covarrubias - Turismo de Burgos

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COVARRUBIAS
La villa de Covarrubias se halla emplazada a orillas del Arlanza, con los sugerentes relieves
calizos de la Sierra de las Mamblas como telón de fondo. La multitud de cavidades de color ocrerojizo que se abren en las paredes rocosas del entorno, debidas a los procesos de karstificación de la
caliza, han dado su nombre a Covarrubias. Su caserío, apiñado en calles de trazado claramente
medieval, aparece presidido por el macizo torreón de Fernán González y la ex-colegiata de San
Cosme y San Damián, todo lo cual evoca un esplendoroso pasado, unido al nacimiento de Castilla.
Los orígenes de la villa se remontan a la época romana, cuando algunas tribus de filiación
celtibérica, los turmogos, abandonaron sus castros defensivos en lo alto de la Sierra para formar una
pequeña población en el llano. Para algunos historiadores, bajo la dominación romana pudieron ser
construidos tanto el puente sobre el río Arlanza como un primitivo torreón, cuya finalidad habría sido
defender una estratégica calzada que unía las ciudades de Lara y Clunia. Según la tradición local,
también es probable que los visigodos se hubieran asentado en este lugar y que, por mandato de su
rey Chindasvinto, hubieran edificado, a mediados del siglo VII, el primitivo templo de San Cosme y
San Damián. El caos y la incertidumbre vividos en la comarca del Arlanza, como en el resto de los
territorios de la Cuenca del Duero, durante la segunda mitad del siglo VIII y a lo largo de casi todo el
siglo IX, condujeron a la población a refugiarse en las cuevas, recuperando antiguas formas de vida
rupestre.
A principios del siglo X la situación empezó a cambiar, pues los condes castellanos lograron
consolidar la línea defensiva del Arlanza, lo que iba a favorecer el renacer de la villa como una
población muy vinculada a los sucesores del conde de Lara. El año 972 es una fecha clave pues la
iglesia y el lugar de Covarrubias, que estaban en manos del monasterio de San Pedro de Valeránica,
pasaron a manos del conde Garci Fernández, hijo de Fernán González. Poco tiempo después, en el
978, y siguiendo las costumbres de la época, ofreció al monasterio a su hija Urraca y fundó el
Infantado de Covarrubias. De esta manera, dicho centro religioso se convirtió en uno de los más
importantes del condado desde el punto de vista económico y cultural. La infanta Urraca recibió un
extenso y bien dotado señorío sobre el que ejerció un dominio directo con plena autoridad jurídica,
civil y eclesiástica. Posteriormente, el Infantado fue gobernado por otras dos grandes señoras, doña
Urraca, hija de Fernando I de Castilla, y doña Sancha, descendiente de la anterior. Tras su gobierno y
por decisión de los reyes de Castilla, el cargo, con los derechos señoriales anejos, serán ejercidos
por los abades del monasterio de San Cosme y San Damián.
La influencia del Infantado, a cuya figura quedará sometida la villa tanto en lo eclesiástico
como en lo civil, se vio acompañada de otro factor muy beneficioso: la concesión del Fuero en 1148
por la infanta doña Sancha. En virtud del mismo, la infanta concedía importantes beneficios a los que
acudieran a poblar la villa, lo que incentivó el traslado a la misma de todos los habitantes de las
aldeas cercanas (Cerezuelos, Valdera, Mecerreyuelo, etc). Asimismo, quedaron establecidas las
normas del señorío, y las leyes que debían regir en lo civil y en lo criminal. A finales del siglo XII y
comienzos del XIII, el Infantado atravesó malos tiempos, porque parte de su patrimonio fue
traspasado por los reyes a otras entidades señoriales, como fue el caso del Hospital del Rey de
Burgos. No obstante, volverá a recuperar parte de su antiguo esplendor durante el reinado de
Fernando III.
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Los siglos XV y XVI fueron tiempos de gran plenitud para la localidad. En esta época
experimentó un gran desarrollo urbano, ampliándose con tres arrabales situados en las salidas de los
caminos principales que parten de Covarrubias. Amurallada hasta el siglo XVI, se aprecia en su
trazado la ronda de muralla. La articulación del espacio se realiza con manzanas rectangulares de
casas y calles estrechas dispuestas en paralelo, que desembocan en las distintas plazas. Éstas, de
planta irregular, se abren ante los principales edificios. Algunas de las más importantes son la de
doña Urraca, en la que se encuentra ubicado el Ayuntamiento en la que fuera la casa de Fernán
González, la de doña Sancha y la del obispo Peña.
Covarrubias conserva numerosas casas de tipo tradicional en las que se aprecia el típico
entramado castellano en los pisos superiores. El mejor exponente lo encontramos en la casa de doña
Sancha, construida, probablemente, a finales de la Edad Media, aunque fue muy transformada
posteriormente. Se trata de una vivienda de tres plantas, siendo la baja de piedra y las superiores de
adobe revestido con mortero de barro, dejando a la vista los entramados de madera. En la parte baja
se abre un amplio soportal sobre el que vuelan las plantas superiores sostenidas con pilastras de
madera o piedra. La fachada del primer piso se decora con balcones con antepechos de hierro, y un
corredor o solana se sitúa en la tercera planta. Interiormente, responde al tipo de vivienda popular
agropecuaria característico de la zona. Zaguán, cuadra y otras estancias de almacén en la planta
baja; cocina con chimenea troncocónica, en la primera planta; alcobas, en la segunda; y sobre éstas,
el desván.
Además de la rica arquitectura popular destacan una serie de importantes edificios
monumentales. El acceso a la población, desde Salas de los Infantes, se realiza por el arco sobre el
que se sitúa el Archivo del Adelantamiento de Castilla, hoy puerta de honor de entrada a la villa.
Mandado construir en 1575 por orden de Felipe II, es uno de los mejores exponentes de arquitectura
civil del siglo XVI en la provincia de Burgos.
Otro monumento destacado es la iglesia de Santo Tomás, situada en el centro de la villa.
Nació a raíz de la promulgación de los fueros por doña Sancha, en 1148, para convertirse en la
parroquia de los nuevos pobladores llegados de los pueblos cercanos. No obstante, fue reedificada
en el siglo XV. Entre sus elementos de interés, sobresalen la escalera y púlpito renacentistas, y sus
magníficos retablos.
El monumento más notable de Covarrubias es la Colegiata de San Cosme y San Damián,
una de las mejores creaciones arquitectónicas del gótico burgalés. La iglesia, panteón condal, alberga
en su interior notables sepulcros góticos, como los de las Infantas de Covarrubias y los sarcófagos
romanos de Fernán González y su esposa doña Sancha. También cabe señalar el claustro de estilo
tardogótico, construido en el siglo XVI, donde se encuentra el sepulcro de la princesa Cristina de
Noruega, así como la capilla de los Mártires y el Museo de la Colegiata. Este último muestra obras
de gran interés como las tablas hispano-flamencas de los primitivos retablos de la iglesia. Próximo a
este bello monumento se encuentran los restos de la antigua muralla, hoy conocido como el Paseo de
la Solarana, y el Torreón de Doña Urraca o de Fernán González. Según la tradición, en él fue
encerrada la condesa Urraca hasta su muerte, por contrariar a su padre en el asunto de su
matrimonio. Esta construcción, de carácter defensivo, tiene forma piramidal truncada. Se trata de una
de las obras de arquitectura militar más antiguas, pues sus características mozárabes han llevado a
datarla en el siglo X. Frente a él encontramos un crucero de elegante traza gótica, de comienzos del
siglo XVI, así como un rollo jurisdiccional a la entrada del pueblo, en el barrio de San Roque. Un
segundo crucero se sitúa próximo al arco del Archivo.
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Todo lo señalado hasta ahora sobre la villa de Covarrubias explica que en 1965 fuera
declarada Conjunto Histórico-Artístico Nacional, emprendiéndose, desde ese momento, una
importante labor de restauración y consolidación de sus nobles edificios, calles y plazas. También
cabe señalar, como de gran interés para el visitante, sus animadas fiestas populares, dedicadas a
San Cosme y San Damián, que se desarrollan a finales de septiembre, con bailes típicos como la
“Rueda Chospona” y la “Jota Rachela”. Interesante es también su Semana Santa. El cordero lechal y
las cerezas, que se dan en una ladera sur cercana al pueblo y beneficiada de un benigno microclima,
son sus dos productos gastronómicos más afamados.
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