualdad moral o política y que no ha sido establecida por la naturaleza, pues depende de una especie de
convención y está autorizada además por el consentimiento de los hombres, diferencias en cuanto a las riquezas, el
poder o incluso el sometimiento de unos frente a otros.
Afirma el autor que estas desigualdades empezaron en épocas remotas cuando el hombre comenzó a contemplar a los otros y a querer ser contemplado él mismo,
poniéndole así un precio a la estima pública. ¿Qué mejor
ejemplo que la arrogancia monárquica o la soberbia del
propio Napoleón para ejemplificarlo?
¿Cuáles son los principales aportes que podemos
discutir en torno a la obra de Víctor Hugo? Tal vez sean
estos los hitos históricos que actuaron como bisagras entre la Edad Moderna y la Contemporánea, donde impor-
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tantes hechos como la transición demográfica, la creciente industrialización, el primer mundo, el capitalismo que
agravó las desigualdades sociales en el marco de la Revolución Industrial – impulsando la creación de una sociedad de clases – la efervescencia del desarrollo, la pulsación del movimiento obrero – dando paso a las teorías
del materialismo histórico – transformaciones políticas e
ideológicas, en fin, ciencia, cultura, política, economía, se
agitaron desde sus bases para generar nuevas plataformas que ameritaron la vuelta de página hacia una nuevo
tiempo de los hombres. Habermas, refiriéndose a Hegel
en su prefacio a la Fenomenología del Espíritu, cita:
No es difícil ver (…) que nuestro tiempo es un tiempo
de nacimiento y de tránsito a un nuevo período. El espíritu ha roto con el mundo de su existencia y mundo de
ideas vigentes hasta aquí y está en trance de hundirlo en
el pasado y anda entregado al trabajo de su transformación. (HEGEL, apud. HABERMAS, 1993, p. 133.)
Es la subjetividad lo que Hegel descubre como
principio de la Edad Moderna, entendiendo a la misma
como causa de la superioridad de este nuevo mundo, así
como generadora de crisis donde el sujeto se relaciona
consigo mismo. Esa libertad de la subjetividad permite
que se reconozcan los derechos esenciales que están presentes en la totalidad espiritual. Esa libertad es la que se
encuentra personificada en el protagonista de Los miserables y en los personajes que buscan el cambio, un individualismo que a pesar de su historia personal procura
modificar su destino a través de sus creencias subjetivas
o religiosas (en forma reflexiva) y por medio de la crítica
o justificación de sus propios actos, intentando redimir
su pasado con buenos actos presentes o en autonomía de
sus acciones, enfrentando la represión en la lucha contra
quienes lo oprimen.
¿Cuál es la vigencia de Los miserables en la actualidad? Este planteamiento de carácter sincrónico, presenta paradójicamente una serie de elementos diacrónicos
que nos llevan a pensar sobre la modernidad restringida
al mero concepto agiornado a nuestras realidades. ¿Quiénes son hoy los miserables y dentro de qué sistema de
poder aún padecen el yugo? Pues bien, dependerá de la
sociedad y del modelo que estudiemos, aunque en todos
ellos podremos encontrar “Jean Valjeanes” que luchan
contra su propia miseria humana buscando redimirse
(social y moralmente), “Fantines” engañadas e impulsadas a degradarse por necesidad, “Javertes” dispuestos a
hacer cumplir la ley (pues estas no permiten la piedad)
– enfrentado a su propia moral, donde actúa contra esas
leyes y convicciones, puniéndose a sí mismo y exigiendo
una explicación sobre la indiferencia de Valjean, liberándolo pero a cambio de su autocastigo – “Marius” y “Cosettes”, idealistas, románticos, desafiando y sublevándose como “modernos” de su época y circunstancias:
Algunos restringen el concepto de “modernidad” al
Renacimiento; esta perspectiva me parece demasiado
estrecha. Hubo quien se consideraba moderno en pleno siglo XII o en la Francia del siglo XVII, cuando la
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Para finalizar nuestro trabajo, que en suma procuró
reflexionar sobre diversas teorías, postulados y contextos, valiéndonos como eje una versión cinematográfica y
un clásico literario como Los miserables, me permito reflexionar sobre el modo de mirar, tema que en esta obra
se realza en torno a los personajes y a su maestro creador.
En el antiguo régimen, tal vez el rey fuese el objeto más
deseado de ser visto, siendo aún más importante su mirada, la que daba vida a las personas.
Cuando el autor finalmente consigue asir en su literatura el odio y la miseria del pobre, reivindica y entrega
la dignidad robada, tornándolos finalmente protagonistas
y sujetos de las miradas, apareciendo, existiendo definitivamente como hombres, mujeres y niños descubiertos:
HUGO, Víctor. Os Miseráveis. São Paulo: Cosac Naify, 2002.
KANT, Inmanuel. “¿Qué es la ilustración?”, in: ¿Qué es la ilustración? Madrid: Tecnos, 1993.
LEFORT, Claude. La invención democrática. Buenos Aires:
Ediciones Nueva Visión, 1990.
LITERATURA
querella de Antiguos y Modernos. Esto significa que el
término aparece en todos aquellos períodos en que se
formó la conciencia de una nueva época, modificando
su relación con la antigüedad y considerándosela un
modelo que podía ser recuperado a través de imitaciones (HABERMAS, 1989, p. 151-2.)
LOCKE, John. Segundo tratado del gobierno civil. Madrid:
Alianza Editorial, 1994.
MACPHERSON, C. B. La teoría política del individualismo posesivo. Barcelona: Editorial Fontanella, 1979.
MAQUIAVELO, Nicolás. El Príncipe. Barcelona: Editorial planeta-de agostini, 1995.
MONTESQUIEU, Barón de. Del Espíritu de las leyes. Madrid:
Ediciones Sarpe, 1984.
ROUSSEAU, Jean J. El contrato social. México: Editorial Porrúa,
1992.
______. El origen de la desigualdad de los hombres. Madrid:
Alianza editorial, 1985.
Perguntamo-nos, escreviam os Goncourt no prefácio de
Germinie Lacerteux em 1864, se o que se chamava de classes
baixas não tinha direito ao Romance; se esse mundo sob um
mundo, o povo, devia ficar sob o golpe do interdito literário.
Eis formulada uma questão que denuncia uma situação
e implica uma asserção: se o povo entra na literatura, ou
na escrita, sempre será apenas em virtude de uma autorização, de uma condescendência. À criada interrogada
por Lamartine, no início de seu romance Geneviève, e que
pede ao poeta que se faça ao povo a caridade de um livro, uma resposta é dada aqui: permitamos ao povo tornar-se o objeto dos nossos livros; ou, ainda, consintamos
que ele sirva aos nossos livros. (BOLLÈME, 1988, p. 197)
REFERENCIAS
ARISTÓTELES. Política. Madrid: Gredos, 1988.
BOLLÈME, Geneviève. O povo por escrito. Trad. de Antonio de
Padua Danesi. São Paulo: Martins Fontes, 1988.
CONSTANT, Benjamín. Principio de política de 1829. Buenos
Aires: Editorial americale, 1943.
FREIRE, Paulo. Pedagogia do oprimido. Rio de Janeiro: Ed. Paz
e Terra, 1994.
HABERMAS, Jürgen. El discurso filosófico de la modernidad.
Madrid: Taurus, 1993.
______. “La modernidad un proyecto inconcluso”, in: Berman
M. et alter. El debate modernidad pos-modernidad. Buenos
Aires: Puntosur Editores, 1989.
HAUSER. Arnold. História social da arte e da literatura. São
Paulo: Martins Fontes, 2000.
HOBBES, Thomas. Leviatan. Barcelona: Ediciones Altaya, 1997.
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