DE BAJAN
Transcripción
DE BAJAN
----p. VI LAS NORIAS DE BAJAN MEMC,RIAS DE UN CRIoLLo TOMO I 68 1. 1 - - ' • i '' "i" ' 1 I Tnto cte Episotho corno Los cu'.cn qoe Lc pie- ceden y ya hn vi.tO Ia tu g , son originales del se ftor D. Enrique de Ola'arrIa y Ferrari quLen o recurrit Al pseudbminO do Eduardo Ramos, cab tuvo pot objoto dejar Ii In prensa y al publico libertad cit jugcr sin prcocup:ccibfl aiguna su duuicil o bra, quo (,l ofrece corno un tributo dc considerncitLu y respoto tc su segundn y Wen qucrida latria. Descubietto ci sccIctO por ía prensa periodistica, y cx t i aotdinari30t c bien acogida la puhlkacibn el Sr. Olaxarria firma deade boy los Erisooto. N%ccoNM.RS coma AUtor quo es de ebbs. Nota de to primera eL. 0- - - . •+' I of 116, I ! Ai j. r _ A la una entrt, Ufl (Pig. 577) LAS NORIAS DE BAJAN efecto de la derrota del Puente de Calderón, fud de b más desastroso imaginable para los caudillos de la primera tpoca de la guerra de Independencia Nacional. Qud esperanzas podIan concebir quienes habIan visto desbaratarse como ci humo aquel poderoso ejrcito de cien mu hombres no mal armados, defendidos nada menos que por noventa y cinco piezas de artilleria, con sobradas rnunicjones y cuantiosos recursos? —Nos han perdido!—decIa el cura D. Jose Maria Mercado, que noticioso de la derrota del Puente de Calderón, desde ci dIa 21 de Enero habiase retirado al Puerto de San Bias para hacerse fuerte en aquelia plaza. , c I. 540 Episodios Históricos Mexicanos —Nos han perdido!—rcpitió su interlocutor, que era D. Joaquin Romero, comandante de Is plaza riombrado por Mercado. —No se perderá Ia semilia que habfamos hecho brotar, porque ha caldo en buena tierra; pero jay! icudnto va a dilatar su crecimien to! —Lo más triste es que de este fracaso los primeros causantes lo son los mismos caudillos. —Romero, tiene usted razdn: casi todos los jefes quieren mal a D. Miguel Hidalgo. y no pueden aceptar en calma que un cura sea su generailsimo. —Eso es, como si tuviese la culpa D. Miguel, de que a ellos les hubiese faitado el valor pars dar los prinleros Is voz de insurrecdon. —Dicen a eso que multitud de veces le invitaron a dar el primer paso y que todas elias se negó a hacerlo, considerando reducidos los elementos con que se Ic dijo contaban. Le acusan de haber y ecurrido a este expediente pars niantenerse a Ia caps, hasta que juzgO oportuno ci momento pars aizarse con el trabajo de los d em as. —Pero eso es inexacto. —En efecto lo es, máxime cuando el aizamiento del 16 de Setiembre de i8io, fué obra de. las circunstancias, necesidad del momento, y no ci resultado de preconcebidos planes. —En fin, quiera ci cielo que no tome creces ci mal. —Las tomará, Romero, ]as tomará, no lo dude usted, y a todos nos costaré Is vida; en cuanto Is ocasiOn Ics sea propicia, separaran del mando a D. Miguel. Ya lo han intentado, pero no les saiiO bien Is cuenta. La separación de los jefes después de Is derrota de Aculco fué su prirnera intentona. Si Allende hubiera triunfado de Caileja en Guanajuato, habriase alzado con ci mando supremo, y unido a todos los jefes que Ic siguieron, hubiera impuesto su voluntad a D. Miguel. Todo lo tenIa preparado para ello v no por otra cosa acentuO su disgusto con ci cura, acusándole de negarse a auxiliarie y reunirsele en Guanajuato, cuando si tal huhiera hecho, quizás, quizás solo hahrfan conseguido que Caileja hiciera all1 to quc scabs de hacer en CalderOn. Pero, en fin, hagamos a un lado estas tristes consideraciones y veamos qué noticias teriemos de Guadalajara. I •I_wr,, • : Las Norias de Bajdu - ______ 541 —Pésimas para nosotros, señor cura. —Si? cuáles son ellas? —Son numerosIsimas las gentes que se han acogido al indulto publicado por Calleja, tanto más cuanto que ci jefe realista hace toda ciase de buenos extremos con los induitos, sabedor de que se habia echado a volar la especie de que los españoles no tendrIan consideración alguna con los rebeldes. —Quicn nos trac esas noticias? —El indio Leonardo, que acaba de liegar de Guadalajara. —Hagale usted entrar, Sr. Ramirez, y sepamos lo que dice. D. Joaquin salió a cumplir la orden de Mercado, y no tardó en volver a entrar con ci indio Leonardo, que era un bravo carnpeón insurgente. —Y bien, hijo mio,—le preguntó el cura,—con que nos tracs malas noticias? —Malas, señor padre; dicen que no tardaremos mucho sin que vearnos fusilados a todos los jefes insurgentes y aborcadas a sus tropaS. —Por supuesto, que los que tal dicen son los realistas. —Y también Jos insurgentes. —Tan asustados andan los ánimos? —Tanto, señor, que solo parece que el pals está poblado de cobardes. —l3ueno, bueno, ya les infundiremos valor con nuestro ejemplo. —Falta hace, señor, porque dicen por ahI que Jos menos valientes son los generales, y que en ci momento de las derrotas son los primeros en huir. —Ya les probarernos quc no siempre ha de pasar lo mismo; pero, en fin, Zc6mo queda Guadalajara? —Señor, más alegre que una gloria; sOlo parece que celebran lo quc ha pasado en Calderón: dicen, es verdad, quc no han recibido al Sr. Calleja con más festejos que a! Sr. Hidalgo: es cosa curiosa ver corno las mismas gentes sirven con igual fervor a las más distintas causas. —Cómo han recibido a Calleja? —El Sr. Calleja llego elao de Enero a San Pedro, y aill recibió las felicitaciones de la Audiencia, el clero, la Universidad y las repübiicas de indios, y unos y otros le expresaron el contento con E1nsoio 1-Ist,rcus ..%Invcaaos E que le veian ilegar a lihertarlos de la opresión de D. MigLiel, V recibir su protesta de fidelidad a la rnonarquIa. El Sr. Calleja les contestó con las mayores amabilidades, aunque dicen que lo mismo cree en la sinceridad de todos ellos que en coger la luna con la mano. El 2! hizo su entrada en la ciudad, y lo mismo que al señr Hidalgo, le repicaron las campanas, Ic ensordecieron con los vivis y los cohetes, y le Ilenaron los bakones de colgaduras, y de arcos de flores las calies: se dirigió después a la Catedral, y aili se canto, segun el uso, un Te-Deum y recibiO después en palacio los home- najes de toda la ciudad: si digo, senor, que no se hizo más sino rcpetir los mist-nos festejos de la ernrada del Sr. Hidalgo. En la La rde del mismo dIa entró en Guadalajara el señor brigadier D. Jose de la Cruz con todas sus tropas, larnentãndose de no haber podido concurrir a lade Calderón, nn nni.1 n:.: talla de Urepetiro. —\' Ic recibió bien CalIcH. —Mucho que si, y rnás cuand sin lacer valer que ci era antiguo en ci grado que el Sr. Caileja, en vez de haber tornado ci mando en jefe de todas ]as fuerzas, puso todas las suyas a las uric1) Ic i lia\ nes del vencedor de Cd crdn Sin nniLu. hay algo entre ellos. —Qué puede habe. —Que ci Sr. Cruz no ha tornado rnuv li bicu que ci Sr. Callea no Ic bubiera esperado para dar la batalla, y que cree que lo hizo para alzarse el solo con la gloria. —Bien pudiera haber sido; pero en fin, eso a nosotros nada no importa. El Sr. D. Roque Abarca salió en Ia tarde de su escondite de Ia casa de la corregidora de Bolaños, y parece que ha contaclo al señor Calleja niaravilla y media, ponderándole lo juc 1 it11rcnte5 le han hecho sufrir. —Pues qu puede contar ese cobarde, que niup) in urn dc- fender su ciudad de las tropas de D. José Antonio Torres —Cuerita que los españoles le dejaron en las astas del toro, -Sin ayudarle a la defensa. —Tienc razOn; pero culpa fué de sus desaciertos como den te. A Sr. I Idni H ir:rk U parOd(J ire- .--r Las Norias de Bajdn 543 ciéndole el empleo de capitan general: pero que el, no solo no lo drnitió, sino que le dijo que le degollasen primero que volverle a hacer tal proposición. —Miren y cOmo trata de disculpar su miedo, que fué tal, que nunca llegO a ver al Sr. Hidalgo! —AsI lo cree el Sr. Calleja, quien parece que se ha contentado con caliticar su conducta de débil, vacilante y poco digna de su Carácter y representación, sin hacer de 11 más caso para nada. Tambiin se le presentó ci Sr. D. Francisco Rendón, iritendente que fué de Zacatecas, y le ha dado el mismo empleo en el ejército del centro. —No habrán faltado por supuesto las proclamas? —Claro que no, y a pares las ha expedido: la primera, dirigida a os soidados felicitándolos por su comportamiento en Ia batalla, y exhortándolos a continuar siendo los salvadores del reirio, y a no .cometer acción aiguna que pueda deslucir su victoria: la segunda proclama va dirigida a los habitantes todos de Nueva Galicia, y en ella promete las mayores garantIas a cuantos se acojan al indulto, asI como la muerte, el incendio y ci exterminio a todo individuo ó pueblo partidarlo de los insurgentes. —Y qué tal se le muestra de favorable la pobiaciOn? —Como no es posible hacerlo mas: todas las corporaciones publican sus protestas de fidelidad, y algunas, como el claustro universitario, por ejemplo, han hecho valer el no haberse degradado con ninguna demostración de obsequio a D. Miguel. Vaya, señor, hasta suscriciones han abierto para reunir dinero para las tropas. —Tampoco le habrán faltado recursos para hacer odiosos a los insurgentes. —Ya lo creo que no, y por cierto que supieron bien aprovecharlos. —Y nada se presume de cuáles hayan de ser las próximas ope. raciones de sus tropas? —Si, señor cure, y por eso me he apresurado a volver a San Bias. —Acaso vienen sobre ml? —Justamente. El dia 25 ha salido de Guadalajara el señor brigadier Cruz con su division, con objeto de recobrar ci puerto de San Bias. —Bien esta; aqul le esperaremos. Episodios !Isstóricos Mexicanos 54; La conversación terminada, el indio Leonardo se retiró, quedando solos de nuevo el cura Mercado y el comandante de la plaza. II No paso mucho tiempo sin que ambos hubieran reanudado su interrumpida conversaciOn. —La generalidad de las gentes,—dijo Mercado,—dificilmente po drán explicarse el mal ëxito de la mayor parte de nuestras batallas. —Le encuentra usted explicación satisfactoria? —Si, Sr. Romero, la tiene, y usted convendrá en ello conmigo. —No deseo otra cosa. —Si no la hubiese, no se podrIa comprender cOmo fué vencido y dispersado un ejrcito de cien mil hombres, por otro de poco más de cinco mil. —Máxime habiendo podido disponer D. Miguel del fahuloso mimero de noventa y cinco piezas de artilleria situadas en una posición ventajOsa. —En el nümero de cañones está precisamente el daño. —No comprendo. —Si, nuestras tropas carecen del competente nUmero de fusiles, cuya falta trata de suplirse con honda, lanza y proyectiles de escaso 0 ningün efecto. —En cambio, siempre hemos dispuesto de buena y abundante artilleria. —Convengo en lo abundante, pero no en lo buena. —No se lo parece a usted la que procede de las fundiciones reales? —Si me lo parece, y lo es en efecto, pero ademAs de faltarnos gente instruida que sepa manejarid, In rnezclamos con la que nosotros mismos fundimos, y hasta hoy nos ha salido de la más pesima clase. Nuestros cañones carecen adernás de cureñas, es necesario montarlos en carros mal construidos, y una vez colocados, es imposible variar su punteria. Además, nuestras tropas se encastiHan detrás de las piezas, formando grandes masas que ofrecen un blanco seguro al enemigo que en ellas hace un estrago horroroso, ponindolas asi en precipitada fuga. Nuestros generales no saben Las Norias de Bajdu 545 mover sus apiñadas columnas, y ëstas, a su vez, sin idea de la disciplina, sin práctica militor. vienen a resultar, nosôlo inütiles, SiflO perjudiciales en el momento de la hatalla. Los lefes españoles pueden, en cambio, multiplicar sus tropas, n-iovindolas segán estiman necesario y emplean su artillerla en lo que la artilleria debe emplearse, esto es, en protegr los ataques de infantes y cahallos. Nuestras tropas montadas no son menos dificiles de mover que las de a pie, compuestas en su mayorIa de indios que podrán saber rnorir pero no atacar iii defenderse. El cura Mercado tenia sobrada razón en to que acabamos de oir• Ic decir: los insurgentes fueron casi siernpre derrotados, porque SUS generates atendlan màs al nimero que a la disciplina de sus tropas: ci sistema de Calleja era enteramente ci contrario, y si bien hubiera podido por medio de reclutamientos forzados aumentar en todas ocasiones sus tropas. siempre dió la preferencia a la disciplina sobre ci niimero. Y no es que los soldados realistas fueran todos prácticos en ci servicio militar: su ejërcito del Centro le formó con gente que se le envió de las haciendas y pueblos vecinos a Sari Luis: grandes dificultades tuvo para armarle, y tan escaso de municiones andaba, que en las seis horas que duró la acciOn, hubo de consumirlas y verse precisado a servirse de las que tomó al enemigo. Si ci ejCrcito insurgente huhiera sabido aprovecharse de ]as ventajas que a su favor militaron en ci campo de Calderón, quizás los rcalistas habrian sido derrotados. El mismo Calleja lo dejó asentado asi en La nota reservada que dirigió al virey ci mismo dia de la acción: ci primer parrafo de esta nota dice lo siguiente: uEn mis oticios de ayer y boy doy cuenta a V. E. de la acción que sostuvieron las tropas de este ejército contra ci de Jos insurgentes, y hago de ella todo ci elogio quc merecen, atendido ci feiiz resultado de la acción, ilevando por principio hacer format a ellas mismas y a todo ci ejército, uña idea tan alta de su valor y disciplina, que no les quede esperanzas a nuestrós enemigos de lograr jamas ventajas sobre un ejército tan valiente y aguerrido; pero dcbiendo hablar a V. E. con la ingenuidad inseparable de ml carácter, no puedo menos de rnanifestarle que estas tropas se componen en to general de gente bisoña, poco ó nada imbulda en los principios del honor y entusiasmo militar, y que solo en fuerza de la impericia, cobardla y desorden de los rebeldes ha podido presen69 ToMo 1 546 Episodios Thstdricos Mexicanos tarse en batalla del n-iodo que lo ha hecho en Las acciones antcriores, contiada siempre en que era poco ó nada to que arriesgaba; pero ahora que ci enernigo, con mayores fuerzas y rnásexperiencia ha opuesto mayor resistencia, le he visto titubear y a muchos cuer05 emprender una fuga precipitada, que habria comprometido el honor de las armas, si no hubiese yo ocurrido con tanta prorititud al paraje en que Se habian introducido el desaliento y ci desorden. Por desgracia para el ejército insurgente, y por fortuna para ci realista, la victoria se inciinó del lado de éste y mató el aliento que habian infundido en la generalidad de ]as masas criollas ]as noticias que se tenIan del prodigioso crecimiento de una revoiución, que en ci corto cspacio de cuatro meses habia iogrado extenderse a casi la mitad del pals, ocupando pobiaciones v ricas provincias que le brindaban inagotables tesoros para dar impulso a la guerra. Los pueblos y las ciudades más favorables a los independientes comenzaron a temer que los realistas fueran invencibles y empezó A indicarse una reacción que hahIa de traer funestas consecuencias para la marcha y progreso del plan de independencia iniciado en Dolores. Los crueles atentados cometidos por lo que ci cura D. Miguel Hidalgo habia de titular 4evil canaila, '> causaron un movinliento general de horror, y comenzó a verse con desdén a gentes que hulan ante las tropas y se ensañaban dando muerte cruel a judefensos prisioncros. Viendo todos vencido a aquel poderoso ejército y en fuga a los principales caudillos, nadie pensó más que en salvarse y contraer méritos para con las tropas reales, y dió principio la serie de traiciones que hablan de costar la vida a los jefes insurgentes, sin cxceptuar al mismo D. Miguel Hidalgo. Dc una de ellas iba a ser victima ci valeroso cura D. José Maria Mercado, en los instantes en que comienza esta mi narración. Despues de la toma de San Blas que dejo referida en ci episodio titulado El Puente de Calderón, Mercado regresó a Tepic el 23 de Diciembrc de i8io, y de alli remitió a Guadalajara sesenta prisioneros espaholes con orden de entregarlos a Hidalgo. Custodiábalos el subintendente D. Juan José Zea, que con Mercado did en Ahualulco la voz de guerra al gobierno vireinal. En ci Cuisillo, lugar Las Vorias de Bajthz 547 distante más de veinte leguas de Guadalajara, Zen, a pretexto de un oficio que dijo haber recihido de D. Miguel, hizo degollar a los sesenta infelices españoles, entre ellos a D. Melchor Arantón, subdelegado de Tepic. irritado con semejante crueldad, Mercado quiso por sf mismo conferenciar con el generalisimo, y con tnl objeto saIió de Tepic para Guadalajara, a principios de Enero de 181 i. El desastre de Calderón Ic hizo volver a San Bias, deieni/ndose en el canton de Mochitlilte, donde expidiO una proclama dirigida a levantar ci espIritu de los criollos en' favor de In independencia. Al retirarse a San Bias dejó en In barranca de Maninaico una muy regular porción de sus tropas a! mando de Zea y con catorce cañones con orden de entretener cuanto fuese posible al brigadier Cruz que a marchas forzadas se dirigla ala reconquista de San Bias. Zea tomO posicion en Ins alturas que tan admirabiemente podlan facilitarle In defensa del paso, y se preparó a acribillar a Cruz con el fuego de su artiilez-Ia. El 3i de Enero Zea fué vigorosamente atacado por ci teniente de navIo D. Bernardo Salas, pero al primer encuentro, sus tropas le abandonarori declarándose en precipitada fuga, dejando a Jos realistas ocho piezas de Ins catorce que debian haberles impedido ci paso. Bien ajenos del fracaso que sus armas acababan de sufrir y preparados a disputar In posición del puerto al brigadier Cruz, conversaban en una habitaciOn de la residencia de Mercado, éste, ci comandante D. Joaquin Romero y ci capitan de artiilerIa D. Estéban Matemala. Eran como ]as ocho de la noche del 31 de Enero. Dc pronto entrO en Ia habitación ci indio Leonardo. Sorprendidos con tan brusca entrada, disponlanse a reprender al indlo, cuando sin darles espacio, dIjoles éste: — i A Ins armas, estamos perdidos, vendamos caras nuestras vidas! —Qué quieres decir?—preguntaron a la vez los tres contertuiios. —Que los traidores son dueños de In poblaciOn. —^Qu6 traidores? —Acaban de venirme a avisar que ci cura de San Bias, D. Nicolas Santos VerdIn, tiene concertado con varios vecinos apoderarse de Ins personas de sus mercedes, sorprendiéndolos a la media noche de boy. 548 Episodios Hisiórios Mexicanos —Pero con qué elementos cuenta?—preguntó Mercado con la mayor serenidad y como si estuviese seguro de que aquel hombre habia sido mat inforrnado. —Con los cuerpos de marinerIa y maestranza del puerto, que aun no han olvidado sus mañas realistas. —Y bien,—observó Mercado levantándose y ciñendo reposadamente su espada a su cintura:—vamos, señores, a conjurar esta tormenta: son poco más de las ocho, y la conjuración debe estaliar it media noche; disponemos de cuatro horas para hacerla abortar. ..—Señor,—dijo el indio Leonardo,—no salgan ustedes. —Por qué razón? con tal aviso quieres que nos estemos mano sobre mano? —Es que probablemenme la conjuración estallará antes de la media noche. —Cómo to sabes? —No to sé, to supongo. —Pero en qué te fundas? —En que me han informado de que la señal de reunion serik un toque de campana y acabo de ver desde el corredor brillar un ins.. tame una luz en la tome de la parroquia. Apenas acababa de hablar el indio Leonardo, cuando se dejó escuchar en el sitencio de la noche y con sonido imponente para aquellos hombres, el toque grave y lento de la campana mayor de la iglesia. Casi a la vez se escuchO algo como el ruido de una muchedunibre que avanzaba por las calies vecinas at alojamiento de Mercado, quien dijo: —Sefiores, ánimo y veamos en qué para esto. —Padre Mercado,—dijo entonces ci indio Leonardo,—crdalo su merced, estamos perdidos. —Por qué? —Porque it pesar de las sombras de la noche, distingo claramente una multitud tan grande, que pasan de doscientas las personas que la forman. —Y bien, eso qué imnporta, asi no se perderá ninguno de nuestros disparos. —No ôbstante... !''r Las Norias de Bajdn —,Quë tienes que observar? —Padre, perdóneme usted lo que voy a decir. —Qué? concluye. —Que se ponga en salvo su merced mientras nosotros entretenemos a los traidores. —Nunca—exclainó Mercado con resoiución. —Señor, hizole observar D. Joaquin Romero,—Leonardo tiene razón. — l Nunca!—re p itió el cura. —Vea usted,—dijo a su vez el comandante de artilleria D. Estban Maternaia,—que resistir a esa gente es una temeridad y que si usted perece a sus manos. la revolución habrá perdido uno de sus más entusiastas jefes. —Otros vendrán a ocupar mi puesto,—respondió Mercado. —Sr. Mercado, usted tiene cierto prestigio en estos rurnbos, y locura es no utilizarle como podria hacerlo saliendo de aqui. —Pues hien, vengan ustedes conmigo y rnarcharé. —Eso no es posible,—contestó Leonardo,—los traidores tienen cercada la casa. —Entonces yo tampoco puedo huir. —Si, porque a la espalda de la casa hay un voladero que los conjurados no trataron de guardar sin duda. —Pues vayámonos todos por dl. —Perecerlamos todos. —No comprendo entonces... —Si: mientras los conjurados noten que nos defendemos, atacaran por la fachada principal; pero si VCfl que no se les opone resistencia, todos acudirán al voladero ó desde las mismas ventanas de esta casa nos acribiiiarán a halazos antes quc hayamos podido es cap a r. La griterfa de los conspiradores era grande en aquellos momentos, y se trataba de derribar la puerta de la casa, dando en ella golpes furiosos. Leonardo se asomó entonccs a una de las ventanas de la fachada hizo ci primer disparo al que respondieron otros den: el comba te siguió despuës sin interrupcion, tomando parte en dl ci cura Mercado, sin que fuera posible corivencerie de la conveniencia de su fuga. I '- 55o - Episodios His:dricos .tlexicanos Al corto rato cayeron mortalmente heridos y espiraron en brazos del cura, el valiente D. Joaquin Romero y ci fie) indlo Leonardo. El comandante D. Estëban Maternala haba acudido a contener S los que trataban de derribar Ia puerta. y cuando ésta vino al suelo, cayó en poder de los asaltantes y fué muerto. Solo quedaba Mercado dispuesto a morir, sin retroceder. cuando se escuchó Ia voz del cura Verdin que gritaba: —No matdis a Mercado, colámosle vivo! —Si: guardemosto para la horca. El caudillo se horrorizó ante la idea de que quisiese hacrseie burla y iudibrio del populacho, y cerrando todas las puertas y atrancándolas como pudo, corrió a ]as ventanas que daban sobre ci voladero, y haciendo la señal de la cruz se descolgó, sin detenerse a mirar ci abisino que debajo de ëi se abria. Poco después se escuchO un grito de dolor y desesperaciOn, y los conjurados quedaron dueños de toda la casa. U Recobrada del modo que acabo de referir la plaza de San Bias, ci cura D. Jose Maria Verdin rindiO el siguiente pane de la contrarevolución: aTiene este vecindario, y yo a su nombre, ci honor y la sat isfacción de poner en noticia de V. E. la generosa accidn que emprendió la noche del 3i de Enero prOximo pasado en obsequio de su rey legitimo, por quien no es la primera que muestran su fidelidad: Estos leales vasallos, noticiosos de que el cura del pueblo de Ahualulco, D. José Maria Mercado, que fué nombrado comandartte general de las tropas de Hidalgo, regresO a este pueblo desde el sitio de Barrancas con el fin de hacerse fuerte en él y tratar deuna obstinada defensa, y caso de desconfiar, embaroarse en los buqies del rey; se convocaron con reserva para apresar a media noche al mencionado cura, al cornandante puesto aqui por ël, D. Joaquin : i 55 Las Norias de J3ajdn arriflerla, como cabzas principales en este suelo del partido de La jj-i surrección, é igualmente a sus farnilias y a las cornpañIas de indios que se hallahan de guarnicióri; pero como a pesar de La reserva con que trataban de sorprenderlos lo liegaron a descubrir, se apresuró la acción y les fué indispensable poncria en obra entre las ocho y nueve de la noche, haciendo a seha con tres campanadas, a las que acujQ a los cuarteles y casas de los • cabezas mencionados, con ci fin de verificar su aprehcrisión sin maitra.._.;•\ • tar a sus personas; pero habiéndose • rompido el fuego en la casa de D. Joaquin Romero por dl y ci centinela, se procedió lo mismo por nuestra gente, rnantenlLndose aigun rato, a causa de que ci citado RomcrQ estuvo a puerta / cerrada manteniéndolo por una yen• j' tana con varias armas de fuego que tenia cai-gadas, hasta que fuë muerto a balazos y se concluyo la re)erta, haarte rtarcic Romero, ban I1atemala y ci indxo centincia, y de La nuestra el rondin Ignacio Juá' rez, y buzo Bernardo Caspio, y saliet ron heridos cuatro individuos de la J- • 4• marineria. ),Al padre D Jost',Maria Mercado se halo al sguicnte dia en La profun.,... 34't : 1- - ?- - ft 3 :- f4Jj .•- -:- ..e hallo at signiente dia... •' ' 552 Episodios J-iistóricos Alexicanos didad de un voladero contiguo a las casas del comandante y ministros del Apostadero, quien desde luego experimentóesta desgracia par hacer fuga. Sepultados sus caddveres en ci mismo dfa, no ha ocurrido novedad que perturbe el sosiego de este páblico, y se mantiene con la correspondiente vigilancia y orden debido, consultándome sus disposiciones y apresando las partidas que sucesivarnente han ido liegando de sus Iropas, convoyando su equipaje, pólvora, granadas y otros pertrechos. todo con el tin de lograr su laudable deseo, que es y ha sido tener este puerto a ]as disposi ciones del legitimo gobierno: lo que participo a V. S. para su juteligencia y que se sirva elevarlo al superior conocimiento de S. E. 6 para que V. S. dicte las providencias que tenga por convenientes. de las que por mi conducto quedara enteridido este vecindario y me prometo las cumplirá exactamente en obsequio del legitim& soberano y del mejor servicio: en ci concepto de que en estas crIticas circunstancias se halla esta plaza sin jefe alguno en los distin.. tos ramos ó atenciones respectivas a comandancia de marina, ministerio de Ia misma y real hacienda, juzgado real, administración de salinas y de reales rentas, etc., y en el de que nos haliamos con la porción de reos que se han apresado, entre ellos, D. José Mercado, padre del eclesiástico difunto; D. José Antonio Perez, los coroneles D. Manuel José Góniez y Pablo Covarruhias, ci guardia de corps D. Pedro del Castillo y otros eclesiásticos de los mismos honores, sin cárcel competente y con Jo que se duplica ci trabajo y fatiga de los guardias, y ha obligado a tomarse el arbitri por ahora de pasar a bordo de la fragata Princesa ciento veinticuaira indios prisioneros que formaban dos ó tres compañIas de guarnicion. sEs cuanto por ahora puedo comunicar a V. S., añadiendo que aun no puede darse la entera noticia de los intereses que tenfan en su poder, adquiridos del saqueo y secuestro de bienes de los europeos, hasta hacer un formal reconocimiento, que lo ha inipedido Ia primera importante atención, lo que oportunamente comunicaré áV.S. 'iDiosguardeaV. S. muchosafios. San BIas, 3 de Febrero ie I DLdo. Nicolcic Scflor comandante general de las tropas del Rey. I . I jM •1 Las Norias de Bajan 553 El brigadier Cruz contestó ci dIa 4 desde Ixtlán al anterior oftdo, agradeciendo a nombre del rey ci servicio prestado por el yecindario de San Bias, y recomendando a Verdin tomase cuantas disposiciones creyera oportunas para la seguridad de los presos y custodia de los efectos aprehendidos, mientras Ilegaban las fuerzas enviadas a San Bias, en el que deberlan encoritrarse el 9 6 10 de Febrero. Al tenerse noticia en Tepic de la contrarevolución de San Bias, ci Dr. Véiez predicó Un sermon contra los independientes, produciendo tal efecto, que la-gente joven se arrojó sobre Los jefes y los aprehendiO al grito de 1 viva Fernando VII! cayendo en su poder D. Juan Jose Zea que regresaba a Tepic después de haber sido derrotado en las Barrancas. El dIa 8 entrd ci brigadier Cruz en Tepic, siendo recibido con las mayores demostraciones de entusiasmo, en las cuales tomaron parte aun las señoras, que salieron a esperarle lievando coronas de ramas y fibres en las manos. Tres dias permaneció Cruz en Tepic, tomando disposiciones para el mejor arreglo de esa administración y castigando a los rebeldes: en vjrtud de estas medidas fué ahorcado ci subintendente Zea y suspendido su cadaver de un árbol, a la entrada del pueblo. El dIa 12 hizo su entrada triunfarite en San Bias ci jefe espanol; ci pueblo estaba completamente iluminado y adornado, a pesar de no haber avisado la hora de su liegada, que fu a las nueve y media de la noche. El 0 paso al arsenal a efectuar un reconocimiento y procediO a la formación de cinco compaMas de voluntarios a quienes dejO libre La elección de sus jefes: señalO pensiones a las viudas de los muertos en ci ataque a la casa de Mercado y mandó ahorcar ci dia 14 al padre del caudillo, que por disposiciOn de su hijo habla ejercido un mando miiitar y estuvo encargado de apreherider españoles y del embargo de sus bienes. El mismo dIa saliO Cruz de San Bias para Tepic a donde llegO a las diez y media de la noche, y aliI permaneciO ci 15 y 16 ocupado en atenciones del servicio. AsI terminó La breve campafta del cura de Ahualuico D. José Maria Mercado en Tepic y San Bias, siendo vIctima de la traición de aquellos pueblos a los cuales ningün dafto hizo y si procuth hacerlos independientes y libres. ToMo I 70 I 534 Episodios Históricos Mexica;ios Iv Indolentemente reclinada sobre un canapéy jugueteando Coil ur precioso abanico primorosamente trabajado en marlil, hallábase en los mornentos en que nos introducirnos a su habitación una hermosa mujer no desconocida para mis lectores. Un hombre, joven también, sentado a una mesa en que ardla en un candelero de plata una vela de cera, leIa varias cartas que ci parecer atralan en extremo su atenciOn. —Y bien, Joaquin,—dijo de pronto la dama,—tienes ye todas. las noticias que esperahas hallar en esas cartas? —No todas, Remedios mIa; pero, en fin, necesario será conformarse con ellas, ó esperar resignadamente otras. —Crées uS que estard en Guadalajara? —Posible es que flO, si como puede suponerse, ha adquirido ya y a su vez noticias de la residencia probable de Guadalupe. —Pero si de nuestro asunto no, de qué te hablan en esas inter-. minables cartas? —De qué han de hablarme sino del estado de la guerra? —Se confirma la muerte del cure Mercado? —Ohl de un modo positivo. —Pobre hombre! corta fué su campaña. —Anda, qua no faltarán quienes la prosigan, haciendo brotar por todas partes la chispa revolucionaria. Bien es verdad que segOrt parece todos los revolucionarios caminan con mala fortuna. Ahi tienes, sin ir más leos, a José Gonzalez Hermosillo que parece que ha perdido en un dia toda la provincia de Sinaloa. —Ha sido derrotado segcin eso por Garcia Conde? —Pero por compicto. —Cuenta, Joaquin, cuenta. —Dueño casi de la mitad de la provincia y sin más enemigo que el ejército reunido por el coronel Viilaescusa en San Ignacio, salió del Rosario el 25 de Diciembre: en Cocolotan paso revista a sus tropas y hailó tener cuatro mil infantes y cast quinientos caballos: una tercera parte de sus hombres posea regulares armas de fuego, otra tercera lanzas y ci resto hondas, flechas y palos: contaba además con seis cañones. El 7 del actual Febrero se presentó frente a F Las Norias de I3ajdn 555 San Ignacio, del cual sóIo le separaba el rio de Piaxtla. Sabedor de que Villaescusa solo podia disponer de cuatrocientos hombres, durmió tranquilarnente aquella noche después de haber dispuesto el ataque para La mañana siguiente. Durante su suefto el brigadier D. Alejo Garcia Conde, avisado del peligro que Villaescusa corria, entró sin ser notado por Hermosillo, en San Ignacio, viniendo del pueblo de Elota, distante diez leguas del amenazado por los insurgentes. Garcia Conde llevó, pues, a Villaescusa un refuerzo de seiscientos hombres y cinco piezas de artillerIa. Apenas arnaneciO, Hermosillo dividió su ejército en tres columnas, con ánimo de envolver a la población atacándola por derecha, izquierda y frente: contenidas las de la derecha y frente por el fuego de la artillerla diestramente colocada sobre una eminencia, solo pudo avanzar la de la izquierda, que tan segura del éxito marchaba, que llegó poco rnenos que en formación a las primeras casas del pueblo. Entonces fué cuando Hermosillo sintió derrumbarse todas sus combinacioneS al ver a Garcia Conde que al frente de sus tropas apareciO como brotando de los zarzales en que las habla tenido ocultas a entrambos lados del camino. En pocos instantes las fuerzas insurgentes se vieron atacadas vigorosamente por un enemigo cuyo nOmero no podIan calcular, y el resultado de la sorpresa fué tal, que Garcia Conde quedo completamente victorioso y dueño del campo, pertrechos, municiones, carros y hasta equipajes de los independientes. —Puede haber desgracia mayor que la que tienen esos hombres? —exciamO Remedios que habIa oIdo con vivo interés la relaciOn. —Garcia Conde dejó con su triunfo libres de insurgentes los partidos de San Ignacio Piaxtia, Copala, Maloya, Mazatlán y el Rosario, toda la provincia, en fin, de Sonora y Sinaloa. —Y qué hizo Hermosillo con las tropas que le quedaron? —jQué tropas habIan de quedarle! —Explicate. —Publicado por Garcia Conde ci bando de indulto, que es La continuaciOn de todo triurifo realista, se acogierorl a éi casi todos los dispersos y hasta el mismo D. José Antonio LOpez, segundo de Hermosillo. —Y qué dicen de Guadalajara y de Calleja? No se ha dado gusto en fusilar a diestro y siniestro como tiene de fama? 556 Episodios Histórios Mexicanos —Parece que en esta acción ha sido menos pródigo en ello. —Pero algunas ejecuciones ha habido? —Si: ci t i de Febrero hizo fusilar diez prisioneros hechos en Caiderón. —Se sabe el nombre de alguno? —Si: el de un norte-americano liarnado Simon Fletcher. —01 hablar de 61 en Mexico, donde se presentó al virey ofreciándosele como muy práctico en asuntos de rnaestranza. —Justamente fud director de Ia maestranza de D. Miguel, quien Ic distinguiO con ci empleo de capitán de artillerfa. —,Eso fué su delito? —Algo influyO; pero ci principal, segun me escriben, fué el de haber sido comandante de una baterIa en la batalla de CalderOn. - Pobre hombre! —Más despertarfa tu compasión si resuitase cierto lo que segün esta carta se decla en Guadalajara. —ZQud cosa? —Que tal era el deseo de Calleja de fusilar a algün individuo de aquella naciOn que tantos fihibusteros ha cornenzado a enviarnos, que le hizo sacar del hospital en que se hallaba enfermo, para fusilarle. —QuiCn puede saber lo que haya de cierto en eso: lo mismo de los independientes que de los realistas, se refieren tantas especies embusteras, que es in-iposible distinguir lo falso de lo real. —Es cierto. —( Ha salido verdad lo del nombramiento del brigadier Cruz? —Y tanto que si, el virey le ha designado para presidente de la Audiencia de Guadalajara. —Pero aun no habrá tornado posesión. —No, y segtn me dicen, Calleja saldrá de la ciudad sin aguardar a que la tome. —(Tanta prisa Ic corre? —Quiere dirigirse a San Luis para observar desde alli mas de cerca a los insurgentes. —La verdad es que se toma siempre muy regulares descansos. —El que en Guadalajara se ha tornado se le han impuesco las circunstancias. Las Norias de Bajan 557 —Qué Circuflstaflcjas? —Aquellas en que se encontra ban sus tropas: ha necesitado hacer casi de nuevo ]as cureñas de caones, y reponer su caballerla, sumamente maltratada por sus continuas y largas marchas. —No sé por qué ha Ilegado a figurarseme que Caileja no tiene mucha confianza en sus tropas. —AsI es en efecto. —Tá tambjeri lo crees? —Y con sobrado fundamento —Cuál es? —En Aguascalientes sufrió alguna deserción y otro tanto le ha sucedido en cuantos parajes ha tocado con los naturales de aquelbs rumbos. —En la batalla de Calderón parece que algunos cuerpos realistas trataron de emprender la fuga. —Además, ha de scubierco que alguno de sus soidados han recurrido a entregarse a todo género de excesos, con el fin de contraer enferrnedades que los eximan del servicio. —Malos sintomas son estos. —Peor que malos, y 'tanto, que me consta que ha escrito al virey diciéndoie: ,No puedo menos de decir a V. E., para que be sirva de gobierno, que no advierto en mis tropas aquel aliento que da la victoria, v que ya sea por ci cansancio de tan continuadas marchas, ó porque han empezado a experimentar alguna pérdida de genie que no se p r ometlan, las veo poco inclinadas a emprender nuevos ataques que puedan series más cOstOsos.D —Pero en qué pueden consistir esas pérdidas? No dice Calleja en todos sus panes que nadie muere de los suyos? —Lo dice, pero no es esa la verdad. —Ni quien lo dude. Inexpertos son ciertamente los insurgentes en ci arte de Ia guerra; pero de esto a no saber siquiera matar enemigos, juzgo que hay gran distancia. —Lo positivo es que solo a la columna de granaderos le faltaron en Guadalajara treescientas plazas, y asi en proporción a los demás cuerpos. —Y cOmo explica esto Caileja? —Dc un modo muy curioso. 558 Episodios Hi.sloricos i1cxica;Ios —En carta particular ha dkho a Cruz que ]as muleres v el calor le acababan Is tropa. Remedios soltó una franca carcajada al escuchar estas palabras. —Calleja solo atiende a halagar y tener contentos a sus suhalternos, y de aqul proviene que hays dado a sus tropas un ejemplo de irnpunidad que quizas en lode adelante hays detraerle funestas COnsecuencias. —Vas a referirte al coronel del regimiento de dragones de San Carlos? —Justamente: al separarle del mando lo ha hecho con ci pretexto de dejarle al cuidacto de los enfermos, cuando en su comunicación at vircy le dice hoberlo hecho ((por Is pobre opiniOn que obligó a formar de su espiritu, la conducts que observO al frente del enemigo en Is acción de CalderOn, siendo causa de que su regimiento retrocediese por dos veces y empezase a huir siguiendo el ejemplo de su coronel y poniendo en desorden a los demás.n Al Ilegar nuestros personajes a este punto de su conversación, oyéronse dos golpes dados en Is puerta de Is estancia en que se hallaban. —Ade1ante!---dijo Remedios dejando de continuar reclinada en ci canape y arreglando sus vestidos de rnodo quc quedasen cubiertos sus pequeños y deliciosos pies caizados con un undo zapato bajo de raso carmesi. Apenas diO su permiso, Is puerta se abrió dando paso a otro joyen en traje de camino. —T(i aquf, mi buen Anastasio!—exclamó ci caballero extendiendo sus brazos al recién venido, que se arrojO en ellos con efusiOn, separándose después para presentar sus homenajes a Is hermosisima dams que ha ligurado en ci dialogo anterior. V Quien hubiera conocido a Ochoa en aquellos dias en quc enamorado de Is hermosa Guadalupe se lamentaba en dulces versos de desdenes y frialdades que a6n crela poder conjurar, difIcilmente habria podido iniaginarse que fuera ci mismo joven que acababa de entrar en Is habitaciOn de Remedios. Las Norias de Bajdn 55 Tal cambio habiase operado en su dernacrada tisonomia. —A qu6 debemos el gusto de voiver a verte, ml querido Anastasio? —A ml desgracia, mi buen Joaquin, mi bella amiga Remedios. —;Cómo asi?—exciamó ësta. —Si, mis pesquisas para encontrar a Guadalupe ban sido hasta boy infructuosas. —De dOnde vienes ahora? —De Zacatecas, que dejo en poder del comandante realista, mi primo D. Jose Manuel de Ochoa. —Cómo ha estado esa reconquista de Zacatecas? —Más imponente de lo que ustedes pueden ligurarse. —Cuenta, ml buen Anastasio. —Si, querido amigo, cuente usted sin temor de fastidiarme, pues en nuestros dias casi no hay conversación interesante si no versa sobre los sucesos que tienen conmovida la Nueva España. —El inismo dia :6 del actual Febrero, en que ci comandante Ochoa Ilego it las cercanias de la ciudad en virtud de una orden del intendente de Durango, me reuni yo con el ejército z-ealista en Ia hacienda del Maguey. A las seis y media de la tarde avanzó La pe. queña division compuesta de seiscientos hombres de caballeria y ircscientos indios armados de flechas. Marchaba adelante formando un cuerpo por separado, toda la infanteria: seguia el comandante con sus batidores y guardia de prevención, acompañado de algunos de Los sacerdotes que andan con ci ejército y de dos religiosos que ci ayuntamiento de Zacatecas envió a nuestro campo a hacer proposiciones de arreglo: ci comandante, teniéndolos por espias, no les permitiO regresar a Zacatecas y los conservó it su lado con las mayores consideraciones: marchaba detrás la vanguardia compuesta de tres compaIiIas veteranas, detrás la artillerIa y por tiltimo la reserva. La caballeria formaba a su vez otro cuerpo por separado al mando del cura de Santa Cruz, que más nació para soldado que para sacerdote. —Buenas cosas estamos viendo en esta guerra. Perdona la interrupciOn y continua. —A las ocho y media de la noche del :6 estaban coronadas con ochenta Tarumares cada una de las alturas del Grillo y de La Bufa, y lo restante del ercito sobre la Quebradilla, esperando ilegase 56o Episodios Históricos Mexicanos la hora designada para el asalto. A las cuatro y media de La madru-. gada bajó con tres compafiias de su division, dos de caballerla y una de Tarumares, el cura de Santa Cruz D. José Francisco Alvarez, a tomar dos baterIas que tenlan colocadas los insurgentes, una de tres cauiones de grueso calibre, en la plaza de la AlhOndiga; y otra de cinco pedrei-os en la Plaza Real. Las tomO en efecto, suf-iendo una positiva liuvia de balas y recurriendo a una ingeniosa estratagema. —Cuál fue esa estratagema? —Siendo poca su gente para tomar tan ventajosa posicion, se le ocurrió, a favor de las tinieblas de la noche, aparentar que segufan. Ic grandes fuerzas, e hizo cerrar algunas bocacalles con filas de diez hombres, a fin de hacer creer al enernigo, como asI lo creyó, quc eran cabezas de grandes columnas. Esto no obstante, Alvarez se vio cogido entre cuatro fuegos que a la vez le hacian desde las Calies y azoteas. El fuego graneado de sus tropas arredrO a la multitud y pudo contenerla en ci atrio de la parroquia, hasta que llego a aquel punto la columna del centro que se habIa retardado algo para no desamparar la artilierla que caminaba con rnucha lentitud, por las dificultades del terreno y la ignorancia en que estaba de ]as calles. Restablecido el orden en la cabeza de Ia columna, con tal Impetu avanzaron los realistas, que en pocos minutos Ilegaron a la plaza mayor, donde se colocO la artillerfa. Serian las siete de mañana del dia 17 cuando comenzó a serenarse la borrasca, dingiéndose a Guadalupe con dos compafiIas de su inando el cura Alvarez, con ci fin de apoderarse de la caballada de los insurgentes: nada encontró alil por haber abandonado el punto ci enem igo. —Pero, en fin, que ha sido de los jefes insurgentes? —Cuando la batalla estaba en el mayor calor y la con fusion era literalmente infernal, el comandante Ochoa recibió aviso de que Allende y Aldama estaban escorididos en una casa que se le designO, con grandes pertrechos y fuertes sumas: ci aviso lo dió ci padre Pitaluga, prisionero de los insurgentes. Ochoa marchO inmediatamente al punto que se le marco y al frente de cien hombres, hizo derribar la puerta de la casa, la registró minuciosamente, pero Allende y Aldama no fueron habidos. —Pero continuaron el ataque y la defensa? Las Norias de Bajdn 561 —Desde aquel instante casi sin importancia alguna, y a ]as diez y media de Ia maFiana hubo de rendirse la ciudad. En medic, de las aclamaciones y de los repiques, el comandante llcgo a la plaza, sin apearse del caballo recibió las felicitaciones de los distintos cuer- 05 y puso en libertad a todos los soldados prisioneros durante la accion, y excuso decir a qué extremo de alegria se entregaron aquellos infelices. El cura del Fresnillo subió a un balcón é improvisó un discurso, después del cual ci Lic. Gandarilia leyó ci bando de induito que produjo todo ci apetecido efecto. —No cayó en poder de Ochoa ningün jefe importante? —Ninguno; pero si dos de los principales agitadores de la multitud. —Quienes? —El padre D. Ignacio Pro, y ci prior de San Juan de Dios: el comandante tomó ciento treinta frascos de metralia, muchas arrobas de ésta y gran cantidad de otras municiones y pertrech os. _y qué otras noticias traes de otros rumbos? —Que Muñiz ha sido completamente derrotado en Tacárnbaro por ci comandante D. Felipe Robledo, ci 14 del actual. —Pero tampoco habrá caido en poder de los realistas? —No, no cayó: todos ellos son un prodigio en los momentos de la fuga. —Y dónde se encuentra? —Se dice quc se retiró a la tierra caliente, donde se ha rebecho y levantado nuevas tropas. —Y nada de dar con Guadalupe? —Nada. —Ni con ci capitán Garcia Alonso? —Tarnpoco. —;Cuánto tiempo permanccerás aquI? —Ninguno. —Cómo! piensa usted dejarnos? —Si, mi buena Remedios,esta misma noche vuelvo a emprender mi camino. —Hacia qué rumbo? —Yo mismo no lo sé, pero no quiero detenerme: asI, pues, mi querido Joaquin, bellisima Remedios, dentro de un par de ho- ToMo 1 71 562 Episodios Hit6rios Mexicanos ras dejar a ustedes con Dios esperando que a ml me acompahe.. Anastasio partió pasadas dos horas, sin que pudieran hacerle Variar de determinación las sUplicas y palabras de sus amigos. VI Unidos aquellos dos hombres por estrechos vinculos de amistad, el que se quedaba no pudo ver alejarse at que se iba sin que las lágrimas acudiesen a sus ojos. —Mucho le quieres,—observo Remedios volviendo a tomar la misma voluptuosa postura en que La sorprendirnos at principio del capitulo IV de esta historia. —Mucho, mi idolatrada Remedios; pero este cariño en nada puede perjudicar a la inrnensidad del que a ti te consagro. —Puedes jurarlo? —Puedes acaso tü ponerlo en duda? —Joaquin, todo to temo de ti, y quizás, quizás... —Concluye! —Crees tCi amarme verdaderan-jente? — 1 Extraña pregunta! lCuándo he dejado de amarte, ni aun en el largo espacio de tiempo en que te han tenido alejada de ml sucesos que no desco profundizar, por no sentir hacerse pedazos mi corazón? —Lo y es, Joaquin? Apenas puedes disfrazar la violencia de los sentimientos que pretendes ocultarme. —Y esto te incomoda? —Si, Joaquin, si, me incomoda. — 1 Remedios mIa! —En cuanto yo he podido verme libre del hombre que me arrancó casi de tus brazos en los instantes enque Ibamos a casarnos, he volado hacia ti como paloma que vuelve a su nido. Yo te he descubicrto toda la verdad y IC he pedido, no que me hagas tu esposa, pues no creo deberlo set, sino tu amistad y tu brazo para tomar venganza del ultraje. —A qu renuevas la horrorosa herida, idolatrada mujer, la más hermosa de cuantas han coritempladomis ojos! Las Norias de flajd;i 563 —Porque veo que el amor ha comenzado a enervar tus fuerzas sabes que vigorosas como siempre las neCesito. —Y las tendrás, las tendrás cuando lo mandes. —Temo quc 8sf no sea y por eso procuro despertarte de tu sueho. —Es tanto, tan duke para ml! - Puedes jetarlo? —Hice rnal en no mantenerme en mi propóSit —Cuál, Remedios mIa? —El de no permitirte hablarme de otra cosa que de amistad. —Ahl no, no hiciste mal: yo jamás dejd de amarte Y no pudiera haberte hablado nunca de pasión que no fueSe la del amor. Bien mi alma con ci poco me has concedido. Cuando sentI inundar se que Bun estoy disinefable placer de volver a verte te ofreci. 10 e puesto a cumplir, hacerte mi esposa sin arredrarm ante la idea de que otro hombre te hubiera hecho suya. To, por un exceso de cruel delicadeza, no quisiste aceptar y procurast e convertir en ami- Episodios 1-list6ricos Mexicanos 564 go a! amante. Yo te amo de tal modo, que con solo tu arnistad ha-. brianie dado por contento por tal de que no me negaras la dicha inestimable de verte y hablarte. Obtenida esta gracia pronto llego A hacérseme insufrible el suplicio que me impusiste de no decirte que <gte aniofl con ilimitado frenesl. Te juré que serIas sagrada para ml, hasta tanto que convencida de mi sinceridad. consintieras en aceptar mi mano, que te ofrezco con ci mismo entusiasnio boy que el primer dIa que te conoci, y tQ consentiste en permitir que mis labios fuesen el crater del amoroso volcán que consume mi corazón. Desde entonces no me he separado de ti, y tan fiel me he conservado a mi promesa, que me asombro de esta energIa con que he podido rcsistir a la seducción que sobre ml ejerces. —Yo lo agradezco, Joaquin, y quiera Dios que algtTh dia pueda premiarlo. —Y por qué todavia no? —No es tiempo. —No es tiempo! idesgraciado de ml! —No, Joaquin, no te dejes avasallar por tu pasión. —Eso es, pIdeme un imposible. —Joaquin, la mujer que estuvo destinada para tu esposa, n puede ser tu querida. —No pretendo yo tal, sino que seas mi esposa. —No puedo serb. —( Por qué Si lo quiero y acepto yo? —Porque algun dla, y pasados los primeros instantes de tu entusiasmo arnoroso, podrás volver Ia vista atrás y aborrecerme tanto como ahora dices amarme. —Oh! no, inunca! —Si, Joaquin, si: tu no puedes ver las cosas con la calnia que y las veO. —Es que arno con potencia sin igual. —AsI lo quiero yo. —Con qué objeto? —Con el de buscar en ti la reacción consiguiente a todo sentimiento violento. —Luego deseas que yo no te ame? —Quizas d._Siera decir que sI. —jRemediosl Las Norias de Bajdn 565 —No tomes a znal mi declaración. Cuaiquicra quc sea el sentimiento que por ti abrigue mi corazón, no deho dártele a conocer hasta haber apreciado ci tuyo en todo su valor. Yo, que he venido a ti atralda por irresistible impuIo, arno, sobre todas las cosas, a ml misma. Tu dcsprecio o tu desdén me irritarian no contra ii sinG contra ml propia: porque si en ti pudieran ser entrambos lOgicos y naturales, en nil sera imperdonabic ci habrmelos yo misma buscado. DifIcil es que yo pueda huir de semejante peligro; pero eso me impele a hacer cuanto en mi poder esW para evitarlo. Ah! Remedios, LU frlo raciocinio me destroza ci alma. —En ól están tanto tu salvación como la mia. —No Jo comprendo en verdad. —Si, Joaquin; si tu pasión estuviera destinada algcin dia a morir, casado corimigo la vida te serla insoportahie, pues no podrIas romper lazos de que quizás Ilegases a avergonzarte. —Solo parece, Remedios, que quieres hacerme creer que desconoces tu propia valla, los méritos y cualidades que tienes para hacerte adorable. —jAy, amigo mb! nada tan frágil y poco permanente como esa valba, méritos y cualidades de la mujer. —Qué quieres decir, Remedios mIa? —Que hay una cosa más grande que eso. —Cuál? —La inconstancia del hombre. Mucho habéis hablado, niuchas censuras ha merecido la coqueterla de la mujer, y babéis pretendido nombrarnos nombrando a la fragilidad y a Ia mentira; pero de quidn si no es de vosotros hemos aprendido nuestros defectos? Que mujer puede lisonjearse de haber recibido puro y Iirnpio de otras caricias, ci amor del hombre que Ia hace su esposa? Dc vuestros labios salen las galanterIas unto más fáciles y seductoras cuanto más pervcrtidos fuisteis, y cuando nos iiacis guardadoras de Jo que Ilamáis vuestro honor y no es otra cosa que vuestro egoismo, Jo hacéis porque en nosotras dcscubrls aigo que no descubristeis en otras victimas que despreciasteis después de seducirlas, y tan poco escrupulosos sois en este punto, que dcsentendiéiidoos de la parte espiritual del arnor, compráis a las jornaleras del vicio unos niomentos de brutal satisfacciOn, sin que os repugne 566 Episodios Hisfáricos Mexicanos unir vuestros labios a los lahios miserahies que acaban de ajustarcon vosotros ci prccio del beso que les dais. —,Remedios, crueles palabras empleas! —Las que son del caso, Joaquin; pero asi sois los hombres, os lastiman ]as recriminaciones y no os lastima ci crimen, si ci crimen es vuestro. —Dejemos, pot el cielo, semejate conversación. —No, no Is dejemos: Is herida que en el alma ilevo es de aque.. has que nunca se cicatrizan. —Oh! —TO crees amarme en estos momentos y es preciso que yo pue da crcerlo también antes de decidirme ó no a corresponderte. No quiero set una de tantas esposas victimas. como los hombres ha-. cis: no prctendo yo que Is mujer halle en ci hombre con ci cual se casa un amonte inverosfmil, pero si un caballero que no Ia pon. ga en ridIculo cnamorando a sus espaldas, a sus amigas o a sus sirvienras. No exijo un eterno amor, pero si mcrecer a mi esposo algunas consideraciones, más que )as quc pudiera merecerle Un ama de Haves, una patrons de casa de huéspedes, una solicits cuidora de sus hijos. —Tu frio raciocinio me asesina. —Repito que considero indispensable hacerle. No abrigo ilusiones sobre eso que tt ilamaste valla, méritos y cualidades de Is mujer: elios por si solos nada valen, porque nada es mds pasajero que Is belleza 6 In juvcntud en que se fundan: porque no hay valla, ni méritos, ni cualidades en ha mujer propia, si ci marido no es. lo repito, un caballero, no para con la sociedad, sino pars con su esposa. La mujer que no tiene en su marido un caballero, 6 se entrega at vicio de que se Ic dan ejemplos, ó vive mártir: conviértese en el primer caso en un sér ahyecto y despreciable; en ci segundo, pars Ins personas honradas, en objeto de una cornpasion que hiere y ofende; pars Ia generahidad de Ins gentes, en hianco de sangrientas murmuraciones 6 de cruel ridIculo. —Y acaso puedes tü temer de ml porvenir semejante? —Quizas no, quizás si; pero en todo caso a ml me corresponde apreciarlo. —No to niego. —Yo he sido victims de un crimea al cual cooperé con ci eceso Las Norias de Bajdii 567 de mi credulidad, y puedo, por lo tanto, pretender menos que cualquiera otra mujer esa felicidad tranquila de los buenos mainmonios: debo por eso mismo hacer gala de mayor cautela. —Eso que llamas crimen no fué más que un bárbaro atropello. —jI.S verdad! —Atropeilo de que yo te vengaré. —Eso, eso es lo que yo necesito; por eso te busque en cuanto me fué dable: yo podré no tener derecho a tu amor, pero si a que me vengueS. — 1 Y lo hare! —Lo creo, Joaquin, lo creo. —,Pero quiën es ci vii cuyo nombre me ocuitas con enojosa reserva? —A su tiempo lo sabrás, me has jurado no insistir sobre este Pu n to. —Es verdad; pero mientras ese hombre viva, tt no accederás a ser mi esposa. —Cierto: tu sinceridad me exige este sacnil-icio. —Sacriticio, dices? Luego me amas como yo necesito que me ames? —Si, Joaquin, te amo con todo mi corazón. El joven se postró a las plantas de Remedios, y cubnió de besos los pies de aquella mujer que tanto idolatraha. VII Eran muchos los dias que hobIan pasado despues de aquel en que tuvo lugar la conversación referida en los anteniores capItulos. Joaquin y Remedios coritinuaban con decidido empeño en persecución del hombre de cuya muerte pendla la satisfacción de sus venganzas y acaso su felicidad. Para ello les habia sidó preciso caminar durante largas jornadas por una buena pane del extenso teatro de aquella guerra, sufriendo indecibles fatigas y arrostrando inmensos peligros. Muchas veces hubieron de hacer noche en mitad de la ilanura, sin más defensa contra ]as inclemencias del cielo que las que ellos 569 Episodios Hisfóricos Mexicanos mismos habian podido proporcionarse en un pars en que ciertamente no ahundaban las comodidades por aquel entonces. Ocupáhanse en una de aquellas noches en disponer lo preciso pars pasarla lo rneor posihie, a y udados por sus sirvientes, cuando hacia ellos vieron venir un numeroso grupo de personas que hubo de ponerles en alUn cuidado. Afortunadamente no habIa causa alguna de temor ni sobresalto. Aquel grupo de genies conducia en una especie de lecho ambulante, i un hombre convaleciente de horribles heridas que le habian tenido algo más que a Ins puertas de Is muerte. Habiéndosc dado a conocer unos y otros viajeros, se determinó pasar Is noche reunidos, y al efecto se irnprovisó una especie de tienda de campaña bajo Is cual pudieron abrigarse, no i-nuy incomodan-ientc, el convaleciente herido, algunas de las personas de su squito y nuestros dos jóvenes amantes. Durante la cena, que tampoco fué mala, unos y otros fuéronse descubriendo sus aventuras, y de tal modo parecieron interesantes las del herido. que se Ic suplicó las refiriera por extenso, a lo cual tl accedió de muv buen grado. Olganlas mis lectores. que Is cosa merece su atención. Llamábase el narrador D. Juan de Villarguide y suyas son todas las palabras de In siguiente historia que escrila dejó de su propio puño. Dijo asi: —Mis amados y sensibles amigos: desean usteder oir Ia reladon de mis trahajos, y voy a cumplir sus deseos, por mds quc me acoharde ci conocintiento de mis cortas luces pars, tratar dc unas escenas que ninguno, por hábil que sea, podrá jamás describir con toda la fuerza y viveza con que yo ]as he presenciado. Los pasajes que contienen, naturalmente interesarán el corazOn de ustedes, a pesar de Is dehilidad de mis expresiones. Verán ustedes cómo ban pasado. sin mezcla de exageración: verán Is verdad sencilla. Tratare tnicamente de lo esencial para no hacer más fastidiosa In relaciOn. Escüchenla, pues, con indulgencia, compadCzcanme y aycidenrne a dar intinitas gracias a Ia Providencia que tan prodigiosamente me conserva. ))El dIa ii de Julio de i8io tuve el placer y satisfacción de abrazar al tiempo de partir para tierra dentro, al mejor de los amigos que para ml ha puesto Dios en este mundo, y a pocos dIas le escri- Las Xor g as de Iai 5) hi desde Quertaro una carta en que Ic avisd ml liegada al destino del Real de Catorce. En ella le comunicaba igualmente Is particular estimación que debi a! Sr. Larrea, de cuya beneficencia solo pude disfrutar diez y seis dias, pues un dolor de costado lo arrebató de esta vida, lienando mi alma con in aflicción que debla causarme Is pérdida de aquel hombre apreciable. ' Permaneci aigunos dias disfrutandó de aquella quietud queentonces era el don cornán de todos los hahitantes de este pacifico reino, hasta que supimos la terrible revoiución suscitada en ci pueblo de Dolores, San Miguel el Grande, Guanajuato y otros pueblos, acaudillada por el cura Hidalgo. .Los pocos europeos que estábamos en ci Real nos pusimos sobre ]as armas, hicimos guardias, rondas y cuanto nos pareció conveniente para contener y mantener en buen orden aquella plebe que ya daba las más claras pruebas de su dañada disposición. iNo creimos que ci partido de Hidalgo prevaleciese mãs tiempo, as1 por las célebres batalias de las Cruces y Aculco, en donde fué derrotado, como por las terribles censuras de in Iglesia que cornprendian a todos los que directs o indirectamente tuviesen parte en la rcvolución. .Pero los ãnimos estaban tan dispuestos a ella, que en poco Liempo voló y se extcndió por todas partcs con tanta velocidad como Is pólvora se inflama con el fuego. -;Viva Nuestra Señora de Guadalupe, viva Fernando Séptimo, nzueran todos los europeos! esta era Is voz de quc se servan ci cura sus satélites para levantar sus ejércitos americanos. Con esta voz sorprendlan at inocente europeo que vivia descuidado y feliz en ci seno de su fatnilia, Jo arrancaban de sus brazos, lo cargaban de prisiones, lo encerraban en inmundos calabozos, privándoie de todo humano consuclo, sin mãs delito que ci haber nacido en Espacia. St apoderaban de las riquezas que habia adquirido con su industria y con ci sudor de muchos aftos. La viuda y los inocentes hijos quedaban despojados de todos sus derechos, y reducidos a Is mds horrorosa miseria y desamparo... Se quebrantaron por fin todas las leyes que nos unen reciprocamente en in socicdad: se despreciaron con la más negra ingratitud los lazos de Is sangre: ci hijo tifto su espada en Ia sangre del padre y del hermano, y se desprecid cuanto hay de más sagrado en los cielos y en Is tierra. Touo 1 72 570 Episodios Histdricos Mexicanos —Sombrio está usted on Ia pintura de esta guerra,—exclamó D. Joaquin, interrurnpiendo al narrador con arnargo acento. —Comprendo a usted, Sr. D. Joaquin,—contesto Villarguide,es usted criollo y tambiën la dama que le acompaña, y quizãs le duele a usted que tat lenguaje use; pero a Dios juro que no es mi ánimo ofenderle si con alguna vehemencia me explico como vic tuna inocente que he sido de los insurgentes, y como español que de nacinhjento soy. —Pero los mates causados por D. Miguel, necesario es convenir en que no son suyos, sino de la chusma que a su ejército se ha unido. —No lo niego, y a ella es a la que mis palabras se refieren. Don Miguel siempre fiié tenido por un buen sacerdote, y no podrã por menos de lamentar allá en su interior los excesos de sus indisci-. plinadas tropas. —Dice usted bien, y pci-done Ia interrupción. —Vuelvo, pucs, a nii narración, y sin distraerme de mi objeto, continuaré para que de mis desgracias infieran ustedes Jos trastornos que han sido el efecto de esta terrible convulsion polItica on las mansiones de la paz. ,(E! 13 de Noviembre supimos la revoluciOn de San Luis Potosi, concitada por unos logos de San Juan de Dios, y por más de cuatrocientos reos quo sacaron de las cárceles donde esperaban ci castigo de sus crfnienes., —Esos han sido,—observO D. Joaquin,—los autores delosgrandes delitos que a la sombra del partido insurgente se han lievado a cabo. —AsI es la verdad. —OjaIá nunca hubieran recurrido los cabecillas a ecliar mano de esas gentes! —Ha sido, en efecto, uno de sus más grandes errores. —ContinQe usted, Sr. Villarguide. —Vitndonos, pues, cercados por dentro y fucra de un gran nCimero de enemigos quo no podlanios resistir, salimos del Real en el mejor orden a reunirnos con los europeos del Venado, valle de Matehuala, Cedral y demás pueblos vecinos para ponernos on Cs. tado de defensa, como lo habamos concert-ado, forn-iando una partida de guerrilla que impusiera a! enemigo. Pero tuvimos el dis- F- •":' Las Norias de Bajdn 571 gusto de ver que los europeos de los citados lugares por donde transitarnos, sobrecogidos de un pánico terror, se hahian retirado a la villa del Saltillo, en donde las tropas al mando del Sr. Cordero ofrecian alguna seguridad. No teniëndoia ya nosotros por nmgUn otro punto, nos dirigimos tamhi * n alIá. DYo me hahIa unido a mi amigo Pico, a su tio D. Jacobo Maria Santos, y al generoso D. Manuel Abi-eu, resuelto a correr Ia suerte de ellos. Se juntó en ci Saltillo un considerable nUrnero de europeos; pero por más esfuerzos que se hicieron para formar una partida, que auxiliada por alguna tropa del Sr. Cordero, podria reconquistar Ia provincia del Potosi, y liegar a reunirse con el ejército de operaciones, fud imposibie acordar las ideas de todos: cada uno querla que Ia partida fuese prirnero por ci lugar en que habba renido su residencia ó intereses: otros trataron de saivar sus personas y caudales embarcándose en In costa. Por otra parte, ci jefe que debia fomentar tan buenos deseos de los que queriamos ser Utiles al rey y al Estado, obligando a todos a In reunion y al orden, rniró esto con indiferencia; y he aqul que ci egoismo y la indolencia dispersaron a casi todos. jr,AsI pasamos en el Saltillo cerca de dos meses, en cuyo tiempo recibió orden ci Sr. Cordero de salir con sus tropas a limpiar de insurgentes toda la provincia del Potosi, restahieciendo en ella ci gobierno de las autoridades legitimas. Los pocos europeos que quedamos en ci Saltillo, saiimos con los dos mil soldados a ]as ordenes del Sr. Cordero. VIII DetUvose un momento en su relato ci Sr. Viliarguide, y poco después continuó del siguiente thodo: —Ei dIa 6 de Enero de i81 r, se presentó en ci campo de AguaNueva el Sr. Jimenéz con once mil insurgentes, con los que ni en combate pudo entrarse, pucs nuestras tropas, favorables al enemigo, sin obedecer las Ordenes de su comandante, Se pasaron todas a ël con armas, caballos y cuanto tenian del rey. El infeliz Cordero tuvo que correr muchas leguas con ci objeto de saivar su persona; mas sus mismos dragones Ic aicanzaron y entregaron viimente al Episodios Histdricos Mexicanos enemigo. Este entró sin OpoSiciOn hasta ci Nuevo Santander, de donde salieron a recibirle bajo palio. Jinnez no era inhurnano, y si muy piadoso para con sus mismos contrarios, y asi fud que indultó a todos los europeos, y nos mandó volver a nuestros pueblos bajo ]as rnayores seguridades. En tan crIticas circuntancias, y temiendo no encontrarnos siempre con tan buenas personas como Jiménez, determinamos D. Jacobo y otros nueve coinpañeros retroceder para tierra ofucra con objeto de reunirnos y pedir protección a las tropas del rey que caminaban entonces para Guadalajara. Nos pusimos, pues, en camino, sin refiexionar en las muchas leguas que ten lamos que atravesar por pueblos y rancherIas, cuyos habitantes se habIan convertido en nuestros mortales enemigos; y es que nuestro destino nos arrastraba poderosamente a mayores in for tu n los. ' E1 dia i 3 de Enero comenzaron nuestras desgracias. aA las dos de la tarde liegamos a un rancho distante dos leguas del Cedral. ' Nuestras bestias venIan muy sedientas y fatigadas, v fué necesario despacharlas con los mozos a un aguaje que haba a cosa de media legua. Nosotros entre tanto descansarnos; pero vierido quc pasaha mucho tiempo, y que los mozos no volvIan, empezamos a recelar que los habrian sorprendido con todo nuestro avo en el aguaje. * En efecto asf habIa sucedido, y en menos de un cuarto de hora nos vinios cercados por más de seiscientos hornbres bien armados, de a cahallo y de a pi. "El primer imp-ulso de algunos de nosotros, fué preparar nuestras escopetas, pero viendo que érarnos solo diez contra tantos, que estábamos todos a pie y que Si flOs ponlamos en defensa era inevitable nuestra muerte, determinamos ocurrir a los indultos, creyendo que respetarlan la firma del general Jiméncz que tan noblemen-. te nos la habla dado. A las voces de Quidn vii'e? se adelantaron D. Jacobo y un religioso que nos acompaflaba, con los indultos en las manos, asegurándoles que venlanlos de paz a presentarnos en San Luis, y que en prueba de cilo viesen los rcsguardos que nos.bahfa dado ci general. Pero los bárbaros, despreciando todo esto y sin ccsar sit • _- - -- • 573 Las Norias de Ba jdn griteria aseguraron al religiaso poniéndole dos pistolas al pecho. y A D. Jacobo lo lanzaron por ci cuello y lo arrastraron cruelinente, privcindolo del usa de los sentidos a fuerza de palos y cuchilladas. A1 mismo tiempo cargo sabre nosotros aquella garilla de tigres encarnizados, y nos ataron fuertemente las manos a la espalda, sin que por esto dejaran de hover sobre nosotros Ins balas, palos y machetazos; mi infeliz amigo Blejo cayó a mis pies atravesado de - - fr ,'F. fir? •-. . ••- - -- lIJ •. •j• AV - - - _-- -, -. - -. - t 2(ielantaron fl Jacobo y uo ,-ctigioo... un balazo. y cuando clamaha por un confesor le respondierori: al/a te confesards en ci intierno con Lucifer, Izereje, indigno, y picándole ci vientre he hicieron espirar. —Ohl jqué horror!—exciamO Remedios,—eso es cspantoso! —Horroroso, espantoso, sefiorita, esas son las palabras. —Esos crImenes cobardes,—dijo a su vez 1). Joaquin,—son los que desacreditan a las causas más nobles y justas. —Completamente. — 1 Pobre D. Miguel, obhigado a oirse liamar jefe de esa canalla! —((Por ültimo, nos reunieror l a todos, y entonccs vi al respetable D. Jacobo, al arnable Abreu, a Pico y a los más de los compañeros lienos de heridas, baFiados en sangre, y sus vestidos hechos Episodios Históricos Mexicanos 574 pedazos, de modo que presentaban un cuadro sangriento capaz de entcrnecer a un bronce; pero nuestros verdugos se enfureclan cada vez rnás. ))Mientras unos fueron a robar nuestras cargas, sin dejarnos ropa, aihajas, armas, ni nada de cuanto tralamos, otros nos conducian a pie en triunfo para ci Cedral. Nos Ilevaban fuerternente amarrados, cubiertos de sangre y polvo y casi agonizando de dolor. No cesahan de darnos golpes y de decirnos las palabras más ohsccnas y denigrantes: ;mueran estos perros gac/zupines Izerejes, y viva la America! Asf nos metieron en ci Cedral: se agolpó toda la plebe a vernos y Ilenarnos de maldiciones, y hasta las niujeres y niuchachos pedIan sin cesar nuestras cabezas. Crecieron la griterIa y los insultos y nuestros conductores tuvieron harto que hacer para librarnos y contener ci furor de aquelbos caribes. Nos encerraron con separación en unas bodegas indecent Isirnas: yo supliquC que me permitieran estar preso con D. Jacobo y su sobrino, porque estaban muy heridos: nos dieron nucstros coichones, los desnudé y acostC. ajQuC noche, Dios mb! La imaginación no podia sostener las sangrientas escenas que se le representaban de golpc. ,)Los horrorosos acontecimientos de la tarde; los tristes ayes de los heridos; los dicterios de los que nos custodiaban, afilando sus machetes y amenazándonos con elios; la muerte que nos anunciaban a cada instante. .Por otra pane, ci cadaver del pobre Alejo tendido en un ataud, cerca de aquellos hipócritas que toda la noche nos horrorizaron con un desentonado canto lcigubre, con que se burlaban del Dios de la verdad y de la inocencia... jQuC situación la nuestra tan digna de compasidn! ' El dia siguiente a fuerza de süplicas Se nos perrnitió ci consuelo de que estuviCsemos todos juntos en una de las bodegas y trajeron unas roujeres para que curasen a los heridos. Por la tarde se agolpo una muititud de plebe a las puertas de cien pesos por cada two de los gachupinas ó que se los entregaran para ilevar las cabeas al generailsimo. Si nuestros centinelas no hubieran cumpli- la prisión pidiendo con horrible gritcrIa do tan bien las drdenes qua tcnIan, segurarnente entran aque- - Las Noras de Bajdii 575 Ills bárbaros y nos sacdfican; pero elios pudieron hacertos rejirar. Se nos quità toda comunicación; y solo se abria nuestro frfo calabozo pars darnos de corner 6 curar a los heridos, v todo era a presencia de aquellos insolentes que nos cercaban caiándonos las armas e insultáridonos cruelmente. De noche se doblaba Ia guardia y no nos permitian descansar repitiendo su monótono a1c'rta! ' Asi pasanios más de un mes, en cuyo tienipo nos condujeron a ?%'latehuala, en medio de una chusma de indios flecheros: all1 tuvinos tanihién mil sustos y aflicciones, porque en todas panes nos tratahan con un odio implacable. D. Jacobo y otro cornpañero recibieron induitos (Ic San Luis Potosi y orden de presentarse en quella ciudad: partieron dcjándonos en Is mayor consternación, pues no esperábarnos volvernos a ver. A los diez dias recibimos una esquela de 1). Jacobo noticiándonos que Hidalgo se dirigla a Matehuala después de Is derrota de Puente Caiderón. >El intendente de San Luis, D. Miguel Flores, que aunque puesto por los insurgentes era hombre humanitario y nunca negó sus auxilios a Jos prisioneros, deseando librarnos del riesgo que nos arnenazaha, comisionO a un coronel insurgente, dándolc su coche, treinta mulas de tiro y ms de quinientos pesos, pars que condujese a San Luis a los curopeos presos que hubiese en Catorce, Cedral y Match uala, con el preexto de tenerlos rnás seguros en la ciudad. Si ci coronet insurgente hubiera desempeñado su comisión con Ia eIicacia y puntualidad que tanto se Ic habla recomendado, hubiera cumplido sus deseos el benëfico intendente; pero se frustraron por desgracia por la indolencia del tal comisionado: sin embargo, nos sacó de Matehuala un dia antes que entrasen los aposentadores del cura: otros dos caminamos escoltados por indios flecheros. y ci tercero, creyendonos fuera de peligro y Ilenos de gusto y esperanza, Ilegamos tern prano a una legua de San Luis; pero he aqul que recihirnos ci aviso de que ci sanguina. rio \ngio-americano habla entrado aquella mañana con bastante gente en Ia ciudad, quemado Is horca y entregádose al Saquco, pidiendo con ansia Is cabeza del intendente Flores, quien por fortuna hablase va puesto en salvo: al siguiente dia dehliin entrar con un flUmi CurclIO el iiarc1 !1c:r v 1 t:aJi'r liaric. ho- Episodios 1-lisióricos Mexicanos yendo de Guadalajara. iQuidn se ha visto en mayor aflicciOn que nosotros! Ah! la sangre se heló en nuestras venas y ci mayor dcs consuelo se apoderó de nuestros espIritus jpor dónde huirianios cuando todos los puntos estaban por los cncrnigos y flucstrO rieSgo era irirninente! ))Retrocedirnos, pues por ci mismo cam mo, sin objeto dererminado, y cuando al dia siguiente Ilegarnos a la hacienda de Peotillos, distarite catorce leguas de la ciudad, fuirnos sorprendidos por los rnismo operarios y otros indios armados que sin respetar a nuestro coronel insurgente nos amarraron, nos robaron lo poco que Ilevábamos y nos encerraron en la cárcci, en donde pasanios una noche cruelIsima sobre la tierra. Solo Dios pudo darnos constancia y sufrirniento en rnedio de tantas amarguraS. Villarguide se detuvo nuevamente como iatigado por ci recuerdo de SUS aventuras y la dehilidad de sus heridas. Tornado un instante de descanso prosiguiO de esta manera: Ix I En la manana siguiente fuimos conducidos a San Luis y se nos destinO una prisiOn en ci convento de San Francisco, donde permanecimos tres dias en la mayor afiicción, ignorando cuál serla nuestra suerte, hasta que en la noche del terccro entraron varios coroneles y oficiales en la prisiOn. —,,En nombre de la nación arnericana,—nos dijeron,—salgart ustedes prontamente para fuera. )Obcdecimos y nos cercaron más de sesenta lanceros que nos sacaron del convento. Yo pregunté a uno de ellos si nos Ilevaban a presencia de sus gener ales: me respondieron que si, que Ibamos a dar unas declaraciones y que nos volverIan al convento. Aan tenlamos esperanza de ablandar los corazones de aquellas fieras; pero ;cual fué nuestro asombro cuando a pocos pasos nos virnos a las puertas de la terrible carcel pablica de la ciudad! Nos hicieron entrar a empujones hasta ci segundo patio y nos encerraron en un horroroso calabozo. 'Nos tirarnos sobre las losas y nos abandonamos a las más Las Norias de Bajdn 577 amargas y funestas retlexiones: jay! los tristes suspiros que salan de nuestros pechos acongoados y oprimidos, era lo ünico que interrumpIa aquel pavoroso silencio. DjOh! Dios cleniente,—deciarnos,—Dios piadoso, shasta cuándo padecerán estas inocentes vIctimas! iNo nos abandones, Señor; danos constancia y resignación para sufrir más por tu amor! Nos habiamos confesado en los dIas anteriores y este sacramento consolador habia derramado sobre nuestras almas un bälsamo celestial: todos nos resignamos en el seno de la Augusta Providencia, adorando en silencio sus Ultimos decretos. La mañana siguiente entró el carcelero y nos manifesto mucha compasiOn. allos dijo que habiéndose presentado al señor mariscal Herrera para que Ic these para nuestra comida, le habla respondido .que el que tuviera comiese y el que no que rabiase'r. Añadió que habla visto a un devoto que cuidaba y auxiliaba a todos los reos destinados al suplicio y que el se habia encargado de nuestra comida. Pocas horas después nos volvió a estremecer el ruido de las Haves y cerrojos: eran los lanceros que encerraron en nuestro calabozo otras tres victimas. i Oh Dios!... ci honrado Verdeja, Inguanzo y Molleda: todos amigos mios del comercio del Real de Catorce. AsI que estuvimos solos soltamos los diques a nuestro ilanto y rnos contamos nuestras desgracias. aEl dIa 19 de Febrero no se abrió nuestra prisión hasta ]as doce de la mañana, jmomento que jamás se borrará de mi memorial iEntrO un joven insolente que conducia dos ancianos respetables, uno de ochenta y cinco años de edad y el otro de sesenta y ocho. )Los dejO con nosotros despues de habernos dicho mll necedades y de prevenirnos que estaba muy cercana Ia hora de nuestro suplicio. A la una entró un religioso de San Francisco, hecho un mar de lagrimas, nos abrazó a todos, y nos dijo estas palabras: —Hijos mIos, den gracias a Dios: estaban sentenciados a morir esta tarde, puestos a las bocas de los cañones; les perdonan las vidas porque hubo un poderoso empeho. —Cuá1, padre? ToMoI 73 I, 578 Episodios I-Iistóricos ilfexicanos —DTodos los cclesiásticos de esta ciudad, postrados ante los generales, imploramos misericordia en favor de ustedes; luimos rechazados con el mayor desprecio; pero inmediatamente nos dirigimos a la iglesia y les ilevamos el Santisimo Sacramento... si, hijos mIos; Dios sacramentado fué a interceder por ustedes... 1 que escena tan asombrosal... Están ustedes libres. A este tiempo entraron los lanceros y echaron fuera al buen religioso, amenazándolo con ci deguello por mostrarse tan apasionado y oficioso con los gachupines. .Nosotros nos quedamos absortos y asornbrados con lo que hablamos oIdo, y anegados en un piëlago de amarguras, nos postramos para dar humildes gracias al Dios benefico y amoroso que requerla de aquellas fieras nuestra libertad; pero sus corazones estaban niuy empedernidos, y esta escena que harla estremecer a las fieras, solo sirvió para irritarlos mas. El sacrilego, ci blasfemo iego Herrera, dijo estas espantosas palabras: —El mismo caso hago yo del Sacramento que de este pañuelo —y lo arrojó lejos de si. Aque1ios caritativos ministros del santuario se vieron tratados de traidores y cercados de Ianzas, abso1vindose unos a otros porque ya se habla mandado tocar a deguello. jAh! no hay corazOn que pueda recordar este lance sin deshacerse en lágrimas! Aquellos bárbaros, abandonadosya de Dios, hubieran sacriticado a los sacerdotes, si no temieran irritar al pueblo con un hechG tan escandaloso y horrible. Eran las tres y media de la tarde y aOn no nos habiamos desayunado. De pronto vimos entrar al Anglo-americano en nuestro calabozo: mis compañeros se echaron a sus pis iniplorando su piedad. —Ustedes son felices,—nos dijo,—miren mi reloj, son las tres y media: a las cuatro deblan ustedes salir para ci suplicio: asI se habia decretado en la junta de esta mañana y aun se habla librado oficio al párroco para que viniesen los sacerdotes a auxiliarlos, porque nosotros nos portamos como verdaderos cristianos; pero estos padres, que deblan ser puestos por delante a la boca de los cañones, nos llevai-on al SantIsimo... En fin, se hace preciso perdonarios por ahora. Las Norias de l3ajdn 57 ' Todos nos sentimos poseldos de viva emoción. —nSon ustedes los primeros,—continuó,—que se escapan de este sable: con dl degolle yo misino más de doscientos en Granaditas, y más de mil en Guadalajara... Dc buena escaparon ustedes boy. Eh! no hay que apurarse: corner bien y crear inucha sangre, que todo se compondrá. tDespues que este herejdn estuvo gloriándose en exagerar sus negras y abominables hazañas, y en levantar desatinadas calumnias al gobierno y los europeos, se fué dejándonos guardia doble en el calabozo. '-Seguimos en el con más rigor que nunca y sin recibir ni el menor consuelo; cada vez que a deshora de la noche entraban los lanceros a reconocer nuestra prisión, nos asustábamos creyen*:lo que Ibamos a ser degollados. jCuántas arnarguras pasamos en esta terrible cárcel! SóIo tü, gran Dios, pudiste sostener nuestra existencia y resignación! Las tropas del rey habIan conseguido Ia asombrosa batalla del Puente Calderón y venlan acercándose a San Luis. Nuestros tiranos trataron de abandonar la ciudad y huir. El dIa 25 de Febrero nos hicieron salir del calabozo y montar en unos burros aparejados que estaban a In puerta de In cárcel: nos rodeo una compañIa de treinta lanceros, cuyo tapit6n tenla el alma más negra que In cara, y asI nos tuvieron desde ]as diez de In mañana hasta las tres de la tarde. A esta horn salimos a la retaguardia de dos mil quinientos insurgentes de caballerIa y quinientos de infanterla que arrastraban quince cañones de buen calibre. Abreu y Pico tuvieron In fortuna de que los dejaran en el hospital, en donde permanecieron hasta Ia entrada de las tropas del rey. Nosotros fuimos el objeto más ridiculo y despreciable a los ojos de Ia insolente plebe que se agolpó en In plaza, en Ins calles y fuera de la ciudad; pero nuestra inocencia nos consolaba y reciblamos sus insultos con serenidad. Algunos de los lanceros que nos custodiaban nos dijerori que aquella misma noche serfamos degollados y a cads instante crelamos que era llegado el ültimo de nuestra vida.* 50 Episodios Históricos Mexicanos x Otra vez interrumpió Villarguide su relación para proseguirla al poco rato con estas pala bras: Caminamos ocho dias hasta Rioverde. ' No trato yo de describir aquI los ininitos trabajos que pasamos en esta penosa marcha, pot no hacer más fastidiosa In reiacióri de mis rnemorias. tAh! cuando yo caminaba con libertad para el Saltillo, crela que no podrIan darse mayorcs trabajos que los que pasaba antonces, durmiendo sobre unas corazas en la nieve en medic, de los campos: ci cansancio, ci hambre y la sad se me haclan entonces insoportables porque estaba acostumbrado al regalo y a la delicadeza! Mas jay! que todo aquello era nada en cornparación de las fatigas, de in hambre, de la sed, de la desnudez y miseria en que nos velamos en las inmundas cãrceles en que nos rnetIan, del espantoso semblante de una muerte cruel qua mirãbamos tan de cerca, y sobre todo, del sumo desprecio ti inhurnanidad con qua nos trataban cuai si fudsemos los entcs más abominables de la naturaieza. -No debo omitir un pasaje que dará una idea de nuestros tiranos. Yo querla tener grato al feroz capitán de nuestra escoira, y siempre que yo fumaba Ic ofrecla y ei tomaba de mis puros; pero esto me trajo fatales resultas. E1 segundo dIa apenas habrIamos carninado una iegua, hd aqul que se acerca a nosotros un coche y que grita ci diabóiico brigadier Blanco: —Paren, paren, no oyen? quiën es ci europeo que ha dado un puro al capitán? -.--Yo, señor,—respondI. —RUsted es un infame, un vii: de cuántas clases de venenos usan ustedcs, demonios? '>Yo no sabla a qu4 atribuir estas palabras, y le respondi: —))Serxor, yo no entiendo ese Jenguaje, ni sé qua dar un puro Las Norias de Baj.in 381 sea un delito: debia usted compadecerse de nuestra desgraciada situación y tratarnos con más humanidad. —Humanidad, humanidad, malditos!... —"Señor! --Si, con la misma que ustedes trataron a la infeliz Am&ica trescientos años. —Señor, nosotros somos inocentes, a nadie hemos hecho daño. —Cá1lese usted, demonio! —jPero, señor!... —DUsted y todos los gachupincs son unos fi-ancmasones, unos hipócriias, y abusan de La religion, de la hunianidad y de los derechos más sagrados. —DPor caridad, Sr. Blanco... —aLlámerne usted brigadier. —wPor caridad, brigadier... —DNo brigadier, sino señor brigadier. —iPor caridad, señor brigadier... —DCallc usted; yo procuraba conservarles la vida, pero se han hecho indignos de ello. —a Pero, señor... —Ea! un lancero baje a ese hombre y amárrclo fuertemente codo con codo. ;Oh Dios! Aquel hombre estaba furioso, en sucara se retrataba ci mismo inlIerno, y yo crel que me iba a sacrilicar a su mortal odio. - Mi vida,—exclanié,—sólo pende del Altisimo. ))Ei tirano me echo uia terrible maldiciOn y dió orden de que me condujeran, amarrado como estaba. DHasta los misnios lanceros se compadecieron de ml, y dijeron que aquello era injusto. Despus supe que el maldito capitán me liabla acusado de haberle dado un puro envenenado. Puede darse mayor maldad ni tan perversa alma como la de este hombre? Pues cómo no reventó ni tuvo la menor novedad con ci puro en v en en ado? Liegamos a Rioverde y nos pusieron, segün costumbre, en la cárcel pUblica. ))LOs vapores mefIticos que se encerraban en aquel inmundo 582 Episodios Históricos Mexicanos lugar, serfan bastante para quilarnos Is vida, si no nos hubiera pasado a los tres dias a otra pi-ision menos intolerable. nAlil estuvimos quince, en cuyo tiernpo supimos que las tropas del rey habian entrado en San Luis Potosi. "Nuestros tiranos recibieron varias cartas de Ia ciudad, en que sus secretos partidarios les avisaban cuanto pasaba, y el dIa en que iba a salir una division en su seguimiento. "Nuestro capitan nos dijo que pidiésemos a Dios no se presentaran jamds las tropas enemigas, porque tenfa orden de pasarnos a cuchillo a Is menor novedad que se advirtiese. nTuvimos, pues, que salir precipitadamente de Rioverde el z8 de Marzo. Caminamos sin parar dos dIas con sus noches, y en Is mañana del 20 entramos en el Valle del Maiz: nos desiinaron a is cárcel que estã a Is entrada del pueblo, dejándonos Is misma custodia que nos habla conducido desde San Luis, encerrando con nosotros, como to haclan siempre, algunos de los suyos, que at mismo hemp0 qUe pagaban algán delito, servfan pars observar todos nuestros movimientos y conversaciones. PEI lego Herrera y el brigadier Blanco estaban bien descuidados sin pasarles por Is imaginaciOn que el señor coronet D. Diego Garcia Conde, que los venia persiguiendo con diecciOn a Rioverde, informado del punto en que se hatlaban, habla dispuesto sot-prenderios, haciendo atravesar su divisiOn desde Is hacienda de Is Angostura hasta las inmediaciories del Valle del Maiz, a costa de una violenta y penosisima marcha. PEI dia 21 a las cinco de Ia tarde, cuando ci lego estaba disponiendo un baile para Is noche, v ci saqueo general del pueblo para el dIa siguiente, ilego una avanzada a todo galope avisando que estabari encima las tropas del rev. Inmediatamente mandO conducir los quince cañones, niuniciones y todas las cargas a una ventajosa posición distante del pueblo cosa de una legua. nEn ci resto de la nàche dispusieron muy bien sus baterlas, ordenaron su gente, que ya pasaba de seis mil hombres, y esperaron ci ataque. 'Nosotros desde Is cárcei olamos Is griteria, observábamos Is confusión y apenas inferiamos to que podrIa ser aquello, y asi pasamos una noche muy inquieta. Las Norias de Baja;i 583 Amaneció por fin ci dia 22. Ob! jdia terrible, dia espantoso cuya rnemoria hiela mi corazon y le hace estremecer! SerIan las nueve de la mañana, cuando oimos el primer cañonazo y contamos hasta catorce: a este tiempo se abrió la puerta de la cárcei, y entraron de golpe sobre nosotros los treinta lanceros de nuestra guardia: nos amarraron fuertemente los brazos atrás y nos despojaron de la mayor parte tie la ropa que tenIamos puesta. Presentóse en seguida el.malvado capitan, y nos comunicó que acababa de recibir orden de sus generales para pasarnos a cuchillo en aquel mismo instante. —Dios mIo!—gritamos todos- 1 tened piedad de nosotros! — i No hay piedad, infames, mueran! —SUn sacerdote, un sacerdotc por amor de Dios, que nos auxilie. —DEn ci infierno encontrarjs bastantes. - Piedad! —Ejecütese la orden! —Mueran!--gritaron los inhurnanos, y empezó la horrible carniceria... sSanto Dios! ;quë espectáculo tan horroroso! quién será capaz de expresarlo? jMe abandona el valor, un sudor frIo corre por mi frente... me veo precisado a suspender, mi relación! Villarguide dejó, en efecto, de hablar: su faz se habia puesto mortalrnente pálida, su cuerpo todo se agitaba con una especie de temblor nervioso y cayó sobre su improvisado lecho. —TranquilIcese usted, Sr. Villarguide,—le dijo Remedios procurando hacerle volver de aquella especie de sIncope. Al cabo de un rato de prolijos cuidados, el narrador volvió en si, y sin atender it ]as spIicas que se le hicieron para que dejase para ci dia siguiente la conclusion de su historia. XI La continuO de esta manera: —aAlmas sensibles y generosas, este cuadro es muy digno de vosotras... Volad a aquella cárcel y ved a doce victimas inocentes, 584 Episodios Históricos Mexicanos indefensas, revoicándose en su sangre, y atravesadas por mil partes con los cuchillos y las lanzas. No se oye por nuestra parte más voz que los du1cisimos nombres de Jeslis y de Maria que repiten todos hasta el Ultimo momento. ' Ved a! honrado Verdeja, que agonizando ya, recomienda a Maria Santisima a su triste esposa y a cinco inocentes criaturas que deja sumergidas en in miseria... Pero lay!... uno de sus crueles verdugos, de tres machetazos divide su cabeza en dos partes hasta ci cuello... * Los bárbaros hacen más terribic ci t•flcio c n us nidades... iOh monstruos de crueldfli' :1iii .Ya espiraron mis once compañer s. cielos a recibir ci premio que les tenha destinados ci Dios de las miscricordias, y aquella cárcel queda santificada con tanta sangre inocente... ,,Yo estaba bafiado en Ia mia y me sentia herido mortalmente: pero Dios, por sus altos juicios, conservaba mi vida. Más de un cuarto de hora estuve tendido desangrandome y encomendando mi alma a su Criador. Alzo mis ojos y veo que todos los asesinos habfan huido asi que consumaron el sacrificio. Procure incorporarme con muchIsimo trabajo; di dos ó tres pasos; pero se puso una espesa nube delante de mis ojos, me abandonaron las fuerzas y cal sobre los cadsveres de mis compaficros. A poco rato entró un religioso de Sari Francisco, y se horroriz de ver aquel espectáculo. —nPadrel padre de mi alma,—le dije,—por amor de Dios mire c usted cómo me han puesto... hasta las palnH:c c-cii herida del cuello... PEI buen religioso cortó la cuerda que nc puso su pafluelo en la herida, me recostó sobre su peclio y regahi mi cara con sus higrimas. V(fl (fl 1 SL L 1 :1 T_ Z •Je rcc!PiI general ))VIc :a '- (1'-: . V ( IC — ' En quc estado se halla la batahlfl: —Los maivados,—respondió,—han sido derrotados completamente, dejando el campo cubierto con los cadáveres de los que no 585 Las Norias de Bajin pudieron huir, los cañones, las cargas y cuanto poselan. No oye usted el repique por tan gloriosa victoria? —Bendito sea Dios!—etciamt. —cSi,—continuó ci padre,—estos maivadossólotietiefl valor con las vIctimas indefensas como ustedes. —))Por Dios, padre, sáqueme usted de aqul! DLIamo a otros dos hombres y me Ilevaron a un jacalito que estaba a veinte pasos de la cárcei, y se voivieron a ella a vet Si alguno de los compafkeros daba sefiales de vida. DY0 permaneci all1 largo rato casi en agonla. oDescubrIa desde aquel sitio ci camino que vena al pueblo: vela ir y venir gentes, pero como mi vista estaba tan turbada, no podia distinguir si era el ejrcito victorioso que iba a entrar, ó si eran los insurgentes derrotados que huIan. Procuré, pues, levantarme y dar algunos pasos. oEl primer objeto que se me present6 fué un dragén a caballo delante de la cárcel: me ful acercando a ël y le dije: —oEs usted de las tropas del rey? —))Si soy,—me respondió. aEntonces, recogiendo yo todas mis fuerzas, exclamé: —1Viva ci rey!—y cal sin sentido. Cuando volvi a abrir mis ojos me hallé en una casa rodeado de oficiales, dc amigos mios, que iloraban tristemente mi desgraciada suerte. —o1Dios rnlo!—exclanié,—ya estoy en los brazos de mis amigos; ahora moriré coritento. )Yo scotia mi cuerpo helado y todas aquellas señales que son precursoras de la muerte: todos crelan que iba a espirar. oA este tiempo entró mi amigo Carlos: le liamo por su nombre, me conoce y grita asombrado: —))Dios mb! qué veo? eres ti, Juan? —Si, yo soy; aqul vine a pagar mis pecados. Aquel joven a quien siempre estaré agradecido, hizo los mayores ettremos de dolor; asI que se serenó aigo procuró darme todo ci consuclo posible. —Amigo qucrido,—decma,—no, tCi no morirás, ten esperanza: y en, te Ilevaré a la casa de nuestro comandante, vera ci cirujano tus heridas y serás atendido con esmero. Toio 1 74 586 Episodios Históricos Mexicanos 71Y0 quise incorporarme, pero no fu posibie: entonces ci generoso Carlos y otro, me ilevaron en sus brazos a la casa en que Cstaba alojado el Sr. Garcia Conde y me pusieron sobre un colcbón. - Poco despus llego ci cirulano del ejército, D. Mariano Guemes: fué necesario cortar con tijera toda mi ropa porque estaba empapada en sangre y pegada a mi cuerpo. Reconoció mis heridas y contó j'eintidós, siendo tres de ellas morales de necesidad. Les apiicó bálsamos y me vendó perfectamente, intentó darme unas cucharadas de vino generoso y todo se salió por la terrible herida del cuello. Una herida mortal que tenla sobre ci corazón me causaba agudIsimos dolores: se apoderó de n-if una violenta calentura y pasé toda la noche en profundo delirio. nA los dos dIas pude pasar, aunque con mucho trabajo, unas cucharadas de almendrado: mis heridas presentaban buen aspecto, y Guemes me dió alguna esperanza de vida. Jamás podr pagar a este hábil y amable joven ci interés y la eficacia con que se esmeró en mi curación, y si hemos de contar con las causas segundas, a ei debo la vida. A los cinco dias ya habla ci Sr. Garcia Conde arreglado ci gobierno y cuanto se ofreció en ci valle, y dispuso su salida para Rioverde. ' Yo estaba todavia sin movimiento y en mucho peligro, pero era necesario seguir la division. Me condujeron en un carro bien cubierto, y como ci camino hasta cerca de Rioverde es tan difIcil y escabroso para carruajes, se renovaron todas mis heridas y pasé tantos dolores y trabajos en esta marcha, que todos se asombraron de quc hubiera liegado vivo. Mucho trabajó Guemes conmigo los dIas que estuvo la division en Rioverde, pero consiguió aliviarme. Las generosas y amables señoras D. 2 Rita y D . a Dolores Barragin, cuidaron do mis alimentos y asistencia con ci interés de una tierna madre. Estas schoras querfan costear cuantos gastos se hiciesen en mi conducción a San Luis; pero los señores oficiales dc La divisiOn no lo permitieron, y tuvieron Ia bondad de nonibrar a uno que colectó entre elios más de cien pesos: mandO hacer una cama de tables con cuatro pilares, de donde salian otros tantos arcos, y toda iba cubierta de crea iistada do azui. Asimismo tenla cuidado de tornar en todos los pueblos y haciendas del tránsito Las Norias de Bajn 587 baslantes indios que Ilevasen mi cama sobre los hombros, a fin de que caminase con cuanta comodidad es posible. DA San Luis voy, pues, a esta ciudad en que tanto he padecido, y a donde no crel volver jamás, y donde habrán de ilamarme el que 3' il'e de milagro ó el resucitado. ,)Dios de bondad y de misericordia, tu majestad augusta se ha servido de estas almas sensibles y generosas para prodigarme tus piedades por un efecto de tu adorable providencia! Dignate, Señor, recompensarles comO merecen. Td, Señor, has querido conservarme la vida en medio de tantos peligros y aflicciones... te doy infinitas gracias con todo ci afecto de mi pobre alma, y te suplico humildemente me comuniques tus auxilios para que jamás sea ingrato a los singulares favores que has hecho conmigo. No os parezca extrafto, mis queridos amigos, que coricluya mi relación con estos sentimientos humildes que me dicta el alma en medio de sus transportes, al considerar la serie de sucesos que han pasado por ml. 'Yo veo delante de mis ojos un abismo insondable que me turba r la imaginación, y al recordar los lances en que casi palpé la particular providencia de un Dios benéfico, no puedo menos que anonadarme en mi propio principio y adorar en silencio los inexcrutables decretos del Señor, más por los sucesos generales de esta tremenda convulsion poiltica, que por las particulares desgracias que han pasado por ml, cuando mucho más merezco. ' Crëanme ustedes, aun es más fuerte la impresión que me causan los comunes males de la patria, al considerar el carácter y naturaleza de las irrupciones sangrientas que sufren los pueblos miserables. La humanidad se ha destronado por in terrible mano de la sediciOn, en que un fermento fatal de odios, resentimientos y provocaciones, han inspirado el fanatismo delirante que nos inunda en nuestra propia sangre, y ha renovado entre nosotros las espantosas escenas de Marat y Robespierre.' Villarguide concluyó de hablar, y por haber avanzado mucho la media noche, todos Se recogieron a dormir y tomar fuerzas para proseguir al siguiente dIa sus respectivos caminos. 588 Episodios Históricos Mexicanos xl' A los pocos dias de estos sucesos, Remedios y D. Joaquin se reunieron una vez mis con D. Anastasio, a quien afligfa grandemente no haber podido dar con la mujer a quien con amor tan decidido buscaba, arrostrando todo género de fatigas. I toda.a las casas han sido robaias r Refiriéronle su encuentro con Villarguide y extractáronle su relación, olda la cual, D. Anastasio dijo: —Cierto es cuanto ese desgraciado ha referido. —Luego entró Calleja a San Luis? —Ocho dias después de haberse retirado de ella el ]ego Herrera. —Fué recibido, por supuesto, corno un triunfador. —Di más bien como un salvador, por todas las farnilias de ]as vktimas del cruel lego: ci aspecto de la ciudad era desconsolador: todas las casas han sido robadas en tres sucesivos saqueos, y entre ellas la del misrno brigadier Calleja. Las Norias de Bajdn 589 hizo Calleja, dueflo ya de la ciudad? —Se ocupó en reorganizar ci gobierno, en aumentar sus tropas y en proveerse de viveres y forrajes. Desde alli destacó dos divisiones de su ejército, una a las órdenes del teniente coronel D. Mi_Qu e guel del Campo para contener los progresos de las partidas insurgentes que se habian levantado en el bajIo de Guanajuato, y encomend6 la otra a D. Diego Garcia Conde. —Esa fué la que salió en persecución del lego Herrera. __Justamente; salió de San Luis ci 14 de Marzo. —Y fué ci combate tal como lo contd Villarguide? —Si, Garcia Conde avanzó sobre Herrera ilevando su artillerla en ci centro sostenida por la infanterfa de la Corona, con dos escuadrones de Puebla en cada Ilanco, dejando su reserva a retaguardia. La acción durô tan solo cortos mornentOS, y Herrera huyd abandOflando su artillerIa, pertrechos y bagajes, entre los cuales fueron cogidos ci hábito y ci uniforme del lego rnariscal. Irritado Garcia Conde por la matanza de Jos compañeros de Villarguide, hizo fusilar inmediatamente al subdelegado del pueblo, nombrado por los insurgentes, D. Mariano Calderón, por haber prestado su consentilnientO y auxilios para efectuar aquellos atroces asesinatos. —Dónde ban ido a dar los jefes? —Herrera y Blanco a la villa de Aguayo, en la provincia de Nuevo Santander, en donde se hallaban las tropas que, habiendo abandonadO al gobernador Iturbe, se habian declarado por la insurrecCiófl. —Y all1 estará dispuesto para volver a ianzarse... —Qué lanzarse ni que... —Qué quieres decir? —Que al saber que el coronel Arredondo se prcparaba a ataca rle... —Ha huldo de nuevo? —No. _,Qué entonces? —Sus mismas tropas insurgentes atacaron por la noche ci cuartel en que se alojaba Herrera con Jos suyos, hicieron a todos prisioneros y maniatados se los entregaron al coronei Arredondo. —Y recibieron su castigo? 590 Episodios Histdricos Mexicanos —Herrera, Blanco y otros jefes fueron inmediatamente tusilados, mostrando en tal momento su indignacion sus mismos soldados, a los que, segiTh parece, trataba no mucho mejor que a sus prisioneros. — 1 Desgraciado hombre! —Desgraciado, si, porque su memoria ni aun podrá abrirse un lugar en la gratitud de los mismos de quienes quiso ser partidario. —Triste verdad. —Verdad, si; pero por qué triste? Acaso aigt:in partido puede estar obligudo a considerar como heroes a los bandidos que se adhirieron a sus ideas? —Desgraciadamente, en los momentos de las tremendas luchas de los hombres, puede ser ütil hasta un bandolero. —No digo que no, y por eso ha liegado a afirmarse que el fin justifica los medios; pero pasan esos instantes solemnes de la vida de los pueblos, y ci recto é imparcial criterio da a cada uno de sus hombres ci lugar que Ic corresponde: necesario es ci verdugo en las sociedades y no por eso el verdugo es admitido a la comunión de las gentes honradas. —Inflexible y frio raciocinio. —Pero justo, una vez más Jo repito. —,Pero y la causa? —La causa nada pierde si es santa y noble: ella flota sobre la espunia que Jevanta, al ser agitado ci nauseabundo lodo de las revoluciones. D. Miguel Hidalgo y Costilla nada pierde porque en sus ejCrcitos hayan sobrado los bandidos: a SUS banderas llamó a todas las gentes honradas y a todos los desgraciados; no puede hacerse responsable de que no le comprendieran aquellos a quienes se dirigio y de que a su sombra se alzaran los bandidos en contra de esa misma sociedad que Cl mismo pretendió mej o rar. —Pobre D. Miguel! —Si: bien sabes que no soy su partidario y mcnos puedo aprobar ci sistema de que se ha valido para procurar ci triunfo de sus planes; pero la pasión no infiuye en ml al grado de no poder reconocerlc sus rndritos. El podrá haber contemporizado con la canaha, pero no haberia aceptado. Ya Jo hemos visto; cuando le fuC dable trató de oponerse a sus desinanes y procuró castigarla; pero Las Norias de Bajdn 5gr no renia ni era fácil quo tuviese esa fuerza moral que hace respetables a los gobiernos establecidos. —Cierto, muy cierto todo, Anastasio, pero por qué no lamentar que hombres como ci lego Herrera no dejen a su posteridad otra cosa que el horror a sus nialdades? Fr. Luis de Herrera no era un barididO antes de lanzarse a hacerse de San Luis. —Lo s; pero al encontrarse improvisado general de una facción, se hizo bandido: mayor crimen ci suvo todavIa, puesto que pudo deshonrar una causa haciendo creer que para pertenecer a ella debla el hombre honrado convertirse en perverso. Despus de todo, fortuna de su patria ha sido que pereciesc en la dernanda: si hubiera vivido, si SU causa hubiera triunfado, quizas ese hombre hubiera Lsido un personaje on la nueva situación, y cualquiera situación, cualquier partido, cualquiera idea triunfante, se desacredita tenienF do a su frente bandidos regenerados, por muy regenerados que estn; por más que nadie se atreva a llamarselo, ni dejarán de haberlo sido, ni de serlo para cuantos los conozcan, pues no todo lo borra la posición social. 1Cuán poco envidiable es el engrandecimiento de los miserabies que on tab caso se halian! Vénse adulados por lo qua rep resentan y no por lo quo realmente valen. 1Ah! podra esto halagar su vaiiidad; pero desgraciado de aquel que solo vive de su vanidad. El hombre debe aspirar a algo mas que a su satisfaccidn personal; debe aspirar a ser Ia gloria de su patria 6 al inenos la honra de su farnilia, y quien no sabe asentar su nombre sobre esta base, nada ha bogrado con engrandecerse a los ojos de sus contemporáneos. Algün dia se apoderará de él la historia, la despojará de sus falsos oropeles y dirá al mundo: abe aquf al hombre, pretendió hacerse pasar por un hdroe, y no fué rnás quo un bandido afortunado.' —;Oh!—exclarnO D. Joaquin,—calla, calla, amigo mfo, me espanta tu voz, que tiene todo ci eco de un pavoroso porvenir! —AsI será juzgado on ese dia ci lego infcliz que nos ocupa. —Y Cruz?quC ha hecho el brigadier Cruz en todo este tiempo? —Los repetidos avisos quo desde su Ilegada a Guadalajara después de la expedición de ]as Barrancas, Tepic y San Bias, recibla dándole parte de los movirnientos qua estaban prOxims a verificarse en Zocoalco, Sayula, Zapotlan ci Grande ypueblos comarcanos, le obligaron a destinar una division de su ejército, cuyo 192 Episodios Hiztórieos Mexicanos mando conIió a! general D. Rosendo Porlier, para atacar y destruir a los independientes. Saiió con este objeto de Guadalajara Cl 26 de Febrero, dirigiendo sus marchas por el camino más recto, pasandG por Santa Anita y Santa Ana, sin haberle ocurrido otra novedad que la de haber sabido en ci momento de salir del üitimo pueblo con dirccción a Zacoalco, que los insurgentes se habiart retirado al tener conocimiento de Is proxirnidad de las tropas del rey. —Siempre afortunados estos hombres! —Continuó su marcha Porlier, yentraron las tropas en Zacoalco a las doce del dia 28 sin oposición, siendo contados los vecinos que en dl se habIan quedado. Otro tanto le sucedió en Techaluta, pueblo todo de indios que en su mayoria huyeron. —Valienies batallas y tomas de ciudades! —Al amanecer del dia 2 de Marzo se puso en niovimiento Porher para Sayula pasando por Atoyac, que quedaba un poco a la izquierda del camino, con el fin de reconocerlo: no habiendo encontrado novedad, coutinuó hacia Sayuia, en cuyas inmediaciones hizo cuatro prisioneros que mandó fusilar. —;Siempre ci abuso en ci derramamiento de sangre! —En la mañana del dia 3, después de haber hecho el nombramiento de Justicias, Subdelegado, Alcaldes y Gobernadores de Indios, salió con el ejército de su mando con dirección a Zapotlän, donde, segun sus noticias, se encontraba ci enemigo. Andada como legua y media y siendo las nueve menos cuarto de Is mañana, el subteniente de Dragones de Querdiaro D. Ignacio Alcalde, que mandaba la guerrilla de cabaiierIa, le avisó que un crecido ncimero de indios y gente de a cabailo, formados en batalla, ocupaban Is gran hianura y falda de las montaflas del camino y cuesta de Zapotldn. Continuó avanzando haste ponerse a tiro de metraila, mando desplegar, colocando cuatro piezas en ci centro, ci Bataiión Real de Marina al mando del alfcrez de navIo D. Pedro Niches, parte del de Jalisco al mando de su sargento mayor D. Felipe de Alba, apoyando su costado izquierdo en una cerca in mediate del camino. Las tropas del regimiento de Guadalajara, a las órdenes de su comandante D. Manuel del Rio, y resto del provincial de Toluca, al de su teniente coronel D. Ignacio Garcia Illueca, forrnaban el cuerpo de reserva y ocupaban Is retaguardia de Is artille- Las Norias de Dajdn 593 i-ía; la caballei-ia al mando de los capitanes D. Angel Linares y don Luis Quintanar, formando un martillo que ocupaba el costado y flanco derecho; las corgas y bagajes, con una fuerte escolta de infanteria de todos los cuerpos y suticiente cabaileria, quedaron a retaguardia del cuerpo de reserva. —Bien enterado estãs de los pormenores de Ia acción. —Porlier mandO al teniente de fragata D. Miguel Soto, cornandante de Ia artilleria, que rompiera el fuego con viveza en todas direcciones, y asI lo hizo, introduciendo el desorden en ci enemigo: destacó entonces al teniente de fragata D. Pedro Celestino Negrete, ayudante mayor general del ejrcito, a la cabeza del BatalIón Real de Marina, parte del de Toluca, y cahallerIa a Ia vez diO orden de avanzar a la reserva, cargando oblicuamente sobre la izquierda enemiga, y it las diez y media de la mañana el campo y la Victoria quedaron por los realistas. —Casi se Ic hace a uno imposible creer en Ia inexperiencia y poca constancia de los insurgentes. —No me irncrrumpas. - Prosigue. —La tel acción no habIa sido más que una estratagema de los independientes. - 1C o mo! —Escucha. —S6 breve. —Satisfecho con un triunfo a tan poca costa ganado, Porlier continuO avanzando casi en formación en dirección del camino real y de la cuesta de Zapotlán, en cuya cima habia observado un grueso cuerpo de enemigos, que, formado en batalla, parecIa esperar a los realistas. —No comprendo. . —Calla y escucha: Porlier mandó hacer alto y dispuso subiesen a la cima de una montana de Ia izquierda dos compañIas del reginiiento de infanteria de Toluca, mientras una tercera costeaba la falda de las montañas de la derecha con orden de no avanzar hasta que viesen ci centro veriticarlo. Andados como doscientos pasos, sin haber notado cosa alguna Ia guerrilla de avanzada, un indio, que se hallaba perfectamente escondido y recibió la muerte de un balazo, dió fuego a una mina, y consecutivamente volaron otras Touo 1 75 594 Episodios Hisióricos Mexicanos .1 cuatro debajo de la infanterfa y de Ia artilleria, envolviéndolos a todos en verdaderas nubes de polvo y hurno. - Erava estratagerna! —Los insurgentes, creyendo sepuitada Ia division dehajo de los esconibros, descendieron entonces en desorden desde la montana: pero se encontraron con ci ejército realista perfectamcnte I Orgaflizado y milagrosamente en salvo, y con tat irritación cargO sobre ellos, que los pocos que pudieron salvarse debicronIo a su precipitada fuga: Porlier habia quedado segunda vez victorioso: eran las doce y media de la mañana. XE" \T encido en todos lados el ejërcito insurgente, quedaban aón en ci extenso territorlo invadido en Jos primeros instantes de la rebelion, multitud de pequeñas guerrillas que mantenian, por asi decirlo, latente ci sagrado.fuego de la Independencia Nacional. AsI se lo hacia observar D. Joaquin a su amigo D. Anastasio en los momentos en que principia este capitulo. —Es cierto,—con test O el segundo;—pero no hay. que hacerse ilusiones, ci levantan-liento va de capa calda. —Pero desengánate: Ia semilla ha sido sembrada en tierra fértil y brotard cuando menos nos lo esperemos. —Por lo pronto, el brigadier D. Fcilix Maria Calleja se da todos Jos aires de un triunfador. —No me extraña, siempre se ha distinguido por su orgullo y vanidad. —En su marcha a San Luis se ha dado toda la importancia de un sultan al frente de un ejército asiático, con-to alguien ha dicho con mucha oportunidad. —Si: ya he sabido que las m6sicas de sus regimientos alegran su mesa, a la cual invita diariamente a sus oficiales que Ic adulan y consideran poco menos que a un monarca. —Es la verdad, y no sOlo esto, sino que a su cjcrcito se han unido multitud de fainilias de los oficiales y soldados, y con la abundancia de mujeres hay en las tropas menos formalidad de Ia que las circunstancias exigen: a la vez, las marchas se hacen con lenti- Las Norias de B.jdn 55 tud y dificultad, pues, segtTh se dice, han escaseado los viveres y Ins pasturaS. —Pues hay cosas que no pueden tomarse a la broma y algün dIa quizás les cueste caro este desorden. —Es que todo lo dan por terminado: el mismo Porlier escrihe sin cesar a Cruz, que esta deseando volverse con su marineria a su fragata, pues ni le gusta Ia vida de tierra ni le hace gracia andar de a4ul para allá persiguiendo pequeñas partidas sin importancia, to cmii, dice, podrá hacerlo cualquier oticialillo, cvitándose de este modo que Se pierdan, cot-no se están perdiendo en Veracruz, los buques reales, a consecuencia del abandono en que se les tiene. —Y esta querido en Guadalajara el brigadier D. José de la Cruz? —La verdad es que sI: conio militar es severo, quizás demasiado severo en el e;ercicio de la autoridad: propenso al castigo, con facilidad impone In muerte por un qultarne alIá estas pajas; pero a la vcz tiene un caráctcr sociable y alegre, y sabe considerar y hacer honor a ]as personas, siendo, segün dicen, ny grato su trato intimo. Asi to da a entender una curiosa dëcirna que con permiso del alcalde Villaurrutia se irnprirnió en Guadalajara en honor de Cruz, con motivo de los sucesos de Tepic y de San Bias. —La sabes de memoria? —Si. —Dila, pues, para nuestro entretenirniento, ya que no para honor de Ins musas ainericanas. —1-léla aqul: Cruz dulce, sabio, clemente, Cruz tie nuestra redención, Crux dejustificación para ci que so haila inocente. Cruz a wdo deiincuent crucihca con aciertos, y a los quc por inexpertos ci engaño no ban previso, para ci perdón, como Cristo, tienc los brazos abiertos.a —Es un esplendido marnarracho la tat décirna: pero, en fin, peor pudiera haber sido. Por supuesto, ser4 original de algun fraile. —No Jo sé, aunque es de presumirse. 596 Episodios Históricos Mexianos —Por qué? —Porque los frailes se han convertido en los Homeros de este A q u i les. —Qué, tienes por ahI alguna composicion?... —Una digna de arder en un candil. —La traes contigo? —Si; mIrala,—respondió D. Anastasio presentándole unos papeles. —Veamos, veamos, ;quien es su autor? —El padre Fr. Tomás Blasco y Navarro, doctor de la Real Universidad de Guadalajara. —Largo escribió ci bucn señor:—dijo D. Joaquin viendo ci papel. —Demasiado para lo mala que es su Canción elegiaca, como él Ia titula; pero, en fin, para que puedas juzgar de ella, lee esta parte en que canta los bores de los jefes realistas. —Dame y allá Va: u;O Calleja gran prez y gloria nuestra! 0 fiel, 6 fuerte escudo! Por Li fu6 confundida la malicia del hcreje sañudo; tu vaicrosa diestra, Lu gran piedad, tu militar pericia, cuánto nos beneficia! Por ti huyd la rebelde muchedumbre, por Li Iibrcs del triste cautiverio, libres del vituperio y torpe servidumbre, subirnos a la cumbre del honor que gozamos: a Li muy grata in ciudad festeja todos a ti aclamarnos: viva, si, viva ci inmortal Calleja! Asi to, Cruz, salarnanquino noble libertador ilustre de esta patria que en Li se lisongea, asi con igual lustre, corno columna inmoble sustentas La NaciOn que bambolea. TO en aqucila pelea de Zarnora que LantO te ha cosaizado, cual furte y prodigioso Mathatias, derrotaste a Masias: Las Norias de Bajdt 597 de ti huyendo Mercado murió precipitado at mirar tu entereza: Vive, gran Cruz, Iarnás olvidaremos tan egrCgia proeza: A ti tainbién la libertad debemos. Qu bien en RoscIlón te señalaste, cuando en ]as tres carnpafias las tropas del Franccs traidor insano quc invadió las Españas Cetoso debelaste! 'V en Talas'era y Medellin tu mano cónio hirió a este tirano! 'V no menos sois dignos de laureles vosotros 6 Porlieres y Trujillos, distinguidos caudillos y extirpadores fieles de insensatos 6 intieles con Negrete y Salcedo y aquel Flon a h! que nos robO la Parca! Pues todos con denuedo defendis ReIigión, Patria y Monarca. necesario Cs convenir,—dijo D. Joaquin, dejando de leer,—que D. Miguel Hidalgo supo lo quedijoal llamarã nuestras universidades acuadrillas de ignorantes.a — 1 0h! )lV AdelantándOme de intento en la relación de los sucesos que constituyen esta verdadera historia, he querido agrupar en el menor espacio posible todos los acontecimientOS de menor importancia relativa en aquellos dIas, con el fin de que mis lectores puedan sin distraerse estimar en lo de adelante el doloroso poema del sacriticio del heróico caudillo de Dolores. Después de la derrota del Puente de Calderón, D. Miguel Hidalgo se dirigió sin tardanza a Aguascalientes, donde se reunió con Iriarte, que alli estaba con dos mil quinientos hombres y los caudales recogidos en San Luis, importantes mcdio millón de pesos. Dirigitronse juntos a Zacatecas; pero antes de liegar a la ciudad. los alcanzó en la hacienda del Pabellón el capitán general D. Ig- 598 Episodios Históricos Mexicanos nacio Allende, al cual, corno aconteció después de Ia bataila de Aculco, se unieron los principales jefes insurentes. Lo que alli ocurrió entonces ocuparla muchas páginas de mi historia, si no fuera preciso, por honor de aquelios heroes, pasar sobre ello como sobre ascuas. Me limito, en consecuencia, a trasladar aqul las mismas palabras de D. Miguel Hidalgo: uPerdida la acción del Puente de Calderôn en Guadalajara, y /' i 1 / -' •v4 -. los alcanth ca la hacienda dcl l'abcllon retirándome sobre Zacatecas, ful alcanzado en Ia Hacienda del PabellOn, que está entre dicha ciudad y la villa de Aguascalientes, por D. Ignacio Allende, nombrado capitAn general desde que yo fuI investido con ci titulo de GeneraiIsimo en Acimbaro, y en di- cha hacienda ful amenazado por ci mismo Allende y algunos de su facción, entre clios el teniente general Arias, Casas y Arroyo, ünicos de quienes hago especial memoria, de que me quitari4n la rida si no renunciaba el mando en Allende, lo que hube de hacer y lo hice verbalmente y sin ninguna otra fornialidad: desde cuya fecha seguI incorporado al ejCrcito sin ning(n carácter, intervención ni manejo, observado siempre por la facción contraria, y aun llegue A emender que se tenia dada o?-den de que se me matase si me Las Norias de Ba jan 590 scparaba del ejército, lo mismo que contra Abasolo V el general Iriarte: pero este despojo no se hizo pciblico y andaba solo en susurro entre la gente, porque la facción contraria a Hidalgo le hacla parecer siempre corno principal cabeza y lo tenfa por parapeto hasta la ocasiofl. —Pero esto Cs terriblerneiite indigno!—eclamó D. Joaquin, partidario, como ya sabernos. de la revolución iniciada por Hidalgo. —Lo es,—contestO D. Anastasio;—pero fácil era preverlo, cono cido el disgusto con que siempre ban visto los compañeros del cura que éste hubiera tornado ci rnando en jefe. —Pero a quiën si no a di que lo inició correspondia la dirección del movirniento? —Tienes razón. amigo mb, Pero quidn puede dominar Ia amhición? - Pobre patria! ahora si que considero perdida la causa insurgente. —Hállase por lo menos en terrible riesgo. —Pero bien, qud determinó ci nuevo jefe? —Conociendo que no podria sostenerse en Zacatecas, resolvió retirarse con sus fuerzas a! Saltillo, aprovechando la derrota de Cordero por Jiménez en Aguanueva. —Y asi lo hizo? —Si, dirigidndose por Salinas, ci Venado, Charcas y Matehuala. —Pero Hidalgo... —Hidalgo permaneció en Matehuala mientras Allende paso al Saltillo a asegurar la ciudad arnenazada por el realista Melgares, posesionado de las haciendas de San Lorenzo y Parras. —Y marchO Hidalgo a reunirse con dl? —Si, escoltándole el bandido Marroquin, que en esta marcha hallO ocasión para ejercitar sus feroces instintos. ese Marroquin es un miserable. —So odio contra los españoles, que por bandolero le azotaron pusieron en prisión en Guadalajara, no se satisface con nada. Al y Ilegar al rancho del Prado, prOimo al Saltillo, supo que dos infelices europeos se diriglan en un carro acompañados de sus famihas a algün putno que se hallase en poder de los realistas; Marroqubn salió a reconocerlos y sin piedad alguna los mandó degollar por mano de uno de sus mozos. I Goo Episodios Históricos Mexicanos —Horribles venganzas! —Lo mäs horrible es que los verdugos dicen que D. Miguel es quien dispone estos crueles asesinatos. —Oh! ieso es imposible; es una vii calumnia! —AsI lo creo yo también, pero el hecho es que su propio herrnano Jo dice. —V eso qué importa? Todos cuantos sepamos estimar en algo el heneficio que a su patria ha querido hacer D. Miguel Hidalgo y Costilla, desmentiremos aiin a so propio hermano. —A consecuencia de esta retirada de los insurgentes, entró Ochoa en Zacatecas, como ya sabiamos, ci 17 de Febrero. La revoiución toca a su término: las consecuencias de la batalla de Calderón y de la toma de Tepic, San Blas, Sonora, Zacatecas y San Luis, han dado por resultado que los realistas hayan vuelto a dominar en las provincias antes sometidas a los indcpendientes. Los re s i, e h Ii m ei principales caudillos, enemiste ' tantes en su ültimo haluarte... rl;4re.i 'eL] n r — i .k y de ellos si la Provide Asf era en efecto, y tan segura vcIau los n.alistas la total derruui de los insurgentes, quc ci brigadier D. José de la Cruz crcyó que todo podrIa coricluirse con comunicar a Hidalgo la amnistla que las Cones de España habian decretado en 15 de Octubre de 181 o. Este documento deben conocerlo Integro mis lectores. Dice asI: ((La piedad de nuestro Soberano el Sr. D. Fernando VII, a quien representan las Córtes generales y extraordinarias en su ausencia y cautividad, se han dignado expedir ci adjunto indulto a fin de que haya un general olvido sobre todo lo pasado en los palses de ultramar donde se hayan manifestado conmocionies, haciendo el dcbido reconocimiento a la legItima autoridad soberana que se halla establecida en la madre Patria; y ci Excnio. Sr. Virey de estos Reinos Don Francisco Javier Venegas, cuyas benéficas ideas acreditadas tan repetidamente y cuyo piadoso corazón se horroriza siempre que le ilegan noticias de que se derrama con lastimosa profusion la sangre de tantos alucinados que se han separado de la protección de las leyes, siendo rebeldes al soberano que aparentan respetar y a quien insultan, ha querido hacerlo extensivo de un Las .Vorias de Bajd;i Got rnodo singular a favor de todos los que han seguido y siguen Ia insurrección que ha asolado este pals, tan feliz en otro tiempo. ))AI con-iunicarlo en virtud del superior mandato que me lo ordena, y al intimarle que en ci acto que reciba este aviso deberá cesar en las hostilidades y contestar dentro de veinticuatro horas. todo scgtIn en la misma gracia se retiere, no puedo resistirme a hacerle algunas reflexiones para que aproveche el precioso v quizás Cinico instante de pie(iad que la suerte Ic prepara: que considere es ya tiempo de hacer cesar los males que sus primeros iniprudentes pasos han ocasionado a este reino, modelo hasta boy de lealtad y respeto a su rey, y que la serie constante y no interrumpida hasta boy de los triunfos de los ejrcicos que peleamos por la paz, deben persuadir aun a los más insensatos, de la visible protección del ciclo a favor de la más Santa y justa de las causas. ))No ha y pueblo que no reconozca sus pasados verros, ni hombre que hay tenido la fortuna de ver pasar por su suelo las tropas del rev que no se apresure a gozar de su protccción y amparo. La disciplina, ci huen orden y la clemencia son nuestra principal divisa. Qu& ciudad, pueblo, rancho ó caserlo puede ser insensible a este proceder y desengaño, viéndose libre de los horrores y anarqulas en que necesariamente ban estado sumergidos por una niultitud que en su reunion revolucionaria, mirando con desprecio a sus cahezas, no dehIa tener en su conducta ni lImite ni freno? )Cesen, pues, los males hasta aqul demasiado generales y comunes a todo ci pals alborotado y que ha sido el teatro de Ia guerra: vuelvan los que aun siguen ci estandarte de la rebelión, por temor del castigo que les amenaza, a sus casas y familias. La miseria y el terror están apoderados de multitud de infelices, victimas del yerro de sus padres. Giinen en prisión esperando ci Ciltimo suplido algunos miles de hombres aprehendidos por los ejërcitos del soberano y presentados por los pueblos desengañados; y finalmente, ci bien pcihlico exige que vueiva ci orden en todos los puntos en donde falta. La vida de tantos americanos a quienes su mala suerte hizo ser vIctirnas en las batailas, no puede ya devolverseles: la de los que la Icy tiene proscritos y están en prisión puede todavIa libertarse, como se ofrece, si, convencido su ánimo de los males que ha causado quiere con su arrepentimiento y presentación evitar que continücn, como sucederá inevitablemente, ToMo 1 7b 6o 2 Episodios Históricos Mexicanos si pasado el perentorio plazo pretijado no se ejecuta lo que en solo ël se concede. Guadalajara, 28 de Febrero de 181 i. Josefde Ia Cru, .General dcl cjercito de rcczva. A D. Miguel Hidalgo y Costilla. xv Recibido quc fué en ci campo insurgente ci anterior otcio, salió por ci rnisnio conducto la contestacion que en seguida copio: D. Miguel Hidalgo y D. Ignacio Allende, jefes nombrados per la nación mexicana para defender sus derechos, en respuesta al indulto mandado extender por ci Sr. D. Francisco Javier \Tene gas, y dci que se pide contestación, dicen: Que en dcsernpeño de su nombramiento y de la obligacion que como a patriotas amcricarios les estrecha, no dejarän ]as armas de la mano hasta no haber arrancado de la de los opresores la inestimable aihaja de su libertad. Están resueltos a no entrar en cornposición aiguna, si no es que se ponga por base la libertad de la. Nación y ci goce dc aquellos derechos que ci Dios de la Naturaleza concedió a todos los hombres: dercchos verdaderamente inalienables y que dehen sostenerse con rios de sangre si fuere preciso. Han perecido muchos europeos y seguiremos hasta ci cxtcrminio del ültimo, si no se trata con seriedad de una racional composic iOn ))El indulto, Sr. Excmo., es para los crirninales, no para los defensores de la patria, y menos para los que son superiores en fuerzas. No se debe V. E. alucinar de las elImeras glorias de Caileja: estos son unos relámpagos que más ciegan que ilurninan: hablamos con quien lo conoce mejor quc nosotros. Nuestras fuerzas en ci dIa son verdaderamente tales, y no caeremos en Los errores de las campañas anteriores: crea V. E. tirmemente que en ci primer recncuentro con Calleja quedara derrotado para siempre. Toda la nacion está en fermento; estos movimientos han despertado a los que Las Norias de J3ajth: 603 yacian en letargo. Los cortesanos que aseguran a V. E. que solo uno ü otro piensa en la libertad, le engañan. La conmociOn es general y no tardará Mexico en desengañarse, Si con oportunidad no se previenen los males. ' Por nuestra parte suspenderemos las hostilidades y no se le quitard la vida a ninguno de los muchos europeos que están a nues• tra disposiciOn basta tanto V. E. se sirva comunicarnos su ültima resoiucióri. Dios guarde a V. E. muchos años, Cuartel general del Saitillo. Esta contestaciOn fuC escrita por el mismo D. Miguel Hidalgo, al cual no obstante no se Ic pidió su firma. Tuvo D. Miguel conocirniento del indulto merced a la casualidad de haber ido a la casa del general JimCnez en ocasiOn que Cste estaha tratando del asunto con Allende, al cual le remitió el comisionado Blancas. Hidalgo y Allende convinieron en no acogerse a Cl, como el mismo caudiiio declaró, en vista de que en una de las condiciones Se les imponIa que ambos Sc presentaran a disposición del gobier no. Antes que aceptar tan dura restricción que les daba lugar a temerlo todo, Allende determinO persistir en Ia rebcliOn, cuidando de no hacer saber a sus tropas el indulto. No sierido posihic hacerse ilusiones sobre ci Cxito probable de los sucesivos encuentros con los realistas, Allende determinO marchar hacia ci Norte a fin de ponerse en comunicación con los EstadosUnidos y buscar en elios recursos para proseguir con mejor Cxito la lucha. Tal era ci asunto de la conversación que manterilan varios oficia. les de su eCrcito a los cuales habla encomendado ci servicio de las avanzadas. —Pero es una cosa resuelta?—preguntaba uno de elios. —Parece que Si. —Medida prudente será, pues, segun se dice, las tropas destinadas por ci Virey a! Nuevo Santander, se han puesto ya en movimiento y Se acercardn en breve al Saitillo. —Se asegura tambiCn que trae Ia misrna direcciOn el general Ochoa. a—— 604 EpisodiOs Hist6ricos Mexicans —El qué tom6 a Zacatecas? —El mismo. —Y Calleja? —Calleja dejará o habrá dejado ya San Luis para venir a ñuestro encuentro con tres mil cuatrocjentos infarites y ochocientos Cabailos. 4i7 --- '- -I-- :: - - Ti era ci azunto de la convcrsaciôn —Locos seremos si no aprovecbamos la salida que tenemos franca por el None. —Esta ha sido la idea de D. Miguel, desde Zacatecas. —Dicen que él fué quieri la propuso it Allende. —Esa es Ia verdad y aün le indicó Ia convenjencia de lievar consigo un religioso del colegio apostólico de Guadalupe, por ser muy. respetados en las provincias internas de Oriente los individuos de esa Orden. —Y por qué no se hizo asI? —Porque el guardian se rehusó a franquear ci religioso. - --.-.=----------- --.--.---- Las Xorjas de Bajdu 6o5 —Pero todo esto son meras suposiciones y nada más. —Te engañas: Jos esplas de nuestro ejército han avisado que se sospecha nuestro Paso probable a Jos Estados-Unidos y que por indicaciOn de Calleja Se ha dado orden al coniandante del apostadero de marina, en Veracruz, Para que despache con la mayor prontitud uno o mãs buques con tropas de su entera confianza a reconocer todos los surgideros, calas y ensenadas hasta la hahia del Espiritu Santo, desembarcando en los puertos que lo crean conveniente, con el fin, no solo de impedir la evasion de los jefes, sino de apresar cuaiquiera auxilio de armas y municiones que pueda ilegarnos procedente de los Estados-Unidos. —Pero qué ha pasado por tin en Ia Junta del 16 de Marzo? —El objeto principal fué ci de nombrar los jefes de las tropas que deben quedar en ci Saltillo. —Habria por supuesto acalorada discusiOn. —Si, porquc ni Abasolo iii Arias, que fueron los primeros a quienes Se les propuso, quisieron admitir tan pligroso encargo. —Y a quiénes se se nornbró por tin? —Al Licenciado D. lgnacio RayOn y a D. José Maria Liceaga. —Crco yo que D. Mariano Abasolo anda que se las pela por dejar cuanto antes ci partido insurgente. —Después de todo, Para lo que en lfl ha hecho, no se hard sentir mucho su faita. —No es mãs que una excelente persona que sOlo por muchachacia pudo cntrar en un plan quc no se aviene con sus costumbres ni carácter. —Y es cierto que su esposa DOña Manuela Rojas de Taboada se encuentra en ci Saitillo? —Ciertisimo, y no lo es menos que no la ha recibido muy bien que digamos D. Ignacio Allende. —Por quë? —Parece que le pareciO sospechoso el objeto de su venida, y en tal virtud la ha prohibido que salga de su casa y que muestre ci nadie los indultos impresos que ha traido. A consecuencia de esto, Allende y Abasolo parece que andan muy disgustados entre Si y que el primero hace vigilar muy de cerca Ia conducta del seg u n do. —Cuando yo digo que mcis valfa dejarle ir en Paz de Dios. 6o6 Episodios Históricos Mexicanos —Asi Jo quisicra la señora, que parece que no vive desde el prin. cipio de la revolución. —Es verdad que ha hecho cuanto ha estado a sus alcances para apartar de nosotros a su marido? —Si hombre, '' para nadie es un secreto. En aquel instante se dejó oir un toque militar que cortó la conversación que venIimos siguiendo. XVI Retraidose habla en efecto D. Mariano Abasolo de toniar parte, activa por lo menos, en las determinaciones de Jos caudillos del primer periodo de la Independencia. Accptó la lucha más hien por compromiso que por convicción, y aunque en Acimbaro se Ic dió ci grado de mariscal de campo, nunca se le confió mando alguno rn ilita r. Lejos de sacar utilidad alguna material, Ia revolución Ic ocasionó p5rdidas considerables en sus intereses, que eran grandes, pues ade. inás de haber lwredado de su padre una cuantiosa fortuna, su esposa, con quien habia casado poco antes del alzamiento de Dolores, le llevó una riquisima dote: ci padre de la señora era español y parte de sus hienes cayeron en poder de los insurgentes en Celayn, sin que se Ic hubiera permitido a Abasolo salvarlos como lo pretcndió. En ci ataque a Guanajuato, Ahasolo permaneció durante toda la acción en la casa de tin amigo suyo, y tuvo serios disgustos con sus camaradas por haberpretendido impedir los asesinatos de europeos. Muchos de 6tos debiéronle su salvaciórt en Guadalajara, pues prevalindose para ello de su empleo, los sacaba de ]as prisiones, dando orden a los guardias de dejarios salir en su compañia. Al acercarse el Conde de la Cadena a San Miguel, la Sra. de Abasolo se retiró a Celaya con la madre de su marido y las cuñadas de Allende, y de alil pasaron a Valladolid y más tarde a Guadalajara, donde volvió a reunirse con su esposo. Abasolo concurrió a la batalla del Puente de Calderón solo por no dar motivo de recelo a Allende, que le vefa con descontianza, y en la hacienda del Pabelión se reunió con D. Miguel Hidalgo, no Las Xorias de Baidn 607 tornando pane alguna en ci despojo que se hizo dcl mando supremo al generailsimo. D. 0 Manucia obtuvo de Calleja ci dIa i 3 de Febrero, pasapOrte para seguir a su marido y apartarlo de la revolucióii, y con este tin Ic escribió desde San Luis las dos cartas siguiemes: San Luis Potosi.—Queridisimo hijo ,iiio: Con grandIsimos Irabajos he Ile,,-ado hasta aqui en husca tuyay de mi hermano, con ci destino que se ,-etiren del ejército, y si pueden vtiranse por Dios ci los Es! ados-Unzdos: yo veré despuds cdmo lo sigo, porque esto anda miy ma lo con las cosasque han hecho, que ci no ser esto vase Izzibieran salido con la empresa; pero con seinejantes iniquidades de degoilar ci sanre fria ci nzuchos inocenteS co,,zo Dios los ha de pro! eer? esto es imposible: verguena es ozr ci valor de los de ese ejercito, que en i'iendo gente armada echan ci correr, y ci los rendidos que se vienen ci entregar sacarlos a degoliar con tanta ldstima: ;qzze viIea! y lo peor es quc uno lo hace y todos lo pagan. Por Dios te pido y por lo que mis ames, que serd tit que no sigas en esto, ni Pedrillo, aunque y eas las cosas flu)' placenteras: por Maria Santisima j -por vida mia te pido (si es que me quieresj que te rayas ci los Estados-Unidos y no rengas ci estas cosas, aunque vengafl ci ;noztOnes ejdrcitos de ing leses. Ya sabrds ci fin funesto del padre Mercado después que lo derrotd Cru, y ci Letona le quitaron los poderes y se did veneno en la prisiOn: se dice que todos los lugares que estaban antes por ci cura no quieren oirlo inentar... Di tá si habrd quien quiera seguir sit partido que se ha hecho atrentoso , y ci todos nos ha Izecho ink/ices, y tá me hards ;nucho mas si no haces lo que te digo: te retizas ó te vas, pues es ci i2nico consuelo que Ic queda en tanta pena a tit infelij esposa.—Ma?iUeIa. a La otra carta, no menos elocuente y sencilla que la precederite, decla: Querido /zijito: Con este ,nisrnO fl2OO ,ndndame radn de lo que determines hacer, site vas con Pedro a FiiadelJla (que me parece lo unejor, r Si flO, retirate ci un paraje donde estdn tü y Pedro solos, y avisanue para conseguir un indulto del viz-c)', que no me seria 6o8 Episodios !listóricos .ilexicanos dificil. pues Ic han hecho mu;- l'uenos informes de Ii, me asegu. ran que ha escrito ci rirey que si te presentas te indulten: pero lo lZejOr es, si SC puede, que Se va;-an a otro rezno hasta ver al/i elfin de esto y no te i'ueivas d meter en ,zada. pues con las iniquidades que ha /zecho ci cura, d todos nos ha perdido y es cosa afreiztosa seguirlo, ;- max bien elegir ci morir cuando no hubiera otro re• curso, que no seguir zin partido quehan hecho tan afrentoso, y cada dia me pesa ,nds el que anden ustedes en if!: parece qzee el cura ha estudiado ci modo de perder el partido que teniQ y /zacer infeliT d todo ci reino: esta es la felicidad tan decantada de la Amdrica, y hubiéralo sido tal ve cuando no /zubiera,z comet ido tan tos excesos, que Siquiera por buena politica debieran haberlo ei'itado, paz-a no haberse airaido el odin de los nZiSznOS criollos, pzzes al fin no todos tienen coi-aones inhunza,zos: mándame raón de In que determines ;- pon la ca,-ta en término.c de que Si la cogen no te perjudzquen: entrif-a!e esa esquela al hijo de Allende, de Doña Micaela. Pdsalo bien; hijito, r ha lo que te digo, pues antes no me hubiera hecho el que hubieras nzuerto en la accion, pero no con afrenta: adios, hijito, tit—Manuela. Antes de salir de San Luis Ia Sra. de Abasolo obtuvo de Calleja un nuevo pasaporte expedido ci 27 de Febrero en la Hacienda de la Laguna, y con su suegra é hijo se trasladó al Saitillo, como ya dije, dispuesta a ari-ostrarlo todo por salvar a su marido, ó en caso necesario, perecer con él. La priniera de ]as cartas que copié habrá hecho recordar a mis lectores a aquel D. Pascasio Ortiz de Letona a quien Hidalgo dió sus poderes para hacer tratados de alianza con los Estados-Unidos. En este perfodo de la historia de la Independencia mexicana, son tantos los hechos y personajes de poca importancia a Jos cuales ha de bacerse referencia, que es Jo rnás fácil olvidarlos y lo n'iás difIcii poder hacerlos enrar a tomar su parte en ci conjunto, sin confundir y desesperar al lector. La negociación concebida por Hidalgo no ilego a tener efecto, porque dirigiéndose Letona a Veracruz, antes de que pudiera hahërseie proporcionado pasar a los Estados-Uriidos, al atravesar la Huasteca hizose sospechoso al justicia del pueblo de Molango, quien le detuvo y registró escrupulosarnente su equipaje. En ci lo- 609 Las Norias de Bajan millo de Ia silla de montar se le encontró ci poder conferido por los jefes insurgentes, y antes que Letona hubiese liegado a Mxico, temiendo la suerte que pudiera esperaric, se dió Ia muerte con un veneno que lievaba oculto. Su cadaver fué enterrado en la villa de Guadalupe. D. Mariano Abazolo No fué más afortunado en su embajada el Lic. D. Ignacio Alda ma, a quien Allende hizo ponerse en camino para losEstados-Unidos, con la comisión de solicitar armas y auxilio para. continuar la lucha, haciéndole acompañar por ci padre Salazar, al cual nombró su secretario. El Lic. Aldama marchó en efecto provisto de los poderes ncesarios y de cien barras de plata y suficiente cantidad de numerario. Aldama y su secretario dirigironse sin temor alguno a Ia provincia de Tejas, que se habla declarado por Hidalgo, quien confirToMo 1 77 - (no EFISOd,QS !iistó,-icos Mexicanos mó en ci mando al capitán Casas, autor de la revolución Insurgente en aquellos rumbos. XVII Inclinadas las balanzas de la victoria, que también la Victoria tiene sus halanzas por ]as cuales se guia para avudar al guerrero ue rnás pesa en ellas; inclinadas, repito, ]as baianzas de la victoria del lado de los realistas, la voluble diosa voivió decididarnente Ia espaida a los insurgentes, y asI como en breve espacio dc tiempo les entregO rnãs de la niitad del entonces muy extenso territorio de la Nueva España, asf misrno inspiro a los mismos pueblos, que les eran afectos, la iniquidad de que poco a poco fueran declarándose por Ia Contrarevolucjón El capitán Casas, que, como dije, fUd Cl autor del aizamiento de Tejas contra Fernando VI I, no sOlo no supo hacerse de partido dentro del que nuevamente habia abrazado, sino que antes bien tuvo el talento de dejar a todos disgustados de su gobierno. D. Juan Bautista Casas era capitan de Milicias en San Antonio f3ëjar, doude residlan ci gohernador de Tcjas D. Manuel de Salcedo y el que lo habIa sido de Nuevo Leon, D. SimOn de Herrera. Este D. Simon de Herrera desempeñaba la cornandancia de Milicias de ]as provincias. A consecuencia de Ia Victoria de Jiménez en Aguanueva y derro. ta de Cordero, sucesos que en su lugar referi, los insurgentes se hicieron dueños del Saltillo, y D. Manuel Santa Maria. guhcrnadoidel reino de LeOn, creyó oportuno declararse por Hidalgo, como lo hizo en Monterey, su capital. Influldo por estos aconrecimientos, ci capitán Casas quiso a su vez echar su cuorto é espodas, y Cl 22 de Enero dió el grito de guerra apoderandose de las personas del gobernador Saicedo y del coniandante Herrera y bonitaniente los despachd presos a Monclova. Q uedaron, en consecuencia, los insurgentes dueños de todo ci pals que Se extendfa entre San Luis y Ia froinera de losEstados[Juidos, sin eneinigo aiguno en todo dl, pues Jimncz habIa derrotado en ci puerto del Carnero a D. Josa M,ul de Ochua. que quiso oponerse a sus triunfos. Tal y tan poco sangrienta Iuë la - I, Las Norias de Bajdn conquista de Tejas: ya desde mucho antes habIa andado más qua inquieta y desorganizada, merced a los trahajos de los agitadores qua, procedentes dc los Estados-Unidos, procuraban su anexión la flhibustera Rephlica americana. El gobernador D. Manuel Salcedo hahia ya tenido ocasión de sospechar ci levantarniento de Ia provincia, y asI lo comunicó al virey al noticiarle qua varios vecinos de La colonia de Baton-rouge habian proclarnado La independencia de la Florida Occidental, por un acta qua fIrmaron ci 26 de Setiembre de i8io. Pero, lo repito, D. Juan Bautista Casas tenfa fastidiados con su gobierno % sus subordinados, qua solo necesitaban de un hombre qua se pusiese a su cabeza para dar al traste con dl. Dicho hombre no tardO an presentárseles. Era él un subdiacono nombrado D. José Maria Zambrano, qua con poca ó ninguna vocación para vestir ci hhito, hablase distinguido por su genio travieso y dado a ]as aventuras, an las cuales hizo notable su despejado espIritu y caracter emprendedor. No conviniéndoles qua permaneciese an San Antonio Béjar, hahIanle hecho salir de la ciudad sus prelados y ci gobernador, y fuera dc ella perrnaneció hasta qua los enemigos de Casas hiciéronie venir para comunicarle sus intenciones y solicitar su ay u da. —Esto camina mal,—lc dijeron,—las tropas del rey triunfan an todos lados, y los jefes insurgentes van de capa calda: no le parece a usted qua serIa de un excelente efecro una contrarevoluciOn? —Si qua me pare ce, —co ntestd Zambrano. — i Pues a ellos! Dé usted la señal y cuanto antes major. —No, señores, eso no serla prudente. —? Cómo asI? —Pudiéramos fracasar y debemos hacer lo posible para no dar a los insurgentes motivo, qua no desperdiciarian, para colgarnos de un árbol. —Entonces qué debemos hacer? —Es rnuy sencillo. - V earn os. —Debemos aparentar todos qua nuestros ataques se dirigen, no al plan insurgenre, sino a la personalidad de Casas: justilicarán If - 612 tt 1 1 ) €1- Jr C1 Episodios !-Ii.ctóricos Mexicanos nuestro proceder los desórdenes de su gobierno, y en caso de que ci asunto ande mat, nos limitaremos a pedir que se nos ponga otto gobernador clegido entre los jefes independientes. —Bien está: aprobado. —Asi no nos haremos sospechosos a los partidarios del cura, y podremos conquistarnos sus voluntades y aumentar nuestros elementos, siendo como es fadl cosa concitar enemigos al que manda. —Magnifico, y de acuerdo. —Ademãs, todas las noticias que he procurado adquirirme nos son favorables y quizas podamos dat un golpe maestro. —,Cual? —El licenciado Ignacio Aldama debe ilegar a esta ciudad de un momento a otro. —EEl hermano del jefe insurgente D. Juan? —El mismo. —Entonces todo se ha perdido, pues vendrá acornpañado de tropas insurgentes. —No: viene solo ó cuando mucho con una reducida escolta. —Pero a qué viene? —Solo de paso para los Estados Unidos. —Entonces es cierto quc a ellos se dirigen los insurgentes? —Pudiera ser, y en tat caso, todos caerán en nuestras manos. —Yo sé que el general D. Mariano Jiménez ha requerido, bajo ]as más graves penas, a los pueblos de la provincia de Coahuila quo franquecn a todo comisionado vferes, forrajes y bestias de carga para servicio de Allende, su comitiva y tropas. —Asi es la verdad. —D. Pedro de Aranda, gobernador de Coahuila, reunió a los vecinos do la villa do Monclova para darles conocimiento de una orden do Jiménez para que apresten doscientas mulas de carga y gran cantidad de vIveres, y a mãs cuanto puedan necesitar a su tránsito los generales y su ejército. Aranda solicitO ci auxilio de los vecinos a los cuales invitO a la vez para que se prevengan a recihir con toda clase de honores al generalIsimo y los demás jefes. —Y qué ban hecho los vecinos? —Contestar que si, y a la vez tomar sus medidas para no hacerlo. 1 :c TV Las Norias de Bajdn 613 —Por qué causa? —Porque piensan, y con razón, que si se prestan a ayudar a los efcs insurgentes que van profugos, y después ilegan las tropas reales, no solo perderan lo que a aquéllos faciliten, sino que serän castigados por falta de fidelidad al gobierno español. —Pero de qué medio servirnos para apoderarnos del licenciado Alda ma? —Eso corre de mi cuenta y a su tiempo Jo sabrári ustedes: por ci pronto, hay una cosa importante que hacer. —Cuá1 es ella? —La siguiente: es preciso empezar it soltar con mucha prudencia la especie de que Aldama es un ministro de Napoleon. —Pero nadie Jo creerá. —Tal VCZ SI: para ello es conveniente hacer notar que los jefes insurgentes Ilevan un uniforme parecido al de los otIciales franceces, con borlas y cordones por todos lados, como pueden ustedes ver en las estampas que representando las batallas de NapoleOn circulan por todos lados. —Pero... — iQué pero ni qud nada! este mismo sistema empleó el cura contra los europeos, diciendo que los españoles, quc tan bravamente se están rompiendo el alma con Napoleon, pensaban entregar estc reino a los franceses, y, ya lo han visto ustedes, no le dió malos resultados. —jEs verdad! —Además, como Aldama se dirige a los Estados Unidos a buscar alil alianzas y armas, puede con justificaciOn darse a entender que el precio será la cesiOn a los nortearnericanos de esta provincia de Tejas a la cual tantas garias tienen. —Excelente idea, que bien pudiera ser después de todo completamente cierta. —Lo será o no, pero bueno es aprovecharla. Algunos dias después, cinco de los principales contra revolucionarios se reunieron en casa de Zambrano: las especies convenidas se habian hecho circular con éxito, y D. Ignacio Aidama se encontraba en Béjar: era ci viernes z .° de Marzo: los conjurados resolvieron dar el golpe aquella misma noche. Al efecto, dirigiëronse a los cuarteles cuyas tropas estaban V. 4 ' X 4 Episodio Hist6rjc0s ifexicanos de antemano ganadas, y de elios se apoderaron sin diticult0d Cuando ci dia amanecjó, Zambrano tenIa preso al g ob ernado Casas y detenido en su alojamiento a D. I g n acio Aidama, so tetto de que su pasaporte no se encontraba en debida forma. pre. Se COflVOCÔ una junta de los p r incipales v ecinos, con objeto de nombrar otra co a Za mbrano, y lampuesta de Once vocaics, cuya presidei-icja se djó contr arevolucjón quedo c onsumada al ser reco. nocjda su autoridad por los pueblos y cantones militares de Ia provjrlcja Con la mayor actividad, Zambrano procedjó a asegurar al licenciado Aldama y a su comjtj'a organizo tropas, sofocó conspiracjo dories, halago a los Unos, castigo a Jos otros, despojo de sus empleos a los partidarjos de Casas, y llamO a des enipeñarlos a Jos enemigos de este, puso en libertad a Jos europeos aprisionados indeninjzó a los mas perjudjcados y a todos restitiayo SUS bienes, ton-lando, en fin, tantas y tales disposjcjones y con talacierto pam el mayor bien de l a causa a que se entregaba, que to(t{) LI munJn le creyo un prodigioso talento politico y adrninktr,jj,-, XVJIj An j mado con el buen exit0 de -a -, I I Manuel Zambrano pensó in mediataiin t en ponerse en Corn Uflicación con Ia Cor nandancja general de ]as provincjas internas, con el brigadier Calleja y con ci mismo virey, y con tal fin nomhró dos comi sionados, que Jo fueron los capitanes D. Jose Muñoz y D. Luis Galán. Previendo ci peligro que pudieran correr sus personas y ci plan de Jos Conjurados si cayeran en poder de los jefes i nsurgentc, Zanibrano no les dió instruccjón alguna por escrito, y antes por ci contrario, les facilit6 poderes para el teniente general JimCnez, a parentando en ellos estar por ci alzamiento de D. Miguel. El dIa i i de Marzo, los m Co j s j onados de Zambrano liegaron a Mo nclova é inmeclj atameilte pasaron a ver al teniente coronel D. Ignacio E lizondo, Intimo amigo del resuelto subdiácono tejano. Estaba Elizondo encargado de una compañfa presidial. Y habien- Las fr,orias de J3ajdz 615 do tornado en un principio parte en la revoiución, hablase separado de ella, segán Sc cree, porque no vió satisfecha su ambición a medida de sus deseos. —Segün eso,—observó hablando con los comisionados,—Tejas estâ de nuevo por ci rey? —Lo está, y ci Sr. Zambrano espera que otro tanto harán ustedes con esta provincia. —Y espera bien mi buen amigo, pues no tardaré mucho en dar a mi vez ci goipe. —Cucnta usted con buena gente? —Dc lo n-Icjor; estãn de acuerdo conmigo D. Tomás Flores, adniinistrador de rentas, y ci capitan D. Jost5 Rábago. —De cuánto tiempo acá datan los trabajos de usted en este sen ido? —Desde Ia liegada a Monclova de los gobernadores D. Simon Herrera y D. Manuel Saicedo, cornencé mis trabajos ganandome tanto a los particulares corno a la tropa de dcntro y fuera de la ciudad: niucho me ban ayudado en mi empresa ci capitán Menchaca, que poridrá a mi disposición trescientos indios lipanes, y D. 1(ani611 Diaz de l3ustarnantc a quien los indios ilaman ci capitan Colorado, a causa del azafranado tinte de su cabeilo: éste cooperará al ëxito de nuestros planes con su poderoso influjo entre las tropas veteranas de la provincia. sera cosa quc presente serias diticultades ci apoderarse del gobernador D. Pedro de Aranda? - N ii gun a. — Este Asanda creo que es natural de Camargo en las inmediaclones de Lagos. —El mismo, y es dueño de la pequeña hacienda de Jararniilo el alto. —Creo que es un insurgente hasta ]as cachas. —Al meuos tomó parte en la revolución desde los prinleros dias. —Si, aunque en eso habria mucho que decir. —Pucs que bay? —Aranda es ut-i buen hombre de campo poco amigo de esta clase de zambras, y se murmura que solo intimidado por las amenazas de Iriarte, quien Ic asustó con decirle que le quernaria su Episodios ThstdriCos Mexicanos 616 hacienda si persistla en no ser un buen patriota, se decidió a entrar en ella. —Ya; pero después... —Después acompañó a D. Mariano Jirnénez en su expedición a las provincias internas de Oriente, y allI fué tan humano y cabaileroso como ci mismo Jiménez. Los gohernadores Salcedo y Herrera me han referido que Aranda fué quien les hizo quitar las cadenas con que los habian cargado y mandó ponerlos en I ibertad. —Vamos, no le crela yo tan buena persona. iuti icnc un c,rctr n uv oc iiblc 3I . c —No, pues y alegre. —Es jôven —No por cierto, pasa de sescuta y trcs bailecitos y diversiones COInO Si contara veinticinCo. —Si pudieramos invitarle a aI.z:a HtH11i V —Ni en eso tenemos que pensr. —qPor qué? —Porque ya Ia tiene él arreglada para la nohe dcl dumiiigo 17. —MagnIfico! —Y con qué gente podremos contai —Para dar ci golpe, con unos doscin'- 1nHr-, vccns. ya de tropa y veteranos de toda mi contianza: con ellos tendrems bastante para apoderarnos del gobernador. de In de la artilleria, que está servida por insu! ::c' —Y cuándo se dará ci golpe? w H pH: —La noche del domingo lo más tar!.. rnás seguridad sobre los jefes independientes, que, segin ci itinerario que Aranda posee, deben hallarse ci jueves 21 de Marzo co- rrientc en Las Norias de Baján. —Pero será seguro? —SegurIsimo. —Todo marcha a las mil maravillas. —Todo, pero es necesario tener la mayor prudencia. —En ello va nuestra vida. —Pues no echarlo en olvido. —No haya miedo de ello. ,•r.ITURTM —,*ul- Las Norias de Bajdn 617 —Para alejar en lo posibie toda sospecha.—dilo Eiizondo.—yo pienso salir de Monclova y no volvere hasta Ia misma noche del domingo en que nos apoderaremos tie D. Pedro de Aranda. —Y nosotros qud debemos hacer? —Ustedes permaneceran aqul sin darse a ver mucho, pero sin ocuitarse tampoco. En caso de necesidad, muestran ustedes los poderes que les facultan para tratar con Jiménez, y D. Pedro de Aranda será el prinlero en ilenarlos de cons i(ieracines. Llegó a su tiempo hi noche del domingo designado para Ia contrarevlución de Monclova, y mientras ci gobernador Aranda Se divertia grandemente en ci baie a que va hice referencia. Elizondo, que al anochecer hahia entrado en Ia Ciudad, Se reunió con el capitan Rabago y ci administrador de tahacos I). Tomás Flores, su hijo D. Vicente. ci capitãn D. Macario E3orrego, el teniente D. Rafael del Valle. ci aiférez D. Matlas Giménez, los sargentos Ventura Ramos y Faustino Casteilanos, y varios vecinos principales. Acabados de arreglar todos los pormenores ' prevenido ci resto de la gente, Elizondo permaneció ocuito hasta las once de la noche, hora en que, hahiendo terminado ci baile, Aranda se recogió A la hohitación de su amigo D. Ignacio Castro. Por grande que fuese la reserva con que todo tratO de hacerse, una reunion de cerca de doscientas personas no rudo liegar desapercibi.la a la casa de Aranda, que sobresziltado dejó ci ]echo y se vistió ripidamente. —Qué ocurre?- pregunto,—ha liegado ya ci gencrailsimo? Ninguno de los sirvientes supo qud contes!ar. Aranda abrio entonces uno de los balcones y se asomó a 61. Llizondt) tuvo entonces una feiiz idea, v dirigiéndose a los que más prOximos Ic rodeaban, ics recomendó que vitoreasen a Aranda a la vez que hablando a ësie, Ic dijo: —No ha y por .1 ue asustarse, señor gobcrnad'r. acabo de ilegar a Monclova y de elicontrarme con las genies que ban saliio del baile y las he invitado a lor,i ' ar Un gallo para venir a vitorear a usted y pedirle un agasajo, del coal participe yo que no pude concurrir a la fiesta. Los conjurados prorum pieron entonces en a ronadores ivivas! Por mas que no huhiera causa jusiilicada para ella, esta supuesta ToMo 1 rnanifestación halagó de tal modo a 1). Pedro de Aranda, que tranquilo, alegre y satisfecho, grito desde el balcón: —Pucs bien, hijos mios, pasen ustedes adelante, que no fohará agasajo que ofrecerles. Siguiendo las órdenes de su arno, los criados abrieron la puerta de La casa, siendo Elizondo el prirnero en penetrar en ella. Cuando Aranda se entcró de las verdaderas miras de los fingidos amigos, la cosa no tenfa remedio y hubo de darse de buen grado a prisión. Asegurada convenienternente su persona, los conjurados se dingieron a los cuarteles, sorprendiendo con igual feliidad a los soldados de la guarnición. Por este medio Elizondo se apoderó de ciento cincuenta hombres y nueve piezas de artillerla, sin baher tenido que disparar un solo tiro ni derramado una gota de sangre. Sc procedióluego a formar una Junta de Gobierno con ci fin de que ella designase la persona quc huhiera de encargarse del niando de la provincia. Antes de que la deliberación cornenzara, Elizondo manifesto, que estando dispuesto a no admitir, serla inUtil que se Ic ciigiese a i. No habiéndose podido hacerle desistir de su propósito, la Junta encornendó ci mando intenino de la provincia al Sr. D. Simon Herrera, que inn-tediatamente tornO posesión. Allende y los demás caudillos, ignorantes de tal suceso, marchaban, entre tanto, impelidos por la fatalidad, a ponerse en manos de sus cnernigos. XIX Ya era cosa que estaba en la conciencia de La generalidad la proxirna tcrrninación de los trastornos producidos en la Nueva España por el levantamiento de D. Miguel Hidalgo en Dolores; pero niadie podia irnaginarse que todo hubiese de concluir con la espantosa catástrofe que iba a servir de epliogo at poerna de la primera campaña independiente. La suerte, que tanto habIa halagado a los caudillos en el comienzo de su carrera, parecla haberse conjurado en contra suya, y a! Las Norias de Bajdn i encornendar a la felonla y a Ia traición el cuidado de satisfacer sus caprichos, quiso negar a aquelios heroes ci consuelo de morir en una batalla y ci no menos iniportante de evitar las mortificaciones del cadalso. Cruel é imperdonable acción fué en Allende haber privado a don Miguel de la autoridad que su entusiasta ejército Ic conhirid en Acärnbaro; pero bien funesta iba d serle. porque si bien Hidalgo no era ni lo pretendIa un jefe militar, distinguIase por su experieflcia de Ia vida y su conocimiento de los hombres. Faltábanle estas cualidades a Allende. y hien lo probó entreg6n1ose confiadaniente a tropas de tan incierta fidelidad como las de Elizondo, que mal podrIa servirle de buena fe en los momentos de desgracia, cuando en los dias de la fortuna hablale ahandonado instigado por la ruindad de una arnbición no satisfecha. Elizondo supo aprovechar los prirneros instantes de su triunfo, y no fué menos activo que ci suhdiácono D. José Manuel Zambrano en prornover todo lo concerniente ü La sorpresa y prisión de los jefes insurgentes. El iq de Marzo, es decir, dos dias después de haber aprehendido a! gobernador D. Pedro de Aranda, Elizondo estaba dispuesto a salir de Monclova para ir a encontrar a Allende y los suyos. —Esto es becho,—decIan sus soldados,—ó D. Miguel nos deguella a todos y escapa a los Estados . Unidos, ó ci virey Ic degüeha a d. — iQ uien sabe cómo saidremos de esta empresa! —Dc esperar es que sea perfectarnente. —Eso nos irnaginamos nosotros; pero racional es suponer que el Sr. Allende haya tornado sus precauciones. —Pero qué precauciones puede haber tornado? —Quién sabe! —O jurarIa que ningunas. —Por qué? —Porque Cl se imagina que D. Pedro de Aranda le está esperando prevenido por ci general JimCnez; a Calleja lo ha dejado atrAs, por estos rumbos no hay apenas realistas y... —Todo ello está rnuy bien dicho; pero... en fin, ailá vcrernos. —;Lograron p6ncrsc de acuerdo en La junta de hoy? —QuC junta? I•1 4 6o Episodros HisgOrjcos Mexicanos —La que Elizondo citó para la casa del cura Galindo. —Si; y Ia prueba es que dentro de algunas horas saidremos para nuestro destino. —Ojalá no nos vayan a meter en la boca del lobo. —No, no Jo creas, en esta ocasión todos marchan de acuerdo. Al principio todo querLn dirigirlo D. Tomás Flores y su hijo D. Vicente; pero luego convinieron en que Eiizondo, D. Rafael del Valle y ci Altérez I). Jose Maria Uranga sean quienes dirijan la operación. —Pero. en tin, por qué no bernos salido ya? —No lo sé, pero segin me han dicho, ya tenemos cuantas noticias son de desearse. —Regresó el intérprete D. Pablo Delgado? —Si, y segUn dicen, fuë de Jo más afortunado en su descubierta. —Por süpuesto, ha traldo buenas noticias. —Excelentes: Allende y los suyos no sospechan ni lo más mln im o. —Se acercd mucho a ellos? —Tanto que se ha traido dos caballos y tin zarape del campo de los insurgentes, y dice estar tendidos desde la Joya hasta Ia punta del Espinazo. —;Son muchos? —Calcula que més de mil hombres. —Dificil va a ser entenderse con tanta gente. —Todo está previsto: los indios mescaleros se encargarán de ir arnarrando a los presos, y a todo ci que se resista se Ic pegara un balazo. —Esos indios son feroces. —Tanto, que al tratarse de amarrar, su capitan dijo aque no era bueno amarrar, sino mejor marar, y después contar, porque la gente es mucha y ellos son pocos y se entretendriac-i en amarrar.* —Pero cuando los insurgentes nos descubran en el camino pueden sospechar... —Nada. — I Por qué? —Porque ci soldado Pedro Bernal llevará unã carta de D. José Maria Uranga para el general Jiménez, que es muy su amigo, avisándole que Ic espera en las Norias que se hal'ian en Acatita de l3aján. I Las \orias de J3ajdn —Y por qué alil? —En primer lugar porque asi se lo previno Jiménez an carta qua le escribió desde Anado. —Ah! entonces... —Además... Acatita de Baján as el Unico aguae qua hay an toda Ia comarca, y aUl tendrán qua detenerse Para dar agua a la cabsIlada. —Creo que no están muy lejos de Monclova las Norias de Bajãn. —Catorce leguas poco más o —Pero si los mil hombres liegan a is vez. —No llegaran. —Por que? —En primer lugar, el paraja as esrecho y no lo consiente. —Está bien. —En segundo, los jefes, que son los qua iniportan, vjenen an coches a la cabeza del ejército. —Magnilico. —Por áltimo, ya se ha pensado an la manera de fraccio- D. Ignacio Elizoado narlos. —Cómo? —Se les dirá qua el agus anda muy escasa an las Norias. —Creo comprender. —Dc este modo se les ponderara la importancia de qua ellos se adelanten, a fin de qua scan los prirneros an disfrutar de ella. —Bien combinado está eso. —Además, se les dirá qua D. Pedro de Aranda ha salido también recibjrlos y... En aquel momento un clarin dió Ia orden de reunion y cada cual corrió al lugar qua le estaba designado. Empezaba a cacr Ia tarde cuando salió de la villa de Monclova ci capitan retirado D. Ignacio Elizondo, a la cabeza de trescientos Episodios Histiricos Mexjcanos cuarenta y dos soldados, veteranos, milicianos y vecinos. llevandc, de segundo a! teniente D. Rafael del Valle y de subahernos al al16. rez D. José Maria Uranga, teniente D. Antonio Griego, al de Ia misma clase D. José Maria Gonz!lez, a los alféreccs D. Nicolas Elizondo, D. José Maria Jiménez y D. Diego Montemayor, y por jefes de los paisanos a D. Tomás Flares, administrador de rentas unidas de la provincia, y at justicia de Sari Buenaventura, D. Antonio Rivas. Marchando en el mejor orden posible, avanzó el referido coman. dante hasta un poco mãs allá del puerto de J3aján, en donde it las doce del dIa 20 de Marzo acarnpó, noticioso de que at siguieme liegarian con toda seguridad los insurgentes a aquel punto, par no haber, comaya dije, otro aguaje en todo el rumbo. Todo se preparó, pues, para recibirios en Ia mañana dcl 21, Valiéndose del ardid de esperarlos con apariencia de un recibimient obsequloso. La historia se preparó a escribir con sangre, sobre las negras paginas de la traición, la fecha para Mexico memorable del Juei'es 21 de i%faro de iSri. xx Fatalmente empujados por su pérfido destino, continuaban mientras tanto avanzando a su perdición los caudillos insurgeutes. Alboreaba apenas Ia primera luz del dla, cuando unacorta avanzada de cuatro soldados independientes dió la voz de alto! a un jinete que hacia los reciCn venidos se dirigla. —Nada hay que temer, amigos,—contestO el detenido;—soy ci soldado de Monclova, Pedro Bernal, que traigo una carta para el general JirnCnez. —De parte de quicin vienes?—preguntó éste. —Dc mi teniente D. José Maria Uranga. Jiniériez leyó rápidarnente Ia carLa. —Tu teniente me dice que nos espera con unos cuantos hombres en las Norias de Baján. —Dc alli sail yo a las tres de la madrugada. —Y por qué no ha venido él mismo? —Porque con sus honibres se ha quedado guardando el aguaje Las Xorias de Bajdn para que nadie Sc acerque a él, por andar el agua muy escasa y querer reservarla toda para el ejército. —Bien está. _Tiene V. E. algo que mandar? _Pues quti, tienes orden de regresar? — S i, senor, en CuafltO haya recibido la respuesta. _Quti tal anda en Monclova la opinion piblica? nos es favorable? —Tanto que todas las calies están lienas de arcos de flores. —No hay por ailá ningiln realista? —Los pocos que ha y continüan presos, como sabe V. E. _-Y e capitán D. Ignacio Elizondo, dónde se halla? —No puedo responder a V. E., porque no le conozco. —No le conoces? —No, senor. —Estã bien: y ci gobernador D. Pedro de Aranda?... —El gobernador D. Pedro de Aranda debe tambitin haber salido de Monclova a encontrar a ustedes y ha hecho componer las calies con arcos desde el Puertecito a Ia puerta de la iglesia. _f r dices que estanios mal de agua —Señor,—contestO Bernal,—hay poca y V. S. trae mucha gente: afuera bueno que los coches y gentes principales se fuesen delantc para que tornaran la primera agua, cosa que cuando fueran Ileganado los atajos y avIos, ya V. E. y los señores han pasado y descanasado, y asi podrá haber agua para todos los caballos, porque si avan todos de golpe no dan agua en todo ci dIa, y se muere mucha acabaliada porque está delgada, y todavIa está V. E. lcjos.a —Está hien, asi lo hard. —Asi me encargó mi teniente lo dijera a V. E. —Me parece bien lo que dice. — CV. E. da su permiso? —Si, Bernal: vete y avisa a tu teniente que los coches en que vienen los gencrales se adelantarán al ejtircito y que esté dispuesto a recibirios con todos los honores de ordenanza. —Asi hard,—contcstó Bernal, saliendo inmediatamente a galope tendido. Cuando hubo ilegado, Elizondo le preguntO: —Ya liegan? 624 Episodios h'istóricos Mexicanos —Si, señor, pew no estarán aqul hasta las nueve de la mañana. —Nada sospechan? —Nada. —Está bien. Elizondo hizo torniar en batalla la mayor partede su tropa, dej& A su retaguardia un piquetc de cincuenta hombres y puso a la vanguardia otro de indios en nümero de treinta y nueve, formado de comanches, mescaleros y de los de la misidn de Pellotes, bien advertidos de lo que deblan bacer. Pértidamente engañado por Bernal, Jiménez, de acuerdo con los demás generales, hizo que los coches en que éstos eran conducidos se adelantaran dejando al ejército como un cuarto de hora detrás. Todo el mundo manifestaba su contento por las nuevas reci-. hidas, menos D. Miguel Hidalgo, que apenas respondió al general Jimtnez. El generalisimo manifestaba hallarse sumamente preocupado. ,Que podia afligirle? ,un triste presentimiento ó el recuerdo de I& irigratitud de sus carnaradas? Dios tan solo puede haber sabido la verdad; pero nosotros podemos lanzarnos a suposiciones para las cuales no habrán de faltarnos fundamentos. Será ci primero a que recurramos el hecho de que en aquelia marcha no iba acompañado de so hueno y tiel amigo D. José Antonio Torres. Que podia haber sido de aquel desventurado padre? Recordarán mis lectores que le dejamos en el mismo dia de la derrota del Puente de CalderOn en la casa del capitán Marroquin recobrando a su hijo José, que en su demencia, estrechaba entre sus brazos ci cucrpo desrnayado de la hermosa Guadalupe, creyendola su infortunada Carmen. También alli virnos Ilegar a! cura D. Miguel Hidalgo en busca de la joven, y sobrevenir, cuando ya todos habian huido, al famoso, resuelto y terrible capitán Garcia A ion so. Tratemos, pues, de seguir ahora los pasos a todos ellos. Las Norias de Bajd 625 xxi Era el dia ii do Febrero: la ciudad de Guadalajara, que veintiC jflco dias antes habla libertado de los insurgenles del brigadier Calleja en Calderón, habia trocado los festejos con que adulaba al vencedor por el recogimiento rnás solemne. En ci punto en que se cruzahan las naves de la catedral levantábase un enorme catalalco enterarnente cubierto de paños negros con franjas do oro, y Ileno hasta la cumbre de magnIficos candele-. ros con grandes hachas de 8rnarilla cera. La muchedumbre invadia ci templo y los sacerdotes haclan escuchar sus solemnes cathos ftnebres aconipañados por las graves armonlas del organo. Celebráhanse solemnes exequias por ci eterno reposo de D. Manuel de Flon, Conde de la Cadena, cuyo cadaver, depositado en un principio en Ia parroquia del pueblo do Zapotlan, habla sido traslodado a Guadalajara con los restos de Jos infeilces españoles degollados en las barrancas cercanas a la ciudad. Aquella misma tarde fueron fusilados por orden de Calleja once de los prisioncros hechos en CaiderOn, entre ellos el forte-amencano D. Simon Fletcher, director que habia sido de la maestranza de Hidalgo. En su lugar respectivo bice ya referencia a este suceso. Eiitrada era ya la noche de aquel dIa cuardo con todas las precauciones que su situaciOn demandaba. lo-r6 penetrar en la ciudad un hombre disirazado, no porquc la muerte Ic espantara, sino por rncr salir con su propósito de encontrar a su pobre hijo. 1. ta, en etecto, ci oarno Torres. Sii hijo Jose habiasele de nuevo huldo arrastrando tras de si a la hermosa Guadalupe. Seguro de la perfecciOn de su disfraz, D. Antonio tuvo ocasiOn para convencerse de que nosenIa fácilmente reconocido, gracias a una casualidad que Ic hizo ir a dar una especic de fonducho dirigid ' por ci rñisiuo individuo aquel a quien vimos tan bonitamente pelar a los soldados insurgentes en una casa de comidas de las a 1ueras de Guadalajara. D. Antonio habló largo raw con él sin haber sido descubierto bajo su traje de granadero realista. Seguro, Touo 1 79 Episodios !iistóricos 3fexicanos pues, de la eficacia de su disfraz, dió el atrevido paso que iba a garantizar por completo la libertad de sus pesquisas: se presentó A los jefes españoles corno hahiendo sido hecho prisionero en la batalla de las Cruces, y sin diticultad fué creido, se le permitio volver a ingresar en el ejército y aun se le dijo se Ic recomendarIa al virey. Durante varios dias, sus indagaciones i-esultaron completamente infructuosas: nadie SUPO Jane razón de su hijo: solo pudo saber por el guardian del cemcntcnio, que una noche le haba dado un tremendo susto un loco que pretendió desenierrar el cadaver de una joven hija de un español asesinado en las Barrancas por Marroquin: el loco huyO al pretcnderse deteneric. José se hallaba en consecuencia en Guadalajara: todas las scias dadas por el guardian del cementerio convencieron de ello a don Antonio. Un dIa se le destinO a formar parte de la guardia que hacia ci servicio a la puerta de las Recogidas. Aquel servicio era extraordinario. Preguntando la causa que para ello pudiesc haber, D. Antonio supo que en dicho Asilo de Recogidas habIa sido encerrada la noche antes una muler a quien ilamaban la Capitana: nuestro hroc creyó hallarse sobre la pista. —Es joven?—preguntó. —Si: joven y hermosa. —Se llama Guadalupe? —No lo sabemos. - Ha sido aprehendida acompañada de un ioco —No: se le aprehendió en una casa de la ciudad; pero Zpor qué haces tan extrañas preguntas? —Fácil es la explicacidn. —Dila pues. —En el tiempo que ful pnisionero de los insurgentes conoci a una joven a quien liamaban la Capitana, porque, en efecto, vesta Un traje militar. —Entonces, de seguro es la misma. —Cómo podriamos convencernos de ello? —Vi en do la. —Es claro; pero cómo? Las Xorias de Bajan 627 —Ahi está Jo dificil, porque hasta ahora permanece incOmUflicada. _ 1 Que con t rariedad!—exclanló excitado D. Antonio. —Hombre, parece que te importa algo esa mUjer. —No, pero repito que desearia vcrla. —Pijes con una poca de pacieticia, qUiZáS lo logres. —,Por qué? —Hoy ban de tornarla declaración ' si te toca hallarte a la puerta... —Dices bien: paciencia y esperemos. D. Antonio continuo paseándose por la porterIa habilitada de cuerpo de guardia. —10h! si fuese ella,—se dijo,—pronto sabria lo que ha sido de... ( pero cdmo prcguntarla por el?... En fin Dios dirá. Como su nuevo camarada Ic habla dicho, aquefla misma tarde se presefltarOfl los jueces en el Asilo de las Recogidas a tomar declaración a la Capitana; pero D. Antonio no foe designado para dar guardia a la puerta del cuarto: hubo de resignarse y encomendar a sus camaradas hicieran todo lo posible para dare las más exactas señas de la detenida: cuando volvieron de cumplir su comisión, multiplicó D. Antonio sus preguntas con mal disirnulado interés. Las señas, 6 estaban mal tomadas 6, no conviniendo con las de Guadalupe, demostraban que la joven aprehendi'da no era ella 1). Antonio no sabla si alegrarse ó sentirlo. Si era ella, ;cómo salvarla del poder de los realistas? Si no era ella, cómo resignarse a perder la csperanza de tetier ncticia del paradero del infeiiz José? —Pero entonces quién es esa joven? —No hernos podido descubrir su nombre. —Nada habéis podido escuchar de su declaración? —Poca cosa. —;Qué? —Que ha dicho horrores de los insurgentes en general y muy par ticularmente del cura Hidalgo. —No, no es ella entonces,—dijo D. Antonio para sI;—si ella fuese, no habrIa hablado mal de D. Miguel. Algunos dIas despuës volvió a tocar a D. Antonio la guardia en las Recogidas. 6z8 Episodios If istóricos Mexica,,os . Preocupado estaba, como siempre, con la idea de lograr ver Ia joven, cuando un caballero enti-ó en ci cuerpo de guardia y presentô un permiso en regla para visitar a una de ]as asiladas. —Puede usted pasar,—dijo D. Antonio. —No; aguardare un ratoenel cuerpodeguardia, si usted me lopermite, mientras liega el padre Ortiz que es ci confesor de las asiladas. —Como usted guste. •_.j.. ),,4 - rL I tIJ : - I- fr4. ,.. C •.4 L - y prezentô Un permi8o en regla El recin Ilegado buscaba sin duda modo de entrar en conversación con D. Antonio, y lo hizo ofreciëndole tabaco y papel para hacer un cigarro. —Usted gusta? —Gracias,--contestó D. Antonio aceptando. Pasados unos momentos, ci reciën venido preguntó: —Hace usted rnuy seguido esta guardia? —Hoy es la segunda vez. —Ah'... Bien... Son muchas las asiladas que hay? —No sé, caballero, pero creo que si. —Ha de ser muy descansada esta guardia. rLas Norias de Bajdu 5jstC en tomar a la protegida de U. Miguel por su c1esventuraz Carmen. Quién ser esre capitan que podria?... _Como usted lo disponga, señor capitán Garcia Alonso,—dijo en aqUel rnr,mento ci jefe de la guardia presentãndose en la puerta de is hahitaciófl. —,Garcia Alonso!—dijo para si D. Antonio:—no s quit' n es. _So1dadO Carlos Parra!—exciarnó ci oticial Ilamando. _ 1 Presente, mi capiuin!—contestó D. Antonio presentándose. _Entre usted. En cuanto le tuvo delante de si, el capitán Garcia Alonso Ic pregUfltó _Usted ha sido prisionero del cura Hidalgo? —Si, señor. _Conoció usted una joven que con disfraz de capitán le acornpañaha? —Si, señor. —Es la misma que se halla detenida en ]as Recogidas? —Señor, no he visto a la joven detenida. —Señor capitán, sIrvase usted hacérsela ver al soldado Carlos Parra. D. Antonio fué conducido a la habitación de la Capitana, y cuando Ia hubo visto respiró; In joven no era Guadalupe. —La vió usted hien?—preguntó Garcia Alonso cuando bubo regresado D. Antonio. —Si, señor. —Es la misma que acompañaba a! cura Hidalgo? Torres dudó en contestar, pero recordando las recomendaciones del caballero con quien habla hablado hacla pocos instantes, pensó quc tal vez conviniera desorientar a Garcia Alonso, y respondió: —La misma, señor. —Lo y e usted, capitán?—dijo Garcia Alonso,—nos hablan engañado: mi hermosa Guadalupe no marchó con ci cura, sino que quedo al cuidado del bandido insurgente D. José Antonio Torres; pero a Dios juro que yo le descubriré, aun cuando se haya escondido en las misnias entrafias de la tierra. 63o Episodios Históricos Mexicanos —Repito que... —Desde hace un instante tropiezo por todos lados con personas que puedo creer que conocen a la mujer quc busco; pero inOtiles son estos encuentros, porque en unos, como me sucede con ci que con usted me hallo, tropiczo con una misteriosa reserva, y en otros, quien responde a mis preguntas es un loco. —Loco!—excIamO D. Antonio abriendo sus ojos desmesuradamen te. —Loco, sI,—prosiguió diciendo el caballero,—un loco que hacla una mezcolanza ininceligible entre las aventuras de una Guadalupe y de una Carmen que... —Carmen! 1 Carmen ha dicho usted, caballero! Oh! por piedad, lqud sefias tcnIa csc loco! id6nde, dónde está ese loco. caba-. ]iero!—repetia con extraña verbosidad ci desgraciado I). Antonio. —Señor soldado, qué tiene usred? que Ic pasa? qué le sucede? —Ah! caballero, idigame usted ddndc está ese loco y yo le descubriré el paradero de la mujer que busca! En aquel instante un capitan de granaderos entrO en ci zaguán del Asilo de Recogidasy paso ala habitaciOn del jefe de la guardia, sin fijarse en nuestros dos inieriocutores. Apenas ci caballero le vió, una palidez mortal cubriô su rostro, y bajando la voz, dijo a D. Antonio: —Si la joven a quien los dos buscamos inspira a usted algfln interés, procure usted vigilar a ese capitán, que es su rnás terrible encmigo: y me retiro antes que salga, PUCS si me viese escaria perdido. —Peroese loco, dónde está ese loco? —Yo conduciré a usted a su alojamiento en cuanto acabe su guardia; pero, por Dios, vigile a ese capitán: si ese loco ha tenido algo que ver con la joven que yo busco y tanihién ese capitán busca, ipobre del loco! — i Oh! lo que es eso,—dijo fieramente D. Antonio, - lo yerIarnosl Estas Oltimas palabras no pudo oirlas ci caballero, por haber salido rápidarriente del cuerpo de guardia. —Dios mio!—exclamó D. Antonio,—;ese loco de que habla este hombre es mi hijo! No: la Capitana que se halla aquI detenida no es Guadalupe; silo fuese, mi hijo se haliarla aqul: su locura con- Las .Vorias de Bajd,t en ci cementerlo, ni en las casas 633 que fueron del padre de Carmen vide \Iarroqufn huhianle dado razón de dl. En Luanto al rnodo que pudiera tener un loco de atender a su subsistencia, 1). Antonio no querlo detenerse en suposiciones, potque Ic espantaba imaginarse a su hijo devorado por ci hambre. No eran menos tristes sus pensarnientos en lo referente a la hermosa Guadalupe: la infeliz joven habria sin duda huido de la cornpañia de un loco que necesariarnente hahIa de producirle espanto y terror, no obstante que, corno ci hahialo presenciado, José era todo respeto y consideración para Ia que en su demencia tomaba por su idolatrada Carmen. MortifIcado por este cornhate de su espIritu, 1). Antonio paso una noche cruel: por fin amarieció ci siguiente dia, y el relevo vino, y nuestro hëroe recobrO su libertad. En una esquina Ic esperaba ci caballero del dia anterior. 1). Antonio respiró, v espontaneamente salieron de sus labios paiabras de acción de gracias al Sér Supremo. —I)Onde, dónde está ese loco?—pregunto. —Dentro de una hora sabremos de dl,—contestO ci caballero. —Y por qué no antes? —Porque ignoro cuál sea su alojamiento. —( EntOnces cOmo saber de dl? —Todos los dias, segün he podido enterarme, acude al convento dc San Juan de Dios a recoger la limosna que le da un iego llamado Villaseuior. —Vil laseñor,_exclamO D. Antonio como acometido de una sUospecha. l'iLl Villasefior, si, que le sucede a usted -d quizá usted le conoce. - ,Oh! no, no lo sé; su nombre, sabe usted su nombre? —Si. —Cuál es, D. Tomás Ignacio? —;Ah! si, ci mismo. —Quién, quién es? podrfa éI darnos aiguna luz?... Amigo, yo soy extranjero en Guadalajara, me encuentro en ella hace solo unos dIas y... —Si acaso no hay otro de su nonibre y apeilido, yo conozco a ese hombre, y créalo usted, nos recihirá como amigos, me debe Ia vida. ToMo I 80 632 Episodios H,stóricos Afexicanos XXII Retenido por la ordenanza en el cuerpo de guardia del Asilo de Recogidas. excuso decir a mis lectores cuánto padecerIa D. Antonio sin poder separarse de su pucsto para ir en busca de su hijo. Pero no fu solo la considcración de la inutiiidad de las ventajas obtenidas con su disfraz Si desertaba de la guardia lo que en ella Ic retuvo: otra tambkn le impidió ci decidirse a arrostrarlo todo, y fud que el caballero habla desaparecido sin dare las señas tie sti alojamiento. Cómo buscarle Si aUfl su nombre ignoraba? ResignOse, pues, a esperar. DOnde se encontrania su pobre hijo? ,Cómo él no le habIa encontrado a pesar de haber registrado a su entender toda la ciudad? ( Dc qu subsistia ci pobre demente? ( Y Guadalupe? iqud habria sido de la joven infeliz en poder de un demente ,HabnIa quizás huldo tie la compañia de aquel desventurado? Todas estas y otras muchas preguntas más se hacia I). Antonio, sin poder darse satisfactoria contestación. A veces se imaginaba que Ic seria facil encontrar al caballero, pues sobrado era haberle visto un insante, y saber que dl conocia ci paradero de su hijo, para que no pudiera despintarsele entre un millón de hombres semejantes. Pero su desconocido habla aparentado tenet mucho que temer del liamado Garcia Alonso, y quizás habIa ido a guarecerse en algun impenetrable escondite. Considerando que perdla un tiempo precioso, casi estuvo resuelto a desertar de su guardia. Mas que iba a conseguir? Su falta senia notada inme3iatamente: cien, doscientos, trescientos hombres saidrian en pocos minutos en su busca, suponindole de acuerdo con a1g6n cabecilia rev ' Iucionario, y ya que no lograran aprehendenie, tampoco ël podrIa buscar libremente a su hijo. Su hijol imposible adivinar dónde pudiera haberse ocultado; ni Las Norias de flajdn 6335 XXIII ResueltOS a aprovechar los prirneros instantes, D. Anastasio y D. Antonio se dirigieron con rapidez a San Juan tie Dios, v preguntarofl en la porterla por el lego Villaseñor. Pronto Se encontraron en presencia de éste, cuya sorpresa at reconoc er a Torres dejo a La consideraciófl de quienes se hjen en estas pãginas. —Pero desgraciado de usted si es reconocido por los realistas; ic tomarân it usted por una espla, y este será rnotivo bastante para que sea fuilado, por más que hagamos por salvarle quienes, como yo, reconocen en usted un hombre de to más honrado, noble y generOSO. —No hagamos caso de ml, amigo mb, ml hijo, mi hijo, dónde está mi hijo? —Lo ignoro. D. Antonio. _Dios mb! pero no viene él aquI todos Los dias? —Asi es la verdad. —Entonces vendrá hoy. —Ya ha venido. — I Justo cielo! —Se me ha presentado boy más temprano que de costumbre, y después de recibir los ocho reales que le entrego todos los dIas, ha echado a correr como siempre. —Pero nunca ha dicho a usted dónde para? Nunca; lejos de ello, se ha negado constaritemente a darme ni Ia rnás leve indicación. —Pero qué causa puede tener?... —Asegura en su demencia que todos le engañamos, y que sornos esplas del bandido MarroquIn, at cual descubrirIamos ci escondite en que tiene a esa joven. —( No ha podido usted hacerle seguir? —Varias veces to he intentado; pero en cuanto dl descubre que alguien le vigila, tales trazas se da a escabullirse, que es imposibie... —1)esventurado! jC6mo vino dl a buscar a usted? —Yo le encontré un dia tirado en una calle medio muerto de necesidad. • -_-;-. 33 4 Episodios Históricos J$Iexicanos Como no sé si mis lectores se acordarán bien de D. Tomás 1g. nacio Viiiaseñor, voy a hacerles caer en la cuenta de quién es ci persoriaje. Recuerdan ustedes, amigos mios, las primeras campañas de Torres que referi en ci Episodio titulado El Puente de Calderdn? Si? Pues entonces no hahrán olvidado que el uamo Torres ' derro. to en Zacoalco a una divisiOn realista ci dia mismo en que Caileja triunlaba en Aculco, esto es, el 7 de Noviembre de iS to: esta dlvisiOn estaha mandada por D. Tomas Ignacio Viilaseñor, rico hacen. dado a quierl Ia Junta Auxiliar de Guadalajara habla nombrado tenientc coronci. Torres aprehendlO a Villaseñor, y en vez de manS dare quitar la vida, Ic retuvo prisionero hasta que entrO en Guadalajara, donde Ic dcjO en compieta libertad, acción en extremo generosa del caudillo insurgente. pues Viliascñor Ic hahia amenazado con ahorcarie si triunfaba ci cjército real. Viliaseñor, clue era un honrado hombre en toda la extensiOn de la paiabra, no simpatizando con la cau s a insurgcnte, y no queriendo tampoco combaus tirla, desengañado sin duda del murdo. i, ci hábitc, de San Juan de Dios. D. Antonio y ci caballero hahian se _ versaciOn, y obtenidas mutuas scguridndc i taeilcs Je oblcncr rntre caballeros y hombres buenos, hahianse daJo 1 conocer mutuaniente : ci caballero, cornu sin duda se lectores, era nuestro amigo D. Anastai —No quiero hacer a usted ci agravi H H--: . W- 1 NtiS I nio,—de suponer que tenga inters algunu CII dclatar a un hombre que como insurgente, no ha cometido ni el mas ]eve delito contra Ia humanitad, que dehc respetar todo huen soldado. —I). Antonio, yo no SOY insurgente ni quiero serb, pero soy ante todo caballero. —Pues bien, amigo mb, cse loco es ml hijo — i Desgraciado! —Amaha a Ia hija de un español asesinado en las 1aniziitcas por ci bandido Marroquin, y al verla muerta perdió Ia razOn. v SUpO;1C HcI]. I.l:i (: N 'ii en su locuraque la infLliz Guada1i1 asb se Ilamaha Ia hija del esranol. _Oh! D. Antonio, cuente ustI i.,timi José. Iva phre Las Xorias de Bajdn F ' 637 la noche; peru que si deseaban hablarle antes, quizás le encontrarIan en la catedral. Con estos informes, los dos viajeros, que no eran otros que don Joaquin y la hermosa Remedios, volvjeron a salir encaminandose A la catedral. Unos cuantos pasos hahfan dado en la calle cuando un joven en miserable esrado de demacración se Ile-6 a ellos diciéndoles: —Nobles señores, no es verdad que Carmen no murió? Don Joaquin y Remedios Sc miraron como preguntándose qué significaba aquello: el joven Continuó diciendo: —No responden ustedes. jTambién ustedes quieren negarrne el consuelo de salir de esta duda atroz! Estas palabras fueron pronunciadas con acento tal de amargura, que nuestros dos amigos sintieron acudir las lágrimas a sus ojos, a la vez que naca en ellos la misma poderosa atraccjón hacia ci desconocido que tan extrañas cosas les preguntaha: éste volvió a hablarles de este modo: —Por qué son ustedes tan crueles cuando parecen tan buenos? y estoy seguro no son de esta ciudad cuyos habitantes todos están de acuerdo con MarroquIn para robarme a ml Carmen, porque no lo duden ustedes, se llama Carmen, y asesinaré a quien quiera que lo niegue! —jUn loco!—exclamó entonces Remedios poseida de femenil terror. —Loco! loco! Ioco! —repitió el joven demacrado, que no era otro que José, todos me liaman loco, pero son unos imbéciles, yo no estoy loco, y la prueha es que sé que la joven que tengo en mi poder se llama Carmen y no Guadalupe, como dicen los esplas de Marroquin. Hay casualidades que más parecen novelIsticas que naturales; pero la verdad es que esas casualidades existen, quc muchos creen en eflas, y que D. Joaquin y Remedios eran de los que en ellas creen. Ambos pensaron a la vez si aquella Guadalupe de que hablaba el loco serla la que ellos y su amigo D. Anastasio buscaban: siguiéronle, pues, la conversación, y José tanto se entusiasmó que les invito a seguirle al escondite donde tenla a Guadalupe. La Providencia acababa de ponerios sobre el rastro de la hermosa joven. Episodios Históricos Mexicanos 636 - Horror! —Quiso Dios clue le conociese y tomándole sobre mis hombros le conduje al convento: le hice voiver en sI, atendi a sus necesidades, y profunda compasion me inspiró al conocer clue estaba loco. —Ah! jVillaseñor, qué bueno, qué bueno es usted! —Cumpli un deber y nada más. —Prosiga usted. —Quise conservarie a ml lado para ver de atender a su salud; pero todas mis razones tueron inütiles para aquel sér privado de la suya. —Pobre hijo mb! —Yo hubiera podido, hien lo sabe usted, atender con mis rique- zas a sacar de un solo golpe al infeiiz José del miserable estado en que se halla: pero comprendI que si alguna cantidad fuerte le facilitaba, en primer lugar podria ser muerto y rohado por un bandido cualquiera, y en segundo, caso de no ser asi, quizás no volveria a verle. —Noble amigo mb! —Ton-ié, pues, ci partido de hacerle coniprender clue diariatnente Ic socorrerIa con ocho reales, y asi he conseguido verle y atenderle en lo posible. —Y jamas vuelve dos veces en el mismo dia? —Jamäs. —Y de la joven nada ha sabido usted? —Cuantas veces le pregunto por ella me responde clue está bien y contenta a su lado, y clue jamás sale de su escondite, porque tam biën ella tierie miedo a Marroquin y a Caileja. —Dios mb! jtener clue desistir por hoy de encontrar a ese desventura do! —No hay otro recurso. —Triste condición! —Pero vuelva usted mañana antes de las ocho clue es la hora en clue suele venir. —Aqul estaré antes de arnanecer. Mientras este diaiogo tenla lugar en la ceida del iego Villaseñor, un hombre y una mujer acabados de entrar en Guadalajara, se presentaban en ci alojamiento de D. Anastasia preguntando por él. Se les contestó clue raramente volvIa a su casa hasta muy entrada Tfn--! r:. Las Sorias de I3ajdn 639 tita de Baján par otros y también Nuestra Señora de Guadalupe de Bajin. Nuestros personajes no tuvieron más que Ilegarse a uno de tantos grupos form3dos en la plaza, para escuchar la siguiente converSaciófl. —Pero cuándo y a qué bora ha tenido lugar ese suceso? —A ]as nueve de la mañana del jueves 2i de Marzo de 18 r, que de bo y más será célebre en nuestra historia. .—Pero córno ha sido eso? —Escuchen ustedes,—dijo uno de los circunstantes. En uria larga rclación de que quiero hacer gracia a mis lectores, retirió nienudaniente el orador todos los pormenores que ya les di A conocer en los capitulos XIX y XX de este tomo. _Qué hizo Bernal despues de haber hahiado con Jimánez? —Ya lo dije, prevenir a Elizondo, quien situd sus fuerzas como más oportuno juzgó, designó los amarradores destinados a atar codo con codo a Jos prisioneros y los individuos que habian de custodiar a los reos después de arnarrados, Asi habla en efecto sucedido y asI consta en un impreso que me legó mi padre, quien no fud aprehendido con D. Miguel, por encontrarse en aquellos dias en Valladolid al lado de mi madre y mb. Segün este impreso, que mi padre tuvo ocasión de comprobar con las relaciones de testigos presenciales, tanto que hasta notas manuscritas tiene, Elizondo, a más de nornbrar amarradores para Ia generalidad de los presos, designo uno especial para amarrar a los religiosos, y dicho riombramiento recayó en un sacerdote nombrado ci padre Borrego. Acabadas de tomar estas disposiciones, se dió vista a Ia vanguar dia, compuesta de cuatro soldados que precedian a un cache de carnino ocupado par Fr. Pedro Bustamante, carmelita, un muchacho de doce años, ci teniente D. Joaquin Rodriguez y el alférez D. Fernando Rodriguez. Saludáronse con afecto traidores y traicionados, y éstos, sin re-. celar cosa alguna, siguieron marchando hasta un punto en que las tropas de la retaguardia de Elizondo les marcaron ci alto! intimándoles rendición. La sorpresa fué tal que ninguno pensó en hacer iii la más leve resistencia, y antes par ci contrario, los oficiales Episudios Históricos Mexicanos Tart preocupados iban los dos con su probable descubrimiento, que iii siquiera pararon 13 atenciOn en un capitan de granaderos que huho de hacerse a un ]ado para dejarlos pasar. El capitán perrnancció como clavado en su sitio sin apartar la vista de nuestros amigos, hasta que al tth exclamó - Ravos y centellas! qud hacen en Guadalajara Remedios y D. JoaquIn?Como pueden haberse unido ..... 1Ah! buscarán sin duda a mi idolatrada Guadalupe para haceria perecery vengarse de ml?... Si, todo lo debo temer de ambos. Remedios ha jurado que no seré de otra mujer, D. Joaquin querrá vengarse de ml por haberle seducido a su prometida ..... AI! a tiempo les he descubierto!... No me han conocido!... No sospechan quizás!... Garcia• Alonso, la fortuna te vuelve sus favores!... Sigamoslos: tal vez ellos me entreguen a mi Guadalupe, y yo a ellos a la muerte! Garcia Alonso, que él era ci capitán, siguió a conveniente distancia a José, a D. Joaquin y a Remedios. El diablo Se preparaba a estorbar los planes de nuestros amigos. XXIV Aunque contrariado por la demora que en abrazar a su hijo Ic imponian las circunstancias, D. Antonio salió en lo posible satisfccho y consolado de la celda de Villaseñor. Vivia su hijo, haliabase en Ia misma pohlacidn, y merced al corazón filantrópico del mismo lego, ni José ni Guadalupe hablan carecido de lo mds indispensable. En ci momento de despedirse de D. Anastasio a la puerta de la casa de éste, llamáronle la atención un repique general de campanas y los primeros cañonazos de una estruendosa salva. En vez de separarse niarcharon ambos con rapidez hacia la plaza a la cual acudIa presurosa la multitud, y allI supieron, con espanto terrible de D. Antonio, que acababa de recibirse Ia noticia de haber sido aprebendidos por las tropas reaiistos D. Miguel Hidalgo y Costilla, D. Ignacio Allende, Aldarna, Abasolo, Jiménez, todos los jefes irisurgentes en fin. Este suceso fatal para la causa de la Independencia, habla tenido lugar en el paraje nombrado las Norias de l3aján por unos, Aca- Las Norias de t3ajdn 641 Jirnénez, entre tanto, pretende reciamar contra semejante recihir" mient0, se esfuerza en ponderar a sus enemigos Is causa que el Cu. • ra represents, llama a todos hermanos, les recuerda que todos ban nacido hajo ci mismo hermoso cielo de Ia America; pero nadie le escucha, a nadie convence y es, como todos los suyos, amarrado como un criminal Cualquiera. —;Ah, Judas! imalditos seáis!—exclama, y se deja conducir por sus aprehensores, que toman con sus vIctimas ci camino de San Antonio BCjar. Liegan después otros seis coches con los cuales se ejecuta Ia misma operación que con los precedentes, sin más que leves resistencias que son vencidas con facilidad. Correspondla en ci orden de Is marcha ci fatal nümero trece al que debla conducir al e x-generailsimo D. Miguel Hidalgo y Costills; pero ci caudillo hahiale dejado unos momentos antes y venia A cortar distancia montado en un hermoso cahallo negro v escoltado por cuarenta hombres de feroz aspecto, al mando de MarroquIn. Era aquella una escolta de honor ó una guardia destinada a custodiar un preso? Podria ser Jo prirnero, pero a todos pareció lo segundo. Elizondo quiso intiniar al caudillo la rendicidn; pero aquella figura venerable del cura de Dolores, doblegado al peso imponderable de Is ingratitud de sus Compañeros, y corroIdo ci corazón por la amargura con que COnternplaba Is ruina de su laboriosa obra, le impuso a tal extremo, que las palabras se detuvieron en sus labios, como Si no hubiesen querido interrumpir la solemne meditación de aquel hombre, que saludándole bondadosamente continuó avanzando sin sospechar lo que pasaba. D. Toniás Flores comprendió lo que sucedla, y cruzándose en ci camino, detuvo al cura y Ic ordenó se rindiese a las tropas del rey: Elizondo, mientras tanto, se habia apoderado con sus gentes, de Marroquin y la escolta. D. Miguel detuvo su caballo, miró con solemne naturalidad en tomb suyo, hizo ademán de tomar una de sus pistolas; pero don Vicente Flores, hijo de D. Tomas, le tomo rápidamente el brazo, dicindo1e a Ia vez: —Señor, está usted perdido, pues cuantos le cercan harán fuego sobre usted si intenta defenjerse. Touo 1 Episodios Njstdrjcos Mexjanos ofrecieron sus servicios al jefe contr arevoiucionario, que los admj_ tió por haber sido carnaradas suyos. Segufa a los citados un piquete conio de sesenta hombres mandados por el teniente Gonzalez, natural del Saltillo: ai intimaries rendición, sorpi-etididos por lo inesperado del suceso, interltaron hacer armas contra la fuerza mandada por D. Tornás Flores; pero csta cargo sobre ellos con rapidez, matO tres soldados y aprehen.. diO y arnarrO a Jos restantes: el teniente GonzAlez quedo muerto. Se presentO entonces ci segundo coche con dos c1rigos, una mujer y catorce hombres de escolta: todos se entregaron sin resisteflcja a Elizondo, quc asi ëstos corno a cuantos les seguan les ordenaba seguir adelante con rapidez, vigilados por grupos de so!dados que Jos encerraban en ]as casas de las Norias. El tercer coche sOlo conducla mujeres: de éstas, como de Jos reiigiosos, Se encargaba ci padre Borrego; fué, pues, de su incunibencia ci cuarto coche, ocupado por clérigos y fraiies. Ocupaba ci quinto D. Mariano Hidalgo y Costiiia, hermano del cura y tesorero de su ejércit-o y varias mujeres, con escolta de hombres de campo. El sexto coche conducla al generailsimo D. Ignacio Allende, a su hijo, al teniente general Arias y al capitán general D. Mariano J i mnez. A Ia voz de—estos son los generaies, ]as fuerzas de Elizondo y de Flores cercaron ci coche y ci tItimo ics irltimó la rendicjón a nombre del rey. —Eso no.—gritO con noble acento Allende, - prinicro morir; yo no me rindo,a y disparó desde ci coche un baiazo que a nadie hiriO. Elizoiido diO cntonces la voz de —iFuego! SonO una descarga, y disipado ci humo, se descubrieron dos cuerpos caidos en tierra : uno era ci hijo de Allende, otro ci dc Arias: Allende Se echO sobre su hijo, olvidãndoio todo, hasta su situaciOn, y desfaiiecido de dolor, — lMucrto!--exciamO con amargur.a suprema, a la vcz que era aprisionado por los asesinos de aquei idolatrado pedazo de su corazón. Arias habla quedado gravementc herido. Las '\orias de Bajdn .()43 D. Miguel, que tal orden escuchó, sin perder su serenidad, y con bondadoso acento, dijo señaiando a los prisioneros: —I). Tomds, dstos ya no tienen la culpa de lo que suceda y más estando presos. A lo cual repuso Flores —Puesto que usted queria guerra, usted será ci prirnero en m 0 ri r. —1Si creerá este hombre que a ml me asusta la muerte!—cxclamó para si D. Miguel. Como el tiroteo COntinuase, el justicia de San Buenaventura suplicó al caudillo que interpusiera su influencia con los suyos para que cesase, y a ello accedió cornisionando al efecto a un tal Soils v a un capitan de artillerla nombrado ci Guerito; pero no ilegaron a urnpiir su misión, porque Elizondo regresó victorioso, como ya l ,.'n resumen, esta jornada puso en poder de las tropas del rey iocientos noventa y tres prisioneros, quinientos mil pesos en plata acuñada, otro tanto en plata pasta, diez y ocho tercios de halas, setenta cartuchos para cañdn, veintidós cajones de pólvora, cinco carros de municiones, dos guiones, una bandera con Ia cruz Borgoña y multitud de prisioneros notables. Los insurgentes tuvieron unos cuarenta muertos, entre ellos esuvo ci antiguo capitán del regimiento de Celaya, D. Joaquin ;\riaS, que murió a consecuencia de la grave herida que recibió al er aprehendido con D. Ignacio Allende y D. Mariano Jimënez. Arias habla sido uno de los primeros denunciantes de los planes de conspiración ante las autoridades de Queretaro. :\parte de D. Miguel Hidalgo y D. Ignacio Allende, D. Mariano Ahasolo, D. Juan Aldarna y D. Mariano Jiménez, fueron aprehenJHos en las Norias de Baján muititud de notables jefes, entre cilos D. Ignacio Camargo, que con Abasolo fué destinado a intimar la rendición a D. Juan Antonio de Riaño, intendente de Guanajuato; D. Vicente Valencia, director que habia sido de ingenieros; D. José Maria Chico, ministro quc habla sido de Justicia en Guadalajara; D. Manuel Ignacio Soils, intendente del ejército, y otros muchos --!es, clerigos y frailes de más ó menos nombradia. A las diez de la noche liegaron de Coahuila ci ten iente coronel D. Manuel Salcedo V ci eaptan retiradc, U, J)jj N Crrasco, D. Miguel no insistiO, y lievando una mano a su corazOn y otra Li su sombrero, que se quito dejando descubierta su caheza, dijo: —Bien sabia -o que los autores de semejantes cosas, nunca veiz. sit obra concluida. xxv Recomendando la custodia del caudillo a D. Tomás y D. Vicente Flores, y a unos doce hombres al mando del capitán Nepomuceno del Rahago, Elizondo salió a encontrar el dcimocuaro y ciltimo coche, aprehendiendo en ël a D. Manuel Maria Lanzagorta y al mariscal D. Manuel Santa Maria. Eran tantos Jos pelotones que se apresaban, dice ci impreso refe. rido, que ya no dahan ahasto los cuatro amarradores, y fué preciso agregarles otros cuatro: de suerte que a las cinco de la tarde se haban acabado trescientos lazos y cuantos más cabestros de los so!dados se habian encontrado: teniendo amarrados más de seiscientos, de los que bicieron marchar adelante cuatrocientos para que les diesen agua y fuesen conducidos a Coahuila. Elizondo siguió adelante con ciento cincuenta soldados al encuentro de la artilleria, que con cosa de quinientos hombres formaba la retaguardia insurgente. A un cuarto de hora de rnarcha dió con ella, y al intirnarles la rendición, los artilleros contestaron aplicando la mecha a los cañones; pero con mayor rapidez aün, Elizondo se lanzó sobre dichos artilleros y mató a uno, en tanto que sus tropas acabaron con los demás; un momento despus, y por no dejar Ia costumbre, la indiada se puso en abierta fuga, y de aquellos quinientos hombresapenas Elizondo pudo apoderarse de una tercera parte. Creyendo la acciOn mas seria de lo que habia sido, D. Tomás Flores, al oir los prirneros disparos, mandó reunir a los prisioneros irisurgentes, y encomendándoselos al justicia de San Buenaventura, D. Antonio Rivas, se lanzO en auxilio de Elizondo, diciendo: —Cuidado, Rivas: jeal muchachos, prevengan helduques y lanzas, y luego que oigan tiros de cafión, señal de que los insurgentes atacan a los realistas, comiencen a echar abajo cabezas. Las Xorias de Baja ii 645 leaba, 'i llamó a una puerta sin que nadie le respondiese: tomó ent onces una voluminosa piedra, la lanzó contra los apolillados maderoS y penetró en la Casa : sus miserables habitaciones estaban solitatia s y desprovistas de medic, alguno: con diez ó doce casas hizo y vió lo mismo : aquellas miserables guaridas habian sido en efecto ahandonadas por sus rnoradores, que sin duda se unieTon al ejército de Hidalgo antes de la batalla del Puente de Calderó Ii. FPero Garcia Alonso no era hombre capaz de retroceder ante las diticultades, y por más violencia que esto le causase, se rcsignó a esperar cuanto tiempo le fuese preciso, hasta que sus perseguidos volvieran a aparecer en la solitaria calle: se instaló en consecuencia en una de las miserables habitaciones vacias, y formándose como mejor pudo un asiento cerca de una ventana, püsose a obvar. ser. Remedios, D. Joaquin y José hallábanse en tanto en una no muy reducida estancia, en la cual, sobre un lecho pobre, pew extremadamente limpio, yacIa presa de una violenta fiebre la hermosa Guadalupe. —1 Dios mIo!—exclamó al verla D. Joaquin, — esta infeliz se encuentra sumatnente grave. —No, no, duerme y nada más,—obscrvó José, que en presencia de Guadalupe habia trocado la expresiórl extraviada de su tisono- • mia por otra apacible y melancólica. —Desde cudndo padece de este modo?—preguntó D. Joaquin. —Cada tres dIas a esta hora se duermc del mismo modo que ahora está dormida, y antes de las tres de la tarde vuelve en sI contándome que ha sohado cosas deliciosas. • —Pero ti que haces entre tanto? —Yo me arrodillo a los pies de su lecho, oro a Dios en alta voz y siento no sC qué cosa que pasa por mi frente y la despeja y L veo las cosas de otro modo que cuando me separo de esa mujer, y entonces soy muy desgraciado, porque una voz del corazón me dice: uNo, José, no; esa mujer no CS Carmen, Carmen ha rnuerto, Carmen está en ci cielo y desde alli te ruega no dejes de amarla como ella te ama a t1. Después esa mujer despierta y me dice: u1Pobre Josdfl qué desventurado cres, y no obstante, aun me parece mayor mi dcsven.ur: pero eres muy hueno conmigo y yo soy tu hermana y 044 Epis,odios Históricos Mex,canos que recihieron la comisión de custodiar durante Ia noche a los prisioneros, avanzar partidas de precaución, poner guardias de seguridad y reoger dispersos. Entre las señoras aprehendidas estuvieron la esposa de D. Mariano Abasolo, asI como su señora madre poiltica y su hijo. Habianse reunido con éi en el Sahullo, como ya dije en su lugar, y con fucron detenidas en las Norias de Bajän, y siguindo1e emprendieton su dilatado y niolesto viaje a Chihuahua, soportando, no ya con resignación, sino con alegrIa, cualquier género de daño ó de fatiga, con tal de no separarse del sér querido por aquelios grandes corazorics. XXVI Inipaciente por averiguar ci motivo de la presencia en Guadalajara de Remedios y D. Joaquin, Garcia Alonso tuvo mil veces la tentación de adelantarse a! grupo que geguia y darse a conoccr a nuestros dos amigos, arrostrando ci todo por ci todo. Pero el corazón Ic habia dicho que aquelia aventura le conducina a descubrir el paradero de Guadalupe, y prudentemente moderô los impetus de su impaciencia. Remedios y D. Joaquin, sin pronunciar una sola palabra que pudiera distraer al loco, siguieron a José que marchaba con rapidez, alejándose del centro de la ciudad y atravesando inmundos callejones cuyo descuidado piso lastimaba de un modo horrible los delicados pies de la hermosa dama. Para no hacerse sospechoso y descubrirse en aquelios solitarios suburbios, Garcia Alonso tuvo que detenerse en cada esquina y desde ellas observar la dirección de sus perseguidos, no entrarido en las calies hasta que éstos hahian doblado la opuesta esquina. En una de aquellas ocasiones, Remedios y sus acompañantes se Ic perdieron completamente de vista: habIan entrado en uiia de las casas de la cafle; ipero en cul de ellas? Garcia Alonso recorrió puerta por puerta aplicando a todas ci oldo, pero intitil afan; ni el más leve rumor logro escuchar: todas parecian deshabitadas. El capitán no pudo contener su impaciencia que la cólera espo- 'U Las .Vorias 1e Bajdn ancia an 647 qua se encontraba Guadalupe, era preciso entrar por una de las casas de la calle an qua vimos desaparece r a nuestros tres amigos: dentro ya de la tal casa, se necesitab a abrir una trampa formada por las tablas del piso, t rainpa, quc al caer hacia dentro, dejaba descubierto un espaCjOSO pasillo perfectamente revestido de ladrillos : esta via subt errãrlea, de una extension como de doce varas, cornenzaha debajo de una ventaiia de la casa qua a la calle daha é iha a terminar en la habitación an qua hemos dejado a nuestros amigos, hahitaciOn perfectamente disimulada, pues su exterior tenla toda la apariencia de un horno de ladrillos abandonado an niedio de un mai ja rd in. Durante un largo rato, José permaneció oculto an ci pasadizo subterráfleO hasta qua hubieron cesado completamente los golpes que le hablan alarmado. Cuando supuso qua ci peligro habla desaparecido, avarizó rápidarnente hacia la tranipa a fin de salir por ella y asegurarse de qua Se habian marchado los qua i suponia los realistas: con grande sorpresa suya, al ir a quitar la palanca qua sostenIa la trampa a nivel, notó qua casi era irnposible moverla: un peso de algunas arrobas habla sido colocado sobre la trampa y hacla imposible qua corriese su fuerte pasador de madera. —Malditos realistas!—exclamó ci loco, - ital vez quieren enterrarnos an vida! oh! ipero no lo lograrán!—y con toda la fuerza de quc era capaz, se echO sobre la palanca impriniiándole brucos m ov i mien los. Garcia Alonso observaba con la mayor atención desde su y entana todas y cada una de las puertas qua a la calle se abrian. A cada instante se Ic imaginaba qua ya ésta ó ya la otra iban a abrirse y entregarle la codiciada presa. De pronto sintió qua el piso de la habitación an qua se haliaba se movIa bajo sus pies. —La tierra tiembia,— se dijo, - parece qua, como yo, está colerica: a ella le conmueva ci volcán de Colima, a ml ci no menos p0deroso de la ira qua me devora. El movimiento, lejos de cesar, iba an aumento : Garcia Alonso miró an torno suyo; hubo un instante an qua creyó qua las parades iban a venirse sobre el. -• 46 •; Episodios Históricos Mexicanos no debes abandonarrne, porque si me ahandorias, los realistas me ahorcarán sin consideración alguna ni a mi juventud iii a mi belleza: son muv crueles, José; ellos sablan to que ml madre no quiso decirme jamas hasta el momento cruel en que expiró en mis brazos: sabian que so y hija de D. Miguel Hidalgo, que amó a nii pobre madre siendo atn un joven; to sahlan, y como no pueden vengarse en D. Miguel, han querido vengarse en ml. y durante una noche prendieron fuego a ml casa, y si saben que no pereci en ella, otra vez se apoderarán de ml y me harán perecer. Cuando yo escucho esta relación me echo a Ilorar como un niño, porque me puede su desgracia y porque me corivenzo de que no es mi Carmen, y ella entonces me dice : uNo llores, hermano mb, tpIe Dios tendrá mlsericordia de nosotros. —Pero cómo está esta jvCn en ]as manos de ustcd?—pregunto Remedios. —Todos hablarrios huIdo de Guadalajara después de la derrota de Calderón, y antes de haber ilegado a Zacatecas, 01 una nod-ic a mi padre y a D. Miguel decir que era necesario seararme de esta hermosa mujer, porque loco como estaba podia hacerla vIctima alguna vez de un atropello: iqu6 necios eran los dos! la Virgen Maria no pudiera haber sido mas sagrada para ml que to es esta joven. Yo, amigos mbos, que recobro la razón cuando me encuentro a su ]ado, no pude, at escuchar tat cosa, resignarme a vivir siempre loco, y una noche penetrë en su habitación, Ia dije que los realistas liublan sorprendido nuestro campo, que era necesario huir, y ella to creyó sin dificultad y me siguió tanto más fâcilmente cuanto que al disponerse a salir, se abrió con violencia su ventana, defendida por una fuerte reja, y un hombre apareció en ella iluminado por los rayos de una clara iuna: esta niujer Ic vió, y exciamando: ah! ml mayor enemigo, ;ah! Garcia Alonso, me empujo hacia la puertay ella, mäs que yo, fué entonces la que tuvo prisa en huir... En aquel instante comenzaron a oirse los golpes que Garcia Alonso daba con su piedra en las puertas que pretendfa derribar. —E1los, ellos son! - gritó desesperadamente José, volviendo instantánearnente a tomar su fisonomla los rasgos de la locura niás iIimitada:—ellos son, vienen por ella! ;Ah! malditos realistas! —y salió de la habitacjón. J -, Las .Vorias cit? fiajan El Viernes 22 de Marzo de 1811, D. Miguel Hidalgo y sus ropas y generales prisioneros, fueron conducidos a Monclova, t ejándose su entrada con repiques y salvas que se hicieron con est los mismos cañones que les hablan sido tornados en LAS NonlAs DE BA' .• F--, Towo 1 648 Episodios Históricos Mexicanos —Mejor,—dik---c ai g a al suelo toda Ia ciudad y asi aparecern A mi vista los que husco! Dc sUbito el piso cedió bajo Jos pies de Garcia Alonso, que desapareció como tragado por Is tierra. envueito en las tablas y piedras del asiento que se habla formado cerca de la y en. tans. Mis lectores habrán cornprendido ya lo que pasaba: la casualidad habIa colocado a Garcia Alonso precisamente sobre Ia trampa del pasadizo en que se hallaba José. El dios que protege a los niños y a los locos, hizo que el hijo de D. Antonio no sufriese ni Is más pequeña lesion. Garcia Alonso en cambio recibió tan fuerte golpe, que quedó en ci fondo del pasadizo completamente desmayado. José cerrO de nuevo to tramps, y tomando en sus hombros I Garcia Alonso, Ic condujo a Is oculta habitación que ya he descrito, y arrojándole en el suelo. —He aqul un reaiista,—dijo,—que ya no nos hará más daño. Guadalupe habIa ya vuelto de su fiebre, y at vera Garcia Alonso pálido como un difurto, corrió hacia él: otro tanto y simultáneamente hizo Remedios, y las manos de Ia una y de Is otra se encon. Is traron a Ia vez sobre ci corazón de victims. — S Late acn!—exclamó Remedios. - Late aün!—exclamO Guadalupe. Y las dos jóvenes rivales cruzaron, arrodilladas como estaban at ]ado del cuerpo del capitán, una mirada de ilimitado rencor. José y D. Joaquin contemplaban, no menos páiidos que Garcia Alonso, aquella breve y muds, escena. Qué fuese to que pasara en los corazones de aquellos dos hombres, no Jo dijeron ninguno de los dos; pero ambos sin duda coin• cidlan también en un solo pensamiento, porque a Is vez tomaron las pistolas que sobre una mesa habla y Dos gritos de cólera, dos disparos y dos exciarnaciones de espanto, dejaronse escuchar a la vez. 'I I