Ni conmigo ni sin mí (Spanish Edition)
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Ni conmigo ni sin mí (Spanish Edition)
Estelibronopodráserreproducido,nitotalniparcialmente,sinelpreviopermisodel autor.Todoslosderechosreservados. Títulooriginal:Niconmigonisinmí ©NINAMININA,2016 Diseñodeportada:CHICKBOOKEDICIONES Imágenes:DiseñadasporFreepik Encuadernación:CHICKBOOKEDICIONES CódigoderegistroSafeCreative:1608228985858 EstelibrofueregistradoenelRegistrodelaPropiedaddeValenciael18deagostode 2016 EstelibrofuepublicadoenAmazonel29deagostode2016 ISBN-13978-1537291659 ISBN-101537291653 Ati,almadecántaro, quemeestásleyendoahora. Descaradamenteinapropiado PRÓLOGO Era la primera vez que pisaba un plató de televisión y pese al resplandordelosfocos,paramigrandecepción,teníaunaspectodelomás cutreydesordenado.Habíamuchopúblicoenlasgradasataviadocontodo tipo de disfraces ridículos: superhéroes, mujeres con sucios camisones y greñas de locazas, pollos camperos… una fauna de los más variopinta agitando en el aire ejemplares de mi novela y serpientes de goma o pajarracos de peluche; y mucha gente del staff, entre treinta y cincuenta, deambulando afanados en derredor, más los que no se veían, preparándolo todoparaelprograma.Mirepresentante,quenopodríaserotroqueMario Vaquerizo, estaba ultimando la lista de preguntas con Felicia Braga, la presentadora, una petarda polioperada que sonreía con asco antes de cada corte publicitario. Yo la había odiado durante años, ya que mi abuela Bibi solía ver su programa cada tarde mientras yo lavaba sus refajos, y aunque Felicianoteníalaculpadeeso,amísololamencióndesunombreyame producía repelús. Su programa de entrevistas, Dimes y Diretes, era el más visto en su franja horaria y, aunque yo no lo vería ni hasta el culo de calimocho, parecía gustar a una elevada proporción de las marujas españolas. Lamaquilladoraseestabatomandomuchotiempoconmicareto,tenía unasojerasgigantescas,esloquetienetrabajarenpromoción.Ymientrasme daba los últimos retoques le di un sorbo a un combinado flojito de ron y Coca-Cola; estaba algo nerviosa y necesitaba templar mis nervios de algún modo. —Nina, ¿puede cerrar los ojos? —La maquilladora tenía un pincel alzadofrenteamicara—.Voyarepasarlelassombras. Cerré los ojos y me centré en mantener una respiración pausada mientrastratabadeordenarmispensamientos,repasandolasrespuestasalas preguntas que supuestamente iba a hacerme Felicia durante la entrevista en directo. —Tiene unos ojos muy bonitos; con los párpados ovalados y una gran amplitud de cejas —me alabó la maquilladora dándome unos suaves toquecitosdepincel. —Gracias. —Heleídosulibro,¿sabe? Claro,ellaydecenasdemilesdelectoreslohabíanleído,poralgoera unodeloslibrosmásvendidosdelaño.Todoslosdesastreshabidosypor haber, que incluían entre otros: un secuestro exprés, un terrorista anal, una competicióndefrikis,unavecinalocayunacitaaciegasconThor,lohabían convertidoenmuypocotiempoenunbest-sellersinyopretenderlo,puesyo soloqueríacontarmiverdad.Perohabíacaídoengraciaeinclusomehabían ofrecidoprotagonizarlaadaptacióncinematográficademinovela. —¿Yquétehaparecido?—leremarquéunpocoeltratamiento. —Pues… me encantó, aunque no me lo esperaba así, pensaba que era máslatípicanoveladeamor… —¿Ynoloes? —No, a ver… está lo de la cita con David, que mola mazo —se le escapóunarisita—perolodivertidoesdescubrirtodoloquepasa,escomo irsedefindeloco.Laverdadesquemereímuchísimo,¿cómoseleocurren tantaslocuras? Ydale,ellaemperradaenhacermemayor. —Notienetantomérito,locreasono,todoloquecuentoenellibrome ocurrióenrealidad.Fueeldíamásespantosoyalavezmaravillosodemi vida.Porque¿quéprobabilidadeshaydequeunamujersedescomprometade un hombre y conozca al que será el amor de su vida en solo veinticuatro horas?¿Oquesuamigaseasecuestradaytermineenamoradadeunodelos secuestradores?¿Odequesuvecinalalocasereencuentreconsuamorde juventudydepasorecobrelacordura?Aqueldíanosolosupusounantesy undespuésparamí,unpuntodeinflexión,tambiénlofueparatodosaquellos quelocompartieronconmigo.Aesedíaledeboloquesoyahora. —Hola,miamor,¿estásnerviosa?—Mariomepillóporsorpresa. —Un poco, pero estoy bien —mentí, estaba que me subía por las paredes. —Bien,cariñito,elprogramaempezaráendiezminutos.Yalehedicho a Felicia que nada de preguntas personales, no te conviene entrar al trapo. Estásdivinaconesemodelito,tecomeríacomoellobodeCaperucita,ja,ja, ja…—Mariorioconesasonoridadtípicaenél. —Gracias,Marito. —Atipreciosa. Semeacercóparabesarmelamejillaydepasomebirlólacopa;me encantaba nuestra relación laboral incluso más que el chocolate relleno de fresa. Conforme se fue a saludar a todos los personajes públicos que merodeaban por el plató, la maquilladora que se había quedado como en pauseymemiraba,sinpestañear,conelpincelenelaire,mepreguntó: —Entonces…¿ustedesCam? —Sí,soyyo—lerespondíconorgullo. —¿Y David existe? —balbuceó sobreexcitada. El personaje de David siempre provocaba ese efecto entre las mujeres; no me extrañaba, a mí me pasabalomismocadavezqueloteníacerca. Asentí con una sonrisa y le señalé al público sin indicarle nadie en concreto—.Aunquenosellamaasí. —¿No?¿Ycómosellama? —Esonotelopuedodecir,essecreto. —Claro, entiendo. Y todos los nombres son inventados: Teresita, Fuensanta, la Biturbo, Ricardito… —animada, comenzó a nombrar uno por unoatodoslospersonajesqueaparecíanenmilibro.Eraevidentequeselo habíaleídoyquelehabíagustado. —Claro. —Vaya—suspiró—.Quéfuerte. Asentí,cerrandodenuevolosojos. —Puesyahevistoeltráilerdelapeli. —¿Yquétehaparecido? —Tienebuenapinta,peronosésimegustarátantocomoellibro. —Esascosaspasan.Noshacemosunaideadelospersonajesydelas situacionesysiluegonoencajanconloqueteníamosenmentenossentimos defraudados. —Hombre,amíqueJesúsCastrointerpreteaDavidnomedecepciona. —Soltóunasonorarisotada. —Niamí,peroqueMiriamGiovanelliseaCammejodeunpoco,está muchomásbuenaqueyo,aunquemispechugassonmuchomásgordasquelas suyas—admití,muydigna. —Vaya,laverdadesquenoimaginabaaCamcomoMiriamGiovanelli, pero tampoco como usted —afirmó vehemente mientras terminaba de retocarmelospómulosagolpedebrocha—.Ynocreoquetengalacaratan rechonchacomodice. —Headelgazadounpoco.Contantotrajín,noparoquietayDavid—le guiñéunojopicarona—memetemuchatralla. —¿Gabriela, has terminado con Nina? —El director ejecutivo, Carlos Santos, vino hacia mí con los brazos abiertos, husmeando el aire como un hámsterconsubigotitoengominadodegamba.Esehombrecilloteníaunalgo quenomeacababa,ynoeraprecisamenteeseridículobigotitoquelucíacon tantogarboyqueamímedabahastaganasdeecharlapota. —Todavíano—respondióapartándoseaunlado. —Puesaire—lalargóconmuypocaeducación,conunrápidogestode lasmanos,ylamaquilladorasemarchóacobardadasinmediarpalabraentre unanubedecoloretes. —Nina, querida, qué gusto tenerte aquí esta tarde —me achuchó con toda la confianza del mundo colocándome las tetazas a la altura de la garganta. —Elplaceresmío,Carlos—dijeconunasonrisadelosmásfalsa. —Tenemosquehablardenegocios,Nina.EnDimesyDiretessabemos eltirónmediáticoquetienesylomuchoquelasmujeresteadoran,eresuna especie de heroína, el ejemplo a seguir de todas en muchos aspectos —me dijoarrastrándomedeloshombrosaunrincónapartado. —Yonocreoqueseanadadeeso,soloheescritounahistoriaquehe vividosinningúntipodefiltro. —Yesaeslaclavedetuéxito,tufrescura:tumaneradedecirlascosas y,porsupuesto,tubellezanatural.—QuisedeciralgoperoCarlosSantosno medejó—.QueremosquesustituyasaFelicia. —¿Quién, yo? No, no, no. Yo no sé nada de presentar programas, si acaso de escribir algún guion, pero presentar va a ser que no. Además no estaríaalaalturadelagranFelicia—meempezóasudarlafrente. —¡Gabriela,retocaaNina!—Carlosllamóagritosalamaquilladora; mi frente tuvo que deslumbrarle—. Felicia está acabada, el último lifting tampoco le ha quedado bien, está decrépita y se nos va el presupuesto de maquillajeconella.Elproductorlotienetodopensado,losdospodríamos embolsarnos una gran suma de dinero si le sueltas la bomba en directo a Feliciaalfinalizarlaentrevista.—Metiósumanoenelbolsillointeriorde suchaquetaysacólachequera—.¿Cuántoquieres? —Noquieronada,ynovoyahacereso,pobreseñora.Ademástendría que consultarlo con Mario, así que, si me disculpas. —Salí de aquel atolladeroandandolomásrápidoposible. Busqué a Mario por todo el plató pero no lo encontré. De pronto una chicaconpinganillomearrastróalavozde«menosdeunminuto,Nina»,y mesentóenelsillónforradodevacaandinadeldecorado.Gabrielaapareció comounagacelaymeretocóconpolvoslanariz,pómulosyfrentecomosi fuera una selladora automática. En la puerta de apariciones estelares del plató vi a Felicia con el gesto torcido, tan elegante y soberbia como se mostrabaenlatele.Elshowibaacomenzar. Tres,dos,uno... 1 ASÍNOSCONOCIMOS 20:37,cuandoReinaRojaencontróaThor —A ver… —Le hice ver que lo pensaba frotándome la barbilla—, déjameadivinar,¿hasvenidovolando? Yaunquenopretendíasonarseductora,eltonodemivozsílofue.Eltío me sonrió y arqueó una ceja (muy sexy el gesto, vaya que sí) mientras se rascaba el mentón evaluándome con los ojos: preciosos, rasgados y de un azul cobalto poco común. Las-bragas-del-revés-puso-me. La cabeza también;enseguidasemepusoacarburarideas,pensamientos,intenciones… todas malas, malísimas, obscenas, obscenísimas… Hablando en plata: me dieron unas ganas muy bárbaras de arrastrarlo hasta la relativa privacidad del baño de la taberna que teníamos justo enfrente, arrancarle la ropa del cuerpoyfollármeloipsofactohastadejarlomássecoqueunbesugoalsol. He de mencionar que el cúmulo de sucesos acontecidos en las últimas diez horasmeteníafueradesí,ofuerademí,ofueradecómosediga;nosabíani cómohabíasacadoelánimonilasfuerzas(otalvezsí:elpardegin-tonics que me había encajado habían hecho su buena labor) para ducharme (exfoliación intensiva inclusive), ondularme la melena con la plancha y embutirmeaquelvestidode«pidiendoguerradescaradamente».Eltío,desde luego,superabaconcrecesmisexpectativas,aunquetampocosébienloque me esperaba. La gente suele mentir a lo bestia en las webs de citas y, tras espléndidas dentaduras de anuncio de dentífrico, se esconden cracos salvajes,pajillerosdeYouTubeyotrosespecímenesdepodio.Casihubiera preferidoqueélfueraelcracoconelquehabíaestadoconjeturandomientras me acicalaba para la no cita: un apestoso greñas paticorto, así me hubiera sido mucho más sencillo llevar a buen término el patético plan que había urdidoentrerisasconTeresita,peronoloera…lamentablemente,¿ono?Tal vezeldestinoteníaplanesparamí,notanmaquiavélicoscomolosmíos.El casoesqueallíestábamoslosdos,frenteafrenteporprimeravez,yporun instante, deseé que fuera eso, la primera pero no la última vez que nos encontrásemos en una esquina de Madrid, que hubiera decenas, centenas, quizá miles de veces como aquella. Me quedé sonriéndole como una boba duranteunossegundos,loquetardéenvolveracentrarmeenmiplandeno cita, pero ni su sonrisa diez ni su imponente persona me lo ponían fácil. Romeo86, contra todo pronóstico, estaba incluso mejor al natural que en la fotodesuperfildelawebdecitason-lineEmparéjaMe,perodeboadmitir quesuropanoera…loqueyo…esperaba.Aver,desdeluego,eraosada… extravagante… ¿friki tal vez? No sé. Lo repasé con la mirada de arriba abajo, con desfachatez, lo sé, y él también se percató, pero no pareció importarleelescaneoaloTerminatorquelehiceencerocoma,pero¿acaso hayotraformadeescanearaalguienquetienesadospalmos?Además,tenía que mostrarme segura y fuerte en ese momento, Romeo86 podría ser un tío bueno, pero no hay ninguna ley que diga que un psicópata tenga que ser un fulanoalestilodeBardemenNoespaísparaviejos;quenoesquemeguste enespecialelBardemdeapie,peroesquemiraqueestabafeoelBardemen esapelícula.Seguramentelohormonaroncomoaunagallina.Perovamosal grano,quemelío.¿Ypordóndeiba?Ah,sí:Romeo86.Volviendoaél: Cara:atractivo,sinafeitar.Bip Pecho:amplio,voluminoso,fuerte.Bip-bip Cintura:estrecha.Bip-bip-bip Bulto:prometedor.Biiiiiiiiiiiiiiiiiip Piernas:interminables,musculosas.Bip-bip Pies:Mmmmmmm Lástimaquenollevasezapatos,hubierasidounabuenaherramientade catalogación,yesquesepuedesabermuchodeunapersonaporsuszapatos ymuchísimomásporsuszapatillasdeestarporcasa.FuemiabuelaBibila quemeenseñóesteastutotrucocala-personas,precisamenteellaquesiempre usabaunaszapatillasdeantelinamarrón,insulsasysingracia,endefinitiva eran las zapatillas de estar por casa de toda una mamona, sin duda, lo que ellaera:elmamíferomásparecidoalamonaChitaquejamásmisojoshan visto,soloquelamonaChitasiempreibaconTarzán,ymiabuelasiempre estabasola,pueseraunserdesquicianteynohabíaTarzánquelaaguantase por espacio de media hora sin sentir unas ganas irrefrenables de ahorcarse quincevecesconsupropiamelena.Miabueloeraunbendito,elpobresufrió underramecerebralaloscincuentaydosaños,peroyopiensoqueélmismo sepropinóunsartenazoparadejardesufriryaguantaralainsoportableBibi; unsuicidiodemanualentodaregla,queellatapóconunamuerterepentina. Comobuenahijadeputaqueera,seconocíatodoslostejemanejesdelavida ysusintríngulis.Siempremeofrecíagalletascaserasqueyorechazabaporsi lashabíaenvenenadoconmatarratas;amabasusconsejosperonoleperdía ojo,noeradefiar.Seguroqueenlaotravidahaconseguidoserlaseñorade Belcebúyelinfiernohaadquiridolascuatroestrellasdeexcelenciacomoel lugar más temido por las almas del purgatorio. Por mis palabras, es obvio deducir que no le tenía mucho aprecio a mi ya desaparecida abuela Bibi, aunquedeboadmitirquevaloromuchosussabiosconsejos. Romeo86 llevaba unas botas militares muy acordes con el resto de su indumentaria.Lociertoes,ysinánimodeponerlelosdienteslargosanadie, queRomeo86estabaimponenteconelatuendodevikingomodernoquehabía decidido plantarse para nuestra cita. Con esas mallas ajustadas a sus interminables piernas musculosas, que marcaban su entrepierna como si llevaraunhuevodepascuatamañoXXL;esaespeciedearmaduradecuero esculpiéndole ese pedazo pectoral que tenía, amplio, voluminoso… ¡Dios!, era como para perderse en él buscando una sombra donde cobijarse, y que bienpodríaserlasombradesuhuevotamañoextragolosos;ysubarbita,de unasemanaquizá,quesindudaalgunaeraunadesusmejorescualidades,de esascuidadasperodescuidadas,¿cómosehaceeso?Lequedabademiedo. No parecía un proyecto de felpudo de coco ni tampoco una madriguera de nutrias,cosamuydeagradecer,conocedorayodelasúltimastendenciasenla modabarbilqueapuntabananáufragototal.Porque¿quécoñoesunhipster? Suena a histérico, ¿verdad? Se definen como una especie de hippies modernos,perovistenropacaraygastanWI-FIporuntubo;¿quétieneeso dehippie?Vaya,losiento,mehevueltoadesviardeltema,perohaycosas quemesacandequicio. NosoyningunafanáticadeloscómicsdeMarvely,yendounpocomás allá,deningúntipodecómic,tampocohevistoningunadelaspelículasde LosVengadores,yesoquelosprotagonistasmasculinosestándetomapany moja, pero tenía que reconocer que Romeo86 tenía un palmito imponente dentro de aquel ridículo disfraz de Thor, y eso que no llevaba puesto su cascoconalas,loquehubierasidolaguindadelpastel.Allídepie,frentea frenteporprimeravez,enaquellatrajinadaesquinadelacalleCavaBajame sentí un poco como la Pataki. Sin su cuerpazo, claro. Ni su cara, por supuesto.Nisumarido…quesí,queyalosé,¡quehedicho«como»,coño! MásbieneracomoladobledelaPataki:dobledepechuga,dobledejamona yracióntripledepandero. —Esquenollevomiprodigiosacapa—seexcusóconunavozprofunda ysexy. La burlona sonrisa le bailaba en la cara y casi caí rendida a sus pies, cuandounhoyueloseledibujóenlamejilladerecha.Siemprehetenidoun poco de debilidad por los hoyuelos. Son muy particulares, ¿verdad? Un bujeritoenmediodelmoflete,comounindicadorde«depositeaquísubeso, gracias». La sonrisa de Romeo86 era igual que la que lucen los dibujos mangas;yonuncahabíavistonadaigualenlavidareal,meteníahipnotizada. —¿No? Nada más ingenioso acudió a mi boca, me había quedado en modo colapsomental;talvezporqueaúnnohabíaconseguidoasimilarelimpacto que su presencia me había provocado; o tal vez seguía deslumbrada por la profundidaddesumiradaoelbrilloradiantedesusdientes.¿Habíasidoun efecto producto de mi atontamiento o una chispa verdadera? No era la primeravezquesufríaunatontamiento,aúnrecuerdoeldíaenelqueJordi Avilés,elchicomásguapodelinstituto,sequedótodaunahoramirándome fijamente durante la clase de latín. Al terminar la clase me acerqué a él convencidadequequeríatemayJordi,unpococonfusopormiatrevimiento, me dijo que tenía un manchurrón de Nocilla que me abarcaba media cara, comosimehubieracomidouncagarro(palabrastextualesdeJordi).Fueun poco traumático la verdad, desde entonces no he vuelto a comer Nocilla, llevomuchocuidadoconlasfalsasseñalessexualesyoírrecitarenlatínme ponelospeloscomoescarpias. —MelahedejadoenAsgardantesdevenir. —¿Qué?—Ydale,yoseguíaidiotizadaperdida. Seriounpoco—.¿Notienesniideadeloquetehablo,verdad? Levanté las manos, sabiéndome toda una ignorante al respecto—. No mucho, la verdad. ¿Así que eres Thor? —le dije en un tono que ahora sí pretendíasermuyseductor. Elcasoesquemesentíaseductoraaquellanoche,conmivestidoverde de Bottega Veneta, que no era el más bonito de mi vestidor, pero sí el más putón putonazo, mis tacones de vértigo, mi cabello leonino a lo loco y mis morrosde«bésame,tonto».Paradójicamente,todoloacontecidoenlashoras anteriores me habían revivificado; mi piel brillaba cual seda salvaje (asalvajadaestabayoyelpobrechiconoteníaniputaidea);lasondasdemi cabello flotaban sensuales como una nube esponjosa, mi descaro se había multiplicado por infinito con el pasar de las horas; ya no era la Cam mojigata,no,ahoraeralasúperCam,lareinadelanoche,lalocadelcoño, mehabíallenadodeunairresistiblebellezaamazónica,unauradepoderíoy unpowerquenoparecíanimío. —Más bien soy David, alias Thor en mis ratos libres —respondió usando el mismo tono. ¡Vaya, aquí había conexión!—. David Bravo —se presentóacercándoseparabesarmelasmejillas—.¿Ytú,ReinaRoja,cuáles tuverdaderonombre?—dijojustoantesdeplantarmetansolounbesocasi encimadelaoreja. Los besos en los orificios auditivos son lo más humillante del mundo, son como hostias en el cielo de la boca que te dejan medio lelo. Es tan humillanteparaelquelosrecibecomoparaelquelosda(anadielegusta besar fábricas de cera), pero este héroe vikingo lo tenía todo perdonado desdeeldíaquenació,subesitodelamuertecerebralerapecataminuta,y su apellido hacía verdadero honor a lo que yo estaba pensando en ese momento:¡bravoooooo,bravooooooo! —¿Eh? Pues… Cristina Márquez —respondí un poco aturdida por su fuerte olor a patatas fritas. Conforme lo dije, ya estaba arrepentida, ese no era mi verdadero nombre, pero es lo que tiene practicar, llevaba algo así comounamediahorarepitiéndomeaquelnombrecomosifueraunmantray mehabíasalidosoloconabrirlaboca. —Encantadodeconocerte,Cristina. —Y yo, o sea que sí… eso… encantada de conocerte a ti también, DavidBravo. —Perdona —una mujer con un niño pequeño nos interrumpió, dándole unosgolpecitosenelhombroaDavid—.¿Teimportaríahacerteunafotocon mihijo? David, como toda respuesta, se encogió de hombros y asintió un tanto cortado. —¿Cómotellamas,chavalote?—lepreguntóalcríoquelomirabacon losojosabiertosporlaemoción. —Iker. ¡Ahí va, como Iker Jiménez Elizari! Y ojo al dato: sé el nombre completodeestefamosoespecialistaentemasdelosobrenatural,misterios, espiritismoyOVNIs.Eso,sinduda,debíaserunavisodelmásallá. —Anda, qué guay, como Iker Casillas, mi portero favorito —lo alabó Davidrevolviéndolelacresta. Qué vaya gusto tenía la madre, plantarle esa peineta al crío, y él tan feliz.Benditaignorancia. —¿Noshacestúlafoto?—Lamadremepasóelmóvil. —Claro,sí,porsupuesto. Se colocaron los tres ante el objetivo: David, alto y guapo, tan fuerte, tan macizo, tan Thor; la madre a su lado no dudó en echarle la mano a la cintura aprovechando la ocasión, ¡ay, las madres!; y el niño delante de los dossonriendocomounacomadrejasindientes,yleshicevariasfotos. —Muchasgracias.¿Tengoquedartealgo?—dijolamujerempezandoa abrirelmonedero. Él se rio ante tal comentario y a mí de repente una pensamiento escalofriante me cruzó la mente. No, por favor, algo así de friki podría aniquilartodalaexistenciademilibidopormuybuenoqueestuvieraDavid. —No, claro que no, ha sido un placer —respondió dándole otro refregónalcríoenelpelo,quesefuemáscontentoqueunaspascuasdando saltitosdelamanodesumadre.Davidmemiróyseencogiódehombros—. Gajesdeloficio. —¿Trabajas en la Puerta del Sol? —le pregunté con el corazón en un puño. Tenía que saberlo. Por un momento había visionado a David uniformadodeThorpracticandopressingcatchconBobEsponjayPatricioy eraalgoqueteníaquedescartarcuantoantes. Estallóenunasonoracarcajada. —No.Quéva. Aliviada,soltéunsuspirodepadreyseñormío—.Entonces¿aquése debeturopa?—lepreguntéaúnconmisdudasmareándomeelpensamiento. Deseécontodamialmaycorazónquesuexplicacióntuvieraciertalógica. —¿Es que no es de su agrado, majestad? —preguntó inclinándose cortésmente y mis ojos, que son pura lascivia, se detuvieron más de lo necesarioensubulto,tanprominenteytanbiendefinidoporellevetejidode lasmallas,queparecíahabersidoesculpidoporelmismísimoMiguelÁngel. Davidsediocuenta,puessonriógolfoantemimaldisimuladoescrutinio,y voila!,denuevoaparecióesedeliciosohoyuelo. —DehaberlosabidohubieravenidoconmidisfrazdeWonderWoman. —Disfrazquenotengoyhubieratenidoqueimprovisarconunasmaxibragas, un top de bikini y una diadema de los chinos customizada—. Esta noche hubiéramostriunfadomásqueunaCoca-Colaeneldesierto. —Pues es una lástima, la verdad. —Y ahora fue él quien me hizo un buenrepasogeneral—.Nadamehubieragustadomásqueverteconunmono delicrapegadoalcuerpo. —Si quieres me lo pongo, mi piso no queda nada lejos de aquí —le provoqué un poco y ese delicioso hoyuelito, que ya me tenía enamorada, volvióamanifestarse. —Puesyaquelodices,nomeimportaríapasarportupiso. —¡Ah, vale, pues vamos! —dije con tanta celeridad, que ni me dio tiempo a pensar en el alcance de su propuesta, ya que por una parte yo no pensaba,nidecoña,quitarmeelvestidoquemehabíapuestoparalanocita. Lomíomehabíacostadoajustarlascintasdelempestilladocorsé;esposible quehubiesecogidoalgunoskilillosdesdesuadquisición,cincooseis,quilo ça, pero es lo que tiene acomodarse. Uno se acomoda y pierde los buenos hábitos:comerverduraseiralgympasanaunsegundoplanocuandounose comprometeenserio.Y,porotraparte,estabaelhechodequeinvitaraun desconocido a tu casa cinco minutos después de haberlo conocido puede suponerunactountantopeligroso.Peseaello,nadahiceporevitarlo,talvez porque no encontré las palabras para negarme o simplemente porque no quería hacerlo; me dejé llevar por una vez en la vida. Si tenía que ser descuartizada, al menos, que fuera a manos de un tío bueno y no de un espécimen a lo Bardem hormonado, pues eso último culminaría mi crónica diariadecatástrofes,entrandoporlapuertagrandeenellibrodelosrécords sinjurado. —Espera un momento… —Me retuvo del brazo—, voy a por mi macuto.Heaparcadoaquímismo—dijoseñalandoelfinaldelacalle. —Estábien,teacompaño. Estababastanteintrigadaporsudeseodeiramipiso;iguallaideaera unpocoarriesgada,aúnnoloconocíamásalládesuevidenteatractivo.Pero simiqueridaabuelapsicóticanomehabíamandadoseñalesdequepudiera serundepravadoounasesino,podríacorrerelriesgo.Opensándolobien, mi querida abuelita nunca había sido bicho de fiar, de ahí mi supuesta intoleranciaalglutendesusgalletascaseras;lomásprobableesquedesease para mí una muerte prematura para seguir puteándome en el más allá. Yo seríalaamadellavesdelamansióndelosseñoresSatanás,ymiabuelame ordenaría tareas tediosas y agotadoras vestida con boas de colores y profiriendocarcajadasmaquiavélicas.#prayforbibi. Me cedió el paso y, al hacerlo, acomodó su mano por detrás de mi cintura,apenassímerozaba,noeraungestodominantesinomásbienunacto galante para conducirme con él, pero sentí una deliciosa sensación recorriéndomelazona. —Vengodeunafiestadecumpleaños,lademisobrino;cincohahecho elenano—seexplicómientrasandábamosunojuntoalotro—.Yesungran fandeThor,asíque…—chasqueólalengua—…nopudenegarme. Poreltonodesuvozsupequeadorabaaesemocoso.¿Enserio?¿Se habíadisfrazadoasísoloporcontentarasusobrinito?Casimelocomícon los ojos, buscando su martillo... Me encantan los hombres sensibles, cariñososconlosniños.Estaera,sinduda,laseñalqueestabaesperando;un tíoasínopodíaserunpiradoamantedelcinegore. —Vaya,yyopensandoqueeratuformahabitualdevestir.Entonces… ¿noquieresquemepongaatualturaysaquemidisfrazdeheroínadelsiglo XXI? —Me detuve para abrirme un poco el abrigo y pudiera admirar mi vestido. Abrió los ojos, impresionado, lo sé, tengo unas tetas impresionantes, son grandes y redondas, como balones de reglamento, y aquel corsé modernizado de fulana del siglo XVIII no dejaba mucho lugar a la imaginación. —Lociertoesquemegustamuchocomovas.Estásmuyguapa.Nunca hubiera imaginado que una mujer pudiera ganar tanto sin maquillaje. —Me lanzóunasonrisaburlona. Meechéareír.LafotoquehabíaelegidoparalawebdeEmparéjaMe erabastanteenigmática.Noeranidelejoslamejordemilistadeselfies,que contabafácilmenteconmásdemil,peromiintenciónhabíasidonodesvelar muchosobremipersona.PertenecíaamiálbumdeFacebookdelcarnavalde 2011,cuandodecidídisfrazarmedelaReinaRojayerabastanteimprobable reconocerme bajo aquel kilogramaje de maquillaje blanco. Me pareció divertidocolocarlaenmiperfilparadarmeunsintomáticomisterioyademás combinabaalaperfecciónconminick. —¿En serio? Pues normalmente me dicen todo lo contrario: que gano muchomaquillada. —Esoesporquenosabenmirarte. —Ytúsísabes,¿verdad? —Porsupuesto,tengorayosX. —¿Enserio?—desconfiésiguiéndolelabroma—,creíaqueesepoder eradeSuperman.¿Teestásquedandoconmigo? —Mehaspillado—meguiñóunojo—,noséquépoderestieneThor, apartedevolarylafuerzadesumartillo. —¿Yesmuygrandetumartillo?—¡Mierda!¿Lohabíadicho?¿Lohabía dicho en voz alta, verdad que sí? Síiiii… Y no solo eso, además lo había soltadoconmivozdesupergolfa,laquesolousoenmissesionesmensuales desexotántrico.Lomirédereojoyéllohabíacaptado,porsupuestoquesí, yhastaparecíaestarpensándoseunarespuesta.Conlarapidezdeunpumale tapé la boca con mis manos antes de que dijera nada—. No hace falta que respondasaeso.Soyunaidiotaporpreguntarsemejantecosa. Y se produjo «un instante» cuando nuestros ojos se encontraron. Apenasunrocedepupilas;nadaapreciableparacualquierafueradenuestro pequeño círculo de dos. Cataclismo existencial. Y me explico: hay «instantes» e «instantes». Los «instantes» es cualquier espacio de tiempo nimioquesucedeentuvidasinningunatrascendencia,unomásdemillones de millones, mientras que un «instante» es una milésima de segundo en la queseproduceunalgoquecambiaráelrestodetuexistencia.Fuefugaz,casi imperceptible,unbesominúsculoperoprofundoconlasmiradasdeapenas unafraccióndesegundo.Casisemederritenlasbragasysemepeganala pielcomolaceracalientededepilarenese«instante». David se mantuvo callado durante unos segundos, cuando volvió a hablarsonódecepcionado: —¿Porqué?¿Esquenoquieressaberlo? —Sí…—¡Mierda!—,¡no!Bueno…sí. Yserio.Serioconganas.Fueunacarcajadaprolongadaqueleibade la cabeza a los pies de un modo sumamente contagioso. Y yo adoré esa carcajada al momento: una dulce y penetrante risa de loco capaz de conquistar a la más siesa. Hay que ver lo que se reía, pero qué bien le quedaba.Nopodíaparardereír,alpocoreíayotambiéncontagiadaporsu risa. —Esquemelohaspuestoahuevo—dijecuandodejamosdereír. —Sí, los huevos suelen estar justo detrás del martillo —dijo guiñándomedenuevoelojo. —Esomehancontado—mehicelainocente. —Aquíestá.—SeñalóconlamanounafurgonetaazulVolkswagenT2. No entiendo mucho de furgonetas, no sabría diferenciar casi ningún modelo, pero da la casualidad de que perdí mi virginidad en el asiento traserodeunaVolkswagenT2Camperdel80.Unhechobastantetraumático, que marcó un antes y un después en mi vida sexual, al equivocarse el afortunadodesvirgadordeagujeroapenetrar.Queteenchufenatodamecha un palo de carne por el ano sin anestesia es equivalente a sentir un cohete incandescente entrar por tu intestino grueso. Llegué a casa con la cara descompuestayunosandaresdetullidoenrehabilitaciónquehicieronclamar al cielo a mi madre, una señora que todo lo arregla con sopa de cebolla e ibuprofeno, remedios que no hicieron más que empeorar el estado de mi magullado culo, cuando la sopa y el medicamento fermentaron en mi estómagoproduciéndomeunadiarreadeconcursoquememantuvopegadaal vátercasiunasemana. Davidsacóunabolsadedeportedelasientodelcopilotoyselacolgó alhombro. —¿Ahí es dónde guardas tu capa prodigiosa? —pregunté, señalándosela. —No,aquíllevomiropadehumanocuandonoestoydeservicio. —Pensabaquelallevaríasdebajodelequipajedesuperhéroe. —Pensabasmal.—Mesonriódeslizandosusojospormicara—.¿Note importaquemecambieentupiso,verdad?Esquenomehadadotiempoa hacerloantesdevenirynoqueríallegartardeanuestraprimeracita. ¿Primera? Si decía primera, es porque de algún modo David ya se estaba planteando al menos una segunda cita y a su vez estaba dando por hechoqueyotambién. —Venga,va,seguroquelohashechoporimpresionarme—lepiquéun poco. —Puede.¿Loheconseguido? —Creoquesí.Nuncanadiemehabíacausadotantaimpresiónaprimera vista—lereconocí. —¿Esoesbueno? —Sí,loes. —Pensabaquesiveníadisfrazadoiríamosajuego,perotúnohastraído tutrajedeReinaRoja—dijoaparentandounagrancontrariedad;mereí—. ¿PorquépusisteesafotoenelperfildeEmparéjaMe? —No tenía otra mejor —mentí—, soy muy poco fotogénica. —Asintió pensativo—.¿Qué? —Fueeldetallequemehizoaceptartuproposición. —¿Deverdad? —Sí. Da la casualidad que Alicia en el país de la maravillas era el libro que casi siempre me leía mi madre cuando era pequeño. Tengo debilidad por la Reina de Corazones, siempre he pensado que era un alma incomprendida. —Claro —convine—, ella solo quería cortar cabezas porque la gente quehabitabaelpaíseramásfeaquelosjuanetesdelospiesdeFalete.Yo hubierahecholomismodeestarensulugar. —¡Exacto!Creoquesiempreestuveenamoradoensecretodeella. —Pues no entiendo por qué, era un cardo borriquero con la cabeza gordacomounconejoconmixomatosis. —No,porsupuestoquenoloera.Esolodicesporqueentumenteestá la imagen de la película de Disney, pero ella no era así —la defendió con tonoofendido. Estaba muy guapo cuando se ofendía. Así que decidí seguir picándolo porunrato: —Pero esa cabeza hidrocefálica tira para atrás a la mismísima Peppa Pigysucaradesecadordeviaje.Nocreoqueconsemejantecabezapudiera serhermosa. —Paramísíloera—dijounpoconostálgico. —Eresunpocoraro,David.Esperoqueeltamañodemicabezanote hayadecepcionado. —Notedigoquenoseaunpocoraro—mesonrió—ytucabezanome decepciona, es mucho más interesante de lo que podría haber imaginado, aunque mirándote bien… —se hizo hacia atrás para tomar perspectiva de topógrafo—…creoquesíeresunpococabezona. La madre que lo parió; me acababa de llamar cabezona en mi propia cara. Bueno, un poco cabezona sí que soy, porque yo todo lo que me propongoloconsigo,cuesteloquecueste.Ycomonoeraplandesacarmi lado gremlin tan pronto, se lo perdoné y le sonreí, pero solo porque era nuestra primera cita, porque estaba como un queso, porque ese hoyuelo me estabaponiendofrenéticayporqueibavestidocomoThoryeraaconsejable ser amable con el señor superhéroe, no fuera que me noqueara con el martillo; aunque bien pensado, si me quería noquear de la manera que yo tenía en mente, le hubiera dejado que me diera todos los martillazos que hubiesequeridohastaempotrarmecontralapared. 20:55,Cristina,lapeluqueradeArganzuela —Vivo aquí —le indiqué, señalando el portal del bloque de pisos dondevivíadesdequememudéaMadrid. —Es bonito —dijo mientras atravesábamos la corrala—. En verano, ¿hacéisaquíreunióndevecinos? —Puesno,lagenteaquíesbastanteasocial,ymivecinadepuertaestá loca.¿Tú,dóndevives? —Enmibarriodetodalavida. —¿Ycuáles? —Hispanoamérica. —Puse cara de ni puta idea—. En el distrito de Chamartín. —Noheestadonuncaporallí. —NoescéntricoperoestranquiloparaserMadrid.Escasicomovivir enunpuebloynoestátanlejos. —Pasa.—Mehiceaunladoyleinvitéaentrar. Desde la entrada prácticamente se podía abarcar con la vista todo el apartamento.Salónycocinacompartíanestanciaysolounabarraamericana delimitaba las zonas: a la izquierda, un baño; en frente las puertas de mi dormitorioyelvestidor;ytodalaparedderechaeranventanalesquedaban alpatiointeriordelbloquedeedificios. —Esmuyacogedor,tienesbuengustodecorando. —Gracias. —Estaba orgullosa de mi apartamento, no era mío en realidad, sino de mi casera la señora Paca, pero lo había decorado con muchomimoymesentíamuyagustoenél. —Ahíestáelbaño.—Leindiquélapuerta. —Deacuerdo. —¿Quierestomaralgo? Consultósureloj—.¿Porquéno?Notenemosprisa,¿verdad? —Ninguna,lareservaesparalasdiezymedia.Asíque,bueno,¿quéte apetecetomar?—lepreguntémientrasmedespojabadelabrigo. Notécómomerecorríaelcuerpoconlosojosapreciandomisgenerosas curvas,sedetuvomásdelodecorosoenmispechos,peroesquesoncomo unimáninfalible,nopodíareprochárselo. —¿Quétienes? —Puescervezaseguroycreoque…—abríunarmariodelacocinaque hacíadelicorera—…ronyginebra,perotendránqueserapaloseco,nome quedanrefrescos. —Unacervezaestarábien. —Vale,unacervezamarchando.Teesperoaquímismo. —Deacuerdo,tardonadaencambiarme.—Meguiñóelojo. —Tómatetutiempo. —Cristina —me llamó cuando le di la espalda. Joder, qué raro se me hacía que me llamase así. A qué mala hora le había hecho caso a Teresa. ¡Teresita,laleche!Habíaquedadoenenviarleunwasapitoparainformarle delamarchadelanocita—.¿Teimportasimeducho?Elsitiodelcumple eraunlocaldefritangasyapestoacroquetasdebacalaoquetirodeculo. —¿Ah, sí? —me hice la longuis negando con la cabeza simulando extrañeza—.Pues…nomehabíadadocuenta.No,claro,dúchatetranquiloy siéntetecomoentucasa.Enelbañohaydetodoloquepuedasnecesitar. —Estupendo,gracias,Cristina—dijoentornandolapuerta. —Nocierralapuerta,tengoquellamaraalguienparaquelarepare— leinforméviendoquemelaibaromperintentandoatrancarla. —Ladejaréentornadaentonces.—Sonriómuygolfoporelresquiciode lapuerta—.¿Prometesnomirar? —Prometo—lesonreípicarona. Pero ¿para qué coño están los ojos? Pretendía no mirar, me puse de espaldasytodo,ymeentretuvellenandounajarraconcerveza,peroaquello no me llevó más de medio minuto. Cuando me di la vuelta, David estaba sentado en el váter en bóxers. La luz del halógeno le caía sobre la cabeza, acariciándole la mejilla y el labio superior. Era muy… muy hermoso. Los bellosrasgosdesurostromarcadosenlíneasangulosasyuncuerpoperfecto de músculos poderosos. En aquella posición casi parecía la estatua de un diosgriegooromano,nosé,noentiendomuchodearte,peroDavidestaba buenoarabiarydeesoyosísabíaunratolargo.Observándoloahora,medi cuentaquetodavíaeramásgrandedeloqueparecíadentrodeltrajedeThor. Yesomegustaba.Megustabamucho.Nuncamehabíanllamadolaatención los hombres grandes, los veía burdos, lentos, torpes… pero David no me parecía nada de eso, se movía elegante y su porte era incluso delicado mientras se quitaba los calcetines y después los calzoncillos. Mis ojos se desviaron lentamente hasta sus partes íntimas, mi subconsciente quería corroborarquelasmedidasquehabíacalculadofueranlascorrectas...¿Qué coño? ¿Ahí faltaba algo? Espera, Cam, será por la luz. No, no era la luz... Levantólavistaymepillómirándolocasiconextasío;lavivaestampadela Virgen María en la Anunciación del arcángel Gabriel, volvió a sonreírme antesdetranquearlapuertayprivarmedelespectáculo. Nerviosa por la visión de aquel pedazo hombre casi en bolas en mi bañoylamentedispersaenhacerrestassimplesdedosmenosunoiguala uno,cogíelmóvilparaentretenermemientrasseduchaba. Había catorce wasaps de Teresa, entre otros tantos de mi grupo de terapia Antitac, ocho de Jaime, tres de mi madre, uno de mi abuela Bibi y otrodelgrupodecomunicaciónextrasensorial.FuialchatdeTeresa,queera loquemásmeurgíaenaquelmomento.¿Yesafotodeperfil?¿Noteníaesta mujernadamejorqueponerseenlacabezaquesemejantetocadosurrealista de plumas de avestruz con megahuevo inclusive? Estaba casi más ridícula que cuando mi amiga Lucía nos obligó a ponernos pollas de poliespán con veloenlacabezaparasudespedidadesoltera.Luegohablaríamuyenserio conTeresitadeaquello,siqueríaconservarnuestraamistaddebíadejaratrás tales cutreces y no recordarme una y otra vez esa bochornosa noche de casaderasdesatadas.Leítodoslosmensajesdeuntirón: «QuéhaceshablandoconThor?» «Quiéncoñoesesetío?» «Québuenoestá!!!» «Yolecogíaelmartilloylehacíaunazambomba» «Quéfríohace,joder!!» «Alguienmeestámirando!!!» «Tengomiedo» «Tesigo???» «Tesigo» «PeroquemierdafurgonetasegastaThor!!» «Estoyenfrentedetucasa» «¿Vaisatardarmucho?JLnoseaclaraconlapapilla» «Dimealgoooooo,porDior» «Mevaadarunahipotermia» Suúltimomensajeeradehacíadiezminutos.Measoméporlaventana demidormitorioylavi,medioensombras,alcobijodeunportal.Levantéla manoparasaludarlayellahizolomismo.Tecleéunmensaje. «Hemosvenidoparaquesecambiederopa. ¿Estábueno,verdad? Jopetinas,quésuertetengo. SellamaDavidBravo» Laviescribiralgoensumóvilyalsegundosonóunavisoenelmío. «Bravosurabo!!!» «Jejeje» ¡QuédescaradaeramiamigaTeresa.Parasuscuarenta,unmaridoytres niñosensuvida,nohabíaperdidoniunápicedechispa. «Sí,tienebuenbulto,perocasinomehefijado» «Ya,ya» «Qno» «Seguroquesí.Cómoes?Apartedetenerungustopésimoparala ropayloscoches» «Parecesimpáticoytieneunhoyueloprecioso» «Vale,entoncesmevoy?» «No t vayas Teresa, x tu padre. Qdate un poco más. No sabmos todavíasiesunpsicópatadelicioso» «Mevoyaponermala.Haceunfríoquepelaelculo» «Solounpoco,xfavor» «Creoquepuedesmanejartesola» Levantólamanoamododedespedidaymeasusté.Alavelocidaddeun rayoleescribí: «Hijadfruta,notvayas.Solohastaqlleguemosalrestaurantey estemosconmásgente» «Valeputonaperomedebesungranfavor» «Loqquieras» «Voy a enviarme esta conversación al mail para recordártelo cuandollegueelmomento» «Declararéenajenaciónmental» «EnajenadatevasaquedarcuandoThortemetaelmartilloporla chirla,jajajajaja» Davidmellamódesdeelbaño. «Esperaqmestállamando» Me acerqué a la puerta, de nuevo entreabierta, el vaho inundaba el espacio. —¿Pasaalgo? —Notengotoalla.¿Medejasuna? —Claro,enseguidatelatraigo. Corríhastamivestidor,cogíunatoallayvolvíalapuerta. —Voyaabrirparadejartelatoallasobreelváter—leaviséantes. —¿Puedesentrarypasármelaaladucha?Asínocojofrío. Mequedépensativajuntoalapuerta,lasituacióneraunpocorara,un hombredesconocido,delquesoloconocíaelnombreynickdeunawebde citas, estaba desnudo y resplandeciente por el agua allí dentro. Indudablemente, David era atractivo e indudablemente me atraía. Mucho. Hacía tiempo que estaba fuera de mercado, sin ojos para ninguno, comprometida como había estado al mismo hombre desde hacía un año, no conocíaentérminossexualesotrovarónquenofueraJaimedesdehacíados, el tiempo que llevábamos juntos. Mi dieta de sexo había sido precisa, concisa y bastante satisfactoria durante ese tiempo. En la cama funcionábamos, no digo que no, pero todo era monótono, programado… Atrás quedaban aquellos fabulosos polvazos de los primeros meses de relación, aunque no añoraba ese frenesí, el aquí te pillo aquí te mato, los jueguecitos, los juguetitos… ¿Dónde había ido todo eso? ¿Cómo lo había dejado pasar? Ni siquiera lo había echado en falta, tan segura estaba de lo nuestro, ¿feliz?, ¿estable tal vez? Confiada en que aquello funcionaba a la perfección, como un reloj suizo, igual que nuestros kikis programados. Lo nuestroseasentabaenotrascosas;lasensacióndeseguridadyelconfortque me brindaba él, su posición, su familia… sí… puede que ahora mirándolo desde otra perspectiva, todos esos pilares fueran superficiales. Pero yo quería a Jaime, valiente hijo de puta, yo lo quería. Le había entregado mi confianza,minuevoser,miantiguoyoyélmelohabíaarrebatadotododeun plumazo.Noqueríapensarenelloahora.Ahorano. Porunmomento,barajélaideadedespelotarmeylanzarmealatorera sobreDavidyecharleunkikidepadreyseñormíoenmiducha.Jugármelaal todoonada,comoeldíademidesvirgación,quepasédeceroaciencuando Héctor me asestó la cornada a traición. Pasar del restaurante, del puto artículoydisfrutaraloloco,dejarmellevarcomounasalvajesinraciocinio por la euforia sexual. El sexo me vibraba solo de pensarlo. Me estaba empapando las bragas solo de imaginar la escena. ¿Sería yo capaz de eso? IntrodujelacabezaporelresquiciodelapuertayviqueDavidestabadentro deladucha,lamamparaeratransparenteyapesardelvahoquetapizabael cristalpudeadivinarsucuerpodetrás.Elclítorismedijo«holaaaaaaaa»ydi unrespingoporlaimpresión.Estabaquemefollabaencima.Meacerquéala ducha. —Hola —dije para llamar su atención. El chorro seguía cayéndole a presiónsobreelcuerpodesnudo.Esepedazocuerpoqueteníayqueyapodía verconmásclaridad.Mesacabacasiunacabeza.¿Quésesentiríarodeada poresospoderososbrazos? Se dio la vuelta y le vi el torso, firme y bien definido, rozando la perfecciónenlacompeticiónmundialdetorsosimpresionantes,comoyalo habíapresumidoaprimeravista. —¿Cómolohacemos?—preguntó. ¿Hacerelqué?¿Elamor?¿ElKamasutra? —¿Elqué?—tartamudeéconfundida. —¿Quévaaser?—Serio. ¿Ahora?¿Así,sinmediarpreámbulos? —Vale,puesmequitarélaropa—balbuceécomenzandoadescalzarme. Davidcerróelgrifoymemiróconfijezaatravésdelamampara,me sonrió de aquel modo golfo que tenía antes de deslizar un poco la hoja de cristalyarrebatarmeconligerezalatoalladelasmanos. —Cincominutosmásyestoycontigo,Cristina. Putatoalla.EsaeralaúnicaqueseibaarozarconDavidesanoche. —Deacuerdo,teesperofuera. Salídelbañoaúncachonda,conrumboalacocina,mesentíaabsurda, qué mala es la imaginación, le di un sorbo a mi cerveza que ya estaba caliente,tantocomoyo,yluegovaciélajarraenteraenelfregadero.Ymis ganasylacervezaseesfumaronporeldesagüeatodavelocidad. Mientrasloesperaba,servíotrasdosjarrasdecerveza,mesentéenel sofá, abrí el WhatsApp y leí los otros mensajes: una reunión del grupo de comunicación extrasensorial la próxima semana y un aviso extraño de mi abuelaBibi: «Diostevigila.» Meestremecíanteaquelinsólitomensaje,lociertoeraquetodoloque teníaqueverconmiabuelaBibierainsólito,extrañoy,paralagranmayoría, rayando lo pirado. Y el hecho de que mentase a Dios todavía lo hacía más incomprensible,yaquelahijadeputaeramásrojaqueladeMecano[1].Le diungenerosotragoamicervezaparareconfortarme.Davidsaliódelbaño, veníadefrentesonriendoyyonoestabapreparadaparaloquevi.Eramás que imponente. Llevaba tanto tiempo saliendo con un hombre trajeado que tener ante mis ojos un hombretón como David con aquel look motorista me dejó noqueada. De un vistazo le estudié los zapatos: las mismas botas militares que llevaba con el disfraz de Thor. Estaban limpias y en buen estado,ademáseranmuychulas,loquepresagiabaqueDavideraunhombre moderno, cuidadoso y con buen gusto. El resto era sencillo pero eficaz: vaquerosgrisesceñidosyrotosenlasrodillas,sincinturón,yunacamiseta blancadecuellopicoymangacortaqueseleajustabaaltorso.Mientrasse acercabaalsofásefueponiendounacamisanegraquesedejódesabrochada. Luegosedejócaeramiladoconunasonrisaenlacarayunhoyueloperfecto enlamejilla. —¿Estamosatiempodetomarnoslacerveza?—dijocogiendolajarra delamesadecentroyllevándoselaalaboca.Teníaunabocamuysexy,la verdad,carnosita,comolistaparachuparpolososellosoextremosdepilas alcalinas, podía chupar lo que él quisiera, pero bien sabía yo donde me gustaríaqueDavidamorraseelhocico. —Notenemosningunaprisa.—Meacomodéunpocomás. —Pero¿habíasreservado,no?—preguntó. —Sí,enLaMalquerida. —¿LaMalquerida?—Serascóelmentón—.Mesuena. —Estámuycerca,enlaLatina.Esunlocalmuyin. —¿Muyin?—Levantóunaceja. —Sí, mucho, siempre hay famosos: actores, futbolistas, cantantes… Cuestamuchoquetedenunareservacontanpocotiempo. —Entoncesseríaunalástimaquelaperdiésemos. —Sí,unaverdaderapena. —Ydime,Cristina,¿cómoconseguistelareserva?—Sumanoseacercó a mi cara, ¿me iba a acariciar? No, qué pena, solo iba a acomodarme un mechón de pelo en la oreja. ¡Guau! Rampazo directo al clítoris, guiño involuntariodeojos,malditotic. Esteactoinvoluntariodemisglobosocularessucedesiemprequesiento algúntipodeexcitación,emociónynerviosismoniveldiez.MiamigaMarga todavía me recuerda, cada vez que salimos a coger una buena cogorza, aquellaexposiciónenclasedeNaturales:lareproduccióndelosmamíferos paramásinformación.Salíalenceradoconunnudoenlagargantayconlas manossudorosas,teníaatodalaclasedeadolescentescabronesmirándome defrente,esperandopalabrascomo«pene»y«vagina»paradescojonarse.El profesor, ante mi mutismo, me reprendió para que empezara, era tal la presión que mis ojos empezaron a espasmarse de forma involuntaria. La imagenacámaralentademisgestosridículosponiendolosojosalavirulé debíaserespantosa,tanespantosaqueelprofesorgritóaterrado:«Llamena unaambulancia,Díazestásufriendounictus».Laspalabrasnomesalíancon coherenciadelaboca,debísonarcomoSloteldeLosGoonies,hechoque agravó la situación, el profesor poniendo en práctica lo aprendido en el cursillodeprimerosauxiliosdeunahoraalquehabíaasistidounmesantes; meinmovilizóenelsueloymemetióunlápizenlabocaparaevitarqueme mordieralalengua...Desdeentoncesodiotodoloquetengaqueverconla naturaleza,losdocumentalesdeanimalesmeproducenjaquecaymetermeen la boca instrumentos alargados de origen inorgánico me produce taquicardias. —Tengoamigos—lerespondíconunalevesonrisa. —¿Famosos? —No—lesonreíenigmática—,peroinfluyentes. —Interesante. —¿Porqué? Semequedómirando,pensativo,parecíaquemeestuvieraestudiandoel rostro,rastreándomelosrasgos. —¿Pasaalgo? —No.—Moviólacabezaaloslados. —¿Yporquémemirasasí?—Nerviosaporsuescrutiniolediunsorbo rápidoalacervezaysemefueporelotrolado. Mepuseatoserviolentamente,echándoleescupitajosenlacaracuando tratódeauxiliarmeconunassocorridaspalmadasenlaespalda. —¿Estásbien?—Mefrotóelhombro. —Ya se me ha pasado —dije una vez pasado el mal trago; miré abochornadacomomicervezaregurgitadaleresbalabaporlasmejillas. —¡Jopetinas, te he puesto perdido! —Me levanté de un salto para buscarunasservilletas. Yseechóareír. Frenéenseco. —¿Dequéñoquiteríes? Me miró serio por un momento, a las claras se estaba conteniendo la risa. —¿De qué ñoqui te ríes? —insistí de peor humor y comenzó a descojonarse. Davidseestabapartiendoelculodemí.Eraevidente.Muydigna,me puseenjarras. —¿Quépelotillastepasa?¿Teestásriendodemí? Negóconlacabeza,laslágrimaslebrotabandelosojos.Selasenjugó conlamangaantesderesponder: —No,perdona,mehahechograciaesoquehasdicho. —¿Quécosa,quevoyaporservilletas?—preguntésinsaberaquése refería. —¿En qué idioma hablas? —preguntó antes de lanzar otra sonora carcajada. Lomirémolesta. —¿Qué? Todavíalimpiándoselaslágrimasylosrestosdemicerveza,respondió: —No,lode«jopetinas»y«ñoqui».¿Quécoñosignifica? Mesentéasuladoyrespiréhondoantesderesponder. —Esaspalabrasformanpartedemiterapia. —¿Estásenterapia?—Sepusoserio. —Sí, algo parecido, estoy en un grupo de desintoxicación de palabras fuertes,vaya,loquevienensiendotacos. —¿Esoexiste?—preguntóextrañado. —Sí,claro.—Lomirédereojo,paravercuálerasuexpresión.Parecía interesado,asíquemeaniméacontarle. —Yodecíamuchaspalabrotas,hachedepe…pu…co…yasabes. —¿Yesotienealgodemalo? —No,físicamentenoafecta,peronoencaja… —¿Noencajaenqué?—indagó,cortándome. —Enminuevoyo. —¿Ytunuevoyonoquieredecirtacos?—preguntóintrigado. —Minuevoyoniquierenidebedecirtacos—ledijeseca. Memiróserio,sincomprender. —Pero¿porqué?¿Quétienendemalolaspalabras:puta,coño,cabrón, gilipollas,etc.,etc.? Joder, qué envidia me daba, cómo manaban de su boca: musicales, etéreas,divinaspalabras. —Nada, pero yo no quiero decirlas. Ya sé que para ti es muy difícil entender mi situación, pero yo estaba realmente enganchada a todas esas palabrotas, las usaba para todo y las intercalaba con alguna preposición o artículo.Eraespantosoescucharme:unpersonajemalhabladosacadodeuna pelideTarantino.Tuvequedesintoxicarmeporquenoencajabaenmietapa deadultaresponsable.CasiparecíaunaafectadaporelsíndromedeTourette. —Aver…siteheentendidobien.Dicesquedecíasmuchostacosyque eso no está bien en una persona adulta y responsable, hasta ahí llego, pero ¿nopodíassimplementenodecirlas?Nosé…comomeocurreamí.Amíme gusta mucho decir tacos, disfruto de una buena conversación plagada de tacos,peroevidentementenolosusoenmifacetaprofesional,melasreservo paramividapersonal.¿Túnopodíashacereso? Neguéconlacabeza,mesentíaunpocoridículaexplicándoleaquello, porqueasíexplicadoparecíailógicoquenopudierahacerlo,perolaverdad eramuydistinta,yonopodía.Elgrupodeterapiahabíaobradomilagrosen mí.Decíacosastanimbécilescomo:ñoqui,jopetillas,hijodefruta,ojode patoypelotillas,peroalmenosnoeraunadeslenguada. —No,nopodía—hiceungestodenegaciónconlacabeza—.Buscando eninternetconocíalosdelaterapiaAntitacymeapuntéaunintensivodeun mes,ymírameahora—ysonriéndoletalcualpayasoloco,levantélasmanos expresivamentehaciamiboca—,yaestoylimpia. —Esincreíbleloqueunopuedeencontrareninternet,¿verdad? Lomirépensandoquetalvezesoquehabíadichoveníaconsegundasy asentí—.Increíble. —Intentaré no decir muchos esta noche, para no inducirte a un mal camino.Mesentiríafatalsipormiculparecayesesentuadicción. —Tranquilo,notecortes,puedoresistirlo,estoyacostumbradaatratar conpersonasquelosdicenatodashorasyyoniplin,porunaorejameentra yporlaotramesale. —Mealegroporti,debesermuyduro,erestodaunavaliente,Cristina. Quitarse de cualquier adicción supone un esfuerzo enorme. Yo no podría, joder—enfatizólapalabraqueempiezapor«J»conunasonrisaamplia—, esquemeencantadecirtacos. —Amítambiénmeencanta—reconocíenvozbaja,casiconvergüenza —,dehecholosdigoatodashoras,perosoloparamiyointerior.Micerebro dice «¡COOOOOO!» y lo que sigue, pero mi boca grita «¡ÑOOOOOQUIIIIIII!». Nosechamosareír.Mereítantoquealfinalmedolíalabarrigaytodo, pero era un no parar. Cuando uno dejaba de hacerlo, miraba al otro y se ponía serio, entonces estallaba de nuevo en risas al escucharle decir «¡ñoqui!», como un robot, impersonal, sin tono ni vida, como mi querido Schwarzenegger.Nuncaunapalabrameresultótandescojonante:«¡ñoqui!». Eradecirlayestallar. —¿Sabes qué? —me dijo David un rato después, al fin habíamos conseguidopararyestábamostomándonosotracerveza. —¿Qué?—ledije,chulayo. —Quemegustasmucho,Cristina.Mealegrodehaberquedadocontigo. Eressindudalomejorquemehaocurridohoy. —Vaya,gracias.Tútambién…Yamí...Oseaque…—¿Quélepasaba a mi puta boca que no sabía enlazar más de tres palabras seguidas?—. Yo tambiénestoycontentadehaberquedadocontigo,Romeo86.—Leentornélos ojoscoquetuela—.¿YlodeRomeo?—Trasunacervezaymediamesentía todavíamásresuelta,másseductora,máslocadelcoño,odelñoqui. —Nosé.—Seencogiódehombros. —¿Ochenta y seis por la edad? Tienes —calculé mentalmente— veintinueveañitos. —Todavíasonveintiocho,hastadiciembrenoloscumplo.Nacíeldía deNavidad. —Vaya, qué miércoles. —Me reí, siempre me ha parecido una putada muy gorda que tu cumpleaños coincida con una fiesta importante, todo el mundoestátanocupadoenfelicitarsequeniseacuerdadequeesedíaesel quetevionacer. —¿Tampocodices«mierda»?—Reprimiólarisa,mordiéndoseellabio inferior. —Porsupuestoqueno,bueno,miyointeriorsí,muchasveces. —Estásunpocoloca,peromegusta—afirmósoltándoseellabio. —Yamí.Estarlocaesunodemismayoresatractivos. —Ademáseresmuyguapa. —¿Túcrees? —Noescuestióndecreer,loeresparamí.Dehecho,erespreciosa. Nosmantuvimoslamirada,semordióellabiodenuevoyesegestohizo que mis ojos se deslizaran hasta su boca. Era la jodida Anastasia Steel en hombre, todos sus gestos provocaban electricidad sobre mi cuerpo y algún que otro espasmo ocular que esperaba escapara de su vista, mis tetas eran unagrandistracciónygranbazaparasuavizarsufuerteimpacto.Pormivida queaesasalturasdelacitayaqueríamordérseloyomientraslocabalgaba enmisofá.Traguésalivamientrastratabadedecidirsimelanzabadecabeza al mar, sin gorro ni salvavidas, para qué, yo ya estaba perdida. David decidiópormí,lentamenteacercósurostroalmío. —¿Quéhaces?—dije,casienunsusurro. —Acercarmedespacioparanoasustarte. —Es muy difícil asustar a la Reina Roja —lo reté con una sonrisa picarona. Cuandonuestrasnaricesseencontraron,susurró: —¿Puedobesarla,ReinaRoja? —Estoytratandodedecidirlo. —¿Sería muy precipitado, no? Hace poco más de un hora que nos conocemos.—Acaricióminarizconlasuya. —Seríamuyprecipitado,sí—dijeconlavozcargadadedeseo.Deseo deél,debesarlo,lamerloenteroyfollármelo.Ymedabaigualsieranunao doslashorasquefueran.Ladeólacabezatanteándomelabocaconlasuya. Suslabiossobrelosmíosdispuestosafundirseenunbeso,elprimero.Cerré losojos,rindiéndomeaaquelbeso,aaquelinicio,aaquellapromesadeun algoincierto,asuslabios,aDavid. 21:47,dossoncompañíaytressonunjodidohuracán Ytuvoquesonareltimbreparajoderlamarrana.El«instante»sefueal garete,alputogarete.Malditohijodeputaeltimbre.Timbrecabrón.David seapartóymiróhacialapuerta. —¿Esperasaalguien? —No.Nisiquieradeberíaestarencasa. Volvieron a llamar con más insistencia y comenzaron a aporrear la puertaparahacersenotarporsialguiendudabaalrespecto. LavozdeTeresamellegódesdeelrellano. —¡Ábreme,séqueestásahí! Davidarqueólascejas. —Parecequetebuscan. Hiceungestoindicándolequenoeranadie.Joder,quéoportuna;maldita Teresita. —Venga,abre,luegoseguimospordondelohemosdejado.—Meguiñó unojo.Elmíoyaestabaguiñadoporeltic,quetambiénsemanifiestaacausa delafrustración. —¿Deverdadquenoteimporta?Esquesinoabro,nosevaamarchar, losé.—MiojoseguíamediocerradocomoeldelDioni. Davidentendiómiticcomoalgoaloqueseguireljuegoyconunnuevo guiñomediosuaprobación. Teresa seguía aporreando la puerta como alma poseída por un pájaro carpintero.Aregañadientes,melevantéyleabríladichosapuerta. —¿Quépasa?—lepreguntédemalagana. Teresa traía la cara descompuesta, el pelo pegado a las mejillas chorreando un diluvio y el abrigo de pelo sintético empapado hasta los cueros.Teníaunaspectodelomástétrico,mástétricoinclusoquelaniñade Theringsaliendodelpozo,sinolaconocieralehabríadadounportazoen losmorrosdepuropánico. —¡Déjameentrar!Novescómovengo.—Meapartódeunmanotazoy secolóenelinteriordemiapartamento.CuandovioaDavidsentadoenel sofá,fingióunagrancontrariedad,québuenaactrizeralajodida,seledaba bien. —¡Ay, ¿no me digas que molesto?! —exclamó llevándose la mano al pechocondramatismo. —No, qué va, solo estábamos tomando una cerveza —dijo David levantándoseparasaludarla.Vinohacianosotrasconunandarelegante,casi felino. —¿Ytúquiéneres?—preguntóTeresaconelbesoyaensumejilla. David se presentó con su sonrisa diez. Qué sonrisa, qué hoyuelo, qué boca,quédetodo. —¿Quieres tomar algo? —le dije, ante todo la buena educación, por dentrotrinaba:putaTeresa,teodioamorir. —Sí,unbañocalienteyropaseca.Estoyquememuero,Ca… Lelancéunamiradahomicidaquelafrenóenseco. —Pero¿quéhacíasenlacalleaestashoras,almadeDios?—laregañé mientras le pasaba el brazo por los hombros para llevármela para mi dormitorio. —Pasaba por aquí, no s… —cantó como la canción con los dientes castañeandoalson. FastidiadamiréhaciaDavidquedivertidoseguíalaescena. —Enseguidaestoycontigo,sírvetealgo,loquequieras.—Ylelancéun besoconlamano,oléyo,antesdecerrarlapuertayencararmeconTeresa. —Pero ¿qué haces aquí? —le pregunté tratando de no alzar mucho la voz. —Se me ha congelado el pipi en la vejiga de esperarte abajo, te he enviado miles de wasapitos pero no me respondes. Lleváis casi una hora aquídentroyyoestoyhastaelcoñodeesperarte.Haceunfríoquepelaysi estásbien,nopintonadaenlapuertadetucasacomounamongola.Nopodía llamaraJoséLuis,porqueconloscríosnopuedesalirdecasa,asíqueme iba para el metro, y ha empezado a llover a cántaros —comenzó a narrar mientrassequitabalaropaylalanzabacongranpunteríaamicanastodela ropasucia—.Mehedadocuentadequealguienmeseguía.Untipo,nolohe vistobien,porquellevabaunagabardinanegrayungorrodelanagriscalado hastalosojos,peromeestabasiguiendo,estoysegura.Yaloviantes,cuando estábamos en la puerta de Casa Lucio esperando a David, que vaya con David,québuenoestá.Mehadadounyuyuquetecagas,Cam.Eragiraryél girar,sí,coño,meestabasiguiendo.Acojonada,mehedadolavueltaymehe venidocorriendoparatucasa,¿quémáspodíahacer?—mepreguntóconla bocatemblorosa. —Has hecho bien —le dije, abriendo el grifo del agua caliente—. Anda,dateunaducha.Tedejoropasecasobrelacama. —Yperdona,Cam,noqueríamolestar. —No pasa nada, Teresa —le sonreí—, pero no me llames Cam, llámameCristina. —¿Cristina,porqué? —Lehedichoquemellamoasí. —¿Yporquélehasdichoeso? —Porquetúmelohasdicho. —¿Y por qué coño me haces caso? Sabes que estoy como una puta cabra.¿Yahoraqué? —Ahoranada,soyCristinaypunto. —¿«Ypunto»deapellido? —No,ypuntodeya,mellamoCristinaMárquez. —Ah,vale,CristinaMárquez,CristinaMárquez,CristinaMárquez… Yahímeladejé,dalequetepego,debajodeladucha.Lepreparéunas mallas,quehabíacompradoaunagitanaenelmercadilloporsimeapuntaba algúndíaazumba,yunasudaderadelRayoVallecano,ymefuiparaelsalón, dondeDavidsehabíaservidootracervezaycurioseabaporlavitrina.Enla manounafotodeJaime,másdientesqueRaphaeltenía,unpastizalsehabía dejado en carillas, que no se llaman así por casualidad, cuestan un riñón y partedelotro.Losojoschinosporelsolysusempiternoflequilloaunlado, comorelamidoporunavaca.Asulado,yosonreíafeliz,victoriosacomome sentíadeestarconunhombrecomoél.Pobreignorante,seguroqueyamela estabapegandoyyotanidiota.Pero¿quéleibaahacer?EstábamosenBaliy yonohabíapuestoniunclavel,bienvalíaesotodaslassonrisasdelmundo. Me quedé mirando a David, tan varonil con su planta y su trasero ceñidete dentrodelosvaqueros.Buenculo,síseñor.Meacerquéaél,despacio,pero meoyóvenirysediolavuelta.Mesonrióyyolesonreícomorespuesta.Me gustaba David, en contra de cualquier pronóstico que hubiera podido hacerme y dejando a un lado que había tenido los santos cojones de presentarse vestido de Thor. No solo era guapo, alto y fuerte, había mucho másbajoelcascarón.LostíosbuenossonunpococomoloshuevosKinder: lodefueraesdelicioso,pero¿ylasorpresadelinterior,loquenosevea simple vista? La mayoría de las veces es una mierda pinchá en un palo, juegas con ella un ratito, te cansas enseguida porque no merece la pena y terminasdesechándolaporlavíarápida.PeroDavidmehabíasorprendido gratamente, era majo, gracioso y sí, había conexión entre su punto de excentricidad y el mío. Habíamos conectado nuestras miradas y nuestras almasdesdeelsegundocero. Con un gesto que pretendía ser sensual, le arrebaté la cerveza de la manoylediunbuentragomirándoloalosojos. —¿Quiénes?Mesuenasucara.—Levantóelmarcohaciamí. —Unamigo. —Muybueno,supongo,eslaúnicafotoquetienesenelsalón. —Bueno,sí,supongo.Loera,mejordicho,yanosomosamigos. Aquíesdondeyodeberíaempezaraponerenprácticatodoloquehabía apuntadoenmilistadequéhacerenunaprimeracitasiquierescagarla. Mediounpocodebajón,porqueenrealidadnoteníaniputasganasdehacer nadadeaquelloconDavidymenosaúnempezarprecisamentereventándole losoídoshablándoledeunex,queademásporlasmalasartesdeldestinoen esemomentosíexistía. —¿Ycómosellama?Creoqueleconozco,peronoconsigorecordarde qué. NoqueríamalgastarniunsolosegundomáshablandodeJaime,decidí quelomejorseríaresponderlaverdadyzanjarrápido,¿quéotracosapodía hacer? —EsJaimeSotomayor.—Lequitélafotodelamanoylavolvíadejar ensusitio,mejordicho:suexsitio.Yameencargaríadespuésdebuscarleuna nuevaubicación,talvezunvertederoderesiduosporcinos. —Hostia,claro,yadecíayoquemesonabasucara. —Entonces,¿conocesaJaime? —Nopersonalmente,perohaceunpardeañosLizondoSierralellevó uncasodeestafaymelocrucévariasveceseneldespacho. Elcorazónmediounvuelco,joder¿abogado,David?,nuncalohubiera imaginado.Noesquenotuvierapintadeserlo,peroasívestidopuesnolo parecía. Parecía más bien un guitarrista de rock, un chapuzas con su furgoneta,unhombrequetrabajabaconsusmanos…nosé,otracosa.Yhe aquí el momento ideal para comenzar a atosigarlo con preguntas sobre su trabajo. —¿Trabajasenunbuffet? —No,yano—respondió—,¿decepcionada,Cristina? —No, ¿por qué? Los abogados me producen ansiedad, son tan correctos, tiquismiquis, bien hablados, estirados, repelentes, ¡puf! No conozconiunosoloquemecaigabien. Sonrió—.Amímepasaigual. —¿Yaquétededicas,entonces? —SoyabogadodeDerechosHumanos.[2] —¿Enserio?—ledijellevándomelasmanosalacarareprimiendouna carcajada—, pues acabas de romper el molde, he de reconocer que tú me caesbien. —Eso espero, porque tú también me caes muy bien y no quisiera que algotanestúpidocomomiprofesiónfueraunimpedimentoparati. —Nosoytanprejuiciosa,creoquepodríasoportarquefuerascualquier cosa. —¿Cualquiercosa?—susurróclavándomelamirada. —Sí.Dehechoquefuerasunsuperhéroemeteníalocaya,peroveoque lo tuyo en realidad no anda muy lejos. Debes de ser muy buena persona cuandotededicasprofesionalmenteaprotegerapersonasindefensas,etc. —Me importan los demás, pero tampoco veo que sea como para santificarmeporello. —¿Ydóndetrabajasactualmente?Sisepuedesaber. —EnAMSAR,esunaONG. —¿En serio? Lo ves: eres un pedazo de pan, David. —Abrí los ojos, impresionada. —Bueno, tampoco es para tanto —dijo algo ruborizado—. Me pagan porhacermitrabajo,comoatodoelmundo,yesolequitamuchoméritoami labor. —¿Quédices?—lerebatí. —Esmuygratificante,laverdad,peronodejadeseruntrabajocomo cualquierotro.¿Ytú,aquétededicas? —¿Yo?Puessolosoyunahumildepeluqueradebarrio.—Mesonrojé. —Bueno,esuntrabajomuyhonradoytambiénhacestulaborsocial. —Yatedigo;nosolopongoguapasalasmujeres,tambiénleshagode psicólogomuchasveces.Noveasloquesedesahoganenunabuenasesiónde corteysecado,ysilesdoyeltinte,nitecuento,mecascanhastadequécolor sonloscalzonesdesusmaridos.Lasmujeresserelajanmuchocuandoselas estámimandoyyotengounasmanosdivinas—mentímásquehablé. Yesqueenrealidadunavezquiseserpeluqueraymimadre,almade cántaro, me sirvió de cabeza de prácticas. La pobre mujer tenía una importante reunión en su trabajo y llevaba su corte de pelo algo desarreglado,justoenesemomentotrágicoenelqueelpelocortopasade ser estiloso a escabroso. No tenía tiempo de pedir cita con su peluquera Angustiasyyomeofrecípararetocarleelcorte.Teníauncaborroimportante (loquevienesiendopelo-cascodetodalavida)ynoqueríaaparecerdeesa guisa,motivomásquedesesperadocomoparaarriesgarseaponerseenmis manos. Era mi oportunidad de lucirme, quizá sus compañeras de trabajo le pediríanconansiaunacitaconmigo,yganaríasuficientedineroparacomprar unos carísimos zapatos que había visto en una revista. Bien, mi madre, ataviadaconunatoallaunidaporunapinzadelaropa,sedejóhacerpormí, metí la tijera sin miramientos, sintiéndome la nueva Llongueras, dejando libre mi creatividad y, ya de paso, prácticamente calva a mi creadora. Las patillasnoseparecíanennadalaunaalaotra,dehecho,laderechabrillaba por su ausencia; la nuca pelada le empezaba prácticamente por las orejas, dejando el cuello por detrás más largo que un boli Bic. La pobre mujer parecía más una muñeca de bajo coste que una Barbie Superfashion. Era comoelcuadroEcceHomorestaurado por las manos de un niño de cuatro años,unaaberraciónhechacarne.Losgritosdemimadreencendíanyescay tuvoqueiralareuniónconunpañueloenlacabezaaloRaniadeJordania. —Tienes unas manos realmente prodigiosas —admitió David con dulzura, cogiéndome una mano para admirarla, luego me la comenzó a acariciar lentamente, dedo tras dedo, con una sensualidad que me puso la carnedegallina. —Gracias, David, pero no es tanto el mérito, también me pagan por hacermitrabajo. —¿Yesenlapeluqueríadondehacesesoscontactostaninfluyentes? Me reí, incómoda, no por sus caricias que me estaban llevando al precipiciodeldeseo,sinoporlapregunta. —No,ahíno—respondíevitandomirarlealosojos. —¿Y tu amiga Teresa? ¿Le ha pasado algo malo? Porque si es así, podemosposponerlacenaparaotrodía,nomeimporta,dímelosiesasí. Elalmasemecayóalospies—.¿Noteimporta? —No me he explicado bien, claro que me importa… —Me apretó la mano—,nadameapetecemásenestemomentoqueiracenarcontigoaese sitio tan in y conocerte más a fondo, pero entendería perfectamente que tuvieras que estar con ella. Por algún motivo se ha presentado así en tu apartamento,debepasarlealgograve,¿nocrees? —Puesnosé,laverdad,ahoranosexplicará—lerestéimportancia. —Comoquieras,noquisieramolestarsivaisatenerunacharlaíntima deamigas. —Nadadeeso,notepreocupes,seguroqueescualquiertontería—dije apartandolamano—.Tieneslajarracasivacía.¿Quieresotra?—cambiéla conversaciónparallevarlaaotropunto. —¿Esquequieresemborracharme? —¿Porquéhabríayodequererhaceralgoasí? —Nosé,talvez,tienesunplanoculto. Abrílosojossorprendidaporsuspalabras. —¿Un plan oculto? Eso suena muy misterioso. ¿Y cuál podría ser ese plan? —Dímelotú. Me encogí de hombros—. Quizá te he traído con premeditación y alevosíaamicasaparaemborracharteyluegolimpiartelacartera.—Reípor miabsurdapropuesta. —Pueshaselegidomalavíctima:soyabogadoynollevoniuncéntimo encima. —Puessíquetengomalojo. —Amímegustanmuchotusojos. Pestañeé coqueta—. ¿En serio? —Le hice una caída total mientras me aproximabacomogataamipresa. —Sí,supongoquetelohabrándichoincontablesveces,perolocierto es que tienes unos ojos preciosos, te quedan muy bien en la cara, justo ahí donde los tienes: debajo de las cejas, cada uno a un lado de la nariz — concluyóconunasonrisapicarona. —Tú también tienes unos ojos muy bonitos, ¿de qué color dirías que son? —Azules. —Sí,azules,pero¿quétonodeazulexactamente? —Azul¿azulado?—Seencogiódehombros. Mereítontamenteantesdeponermeseriaparaestudiarlosmuydecerca aupándomesobrelapuntademispies.Serioysumiradaseencontróconla mía. Se le veía sereno, pero noté que su pecho subía y bajaba rápido, su respiraciónestabatanaceleradacomolamía.Elhechodequemiproximidad lo alterase me gustaba. Me gustaba estar con David, me sentía cómoda a pesar de la intimidad del momento, como si fuéramos algo más que dos semidesconocidos.Ylociertoesqueteníaunproblemaconeso,porqueyo no debía olvidar el porqué de nuestra cita: tenía un plan. Un plan que naufragabaconcadapalabra.Unplanqueseibaapiqueconcadamirada.Un planquesearruinabaconcadacentímetroquerecortabannuestroslabiosen ladistancia.Davidmetomólabarbillaconlamanoysusojosazulcobalto me rastrearon el rostro mientras aproximaba su boca a la mía; yo todavía seguíadándolevueltasamidilemamoral.¡Alamierdaelputoplan! —Hola,¿molesto?—Teresaotravez,dandoporculo. Pusimos aire entre los dos con rapidez, azorados por su repentina presencia. —No, claro que no, solo estábamos tomando algo antes de ir al restaurante—respondísinocultarelreproche. —Yaveo,ya—dijo,unpocoborde. —Davidqueríasabersiteocurrealgoquequierascontarmeenprivado. —QuéamableeresDavid—dijoTeresaacercándoseaél. —Lociertoesqueestabapreocupadoportuestadotanlamentable. —Soloeraaguadelluvia—conunasonrisacándida,levantólasmanos a los lados—, esto es mucho peor. —Indignada, cambió el tono de voz señalándose las rollizas piernas embutidas por mis infames mallas, que le quedaban como el culo y todavía le daban un aspecto más regordete a sus muslos.Noerasumejorlook,desdeluego—.Pero¿túhasvistoesto? David miró hacia donde ella apuntaba con su índice con la uña perfectamente pintada. Conmocionado, por la estremecedora visión de su entrepiernamarcadaalestilopezuñadecamello,negóconlacabezatratando denoreír. —Pero,Teresa,porDios—lareprendíponiéndomedelantedeellaen modoparapeto,esavisiónpodíatraumatizarlamentejovendeDaviddepor vidaydesprenderlelasretinasdesuspreciososojos. —¿Qué pasa, Cristinita? —preguntó con retintín—. ¿Acaso crees que Davidnohavistounavaginaantesdehoy? —Ninguna como la tuya, descarada. A tus años, ya te vale. Vas a causarleuntraumasexual—meencaréconella. —Túloquequieresesquetecomaeltigre,quetecomaeltigre,que tecomaeltigre,tuscarnesmorenas—canturreó. Soltéunasonoracarcajada.Lamadrequelaparió,pero¿quélehabían dadoaestamujer? —¿Hasbebido? —Un poco, una panda de jóvenes me ha dado de su botellón mientras hacía guardia en el parque. —Me sonrió ladina—. Y quiero máaaas, ¿qué tienes por aquí? —Teresa se fue derecha a la cocina y abrió el frigorífico buscandoalgoconloquerefrescarseelgaznate. —¡Unaporra!Loquevoyahacerespedirteuntaxiahoramismo. —Nihablar,nopuedopresentarmeenesteestadoanteJoséLuis,seme divorcia.Ynoesplan.Yhablandodeplanes,¿cómoosvalacitaavosotros dos?—Meaguijoneólabarrigaconlosdedospuntiagudos. —Muybien,hastaquetúhasvenido.David,es…es…—busquéenmi cerebrolapalabraatodavelocidad—…imponente,yestábamosapuntode besarnos cuando tú has llegado tan oportuna —bajé la voz para que no pudieraescucharnos. —Ay, pillina, ¿es que te lo quieres llevar al huerto?, pero ¿tú estás seguraqueesunbuenmomento?—preguntómientrastomabasuprimerrehén —. No sé si estás preparada —afirmó admirando al trasluz el botellín de Desperados. —Lo estoy, créeme. Estoy generando tal nivel de hormonas en el cerebroquenecesitounaterapiadeliberaciónconurgencia,tengoelplexo solarallímiteynomeparadepalpitarelclítoris—respondícondecisión. —Pues adelante, por mí no te cortes. —Se recostó sobre la encimera paraecharseuntragolargo—.¡Quérica!—suspiródeplacer. —Pensaba seguir todos los pasos: primero, copa; segundo, cena y tercero… —¡Vamos,queteloquierestirar! —Puessí,laverdad.Nomeimportaría.¿Túlohasvistobien?Estámuy bueno. —¡Eo!—lavozdeDavidnosllegódesdeatrás. Lasdosnosvolvimoshaciaél.¿Enquémomentomidesquiciadacabeza habíaolvidadoqueélseguíaallí,escuchandonuestraabsurdaconversación sobresimelofollaríaono? —Sigoaquí,chicas,nomeheidoaún—nossonrióarqueandounaceja. EsealgotraviesoqueteníaDavidmeponíacomounamotosierra—,perosi queréischarlardecosasdechicasmemarchoya—añadió,haciendoademán delevantarsedelsofá. Teresacorrióhaciaélparadetenerlo,parecíaunachoniconesasmallas yesetopoquesehabíarecogidoenlomásaltodelacoronillaconunapinza maxi,ytropezóenelúltimomomentoconlaalfombradeIkea,quetanbonita quedaba enmarcando el centro del salón, derramándole un buen chorro de cervezasobrelosvaqueros.Quépunteríateníalajodida…peroquépuntería; lediodellenoentodoelpaquete. —Joder, tío, lo siento. —Se abalanzó sobre la entrepierna de David comounaloba,manospordelanteparasecárselaconellas.Peroquélistaera lajodida,peroquélistaeramiamigaTeresita. David se quedó perplejo, con las afanosas manos de Teresa sobre su entrepierna,memirabaconlosojoscomoplatos,nosabiendomuybienqué hacermientrasellalerestregabacongranímpetuelpaquete. —Eh,quésoymadre,estoyacostumbradaalimpiartodotipodefluidos. Notepreocupes,David,soyunasanta,amíestonometurbalomásmínimo, lo mismo limpio una caca que un vómito. Mi estómago produce de forma naturalOmeprazol—ledecíamientrasledabaunayotravez,vengayvenga alrestregón,yelpobreDavidmáscoloradoqueuncamarón. Unasanta,sí,sí.Meencogídehombrosaguantandolarisa. —Teresa,déjaloya,¿quenovesquelotienesenunaprieto? —Apretadoestá—reconocióechándolemanoalmuslo. —Creo que ya está seco, Teresa, muchas gracias. Muy amable —dijo David, apartándole la mano, con una sonrisa. Se notaba que era un hombre con tablas, que sabía estar en todos los sitios y tratar con todo tipo de individuossinperderlosmodales. —Noesmolestia,David.¿Seguroqueestáseco?—insistióellaapunto demeterleotratandaderefriegas. —Segurísimo,melohasdejadomássecoqueunpañoalsol. —Yo,amandar—reculóporfinmiamiga,tomandoasientoasulado—. Y,cuéntame,David,¿dequéconocesaCristina? —¿Esquenolosabes? —Niidea.—Teresaseencogiódehombrosyseaproximóaélconaire conspirador. —Pues nos hemos conocido hoy —David consultó su reloj de muñeca —,hacepocomásdeunahora.—Luegomemiróymesonrióconlosojos—. ¿QuieresquelecontemosaTeresacómonoshemosconocido? 22:05,unacopitaymevoypitando —AlomejorTeresatienequemarcharse,¿verdad,Teresa?—forcéel tonillodirigiéndomeamiamiga. —Pueslaverdadesquenotengoprisa.LehedichoaJoséLuisqueno me espere despierto. —Se acomodó un poco más en el sofá—. ¿Pensabais saliracenar? —Puessí,hereservadoparados—recalquélapalabra,estaeracapaz deapuntarseconmallasempestilladasytodo—,enlaMalquerida,alasdiez ymedia. Teresasilbó—.Vaya,estoydeseandoiracenaraesesitio. —Puesnoseráhoy. —Tranquila, Cristinita, una copita y me voy pitando. —Esbozó una gransonrisaantesdeapurardeuntragolaDesperados—.Metraesotra,por favor. —Tú no tienes ni idea de lo que quiere decir tomarse solo una copa. Hastamesorprendequelodigas.Cadavezquesalgocontigoparatomarme «solo una copa» me vuelvo a casa pasadas las dos con una cogorza descomunal,cantandoaplenopulmóncancionesdeCa…digodeAlaska. —Sí, sí, Alaska —cuchicheó Teresa, riéndose por lo bajo y yo la atravesé con la mirada—. Venga, Cristina, no seas tan rancia, no te pega, David se va a pensar que soy una trasnochadora desmadrada, y nada más lejosdelarealidad,soyunaaburridamadredecuarentaaños—dijoconun inusitadoremilgo. —Venga,nomedigasqueintentasdarnoslástima,aestasalturasDavid yatetienemásquecalada,¿verdad,David? —Notengonadaencontradequelasmadresdecuarentaañosseanono trasnochadoras—respondióDavidconunagrandeferencia. —Me encanta este hombre, Cristina, ¿dónde lo has conocido? —Me guiñóelojo. —Enlacalle—dijesinmás,alargándoleconlamanootraDesperados. Teresalatomó,porunmomentolaadmirómaravillada—.Meencantael diseñodeestacerveza.—Ylediovariossonorossorbos,luegovolvióala cargaconDavid—.¿Ytútefíaaasdeella?YonomefiaríadeCris-ti-na— dijobastanteafectadaporelalcohol. —Demomentonosehaabalanzadosobremícomounalocanileveo caracteres de psicópata. — David volvió a fijar sus ojos en los míos y de nuevomiclítorisadoptóvidapropia. Teresaensumundoparticulardeborrachapoligoneraestirólaspiernas ylasposósobreelregazodeunestupefactoDavid.Alzótriunfalenelairela botella de Desperados antes de apurarla de un trago y besar el culo de la misma. —Teresa, querida, creo que es hora de que llame un taxi y te mande derechaacasa,tumaridoteecharádemenosyestarápreocupado.—Tenía quedeshacermedeellaalavozdeya,peronoqueríaparecerdesagradecida, la verdad es que me sentía en parte culpable del estado de embriaguez de Teresa. —¿José Luis, preocupado? Ese cabrón no se ha preocupado por mí jamás, ¡JAMÁS! —afirmó mi amiga con una gran contundencia—. Yo creo que ya no me quiere, mírame: soy carne pasada y fofa, Cam… Cam-milo Sestoparezco.—Meguiñóunojo. —¿Camilo Sesto? —intervino David, que no entendía la semejanza entreTeresayeseseñordeAlcoi. —David,¿esquenoconocesaCamilo?EsesecantantedeMolamazo, meencantaesacanción,oslavoyacantar...—Teresalanzóelbotellínvacío contra la pared, que estalló en mil cristales, y se levantó dificultosamente, pateándole a David la entrepierna y la frente—. Perdona, Daaaavid, no queríadarteentupreciosa…caritaaaa—seexcusómirándoleelpaquetorro, trasesolesonrióbobaliconaantesdeplantarleunsonorobesoenlafrente —.Besitosdelamami,manitadesanto.—Yluegolelimpiólasbabasquele habíadejadoconeldorsodelamanoylepropinóunagalletaderegalo. Ante la escena que se estaba produciendo en mi casa, con mi amiga totalmente ebria y enfundada en unas mallas ridículamente pequeñas, me hallabatodayo,inmóvilyperpleja.David,agarrotadoenelsofáabrazadoa uncojín,visionabalaescenaconprudencia,puescreoqueempezabaatemer por su vida. Lo que parecía ser una cita a ciegas con una mujer divina, o séase,yomisma,seestabaconvirtiendoapasosagigantadosenunacitacon lamuerte. TeresanosdeleitódurantediezminutosconlacanciónMolaMazodel momificado Camilo, bailando como una posesa, estirando las piernas y mostrándonoslarajinfli en todo su esplendor. Brazos arriba, brazos abajo, soltándoseelpeloalavezquevolteabalacabezahaciendovolarsumelena en círculos, dando palmas… era la reencarnación de Leticia Sabater en su videoclipdeLasalchipapa.Miestadofuepasandodealucinetotalaenfado monumentalcuandoseagarródemiscortinasdeLaOcaylasdesgarrócomo si de papel pinocho se tratara, cayendo la barra que las sostenía sobre mi mesitasupletoriayrompiendoporendelacajitadeporcelanaquemiabuela Bibi me dejó como única herencia. Mi casa quedó devastada por el improvisado concierto de Teresita que, para rematar su actuación, vomitó sobrelaalfombradepieldevacadeIkea;ahorayaséporquéloshuracanes más catastróficos llevan nombre de mujer. La cajita de Bibi hecha añicos podíasuponerunantesyundespuésenmivida,podríadesatarsufuriadesde elmásalláysumensajedeantespodríaestarcobrandounsentido. —Pero ¿qué ñoquis te pasa? Me has dejado la casa hecha un solar, ¿estásmongolaoqué?—Levantédelsueloamicasiexamigadeuntirónyla llevéalsofáparasentarlayecharlelabroncacomoDiosmanda—.Nome ignoresTeresa.—Levolteélacaraconbrusquedadparaquememirase—. ¿Teresa?, Teresaaaaaaaaaaa —le grité lo más cerca que pude de su oreja, pueseloloravómitoeraunabarrerainfranqueable. —CreoquetuamigaestáKO—Davidhizosudiagnósticososteniendo subrazocasiinerteysoltándolocomosifueraunalechugapocha. —Lamadrequelaparió,estahijadefrutamehaconvertidoelsalónen unaescenadePoltergeist. Aquello no tenía compostura, yo daba vueltas sin saber por dónde empezar a recoger, esquivando el vómito y saltando cristales como una funambulista del Circo del Sol, mientras David seguía pegado al sofá con Teresa descansando la cabeza sobre su hombro. Un hilillo de babilla pegajosa le surcaba la comisura derecha en pos del hombro izquierdo de Davidylehabíamanchadodealgoindefinidosuinmaculadacamisetablanca detíobueno. —Lo siento, normalmente no es así, no suele beber y ha perdido los papeles —le dije al pobre chico, seguramente estaba alucinando con todo aquello. —No te preocupes, ha sido divertido. —Una de sus sonrisas diez se dibujóensurostroymiclítoris,ajenoacualquiercosaquepasarafuerade sucírculovital,volvióapropinarmeunadescargaquemedejótemblandolas piernas. —Mmmm,Cristina,siloprefierespodemoscenarotrodía,creoquetu amiganecesitavigilancia,ademássenosvaapasarlareserva. Parecíaserqueesasonrisa,quemehabíadedicadosegundosantes,era unameraherramientadeconsolaciónyqueDavidqueríahuircomoalmaque lleva al diablo en su furgoneta vintage. Mi mente debía actuar rápido, no podía dejar escapar a semejante furcio, si me conformaba y lo dejaba marchar, las posibilidades de volver a verlo serían nulas, parecía una persona sensata y educada, y la escena vivida en mi casa asustaría al mismísimoIkerJiménez. —No,deesonada,nopermitiréqueestalocanosarruinelanoche,la dejaremos en el sofá tan ricamente para que duerma la mona y mandaré un mensaje a su marido para que no se preocupe. Tengo muchísimas ganas de cenarenesesitiotaninyconocerteunpocomejor,sitúmelopermites.— Puseenprácticamicaídadeojos,tanensayadaytanmaduradaduranteaños, peroelestrésafloródenuevoensuversiónmáscatastrófica. —¿Quétepasaenlosojos?Telohevistohacerunpardevecesesta noche, ¿tienes algún tipo de problema de visión?, ¿estrabismo, miopía? Tengounamigooftalmólogoquepodríaecharteunvistazo. Perfecto,estupendo,maravilloso,ahorasepensabaqueveíamenosque ungatodeescayolaoqueteníaalgunaespeciedeTOC.Aunquedeboadmitir que eso sonaba mucho mejor que el que me estuviera dando un ataque epiléptico o una especie de embolia en la clase de Naturales y que un profesordecientodiezkilosteferuliceenelsueloconunamordazadela marcaStaedtler. —No tengo ningún problema de visión, ni me dan ataques, ni nada de nada, es solo un tic por estrés. —Llegados a este punto era mejor decir la verdad, además me serviría de terapia para superar el trauma que me generaba poner cara de Slot cada vez que me sentía incómoda o nerviosa, cosaquesucedíaunasdoscientasvecesaldía. —Oh,losiento,yocreíaquepodíaserotracosa,detodasmanerases bastantegracioso,nopierdesniunápicedeguapura,nadieesperfecto.—Al decirestoúltimoseñalóconlamanoqueteníalibreamiorondayborracha amiga,quecontinuabaserigrafiandosucamisetaconlahediondababa. Ya estaba saturada del todo, teníamos que salir de mi apartamento cuantoantesyponernosenlugarseguro.Seguiraquíunafraccióndetiempo más podría acabar matando del todo la química que notablemente se había producidoentrenosotros. Esto tenía salvación, si huíamos sin remordimientos, dejando a Teresa bien acomodada en el sofá con una manta de topos a lo perrito dálmata. Cuando la movimos soltó improperios y algún que otro alarido, pero finalmente se quedó plácidamente dormida emitiendo todo tipo de sonoros ronquidos, parecía que en sus entrañas habitaba al completo un minizoo. Recé por que los gases que emanasen de su vómito durante la noche no la sumieran en un sueño eterno y encontrármela dentro de unas horas vivita y coleando.Nomeperdonaríaserlacausantedesumuerteprematura,afinde cuentas,todoestolohabíahechopormí,bueno…todo,menoslodebeber comounacosaca…peroconalgoteníaquecalentarselapobre. 22:18,laMalquerida No costó mucho convencer a David, y es que en el fondo lo estaba deseandotantocomoyo.CogíelmóvildeTeresaporsiacasoasumaridose leocurríallamardurantemiausenciaymeloechéalbolso;sobrelamesade centroledejéunpapelenelqueanotéminúmeroyeldeDavid.Quélista soy,peroquélista.Mimadreestaríaorgullosa,paraqueluegodigandelas rubias,porquesí,soyrubiadenacimiento,aunqueloocultobajounfabuloso tonocaféquemequedaamorirdeenvidia. Silenciosos,salimosdemiapartamento,casiahurtadillas,porsiacaso al monstruo del lago Tess se le ocurría volver del abrazo de Morfeo. Mientras cerraba la puerta percibí cierto movimiento en la mirilla de mi vecina la loca pero no le dije nada a David; bastante locura había presenciadoya.Enlacallevolvimosahablar. —MehacaídogenialTeresa,¿esamigatuyadetodalavida? —No, hombre, no. Nos llevamos unos cuantos años, ¿es que no es evidente? —Sí,claro,yamehabíadadocuenta,poresomismotelopreguntaba, pretendíasersutil. —Túloquequieressaberescuántosañostengoyo.—Loapuntéconel dedoacusadora. —Yaséqueesaesunacosaquenosedebepreguntaralasmujeres. —Porsupuestoqueno,peronomeimportadecirtemiedad. —¿No? —Me sonrió un tanto travieso—. Entonces dime: ¿cuántos tienes? —Veintiocho —mentí—. Soy un poco más joven que tú —añadí a mi mentira. —Tieneslaedadperfecta. —¿Perfecta,paraqué? —Paraesto.—Sedetuvoyvolvióelrostrohaciamí,yohicelomismo, y nos quedamos mirándonos a los ojos por unos segundos antes de que envolvieramicaraconsusmanos. Una gota de lluvia se estrelló contra mi nariz, qué oportuna la lluvia, québonito,quémaravilla,nuestroprimerbesoibaaserbajolalluvia,había merecidolapenalaespera. —Está empezando a llover —murmuré hipnotizada por la profundidad desumirada. Yempezóadescojonarse. —¿Quépasa?¿Quéhedicho?—preguntésorprendidaporsurepentina risa. —Me temo que no es lluvia—. Se puso serio pero la sonrisa aún le bailabaenlosojos. —¿Qué? —Me puse bizca para enfocar un manchurrón marrón en la punta de mi nariz—. ¡Mierda! —exclamé con rabia olvidando la terapia y llevándomelasmanosallídondeunpajarracohabíahechodianaconsusucio culodepajarracomalnacido. Davidmeparólasmanosenelúltimomomento. —Esoesexactamenteloquees,Cristina,unamierdagigantedecotorra verde.Permítemequetelalimpie—dijosacandounpañuelodeunbolsillo de su cazadora de piel, que hay que ver lo bien que le quedaba. Ajustada, perfecta, como un guante. Maldita plaga de cotorras verdes que asolaba la ciudad,odiolascotorrasverdes,mecagomilvecesenlascotorrasverdes. Despuésdeesoyanohubobesonideconsolación,recorrimosapieen diez minutos las calles que nos llevaban a La Malquerida, David me fue hablandodesutrabajoyyocadavezestabamásconvencidadequeerauna gran persona. Cosa que pude confirmar cuando me contó que llevaba dos añospasandosusvacacionesdeveranoenloscamposderefugiadossirios. Qué hombre, por Dios, era un sueño hecho realidad. Tan humanitario, tan listo,tansimpático,tanagradable,tanguapo,tan…tan…Eraincreíbleque alguien así siguiera sin pareja, pero él mismo me dijo que no había tenido tiempo para relaciones formales. Tras terminar el grado en la Complutense deMadrid,habíahechounmásterdedoctoradoenLaHayabajoladirección de un juez que era toda una eminencia en Derecho Internacional, y que al volveraEspañahabíatrabajadoenunbuffetqueleconsumíatodaslashoras deldíaejerciendocomolaboralista;loúnicoqueencontrórelacionadoconla abogacía, pero que aquello no le llenaba, que deseaba volver a la especialidaddeDerechosHumanos,poresoingresóenlaONG,alprincipio trabajabagratis,peropronto,dadasuvalíayprofesionalidad,leofrecieron un trabajo remunerado, porque claro, no solo de pan vive el hombre. Y yo ahí,embobada,escuchandocadapalabra,admirandosuslabiosgorditosque lodecíantodotanbonito,ysintiéndomeunamiserablementirosa. Cuandotomamosasientoytraspedirlacena,memiróalosojosconsu sonrisa preciosa y yo me sentí desfilarme por un despeñadero abrupto y doloroso. ¿Cómo podría mirarlo a los ojos y seguir mintiendo? ¿Cómo podría seguir con mi farsa? ¿Cómo podría explicarle más adelante, si lo había,quemehabíapasadotodanuestraprimeracitaengañándolevilmente? Entonceslosupe,losupedeverdad,noqueríaseguirhaciéndolo,porquelo queyoqueríaeratenermilcitasconDavidyqueélsiguiesemirándomecon esos ojos que tenía, que irradiaban amor, o algo parecido, algún tipo de sentimiento incipiente, que ya era palpable, porque había química, había conexión,ylosdoslosabíamos. —¿Tepasaalgo?Tehasquedadoderepentecallada. —Esquetengohambre,llevocuatrodíassincomerencondiciones.Hoy no he tomado más que un té para desayunar y un yogurt a las seis, además estabacaducado,creoquemehasentadomal. —¿Noteencuentrasbien?—preguntóconevidentepreocupación. —Semepasarácuandotomealgosólido—afirmédándoleunsorboa micopadevinoblanco. —Quizánodeberíasseguirbebiendohastaquecomasalgo. —Notepreocupes,estoybien. —Deacuerdo,nomepreocupo—dijolevantandosucopahaciamípara hacerunbrindis—.Pornosotros—añadiócuandomicopachocóconlasuya. —Pornosotros. —Vaya cita llevamos, ¿eh? La verdad es que me estoy divirtiendo mucho,lodeTeresahasidotodounexpedienteX. —Sí,ellaesmuyextraterrestre,¿hasescuchadosusronquidos? —Sí —respondió riendo—. Parecía que se había tragado una manada deelefantes. Delarisaelvinosemesaliócomounsurtidorporlanarizymequedé másamargaqueunpomelo. —Perdona, perdona —se disculpó pasándome una servilleta. Me soné la nariz con fuerza y me limpié la boca bajo su mirada atenta. Cuando se aseguródequepodíavolverahablar,mepreguntó—:¿Nomehasdichoal finaldequésoisamigas? —Trabajamosjuntas. —¿Enlapeluquería?—preguntóinocente. —No—respondíconseriedad. —¿No?¿Teresanoespeluquera? —No,ellaes…es…¿cómosedice?—Memiróextrañado,levantando unaceja—.Es… —¿Esteticista?—apuntó. —No. Malditasea,¿porquéeratandifícilmentirle? Sonríounpocodesconcertado. —¿Quépasa,Cristina?Debesermuymalo—dijoseñalándomeelojo —.Nuncahabíavistomoverseunojotanrápido.Tevaamil. Entoncestoméunadecisión:seacabaronlasmentiras. —Pasa que no me llamo Cristina, David —le revelé con rapidez para quenomedieratiempodearrepentirme. —QuenotellamasCristina—repitió. Neguéconlacabezaunasolavez,deformarotunda,yDavidperdióla sonrisapocoapoco. —Hablasenserio.—Abriólosojos,estupefacto.Estabaclaroqueno seesperabaeso—.¿Ycómotellamas? —Camelia,Cam. —¿Cam? —murmuró llevando los ojos más allá de mí, como si estuvierarecordandoalgo. Cogímibolso,rebusquédentroparasacarlacarteraylepuseelDNI delante. —Ahílotienes,lapruebademimentira:CameliaDíazSerrano. CogióelDNIyloestudióporunsegundo,luegomelodevolvió. —En tu DNI pone que eres del ochenta y tres, eso quiere decir — calculó mentalmente, llevándose las manos a las sienes y despeinándose adorablemente el cabello— que tienes, ¿cuántos?, ¿treinta y dos? —Asentí, avergonzada.¡Mierda!,putoDNI,¿porquédebíacontenertantainformación unacosatanpequeña?Esaeraunadelascosillasquenopensabacontarlede momento, la edad real de las mujeres debería ser secreto de Estado—. ¿Y porquémehasmentido? Azorada,lemantuvelamirada.Quéenrarecidosehabíavueltoelaire de repente entre los dos. Parecía que no había oxígeno, me di cuenta que llevabaunossegundossinrespiraresperandosureacción.¿Ycuándotefalta elaire?¡Aydeti,cuandotefaltaelaireestandoconunhombre!Tranquila, Cam,tranquila.Relaxyrespiradespacio.Nohaynadaperdido.Total,sololo conoceshacedoshoras,aúnestásatiempoderectificar. FueasícomodecidícontarleaDavidtodalaverdadsobremí,bueno, casitoda.Sidespuésdeeso,yanoqueríaestarconmigo,nopodríaculparle, melomerecía,pormentirosa,porvilmentirosa. —Es un poco largo de explicar —dije notando que el tic volvía a la carga.Siesanochenoacababatuertaseríatodounmilagro. —Noimporta—dijoconsultandosureloj—,tenemosmuchotiempo. Tomé aire y lo solté lentamente para calmarme antes de empezar a hablar. 2 ASÍLEMENTÍ 12:01,tenemoschicadivinaenlaoficina Unashorasantes,aquellamismamañana,mehallabasentadafrenteami Mac, bueno, en realidad no era mío... Era el ordenador de mi trabajo. Llevabapuestaunafaldalápizpordebajodelarodilla,nomelocreíaniyo, siempre ese largo me ha parecido el más claro ejemplo de la estética decrepita llevada a su máximo esplendor, pero este año era un hit el largo midi y allá que iba yo, con mi falda entubada emulando a mi musa de la moda,laactrizCamillaBelle.Mifaldaeraexactamenteigualquelasuyaen elHoladenoviembre,soloquelamíanoeraunmodelodeprêt à porter, sinoqueeraunaversióndeH&M,alaqueyo,todahacendosa,leañadíunos detalles de pasamanería, y la verdad… me había quedado divina. Para completarmilook-working,mehabíaplantadounademisadquisicionesmás preciadas:unablusablancadeVersace(segundamanoenCottonVintage)y unosfantásticossalonesnegrosGuess(regalodemiprometido).¡Vamos,qué daba gusto mirarme!, porque era la sofisticación y la elegancia hechas personas. Eldíanohabíacomenzadodeltodomal,apartedequehabíatenidoque repetir bragas; llevaba desde hacía dos semanas sin hacer la colada, y que me había quemado hasta el intestino con el té infernal de la máquina automática de la oficina, hasta que me senté en mi escritorio y encendí el ordenador.Desdeelmonitormesaltóalosojoselmalditorecordatoriodela fechadeentregaparamiartículodelpróximonúmerodelarevista.Lotenía paradísimo; no soy ninguna holgazana, la verdad es que soy muy activa y proactiva, pero es que no me apetecía mucho hacerlo y había estado relegándolo,unayotravez,haciendootrastareasmenosimportantesqueme iban endosando mis compañeros; eran todos unos buitres, solo se salvaba Teresita,queesmuymaja,yellunesmevencíaelplazo,asíquemepusea ello. Alucinaba. Es increíble la cantidad de sitios de citas que existen en internet.Tecleas«citason-line» y te salen cientos, qué digo cientos, miles, millones… puf… Un listado interminable. Los ojeé por encima, sin prestar excesivaatención:EDarling,C-date,POF,amorenlínea,quierorollo,meetic, Easyflirt, be2, PARSHIP, chuminoamistoso, pelotillasligoneras… (los dos últimos me los acabo de sacar de la manga, pero estoy segura que tendrían muchoéxitoenlaredesdeligoteo).Todosmeparecíanigualdeinútiles,yno esquetuvieramuchotiempoparadecidircuáleramejoropeor,enrealidad todos me parecían un caldo de cultivo de tíos feos, calvos y frikis. Por lo visto,buscarparejaeninternetnoeranadafueradelocomún,sinotodolo contrario,yhoyendíaeraunaprácticacadavezmásextendidayefectiva,o eso,almenos,asegurabanalgunosblogmuyentendidosenlamateria. Mientras leía un post sobre cuáles eran los top five, no pude evitar preguntarme(ysí,misojosenblanconopodríansermásclavaditosalosde Anastasia en plena sesión de paliza ante notario), ¿qué clase de gente recurría a estos sitios para pillar cacho? Pero ¿tan desesperados estaban? ¿Noeramásfácilconocergenteporlasvíascomunes?,Nosé…enunpub, eneltrabajo,enelsúper,enlaputacalle...ComodiríaHitch,esesíqueera uncrackelartedelflirteo:«Cualquierhombrepuedeconquistaracualquier mujersitieneunplan».Pero¿quéclasedeplanpodíaconseguirseenunsitio on-line: conocer a un trastornado, cuyo único y obsesivo propósito sea asesinartetrashabertecebadoaburundanga?Porqueamí¿quenomedigan queestodeligarconalguienquenoconocesdenadayquedarconélnoda parapelículadepsicópataon-line?O,talvez,paraterminarsacrificadaante ungrupodepajillerossectariosconunabata-mantalila.Solodeimaginarlo, se me ponían como escarpias hasta los pelos de mi clásica y retrógrada vagina.¿Enserioteníaquehaceresto?Nidelejosmepagabanlosuficiente para todos los experimentos que me tocaba hacer usando mi propio cuerpo comocobaya.Estavezpodríaestarjugándomeeltipo,porquesimecitaba con un tío y resultaba ser un violador con WI-FI a una servidora no la librabanlasdosúnicassesionesdedefensapersonalalasquefuiconMarga, mi amiga más combativa. Lo más probable es que acabara saliendo en las páginas de sucesos de los periódicos en plan momia, con una tela térmica como mortaja (con lo mal que me sientan los colores flúor) y los pies desnudos.Yesosíqueno;unaservidoranosalealacallesinsustaconazos. Ni muerta. «Era una buena chica, hacendosa y generosa. Extremadamente bellayconuncuerpodeinfarto,alaquelepagabanunaporcamiseriaenla revista de mierda donde trabajaba, jugándose la vida, por cuatro perras», diríanlosartículosparailustrarcuálfuemividahastaterminartiradaenun callejónsolitario,angosto,tenebroso(conmeadoshumanosydeanimalesa gogódibujandomalolientesgrafitisenlasparedesdesconchadas).O,talvez, nodijerannada,porquepodríaserqueelpsicópatafueradeestosalosque legustajugaralascocinitasconsuscadáveresymetrocearaalajulianay enterraramiscachitosenalgúnvertederodebasura,ynuncamássesupiera delapobreCamelia.Ysabiendotodoeso,aúnnopodíacreermequeacabase dedarmedealtaenlawebEmparéjaMe,queporelmódicopreciodediez eurosalmesprometíaencontrarmimedianaranjaantesdequincedías,ytras rellenaruncompletísimotestdepersonalidad(nielRHdelasangredemi menstruación se había librado), iba pasando desganada los perfiles de hombres que el servicio profesional de búsqueda de pareja, basado en hechos científicos, me presentaba como los singles más apetecibles de mi ciudad. Hombres,que según estos complicados algoritmos de EmparéjaMe, quebienpodríaserunpito,pito,gorgorito,encajabanalaperfecciónconmi perfil. Es decir, a todos estos tíos les debía gustar la música latina, bailar salsa y acariciar animalillos varios. ¿Os he dicho que tengo alergia a los ácaros? Y… ¿sabías que los ácaros son unos bichitos microscópicos de colorverdecaca,primoshermanosdelasarañasylasgarrapatas?¿No?¿Sí? Bueno,elcasoesquealformulariotampocoselohabíadicho,másquenada porque había decidido omitir algunos pequeños detalles sobre mi persona, talescomo:minombre,edad,profesión…esascosillassinimportancia,yatú sabes,miamol.Habíamentidounpoco(unpoquitomucho)yesoquedecía queeramuyimportantesersincerosalahoraderespondereltestcientífico depersonalidad,puestoqueenmisrespuestassebasabaqueesosintrincados algoritmosderelacionesencontrasenunhombreperfectoparamí.Peroclaro, es que yo no estaba aquí por la labor de encontrar mi pareja ideal; solo quería una cita con un desconocido. En realidad, solo quería una primera cita, era un asunto meramente profesional. Debía comprobar en persona cuántohabíadeverdadenloquesedicesobreloserroresmástípicosque cometenlasmujeresenlaprimeracita,asíquenoeratanmaloesodementir. Teníaunmotivodepeso.Detodasformas,notodoloquehabíaescritoeran mentiras.Porejemplo…megustalamúsica,escuchocasidetodo,peromis gustosnosondeltodoconvencionalesparaloquesesuponelepegaauna chica tan sofisticada como yo, así que prefiero mantenerlos en secreto de sumario.Peronoeratangrave,no,nadadeeso,aquítodoelmundomentía. Nolodigoyo,no.Lodicenlosestudiososdeltema,genteprofesionalyque entiende mucho sobre estos aspectos. En estos sitios la gente miente, hasta decirbasta.Aquítodoelmundoesmásrico,alto,esbeltoyatractivoquela medianacional.Esdecir,lasestadísticasnacionalestienenunasmediaspara puntuar estos ítems, pues en estos sitios casualmente solo se inscriben ese improbable porcentaje que está por encima de esa media. ¿Te lo puedes creer?Lescuestaligarenvivoyendirectoyesoquesonadonisenpotencia, partidazosdepuracepa,inteligenciasdignasdeNobeldeciencias,mientras quelosmenoshermosos,menospastososymenossabiondosseapañancon las vías comunes. Está claro que mienten, porque si no, no se entiende qué hacenaquí,escondidoscomoratastrassusmonitores.¿Porquénosalenala calle a enseñar esos cuerpos serranos? ¿A gritar: «Eh, tú, guapa, quieres rollo»?Puesporqueesmentira.Mentirapodrida.Sonunoscracossalvajes,y quenadieseofenda. Lodeligarparamínuncahasidounproblema,noesquesealatíamás guapa del universo, pero sé sacarle partidito al resto de mi cuerpo, con mi unosesentaysietedealturaymissetentakilosdepeso,soyloquesesuele decir una mujer muy curvilínea, sobre todo en la parte trasera donde la espaldapierdeelnombre,estoydotadadeunasbuenasposaderas,graciasa lagenéticademimadre.Enmiépocadeinstitutolosolíallamarelmaldel tordo: la cara fina y el culo gordo, pero con otro mal añadido, tampoco tengo la cara fina. Tengo una cara redonda con mofletes a lo hámster, mis amigasdicenqueconeltiempoesosuponeunagranventajaparatodamujer, que cuando tenga cuarenta y todas estén decrépitas y ajadas, mi rostro se mantendrálustrosoyvigoroso.¿Porquésontandespreciablesloscuarenta? A «esto» estoy de ponerme en pie y clamar al cielo con el brazo en alto emulandoalamismísimaEscarlataO’Hara:«¿PORQUÉ?»Pero¿quécoño lehemoshecholasmujeresalamadrenaturalezaparatodoslosmalesque nosdeparalacuartadécada?Vale,relajalaalmejaCamelia,quenocundael pánico,estásaañosluzdellegaraeso.Contreintaydosañosamisespaldas y una cara de bollo de crema que podría tapar el mismo sol, lo único que sufro, en realidad, es el mal del medio obeso: culo y cara para vender al peso. Elcasoesquepeseamicararedondaymiculogordo,nuncahetenido problemasparaligar,sepuededecirqueheligadomucho.Yocreoqueenlo de ligar lo que más influye es la actitud de cada persona y yo siempre he estado dispuesta y receptiva a la hora de conocer hombres. No es que me pusierauncartelconneonesde«Abierto24h»enlafrente,peroesascosas innatascomodetallitos,señales…ylasocorridatécnicadeponerojitos,la cualhedepuradoconlosañosconvirtiéndolaenmiespecialidad.Unparde caídas de pestañas y ¡zaca!, ya estás en mi bote. Y no es para menos, mis pestañassondignasdeGuinnessymisgrandesypreciososojosavellanami mejorreclamo.Unbonitocomplementodemicabeza,quedeboamiabuela Bibi,loúnicobonitoqueteníalapobre.Perdónameabuelaperoerasmuyfea pordentro,unavalientehijadeperraqueintentódesquiciaramimadrehasta eldíaquesechurrascóalobonzo. —Caaa-meee-liiaa—escucharsuhorriblevozdemujerdelascavernas con asma me provocaba ardor de estómago, mi tránsito intestinal no era el mismo de antes, era peor que la M-30 en hora punta, accidente de tráfico incluido y benemérita ordenando con conos. Hacía seis meses que había entrado a trabajar en la revista y desde entonces convivía con un estreñimiento crónico que hacía que mi cara adoptase todo el santo día un rictushomicida,parecíaqueodiabaamuerteatodalahumanidad—,¿cómo llevas eso? —La palabra «eso» manó de su boca como si la hubiese vomitado. Levantélavistaparamirarla,tratédesonreír,peronomesalía,conella nuncamesalía.Ymiraqueponíaempeño,peronada.Noobstante,volvía intentarlo y era muy consciente de estar enseñando hasta la parte más indecente de mis encías superiores. Sin duda alguna, Greta debía ser la persona que más odiaba en el planeta Tierra después de mi editor jefe, Sandro. Sí, Sandro, sí, oyes bien. Sandro no es español, es italiano. Un italiano que quita el hipo nada más verlo, porque está para mojar bragas, peroesproporcionalmentebelloagay,asíqueloquehaceenrealidadesque temojalasbragas,perotedejacontusganas.PerovolviendoaGreta,la redactorajefe,unaodiosavíboralamirespordondelamires.Loúnicoque sesalvabadesuinmundosereransuszapatos,siemprellevabaestupendos zapatos. No era ni de lejos guapa, pero tenía un algo, un algo que por supuestoerasuyoporquelohabíapagadoatocateja,puesmáspeliteñiday polioperadanosepodíaserytodoenellaeramáspostizoqueelvirgodela Sabater,desdesusperfectasuñasdeporcelanahastalaúltimaextensióndesu espesayrubiacabellera.Seríasuformadepeinarselospostizos,otalvezel modo en cómo le daba gloss a sus siliconados labios, o que siempre iba impecablementevestidaconropadelasmejoresfirmasqueparamásseñas comprabaenelbarriodeSalamanca,oesedondegentesqueparecíatener con todo el mundo, salvo conmigo. Para colmo de males, Greta era la hermana de Jaime, mi prometido, o sea que Greta era la cuñada de una servidora y, por ende, me la tenía que tragar con sulfúrico en cada reunión familiar o evento que celebraban mis suegros. A Dios gracias, eran más asocialesqueunlémurconcervicalgiaagudaysolíanpasarsemásdemedio añodeviajeviendomundo.Asíquelosveíamásbienpoco,perolojustoy necesario,yesqueenlamedidaestálavirtuddelasrelacionesfamiliares.Y esamedidaera,sinduda,laóptima.ElcasoesquemiqueridacuñadaGreta, me enchufó en la revista en la que trabajaba de nueve a ocho de lunes a viernes, más todas las fiestas para la prensa que se hacían a deshoras, una media de doce, trece y hasta catorce horas diarias. Así que según ella le debíalavida.¿Lavida?¿Olavidaenesclavitud?Eraunajodidaesclavade mi trabajo, ya no tenía vida personal. De la redacción a casa, de casa a la fiestadeturno,delafiestaacasaydecasaalaredacción,esosí,siempre divinadelamuerte,conmisupermodelazoparalaocasiónymistaconazos de vértigo. Mi prometido, Jaime, me seguía por Twitter y me veía en Instagram. Hasta tuvimos que prometernos en el Facebook: me envió un anillo virtual y yo le dije que sí de forma pública, ¿se puede ser más romántico? Tuvimos casi diez mil «Me gusta» y otros tantos comentarios felicitándonos.Impresionante. —¿Qué pasa, Caaa-meee-liiaa? ¿Es que no te estimula el artículo de este mes? —Se quedó plantada tal cual garza real con esas morcillas que teníaporlabiostorcidosysusoscurosojosfijosenmí. —Meencanta,novesloconcentradaqueestoyenlainvestigación—mi tonodevoznopodríasermásirónico. —¿Y qué has encontrado? —Estiró el cuello para cotillearme el monitor. Molesta por su interés, bajé la vista a mi teclado para que no vislumbrara la verdad en ellos: cardos y más cardos, ni por unos Loubotin salíayoconningunodeesosfracasadoscibernautas,peroleechégarbo: —Puesmira—algonerviosilla,lediconeldedotontoalbotónderecho delratón,seprodujounpantallazo—,aquímismotengoelafortunadoqueva adisfrutarenbrevedemifantásticacompañía. Teresita,queademásdesermiúnicaalmaaliadaenlarevistatambién eralacorrectora,pasabaporaquí,yalescucharmedeciraquelloseacercóa cotillearalafortunadoencuestión,plantándometodoelmelonchodelante. —¡Jaaaaaarl!—seleescapóaloChiquitodelaCalzada. No parecía una expresión muy adecuada para una filóloga hispánica, perotodoelmundosabequepodríasignificarquealgolahabíadejadosin ningunapalabramejor.Canguelomedabamirar. —Teresa,preciosa,¿puedesapartarteparaqueveamosalamorcitode Caaa-meee-liiaa.—Ysoltóunacarcajadatanmaléficaquelosfosforescentes comenzaronaparpadearporencimadenuestrascabezas.Esto,enrealidad, soloocurriódentrodemicabeza,perofuemuyrealycasimehagocaquita encima. —Madremía.—Teresacomenzóababearsobremitecladoy,sinola apartaba, pronto haría charquito entre la «H» y la «L»»; empecé a inquietarmeporsuseguridad.Mecaíademasiadobiencomoparaquererque seelectrocutase. Le cogí la cabeza y traté de apartarla, se produjo un breve forcejeo y ganóella—.Quita,mujer,quepodamosveramichico—dijeimprimiendo en mi voz elgran entusiasmo que sentía por mi trabajo—. Anda, quita ya, pero ¡qué tonta! —Le acaricié el cabello como si fuera un cachorrillo asustado antes de cogerle la coleta y estirársela—. Deja de chupar la pantalla,quetevasaquedarpegadaporlaenergíaelectrostética. —Electrostática—mecorrigióTeresa,sinapartarse. Haciendousodemisuperfuerza,porfinpudedespegarlademimonitor ymequedémirandoalsonrientecandidatoquememirabadesdeallí.¡Madre míadelamorhermoso!Pero¿quéveíanmisojos?Pedazohombre.Eramuy guapo.Demasiado.Tantoquenopodíasercierto.Esafotonopodíaserdeun hombrequebuscabanoviaporinternet.Habíatongo,seguro.Laspupilasme bailabandecontentoporqueesetíoestabamuycañón. Interesada, Greta se acercó más para escanearlo mejor—. Joder, qué bombón—dijo,sincortarse. Estuve de acuerdo con ella, que no salga de aquí, pero estuve de acuerdo. Era un bombón listo para llevártelo a la boca y lamerlo durante horas. —Estámuyrico—dijoTeresabesandorepetidamenteelmonitor. —Sí, eso parece. —Cada vez más involucrada en mi artículo, busqué rápidamentesunickenlaficha—.Romeo86estámuy,peroquemuymuymuy bien.—¡Lalecheenbote,québuenoestabaRomeo86! —Joder,quésuerteyquelarevistatepagueporsalirconuntíoasí—se quejóTeresacomounaniñitahaciendopucheros—.Nohayderecho. —¿Quiereshacertúelartículo?—Lamiréparpadeandoconunadulzura indescriptible. Misfamososojitos,¿recuerdas?YTeresacomenzóacaer,sinfreno,en mi trampa, ya que es igualmente efectiva tanto con hombres como mujeres. Idiotizadapormidulcealeteo,comenzóaasentirhastaqueGretalatrajode vuelta con un rotundo «No», que retumbó por todos los cubículos de la redacción. Veinte pares de ojos se nos quedaron mirando, expectantes. Son comohienas,siemprealacechodecarnaza. —¿Por qué no, Greta? —le imploré un poco dirigiendo hacia ella mi armainfalible. —He dicho que no y es que no —se mantuvo firme, esquivándome la mirada. Esmuylista,lajodidaGreta,peroquémuylista. —PeroGreta,sabesquenopuedohacerlo —¿Yporquéno?—meretóaltiva. —A Jaime no le parecerá bien —traté de convencerla en nombre del amor. —PeroJaimenotieneporquéenterarsedenada—mereplicóburlona —. Y de todos modos, solo vas a quedar para tomar una copa con ese hombre, ¿no? Luego os vais cada uno a casita y santas pascuas. —Dio un miniaplauso forzando una sonrisa tan grande que podría partirle la cara en dos.Dabamiedo. MirédenuevoaRomeo86,todavíamesonreíadesdeelmonitor.Tenía una de esas sonrisas preciosas que empiezan en las mejillas y no acaban nunca y unos ojos… azul oscuro, chispeantes… ¡Uy, pero qué mono! Miré haciaTeresa,quemealentóconunasonrisa,inspiréhondoantesdevolvera centrarmeenGreta. —Vale,unacopa…ymevoy.Creoquepodréhacerlosinproblema. —Lo ves, Caaa-meee-liiaa, no es para tanto —me palmeó el hombro, cómoodioesegesto—.Tuprometidonosevaaenterardenadaytútendrás material de primera mano para escribir tu artículo. Eso es ser una profesional,cómosinovasasabersifuncionanesostipstanmagníficospara unaprimeracita.Yasabes,Caaa-meee-liiaalaprimeraimpresióneslaque cuenta,ynohabráunasegundaoportunidadparaunaprimeraimpresión. Ajá,asíera.EstabaclaroquesoloibaaquedarconRomeo86unaúnica vez.Lomiréaúndudosaduranteunossegundosevaluándolounpoquitomás, deteniéndomeensuboca,québoquita,mmmm…¡Eh!,¿cómo? —No,no,no,no,no…Espera…creoquetehasliadounpoco,Greta, nosetratadeligármelo,sinodejustolocontrario:vercuántotardaenhuir despavorido. ¿Deesosetrataba,no?Desplegartodasmisarmasdenoseducción:no arreglarme,hablardemiextodoeltiempo,incordiarleconpreguntassobre cuántoganabaycómoydónde,elegirelrestaurantemástopdeMadridpara cenar e insistirle para que pagase la cuenta. Ya sabes, actuar como veneno paracucarachasyverhastadóndeaguantabaelpobrehombresinmandarme alaputamierda. Gretasoltóunacarcajadaalaire,deesasenlasqueapoyaslapalmade lamanosobreelpechoyechaslamelenahaciaatrás.Pero¿quiénseríeasí enlavidareal?Nomeloexplico,estachicatuvoquequedarsesinoxígeno alnacer. —Oh,sí,sí,sí…claroqueloharás. —Nopuedoircontodamimunicióncargada,sinovoyadisparar— tratéderebatirleporlobajini. —Sí, claro que lo harás. —Volvió a plasmar su sonrisa a lo Jack Nicholson haciendo de Joker en Batman, aunque se me antojaba tan escalofriantequemásbienseríaelJackdeElresplandor—.Porelbiendel artículo.Amasestarevista,¿recuerdas?Losbuenosarticulistassonlosque semetenhastaelcuelloensusinvestigaciones,husmeandoenlomáshondo, destripandohastaeldetallemásmínimo… —No estamos hablando de un tema serio. Vamos que esto no es la guerradeSiria. —¿Yaquiénleimportaeso?SiriaestámuylejosdeMadrid.¿Aquién le importan esos haraposos refugiados? Nuestras lectoras necesitan… qué digonecesitan…semuerenporsabercómodebenafrontarunaprimeracita —dijo con su bocaza y su mala idea, ¿cómo puede un ser humano soltar semejantecosayquedarsetanpancha?,pobressirios. —Haymilesdeartículoscomoeseeninternet—añadíparafastidiarla unpoco.Yaquelaideadelartículohabíasidosuya. Chasqueólalenguarepetidamenteymedirigióloquepretendíaseruna dulcesonrisa(amímedabaescalofríosenelbajovientre).Poralgúnsitiose empieza,Caaa-meee-liiaa.Andadejadequejarteyayponteatooooope— melanzóunpuñitoconciliadorlahijadeperra,antesdemarcharsemoviendo surecauchutadoculoportodoelpasillo—.Hala,yamecuentasellunes,o mira,alomejorhastatellamomañanaparasaberquétaltehaido—medijo avozengritodesdelaotrapuntayluegosoltóunasiniestracarcajada. —Sí,llámame,nolodudes—legritéyoradiandoentusiasmo—,hijade fruta.—Entredientesmereconcomímisúltimaspalabras. —¿Hasvistosupelo?—Isabel,otrapringadaarticulistadelarevista, acercósusillaalamía. —No —mentí. Envidiaba el cabello de esa víbora, de algún modo conseguíaunaespeciededespeinadoartísticoincreíble. —Me rechiflan sus ondas —continuó Isabel, haciendo gestos por encimadesucabeza—.Parecequeacabedefollarseaalguienhastadejarla sinaliento. Puselosojosenblanco. —ParecemásqueJarJarBinksselehacorridoencimadelacabeza— dijoTeresafrunciendoelceño—yquelahaembadurnadoconlitrosylitros desusemenverde. —¿Yporquéverde?—lepregunté. —No sé, ese personaje es repugnante, su semen también debe serlo, debesercomounaflemadeTrol. —¿Y por qué es tan mala persona? —preguntó Isabel pegando con disimuloloqueparecíaserunmocodebajodelamesa. —¿Quién sabe? —contestó Teresa, y después miró al infinito como si realmente estuviera pensando que podía tener una buena excusa—. Tal vez tuvounainfanciadifícil. —Pero Cam conoce a su familia. —Isabel me miró esperando que yo negase aquella explicación y después se cercioró con los dedos de que el mocoestuvierabienadheridoalamesa;peroquécerda. Neguéconlacabeza. —Suinfanciahatenidoqueserideal.Nuncalehafaltadodenadaysus padres,peseaserescandalosamentericos,sonmuysencillos,nadaquever con esa arpía. Al menos sabemos que lo suyo no es hereditario —hice una pausadramática—yquenovaporahípegandomocosdebajodelasmesas desuscompañeras.—MiréaIsabelacusatoriamenteyestaseapartódeun respingodelazonamancillada. —Cierto—ratificóTeresa,aunqueellanoconocíapersonalmenteasu familia,perosabíabastantedeellapormí. —Quizáesalgúntipodemecanismodedefensa.Debesermuyinfelizen sumatrimonio—sugerí. —¿Túcrees?—TeresaeIsabelaproximaronmássuscabezasalamía conaireconspirador. —Enrealidadnilocreonilosénimeimportaenlomásmínimo. —Perotúconocesasumarido.¿Cómosellama?—preguntóIsabel. —GonzaloDelaCalva.—Reíentredientes—.Lepegamucho. —¿Escalvo? —MásqueDonLimpio. —Dicenqueloscalvossonlosmejoresempotradores—afirmóTeresa. —Yquenodejanpelosenlacama—añadióIsabel. —¡Quétonteríaesesa!—LediungolpeenelhombroaTeresa. —¿Quién sabe? A lo mejor toda la fuerza que no tienen en el pelo la tienenenelpene—sugirióIsabel. —Podríasescribirunartículosobreeso,Isabel—lepropusoTeresa—, seguro que a nuestras lectoras les encantaría poder catalogar la potencia sexualdesusposiblesliguesmedianteunatricologíacapilar —Pues… podría… investigar un poco sobre ello e incluso entrevistarmeconungrupodecalvosfolladoresymujeressexualmentemuy activas o hacer mis propias comprobaciones. —Isabel volvió a su mesa arrastrandolasillaruidosamenteycomenzóapulsarconbríolasteclascon susdedosdesacamocos;estachicatambiénerauncasodignodeestudio. —A lo mejor Cam puede echarte una manita ya que esta noche va a citarseconunmelenas—apuntóTeresaconunamalévolasonrisa. —Valeya,todavíanoleheescritoaltalRomeo86—repuse,tecleando a gran velocidad la dirección de la web de citas para comprobar si tenía algún mensaje. No había ningún mensaje, ni de Romeo86 ni de ningún otro posiblepretendiente. —Nomeextraña,conlafotoquehaspuestoloraroesquetesalgauna citaconnadie,comomuchotesaleunplanazoconelGalimatazoolaOruga azul—mereprochóTeresasinlevantarlosojosdesuteclado. Suspiré de hastío, hasta el coño estaba del puto artículo—. Veo que estásmuypuestaenAlicia. Teresamemiróconpesadumbre—.Esunodemismuchostalentoscomo madre, Cam. Me sé de memoria todos los putos nombres de todos los personajesdelaDisney,elClanyBoing,pornodecirdelasletrasybailes de todos los jodidos Cantajuegos. Choco-choco-lalá, choco-choco-teté, chocolá,chocoté,chocola-caaacaaaa,aaaarggg.Sivuelvoaescucharaesos desgraciados,tejuroquemearrancolasorejasabocaos.—Serevolvióel flequillountantofueradesí—.Conloqueyohesido,Cam,conloqueyohe sido,siteenseñounafotomíadehacediezañosnimereconoces,esto—se pellizcólabarrigaconlasdosmanosabarcandounmichelínconsiderable—, no era ni un proyecto. Lisa como una tabla de planchar, pa dentro la tenía. Fuecasarmeytenerhijosymiraenquémeheconvertido.Estoyvieja,fofa, acabada—gimió. —No estás tan mal, exagerada, tienes una cara preciosa —traté de animarla. —Aprovecha,Cam,aprovecha,tecasasytejodeslavida,pornodecir elcuerpo—suspirótriste. —Venga,va. —Tedoymiconsejo:disfruta,carpediem—levantóelpuñodesganada —,salestanocheconesepastelitoyfóllatelo. —Estás loca, no pienso fo… acostarme con ese melenudo. Si me contesta,quedaréconélyleharépasarlapeorcitadesuvida.Ysinome contesta,siempremequedasanGoogle. —Túsíqueestáslocasiesetíoestálamitaddebuenodeloqueparece estar y no te lo follas —me replicó muy digna volviendo a centrarse en su pantalla. —¿Yelartículo? —Alamierdaelartículo. —¿YJaime? Me miró fijamente por encima de las gafas de pasta negra, que solo usaba para trabajar y le daban un aspecto de lo más serio e intelectual—. Ojosquenoven,corazónquenosiente. 12:27,algunosdetallitosquedecidínocontarleaDavid Ya habréis deducido que era articulista en una revista femenina, y por definición, como ya he dicho, esto significaba que vivía esclavizada. Las revistas femeninas no son para nada como nos las pintan; nada es tan glamurosocomoenlaserieUgglyBetty,nienlapelículaEldiablovistede Prada,aunqueesmuyprobablequeSandrosehubieseinspiradoenMiranda Priestly,parasertodolohijodeperraquees,porquenosepuedesermás cabrón,ocabrona,yaquetieneplumacomopararellenartodoslosnórdicos deIkea.Ennuestraoficinanadaeraluminosonibrillante;nilosmuebleseran diseñosreeditados;nisiquieracontabaconunfabulosoalmacéndevestidos de primeras marcas ni zapatos de firma. Allí todo era gris o marrón, salvo algúndetalleencaqui,queactualmenteestámuydemodaperoamímesigue pareciendocolormierdadepájaro(bichosqueodiocontodamialma),las ventanasdelaredaccióneranminúsculasynohabíamásalmacénqueelde los productos de la limpieza. Además, trabajaba unas horas interminables para Greta, una persona de espíritu mezquino, con una retención infinita de mala leche. Me ocupaba sobre todo de tareas pringosas, que es como yo llamabaaloquenadiequeríahacer,comoaquellavezquemepasétodauna semana pegando a mano con silicona adherente tres mil bolsitas metálicas conoloraHalloteen;accidentelaboralincluido.Mefuiarascarelojoylo que me dejé pegado fueron los párpados. Igual que una legañosa industrial acudíalamutua,elenfermeroqueteníamáspacienciaqueunsantoconsiguió abrirme el ojo con alguna receta milagrosa, pero nada pudo hacer por mis pestañas que se quedaron alopécicas con el experimento. Menos mal que Jaimemepagóunasextensionesydejarondellamarmelachicadelacopla Tengofuegoenlaspestañas.Elcasoesquehabíallegadoaunpuntoenel que el odio que sentía por lo que hacía para ganarme la vida empezaba a reconcomerme el alma. Así que había comenzado a enviar currículums a escondidasatodaslasfirmasdemodadelpaís.Sabíaqueesaetapasoloera untrámite,noeraelfin,sinoelprincipio.Queprontomellamaríanypodría dejaresetrabajoquemeestabamatandoenvida.Porqueyonomequemélas retinas para ser periodista, en realidad lo hice estudiando marketing, y aspirabaaserunaexitosarelacionespúblicasenunagranempresademoda. Perolacrudarealidaderaquenecesitabapagarelalquilerylasfacturas,así quecuandomiprometido,Jaime(luegomeregalóunanillodeverdaddela buena,pruebadeelloeraunpedruscoquepodríaeclipsaralaluna,quelucía orgullosaenmidedoanular),meconsiguióelpuestocomoarticulistaenla revista,nopudenegarme. Jaime y yo siempre habíamos sido la pareja perfecta: estilosos, atractivos,conpelocastañoyojoscastañosajuego.Éramostanidealesque casiparecíaquenoshabíanfabricadoconelmismomoldeycolocadoenuna caja de lujo con ropa a conjunto, igual que una Barbie y un Ken a tamaño real. Todo el mundo nos miraba con admiración cuando paseábamos de la manoporlacalle,visitábamosalgunaexposicióndearteosalíamosatomar una copa por los locales más in. Éramos lo más. La envidia hecha carne y hueso. Nunca hubiera hecho nada que pudiera estropear lo que él y yo teníamos,nuestrafantásticarelación.Poreso,aquelartículoencuestión,me estabatocandounpocolasnarices.Eraunasuntoprofesional,peroaunasíel quedar con otro hombre a escondidas de mi prometido no me parecía correcto. Así que, con todo el dolor de mi corazón, miré de nuevo a Romeo86, pensando en cómo escabullirme de ese marrón. En realidad, no teníaporquéquedarconningúnhombre;podíainvestigareninternetysacar mucha información (a la gente le flipa contar sus experiencias en la red) y luego inventarme todo lo demás. Oye tú, qué mono era… ¡Uy!, ¿eso de ahí era un hoyuelo o una verruga? Ojalá fuera un hoyuelo sexy; yo mataría por tenerunhoyuelosexyenlamejilla. —¿Qué?—Teresameespabiló. —¿Quedequé? —¿Le mandas un mensaje a ese pastelito? —preguntó señalando mi monitor. —Nosé,Teresa—aúndudé,repasandosuperfil.Parecíanormal.Nada depsicopatías,nadadefrikiñuelas,nadadepsicofonías.Uy,legustababailar salsa,unminipuntonegativoparaRomeo86eldelsupuestohoyuelosexy. —Pero,Cam,notienesnadaqueperder,soloesunacopa. —¿Una copa? —suspiré. Pero qué sonrisa más divina—. Vale, de acuerdo,¿quéledigo? Teresaarrastrósusillahastaponerlaalladodelamíayseacercóen planconspirador. —Dilequetehagustadosuperfilyquetegustaríasaberalgomásdeél. —¿Hashechoestoantes?—Lamiréfijamente. —¿Yo?—Memirócomosilehubieramatadoelperro—.No. —Estábien—mepusemanosalaobra. «HolaRomeo86,meencantatuhoyuelo.¿Estuyootelopintas? Me gustaría conocerte. ¿Te viene bien que quedemos esta tarde a tomaralgo?» Pasó una hora y Romeo86 no había dado señales de vida, me removí incómodaenlasilla,habíaesperadopoderquitarmeelmarróndeencimalo antesposible.Penséenecharleunvistazoalosdemáscandidatosenbusca deotraposiblecita.Cuandollevabarevisadosunoscinco,lamalalecheme rezumabaporlosporos,estabarabiosa,nosabíaporqué,tampocoerapara tanto,eraunasuntodetrabajo,elhombrenoteníaporquégustarme,noibaa follármelo,soloibaatomarunacopa,nadamás,peromequemabalasangre quefueraGretalaculpablededoblegarmehastalamerlelospies. —¿Estás llorando? —Teresa deslizó de nuevo su silla hasta mi posición. —No —respondí con la voz en un hilo, pero sí lo estaba haciendo, últimamentelaslágrimassemesaltabancadatrespordos. Nunca he sido llorona, me cuesta horrores soltar una lágrima. Aún recuerdo cuando fuimos a ver Titanic, todas mis amigas llorando a moco tendidomientrasLeonardomoríamástiesoqueuncarámbanoamarradoaese cacho madera en el que si la Kate hubiera hecho un mínimo esfuerzo por moverse a un lado hubieran cabido los dos, y yo ahí rabiando contra la tía holgazanaquenohabíamovidonilaspestañas,conlosojosmássecosque unescupitajodemomia,enpie,gritándoleconunairainhumana:«¡Muévete, joder, mueve tu gordo culo de una puta vez!», ante la mirada indignada de doscientos entusiastas cineastas llorosos. Desde entonces, todo había cambiadomucho,yohabíacambiadomucho,yanodecíapalabrasfuertesen vozalta,soloselasdecíaamíyointeriorocuandobebíamásdelacuenta, cosaquenosueleocurrir,porquemesientafatal.¿Sabéisdeesaspersonas que pierden los papeles y se vuelven un poco agresivas cuando se emborrachan?Puesesaspersonasamímetienenmiedocuandometomouna copa de más, soy incapaz de controlar mi boca, mis manos, mis pies... No sabía que fuera capaz de dar patadas de kung fu hasta que me vi emular a BruceLeeenunvideoquegrabaronmisamigasunanochedefiestaenIbiza. Pero todo eso ya había pasado para mí. Ahora, como ya he dicho, era una mujer muy sofisticada y fina, y solo usaba mis pies para llevar tacones de vértigo.Elcasoesquellevabaunpardesemanasquemeponíaallorarpor cualquiernimiedad.Todomeafectaba,comosidemídependieseelbienestar detodalahumanidad. —¿Qué te pasa, Cam? —insistió Teresa y su mirada de preocupación fue el detonante. Me puse a llorar sin freno. No podía parar. De repente estaba de un bajón que me moría. Las lágrimas me caían en cascada emborronando mis notas para el maldito artículo. Se necesitaría una buena dosisdeFortasecparadigerirtantamierda. Impotente,movílacabezaaloslados. —Pero¿quétepasa?—sepreocupómás. —Nomepasanada,peroúltimamentelloroportodo,noséporqué. Me miró como si estuviera inspeccionando una rata muerta—. ¿Estás preñada? Lamiréalucinando.¿Yo,embarazada? —¿Qué? Mesonrió,tratandodeinfundirmecalma—.¿Quellorasportodoyno sabeselmotivo…?Puesquepuedequeestésmáspreñadaqueunchinche. —¿Qué dices? Eso no es posible —le repliqué con rapidez. ¿Yo, embarazada?Nidecoña. —¿Túfollas? —Puesclaro,todoslosdomingosporlanoche,perousamosprotección. Tomolapíldoraanticonceptiva,yalosabes. —Nosiempreesefectiva.MiCarlosesunfallo. —¿Enserio? Afirmó contundente y yo, nerviosa ya, empecé a hacer cuentas. A ver, estábamos a 20 de noviembre, la última regla me vino… ¿Por qué no lo apuntaba en una agenda? ¿Cuándo? ¿Cuándo? Fue poco después del cumpleañosdemiamigaLucía.¿Cuándohabíacelebradosucumpleaños?Un sábado de octubre, pero ¿cuál?, ¿cuál? Los días pasaban frenéticos en mi calendariomental. —Llevounasemanaderetraso—dijealfin. Teresa me sonrío, y no sé por qué; yo estaba a un paso de entrar en colapsonervioso. —Pueshazteuntest. —Mira,Teresa,nomedigaseso,porquedeestanochenopasaqueme bajelaregla—ledijetratandodeautotranquilizarme. —Ya,peronotevaabajar—dijoconguasa,ytuveganasdeestrellarle la puta cara contra la mesa—. Si estás preñada de menos de un mes ya te sale. —Quenoquierohacermeningúntest,meesperoaquemebajelaregla ypunto. —¿Es que tienes miedo de que el test te diga que lo estás? Pero si el aparatosololoconfirma,siloestásono,nodependedeél. —Quetedigoquenomehagoelpuñeterotest—ledijeunpocohartade suinsistencia. —Aver,Cam,estáscansada,nohaymásquevertelacaradezombique traes,abatida...—meseñalóconeldedo—.Estásengestación. —Soloestoyunpocoaplomada. —Sácateunafotoquetevea. —¿Paraquénaricesquieresunafoto?Estoyaquí,puedesverme. —Necesito foto, el directo no me vale. En las fotos se ve toooodo — abriómuchoslosojos—,sonmuycrueles.Siestásembarazadalosabrépor tucareto. Conganasdequemedejaraenpazdeunavez,accedí. —Venga—dijeponiendomiiPhoneenmodocámara,enfocándome—, espera,queahoramedalarisatonta.¿Decara? —No,delaclotildavaaser.Puesclaro…andadamequeyotelahago —dijoarrebatándomeelmóvil. Trassacarmelafoto,sequedómirandolapantallaconlacejaarqueada, meencantaríasaberhacereso.Yosolosoycapazdesubirlasdosalavezy mequedotalcualFridaKalo,unhorror. —¡Oh, Dios mío. Estás preñadísiiima! —gorgojó pletórica ante mi estupor—.Además,vaaserniña —Anda,nofastidies.Porloquemásquieras,Teresa,nomedigaseso. Noquieroniplanteármelo.Siaúnnohemospuestonilafechadelaboda. —Pues ve poniéndola, porque estás más preñada que una coneja — insistiólamuyperra. Yo seguía pensando que era imposible, pero la verdad es que últimamente no solo estaba llorona, sino que me meaba más que una vacaburraconcistitisylastetasmedolíanhorrores.¿Aversiibaaserciertoy estabamáspreñadaqueunaconeja? —Aver,Cam,nohaymásqueverte.Yesastetazas—miródenuevola foto—,sesalendelapantalladelmóvil. Mirándomelas desde arriba, es posible que me las viera un poco más hinchadas,podríasercosadelsujetadordeLaPerla,perosíqueeracierto quemerebosabacarneturgenteporlascopas,aunasínoquisedarlecrédito —. No creo que sea para tanto. —Me las acaricié por encima de la suave sedadelacamisaymenotélospezoneshinchadosydoloridospujandopor debajodelfinoencaje. —¿Duras con venas? —preguntó Teresa cuando me vio dibujar una muecadedolor. —Con venas no me he fijado, pero duras sí —admití empezando a acojonarme. —Tengoquevereso,enséñamelas. —¿Qué? —Quemelasenseñes.Soyexpertaentetashinchadas.Tresembarazos. —¿Ahora? —Sí,ábretelacamisaqueyomiroporarriba. Hice lo que me decía, ¿qué iba a hacer? Teresa es muy insistente. Se asomóalbalcóndemiescote. —¡Joder,quétetasmásgordas!—exclamóconunasomodeenvidia—. Peronohayvenas—concluyósuanálisisgeográficodemispechugas. El caso es que conforme hablábamos, cada vez me las sentía más hinchadas,comosituvieraungloboahímetido. Chasqueólalengua—.Ay,amiga,nohayduda. —¿Qué? —¿Esastetassontuyas,deverdad? —Sí,claro,sonnaturales—respondíorgullosa. —Puesprepárateee.Verásquecántaros. —Pero¿tanpronto?Sinopuedoestarnideunmes. —Sí.Eseesunodelosprimerosíntomas. —Además se te nota en la cara, estás cansadita. Menudas ojeras, te lleganalasorejas.Tucuerpoestátrabajandocomoloco.¿Tienesangustia? —No,creoqueno,perohoynomesentómuybienmitérojo. —¿Muchahambre? —No,mecomíunagalletadefibraycasimeasfixio —Alomejoresunsimpledesbarajustedehormonas. —¡Madre mía! —Me quedé mirando a Isabel, se había detenido a nuestroladoycotilleabasinningúntipodepudor. —¿Quépasa?—lepregunté,asustada. —Cam,quécarapreñadatienes—confirmóparamigrancontrariedad —.EstásencintaVHS,¿aquesí?—IsabelmiróaTeresa,quenotardóni mediaendecirquesíconlacabeza. —Nosé—aúndudé.¡Quenopodíaser,leches! —Siesqueesoseve—insistióTeresa—.Hazteuntest.Cuantoanteslo sepasmejor.Parairalginecólogoyempezaracuidarte. —Pero¿quédices?,queaúnnotengonifechadeboda. —Puestecasasconbulto. —Sitieneselpechohinchado,comounapiedrayteduele...sindudalo estás. —Anda, mira, habló la lista, y ¿qué sabría ella, si todavía estaba soltera y entera?—. Lo sé por el artículo que escribí para el número 105, «Los primeros síntomas del embarazo». Y si tienes sueño, eso ya es señal inequívoca. —Yelhambre—apuntóTeresa—.Camtieneelkitcompleto. Las miré, la desolación navegaba sin freno por todo mi ser, ¿embarazada, yo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Habría vestidos de novia de Franc Sarabiaparapreñadas? —Elembarazoes...precioso—suspiróTeresa. —¿Enserio?—lamirérecelosa. —Sí,mientrasestándentroesunamaravilla,lomaloescuandosalen. Sonunamonada,tantiernecitosylobienquehuelen,aunquedanmuchopor culoporlasnoches,selesquieretanto—volvióasuspirarrememorandosus retoños—. Pero todo luego cambia —su dulce gesto se tornó feroz—, es empezaraandarydesatarseuncataclismo. —Puesmedasunosánimos—ledije. —Es tener un hijo y decirle «adiós» a una misma como ser humano, pasasaser«lamamáde…». —Tú,sigue,sigue…—laaniméconironía. —Esqueloshijossonparalasmadres—meexplicómuysabedora—, elpadreayuda,perovamos...Hayvecesquetedanganasdemandarloaun cursoaceleradoparapadresinútiles.Ayer,sinirmáslejos,JoseLuisacostó a Candela y esta mañana me la encuentro en la cama con las zapatillas puestas. —¿Enserio?Máscalentitaestaba,¿no? —Sí,hijasí,yesasoloesunadetantas.Siyotecontara,JoséLuisse ahogaenunvasodeagua.Parajugarunrato,vale,peroparayadecontar. Pobres hijos míos. Si se quedan como Forest Gump, ya sé de quién es la culpa. Me reía sin prestarle demasiada atención, porque yo seguía dándole vueltas a todo aquel asunto de mi posible embarazo. ¿Lo estaba? De hoy mismonopasabaquemehicieraelputotest. En ese momento, me saltó un aviso en la pantalla: un mensaje. Vaya, vaya,Romeo86teníaalgoquedecirme. 23:37,postreparados…tres…ocuatro Davidnoabriólabocaniunasolavezdurantemiextensaexposición, para hablar, para comer sí, comer sí que comía el jodido, qué envidia me daba, pero qué envidia más puta. Yo no podría comer de aquel modo sin riesgo de reventarme el estómago, lo tenía tan castigado a no comer que el pobre ya no sabía ni cómo hacerlo. Por tanto, yo me dedicaba a pinchar la comidaconeltenedorymarearlaenelplato,mientrasbebíavinoymásvino; concadatragoibaperdiendolavergüenzaytrasvariascopaslasinhuesoya me iba sola. David asentía, abría los ojos sorprendido, incluso se rio en algún momento por algo que dije que pudiera tener gracia, pero siempre guardando silencio. Ninguna pregunta. Ningún comentario. Se lo agradecí, eralargoynecesitabamitiempoparahilarbienloshechos. —¿EsustedCameliaDíaz? Mirésorprendidahaciaesavoz,conlacopaauncentímetrodemiboca, provenía de un hombre serio con chaleco acolchado rojo, todo un ultraje contraelbuengusto,tantoelhombrecomoelchaleco.Parecíauncombatea muertedecracosyaquelhombreperdíaporpoco. MiréaDavid,lamediasonrisaquepocoantesesbozabasedesvaneció ylacopaquellevabaenlamanosequedósuspendidaenelaire. —¿Quiénlopregunta?—mehicelainteresante. A su lado, otro hombre con sombrero de vaquero, era algo bastante absurdotratándosedeMadridyquenosevenmuchasvacasrondandoporla plazadelaPaja,sacóunacarteradepielnegraymeplantólaplacaenlas narices. —SoyelagenteSoria.¿EsustedCameliaDíazSerrano? ¿En serio? ¿Eran policías de paisano? Siempre había pensado que la policíadepaisanoeraunaespeciedeleyendaurbanayquesoloexistíanen las películas. Noté cómo me ruborizada hasta las orejas y el tic volvió a castigarmiojosinpiedad,mirédenuevoaDavid,queestabaexpectante—. Sí, soy yo —respondí resuelta, y ante mi respuesta sus azules ojos se achicaronrecelosos. —Tenemosunaordendedetención. —¿Dedetencióndequé?¿Dehorteras?—dijemirandoatónitasusbotas decowboy.Eranabsurdamentepuntiagudasyconunacantidadindecentede tachuelas. No sé cómo se atrevía a salir a la calle con ellas en un día lluvioso,sindudapodíanconvertirloenunaespeciedepararrayoshumano. Elpolivaqueromemiró,incrédulo—.¿Quéhadicho? —Perdone, agente, la señorita no ha dicho nada. Me parece que ha bebidoalgomásdelacuentayelfiltromentalleestáfallando—sedisculpó pormíDavid,tratandodeminimizareldañocolateraldemidiarreaverbal. —Eso digo yo… la cuenta… la cuenta… —Levanté con brío la mano reclamandolaatencióndeuncamarerocualquiera. —Haga el favor de no montar ningún espectáculo y acompáñenos a comisaría.—Chalecorojosepusomásserio,sicabe. —Pero¿porqué?Yonohehechonada. —Esodicentodossiempre. —¿Sepuedesaberdequésemeacusa? —Agresión,señorita. —¿Agresión?Yonoheagredidoanadieenmivida. —¿Noesustedlalocadelzapato? —Puedequelosea,peroesonomeconvierteenunasicaria. —UntalSandrolahadenunciadoporagresiónconunzapato,havenido conunojoalaviruléyelforensehadeterminadosudetención. —No conozco a ningún Sandro —mentí—, bueno, a Sandro Rey, pero solodelatele. —Serámejorquenohablemásybusqueunabogado. —¿Aestashoras? —Sinotiene,seleasignaráunodeguardia. —Insisto, agente, ha habido un error, yo no he agredido a nadie en mi vida. Yo no he hecho nada —protesté inútilmente—, ha sido en defensa propia, lo juro. —Miré dolorosamente a los agentes implorando su clemencia. Nomostraronlamásmínimalástimapormí—.Señorita,encasadesu amigohaycámarasdeseguridad... Ahídecidícallarme,seráhijodeputa,elasquerosodeJaimegrababa todossuslamentablespolvos,seguroqueenalgunosalíayo,expuestaysin filtro,contodamicelulitisalaire.Noteníaelección,asentíconlacabeza, teníalasensacióndequetodohabíaterminado.Nopodíacreermeloqueme estabasucediendo,unaseriedecatástrofesmehabíanacompañadodesdeel amanecer,peroloúltimoqueesperabaeraacabareldíaporsegundavezen laceldadeunacomisaría.Melevanté,cabizbajayavergonzada,dispuestaa marcharme con ellos. No era capaz de mirar a David a la cara, que seguía sentadoconlosbrazoscruzadossobreelpechoconcaradedecepción. —¿Puedohablarconmiamigoantes,enprivado?—preguntéconlavoz enunhilo. Losagentesvolvieronamirarse.Finalmentefueelagentevaqueroquien respondió: —Nohayproblema. Cuando los agentes se alejaron y volvimos a quedarnos solos, David que casi no había articulado palabra ante tan bochornoso momento, se enderezóenlasillaymepreguntó: —¿Dequévatodoesto?¿Hayalgomásquenosepa?¿Agresión,pero cómo? ¿De qué hablan esos agentes, Cristina? Perdona, Camelia… Cam, joderquélíollevoenlacabeza. —David,portumadre,tienesqueayudarme,túeresabogado. —SoyabogadodeDerechosHumanos,túnecesitasunpenalista. —Medaigual,tevienesconmigo.—Loagarrédelbrazoytirédeél. —¿Adónde? Yo no quiero líos, joder, Cam, te acabo de conocer. Me encantas, en serio, estoy seguro que podría volverme loco por ti, pero esto empiezaasuperarme. ¿Había dicho que podría volverse loco por mí? ¡Ay, mi madre, qué ilusión!Céntrate,Cam,quetelías. —Estoymuyasustada,David.—Lomirésuplicante. —DicenqueagredisteauntalSandro—dijoconseriedad. —Noesverdad.Esciertoquequisehacerlo;loqueviconestos—me señalé angustiada los ojos con ambas manos— fue la mayor ofensa que me han hecho nunca. Estaba enfadadísima y presa de la ira quise agredirlo, y digo quise, porque no lo hice. El zapato salió disparado de mis manos por misalaridosdedolor,contanmalasuertequecayóensuojoporaccidente. —Estábien,cuéntamequéhapasado,ydimelaverdad,siquieresque teayude—dijomirandonerviosohacialospolicíasdepelideAlmodóvar, quemeesperabanenlabarratomándoseunacerveza.Quéraro.Raro,raro. 14:07,putotacón,sinembargo¡ay,cuántotequiero! Creoenlasuerte,yportanto,nosoloenlabuena,tambiénenlamala suerte.Yelcolmodelamalasuertees,sinduda,queseterompaeltacónde unodetuszapatosfavoritos.Yocuidomiszapatoshastalasaciedad,escasi enfermizo,peroesqueyoadoroloszapatos,soncomomitarjetapersonal. Siempre he pensado que puedes saber qué clase de persona tienes delante evaluando sus zapatos. Cualquiera puede vestir bien, por cuatro perras las franquicias hacen milagros en eso, pero el tema de los pies es mucho más delicado. Vestir bien los pezuños tiene su riesgo, no hay que caer en la tentación de comprarse zapatos bonitos, si no son de piel, porque todo el mundosabrásitemiranlospiesqueeresuncutre.Siademásnolosllevas limpios, da igual que vayas impecable, sabrán además que eres un guarro. Asíqueyodedicohorasamimarmiszapatos,conformemelosquitoyales estoy limpiando las suelas, sacando brillo a la punta o encerando cuidadosamente la piel. Luego los meto en cajas especiales para zapatos, todasdeigualtamañoyazulcelestecontopitoscrudos,quelucenordenadas enlosestantesdemivestidoryconunafotografíade15x10cmdelparenel frontal.Ysí,tengovestidor,laenvidiadecualquiermujer,perosoloporque sacrifiqué el dormitorio de invitados de mi pequeño apartamento en la Arganzuela a favor de mis niños. No dejo que se les agriete la piel, ni tan siquiera un pequeño arañazo, siempre perfectos, como el primer día, y tan prontolasuelacomienzaadesgastarselosllevoalmejorzapaterodeMadrid para que me los arregle. Soy un poco obsesa, tal vez, pero mis niños se merecenesosmimosymuchomás.Yo,yqueestonosalgadeaquí,hastales hablo, como si fueran seres vivos. Confío en ellos y ellos confían en mí, nuncamefallan.Nunca. Poreso,justoenelfatídicomomentoenelqueeltacónizquierdodemis Guessfavoritos,tuvolagenialideadecolarseenunpequeñodesperfectodel pavimentoyoptóporquedarseencalladoahí,enmediodelaGranVía,sentí quelasfuerzasdelcosmosnosolomehabíanabandonado,sinoquesehabían puesto en mi contra y me estaban plantado cara. Eso, o el espíritu de mi queridaabuelaBibiacababadeveniratocarmelasnaricesunpocomás.El tacón del zapato se quedó empalado en el puto agujero, pero mis piernas ajenas al incidente decidieron seguir andando, y algo iba mal, muy mal, horriblemente mal. No soy lo que se dice una buena bailarina y tratar de equilibrarme con diez centímetros de diferencia entre las dos piernas, me llevóejecutarunestrambóticochachachásobreunaespeciedecuerdafloja paraterminardándomeuntremendohostiazo.Misrodillaschocaronconuna fuerzabrutalcontraelhormigón,memachaquélarótuladerechaypartedela izquierda.Demibocanopodíansalirmássaposyculebras,cagándomeen los putos servicios municipales de mantenimiento, hasta que oí un frenazo. Chirrióenmisoídosatalesdecibeliosquenisiquierafuicapazdeescuchar losgritosdeTeresa.Cuandolamiré,medevolvióungestohistriónicoqueno leconocía,ysinofueraporqueestabacasiapuntodeecharmeallorarporel dolor,mehubieradadounataquederisa.Teníalabocadesencajadaporel pavor, los ojos fuera de las órbitas como un Simpson, mientras tiraba con fuerzademibrazoqueriendollevarmeaotrolugar.Miréalfrente,dondeel morrodeuncochesehabíadetenidoaescasosdiezcentímetrosdenosotras, el conductor se estaba apeando dispuesto a terminar con mi vida, pero llevabapuestounaespeciedemallotvioletaporloquededujequenosería capazdealgoasí,nadiequelleveunmallotdeesecolorporlacallepuede serunamalapersona.LuegomirémiGuesscompletamentehundidoenunade lasfranjasblancasdelpasodecebra,parecíaestarasalvo.Demomento.Y aunquehubieradebidoponermeenpiealavozdeya,talycomomeestaba gritandomiinstintodesupervivencia,nopudehacerlo.Meencontrabaenla tesitura más grande de mi vida: levantarme y ponerme a salvo del ingrato tráficodelaGranVíaotratardesocorreramipobrezapato.Lógicamente, opté por lo segundo, gateé dificultosamente hacia él, el dolor de la rodilla derecha era casi insoportable, así que más bien esa pierna era arrastrada comounsacodepatatasporelpavimento.Enmispanti,quesonanticarreras, ja,sedibujóunaautopistaentodalalongituddeesapierna,desdeeltobillo hastadondelainglepierdeelnombreycomienzaaserbrasileña,peronome importó, porque yo tenía que recuperar mi zapato a cualquier precio, se encontrabaasolodosmetrosdemí,peroseguíaenpeligro.Elsemáforoya sehabíapuestoverdeyprontoalgúndesaprensivoalvolantenodudaríaen atropellarlo.Cuandoalfinlleguéasuposición,lomiréconunamorinfinito y lo acaricié suavemente con ambas manos, tranquilo, pequeño, pronto estarás con mami, antes de estirar suavemente de él. Pero no salió, el muy desagradecido no salió, se quedó atascado. Tiré más fuerte y nada. Entre sollozos,lepedíayudaaTeresa,quenodudóenecharmeunamano.Dos,en realidad. Con sus manos sobre las mías, pues ni en ese caso de extrema gravedad,dejaríaquenadietocasemiszapatosyellalosabía,meayudóa tirar,alpocosentíquesemovíaalgo,peroestabasufriendoporél.Mucho. Sabíaqueelimplacablehormigónharíaestragosenlapieldeltacón.Eldaño podía ser irreparable. Me encomendé a la Virgen del Perpetuo Socorro mientras a la de tres volvíamos a tirar de él. Un centímetro afloró. A todo esto, el conductor se había incorporado a nuestra misión de rescate, deteniendo la circulación. Bendito samaritano. Una cantidad insufrible de sonidos reverberaba en el ambiente: bocinazos de los coches parados, exabruptos de los conductores, un crío llorando como un descosido, una sirena de ambulancia a lo lejos como música de fondo… En fin, todo un deleiteparalavecindad. —Vamos, Teresa, ya casi lo tenemos —la apremié a la vez que me enjugabalaslágrimas,quemesurcabanelrostro,enelhombrodemicamisa, dibujandounaborrosabanderadeAlemaniaeneltejido.Debíatenertodoel maquillaje corrido. En otras circunstancias esto sería un nivel diez de tragedia.Enaquelmomentono.Enesemomentolomásimportanteerasalvar miGuessdelasfaucesdelhormigóndelaGranVía—.Aladetresytiramos, peroconcuidado—lerecordé.Teresapuedesermuybrutasiledamosalas. Teresaasintióseria,conscientedelalcancedelagravedaddelasunto. —Aladetres—repetí—.Unaaa,doossyyyyyy—decenasdevocesse habían unido a mi cuenta, los miré con gratitud, qué maja es la gente, de verdad. Había de todo: un ejecutivo con su móvil pegado a la oreja repasándome con ojos lascivos el pandero, una mamá con su cochecito de trillizoscompitiendoavercuáldelostresberreabamásfuerte,dosmonjitas rezandoelrosario,tresancianitashaciendopuntoyunamujerenvueltaporun vestido de la última colección de Prada con un aspecto (lo juro por mis Manolos y si no que me salga un grano de pus ahora mismo en la frente) fabuloso. —Sal, maldito, sal —mascullé entre dientes, antes de dedicarles una sonrisaagradecidaatodosellosyseguircontando—.Treeees.—Teresayyo tiramos con fuerza—. Nada, no sale —informé a mi improvisado público, excusándomeconunalevesonrisayellosmealentaronconlassuyas.Había detodo:amarillas,radiantes,ortopédicas,desdentadas…VayaporDios,no eraunaambulancia,eralapolicía.Dosagentes,perfectamenteuniformadosy no precisamente guapos, habían conseguido superar la maraña humana congregadaanuestroalrededorysituarseanuestrolado. —¿Qué ocurre aquí? —preguntó uno de ellos, era lo más feo que ha paridomadre. Teresa, que es una excelente oradora, tomó la palabra—. Verá, señor agentedelaleyyelorden,miamigaibaandandoporelpasodepeatonesy se le ha enganchado el tacón en un agujero y se ha caído, causándose una contusiónmuyfuerteenlarodilla… —Ya veo, ¿y no puede moverse? —la interrumpió el policía feo, hastiadodesuverborrea. —Emmmm… sí, sí que puede… puede arrastrarse, eso ya lo hemos comprobado,¿verdad,Cam? —Ajá,sí,puedoarrastrarme. —Venga,laayudaréaponerseenpie.—Elpolicíasecerniósobremí consusfornidosbrazosdispuestoalevantarme.Peroyonopodíapermitirlo, no pensaba moverme de aquí sin mi precioso zapato. ¿Qué digo precioso? ¡Fabuloso! —Nooo—comencéallorar. —¿Qué le ocurre, señorita? —se acuclilló a mi lado, dispuesto a escucharme. Yo no podía hablar, anegada por las lágrimas. Negué con la cabeza, incapazdesoltarniprenda. —Tranquilizase señorita —me dijo con calma y agradecí su aliento, pero hubiera agradecido más que se hubiera lavado los dientes después de haberse zampado lo que parecía ser un plato de morcillas bañadas en ajoaceite—.¿Quéocurre?Dígameloyverésipuedoayudarla. —Espormizapato.—Seloseñaléyéllomiró,estupefacto.Eranormal una reacción así, realmente era un zapato digno de admiración. El toque glamurosodelastachuelasaplicadasenelcontornoconquistabaacualquiera enunabrirycerrardeojos. —¿Quélepasa?—dijosinexpresividad. —¿Nolove? —Sí. —Pero¿nolove?—repetíindignándome. —Yalehedichoquesí—respondióperdiendolacalma. —EsunGuess. —¿Queesunqué?—preguntó,nohabíamalaintenciónensupregunta, másbienparecíasimplecuriosidad.Puraignorancia,diríayo. MiréaTeresasinpodercreérmelo,¿enquéclasedemundovivíaeste hombre? Ella elevó los ojos al cielo completamente de acuerdo con mi pensamiento. —Un Guess, por el amor de Dios. Un Guess. Trescientos euros concentradosenesapreciosidaddepielnegra—leexpliquéalapobrealma ignorante. —¿Qué? —Me miró incrédulo, incapaz de dar crédito a mis palabras. Segiróhaciasucompañero,queseguíadepie,evaluandolaescena—.¿Has oído,Martín?Dicequeesamierdalecostótrescientospavos. —Pero… ¿Cómo se atreve? Mis Guess no son ninguna mierda. Es el modeloBobbiedelanuevacolecciónotoño-invierno.Yustedtienequehacer todoloqueestéensumanopararescatarlo.Essudeber.HajuradoanteDios serviralacomunidad.Yyoymizapatoformamospartedeestacomunidady pagamos religiosamente los impuestos que sirven para pagarle a usted su salario.¿Entiende? —Rescatar¿qué?—Soltóunacarcajadacasimacabra. —Mi zapato, no puedo dejarlo ahí. Está atascado en ese agujero y no hayformahumanaposibledesacarlodeahí. —Sí, claro que puedo —me replicó con una sonrisa que no pretendía sertranquilizadora—.¿Esustedconscientedequehaparalizadoeltráficoen horapuntaporalgotanabsurdocomounzapato? —Yonoheparadonada—medefendí. —Esverdad—Teresasalióenmiayuda—,hasidoél.—Señalóalbuen conductorqueenesemomentoestabaenplanmajorettedirigiendoeltráfico queveníaensentidocontrario.Laverdadesquehabíatalcantidaddegente congregadaquehastahabíancomenzadoainvadirvarioscarriles. —Póngase en pie —me pidió, con excesiva amabilidad el tal Martín. Era la primera vez que intervenía y lo cierto era que tenía una voz muy sensual,tratándosedeunaespeciedemorsahumana. Meaferréconmásfuerzaamizapato,deaquínomemoverían,hastame dieranganasdecogerunaguitarraycantar:«DelbarcodeChanquete,nome moverán». Obviamente, no lo hice, no era el momento, y tampoco había ningunaguitarraamano—.Nomemarcharésinmizapato,lojuropor…— memantuvefirme,amarradaamizapatocomosifueraunaboyaenmediodel océano,yelagentemorsaunaolagigantescaqueamenazabaengullirme. —¡Suéltela,suéltela!PorelamordeDios,¿cómoseatreveatratarasía mi amiga? —oí a Teresa protestar indignada por el trato recibido por los agentesdelaleysobreelbarullodevocesagitadasdelacongregación. —¡Que no me marcho! —Se me partió una uña, pero siguió sin importarmenadamásquesalvarmizapato—.Porencimademicadáver. —No me tiente, señorita —susurró en mi oído el agente feo para que nadiemáspudieseescucharlo. —¡Estoesunultraje!—Teníalavozroncaytemblorosa. —¡Loqueesunultrajeeslaqueestáustedliando!Tieneparalizadoa medio Madrid por un zapato —masculló entre los dientes. Sus ojos chicos teníanunapintadelomásamenazante,peronomeamedrenté. —¡Quedeaquínomemoverán!—Yoahí,enmistrece,errequeerre. Laadrenalinamebombeabaporlasvenas. —Resiste,Cam,esunzapatofabuloso—meanimóTeresa,amigasasí sondifícilesdeconseguir. —Joder, no me lo puedo creer, ya están aquí —dijo el agente feo, llevandolosojosalcielo. MiréhaciaarribayentremislágrimasviunhelicópterodeTeleHinco sobrevolándonos. ¿Desde cuándo tenían helicóptero las televisiones españolas?Volabatanbajoqueapenasveíaelcieloazulbrillanteengalanado deesponjosasnubesquehoycubríanMadrid. Los agentes tenían pinta de empezar a estar muy cabreados y la congregación de curiosos haciendo la ola para la tele no ayudaba mucho a calmarsumalaleche,peroesonoeraculpamía,yosoloqueríarecuperarmi zapato.Llevarlodeunapiezaasuhogar,asucajitaazulcontoposblancos. —¡Venga,señorita!Nonoshagaperderlapaciencia.—Volvióatirarde míelagentemorsa. —Nooooo.—Memantuvefirmementeaferradaamizapatoysentíque mispiernasseelevabanfrutodelafuerzasobrehumanaqueelagentemorsa estabaejerciendosobremicintura.Lateníasujetaconambasmanosytiraba deellatratandodealejarmedemipobreGuess. Conelcuerpoenparalelosobreelfirme,mismanosblancasasiendoel zapato y las piernas flotando en el aire, el zapato comenzó al fin a desatrancarse. Un centímetro del tacón asomaba, luego otro y otro, ya casi estabalibre,tansoloquedabanseiscentímetros. —¡Másfuerte!—animéalagentemorsa,comenzandoaverlaluz,yel agente morsa volvió a tirar. Y ocurrió lo peor que podría ocurrirle a un zapato,eltacónserompió.Fuemuydolorosoelsonidoquehizoalpartirse. Mimanoquedólibrecomounpájaro,alzandoenelaireloquerestabademi fabulosoGuesscomountrofeo,peronohabíanadaquecelebrar—.¡Noooo! —grité, rota por el dolor. Sentía como si fuera mi pierna la que se había partidoendos. La multitud vociferaba eufórica, había «¡Hurras!» y «¡Vivas!» por doquier.Lasmonjashastabailabanalcompásdelaimprovisadacoreografía queseestabamarcandoelconductorsamaritanoenmallasvioletas.Hastame pareció escuchar a Megan Trainor y su All about that bass amenizando la escena.Enesemomentolocomprendítodo:eramonitordezumba.Yademás erabuenísimo.Mevendríagenialapuntarmeaclasesdezumbaytonificarme unpocoelcuerpo.Antesdeirmelepreguntaríaenquécentrodabaclases. —Mirequébien,yatienesuzapato—dijoelagentefeo,conguasa. —Nooo —sollocé, acariciándolo, desecha por el sufrimiento de verlo así—,eratanbonitoyahoraestáinválido. —Siestanamabledeacompañarme. —Gracias, pero puedo andar sola —respondí agradecida por su amabilidad. —Nomeentiende,debeacompañarmeacomisaría. —¿Estáloco?Perosinovoyapresentarcargos. Losdosagentessemiraronincrédulosyestallaronenunacarcajada—. No,ustedno,perosucomportamientosuponeunaobstrucciónalorden.Está detenida. —¿Qué? —No me lo podía creer. En mi vida me habían detenido—. ¿Esto va en serio? —El agente morsa me tenía agarrado el codo y ya me arrastrabaconél. Forcejeéunpoco,peroerainútil,mellevabaencontrademivoluntad, mientrasdeclamabasinmotivaciónalgunamisderechos. —Noseresista.Noleconvieneoponerse—meaconsejóelagentefeo, mientras se abría camino entre la muchedumbre—. Desalojen la zona, el espectáculohaterminado. Teresa, a la que un rechoncho y calvo soltero había entretenido para pedirleunselfie,salióenmidefensacorriendotrasnosotros. —Pero ¿qué sucede? Mi amiga no ha hecho nada, esto es injusto. ¿De quéseleacusa? —Eso no es asunto suyo, señorita —contestó con chulería el agente feúno. —Bueno, no sería asunto mío si no fuera mi amiga, pero es casi mi hermana,hemoscompartidohelado,mensajessugerentesdesementalesyun paquete de compresas mensualmente en la oficina por la sincronización menstrual. Losdosagenteslamirabanestupefactosy,literalmente,pasarondeella, arrastrándomehaciaelcochepatrullasinningúncuidado.Memetieronenél comoaunavulgardelincuente,agachándomelacabezaparaentrarigualque enlaspelículas. MientrasnosdirigíamosacomisaríarecibíunwhatsappdeTeresa. «Voydetrásdetienuntaxi. HellamadoamiprimoJacinto,esabogado.» Yadjuntóunafotodesuprimo. —Señoresagentes,yatengoabogadoymuyguapo. —Felicidades, señorita, felicidades —contestó el agente morsa poniendolosojosenblanco. El resto del viaje, les fui hablando sobre mi trabajo y sobre moda en calzado,porsuscarasparecíanointeresarlesniunpimiento.Perodeberían agradecerme que les recomendara las botas Hunter para las agentes femeninas,esasdeformesquellevanahoralesrestacredibilidadyautoridad, sinembargolasHuntersonuniconodelarealeza,LadiDilaslucíamientras paseabaporlacampiñainglesaconunjovenypocomodernoCharles. —Además,silluevesonideales,imagínenlasconcalcetinesHunterdel cuerpodepolicía,unacucada,¿nolocreen? —Déjelo por escrito en el buzón de sugerencias de la comisaría y cálleseunratito. ¡Qué desagradables! ¡Ni que esos troles llevaran a una detenida con tantaclasecomoyotodoslosdías! —Simeprometequenovaasalirhuyendo,nolepongolasesposas. —Leprometoquenovoyasalirhuyendo—dijeconojosllorosos. Lociertoesquedecaminohabíainsinuadolaposibilidaddequesería capaz de correr una maratón con unos Manolos. Les había explicado lo cómodos que a mí me resultaban a pesar de que muchas mujeres los catalogasendematapies. Es posible que hubieran malinterpretado la frase: «Podríahuirdespavoridaconellos». Cuando entramos en la comandancia, solo habían pasado diez minutos entrehacermelasfotos,tomarmelashuellasdelosdiezdedosdelasmanos, desnudarme por completo y meterme de mala gana en una celda con una señoritaquefumaba. —Hola,soyCamelia,perotodoelmundomellamaCam. —YosoyLidia,perotoelmundomedicelaBiturbo—contestóconuna vozroncacrónica. —Muybonitoslosdosnombres.—Mesentétímidamenteenunrincón, antelaintimidantemiradadelaBiturbo. —Medicenasípoquesoycapazdacermamadasapares. La miré, realmente sorprendida—. Vaya, es un gran talento. Enhorabuena. Sonrióorgullosadesímisma—.Esquetengolabocamuygrande—me explicóconafectaciónyabrióelbuzón,mostrándomeelprodigiosotamaño de su cavidad bucal y de paso una dentadura que sería todo un reto para cualquierortodontista. —Debevenirtegenialparatutrabajo—levaloré. —Sí,mepaganeldoblelamamada.TambiénmellamanlaCorrefui,de ve en cuando hago alguna oferta de dos por uno —me contó con seriedad. Estaba claro que la Biturbo se tomaba muy en serio su profesión—. ¿Tú tambiéneresputa? —¿Yo?—Abrílosojosuntantoescandalizada—.No,paranada,pero quenoesporquenomeguste,quemegusta,hacéisunagranlaborsocial,yo trabajoenunarevista. —¿Unarevistadesaspapijos? Lamirécondesconfianza,optéporlamentira. —Soy articulista en Sonda y Pañal, dudo que la conozcas, es una revista para jubilados, aunque alguno de tus clientes es muy posible que la compren. —No,nolaconoscodena.¿Yquétipodecosasescribes? —Nada interesante, escribo sobre productos beneficiosos para la terceraedad,comoquépañalocompresaparapérdidasabsorbenyretienen más... —Quéguachi.—Abriólosojosimpresionada—.¿Ytienesqueacatarlo antes? O sea, ¿tienes que usar pañales por las noches y comprobar su eficiencia? —Noooooo—mereífijándomebienenellaporprimeravezdesdeque había entrado en la celda. En realidad no era nada fea, solo estaba algo desgastada por la vida, y también estaba lo de sus dientes, sus dientes no teníanperdón.LaBiturbotambiénserioydeprontodejedetemerla—,me basoenestudiosdemercadooestadísticas.¡Ah!ytambiénaceptosobornos delasmarcas—añadímásrelajadayellamemiróconciertaadmiración—. Esbroma,noaceptosobornos. —Quésuertuda,amínadiemedana.Nilasgracias—dijoconpena—. ¿Ycacésaquí? —Porunerror,yonohehechonada,solotratabaderecuperarunGuess. Comosilehablaseenchino,niseinmutóantelamencióndelasagrada firma. —Ya,claro,comotos,posbuenasuerte,pajarita. —Gracias,Biturbo,suerteatitambién. No quise preguntarle que había hecho ella, pero lo que era seguro, es queyolahubieradetenidoporatentadocontralamodayelmaquillaje.Yqué decirdeesepeinadodelosochentaaloMadonna,aunquelapobreteníaque rellenaresascalvasconcardadosíosí. Me aferré a los barrotes como una folclórica a punto de arrancar por soleares,laBiturboseacercóamíymepreguntósiteníauncigui.Teníaque salirdeallícuantoantes. 00:25,elhombrequeentendíadezapatos Davidmecortóenseco—.¿Ereslachaladaquehasalidoamediodíaen TeleHinco? —¿Perdona? Yo no soy ninguna chalada, chalados son los que no entiendenelvalordeunoszapatosGuess—leexpliquéuntantoofendida—. ¿Sigo? —Asintió—. Bien, David, por culpa de ese fatídico incidente, tuve querecurrirairacasademinovio…mejormatizo…miexnovio,aporeste pardeManolos.—Leseñalémispiesyélvolvióaasentir.Porfin,gracias, Señor,porfinunhombrequeparecíaentenderdezapatos. 18:28,delultrajealcorajesolohayquetirarseunpaje Tres horas más tarde estaba en la calle, lo que sufrí durante aquellas horasentrerejassololaBiturboyyolosabemos.Teresameesperabaenla puerta de la comisaria, se había encargado de llamar a su primo Jacinto y pagarle sus honorarios, cuatrocientos euros de mi alma, que no tardaría moscaenreclamarme.Jugueteabanerviosaconsubolso. —¿Quépasa?—preguntépreocupadaviendosuánimo. —Hemos salido en las noticias de Tele Hinco. «La loca del zapato paralizaeltráficodelaGranVíaduranteunahora». —¿Enserio?Esperoquenadielohayavisto,peroteníaqueintentarlo. Dios,míralo—lemostréelculpabledetodoelfollón. —Merecíalapenasalvarlo,Cam.Yoestoycontigo. —Gracias,Teresa,tuspalabrassonungranconsuelo. —Estásfatal,Cam—selamentómirándomedearribaabajo. —Hasidoterrible,Teresa—meechéallorardesconsoladamente—.La humillaciónmásgrandequehesufridonunca.Mehanhechoquitarmetodala ropa,elzapato,handestrozadomimejorsujetadorarrancándolelosaros,me han encerrado en una celda como una vil delincuente, he tenido que hacer pipienunsuciovátersinprotecciónconunaprostitutainspeccionándomelas ingles. Teresa me envolvió en sus brazos. Era digna de lástima: descalza, las mediasdestrozadas,larodilladerechavendada,rasguñosengranpartedela piernaizquierda,mifaldalápizllenademanchasdegrasaylablusaVersace hechaungurruño.Miestadonopodríasermáslamentable. —¿Creesqueestasmanchassaltarán?—lepreguntéapuntodeecharme otra vez a llorar, señalándole el manchurrón, que el maquillaje había dibujadosinningúnarteenmihombro. —Nolosé—dijoconpena—.EstemaquillajeDiorskinstaresdelarga duración. —Necesitocambiarmederopayponermeotroszapatos. —Ylavartelacara,estáspeorquesiaCourtneyLovelehubierametido unapalizaMikeTyson. —Quédíademierda,estoyporirmeacasaymetermeenlacama. —Pero no puedes, hoy es tu cita a ciegas con el señor pastelito —me recordóconretintín—.¿Puedesandarbien? —Sí,enrealidad,soloesunacontusiónleve.¿Meacompañasacasade Jaime?—lepedí,enlazandomibrazoconelsuyo. Aunque Teresa me perjuró que con un pegamento fuerte de una tienda chinapodríamossolucionarelproblemaenunpispás,micaradeestuporla disuadióalinstantedetanabsurdaidea.LacasadeJaimeestabacerca,yallí tenía mis Manolos. Con mis Guess por bandera y Teresa por lastre puse rumbohaciaallí.Comencéaandar,cojeandounpoco.Peroloquemenosme preocupaba en ese momento era cojear como una vieja chocha, tenía que cambiarme de ropa y ponerme unos zapatos en condiciones, los zapatos de saldillo que Teresa me había traído difícilmente podían ser catalogados comozapatos,peroesquenoeranadafácilencontrarzapatosbonitosdemi númerocontanpocotiempo.Lagentememirabaynomeextrañaba,parecía escapadadeunasaladetorturaschina. —¿TienesunosManolosynomehabíasdichonada?—mepreguntócon ciertaenvidia. —Jaime me los regaló la semana pasada, además no son los primeros quehetenido—ledijealtiva,sacandopecho. PerolaverdadesqueesosManolossíeranlosprimerosenmihaber. Detodasformasnosuelocomentarconotrasféminasloszapatosquetengo. Así evito el típico «¿Me lo prestas?», odio intercambiar la ropa y los zapatos.Miarmarioymizapaterosoncomounanacióninfranqueable,solo mipielymispiespuedenestarencontactoconlasprendas.Nopodríavivir sisupieraqueotrossobacospeludoshanacampadoasusanchasenunade mis camisetas de Prada, o que unos pies callosos y con talones agrietados aporrearan las suelas de mis zapatos. El verano, el verano es una de esas épocas que me superan, desprendiendo repetidas veces mis retinas cuando veo talones como neumáticos de tractor. ¿Acaso no conocen las cremas y aceitesdeBodyShopoSephora?Recuerdoelveranode2001,cuandomis padresmeregalaronunospreciososzapatosdeZara(poraquellaépocame conformaba con bien poco). Eran unas sandalias rojas, con tiras estrangula dedos, una verdadera tortura con tacón, pero los lucía con resignación en cada acto social. Pues bien, antes de estrenarlas me compré en un supermercado una piedra pómez, un quita-callos (herramienta altamente peligrosa) y una crema exfoliante. Me embadurné los pies para refregarlos converdaderaansiaviva,quedaronrojoscomounrábanopicante,luegome diconbríoconlapiedrapómez,quedandomispiesparaunaexposiciónde arte gore. Tocó la hora del quitacallos, coloqué la cuchilla y me pasé sin cuidado el aparatejo por un callo saliente del dedo gordo, llevándome un buen cacho de dedo… acabé en urgencias enseñando mis ensangrentados pies, parecía que hubiera intentado lijarlos con una herramienta de carpintero. Desde entonces yo siempre digo que lo mejor es acudir a un profesional. Teresa me conducía, agarrada de mi brazo como dos abuelas yendo a misa, pero es que yo necesitaba apoyo, ya que andaba peor incluso que MarianoMariano.DecaminoacasadeJaimeestuveapuntodecaervarias veces,teníaunaflojeraenlaspiernasquenometeníaenpie,parareponer fuerzasmecomíunyogurtdepiñaqueTeresallevabaenelbolsodesdesolo CarmendeMairenasabíacuándo. —¡Aquíes! —¿Aquívivetunoviooooo?—Teresaabriólabocacomounmuñecode ventrílocuo. —Ajá,aquívivemiguapo,exitosoyricoJaime—mesoltédesubrazo ytoquéeltimbre. —Pero¿cómohaconseguidounacasadeestaíndoleyenestebarrio? —preguntó examinando con minuciosidad cirujana la cabeza de león de la aldaba. —El solar era de la familia, su abuelo tenía aquí una relojería en los años treinta —contesté mientras insistía pulsando el timbre, la aldaba solo eraunadornoinútil. —Lovasafundir,Cam,¿novesquenoestá? —Tranquila,sédóndeguardaunasllavesparaemergencias. Como pude me subí a la canaleta, y llegué a un falso cajetín de luces dondeJaimedejabaunasllavesparaemergenciasy,sinduda,estaloera. —Vaya,nuncapenséquefuerauncajónsecretoymásenplenacalle— dijoTeresaagarrándomeaduraspenaselculoparaayudarmeabajar. —Jaimeesmuylisto—soltéorgullosadeserlaprometidadeesamente tanbrillante. Noséporquérazónentramossigilosamente,elcineamericanohahecho muchodaño. —Voyasubiralaplantadearriba,túquédateaquíyvigila—ledijea Teresaconunhilillodevoz. —¿Vigilarelqué?¿TehaposeídoelespíritudeGrissomotravez? —Nosé,eslacostumbreenestoscasos. —¿La costumbre? ¿Cuántas veces violas la intimidad de las casas ajenas?—Teresateníaesacejalevantadaquemedabatantaenvidia. Diporconcluidanuestraabsurdaconversaciónycautelosasubíporla escalera flotante. A mí me daban un poco miedo, por aquello de que una pierna se me colara entre los peldaños y quedarme colgando boca abajo como una vaca sacrificada en un matadero, pero quedaban tan divinos en aquel ambiente tan ostentoso y ecléctico. La casa de Jaime combinaba a la perfecciónloclásicoymoderno,unestiloquenoleveníadesunoaficióna leer revistas de decoración, como buen rico contrató a un decorador con acentofrancésfalsoyfoulard. Cuando llegué al último escalón, me pareció oír algo dentro del dormitoriodeJaime.Eracomounapsicofoníadecuartomilenio,unavozde mujeralgoroncaquedecíacosascasiininteligibles. Seguí en mi papel de Grissom y me descalcé para acercarme de puntillas, utilizando uno de los zapatos como arma. Mi oreja se fue agudizando y pude descifrar dos frases: «Te gusta cómo te estoy dando» y «Quéapretaditoquelotienes,lobitomalo».Elcorazónsemepusoamilpor hora,solopodíanserdoscosas... 1. Jaime estaba viendo una porno de travelos(la voz ronca no era de mujer). 2.Seestabamontandountríoconunamujeryotrohombre(ideaqueme produjounataquicardia). Apoyélaorejacontralapuertaylaespiraldefrasesguarrasygemidos mepusieronamilporhora,esonoeraunapeliporno,eracomoestarenla salaBagdadconunavendaenlosojos. Abrílapuertaconunafuriasalvaje,desatadaporelestupordesaberme una cornuda. Y con el carrillo derecho entumecido le grité el típico: «Pero ¿qué coño está pasando aquí?». Y ojito con la palabra «coño», como bien sabéismiterapianomepermitíausartalesvocablosenvozalta,perotalera mi estado de cólera que la palabra salió de mi boca disparado como una bala. —¡Teresaaaaaaaa, subeeeeeee! —grité con las escasas fuerzas que me quedaban,sujetándomeenelmarcodelapuertacomosifueraunaboyaen medio de una tempestad. Acababa de sufrir una especie de embolia, la cabeza me propinaba pinchazos a diestro y siniestro, mientras veía la grotesca imagen de mi novio enculado por una rubia con pilila—. ¡Gírate, maldita zorra... o zorro o lo que seas! —le grité a la rubia, con el zapatoarmaenaltoacercándomealacama,quetodavíaseguíaacopladacomouna fichadeTetrisalojetedeJaime. —No es lo que parece, pichurrina. —Jaime levantó las manos para protegersedemisgolpes. —¿Pichurrina? No me llames pichurrina con la pilila de un hombre dentrodeti—leescupí,asqueadaporsupocasensibilidad.Asíescomome llamabacuandohacíamoselamor—.Ysíesloqueparece. Teresallegójustoenelmomentoenelquelarubiaoxigenadaechótodo elvenenopintandounPicassodemierdaenlassábanasdealgodónegipcio demilquinientoshilos,nilabochornosasituaciónhizoqueperdieraunápice deexcitación.TeníaelpenemásnegroqueKuntaKinteeldeRaíces,ypara raíceslasquedibujabansusvenashinchadasalolargodesuerección. —Por Dios santoooo, qué ascazoooo —dijo Teresa ante aquel lamentableenema. —Teresa,ven,acércateydimequéesloqueves—dijesulfurada.Lo que estaba sucediendo en aquel dormitorio eclipsaba la lógica de mi raciocinio.Serunacornudaeratodoundrama,peroencimasercorneadacon unamujerconpililaeraunultrajeentodareglaparamiegofemenino. Teresa se aproximó a la cama, con la misma expresión de estar disecandounaratamuerta,examinóporunossegundoslaescena,tardómedio segundoenretroceder,tapándoselanarizyreprimiendounaarcada. —Veo…veo…que…unarubiaconpeneestáenculandoatuJaime— explicóconelmismoentusiasmoqueposeeunretransmisordeunapartidade ajedrez. —¿Loves?—dijeconamarguraextendiendolasmanoshaciaél—.Sí es lo que parece, Jaime: te han desflorado el ano. Gracias Teresa por explicarcontantodetalleloshechosqueacontecen. —Denada,Cam.Además…medaenlanarizquealguiensehaidode ahí—añadióseñalandoelblancotraserodeJaime,queeracomoestarenun visavisconelcuadrodeElgritoperoconuncódigodebarrassuperpuesto. La rubia no quería descubrir su cara, se acurrucó sobre la almohada cubriéndose la cabeza con los brazos. Jaime cayó abatido sobre la cama llorandocomounamagdalena. —¿Porquélloras?¿Quéalguiendigaalgoovoyaperderlospapeles? —meencontrabafuerademíyelticdemiojoestabaempezandoaaparecer. —Tú, rubia con pene, date la vuelta que te veamos —dijo Teresa con brusquedadsacandounchicledesubolso—.Oye,monina,¿erestonta?Que tedeslaVUELTAAAAAAA. Teresasoltóungritoconalientoamentolquemeasustóhastaamí.Pero lazorraandróginanomovióniunmúsculodesucuerpo,asíqueTeresapresa deunafuriaincontenidaseabalanzósobresupelo.Nuncalahabíavistoasí. —¡Esunapelucaaaa!—gritóconlamatadepeloalviento. Despuésagarrólacaradelamujerylagiróhaciamícomosifuerauna Nancy. —¿Sandro?... —El ojo me empezó a parpadear a toda velocidad y la venademicuellosehinchócomounatuberíaindustrial—.Malditamaricona malaaaa. Una ira nacida en lo más hondo de mis entrañas me dominó por completo.SentíamicuerpocomoposeídoporelespíritudemiabuelaBibi. Me fui derecha hacia él con el tacón en alto mientras Teresa me animaba diciendo: «Destrózale la cara». Menuda macarra lleva dentro mi amiga. A todo esto, Jaime metió la cara debajo de la almohada mientras seguía llorandodesconsolado,dejandoenpompasureciénpenetradoano.Miraque lohabíavistovecesdesnudoyentodotipodeposiciones,peroloquevien ese momento me dejó muerta. Creo que ninguna sesión de hipnosis podrá borrar jamás de mi mente esa imagen tan bochornosa de mi prometido. Todavíaloera,apesardelultraje.Peronopormuchotiempo. —No me pegues en la cara, Camelia, tengo una sesión de fotos importantísimamañana—mesuplicóelempotradordelaño. —Pues me has dado un motivo más para destrozarte esa cara de asquerosoquetienes. Delsustoquedebídarlesaliódespavoridoconlachurrallenadecaca, pero lo alcancé con mi zapato, que se me escapó de la mano y por magia divinaledioenelojo,delacara. —Noooo,miojo,lasfotosconAngeloGantani—Sandrollorabacomo unaperraatropellada. —Te jodes, folla-novios —le dijo Teresa mascando chicle como una presacolombiana. MientrasTeresaseguíainsultandoaSandroydescargandoenéltodasu rabiayaincontenible,meacerquéaJaime. —¿Eresgay?—Movílaalmohadaylatiréalsuelo. —Cam,yo...lo...siento. —¿Quelosientes? —¿Nodirásnadaalaprensa,verdad?—preguntósinmirarme,alzando losbrazosparaprotegersedeunposibleataque. —¿Eso es lo único que te preocupa, la prensa? —le repliqué con desprecio.¿Esoeraloúnicoqueleimportaba?—Tranquila,gatita,amílo único que me importa ahora son mis Manolos —añadí hinchando el pecho. Noibaadesmoronarme.Noibaallorar.Podíasuperaresto—.Yquesepas, quehemosterminado—mesaquéelpedruscodeldedoyselotiréalacara. Cogí mis zapatos del vestidor, agarré a Teresa del brazo y la arrastré lejosdeesahabitación. —¿Qué ha pasado ahí dentro, estabas como poseída? —pregunté a mi enloquecida amiga, si seguía mascando con ese ímpetu se iba a quedar sin muelas. —¿EsquénoestásenfadadaconJaime?—memiróextrañadamientras me calzaba los Manolos y me recomponía el pelo ante el espejo del recibidor.Parecíaserena,peronadamáslejosdelarealidad,transpirabaira portodoslosporos—.MehaceesoamíJoséLuisyardeTroya. La miré pensando que sí, que estaba que me cagaba en todo lo que se meneabasobrelafazdelaTierra,perocogíaire,mearmédevenganzayle dije: —Noestoyenfadada,laverdadesqueestoy...¡liberada!yademástengo unosManolos. Teresameconocíabien,habíamoscompartidohorasyhorasdecharlas trascendentales en la revista, sobre peinados, uñas de gel, bótox y consoladores de última gama, entre otras cosas. Me miró recelosa por un segundo,desconfiandodemispalabras. —Eres un caso Cam, acabas de descubrir a tu novio engañándote con Sandro, ¿me oyes?, San-dro con una peluca de los chinos y te quedas tan campante. —Sí, me voy tan campante a conocer al hombre pastelito. No pienso llorar por un idiota como Jaime y, sobre todo, por no emparentar con la recauchutadadeGreta.Además…tengoeltoroporloscuernos. —¿Aquéterefieres?—preguntóTeresavolviéndomeacogerdelbrazo mientrassalíamosdeaquellacasaquenuncamásvolveríaapisar. —Hablodevenganza.Autenticavenganza—dijeconsolemnidad. Teresa abrió mucho los ojos, más impresionada que espantada—. ¿Quieresdecirquevasamatarlos? Neguéconlacabeza—.Lesdarédondemásduele:enseñaréestasfotos enelprogramadeFeliciaBraga. Le mostré una foto de Jaime a cuatro patas llorando mientras la rubia masculinaloempotradaporelojal. —¿Cuándohashechoesasfotos? —Tengomisrecursos,soymuyrápidausandomiiPhone,quehapasado demóvilaarmadedestrucciónmasiva. —¿Ymedicesamí?Eresunaarpía. —Solosoypráctica.—Meencogídehombros—.Sabes,Teresa,acabo deverlaluz.—Miréelhorizonte,enrealidaderalapuertadelrestauranteen elquesolíamoscenarJaimeyyolosdomingosantesdehacerelamor—.Por fin me he librado del pedante de Jaime. Ya sé que parecía estar encantada conmiprometido,perolociertoesqueeraunraritoentodoslossentidos,un vanidosoyunclasista.Enparte,pensabaqueeramisinopordeberlecasila vidaaGretalaMofeta(estarimalevaquenipintada),queelfinaldemis díasseríasirviendoyagradeciendoaestafamiliadericosmiposiciónsocial y mi trabajo. Y, ahora, gracias a los gustos raritos confirmados de mi expareja soy libre, libre como una pájara, y con un as en la manga que me proporcionará un estatus social por mis propios méritos. Bueno... No tan propios,peroalfinyalcabofuiyoquienledioclicalmóvilparacaptarel apareamientodelanutriaalavelocidaddelviento. LociertoesquepodríamandarmicurrículumalNationalGeographic, seríaunaexcelentefotógrafadeanimalesensuhábitatnatural;yaunquelos bichosgrandesypeludosnosonmipasiónyelcaquinoseauncolorqueme favorezca mucho, las botas safari son tendencia esta temporada. Ya me imaginaba andando con glamur, cargando una polaroid vintage y con una pamela XXL por Kenia, sería la fotógrafa más sexy del África negra, combinandoalaperfeccióneleganciayconfortporloscenagales. Cada vez me sentía más animada, la emoción de mi venganza fue dejando en segundo plano la vergüenza del ultraje, el dolor del engaño. ConformelecontabamisplanesaTeresa,másmeautoconvencíadequemi relaciónidílicaconJaimenohabíasidomásqueunerror,unerrorgigantesco quedebíaenmendarabasedevenganza.Yyasesabe…lavenganzasesirve enplatofrío,¿oalgoasí,no? 3 ASÍMEMINTIÓ 00:47,piesenpolvorosa,quenoeslomismoquepiesen polvorosa David,denuevo,sehabíaquedadomudodurantemiexposicióndelos hechos, cuanto más lo miraba más guapo me parecía, incluso enfadado lo estaba,noqueríanipensarencómoestaríasurostrocontraídoporelplacer enplenoorgasmo. —Eresincreíble—dijoDavid. —Gracias. —No lo digo en el buen sentido —me espetó pero en su boca pude intuir el apunte de una sonrisa—. Lo tuyo es de juzgado de guardia. Cam, dimequeestonoeslonormalentuvidaosalgocorriendoahoramismo. —No, mi vida es de lo más normal, te lo juro, hoy debo haberme levantado con el pie izquierdo. Ahora que lo pienso, ha sido mi Guess izquierdoelquehaquedadoinservible. —Quequedeclaroquenosoyabogadopenalista,noesmiespecialidad, perodadaslascircunstanciasyquemeencuentroaquí,intentarésacartehoy hastaquellegueeljuicio,peroparaentoncesdeberásbuscarteotroabogado. ¿Deacuerdo? —Deacuerdo—asentícomounaniñabuena. —¿Dicenquehayunvídeodeunacámaradeseguridad? —Nosabíanada,nosabíaqueJaimetuvieracámarasensudormitorio, peroseguroquehanmanipuladolasimágenes—dijeconfalsaconvicción. —Aún no he tenido el gusto de verlo —sonrío con sorna—, y no te quepadudaquemeapetecemucho,porque—levantóunaceja—dudomucho queesezapatosalieraaccidentalmentedisparadodirectoalojodelagredido. Dimelaverdad,¿fuerealmenteunaccidenteoagredisteaeseseñor? Dudé un poco en confesar, pero seguir falseando los hechos a mi abogadonoayudaríaymásconunvídeodepormedio. —Sí, sí lo hice, le aticé con el tacón repetidas veces hasta que se me durmiólamano,peroteníaunarazóndepeso,seestabatirandoaminovio conunapelucadeunbazarchino. Davidhizountremendoesfuerzoporcontenerlarisa,perofueenvano: estallóenunacarcajadaquenoteníafin. —Losiento,Camelia,séquehatenidoqueserduro. —EresmenossensiblequeelpenedeRobocop.—Mecrucédebrazos, poniendomorritos. Profirió otra carcajada—. De verdad, que no tienes remedio, eres un casodeestudio. —Muchasgracias—dijeuntantomolesta. —Te vuelvo a pedir disculpas y alegaré en tu defensa una locura transitoriadadaslascircunstancias—dijoDavidapretandoellabio. —Gracias,teloagradezcodeverdad. Davidechóunrápidovistazoalosagentes,quecontinuabanenlabarra y ya iban por su tercera ronda de cervezas. Frunció el ceño y me miró de nuevo. —Sabes,Cam,todoestomeparecemuyraro.Esospolicías…nosé… están bebiendo alcohol en horas de servicio… algo no me cuadra. En realidad,nomecuadranada. —Niamí. —¿Hayalgunasalidatraseraenesterestaurante?—preguntómirandode reojohacialapuertadelacocina. Meencogídehombros. —Novoyadejarquetedetengan—dijocondecisiónyvicomounrayo de luz se abría sobre nuestra mesa y me iluminaba como en los milagros bíblicos. —¿Enserio? —Venconmigo—dijoylevantólamanohaciamí. MásfelizqueunaperdizselaaceptéyDaviddeinmediatotrenzólos dedosconlosmíos.Cosaqueagradecí,despuésdetodo,parecíaquenuestro barco de momento no se había hundido. Nos acercamos a los agentes, que habíanaprovechadonuestracharlaparatambiénpediralgodecenar.Elpoli vaqueroestabacomiéndoseunosespaguetiscarbonara,mientrasqueChaleco rojo había optado por un entrecot a la parrilla. David volvió a mirarme e hizo un gesto de desaprobación que indicaba a todas luces que aquel comportamientoleparecíasumamenteextraño. —Estostienendepolicíasloqueyodesuperhéroe—medijoacercando su boca a mi oído, invadiéndome las fosas nasales de su aroma varonil—. ¿Nosvamos?—lesdijocomosinada,cuandollegamosasuposición. —¿Ahora? —Chaleco rojo masticó lentamente—. Acabamos de empezar.¿Notenéisnadamásquehablar? David y yo nos miramos desconcertados y nos encogimos de hombros comorespuesta. —Nada,hombre,terminetranquilo.Nosotrosiremospagandolacuenta —lerespondióDavidyyolomirésincomprender.Noteníaniideadeloque lerondabaporsumaravillosacabecita. Elpolivaquerosellevóunpuñadodeespaguetisalabocaycuandoun espagueticayósobresucamisacomoacámaralenta,Davidaprovechópara poner en marcha su plan de huida. Mientras se limpiaba, una camarera vestida de un blanco resplandeciente pasó por delante de nosotros, sacudiendo el culo muy coqueta, con una bandeja hasta los topes de copas. David agarró a la chica de los hombros y la estampó contra Chaleco rojo, que se vio de repente bombardeado por una nebulosa de gin-tonics. La camarerarebotócontramí,quecasinilavillegar. —¡Cam,corre!—megritóDavid. —¿Qué? —Lo miré aturdida aún por el impacto de la camarera, pero puselospiesenpolvorosa,trasquitarmedeencimaalapobrecamarera,que nosalíadesuestuporviéndoseusadacomounimprovisadopunchingbag,y propinarleotrofuerteempujónquelaestrellódellenocontraelpolivaquero, queselaviollegarcomounángeldeluzfulguranteynodudóenmeterleun buenapretónaltrasero. Corrimoscomoalmaperseguidaporeldiablo,misManolos,comoera de esperar, no me fallaron en ningún momento, serpenteando por las concurridascallesdelaLatinaparadespistaralossupuestosagentesdela ley,hastallegaralapuertadeSabrosaMaría,ungaritodesalsaqueyonunca había pisado, aunque conocía porque me pillaba de paso cuando salía a tomarunascopasenLaFlaca,ungaritomásafínconmisgustosmusicales. Laverdadesqueyoylasalsacomoquenounimosmucho.TanprontoDavid abriólapuerta,nosengullóHipocresíadeMarcAnthony,quesonabaatodo meter, y el barullo de la clientela que hacía cola en la barra. David que parecíaconoceraldedilloellocal,delamanomearrastróconrapidezpor unas escaleras bajando dos plantas, casi me pareció que trataba de esconderme, cosa que no tenía mucho sentido pues ya estábamos a salvo, hasta localizar un escondrijo tras una gran palmera artificial. Me gustó el sitioelegido,parecíaunpequeñorefugioconlasparedesdepiedranatural, lamúsicaestabaalgomásbajaqueenlapistadebailedelaplantaprincipal yunossillonesmuycucosinvitabanasentarseatomarsealgofresquito. 01:02,duelodebailesyfrikandersaraudales Los sillones cucos estaban de mero adorno, pues eran incómodos a rabiar, esa clase de asientos que te dejan el culo dormido y, en ocasiones, hastamediavagina. —¿Conoces bien este lugar, eh? Parece que te conoces todos los recovecos—ledijeamiguapoacompañanteyahoraademásmihéroe. —Yasabesquesoyfanáticodelosbaileslatinos,lopuseenmiperfil. EsteesellugarporexcelenciadeMadridparasoltarlascaderasaritmode bachata,cumbiaysalsa.¿Túnoloconocías?Tambiénpusistequetegustaba bailarsal…—Memiróalosojosfijamenteyentrecerrólossuyosenactitud decensura—…Claro,eramentira,también. Asentí,denuevoavergonzada,yélnegóconlacabezadesaprobandomi comportamiento, pero de nuevo esa sonrisa picarona estaba ahí mismo asomando,restándoleimportanciaasuspalabras. —Culpable,notengoniideadebailar,lomáscercaqueheestadode los ritmos latinos fue una inscripción a clases de zumba que tuve en la encimerademicocinaduranteunmes. Un camarero, vestido como los protagonistas de las telenovelas venezolanasdelosochenta,vinoatomarnosnota. —¡Oh,David!,estántodosenlapista,notehemosvistoentrar,querido —soltóelcamarerohorteramientraslimpiabalatapadecristalquecubríala mesitademimbreatodavelocidadconunabayetamorroñosa. —Salvador,estaesCam,unaamiga—Davidmepresentó,parecíaque eltalSalvadoryéleranbuenosamigos. —Encantado, señorita Cam, es usted muy bella, qué curvas, qué sensualidad desprendes muchacha, serás una estupenda compañera de baile paraDavid. —Oh,no,yonosébailar,yoestoydepasoaquí. —¿De paso? De eso nada, bella, no puedes dejar escapar a este bombonsitoqueesDavidelBravo,asílellamamosporaquí.Lástimaqueno legustenlosmachosoyamelohubierallevadoyo,querida. —Salvador corta el rollo, que la estás asustando, y tráenos dos Margaritasdeesosquetúsabes. Salvadorpusolosojosenblancoyconunmovimientodecabezabrusco sediolavuelta. —¿Quieresqueledigaalapandaquehasllegado? —No,yaapareceréyoantesdelaactuacióndeMateo,graciasSalva.— DavidleguiñóunojoyaSalvaseleiluminaronlosojos. —Pareceserqueerestodaunainstituciónporaquí,DavidelBravo. —Bah,nolehagascaso,aquílaverdaderaestrellaesMateo,dehecho actúaestanoche. —Algoteheoído,¿yquiénesMateo,otronovioquetehasalido?— ReíalrecordarlaspalabrasdeSalvador. —Mateoesmihermano,élesquienmeintrodujoentodaestamoviday, laverdad,mevienemuybienparaliberarestrés. Salvador nos interrumpió de nuevo y nos colocó delante dos copazos XXLconsombrillitadecolorturquesaincluidaybordedeazúcarverde,lo másinnovadordelmomento. —Enfortiminitscomiensaelespectáculo,mydarling.Daosprisitao notendréisunbuenlugar. ElcamarerosefuecontoneandoeltraseroalritmodeTúyyodeGente deZona. —Parece que tendremos que terminarnos estas copas gigantes en diez minutos —dije regresando de nuevo a mi tono seductor—, y aunque me encantaría seguir aquí conociéndote más a fondo, ahora tengo muchísima curiosidadporvercómobailatuhermano. Davidasintióymiróalosladoscomobuscandoalgo—.¿Quiénescrees queeranesostiposdelrestaurante? Me encogí de hombros y negué con un movimiento de cabeza—. Ni idea, deben ser unos matones contratados por Jaime y su novio transgénero paraasustarme. —¿Asustarte,dices?Queríanllevarteconellos.Cam,estoyempezando a acojonarme un poco con todo esto. No quiero que te quedes sola, no me piensodespegardetienlospróximosdías.—Sonreí,nadamecomplacería másquegozardesucompañíadurantehorasyhoras—.¿Quépodríanquerer deti? Abrímibolsoysaquéelmóvilbuscandoenelálbumdelacámara. —Probablemente esto —dije, mostrándole la ráfaga de fotos de Jaime siendo ensartado por el culo con el sable de un oxigenado Sandro. A este apenasselereconocía,extasiadocomoestabaenmediodeldelirio. David arrugó la nariz inspeccionándolas con detenimiento, eran imágenesquemedolíanhastamí. —Pero ¿él cómo sabe de la existencia de estas fotos? —preguntó dejandoelmóvilsobrelamesa. —Supongoqueescuchóelclickdelacámara,ademásmeconocemuy bienysabráqueesposiblequesuultrajeestéinmortalizadoenmimóvil— le confesé guardando mi móvil de nuevo en el bolso—. Dudo que tenga grabada su batallita con el empotrador number one del año, y aunque la tuviera,noseríacapazdeenseñárselaanadie.Sejuegamucho,sufamiliaes delaclasealtayestámuyrelacionadaconlosmagnatesdeMadrid,sialgo así llegara a difundirse le haría mucha pupa a sus negocios. Jaime es conocido por su seriedad y esto es cualquier cosa menos seria. —Me reí, tontamente,apenaspodíacreerloaún. —Nodebistehaceresasfotos,tendríasquehabersalidodeallícontu orgullointacto,¿quépretendíashacerconellas? —Humillarlo,igualqueélhabíahechoconmigo—meexpliquédolida —. Nos íbamos a casar dentro de un año, el mes que viene sus padres nos hacíanunafiestadepedidaparaanunciarloatodossusamigos.Leescribíun whatsapp amenazándole con difundir el chisme en las redes. Así que… supongo que decidió que debía mandar a esos tipos para asustarme. No sé exactamentequepretendíaenviandoaesossicariosdepocamontaapormí, peromelopuedoimaginar. —Hayquetenercuidadoconellos,puedenvolverynosabemoshasta dóndesoncapacesdellegaresosdosidiotasporlacantidadqueleshayan podido pagar —comentó y me hice pequeña en el sillón acojonándome por momentos. David notó el efecto de sus palabras en mí y me tomó la mano por encimadelamesa. —Yo cuidaré de ti. Oye, estoy pensando, ¿sabía Jaime dónde cenabas estanoche? Me quedé pensando en ello, por un momento no caí en cómo podría haberlo sabido, pero de pronto me vino la luz. La luz en forma de polioperadaypeliteñidahijadeputa. —Sí, la zorra de su hermana Greta lo sabía. Fue ella la que me consiguiólareservaenLaMalquerida. —Vale, bien… por un momento pensé que Jaime tenía tu móvil localizadoconalgunaaplicaciónGPS,entoncesnoestaríamosasalvoaquíni enningúnotrolugar,mientraslotengasenchufado. —No,nadadeeso—dijecasiconvencida—,peroloapagaréporsilas moscas. No me puedo fiar de ese asqueroso —añadí volviendo a coger el móvil para apagarlo, pero antes revisé rápidamente los wasapitos sin leer, nada importante. Ni siquiera había uno de mi abuela Bibi, cosa que me parecióalgopremonitorio.Siellanoteníanadaquedecir,esquetodoibaa irbienapartirdeaquelmomento. Alsondelamúsica,deltenuecolordelaslucesdelgaritoyconaquella maxicoparetrodeMargaritaenlamano,pocoapocofuimosolvidandotodos los hechos anteriormente acontecidos. Fueron pasando a un segundo plano antelavisióndeunDavid,sentadoamilado,mirándomeconojosgolosos mientrasapurabaapequeñossorbossuMargarita.Concadatragosevolvía más borroso, era como un holograma de sí mismo, con reflejos como extraterrenales, un dios griego esculpido para la ocasión, mi Superman privado, mi Conan el Bárbaro, mi chico guapo del Equipo A, con su furgonetaincluida. —Gracias por salvarme y sobre todo comprenderme, sé que la noche igualnoescomolaesperabasyyodejomuchoquedesear,soyundesastre —leapretéelantebrazoparaconsolarlo. —Nomedeslasgracias,laverdadesqueestásiendomuydivertido... Davidarrimóunpocomássusilloncitoalmíoydeslizósumanohasta mi cara. La acarició, apartándome con gentileza algunos mechones de las mejillas, acomodándolos tras mis orejas. Mis orejas de electroduende. Es quesonmuypuntiagudasmisorejas,poresosiempremelastapoconmucho pelo. Sus ojos se quedaron fijos en los míos. Y de nuevo se produjo ese momento,eseinstanteenelquetodoseparalizayestamossolosélyyo.Uno detantosduranteesalocanoche,unosmicrosegundosenlosqueparecíaque nos conocíamos de toda la vida, con mi clítoris gritando en silencio «Síiiiiiii»,vibrandocomouncepilloeléctrico.Ycomoeradeesperaryya veníasiendohabitualentrenosotros,todosefastidiótressegundosdespués dequenuestroslabiosestuviesenapuntodeunirseparaformarunosolo. —Hombreeeeee,aquíestás,menosmalqueSalvadormehadichodónde estabas,cualquierteencuentraenestacueva—lereprochóconlosmorritos apretados—.Solofaltabastú,estábamostodosesperándote. Unamorenapechugona,aúnmásqueyosicabe,enfundadaenunvestido fucsiaceñidoyconunclavelreventónentodoloaltodesuabultadamelena rizada,interrumpiónuestrono-beso. —Hola,Fabiana,íbamosaacercarnosalapistaencuantotermináramos lasbebidas.EstaesCam,unaamiga—Davidmepresentóporsegundavez estanocheaunserhumanosacadodelatelenovelaLadamaderosa. —Sí,yaveo,holaCam—contestólamadredeFrijolitorevisándomede arribaaabajoconsumiradamásteatral—.Volveréconlosdemásylesdiré queestásporaquí,creoqueJuliánseráelganadorestanoche.—Segiródel mismo modo robótico que Salvador; este lugar debería llamarse La Despechada. —¿Quién es esta chica? Parece que no le he caído muy bien aun no habiendo abierto la boca —dije algo incómoda por el momento dramático vividoconesamujerdaltónica,menudacombinacióndecolores. —Nolehagasmuchocaso,esalguienconlaquetuveunahistoria,pero ya terminó. Todos tenemos un pasado, ¿verdad, Cam? —contestó David levantándosedelasilla,parecíaquesedadaporterminadalaintimidadentre nosotros. —Mehagocargo,¿yaquésereferíaconlodeJuliánylodeganaresta noche? —Eh...puesnosélaverdad,tampocoleheprestadomuchaatención. —Pues era difícil no hacerlo, ese vestido acapara toda la atención a mediokilómetroalaredonda.Enmirevistaseríalamodeloperfectaparala sección de OMG (Oh, My God). —Me levanté también para acompañarlo dondefueraquefuese. Denuevomecogiólamano,gestoquemetranquilizó,pueslamiradade esaactrizmaladetelefilmmehabíaintimidadounpocoynopodíavolvera agrediraunserhumanoconelzapato,dadaslascircunstancias.Subimosa lapistaensilencio,Davidagarrabamimanoconfuerza,lonotabanervioso por el sudor de la misma. Un grupo de chicos, con camisas estridentes y cuellosdepicocomoJuanPardoensuépocadorada,segiraronalpercatarse de nuestra presencia. A su lado, otro grupo de chicas con un cincuenta por ciento de sus integrantes de brazos cruzados y rostros y atuendos difíciles catalogar,tambiénsequedófijoennosotros.Noesquefueranespecialmente feas,bueno,unadeellassí,teníamuchoparecidoconelhermanomayorde mi madre, mi tío Crescencio, antes de que se afeitara la barba de ermitaño quetraíatrashacersuspropiasaméricasenMadrid,oye,puesigualeraun hijailegítimademitíoymeencontrabaanteunaprimabastardamía.Lode aquellas muchachas era algo que iba más allá de su belleza exterior, eran todas unas frikis de podio y cuanto más las miraba menos lograba comprenderquéhacíanlosamigosdeDavid,quesinsermodelosdepasarela eran unos furcios de buen ver, con aquellas chicas tan atípicas. Eran tan discordantesentresíquehastacausabandentera.NiconLoctitecompradoen ElCorteIngléspodríancasarunosconotras.Fabiana,capitaneabaelgrupo de mujeres frikis con una sonrisa burlona dibujada en la cara. Una escena bastantegrotescayextraña,nolograbaentendernada. —David, colega, creíamos que no llegabas —gritó uno de los chicos que lucía una camisa brillante con piñas y flores tropicales muy in esta temporada, exceptuando por aquel cuello juanpardero—. Soy Julián, ¿y tú eres? —Camelia, pero puedes llamarme Cam —le contesté al campechano Julián,queigualqueFabianamerepasódearribaaabajo—.Enhorabuena, creo que eres el ganador de esta noche —le solté con tal de parecer simpática. —¡Vaya! —Me miró un tanto sorprendido—. Gracias, Cam, veo que Davidtelohacontado,sientomuchositehamolestado,peroestáclaroque túestásdescalificadaynoentrasaconcurso,estásbienbuena,chiquilla. Noentendíniunapalabradeloqueestabadiciendoesehombrecillode colores.Davidtragósalivaymeestrechóaúnconmásfuerzalamano,seme estaba quedando sin circulación. Fabiana intentaba animar al grupo de mujeres cubistas y las animaba a bailar, pero ellas respondían con movimientossinritmoalguno.MiréaDavidconungestodedesconcierto. —¿De qué está hablando? —Fijé mi mirada en él, pero no me respondió. Contemplaba tenso la escena, donde aquellas chicas trataban de seguirlabachataconmenosestiloysaleroqueyomismabailandoElchiquichiquienbataypantuflasdeirporcasa. Mi cabeza intentaba analizar todo lo que en esa pista de vinilo negro estabasucediendo,habíacincochicosvestidoscomolosBeeGeesycinco chicas,sincontaraFabiana,conindumentariasacadadelatrezodeTheBig BangTheoryeintentandocopiarsinmuybuenresultadolosexpertospasos debailedelaseñoraPechuga.Cuandounadeellassacódeunamochila,que llevaba colgada de la espalda, una serpiente gigantesca y se la colocó delicadamente sobre los hombros después de besarla en los labios; ¿tienen labios las serpientes?, el corrillo se vino arriba y empezó a aplaudir eufórico,ellasabiéndoseelcentrodeatenciónnolodudónimediosegundo y, en menos que canta un gallo, comenzó a contonearse usando la serpiente comounaboadeplumasaloSalmaHayekenAbiertohastaelamanecer.La muchacha llevada por el éxtasis decidió pasar a mayores y tras desenroscarse la serpiente del cuello, le pasó una pierna por encima y comenzóarestregárselaenplanserruchoporlaclotilda,loscincoamigosde David, que hasta ese momento no habían dejado de apuntar cosas en unas libretasmientrasmirabanconatención,estallaronencarcajadasypalmearon laespaldadeunJuliánconelbrazoenalto,sabiéndosetodounvencedor.El dictamenmellegócomounrelámpagodeiluminaciónvenidodesdeelmismo cielo del intelecto, me atravesó la masa cerebral dejándome aturdida, patidifusa,porcompletoofendida,ymásdecepcionadaydesilusionada.Eso era…Eraunputoconcursodeganado,estabanpuntuandoaaquellaschicasy a mí. A MÍ. ¿Qué tipo de broma era esa? No era posible que David me hubiera traído aquí para esto, entre nosotros había algo, había química, la conexión… Las palabras se me hacían pequeñas en la mente a medida que crecíaenmílaira.Elticempezóacastigarmeelojoconfuerzaysentíami respiraciónaceleradayapuntodereventarmelospulmones.Unabogadode DerechosHumanosnopodríaestarvulnerandoladignidaddeestasmujeres, yamímisma,pormuyaberrantesquefueran,eraunactodeleznableyyoante semejantedesfachatezestabaadquiriendouncabreomonumental. 01:28,desafíodetitanesydetetonas Davidmemiródereojo,hastaenelairesepalpabasuculpabilidad,era tan espesa que hasta se podía masticar. La culpabilidad es agria como la bilis, está ahí en el fondo y solo sale a relucir para recordarnos lo débiles quesomosenrealidad.Micarasevolviórojacomoelpuntodelabandera deJapón,medeshicedesumanoconfuriaysalíescopeteadahacialapuerta desalida,noibaasoportarniunminutomásesetipodehumillaciones.De paso, debería haber arrastrado conmigo al grupo de ignorantes que hacían malabarismosenlapista,comoenlapelículadeRebeliónenlagranja,pero ya eran mayorcitas y deberían haberse dado cuenta antes. Debo reconocer que conforme iba andando con paso decidido, me preguntaba de qué laboratorio había sacado Julián al espécimen ganador, y no me refiero a la serpiente,yalavezmealegrabadequemehubierandescalificadodeaquel vejatorio concurso. Alguien debía decirle a esos cinco y a David, por supuesto, que esas camisas y ser fan de los bailes latinos no era tampoco glamurosoylosconvertíaenfrikisdesegunda.Despuésdetodo,sivasaser frikiqueseaalogrande. Mihuidaseviofrenadadegolpe,alguienagarrólascintasdelaespalda demicorséysupequeeraDavidporelolorquemellevódesdeatrás,ese olordivinoquemehabíaacompañadotodalanoche. —Suéltameahoramismo.¿Quétehascreído?Nosoyuncaballo. Un tipo con ojo muy raudo vitoreó en mi cara algo así como «¡yeeeeeeee, despelote». Lo miré sin comprender hasta que su amigo me señaló el pecho con la boca desencajada por la impresión de tener mis pechotesmirándolecondescaro.Eltiemposeralentizóeneseinstante,ese enelquemisgrandesbolasdetamañoPekínsaltaronfuerademicorsécomo impulsadasporunmuelle,escaparoncomogelatinadescontroladaacámara lenta de su envoltorio, moviéndose como olas de un tsunami, bailando un merengue acrobático sin control, para finalmente sorprender al público presenteconungransustofinalrollo«payasomacabrodecajadebroma»,y todos gritaban un «¡Nooooo!» desgarrado. David salvó mi decoro plantándome las manos, sus grandes manos, sobre mis pechos. Tenía mis jodidastetasalaire,misdosmegaglobossinsuspensiónniamortiguadores, pueshabíadecididoprescindirdelmalditosostén,alavistadetodaaquella pandadegarrulos. —Oh, Dios mío —me llevé las manos a la cabeza, por completo abochornada,mientrasDavidmehacíadeimprovisadosujetador. Noséporquémevinoalamenteuncascarrilloquesiempreusabami abuela: «La teta que en la mano quepa», pero la putada es que las mías no cabían, ni de coña, en las grandes y preciosas manos de David, rebosaban portodoslospuntoscardinales.Susmanoscubríancomomuchomispezones, yesoquemispezonessonmuypequeñosenrelaciónconmispechos,queson casi comparables a dos bombonas de butano sin caperuza. De adolescente estaba muy acomplejada, tener dos lentejas pardinas a modo de pezón era poco erótico, o eso creía yo. Mi hermano escondía revistas de tetonas con pezones tipo galleta campurriana, que yo estudiaba a hurtadillas en el baño con gran diligencia, los medía con un cartabón y luego hacía reglas de tres con una calculadora Casio. Los míos eran diminutos, como una pollera de costurera.Eratalmidesesperación,queinclusopenséentatuármelosehice una prueba con un rotulador permanente, el resultado fue bastante desconcertante,másquetetaseranlosputosojosdeunosopanda.Aquello nosaltabaconnadayduranteunasemanamispechosfueronigualitosados huevosdePascuapintadosporunparvulario,dejandorodalesnegrosenmis sostenescomoelselloderegistrodeentradadelosayuntamientos. —Lo siento, Cam, era la única forma de pararte, no quería desabrocharte el vestido —se excusó hablándome bajito en el oído para tranquilizarme—.Notevayas,porfavor,dejaqueteexpliqueydepasodeja que te anude el corsé. ¿Podrías recolocarte la parte de delante del vestido paraquepuedaapartarlasmanos?—añadió. —No hace falta que me expliques nada, eres un maldito cabrón —le grité enfadada, pero haciendo caso de lo que me había pedido—. Ya he deducidoyosolitaquéestápasandoaquí.Loteníastodoplaneado,noeresun héroeninadaparecido,soloqueríasganartuestúpidoconcurso.¿Cuálesel premio? ¿Cuánto vale la dignidad de las personas? —mi tono era más que elevado,asíqueDavidmellevóaunaesquina. —Perdona,séqueesparaenfadarse,perotútambiénmehasmentido, por no mencionar el hecho de que has estado prometida hasta esta misma tarde —me espetó mientras manipulaba las cintas con brío. Se necesitaba fuerzaparallevaraquellodenuevoasusitio,aTeresalehabíacostadolo suyo,finalmentehabíaconseguidocerrarelcorséacostadeapoyarsupieen mitraseroytirarcomounabestiadearrastredelascintas. —¡Miraloquehasconseguido!—legritédenuevo. —¿Qué? Ver que tienes unas tetas preciosas —bromeó zalamero para quitarlehierroalasunto. —QuemedioañodeterapiaAntitacsevayaalaputamierda—continué encendiéndome por momentos, sin apenas reparar en lo que había dicho sobremispechos. —Perdona, lo siento, siento todo lo que te estoy causando y más sabiendo todo lo que has sufrido hoy, pero no era mi intención traerte aquí estanochedespuésdehaberteconocidoenpersonayverlogenialqueeres en realidad. El único motivo por el que estamos aquí es por mi afán de protegerte, es un lugar seguro para ti, aquí están mis amigos y estando con ellosnotenemosnadaquetemer. Sinescucharsuspalabras,seguíconmisermón—.Nohacefaltaqueme expliquesnada,cabrón.¿Deverdadpensabasquepodríasganarconmigo?— lepreguntédolida.Aquelloeraalgoquemepreocupabaunaenormidad,no meveounasupermodeloperocreoquetengomiaquel,ynidelejossoyuna friki,tengoungustoestupendoparalamoda.Bueno,yalosabéis. —Lo siento mucho, Cam —dijo, dándome la vuelta despacio para encararse conmigo, anclar sus ojos a los míos y derretirme por dentro con aquellamiradacaliente—,séqueestoesunaestupidezynosécómomedejé embaucar por mis amigos, solo queríamos divertirnos un poco... no tengo perdón.—Davidagachólacabezaporprimeravezentodalanoche,todasu bravuconería y su picaresca se habían venido abajo—. Lo cierto es que tu fotodeperfilmedespistóunpoco,creíqueseríasunaespeciedefanáticade Pikachu, una loca del manga o yo qué sé, está claro que me equivoqué, pero…Eraunaposibilidad. Algodeloquedijomehizobastantegracia,nosabríaespecificarelqué pero me eché a reír, algo que David agradeció e hizo que se uniera a mis risas. —Cam, sabes una cosa... Esta noche no he ganado este concurso encabezadoporelidiotadeJulián,peromeheganadoelputoconcursode los suertudos, eres preciosa y, de verdad, me encantas. Tú y toda la locura quearrastrascontigo.Todatú,desdelapuntadetuspreciososManoloshasta el último cabello de tu preciosa cabecita, por no mentar tus atributos como mujer, nunca había tocado unos pezones tan suaves como los tuyos — reconociósonrojándose. —¡Mil puntos para el caballero! —no pude reprimir el alivio que me suponíaescucharledecireso,ademássusojosdesvelabanqueerasincero—. ¿Te gustaría ganar el estúpido concurso de Julián? —le dije agarrándole resueltaelbrazo. —¿Qué piensas hacer? —dijo David tan divertido como intrigado por mipregunta. —Ahoraloverás. Entré decidida de nuevo al garito, David me seguía expectante. Conformeavanzabarecordéunpatéticofindecursoenelcualactuéconuna coreografíaridículaquemevalióelmotedelaEspasmódica,sideganarun concursodefrikissetrataba,CameliaDíazeralanúmerouno. Fabiana seguía moviendo el culo al son de una cumbia, mientras las chicas del concurso de perdedoras la miraban intentando imitar sus movimientos,meacerquéaellaconmuchaalgarabíayemulandoesosaires deestrelladetelenovelaqueellatenía,ledije: —Oye, Fabiana, tú y yo sabemos por qué estamos aquí, pero estas chicasno. —Noséaquéterefieres—mecontestómoviendosumelenaazabachea loBrujaAvería. —Notehagaslatonta,sihayunasolacosaquenomegustaenestavida esperder,asíqueteretoaunduelodebailes. Davidmemiróconlosojosmásabiertosquehevistoenmivida,unos gigantes y azules ojos al más puro estilo manga, su cabeza se movía lentamente de un lado a otro; y yo, a sabiendas que él no deseaba que me pusiera en ridículo de esa manera, quería llevarme a toda costa el premio gordo. —Venga,Fabi,¿notendrásmiedodemí,verdad?—seguíretandoami contrincante. Salvadorque,enesemomento,pasabapornuestroladoconunabandeja de cócteles tipo vacaciones en el mar, la dejó tirada en una mesa, corrió a porunmicroyposandosudesgalichadocuerpoenelcentrodelapistagritó al aparato: «DUELO DE BAILEEEEEEEEEEEEES». La gente desalojó la pista y se colocó en círculo a nuestro alrededor, las luces y la música se apagarony,derepente,dosfocosdeslumbrantesseposaronsobrenosotras. Estaba dispuesta a llevarme el premio gordo esta noche, ese premio gordo era David el Bravo, iba a hacerlo por él, aunque no se lo mereciera. Yo tampocohabíasidosinceradesdeelprincipioyquelohubierausadocomo conejillodeindiasenmiproyectoparaelartículodelarevistatampocoera una causa muy loable. De pronto empezó la bachata. Me enderecé sacando pechoyFabianahizolopropiomientrasandábamosencaradastrazandouna circunferencia en la pista. Al ritmo de Medicina de amor de Raulín Rodríguez,ellaempezóamoverseconsusojosencendidosenrabiahaciamí, suscaderaserancomogelatina,suculorespingónenfundadoenfucsiaputón hacíalasdeliciasdelosespectadores,suspiernaseranunasautómatasenla pista.Terminósupartemandándomeunbesitoconlamano,queyocacéal vuelo como una tontaca con la mía. Menos mal que reaccioné a tiempo y luegodesafiantemerestreguélamanoporelculo,haciéndoleverpordónde mepasabayosusjodidosbesos.Eramimomentoyrecordandoporquéme llamaron durante todo séptimo la Espasmódica, comencé a bailar estilo faraón gallináceo por la pista, algunos me hacían palmas y el resto me abucheaba. No podía distinguir las caras del público, estaba en pleno arrobamiento,luegoparéensecoyalumbradacomolaprotagonistadeFlash dancehiceelrobot,ningunodemispasoscombinabaconlamelodía,pero teníaqueserlamásfriki,nolamejorbailarina.Volvíallugardondeestaba Fabiana levantando las piernas como una garza y parándome frente a su caretopintadoconbrochagorda,lehiceunafiligranaalonegradelBronx. La música paró de nuevo en seco y al segundo empezó el Wannabe de las SpiceGirls,algoquedejó,porunlapsusdetiempomuycorto,descolocadaa mi contrincante. La muchacha envalentonada empezó su turno de baile brincandocomounaposesa,imitandoauncowboyamericanoygirandolos brazos como si fuera a salir volando. Estaba en peligro, Fabiana podría convertirse en la friki más friki de la noche con ese estudiado movimiento, teníaqueutilizarmimejorbaza.Mesaltéalatoreralostiemposdeturnoy me tiré al suelo sin pensar, me deslicé como una oruga confortada por el público, que animado por el espectáculo no dudó en contar hasta cuándo aguantaba yo sin descoyuntarme la crisma, después de cinco crujidas de columna vertebral y un estallido sospechoso en la pared torácica, me incorporé con un torpe salto que hizo rebotar mis pechotes contra mi cara. Eraelturnodelmolinillo,losgiréalavelocidaddelviento,eraunajodida turbina humana, para terminar abriendo los brazos a lo Eva Nasarre una y otra vez. Pero lo que me iba a dar la victoria sería el baile de la mujer orgullosa... Emulando los rituales de guerra de los vikingos, separé las piernasenplansumoyempecéalevantarunoyotropieguardandoelcompás deunamantraguerreroqueyomismaibaimprovisando.«Caaaaam,Caaaam, Caaaam, Caaaam…», hacía resonar las «A» en mi cavidad bucal como un gong. De pronto me detuve, todo mi público estaba expectante, incluso Fabiana lo estaba. Le eché un rápido vistazo a David, que sin salir de su asombro, me miraba irradiando felicidad, y le guiñé un ojo. Me eché las manos al pelo y estirándomelo de las sienes hice mi cabeza voltearse diez vecesseguidasmientrassaltabaalavez,ibatodalocacomouncangurohasta elculodefarlopa.AmíafrikinomeganabaniPocholoenlasfiestasdesu pueblo,niXimoBayoensusmejorestiempos. —¡Arribaelgallinero!—gritédesposeídadeningúntipodevergüenza ytodoelpúblicocomenzóasaltarimitandomismovimientos. Cuandolacanciónterminó,yovolvíamiposenormal,altivaysacando pecho con orgullo, Julián y Salvador se acercaron a nosotras con el micrófonoenlamano,ytrasunossegundosdesuspensedieronsuveredicto alunísono.Yo,laEspasmódicadelcolegiopúblicoCervantesdeVillardel Toro, era la ganadora. Por primera vez en muchos años ganaba algo. Salté como si hubiera ganado un Mercedes descapotable y David se unió a mi absurda algarabía levantándome en brazos y dando vueltas conmigo en la pista. El público ajeno a lo que allí se estaba celebrando, si supieran que habíaganadounconcursodecracosyfrikisfliparíanencolorines,aplaudía sindescansoysilbabandelaemoción.Fabianaseretiróconelraboentrelas piernas, más enfadada por mi evidente unión con David que por la paliza descomunalqueacababadedarleennuestroparticularduelodetetonas.Las luces volvieron a su estado habitual y la música latina comenzó a sonar de nuevo.LagenteocupódenuevolapistaconsusbailesdeacademiayJulián vinoapagarsuapuesta. —David,ereselclarovencedordelanoche. —No, yo no, mi chica. —Me guiñó un ojo, antes de besarme la mano congentileza. Mi chica… Esas palabras entraron por mis orificios auditivos cosquilleándometodoelcuerpo,queasuveztieneconexióndirectaconmi botoncitodelplacer.Sihubieratenidoquecargarlabateríadeuncoche,mi clítoris en aquel momento tenía electricidad suficiente para agarrarle unas pinzas y darle caña. Me había llamado «su chica», bien valía eso mis movimientos a lo Boney M. con Parkinson. Si lo llego a saber le hubiera hechounbailecitoenprivadoantesdesalirdecasa,ahíquedabapendiente eso para otro momento. Si seguía con aquella actividad, menuda actividad teníaeljodido,miclítorisibaaterminarengangrenadoporhiperoxigenación. Aquellanochehabíamosentabladounabuenaamistadélyyo,merefieroami clítoris, me vida sexual parecía haber entrado por la puerta grande en una etapadetrasformacióndelamanodeDavid,yesoquetodavíanomehabía metido mano literalmente hablando, lo de mis pechos de antes no contaba comosobeoficial.David,sinduda,eramiantesymidespués. Salvador anunció por el altavoz que en cinco minutos comenzaba la actuacióndeMísterSalsón,oséaseMateo,elhermanodeDavid.Enaquel momentodesubidón,loquemenosmeapetecíaerapresenciarotronumerito debaile,talvezpudierasugerirleaDavidsinosdábamosunmomentoenel baño. Pero David sonrió animado ante el anuncio y me di cuenta de que aquello era importante para él. Decidí posponer mis ganas a su deseo. No vayáisapensarquesoyunamujerqueanteponelasnecesidadesdesumacho asímisma,satisfaciendotodossusdeseosohaciendoloqueseaporél,pero esqueaDavidhabíaqueverlo,olerloysentirlocerca,eracomounpeluche de alto nivel. Me sentía protagonista de una película de serie B de las de después de comer en Antonia 3. No, sin mi polvo, podría titularse, incluso podía visualizarla en mi cabeza con todo lujo de detalles: los créditos comenzaban a escribirse en la pantalla con fuentes de esas graciosas y modernas del Mrs. Putiful, sonaba de fondo What’s your name? de Leon Ware.AlpocoenfocabanaunasofisticadaElsaPataki,conunoskilosdemás entrepechoyespaldayelpeloteñidoenuntonocarameloquedeslumbraría almismosol,encontrándoseconunflamanteymacizorroChrisHemsworth embutiendo todos sus músculos en su armadura de Thor, tal cual en la peli queélmismoprotagonizaba.Québonitoessoñar. David,eldeverdad,mefundióentresusbrazos—.Creoquemeestoy enamorandodeti,Cam,enserio.Eresúnica—dijomuydespacio.Lomiré bizqueando:emocionada,aturdida,porsurománticaconfesión—.Esospasos de baile me han calado hondo, me han tocado —se miró el pecho y sonrió burlón—elcorazoncito. Peroquécabronazo,casicaigo.Ibaaresponderlealgunafrescaquele bajaseelego,cuandolaencantadoradeserpientessesumóanuestroabrazo. —Has estado genial, chica, espectacular —me aduló y yo le sonreí agradecida antes de encontrarme con su serpiente frente a frente. Me miró desafianteconsusojoschicos,abriólabocaalmáximo,nadadelabios,tenía labocamásgrandequehevistojamás,bueno,miento,noeramásgrandeque la de la Biturbo, enseñándome sus pequeños dientes. Confirmado, las serpientes sí que tienen dientes, y muy afilados además, cosa que pude comprobar cuando se lanzó como un rayo sobre mi nariz apresándola entre sus mandíbulas. Joooooder, cómo dolía. Me lloraban los ojos por el dolor mientrassudueñatratabadesoltarlaacariciándolelacabeza. —¡Hijadefruta!—Nienmomentoscomoaquelmesaltabalasnormas de mi terapia Antitac, cosa que obviamente había mermado mi calidad de vida;québienlesientaalcuerposoltartacosadestajocuandotehinchanlas narices,nuncamejordicho. David intentó separarme del furioso reptil, agarrándole la cabeza y estirando.Pocodespuésviendoquemeteníatotalmentepresapidióunacaña. —¿Cómo puedes beber en un momento como este? —le reproché con losojosinyectadosensangreporelsufrimiento. —Unacañadecervezano,unacañaparadarleungolpeydejarlaseca —respondióconlavozquebrada,aquelloleestabadoliendomásaélquea mí,quémonoera. La encantadora de serpientes al escuchar que David quería secar su bichocomoauncapellánpusoelgritoenelcieloyamenazóconmatarnosa nosotras si agredíamos a Rosario. ¿Qué tipo de nombre era ese para una serpiente? —CreoqueRosariolearrancarálanarizaellasinolaconsigoarrancar yo antes de ahí, jodida chalada —le respondió David, furioso, cogiendo la cola de la serpiente y volviendo a tirar—. ¿Quién te ha dejado entrar aquí conestabestia? Davidylaperturbadoradelafiliareptilseenzarzaronenunadiscusión de besugos sobre maltrato animal, mientras hacían todo tipo de maniobras paraconseguirsacármeladeencima,yyovengayvengaaverconstelaciones pasarsumiéndomepocoapocoenlainconscienciadeldolor.Nopodíamás, cuanto más hacían ellos, más comprimía la jodida serpiente mi nariz. Mi pequeña nariz. Lo único pequeño que tenía en el cuerpo, a parte de mis pezones,quetodohayquedecirlo.Gritabacontodasmisfuerzas. —¡Parad, parad, joder, me va a dejar la nariz como la de Michael Jackson!—grité;teníamipropiaestrategia. Conformelasoltaron,lahijadesumadredelaserpienteaflojóunpoco su presa, o séase mi nariz de ninfa del bosque. Y yo, aprovechando su flaqueza, comencé a dar vueltas sobre mí misma como si fuera una noria humana,laserpientesemovíaperpendicularamíluciendosupalmitoentodo suesplendor,amialrededortodosseapartarondesutrayectoriahuyendode aquelinsólitolátigo,quecortabaelaireconunsilbidoescalofriante.Viendo quenosesoltaba,probélatácticadelsaltamontes,otraatraccióndeferiacon granaceptación,empecéasubirybajarlacabezaalavezquegiraba,yla serpiente impulsada por la inercia de aquel astuto movimiento hacía lo propio, subía y bajaba, y cada vez que bajaba, ¡ñaca y ñaca!, chocaba brutamente contra el suelo. Oía gritos, risas, aplausos, pero sobre todo escuchabalosalaridosdesudueña,quelallamaballorando: —¡Rosario,Rosarito,suéltate,porloquemásquieras! Yyoparamisadentros,medecíaenardecidaporlacólera:«Eso,eso, esotendríasquehacer,rezarunrosariosinoquieresquemecargueatuputa serpiente». Enunodeaquellosmuchostrompazos,laserpientealfinsesoltó,medio aturdidasequedóinmóvilenelsuelo,ypocomefaltóparasaltarleencimay chafarle la cabeza con mis estupendos Manolos, pero David me detuvo del brazo. —Déjala. —¡¿Queladeje?!—gritéfuriosa,apuntándoleminariz—.Mehadejado lanarizcomounboniato. Davidmecogiólacaraentresusmanosymelainspeccionó—.Noes nada,apenasdosagujerosquepodrásdisimularconunpocodemaquillaje. —¿De verdad? —pregunté esperanzada. Quería creer, de verdad que quería,peroeldolorquesentíamehacíapensarquede«nada»,pocoonada. La dueña de la serpiente se acercó a nosotros, con mi agresora en brazos,laacunabacomoaunretoño,lamadrequelaparió,putaserpientede mierda. —TepidodisculpasennombredeRosario,sehaexcitadomuchocon tantobaile. —Normal,sinotelahubierasrestregadoporelcoño—semeescapó, mierda boca y mierda terapia. David se me quedó mirando alucinado, sin acabardedarcréditoaloqueacababadedecir—.Vale,estábien,dileque laperdono. —Gracias—dijo,antesdeestamparleunbesotremendoalaserpiente entodossusmorros.Quéasco,conloqueleatufabaelaliento.Comprobado, a rata muerta le olía el aliento, a saber qué comía aquel bicho; lechuga y zanahoriaseguroqueno. —Parece que hemos desatado a la bestia —dijo David pasándome el brazoporloshombros. —Eso seguro, si la hubiese llevado con un bozal no habría pasado lo quehapasado. Serioyyolomiréintrigada—.Nolodigoporlaserpiente,lodigopor tuboquita—mediounpicoquemedejólaspiernasflojas,asíderepente, ¿cómoibaaestaryopreparada?,mepillóconlaguardiadormida—,como todoadictodependiente,sivuelveaprobarlolastienetodaspararecaerde nuevo. 02:07,buentrabajo,Popi Contodoeljaleoquesehabíamontadoporelasuntodelaserpiente,el espectáculo de Míster Salsón se había pospuesto unos diez minutos. David me sentó en un taburete y, con un botiquín de primeros auxilios que trajo Salvador,mecurólasheridasdeguerra. —Cam,eresmiídola,hascombatidoconlaculebraamuerteylahas vensido—medijoSalvadordejandounoschupitosdeTequilaencimadela barra—.Invitalacasaporlasmolestiasocasionadas,aesteyatodoslosque vengandespués,estanocheesparagosarylagosaremos. Davidcogióunodeloschupitosymeloofreció—.Tómatelo,tesentará bien para calmar el dolor. —Luego cogió el suyo y lo chocó contra el mío antes de llevárselo a la boca, a su boca, a su preciosa boca de morritos gruesos. —Joder, tía, te sales, has ganado por segunda vez la competición de frikilanders. —Julián me pasó el brazo por encima de los hombros con excesivocoleguismo. —Venga,Julián,notepases—leespetóDavid,molesto. —Hasidolomejorenmuchotiempo,tevoyaconvertirenunaestrella —dijoJuliánignorandoelcomentariodeDavid.Meguiñóelojo —¿Qué,unaestrella?¿Metomaselpelo? —DeYouTube.Mira.—Sacóunmóvil,quebienpodríaserunatablet por el tamaño que tenía, de uno de los bolsillos delanteros de su pantalón pitilloblanco(yadecíayoquetodoesonopodíaserinstrumental)ymelo pusodelante. Buscóunvideoytrasunossegundosennegro,aparecióunprimerplano de mi cara con la serpiente apresando mi nariz y mis ojos inyectados en sangremirandoaladueñadeljodidobicho,mientrasgritaba:«¡Soltadmea estaputa!¡Soltadmeaestaputa!».Juraríaquenohabíadicholapalabraque empiezapor«P»,peroelvideonomentía,lahabíadicho,muchasveces,algo así como veinte veces seguidas mientras la golpeaba repetidamente durante elsaltamontesinfernal. —Ahora mismo lo estoy subiendo a YouTube —me informó con una sonrisayquiseagredirle,mellevélamanoalzapatocontodalaintenciónde soltarle un zapatostio—, lo he titulado: «La mujer tentáculo y su furia venenosa»—dijoorgullosodesuingenio. David, otra vez, me detuvo la mano—. Deja ese zapato puesto en tu preciosopie.Nomerecelapenaquelorompasporculpadeestecabrón.A estemelocargoyo—añadióponiéndoseenpiedispuestoagolpearleconel puño. —Yeee,quénoesparatanto—Juliánsedefendió. —Haz el favor de detener esa carga ahora mismo o te mato —le amenazóDavidsentándosedenuevo. —Joder, pero si es una partida de objetivo total. Me forraría con este videoyteabonaríalosroyalties—tratódeconvencerme,volviendoadarle al«play»ytuvequereconocerlo,loera.Nosestuvimosdescojonandoloque no está escrito mientras lo visionábamos una y otra vez, y el jodido Julián siempre le daba al «pause» justo en el momento en el que yo me agachaba enseñandotodoelcanalilloconlacaradesencajadaporlafuria,nosreímos muchoyhastalepedíquemeenviaraelvideoporWhatsApp,peronoledi miconsentimientoparasubirloalaRed.Faltaríaplus. SalvadoranuncióqueenunminutoMísterSalsónsaldríaalapistade baileynoslevantamosparapillarunbuensitio. Mis ojos no estaban preparados para lo que vieron a continuación, un tíonomásaltoqueTorrebrunosaliómarcándoseunospasosmuyelegantesal ritmodeHabanadePrimera.Conelpaqueteyelculoprietosporunasmallas negras, lucía sus piernas de alambre sin ningún pudor, tirantes amarillos sobre camisa blanca y corbatín negro, y para culminar un borsalino blanco concintanegra.Eramuyfeo,lomirabaaélyluegoaDavidsincomprender, ¿cómo estos dos tíos habían salido del mismo molde? Uno de los dos era adoptado,esoseguro,nosécuál,luegolepreguntaríaaDavid.Girósobresí mismo,comounapeonza,conunartequeniLaurenPostigoantesdecasarse por el rito zulú y empezó a bailar, se movía tan bien, tan grácil, tan coordinado, que daba gusto mirarlo y todo lo feo que era casi dejaba de importar. Fans no le faltaban, a su alrededor una multitud de mujeres deshidratadassuspirabanantetalderrochedepiruetasyfiguras. —¿Es de verdad tu hermano? —le pregunté a David elevando la voz cercadesuoído. —Sí,claro,¿porquélopreguntas?—Davidmemiróextrañado. —Noosveoparecido,notenéisnadaigualenlacara,tuhermanoes… diferente...Es… —Cam, puedes decirlo, mi hermano es feo — David terminó la frase pormí,sindudaerabastantedirecto. —No quería decir eso, para nada, no es feo, es… es… es... único — logrédecirparasuavizarelmomento. —Eso no te lo discuto, pero no es guapo, a la vista está, y yo estaría ciegosidijeraqueloes. —Pues ya que tú lo dices, sí que es bastante feo, parece que le hayan dado una paliza ante notario, es el trol jefe, un orco desterrado de Mordor porguapo...—mehabíaenvalentonadoylacaradeDavideraunpoema. —Que sí, que te he entendido. —El Bravo quería cortar mi lista de descripcionessobresuhermano,puedequemehubieraexcedidounpoco. —Losiento,mehepasado,noqueríaofenderte. —Corramosuntupidovelo.—Davidselimitóapasarmelamanoporla cintura,quégustitodabaeso. LaactuaciónllegóasufinyelhermanofeodeLosCalatravamiróhacia nuestroladoynosbrindómuyeleganteydignoelbaileconsuborsalino. —Ha sido maravilloso, baila de maravilla —tenía que hacer algún cumplidosobreelpobrechico. —Díseloaélmismo,vienehaciaaquí,leencantarecibirhalagos. Nomeextrañaba,elpobrerecibiríabienpocos. —Hola, hermano. —El bailarín chocó con fuerza la mano de David y luego me miró fijamente. Más que fija, sospecha o desconfiadamente. Sin cortarse un pelo me cogió con toda confianza la cara y me la volteó de un ladoaotroobservandocondetenimientocadaporodemipiel.Serascóla barbillacomounprofesordeuniversidadymediolavueltaconbrusquedad. Yo no entendía nada, muda por la incertidumbre le dejé hacer, parecía que estaba de nuevo en un concurso de ganado. Estando yo de espaldas de ese juez de A Coruña, soltó una sonora carcajada, me volvió a girar como un compásyagarrándomeloshombrosmemiróconcaradealucinado—.Oye, yoteconozco—meseñalólacara—.Reconocería—separólasmanoscomo si estuviera sosteniendo por las asas una paella para seis— tu trasero en cualquier sitio. Con tanta ropa me has hecho dudar, pero eres tú sin duda alguna.—Chasqueólalenguacomplacidodesupericia. Caaaabrón. Yo todavía no había logrado recuperar el habla ante su desfachatez, lo miré y lo remiré pero sabía que no conocía a ese chico de nada,creedme,sucaraeradifícildeolvidar.¿Dequémeconocíaélamí? Seguro que me había confundido con alguna fulandonga de esas que te atiendenon-lineligerasderopa. David, tan estupefacto como yo por el comportamiento de su hermanastro(aúnnomecreoqueseanhermanos),lepreguntó: —¿Laconoces? Yosolonegabaconlacabeza. —No exactamente, ni tampoco de cualquier manera que hayas podido deducir, bribón —le arreó un puñetazo al pecho, que David recibió sin inmutarse, de acero estaba hecho mi hombre—. Digamos que hemos tenido unaextrañaexperienciaestatarde,Camyyo. Noentendíanada,aestasalturasdelaconversaciónyunpocosofocada porelhechodequepudieraestarconfundiéndomeconunamujerdelavida, mivozestabavolviendodeentrelosmuertosporelmerohechodequeeste subnormaldecarritosupieraminombre. —Perdona,perocreoqueteestásconfundiendodepersonaytodoese examen de antes ha estado fuera de lugar, además ¿cómo coño sabes mi nombre?—leincrepévolviendoalladodeDavidyagarrándoleelbrazo. —No, señorita —movió el índice delante de mis ojos—, no me he confundido,ademáshasintimadoconPOOOOPIIII.—Eldesgraciadoabrió los ojos como platos y una sonrisa malévola se dibujó en sus finos y feos labios. ¿Popi...? ¿Ese nombre? Dios mío, no podía ser verdad. Popi, el terroristaanal. —Túeres…¿ereseldueñodePopi?—ledijeconlavozqueda. —El mismo que viste y calza, Mateo, mucho gusto. —Me plantó dos sonorosbesosenlosenrojecidoscarrillos. —¿CómoquePopihaintimadoconella?—Davidnosmirabaalosdos sin comprender, una gota de sudor le bajaba por la sien—. Cam, dime la verdad, ¿te va la zoofilia? —tartamudeó, se le había hecho un nudo en la gargantaypenséqueibaaarrancarallorar. Lomiréescandalizada,noporDios,¿yoyunchuchodalequetepego? —NOOOO, ¿qué coño dices?, ¿estás loco? El perro de tu hermano lamiómiojeteporaccidente,unojetequesabeafresasconnataporcierto. —Tenía que matizar que para ese chucho lamer mi culo era un placer extraterrenal. —Popi se tragó el test de embarazo de tu amiga, la pobre estaba a la desesperadameandoentredoscochesysequedóenganchadaenunTwingo con su piercing lingual, así que ten cuidado con tu minga hermano. —Le asestóotropuñetazoalpechoyDavidestavezlomirómolesto. —¿Es todo eso cierto? —David me miró firme para obtener una respuestalógicaatodoaquello. —Sí y no, a ver, es cierto que me quedé enganchada y que estaba meandoentredoscoches... Mateomecortóparaseguiraportandodatosconmuymalababa. —Su amiga hacía guardia mientras ella atinaba el chorrito en el test, Popiselorobóylovomitóenlaalfombrademicasa,unaalfombracarísima quetendrásquearreglarpagándomeeltinte.—Elfeodeconcursoseestaba divirtiendocontodoesto. —Gra-cias,Ma-te-o.—Lomirédemalaganayélmanteníasuestúpida sonrisa—.Sí,efectivamentePopilamiómiojetequesabeafresasynovoya pagarteelputotinte,tuperrorobóeltestyestanimbécilqueencimaselo comió, no se lo di yo, si acaso yo debería denunciar a tu perro o a ti por llevarlosinbozal. Mateoseestabapartiendolacajayamímeestabasacandodequicio consucaradefetomalayo. —No puedes denunciarme, te meterás en un lío por hacer pipi en la calle. —Una gran carcajada salió de su esternón y luego se puso serio—. Además me alegro de haberte encontrado, Popi quiere que sepas que estás embarazada. —¿Quéeeeeeeeeee? —No salía de mi asombro y la cara de David cambiabadecolorcadasegundo—.Noestoyembarazada,tejuroqueno. Miré a David, que ya estaba por completo pálido—.Vale, no estás embarazada, pero quiero saber por qué leches estabas enganchada en un Twingo, ¿por qué elijes el hueco de dos coches para hacerte un test de embarazo?ylomásimportante:¿Popiytuculo? Mevienlaobligacióndecontarletodoelepisodio,despuésdetodoera suchica,éllohabíadichoantes,ydebíamossersincerosoalmenostratarde serlo. 19:18,elputotest,elTwingoyelterroristaanal.Las crónicasdemierda —PuesloqueseríaunamalapataesqueestuvieraspreñadadeJaime, justoahora,queyanoestáisprometidos. Conlalocuradedíaquellevaba,semehabíaolvidadolodelsupuesto embarazo,peroallíestabalajodidaTeresitapararecordármelo,quéjodida eramiamiga,peroquémaja.Lapielmeempezóatranspirarporuntubo. —Mierda, Teresa, tenemos que comprar un test ahora mismo. —La agarré del brazo y la arrastré rumbo a la farmacia más próxima a la calle Almendro. No quedaba muy lejos y de allí a mi apartamento solo eran quince minutosapie,peronopodíaesperarmástiempoparasabersiestabapreñada de ese cerdo mentiroso que había sido mi prometido. Sin pensármelo dos veces,meescondídetrásdeuncocheyaduraspenasmesubílafaldatubo hasta las caderas y me bajé los pantis y las bragas hasta las rodillas. HaciendoequilibriossobrelosManolos,empecéasoltarelchorrotratando deapuntaralaparatejo.Teresavigilabalavía. —Dateprisa,Cam,vienealguien—susurró. —No me presiones, que no me veo nada y el pipi me está saliendo torcido.—Dehechomeestabameandoelpiederecho. —Dateprisa. Notéunmovimientorápidopordetrás,algosuaverozándomeeltrasero al descubierto. Di un brinco cuando algo húmedo me lamió el ojete, y me empotré de morros contra la rueda trasera del coche que me servía de mampara. —¿Sehahechodaño,señorita? —Aaagggaaaagajaaagaah—creoquedije,másomenos. Algunavezhedichoqueelcolmodelosmalesesqueseterompaun tacón,¿verdad?Pues…aquelincidentesupusouncambioinstantáneoenmi escala de colmo de males. Ese, a partir de aquel momento, pasó a ser el tercer peor colmo de males. El primero era este, el caso es que llevo un piercing en la lengua, pues que el piercing de la lengua se te quede enganchadoenelmugrientotapacubosdeunhorrendoTwingo,conlasbragas porlasrodillasyelculazoalairemirandoaundesconocidoconsuúnicoojo reciénlamidoporun…un…¿un…?dereojopudeveraunestúpidobóxer tuerto, más feliz que una perdiz dando saltos a mi lado. ¿Os he dicho que odio los perros? No es un odio profundo, simplemente no los soporto. ¿De dóndehabíasalidoaquelchucho?Loapartédeunmanotazo,mientrastrataba debuscaraduraspenasconelojoderechoasudueño,delcualsoloalcancé averloszapatos:unasMartens. —Aaagggaaaagajaaagaah—grité,justoantesdequesubóxerselanzase sobre mí, dispuesto a morderme el culo con esos caninos del infierno. Me defendícomopude,coneltestdeembarazocomoespadatratédelucharcon éldandobandazosenelaire.Elchucho,queeramásrápidoqueSonGokū, conunrápidogirodecabeza,meloarrebatódelosdedosyselargóveloz comounrayoconsubotíndeguerraentrelosdientes. —Siseestáquietaintentaréayudarla.Porloqueveo,sehaquedadode algúnmodoenganchadaeneltapacubos—dijoeldesconocido,detrásdemí, conextremadacalma. —Aaagggaaaagajaaagaah—llamabaaTeresacontodamialma,¿dónde estabaesajodidamujer? —Cam,porfavor,estatequieta.¿Nopuedesdesengancharte?—lavoz de Teresa me llegó desde algún lugar. Pero ¿qué coño hacía? ¿Por qué no hacíaalgoconmisbragas? Negué con la cabeza, tratando de indicarle que estaba enganchada al tapacubos,ycasimedejolalenguaenelintentoypartedelaglotis. —Espera, voy a bajarte la falda —me susurró Teresa en el oído, ahogando una risa. Y las bragas, no te dejes las bragas, por favor, mi dignidadseestabaviendoenapuros. —Aaagggaaaagajaaagaah.—Notésusfríasmanosdescendiendopormis muslos en busca de mis bragas, me las subió de un tirón y a continuación comenzó a bajarme la falda, pero entre su estrechez y mi sudor tardó una eternidad en hacerlo, ¿por qué coño no me subía los jodidos pantis? Todo discurríaacámaralenta,menosmisangrequecirculabaamilpormisvenas. Noesunasensaciónmuygrataladeestarconlasnalgasaldescubiertoante undesconocidoysuasquerosochucho. —Vale,yaestá.Asuntoresuelto—dijoTeresadándomeunapalmadita enelculo—.¿Cómoqueasuntoresuelto?¿Yoseguíalamiendolagrasadel tapacubosyTeresadecíaqueelasuntoestabaresuelto?Laqueríamatarylo haría,trasconseguirdesengancharme—.Hola,soyTeresa,yestadeaquíes miamigaCam—.Quédesgraciada,ahoraseponíaasocializar.Seguroque estababuenoytodo. —Hola,yosoyMateoyesteesmicolegaPopi. ¿Dosparesdeojoshabíanvistomipandero? —Uy,puesencantada,MateoyPopi. —¿Cómo crees que se ha enganchado tu amiga? —preguntó el desconocidoasomándoseporencimademicabeza.Pormuchoquealcélos ojosnopudeverlo. Teresa se acuclilló a mi lado y acercó su rostro al mío—. ¿Puedes oírme? Puesclaro,joder,eramilengualoqueestabainutilizadonomitímpano, de mi boca no salió más que un «Aagggaaaagajaaagaah» y un montón de babas.Babasquesemeescurríanporlabarbillacomoelnacimientodelrío Mundo.Elbóxerempezóalamermelacarayelcuello,quéhorror,quéasco me daba. Empecé a realizar todo tipo de aspavientos con las manos para quitármelodeencima. —¡Popi,no!¡Stop,seat!—leriñósudueño. AsíquePopieraelmalditoperrochupón. De algún modo consiguió detenerlo y apartarlo de mi cara justo en el momentoenelquesusácarosempezaronahacermellaenmipituitaria.Ala detrescomencéaestornudar,cosaquesoloconsiguióempeorarmuchomás milamentablesituación.Concadaestornudo(misestornudossondeórdago) mi cabeza se movía involuntariamente de arriba abajo provocándome un dolor insufrible en la lengua. A mis babas se unieron los mocos. Y a las babasymocosseunieronmislágrimas.Mesalíanaborbotonesdelosojos. Me iba a deshidratar. Iba a morir deshidratada allí mismo, con la lengua enganchada a un jodido Twingo, los pantis por las rodillas y las bragas sucias. —Esporsupiercing—escuchéqueTeresaleexplicabaaldesconocido —. Se lo hizo una noche que salimos juntas y nos pillamos una cogorza monumental. Creo yo que no hacía falta entrar en detalles, que a este señor no le importabaunamierdaeso,peromiamigaeraasí,todaalegría,pazyamor. —Puesestálacosacomplicada—comentóél. —Puesaquínomelapuedodejar. —¿Ysillamasaunagrúa? —Joder,no,learrancaríalalengua. —No, mujer. —El dueño del terrorista anal se rio. Tenía una risa simpática—.Paraquellevenelcocheauncentrosanitario.Allísabránqué hacer. —Ah,bueno,noesmalaidea. Mientrasellosdebatíanquéeralomejorparamí,amíloquemeestaba dandoeraunataquedenerviosdeescucharlos. —Metengoqueir,semehacetarde—dijoél. —Nada,notepreocupes,yameocupoyo. —Bueno,chaoTeresa,encantadootravez,quetengasunfelizdía—se despidiódemiamiga,luegoseagachóyañadió—:Chao,Cam,esperoque todoseresuelvaenbreve. Levantélamanoyledijeadiósconella,¿quéibaahacer? —Cam,guapa,relájate,voyallamaraunagrúayquevenganaporti. Tellevaréaunambulatorio. Asentíunpoco,loquemepermitíamiestadodecautividad.Teresase sentóamilado,mediorecostadaenelportóndelcoche. —Estabapensando…¿teacuerdasdelapeliesadeCameronDíaz?Esa quesontresamigasyCameronselíaconuntíoenunadiscotecayluegose vaconsuamigaabuscarloasupueblo,yélestáapuntodecasarse…—La escuchabahablarynosalíademiestupefacción,claroquemeacordabade esapeli,¿cómoTeresitanorecordabaeltítulo?Lacosamásdulce,joder,La cosamásdulce—.Yellaysuamigaentranenunatiendaderopadesegunda manoyseempiezanadisfrazaryhacenunbaile,siemprehequeridohacer eso,Cam,meencantaría,podríamostúyyoalgúndía,siconsiguessoltarte, claro…—¿Enserio,melaibaacontarentera?Entonceslocomprendí,solo tratabadetranquilizarme,desviandomiatenciónaotracosa—.Bueno,pues estaba pensando que en esa peli hay una situación parecida a la tuya. La amigaquenosemarchaconellas,lamorena,laquesaletambiénenesaotra peli,¿cómosellama?Esaenlaqueloshermanossonmuycabronesyvana un cole muy pijo de Nueva York y les gastan bromas pesadas a sus compañeros… Ay, ¿cómo se llama? —Cruelesintenciones, joder, se llama Cruelesintenciones—.Nada,quénomeacuerdo,puesesaactriz,lamorena, sequedaenganchadadelapolladesunovio,¿teacuerdas?—Sí,sí,joder, quesíquemeacuerdo.Yjoder,derepentevilaluz,tantorodeoparallegara esaescenaenconcreto,eraunadelasmejoresdelapelícula.Lachicalleva una ortodoncia y el chico un piercing en el pene y se quedan enganchados durante una mamada, empieza a llegar gente y más gente y no consiguen desengancharlos,hastaqueempiezanacantarunacanciónyellaserelajay consigue soltarse—. ¿Por qué no cantas, Cam? —dijo como si hubiera escuchadomisúltimospensamientos. Y lo hice, me arranqué y comencé a entonarla—. Ueeou oeugu guaaguado,ueuaiasiaoiaooo,uaoo—cantabacomopodía,medolía,pero medijequeteníaqueserfuerte,queloibaaconseguir,quesimerelajaba todoiríabienylograríadesengancharme. NosécómoTeresalogróreconocerlacanciónyseunióamí: —Sueño contigo, ¿qué me has dado? Sin tu cariño no me habría enamorado.Sueñocontigo,¿quémehasdado?Yesquetequieroytúme estas olvidando. Ya no puedo sentirla a mi lado, ni su cuerpo ya podré tocar. Ella ya no está, ella ya no está. Siempre que yo lo tengo en mis sueños,misojosempiezanainundar delágrimasdeamor,delágrimasde amor.[3] Yfuncionó,derepenteaquellodealgúnmodosedesaflojó,talvezmis babas o mis mocos actuaron como ablandador de la grasa, o la mierda, a saber,deaquelmugrientotapacubos,ymilenguaquedólibre,estabamedio muerta colgando flácida a un lado como una salchicha, pero libre. Libre graciasamiCameladelalma,migrupofavorito.Meincorporéymeabracéa Teresa, y seguimos cantando por Camela, emocionadas, eufóricas, desgañitadas,lasdosllorandodefelicidad,ynospusimosenpieyseguimos cantándolatodoelcaminohastamicasa.Lagenteporlacallenosmirabay sereía,onosllamabanborrachas,olocas,quéseyo,peronosdabaigual. Fueungranmomentoaquel,creoquejamáspodréolvidarlo. —Aquí te dejo, amiga —Teresa se despidió de mí con un cariñoso abrazo. —¿Tevas?¿Notetomasalgo?Nopuedesdejarmesolaenesteestado. —¿Dequéestadomehablas?Estásfenomenal,mírate,liberadaylibre parahacerloquetedélarealgana. —Venga,Teresa,solomientrasmeduchoymearreglo. Memiróyluegoconsultólahoraensumóvilydijo: —Unacopaymevoy,nohedichonadaencasayJoséLuismeestará esperando. —Envíaleunmensaje. Levantélosojosalcielo,unagrannubecubríalaoscuridaddelanoche como un manto perlado. Se esperaba lluvia. Me gustaba la lluvia por la noche,esesonidotanapaciguadorytancalmantecuandoduermelaciudad. Loconsideréunbuenpresagioymeanimé,peseaquemidíanohabíasido bueno,sinotodolocontrario,podríaserarchivadocomoelpeordíadetoda mivida,talvezlanochenomefueratanmal. Mientrassubíamosenelascensortuveunagranidea—.Teresa,Teresita —lediunbesoenlamejilla—,¿porquénovienesestanocheadondelacita conRomeo86ytequedashastaquecomprobemosquenoesunpsicópata? —Yatevale,Cam,tetomasunacopitaylesueltastodalamierdaquele tengasquesoltarytelargasacasayyaestá. —Túlovesmuyfácil.,peroamímedamiedohaceralgoasí. —¿Siquierestehagodecarabina?—ironizó. —Bueno —me quedé mirándola pensativa—, de carabina no, pero sí quepodríasveniryvigilardecerca,porsiacaso. —¿Quédices? —Jolines,diquesí.—Negóconlacabeza—.Sinomeacompañasme zafaré una y otra vez de pagarte los cuatrocientos de tu primo Jacinto y le diréatumaridoquetelosgastasteenzapatos—laamenacé. —¡Noseráscapaz! —Sabesquesí,Teresita,sabesquesí.—Mecrucédebrazosesperando surespuesta. —Estábien,iré,perosolomequedaréhastalasdiez. —Genial, genial. —La abracé, dándole mil besos por toda la cara—. Ereslamejoramigadelmundo,Teresa. —Amiga,bajoamenaza—refunfuñóyluegosoltóunacarcajada. 4 ASÍLAGOZAMOS 03:01,lacosamásamarga Yaestabahecho:yaleshabíacontadoaDavidelguapoyaMateoelfeo cómo acabé en esa situación tan lamentable. Ambos se miraron serios para acabarconunasrisotadasquellamaronlaatencióndelagentequeteníamos alrededor,quenoerapoca.Yonomereí,obviamente,reírsedeesamanera delasdesgraciasajenasnoestábien. —Lo siento, Cam, pero de verdad que esta noche estoy gosando muchísimo,comodiríaSalvador.Nodejasdesorprendermeymiraqueoigo casossuperfuertescadadía.Deverdaderesunadeesaschicasdenicontigo nisinti—medijoDavidenjugándoselaslágrimas. —Preferiríaquefuera«unconmigo»queun«sinmí»—ledijeponiendo ojitos. —Deberíasiralbaño,tienestodoelrímelcorrido,noesquenoestés guapa, que lo estás, pero sé que preferirías arreglarte el maquillaje — comentó,cómomeconocíayaeljodío. Davidmequitabaelsentido,cadapalabraqueemitíanesoslabiosme poníalamentedelrevés.Eldeseoinicialquehabíasentidodetenerloentre mispiernas,sehabíaidoconvirtiendopocoapocoenelfervientedeseode tenerloparasiempreenmivida.Elcuerpomepedíallevarloconmigocomo un llavero de la suerte y abrazarlo hasta espachurrarlo donde quiera que fuera o que fueran mis piernas, en la cocina de mi casa, compartiendo un cajón de la mesita, arrastrando el carrito del supermercado, en cualquier situación cotidiana de mi vida… Y por supuesto tenerlo entre mis piernas. DavidBravosehabíaganadounapartedemicorazóntonightytambiénun lado de mi cama si se terciaba. En aquel momento, tenía la imperiosa necesidad de sentirlo cerquita de mí, anhelaba, codiciaba, ansiaba tocarlo comoDiosmandaynostrajoalmundo. —Ydigoyo...¿podríasacompañarme?—meronroneécomoungatoy acariciésubrazomandandoseñalesmegaevidentes. —Por supuesto, no vaya a ser que algún otro perro ose lamerte sin tu consentimiento.—Melanzóunamiradadepredadoraquehizoquemiclítoris saltasedecontento. Síiiii,alfin,alfinmisuperpolvazoconDavid.Sihubieratenidoamano unsexoamorómetrodemercurio,hubieraexplotadonadamásrozarmiaxila. El momentazo que había estado esperando toda la santa noche se iba a producirencuantolográramosllegaralosbañosdeestelocalsalsero. —¿Dóndeestánlosbaños?—lepreguntéresuelta. —Enestaplantahayunos—señalóunapareddepiedratraslapistade baile—,yenlaúltimaplantahayotrosmástranquilos—mesonriótraviesoy lasbragassemecayeronalsuelo. Agarré a mi Thor particular de la mano, de esa grandiosa mano que habíasentidosobremicuerpoenvariasocasiones,ardiéndome,erizándome lapiel,llenandodesarpullidosdeexcitaciónmiepidermis.Agilicétodolo quepudenuestrallegadaalasescalerasqueconducíanalosbaños,esquivéa todoslosbailarines,algunosexperimentados,otrosparecíansacadosdeuna consulta de rehabilitación. Toqué culos, brazos, tragué pelos de desconocidos,aspirémilesdeoloresyrocéalgúnqueotrohombrosudoroso conmiboca.TodaunabatallaaloWilliamWallacecontaldellegarypoder acurrucarme entre sus brazos y recibir los cálidos besos y caricias de mi héroe. Casi llegando a los baños, con la sangre más caliente que el tubo de escape de Pedrosa, un tapón de gente obstruía el último metro que me conducía a la victoria, obligándonos a parar y esperar que las morsas varadassemovieranunpoco. David me miró fijamente, achicando los ojos, los puso tan chicos que parecíaquealguienlehubieradadodospuñetazos.Éltambiéndeseabaunirse a mí de algún modo, lo notaba. Estaba guapo, guapísimo, con un aire a lo AlainDelonequesemecayeronlospalosdelsombrajo.Nodecíanada,solo memirabaconesamiradafelinaquepreludiaunataqueferoz,elcorazónme empezó a bombear la sangre hirviendo cada vez más rápido. David quería besarme,queríapartirmelabocayyomeibaadejar.Meagarrólanucacon decisión,susmanosenvolvíantodalapartetraserademicuello,meacarició elpeloymeacercólentamentehacíaél,cerrélosojospararecibirloymis labiossehumedecieroncomosimehubierapuestounacapaextradegloss con purpurina (imagino que tendrían ese aspecto glamuroso). Estaba cerca, muycercadeabsorbertodasudulcesaliva,todosusaboratíobueno,síiii. —Losiento,losiento,notehevisto.—Unachicacongafasmeestaba manoseando—.TehepuestoperdidadeponcheconCoca-Cola. Pero ¿qué pasaba ahoraaaaaaaaa? Esto era el colmo, por undécima, ¿decimosexta?...erantantasvecesqueyahabíaperdidolacuentadenuestros actosdecomplicidadboicoteados. —Tranquila, no es nada —dije, pero intenté no mirarla a la cara, me sentíaenlacimadelmontefrustraciónyhubierasidocapazdeabofetearlaen planabanico. Davidlatranquilizómientrasyoseguíaescurriendomivestido.Lachica parecíaestarmuyafectada,perofinalmentelabellezaserenademihombrela tranquilizó,marchándosetodaellaencantadaconlasdosvitrocerámicasque tenía por gafas. No me extrañaba, yo también estaría encantada de que un hombre como David me consolara y me diera unos dulces besos en las mejillas. —Parecequelasuertenoestádenuestroladoestanoche—.Elhombre demissueñosmemirabaconcaritadefraudada. —No,parecequeno.Igualeseesnuestrodestino—.Noqueríaparecer derrotada,peroloestaba. Elmanchurróndemivestidoerasimilaraesascarasqueaparecenen Velmez,conhorrorcaíenlacuentadequeeraunfielretratodelrostrodemi abuelaBibi.Lamujerentodasuomnipresenciameestabaenviandounaseñal y entonces lo vi claro, su whatsapp de «Dios te vigila» comenzó a tener mucho sentido. Yo no había querido verlo, enajenada como estaba por la presenciadeDavid,mimentenodabaparamás,perocadaveztodoeramás nítido: su whatsapp, la cajita de porcelana hecha añicos, el cagarro de cotorraverde...todasesasseñalesqueyonohabíaqueridover,peroestaban ahí.Miabuelasecreíatantodopoderosa,unaespeciededeidadenlafamilia que todo el mundo temía (ya se encargó ella de que así fuera), que había usadoelnombredeDiosparaautodenominarse,eraellaquiénmevigilabay ademásreprochabacadaunodemisactos,yaquecomobuenamujerchapada a la antigua desaprobaba cualquier actividad sexual fuera del matrimonio. ¿Por qué si no tantas señales? Había conspirado con las fuerzas de la naturalezaparaqueunayotraveztodomesaliesemal.Estabaclaroqueella había tenido mucho que ver en aquella desafortunada cita. Miré a David, desolada, hundida, avergonzada… Quizá debiera parar esta loca obsesión por follármelo si no quería que lo próximo fuera un autobús del Imserso viniendodirectoysincontrolhacianosotros.Jamáspodríaperdonarmeque Davidperdieralaspiernasporculpadequererprobarmitigre. —¿Quétalsinosvamos?—lesugerí. —Loquequieras,voyadespedirmedeMateoytellevoacasa.—Su expresiónmediomuchapena. —Lo siento, David, creo que va a ser lo mejor —murmuré. Era lo mejor, tenía que hacerlo, su integridad estaba en peligro y eso no me lo podríaperdonarenlavida—.Teesperofuera. Davidasintióconlacabezaysedesvanecióentrelamultitud,elhombre demissueñosnoibaasermíoestanocheyprobablementenunca.Unnudo gordo como una pelota de tenis se instauró en mi garganta, quería llorar, necesitaba llorar. Eran demasiadas emociones para una noche, la desgracia sehabíacebadoconmigo. Amedidaqueavanzabahacialasalida,unoslagrimonesdetamañoXXL me caían sin freno, tenía que canalizar toda la rabia que sentía. Algunas personas me daban palmaditas en la espalda, otras me tendían pañuelos, algunasmeparabanymeabrazaban,todoestomientrassonabalacanciónde PatrickSwayceSheislikethewind;quéfijaciónteníanenestelocalporla bandasonoradeDirtyDancing. Por fin estaba en la salida, sola, mojada y con los ojos a lo Rocky Balboatrasunapelea.Elporterodeladiscosalsera,alvermetandesvalida y frágil, se acercó a mí. Parecía que algo terrible me hubiera pasado allí dentro,alfinyalcabolepagabanporponerordenyrescatardamiselasen apuros. —¿Está usted bien, señorita? —Su gran espalda tapó el reflejo de la luna,menudoarmarioempotrado. —Laverdadesqueno.—Sinpensarlometirécontrasupechodegorila llorandodesconsolada. —Tranquilícese, cuénteme qué le ha pasado. —Su brazo me rodeó y tuvelasensacióndeestaratrapadaenunacordeón. ElpobreSansóndeciudadescuchóatentoynosinciertadificultadlo queyolecontabaentresollozos.Eralaniñaperdidaenuncentrocomercial, noteníaconsueloalguno.Atodoasentíacomprensivo,loúnicoquelodejó un tanto confundido fue el pasaje del mordisco de la serpiente; tuve que decirlequesutrabajoahíestuvopocofino. —Señorita,¿hatomadoustedalgúntipodealucinógeno? —¿Quéinsinúa?—Salíescurriéndomedeentresusbrazacosysonécon fuerzamisfosasnasales. —Noinsinúonada,sololehepreguntado.Comoustedcomprenderáme deja algo descolocado todo lo que me cuenta. Cree haber visto a Thor y aseguraqueenestelocaltenemosserpientesbailarinasqueatacanalagente yademáshablaporWhatsAppconlosmuertos.Oestáustedlocaderemateo hatomadoalgunadroga. —Oiga,usted,yonohetomadonadadenada,salvounascervezas.Todo loquelehecontadoesverídico,yamegustaríaamíquenolofuera.¿Sabe loquesuponeparauna,quererestarjuntoaalguienynopoderporculpadel destinoymimalvadaabuelaBibi? Mi sentida pregunta dejó sin habla al gorila. Me miró fijamente y empezóahacerunaespeciedeaspavientosconlasmanoshaciendopucheros antesdedejarcaerdoslágrimasespesasalsuelo. —Síquelosé,señorita,losédeprimeramano.¿Veaesamujerdeahí? —Me señaló a un flacucho moreno vestido de negro como él—. Esa mujer metieneloquito,sueñoconellanocheydía,peroestácomprometidaconesa otra perra, ¿la ve? —Volvió a señalar, esta vez, a una chica regordeta que pululabaporelladodesucompañero. Miréaunoyalaotrasinentenderaquiénsereferíaelafligidoportero, aun así quise aliviar su pena—. Pero ¿si está comprometida con esa chica seráquesonlesbianas?Pocopuedeshacer. —No,señorita,ustednohaentendidonada. Volvióaseñalaralmismolugaryenconcretoasucompañeroflacucho. ¿Dóndeestabanesassupuestasmujeres? Deentreloscochesaparecióunserhumanovestidodebrasileña,unser humano que tenía la nuez del tamaño de un donuts relleno. La brasileña andrógina, al verse observada, se acercó a nosotros contoneándose y haciendo tambalear sus plumas, valga la redundancia; sentí un repelús por todoelcuerpoquemepusotodoslospelosdelcuerpoenpiedeguerra. —¿Yaestáscontusdramas,Danielo?¡Quéascomedas!—leespetóal portero la masculina vedette y se giró hacia mí—. Hola, bonita, soy Tarántula. —Con ímpetu me dio dos besos y me marcó sus labios rojos a fuegoenlasmejillas—.Nohagascasoatodoloquetedigaestemamotreto. —No, tranquila, no estaba diciendo nada malo de ti —se defendió el porteroconelraboentrelaspiernas. Tarántula pegó un grito histérico, bastante típico entre las mariconas locas. —Yaséquéhapodidoestarcontándoteestemaricón—segiródenuevo haciaDanielo—.Acéptalo,miamor,ahorapertenezcoaSilvio,lonuestroya pasó,estáout,finish,caput,arrivederci. Yo me limité a observar la escena desde un segundo plano: una acaloradaTarántulaledecíalocapulloquehabíasidointentandoengañarla conuntalVanesso.¿QuépasabaenestapartedeMadridconlosnombres? ¿Acaso estábamos en la pequeña Venezuela Gay? Danielo lloraba y le suplicabasuamor,mientrasTarántulamovíalasplumasdiciendo«No»con supandero.EltalSilvio,queoyótantoloslamentosygemidosdeDanielo como los gritos acalorados de Tarántula, se acercó con cara de pocos amigos.Quedándomeanonadadatodayoalveralflacuchovenir,sinduda,él eralaperra. —¡Dejaamihembra,maldito,ellameperteneceahora!—gritóSilvio agarrandoaTarántulayacercándoselaalascaderas. —Tarántulaaúnmequiere,soloestácontigopordespecho.—Danielo cambiósuslágrimasporunaposedesafiante. —Eresunbastardo,guachoputo,botarate,malnasido,ellameama,es mihembra.—SilvioseaupósobreTarántulaycogiéndolaconfuerzaporel cuello, la besó apasionadamente, con tal derroche de saliva y lengua que a Tarántula se le cayó al suelo hasta el ridículo sombrero con frutas de plástico. —Nolahagastuyaenmisnarices,tevoyadestrozar,Silvio,tevasa arrepentirdeldíaquenaciste. Sin duda era lo último que me quedaba por ver, Danielo agarró a Tarántulaporelcodoylaarrancódelosbrazosdelaperra,quedeunfuerte tirónseviodespedidahaciaunFordFiestarojoyallísequedómordiéndose atacadalasuñaspostizas,mientrasquelosporterosluchabanporsuamor. Hicieron lo propio de las telenovelas: batirse en duelo. Era una pelea degatas,gritabanaloKurnikova,searañaban,setirabandelospelos…Yo observabaenunrincónlabatallacampalsinsaberaquiénofrecermifavor, aunquenopensabametermeahíenmedioainterceder;ademásporlosgolpes que se propinaban ninguno iba a salir herido de muerte, ya se cansarían cuandoalgunodelosdosserompieraunauña.GateandoTarántulavinohacia a mí con la cara desencajada, me abrazó con sus emplumados brazos y me gritó con voz desgarrada: «¡Haz algo!». ¿Yooooo? ¿Qué podía hacer yo? Estaba paralizada por el pánico; sus plumas me envolvían el cuerpo erizándometodoslosporos;deunmomentoaotromeibaadarunmal.Traté dedeshacermedesuprisión,peronopudehacerlo.Erademasiadofuerte. David salió del local, se quedó pasmado mirando la pelea de las dos gatas salvajes de la seguridad, que no tenían intención de parar, eran dos locasincansables;Tarántulallorabaygritabacomounamuladeparto.Con losojosmebuscóentreloscuriososhastaquemeencontróacurrucadaenun rincón,agarradaaunadivadelburlesquebrasileño,visionandolapeleade porteros. —¿Quéestápasandoaquí?—pocomáspudodecir. El único derechazo que se lanzó en toda la pelea fue directo contra la preciosacaradeDavid,quecayósinsentidoalsuelo. Aquello detuvo de golpe el combate, los dos porteros vinieron corriendoensuauxilio.Loabrazabanyacunabansucabezacomosifueseel niño Dios, Danielo incluso llegó a besarle repetidas veces la frente, hasta queyoloseparédemihombresacandouñas. —Dejadespacio,lovaisaahogar—dijeocupandoellugardeDanielo. Llorando,lebesélosojosylaboca,yélnomerespondía,asídemal estabaelpobre.¡Ay,miDavid! —¿Dónde estoy, he muerto? —dijo con dificultad después de unos minutos,abriendoelúnicoojosanoqueteníaenesemomento. —Tranquilo, te has llevado un puñetazo por equivocación, y yo me he llevadounsustodemuerte—ledijeacariciandosufrente. —Podemos irnos de aquí, Cam, ahora soy yo el que quiere huir, empiezoaestaracojonadodeverdad. —Encuantopuedasincorporarte,nosiremosdeaquíybuscaremosun lugarseguro.—Lesonreí,teníaquemostrarlemimejorcara,nodejaríaque nadamáslepasara. Tarántulaletrajoaguayunibuprofenoynospidióquenosquedásemos aversuactuación,peroleexplicamosqueporfuerzamayoresonoibaaser posible. Los porteros se ofrecieron a hacernos de guardaespaldas privados paraevitarquelosdenunciáramos,hechoquenoseibaaproducir,puessolo queríamosmarcharnosdeallícuantoantes. 03:37,noespaísparapolvos Davidporfinseempezóasentirmejoryagarradoamicinturallegamos asufurgoneta.Echéatráselasientodelcopilotoyleayudéasubir.Teníaque conduciryo,élnoestabaencondicionesdehacerlo,asíquetrasacomodarlo conelrespaldoechadohaciaatrásmefuialladodelconductor.Lapuertano se abría, estaba atascada. David me dijo que la puerta tenía un truco, me indicócómohacerlo,perotrasprobarunascuantasvecesnohubosuerte,así quedecidíentrarporsulado. —Tendréquepasarporaquí,intentarémolestartelomenosposible. Con una sonrisa, David me tendió la mano para ayudarme a subir el escalóndelafurgoneta,mediotantoimpulsoqueacabéencimadeél.Nos quedamosencarados,élsentado,yoahorcajadassobresuscaderas.Enese momentoeltiemposedetuvo,solopodíasentirsurespiraciónacelerada,su ojo sano clavado en los míos (el otro estaba a su bola), la tensión invadía todalafurgoneta.Meentraronganasdeestornudar,peroluchécontodasmis fuerzas para que no pasara, no iba a dejar que nada ni nadie volvieran a fastidiarme el momento. Y funcionó, no estornudé y mi ojo no se reviró, al parecerelkarmameestabadandounatregua. —Cam,tedeseotanto. Suspalabras,casienunsuspiro,calaronmuydentrodemí,llenándome todoelcuerpodemariposascosquilleantes,masajeandotodosmissentidosy haciendo latir mi corazón lleno de sentimientos buenos otra vez. No hablé conpalabrasperosíconelgestodeamoruniversal:elbeso. Nuestras bocas se unieron y una explosión de fuegos artificiales aparecióderepenteporlalunatraseradelvehículo. —Deben ser las fiestas del barrio... —dije distrayéndome por un segundomirandolosfuegosenelcielo. David me calló el comentario con su lengua juguetona, dándome latigazosyapresándomeconsusbrazos,casiintentandoquenosfundiéramos en el abrazo. Estaba siendo sin duda el mejor y más sentido beso que me habían dado nunca. La electricidad que estaba recorriendo mi cuerpo era reconfortanteymequitócualquiermiedoquehubierapodidosentirminutos antes.Leescuchéquejarseymepreocupé. —¿Estásbien? —Estoyperfecto,¿ytú? —Estupenda—respondíyvolvíamorderlelaboca. Sentía su gran erección contra mi vientre, Dios, lo que necesitaba yo sentirla dentro de mí, destrozándome el útero a empujones. Comencé a desabrocharlelosbotonesdelvaqueroparaliberarlayfrotármelacontrael clítoris,quemepalpitabafelizanticipándosealmomento.Davidmedejaba hacer, mirando con deseo mis manos que afanosas ya tenían medio camino hecho, le sonreí cuando conseguí desabrocharle el último botón y me disponíaatirardesusvaqueroshaciaabajo.UnavisodeWhatsAppsonóen lainfinidaddemibolso,queyacíaenelasientodelconductor.Lomiréde reojo, qué raro. Raro, raro. David notó que me distraía y me devolvió al momentobesándomelaboca,hayquevercómobesabaestehombre. —Tedeseomuchísimo,Cam.Desdequetehevistoaparecerennuestro puntodeencuentro. —Y yo a ti. —Volví a la carga con el vaquero, pero antes le palpé el paquete por encima del bóxer, joder, qué dura la tenía y qué grande y qué gorda.Meibaaponerlasbotasylosojosdelrevés. Volvióasonarunwhatsappymevolvíadistraer. —¿Quépasa?—dijoDavidrecorriéndomelascaderasconlasmanos. —Nada,túsigue. Davidquehastaentoncessehabíalimitadoabesarmeyacariciarmepor encima del vestido, decidió pasar a la acción, me puso las manos en las rodillasylentamentelasfuesubiendopormismusloshastaalcanzarelcorte delasmedias.Sentíamispiernaseléctricas,unacorrientemerecorríadesde lapuntadelospieshastalacoronilla. —Joder,Cam,llevasliguero.Eresmisueño—susurró. —Ytúelmío—ledijevolviendoabesarlo. Yotravezunwhatsapp.Pero¿quécoñopasaba?¿Esqueunanopodía follarenpaz?BenditosaquellosdíasenlosquenoexistíanielWhatsAppni el Telegram ni el Messenger. Así no había quién echase un polvo en condiciones y sin ellas. Y fue entonces cuando lo vi claro, se me había olvidado,porquecomoyahedichoDavideraunarmadedespistemasiva, perolaverdadesqueaquelloswhatsappnoeranmásqueotraseñaldemi astuta abuela. Eran sus avisos de que no veía con buenos ojos mi comportamiento,quenodebíaseguirporahí,vamos,quenoqueríaqueme follaraaDavid. Me separé un tanto avergonzada de él, estaba que le iba a explotar la polla, en el bóxer no le cabía ya, a ver cómo le explicaba yo que se iba a quedarsinliberarsusminithorpedos. —Espíritusdelocaso,oídmeyhacedmecaso.Sitúquieresunpollo,te aso—recitéondulandomisbrazoscomounaflamenca. —Pero¿quénariceshaces?¿Vatodobien,Cam? —No,tengoqueespantarla. —¿Aquién?¿Quétepasa?¿Esalgúntipodeexcusaabsurda?¿Esque noquieres? Neguéconlacabezaperomibocadijoquesíquequería,porsupuesto quesí,peronopodía. —¿Entonces? ¿Estoy haciendo algo mal? —me miró extrañado—. ¿A quién cojones quieres asarle un pollo? —Negué otra vez con la cabeza, incapazdehablarydeexplicarlequeelpolloeraparaBibi,erasucomida favorita en la Tierra—. Háblame, por favor, me estás empezando a preocupar. —Losiento,nopuedo. —¿Nopuedes?—dijoextrañado—.¿Tehavenidoyalaregla? —No,noestoyconlaregla,peroséquesitelocuentotereirásdemí. —Dime qué te ocurre, cuéntamelo, confía en mí, quiero ayudarte, y te prometo que no me reiré. —Me cogió la cara entre las manos y me dio un besoquemesupoagloria. —David,deverdadquenoquieroquepiensesquesoyunaespeciede bichoraro,nomeapetececontártelo—ledijeportodaexplicación. —Cam, no puedes decir en voz alta que quieres asar un pollo a los espíritusdelocasoyquemequedetantranquilo.Recuerda,entretúyyono debehabersecretos.Siquieresqueestealgoquehoyhaempezadofuncione, nodebehaberlos.Puedesconfiarenmí. Asentí,peroesquelomíoeramuyfuerte. Me deslizó a un lado para incorporarse, seguía con los vaqueros desabrochadosylaerecciónenpiedeguerra.Selamiréyélsecubriócon lasmanos. —Losiento,estoymuyexcitado. —Hasidoculpamía,mehedejadollevarporquetedeseomuchísimo, David.Nuncahabíadeseadotantoaningúnhombre—leaseguré. —Entonces¿quéproblemahay?Túmedeseas,yotedeseo,dejémonos llevarpornuestrosinstintosyolvidemoselmalditopollo.Vamosaterminar conesto—seenmarcóelpaquete—yluego,siaúnteapetece,tellevoaun Kentucky. —Nada me gustaría más, pero no puedo. Antes debería recitar unos mantras, quemar unas hojas de laurel y gritar a lo indio arapahoe para ahuyentarla. Me miró extrañado, sin entender—. ¿No es correcto, mantras, quemar laurel?Dimedeunavezdequévatodoesto. —No.Esdemasiadoprontoparaqueentresenmihermandad. Abrió los ojos, alucinado—. ¿Pronto? ¿Quieres decir que eres una de esaschicasquenoseacuestanenlaprimeracitaanoserqueellíderdesu sectadictaminequeeslahoradecopular?¿Oesquehayalgúnderechode pernada? Negué con tristeza. Lo estaba. De hecho, estaba desolada, rendida, al bordedeunallantinadescomunalporsegundavezestanoche.MiabuelaBibi seguíacontrolandomisemocionesdesdeelmásalláyeramuyfrustrante. —No llores, Cam, no pasa nada —me consoló abrazándome—. No entiendonadadeloquemedices,peroesquemehasdadotodaslasseñales dequequeríashacerlo,sinoyonohubieraatacado—seexcusó,quéhombre. Y quería, solo yo sabía cuánto quería sentirlo dentro de mí empotrándome contra el salpicadero. Me miró con una leve sonrisa en los labios y, de repente, quise que todo volviera a ser como unos diez minutos antes.Queríarecuperaraquellaintimidad.Noqueríasoltarla.Estavezno—. Noesculpatuya,yoquería,peroesque… —Nuncatehasacostadoconunhombrequenofueradetusecta—me cortó. —No. —¿Tuextambiénesdelasecta? —Nooynoexisteningunasecta,—mereí,quélíoseestabahaciendoel pobre—,esalgounpocomáscomplicadoqueeso. —Vaya, con tu edad yo pensaba que estarías más que resabida, ¿vaginismotalvez?—dijoentrerisas. Meacaloré—.¡Nooo,noeseso,oseaqueyofollosinproblemas!Mi vaginaestábastanteholgadayflexible,todoentraalaperfección.Dehecho es tan holgada que incluso puedo emular el sonido catedral de un coro de vocesblancasconella. De nuevo se quedó asombrado—. ¿Entonces? De verdad que no entiendonada. —Averqueyoconmiexlohacía,peroélyyoteníamosunarelación seria. —Ah,vale,entiendo. —Mira, David, es demasiado complicado para contártelo en este momento,espronto. —Esoyalohasdicho. —No, lo que quiero decirte es que es pronto para contarte algo sobre mí.Algoquesisupierasnotegustaría.Ynosésiquieroquelosepas.Me gustas… Maldita sea, no puedo hacerlo… yo… quiero… —Tragué saliva, pero era inútil. Empecé a llorar, era demasiado para mí, demasiados infortuniosparatanpocashoras. —¿Por qué? ¿Qué puede ser tan grave? Después de todo lo que esta nochehemosvivido,¿quéseríamásgravequetúmehayasmentidosobretu identidad,tuprofesión,unexporculadoyyosobremissuciasintencionesde llevarte a un concurso de frikis? ¿Qué más puede haber? ¿Crees que voy a asustarme? Avergonzada,agachélacabeza—.Síyademástevasapartirlacajay odioquelagenteseríademí. —Venga,dímelo,nopuedesertangraveAdemásyotambiénodioquela genteseríademí.¿Creesquevoyasalircorriendoporquequierasasarun polloyquemarlaurel? Asentí con la cabeza—. David, si te lo cuento, de verdad que creerás queestoyloca—farfullé. —¿Yqué?Yacreoqueestáslocaymeencanta. —Nolocadeesamanera,delaotra,deesaqueasusta. —Bah, no puede haber nada que me asuste tanto como para salir corriendo.Estoydemasiadolocoportiyacomoparasalirdespavoridopor esatonteríaquenomequierescontar.Mira,vamosahacertúyyounacosa —dijoencarándoseytomándomelasmanos—.Túmecuentasesesecretotan horribleyyotecuentounsecretomío. Respiré hondo, contemplando sus bellos ojos azul cobalto, que casi parecíannegrosconaquellaluz,laformaenlaquelasondasdesucabellole caíansobrelafrenteylasorejas,ycomprendíqueloqueríaamilado.Lo deseabatantoquenadamedoleríamásqueperderlo,perosinoselocontaba loibaaperderdetodosmodos. —Está bien, pero tú primero —me animé con la voz quebrada por la emocióndándomecuentadequehabíallegadodemasiadolejosparaecharme atrás. —Esenoeraeltrato,señorita. —Medarámenosvergüenzadecírtelosiyoséalgosobretiquenadie mássabe. —Noestampocotansecreto—meconfesó,acercándoseunpocomása mí para acariciarme dulcemente la mejilla—. Pero es algo que me avergüenzamuchoymetraumóhastadecirbasta. Lomiré.Habíaalgoensurostro—.Venga,dímelo—leapremié. Davidmemiródirectamentealosojos,respiróhondoydijo: —Solotengounhuevo. —¿Qué?—Mequedéperpleja. Y entonces recordé cuando se duchó en mi casa y yo lo espié por el resquiciodelapuerta,notéalgoextrañoensusbajosperonoteníaunavisión nítidadesuhuevada. —¿Y es de nacimiento? —le pregunté acariciando su mano para reconfortarlo. —No,fueunestúpidoaccidentedeniños. —Menosmal—suspiréaliviada—,creíaquepodríaseralgogenético. —¿Y por qué «menos mal»? ¿Qué más dará cómo sea que sea yo unihuevo? —No,nolodecíaporti,sinoporMateo,eraloquelefaltabaalpobre —meexpliquéconunamuecacompasiva. —Mihermanotienetodoelaparatogenitalenperfectascondiciones— replicóalgomolestopormicomentario. —Lo siento, no quería molestarte, pero es que me ha impactado bastante.¿Ycómoocurrióelaccidente? —Teníaonceaños,ycomosiempreestabapeleándomeconJulián... —Disculpa —le interrumpí con una sonrisa—, me gustaría comprobar cómo tienes el asunto, ¿te importa? —Debía hacer un examen del medio escroto. —Adelante, antes estabas casi a punto de descubrirlo por ti misma, manitas prodigiosas —me guiñó el ojo sano—, pero no respondo de mis actos,aúnconunsolohuevogenerotoneladasdetestosterona. Atenta a sus explicaciones metí la mano por su bragueta, aún desabrochada, palpando todo su aparato con brío. Toda su anatomía masculina estaba entre mis manos, friccioné su palote repetidas veces y acaricié con mimo el huevo solitario. David cerró los ojos y continuó la historietaentregemidos. —Eramimayorenemigo,esedíanosbatimosen...uffff...enduelocon unascaaaañaaaas,conlamaaaaalasuertequelasuya...aaaaahentróporel camaldemipantalóncortoras...ragaaandoooooooooooohmiescrotojuvenil —. David me detuvo la mano con la suya—. Cam si sigues así me voy a correrenlospantalonescomounadolescenteimberbe. —Lo siento, es que tenía que comprobar que todo funciona a la perfección,peroyaparo,yaparo,continúa. —Medolióloquenoestáescritoyalospocossegundosloteníamás hinchadoqueunbalóndereglamento.Elprofesor,quevigilabaelpatioaloír misgritosylosdeauxiliodeJulián,llamóaunaambulanciaquemetrasladó al hospital de inmediato. La solución fue amputar el huevo desgarrado. — Davidseencogiódehombrosresignado. —Es horrible, de verdad que lo siento mucho. Pero si te sirve de consuelo no se nota nada y tienes una polla preciosa en cuanto a tamaño y grosor. —Gracias, Cam, es muy halagador —apretó mi mano complacido—. DesdeaqueldíameconvertíenelCíclopeOvil,elUnihuevo,elHuevón,el Huevo Solitario… Imagínate todo lo que pueden inventar chavales de once años.Julián,quesesentíamuyculpableportodoaquello,seconvirtióenmi defensoryporendeenmimejoramigohastaeldíadehoy. —Era lo menos que podía hacer después de aquello, aunque sigue siendounpatán. —Lo es, pero no tiene maldad. Él también pagó las consecuencias de aquello. Como siempre íbamos juntos, a él le llamaban el Señor de los Huevillos —sonrió levemente recordando aquellos tiempos—. Es un perro ladradorperopocomordedor,soloteníamosonceaños,éramosambosunos descerebrados —intentó exculpar a Julián, a fin de cuentas era su mejor amigo.Mesonriózalameroyañadió—:Ahoratetocaati,nocreasqueme heolvidado. Eramiturno,respiréhondoyabordéelasuntoconvalentía.Lomíoera muchomásinverosímilymuchomásparanormalqueperderunhuevoenuna peleaconcañas. —Está bien. —Eché la cabeza hacia atrás y suspiré hondo—. Soy la TeresaCaputoespañola,soyunaespeciedemédiumylosmuertosmeenvían whatsapps. —¿Qué?—Davidmesoltólamano,melotemía. —Que los muertos contactan conmigo mediante WhatsApp. No todos, claro—leaclaréviendosuexpresión—,sinomichatseríaunaputalocura, solouno,enconcretomiabuelaBibi.Séqueesdifícildecreer,queestarás pensando en qué tipo de medicación tomo, pero tengo sus mensajes en el móvilypuedodemostrarlo. —Aver,Cam,nodudoquepuedastenersusmensajesenelWhatsApp, peronomecreoqueseasunamédium,nocreoquelosmensajesseandetu abuelaBibi,quedebíaquerertemuchísimo. Tuve que cortarlo—. No, no me quería muchísimo, esa vieja zampapollosnoqueríaanadiesalvoasímisma.Depequeñaestuveviviendo conellacasiunaño,debidoaquemipadresepusomuymalitoypasómucho tiempo hospitalizado. Mi madre me envió a su caserón en Legaña de la Montañayentoncestuveocasióndeconocerlamásafondo.Eralamujermás malvada que hayas podido conocer en tu vida, nadie le hacía sombra, ni Maléfica,nilamadrastradeBlancanieves,nisiquieraGretalaMofeta,que actualmenteostentaeltítulodeservivientemásdespreciabledelaTierra,le ponía la pierna encima. Cada mañana, hiciera frío o calor, fuera martes o domingo, me hacía lavarle de rodillas todo el suelo del porche con una bayeta morritosa, tenía las manos llenas de callos y sabañones —le enseñé mismanos(hoyendíaperfectasgraciasalosproductoscosméticosquesuelo usarparatratarlas)yélmelastomóconsumadulzurahaciéndosecargode mitristeinfancia—,peroesonoeralopeor,ladesgraciadateníauncorral con treinta gallinas ponedoras, treinta, ni una más y ni una menos, lo sé porque conté sus jodidos culos de gallina cada día durante trescientos cuarentadíascadavezqueselosdesinfectabaunotrasotroconunalgodón mojadoderon—.Davidpusocaradeextrañezayyoasentí—.Sí,segúnella elroneraelmejoralcoholparadesinfectaryademásestabaconvencidade que de algún modo lograba traspasar la epidermis del culo de sus gallinas proporcionándolealoshuevosunsaborúnicoyextraordinario.Sushuevos eranmuyfamososenlacomarcayveníagenteadrededetodoslospueblos vecinosparacomprarlos.Sielloshubieransabidoloquesufríanlaspobres. Nopuedonidelejosimaginarloqueaquelloqueleshacíalesdebíadoler… —viniéndomeabajomedetuveunmomentoparatomaraire—…todavíahay nochesenlasquecierrolosojosypuedoescucharsusgritosperforándome los tímpanos, hay que ver lo que gritaban las gallinas, yo no sabía que las gallinas podían gritar, pero estas gritaban con toda su alma como si las estuviera desollando vivas, les dejaba el culo tan rojo tras el proceso de desinfección que las pobres no podían ni sentarse y tenían que dormir tumbadasdelado.Amímedabanhastapena,yesoquelesteníaunpánico que me quería morir cada vez que tenía que entrar al gallinero, mi abuela Bibi lo sabía, aun así me obligaba a hacerlo todas las tardes. —Miré a David,triste,élmemirabaconcompasión,asentíyélmeapretólasmanos animándome a seguir desahogándome—. Desde entonces no solo le tengo fobia a las gallinas, también a cualquier cosa que tenga plumas, así que imagínate lo mal que lo he pasado antes cuando Tarántula me ha abrazado, sentíasusplumasacariciándomeyhetenidoquecontenermeparanosufrirun ataquedepánicorepentino.Lopasófatal—subílamiradaalcielonocturno coninquietud,allícampabamienemigo—,nopuedoestarcercadeunpájaro a menos de diez metros, me cago encima, y por supuesto tampoco puedo comerhuevos.Asíquemirapordónde,losdostenemosun“problemilla”con loshuevos—.Davidmeabrazó,laconexióninicialentreélyyoeracadavez máspatente—.MiabuelaBibimehizolavidaimposibleyaunquedespués deaquelhorribleañoquemarcómivida,regreséamihogarconmispadres, tuvequepasarconellaelrestodemisveranoshastaquecumplídieciochoy dijequeniunomás.Yanovolvíaverlahastaharáunosdosañosymedio, justoeldíaquefalleció.Silahubierasvisto,David,estabaigual,hermosade caraycuerpoyconelcabellolargoyreluciente,porellanohabíanpasado másdediezaños,seguíasiendocomounamujerdeapenastreinta,apesarde queteníacercadelossetenta,comosihubierahechountratoconeldiablo; unaversiónpaletadeMadonna,unserquenuncaenvejece—leaclaréenun susurro y David asintió comprendiendo—. De hecho, siempre pensé que lo había hecho, lo que no me explico es cómo pudo morir de esa manera tan tonta y dramática a la vez, dejándola demacrada y ridícula en su ataúd de cedro—dijeconlavozsobrecogidaporelmiedo,recordandoaqueldía. —¿Y cómo murió? —David preguntó, intrigado, todavía seguía conmovidopormirelato. —Es una historia complicada, murió abatida por los geos, once disparosfueronnecesariosparaquedejaradesufrir. —¿Oncetiros?—LacaradeasombrodeDavideramonumental—.En serio, Cam, ¿por qué dispararon a tu abuela once tiros, era una delincuente peligrosa? —Telovoyacontar,perometienesquejurarporelúnicohuevoquete queda,quejamáslecontarásanadieloquepasóel24dejuniode2013en LegañadelaMontaña. —Teloprometo. —Por las fiestas de San Juan, era costumbre en el pueblo hacer un concurso de pedos. Puede sonar asqueroso, pero antiguamente usaban los gases anales para llamar al ganado, ya sabes, cosas de pueblo. Mi abuela Bibihabíasidolavencedoraduranteunadécada,hasta2012,cuandoTomasa la Habas Tiernas, allí todo el mundo tiene un mote, le arrebató el título. Viéndose mi abuela deshonrada, con sus altas dosis de superación y competitividad,noseleocurrióotracosaqueenchufarseunbotedelacapor el recto, quiso llenarse la cavidad intestinal de gas y recuperar el título de PederaMayordeLegaña.Antesdelconcursoyconelculoapretadoparano dejar escapar ni un mísero átomo de gas, un niño encendió un petardo muy cerca de ella. Mi abuela por el susto del estruendo soltó el culo, dejando salir todo el gas de la laca a propulsión con tan mala suerte que entró en contactoconalgunachispadelpetardoquequedóencendidaporelaire.Esa desafortunadauniónprovocóunaexplosióntipocamióncisterna.Miabuela empezóaarderalobonzo,losvecinosleecharoncubosycubosdeaguay cuando consiguieron apagarla, salió corriendo por la plaza, con tan mala suertequetropezóconunrastrillodelabrar,clavándoseunodesusdientes enlafrente. —Dios mío, debió ser horrible, qué manera de morir —dijo David agarrándoseelpechoafligido—.Espera,¿ylosoncetiros? —Es que mi abuela no murió en ese momento —le aclaré y luego continuéminarración—:Lavalentíayelcorajedemiabuelaeraninfinitos. Conelrastrilloaúnclavadoenlafrenteseincorporó,perountorodemonta, queteníamitíoabueloSeverinoPicoFino,pastandoenladehesadeallado, al verla ensangrentada arrastró sus patas hacia atrás y cogiendo impulso se fue derecho hacia ella, levantándola en peso doce metros en el aire y encallándola en la rama de un viejo olmo. Todos la creíamos muerta, pero no, seguía viva. Seguía moviéndose como un perezoso, lentamente pero sin pausa. En uno de sus movimientos su frágil cuerpo quemado y magullado cayó por el lado contrario del árbol, donde estaba la feria, sobre las colchonetas hinchables. Estas la impulsaron tipo catapulta a la figura de plásticogigantedelaatraccióndelIncreíbleHulk.Aesasalturasunvecino yahabíallamadoalasfuerzasdeseguridaddellugar.Miabuelaseagarróal cuello de la bestia verde, se aferró a la vida. Pero en vistas de que estaba sufriendomuchísimoyamenazabaconseguirsudueloconlamuertelosgeos delpueblo,unoscazadoresmásbien,laabatieronatiroscomoaunciervo estadounidense. Once disparos hicieron falta, no atinaban con ella, era una luchadora.Selallevaronenunabolsanegra,comoesasdeguardartrajes.La gentedelpuebloquedóennocontarnadadeloallísucedidoycomoeraun pueblo remoto de la España profunda, dijeron que había muerto por causas naturalesysantaspascuas.Miabuelaestabadetodomenosnormalacostada en su ataúd de cedro. Le pusieron una peluca rizada rubia, imagínate a una mujercarbonizadaconpeluca:eraOprahWinfreydespuésdeunajuerga.Mi padre tuvo que cerrar el ataúd, la imagen daba más ganas de reír que de llorar. La enterramos en un hoyo más profundo de lo normal, los lugareños tenían miedo, pensaban que aún podría revivir y acosarlos como muerta viviente. —Estoy flipando un poco con toda esa historia. Tuvo que ser muy traumáticoparati,aunasínoséquétienequevertuabuelaBibienlodetus whatsapp.Nocreerásquerealmentesepaseaporahíalozombi,¿verdad? —Debes creerme, es ella, solo ella podría mandarme señales para fastidiarmelacitaylavidaengeneral.Soylaprimeraalaquelegustaría quesiguieralaluzysefueraalotrolado,almásallá,peroestávinculadaa míyutilizamicontratodeteléfonoparamantenersepresente. —Cam,teprometíquenomeibaareír,ylaverdadesquemesabefatal hacerlotrassaberlodetuinfancia,nuncamereiríadealgoasí,perotejuro queestoyhaciendounesfuerzotitánicopornohacerlo. —Adelante,ríete,peropodemosexplotarespontáneamentedentrodela furgoneta—leavisé,convencidadequesurisanoseríamuydelagradode miabuela. EsoúltimodebióserelcolmodeloscolmosyDavidestalló,peroen carcajadas, me estaba ofendiendo, me había abierto a él y había escuchado sinreírmesuhistoriadelhuevoperdidoyélnohabíapodidorespetarmey aguantarlarisa. Mi mirada homicida lo detuvo en seco—. Perdóname, soy un imbécil. Quieroayudarte,ynomerefieroaasarunpollooarecitarmantrasdelante deunafogatadelaurel.Quieroayudarteadescubrirquiénestádetrásdeesta bromapesada.Estoyconvencidodequeexistenesosmensajes,peronoson detuabuelamuerta,esdealguienbienvivoyqueseestáriendodeti. —Nolocreo,¿quiénharíasemejantecosayporqué? —A eso no te puedo contestar, pero estoy totalmente seguro que hay alguienvivitoycoleandodetrásdelcasodelaabuelaBibi.—Davidmemiró serioysepusoenplanfiscal—.Enprimerlugar,¿cómoestástansegurade queesellaynootrapersona? —Está clarísimo, ella misma me lo dijo «Hola, Cam, soy tu abuela Bibi»—pusevozdefantasma—,ensuprimermensaje. —¿Y qué? Cualquiera con un contrato de telefonía pudo enviarte ese mensajehaciéndosepasarporella. —Ya,peronoeracualquiera—lerebatí—,ensuperfilestabasufotoy su nombre completo: Bibiana De la Iglesia. Además sabe todo sobre mí, cosasquenadiepuedesaber. —Lo único que eso demuestra, es que ese alguien no solo tiene tu número, sino que además tiene acceso físico a tu móvil y te ha podido modificarlaagenda.Meatreveríaadecirqueesalguienqueteconocebien. —Asentímeditandosobretodoaquello,¿cómonosemehabíaocurridoamí esaexplicación?—.Yademás,mira—extendiólosbrazosaloslados—,no hemosexplotadoninadaparecido,debestranquilizarte. Igualteníarazón,peroseguíasinentenderquiénpodríaodiarmetanto comoparahacersemejantecosay,sobretodo,conquéfin.Fueracomofuese, iba a dejarme llevar por la sabiduría de David y juntos llegaríamos a la verdaddelasunto...Mástarde. —Deacuerdo,perosinohaynadiedetrásyrealmenteesmiabuelaBibi la que me manda los mensajes, me pedirás perdón y pagarás dos meses de sesionesconmigrupoextrasensorial—ledijeaúnconvencidadequeestaba equivocado. —Trato hecho —me brindó la mano para estrechársela—, y ahora ¿podemosseguirconlodeantes?MehasdejadocomolamotodeMaroto. Poco me faltó para volver a abalanzarme sobre este hombre que me tenía totalmente abducida. Nuestras bocas se pegaron como ventosas, nuestras cuatro manos habilidosas nos acariciaban los incandescentes cuerpos.Excitadosdenuevohastalasaciedadyentregadosalapasiónque desprendíannuestrosporos.Suvergadenuevoseempitonóycomprimíasu calzoncilloentodosuesplendor. Pero aquella magia no podía durar demasiado; como era lógico, tuvo quefastidiarse:unmóvilsonódentrodemibolsoyasustadalomiré. —Nolocojas,Cam,queespereelbromista.—Davidvolvióabesarme, noteníaintencióndeparar. —Noeselbio,acagoderepordadquelotenoapagaro.—Abrílosojos comoplatos. Cómopodíasertantonta,apaguémimóvilenelrestaurante,paraevitar que los falsos policías pudieran localizarme por radar o algo parecido. El únicomóvilquellevabaoperativoencimaeraeldeTeresa. —Iotamben,noquediaquenodmodestadan. —E de Tedesa —dije desapresándome de su boca—. Tengo que contestar, me había olvidado de ella por completo. Será José Luis, estará preocupado. 03:51,unsecuestro,unataradayunasalchichagigantesca RebusquéenelinteriordemibolsohastaencontrarelmóvildeTeresa. No era José Luis, el cual figuraba en su agenda como Tigre de Bengalí, a saber por qué esta santa mujer le había puesto ese absurdo apodo a su marido, no le pegaba, yo lo veía más bien como un cruce entre oso hormiguero y mofeta. Era un número privado, cosa que me escamó, ¿quién coñopodríallamaraTeresaalascuatrodelamadrugada?Noséporquéun escalofrío me recorrió la espina dorsal. Con la mano aún oliéndome a la polladeDavid,ledia«descolgar»yrespondí: —Hola,¿quiénes? —Hola,hola.¿Cam,erestú? —Sí,soyyo—dije;parecíalavozdeTeresa. —Hola,guapa,¿cómovas? —Bien. —¿YquétaltucitaconDavid? —Pues… —miré a David que a mi lado escuchaba mi parte de la conversación,intrigado—…genial,ahoramismoestábamosapuntodeechar un polvo, pero has llamado para joderla, como siempre tan oportuna, Teresita. —¿Parajoderla?—preguntóextrañada. —Sí, joder, ya sabes, para cagarla, fastidiarla, boicotearla… — comencéanombrartodoslossinónimosquesabía. —Joder,queyaséloquesignifica—mefrenó,molesta—,soyfilóloga hispánica, me sé de memoria el puto diccionario de la Real Academia Españolaytambiéneldesinónimosyantónimos—protestó—.Loquemeha extrañadoesquetúusesesevocabulariotansoez. —Ya, ya. —Gracias por recordármelo Teresita, muchas gracias—. Sí, yameimaginoquetehayapodidosorprender,peroesquellevounanoche, Teresa,siyotecontará,¡ay,siyotecontara!,bueno,yatelocontarémañana. MiterapiaAntitacsehaidoalmiércoles,digo¡mierda!—mereítontamente, qué gusto me daba largar palabras fuertes, pero qué gusto me daba y más gusto me daba lo que David estaba empezando a hacerme en ese momento. Notécomounmurmullodevocesalotroladodelalínea,quéraro.Seríala tele—.Bueno,ytú¿quéquerías? —Verás,tengounproblemilla. Yaestabaclaro,despuésdedormirlamonasehabíadespertadoconun hambreatrozybuscabaalgúnbolloquellevarsealaboca.¡Ahí,no,ahí,no, David, que me daaaaaa la risa! Le lancé una mirada intimidatoria para que paraaaase de hacerme cosquillas en el cuello con sus labios, ay, qué me daba,peroélconesemirartraviesoqueteníamehizoungestoconlacabeza de que no pensaba hacerme caso—. No haaaaay jajajá naaaadaaaaa de duuuuuulces jijijí, saaaaayyyyy… bes que no cooooomo, ah, ah, jajá, naaaaaadaquelleeevehueeeevooderivaaaaaaadosjojojojó[4]. —¿Eh?¡Queyavoy!—megritóTeresa. —¿Dónde vaaaaaaaaas? Aaaquíjijijí ni se te ocuuuuujijiiiiih… rrajajajá. —¿Quédices?¿Porquéteríestanto? —Nada,nada.—LecogílacabezaaDavidyselaapartéconmimano libre. —¡Queyavoy!—volvióagritar. —¡Quenovengaassss!—legritéyo. —Quenotedigoati,joder. —¿Yconquiéncoñohablas? —¿EsustedCameliaDíaz? —Sí,soyyo—respondídeprontoasustada,hayqueverloquelehabía cambiado la voz a Teresa en cuestión de segundos, parecía la de un presentadordetelevisión,muygrave. —Hola,preciosa,¿cómovas? —Bien.—Pero¿quécoño...? —¿Yquétaltucitacontunovio? Meapresuréasacarledesuerror—.Noesminovio.Enrealidadnos hemosconocidoestanoche.Esnuestraprimeracita.—LesonreíaDavidy élmerespondióconunadesussonrisasdiez. —¡Me da igual lo que sea! —protestó perdiendo la calma, pero yo insistí,errequeerre—:Yosoloteloqueríadejarclaro,comohasdichoque Davidesminovio,puesqueno. Más que dejarle claro a aquel hombre quién era David, lo que yo pretendíaeradejárseloclaroaDavid,noqueríaquesepensasequeporque élyyohubiésemosconectadoahoraíbamosasernovios,asídeprimeras. —Pero,preciosa,¿tecreesqueamímeinteresaquiéncojonesseatu amiguito? —volvió a insistir con bastante mala leche—. Pues le dices a quién coño sea ese David que me debe ciento cincuenta y seis pavos. Os habéisidosinpagarlacuenta. —¿Cómo? ¿Y quién narices eres tú? —No entendía nada. Miré hacia Davidconloshombrosencogidosporlaincertidumbre. —Perdona,nomehepresentado,soyAmancioyqueríainformartede queRistoyyomismohemossecuestradoatuamigaTeresa. —¿QuéRisto,Mejide? —No,Arganda,notejode,esperaquetelopasoytesaluda.—Volvía miraraDavidquesehabíavueltoasusitioyquietomemirabainterrogante. —Hola, Risto al aparato, mucho gusto. Como bien dice Amancio tenemosasuamigaTeresasecuestrada.Siquierevolveraverlayrecuperar sus mallas de zumba, debe entregarnos seis mil euros en esta dirección. Apunte. —Y sin darme tiempo a buscar ni un boli ni un papel me dictó la direccióndelpuntoderescate,queyotratédememorizar. —Espereunmomento,¿esestoalgúntipodebroma?¿Cómosabelode mis mallas de zumba y lo del sin-pa? Exijo hablar con Teresa y que me mandenunafotoconelperiódicodehoy.—Nodabacréditoalallamadade lossupuestossecuestradores,esonoeraserio. —Teresanopuedeponerseahora,leestáexplicandoaAmanciocómo hacerunasbuenaslentejas,enbreverecibirálafoto.—Eltipocolgósinmás explicaciones. Asustada, miré a David, él me miraba fijamente esperando una explicación. —Antesdecontartenada,¿tienesunboliypapel? DavidrebuscóenlaguanteraymeofrecióunBicdetodalavida. —¿Ypapel? —No. —Puesdamelamano. Melaextendióconlapalmahaciaarriba,ledilavueltayleescribíla direccióneneldorso. —¿Quéesesto?—mepreguntóleyendoparasímismoloqueallíhabía escrito,paraquequedasemásmonolohabíaadornadoconunacarasonriente yalgunosbesos. —Nosénipordóndeempezar—ledijeconelcorazónenunpuño—. Dos tipos dicen que tienen a Teresa secuestrada y esa es la dirección del intercambio. Abriólosojosimpresionadoyconlamanoamodadepistolasedisparó alasien—.¿Quédices?Debeserunabroma. Neguéconlacabeza,meditandolaconversaciónconlossecuestradores —.Parecequevaenserio.Leshepedidounafotoparaquemedemuestren queesverdad. Davidmequitóelmóvildelamanoybuscóalgúnmensajenuevo—.No haynada. —Tenemos que esperar. ¡Dios! —Me llevé las manos a la cabeza sintiendo que me hundía, no podía ser cierto—. ¿Por qué alguien querría secuestrar a Teresa? Ella es normal —recapacité— bueno, normal, normal, no,peroquierodecirqueellanoesrica,notienedinero.—Explotéallorar porterceravezesanocheconunhuevoimpresionante. David me abrazó y trató de consolarme con palabras bonitas durante mediahora,hastaquesonóelWhatsApp.Losdosnosquedamosmirandoel móvil por unos segundos, incapaces de abrir la aplicación. Finalmente fue David quien decidido manipuló con el dedo la pantalla táctil del móvil de Teresa.Yo,seguíallorando,sonándomelanarizsinconsuelo,alaesperade su reacción. No me la esperaba así: David soltó una sonora carcajada que retumbóentodalafurgoneta,yquemedejótodavíamásdesconcertada.Ya estaba,¡sehabíavueltoloco! —¿Quépasa?—solounhilillodemivozmesaliódelaboca. Davidnopodíaparardereír,estabaidoporlalocura.Conlasmanos temblorosas le arrebaté el móvil de la mano e inspeccioné la pantalla, no sabíaquémeibaaencontrar.AhíestabamiamigaTeresaconunmoratónen la frente más grande que su cabeza, sonriendo mientras sostenía con las manos un panfleto de Carrefour. Había ofertas muy buenas, de la segunda unidadalsetentaporcientoenchampús,acondicionadoresymascarillasde Pantene.Vaya,esosíqueeraunacosadeinterésnacional. —Vaenserio,David,latienen. —¿Yporquésonríe? —Yoquésé,ellaesasí,sabeverelladopositivodetodaslascosas— respondípensandoenesasofertastanbuenasdelhipermercado—.David,la tienen y piden de rescate seis mil euros. ¿De dónde voy a sacar yo ese dinero? No tengo un duro, lo poco que gano me lo fundo en alquiler y facturas. —También en zapatos y ropa de firma, tratamientos de belleza milagrososyalgúnqueotrojuguetitodeusopersonalenelLudosex,peroeso noveníaacuentoenesemomento. —Tenemos que avisar a su marido —dijo David quitándome el móvil delamano. —Deesonada—lodetuve. —Tienequesaberlo. —¡Notienequesabernada!¡Teresaseencuentraenestasituaciónpor mi culpa, es mi culpa y yo tengo que resolverlo como sea! —le expliqué faltándome el aire—. Tengo que sacar ese dinero de donde sea y pagar su rescate,¿loentiendes?Nopuedopermitirquenadiemássepaesto. —Deberíamos avisar a su marido y denunciarlo a la policía, ellos sabránquéhacer. —No.—Conlarapidezdeunpumalearranquéelmóvildelamanoy melometíenlasbragas. A pesar de las penosas circunstancias, David me sonrió de esa forma traviesaquetenía—.¿Esaestuformadedetenerme? —Sí.—Apretémáslosmuslosponiendoelmóvilabuenrecaudo. —De acuerdo —se echó atrás dándose por vencido—, ¿y qué piensas hacer? —Déjame que lo piense. —Me recosté en mi asiento y cerré los ojos confuerzadejándomellevarporlafuerzadelintelecto. —¿Me dejas que vea la foto otra vez? —David interrumpió mis pensamientosunospocossegundosmástarde,cuandoalgo,algoempezabaa brillarconluzpropiaenellimbo. —Solosiprometesnollamaranadie. —Teloprometo,soloquieroverlafoto. Mesaquéelmóvilyseloentregué.Davidseriotontamentecuandolo tuvoenlamano. —¿Quépasa? —Queestámojadito. Mereíyluegovolvíacerrarlosojostratandodefocalizaresaluzque anteshabíaempezadoabrotardelosavernos. —Pero¡quégilipollas! —Nomeinterrumpas,estoytratandodeconcentrarme. —Mira. —Me plantó el móvil en las narices, había dado de alta el número en la agenda de Teresa como «Secuestradores» y ampliado la foto delperfildelremitente. —Pe…pe…perosisisies—tartamudeésorprendida—.Davidafirmó con la cabeza—. Si ya decía yo que esos tipos eran raros, raros. —Una chispadeentendimientomesacudiólamente—.Ahoraentiendoloquemeha dichoAmancio. —¿Ortega? Lomiréencandilada—.No,Amancioelsecuestrador.Mehadichoque ledebescientocincuentayseiseuros. —¿Quién,yo?¿Yporqué? —Porlacena.Noshemosidosinpagar. Se echó a reír. —No me lo puedo creer, es todo tan absurdo que me resultaincreíblequealgoasíestésucediendoenrealidad.Ereslapeorcita demivida. Mequedétriste,peseatodaslasadversidades,éleralamejorcitade mi vida. Supongo que me cambió la expresión de la cara, porque David fruncióelceñoymeacaricióelbrazo—.¿Quépasa? —Nada,soloestoypreocupadaporTeresa—mediomentí—,mesiento tanculpable.Sialgolellegaráapasar. —Tranquila, no le va a pasar nada malo, mírala —levantó el móvil haciamí—,estáfeliz. —Sí,claro,pero¿hasvistoquémoratónllevaenlafrente?¿Ysilahan golpeado? Asintió con pesadumbre—. No padezcas, seguro que está bien, es una mujer fuerte y estos tipos son unos delincuentes de poca monta. Son pan comido.Sinofuerastancabezotaymedejasesllevarelcasoalapoli,con losdatosdeestenúmerodemóvil,daríanconellosenmenosdeveinticuatro horasyTeresaestaríaasalv…—lecallélabocaconlamano. —Noyno,deestomeocupoyo,yotengolaculpa,ibanapormíysela hanllevadoaella.Además,yasécómovoyaconseguirlapasta. —Nocreoquecederasuextorsiónsealomásaconsejable,perohazlo quequieras. —Tengoquehacerlo,selodebo.¿Meayudarás? —Puesclaro,¿lodudabas?Estamosjuntosenesto. —Gracias,David,enserio,sintiseríaincapaz,perocontigoamilado mesientocapazdetodo—mevinearribacadavezmásconfiada—.Juntos podemos con todo. ¡Conseguiré el dinero y rescataremos a mi Teresita! — levantéelbrazotriunfal—.Loquenoentiendoaúnes…¿porquésonríe?— Escamada,volvíamirarsuimagenconlapropagandaamododebabero—. Ymásimportantetodavía,¿hastacuándoduranestasofertas?Noveobienlas letras,¿túlasves? Davidampliólafotoyselaacercóalosojos. —Losiento,caducaronelsábadopasado. —¿Nomedigas?Quélástima,¿no? —Sí —respondió apenado—. A mí también se me ha terminado el champú,podríamoshabernosbeneficiadolosdosdelaoferta. Le sonreí, fugazmente feliz, éramos almas gemelas, pero teníamos que volver a retomar el asunto del secuestro de Teresa y dejar el cuidado de nuestrocabelloparaotraocasión. —Tengoqueiramiapartamento,David. —¿Paraqué? —AllítengomisllavesdelacasadeJaime. —¿Jaime? —JaimeSotomayor,miex. —Ah,ya—suspiró—,¿yparaquélasnecesitas? Mirénerviosaamialrededorantesdeinclinarmehaciaélytaparmela boca con las manos para responder a aquello—. Para entrar en su casa y recuperaralgoquemepertenece—ledijeenunsusurro. Davidentornólosojos—.¿Seguroqueesalgoquetepertenece? Resoplé y asentí, tragué saliva y le lancé mi mirada fatal y no pudo resistirse. —Estábien,voycontigo. Cuando llegamos al rellano, Fuensanta, más conocida como la vecina locadelbloque,abriósupuertacomounmonstruodelosvideojuegos.Vestía unabatadeguatiníjaspeada,unaspantuflasconunacabezagigantedeperroy ungorrodeduchadeFrozen.NospegamostalsustoqueDavidsoltóungrito muyfemeninoyseagarróamícomounadamiselaenapuros. —Camelia,notevasacreerloquehevistohaceunasdoshoras.—Se acercó a nosotros con la cara desencajada, esta mujer podría ver cualquier cosaconsupsicosispermanente—.Detucasasalierondoshombresvestidos devaquerosconunasalchichagigantequesemovía,juraríaquelasalchicha teníaelaspectodeundálmataenorme. —¡Joder! Han sacado a Teresa envuelta en mi manta. —La idea me asustó—.¡Seránhijosdeputa! —No,noeraunamujer,eraunasalchichagigantescaconvidapropia,se movíacomoungusano,pobresalchicha—afirmóFuensanta.Avercómole explicabayoaestamujerquelaqueibadentrodelasupuestasalchichaera miamigasecuestrada. —EramiamigaTeresa,nounasalchichagiganteconpieldedálmata— lehablédespacio—.Lahansecuestrado,¿sabes?¿Novisteanadieentraro forcejearlapuerta? —Ahoraquelodices,aesodelastres,lasalchichasalióalapuertay unodeesosdostipossalióaarroparla;noeraningunamujer,deverdadCam, eraunasalchichavivitaycoleando. David se quedó mudo y arrinconado, no sabía si sería aconsejable intervenir en la absurda conversación, Fuensanta impresionaba realmente peronoerapeligrosa. —Estábien,pongamosqueeraunasalchichaviviente,¿vistealgomás? ¿Lesoístehablardealgo? —Algo sobre un fino me pareció escuchar, pero los gritos de la salchichacaptabantodamiatención,pudevercómolasacabanalafuerzay vicómosegolpeabacontraelmarcodelapuerta,luegocontralabarandilla de la escalera y después cómo la puerta automática del ascensor la espachurrabaporelcentro—meexplicóconlosojosfueradelasórbitas—. Camelia, esa pobre salchicha que tenías en tu casa debe estar muerta, MUERTA, ¡MUERTAAAAAAAAA! —Fuensanta gritó como una posesa y seabriólabata,dejandoaldescubiertodosmangaspastelerasyunpotorroa mediopelar,eraunliróncareto.Sindudaleestabadandounbrote. David se apartó aún más de la escena y bajó tres escalones. Estaba cagadito.Fuensantadabavueltasconsustetasflácidasaloardillavoladora. Intentéfrenarla,peronosedejaba,sezafabademíunayotravez.Noparaba de gritar: «¡Muerta, muerta, muerta, salchicha muerta!» con voz fantasmal. Sus piernas de alambre cambiaron el ritmo y se pusieron a imitar una jota zaragozana. Sus bolsas de plástico mamarias subían y bajaban con soltura, golpeándole la cara repetidamente y parecía encantada. Sus pezones te mirabandesarbolados,erancomolosojosdeJake,eldeHoradeaventuras. Seloestabapasandobomba,hastaqueparóensecoyaldarsecuentadeque estabadesnudaentróescopetadadenuevoasucasa,girándoseenelúltimo segundogritando«Mueeeeerta»denuevo.Despuéscerrólapuertadegolpey se hizo el silencio. Ningún otro vecino asomó el hocico, estaban más que acostumbradosalosnumeritosdeFuensanta. Davidsubiólosescalonesdenuevoyentróenmiapartamentoagarrado confuerzademibrazomientrasvigilabalapuertadeFuensanta. —¿Quécojoneshasidoeso?—dijoconunhilodevoz,supongoqueno queríadesatardenuevoelcataclismodemivecina. —Yatedijequeteníaunavecinaloca,peronoesnadapeligrosa.Sila pillaslúcidaesmuybuenapersona. Y era verdad, Fuensanta a pesar de su evidente piradez era una mujer muy maja, muchas noches en las que me sentía sola o triste, llamaba a su puertayseveníayseacurrucabaconmigoenelsofá.Ciertoesquehubouna vez en la que se acurrucó más de la cuenta y confundiéndome con Juan Echanove (este hombre debe gustarle fruto de su demencia) me metió la lenguahastalacampanilla,desdeesedíaleguardounpocolasdistancias. 05:05,nosinti Madremía,mipobrecasa,despuésdelhuracánTeresita,elcualhabía borradodemimente,ysuposteriorsecuestro,eramásunaescenadeCSILas Vegas que un hogar. Los secuestradores no solo habían acabado con todas mis provisiones de cereales integrales y batidos détox, dejándome los envases vacíos tirados por todas partes y restos de comida esparcida por encimadelamesa,sinoquetambiénhabíanderramadocervezaenmisofáy me habían birlado varios DVD, entre ellos los de Mamma Mia, Grease y SonrisasyLágrimas.Eraelcolmo,estosdossecuestradoresdepacotillame iban a oír en cuanto llegase al lugar del intercambio. Me parecía muy bien que secuestrasen y delinquieran si es que ese era su oficio, yo ahí no me metía,cadaunoconsuvidaquehicieraloquequisiera,peroquelohicieran limpiamenteyconunmínimodeeducación. —Cojolasllavesynosvamos—lecomentéaDavidsorteandotodolo quehabíaporelsuelo,micasaerauncampodeminasymefuiderechaami dormitorio.Davidvinodetrás. —¿Estásseguraquecolarteensucasadespuésdetodoloquehapasado esbuenaidea?—Élseguíasinestarmuyconvencidopormiplan. —Notengomásremedio,tengoquerecuperarmianillodecompromiso yvenderlo.DeborescataraTeresa,selodebo.Tienetreshijos,porelamor deDios—ledijecogiendolallavedelcajóndeloscalcetines. —Loentiendo,perosigoopinandoquelomejoresllamaralapolicía. —Yamehandetenidohoyysoylalocadelzapato,novanacreermey porconsiguientenovanahacernada. —Yocreo… Locorté—.Deesonada,entraréensucasaconestallaveycogerélo queesmío.Tútequedarásenlapuertavigilandoparaquenomepillen. —Seguroqueeseanilloestuyo,¿verdad? —Puesclaro—levantéelanularhaciaél,teníaunafranjadepielmás clara donde lo había llevado con orgullo durante un año—, Jaime me lo regaló, no tengo la factura, pero es mío, o ¿hay alguna ley que diga lo contrario? Seechóareírentredientes—.No,claro,estuyo. —Pues ya está todo dicho. Voy a cambiarme de ropa —le dije con rumboamivestidor. David de nuevo vino detrás de mí—. Pero no pienso quedarme en la puerta.Nopuedesentrarsolaenesacasa. Cierto, David tenía razón y ¿si me entraba una crisis de pánico y me dabapordestrozarletodoelmobiliarioartdéco,peronopodíapermitirque seinvolucrarahastaeselímite,podíahabercámarasdeseguridadgrabandoy éleraabogado,nopodíameterseenlíosdeallanamiento. —No,David,loharésola.Puedohacerlo.Esmejorquetequedesenla puertavigilando.Tengoquebuscaralgoconloquecubrirmelacara.—Yo seguía a lo mío—. Recuerdo que guardé una máscara en un altillo de mi vestidor. —Quieroentrar. Respiréhondo—.Hedichoqueno. —Voy a entrar —me rebatió beligerante plantándose tan grande como eradelantedemí. Peroquéguapoeramichico,peroquévaliente,peroquétemerario. —No,David—lecogíporloshombrosylediunbeso—.Nodebes,ya hacesbastanteviniendoconmigo. Hubo un silencio durante el que me sostuvo la mirada, finalmente comprendióquenoteníanadaquehacer. —Estábien,mequedaréenlapuerta.—Suspiró. —Ayúdameaalcanzaresacaja—leseñaléelaltillo. Mecogiódelascaderasymelevantóenelairesinapenasesfuerzo,y esoqueyonoeraningúnpesoligero.Cogílacajaymedejóenelsuelo. —¿Vas a entrar con una máscara como una atracadora cutre? —David meobservabadivertidomientrasrebuscabadentrodelacaja. —¿Noquerrásquemereconozcan?Aestasalturasalgoheaprendido— lerespondíalavezquedabaconella—.¡Yalatengo! Melapuse,larespiraciónhacíaquesearrugaraconunsonidoqueme recordóaHannibalLecter«deboconfesarlequeestoypensandoseriamente encomermeasuesposa»,quécachondo,quémajeteelpsicópatacaníbal. —¿Qué tal me queda? —Me volví hacia él, no se veía especialmente bienconesePVCbaratoenlacara. Me miró y se rascó el ceño—. Estás... ¿Ridícula? —Es lo único que acertó a decir el pobre, antes de echarse a reír—. Me puse en jarras a la defensiva y él volvió a mirarme por un segundo antes de explotar en otra carcajada—.¿FelipeGonzález,porqué? —Eslaquetengo,asínosemereconoce. —Lacarano,peroelcuerposiguesiendoeltuyo. —Tienes razón, menos mal que tú piensas por los dos. Recuerdo que tambiénguardéundisfrazdeguardiacivildeotroscarnavales. Trepéporunacajonerayrebusquéenotroaltillo,dandoenseguidacon labolsadondeloteníaguardado. —¿Meayudasconelvestido? Ycomoeratanbuenchicoytalytalmeayudóadesatarmeelcorsé,lo hizodespacio,comodeleitándosedelasituación,yyoyameestabaponiendo cardiacaotravez,mesubíanunoscaloresporelvientrequemeibaadarun algo. Cuando aflojó las cintas, me abrió la espalda del vestido y pasó las manospordebajodelostirantesacariciándomeconsuavidadlosomoplatos yloshombros,luegolosdejócaeralosladosyelvestidoresbalóhastael suelo.Davidsilbóconadmiracióndetrásdemí. —Eres realmente preciosa, Cam. Tu cuerpo es pura lujuria, una invitaciónalplacer,mataríaporfollarteahoramismo. Notécomosemehumedecíaelsexoalavezqueempezabaavibrarme. Despacio,mevolvíhaciaél,estabanerviosaycaliente,lomiréalosojosy melancéconfrenesísobresuboca.Nosempezamosamorderloslabiossin atinar,asíestábamosdecachondos.Davidmeenvolviótodalaespaldacon susbrazosyyomeapretéasucuerpo,queríasentirlocerca,muycerca;más quecercayoloqueríasentirdentro,muyadentro,pero…Peronopodíaser, no era el momento oportuno. Era frustrante desear tanto algo y no poder tenerlo, estando ahí mismo. Metí las manos entre los dos y lo empujé para separarlo,peronosedejaba,estabaposeídoporlapasión,queríaposeerme, igualqueyoqueríaposeerloaél. —David,no—lesusurré,mirándoloalosojosmuydecerca—.Noes elmomentoadecuado. Apoyó su frente en la mía, todavía respirando entrecortado por la excitación. —Losiento,tetengotantasganasquemecuestaunesfuerzotitánicono lanzarmesobreti.Perotienesrazón,ahoranohaytiempoparaesto,noquiero un polvo de cinco minutos contigo, lo que quiero es follarte durante horas enteras hasta que me grites que no puedes más —dijo, dando unos pasos haciaatrás,poniendoalgodedistanciaentrelosdos.Sentífríoconformesus manosabandonaronmipiel. AlamierdaTeresa.Quéno.Quenoeraelmomento,deverdadquelo siento.Losdoslosabíamos. —Esmejorqueteespereenelsalón—dijoyendohacialapuerta. Como pude, me puse el traje, me estaba demasiado justo, por aquel entonces pesaría unos cinco kilos menos, era una guardia civil petando el trajealosexy. —Yahora¿quétal?—lepreguntéconunasonrisa. —Quítatelostacones. ¡Mierda!Nodabauna.Menosmalqueteníaunaszapatillasextraligeras decoloresflúor,muydemodaesteaño,quetambiénhabíacompradoconla ideadeapuntarmeazumba.Melaspuseyunminutodespuésestabadenuevo frenteaDavid. —¡Yaestoylista!—Diunavueltacompletadelantedeél. —Madremíadelamorhermoso.—Seechólasmanosalacabeza. —Creoquedeberíasdisfrazartetambién,¿porquénoteponestutraje deThor? —No estoy seguro... —Se frotó la sien despeinándose su precioso cabello. —Póntelo aunque sea para vigilar la puerta, no podemos levantar sospechas—insistílanzándolemimiradafatal—.Tepintaréloslabiosyun pocolosojosynadietereconocerá. —¿Deverdadpiensasqueconesapintaquellevasnovamosalevantar sospechas? Pareces una psicópata de manual con ese atuendo. Superas con crecesatuvecinaFuensanta. —¡Pues es lo que hay! No puedo arriesgarme a que me graben las cámaras,ysitútambiénvasdisfrazadocualquierapuedepensarquevenimos deunafiesta.YoteconocídeThorynomepareciónadaextraño. Davidlopensóensilenciounossegundosyluegomiróalosladoscomo buscandoalgo. —¡Coño,mimacuto! —¿Qué? —Quenoséquémierdashechoconél. Mesentéasuladoylecogílamano. —Aver,piensa. Memiróyestallóenunacarcajada. —Nopuedopensar,señorGonzález,meponeustednervioso. Quécachondo. —¿Y por qué? Es que le pongo… le pongo... —le eché la mano al paquete. —Nohagaseso,nomeponenada.—Meapartólamanoconrapidez—. Joder,quémalrollo—añadióagitandoloshombroscomosilehubieradado unrepelús. Mequitélamáscaraylomiréseria,mehabíalavadolacaraypintado conunlooknatural(asaco,peronatural,natural). —¡Qué guapa estás así! —Sacudió las manos hacia mi cara—. Tan… tan…natural. Natural,yalodecíayo. —Gracias. —¡Hostias! —me gritó cogiéndome las mejillas de repente y plantándome un potente beso en los labios, rápido, rapidísimo, casi ni me enteré. —¿Qué,qué? —Lamochila. —¿Quémochila? —Pueslamía—respondiósobrexcitado. —¿Quélepasa? —Quelatengoaquí,melahedejadoantes. —Peroquélistoeselsubconsciente—ledijeasombrada. —Vayaquesí,yasabíaantesqueyoqueibaavolveratuapartamento —comentó mientras se levantaba y se marchaba para el baño, enseguida volvióaaparecersonrienteporlapuertaconlamochilaenlasmanos. Ypeseaquepudovestirseenelbañoomidormitorio,Davidoptópor hacerlo delante de mí. No sé por qué lo hizo, ¿qué quería, torturarme? ¿Matarmeapajasmentales?¿Quémecombustionarainstantáneamente?Nosé porquélohizo,perosíséloquehiceyo:disfrutardelmomento,carpediem, me quedé mirándolo sin perderme detalle mientras se quitaba la ropa, dejandoaldescubiertosufantásticocuerpo.¿Todoesoeraparamí?Después se vistió con su traje de Thor. Lo dicho: imponente, imponente. ¡Cómo me ponía! Como una motosierra. Pero volví a reconcomerme las ganas y me centréennuestroplanderescate.Esoeraloprimero. —Ahoratepintaréunpoco. Del bolso de Carolina Herrera que había preparado por si acaso, con algo de ropa de repuesto y, por supuesto, mis Manolos; una es mujer previsorayyasesabequemujerprevisoravaleportres,saquéunpequeño neceser, donde había metido unos productos básicos de maquillaje. Tras estudiarsuovalofacial,deleitándomeunossegundosencomprobarconlos dedoslatersuradesupielyloagradablementerasposaqueerasubarba,con muchocuidadolepusesombradeojosazuleléctricoylepintélarayaalo Cleopatra.Despuésperfilédenegrosuslabios,algomuyinenlosnoventa,y los rellené de rojo pasión. Era como una Frida Kahlo enajenada, con esa pinta era imposible reconocerlo, y apenas se le notaba el ojo chungo bajo aquelmaquillaje. 05:45,enbuscadelpedruscogigante Diezminutosmástardeestábamoscerrandolapuertademiapartamento conunapintadelomáschocante.ReviséaDaviddearribaabajo,quecon unabotelladeronbaratoenlamanodeesasquetemetencomocastigoenla cesta de Navidad, hacía lo propio conmigo. De nuevo presentí cierto movimientoenlamirilladeFuensanta,¿esqueesamujernodormía?Erala versiónhumanadeLasVegas,lalocaquenuncaduerme.Mirédereojohacia supuertayDavidhizolomismo,nopudoocultarunciertogestodeacojone totalcuandolavioabrirsedesopetón.Lecogílamanoparatranquilizarlo. —Recuerda,noespeligrosa—lesusurréaloído. —¿Adónde vais? —Fuensanta se plantó garbosa delante de los dos, obstaculizándonos el paso. No es que fuera muy grande en tamaño, pero su presencia imponía. Se había cambiado la bata por un camisón sesentero de franelafloreadoyquitadoelgorrodeladucha;supelolargoymediocanoso le caía por los lados de las hundidas mejillas, ajado y sin vida. Algún día hablaría muy en serio sobre la importancia de cuidarse el cabello con productos capilares de calidad o le propondría hacer una sesión de chicas conlasmuestrasgratuitasquehurtabadelarevista. Davidmeapretólamano. —Vamosarescataramiamiga. —¿Lasalchicha? La miré a los ojos, parecía estar viviendo un momento de lucidez. Nuncalehabíapreguntadosuedad,debíatenerentrecuarentaysesenta.Era difícilsacarconclusiones,estabamuydejada. —Sí,lasalchichadálmata. —Voyconvosotros. Nidecoña,conlolocaqueestabalapobre;estaeracapazdemontarnos unpollo.Debíaelegirbienlaspalabrasparadisuadirlasinescamarla. —Nopuedesvenir,espeligroso. —Nomedamiedonada.Meportarébienteloprometo,Camelia. Le lancé una mirada interrogante a David y este negó rotundo con la cabeza. —Fuensanta, es mejor que te quedes aquí y vigiles la puerta —me acerquéaellaparasusurrarlealoído—,porsivuelvenlosvaqueros. —Seguroqueospuedoayudar,mesémuchostrucosninja.Dejadmeir convosotros.—Memirósuplicándomeconlosojos. Medabapena,peronodebíavenir. —Nopuedes—memantuvefirmesosteniéndolelamirada.Solopodría traermásproblemas. —Sinomedejáisirconvosotros,gritaré—nosamenazó. —Noloharás.—LaapartéaunladoytirédeDavid. —Síloharé,síloharé.—Volvióacortarnoselpaso. —Queno. —Quesí. Y acto seguido se puso a gritar y a patalear. Chillando a grito pelado «Socorro,auxilio»y«Nomemates,porfavor».Eramuybochornoso.Traté de tranquilizarla, le supliqué por lo que más quería en su vida (Juan Echanove)quedejaradegritar,peroFuensantanoatendíaarazones,asíque atajéporlavíafácilylepropinédosyoyasentodalacaraconlamanobien abierta que me vinieron genial para autocalmarme, pero no consiguieron el mismoefectoenFuensanta.Erainmunealdolor,muchasveceslahabíavisto autolesionarseacabezazoscontrasupuertaodarsecacerolazosporelpatio deluces.Unavezinclusolaviintentarhacerseelharakiriconunaagujade hacerpunto. Cadavezgritabamásfuerteyyaseescuchabanpuertasabrirseenotros rellanosyvecinosdemandandosilenciooamenazandoconqueibanallamar alapolicía,lacosaseestabaponiendobastantefea.Davidyyonosmiramos acobardados,sintiéndonosacorraladosporlalocademivecinaquenohabía modo humano de hacer callar. Me encogí de hombros, atacada, ¿qué hacíamos, qué hacíamos? Nos teníamos que ir ya sin perder más tiempo alentando la locura de Fuensanta y lo último que queríamos eran más problemasovernoslacaraconlapolicía,almenosyo.Davidmeadivinóel pensamiento,osimplementesehartódesemejanteespectáculo,ysaltósobre Fuensanta; le hizo un placaje inmovilizándola en el suelo y le tapó la boca con las manos, eso consiguió mitigar un poco sus gritos. Escuché algo de ruidosenelinteriordelpisodemiotravecinadepuerta,micaseralaseñora Paca,esanoseibaaandarconmiramientos.Sinodejábamosdemontarla, enmenosdecincominutosteníamosaquíalapoli,alabeneméritayalos bomberos. —Estábien,puedesvenir—lesusurróDavidarmándosedecalma—.Si tesuelto,¿dejarásdegritar? Fuensanta con un brillo vivo inusual en los ojos, asintió lentamente y Davidcomenzóadesaflojarsinfiarsemucho. —Estábien,tevienes,peroharáscasodetodoloqueyotedigayala primera salida de tono, te bajo de la furgoneta —le avisó con tono autoritario. Fuensantaasintióysonriócomounaniñabuena—.¿Hacefaltaqueme cambie de ropa? Yo también quiero ir disfrazada de algo chulo como vosotros.DeCarrilloodelaBrujaLola. David la repasó de arriba a abajo—. No es necesario, ya parece que vayasdisfrazada. Ellasonriófeliz. Cinco minutos más tarde ya estábamos montados los tres en la VolkswagendeDavid,estealvolante,Fuensantaenelasientodeladerechay yoeneldelmedio.Nadamásgirarporlasegundacalledelrecorridovimos un control de la policía local. Tenían un coche parado y el conductor, un chaval joven, se había apeado y dialogaba con grandes aspavientos con un agente.Consuerte,nosdejaríanpasardelargo,aunquepornuestraspintasla cosa iba a estar difícil. David mantuvo la velocidad y cuando estábamos a punto de sobrepasarlos, otro agente apareció por detrás del vehículo y nos hizolaseñaldealto. —Mierda —masculló David y nos pidió que guardásemos la calma y actuásemoscomosinada. —Hazcomoyo.—Fuensantacerrólosojosysepusoarecitarversos satánicos—:Curry,minsi,pulula,cuandoelgrajovuelabajo,¡carajo! Nolograbaentendercasiningunadesuspalabrasy¿asantodequélo delgrajo? Davidmemiróconciertapreocupaciónydijo: —QuesealoqueDiosquiera. Asentí comenzando a rezar en silencio alguna oración que aprendí de pequeña,mientrasélpisabaelfrenoysedeteníadondeelagenteleindicaba. Nossaludóentrecordialyserio,Davidlerespondióenelmismotono.Hacía horasquenoprobábamosnigotadealcohol,noteníamosporquétemer. —¿Vienendeunafiestadedisfraces?—Elagentepaseólalinternapor nuestrascaras. —Másomenos—respondióDavid. —¿Másomenos?—repitióelagentedesconfiado,enfocándolelacara conlalinterna.Davidpestañeódeslumbrado. —Sí,señoragente,venimosdeunafiestadedisfraces,esevidente,¿no? —respondíyoufana. —Eso parece —respondió deteniendo el foco en mi cara, me dejó ciega.Chasqueólalenguaybajólalinternapormicuerpo—.¿Noleparece que usar un uniforme de los cuerpos de seguridad para disfrazarse sea una faltaderespeto,señora? Loqueeraunafaltaderespetoeraqueeldesgraciadomellamaseamí, amíquetengoestacaradeninfa,señora.¿Señora,yo?Yo,señorita,señorita; pero opté por no discutirle el tratamiento y menos mal que no llevaba la máscara de Felipe puesta en ese momento; le di la vuelta tratando de ocultárselaalagente,nofueraaserquetambiénleparecierademalgusto. —DígaseloaldueñodelCorteChinodelacalleLisboa.Allílosvenden porquinceeurosyporcincomáseltricornio. Elagentemalalecheentornólosojosyseleensombrecióelgesto,pero yo me mantuve serena, aguantando el tipo. Volvió a chasquear la lengua y enfocó a Fuensanta, que con los ojos cerrados parecía ajena al control y seguía recitando en latín inventado. Bajó el foco por la pechera de su camisónycuandollegóasuregazohizounamuecadedesagrado.Miréallí, por ver la causa de ese mohín. Y al verlo casi me muero de la vergüenza. Aquello era un horror. Fuensanta se había enrollado el camisón hasta las caderasynollevababragas.LabarbadeGandalfamediorecortarquetenía porpotorroestabaexpuestoalasensibilidaddecualquierserhumanoconun mínimo de cordura. Con toda la rapidez que me permitió el momento se lo cubrí con lo único que tenía a mano; mi máscara. El policía cuando vio el rostrodelexpresidentecucándoleelojodesdelosbajosdeFuensanta,negó con la cabeza con los ojos en blanco, pero no hizo ningún comentario al respecto. —¿Seencuentraustedbien?—sedirigióaFuensantayellanolehizoni caso,inmersacomoestabaensurecitacióndemoniaca. Lediuncodazoysiguiósinreaccionar. —Suamiga,¿seencuentrabien? —No, está un poco perjudicada, pero ya la llevamos a casa —David respondiótomandodenuevoelmandodelcomandorescate. El agente volvió a llevar el foco a la cara de Fuensanta, que con ese estropicio de pelo y el camisón de La casa de los horrores parecía una decrepitaniñadeElExorcista. —¿Está…? Fuensanta, de golpe, abrió los ojos como si fuera un conejo deslumbrado que hasta me dio miedo a mí, soltó un eructo digno de un cabestro y gritó—: ¡Muerta, muerta, mueeeertaaa, salchicha mueeeeertaaaaaaaa! —, y luego sin más volvió a cerrar los ojos y a sus recitalessatánicos—.Simueresunluneslaescobaselavaenseco. El agente reculó dando un paso atrás, impactado, espantado, ¿impresionado?—. ¿De qué muerte habla? ¿No estarán ocultando algo? — preguntótrasunossegundosdedesconcierto,volviendoasuactitudchulitay enfocandotodalaparteinteriordelafurgonetaconlalinterna. —No,mireusted,señoragente,nollevamosningúncadáver.Fuensanta, laprimademinoviaesdeMurcia.Deallívenimos.Estradicióndisfrazarse traslamatanzadelgorrino.Havistoembucharmuchaslonganizasestatardey habebidodemasiadovino,aesoserefiereconlode«salchichamuerta»— respondióDavidserioperoseescondiólabocatraslamanoparaocultaruna sonrisaburlona. El agente mala leche se quedó unos segundos pensando y acabó por sentenciar: —Levoyahaceruncontroldealcoholydrogasyainspeccionartodoel vehículo.Vayansaliendoyabriendoelportóntrasero. Pasamoslainspecciónsinproblemas.Elhechodellevaraunalocaen elasientodelcopilotonoeramotivodedetención.Elagentenospidióque lleváramosamiprimacuantoantesacasaynosrecitóelfamosoeslogande StevieWonder:«Sibebesnoconduzcas»,antesdemarcharnosconrumboa casa de Jaime. Conforme doblamos la primera esquina David detuvo de nuevoelmotorysebajó.Rodeólafurgonetaporelmorroyabriólapuerta de Fuensanta, que seguía con los ojos cerrados, pero ahora estaba más o menossilenciosa. —¿Quévasahacer?—lepregunté,temiéndomelopeor. Seapartóunagreñaquelecaíasobresusmaquilladosojosymesonrió antes de coger la botella de ron que estaba en el suelo, quitarle el tapón y llevársela a la boca. Menos mal que así fue, ya pensaba yo que quería desinfectarle el culo a Fuensanta en señal de castigo. Le dio un generoso tragoyluegomelaofreció. —Bebe,Cam.Lovamosanecesitar. Yodudéunpoco,elolordelronmetraíamalosrecuerdos,peroacabé porclaudicar,lacogíybebí. —Parecequesehaquedadodormida.—Lepasóvariasveceslamano por delante a Fuensanta, que había empezado a emitir una especie de ronquidosgemiditosyteníaunaaparienciamuyserena—.Esmejorasí.Sal pormilado. Volvióalladodelconductoryextendiólamanohaciamíparaayudarme abajar.Repasamosnuestroplanalcobijodeunportalmientrascaíamedia botella de ron. Tal vez no fuera una buena idea alcoholizarnos en esa situación, pero necesitábamos insuflarnos de valor o llenarnos de falsa temeridad,queigualnosvalíaparaelcaso.Meparecíaincreíblecómohabía acabadoesanocita;siyosoloibaatomarmeunacopayau,siRomeo86iba aseruncracomelenaspaticorto;sielcosmosnoibaaconspiraramifavor porunaputavezenmividaponiendoenmicaminoelhombremásadorable, másatractivo,másinteligente,másgracioso,másdetodo…convirtiendoel peor día de mi existencia, tras tantos cataclismos encadenados había decididocatapultarloaesecota,enlamejorymásextravagantenochedemi vida.MirédereojoaDavid,queamiladoledabaotrotragoalabotella,y sonreí,estabadelomásridículo,peronidelejoseseabsurdomaquillajele restabavirilidad. —¿Quépasa,señorita?—Selimpiólabocaconeldorsodelamanoy mepasólabotella. —Apenas puedo creerme que sean las seis y media y estemos todavía juntos,estamañananodabaniuneuropornosotros. Semordióellabioymequedéencandiladaenelgesto. —Puesyaves,yoigual,habíaquedadoconunafrikiymeheencontrado alalocadelzapato—bromeóguiñándomeelojo. Fuiaatizarleunpuñetazoalhombroyélmelodetuvoenelaire,selo llevoalpechoyconunestirónmeatrajoaél.Nosmiramosalosojosyluego alaboca,ydenuevoalosojosyotravezalaboca,ydeprontoestábamos enredados,nosabíamosdóndeempezabaunoodóndeacababaelotro;manos desabrochando camisa, manos tirando de mallas, manos llenándose de pechos,manosarañandobóxers,unalocurademanosybocasmordiéndose, porque David y yo no nos besábamos, nos devorábamos, así estábamos de cachondos.Denuevo,mefollabaencima,teníaundesquitequesolosepodía aliviardeunmodo;alaantiguausanza:follando.Retozamosporelpatio,yo sobre él, él sobre mí, dando vueltas buscándonos con los cuerpos, parecíamos dos adolescentes sin cama, ahí tirados de cualquier modo saciandonuestrosdeseossinvergüenza,sinmiramientosnirespetos.Amíme calló la segunda en todo el pandero, a David la primera en el hombro. Un señormayor,deesosdebastónygorritacaladaquevaaandarbientemprano parabajarelazúcarenlasangre,tratabadeentrarensucasa,viendoqueno le hacíamos ningún caso, así de entregados estábamos, optó por la ley del golpe:bastonazoalcanto. Lo miramos, yo pudorosa tapándome las pechugas descontroladas; David avergonzado cubriéndose la erección, que con esas mallas tan apretaditas no era moco de pavo, más bien era moco de elefante (vaya, un moco de un ser muy grande). Nos llamó: «desvergonzados, gorrinos, salvajes,degenerados,golfos»;esasfueronsuspalabrasmásbonitas.David lepidiódisculpasrecibiendounbastonazoenlacabezaquelehizoaullarpor eldolor.Cuandoelseñor,porllamarlodealgúnmodoporqueeraunsátiro sodomizador, se notaba que estaba disfrutando, la sonrisa malévola le bailaba en la boca, volvía a cargar su arma, a toda velocidad David me agarró la mano y tiró con fuerza de mí arrastrándome con él; de nuevo estábamosalacarrera,estavezescapandodeunancianoysugallato.Sus gritosnosacompañaronporunminuto,loquetardamosengirarlaesquina, mientrascorrimosnodejamosdereírnos.Doscallesmásarribanossentimos a salvo y nos detuvimos, seguíamos partidos de la risa, doblados por las barrigasysinrespiracióntraslacarrera. —Coño,quéloco—serioDavid. —Sí,paraqueluegodigandelosjóvenes. Davidmeabrazó,envolviéndomeentresusbrazosyyoapoyémicabeza en su pecho y lo respiré, apenas un subterfugio de su perfume, ahora solo quedabasuolorenestadoprimitivo.Ay,cómomegustabaeseolorahombre, mezcla sudor y almizcle; mucho David. Tuve que separarme, porque de nuevo estar tan juntitos me hacía perder la cabeza, y mi cabeza debía mantenerse fría, había llegado la hora de la verdad. Le señalé la puerta de enfrente,pueseldestinonoshabíallevadohastalamismacasademiex. —Aquíes. Davidmirólapuerta,luegolafachada,nopudoevitarunaexpresiónde asombro y admiración, no era para menos, era una pedazo casa imponente, preciosa, moderna, pero construida con materiales antiguos: piedra de mampostería,hierroycal;dignadeportadaderevistadedecoración —Hepasadomuchasvecesporaquíysiempremehepreguntadoquién seríaelafortunadodueñodeestamansiónymirapordónde,ahorayalosé. Asentí triste, lo estaba, esta también hubiera sido mi casa en pocos meses. Me había imaginado un millón de veces viviendo en ella, siendo la señora de la mansión, ordenando a los sirvientes cómo y cuándo hacer las tareasdelhogar.Davidalgonotóenmí,migestoantesfelizsehabíatornado hosco.Mepasóelbrazoporloshombrosymeacercóaélparabesarmela sien. —¿Estásbien? —Sí,unpocotriste. —Esnormal. —Sí, ya. Lo siento, no quiero que pienses que estoy triste por mi ex, aunqueloestoy,íbamosacasarnosyyolequería. —¿Todavíalequieres,verdad? Bajélavistaavergonzada,llevabatodalanochequeriendofollármeloy ahora¿esto? —Si te digo la verdad, no lo sé. Lo había querido hasta hoy, estaba convencidadeello,nadamehacíamásfelizquesaberquemeibaacasarcon él,perodespuésdelodeestatarde—señaléexpresivamentesupuerta—ya no sé qué pensar, ni qué creer. Han pasado tantas cosas en tan pocas horas que me parece como si hubiera pasado un mes o dos, o un año, lo siento lejano,comosiélyyoyallevásemostiemposeparados,nosésiloquieroya o si lo odio, o si nada… no sé nada. —Lo miré a los ojos y me reí tontamente,élsemordióellabioyentoncestuveclaroloquequeríaforever en mi vida. David era una mezcla de fuerza y pasión que encerraba un corazón que lo impulsaba a velar por desconocidos o dejarse la piel en un rescate que no le concernía. Esa combinación resultaba demasiado irresistible, ¿quién podría resistirse a algo así? Yo no. Sentí que me deslizabacuestaabajocadavezconmásrapidez—.Eshoradeentrar—dije. —¿Estáslista? ¿Estaba lista para allanar la casa de mi ex? En realidad no, pero solo podíaresponderunacosa. —Sí,David. Teníamosqueentrarya,peroalecharmemanoalbolsillodelapretado disfrazlasllavesnoestaban. —¡Las llaves no están, David! Se me han debido de caer huyendo del abuelomacarra. —Volveremos por donde hemos venido y las encontraremos, no te preocupes,misargento.—Mehizoelgestomilitarparatranquilizarme. Tan pronto empezamos la búsqueda de las llaves, vimos una figura fantasmagórica que se acercaba corriendo por el final de la calle. Iba acompañada de gritos y lamentos. Nos quedamos parados, ¿era alguna especiedepsicofoníaurbana?,¿seríaBibi…?No.EraFuensantacorriendo cual gacela con su melena áspera al viento. Venía con la lengua fuera y el camisónarremangadoenseñandolascanillas. —Cameliaaaaaa,lasllaveeeeeeees,hastamañananolloverácaféenel campo... Fuensanta estaba loca, te podía meter en problemas, pero no se equivocaba cuando nos dijo que podía ser de ayuda. Algunas veces recobrabalacordura,eranpocossegundos,peropodíasverenelirisdesus ojoslobuenamujerqueeraantesdeperderlachaveta.Tambiénerafande JuanLuisGuerrayaprovechabacualquierocasiónparameterfrasesdesus canciones. —Gracias,Fuensanta,¡buentrabajo! Denuevosonriófelizahuyentandolalocuradesurostro. —¿Mepuedoquedaraquíconvosotros?,porfi,porfi,porfiiiii. Davidyyonosmiramos,encogíloshombrosyélsellevólasmanosa lacabezamesándoseelcabello. —Estábien,perotequedasfueras,¿deacuerdo? —Lo prometo, me quedaré en la puerta vigilando. ¿Qué tengo que vigilar?—preguntóemocionadísima.Nuncahabíavistossusojosbrillarcon tantaintensidad. MientrasdeshacíamoslospasoshastalacasadeJaimeleexpliquéque ibaaentrarunmomentoacogerunanilloquemepertenecía,aprovechando que él salía a correr por las mañanas. Jaime era una persona de agenda, siempre hacía las cosas a su hora, nunca fallaba, y si no me equivocaba, dentrodedosminutosexactossaldríaporlapuertaequipadoconsuequipaje derunning listo para una sesión de cuarenta minutos, unos diez kilómetros porelManzanares.Nosescondimostrasunoscontenedoresdebasurayallí esperamossusalida.Talycomoyopensaba,pocodespuésseabriólapuerta yJaimeaparecióataviadoconunconjuntodeportivotérmicoyunasNike;el gorrocaladohastalosojosprácticamentelohacíairreconocible.Miréamis doscompinchesyasentílevemente.Nosdimosunminutoparadarletiempoa quesealejaseunpoco;entoncesnosdecidimosaentrar,peroantestuveque bebermeloquequedabaderonparaserenarme. Con la mano trémula metí la llave en la cerradura y se abrió sin problema,¿quéproblemaibaahaber?EralallavedesucasayJaimenola habíacambiado,porsupuestonoseimaginabaqueyoibaavolverporallí después de lo presenciado. Cerré los ojos, respiré hondo y me adentré; estaba oscuro, pese a que en el exterior empezaba a clarear, dentro las persianas seguían bajadas y las luces estaban apagadas. David me siguió, íbamosdepuntillas,comodosladrones,¿porqué?Yosoloibaaporloque eramío,mío,mío…Melodijeunayotravez,queríaconvencermedequelo que hacía no era nada malo, aun así me puse la máscara y, entonces, la oscuridad fue total, no veía ni torta, me iba tropezando con todo lo que se interponíaenmicamino:unasilla,unamesa,unapared…Davidmeadelantó ysepusodelantetomándomelamanoparaguiarme.Veníanlasescaleras,las jodidas escaleras flotantes, no me veía capaz de superarlas sin hostiarme: uno, dos, tres, cuatro, cinco… hasta veintiuno, ya estaba, ya estábamos arriba, le susurré que el dormitorio de Jaime era la primera puerta a la derechayDavidmecondujohastaallí.Nadamásentrar,encendílasluces; esahabitacióndabaalpatiointeriorydesdelacallenoeranvisibles,pero nomequitélamáscara.Volteélacabezabuscandoalgunacámara,peronovi ninguna, aun así: no sin mi Felipe. Con un gesto de la mano le indiqué a Davidquebuscaraporlasmesillasmientrasyomecentrabaenelvestidor, ahíteníalacajafuerteyyoporfortunamesabíalaclavedeseguridad.La abrísinproblema,pordesgracia,ahínoestabaelputoanillo,aunquehabía un fajo de billetes que estuve muy tentada de echarme al bolso. Céntrate, céntrate,elanillo,elanillo,dinerono,anillo,anillo…Contrariada,comencé a rebuscar por los cajones de las corbatas, calzoncillos y calcetines, qué ordenadoloteníatodoporcolores.Dabagustoyalavezmuchatiricia,me diounescalofrío.Estabatanconcentradalevantandoprendasyvolviendoa dejarlasensusitioquenoescuchéaDavidentrarenelvestidor. —¿Quiénesusted? Pero no era David. Esa no era su voz. Giré la cabeza con la cara descompuesta;lamandíbulameibasola.ClaroqueJaimenovionadadeeso porque yo llevaba puesta mi máscara. Estaba paralizada, no tenía escapatoria, el vestidor solo tenía una puerta y mi ex la taponaba con su cuerpo. —Voy a llamar a la policía —dijo antes de cerrar de un portazo y dejarmeencerrada.Lapuertanoteníacerrojoperoescuchécomoarrastraba unasillayatrancabalamanivelaconella. Estabaencerrada,medabaunalgo,elcorazónmelatíaamásdemil,el sudormeresbalabaporlassienesylamáscaranoayudabamucho,miojose volviólocoymispiernasteníanuntemblequetalqueparecíaqueestuvieran bailandountwist.Medejéresbalarporlaparedymesentéenelsuelo,solo mequedabaesperar. ¿YDavid?¿QuécoñohacíaDavidmientrasamímedabaunataquede ansiedad? David nada más entrar yo en el vestidor, se puso a registrar en los cajones de las mesillas no dando con el anillo. De pronto le dieron unas ganastremendasdejiñar(losnerviostieneneseefectoenciertaspersonasy David pese a que es un tío bueno y todas queremos imaginar que los tíos buenos no hacen esas cosas, pues sí, al fin y al cabo, los tíos buenos son humanosynecesitanhacersusnecesidades),cuandoestabaapuntodeentrar enelbaño,escuchóunospasosporelpasilloyseescondióallídejandola puertaentornada.DesdeallívioaJaimeirderechoalvestidor,amenazarme, cerrarlapuertayluegoatrancarlaconunsilla.Yaprovechandoqueestaba concentrado tratando de teclear en su móvil el número de la policía, sin pensárselomucho,seacercósigilosopordetrásyconunallavedeesasde karatequetedejanKOalinstantelodejósinsentidoenunpispás,vistoyno visto.Luegoretirólasillayabriólapuertadelvestidoryallímeencontró, echaunovilloenelrincónmáslejano.Yonoqueríanilevantarlavistade cagadaqueestaba.Todosehabíaidoalamierda.Jaimemeibaadescubriry encimameibaaentregaralapolicomoaunadelincuente.Corrióhaciamíy meabrazó. —Cam,Cam—mesusurróacariciándomelaespalda—.¿Estásbien? Alcélamiradaylovi,visusojosazulcobalto,sunarizrecta,susonrisa diez, su hoyuelo de «bésame aquí, gracias», y me sentí casi en la gloria. Asentí, pero necesité un par de minutos para recuperar el cuerpo, lo tenía hechounflan. —¿YJaime? —Loheneutralizado. —¿Lohasmatado?—Espantadametapélacara. —No,porsupuestoqueno,¿porquiénmetomas?Tengomistrucos— me guiñó el ojo—. Pero tenemos que darnos prisa, no sé lo que tardará en volverensí.¿Tieneselanillo? Ledijequenoconungestodelacabeza. —¡Joder,¿yahoraqué?! —Tienedineroenlacajafuerte,seguroquehaysuficiente. AhorafueDavidelquenegóconlacabeza. —¿Dóndepuedeestar? —Nolosé,nolosé.—Metirédelospelos. —Tranquilízate,levántateyvamosabuscarlo. MepuseenpieyjuntoaDavidempecéamirarentodosloscajonesde las cómodas, mesitas… cualquier escondrijo que pudiera ocultarlo, pero el maldito no aparecía y yo cada vez estaba más desesperada. Ya no sabía dóndemásbuscar. —¿Quéhapasado?¿Dóndeestoy?—Jaimeestabavolviendoensí. Davidmemiróyconrapidezmeindicóconlamanoquesaliésemospor patas,peroyonopodíamarcharmedeallísinmianillo.Lonecesitaba,tenía que salvar a Teresa, la pobre estaba en manos de unos desaprensivos y a saberloqueestaríapadeciendo.Toméunadecisión,eraarriesgada,perono tenía alternativa. Me planté frente a Jaime y esperé a que se despejara un poco. —No me hagan daño, por favor —me suplicó aún con los ojos medio idosylavoztemblorosa—,lesdaréloquequieran,enlacajadeseguridad tengodinero. —¡Noquierotudinero,malditocerdo!—legritécontodasmisfuerzas. Suexpresiónfueundesconcierto. —Cam,cariño,¿erestú? —¡Nomellamescariño,hijodeputa!—volvíagritarlequitándomela máscaraylanzándolelamiradamáshomicidademirepertorio. —Pero¿yesevocabulario? —No te atrevas a decirme nunca más lo que puedo o no decir. Ahora soylibre—mereícomounaloca—,libre,libre,comoelsol,comoelmar, comoelsolcuandoamanece,yosoylibre,jajajá. Se quedó pestañeando con la mano sobre el pecho, como si estuviera ofendido,oledolieraelcorazón.Nipuntodecomparaciónconelmío,aquí laúnicaqueteníaderechoacorazóndolidoerayo. —Cam,perdona,miamor. —Noteperdono,ynomellamesamor,nosoytuamor,nuncamás. —Estábien,estábien—dijoincorporándose. —Ni te atrevas a tocar el iPhone, dámelo —extendí la mano para que melopasara. —Novoyallamaralapolicía. —Túdámelo.—Volvíaextenderlamanohaciaél. —De acuerdo —dijo entregándomelo y luego levantó las manos en actitudconciliadora—,deacuerdo,¿quéhacesaquíasídisfrazada?¿Yquién estuamigo?—Señalóhaciaatrás,dondeDavidsehabíaquedadoesperando. —Novoyadecirtequiénes. —Estábien,noquierosaberlo. —¿Tanpocoteimporto? —¿Eh?—Memiródesconcertadoyyoneguéconlacabeza,empezabaa estarmuycansada—.Sinoquieresdecirmequiénes,nolohagas. —¿Tanpocoteimporto?—repetí,echándomeallorar. —No,claroqueno. —¿Queno? —Quesí,mujer,quesí,quemeimportas,queríadecirqueclaroquesí meimportas. —Ah,vale—merelajéunpocoyélhizoademandelevantarse. Lo apunté con el móvil como si fuera una pistola—. Ni se te ocurra moverte. —¿MevasadispararwhatsappsconmiiPhone?—bromeó. —No—respondíconlabocachica. —¿Entonces?—seriounpoco—.¿Quémevasahacer? Davidseacercópordetrásyconunrápidomovimientoloinmovilizó. —Ella nada, pero yo, como no te estés quieto y callado, te vuelvo a dejarinconsciente—lesusurrómuyfieroaloído. Eseeramichico,miThor,miDavidBravo. —Estábien,estábien.¿Quéquieres,Cam?¿Paraquéhasvenido? —¿Desdecuándotegustanloshombres? Jaimememirósorprendido. —Nomegustanloshombres,Cam,megustanlaspersonas. —¿Laspersonas?—Soltéalaireunasonoracarcajada—.Sandronoes unapersona,esunaalimaña.¿Cómohaspodidohacermeesto?¿Ponermelos cuernos?¿Desdecuándo? —¿Deverdadquieressaberlo? —Nolosé—dijeabatida. —Ocurriósinmás,yonoquería,nuncamehabíaplanteadonadaconél, niconnadie,telojuro,peroaquellanochedehaceunmesqueturevistahizo una fiesta, Sandro se me insinuó —se encogió de hombros—, yo no me lo toméenserioalprincipio,peromebebíunascuantascopasymeempecéa encontrarmal,túyatehabíasido,mefuialbañoarefrescarmeymelovolví aencontrar.Empezamosahablarycasisindarmecuenta,meestababesando yyoleestababesando.—Cerrélosojosnopodíamirarloalacara,medaba asco,peronometapélosoídosporquequeríasaberlo,asídemorbosasoy yo—.Deprontomelaestabamamando,Dios,Cam—suspiródeplacer.Qué asco,peroquéascomedaba,peroyoahíescuchandoyescuchando—,qué bienlohacía,yo…yonoqueríaperoeratan…tan… David le tapó la boca con las manos—. Creo que ya está bien, son demasiadosdetalles. —Cam,perdóname,yonoquería,peroélvolvióallamarmeunasemana más tarde —se tapó la cara avergonzado— e insistió en quedar, y yo no quería,telojuro,pero… —Túnoquerías,túnoquerías—legritédolidamediosollozando. —Lo siento, Cam —se hundió por completo y se echó a llorar—. Queríadecírtelo,peronoencontrabaelmomento,siempreestástanocupada. —Ahoraresultaquelaculpavaasermía—lerepliquéindignada. —No,claro,queno.Hesidoyoelquetehafallado,mesabefatalcómo tehasenterado.Yonoqueríahacertedaño,tienesqueperdonarme.Séqueno erescapazdehacerloquemedijiste,quenodirásnadaanadie,nisiquieraa nuestrosamigos.Siempretehequerido,tienesqueperdonarme—dijoentre hipidos,nuncalohabíavistoasídehundido,casinoparecíaJaime. —¿Yporquémehacesesto? Me miró sin comprender—. ¿El qué? Ya te he dicho que fue sin intención, pensaba que se me pasaría, pero estoy enamorado de él. Estoy enamorado de Sandro —sonrió iluminándosele los ojos—, enamorado de Sandro —repitió para sí, como autoconfesándose, como si no lo supiera y fueraenesemismoinstantequelohubieradescubierto. ¿Qué?¿Quéee?¿Enamoradodeeseserinmundohijodelauniónentre unaarpíayundemonio?Lomato,lomato,lomaaaaaatoooo.Másclaroagua, vamos, que me lo quería cargar. Salté sobre él y empecé a golpearle la cabeza con los puños y Jaime no hizo nada por evitarlo, David tampoco. Descarguésobreéltodamirabia,hastaquemequedésinfuerzas. —Melomerezco,Cam,meheportadomuymalcontigo. —Yentonces¿porquéenvíasunosmatonespormí? Abriólosojospasmado—.¿Qué?¿Cómo?Yonoheenviadoanadiepor ti—balbuceó. —Nomientas—legritédándoleunabocetada. Secubriólamejillaconlamanoynegóconlacabeza. —Telojuro. —¿Entonces?—MiréaDavidcompletamentedescolocada. —Yonohesido. —¿Yquiénhasido? —Nolosé. —PuestienenaTeresa,micompañeradelarevista—leexpliqué—.La hansecuestradoypidenunrescatedeseismileuros.Poresoestoyaquí. —¿Veníasarobarme? —Noo,claroqueno,veníaapormianillodecompromiso. —¿Paraqué? —¿Cómoqueparaqué?Paraquévaaser,gilipollas,paravenderloaun trapichero. —Nohagaseso,porfavor,esunregaloquetehicecontodomiamor, quiero que lo conserves; yo te doy el dinero —se ofreció con los ojos llorososysupequemedecíalaverdad. —No quiero tu puto dinero —le espeté furiosa—. Quiero mi anillo, mío,mío,mío. —Estábien—levantólosbrazosensondepaz—.Lotienesahí—me señalólacómoda,lobusquéconlosojosyahíestaba,brillandodescarado, completamente a la vista de cualquiera que no estuviera ciego—. Puedes cogerlo,estuyo. ConungestoleindiquéaDavidquefueraporél,cuandolotuvoenla mano, con otro gesto le indiqué que se marchara. Luego me separé poco a pocodeJaime,queseguíatendidoenlacama,sindejardemirarlo,noquería perderlodevista. —Estesevieneconmigo.—LevantésuiPhone. —Cam —me llamó cuando ya estaba dándome la vuelta dispuesta a marcharme. Lomiréporencimadelhombro. —Tedeseolomejor,telomereces. Neguéconlacabezaycomorespuestalehiceunapeinetaconeldedo quemásmegustaantesdeemprenderdenuevolamarcha.Volvióallamarme, peroyanoquiseverlomás. —Quieroquesepasquetequiero. Davidmeesperabaabajo,juntoalapuerta.Melancésobreélylobesé contodasmisfuerzas. —Vamos—medijoapartándose.Mesonrióyyolesonreí—.Estardey aúntenemosquepasaraporJulián. 07:40,québien,québien,nosvamosdeexcursiónala GatitaEscaldada Por fin estábamos en casa de Julián. Por suerte, no vivía demasiado lejos de Jaime; tenía un fantástico ático en un edificio modernista en ChamberímuycercadelaCasadelasFlores,algomuytípicoenunabogado algo pijo como era su caso, aunque según me dijo David el ático era propiedaddesuspapis.DavidpulsóelinterfonoyJuliánrespondiórápidoal pitido. —¡HolaDavid!,¿dequévasdisfrazado?—Alparecerpodíavernospor lavideocámara. —Nopuedoexplicárteloahora,bajacuantoantes. Julián colgó el telefonillo y lo esperamos como un cuarto de hora, me estabaponiendodelosnervios,yasabíaqueveníamosabuscarlo,¿quécoño estaba haciendo? Ya desesperada, apretando la máscara a modo de bolita antiestrés,vimosaparecerporelvestíbulodelaescaleraaJuliányalafriki delaserpientedisfrazadosdepollos.Rosaritollevabatambiénunapelucaa lo Evo Morales, bendito pelazo tiene ese señor peruano. Recuerdo cuando lesmandéunacartaalaembajadaperuanaparaquemedijeranquéchampú usaba su presidente por aquel entonces. Era el humano con más pelo por metrocuadradodecabeza,negroazabacheyconunbrillodeestrellafugaz que quitaba el sentido; me daba mucha envidia. Nadie me respondió, me pareció una falta de respeto, ya podrían decirnos al resto de seres de la Tierra los secretos de las plantas andinas. Pero volviendo al tema que nos ocupa,¿dedóndehabíansacadoestosdosdesgraciadossendosdisfracesde pollo campero iguales? ¿Y qué hacía aún con Julián la restriega-culebras? Me estaba dando un sofoco, un sofoco muy grande. El calor se apoderó de mí, subiéndome por el pecho hasta el cuello oprimiéndome la garganta. David, sabedor de mi pánico a las aves y a las gallinas y pollos más concretamente,sediocuentadequeestabaentrandoenshock.Meagarróla mano sudorosa y me intentó tranquilizar. Julián y su amiga rara se estaban acercando a la puerta, los teníamos prácticamente encima. No podía con la presión,sentíaquemeibaadesmayarylatensiónocularmehacíaalucinar. Imágenesdeojetesdegallinazaencarnevivaseapoderarondemimentey asífue,fundidoanegro,medesvanecí. Nosécuántotiempoestuveinconsciente,escuchécomounescalofriante zumbido y abrí los ojos desconcertada, me habían acomodado en la parte traseradelafurgonetasobreuncolchóndelomáscómodo,peroentoncesla vi mirándome fijamente con esos ojos chicos que tenía y sacándome la cimbreantelenguadesdelosbrazosdesudueña.Nadiesediocuentadeque había recobrado la conciencia, salvo Rosario, que me guiñó un ojo, estoy casi segura. Estaba algo aturdida, me incorporé un poco para mirar a mi alrededor y vi a Fuensanta bailando con los brazos muertos en el poco espacio que tenía. En ese momento desvió los ojos hacia a mí y me vio despierta,tratandodeasimilarlaescena.LafrikibesabaelcuellodeJulián, Julián magreaba la pierna de la friki; David conducía con música latina a todo trapo disfrazado de la Veneno y yo era un Tejero democrático recién despertado. Si Almodóvar nos hubiera parado para pedirnos fuego, tendría todoelrepartodesupróximapelícula. —Hola,Cam—mesaludóFuensantaconvozdeultratumba. —Hola. Juliánmemiróymesonrió—.Vayasustonoshasdado. —¿Yo? Vosotros a mí, ¿por qué mierdas vais vestidos de pollos gigantes? —Queríamosirenconsonancia,yaquelostresibaisdisfrazados. —¿Ynoteníasotro? —No,sorry,mydarling.Davidyanoshaexplicadoquelestienesfobia los pájaros. Pero yo no soy un pájaro, soy una persona. —Se rio burlón y estirólamanohaciamísacudiéndolafrenteamisojos—.Notengoplumas, ¿loves,loves? —Quesí,joder,yaloveo.—Lepateélamanoylaapartóalinstante, atemorizado. —Yeeee, tranquila, o te achucho a la serpiente de mi chica —me amenazóentrerisas. Mereícínicamente—.No,gracias,yahetenidosuficienteRosariopor hoy—.Metoquélanariz,queporciertoyanomedolía—.¿Quedaalgode beber? —Toma.—SerpienteGirlmepasóunabotelladeron—.¿Tevale? ¿Deverdadquenohabíaotracosa?Enfin…selaaceptéyechándole coraje le di un buen trago, luego se la devolví y ella le dio otro antes de pasárselaaJuliánquehizolopropioyselapasóaDavid,queapesardeir conduciendonodudóenbeber.DeprontosonóLavida es un carnaval de CeliaCruz,quégranmujer.Fuensantafuelaprimeraencantar,seguíaconsu vozdefantasmaperonoquedabamal,ehizosupropiaversión. —Oooooh,nohayquellorar,salchichavivacolosalylasgallinasse hanquemadooooooooo. Míralaella,quégraciosalaloca. Al coro se unieron Julián y la friki; tendría que preguntarle a esta incautacómosellamabasiesqueibaaserlanoviadelmejoramigodemi David. —Quelavidaesunberenjenal,olajodesolaestáscagandoooooo. Davidtambiénaportóalgunasestrofas,seloestabapasandoengrande. —Debesdesaberquenoesasíquelasfrikissonbuenagente,ytela hascameladooooo. Fuensantaqueestabaentodolosuyo,continuósuperanimada. —Oooooh,nohayquellorar,salchichavivadálmataaaylospollosse vanvolandoooooooo. Aesasalturasnopodíamás,mivenafolclóricaresurgióenmícontoda su grandiosidad, me vine arriba soltando un «Asúuuuuucaaaaaaar» con la vozmásroncaydesgarradaqueteníaenmihabercoral.Todossegirarony aplaudieron al verme de nuevo reanimada. Salté los sillones traseros y me puse justito detrás de mi David, le rodeé el pecho con los brazos con el respaldoentrelosdosyélmemiróporelespejodelanterocomplacido. —¿Yateencuentrasbien?—mepreguntóbesandomimano. —Mejorquenunca. Yeracierto,estabaenlagloria.Lasensacióndeestarrodeadadegente que me quería y me apoyaba, gente de todas las condiciones: frikis, locas, pijos...Todosjuntosenamorycompañía,unidosporunfincomún,unotan loable como ayudarme a salvar a mi Teresita. No podía estar mejor, la emociónmeembargaba,meestabanentrandohastaganasdellorar,perono depena,sinodefelicidad.Mesentíamásfelizqueenmuchotiempo.Aquel día había sido como una terapia balsámica para mí, a pesar de todas las tragediasencadenadasmesentíafantástica,comosimehubierafumadodos porros extragrandes de marihuana. Ya no me daban miedo los pollos: los pollos podrían ser mis amigos, y las serpientes también; qué mona estaba Rosaritoconlapeluquita.EracomounaFelisaRodríguezdelaFuentedelos pollos y las culebras, pero solo de pollos y reptiles, de otras aves no respondo.Yelroneramibebidafavoritadesdehoy,medije,dándoleotro generoso trago a la botella que me acababa de llegar antes de volver a rularla.Mesentíacapazdetodo. David detuvo el motor y anunció que ya habíamos llegado. Paró tan secamentequetodosaplastaronlacaracontraelcristal,todosmenosyo,que lohicecontraelreposacabezasdelconductor. El local se encontraba en medio de un descampado donde la gente dejaba su basura, unas luces de neón que dejarían ciego a cualquiera indicabanelnombre:LaGatitaEscaldada,unnombremuyacertadoparauna casademujeresdelavida,seguramentetendríanelasuntobastanteescocido contantotrajín. Laspuertasseabrieronyunclientesaliólamardecontentodellocal,la músicaaparecióydesapareciócuandolapuertasecerrótrasél.Unmontón de basura se movió, pensé que sería algún perro o gato buscando comida, pero de entre todo lo oscuro aparecieron unas piernas desgalichadas, unas piernasconunostobillosquemefueronmuyfamiliares.Ylavozqueledecía alputeroqueacababadesalir«¿Tienesuncigui?»loeramás.Sindudaesa eralavozdelaBiturbo.Mealegrédequelahubieransoltadoyquehubiera llegadohastaestelugarmediodignoparaejercersuprofesiónsocial,ydigo mediodignoporqueinclusoesoeramejorqueejercerenlacalleamerced delocosyasesinos.Loconsiderécomounabuenaseñal,algopremonitorio dequetodoibaasalirbien:venderíaelanilloyrescataríaaTeresa. Lallaméparasaludarla,ellatambiénpodríaser deayudasiendonuestraprosti-tour. —Biturbo, aquí, aquí, soy Cam. —La pobre no veía tres en un burro, segúnmedijoporproblemasdeglaucoma. —¿Quiénmellama,necesitasunservicio? Me tuve que acercar más a ella, olía a pachuli y tabaco mojado que echaba para atrás, le vendrían bien unos cuantos consejos de belleza para seduciralpersonal. —SoyCam,compartimoscelda.¿Teacuerdasdemí? —No estoy haciendo nada, agente, tranquila, coleguita, ya me voy, ya mevoy. —No soy una guardia civil, tranquila, soy Camelia, estuve contigo encerradaunashoras.Hemosvenidoabuscaraunseñorquecompraoro— intentéexplicarledelamaneramáspausadaquesabíaelmotivodenuestra presencia,laBiturbonoeraunalumbrerayaestashorasmuchomenos. —Señorita, venimos buscando a Ricardo el Gatillo —intervino Julián —,porlovistofrecuentamuchoestelocal.Mehadichoqueestaríaaquí. —Aaaaah, sí, le conozco. Ese maromo vive prácticamente aquí, está enamorao de una rusa, Inga se llama. Estará dentro. Menudo guarro el Ricardito—sentenciólaBiturbo. —¿Podríasacompañarnos?Nuncahemosestadoenunlugarcomoestey teloagradeceríaunmontón—lepedíamablemente,eravitalquenoshiciera deguía. —Porcincuentaleurossoytodavuestra. MiréaDavid,yonollevabaniunchavoencimayesteasintió. —Tratohecho.—Letendílamanoparasellarelacuerdoycuandonoté que algo pegajoso se me pegaba y luego se me escurría por la palma me arrepentídelgesto. —Seguidme. —La Biturbo se puso de cabecilla de la panda del pan torraoytodoslasseguimosconrumboalaentradadellocal. La puerta abatible se abrió ante nosotros y un tufo a Brummel y wiski que tiraban para atrás recorrieron mi pituitaria haciéndome torcer el gesto, aquelloibaaserdifícildedigerir.Alfondounabarraconrebordedecueroy luces de neón, con una colección de botellas de licor que ni la bodega de Osborne. En el centro había una minipista de baile con bolas espejo de discoteca sesentera que salpicaban chispas de colores por doquier y en la cualnohabíaniunasolaalmaenmovimiento.Porlasesquinasunossofásy silloncitosdeterciopeloburdeosdelomásdecrépitorodeabanunasmesitas supletorias rococós con lamparillas de cuentas de cristal. La música que amenizabaellocaleradecintadecasetedegasolinera:sonabaelOví,ová, cadadíayotequieromás.Eraelambientemásrancioquehabíavistoenmi vida, más rancio incluso que los decorados de la telenovelaCristal de los ochenta. AgarréconfuerzalamanodeDavidyhastaFuensantasepegóamíun pocoabrumadaporelentorno.Noesquefuerahostil,demomento,perotal cúmulo de objetos y mobiliario espantosos daba un poco de canguelo, la verdad. —¿Veisesebiombodemimbre?—LaBiturboseñalóhaciasuderechay todosasentimosúnicamenteconlacabeza—.AhídebeestarRicarditoconla Inga,essureservao. —¿Nosasomamosasí,sinmás?—pregunté,noqueríafastidiarleaese buen señor lo que fuera que estuviera haciendo con la tal Inga; o con su minga,cosaqueseríainclusopeordeencajar. —Sí,yonopuedohacermás,nomehabloconél,medebeunservicio. Si le debía un servicio a la Biturbo tenía que ser un señor con pocos escrúpulosymuypeligroso.Nuestraguíasefuederechaalabarraynosdejó plantadosenmediodellocal,inmóvilesysinsabermuybienquéhacer.Pero la suerte se puso esta vez de nuestra parte y el biombo se movió, de ese improvisadoreservadosalióunamujeraltayrubiasecándosecondelicadeza loslabiosconunpañuelo.Tressegundosdespuésunseñorsacadodelcasting dedoblesdeTorrente,apareciósubiéndoselabraguetayJuliánnosconfirmó queeseeraelhombrequebuscábamos. —Es él, ha engordado un poco y ha perdido algo de pelo, pero estoy seguro que es el Gatillo. —Julián soltó la mano de Serpiente Girl y se fue derechoaél. Sesaludaronconbastantecomicidad,peseaqueJuliánnoloteníaensu agendaporcuestionesdeamistad,habíatenidobastantetratoconélmientras le llevó un caso del turno de oficio hacía ya unos dos años. Tres minutos justosdespuésdequeamboshablaranenlaesquina,Juliánnoshizounaseñal para que fuéramos hacia allí. Lentamente y con la canción de Carmen, Carmen como banda sonora, nos dirigimos hasta donde estaban los dos. Ricarditopasódepresentaciones;nonossaludóyfuedirectamentealgrano. —Moza, a ver ese anillo. —Extendió su rechoncha mano callosa esperandoqueselodiera. —Aquí lo tiene señor Gatillo, es muy caro y valioso. —Se lo di preocupadadequehuyeraconélynosdispararaabocajarroparaevitarque loalcanzáramos,poralgolellamaríanelGatillo. —Esoloveremosahora,encuantoloinspeccione. Ricardito mordió el anillo, lo chupó y saboreó varias veces, luego lo tiróalsuelo,lesacóbrilloaldiamantefrotándoselocontraelsobacoycon unalupadeQuimicefalomirócongrandetenimiento.Sololefaltótragárselo ycagarloparahacersusverificaciones.Cuandoporfinacabódehacerleel carbono14,Ricarditofueadarsuveredicto.Sinmediarpalabraempezóa andarytodosleseguimoscomosifueranuestrolíder.Sesentóenunodelos sofásdeterciopeloburdeosydejóelanilloenlamesita.Todosquedamos depiefrenteaél,expectantes.Debíasercarodelahostia. —Esto es más falso que un euro de madera — soltó con chulería apoyando sus codos en la mesita—, te doy noventa pavos y porque me das lástima. El«¿qué?»semequedóatascadoenlagarganta,Ricarditoasintiócon parsimonia. —Loúnicoquevalealgoeselorode18kilates—sacólalenguacomo una lagartija y le metió un buen lametón al anillo— y te lo voy a pagar a treintapavoselgramoyesto—losopesódenuevoconlamano—nopesa másdetresgramosysiendogenerosos.—Ymeguiñóelojo.Pudepercibir ciertoaireconquistadorensuvoz,cosaquequiseapartarrápidamentedemi menteporqueaquelhombrecillomedabahastaganasdepotar. Pero ¿qué estaba diciendo este señor calvo con melena? Falsa era la cortinillaquellevabaenelcogote.Meestabaintentandoestafar,elanilloera verdaderoycarísimo,ysutasaciónmuyabsurda. —¿Estáustedseguro?—lepreguntóDavid. —¡Hombre!Soyunprofesionalcualificao.Mimadremepagóelcurso detasadordejoyasymonedasantiguas,unabenditaeslaInodora.Mire,que yoentiendo—dijonotablementeofendido. —Oiga usted, señor Ricardito, creo que se confunde usted y mucho, asegurandoquemianilloesfalso.Esunanillodeorode24kilatesconun pedrolodeltamañodeRusia,undiamanteconcretamente.Miexmehadicho quelecostómásdediezmil,asíquenointenteestafarme.—Elojomedaba fuertessacudidasavisándomedequemecalmara,peroestabaenvalentonada. —Mira,chiquilla,tuexesunidiotaquetehaengañaoabasedebien. Esto le ha salido en una máquina de bolas, te lo digo yo. Cuando lo he chupado he notado el sabor a robín, pero he seguido con la valoración porque no creía que unos tipejos disfrazaoshabriesen venido hasta aquí a intentar colármela. Pero ya que estís aquí y por lo cachondos que sois, me habíscaíobien,podríadaroscieneurosmásporlaculebra. Estabatanindignada,quenielticmenotabaya,aestasalturasunojolo teníamirandoparaAndorrayelotroaCeuta;lacabezamepropinabafuertes martillazosyestabaapuntodeentrarencolapsogeneral.Davidmepasóel brazoporloshombros,viendoqueibaaestallar,losbufidosquesoltabapor lanarizalotorobravíonopodríansermáspremonitorios. —Pero¡quédice?Ustedmequieretimar,esuningratomalnacido!—le gritéempezandoaliberarlacólera. Ricarditosepusoenpieindignado—.¡Oyeniñata,sielRicardotedice queesonovaleunreal,esquenolovale! Seagachóycogióunbolsoqueteníaenelsuelo,eraunbolsoAmazona delaúltimacoleccióndeLoewe,uniconoentreiconos,ynoeraimitación, inclusoyodesdeladistanciaquenosseparabadedosmetrospodíasaberlo, u olerlo; tengo mucho olfato para esas cosas. Lo abrió, rebuscó algo en su interiorylosacóantenuestrosatónitosojos:eraunapistola. Noséquiéngritóantes,perosíloquedijo:«Todoelmundoalsuelo», talvezfuiyoposeídaporelespíritudemivestimenta. Todoslosqueestábamos:Fuensanta,laSerpienteGirl,Julián,Davidy yomisma,noslanzamosdebrucesalmugrientosuelotapándonoslascabezas conlasmanos,esperandoescucharlaráfagadebalassilbandoporencimade nosotros. Pasaron unos segundos, no sabría decir cuántos, se me hicieron eternos, solo podía mirar a David, que tumbado a mi lado, también me mirabasinquererlevantarlacabeza.Apesardelaterroríficasituaciónsacó fuerzasparasonreírme.Siibaamorirquealmenosfueraviendoesasonrisa, esosojos,esehoyuelotansexy;yélsemerecíalomismopormiparte,saqué ánimo de no sé ni dónde y le sonreí. Íbamos a morir los dos por mi culpa. Todosibanamorirpormiculpa.Lasbalasempezaronacaersobrenosotros, lassentíagolpeándomelaespaldaylaspiernas,blandas,sinpeso;quéraro, no dolían. Nunca pensé que fuera a morir de ese modo a manos de un TorrentedesegundaenunlugartancutreycontanpocaclasecomoLaGatita Escaldada,yescuchandolainmejorablePorsiempretúyyodeCamela,el himnodemimuerte.LatensiónocularapenasmedejabaveraDavid,todo eraborrosoyélyanoestaba,mifuerzaparasuperarlatragediasehabíaido, asíquecerrélosojoscontodasmisfuerzas. Por encima de la voz de Ángeles Muñoz podía escuchar las macabras carcajadas de Ricardito, pero qué sátiro, qué ser más despreciable, qué alimañadelasociedad…Mipensamientoseguíabuscandoexpresionesque describieranaesedemonioinmundocuandosuvozsehizopresenteenmis oídos. —¡Pero¿quéhacísdesgraciados?!—nosgritóantesdelanzaralaire otrasonoracarcajadaqueseríalaenvidiadelmismoSatanás. Pero ¿de qué se reía esa bestia? Pero ¿cómo podía ser tan cruel?, me encomendé a la Virgen del Perpetuo Socorro, que siempre es una buena aliada, mientras Ricardito seguía descargando su munición sobre nosotros. Alguien me tocó el hombro, yo no quería levantar la cabeza, ¿sería san Pedro?Insistióconunosgolpecitosmásyalfinmeatrevíamirar,noerasan Pedro,eraDavid. —¿Estamosmuertos?—balbuceé. David sonrió y me tendió la mano. O sea que sí estábamos muertos y Davidmeibaaconduciralapuertadelcielo.Lentamentemedilavueltay meincorporé,laluznoerafulguranteniblanca,seguíamediolúgubre,yel suelo estaba cubierto por cáscaras de cacahuetes, como si durante aquel tiroteo hubieran llovido del techo, entonces... entonces… lo comprendí: no estaba muerta, no. No estaba muerta, no… estaba de parranda, lere, leré. Mediotalalegríaquemepuseenpiedeunsaltoyempecéabrincar,abesar, aabrazaratodos.Estábamostodossanosysalvos,nadielahabíapalmado por mi culpa. Estaban todos allí, vivitos y coleando, saltando conmigo y abrazándose.NuncamealegrétantodeverledenuevolavaginaaFuensanta, que aprovechando la celebración se había vuelto arremangar el camisón y danzabacomounaaborigenalrededordeunahoguera;yoye,SerpienteGirl estabatanestupendamontandosunumeritodeSalmaHayekconRosarioque eratodaunacucada;todomeparecíagenialymaravilloso,habíarenacido. Me di la vuelta y me encontré a David, que me observaba divertido. Me lancéasusbrazos,llenándolelacaradebesos. —Creíaquehabíamuerto,David. Se empezó a reír—. Y yo por un momento, pero me he dado cuenta enseguida de que no nos estaba disparando balas, sino cáscaras de cacahuetes. Lo miré indignada, enfadada con él—. ¿Y por qué no me lo has dicho antes?Casimecagoencima. —Es que estabais muy graciosos todos en el suelo —respondió entre risas,ignorandomigestodeestupor. Cabrón, cabrón, maldito cabrón. Empecé a descargar puñetazos en su pecho. —Tranquila, señorita. —Me sujetó las manos para que no le siguiera golpeando—.Guárdatelasfuerzasparamásadelante—añadióburlónantes demordermelaboca. Y porque estaban todos ahí, que si no, la montamos, la liamos, pero gorda, gorda, gorda. Me faltaban manos para abarcar tanta espalda, tanto pecho.Nohabíabocasuficienteparasaciartantahambre.Denuevotuveque sacarfuerzas,dedondeyanohabíareservas,parasepararnos,todavíaconla respiración entrecortada y la sangre galopándome por las venas por el calentón me aparté un poco de él y le sonreí un poco avergonzada y él tambiénlohizo. —Lomismotedigo,campeón. —Cuandotepille,tejuroquetevoyaromper—susurrósugerenteyme lanzóunamiradalascivaalescote,dondeunosbotonesdesabrochadosporel frenesíhabíandejadoalavistamispechosdesbordados. —Sinoterompoyoatiantes—lerepliquéentonosensual. —Nomelíes,Cam,quenorespondoyademí.Metienesloco,yome rompotodoyoosemerompelapolla. —¿Tu martillo invencible? —me burlé y luego me mordí el labio inferior. —Dios,tefollaríacomounanimalahoramismosobreesesillón—me susurróconlavozdensaporeldeseoacercándoseotravezamiboca. Desvié la mirada hacia el sillón en cuestión, muy tentada por su propuesta, y casi vomito; lo que vieron mis ojos en ese momento era la escenamásrepulsivaquehabíavistoenmistreintaydosañosdevida,yeso quehevistomuchascosas,peroaquelloera,sinduda,demasiadofuertepara mispreciadasretinas. ¿Alguna vez habéis visto un documental sobre el apareamiento de las morsas? ¿Sí? ¿No? Yo sí, y aquello iba mucho más allá, sobre el sillón Fuensanta y Ricardito estaban fusionados, ella sobre sus caderas a horcajadas, el camisón enrollado hasta la cintura, el blanco culo flácido descolgándoselealosladosdelosrollizosmuslosdeunRicarditototalmente entregadoalapasión,suslenguasdanzabanenelairelamiéndosefrenéticas, jugando a un especie de pillo-pillo que revolvía el estómago. Me dio un bajonazodepadreyseñormío,aDavidtambién,sequedómásrígidoqueel palodeunaescobaasimilandolaescena.Nodabacréditoamisojos,melos restregué varias veces pensando que estaba viviendo una especie de alucinacióncausadaporelestrés.Peronoloera,aquelloeramuyreal,yyo no podía entender nada, pero ¿qué coño estaba pasando? ¿Nos habíamos vueltotodoslocosoqué? Tenía que liberar a Fuensanta de esa suerte de encantamiento que le había echado Ricardito, a saber qué clase de enfermedad venérea podría pegarle ese ser. No estaba dispuesta yo a frotarle los bajos con pomada fungicidadurantevariosmesesremordidaporlaculpabilidaddequeaesta chaladaselacayeraeltotoacachos. —Fuensanta, suelta eso, caca, stop, para mujer, desengánchate. —Tiré desucabezacontodsasmisfuerzas—.¿Sepuedesaberquéhaces? —Cam,oooh,Cam,nosabríacómoagradecertequemetrajerasaquí— medijoconlosojosllorosos,comoemocionada,mientrasRicarditopasaba demíyseguíamordisqueándolelosplieguesdelcuello. —¿PodríasdecirleaRicarditoquepare?—Meencontrabaapuntode vomitar,vertalescenadecercaeradepelículagore. Fuensantasegiródenuevohaciaélaúnsubidaensuspiernasylehabló dulcemente.EracomoestarviendounaversióncómicadelDiariodeNoah. —Perdonad,¿algunodelosdospodríaexplicarmedequévatodoesto? —Davidasentíaamiladoperplejo,presodelaintriga. —Verás, muchacha —intervino Ricardito secándose el sudor de la frenteconelpuñodesucamisa—.Graciaspordevolvermealgranamorde mivida,laFuensantica.Estamujerhasioyesmimayorlogroenlavida,ni toelparnédelmundo,nilaIngaconsuslargaspiernasysuculodeacerole hacensombraamiFuensanta.EsenloúnicoqueseequivocólaInodora,mi santa madre no quería que me desposara con ella, no veía bien que me rejuntaraconunaartista. —Pero¿dequéestáhablando?—MiréaFuensantaqueaúnteníamedia tetafuera. —Sí,todoloquediceescierto.Yoeraunagranpintora,eraunamujer adelantada a mi tiempo, una feminista, una activista en los cincuenta. Me mudéalpueblodeRicardito,unaaldeapequeñadePalenciaparapintaruna nueva colección de cuadros. Colección que jamás terminé, una oda a la vagina liberal. Una mañana de ese verano inusualmente frío, me dispuse a coger agua de la fuente. No vi la necesidad de ponerme más ropa que mi camisón de verano y mis chanclas de esparto. Cargué el cántaro y canturreandounacancioncilladelastropasfeministasdelaguerracivilme fuiaporagua.Cuandolleguéalafuentenohabíanadie,mesentéenelborde paraintroducirelcántaroenlaboquillaquetraíaelaguadelarroyo,perocaí dentro de las gélidas aguas. No era muy profunda, pero el frío de aquellas aguasmedejóinmóvilenelaguaconmiescasocamisónveraniego—relató Fuensantacomosifueraunapersonaensusanojuicio. —Allí estaba, con su larga melena rubia empapada asomando por el aguacomounaninfa.Sunaricillaestabarojacomounpimientopicantón.La saquéabrazos.Eraunasirenadeaguadulce,tanbellaysensual,conlatela desuropapegadaalcuerpodejandoentrevertodasuanatomía.Lascostillas se le marcaban frágiles y rígidas, sus pechos como dos huevos fritos de codornizmemirabangolosos.Mequitélacasullaylatapé,estabaviolácea. Lacarguéhastamicampamentoyencendíelfuego.Lapobrenopodíaapenas hablar.—¿EnquémomentoRicarditosehabíaconvertidoenCervantes? —Mesalvólavida,eramihéroe.Mecuidóhastaquerecobréelhablay misconstantesvitalesvolvieronaunritmonormal.Metendióensucamastro dentrodesutiendaynoseseparódemí.Mediosopasdeajo,pescótruchas y cazó liebres y me preparó comidas deliciosas durante tres días. — Fuensanta estaba poseída por algún espíritu, ella tampoco era así normalmente. —Vamos a ver que me aclaré —intervine—. ¿Dices que estuviste tres días semiinconsciente por caer en verano en una fuente, que Ricardito te cuidóensucampamentoaloBrokebackMountainyporesotemorreascon élcomosinohubieraunmañana? —Es más que eso, Camelia, en ese campamento surgió el amor verdadero. Cuando volvimos al pueblo su madre lo repudió. Yo era una especiedehippie,unamujeratípicaenesaépoca.Todoelmundohablóde nosotros, incluso dijeron que yo había drogado al bueno de Ricardito para aprovecharmedeél.—FuensantaagarróconfuerzalamanodeRicardito. —No sabes lo que pasé, muchacha. Mi madre era la alcaldesa de la aldea, menuda mujer la Inodora. Muchos meses nos estuvimos viendo a escondidas, pero la presión pudo conmigo. Mi madre había pagado al Emiliano para que nos siguiera, y a falta de cámaras de fotos, el Emiliano hacíadibujosqueluegoselosentregabaamimadre.UnamañanalaInodora entróenmihabitaciónymedespertóechándomelosdibujosenlacara.— RicarditovisiblementeafectadoabrazóaFuensantacomounniñoasustado. —Esamañana,eltalEmilianoydoshombresmásvinieronamicasay me amenazaron que si no me iba por mis propios pies, quemarían mi casa conmigodentro.Mientrasrecogíamiscosas,laInodorairrumpióenmicasa y me llamó furcia, maqui, loca y un sinfín de cosas que me partieron el corazón.—Ambossefundieronenunabrazosollozando. Miré a David, ¿y si algo así nos pasara a nosotros? Pobre Fuensanta, pobre Ricardito. Quizá la Inodora y el Emiliano fueran los culpables de la demenciadeestamujerquehabíavividosolaysinamortodalavida. —Siempreestuvisteenmicorazón,Fuensantica. Seabriólacamisaalobárbarorompiendolahileradebotonesydejóal descubiertosupecholampiño.Untatuajedeunamujerdelargamelena,con la cara deformada por el paso del tiempo en la piel de Ricardito, quedó expuestoantenuestrosojos. —¿Esasoyyo? —Erestú,miamor,miFuensanta,misirenadeaguadulce. Y tras esas últimas palabras volvieron a engancharse como perros en celo,losdejéhacer;yonoqueríasersuInodoraenestesiglo,peromedila vueltaparanotenerquevolverapresenciarlo.Davidyyonosretiramosde la escena y nos abrazamos con fuerza, afligidos por la historia que nos acababandecontar. 5 ASÍLASALVAMOS 09:25,traslacotorraverde Pesealanochetormentosa,eldíahabíaamanecidosoleado.Erancasi las nueve y media cuando llegamos a la entrada principal del Campo del Moro.Lapuertatodavíaestabacerrada,puesnoabríanlosjardineshastalas diez.Elpuntodeencuentroconlossecuestradoreseraelsiguiente:entrando porelPaseodelaVirgendelPuerto,elprimervialalaizquierda,eltercer pinoaladerecha,dospinosalaizquierdaytresmásaladerecha.Lahora del intercambio: las diez y media. Y nuestro plan: llegar al punto de encuentroantesquelossecuestradores,pillarlosporsorpresayllevarnosa Teresaporlapatilla.Noeraelmejorplandelmundo,peronohabíaotro.No había conseguido el dinero para su rescate, mi anillo de compromiso más falso que Fernando Alonso bailando claqué, se había desintegrado bajo la culatadelapistoladeRicardito,queparaesolahabíasacado,paraasestarle un tremendo mamporrazo que lo dejó hecho un amasijo de cristalitos que daba una pena que pa qué, y con el dinero que me dio por el oro no me alcanzabaniparasaldarlacuentadelacena.¿Realmentelohabríasacadoel cabróndeJaimedeunamáquinadebolas?MalditoJaimeSotomayor,asíte desgarrenelanoconunatapiporladelquince.Miréamiderredorestresada yporesoDavidmepasólabotelladeron;no,sialfinalmeibaaconvertir en la diva del legendario Club Habana, pero aquello no había ron que lo arreglase. Podría enturbiar mi visión de los hechos, pero no el de los visitantesmadrugadoresqueyaseapiñabanjuntoalapuertaynosmiraban dereojomurmurandoporlobajini. —Pero ¿tú nos has visto? —Abrí las palmas mostrándole lo evidente. Teníamos una pinta de friki maníacos de manual que tirábamos de culo y nadieensusanojuicionosdejaríaentrarenunlugarpúblicosinregistrarnos hastalosrectosconunguantedelátexembadurnadodeDurexLoveConnect. David barrió con la vista al grupo: Serpiente Girl, que en realidad se llamabaDébora,nombrequelepegabamásasuserpientequeaella,yJulián ataviados los dos de pollos camperos con viruela aviar; Fuensanta con su camisónretro-cutrellenodelamparonesyelcabelloaloBrujaAveríadela manodeunhombrecilloconelbisoñéaceitosoyunbolsodivinodeLoewe colgado del hombro; yo con mi traje petado de guardia civil; y él mismo, enfundado de Thor y más maquillaje en la cara que la Felicia Braga en su magazine;ysoltóunafuertecarcajada. —SomosdepelículadeBerlanga—seburló. —Somoslopeor,yyoquetrabajabaenunarevistademoda,supongo queyano—sollocéacobardándome,hastaesemomentohabíaconfiadoenla fiabilidaddelplantrazadoduranteeltrayecto,perocadavezteníamásdudas —. Nos van a detener conforme crucemos esa puerta y no volveremos a trabajarenestaciudad. —Venga,va,siparecemosunapandillainofensiva—mepasóelbrazo porloshombrosatrayéndomeaél. —ParecemoslosdelrepartodeBienvenido,MisterMarshal.Eseniño deahínodejadellorar,lotenemosacojonado. David miró hacia el niño y dibujando una amplia sonrisa le guiñó un ojo,yelniñoseladevolvióencandilado—.Novesqueno,meadmira.— Consultó su reloj—. Es casi la hora, Cam. Tenemos que hacerlo. —Me envolviólacaraentresusmanosymemirófijamente—.Túpuedescontodo estoymuchomás.Vaasalirbien.EntraremosahíyrescataremosaTeresa. ¿Qué puede fallar? Esos tipos son tontos del culo y nosotros somos seis, y tenemosunaserpienteconinstintosasesinos. —Y una traca, muchachotes —apuntó Ricardito por detrás, cada vez estaba más arrepentida de haberlo sumado al rescate, pero Fuensanta había insistidoenvenirporquesegúnellapodíaresultardegranayudayélnose había querido separar de ella, de hecho creo que vino con su dedo pulgar metido en la entrepierna de mi vecina y le debía atufar a bacalao inglés maceradoenaceitedecolza;esededoloperdíafijo. —¿Túcrees?—preguntéyonerviosa. —Estoyseguro. —¿Delatracavalencianaodemí? —¿De ambas cosas? —contestó dubitativo—. Tranquila, todo saldrá bien, la traca los disuadirá un poco y creo que a estas alturas tenemos que atacarconloquetengamos. Tener a David a mi lado me llenaba de bastante confianza. Tenía esa aura de seguridad que se expandía a su alrededor impregnando el aire con determinación. Y aunque el plan incluyera una traca de boda pueblerina, lo veíacapazdetodo,poresorespiréhondoymedije:«Allávamos,quesealo queDiosquiera». —Podemos—afirmóJuliánabrazandoaDébora. Nos sumamos todos en un abrazo conjunto y lanzamos al aire nuestro grito de guerra, también era la contraseña de alarma por si las cosas se complican:«Salchichamuerta».Enmirostrosedibujóunasonrisadealivio alsepararnosyunsoplodeairefrescollegóamisfosasnasales,pueselolor asobaquilloyaeralatenteyelambienteeraespesoenconjunto. Cogí la botella de ron y le di un trago llenándome de temeridad y esfumandoconeldulzónbrebajeelpánico.Davidvolvióarepasarelplan: cuando abriesen las puertas nos desplegaríamos en círculo alrededor del puntodeencuentro,tanprontollegasenlossecuestradores,DavidyJuliánlos asaltaríanylosdejaríanKOconsendasllavesdejiu-jitsu.Actoseguido,nos llevaríamos a Teresa a un lugar seguro que habíamos marcado en el plano comoZS.Fácil,prácticoyeficiente. Alas10:00abrieronlaspuertasyaprovechandolaentradadedecenas depersonas,quevestíandelomásnormalparaunsábadoporlamañana,nos filtramoslapandadelpantorraosinlevantarlassospechasdelosvigilantes, aunquehabíamosacordadodecirqueéramosdelshowdeLosLunnisencaso de interrogatorio. Yo seguía sin tener muy claro quién podría ser yo: ¿Guardiasevilero,talvez? JuntoaDavidseguílarutaquelehabíatrazadoeneldorsodelamano. Enpocosminutosllegamosalpuntodeencuentro,nosagazapamostrasunos matorralesyesperamos. —¿Ysinosalebien? Me miró de soslayo sin quitarle ojo al claro del bosque donde no tardaríanenllegarlossecuestradoresconTeresa—.Saldrábien,yahasvisto loquesoycapazdehacerconestas.—Levantólasmanoshaciamíconuna sonrisallenadeconfianza. —¿Ysitenemosquesalircorriendo? —No te perderé en ningún momento. —Me tomó la mano entre las suyasdándomeunapretón. —Yaséloquenecesito. Memiródirectamente—.¿Qué? —Nopuedocorrerconesto.—Leseñalémiszapatillasflúor.Abrími bolso,saquémisManolosylosagitévictoriosaenelaire. David meneó la cabeza a los lados sonriendo mientras me veía intercambiarconrapidezlasdeportivasporlossalonesmásbonitosqueha parido zapatero—. Ya decía yo que la loca del zapato no podría ir sin sus preciadosManolos. —Cómo me vas conociendo, truhan. Ahora sí que estoy lista —dije feliz,golpeandoelinteriordelostalonescomoDorothysuschapinesderubí —.Toto,meparecequeyanoestamosenKansas. Davidmemiró,confuso. —Nohagascaso,estoyposeídaporlosmusicales. —¿Hayalgomásquedebasabersobreti? —Que mi grupo favorito es Camela —dije bajando la voz hasta lo inaudible. Esta vez sí que me miró confuso, confuso, confuso. Me encogí de hombros,¿quélevoyahacer?Asísoyyo. Asintió pensativo, pero no dijo nada. Volvió a consultar su reloj, eran lasdiezyveinteyporallínoseveíaunalma.Sacóelmóvilylemandóun whatsapp a Julián. Un segundo después le sonó un aviso. Ellos tampoco habíanvistoanadie. —¿Tienesalgúnmensajemásdelossecuestradores? Nerviosa, busqué el móvil de Teresa en el fondo del bolso. Lo tenía apagado.Muerto.Sinbatería. Esperamos diez minutos más y seguía sin aparecer ni Dios. David empezóaimpacientarsecuandomeviosacarunpintauñasRawAsNightde RimmelLondon. —¿Quéhaces? —Matareltiempo. —Algo hemos hecho mal —dijo—. ¿Estás segura de que esta es la posicióncorrecta? —Hombre,semedamejorlaizquierdaqueladerecha,peroesquesoy diestra.Nosufras,simesalgotengounospalitosfinos,finosparamojaren quitaesmalte. Eres muy amable por preocuparte por el estado de mis uñas, teeeecomooooo. Levantó los ojos al cielo, mostrándome unos globos oculares increíblementeblancosparaunanochedevigilia—.Digolasseñasdelpunto deencuentro. —A ver —dije cogiéndole la mano con mucho cuidado de no embadurnarme las uñas, que puede que el esmalte fuera de secado rápido pero tampoco había que fiarse mucho, luego leí—: Paseo de la Virgen del Puerto,elprimervialaladerecha,eltercerpinoaladerecha,dospinosala izquierdaytresmásaladerecha. Memiróconlosojoscomoplatos.Québonitoseran,meteníanloca. —Anteshasdichoizquierda. —Yahora.—Lerepetílasseñasconmásahínco. —Elvialdelaizquierda.¿Síono?—Susojosrelampaguearon. —Yo…eh.—Meaturullé.Demasiadapresión—.Noestoyseguradelo quehedicho. Davidserotólamuñecaparapoderleerlanotadelderechoylaleyó condetenimientounossegundos,alfinhabló: —Ponederecha. —Puesderecha,aquíestamos. —Chisss, viene alguien. —Me tapó la boca, agachándonos y luego envióaJuliánunmensajeindicándolequesepreparara. Escuchamos unas voces acercarse. Aunque no podíamos verlos, dos hombresconversabanuntantoalteraros,parecíannoestarmuydeacuerdoen algo.ATeresanologréescucharla,posiblementelallevabanamordazadao algoasí,porqueparaqueellanosoltaseprenda…Desdemiposiciónnoveía bien,perotanprontoDavidyJuliánselanzaronsobreellos,seempezarona escuchar unos gritos de lo más afeminados. Y como eso no me encajaba mucho,medecidíaponermeenpieytenerunmejorángulodevisión. —¿Es un atraco? ¿Tienen armas? —gritó histérica una mujer, vestida con un conjunto deportivo blanco que me encantó nada más verlo, mientras forcejeabaconsuspropiosdedos—.Fernanda,trágatelosanillos. LatalFernanda,nicortaniperezosa,empezóapropinarlemamporros con su bolso a un desconcertado Julián que como David estaba paralizado porlaincertidumbre. Deprontoseescuchóundisparoyluegootroyotro;másqueuntiroteo era una composición muy ruidosa y rítmica de una gran potencia sonora. Maldito,maldito,malditoRicardito.PutoRicardoysuputatraca. —¡Disparos! ¡Es una metralleta! —gritó horrorizada la mujer del conjuntoblanco. Lasdosmujeressetirarondebrucesalsuelocubriéndoselascabezas. Yo observaba la escena sin acabar de creerme lo que estaba pasando mientras lo peor estaba por llegar. Lo primero que percibí fue como un zumbido fuerte sobre mi cabeza, al mirar arriba, noté las ramas agitarse intensamente,comosialguienestuvierasacudiendoelpinoconfuerzadesde lacopa.Empezaronacaercomounalluviaseverademeteoritosverdes,se lanzabansobremí,osobrenosotros,alavelocidaddeunrayo,picoteándome lanucayelcuerocabelludo,yestirándomedelpeloconsussiniestrasgarras. Yo no podía mirar, estaba paralizada por el pánico, no sabía qué eran con exactitud,aunquenoteníalamásmínimadudadequeeraalgunaespeciede pajarraco malnacido. Al poco se empezaron a escuchar unas sirenas. Seguramente los vigilantes habían escuchado la traca de Ricardito y ya estabanencamino.Teníamosquesalirporpiernasparaquéosquieroantes de que llegasen. Nos iban a detener, lo del show de Los Lunnis no iba a colar,RicarditonopasabaporLucaneronidecoña...Yaunquecolara,nadie podríaculparlesporhaceralgoasí,estábamosestresandoalaflorayfauna deljardínyesoeraimperdonablepormuchoqueyoodiasealosbichoscon plumas. Por mi culpa, mi idiotez mental, mi memoria de pez, se había arruinadoelplandemierdayTeresalaibaapalmar.Eracarnedesalchicha Frankfurtpormiculpa. David vino hacia mí y me cubrió con su cuerpo, protegiéndome la cabezaconlasuya. —Tenemosquesalirdeaquí. —Nopuedo,David,nopuedo,medanmuchomiedo.Odiotenermiedo, peronopuedoevitarlo—farfullésinlevantarlacabeza. —Levántate, no abras los ojos, yo te protejo, no dejaré que te hagan daño. ConlaspiernastemblandocomounflanmedejéguiarporDavidentre los árboles, cuando llegamos al vial empedrado vimos aparecer unos dos vigilantesporcadaflanco.Mecubríelrostroconlamáscara,peronohabía escapatoria posible. Aterrorizada miré a David, suplicándole con los ojos quemesacarádeallí. —¡Ahíestán!—gritóunodelosvigilantes. —¡Deténganse!—nosordenóotro. —SeñorGonzálezlehevisto.Yaustedtambién:Thoraoloquesea. Davidretrocedióunospasosyvolvióaarrastrarmealazonaarboladay corrimosduranteunosminutoshuyendodesusvocesquenosperseguíansin descanso. De un fuerte tirón me lanzó bajo un pino frondoso que con sus ramas retorcidas formaba una especie de cueva. David arrancó un arbusto tupidodealgunahierbaaromáticaynoscubrióconella.Nosocultamostras ella mientras los vigilantes pasaban de largo, pero al poco retrocedieron y comenzaronrastrearlasinmediacionesennuestrabusca.Cuandoyacasilos teníamos encima, Fuensanta resurgió de la frondosidad como una ninfa primitiva del bosque, se había despojado de su camisón y danzaba en pelotas, a la vez que coreaba cánticos fuensánticos, brindando todos sus atributosfemeninosalosojosdelosvigilantes,queempezaronamirarselos unosalosotrossinsaberquéhacer,nosabíansimiraronomirar,unohasta retrocedió unos pasos haciendo la cruz con los índices mientras balbucea «Vade retro Satanás». De nuevo sus tetas flácidas ondeaban como ardillas voladoras,eraunjodidocarruseldemedusascongorrito,mientrasrecitaba: «Inodora,traidora.Ricarditoesmibomboncito». Davidmecogiódelbrazoymesusurró: —Ahoraonunca,corre,Cam,demuéstrameloquesabeshacerconesos zapatos. Ycorrímásqueunalocaescapadadeunedificioenllamas.Sinaliento, atravesamos la arboleda, hasta llegar a un nuevo vial, despejado de vigilantes. El sendero se hallaba sumido en la serenidad, pero yo todavía seguía atacada por los nervios y solo podía escuchar los latidos de mi corazón. —Tenemosquecambiarnosderopa,ahoramismodebenhaberavisado a todo Dios de cómo vamos vestidos —me dijo David con la voz entrecortada.Teníalasmanosapoyadasenlasrodillasyserecuperabadela carrera. —Yo llevo en mi bolso una muda de repuesto —dije orgullosa de mí mismayseloabríantelosojosexponiéndoleelinterior;sacudiólacabeza impresionado. —Madremía,todoloquellevasahí—exclamóymesonrió—.¿Algo quemepuedavaleramí? —Ven.—Losaquédenuevodelcaminoymelollevétrasunárbol—. Voyalimpiartelacara—ledijesacandounatoallitahúmedadelpaqueteque siemprellevabaenmikitdesupervivencia. Sesentóconlaespaldaapoyadaeneltroncoyyomesentéahorcajadas encimadesuspiernasmuyconscientedequeaquellaposiciónerademasiado cachonda para la situación en la que nos encontrábamos. David me acariciabaconlentitudlosmuslosconlospulgaresmientrasyomeafanaba enborrarcualquierindiciodeFridadesurostro. —¿Quéhacemosahora,David?Elplansehafastidiado. Daviddejólasmanosquietas,muyamipesar,ysacósumóvil—.Son las once menos cuarto, los secuestradores deben seguir en el punto de encuentro,soloquenodebeserenelqueestábamos. —Joder —sollocé—, qué tonta soy, seguro que me he equivocado cuandoloheapuntado. —No eres tonta —me replicó tomando mi cara entre sus manos—, es mucho estrés para ti. Le podría haber pasado a cualquiera. Demasiadas derechaseizquierdasentanpocopárrafo.Eramuylioso. —Sí,muylioso—Lesonreíagradecida. —Julián y Débora también han conseguido escapar gracias a la intervencióndeFuensantaynosesperanenlaentrada. —Menosmal—suspiré—.¿YFuensantayRicardito? —Deellostodavíanosénada—seencogiódehombros—.Tendremos que esperar. —Asentí preocupada, desde luego le debía una a Fuensanta. Teníabastanteclaroquelatíaselopasababombamontandosusnumeritos deloca,peroenestecasohabíasidoenmiayuda.Graciasasuimprovisado show habíamos logrado escapar de los vigilantes y posiblemente en este momento la llevaban esposada a algún calabozo o sala de torturas que tuviesen habilitada para tales menesteres en el jardín—. Deberíamos conseguiruncargadorparaelmóvildeTeresa.Lomismolossecuestradores tehanescritoalgúnmensajemás. —Detodasformasnomesésupin,pero…—abríelbolsodenuevoy comencéarebuscardentro;conlasprisasnoencontrabamimóvil,asíquelo pusebocaabajoylovaciéporcompletoenelsuelo.Habíadetodoloque debe haber en el bolso de una mujer precavida: la cartera, un cepillo del cabello con unos cuantos pelos enmarañados, un espray de pimienta, un pintauñas, una cucharita de café para rizarme las pestañas, un par de tamponesporsiaca,unadocenadetiquesdecomprapegadosauncaramelo de tofe sin envoltorio, las llaves de mi apartamento y de la casa de Jaime, unacamisetablancadealgodónqueusabaparadormir,elSamsungdeTeresa y el iPhone de Jaime, un vestido de punto negro de Mango, un corta-pelos paranariz,unospantiscolorcarne,elCuoredeesasemanahechounrulo,un comprimido de algún medicamento caducado, algo de calderilla, mi neceser…yunatiradediezuoncecondones,quemeapresuréataparconel vestido, pero ni rastro de mi móvil—. Joder, ¿dónde está? —me quejé metiendo la cabeza dentro del bolso vacío y registrando en todos los bolsillosinteriores. —¿Québuscas? —Mi puto móvil —respondí espolsando el bolso de nuevo sin ningún resultado. —¿Seguroquelohascogido? —Sí. —Pues tiene que estar —dijo levantando el vestido negro y dejando completamente expuesto mi escuadrón de protección contra sus minithorpedos. —¿Yesto?—Seriocogiendolatiradecondones. —Porsiacaso—dijeconlabocachica. —¿Por si acaso soy un semental? —bromeó comiéndome con sus preciososojos,queahorayameresultabantanfamiliares. —Nuncasesabe. —¿Aúnpensabasfollarconmigo?—Susojossedeslizaronpormicara conrumboamiboca. —Puede—respondísabiendoquelacosaseestabaponiendoseria. —Yo no pienso en otra cosa, Cam, y me jode mucho por tu amiga Teresa,quelodebeestarpasandofatal,peroyo…yo…—Sedetuvo,bajó los ojos y luego los levantó y miró dentro de los míos. Me estaba mirando con una expresión muy seria que hizo que mi corazón se acelerase—. Solo puedopensaren…enti,megustas.Megustasmucho—meconfesóenvoz baja manteniendo la vista clavada en mis ojos e hizo una pausa que se me hizo interminable. Casi no podía respirar—. Eres divertida, encantadora, brillante... Cam, eres preciosa y yo no puedo pensar en otra cosa más que en… —acercó sus labios a los míos— en besarte. —Y me dio un beso mullido que me dejó sin respiración—. Y morderte la boca —me dio un bocaditopequeñoquenohizomásqueavivarmihambre—.Yacariciartus tetas, tus preciosas tetas que me tienen loco toda la noche —me susurró cubriéndome los pechos con ambas manos y con una agilidad pasmosa de dedos me desabrochó cinco o seis botones de la camisa dejando mi acelerado pecho al descubierto, el corazón me latía con una fuerza brutal. Davidrodólosojoshaciaabajoysemordióellabio.Joooder—.Cam,tus tetas —las abarcó por la parte inferior alzándolas hacia él, mientras deslizaba los pulgares por encima del sujetador masajeándome los pezones —sonunadelicia.Tengohambre.Melasquierocomer—bajómáslavozy loslabios,dispuestoahacerlo.Unadesusmanosseposósobreunodemis pechos,ylaotrasubióhastaminucajugueteandoconmipelo. —Mamá,aquíhayunaseñoraconlasglándulasmamariasalaire.—Un niño de unos nueve o diez años nos señalaba con el brazo extendido y una sonrisaretorcidaenlaboca.Mecubrírápidamenteelpecho,avergonzada.El mocosomeacababadehacerunaradiografíaconlosojos. —Pedro,venaquí—legritósumadrepordetrásdelárbol. —¿Esunaprostituta,mamá?—preguntóelcríosindejardemirarnosy haciendocasoomisoasumadre. —Chaval,¿porquénohacescasoatumamá?—ledijoDavidentono amenazante,poniéndoseenpie. —Mamá,esunadragqueen—aúntuvocojonesdedecireljodidoniño antesdesalirhincando. Davidyyocruzamosnuestrasmiradasynosechamosareír. —Vaaserqueno—dije. —Seráquenoesnuestrodía—admitióDavid,resignado. —Ponteestacamiseta.—Ledimicamisetadedormir. Davidlamiródudosoporunossegundos,peroactoseguidosesacópor lacabezalaarmaduradeThoryselapusoencimadelsuéterdemicrofibra negroquellevabadebajodeldisfraz.Parecíaunmacarra,perodesdeluego ya no era Thor. Era mi turno, David se puso delante y con su corpulento cuerpo me tapó mientras me cambiaba de ropa, cuando terminé ya no quedabaenmínadadelaguardiacivilpetadaalosexy,volvíaaseryo:la Camestilosadesiempre. —Mira —dijo David, agachándose—. Aquí estaba tu móvil. Estaba escondidoentrelasprendas. Lo encendí con rapidez y en un segundo cayeron algo así como cien mensajesdeWhatsApp.Busquéalgunodeunnúmerodesconocido,perono encontréninguno. —Nada—dijetriste. —Noimporta,labuscaremos—dijoDavidmientrasescondíanuestros disfraces debajo de un arbusto, luego me dio la mano y desandamos el sendero hasta la Puerta del Paseo de la Virgen del Puerto donde Julián y Débora nos esperaban; también se habían desprendido de sus disfraces de polloslocos,yparecíanunaparejadelomásnormaldisfrutandodeunpaseo románticoenlosjardinesunsábadoporlamañana. 11:10,perdicesenescabeche —¿Sabéis algo de Fuensanta y Ricardito? —preguntó Julián preocupado. —Nirastrodeellos.Esprobablequeloshayandetenido—lecontestó David—. Deberíamos ir a comisaría y preguntar por ellos, nadie nos va a reconocer de paisanos. Además, deberíamos dejar el caso de Teresa a las fuerzas de seguridad dadas las circunstancias. —Me sonrió para aliviar la tensiónqueyoteníaencima. —Me parece bien, os agradezco mucho toda vuestra colaboración, de verdad, pero es primordial saber dónde está Teresa y salvarla de su cautiverio, su marido debe estar muy preocupado —dije con un gesto compungido,asaberquélehabríanhechoesosdesgraciadosalapobre. —Disculpa. —David me soltó la mano y se adentró de nuevo en el parqueandandounosmetros. —¿Dóndeva?Elestómagomeruge,necesitamoscomeralgo.—Julián teníarazón,yotambiénestabahambrienta.Todosestábamoshambrientos. —Esperad aquí. —Decidí entrar en el parque yo también para comprobarquénariceshacíaDavid. —¿Sepuedesaberquéhaces? —Mira allí, juraría que esas mallas las he visto antes. —David me señaló una zona algo despejada de árboles donde había una especie de dehesadecésped—.CreoqueesTeresayestácondoshombres,¿laves? Agucé la vista hacia donde David me indicaba y la vi, iba vestida tal cuallahabíamosdejadogroguienelsofá:esacombinaciónabominablede mallasysudaderadelRayoVallecanoeraninconfundibles—.Sí,laveo.Es TeresaymismallasdeZumba,pero¿quéestánhaciendo? —Vayamosacomprobarlo. David me agarró la mano en ese gesto, tan de parejita feliz que ya habíamosconseguidohacernuestro,ymearrastróatrotehastaellugardonde estabamiamigacondoshombres,quetambiénconseguíreconocerconforme nos acercábamos a ellos: las tachuelas de la botas del falso poli vaquero brillabanconluzpropiaenlainmensidaddelverdecésped.Noparecíapara nada la escena de un intercambio de un secuestro. A medida que nos acercábamosparecíamáselescenariodeunaclasedeThaiChioalgúntipo acrobáticodegimnasiaparajubilados. Cuandoporfinpudedefinirbienlascarasdelosindividuosydescubrí que efectivamente se trataba de Teresa, un calor sofocante, preludio de un cabreomonumental,mesubiódesdeelpechoalacara. —María Teresa Jerez de la Frontera —grité tan fuerte que varios pajarracosvolarondespavoridos—.¿Sepuedesaberquéestáshaciendocon estosdosseñores,conustedeshablaréluego,tanfelizycampante? —Cameliaaaaaaaaa—. Teresa vino corriendo hacia mí como si nada, estabaclaroquesufríaelsíndromedeEstocolmoomejordichode«¡estoes elcolmo!»MalditaTeresita,todalanochepadeciendounhorrorporellay ella más feliz que una perdiz, o una grulla, pues eso era lo que estaba haciendo momentos antes—. Cam, sé que estarás superenfadada, más que súperdiríamega,extra,infinitamentecabreada,perodéjamequeteexplique. —Y tanto que me vas a explicar. ¿Eres consciente de lo que hemos pasadoestanochelapandayyo? —¿Qué panda? —Teresa se extrañó, lógicamente, qué mierdas iba a saberella. —Noimportaquépandaahora,loqueimportaesquenoshemosjugado eltipoporti,creyendoqueestabassiendotorturada,vejadaopeor,violada. —Lo siento, Cam. —Teresa agachó la cabeza—. Te he enviado unos cuantos mensajes a mi móvil para decirte que no te preocuparas, pero está claroquenoloshasrecibido.—Neguéconlacabeza—.Losiento,losiento mucho. Me secuestraron, eso es cierto, pero estos dos hombres son buena gente de verdad y bastante leales con sus contratadores. Intenté sacarles información de quién los mandaba a secuestrarme y no han soltado prenda. Mehantratadocomounareinayademás...—Teresamehizoungestopara quemeacercaraparasusurrarmealgo—.Creoquemeheenamorado. —¿QUÉEEEEE? David que estaba hablando con los supuestos secuestradores volteó la cabezahacianosotrasyyolehiceungestodequenopasabanada. —Meheenamorado,Cam.RistoescomoelmalodePrisonBreakpero enbueno.—Teresaseagarróelpechoemocionadísima—.Lohemoshecho tres veces esta noche, tengo el asunto para tratamiento con aceite de crisálida. —¿Túestásmaloquétepasa?¿Tehandrogado?Oh,myGod!Atite han quitado un riñón y por eso no riegas en condiciones. —Le levanté la sudaderaparacomprobarquenolefaltabaningúnórgano. —ParaCam,para,estoybien.DeberíapresentarteaRistoyAmancio. La idea no me apetecía, pero Teresa no atendía a razones, estaba pletóricadealegríaypasión.Eraevidentequeestabamásquebienyqueno sufría ningún daño físico, solo el puto síndrome de Estocolmo. Algo que hastaentoncesyonocreíaposibleyqueenaquelmomentopudecorroborar quesíexistía. CuandollevémivistaallugardondeestabanDavidyloscaptorescasi me da un síncope. De nuevo, no estaba preparada para lo que vieron mis ojos:lostresestabantranquilamentemontandounpicnicsobremimantade dálmata y David ya devoraba a dos carrillos un sándwich, con muy buena pinta,mientrasconversabajovialconlosdostipejos:Ristoyelotro,eltal Amancio. —Cam,siéntate.¿Teacuerdasdeellos?—Davidestabacomoposeído por Jose Manuel Parada y su pianista—. Deberías probar uno de estos sándwichesdehumusconpiñones. —No quiero un sándwich de humus. —Mi vista se fue directa y en contra de mi voluntad a la cesta de mimbre repleta de bocados de pan de centeno—. Prefiero ese de ahí. —Y literalmente me abalancé sobre el sándwich. —Ese es el más especial, es de tortilla con pimientos asados y salsa gravi.Lohacreadomiamorcito.—ElsecuestradorseacercóaTeresayle diounpico. DedujeyosolaqueeraRisto,peronomepresenté;teníatantahambre queestabamuyconcentradaencomermeelsándwichdelamor. Davidrecibióunallamadaalacualcontestóconunoscuantos«ajá»ala vez que engullía con voracidad un sándwich tras otro. Si ya me decía que teníahambre. —Ajá, ajá. Gracias, nos vemos, tío. —Lo miré esperando una explicación de esa llamada—. Era Julián. Ricardito ya le ha llamado para decirlequeloshanapresado.Dicequesevanadesayunaryluegosepasarán porcomisariaparasolucionarlodeFuensantayRicardito,alfinyalcabo, essucliente.—Ydenuevosecentróensucomidatragandocomolospavos. —Parecequenohayascomidoenunasemana. —Tengo que coger fuerzas, señorita. Tú hoy no te me escapas, que todavíalatengoduraporlodeantes.—Meguiñóelojoymederretícomoun poloenplenoagosto. No sé cómo ni por qué, pero el tema del secuestro, que tantos quebraderos de cabeza me había dado en las últimas horas, pasó a un segundo plano, quedó en agua de borrajas. Ya no era un asunto primordial, nadiesemoríadeverdad,solodeamor.MiréaTeresa,queseguíaabrazada aRistoylellenabalabocadebesosentrebocadoybocadodesándwich,y sonreí, ¿quién se iba a imaginar que la iban a secuestrar y acabaría enamorada hasta las trancas de su secuestrador? Parece absurdo, lo sé. Sé quenadadeloquepasóaqueldíatienemuchosentido,peroestalycomo sucedió, yo solo me limito a relatar los hechos. Acabamos los cinco descojonados,bebiendochardonnayycantandoTúmecamelas,enelparque unsábadoporlamañana.Micabezasehabíarelajado,Teresaestababieny eraloúnicoimportante,yatendríamostiempodehablarellunes,oelmartes, o dentro de un mes, de todo esto con un té por medio y un poco más de cordura.NosdespedimosdelostrescantoresdeHíspalisylepedíaDavid quemellevaraacasa,estabaderrotadaporelcansancio. 12:00,ynoscomimoslasperdices —¿Teatrevesapasarveinticuatrohorasmásconmigo?—lepreguntéa Davidrecostándomeenlapuerta. Leagarrédelamuñecaytirédeélhaciamíparaenvolverloentremis brazos.Unadesusmanosseposóenmitrasero,laotrasubióhastamicara. Supulgarsedeslizópormimejilla,dejandoasupasounrastrodelicioso—. Suenabien,pero¿quétalsifollamosunpocoyluegolodecidimos? —¿Qué?—quisehacermelaestrecha. —¿Cómo voy a tomar una decisión de esa índole sin haber probado anteslamercancía? —Eres un canalla, eso no se le dice a una mujer —protesté un poco, peroflojoparaquenometomaramuyenserio. David me tomó la barbilla con los dedos, me levantó el rostro e inclinandosucabezahaciamí,atrapómislabiosentresusdientes,suavecito, como a mí me gustaba y comenzó a ronronear unas letras que yo me fui tragandounatrasotra:«Perotú,perotú,perotú,perotú,perotúdimede dóndesales.Estásloca,losé,perotuluzeslomásgrande.Perotú,pero tú, pero tú, pero tú, pero tú dime de dónde sales, pero no importa amor cada día ni me vale. He de reconocer que tienes valor, salpicándome de risasyfe…[5]»mientrasleibamordiendolaboca. —Calla, boba, tú eres mi mujer, mi chica loca, mi loca del zapato. Quieropasarcontigoveinticuatrohorasmásytodaslashorasdelrestodemi vida—susurróantesdefundirporcompletosubocaconlamía. —¡¿Qué coño?! —exclamamos los dos al unísono unos segundos después, justo en el momento en el que nuestras lenguas ya se habían reconocido y habían pasado al saqueo mutuo. Un saqueo alocado, apasionado,incendiario.EnredélosdedosenelpelodeDavidylesujetéla cabeza.Depieallí,alcobijodemiportal,notéelinstanteenelqueDavid perdía el control y el beso se tornaba más caliente, más húmedo. Me besó comosidemítuvieraquesacarelairenecesarioparallenarsuspulmones. Mismanosrecorrierontodosucuerpoamialcance:laespalda,losbrazos,el culo,suinminenteerección,porencimadelaropa…Cualquieranosparaba anosotrosahora,conelhambrequenosteníamos. David cayó con todo su peso sobre mí cuando la puerta se abrió con fuerza,dejándomesinrespaldoderepente. —Pero¡quépocavergüenza!Avuestraedadymontandounespectáculo verde a plena luz del sol —nos amonestó la señora Paca, mientras nos espoleabaconelandador. Miré a David y cuando él me miró, comenzamos a descojonarnos sin remedio, ante la mirada colérica y escandalizada de mi casera que seguía atizándonosconsuimprovisadaarmagolpeadora.Loagarrédelamanoytiré deélhaciendocasoomisodelosgritosdelaseñoraPaca,queestaríamedio coja,sí,peroenunacompeticióndeberridosnolaganabanadie.Recorrimos como dos liebres la corrala y a trompicones subimos con rapidez las escaleras hasta mi apartamento. Traté de abrir la puerta; los dedos me bailaban solos, estaba nerviosa perdida como una cría que se enfrenta a su primeravezpremeditada,hastasemecayeronlasllavesdelasmanosunpar deveces.Davidmeayudóyporfinlapuertaseabrió.Laestampécontrala paredparadarnospaso,alogrande.Sindejardebesarnosfuimosrodando hastaelcentrodemisalón,queseguíahechounadestroza,piséunacajade cerealesyDavidlediounapatadaaunalatadecervezaqueandabaporahí tirada.Comountorobravíoseechóhaciaatrásparaarrancarselacamisetay elsuéter,queconlasprisasselequedóenganchandoenlacabeza,yconun pardetironesmásseloquitó;yoloobservabaenajenadaporlapasión.Me miróhambriento,conojitosde«túnotemeescapas»,mientrassequitabalas mallas de superhéroe dejando a la vista un bóxer negro que delataba sin modestiaeltamañodesusuperpolla,desumagníficoymilagrosomartillode Thor.Excitadaniveldiez,mearremanguéelvestidohastalascaderasydeun solo movimiento me despojé de él. Nos miramos frente a frente, separados porapenasunmetro,deleitándonosconlavisióndenuestroscuerposcasien cuerosporunossegundosantesdefusionarnos. Y el resto… pues ya os lo podéis imaginar: increíble, maravilloso, glorioso…Noesquenotengapalabrasparadescribirloconmásdetalle,es que, simple y llanamente, no me sale de la clotilda; que una puede ser una lenguaraz,talvezindiscretalamayorpartedelasveces,perohaycosasque una debe guardarse para sí, y lo que en mi apartamento ocurrió durante las siguientes, no veinticuatro, sino cuarenta y ocho horas, forma parte del secreto de sumario. No voy a mentir ni poner los dientes largos a nadie diciendoqueestuvimosenganchadosdalequetepegotodoesetiempo,pero sí os diré que mi arsenal de condones lo fundimos, y entre polvo y polvo, dormimosycomimosalgoparareponerfuerzasybebimosmuchaaguapara no deshidratarnos. También nos reímos recordando las horas previas y charlamos largo y tendido conociéndonos un poco más. Por cierto, David tambiénamabaensecretoaCamela,asíquelavozdeÁngelesMuñozsirvió para enmudecer nuestros jadeos, gemidos, rugidos y, sobre todo, mis entusiastasgritosencasitodoslosorgasmosquedevastaronnuestroscuerpos hasta dejarnos derrotados, como piltrafas, tanto que el lunes llamamos a nuestros respectivos trabajos para decir que teníamos la gripe. Sí, sí, la gripe.Ja,lagripesexual.Quécarajo,noslomerecíamos. Niunasemanamásduréenlarevista,apartedequeaquelputotrabajo meconsumíalavida,elambientenoeraloquesediceagradable.Vercada día el careto de salmón estreñido de mi excuñada Greta la Mofeta y el de Sandro, el porculador number one del año, no era muy grato; solicité un despido improcedente, y aunque Sandro se opuso en un principio, unas comprometedorasfotosdesuchorraembadurnadadealgosospechosamente marrón lo animaron de repente. Me despidieron y como millones de españolitospaséaengrosarlalistadelparo.Unoscuatromesesdespués,me aburríaunpocolaverdad,trasleerunsobrecogedortitularenlasecciónde sociedaddelHola:«ElempresarioJaimeSotomayorsehaceHareKrishna», sinpensarmucho,encendímiportátil,abríelWordycomencéaescribirpor escribir.Cuandomedicuentallevabacincohorastecleandopalabras;másde seis mil indicaba el procesador, y una hora de retraso; había quedado con Davidparaverunapelículaenelcine,yporincreíblequeparezcaeraunade Marvel:Batmanv.Superman:elamanecerdelajusticia,queporcierto,me encantó,ynosoloporSupermanqueestáunratobueno,lamanodeDavid haciéndomemasajesenelmuslo(avisodespoiler)ayudóbastanteasuperar sutrágicamuerte,¿ono?;elfinalyanolovi,meestabaponiendociegademi superhéroeparticular.Esobviodecirquenosvadefábula,somosfelicesy comemos perdices, aunque esto último solo de forma literal, sigo sufriendo unpánicoatrozporesosbichosvoladores. Hace un mes vinieron Julián y Débora a cenar, además de a Rosarito disfrazada de Pocahontas, traían una buena noticia: ¡estaban embarazados! Ellosaseguranqueesdeunniño,aunqueyotengomisseriasdudas,deesa insólitafusiónnopuedesalirnadanormal,talvezunalíenounaespeciede ser mitológico: mitad reptil mitad pijo. Descuento las horas hasta su nacimiento,queseráendiciembre,yo,porsiacaso,yamehecompradoen Aliexpressunaspolainasprotectorascontramordedurasdeserpientes. MivecinaFuensantarecobrólacorduraabasedepolvos,elRicardito era todo un semental y le echaba hasta tres por día, uno tras cada comida importante;loséporquelosufríduranteuntiempo,hastaquedecidímudarme con David a su precioso adosadito en su barrio de toda la vida. Al poco volvióapintaryseenfrascódellenoenunproyectosexo-cubista;laBiturbo lehacíamuchodemodeloyconeldineroquesefuesacandopudocostearse porfinunarestauraciónestéticadentalcompleta. Teresayyoseguimossiendobuenasamigas,aunqueahoramismononos vemos mucho. Poco después de separarse de Jose Luis se fue a vivir a un pueblo perdido en la inmensidad de Castilla León, por lo visto necesitaba insuflar algo de emoción a su vida, ya que el mueble humano, como ella llama a su ex, la aburría profundamente. Es muy feliz ordeñando ovejas, o vacas, o lo que sea que críen ella y Risto en su granja de Talavera del Zoquete, y mantenemos un dialogo fluido por WhatsApp cuando sus agotadoras tareas granjeras se lo permiten, y sus tres retoños, que también viven con ellos y la siguen desquiciando con los malditos Cantajuegos. Un mesmástardedemudarsemeescribió,queríaconfesarmealgo,algoquele afligíaelcorazónynoladejabadormirenpaz,esodijo,aunqueyonomelo creo.¿OsacordáisdequemiabuelaBibimemandabamensajesdesdeelmás allá?Puesno.NoeramiabuelaBibi,eralajodidaTeresitaquenosabíacon quéperdereltiempo.Tantaerasudesazónquehastasecompróunmóvilcon tarjeta prepago para tal fin la hija de puta u Hija de la gran fruta, qué desgraciadalajodida. Como podéis apreciar, mi terapia Antitac se fue a la puta mierda tras aquel día de locos, aquel día de locos que todavía sigue sacándome una sonrisa cada vez que pienso en él, que no es poco, fue un trampolín sin saberloaminuevafacetaprofesional:ladenovelista.Ylaverdadesqueno mevanadamal,ahoramismoyaestoymetidadellenoenunnuevoproyecto basadoenhechosreales:lawebdecitasEmparéjaMequeconsiguióunirme con David cerró tras un escándalo que fue de lo más sonado en las redes sociales,yesquelasideasmellegandecualquierprocedencia,fluyenhacia mí de los confines de la inspiración, y bueno… mi editorial que es muy exigenteporcontratotambiénpresionalosuyo,peroelcasoesquemegusta, megustamuchoescribir,melopasobienycomodiceConfucio:«Eligeun trabajoquetegusteynotendrásquetrabajarniundíadetuvida»,asíque soy de lo más feliz no trabajando al lado de mi novio. En fin, creo que despuésdeochomesesyapuedollamarloasí:conlabocagrande. Yporculín,porculado,estanocitahaterminado. EPÍLOGO Tenía el culo hundido en el sillón de entrevistados del programa, llevandoconestoicismolaspreguntasdeFelicia,queimponíacantidadcon susuñasdegelextralargas.Devezencuandolasgolpeabacongraciaenel apoyabrazosdesusillónmajestuosoydabamuchorepelús,erancomopicos decuervopicoteandoundiamante. Mario,desdesuposiciónprivilegiadadelplatóactivo,mehacíaseñales con su dedo pulgar y me mandaba besos de aprobación tras cada respuesta que daba y a David no podía ni distinguirlo entre la gente disfrazada que abarrotabalagradaestiloHalloween. —¿Yparacuándolaboda,querida?—mepreguntóFeliciafrunciendo loslabiosydejándolosenposiciónanopintado. —¿Québoda?No,nosoydeesetipodeeventosy,además,demomento nomecasoconnadie—respondítodadignaaúnconmivistaposadaensus labiosdehigo. Felicia se detuvo un microsegundo y escuchó lo que le decían por el pinganillo. Miedito me daba, ya que estaba pactado que nada de preguntas personalesyesaúltimalohabíasidounmuchito. —Nina,dicesquedemomentonotecasasconnadie,¿cierto? —Cierto, Felicia, nada de bodas ni contratos matrimoniales falsos en unatribu. Lasdosreímosfalsamente. —¿Yquées,sino,uncontratoconTeleHinco?Porquemecomunican quetehascasadoconnuestracadena.—Estaveznoestabatanrisueña,sus ojosadoptaronunaposeacusatoria,oesoparecía,elbótoxlehabíadejado elcaretoconmenosexpresiónquemicaretadeFelipe. —Sinceramente no sé de qué me hablas. —Interrogante, miré hacia Mario por si él sabía algo del tema pero negó con la cabeza con cara de extrañeza. De nuevo Felicia se agarró la oreja donde llevaba las suturas de sus liftings,loséporqueteníaformadeorejóndeNavidad.Ycuandoterminóde escucharloqueledecíanporelpinganilloparecíamenoscontenta,siesoera posible, los labios se le volvieron a fruncir, modo ojete, con más fuerza. Daba realmente miedo ver esa boca siliconada en forma de ojal con almorrana. —Permíteme, señorita Nina, que te diga, que eres muy cínica para ser tan joven. —Lo de «joven» me gustó, pero no el tonillo que usó para pronunciarlapalabra:conmuchoasquito. —No entiendo esa animadversión de repente por mi persona, yo he venidoaquíahablardemilibroylapelícula,sinosevaahablardeesome voy.—Teníaquecogerlasriendasdelasituaciónyponerlefinaeseataque incomprensible. Feliciapasódemí,comolagrandivaquees,yescuchóatentamentelo queestavezledecíanasuorejón.Eneseinstante,quemeparecióeterno,vi comosusienderechapalpitabacomounbotóndeemergenciayelimpoluto maquillaje de su cara se fundía con el rojo bermellón de su inminente sulfuración. Feliciaselevantódelsillón,vinohaciamícondecisiónymegritómuy cercadelacaraesputándomelasmejillas: —¡Tetona poligonera, ¿cómo has osado llamarme «mojama con piernas»?! —¡Eso es totalmente falso! —Yo también me incorporé para por lo menosestarasualtura—.Nohedichonadadeeso,peroyaqueestamos,lo ciertoesque,parecesunpulposecodeesosqueseabrenconcañasalsol, unamuñecachochonaconartrosisytuslabiossoncomoungiganteojetecon almorranas.—MiréaMario,orgullosa,peroélmehizounaseñalparaque abandonaraelplatódeinmediato,peroyoneguéconlacabeza. No sé en qué momento sus manos de momia incorrupta agarraron mi cabellera, la agarró con tanta fuerza que pensaba que me iba a despellejar viva como a un conejo. Me tenía totalmente inmovilizada, con la cabeza haciaelsuelo.Medioalgunasvueltasyenunadeellasvialpúblicodela gradaenloquecidogritándolecosasdesagradablesaFelicia. Mario vino corriendo hacia nosotras con sus patas largas, gritando: «Corten, apaguen cámaras, paren rotativas…» y algún «Me encanta», para quélovamosanegar,élesasídeespontaneo.Elanimadordepúblicohacía aspavientosyanimabaalagenteacrearmásbullaysufurorsemultiplicó. Tanto subió el furomómetroque la estructura metálica de la grada se vino abajo,desplomándosecontodalapeña.Unmontóndecuerposataviadosde disfraces alusivos a mi libro, quedaron tendidos en posición extraña, generandounmomentodesilencioypánicoenelplató. Feliciadejódehacerpresiónenmicabellerayrespiréaliviadaaunque preocupadaporlagenteyporDavidqueseencontrabaentreelpúblico.Miré alasgradasarruinadasbuscandosucuerpazo,seguramentedesmembrado,y casimehagopisencimasolodepensarlo.PeroelpreciosodeMariomelo pusoenmicampodevisión,estabaconél,sanoysalvo,vivitoycoleando, aleluya,oh,myGod; por lo visto se había bajado antes del accidente para reunirseconmimanageralverloqueseestabacociendoallí. El momento de calma duró poco, un cuerpo vestido de pollo se incorporó a lo Walking Death de la montonera y gritó: «¡¡¡Apor ellaaaaaaaaaa!!!». Felicia,alverseamenazada,melevantóenpesoymepropinóunayoya, que me hizo girar la cara a cámara lenta como en los dibujos animados, diciéndomefuriosa:«Notequedarásconmiprograma,hijadelagranputa», antes de que una avalancha de fans míos, por supuesto, la engullera por completo. Luego dos chicas ataviadas con serpientes de goma al cuello me sacarondeallícomoaManoleteparareunirmeconMarioyDavidqueme esperabanconlosbrazosabiertos.Quégranmomentodegloria,levantélos brazos victoriosa y mandé besos a todo el personal de Dimes y Diretes, mientras que a mi partenaire Feli, la llamo así con cariño, le arrancaron la pelucadejándolaalavistadetodoelpúblicoespañolconunaredecillade raperocutrecubriendosuverdaderopelo.Yo,mediavida,preguntándomea qué peluquería iba para tener semejante pelazo a su edad y resultó ser una peluca.Lapobregritaba:«Corten,hijosdeputa,melaspagareis...»Estaba fuera de sí misma y además con un pecho perfectamente operado también fueradesuvestido,eralaversiónurbanadeCarmenMauraenAy,Carmela. Al cabo de cinco minutos más de retransmisión de locura, el regidor decidióapagarlascámaras,erademasiadoparaestarenhorarioinfantil: —¡Corteeeeeeeeeeeeeeeeen!Havalido. AGRADECIMIENTOS Hay tantas cosas que agradecer en esta vida minina, que casi no sé ni pordóndeempezar,noobstante,nopodríadormirenpazsindarlasgraciasa los fabricantes de zapatos, a los retoques de Photoshop, a los cosméticos anticelulíticos,alosgym,alostecladosdeordenador,alaspatatasfritas,a los yogures con bifidus, a las series chick y documentales de bichejos, a todoslosfrikisdelplanetaquesonmisídolos,alosgatetesyperretesque sonunascucadasy,enparticular,atodaslaslocasdelñoquideluniverso.A todosellos,muchasgraciasporformarpartedemivida. OTROSTÍTULOSCHICKBOOK CORAZONESAMEDIDA (DesiréeCordero) UNVAQUEROLEAL (TessCurtis) SINALAS (AndiCor) CONFÍAENMÍ,SILVANIA (AnaisDebeba) WRAPIT (AbrilEthen) UNVAQUERODEOJOSVERDES (TessCurtis) [1]EnrelaciónconelapellidodeAnaTorroja,lasolistadeMecano. [2] Ya sé que no existe está especialidad de la abogacía en España, pero, señores, existe la libertaddeimaginación,ylaficciónliterariaestáabiertaacualquierinvención,asíqueDavidBravoes abogadoespecialistaenDerechosHumanos,quesuenamuycuco. [3]SueñocontigodeCamela, [4]Nohaynadadedulces,sabesquenocomonadaquellevehuevooderivados. [5]PerotúdeAlejandroSanz;Sirope,2015.