Ahí está el detalle: el origen de Cantinflas

Transcripción

Ahí está el detalle: el origen de Cantinflas
El pop ochentero en México
La música y la moda de los ochenta
Por: Angélica
Vázquez del Mercado
Fecha: 27/02/2013
Al ritmo de la
canción
en
el
videoclip
Do
you
really want to hurt
me?, un personaje
singular
hacía
su
aparición
en
la
escena musical del
año 1983: con un
look travesti y el
rostro
totalmente
maquillado, de cejas
dibujadas y labios pintados de corazón, el inglés Boy George,
representaba uno de los tópicos de la época: el gusto por verse
diferente de lo que se es, por el artilugio y por quitarle lo solemne a la
vida.
Nadie dudaba que el cantante era (es) gay, pero por entonces era
un tema que no se hablaba en voz alta, a pesar de que este mismo
año, el mundo se topó con la epidemia de una enfermedad entonces
apenas conocida, pero letal, que sacudió de golpe a la humanidad,
transformando la vida cotidiana y en particular la sexualidad: el SIDA
y en la que la comunidad homosexual se vio involucrada.
En ese mundo de las apariencias, tenía perfecta cabida un hombre
que usara largas trenzas, al modo de Bo Derek en la película 10, la
mujer perfecta (1979); que vistiera enormes gabardinas y camisolas
de colores, que cantará cosas como Karma Chameleon donde la idea
de la ambivalencia y el camuflaje, eran evidentes.
Por cierto que la cantante mexicana Yuri hizo el cover de esta
canción en 1984. Parece que dominaba entonces cierta
desesperación y conflicto de identidad en el medio artístico nacional
que se esforzaba por mal copiar –y además, con pésima calidad– los
éxitos pop británicos y estadounidenses.
Así, mientras Michael Jackson deslumbraba al mundo con su guante
de brillantes y su paso lunar, en México se hacían concursos de
jóvenes que lo imitaban en aspecto y en baile.
Cuando Madonna comenzó a triunfar con la canción Lucky Star
(“You must be my lucky star/cause you make the darkness seem so
far”: después de todo, sí había futuro), las chicas nos liberamos del
estrés de carecer de joyas de valor que lucir para sustituirlas por la
bisutería, los moños de tela y una coquetería exaltada en el
maquillaje barato.
Una moda que a los mexicanos nos vino como anillo al dedo,
acostumbrados ya a sobrevivir la crisis económica y a abusar del
ingenio para cubrir la falta de recursos con fayuca y ropa pirata más
barata y de mejor calidad que los productos nacionales.
La cultura pop de los ochenta, efectivamente parecía anular las
diferencias entre los ricos y la clase media. Las marcas de moda más
famosas empezaron a producir ropa y accesorios de bajo costo,
accesible a casi cualquiera con un mínimo de poder adquisitivo. Fue
una moda que nos permitió camuflar lo que éramos para desaparecer
en un mundo en el que todos aspiran a verse iguales.
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