Con las “faldas” bien puestas
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Con las “faldas” bien puestas
4 vie. 22 ago 2014 www.diariomayabeque.cu Sociedad Mayabeque “SIN SONRISA DE MUJER NO HAY GLORIA COMPLETA DE HOMBRE” JOSÉ MARTÍ Lisandra Díaz Padrón Antes, la mujer estaba considerada únicamente para el hogar. Sobre todo en las zonas menos citadinas. Hoy, muchas féminas usan el delantal solo después de concluir su jornada laboral en una fábrica, oficina, hospital, mercado, o en el campo. Los ejemplos sobran si contemplamos el devenir de una Organización que ha llevado hacia la cúspide las aspiraciones de la mujer cubana. Este periódico llegó hasta el secretariado municipal de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en Batabanó para comprobar tal verdad. Tres historias de vida revelan que cuando se trata de amor al trabajo y carácter ante la vida, no hay distinción entre faldas y pantalones. FOTOS: CRISTIAN DOMÍNGUEZ Con las “faldas” bien puestas Olga en su labor MUJER QUE ESPANTA FANTASMAS Olga Guerra es carpintera. Sí, con sus manos y unas herramientas le da cuerpo y forma a la madera. Resulta raro encontrar en su natal Batabanó alguien que no la conozca, porque hasta el momento es la única que apuesta por un oficio que la mayoría suele asociar solamente a los hombres. Hace 25 años se regodea entre lijas, serruchos, escofinas, en fin, todo un repertorio de instrumentos que permanecen activos, tal y como ella. Estamos ante una mujer de apenas 1.50 cm, que ya arribó a los 45 y no lo piensa para cargar con sus brazos una viga de madera bien pesada. Al fondo del patio está la sierra, a la espera de la licencia que le permitirá volver a emitir su sonido tajante. Olga la enciende, muestra sus dotes y temo por sus miembros aún delicados. Luego me dice que en tanto tiempo solo ha recibido rasguños. De camino a la casa interrumpo el silencio. ¿Por qué quisiste ser carpintera? No vaciló en contarme el motivo: “La necesidad hace parir hijos machos, como digo yo. Mi madre era sola y tuve que ayudarla. Pude aplicar en la Fábrica de Lápiz de aquí, donde trabajé 11 años, lo aprendido en el Tecnológico. Allí mismo me evaluaron como carpintera ebanista y obtuve la mayor escala. Desde entonces he sacado bastante provecho a mis manos”. Cada mueble del sencillo hogar de Olga nació de su ingenio y creatividad. Es como si entraras a su propio museo o galería, allí está desde los primeros sofás que hizo hasta el revestimiento del arma- rio de ropas. Y encima de la vitrina, que igualmente creó, una imagen paisajística plasmada en lienzo. “También pinto, ese cuadro lo hice yo. Además me dedico a la artesanía, es lo que más hago últimamente junto a la cría de animales, porque la carpintería la he tomado como un hobby”. Dice una frase popular que donde hay mujer no existen fantasmas. Al parecer Olga se ha pasado la vida espantándolos, sino vaya usted mismo a Batabanó y converse tan solo cinco minutos con ella, quien sin obviar la feminidad ha burlado mitos, tabúes y concepciones machistas “Lo que las personas creen que no puedo hacer es en lo que me empeño. Lo imposible me gusta, por eso ser carpintera ha constituido un reto. Todavía hay quien dice: —¡¿tú estás loca, carpintera, y con ese tamaño?!— Después de eso no me queda otra que reír”. CARBÓN CON TOQUE FEMENINO Hace una década el olor a carbón va impregnado en la piel de Aida. Viniendo de una mujer muchos pudieran pensarla frente a un fogón, sin embargo, aquí la historia es otra. Un día su marido tuvo que asumir el trabajo en el campo, y ella no dudó en salvar el negocio familiar. ¡Nada de remilgos! Hacha en mano camina monte adentro y regresa con la carga que solo su estirpe de india guantanamera le permite soportar. Ella solita se pierde en la maleza, bajo el sol, recorre casi dos km, luego un cono gigante de pequeños troncos se eleva en su patio. Aida Azahares tiene 53 años. Hace mucho que dejó el sueño profundo. Mientras arde un horno de carbón justo al lado de su humilde morada, se levanta en las noches Aida Azahares cada tres o dos horas, casi como quien custodia el reposo de un recién nacido. “Yo la conocí aquí mismo en Camacho, Batabanó. Cuando nos juntamos ya me dedicaba al carbón. Fui obligado por la vida a trabajar en el campo y Aida no permitió que abandonara esta otra forma de sustento. A veces puedo ayudarla, pero ella es la que ahora lleva la rienda. La verdad esto no lo hacen todas las mujeres”, cuenta Lázaro, su esposo. Para ella la tarea no resulta sencilla, aunque no se queja. Es un trabajo duro, como bien lo demuestran las esporádicas crisis de la cervical. Pero después pasan los malestares y comienzan a llenarse los sacos de un carbón exclusivo, no solo por su calidad, la mano que lo logra constituye el principal ingrediente. PARA SENTARSE A GUSTO La tapicería no es solo oficio de hombres, Iraida Rodríguez así lo demuestra. Lo supo cuando sus manos tocaron por primera vez los muebles de un barco, hace 10 años, allá por Cayo Largo. Hoy, desde la tranquilidad de su casa, continúa ejerciendo lo que empíricamente aprendió. Aunque todavía espera por la licencia que le permite ejercer su trabajo, en Batabanó se le conoce como La Tapicera. “Por mis manos ha pasado de todo: asientos de motos, carros, bicitaxis, sofás. No voy a negar que es trabajoso, pero me gusta, además ayudo al sustento económico de mi familia”, comenta Iraida. Según ella, todos quedan conformes con el acabado. Los clientes no solo vienen desde el propio municipio, su arte ya es mencionado en zonas colindantes. En acto de demostración toma una armazón de madera que resguarda muelles y guata. Luego tensa el vinil, a la medida en que una docena de clavos lo va sosteniendo. Finalmente la pieza se muestra coqueta, desprovista de grietas o pliegues. Después descansa en un rincón y regresa a su rutina, tal vez a pensar en el próximo mueble, o quién sabe si a desplegar el mismo arte en su cocina. Iraida Rodríguez La Última A CARGO DE: Walter Díaz Moreno Puede parecer que para los cubanos nada o casi nada nos resulte raro en este mundo. Después de ser conocidos como un pueblo sumamente creativo, algunos minutos en el ciberespacio puede traernos historias tan insólitas hasta para el más pinto de la paloma. En México, en el poblado de San Pedro Huamelula, Joel Vásquez Rojas su alcalde, trazó nupcias nada más y nada menos que con una reptil. La llamada “niña princesa” vistió sus mejores galas en una tradición local que data del siglo XVIII y en pleno siglo XXI busca traer fortuna a los pescadores de la región. Otra que sonó las campanas fue Emily Mabou, que con 29 años pidió la mano de su perro de 18 meses. La ghanesa dice encontrar en su pareja cualidades como la amabilidad, lealtad y respeto que pudo encontrar en su padre y al no encontrarla en el sexo opuesto, accedió sin reparos a pedir la mano de su can. Vamos Emily que no estamos tan mal ¿o sí? En Finlandia además de lanzar botas, es tradición desde el siglo XIX el Campeonato de Acarreo de Esposas. ¿Ves por qué hacen falta unos kilitos menos? El legendario Japón nunca deja de sorprendernos acumulando hábitos raros. Resulta que allá una señal de buena educación es hacer ruidos durante las comidas pues indica que estás disfrutando del atracón. También las japonesas consideran de mal gusto reírse enseñando los dientes, al perecer una práctica de hace siglos. Si eres soltero y con 25 años, en Alemania colgarás medias en el lugar donde concibas hacer tu fiesta (antes mejor lávalas, claro). Por otro lado en Dinamarca le tiran canela a los solteros si no se han casado a los 25 años. De seguir en mala racha a los 30, le tiran pimienta. Los 25 de noviembre, Día de Santa Catalina en Francia, a todas las solteras de 25 años les dan sombreros en verde y amarillo que deben usar todo el día. Termino con China, claro que no podía faltar. En muchas zonas del gigante asiático los pecados capitales de la educación son permitidos: estornudar, eructar, manosearse la nariz en pleno público. Al parecer usanzas legendarias que ya empiezan a tener desapruebo en la actualidad.