Una mirada a la literatura japono-brasileña

Transcripción

Una mirada a la literatura japono-brasileña
Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África
XIII Congreso Internacional de ALADAA
Literatura-Migración japonesa a
América
Una mirada a la literatura japono-brasileña
Shuhei Hosokawa
Sobre el autor
Musicólogo. Profesor del Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales en el Instituto de
Tecnología de Tokio. Trabaja en los dominios de la etnomusicología y la investigación de la música
popular. Autor de numerosos estudios sobre la música popular japonesa, sobre la presencia del rock, la
salsa, el tango y la rumba en Japón y su japonización, y acerca de fenómenos tales como el karaoke, la
walkman y el hit parade. Ha publicado, entre otros, los libros La estética del sonido grabado (1990), La
enka en el país de la samba (1995) y El cine japonés va a Brasil (1998). Conjuntamente con Toru
Mitsui, editó el volumen El karaoke alrededor del mundo: tecnología global, cantar local (2001),
publicado en inglés en Londres.
Resumen
Japanese immigration to Brazil started in 1908 and has over a hundred years of history. About
250 thousands Japanese crossed the ocean to live in the immense country in South America.
The vast majority of them were farmers and gave a demographic and cultural foundation of the
largest Japanese community abroad today (ca. 1,2 millions of population). One of the cultural
activities the community has developed is the literature. Since the 1910s when the first
Japanese-language paper was published, almost all the papers have the space for the literary
pieces written by the readers. The deep connection of newspaper with literature is one of the
outstanding characteristics of Japanese modern literature and this habit has been exported to a
community faraway. From the poesies such as haiku (5-7-5 syllabic form), tanka (5-7-5-7-7)
and senryu (5-7-5) to the novels and criticism, all the literary genres present in homeland are
present in Japanese-Brazilian community press, though none of the authors were professional
due to the size of readership. In the early years (till the mid-20s), we can find only the sporadic
references in the newspapers yet in the late 20s the readers noticed the burgeoning circles of
haiku and tanka in some colonies and some of these circles started publishing their bulletins in
the early 30s. Around the same time, a newspaper founded the literary prize (short story) to
promote the “cultural life” of the immigrants. Such a lively atmosphere was interrupted by
Brazil’s anti-Japanese policy which ended in the ban of Japanese publication and education
around 1940s. Soon after the war, the Japanese-language press was reactivated and the 1950s
and the 60s saw an intense creativity in all the genres. However, in the following decades when
few newcomers landed in Santos, they experienced the decrease in participants. Today a dozen
of circles survive and publish the bulletins. My paper will show an outline of this history of
“Japanese-language literature”, examining the national/ethnic identity expressed in the pieces,
the writing activity for the sake of socialization and personal value, and the influence and
reinterpretation of homeland literature by the authors.
Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África
XIII Congreso Internacional de ALADAA
Literatura-Migración japonesa a
América
Una mirada a la literatura japono-brasileña
Shuhei Hosokawa
Introducción
Brasil posee la mayor comunidad japonesa fuera de Japón, que se estima asciende a
unos 1,2 millones de habitantes, entre inmigrantes y descendientes. Esta migración
comenzó en el año 1908, y durante los años que antecedieron a la entrada de Japón a la
guerra llegaron a Brasil unas 190 mil personas (mayoritariamente a las zonas rurales),
mientras que después de la guerra, otros 60 mil compatriotas siguieron sus pasos. Esta
dimensión de la comunidad, aunada a la relativa larga duración en la entrada de los
migrantes, caracteriza la historia de esta comunidad. De manera diferente de cómo sucedió
en otros países de las Américas, que prácticamente detuvieron la migración antes de la
guerra (por ejemplo Estados Unidos, Canadá o Perú), o que la comenzaron sólo después de
la guerra (Bolivia, Paraguay o República Dominicana), Brasil recibió inmigrantes japoneses
desde la década de 1910 hasta la de 1960, con sólo la década de 1940 de periodo de
interrupción.
La relativa larga y estable presencia de la generación de nipoparlantes, a pesar de
que decayó en número desde la década de 1970, quedando hoy solamente de unas 30 a 40
mil personas, trajo una cultura única y con un valor propio. Una de las prácticas culturales
que mantienen es la escritura de literatura en su lengua natal. A pesar de que las
dimensiones reducidas de la comunidad de nipoparlantes (sólo una pequeña fracción de los
descendientes nacidos en Brasil han podido manejar con suficiencia la lectura y escritura de
esta lengua) no permite a los aficionados convertirse en profesionales, sus “trabajos” han
sido continuamente documentados desde 1910 hasta hoy día. Los principales medios de
difusión de sus textos son los periódicos, las revistas, los folletos y los libros (la mayoría de
ellos autofinanciados). Aunque es cierto que la calidad “literaria” es en sentido general
media, si los juzgamos desde el estándar de la literatura profesional, resulta muy interesante
preguntarse cómo fue formado y cómo se desarrolló, en un país de habla portuguesa, el
mundo de escritores amateurs en japonés. De más está decir que, el hecho de vivir en un
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sitio cuya naturaleza, cultura e idioma son marcadamente diferentes de su tierra natal, es
fundamental para su escritura.
Lo que resulta importante para mí no es tanto el descubrir algunos talentos y obras
ocultas en un extraño lugar, como encontrar las razones para su pasión y hábitos de escribir
literatura, así como las condiciones socio-culturales que les motivaron y permitieron
publicar sus obras. Como plantea Pierre Bourdieu sobre La règle de l’art de Flaubert, existe
un complicado sistema de relaciones humanas, negociaciones político-económicas, medios
impresos, valores, así como otros factores, que hacen que los profesionales continúen
escribiendo. En términos de organización, el mundo de la literatura amateur no es muy
diferente del profesional. Pareciera ser una reproducción reducida de éste. La principal
diferencia radica en las dimensiones económicas y en la conciencia de ser un escritor/poeta,
dos aspectos que están intrínsecamente relacionados con el gran número de circulación de
las obras y sus lectores. El estudio de la actividad literaria amateur nos enseña que por regla
general damos por sentadas las condiciones históricas y culturales que mantienen a la
literatura. Para el escritor amateur, la propia noción de “literatura” porta un carácter un
tanto elitista. Sin embargo, el énfasis en el trasfondo socio-cultural de la práctica de la
escritura, no debe alejarnos de la importancia de los detalles del texto. A pesar de lo
“banal” que pueda parecer, las obras deben ser leídas de forma cuidadosa y respetuosa, al
igual que aquellas otras que más ampliamente conocemos como profesionales.
Sus escritos poseen una importancia similar a aquellas obras que llegaron a
publicarse, así como lo son las maneras en que la comunidad de escritores fue creada y
transformada. Así como el murmullo de una expresión vocal primaria evoluciona hacia la
presentación de una competencia de canto rígidamente organizada, los garabatos en libretas
de apuntes privados son transformados en “obras” literarias sólo cuando son publicados en
los medios adecuados. Esenciales son los lazos con la literatura vernácula, el liderazgo de
los experimentados y de los entusiastas, el patrocinio de los periódicos y de las revistas, la
estima de los amigos, elementos todos que estimularon y apoyaron el surgimiento y vida de
la comunidad de escritores amateurs, y sin los cuales sólo unos pocos hubieran podido
publicar sus obras y mantener viva su pasión. Estos entusiastas y líderes culturales
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establecieron un sistema abierto de medios literarios modelado a partir de la práctica nativa
de involucrar la participación de los aficionados. Para comprender pues el florecimiento de
las prácticas literarias de la comunidad japono-brasileña, es necesario conocer del trasfondo
social de la producción literaria en su país natal.
Poesía tradicional y periódicos étnicos
El primer grupo de inmigrantes japoneses desembarcaron en Santos en el año 1908.
En el día del histórico arribo se escribieron algunos haiku (poesía de 17 sílabas surgida en
el siglo XVII). El supervisor del grupo de los 781 inmigrantes, Shuhei Uetsuka, conocido
como el “padre de la inmigración japonesa”, celebró su primera noche en Brasil
contemplando emotivamente una fogata del festival de San Juan (el mayor acontecimiento
católico de Brasil después del carnaval) mientras que Rokurō Kōyama, quien dirigió un
importante periódico, Seishū shinpō (Semanário de São Paulo), de 1921 a 1941, además de
editar una antología de haiku en la década de 1950, mencionó su entusiasmo al mirar el
cielo estrellado de un país exótico. Sus registros, afortunadamente, fueron rescatados a
posteriori con seguridad por cuenta de su alto estatus social y alta estima, aunque, es muy
probable, que existieran otros poemas de inmigrantes comunes anotados en cuadernos y
que se perdieron para siempre.
Las primeras obras literarias por autores anónimos han sido documentadas desde el
año 1916 en el primer semanario japonés en Brasil, Nanbei (América del Sur), publicado
entre 1916 y 1918. Impreso en mimeógrafo, un método de impresión rudimentario que
utilizaba papel encerado y lápiz metálico, el periódico informaba noticias sobre Japón y
Brasil, así como de la propia comunidad de inmigrantes. Además, el semanario siempre
dedicaba algunas páginas a las opiniones de los lectores, al haiku y al tanka (poesía de 31
sílabas creada en el siglo VIII). Se esperaba así aumentar su circulación y también ampliar
los contenidos del medio. Para los periódicos japoneses es indispensable incluir la literatura
de sus lectores, y el editor de Nanbei adoptó la misma estrategia en su pequeño semanario
de la comunidad. Aún hoy los haiku y tanka de los lectores son un especial semanal de los
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periódicos de Japón y Brasil, y la prensa es uno de los principales espacios para el mundo
de estas poesías cortas.
Con el crecimiento demográfico de la comunidad de inmigrantes japoneses, otros
periódicos fueron creados en el Estado de São Paulo sobre la década de 1920 (que
continuaron hasta cerca de la de 1940); todos ellos con una columna de poesía de sus
lectores. Durante un primer momento, estas columnas eran pequeñas e irregulares, pero
poco a poco fueron creciendo y regularizándose (una vez a la semana, por ejemplo). Sobre
1924 fue creado en una aldea remota el primer grupo de haiku por Shinzan Saito, un
empleado de la compañía de emigración quien ya había sido parte de un grupo de poesía
antes de migrar a Brasil. Él organizaba reuniones mensuales de poetas aficionados cada vez
que era posible y contribuía con sus obras para el Nippak Shinbun. No sólo los miembros
eran presa del entusiasmo, al ver publicadas sus piezas, sino que también los lectores
debieron estar interesados en esta actividad. Así, una reunión local se conectaba con una
comunidad mayor a través de este medio.
El próximo paso para el desarrollo de la poesía corta fue la nominación de un
“árbitro” de la columna del periódico y para la publicación del boletín del grupo, sobre los
años de 1929-30. El árbitro, seleccionaba de los envíos las piezas a publicarse, y servía a la
vez de juez y maestro, al poder aprender los principiantes las técnicas básicas, directa o
indirectamente, de su selección y revisiones. El estilo y la filosofía del árbitro eran de
especial influencia para los discípulos, y en ocasiones podía ser tanto didáctico como
autoritario.
La organización jerárquica, así como los fuertes lazos establecidos entre el poeta
maestro y los discípulos, eran similares a las que existen en artes tradicionales japonesas
como la ceremonia del té, la caligrafía, o las artes marciales, por ejemplo. Este tipo de
organización facilitaba la participación de los no experimentados en el mundo de la poesía
corta. La gran mayoría simplemente repetía las fórmulas establecidas, sin embargo
disfrutaban con traducir sus observaciones personales y sentimientos al formato literario, de
la misma forma que el cantar en un karaoke posibilita a sus participantes un tipo de
satisfacción diferente de escuchar a cantantes profesionales. Si la interpretación de karaoke
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es realmente creativa o no, está fuera de discusión aquí, sin embargo, toda actividad
literaria es considerada importante para la autoexpresión y socialización de sus
participantes.
Los primeros “árbitros” en haiku (Keiseki Kimura, Nenpuku Sato) y en tanka
(Teijirō Suzuki, Kikuji Iwanami) en Brasil, fueron todos poetas experimentados antes de
migrar. Ellos no solamente seleccionaban las piezas de los lectores, sino también hacían ver
a los principiantes los principios poéticos, para así animarlos a retar al tanka o al haiku.
Tres, de los cuatro poetas mencionados arriba (excepto Suzuki), se establecieron en
Aliança, una foresta virgin (al noroeste del Estado de São Paulo) que había sido comprada
por la Asociación de Ultramar de Shinano (una agencia pública para la emigración
establecida en la prefectura de Nagano). Ellos reclutaban a las familias de esa región para
que residieran permanentemente en Brasil. Ya que también Nihon Rikikokai, una agencia
protestante para la emigración hacia las Américas, participó en este proyecto, muchos de
los que migraban eran cristianos, y, por lo tanto, generalmente mejor educados que la
mayoría de los inmigrantes japoneses que eran en una primera etapa contratados para
trabajar en las plantaciones de café, y que aspiraban a regresar a sus hogares después de
algunos años. El plan de vida a largo término, les permitía comprometerse con actividades
culturales como deportes, música, y literatura. No de casualidad Aliança se convirtió en una
cuna para muchos importantes líderes políticos, comerciales y educativos. Los “literatos”
locales fundaron entonces un círculo poético llamado Okabo Kai (círculo del campo de
arroz seco) en 1927, que contribuía regularmente con los periódicos. Con esta colectividad
consolidada, establecieron su propio boletín, Okabo, en 1931 (primero en mimeógrafo, y
después en tipografía), constituyéndose en la primera revista “literaria” de la comunidad
japono-brasileña.
Los años de 1937 y 1938 vieron el lanzamiento de tres revistas en São Paulo:
Minami jūjisei (La cruz del sur, haiku), Yashiju (Palmera, tanka), y Chiheisen (Horizonte,
ficción y poesía moderna). Los dos primeros fueron parcialmente patrocinados por la
generalidad de los propios poetas, mientras que el tercero por cuenta de donaciones
provenientes de las tertulias y de los lectores y miembros. Minami jūjisei cerró en 1938
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después de lanzar tres números, en parte por cuenta de la muerte de su fundador Keiseki
Kimura. Chiheisen, quebró por la presión económica después de un año de vida (nueve
números), y Yashiju fue lo suficientemente afortunada para continuar hasta fines de 1941
(sorpresivamente todavía existe hoy día). Aun considerando que su circulación fue muy
limitada, fueron cruciales para la comunidad, ya que cada uno de los géneros se hizo así
visibles, y muchos de sus contribuidores fueron personas claves para la comunidad literaria
de posguerra.
Ficciones de preguerra
Los periódicos en Japón no solamente contribuyeron a ampliar los círculos poéticos,
sino que también jugaron un importante papel en establecer, en el siglo XIX, la novela con
una forma narrativa occidental. La forma de publicación diaria de estilo occidental con
noticias y secciones de opinión, comenzó en Japón en la década de 1860, justo antes de la
Restauración Meiji (1868), y emprendió la publicación de novelas seriadas sobre 1890. A
partir de entonces, casi todos los escritores populares colaboraron con los periódicos.
Algunas de sus obras se convirtieron en clásicos, mientras otras han desaparecido de la
historia de la literatura. La novela de periódico también se difundió en la Europa y
Norteamérica decimonónica, pero poco después desapareció, siendo Japón quizás el único
país donde los periódicos siguen publicando novelas seriadas hoy día.
Los editores japoneses en Brasil adoptaron la misma política. Desde la década de
1920 casi todos sus periódicos publicaban novelas. Una buena parte de ellas eran
reediciones de aquellas publicadas en Japón, pero alguna que otra fue escrita por autores
locales. Se cree que la gran mayoría de estos autores eran hombres que emigraron con su
familia real o “inventada” (el gobierno brasileño legalmente aceptaba sólo a “miembros de
familia” como parte de la inmigración japonesa, por lo que las agencias de emigración
japonesas tenían que “inventar” una familia en papeles y así poder enviar a individuos
solteros). Al tener que enfrentar el shock cultural, la vida represiva, y la ansiedad por el
futuro, encontraron en la ficcionalización de sus vidas y en la ilusión un medio para
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exteriorizar sus mentes frustradas. Estas historias tratan, por ejemplo, sobre autobiografías
semificticias, la recolección sentimental de romances rotos, la melancolía y la frustración
de la vida rural, y el coqueteo o deseo por mujeres brasileñas. Sus seudónimos son tan
crípticos (muchos de ellos no tenían apellidos) que es no es posible identificar quiénes
fueron, por lo que sugiere un desinterés por la autoría. También refleja el desdeño de
muchos patriarcas de la literatura por la búsqueda de dinero. Escribir literatura para ellos,
no significaba otra cosa que pasar el tiempo, por lo que estos “escritores” no estaban
interesados en revelar sus nombres.
La narrativa de ficción fue reconocida públicamente como “cultura” en 1932 cuando
el periódico de mayor circulación en la comunidad, Burajiru Jihō (Noticias do Brasil),
organizó el Premio de Literatura en la categoría de ficción (al que añadió después la poesía
tradicional y moderna). La convocatoria anunciaba claramente que el premio estaba
pensado para elevar el nivel cultural de la comunidad japonesa. Todos los autores
participantes inventaron seudónimos literarios. El Premio existió desde 1932 hasta 1937, y
publicó una docena de historias premiadas en forma seriada en el periódico. Muchas de
estas obras compartían características como el realismo, tópicos intracomunitarios,
ambientes rurales, victimización del inmigrante, entre otros, aspectos que posteriormente se
convirtieron en estándar de la narrativa de ficción.
Una de estas obras premiadas, “Aru kaitakusha no shi” (La muerte de un hombre
pionero) (Shigeyuki Tanabe, 1932, reeditada en Colonia shōsetsu senshū – Antología de
novelas japono-brasileñas – Vol. 1, Colonia Bungaku Kai, 1975, São Paulo), cuenta la
historia de la muerte de un inmigrante de Hokkaido, una isla del norte habitada por el
pueblo ainu e incorporada al país por el gobierno japonés a principios del periodo Meiji.
Esta obra es considerada como el corazón de lo salvaje en la literatura japonesa, y narra la
vida de un hombre quien después de llevar una vida al límite, vagando miserablemente por
la frontera de Perú y Brasil, finalmente compra una gran extensión de tierra con la que gana
suficiente dinero para regresar a Japón como un migrante exitoso.
El propósito de su viaje de regreso a casa era mostrar su riqueza (una especie de
venganza) a aquellos que lo habían expulsado de su aldea natal, y también poder construir
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una tumba adecuada para su madre muerta. El retorno a casa con una fortuna era el sueño
último de la gran mayoría de los inmigrantes de preguerra. En otras palabras, sin fortuna no
se debía regresar a casa. Sólo los exitosos eran bienvenidos en sus aldeas de regreso. Esta
presión psicológica seguramente disuadió a muchos de volver a Japón en los años
anteriores a la guerra. Sin embargo, el día antes de su esperada partida, el personaje de la
novela es asesinado por un afro-brasileño al que había despedido y a quien le había negado
prestarle dinero. Este hombre mestizo es retratado compasivamente en la obra como
humilde y cariñoso. Él le pide dinero solamente por cuenta de su necesitada familia,
tomando entonces venganza de su desalmado patrón japonés. Esta historia nos cuenta del
fin trágico de un hombre ambicioso y egoísta, sacando a la luz los problemas raciales entre
los migrantes japoneses y los brasileños, así como la futilidad de la inmigración japonesa
en la aridez brasileña.
Años turbulentos: La década de 1940
Bajo el régimen de Estado Novo de Getulio Vargas, el gobierno brasileño ordenó
cerrar las escuelas japonesas en 1938, y prohibió los periódicos japoneses en 1941. El
arranque de la Guerra del Pacífico reforzó al máximo nivel la vigilancia de los inmigrantes
japoneses. Cualquier acto sospechoso en áreas públicas podía ser causa de arresto, y
muchos japoneses fueron encarcelados sin una explicación satisfactoria. Se conoce que un
campesino poeta de haiku organizó una tertulia en la cárcel con sus compañeros. Esto es
una evidencia palpable de la popularidad y accesibilidad de la creación de haiku. Otro poeta
de haiku revela que se perteneció a un círculo de haiku clandestino y que el código secreto
entre sus miembros era "viaje submarino". En el mundo del tanka, algunas tertulias activas
de Yasuji organizaron el círculo ilegal Rinsen (árboles y estanques) para publicar tres
números de un boletín mimeografiado. El haiku y el tanka fueron y siguen siendo hoy una
de las diversiones más prácticas e íntimas para la gente con sensibilidad poética.
El fin de la guerra marcó el brote de otra guerra dentro de la comunidad de
migrantes: el conflicto de aquellos que reconocían la derrota de Japón ("derrotistas") y
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aquellos otros que creían en su victoria ("triunfalistas"), y que culminó en el ataque y
asesinato de los primeros por los segundos en 1946-47. Esta violencia étnica horrorizó tan
fuertemente a la sociedad que el gobierno casi vota por la deportación de los japoneses.
Hay diversos factores que marca la irracional emergencia de esta facción "fanática": el
monolingüismo (la desconfianza por cualquier información no japonesa), el fuerte
sentimiento en la "patria divina" (basado en el nacionalismo del Japón de preguerra), la
escasez de información correcta relativa a la situación de Japón desde la prohibición de
publicaciones en lengua japonesa (la única fuente confiable eran las noticias de una emisora
de radio de onda corta japonesa, por demás, demagógica), y el resentimiento de parte de los
inmigrantes de clase baja en contra de los compatriotas citadinos educados, y de clase
media. Una explicación completa de la complejidad social, política y psicológica, se sale,
sin embargo, de los límites de este texto. El reconocimiento de la derrota de Japón casi que
automáticamente extinguió la llama del deseo de volver a casa de los corazones de los
inmigrantes. Después de grandes dudas, finalmente la mayoría se decidió a quedarse,
cambiando si identidad de “japoneses en el exterior” por “japono-brasileños”, constitutivos
de la “ciudadanía brasileña”.
A pesar de la situación tensa, después de 1946 el renacimiento cultural de la
comunidad japonesa fue rápido y extraordinario. Ambas facciones publicaban sus propios
periódicos y revistas, mostrando opiniones totalmente diferentes de su actualidad. Es cierto
que la literatura que difundía la creencia en la victoria de Japón luce ridícula para los
lectores de hoy día, no obstante, debemos leerla tomando en cuenta el punto de vista
histórico del autor. Ninguna de las obras “triunfalistas” que he encontrado posee tramas
sutiles y descripciones psicológicas o políticas. Estas obras no son otra cosa que
propaganda. Sin embargo, si leemos las obras de los autores “derrotistas” estaremos más a
gusto, ya que son coherentes con nuestro conocimiento histórico.
Por ejemplo, la obra “Tsutsuji” (Azalea), de Fuyuhiko Yamaji, que obtuvo el primer
premio de literatura de la revista Yomimono (Lectura) (que amalgamaba opiniones con
entretenimiento) en 1949, cuenta una historia muy similar a la de Cain y Abel (fue
reimpreso en Colonia shōsetsu senshū, vol. 1, referido anteriormente). El hermano mayor
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de la familia, derrotista, es expulsado por su hermano menor, triunfalista, de la aldea por
cuenta de una trifulca vinculada con la administración de la Asociación de Jóvenes
Japoneses del poblado. El hermano mayor deja un ramo de azaleas en el camión cuando él
y su familia abandonan la aldea. Esta flor es el símbolo de la madre fallecida y, por tanto,
de la pérdida de la armonía en la familia. El conflicto familiar fue uno de los temas
favoritos de los escritores desde 1920, pero “Azalea” fue la primera obra que
explícitamente se refirió al problema de la victoria/derrota.
El ámbito de posguerra para el haiku y el tanka fue liderado por Nenpuku Sato y
Kikuji Iwanami respectivamente. Nenpuku fue un distinguido discípulo de Kiyoshi
Takahama, el cabeza del grupo Hototogisu, la mayor asociación de haiku de Japón,
mientras que Kikuji fue discípulo de Akahiko Shimaki, quien a su vez fue fundador del
mayor grupo de tanka denominado Araragi. Ambos autores se “encomendaron”
celosamente a las poéticas de sus maestros, fundando Kokage (Sombra de árbol) (19481979) y Yashiju (1939- hoy día) respectivamente. El crecimiento económico de posguerra
de la comunidad literaria puede verse en los encuentros, entre brasileños, de haiku y tanka
convocados por los grupos de Kokage y Yashiju, y patrocinados por el Paulista Shinbun.
Estas grandes reuniones anuales (de unos 100 a 300 participantes) reforzaron la solidaridad
entre sus miembros y estimuló la actividad regional. Otros dos periódicos (São Paulo
Shinbun y Diario Nippak), también presentaban y/o patrocinaban varios encuentros
literarios de carácter similar. Con esta base financiera estable, los periódicos pudieron
invitar a algunos notables poetas de haiku y tanka de Japón, desde los principios de la
década de 1950. De esta forma, no sólo ofrecían espacio literario para sus lectores, sino
también apoyo a los eventos literarios. Esta cercana cooperación entre los grupos literarios
y los periódicos es común en Japón, y la comunidad decide adoptarla.
Narrativa de ficción de posguerra: Fumio Shimaki
En 1953 comenzó oficialmente la inmigración de posguerra. Los recién llegados
tenían otro tipo de mentalidad comparado con la generación de preguerra. Ellos eran más
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sensibles a la democracia y, más importante, iban convencidos de vivir permanentemente
en Brasil. De más está decir que portaban consigo una nueva sensibilidad literaria, y , al
igual que en la década de 1930, los periódicos apoyaron y estimularon a los escritores
amateurs. Para el caso de los escritores de narrativa de ficción, el periódico Paulista
Shinbun establece el prestigioso Premio de Literatura Paulista (1953-1990). En contraste
con los florecientes grupos y revistas de haiku y tanka, no existió grupo de narrativa de
ficción alguno hasta que la Colonia Bungaku Kai (Círculo Literario Colonia) y su órgano,
Colonia Bungaku, fueron fundados en 1966 (el préstamo de la palabra “colonia” vino a
significar, después de la guerra, la “colonia japonesa” de Brasil). Este círculo incluyó, por
vez primera en la historia de la comunidad japono-brasileña, a escritores de todos los
géneros; de la poesía tradicional hasta la poesía y novela contemporáneas. Esta revista
debatía la originalidad de la literatura japono-brasileña en una perspectiva literaria mundial,
la identidad étnica, los orígenes desplazados, así como otros temas interesantes. Es, en mi
opinión, la revista ,ás polémica en la historia de la literatura japono-brasileña.
El caso de la obra “Kabe no naka no nakamatachi” (Compañía dentro de la pared,
1963), de Fumio Shimaki, representa un nuevo rumbo en la década de 1960 (fue reeditada
en Colonia shōsetsu senshū, vol. 2, 1977, São Paulo). El protagonista, Tomoda, nace en la
Corea colonial y es forzado a trasladarse a Manchuria el 9 de agosto de 1945, por cuenta de
la invasión soviética a los territorios imperiales japoneses. Su madre muere siete meses
después en este nuevo sitio, mientras que su padre se supone que muere en un campo de
concentración en Siberia. Tomoda regresa a la aldea natal de sus padres, pero la tierra
estaba tan estropeada por cuenta de la guerra, y la gente local tan inhóspita con él, que
decide emigrar a Brasil como parte de una creciente oleada de migrantes en los años
cincuentas. Sin embargo, en su maltrecho apartamento en São Paulo, fue acosado por sus
compatriotas y muerto finalmente en un accidente automovilístico cuando regresaba del
extraño entierro de su amigo.
Durante toda su juventud renunció al futuro y vivió negligentemente. En las manos
de la política internacional y del egoísmo individualista, la vida de Tomoda fue dominada
por el dolor y la desesperación. No tiene lugar en esta vida. No pertenece a ningún sitio.
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Criado cerca de Hiroshima y trasladado a Brasil en 1961, el autor, Shimaki, compartía las
ansiedades políticas de muchos japoneses que crecieron en el tiempo de la guerra. La
infancia y adolescencia de Tomoda en el Imperio Japonés, y el shock cultural después de la
“repatriación” no eran atípicos, ya que fueron narrados por numerosas historias y novelas
de carácter autorreferencial.
La minoría silenciosa: Masaju Yabusaki
Masaju Yabusaki (1922-2006) fue el escritor más introspectivo y activo en Colonia
Bungaku. Al emigrar, en la década de 1930, durante su adolescencia, siempre se sintió
inseguro en un espacio intermedio suspendido. A aquellos que emigraron con sus padres en
su infancia o adolescencia, se les llama habitualmente “la generación semi-segunda” (jun
nisei), que estaban en una posición flotante en el medio de la primera generación (issei), y
nacidos y criados en Japón, y la segunda (nisei) nacida en Brasil. Yabusaki publicó una
docena de historias cortas que casi exclusivamente se preguntan cosas como “¿quiénes
somos?”, “¿dónde está nuestro hogar?”, y “¿qué son Brasil y Japón para nosotros?”. En su
historia de 1972 “Boku no naka no kuni…” (El país dentro de mi), él narra el retorno a
Tokio de un hombre jun nisei (el alter ego de Yabusaki) después de 30 años de ausencia
(publicado por Colonia Bungaku, vol. 16, enero de 1972). Este personaje se vuelve
hipersensible ante las más pequeñas diferencias entre él y los japoneses reales (como por
ejemplo la entonación en el habla, los ángulos de las reverencias, el tiempo de una sonrisa
ceremoniosa y de los movimientos de la cabeza, etc.), para tratar de verse “natural”. Él es a
la vez japonés y no-japonés, y su lado no-japonés se reconoce como “medio brasileño” o
“medio japonés”. Él no puede adaptarse a esta identidad liminal, ni renunciar a ella, así
como tampoco ser rechazado por otros como no-japonés. Él vive en este espacio
intermedio. En ningún lugar se siente “en casa”. “Los inmigrantes son tontos”, le dice a un
estudiante en el tren, por cuenta de que ellos no encuentran vías para expresar su ser
interior en Brasil de manera abierta, marcados por las barreras del lenguaje y las presiones
para asimilarse.
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La barrera del lenguaje para los inmigrantes es doble: una existe entre los japoneses
y los no-japoneses, y la otra entre los inmigrantes y sus descendientes. Antes de la guerra,
los inmigrantes trataron de enseñar su lengua materna a sus hijos, ya que planeaban
regresar lo antes posible. La derrota de Japón y su nueva situación familiar, torció sus
planes de vida hacia la permanencia en Brasil. Muy pocos inmigrantes estaban preocupados
ya con la enseñanza de la lengua japonesa, y muchos niños incluso rechazaban aprender la
marginal lengua. Los procesos de asimilación de la segunda y tercera generaciones se
fueron desarrollando a la par que el ostracismo lingüístico de la primera generación. En la
historia antes referida, el inmigrante de mediana edad es lastimado en la multitud durante
una manifestación estudiantil en contra de la Guerra de Vietnam, pero es ayudado
fortuitamente por una mujer de su misma edad que pasaba por el lugar. Ambos comenzaron
a hablar de sus propias vidas. Ella le mostró una cicatriz causada durante un bombardeo
norteamericano en 1945; él le habló sobre sus recuerdos amargos del Día de la Victoria,
cuando sintió una profunda humillación mientras observaba a las masas victoriosas
marchando extasiadas en São Paulo. Ambos compartían el sentimiento de ser víctimas de la
guerra. De pronto él siente intimidad con una persona japonesa por primera vez en su viaje,
pero a la vez reconoce la distancia inconmensurable: después de todo ella nunca entenderá
lo que siente él siendo inmigrante. Él se coloca otra vez en un auto-encierro. En su mente
no hay “mi país”, sino “un país dentro de mí” (como enuncia el título de la obra), y “un país
fuera de mí”. Después de percatarse de la fugacidad de su comunicación con la mujer,
concluye que: “Yo no soy ni japonés ni brasileño, sino un inmigrante, otra tribu con una
mente dañada”. Este estado mental “apresado” o “encapsulado” crea un tono obstinado a
los personajes misántropos de Yabusaki.
En sus textos, Yabusaki busca captar la contradicción y la conciliación de vivir en
un lugar donde únicamente el idioma es apenas comunicativo con las demás personas. Su
voz no puede ser escuchada sino por un pequeño número de compatriotas.
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Literatura-Migración japonesa a
América
Cruzando la barrera étnica: Tarō Matsui
La inmigración de posguerra prácticamente concluyó a principio de los años
setentas (por cuenta del crecimiento económico de Japón, y la saturación del mercado
laboral en Brasil), y la disminución de los hablantes/escritores de japonés se hizo obvia. El
cierre de Colonia Bungaku en 1977 era un índice de la reducción de la comunidad literaria.
Sin embargo, la creación de literatura no se detuvo al mismo tiempo. En 1980, los más
importantes miembros de Colonia Bungaku Kai, fundaron Colonia Shi-bungaku Kai
(Círculo de la poesía y literatura japono-brasileña), con nombre parecido, y que comenzó a
publicar Colonia Shi-bungaku (en 1999 la asociación y su órgano cambiaron su nombre a
Brasil Nikkei Bungaku Kai – Literatura japono-brasileña – y Brasil Nikkei Bungaku
respectivamente).
En la narrativa de ficción publicada después de 1980, la obra Utsurobune (El barco
vacío, 1988-94), de Tarō Matsui, es a mi entender la más importante (Colonia Shi-bungaku,
vol. 27-33, vol. 39-47). Matsui (1917- ), emigró a Brasil en 1936 a los 19 años, con sus
padres y hermanos, y comenzó a escribir una vez retirado de la agricultura hacia fines de
los años sesentas. A partir de entonces, publicó una docena de historias de ficción en
revistas de la asociación. El protagonista de la obra mencionada, Tsugushi Mario Jinzai, es
el hijo del dueño de un rancho. Él está casado con una chica japonesa, a la que golpea por
razones inexplicables. Más adelante en la historia es enviado lejos y vaga por el río Parana,
en la frontera con Paraguay, cuando encuentra de casualidad a Eva, una mestiza “mitad
japonesa”, quien tenía un hijo recién nacido. Mario, encantado con su espíritu y
comportamiento salvaje, le manifiesta su voluntad de casarse, que ella acepta, pero ella
muere tres días más tarde de una enfermedad endémica. Él decide, entonces, adoptar a su
hijo, escondiendo la identidad de la madre (ya que el padre era un presunto vendedorcontrabandista japonés lascivo), y se convierte en pescador. Contrata a una nodriza para el
niño, pero su muerte sólo provoca una disputa con su hermano borracho por su fortuna.
Cuando el niño crece, lo acusa de ser el asesino de su madre, y Mario lo golpea, por lo que
es forzado otra vez a dejar la aldea.
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Lo que es inusual de El barco vacío es que el protagonista se ha asimilado
completamente a la vida de la frontera brasileña, y que está desarraigado de la comunidad
japonesa. De hecho, la comunidad japonesa es hostil ante él. Mario está en el límite de
perder su identidad como japonés. A diferencia de muchos inmigrantes japoneses, tanto en
la ficción como en la vida real, él no tiene miedo a la marginalización. Su segunda
“familia” fue de facto, más que legal, y se disolvió muy pronto después. Después del
divorcio con su primera esposa japonesa, y el exilio del rancho de su padre, rompe con las
relaciones biológicas, escogiendo a cambio encarar el hervidero de lo salvaje indomable.
Sin embargo, Mario nunca olvida la importancia de los lazos familiares y rinde
tributo ante las tumbas de sus padres (él cree que su madre murió de una depresión causada
por su divorcio), así como ante la tumba de Eva y de sus padres. Él considera que es deber
moral de los vivos (o sobrevivientes) recordar a los muertos, y las tumbas son puntos de
contactos con ellos. También se imagina la vida del padre japonés de Eva, cada vez que
visita su precaria tumba en la que su nombre está escrito incorrectamente en portugués,
como si en la vida real nunca hubiera sido entendido correctamente. Mario entierra a Eva,
pero su tumba es transitoria, ya que es arrasada por la crecida, y no queda registro de la
vida de ella sobre la tierra que no sea en su memoria. El título, El barco vacío, es una
metáfora de la transitoriedad de la vida en este mundo, y de la futilidad de luchar contra la
corriente irreversible del tiempo. Es solamente en la esfera cognitiva que podemos
recapitular el pasado.
Conclusiones
En este texto, he enfatizado la pasión persistente y el hábito por escribir literatura de
los aficionados japono-brasileños, así como el decisivo papel de los medios impresos y de
la organización jerárquica desarrollada en el mundo de la poesía tradicional. La
coordinación de la motivación individual junto con la institución social, configura la
formación histórica y la transformación de la literatura. Estas condiciones sociales y
culturales fueron vitales para la expansión de los escritores amateurs.
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Hoy se estima que existen en Brasil de unas 300 a 500 personas que escriben haiku,
de unas 200 a 250 que escriben tanka, de unas 150 a 180 que componen senryū, unos 30-40
que lo hacen con la poesía moderna, y de unos 100 a 200 escritores de ficción. La gran
mayoría de ellos son mayores de setenta años. En mi opinión, la proporción de escritores
relativa a la población general, es mayor en Brasil que en Japón. Esto podría estar
relacionado con el hecho de que la posición marginal de la lengua japonesa en la sociedad
trae consigo una alta dependencia del (casi) monolingüismo de los inmigrantes por su
lengua materna. Es casi inimaginable que aparecerán nuevas obras en el futuro, ya que el
empequeñecimiento de la comunidad nipo-parlante es inevitable. No obstante, el escribir
literatura sigue siendo un importante medio de socialización. Reunirse y platicar con otros
“poetas” y “escritores” que comparten la lengua y el interés intelectual, les da a los
miembros un gran placer que no puede proveer la lectura (silenciosa) del trabajo de los
profesionales.
Hablamos con frecuencia del placer de la literatura, la joya de la lectura. Sin
embargo, hay también otro tipo de placer y disfrute: la creación. La poesía tradicional
japonesa desarrolló una ordenada organización de poetas que englobaba no sólo a la élite
conocedora, sino también a la gente menos educada, pero culta, y la sociedad de
inmigrantes los adoptó a todos. Desde sus comienzos, los periódicos étnicos estuvieron
abiertos y apoyaron a la literatura de sus lectores, en diversas maneras. A pesar de lo banal
que puedan parecer estas obras, el disfrute de la escritura no puede ser negado. Así, la
actividad de la literatura étnica prospera, aunque en crepúsculo, en un enclave cultural muy
lejos del país natal.

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