Revista FDS - Número 000

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Revista FDS - Número 000
El contenido de este archivo corresponde al número 0 de la Revista Fuera de
Series, que fue publicado el 06/01/2014.
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Revista Fuera de Series - Número 0 (Enero 2014). www.fueradeseries.com
EDITORIAL
POR CJ NAVAS
Universidad Miguel Hernández de Elche, California, 2007.
Si esta historia tiene un comienzo, es gracias a mi amigo Fernando Miró. Entre
cafés y charlas nos dimos cuenta que el Presidente Bartlet nos unía. Él tenía un
programa en la recién nacida Radio UMH, en el que hablaba de música y libros, y la
propuesta de una pequeña sección de series le interesó. Así, como una pequeña
sección dentro de Qué puedo Hacer?, nació Fuera de Series.
Mi mujer, que es ambiciosa por naturaleza y me anima en todos los saraos que me
meto, desde la primera vez que me oyó me dijo algo así como “roba esa sección y
crea tu programa, pequeño saltamontes” (por favor, Fernando, no se lo tengas en
cuenta). Así que cuando Sonia Martínez, la directora de la Radio, me ofreció ocupar
media hora cada quince días en la programación de la emisora, no dudé en aceptar
a la oportunidad.
Yo había hecho teatro desde joven, había hecho radio en el Instituto 1 y siempre me
he ganado la vida hablando delante de la gente, pero la verdad es que me daba
terror ponerme sólo delante del micro. Por eso sentí un gran alivio cuando Lorena
aceptó venir de invitada al primer programa, que si el feed no me engaña, lo
emitimos el 17 de Diciembre de 2007.
Viendo que esto daba más juego con más gente, para el segundo programa Jorge fue
el invitado y doy gracias porque vino para quedarse. En la siguiente temporada
pasamos de 30 minutos quincenales a una hora semanal, mi padre se convirtió en
Don Carlos y el resto ya es historia.
Seis años después, echo la vista a atrás y me parece increíble hasta dónde hemos
llegado. Y aunque esté escribiendo este Editorial, sigo sin creerme que la Revista
Fuera de Series es una realidad.
Es rarísimo que yo no duerma bien y, sin embargo, más de un día hasta el
lanzamiento del Crowdfunding me lo he pasado en vela. ¿Le gustará a la gente la
idea? ¿Llegaremos a tener esos 3.000 euros para poder arrancar? ¿Tendremos
suficientes autores que se impliquen con el proyecto?
Y entonces resulta que conseguimos el objetivo en menos de 27 horas. Resulta que
los autores no sólo se están dispuestos a escribir sino que están entusiasmados con
el proyecto. Resulta, en fin, que uno se siente como con ese último lanzamiento de
Uehara 2
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El número 0
Cuando superamos los 7.000€ en el crowdfunding os dijimos esto:
Aquí tenéis nuestro regalo. Hemos querido sacarla en esta fecha porque entraña la
magia que mi hermano, mi padre y yo recordamos en estos días yendo a casa de mi
abuelo a coger los juguetes que nos habían dejado los Reyes. Aquí tenéis el Número
0 de la Revista Fuera de Series, con el aguinaldo de 5 artículos más de los normales
porque, qué demonios, os los merecéis.
Este número 0 nos va a permitir a nosotros jugar con el estilo, la maquetación y el
resto de las tripas de la Revista. Esperamos de verdad que os guste, y por favor,
bombardearnos a correos y sugerencias a través de nuestro formulario. No sólo os
aseguramos que las leeremos todas y las tendremos en cuenta, sino que además
Don Carlos todos los meses contestará aquellas que más le gusten (ya le conocéis). Y
animaros a mandarnos propuestas de artículos: queremos que la revista sea una
plataforma para nuevos autores tanto como para aquella gente ya consagrada.
Así que sin más, pasad y disfrutad de los artículos de Alberto Rey, Javier
Suárez, Mariló Garcia, Roberto Pastor, Mon Suárez, Amanda Pons,
Carlos Sogorb, Don Carlos y Lorena Gil, así como de la entrevista que Borja
Glez. Santaolalla le ha hecho a Paco Plaza.
Decir “gracias” no es ni de lejos suficiente, lo sé. Pero no por ello voy a dejar de
darlas a todos los que habéis aportado un granito o la playa entera. Espero que os
guste este número cero y sigamos juntos mucho tiempo.
Y recordad… Clear Eyes, Full Hearts, Can’t Lose!
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De hecho, en este afán de mandar que me caracteriza, en mi último año llegué a ser el director de la
Emisora.
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Primera y última referencia a las World Series. Palabra.
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UNA CAMISETA DE MARCA
POR ALBERTO REY
Los expertos en branding, ésos que nos explican por qué amamos Apple, Prada o
Coca-Cola, ésos que hacen que amemos Apple, Prada o Coca-Cola, se hartan de
decir que para que una marca sea, no ya buena marca, sino marca a secas, tiene que
contar ALGO. Tiene que haber una historia detrás, una historia que está en unos
productos, tras ellos y bajo ellos, sosteniéndolos. Una historia que ES esos
productos. Una marca es un relato y un mundo o, como diría un cursi, “un modo de
vida”. Si no, la marca no es tal, sino un simple batiburrillo de identidad corporativa,
logo, packaging y producto. Es lo que ves, nada más. La suma de sus partes.
HBO es quizá la marca más y mejor marca que existe en el universo de las series de
televisión. “Es de FOX” o “es de Sony” no predefinen tanto una serie como “es de
HBO”. Pocos son los que escriben de televisión que conocen y/o han visto todas las
series de Fox o de BBC (dos marcas también potentes, sobre todo la segunda), pero
menos aún los que no han visto como mínimo algún episodio de todas las series de
HBO. Al menos de todas las creadas desde que las siglas de Home Box Ofice se
convirtieron en el sello mágico que distinguía la televisión de, como decía el propio
slogan de la cadena, algo que pretendía ser algo más, algo mejor. “It’s not TV, it’s
HBO” era un slogan tan brillante como engañoso.
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Claro que HBO es TV, cómo no va a serlo. Pero es que hubo una época en el que su
televisión era tan distinta que podía incluso pensarse que era otra cosa. "Mejor, sí,
otra cosa mejor": ése era el mensaje. Un mensaje que caló y que aún ahora, con la
cadena tratando de usted a competidores a los que antes ni miraba a la cara (hola,
AMC), se niega a ser borrado. Por eso HBO es una gran marca. En el mundo de la
televisión, podríamos decir que es LA marca.
Para los que nos dedicamos a escribir sobre televisión es casi obligatorio ahora, si
no hablar mal, sí cuestionar a HBO. Por un lado es justo, pues la cadena ya no es
aquella empresa intratable que iba donde no iba nadie y hacía lo que ninguno se
atrevía a hacer. Por otro lado, hay cierta inquina, envidia incluso, en los ataques que
HBO recibe con cada vez mayor frecuencia.
Es cierto que Hello Ladies o Family Tree, por hablar de dos de sus últimos
productos, son comedias tan menores que podrían parecer indignas de compartir
catálogo con Entourage o Curb Your Enthusiasm, pero también es verdad que
Juego de Tronos, la última gran revolución televisiva (por favor, no os molestéis en
refutar esto), nació en la misma casa. Y, sobre todo, lo que es indiscutible es que
TODOS los que ahora nos autoproclamamos seriéfilos le debemos a HBO una
proporción apabullante de nuestra cultura televisiva. Sin HBO esta revista, por
ejemplo, no existiría.
Muchos ignoran que series como El Autoestopista o Fraggle Rock son también de
HBO. O que la revolución realmente empezó con Oz. O que esa Sexo en Nueva York
que ahora vemos con una mezcla imposible de nostalgia, indignación y asco fue
igualmente revolucionaria. El gran público comienza el relato de la marca HBO en
Los Soprano, The Wire y A Dos Metros Bajo Tierra, series tan sagradas que no hace
falta que yo hable aquí de ellas. Pero lo haré de todos modos, porque hablar de HBO
y no recrearse en su santísima trinidad es, nunca mejor dicho, pecado.
No niego que se hace raro hacerlo en un medio como éste, que presupone (sí, lo
presupone) que sus lectores no sólo han visto las tres series, sino que las veneran,
que juran por ellas y que las tienen en la estantería al lado de Proust y Franzen.
Tampoco me equivoco si afirmo que si hay algo que a los fanáticos de las series les
gusta hacer es hablar de ellas. De SUS series. Dudo que haya ningún
autoproclamado seriéfilo que no considere que, al menos una de las tres grandes de
HBO es suya. La mía es A Dos Metros Bajo Tierra. Quizá Los Soprano sea la serie
perfecta y The Wire algo parecido a una serie (otro día hablaré sobre esto) pero
también perfecto. Al contrario, A Dos Metros Bajo Tierra si algo es es imperfecta. O,
volviendo a recurrir a la cursilería, “imperfectamente perfecta”. Y lo es gracias a
HBO.
Cuenta Brett Martin en el interesantísimo Difficult Men que a Alan Ball le pidieron
desde la cadena que los personajes de la serie estuviesen “más jodidos aun” que en
el proyecto que el guionista presentó inicialmente. Y así se hizo. El resultado fue
siniestro y a la vez maravilloso: aquellos personajes tan jodidos eran tú y yo, tu
madre y tu padre, tu hermana, tu amante y tu ex. Aquella gente, tan aparentemente
lejana a tu mundo, era tu gente. Identificarse con Tony Soprano o con McNulty
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entraba dentro de lo posible. No sentirse parte de la familia Fisher era
prácticamente imposible. A Dos Metros Bajo Tierra era el espejo en el que cualquier
familia encontraba un reflejo. Aunque fuese uno doloroso, grotesco, exagerado y
(cuidado que mancha) minimalistamente certero. Es increíble cómo se logró que las
peripecias, algunas bastante culebronescas, de una familia desquiciada conectasen
tanto con los espectadores. Sin aviso previo, descubrimos que aquello de la “familia
disfuncional” no era sino un eufemismo. Que los Fisher eran freaks. Y tu familia
también.
Alan Ball, como hizo también en American Beauty, diseccionó uno a uno a sus
personajes y mostró el monstruo que habitaba en ellos. Luego diseccionó al
monstruo hasta hallar su corazón, lo sacó a la luz y nos lo mostró a todos. Perdón
por el empalago, pero si A Dos Metros Bajo Tierra tiene un mensaje (uy, qué
palabra-concepto más peligrosa), ése es que todos llevamos dentro un monstruo y,
dentro de él, un corazón. Que todos somos buenos y que todos estamos perdidos. A
mí esta serie y HBO no me ayudaron a encontrarme (en ello sigo), pero sí me
enseñaron a tomarme la búsqueda con calma y, por qué no decirlo, resignación. La
eficacia narrativa de Los Soprano y la sabia frialdad de The Wire contrastan
enormemente con los altibajos y los vaivenes de A Dos Metros Bajo Tierra. También
con el glamour y la sofisticación plastificados de Sexo en Nueva York y con las
estilizaciones de Deadwood y Carnivàle. Pero todas, y las que hubo antes, y las que
llegaron después, forman un corpus coherente y poderoso: el universo HBO. LA
marca.
Lo de aquellos años no se repetirá. Tenedlo claro. Si hubo una Edad de Oro de las
series de televisión, fue aquella. Y fue en HBO, de HBO. ¿Que luego, nadando en
dinero, prestigio y merchandising, la cadena se durmió en los laureles? Puede ser.
Aunque no creo yo que Girls, Boadwalk Empire, In Treatment, Enlightened, Bored
to Death o Treme puedan ser consideradas parte de una siesta corporativa tras un
atracón de reconocimientos y dólares. Si seguimos poniéndonos nerviosos cada vez
que una nueva serie empieza con esas tres inconfundibles letras en la pantalla, por
algo será. Esa H, esa B y esa O, disparan resortes en nuestra memoria que nos
llevan a Tony Soprano en batín, a Ruth Fisher probando por error la droga de su
hijo o a McNulty empinando el codo una vez más. Nos devuelven a algunos de los
mejores momentos que hemos pasado delante de una pantalla. Y nos justifican a la
hora de comprar y ponernos una camiseta negra cuyo único adorno es un “HBO”
gris claro en el pecho. Es una camiseta de marca y uno la luce con orgullo.
ALBERTO REY
Crítico televisivo y autor de Asesino en Serie, el blog dedicado a las series de
televisión del periódico El Mundo. También es responsable del videoblog de
televisión de El Mundo TV y puedes leerle en Energúmeno Snob, su otro blog.
Twitter: @albertoenserie
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ÉRASE UNA VEZ... ADICTOS AL
ESPECTÁCULO
POR JAVIER SUÁREZ
Érase una vez…
Así suelen comenzar todos los cuentos que nos leían nuestros padres o las películas
de dibujos animados con las que hace años empezábamos a dejar volar nuestra
imaginación, y así es como me gustaría que empezara la historia que voy a contarles
ahora, que es como la vida de un niño, que amaba el cine y la radio fue
evolucionado, caminando, creciendo, y a día de hoy, hace un programa que le ha
dado muchas satisfacciones, alegrías, también preocupaciones y más de un
quebradero de cabeza.
Si estoy escribiendo estas líneas y tú, querido lector, estás aguantándome al otro
lado (y que conste te lo agradezco en el alma) es porque CJ Navas, como decimos
muchos, el 33%de FDS, me lo pidió así. Cuando empezamos a hablar de la revista,
el insistió en que le apetecía leer cómo desde Canarias, alguien puede llevar 40 años
siendo un simple oyente, espectador, aficionado (o como lo quieran llamar) del
Séptimo Arte y las Series de TV y, en el plazo de un año, crear lo que CJ llama
“Emporio Multimedia“… y yo le digo siempre, “Pringao Multimedia”.
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Y así empieza esta historia, que a lo mejor les lleva a volar con sus recuerdos a
lugares donde hayamos estado conectados por la magia de la pantalla y, si no es
sido así, que al menos la imaginación y los recuerdos les lleven a un sitio muy
bonito para cada uno de ustedes.
Pues érase una vez un niño que era hijo único, aunque cuando nació no fue así:
venía una hermanita con él, pero ella no salió adelante y, desde pequeño, él ya fue
consciente de que la vida no siempre es bonita. Tuvo una infancia feliz, y uno de sus
mejores momentos era cuando llegaban los domingos por la mañana y o bien su
madre o su madrina lo llevaban al cine a las 11,30 de la mañana. Salas como las de
antes, el cine Cuyás, Capitol, Avenida, Rex o Bahía, salas que los que somos de Las
Palmas y tenemos “tantaytantos” nunca lo olvidaremos. Seguro que cada uno de
ustedes tendrá sus nombres y sus salas en su cabeza, era una magia diferente a los
complejos de hoy. Yo recuerdo que miraba con avidez los carteles de “Próximos
Estrenos”, ojeaba esas fichas que tenían puestas en vitrinas y, al ver una foto del
próximo estreno, abrías los ojos como platos. Durante toda la semana yo me
esforzaba en estudiar y portarme lo mejor posible (que no es lo mismo que bien)
para que no me dejaran sin cine esos domingos. Recuerdo ver películas como
Herbie, La Bruja Novata o Blancanieves, pero también los títulos de grupos
infantiles como Parchís y no se cuantas cosas más.
Poco a poco vas creciendo un poquito, tienes 14-15 años, y ya puedes ir tú sólo al
cine. Yo aprovechaba y seguía yendo con mi madre a la función de las 11,30 pero
también me guardaba parte de mi paga para irme a las sesiones dobles que hacían
en un cine al lado de mi casa con los amigos. Entrábamos a las 3 de la tarde y
salíamos sobre las 6,30 o 7 dependiendo de la duración de las películas, ahí vi
títulos como Superman (la fui a ver 7 domingos consecutivos), La Guerra de las
Galaxias, En Busca del Arca Perdida, ET, Gremlins, Grease, … No sé
cuántos títulos maravillosos de los 80 viví con intensidad y devoción.
Pero eso no era todo: además, en casa teníamos la suerte de tener tv en color y
recuerdo como todas las noches me acostaba con 1Globo, 2Globos, 3Globos,
reía con el Un, Dos, Tres, tenía que suplicarle a mis padres que me dejaran ver
Historias para No Dormir (a costa de tener pesadillas pero, por supuesto, no
decirlo para poderlas seguir gozando), lloraba con mi madre viendo Marco y le
decía que ella nunca me podría dejar, cantaba Orzowei o lloraba como pocas veces
he hecho con (¡OJO! ¡SPOILER!) la muerte de Chanquete.
Seguro que estaréis diciendo: “Muy bien, y ¿que tiene esto que ver con Adictos al
Espectáculo y la radio?” Os sigo contando…..
Yo, como otros muchos amantes del cine, estábamos ansiosos de devorar noticias
de cine. En esa época deseaba que llegara el Fotogramas todos los meses a la
tienda del barrio. En cuanto llegaba, llamaban a casa para avisarme e iba yo
corriendo a buscarla y no dejaba que me la trajera nadie: quería ir a la estantería y
cogerla, verla y disfrutar ese momento único. A día de hoy sigue siendo así, y
además con la suerte de tener otras revistas que se han ido sumando como
Cinemanía o Acción que también me despiertan esas alegrías. La radio ha sido
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mi compañera inseparable durante toda mi vida: escuchaba hablar y me enfadaba,
reía, compartía e incluso llamaba para debatir. De Carlos Pumares y su Polvo de
Estrellas me distancian muchas cosas a la hora de ver cine y de comentarlo, pero
nunca olvidaré como una vez llamé para discutir porque había dicho barbaridades
de Aliens El Regreso y yo quise decirle cuatro cositas bien dichas. Lo mejor es
que cuando yo pensaba que no me iba a dejar, fue todo lo contrario y, de hecho, se
guardó mi teléfono y cuando vino a Las Palmas una vez me llamó para si quería ir a
verlo al estudio. Me marcó muchísimo el estar con él sentado y con los cascos
puestos con 16 años, y ya entonces me dije que algún día yo quería hacer eso a mi
manera. Después de aquella experiencia, mi afición por escuchar radio hablando de
cine me llevó a Daniel Monzón (ahora director de títulos como La Caja Kovak o
Celda 211, pero antes crítico de cine con Julia Otero), así como a descubrir a Pepe
Nieves en La Claqueta o a Nacho Gonzalo en LoQueYoTeDiga.
Y un día, donde menos te lo esperas, llega uno de esos momentos que sin saberlo
marcará tu vida. Les contaré una anécdota que nunca he dicho antes (ahora que lo
pienso, creo que ni mi mujer la conoce). Estaba en el gimnasio, y el dueño de los
multicines Monopol (un complejo mítico en Las Palmas que por desgracia ya cerró),
que me invitaba siempre a los preestrenos que se hacían en la isla, me comenta que
van a hacer un pase de la película Instinto Básico, y que el locutor de la emisora
está afónico por lo que no podrán tener la presentación de la misma. Yo, sin
pensarlo, le dije, “Oye Alfonso, si quieres te lo presento yo”, y su respuesta fue:
“Perfecto, nos vemos en media hora en el cine“. Saliendo él del vestuario, un amigo
me preguntó si había hecho algo así antes, a lo que yo le contesté “Que va, pero será
hablar sobre una película que tengo ganas de ver y no será tan difícil, digo yo“.
Así que empiezo mi camino hacia el coche para dejar la bolsa del gimnasio y acudo
al cine. La cola del público daba la vuelta a la calle (casi 600 personas fueron al
estreno) y empiezo a tener un nudo en el estómago porque empezaba a darme
cuenta de que me tengo que poner delante de la pantalla a hablarles a todos
(sabiendo que les importará muy poco lo que tengo que decir), por lo que
inveitablemente me empieza a entrar un miedo escénico de agárrate y no te menees.
En eso, vi a Domingo Melián, al locutor que está afónico (y también dueño
de Radio Paraíso, una emisora muy fuerte en esa época en la isla), y me dijo “No
estés nervioso, piensa que tú eres el único vestido y todos los demás están
desnudos“.
Por lo visto, se ve que gustó mi presentación, y desde entonces me invitó a
participar en su programa para que una vez a la semana hablara de cine,
cumpliendo así un sueño para mí. Compaginé mi colaboración en la radio con el
trabajo los fines de semana en un videoclub como persona de refuerzo y mis
estudios de Empresariales. Siempre soñé con estudiar periodismo, pero me era
imposible costearme el traslado a Madrid para ello, así que decidí formarme en la
materia de manera autodidacta comprándome libros y estudiando/leyendo todo lo
que podía.
Unos cuantos años después, y compaginando el tema profesional con el personal,
llegan las redes sociales a nuestras vidas, y como muchos de ustedes, me hago un
Facebook para compartir mis cosas. En ese mundo aparece el grupo de Oyentes y
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Amigos de La Claqueta, el programa de radio que yo escuchaba, y donde puedo
empezar a compartir mis opiniones con aficionados al cine de toda España. A nivel
personal son tiempos difíciles, ya que fallecía mi madre, y poco después, nace mi
hija, que es la que me trae la pasión por las series de TV: antes ya veía muchas, pero
al no poder ir tanto al cine y disponer de menos tiempo libre, pues aún empecé a ver
más y pronto me di cuenta de que las series empezaban a tener una gran calidad y
cubrían mucho mejor las expectativas que años atrás.
Un día, recibo un día un mensaje de Pepe Nieves invitándome a participar en La
Claqueta, creando la sección “Adictos a la Tele“, pudiendo así compartir
mensualmente micrófono con una persona a la que admiro profesionalmente y
ahora aprecio personalmente. Y de ahí, heredando de la sección de La Claqueta
donde participo, surge la idea de Adictos al Espectáculo. El primer pasó fue
hacer un programa semanal de una hora en Radio Marca con Harry Callahan
(que aunque ahora ya no realiza el programa conmigo, siempre será parte básica y
fundamental de donde está hoy Adictos) en el que hablamos de cine, televisión y
teatro. Semana a semana, voy consiguiendo hacer el programa que yo quería
escuchar y que no lograba encontrar tener a pesar de los grandes programas que
tenemos en España. Programa a programa logramos hacer un espacio diferente y
cercano a la actualidad, pero también dando cabida tanto a distintas personas que
normalmente no tienen la oportunidad de compartir sus opiniones en la radio como
también a otras personas de relevancia que no tienen problemas en regalarle unos
minutos de su tiempo a un pequeño programa hecho en Canarias pero con ilusión
de llegar a todo el mundo.
Y entonces, aparece twitter. Lo que empezaba siendo una red social más para mí, se
convirtió en algo especial en mi vida al permitirme conocer a muchas personas a las
que yo veía actuar, leía sus artñiculos o escuchaba hablar en programas de radio
como La Script o podcasts/webs como Premios Oscar y su La
SextaNominada, Esta Peli ya la he Visto, Del Sofá a la Cocina, Cosas de
LYN, Yo Disparé a JR o unos tal Fuera de Series. El programa va cada día
haciéndose un poquito más grande gracias a todos los que participan en el mismo,
los que lo escuchan, los que comparten sus opiniones y también, cómo no, a los que
nos critican y nos ayudan a mejorar. Pero lo que ha hecho twitter y el resto de redes
sociales es que, bien utilizadas, han conseguido que me sienta acompañado a pesar
de la distancia.
Bueno amigos, creo que ya está bien de autobombo, que parezco yo mismo y mis
circunstancias, pero lo que quiero transmitir con este artículo es que todo es posible
si se lucha por tus sueños, porque hoy día es factible convertir una pasión en tu
manera de ganarte la vida. Como una vez leí, “no busques trabajo, créate el tuyo“…
y yo estoy trabajando en ello.
Toda esta parrafada anterior no tiene sentido si no logro transmitiros lo que quiero,
y eso no es más que dar ánimos a cada uno de los que esté luchando por salir
adelante. Este mundo en el que estamos metidos no lo está poniendo fácil, porque si
eres joven y terminas la universidad, no tienes donde ir; si estás en una empresa, no
sabes cuánto tiempo durará ese trabajo que te mantiene; y cuando piensas que
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tienes toda tu vida encauzada profesionalmente, todo se te puede venir abajo de un
día para otro. Pues amigos: yo, que no lo he tenido nada fácil en los últimos meses
(diría años), quiero deciros que se puede salir de esto. Que las crisis agudizan el
ingenio y las ganas de superación, que no dejéis que nadie os diga nunca que llevar
a cabo vuestros sueños es una locura y que sean los resultados los que dictaminen el
éxito del mismo o no… pero no os quedéis con las ganas de intentarlo. Yo lo hice un
día y resulta que está saliendo adelante. No sé cuanto tiempo durará o si podré
seguir toda mi vida con este proyecto, pero ahora mismo lo que os puedo decir es
que pienso luchar todo lo que haga falta y os invito a hacer vosotros lo mismo con
vuestros proyectos.
Para terminar, quiero dedicar este artículo a todos vosotros que lo estáis leyendo, a
los que en cualquier momento u ocasión me han dedicado unas palabras en persona
o en cualquier red social o medio de comunicación, los que me hayan escuchado
alguna vez Adictos al Espectáculo, me hayan visto en TVE , Canal Plus o me
hayan leído en el Canarias7. Y, por encima de trodo, quiero dedicárselo a Sonia,
mi mujer, que aguanta mis neuras y con quien comparto las horas dedicadas a ver
cine y tv (con sus respectivos viajes), así como la ansiedad en los malos momentos y
alegría en los buenos, además de ser la encargada de bajarme los pies a la tierra
cuando me lo creo o me levanta el ánimo cuando estoy mal. Por supuesto, también
tengo que dedicárselo a mi madre Manoli, quien me enseñó a amar el cine y la vida,
y a Adriana, mi pequeña de 3 años, que hace que la ilusión por crear algo diferente y
de lo que ella se sienta orgullosa me haga cada día intentar ser mejor persona.
En otra ocasión, les escribiré un artículo que será mucho más polémico y
entretenido que este acerca de los actores de doblaje, porque la tan denostada
últimamente por todos “versión doblada” tiene detrás de sí a unos grandísimos
profesionales gracias los cuales todos nosotros, en mayor o menor medida, hemos
empezado a amar el cine y, hoy en día, siguen suponiendo el 80% del cine que se
proyecta en las salas.
JAVIER SUÁREZ
Locutor de Adictos al Espectáculo, programa de radio de TodoRadioFM sobre
cine, series y teatro hermanado con el colectivo BirraSeries. Colabora en la
sección de cine del magazine Cerca de Tí de TVE Canarias y en el programa de
radio La Claqueta. Acaba de estrenar blog en el periódico Canarias7.
Twitter: @adicespectaculo
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ERES LO QUE COMES,
SERIÉFILO
POR MARILÓ GARCÍA
¿Tienes hambre? Deja este artículo para más tarde. Porque en las series de
televisión se come, igual que se bebe, mucho, demasiado. O, al menos, desde que
‘prohibieron’ fumar en la pequeña pantalla. Vale que Carrie Bradshaw utilice el
horno para guardar sus zapatos (en realidad, su casa entera es un closet), pero no
hay episodio en el que Carrie y sus amigas no hablen de vaginas y penes sin un
brunch de por medio. Para sus monólogos en columna, Carrie prefiere un
"Cosmopolitan", la única receta que se sabe de memoria. Porque salir, comer y
dejarse ver en Nueva York es de lo más cool.
En las series, como en la vida, se puede nacer en el desayuno y morir cenando. Un
forense llamado Dexter comienza el día con la intro calórica más potente que
hayamos visto jamás en pantalla (al menos hasta que apareció Hannibal, aunque,
agrrr, no es lo mismo). Nada como una carnaza, unos huevos con ketchup, café y
zumo de naranja con apariencia sanguinolienta para coger fuerzas. Nunca verás al
serial killer con un sandwich mordisqueado en la escena del crimen... algo muy
habitual, por jocoso, en la mayoría de las series policiacas. El señor Morgan tiene
clase (y estómago) hasta para esto. En una ocasión le vemos tirar a la basura un par
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de bistecs porque no están a la altura. Si volviera a nacer, Dexter podría ser el
mejor de los carniceros.
De haber nacido en Miami (hipotéticamente hablando) no sé si Tony Soprano
habría acabado en la mesa del justiciero. ¿Te imaginas? En Los Soprano, el
personaje interpretado por James Gandolfini se despidió de sus fans sentado a la
mesa de un pequeño restaurante, junto a su familia, comiendo unos aros de cebolla,
“los mejores del Estado”. Nada de sabrosos espaguetti con albóndigas en el Vesubio
ni chupitos de sambuca en el Bada Bing! El capo más famoso de la ficción -con
permiso de El Padrino -rumiaba un vegetal frito en el, paradójicamente, momento
más tranquilo de toda su existencia.
Imágenes metafóricas que encuentran su máximo esplendor en la serie Hannibal,
cuyos episodios tienen nombre de comida. Aunque las apariencias engañen, lo
cierto es que no se había visto nunca un congelador tan bien aprovisionado. Si del
cerdo se aprovecha todo, no digamos ya del ser humano. Y siempre bien regadito de
Chianti. Sus elegantes ademanes han inspirado no sólo a Dexter en la despedida
de la serie, sino también a las brujas de American Horror Story: Coven. La
fashionista Myrtle, preocupada por su melena pelirroja a lo Grace Coddington y por
sus conjuntos haute couture, urde una venganza cocinada a fuego lento:
concretamente, una suculenta langosta a la mantequilla y exquisitas bolas de melón
con cuya cucharita hace virguerías con el ojo humano... aunque, eso sí, avisa a sus
futuras víctimas: “No voy a mataros hasta después del postre: tarta de lima. Me
encanta, más que la isla flotante, llamadme ignorante”. El humor negro,
negrísimo, de Ryan Murphy llega hasta los fogones. Ya lo vimos con aquel cerebro
emplatado de la primera temporada.
Pero si algo nos ha enseñado Hannibal es que en nuestra mesa no pueden faltar
otros delicatessen más accesibles para paladares no caníbales (¡auch!). No se había
comentado tanto un episodio con una pata de jamón ibérico desde Los Serrano.
Hannibal lo corta a mano para deleite de su invitado, que aprecia la dificultad
para conseguir tan suculento plato. El comedor de Hannibal es, en muchas
ocasiones, una especie de corredor de la muerte en el que la víctima cebada se
despide con algo más apetitoso que unos aros grasientos. Sin duda, Hannibal ha
marcado un antes y un después en la gastronomía televisiva y se lo debemos al
cocinero José Andrés, cuyas retorcidas propuestas realizadas en su calidad de
asesor fueron llevadas a la pantalla por Janice Poon, una amante de la gastronomía
española.
Porque la comida Made in Spain sigue pareciendo exótica (y que así siga) al otro
lado del charco. En muchas series se enorgullecen de pedir ‘tapas’ y ‘sangría’ (en
The Goldbergs, ambientada en los años 80, ya parecía hacer furor). ¿Ejemplos?
Muchos, la mayoría muy divertidos. Me sorprendió encontrar un episodio,
magnífico, de Mujeres desesperadas en el que cada una de ellas se nos
presentaba subliminalmente a través de la comida. La más sibarita, Renee (Vanessa
Williams), se decantaba por la ‘tortilla española’. Con series familiares como las
protagonizadas por las desesperadas de Wisteria Lane hemos aprendido (y mucho)
a entender la importancia de la salsa de arándanos y del pavo relleno de Acción de
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Gracias. Estos episodios festivos, como los de Navidad, son ya un clásico, con sus
poncheras y sus tartas de manzana.
Sin embargo, lo que más me sigue sorprendiendo es el extraño maridaje nacido
entre la pizza y el vino. Cuando los Scavo abrieron una pizzería, resultaba inevitable
que montasen cenas temáticas en familia... pero el que Lynette, tras su divorcio,
viera como su nuevo novio le invitaba a una pizza con vino tinto parecía un
chiste del destino sin mucha gracia. En The Good Wife sirve para que Peter y
Alicia recuerden cómo fue su primera cita y, de paso, sepamos como espectadores
que se han hecho a sí mismos, siempre juntos. Algo parecido es también esa cita
especial de los famosos viernes de Peter, Bishop, y Olivia en Fringe, tan
cuadriculados ellos que no salían del pizza-vino blanco con película de terror. O en
Hot in Cleveland, cuando las cuatro solteras celebran su día de ‘Sin Valentín’ sin
hombres y a base de hidratos bien regados, siempre tan prohibidos.
De noches especiales están las series llenas. Si la comida española les resulta
exótica, punto y aparte merece la cocina mexicana. En Raising Hope se apuntan a
‘La noche de los tacos’ (otra ironía más en esta serie creada por hispanos), en la que
los tacos se rellenan de lo que se encuentre en la nevera porque la necesidad
aprieta. En un tono más formal, Sonya Cross es invitada en The Bridge por su
nuevo compañero, Marcos, a cenar en su casa junto a su familia. No sólo un puente
separa EEUU y México, estos dos países tan dispares, sino que también a la mesa
vemos que, acentuado por su síndrome de Asperger, Sonya es incapaz de mentir y
comenta lo desagradable que le está resultando esas comidas elaboradas como son
las quesadillas y los frijoles, .
Pero si hay un invento mexicano que gusta a todos es, sin duda, el cóctel
"Margarita". Desde los tequilazos "Revolución Etiqueta Plateada" favoritos de la
bipolar Carrie en Homeland a las juergas que se corren (más aún) en Modern
Family, donde, acentuada por el alcohol, la tontuna de Phil resulta de lo más
atractiva para un gay interpretado por Matthew Broderick. Episodio memorable
aquel en el que la pareja gay y sus amigos mezclan los "Margarita" con absenta
(“que el corazón alimenta”), provocando que el patriarca se desmelene como el que
más. Bebidas que nos trasladan a mundos fantásticos, como la ambrosía que se
degusta en Battlestar Galactica, creada hace más de 100 años en las colonias de
Kobol. Y es que con los menús alienígenas se abrió la puerta a alguno de nuestros
traumas más arraigados, como la imagen de Diana tragándose una rata en V o creer
que el peludo y afable Alf se alimentaba de gatos. Aunque no sepamos muy bien
qué es el doctor Zoidberg (su apariencia recuerda a unalangosta), nos repele su
dieta a base de basura en Futurama. Otros extraterrestres, más aventureros, están
dispuestos a cambiar, inventando el Daiquiri de plátano como hizo en un ambiente
de lo más fiestero el Doctor.
Ya lo sabemos: a veces, nos gusta lo que nos gusta y no hay más que hablar. Que se
lo digan a Violet, la condesa viuda de Grantham, cuando le ofrecen por primera vez
unos cócteles traídos de EEUU y la pobre se lleva las manos a la cabeza, asustada
("Donde esté una copita de jerez..."). En Downton Abbey, sentarse a la mesa
engalanada forma parte del ritual, al igual que los sirvientes unas plantas más
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abajo. El trajín de las cocinas para que todo esté siempre a punto es parte del
engranaje de ese gran edificio en el que la apariencia lo es todo. Curiosamente, un
giro inaudito en la historia lo protagoniza uno de los lacayos al conseguir una beca
como chef en Londres.
El mundo está cambiando y nada lo muestra mejor que un cocinero ante sus platos,
siempre innovando. Desde la maniática Monica de Friends al sensual chef de
South Park; desde el sarcástico jefe de cocina de Mom al imaginativo cocinero
neptuniano de Futurama. Todos imponen sus reglas en sus cocinas, y muchas
veces, fuera de ellas.
Una serie que ha enlazado de una forma original y perfecta ambos mundos es
Treme. Nueva Orleans renaciendo de sus cenizas, superviviente, como esa
cocinera que, cuando no hay postre que servir, se va a buscarlo a su propia casa. El
cliente siempre lleva la razón y, como parte del homenaje a las gentes que sufrieron
el Katrina, en la tercera temporada se homenajea su gran gastronomía sentando a la
mesa a algunos de los mejores chefs de EEUU. Entre ellos, Tom Colicchio, que,
además de ser jurado del televisivo Top Chef, fue pionero al preparar, como parte
de la promoción de lanzamiento de HBO, un menú westero cuando se estrenó
Juego de tronos. La serie surgida de la imaginación de George R. R. Martin ha
conseguido casi un imposible: que dos fans escriban, con el beneplácito de su autor,
un libro de recetas inspiradas en sus mundos ficticios. Y es que, ante el fin del
mundo tal y como lo conocemos, todo es posible.
Si vives en un escenario postapocalíptico como el de The Walking Dead te
acostumbrarás a cazar ardillas. Y si tienes la suerte de toparte con el Gobernador
podrás probar su sofisticado whisky "Bastilla". Aunque es curioso que, antes del
ataque zombie, los protagonistas sólo comieran hamburguesas con patatas fritas...
¡Si lo hubieran sabido antes! Hay que aprovechar, amigos, nunca se sabe. Aunque
peor que la cocina de una cárcel como la de Oz o la de Orange is the New Black,
nada. Curioso que todos los presos se peguen por trabajar entre fogones, ya sean los
italianos en la primera o las dominicanas en la segunda. Una vez que un grupo
maneja sartenes y cacerolas, media prisión es suya.
La hamburguesa merecería un post para ella solita. Ni el abuso de la comida china
ha podido hacerle sombra. La burger es la reina de la sitcom. La cadena Krusty
Burger de Los Simpson, creada por un payaso (¿hay algo que pueda hacer más
feliz a un niño?) o la Cangreburger de Bob Esponja, que alegra el jeto hasta a un
amargado como Calamardo. En Cómo conocí a vuestra madre, Marshall se
medio perturba intentando recuperar el sabor de una hamburguesa que comió en
Nueva York, tan buena que Barney confiesa que le entran ganas de coserse el culo.
El sabor auténtico de las cosas también lo persigue Robin Williams al frente de la
agencia de publicidad de The Crazy Ones usando a la todopoderosa McDonald’s
para una de sus acostumbradas bromas: "¿Has tomado un Happy Meal infeliz?". Al
personaje de Williams, cuando se le cruza el cable, le da por servir en la cocina del
dinner del barrio donde, dice, "se le afloja el estrés". Comer una hamburguesa con
ganas es tan visualmente agresivo que cuando una mujer como Stella Gibson,
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interpretada por Gillian Anderson, la devora en el piloto de The Fall ya sabes que
será capaz de enfrentarse a lo que sea: Stella va a morder donde más duela.
La guerra de sexos también ha llegado a la cocina. En Rockefeller Plaza, Jack
Donaghy (Alec Baldwin) pide a un camarero una bebida tan femenina como el
"Cosmopolitan", un "Nancy Drew" (aunque él lo desconozca). La jefa de guionistas
de su programa, Liz Lemon (Tina Fey), huye del tacón y ama los adictivos snacks
"Sabor de soledad, con más semen de toro” según anuncian. En Parks and
Recreation se da el caso contrario: mientras la eficiente pero torpe Leslie Knope
se atiborra de dulces gofres, su colega Ron Swanson no le hace ascos a la carne
cruda, pidiendo como aperitivo todo el bacon que le puedan cocinar, alternándolo
con variados tragos del exclusivo whisky "Lagavulin".
Es muy curioso que en series protagonizadas por policías, donde lo usual es que
directamente no se coman más que sobras, se comiencen a dar guiños de lo más
divertidos. No sólo Mulder se preparaba unos "Destornilladores caseros" de infarto
mientras Scully le miraba desconfiada. En The Killing, si bien Linden es la reina
de las vending machine, Holder, un anti comida procesada, lleva siempre consigo
una bolsita de pequeñas zanahorias cortadas como si fueran un tesoro. Pero, si se
pretende atrapar al criminal, el tiempo es oro: El estrés lleva a la protagonista de
The Closer, por ejemplo, a atiborrarse de galletas (lo que le ayuda además a
resolver los casos) y a los polis de The Wire a no salir del bar irlandés donde corre
el whisky "Jameson" como si fuera agua. Paradójicamente, los cerebritos de The
Big Bang Theory no sueltan la bandeja con bebida energética y comida
prefabricada. Hasta los periodistas de The Newsroom, en contadas ocasiones,
frecuentan algún restaurante asiático snob (¿tofu helado y cremoso?)... Aunque lo
normal es que acaben peregrinando en grupo al karaoke chino cerca de Times
Square después de una larga jornada.
Comer rápido y mal ha pasado factura a algunos de nuestros personajes más
queridos, que han engordado hasta la exageración por exigencias del guión (hay
casos en New Girl, Battlestar Galactica, Friends y Apartamento 23, entre
otros). También ha pasado al contrario y el actor de turno se ha puesto las pilas en
la vida real. Para justificar que Chris Patt perdiese 22 kilos, en Parks and
Recreation bromearon con que había dejado de beber cerveza. Asunto arreglado.
El yoyó Chandler en Friends es un caso digno de Iker Jiménez. ¿Y qué ocurre en
esas series en las que casi no se come? ¿Estás seguro? A veces, parece que en Mad
Men sólo se beba "Old Fashion", pero fíjate bien porque ellas cocinan y las salas de
reuniones están llenas de bandejas. En otras, por el contrario, es ese algo comestible
lo que se convierte en un leit motiv de la serie, como el popular puesto de plátanos
con chocolate de Arrested Development, que sufre todo tipo de singulares
contratiempos.
Hay series que han puesto de moda lugares, como la tienda de dulces Magnolia
Bakery de Sexo en Nueva York y el Monk’s Café de Seinfeld (aunque no vendan
la sopa del nazi) en Nueva York; el bar restaurante Cheers de Boston o la cafetería
Grumpy en Brooklyn de Girls, tan hipster como los cócteles de Happy Endings
servidos en tarros de mermelada. Hay situaciones en las que la comida nos ha
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servido para hacer la gracia sin que los guionistas lo pretendieran: ¿el hijo de
Walter White, Walter junior, sólo se alimenta de cereales? Y eso que en Breaking
Bad la evolución del apocado Walter al temido Heisenberg pasa por cambiar el vino
blanco de caja por el exclusivo whisky escocés "Dimple". Si aquí Dean Norris (su
cuñado Hank), es especialista en preparar "Margaritas" y hasta fabrica su propia
cerveza (algo que enfurece a Walter), en La cúpula, Norris es un falso líder que no
puede tirar para adelante sin un trago de ese whisky que va escaseando en el
Switbrear Diner. Hasta en otro tipo de ciudad aislada, en la isla de Perdidos,
encontramos productos Dharma de todo tipo (siempre que estuvieran a salvo de las
manazas de Hurley, claro).
Como oficio, negocio, lugar de reunión (imprescindible en las citas a ciegas de
Dates, por ejemplo) o como parte de la descripción de un personaje, la cocina
siempre estará ahí también para aportarnos enormes consejos. Como en Ray
Donovan (la serie revelación, para mí, de 2013) cuando el más tímido de los
Donovan prepara con temor unos espaguetti a su nueva novia, un amigo de la
familia más cocinillas y experimentado le ayuda diciéndole estas sabias palabras:
“No puedes añadirle salsa embotellada si quieres mojar el churro”. Anexo
Aquí tienes un listado de las series que se mencionan en el artículo y están
actualmente en emisión junto con la cadena donde puedes ver cada una de ellas:
Dexter (Fox Crime)
Hannibal (AXN)
Los Soprano (Canal+)
American Horror Story (FOX)
Mujeres desesperadas (FOX, Telecinco)
The Good Wife (FOX)
Fringe (FOX, Canal+)
Hot in Cleveland (Póquer de reinas) (AXN White)
Raising Hope (Hope) (FOX)
The Bridge (FOX, FOX Crime)
Homeland (FOX)
Modern Family (FOX, Antena 3)
Futurama (FOX, Antena 3)
Doctor Who (Syfy)
Downton Abbey (Antena 3)
Treme (TNT)
Juego de tronos (Canal+, La Sexta)
The Walking Dead (FOX, La Sexta)
Orange is the New Black (Canal+ Series)
Los Simpson (FOX, Antena 3)
Cómo conocí a vuestra madre (FOX)
The Fall (La caza) (AXN)
The Killing (FOX Crime)
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The Closer (TNT)
The Big Bang Theory (TNT)
The Newsroom (Canal+)
Mad Men (Canal+)
Girls (Canal+)
Breaking Bad (Paramount Comedy, Canal+)
La Cúpula (Antena 3)
Dates (Canal+)
Ray Donovan (Canal+ Series)
MARILÓ GARCÍA
Periodista y documentalista, autora del blog Yonomeaburro. Hace crítica de cine,
coordina la sección de series y es columnista de televisión en Cinemanía. Escribe
la sección Enciende la serie en Rolling Stone y sobre moda en la ficción en
Hola.com. Ha publicado el libro Cócteles fuera de serie.
Twitter: @yonomeaburro
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WELCOME TO JAPAN
POR ROBERTO PASTOR
Las seis de la mañana no es una hora muy habitual para sentirse emocionado y
enloquecido de alegría. Mucho menos tras pasar 12 horas en un avión que ha
recorrido la mitad del globo terráqueo dejando tu hogar casi en las antípodas de tu
posición actual. El cansancio hace mella siempre, pero cuando uno siente que ha
alcanzado un hito vital, que puede tachar una línea en esa clásica lista de “Cosas que
hacer en la vida”, la mella se restaura en pocos segundos, por lo menos hasta que el
jetlag haga su triunfal aparición. Pero de momento eso puede esperar. Caminar por
los pasillos casi desiertos de un aeropuerto internacional cuando el sol apenas
asoma entre la capa de grisáceas nubes es toda una experiencia, una deseada
aunque no buscada, es algo que va de extra en ese paquete que es realizar el viaje de
tu vida, uno para el que llevas ahorrando durante años tanto dinero como
esperanzas, que has alimentado buscando información durante horas creyendo,
más que nunca, eso de que el saber no ocupa lugar. Un viaje que supe que quería
realizar hace muchos lustros y que no creí que estaba comenzando hasta que pasé
arrastrando mi maleta por debajo de un colorido cartel que rezaba un mensaje tan
simple como importante: "Welcome to Japan".
Como muchos de los hijos de los años 80 descubrí el manga y el anime antes de
saber qué eran el manga y el anime. Sentarse frente al televisor sintonizando las
televisión autonómica de turno o la fresca ola que aportaba en su momento
Telecinco, suponía unas buenas horas disfrutando de series como Dragonball, Dr.
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Slump, Caballeros del Zodiaco, Johnny y sus amigos (Kimagure Orange
Road), Sailor Moon, Lupin, Chicho Terrstrongoto, Campeones: Oliver y
Benji, Bésame Licia (Ai Shite Night), Dos fuera de serie (Attacker You!) y
otros productos que conseguían algo que hoy parece complicado: no disgregar por
sexo a la chavalada que había sobrepasado los diez años. Se trataban de series
distintas a lo visto hasta el momento, con una animación que daba bastante risa
debido a la escasez de la misma, que presentaba situaciones picantes, sangrientas
peleas, problstrongas dignos de la edad del pavo, dramas familiares, aventuras
increíbles y mucho más en pleno horario infantil. Tardamos un poco en descubrir
que todas estas series tenían como nexo de origen Japón, un país que nos sonaba a
sinónimo de ninja, samurai o Godzilla y poco más, un absoluto misterio para
nuestras imberbes mentes.
El siguiente asalto se produjo en los kioscos. Cuando estos establecimientos tan
vapuleados en la actualidad eran pequeñas tiendas especializadas en cómic, era
común vernos paseando por sus escuetos pasillos hojeando el último número de
Spawn o X-Men bajo la asesina mirada del encargado de turno. La irrupción del
manga en España no ayudó a paliar la situación. Las mismas series que veíamos en
televisión tenían una versión impresa y sin color, algo inaudito y que personalmente
me revolvió la cabeza hasta descubrir que esos cómics japoneses (de nuevo, no
había ni idea de lo que era un manga) eran el origen de muchas de las series que
llevaban emitiéndose desde unos pocos años atrás. Se abrió un nuevo camino para
un servidor y muchos más prepúberes, y ese camino acababa en Japón.
Las siete y media de la mañana
Me encuentro en un autobús que recorre los 50 kilómetros que separan el
aeropuerto de Narita de Tokio. Mientras observo los campos de arroz y las
ocasionales viviendas que se deslizan a mi paso, asimilo los años que llevaba
ansiando estar donde estoy. A medida que observo como el majestuoso verde del
campo japonés va dando paso al fascinante gris de la capital sonrío como el crío que
se plantaba frente al televisor para ver cómo Goku le destrozaba la cara a Piccolo.
Justo cuando veo de pasada un centro Carrefour, el único de todo Japón según
informa nuestra guía, caigo con la mayor de las dulzuras en la total aceptación de
que estoy ahí, en un país que imaginaba a través de series de animación y cómics
casi sin color. El hecho de que, diez minutos más tarde, esté circulando por una
autopista que esquiva un bosque de edificios me asegura la máxima que reinará en
mi viaje: la realidad supera a la ficción.
Decir que Tokio es grande es como decir que la Luna está lejos. Hasta que uno no lo
comprueba por si mismo no descubre lo cortas que son sus palabras. Dudo que
algún día pueda estar de camino a nuestro satélite, pero creedme cuando os digo
que vislumbrar una ciudad que acaba mucho más allá del brumoso horizonte hace
que uno se sienta mucho más que perdido entre los 12 millones de habitantes que la
habitan. Pero para todo aquel que sembró su obsesión por Japón con el anime y la
regó leyendo páginas y páginas de manga, el primer objetivo está más que claro.
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Akihabara
Los japoneses consideran Akihabara el barrio de los raritos, donde oleadas de
chavales y hombres solitarios acuden con sus mochilas en la espalda para
abastecerse de kilos (y me refiero literalmente) de mangas, DVDs, Blu-Rays,
videojuegos, figuras y más merchandising que no podemos ni imaginar hasta que
no lo vemos con nuestros propios ojos. Fueron mis primeras horas en Akihabara
las que me descubrieron que el mercado de manga y anime en nuestro país, no sólo
es ridículo en comparación con el nipón, sino que la oferta en este último es
simplemente inabarcable. Con cada nueva temporada de anime, la cual coincide
aproximadamente con cada estación climatológica, Akihabara parece cambiar su
“decoración” a fin de promocionar los animes estrellas del momento. Pocas son los
que consiguen un éxito tan titánico como para seguir siendo rentables pasados los
años. Por si os lo estáis preguntando, sí, Dragonball sigue siendo un referente en
Japón, pero en lo que respecta a ventas y éxito en general, One Piece es el manga y
el anime que lleva la voz cantantes desde hace ya varios años. Aunque no podría
discernir si Gundam, una franquicia de “mechas” (robots gigantes) que lleva más
de 30 años funcionando, genera más dinero gracias a la venta de figuras y
maquetas. Es simplemente imposible asimilar Akihabara en si mismo. En un
momento uno está intentando recorrer estrechos pasillos delimitados con
estanterías repletas de manga para después hacer lo mismo en establecimientos
dedicados al videojuego retro o en Don Quijote, el concepto japonés de nuestra
tienda china pero elevado a la potencia de un edificio de 9 plantas. Así se hacen las
cosas en Japón.
Los japoneses
No es hasta superar el jetlag cuando uno se da cuenta de los japoneses. No toméis
de forma ofensiva mis palabras, más bien al contrario. Una de las cosas que más
valoran en Japón es el silencio, es algo que uno descubre cuando está en una de las
ciudades más grandes del planeta y lo que oye es un inusual y relativo silencio. No
hay casi bocinas, no hay gente hablando a gritos más allá de las zonas comerciales
en hora punta, simplemente uno observa como la gente pasa por su lado como si
deseara no ser notado camino de su trabajo, el lugar donde reside la verdadera
religión de Japón.
La verdadera moraleja que nos enseñó Dragonball es que, con esfuerzo, uno
puede conseguirlo todo. Es algo que aparece no sólo en la obra cumbre de Akira
Toriyama, sino en otras muy conocidas como la mencionada One Piece, Naruto o
Bleach, todas ellos mangas y anime de gran éxito entre el público joven. La
doctrina del esfuerzo se aplica en Japón desde la escuela, es por eso que gran parte
de la sociedad nipona está acostumbrada a vivir para su trabajo, regalando su
tiempo y prácticamente su vida por el bien común empresarial y social. Es un
concepto que, como español, me cuesta mucho entender, pero es simplemente
porque en nuestro país funcionamos de otra forma.
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Es esta cultura del esfuerzo y el desvivirse por el bien ajeno la cara y la cruz de la
sociedad japonesa, algo que uno también vive de forma directa una vez está allí. No
puedo hablar como si hubiera trabajado para una empresa japonesa, pero sí puedo
hablar como alguien que se ha beneficiado del trabajo ajeno, es por ello que cuando
uno habla de querer mudarse a Japón, debe tener muy claro que, al igual que en
cualquier otro país, no es lo mismo ser turista que residente. Como turista uno
descubre la famosa y cierta amabilidad japonesa, la cual me sigue sorprendiendo
cada vez que pienso en las las experiencias que me proporcionó en mis viajes, pero
también descubre otros aspectos que entristecerían a mucha gente que cree que
Japón es así las 24 horas del día. Es lo que me gusta llamar “pasar del Japón otaku
al Japón real”.
Podemos tener muchas ideas preconcebidas y muy variadas antes de viajar a Japón,
ideas nacidas gracias a todas las obras de ficción que hemos leído. Puede no parecer
un buen referente sobre el que cimentar nuestros prejuicios, pero es muy cierto que
en muchos mangas y animes hay instantes de las sociedad real japonesa. Yo no
descubrí por qué los personajes de un anime cruzan los brazos en forma de cruz
para negarse a hacer algo hasta que no ví como el dependiente de una tienda corría
hacía mi con la misma postura para decirme que estaba prohibído hacer fotos. No
descubrí la realidad de las reverencias hasta que no comprobé que se usan de la
misma forma en la que nosotros nos damos la mano o besos en las mejillas. Y
sobretodo me quedé sin descubrir otros muchos aspectos de una sociedad que
fascina por las enormes diferencias que plantea frente a la española.
Aceptando de la mejor manera posible estas diferencias, pude disfrutar de una
manera especial mis estancias en Japón, como alguien que simplemente debe
preocuparse en observar y cuidar lo mejor posible la salud de sus piernas tras
enormes caminatas. El objetivo ya no era comprender la sociedad japonesa, era
simplemente estudiarla, porque a cada minuto de estudio uno no puede sino
maravillarse, incluso de las cosas más sórdidas y potencialmente peligrosas.
Kabukichö, Yoyogi y Book Off
Recuerdo con un peculiar cariño mi paseo por Kabukichö, el conocido como barrio
rojo de Tokio, unas pocas calles llenas de clubs de alterne tanto para hombres como
para mujeres, bares, locales de apuesta y restaurantes. Kabukichö es también el
punto de encuentro recomendado para todo turista que quiera saber lo que es la
Yakuza, la mafia japonesa. Podéis catalogarme como rarito, pero me pareció
simplemente fascinante pasear por calles en las que uno compartía asfalto con unos
personajes que han alimentado un imaginario tan famoso. Lo único que debe tener
en cuenta el turista antes de cruzar el luminoso neón que delimita la entrada a
Kabukichö es que ahí es mucho mejor guardar la cámara. Si uno camina con la
simple ambición de observar de lejos, será recompensado con la indiferencia de la
Yakuza. Quién sabe, incluso puede que alguno se acerque a ofrecer los servicios de
sus “chicas de compañía”.
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El ambiente de Kabukichö choca completamente con el de lugares como Yoyogi,
uno de los pulmones de Tokio y el mejor lugar para descubrir en domingo cómo es
el ocio más simple, más allá de las visitas a las cafeterías y a los salones recreativos
que se pueden ver en infinidad de mangas. Los domingos en Yoyogi son un
variopinto escenario de gente practicando yoga, tai-chi, malabares o deporte y de
público disfrutando de un concierto en directo o de los numerosos puestos de un
bullicioso mercadillo. Es el lugar idóneo en el que descubrir cómo se realiza una
boda sintoísta y preguntarse por qué ninguno de los asistentes a la misma sonríe en
la foto de familia. Contrastes, muchos más contrastes que dificultan más la
posibilidad de comprender la sociedad japonesa como turista. Pero ya he aclarado
mis pensamientos días atrás y simplemente soy un observador que quiere disfrutar
de lo que ve como un lector disfruta de lo que lee. Y curiosamente, no se me ocurre
mejor lugar para ser lector que Japón.
Resulta extremadamente curioso que, según un estudio reciente, Japón sea uno de
los países que dedica menos horas a la semana a la lectura. Y resalto lo de
extremadamente porque las librerías son unos de los comercios más profusos en
cada ciudad. No es nada difícil encontrar un establecimiento de la cadena Book Off
mientras camino por las calles de Tokio e incluso cuando circulo por alguna
carretera secundaria. Esta cadena de librerias de segunda mano es toda una
institución en Japón. Sus elevadas estanterías resultan la envidia de cualquier
aficionado a la lectura, ya sea de libros convencionales como de mangas. Los
irrisorios precios que marcan cada uno de los ejemplares incitan a comprar alguno
incluso sin saber leer ninguno de los silabarios japoneses. Simplemente uno
considera una ofensa no comprar un manga de 300 páginas cuando el precio de
este no supera el euro. Por esto Japón es el paraíso del aficionado al manga. No se
trata sólamente de que sea la cuna del género, del formato y de la industria (que ya
es suficiente), también es la impresionante accesibilidad al mismo, la cual ofrece
literalmente una oferta inabarcable para una vida humana. Es en los pasillos de
cualquier Book Off cuando uno suele hacer la promesa que sigue al viaje a Japón:
debo aprender japonés. Pero esa es otra historia.
Japón es más que Tokio
Los días en Tokio avanzan y cierto tedio hace mella en conjunción con el cansancio.
Es entonces cuando se agradece salir de la gigantesca metrópolis para visitar, nunca
mejor dicho, prados más verdes. Tokio es Japón, pero Japón no es Tokio, y a
cientos de kilómetros en tren me planto en la que ya considero mi ciudad japonesa
preferida, Kioto. Siempre se usa Kioto como ejemplo del Japón más tradicional, en
contraste con el mundo futurista que plantea la capital japonesa, pero lo cierto es
que, si bien esto es cierto, Kioto es más bien una perfecta conjunción entre los dos
mundos. En muchos mangas y animes, por alguna razón u otra, los personajes
acuden de visita a Kioto para realizar casi siempre las mismas actividades, que se
reparten en las visitas a los numerosos e impresionantes templos que pueblan la
ciudad. Así que no me sorprende pasar el día haciendo lo mismo y cual Scarlett
Johansson en Lost in translation perderme entre la paz que airean los templos y
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las calles de la antigua capital mientras me cruzo con algunas Maikos, las conocidas
como aprendices de Geisha.
En en esos días cuando me descubro pensando cada vez menos en mangas y animes
y más en el Japón real, el que está bajo mis pies y que me ha regalado una cariñosa
y efectiva bofetada para cambiar todo los puntos de vista posibles que tenía como
aficionado a las obras de origen nipón. Tal vez consideréis con mis palabras que
unas visitas a Tokio y Kioto son suficientes para ello, pero no es así. Japón tiene
mucho más que ofrecer en cada uno de sus territorios y rincones, los cuales
embelesan con sus propios encantos de una manera más que efectiva.
Un aficionado al manga y el anime puede sentirse satisfecho tras visitar Akihabara
pero no debe obviar su equivalente en Osaka, Den-Den Town. Un amante de la
naturaleza puede ver, con mucha suerte, el monte Fuji desde la Torre de Tokio pero
no descubrirá su majestuosidad hasta que no ponga sus pies en el inicio de la ruta a
pie para ascender hasta su cumbre. Y, sobre todo, un aficionado a la historia puede
leer textos kilométricos sobre la bomba de Hiroshima pero jamás comprenderá la
envergadura de tal hecho hasta que no se encuentre en el Parque de la Paz
contemplando la Cúpula de Genbaku.
Lo malo de todas estas experiencias es notar como van llegando a su fin, como un
sueño que ha tardado demasiados años en llegar va dejando paso a la cotidianidad
que espera tras un nuevo viaje en avión de más de 12 horas. Pero lo peor de todo es
embarcar con la sensación latente de que han habido muchos más lugares y
experiencias que han faltado para llegar mi visita a Japón. El tiempo que pasé en el
lugar conocido con el cliché de “El país del sol naciente” supuso un cambio en mis
entrañas como ningún viaje antes me había provocado. Me voy dando cuenta de que
será así a medida que avanzo de nuevo por la terminal del aeropuerto de Narita,
camino del avión que iniciará mi regreso a casa, y mientras recuerdo aquel cartel
que me daba la bienvenida a Japón. Acto seguido empiezo a contar los días hasta
que vuelva a ver ese cartel con mis propios ojos.
ROBERTO PASTOR
Programador, bloguero y podcaster devorador de cine, series, manga, anime y
videojuegos. Locutor en Kafelog, colaborador en Game Over, Deus Ex
Machina y La Fancueva.
Twitter: @roberto_pastor
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VIÑETAS Y HERTZIOS
POR MON SUÁREZ
Nostalgia
Cuando era pequeño, mi salud era pésima. Apenas podía salir de mi casa y mis
padres, tíos y abuelos me traían siempre un Kinder Sorpresa y un tebeo de la
editorial Bruguera. Aquellos Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Rompetecho y
compañía eran mi sustento para mis tardes sin poder ver la luz del sol.
Desde aquel momento, el olor a tinta y el sonido de las páginas al pasar se quedaron
grabadas a fuego en mi mente.
Cuando me hice un poco mayor, la curiosidad por el noveno arte creció en mi
interior. Quería leer sobre personajes con grandes poderes que salvaban al mundo y
que además comenzaban a aparecer en las pantallas de cine e incluso algunos en la
televisión justo a la hora del bocata.
Y fue así como, poco a poco, descubrí el cómic de superhéroes y aparqué el tebeo de
toda la vida, el de las historietas cómicas de Ibañez, Escobar y Jan. Años después
me fijé en que los superhéroes no eran lo único bueno que las viñetas podían
darme. Existían auténticas joyas escritas que aún me esperaban. Por aquel
entonces, mi padre me hizo ver que el tebeo de aventuras podía ser una auténtica
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maravilla y que Tintín no tenía nada que envidiar al señor del sombrero y el látigo
que me maravillaba de pequeño; también me mostró que existía una pequeña aldea
de unos irreductibles galos que merecía ser estudiada.
Cuando ya me hice adulto (o al menos lo intenté), mi curiosidad creció y comencé a
descubrir a los grandes, a las mentes maestras detrás de historias que te dejan
impresionado. Por esa época me di cuenta de que no era el único con esa pasión y
de que el lector de cómics no es el típico joven con acné detrás de un mostrador, si
no que hay toda una horda de lectores ávidos de adentrarse en un mundo que
únicamente puede encontrarse en este tipo de arte. Porque el cómic es un arte.
Denostado en muchas ocasiones, pero con grandes obras maestras que pasarán a la
historia.
Los comienzos
Las historias contadas en los tebeos son muy visuales. Por tanto, son muy
adaptables a otras formas de arte. De esta manera, de las viñetas se pasó al cine y a
la televisión tanto en formato animado como en acción real.
Cuando Jerry Siegel y Joe Shuster crearon al icono superheroico por excelencia, no
pensaron que también abriría paso a un nuevo género en la televisión: las series
basadas en superhéroes de cómic. Las Aventuras de Superman fue un hito en la
televisión. Un personaje de cómic daba el salto a las pantallas de nuestros salones y,
pese a sus limitaciones técnicas y a que las historias del cómic no tenían demasiado
que ver con las que aparecían en la serie, fue un éxito debido al enorme tirón que
tenía el personaje.
Un poco más tarde, otro héroe de los más influyentes daba el salto a nuestros
hogares con una adaptación un tanto peculiar. Me refiero a Batman. La serie de
televisión de Batman fue, quizá, la primera en la que hubo cierto atrevimiento a
mostrar una estética distinta a la esperada. Buscaron que las viñetas se trasladaran
a la pantalla con ciertos recursos narrativos sólo vistos hasta entonces en las
páginas impresas. Es cierto que el tono naif de la serie no corresponde con el
Batman que ahora nos presenta Nolan. No obstante, la serie fue todo un éxito.
Popularizó enormemente al personaje y creó una mitología tras él que ha
conseguido que ahora el hombre murciélago esté en lo más alto del ranking
superheroico. Debido a su éxito, grandes actores aparecieron en la serie donde
interpretaban pequeños cameos, incluido Bruce Lee.
Anhelos
De pequeño vi alguna de esas series en las redifusiones que se solían emitir; pero yo
era de la generación de los 80 y quería ver algo más “moderno”. Entonces llegó a mi
poder una cinta VHS con un monstruo verde al que yo había visto en aquellos
tebeos que compraba en el kiosco de la esquina y al que llamábamos La Masa.
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Casi todos los viernes mi padre me llevaba al videoclub del barrio cuando salía del
trabajo para que alquilar una película de las que a mí me gustaban. Recuerdo que
las novedades eran más caras y podías llevarte un par de películas 48 horas, que
devolvías en dos días. Cuando me fui a la sección de 48 horas, rebusqué entre todo
el montón desordenado y encontré una carátula que me llamó mucho la atención.
No era gran cosa, pero al verla me quedé impresionado. Un hombre débil con un
enorme monstruo verde detrás y ese logo morado que rezaba: “La Masa, un hombre
increíble”. Me di cuenta de que era aquel monstruo que aparecía en mis tebeos.
Corrí hacia mi padre con la película en la mano y le pedí que la alquilara. Llegué a
casa y la vi. Al cabo de un rato, mi padre me explicó que en realidad no era una
película, era el primer episodio de una serie que se había emitido años atrás sobre el
personaje de cómic. Al verla, he de decir que me impresionó; pero sólo porque la vi
con ojos de niño inocente que quería ver a sus superhéroes como personas reales.
A principios de los 90 comencé a investigar un poco sobre los personajes de cómic
que aparecían en pantalla. Así, descubrí unas películas hechas para la televisión
sobre Spiderman que daban más miedo que vergüenza y alguna que otra joya
olvidable. Entonces llegó el momento que hizo que volviera a creer en que podía ver
a mis héroes en acción real y como se merecían. Apareció una de las mejores series
de superhéroes que hemos tenido nunca en la televisión: “Lois y Clark: Las nuevas
aventuras de Superman”.
Los 90 tuvieron cosas buenas
Cuando el superhéroe más poderoso volvió a las pantallas interpretado por Dean
Cain, yo estaba maravillado. Los efectos especiales eran lo de menos. Las historias
eran como salidas de los tebeos. Me identificaba con los personajes que se
dedicaban a salvar el mundo e intentaban salvar sus vidas. En esa serie descubrí
que el héroe no es tan atractivo como su alter ego. Me di cuenta de que Clark era
mucho más interesante que Superman.
El cómic de terror tuvo otra adaptación a la pequeña pantalla. Historias de la cripta
fue una serie que apareció de la nada y que adaptaba historias de terror
independientes basadas en un cómic homónimo. Esta serie fue otro hito en la
televisión, al ser de las primeras en adaptar cómics no superheroicos con un gran
éxito. Grandes actores y directores pasaron por ella y dejaron capítulos que pasarán
a la historia de la pequeña pantalla.
En España hicimos nuestros pinitos
Cuando uno es adolescente no se da cuenta de que las cosas raras que se pueden ver
en la tele también provienen de los tebeos; en este caso, se trata de relatos que
ironizaban la España chusca. El caso es que en esa época de acné juvenil y
despertares de otro tipo, comencé a interesarme por dos series de televisión muy
gamberras: Makinavaja e Historias de la puta mili. Aquí, se retrataba la España de
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aquel entonces en clave de humor. Años más tarde fui consciente del hito televisivo
que constituyeron estas dos grandes series.
Antes de aquello, en nuestro país no éramos muy dados a hacer adaptaciones de
cómics, pese a haber tenido una época con grandes autores que ahora son mitos de
los tebeos y referentes para las nuevas generaciones. Hasta entonces, unos
maravillosos cortometrajes de Mortadelo y Filemón y una serie perdida de Carpanta
rodada, nada más y nada menos, ¡en directo! era lo único que teníamos.
Más adelante tuvimos una serie bastante mediocre de El botones Sacarino y la
famosa Aquí no hay quien viva, que no es más que una adaptación de 13 Rue del
Percebe. He de admitir que, salvo pequeñas excepciones, el cómic español ha sido
bastante maltratado en sus adaptaciones televisivas. Me quedo con mis TBO de toda
la vida y mi Súper Humor.
Panorama actual
Hoy día los cómics vuelven a estar de moda tanto en cine como en televisión. El
formato escrito ya es otra historia. Las grandes editoriales de cómic superheroico
dan tumbos con reinicios innecesarios y crossover que producen más desasosiego
que otra cosa. Por el contrario, el cine y la televisión viven su edad dorada de los
superhéroes.
Si nos centramos en los superhéroes de la televisión, las dos grandes editoriales
tienen dos series en su haber: Arrow y Marvel´s Agents of SHIELD. La primera
utiliza el concepto realista del superhéroe creado por Nolan en su Caballero Oscuro
y es, probablemente, la más efectiva que nos podemos encontrar. La serie de
espionaje de Marvel, en cambio, es menos efectiva y más palomitera e intenta vivir
al rebufo de los grandes éxitos de la franquicia en pantalla grande. El universo
cohesionado que ha creado la editorial Marvel es un fenómeno transmedia que
merece ser estudiado.
Por otro lado, existe ahora otro cómic que ha dado el salto a la pequeña pantalla y
que ha llegado a tener un éxito inusitado en un género menor. Me refiero a The
Walking Dead y sus zombis. Una maravilla de tebeo, cuyo guionista es Robert
Kirkman, que en su adaptación a la televisión ha tenido altibajos de calidad. De
todas formas, ha marcado un punto y aparte en el género. Nadie duda que The
Walking Dead ha contribuido a que el género zombi ya no sea un género menor.
Además, pese a sus carencias, el riesgo de crear una adaptación de un tebeo que sea
imprevisible tiene mucho mérito.
Grandes errores
No todo lo que se ha llevado de las viñetas a la pantalla ha conservado la misma
calidad. Lo que para algunos fue una gran serie de adolescentes para mi fue una
afrenta a mi superhéroe favorito: Smallville.
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Cuando comencé a ver la serie, pensaba que Superman sería lo mejor que podía
pasarle a la televisión porque recordaba a Lois y Clark y la maravillosa primera
película de Richard Donner para el cine. Al visionar los primeros episodios, lo que
para mí era una esperanza se convirtió en un martirio. No podía soportar cómo un
mito de los tebeos que leía de niño (y no tan niño) se convertía en un subproducto
para quinceañeros con las hormonas revolucionadas. Aún así, debido a que en otra
vida debí ser penitente, continué su visionado hasta el final sólo por ver si se
convertía en el Hombre de Acero que todos esperábamos. Sí, lo sé… No era
necesario.
Otros tres grandes fiascos de la televisión fueron los pilotos fallidos de Aquaman
(en serio, ¿a alguien le gusta Aquaman?) y de Wonder Woman, creado por David E.
Kelly (sí, el de Ally McBeal), que era aún peor de lo que os podríais imaginar; y la
serie cancelada a la mitad de la temporada de Birds of Prey.
Lo que vendrá
Gracias al enorme éxito de las películas de Marvel, no sólo tendrá a Marvel´s
Agents of SHIELD como una de sus filiales en la pequeña pantalla. Netflix , ese
canal que empezó como videoclub y acabará convirtiéndose en una productora de
las más importantes, ha anunciado que creará cuatro series de cuatro superhéroes
distintos: Iron Fist, Luke Cage, Daredevil y Jessica Jones. Ellos convergerán para
unir sus fuerzas en la miniserie Los Defensores. La idea no es mala, pero tanto
superhéroe al final saturará el mercado seriéfilo.
DC, la otra gran editorial superheroica, también aprovecha el éxito de la serie del
arquero esmeralda Arrow para lanzar un Spin Off en el canal CW, donde se emite la
serie del velocista más importante de la editorial: Flash. De momento, la aparición
del personaje en la serie madre ha gustado a propios y extraños.
Por otro lado, la ciudad del Caballero Oscuro tampoco se quedará atrás con la
adaptación del cómic Gotham Central que se prevé haga Fox.
En el camino más oscuro de la editorial, aparece Constantine. El antihéroe creado
por Alan Moore a imagen y semejanza de Sting (sí, el cantante) tendrá su propia
serie después del desastre de la película protagonizada por Keanu Reeves. Quizá la
serie sea una mejor estructura para el desarrollo del personaje. La única pega es que
al ser emitida en un canal americano en abierto, el tono gamberro del personaje y la
oscuridad de las tramas seguramente será rebajada para no escandalizar al público
más puritano.
Lo que debería venir
La maravilla del tebeo es que la forma de contar las historias está directamente
relacionada con la forma en la que lo hacen las series. Por tanto, los grandes cómics
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siempre tendrán mejores adaptaciones en la televisión que en el cine pese a la
diferencia de presupuestos.
Cuando Watchmen fue adaptada al cine pensé que podría ver en imagen real una de
mis novelas gráficas preferidas sin echarme a temblar por el resultado. Al acudir a
la sala me sorprendió lo bien llevada que estaba la historia al cine, pero era tan
calcada al original en papel que no funcionó. La duración era la clave. ¿Os imagináis
qué hubiese sido de Watchmen en una miniserie de 12 capítulos?
Después de darle muchas vueltas, llegué a la conclusión de que me gustaría ver más
series de cómics míticos. Un Sandman de Neil Gaiman en una serie oscura y gótica.
Una serie policiaca basada en el universo creado por Brubaker en Criminal. Una
Liga de los Hombres Extraordinarios tan desvergonzada como los números de Alan
Moore. Todas serían fantásticas adaptaciones a materiales buenísimos que podrían
dar mucho juego mientras se alejan del material superheroico con mallas y
colorines.
El olor a tinta
Los tebeos nos han enseñado que todo poder conlleva una gran responsabilidad. No
podemos pensar que la vida humana es un fenómeno sobrevalorado ni una broma
cruel. Usar máscara no siempre sirve para ocultarnos, si no para construir quienes
somos. Los cómics han hecho que queramos ser un superhéroe en algún momento
de nuestra vida y que merece la pena luchar por cualquier sueño que valga la pena.
Seguiré emocionándome al abrir los tebeos; oleré la tinta al pasar las páginas;
disfrutaré de las adaptaciones; e inculcaré a las generaciones futuras que un cómic
no es para los niños: nos hace sentir como si fuéramos niños..
MON SUÁREZ
Autor del blog ABC.es Veo Tele del diario ABC y colaborador en el mismo diario
en la sección de televisión y cultura. Su andadura en el mundo de las series
comenzó hace siete años creando El blog de Mon.
Twitter: @abcesveotv
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¿CÓMO CONSUMIMOS LA
TELEVISÓN?
POR AMANDA PONS
¿Vemos la televisión como siempre? ¿Tienes un grupo en whatsapp donde una vez
por semana os volvéis locos hablando sobre algún programa de televisión?
¿Comentas en las redes sociales sobre algo que has visto? ¿Sigues los programas/
series más allá de su emisión? Si te has sentido identificado con alguna de estas
preguntas, charlemos.
Para aclarar
Antes de empezar con el artículo en sí, me gustaría comentarte algunas cosas que
pueden ayudarte con la lectura de estas palabras. Hablaré en segunda persona y de
tú. Todo tiene una explicación, y en este caso irás comprobando que nos
introduciremos en un tema que está rompiendo barreras. Para ello, rompamos
nuestra barrera – valga la redundancia -, deja que te cuente un cuento, como si
estuviéramos tomando unas cañas en alguna terraza de tu plaza preferida. Puede
que todo te suene, pero en el fondo pensarás algo del estilo “hala, es verdad”. Huyo
del lenguaje académico, para ciertos temas está bien, pero para hablar de algo de
bastante actualidad prefiero optar por un lenguaje correcto, sensato, pero cercano.
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Y por último, puedo cometer errores, no con ello diga que sepa mucho o poco, sino
que hoy hablaremos de una percepción aun sin un estilo o una definición universal,
quizás, que no estemos de acuerdo. Estaré encantada de poder charlar y desmontar
o montar todo lo que se te venga en mente.
¿Qué es la televisión?
Un uso muy extendido que seguramente conocerás de alguna charla es usar la Real
Academia Española para definir:
• f. Transmisión de imágenes a distancia mediante ondas hercianas.
• f. Televisor
• f. Emisora de televisión.
Obviamente no nos aporta nada nuevo. No obstante, hay que destacar una idea que
sí nos puede venir bien para proseguir con nuestra charla en la terraza de tu plaza
preferida: transmisión. Venga, nos llegan imágenes que nosotros consumimos
desde nuestro hogar o bar, las compartimos con gente, con la que seguramente
celebres el gol de España en la final del mundial o la que te ríes por ese estrepitoso
grito que se marca uno de los concursantes que Bisbal ha seleccionado para pulir,
de nuevo, en La Voz.
Independientemente de nuestros acompañantes, seguro que estás de acuerdo que la
televisión es el canal de comunicación más generalista, donde puedes ver desde
series de ficción hasta programas de cocina. Vamos, que transmite (entonces la RAE
no iba tan mal).
La televisión de la que vamos a hablar es el punto de encuentro de la familia, de
muchos amigos y de muchas conversaciones posteriores. Con esto no quiero que
nos cerremos en la televisión tradicional, donde hay informativos y esas cosas. Sino
también en las series, películas, programas de entretenimiento, documentales… en
realidad, en todo lo que podemos ver en la pequeña pantalla. Televisión es Mad
Men o Juego de Tronos (aunque este segundo más de uno hemos tenido esa gran
suerte de verla en pantalla grande).
Que levante la mano quien ha visto ESA serie en una
pantalla más pequeña de lo normal.
Seguramente responderás con tono tímido que has visto un trocito de un capítulo
justo cuando estabas en la cama porque te daba pereza. Con esto, quiero destacar
los dispositivos que usamos. Aunque todavía no está del todo generalizado en
España, muchos disponemos de una tablet dentro del hogar o de un móvil de última
generación. Si a esto les añadimos los dos portátiles y las televisiones, no sería
difícil tener unos 6 aparatos listos para reproducir video con una calidad decente,
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entendiendo como decente, que somos capaces de pasar más de 5 minutos mirando
cualquier imagen en esa pantalla.
Ahora te pregunto, ¿alguna vez has visto videos desde una app 1 de tu smartphone 2?
– seguro que lo has pensado, padezco de spanglish en esta pregunta -. Una app
puede ser ese icono de Youtube que te viene por defecto en algunas ocasiones, o los
canales de Vimeo. Bueno, ¿ha ocurrido? ¿Lo has hecho? Si me dices que sí, te diré:
muy bien, eres un espectador moderno. En el caso de que hayas negado en silencio
no te diré nada, solo añadiré ¿por qué no lo pruebas? No hay nada de malo, de
hecho, ofrecen muchas facilidades.
Y si vamos un poco más allá, ¿has compartido alguno desde la app que reproduce
videos alguna cosa que hayas visto en tu redes sociales? Con esto, quiero decir si has
puesto un video gracioso en tu muro de Facebook. Todos hacemos eso, en mayor o
menor medida, desde el anuncio de Navidad, hasta esa canción que tanto nos
inspira.
Todas estas pequeñas acciones hacen que a través de las redes sociales,
compartamos lo que nos gusta son parte de la definición de lo que actualmente se
denomina Social TV.
Dentro de las bases y definiciones de la Televisión Social se encuentran palabras
como compartir, interacción, valoración entre otras tantas. Este tipo de actuaciones
completan el consumo tradicional al que estamos acostumbrados.
¿Qué es el Social TV?
Teniendo en cuenta la descripción de la Real Academia Española, elaboremos
nuestra propia definición:
• f. Transmisión de imágenes a distancia que incluye en nuevo canal, el de
retorno.
¿Serías capaz de explicarlo? Seguramente con una experiencia no tendrías
problema. Pongamos un ejemplo por si no te has atrevido; el derbi del año, Madrid
frente al Barcelona, seguramente encontrarás un hashtag3 que, por ejemplo, será
#madridbarcelona. Es probable que se haga TT (trending topic 4) en Twitter y
mires qué dice la gente. Tú que estás viendo el partido, y que eres del Madrid,
criticas como el árbitro no ha visto esa falta que podría ser decisiva para ganar. Con
todo tu enfado, escribes el siguiente comentario.
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¿Ves? Has entrado dentro de este pequeño sistema llamado televisión social.
No obstante, la Televisión Social no solo son los comentarios en redes sociales. Los
contenidos adicionales que nos ofrecen las webs de los programas y las series de
televisión son importantes. Un ejemplo es el blog “Los hermanos Top Chef5” escrito
por Noel Ceballos y El Hematocrítico, los cuales se han encargado durante toda la
temporada a realizar esa labor de “dinamizadores de comentarios” o, en un lenguaje
más callejero, de “trolls buenos”.
En ocasiones, en las redes sociales se crean comentarios alternativos al hashtag
oficiales como consecuencia de una acción graciosa, una mente creativa irónica o
cómo no, para criticar. Esta situación suele generar nerviosismo entre los
organizadores y/o jefes por los malos comentarios que puedan ir surgiendo. En esta
ocasión, Antena 3 optó por adelantarse a este momento inesperado y creó su propio
contenido irónico 6, al que nosotros, los espectadores sociales, nos gusta participar.
Ellos mismos se encargaron de buscar esos motes con los que definir a los
participantes, crearon hashtags que fueron trending topic y donde incluso hasta el
propio aludido participó.
Seguramente como viste Top Chef, tenías al lado tu dispositivo preferido para
navegar por las redes sociales y participar en acciones “troll”7 como las que fueron
fomentando el Hematocrítico y Noel Ceballos. ¿A que mola? Este tipo de
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comentarios suelen ser más comunes en programas de entretenimiento, aunque en
ocasiones se producen trolls espontáneos.
Gracias a la libertad de expresión que nos han dado las redes sociales, han llegado a
nuestras manos objetos de interacción muy poderosos a los que no estábamos
habituados, a menos que nos encontrásemos en un espacio público. Podemos decir
que ha surgido una creatividad social, caracterizada por la ironía que completa
nuestra experiencia como usuario.
Estamos comenzando a vivir en una era donde las producciones, tanto a nivel de
ficción como entretenimiento no se quedan en la pantalla grande, sino que son
completadas por multitud de contenidos, que ante todo, buscan dar una mejor
experiencia a ese espectador activo. Somos activos tanto en las pantallas como
fuera, en otras palabras, en muchas ocasiones, somos espectadores transmedia.
¿Transqué?
Sí, transmedia. ¿Te suena a chino? Bueno, pues no se puede hablar de televisión
social sin meter por medio el transmedia.
En esta ocasión no vamos a recurrir a la RAE para completar nuestra definición,
sino que vamos a partirla en trozos, para saborearla.
Trans-media.
No me tomes por cara dura, simplemente quiero hacerte ver que con un poco de
razón puedes encontrar la lógica a este lenguaje que está rodeando el entorno de la
televisión. Con esto no quiero asegurar que esto es para cualquiera, no. Lo complejo
de todo este tema es averiguar qué experiencias son las mejores, cómo funcionan, y
qué resultados tienen, es decir, el análisis posterior.
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Ahora volvamos al sitio donde nos habíamos quedado. ¿Qué es el transmedia? De
forma literal es aquello que atraviesa los medios. Digamos, que teniendo en cuenta
la televisión social, son todas aquellas cosas que salen fuera de su medio inicial para
extenderse por otras plataformas, o por qué no, llegar a la realidad.
Hay que tener cuidado con no confundir transmedia con merchandising (objetos
promocionales), la multiplataforma (contar la misma historia en diferentes
soportes) y el crossmedia (extender la historia a otros soportes). La experiencia
transmedia es aquella que extiende la historia en diferentes dispositivos, y que
además, en la que el usuario participa y forma parte de la narración, siendo
conductor de ella.
Pongamos un ejemplo para que quede bien claro: merchandising es comprarte la
taza de una serie, la multiplataforma, es cuando sacan el cómic, el crossmedia es
cuando sacan un libro que te cuenta el antes del personaje principal aparte del
cómic y la taza que te gusta. En cambio, con el transmedia, tienes todo lo anterior al
que le sumas una app con la que interactúas con el personaje que más te gusta estilo
red social. ¿Todo bien? Prosigamos.
Un reciente ejemplo sobre la experiencia transmedia se encuentra en el entorno de
los videojuegos. GTA V, la última edición de la franquicia Grand Theft Auto, no
es solo uno de los videojuegos más esperados del año – y uno de los mejores - que
ha arrasado en ventas, sino que se trata de una experiencia que puede desarrollarse
en varios dispositivos que, a través de los pasos del jugador, completan la
experiencia principal. ¿Cómo lo han hecho? Muy sencillo, mediante apps. Además
de las más de 100 horas de juego que tiene el GTA V, a los diseñadores no se les
ocurrió otra cosa que crear ni una ni dos ni tres, sino cuatro aplicaciones oficiales.
¿Y con que fin? Muchos.
Por si aún dudas de los efectos del transmedia, con la app Chop The Dog del GTA
V, descubrirás un universo alternativo y cercano al del personaje principal del
videojuego: Chop, que es su (tu) perro, necesita una serie de cuidados necesarios. Si
cuidas de Chop, obtendrás mejores resultados con él durante la progresión del
juego.
Basándonos en las palabras claves del transmedia, aquí hay diferentes dispositivos,
una narración, un usuario que decide los pasos y que todo esto, a su vez, está
conectado entre ello.
¿Qué te ha parecido? Estamos acostumbrados a lo mismo continuamente. Gracias a
los códigos QR, a Shazaam (una de las mayores inversoras en transmedia durante el
año 2013) y mil y una aplicaciones podemos averiguar qué canción es, qué tiene
detrás el anuncio. Ahora podemos experimentar mucho más, más aventuras, más
dispositivos, una historia mucho más rica y poco aburrimiento por lo tanto.
¿Ha quedado claro el transmedia? Genial. Pasemos a lo siguiente.
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No todo lo que reluce son historias producidas. El poder de la imagen de marca.
¿Te gustó el salto desde la estratosfera de Felix Baumgartnert 8? ¿Te impactó? La
verdad es que seguramente un poco. ¿Y te gusta la Fórmula 1? ¿Eres más de Ferrari
o de Red Bull? Supongo que con estas dos preguntas te habrás dado cuenta de que
hay una marca detrás de todo esto. Sí, bien, Red Bull, la marca de bebidas
energéticas que resulta ser más rentable por todo lo que patrocina que por su
producto.
Red Bull hace una cosa que se llama branded content, lo que actualmente muchos
llaman “la nueva publicidad”.
Para poder explicar este concepto, hay que tener en cuenta que; brand, significa
marca y content, contenido. Se trata de un formato publicitario, que se aleja del
estilo tradicional intrusivo. ¿No estabas cansado de ver anuncios entre programa y
programa? Pues el branded content consiste en evitar esta fórmula a la que estamos
acostumbrados y sacar adelante programas que lleven consigo la “imagen de
marca”, es decir, la filosofía de la marca y, por lo tanto, de su producto.
Hay que tener cuidado de no confundirlo con el product placement (lamado
también emplazamiento publicitario), cuya forma es insertar el producto de forma
pasiva, como el famoso cartón de leche Puleva en los Serrano, mientras que en el
“contenido de marca”, vemos, como de forma activa, el producto forma parte de una
historia o evento.
Aparte de los ejemplos de los que hemos hablado anteriormente, puedo contarte
algún caso y dejar a Red Bull durante un rato fuera de la conversación. ¿Sabías que
el jamón de york que da Campofrío en Españoles por el Mundo es una acción de
este tipo? Seguramente, si lo has visto, no te habrá importado que el presentador
dijera algo estilo: “para que no eches de menos España” y el entrevistado: “oh,
gracias, jamón, siempre bienvenido”. ¿Te provoca una reacción negativa este gesto?
En realidad cierta nostalgia. Es probable que en aquel viaje a un país cuya comida
no terminaba de convencerte echabas de menos una buena loncha de jamón para
desayunar. Campofrío, como marca, sabe lo que queremos, y no ha dudado en
acudir a la emoción y a nuestra identidad como españoles a los que le gusta su
tradición gastronómica.
En estas navidades, las de 2013, han seguido esa línea que llevan repitiendo desde
el año pasado, en las cuales recurren a la nostalgia del hogar con su campaña de
“hazte extranjero” 9 que tanto revuelo ha causado (para bien como para mal) cuyo
eslogan es “Uno puede irse, pero no hacerse”. Independientemente de si estás de
acuerdo o no con la acción, se trata de un branded content. El mensaje principal no
es: “el jamón está muy rico”, sino, “oye, nosotros somos así, y nos gusta comer
esto”.
Seguramente esto
patrocinados? Eso
conceptualización y
que tener cuidado
del branded content te suena a algo, ¿a los espacios
es. Esta fórmula no es nueva, lo que es nuevo es su
toda la investigación que se está invirtiendo. No obstante, hay
con los patrocinios. Patrocinar no significa que dentro del
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programa o serie haya una imagen de marca, sino que una marca, forma parte, y,
que, por lo tanto, está de acuerdo con ello.
Aplicado al entorno de las series, el branded content se desarrolla con más soltura y
facilidad en las webseries. Rara es la marca que no ha sacado adelante alguna de
éstas. El Corte Inglés hizo “Probando, probando”. ¿Sabes quien es el representante
en España del branded content? Bien, bien dicho, sí Risto Mejide. La productora de
Risto estuvo detrás de esta webserie, en la que se contaban historias dentro de los
probadores de unos grandes almacenes – en este caso, El Corte Inglés. ¿En algún
momento lo nombraban? No, nunca, pero el estilo, el tono, la estética, era propia de
la marca.
¿Y qué tiene que ver todo esto con la forma de consumir
televisión?
Bueno, seguramente tendrás prisa y querrás volver a casa a descubrir todo este
mundo. O no, que para gustos colores.
Al principio de nuestra charla – o monólogo en mi caso- con nuestras cañas en tu
plaza favorita hablábamos de percepciones, de que emplearía un lenguaje cercano y
ante todo, y lo más importante que todo te sonaría. Seguramente muchas de las
cosas que has ido leyendo las has hecho o has visto que la gente lo hace. No
obstante, es probable que alguno de los términos te sonaran a chino, eso es bueno,
porque significa que te acabarás acostando con algo nuevo en la cabeza. Ahora, es el
turno de recuperar algunos conceptos que ayudarán a sacar una conclusión.
¿Qué términos tenemos que recordar?
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Vamos a hilarlo todo en una frase, que parece ser que así se memoriza todo mejor:
somos espectadores sociales, que vivimos experiencias transmedia en branded
contents a través de las redes sociales, las diferentes pantallas completa por los
dispositivos. Y todo esto, es televisión social.
El objetivo de este texto es demostrar y ponerle palabras a todo el cambio del
consumo de la televisión. Con la llegada de la TDT, de la Smart TV 10, de Youtube a
todas las pantallas, nos hemos acostumbrado a una forma diferente de ver la
televisión. Ya no vemos el programa cuando lo echan, sino que seleccionamos lo
que queremos. Somos exigentes, queremos más cosas, evitar la publicidad y ante
todo, algo que nos guste. ¿Ficción española o americana? Da igual, nosotros
decidimos. Por eso nacen los canales de video bajo demanda, donde tu seleccionas
qué ver, cuándo y dónde. Nos gusta opinar, participar en esos foros donde mucha
gente usa una almohadilla para expresarse, soltar el chiste ingenioso de la noche o
inclusive informarte de cómo evoluciona todo. La red nos ha dado libertad para
expresarnos, nos ha dado libertad de contenidos. Antes teníamos una pantalla en la
que confiamos, ahora no nos basta con una pantalla, tenemos la tablet para
twittear, el móvil para reconocer la canción del anuncio que te ha gustado o charlar
vía redes sociales con los personajes preferidos de tu serie. Completar la historia,
ser parte de la historia. Queremos formar parte de la caja tonta, de la pantalla de la
que surge la magia, y ahora es posible.
Tenemos en nuestras manos el control de la televisión. Las grandes cadenas lo
saben, comienzan a cambiar su forma de negocio. Atresmedia y Televisión Española
ya lo están haciendo, tienen sus propias apps con contenidos extras, blogs y otras
formas de entretenimiento como tutoriales, concursos y eventos. Yo participo, no
quiero limitarme a observar, quiero pensar, y con una pequeña aportación,
sentirme identificada en un futuro en la programación de alguna cadena, como
seguramente, algunos seriéfilos nos vemos reflejados en Yomvi y Canal +.
¿Y tú, eres un espectador social? Cuéntalo en: #yosoyespectadorsocial
AMANDA PONS
Sonido directo en la brand serie Falco Comenta y directora de producción en el
equipo representante de España en Django Unchained Movie Contest
organizado por Sony a nivel mundial. Actualmente es directora de las Jornadas
de Webseries y CM en Havas Sport & Entertainment.
Twitter: @ponsipons
1 App (de application) es un tipo de programa informático diseñado como herramienta para permitir a un
usuario realizar diversos tipos de trabajo.
2 Smarthphone (teléfono inteligente en inglés), es un teléfono inteligente que puede comunicarse a través
de Wi-Fi, bluetooh, conexión a internet entre otras cosas.
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3 También denominada etiqueta. Se trata de una serie de palabras claves acompañadas de una almohadilla
(#). Se trata de una etiqueta de metadatos con el fin de que el sistema y los usuarios identifiquen el tema del
que se habla de forma rápida.
4 Trending Topic son aquellas etiquetas (hashtag) que registran mayor número de comentarios en ese
momento.
5 http://blogs.antena3.com/hermanos-top-chef/
6 Llámese también “contenido troll”.
7 Contenido irónico con el fin de compartir impresiones.
8 Puedes ver un resumen: http://www.youtube.com/watch?v=FHtvDA0W34I
9 http://hazteextranjero.com
10 (Televisiones inteligente conectadas a internet)
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UNA VOZ PARA LAS SERIES
POR CARLOS SOGORB
Cuando C.J. y Jorge me dijeron que querían hacer una revista de series al principio
me mostré un poco escéptico. ¿Sacar una revista, en 2014? Nada me parecía más
fuera de su tiempo. Las publicaciones en papel están muriendo, y los blogs y
podcast sobre series son innumerables, ¿de verdad tenía cabida una revista sobre
series en medio de este panorama? ¿No teníamos ya suficiente información sobre
series? Pero si algo caracteriza a la familia Navas, por encima de su obstinación, es
su habilidad para las ideas disruptivas. Son expertos en dar una vuelta de tuerca
más a cada proyecto en el que se embarcan y eso, me generaba la suficiente
confianza como para saber que al menos lo llevarían a cabo de forma innovadora y
exigente.
Tras vencer ese primer handicap, lo siguiente que me preguntaba era: ¿son las
series de televisión el contenido adecuado para una revista? ¿a quién le puede
interesar leer sobre series? Pensando un poco me di cuenta de que, en esto de las
series, todos empezamos desde muy niños. Cuando somos "esponjas", las imágenes
e historias que salen del televisor nos llenan de información el cerebro, modelan
nuestros conocimientos, nuestra conciencia, nuestros gustos y nuestra pesonalidad.
Aún recuerdo mi infancia con series como MacGyver, El gran héroe
americano o Dragon Ball. Con ellas aprendí lo que significaba no darse por
vencido; que siempre existía una meta que conseguir; o que pensando podría
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solucionar la mayoría de los problemas. Más tarde, ya de adolescente, las series
empezaron a depurar mi personalidad. Series como Alló Alló, La ley de Los
Angeles o Los Simpson me han hecho la persona que soy hoy en día y me han
ayudado a saber lo que me gustaba y lo que no, en qué tipo de gente podía confiar y
en cual no, o qué tipo de persona quería ser cuando creciera. Star Trek y la
ciencia-ficción me hicieron abrir mi mente a la diversidad, a entender que había
cosas más allá de mi comprensión y qué diferente no necesariamente significaba
peor. Más tarde, cuando me incorporé al mercado laboral, tuve que mudarme a
Granada.
Allí, las circunstancias quisieron que empezara a trabajar en una plataforma de
televisión de pago. Aún recuerdo el día que nos conectaron el descodificador y tuve
acceso a cientos de canales con distintos contenidos. Noticias, deportes,
documentales... Nada se adaptaba tanto a mis gustos y mis necesidades de ocio
como las series de televisión. Mi chica y yo nos sentábamos juntos cada noche a ver
series, a más de 300 km de nuestros amigos, de nuestras familias, en las frías
noches de invierno granadinas, tras una jornada agotadora de trabajo para ver
Enterprise, Frasier o Las Vegas.
En 2004, mi pareja y yo volvimos a Alicante pero nuestra rutina nocturna no
cambió, cada noche nos sentábamos a ver alguna serie de televisión en Fox, Calle 13
o Sci-Fi. Eran los tiempos de CSI, Prison Break o Battlestar Galactica. Los
títulos cambiaban, pero el formato seguía siendo el mismo, dos o tres capítulos cada
noche que te hacían olvidar el estrés del trabajo o las tareas cotidianas. Ese año fue
el boom del ADSL, ya era posible descargar cosas desde Internet y yo lo aproveché
recuperando episodios de mis series clásicas favoritas. Aún guardo los DVDs con
episodios de Cheers, Arrested Development, El Abogado o Padre de
Familia. Era una forma distinta de ver las series, no teníamos que sufrir cortes
interminables de anuncios y podíamos ver más de un episodio seguido de la misma
serie si era lo que nos apetecía. Fue época de maratones de la Nueva Generación
de Star Trek y de Buffy Cazavampiros. Seguíamos viendo algunas series por
televisión, sobre todo las de nueva factura pero el paso que habíamos dado no tenía
vuelta atrás. Acabamos de ver la segunda temporada de Boston Legal y sabíamos
que en Estados Unidos estaba apunto de acabar la tercera. Esa fue mi primera serie
descargada en versión original. Como no sabía que se podían descargar subtítulos,
descargaba los guiones en PDF para entender aquellas frases que se nos habían
escapado. Pronto descubrimos Wiki Subtitles y el mundo se abrió ante nosotros,
comenzamos a seguir las series en versión original, al ritmo de emisión en su país
de origen. Y por fin, a principios de 2008 sucedió algo que si bien, no cambiaría la
forma en que veíamos las series mi chica y yo, si cambiaría los títulos que veríamos
así como la cantidad y la calidad de las mismos.
Fruto de mi gusto por los podcasts y la eterna búsqueda de contenidos interesantes
en ellos, descubrí un podcast sobre series. Sólo llevaban dos episodios y decidí darle
una oportunidad porque se grababa muy cerca de donde vivo. Pero lo que más me
llamó la atención, es que hablaban de lo que les gustaba, y porque les gustaba
sabían de ello. Por ellos escuché hablar de The Shield y tras ver el piloto pensé
"estos chicos saben lo que me gusta". Con el tiempo llegue a conocerlos en persona
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y me di cuenta de que si algo te gusta, de que si te apasiona, al final terminas
sabiendo de ello pero sobre todo, siempre quieres saber más. Así que cuando C.J.
me preguntó hace unas semanas ¿que te gustaría leer en la Revista Fuera de Series?
No supe responder, probablemente porque me daba miedo no estar a la altura de
sus espectativas e ilusiones. Hoy, y tras haber escrito este texto, por fin tengo clara
mi respuesta: lo que quiero es saber MÁS de las series.
Las series me han hecho crecer como persona y me han dado amigos como
vosotros, así que creo que es justo que tengan un medio de difusión a su altura, que
permita a las series hablar conmigo y con cualquier otra persona que quiera saber
más de ellas. Pero no quiero que me hablen de cualquier manera, ni con la voz de
cualquiera, quiero escucharlas a través de gente que pueda hablar por ellas con la
misma pasión que conocimiento. Quiero que las series tengan un sitio del que se
sientan orgullosas. Un lugar donde quieran aparecer porque saben que no sólo son
respetadas sino admiradas y comprendidas. Quiero devolverles una pequeña parte
de lo mucho que me han dado. Quiero que las series tengan voz y que me hablen a
través de vuestra revista. Quiero que la revista Fuera de Series sea la voz de las
series.
CARLOS SOGORB
Director de equipos comerciales en Telefónica y experto en comunicación personal
y ventas. Buceador y Podcaster, puedes escucharle en FreeNoisePod, Haz
Mejor, Trending Podcast y Fuera de Series.
Twitter: @csogorb
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Y ENTONCES, LLEGÓ LA TELE
POR CARLOS M. NAVAS
Creo que eran las navidades del 64 (o quizás del 65, no recuerdo bien) y por fin ese
artefacto maravilloso, esa caja mágica, iba a recalar ni más ni menos que en mi
propia casa. Era un electrodoméstico caro, muy caro, para las economías de la clase
media. De hecho, aún no sé cómo lo consiguió mi padre, especialmente porque la
jefa de economía y contabilidad del hogar Navas era en realidad mi madre. Me
imagino que al bajar un poco el precio (he leído con posterioridad que se les eximió
del impuesto de lujo) y al conseguir pagar a plazos en un establecimiento propiedad
de un compañero de trabajo que tenía pluriempleo (sin letras, con la palabra de
hombre bastaba), se hizo posible la compra soñada.
Tendríamos uno en exclusividad para nosotros, aunque recuerdo que algunos
acontecimientos importantes los compartimos ante él con compañeros de trabajo:
esto es, los partidos de fútbol de la selección española (entonces no se podía decir
La Roja) o especialmente del Madrid, club no ya de preferencia, sino de
exclusividad de mi padre . Ocasionalmente, con algunos vecinos vimos alguna
película (española y folklórica, por supuesto) y, aunque me gustaría decir que sí, no
había demasiado interés en la comunidad en ver alguna obra de teatro del mítico
Estudio 1 . También yo invité a algunos compañeros del colegio para ver series de
dibujos animados, como D. Gato, Hipo, Bugs Bunny y algunas series de Hanna
Barbera… Todas aquellas imágenes se colaron en mi casa y su visión constituyó el
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premio y la recompensa a los deberes bien hechos y a los sobresalientes que me
ponían en las notas (entonces se ponían hasta para los alumnos de primaria).
Porque una característica muy importante de nuestro querido aparato en sus
comienzos en España, fue actuar como imán y foco de atracción para grupos de
personas. Era como fogata de campamento ante la que reunirse y escuchar historias
de hazañas deportivas, taurinas, musicales, del lejano Oeste o crónicas cercanas a
mi pueblo, con detectives americanos o con filósofos de saber popular como el
Séneca cordobés, con películas extranjeras o con teatro español. Comenzaron a
inaugurarse en todo el país los teleclubs, sustituyendo o complementando las
partidas de dominó y naipes de los casinos de los pueblos, desarrollando algunas
tareas culturales y ejerciendo en algunos casos como Casas del Pueblo (algo
innombrable en aquellos tiempos).
El aparato en sí lo había visto en algunas películas o en algunas fotografías de
revistas, pero me parecía algo muy, muy lejano. Un artilugio fantástico
exclusivamente norteamericano, algo tan yanqui como la mantequilla de cacahuete
que veía devorar a grandes y pequeños con deleite en las películas. Su aspecto de
mueble kitsch, similar al pick-up, me parecía idóneo para formar parte del hogar de
planta baja y garaje, de calles sin aceras, de mamás en casa, de cocina con multitud
de cacharros tecnológicos que Regreso al Futuro tan bien enseñó y que tan
extraño a nuestra sociedad me parecía.
Fue en el NODO, sin duda, donde vi las primeras aglomeraciones ante las tiendas
que los ofrecían aquí en España. Por supuesto, eran imágenes grabadas en tiendas
de Madrid y Barcelona, donde su potente atracción hacía que, pegados al cristal,
decenas de viandantes se pararan a ver algún minuto de fútbol o de toros (después
he leído que también para ver una boda real, o un desfile militar, aunque
sinceramente lo dudo mucho). Creo que, al margen de lo que he apuntado de los
teleclubs en los pueblos, sólo esos dos espectáculos eran capaces (y lo son todavía
hoy), de congregar a su alrededor a tantas personas. Hoy en día aunque tengamos
dos o tres aparatos en casa, ¿no preferimos bajar a ver el partido al bar con los
amigos (o con los enemigos en territorio hostil)? Pero... ¿lo hacemos con una
película o con una serie?
En Alicante, en mi barrio de Benalúa, sí recuerdo que muchas, muchas personas
acudieron a ver por primera vez un televisor en funcionamiento en, como es lógico,
el bar más popular (que aún hoy existe, aunque transformado en bodega-licorería
de postín). Recuerdo el aluvión incesante y renovado de gente que miraba
asombrado mientras daba cuenta de la caña (yo de una Fanta) constituyendo
durante bastante tiempo una clientela extra que sin duda compensó rápidamente el
gasto ocasionado al hostelero. Muy pronto, otros colegas de profesión se dieron
cuenta de las ventajas económicas que suponía el invento y se aplicaron
rápidamente a la instalación de los aparatos; se establecieron en el contorno
cercano a mi domicilio varios bares con un cierto grado de especialización y siempre
para acudir en compañía (yo, donde me llevaba mi padre): Aquí para los toros, allí
para el partido de fútbol de los domingos por la tarde (por eso luego lo publicitó
tanto el Plus cuando lo resucitó: "Me gusta el fútbol, los domigos por la tarde es la
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mayor…") y, en otro sitio que para mí era especialmente deseado, los lunes tarde a
ver los resúmenes de los goles de la jornada (raramente todos, porque siempre el
avión o el tren había fallado para alguno) emitidos por el abuelo de Estudio
Estadio, del que no recuerdo su nombre.
El aparato de televisión constaba de tres piezas: la TV propiamente dicho con su
pantalla de tubo, la antena de cuernos y el estabilizador. Bueno, debería añadir una
cuarta que, aun no siendo esencial, enseguida adquirió importancia como elemento
distintivo de categoría social: el mueble o la mesita de televisor.
Empezaré por hablar del televisor en sí. Realmente, las marcas de aparatos eran
muy pocas: Kastell, Emerson, Vanguard, Elbe (cito las que han desaparecido), y los
modelos dentro de cada marca eran tan pocos que, en realidad, todos los aparatos
eran muy similares. Ahora mismo, si cierro los ojos, puedo ver el Kastell que
recogimos de una tienda de electrodomésticos (que yo creo que sirvió de modelo a
la de Tinín en Cuéntame) y sus más que apetecibles encantos: gran pantalla,
sonido envolvente, sintonizador (elemento de lujo, porque sólo funcionaba una
cadena), encendido rápido (eso sí, levantándose del sofá, porque la existencia del
mando a distancia sólo aparecía en alguna narración de ciencia ficción y ni siquiera
pensábamos que podría aparecer un día en nuestro hogar)... Todos esos elementos
eran comunes fuera cual fuera la marca y el modelo. Tardaba un poco (casi un
minuto) en encenderse, pero tenías todo el tiempo del mundo para esperar. Era en
blanco y negro (lo clásico es siempre en blanco y negro) aunque, eso sí, ya leía por
entonces que se estaba experimentando con el color y, más pronto que tarde, nos
aguardaba otra sorpresa y la televisión se abriría, como lo hizo el cine, al
espectáculo de las cosas como las ve el ojo humano. Al menos, eso sí, la TV había
empezado directamente con sonido.
Vayamos con el estabilizador, aparatucho feo con ganas, elemento imprescindible
imagino que debido a la muy irregular tensión eléctrica suministrada a los hogares
(para que veáis que los pleitos de la clase media con las compañías eléctricas ya nos
vienen de antiguo) que sin él resultaría letal para las válvulas y diodos interiores
debido a los vaivenes del voltaje. Es curioso sin embargo observar que fue
receptáculo de multitud de modelos de mantelitos de ganchillo, o imitaciones de
plástico, que intentaron paliar esa fealdad intrínseca ornando sus paredes o al
menos, la parte superior e inferior del mismo. Eso sí, tenía la buena costumbre de
señalar el final próximo de su trabajo haciendo aparecer un ruidito o silbido
persistente que se iba incrementando con el transcurso del tiempo de
funcionamiento hasta que, tras ocultar el sonido de la TV y romper los nervios de
los espectadores era sustituido por otro congénere de superior calidad y más caro.
Es por tanto muy comprensible y fácil de entender que la aparición de modelos que
no precisaban del estabilizador fuera saludada con alborozo por la prensa y no sólo
por la exclusivamente técnica.
Para acabar, la entrañable antena de cuernos, más o menos retráctiles, la V mágica.
Siempre el elemento más temido y venerado pues, dando por supuesto que al
antenista se le llamaba después de tener la TV en casa y dada la tardanza de éste en
otorgar su valioso tiempo y trabajo, rayana en lo que hoy supone la de un fontanero
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en acercarse a tu domicilio, era imprescindible su colaboración para que se
abriesen, tras varias maniobras, giros y extensiones adecuados, los maravillosos
contenidos de la caja mágica en la pantalla tras el montón de puntos borrosos y
ruidosos mostrados al encender el aparato. La instalación de la antena por parte del
chamán antes mencionado no finiquitaba la utilidad de nuestra amiga: por un lado,
los frecuentes problemas en las antenas individuales (y no te cuento en las
posteriores colectivas) y la dificultad de una nueva vuelta del técnico, sumada ahora
a la enemistad secular con el vecino del ático o de cualquiera que debiese facilitar el
acceso a la terraza; por otro lado, los frecuentes deseos de movilidad deseada para
el aparato que aparecían a los pocos meses de la instalación, hacían que sus
servicios fuesen solicitados con frecuencia. El ritual se completaba tras encontrar el
elemento familiar (frecuentemente el padre), con el que nuestra antena entablaba
relación preferencial. Vamos, el único de la familia que la entendía y que era capaz,
a veces a costa de permanecer en incómoda postura mientras la sujetaba a lo largo
de las horas, de conseguir que realizase a la perfección su tarea.
Si prácticamente todos los aparatos son iguales, ¿cómo destacar de otros
poseedores de tan preciado bien?, ¿dónde remarcar la diferencia que nos separa e
indique la – superior, claro- clase social a la que pertenecemos? Pues se hacía con
el mueble donde va a reposaba nuestro querido aparato. Así, se crea una línea de
mobiliario dedicada a él, aportando incluso materiales nuevos (formica y otros) que
viven su boom para ser empleados en estos acogedores espacios para nuestra tele y
que rápidamente inundan establecimientos de muebles y de electrodomésticos.
La clase social más elevada dispondrá de grandes muebles tipo biblioteca donde,
muy centrado y a media altura, se encuentra un hueco con sus puertas y llave que, a
manera de altar profano, esconde de miradas furtivas el sagrario seglar. Incluso, en
los escalones más elevados, este mueble se incorpora a una habitación especial, el
salón de TV con su tresillo de sofás mullidos y mesita de servicio de café (y copa), a
diferencia de la plebe que lo aloja en el salón de estar común familiar. La clase
media-baja, mi familia y similares, adoptamos un mueble intermedio que permite
decorar las estanterías laterales y parte superior del aparato con algunos tomos de
alguna enciclopedia con el color a juego, quedando la parte inferior con un pequeño
estante para las revistas con la programación de la TV que comienzan a aparecer en
el mercado (de las que fue reina Teleradio y luego Teleprograma), con la trasera
abierta para que el aparato “respirara”, tomando así cumplida venganza respecto a
las antes mencionadas, que verían recalentarse sus aparatos y por tanto disminuir
su vida útil debido a la jaula de oro donde los encerraban. Los menos pudientes,
gastado ya prácticamente todo el dinero en el aparato en sí, optaban por la
denominada "mesita de TV", que era un mueble de dos plataformas – una para él y
otra para el estabilizador y la revistilla-, bajo, de formica o plástico, que ofrecía una
mayor movilidad gracias a las ruedas de las que estaba dotado y que permitían el
desplazamiento, en dirección al balcón en tiempo veraniego, incorporando incluso
en los modelos más sofisticados una suerte de mueble bar lateral con sus botellas y
vasos. El último, y más barato recurso era, a modo de establecimiento hostelero,
una mera leja colocada siempre en la parte superior de la sala de estar.
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Más adelante se añadió durante un breve espacio de tiempo otro cacharro necesario
para que los televisores antiguos pudiesen ofrecer la segunda cadena de nuestra
televisión española: TVE2, conocida popularmente como "la UHF". Los aparatos
nuevos ya incorporaron la sintonización precisa y los viejos quedaron fuera de vida
útil, por lo que este adaptador tuvo una muy corta presencia (algo parecido a lo que
sucedió posteriormente con la adaptación para los canales de TDT).
Ahora, cuando algunas gotas de lluvia asoman a mis ojos recordando a los que no
están, rememoro aquellas navidades, que para mí sí fueron en realidad mágicas, y
cómo aquel aparato se instaló en mi vida. Empecé a ver, como el replicante, cosas
maravillosas que no creerías jamás: series, películas, teatro, documentales… pero
eso será objeto de otro artículo en el que nos encontraremos.
CARLOS M. NAVAS
Licenciado en Ciencias Matemáticas por la UNED, Catedrático de Enseñanzas
Medias y director del CIPFP Canastell. Apasionado de la ciencia ficción y las
series de televisión, ha colaborado en multitud de publicaciones e impartido charlas
sobre educación. Co-locutor de Fuera de Series.
Twitter: @carlosmnavas
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LORENA GIL VS LORENA
HUXTABLE
POR LORENA GIL
En la gran pantalla siempre se llevan las preciadas estatuillas aquellas películas,
actores y actrices que nos han hecho sufrir cual Magdalena viendo crucificar a
Cristo. Ejemplos hay los que queráis. Siempre preferimos ver cómo se ahogan en un
barco en medio de la nada muertos de frío, cómo mueren millones de niños en
Auswitch o cómo destrozan la vida a cualquier mujer, que aquellas películas que nos
han hecho llorar pero a carcajada limpia. Cuando se habla de SERIES con
mayúsculas, los dramas son también las que ganan la batalla en todas y cada una de
las peleas a las que se enfrenten ya no a nivel de premios si no de reconocimiento.
La comedia es un género difícil porque, aunque casi todos lloramos con lo mismo y
sufrimos con las mismas penas, el humor es muy particular. Lo que a mí me hace
reír, a mi marido le da vergüenza ajena y, cuando él llora de risa, yo lo miro perpleja
ante tanta chorrada. Esto es así.
Por este motivo, he querido romper una lanza a favor de esas grandes olvidadas que
son las comedias y, siendo más concreta, a las comedias blancas y suaves que no
molestan a nadie. No puedo entrar en Community, The Big Bang Theory, New
Girl o Parks & Recreation sin encontrarme detractores y seguidores, pero sí
puedo hablar de La hora de Bill Cosby y sólo una minoría me leeréis extrañados.
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Lo primero es confesar que si soy seriéfila empedernida es gracias a este gran señor
llamado William H. Cosby Jr.
No sé si sabéis que en USA es famoso desde los años 60. Él dice que se presentó a su
primer casting sólo porque sus conocidos decían que era gracioso y que todos los
que estaban presentes esperaban que contara algún chiste racial ya que su
audiencia estaba compuesta sólo por hombres blancos. Sin embargo, tras pensarlo
un momento, decidió hablar de su sorpresa al darse cuenta que habían abierto
gimnasios de Kárate en cada esquina de Estados Unidos. Así es Bill Cosby. En
España no tuvimos la suerte de conocerlo hasta 1986 cuando llegó, la que considero
la mejor comedia familiar que se ha realizado hasta el momento: “La hora de Bill
Cosby”.
Aunque es Doctorado en Educación, Máster en Artes y ex marine, Bill Cosby es
cómico, un término difícil de definir pero que engloba perfectamente su trabajo. Sus
álbumes de stand-up comedy son brillantes, los he escuchado una y otra vez en mis
glamurosas horas de plancha, pero la caja tonta es lo que tiene y fue la que le dio la
fama. Ahora a sus 76 años ha regresado a sus orígenes como como cómico con Far
from finished y está soberbio. En esta ocasión, nos hace disfrutar durante dos
horas subido en un escenario hablando de la gran diferencia entre novia y esposa.
Te ríes a carcajadas y además no puedes dejar de darle la razón: “Una vez te casas
ya no eres friend”.
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Y es que Cosby suele basar su trabajo en su vida real. El show por el que fue tan
conocido trata de la familia Huxtable y cuenta la dificultad que su mujer y él tenían
a la hora de criar a sus 5 vástagos. A raíz de esta experiencia, incluso escribió un
libro que para mí es casi la biblia “ser padre” y lo recomiendo tengáis hijos o no.
Las anécdotas que narra son tremendamente parecidas y, en ocasiones, iguales a las
de la serie, y la conclusión a la que llega es simplemente maravillosa: si Dios no
pudo controlar a Adán y Eva ¿quién eres tú para creer que puedes hacerlo mejor?
La dificultad que entraña ser padre es la de la educación y en 24 minutos conseguía
que pareciera menos duro de lo que es en realidad. Con tanta sencillez y dosis de
humor lo cuenta, que he de reconocer que me ha ayudado mucho cuando no sé que
hacer con mis mellizas y lo único que me viene a mi mente como soluciones,
además de tirarme por el balcón, es la película: “Tú a Boston y yo a California” o mi
versión mejorada “Vosotras aquí y yo a la China”.
Cuando la vi en los 80, quería pertenecer a esa familia donde te sometían a juicio en
vez de castigarte y la ironía formaba parte de hacerte entender lo que habías hecho
mal. Donde si querías usar una licuadora con 5 años tu padre te decía “esto es mío,
mío, mío y sólo pueden tocarlo las manos que pertenecen a este cuerpo”. Donde si
habías dejado la nevera abierta mucho tiempo para ver qué te apetecía comer,
sonaban frases como: “he visto a un pingüino esta mañana y me ha dado recuerdos
para ti”. Donde si te emborrachabas tus padres al día siguiente te ponían delante
tequila para ver si seguías queriendo beber. Era una casa llena de cariño donde a los
abuelos se les hacía un baile cada aniversario y donde los hermanos se ayudaban o
mataban dependiendo del momento. Una casa donde podía encontrar a BB King
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tocando la guitarra en el salón. Una casa que era mucho más que una casa, era un
hogar.
Ahora con la edad, siendo madre, revisionando la serie y leyendo de nuevo su libro,
te das cuenta que lo único que hacían era sobrevivir a los ataques constantes de 5
hijos que les desquiciaban y lo conseguían con humor, complicidad en la pareja y
muchas dosis de paciencia y cariño. Esta parte es muy difícil de ver en la televisión
actual. Modern Family lo ha intentado pero para mí no tiene el encanto de La
hora de Bill Cosby. La blancura y la suavidad con la que trataban los mismos
problemas, han conseguido que perdure en el tiempo y que envejezca con dignidad
al igual que su creador. Como La Hora de Bill Cosby me viene a la mente Las
Chicas de Oro. Son comedias sencillas y grandes al mismo tiempo, series de
premio, de olé, olé y olé, de reír a carcajada y de no importar si te gusta o no el
género. Más tarde o más temprano te harán sonreír. Hay grandes comedias, son las
más olvidadas en los rankings pero la vida está para disfrutarla y llorar menos, para
olvidar que hay gente que degolla, masacra o se ahoga. Es el momento de
cuestionarnos que las serpientes no suben escaleras y si llegan a los árboles es
cuando se caen de los montes.
http://www.youtube.com/watch?v=RNyVfWAajQc
Pero si al final la encuentras en tu escalón pregúntale: Hola bonita... ¿has subido las
escaleras tú solita? ¿Quién en su sano juicio no quería ser un Huxtable? A estas
alturas del partido veo complicado cambiarme el apellido, porque ya le he cogido
cariño y me conocéis así, pero mi dilema siempre ha sido Lorena Gil Vs Lorena
Huxtable... aunque me tuviese que poner los jerséis:
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LORENA GIL
Premio Nacional a la mejor Podcaster Femenina 2010, ha participado en los
podcasts The Tv Slayers y Cosas de LyN. Ha sido locutora en 40 Principales,
directora de informativos y programas en Localia y colaboradora de No es un Día
Cualquiera en RNE.
Twitter: @lorenagil
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ENTREVISTA A PACO PLAZA
POR BORJA GLEZ. SANTAOLALLA
Lo he hecho tres veces en mi vida y fue en la universidad. Sin embargo, esta vez
siento que me desvirgo (en el ámbito de la entrevista me refiero, por supuesto). Y
qué mejor que hacerlo con un amigo, un compañero y una persona a la que
admiro: Paco Plaza (Valencia, 1973). Director de cine y padre de REC, la saga de
terror más famosa de nuestra cinematografía (eso sí, con la custodia compartida
con Jaume Balagueró).
Paco fantasea con que comience esta entradilla describiendo cómo me sirve un
café en su casa justo antes de sentarnos a charlar. Como esas entrevistas de
Magazine de domingo. Lástima que no sepa hacerlo. Eso sí, el café estaba
delicioso.
Borja Glez. Santaolalla: ¿Sabes que la portada del primer número de
esta revista es un homenaje a Historias para no Dormir?
Paco Plaza: ¿Ah sí? Qué maravilla.
BGS: Te lo comento porque creo que Historias para no Dormir fue
determinante para tu primer coqueteo con la ficción televisiva. ¿Cómo
nace Películas para no dormir?
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Revista Fuera de Series - Número 0 (Enero 2014). www.fueradeseries.com
PP: El proyecto nace en una comida en Sitges en la que Jaume Balagueró y yo
hablábamos con Julio Fernández (Productor de Filmax) de la posibilidad de
plantear algo para la televisión. Nuestra ilusión era hacer TvMovies de género que
pudieran ser emitidas como evento especial en alguna cadena. Con ello, la lógica
nos llevó a Jaume y a mí a recurrir a Chicho Ibañez Serrador, porque de alguna
manera él es el padre del género en España y el jefe de la televisión, la persona que
hizo los programas televisivos más importantes. Por eso siempre quisimos que él
fuera el padrino, que liderara el proyecto e incluso intentamos que tuviera el mismo
título, Historias para No Dormir, como homenaje a la serie que él había hecho. El
desarrollo de este proyecto fue una de las experiencias más bonitas de mi vida,
porque suponía juntarnos a trabajar con Chicho, con Álex de la Iglesia, con
(Enrique) Urbizu, Mateo Gil… Era un grupo fabuloso y yo creo que el resultado de
las producciones fue muy interesante. Se emitieron sólo dos capítulos y quizá ese no
fue el momento de hacerla. Es muy difícil poner en comunión lo que a ti te gusta
con los intereses de una cadena. A nosotros, evidentemente, nos hubiera encantado
que tuviera una repercusión y una difusión más grande, pero si no fue así es porque
no tenía que ser.
BGS: ¿Lo será Hamelin, tu próximo proyecto televisivo?
PP: Eso espero.
BGS: Pero esta vez en USA…
PP: La idea siempre fue hacer la serie en España y trasladar el formato a Estados
Unidos. Lo que pasó fue que conforme avanzaba el proceso, el jefe de desarrollo de
Fox Studios se entusiasmó con la idea y decidió que la desarrolláramos
directamente para la televisión americana.
BGS: ¿El proceso de creación es el mismo?
PP: Es más largo y los tiempos son complicados, sobre todo estando yo en España.
Pero el proyecto está ahora siguiendo su curso lógico y esperemos que pronto
podamos rodar el piloto y que después se grabe la serie.
BGS: ¿Crees que en España se puede hacer televisión como en Estados
Unidos?
PP: Creo que es una cuestión de rentabilidad. Un serie de televisión en español
tiene un mercado potencial limitado por una cuestión idiomática. Cualquier serie
que hagamos aquí viaja peor que cualquiera que se grabe en inglés. Para la gente
que produce televisión en España, la realidad es un peso que tiene que asumir. Y esa
realidad es que todas las series tienen que ser rentables. Para eso tienes que hacer
algo para un público muy amplio. Creo y es cierto que se peca de conservadurismo a
la hora de afrontar un proyecto televisivo aquí, pero es culpa del mercado.
BGS: Hemos empezado hablando de televisión y no te he preguntado
todavía por tu serie favorita. A cualquiera que le haga esta pregunta me
respondería seguramente mencionando Los Soprano, The Wire_ o
Breaking Bad_ pero tú me vas a decir una totalmente diferente…
PP: Es que tú sabes que para mí Buffy Cazavampiros_ es lo mejor que se ha hecho
jamás en televisión.
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BGS: Y tú sabes que si yo digo esto en una cena me corren a boinazos.
PP: Los detractores de Buffy normalmente son gente que ha visto un capítulo
suelto. Buffy es una obra que hay que valorarla en su conjunto para poder apreciar
su valentía.
BGS: Entonces no es un simple placer culpable.
PP: Para nada. A mí me fascina Buffy porque creo que es una serie que muta y se
reinventa a sí misma temporada tras temporada. Que todo el rato está coqueteando
con los límites de lo que se supone que es la propia serie. Empezó como una serie de
consumo, algo en la estela de Teen Wolf, que utiliza el género fantástico pero en
realidad es una especie de Sensación de Vivir, pero que acaba mutando en una serie
casi existencialista, que plantea cuestiones muy importantes sobre la vida, la
muerte, sobre qué nos convierte en monstruos, las relaciones familiares o de
pareja… Es una serie que realmente acabó siendo una excusa para que su autor
diera su visión sobre el mundo. Por eso, para mí es el paradigma de lo que el cine de
género puede llegar a hacer: utilizar la fantasía para hablar de la naturaleza humana
y de la realidad.
BGS: Y Buffy, como personaje protagonista engloba todo eso.
PP: Buffy es un personaje que se rebela contra su propia naturaleza y que de alguna
manera su relación con su propio don evoluciona a lo largo de las temporadas.
Desde la celebración de sus superpoderes a sentirlo como una condena y querer ser
una chica normal. En el fondo habla de cuestiones en las que todos nos podemos
sentir identificados, utilizando un código fantástico muy amable y muy abierto.
BGS: Ahora no se hacen series como Buffy.
PP: Ahora muchas series nacen autoconscientes de su propio culto. Intentan
responder al discurso trasnochado de que el mejor cine se hace en televisión. Nacen
queriendo ser la nueva Mad Men o la nueva Breaking Bad. Esa autoconsciencia es
algo que en la época en la que surgió Buffy no existía. Buffy era un producto para
adolescentes que trascendió los límites que se había marcado.
BGS: Te han hecho millones de entrevistas sobre REC, pero a mí me
fascina cuando cuentas la historia de cómo nació la saga.
PP: El origen de REC es totalmente televisivo. La chispa que empezó REC fueron
unas imágenes de Aquí hay Tomate de cuando Raquel Mosquera fue ingresada en el
psiquiátrico. Me acuerdo entonces de comentar con Jaume lo terrorífico de esas
imágenes de esta señora recluida y eran terroríficas simplemente porque estaban
grabadas con un teleobjetivo y con muy mala calidad de imagen y sonido. Jaume y
yo pensábamos que la televisión había inventado un código, con una manera de
contar las cosas que el espectador interpreta como real. El hecho de ver al reportero
corriendo con el cámara siguiéndole detrás, te daba una sensación de verosimilitud
que la gente codificaba como un discurso real. Fue entonces cuando nos planteamos
cómo pervertir ese código realista para contar una fantasía absoluta. También fue
importante un capítulo de Expediente X llamado XCops, que tenía la misma
estructura de telerealidad de Cops pero en el que aparecían Mulder y Scully. Toda
esta coctelera nos hizo pensar que había algo muy interesante en contar una
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historia de género y descabellada, como pensar que hay zombies en Barcelona, pero
con el lenguaje de España Directo.
BGS: No sé si se puede contar con quién fantaseabais para la
protagonista de la saga.
PP: Sí, claro que se puede decir. En los primeros brainstormings, siendo
conscientes de que nunca sería una posibilidad real, pensamos proponerle a
Mercedes Milá que fuera la protagonista. En aquella época ella presentaba el
programa Diario de… y la idea era que la película fuera una especie de Diario de
Mercedes Milá contra los zombies. Pero pensamos que Mercedes Milá tendría un
peso excesivo y le daba un tono que no nos convenía para una película de género.
Poco después y sugerido por Leticia Dolera, apareció el nombre de Manuela Velasco
que en aquella época presentaba un programa llamado Cuatrosfera y que cumplía
con todos los requisitos. Por un lado era actriz y por otro la asociabas a la televisión.
BGS: Para terminar con esta charla te voy a pedir que me digas 5 series
que merezca la pena ver. La primera ya me la sé y ansío por oír el resto.
PP: Pues la segunda sería sin ninguna duda Verano Azul, porque creo que es el
paradigma de serie de calidad familiar. La tercera sería American Horror Story, por
algo que en el cine de género se está perdiendo que es el espíritu ultra lúdico y
macarra. AHS representa todo esto. La cuarta The Newsroom. Es una de las series
mejor escritas de la televisión. Y por último diría Periodistas. Periodistas es una
serie que yo reivindico mucho porque sus guionistas encontraron el equilibrio entre
hacer una serie muy familiar pero que al mismo tiempo no le veías el cartón.
BGS: Gracias Paco
PP: Gracias a ti.
BORJA GLEZ. SANTAOLALLA
Guionista y director, ha trabajado en Caiga Quien Caiga, Qué vida más triste,
Hazte Amigo de las Gordas y Suárez y Mariscal, caso cerrado, así como en
varios de los programas de José Mota. Uno de sus trabajos más recientes es la
webserie Bloguera en construcción y ahora mismo forma parte del equipo de
Amar es para siempre.
Twitter: @glezsantaolalla
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