el camino del maestro

Transcripción

el camino del maestro
Sur y Palermo
Añoranzas
del fútbol
de campito
Eguren
Memorias
de su periplo
por el mundo
Frascarelli
Sueños
bajo los
tres palos
publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo
marzo/abril 2016_edición_09 - issn 2393-5995
los 10 años
el camino del maestro
1
Doping positivo
El mejor de todos
túnel mar- abr 2016
Luis Suárez es el mejor jugador uruguayo de la historia del fútbol profesional y cualquiera que no
comparta esta opinión es un ignorante. Lo digo así, de frente, con la autoridad que me confiere Túnel,
la primera revista sobre la identidad del fútbol uruguayo.
2
Antes de él puede haber habido mejores,
pero ninguno jugó luego de que el fútbol
se transformara en un complejo sistema de
producción bioindustrial de atletas dotados
física y técnicamente para controlar una
pelota de 22 centímetros de diámetro con
cualquier parte del cuerpo, salvo las manos.
Héctor Scarone, Juan Alberto
Schiaffino, Leandro Andrade –entre varios
más que escapan a mi memoria en este
momento– son algunos de los nombres que
saltan cuando en nuestro país se discute
quién fue el mejor jugador uruguayo de
la historia. Ese debate, que acá ocurre
pocas veces –lo cual podría ser un signo
de madurez, puesto que estamos hablando
de un deporte colectivo, si no fuera
porque suele ser remplazado por otros más
estúpidos, como cuál de los dos cuadros
con más hinchas se fundó antes– es el
que quiero traer a la mesa en esta pedante
columna de opinión, que, en sentido
contrario a la delicadeza y el buen gusto,
descalifica a todo aquel que piense distinto
y llega a una conclusión terminante en la
primera línea de redacción.
Periodizar la historia es una empresa
arbitraria, apoyada en la capacidad que
el que la hace tiene de convencer a los
otros de que esa, y no otra, es la única
forma con sentido de dividir algo que es,
por definición, continuo: el tiempo. Yo
argumento que hay un antes y un después
del año 1995, pues ese año fue el último
en el que el fútbol admitió la posibilidad
de que el mejor jugador del mundo fuera
un tipo grande –aproximadamente treinta
años–, de una estatura menor al metro
setenta y con más afinidad por la vida
nocturna que por el entrenamiento. Ese
tipo se llama Romario da Souza Faría y
en 1995, con veintinueve años, llegó a
su pico de rendimiento y comenzó –con
algún breve repunte– el declive de su
carrera.
Luego de Romario, la elite de
fútbol mundial se reservó para personas
que, además de ser enormemente
talentosas, superaban el metro ochenta
y poseían una masa corporal –hija de la
genética y moldeada por el disciplinado
entrenamiento europeo– que tenía poco
que envidiarle a la del zaguero más recio.
(Aprovecho para aclarar que limito
la discusión de “el mejor jugador del
mundo” al clásico criterio de sólo tomar
en cuenta a futbolistas con funciones
más ofensivas que defensivas. Hacer
lo contrario enriquecería la discusión,
pero fundamentarlo me llevaría toda la
columna). Hablo de jugadores como
Zidane, Ronaldo, Adriano, Ronaldinho
y Kaká. A todos ellos, el fútbol les
pasó factura cuando el cuerpo dejó de
acompañarlos y, salvo Zidane –que estuvo
a primer nivel hasta los treinta años y que
repuntó milagrosamente en el Mundial de
2006, con treinta y cuatro años–, en todos
los casos eso sucedió cuando andaban
en la veintena. La punta de la pirámide
se transformó en un lugar inhóspito,
al que sólo podían llegar los jugadores
geniales, jóvenes, y sometidos a una
estricta disciplina física. A los veintiséis
o veintisiete años los remplazaba alguien
igual de talentoso, pero más joven y mejor
preparado físicamente.
Incluso Lionel Messi –el mejor
de todos los tiempos y el que más
distancia ha sacado con respecto a sus
contemporáneos–, que a primera vista
parece un caso excepcional, puede entrar
en esta categoría de jugadores. El físico,
que la genética no le dio, lo construyeron
pacientemente durante años en las
instalaciones deportivas del Barcelona.
Desde 2007 a esta parte –cuando Kaká
empezó la caída– es indudablemente
el mejor del mundo, pero su cuerpo
comienza a indicar que pronto dejará de
serlo. Cuando Hernán Casciari escribió,
hace cuatro años, que Messi era un perro,
estaba definiendo con gran exactitud a un
tipo que perseguía la pelota y la llevaba
a destino guiado por un instinto animal,
que lo insensibilizaba ante los golpes
arteros de defensas rivales y que lo ponía
a resguardo de la tentación, bien humana,
de inventar miserablemente algún penal
para sacar ventajas. Estaba hablando de un
jugador que ya no existe. Hoy Messi sigue
siendo el mejor, pero ya no corre como un
perro. Está al acecho, como un guepardo,
y guarda su energía para explotarla en el
momento más indicado. Mientras tanto
camina, espera, regula, como todos los
grandes jugadores cuando llegan a ese
momento de su carrera en el que sus
marcadores corren tanto o más que ellos.
Su clásico slalom desde la derecha hacia
el centro, con definición seca al segundo
palo, hoy es infrecuente, y entre sus goles
aparecen más los toques cortos en el área
y los anticipos ofensivos tras algún rebote.
Además, y por primera vez desde por lo
menos el año 2007, no es el jugador más
importante de su equipo; se diluye en el
famoso “tridente”.
Por eso creo que Messi no rompe
con la tendencia que indiqué. Cristiano
Ronaldo sí.
Opacado por la sombra del chiquitito
argentino, no es fácil percibir que el
verdadero jugador diferente del siglo XXI
es el poco querible delantero portugués. Si
Messi es un animal del fútbol, Cristiano
Ronaldo es una máquina. A los 31 años
sigue siendo el delantero más rápido y
potente del mundo, tiene gran capacidad
goleadora, juego aéreo y una aptitud
física que le permite mantener el mismo
ritmo durante los noventa minutos de
partido. Es verdad, es un pecho frío y,
a diferencia de Messi, nunca nos va a
sorprender con una jugada maravillosa
Suárez y Godín, dos
jugadores de este país
forman parte de la elite
del fútbol mundial. Si este
no es el mejor momento
del fútbol uruguayo en los
últimos cuarenta años, que
baje Zeus del Olimpo y nos
calcine a todos con su rayo
fulminante. Y de paso que
eche de una vez al director
técnico de la selección
uruguaya de fútbol,
porque algo habrá tenido
que ver en la emergencia
de tamaño fracaso.
y física –como Cristiano– pero también de
gran aplicación táctica. Algo así como un
Thomas Müller o un Ivan Rakitić.
Usted se preguntará qué carajo tiene
que ver todo esto con Suárez. Yo también
me lo pregunto y voy a tratar de resolverlo
en las pocas líneas que me quedan:
Suárez es parte de esta última categoría
de jugadores. Es talento unido a potencia
física y disciplina táctica. Y a un espíritu
competitivo que otros grandes jugadores
uruguayos de los últimos cuarenta años
–varios de ellos mucho más talentosos
que él– no tuvieron. Hace veinte,
treinta o cuarenta años, la distancia
entre las condiciones –económicas,
infraestrcuturales y todos los etcétera que
quieran– que existían para la formación
de un futbolista entre Uruguay y la elite
del fútbol mundial eran mucho menores
que las que existen ahora. Hace cincuenta
años, incluso, esa elite todavía tocaba al
fútbol uruguayo y sus alrededores. Pero
nunca en ese lapso, que coincide con el
de la superprofesionalización del fútbol,
hubo un jugador uruguayo que formara
parte de esa elite, que estuviera entre los
tres o cinco mejores. Suárez sí.
Hago una pequeña trampa con
respecto al criterio que me impuse
más arriba, relativo a no hablar más
que de jugadores con funciones
preponderantemente ofensivas: a esta
lista hay que sumar a Diego Godín. Dos
jugadores de este país forman parte de
la elite del fútbol mundial. Si este no es
el mejor momento del fútbol uruguayo
en los últimos cuarenta años, que baje
Zeus del Olimpo y nos calcine a todos
con su rayo fulminante. Y de paso que
eche de una vez al director técnico de la
selección uruguaya de fútbol, porque algo
habrá tenido que ver en la emergencia de
tamaño fracaso.
_Mauricio Bruno
Doping positivo
–en todo caso, tirará un taco innecesario
para el deleite de la gilada cuando va 7-0
contra el Levante–, pero en un fútbol
en el que el capital físico tiene una
importancia relativa cada vez mayor con
respecto a las condiciones técnicas, el
portugués marca la diferencia. Cristiano
Ronaldo abre una era en la que cual
la clave para conquistar y conservar el
ínfimo espacio de terreno que hay en
la punta de la pirámide del fútbol es la
construida y continuada solvencia física.
Ya no va a haber Maradonas, ya no va
a haber Romarios y sólo habrá Messis
cuando la industria europea los capture
de niños y los transforme en jugadores de
fútbol físicamente aptos para un mundo
implacable.
Es cierto, por otra parte, que Cristiano
tiene una falencia grave, que le provocaría
serios disgustos si fuera un tipo común
y corriente y tuviera que enfrentarse con
un psicólogo laboral en una entrevista de
trabajo para un cargo burocrático: graves
dificultades para el trabajo en equipo.
Hoy el fútbol es dominado por máquinas
hechas con tecnología de punta que
funcionan con estricta regularidad –como
el Barcelona de Luis Enrique, el Bayer
Munich de Heynkess y Guardiola, la
selección alemana de Löw y la española de
Del Bosque– y no por los buenos equipos
que rodean a un genio desequilibrante. No
en vano hoy asistimos a la peor crisis de la
historia del jogo bonito. Por eso, el futuro
será de jugadores de gran solvencia técnica
Dónde se consigue o lee la revista Túnel
Gol al futuro Estadio Centenario Sala Franzini Museo del Fútbol Estadio Centenario Socio Espectacular 18 de Julio
1618 y Carlos Roxlo Gussi Libros Yaro 1119 y Durazno Libros de la Arena Benito Blanco 962 y Avenida Brasil El Yelmo de
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de Humanidades, Cantina Facultad de Humanidades, Biblioteca Alfredo Zitarrosa Ciudad del Plata Km 29.500 Av.
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& Bar Uruguay y Minas, Cordón Bar Don Basilio Paysandú y Minas, Cordón Bar Palacio Garibaldi y Tuyutí Pizzería y
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de Miramar Misiones Villa Dolores Cafetería del Teatro Politeama Tomás Berreta 310, Ciudad de Canelones Bar Las
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Valdense Intendencia de Rocha Dirección de Deportes, Bar El Tuna, Melo
Se distribuye además a los integrantes de los cuerpos técnicos de los clubes afiliados a la AUF, al cuerpo técnico
de la selección nacional en todas sus categorías, a los docentes de los cursos de entrenadores del ISEF y de la
ACJ, al departamento técnico de OFI, a la Facultad de Comunicación de Udelar y en la Tecnicatura de Gestión en
Instituciones Deportivas de la Facultad de la Cultura del CLAEH.
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Mauricio Bruno, Lázaro Candal, Dino Cappelli,
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Rómulo Martínez Chenlo, Mintxo (Fermín
Méndez), Martín Otheguy, Mauricio Pérez,
Sengo Pérez, Federico Zugarramurdi.
Fotografía: Ricardo Antúnez, Dino Cappelli,
Nicolás Celaya, Andrés Cribari, Leonidas
Martínez, Sengo Pérez, Danielo Scalese
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de Vicente Lamónaca; Rambla, de Martín
Sommaruga; y Adobe Garamond Pro
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Contacto: [email protected]
Impreso en Gráfica Mosca
Depósito legal 368.357
3
Foto: Leonidas Martínez
4
túnel mar- abr 2016
El Maestro Tabárez a diez años de su vuelta a la selección nacional
La década ganada
En 2006, después de años de caos, frustraciones y sinsentidos del fútbol uruguayo que se
expresaban en sus selecciones nacionales, la Asociación Uruguaya de Fútbol fue a buscar
nuevamente a Óscar Tabárez para que asumiera como entrenador de la selección mayor, pero
esta vez el técnico venía con un importante desarrollo de planes que trascendían largamente
los límites del campo de juego, sus estrategias y la forma de afrontar los partidos. Eugenio
Figueredo quiso hacer una jugada a su favor, pero el mentor de la llegada del Maestro fue
Daniel Pastorini, quien conocía las ideas de Tabárez. Han pasado ya diez años de ejecución,
desarrollo y modificación de aquel plan bautizado “Institucionalización de los procesos de
selecciones nacionales” y, mientras nos aprontamos para seguir adelante, echamos una
miradita atrás y nos entusiasmamos con lo que vendrá.
Cuando en días Uruguay enfrente a Brasil
por la quinta fecha de la clasificatoria
sudamericana para el Mundial de Rusia
2018, Óscar Washington Tabárez alcanzará
la marca de 161 partidos al frente de la
selección absoluta y quedará a seis partidos
–que, de una u otra forma, jugará Uruguay
esta temporada– de convertirse en el
seleccionador nacional con más partidos
dirigidos. En la Copa América Centenario o
en la clasificatoria igualará la marca de Sepp
Herberger, quien entre 1936 y 1964 dirigió
a Alemania en 167 partidos, incluyendo
la selección del Tercer Reich y la también
hitleriana representación, que incluía a
alemanes y austríacos, que participó en el
Mundial de 1938 y siguió jugando durante
la Segunda Guerra Mundial.
Tabárez tiene dos períodos al frente
de la selección mayor. El primero, en torno
al Mundial de Italia 1990, incluyó la Copa
América, las eliminatorias para Italia 1990
y el propio Mundial, que marcó el fin de
aquella primera etapa al frente de la selección,
entre fines de 1988 y el invierno de 1990.
Su segundo período, el que nos ocupa
ahora, es el de la última década, único de
una continuidad ininterrumpida tan extensa
que empezó en mayo de 2006 en aquel
amistoso con Irlanda del Norte en Nueva
Jersey y que ha pasado por 126 partidos,
entre los que se cuentan dos mundiales,
tres copas América, una Copa de las
Confederaciones, decenas de partidos por
eliminatorias y amistosos de FIFA, entre lo
que ha sumado la 15ª Copa América para
Uruguay, el cuarto puesto en Sudáfrica
2010, el tercer lugar en las Confederaciones
2015 y el inédito segundo puesto en el
Ranking FIFA en 2012.
Esos números no reflejan, sin embargo,
lo más trascendente e importante de esta
década que, de alguna manera, resignifica
esta verdadera refundación de la selección
uruguaya.
El lugar y el momento
Mientras esperamos por la ansiada
entrevista, Andrés, mirándolo desde su
óptica de fotoperiodista, evalúa posibles
lugares donde hacer la nota. Está claro,
lo sabemos, por respeto y admiración,
que no dependerá de nosotros, sino que
conversaremos donde el Maestro quiera.
Pero yo, en un ataque de audacia, dirijo el
guión emocional y traslado mi idea: “Si se
puede, me gustaría que fuese en ese salón”.
Ese salón es el que ahora llaman “sala de
prensa” y que está ligera y funcionalmente
alhajado a esos efectos, pero una década
atrás estaba vacío, vestido apenas con un
escritorio y un par de sillas, salvado, por la
humilde y ligera transparencia de ser lo que
es y no más que eso, del ladrillo visto.
Diez años atrás, cuando Tabárez apenas
había sido nominado para el acéfalo cargo
de director técnico de la selección nacional,
después de una seria y dolorosa caída en
picada de la celeste, el entrenador nos había
atendido ahí. Aquella vez, obviamente, ni
Fernando Morán, el fotoperiodista con
el que compartí la tarea, ni yo podríamos
siquiera haber pensado en elegir locación
para las fotos.
Como burda figura de anticipación
poética, aquel día de marzo de 2006 estaba
intensamente gris y quedaba la sobra de
una intensa lluvia que no llegó a temporal,
por lo tanto, no había forma de sentarse
a conversar si no al amparo de un techo y
cuatro paredes. Más allá de que después
aquella entrevista, la primigenia de la
historia de La Diaria, terminase teniendo
tintes de encuentro augural, yo recordaba
bien la larga mañana y el rumbo que había
tomado la charla.
En el auto de mi padre, bajo el azote
de la lluvia y perdido entre las confundibles
por ese entonces rutas 101 y 102, sin saber
qué era un GPS, llegué, con la cola entre
las patas, justo a la hora de la entrevista al
Complejo Uruguay Celeste. Ahora en este
marzo de 2016, mientras departimos antes
de darle rec a la entrevista para Túnel, el
maestro me confiesa que él al principio
también se perdió un par de veces en su
camino para llegar a aquel lugar, a este lugar
que tanto ha cambiado, como el fútbol de
selecciones de Uruguay, en estos últimos
diez años.
Profecía cumplida
“¡Pah, hace como diez años de eso! ¡Qué
me voy a acordar!” podría haber sido mi
respuesta ante una hipotética pregunta
acerca de aquella charla con Tabárez, pero
habría sido una mentira: a pesar de que he
conversado muchísimas veces con el Maestro,
en las más diversas coyunturas, no hubo
año en el que no me acordara de aquella
charla y de su propuesta de irradiación
5
maestro Óscar Washington Tabárez
desde el vértice de la pirámide como única
salida genérica para el fútbol en Uruguay.
No voy a decir que lo sabía de memoria,
pero recordaba su discurso: “Lo vamos a
hacer en la selección y pretendemos que se
generalice en todos los niveles del fútbol
del país, incluyendo, por supuesto, todos
los clubes de la AUF [Asociación Uruguaya
de Fútbol], en donde nos apoyaremos en
nuestras ideas, pero fundamentalmente
en la práctica de los que hacen las cosas
bien desde hace tiempo en nuestro fútbol.
Apostamos a que se dé naturalmente la teoría
de la irradiación, o sea, ser un foco donde se
trabaja de determinada manera, apuntando a
que eso vaya generando de a poco un cambio
cultural”.
Aunque ya aprendimos que el camino
es infinito, diez años después impresiona
su claridad y coherencia en el desarrollo
de las ideas y formas. Aquella mañana de
2006, cuando no había siquiera una lista de
seleccionados, le pregunté: “¿Cuánto cree
que podría ayudar el tratar de internalizar
el concepto de que no queremos ganar
mañana, sino trabajar para dar lo mejor
a mediano plazo?”. Y él respondió: “He
“Me sigo sintiendo
responsable de todo y de
dar la palabra final sobre las
decisiones, pero [en el cuerpo
técnico] hemos desarrollado
mucho la cultura del equipo,
y preguntamos muchísimo,
desde cosas macro, como
la planificación, hasta un
cambio dentro de un partido”.
dejado mensajes en cuanto a que mi
principal anhelo es que cuando me tenga
que ir –sea por resultados, por dudas, por
razones de edad o por lo que sea–, esta
manera de hacer las cosas sea continuada
por otras personas. Si logramos dejar
eso, será muy importante para el fútbol,
pero fundamentalmente para los cambios
culturales que pretendemos”.
túnel mar- abr 2016
Tengo un plan
6
A veces uno presenta proyectos y planes, como una forma protocolar de demostrar sus
intenciones, su capacitación o su idoneidad para las tareas requeridas. Otras tantas,
aunque aquel carpetín no es esperado ni requerido por los contratantes, ese proyecto
es la prueba de lo que es posible. La verdad es que en este caso, al revisarlo después
de una década, resulta satisfactoriamente impactante advertir todas esas recompensas
que había en el camino de aquel incipiente mapa.
El documento presentado como “Institucionalización de los procesos de las selecciones
nacionales y de la formación de sus futbolistas”, firmado y fechado por Óscar Tabárez en
marzo de 2006, tiene un ítem de Objetivos que dice lo siguiente:
“Objetivos:
1. Establecer políticas de selección y dar permanencia y continuidad a su organización.
2. Elevar los rendimientos deportivos y acercar la expresión futbolística de las selecciones nacionales a nivel del fútbol de elite internacional.
3. Influir positivamente en el proceso de formación integral de los futbolistas seleccionados.
4. Coordinar objetivos y actividades de las selecciones de todos los niveles para estimar
proyecciones y aplicar programas en plazos mediatos.
5. Programar las actividades de las selecciones nacionales incluyéndolas anticipadamente y en concordancia con los calendarios locales e internacionales.
6. La competición será parte imprescindible de la preparación y evaluación de los equipos y de la formación de los futbolistas, por lo que no debe quedar limitada solamente a
las competiciones oficiales internacionales.
7. Las selecciones deberán ser literalmente nacionales. Para ello se nivelará la preparación de los jóvenes futbolistas del interior del país respecto de sus similares de Montevideo.
8. En función del objetivo anterior, a partir de las estructuras actuales, se dotará a las
organizaciones departamentales de planes, programas e implementos, que permitan la
competición significativa y la formación integral de los futbolistas jóvenes en su medio
autóctono.
9. Lograr un perfil del futbolista de la selección uruguaya, que abarque los aspectos técnicos, éticos y disciplinarios”.
El chequeo de cada uno de los objetivos planteados hace diez años nos demuestra que
seguramente siete de ellos han sido desarrollados muy satisfactoriamente. Vamos por
los otros.
Y yo remataba así aquella entrevista
publicada en La Diaria, el 20 de marzo
de 2006: “El 20 de marzo de 2016, ese
domingo que acabo de agendar, ya estaré
con 55 pirulines encima. Casi con seguridad
seré abuelo, y entonces podré contarle a
alguno de mis nietit@s [sic] que hace diez
años salió La Diaria. También le diré que
hace diez años empezó el que pretendió
ser un plan básico de organización de las
selecciones uruguayas. El plan maestro, el
plan de Óscar Washington Tabárez. Seguro
que le diré algo más, pero eso, si puedo, se
lo escribo dentro de diez años”.
Y aquí estoy.
Escribiéndolo.
Era ficción, fue realidad
Como siempre me ha pasado con Tabárez,
el encuentro es franco, serio, abierto y
permanentemente enriquecedor por sus
aportes, pensamientos, certezas e hipótesis.
He tenido la suerte, una década atrás,
de jugar al futuro sin tener necesidad de
subirme al De Lorean, y centrar aquella
entrevista, la primera que otorgaba el nuevo
director técnico de la selección nacional,
cuando aún no había presentado en la AUF
su “Institucionalización de los procesos de
las selecciones nacionales y de la formación
de sus futbolistas”. Yo, que ya me senté y
trato de asegurarme de que ese grabador
moderno, tan digital que parece una
calculadora científica, me funcione, tengo
la nota en la tablet, pero no la muestro.
Fue planificada con tiempo para que fuera
la primera entrevista de La Diaria, que
justamente vería la luz el 20 de marzo de
aquel año –de ahí lo arbitrario del título–,
y claro que recuerdo nuestra interna de
nota de peso para arrancar ese sueño. En
su arranque, ahora, diez años después,
en papel amarillento, decía: “Ni yo, ni
mucho menos el exitosísimo técnico de la
selección imaginábamos que una década
después me recibiría en el mojón de los diez
años para revisar lo que va del camino, tan
rico en recompensas, tan en construcción
permanente, cimentado por certezas y
bacheado por las inclemencias externas”.
Hace diez años ya había un plan
efectivo, pronto para pasar del manuscrito
bien garabateado en letra de maestro al
encuadernado con espiral para que no
quedase archivado en algún depósito de la
AUF. Ese plan, después vengo a descubrir,
habla del camino: “La consecuencia del
mismo modo de trabajar en todos los
niveles de la selección nacional aporta
mucho a la idea de marcar un proceso
(camino, ruta) coordinado y continuo en
la evolución de un futbolista seleccionado”,
y entonces entiendo cómo lo vamos
desbrozando hacia aquella idea inicial.
Repaso aquel punteo de objetivos a
cumplir. La gratísima sorpresa es que se han
cumplido aquellos nueve puntos planteados
antes del inicio de este trabajo a mediano
y largo plazo en el mundo de las ideas que,
lamentablemente, por el utilitarismo de los
resultados siempre está renovando pagarés a
corto plazo.
“Yo sé que en aquel momento la
credibilidad era mínima, pero había
gente, como en el caso suyo, que ya había
pensado en esas cosas, y entonces, de a
poco, se fueron generando y ganando
adhesiones. La primera vez que fui a la
AUF me preguntaban por las condiciones,
y entonces respondí que las condiciones
no eran los temas contractuales, sino hacer
cosas; que dirigir no significaba ver cuántos
partidos se ganaban, cuántos se perdían y
si se clasificaba o no, sino hacer cosas que
pudieran ayudar a colocar racionalmente
al fútbol uruguayo en el contexto del
mundo. Con el correr del tiempo, fuimos
ganando adhesiones, fundamentalmente
desde adentro, y eso ha sido fundamental.
En Nueva Jersey, en el primer partido
de Uruguay [el 21 de mayo de 2006 con
Irlanda del Norte] yo les hice un discurso
a los jugadores, basado en que lo que más
les pedía era adhesión. Un jugador me
preguntó: ‘¿usted me asegura que el equipo
lo va a hacer usted y que no va a haber otras
influencias y cosas de afuera?’. Le contesté
que sí, que siempre ha sido así conmigo,
pero que además, si las cosas salían como
yo pensaba y él seguía en la selección, lo iba
a poder confirmar por sí mismo. De este
modo, desde muy adentro empiezan a surgir
adhesiones: la forma en que empezamos, la
firmeza que tuvimos y cómo procedimos
fueron fundamentales en ese sentido. Ha
sido un trabajo colectivo como deben
hacerse siempre las cosas y deberían hacerse
siempre en el futuro: sin personalismos, ni
veleidades mesiánicas, ni nada por el estilo.
Eso es así. Nos congratulamos de eso, pero
seguimos queriendo mejorar siempre”.
Crece desde el pie
Una década atrás me había hablado de
formación, de juveniles, de planificación
con ambiciones. “Antes, desde tres
o cuatro décadas atrás, se podía dar
naturalmente la formación de futbolistas,
pero en este estado de cosas tiene que ser
planificada, programada y secuenciada.
Estoy convencido de eso, y nosotros ahora
comenzamos como un modesto aporte y
tratamos de ser ambiciosos pero no utópicos.
Creo que en la medida en que las cosas que
proponemos se vayan afirmando, tenemos
que intensificar estos aspectos de trabajar a
largo plazo, tener visiones mediatas de las
cosas”, decía en 2006.
Ahora nos habla de aquel futuro, que
es presente. “Hay detalles de la organización
que vale la pena mirar. La organización
de selecciones juveniles tenía una forma
de funcionar ya instaurada: había un
preparador físico para la Sub 20 y Sub 17,
“Hay gente que, por distintas razones, dejó de estar en los últimos tiempos en la selección. Sin ellos, esto no podría
haber sido. Siguen viniendo y aportando, y están pendientes de todo lo que pasa acá”. (Foto: AC)
un profesional que tenía que trabajar en un
turno con una y en el otro con la restante, y
había un preparador de arqueros para todos.
Ahora, por la evolución del recorrido, pero,
fundamentalmente, por lo establecido en
el acuerdo de 2010, cada director técnico
tiene su entrenador ayudante, que es
muy importante, su preparador físico, su
preparador de arqueros y, generalmente,
su médico y su kinesiólogo, e incluso, las
más de las veces, un utilero específico para
la categoría en la que esté trabajando. Hay
una interconexión permanente con todas las
divisionales, incluso con el cuerpo técnico
de la selección mayor, que cuando no está
abocado a la tarea específica de la selección
interactúa y participa directamente en el
campo toda vez que sea necesario”.
La base de la pirámide
Su fortaleza se cimentó en no negociar
el trabajo, en la seriedad y en fortalecer
la siembra. “Todo ese cambio reditúa en
aumentar la calidad del trabajo. Es aguzar el
sentido de responsabilidad, preparar mejor
a los que llegan y darles más posibilidades.
La tecnología que se está incorporando no
está destinada sólo a la selección mayor:
es para todos. Los GPS, el gimnasio, las
canchas, esta cancha cerrada que se está
haciendo… Eso es muy importante y tiene
un valor real incalculable, pero, además,
para mí tiene un enorme valor simbólico:
es algo que ahora está y que antes no
existía. Es una base todavía mejorable. En
la primera eliminatoria, la que transcurrió
entre 2006 y 2009, el profesor José Herrera,
que ha tenido un liderazgo en la parte
de infraestructura, materiales y todo lo
que tenga que ver con el entrenamiento,
cada vez que volvíamos del exterior se
contactaba con Defensor Sporting para
utilizar su cancha techada, para que cuando
veníamos y teníamos que hacer entrenar
a los que no habían tenido actividad,
contáramos sí o sí con un lugar donde
7
maestro Óscar Washington Tabárez
túnel mar- abr 2016
8
hacerlo. Nunca utilizamos esa cancha, no
tuvimos necesidad. Nunca la vi –después
se le voló el techo en un temporal–, pero
fue muy importante como respaldo. Ahora
nosotros tenemos una cancha techada, y
siempre estamos tratando de hacer cosas,
de aprovechar espacios, con sentido de
responsabilidad, apuntando a mejorar el
nivel de preparación de los futbolistas que
llegan a las selecciones”.
“Me satisface el hecho
Toda la carne en el asador
“Tratamos de enriquecer los aspectos
personales con el aporte de las psicólogas,
de la gente que traemos para dar charlas
y compartir sus vivencias; es algo muy
formativo. Seguimos en ese camino,
y considero que no lo tenemos que
abandonar. Hasta hemos hecho –a partir de
una idea del Cebolla [Cristian] Rodríguez–
un parrillero criollo con ladrillos refractarios
desde el piso. Teníamos parrillero, uno
normal, pero ahora nos juntamos ahí, con
sillas y bancos que traemos de otros lados.
Ese lugar es parte de los momentos en que
estamos juntos, y capaz que alguna victoria
también tiene que ver con cosas que pasan
en esos momentos de convivencia. Las cosas
tienen que tener su enfoque justo. Eso es
parte de la selección y se transmite, más allá
de las personas”.
El maestro nos cuenta de lo
importante del grupo, de los que
estuvieron pero ya no están jugando.
“Hay gente que, por distintas razones,
dejó de estar en los últimos tiempos en la
selección. Sin ellos, esto no podría haber
sido. Siguen viniendo y aportando, y están
pendientes de todo lo que pasa acá”.
siempre, sino que están
Y con tu espíritu
Ahí me saltan claramente otros tópicos
remarcados con luminoso en la fotocopia
de aquel proyecto de 2006: la apuesta a la
adhesión, la pertenencia y la solidaridad
de los que desde tempranas edades
empiezan a ponerse la celeste. “Ese es un
fenómeno que hemos conseguido”, dice, y
se muestra conforme. “Ahora uno ve jugar,
por ejemplo, a la Sub 15 –a la que no se
puede juzgar con los mismos parámetros
que a la Sub 20 o a la mayor, porque se
trata de una edad de por sí muy inestable
y muy cambiante, en la que las cosas van a
gran velocidad en términos de evolución y
de que muchas cosas
que pensábamos hacer
en varios ámbitos se han
concretado o están en
funcionamiento, y no es
que ya estén hechas para
instaladas para seguir
mejorando: el complejo y
toda su infraestructura,
las canchas, el gimnasio,
la piscina, la sanidad;
todo eso vale”.
cambios– y uno le ve cosas que quiere. Esta
última Sub 15 fue realmente admirable: la
forma en que metieron, cómo le dieron,
cómo se entregaron sin que les hiciera
mella el calor que hacía en esa zona de
Colombia, ya que se jugó en lugares que
habrán tenido sus razones para elegirlos,
vinculadas con la promoción del fútbol,
pero no eran apropiados para chiquilines de
catorce y quince años. Uno se pone a pensar
en cómo estos chiquilines han incorporado
cosas, todas las veces que Alejandro Garay
les habló, el trabajo de las psicólogas, del
médico, entre ellos, y entonces se da cuenta
de que ese espíritu los está tocando. No
digo que ya lo tienen, pero seguro que
muchos de ellos van a volver en la Sub 17
y van a seguir así en la evolución, sabiendo
que esa es nuestra verdadera marca de
fábrica. Esa actitud, ese espíritu, no lo
podemos perder, tiene que ser parte de la
cosa, más allá de la expresión puramente
técnica”.
Más allá de la fe
Lo tiene cada vez más claro: hay un
trabajo de campo que da soporte a las
ideas que permitieron que Uruguay
volviera a colocarse en el círculo virtuoso
de la competencia. “Creo que nuestras
condicionantes, que tienen que ver en
buena medida con aspectos demográficos,
con los pocos futbolistas que tenemos,
comparativamente pueden ser superadas.
Llegamos a aquella final con Francia en
Sub 20 y sólo perdimos en los penales. Acá
nunca se ha reconocido eso. Francia tiene
una organización y una infraestructura
fenomenal, una forma de trabajo admirable
para sus miles de jugadores; sin embargo,
definimos con ellos. ¿Por qué? ¿Porque
somos potencia? No, porque logramos una
mentalización, una preparación, porque
hay algo que está más allá de las partes que
conforman eso que hay que tratar de lograr
en el futbolista uruguayo, que se basa en
creer en sí mismo, en creer que puede, pero,
además, es necesario darles la preparación
para que eso no sea una mera expresión de
voluntad, sino algo que pueda defender
dentro de la cancha. Creo que sencillamente
es eso lo que hay que hacer”.
Soy celeste
¿Cree que esta regeneración de la empatía
del público con la selección tiene que ver
con esto: con la seriedad, con el trabajo,
con las ideas, con los planes?
Yo creo que sí. Ahora salgo menos, pero
cada vez que lo hago –al médico, a dar
alguna vuelta– hay muchísima gente
que me para y me dice: “Muchas gracias
por lo que ha hecho”. Eso hizo eclosión
después del Mundial de Sudáfrica: había
matrimonios jóvenes, muchachos de treinta
y pocos años que agradecían en nombre de
sus hijos. Fue muy lindo. Yo lo capté. Antes
decían que el fútbol dividía a la familia,
que la televisión dividía la vida hogareña
porque los hombres querían ver fútbol… La
selección desde Sudáfrica, por determinadas
circunstancias, generó ese fenómeno y ahora
la gente se junta para ver a la selección. Hay
un montón de anécdotas, de emociones,
una adhesión al creer que se podía; es
increíble. La gente desarrollaba cábalas y
creencias y estaba convencida de ese aporte.
Es verdad que la gente nos dio ese
respaldo. Incluso se ha hablado de un
público de la selección, y eso se ha ido
dando con el tiempo. A veces notaba las
cosas negativas. Me acuerdo de que una vez,
en el debut en las eliminatorias, con Bolivia,
íbamos ganando uno a cero y a ellos les
habían echado un jugador, y tocan una
momento fue creciendo la cosa. Ahora, y
desde hace un tiempo, juega la selección
y la gente va a ver el partido. Hay mucha
adhesión, festejo y reconocimiento. Yo
no estoy atendiendo a las tribunas, pero
mis hijas me cuentan: “No sabés lo que
era, la gente que había, la identificación”.
Y ahora mismo, en estos primeros cuatro
partidos, en los que teníamos visitas a dos
lugares que siempre nos han generado
problemas, además de enfrentar en casa a
dos selecciones de primer nivel, la gente ha
estado sensacional.
Hacia el infinito y más allá
El camino es infinito después de aquel
mojón inicial, así que seguiremos
recogiendo recompensas por ahí.
Nosotros creemos que hay que seguir
preocupándose por el camino, y el camino
es hacer lo que hay que hacer, planificar
todo, seguir mejorando y sabiendo que
lo que se busca son resultados deportivos,
pero la principal recompensa está en hacer
lo correcto, en desandar ese camino, y eso
muchas veces tiene que ver con el resultado
final. Si no recorrimos ese camino, seguro
que no conseguimos el resultado, pero aun
si lo hacemos tenemos la incertidumbre.
Ya tenemos la recompensa de todo lo que
hemos obtenido, más allá de títulos, de
partidos dirigidos, de tiempo de trabajo
al frente de la selección. Esa vivencia que
hemos tenido en ese festejo con todo el
país, esa alegría, lo que he vivido en cosas
que trascienden lo deportivo, las anécdotas,
las emociones, no tiene precio; todo eso
ya forma parte del andamiaje de cada uno
de nosotros para buscar lo que viene. Muy
modestamente y de perfil bajo, estamos
fuertes en muchos aspectos y hay otros
en los que reconocemos que tenemos
inferioridad o condicionantes, pero eso
no nos hace renunciar a seguir buscando.
Creo que el año pasado hemos tenido
algunos ejemplos de eso, y ahora, contra
Brasil, tenemos la oportunidad de ponerlo
a prueba.
maestro Óscar Washington Tabárez
pelota para atrás. Los gritos de “¡jueguen
pa’ adelante!” se hicieron escuchar, con una
agresividad y descalificación que mostraban
que no había empatía alguna. Después,
desde la misma tribuna, en aquel partido
decisivo con Colombia, cuando veníamos
de perder con un Perú eliminado. Eso fue
muy duro, pero a nivel interno nos dijimos
que había una luz, que había que hacer
de cuenta que lo íbamos a conseguir, y
además les hicimos ver que si le hubiéramos
ganado a Perú igual había que ganarles a
los colombianos para seguir adelante, que
había que encararlo de la misma manera.
Pero teníamos que superar el efecto
negativo de aquella derrota en sólo dos o
tres días. Empezamos ganando uno a cero,
y estábamos con diez por la expulsión del
Hormiga [Carlos] Valdez. Ellos después
también tuvieron una roja, creo que el
expulsado fue Teo Gutiérrez, pero nos
empataron en el segundo tiempo, y cuando
estábamos uno a uno fue justamente desde
la Ámsterdam que la gente empezó a corear:
“Soy celeste”. Es cierto que era un público
especial, público del dos por uno, pero la
gente fue porque estaba con la selección.
Ganamos tres a uno y fueron puntos que
sirvieron para después ganar en Quito,
ir al repechaje con Costa Rica y lograr la
clasificación para el Mundial. Y desde ese
¿Cuál es su sensación al haber visto esto
cumplido, justamente si lo compara con
lo que hablamos diez años atrás? Porque
cuando ustedes lo planifican, lo piensan,
lo discuten, trazan la idea, es porque
creen que se podrá hacer.
A mí me satisface. No me enorgullece ni me
alimenta el ego, pero me satisface el hecho
de que muchas cosas que pensábamos
hacer en varios ámbitos se han concretado
o están en funcionamiento, y no es que
ya estén hechas para siempre, sino que
están instaladas para seguir mejorando:
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maestro Óscar Washington Tabárez
el complejo y toda su infraestructura, las
canchas, el gimnasio, la piscina, la sanidad;
todo eso vale.
“Nosotros creemos que hay que seguir preocupándose por el camino,
y el camino es hacer lo que hay que hacer...” (Foto: AC)
túnel mar- abr 2016
Persiguiendo sueños
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Mientras nos acomodamos, el director técnico les cuenta a Andrés y a Diego de aquella
entrevista, y siento que siempre vale la pena andar persiguiendo los sueños por ahí. “Él
me hizo una nota, hablando de estas cosas que en aquel tiempo no existían, porque en
ese momento no había nada desde el punto de vista físico de lo que hay ahora acá [en el
Complejo], y hablamos sobre las ideas que teníamos”.
“Fue acá mismo”, dice el maestro, con diez años más, los mismos diez más que tengo yo
y los mismos diez años fértiles, fermentales y lanzadores de futuro que tiene esta institucionalización del proceso de selecciones nacionales. “Acá mismo”, dice, y se refiere a
aquel salón, que “era más chico todavía porque ahí [y señala] había una pared que separaba con unas oficinas, así que la sala de prensa era la mitad, nomás”.
Tabárez, que aún no se ha sentado, pone énfasis en ese cuento que me involucra y les
narra: “Y la nota que me hace Rómulo la titula ‘20 de marzo del 2016’, como diciendo:
‘hay cosas pensadas para concretarse en un plazo’. Y él [por mí] le puso diez años por
plantearse una fecha de imaginarse cómo sería en ese tiempo el desarrollo de aquellas
ideas que aún no estaban descritas a modo de plan como lo presentamos en la AUF unos
días después”.
Y hay más
La organización de las selecciones juveniles,
el relacionamiento con la selección mayor,
la calidad del trabajo. Cómo aprovechamos
el poco tiempo de contacto que tenemos
con los jugadores apoyándonos en todo lo
anterior y dándole a esto una continuidad.
Cómo hemos encarado –no sé si solucionado,
pero trabajamos en eso– el tema del paso del
tiempo y de algunos jugadores que ofrecían
muchas dudas, no en lo que se refiere a lo
que aportan en este momento, sino sobre
cómo llegarán al Mundial de 2018, por
una cuestión de estadísticas y de cosas que
hemos revisado en los últimos mundiales.
Cómo tomamos medidas para tratar de llegar
a soluciones es este sentido, en un camino
silencioso y lentamente, como son las cosas
generacionales en el fútbol. También me
satisface plenamente el funcionamiento del
cuerpo técnico: cómo hemos progresado
a nivel interno en el trabajo colectivo. Me
sigo sintiendo responsable de todo y de dar
la palabra final sobre las decisiones, pero
hemos desarrollado mucho la cultura del
equipo, y preguntamos muchísimo, desde
cosas macro, como la planificación, hasta un
cambio dentro de un partido. Cuando ciertas
circunstancias pusieron a prueba esta forma
de llevar adelante las cosas, los todólogos que
hay por ahí insistían con que “tiene que venir
Fulano al cuerpo técnico, hay que incorporar
a Mengano” y esas cosas, lo superamos muy
bien. El criterio para resolver esa situación fue
natural: ¿quiénes han tenido pleno contacto
con todo este proceso de trabajo y con los
futbolistas? Era nuestro cuerpo técnico,
que había quedado maltrecho porque no
podíamos participar Mario Rebollo y yo,
pero estaba Celso Otero a quien rodeamos
con gente de los mismos procesos de
selección, que lo pudiera acompañar para
esa eventualidad, y sin dudas salió muy bien,
porque no podía salir de otra manera. Todas
esas cosas me satisfacen, pero no me quedo
en eso, enseguida me cuestiono. Yo siempre
desarrollo la teoría de lo que podría haber
sido: ganamos, o salió bien la planificación,
pero ¿y si hubiese pasado esto o no hubiese
sucedido esto otro? Es un lindo ejercicio
que no sólo lo desarrollamos con el cuerpo
técnico de la selección mayor, sino también
de manera permanente con los cuerpos
técnicos de juveniles, para asegurarnos, sobre
todo con la gente nueva que pueda llegar,
de que esto continúa en un mismo sentido.
Entonces, desde ahí, se empieza a sembrar
para que continúe en todo el proceso de las
selecciones. Creo que da para estar satisfecho
pero no para estar relajado.
_Rómulo Martínez Chenlo
DAMIÁN FRASCARELLI
El puesto
ingrato de
los sueños
Damián Frascarelli es un despierto que
sueña. Un niño que soñó lo que ahora
vive el hombre. Un tipo irreverente que se
alimenta de utopías. El jugador de fútbol
no es en ningún caso únicamente un
jugador de fútbol, ni aunque él mismo se
lo crea. Ser arquero sin dudas, y además,
es una característica especial.
“Siempre me fui planteando pequeños objetivos. Primero quería ser el golero de
Miramar. Después ya quería jugar en Peñarol, y así, son sueños que los cumplís
o no pero que están ahí en la cabeza”. (Foto: Danielo Scalese)
En lo que sí creyó Damián fue en los
objetivos, más que en los sueños, por suerte:
“Siempre me fui planteando pequeños
objetivos. Primero quería ser el golero
de Miramar. Después ya quería jugar en
Peñarol, y así, son sueños que los cumplís o
no pero que están ahí en la cabeza. Pasé un
mes sin dormir, compraba el diario y estaba
en el diario, prendía la tele y estaba en la
tele. Pero pasaban los días y lo de Peñarol
se caía y tomaba fuerza de nuevo. Eran
quilombos de plata, yo era una botella que
salía diez pesos, mis sueños no importaban.
La lesión la tiro para ese lado, al estrés de
llegar al fin a Peñarol, cuando ni siquiera
tenía zapatos intercambiables, las trabas
que no se solucionaban y la liberación de
haber llegado”. El éxito y el fracaso son
como Dios y el Diablo, ninguno de los
dos es bueno, pero a ambos nos cruzamos
en mostradores, somiers, estadios y otros
agujeros. Creemos en ellos a veces más
que en nosotros mismos y vivimos según
las costumbres pulcras de una cultura,
y las intervenciones ineludibles de la
oscuridad. ¿Qué pasa con Dios cuando
un hombre se rompe? ¿Cuántas veces
transa un hombre con el Diablo? No estoy
hablando de filosofía, estoy hablando de
fútbol. Cuando después de haber rozado
el sueño de su vida, de haber calzado los
guantes del orgullo, el hombre se rompe
y el sueño se esfuma, el corazón bombea
impotente y rabioso, el humor rota de
tiempos como en una pista de música
electrónica y la razón galopa de hombro a
hombro siempre al borde de quebrar. Estoy
hablando del cuerpo, estoy hablando de la
razón, del corazón, de Dios y del Diablo,
estoy hablando de fútbol. “Después de la
lesión pasé a ser nadie, apenas el golero de
la tercera, o ni siquiera eso. Cuando estás
en un buen momento te usan, cuando no
servís te tiran para un costado. Así es el
fútbol. La recuperación demoró más de lo
esperado, se me terminaba el contrato y
volvía a Miramar que había descendido. A
veces pensaba, ‘si no puedo caminar ¿cómo
voy a volver a jugar al fútbol?’. Encima
mis representantes cayeron presos. Estuve
un mes entrenando. Pedían un dineral
por mí pero me pagaban el mínimo. Me
quiso Cerro pero como no había plata
tampoco salió. Yo estaba asustado por lo
que pasaba con mis representantes, no tenía
cómo hablar con ellos porque los teléfonos
estaban pinchados. Al tiempo, cuando
ya estaba entrenando, me diagnosticaron
una infección. Cada vez que iba a arrancar
pasaba algo, era horrible. Me estaba
quedando sin laburo. El recuerdo de los
partidos era el penal que le atajé al Sebita
[Fernández]. Le atajé el penal y nos dimos
un abrazo”.
Un hombre de barrio le debe todo
a su vieja y Damián Frascarelli no es más
que eso: “Me anoté de tarde en el liceo
9 de Colón. Salía a las 16 horas y en
Danubio empezábamos 17.30 en Camino
Carrasco donde era el Parque Forno. Una
hora y media de ómnibus. Mi madre me
esperaba en la puerta del liceo con un bolso
cargado de ropa de golero, pantalones,
guantes, zapatos, una botellita con leche
chocolatada y dos refuerzos de dulce de
11
DAMIÁN FRASCARELLI
túnel mar- abr 2016
Arriba: Ale Risso, Chelo Ruocco, Andrés Casanova, Stewart Wappler, Nico Arellano,
Agustín Lucas, Bruno Silva, Damián Frascarelli. Abajo: Ricardo Alonso. Gastón Bonavita,
Adrián Magallanes, Pablo Roquete, Alejo Saravia, Cabeza Requelme. (Foto: DS)
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membrillo y queso. Merendaba en el bondi
y hasta me cambiaba en el fondo. Me
sacaba le pantalón del liceo y me ponía
el de atajar”. Nos curtimos en la calle,
tomando bondis eternos –“el viejo y querido
329”– conociendo Montevideo de cancha
en cancha, contando las monedas para un
dulzor que calme el ansia adolescente y un
jugo cualquiera o una bebida refrescante
llena de burbujas. De gurises las referencias
fueron el popular Casa, el Polilla, el Gato,
el Cabeza; en la flor de la adolescencia
nos cruzamos con el Pelado De Castro:
“Un emblema de los de antes. Un tipo
que salía a trabajar y volvía a casa con su
familia, participé del ascenso que vivimos
siendo inferiores, y ejemplo para las nuevas
generaciones como las nuestras. Después se
convirtió en un amigo”.
El arquero es un tipo especial, y si no
que los dioses del fútbol me lo nieguen,
o que el anecdotario oral al que estamos
acostumbrados me lo demuestre. Entrenan
por separado, andan con enormes bolsos
llenos de cosas, son torpes con los pies y,
sobre todas las cosas, usan el uno o el doce,
sobre una camiseta que puede –como no–
llevar los colores del cuadro.
“Juan Alzubides conocía a mi técnico
del Mauá (baby fútbol). Yo había ido a
Wanderers pero éramos muchos. Quedaban
dos semanas para arrancar el campeonato
y no se decidían por ninguno. Y yo quería
fichar en algún cuadro. A Peñarol fui
dos días y me empalagó la competencia.
En Danubio me pasó algo parecido,
estuve cinco meses y me tuve que ir.
Increíblemente después de haber jugado en
Primera, por algunos de esos equipos pasé o
me quisieron. El otro día pregunté por Di
Cono, que era el captador de juveniles, que
me vio y me arrimó. Me comí cada una de
irme llorando para casa porque en Danubio
era el quinto golero. Con trece años. Pero
querer jugar me generó la constancia”.
Arriba: Damián Frascarelli, Pocho Mila, Andrés Casanova, Cabeza Requelme, Gato
Pereira. Abajo: Agustín Lucas, Gastón Bonavita, Palito Pereira, Pablo Roquete,
Bruno Silva, Alejo Saravia. (Foto: DS)
Cuando lo conocí se convirtió en un
compañero de ruta urbana, suburbana de
ocasión. A veces nos tocaba heder en el
fondo con el barro adherido aún a los pelos
adolescentes de las piernas. Casi siempre
alguna colegiala nos hacía la cabeza, el
guarda nos amenazaba por hacer bardo, o
el partido, que era nuestra vida, recalaba
en los ángulos de la memoria o se resbalaba
con el olvido en la charla. Así, aquel
ómnibus amarillo que atravesaba la ciudad
fue una aventura diaria, un cotidiano
refugio acelerado por callecitas que ni idea,
y la noción de vernos seguramente al otro
día. “Me acuerdo de las palabras de Juan
hablando con mi madre. Mientras ella,
resignada por lo que había sucedido en
otros equipos, le dijo que para el puesto
sabía que era bajo, Juan le dijo que podía
suplirlo con otras condiciones”. Así de
simple y así de importante son las acciones
de esos educadores de ocasión, generadores
de ilusiones o muros en el vuelo, en la
carrera. Y Juan Alzubidez fue el amigo
mayor, jovial y seguro, que albergó nuestras
andanzas por los suburbios atrás de una
pelota. Supo encaminar a los líderes, alentar
a los más débiles, promover el buen fútbol
por sobre la miseria. Fue la referencia
de una banda de amigos inolvidable, de
historias ineludibles en el fraseo animado
de los días, de amigos al fin para toda la
vida. “En Séptima fue capitán el Polilla por
votación –Juan tenía esas cosas–. Segundo
capitán era yo que tenía un mes en el
equipo. El Casa empezó a ser capitán en
Sexta, cuando la cosa empezó a ponerse
fea. Íbamos a entrenar a la cancha de la
Facultad de Ciencias. Salíamos de entrenar
de noche. Las ratas caminaban por el
vestuario y las canillas daban choques
eléctricos. Saltábamos el muro para entrar y
a veces cuando estaba el candado teníamos
que meter al más chiquito por la ventana
para que sacara un par de pelotas y los
chalecos. Todos a su manera éramos como
personajes de una historia. De todos los
años tenemos un cuento. En Cuarta el filtro
fue más grande y se empezó a desarmar
aquello inolvidable de los primeros años. Iba
pasando el tiempo y el árbol se iba pelando.
Es un momento salado. Jugadores que desde
Séptima parece que van a llegar, se quedan
en el camino”. De aquella generación
afloraron valores como Palito Pereira,
Papelito Fernández (ambos mundialistas),
Damián Frascarelli, Alejo Saravia (Miramar,
Bella Vista, Cerro Largo, entre otros
equipos), Rodolfo Requelme (Rampla,
Central, emigró de gurí y creció en España),
Sergio Souza (recordado por aquel River de
Carrasco) y quien escribe. De un equipo
de once soñadores, siete cumplieron el reto
más difícil de llegar a Primera, y el más
difícil aún que es el de mantenerse. “Me
tocó estar en lo máximo y todo lo contrario.
Cuando subí a primera Beethoven Javier
se la jugó por mí estando el Flaco Caro y
Gonza Noguera. Flor de campeonato nos
mandamos con un equipo de jugadores
que algunos ni siquiera habíamos pisado el
Estadio. En un momento me querían los
dos grandes. Todo iba muy rápido y nadie
me preguntaba nada. Cuando me dieron la
chance les dije a mis representantes que si
podían hacer una fuerza para ir a Peñarol
mejor, porque yo a Nacional no quería ir ni
loco”.
Aprendió modales en concentraciones
y aeropuertos, los códigos los mamó en
el barrio Colón y los pulió en el vestuario
chico del Méndez Piana. En el vestuario
grande se hizo hombre. Con trece años
volvía llorando de entrenar, con veinte
tocó su propio cielo, a los veintiuno estaba
despedazado por mil partes, y a los veintidós
arreglaba su contrato para volver, gracias
al Tincho Crossa que lo recomendó con
Garisto en el equipo más allá del muro,
mientras sus representantes debatían su
DAMIÁN FRASCARELLI
“Salíamos de entrenar de
noche. Las ratas caminaban
por el vestuario y las canillas
daban choques eléctricos.
Saltábamos el muro para
entrar y a veces cuando
estaba el candado teníamos
que meter al más chiquito
por la ventana para que
sacara un par de pelotas
y los chalecos. Todos a
su manera éramos como
personajes de una historia”.
“Cuando estás en un buen momento te usan, cuando no servís te tiran para un costado. Así es el fútbol”. (Foto: DS)
libertad con la Justicia: “Cuando me tocó
volver a jugar tenía más nervios que en el
debut”.
Al tiempo se estrenaría en la tan
preciada Libertadores con Cerro: “Me
puteaban anduviese bien o mal porque
declaré que era hincha de Peñarol. Si te
putea la hinchada rival es parte del folclore
pero si te putea tu propia hinchada ya es
demasiado. Tuve que pedirle a mi familia
que no fuera a la cancha”. Y luego llegó
el exilio –llamémosle voluntario– que lo
llevó a ordenar la defensa en otros idiomas,
no sin antes indicar con señas las compras
del supermercado. “Ellos saben lo que es
Peñarol porque les cantaba canciones de la
hinchada. Y ahora obviamente por Forlán”.
Atajó hasta el viento en un equipo chico de
la lejana isla de Chipre, y pasó a Omonia,
uno de los grandes, para ser el número 12
detrás del guardameta del seleccionado
local. “Una vez me pasó de estar cargado
y seguir entrenando a pesar del dolor. Me
pinchó el músculo. Apreté los dientes y
me pinchó dos veces más. Y la cuarta. Y le
seguía dando. Nos vamos para el hotel y
tenía la gamba como una pared. Llamé al
médico y me dio un antiinflamatorio. Al
otro día no podía ni caminar. Puteaba en
griego. El médico nunca había visto una
cosa igual. Volvíamos a Chipre y Patricia
justo llegaba de Uruguay a vivir juntos.
El médico fue a la habitación y me dijo
que tenía que quedarme en Holanda hasta
que bajara la inflamación. Me entró la
desesperación hasta que me dijo que si
volaba me podía explotar la pierna. Estuve
cuatro días esperando volver”. Cuando el
hombre es del mundo la patria es la cama,
los tres palos, la percanta y la vieja; el
equipo de tus amores, la forma de hablar
el lunfardo montevideano inconfundible,
el área chica. En Chile peleó un descenso
y se fue adorado por la gente. Volvió a
Peñarol por la puerta de adelante, sin
pedir más permisos que al corazón. Hay
hombres que luchan toda la vida, esos son los
imprescindibles*.
_Agustín Lucas
*Bertolt Brecht
CENTENARIO
FÚTBOL 5
CORDÓN
DEPORTE Y RECREACIÓN
Reservas: 2 480 1733 - 091 050 023
Uruguay 1998 esquina República
centenariofútbolcinco
• 2 canchas de fútbol 5 cerradas
• Parrillero
• Salón de eventos y cumpleaños
• Vestuarios
• Gimnasio
• Servicio de cantina
13
REDACCIÓN AL MARGEN
túnel mar- abr 2016
No hay tiempo para revanchas
14
Sólo con mirarnos directamente a los ojos
reconocíamos qué podía estar pasando. O
pasaba. O lo que era peor: ya había pasado.
Él traía los gestos raros de las noticias, mi
pálpito tropezaba entre la incertidumbre
y la angustia. Nunca, desde hacía mucho
tiempo, las novedades eran prósperas.
Prácticamente ya no esperábamos nada.
Cuando Totó entró por la puerta me buscó
lentamente. Yo estaba sentado en uno de los
escalones de la grada, de cara al sol. Cuando
me identificó dejó caer los párpados, sin
fuerzas, contundentes, apenas moviendo
el cuello como si fuera un no. Se habían
llevado a Gatti.
Una tarde cualquiera de verano,
presuntamente sábado y de 1977, los
muchachos se disponían a jugar un partido.
Culpa de una llaga que me carcomía el
tobillo derecho llevaba una larga ausencia
de la canchita. Apenas me la curaban,
nos permitían poca higiene, los ropajes
ya no daban ni pena, los pocos harapos
a disposición hervían de mugre; sólo el
destino podía ser curativo.
Soto pidió que le patearan al arco así
calentaba las manos y los reflejos. El Vasco y
Tristán se turnaron en esa labor alternando
un tiro cada uno desde lejos. Cuestiones
lógicas: teníamos una sola pelota. El resto
estiraba contra la pared o se ejercitaban
cortito. Los más viejos, por su parte,
esperaban sentados para no desperdiciar
previamente una gota de esfuerzo. Cuatro
guardias nos miraban desde arriba, como si
nada más importante tuvieran que hacer.
Cuando los muchachos se disponían
a armar los equipos pasó lo increíble. Se
abrió la puerta que daba del penal al patio y
aparecieron tres milicos con cuatro negros.
Quedamos congelados. Tristán apretó la
pelota con la planta de su zurda. “No se
asusten, manga de cagones. Armen un
cuadrito de siete que hoy van a jugar contra
nosotros, un rival de fuste. Como verán,
vinimos reforzados con nuestros nuevos
amigos sudafricanos. Bueno... de por ahí,
yo qué sé. En realidad no son de Sudáfrica
Sudáfrica. Qué me importará si no hablan
nada de español estos hijos de puta”, dijo el
sargento Duarte.
La presentación del improvisado
cuadro rival cambió los planes. Había
que elegir titulares y suplentes, cosa que
no estábamos habituados. Encima faltaba
Gatti, capitán del equipo por personalidad
y por dotes futbolísticas. Tristán tomó la
posta. Dijo que Soto sería el arquero, que
Vasco y Espinillo irían al fondo, él con
Pitanga se pararían en el medio, mientras
que de punta mandó a Pichón con Tumba.
“No se queden arriba”, fue la orden del
improvisado capitán para los punta, “esta
gente se debe correr todo”, remató.
El sargento escondía su pobre loco
detrás del rostro serio adornado por un
bigote rancio. Flaco y cabezón como palillo
de bombo, tenía la pedantería de un coronel
o teniente general. Le encantaba mandar a
prepo. Sentenció que iba a haber un juez
“porque la justicia es bien importante” y
le dio el chifle a Bermúdez, un miliquito
joven. Él se puso al arco mientras que sus
otros dos compañeros y los cuatro africanos,
unos y otros desconocidos por igual para
nosotros, se dividieron la cancha. Duarte
gritó: “Cuando quieras arrancá, botija, estos
giles son pan comido. Y cobrá bien, eh, no
te hagás el bobeta. Ya sabés...”.
Sentí lo peor cuando Piquero, uno
de los guardia cárceles, se sentó a mi lado.
Me miró, pero no me habló. Traté de
concentrarme en el juego, en el caño que
le tiró Tumba a uno de los negros para salir
del rincón, momento antes de pasársela a
Espinillo que entraba corriendo como un
loco y puso el 1-2 con tiro pifiado lleno de
suerte. Pero fue imposible. Lo único que me
vino a la mente cuando Piquero se me acercó
fueron imágenes de Gatti. Juan Ramón del
Campo, Gatti, en la clandestinidad, Gatti,
en la cárcel; Gatti, mi amigo.
Haciéndose el bonachón palmeó
mi espalda. “¿Y, Huguito?, lindo partido
parece”, lanzó. Levanté las cejas, pero no
me dio para contestar. Luego de varios
minutos, miles, o tal vez un par, mientras
observábamos un tiro libre lejano para ellos,
comentó por lo bajo que tenía algo para
contarme. Pensé en Gatti, pero qué le iba
a decir, si todo mi esfuerzo estaba ocupado
en sostener las lágrimas que cruzaban por
dentro, tratando de no ceder al sentimiento
que aprendí de memoria: siempre se puede
estar un poco más solo.
“Parece que los morochos son del
África. De un lugar que se llama Transkei,
algo así. Se lo escuché decir al sargento.
Trajeron un blanco también, militar, y
al parecer es el intérprete. Vinieron para
que nuestro gobierno les reconozca su
independencia de Sudáfrica. ¿Qué te
parece, eh, Huguito? Acá no sólo hacemos
justicia. Somos solidarios hasta con los
negros de por ahí. Mirá, justo, gol del
grandote ese”, afirmó Piquero, mientras yo
era una estatua sin vista panorámica.
Contesté con una afirmación de
cabeza. Estaba en otro lado, pero mejor
que él ni se enterara. A decir verdad, me
sorprendió su comentario, lo tomé con
extrañeza. ¿Transkei? No recordaba que
un país africano se llamara así, al menos
desde el 72, cuando me agarraron. Al
rato, antes de retirarse, minutos después
del entretiempo que empatábamos 3-3,
Piquero me aprieta fuerte la pierna con
su mano. Con un leve movimiento señala
el agarrón. Me hizo una guiñada, se paró
lentamente y se fue. Casi se vuela la esquela
que advertí junto a mi rodilla.
Decía con simpleza: “Lo cagaron
a palos. Salió vivo, lo vi. Capaz vuelve.
Tragate el papel”. Lo leí tres veces, disimulé
rascarme la nariz y me lo comí. Busqué a
Totó entre los suplentes, junto al paredón
de la derecha, pero no lo divisé. Alguien
le gritó que la pasara. Estaba jugando.
Intenté chistar, pero se lo llevó el viento.
Moví el cuerpo, amagando pararme, a ver
si por lo menos lograba desconcentrarlo
y que me mirara, pero fue en vano. Al
parecer íbamos marchando. Jugaban
como los niños en los cinco minutos de
recreo. “¡Iliso!”, le dijo un africano a su
compatriota que llevaba la pelota, este miró
atrás, cubrió la guinda con el cuerpo, salió
amagando un pase, y cuando se enfrentó al
achique desesperado de Soto no hizo otra
cosa que tocarla mansita, para que entrara
encantada contra un palo. Totó, más
rápido que corriendo, la fue a buscar como
un loco al fondo del arco y la llevó para
sacar inmediatamente.
El partido lo perdimos. En los pocos
minutos que restaban no le encontramos
la vuelta, los cambios no nos sirvieron
mucho, los africanos no se cansaron
nunca, y encima el culón del sargento
Duarte estaba en el día del golero. ¿El
resultado? No desaparecerá. Tampoco hubo
tiempo para revanchas. A las semanas nos
devolvieron a Gatti, totalmente desarmado,
a la celda de enfrente. Vi sus ojos.
_Mintxo
(Ilustración: Rodrigo López)
SÍ, LA VERDAD QUE SÍ
Talastilla
La madre no había terminado de parirlo
y el padre ya lo había bautizado. “Se va a
llamar Demóstenes Talastilla, como yo”.
Una decisión egoísta, es cierto, pero es
importante señalar que los nombres que la
madre tenía en mente eran mucho peores.
Desde ese momento, papá Demóstenes
trabajó para que su primogénito fuera
una copia reducida de su persona; un
representante del machismo rioplatense que
bajo la excusa de la caballerosidad escondía
el convencimiento de que la expresión “sexo
débil” era un hecho científico.
Un tipo que terminaba de masticar el
almuerzo del domingo mientras calentaba
el motor del auto para ir al estadio a ver a
Peñarol y a repetir cánticos que hablaban
de penetrar al rival, casi siempre en contra
de su voluntad. Cuentan que llevó al nene
a debutar a la Ámsterdam el mismo día que
dijo “papá”.
Cuando el pequeño Demóstenes entró
en la adolescencia, su papá comenzó a
llenarle la cabeza para que continuara con el
negocio familiar. Y “negocio” era la palabra
correcta, porque para el viejo ser doctor
había sido una apuesta al éxito económico
que le había dado (y le seguía dando) sus
buenos dividendos.
El adiestramiento no sabía de días ni
horas. Desde la tribuna, el padre señalaba
con la misma pasión el culo de una hincha
aurinegra que la ambulancia que esperaba
junto al banderín del córner. Cuentan que
llevó al joven a debutar al quilombo el mismo
día que le dijo que haría quinto biológico.
Pasó el tiempo y Junior se convirtió en
un afamado profesional de la medicina que
se aferraba a los valores tradicionales: tenía
una esposa, dos hijos, tres amantes y cuatro
clínicas privadas, una de las cuales fue
usada por varias de sus amantes para que la
cantidad de hijos se mantuviera en dos.
Hace años que Demóstenes Talastilla II
no se habla con su padre. Más exactamente
desde aquella cena de Navidad en la que el
veterano le dijo, delante de todo el mundo,
que era la vergüenza de la familia y que le
prohibía volver a poner un pie en esa casa.
A partir de ese momento, la única
comunicación entre ambos se limita a los
mensajes de texto que el hijo envía los lunes
posteriores al clásico. Del estilo “siempre
corriste, manya, el bolso manda”.
Demóstenes Talastilla padre todavía no se
explica qué hizo mal.
_Ignacio Alcuri
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Foto: Leonidas Martínez
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túnel mar- abr 2016
“Tenemos que saber el lugar que ocupamos y la responsabilidad que nos
da ser jugadores de fútbol”
Eguren tranca fuerte
Agradecido con el fútbol, Sebastián Eguren estuvo a punto de abandonarlo en 2004 tras el
dopaje positivo que lo alejó de las canchas por seis meses. Fue un punto de inflexión: “O me
vencía y quedaba por el camino, o entregaba todo para tener una carrera que, quizás, en ese
momento, pensaba que iba a ser imposible”. Hoy con 35 años sigue jugando en el club del que
es hincha, “habiendo pasado con la selección los mejores momentos de mi vida”, dice.
Atrás habían quedado los primeros pasos
en el club de baby fútbol El Hornero y
las formativas en Wanderers donde llegó
a los diez años. “Era un entorno muy
competitivo pero muy lindo”, asegura. “Fue
el lugar donde me formé con los mejores
entrenadores, porque más allá de que hubo
dificultades económicas, el club siempre nos
dio profesionales de primera”. En el club
bohemio consolidó un grupo de amigos con
los que más tarde salió campeón de la B y
ganaría la Liguilla que los llevó a la Copa
Libertadores en el 2000.
El equipo del Prado también le permitió
jugar con dos ídolos de su infancia. “Primero
fue con Tony Gómez en el 99. Era una
locura. Estaba jugando con el mismo tipo que
la colgó en el 88”. Con Santiago Ostolaza,
al año siguiente, fue diferente: “Sentía una
identificación con él. No sé si por el puesto,
por el número, por la manera de ser, o hasta
por el apellido vasco. Ver el tipo de persona y
profesional que era me hizo confirmar que era
el ídolo que admiraba desde chico. Hablaba
poco pero tenía la palabra justa siempre. Era
todo un ejemplo”.
Más tarde, lo volvería a encontrar en
Nacional, pero esta vez como entrenador:
“Transmitía toda su energía ganadora, su
pasión por el fútbol. Es el tipo más honesto
que conocí en el fútbol. No sé si es por eso
que no ha trabajado todo lo que realmente
merece”.
Justamente el Vasco fue uno de los
responsables de que no colgara los botines.
Tras el incidente del dopaje, Eguren sintió
una gran desilusión y desconfianza con el
entorno del fútbol. Y si volvió a ponerse
los cortos fue gracias a su respaldo: “Yo me
había ido a España a ver a mi familia. Me
llamó y me dijo: ‘Yo te necesito en el grupo,
te necesito acá, dentro de poco vas a volver a
jugar’. Me llenó la cabeza en el buen sentido:
de la necesidad que tenían de mí. En
realidad el que precisaba el fútbol era yo”.
¿Cómo fue el salto a Europa?
Tenía 24 y me fui con Alejandro Lago al
Rosenborg de Noruega. Fue una aventura.
Empecé a aprender cosas que para mí no
eran habituales. Yo era un tipo desbolado
y tuve que empezar a hacer declaración de
impuestos, a ahorrar, a ser responsable con
la plata.
Prácticamente, los futbolistas, con
veinte años pasamos –por los ingresos– a ser
jefes de familia y a tomar decisiones. Y no
estamos preparados. Vas aprendiendo sobre
el camino, entre macanas y aciertos. Además
era un idioma nuevo; una cultura nueva. Se
acababa todo a las cuatro de la tarde. Un frío
tremendo pero sobre todas las cosas muy
oscuro.
El mayor aprendizaje fue la parte
futbolística. Jugué bárbaro –Champions
inclusive– hasta que al año siguiente vino un
nuevo entrenador que trajo a dos africanos
y nos dijo que no nos iba a tener en cuenta.
Me convencí de que le iba a ganar y pensé
que di todo, pero realmente no di todo y no
me pude ganar al entrenador, así que me fui
a Suecia.
Ahí fue otro descubrimiento.
Encontré a la madre de mis hijos y una
ciudad alucinante desde todo punto de
vista. Culturalmente muy parecidos pero
también muy diferentes. Hay muchos
latinos y extranjeros, es una ciudad muy
cosmopolita.
El fútbol me vino bárbaro. Agarré una
confianza tremenda y empecé a rendir lo
que en un momento pensé que podía dar.
Porque había llegado a creer que, por el
físico o por la manera de ser, no me daba
para jugar en Europa. Ahí sentí que lo podía
dar y fue así que llegué al Villarreal.
¿En el Villarreal fue tu mejor momento
futbolístico?
Sí, porque tuve compañeros que me hicieron
jugar muchísimo mejor. Por la exigencia:
jugaba con tipos que jugaban mucho mejor
que yo y para compartir una cancha con
ellos tenía que estar a tope en lo físico,
en lo técnico, en la concentración y en lo
psicológico. Y porque te ayudan a mejorar.
Porque te dan la pelota como te la tienen
que dar y te enseñan cómo quieren que se
la des.
Para mi fue grandioso. Jugué y luché
el puesto con Edmilson que fue un 5 que
admiré. Cuando él llegó desde el Barcelona
a jugar con nosotros pensé: “¿Y ahora cómo
hago para jugar?”. Pero terminé jugando.
Me daba cosa, a veces, ver que él entraba por
Marcos Senna y terminábamos el partido
juntos. Para mí fue un privilegio y un
orgullo haber jugado con un tipo que en mi
puesto fue uno de los mejores que vi.
¿Qué otros compañeros o técnicos
marcaron tu carrera?
Haber llegado a Primera con todos mis
amigos me marcó muchísimo, y haber
estado con mis héroes de mi infancia
también. Tuve a [Hugo] De León en
Nacional. Daniel Carreño me marcó
muchísimo por lo que es como persona. La
mayoría de los técnicos que tuve me dejaron
muchas cosas.
De compañeros, sobre todo como
líderes, creo que Diego Lugano está por
encima de todos. Fue el mejor liderazgo que
tuve. Tenía un magnetismo especial y asumía
un montón de cosas con mucha naturalidad.
También el maestro [Óscar] Tabárez.
¿Cuál fue el DT del que más aprendiste?
[Manuel] Pellegrini. No digo que fue el
mejor, pero fue el que me abrió los ojos. Me
enseñó cosas prácticas para mi juego y me
hizo ver muchas otras cosas que yo no veía
en el fútbol. Tenía mucha claridad y era un
entrenador de la gran siete. Además de toda
su formación tiene un temperamento muy
especial.
17
que tendrían que ser en comparación con la
exigencia que tienen para otros. Realmente
somos muy pocos los equipos a los que
se nos puede exigir como profesionales o
superprofesionales.
Inclusive los equipos grandes en
comparación con otros equipos del
continente como el Palmeiras –en el que
me tocó jugar– no podrían ni competir. Por
lo que tienen de infraestructura, de gasto.
Porque es casi como competir como con un
equipo de Europa. Ni el Villarreal tenía la
infraestructura que tenía el Palmeiras. Sin
embargo, cuando nosotros vamos a jugar
contra el Palmeiras la exigencia es ganarle,
jugar mejor y hasta pasarlos por arriba.
Desde que volví, veo cada vez a los
jugadores más preparados: la mayoría
terminaron el liceo, hablan otro idioma.
Para cualquier familia esto puede ser algo
normal pero en el ambiente del fútbol antes
no pasaba. Ahora hasta tienen dietistas;
están mejor formados física y mentalmente
para ser un profesional, no solo acá sino en
el exterior.
Me encantaría que el entorno del fútbol
les diera mucho más. Que se pudieran
convertir en grandísimos profesionales en
Uruguay y pudieran ser disfrutados por los
hinchas locales. Pero creo que no da porque
es un fútbol extremadamente amateur. Ni
que hablar de lo que sufren los jugadores
de Segunda División que pese al apoyo
de algunos dirigentes, que también son
amateurs y que dan todo lo que pueden
a esos clubes, también se les exige ser
superprofesionales.
Por ejemplo, a los jugadores de
Rampla los trataron como mercenarios
porque querían cobrar lo que se habían
comprometido a pagarles. Y estamos
hablando de muy poca plata. Porque estoy
seguro de que ninguno de los que va a
la hinchada a exigirles serían capaces de
mantener una familia con el sueldo de esos
jugadores.
túnel mar- abr 2016
“Haber llegado a Primera con todos mis amigos me marcó muchísimo,
y haber estado con mis héroes de mi infancia también”. (Foto: AC)
18
¿Qué enseñanzas te dejó tu carrera?
Sé que soy más paciente, pero no todo
lo que debería ser. Aprendí, sobre todo,
el valor que me han dado los grupos
humanos: lo que es un grupo y cumplir un
rol. Por sobre todas las cosas, aprendí lo
que es la humildad: aceptarse uno como es,
aceptar a los demás y aceptar el lugar que te
toca. Más allá de que uno puede desear otro
y luchar por él.
Con Tabárez y Lugano aprendí algo
esencial del fútbol: no es una democracia.
Dependés de que el entrenador te elija o no.
Nadie vota. Es uno el que decide y no me
parece mal. Porque si no sería imposible,
sería un caos, porque todos los jugadores
pensamos algo diferente –aunque podemos
coincidir también– y si no respetás al que
dirige es inviable.
Tras doce años en el exterior, ¿qué
cambios has notado en el fútbol
uruguayo?
Sigo viendo que al único que se le exige
ser un superprofesional, en un fútbol
totalmente amateur, es al jugador. Me sigue
dando un poco de bronca porque yo no
sé cuántos periodistas son lo profesional
¿Por qué no hay una mayor unión
entre los jugadores para reivindicar sus
derechos?
Porque a diferencia de cualquier otro trabajo
el futbolista tiene la esperanza de lograr
un salto de calidad. Aunque puede que ese
trampolín que tiene adelante también se
parta y tengas que volver al mercado laboral
sin ninguna experiencia, con los estudios
que pudiste haber tenido o no, y con la
frustración de todos esos sueños que quedan
atrás.
Pero el fútbol te da eso: “¿Y si este
campeonato la rompo?”. Es siempre una
apuesta: “Hoy puedo estar cobrando 7.500
pesos pero mañana puedo ir a Nacional y
cobrar 50.000, y después irme al exterior”.
Ese sueño está. Lo que te da el fútbol es que
todo se puede volver realidad en un año. Eso
genera la aceptación de ese mundo.
Leí en una entrevista que te gusta hablar
de política. ¿Viene de familia?
Sí. Mi viejo fue dirigente sindical y mi
madre era de izquierda. Yo me he vuelto más
radical en muchas cosas. No voy atrás de
ningún malón de gente o de ideas porque
me parece que me estaría mintiendo. Si la
“Tenemos que saber el
lugar que ocupamos y
la responsabilidad que
nos da ser jugadores
de fútbol. Sin creer que
somos formadores de
opinión, estamos muy
expuestos, y creo que
hay que aprovechar esa
visibilidad para apoyar
algunas causas”.
idea me llega y me puede yo voy a estar con
esa idea y esa persona, más allá del partido
político del que venga.
Sería incapaz hoy de decirte de qué
partido político soy. Sí que me he sentido
mucho más cerca de la izquierda en un
montón de cosas. Pero hoy soy incapaz
siquiera de ver una izquierda y una derecha.
Cada vez más estoy menos con los
partidos políticos y esas ideas que a veces
se vuelven como dogmas. He tenido esta
discusión con mi madre porque no pienso
votar un partido político como si fuera un
dogma o un cuadro de fútbol. No soy hincha
de nadie. Tengo que coincidir tremendamente
para poder darle mi confianza. Aprendí
lo que significa realmente que te estén
representando, lo que no es joda.
También sueles difundir y apoyar muchas
causas sociales...
Tenemos que saber el lugar que ocupamos y
la responsabilidad que nos da ser jugadores
de fútbol. Sin creer que somos formadores
de opinión, estamos muy expuestos, y creo
que hay que aprovechar esa visibilidad para
apoyar algunas causas.
Si esquivamos hacer pequeñas cosas
como un retuit o participar en cosas que
realmente ayudan, le estamos errando. No
sirve venir a la selección jugar bien e irte.
Tenés un grado de responsabilidad y si no
asumimos esa responsabilidad le estamos
errando. Por ejemplo: Es una locura que en
2016 aún no podamos controlar la violencia
doméstica.
Esta responsabilidad que implica vestir la
celeste, y que es compartida por todos los
integrantes de la selección, decantó en la
creación de la Fundación Celeste. La idea
surgió en una sobremesa tras el partido
contra Ghana. Habían decidido donar
el premio del Mundial y creyeron que la
mejor vía de canalizarlo era la fundación.
¿Cómo se financia?
Se ha financiado en parte con premios
nuestros y con acuerdos con empresas
que nos apoyan. Estamos en una etapa
en que queremos difundir lo que estamos
haciendo porque queremos generar más.
Vamos a tener cuatro o cinco canchas
celestes más de las que ya hemos hecho
con Ancap y que están buenísimas.
Me tocó ir a la de Treinta y Tres y fue
alucinante. Vi lo que nosotros queríamos
tener: un lugar como los que habíamos
visto en los mejores lugares de Europa.
Queríamos eso en Uruguay. No queríamos
hacer algo a medias.
Si bien hay un gerente, un
departamento de marketing y más, los
jugadores participamos en la gestión,
contactándonos con empresas, ministerios,
y organizaciones para generar vínculos y
llegar a un montón de gurises. Con las
escuelas celestes llevamos el deporte y sus
valores a un montón de escuelas rurales que
antes no contaban con eso.
Tenemos mil carencias porque el
tiempo que tenemos para destinarle,
generalmente, es poco. Necesitamos más
apoyo y reciprocidad de los que tienen el
poder de tomar ciertas decisiones y de dar.
Porque para pegar palos por algún lío o ir a
recibir algún premio están. Entonces estaría
buenísimo que estén cuando se necesita su
apoyo.
_Federico Zugarramurdi
Sebastián Eguren
Debería haber una mesa donde nos
sentemos todos los actores del fútbol y
se tomen las decisiones considerando la
opinión de todas las partes por igual: los
dirigentes, los jugadores, la televisión y el
gobierno. Son las cuatro patas que deben
tener voz y decisión. Si sólo decide una
de ellas le estamos errando porque va a
seguir siendo viable para unos e inviable,
inevitablemente, para otros.
O repartimos de otra manera y
nos organizamos para que esto dé o nos
plantamos y decimos hasta cuántos equipos
da. Siempre creí en un fútbol uruguayo
mucho más amplio donde no sólo se juegue
en la capital. Esto es un fútbol montevideano,
no es fútbol uruguayo. Ya lo digo con
resignación por más que ahora esté Plaza o
antes Tacuarembó, Cerro Largo y Atenas.
Pero son casos muy puntuales. Sé que la gran
aglomeración de gente está acá, pero es muy
triste ver un partido con quinientas personas
o menos. No existe. Es claro que es inviable.
Pero si te volvés dirigente, por más que seas
amateur tenés un grado de responsabilidad,
mucho más que el del jugador.
Acá es al revés: el jugador tiene que
ganar para que ingrese dinero. Cuando el
que tiene la responsabilidad para que ingrese
dinero y pagarle a los jugadores son los
clubes, los dirigentes, no los jugadores de
fútbol. El jugador tiene la responsabilidad
de entrenar, de ser lo más profesional posible
y de intentar dar el máximo para ganar los
partidos.
Si los dirigentes se comprometen a
pagar que tengan un aval bancario y si
no pueden, no se puede. Si no seguimos
aceptando malas condiciones de laburo por
esa esperanza de cambio que a veces llega y
muchas veces no.
19
El Mulita César Augusto Álvarez
Memorias
de un guerrero
arachán
túnel mar- abr 2016
Arrodillado y de espaldas a la cancha, César Augusto El Mulita Álvarez espera como rezando el
final del partido, con los ojos cerrados y las manos unidas como monaguillo. La emocionada
voz de Víctor Hugo Morales inmortaliza el momento, “y ahííííí arrodilladoooo, el símbolo
de Cerro Largo, el caudiiiiillo, espera el final del partido”. Por primera vez la final de un
campeonato del interior se transmitía para todo el país. “Era pura película, todo calculado, yo
gran artista, me puse de rodillas mirando de reojo para las cabinas calculando que alguien iba
a hablar de mí por eso, qué voy a rezar si soy ateo”.
20
Minutos antes se había negado a abandonar
la cancha mostrando el brazalete de capitán
y desautorizando al técnico, el Macaco
Ubilla, quien había ordenado el cambio,
“taba bravo, ganábamos 2-1 y Maldonado
se venía con todo, había que enfriar, paré el
partido cinco minutos, ‘él será el técnico,
pero yo soy el capitán’ le decía al árbitro”.
No al cuete tenía el Mulita 38 años de edad
y veinte de fútbol en épicas batallas del
fútbol chacarero.
El año 1978 cerraba en el Estadio
Mario Sobrero como campeón del
interior el ciclo de un arachán que vio
la luz y la primera pelota en el barrio
Pérez Castellanos de la capital “sí, nací en
Montevideo, en el barrio de Obdulio, de
Rubén González, ¡pero yo soy de Melo!”
dice el hombre de un metro sesenta y cinco
con piernas flacas y arqueadas como a quien
se le escapó el caballo, que marcó época en
el fútbol del noreste (también jugó por la
selección de Treinta y Tres), ignorando al
”biotipo” recomendado para un cinco.
En Montevideo jugó en Racing,
Boston River, Colón y Cerrito, se codeó
con “nenes” como el Cotorra Míguez,
Javier Ambrois, Pepe Urruzmendi, Mariolo
e Ignacio Bergara, fútbol al mango en
partidos de hacha y poca tiza.
Rondaba los veinte años cuando una
invitación de un amigo le torció el destino,
o se lo enderezó: “Che, mi hermano se
casa en Melo, ¿querés ir?”, preguntó el
compinche sin saber que en la simple
invitación de uno puede caber todo el
futuro de otro. “Eso me cambió el mundo”,
dice César como mirando para adentro, en
donde vive el pasado. “Me quedé casi un
mes, volví a Montevideo y regresé a Melo
para el carnaval, el del almanaque, porque
allí es carnaval todo el año, y allá estaba
bolicheando viendo qué hacer –yo tomaba
Coca Cola, el resto caña brasilera–, cuando
el Negro Ramallo que jugó en Canillitas
y estaba en el Artigas me invitó a jugar, le
dije que no. Otro día un milico que andaba
por ahí me convenció y me probé en el
Conventos, anduve bien y me querían en el
equipo. ‘Y qué me dan’, pregunté. ‘Bueno,
te damos ingreso’, me dijo (el Conventos
era el equipo del 8º de Caballería de Cero
Largo). ‘¿Y de qué, de cabo, sargento?’ ‘No,
de soldado’. ‘¡Ni hablar!’ dije, y me fui”.
Memorias de un guerrero arachán
Finalmente lo probaron en el Artigas,
ni medias de fútbol tenía, fue con soquetes
y se quedó. “Hacía veinticinco años que
el club no ganaba nada y ese año salimos
campeones, yo jugaba de ocho y hablaba
mucho, demasiado dicen, era muy técnico
pero alguna patadita que otra daba
también”.
Volvió a Montevideo, extrañaba a
los siete hermanos, a la vieja, y ahí estaba
un día en su casa, sin nada por hacer,
pidiéndole una chuleta con arroz y un
huevo frito a la madre, cuando entró el
padre y la trancada fue brava: “¿Qué hacés?
Si no vas a trabajar tenés que pagar la
comida”, dijo el viejo con plancha y sin
anestesia, asunto que venía de atrás desde
cuando lo despertaba con un baldazo de
agua a las cinco de la mañana para que
fuera a trabajar exceptuando los días en
que la vieja lo despertaba antes de que se
levantara el viejo y lo escondía para que
pudiera dormir un rato más. “Eran otros
tiempos, pero ahora le agradezco todo,
lo que tengo de trabajador y honesto se
lo debo a su dureza, de Melo me estaban
llamando para seguir jugando así que me
levanté y le dije: ‘Usted no me ve más’, que
cacé el bolso y me tomé el tren, como no
había asientos viajé en el baño sentado en
el water, volví al Artigas y ahí empieza otra
historia, ese año con el Artigas jugamos y
perdimos la final del interior contra Rausa,
de Gregorio Aznárez, todavía era ocho”.
Y esa historia empezó y murió en
el noreste. Jugó también en el Treinta y
Tres con el que fue campeón del interior,
con el recordado Colacho Ramírez, el de
la memorable corrida a Rivelinho en el
Maracaná, y en Los Charrúas de Santa
Clara. Nunca volvió a Montevideo,
incluso recibiendo ofertas. “Me quisieron
llevar a Wanderers pero yo no quise, ya
estaba casado y acostumbrado a Melo, la
gente de Cerro Largo es muy cariñosa,
agradecida, gente sacrificada, es el sacrificio
de los quileros en moto, con cuatro
amortiguadores atrás para aguantar la
carga, arriesgando la vida, es más gente
un quilero que varios ‘compañeros’ que
cobran doble sueldo”.
En el interior no hay ídolos,
los jugadores se ven de
cerca, nunca llegan a ser
afiches en cuartos de
adolescentes, ni figuritas,
no firman autógrafos, ni
jugosos contratos, son uno
más, como el Mulita.
Aquel partido
Otras finales había ganado Cerro Largo
antes y también otras después. Pero
ninguna tan recordada como aquella. Once
años habían pasado desde el debut de César
Álvarez con la albiceleste, y esa final era
la oportunidad de retirarse por la puerta
grande, hacía seis años que era el capitán.
“Ganamos en Melo 3-2, y en
Maldonado ganábamos 2-0, tranquilos,
en un córner sube Dámaso Clavijo, pobre
y milico del cuartel, le digo que se quede,
no me hace caso y me dice: ‘no, no…
me dijo Humberto Pica que si hacía un
gol me daba quinientos pesos’. Contra la
pobreza no hay táctica que aguante, ni
capitán que se respete. Viene el córner y
en el contragolpe nos meten el gol, se nos
complicó el partido y nos ganan 3-2 de
pesados y con ayuda ‘extra’”.
¿Había mucha pichicata entonces?
Y… no había controles, a algunos le daban
hasta tres, una el médico, otra el técnico
y la tercera un dirigente por si fallaban las
otras. Yo nunca acepté pero para ese partido
me explicaron de un método nuevo que
usaban en Europa con los caballos y que no
habría ninguna sustancia extraña, resulta
que le sacaban sangre, la recuperaban y a
los días se la ponían de nuevo. Volaban.
Pero a mí me dijeron: mirá, Mulita, vos con
lo flaquito que sos si te sacamos sangre te
morís, así que te la vamos a dar de frente.
Salí hecho un avión, a los cinco minutos le
pegué de cincuenta metros y casi parto el
travesaño.
21
Mulita junto a amigos y parroquianos en el Bar El Tuna, de Melo.
túnel mar- abr 2016
El 8 de abril fue la final, un sábado. El
Maldonado rico, semiprofesional, se veía
campeón, pero el Cerro Largo pobre, de
pelota al piso, mezcla de fútbol uruguayo
y brasileño desde los tiempos de Ondino
Viera y Eulogio Machado, no era fácil.
Capitán y líder, el Mulita negoció los
premios, mil pesos si ganaban, después de
una dura conversación con incluso amenaza
de no presentarse. “Al final transamos,
nadie quería perderse la oportunidad y
los dirigentes lo sabían. No era mucho
pero ayudaba, todos éramos trabajadores,
el fútbol era amateur en serio, de una
sola camiseta, de medias rotas, de un solo
pantalón, grande o ajustado, el que hubiera,
yo trabajaba en UTE”.
22
Estadio a tope, no entraba ni un alfiler,
ni una persona más, ni siquiera una petaca
de caña.
Tiempo atrás, en Cerro Largo, el jefe
de policía Rodríguez Demicheli había
contratado a los mejores bochistas para
que el club policial fuera campeón. El
Melo Wanderers fue el rival. El capitán
advierte que el jerarca policial se tomaba
un trago entre jugada y jugada, y protesta,
pero una simple regla que impedía beber
durante el partido no sería impedimento
para quienes la legalidad nunca fue un
obstáculo. Advertido por el árbitro tras
los reclamos la respuesta del militar no se
hizo esperar: “Dígale que acá [con la ‘a’
prolongada en la boca pero sin sonido y
“Prefirió el carnaval”
“Yo vi que físicamente no estaban bien los de Maldonado y sólo recurrían al juego aéreo,
así que decido poner otro zaguero con la orden de que si era posible toda pelota al área
tratar de sacarla fuera del estadio y ordeno el cambio por el Mulita. Y sí, estaba sumamente molesto, pero no me iba a poner a explicarle que lo sacaba porque era el más
chico. Cuando llegó acá era un ocho rapidito, ágil, con gran habilidad para entrar al área
y tirarse, dos por tres le cobraban penal. Con el tiempo se hizo cinco y sí era muy bueno,
gran despliegue, con características similares a las de Arévalo Ríos, tenía nivel para jugar
en Montevideo, no sé qué hacía acá, parece que prefirió el carnaval”. (Antonio Ubilla, el
Macaco, acodado en la barra de la cantina del centenario Club Artigas de Melo).
dedo índice señalando el piso] no hay más
perro que el chocolate, y el chocolate…
soy yo”.
Apodo cantado para Rodríguez
Demicheli: El Chocolate. Pero en voz baja,
entre risas clandestinas.
Ese día del 78, el ex jefe de Policía ya
era intendente interventor de Rocha y antes
del partido con una voz impersonal con
tono de comunicado de las Conjuntas dio
la bienvenida a los hinchas llegados para
alentar a ambos equipos. Al nombrarse a
Demicheli, la reacción de la barra arachana
no se hizo esperar y un atronador Cho-cola-te… Cho-co-la-te sorprende a quienes no
sabían la historia. Con amargura de cacao
tuvo que explicar al otro día el intendente
su degradación de coronel a chocolate.
La irreverencia se hizo superioridad en las
tribunas y se trasladó a la cancha. Cerro
Largo fue superior, ganó 2-1, el segundo
de Dámaso Clavijo (llegaría a jugar en
Peñarol), quien esta vez debió haber
cobrado quinientos pesos extras por el gol
que no hizo en Maldonado.
Y quinientos fue la cantidad que
finalmente recibieron los jugadores en lugar
de los mil prometidos. “Les dijimos que
entonces se fueran solos en el ómnibus,
a ver quién los aplaudía en Melo, yo
propuse irnos para Montevideo y de allá
Memorias de un guerrero arachán
“No hay nada más
maravilloso que una pelota
de fútbol. Cuando perdés
te sentís triste pero no
hay mucho tiempo para
sentirse mal, sino sólo para
pensar en recuperarse, y
eso lo aplico en la vida”,
dice el Mulita.
En la actualidad contribuye a la formación de las promesas del fútbol arachán.
viajar al otro día solos para Cerro Largo
pero los compañeros aceptaron volver y
allá arrancamos, como siempre con los
dirigentes con la copa adelante, como si
hubieran jugado. Yo con la calentura me
bajé en Treinta y Tres para quedarme, pero
un auto rezagado me convenció y alcancé a
la caravana en Arbolito”.
Y desde Arbolito hasta la Aparicio
Saravia en la ciudad de Melo esperaba la
gente. Desde un humilde peón de campo a
caballo hasta un “copetudo” estanciero, era
la gente. En plena dictadura y con las ganas
de manifestarse prohibida y reprimida,
Cerro Largo era una fiesta.
Retirado de la selección y veterano
aún le quedaba aliento al pequeño centrojás
para desparramar sudor y fútbol, Oriental
de Tacuarembó, Deportivo Maldonado y
finalmente el Club Punta del Este supieron
de su derroche.
El entrenamiento de la
velocidad
Los factores relacionados con
la velocidad de ejecución que
determinan el rendimiento.
De Gilles Cometti, profesor
de la Facultad de Ciencias del
Deporte de la Universidad de
Bourgogne, Francia.
Cómo chofer, taxista, portero de
edificio pasaron los años pero nunca las
ganas de volver a Melo, la ciudad que
eligió para que fuera suya. Le faltaba aún
ganar el partido de su vida, un cáncer que
lo tuvo a maltraer durante años hasta que
le ganó la última trancada. Para salir vivo
y con pelota dominada. Como entrenador
subió a Punta del Este y San Martín a la
A, sacó campeón del Este a la selección
juvenil fernandina y fue asistente de la
mayor.
Esta crónica que empezó en Maldonado
termina donde tiene que terminar, en Melo,
a donde regresó Álvarez en 2014.
“Ajá, si fuera una mudanza no hay
nadie, pero ven humo y vienen todos”, grita
un paisano revoleando un whisky y desata
la risa. El bar del Tuna es diferente a todos
los bares, para empezar no tiene barra. La
presencia del Mulita por primera vez no
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prólogo de Michel Platini.
pasa inadvertida a los más de treinta amigos
que esperan por el cordero que lentamente
se asa a la parrilla.
Salvo un par que con pesar bajan
la cabeza y dicen ”yo no estuve”, todos
parecen haber estado ese sábado en el
estadio Mario Sobrero y cada uno de ellos
guarda una historia de esa noche larga e
inolvidable.
En el interior no hay ídolos, los
jugadores se ven de cerca, nunca llegan a
ser afiches en cuartos de adolescentes, ni
figuritas, no firman autógrafos, ni jugosos
contratos, son uno más, como el Mulita esa
noche, pero con el enorme poder de hacer
regresar a la gente 38 años atrás. Y eso los
hace inolvidables.
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23
Fútbol, identidad, historia e integración
túnel mar- abr 2016
Sur y Palermo
24
Del pasado quedó poco y queda mucho. Los recuerdos, que se pasan de boca en boca.
Las leyendas, que con el paso del tiempo se agigantan y refuerzan la idea del todo tiempo
pasado fue mejor. Y la identidad, eso que aún persiste entre los vecinos y parroquianos
aunque se la quieran quitar. Hoy en el Sur y en Palermo no están aquellos clubes que
forjaron el crecimiento de los barrios y catapultaron estrellas a los campitos uruguayos y
del mundo. El rojo, azul y blanco; el negro, el blanco y la integración están ahí nomás, en la
esquina del barrio que da al mar. Y el fútbol también. O ya no.
Partido entre el Enrique López y Don Bosco. Categoría 2005. (Foto: Andrés Cribari)
25
SUR Y PALERMO
Barrio, que sentís la emoción del ayer
Al recordar, broncas de ley,
Al viejo barrio mío, Palermo tan querido
Quiero con mi canto llegar hasta vos,
Y así volcar todo mi ardor
¡Barrio!, ¿qué tenés?
Que hacés vibrar mi corazón.
Evocación triste y sentimental,
Ya tus nyanzas y malevos
No volverán jamás.
Glorias de ayer
Hoy, qué cambiado estoy,
Barrio viejo, mi Palermo
Me da pena el recordar.
Barrio San Martín, el orgullo sos vos
Por mantener la tradición,
Al viejo barrio mío, Palermo tan querido
Junto a tus paredes el taita feroz,
Se acomodó para pelear,
Y con su facón
Hasta la cana hizo aflojar.
‘Nyanzas y malevos’
Orquesta Enrique Rodríguez
túnel mar- abr 2016
con Armando Moreno
26
Las calles de los barrios Sur y Palermo
–rivales y hermanos– respiran candombe,
bohemia y fútbol. Son la cuna de la cultura
afrouruguaya y la posibilidad de entrada
desde la Ciudad Vieja para los africanos
esclavizados durante el Virreinato del
Río de la Plata. Cuando la población
comenzó a expandirse fuera de los límites
de la Ciudad Vieja estos barrios fueron
los testigos del crecimiento de los negros
en los conventillos –Mediomundo en
el Sur, Ansina en Palermo y Gaboto en
Cordón–, eliminados y derrumbados por
la dictadura militar y donde nacieron los
tres toques fundamentales del candombe:
el de Cuareim (barrio Sur), el de Ansina
(Palermo) y el de Gaboto (Cordón). Además
del candombe y el tango, el “campito” era
clave para la formación de futbolistas en el
Sur y en Palermo. Las leyendas del barrio
se acrecientan con el paso de los años y
el fiel testigo de ellas es el mostrador. Los
parroquianos del Enrique López, club
nacido en el corazón del barrio –en las
calles Ejido y Cebollatí–, se juntan para
rememorar tiempos pasados, tirar unas
fichas en las máquinas o simplemente
acodarse a los recuerdos. “Yo creo que
todos los barrios tienen una comunión con
determinadas cosas. Es como revivir, estar
presente en el pasado. Las paredes que ves
acá hablan del pasado; no hablan nada de
presente ni de futuro. Apenas este cuadro,
que sería el presente, es la gente que viene
acá, y ya hay gente que ha muerto. Todo
lo demás es historia. La historia es el ayer,
punto. De cualquier forma hay una especie
de comunión para que el pasado no muera.
Te lo voy a decir de otra forma: yo puedo
escribir un libro y puede ser muy criticado
pero esas críticas hacémelas por escrito para
que la historia pueda avanzar. Si no, queda
sólo mi libro. Pero esto no se puede escribir,
y como en la época del juglar en la Edad
Media, la historia se pasa de boca en boca. Y
esa es la historia viviente: esto. Siempre hay
una parte poética del pasado; si tú escuchás
acá a la gente, todo fue mejor en el pasado.
No es que esté bien o que esté mal: es la
historia. No se filtra la vida por el bien y
por el mal, no existe. Existe la historia”.
Esas palabras son de Alberto Santos, uno de
los cantineros del Club Social y Deportivo
Enrique López, que en conversación con
Túnel contó que llegó a la cantina hace
poco más de un año, después de jubilarse.
Alberto es psicólogo social y trabajó 43
años con adolescentes en el Instituto del
Niño y Adolescente del Uruguay (INAU),
Secundaria y Salud Pública. El presidente
del club, Walter Hidalgo, cuenta que el
Enrique López fue fundado el 10 de marzo
de 1933 por un grupo de veteranos; entre
ellos estaba Juan López, el entrenador de la
selección uruguaya campeona en el Mundial
de Brasil 1950. “Le pusieron Enrique López
porque acá en la esquina, en Ejido y La
Cumparsita, había un boliche, un almacén,
y el dueño se llamaba Enrique López. Él les
prometió que les iba a dar las camisetas para
formar al equipo. Ese club estuvo un tiempo
y luego se fundió. A los pocos años los hijos
de esos primeros fundadores también le
fueron a pedir las camisetas a Enrique López
para mantener el nombre. Al final nunca se
las dio y las hicieron con unos pedazos de tela
que le consiguió mi tía Pilar. Este club no era
de fútbol, en aquellos años era de vóleibol;
la cancha la tenían en Cebollatí y Ejido”. Las
Los límites
La ubicación de los barrios suele no ser exacta y con el tiempo se van moviendo los
límites. Pero se podría considerar que el barrio Sur está comprendido entre las calles
Andes, 18 de Julio, Ejido y Rambla Sur (Gran Bretaña). En la calle Ejido comienza el barrio
Palermo, y el rectángulo imaginario abarca las calles Canelones, Jackson y Rambla Sur
(República Argentina).
paredes del club respiran recortes de diario y
fotos de glorias viejas y recientes. Cada tarde,
en la cantina del club, se puede tomar una
copa o simplemente charlar de la vida junto
a Alberto, Daniel y Quiquiriquiño Montiel,
que no es más socio de Central desde que se
llevaron el club para el Parque Batlle.
Por el Enrique López han pasado desde
José Antonio Carajito Vázquez, Juan López,
Óscar Chiquito Chirimini –volante creativo
de River, Peñarol y la selección uruguaya
nacido en barrio Reus del Sur– Joaquín
Bermúdez y Manuel Gadea –campeón
sudamericano de básquetbol con Uruguay
en 1959– hasta los hermanos Diego (el Ruso)
y Omar (el Loco) Pérez, criados en Palermo.
Omar Pérez, como su hermano, jugó en
Enrique López y respira Atenas y Palermo,
y siente la identificación del barrio con
Central: “Desde que era un niño me formé
ahí. Dejé el baby fútbol, agarré el bolsito y
me fui a practicar, a probarme a la Séptima.
Era el lugar más cerca, mi padre es hincha de
Central y en mi barrio se hablaba de ese club.
En varias etapas estuve en Central Español.
De Séptima a Primera, me fui a Argentina y
cuando volví me fui de vuelta a Central; en
el 98 me fui al Aucas de Ecuador, terminé
el contrato, volví y me dejaron libre; ahí me
fui a Villa Española, salimos campeones de la
B y subí a la A; en 2002 estuve con [Miguel
Ángel] Puppo en Central y después el año
pasado con el Ronco [Luis] López”.
¿Dónde jugarán los niños?
Uno de los disparadores de esta nota
–además de repasar un poco la historia de
los barrios– fue la notoria falta de lugares
para jugar al fútbol que existe en la zona.
Lo que antes se llamaba “campito” hoy
está rodeado de edificios y cemento: una
jungla de concreto. ¿Qué genera esto? La
merma en la cantidad de futbolistas de los
barrios Sur y Palermo que trascienden o
que llegan a Primera División. Si bien los
hay –no está bueno generalizar–, el factor
común que señalan los entrevistados es ese:
la falta del campito para poder recrear esa
pasión. En eso también están de acuerdo
Fernando Lobo Núñez y su hijo Noé. Pero
además, recuerdan con cariño el club El
Power: “Era más que un club de fútbol de
barrio; era una obra social. A diferencia
de lo que pasa ahora, cualquier cuadrito
de barrio tenía su propia sede. Su lugar,
su cantina; diferentes entretenimientos:
un billar, futbolito, barajas. Eso lograba
reunir al barrio. El Power, Mar de Fondo,
hacían carnaval, varios tenían actividades
culturales, se organizaban comidas y venían
cantantes de tango, de folclore. También
ayudaban a familias carenciadas; y eran unos
adelantados con respecto a la infraestructura,
y muchos cuadros de Primera no la tenían:
se jugaban campeonatos nocturnos, agua
caliente, equipos para el calentamiento,
zapatos, etcétera”. El Loco Omar Pérez
DESDE EL BAJO
Alberto Santos, cantinero del Club Enrique López, uno de los últimos reductos de la mejor tradición futbolera en los barrios Sur y Palermo. (Foto: AC)
recuerda que, si bien están las canchas
de Enrique López, Don Bosco y Estrella
del Sur, lo que más había antes eran
campitos. “En Ejido y La Cumparsita era
todo verde –ahora pusieron el colector– y
era un lugar en el que nos juntábamos
todos de chicos. Atrás del edificio donde
vive mi abuela hay una canchita que hoy
por hoy es un estacionamiento. El único
predio que quedó, más o menos, fue donde
derrumbaron el INVE, hay una canchita de
fútbol y era donde jugábamos”.
Walter Hidalgo es aún más fuerte con
su comentario: “Un desastre. Antes era un
semillero. Yo me pasaba con la pelota de la
mañana a la noche, nos pasábamos jugando.
Se aprendía en el campito. Los barrios que
sacan más jugadores son los periféricos,
donde siguen existiendo los campitos; y
en el interior del país, obviamente. Hasta
la generación del Ruso [Diego Pérez] los
chiquilines salían de acá, hoy hay muchos
que no saben dónde está la sede. Los colores
de Palermo eran nuestro orgullo: el rojo,
blanco y azul. ¿Por qué esos colores? En el
rancho La Facala (Isla de Flores entre Salto
y Tacuarembó), en el año 1900, vivía un
señor italiano que se llamaba Francisquito
y él hizo una de las primeras comparsas
de negros y lubolos: los Esclavos del
Nyanza. Y le puso esos colores, que luego
todas las comparsas y cuadros de Palermo
adoptaron”.
Carajito Vázquez, la leyenda
En Historia de Peñarol, libro escrito por
Luciano Álvarez, con colaboración de
Leonardo Haberkorn, aparece en acción
José Antonio Carajito Vázquez, un famoso
personaje del barrio Palermo. Carajito
fue un gran futbolista y protagonizó un
hecho inédito en un clásico entre Peñarol
27
sur y palermo
empezaron a gritar, se bajó los pantalones y
le mostró los testículos al público. Extrañaba
horrores; había una bohemia antes que no
existe hoy, eran tipos de rancho”, cuenta
Walter Hidalgo. El periodista Joselo
Olascuaga también recuerda historias
sobre Carajito. Randolph Galloway, un
entrenador inglés que tuvo Peñarol, previo a
los partidos repartía papeles a los jugadores
con las instrucciones de lo que debían hacer
en la cancha. El papel que le tocó a Carajito
decía: “Usted la toca y se va”. Empezó el
partido, Vázquez la tocó y se fue: “Cuando
me vio entrar en el túnel, Galloway me
preguntó desesperado: ‘¿Qué hace?, ¿A
dónde va?’. ‘Al túnel. ¿No me dijo que la
tocara y me fuera?’”.
Las paredes del Enrique López reflejan la rica historia de los barrios del sur de Montevideo.
túnel mar- abr 2016
y Nacional, el 10 de setiembre de 1944.
Vázquez, jugando para los carboneros, se
sentó en la pelota en pleno clásico. La idea
había sido preparada junto al kinesiólogo
Ernesto Matucho Fígoli. La consigna era
sentarse sobre el balón a cinco minutos del
final del encuentro, y lo hizo junto al sector
de la tribuna Olímpica. Ese clásico lo ganó
Peñarol por 2-0 con goles de Obdulio Varela
y José María Solito Ortiz. Walter Hidalgo lo
recuerda así: “Aparte de ser un gran jugador
de fútbol –nosotros no lo vimos– era un
gran cocinero. Un tipo muy dulce, muy
querido por todos los chiquilines de aquella
época”. Carajo –también lo apodaban
28
Toto– Vázquez llegó a Peñarol en 1936
desde la Liga Palermo. Le debe el apodo a
su papá, que lo escuchaba “carajear” contra
sí mismo mientras ensayaba algunas jugadas
y “malabarismos inverosímiles que hicieron
su fama de rey de la gambeta, especialista
de la jopeada y de todos los fundamentos”,
según consigna Álvarez en la Historia de
Peñarol. Vázquez, además, jugó en Boca
Juniors, Platense y Central Football Club.
“La leyenda de que se volvió de Boca
porque extrañaba el barrio es verdad. A
él lo vendieron porque en un partido lo
sacó el técnico –le saltaba la térmica y
hacía cualquier cosa– y los contrarios le
El sonido de la calle
Milita Alfaro: “¿El fútbol fue importante durante la infancia?”.
Jaime Roos: “Como para la gran mayoría de los uruguayos, el fútbol es algo muy importante
en algún lugar de la mente. Para empezar, era el único deporte que se practicaba espontáneamente en la calle, en el campito donde ahora han hecho un espantoso edificio de veinte
pisos, en Durazno y Convención. Hasta que tuve once años, jugué ahí al fútbol todas las
tardes de mi vida. Interrumpía de seis a seis y media para escuchar Beatlemanía y después
renganchaba. Pero también iba a ver los partidos. Toda la mitología futbolera habida y por
haber la asimilé”.
Libro entrevista El sonido de la calle, por Milita Alfaro. Ediciones Trilce, 1987.
Un mar de fondo
“Acá abajo, donde están todos esos jardines
–al lado de la Ancap– eran ranchos de
pescadores. Y Mar de Fondo saca el nombre
de ahí, de la calle Cebollatí 1635. Estaban
ahí en el rancho –tenían ganas de hacer un
cuadro– y vino una sudestada y no quedó
nada, se lo llevó el agua; y le pusieron Mar
de Fondo”, relata Walter Hidalgo. El Club
Atlético Mar de Fondo nació el 25 de agosto
de 1934 en un barrio orgulloso de ser como
era, de negros y blancos, que fue vaciado en
1978 en plena dictadura. Ese vaciamiento
se llevó también a los clubes y Mar de
Fondo –campeón de la Extra en 1951 y
de la Intermedia en 1952, 1958, 1961 y
1969– no estuvo ajeno a esa expulsión de
los orígenes. De él sólo quedaría la cantina,
el baby fútbol y el sueño de volver a ser.
El 8 de agosto de 2004 el Marde volvió a
pisar una cancha de fútbol con victoria ante
Parque del Plata gracias a los incansables
esfuerzos de Walter Tellechea y Ruben
Cholo Iguini. Hoy el club compite en la
Segunda División Amateur –la C– de la
Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) sin
campañas que ilusionen a sus viejos hinchas
del Sur y Palermo. La sede, claro, no está
más en el barrio y se mudó a la Unión:
los colores blanco y negro deambulan por
las calles Pernas y Juan B. Morelli, pero
el corazón sigue cerca de la costa. Iguini,
actual presidente del club, cuenta: “Mar de
Fondo es, de Palermo, lo más grande. Era
el cuadro que más gente llevaba, el que más
hinchas tenía. Fijate que en Palermo estaba
Peñarol –Maldonado y Yi–, Central, más
para el lado del Sur estaba El Power. Mar
de Fondo fue grande en Palermo, con sus
colores blanco y negro por la integración del
barrio Ansina. El carnaval de Mar de Fondo
fue el más importante de Montevideo; en el
fondo de la sede había cinco mesas de ruleta
clandestina y con eso se solventaba todo el
año el club”.
Como cuenta Olascuaga en uno de sus
artículos dedicados al barrio y a su querido
Mar de Fondo, el club blanquinegro “no sólo
es un referente deportivo por los nombres
El viejo Central
El Central Español Fútbol Club nació el 5
de enero de 1905 con el nombre de Central
Football Club. Con los colores de Los
Esclavos del Nyanza –rojo, azul y blanco– y
tras la fusión de los clubes Central y Solís,
el equipo palermitano también fue uno de
los grandes de la zona y se consagró en las
grandes ligas tras ser campeón uruguayo de
Primera División en 1984. Los de Palermo
inauguraron su estadio –el Parque Palermo–
en octubre de 1937 pero, al igual que Mar
de Fondo, abandonaron su barrio originario.
Ya como Central Español –desde el año
1971– e instalado en el Parque Batlle, el
club, como era de esperar, comenzó a perder
adeptos e identidad barrial. “El barrio era de
Central. Por razones lógicas, cada vez quedan
menos hinchas ahí. En Parque Batlle no tiene
hinchada; lo mismo le pasó a Mar de Fondo,
que era el club pesado del barrio. Tenía una
hinchada bravísima. Y siempre tenía buenos
equipos para su divisional, era un cuadro
fuerte, de mucho arraigo”, le cuenta Miguel
Ángel Puppo –emblemático exponente del
barrio, como futbolista y entrenador– a
Túnel. Puppo, que vivió toda su vida en el
barrio Palermo, cuenta que esa identidad
tan mencionada entre los entrevistados “se
ha perdido: cada vez salen menos jugadores
de Palermo porque no existen más canchas”.
“Los campeonatos de verano ahí eran
extraordinarios: empezaban a las seis de la
tarde y terminaban a las ocho porque había
luz. Venían jugadores de Primera División
de todos los equipos. Yo jugué en el Tacuarí
–el clásico era con Yacumenza– y en el Noa
sur y palermo
insignes que lucieron su camiseta (Gambeta,
Chirimini, Clavarés, El Tigre Young, Plácido
Rodríguez, Paech, Morelli, Iguini, Sarro,
Chagas, Verdi, Pedutto, Roberto Píriz,
Gradín, Riobó, Bagnulo, Cacho Vázquez,
entre tantos otros), sino por el simbolismo
mismo de esa camiseta (negra y blanca, por
representar a un barrio de negros y blancos,
como el Yacumenza de esa Liga Palermo que
albergó al Atlanta, El Power, El Okey, Arriba
y Abajo, El Fortín, La Sospecha, Universal
Ramírez, El Bicho Feroz, La Cumparsita,
entre otros equipos), es también un referente
de Uruguay como nación, como país
republicano y democrático”.
Esa referencia e identidad barrial se ha
perdido con el tiempo: “Los hinchas de Mar
de Fondo andan por los noventa años casi
todos. Agarrás un pibe ahora y no tiene idea
de que el club es de Palermo; sólo los padres
o abuelos de esos muchachos lo recuerdan.
Me vinieron a hablar hace poco para ver si
podíamos llevar el club al barrio, integrarlo
con gente de Atenas y Welcome; la idea me
fascina pero estamos viendo. En la camiseta
o en algún banderín siempre vas a ver la
leyenda ‘Somos de Palermo’. Yo no quiero
perder la identidad del barrio, para nosotros
es un orgullo ser de Palermo”, cierra Iguini.
Los hermanos Omar y Diego Pérez, nacidos futbolísticamente en el Enrique López.
Collage de fotos con la emblemática figura de Carajito Vázquez en el centro.
Noa”, rememora. Sobre la rivalidad barrial
entre Central y Mar de Fondo, Alberto
Santos, cantinero del Enrique López,
recuerda: “Me hacía la rabona en sexto
año y en primero de liceo para ir a ver a
Mar de Fondo. Era terrible el clásico, era
bastante picante a pesar de que se conocían
y todo. Recuerdo más cuando estaba en el
liceo porque jugaba los sábados y ya había
decidido que cuando jugaba Mar de Fondo
no iba a entrar. Jugaba en el Palermo y en
otras canchas; yo lo seguía por todos lados”.
En Palermo nació un grito
es Central que no ni no
Canta, viejo Palermo
Canta de nuevo
Felicidad
Vive porque tu sueño
de ser campeones es realidad.*
*Fragmento del himno de Central Football
Club
_Juan Aldecoa
29
INFORME
Eugenio Figueredo, 2006. (Foto: Ricardo Antúnez / Adhocfotos)
su vertiginoso accionar culminó tras las rejas
túnel mar- abr 2016
Ascenso y caída de Don Eugenio
30
“El poder es una cosa reservada
a muy poca gente. A veces uno
cree que con el dinero le alcanza
y (en realidad) lo que uno quiere no es dinero: es poder. Pero
el poder es una droga que si no
se administra bien, te puede
llegar a matar”. Sentado en su
despacho de la AUF, Eugenio
Figueredo recibió a dos jóvenes
periodistas del programa Locos
por el fútbol, del Canal 11 de
Santa Lucía, y contestó una
pregunta que tiene mucho de
actualidad: “¿Qué es el poder?”.
Figueredo nació el 10 de marzo
de 1932, en Santa Lucía (Canelones), pero a los pocos años
se mudó, junto a su familia, a
Montevideo. Se instalaron en
una casa del barrio de la Unión,
y al poco tiempo se mudaron
al Buceo, donde Eugenio vivió
su adolescencia. Por intermedio
de unos amigos, se enroló en las
divisiones formativas de Huracán Buceo.
Sobre mediados de los años
cincuenta, Figueredo llegó a
integrar el plantel principal del
club, en la vieja divisional Extra. Jugaba de lateral derecho.
Su carrera como futbolista fue
efímera y sin mayor destaque.
Tras su retiro, decidió seguir
vinculado a la institución, pero
fuera del campo de juego, como
dirigente. Desempeñó algunos
cargos menores, hasta que fue
electo presidente en dos períodos: 1971-1972 y 1976-1977.
Poco a poco, comenzó a forjar
una extensa carrera dentro del
ámbito dirigencial. Se transformó en un hombre conocido,
por su actitud diligente y expe-
ditiva para resolver problemas,
y comenzó a estrechar vínculos
con los principales dirigentes
del fútbol uruguayo. En su actividad particular, también le iba
bien: se consolidó como un empresario medianamente exitoso
del rubro automotor, al tiempo
que incursionó en el sector
inmobiliario, con inversiones
rentables que aumentaron su
creciente fortuna.
Su despegue hacia el contexto internacional no demoró en llegar.
Fue designado delegado de la
selección uruguaya de fútbol en
varios torneos, donde aprovechó
su bonhomía para relacionarse
con una camada de dirigentes
que lideró los destinos del fútbol
sudamericano durante más de
veinte años: Nicolás Leoz, Julio
Humberto Grondona, Eduardo
de Luca y Romer Osuna. Junto a
ellos se transformó en uno de los
hombres fuertes de la Confederación Sudamericana de Fútbol
(Conmebol).
Esos contactos le permitieron
consolidar su figura en Uruguay. En 1997, fue electo presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), cargo que
desempeñó hasta 2006, cuando
el gobierno de Tabaré Vázquez
“fogoneó” su salida. Antes, durante y después de esos nueve
años integró el Comité Ejecutivo de Conmebol. Las denuncias
de corrupción que provocaron
la caída de su “amigo” Nicolás
Leoz, en 2013, derivaron en su
asunción como presidente del
máximo órgano del fútbol sudamericano y como vicepresidente de la FIFA.
El ascenso de Figueredo
“Era querido por todo el mundo”, afirmó un dirigente a Túnel. Corrían los años ochenta y
Figueredo comenzaba a consolidarse como una figura conocida
dentro del fútbol uruguayo. Ser
presidente del Huracán Buceo
le había permitido vincularse
con los altos dirigentes del fútbol local. Su personalidad extrovertida y carismática, su capacidad de generar empatía con los
demás hicieron el resto.
Integró el comité organizador
del Mundialito del 80, un
torneo disputado en plena dictadura que nucleó a las selecciones campeonas del mundo hasta
esa fecha, y un año después se
le designó en una comisión de
la Divisional B. Fue sólo el comienzo de su meteórica carrera.
Por esos años, Figueredo repartía su tiempo entre sus negocios
en la automotora, ubicada en
Ejido y Soriano, y su “trabajo”
en la AUF. Conducía un Fiat,
modelo Ritmo, de color azul,
que un día sí y otro también era
estacionado por su propietario
en las proximidades de la sede
de la AUF.
Con el paso del tiempo, y por
su contracción al trabajo, se
transformó en un hombre de
confianza del Consejo Ejecutivo, que encabezaba el coronel
Héctor Juanicó. Figueredo sabía
todo lo que sucedía en la AUF.
No había nada que se le pasara por alto, nada que le fuera
desconocido. Forjó un estrecho
vínculo con los funcionarios y
se transformó en insustituible.
“Era como un sexto neutral”,
puntualizó un dirigente. Cuando la delegación de un club pretendía reunirse con el Ejecutivo,
era él quien solía recibirlos; la
mayoría de las veces participaba
en forma activa de esas conversaciones. “Te recibían con un
whisky y una caja de 50 sándwichs, y se hablaba de todo. Era
otra época”.
Su tarea en el Mundialito y su
participación como delegado
de la AUF en diversos torneos
le permitieron abrir una puerta
hacia la Conmebol. Integró
la Comisión de Protocolo del
Mundial de México 1986, y,
posteriormente, encabezó la
delegación de la selección uru-
El Complejo Uruguay Celeste
La gestión de Eugenio Figueredo estuvo pautada por luces y
sombras, por cuestionamientos y polémicas, pero también por el
desarrollo de una obra emblemática para el fútbol uruguayo: la
construcción del Complejo Uruguay Celeste. Esa obra es destacada tanto por oficialistas como por opositores a su gestión. “Se
movió muy bien en FIFA para conseguir los recursos económicos.
Fue uno de los logros y obras que quedaron”, señaló un dirigente.
guaya que, dirigida por el maestro Óscar Washington Tabárez,
participó de los Juegos Odesur
en Santiago de Chile.
Durante esos Juegos Odesur,
Figueredo era un habitué del
lobby del hotel Sheraton –punto
de encuentro de los dirigentes
sudamericanos– desde primeras horas de la mañana. En ese
“Figueredo parecía
un conde. Cuando
había algún tema
importante y venía
la televisión siempre
estaba arreglado,
algunas veces llegó
a venir maquillado,
con base en la cara y
los ojos delineados,
parecía un actor de
cine”.
ambiente, se movía “como pez
en el agua”; apenas iba a los
partidos. Para esa época ya tenía
una estrecha relación con Leoz,
Grondona, De Luca y Osuna.
En Conmebol hacía un poco de
todo: veedor, tareas administrativas, se encargaba de organizar
las reuniones entre dirigentes.
Y esos vínculos se los hacía notar a los dirigentes uruguayos.
“Le gustaba mostrarse con ellos
y mostrarle al resto que ellos lo
conocían”. Su primer cargo relevante en la AUF lo obtuvo en
1991, durante la presidencia de
Julio César Maglione: secretario
de Relaciones Públicas. Cuatro
años después fue presidente
del Comité Organizador de la
Copa América Uruguay 1995.
El título ganado por Uruguay
terminó de consolidar su figura
en el ámbito local. Su destino
estaba marcado.
La elección de Figueredo
Los malos resultados deportivos
(la eliminación del Mundial
Estados Unidos 1994 y el titubeante paso en la eliminatoria
para el Mundial Francia 1998),
así como una fuerte presión de
Peñarol por temas políticos provocaron la salida del presidente
de la AUF, Carlos Maresca.
Eran épocas difíciles en el organismo de la calle Guayabos, con
una profunda crisis económica
y política.
Esa crisis derivó en la elección
de un Consejo Ejecutivo provisorio por 120 días, encabezado
por el presidente de Wanderers,
Raúl Aguerrebere, que adoptó
algunas decisiones importantes,
que permitieron atenuar la crisis. Sin embargo, seguía sin existir un consenso sobre la persona
que comandaría los destinos del
fútbol uruguayo. En ese contexto, Defensor Sporting impulsó
la candidatura del doctor Alberto Ney Castillo, por entonces
presidente de CAFO. Su nombre tenía el respaldo de Peñarol
y de otros clubes, por lo que fue
propuesto a la Asamblea General, con la firme posibilidad de
que fuera electo. Pero Nacional
anunció que no acompañaría su
candidatura.
Fue entonces que surgió su
nombre. Figueredo había
asumido en 1993 como vicepresidente de Conmebol, y
Nacional presentó su candidatura como un hombre capaz de
liderar los destinos del fútbol
uruguayo en tiempos de crisis.
Su carta de presentación eran
sus importantes “conexiones
internacionales”, esas que había
labrado con destreza y esmero
durante años. “Se creía que era
un hombre que por su contacto
a nivel internacional iba a poder
ayudar al fútbol uruguayo”, dijo
a Túnel Fernando Nodar, ex
presidente de Danubio.
Fue una elección reñida. La
primera votación terminó en
empate: cinco a cinco por lado.
Castillo recibió el respaldo
de Defensor Sporting, Cerro,
Danubio, Peñarol y la Segunda
División, al tiempo que Figueredo fue votado por Nacional,
Huracán Buceo, River Plate,
Rentistas y Racing. Hubo tres
abstenciones: Liverpool, Wanderers y Rampla. Ninguno
obtuvo los votos para ser electo,
por lo que se decidió pasar a un
cuarto intermedio de algunos
días para habilitar la negociación en busca de consensos.
El lunes 7 de julio se realizó
la “segunda vuelta”. Se realizó
una votación secreta, en la cual
Figueredo obtuvo una leve
ventaja: 7-6. Un nuevo cuarto
intermedio, esta vez de media
hora, permitió convencer a
Cerro de acompañar la candida-
Ascenso y caída de Don Eugenio
Estaba en la cúspide de su carrera dirigencial, era un hombre poderoso y con vínculos
en todo el mundo. Pero todas
las historias tienen un “pero”,
y la de Figueredo no es la excepción. En mayo de 2015, un
grupo de efectivos policiales
de Interpol - Suiza ingresaron
al lujoso hotel Baur au Lac de
Zürich, a los pies de los Alpes,
y detuvieron a una decena
de dirigentes de Conmebol y
Concacaf (Confederación de
Norteamérica, Centroamérica
y el Caribe de Fútbol), imputados en una intrincada trama
de pago de sobornos y lavado
de activos. Entre los detenidos
estaba Figueredo.
Ocho meses antes, en octubre
de 2014, Figueredo había declarado ante la Justicia uruguaya
en relación con una denuncia
penal presentada por varios
clubes por eventuales hechos
de corrupción en la Conmebol. Por este motivo, la jueza
Adriana de los Santos solicitó
su extradición, y tras una larga
batalla en los estrados judiciales
suizos, se logró su traslado a
Uruguay. Figueredo volvió al
país el jueves 24 de diciembre,
al mediodía. Esa misma tarde
fue procesado con prisión por
los delitos de estafa y lavado de
activos.
Fue la caída de Eugenio Figueredo. Un hombre polémico,
que alcanzó los cargos más
relevantes del fútbol uruguayo
y sudamericano. Un hombre
poderoso, que hizo carrera dentro del concierto internacional
y que terminó en prisión por
recibir coimas de parte de los
empresarios. Porque a veces el
poder puede transformarse en
una droga.
31
Ascenso y caída de Don Eugenio
Junto a Joseph Blatter, en tiempos en que el poder les sonreía. (Foto: Nicolás Celaya / Adhocfotos)
túnel mar- abr 2016
tura de Figueredo, y la balanza
comenzó a inclinarse a su favor:
8-5. Fue entonces que Peñarol
tomó la palabra: el delegado
José Carlos Domínguez anunció
que cambiaba su voto “para no
seguir manoseando nombres” y
llamó a todas las instituciones a
votar por Figueredo y que fuera
electo por unanimidad. La decisión generó el rechazo de Defensor Sporting, que se retiró de
sala. La votación terminó 11-1,
con el único voto en contra de
Danubio.
“Nuestra institución entendió
que no se podía dilatar más, no
se podía continuar con este manoseo de nombres. [Esta noche]
tenía que salir el presidente de
la AUF”, declaró Domínguez a
la prensa. Esta situación fue reflejada por la prensa al otro día:
“Peñarol ‘puso’ a Figueredo en
la AUF” y “Eugenio Figueredo,
presidente… por cansancio”,
32
fueron los títulos de La República. Nacional estaba conforme
con la decisión: “Hubiese sido
un gran desperdicio dejar pasar
la oportunidad de poder contar
con un hombre de la capacidad
de Figueredo para comandar
los destinos de nuestro fútbol”,
afirmó el delegado tricolor, Daniel Barreiro.
De esta forma, el novel presidente contaba con un respaldo
explícito de “los clubes grandes”, lo que se reflejó en la elección del cuerpo de neutrales:
Juan Pedro Damiani (Peñarol),
Victor Della Valle (Nacional),
Daniel Pastorini (Wanderers) y
Carlos Molinari (River Plate),
que al poco tiempo fue remplazado por Jorge Almada (River
Plate). Asumió una semana
después de que la selección Sub
20, liderada por Nicolás Olivera
y Marcelo Zalayeta, obtuviera el
vicecampeonato en el Mundial
La designación de Tabárez
Una de las últimas decisiones de Figueredo al frente de la Asociación Uruguay de Fútbol (AUF) fue la designación de Óscar
Washington Tabárez como técnico de la selección. Desde entonces se señaló a esa designación como un intento de Figueredo
de conciliar con el gobierno del Frente Amplio que “fogoneaba”
su salida, ya que Tabárez había asumido un rol importante en
el programa “Gol al Futuro”, impulsado por el Poder Ejecutivo.
“Eso no es cierto, lo de Tabárez no fue ni una imposición, ni un
intento de conciliar con el gobierno. Hacía mucho tiempo que
el nombre de Tabárez estaba sobre la mesa, pero había mucha
gente que no quería a Tabárez, y Figueredo no quería problemas”, afirmó un dirigente de confianza de Figueredo.
Malasia 1997. Sus primeras palabras fueron una muestra de la
situación que se vivía: “Hay que
ordenar la casa”.
Su Presidencia
Figueredo inició su mandato
dando muestras de su importante gama de contactos en
Uruguay y en el exterior. Se
reunió con personalidades del
gobierno y del contexto internacional, en busca de fondos para
las alicaídas arcas de la AUF, y
comenzó a delinear ideas para
combatir el déficit operativo del
organismo. Planteó la necesidad
de reducir funcionarios e incluso propuso vender la sede de la
calle Guayabos.
Con el respaldo obtenido,
Figueredo se convirtió en un
presidente con amplios poderes
y activo en la gestión de los
problemas cotidianos del organismo. “Puso a hombres de
su confianza en cargos clave,
y con el conocimiento que ya
tenía de la AUF se transformó
en una especie de panóptico:
sabía todo”.
Durante su mandato, instrumentó los cambios aprobados
en el interinato, entre ellos, la
creación de la Mesa Ejecutiva.
“Eso permitió una descentralización, y que el Consejo
Ejecutivo atendiera los grandes temas”, dijo a Túnel un
dirigente cercano a Figueredo.
Pero la forma de hacerlo tuvo
sus detractores: “Eliminó la
reunión de delegados de la
AUF, que se hacía los lunes o
martes a las 19 horas. La AUF
dejó de ser un ámbito de debate y se transformó en un lugar donde se iba por trámites
administrativos”. A eso se sumaba que “las asambleas eran
pour la gallerie”, ya que cuando un tema llegaba a votarse
“ya estaba todo cocinado”.
“Él tenía un método de trabajo
muy pragmático y muy inteligente. Cuando había un tema
importante hacía reuniones
fuera del ámbito de la AUF, con
una picada y algunos whiskys
de por medio, y buscaba el
momento oportuno para plantearlo. Ahí se cocinaba todo,
después se hacía la votación
protocolar, pero se decidía ahí.
Desde ese punto de vista, su accionar no era cristalino, porque
a esas reuniones no iban todos
los clubes”, afirmaron las fuentes. Esas reuniones se hacían en
la sede de algún club afín, en el
restaurante El Entrevero, en el
club Armonía o, ya sobre el fin
de su mandato, en el Complejo
Uruguay Celeste.
Sin embargo, su primera presidencia estuvo signada por la
venta de los derechos de televisión del fútbol uruguayo a la
empresa Tenfield SA, propiedad del empresario Francisco
Paco Casal. Tenfield obtuvo
los derechos de televisión tras
ofrecer cincuenta millones de
dólares, por un contrato a diez
años, luego que la asamblea de
clubes rechazara un contrato de
Bersabel SA por 82 millones de
dólares.
Figueredo fue un activo partícipe de la negociación: “En ese
momento Paco tenía un contrato muy pequeño por todos
los derechos. Con Juan Pedro
Damiani le ofrecimos el fútbol
a los tres canales. Ninguno lo
quiso. Entonces negociamos
con Casal e hicimos un contrato de cincuenta millones de dólares por diez años. Eso fue en
1997. Probablemente si hoy lo
revisás decís ¡qué barbaridad lo
que se hizo!, pero era 1997 y no
había nada, ¡nada! Era lo único.
Cumplió, pagó y hasta hoy veo
que el único dinero que circula
en Uruguay es el de Casal”, declaró Figueredo al diario El País
en 2014. El contrato fue aprobado por amplia mayoría, con
el voto contrario de Nacional,
Liverpool y River Plate.
Un hombre político
Si en algo coinciden todos es que
Figueredo tenía una contracción
al trabajo superior a la media de
los dirigentes del fútbol uruguayo, y una capacidad de negociación que le permitía solucionar
los asuntos más problemáticos,
sin perder su base de apoyo. “Era
muy profesional, un dirigente
con dedicación plena. Para la
mayoría de los dirigentes esto es
un hobby, un trabajo honorario.
Él era un dirigente profesional”,
afirmó un dirigente. “Era una
persona muy simpática, con
carisma, muy trabajador. Se despertaba y ya estaba llamando por
teléfono e interiorizándose de las
cosas que pasaban en la AUF”,
aseguró otro.
Además, tenía “una gran habilidad” para moverse en el ámbito
político interno del fútbol.
“Sabía que para gobernar debía
contar con el visto bueno de
Nacional y Peñarol, y por eso
los protegía. Siempre favorecía
a los grandes, y no se jugaba
ni para un lado ni para el otro.
Cuando surgió un problema
con la Mesa Ejecutiva, la solución fue ampliar de tres a cinco
sus miembros: agregó un representante de Nacional y otro de
Peñarol”, dijo Nodar.
Pero Figueredo no descuidaba al
resto de los clubes. “Le pasaba
la mano a todo el mundo, y así
tenía muchos laderos. La gente
en los cargos importantes era
de su confianza”. “Lo cierto es
que Figueredo cambió, con el
tiempo se transformó en otra
persona, se paraba por arriba de
todos. Hay muchos dirigentes
que nacieron y crecieron gracias
a Figueredo, nadie quería estar
enojado con él”, expresó una
fuente.
Un dirigente cercano a Figueredo explicó a Túnel que su
principal virtud era también
uno de sus defectos: “Tenía un
estilo de conducción sumamente personalista, no era de delegar, y siempre estaba ‘apagando
incendios’, pero por su estilo
intentaba evitar el conflicto con
los clubes y entre los clubes, por
lo que su gestión tenía un sesgo
‘populista’, y eso atenta contra
la posibilidad de realizar cambios. Cuando tenés que transar
se dificulta establecer una política a largo plazo”.
Y continuó: “Durante su mandato se concretaron varios de
los puntos que estaban en el
proyecto impulsado tras la renuncia de Maresca […] pero
no el sinceramiento económico
de los clubes. La idea de profesionalizar al fútbol uruguayo
duró un año. Y eso tuvo que ver
“Sabía que para
gobernar debía
contar con el visto
bueno de Nacional
y Peñarol, y por
eso los protegía.
Siempre favorecía
a los grandes, y no
se jugaba ni para
un lado ni para el
otro. Cuando surgió
un problema con la
Mesa Ejecutiva, la
solución fue ampliar
de tres a cinco sus
miembros: agregó
un representante de
Nacional y otro de
Peñarol”.
con su personalidad: para evitar
conflictos, se siguió con el temperamento que se tenía antes”.
Esto implicó aceptar el ascenso
de clubes que no cumplían con
las condiciones mínimas para
jugar en Primera División.
Un dirigente opositor fue más
contundente: “Quería mantener
a todos contentos, era una forma de consolidar su poder”. Esa
forma de hacer política hizo que
“Figueredo era un maniobrero. Siempre estaba
pensando en cómo acomodarse y quedar bien, pero si
te tenía que cocinar, te cocinaba. Pero en una forma
muy política, muy simpático. Te cagaba con una
sonrisa”, afirmó un dirigente.
Figueredo intentara interceder
en las decisiones de los distintos
órganos ejecutivos de la AUF.
Sobre todo cuando era un tema
importante, en especial cuando estaba involucrado uno de
sus clubes aliados. Eso ocurrió
cuando el Tribunal de Penas
analizaba sanciones para Peñarol
y Cerro, como parte del expediente abierto tras el homicidio
del hincha cerrense Héctor da
Cunha, en marzo de 2006.
En los corrillos de la AUF trascendió que el Tribunal quería fijar una sanción ejemplarizante,
por lo que Figueredo empezó
a mover sus contactos y realizó
varias llamadas telefónicas en
procura de atenuar la pena, ya
que una sanción severa podía
implicar el descenso de Cerro.
Hizo lo que estuvo a su alcance,
pero no tuvo éxito: Peñarol recibió una pena de doce puntos;
Cerro de seis y descendió. Su
poder estaba en declive.
La salida
“El gobierno no va a intervenir pero no puede dejar de
considerar como una muy
mala noticia y como la peor
expresión de un continuismo
y un bloqueo a los cambios la
posibilidad de que Figueredo
continúe en la Presidencia” de
la AUF, afirmó el entonces ministro de Turismo y Deporte,
Héctor Lescano, hombre de
fútbol y persona de confianza
del presidente Tabaré Vázquez,
al semanario Búsqueda.
Corría julio de 2006 y el gobierno del Frente Amplio lanzaba un mensaje contundente
sobre la necesidad de impulsar
un cambio en el fútbol uruguayo. “El fútbol requiere cambios
y darse un buen baño de agua y
jabón y con cepillo de alambre”,
continuó Lescano. Sus dichos
tenían un trasfondo. Desde hacía varios meses Figueredo había
comenzado a mover sus piezas
para ser reelecto nuevamente.
En 2002 su reelección había
sido sencilla. Figueredo no tuvo
oposición y superó los dos ter-
cios de votos necesarios para ser
electo presidente: obtuvo quince votos a favor (Bella Vista,
Central Español, Cerro, Deportivo Maldonado, Juventud de
Las Piedras, Nacional, Paysandú
Bella Vista, Peñarol, Progreso,
Racing, River Plate, Tacuarembó, Villa Española, Wanderers
y la Segunda División). Sólo
votaron en contra Danubio y
Defensor, al tiempo que se abstuvieron Fénix y Plaza Colonia.
Pero cuatro años después la historia era distinta. “La situación
no era la misma que en 2002, se
trataba de un posible tercer período, que sería en otras condiciones, porque varios de quienes
lo habían acompañado antes
estaban cansados”. Además,
Figueredo era duramente cuestionado tras firmar la extensión
de los contratos de televisión
con Tenfield SA sin consultar a
la asamblea de clubes.
“Hubo una cantidad de cosas
que eran turbias, que no eran
claras. Por ejemplo, José Luis
Palma (presidente de Liverpool)
había estudiado los contratos
con la televisión y descubierto
varias cosas que nunca se habían votado en las asambleas. A
partir de eso hubo varias charlas
con él pidiéndole que se retirara”, afirmó un dirigente, actor
fundamental de ese proceso.
Pese a esto Figueredo siguió
moviendo sus influencias, con
intensas reuniones con los clubes, pero con el apoyo vacilante
de Peñarol y Nacional. Su suerte
estaba echada. “No hubo una
injerencia directa del gobierno,
pero sólo con las declaraciones
de Lescano era suficiente. Cuando un ministro sale a decir que
el fútbol precisa un cambio y
que está sucio… Renunció contra su voluntad, pero la situación
se hizo insostenible. De no haber
renunciado, la cosa podría haber
terminado peor. Él estaba cercado por una cantidad de errores
que había cometido”, agregó
el dirigente. El 21 de julio de
2006, Figueredo presentó su
renuncia.
Ascenso y caída de Don Eugenio
Según una crónica del periodista Diego Muñoz, la mayoría de
los clubes tenía previsto votar
la propuesta de Bersabel, hasta
que Casal irrumpió en la asamblea y logró que varios cambiaran su posición. “Alguien llamó
a Paco por teléfono. No sé
quién fue, pero alguien lo llamó
y apareció en la asamblea”. Lo
cierto es que ese negocio consolidó el poder de Casal en el
fútbol local. “Sigo convencido
de que estuvimos bien en votar
eso”, dijo Nodar a Túnel.
33
Ascenso y caída de Don Eugenio
El final del juego
Tras su salida de la AUF, Figueredo se enfocó en su carrera en
la Conmebol, como hombre de
confianza de Leoz. Su ascenso
definitivo se produjo en 2013,
cuando acuciado por denuncias
de corrupción en su contra,
Leoz abandonó su cargo en el
organismo. Figueredo fue designado presidente de Conmebol
y vicepresidente de FIFA. “No
voy a competir con la imagen de
Nicolás Leoz. Él fue una historia
grande. […] Soy amigo de él y
cuando uno es amigo de otra
persona prácticamente los problemas que tiene uno, los tiene
otro. Uno en los años se encuentra con tropiezos que no puede
superar, este fue injusto para
él. Son temas muy viejos que
se empezaron a dar vuelta por
estupideces y hubo intención de
querer seguir dándole y dándole.
Pero es un tema que lo quiero
dejar de lado. Nosotros tenemos
una confederación sana”, declaró
Figueredo, al diario La Tercera
(Chile).
Pero los hechos no le dieron la
razón. En mayo de 2015, meses
después de su alejamiento de la
Conmebol, Figueredo y una de-
cena de dirigentes fueron detenidos en Zürich (Suiza), imputados por la Fiscalía General de
Estados Unidos como partícipes
de una red de sobornos. La Fiscalía estadounidense afirmó que
Datisa SA (un consorcio conformado por Traffic SA, Torneos
& Competencias SA y Full Play
Group SA) se comprometió a
pagar cien millones de dólares
en sobornos a los dirigentes por
la cesión de los derechos de tres
ediciones de la Copa América y
de la Copa América Centenario,
un torneo que se jugará este año
en Estados Unidos.
Con base en el testimonio
de “testigos arrepentidos” se
constató que esa trama de corrupción se gestó a principios
de los años noventa, cuando
el propietario de Traffic, el
brasileño José Hawilla, accedió
a pagar coimas a Leoz y otros
dirigentes por la cesión de los
derechos de la Copa América. Esas prácticas también
se extendieron a los torneos
continentales de clubes: Copa
Libertadores, Mercosur y Copa
Sudamericana, cuyos derechos
eran propiedad de Torneos &
Competencias.
“Ahora hay muchos que se dieron vuelta y que dicen
cualquier cosa de Figueredo, pero hasta hace poco
eran sus amigos. Hace un par de años, Figueredo
festejó el cumple de 15 [años] de su hija y estaban
todos: dirigentes, funcionarios. Incluso, algunos de
los que lo denunciaron”, narró una fuente.
Esos pagos involucraron directamente a Figueredo. Según el
indictment (acusación) de la Fiscalía, el ex presidente de la AUF
recibió más de diez millones de
dólares en coimas por accionar
en favor de las empresas propietarias de los derechos de televisión. Los hechos investigados en
Estados Unidos eran similares
a los que desde 2013 venía indagando la Justicia uruguaya.
Por este motivo, la jueza De los
Santos, a pedido del fiscal Juan
Gómez, solicitó su extradición y
dispuso el embargo genérico de
sus bienes.
Finalmente, Figueredo fue extraditado a Uruguay. Llegó al
país el jueves 24 de diciembre
de 2015, sobre el mediodía, y
fue trasladado al juzgado. Esa
misma tarde, fue procesado
túnel mar- abr 2016
Historias de fútbol, historias de vida.
En librerías.
34
con prisión por los delitos de
“estafa” y “lavado de activos”.
Fue el final de la historia de
Figueredo como dirigente de
fútbol. Un hombre que nació
en una casa humilde de Santa
Lucía y que alcanzó los cargos
más altos del fútbol mundial.
Un hombre poderoso que terminó tras las rejas. Porque el
poder a veces se transforma en
una droga.
_Mauricio Pérez
Artículo elaborado con base en
fuentes consultadas por Túnel,
y artículos publicados en los
diarios La República, Últimas
Noticias, El País, La Tercera
(Chile), el semanario Búsqueda,
la revista Caras y Caretas y el
portal web Contragolpe.
Recorrido por el audiovisual uruguayo vinculado al fútbol
Cámara celeste
En el vínculo que mantienen las artes
uruguayas con el fútbol, la música le lleva
una buena ventaja al resto. Ya en los años
veinte se componían canciones a raíz de
los triunfos en América y el mundo; más
bien se escribían textos sobre melodías ya
existentes y editadas, recurso murguero
que persiste. El primero, ‘Uruguayos
campeones’ (1927), del isabelino Omar
Odriozola, sobre música del tango ‘La
brisa’, de los hermanos Canaro. Es cierto
que las herramientas necesarias para hacer
una canción, suelen ser más accesibles que
para crear casi cualquier otro acto artístico.
Más aún si la música ya existe y sólo hay
que escribir el texto. Pero la ventaja en
cuestión es real. En cuanto al cine, el fútbol
no fue un tema de interés para los primeros
guionistas y directores, pese a que entre
las décadas de 1920 y 1940 se filmaron no
menos de treinta películas sobre distintos
temas de la sociedad uruguaya. Es más,
se comenta que el célebre documentalista
escocés John Grierson estuvo por el Río
de la Plata y, maravillado por el nivel
futbolístico de la zona, pidió ver películas
que lo reflejaran. En Argentina tuvo poca
suerte, en Uruguay ninguna.
La relación entre el cine uruguayo
y el fútbol comenzó en 1948, cuando el
cineasta Adolfo Fabregat filmó Uruguayos
campeones –en obvia referencia a la canción–,
un documental sobre la historia de nuestro
fútbol, con guion del ex árbitro y por
entonces periodista, Nobel Valentini. Allí
puede verse y escucharse una de las tantas
versiones de la canción, arreglada y ejecutada
por Romeo Gavioli y su orquesta, con la voz
solista del cantor de tangos Carlos Roldán y
el coro de Los Marinos Cantores:
Uruguayos campeones de América y del
mundo,
esforzados atletas que lograron triunfar.
Los clarines que dieron las dianas en
Colombes,
en la lejana Holanda volvieron a sonar.
Y aquí en Montevideo, en la tierra de Artigas,
su escuela indiscutible volvieron a mostrar.
Y la triple corona del fútbol, conquistaron,
su hazaña inigualada es digna de admirar.
La letra de Odriozola fue modificada
infinidad de veces, a partir de los
campeonatos que la selección fue
conquistando. Se hace una clara alusión
a los triunfos en Ámsterdam (1928) y
Montevideo (1930), posteriores a la versión
original. Dos años después, Valentini
viajó al mundial de Brasil para filmar los
partidos de Uruguay desde la tribuna. Este
35
Cámara celeste
La relación entre el cine
uruguayo y el fútbol
comienza en 1948,
cuando el cineasta
Adolfo Fabregat filma
Uruguayos campeones,
un documental sobre la
túnel mar- abr 2016
historia de nuestro fútbol.
36
trabajo está resguardado por la Cinemateca
Uruguaya, y en él puede verse, entre otras
joyitas, los goles celestes en la final desde
la tribuna que representaría la Olímpica.
Parte de ese registro fue recuperado para la
realización del documental Maracaná, 64
años después.
El viento a favor que encadenó la
consagración en Río de Janeiro generó la
filmación y publicación de varias instancias
celestes durante esa década: el 31 de mayo
de 1953, Uruguay e Inglaterra jugaron un
partido amistoso en el Estadio Centenario.
Todo un acontecimiento –con récord de
entradas incluido–, ya que los inventores
del fútbol venían al país por primera
vez. Con goles de Abbadie y Míguez, los
celestes ganaron dos a uno, en un partido
que fue anunciado como el choque de
“Maestros contra Campeones”. Se hizo
un mediometraje al respecto y, con ese
mismo título, se promovió por distintas
salas. Sobre la Copa del Mundo de Suiza,
en 1954, se hizo un documental que fue
presentado en el Cine Victory (hoy Hotel
Presidente) con la particularidad de que
parte de lo recaudado fue destinado al
capitán Obdulio Varela. En el verano
de 1956, Montevideo fue sede del
Sudamericano Extra. Para dicho torneo,
se concretó la demorada ampliación de
las tribunas Ámsterdam y Colombes, y
se construyeron los anillos superiores.
Además se reacondicionó la red lumínica
y se colocó un cartel que informaba los
resultados de los demás partidos. Tal
modernización dio el marco ideal para
registrar el campeonato. Así fue que la
productora local Noticias Uruguayas y la
peruana Artistas Cinematográficos Unidos
se asociaron para crear el documental
Campeonato sudamericano de fútbol:
enero - febrero 1956, bajo la dirección del
uruguayo Sebastián Rives y el peruano
Franklin Urteaga.
El primer acercamiento del fútbol
a la ficción cinematográfica lo concretó
el crítico y director Ildefonso Beceiro en
1958, a través del corto El centroforward
murió al amanecer, interpretación de la
obra homónima de 1955, escrita por el
dramaturgo argentino Agustín Cuzzani. La
historia cuenta las peripecias de Arístides
Cacho Garibaldi, el mejor 9 del momento,
integrante del Nahuel Athletic Club. Su
club entra en quiebra y él es embargado
por un acaudalado acreedor, coleccionista
de “seres humanos excepcionales”. A
partir de entonces, el desarrollo y el
desenlace. Previo al trabajo de Beceiro,
El centroforward murió al amanecer fue
representada en los teatros uruguayos, bajo
la dirección de Ugo Ulive y Atahualpa
del Cioppo. En 1961, el cineasta
argentino René Mugica hizo su versión en
largometraje.
“Uruguay, te queremos,
te queremos ver…”
Las producciones cinematográficas de
los sesenta y setenta no consideraron al
fútbol. Tal vez, como con las canciones,
la falta de triunfos de la selección por esos
años –con la excepción del Sudamericano
del 67– frenó el impulso de registro que
Cámara celeste
El primer acercamiento
del fútbol a la ficción
cinematográfica lo
concretó el crítico y
director Ildefonso Beceiro
en 1958, a través del corto
El centroforward murió al
amanecer, interpretación
de la obra homónima
de 1955, escrita por el
dramaturgo argentino
Agustín Cuzzani.
hubo en los cincuenta. Consumado el
golpe de Estado, tras la intervención de
la Universidad de la República se creó el
Departamento de Medios Técnicos de
Comunicación, con Adolfo Fabregat como
director interventor y Walter Acosta como
jefe del Servicio de Comunicaciones1.
Este último dirigió La Copa de Oro en
1981, registro testimonial del polémico
torneo de selecciones disputado en
Montevideo. También a razón de esa
copa, el cineasta Eduardo Darino dirigió
Campeón de campeones, con la narración
del periodista Jorge Savia. Radicado en
Estados Unidos, Darino nos contó sobre
el origen de este proyecto: “Conocí a
Daniel Scheck, del diario El País y Canal
12, en los setenta, por mi trabajo en
Telecataplum Animaciones. Él me pidió
un documental sobre fútbol uruguayo,
ya que iban a transmitir el Mundialito.
La película comienza contando el triunfo
en Maracaná, con material de archivo,
y desemboca en la final del Mundialito.
Una vez terminada la edición, salió al aire
en Teledoce”. Su talento como dibujante
le ha posibilitado a Darino trabajar en
el mundo de la animación, siempre en
Estados Unidos, donde ha creado algunos
cortos sobre fútbol, entre ellos Garra celeste,
II Fóbal – Football – Soccer y Gol celeste,
fácilmente visibles en internet.
Por distintos motivos (capacitación,
fondos, política), el cine nacional no logró
acercarse a una solvencia productiva en
todo el siglo XX, más allá de algún mojón
en los descuentos: El dirigible, de Pablo
Dotta, fue la primera película uruguaya
en llegar a Cannes. Incluso, en esta
instancia fue presentada como “la primera
película uruguaya”. En 2001, 25 watts, de
Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, prendió
una luz que, no sin obstáculos, ha logrado
mantenerse prendida. Y el fútbol, como
temática, no ha sido una excepción. En
el Festival Internacional de Cinemateca,
en 2002, Maximiliano Contenti presentó
el cortometraje Fútbol-Soccer (2001):
“La música instrumental es más bien un
fondo para un picadito ‘sucio’ entre un
puñado de amigos. No se muestra banda
alguna tocando; pero el ritmo visual de las
imágenes, puramente poéticas al principio,
se va cargando de sentido y violencia
por algunos detalles, primeros planos
y miradas, introducidos sutilmente sin
romper el ritmo de montaje”2. En 2004,
la productora Hachaytiza edita Tarde de
fútbol, documental que integró la serie
Mediotanque, videos de la banda, exhibido
por la cadena Telesur. Este registro
testimonial, narrado por el periodista Luis
Roux, aborda los pormenores de la mayor
pasión uruguaya a través de imágenes que
muestran el Estadio Centenario en un
partido de la selección y en un clásico,
además de las reacciones en los bares y el
trabajo que se realiza en el baby fútbol.
Vale recordar que ese mismo año Adrián
Caetano dirigió Uruguayos campeones, serie
televisiva basada en el día a día del club
Rampla Juniors, que por entonces –en la
vida real– estaba desafiliado. La serie fue
37
Cámara celeste
Jaime Roos: “Hacer 3
millones fue, artísticamente,
muy importante, ya que
pude salir de la canción
popular y prolongar el
sentimiento hacia terrenos
cinematográficos y
literarios”.
túnel mar- abr 2016
una suerte de amuleto para el club, ya que
al poco tiempo volvió a jugar y subió a la
primera división.
38
La década de oro
Luego de incursionar en aplaudidos
films carnavaleros (La Matinée en 2007
y Cachila en 2008), Sebastián Bednarick
se embarcó en la tarea de contar la
historia de la Copa de Oro, con todas sus
connotaciones políticas, a treinta años del
torneo. Así fue que, en 2010, presentó
Mundialito, la primera película (ficción
o no) que realmente profundiza sobre un
acontecimiento deportivo en Uruguay.
Así lo presenta Jorge Ruffinelli en su libro
Para verte mejor: “Recoge testimonios de
esta historia que tiene tinte de ‘fábula’,
desde dos costados; el del deporte (varias
entrevistas con jugadores, empresarios,
técnicos, pero ante todo con Joâo
Havelange, entonces director de la FIFA,
quien se niega a hablar sobre política), y el
costado netamente político, que incluye a
algunos tupamaros en aquellos momentos
detenidos, incluyendo a José Mujica […].
Amén de otros políticos y ex presidentes del
Partido Colorado, Jorge Batlle (que siempre
se opuso al Mundialito) y Julio María
Sanguinetti, quien no cree o recuerda las
connotaciones políticas del torneo”3.
La campaña de Peñarol en la Copa
Libertadores de 2011, una isla en el
gigantesco mar que representan los últimos
treinta años de Copa para nuestros grandes,
hizo particular ruido. Andrés Benvenuto,
fanático aurinegro, fue invitado a filmar el
despliegue de la bandera gigante en el partido
contra Independiente por la última fecha del
grupo. Allí le surgió la idea de profundizar el
registro del sentimiento peñarolense, lo que
terminaría siendo Manyas, la película. Sobre
el film, dice Ruffinelli: “La película es un
gran compendio de las expresiones (verbales,
visuales, musicales) de los hinchas por amor
al equipo. Los verdaderos personajes de
este documental son esos hinchas, no los
comentaristas que desde las ciencias sociales
o la psicología quieren darle algún sentido
a la pasión”. En 2012, tal pasión jugó un
papel importante en la concreción de 120.
Serás eterno como el tiempo, de Shay Levert,
documental que recorre la historia de Peñarol
desde la propia etimología del nombre, en
Pinerolo (región de Piamonte, Italia). En
sintonía con el trabajo de Levert, en 2012,
el año más prolífico en la materia, hubo tres
películas que se vincularon con el fútbol: El
ingeniero, primer largometraje que se mete
directamente en la temática. La película
fue dirigida por Diego Arsuaga y contó
con las actuaciones de Jorge Denevi y Jorge
Temponi. Denevi interpreta a un ex técnico
de la selección uruguaya que, ocupando ese
rol, abandonó al equipo mientras peleaba
por clasificar a la final de la Copa América,
para resguardarse, en absoluto silencio,
en la Sierra de las Ánimas. Quince años
después, un periodista (Temponi) va a las
sierras a entrevistarlo para intentar descubrir
los porqués de aquella renuncia. Por otros
caminos, Jaime y Yamandú Roos viajaron al
mundial de Sudáfrica para filmar una road
movie sobre las peripecias de un padre y su
hijo (ellos mismos), mientras acompañan a
la selección de Tabárez. La suerte quiso que
el mundial de la selección fuera, de por sí,
de pantalla grande. El producto se tituló 3
millones. Jaime, amo y señor de la metáfora
futbolera, nos comentó: “Hacer 3 millones
fue, artísticamente, muy importante, ya
que pude salir de la canción popular y
prolongar el sentimiento hacia terrenos
cinematográficos y literarios –puesto que la
Cámara celeste
La película más difundida y
con mayor éxito en taquilla
es Maracaná, de Bednarick y
Varela. El film documental,
tiene mucha imagen de
archivo desconocida por
la mayoría del público. La
presentación se hizo en una
colmada tribuna América, en
el Estadio Centenario, con la
presencia de Alcides Gigghia.
película tiene un libreto, un relato–. Amplié
el universo artístico que, hace cuarenta
años, llevo adelante con este proyecto, con
elementos que no fueron estrictamente
cancionísticos. Por eso fue tan importante.
Y creo que con el paso del tiempo se volverá
una película aún más curiosa”. Un último
vínculo en 2012, fue El Bella Vista. A partir
de una nota periodística, Alicia Cano viajó
a Durazno para conocer la historia de un
local que antiguamente ocupaba Bella
Vista y que, luego de la disolución del
club, pasó a ser un prostíbulo de travestis.
Finalmente, se transformó en la capilla Jesús
de la Misericordia. El fútbol ocupa un lugar
testimonial, como parte de la memoria
colectiva, con las apariciones de algunos
veteranos que supieron vestir la camiseta
auriblanca.
El documental Multitudes (2013)
refleja diversos acontecimientos populares
en la vida de los uruguayos. Uno de ellos
es un clásico entre Nacional y Peñarol en el
Estadio. El color, las reacciones, la música,
los silencios y demás elementos son parte
de la secuencia que involucra a las dos
hinchadas. El proyecto fue encabezado
por Emiliano Mazza y Mónica Talamás. Al
año siguiente, Martín Sastre –quien había
dirigido Miss Tacuarembó– se despachó
con un particular cortometraje titulado
Protocolo celeste. Alguien roba la medalla
obtenida por Obdulio Varela en 1950, y
los logros deportivos y demás memoria
cultural del país comienzan a desaparecer.
Para recuperar la medalla, se convoca
a los Agentes Celestes (Diego Forlán y
Natalia Oreiro), mientras Walter Reyno
hace la voz en off narrativa. Este corto fue
producido por el Banco de la República,
con el fin de promocionar al país como
sede del mundial 2030.
La última película de esta historia
–la más difundida y con mayor éxito en
taquilla– es Maracaná, de los ya nombrados
Bednarick y Varela. Con mucha imagen de
archivo, desconocida por la gran mayoría
del público, el documental se convirtió en
un “coloque” emocional previo al mundial
de 2014, más allá de que los creadores
tuvieron que explicar más de una vez que
la intención no fue fomentar el espíritu
“fantasma del 50”. La presentación se hizo
en una colmada tribuna América, en el
Estadio Centenario, con la presencia de
Alcides Gigghia, último sobreviviente del
Maracanazo. Más allá del cierre fílmico
dado por los directores, pareciera que el
verdadero cierre lo dio el propio Gigghia, al
morir un 16 de julio, a 65 años de la hazaña
en Brasil. Realmente, un final de película.
_Mateo Magnone
WSCHEBOR, ISABEL. ‘Cine,
Universidad y política audiovisual’,
en Historia y problemas del siglo XX.
(Universidad de la República, 2014).
1
2
www.lr21.com.uy (21 (22/3/2002).
RUFFINELLI, JORGE. Para verte
mejor. El nuevo cine uruguayo y todo lo
anterior. Ediciones Trilce, 2015.
3
39
Sarandí Grande: donde los jóvenes se vuelcan a la actividad ecuestre
túnel mar- abr 2016
El pueblo sin futbolistas
40
El primer golpe de realidad me lo llevé en
un café de Zonamérica, hace años. Alguien
me preguntó de dónde era. Le respondí
rápidamente, esperando que asintiera.
Sarandí Grande. Así, independentista,
sin necesidad de sumarle Florida. “De
los pagos de Juan Ramón”, me dijo
rápidamente. Corregirle su error, explicarle
que somos la capital del raid hípico, donde
se ganó (y antes se luchó) la Batalla de
Sarandí en 1825, donde nació Faustino
Harrison –presidente de la República–, fue
todo uno.
El segundo encuentro con la dura
realidad fue hace pocos años, cuando mi
hijo Diego me dijo que dejaba el fútbol de
la AUF, que se cansaba de Progreso, Leo
Ramos y la Tercera división para enfocarse
en sus estudios de arquitectura. Entonces
concluí que seguiríamos –al menos por
un tiempo– sin tener un futbolista en
el profesionalismo del fútbol uruguayo,
sin aquella uruguayísima condición
de asociar la identidad regional con la
pasión futbolera. Y que deberíamos seguir
corrigiendo errores de quienes confunden
a Sarandí Grande con Sarandí del Yi,
por culpa, obra y goles de Juan Ramón
Carrasco.
Sarandí Grande es la segunda ciudad
del departamento de Florida, al norte por
Ruta 5. Unos siete mil habitantes viven
de los tambos y su producción lechera, de
la actividad comercial –no hay industrias
en ningún punto del horizonte– y más
recientemente de los servicios agrícolas.
Hay escaso margen de desempleo, una
característica que permite tranquilidad y
cierto marco de seguridad pueblerina. Un
estadio de fútbol donde se disputan los
campeonatos de la liga local, dos canchas
–en una juega la Institución Deportiva
Boquita en la Liga de Florida, en otra el
Deportivo Sarandí compite en la Liga
de Durazno– y muy pocos adeptos a la
cotidianidad de los campitos. “Ya no
quedan canchas en los barrios, ahora son
todos complejos de vivienda”, razona
Álvaro, habitué de La Bombonera, una
cancha de fútbol 7.
Los núcleos habitacionales de Mevir,
la cooperativa Covifesa, el crecimiento
desprolijo de la ciudad o la simple desidia
han prevalecido sobre los espacios verdes.
Y así el pueblo que tiene adeptos, no tiene
canchas donde jugar al fútbol por jugar
nomás.
La buena historia
“Desde que se comenzó a jugar fútbol
a impulsos de los trabajadores de la
empresa encargada de la construcción
de la vía férrea hacia el norte, hablamos
de 1871 aproximadamente, hasta la
fundación del Sarandí Fútbol Club, 1 de
febrero de 1907, este deporte primó en
Sarandí Grande. Este club es el decano
del departamento; disputó los torneos
departamentales de esa época con
Sergio Rubio Pérez,
Steward Chita Benoit,
Ricardo Richard Fernández,
Daniel Sánchez Gil, Jorge A.
Benoit, Panchita Aristegui,
Muniz, futbolistas que
acompañaron una época
de esplendor en el fútbol
del pueblo, pero no
trascendieron hacia el sur
de la Ruta 5.
resultados brillantes”. Quien repasa la
historia es el relator de raids hípicos Jorge
Eduardo Lerena, una de las personas que
más sabe de hipismo en Sarandí Grande y
la región.
“A partir de 1913, cuando se corrió
la primera marcha de resistencia ecuestre,
y la segunda en 1915, la historia comienza
a cambiar a pesar de los malos resultados
de ambas. En 1935 se corre la 1ª edición
del Raid Hípico Batalla de Sarandí, y es
en ese octubre cuando definitivamente la
tendencia hacia los caballos se hace más
intensa”.
Por allí se debe pensar una de las
primeras causas de que una ciudad con
tantos futbolistas por cantidad de habitante
(en la Liga conviven cinco equipos, además
la ciudad aporta dos instituciones a las ligas
regionales) el fútbol no sea pasión.
Pero algún día lo fue. Solamente basta
enfocarse en la primera mitad del siglo XX.
Y en los años siguientes. Eran tiempos de
“sensacionales eventos deportivos”
–según juzga Lerena–: desde la fundación
de Sarandí FC hasta el comienzo oficial
de la Liga local en 1917; la añorada
cancha Sarandí, desaparecida por el nuevo
trazado de la Ruta 5; la vieja cancha de
Policial, la de Perdomo, la de Nacional
detrás de las primeras viviendas de la
ciudad; las divisionales A y B; los clásicos
entre tricolores y aurinegros; los equipos
de las localidades y parajes de la región
como Polanco, Maciel, Goñi, Pintado, La
Cuchilla, La Cruz.
Esos tiempos desaparecieron detrás
del desgano de los directivos, la apatía del
público y la idiosincrasia de un pueblo
que opta por diversas actividades antes que
enfocarse en el fútbol.
“Eran épocas de mucho público
alrededor de los campos de juego, pero
llegado abril (raid del Club Deportivo
Sarandí) y octubre (raid del Centro
Social 12 de Octubre) el clima deportivo
cambiaba totalmente”, acota el historiador.
Nelson Pérez Cortelezzi es el principal
directivo del Club Pintado Wanderers.
Su teoría aún se mantiene en pie. Para
ser campeón, hay que acercar jugadores
de Florida. De esa manera, el equipo
bohemio campeonó con apenas un nativo
en el plantel de primera división. “No
hay jugadores en la vuelta”, razona Pérez
Cortelezzi.
Por su equipo y sus contrataciones
pasaron jugadores de excelente performance
local. Hace memoria y nombra algunos. La
Panchita Ariztegui, Barcia –padre del actual
delantero de Nacional–, Jorge Benoit,
pero ninguno de ellos logró alcanzar el
fútbol de la capital. “Eran otros tiempos,
pero por el factor que sea, ninguno llegó.
Jugaron en Florida, en San José, en otras
ligas. Cobraban algún peso, pero nunca al
profesionalismo”.
En la ciudad los niños y jóvenes
apuntan su interés hacia los caballos.
Una de las primeras causas que entiende
Lerena es la disminución de equipos que
se produjo en los años setenta, cuando las
La canchita, donde nacen las ilusiones. (Foto: Dino Cappelli)
dos divisionales se convirtieron en una sola.
“Estoy seguro de que la disminución de
equipos afiliados fue factor de importancia
para que niños y jóvenes apuntaran hacia
los caballos. Consecuencia: algunos de
los posibles buenos jugadores de fútbol se
dedicaron al hipismo”.
Sin cracks
Por un motivo u otro no llegaron. “A mí me
gustaba tomarme un vinito, y en Danubio
no podía. Entonces me vine”. El relato del
Rubio Pérez es conocido por todos, por
aquellos que lo vieron jugar y aún hoy lo
catalogan como el mejor de la historia local.
Héctor González probó suerte en varios
equipos, llegando al Deportivo Maldonado.
Un día lo tentaron para el Calcio y se
embarcó rumbo a Italia. Pero extrañó, y al
mes estaba de vuelta en Sarandí, sin fútbol
y sin nada.
Los cracks no llegaron. Nombres
hay muchos en la mente de los veteranos
de boliche. Un momento de bar permite
hacer historia. Sergio Rubio Pérez,
Steward Chita Benoit, Ricardo Richard
Fernández, Daniel Sánchez Gil, Jorge A.
Benoit, Panchita Aristegui, Muniz. Todos
acompañaron una época de esplendor en el
fútbol del pueblo, pero no trascendieron
hacia el sur de la Ruta 5. Tuvieron la
oportunidad de incursionar en el fútbol
profesional –estos y otros–, fueron
observados e invitados a probarse y no
llegaron al profesionalismo.
Eran tiempos en los que el brillo
deportivo pasaba por el talento, puro
e innato. Sin entrenamiento, sin
infraestructura, con escenarios en pésimas
condiciones. El jugador que sobresalía lo
hacía a base de picardía, habilidad, goles y
más goles.
Uno de estos casos fue el Rubio Pérez.
Hoy vive en la Villa Hípica, al sur de la
ciudad. “Fui, me probé y me volví. Me
daban todo en Danubio, trabajo, casa,
podía jugar al fútbol, pero yo extrañaba el
pueblo y me vine. Y hoy haría lo mismo,
no me arrepiento de nada”, confiesa a
Túnel a sus 74 años, sabedor de que un
buen vino podía más que la pelota.
Un hoy deslucido
El tiempo ha transcurrido. La Liga de
Fútbol de Sarandí Grande actualmente
cuenta con cinco equipos afiliados,
se juegan anualmente tres torneos
(Preparación, Apertura y Clausura), con
planteles repetidos año a año, sin público.
Sin emoción. Sin fútbol.
“Los costos de los espectáculos
futboleros se han incrementado
considerablemente, los dirigentes tienen
que poner dinero para cubrirlos, poco a
poco se van desgastando, el esfuerzo es cada
vez mayor y no sólo en lo pecuniario sino
también para comprometer a los propios
jugadores a concurrir y aquí es donde, a
nuestro entender, está uno de los puntos
neurálgicos. Muchos de esos jugadores que
de pronto entrenaron durante la semana
entusiastamente, están vinculados a alguna
de las caballerizas ya sea como allegado o
trabaja y logra un sustento para sus gastos”,
explica Eduardo Lerena, quien además de los
pingos disfruta del fútbol.
Y así Sarandí Grande pervive, sin
futbolistas atados al nombre de la ciudad.
Paso de los Toros tiene a Fabián O’Neill, Tala
a Stuani, Canelones a Lugano, Durazno al
Hormiga Alzamendi, Cerro Chato a Diego
Ifrán…
Que no lleguen a Montevideo es una
primera parte de la hipótesis. Pero los que
llegan no se mantienen. El pueblo se ha
41
Rubio Pérez: “Fui, me
probé y me volví. Me
daban todo en Danubio,
trabajo, casa, podía
jugar al fútbol, pero yo
extrañaba el pueblo y
me vine. Y hoy haría lo
mismo, no me arrepiento
de nada”.
El mayor entusiasmo se pone en el fútbol informal, de campito. (Foto: DC)
alineado detrás de las expectativas de varios
jóvenes en los últimos tiempos. César
Bonaudi deslumbró como recio zaguero en
el Club Plaza y llegó a Peñarol. La tercera
división fue su techo, en tiempos de Paolo
Montero. El Toto Leiva no tuvo rivales en
el arco, jugando en la liga local. Nacional
fue su casa por muchos años de cantera,
preferentemente alternando con Gustavo
Munúa. “Era un joven de Sarandí Grande,
era nuestro orgullo”, dice la charla de bar.
Pero el fútbol y él se dejaron mutuamente.
Fabricio Cardozo es un ejemplo
reciente. El Zurdo brilló en el Liverpool
goleador de la quinta, cuarta y tercera
división. Compartía campo con Rodales y
Elías Figueroa, entre otros. Hasta que una
lesión lo radió de la ilusión y del equipo
de Belvedere, dejando en el pasado y en las
páginas deportivas su capacidad de goleo.
Antes y después sobran los nombres que
son ejemplos.
¿Están comprometidos?, preguntamos
a Lerena. Las respuestas refieren al sí, pero
llegado el momento de decidir se vuelcan
hacia el raid. ¿Por qué? Porque proporciona
actividad continuada durante diez meses y
el fútbol, con suerte, cinco o seis meses y
no para todas las edades.
“En las caballerizas hay actividad
durante todo el año, de mañana y de
tarde, con la posibilidad de competir en
túnel mar- abr 2016
El único que llegó a Peñarol
42
Diego Pérez Ilundain es oriundo de Sarandí Grande. Comenzó jugando al baby fútbol en
los Cardenales del Club Deportivo, y desde allí empezó a vivir su sueño de fútbol. Fue
parte de la primera generación de jóvenes del pueblo que participó en el fútbol infantil
organizado, en los primeros pasos de la incipiente Liga de Baby de Sarandí Grande, hoy
desaparecida. A los 18 años, terminó de cursar la secundaria y emprendió el habitual
viaje a Montevideo, hacia los estudios universitarios, hacia el periodismo deportivo. Finalmente recaló en Peñarol.
“Seguramente no hay un motivo particular y único por el que hace décadas no llega al
fútbol profesional algún sarandiense. Uno de los primeros que se me ocurre es el nivel
de la competencia local, sobre todo en la franja etaria entre los 12 y los 18 años, en la que
se moldea al jugador tanto a nivel físico como técnico y hasta intelectual. En ese marco,
posiblemente la tendencia creciente a una inserción de chicos sarandienses en ligas de
fútbol infantil más ‘fuertes’ (si es que cabe tal definición) genere condiciones propicias
para que surjan y crezcan jugadores mejor orientados al profesionalismo”, dice Pérez.
Actualmente funge como jefe de prensa del Club Atlético Peñarol. “Otro aspecto que se
me ocurre determinante para que chicos sarandienses que prueban suerte en las divisiones formativas de equipos profesionales no ‘lleguen’ es la cercanía con Montevideo,
aunque para algunos pueda sonar hasta contradictorio. En mi opinión, estar cerca de la
capital hace que esas ganas de estar con los suyos –ya sea a nivel de familia, como de
amigos– se haga bastante menos controlable que a chicos de otras partes de Uruguay.
En Sarandí Grande el fútbol no deja ni dejará de ser un hobby para quienes lo practican,
más allá de la edad. Eso hace que la dedicación y el nivel de compromiso ni siquiera se
acerquen a los estándares mínimos de un jugador con posibilidades ciertas de dedicarse
al fútbol a nivel profesional”.
forma oficial en las pruebas de esta ciudad
o en otras en distintos puntos del país sin
ser propietario”, ilustra Lerena. Y agrega:
“Varios jóvenes han sido llevados a la
capital para jugar en equipos muy bien
organizados, en los que se les exige estudiar
y entrenar, condiciones indispensable
para continuar con sus aspiraciones.
Lógicamente que la separación que deben
sufrir, amistades y familiares, muchas veces
no la pueden superar y regresan al pago y
vuelven a jugar al fútbol. Desde otro punto
de vista, la actividad ecuestre brinda más
oportunidades a niños y jóvenes, que al
avanzar en sus etapas de vida los impulsa a
que de una manera u otra se vinculen a los
caballos”.
Salto es Luis Suárez, y viceversa. Lodeiro
es imagen y semejanza de Paysandú. Chori
Castro es orgullo de Trinidad, y Andrés
Fleurquin representa a Rocha. El Chango
Pintos Saldanha se identifica con Artigas,
como Ruben Paz y tantos otros. Diego Godín
es igual a Rosario, como el Cebolla es a Juan
Lacaze. Sarandí Grande carece de figura.
El único mohicano
Didier Borges le hizo la última moña a la
vida… y la dejó sentada en la cancha. Así
narraba Semanario Punto y Aparte el último
hito en la vida del futbolista, el único que
llevó a Sarandí Grande al profesionalismo.
“Este domingo 17 se fue de la vida un hijo
ilustre de la ciudad. Además de futbolista,
notable para los que tuvieron la dicha de
verlo en acción en los campos de juego,
excelente persona. Un tipo de esos que te
impulsan a vivir, que te enseñan que más
allá de los setenta u ochenta años hay vida,
y que es bueno vivirla. Deportista como
pocos hasta los últimos días de su vida,
estuvo en acción para con nuestra ciudad,
tanto en los festejos del Centenario del
Centro Social 12 de Octubre como en los
almuerzos del raid”.
Didier Borges.
Y Lerena piensa y piensa si esta
situación algún día podrá cambiar. “El
cambio de postura y actitud, por ahora
no lo veo, las actividades ecuestres en
nuestra ciudad predominan ampliamente,
la Federación Ecuestre Uruguaya cuenta
con cincuenta instituciones afiliadas”. Su
razón tiene fundamentos recientes. Julián
Cabrera era arquero en Villa Teresa, pero se
volvió al pueblo y hoy ataja en Fraternidad.
Javier López llegó a la cuarta de Peñarol,
pero desde hace dos temporadas juega en
el pueblo, la primera mitad del año en
Boquita de la liga de Florida, y el segundo
semestre en el Deportivo Sarandí de la liga
de Durazno.
“Hay niños y jóvenes con grandes
condiciones para jugar fútbol, pero en
nuestra ciudad nacen de botas puestas y
con la fusta bajo el brazo”, puntualiza el
observador.
Sin embargo, la esperanza siempre
está latente. Aquí o allá, en Nacional o
en Bella Vista o en Cerro, siempre habrá
una posibilidad entrenando y alternando
en las divisiones formativas. Braian
Ganachippe es volante, es 10. Se probó el
17 de octubre, gustó y quedó en el equipo
papal. Tiempo atrás, ganó un raid hípico.
Es de los pocos que prefiere el fútbol por
sobre los caballos. Agustín González es
una de las esperanzas de Nacional en sus
formativas, a sus 17 años. Residente en
el Parque Central, sueña desde hace años
con llegar a primera división, y en eso
está. Fabio Ghirardi otro tanto. Desde la
tercera división de Cerro, alienta la ilusión
del pueblo… aquel que por ahora no tiene
futbolistas.
_Dino Cappelli
el pueblo sin futbolistas
La crónica intentaba, en octubre de
2010, repasar brevemente la carrera del
sarandiense que convivió con la gloria en
el fútbol, visto más allá de las fronteras del
tambo de Vera (el límite con el mundo por
el sur) y del comercio de Jesús Choca (la
frontera al norte).
Didier estuvo vinculado por siempre a
su querido Rampla Juniors de Montevideo,
integrante de la selección uruguaya en la
época de los “mostros”.
Tiene varios hitos. Por ejemplo el 10
de setiembre de 1944 fue parte de la mayor
goleada en la historia de la Divisional B del
fútbol uruguayo, cuando con Rampla le
hizo nueve goles a San Carlos.
El sarandiense integró también la
preselección celeste de cara al Mundial de
1950. Representando a la casaca color cielo
fue parte del clásico rioplatense jugado el 29
de enero de 1944 en Buenos Aires, cuando
Argentina nos goleó 6-2.
Didier Borges fue campeón
sudamericano con Uruguay, campeón con
Rampla de innumerables copas, tanto en
Uruguay como en Europa, cuando Rampla
viajaba por el mundo haciendo gala de
tercer grande. También fue técnico.
Él es el primero y el único. “¿Didier
Borges?, no lo conozco, nunca lo oí
nombrar”, responde el joven desde su
posición de cerveza, en pleno centro.
43
LA MIRADA DE UN EX FUTBOLISTA, PERIODISTA, NACIDO EN ESPAÑA
Y VENEZOLANO POR ADOPCIÓN
El fútbol uruguayo
nos dejó su escuela
túnel mar- abr 2016
Esta nota futbolera no busca un acento genético sobre la formación y proyección del fútbol
venezolano, partiendo de la realidad de que el fútbol no tiene patria, sino patrias que lo
van identificando. Claro, no es lo mismo un equipo que un país jugando fútbol. El catalán
Pep Guardiola lo decía en el año 2009, cuando hacía del Barcelona un equipo de magnitud
universal, con su concepto de que “el equipo se distingue por su fidelidad a una filosofía de
juego”. Es que el Barcelona expresa el alma catalana.
44
Siempre el fútbol que respira la patria
no tiene equipo, sino equipos, no tiene
fórmula sino formulismos. Dentro de ese
caudal primordial que es el conjunto de
contrastes técnicos que ofrecen los países
en su desarrollo, originados en los propios
equipos van naciendo estilos y técnicas de
juego capaces de crear la escuela definitiva
de cada país, de cada patria, como un
modelo de juego a defender.
Buen ejemplo de ello nos lo ofrecieron
Uruguay y Argentina cuando disputaron
el Mundial de Fútbol de 1930 en el país
uruguayo. Los charrúas venían de ser
dobles campeones olímpicos y conocían
las circunstancias que agruparon al
seleccionado para obtener esos dos títulos:
no sólo su buen juego, sino su entrega, su
casta, su temperamento. Habían encontrado
su filosofía futbolística. Y así se prepararon
para su Mundial.
Los argentinos sabían las características
de sus grandes rivales y vecinos. Ambos
países habían tenido experiencias
en confrontaciones entre equipos y
seleccionados. Pero los argentinos también
eran dueños de su propia filosofía: mejor
toque que sus rivales, pero inferior
sacrificio en la disputa del juego; mientras
ellos tocaban más sus rivales corrían y
se entregaban más. Así ganaron y así
continuaron: siempre buscando mayor
compromiso. Tanto unos como otros.
Pero eso fue entre esos dos monstruos
del fútbol. Porque en Venezuela el primer
partido de fútbol oficial se jugó entre el
Centro Atlético y el Venzóleo en el año
1926. Seis años más tarde se creó la Liga
Venezolana de Fútbol, no profesional; en
1931 se creó la Asociación Nacional de
Fútbol y en 1951 se fundó la Federación
Nacional de Fútbol que recibió el
reconocimiento oficial de la FIFA. El
Centro Atlético, Venzóleo, Venezuela,
Dos Caminos, Caracas Sport, Loyola,
Unión Nueva Esparta, Litoral y La Salle
son los equipos que salieron a la palestra.
Después se hicieron grandes inversiones.
Se importaron jugadores, entre ellos el
famoso Ricardo Zamora como técnico
del La Salle, llegaron también Clemente
Ortega, uruguayo que actuaba en
Colombia, y el buen central uruguayo
Ángel Otero.
Fue un fútbol revuelto de estilos:
se trataba de imponerlo como deporte
de masas, pero era una tarea muy difícil
porque en Venezuela las madres parían a sus
hijos con un bate de béisbol en la mano.
Cuando se requería formar un
seleccionado, no había forma de encontrar
un estilo de juego y mucho menos una
filosofía. Por eso fue desapareciendo la
afición y el interés por este deporte.
En el año 1959, procedente de Costa
Rica, en donde estaba jugando en el fútbol
profesional, de gran oficio, escuela y
calidad, llegué a Venezuela contratado por
La Salle. Mi sorpresa fue increíble, pues en
la Liga Mayor, dependiente de la FVF, había
solamente cuatro equipos de profesionales:
Danubio, D. Italia, D. Portugués y La Salle.
“Dios mío”, me dije.
Había muchos equipos aficionados y
también buenos jugadores, pero sin oficio.
No había técnicos. Después se fueron
añadiendo equipos: D. Español, U. D.
Canarias, Anzoátegui, Valencia, D. Galicia,
D. Lara, D. Táchira, Estudiantes de Mérida,
Portuguesa, Caracas, hasta que hoy al
torneo de Primera –también hay Segunda
División–, lo componen veinte equipos.
En la década del sesenta y setenta la
importación fue espectacular. Había interés
acumulado sobre todo por los equipos de
colectividades y su gran rivalidad. El D.
Italia importaba brasileños y nada más. El
Portugués brasileños y algún argentino,
el Galicia uruguayos, el Valencia y el Lara
brasileños; en una oportunidad el cuadro
larense importó de un solo tiro doce
brasileños, entre ellos algún jugador de
básquetbol. Y los demás cuadros se iban
repartiendo las nacionalidades a las que
había que agregar –además de argentinos,
brasileños y uruguayos– colombianos,
peruanos, algún chileno y ecuatoriano.
Los equipos que mandaban eran el
Galicia y el Italia. El cuadro italiano era
el que mejor jugaba; el gallego era el que
ganaba, alcanzó nueve títulos y nueve
participaciones en la Copa Libertadores de
América, el liderato hasta el momento con
el Táchira. Aunque ahora el cuadro gallego
ha desaparecido.
“El día que Venezuela le ganó a Uruguay 3-0, por las eliminatorias en el Centenario, fue como si el hijo estuviera reprimiendo al padre.
Ahí se inició la esencia futbolística de la Vinotinto”, afirma Candal. (Foto: Leonidas Martínez)
En esta confrontación de equipos, de
estilos, lleno de diferente nacionalidades,
imaginen lo que se podía esperar de un
seleccionado nacional originado en ese
despliegue en el que los criollos, siempre
en número inferior, tenían que superarse
para imponerse a los importados primero
y luego rendir con la casaca nacional. Muy
difícil.
Así empezaron a jugar eliminatorias,
Copa América y Mundial de Fútbol
y goleada tras goleada. Un drama. Ni
filosofía, ni estilo, ni balón, solamente
goles en contra. Menos mal que en ese
desconcierto aparecieron los nombres
del Julio César Poroto Britos, un puntero
derecho que fue de Peñarol y Nacional,
jugó en el Real Madrid, estuvo en el
grupo de jugadores –aunque no actuara–
en el Mundial de Brasil y por tanto
también fue campeón. En el año 1965
estuvo con el Galicia y realizó una gran
labor, fue quien llevó a los primeros
jugadores uruguayos como “importados”,
entre ellos a Ramón Souza Duarte, al
Tano Roberto Leopardi, a los que se
sumaron otros. Y no puedo dejar atrás
a un cumplidor tan esencial como Ildo
Maneiro, sobre todo por su personalidad
con la pelota.
Walter Roque fue el hombre
que más influyó en el
sentimiento futbolístico
uruguayo en la Vinotinto.
Nadie hizo tanto como él.
Nadie. Ni descubrió tantos
nuevos valores, ni los enseñó
tanto como el Cata. Se
desvivía por la Vinotinto.
Era amistoso y padrazo con
el jugador, pero duro con el
irresponsable por el daño que
le hacía al colectivo, como él
mismo se lo reclamaba.
Lo importante es que el Poroto se
tituló en varias temporadas, siempre
alternas, porque se iba y regresaba, a veces
por problemas y otras por descanso, pero
siempre en el cuadro gallego. Aportó mucho
fútbol, era muy vivo, muy atrevido. Dejó
una gran escuela como técnico. Enseñó
mucho a los criollos y era muy ganador.
Además de muy simpático. Dejó escuela y
siempre se le recuerda.
Hubo otros técnicos, no propiamente
de clubes, pero sí de cuadros amateurs,
de colegios (en Venezuela la influencia
del fútbol en los colegios es muy grande;
en el La Salle, San Ignacio de Loyola,
San Agustín, Santo Tomás, Cristo Rey
y otros más se lo impulsó muchísimo).
Salieron muchos futbolistas profesionales,
pues participaban en todos los torneos
aficionados con gran competitividad y
rivalidad. En ellos hicieron campaña
muchos uruguayos después que
terminaban su etapa profesional y
repartían sus conocimientos enseñando
fútbol en los colegios. Uno de ellos,
Hamlet Joroba Tabárez, hizo una enorme
labor en el Santo Tomás que, todavía hoy,
continúa con mucho éxito. El Joroba fue
un tremendo medio volante en el Galicia,
años y años siempre determinante en su
cuadro gallego.
Ocurre que en esos colegios se atendía
no solamente a un grupo sino a todas las
categorías: cadetes A y B, infantiles A, B
y C, juveniles hasta los 18 años. En ese
mismo colegio también fueron técnicos
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túnel mar- abr 2016
Sin llegar a ser el deporte más popular, el fútbol ha ido ganando adeptos en las últimas décadas. (Foto: LM)
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Alem Pinto y el Pipo Óscar Rossi, ya
fallecido. Los tres fueron profesionales
del Galicia, con calidad y buen juego,
sobre todo el Joroba Tabárez como medio
de mando y orden. Hubo también otro
uruguayo, un fenómeno como jugador,
había llegado de Colombia en donde jugó
con los grandes en la época de Adolfo
Pedernera, Alfredo Di Stéfano y otras
figuras. Se llamaba Clemente Ortega,
un fenómeno como jugador y como
persona. Fue un gran maestro, sobre todo
en las categorías menores. Estuvo años y
años entregado a esa hermosa pedagogía
futbolística.
Entre los jugadores uruguayos que
llegaron a Venezuela, hubo otros que
proyectaron sus conocimientos y enseñanzas
no solamente en Caracas sino en el interior.
Mientras tanto el Galicia continuaba
importando charrúas. Fue cuando llegó el
maestro de maestros, Walter Gómez, que
hizo campeón al Galicia, teniendo como
dueño de la cancha, para hacerla toda
suya con su brega, fútbol y casta, a Roque
Fernández, ¡qué par de jugadores! Walter
era un poeta, sus goles dejaron huellas de
grandeza y enseñanza. Roque también fue
técnico y bueno. Sus años en Venezuela son
imborrables.
También recordamos la llegada de
Víctor Filomeno, formidable inside,
que se nacionalizó y formó parte del
seleccionado nacional, era muy bueno,
además del Galicia llevó su calidad a
otros cuadros, terminando como técnico;
con él llegó un puntero izquierdo, hábil
y rápido, Telmo Blanco, y el Chueco
Poroto Britos aportó
mucho fútbol. Dejó
una gran escuela como
técnico. Enseñó mucho
a los criollos y era muy
ganador. Fue quien llevó
a los primeros jugadores
uruguayos “importados”,
entre ellos a Ramón
Souza Duarte y al Tano
Roberto Leopardi, a los
que posteriormente se
sumaron otros.
Jorge Santos, un nueve retrasado, como
quería el Poroto. Es que el Galicia tenía
un nueve, Ramón Iriarte, criollo, hijo de
una gloria del atletismo venezolano que
corría los cien metros en once segundos.
Y, claro, el Chueco le metía pelotas de
treinta metros y el criollo se las llevaba
todas: en una temporada treinta goles
en treinta pases del Chueco. Una
barbaridad. Por si fuera poco, tenemos
que señalar al Queque Hamilton Rivero,
otro nueve de maravilla que dibujaba el
fútbol. Un defensa, Isabelino Martínez,
tremendo, derecho e izquierdo, que
luego se fue a Estudiantes de Mérida,
aunque en calidad grande; el Quico
Salomón, tremendo central, no pasaba
nadie con él; y su otro compañero, el
cuarto hombre, Nelson Marcenaro,
otro crack para mandar en el área; no
hay que olvidar al potente José Enrique
Chiazzaro, goleador en el Galicia y
goleador en el Estudiantes de Mérida.
No se me olvida tampoco el
impetuoso Ronald Langón, que no
perdonaba las pelotas en el área. Era
un portento, como fueron en el medio
campo Carlos Ancheta y Héctor Farías,
aunque no se puede pasar por alto quien
fue el último grande que nos llegó de
Uruguay, nada menos que el Cococho
Emilio Álvarez, impresionante central por
estatura y calidad humana, siempre con
la sonrisa para contestar, por eso pronto
se hizo admirar por los carabobeños en el
Valencia, capital del estado Carabobo.
Recuerdo a dos grandes amigos,
arqueros, ya desaparecidos, Manuel
Arias y Juan Carlos Leiva, ambos
matricularon primero en el Galicia para
luego cambiar de aires, primero como
arqueros de garantía y posteriormente
como buenos técnicos. Y también a Julio
Larrosa, lamentablemente fallecido, que
llegó de México. Un diez como la copa
de un pino. Qué manejo estupendo
para superar rivales y mandar con sus
asistencias. Un jugadorazo, también en
el cuadro gallego hizo locuras y terminó
enseñando por su calidad como técnico.
Y qué decir de Javier Ambrois, que lo
sabía todo en fútbol y también fuera
del fútbol. Tenía tanto que hacía lo que
quería.
Otros amigos aportaron mucho
al fútbol venezolano. Empiezo por
José María Ravel, un sabio de este
deporte, conocimiento, tradición,
historia, verbo, calidad humana, enseñó
mucho y proyectó más en su entorno
futbolístico. Lo mismo que ocurrió con
mi amigo, el Pocho José Gil, tremenda
calidad, otro sabio en el terreno de
juego, dejó innumerables enseñanzas
con habilidad y toque, primero como
jugador y finalmente como técnico, qué
gran tipo. Lo mismo tengo que decir de
otro que me asombró como futbolista,
como técnico y como amigo, con el que
tanto hablé y me enseñó: el Pepe José
Sasía. Recuerdo que en una conferencia
del gran Eduardo Galeano, aquí en La
Coruña, al final hablamos del fútbol de
su tierra, que tanto le gustaba, cuando
le dije que había sido amigo del Pepe
sonrió y me dijo: “¡Qué hombre!”, ahí
El último grande que nos
llegó de Uruguay fue nada
menos que el Cococho Emilio
Álvarez, impresionante
central por estatura y
calidad humana, siempre con
la sonrisa para contestar, por
eso pronto se hizo admirar
por los carabobeños en el
Valencia, capital del estado
Carabobo.
los brasileños que fueron los segundos
en influencia, apenas fueron treinta por
ciento de lo que originaron los uruguayos.
Impresionante, además del hecho de la
calidad de los jugadores y de los técnicos,
que eso adiciona un poder especial.
El día que le ganamos a Uruguay en
el Centenario 3-0 fue como si el hijo
estuviera reprimiendo al padre: ahí se
iniciaba nuestra esencia futbolística.
De cualquiera de los formas,
necesariamente, en Venezuela nuestro
fútbol, digo “nuestro” porque además
de ser venezolano, aunque haya nacido
en España, le he dedicado 53 años de
mi vida, como futbolista, periodista,
narrador deportivo, comentarista y hasta
propulsor de la Liga Nacional de Fútbol
Menor como vicepresidente (dedicada a
promocionar, proyectar y enseñar fútbol
en los barrios y periferias de las ciudades
de donde salen los futbolistas del pueblo),
se fue haciendo uruguayo en su estilo
y esencia, como el chileno se parece al
argentino, lo mismo que el colombiano
o el peruano que tiene la esencia del
brasileño. Todo ello no solamente ha sido
por casualidad sino por las circunstancias
en esta propia filosofía que engendra el
fútbol en su origen y costumbres, sin dejar
de olvidar esta hermosa legión uruguaya
de tan buenos futbolistas, como técnicos y
profesores de este deporte. Es por lo que,
creo, debo tener algo de razón cuando
pienso que sí, que el fútbol uruguayo nos
dejó su escuela.
El fútbol uruguayo nos dejó su escuela
mismo entendí su gran admiración hacia
el desaparecido amigazo.
Queda para el final el mejor de
todos: el Cata Walter Roque, que llegó
como puntero izquierdo para el Galicia
y se cansó de jugar, marcar goles y hacer
amigos. Qué clase de persona. Pasó
luego del Galicia a ser técnico y dirigió
a casi todos los cuadros profesionales.
En todos enseñó con su insistencia y
carácter intensivo. Su trayectoria se alargó
al seleccionado de Venezuela, en donde
fue técnico muchas veces. Siempre había
que llamarlo. El Cata fue el hombre que
más influyó en el sentimiento futbolístico
uruguayo en la Vinotinto. Nadie hizo
tanto como él. Nadie. Ni descubrió tantos
nuevos valores, ni los enseñó tanto como
el Cata. Se desvivía por la Vinotinto. Era
amistoso y padrazo con el jugador, pero
duro con el irresponsable por el daño que
le hacía al colectivo, como él mismo se lo
reclamaba.
He olvidado el nombre de muchos,
pero finalmente puede entenderse que
ningún otro país como Uruguay dejó
tan marcada su influencia futbolística
en Venezuela. Incluso los otros dos
grandes, Argentina y Brasil, sobre todo
_Lázaro Candal, La Coruña
MONTEVIDEO.
CORRÉ A LO GRANDE
10.04.2016
MARATONMONTEVIDEO.COM.UY
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FÚTBOL Y TENDENCIAS
La inamovilidad
del Mundial 2030
túnel mar- abr 2016
Cuando en 2024 la FIFA confirmó que el
Mundial 2030 se realizaría en Uruguay y
Argentina, los festejos se prolongaron hasta
altas horas de la madrugada en la Sala
Daniel Banchero de la Asociación Uruguaya
de Fútbol (llamada así no en honor al
veterano periodista deportivo, sino porque
este dormía allí desde hacía varios años).
El anuncio del presidente de la FIFA Furaha
Miburu, un portero de la Asociación de
Fútbol de Burundi que había ido subiendo
posiciones en el máximo organismo del
fútbol después del encarcelamiento de 636
dirigentes, obligaba a Uruguay a cumplir
varias exigencias que imponía la FIFA, como
aprobar la pena de muerte para quienes
falsificaran entradas y merchandising, o
forzar por ley a cualquier ciudadano de
la república a satisfacer las apetencias
sexuales de los extranjeros involucrados en
la organización.
Eran tiempos de cambio en Uruguay.
Pilar Lacalle Pou era la flamante presidenta
del país, tras haber ganado las elecciones
internas del Partido Nacional a un avejentado
Jorge Larrañaga y luego derrotado en el
balotaje a Fabiana Goyeneche. La región
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completaba así el viraje hacia el neo
neoliberalismo comenzado con la asunción de
Mauricio Macri casi diez años atrás, que era
propicio para la aceptación de las demandas
cada vez más extravagantes del máximo
organismo del fútbol mundial.
La FIFA había exigido el sacrificio
de diez vírgenes en cada lugar donde se
construyeran los nuevos estadios y la
inmolación de no menos de treinta obreros
antes de colocar la piedra inaugural, una
costumbre que según ciertos ritos de
Burundi aseguraba la buena suerte. El
organismo solicitó también la potestad de
fijar no sólo los precios de las entradas y los
productos consumidos en las inmediaciones
del estadio (incluyendo la marihuana, que
finalmente había llegado a las farmacias
uruguayas once años después de la
promulgación de la ley), sino también los
de la nafta, los alimentos de la canasta
básica y los tiques de la salud, de los que la
organización debía percibir un porcentaje.
El Parlamento estaba obligado a aprobar
una ley que permitiera la venta y alquiler
de ametralladoras dentro de los estadios
–la FIFA tenía ahora entre sus auspiciantes
principales a la marca bélica Kalashnikov– y
se debían demoler las rampas cerca de los
estadios, a fin de que ancianos e inválidos,
beneficiados con descuentos por ley, no
pudieran comprar entradas e ingresar a las
canchas. El Palacio Legislativo tenía que ser
derribado para habilitar la construcción de
un nuevo estadio en ese lugar, en el que se
jugaría solamente un partido de primera
fase a pedido de uno de los veedores de la
FIFA, que tenía un pariente con una casa
cerca.
Presionado por los compromisos
adquiridos, el gobierno accedió a cada una
de las demandas. El sueño del Mundial en
casa al fin estaba cumplido. O así habría sido
de no mediar el último de los requisitos.
A fin de acelerar las obras para el 2030 y
tener el control de los cobros, la FIFA pidió
que se derogara la ley que garantizaba la
inamovilidad del empleado público, lo que
provocó una revuelta sindical que arrastró
al país a la guerra civil, la caída del gobierno
y condujo el Mundial hacia otros países más
permisivos con las peticiones de la FIFA.
_Martín Otheguy

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