Ni conmigo ni sin mí (Spanish Edition)

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Ni conmigo ni sin mí (Spanish Edition)
Estelibronopodráserreproducido,nitotalniparcialmente,sinelpreviopermisodel
autor.Todoslosderechosreservados.
Títulooriginal:Niconmigonisinmí
©NINAMININA,2016
Diseñodeportada:CHICKBOOKEDICIONES
Imágenes:DiseñadasporFreepik
Encuadernación:CHICKBOOKEDICIONES
CódigoderegistroSafeCreative:1608228985858
EstelibrofueregistradoenelRegistrodelaPropiedaddeValenciael18deagostode
2016
EstelibrofuepublicadoenAmazonel29deagostode2016
ISBN-13978-1537291659
ISBN-101537291653
Ati,almadecántaro,
quemeestásleyendoahora.
Descaradamenteinapropiado
PRÓLOGO
Era la primera vez que pisaba un plató de televisión y pese al
resplandordelosfocos,paramigrandecepción,teníaunaspectodelomás
cutreydesordenado.Habíamuchopúblicoenlasgradasataviadocontodo
tipo de disfraces ridículos: superhéroes, mujeres con sucios camisones y
greñas de locazas, pollos camperos… una fauna de los más variopinta
agitando en el aire ejemplares de mi novela y serpientes de goma o
pajarracos de peluche; y mucha gente del staff, entre treinta y cincuenta,
deambulando afanados en derredor, más los que no se veían, preparándolo
todoparaelprograma.Mirepresentante,quenopodríaserotroqueMario
Vaquerizo, estaba ultimando la lista de preguntas con Felicia Braga, la
presentadora, una petarda polioperada que sonreía con asco antes de cada
corte publicitario. Yo la había odiado durante años, ya que mi abuela Bibi
solía ver su programa cada tarde mientras yo lavaba sus refajos, y aunque
Felicianoteníalaculpadeeso,amísololamencióndesunombreyame
producía repelús. Su programa de entrevistas, Dimes y Diretes, era el más
visto en su franja horaria y, aunque yo no lo vería ni hasta el culo de
calimocho, parecía gustar a una elevada proporción de las marujas
españolas.
Lamaquilladoraseestabatomandomuchotiempoconmicareto,tenía
unasojerasgigantescas,esloquetienetrabajarenpromoción.Ymientrasme
daba los últimos retoques le di un sorbo a un combinado flojito de ron y
Coca-Cola; estaba algo nerviosa y necesitaba templar mis nervios de algún
modo.
—Nina, ¿puede cerrar los ojos? —La maquilladora tenía un pincel
alzadofrenteamicara—.Voyarepasarlelassombras.
Cerré los ojos y me centré en mantener una respiración pausada
mientrastratabadeordenarmispensamientos,repasandolasrespuestasalas
preguntas que supuestamente iba a hacerme Felicia durante la entrevista en
directo.
—Tiene unos ojos muy bonitos; con los párpados ovalados y una gran
amplitud de cejas —me alabó la maquilladora dándome unos suaves
toquecitosdepincel.
—Gracias.
—Heleídosulibro,¿sabe?
Claro,ellaydecenasdemilesdelectoreslohabíanleído,poralgoera
unodeloslibrosmásvendidosdelaño.Todoslosdesastreshabidosypor
haber, que incluían entre otros: un secuestro exprés, un terrorista anal, una
competicióndefrikis,unavecinalocayunacitaaciegasconThor,lohabían
convertidoenmuypocotiempoenunbest-sellersinyopretenderlo,puesyo
soloqueríacontarmiverdad.Perohabíacaídoengraciaeinclusomehabían
ofrecidoprotagonizarlaadaptacióncinematográficademinovela.
—¿Yquétehaparecido?—leremarquéunpocoeltratamiento.
—Pues… me encantó, aunque no me lo esperaba así, pensaba que era
máslatípicanoveladeamor…
—¿Ynoloes?
—No, a ver… está lo de la cita con David, que mola mazo —se le
escapóunarisita—perolodivertidoesdescubrirtodoloquepasa,escomo
irsedefindeloco.Laverdadesquemereímuchísimo,¿cómoseleocurren
tantaslocuras?
Ydale,ellaemperradaenhacermemayor.
—Notienetantomérito,locreasono,todoloquecuentoenellibrome
ocurrióenrealidad.Fueeldíamásespantosoyalavezmaravillosodemi
vida.Porque¿quéprobabilidadeshaydequeunamujersedescomprometade
un hombre y conozca al que será el amor de su vida en solo veinticuatro
horas?¿Oquesuamigaseasecuestradaytermineenamoradadeunodelos
secuestradores?¿Odequesuvecinalalocasereencuentreconsuamorde
juventudydepasorecobrelacordura?Aqueldíanosolosupusounantesy
undespuésparamí,unpuntodeinflexión,tambiénlofueparatodosaquellos
quelocompartieronconmigo.Aesedíaledeboloquesoyahora.
—Hola,miamor,¿estásnerviosa?—Mariomepillóporsorpresa.
—Un poco, pero estoy bien —mentí, estaba que me subía por las
paredes.
—Bien,cariñito,elprogramaempezaráendiezminutos.Yalehedicho
a Felicia que nada de preguntas personales, no te conviene entrar al trapo.
Estásdivinaconesemodelito,tecomeríacomoellobodeCaperucita,ja,ja,
ja…—Mariorioconesasonoridadtípicaenél.
—Gracias,Marito.
—Atipreciosa.
Semeacercóparabesarmelamejillaydepasomebirlólacopa;me
encantaba nuestra relación laboral incluso más que el chocolate relleno de
fresa. Conforme se fue a saludar a todos los personajes públicos que
merodeaban por el plató, la maquilladora que se había quedado como en
pauseymemiraba,sinpestañear,conelpincelenelaire,mepreguntó:
—Entonces…¿ustedesCam?
—Sí,soyyo—lerespondíconorgullo.
—¿Y David existe? —balbuceó sobreexcitada. El personaje de David
siempre provocaba ese efecto entre las mujeres; no me extrañaba, a mí me
pasabalomismocadavezqueloteníacerca.
Asentí con una sonrisa y le señalé al público sin indicarle nadie en
concreto—.Aunquenosellamaasí.
—¿No?¿Ycómosellama?
—Esonotelopuedodecir,essecreto.
—Claro, entiendo. Y todos los nombres son inventados: Teresita,
Fuensanta, la Biturbo, Ricardito… —animada, comenzó a nombrar uno por
unoatodoslospersonajesqueaparecíanenmilibro.Eraevidentequeselo
habíaleídoyquelehabíagustado.
—Claro.
—Vaya—suspiró—.Quéfuerte.
Asentí,cerrandodenuevolosojos.
—Puesyahevistoeltráilerdelapeli.
—¿Yquétehaparecido?
—Tienebuenapinta,peronosésimegustarátantocomoellibro.
—Esascosaspasan.Noshacemosunaideadelospersonajesydelas
situacionesysiluegonoencajanconloqueteníamosenmentenossentimos
defraudados.
—Hombre,amíqueJesúsCastrointerpreteaDavidnomedecepciona.
—Soltóunasonorarisotada.
—Niamí,peroqueMiriamGiovanelliseaCammejodeunpoco,está
muchomásbuenaqueyo,aunquemispechugassonmuchomásgordasquelas
suyas—admití,muydigna.
—Vaya,laverdadesquenoimaginabaaCamcomoMiriamGiovanelli,
pero tampoco como usted —afirmó vehemente mientras terminaba de
retocarmelospómulosagolpedebrocha—.Ynocreoquetengalacaratan
rechonchacomodice.
—Headelgazadounpoco.Contantotrajín,noparoquietayDavid—le
guiñéunojopicarona—memetemuchatralla.
—¿Gabriela, has terminado con Nina? —El director ejecutivo, Carlos
Santos, vino hacia mí con los brazos abiertos, husmeando el aire como un
hámsterconsubigotitoengominadodegamba.Esehombrecilloteníaunalgo
quenomeacababa,ynoeraprecisamenteeseridículobigotitoquelucíacon
tantogarboyqueamímedabahastaganasdeecharlapota.
—Todavíano—respondióapartándoseaunlado.
—Puesaire—lalargóconmuypocaeducación,conunrápidogestode
lasmanos,ylamaquilladorasemarchóacobardadasinmediarpalabraentre
unanubedecoloretes.
—Nina, querida, qué gusto tenerte aquí esta tarde —me achuchó con
toda la confianza del mundo colocándome las tetazas a la altura de la
garganta.
—Elplaceresmío,Carlos—dijeconunasonrisadelosmásfalsa.
—Tenemosquehablardenegocios,Nina.EnDimesyDiretessabemos
eltirónmediáticoquetienesylomuchoquelasmujeresteadoran,eresuna
especie de heroína, el ejemplo a seguir de todas en muchos aspectos —me
dijoarrastrándomedeloshombrosaunrincónapartado.
—Yonocreoqueseanadadeeso,soloheescritounahistoriaquehe
vividosinningúntipodefiltro.
—Yesaeslaclavedetuéxito,tufrescura:tumaneradedecirlascosas
y,porsupuesto,tubellezanatural.—QuisedeciralgoperoCarlosSantosno
medejó—.QueremosquesustituyasaFelicia.
—¿Quién, yo? No, no, no. Yo no sé nada de presentar programas, si
acaso de escribir algún guion, pero presentar va a ser que no. Además no
estaríaalaalturadelagranFelicia—meempezóasudarlafrente.
—¡Gabriela,retocaaNina!—Carlosllamóagritosalamaquilladora;
mi frente tuvo que deslumbrarle—. Felicia está acabada, el último lifting
tampoco le ha quedado bien, está decrépita y se nos va el presupuesto de
maquillajeconella.Elproductorlotienetodopensado,losdospodríamos
embolsarnos una gran suma de dinero si le sueltas la bomba en directo a
Feliciaalfinalizarlaentrevista.—Metiósumanoenelbolsillointeriorde
suchaquetaysacólachequera—.¿Cuántoquieres?
—Noquieronada,ynovoyahacereso,pobreseñora.Ademástendría
que consultarlo con Mario, así que, si me disculpas. —Salí de aquel
atolladeroandandolomásrápidoposible.
Busqué a Mario por todo el plató pero no lo encontré. De pronto una
chicaconpinganillomearrastróalavozde«menosdeunminuto,Nina»,y
mesentóenelsillónforradodevacaandinadeldecorado.Gabrielaapareció
comounagacelaymeretocóconpolvoslanariz,pómulosyfrentecomosi
fuera una selladora automática. En la puerta de apariciones estelares del
plató vi a Felicia con el gesto torcido, tan elegante y soberbia como se
mostrabaenlatele.Elshowibaacomenzar.
Tres,dos,uno...
1
ASÍNOSCONOCIMOS
20:37,cuandoReinaRojaencontróaThor
—A ver… —Le hice ver que lo pensaba frotándome la barbilla—,
déjameadivinar,¿hasvenidovolando?
Yaunquenopretendíasonarseductora,eltonodemivozsílofue.Eltío
me sonrió y arqueó una ceja (muy sexy el gesto, vaya que sí) mientras se
rascaba el mentón evaluándome con los ojos: preciosos, rasgados y de un
azul cobalto poco común. Las-bragas-del-revés-puso-me. La cabeza
también;enseguidasemepusoacarburarideas,pensamientos,intenciones…
todas malas, malísimas, obscenas, obscenísimas… Hablando en plata: me
dieron unas ganas muy bárbaras de arrastrarlo hasta la relativa privacidad
del baño de la taberna que teníamos justo enfrente, arrancarle la ropa del
cuerpoyfollármeloipsofactohastadejarlomássecoqueunbesugoalsol.
He de mencionar que el cúmulo de sucesos acontecidos en las últimas diez
horasmeteníafueradesí,ofuerademí,ofueradecómosediga;nosabíani
cómohabíasacadoelánimonilasfuerzas(otalvezsí:elpardegin-tonics
que me había encajado habían hecho su buena labor) para ducharme
(exfoliación intensiva inclusive), ondularme la melena con la plancha y
embutirmeaquelvestidode«pidiendoguerradescaradamente».Eltío,desde
luego,superabaconcrecesmisexpectativas,aunquetampocosébienloque
me esperaba. La gente suele mentir a lo bestia en las webs de citas y, tras
espléndidas dentaduras de anuncio de dentífrico, se esconden cracos
salvajes,pajillerosdeYouTubeyotrosespecímenesdepodio.Casihubiera
preferidoqueélfueraelcracoconelquehabíaestadoconjeturandomientras
me acicalaba para la no cita: un apestoso greñas paticorto, así me hubiera
sido mucho más sencillo llevar a buen término el patético plan que había
urdidoentrerisasconTeresita,peronoloera…lamentablemente,¿ono?Tal
vezeldestinoteníaplanesparamí,notanmaquiavélicoscomolosmíos.El
casoesqueallíestábamoslosdos,frenteafrenteporprimeravez,yporun
instante, deseé que fuera eso, la primera pero no la última vez que nos
encontrásemos en una esquina de Madrid, que hubiera decenas, centenas,
quizá miles de veces como aquella. Me quedé sonriéndole como una boba
duranteunossegundos,loquetardéenvolveracentrarmeenmiplandeno
cita, pero ni su sonrisa diez ni su imponente persona me lo ponían fácil.
Romeo86, contra todo pronóstico, estaba incluso mejor al natural que en la
fotodesuperfildelawebdecitason-lineEmparéjaMe,perodeboadmitir
quesuropanoera…loqueyo…esperaba.Aver,desdeluego,eraosada…
extravagante… ¿friki tal vez? No sé. Lo repasé con la mirada de arriba
abajo, con desfachatez, lo sé, y él también se percató, pero no pareció
importarleelescaneoaloTerminatorquelehiceencerocoma,pero¿acaso
hayotraformadeescanearaalguienquetienesadospalmos?Además,tenía
que mostrarme segura y fuerte en ese momento, Romeo86 podría ser un tío
bueno, pero no hay ninguna ley que diga que un psicópata tenga que ser un
fulanoalestilodeBardemenNoespaísparaviejos;quenoesquemeguste
enespecialelBardemdeapie,peroesquemiraqueestabafeoelBardemen
esapelícula.Seguramentelohormonaroncomoaunagallina.Perovamosal
grano,quemelío.¿Ypordóndeiba?Ah,sí:Romeo86.Volviendoaél:
Cara:atractivo,sinafeitar.Bip
Pecho:amplio,voluminoso,fuerte.Bip-bip
Cintura:estrecha.Bip-bip-bip
Bulto:prometedor.Biiiiiiiiiiiiiiiiiip
Piernas:interminables,musculosas.Bip-bip
Pies:Mmmmmmm
Lástimaquenollevasezapatos,hubierasidounabuenaherramientade
catalogación,yesquesepuedesabermuchodeunapersonaporsuszapatos
ymuchísimomásporsuszapatillasdeestarporcasa.FuemiabuelaBibila
quemeenseñóesteastutotrucocala-personas,precisamenteellaquesiempre
usabaunaszapatillasdeantelinamarrón,insulsasysingracia,endefinitiva
eran las zapatillas de estar por casa de toda una mamona, sin duda, lo que
ellaera:elmamíferomásparecidoalamonaChitaquejamásmisojoshan
visto,soloquelamonaChitasiempreibaconTarzán,ymiabuelasiempre
estabasola,pueseraunserdesquicianteynohabíaTarzánquelaaguantase
por espacio de media hora sin sentir unas ganas irrefrenables de ahorcarse
quincevecesconsupropiamelena.Miabueloeraunbendito,elpobresufrió
underramecerebralaloscincuentaydosaños,peroyopiensoqueélmismo
sepropinóunsartenazoparadejardesufriryaguantaralainsoportableBibi;
unsuicidiodemanualentodaregla,queellatapóconunamuerterepentina.
Comobuenahijadeputaqueera,seconocíatodoslostejemanejesdelavida
ysusintríngulis.Siempremeofrecíagalletascaserasqueyorechazabaporsi
lashabíaenvenenadoconmatarratas;amabasusconsejosperonoleperdía
ojo,noeradefiar.Seguroqueenlaotravidahaconseguidoserlaseñorade
Belcebúyelinfiernohaadquiridolascuatroestrellasdeexcelenciacomoel
lugar más temido por las almas del purgatorio. Por mis palabras, es obvio
deducir que no le tenía mucho aprecio a mi ya desaparecida abuela Bibi,
aunquedeboadmitirquevaloromuchosussabiosconsejos.
Romeo86 llevaba unas botas militares muy acordes con el resto de su
indumentaria.Lociertoes,ysinánimodeponerlelosdienteslargosanadie,
queRomeo86estabaimponenteconelatuendodevikingomodernoquehabía
decidido plantarse para nuestra cita. Con esas mallas ajustadas a sus
interminables piernas musculosas, que marcaban su entrepierna como si
llevaraunhuevodepascuatamañoXXL;esaespeciedearmaduradecuero
esculpiéndole ese pedazo pectoral que tenía, amplio, voluminoso… ¡Dios!,
era como para perderse en él buscando una sombra donde cobijarse, y que
bienpodríaserlasombradesuhuevotamañoextragolosos;ysubarbita,de
unasemanaquizá,quesindudaalgunaeraunadesusmejorescualidades,de
esascuidadasperodescuidadas,¿cómosehaceeso?Lequedabademiedo.
No parecía un proyecto de felpudo de coco ni tampoco una madriguera de
nutrias,cosamuydeagradecer,conocedorayodelasúltimastendenciasenla
modabarbilqueapuntabananáufragototal.Porque¿quécoñoesunhipster?
Suena a histérico, ¿verdad? Se definen como una especie de hippies
modernos,perovistenropacaraygastanWI-FIporuntubo;¿quétieneeso
dehippie?Vaya,losiento,mehevueltoadesviardeltema,perohaycosas
quemesacandequicio.
NosoyningunafanáticadeloscómicsdeMarvely,yendounpocomás
allá,deningúntipodecómic,tampocohevistoningunadelaspelículasde
LosVengadores,yesoquelosprotagonistasmasculinosestándetomapany
moja, pero tenía que reconocer que Romeo86 tenía un palmito imponente
dentro de aquel ridículo disfraz de Thor, y eso que no llevaba puesto su
cascoconalas,loquehubierasidolaguindadelpastel.Allídepie,frentea
frenteporprimeravez,enaquellatrajinadaesquinadelacalleCavaBajame
sentí un poco como la Pataki. Sin su cuerpazo, claro. Ni su cara, por
supuesto.Nisumarido…quesí,queyalosé,¡quehedicho«como»,coño!
MásbieneracomoladobledelaPataki:dobledepechuga,dobledejamona
yracióntripledepandero.
—Esquenollevomiprodigiosacapa—seexcusóconunavozprofunda
ysexy.
La burlona sonrisa le bailaba en la cara y casi caí rendida a sus pies,
cuandounhoyueloseledibujóenlamejilladerecha.Siemprehetenidoun
poco de debilidad por los hoyuelos. Son muy particulares, ¿verdad? Un
bujeritoenmediodelmoflete,comounindicadorde«depositeaquísubeso,
gracias». La sonrisa de Romeo86 era igual que la que lucen los dibujos
mangas;yonuncahabíavistonadaigualenlavidareal,meteníahipnotizada.
—¿No?
Nada más ingenioso acudió a mi boca, me había quedado en modo
colapsomental;talvezporqueaúnnohabíaconseguidoasimilarelimpacto
que su presencia me había provocado; o tal vez seguía deslumbrada por la
profundidaddesumiradaoelbrilloradiantedesusdientes.¿Habíasidoun
efecto producto de mi atontamiento o una chispa verdadera? No era la
primeravezquesufríaunatontamiento,aúnrecuerdoeldíaenelqueJordi
Avilés,elchicomásguapodelinstituto,sequedótodaunahoramirándome
fijamente durante la clase de latín. Al terminar la clase me acerqué a él
convencidadequequeríatemayJordi,unpococonfusopormiatrevimiento,
me dijo que tenía un manchurrón de Nocilla que me abarcaba media cara,
comosimehubieracomidouncagarro(palabrastextualesdeJordi).Fueun
poco traumático la verdad, desde entonces no he vuelto a comer Nocilla,
llevomuchocuidadoconlasfalsasseñalessexualesyoírrecitarenlatínme
ponelospeloscomoescarpias.
—MelahedejadoenAsgardantesdevenir.
—¿Qué?—Ydale,yoseguíaidiotizadaperdida.
Seriounpoco—.¿Notienesniideadeloquetehablo,verdad?
Levanté las manos, sabiéndome toda una ignorante al respecto—. No
mucho, la verdad. ¿Así que eres Thor? —le dije en un tono que ahora sí
pretendíasermuyseductor.
Elcasoesquemesentíaseductoraaquellanoche,conmivestidoverde
de Bottega Veneta, que no era el más bonito de mi vestidor, pero sí el más
putón putonazo, mis tacones de vértigo, mi cabello leonino a lo loco y mis
morrosde«bésame,tonto».Paradójicamente,todoloacontecidoenlashoras
anteriores me habían revivificado; mi piel brillaba cual seda salvaje
(asalvajadaestabayoyelpobrechiconoteníaniputaidea);lasondasdemi
cabello flotaban sensuales como una nube esponjosa, mi descaro se había
multiplicado por infinito con el pasar de las horas; ya no era la Cam
mojigata,no,ahoraeralasúperCam,lareinadelanoche,lalocadelcoño,
mehabíallenadodeunairresistiblebellezaamazónica,unauradepoderíoy
unpowerquenoparecíanimío.
—Más bien soy David, alias Thor en mis ratos libres —respondió
usando el mismo tono. ¡Vaya, aquí había conexión!—. David Bravo —se
presentóacercándoseparabesarmelasmejillas—.¿Ytú,ReinaRoja,cuáles
tuverdaderonombre?—dijojustoantesdeplantarmetansolounbesocasi
encimadelaoreja.
Los besos en los orificios auditivos son lo más humillante del mundo,
son como hostias en el cielo de la boca que te dejan medio lelo. Es tan
humillanteparaelquelosrecibecomoparaelquelosda(anadielegusta
besar fábricas de cera), pero este héroe vikingo lo tenía todo perdonado
desdeeldíaquenació,subesitodelamuertecerebralerapecataminuta,y
su apellido hacía verdadero honor a lo que yo estaba pensando en ese
momento:¡bravoooooo,bravooooooo!
—¿Eh? Pues… Cristina Márquez —respondí un poco aturdida por su
fuerte olor a patatas fritas. Conforme lo dije, ya estaba arrepentida, ese no
era mi verdadero nombre, pero es lo que tiene practicar, llevaba algo así
comounamediahorarepitiéndomeaquelnombrecomosifueraunmantray
mehabíasalidosoloconabrirlaboca.
—Encantadodeconocerte,Cristina.
—Y yo, o sea que sí… eso… encantada de conocerte a ti también,
DavidBravo.
—Perdona —una mujer con un niño pequeño nos interrumpió, dándole
unosgolpecitosenelhombroaDavid—.¿Teimportaríahacerteunafotocon
mihijo?
David, como toda respuesta, se encogió de hombros y asintió un tanto
cortado.
—¿Cómotellamas,chavalote?—lepreguntóalcríoquelomirabacon
losojosabiertosporlaemoción.
—Iker.
¡Ahí va, como Iker Jiménez Elizari! Y ojo al dato: sé el nombre
completodeestefamosoespecialistaentemasdelosobrenatural,misterios,
espiritismoyOVNIs.Eso,sinduda,debíaserunavisodelmásallá.
—Anda, qué guay, como Iker Casillas, mi portero favorito —lo alabó
Davidrevolviéndolelacresta.
Qué vaya gusto tenía la madre, plantarle esa peineta al crío, y él tan
feliz.Benditaignorancia.
—¿Noshacestúlafoto?—Lamadremepasóelmóvil.
—Claro,sí,porsupuesto.
Se colocaron los tres ante el objetivo: David, alto y guapo, tan fuerte,
tan macizo, tan Thor; la madre a su lado no dudó en echarle la mano a la
cintura aprovechando la ocasión, ¡ay, las madres!; y el niño delante de los
dossonriendocomounacomadrejasindientes,yleshicevariasfotos.
—Muchasgracias.¿Tengoquedartealgo?—dijolamujerempezandoa
abrirelmonedero.
Él se rio ante tal comentario y a mí de repente una pensamiento
escalofriante me cruzó la mente. No, por favor, algo así de friki podría
aniquilartodalaexistenciademilibidopormuybuenoqueestuvieraDavid.
—No, claro que no, ha sido un placer —respondió dándole otro
refregónalcríoenelpelo,quesefuemáscontentoqueunaspascuasdando
saltitosdelamanodesumadre.Davidmemiróyseencogiódehombros—.
Gajesdeloficio.
—¿Trabajas en la Puerta del Sol? —le pregunté con el corazón en un
puño. Tenía que saberlo. Por un momento había visionado a David
uniformadodeThorpracticandopressingcatchconBobEsponjayPatricioy
eraalgoqueteníaquedescartarcuantoantes.
Estallóenunasonoracarcajada.
—No.Quéva.
Aliviada,soltéunsuspirodepadreyseñormío—.Entonces¿aquése
debeturopa?—lepreguntéaúnconmisdudasmareándomeelpensamiento.
Deseécontodamialmaycorazónquesuexplicacióntuvieraciertalógica.
—¿Es que no es de su agrado, majestad? —preguntó inclinándose
cortésmente y mis ojos, que son pura lascivia, se detuvieron más de lo
necesarioensubulto,tanprominenteytanbiendefinidoporellevetejidode
lasmallas,queparecíahabersidoesculpidoporelmismísimoMiguelÁngel.
Davidsediocuenta,puessonriógolfoantemimaldisimuladoescrutinio,y
voila!,denuevoaparecióesedeliciosohoyuelo.
—DehaberlosabidohubieravenidoconmidisfrazdeWonderWoman.
—Disfrazquenotengoyhubieratenidoqueimprovisarconunasmaxibragas,
un top de bikini y una diadema de los chinos customizada—. Esta noche
hubiéramostriunfadomásqueunaCoca-Colaeneldesierto.
—Pues es una lástima, la verdad. —Y ahora fue él quien me hizo un
buenrepasogeneral—.Nadamehubieragustadomásqueverteconunmono
delicrapegadoalcuerpo.
—Si quieres me lo pongo, mi piso no queda nada lejos de aquí —le
provoqué un poco y ese delicioso hoyuelito, que ya me tenía enamorada,
volvióamanifestarse.
—Puesyaquelodices,nomeimportaríapasarportupiso.
—¡Ah, vale, pues vamos! —dije con tanta celeridad, que ni me dio
tiempo a pensar en el alcance de su propuesta, ya que por una parte yo no
pensaba,nidecoña,quitarmeelvestidoquemehabíapuestoparalanocita.
Lomíomehabíacostadoajustarlascintasdelempestilladocorsé;esposible
quehubiesecogidoalgunoskilillosdesdesuadquisición,cincooseis,quilo
ça, pero es lo que tiene acomodarse. Uno se acomoda y pierde los buenos
hábitos:comerverduraseiralgympasanaunsegundoplanocuandounose
comprometeenserio.Y,porotraparte,estabaelhechodequeinvitaraun
desconocido a tu casa cinco minutos después de haberlo conocido puede
suponerunactountantopeligroso.Peseaello,nadahiceporevitarlo,talvez
porque no encontré las palabras para negarme o simplemente porque no
quería hacerlo; me dejé llevar por una vez en la vida. Si tenía que ser
descuartizada, al menos, que fuera a manos de un tío bueno y no de un
espécimen a lo Bardem hormonado, pues eso último culminaría mi crónica
diariadecatástrofes,entrandoporlapuertagrandeenellibrodelosrécords
sinjurado.
—Espera un momento… —Me retuvo del brazo—, voy a por mi
macuto.Heaparcadoaquímismo—dijoseñalandoelfinaldelacalle.
—Estábien,teacompaño.
Estababastanteintrigadaporsudeseodeiramipiso;iguallaideaera
unpocoarriesgada,aúnnoloconocíamásalládesuevidenteatractivo.Pero
simiqueridaabuelapsicóticanomehabíamandadoseñalesdequepudiera
serundepravadoounasesino,podríacorrerelriesgo.Opensándolobien,
mi querida abuelita nunca había sido bicho de fiar, de ahí mi supuesta
intoleranciaalglutendesusgalletascaseras;lomásprobableesquedesease
para mí una muerte prematura para seguir puteándome en el más allá. Yo
seríalaamadellavesdelamansióndelosseñoresSatanás,ymiabuelame
ordenaría tareas tediosas y agotadoras vestida con boas de colores y
profiriendocarcajadasmaquiavélicas.#prayforbibi.
Me cedió el paso y, al hacerlo, acomodó su mano por detrás de mi
cintura,apenassímerozaba,noeraungestodominantesinomásbienunacto
galante para conducirme con él, pero sentí una deliciosa sensación
recorriéndomelazona.
—Vengodeunafiestadecumpleaños,lademisobrino;cincohahecho
elenano—seexplicómientrasandábamosunojuntoalotro—.Yesungran
fandeThor,asíque…—chasqueólalengua—…nopudenegarme.
Poreltonodesuvozsupequeadorabaaesemocoso.¿Enserio?¿Se
habíadisfrazadoasísoloporcontentarasusobrinito?Casimelocomícon
los ojos, buscando su martillo... Me encantan los hombres sensibles,
cariñososconlosniños.Estaera,sinduda,laseñalqueestabaesperando;un
tíoasínopodíaserunpiradoamantedelcinegore.
—Vaya,yyopensandoqueeratuformahabitualdevestir.Entonces…
¿noquieresquemepongaatualturaysaquemidisfrazdeheroínadelsiglo
XXI? —Me detuve para abrirme un poco el abrigo y pudiera admirar mi
vestido.
Abrió los ojos, impresionado, lo sé, tengo unas tetas impresionantes,
son grandes y redondas, como balones de reglamento, y aquel corsé
modernizado de fulana del siglo XVIII no dejaba mucho lugar a la
imaginación.
—Lociertoesquemegustamuchocomovas.Estásmuyguapa.Nunca
hubiera imaginado que una mujer pudiera ganar tanto sin maquillaje. —Me
lanzóunasonrisaburlona.
Meechéareír.LafotoquehabíaelegidoparalawebdeEmparéjaMe
erabastanteenigmática.Noeranidelejoslamejordemilistadeselfies,que
contabafácilmenteconmásdemil,peromiintenciónhabíasidonodesvelar
muchosobremipersona.PertenecíaamiálbumdeFacebookdelcarnavalde
2011,cuandodecidídisfrazarmedelaReinaRojayerabastanteimprobable
reconocerme bajo aquel kilogramaje de maquillaje blanco. Me pareció
divertidocolocarlaenmiperfilparadarmeunsintomáticomisterioyademás
combinabaalaperfecciónconminick.
—¿En serio? Pues normalmente me dicen todo lo contrario: que gano
muchomaquillada.
—Esoesporquenosabenmirarte.
—Ytúsísabes,¿verdad?
—Porsupuesto,tengorayosX.
—¿Enserio?—desconfiésiguiéndolelabroma—,creíaqueesepoder
eradeSuperman.¿Teestásquedandoconmigo?
—Mehaspillado—meguiñóunojo—,noséquépoderestieneThor,
apartedevolarylafuerzadesumartillo.
—¿Yesmuygrandetumartillo?—¡Mierda!¿Lohabíadicho?¿Lohabía
dicho en voz alta, verdad que sí? Síiiii… Y no solo eso, además lo había
soltadoconmivozdesupergolfa,laquesolousoenmissesionesmensuales
desexotántrico.Lomirédereojoyéllohabíacaptado,porsupuestoquesí,
yhastaparecíaestarpensándoseunarespuesta.Conlarapidezdeunpumale
tapé la boca con mis manos antes de que dijera nada—. No hace falta que
respondasaeso.Soyunaidiotaporpreguntarsemejantecosa.
Y se produjo «un instante» cuando nuestros ojos se encontraron.
Apenasunrocedepupilas;nadaapreciableparacualquierafueradenuestro
pequeño círculo de dos. Cataclismo existencial. Y me explico: hay
«instantes» e «instantes». Los «instantes» es cualquier espacio de tiempo
nimioquesucedeentuvidasinningunatrascendencia,unomásdemillones
de millones, mientras que un «instante» es una milésima de segundo en la
queseproduceunalgoquecambiaráelrestodetuexistencia.Fuefugaz,casi
imperceptible,unbesominúsculoperoprofundoconlasmiradasdeapenas
unafraccióndesegundo.Casisemederritenlasbragasysemepeganala
pielcomolaceracalientededepilarenese«instante».
David se mantuvo callado durante unos segundos, cuando volvió a
hablarsonódecepcionado:
—¿Porqué?¿Esquenoquieressaberlo?
—Sí…—¡Mierda!—,¡no!Bueno…sí.
Yserio.Serioconganas.Fueunacarcajadaprolongadaqueleibade
la cabeza a los pies de un modo sumamente contagioso. Y yo adoré esa
carcajada al momento: una dulce y penetrante risa de loco capaz de
conquistar a la más siesa. Hay que ver lo que se reía, pero qué bien le
quedaba.Nopodíaparardereír,alpocoreíayotambiéncontagiadaporsu
risa.
—Esquemelohaspuestoahuevo—dijecuandodejamosdereír.
—Sí, los huevos suelen estar justo detrás del martillo —dijo
guiñándomedenuevoelojo.
—Esomehancontado—mehicelainocente.
—Aquíestá.—SeñalóconlamanounafurgonetaazulVolkswagenT2.
No entiendo mucho de furgonetas, no sabría diferenciar casi ningún
modelo, pero da la casualidad de que perdí mi virginidad en el asiento
traserodeunaVolkswagenT2Camperdel80.Unhechobastantetraumático,
que marcó un antes y un después en mi vida sexual, al equivocarse el
afortunadodesvirgadordeagujeroapenetrar.Queteenchufenatodamecha
un palo de carne por el ano sin anestesia es equivalente a sentir un cohete
incandescente entrar por tu intestino grueso. Llegué a casa con la cara
descompuestayunosandaresdetullidoenrehabilitaciónquehicieronclamar
al cielo a mi madre, una señora que todo lo arregla con sopa de cebolla e
ibuprofeno, remedios que no hicieron más que empeorar el estado de mi
magullado culo, cuando la sopa y el medicamento fermentaron en mi
estómagoproduciéndomeunadiarreadeconcursoquememantuvopegadaal
vátercasiunasemana.
Davidsacóunabolsadedeportedelasientodelcopilotoyselacolgó
alhombro.
—¿Ahí es dónde guardas tu capa prodigiosa? —pregunté,
señalándosela.
—No,aquíllevomiropadehumanocuandonoestoydeservicio.
—Pensabaquelallevaríasdebajodelequipajedesuperhéroe.
—Pensabasmal.—Mesonriódeslizandosusojospormicara—.¿Note
importaquemecambieentupiso,verdad?Esquenomehadadotiempoa
hacerloantesdevenirynoqueríallegartardeanuestraprimeracita.
¿Primera? Si decía primera, es porque de algún modo David ya se
estaba planteando al menos una segunda cita y a su vez estaba dando por
hechoqueyotambién.
—Venga,va,seguroquelohashechoporimpresionarme—lepiquéun
poco.
—Puede.¿Loheconseguido?
—Creoquesí.Nuncanadiemehabíacausadotantaimpresiónaprimera
vista—lereconocí.
—¿Esoesbueno?
—Sí,loes.
—Pensabaquesiveníadisfrazadoiríamosajuego,perotúnohastraído
tutrajedeReinaRoja—dijoaparentandounagrancontrariedad;mereí—.
¿PorquépusisteesafotoenelperfildeEmparéjaMe?
—No tenía otra mejor —mentí—, soy muy poco fotogénica. —Asintió
pensativo—.¿Qué?
—Fueeldetallequemehizoaceptartuproposición.
—¿Deverdad?
—Sí. Da la casualidad que Alicia en el país de la maravillas era el
libro que casi siempre me leía mi madre cuando era pequeño. Tengo
debilidad por la Reina de Corazones, siempre he pensado que era un alma
incomprendida.
—Claro —convine—, ella solo quería cortar cabezas porque la gente
quehabitabaelpaíseramásfeaquelosjuanetesdelospiesdeFalete.Yo
hubierahecholomismodeestarensulugar.
—¡Exacto!Creoquesiempreestuveenamoradoensecretodeella.
—Pues no entiendo por qué, era un cardo borriquero con la cabeza
gordacomounconejoconmixomatosis.
—No,porsupuestoquenoloera.Esolodicesporqueentumenteestá
la imagen de la película de Disney, pero ella no era así —la defendió con
tonoofendido.
Estaba muy guapo cuando se ofendía. Así que decidí seguir picándolo
porunrato:
—Pero esa cabeza hidrocefálica tira para atrás a la mismísima Peppa
Pigysucaradesecadordeviaje.Nocreoqueconsemejantecabezapudiera
serhermosa.
—Paramísíloera—dijounpoconostálgico.
—Eresunpocoraro,David.Esperoqueeltamañodemicabezanote
hayadecepcionado.
—Notedigoquenoseaunpocoraro—mesonrió—ytucabezanome
decepciona, es mucho más interesante de lo que podría haber imaginado,
aunque mirándote bien… —se hizo hacia atrás para tomar perspectiva de
topógrafo—…creoquesíeresunpococabezona.
La madre que lo parió; me acababa de llamar cabezona en mi propia
cara. Bueno, un poco cabezona sí que soy, porque yo todo lo que me
propongoloconsigo,cuesteloquecueste.Ycomonoeraplandesacarmi
lado gremlin tan pronto, se lo perdoné y le sonreí, pero solo porque era
nuestra primera cita, porque estaba como un queso, porque ese hoyuelo me
estabaponiendofrenéticayporqueibavestidocomoThoryeraaconsejable
ser amable con el señor superhéroe, no fuera que me noqueara con el
martillo; aunque bien pensado, si me quería noquear de la manera que yo
tenía en mente, le hubiera dejado que me diera todos los martillazos que
hubiesequeridohastaempotrarmecontralapared.
20:55,Cristina,lapeluqueradeArganzuela
—Vivo aquí —le indiqué, señalando el portal del bloque de pisos
dondevivíadesdequememudéaMadrid.
—Es bonito —dijo mientras atravesábamos la corrala—. En verano,
¿hacéisaquíreunióndevecinos?
—Puesno,lagenteaquíesbastanteasocial,ymivecinadepuertaestá
loca.¿Tú,dóndevives?
—Enmibarriodetodalavida.
—¿Ycuáles?
—Hispanoamérica. —Puse cara de ni puta idea—. En el distrito de
Chamartín.
—Noheestadonuncaporallí.
—NoescéntricoperoestranquiloparaserMadrid.Escasicomovivir
enunpuebloynoestátanlejos.
—Pasa.—Mehiceaunladoyleinvitéaentrar.
Desde la entrada prácticamente se podía abarcar con la vista todo el
apartamento.Salónycocinacompartíanestanciaysolounabarraamericana
delimitaba las zonas: a la izquierda, un baño; en frente las puertas de mi
dormitorioyelvestidor;ytodalaparedderechaeranventanalesquedaban
alpatiointeriordelbloquedeedificios.
—Esmuyacogedor,tienesbuengustodecorando.
—Gracias. —Estaba orgullosa de mi apartamento, no era mío en
realidad, sino de mi casera la señora Paca, pero lo había decorado con
muchomimoymesentíamuyagustoenél.
—Ahíestáelbaño.—Leindiquélapuerta.
—Deacuerdo.
—¿Quierestomaralgo?
Consultósureloj—.¿Porquéno?Notenemosprisa,¿verdad?
—Ninguna,lareservaesparalasdiezymedia.Asíque,bueno,¿quéte
apetecetomar?—lepreguntémientrasmedespojabadelabrigo.
Notécómomerecorríaelcuerpoconlosojosapreciandomisgenerosas
curvas,sedetuvomásdelodecorosoenmispechos,peroesquesoncomo
unimáninfalible,nopodíareprochárselo.
—¿Quétienes?
—Puescervezaseguroycreoque…—abríunarmariodelacocinaque
hacíadelicorera—…ronyginebra,perotendránqueserapaloseco,nome
quedanrefrescos.
—Unacervezaestarábien.
—Vale,unacervezamarchando.Teesperoaquímismo.
—Deacuerdo,tardonadaencambiarme.—Meguiñóelojo.
—Tómatetutiempo.
—Cristina —me llamó cuando le di la espalda. Joder, qué raro se me
hacía que me llamase así. A qué mala hora le había hecho caso a Teresa.
¡Teresita,laleche!Habíaquedadoenenviarleunwasapitoparainformarle
delamarchadelanocita—.¿Teimportasimeducho?Elsitiodelcumple
eraunlocaldefritangasyapestoacroquetasdebacalaoquetirodeculo.
—¿Ah, sí? —me hice la longuis negando con la cabeza simulando
extrañeza—.Pues…nomehabíadadocuenta.No,claro,dúchatetranquiloy
siéntetecomoentucasa.Enelbañohaydetodoloquepuedasnecesitar.
—Estupendo,gracias,Cristina—dijoentornandolapuerta.
—Nocierralapuerta,tengoquellamaraalguienparaquelarepare—
leinforméviendoquemelaibaromperintentandoatrancarla.
—Ladejaréentornadaentonces.—Sonriómuygolfoporelresquiciode
lapuerta—.¿Prometesnomirar?
—Prometo—lesonreípicarona.
Pero ¿para qué coño están los ojos? Pretendía no mirar, me puse de
espaldasytodo,ymeentretuvellenandounajarraconcerveza,peroaquello
no me llevó más de medio minuto. Cuando me di la vuelta, David estaba
sentado en el váter en bóxers. La luz del halógeno le caía sobre la cabeza,
acariciándole la mejilla y el labio superior. Era muy… muy hermoso. Los
bellosrasgosdesurostromarcadosenlíneasangulosasyuncuerpoperfecto
de músculos poderosos. En aquella posición casi parecía la estatua de un
diosgriegooromano,nosé,noentiendomuchodearte,peroDavidestaba
buenoarabiarydeesoyosísabíaunratolargo.Observándoloahora,medi
cuentaquetodavíaeramásgrandedeloqueparecíadentrodeltrajedeThor.
Yesomegustaba.Megustabamucho.Nuncamehabíanllamadolaatención
los hombres grandes, los veía burdos, lentos, torpes… pero David no me
parecía nada de eso, se movía elegante y su porte era incluso delicado
mientras se quitaba los calcetines y después los calzoncillos. Mis ojos se
desviaron lentamente hasta sus partes íntimas, mi subconsciente quería
corroborarquelasmedidasquehabíacalculadofueranlascorrectas...¿Qué
coño? ¿Ahí faltaba algo? Espera, Cam, será por la luz. No, no era la luz...
Levantólavistaymepillómirándolocasiconextasío;lavivaestampadela
Virgen María en la Anunciación del arcángel Gabriel, volvió a sonreírme
antesdetranquearlapuertayprivarmedelespectáculo.
Nerviosa por la visión de aquel pedazo hombre casi en bolas en mi
bañoylamentedispersaenhacerrestassimplesdedosmenosunoiguala
uno,cogíelmóvilparaentretenermemientrasseduchaba.
Había catorce wasaps de Teresa, entre otros tantos de mi grupo de
terapia Antitac, ocho de Jaime, tres de mi madre, uno de mi abuela Bibi y
otrodelgrupodecomunicaciónextrasensorial.FuialchatdeTeresa,queera
loquemásmeurgíaenaquelmomento.¿Yesafotodeperfil?¿Noteníaesta
mujernadamejorqueponerseenlacabezaquesemejantetocadosurrealista
de plumas de avestruz con megahuevo inclusive? Estaba casi más ridícula
que cuando mi amiga Lucía nos obligó a ponernos pollas de poliespán con
veloenlacabezaparasudespedidadesoltera.Luegohablaríamuyenserio
conTeresitadeaquello,siqueríaconservarnuestraamistaddebíadejaratrás
tales cutreces y no recordarme una y otra vez esa bochornosa noche de
casaderasdesatadas.Leítodoslosmensajesdeuntirón:
«QuéhaceshablandoconThor?»
«Quiéncoñoesesetío?»
«Québuenoestá!!!»
«Yolecogíaelmartilloylehacíaunazambomba»
«Quéfríohace,joder!!»
«Alguienmeestámirando!!!»
«Tengomiedo»
«Tesigo???»
«Tesigo»
«PeroquemierdafurgonetasegastaThor!!»
«Estoyenfrentedetucasa»
«¿Vaisatardarmucho?JLnoseaclaraconlapapilla»
«Dimealgoooooo,porDior»
«Mevaadarunahipotermia»
Suúltimomensajeeradehacíadiezminutos.Measoméporlaventana
demidormitorioylavi,medioensombras,alcobijodeunportal.Levantéla
manoparasaludarlayellahizolomismo.Tecleéunmensaje.
«Hemosvenidoparaquesecambiederopa.
¿Estábueno,verdad?
Jopetinas,quésuertetengo.
SellamaDavidBravo»
Laviescribiralgoensumóvilyalsegundosonóunavisoenelmío.
«Bravosurabo!!!»
«Jejeje»
¡QuédescaradaeramiamigaTeresa.Parasuscuarenta,unmaridoytres
niñosensuvida,nohabíaperdidoniunápicedechispa.
«Sí,tienebuenbulto,perocasinomehefijado»
«Ya,ya»
«Qno»
«Seguroquesí.Cómoes?Apartedetenerungustopésimoparala
ropayloscoches»
«Parecesimpáticoytieneunhoyueloprecioso»
«Vale,entoncesmevoy?»
«No t vayas Teresa, x tu padre. Qdate un poco más. No sabmos
todavíasiesunpsicópatadelicioso»
«Mevoyaponermala.Haceunfríoquepelaelculo»
«Solounpoco,xfavor»
«Creoquepuedesmanejartesola»
Levantólamanoamododedespedidaymeasusté.Alavelocidaddeun
rayoleescribí:
«Hijadfruta,notvayas.Solohastaqlleguemosalrestaurantey
estemosconmásgente»
«Valeputonaperomedebesungranfavor»
«Loqquieras»
«Voy a enviarme esta conversación al mail para recordártelo
cuandollegueelmomento»
«Declararéenajenaciónmental»
«EnajenadatevasaquedarcuandoThortemetaelmartilloporla
chirla,jajajajaja»
Davidmellamódesdeelbaño.
«Esperaqmestállamando»
Me acerqué a la puerta, de nuevo entreabierta, el vaho inundaba el
espacio.
—¿Pasaalgo?
—Notengotoalla.¿Medejasuna?
—Claro,enseguidatelatraigo.
Corríhastamivestidor,cogíunatoallayvolvíalapuerta.
—Voyaabrirparadejartelatoallasobreelváter—leaviséantes.
—¿Puedesentrarypasármelaaladucha?Asínocojofrío.
Mequedépensativajuntoalapuerta,lasituacióneraunpocorara,un
hombredesconocido,delquesoloconocíaelnombreynickdeunawebde
citas, estaba desnudo y resplandeciente por el agua allí dentro.
Indudablemente, David era atractivo e indudablemente me atraía. Mucho.
Hacía tiempo que estaba fuera de mercado, sin ojos para ninguno,
comprometida como había estado al mismo hombre desde hacía un año, no
conocíaentérminossexualesotrovarónquenofueraJaimedesdehacíados,
el tiempo que llevábamos juntos. Mi dieta de sexo había sido precisa,
concisa y bastante satisfactoria durante ese tiempo. En la cama
funcionábamos, no digo que no, pero todo era monótono, programado…
Atrás quedaban aquellos fabulosos polvazos de los primeros meses de
relación, aunque no añoraba ese frenesí, el aquí te pillo aquí te mato, los
jueguecitos, los juguetitos… ¿Dónde había ido todo eso? ¿Cómo lo había
dejado pasar? Ni siquiera lo había echado en falta, tan segura estaba de lo
nuestro, ¿feliz?, ¿estable tal vez? Confiada en que aquello funcionaba a la
perfección, como un reloj suizo, igual que nuestros kikis programados. Lo
nuestroseasentabaenotrascosas;lasensacióndeseguridadyelconfortque
me brindaba él, su posición, su familia… sí… puede que ahora mirándolo
desde otra perspectiva, todos esos pilares fueran superficiales. Pero yo
quería a Jaime, valiente hijo de puta, yo lo quería. Le había entregado mi
confianza,minuevoser,miantiguoyoyélmelohabíaarrebatadotododeun
plumazo.Noqueríapensarenelloahora.Ahorano.
Porunmomento,barajélaideadedespelotarmeylanzarmealatorera
sobreDavidyecharleunkikidepadreyseñormíoenmiducha.Jugármelaal
todoonada,comoeldíademidesvirgación,quepasédeceroaciencuando
Héctor me asestó la cornada a traición. Pasar del restaurante, del puto
artículoydisfrutaraloloco,dejarmellevarcomounasalvajesinraciocinio
por la euforia sexual. El sexo me vibraba solo de pensarlo. Me estaba
empapando las bragas solo de imaginar la escena. ¿Sería yo capaz de eso?
IntrodujelacabezaporelresquiciodelapuertayviqueDavidestabadentro
deladucha,lamamparaeratransparenteyapesardelvahoquetapizabael
cristalpudeadivinarsucuerpodetrás.Elclítorismedijo«holaaaaaaaa»ydi
unrespingoporlaimpresión.Estabaquemefollabaencima.Meacerquéala
ducha.
—Hola —dije para llamar su atención. El chorro seguía cayéndole a
presiónsobreelcuerpodesnudo.Esepedazocuerpoqueteníayqueyapodía
verconmásclaridad.Mesacabacasiunacabeza.¿Quésesentiríarodeada
poresospoderososbrazos?
Se dio la vuelta y le vi el torso, firme y bien definido, rozando la
perfecciónenlacompeticiónmundialdetorsosimpresionantes,comoyalo
habíapresumidoaprimeravista.
—¿Cómolohacemos?—preguntó.
¿Hacerelqué?¿Elamor?¿ElKamasutra?
—¿Elqué?—tartamudeéconfundida.
—¿Quévaaser?—Serio.
¿Ahora?¿Así,sinmediarpreámbulos?
—Vale,puesmequitarélaropa—balbuceécomenzandoadescalzarme.
Davidcerróelgrifoymemiróconfijezaatravésdelamampara,me
sonrió de aquel modo golfo que tenía antes de deslizar un poco la hoja de
cristalyarrebatarmeconligerezalatoalladelasmanos.
—Cincominutosmásyestoycontigo,Cristina.
Putatoalla.EsaeralaúnicaqueseibaarozarconDavidesanoche.
—Deacuerdo,teesperofuera.
Salídelbañoaúncachonda,conrumboalacocina,mesentíaabsurda,
qué mala es la imaginación, le di un sorbo a mi cerveza que ya estaba
caliente,tantocomoyo,yluegovaciélajarraenteraenelfregadero.Ymis
ganasylacervezaseesfumaronporeldesagüeatodavelocidad.
Mientrasloesperaba,servíotrasdosjarrasdecerveza,mesentéenel
sofá, abrí el WhatsApp y leí los otros mensajes: una reunión del grupo de
comunicación extrasensorial la próxima semana y un aviso extraño de mi
abuelaBibi:
«Diostevigila.»
Meestremecíanteaquelinsólitomensaje,lociertoeraquetodoloque
teníaqueverconmiabuelaBibierainsólito,extrañoy,paralagranmayoría,
rayando lo pirado. Y el hecho de que mentase a Dios todavía lo hacía más
incomprensible,yaquelahijadeputaeramásrojaqueladeMecano[1].Le
diungenerosotragoamicervezaparareconfortarme.Davidsaliódelbaño,
veníadefrentesonriendoyyonoestabapreparadaparaloquevi.Eramás
que imponente. Llevaba tanto tiempo saliendo con un hombre trajeado que
tener ante mis ojos un hombretón como David con aquel look motorista me
dejó noqueada. De un vistazo le estudié los zapatos: las mismas botas
militares que llevaba con el disfraz de Thor. Estaban limpias y en buen
estado,ademáseranmuychulas,loquepresagiabaqueDavideraunhombre
moderno, cuidadoso y con buen gusto. El resto era sencillo pero eficaz:
vaquerosgrisesceñidosyrotosenlasrodillas,sincinturón,yunacamiseta
blancadecuellopicoymangacortaqueseleajustabaaltorso.Mientrasse
acercabaalsofásefueponiendounacamisanegraquesedejódesabrochada.
Luegosedejócaeramiladoconunasonrisaenlacarayunhoyueloperfecto
enlamejilla.
—¿Estamosatiempodetomarnoslacerveza?—dijocogiendolajarra
delamesadecentroyllevándoselaalaboca.Teníaunabocamuysexy,la
verdad,carnosita,comolistaparachuparpolososellosoextremosdepilas
alcalinas, podía chupar lo que él quisiera, pero bien sabía yo donde me
gustaríaqueDavidamorraseelhocico.
—Notenemosningunaprisa.—Meacomodéunpocomás.
—Pero¿habíasreservado,no?—preguntó.
—Sí,enLaMalquerida.
—¿LaMalquerida?—Serascóelmentón—.Mesuena.
—Estámuycerca,enlaLatina.Esunlocalmuyin.
—¿Muyin?—Levantóunaceja.
—Sí, mucho, siempre hay famosos: actores, futbolistas, cantantes…
Cuestamuchoquetedenunareservacontanpocotiempo.
—Entoncesseríaunalástimaquelaperdiésemos.
—Sí,unaverdaderapena.
—Ydime,Cristina,¿cómoconseguistelareserva?—Sumanoseacercó
a mi cara, ¿me iba a acariciar? No, qué pena, solo iba a acomodarme un
mechón de pelo en la oreja. ¡Guau! Rampazo directo al clítoris, guiño
involuntariodeojos,malditotic.
Esteactoinvoluntariodemisglobosocularessucedesiemprequesiento
algúntipodeexcitación,emociónynerviosismoniveldiez.MiamigaMarga
todavía me recuerda, cada vez que salimos a coger una buena cogorza,
aquellaexposiciónenclasedeNaturales:lareproduccióndelosmamíferos
paramásinformación.Salíalenceradoconunnudoenlagargantayconlas
manossudorosas,teníaatodalaclasedeadolescentescabronesmirándome
defrente,esperandopalabrascomo«pene»y«vagina»paradescojonarse.El
profesor, ante mi mutismo, me reprendió para que empezara, era tal la
presión que mis ojos empezaron a espasmarse de forma involuntaria. La
imagenacámaralentademisgestosridículosponiendolosojosalavirulé
debíaserespantosa,tanespantosaqueelprofesorgritóaterrado:«Llamena
unaambulancia,Díazestásufriendounictus».Laspalabrasnomesalíancon
coherenciadelaboca,debísonarcomoSloteldeLosGoonies,hechoque
agravó la situación, el profesor poniendo en práctica lo aprendido en el
cursillodeprimerosauxiliosdeunahoraalquehabíaasistidounmesantes;
meinmovilizóenelsueloymemetióunlápizenlabocaparaevitarqueme
mordieralalengua...Desdeentoncesodiotodoloquetengaqueverconla
naturaleza,losdocumentalesdeanimalesmeproducenjaquecaymetermeen
la boca instrumentos alargados de origen inorgánico me produce
taquicardias.
—Tengoamigos—lerespondíconunalevesonrisa.
—¿Famosos?
—No—lesonreíenigmática—,peroinfluyentes.
—Interesante.
—¿Porqué?
Semequedómirando,pensativo,parecíaquemeestuvieraestudiandoel
rostro,rastreándomelosrasgos.
—¿Pasaalgo?
—No.—Moviólacabezaaloslados.
—¿Yporquémemirasasí?—Nerviosaporsuescrutiniolediunsorbo
rápidoalacervezaysemefueporelotrolado.
Mepuseatoserviolentamente,echándoleescupitajosenlacaracuando
tratódeauxiliarmeconunassocorridaspalmadasenlaespalda.
—¿Estásbien?—Mefrotóelhombro.
—Ya se me ha pasado —dije una vez pasado el mal trago; miré
abochornadacomomicervezaregurgitadaleresbalabaporlasmejillas.
—¡Jopetinas, te he puesto perdido! —Me levanté de un salto para
buscarunasservilletas.
Yseechóareír.
Frenéenseco.
—¿Dequéñoquiteríes?
Me miró serio por un momento, a las claras se estaba conteniendo la
risa.
—¿De qué ñoqui te ríes? —insistí de peor humor y comenzó a
descojonarse.
Davidseestabapartiendoelculodemí.Eraevidente.Muydigna,me
puseenjarras.
—¿Quépelotillastepasa?¿Teestásriendodemí?
Negóconlacabeza,laslágrimaslebrotabandelosojos.Selasenjugó
conlamangaantesderesponder:
—No,perdona,mehahechograciaesoquehasdicho.
—¿Quécosa,quevoyaporservilletas?—preguntésinsaberaquése
refería.
—¿En qué idioma hablas? —preguntó antes de lanzar otra sonora
carcajada.
Lomirémolesta.
—¿Qué?
Todavíalimpiándoselaslágrimasylosrestosdemicerveza,respondió:
—No,lode«jopetinas»y«ñoqui».¿Quécoñosignifica?
Mesentéasuladoyrespiréhondoantesderesponder.
—Esaspalabrasformanpartedemiterapia.
—¿Estásenterapia?—Sepusoserio.
—Sí, algo parecido, estoy en un grupo de desintoxicación de palabras
fuertes,vaya,loquevienensiendotacos.
—¿Esoexiste?—preguntóextrañado.
—Sí,claro.—Lomirédereojo,paravercuálerasuexpresión.Parecía
interesado,asíquemeaniméacontarle.
—Yodecíamuchaspalabrotas,hachedepe…pu…co…yasabes.
—¿Yesotienealgodemalo?
—No,físicamentenoafecta,peronoencaja…
—¿Noencajaenqué?—indagó,cortándome.
—Enminuevoyo.
—¿Ytunuevoyonoquieredecirtacos?—preguntóintrigado.
—Minuevoyoniquierenidebedecirtacos—ledijeseca.
Memiróserio,sincomprender.
—Pero¿porqué?¿Quétienendemalolaspalabras:puta,coño,cabrón,
gilipollas,etc.,etc.?
Joder, qué envidia me daba, cómo manaban de su boca: musicales,
etéreas,divinaspalabras.
—Nada, pero yo no quiero decirlas. Ya sé que para ti es muy difícil
entender mi situación, pero yo estaba realmente enganchada a todas esas
palabrotas, las usaba para todo y las intercalaba con alguna preposición o
artículo.Eraespantosoescucharme:unpersonajemalhabladosacadodeuna
pelideTarantino.Tuvequedesintoxicarmeporquenoencajabaenmietapa
deadultaresponsable.CasiparecíaunaafectadaporelsíndromedeTourette.
—Aver…siteheentendidobien.Dicesquedecíasmuchostacosyque
eso no está bien en una persona adulta y responsable, hasta ahí llego, pero
¿nopodíassimplementenodecirlas?Nosé…comomeocurreamí.Amíme
gusta mucho decir tacos, disfruto de una buena conversación plagada de
tacos,peroevidentementenolosusoenmifacetaprofesional,melasreservo
paramividapersonal.¿Túnopodíashacereso?
Neguéconlacabeza,mesentíaunpocoridículaexplicándoleaquello,
porqueasíexplicadoparecíailógicoquenopudierahacerlo,perolaverdad
eramuydistinta,yonopodía.Elgrupodeterapiahabíaobradomilagrosen
mí.Decíacosastanimbécilescomo:ñoqui,jopetillas,hijodefruta,ojode
patoypelotillas,peroalmenosnoeraunadeslenguada.
—No,nopodía—hiceungestodenegaciónconlacabeza—.Buscando
eninternetconocíalosdelaterapiaAntitacymeapuntéaunintensivodeun
mes,ymírameahora—ysonriéndoletalcualpayasoloco,levantélasmanos
expresivamentehaciamiboca—,yaestoylimpia.
—Esincreíbleloqueunopuedeencontrareninternet,¿verdad?
Lomirépensandoquetalvezesoquehabíadichoveníaconsegundasy
asentí—.Increíble.
—Intentaré no decir muchos esta noche, para no inducirte a un mal
camino.Mesentiríafatalsipormiculparecayesesentuadicción.
—Tranquilo,notecortes,puedoresistirlo,estoyacostumbradaatratar
conpersonasquelosdicenatodashorasyyoniplin,porunaorejameentra
yporlaotramesale.
—Mealegroporti,debesermuyduro,erestodaunavaliente,Cristina.
Quitarse de cualquier adicción supone un esfuerzo enorme. Yo no podría,
joder—enfatizólapalabraqueempiezapor«J»conunasonrisaamplia—,
esquemeencantadecirtacos.
—Amítambiénmeencanta—reconocíenvozbaja,casiconvergüenza
—,dehecholosdigoatodashoras,perosoloparamiyointerior.Micerebro
dice «¡COOOOOO!» y lo que sigue, pero mi boca grita
«¡ÑOOOOOQUIIIIIII!».
Nosechamosareír.Mereítantoquealfinalmedolíalabarrigaytodo,
pero era un no parar. Cuando uno dejaba de hacerlo, miraba al otro y se
ponía serio, entonces estallaba de nuevo en risas al escucharle decir
«¡ñoqui!», como un robot, impersonal, sin tono ni vida, como mi querido
Schwarzenegger.Nuncaunapalabrameresultótandescojonante:«¡ñoqui!».
Eradecirlayestallar.
—¿Sabes qué? —me dijo David un rato después, al fin habíamos
conseguidopararyestábamostomándonosotracerveza.
—¿Qué?—ledije,chulayo.
—Quemegustasmucho,Cristina.Mealegrodehaberquedadocontigo.
Eressindudalomejorquemehaocurridohoy.
—Vaya,gracias.Tútambién…Yamí...Oseaque…—¿Quélepasaba
a mi puta boca que no sabía enlazar más de tres palabras seguidas?—. Yo
tambiénestoycontentadehaberquedadocontigo,Romeo86.—Leentornélos
ojoscoquetuela—.¿YlodeRomeo?—Trasunacervezaymediamesentía
todavíamásresuelta,másseductora,máslocadelcoño,odelñoqui.
—Nosé.—Seencogiódehombros.
—¿Ochenta y seis por la edad? Tienes —calculé mentalmente—
veintinueveañitos.
—Todavíasonveintiocho,hastadiciembrenoloscumplo.Nacíeldía
deNavidad.
—Vaya, qué miércoles. —Me reí, siempre me ha parecido una putada
muy gorda que tu cumpleaños coincida con una fiesta importante, todo el
mundoestátanocupadoenfelicitarsequeniseacuerdadequeesedíaesel
quetevionacer.
—¿Tampocodices«mierda»?—Reprimiólarisa,mordiéndoseellabio
inferior.
—Porsupuestoqueno,bueno,miyointeriorsí,muchasveces.
—Estásunpocoloca,peromegusta—afirmósoltándoseellabio.
—Yamí.Estarlocaesunodemismayoresatractivos.
—Ademáseresmuyguapa.
—¿Túcrees?
—Noescuestióndecreer,loeresparamí.Dehecho,erespreciosa.
Nosmantuvimoslamirada,semordióellabiodenuevoyesegestohizo
que mis ojos se deslizaran hasta su boca. Era la jodida Anastasia Steel en
hombre, todos sus gestos provocaban electricidad sobre mi cuerpo y algún
que otro espasmo ocular que esperaba escapara de su vista, mis tetas eran
unagrandistracciónygranbazaparasuavizarsufuerteimpacto.Pormivida
queaesasalturasdelacitayaqueríamordérseloyomientraslocabalgaba
enmisofá.Traguésalivamientrastratabadedecidirsimelanzabadecabeza
al mar, sin gorro ni salvavidas, para qué, yo ya estaba perdida. David
decidiópormí,lentamenteacercósurostroalmío.
—¿Quéhaces?—dije,casienunsusurro.
—Acercarmedespacioparanoasustarte.
—Es muy difícil asustar a la Reina Roja —lo reté con una sonrisa
picarona.
Cuandonuestrasnaricesseencontraron,susurró:
—¿Puedobesarla,ReinaRoja?
—Estoytratandodedecidirlo.
—¿Sería muy precipitado, no? Hace poco más de un hora que nos
conocemos.—Acaricióminarizconlasuya.
—Seríamuyprecipitado,sí—dijeconlavozcargadadedeseo.Deseo
deél,debesarlo,lamerloenteroyfollármelo.Ymedabaigualsieranunao
doslashorasquefueran.Ladeólacabezatanteándomelabocaconlasuya.
Suslabiossobrelosmíosdispuestosafundirseenunbeso,elprimero.Cerré
losojos,rindiéndomeaaquelbeso,aaquelinicio,aaquellapromesadeun
algoincierto,asuslabios,aDavid.
21:47,dossoncompañíaytressonunjodidohuracán
Ytuvoquesonareltimbreparajoderlamarrana.El«instante»sefueal
garete,alputogarete.Malditohijodeputaeltimbre.Timbrecabrón.David
seapartóymiróhacialapuerta.
—¿Esperasaalguien?
—No.Nisiquieradeberíaestarencasa.
Volvieron a llamar con más insistencia y comenzaron a aporrear la
puertaparahacersenotarporsialguiendudabaalrespecto.
LavozdeTeresamellegódesdeelrellano.
—¡Ábreme,séqueestásahí!
Davidarqueólascejas.
—Parecequetebuscan.
Hiceungestoindicándolequenoeranadie.Joder,quéoportuna;maldita
Teresita.
—Venga,abre,luegoseguimospordondelohemosdejado.—Meguiñó
unojo.Elmíoyaestabaguiñadoporeltic,quetambiénsemanifiestaacausa
delafrustración.
—¿Deverdadquenoteimporta?Esquesinoabro,nosevaamarchar,
losé.—MiojoseguíamediocerradocomoeldelDioni.
Davidentendiómiticcomoalgoaloqueseguireljuegoyconunnuevo
guiñomediosuaprobación.
Teresa seguía aporreando la puerta como alma poseída por un pájaro
carpintero.Aregañadientes,melevantéyleabríladichosapuerta.
—¿Quépasa?—lepreguntédemalagana.
Teresa traía la cara descompuesta, el pelo pegado a las mejillas
chorreando un diluvio y el abrigo de pelo sintético empapado hasta los
cueros.Teníaunaspectodelomástétrico,mástétricoinclusoquelaniñade
Theringsaliendodelpozo,sinolaconocieralehabríadadounportazoen
losmorrosdepuropánico.
—¡Déjameentrar!Novescómovengo.—Meapartódeunmanotazoy
secolóenelinteriordemiapartamento.CuandovioaDavidsentadoenel
sofá,fingióunagrancontrariedad,québuenaactrizeralajodida,seledaba
bien.
—¡Ay, ¿no me digas que molesto?! —exclamó llevándose la mano al
pechocondramatismo.
—No, qué va, solo estábamos tomando una cerveza —dijo David
levantándoseparasaludarla.Vinohacianosotrasconunandarelegante,casi
felino.
—¿Ytúquiéneres?—preguntóTeresaconelbesoyaensumejilla.
David se presentó con su sonrisa diez. Qué sonrisa, qué hoyuelo, qué
boca,quédetodo.
—¿Quieres tomar algo? —le dije, ante todo la buena educación, por
dentrotrinaba:putaTeresa,teodioamorir.
—Sí,unbañocalienteyropaseca.Estoyquememuero,Ca…
Lelancéunamiradahomicidaquelafrenóenseco.
—Pero¿quéhacíasenlacalleaestashoras,almadeDios?—laregañé
mientras le pasaba el brazo por los hombros para llevármela para mi
dormitorio.
—Pasaba por aquí, no s… —cantó como la canción con los dientes
castañeandoalson.
FastidiadamiréhaciaDavidquedivertidoseguíalaescena.
—Enseguidaestoycontigo,sírvetealgo,loquequieras.—Ylelancéun
besoconlamano,oléyo,antesdecerrarlapuertayencararmeconTeresa.
—Pero ¿qué haces aquí? —le pregunté tratando de no alzar mucho la
voz.
—Se me ha congelado el pipi en la vejiga de esperarte abajo, te he
enviado miles de wasapitos pero no me respondes. Lleváis casi una hora
aquídentroyyoestoyhastaelcoñodeesperarte.Haceunfríoquepelaysi
estásbien,nopintonadaenlapuertadetucasacomounamongola.Nopodía
llamaraJoséLuis,porqueconloscríosnopuedesalirdecasa,asíqueme
iba para el metro, y ha empezado a llover a cántaros —comenzó a narrar
mientrassequitabalaropaylalanzabacongranpunteríaamicanastodela
ropasucia—.Mehedadocuentadequealguienmeseguía.Untipo,nolohe
vistobien,porquellevabaunagabardinanegrayungorrodelanagriscalado
hastalosojos,peromeestabasiguiendo,estoysegura.Yaloviantes,cuando
estábamos en la puerta de Casa Lucio esperando a David, que vaya con
David,québuenoestá.Mehadadounyuyuquetecagas,Cam.Eragiraryél
girar,sí,coño,meestabasiguiendo.Acojonada,mehedadolavueltaymehe
venidocorriendoparatucasa,¿quémáspodíahacer?—mepreguntóconla
bocatemblorosa.
—Has hecho bien —le dije, abriendo el grifo del agua caliente—.
Anda,dateunaducha.Tedejoropasecasobrelacama.
—Yperdona,Cam,noqueríamolestar.
—No pasa nada, Teresa —le sonreí—, pero no me llames Cam,
llámameCristina.
—¿Cristina,porqué?
—Lehedichoquemellamoasí.
—¿Yporquélehasdichoeso?
—Porquetúmelohasdicho.
—¿Y por qué coño me haces caso? Sabes que estoy como una puta
cabra.¿Yahoraqué?
—Ahoranada,soyCristinaypunto.
—¿«Ypunto»deapellido?
—No,ypuntodeya,mellamoCristinaMárquez.
—Ah,vale,CristinaMárquez,CristinaMárquez,CristinaMárquez…
Yahímeladejé,dalequetepego,debajodeladucha.Lepreparéunas
mallas,quehabíacompradoaunagitanaenelmercadilloporsimeapuntaba
algúndíaazumba,yunasudaderadelRayoVallecano,ymefuiparaelsalón,
dondeDavidsehabíaservidootracervezaycurioseabaporlavitrina.Enla
manounafotodeJaime,másdientesqueRaphaeltenía,unpastizalsehabía
dejado en carillas, que no se llaman así por casualidad, cuestan un riñón y
partedelotro.Losojoschinosporelsolysusempiternoflequilloaunlado,
comorelamidoporunavaca.Asulado,yosonreíafeliz,victoriosacomome
sentíadeestarconunhombrecomoél.Pobreignorante,seguroqueyamela
estabapegandoyyotanidiota.Pero¿quéleibaahacer?EstábamosenBaliy
yonohabíapuestoniunclavel,bienvalíaesotodaslassonrisasdelmundo.
Me quedé mirando a David, tan varonil con su planta y su trasero ceñidete
dentrodelosvaqueros.Buenculo,síseñor.Meacerquéaél,despacio,pero
meoyóvenirysediolavuelta.Mesonrióyyolesonreícomorespuesta.Me
gustaba David, en contra de cualquier pronóstico que hubiera podido
hacerme y dejando a un lado que había tenido los santos cojones de
presentarse vestido de Thor. No solo era guapo, alto y fuerte, había mucho
másbajoelcascarón.LostíosbuenossonunpococomoloshuevosKinder:
lodefueraesdelicioso,pero¿ylasorpresadelinterior,loquenosevea
simple vista? La mayoría de las veces es una mierda pinchá en un palo,
juegas con ella un ratito, te cansas enseguida porque no merece la pena y
terminasdesechándolaporlavíarápida.PeroDavidmehabíasorprendido
gratamente, era majo, gracioso y sí, había conexión entre su punto de
excentricidad y el mío. Habíamos conectado nuestras miradas y nuestras
almasdesdeelsegundocero.
Con un gesto que pretendía ser sensual, le arrebaté la cerveza de la
manoylediunbuentragomirándoloalosojos.
—¿Quiénes?Mesuenasucara.—Levantóelmarcohaciamí.
—Unamigo.
—Muybueno,supongo,eslaúnicafotoquetienesenelsalón.
—Bueno,sí,supongo.Loera,mejordicho,yanosomosamigos.
Aquíesdondeyodeberíaempezaraponerenprácticatodoloquehabía
apuntadoenmilistadequéhacerenunaprimeracitasiquierescagarla.
Mediounpocodebajón,porqueenrealidadnoteníaniputasganasdehacer
nadadeaquelloconDavidymenosaúnempezarprecisamentereventándole
losoídoshablándoledeunex,queademásporlasmalasartesdeldestinoen
esemomentosíexistía.
—¿Ycómosellama?Creoqueleconozco,peronoconsigorecordarde
qué.
NoqueríamalgastarniunsolosegundomáshablandodeJaime,decidí
quelomejorseríaresponderlaverdadyzanjarrápido,¿quéotracosapodía
hacer?
—EsJaimeSotomayor.—Lequitélafotodelamanoylavolvíadejar
ensusitio,mejordicho:suexsitio.Yameencargaríadespuésdebuscarleuna
nuevaubicación,talvezunvertederoderesiduosporcinos.
—Hostia,claro,yadecíayoquemesonabasucara.
—Entonces,¿conocesaJaime?
—Nopersonalmente,perohaceunpardeañosLizondoSierralellevó
uncasodeestafaymelocrucévariasveceseneldespacho.
Elcorazónmediounvuelco,joder¿abogado,David?,nuncalohubiera
imaginado.Noesquenotuvierapintadeserlo,peroasívestidopuesnolo
parecía. Parecía más bien un guitarrista de rock, un chapuzas con su
furgoneta,unhombrequetrabajabaconsusmanos…nosé,otracosa.Yhe
aquí el momento ideal para comenzar a atosigarlo con preguntas sobre su
trabajo.
—¿Trabajasenunbuffet?
—No,yano—respondió—,¿decepcionada,Cristina?
—No, ¿por qué? Los abogados me producen ansiedad, son tan
correctos, tiquismiquis, bien hablados, estirados, repelentes, ¡puf! No
conozconiunosoloquemecaigabien.
Sonrió—.Amímepasaigual.
—¿Yaquétededicas,entonces?
—SoyabogadodeDerechosHumanos.[2]
—¿Enserio?—ledijellevándomelasmanosalacarareprimiendouna
carcajada—, pues acabas de romper el molde, he de reconocer que tú me
caesbien.
—Eso espero, porque tú también me caes muy bien y no quisiera que
algotanestúpidocomomiprofesiónfueraunimpedimentoparati.
—Nosoytanprejuiciosa,creoquepodríasoportarquefuerascualquier
cosa.
—¿Cualquiercosa?—susurróclavándomelamirada.
—Sí.Dehechoquefuerasunsuperhéroemeteníalocaya,peroveoque
lo tuyo en realidad no anda muy lejos. Debes de ser muy buena persona
cuandotededicasprofesionalmenteaprotegerapersonasindefensas,etc.
—Me importan los demás, pero tampoco veo que sea como para
santificarmeporello.
—¿Ydóndetrabajasactualmente?Sisepuedesaber.
—EnAMSAR,esunaONG.
—¿En serio? Lo ves: eres un pedazo de pan, David. —Abrí los ojos,
impresionada.
—Bueno, tampoco es para tanto —dijo algo ruborizado—. Me pagan
porhacermitrabajo,comoatodoelmundo,yesolequitamuchoméritoami
labor.
—¿Quédices?—lerebatí.
—Esmuygratificante,laverdad,peronodejadeseruntrabajocomo
cualquierotro.¿Ytú,aquétededicas?
—¿Yo?Puessolosoyunahumildepeluqueradebarrio.—Mesonrojé.
—Bueno,esuntrabajomuyhonradoytambiénhacestulaborsocial.
—Yatedigo;nosolopongoguapasalasmujeres,tambiénleshagode
psicólogomuchasveces.Noveasloquesedesahoganenunabuenasesiónde
corteysecado,ysilesdoyeltinte,nitecuento,mecascanhastadequécolor
sonloscalzonesdesusmaridos.Lasmujeresserelajanmuchocuandoselas
estámimandoyyotengounasmanosdivinas—mentímásquehablé.
Yesqueenrealidadunavezquiseserpeluqueraymimadre,almade
cántaro, me sirvió de cabeza de prácticas. La pobre mujer tenía una
importante reunión en su trabajo y llevaba su corte de pelo algo
desarreglado,justoenesemomentotrágicoenelqueelpelocortopasade
ser estiloso a escabroso. No tenía tiempo de pedir cita con su peluquera
Angustiasyyomeofrecípararetocarleelcorte.Teníauncaborroimportante
(loquevienesiendopelo-cascodetodalavida)ynoqueríaaparecerdeesa
guisa,motivomásquedesesperadocomoparaarriesgarseaponerseenmis
manos. Era mi oportunidad de lucirme, quizá sus compañeras de trabajo le
pediríanconansiaunacitaconmigo,yganaríasuficientedineroparacomprar
unos carísimos zapatos que había visto en una revista. Bien, mi madre,
ataviadaconunatoallaunidaporunapinzadelaropa,sedejóhacerpormí,
metí la tijera sin miramientos, sintiéndome la nueva Llongueras, dejando
libre mi creatividad y, ya de paso, prácticamente calva a mi creadora. Las
patillasnoseparecíanennadalaunaalaotra,dehecho,laderechabrillaba
por su ausencia; la nuca pelada le empezaba prácticamente por las orejas,
dejando el cuello por detrás más largo que un boli Bic. La pobre mujer
parecía más una muñeca de bajo coste que una Barbie Superfashion. Era
comoelcuadroEcceHomorestaurado por las manos de un niño de cuatro
años,unaaberraciónhechacarne.Losgritosdemimadreencendíanyescay
tuvoqueiralareuniónconunpañueloenlacabezaaloRaniadeJordania.
—Tienes unas manos realmente prodigiosas —admitió David con
dulzura, cogiéndome una mano para admirarla, luego me la comenzó a
acariciar lentamente, dedo tras dedo, con una sensualidad que me puso la
carnedegallina.
—Gracias, David, pero no es tanto el mérito, también me pagan por
hacermitrabajo.
—¿Yesenlapeluqueríadondehacesesoscontactostaninfluyentes?
Me reí, incómoda, no por sus caricias que me estaban llevando al
precipiciodeldeseo,sinoporlapregunta.
—No,ahíno—respondíevitandomirarlealosojos.
—¿Y tu amiga Teresa? ¿Le ha pasado algo malo? Porque si es así,
podemosposponerlacenaparaotrodía,nomeimporta,dímelosiesasí.
Elalmasemecayóalospies—.¿Noteimporta?
—No me he explicado bien, claro que me importa… —Me apretó la
mano—,nadameapetecemásenestemomentoqueiracenarcontigoaese
sitio tan in y conocerte más a fondo, pero entendería perfectamente que
tuvieras que estar con ella. Por algún motivo se ha presentado así en tu
apartamento,debepasarlealgograve,¿nocrees?
—Puesnosé,laverdad,ahoranosexplicará—lerestéimportancia.
—Comoquieras,noquisieramolestarsivaisatenerunacharlaíntima
deamigas.
—Nadadeeso,notepreocupes,seguroqueescualquiertontería—dije
apartandolamano—.Tieneslajarracasivacía.¿Quieresotra?—cambiéla
conversaciónparallevarlaaotropunto.
—¿Esquequieresemborracharme?
—¿Porquéhabríayodequererhaceralgoasí?
—Nosé,talvez,tienesunplanoculto.
Abrílosojossorprendidaporsuspalabras.
—¿Un plan oculto? Eso suena muy misterioso. ¿Y cuál podría ser ese
plan?
—Dímelotú.
Me encogí de hombros—. Quizá te he traído con premeditación y
alevosíaamicasaparaemborracharteyluegolimpiartelacartera.—Reípor
miabsurdapropuesta.
—Pueshaselegidomalavíctima:soyabogadoynollevoniuncéntimo
encima.
—Puessíquetengomalojo.
—Amímegustanmuchotusojos.
Pestañeé coqueta—. ¿En serio? —Le hice una caída total mientras me
aproximabacomogataamipresa.
—Sí,supongoquetelohabrándichoincontablesveces,perolocierto
es que tienes unos ojos preciosos, te quedan muy bien en la cara, justo ahí
donde los tienes: debajo de las cejas, cada uno a un lado de la nariz —
concluyóconunasonrisapicarona.
—Tú también tienes unos ojos muy bonitos, ¿de qué color dirías que
son?
—Azules.
—Sí,azules,pero¿quétonodeazulexactamente?
—Azul¿azulado?—Seencogiódehombros.
Mereítontamenteantesdeponermeseriaparaestudiarlosmuydecerca
aupándomesobrelapuntademispies.Serioysumiradaseencontróconla
mía. Se le veía sereno, pero noté que su pecho subía y bajaba rápido, su
respiraciónestabatanaceleradacomolamía.Elhechodequemiproximidad
lo alterase me gustaba. Me gustaba estar con David, me sentía cómoda a
pesar de la intimidad del momento, como si fuéramos algo más que dos
semidesconocidos.Ylociertoesqueteníaunproblemaconeso,porqueyo
no debía olvidar el porqué de nuestra cita: tenía un plan. Un plan que
naufragabaconcadapalabra.Unplanqueseibaapiqueconcadamirada.Un
planquesearruinabaconcadacentímetroquerecortabannuestroslabiosen
ladistancia.Davidmetomólabarbillaconlamanoysusojosazulcobalto
me rastrearon el rostro mientras aproximaba su boca a la mía; yo todavía
seguíadándolevueltasamidilemamoral.¡Alamierdaelputoplan!
—Hola,¿molesto?—Teresaotravez,dandoporculo.
Pusimos aire entre los dos con rapidez, azorados por su repentina
presencia.
—No, claro que no, solo estábamos tomando algo antes de ir al
restaurante—respondísinocultarelreproche.
—Yaveo,ya—dijo,unpocoborde.
—Davidqueríasabersiteocurrealgoquequierascontarmeenprivado.
—QuéamableeresDavid—dijoTeresaacercándoseaél.
—Lociertoesqueestabapreocupadoportuestadotanlamentable.
—Soloeraaguadelluvia—conunasonrisacándida,levantólasmanos
a los lados—, esto es mucho peor. —Indignada, cambió el tono de voz
señalándose las rollizas piernas embutidas por mis infames mallas, que le
quedaban como el culo y todavía le daban un aspecto más regordete a sus
muslos.Noerasumejorlook,desdeluego—.Pero¿túhasvistoesto?
David miró hacia donde ella apuntaba con su índice con la uña
perfectamente pintada. Conmocionado, por la estremecedora visión de su
entrepiernamarcadaalestilopezuñadecamello,negóconlacabezatratando
denoreír.
—Pero,Teresa,porDios—lareprendíponiéndomedelantedeellaen
modoparapeto,esavisiónpodíatraumatizarlamentejovendeDaviddepor
vidaydesprenderlelasretinasdesuspreciososojos.
—¿Qué pasa, Cristinita? —preguntó con retintín—. ¿Acaso crees que
Davidnohavistounavaginaantesdehoy?
—Ninguna como la tuya, descarada. A tus años, ya te vale. Vas a
causarleuntraumasexual—meencaréconella.
—Túloquequieresesquetecomaeltigre,quetecomaeltigre,que
tecomaeltigre,tuscarnesmorenas—canturreó.
Soltéunasonoracarcajada.Lamadrequelaparió,pero¿quélehabían
dadoaestamujer?
—¿Hasbebido?
—Un poco, una panda de jóvenes me ha dado de su botellón mientras
hacía guardia en el parque. —Me sonrió ladina—. Y quiero máaaas, ¿qué
tienes por aquí? —Teresa se fue derecha a la cocina y abrió el frigorífico
buscandoalgoconloquerefrescarseelgaznate.
—¡Unaporra!Loquevoyahacerespedirteuntaxiahoramismo.
—Nihablar,nopuedopresentarmeenesteestadoanteJoséLuis,seme
divorcia.Ynoesplan.Yhablandodeplanes,¿cómoosvalacitaavosotros
dos?—Meaguijoneólabarrigaconlosdedospuntiagudos.
—Muybien,hastaquetúhasvenido.David,es…es…—busquéenmi
cerebrolapalabraatodavelocidad—…imponente,yestábamosapuntode
besarnos cuando tú has llegado tan oportuna —bajé la voz para que no
pudieraescucharnos.
—Ay, pillina, ¿es que te lo quieres llevar al huerto?, pero ¿tú estás
seguraqueesunbuenmomento?—preguntómientrastomabasuprimerrehén
—. No sé si estás preparada —afirmó admirando al trasluz el botellín de
Desperados.
—Lo estoy, créeme. Estoy generando tal nivel de hormonas en el
cerebroquenecesitounaterapiadeliberaciónconurgencia,tengoelplexo
solarallímiteynomeparadepalpitarelclítoris—respondícondecisión.
—Pues adelante, por mí no te cortes. —Se recostó sobre la encimera
paraecharseuntragolargo—.¡Quérica!—suspiródeplacer.
—Pensaba seguir todos los pasos: primero, copa; segundo, cena y
tercero…
—¡Vamos,queteloquierestirar!
—Puessí,laverdad.Nomeimportaría.¿Túlohasvistobien?Estámuy
bueno.
—¡Eo!—lavozdeDavidnosllegódesdeatrás.
Lasdosnosvolvimoshaciaél.¿Enquémomentomidesquiciadacabeza
habíaolvidadoqueélseguíaallí,escuchandonuestraabsurdaconversación
sobresimelofollaríaono?
—Sigoaquí,chicas,nomeheidoaún—nossonrióarqueandounaceja.
EsealgotraviesoqueteníaDavidmeponíacomounamotosierra—,perosi
queréischarlardecosasdechicasmemarchoya—añadió,haciendoademán
delevantarsedelsofá.
Teresacorrióhaciaélparadetenerlo,parecíaunachoniconesasmallas
yesetopoquesehabíarecogidoenlomásaltodelacoronillaconunapinza
maxi,ytropezóenelúltimomomentoconlaalfombradeIkea,quetanbonita
quedaba enmarcando el centro del salón, derramándole un buen chorro de
cervezasobrelosvaqueros.Quépunteríateníalajodida…peroquépuntería;
lediodellenoentodoelpaquete.
—Joder, tío, lo siento. —Se abalanzó sobre la entrepierna de David
comounaloba,manospordelanteparasecárselaconellas.Peroquélistaera
lajodida,peroquélistaeramiamigaTeresita.
David se quedó perplejo, con las afanosas manos de Teresa sobre su
entrepierna,memirabaconlosojoscomoplatos,nosabiendomuybienqué
hacermientrasellalerestregabacongranímpetuelpaquete.
—Eh,quésoymadre,estoyacostumbradaalimpiartodotipodefluidos.
Notepreocupes,David,soyunasanta,amíestonometurbalomásmínimo,
lo mismo limpio una caca que un vómito. Mi estómago produce de forma
naturalOmeprazol—ledecíamientrasledabaunayotravez,vengayvenga
alrestregón,yelpobreDavidmáscoloradoqueuncamarón.
Unasanta,sí,sí.Meencogídehombrosaguantandolarisa.
—Teresa,déjaloya,¿quenovesquelotienesenunaprieto?
—Apretadoestá—reconocióechándolemanoalmuslo.
—Creo que ya está seco, Teresa, muchas gracias. Muy amable —dijo
David, apartándole la mano, con una sonrisa. Se notaba que era un hombre
con tablas, que sabía estar en todos los sitios y tratar con todo tipo de
individuossinperderlosmodales.
—Noesmolestia,David.¿Seguroqueestáseco?—insistióellaapunto
demeterleotratandaderefriegas.
—Segurísimo,melohasdejadomássecoqueunpañoalsol.
—Yo,amandar—reculóporfinmiamiga,tomandoasientoasulado—.
Y,cuéntame,David,¿dequéconocesaCristina?
—¿Esquenolosabes?
—Niidea.—Teresaseencogiódehombrosyseaproximóaélconaire
conspirador.
—Pues nos hemos conocido hoy —David consultó su reloj de muñeca
—,hacepocomásdeunahora.—Luegomemiróymesonrióconlosojos—.
¿QuieresquelecontemosaTeresacómonoshemosconocido?
22:05,unacopitaymevoypitando
—AlomejorTeresatienequemarcharse,¿verdad,Teresa?—forcéel
tonillodirigiéndomeamiamiga.
—Pueslaverdadesquenotengoprisa.LehedichoaJoséLuisqueno
me espere despierto. —Se acomodó un poco más en el sofá—. ¿Pensabais
saliracenar?
—Puessí,hereservadoparados—recalquélapalabra,estaeracapaz
deapuntarseconmallasempestilladasytodo—,enlaMalquerida,alasdiez
ymedia.
Teresasilbó—.Vaya,estoydeseandoiracenaraesesitio.
—Puesnoseráhoy.
—Tranquila, Cristinita, una copita y me voy pitando. —Esbozó una
gransonrisaantesdeapurardeuntragolaDesperados—.Metraesotra,por
favor.
—Tú no tienes ni idea de lo que quiere decir tomarse solo una copa.
Hastamesorprendequelodigas.Cadavezquesalgocontigoparatomarme
«solo una copa» me vuelvo a casa pasadas las dos con una cogorza
descomunal,cantandoaplenopulmóncancionesdeCa…digodeAlaska.
—Sí, sí, Alaska —cuchicheó Teresa, riéndose por lo bajo y yo la
atravesé con la mirada—. Venga, Cristina, no seas tan rancia, no te pega,
David se va a pensar que soy una trasnochadora desmadrada, y nada más
lejosdelarealidad,soyunaaburridamadredecuarentaaños—dijoconun
inusitadoremilgo.
—Venga,nomedigasqueintentasdarnoslástima,aestasalturasDavid
yatetienemásquecalada,¿verdad,David?
—Notengonadaencontradequelasmadresdecuarentaañosseanono
trasnochadoras—respondióDavidconunagrandeferencia.
—Me encanta este hombre, Cristina, ¿dónde lo has conocido? —Me
guiñóelojo.
—Enlacalle—dijesinmás,alargándoleconlamanootraDesperados.
Teresalatomó,porunmomentolaadmirómaravillada—.Meencantael
diseñodeestacerveza.—Ylediovariossonorossorbos,luegovolvióala
cargaconDavid—.¿Ytútefíaaasdeella?YonomefiaríadeCris-ti-na—
dijobastanteafectadaporelalcohol.
—Demomentonosehaabalanzadosobremícomounalocanileveo
caracteres de psicópata. — David volvió a fijar sus ojos en los míos y de
nuevomiclítorisadoptóvidapropia.
Teresaensumundoparticulardeborrachapoligoneraestirólaspiernas
ylasposósobreelregazodeunestupefactoDavid.Alzótriunfalenelairela
botella de Desperados antes de apurarla de un trago y besar el culo de la
misma.
—Teresa, querida, creo que es hora de que llame un taxi y te mande
derechaacasa,tumaridoteecharádemenosyestarápreocupado.—Tenía
quedeshacermedeellaalavozdeya,peronoqueríaparecerdesagradecida,
la verdad es que me sentía en parte culpable del estado de embriaguez de
Teresa.
—¿José Luis, preocupado? Ese cabrón no se ha preocupado por mí
jamás, ¡JAMÁS! —afirmó mi amiga con una gran contundencia—. Yo creo
que ya no me quiere, mírame: soy carne pasada y fofa, Cam… Cam-milo
Sestoparezco.—Meguiñóunojo.
—¿Camilo Sesto? —intervino David, que no entendía la semejanza
entreTeresayeseseñordeAlcoi.
—David,¿esquenoconocesaCamilo?EsesecantantedeMolamazo,
meencantaesacanción,oslavoyacantar...—Teresalanzóelbotellínvacío
contra la pared, que estalló en mil cristales, y se levantó dificultosamente,
pateándole a David la entrepierna y la frente—. Perdona, Daaaavid, no
queríadarteentupreciosa…caritaaaa—seexcusómirándoleelpaquetorro,
trasesolesonrióbobaliconaantesdeplantarleunsonorobesoenlafrente
—.Besitosdelamami,manitadesanto.—Yluegolelimpiólasbabasquele
habíadejadoconeldorsodelamanoylepropinóunagalletaderegalo.
Ante la escena que se estaba produciendo en mi casa, con mi amiga
totalmente ebria y enfundada en unas mallas ridículamente pequeñas, me
hallabatodayo,inmóvilyperpleja.David,agarrotadoenelsofáabrazadoa
uncojín,visionabalaescenaconprudencia,puescreoqueempezabaatemer
por su vida. Lo que parecía ser una cita a ciegas con una mujer divina, o
séase,yomisma,seestabaconvirtiendoapasosagigantadosenunacitacon
lamuerte.
TeresanosdeleitódurantediezminutosconlacanciónMolaMazodel
momificado Camilo, bailando como una posesa, estirando las piernas y
mostrándonoslarajinfli en todo su esplendor. Brazos arriba, brazos abajo,
soltándoseelpeloalavezquevolteabalacabezahaciendovolarsumelena
en círculos, dando palmas… era la reencarnación de Leticia Sabater en su
videoclipdeLasalchipapa.Miestadofuepasandodealucinetotalaenfado
monumentalcuandoseagarródemiscortinasdeLaOcaylasdesgarrócomo
si de papel pinocho se tratara, cayendo la barra que las sostenía sobre mi
mesitasupletoriayrompiendoporendelacajitadeporcelanaquemiabuela
Bibi me dejó como única herencia. Mi casa quedó devastada por el
improvisado concierto de Teresita que, para rematar su actuación, vomitó
sobrelaalfombradepieldevacadeIkea;ahorayaséporquéloshuracanes
más catastróficos llevan nombre de mujer. La cajita de Bibi hecha añicos
podíasuponerunantesyundespuésenmivida,podríadesatarsufuriadesde
elmásalláysumensajedeantespodríaestarcobrandounsentido.
—Pero ¿qué ñoquis te pasa? Me has dejado la casa hecha un solar,
¿estásmongolaoqué?—Levantédelsueloamicasiexamigadeuntirónyla
llevéalsofáparasentarlayecharlelabroncacomoDiosmanda—.Nome
ignoresTeresa.—Levolteélacaraconbrusquedadparaquememirase—.
¿Teresa?, Teresaaaaaaaaaaa —le grité lo más cerca que pude de su oreja,
pueseloloravómitoeraunabarrerainfranqueable.
—CreoquetuamigaestáKO—Davidhizosudiagnósticososteniendo
subrazocasiinerteysoltándolocomosifueraunalechugapocha.
—Lamadrequelaparió,estahijadefrutamehaconvertidoelsalónen
unaescenadePoltergeist.
Aquello no tenía compostura, yo daba vueltas sin saber por dónde
empezar a recoger, esquivando el vómito y saltando cristales como una
funambulista del Circo del Sol, mientras David seguía pegado al sofá con
Teresa descansando la cabeza sobre su hombro. Un hilillo de babilla
pegajosa le surcaba la comisura derecha en pos del hombro izquierdo de
Davidylehabíamanchadodealgoindefinidosuinmaculadacamisetablanca
detíobueno.
—Lo siento, normalmente no es así, no suele beber y ha perdido los
papeles —le dije al pobre chico, seguramente estaba alucinando con todo
aquello.
—No te preocupes, ha sido divertido. —Una de sus sonrisas diez se
dibujóensurostroymiclítoris,ajenoacualquiercosaquepasarafuerade
sucírculovital,volvióapropinarmeunadescargaquemedejótemblandolas
piernas.
—Mmmm,Cristina,siloprefierespodemoscenarotrodía,creoquetu
amiganecesitavigilancia,ademássenosvaapasarlareserva.
Parecíaserqueesasonrisa,quemehabíadedicadosegundosantes,era
unameraherramientadeconsolaciónyqueDavidqueríahuircomoalmaque
lleva al diablo en su furgoneta vintage. Mi mente debía actuar rápido, no
podía dejar escapar a semejante furcio, si me conformaba y lo dejaba
marchar, las posibilidades de volver a verlo serían nulas, parecía una
persona sensata y educada, y la escena vivida en mi casa asustaría al
mismísimoIkerJiménez.
—No,deesonada,nopermitiréqueestalocanosarruinelanoche,la
dejaremos en el sofá tan ricamente para que duerma la mona y mandaré un
mensaje a su marido para que no se preocupe. Tengo muchísimas ganas de
cenarenesesitiotaninyconocerteunpocomejor,sitúmelopermites.—
Puseenprácticamicaídadeojos,tanensayadaytanmaduradaduranteaños,
peroelestrésafloródenuevoensuversiónmáscatastrófica.
—¿Quétepasaenlosojos?Telohevistohacerunpardevecesesta
noche, ¿tienes algún tipo de problema de visión?, ¿estrabismo, miopía?
Tengounamigooftalmólogoquepodríaecharteunvistazo.
Perfecto,estupendo,maravilloso,ahorasepensabaqueveíamenosque
ungatodeescayolaoqueteníaalgunaespeciedeTOC.Aunquedeboadmitir
que eso sonaba mucho mejor que el que me estuviera dando un ataque
epiléptico o una especie de embolia en la clase de Naturales y que un
profesordecientodiezkilosteferuliceenelsueloconunamordazadela
marcaStaedtler.
—No tengo ningún problema de visión, ni me dan ataques, ni nada de
nada, es solo un tic por estrés. —Llegados a este punto era mejor decir la
verdad, además me serviría de terapia para superar el trauma que me
generaba poner cara de Slot cada vez que me sentía incómoda o nerviosa,
cosaquesucedíaunasdoscientasvecesaldía.
—Oh,losiento,yocreíaquepodíaserotracosa,detodasmanerases
bastantegracioso,nopierdesniunápicedeguapura,nadieesperfecto.—Al
decirestoúltimoseñalóconlamanoqueteníalibreamiorondayborracha
amiga,quecontinuabaserigrafiandosucamisetaconlahediondababa.
Ya estaba saturada del todo, teníamos que salir de mi apartamento
cuantoantesyponernosenlugarseguro.Seguiraquíunafraccióndetiempo
más podría acabar matando del todo la química que notablemente se había
producidoentrenosotros.
Esto tenía salvación, si huíamos sin remordimientos, dejando a Teresa
bien acomodada en el sofá con una manta de topos a lo perrito dálmata.
Cuando la movimos soltó improperios y algún que otro alarido, pero
finalmente se quedó plácidamente dormida emitiendo todo tipo de sonoros
ronquidos, parecía que en sus entrañas habitaba al completo un minizoo.
Recé por que los gases que emanasen de su vómito durante la noche no la
sumieran en un sueño eterno y encontrármela dentro de unas horas vivita y
coleando.Nomeperdonaríaserlacausantedesumuerteprematura,afinde
cuentas,todoestolohabíahechopormí,bueno…todo,menoslodebeber
comounacosaca…peroconalgoteníaquecalentarselapobre.
22:18,laMalquerida
No costó mucho convencer a David, y es que en el fondo lo estaba
deseandotantocomoyo.CogíelmóvildeTeresaporsiacasoasumaridose
leocurríallamardurantemiausenciaymeloechéalbolso;sobrelamesade
centroledejéunpapelenelqueanotéminúmeroyeldeDavid.Quélista
soy,peroquélista.Mimadreestaríaorgullosa,paraqueluegodigandelas
rubias,porquesí,soyrubiadenacimiento,aunqueloocultobajounfabuloso
tonocaféquemequedaamorirdeenvidia.
Silenciosos,salimosdemiapartamento,casiahurtadillas,porsiacaso
al monstruo del lago Tess se le ocurría volver del abrazo de Morfeo.
Mientras cerraba la puerta percibí cierto movimiento en la mirilla de mi
vecina la loca pero no le dije nada a David; bastante locura había
presenciadoya.Enlacallevolvimosahablar.
—MehacaídogenialTeresa,¿esamigatuyadetodalavida?
—No, hombre, no. Nos llevamos unos cuantos años, ¿es que no es
evidente?
—Sí,claro,yamehabíadadocuenta,poresomismotelopreguntaba,
pretendíasersutil.
—Túloquequieressaberescuántosañostengoyo.—Loapuntéconel
dedoacusadora.
—Yaséqueesaesunacosaquenosedebepreguntaralasmujeres.
—Porsupuestoqueno,peronomeimportadecirtemiedad.
—¿No? —Me sonrió un tanto travieso—. Entonces dime: ¿cuántos
tienes?
—Veintiocho —mentí—. Soy un poco más joven que tú —añadí a mi
mentira.
—Tieneslaedadperfecta.
—¿Perfecta,paraqué?
—Paraesto.—Sedetuvoyvolvióelrostrohaciamí,yohicelomismo,
y nos quedamos mirándonos a los ojos por unos segundos antes de que
envolvieramicaraconsusmanos.
Una gota de lluvia se estrelló contra mi nariz, qué oportuna la lluvia,
québonito,quémaravilla,nuestroprimerbesoibaaserbajolalluvia,había
merecidolapenalaespera.
—Está empezando a llover —murmuré hipnotizada por la profundidad
desumirada.
Yempezóadescojonarse.
—¿Quépasa?¿Quéhedicho?—preguntésorprendidaporsurepentina
risa.
—Me temo que no es lluvia—. Se puso serio pero la sonrisa aún le
bailabaenlosojos.
—¿Qué? —Me puse bizca para enfocar un manchurrón marrón en la
punta de mi nariz—. ¡Mierda! —exclamé con rabia olvidando la terapia y
llevándomelasmanosallídondeunpajarracohabíahechodianaconsusucio
culodepajarracomalnacido.
Davidmeparólasmanosenelúltimomomento.
—Esoesexactamenteloquees,Cristina,unamierdagigantedecotorra
verde.Permítemequetelalimpie—dijosacandounpañuelodeunbolsillo
de su cazadora de piel, que hay que ver lo bien que le quedaba. Ajustada,
perfecta, como un guante. Maldita plaga de cotorras verdes que asolaba la
ciudad,odiolascotorrasverdes,mecagomilvecesenlascotorrasverdes.
Despuésdeesoyanohubobesonideconsolación,recorrimosapieen
diez minutos las calles que nos llevaban a La Malquerida, David me fue
hablandodesutrabajoyyocadavezestabamásconvencidadequeerauna
gran persona. Cosa que pude confirmar cuando me contó que llevaba dos
añospasandosusvacacionesdeveranoenloscamposderefugiadossirios.
Qué hombre, por Dios, era un sueño hecho realidad. Tan humanitario, tan
listo,tansimpático,tanagradable,tanguapo,tan…tan…Eraincreíbleque
alguien así siguiera sin pareja, pero él mismo me dijo que no había tenido
tiempo para relaciones formales. Tras terminar el grado en la Complutense
deMadrid,habíahechounmásterdedoctoradoenLaHayabajoladirección
de un juez que era toda una eminencia en Derecho Internacional, y que al
volveraEspañahabíatrabajadoenunbuffetqueleconsumíatodaslashoras
deldíaejerciendocomolaboralista;loúnicoqueencontrórelacionadoconla
abogacía, pero que aquello no le llenaba, que deseaba volver a la
especialidaddeDerechosHumanos,poresoingresóenlaONG,alprincipio
trabajabagratis,peropronto,dadasuvalíayprofesionalidad,leofrecieron
un trabajo remunerado, porque claro, no solo de pan vive el hombre. Y yo
ahí,embobada,escuchandocadapalabra,admirandosuslabiosgorditosque
lodecíantodotanbonito,ysintiéndomeunamiserablementirosa.
Cuandotomamosasientoytraspedirlacena,memiróalosojosconsu
sonrisa preciosa y yo me sentí desfilarme por un despeñadero abrupto y
doloroso. ¿Cómo podría mirarlo a los ojos y seguir mintiendo? ¿Cómo
podría seguir con mi farsa? ¿Cómo podría explicarle más adelante, si lo
había,quemehabíapasadotodanuestraprimeracitaengañándolevilmente?
Entonceslosupe,losupedeverdad,noqueríaseguirhaciéndolo,porquelo
queyoqueríaeratenermilcitasconDavidyqueélsiguiesemirándomecon
esos ojos que tenía, que irradiaban amor, o algo parecido, algún tipo de
sentimiento incipiente, que ya era palpable, porque había química, había
conexión,ylosdoslosabíamos.
—¿Tepasaalgo?Tehasquedadoderepentecallada.
—Esquetengohambre,llevocuatrodíassincomerencondiciones.Hoy
no he tomado más que un té para desayunar y un yogurt a las seis, además
estabacaducado,creoquemehasentadomal.
—¿Noteencuentrasbien?—preguntóconevidentepreocupación.
—Semepasarácuandotomealgosólido—afirmédándoleunsorboa
micopadevinoblanco.
—Quizánodeberíasseguirbebiendohastaquecomasalgo.
—Notepreocupes,estoybien.
—Deacuerdo,nomepreocupo—dijolevantandosucopahaciamípara
hacerunbrindis—.Pornosotros—añadiócuandomicopachocóconlasuya.
—Pornosotros.
—Vaya cita llevamos, ¿eh? La verdad es que me estoy divirtiendo
mucho,lodeTeresahasidotodounexpedienteX.
—Sí,ellaesmuyextraterrestre,¿hasescuchadosusronquidos?
—Sí —respondió riendo—. Parecía que se había tragado una manada
deelefantes.
Delarisaelvinosemesaliócomounsurtidorporlanarizymequedé
másamargaqueunpomelo.
—Perdona, perdona —se disculpó pasándome una servilleta. Me soné
la nariz con fuerza y me limpié la boca bajo su mirada atenta. Cuando se
aseguródequepodíavolverahablar,mepreguntó—:¿Nomehasdichoal
finaldequésoisamigas?
—Trabajamosjuntas.
—¿Enlapeluquería?—preguntóinocente.
—No—respondíconseriedad.
—¿No?¿Teresanoespeluquera?
—No,ellaes…es…¿cómosedice?—Memiróextrañado,levantando
unaceja—.Es…
—¿Esteticista?—apuntó.
—No.
Malditasea,¿porquéeratandifícilmentirle?
Sonríounpocodesconcertado.
—¿Quépasa,Cristina?Debesermuymalo—dijoseñalándomeelojo
—.Nuncahabíavistomoverseunojotanrápido.Tevaamil.
Entoncestoméunadecisión:seacabaronlasmentiras.
—Pasa que no me llamo Cristina, David —le revelé con rapidez para
quenomedieratiempodearrepentirme.
—QuenotellamasCristina—repitió.
Neguéconlacabezaunasolavez,deformarotunda,yDavidperdióla
sonrisapocoapoco.
—Hablasenserio.—Abriólosojos,estupefacto.Estabaclaroqueno
seesperabaeso—.¿Ycómotellamas?
—Camelia,Cam.
—¿Cam? —murmuró llevando los ojos más allá de mí, como si
estuvierarecordandoalgo.
Cogímibolso,rebusquédentroparasacarlacarteraylepuseelDNI
delante.
—Ahílotienes,lapruebademimentira:CameliaDíazSerrano.
CogióelDNIyloestudióporunsegundo,luegomelodevolvió.
—En tu DNI pone que eres del ochenta y tres, eso quiere decir —
calculó mentalmente, llevándose las manos a las sienes y despeinándose
adorablemente el cabello— que tienes, ¿cuántos?, ¿treinta y dos? —Asentí,
avergonzada.¡Mierda!,putoDNI,¿porquédebíacontenertantainformación
unacosatanpequeña?Esaeraunadelascosillasquenopensabacontarlede
momento, la edad real de las mujeres debería ser secreto de Estado—. ¿Y
porquémehasmentido?
Azorada,lemantuvelamirada.Quéenrarecidosehabíavueltoelaire
de repente entre los dos. Parecía que no había oxígeno, me di cuenta que
llevabaunossegundossinrespiraresperandosureacción.¿Ycuándotefalta
elaire?¡Aydeti,cuandotefaltaelaireestandoconunhombre!Tranquila,
Cam,tranquila.Relaxyrespiradespacio.Nohaynadaperdido.Total,sololo
conoceshacedoshoras,aúnestásatiempoderectificar.
FueasícomodecidícontarleaDavidtodalaverdadsobremí,bueno,
casitoda.Sidespuésdeeso,yanoqueríaestarconmigo,nopodríaculparle,
melomerecía,pormentirosa,porvilmentirosa.
—Es un poco largo de explicar —dije notando que el tic volvía a la
carga.Siesanochenoacababatuertaseríatodounmilagro.
—Noimporta—dijoconsultandosureloj—,tenemosmuchotiempo.
Tomé aire y lo solté lentamente para calmarme antes de empezar a
hablar.
2
ASÍLEMENTÍ
12:01,tenemoschicadivinaenlaoficina
Unashorasantes,aquellamismamañana,mehallabasentadafrenteami
Mac, bueno, en realidad no era mío... Era el ordenador de mi trabajo.
Llevabapuestaunafaldalápizpordebajodelarodilla,nomelocreíaniyo,
siempre ese largo me ha parecido el más claro ejemplo de la estética
decrepita llevada a su máximo esplendor, pero este año era un hit el largo
midi y allá que iba yo, con mi falda entubada emulando a mi musa de la
moda,laactrizCamillaBelle.Mifaldaeraexactamenteigualquelasuyaen
elHoladenoviembre,soloquelamíanoeraunmodelodeprêt à porter,
sinoqueeraunaversióndeH&M,alaqueyo,todahacendosa,leañadíunos
detalles de pasamanería, y la verdad… me había quedado divina. Para
completarmilook-working,mehabíaplantadounademisadquisicionesmás
preciadas:unablusablancadeVersace(segundamanoenCottonVintage)y
unosfantásticossalonesnegrosGuess(regalodemiprometido).¡Vamos,qué
daba gusto mirarme!, porque era la sofisticación y la elegancia hechas
personas.
Eldíanohabíacomenzadodeltodomal,apartedequehabíatenidoque
repetir bragas; llevaba desde hacía dos semanas sin hacer la colada, y que
me había quemado hasta el intestino con el té infernal de la máquina
automática de la oficina, hasta que me senté en mi escritorio y encendí el
ordenador.Desdeelmonitormesaltóalosojoselmalditorecordatoriodela
fechadeentregaparamiartículodelpróximonúmerodelarevista.Lotenía
paradísimo; no soy ninguna holgazana, la verdad es que soy muy activa y
proactiva, pero es que no me apetecía mucho hacerlo y había estado
relegándolo,unayotravez,haciendootrastareasmenosimportantesqueme
iban endosando mis compañeros; eran todos unos buitres, solo se salvaba
Teresita,queesmuymaja,yellunesmevencíaelplazo,asíquemepusea
ello.
Alucinaba. Es increíble la cantidad de sitios de citas que existen en
internet.Tecleas«citason-line» y te salen cientos, qué digo cientos, miles,
millones… puf… Un listado interminable. Los ojeé por encima, sin prestar
excesivaatención:EDarling,C-date,POF,amorenlínea,quierorollo,meetic,
Easyflirt, be2, PARSHIP, chuminoamistoso, pelotillasligoneras… (los dos
últimos me los acabo de sacar de la manga, pero estoy segura que tendrían
muchoéxitoenlaredesdeligoteo).Todosmeparecíanigualdeinútiles,yno
esquetuvieramuchotiempoparadecidircuáleramejoropeor,enrealidad
todos me parecían un caldo de cultivo de tíos feos, calvos y frikis. Por lo
visto,buscarparejaeninternetnoeranadafueradelocomún,sinotodolo
contrario,yhoyendíaeraunaprácticacadavezmásextendidayefectiva,o
eso,almenos,asegurabanalgunosblogmuyentendidosenlamateria.
Mientras leía un post sobre cuáles eran los top five, no pude evitar
preguntarme(ysí,misojosenblanconopodríansermásclavaditosalosde
Anastasia en plena sesión de paliza ante notario), ¿qué clase de gente
recurría a estos sitios para pillar cacho? Pero ¿tan desesperados estaban?
¿Noeramásfácilconocergenteporlasvíascomunes?,Nosé…enunpub,
eneltrabajo,enelsúper,enlaputacalle...ComodiríaHitch,esesíqueera
uncrackelartedelflirteo:«Cualquierhombrepuedeconquistaracualquier
mujersitieneunplan».Pero¿quéclasedeplanpodíaconseguirseenunsitio
on-line: conocer a un trastornado, cuyo único y obsesivo propósito sea
asesinartetrashabertecebadoaburundanga?Porqueamí¿quenomedigan
queestodeligarconalguienquenoconocesdenadayquedarconélnoda
parapelículadepsicópataon-line?O,talvez,paraterminarsacrificadaante
ungrupodepajillerossectariosconunabata-mantalila.Solodeimaginarlo,
se me ponían como escarpias hasta los pelos de mi clásica y retrógrada
vagina.¿Enserioteníaquehaceresto?Nidelejosmepagabanlosuficiente
para todos los experimentos que me tocaba hacer usando mi propio cuerpo
comocobaya.Estavezpodríaestarjugándomeeltipo,porquesimecitaba
con un tío y resultaba ser un violador con WI-FI a una servidora no la
librabanlasdosúnicassesionesdedefensapersonalalasquefuiconMarga,
mi amiga más combativa. Lo más probable es que acabara saliendo en las
páginas de sucesos de los periódicos en plan momia, con una tela térmica
como mortaja (con lo mal que me sientan los colores flúor) y los pies
desnudos.Yesosíqueno;unaservidoranosalealacallesinsustaconazos.
Ni muerta. «Era una buena chica, hacendosa y generosa. Extremadamente
bellayconuncuerpodeinfarto,alaquelepagabanunaporcamiseriaenla
revista de mierda donde trabajaba, jugándose la vida, por cuatro perras»,
diríanlosartículosparailustrarcuálfuemividahastaterminartiradaenun
callejónsolitario,angosto,tenebroso(conmeadoshumanosydeanimalesa
gogódibujandomalolientesgrafitisenlasparedesdesconchadas).O,talvez,
nodijerannada,porquepodríaserqueelpsicópatafueradeestosalosque
legustajugaralascocinitasconsuscadáveresymetrocearaalajulianay
enterraramiscachitosenalgúnvertederodebasura,ynuncamássesupiera
delapobreCamelia.Ysabiendotodoeso,aúnnopodíacreermequeacabase
dedarmedealtaenlawebEmparéjaMe,queporelmódicopreciodediez
eurosalmesprometíaencontrarmimedianaranjaantesdequincedías,ytras
rellenaruncompletísimotestdepersonalidad(nielRHdelasangredemi
menstruación se había librado), iba pasando desganada los perfiles de
hombres que el servicio profesional de búsqueda de pareja, basado en
hechos científicos, me presentaba como los singles más apetecibles de mi
ciudad. Hombres,que según estos complicados algoritmos de EmparéjaMe,
quebienpodríaserunpito,pito,gorgorito,encajabanalaperfecciónconmi
perfil. Es decir, a todos estos tíos les debía gustar la música latina, bailar
salsa y acariciar animalillos varios. ¿Os he dicho que tengo alergia a los
ácaros? Y… ¿sabías que los ácaros son unos bichitos microscópicos de
colorverdecaca,primoshermanosdelasarañasylasgarrapatas?¿No?¿Sí?
Bueno,elcasoesquealformulariotampocoselohabíadicho,másquenada
porque había decidido omitir algunos pequeños detalles sobre mi persona,
talescomo:minombre,edad,profesión…esascosillassinimportancia,yatú
sabes,miamol.Habíamentidounpoco(unpoquitomucho)yesoquedecía
queeramuyimportantesersincerosalahoraderespondereltestcientífico
depersonalidad,puestoqueenmisrespuestassebasabaqueesosintrincados
algoritmosderelacionesencontrasenunhombreperfectoparamí.Peroclaro,
es que yo no estaba aquí por la labor de encontrar mi pareja ideal; solo
quería una cita con un desconocido. En realidad, solo quería una primera
cita, era un asunto meramente profesional. Debía comprobar en persona
cuántohabíadeverdadenloquesedicesobreloserroresmástípicosque
cometenlasmujeresenlaprimeracita,asíquenoeratanmaloesodementir.
Teníaunmotivodepeso.Detodasformas,notodoloquehabíaescritoeran
mentiras.Porejemplo…megustalamúsica,escuchocasidetodo,peromis
gustosnosondeltodoconvencionalesparaloquesesuponelepegaauna
chica tan sofisticada como yo, así que prefiero mantenerlos en secreto de
sumario.Peronoeratangrave,no,nadadeeso,aquítodoelmundomentía.
Nolodigoyo,no.Lodicenlosestudiososdeltema,genteprofesionalyque
entiende mucho sobre estos aspectos. En estos sitios la gente miente, hasta
decirbasta.Aquítodoelmundoesmásrico,alto,esbeltoyatractivoquela
medianacional.Esdecir,lasestadísticasnacionalestienenunasmediaspara
puntuar estos ítems, pues en estos sitios casualmente solo se inscriben ese
improbable porcentaje que está por encima de esa media. ¿Te lo puedes
creer?Lescuestaligarenvivoyendirectoyesoquesonadonisenpotencia,
partidazosdepuracepa,inteligenciasdignasdeNobeldeciencias,mientras
quelosmenoshermosos,menospastososymenossabiondosseapañancon
las vías comunes. Está claro que mienten, porque si no, no se entiende qué
hacenaquí,escondidoscomoratastrassusmonitores.¿Porquénosalenala
calle a enseñar esos cuerpos serranos? ¿A gritar: «Eh, tú, guapa, quieres
rollo»?Puesporqueesmentira.Mentirapodrida.Sonunoscracossalvajes,y
quenadieseofenda.
Lodeligarparamínuncahasidounproblema,noesquesealatíamás
guapa del universo, pero sé sacarle partidito al resto de mi cuerpo, con mi
unosesentaysietedealturaymissetentakilosdepeso,soyloquesesuele
decir una mujer muy curvilínea, sobre todo en la parte trasera donde la
espaldapierdeelnombre,estoydotadadeunasbuenasposaderas,graciasa
lagenéticademimadre.Enmiépocadeinstitutolosolíallamarelmaldel
tordo: la cara fina y el culo gordo, pero con otro mal añadido, tampoco
tengo la cara fina. Tengo una cara redonda con mofletes a lo hámster, mis
amigasdicenqueconeltiempoesosuponeunagranventajaparatodamujer,
que cuando tenga cuarenta y todas estén decrépitas y ajadas, mi rostro se
mantendrálustrosoyvigoroso.¿Porquésontandespreciablesloscuarenta?
A «esto» estoy de ponerme en pie y clamar al cielo con el brazo en alto
emulandoalamismísimaEscarlataO’Hara:«¿PORQUÉ?»Pero¿quécoño
lehemoshecholasmujeresalamadrenaturalezaparatodoslosmalesque
nosdeparalacuartadécada?Vale,relajalaalmejaCamelia,quenocundael
pánico,estásaañosluzdellegaraeso.Contreintaydosañosamisespaldas
y una cara de bollo de crema que podría tapar el mismo sol, lo único que
sufro, en realidad, es el mal del medio obeso: culo y cara para vender al
peso.
Elcasoesquepeseamicararedondaymiculogordo,nuncahetenido
problemasparaligar,sepuededecirqueheligadomucho.Yocreoqueenlo
de ligar lo que más influye es la actitud de cada persona y yo siempre he
estado dispuesta y receptiva a la hora de conocer hombres. No es que me
pusierauncartelconneonesde«Abierto24h»enlafrente,peroesascosas
innatascomodetallitos,señales…ylasocorridatécnicadeponerojitos,la
cualhedepuradoconlosañosconvirtiéndolaenmiespecialidad.Unparde
caídas de pestañas y ¡zaca!, ya estás en mi bote. Y no es para menos, mis
pestañassondignasdeGuinnessymisgrandesypreciososojosavellanami
mejorreclamo.Unbonitocomplementodemicabeza,quedeboamiabuela
Bibi,loúnicobonitoqueteníalapobre.Perdónameabuelaperoerasmuyfea
pordentro,unavalientehijadeperraqueintentódesquiciaramimadrehasta
eldíaquesechurrascóalobonzo.
—Caaa-meee-liiaa—escucharsuhorriblevozdemujerdelascavernas
con asma me provocaba ardor de estómago, mi tránsito intestinal no era el
mismo de antes, era peor que la M-30 en hora punta, accidente de tráfico
incluido y benemérita ordenando con conos. Hacía seis meses que había
entrado a trabajar en la revista y desde entonces convivía con un
estreñimiento crónico que hacía que mi cara adoptase todo el santo día un
rictushomicida,parecíaqueodiabaamuerteatodalahumanidad—,¿cómo
llevas eso? —La palabra «eso» manó de su boca como si la hubiese
vomitado.
Levantélavistaparamirarla,tratédesonreír,peronomesalía,conella
nuncamesalía.Ymiraqueponíaempeño,peronada.Noobstante,volvía
intentarlo y era muy consciente de estar enseñando hasta la parte más
indecente de mis encías superiores. Sin duda alguna, Greta debía ser la
persona que más odiaba en el planeta Tierra después de mi editor jefe,
Sandro. Sí, Sandro, sí, oyes bien. Sandro no es español, es italiano. Un
italiano que quita el hipo nada más verlo, porque está para mojar bragas,
peroesproporcionalmentebelloagay,asíqueloquehaceenrealidadesque
temojalasbragas,perotedejacontusganas.PerovolviendoaGreta,la
redactorajefe,unaodiosavíboralamirespordondelamires.Loúnicoque
sesalvabadesuinmundosereransuszapatos,siemprellevabaestupendos
zapatos. No era ni de lejos guapa, pero tenía un algo, un algo que por
supuestoerasuyoporquelohabíapagadoatocateja,puesmáspeliteñiday
polioperadanosepodíaserytodoenellaeramáspostizoqueelvirgodela
Sabater,desdesusperfectasuñasdeporcelanahastalaúltimaextensióndesu
espesayrubiacabellera.Seríasuformadepeinarselospostizos,otalvezel
modo en cómo le daba gloss a sus siliconados labios, o que siempre iba
impecablementevestidaconropadelasmejoresfirmasqueparamásseñas
comprabaenelbarriodeSalamanca,oesedondegentesqueparecíatener
con todo el mundo, salvo conmigo. Para colmo de males, Greta era la
hermana de Jaime, mi prometido, o sea que Greta era la cuñada de una
servidora y, por ende, me la tenía que tragar con sulfúrico en cada reunión
familiar o evento que celebraban mis suegros. A Dios gracias, eran más
asocialesqueunlémurconcervicalgiaagudaysolíanpasarsemásdemedio
añodeviajeviendomundo.Asíquelosveíamásbienpoco,perolojustoy
necesario,yesqueenlamedidaestálavirtuddelasrelacionesfamiliares.Y
esamedidaera,sinduda,laóptima.ElcasoesquemiqueridacuñadaGreta,
me enchufó en la revista en la que trabajaba de nueve a ocho de lunes a
viernes, más todas las fiestas para la prensa que se hacían a deshoras, una
media de doce, trece y hasta catorce horas diarias. Así que según ella le
debíalavida.¿Lavida?¿Olavidaenesclavitud?Eraunajodidaesclavade
mi trabajo, ya no tenía vida personal. De la redacción a casa, de casa a la
fiestadeturno,delafiestaacasaydecasaalaredacción,esosí,siempre
divinadelamuerte,conmisupermodelazoparalaocasiónymistaconazos
de vértigo. Mi prometido, Jaime, me seguía por Twitter y me veía en
Instagram. Hasta tuvimos que prometernos en el Facebook: me envió un
anillo virtual y yo le dije que sí de forma pública, ¿se puede ser más
romántico? Tuvimos casi diez mil «Me gusta» y otros tantos comentarios
felicitándonos.Impresionante.
—¿Qué pasa, Caaa-meee-liiaa? ¿Es que no te estimula el artículo de
este mes? —Se quedó plantada tal cual garza real con esas morcillas que
teníaporlabiostorcidosysusoscurosojosfijosenmí.
—Meencanta,novesloconcentradaqueestoyenlainvestigación—mi
tonodevoznopodríasermásirónico.
—¿Y qué has encontrado? —Estiró el cuello para cotillearme el
monitor.
Molesta por su interés, bajé la vista a mi teclado para que no
vislumbrara la verdad en ellos: cardos y más cardos, ni por unos Loubotin
salíayoconningunodeesosfracasadoscibernautas,peroleechégarbo:
—Puesmira—algonerviosilla,lediconeldedotontoalbotónderecho
delratón,seprodujounpantallazo—,aquímismotengoelafortunadoqueva
adisfrutarenbrevedemifantásticacompañía.
Teresita,queademásdesermiúnicaalmaaliadaenlarevistatambién
eralacorrectora,pasabaporaquí,yalescucharmedeciraquelloseacercóa
cotillearalafortunadoencuestión,plantándometodoelmelonchodelante.
—¡Jaaaaaarl!—seleescapóaloChiquitodelaCalzada.
No parecía una expresión muy adecuada para una filóloga hispánica,
perotodoelmundosabequepodríasignificarquealgolahabíadejadosin
ningunapalabramejor.Canguelomedabamirar.
—Teresa,preciosa,¿puedesapartarteparaqueveamosalamorcitode
Caaa-meee-liiaa.—Ysoltóunacarcajadatanmaléficaquelosfosforescentes
comenzaronaparpadearporencimadenuestrascabezas.Esto,enrealidad,
soloocurriódentrodemicabeza,perofuemuyrealycasimehagocaquita
encima.
—Madremía.—Teresacomenzóababearsobremitecladoy,sinola
apartaba, pronto haría charquito entre la «H» y la «L»»; empecé a
inquietarmeporsuseguridad.Mecaíademasiadobiencomoparaquererque
seelectrocutase.
Le cogí la cabeza y traté de apartarla, se produjo un breve forcejeo y
ganóella—.Quita,mujer,quepodamosveramichico—dijeimprimiendo
en mi voz elgran entusiasmo que sentía por mi trabajo—. Anda, quita ya,
pero ¡qué tonta! —Le acaricié el cabello como si fuera un cachorrillo
asustado antes de cogerle la coleta y estirársela—. Deja de chupar la
pantalla,quetevasaquedarpegadaporlaenergíaelectrostética.
—Electrostática—mecorrigióTeresa,sinapartarse.
Haciendousodemisuperfuerza,porfinpudedespegarlademimonitor
ymequedémirandoalsonrientecandidatoquememirabadesdeallí.¡Madre
míadelamorhermoso!Pero¿quéveíanmisojos?Pedazohombre.Eramuy
guapo.Demasiado.Tantoquenopodíasercierto.Esafotonopodíaserdeun
hombrequebuscabanoviaporinternet.Habíatongo,seguro.Laspupilasme
bailabandecontentoporqueesetíoestabamuycañón.
Interesada, Greta se acercó más para escanearlo mejor—. Joder, qué
bombón—dijo,sincortarse.
Estuve de acuerdo con ella, que no salga de aquí, pero estuve de
acuerdo. Era un bombón listo para llevártelo a la boca y lamerlo durante
horas.
—Estámuyrico—dijoTeresabesandorepetidamenteelmonitor.
—Sí, eso parece. —Cada vez más involucrada en mi artículo, busqué
rápidamentesunickenlaficha—.Romeo86estámuy,peroquemuymuymuy
bien.—¡Lalecheenbote,québuenoestabaRomeo86!
—Joder,quésuerteyquelarevistatepagueporsalirconuntíoasí—se
quejóTeresacomounaniñitahaciendopucheros—.Nohayderecho.
—¿Quiereshacertúelartículo?—Lamiréparpadeandoconunadulzura
indescriptible.
Misfamososojitos,¿recuerdas?YTeresacomenzóacaer,sinfreno,en
mi trampa, ya que es igualmente efectiva tanto con hombres como mujeres.
Idiotizadapormidulcealeteo,comenzóaasentirhastaqueGretalatrajode
vuelta con un rotundo «No», que retumbó por todos los cubículos de la
redacción. Veinte pares de ojos se nos quedaron mirando, expectantes. Son
comohienas,siemprealacechodecarnaza.
—¿Por qué no, Greta? —le imploré un poco dirigiendo hacia ella mi
armainfalible.
—He dicho que no y es que no —se mantuvo firme, esquivándome la
mirada.
Esmuylista,lajodidaGreta,peroquémuylista.
—PeroGreta,sabesquenopuedohacerlo
—¿Yporquéno?—meretóaltiva.
—A Jaime no le parecerá bien —traté de convencerla en nombre del
amor.
—PeroJaimenotieneporquéenterarsedenada—mereplicóburlona
—. Y de todos modos, solo vas a quedar para tomar una copa con ese
hombre, ¿no? Luego os vais cada uno a casita y santas pascuas. —Dio un
miniaplauso forzando una sonrisa tan grande que podría partirle la cara en
dos.Dabamiedo.
MirédenuevoaRomeo86,todavíamesonreíadesdeelmonitor.Tenía
una de esas sonrisas preciosas que empiezan en las mejillas y no acaban
nunca y unos ojos… azul oscuro, chispeantes… ¡Uy, pero qué mono! Miré
haciaTeresa,quemealentóconunasonrisa,inspiréhondoantesdevolvera
centrarmeenGreta.
—Vale,unacopa…ymevoy.Creoquepodréhacerlosinproblema.
—Lo ves, Caaa-meee-liiaa, no es para tanto —me palmeó el hombro,
cómoodioesegesto—.Tuprometidonosevaaenterardenadaytútendrás
material de primera mano para escribir tu artículo. Eso es ser una
profesional,cómosinovasasabersifuncionanesostipstanmagníficospara
unaprimeracita.Yasabes,Caaa-meee-liiaalaprimeraimpresióneslaque
cuenta,ynohabráunasegundaoportunidadparaunaprimeraimpresión.
Ajá,asíera.EstabaclaroquesoloibaaquedarconRomeo86unaúnica
vez.Lomiréaúndudosaduranteunossegundosevaluándolounpoquitomás,
deteniéndomeensuboca,québoquita,mmmm…¡Eh!,¿cómo?
—No,no,no,no,no…Espera…creoquetehasliadounpoco,Greta,
nosetratadeligármelo,sinodejustolocontrario:vercuántotardaenhuir
despavorido.
¿Deesosetrataba,no?Desplegartodasmisarmasdenoseducción:no
arreglarme,hablardemiextodoeltiempo,incordiarleconpreguntassobre
cuántoganabaycómoydónde,elegirelrestaurantemástopdeMadridpara
cenar e insistirle para que pagase la cuenta. Ya sabes, actuar como veneno
paracucarachasyverhastadóndeaguantabaelpobrehombresinmandarme
alaputamierda.
Gretasoltóunacarcajadaalaire,deesasenlasqueapoyaslapalmade
lamanosobreelpechoyechaslamelenahaciaatrás.Pero¿quiénseríeasí
enlavidareal?Nomeloexplico,estachicatuvoquequedarsesinoxígeno
alnacer.
—Oh,sí,sí,sí…claroqueloharás.
—Nopuedoircontodamimunicióncargada,sinovoyadisparar—
tratéderebatirleporlobajini.
—Sí, claro que lo harás. —Volvió a plasmar su sonrisa a lo Jack
Nicholson haciendo de Joker en Batman, aunque se me antojaba tan
escalofriantequemásbienseríaelJackdeElresplandor—.Porelbiendel
artículo.Amasestarevista,¿recuerdas?Losbuenosarticulistassonlosque
semetenhastaelcuelloensusinvestigaciones,husmeandoenlomáshondo,
destripandohastaeldetallemásmínimo…
—No estamos hablando de un tema serio. Vamos que esto no es la
guerradeSiria.
—¿Yaquiénleimportaeso?SiriaestámuylejosdeMadrid.¿Aquién
le importan esos haraposos refugiados? Nuestras lectoras necesitan… qué
digonecesitan…semuerenporsabercómodebenafrontarunaprimeracita
—dijo con su bocaza y su mala idea, ¿cómo puede un ser humano soltar
semejantecosayquedarsetanpancha?,pobressirios.
—Haymilesdeartículoscomoeseeninternet—añadíparafastidiarla
unpoco.Yaquelaideadelartículohabíasidosuya.
Chasqueólalenguarepetidamenteymedirigióloquepretendíaseruna
dulcesonrisa(amímedabaescalofríosenelbajovientre).Poralgúnsitiose
empieza,Caaa-meee-liiaa.Andadejadequejarteyayponteatooooope—
melanzóunpuñitoconciliadorlahijadeperra,antesdemarcharsemoviendo
surecauchutadoculoportodoelpasillo—.Hala,yamecuentasellunes,o
mira,alomejorhastatellamomañanaparasaberquétaltehaido—medijo
avozengritodesdelaotrapuntayluegosoltóunasiniestracarcajada.
—Sí,llámame,nolodudes—legritéyoradiandoentusiasmo—,hijade
fruta.—Entredientesmereconcomímisúltimaspalabras.
—¿Hasvistosupelo?—Isabel,otrapringadaarticulistadelarevista,
acercósusillaalamía.
—No —mentí. Envidiaba el cabello de esa víbora, de algún modo
conseguíaunaespeciededespeinadoartísticoincreíble.
—Me rechiflan sus ondas —continuó Isabel, haciendo gestos por
encimadesucabeza—.Parecequeacabedefollarseaalguienhastadejarla
sinaliento.
Puselosojosenblanco.
—ParecemásqueJarJarBinksselehacorridoencimadelacabeza—
dijoTeresafrunciendoelceño—yquelahaembadurnadoconlitrosylitros
desusemenverde.
—¿Yporquéverde?—lepregunté.
—No sé, ese personaje es repugnante, su semen también debe serlo,
debesercomounaflemadeTrol.
—¿Y por qué es tan mala persona? —preguntó Isabel pegando con
disimuloloqueparecíaserunmocodebajodelamesa.
—¿Quién sabe? —contestó Teresa, y después miró al infinito como si
realmente estuviera pensando que podía tener una buena excusa—. Tal vez
tuvounainfanciadifícil.
—Pero Cam conoce a su familia. —Isabel me miró esperando que yo
negase aquella explicación y después se cercioró con los dedos de que el
mocoestuvierabienadheridoalamesa;peroquécerda.
Neguéconlacabeza.
—Suinfanciahatenidoqueserideal.Nuncalehafaltadodenadaysus
padres,peseaserescandalosamentericos,sonmuysencillos,nadaquever
con esa arpía. Al menos sabemos que lo suyo no es hereditario —hice una
pausadramática—yquenovaporahípegandomocosdebajodelasmesas
desuscompañeras.—MiréaIsabelacusatoriamenteyestaseapartódeun
respingodelazonamancillada.
—Cierto—ratificóTeresa,aunqueellanoconocíapersonalmenteasu
familia,perosabíabastantedeellapormí.
—Quizáesalgúntipodemecanismodedefensa.Debesermuyinfelizen
sumatrimonio—sugerí.
—¿Túcrees?—TeresaeIsabelaproximaronmássuscabezasalamía
conaireconspirador.
—Enrealidadnilocreonilosénimeimportaenlomásmínimo.
—Perotúconocesasumarido.¿Cómosellama?—preguntóIsabel.
—GonzaloDelaCalva.—Reíentredientes—.Lepegamucho.
—¿Escalvo?
—MásqueDonLimpio.
—Dicenqueloscalvossonlosmejoresempotradores—afirmóTeresa.
—Yquenodejanpelosenlacama—añadióIsabel.
—¡Quétonteríaesesa!—LediungolpeenelhombroaTeresa.
—¿Quién sabe? A lo mejor toda la fuerza que no tienen en el pelo la
tienenenelpene—sugirióIsabel.
—Podríasescribirunartículosobreeso,Isabel—lepropusoTeresa—,
seguro que a nuestras lectoras les encantaría poder catalogar la potencia
sexualdesusposiblesliguesmedianteunatricologíacapilar
—Pues… podría… investigar un poco sobre ello e incluso
entrevistarmeconungrupodecalvosfolladoresymujeressexualmentemuy
activas o hacer mis propias comprobaciones. —Isabel volvió a su mesa
arrastrandolasillaruidosamenteycomenzóapulsarconbríolasteclascon
susdedosdesacamocos;estachicatambiénerauncasodignodeestudio.
—A lo mejor Cam puede echarte una manita ya que esta noche va a
citarseconunmelenas—apuntóTeresaconunamalévolasonrisa.
—Valeya,todavíanoleheescritoaltalRomeo86—repuse,tecleando
a gran velocidad la dirección de la web de citas para comprobar si tenía
algún mensaje. No había ningún mensaje, ni de Romeo86 ni de ningún otro
posiblepretendiente.
—Nomeextraña,conlafotoquehaspuestoloraroesquetesalgauna
citaconnadie,comomuchotesaleunplanazoconelGalimatazoolaOruga
azul—mereprochóTeresasinlevantarlosojosdesuteclado.
Suspiré de hastío, hasta el coño estaba del puto artículo—. Veo que
estásmuypuestaenAlicia.
Teresamemiróconpesadumbre—.Esunodemismuchostalentoscomo
madre, Cam. Me sé de memoria todos los putos nombres de todos los
personajesdelaDisney,elClanyBoing,pornodecirdelasletrasybailes
de todos los jodidos Cantajuegos. Choco-choco-lalá, choco-choco-teté,
chocolá,chocoté,chocola-caaacaaaa,aaaarggg.Sivuelvoaescucharaesos
desgraciados,tejuroquemearrancolasorejasabocaos.—Serevolvióel
flequillountantofueradesí—.Conloqueyohesido,Cam,conloqueyohe
sido,siteenseñounafotomíadehacediezañosnimereconoces,esto—se
pellizcólabarrigaconlasdosmanosabarcandounmichelínconsiderable—,
no era ni un proyecto. Lisa como una tabla de planchar, pa dentro la tenía.
Fuecasarmeytenerhijosymiraenquémeheconvertido.Estoyvieja,fofa,
acabada—gimió.
—No estás tan mal, exagerada, tienes una cara preciosa —traté de
animarla.
—Aprovecha,Cam,aprovecha,tecasasytejodeslavida,pornodecir
elcuerpo—suspirótriste.
—Venga,va.
—Tedoymiconsejo:disfruta,carpediem—levantóelpuñodesganada
—,salestanocheconesepastelitoyfóllatelo.
—Estás loca, no pienso fo… acostarme con ese melenudo. Si me
contesta,quedaréconélyleharépasarlapeorcitadesuvida.Ysinome
contesta,siempremequedasanGoogle.
—Túsíqueestáslocasiesetíoestálamitaddebuenodeloqueparece
estar y no te lo follas —me replicó muy digna volviendo a centrarse en su
pantalla.
—¿Yelartículo?
—Alamierdaelartículo.
—¿YJaime?
Me miró fijamente por encima de las gafas de pasta negra, que solo
usaba para trabajar y le daban un aspecto de lo más serio e intelectual—.
Ojosquenoven,corazónquenosiente.
12:27,algunosdetallitosquedecidínocontarleaDavid
Ya habréis deducido que era articulista en una revista femenina, y por
definición, como ya he dicho, esto significaba que vivía esclavizada. Las
revistas femeninas no son para nada como nos las pintan; nada es tan
glamurosocomoenlaserieUgglyBetty,nienlapelículaEldiablovistede
Prada,aunqueesmuyprobablequeSandrosehubieseinspiradoenMiranda
Priestly,parasertodolohijodeperraquees,porquenosepuedesermás
cabrón,ocabrona,yaquetieneplumacomopararellenartodoslosnórdicos
deIkea.Ennuestraoficinanadaeraluminosonibrillante;nilosmuebleseran
diseñosreeditados;nisiquieracontabaconunfabulosoalmacéndevestidos
de primeras marcas ni zapatos de firma. Allí todo era gris o marrón, salvo
algúndetalleencaqui,queactualmenteestámuydemodaperoamímesigue
pareciendocolormierdadepájaro(bichosqueodiocontodamialma),las
ventanasdelaredaccióneranminúsculasynohabíamásalmacénqueelde
los productos de la limpieza. Además, trabajaba unas horas interminables
para Greta, una persona de espíritu mezquino, con una retención infinita de
mala leche. Me ocupaba sobre todo de tareas pringosas, que es como yo
llamabaaloquenadiequeríahacer,comoaquellavezquemepasétodauna
semana pegando a mano con silicona adherente tres mil bolsitas metálicas
conoloraHalloteen;accidentelaboralincluido.Mefuiarascarelojoylo
que me dejé pegado fueron los párpados. Igual que una legañosa industrial
acudíalamutua,elenfermeroqueteníamáspacienciaqueunsantoconsiguió
abrirme el ojo con alguna receta milagrosa, pero nada pudo hacer por mis
pestañas que se quedaron alopécicas con el experimento. Menos mal que
Jaimemepagóunasextensionesydejarondellamarmelachicadelacopla
Tengofuegoenlaspestañas.Elcasoesquehabíallegadoaunpuntoenel
que el odio que sentía por lo que hacía para ganarme la vida empezaba a
reconcomerme el alma. Así que había comenzado a enviar currículums a
escondidasatodaslasfirmasdemodadelpaís.Sabíaqueesaetapasoloera
untrámite,noeraelfin,sinoelprincipio.Queprontomellamaríanypodría
dejaresetrabajoquemeestabamatandoenvida.Porqueyonomequemélas
retinas para ser periodista, en realidad lo hice estudiando marketing, y
aspirabaaserunaexitosarelacionespúblicasenunagranempresademoda.
Perolacrudarealidaderaquenecesitabapagarelalquilerylasfacturas,así
quecuandomiprometido,Jaime(luegomeregalóunanillodeverdaddela
buena,pruebadeelloeraunpedruscoquepodríaeclipsaralaluna,quelucía
orgullosaenmidedoanular),meconsiguióelpuestocomoarticulistaenla
revista,nopudenegarme.
Jaime y yo siempre habíamos sido la pareja perfecta: estilosos,
atractivos,conpelocastañoyojoscastañosajuego.Éramostanidealesque
casiparecíaquenoshabíanfabricadoconelmismomoldeycolocadoenuna
caja de lujo con ropa a conjunto, igual que una Barbie y un Ken a tamaño
real. Todo el mundo nos miraba con admiración cuando paseábamos de la
manoporlacalle,visitábamosalgunaexposicióndearteosalíamosatomar
una copa por los locales más in. Éramos lo más. La envidia hecha carne y
hueso. Nunca hubiera hecho nada que pudiera estropear lo que él y yo
teníamos,nuestrafantásticarelación.Poreso,aquelartículoencuestión,me
estabatocandounpocolasnarices.Eraunasuntoprofesional,peroaunasíel
quedar con otro hombre a escondidas de mi prometido no me parecía
correcto. Así que, con todo el dolor de mi corazón, miré de nuevo a
Romeo86, pensando en cómo escabullirme de ese marrón. En realidad, no
teníaporquéquedarconningúnhombre;podíainvestigareninternetysacar
mucha información (a la gente le flipa contar sus experiencias en la red) y
luego inventarme todo lo demás. Oye tú, qué mono era… ¡Uy!, ¿eso de ahí
era un hoyuelo o una verruga? Ojalá fuera un hoyuelo sexy; yo mataría por
tenerunhoyuelosexyenlamejilla.
—¿Qué?—Teresameespabiló.
—¿Quedequé?
—¿Le mandas un mensaje a ese pastelito? —preguntó señalando mi
monitor.
—Nosé,Teresa—aúndudé,repasandosuperfil.Parecíanormal.Nada
depsicopatías,nadadefrikiñuelas,nadadepsicofonías.Uy,legustababailar
salsa,unminipuntonegativoparaRomeo86eldelsupuestohoyuelosexy.
—Pero,Cam,notienesnadaqueperder,soloesunacopa.
—¿Una copa? —suspiré. Pero qué sonrisa más divina—. Vale, de
acuerdo,¿quéledigo?
Teresaarrastrósusillahastaponerlaalladodelamíayseacercóen
planconspirador.
—Dilequetehagustadosuperfilyquetegustaríasaberalgomásdeél.
—¿Hashechoestoantes?—Lamiréfijamente.
—¿Yo?—Memirócomosilehubieramatadoelperro—.No.
—Estábien—mepusemanosalaobra.
«HolaRomeo86,meencantatuhoyuelo.¿Estuyootelopintas?
Me gustaría conocerte. ¿Te viene bien que quedemos esta tarde a
tomaralgo?»
Pasó una hora y Romeo86 no había dado señales de vida, me removí
incómodaenlasilla,habíaesperadopoderquitarmeelmarróndeencimalo
antesposible.Penséenecharleunvistazoalosdemáscandidatosenbusca
deotraposiblecita.Cuandollevabarevisadosunoscinco,lamalalecheme
rezumabaporlosporos,estabarabiosa,nosabíaporqué,tampocoerapara
tanto,eraunasuntodetrabajo,elhombrenoteníaporquégustarme,noibaa
follármelo,soloibaatomarunacopa,nadamás,peromequemabalasangre
quefueraGretalaculpablededoblegarmehastalamerlelospies.
—¿Estás llorando? —Teresa deslizó de nuevo su silla hasta mi
posición.
—No —respondí con la voz en un hilo, pero sí lo estaba haciendo,
últimamentelaslágrimassemesaltabancadatrespordos.
Nunca he sido llorona, me cuesta horrores soltar una lágrima. Aún
recuerdo cuando fuimos a ver Titanic, todas mis amigas llorando a moco
tendidomientrasLeonardomoríamástiesoqueuncarámbanoamarradoaese
cacho madera en el que si la Kate hubiera hecho un mínimo esfuerzo por
moverse a un lado hubieran cabido los dos, y yo ahí rabiando contra la tía
holgazanaquenohabíamovidonilaspestañas,conlosojosmássecosque
unescupitajodemomia,enpie,gritándoleconunairainhumana:«¡Muévete,
joder, mueve tu gordo culo de una puta vez!», ante la mirada indignada de
doscientos entusiastas cineastas llorosos. Desde entonces, todo había
cambiadomucho,yohabíacambiadomucho,yanodecíapalabrasfuertesen
vozalta,soloselasdecíaamíyointeriorocuandobebíamásdelacuenta,
cosaquenosueleocurrir,porquemesientafatal.¿Sabéisdeesaspersonas
que pierden los papeles y se vuelven un poco agresivas cuando se
emborrachan?Puesesaspersonasamímetienenmiedocuandometomouna
copa de más, soy incapaz de controlar mi boca, mis manos, mis pies... No
sabía que fuera capaz de dar patadas de kung fu hasta que me vi emular a
BruceLeeenunvideoquegrabaronmisamigasunanochedefiestaenIbiza.
Pero todo eso ya había pasado para mí. Ahora, como ya he dicho, era una
mujer muy sofisticada y fina, y solo usaba mis pies para llevar tacones de
vértigo.Elcasoesquellevabaunpardesemanasquemeponíaallorarpor
cualquiernimiedad.Todomeafectaba,comosidemídependieseelbienestar
detodalahumanidad.
—¿Qué te pasa, Cam? —insistió Teresa y su mirada de preocupación
fue el detonante. Me puse a llorar sin freno. No podía parar. De repente
estaba de un bajón que me moría. Las lágrimas me caían en cascada
emborronando mis notas para el maldito artículo. Se necesitaría una buena
dosisdeFortasecparadigerirtantamierda.
Impotente,movílacabezaaloslados.
—Pero¿quétepasa?—sepreocupómás.
—Nomepasanada,peroúltimamentelloroportodo,noséporqué.
Me miró como si estuviera inspeccionando una rata muerta—. ¿Estás
preñada?
Lamiréalucinando.¿Yo,embarazada?
—¿Qué?
Mesonrió,tratandodeinfundirmecalma—.¿Quellorasportodoyno
sabeselmotivo…?Puesquepuedequeestésmáspreñadaqueunchinche.
—¿Qué dices? Eso no es posible —le repliqué con rapidez. ¿Yo,
embarazada?Nidecoña.
—¿Túfollas?
—Puesclaro,todoslosdomingosporlanoche,perousamosprotección.
Tomolapíldoraanticonceptiva,yalosabes.
—Nosiempreesefectiva.MiCarlosesunfallo.
—¿Enserio?
Afirmó contundente y yo, nerviosa ya, empecé a hacer cuentas. A ver,
estábamos a 20 de noviembre, la última regla me vino… ¿Por qué no lo
apuntaba en una agenda? ¿Cuándo? ¿Cuándo? Fue poco después del
cumpleañosdemiamigaLucía.¿Cuándohabíacelebradosucumpleaños?Un
sábado de octubre, pero ¿cuál?, ¿cuál? Los días pasaban frenéticos en mi
calendariomental.
—Llevounasemanaderetraso—dijealfin.
Teresa me sonrío, y no sé por qué; yo estaba a un paso de entrar en
colapsonervioso.
—Pueshazteuntest.
—Mira,Teresa,nomedigaseso,porquedeestanochenopasaqueme
bajelaregla—ledijetratandodeautotranquilizarme.
—Ya,peronotevaabajar—dijoconguasa,ytuveganasdeestrellarle
la puta cara contra la mesa—. Si estás preñada de menos de un mes ya te
sale.
—Quenoquierohacermeningúntest,meesperoaquemebajelaregla
ypunto.
—¿Es que tienes miedo de que el test te diga que lo estás? Pero si el
aparatosololoconfirma,siloestásono,nodependedeél.
—Quetedigoquenomehagoelpuñeterotest—ledijeunpocohartade
suinsistencia.
—Aver,Cam,estáscansada,nohaymásquevertelacaradezombique
traes,abatida...—meseñalóconeldedo—.Estásengestación.
—Soloestoyunpocoaplomada.
—Sácateunafotoquetevea.
—¿Paraquénaricesquieresunafoto?Estoyaquí,puedesverme.
—Necesito foto, el directo no me vale. En las fotos se ve toooodo —
abriómuchoslosojos—,sonmuycrueles.Siestásembarazadalosabrépor
tucareto.
Conganasdequemedejaraenpazdeunavez,accedí.
—Venga—dijeponiendomiiPhoneenmodocámara,enfocándome—,
espera,queahoramedalarisatonta.¿Decara?
—No,delaclotildavaaser.Puesclaro…andadamequeyotelahago
—dijoarrebatándomeelmóvil.
Trassacarmelafoto,sequedómirandolapantallaconlacejaarqueada,
meencantaríasaberhacereso.Yosolosoycapazdesubirlasdosalavezy
mequedotalcualFridaKalo,unhorror.
—¡Oh, Dios mío. Estás preñadísiiima! —gorgojó pletórica ante mi
estupor—.Además,vaaserniña
—Anda,nofastidies.Porloquemásquieras,Teresa,nomedigaseso.
Noquieroniplanteármelo.Siaúnnohemospuestonilafechadelaboda.
—Pues ve poniéndola, porque estás más preñada que una coneja —
insistiólamuyperra.
Yo seguía pensando que era imposible, pero la verdad es que
últimamente no solo estaba llorona, sino que me meaba más que una vacaburraconcistitisylastetasmedolíanhorrores.¿Aversiibaaserciertoy
estabamáspreñadaqueunaconeja?
—Aver,Cam,nohaymásqueverte.Yesastetazas—miródenuevola
foto—,sesalendelapantalladelmóvil.
Mirándomelas desde arriba, es posible que me las viera un poco más
hinchadas,podríasercosadelsujetadordeLaPerla,perosíqueeracierto
quemerebosabacarneturgenteporlascopas,aunasínoquisedarlecrédito
—. No creo que sea para tanto. —Me las acaricié por encima de la suave
sedadelacamisaymenotélospezoneshinchadosydoloridospujandopor
debajodelfinoencaje.
—¿Duras con venas? —preguntó Teresa cuando me vio dibujar una
muecadedolor.
—Con venas no me he fijado, pero duras sí —admití empezando a
acojonarme.
—Tengoquevereso,enséñamelas.
—¿Qué?
—Quemelasenseñes.Soyexpertaentetashinchadas.Tresembarazos.
—¿Ahora?
—Sí,ábretelacamisaqueyomiroporarriba.
Hice lo que me decía, ¿qué iba a hacer? Teresa es muy insistente. Se
asomóalbalcóndemiescote.
—¡Joder,quétetasmásgordas!—exclamóconunasomodeenvidia—.
Peronohayvenas—concluyósuanálisisgeográficodemispechugas.
El caso es que conforme hablábamos, cada vez me las sentía más
hinchadas,comosituvieraungloboahímetido.
Chasqueólalengua—.Ay,amiga,nohayduda.
—¿Qué?
—¿Esastetassontuyas,deverdad?
—Sí,claro,sonnaturales—respondíorgullosa.
—Puesprepárateee.Verásquecántaros.
—Pero¿tanpronto?Sinopuedoestarnideunmes.
—Sí.Eseesunodelosprimerosíntomas.
—Además se te nota en la cara, estás cansadita. Menudas ojeras, te
lleganalasorejas.Tucuerpoestátrabajandocomoloco.¿Tienesangustia?
—No,creoqueno,perohoynomesentómuybienmitérojo.
—¿Muchahambre?
—No,mecomíunagalletadefibraycasimeasfixio
—Alomejoresunsimpledesbarajustedehormonas.
—¡Madre mía! —Me quedé mirando a Isabel, se había detenido a
nuestroladoycotilleabasinningúntipodepudor.
—¿Quépasa?—lepregunté,asustada.
—Cam,quécarapreñadatienes—confirmóparamigrancontrariedad
—.EstásencintaVHS,¿aquesí?—IsabelmiróaTeresa,quenotardóni
mediaendecirquesíconlacabeza.
—Nosé—aúndudé.¡Quenopodíaser,leches!
—Siesqueesoseve—insistióTeresa—.Hazteuntest.Cuantoanteslo
sepasmejor.Parairalginecólogoyempezaracuidarte.
—Pero¿quédices?,queaúnnotengonifechadeboda.
—Puestecasasconbulto.
—Sitieneselpechohinchado,comounapiedrayteduele...sindudalo
estás. —Anda, mira, habló la lista, y ¿qué sabría ella, si todavía estaba
soltera y entera?—. Lo sé por el artículo que escribí para el número 105,
«Los primeros síntomas del embarazo». Y si tienes sueño, eso ya es señal
inequívoca.
—Yelhambre—apuntóTeresa—.Camtieneelkitcompleto.
Las miré, la desolación navegaba sin freno por todo mi ser,
¿embarazada, yo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Habría vestidos de novia de Franc
Sarabiaparapreñadas?
—Elembarazoes...precioso—suspiróTeresa.
—¿Enserio?—lamirérecelosa.
—Sí,mientrasestándentroesunamaravilla,lomaloescuandosalen.
Sonunamonada,tantiernecitosylobienquehuelen,aunquedanmuchopor
culoporlasnoches,selesquieretanto—volvióasuspirarrememorandosus
retoños—. Pero todo luego cambia —su dulce gesto se tornó feroz—, es
empezaraandarydesatarseuncataclismo.
—Puesmedasunosánimos—ledije.
—Es tener un hijo y decirle «adiós» a una misma como ser humano,
pasasaser«lamamáde…».
—Tú,sigue,sigue…—laaniméconironía.
—Esqueloshijossonparalasmadres—meexplicómuysabedora—,
elpadreayuda,perovamos...Hayvecesquetedanganasdemandarloaun
cursoaceleradoparapadresinútiles.Ayer,sinirmáslejos,JoseLuisacostó
a Candela y esta mañana me la encuentro en la cama con las zapatillas
puestas.
—¿Enserio?Máscalentitaestaba,¿no?
—Sí,hijasí,yesasoloesunadetantas.Siyotecontara,JoséLuisse
ahogaenunvasodeagua.Parajugarunrato,vale,peroparayadecontar.
Pobres hijos míos. Si se quedan como Forest Gump, ya sé de quién es la
culpa.
Me reía sin prestarle demasiada atención, porque yo seguía dándole
vueltas a todo aquel asunto de mi posible embarazo. ¿Lo estaba? De hoy
mismonopasabaquemehicieraelputotest.
En ese momento, me saltó un aviso en la pantalla: un mensaje. Vaya,
vaya,Romeo86teníaalgoquedecirme.
23:37,postreparados…tres…ocuatro
Davidnoabriólabocaniunasolavezdurantemiextensaexposición,
para hablar, para comer sí, comer sí que comía el jodido, qué envidia me
daba, pero qué envidia más puta. Yo no podría comer de aquel modo sin
riesgo de reventarme el estómago, lo tenía tan castigado a no comer que el
pobre ya no sabía ni cómo hacerlo. Por tanto, yo me dedicaba a pinchar la
comidaconeltenedorymarearlaenelplato,mientrasbebíavinoymásvino;
concadatragoibaperdiendolavergüenzaytrasvariascopaslasinhuesoya
me iba sola. David asentía, abría los ojos sorprendido, incluso se rio en
algún momento por algo que dije que pudiera tener gracia, pero siempre
guardando silencio. Ninguna pregunta. Ningún comentario. Se lo agradecí,
eralargoynecesitabamitiempoparahilarbienloshechos.
—¿EsustedCameliaDíaz?
Mirésorprendidahaciaesavoz,conlacopaauncentímetrodemiboca,
provenía de un hombre serio con chaleco acolchado rojo, todo un ultraje
contraelbuengusto,tantoelhombrecomoelchaleco.Parecíauncombatea
muertedecracosyaquelhombreperdíaporpoco.
MiréaDavid,lamediasonrisaquepocoantesesbozabasedesvaneció
ylacopaquellevabaenlamanosequedósuspendidaenelaire.
—¿Quiénlopregunta?—mehicelainteresante.
A su lado, otro hombre con sombrero de vaquero, era algo bastante
absurdotratándosedeMadridyquenosevenmuchasvacasrondandoporla
plazadelaPaja,sacóunacarteradepielnegraymeplantólaplacaenlas
narices.
—SoyelagenteSoria.¿EsustedCameliaDíazSerrano?
¿En serio? ¿Eran policías de paisano? Siempre había pensado que la
policíadepaisanoeraunaespeciedeleyendaurbanayquesoloexistíanen
las películas. Noté cómo me ruborizada hasta las orejas y el tic volvió a
castigarmiojosinpiedad,mirédenuevoaDavid,queestabaexpectante—.
Sí, soy yo —respondí resuelta, y ante mi respuesta sus azules ojos se
achicaronrecelosos.
—Tenemosunaordendedetención.
—¿Dedetencióndequé?¿Dehorteras?—dijemirandoatónitasusbotas
decowboy.Eranabsurdamentepuntiagudasyconunacantidadindecentede
tachuelas. No sé cómo se atrevía a salir a la calle con ellas en un día
lluvioso,sindudapodíanconvertirloenunaespeciedepararrayoshumano.
Elpolivaqueromemiró,incrédulo—.¿Quéhadicho?
—Perdone, agente, la señorita no ha dicho nada. Me parece que ha
bebidoalgomásdelacuentayelfiltromentalleestáfallando—sedisculpó
pormíDavid,tratandodeminimizareldañocolateraldemidiarreaverbal.
—Eso digo yo… la cuenta… la cuenta… —Levanté con brío la mano
reclamandolaatencióndeuncamarerocualquiera.
—Haga el favor de no montar ningún espectáculo y acompáñenos a
comisaría.—Chalecorojosepusomásserio,sicabe.
—Pero¿porqué?Yonohehechonada.
—Esodicentodossiempre.
—¿Sepuedesaberdequésemeacusa?
—Agresión,señorita.
—¿Agresión?Yonoheagredidoanadieenmivida.
—¿Noesustedlalocadelzapato?
—Puedequelosea,peroesonomeconvierteenunasicaria.
—UntalSandrolahadenunciadoporagresiónconunzapato,havenido
conunojoalaviruléyelforensehadeterminadosudetención.
—No conozco a ningún Sandro —mentí—, bueno, a Sandro Rey, pero
solodelatele.
—Serámejorquenohablemásybusqueunabogado.
—¿Aestashoras?
—Sinotiene,seleasignaráunodeguardia.
—Insisto, agente, ha habido un error, yo no he agredido a nadie en mi
vida. Yo no he hecho nada —protesté inútilmente—, ha sido en defensa
propia, lo juro. —Miré dolorosamente a los agentes implorando su
clemencia.
Nomostraronlamásmínimalástimapormí—.Señorita,encasadesu
amigohaycámarasdeseguridad...
Ahídecidícallarme,seráhijodeputa,elasquerosodeJaimegrababa
todossuslamentablespolvos,seguroqueenalgunosalíayo,expuestaysin
filtro,contodamicelulitisalaire.Noteníaelección,asentíconlacabeza,
teníalasensacióndequetodohabíaterminado.Nopodíacreermeloqueme
estabasucediendo,unaseriedecatástrofesmehabíanacompañadodesdeel
amanecer,peroloúltimoqueesperabaeraacabareldíaporsegundavezen
laceldadeunacomisaría.Melevanté,cabizbajayavergonzada,dispuestaa
marcharme con ellos. No era capaz de mirar a David a la cara, que seguía
sentadoconlosbrazoscruzadossobreelpechoconcaradedecepción.
—¿Puedohablarconmiamigoantes,enprivado?—preguntéconlavoz
enunhilo.
Losagentesvolvieronamirarse.Finalmentefueelagentevaqueroquien
respondió:
—Nohayproblema.
Cuando los agentes se alejaron y volvimos a quedarnos solos, David
que casi no había articulado palabra ante tan bochornoso momento, se
enderezóenlasillaymepreguntó:
—¿Dequévatodoesto?¿Hayalgomásquenosepa?¿Agresión,pero
cómo? ¿De qué hablan esos agentes, Cristina? Perdona, Camelia… Cam,
joderquélíollevoenlacabeza.
—David,portumadre,tienesqueayudarme,túeresabogado.
—SoyabogadodeDerechosHumanos,túnecesitasunpenalista.
—Medaigual,tevienesconmigo.—Loagarrédelbrazoytirédeél.
—¿Adónde? Yo no quiero líos, joder, Cam, te acabo de conocer. Me
encantas, en serio, estoy seguro que podría volverme loco por ti, pero esto
empiezaasuperarme.
¿Había dicho que podría volverse loco por mí? ¡Ay, mi madre, qué
ilusión!Céntrate,Cam,quetelías.
—Estoymuyasustada,David.—Lomirésuplicante.
—DicenqueagredisteauntalSandro—dijoconseriedad.
—Noesverdad.Esciertoquequisehacerlo;loqueviconestos—me
señalé angustiada los ojos con ambas manos— fue la mayor ofensa que me
han hecho nunca. Estaba enfadadísima y presa de la ira quise agredirlo, y
digo quise, porque no lo hice. El zapato salió disparado de mis manos por
misalaridosdedolor,contanmalasuertequecayóensuojoporaccidente.
—Estábien,cuéntamequéhapasado,ydimelaverdad,siquieresque
teayude—dijomirandonerviosohacialospolicíasdepelideAlmodóvar,
quemeesperabanenlabarratomándoseunacerveza.Quéraro.Raro,raro.
14:07,putotacón,sinembargo¡ay,cuántotequiero!
Creoenlasuerte,yportanto,nosoloenlabuena,tambiénenlamala
suerte.Yelcolmodelamalasuertees,sinduda,queseterompaeltacónde
unodetuszapatosfavoritos.Yocuidomiszapatoshastalasaciedad,escasi
enfermizo,peroesqueyoadoroloszapatos,soncomomitarjetapersonal.
Siempre he pensado que puedes saber qué clase de persona tienes delante
evaluando sus zapatos. Cualquiera puede vestir bien, por cuatro perras las
franquicias hacen milagros en eso, pero el tema de los pies es mucho más
delicado. Vestir bien los pezuños tiene su riesgo, no hay que caer en la
tentación de comprarse zapatos bonitos, si no son de piel, porque todo el
mundosabrásitemiranlospiesqueeresuncutre.Siademásnolosllevas
limpios, da igual que vayas impecable, sabrán además que eres un guarro.
Asíqueyodedicohorasamimarmiszapatos,conformemelosquitoyales
estoy limpiando las suelas, sacando brillo a la punta o encerando
cuidadosamente la piel. Luego los meto en cajas especiales para zapatos,
todasdeigualtamañoyazulcelestecontopitoscrudos,quelucenordenadas
enlosestantesdemivestidoryconunafotografíade15x10cmdelparenel
frontal.Ysí,tengovestidor,laenvidiadecualquiermujer,perosoloporque
sacrifiqué el dormitorio de invitados de mi pequeño apartamento en la
Arganzuela a favor de mis niños. No dejo que se les agriete la piel, ni tan
siquiera un pequeño arañazo, siempre perfectos, como el primer día, y tan
prontolasuelacomienzaadesgastarselosllevoalmejorzapaterodeMadrid
para que me los arregle. Soy un poco obsesa, tal vez, pero mis niños se
merecenesosmimosymuchomás.Yo,yqueestonosalgadeaquí,hastales
hablo, como si fueran seres vivos. Confío en ellos y ellos confían en mí,
nuncamefallan.Nunca.
Poreso,justoenelfatídicomomentoenelqueeltacónizquierdodemis
Guessfavoritos,tuvolagenialideadecolarseenunpequeñodesperfectodel
pavimentoyoptóporquedarseencalladoahí,enmediodelaGranVía,sentí
quelasfuerzasdelcosmosnosolomehabíanabandonado,sinoquesehabían
puesto en mi contra y me estaban plantado cara. Eso, o el espíritu de mi
queridaabuelaBibiacababadeveniratocarmelasnaricesunpocomás.El
tacón del zapato se quedó empalado en el puto agujero, pero mis piernas
ajenas al incidente decidieron seguir andando, y algo iba mal, muy mal,
horriblemente mal. No soy lo que se dice una buena bailarina y tratar de
equilibrarme con diez centímetros de diferencia entre las dos piernas, me
llevóejecutarunestrambóticochachachásobreunaespeciedecuerdafloja
paraterminardándomeuntremendohostiazo.Misrodillaschocaronconuna
fuerzabrutalcontraelhormigón,memachaquélarótuladerechaypartedela
izquierda.Demibocanopodíansalirmássaposyculebras,cagándomeen
los putos servicios municipales de mantenimiento, hasta que oí un frenazo.
Chirrióenmisoídosatalesdecibeliosquenisiquierafuicapazdeescuchar
losgritosdeTeresa.Cuandolamiré,medevolvióungestohistriónicoqueno
leconocía,ysinofueraporqueestabacasiapuntodeecharmeallorarporel
dolor,mehubieradadounataquederisa.Teníalabocadesencajadaporel
pavor, los ojos fuera de las órbitas como un Simpson, mientras tiraba con
fuerzademibrazoqueriendollevarmeaotrolugar.Miréalfrente,dondeel
morrodeuncochesehabíadetenidoaescasosdiezcentímetrosdenosotras,
el conductor se estaba apeando dispuesto a terminar con mi vida, pero
llevabapuestounaespeciedemallotvioletaporloquededujequenosería
capazdealgoasí,nadiequelleveunmallotdeesecolorporlacallepuede
serunamalapersona.LuegomirémiGuesscompletamentehundidoenunade
lasfranjasblancasdelpasodecebra,parecíaestarasalvo.Demomento.Y
aunquehubieradebidoponermeenpiealavozdeya,talycomomeestaba
gritandomiinstintodesupervivencia,nopudehacerlo.Meencontrabaenla
tesitura más grande de mi vida: levantarme y ponerme a salvo del ingrato
tráficodelaGranVíaotratardesocorreramipobrezapato.Lógicamente,
opté por lo segundo, gateé dificultosamente hacia él, el dolor de la rodilla
derecha era casi insoportable, así que más bien esa pierna era arrastrada
comounsacodepatatasporelpavimento.Enmispanti,quesonanticarreras,
ja,sedibujóunaautopistaentodalalongituddeesapierna,desdeeltobillo
hastadondelainglepierdeelnombreycomienzaaserbrasileña,peronome
importó, porque yo tenía que recuperar mi zapato a cualquier precio, se
encontrabaasolodosmetrosdemí,peroseguíaenpeligro.Elsemáforoya
sehabíapuestoverdeyprontoalgúndesaprensivoalvolantenodudaríaen
atropellarlo.Cuandoalfinlleguéasuposición,lomiréconunamorinfinito
y lo acaricié suavemente con ambas manos, tranquilo, pequeño, pronto
estarás con mami, antes de estirar suavemente de él. Pero no salió, el muy
desagradecido no salió, se quedó atascado. Tiré más fuerte y nada. Entre
sollozos,lepedíayudaaTeresa,quenodudóenecharmeunamano.Dos,en
realidad. Con sus manos sobre las mías, pues ni en ese caso de extrema
gravedad,dejaríaquenadietocasemiszapatosyellalosabía,meayudóa
tirar,alpocosentíquesemovíaalgo,peroestabasufriendoporél.Mucho.
Sabíaqueelimplacablehormigónharíaestragosenlapieldeltacón.Eldaño
podía ser irreparable. Me encomendé a la Virgen del Perpetuo Socorro
mientras a la de tres volvíamos a tirar de él. Un centímetro afloró. A todo
esto, el conductor se había incorporado a nuestra misión de rescate,
deteniendo la circulación. Bendito samaritano. Una cantidad insufrible de
sonidos reverberaba en el ambiente: bocinazos de los coches parados,
exabruptos de los conductores, un crío llorando como un descosido, una
sirena de ambulancia a lo lejos como música de fondo… En fin, todo un
deleiteparalavecindad.
—Vamos, Teresa, ya casi lo tenemos —la apremié a la vez que me
enjugabalaslágrimas,quemesurcabanelrostro,enelhombrodemicamisa,
dibujandounaborrosabanderadeAlemaniaeneltejido.Debíatenertodoel
maquillaje corrido. En otras circunstancias esto sería un nivel diez de
tragedia.Enaquelmomentono.Enesemomentolomásimportanteerasalvar
miGuessdelasfaucesdelhormigóndelaGranVía—.Aladetresytiramos,
peroconcuidado—lerecordé.Teresapuedesermuybrutasiledamosalas.
Teresaasintióseria,conscientedelalcancedelagravedaddelasunto.
—Aladetres—repetí—.Unaaa,doossyyyyyy—decenasdevocesse
habían unido a mi cuenta, los miré con gratitud, qué maja es la gente, de
verdad. Había de todo: un ejecutivo con su móvil pegado a la oreja
repasándome con ojos lascivos el pandero, una mamá con su cochecito de
trillizoscompitiendoavercuáldelostresberreabamásfuerte,dosmonjitas
rezandoelrosario,tresancianitashaciendopuntoyunamujerenvueltaporun
vestido de la última colección de Prada con un aspecto (lo juro por mis
Manolos y si no que me salga un grano de pus ahora mismo en la frente)
fabuloso.
—Sal, maldito, sal —mascullé entre dientes, antes de dedicarles una
sonrisaagradecidaatodosellosyseguircontando—.Treeees.—Teresayyo
tiramos con fuerza—. Nada, no sale —informé a mi improvisado público,
excusándomeconunalevesonrisayellosmealentaronconlassuyas.Había
detodo:amarillas,radiantes,ortopédicas,desdentadas…VayaporDios,no
eraunaambulancia,eralapolicía.Dosagentes,perfectamenteuniformadosy
no precisamente guapos, habían conseguido superar la maraña humana
congregadaanuestroalrededorysituarseanuestrolado.
—¿Qué ocurre aquí? —preguntó uno de ellos, era lo más feo que ha
paridomadre.
Teresa, que es una excelente oradora, tomó la palabra—. Verá, señor
agentedelaleyyelorden,miamigaibaandandoporelpasodepeatonesy
se le ha enganchado el tacón en un agujero y se ha caído, causándose una
contusiónmuyfuerteenlarodilla…
—Ya veo, ¿y no puede moverse? —la interrumpió el policía feo,
hastiadodesuverborrea.
—Emmmm… sí, sí que puede… puede arrastrarse, eso ya lo hemos
comprobado,¿verdad,Cam?
—Ajá,sí,puedoarrastrarme.
—Venga,laayudaréaponerseenpie.—Elpolicíasecerniósobremí
consusfornidosbrazosdispuestoalevantarme.Peroyonopodíapermitirlo,
no pensaba moverme de aquí sin mi precioso zapato. ¿Qué digo precioso?
¡Fabuloso!
—Nooo—comencéallorar.
—¿Qué le ocurre, señorita? —se acuclilló a mi lado, dispuesto a
escucharme.
Yo no podía hablar, anegada por las lágrimas. Negué con la cabeza,
incapazdesoltarniprenda.
—Tranquilizase señorita —me dijo con calma y agradecí su aliento,
pero hubiera agradecido más que se hubiera lavado los dientes después de
haberse zampado lo que parecía ser un plato de morcillas bañadas en
ajoaceite—.¿Quéocurre?Dígameloyverésipuedoayudarla.
—Espormizapato.—Seloseñaléyéllomiró,estupefacto.Eranormal
una reacción así, realmente era un zapato digno de admiración. El toque
glamurosodelastachuelasaplicadasenelcontornoconquistabaacualquiera
enunabrirycerrardeojos.
—¿Quélepasa?—dijosinexpresividad.
—¿Nolove?
—Sí.
—Pero¿nolove?—repetíindignándome.
—Yalehedichoquesí—respondióperdiendolacalma.
—EsunGuess.
—¿Queesunqué?—preguntó,nohabíamalaintenciónensupregunta,
másbienparecíasimplecuriosidad.Puraignorancia,diríayo.
MiréaTeresasinpodercreérmelo,¿enquéclasedemundovivíaeste
hombre? Ella elevó los ojos al cielo completamente de acuerdo con mi
pensamiento.
—Un Guess, por el amor de Dios. Un Guess. Trescientos euros
concentradosenesapreciosidaddepielnegra—leexpliquéalapobrealma
ignorante.
—¿Qué? —Me miró incrédulo, incapaz de dar crédito a mis palabras.
Segiróhaciasucompañero,queseguíadepie,evaluandolaescena—.¿Has
oído,Martín?Dicequeesamierdalecostótrescientospavos.
—Pero… ¿Cómo se atreve? Mis Guess no son ninguna mierda. Es el
modeloBobbiedelanuevacolecciónotoño-invierno.Yustedtienequehacer
todoloqueestéensumanopararescatarlo.Essudeber.HajuradoanteDios
serviralacomunidad.Yyoymizapatoformamospartedeestacomunidady
pagamos religiosamente los impuestos que sirven para pagarle a usted su
salario.¿Entiende?
—Rescatar¿qué?—Soltóunacarcajadacasimacabra.
—Mi zapato, no puedo dejarlo ahí. Está atascado en ese agujero y no
hayformahumanaposibledesacarlodeahí.
—Sí, claro que puedo —me replicó con una sonrisa que no pretendía
sertranquilizadora—.¿Esustedconscientedequehaparalizadoeltráficoen
horapuntaporalgotanabsurdocomounzapato?
—Yonoheparadonada—medefendí.
—Esverdad—Teresasalióenmiayuda—,hasidoél.—Señalóalbuen
conductorqueenesemomentoestabaenplanmajorettedirigiendoeltráfico
queveníaensentidocontrario.Laverdadesquehabíatalcantidaddegente
congregadaquehastahabíancomenzadoainvadirvarioscarriles.
—Póngase en pie —me pidió, con excesiva amabilidad el tal Martín.
Era la primera vez que intervenía y lo cierto era que tenía una voz muy
sensual,tratándosedeunaespeciedemorsahumana.
Meaferréconmásfuerzaamizapato,deaquínomemoverían,hastame
dieranganasdecogerunaguitarraycantar:«DelbarcodeChanquete,nome
moverán». Obviamente, no lo hice, no era el momento, y tampoco había
ningunaguitarraamano—.Nomemarcharésinmizapato,lojuropor…—
memantuvefirme,amarradaamizapatocomosifueraunaboyaenmediodel
océano,yelagentemorsaunaolagigantescaqueamenazabaengullirme.
—¡Suéltela,suéltela!PorelamordeDios,¿cómoseatreveatratarasía
mi amiga? —oí a Teresa protestar indignada por el trato recibido por los
agentesdelaleysobreelbarullodevocesagitadasdelacongregación.
—¡Que no me marcho! —Se me partió una uña, pero siguió sin
importarmenadamásquesalvarmizapato—.Porencimademicadáver.
—No me tiente, señorita —susurró en mi oído el agente feo para que
nadiemáspudieseescucharlo.
—¡Estoesunultraje!—Teníalavozroncaytemblorosa.
—¡Loqueesunultrajeeslaqueestáustedliando!Tieneparalizadoa
medio Madrid por un zapato —masculló entre los dientes. Sus ojos chicos
teníanunapintadelomásamenazante,peronomeamedrenté.
—¡Quedeaquínomemoverán!—Yoahí,enmistrece,errequeerre.
Laadrenalinamebombeabaporlasvenas.
—Resiste,Cam,esunzapatofabuloso—meanimóTeresa,amigasasí
sondifícilesdeconseguir.
—Joder, no me lo puedo creer, ya están aquí —dijo el agente feo,
llevandolosojosalcielo.
MiréhaciaarribayentremislágrimasviunhelicópterodeTeleHinco
sobrevolándonos. ¿Desde cuándo tenían helicóptero las televisiones
españolas?Volabatanbajoqueapenasveíaelcieloazulbrillanteengalanado
deesponjosasnubesquehoycubríanMadrid.
Los agentes tenían pinta de empezar a estar muy cabreados y la
congregación de curiosos haciendo la ola para la tele no ayudaba mucho a
calmarsumalaleche,peroesonoeraculpamía,yosoloqueríarecuperarmi
zapato.Llevarlodeunapiezaasuhogar,asucajitaazulcontoposblancos.
—¡Venga,señorita!Nonoshagaperderlapaciencia.—Volvióatirarde
míelagentemorsa.
—Nooooo.—Memantuvefirmementeaferradaamizapatoysentíque
mispiernasseelevabanfrutodelafuerzasobrehumanaqueelagentemorsa
estabaejerciendosobremicintura.Lateníasujetaconambasmanosytiraba
deellatratandodealejarmedemipobreGuess.
Conelcuerpoenparalelosobreelfirme,mismanosblancasasiendoel
zapato y las piernas flotando en el aire, el zapato comenzó al fin a
desatrancarse. Un centímetro del tacón asomaba, luego otro y otro, ya casi
estabalibre,tansoloquedabanseiscentímetros.
—¡Másfuerte!—animéalagentemorsa,comenzandoaverlaluz,yel
agente morsa volvió a tirar. Y ocurrió lo peor que podría ocurrirle a un
zapato,eltacónserompió.Fuemuydolorosoelsonidoquehizoalpartirse.
Mimanoquedólibrecomounpájaro,alzandoenelaireloquerestabademi
fabulosoGuesscomountrofeo,peronohabíanadaquecelebrar—.¡Noooo!
—grité, rota por el dolor. Sentía como si fuera mi pierna la que se había
partidoendos.
La multitud vociferaba eufórica, había «¡Hurras!» y «¡Vivas!» por
doquier.Lasmonjashastabailabanalcompásdelaimprovisadacoreografía
queseestabamarcandoelconductorsamaritanoenmallasvioletas.Hastame
pareció escuchar a Megan Trainor y su All about that bass amenizando la
escena.Enesemomentolocomprendítodo:eramonitordezumba.Yademás
erabuenísimo.Mevendríagenialapuntarmeaclasesdezumbaytonificarme
unpocoelcuerpo.Antesdeirmelepreguntaríaenquécentrodabaclases.
—Mirequébien,yatienesuzapato—dijoelagentefeo,conguasa.
—Nooo —sollocé, acariciándolo, desecha por el sufrimiento de verlo
así—,eratanbonitoyahoraestáinválido.
—Siestanamabledeacompañarme.
—Gracias, pero puedo andar sola —respondí agradecida por su
amabilidad.
—Nomeentiende,debeacompañarmeacomisaría.
—¿Estáloco?Perosinovoyapresentarcargos.
Losdosagentessemiraronincrédulosyestallaronenunacarcajada—.
No,ustedno,perosucomportamientosuponeunaobstrucciónalorden.Está
detenida.
—¿Qué? —No me lo podía creer. En mi vida me habían detenido—.
¿Esto va en serio? —El agente morsa me tenía agarrado el codo y ya me
arrastrabaconél.
Forcejeéunpoco,peroerainútil,mellevabaencontrademivoluntad,
mientrasdeclamabasinmotivaciónalgunamisderechos.
—Noseresista.Noleconvieneoponerse—meaconsejóelagentefeo,
mientras se abría camino entre la muchedumbre—. Desalojen la zona, el
espectáculohaterminado.
Teresa, a la que un rechoncho y calvo soltero había entretenido para
pedirleunselfie,salióenmidefensacorriendotrasnosotros.
—Pero ¿qué sucede? Mi amiga no ha hecho nada, esto es injusto. ¿De
quéseleacusa?
—Eso no es asunto suyo, señorita —contestó con chulería el agente
feúno.
—Bueno, no sería asunto mío si no fuera mi amiga, pero es casi mi
hermana,hemoscompartidohelado,mensajessugerentesdesementalesyun
paquete de compresas mensualmente en la oficina por la sincronización
menstrual.
Losdosagenteslamirabanestupefactosy,literalmente,pasarondeella,
arrastrándomehaciaelcochepatrullasinningúncuidado.Memetieronenél
comoaunavulgardelincuente,agachándomelacabezaparaentrarigualque
enlaspelículas.
MientrasnosdirigíamosacomisaríarecibíunwhatsappdeTeresa.
«Voydetrásdetienuntaxi.
HellamadoamiprimoJacinto,esabogado.»
Yadjuntóunafotodesuprimo.
—Señoresagentes,yatengoabogadoymuyguapo.
—Felicidades, señorita, felicidades —contestó el agente morsa
poniendolosojosenblanco.
El resto del viaje, les fui hablando sobre mi trabajo y sobre moda en
calzado,porsuscarasparecíanointeresarlesniunpimiento.Perodeberían
agradecerme que les recomendara las botas Hunter para las agentes
femeninas,esasdeformesquellevanahoralesrestacredibilidadyautoridad,
sinembargolasHuntersonuniconodelarealeza,LadiDilaslucíamientras
paseabaporlacampiñainglesaconunjovenypocomodernoCharles.
—Además,silluevesonideales,imagínenlasconcalcetinesHunterdel
cuerpodepolicía,unacucada,¿nolocreen?
—Déjelo por escrito en el buzón de sugerencias de la comisaría y
cálleseunratito.
¡Qué desagradables! ¡Ni que esos troles llevaran a una detenida con
tantaclasecomoyotodoslosdías!
—Simeprometequenovaasalirhuyendo,nolepongolasesposas.
—Leprometoquenovoyasalirhuyendo—dijeconojosllorosos.
Lociertoesquedecaminohabíainsinuadolaposibilidaddequesería
capaz de correr una maratón con unos Manolos. Les había explicado lo
cómodos que a mí me resultaban a pesar de que muchas mujeres los
catalogasendematapies. Es posible que hubieran malinterpretado la frase:
«Podríahuirdespavoridaconellos».
Cuando entramos en la comandancia, solo habían pasado diez minutos
entrehacermelasfotos,tomarmelashuellasdelosdiezdedosdelasmanos,
desnudarme por completo y meterme de mala gana en una celda con una
señoritaquefumaba.
—Hola,soyCamelia,perotodoelmundomellamaCam.
—YosoyLidia,perotoelmundomedicelaBiturbo—contestóconuna
vozroncacrónica.
—Muybonitoslosdosnombres.—Mesentétímidamenteenunrincón,
antelaintimidantemiradadelaBiturbo.
—Medicenasípoquesoycapazdacermamadasapares.
La miré, realmente sorprendida—. Vaya, es un gran talento.
Enhorabuena.
Sonrióorgullosadesímisma—.Esquetengolabocamuygrande—me
explicóconafectaciónyabrióelbuzón,mostrándomeelprodigiosotamaño
de su cavidad bucal y de paso una dentadura que sería todo un reto para
cualquierortodontista.
—Debevenirtegenialparatutrabajo—levaloré.
—Sí,mepaganeldoblelamamada.TambiénmellamanlaCorrefui,de
ve en cuando hago alguna oferta de dos por uno —me contó con seriedad.
Estaba claro que la Biturbo se tomaba muy en serio su profesión—. ¿Tú
tambiéneresputa?
—¿Yo?—Abrílosojosuntantoescandalizada—.No,paranada,pero
quenoesporquenomeguste,quemegusta,hacéisunagranlaborsocial,yo
trabajoenunarevista.
—¿Unarevistadesaspapijos?
Lamirécondesconfianza,optéporlamentira.
—Soy articulista en Sonda y Pañal, dudo que la conozcas, es una
revista para jubilados, aunque alguno de tus clientes es muy posible que la
compren.
—No,nolaconoscodena.¿Yquétipodecosasescribes?
—Nada interesante, escribo sobre productos beneficiosos para la
terceraedad,comoquépañalocompresaparapérdidasabsorbenyretienen
más...
—Quéguachi.—Abriólosojosimpresionada—.¿Ytienesqueacatarlo
antes? O sea, ¿tienes que usar pañales por las noches y comprobar su
eficiencia?
—Noooooo—mereífijándomebienenellaporprimeravezdesdeque
había entrado en la celda. En realidad no era nada fea, solo estaba algo
desgastada por la vida, y también estaba lo de sus dientes, sus dientes no
teníanperdón.LaBiturbotambiénserioydeprontodejedetemerla—,me
basoenestudiosdemercadooestadísticas.¡Ah!ytambiénaceptosobornos
delasmarcas—añadímásrelajadayellamemiróconciertaadmiración—.
Esbroma,noaceptosobornos.
—Quésuertuda,amínadiemedana.Nilasgracias—dijoconpena—.
¿Ycacésaquí?
—Porunerror,yonohehechonada,solotratabaderecuperarunGuess.
Comosilehablaseenchino,niseinmutóantelamencióndelasagrada
firma.
—Ya,claro,comotos,posbuenasuerte,pajarita.
—Gracias,Biturbo,suerteatitambién.
No quise preguntarle que había hecho ella, pero lo que era seguro, es
queyolahubieradetenidoporatentadocontralamodayelmaquillaje.Yqué
decirdeesepeinadodelosochentaaloMadonna,aunquelapobreteníaque
rellenaresascalvasconcardadosíosí.
Me aferré a los barrotes como una folclórica a punto de arrancar por
soleares,laBiturboseacercóamíymepreguntósiteníauncigui.Teníaque
salirdeallícuantoantes.
00:25,elhombrequeentendíadezapatos
Davidmecortóenseco—.¿Ereslachaladaquehasalidoamediodíaen
TeleHinco?
—¿Perdona? Yo no soy ninguna chalada, chalados son los que no
entiendenelvalordeunoszapatosGuess—leexpliquéuntantoofendida—.
¿Sigo? —Asintió—. Bien, David, por culpa de ese fatídico incidente, tuve
querecurrirairacasademinovio…mejormatizo…miexnovio,aporeste
pardeManolos.—Leseñalémispiesyélvolvióaasentir.Porfin,gracias,
Señor,porfinunhombrequeparecíaentenderdezapatos.
18:28,delultrajealcorajesolohayquetirarseunpaje
Tres horas más tarde estaba en la calle, lo que sufrí durante aquellas
horasentrerejassololaBiturboyyolosabemos.Teresameesperabaenla
puerta de la comisaria, se había encargado de llamar a su primo Jacinto y
pagarle sus honorarios, cuatrocientos euros de mi alma, que no tardaría
moscaenreclamarme.Jugueteabanerviosaconsubolso.
—¿Quépasa?—preguntépreocupadaviendosuánimo.
—Hemos salido en las noticias de Tele Hinco. «La loca del zapato
paralizaeltráficodelaGranVíaduranteunahora».
—¿Enserio?Esperoquenadielohayavisto,peroteníaqueintentarlo.
Dios,míralo—lemostréelculpabledetodoelfollón.
—Merecíalapenasalvarlo,Cam.Yoestoycontigo.
—Gracias,Teresa,tuspalabrassonungranconsuelo.
—Estásfatal,Cam—selamentómirándomedearribaabajo.
—Hasidoterrible,Teresa—meechéallorardesconsoladamente—.La
humillaciónmásgrandequehesufridonunca.Mehanhechoquitarmetodala
ropa,elzapato,handestrozadomimejorsujetadorarrancándolelosaros,me
han encerrado en una celda como una vil delincuente, he tenido que hacer
pipienunsuciovátersinprotecciónconunaprostitutainspeccionándomelas
ingles.
Teresa me envolvió en sus brazos. Era digna de lástima: descalza, las
mediasdestrozadas,larodilladerechavendada,rasguñosengranpartedela
piernaizquierda,mifaldalápizllenademanchasdegrasaylablusaVersace
hechaungurruño.Miestadonopodríasermáslamentable.
—¿Creesqueestasmanchassaltarán?—lepreguntéapuntodeecharme
otra vez a llorar, señalándole el manchurrón, que el maquillaje había
dibujadosinningúnarteenmihombro.
—Nolosé—dijoconpena—.EstemaquillajeDiorskinstaresdelarga
duración.
—Necesitocambiarmederopayponermeotroszapatos.
—Ylavartelacara,estáspeorquesiaCourtneyLovelehubierametido
unapalizaMikeTyson.
—Quédíademierda,estoyporirmeacasaymetermeenlacama.
—Pero no puedes, hoy es tu cita a ciegas con el señor pastelito —me
recordóconretintín—.¿Puedesandarbien?
—Sí,enrealidad,soloesunacontusiónleve.¿Meacompañasacasade
Jaime?—lepedí,enlazandomibrazoconelsuyo.
Aunque Teresa me perjuró que con un pegamento fuerte de una tienda
chinapodríamossolucionarelproblemaenunpispás,micaradeestuporla
disuadióalinstantedetanabsurdaidea.LacasadeJaimeestabacerca,yallí
tenía mis Manolos. Con mis Guess por bandera y Teresa por lastre puse
rumbohaciaallí.Comencéaandar,cojeandounpoco.Peroloquemenosme
preocupaba en ese momento era cojear como una vieja chocha, tenía que
cambiarme de ropa y ponerme unos zapatos en condiciones, los zapatos de
saldillo que Teresa me había traído difícilmente podían ser catalogados
comozapatos,peroesquenoeranadafácilencontrarzapatosbonitosdemi
númerocontanpocotiempo.Lagentememirabaynomeextrañaba,parecía
escapadadeunasaladetorturaschina.
—¿TienesunosManolosynomehabíasdichonada?—mepreguntócon
ciertaenvidia.
—Jaime me los regaló la semana pasada, además no son los primeros
quehetenido—ledijealtiva,sacandopecho.
PerolaverdadesqueesosManolossíeranlosprimerosenmihaber.
Detodasformasnosuelocomentarconotrasféminasloszapatosquetengo.
Así evito el típico «¿Me lo prestas?», odio intercambiar la ropa y los
zapatos.Miarmarioymizapaterosoncomounanacióninfranqueable,solo
mipielymispiespuedenestarencontactoconlasprendas.Nopodríavivir
sisupieraqueotrossobacospeludoshanacampadoasusanchasenunade
mis camisetas de Prada, o que unos pies callosos y con talones agrietados
aporrearan las suelas de mis zapatos. El verano, el verano es una de esas
épocas que me superan, desprendiendo repetidas veces mis retinas cuando
veo talones como neumáticos de tractor. ¿Acaso no conocen las cremas y
aceitesdeBodyShopoSephora?Recuerdoelveranode2001,cuandomis
padresmeregalaronunospreciososzapatosdeZara(poraquellaépocame
conformaba con bien poco). Eran unas sandalias rojas, con tiras estrangula
dedos, una verdadera tortura con tacón, pero los lucía con resignación en
cada acto social. Pues bien, antes de estrenarlas me compré en un
supermercado una piedra pómez, un quita-callos (herramienta altamente
peligrosa) y una crema exfoliante. Me embadurné los pies para refregarlos
converdaderaansiaviva,quedaronrojoscomounrábanopicante,luegome
diconbríoconlapiedrapómez,quedandomispiesparaunaexposiciónde
arte gore. Tocó la hora del quitacallos, coloqué la cuchilla y me pasé sin
cuidado el aparatejo por un callo saliente del dedo gordo, llevándome un
buen cacho de dedo… acabé en urgencias enseñando mis ensangrentados
pies, parecía que hubiera intentado lijarlos con una herramienta de
carpintero. Desde entonces yo siempre digo que lo mejor es acudir a un
profesional.
Teresa me conducía, agarrada de mi brazo como dos abuelas yendo a
misa, pero es que yo necesitaba apoyo, ya que andaba peor incluso que
MarianoMariano.DecaminoacasadeJaimeestuveapuntodecaervarias
veces,teníaunaflojeraenlaspiernasquenometeníaenpie,parareponer
fuerzasmecomíunyogurtdepiñaqueTeresallevabaenelbolsodesdesolo
CarmendeMairenasabíacuándo.
—¡Aquíes!
—¿Aquívivetunoviooooo?—Teresaabriólabocacomounmuñecode
ventrílocuo.
—Ajá,aquívivemiguapo,exitosoyricoJaime—mesoltédesubrazo
ytoquéeltimbre.
—Pero¿cómohaconseguidounacasadeestaíndoleyenestebarrio?
—preguntó examinando con minuciosidad cirujana la cabeza de león de la
aldaba.
—El solar era de la familia, su abuelo tenía aquí una relojería en los
años treinta —contesté mientras insistía pulsando el timbre, la aldaba solo
eraunadornoinútil.
—Lovasafundir,Cam,¿novesquenoestá?
—Tranquila,sédóndeguardaunasllavesparaemergencias.
Como pude me subí a la canaleta, y llegué a un falso cajetín de luces
dondeJaimedejabaunasllavesparaemergenciasy,sinduda,estaloera.
—Vaya,nuncapenséquefuerauncajónsecretoymásenplenacalle—
dijoTeresaagarrándomeaduraspenaselculoparaayudarmeabajar.
—Jaimeesmuylisto—soltéorgullosadeserlaprometidadeesamente
tanbrillante.
Noséporquérazónentramossigilosamente,elcineamericanohahecho
muchodaño.
—Voyasubiralaplantadearriba,túquédateaquíyvigila—ledijea
Teresaconunhilillodevoz.
—¿Vigilarelqué?¿TehaposeídoelespíritudeGrissomotravez?
—Nosé,eslacostumbreenestoscasos.
—¿La costumbre? ¿Cuántas veces violas la intimidad de las casas
ajenas?—Teresateníaesacejalevantadaquemedabatantaenvidia.
Diporconcluidanuestraabsurdaconversaciónycautelosasubíporla
escalera flotante. A mí me daban un poco miedo, por aquello de que una
pierna se me colara entre los peldaños y quedarme colgando boca abajo
como una vaca sacrificada en un matadero, pero quedaban tan divinos en
aquel ambiente tan ostentoso y ecléctico. La casa de Jaime combinaba a la
perfecciónloclásicoymoderno,unestiloquenoleveníadesunoaficióna
leer revistas de decoración, como buen rico contrató a un decorador con
acentofrancésfalsoyfoulard.
Cuando llegué al último escalón, me pareció oír algo dentro del
dormitoriodeJaime.Eracomounapsicofoníadecuartomilenio,unavozde
mujeralgoroncaquedecíacosascasiininteligibles.
Seguí en mi papel de Grissom y me descalcé para acercarme de
puntillas, utilizando uno de los zapatos como arma. Mi oreja se fue
agudizando y pude descifrar dos frases: «Te gusta cómo te estoy dando» y
«Quéapretaditoquelotienes,lobitomalo».Elcorazónsemepusoamilpor
hora,solopodíanserdoscosas...
1. Jaime estaba viendo una porno de travelos(la voz ronca no era de
mujer).
2.Seestabamontandountríoconunamujeryotrohombre(ideaqueme
produjounataquicardia).
Apoyélaorejacontralapuertaylaespiraldefrasesguarrasygemidos
mepusieronamilporhora,esonoeraunapeliporno,eracomoestarenla
salaBagdadconunavendaenlosojos.
Abrílapuertaconunafuriasalvaje,desatadaporelestupordesaberme
una cornuda. Y con el carrillo derecho entumecido le grité el típico: «Pero
¿qué coño está pasando aquí?». Y ojito con la palabra «coño», como bien
sabéismiterapianomepermitíausartalesvocablosenvozalta,perotalera
mi estado de cólera que la palabra salió de mi boca disparado como una
bala.
—¡Teresaaaaaaaa, subeeeeeee! —grité con las escasas fuerzas que me
quedaban,sujetándomeenelmarcodelapuertacomosifueraunaboyaen
medio de una tempestad. Acababa de sufrir una especie de embolia, la
cabeza me propinaba pinchazos a diestro y siniestro, mientras veía la
grotesca imagen de mi novio enculado por una rubia con pilila—. ¡Gírate,
maldita zorra... o zorro o lo que seas! —le grité a la rubia, con el zapatoarmaenaltoacercándomealacama,quetodavíaseguíaacopladacomouna
fichadeTetrisalojetedeJaime.
—No es lo que parece, pichurrina. —Jaime levantó las manos para
protegersedemisgolpes.
—¿Pichurrina? No me llames pichurrina con la pilila de un hombre
dentrodeti—leescupí,asqueadaporsupocasensibilidad.Asíescomome
llamabacuandohacíamoselamor—.Ysíesloqueparece.
Teresallegójustoenelmomentoenelquelarubiaoxigenadaechótodo
elvenenopintandounPicassodemierdaenlassábanasdealgodónegipcio
demilquinientoshilos,nilabochornosasituaciónhizoqueperdieraunápice
deexcitación.TeníaelpenemásnegroqueKuntaKinteeldeRaíces,ypara
raíceslasquedibujabansusvenashinchadasalolargodesuerección.
—Por Dios santoooo, qué ascazoooo —dijo Teresa ante aquel
lamentableenema.
—Teresa,ven,acércateydimequéesloqueves—dijesulfurada.Lo
que estaba sucediendo en aquel dormitorio eclipsaba la lógica de mi
raciocinio.Serunacornudaeratodoundrama,peroencimasercorneadacon
unamujerconpililaeraunultrajeentodareglaparamiegofemenino.
Teresa se aproximó a la cama, con la misma expresión de estar
disecandounaratamuerta,examinóporunossegundoslaescena,tardómedio
segundoenretroceder,tapándoselanarizyreprimiendounaarcada.
—Veo…veo…que…unarubiaconpeneestáenculandoatuJaime—
explicóconelmismoentusiasmoqueposeeunretransmisordeunapartidade
ajedrez.
—¿Loves?—dijeconamarguraextendiendolasmanoshaciaél—.Sí
es lo que parece, Jaime: te han desflorado el ano. Gracias Teresa por
explicarcontantodetalleloshechosqueacontecen.
—Denada,Cam.Además…medaenlanarizquealguiensehaidode
ahí—añadióseñalandoelblancotraserodeJaime,queeracomoestarenun
visavisconelcuadrodeElgritoperoconuncódigodebarrassuperpuesto.
La rubia no quería descubrir su cara, se acurrucó sobre la almohada
cubriéndose la cabeza con los brazos. Jaime cayó abatido sobre la cama
llorandocomounamagdalena.
—¿Porquélloras?¿Quéalguiendigaalgoovoyaperderlospapeles?
—meencontrabafuerademíyelticdemiojoestabaempezandoaaparecer.
—Tú, rubia con pene, date la vuelta que te veamos —dijo Teresa con
brusquedadsacandounchicledesubolso—.Oye,monina,¿erestonta?Que
tedeslaVUELTAAAAAAA.
Teresasoltóungritoconalientoamentolquemeasustóhastaamí.Pero
lazorraandróginanomovióniunmúsculodesucuerpo,asíqueTeresapresa
deunafuriaincontenidaseabalanzósobresupelo.Nuncalahabíavistoasí.
—¡Esunapelucaaaa!—gritóconlamatadepeloalviento.
Despuésagarrólacaradelamujerylagiróhaciamícomosifuerauna
Nancy.
—¿Sandro?... —El ojo me empezó a parpadear a toda velocidad y la
venademicuellosehinchócomounatuberíaindustrial—.Malditamaricona
malaaaa.
Una ira nacida en lo más hondo de mis entrañas me dominó por
completo.SentíamicuerpocomoposeídoporelespíritudemiabuelaBibi.
Me fui derecha hacia él con el tacón en alto mientras Teresa me animaba
diciendo: «Destrózale la cara». Menuda macarra lleva dentro mi amiga. A
todo esto, Jaime metió la cara debajo de la almohada mientras seguía
llorandodesconsolado,dejandoenpompasureciénpenetradoano.Miraque
lohabíavistovecesdesnudoyentodotipodeposiciones,peroloquevien
ese momento me dejó muerta. Creo que ninguna sesión de hipnosis podrá
borrar jamás de mi mente esa imagen tan bochornosa de mi prometido.
Todavíaloera,apesardelultraje.Peronopormuchotiempo.
—No me pegues en la cara, Camelia, tengo una sesión de fotos
importantísimamañana—mesuplicóelempotradordelaño.
—Pues me has dado un motivo más para destrozarte esa cara de
asquerosoquetienes.
Delsustoquedebídarlesaliódespavoridoconlachurrallenadecaca,
pero lo alcancé con mi zapato, que se me escapó de la mano y por magia
divinaledioenelojo,delacara.
—Noooo,miojo,lasfotosconAngeloGantani—Sandrollorabacomo
unaperraatropellada.
—Te jodes, folla-novios —le dijo Teresa mascando chicle como una
presacolombiana.
MientrasTeresaseguíainsultandoaSandroydescargandoenéltodasu
rabiayaincontenible,meacerquéaJaime.
—¿Eresgay?—Movílaalmohadaylatiréalsuelo.
—Cam,yo...lo...siento.
—¿Quelosientes?
—¿Nodirásnadaalaprensa,verdad?—preguntósinmirarme,alzando
losbrazosparaprotegersedeunposibleataque.
—¿Eso es lo único que te preocupa, la prensa? —le repliqué con
desprecio.¿Esoeraloúnicoqueleimportaba?—Tranquila,gatita,amílo
único que me importa ahora son mis Manolos —añadí hinchando el pecho.
Noibaadesmoronarme.Noibaallorar.Podíasuperaresto—.Yquesepas,
quehemosterminado—mesaquéelpedruscodeldedoyselotiréalacara.
Cogí mis zapatos del vestidor, agarré a Teresa del brazo y la arrastré
lejosdeesahabitación.
—¿Qué ha pasado ahí dentro, estabas como poseída? —pregunté a mi
enloquecida amiga, si seguía mascando con ese ímpetu se iba a quedar sin
muelas.
—¿EsquénoestásenfadadaconJaime?—memiróextrañadamientras
me calzaba los Manolos y me recomponía el pelo ante el espejo del
recibidor.Parecíaserena,peronadamáslejosdelarealidad,transpirabaira
portodoslosporos—.MehaceesoamíJoséLuisyardeTroya.
La miré pensando que sí, que estaba que me cagaba en todo lo que se
meneabasobrelafazdelaTierra,perocogíaire,mearmédevenganzayle
dije:
—Noestoyenfadada,laverdadesqueestoy...¡liberada!yademástengo
unosManolos.
Teresameconocíabien,habíamoscompartidohorasyhorasdecharlas
trascendentales en la revista, sobre peinados, uñas de gel, bótox y
consoladores de última gama, entre otras cosas. Me miró recelosa por un
segundo,desconfiandodemispalabras.
—Eres un caso Cam, acabas de descubrir a tu novio engañándote con
Sandro, ¿me oyes?, San-dro con una peluca de los chinos y te quedas tan
campante.
—Sí, me voy tan campante a conocer al hombre pastelito. No pienso
llorar por un idiota como Jaime y, sobre todo, por no emparentar con la
recauchutadadeGreta.Además…tengoeltoroporloscuernos.
—¿Aquéterefieres?—preguntóTeresavolviéndomeacogerdelbrazo
mientrassalíamosdeaquellacasaquenuncamásvolveríaapisar.
—Hablodevenganza.Autenticavenganza—dijeconsolemnidad.
Teresa abrió mucho los ojos, más impresionada que espantada—.
¿Quieresdecirquevasamatarlos?
Neguéconlacabeza—.Lesdarédondemásduele:enseñaréestasfotos
enelprogramadeFeliciaBraga.
Le mostré una foto de Jaime a cuatro patas llorando mientras la rubia
masculinaloempotradaporelojal.
—¿Cuándohashechoesasfotos?
—Tengomisrecursos,soymuyrápidausandomiiPhone,quehapasado
demóvilaarmadedestrucciónmasiva.
—¿Ymedicesamí?Eresunaarpía.
—Solosoypráctica.—Meencogídehombros—.Sabes,Teresa,acabo
deverlaluz.—Miréelhorizonte,enrealidaderalapuertadelrestauranteen
elquesolíamoscenarJaimeyyolosdomingosantesdehacerelamor—.Por
fin me he librado del pedante de Jaime. Ya sé que parecía estar encantada
conmiprometido,perolociertoesqueeraunraritoentodoslossentidos,un
vanidosoyunclasista.Enparte,pensabaqueeramisinopordeberlecasila
vidaaGretalaMofeta(estarimalevaquenipintada),queelfinaldemis
díasseríasirviendoyagradeciendoaestafamiliadericosmiposiciónsocial
y mi trabajo. Y, ahora, gracias a los gustos raritos confirmados de mi
expareja soy libre, libre como una pájara, y con un as en la manga que me
proporcionará un estatus social por mis propios méritos. Bueno... No tan
propios,peroalfinyalcabofuiyoquienledioclicalmóvilparacaptarel
apareamientodelanutriaalavelocidaddelviento.
LociertoesquepodríamandarmicurrículumalNationalGeographic,
seríaunaexcelentefotógrafadeanimalesensuhábitatnatural;yaunquelos
bichosgrandesypeludosnosonmipasiónyelcaquinoseauncolorqueme
favorezca mucho, las botas safari son tendencia esta temporada. Ya me
imaginaba andando con glamur, cargando una polaroid vintage y con una
pamela XXL por Kenia, sería la fotógrafa más sexy del África negra,
combinandoalaperfeccióneleganciayconfortporloscenagales.
Cada vez me sentía más animada, la emoción de mi venganza fue
dejando en segundo plano la vergüenza del ultraje, el dolor del engaño.
ConformelecontabamisplanesaTeresa,másmeautoconvencíadequemi
relaciónidílicaconJaimenohabíasidomásqueunerror,unerrorgigantesco
quedebíaenmendarabasedevenganza.Yyasesabe…lavenganzasesirve
enplatofrío,¿oalgoasí,no?
3
ASÍMEMINTIÓ
00:47,piesenpolvorosa,quenoeslomismoquepiesen
polvorosa
David,denuevo,sehabíaquedadomudodurantemiexposicióndelos
hechos, cuanto más lo miraba más guapo me parecía, incluso enfadado lo
estaba,noqueríanipensarencómoestaríasurostrocontraídoporelplacer
enplenoorgasmo.
—Eresincreíble—dijoDavid.
—Gracias.
—No lo digo en el buen sentido —me espetó pero en su boca pude
intuir el apunte de una sonrisa—. Lo tuyo es de juzgado de guardia. Cam,
dimequeestonoeslonormalentuvidaosalgocorriendoahoramismo.
—No, mi vida es de lo más normal, te lo juro, hoy debo haberme
levantado con el pie izquierdo. Ahora que lo pienso, ha sido mi Guess
izquierdoelquehaquedadoinservible.
—Quequedeclaroquenosoyabogadopenalista,noesmiespecialidad,
perodadaslascircunstanciasyquemeencuentroaquí,intentarésacartehoy
hastaquellegueeljuicio,peroparaentoncesdeberásbuscarteotroabogado.
¿Deacuerdo?
—Deacuerdo—asentícomounaniñabuena.
—¿Dicenquehayunvídeodeunacámaradeseguridad?
—Nosabíanada,nosabíaqueJaimetuvieracámarasensudormitorio,
peroseguroquehanmanipuladolasimágenes—dijeconfalsaconvicción.
—Aún no he tenido el gusto de verlo —sonrío con sorna—, y no te
quepadudaquemeapetecemucho,porque—levantóunaceja—dudomucho
queesezapatosalieraaccidentalmentedisparadodirectoalojodelagredido.
Dimelaverdad,¿fuerealmenteunaccidenteoagredisteaeseseñor?
Dudé un poco en confesar, pero seguir falseando los hechos a mi
abogadonoayudaríaymásconunvídeodepormedio.
—Sí, sí lo hice, le aticé con el tacón repetidas veces hasta que se me
durmiólamano,peroteníaunarazóndepeso,seestabatirandoaminovio
conunapelucadeunbazarchino.
Davidhizountremendoesfuerzoporcontenerlarisa,perofueenvano:
estallóenunacarcajadaquenoteníafin.
—Losiento,Camelia,séquehatenidoqueserduro.
—EresmenossensiblequeelpenedeRobocop.—Mecrucédebrazos,
poniendomorritos.
Profirió otra carcajada—. De verdad, que no tienes remedio, eres un
casodeestudio.
—Muchasgracias—dijeuntantomolesta.
—Te vuelvo a pedir disculpas y alegaré en tu defensa una locura
transitoriadadaslascircunstancias—dijoDavidapretandoellabio.
—Gracias,teloagradezcodeverdad.
Davidechóunrápidovistazoalosagentes,quecontinuabanenlabarra
y ya iban por su tercera ronda de cervezas. Frunció el ceño y me miró de
nuevo.
—Sabes,Cam,todoestomeparecemuyraro.Esospolicías…nosé…
están bebiendo alcohol en horas de servicio… algo no me cuadra. En
realidad,nomecuadranada.
—Niamí.
—¿Hayalgunasalidatraseraenesterestaurante?—preguntómirandode
reojohacialapuertadelacocina.
Meencogídehombros.
—Novoyadejarquetedetengan—dijocondecisiónyvicomounrayo
de luz se abría sobre nuestra mesa y me iluminaba como en los milagros
bíblicos.
—¿Enserio?
—Venconmigo—dijoylevantólamanohaciamí.
MásfelizqueunaperdizselaaceptéyDaviddeinmediatotrenzólos
dedosconlosmíos.Cosaqueagradecí,despuésdetodo,parecíaquenuestro
barco de momento no se había hundido. Nos acercamos a los agentes, que
habíanaprovechadonuestracharlaparatambiénpediralgodecenar.Elpoli
vaqueroestabacomiéndoseunosespaguetiscarbonara,mientrasqueChaleco
rojo había optado por un entrecot a la parrilla. David volvió a mirarme e
hizo un gesto de desaprobación que indicaba a todas luces que aquel
comportamientoleparecíasumamenteextraño.
—Estostienendepolicíasloqueyodesuperhéroe—medijoacercando
su boca a mi oído, invadiéndome las fosas nasales de su aroma varonil—.
¿Nosvamos?—lesdijocomosinada,cuandollegamosasuposición.
—¿Ahora? —Chaleco rojo masticó lentamente—. Acabamos de
empezar.¿Notenéisnadamásquehablar?
David y yo nos miramos desconcertados y nos encogimos de hombros
comorespuesta.
—Nada,hombre,terminetranquilo.Nosotrosiremospagandolacuenta
—lerespondióDavidyyolomirésincomprender.Noteníaniideadeloque
lerondabaporsumaravillosacabecita.
Elpolivaquerosellevóunpuñadodeespaguetisalabocaycuandoun
espagueticayósobresucamisacomoacámaralenta,Davidaprovechópara
poner en marcha su plan de huida. Mientras se limpiaba, una camarera
vestida de un blanco resplandeciente pasó por delante de nosotros,
sacudiendo el culo muy coqueta, con una bandeja hasta los topes de copas.
David agarró a la chica de los hombros y la estampó contra Chaleco rojo,
que se vio de repente bombardeado por una nebulosa de gin-tonics. La
camarerarebotócontramí,quecasinilavillegar.
—¡Cam,corre!—megritóDavid.
—¿Qué? —Lo miré aturdida aún por el impacto de la camarera, pero
puselospiesenpolvorosa,trasquitarmedeencimaalapobrecamarera,que
nosalíadesuestuporviéndoseusadacomounimprovisadopunchingbag,y
propinarleotrofuerteempujónquelaestrellódellenocontraelpolivaquero,
queselaviollegarcomounángeldeluzfulguranteynodudóenmeterleun
buenapretónaltrasero.
Corrimoscomoalmaperseguidaporeldiablo,misManolos,comoera
de esperar, no me fallaron en ningún momento, serpenteando por las
concurridascallesdelaLatinaparadespistaralossupuestosagentesdela
ley,hastallegaralapuertadeSabrosaMaría,ungaritodesalsaqueyonunca
había pisado, aunque conocía porque me pillaba de paso cuando salía a
tomarunascopasenLaFlaca,ungaritomásafínconmisgustosmusicales.
Laverdadesqueyoylasalsacomoquenounimosmucho.TanprontoDavid
abriólapuerta,nosengullóHipocresíadeMarcAnthony,quesonabaatodo
meter, y el barullo de la clientela que hacía cola en la barra. David que
parecíaconoceraldedilloellocal,delamanomearrastróconrapidezpor
unas escaleras bajando dos plantas, casi me pareció que trataba de
esconderme, cosa que no tenía mucho sentido pues ya estábamos a salvo,
hasta localizar un escondrijo tras una gran palmera artificial. Me gustó el
sitioelegido,parecíaunpequeñorefugioconlasparedesdepiedranatural,
lamúsicaestabaalgomásbajaqueenlapistadebailedelaplantaprincipal
yunossillonesmuycucosinvitabanasentarseatomarsealgofresquito.
01:02,duelodebailesyfrikandersaraudales
Los sillones cucos estaban de mero adorno, pues eran incómodos a
rabiar, esa clase de asientos que te dejan el culo dormido y, en ocasiones,
hastamediavagina.
—¿Conoces bien este lugar, eh? Parece que te conoces todos los
recovecos—ledijeamiguapoacompañanteyahoraademásmihéroe.
—Yasabesquesoyfanáticodelosbaileslatinos,lopuseenmiperfil.
EsteesellugarporexcelenciadeMadridparasoltarlascaderasaritmode
bachata,cumbiaysalsa.¿Túnoloconocías?Tambiénpusistequetegustaba
bailarsal…—Memiróalosojosfijamenteyentrecerrólossuyosenactitud
decensura—…Claro,eramentira,también.
Asentí,denuevoavergonzada,yélnegóconlacabezadesaprobandomi
comportamiento, pero de nuevo esa sonrisa picarona estaba ahí mismo
asomando,restándoleimportanciaasuspalabras.
—Culpable,notengoniideadebailar,lomáscercaqueheestadode
los ritmos latinos fue una inscripción a clases de zumba que tuve en la
encimerademicocinaduranteunmes.
Un camarero, vestido como los protagonistas de las telenovelas
venezolanasdelosochenta,vinoatomarnosnota.
—¡Oh,David!,estántodosenlapista,notehemosvistoentrar,querido
—soltóelcamarerohorteramientraslimpiabalatapadecristalquecubríala
mesitademimbreatodavelocidadconunabayetamorroñosa.
—Salvador,estaesCam,unaamiga—Davidmepresentó,parecíaque
eltalSalvadoryéleranbuenosamigos.
—Encantado, señorita Cam, es usted muy bella, qué curvas, qué
sensualidad desprendes muchacha, serás una estupenda compañera de baile
paraDavid.
—Oh,no,yonosébailar,yoestoydepasoaquí.
—¿De paso? De eso nada, bella, no puedes dejar escapar a este
bombonsitoqueesDavidelBravo,asílellamamosporaquí.Lástimaqueno
legustenlosmachosoyamelohubierallevadoyo,querida.
—Salvador corta el rollo, que la estás asustando, y tráenos dos
Margaritasdeesosquetúsabes.
Salvadorpusolosojosenblancoyconunmovimientodecabezabrusco
sediolavuelta.
—¿Quieresqueledigaalapandaquehasllegado?
—No,yaapareceréyoantesdelaactuacióndeMateo,graciasSalva.—
DavidleguiñóunojoyaSalvaseleiluminaronlosojos.
—Pareceserqueerestodaunainstituciónporaquí,DavidelBravo.
—Bah,nolehagascaso,aquílaverdaderaestrellaesMateo,dehecho
actúaestanoche.
—Algoteheoído,¿yquiénesMateo,otronovioquetehasalido?—
ReíalrecordarlaspalabrasdeSalvador.
—Mateoesmihermano,élesquienmeintrodujoentodaestamoviday,
laverdad,mevienemuybienparaliberarestrés.
Salvador nos interrumpió de nuevo y nos colocó delante dos copazos
XXLconsombrillitadecolorturquesaincluidaybordedeazúcarverde,lo
másinnovadordelmomento.
—Enfortiminitscomiensaelespectáculo,mydarling.Daosprisitao
notendréisunbuenlugar.
ElcamarerosefuecontoneandoeltraseroalritmodeTúyyodeGente
deZona.
—Parece que tendremos que terminarnos estas copas gigantes en diez
minutos —dije regresando de nuevo a mi tono seductor—, y aunque me
encantaría seguir aquí conociéndote más a fondo, ahora tengo muchísima
curiosidadporvercómobailatuhermano.
Davidasintióymiróalosladoscomobuscandoalgo—.¿Quiénescrees
queeranesostiposdelrestaurante?
Me encogí de hombros y negué con un movimiento de cabeza—. Ni
idea, deben ser unos matones contratados por Jaime y su novio transgénero
paraasustarme.
—¿Asustarte,dices?Queríanllevarteconellos.Cam,estoyempezando
a acojonarme un poco con todo esto. No quiero que te quedes sola, no me
piensodespegardetienlospróximosdías.—Sonreí,nadamecomplacería
másquegozardesucompañíadurantehorasyhoras—.¿Quépodríanquerer
deti?
Abrímibolsoysaquéelmóvilbuscandoenelálbumdelacámara.
—Probablemente esto —dije, mostrándole la ráfaga de fotos de Jaime
siendo ensartado por el culo con el sable de un oxigenado Sandro. A este
apenasselereconocía,extasiadocomoestabaenmediodeldelirio.
David arrugó la nariz inspeccionándolas con detenimiento, eran
imágenesquemedolíanhastamí.
—Pero ¿él cómo sabe de la existencia de estas fotos? —preguntó
dejandoelmóvilsobrelamesa.
—Supongoqueescuchóelclickdelacámara,ademásmeconocemuy
bienysabráqueesposiblequesuultrajeestéinmortalizadoenmimóvil—
le confesé guardando mi móvil de nuevo en el bolso—. Dudo que tenga
grabada su batallita con el empotrador number one del año, y aunque la
tuviera,noseríacapazdeenseñárselaanadie.Sejuegamucho,sufamiliaes
delaclasealtayestámuyrelacionadaconlosmagnatesdeMadrid,sialgo
así llegara a difundirse le haría mucha pupa a sus negocios. Jaime es
conocido por su seriedad y esto es cualquier cosa menos seria. —Me reí,
tontamente,apenaspodíacreerloaún.
—Nodebistehaceresasfotos,tendríasquehabersalidodeallícontu
orgullointacto,¿quépretendíashacerconellas?
—Humillarlo,igualqueélhabíahechoconmigo—meexpliquédolida
—. Nos íbamos a casar dentro de un año, el mes que viene sus padres nos
hacíanunafiestadepedidaparaanunciarloatodossusamigos.Leescribíun
whatsapp amenazándole con difundir el chisme en las redes. Así que…
supongo que decidió que debía mandar a esos tipos para asustarme. No sé
exactamentequepretendíaenviandoaesossicariosdepocamontaapormí,
peromelopuedoimaginar.
—Hayquetenercuidadoconellos,puedenvolverynosabemoshasta
dóndesoncapacesdellegaresosdosidiotasporlacantidadqueleshayan
podido pagar —comentó y me hice pequeña en el sillón acojonándome por
momentos.
David notó el efecto de sus palabras en mí y me tomó la mano por
encimadelamesa.
—Yo cuidaré de ti. Oye, estoy pensando, ¿sabía Jaime dónde cenabas
estanoche?
Me quedé pensando en ello, por un momento no caí en cómo podría
haberlo sabido, pero de pronto me vino la luz. La luz en forma de
polioperadaypeliteñidahijadeputa.
—Sí, la zorra de su hermana Greta lo sabía. Fue ella la que me
consiguiólareservaenLaMalquerida.
—Vale, bien… por un momento pensé que Jaime tenía tu móvil
localizadoconalgunaaplicaciónGPS,entoncesnoestaríamosasalvoaquíni
enningúnotrolugar,mientraslotengasenchufado.
—No,nadadeeso—dijecasiconvencida—,peroloapagaréporsilas
moscas. No me puedo fiar de ese asqueroso —añadí volviendo a coger el
móvil para apagarlo, pero antes revisé rápidamente los wasapitos sin leer,
nada importante. Ni siquiera había uno de mi abuela Bibi, cosa que me
parecióalgopremonitorio.Siellanoteníanadaquedecir,esquetodoibaa
irbienapartirdeaquelmomento.
Alsondelamúsica,deltenuecolordelaslucesdelgaritoyconaquella
maxicoparetrodeMargaritaenlamano,pocoapocofuimosolvidandotodos
los hechos anteriormente acontecidos. Fueron pasando a un segundo plano
antelavisióndeunDavid,sentadoamilado,mirándomeconojosgolosos
mientrasapurabaapequeñossorbossuMargarita.Concadatragosevolvía
más borroso, era como un holograma de sí mismo, con reflejos como
extraterrenales, un dios griego esculpido para la ocasión, mi Superman
privado, mi Conan el Bárbaro, mi chico guapo del Equipo A, con su
furgonetaincluida.
—Gracias por salvarme y sobre todo comprenderme, sé que la noche
igualnoescomolaesperabasyyodejomuchoquedesear,soyundesastre
—leapretéelantebrazoparaconsolarlo.
—Nomedeslasgracias,laverdadesqueestásiendomuydivertido...
Davidarrimóunpocomássusilloncitoalmíoydeslizósumanohasta
mi cara. La acarició, apartándome con gentileza algunos mechones de las
mejillas, acomodándolos tras mis orejas. Mis orejas de electroduende. Es
quesonmuypuntiagudasmisorejas,poresosiempremelastapoconmucho
pelo. Sus ojos se quedaron fijos en los míos. Y de nuevo se produjo ese
momento,eseinstanteenelquetodoseparalizayestamossolosélyyo.Uno
detantosduranteesalocanoche,unosmicrosegundosenlosqueparecíaque
nos conocíamos de toda la vida, con mi clítoris gritando en silencio
«Síiiiiiii»,vibrandocomouncepilloeléctrico.Ycomoeradeesperaryya
veníasiendohabitualentrenosotros,todosefastidiótressegundosdespués
dequenuestroslabiosestuviesenapuntodeunirseparaformarunosolo.
—Hombreeeeee,aquíestás,menosmalqueSalvadormehadichodónde
estabas,cualquierteencuentraenestacueva—lereprochóconlosmorritos
apretados—.Solofaltabastú,estábamostodosesperándote.
Unamorenapechugona,aúnmásqueyosicabe,enfundadaenunvestido
fucsiaceñidoyconunclavelreventónentodoloaltodesuabultadamelena
rizada,interrumpiónuestrono-beso.
—Hola,Fabiana,íbamosaacercarnosalapistaencuantotermináramos
lasbebidas.EstaesCam,unaamiga—Davidmepresentóporsegundavez
estanocheaunserhumanosacadodelatelenovelaLadamaderosa.
—Sí,yaveo,holaCam—contestólamadredeFrijolitorevisándomede
arribaaabajoconsumiradamásteatral—.Volveréconlosdemásylesdiré
queestásporaquí,creoqueJuliánseráelganadorestanoche.—Segiródel
mismo modo robótico que Salvador; este lugar debería llamarse La
Despechada.
—¿Quién es esta chica? Parece que no le he caído muy bien aun no
habiendo abierto la boca —dije algo incómoda por el momento dramático
vividoconesamujerdaltónica,menudacombinacióndecolores.
—Nolehagasmuchocaso,esalguienconlaquetuveunahistoria,pero
ya terminó. Todos tenemos un pasado, ¿verdad, Cam? —contestó David
levantándosedelasilla,parecíaquesedadaporterminadalaintimidadentre
nosotros.
—Mehagocargo,¿yaquésereferíaconlodeJuliánylodeganaresta
noche?
—Eh...puesnosélaverdad,tampocoleheprestadomuchaatención.
—Pues era difícil no hacerlo, ese vestido acapara toda la atención a
mediokilómetroalaredonda.Enmirevistaseríalamodeloperfectaparala
sección de OMG (Oh, My God). —Me levanté también para acompañarlo
dondefueraquefuese.
Denuevomecogiólamano,gestoquemetranquilizó,pueslamiradade
esaactrizmaladetelefilmmehabíaintimidadounpocoynopodíavolvera
agrediraunserhumanoconelzapato,dadaslascircunstancias.Subimosa
lapistaensilencio,Davidagarrabamimanoconfuerza,lonotabanervioso
por el sudor de la misma. Un grupo de chicos, con camisas estridentes y
cuellosdepicocomoJuanPardoensuépocadorada,segiraronalpercatarse
de nuestra presencia. A su lado, otro grupo de chicas con un cincuenta por
ciento de sus integrantes de brazos cruzados y rostros y atuendos difíciles
catalogar,tambiénsequedófijoennosotros.Noesquefueranespecialmente
feas,bueno,unadeellassí,teníamuchoparecidoconelhermanomayorde
mi madre, mi tío Crescencio, antes de que se afeitara la barba de ermitaño
quetraíatrashacersuspropiasaméricasenMadrid,oye,puesigualeraun
hijailegítimademitíoymeencontrabaanteunaprimabastardamía.Lode
aquellas muchachas era algo que iba más allá de su belleza exterior, eran
todas unas frikis de podio y cuanto más las miraba menos lograba
comprenderquéhacíanlosamigosdeDavid,quesinsermodelosdepasarela
eran unos furcios de buen ver, con aquellas chicas tan atípicas. Eran tan
discordantesentresíquehastacausabandentera.NiconLoctitecompradoen
ElCorteIngléspodríancasarunosconotras.Fabiana,capitaneabaelgrupo
de mujeres frikis con una sonrisa burlona dibujada en la cara. Una escena
bastantegrotescayextraña,nolograbaentendernada.
—David, colega, creíamos que no llegabas —gritó uno de los chicos
que lucía una camisa brillante con piñas y flores tropicales muy in esta
temporada, exceptuando por aquel cuello juanpardero—. Soy Julián, ¿y tú
eres?
—Camelia, pero puedes llamarme Cam —le contesté al campechano
Julián,queigualqueFabianamerepasódearribaaabajo—.Enhorabuena,
creo que eres el ganador de esta noche —le solté con tal de parecer
simpática.
—¡Vaya! —Me miró un tanto sorprendido—. Gracias, Cam, veo que
Davidtelohacontado,sientomuchositehamolestado,peroestáclaroque
túestásdescalificadaynoentrasaconcurso,estásbienbuena,chiquilla.
Noentendíniunapalabradeloqueestabadiciendoesehombrecillode
colores.Davidtragósalivaymeestrechóaúnconmásfuerzalamano,seme
estaba quedando sin circulación. Fabiana intentaba animar al grupo de
mujeres cubistas y las animaba a bailar, pero ellas respondían con
movimientossinritmoalguno.MiréaDavidconungestodedesconcierto.
—¿De qué está hablando? —Fijé mi mirada en él, pero no me
respondió. Contemplaba tenso la escena, donde aquellas chicas trataban de
seguirlabachataconmenosestiloysaleroqueyomismabailandoElchiquichiquienbataypantuflasdeirporcasa.
Mi cabeza intentaba analizar todo lo que en esa pista de vinilo negro
estabasucediendo,habíacincochicosvestidoscomolosBeeGeesycinco
chicas,sincontaraFabiana,conindumentariasacadadelatrezodeTheBig
BangTheoryeintentandocopiarsinmuybuenresultadolosexpertospasos
debailedelaseñoraPechuga.Cuandounadeellassacódeunamochila,que
llevaba colgada de la espalda, una serpiente gigantesca y se la colocó
delicadamente sobre los hombros después de besarla en los labios; ¿tienen
labios las serpientes?, el corrillo se vino arriba y empezó a aplaudir
eufórico,ellasabiéndoseelcentrodeatenciónnolodudónimediosegundo
y, en menos que canta un gallo, comenzó a contonearse usando la serpiente
comounaboadeplumasaloSalmaHayekenAbiertohastaelamanecer.La
muchacha llevada por el éxtasis decidió pasar a mayores y tras
desenroscarse la serpiente del cuello, le pasó una pierna por encima y
comenzóarestregárselaenplanserruchoporlaclotilda,loscincoamigosde
David, que hasta ese momento no habían dejado de apuntar cosas en unas
libretasmientrasmirabanconatención,estallaronencarcajadasypalmearon
laespaldadeunJuliánconelbrazoenalto,sabiéndosetodounvencedor.El
dictamenmellegócomounrelámpagodeiluminaciónvenidodesdeelmismo
cielo del intelecto, me atravesó la masa cerebral dejándome aturdida,
patidifusa,porcompletoofendida,ymásdecepcionadaydesilusionada.Eso
era…Eraunputoconcursodeganado,estabanpuntuandoaaquellaschicasy
a mí. A MÍ. ¿Qué tipo de broma era esa? No era posible que David me
hubiera traído aquí para esto, entre nosotros había algo, había química, la
conexión… Las palabras se me hacían pequeñas en la mente a medida que
crecíaenmílaira.Elticempezóacastigarmeelojoconfuerzaysentíami
respiraciónaceleradayapuntodereventarmelospulmones.Unabogadode
DerechosHumanosnopodríaestarvulnerandoladignidaddeestasmujeres,
yamímisma,pormuyaberrantesquefueran,eraunactodeleznableyyoante
semejantedesfachatezestabaadquiriendouncabreomonumental.
01:28,desafíodetitanesydetetonas
Davidmemiródereojo,hastaenelairesepalpabasuculpabilidad,era
tan espesa que hasta se podía masticar. La culpabilidad es agria como la
bilis, está ahí en el fondo y solo sale a relucir para recordarnos lo débiles
quesomosenrealidad.Micarasevolviórojacomoelpuntodelabandera
deJapón,medeshicedesumanoconfuriaysalíescopeteadahacialapuerta
desalida,noibaasoportarniunminutomásesetipodehumillaciones.De
paso, debería haber arrastrado conmigo al grupo de ignorantes que hacían
malabarismosenlapista,comoenlapelículadeRebeliónenlagranja,pero
ya eran mayorcitas y deberían haberse dado cuenta antes. Debo reconocer
que conforme iba andando con paso decidido, me preguntaba de qué
laboratorio había sacado Julián al espécimen ganador, y no me refiero a la
serpiente,yalavezmealegrabadequemehubierandescalificadodeaquel
vejatorio concurso. Alguien debía decirle a esos cinco y a David, por
supuesto, que esas camisas y ser fan de los bailes latinos no era tampoco
glamurosoylosconvertíaenfrikisdesegunda.Despuésdetodo,sivasaser
frikiqueseaalogrande.
Mihuidaseviofrenadadegolpe,alguienagarrólascintasdelaespalda
demicorséysupequeeraDavidporelolorquemellevódesdeatrás,ese
olordivinoquemehabíaacompañadotodalanoche.
—Suéltameahoramismo.¿Quétehascreído?Nosoyuncaballo.
Un tipo con ojo muy raudo vitoreó en mi cara algo así como
«¡yeeeeeeee, despelote». Lo miré sin comprender hasta que su amigo me
señaló el pecho con la boca desencajada por la impresión de tener mis
pechotesmirándolecondescaro.Eltiemposeralentizóeneseinstante,ese
enelquemisgrandesbolasdetamañoPekínsaltaronfuerademicorsécomo
impulsadasporunmuelle,escaparoncomogelatinadescontroladaacámara
lenta de su envoltorio, moviéndose como olas de un tsunami, bailando un
merengue acrobático sin control, para finalmente sorprender al público
presenteconungransustofinalrollo«payasomacabrodecajadebroma»,y
todos gritaban un «¡Nooooo!» desgarrado. David salvó mi decoro
plantándome las manos, sus grandes manos, sobre mis pechos. Tenía mis
jodidastetasalaire,misdosmegaglobossinsuspensiónniamortiguadores,
pueshabíadecididoprescindirdelmalditosostén,alavistadetodaaquella
pandadegarrulos.
—Oh, Dios mío —me llevé las manos a la cabeza, por completo
abochornada,mientrasDavidmehacíadeimprovisadosujetador.
Noséporquémevinoalamenteuncascarrilloquesiempreusabami
abuela: «La teta que en la mano quepa», pero la putada es que las mías no
cabían, ni de coña, en las grandes y preciosas manos de David, rebosaban
portodoslospuntoscardinales.Susmanoscubríancomomuchomispezones,
yesoquemispezonessonmuypequeñosenrelaciónconmispechos,queson
casi comparables a dos bombonas de butano sin caperuza. De adolescente
estaba muy acomplejada, tener dos lentejas pardinas a modo de pezón era
poco erótico, o eso creía yo. Mi hermano escondía revistas de tetonas con
pezones tipo galleta campurriana, que yo estudiaba a hurtadillas en el baño
con gran diligencia, los medía con un cartabón y luego hacía reglas de tres
con una calculadora Casio. Los míos eran diminutos, como una pollera de
costurera.Eratalmidesesperación,queinclusopenséentatuármelosehice
una prueba con un rotulador permanente, el resultado fue bastante
desconcertante,másquetetaseranlosputosojosdeunosopanda.Aquello
nosaltabaconnadayduranteunasemanamispechosfueronigualitosados
huevosdePascuapintadosporunparvulario,dejandorodalesnegrosenmis
sostenescomoelselloderegistrodeentradadelosayuntamientos.
—Lo siento, Cam, era la única forma de pararte, no quería
desabrocharte el vestido —se excusó hablándome bajito en el oído para
tranquilizarme—.Notevayas,porfavor,dejaqueteexpliqueydepasodeja
que te anude el corsé. ¿Podrías recolocarte la parte de delante del vestido
paraquepuedaapartarlasmanos?—añadió.
—No hace falta que me expliques nada, eres un maldito cabrón —le
grité enfadada, pero haciendo caso de lo que me había pedido—. Ya he
deducidoyosolitaquéestápasandoaquí.Loteníastodoplaneado,noeresun
héroeninadaparecido,soloqueríasganartuestúpidoconcurso.¿Cuálesel
premio? ¿Cuánto vale la dignidad de las personas? —mi tono era más que
elevado,asíqueDavidmellevóaunaesquina.
—Perdona,séqueesparaenfadarse,perotútambiénmehasmentido,
por no mencionar el hecho de que has estado prometida hasta esta misma
tarde —me espetó mientras manipulaba las cintas con brío. Se necesitaba
fuerzaparallevaraquellodenuevoasusitio,aTeresalehabíacostadolo
suyo,finalmentehabíaconseguidocerrarelcorséacostadeapoyarsupieen
mitraseroytirarcomounabestiadearrastredelascintas.
—¡Miraloquehasconseguido!—legritédenuevo.
—¿Qué? Ver que tienes unas tetas preciosas —bromeó zalamero para
quitarlehierroalasunto.
—QuemedioañodeterapiaAntitacsevayaalaputamierda—continué
encendiéndome por momentos, sin apenas reparar en lo que había dicho
sobremispechos.
—Perdona, lo siento, siento todo lo que te estoy causando y más
sabiendo todo lo que has sufrido hoy, pero no era mi intención traerte aquí
estanochedespuésdehaberteconocidoenpersonayverlogenialqueeres
en realidad. El único motivo por el que estamos aquí es por mi afán de
protegerte, es un lugar seguro para ti, aquí están mis amigos y estando con
ellosnotenemosnadaquetemer.
Sinescucharsuspalabras,seguíconmisermón—.Nohacefaltaqueme
expliquesnada,cabrón.¿Deverdadpensabasquepodríasganarconmigo?—
lepreguntédolida.Aquelloeraalgoquemepreocupabaunaenormidad,no
meveounasupermodeloperocreoquetengomiaquel,ynidelejossoyuna
friki,tengoungustoestupendoparalamoda.Bueno,yalosabéis.
—Lo siento mucho, Cam —dijo, dándome la vuelta despacio para
encararse conmigo, anclar sus ojos a los míos y derretirme por dentro con
aquellamiradacaliente—,séqueestoesunaestupidezynosécómomedejé
embaucar por mis amigos, solo queríamos divertirnos un poco... no tengo
perdón.—Davidagachólacabezaporprimeravezentodalanoche,todasu
bravuconería y su picaresca se habían venido abajo—. Lo cierto es que tu
fotodeperfilmedespistóunpoco,creíqueseríasunaespeciedefanáticade
Pikachu, una loca del manga o yo qué sé, está claro que me equivoqué,
pero…Eraunaposibilidad.
Algodeloquedijomehizobastantegracia,nosabríaespecificarelqué
pero me eché a reír, algo que David agradeció e hizo que se uniera a mis
risas.
—Cam, sabes una cosa... Esta noche no he ganado este concurso
encabezadoporelidiotadeJulián,peromeheganadoelputoconcursode
los suertudos, eres preciosa y, de verdad, me encantas. Tú y toda la locura
quearrastrascontigo.Todatú,desdelapuntadetuspreciososManoloshasta
el último cabello de tu preciosa cabecita, por no mentar tus atributos como
mujer, nunca había tocado unos pezones tan suaves como los tuyos —
reconociósonrojándose.
—¡Mil puntos para el caballero! —no pude reprimir el alivio que me
suponíaescucharledecireso,ademássusojosdesvelabanqueerasincero—.
¿Te gustaría ganar el estúpido concurso de Julián? —le dije agarrándole
resueltaelbrazo.
—¿Qué piensas hacer? —dijo David tan divertido como intrigado por
mipregunta.
—Ahoraloverás.
Entré decidida de nuevo al garito, David me seguía expectante.
Conformeavanzabarecordéunpatéticofindecursoenelcualactuéconuna
coreografíaridículaquemevalióelmotedelaEspasmódica,sideganarun
concursodefrikissetrataba,CameliaDíazeralanúmerouno.
Fabiana seguía moviendo el culo al son de una cumbia, mientras las
chicas del concurso de perdedoras la miraban intentando imitar sus
movimientos,meacerquéaellaconmuchaalgarabíayemulandoesosaires
deestrelladetelenovelaqueellatenía,ledije:
—Oye, Fabiana, tú y yo sabemos por qué estamos aquí, pero estas
chicasno.
—Noséaquéterefieres—mecontestómoviendosumelenaazabachea
loBrujaAvería.
—Notehagaslatonta,sihayunasolacosaquenomegustaenestavida
esperder,asíqueteretoaunduelodebailes.
Davidmemiróconlosojosmásabiertosquehevistoenmivida,unos
gigantes y azules ojos al más puro estilo manga, su cabeza se movía
lentamente de un lado a otro; y yo, a sabiendas que él no deseaba que me
pusiera en ridículo de esa manera, quería llevarme a toda costa el premio
gordo.
—Venga,Fabi,¿notendrásmiedodemí,verdad?—seguíretandoami
contrincante.
Salvadorque,enesemomento,pasabapornuestroladoconunabandeja
de cócteles tipo vacaciones en el mar, la dejó tirada en una mesa, corrió a
porunmicroyposandosudesgalichadocuerpoenelcentrodelapistagritó
al aparato: «DUELO DE BAILEEEEEEEEEEEEES». La gente desalojó la
pista y se colocó en círculo a nuestro alrededor, las luces y la música se
apagarony,derepente,dosfocosdeslumbrantesseposaronsobrenosotras.
Estaba dispuesta a llevarme el premio gordo esta noche, ese premio gordo
era David el Bravo, iba a hacerlo por él, aunque no se lo mereciera. Yo
tampocohabíasidosinceradesdeelprincipioyquelohubierausadocomo
conejillodeindiasenmiproyectoparaelartículodelarevistatampocoera
una causa muy loable. De pronto empezó la bachata. Me enderecé sacando
pechoyFabianahizolopropiomientrasandábamosencaradastrazandouna
circunferencia en la pista. Al ritmo de Medicina de amor de Raulín
Rodríguez,ellaempezóamoverseconsusojosencendidosenrabiahaciamí,
suscaderaserancomogelatina,suculorespingónenfundadoenfucsiaputón
hacíalasdeliciasdelosespectadores,suspiernaseranunasautómatasenla
pista.Terminósupartemandándomeunbesitoconlamano,queyocacéal
vuelo como una tontaca con la mía. Menos mal que reaccioné a tiempo y
luegodesafiantemerestreguélamanoporelculo,haciéndoleverpordónde
mepasabayosusjodidosbesos.Eramimomentoyrecordandoporquéme
llamaron durante todo séptimo la Espasmódica, comencé a bailar estilo
faraón gallináceo por la pista, algunos me hacían palmas y el resto me
abucheaba. No podía distinguir las caras del público, estaba en pleno
arrobamiento,luegoparéensecoyalumbradacomolaprotagonistadeFlash
dancehiceelrobot,ningunodemispasoscombinabaconlamelodía,pero
teníaqueserlamásfriki,nolamejorbailarina.Volvíallugardondeestaba
Fabiana levantando las piernas como una garza y parándome frente a su
caretopintadoconbrochagorda,lehiceunafiligranaalonegradelBronx.
La música paró de nuevo en seco y al segundo empezó el Wannabe de las
SpiceGirls,algoquedejó,porunlapsusdetiempomuycorto,descolocadaa
mi contrincante. La muchacha envalentonada empezó su turno de baile
brincandocomounaposesa,imitandoauncowboyamericanoygirandolos
brazos como si fuera a salir volando. Estaba en peligro, Fabiana podría
convertirse en la friki más friki de la noche con ese estudiado movimiento,
teníaqueutilizarmimejorbaza.Mesaltéalatoreralostiemposdeturnoy
me tiré al suelo sin pensar, me deslicé como una oruga confortada por el
público, que animado por el espectáculo no dudó en contar hasta cuándo
aguantaba yo sin descoyuntarme la crisma, después de cinco crujidas de
columna vertebral y un estallido sospechoso en la pared torácica, me
incorporé con un torpe salto que hizo rebotar mis pechotes contra mi cara.
Eraelturnodelmolinillo,losgiréalavelocidaddelviento,eraunajodida
turbina humana, para terminar abriendo los brazos a lo Eva Nasarre una y
otra vez. Pero lo que me iba a dar la victoria sería el baile de la mujer
orgullosa... Emulando los rituales de guerra de los vikingos, separé las
piernasenplansumoyempecéalevantarunoyotropieguardandoelcompás
deunamantraguerreroqueyomismaibaimprovisando.«Caaaaam,Caaaam,
Caaaam, Caaaam…», hacía resonar las «A» en mi cavidad bucal como un
gong. De pronto me detuve, todo mi público estaba expectante, incluso
Fabiana lo estaba. Le eché un rápido vistazo a David, que sin salir de su
asombro, me miraba irradiando felicidad, y le guiñé un ojo. Me eché las
manos al pelo y estirándomelo de las sienes hice mi cabeza voltearse diez
vecesseguidasmientrassaltabaalavez,ibatodalocacomouncangurohasta
elculodefarlopa.AmíafrikinomeganabaniPocholoenlasfiestasdesu
pueblo,niXimoBayoensusmejorestiempos.
—¡Arribaelgallinero!—gritédesposeídadeningúntipodevergüenza
ytodoelpúblicocomenzóasaltarimitandomismovimientos.
Cuandolacanciónterminó,yovolvíamiposenormal,altivaysacando
pecho con orgullo, Julián y Salvador se acercaron a nosotras con el
micrófonoenlamano,ytrasunossegundosdesuspensedieronsuveredicto
alunísono.Yo,laEspasmódicadelcolegiopúblicoCervantesdeVillardel
Toro, era la ganadora. Por primera vez en muchos años ganaba algo. Salté
como si hubiera ganado un Mercedes descapotable y David se unió a mi
absurda algarabía levantándome en brazos y dando vueltas conmigo en la
pista.
El público ajeno a lo que allí se estaba celebrando, si supieran que
habíaganadounconcursodecracosyfrikisfliparíanencolorines,aplaudía
sindescansoysilbabandelaemoción.Fabianaseretiróconelraboentrelas
piernas, más enfadada por mi evidente unión con David que por la paliza
descomunalqueacababadedarleennuestroparticularduelodetetonas.Las
luces volvieron a su estado habitual y la música latina comenzó a sonar de
nuevo.LagenteocupódenuevolapistaconsusbailesdeacademiayJulián
vinoapagarsuapuesta.
—David,ereselclarovencedordelanoche.
—No, yo no, mi chica. —Me guiñó un ojo, antes de besarme la mano
congentileza.
Mi chica… Esas palabras entraron por mis orificios auditivos
cosquilleándometodoelcuerpo,queasuveztieneconexióndirectaconmi
botoncitodelplacer.Sihubieratenidoquecargarlabateríadeuncoche,mi
clítoris en aquel momento tenía electricidad suficiente para agarrarle unas
pinzas y darle caña. Me había llamado «su chica», bien valía eso mis
movimientos a lo Boney M. con Parkinson. Si lo llego a saber le hubiera
hechounbailecitoenprivadoantesdesalirdecasa,ahíquedabapendiente
eso para otro momento. Si seguía con aquella actividad, menuda actividad
teníaeljodido,miclítorisibaaterminarengangrenadoporhiperoxigenación.
Aquellanochehabíamosentabladounabuenaamistadélyyo,merefieroami
clítoris, me vida sexual parecía haber entrado por la puerta grande en una
etapadetrasformacióndelamanodeDavid,yesoquetodavíanomehabía
metido mano literalmente hablando, lo de mis pechos de antes no contaba
comosobeoficial.David,sinduda,eramiantesymidespués.
Salvador anunció por el altavoz que en cinco minutos comenzaba la
actuacióndeMísterSalsón,oséaseMateo,elhermanodeDavid.Enaquel
momentodesubidón,loquemenosmeapetecíaerapresenciarotronumerito
debaile,talvezpudierasugerirleaDavidsinosdábamosunmomentoenel
baño. Pero David sonrió animado ante el anuncio y me di cuenta de que
aquello era importante para él. Decidí posponer mis ganas a su deseo. No
vayáisapensarquesoyunamujerqueanteponelasnecesidadesdesumacho
asímisma,satisfaciendotodossusdeseosohaciendoloqueseaporél,pero
esqueaDavidhabíaqueverlo,olerloysentirlocerca,eracomounpeluche
de alto nivel. Me sentía protagonista de una película de serie B de las de
después de comer en Antonia 3. No, sin mi polvo, podría titularse, incluso
podía visualizarla en mi cabeza con todo lujo de detalles: los créditos
comenzaban a escribirse en la pantalla con fuentes de esas graciosas y
modernas del Mrs. Putiful, sonaba de fondo What’s your name? de Leon
Ware.AlpocoenfocabanaunasofisticadaElsaPataki,conunoskilosdemás
entrepechoyespaldayelpeloteñidoenuntonocarameloquedeslumbraría
almismosol,encontrándoseconunflamanteymacizorroChrisHemsworth
embutiendo todos sus músculos en su armadura de Thor, tal cual en la peli
queélmismoprotagonizaba.Québonitoessoñar.
David,eldeverdad,mefundióentresusbrazos—.Creoquemeestoy
enamorandodeti,Cam,enserio.Eresúnica—dijomuydespacio.Lomiré
bizqueando:emocionada,aturdida,porsurománticaconfesión—.Esospasos
de baile me han calado hondo, me han tocado —se miró el pecho y sonrió
burlón—elcorazoncito.
Peroquécabronazo,casicaigo.Ibaaresponderlealgunafrescaquele
bajaseelego,cuandolaencantadoradeserpientessesumóanuestroabrazo.
—Has estado genial, chica, espectacular —me aduló y yo le sonreí
agradecida antes de encontrarme con su serpiente frente a frente. Me miró
desafianteconsusojoschicos,abriólabocaalmáximo,nadadelabios,tenía
labocamásgrandequehevistojamás,bueno,miento,noeramásgrandeque
la de la Biturbo, enseñándome sus pequeños dientes. Confirmado, las
serpientes sí que tienen dientes, y muy afilados además, cosa que pude
comprobar cuando se lanzó como un rayo sobre mi nariz apresándola entre
sus mandíbulas. Joooooder, cómo dolía. Me lloraban los ojos por el dolor
mientrassudueñatratabadesoltarlaacariciándolelacabeza.
—¡Hijadefruta!—Nienmomentoscomoaquelmesaltabalasnormas
de mi terapia Antitac, cosa que obviamente había mermado mi calidad de
vida;québienlesientaalcuerposoltartacosadestajocuandotehinchanlas
narices,nuncamejordicho.
David intentó separarme del furioso reptil, agarrándole la cabeza y
estirando.Pocodespuésviendoquemeteníatotalmentepresapidióunacaña.
—¿Cómo puedes beber en un momento como este? —le reproché con
losojosinyectadosensangreporelsufrimiento.
—Unacañadecervezano,unacañaparadarleungolpeydejarlaseca
—respondióconlavozquebrada,aquelloleestabadoliendomásaélquea
mí,quémonoera.
La encantadora de serpientes al escuchar que David quería secar su
bichocomoauncapellánpusoelgritoenelcieloyamenazóconmatarnosa
nosotras si agredíamos a Rosario. ¿Qué tipo de nombre era ese para una
serpiente?
—CreoqueRosariolearrancarálanarizaellasinolaconsigoarrancar
yo antes de ahí, jodida chalada —le respondió David, furioso, cogiendo la
cola de la serpiente y volviendo a tirar—. ¿Quién te ha dejado entrar aquí
conestabestia?
Davidylaperturbadoradelafiliareptilseenzarzaronenunadiscusión
de besugos sobre maltrato animal, mientras hacían todo tipo de maniobras
paraconseguirsacármeladeencima,yyovengayvengaaverconstelaciones
pasarsumiéndomepocoapocoenlainconscienciadeldolor.Nopodíamás,
cuanto más hacían ellos, más comprimía la jodida serpiente mi nariz. Mi
pequeña nariz. Lo único pequeño que tenía en el cuerpo, a parte de mis
pezones,quetodohayquedecirlo.Gritabacontodasmisfuerzas.
—¡Parad, parad, joder, me va a dejar la nariz como la de Michael
Jackson!—grité;teníamipropiaestrategia.
Conformelasoltaron,lahijadesumadredelaserpienteaflojóunpoco
su presa, o séase mi nariz de ninfa del bosque. Y yo, aprovechando su
flaqueza, comencé a dar vueltas sobre mí misma como si fuera una noria
humana,laserpientesemovíaperpendicularamíluciendosupalmitoentodo
suesplendor,amialrededortodosseapartarondesutrayectoriahuyendode
aquelinsólitolátigo,quecortabaelaireconunsilbidoescalofriante.Viendo
quenosesoltaba,probélatácticadelsaltamontes,otraatraccióndeferiacon
granaceptación,empecéasubirybajarlacabezaalavezquegiraba,yla
serpiente impulsada por la inercia de aquel astuto movimiento hacía lo
propio, subía y bajaba, y cada vez que bajaba, ¡ñaca y ñaca!, chocaba
brutamente contra el suelo. Oía gritos, risas, aplausos, pero sobre todo
escuchabalosalaridosdesudueña,quelallamaballorando:
—¡Rosario,Rosarito,suéltate,porloquemásquieras!
Yyoparamisadentros,medecíaenardecidaporlacólera:«Eso,eso,
esotendríasquehacer,rezarunrosariosinoquieresquemecargueatuputa
serpiente».
Enunodeaquellosmuchostrompazos,laserpientealfinsesoltó,medio
aturdidasequedóinmóvilenelsuelo,ypocomefaltóparasaltarleencimay
chafarle la cabeza con mis estupendos Manolos, pero David me detuvo del
brazo.
—Déjala.
—¡¿Queladeje?!—gritéfuriosa,apuntándoleminariz—.Mehadejado
lanarizcomounboniato.
Davidmecogiólacaraentresusmanosymelainspeccionó—.Noes
nada,apenasdosagujerosquepodrásdisimularconunpocodemaquillaje.
—¿De verdad? —pregunté esperanzada. Quería creer, de verdad que
quería,peroeldolorquesentíamehacíapensarquede«nada»,pocoonada.
La dueña de la serpiente se acercó a nosotros, con mi agresora en
brazos,laacunabacomoaunretoño,lamadrequelaparió,putaserpientede
mierda.
—TepidodisculpasennombredeRosario,sehaexcitadomuchocon
tantobaile.
—Normal,sinotelahubierasrestregadoporelcoño—semeescapó,
mierda boca y mierda terapia. David se me quedó mirando alucinado, sin
acabardedarcréditoaloqueacababadedecir—.Vale,estábien,dileque
laperdono.
—Gracias—dijo,antesdeestamparleunbesotremendoalaserpiente
entodossusmorros.Quéasco,conloqueleatufabaelaliento.Comprobado,
a rata muerta le olía el aliento, a saber qué comía aquel bicho; lechuga y
zanahoriaseguroqueno.
—Parece que hemos desatado a la bestia —dijo David pasándome el
brazoporloshombros.
—Eso seguro, si la hubiese llevado con un bozal no habría pasado lo
quehapasado.
Serioyyolomiréintrigada—.Nolodigoporlaserpiente,lodigopor
tuboquita—mediounpicoquemedejólaspiernasflojas,asíderepente,
¿cómoibaaestaryopreparada?,mepillóconlaguardiadormida—,como
todoadictodependiente,sivuelveaprobarlolastienetodaspararecaerde
nuevo.
02:07,buentrabajo,Popi
Contodoeljaleoquesehabíamontadoporelasuntodelaserpiente,el
espectáculo de Míster Salsón se había pospuesto unos diez minutos. David
me sentó en un taburete y, con un botiquín de primeros auxilios que trajo
Salvador,mecurólasheridasdeguerra.
—Cam,eresmiídola,hascombatidoconlaculebraamuerteylahas
vensido—medijoSalvadordejandounoschupitosdeTequilaencimadela
barra—.Invitalacasaporlasmolestiasocasionadas,aesteyatodoslosque
vengandespués,estanocheesparagosarylagosaremos.
Davidcogióunodeloschupitosymeloofreció—.Tómatelo,tesentará
bien para calmar el dolor. —Luego cogió el suyo y lo chocó contra el mío
antes de llevárselo a la boca, a su boca, a su preciosa boca de morritos
gruesos.
—Joder, tía, te sales, has ganado por segunda vez la competición de
frikilanders. —Julián me pasó el brazo por encima de los hombros con
excesivocoleguismo.
—Venga,Julián,notepases—leespetóDavid,molesto.
—Hasidolomejorenmuchotiempo,tevoyaconvertirenunaestrella
—dijoJuliánignorandoelcomentariodeDavid.Meguiñóelojo
—¿Qué,unaestrella?¿Metomaselpelo?
—DeYouTube.Mira.—Sacóunmóvil,quebienpodríaserunatablet
por el tamaño que tenía, de uno de los bolsillos delanteros de su pantalón
pitilloblanco(yadecíayoquetodoesonopodíaserinstrumental)ymelo
pusodelante.
Buscóunvideoytrasunossegundosennegro,aparecióunprimerplano
de mi cara con la serpiente apresando mi nariz y mis ojos inyectados en
sangremirandoaladueñadeljodidobicho,mientrasgritaba:«¡Soltadmea
estaputa!¡Soltadmeaestaputa!».Juraríaquenohabíadicholapalabraque
empiezapor«P»,peroelvideonomentía,lahabíadicho,muchasveces,algo
así como veinte veces seguidas mientras la golpeaba repetidamente durante
elsaltamontesinfernal.
—Ahora mismo lo estoy subiendo a YouTube —me informó con una
sonrisayquiseagredirle,mellevélamanoalzapatocontodalaintenciónde
soltarle un zapatostio—, lo he titulado: «La mujer tentáculo y su furia
venenosa»—dijoorgullosodesuingenio.
David, otra vez, me detuvo la mano—. Deja ese zapato puesto en tu
preciosopie.Nomerecelapenaquelorompasporculpadeestecabrón.A
estemelocargoyo—añadióponiéndoseenpiedispuestoagolpearleconel
puño.
—Yeee,quénoesparatanto—Juliánsedefendió.
—Haz el favor de detener esa carga ahora mismo o te mato —le
amenazóDavidsentándosedenuevo.
—Joder, pero si es una partida de objetivo total. Me forraría con este
videoyteabonaríalosroyalties—tratódeconvencerme,volviendoadarle
al«play»ytuvequereconocerlo,loera.Nosestuvimosdescojonandoloque
no está escrito mientras lo visionábamos una y otra vez, y el jodido Julián
siempre le daba al «pause» justo en el momento en el que yo me agachaba
enseñandotodoelcanalilloconlacaradesencajadaporlafuria,nosreímos
muchoyhastalepedíquemeenviaraelvideoporWhatsApp,peronoledi
miconsentimientoparasubirloalaRed.Faltaríaplus.
SalvadoranuncióqueenunminutoMísterSalsónsaldríaalapistade
baileynoslevantamosparapillarunbuensitio.
Mis ojos no estaban preparados para lo que vieron a continuación, un
tíonomásaltoqueTorrebrunosaliómarcándoseunospasosmuyelegantesal
ritmodeHabanadePrimera.Conelpaqueteyelculoprietosporunasmallas
negras, lucía sus piernas de alambre sin ningún pudor, tirantes amarillos
sobre camisa blanca y corbatín negro, y para culminar un borsalino blanco
concintanegra.Eramuyfeo,lomirabaaélyluegoaDavidsincomprender,
¿cómo estos dos tíos habían salido del mismo molde? Uno de los dos era
adoptado,esoseguro,nosécuál,luegolepreguntaríaaDavid.Girósobresí
mismo,comounapeonza,conunartequeniLaurenPostigoantesdecasarse
por el rito zulú y empezó a bailar, se movía tan bien, tan grácil, tan
coordinado, que daba gusto mirarlo y todo lo feo que era casi dejaba de
importar. Fans no le faltaban, a su alrededor una multitud de mujeres
deshidratadassuspirabanantetalderrochedepiruetasyfiguras.
—¿Es de verdad tu hermano? —le pregunté a David elevando la voz
cercadesuoído.
—Sí,claro,¿porquélopreguntas?—Davidmemiróextrañado.
—Noosveoparecido,notenéisnadaigualenlacara,tuhermanoes…
diferente...Es…
—Cam, puedes decirlo, mi hermano es feo — David terminó la frase
pormí,sindudaerabastantedirecto.
—No quería decir eso, para nada, no es feo, es… es… es... único —
logrédecirparasuavizarelmomento.
—Eso no te lo discuto, pero no es guapo, a la vista está, y yo estaría
ciegosidijeraqueloes.
—Pues ya que tú lo dices, sí que es bastante feo, parece que le hayan
dado una paliza ante notario, es el trol jefe, un orco desterrado de Mordor
porguapo...—mehabíaenvalentonadoylacaradeDavideraunpoema.
—Que sí, que te he entendido. —El Bravo quería cortar mi lista de
descripcionessobresuhermano,puedequemehubieraexcedidounpoco.
—Losiento,mehepasado,noqueríaofenderte.
—Corramosuntupidovelo.—Davidselimitóapasarmelamanoporla
cintura,quégustitodabaeso.
LaactuaciónllegóasufinyelhermanofeodeLosCalatravamiróhacia
nuestroladoynosbrindómuyeleganteydignoelbaileconsuborsalino.
—Ha sido maravilloso, baila de maravilla —tenía que hacer algún
cumplidosobreelpobrechico.
—Díseloaélmismo,vienehaciaaquí,leencantarecibirhalagos.
Nomeextrañaba,elpobrerecibiríabienpocos.
—Hola, hermano. —El bailarín chocó con fuerza la mano de David y
luego me miró fijamente. Más que fija, sospecha o desconfiadamente. Sin
cortarse un pelo me cogió con toda confianza la cara y me la volteó de un
ladoaotroobservandocondetenimientocadaporodemipiel.Serascóla
barbillacomounprofesordeuniversidadymediolavueltaconbrusquedad.
Yo no entendía nada, muda por la incertidumbre le dejé hacer, parecía que
estaba de nuevo en un concurso de ganado. Estando yo de espaldas de ese
juez de A Coruña, soltó una sonora carcajada, me volvió a girar como un
compásyagarrándomeloshombrosmemiróconcaradealucinado—.Oye,
yoteconozco—meseñalólacara—.Reconocería—separólasmanoscomo
si estuviera sosteniendo por las asas una paella para seis— tu trasero en
cualquier sitio. Con tanta ropa me has hecho dudar, pero eres tú sin duda
alguna.—Chasqueólalenguacomplacidodesupericia.
Caaaabrón. Yo todavía no había logrado recuperar el habla ante su
desfachatez, lo miré y lo remiré pero sabía que no conocía a ese chico de
nada,creedme,sucaraeradifícildeolvidar.¿Dequémeconocíaélamí?
Seguro que me había confundido con alguna fulandonga de esas que te
atiendenon-lineligerasderopa.
David, tan estupefacto como yo por el comportamiento de su
hermanastro(aúnnomecreoqueseanhermanos),lepreguntó:
—¿Laconoces?
Yosolonegabaconlacabeza.
—No exactamente, ni tampoco de cualquier manera que hayas podido
deducir, bribón —le arreó un puñetazo al pecho, que David recibió sin
inmutarse, de acero estaba hecho mi hombre—. Digamos que hemos tenido
unaextrañaexperienciaestatarde,Camyyo.
Noentendíanada,aestasalturasdelaconversaciónyunpocosofocada
porelhechodequepudieraestarconfundiéndomeconunamujerdelavida,
mivozestabavolviendodeentrelosmuertosporelmerohechodequeeste
subnormaldecarritosupieraminombre.
—Perdona,perocreoqueteestásconfundiendodepersonaytodoese
examen de antes ha estado fuera de lugar, además ¿cómo coño sabes mi
nombre?—leincrepévolviendoalladodeDavidyagarrándoleelbrazo.
—No, señorita —movió el índice delante de mis ojos—, no me he
confundido,ademáshasintimadoconPOOOOPIIII.—Eldesgraciadoabrió
los ojos como platos y una sonrisa malévola se dibujó en sus finos y feos
labios.
¿Popi...? ¿Ese nombre? Dios mío, no podía ser verdad. Popi, el
terroristaanal.
—Túeres…¿ereseldueñodePopi?—ledijeconlavozqueda.
—El mismo que viste y calza, Mateo, mucho gusto. —Me plantó dos
sonorosbesosenlosenrojecidoscarrillos.
—¿CómoquePopihaintimadoconella?—Davidnosmirabaalosdos
sin comprender, una gota de sudor le bajaba por la sien—. Cam, dime la
verdad, ¿te va la zoofilia? —tartamudeó, se le había hecho un nudo en la
gargantaypenséqueibaaarrancarallorar.
Lomiréescandalizada,noporDios,¿yoyunchuchodalequetepego?
—NOOOO, ¿qué coño dices?, ¿estás loco? El perro de tu hermano
lamiómiojeteporaccidente,unojetequesabeafresasconnataporcierto.
—Tenía que matizar que para ese chucho lamer mi culo era un placer
extraterrenal.
—Popi se tragó el test de embarazo de tu amiga, la pobre estaba a la
desesperadameandoentredoscochesysequedóenganchadaenunTwingo
con su piercing lingual, así que ten cuidado con tu minga hermano. —Le
asestóotropuñetazoalpechoyDavidestavezlomirómolesto.
—¿Es todo eso cierto? —David me miró firme para obtener una
respuestalógicaatodoaquello.
—Sí y no, a ver, es cierto que me quedé enganchada y que estaba
meandoentredoscoches...
Mateomecortóparaseguiraportandodatosconmuymalababa.
—Su amiga hacía guardia mientras ella atinaba el chorrito en el test,
Popiselorobóylovomitóenlaalfombrademicasa,unaalfombracarísima
quetendrásquearreglarpagándomeeltinte.—Elfeodeconcursoseestaba
divirtiendocontodoesto.
—Gra-cias,Ma-te-o.—Lomirédemalaganayélmanteníasuestúpida
sonrisa—.Sí,efectivamentePopilamiómiojetequesabeafresasynovoya
pagarteelputotinte,tuperrorobóeltestyestanimbécilqueencimaselo
comió, no se lo di yo, si acaso yo debería denunciar a tu perro o a ti por
llevarlosinbozal.
Mateoseestabapartiendolacajayamímeestabasacandodequicio
consucaradefetomalayo.
—No puedes denunciarme, te meterás en un lío por hacer pipi en la
calle. —Una gran carcajada salió de su esternón y luego se puso serio—.
Además me alegro de haberte encontrado, Popi quiere que sepas que estás
embarazada.
—¿Quéeeeeeeeeee? —No salía de mi asombro y la cara de David
cambiabadecolorcadasegundo—.Noestoyembarazada,tejuroqueno.
Miré a David, que ya estaba por completo pálido—.Vale, no estás
embarazada, pero quiero saber por qué leches estabas enganchada en un
Twingo, ¿por qué elijes el hueco de dos coches para hacerte un test de
embarazo?ylomásimportante:¿Popiytuculo?
Mevienlaobligacióndecontarletodoelepisodio,despuésdetodoera
suchica,éllohabíadichoantes,ydebíamossersincerosoalmenostratarde
serlo.
19:18,elputotest,elTwingoyelterroristaanal.Las
crónicasdemierda
—PuesloqueseríaunamalapataesqueestuvieraspreñadadeJaime,
justoahora,queyanoestáisprometidos.
Conlalocuradedíaquellevaba,semehabíaolvidadolodelsupuesto
embarazo,peroallíestabalajodidaTeresitapararecordármelo,quéjodida
eramiamiga,peroquémaja.Lapielmeempezóatranspirarporuntubo.
—Mierda, Teresa, tenemos que comprar un test ahora mismo. —La
agarré del brazo y la arrastré rumbo a la farmacia más próxima a la calle
Almendro.
No quedaba muy lejos y de allí a mi apartamento solo eran quince
minutosapie,peronopodíaesperarmástiempoparasabersiestabapreñada
de ese cerdo mentiroso que había sido mi prometido. Sin pensármelo dos
veces,meescondídetrásdeuncocheyaduraspenasmesubílafaldatubo
hasta las caderas y me bajé los pantis y las bragas hasta las rodillas.
HaciendoequilibriossobrelosManolos,empecéasoltarelchorrotratando
deapuntaralaparatejo.Teresavigilabalavía.
—Dateprisa,Cam,vienealguien—susurró.
—No me presiones, que no me veo nada y el pipi me está saliendo
torcido.—Dehechomeestabameandoelpiederecho.
—Dateprisa.
Notéunmovimientorápidopordetrás,algosuaverozándomeeltrasero
al descubierto. Di un brinco cuando algo húmedo me lamió el ojete, y me
empotré de morros contra la rueda trasera del coche que me servía de
mampara.
—¿Sehahechodaño,señorita?
—Aaagggaaaagajaaagaah—creoquedije,másomenos.
Algunavezhedichoqueelcolmodelosmalesesqueseterompaun
tacón,¿verdad?Pues…aquelincidentesupusouncambioinstantáneoenmi
escala de colmo de males. Ese, a partir de aquel momento, pasó a ser el
tercer peor colmo de males. El primero era este, el caso es que llevo un
piercing en la lengua, pues que el piercing de la lengua se te quede
enganchadoenelmugrientotapacubosdeunhorrendoTwingo,conlasbragas
porlasrodillasyelculazoalairemirandoaundesconocidoconsuúnicoojo
reciénlamidoporun…un…¿un…?dereojopudeveraunestúpidobóxer
tuerto, más feliz que una perdiz dando saltos a mi lado. ¿Os he dicho que
odio los perros? No es un odio profundo, simplemente no los soporto. ¿De
dóndehabíasalidoaquelchucho?Loapartédeunmanotazo,mientrastrataba
debuscaraduraspenasconelojoderechoasudueño,delcualsoloalcancé
averloszapatos:unasMartens.
—Aaagggaaaagajaaagaah—grité,justoantesdequesubóxerselanzase
sobre mí, dispuesto a morderme el culo con esos caninos del infierno. Me
defendícomopude,coneltestdeembarazocomoespadatratédelucharcon
éldandobandazosenelaire.Elchucho,queeramásrápidoqueSonGokū,
conunrápidogirodecabeza,meloarrebatódelosdedosyselargóveloz
comounrayoconsubotíndeguerraentrelosdientes.
—Siseestáquietaintentaréayudarla.Porloqueveo,sehaquedadode
algúnmodoenganchadaeneltapacubos—dijoeldesconocido,detrásdemí,
conextremadacalma.
—Aaagggaaaagajaaagaah—llamabaaTeresacontodamialma,¿dónde
estabaesajodidamujer?
—Cam,porfavor,estatequieta.¿Nopuedesdesengancharte?—lavoz
de Teresa me llegó desde algún lugar. Pero ¿qué coño hacía? ¿Por qué no
hacíaalgoconmisbragas?
Negué con la cabeza, tratando de indicarle que estaba enganchada al
tapacubos,ycasimedejolalenguaenelintentoypartedelaglotis.
—Espera, voy a bajarte la falda —me susurró Teresa en el oído,
ahogando una risa. Y las bragas, no te dejes las bragas, por favor, mi
dignidadseestabaviendoenapuros.
—Aaagggaaaagajaaagaah.—Notésusfríasmanosdescendiendopormis
muslos en busca de mis bragas, me las subió de un tirón y a continuación
comenzó a bajarme la falda, pero entre su estrechez y mi sudor tardó una
eternidad en hacerlo, ¿por qué coño no me subía los jodidos pantis? Todo
discurríaacámaralenta,menosmisangrequecirculabaamilpormisvenas.
Noesunasensaciónmuygrataladeestarconlasnalgasaldescubiertoante
undesconocidoysuasquerosochucho.
—Vale,yaestá.Asuntoresuelto—dijoTeresadándomeunapalmadita
enelculo—.¿Cómoqueasuntoresuelto?¿Yoseguíalamiendolagrasadel
tapacubosyTeresadecíaqueelasuntoestabaresuelto?Laqueríamatarylo
haría,trasconseguirdesengancharme—.Hola,soyTeresa,yestadeaquíes
miamigaCam—.Quédesgraciada,ahoraseponíaasocializar.Seguroque
estababuenoytodo.
—Hola,yosoyMateoyesteesmicolegaPopi.
¿Dosparesdeojoshabíanvistomipandero?
—Uy,puesencantada,MateoyPopi.
—¿Cómo crees que se ha enganchado tu amiga? —preguntó el
desconocidoasomándoseporencimademicabeza.Pormuchoquealcélos
ojosnopudeverlo.
Teresa se acuclilló a mi lado y acercó su rostro al mío—. ¿Puedes
oírme?
Puesclaro,joder,eramilengualoqueestabainutilizadonomitímpano,
de mi boca no salió más que un «Aagggaaaagajaaagaah» y un montón de
babas.Babasquesemeescurríanporlabarbillacomoelnacimientodelrío
Mundo.Elbóxerempezóalamermelacarayelcuello,quéhorror,quéasco
me daba. Empecé a realizar todo tipo de aspavientos con las manos para
quitármelodeencima.
—¡Popi,no!¡Stop,seat!—leriñósudueño.
AsíquePopieraelmalditoperrochupón.
De algún modo consiguió detenerlo y apartarlo de mi cara justo en el
momentoenelquesusácarosempezaronahacermellaenmipituitaria.Ala
detrescomencéaestornudar,cosaquesoloconsiguióempeorarmuchomás
milamentablesituación.Concadaestornudo(misestornudossondeórdago)
mi cabeza se movía involuntariamente de arriba abajo provocándome un
dolor insufrible en la lengua. A mis babas se unieron los mocos. Y a las
babasymocosseunieronmislágrimas.Mesalíanaborbotonesdelosojos.
Me iba a deshidratar. Iba a morir deshidratada allí mismo, con la lengua
enganchada a un jodido Twingo, los pantis por las rodillas y las bragas
sucias.
—Esporsupiercing—escuchéqueTeresaleexplicabaaldesconocido
—. Se lo hizo una noche que salimos juntas y nos pillamos una cogorza
monumental.
Creo yo que no hacía falta entrar en detalles, que a este señor no le
importabaunamierdaeso,peromiamigaeraasí,todaalegría,pazyamor.
—Puesestálacosacomplicada—comentóél.
—Puesaquínomelapuedodejar.
—¿Ysillamasaunagrúa?
—Joder,no,learrancaríalalengua.
—No, mujer. —El dueño del terrorista anal se rio. Tenía una risa
simpática—.Paraquellevenelcocheauncentrosanitario.Allísabránqué
hacer.
—Ah,bueno,noesmalaidea.
Mientrasellosdebatíanquéeralomejorparamí,amíloquemeestaba
dandoeraunataquedenerviosdeescucharlos.
—Metengoqueir,semehacetarde—dijoél.
—Nada,notepreocupes,yameocupoyo.
—Bueno,chaoTeresa,encantadootravez,quetengasunfelizdía—se
despidiódemiamiga,luegoseagachóyañadió—:Chao,Cam,esperoque
todoseresuelvaenbreve.
Levantélamanoyledijeadiósconella,¿quéibaahacer?
—Cam,guapa,relájate,voyallamaraunagrúayquevenganaporti.
Tellevaréaunambulatorio.
Asentíunpoco,loquemepermitíamiestadodecautividad.Teresase
sentóamilado,mediorecostadaenelportóndelcoche.
—Estabapensando…¿teacuerdasdelapeliesadeCameronDíaz?Esa
quesontresamigasyCameronselíaconuntíoenunadiscotecayluegose
vaconsuamigaabuscarloasupueblo,yélestáapuntodecasarse…—La
escuchabahablarynosalíademiestupefacción,claroquemeacordabade
esapeli,¿cómoTeresitanorecordabaeltítulo?Lacosamásdulce,joder,La
cosamásdulce—.Yellaysuamigaentranenunatiendaderopadesegunda
manoyseempiezanadisfrazaryhacenunbaile,siemprehequeridohacer
eso,Cam,meencantaría,podríamostúyyoalgúndía,siconsiguessoltarte,
claro…—¿Enserio,melaibaacontarentera?Entonceslocomprendí,solo
tratabadetranquilizarme,desviandomiatenciónaotracosa—.Bueno,pues
estaba pensando que en esa peli hay una situación parecida a la tuya. La
amigaquenosemarchaconellas,lamorena,laquesaletambiénenesaotra
peli,¿cómosellama?Esaenlaqueloshermanossonmuycabronesyvana
un cole muy pijo de Nueva York y les gastan bromas pesadas a sus
compañeros… Ay, ¿cómo se llama? —Cruelesintenciones, joder, se llama
Cruelesintenciones—.Nada,quénomeacuerdo,puesesaactriz,lamorena,
sequedaenganchadadelapolladesunovio,¿teacuerdas?—Sí,sí,joder,
quesíquemeacuerdo.Yjoder,derepentevilaluz,tantorodeoparallegara
esaescenaenconcreto,eraunadelasmejoresdelapelícula.Lachicalleva
una ortodoncia y el chico un piercing en el pene y se quedan enganchados
durante una mamada, empieza a llegar gente y más gente y no consiguen
desengancharlos,hastaqueempiezanacantarunacanciónyellaserelajay
consigue soltarse—. ¿Por qué no cantas, Cam? —dijo como si hubiera
escuchadomisúltimospensamientos.
Y lo hice, me arranqué y comencé a entonarla—. Ueeou oeugu
guaaguado,ueuaiasiaoiaooo,uaoo—cantabacomopodía,medolía,pero
medijequeteníaqueserfuerte,queloibaaconseguir,quesimerelajaba
todoiríabienylograríadesengancharme.
NosécómoTeresalogróreconocerlacanciónyseunióamí:
—Sueño contigo, ¿qué me has dado? Sin tu cariño no me habría
enamorado.Sueñocontigo,¿quémehasdado?Yesquetequieroytúme
estas olvidando. Ya no puedo sentirla a mi lado, ni su cuerpo ya podré
tocar. Ella ya no está, ella ya no está. Siempre que yo lo tengo en mis
sueños,misojosempiezanainundar delágrimasdeamor,delágrimasde
amor.[3]
Yfuncionó,derepenteaquellodealgúnmodosedesaflojó,talvezmis
babas o mis mocos actuaron como ablandador de la grasa, o la mierda, a
saber,deaquelmugrientotapacubos,ymilenguaquedólibre,estabamedio
muerta colgando flácida a un lado como una salchicha, pero libre. Libre
graciasamiCameladelalma,migrupofavorito.Meincorporéymeabracéa
Teresa, y seguimos cantando por Camela, emocionadas, eufóricas,
desgañitadas,lasdosllorandodefelicidad,ynospusimosenpieyseguimos
cantándolatodoelcaminohastamicasa.Lagenteporlacallenosmirabay
sereía,onosllamabanborrachas,olocas,quéseyo,peronosdabaigual.
Fueungranmomentoaquel,creoquejamáspodréolvidarlo.
—Aquí te dejo, amiga —Teresa se despidió de mí con un cariñoso
abrazo.
—¿Tevas?¿Notetomasalgo?Nopuedesdejarmesolaenesteestado.
—¿Dequéestadomehablas?Estásfenomenal,mírate,liberadaylibre
parahacerloquetedélarealgana.
—Venga,Teresa,solomientrasmeduchoymearreglo.
Memiróyluegoconsultólahoraensumóvilydijo:
—Unacopaymevoy,nohedichonadaencasayJoséLuismeestará
esperando.
—Envíaleunmensaje.
Levantélosojosalcielo,unagrannubecubríalaoscuridaddelanoche
como un manto perlado. Se esperaba lluvia. Me gustaba la lluvia por la
noche,esesonidotanapaciguadorytancalmantecuandoduermelaciudad.
Loconsideréunbuenpresagioymeanimé,peseaquemidíanohabíasido
bueno,sinotodolocontrario,podríaserarchivadocomoelpeordíadetoda
mivida,talvezlanochenomefueratanmal.
Mientrassubíamosenelascensortuveunagranidea—.Teresa,Teresita
—lediunbesoenlamejilla—,¿porquénovienesestanocheadondelacita
conRomeo86ytequedashastaquecomprobemosquenoesunpsicópata?
—Yatevale,Cam,tetomasunacopitaylesueltastodalamierdaquele
tengasquesoltarytelargasacasayyaestá.
—Túlovesmuyfácil.,peroamímedamiedohaceralgoasí.
—¿Siquierestehagodecarabina?—ironizó.
—Bueno —me quedé mirándola pensativa—, de carabina no, pero sí
quepodríasveniryvigilardecerca,porsiacaso.
—¿Quédices?
—Jolines,diquesí.—Negóconlacabeza—.Sinomeacompañasme
zafaré una y otra vez de pagarte los cuatrocientos de tu primo Jacinto y le
diréatumaridoquetelosgastasteenzapatos—laamenacé.
—¡Noseráscapaz!
—Sabesquesí,Teresita,sabesquesí.—Mecrucédebrazosesperando
surespuesta.
—Estábien,iré,perosolomequedaréhastalasdiez.
—Genial, genial. —La abracé, dándole mil besos por toda la cara—.
Ereslamejoramigadelmundo,Teresa.
—Amiga,bajoamenaza—refunfuñóyluegosoltóunacarcajada.
4
ASÍLAGOZAMOS
03:01,lacosamásamarga
Yaestabahecho:yaleshabíacontadoaDavidelguapoyaMateoelfeo
cómo acabé en esa situación tan lamentable. Ambos se miraron serios para
acabarconunasrisotadasquellamaronlaatencióndelagentequeteníamos
alrededor,quenoerapoca.Yonomereí,obviamente,reírsedeesamanera
delasdesgraciasajenasnoestábien.
—Lo siento, Cam, pero de verdad que esta noche estoy gosando
muchísimo,comodiríaSalvador.Nodejasdesorprendermeymiraqueoigo
casossuperfuertescadadía.Deverdaderesunadeesaschicasdenicontigo
nisinti—medijoDavidenjugándoselaslágrimas.
—Preferiríaquefuera«unconmigo»queun«sinmí»—ledijeponiendo
ojitos.
—Deberíasiralbaño,tienestodoelrímelcorrido,noesquenoestés
guapa, que lo estás, pero sé que preferirías arreglarte el maquillaje —
comentó,cómomeconocíayaeljodío.
Davidmequitabaelsentido,cadapalabraqueemitíanesoslabiosme
poníalamentedelrevés.Eldeseoinicialquehabíasentidodetenerloentre
mispiernas,sehabíaidoconvirtiendopocoapocoenelfervientedeseode
tenerloparasiempreenmivida.Elcuerpomepedíallevarloconmigocomo
un llavero de la suerte y abrazarlo hasta espachurrarlo donde quiera que
fuera o que fueran mis piernas, en la cocina de mi casa, compartiendo un
cajón de la mesita, arrastrando el carrito del supermercado, en cualquier
situación cotidiana de mi vida… Y por supuesto tenerlo entre mis piernas.
DavidBravosehabíaganadounapartedemicorazóntonightytambiénun
lado de mi cama si se terciaba. En aquel momento, tenía la imperiosa
necesidad de sentirlo cerquita de mí, anhelaba, codiciaba, ansiaba tocarlo
comoDiosmandaynostrajoalmundo.
—Ydigoyo...¿podríasacompañarme?—meronroneécomoungatoy
acariciésubrazomandandoseñalesmegaevidentes.
—Por supuesto, no vaya a ser que algún otro perro ose lamerte sin tu
consentimiento.—Melanzóunamiradadepredadoraquehizoquemiclítoris
saltasedecontento.
Síiiii,alfin,alfinmisuperpolvazoconDavid.Sihubieratenidoamano
unsexoamorómetrodemercurio,hubieraexplotadonadamásrozarmiaxila.
El momentazo que había estado esperando toda la santa noche se iba a
producirencuantolográramosllegaralosbañosdeestelocalsalsero.
—¿Dóndeestánlosbaños?—lepreguntéresuelta.
—Enestaplantahayunos—señalóunapareddepiedratraslapistade
baile—,yenlaúltimaplantahayotrosmástranquilos—mesonriótraviesoy
lasbragassemecayeronalsuelo.
Agarré a mi Thor particular de la mano, de esa grandiosa mano que
habíasentidosobremicuerpoenvariasocasiones,ardiéndome,erizándome
lapiel,llenandodesarpullidosdeexcitaciónmiepidermis.Agilicétodolo
quepudenuestrallegadaalasescalerasqueconducíanalosbaños,esquivéa
todoslosbailarines,algunosexperimentados,otrosparecíansacadosdeuna
consulta de rehabilitación. Toqué culos, brazos, tragué pelos de
desconocidos,aspirémilesdeoloresyrocéalgúnqueotrohombrosudoroso
conmiboca.TodaunabatallaaloWilliamWallacecontaldellegarypoder
acurrucarme entre sus brazos y recibir los cálidos besos y caricias de mi
héroe.
Casi llegando a los baños, con la sangre más caliente que el tubo de
escape de Pedrosa, un tapón de gente obstruía el último metro que me
conducía a la victoria, obligándonos a parar y esperar que las morsas
varadassemovieranunpoco.
David me miró fijamente, achicando los ojos, los puso tan chicos que
parecíaquealguienlehubieradadodospuñetazos.Éltambiéndeseabaunirse
a mí de algún modo, lo notaba. Estaba guapo, guapísimo, con un aire a lo
AlainDelonequesemecayeronlospalosdelsombrajo.Nodecíanada,solo
memirabaconesamiradafelinaquepreludiaunataqueferoz,elcorazónme
empezó a bombear la sangre hirviendo cada vez más rápido. David quería
besarme,queríapartirmelabocayyomeibaadejar.Meagarrólanucacon
decisión,susmanosenvolvíantodalapartetraserademicuello,meacarició
elpeloymeacercólentamentehacíaél,cerrélosojospararecibirloymis
labiossehumedecieroncomosimehubierapuestounacapaextradegloss
con purpurina (imagino que tendrían ese aspecto glamuroso). Estaba cerca,
muycercadeabsorbertodasudulcesaliva,todosusaboratíobueno,síiii.
—Losiento,losiento,notehevisto.—Unachicacongafasmeestaba
manoseando—.TehepuestoperdidadeponcheconCoca-Cola.
Pero ¿qué pasaba ahoraaaaaaaaa? Esto era el colmo, por undécima,
¿decimosexta?...erantantasvecesqueyahabíaperdidolacuentadenuestros
actosdecomplicidadboicoteados.
—Tranquila, no es nada —dije, pero intenté no mirarla a la cara, me
sentíaenlacimadelmontefrustraciónyhubierasidocapazdeabofetearlaen
planabanico.
Davidlatranquilizómientrasyoseguíaescurriendomivestido.Lachica
parecíaestarmuyafectada,perofinalmentelabellezaserenademihombrela
tranquilizó,marchándosetodaellaencantadaconlasdosvitrocerámicasque
tenía por gafas. No me extrañaba, yo también estaría encantada de que un
hombre como David me consolara y me diera unos dulces besos en las
mejillas.
—Parecequelasuertenoestádenuestroladoestanoche—.Elhombre
demissueñosmemirabaconcaritadefraudada.
—No,parecequeno.Igualeseesnuestrodestino—.Noqueríaparecer
derrotada,peroloestaba.
Elmanchurróndemivestidoerasimilaraesascarasqueaparecenen
Velmez,conhorrorcaíenlacuentadequeeraunfielretratodelrostrodemi
abuelaBibi.Lamujerentodasuomnipresenciameestabaenviandounaseñal
y entonces lo vi claro, su whatsapp de «Dios te vigila» comenzó a tener
mucho sentido. Yo no había querido verlo, enajenada como estaba por la
presenciadeDavid,mimentenodabaparamás,perocadaveztodoeramás
nítido: su whatsapp, la cajita de porcelana hecha añicos, el cagarro de
cotorraverde...todasesasseñalesqueyonohabíaqueridover,peroestaban
ahí.Miabuelasecreíatantodopoderosa,unaespeciededeidadenlafamilia
que todo el mundo temía (ya se encargó ella de que así fuera), que había
usadoelnombredeDiosparaautodenominarse,eraellaquiénmevigilabay
ademásreprochabacadaunodemisactos,yaquecomobuenamujerchapada
a la antigua desaprobaba cualquier actividad sexual fuera del matrimonio.
¿Por qué si no tantas señales? Había conspirado con las fuerzas de la
naturalezaparaqueunayotraveztodomesaliesemal.Estabaclaroqueella
había tenido mucho que ver en aquella desafortunada cita. Miré a David,
desolada, hundida, avergonzada… Quizá debiera parar esta loca obsesión
por follármelo si no quería que lo próximo fuera un autobús del Imserso
viniendodirectoysincontrolhacianosotros.Jamáspodríaperdonarmeque
Davidperdieralaspiernasporculpadequererprobarmitigre.
—¿Quétalsinosvamos?—lesugerí.
—Loquequieras,voyadespedirmedeMateoytellevoacasa.—Su
expresiónmediomuchapena.
—Lo siento, David, creo que va a ser lo mejor —murmuré. Era lo
mejor, tenía que hacerlo, su integridad estaba en peligro y eso no me lo
podríaperdonarenlavida—.Teesperofuera.
Davidasintióconlacabezaysedesvanecióentrelamultitud,elhombre
demissueñosnoibaasermíoestanocheyprobablementenunca.Unnudo
gordo como una pelota de tenis se instauró en mi garganta, quería llorar,
necesitaba llorar. Eran demasiadas emociones para una noche, la desgracia
sehabíacebadoconmigo.
Amedidaqueavanzabahacialasalida,unoslagrimonesdetamañoXXL
me caían sin freno, tenía que canalizar toda la rabia que sentía. Algunas
personas me daban palmaditas en la espalda, otras me tendían pañuelos,
algunasmeparabanymeabrazaban,todoestomientrassonabalacanciónde
PatrickSwayceSheislikethewind;quéfijaciónteníanenestelocalporla
bandasonoradeDirtyDancing.
Por fin estaba en la salida, sola, mojada y con los ojos a lo Rocky
Balboatrasunapelea.Elporterodeladiscosalsera,alvermetandesvalida
y frágil, se acercó a mí. Parecía que algo terrible me hubiera pasado allí
dentro,alfinyalcabolepagabanporponerordenyrescatardamiselasen
apuros.
—¿Está usted bien, señorita? —Su gran espalda tapó el reflejo de la
luna,menudoarmarioempotrado.
—Laverdadesqueno.—Sinpensarlometirécontrasupechodegorila
llorandodesconsolada.
—Tranquilícese, cuénteme qué le ha pasado. —Su brazo me rodeó y
tuvelasensacióndeestaratrapadaenunacordeón.
ElpobreSansóndeciudadescuchóatentoynosinciertadificultadlo
queyolecontabaentresollozos.Eralaniñaperdidaenuncentrocomercial,
noteníaconsueloalguno.Atodoasentíacomprensivo,loúnicoquelodejó
un tanto confundido fue el pasaje del mordisco de la serpiente; tuve que
decirlequesutrabajoahíestuvopocofino.
—Señorita,¿hatomadoustedalgúntipodealucinógeno?
—¿Quéinsinúa?—Salíescurriéndomedeentresusbrazacosysonécon
fuerzamisfosasnasales.
—Noinsinúonada,sololehepreguntado.Comoustedcomprenderáme
deja algo descolocado todo lo que me cuenta. Cree haber visto a Thor y
aseguraqueenestelocaltenemosserpientesbailarinasqueatacanalagente
yademáshablaporWhatsAppconlosmuertos.Oestáustedlocaderemateo
hatomadoalgunadroga.
—Oiga,usted,yonohetomadonadadenada,salvounascervezas.Todo
loquelehecontadoesverídico,yamegustaríaamíquenolofuera.¿Sabe
loquesuponeparauna,quererestarjuntoaalguienynopoderporculpadel
destinoymimalvadaabuelaBibi?
Mi sentida pregunta dejó sin habla al gorila. Me miró fijamente y
empezóahacerunaespeciedeaspavientosconlasmanoshaciendopucheros
antesdedejarcaerdoslágrimasespesasalsuelo.
—Síquelosé,señorita,losédeprimeramano.¿Veaesamujerdeahí?
—Me señaló a un flacucho moreno vestido de negro como él—. Esa mujer
metieneloquito,sueñoconellanocheydía,peroestácomprometidaconesa
otra perra, ¿la ve? —Volvió a señalar, esta vez, a una chica regordeta que
pululabaporelladodesucompañero.
Miréaunoyalaotrasinentenderaquiénsereferíaelafligidoportero,
aun así quise aliviar su pena—. Pero ¿si está comprometida con esa chica
seráquesonlesbianas?Pocopuedeshacer.
—No,señorita,ustednohaentendidonada.
Volvióaseñalaralmismolugaryenconcretoasucompañeroflacucho.
¿Dóndeestabanesassupuestasmujeres?
Deentreloscochesaparecióunserhumanovestidodebrasileña,unser
humano que tenía la nuez del tamaño de un donuts relleno. La brasileña
andrógina, al verse observada, se acercó a nosotros contoneándose y
haciendo tambalear sus plumas, valga la redundancia; sentí un repelús por
todoelcuerpoquemepusotodoslospelosdelcuerpoenpiedeguerra.
—¿Yaestáscontusdramas,Danielo?¡Quéascomedas!—leespetóal
portero la masculina vedette y se giró hacia mí—. Hola, bonita, soy
Tarántula. —Con ímpetu me dio dos besos y me marcó sus labios rojos a
fuegoenlasmejillas—.Nohagascasoatodoloquetedigaestemamotreto.
—No, tranquila, no estaba diciendo nada malo de ti —se defendió el
porteroconelraboentrelaspiernas.
Tarántula pegó un grito histérico, bastante típico entre las mariconas
locas.
—Yaséquéhapodidoestarcontándoteestemaricón—segiródenuevo
haciaDanielo—.Acéptalo,miamor,ahorapertenezcoaSilvio,lonuestroya
pasó,estáout,finish,caput,arrivederci.
Yo me limité a observar la escena desde un segundo plano: una
acaloradaTarántulaledecíalocapulloquehabíasidointentandoengañarla
conuntalVanesso.¿QuépasabaenestapartedeMadridconlosnombres?
¿Acaso estábamos en la pequeña Venezuela Gay? Danielo lloraba y le
suplicabasuamor,mientrasTarántulamovíalasplumasdiciendo«No»con
supandero.EltalSilvio,queoyótantoloslamentosygemidosdeDanielo
como los gritos acalorados de Tarántula, se acercó con cara de pocos
amigos.Quedándomeanonadadatodayoalveralflacuchovenir,sinduda,él
eralaperra.
—¡Dejaamihembra,maldito,ellameperteneceahora!—gritóSilvio
agarrandoaTarántulayacercándoselaalascaderas.
—Tarántulaaúnmequiere,soloestácontigopordespecho.—Danielo
cambiósuslágrimasporunaposedesafiante.
—Eresunbastardo,guachoputo,botarate,malnasido,ellameama,es
mihembra.—SilvioseaupósobreTarántulaycogiéndolaconfuerzaporel
cuello, la besó apasionadamente, con tal derroche de saliva y lengua que a
Tarántula se le cayó al suelo hasta el ridículo sombrero con frutas de
plástico.
—Nolahagastuyaenmisnarices,tevoyadestrozar,Silvio,tevasa
arrepentirdeldíaquenaciste.
Sin duda era lo último que me quedaba por ver, Danielo agarró a
Tarántulaporelcodoylaarrancódelosbrazosdelaperra,quedeunfuerte
tirónseviodespedidahaciaunFordFiestarojoyallísequedómordiéndose
atacadalasuñaspostizas,mientrasquelosporterosluchabanporsuamor.
Hicieron lo propio de las telenovelas: batirse en duelo. Era una pelea
degatas,gritabanaloKurnikova,searañaban,setirabandelospelos…Yo
observabaenunrincónlabatallacampalsinsaberaquiénofrecermifavor,
aunquenopensabametermeahíenmedioainterceder;ademásporlosgolpes
que se propinaban ninguno iba a salir herido de muerte, ya se cansarían
cuandoalgunodelosdosserompieraunauña.GateandoTarántulavinohacia
a mí con la cara desencajada, me abrazó con sus emplumados brazos y me
gritó con voz desgarrada: «¡Haz algo!». ¿Yooooo? ¿Qué podía hacer yo?
Estaba paralizada por el pánico; sus plumas me envolvían el cuerpo
erizándometodoslosporos;deunmomentoaotromeibaadarunmal.Traté
dedeshacermedesuprisión,peronopudehacerlo.Erademasiadofuerte.
David salió del local, se quedó pasmado mirando la pelea de las dos
gatas salvajes de la seguridad, que no tenían intención de parar, eran dos
locasincansables;Tarántulallorabaygritabacomounamuladeparto.Con
losojosmebuscóentreloscuriososhastaquemeencontróacurrucadaenun
rincón,agarradaaunadivadelburlesquebrasileño,visionandolapeleade
porteros.
—¿Quéestápasandoaquí?—pocomáspudodecir.
El único derechazo que se lanzó en toda la pelea fue directo contra la
preciosacaradeDavid,quecayósinsentidoalsuelo.
Aquello detuvo de golpe el combate, los dos porteros vinieron
corriendoensuauxilio.Loabrazabanyacunabansucabezacomosifueseel
niño Dios, Danielo incluso llegó a besarle repetidas veces la frente, hasta
queyoloseparédemihombresacandouñas.
—Dejadespacio,lovaisaahogar—dijeocupandoellugardeDanielo.
Llorando,lebesélosojosylaboca,yélnomerespondía,asídemal
estabaelpobre.¡Ay,miDavid!
—¿Dónde estoy, he muerto? —dijo con dificultad después de unos
minutos,abriendoelúnicoojosanoqueteníaenesemomento.
—Tranquilo, te has llevado un puñetazo por equivocación, y yo me he
llevadounsustodemuerte—ledijeacariciandosufrente.
—Podemos irnos de aquí, Cam, ahora soy yo el que quiere huir,
empiezoaestaracojonadodeverdad.
—Encuantopuedasincorporarte,nosiremosdeaquíybuscaremosun
lugarseguro.—Lesonreí,teníaquemostrarlemimejorcara,nodejaríaque
nadamáslepasara.
Tarántulaletrajoaguayunibuprofenoynospidióquenosquedásemos
aversuactuación,peroleexplicamosqueporfuerzamayoresonoibaaser
posible. Los porteros se ofrecieron a hacernos de guardaespaldas privados
paraevitarquelosdenunciáramos,hechoquenoseibaaproducir,puessolo
queríamosmarcharnosdeallícuantoantes.
03:37,noespaísparapolvos
Davidporfinseempezóasentirmejoryagarradoamicinturallegamos
asufurgoneta.Echéatráselasientodelcopilotoyleayudéasubir.Teníaque
conduciryo,élnoestabaencondicionesdehacerlo,asíquetrasacomodarlo
conelrespaldoechadohaciaatrásmefuialladodelconductor.Lapuertano
se abría, estaba atascada. David me dijo que la puerta tenía un truco, me
indicócómohacerlo,perotrasprobarunascuantasvecesnohubosuerte,así
quedecidíentrarporsulado.
—Tendréquepasarporaquí,intentarémolestartelomenosposible.
Con una sonrisa, David me tendió la mano para ayudarme a subir el
escalóndelafurgoneta,mediotantoimpulsoqueacabéencimadeél.Nos
quedamosencarados,élsentado,yoahorcajadassobresuscaderas.Enese
momentoeltiemposedetuvo,solopodíasentirsurespiraciónacelerada,su
ojo sano clavado en los míos (el otro estaba a su bola), la tensión invadía
todalafurgoneta.Meentraronganasdeestornudar,peroluchécontodasmis
fuerzas para que no pasara, no iba a dejar que nada ni nadie volvieran a
fastidiarme el momento. Y funcionó, no estornudé y mi ojo no se reviró, al
parecerelkarmameestabadandounatregua.
—Cam,tedeseotanto.
Suspalabras,casienunsuspiro,calaronmuydentrodemí,llenándome
todoelcuerpodemariposascosquilleantes,masajeandotodosmissentidosy
haciendo latir mi corazón lleno de sentimientos buenos otra vez. No hablé
conpalabrasperosíconelgestodeamoruniversal:elbeso.
Nuestras bocas se unieron y una explosión de fuegos artificiales
aparecióderepenteporlalunatraseradelvehículo.
—Deben ser las fiestas del barrio... —dije distrayéndome por un
segundomirandolosfuegosenelcielo.
David me calló el comentario con su lengua juguetona, dándome
latigazosyapresándomeconsusbrazos,casiintentandoquenosfundiéramos
en el abrazo. Estaba siendo sin duda el mejor y más sentido beso que me
habían dado nunca. La electricidad que estaba recorriendo mi cuerpo era
reconfortanteymequitócualquiermiedoquehubierapodidosentirminutos
antes.Leescuchéquejarseymepreocupé.
—¿Estásbien?
—Estoyperfecto,¿ytú?
—Estupenda—respondíyvolvíamorderlelaboca.
Sentía su gran erección contra mi vientre, Dios, lo que necesitaba yo
sentirla dentro de mí, destrozándome el útero a empujones. Comencé a
desabrocharlelosbotonesdelvaqueroparaliberarlayfrotármelacontrael
clítoris,quemepalpitabafelizanticipándosealmomento.Davidmedejaba
hacer, mirando con deseo mis manos que afanosas ya tenían medio camino
hecho, le sonreí cuando conseguí desabrocharle el último botón y me
disponíaatirardesusvaqueroshaciaabajo.UnavisodeWhatsAppsonóen
lainfinidaddemibolso,queyacíaenelasientodelconductor.Lomiréde
reojo, qué raro. Raro, raro. David notó que me distraía y me devolvió al
momentobesándomelaboca,hayquevercómobesabaestehombre.
—Tedeseomuchísimo,Cam.Desdequetehevistoaparecerennuestro
puntodeencuentro.
—Y yo a ti. —Volví a la carga con el vaquero, pero antes le palpé el
paquete por encima del bóxer, joder, qué dura la tenía y qué grande y qué
gorda.Meibaaponerlasbotasylosojosdelrevés.
Volvióasonarunwhatsappymevolvíadistraer.
—¿Quépasa?—dijoDavidrecorriéndomelascaderasconlasmanos.
—Nada,túsigue.
Davidquehastaentoncessehabíalimitadoabesarmeyacariciarmepor
encima del vestido, decidió pasar a la acción, me puso las manos en las
rodillasylentamentelasfuesubiendopormismusloshastaalcanzarelcorte
delasmedias.Sentíamispiernaseléctricas,unacorrientemerecorríadesde
lapuntadelospieshastalacoronilla.
—Joder,Cam,llevasliguero.Eresmisueño—susurró.
—Ytúelmío—ledijevolviendoabesarlo.
Yotravezunwhatsapp.Pero¿quécoñopasaba?¿Esqueunanopodía
follarenpaz?BenditosaquellosdíasenlosquenoexistíanielWhatsAppni
el Telegram ni el Messenger. Así no había quién echase un polvo en
condiciones y sin ellas. Y fue entonces cuando lo vi claro, se me había
olvidado,porquecomoyahedichoDavideraunarmadedespistemasiva,
perolaverdadesqueaquelloswhatsappnoeranmásqueotraseñaldemi
astuta abuela. Eran sus avisos de que no veía con buenos ojos mi
comportamiento,quenodebíaseguirporahí,vamos,quenoqueríaqueme
follaraaDavid.
Me separé un tanto avergonzada de él, estaba que le iba a explotar la
polla, en el bóxer no le cabía ya, a ver cómo le explicaba yo que se iba a
quedarsinliberarsusminithorpedos.
—Espíritusdelocaso,oídmeyhacedmecaso.Sitúquieresunpollo,te
aso—recitéondulandomisbrazoscomounaflamenca.
—Pero¿quénariceshaces?¿Vatodobien,Cam?
—No,tengoqueespantarla.
—¿Aquién?¿Quétepasa?¿Esalgúntipodeexcusaabsurda?¿Esque
noquieres?
Neguéconlacabezaperomibocadijoquesíquequería,porsupuesto
quesí,peronopodía.
—¿Entonces? ¿Estoy haciendo algo mal? —me miró extrañado—. ¿A
quién cojones quieres asarle un pollo? —Negué otra vez con la cabeza,
incapazdehablarydeexplicarlequeelpolloeraparaBibi,erasucomida
favorita en la Tierra—. Háblame, por favor, me estás empezando a
preocupar.
—Losiento,nopuedo.
—¿Nopuedes?—dijoextrañado—.¿Tehavenidoyalaregla?
—No,noestoyconlaregla,peroséquesitelocuentotereirásdemí.
—Dime qué te ocurre, cuéntamelo, confía en mí, quiero ayudarte, y te
prometo que no me reiré. —Me cogió la cara entre las manos y me dio un
besoquemesupoagloria.
—David,deverdadquenoquieroquepiensesquesoyunaespeciede
bichoraro,nomeapetececontártelo—ledijeportodaexplicación.
—Cam, no puedes decir en voz alta que quieres asar un pollo a los
espíritusdelocasoyquemequedetantranquilo.Recuerda,entretúyyono
debehabersecretos.Siquieresqueestealgoquehoyhaempezadofuncione,
nodebehaberlos.Puedesconfiarenmí.
Asentí,peroesquelomíoeramuyfuerte.
Me deslizó a un lado para incorporarse, seguía con los vaqueros
desabrochadosylaerecciónenpiedeguerra.Selamiréyélsecubriócon
lasmanos.
—Losiento,estoymuyexcitado.
—Hasidoculpamía,mehedejadollevarporquetedeseomuchísimo,
David.Nuncahabíadeseadotantoaningúnhombre—leaseguré.
—Entonces¿quéproblemahay?Túmedeseas,yotedeseo,dejémonos
llevarpornuestrosinstintosyolvidemoselmalditopollo.Vamosaterminar
conesto—seenmarcóelpaquete—yluego,siaúnteapetece,tellevoaun
Kentucky.
—Nada me gustaría más, pero no puedo. Antes debería recitar unos
mantras, quemar unas hojas de laurel y gritar a lo indio arapahoe para
ahuyentarla.
Me miró extrañado, sin entender—. ¿No es correcto, mantras, quemar
laurel?Dimedeunavezdequévatodoesto.
—No.Esdemasiadoprontoparaqueentresenmihermandad.
Abrió los ojos, alucinado—. ¿Pronto? ¿Quieres decir que eres una de
esaschicasquenoseacuestanenlaprimeracitaanoserqueellíderdesu
sectadictaminequeeslahoradecopular?¿Oesquehayalgúnderechode
pernada?
Negué con tristeza. Lo estaba. De hecho, estaba desolada, rendida, al
bordedeunallantinadescomunalporsegundavezestanoche.MiabuelaBibi
seguíacontrolandomisemocionesdesdeelmásalláyeramuyfrustrante.
—No llores, Cam, no pasa nada —me consoló abrazándome—. No
entiendonadadeloquemedices,peroesquemehasdadotodaslasseñales
dequequeríashacerlo,sinoyonohubieraatacado—seexcusó,quéhombre.
Y quería, solo yo sabía cuánto quería sentirlo dentro de mí
empotrándome contra el salpicadero. Me miró con una leve sonrisa en los
labios y, de repente, quise que todo volviera a ser como unos diez minutos
antes.Queríarecuperaraquellaintimidad.Noqueríasoltarla.Estavezno—.
Noesculpatuya,yoquería,peroesque…
—Nuncatehasacostadoconunhombrequenofueradetusecta—me
cortó.
—No.
—¿Tuextambiénesdelasecta?
—Nooynoexisteningunasecta,—mereí,quélíoseestabahaciendoel
pobre—,esalgounpocomáscomplicadoqueeso.
—Vaya, con tu edad yo pensaba que estarías más que resabida,
¿vaginismotalvez?—dijoentrerisas.
Meacaloré—.¡Nooo,noeseso,oseaqueyofollosinproblemas!Mi
vaginaestábastanteholgadayflexible,todoentraalaperfección.Dehecho
es tan holgada que incluso puedo emular el sonido catedral de un coro de
vocesblancasconella.
De nuevo se quedó asombrado—. ¿Entonces? De verdad que no
entiendonada.
—Averqueyoconmiexlohacía,peroélyyoteníamosunarelación
seria.
—Ah,vale,entiendo.
—Mira, David, es demasiado complicado para contártelo en este
momento,espronto.
—Esoyalohasdicho.
—No, lo que quiero decirte es que es pronto para contarte algo sobre
mí.Algoquesisupierasnotegustaría.Ynosésiquieroquelosepas.Me
gustas… Maldita sea, no puedo hacerlo… yo… quiero… —Tragué saliva,
pero era inútil. Empecé a llorar, era demasiado para mí, demasiados
infortuniosparatanpocashoras.
—¿Por qué? ¿Qué puede ser tan grave? Después de todo lo que esta
nochehemosvivido,¿quéseríamásgravequetúmehayasmentidosobretu
identidad,tuprofesión,unexporculadoyyosobremissuciasintencionesde
llevarte a un concurso de frikis? ¿Qué más puede haber? ¿Crees que voy a
asustarme?
Avergonzada,agachélacabeza—.Síyademástevasapartirlacajay
odioquelagenteseríademí.
—Venga,dímelo,nopuedesertangraveAdemásyotambiénodioquela
genteseríademí.¿Creesquevoyasalircorriendoporquequierasasarun
polloyquemarlaurel?
Asentí con la cabeza—. David, si te lo cuento, de verdad que creerás
queestoyloca—farfullé.
—¿Yqué?Yacreoqueestáslocaymeencanta.
—Nolocadeesamanera,delaotra,deesaqueasusta.
—Bah, no puede haber nada que me asuste tanto como para salir
corriendo.Estoydemasiadolocoportiyacomoparasalirdespavoridopor
esatonteríaquenomequierescontar.Mira,vamosahacertúyyounacosa
—dijoencarándoseytomándomelasmanos—.Túmecuentasesesecretotan
horribleyyotecuentounsecretomío.
Respiré hondo, contemplando sus bellos ojos azul cobalto, que casi
parecíannegrosconaquellaluz,laformaenlaquelasondasdesucabellole
caíansobrelafrenteylasorejas,ycomprendíqueloqueríaamilado.Lo
deseabatantoquenadamedoleríamásqueperderlo,perosinoselocontaba
loibaaperderdetodosmodos.
—Está bien, pero tú primero —me animé con la voz quebrada por la
emocióndándomecuentadequehabíallegadodemasiadolejosparaecharme
atrás.
—Esenoeraeltrato,señorita.
—Medarámenosvergüenzadecírtelosiyoséalgosobretiquenadie
mássabe.
—Noestampocotansecreto—meconfesó,acercándoseunpocomása
mí para acariciarme dulcemente la mejilla—. Pero es algo que me
avergüenzamuchoymetraumóhastadecirbasta.
Lomiré.Habíaalgoensurostro—.Venga,dímelo—leapremié.
Davidmemiródirectamentealosojos,respiróhondoydijo:
—Solotengounhuevo.
—¿Qué?—Mequedéperpleja.
Y entonces recordé cuando se duchó en mi casa y yo lo espié por el
resquiciodelapuerta,notéalgoextrañoensusbajosperonoteníaunavisión
nítidadesuhuevada.
—¿Y es de nacimiento? —le pregunté acariciando su mano para
reconfortarlo.
—No,fueunestúpidoaccidentedeniños.
—Menosmal—suspiréaliviada—,creíaquepodríaseralgogenético.
—¿Y por qué «menos mal»? ¿Qué más dará cómo sea que sea yo
unihuevo?
—No,nolodecíaporti,sinoporMateo,eraloquelefaltabaalpobre
—meexpliquéconunamuecacompasiva.
—Mihermanotienetodoelaparatogenitalenperfectascondiciones—
replicóalgomolestopormicomentario.
—Lo siento, no quería molestarte, pero es que me ha impactado
bastante.¿Ycómoocurrióelaccidente?
—Teníaonceaños,ycomosiempreestabapeleándomeconJulián...
—Disculpa —le interrumpí con una sonrisa—, me gustaría comprobar
cómo tienes el asunto, ¿te importa? —Debía hacer un examen del medio
escroto.
—Adelante, antes estabas casi a punto de descubrirlo por ti misma,
manitas prodigiosas —me guiñó el ojo sano—, pero no respondo de mis
actos,aúnconunsolohuevogenerotoneladasdetestosterona.
Atenta a sus explicaciones metí la mano por su bragueta, aún
desabrochada, palpando todo su aparato con brío. Toda su anatomía
masculina estaba entre mis manos, friccioné su palote repetidas veces y
acaricié con mimo el huevo solitario. David cerró los ojos y continuó la
historietaentregemidos.
—Eramimayorenemigo,esedíanosbatimosen...uffff...enduelocon
unascaaaañaaaas,conlamaaaaalasuertequelasuya...aaaaahentróporel
camaldemipantalóncortoras...ragaaandoooooooooooohmiescrotojuvenil
—. David me detuvo la mano con la suya—. Cam si sigues así me voy a
correrenlospantalonescomounadolescenteimberbe.
—Lo siento, es que tenía que comprobar que todo funciona a la
perfección,peroyaparo,yaparo,continúa.
—Medolióloquenoestáescritoyalospocossegundosloteníamás
hinchadoqueunbalóndereglamento.Elprofesor,quevigilabaelpatioaloír
misgritosylosdeauxiliodeJulián,llamóaunaambulanciaquemetrasladó
al hospital de inmediato. La solución fue amputar el huevo desgarrado. —
Davidseencogiódehombrosresignado.
—Es horrible, de verdad que lo siento mucho. Pero si te sirve de
consuelo no se nota nada y tienes una polla preciosa en cuanto a tamaño y
grosor.
—Gracias, Cam, es muy halagador —apretó mi mano complacido—.
DesdeaqueldíameconvertíenelCíclopeOvil,elUnihuevo,elHuevón,el
Huevo Solitario… Imagínate todo lo que pueden inventar chavales de once
años.Julián,quesesentíamuyculpableportodoaquello,seconvirtióenmi
defensoryporendeenmimejoramigohastaeldíadehoy.
—Era lo menos que podía hacer después de aquello, aunque sigue
siendounpatán.
—Lo es, pero no tiene maldad. Él también pagó las consecuencias de
aquello. Como siempre íbamos juntos, a él le llamaban el Señor de los
Huevillos —sonrió levemente recordando aquellos tiempos—. Es un perro
ladradorperopocomordedor,soloteníamosonceaños,éramosambosunos
descerebrados —intentó exculpar a Julián, a fin de cuentas era su mejor
amigo.Mesonriózalameroyañadió—:Ahoratetocaati,nocreasqueme
heolvidado.
Eramiturno,respiréhondoyabordéelasuntoconvalentía.Lomíoera
muchomásinverosímilymuchomásparanormalqueperderunhuevoenuna
peleaconcañas.
—Está bien. —Eché la cabeza hacia atrás y suspiré hondo—. Soy la
TeresaCaputoespañola,soyunaespeciedemédiumylosmuertosmeenvían
whatsapps.
—¿Qué?—Davidmesoltólamano,melotemía.
—Que los muertos contactan conmigo mediante WhatsApp. No todos,
claro—leaclaréviendosuexpresión—,sinomichatseríaunaputalocura,
solouno,enconcretomiabuelaBibi.Séqueesdifícildecreer,queestarás
pensando en qué tipo de medicación tomo, pero tengo sus mensajes en el
móvilypuedodemostrarlo.
—Aver,Cam,nodudoquepuedastenersusmensajesenelWhatsApp,
peronomecreoqueseasunamédium,nocreoquelosmensajesseandetu
abuelaBibi,quedebíaquerertemuchísimo.
Tuve que cortarlo—. No, no me quería muchísimo, esa vieja
zampapollosnoqueríaanadiesalvoasímisma.Depequeñaestuveviviendo
conellacasiunaño,debidoaquemipadresepusomuymalitoypasómucho
tiempo hospitalizado. Mi madre me envió a su caserón en Legaña de la
Montañayentoncestuveocasióndeconocerlamásafondo.Eralamujermás
malvada que hayas podido conocer en tu vida, nadie le hacía sombra, ni
Maléfica,nilamadrastradeBlancanieves,nisiquieraGretalaMofeta,que
actualmenteostentaeltítulodeservivientemásdespreciabledelaTierra,le
ponía la pierna encima. Cada mañana, hiciera frío o calor, fuera martes o
domingo, me hacía lavarle de rodillas todo el suelo del porche con una
bayeta morritosa, tenía las manos llenas de callos y sabañones —le enseñé
mismanos(hoyendíaperfectasgraciasalosproductoscosméticosquesuelo
usarparatratarlas)yélmelastomóconsumadulzurahaciéndosecargode
mitristeinfancia—,peroesonoeralopeor,ladesgraciadateníauncorral
con treinta gallinas ponedoras, treinta, ni una más y ni una menos, lo sé
porque conté sus jodidos culos de gallina cada día durante trescientos
cuarentadíascadavezqueselosdesinfectabaunotrasotroconunalgodón
mojadoderon—.Davidpusocaradeextrañezayyoasentí—.Sí,segúnella
elroneraelmejoralcoholparadesinfectaryademásestabaconvencidade
que de algún modo lograba traspasar la epidermis del culo de sus gallinas
proporcionándolealoshuevosunsaborúnicoyextraordinario.Sushuevos
eranmuyfamososenlacomarcayveníagenteadrededetodoslospueblos
vecinosparacomprarlos.Sielloshubieransabidoloquesufríanlaspobres.
Nopuedonidelejosimaginarloqueaquelloqueleshacíalesdebíadoler…
—viniéndomeabajomedetuveunmomentoparatomaraire—…todavíahay
nochesenlasquecierrolosojosypuedoescucharsusgritosperforándome
los tímpanos, hay que ver lo que gritaban las gallinas, yo no sabía que las
gallinas podían gritar, pero estas gritaban con toda su alma como si las
estuviera desollando vivas, les dejaba el culo tan rojo tras el proceso de
desinfección que las pobres no podían ni sentarse y tenían que dormir
tumbadasdelado.Amímedabanhastapena,yesoquelesteníaunpánico
que me quería morir cada vez que tenía que entrar al gallinero, mi abuela
Bibi lo sabía, aun así me obligaba a hacerlo todas las tardes. —Miré a
David,triste,élmemirabaconcompasión,asentíyélmeapretólasmanos
animándome a seguir desahogándome—. Desde entonces no solo le tengo
fobia a las gallinas, también a cualquier cosa que tenga plumas, así que
imagínate lo mal que lo he pasado antes cuando Tarántula me ha abrazado,
sentíasusplumasacariciándomeyhetenidoquecontenermeparanosufrirun
ataquedepánicorepentino.Lopasófatal—subílamiradaalcielonocturno
coninquietud,allícampabamienemigo—,nopuedoestarcercadeunpájaro
a menos de diez metros, me cago encima, y por supuesto tampoco puedo
comerhuevos.Asíquemirapordónde,losdostenemosun“problemilla”con
loshuevos—.Davidmeabrazó,laconexióninicialentreélyyoeracadavez
máspatente—.MiabuelaBibimehizolavidaimposibleyaunquedespués
deaquelhorribleañoquemarcómivida,regreséamihogarconmispadres,
tuvequepasarconellaelrestodemisveranoshastaquecumplídieciochoy
dijequeniunomás.Yanovolvíaverlahastaharáunosdosañosymedio,
justoeldíaquefalleció.Silahubierasvisto,David,estabaigual,hermosade
caraycuerpoyconelcabellolargoyreluciente,porellanohabíanpasado
másdediezaños,seguíasiendocomounamujerdeapenastreinta,apesarde
queteníacercadelossetenta,comosihubierahechountratoconeldiablo;
unaversiónpaletadeMadonna,unserquenuncaenvejece—leaclaréenun
susurro y David asintió comprendiendo—. De hecho, siempre pensé que lo
había hecho, lo que no me explico es cómo pudo morir de esa manera tan
tonta y dramática a la vez, dejándola demacrada y ridícula en su ataúd de
cedro—dijeconlavozsobrecogidaporelmiedo,recordandoaqueldía.
—¿Y cómo murió? —David preguntó, intrigado, todavía seguía
conmovidopormirelato.
—Es una historia complicada, murió abatida por los geos, once
disparosfueronnecesariosparaquedejaradesufrir.
—¿Oncetiros?—LacaradeasombrodeDavideramonumental—.En
serio, Cam, ¿por qué dispararon a tu abuela once tiros, era una delincuente
peligrosa?
—Telovoyacontar,perometienesquejurarporelúnicohuevoquete
queda,quejamáslecontarásanadieloquepasóel24dejuniode2013en
LegañadelaMontaña.
—Teloprometo.
—Por las fiestas de San Juan, era costumbre en el pueblo hacer un
concurso de pedos. Puede sonar asqueroso, pero antiguamente usaban los
gases anales para llamar al ganado, ya sabes, cosas de pueblo. Mi abuela
Bibihabíasidolavencedoraduranteunadécada,hasta2012,cuandoTomasa
la Habas Tiernas, allí todo el mundo tiene un mote, le arrebató el título.
Viéndose mi abuela deshonrada, con sus altas dosis de superación y
competitividad,noseleocurrióotracosaqueenchufarseunbotedelacapor
el recto, quiso llenarse la cavidad intestinal de gas y recuperar el título de
PederaMayordeLegaña.Antesdelconcursoyconelculoapretadoparano
dejar escapar ni un mísero átomo de gas, un niño encendió un petardo muy
cerca de ella. Mi abuela por el susto del estruendo soltó el culo, dejando
salir todo el gas de la laca a propulsión con tan mala suerte que entró en
contactoconalgunachispadelpetardoquequedóencendidaporelaire.Esa
desafortunadauniónprovocóunaexplosióntipocamióncisterna.Miabuela
empezóaarderalobonzo,losvecinosleecharoncubosycubosdeaguay
cuando consiguieron apagarla, salió corriendo por la plaza, con tan mala
suertequetropezóconunrastrillodelabrar,clavándoseunodesusdientes
enlafrente.
—Dios mío, debió ser horrible, qué manera de morir —dijo David
agarrándoseelpechoafligido—.Espera,¿ylosoncetiros?
—Es que mi abuela no murió en ese momento —le aclaré y luego
continuéminarración—:Lavalentíayelcorajedemiabuelaeraninfinitos.
Conelrastrilloaúnclavadoenlafrenteseincorporó,perountorodemonta,
queteníamitíoabueloSeverinoPicoFino,pastandoenladehesadeallado,
al verla ensangrentada arrastró sus patas hacia atrás y cogiendo impulso se
fue derecho hacia ella, levantándola en peso doce metros en el aire y
encallándola en la rama de un viejo olmo. Todos la creíamos muerta, pero
no, seguía viva. Seguía moviéndose como un perezoso, lentamente pero sin
pausa. En uno de sus movimientos su frágil cuerpo quemado y magullado
cayó por el lado contrario del árbol, donde estaba la feria, sobre las
colchonetas hinchables. Estas la impulsaron tipo catapulta a la figura de
plásticogigantedelaatraccióndelIncreíbleHulk.Aesasalturasunvecino
yahabíallamadoalasfuerzasdeseguridaddellugar.Miabuelaseagarróal
cuello de la bestia verde, se aferró a la vida. Pero en vistas de que estaba
sufriendomuchísimoyamenazabaconseguirsudueloconlamuertelosgeos
delpueblo,unoscazadoresmásbien,laabatieronatiroscomoaunciervo
estadounidense. Once disparos hicieron falta, no atinaban con ella, era una
luchadora.Selallevaronenunabolsanegra,comoesasdeguardartrajes.La
gentedelpuebloquedóennocontarnadadeloallísucedidoycomoeraun
pueblo remoto de la España profunda, dijeron que había muerto por causas
naturalesysantaspascuas.Miabuelaestabadetodomenosnormalacostada
en su ataúd de cedro. Le pusieron una peluca rizada rubia, imagínate a una
mujercarbonizadaconpeluca:eraOprahWinfreydespuésdeunajuerga.Mi
padre tuvo que cerrar el ataúd, la imagen daba más ganas de reír que de
llorar. La enterramos en un hoyo más profundo de lo normal, los lugareños
tenían miedo, pensaban que aún podría revivir y acosarlos como muerta
viviente.
—Estoy flipando un poco con toda esa historia. Tuvo que ser muy
traumáticoparati,aunasínoséquétienequevertuabuelaBibienlodetus
whatsapp.Nocreerásquerealmentesepaseaporahíalozombi,¿verdad?
—Debes creerme, es ella, solo ella podría mandarme señales para
fastidiarmelacitaylavidaengeneral.Soylaprimeraalaquelegustaría
quesiguieralaluzysefueraalotrolado,almásallá,peroestávinculadaa
míyutilizamicontratodeteléfonoparamantenersepresente.
—Cam,teprometíquenomeibaareír,ylaverdadesquemesabefatal
hacerlotrassaberlodetuinfancia,nuncamereiríadealgoasí,perotejuro
queestoyhaciendounesfuerzotitánicopornohacerlo.
—Adelante,ríete,peropodemosexplotarespontáneamentedentrodela
furgoneta—leavisé,convencidadequesurisanoseríamuydelagradode
miabuela.
EsoúltimodebióserelcolmodeloscolmosyDavidestalló,peroen
carcajadas, me estaba ofendiendo, me había abierto a él y había escuchado
sinreírmesuhistoriadelhuevoperdidoyélnohabíapodidorespetarmey
aguantarlarisa.
Mi mirada homicida lo detuvo en seco—. Perdóname, soy un imbécil.
Quieroayudarte,ynomerefieroaasarunpollooarecitarmantrasdelante
deunafogatadelaurel.Quieroayudarteadescubrirquiénestádetrásdeesta
bromapesada.Estoyconvencidodequeexistenesosmensajes,peronoson
detuabuelamuerta,esdealguienbienvivoyqueseestáriendodeti.
—Nolocreo,¿quiénharíasemejantecosayporqué?
—A eso no te puedo contestar, pero estoy totalmente seguro que hay
alguienvivitoycoleandodetrásdelcasodelaabuelaBibi.—Davidmemiró
serioysepusoenplanfiscal—.Enprimerlugar,¿cómoestástansegurade
queesellaynootrapersona?
—Está clarísimo, ella misma me lo dijo «Hola, Cam, soy tu abuela
Bibi»—pusevozdefantasma—,ensuprimermensaje.
—¿Y qué? Cualquiera con un contrato de telefonía pudo enviarte ese
mensajehaciéndosepasarporella.
—Ya,peronoeracualquiera—lerebatí—,ensuperfilestabasufotoy
su nombre completo: Bibiana De la Iglesia. Además sabe todo sobre mí,
cosasquenadiepuedesaber.
—Lo único que eso demuestra, es que ese alguien no solo tiene tu
número, sino que además tiene acceso físico a tu móvil y te ha podido
modificarlaagenda.Meatreveríaadecirqueesalguienqueteconocebien.
—Asentímeditandosobretodoaquello,¿cómonosemehabíaocurridoamí
esaexplicación?—.Yademás,mira—extendiólosbrazosaloslados—,no
hemosexplotadoninadaparecido,debestranquilizarte.
Igualteníarazón,peroseguíasinentenderquiénpodríaodiarmetanto
comoparahacersemejantecosay,sobretodo,conquéfin.Fueracomofuese,
iba a dejarme llevar por la sabiduría de David y juntos llegaríamos a la
verdaddelasunto...Mástarde.
—Deacuerdo,perosinohaynadiedetrásyrealmenteesmiabuelaBibi
la que me manda los mensajes, me pedirás perdón y pagarás dos meses de
sesionesconmigrupoextrasensorial—ledijeaúnconvencidadequeestaba
equivocado.
—Trato hecho —me brindó la mano para estrechársela—, y ahora
¿podemosseguirconlodeantes?MehasdejadocomolamotodeMaroto.
Poco me faltó para volver a abalanzarme sobre este hombre que me
tenía totalmente abducida. Nuestras bocas se pegaron como ventosas,
nuestras cuatro manos habilidosas nos acariciaban los incandescentes
cuerpos.Excitadosdenuevohastalasaciedadyentregadosalapasiónque
desprendíannuestrosporos.Suvergadenuevoseempitonóycomprimíasu
calzoncilloentodosuesplendor.
Pero aquella magia no podía durar demasiado; como era lógico, tuvo
quefastidiarse:unmóvilsonódentrodemibolsoyasustadalomiré.
—Nolocojas,Cam,queespereelbromista.—Davidvolvióabesarme,
noteníaintencióndeparar.
—Noeselbio,acagoderepordadquelotenoapagaro.—Abrílosojos
comoplatos.
Cómopodíasertantonta,apaguémimóvilenelrestaurante,paraevitar
que los falsos policías pudieran localizarme por radar o algo parecido. El
únicomóvilquellevabaoperativoencimaeraeldeTeresa.
—Iotamben,noquediaquenodmodestadan.
—E de Tedesa —dije desapresándome de su boca—. Tengo que
contestar, me había olvidado de ella por completo. Será José Luis, estará
preocupado.
03:51,unsecuestro,unataradayunasalchichagigantesca
RebusquéenelinteriordemibolsohastaencontrarelmóvildeTeresa.
No era José Luis, el cual figuraba en su agenda como Tigre de Bengalí, a
saber por qué esta santa mujer le había puesto ese absurdo apodo a su
marido, no le pegaba, yo lo veía más bien como un cruce entre oso
hormiguero y mofeta. Era un número privado, cosa que me escamó, ¿quién
coñopodríallamaraTeresaalascuatrodelamadrugada?Noséporquéun
escalofrío me recorrió la espina dorsal. Con la mano aún oliéndome a la
polladeDavid,ledia«descolgar»yrespondí:
—Hola,¿quiénes?
—Hola,hola.¿Cam,erestú?
—Sí,soyyo—dije;parecíalavozdeTeresa.
—Hola,guapa,¿cómovas?
—Bien.
—¿YquétaltucitaconDavid?
—Pues… —miré a David que a mi lado escuchaba mi parte de la
conversación,intrigado—…genial,ahoramismoestábamosapuntodeechar
un polvo, pero has llamado para joderla, como siempre tan oportuna,
Teresita.
—¿Parajoderla?—preguntóextrañada.
—Sí, joder, ya sabes, para cagarla, fastidiarla, boicotearla… —
comencéanombrartodoslossinónimosquesabía.
—Joder,queyaséloquesignifica—mefrenó,molesta—,soyfilóloga
hispánica, me sé de memoria el puto diccionario de la Real Academia
Españolaytambiéneldesinónimosyantónimos—protestó—.Loquemeha
extrañadoesquetúusesesevocabulariotansoez.
—Ya, ya. —Gracias por recordármelo Teresita, muchas gracias—. Sí,
yameimaginoquetehayapodidosorprender,peroesquellevounanoche,
Teresa,siyotecontará,¡ay,siyotecontara!,bueno,yatelocontarémañana.
MiterapiaAntitacsehaidoalmiércoles,digo¡mierda!—mereítontamente,
qué gusto me daba largar palabras fuertes, pero qué gusto me daba y más
gusto me daba lo que David estaba empezando a hacerme en ese momento.
Notécomounmurmullodevocesalotroladodelalínea,quéraro.Seríala
tele—.Bueno,ytú¿quéquerías?
—Verás,tengounproblemilla.
Yaestabaclaro,despuésdedormirlamonasehabíadespertadoconun
hambreatrozybuscabaalgúnbolloquellevarsealaboca.¡Ahí,no,ahí,no,
David, que me daaaaaa la risa! Le lancé una mirada intimidatoria para que
paraaaase de hacerme cosquillas en el cuello con sus labios, ay, qué me
daba,peroélconesemirartraviesoqueteníamehizoungestoconlacabeza
de que no pensaba hacerme caso—. No haaaaay jajajá naaaadaaaaa de
duuuuuulces jijijí, saaaaayyyyy… bes que no cooooomo, ah, ah, jajá,
naaaaaadaquelleeevehueeeevooderivaaaaaaadosjojojojó[4].
—¿Eh?¡Queyavoy!—megritóTeresa.
—¿Dónde vaaaaaaaaas? Aaaquíjijijí ni se te ocuuuuujijiiiiih…
rrajajajá.
—¿Quédices?¿Porquéteríestanto?
—Nada,nada.—LecogílacabezaaDavidyselaapartéconmimano
libre.
—¡Queyavoy!—volvióagritar.
—¡Quenovengaassss!—legritéyo.
—Quenotedigoati,joder.
—¿Yconquiéncoñohablas?
—¿EsustedCameliaDíaz?
—Sí,soyyo—respondídeprontoasustada,hayqueverloquelehabía
cambiado la voz a Teresa en cuestión de segundos, parecía la de un
presentadordetelevisión,muygrave.
—Hola,preciosa,¿cómovas?
—Bien.—Pero¿quécoño...?
—¿Yquétaltucitacontunovio?
Meapresuréasacarledesuerror—.Noesminovio.Enrealidadnos
hemosconocidoestanoche.Esnuestraprimeracita.—LesonreíaDavidy
élmerespondióconunadesussonrisasdiez.
—¡Me da igual lo que sea! —protestó perdiendo la calma, pero yo
insistí,errequeerre—:Yosoloteloqueríadejarclaro,comohasdichoque
Davidesminovio,puesqueno.
Más que dejarle claro a aquel hombre quién era David, lo que yo
pretendíaeradejárseloclaroaDavid,noqueríaquesepensasequeporque
élyyohubiésemosconectadoahoraíbamosasernovios,asídeprimeras.
—Pero,preciosa,¿tecreesqueamímeinteresaquiéncojonesseatu
amiguito? —volvió a insistir con bastante mala leche—. Pues le dices a
quién coño sea ese David que me debe ciento cincuenta y seis pavos. Os
habéisidosinpagarlacuenta.
—¿Cómo? ¿Y quién narices eres tú? —No entendía nada. Miré hacia
Davidconloshombrosencogidosporlaincertidumbre.
—Perdona,nomehepresentado,soyAmancioyqueríainformartede
queRistoyyomismohemossecuestradoatuamigaTeresa.
—¿QuéRisto,Mejide?
—No,Arganda,notejode,esperaquetelopasoytesaluda.—Volvía
miraraDavidquesehabíavueltoasusitioyquietomemirabainterrogante.
—Hola, Risto al aparato, mucho gusto. Como bien dice Amancio
tenemosasuamigaTeresasecuestrada.Siquierevolveraverlayrecuperar
sus mallas de zumba, debe entregarnos seis mil euros en esta dirección.
Apunte. —Y sin darme tiempo a buscar ni un boli ni un papel me dictó la
direccióndelpuntoderescate,queyotratédememorizar.
—Espereunmomento,¿esestoalgúntipodebroma?¿Cómosabelode
mis mallas de zumba y lo del sin-pa? Exijo hablar con Teresa y que me
mandenunafotoconelperiódicodehoy.—Nodabacréditoalallamadade
lossupuestossecuestradores,esonoeraserio.
—Teresanopuedeponerseahora,leestáexplicandoaAmanciocómo
hacerunasbuenaslentejas,enbreverecibirálafoto.—Eltipocolgósinmás
explicaciones.
Asustada, miré a David, él me miraba fijamente esperando una
explicación.
—Antesdecontartenada,¿tienesunboliypapel?
DavidrebuscóenlaguanteraymeofrecióunBicdetodalavida.
—¿Ypapel?
—No.
—Puesdamelamano.
Melaextendióconlapalmahaciaarriba,ledilavueltayleescribíla
direccióneneldorso.
—¿Quéesesto?—mepreguntóleyendoparasímismoloqueallíhabía
escrito,paraquequedasemásmonolohabíaadornadoconunacarasonriente
yalgunosbesos.
—Nosénipordóndeempezar—ledijeconelcorazónenunpuño—.
Dos tipos dicen que tienen a Teresa secuestrada y esa es la dirección del
intercambio.
Abriólosojosimpresionadoyconlamanoamodadepistolasedisparó
alasien—.¿Quédices?Debeserunabroma.
Neguéconlacabeza,meditandolaconversaciónconlossecuestradores
—.Parecequevaenserio.Leshepedidounafotoparaquemedemuestren
queesverdad.
Davidmequitóelmóvildelamanoybuscóalgúnmensajenuevo—.No
haynada.
—Tenemos que esperar. ¡Dios! —Me llevé las manos a la cabeza
sintiendo que me hundía, no podía ser cierto—. ¿Por qué alguien querría
secuestrar a Teresa? Ella es normal —recapacité— bueno, normal, normal,
no,peroquierodecirqueellanoesrica,notienedinero.—Explotéallorar
porterceravezesanocheconunhuevoimpresionante.
David me abrazó y trató de consolarme con palabras bonitas durante
mediahora,hastaquesonóelWhatsApp.Losdosnosquedamosmirandoel
móvil por unos segundos, incapaces de abrir la aplicación. Finalmente fue
David quien decidido manipuló con el dedo la pantalla táctil del móvil de
Teresa.Yo,seguíallorando,sonándomelanarizsinconsuelo,alaesperade
su reacción. No me la esperaba así: David soltó una sonora carcajada que
retumbóentodalafurgoneta,yquemedejótodavíamásdesconcertada.Ya
estaba,¡sehabíavueltoloco!
—¿Quépasa?—solounhilillodemivozmesaliódelaboca.
Davidnopodíaparardereír,estabaidoporlalocura.Conlasmanos
temblorosas le arrebaté el móvil de la mano e inspeccioné la pantalla, no
sabíaquémeibaaencontrar.AhíestabamiamigaTeresaconunmoratónen
la frente más grande que su cabeza, sonriendo mientras sostenía con las
manos un panfleto de Carrefour. Había ofertas muy buenas, de la segunda
unidadalsetentaporcientoenchampús,acondicionadoresymascarillasde
Pantene.Vaya,esosíqueeraunacosadeinterésnacional.
—Vaenserio,David,latienen.
—¿Yporquésonríe?
—Yoquésé,ellaesasí,sabeverelladopositivodetodaslascosas—
respondípensandoenesasofertastanbuenasdelhipermercado—.David,la
tienen y piden de rescate seis mil euros. ¿De dónde voy a sacar yo ese
dinero? No tengo un duro, lo poco que gano me lo fundo en alquiler y
facturas. —También en zapatos y ropa de firma, tratamientos de belleza
milagrososyalgúnqueotrojuguetitodeusopersonalenelLudosex,peroeso
noveníaacuentoenesemomento.
—Tenemos que avisar a su marido —dijo David quitándome el móvil
delamano.
—Deesonada—lodetuve.
—Tienequesaberlo.
—¡Notienequesabernada!¡Teresaseencuentraenestasituaciónpor
mi culpa, es mi culpa y yo tengo que resolverlo como sea! —le expliqué
faltándome el aire—. Tengo que sacar ese dinero de donde sea y pagar su
rescate,¿loentiendes?Nopuedopermitirquenadiemássepaesto.
—Deberíamos avisar a su marido y denunciarlo a la policía, ellos
sabránquéhacer.
—No.—Conlarapidezdeunpumalearranquéelmóvildelamanoy
melometíenlasbragas.
A pesar de las penosas circunstancias, David me sonrió de esa forma
traviesaquetenía—.¿Esaestuformadedetenerme?
—Sí.—Apretémáslosmuslosponiendoelmóvilabuenrecaudo.
—De acuerdo —se echó atrás dándose por vencido—, ¿y qué piensas
hacer?
—Déjame que lo piense. —Me recosté en mi asiento y cerré los ojos
confuerzadejándomellevarporlafuerzadelintelecto.
—¿Me dejas que vea la foto otra vez? —David interrumpió mis
pensamientosunospocossegundosmástarde,cuandoalgo,algoempezabaa
brillarconluzpropiaenellimbo.
—Solosiprometesnollamaranadie.
—Teloprometo,soloquieroverlafoto.
Mesaquéelmóvilyseloentregué.Davidseriotontamentecuandolo
tuvoenlamano.
—¿Quépasa?
—Queestámojadito.
Mereíyluegovolvíacerrarlosojostratandodefocalizaresaluzque
anteshabíaempezadoabrotardelosavernos.
—Pero¡quégilipollas!
—Nomeinterrumpas,estoytratandodeconcentrarme.
—Mira. —Me plantó el móvil en las narices, había dado de alta el
número en la agenda de Teresa como «Secuestradores» y ampliado la foto
delperfildelremitente.
—Pe…pe…perosisisies—tartamudeésorprendida—.Davidafirmó
con la cabeza—. Si ya decía yo que esos tipos eran raros, raros. —Una
chispadeentendimientomesacudiólamente—.Ahoraentiendoloquemeha
dichoAmancio.
—¿Ortega?
Lomiréencandilada—.No,Amancioelsecuestrador.Mehadichoque
ledebescientocincuentayseiseuros.
—¿Quién,yo?¿Yporqué?
—Porlacena.Noshemosidosinpagar.
Se echó a reír. —No me lo puedo creer, es todo tan absurdo que me
resultaincreíblequealgoasíestésucediendoenrealidad.Ereslapeorcita
demivida.
Mequedétriste,peseatodaslasadversidades,éleralamejorcitade
mi vida. Supongo que me cambió la expresión de la cara, porque David
fruncióelceñoymeacaricióelbrazo—.¿Quépasa?
—Nada,soloestoypreocupadaporTeresa—mediomentí—,mesiento
tanculpable.Sialgolellegaráapasar.
—Tranquila, no le va a pasar nada malo, mírala —levantó el móvil
haciamí—,estáfeliz.
—Sí,claro,pero¿hasvistoquémoratónllevaenlafrente?¿Ysilahan
golpeado?
Asintió con pesadumbre—. No padezcas, seguro que está bien, es una
mujer fuerte y estos tipos son unos delincuentes de poca monta. Son pan
comido.Sinofuerastancabezotaymedejasesllevarelcasoalapoli,con
losdatosdeestenúmerodemóvil,daríanconellosenmenosdeveinticuatro
horasyTeresaestaríaasalv…—lecallélabocaconlamano.
—Noyno,deestomeocupoyo,yotengolaculpa,ibanapormíysela
hanllevadoaella.Además,yasécómovoyaconseguirlapasta.
—Nocreoquecederasuextorsiónsealomásaconsejable,perohazlo
quequieras.
—Tengoquehacerlo,selodebo.¿Meayudarás?
—Puesclaro,¿lodudabas?Estamosjuntosenesto.
—Gracias,David,enserio,sintiseríaincapaz,perocontigoamilado
mesientocapazdetodo—mevinearribacadavezmásconfiada—.Juntos
podemos con todo. ¡Conseguiré el dinero y rescataremos a mi Teresita! —
levantéelbrazotriunfal—.Loquenoentiendoaúnes…¿porquésonríe?—
Escamada,volvíamirarsuimagenconlapropagandaamododebabero—.
Ymásimportantetodavía,¿hastacuándoduranestasofertas?Noveobienlas
letras,¿túlasves?
Davidampliólafotoyselaacercóalosojos.
—Losiento,caducaronelsábadopasado.
—¿Nomedigas?Quélástima,¿no?
—Sí —respondió apenado—. A mí también se me ha terminado el
champú,podríamoshabernosbeneficiadolosdosdelaoferta.
Le sonreí, fugazmente feliz, éramos almas gemelas, pero teníamos que
volver a retomar el asunto del secuestro de Teresa y dejar el cuidado de
nuestrocabelloparaotraocasión.
—Tengoqueiramiapartamento,David.
—¿Paraqué?
—AllítengomisllavesdelacasadeJaime.
—¿Jaime?
—JaimeSotomayor,miex.
—Ah,ya—suspiró—,¿yparaquélasnecesitas?
Mirénerviosaamialrededorantesdeinclinarmehaciaélytaparmela
boca con las manos para responder a aquello—. Para entrar en su casa y
recuperaralgoquemepertenece—ledijeenunsusurro.
Davidentornólosojos—.¿Seguroqueesalgoquetepertenece?
Resoplé y asentí, tragué saliva y le lancé mi mirada fatal y no pudo
resistirse.
—Estábien,voycontigo.
Cuando llegamos al rellano, Fuensanta, más conocida como la vecina
locadelbloque,abriósupuertacomounmonstruodelosvideojuegos.Vestía
unabatadeguatiníjaspeada,unaspantuflasconunacabezagigantedeperroy
ungorrodeduchadeFrozen.NospegamostalsustoqueDavidsoltóungrito
muyfemeninoyseagarróamícomounadamiselaenapuros.
—Camelia,notevasacreerloquehevistohaceunasdoshoras.—Se
acercó a nosotros con la cara desencajada, esta mujer podría ver cualquier
cosaconsupsicosispermanente—.Detucasasalierondoshombresvestidos
devaquerosconunasalchichagigantequesemovía,juraríaquelasalchicha
teníaelaspectodeundálmataenorme.
—¡Joder! Han sacado a Teresa envuelta en mi manta. —La idea me
asustó—.¡Seránhijosdeputa!
—No,noeraunamujer,eraunasalchichagigantescaconvidapropia,se
movíacomoungusano,pobresalchicha—afirmóFuensanta.Avercómole
explicabayoaestamujerquelaqueibadentrodelasupuestasalchichaera
miamigasecuestrada.
—EramiamigaTeresa,nounasalchichagiganteconpieldedálmata—
lehablédespacio—.Lahansecuestrado,¿sabes?¿Novisteanadieentraro
forcejearlapuerta?
—Ahoraquelodices,aesodelastres,lasalchichasalióalapuertay
unodeesosdostipossalióaarroparla;noeraningunamujer,deverdadCam,
eraunasalchichavivitaycoleando.
David se quedó mudo y arrinconado, no sabía si sería aconsejable
intervenir en la absurda conversación, Fuensanta impresionaba realmente
peronoerapeligrosa.
—Estábien,pongamosqueeraunasalchichaviviente,¿vistealgomás?
¿Lesoístehablardealgo?
—Algo sobre un fino me pareció escuchar, pero los gritos de la
salchichacaptabantodamiatención,pudevercómolasacabanalafuerzay
vicómosegolpeabacontraelmarcodelapuerta,luegocontralabarandilla
de la escalera y después cómo la puerta automática del ascensor la
espachurrabaporelcentro—meexplicóconlosojosfueradelasórbitas—.
Camelia, esa pobre salchicha que tenías en tu casa debe estar muerta,
MUERTA, ¡MUERTAAAAAAAAA! —Fuensanta gritó como una posesa y
seabriólabata,dejandoaldescubiertodosmangaspastelerasyunpotorroa
mediopelar,eraunliróncareto.Sindudaleestabadandounbrote.
David se apartó aún más de la escena y bajó tres escalones. Estaba
cagadito.Fuensantadabavueltasconsustetasflácidasaloardillavoladora.
Intentéfrenarla,peronosedejaba,sezafabademíunayotravez.Noparaba
de gritar: «¡Muerta, muerta, muerta, salchicha muerta!» con voz fantasmal.
Sus piernas de alambre cambiaron el ritmo y se pusieron a imitar una jota
zaragozana. Sus bolsas de plástico mamarias subían y bajaban con soltura,
golpeándole la cara repetidamente y parecía encantada. Sus pezones te
mirabandesarbolados,erancomolosojosdeJake,eldeHoradeaventuras.
Seloestabapasandobomba,hastaqueparóensecoyaldarsecuentadeque
estabadesnudaentróescopetadadenuevoasucasa,girándoseenelúltimo
segundogritando«Mueeeeerta»denuevo.Despuéscerrólapuertadegolpey
se hizo el silencio. Ningún otro vecino asomó el hocico, estaban más que
acostumbradosalosnumeritosdeFuensanta.
Davidsubiólosescalonesdenuevoyentróenmiapartamentoagarrado
confuerzademibrazomientrasvigilabalapuertadeFuensanta.
—¿Quécojoneshasidoeso?—dijoconunhilodevoz,supongoqueno
queríadesatardenuevoelcataclismodemivecina.
—Yatedijequeteníaunavecinaloca,peronoesnadapeligrosa.Sila
pillaslúcidaesmuybuenapersona.
Y era verdad, Fuensanta a pesar de su evidente piradez era una mujer
muy maja, muchas noches en las que me sentía sola o triste, llamaba a su
puertayseveníayseacurrucabaconmigoenelsofá.Ciertoesquehubouna
vez en la que se acurrucó más de la cuenta y confundiéndome con Juan
Echanove (este hombre debe gustarle fruto de su demencia) me metió la
lenguahastalacampanilla,desdeesedíaleguardounpocolasdistancias.
05:05,nosinti
Madremía,mipobrecasa,despuésdelhuracánTeresita,elcualhabía
borradodemimente,ysuposteriorsecuestro,eramásunaescenadeCSILas
Vegas que un hogar. Los secuestradores no solo habían acabado con todas
mis provisiones de cereales integrales y batidos détox, dejándome los
envases vacíos tirados por todas partes y restos de comida esparcida por
encimadelamesa,sinoquetambiénhabíanderramadocervezaenmisofáy
me habían birlado varios DVD, entre ellos los de Mamma Mia, Grease y
SonrisasyLágrimas.Eraelcolmo,estosdossecuestradoresdepacotillame
iban a oír en cuanto llegase al lugar del intercambio. Me parecía muy bien
que secuestrasen y delinquieran si es que ese era su oficio, yo ahí no me
metía,cadaunoconsuvidaquehicieraloquequisiera,peroquelohicieran
limpiamenteyconunmínimodeeducación.
—Cojolasllavesynosvamos—lecomentéaDavidsorteandotodolo
quehabíaporelsuelo,micasaerauncampodeminasymefuiderechaami
dormitorio.Davidvinodetrás.
—¿Estásseguraquecolarteensucasadespuésdetodoloquehapasado
esbuenaidea?—Élseguíasinestarmuyconvencidopormiplan.
—Notengomásremedio,tengoquerecuperarmianillodecompromiso
yvenderlo.DeborescataraTeresa,selodebo.Tienetreshijos,porelamor
deDios—ledijecogiendolallavedelcajóndeloscalcetines.
—Loentiendo,perosigoopinandoquelomejoresllamaralapolicía.
—Yamehandetenidohoyysoylalocadelzapato,novanacreermey
porconsiguientenovanahacernada.
—Yocreo…
Locorté—.Deesonada,entraréensucasaconestallaveycogerélo
queesmío.Tútequedarásenlapuertavigilandoparaquenomepillen.
—Seguroqueeseanilloestuyo,¿verdad?
—Puesclaro—levantéelanularhaciaél,teníaunafranjadepielmás
clara donde lo había llevado con orgullo durante un año—, Jaime me lo
regaló, no tengo la factura, pero es mío, o ¿hay alguna ley que diga lo
contrario?
Seechóareírentredientes—.No,claro,estuyo.
—Pues ya está todo dicho. Voy a cambiarme de ropa —le dije con
rumboamivestidor.
David de nuevo vino detrás de mí—. Pero no pienso quedarme en la
puerta.Nopuedesentrarsolaenesacasa.
Cierto, David tenía razón y ¿si me entraba una crisis de pánico y me
dabapordestrozarletodoelmobiliarioartdéco,peronopodíapermitirque
seinvolucrarahastaeselímite,podíahabercámarasdeseguridadgrabandoy
éleraabogado,nopodíameterseenlíosdeallanamiento.
—No,David,loharésola.Puedohacerlo.Esmejorquetequedesenla
puertavigilando.Tengoquebuscaralgoconloquecubrirmelacara.—Yo
seguía a lo mío—. Recuerdo que guardé una máscara en un altillo de mi
vestidor.
—Quieroentrar.
Respiréhondo—.Hedichoqueno.
—Voy a entrar —me rebatió beligerante plantándose tan grande como
eradelantedemí.
Peroquéguapoeramichico,peroquévaliente,peroquétemerario.
—No,David—lecogíporloshombrosylediunbeso—.Nodebes,ya
hacesbastanteviniendoconmigo.
Hubo un silencio durante el que me sostuvo la mirada, finalmente
comprendióquenoteníanadaquehacer.
—Estábien,mequedaréenlapuerta.—Suspiró.
—Ayúdameaalcanzaresacaja—leseñaléelaltillo.
Mecogiódelascaderasymelevantóenelairesinapenasesfuerzo,y
esoqueyonoeraningúnpesoligero.Cogílacajaymedejóenelsuelo.
—¿Vas a entrar con una máscara como una atracadora cutre? —David
meobservabadivertidomientrasrebuscabadentrodelacaja.
—¿Noquerrásquemereconozcan?Aestasalturasalgoheaprendido—
lerespondíalavezquedabaconella—.¡Yalatengo!
Melapuse,larespiraciónhacíaquesearrugaraconunsonidoqueme
recordóaHannibalLecter«deboconfesarlequeestoypensandoseriamente
encomermeasuesposa»,quécachondo,quémajeteelpsicópatacaníbal.
—¿Qué tal me queda? —Me volví hacia él, no se veía especialmente
bienconesePVCbaratoenlacara.
Me miró y se rascó el ceño—. Estás... ¿Ridícula? —Es lo único que
acertó a decir el pobre, antes de echarse a reír—. Me puse en jarras a la
defensiva y él volvió a mirarme por un segundo antes de explotar en otra
carcajada—.¿FelipeGonzález,porqué?
—Eslaquetengo,asínosemereconoce.
—Lacarano,peroelcuerposiguesiendoeltuyo.
—Tienes razón, menos mal que tú piensas por los dos. Recuerdo que
tambiénguardéundisfrazdeguardiacivildeotroscarnavales.
Trepéporunacajonerayrebusquéenotroaltillo,dandoenseguidacon
labolsadondeloteníaguardado.
—¿Meayudasconelvestido?
Ycomoeratanbuenchicoytalytalmeayudóadesatarmeelcorsé,lo
hizodespacio,comodeleitándosedelasituación,yyoyameestabaponiendo
cardiacaotravez,mesubíanunoscaloresporelvientrequemeibaadarun
algo. Cuando aflojó las cintas, me abrió la espalda del vestido y pasó las
manospordebajodelostirantesacariciándomeconsuavidadlosomoplatos
yloshombros,luegolosdejócaeralosladosyelvestidoresbalóhastael
suelo.Davidsilbóconadmiracióndetrásdemí.
—Eres realmente preciosa, Cam. Tu cuerpo es pura lujuria, una
invitaciónalplacer,mataríaporfollarteahoramismo.
Notécomosemehumedecíaelsexoalavezqueempezabaavibrarme.
Despacio,mevolvíhaciaél,estabanerviosaycaliente,lomiréalosojosy
melancéconfrenesísobresuboca.Nosempezamosamorderloslabiossin
atinar,asíestábamosdecachondos.Davidmeenvolviótodalaespaldacon
susbrazosyyomeapretéasucuerpo,queríasentirlocerca,muycerca;más
quecercayoloqueríasentirdentro,muyadentro,pero…Peronopodíaser,
no era el momento oportuno. Era frustrante desear tanto algo y no poder
tenerlo, estando ahí mismo. Metí las manos entre los dos y lo empujé para
separarlo,peronosedejaba,estabaposeídoporlapasión,queríaposeerme,
igualqueyoqueríaposeerloaél.
—David,no—lesusurré,mirándoloalosojosmuydecerca—.Noes
elmomentoadecuado.
Apoyó su frente en la mía, todavía respirando entrecortado por la
excitación.
—Losiento,tetengotantasganasquemecuestaunesfuerzotitánicono
lanzarmesobreti.Perotienesrazón,ahoranohaytiempoparaesto,noquiero
un polvo de cinco minutos contigo, lo que quiero es follarte durante horas
enteras hasta que me grites que no puedes más —dijo, dando unos pasos
haciaatrás,poniendoalgodedistanciaentrelosdos.Sentífríoconformesus
manosabandonaronmipiel.
AlamierdaTeresa.Quéno.Quenoeraelmomento,deverdadquelo
siento.Losdoslosabíamos.
—Esmejorqueteespereenelsalón—dijoyendohacialapuerta.
Como pude, me puse el traje, me estaba demasiado justo, por aquel
entonces pesaría unos cinco kilos menos, era una guardia civil petando el
trajealosexy.
—Yahora¿quétal?—lepreguntéconunasonrisa.
—Quítatelostacones.
¡Mierda!Nodabauna.Menosmalqueteníaunaszapatillasextraligeras
decoloresflúor,muydemodaesteaño,quetambiénhabíacompradoconla
ideadeapuntarmeazumba.Melaspuseyunminutodespuésestabadenuevo
frenteaDavid.
—¡Yaestoylista!—Diunavueltacompletadelantedeél.
—Madremíadelamorhermoso.—Seechólasmanosalacabeza.
—Creoquedeberíasdisfrazartetambién,¿porquénoteponestutraje
deThor?
—No estoy seguro... —Se frotó la sien despeinándose su precioso
cabello.
—Póntelo aunque sea para vigilar la puerta, no podemos levantar
sospechas—insistílanzándolemimiradafatal—.Tepintaréloslabiosyun
pocolosojosynadietereconocerá.
—¿Deverdadpiensasqueconesapintaquellevasnovamosalevantar
sospechas? Pareces una psicópata de manual con ese atuendo. Superas con
crecesatuvecinaFuensanta.
—¡Pues es lo que hay! No puedo arriesgarme a que me graben las
cámaras,ysitútambiénvasdisfrazadocualquierapuedepensarquevenimos
deunafiesta.YoteconocídeThorynomepareciónadaextraño.
Davidlopensóensilenciounossegundosyluegomiróalosladoscomo
buscandoalgo.
—¡Coño,mimacuto!
—¿Qué?
—Quenoséquémierdashechoconél.
Mesentéasuladoylecogílamano.
—Aver,piensa.
Memiróyestallóenunacarcajada.
—Nopuedopensar,señorGonzález,meponeustednervioso.
Quécachondo.
—¿Y por qué? Es que le pongo… le pongo... —le eché la mano al
paquete.
—Nohagaseso,nomeponenada.—Meapartólamanoconrapidez—.
Joder,quémalrollo—añadióagitandoloshombroscomosilehubieradado
unrepelús.
Mequitélamáscaraylomiréseria,mehabíalavadolacaraypintado
conunlooknatural(asaco,peronatural,natural).
—¡Qué guapa estás así! —Sacudió las manos hacia mi cara—. Tan…
tan…natural.
Natural,yalodecíayo.
—Gracias.
—¡Hostias! —me gritó cogiéndome las mejillas de repente y
plantándome un potente beso en los labios, rápido, rapidísimo, casi ni me
enteré.
—¿Qué,qué?
—Lamochila.
—¿Quémochila?
—Pueslamía—respondiósobrexcitado.
—¿Quélepasa?
—Quelatengoaquí,melahedejadoantes.
—Peroquélistoeselsubconsciente—ledijeasombrada.
—Vayaquesí,yasabíaantesqueyoqueibaavolveratuapartamento
—comentó mientras se levantaba y se marchaba para el baño, enseguida
volvióaaparecersonrienteporlapuertaconlamochilaenlasmanos.
Ypeseaquepudovestirseenelbañoomidormitorio,Davidoptópor
hacerlo delante de mí. No sé por qué lo hizo, ¿qué quería, torturarme?
¿Matarmeapajasmentales?¿Quémecombustionarainstantáneamente?Nosé
porquélohizo,perosíséloquehiceyo:disfrutardelmomento,carpediem,
me quedé mirándolo sin perderme detalle mientras se quitaba la ropa,
dejandoaldescubiertosufantásticocuerpo.¿Todoesoeraparamí?Después
se vistió con su traje de Thor. Lo dicho: imponente, imponente. ¡Cómo me
ponía! Como una motosierra. Pero volví a reconcomerme las ganas y me
centréennuestroplanderescate.Esoeraloprimero.
—Ahoratepintaréunpoco.
Del bolso de Carolina Herrera que había preparado por si acaso, con
algo de ropa de repuesto y, por supuesto, mis Manolos; una es mujer
previsorayyasesabequemujerprevisoravaleportres,saquéunpequeño
neceser, donde había metido unos productos básicos de maquillaje. Tras
estudiarsuovalofacial,deleitándomeunossegundosencomprobarconlos
dedoslatersuradesupielyloagradablementerasposaqueerasubarba,con
muchocuidadolepusesombradeojosazuleléctricoylepintélarayaalo
Cleopatra.Despuésperfilédenegrosuslabios,algomuyinenlosnoventa,y
los rellené de rojo pasión. Era como una Frida Kahlo enajenada, con esa
pinta era imposible reconocerlo, y apenas se le notaba el ojo chungo bajo
aquelmaquillaje.
05:45,enbuscadelpedruscogigante
Diezminutosmástardeestábamoscerrandolapuertademiapartamento
conunapintadelomáschocante.ReviséaDaviddearribaabajo,quecon
unabotelladeronbaratoenlamanodeesasquetemetencomocastigoenla
cesta de Navidad, hacía lo propio conmigo. De nuevo presentí cierto
movimientoenlamirilladeFuensanta,¿esqueesamujernodormía?Erala
versiónhumanadeLasVegas,lalocaquenuncaduerme.Mirédereojohacia
supuertayDavidhizolomismo,nopudoocultarunciertogestodeacojone
totalcuandolavioabrirsedesopetón.Lecogílamanoparatranquilizarlo.
—Recuerda,noespeligrosa—lesusurréaloído.
—¿Adónde vais? —Fuensanta se plantó garbosa delante de los dos,
obstaculizándonos el paso. No es que fuera muy grande en tamaño, pero su
presencia imponía. Se había cambiado la bata por un camisón sesentero de
franelafloreadoyquitadoelgorrodeladucha;supelolargoymediocanoso
le caía por los lados de las hundidas mejillas, ajado y sin vida. Algún día
hablaría muy en serio sobre la importancia de cuidarse el cabello con
productos capilares de calidad o le propondría hacer una sesión de chicas
conlasmuestrasgratuitasquehurtabadelarevista.
Davidmeapretólamano.
—Vamosarescataramiamiga.
—¿Lasalchicha?
La miré a los ojos, parecía estar viviendo un momento de lucidez.
Nuncalehabíapreguntadosuedad,debíatenerentrecuarentaysesenta.Era
difícilsacarconclusiones,estabamuydejada.
—Sí,lasalchichadálmata.
—Voyconvosotros.
Nidecoña,conlolocaqueestabalapobre;estaeracapazdemontarnos
unpollo.Debíaelegirbienlaspalabrasparadisuadirlasinescamarla.
—Nopuedesvenir,espeligroso.
—Nomedamiedonada.Meportarébienteloprometo,Camelia.
Le lancé una mirada interrogante a David y este negó rotundo con la
cabeza.
—Fuensanta, es mejor que te quedes aquí y vigiles la puerta —me
acerquéaellaparasusurrarlealoído—,porsivuelvenlosvaqueros.
—Seguroqueospuedoayudar,mesémuchostrucosninja.Dejadmeir
convosotros.—Memirósuplicándomeconlosojos.
Medabapena,peronodebíavenir.
—Nopuedes—memantuvefirmesosteniéndolelamirada.Solopodría
traermásproblemas.
—Sinomedejáisirconvosotros,gritaré—nosamenazó.
—Noloharás.—LaapartéaunladoytirédeDavid.
—Síloharé,síloharé.—Volvióacortarnoselpaso.
—Queno.
—Quesí.
Y acto seguido se puso a gritar y a patalear. Chillando a grito pelado
«Socorro,auxilio»y«Nomemates,porfavor».Eramuybochornoso.Traté
de tranquilizarla, le supliqué por lo que más quería en su vida (Juan
Echanove)quedejaradegritar,peroFuensantanoatendíaarazones,asíque
atajéporlavíafácilylepropinédosyoyasentodalacaraconlamanobien
abierta que me vinieron genial para autocalmarme, pero no consiguieron el
mismoefectoenFuensanta.Erainmunealdolor,muchasveceslahabíavisto
autolesionarseacabezazoscontrasupuertaodarsecacerolazosporelpatio
deluces.Unavezinclusolaviintentarhacerseelharakiriconunaagujade
hacerpunto.
Cadavezgritabamásfuerteyyaseescuchabanpuertasabrirseenotros
rellanosyvecinosdemandandosilenciooamenazandoconqueibanallamar
alapolicía,lacosaseestabaponiendobastantefea.Davidyyonosmiramos
acobardados,sintiéndonosacorraladosporlalocademivecinaquenohabía
modo humano de hacer callar. Me encogí de hombros, atacada, ¿qué
hacíamos, qué hacíamos? Nos teníamos que ir ya sin perder más tiempo
alentando la locura de Fuensanta y lo último que queríamos eran más
problemasovernoslacaraconlapolicía,almenosyo.Davidmeadivinóel
pensamiento,osimplementesehartódesemejanteespectáculo,ysaltósobre
Fuensanta; le hizo un placaje inmovilizándola en el suelo y le tapó la boca
con las manos, eso consiguió mitigar un poco sus gritos. Escuché algo de
ruidosenelinteriordelpisodemiotravecinadepuerta,micaseralaseñora
Paca,esanoseibaaandarconmiramientos.Sinodejábamosdemontarla,
enmenosdecincominutosteníamosaquíalapoli,alabeneméritayalos
bomberos.
—Estábien,puedesvenir—lesusurróDavidarmándosedecalma—.Si
tesuelto,¿dejarásdegritar?
Fuensanta con un brillo vivo inusual en los ojos, asintió lentamente y
Davidcomenzóadesaflojarsinfiarsemucho.
—Estábien,tevienes,peroharáscasodetodoloqueyotedigayala
primera salida de tono, te bajo de la furgoneta —le avisó con tono
autoritario.
Fuensantaasintióysonriócomounaniñabuena—.¿Hacefaltaqueme
cambie de ropa? Yo también quiero ir disfrazada de algo chulo como
vosotros.DeCarrilloodelaBrujaLola.
David la repasó de arriba a abajo—. No es necesario, ya parece que
vayasdisfrazada.
Ellasonriófeliz.
Cinco minutos más tarde ya estábamos montados los tres en la
VolkswagendeDavid,estealvolante,Fuensantaenelasientodeladerechay
yoeneldelmedio.Nadamásgirarporlasegundacalledelrecorridovimos
un control de la policía local. Tenían un coche parado y el conductor, un
chaval joven, se había apeado y dialogaba con grandes aspavientos con un
agente.Consuerte,nosdejaríanpasardelargo,aunquepornuestraspintasla
cosa iba a estar difícil. David mantuvo la velocidad y cuando estábamos a
punto de sobrepasarlos, otro agente apareció por detrás del vehículo y nos
hizolaseñaldealto.
—Mierda —masculló David y nos pidió que guardásemos la calma y
actuásemoscomosinada.
—Hazcomoyo.—Fuensantacerrólosojosysepusoarecitarversos
satánicos—:Curry,minsi,pulula,cuandoelgrajovuelabajo,¡carajo!
Nolograbaentendercasiningunadesuspalabrasy¿asantodequélo
delgrajo?
Davidmemiróconciertapreocupaciónydijo:
—QuesealoqueDiosquiera.
Asentí comenzando a rezar en silencio alguna oración que aprendí de
pequeña,mientrasélpisabaelfrenoysedeteníadondeelagenteleindicaba.
Nossaludóentrecordialyserio,Davidlerespondióenelmismotono.Hacía
horasquenoprobábamosnigotadealcohol,noteníamosporquétemer.
—¿Vienendeunafiestadedisfraces?—Elagentepaseólalinternapor
nuestrascaras.
—Másomenos—respondióDavid.
—¿Másomenos?—repitióelagentedesconfiado,enfocándolelacara
conlalinterna.Davidpestañeódeslumbrado.
—Sí,señoragente,venimosdeunafiestadedisfraces,esevidente,¿no?
—respondíyoufana.
—Eso parece —respondió deteniendo el foco en mi cara, me dejó
ciega.Chasqueólalenguaybajólalinternapormicuerpo—.¿Noleparece
que usar un uniforme de los cuerpos de seguridad para disfrazarse sea una
faltaderespeto,señora?
Loqueeraunafaltaderespetoeraqueeldesgraciadomellamaseamí,
amíquetengoestacaradeninfa,señora.¿Señora,yo?Yo,señorita,señorita;
pero opté por no discutirle el tratamiento y menos mal que no llevaba la
máscara de Felipe puesta en ese momento; le di la vuelta tratando de
ocultárselaalagente,nofueraaserquetambiénleparecierademalgusto.
—DígaseloaldueñodelCorteChinodelacalleLisboa.Allílosvenden
porquinceeurosyporcincomáseltricornio.
Elagentemalalecheentornólosojosyseleensombrecióelgesto,pero
yo me mantuve serena, aguantando el tipo. Volvió a chasquear la lengua y
enfocó a Fuensanta, que con los ojos cerrados parecía ajena al control y
seguía recitando en latín inventado. Bajó el foco por la pechera de su
camisónycuandollegóasuregazohizounamuecadedesagrado.Miréallí,
por ver la causa de ese mohín. Y al verlo casi me muero de la vergüenza.
Aquello era un horror. Fuensanta se había enrollado el camisón hasta las
caderasynollevababragas.LabarbadeGandalfamediorecortarquetenía
porpotorroestabaexpuestoalasensibilidaddecualquierserhumanoconun
mínimo de cordura. Con toda la rapidez que me permitió el momento se lo
cubrí con lo único que tenía a mano; mi máscara. El policía cuando vio el
rostrodelexpresidentecucándoleelojodesdelosbajosdeFuensanta,negó
con la cabeza con los ojos en blanco, pero no hizo ningún comentario al
respecto.
—¿Seencuentraustedbien?—sedirigióaFuensantayellanolehizoni
caso,inmersacomoestabaensurecitacióndemoniaca.
Lediuncodazoysiguiósinreaccionar.
—Suamiga,¿seencuentrabien?
—No, está un poco perjudicada, pero ya la llevamos a casa —David
respondiótomandodenuevoelmandodelcomandorescate.
El agente volvió a llevar el foco a la cara de Fuensanta, que con ese
estropicio de pelo y el camisón de La casa de los horrores parecía una
decrepitaniñadeElExorcista.
—¿Está…?
Fuensanta, de golpe, abrió los ojos como si fuera un conejo
deslumbrado que hasta me dio miedo a mí, soltó un eructo digno de un
cabestro y gritó—: ¡Muerta, muerta, mueeeertaaa, salchicha
mueeeeertaaaaaaaa! —, y luego sin más volvió a cerrar los ojos y a sus
recitalessatánicos—.Simueresunluneslaescobaselavaenseco.
El agente reculó dando un paso atrás, impactado, espantado,
¿impresionado?—. ¿De qué muerte habla? ¿No estarán ocultando algo? —
preguntótrasunossegundosdedesconcierto,volviendoasuactitudchulitay
enfocandotodalaparteinteriordelafurgonetaconlalinterna.
—No,mireusted,señoragente,nollevamosningúncadáver.Fuensanta,
laprimademinoviaesdeMurcia.Deallívenimos.Estradicióndisfrazarse
traslamatanzadelgorrino.Havistoembucharmuchaslonganizasestatardey
habebidodemasiadovino,aesoserefiereconlode«salchichamuerta»—
respondióDavidserioperoseescondiólabocatraslamanoparaocultaruna
sonrisaburlona.
El agente mala leche se quedó unos segundos pensando y acabó por
sentenciar:
—Levoyahaceruncontroldealcoholydrogasyainspeccionartodoel
vehículo.Vayansaliendoyabriendoelportóntrasero.
Pasamoslainspecciónsinproblemas.Elhechodellevaraunalocaen
elasientodelcopilotonoeramotivodedetención.Elagentenospidióque
lleváramosamiprimacuantoantesacasaynosrecitóelfamosoeslogande
StevieWonder:«Sibebesnoconduzcas»,antesdemarcharnosconrumboa
casa de Jaime. Conforme doblamos la primera esquina David detuvo de
nuevoelmotorysebajó.Rodeólafurgonetaporelmorroyabriólapuerta
de Fuensanta, que seguía con los ojos cerrados, pero ahora estaba más o
menossilenciosa.
—¿Quévasahacer?—lepregunté,temiéndomelopeor.
Seapartóunagreñaquelecaíasobresusmaquilladosojosymesonrió
antes de coger la botella de ron que estaba en el suelo, quitarle el tapón y
llevársela a la boca. Menos mal que así fue, ya pensaba yo que quería
desinfectarle el culo a Fuensanta en señal de castigo. Le dio un generoso
tragoyluegomelaofreció.
—Bebe,Cam.Lovamosanecesitar.
Yodudéunpoco,elolordelronmetraíamalosrecuerdos,peroacabé
porclaudicar,lacogíybebí.
—Parecequesehaquedadodormida.—Lepasóvariasveceslamano
por delante a Fuensanta, que había empezado a emitir una especie de
ronquidosgemiditosyteníaunaaparienciamuyserena—.Esmejorasí.Sal
pormilado.
Volvióalladodelconductoryextendiólamanohaciamíparaayudarme
abajar.Repasamosnuestroplanalcobijodeunportalmientrascaíamedia
botella de ron. Tal vez no fuera una buena idea alcoholizarnos en esa
situación, pero necesitábamos insuflarnos de valor o llenarnos de falsa
temeridad,queigualnosvalíaparaelcaso.Meparecíaincreíblecómohabía
acabadoesanocita;siyosoloibaatomarmeunacopayau,siRomeo86iba
aseruncracomelenaspaticorto;sielcosmosnoibaaconspiraramifavor
porunaputavezenmividaponiendoenmicaminoelhombremásadorable,
másatractivo,másinteligente,másgracioso,másdetodo…convirtiendoel
peor día de mi existencia, tras tantos cataclismos encadenados había
decididocatapultarloaesecota,enlamejorymásextravagantenochedemi
vida.MirédereojoaDavid,queamiladoledabaotrotragoalabotella,y
sonreí,estabadelomásridículo,peronidelejoseseabsurdomaquillajele
restabavirilidad.
—¿Quépasa,señorita?—Selimpiólabocaconeldorsodelamanoy
mepasólabotella.
—Apenas puedo creerme que sean las seis y media y estemos todavía
juntos,estamañananodabaniuneuropornosotros.
Semordióellabioymequedéencandiladaenelgesto.
—Puesyaves,yoigual,habíaquedadoconunafrikiymeheencontrado
alalocadelzapato—bromeóguiñándomeelojo.
Fuiaatizarleunpuñetazoalhombroyélmelodetuvoenelaire,selo
llevoalpechoyconunestirónmeatrajoaél.Nosmiramosalosojosyluego
alaboca,ydenuevoalosojosyotravezalaboca,ydeprontoestábamos
enredados,nosabíamosdóndeempezabaunoodóndeacababaelotro;manos
desabrochando camisa, manos tirando de mallas, manos llenándose de
pechos,manosarañandobóxers,unalocurademanosybocasmordiéndose,
porque David y yo no nos besábamos, nos devorábamos, así estábamos de
cachondos.Denuevo,mefollabaencima,teníaundesquitequesolosepodía
aliviardeunmodo;alaantiguausanza:follando.Retozamosporelpatio,yo
sobre él, él sobre mí, dando vueltas buscándonos con los cuerpos,
parecíamos dos adolescentes sin cama, ahí tirados de cualquier modo
saciandonuestrosdeseossinvergüenza,sinmiramientosnirespetos.Amíme
calló la segunda en todo el pandero, a David la primera en el hombro. Un
señormayor,deesosdebastónygorritacaladaquevaaandarbientemprano
parabajarelazúcarenlasangre,tratabadeentrarensucasa,viendoqueno
le hacíamos ningún caso, así de entregados estábamos, optó por la ley del
golpe:bastonazoalcanto.
Lo miramos, yo pudorosa tapándome las pechugas descontroladas;
David avergonzado cubriéndose la erección, que con esas mallas tan
apretaditas no era moco de pavo, más bien era moco de elefante (vaya, un
moco de un ser muy grande). Nos llamó: «desvergonzados, gorrinos,
salvajes,degenerados,golfos»;esasfueronsuspalabrasmásbonitas.David
lepidiódisculpasrecibiendounbastonazoenlacabezaquelehizoaullarpor
eldolor.Cuandoelseñor,porllamarlodealgúnmodoporqueeraunsátiro
sodomizador, se notaba que estaba disfrutando, la sonrisa malévola le
bailaba en la boca, volvía a cargar su arma, a toda velocidad David me
agarró la mano y tiró con fuerza de mí arrastrándome con él; de nuevo
estábamosalacarrera,estavezescapandodeunancianoysugallato.Sus
gritosnosacompañaronporunminuto,loquetardamosengirarlaesquina,
mientrascorrimosnodejamosdereírnos.Doscallesmásarribanossentimos
a salvo y nos detuvimos, seguíamos partidos de la risa, doblados por las
barrigasysinrespiracióntraslacarrera.
—Coño,quéloco—serioDavid.
—Sí,paraqueluegodigandelosjóvenes.
Davidmeabrazó,envolviéndomeentresusbrazosyyoapoyémicabeza
en su pecho y lo respiré, apenas un subterfugio de su perfume, ahora solo
quedabasuolorenestadoprimitivo.Ay,cómomegustabaeseolorahombre,
mezcla sudor y almizcle; mucho David. Tuve que separarme, porque de
nuevo estar tan juntitos me hacía perder la cabeza, y mi cabeza debía
mantenerse fría, había llegado la hora de la verdad. Le señalé la puerta de
enfrente,pueseldestinonoshabíallevadohastalamismacasademiex.
—Aquíes.
Davidmirólapuerta,luegolafachada,nopudoevitarunaexpresiónde
asombro y admiración, no era para menos, era una pedazo casa imponente,
preciosa, moderna, pero construida con materiales antiguos: piedra de
mampostería,hierroycal;dignadeportadaderevistadedecoración
—Hepasadomuchasvecesporaquíysiempremehepreguntadoquién
seríaelafortunadodueñodeestamansiónymirapordónde,ahorayalosé.
Asentí triste, lo estaba, esta también hubiera sido mi casa en pocos
meses. Me había imaginado un millón de veces viviendo en ella, siendo la
señora de la mansión, ordenando a los sirvientes cómo y cuándo hacer las
tareasdelhogar.Davidalgonotóenmí,migestoantesfelizsehabíatornado
hosco.Mepasóelbrazoporloshombrosymeacercóaélparabesarmela
sien.
—¿Estásbien?
—Sí,unpocotriste.
—Esnormal.
—Sí, ya. Lo siento, no quiero que pienses que estoy triste por mi ex,
aunqueloestoy,íbamosacasarnosyyolequería.
—¿Todavíalequieres,verdad?
Bajélavistaavergonzada,llevabatodalanochequeriendofollármeloy
ahora¿esto?
—Si te digo la verdad, no lo sé. Lo había querido hasta hoy, estaba
convencidadeello,nadamehacíamásfelizquesaberquemeibaacasarcon
él,perodespuésdelodeestatarde—señaléexpresivamentesupuerta—ya
no sé qué pensar, ni qué creer. Han pasado tantas cosas en tan pocas horas
que me parece como si hubiera pasado un mes o dos, o un año, lo siento
lejano,comosiélyyoyallevásemostiemposeparados,nosésiloquieroya
o si lo odio, o si nada… no sé nada. —Lo miré a los ojos y me reí
tontamente,élsemordióellabioyentoncestuveclaroloquequeríaforever
en mi vida. David era una mezcla de fuerza y pasión que encerraba un
corazón que lo impulsaba a velar por desconocidos o dejarse la piel en un
rescate que no le concernía. Esa combinación resultaba demasiado
irresistible, ¿quién podría resistirse a algo así? Yo no. Sentí que me
deslizabacuestaabajocadavezconmásrapidez—.Eshoradeentrar—dije.
—¿Estáslista?
¿Estaba lista para allanar la casa de mi ex? En realidad no, pero solo
podíaresponderunacosa.
—Sí,David.
Teníamosqueentrarya,peroalecharmemanoalbolsillodelapretado
disfrazlasllavesnoestaban.
—¡Las llaves no están, David! Se me han debido de caer huyendo del
abuelomacarra.
—Volveremos por donde hemos venido y las encontraremos, no te
preocupes,misargento.—Mehizoelgestomilitarparatranquilizarme.
Tan pronto empezamos la búsqueda de las llaves, vimos una figura
fantasmagórica que se acercaba corriendo por el final de la calle. Iba
acompañada de gritos y lamentos. Nos quedamos parados, ¿era alguna
especiedepsicofoníaurbana?,¿seríaBibi…?No.EraFuensantacorriendo
cual gacela con su melena áspera al viento. Venía con la lengua fuera y el
camisónarremangadoenseñandolascanillas.
—Cameliaaaaaa,lasllaveeeeeeees,hastamañananolloverácaféenel
campo...
Fuensanta estaba loca, te podía meter en problemas, pero no se
equivocaba cuando nos dijo que podía ser de ayuda. Algunas veces
recobrabalacordura,eranpocossegundos,peropodíasverenelirisdesus
ojoslobuenamujerqueeraantesdeperderlachaveta.Tambiénerafande
JuanLuisGuerrayaprovechabacualquierocasiónparameterfrasesdesus
canciones.
—Gracias,Fuensanta,¡buentrabajo!
Denuevosonriófelizahuyentandolalocuradesurostro.
—¿Mepuedoquedaraquíconvosotros?,porfi,porfi,porfiiiii.
Davidyyonosmiramos,encogíloshombrosyélsellevólasmanosa
lacabezamesándoseelcabello.
—Estábien,perotequedasfueras,¿deacuerdo?
—Lo prometo, me quedaré en la puerta vigilando. ¿Qué tengo que
vigilar?—preguntóemocionadísima.Nuncahabíavistossusojosbrillarcon
tantaintensidad.
MientrasdeshacíamoslospasoshastalacasadeJaimeleexpliquéque
ibaaentrarunmomentoacogerunanilloquemepertenecía,aprovechando
que él salía a correr por las mañanas. Jaime era una persona de agenda,
siempre hacía las cosas a su hora, nunca fallaba, y si no me equivocaba,
dentrodedosminutosexactossaldríaporlapuertaequipadoconsuequipaje
derunning listo para una sesión de cuarenta minutos, unos diez kilómetros
porelManzanares.Nosescondimostrasunoscontenedoresdebasurayallí
esperamossusalida.Talycomoyopensaba,pocodespuésseabriólapuerta
yJaimeaparecióataviadoconunconjuntodeportivotérmicoyunasNike;el
gorrocaladohastalosojosprácticamentelohacíairreconocible.Miréamis
doscompinchesyasentílevemente.Nosdimosunminutoparadarletiempoa
quesealejaseunpoco;entoncesnosdecidimosaentrar,peroantestuveque
bebermeloquequedabaderonparaserenarme.
Con la mano trémula metí la llave en la cerradura y se abrió sin
problema,¿quéproblemaibaahaber?EralallavedesucasayJaimenola
habíacambiado,porsupuestonoseimaginabaqueyoibaavolverporallí
después de lo presenciado. Cerré los ojos, respiré hondo y me adentré;
estaba oscuro, pese a que en el exterior empezaba a clarear, dentro las
persianas seguían bajadas y las luces estaban apagadas. David me siguió,
íbamosdepuntillas,comodosladrones,¿porqué?Yosoloibaaporloque
eramío,mío,mío…Melodijeunayotravez,queríaconvencermedequelo
que hacía no era nada malo, aun así me puse la máscara y, entonces, la
oscuridad fue total, no veía ni torta, me iba tropezando con todo lo que se
interponíaenmicamino:unasilla,unamesa,unapared…Davidmeadelantó
ysepusodelantetomándomelamanoparaguiarme.Veníanlasescaleras,las
jodidas escaleras flotantes, no me veía capaz de superarlas sin hostiarme:
uno, dos, tres, cuatro, cinco… hasta veintiuno, ya estaba, ya estábamos
arriba, le susurré que el dormitorio de Jaime era la primera puerta a la
derechayDavidmecondujohastaallí.Nadamásentrar,encendílasluces;
esahabitacióndabaalpatiointeriorydesdelacallenoeranvisibles,pero
nomequitélamáscara.Volteélacabezabuscandoalgunacámara,peronovi
ninguna, aun así: no sin mi Felipe. Con un gesto de la mano le indiqué a
Davidquebuscaraporlasmesillasmientrasyomecentrabaenelvestidor,
ahíteníalacajafuerteyyoporfortunamesabíalaclavedeseguridad.La
abrísinproblema,pordesgracia,ahínoestabaelputoanillo,aunquehabía
un fajo de billetes que estuve muy tentada de echarme al bolso. Céntrate,
céntrate,elanillo,elanillo,dinerono,anillo,anillo…Contrariada,comencé
a rebuscar por los cajones de las corbatas, calzoncillos y calcetines, qué
ordenadoloteníatodoporcolores.Dabagustoyalavezmuchatiricia,me
diounescalofrío.Estabatanconcentradalevantandoprendasyvolviendoa
dejarlasensusitioquenoescuchéaDavidentrarenelvestidor.
—¿Quiénesusted?
Pero no era David. Esa no era su voz. Giré la cabeza con la cara
descompuesta;lamandíbulameibasola.ClaroqueJaimenovionadadeeso
porque yo llevaba puesta mi máscara. Estaba paralizada, no tenía
escapatoria, el vestidor solo tenía una puerta y mi ex la taponaba con su
cuerpo.
—Voy a llamar a la policía —dijo antes de cerrar de un portazo y
dejarmeencerrada.Lapuertanoteníacerrojoperoescuchécomoarrastraba
unasillayatrancabalamanivelaconella.
Estabaencerrada,medabaunalgo,elcorazónmelatíaamásdemil,el
sudormeresbalabaporlassienesylamáscaranoayudabamucho,miojose
volviólocoymispiernasteníanuntemblequetalqueparecíaqueestuvieran
bailandountwist.Medejéresbalarporlaparedymesentéenelsuelo,solo
mequedabaesperar.
¿YDavid?¿QuécoñohacíaDavidmientrasamímedabaunataquede
ansiedad?
David nada más entrar yo en el vestidor, se puso a registrar en los
cajones de las mesillas no dando con el anillo. De pronto le dieron unas
ganastremendasdejiñar(losnerviostieneneseefectoenciertaspersonasy
David pese a que es un tío bueno y todas queremos imaginar que los tíos
buenos no hacen esas cosas, pues sí, al fin y al cabo, los tíos buenos son
humanosynecesitanhacersusnecesidades),cuandoestabaapuntodeentrar
enelbaño,escuchóunospasosporelpasilloyseescondióallídejandola
puertaentornada.DesdeallívioaJaimeirderechoalvestidor,amenazarme,
cerrarlapuertayluegoatrancarlaconunsilla.Yaprovechandoqueestaba
concentrado tratando de teclear en su móvil el número de la policía, sin
pensárselomucho,seacercósigilosopordetrásyconunallavedeesasde
karatequetedejanKOalinstantelodejósinsentidoenunpispás,vistoyno
visto.Luegoretirólasillayabriólapuertadelvestidoryallímeencontró,
echaunovilloenelrincónmáslejano.Yonoqueríanilevantarlavistade
cagadaqueestaba.Todosehabíaidoalamierda.Jaimemeibaadescubriry
encimameibaaentregaralapolicomoaunadelincuente.Corrióhaciamíy
meabrazó.
—Cam,Cam—mesusurróacariciándomelaespalda—.¿Estásbien?
Alcélamiradaylovi,visusojosazulcobalto,sunarizrecta,susonrisa
diez, su hoyuelo de «bésame aquí, gracias», y me sentí casi en la gloria.
Asentí, pero necesité un par de minutos para recuperar el cuerpo, lo tenía
hechounflan.
—¿YJaime?
—Loheneutralizado.
—¿Lohasmatado?—Espantadametapélacara.
—No,porsupuestoqueno,¿porquiénmetomas?Tengomistrucos—
me guiñó el ojo—. Pero tenemos que darnos prisa, no sé lo que tardará en
volverensí.¿Tieneselanillo?
Ledijequenoconungestodelacabeza.
—¡Joder,¿yahoraqué?!
—Tienedineroenlacajafuerte,seguroquehaysuficiente.
AhorafueDavidelquenegóconlacabeza.
—¿Dóndepuedeestar?
—Nolosé,nolosé.—Metirédelospelos.
—Tranquilízate,levántateyvamosabuscarlo.
MepuseenpieyjuntoaDavidempecéamirarentodosloscajonesde
las cómodas, mesitas… cualquier escondrijo que pudiera ocultarlo, pero el
maldito no aparecía y yo cada vez estaba más desesperada. Ya no sabía
dóndemásbuscar.
—¿Quéhapasado?¿Dóndeestoy?—Jaimeestabavolviendoensí.
Davidmemiróyconrapidezmeindicóconlamanoquesaliésemospor
patas,peroyonopodíamarcharmedeallísinmianillo.Lonecesitaba,tenía
que salvar a Teresa, la pobre estaba en manos de unos desaprensivos y a
saberloqueestaríapadeciendo.Toméunadecisión,eraarriesgada,perono
tenía alternativa. Me planté frente a Jaime y esperé a que se despejara un
poco.
—No me hagan daño, por favor —me suplicó aún con los ojos medio
idosylavoztemblorosa—,lesdaréloquequieran,enlacajadeseguridad
tengodinero.
—¡Noquierotudinero,malditocerdo!—legritécontodasmisfuerzas.
Suexpresiónfueundesconcierto.
—Cam,cariño,¿erestú?
—¡Nomellamescariño,hijodeputa!—volvíagritarlequitándomela
máscaraylanzándolelamiradamáshomicidademirepertorio.
—Pero¿yesevocabulario?
—No te atrevas a decirme nunca más lo que puedo o no decir. Ahora
soylibre—mereícomounaloca—,libre,libre,comoelsol,comoelmar,
comoelsolcuandoamanece,yosoylibre,jajajá.
Se quedó pestañeando con la mano sobre el pecho, como si estuviera
ofendido,oledolieraelcorazón.Nipuntodecomparaciónconelmío,aquí
laúnicaqueteníaderechoacorazóndolidoerayo.
—Cam,perdona,miamor.
—Noteperdono,ynomellamesamor,nosoytuamor,nuncamás.
—Estábien,estábien—dijoincorporándose.
—Ni te atrevas a tocar el iPhone, dámelo —extendí la mano para que
melopasara.
—Novoyallamaralapolicía.
—Túdámelo.—Volvíaextenderlamanohaciaél.
—De acuerdo —dijo entregándomelo y luego levantó las manos en
actitudconciliadora—,deacuerdo,¿quéhacesaquíasídisfrazada?¿Yquién
estuamigo?—Señalóhaciaatrás,dondeDavidsehabíaquedadoesperando.
—Novoyadecirtequiénes.
—Estábien,noquierosaberlo.
—¿Tanpocoteimporto?
—¿Eh?—Memiródesconcertadoyyoneguéconlacabeza,empezabaa
estarmuycansada—.Sinoquieresdecirmequiénes,nolohagas.
—¿Tanpocoteimporto?—repetí,echándomeallorar.
—No,claroqueno.
—¿Queno?
—Quesí,mujer,quesí,quemeimportas,queríadecirqueclaroquesí
meimportas.
—Ah,vale—merelajéunpocoyélhizoademandelevantarse.
Lo apunté con el móvil como si fuera una pistola—. Ni se te ocurra
moverte.
—¿MevasadispararwhatsappsconmiiPhone?—bromeó.
—No—respondíconlabocachica.
—¿Entonces?—seriounpoco—.¿Quémevasahacer?
Davidseacercópordetrásyconunrápidomovimientoloinmovilizó.
—Ella nada, pero yo, como no te estés quieto y callado, te vuelvo a
dejarinconsciente—lesusurrómuyfieroaloído.
Eseeramichico,miThor,miDavidBravo.
—Estábien,estábien.¿Quéquieres,Cam?¿Paraquéhasvenido?
—¿Desdecuándotegustanloshombres?
Jaimememirósorprendido.
—Nomegustanloshombres,Cam,megustanlaspersonas.
—¿Laspersonas?—Soltéalaireunasonoracarcajada—.Sandronoes
unapersona,esunaalimaña.¿Cómohaspodidohacermeesto?¿Ponermelos
cuernos?¿Desdecuándo?
—¿Deverdadquieressaberlo?
—Nolosé—dijeabatida.
—Ocurriósinmás,yonoquería,nuncamehabíaplanteadonadaconél,
niconnadie,telojuro,peroaquellanochedehaceunmesqueturevistahizo
una fiesta, Sandro se me insinuó —se encogió de hombros—, yo no me lo
toméenserioalprincipio,peromebebíunascuantascopasymeempecéa
encontrarmal,túyatehabíasido,mefuialbañoarefrescarmeymelovolví
aencontrar.Empezamosahablarycasisindarmecuenta,meestababesando
yyoleestababesando.—Cerrélosojosnopodíamirarloalacara,medaba
asco,peronometapélosoídosporquequeríasaberlo,asídemorbosasoy
yo—.Deprontomelaestabamamando,Dios,Cam—suspiródeplacer.Qué
asco,peroquéascomedaba,peroyoahíescuchandoyescuchando—,qué
bienlohacía,yo…yonoqueríaperoeratan…tan…
David le tapó la boca con las manos—. Creo que ya está bien, son
demasiadosdetalles.
—Cam,perdóname,yonoquería,peroélvolvióallamarmeunasemana
más tarde —se tapó la cara avergonzado— e insistió en quedar, y yo no
quería,telojuro,pero…
—Túnoquerías,túnoquerías—legritédolidamediosollozando.
—Lo siento, Cam —se hundió por completo y se echó a llorar—.
Queríadecírtelo,peronoencontrabaelmomento,siempreestástanocupada.
—Ahoraresultaquelaculpavaasermía—lerepliquéindignada.
—No,claro,queno.Hesidoyoelquetehafallado,mesabefatalcómo
tehasenterado.Yonoqueríahacertedaño,tienesqueperdonarme.Séqueno
erescapazdehacerloquemedijiste,quenodirásnadaanadie,nisiquieraa
nuestrosamigos.Siempretehequerido,tienesqueperdonarme—dijoentre
hipidos,nuncalohabíavistoasídehundido,casinoparecíaJaime.
—¿Yporquémehacesesto?
Me miró sin comprender—. ¿El qué? Ya te he dicho que fue sin
intención, pensaba que se me pasaría, pero estoy enamorado de él. Estoy
enamorado de Sandro —sonrió iluminándosele los ojos—, enamorado de
Sandro —repitió para sí, como autoconfesándose, como si no lo supiera y
fueraenesemismoinstantequelohubieradescubierto.
¿Qué?¿Quéee?¿Enamoradodeeseserinmundohijodelauniónentre
unaarpíayundemonio?Lomato,lomato,lomaaaaaatoooo.Másclaroagua,
vamos, que me lo quería cargar. Salté sobre él y empecé a golpearle la
cabeza con los puños y Jaime no hizo nada por evitarlo, David tampoco.
Descarguésobreéltodamirabia,hastaquemequedésinfuerzas.
—Melomerezco,Cam,meheportadomuymalcontigo.
—Yentonces¿porquéenvíasunosmatonespormí?
Abriólosojospasmado—.¿Qué?¿Cómo?Yonoheenviadoanadiepor
ti—balbuceó.
—Nomientas—legritédándoleunabocetada.
Secubriólamejillaconlamanoynegóconlacabeza.
—Telojuro.
—¿Entonces?—MiréaDavidcompletamentedescolocada.
—Yonohesido.
—¿Yquiénhasido?
—Nolosé.
—PuestienenaTeresa,micompañeradelarevista—leexpliqué—.La
hansecuestradoypidenunrescatedeseismileuros.Poresoestoyaquí.
—¿Veníasarobarme?
—Noo,claroqueno,veníaapormianillodecompromiso.
—¿Paraqué?
—¿Cómoqueparaqué?Paraquévaaser,gilipollas,paravenderloaun
trapichero.
—Nohagaseso,porfavor,esunregaloquetehicecontodomiamor,
quiero que lo conserves; yo te doy el dinero —se ofreció con los ojos
llorososysupequemedecíalaverdad.
—No quiero tu puto dinero —le espeté furiosa—. Quiero mi anillo,
mío,mío,mío.
—Estábien—levantólosbrazosensondepaz—.Lotienesahí—me
señalólacómoda,lobusquéconlosojosyahíestaba,brillandodescarado,
completamente a la vista de cualquiera que no estuviera ciego—. Puedes
cogerlo,estuyo.
ConungestoleindiquéaDavidquefueraporél,cuandolotuvoenla
mano, con otro gesto le indiqué que se marchara. Luego me separé poco a
pocodeJaime,queseguíatendidoenlacama,sindejardemirarlo,noquería
perderlodevista.
—Estesevieneconmigo.—LevantésuiPhone.
—Cam —me llamó cuando ya estaba dándome la vuelta dispuesta a
marcharme.
Lomiréporencimadelhombro.
—Tedeseolomejor,telomereces.
Neguéconlacabezaycomorespuestalehiceunapeinetaconeldedo
quemásmegustaantesdeemprenderdenuevolamarcha.Volvióallamarme,
peroyanoquiseverlomás.
—Quieroquesepasquetequiero.
Davidmeesperabaabajo,juntoalapuerta.Melancésobreélylobesé
contodasmisfuerzas.
—Vamos—medijoapartándose.Mesonrióyyolesonreí—.Estardey
aúntenemosquepasaraporJulián.
07:40,québien,québien,nosvamosdeexcursiónala
GatitaEscaldada
Por fin estábamos en casa de Julián. Por suerte, no vivía demasiado
lejos de Jaime; tenía un fantástico ático en un edificio modernista en
ChamberímuycercadelaCasadelasFlores,algomuytípicoenunabogado
algo pijo como era su caso, aunque según me dijo David el ático era
propiedaddesuspapis.DavidpulsóelinterfonoyJuliánrespondiórápidoal
pitido.
—¡HolaDavid!,¿dequévasdisfrazado?—Alparecerpodíavernospor
lavideocámara.
—Nopuedoexplicárteloahora,bajacuantoantes.
Julián colgó el telefonillo y lo esperamos como un cuarto de hora, me
estabaponiendodelosnervios,yasabíaqueveníamosabuscarlo,¿quécoño
estaba haciendo? Ya desesperada, apretando la máscara a modo de bolita
antiestrés,vimosaparecerporelvestíbulodelaescaleraaJuliányalafriki
delaserpientedisfrazadosdepollos.Rosaritollevabatambiénunapelucaa
lo Evo Morales, bendito pelazo tiene ese señor peruano. Recuerdo cuando
lesmandéunacartaalaembajadaperuanaparaquemedijeranquéchampú
usaba su presidente por aquel entonces. Era el humano con más pelo por
metrocuadradodecabeza,negroazabacheyconunbrillodeestrellafugaz
que quitaba el sentido; me daba mucha envidia. Nadie me respondió, me
pareció una falta de respeto, ya podrían decirnos al resto de seres de la
Tierra los secretos de las plantas andinas. Pero volviendo al tema que nos
ocupa,¿dedóndehabíansacadoestosdosdesgraciadossendosdisfracesde
pollo campero iguales? ¿Y qué hacía aún con Julián la restriega-culebras?
Me estaba dando un sofoco, un sofoco muy grande. El calor se apoderó de
mí, subiéndome por el pecho hasta el cuello oprimiéndome la garganta.
David, sabedor de mi pánico a las aves y a las gallinas y pollos más
concretamente,sediocuentadequeestabaentrandoenshock.Meagarróla
mano sudorosa y me intentó tranquilizar. Julián y su amiga rara se estaban
acercando a la puerta, los teníamos prácticamente encima. No podía con la
presión,sentíaquemeibaadesmayarylatensiónocularmehacíaalucinar.
Imágenesdeojetesdegallinazaencarnevivaseapoderarondemimentey
asífue,fundidoanegro,medesvanecí.
Nosécuántotiempoestuveinconsciente,escuchécomounescalofriante
zumbido y abrí los ojos desconcertada, me habían acomodado en la parte
traseradelafurgonetasobreuncolchóndelomáscómodo,peroentoncesla
vi mirándome fijamente con esos ojos chicos que tenía y sacándome la
cimbreantelenguadesdelosbrazosdesudueña.Nadiesediocuentadeque
había recobrado la conciencia, salvo Rosario, que me guiñó un ojo, estoy
casi segura. Estaba algo aturdida, me incorporé un poco para mirar a mi
alrededor y vi a Fuensanta bailando con los brazos muertos en el poco
espacio que tenía. En ese momento desvió los ojos hacia a mí y me vio
despierta,tratandodeasimilarlaescena.LafrikibesabaelcuellodeJulián,
Julián magreaba la pierna de la friki; David conducía con música latina a
todo trapo disfrazado de la Veneno y yo era un Tejero democrático recién
despertado. Si Almodóvar nos hubiera parado para pedirnos fuego, tendría
todoelrepartodesupróximapelícula.
—Hola,Cam—mesaludóFuensantaconvozdeultratumba.
—Hola.
Juliánmemiróymesonrió—.Vayasustonoshasdado.
—¿Yo? Vosotros a mí, ¿por qué mierdas vais vestidos de pollos
gigantes?
—Queríamosirenconsonancia,yaquelostresibaisdisfrazados.
—¿Ynoteníasotro?
—No,sorry,mydarling.Davidyanoshaexplicadoquelestienesfobia
los pájaros. Pero yo no soy un pájaro, soy una persona. —Se rio burlón y
estirólamanohaciamísacudiéndolafrenteamisojos—.Notengoplumas,
¿loves,loves?
—Quesí,joder,yaloveo.—Lepateélamanoylaapartóalinstante,
atemorizado.
—Yeeee, tranquila, o te achucho a la serpiente de mi chica —me
amenazóentrerisas.
Mereícínicamente—.No,gracias,yahetenidosuficienteRosariopor
hoy—.Metoquélanariz,queporciertoyanomedolía—.¿Quedaalgode
beber?
—Toma.—SerpienteGirlmepasóunabotelladeron—.¿Tevale?
¿Deverdadquenohabíaotracosa?Enfin…selaaceptéyechándole
coraje le di un buen trago, luego se la devolví y ella le dio otro antes de
pasárselaaJuliánquehizolopropioyselapasóaDavid,queapesardeir
conduciendonodudóenbeber.DeprontosonóLavida es un carnaval de
CeliaCruz,quégranmujer.Fuensantafuelaprimeraencantar,seguíaconsu
vozdefantasmaperonoquedabamal,ehizosupropiaversión.
—Oooooh,nohayquellorar,salchichavivacolosalylasgallinasse
hanquemadooooooooo.
Míralaella,quégraciosalaloca.
Al coro se unieron Julián y la friki; tendría que preguntarle a esta
incautacómosellamabasiesqueibaaserlanoviadelmejoramigodemi
David.
—Quelavidaesunberenjenal,olajodesolaestáscagandoooooo.
Davidtambiénaportóalgunasestrofas,seloestabapasandoengrande.
—Debesdesaberquenoesasíquelasfrikissonbuenagente,ytela
hascameladooooo.
Fuensantaqueestabaentodolosuyo,continuósuperanimada.
—Oooooh,nohayquellorar,salchichavivadálmataaaylospollosse
vanvolandoooooooo.
Aesasalturasnopodíamás,mivenafolclóricaresurgióenmícontoda
su grandiosidad, me vine arriba soltando un «Asúuuuuucaaaaaaar» con la
vozmásroncaydesgarradaqueteníaenmihabercoral.Todossegirarony
aplaudieron al verme de nuevo reanimada. Salté los sillones traseros y me
puse justito detrás de mi David, le rodeé el pecho con los brazos con el
respaldoentrelosdosyélmemiróporelespejodelanterocomplacido.
—¿Yateencuentrasbien?—mepreguntóbesandomimano.
—Mejorquenunca.
Yeracierto,estabaenlagloria.Lasensacióndeestarrodeadadegente
que me quería y me apoyaba, gente de todas las condiciones: frikis, locas,
pijos...Todosjuntosenamorycompañía,unidosporunfincomún,unotan
loable como ayudarme a salvar a mi Teresita. No podía estar mejor, la
emociónmeembargaba,meestabanentrandohastaganasdellorar,perono
depena,sinodefelicidad.Mesentíamásfelizqueenmuchotiempo.Aquel
día había sido como una terapia balsámica para mí, a pesar de todas las
tragediasencadenadasmesentíafantástica,comosimehubierafumadodos
porros extragrandes de marihuana. Ya no me daban miedo los pollos: los
pollos podrían ser mis amigos, y las serpientes también; qué mona estaba
Rosaritoconlapeluquita.EracomounaFelisaRodríguezdelaFuentedelos
pollos y las culebras, pero solo de pollos y reptiles, de otras aves no
respondo.Yelroneramibebidafavoritadesdehoy,medije,dándoleotro
generoso trago a la botella que me acababa de llegar antes de volver a
rularla.Mesentíacapazdetodo.
David detuvo el motor y anunció que ya habíamos llegado. Paró tan
secamentequetodosaplastaronlacaracontraelcristal,todosmenosyo,que
lohicecontraelreposacabezasdelconductor.
El local se encontraba en medio de un descampado donde la gente
dejaba su basura, unas luces de neón que dejarían ciego a cualquiera
indicabanelnombre:LaGatitaEscaldada,unnombremuyacertadoparauna
casademujeresdelavida,seguramentetendríanelasuntobastanteescocido
contantotrajín.
Laspuertasseabrieronyunclientesaliólamardecontentodellocal,la
músicaaparecióydesapareciócuandolapuertasecerrótrasél.Unmontón
de basura se movió, pensé que sería algún perro o gato buscando comida,
pero de entre todo lo oscuro aparecieron unas piernas desgalichadas, unas
piernasconunostobillosquemefueronmuyfamiliares.Ylavozqueledecía
alputeroqueacababadesalir«¿Tienesuncigui?»loeramás.Sindudaesa
eralavozdelaBiturbo.Mealegrédequelahubieransoltadoyquehubiera
llegadohastaestelugarmediodignoparaejercersuprofesiónsocial,ydigo
mediodignoporqueinclusoesoeramejorqueejercerenlacalleamerced
delocosyasesinos.Loconsiderécomounabuenaseñal,algopremonitorio
dequetodoibaasalirbien:venderíaelanilloyrescataríaaTeresa.
Lallaméparasaludarla,ellatambiénpodríaser
deayudasiendonuestraprosti-tour.
—Biturbo, aquí, aquí, soy Cam. —La pobre no veía tres en un burro,
segúnmedijoporproblemasdeglaucoma.
—¿Quiénmellama,necesitasunservicio?
Me tuve que acercar más a ella, olía a pachuli y tabaco mojado que
echaba para atrás, le vendrían bien unos cuantos consejos de belleza para
seduciralpersonal.
—SoyCam,compartimoscelda.¿Teacuerdasdemí?
—No estoy haciendo nada, agente, tranquila, coleguita, ya me voy, ya
mevoy.
—No soy una guardia civil, tranquila, soy Camelia, estuve contigo
encerradaunashoras.Hemosvenidoabuscaraunseñorquecompraoro—
intentéexplicarledelamaneramáspausadaquesabíaelmotivodenuestra
presencia,laBiturbonoeraunalumbrerayaestashorasmuchomenos.
—Señorita, venimos buscando a Ricardo el Gatillo —intervino Julián
—,porlovistofrecuentamuchoestelocal.Mehadichoqueestaríaaquí.
—Aaaaah, sí, le conozco. Ese maromo vive prácticamente aquí, está
enamorao de una rusa, Inga se llama. Estará dentro. Menudo guarro el
Ricardito—sentenciólaBiturbo.
—¿Podríasacompañarnos?Nuncahemosestadoenunlugarcomoestey
teloagradeceríaunmontón—lepedíamablemente,eravitalquenoshiciera
deguía.
—Porcincuentaleurossoytodavuestra.
MiréaDavid,yonollevabaniunchavoencimayesteasintió.
—Tratohecho.—Letendílamanoparasellarelacuerdoycuandonoté
que algo pegajoso se me pegaba y luego se me escurría por la palma me
arrepentídelgesto.
—Seguidme. —La Biturbo se puso de cabecilla de la panda del pan
torraoytodoslasseguimosconrumboalaentradadellocal.
La puerta abatible se abrió ante nosotros y un tufo a Brummel y wiski
que tiraban para atrás recorrieron mi pituitaria haciéndome torcer el gesto,
aquelloibaaserdifícildedigerir.Alfondounabarraconrebordedecueroy
luces de neón, con una colección de botellas de licor que ni la bodega de
Osborne. En el centro había una minipista de baile con bolas espejo de
discoteca sesentera que salpicaban chispas de colores por doquier y en la
cualnohabíaniunasolaalmaenmovimiento.Porlasesquinasunossofásy
silloncitosdeterciopeloburdeosdelomásdecrépitorodeabanunasmesitas
supletorias rococós con lamparillas de cuentas de cristal. La música que
amenizabaellocaleradecintadecasetedegasolinera:sonabaelOví,ová,
cadadíayotequieromás.Eraelambientemásrancioquehabíavistoenmi
vida, más rancio incluso que los decorados de la telenovelaCristal de los
ochenta.
AgarréconfuerzalamanodeDavidyhastaFuensantasepegóamíun
pocoabrumadaporelentorno.Noesquefuerahostil,demomento,perotal
cúmulo de objetos y mobiliario espantosos daba un poco de canguelo, la
verdad.
—¿Veisesebiombodemimbre?—LaBiturboseñalóhaciasuderechay
todosasentimosúnicamenteconlacabeza—.AhídebeestarRicarditoconla
Inga,essureservao.
—¿Nosasomamosasí,sinmás?—pregunté,noqueríafastidiarleaese
buen señor lo que fuera que estuviera haciendo con la tal Inga; o con su
minga,cosaqueseríainclusopeordeencajar.
—Sí,yonopuedohacermás,nomehabloconél,medebeunservicio.
Si le debía un servicio a la Biturbo tenía que ser un señor con pocos
escrúpulosymuypeligroso.Nuestraguíasefuederechaalabarraynosdejó
plantadosenmediodellocal,inmóvilesysinsabermuybienquéhacer.Pero
la suerte se puso esta vez de nuestra parte y el biombo se movió, de ese
improvisadoreservadosalióunamujeraltayrubiasecándosecondelicadeza
loslabiosconunpañuelo.Tressegundosdespuésunseñorsacadodelcasting
dedoblesdeTorrente,apareciósubiéndoselabraguetayJuliánnosconfirmó
queeseeraelhombrequebuscábamos.
—Es él, ha engordado un poco y ha perdido algo de pelo, pero estoy
seguro que es el Gatillo. —Julián soltó la mano de Serpiente Girl y se fue
derechoaél.
Sesaludaronconbastantecomicidad,peseaqueJuliánnoloteníaensu
agendaporcuestionesdeamistad,habíatenidobastantetratoconélmientras
le llevó un caso del turno de oficio hacía ya unos dos años. Tres minutos
justosdespuésdequeamboshablaranenlaesquina,Juliánnoshizounaseñal
para que fuéramos hacia allí. Lentamente y con la canción de Carmen,
Carmen como banda sonora, nos dirigimos hasta donde estaban los dos.
Ricarditopasódepresentaciones;nonossaludóyfuedirectamentealgrano.
—Moza, a ver ese anillo. —Extendió su rechoncha mano callosa
esperandoqueselodiera.
—Aquí lo tiene señor Gatillo, es muy caro y valioso. —Se lo di
preocupadadequehuyeraconélynosdispararaabocajarroparaevitarque
loalcanzáramos,poralgolellamaríanelGatillo.
—Esoloveremosahora,encuantoloinspeccione.
Ricardito mordió el anillo, lo chupó y saboreó varias veces, luego lo
tiróalsuelo,lesacóbrilloaldiamantefrotándoselocontraelsobacoycon
unalupadeQuimicefalomirócongrandetenimiento.Sololefaltótragárselo
ycagarloparahacersusverificaciones.Cuandoporfinacabódehacerleel
carbono14,Ricarditofueadarsuveredicto.Sinmediarpalabraempezóa
andarytodosleseguimoscomosifueranuestrolíder.Sesentóenunodelos
sofásdeterciopeloburdeosydejóelanilloenlamesita.Todosquedamos
depiefrenteaél,expectantes.Debíasercarodelahostia.
—Esto es más falso que un euro de madera — soltó con chulería
apoyando sus codos en la mesita—, te doy noventa pavos y porque me das
lástima.
El«¿qué?»semequedóatascadoenlagarganta,Ricarditoasintiócon
parsimonia.
—Loúnicoquevalealgoeselorode18kilates—sacólalenguacomo
una lagartija y le metió un buen lametón al anillo— y te lo voy a pagar a
treintapavoselgramoyesto—losopesódenuevoconlamano—nopesa
másdetresgramosysiendogenerosos.—Ymeguiñóelojo.Pudepercibir
ciertoaireconquistadorensuvoz,cosaquequiseapartarrápidamentedemi
menteporqueaquelhombrecillomedabahastaganasdepotar.
Pero ¿qué estaba diciendo este señor calvo con melena? Falsa era la
cortinillaquellevabaenelcogote.Meestabaintentandoestafar,elanilloera
verdaderoycarísimo,ysutasaciónmuyabsurda.
—¿Estáustedseguro?—lepreguntóDavid.
—¡Hombre!Soyunprofesionalcualificao.Mimadremepagóelcurso
detasadordejoyasymonedasantiguas,unabenditaeslaInodora.Mire,que
yoentiendo—dijonotablementeofendido.
—Oiga usted, señor Ricardito, creo que se confunde usted y mucho,
asegurandoquemianilloesfalso.Esunanillodeorode24kilatesconun
pedrolodeltamañodeRusia,undiamanteconcretamente.Miexmehadicho
quelecostómásdediezmil,asíquenointenteestafarme.—Elojomedaba
fuertessacudidasavisándomedequemecalmara,peroestabaenvalentonada.
—Mira,chiquilla,tuexesunidiotaquetehaengañaoabasedebien.
Esto le ha salido en una máquina de bolas, te lo digo yo. Cuando lo he
chupado he notado el sabor a robín, pero he seguido con la valoración
porque no creía que unos tipejos disfrazaoshabriesen venido hasta aquí a
intentar colármela. Pero ya que estís aquí y por lo cachondos que sois, me
habíscaíobien,podríadaroscieneurosmásporlaculebra.
Estabatanindignada,quenielticmenotabaya,aestasalturasunojolo
teníamirandoparaAndorrayelotroaCeuta;lacabezamepropinabafuertes
martillazosyestabaapuntodeentrarencolapsogeneral.Davidmepasóel
brazoporloshombros,viendoqueibaaestallar,losbufidosquesoltabapor
lanarizalotorobravíonopodríansermáspremonitorios.
—Pero¡quédice?Ustedmequieretimar,esuningratomalnacido!—le
gritéempezandoaliberarlacólera.
Ricarditosepusoenpieindignado—.¡Oyeniñata,sielRicardotedice
queesonovaleunreal,esquenolovale!
Seagachóycogióunbolsoqueteníaenelsuelo,eraunbolsoAmazona
delaúltimacoleccióndeLoewe,uniconoentreiconos,ynoeraimitación,
inclusoyodesdeladistanciaquenosseparabadedosmetrospodíasaberlo,
u olerlo; tengo mucho olfato para esas cosas. Lo abrió, rebuscó algo en su
interiorylosacóantenuestrosatónitosojos:eraunapistola.
Noséquiéngritóantes,perosíloquedijo:«Todoelmundoalsuelo»,
talvezfuiyoposeídaporelespíritudemivestimenta.
Todoslosqueestábamos:Fuensanta,laSerpienteGirl,Julián,Davidy
yomisma,noslanzamosdebrucesalmugrientosuelotapándonoslascabezas
conlasmanos,esperandoescucharlaráfagadebalassilbandoporencimade
nosotros. Pasaron unos segundos, no sabría decir cuántos, se me hicieron
eternos, solo podía mirar a David, que tumbado a mi lado, también me
mirabasinquererlevantarlacabeza.Apesardelaterroríficasituaciónsacó
fuerzasparasonreírme.Siibaamorirquealmenosfueraviendoesasonrisa,
esosojos,esehoyuelotansexy;yélsemerecíalomismopormiparte,saqué
ánimo de no sé ni dónde y le sonreí. Íbamos a morir los dos por mi culpa.
Todosibanamorirpormiculpa.Lasbalasempezaronacaersobrenosotros,
lassentíagolpeándomelaespaldaylaspiernas,blandas,sinpeso;quéraro,
no dolían. Nunca pensé que fuera a morir de ese modo a manos de un
TorrentedesegundaenunlugartancutreycontanpocaclasecomoLaGatita
Escaldada,yescuchandolainmejorablePorsiempretúyyodeCamela,el
himnodemimuerte.LatensiónocularapenasmedejabaveraDavid,todo
eraborrosoyélyanoestaba,mifuerzaparasuperarlatragediasehabíaido,
asíquecerrélosojoscontodasmisfuerzas.
Por encima de la voz de Ángeles Muñoz podía escuchar las macabras
carcajadas de Ricardito, pero qué sátiro, qué ser más despreciable, qué
alimañadelasociedad…Mipensamientoseguíabuscandoexpresionesque
describieranaesedemonioinmundocuandosuvozsehizopresenteenmis
oídos.
—¡Pero¿quéhacísdesgraciados?!—nosgritóantesdelanzaralaire
otrasonoracarcajadaqueseríalaenvidiadelmismoSatanás.
Pero ¿de qué se reía esa bestia? Pero ¿cómo podía ser tan cruel?, me
encomendé a la Virgen del Perpetuo Socorro, que siempre es una buena
aliada, mientras Ricardito seguía descargando su munición sobre nosotros.
Alguien me tocó el hombro, yo no quería levantar la cabeza, ¿sería san
Pedro?Insistióconunosgolpecitosmásyalfinmeatrevíamirar,noerasan
Pedro,eraDavid.
—¿Estamosmuertos?—balbuceé.
David sonrió y me tendió la mano. O sea que sí estábamos muertos y
Davidmeibaaconduciralapuertadelcielo.Lentamentemedilavueltay
meincorporé,laluznoerafulguranteniblanca,seguíamediolúgubre,yel
suelo estaba cubierto por cáscaras de cacahuetes, como si durante aquel
tiroteo hubieran llovido del techo, entonces... entonces… lo comprendí: no
estaba muerta, no. No estaba muerta, no… estaba de parranda, lere, leré.
Mediotalalegríaquemepuseenpiedeunsaltoyempecéabrincar,abesar,
aabrazaratodos.Estábamostodossanosysalvos,nadielahabíapalmado
por mi culpa. Estaban todos allí, vivitos y coleando, saltando conmigo y
abrazándose.NuncamealegrétantodeverledenuevolavaginaaFuensanta,
que aprovechando la celebración se había vuelto arremangar el camisón y
danzabacomounaaborigenalrededordeunahoguera;yoye,SerpienteGirl
estabatanestupendamontandosunumeritodeSalmaHayekconRosarioque
eratodaunacucada;todomeparecíagenialymaravilloso,habíarenacido.
Me di la vuelta y me encontré a David, que me observaba divertido. Me
lancéasusbrazos,llenándolelacaradebesos.
—Creíaquehabíamuerto,David.
Se empezó a reír—. Y yo por un momento, pero me he dado cuenta
enseguida de que no nos estaba disparando balas, sino cáscaras de
cacahuetes.
Lo miré indignada, enfadada con él—. ¿Y por qué no me lo has dicho
antes?Casimecagoencima.
—Es que estabais muy graciosos todos en el suelo —respondió entre
risas,ignorandomigestodeestupor.
Cabrón, cabrón, maldito cabrón. Empecé a descargar puñetazos en su
pecho.
—Tranquila, señorita. —Me sujetó las manos para que no le siguiera
golpeando—.Guárdatelasfuerzasparamásadelante—añadióburlónantes
demordermelaboca.
Y porque estaban todos ahí, que si no, la montamos, la liamos, pero
gorda, gorda, gorda. Me faltaban manos para abarcar tanta espalda, tanto
pecho.Nohabíabocasuficienteparasaciartantahambre.Denuevotuveque
sacarfuerzas,dedondeyanohabíareservas,parasepararnos,todavíaconla
respiración entrecortada y la sangre galopándome por las venas por el
calentón me aparté un poco de él y le sonreí un poco avergonzada y él
tambiénlohizo.
—Lomismotedigo,campeón.
—Cuandotepille,tejuroquetevoyaromper—susurrósugerenteyme
lanzóunamiradalascivaalescote,dondeunosbotonesdesabrochadosporel
frenesíhabíandejadoalavistamispechosdesbordados.
—Sinoterompoyoatiantes—lerepliquéentonosensual.
—Nomelíes,Cam,quenorespondoyademí.Metienesloco,yome
rompotodoyoosemerompelapolla.
—¿Tu martillo invencible? —me burlé y luego me mordí el labio
inferior.
—Dios,tefollaríacomounanimalahoramismosobreesesillón—me
susurróconlavozdensaporeldeseoacercándoseotravezamiboca.
Desvié la mirada hacia el sillón en cuestión, muy tentada por su
propuesta, y casi vomito; lo que vieron mis ojos en ese momento era la
escenamásrepulsivaquehabíavistoenmistreintaydosañosdevida,yeso
quehevistomuchascosas,peroaquelloera,sinduda,demasiadofuertepara
mispreciadasretinas.
¿Alguna vez habéis visto un documental sobre el apareamiento de las
morsas? ¿Sí? ¿No? Yo sí, y aquello iba mucho más allá, sobre el sillón
Fuensanta y Ricardito estaban fusionados, ella sobre sus caderas a
horcajadas, el camisón enrollado hasta la cintura, el blanco culo flácido
descolgándoselealosladosdelosrollizosmuslosdeunRicarditototalmente
entregadoalapasión,suslenguasdanzabanenelairelamiéndosefrenéticas,
jugando a un especie de pillo-pillo que revolvía el estómago. Me dio un
bajonazodepadreyseñormío,aDavidtambién,sequedómásrígidoqueel
palodeunaescobaasimilandolaescena.Nodabacréditoamisojos,melos
restregué varias veces pensando que estaba viviendo una especie de
alucinacióncausadaporelestrés.Peronoloera,aquelloeramuyreal,yyo
no podía entender nada, pero ¿qué coño estaba pasando? ¿Nos habíamos
vueltotodoslocosoqué?
Tenía que liberar a Fuensanta de esa suerte de encantamiento que le
había echado Ricardito, a saber qué clase de enfermedad venérea podría
pegarle ese ser. No estaba dispuesta yo a frotarle los bajos con pomada
fungicidadurantevariosmesesremordidaporlaculpabilidaddequeaesta
chaladaselacayeraeltotoacachos.
—Fuensanta, suelta eso, caca, stop, para mujer, desengánchate. —Tiré
desucabezacontodsasmisfuerzas—.¿Sepuedesaberquéhaces?
—Cam,oooh,Cam,nosabríacómoagradecertequemetrajerasaquí—
medijoconlosojosllorosos,comoemocionada,mientrasRicarditopasaba
demíyseguíamordisqueándolelosplieguesdelcuello.
—¿PodríasdecirleaRicarditoquepare?—Meencontrabaapuntode
vomitar,vertalescenadecercaeradepelículagore.
Fuensantasegiródenuevohaciaélaúnsubidaensuspiernasylehabló
dulcemente.EracomoestarviendounaversióncómicadelDiariodeNoah.
—Perdonad,¿algunodelosdospodríaexplicarmedequévatodoesto?
—Davidasentíaamiladoperplejo,presodelaintriga.
—Verás, muchacha —intervino Ricardito secándose el sudor de la
frenteconelpuñodesucamisa—.Graciaspordevolvermealgranamorde
mivida,laFuensantica.Estamujerhasioyesmimayorlogroenlavida,ni
toelparnédelmundo,nilaIngaconsuslargaspiernasysuculodeacerole
hacensombraamiFuensanta.EsenloúnicoqueseequivocólaInodora,mi
santa madre no quería que me desposara con ella, no veía bien que me
rejuntaraconunaartista.
—Pero¿dequéestáhablando?—MiréaFuensantaqueaúnteníamedia
tetafuera.
—Sí,todoloquediceescierto.Yoeraunagranpintora,eraunamujer
adelantada a mi tiempo, una feminista, una activista en los cincuenta. Me
mudéalpueblodeRicardito,unaaldeapequeñadePalenciaparapintaruna
nueva colección de cuadros. Colección que jamás terminé, una oda a la
vagina liberal. Una mañana de ese verano inusualmente frío, me dispuse a
coger agua de la fuente. No vi la necesidad de ponerme más ropa que mi
camisón de verano y mis chanclas de esparto. Cargué el cántaro y
canturreandounacancioncilladelastropasfeministasdelaguerracivilme
fuiaporagua.Cuandolleguéalafuentenohabíanadie,mesentéenelborde
paraintroducirelcántaroenlaboquillaquetraíaelaguadelarroyo,perocaí
dentro de las gélidas aguas. No era muy profunda, pero el frío de aquellas
aguasmedejóinmóvilenelaguaconmiescasocamisónveraniego—relató
Fuensantacomosifueraunapersonaensusanojuicio.
—Allí estaba, con su larga melena rubia empapada asomando por el
aguacomounaninfa.Sunaricillaestabarojacomounpimientopicantón.La
saquéabrazos.Eraunasirenadeaguadulce,tanbellaysensual,conlatela
desuropapegadaalcuerpodejandoentrevertodasuanatomía.Lascostillas
se le marcaban frágiles y rígidas, sus pechos como dos huevos fritos de
codornizmemirabangolosos.Mequitélacasullaylatapé,estabaviolácea.
Lacarguéhastamicampamentoyencendíelfuego.Lapobrenopodíaapenas
hablar.—¿EnquémomentoRicarditosehabíaconvertidoenCervantes?
—Mesalvólavida,eramihéroe.Mecuidóhastaquerecobréelhablay
misconstantesvitalesvolvieronaunritmonormal.Metendióensucamastro
dentrodesutiendaynoseseparódemí.Mediosopasdeajo,pescótruchas
y cazó liebres y me preparó comidas deliciosas durante tres días. —
Fuensanta estaba poseída por algún espíritu, ella tampoco era así
normalmente.
—Vamos a ver que me aclaré —intervine—. ¿Dices que estuviste tres
días semiinconsciente por caer en verano en una fuente, que Ricardito te
cuidóensucampamentoaloBrokebackMountainyporesotemorreascon
élcomosinohubieraunmañana?
—Es más que eso, Camelia, en ese campamento surgió el amor
verdadero. Cuando volvimos al pueblo su madre lo repudió. Yo era una
especiedehippie,unamujeratípicaenesaépoca.Todoelmundohablóde
nosotros, incluso dijeron que yo había drogado al bueno de Ricardito para
aprovecharmedeél.—FuensantaagarróconfuerzalamanodeRicardito.
—No sabes lo que pasé, muchacha. Mi madre era la alcaldesa de la
aldea, menuda mujer la Inodora. Muchos meses nos estuvimos viendo a
escondidas, pero la presión pudo conmigo. Mi madre había pagado al
Emiliano para que nos siguiera, y a falta de cámaras de fotos, el Emiliano
hacíadibujosqueluegoselosentregabaamimadre.UnamañanalaInodora
entróenmihabitaciónymedespertóechándomelosdibujosenlacara.—
RicarditovisiblementeafectadoabrazóaFuensantacomounniñoasustado.
—Esamañana,eltalEmilianoydoshombresmásvinieronamicasay
me amenazaron que si no me iba por mis propios pies, quemarían mi casa
conmigodentro.Mientrasrecogíamiscosas,laInodorairrumpióenmicasa
y me llamó furcia, maqui, loca y un sinfín de cosas que me partieron el
corazón.—Ambossefundieronenunabrazosollozando.
Miré a David, ¿y si algo así nos pasara a nosotros? Pobre Fuensanta,
pobre Ricardito. Quizá la Inodora y el Emiliano fueran los culpables de la
demenciadeestamujerquehabíavividosolaysinamortodalavida.
—Siempreestuvisteenmicorazón,Fuensantica.
Seabriólacamisaalobárbarorompiendolahileradebotonesydejóal
descubiertosupecholampiño.Untatuajedeunamujerdelargamelena,con
la cara deformada por el paso del tiempo en la piel de Ricardito, quedó
expuestoantenuestrosojos.
—¿Esasoyyo?
—Erestú,miamor,miFuensanta,misirenadeaguadulce.
Y tras esas últimas palabras volvieron a engancharse como perros en
celo,losdejéhacer;yonoqueríasersuInodoraenestesiglo,peromedila
vueltaparanotenerquevolverapresenciarlo.Davidyyonosretiramosde
la escena y nos abrazamos con fuerza, afligidos por la historia que nos
acababandecontar.
5
ASÍLASALVAMOS
09:25,traslacotorraverde
Pesealanochetormentosa,eldíahabíaamanecidosoleado.Erancasi
las nueve y media cuando llegamos a la entrada principal del Campo del
Moro.Lapuertatodavíaestabacerrada,puesnoabríanlosjardineshastalas
diez.Elpuntodeencuentroconlossecuestradoreseraelsiguiente:entrando
porelPaseodelaVirgendelPuerto,elprimervialalaizquierda,eltercer
pinoaladerecha,dospinosalaizquierdaytresmásaladerecha.Lahora
del intercambio: las diez y media. Y nuestro plan: llegar al punto de
encuentroantesquelossecuestradores,pillarlosporsorpresayllevarnosa
Teresaporlapatilla.Noeraelmejorplandelmundo,peronohabíaotro.No
había conseguido el dinero para su rescate, mi anillo de compromiso más
falso que Fernando Alonso bailando claqué, se había desintegrado bajo la
culatadelapistoladeRicardito,queparaesolahabíasacado,paraasestarle
un tremendo mamporrazo que lo dejó hecho un amasijo de cristalitos que
daba una pena que pa qué, y con el dinero que me dio por el oro no me
alcanzabaniparasaldarlacuentadelacena.¿Realmentelohabríasacadoel
cabróndeJaimedeunamáquinadebolas?MalditoJaimeSotomayor,asíte
desgarrenelanoconunatapiporladelquince.Miréamiderredorestresada
yporesoDavidmepasólabotelladeron;no,sialfinalmeibaaconvertir
en la diva del legendario Club Habana, pero aquello no había ron que lo
arreglase. Podría enturbiar mi visión de los hechos, pero no el de los
visitantesmadrugadoresqueyaseapiñabanjuntoalapuertaynosmiraban
dereojomurmurandoporlobajini.
—Pero ¿tú nos has visto? —Abrí las palmas mostrándole lo evidente.
Teníamos una pinta de friki maníacos de manual que tirábamos de culo y
nadieensusanojuicionosdejaríaentrarenunlugarpúblicosinregistrarnos
hastalosrectosconunguantedelátexembadurnadodeDurexLoveConnect.
David barrió con la vista al grupo: Serpiente Girl, que en realidad se
llamabaDébora,nombrequelepegabamásasuserpientequeaella,yJulián
ataviados los dos de pollos camperos con viruela aviar; Fuensanta con su
camisónretro-cutrellenodelamparonesyelcabelloaloBrujaAveríadela
manodeunhombrecilloconelbisoñéaceitosoyunbolsodivinodeLoewe
colgado del hombro; yo con mi traje petado de guardia civil; y él mismo,
enfundado de Thor y más maquillaje en la cara que la Felicia Braga en su
magazine;ysoltóunafuertecarcajada.
—SomosdepelículadeBerlanga—seburló.
—Somoslopeor,yyoquetrabajabaenunarevistademoda,supongo
queyano—sollocéacobardándome,hastaesemomentohabíaconfiadoenla
fiabilidaddelplantrazadoduranteeltrayecto,perocadavezteníamásdudas
—. Nos van a detener conforme crucemos esa puerta y no volveremos a
trabajarenestaciudad.
—Venga,va,siparecemosunapandillainofensiva—mepasóelbrazo
porloshombrosatrayéndomeaél.
—ParecemoslosdelrepartodeBienvenido,MisterMarshal.Eseniño
deahínodejadellorar,lotenemosacojonado.
David miró hacia el niño y dibujando una amplia sonrisa le guiñó un
ojo,yelniñoseladevolvióencandilado—.Novesqueno,meadmira.—
Consultó su reloj—. Es casi la hora, Cam. Tenemos que hacerlo. —Me
envolviólacaraentresusmanosymemirófijamente—.Túpuedescontodo
estoymuchomás.Vaasalirbien.EntraremosahíyrescataremosaTeresa.
¿Qué puede fallar? Esos tipos son tontos del culo y nosotros somos seis, y
tenemosunaserpienteconinstintosasesinos.
—Y una traca, muchachotes —apuntó Ricardito por detrás, cada vez
estaba más arrepentida de haberlo sumado al rescate, pero Fuensanta había
insistidoenvenirporquesegúnellapodíaresultardegranayudayélnose
había querido separar de ella, de hecho creo que vino con su dedo pulgar
metido en la entrepierna de mi vecina y le debía atufar a bacalao inglés
maceradoenaceitedecolza;esededoloperdíafijo.
—¿Túcrees?—preguntéyonerviosa.
—Estoyseguro.
—¿Delatracavalencianaodemí?
—¿De ambas cosas? —contestó dubitativo—. Tranquila, todo saldrá
bien, la traca los disuadirá un poco y creo que a estas alturas tenemos que
atacarconloquetengamos.
Tener a David a mi lado me llenaba de bastante confianza. Tenía esa
aura de seguridad que se expandía a su alrededor impregnando el aire con
determinación. Y aunque el plan incluyera una traca de boda pueblerina, lo
veíacapazdetodo,poresorespiréhondoymedije:«Allávamos,quesealo
queDiosquiera».
—Podemos—afirmóJuliánabrazandoaDébora.
Nos sumamos todos en un abrazo conjunto y lanzamos al aire nuestro
grito de guerra, también era la contraseña de alarma por si las cosas se
complican:«Salchichamuerta».Enmirostrosedibujóunasonrisadealivio
alsepararnosyunsoplodeairefrescollegóamisfosasnasales,pueselolor
asobaquilloyaeralatenteyelambienteeraespesoenconjunto.
Cogí la botella de ron y le di un trago llenándome de temeridad y
esfumandoconeldulzónbrebajeelpánico.Davidvolvióarepasarelplan:
cuando abriesen las puertas nos desplegaríamos en círculo alrededor del
puntodeencuentro,tanprontollegasenlossecuestradores,DavidyJuliánlos
asaltaríanylosdejaríanKOconsendasllavesdejiu-jitsu.Actoseguido,nos
llevaríamos a Teresa a un lugar seguro que habíamos marcado en el plano
comoZS.Fácil,prácticoyeficiente.
Alas10:00abrieronlaspuertasyaprovechandolaentradadedecenas
depersonas,quevestíandelomásnormalparaunsábadoporlamañana,nos
filtramoslapandadelpantorraosinlevantarlassospechasdelosvigilantes,
aunquehabíamosacordadodecirqueéramosdelshowdeLosLunnisencaso
de interrogatorio. Yo seguía sin tener muy claro quién podría ser yo:
¿Guardiasevilero,talvez?
JuntoaDavidseguílarutaquelehabíatrazadoeneldorsodelamano.
Enpocosminutosllegamosalpuntodeencuentro,nosagazapamostrasunos
matorralesyesperamos.
—¿Ysinosalebien?
Me miró de soslayo sin quitarle ojo al claro del bosque donde no
tardaríanenllegarlossecuestradoresconTeresa—.Saldrábien,yahasvisto
loquesoycapazdehacerconestas.—Levantólasmanoshaciamíconuna
sonrisallenadeconfianza.
—¿Ysitenemosquesalircorriendo?
—No te perderé en ningún momento. —Me tomó la mano entre las
suyasdándomeunapretón.
—Yaséloquenecesito.
Memiródirectamente—.¿Qué?
—Nopuedocorrerconesto.—Leseñalémiszapatillasflúor.Abrími
bolso,saquémisManolosylosagitévictoriosaenelaire.
David meneó la cabeza a los lados sonriendo mientras me veía
intercambiarconrapidezlasdeportivasporlossalonesmásbonitosqueha
parido zapatero—. Ya decía yo que la loca del zapato no podría ir sin sus
preciadosManolos.
—Cómo me vas conociendo, truhan. Ahora sí que estoy lista —dije
feliz,golpeandoelinteriordelostalonescomoDorothysuschapinesderubí
—.Toto,meparecequeyanoestamosenKansas.
Davidmemiró,confuso.
—Nohagascaso,estoyposeídaporlosmusicales.
—¿Hayalgomásquedebasabersobreti?
—Que mi grupo favorito es Camela —dije bajando la voz hasta lo
inaudible.
Esta vez sí que me miró confuso, confuso, confuso. Me encogí de
hombros,¿quélevoyahacer?Asísoyyo.
Asintió pensativo, pero no dijo nada. Volvió a consultar su reloj, eran
lasdiezyveinteyporallínoseveíaunalma.Sacóelmóvilylemandóun
whatsapp a Julián. Un segundo después le sonó un aviso. Ellos tampoco
habíanvistoanadie.
—¿Tienesalgúnmensajemásdelossecuestradores?
Nerviosa, busqué el móvil de Teresa en el fondo del bolso. Lo tenía
apagado.Muerto.Sinbatería.
Esperamos diez minutos más y seguía sin aparecer ni Dios. David
empezóaimpacientarsecuandomeviosacarunpintauñasRawAsNightde
RimmelLondon.
—¿Quéhaces?
—Matareltiempo.
—Algo hemos hecho mal —dijo—. ¿Estás segura de que esta es la
posicióncorrecta?
—Hombre,semedamejorlaizquierdaqueladerecha,peroesquesoy
diestra.Nosufras,simesalgotengounospalitosfinos,finosparamojaren
quitaesmalte. Eres muy amable por preocuparte por el estado de mis uñas,
teeeecomooooo.
Levantó los ojos al cielo, mostrándome unos globos oculares
increíblementeblancosparaunanochedevigilia—.Digolasseñasdelpunto
deencuentro.
—A ver —dije cogiéndole la mano con mucho cuidado de no
embadurnarme las uñas, que puede que el esmalte fuera de secado rápido
pero tampoco había que fiarse mucho, luego leí—: Paseo de la Virgen del
Puerto,elprimervialaladerecha,eltercerpinoaladerecha,dospinosala
izquierdaytresmásaladerecha.
Memiróconlosojoscomoplatos.Québonitoseran,meteníanloca.
—Anteshasdichoizquierda.
—Yahora.—Lerepetílasseñasconmásahínco.
—Elvialdelaizquierda.¿Síono?—Susojosrelampaguearon.
—Yo…eh.—Meaturullé.Demasiadapresión—.Noestoyseguradelo
quehedicho.
Davidserotólamuñecaparapoderleerlanotadelderechoylaleyó
condetenimientounossegundos,alfinhabló:
—Ponederecha.
—Puesderecha,aquíestamos.
—Chisss, viene alguien. —Me tapó la boca, agachándonos y luego
envióaJuliánunmensajeindicándolequesepreparara.
Escuchamos unas voces acercarse. Aunque no podíamos verlos, dos
hombresconversabanuntantoalteraros,parecíannoestarmuydeacuerdoen
algo.ATeresanologréescucharla,posiblementelallevabanamordazadao
algoasí,porqueparaqueellanosoltaseprenda…Desdemiposiciónnoveía
bien,perotanprontoDavidyJuliánselanzaronsobreellos,seempezarona
escuchar unos gritos de lo más afeminados. Y como eso no me encajaba
mucho,medecidíaponermeenpieytenerunmejorángulodevisión.
—¿Es un atraco? ¿Tienen armas? —gritó histérica una mujer, vestida
con un conjunto deportivo blanco que me encantó nada más verlo, mientras
forcejeabaconsuspropiosdedos—.Fernanda,trágatelosanillos.
LatalFernanda,nicortaniperezosa,empezóapropinarlemamporros
con su bolso a un desconcertado Julián que como David estaba paralizado
porlaincertidumbre.
Deprontoseescuchóundisparoyluegootroyotro;másqueuntiroteo
era una composición muy ruidosa y rítmica de una gran potencia sonora.
Maldito,maldito,malditoRicardito.PutoRicardoysuputatraca.
—¡Disparos! ¡Es una metralleta! —gritó horrorizada la mujer del
conjuntoblanco.
Lasdosmujeressetirarondebrucesalsuelocubriéndoselascabezas.
Yo observaba la escena sin acabar de creerme lo que estaba pasando
mientras lo peor estaba por llegar. Lo primero que percibí fue como un
zumbido fuerte sobre mi cabeza, al mirar arriba, noté las ramas agitarse
intensamente,comosialguienestuvierasacudiendoelpinoconfuerzadesde
lacopa.Empezaronacaercomounalluviaseverademeteoritosverdes,se
lanzabansobremí,osobrenosotros,alavelocidaddeunrayo,picoteándome
lanucayelcuerocabelludo,yestirándomedelpeloconsussiniestrasgarras.
Yo no podía mirar, estaba paralizada por el pánico, no sabía qué eran con
exactitud,aunquenoteníalamásmínimadudadequeeraalgunaespeciede
pajarraco malnacido. Al poco se empezaron a escuchar unas sirenas.
Seguramente los vigilantes habían escuchado la traca de Ricardito y ya
estabanencamino.Teníamosquesalirporpiernasparaquéosquieroantes
de que llegasen. Nos iban a detener, lo del show de Los Lunnis no iba a
colar,RicarditonopasabaporLucaneronidecoña...Yaunquecolara,nadie
podríaculparlesporhaceralgoasí,estábamosestresandoalaflorayfauna
deljardínyesoeraimperdonablepormuchoqueyoodiasealosbichoscon
plumas. Por mi culpa, mi idiotez mental, mi memoria de pez, se había
arruinadoelplandemierdayTeresalaibaapalmar.Eracarnedesalchicha
Frankfurtpormiculpa.
David vino hacia mí y me cubrió con su cuerpo, protegiéndome la
cabezaconlasuya.
—Tenemosquesalirdeaquí.
—Nopuedo,David,nopuedo,medanmuchomiedo.Odiotenermiedo,
peronopuedoevitarlo—farfullésinlevantarlacabeza.
—Levántate, no abras los ojos, yo te protejo, no dejaré que te hagan
daño.
ConlaspiernastemblandocomounflanmedejéguiarporDavidentre
los árboles, cuando llegamos al vial empedrado vimos aparecer unos dos
vigilantesporcadaflanco.Mecubríelrostroconlamáscara,peronohabía
escapatoria posible. Aterrorizada miré a David, suplicándole con los ojos
quemesacarádeallí.
—¡Ahíestán!—gritóunodelosvigilantes.
—¡Deténganse!—nosordenóotro.
—SeñorGonzálezlehevisto.Yaustedtambién:Thoraoloquesea.
Davidretrocedióunospasosyvolvióaarrastrarmealazonaarboladay
corrimosduranteunosminutoshuyendodesusvocesquenosperseguíansin
descanso. De un fuerte tirón me lanzó bajo un pino frondoso que con sus
ramas retorcidas formaba una especie de cueva. David arrancó un arbusto
tupidodealgunahierbaaromáticaynoscubrióconella.Nosocultamostras
ella mientras los vigilantes pasaban de largo, pero al poco retrocedieron y
comenzaronrastrearlasinmediacionesennuestrabusca.Cuandoyacasilos
teníamos encima, Fuensanta resurgió de la frondosidad como una ninfa
primitiva del bosque, se había despojado de su camisón y danzaba en
pelotas, a la vez que coreaba cánticos fuensánticos, brindando todos sus
atributosfemeninosalosojosdelosvigilantes,queempezaronamirarselos
unosalosotrossinsaberquéhacer,nosabíansimiraronomirar,unohasta
retrocedió unos pasos haciendo la cruz con los índices mientras balbucea
«Vade retro Satanás». De nuevo sus tetas flácidas ondeaban como ardillas
voladoras,eraunjodidocarruseldemedusascongorrito,mientrasrecitaba:
«Inodora,traidora.Ricarditoesmibomboncito».
Davidmecogiódelbrazoymesusurró:
—Ahoraonunca,corre,Cam,demuéstrameloquesabeshacerconesos
zapatos.
Ycorrímásqueunalocaescapadadeunedificioenllamas.Sinaliento,
atravesamos la arboleda, hasta llegar a un nuevo vial, despejado de
vigilantes. El sendero se hallaba sumido en la serenidad, pero yo todavía
seguía atacada por los nervios y solo podía escuchar los latidos de mi
corazón.
—Tenemosquecambiarnosderopa,ahoramismodebenhaberavisado
a todo Dios de cómo vamos vestidos —me dijo David con la voz
entrecortada.Teníalasmanosapoyadasenlasrodillasyserecuperabadela
carrera.
—Yo llevo en mi bolso una muda de repuesto —dije orgullosa de mí
mismayseloabríantelosojosexponiéndoleelinterior;sacudiólacabeza
impresionado.
—Madremía,todoloquellevasahí—exclamóymesonrió—.¿Algo
quemepuedavaleramí?
—Ven.—Losaquédenuevodelcaminoymelollevétrasunárbol—.
Voyalimpiartelacara—ledijesacandounatoallitahúmedadelpaqueteque
siemprellevabaenmikitdesupervivencia.
Sesentóconlaespaldaapoyadaeneltroncoyyomesentéahorcajadas
encimadesuspiernasmuyconscientedequeaquellaposiciónerademasiado
cachonda para la situación en la que nos encontrábamos. David me
acariciabaconlentitudlosmuslosconlospulgaresmientrasyomeafanaba
enborrarcualquierindiciodeFridadesurostro.
—¿Quéhacemosahora,David?Elplansehafastidiado.
Daviddejólasmanosquietas,muyamipesar,ysacósumóvil—.Son
las once menos cuarto, los secuestradores deben seguir en el punto de
encuentro,soloquenodebeserenelqueestábamos.
—Joder —sollocé—, qué tonta soy, seguro que me he equivocado
cuandoloheapuntado.
—No eres tonta —me replicó tomando mi cara entre sus manos—, es
mucho estrés para ti. Le podría haber pasado a cualquiera. Demasiadas
derechaseizquierdasentanpocopárrafo.Eramuylioso.
—Sí,muylioso—Lesonreíagradecida.
—Julián y Débora también han conseguido escapar gracias a la
intervencióndeFuensantaynosesperanenlaentrada.
—Menosmal—suspiré—.¿YFuensantayRicardito?
—Deellostodavíanosénada—seencogiódehombros—.Tendremos
que esperar. —Asentí preocupada, desde luego le debía una a Fuensanta.
Teníabastanteclaroquelatíaselopasababombamontandosusnumeritos
deloca,peroenestecasohabíasidoenmiayuda.Graciasasuimprovisado
show habíamos logrado escapar de los vigilantes y posiblemente en este
momento la llevaban esposada a algún calabozo o sala de torturas que
tuviesen habilitada para tales menesteres en el jardín—. Deberíamos
conseguiruncargadorparaelmóvildeTeresa.Lomismolossecuestradores
tehanescritoalgúnmensajemás.
—Detodasformasnomesésupin,pero…—abríelbolsodenuevoy
comencéarebuscardentro;conlasprisasnoencontrabamimóvil,asíquelo
pusebocaabajoylovaciéporcompletoenelsuelo.Habíadetodoloque
debe haber en el bolso de una mujer precavida: la cartera, un cepillo del
cabello con unos cuantos pelos enmarañados, un espray de pimienta, un
pintauñas, una cucharita de café para rizarme las pestañas, un par de
tamponesporsiaca,unadocenadetiquesdecomprapegadosauncaramelo
de tofe sin envoltorio, las llaves de mi apartamento y de la casa de Jaime,
unacamisetablancadealgodónqueusabaparadormir,elSamsungdeTeresa
y el iPhone de Jaime, un vestido de punto negro de Mango, un corta-pelos
paranariz,unospantiscolorcarne,elCuoredeesasemanahechounrulo,un
comprimido de algún medicamento caducado, algo de calderilla, mi
neceser…yunatiradediezuoncecondones,quemeapresuréataparconel
vestido, pero ni rastro de mi móvil—. Joder, ¿dónde está? —me quejé
metiendo la cabeza dentro del bolso vacío y registrando en todos los
bolsillosinteriores.
—¿Québuscas?
—Mi puto móvil —respondí espolsando el bolso de nuevo sin ningún
resultado.
—¿Seguroquelohascogido?
—Sí.
—Pues tiene que estar —dijo levantando el vestido negro y dejando
completamente expuesto mi escuadrón de protección contra sus
minithorpedos.
—¿Yesto?—Seriocogiendolatiradecondones.
—Porsiacaso—dijeconlabocachica.
—¿Por si acaso soy un semental? —bromeó comiéndome con sus
preciososojos,queahorayameresultabantanfamiliares.
—Nuncasesabe.
—¿Aúnpensabasfollarconmigo?—Susojossedeslizaronpormicara
conrumboamiboca.
—Puede—respondísabiendoquelacosaseestabaponiendoseria.
—Yo no pienso en otra cosa, Cam, y me jode mucho por tu amiga
Teresa,quelodebeestarpasandofatal,peroyo…yo…—Sedetuvo,bajó
los ojos y luego los levantó y miró dentro de los míos. Me estaba mirando
con una expresión muy seria que hizo que mi corazón se acelerase—. Solo
puedopensaren…enti,megustas.Megustasmucho—meconfesóenvoz
baja manteniendo la vista clavada en mis ojos e hizo una pausa que se me
hizo interminable. Casi no podía respirar—. Eres divertida, encantadora,
brillante... Cam, eres preciosa y yo no puedo pensar en otra cosa más que
en… —acercó sus labios a los míos— en besarte. —Y me dio un beso
mullido que me dejó sin respiración—. Y morderte la boca —me dio un
bocaditopequeñoquenohizomásqueavivarmihambre—.Yacariciartus
tetas, tus preciosas tetas que me tienen loco toda la noche —me susurró
cubriéndome los pechos con ambas manos y con una agilidad pasmosa de
dedos me desabrochó cinco o seis botones de la camisa dejando mi
acelerado pecho al descubierto, el corazón me latía con una fuerza brutal.
Davidrodólosojoshaciaabajoysemordióellabio.Joooder—.Cam,tus
tetas —las abarcó por la parte inferior alzándolas hacia él, mientras
deslizaba los pulgares por encima del sujetador masajeándome los pezones
—sonunadelicia.Tengohambre.Melasquierocomer—bajómáslavozy
loslabios,dispuestoahacerlo.Unadesusmanosseposósobreunodemis
pechos,ylaotrasubióhastaminucajugueteandoconmipelo.
—Mamá,aquíhayunaseñoraconlasglándulasmamariasalaire.—Un
niño de unos nueve o diez años nos señalaba con el brazo extendido y una
sonrisaretorcidaenlaboca.Mecubrírápidamenteelpecho,avergonzada.El
mocosomeacababadehacerunaradiografíaconlosojos.
—Pedro,venaquí—legritósumadrepordetrásdelárbol.
—¿Esunaprostituta,mamá?—preguntóelcríosindejardemirarnosy
haciendocasoomisoasumadre.
—Chaval,¿porquénohacescasoatumamá?—ledijoDavidentono
amenazante,poniéndoseenpie.
—Mamá,esunadragqueen—aúntuvocojonesdedecireljodidoniño
antesdesalirhincando.
Davidyyocruzamosnuestrasmiradasynosechamosareír.
—Vaaserqueno—dije.
—Seráquenoesnuestrodía—admitióDavid,resignado.
—Ponteestacamiseta.—Ledimicamisetadedormir.
Davidlamiródudosoporunossegundos,peroactoseguidosesacópor
lacabezalaarmaduradeThoryselapusoencimadelsuéterdemicrofibra
negroquellevabadebajodeldisfraz.Parecíaunmacarra,perodesdeluego
ya no era Thor. Era mi turno, David se puso delante y con su corpulento
cuerpo me tapó mientras me cambiaba de ropa, cuando terminé ya no
quedabaenmínadadelaguardiacivilpetadaalosexy,volvíaaseryo:la
Camestilosadesiempre.
—Mira —dijo David, agachándose—. Aquí estaba tu móvil. Estaba
escondidoentrelasprendas.
Lo encendí con rapidez y en un segundo cayeron algo así como cien
mensajesdeWhatsApp.Busquéalgunodeunnúmerodesconocido,perono
encontréninguno.
—Nada—dijetriste.
—Noimporta,labuscaremos—dijoDavidmientrasescondíanuestros
disfraces debajo de un arbusto, luego me dio la mano y desandamos el
sendero hasta la Puerta del Paseo de la Virgen del Puerto donde Julián y
Débora nos esperaban; también se habían desprendido de sus disfraces de
polloslocos,yparecíanunaparejadelomásnormaldisfrutandodeunpaseo
románticoenlosjardinesunsábadoporlamañana.
11:10,perdicesenescabeche
—¿Sabéis algo de Fuensanta y Ricardito? —preguntó Julián
preocupado.
—Nirastrodeellos.Esprobablequeloshayandetenido—lecontestó
David—. Deberíamos ir a comisaría y preguntar por ellos, nadie nos va a
reconocer de paisanos. Además, deberíamos dejar el caso de Teresa a las
fuerzas de seguridad dadas las circunstancias. —Me sonrió para aliviar la
tensiónqueyoteníaencima.
—Me parece bien, os agradezco mucho toda vuestra colaboración, de
verdad, pero es primordial saber dónde está Teresa y salvarla de su
cautiverio, su marido debe estar muy preocupado —dije con un gesto
compungido,asaberquélehabríanhechoesosdesgraciadosalapobre.
—Disculpa. —David me soltó la mano y se adentró de nuevo en el
parqueandandounosmetros.
—¿Dóndeva?Elestómagomeruge,necesitamoscomeralgo.—Julián
teníarazón,yotambiénestabahambrienta.Todosestábamoshambrientos.
—Esperad aquí. —Decidí entrar en el parque yo también para
comprobarquénariceshacíaDavid.
—¿Sepuedesaberquéhaces?
—Mira allí, juraría que esas mallas las he visto antes. —David me
señaló una zona algo despejada de árboles donde había una especie de
dehesadecésped—.CreoqueesTeresayestácondoshombres,¿laves?
Agucé la vista hacia donde David me indicaba y la vi, iba vestida tal
cuallahabíamosdejadogroguienelsofá:esacombinaciónabominablede
mallasysudaderadelRayoVallecanoeraninconfundibles—.Sí,laveo.Es
TeresaymismallasdeZumba,pero¿quéestánhaciendo?
—Vayamosacomprobarlo.
David me agarró la mano en ese gesto, tan de parejita feliz que ya
habíamosconseguidohacernuestro,ymearrastróatrotehastaellugardonde
estabamiamigacondoshombres,quetambiénconseguíreconocerconforme
nos acercábamos a ellos: las tachuelas de la botas del falso poli vaquero
brillabanconluzpropiaenlainmensidaddelverdecésped.Noparecíapara
nada la escena de un intercambio de un secuestro. A medida que nos
acercábamosparecíamáselescenariodeunaclasedeThaiChioalgúntipo
acrobáticodegimnasiaparajubilados.
Cuandoporfinpudedefinirbienlascarasdelosindividuosydescubrí
que efectivamente se trataba de Teresa, un calor sofocante, preludio de un
cabreomonumental,mesubiódesdeelpechoalacara.
—María Teresa Jerez de la Frontera —grité tan fuerte que varios
pajarracosvolarondespavoridos—.¿Sepuedesaberquéestáshaciendocon
estosdosseñores,conustedeshablaréluego,tanfelizycampante?
—Cameliaaaaaaaaa—. Teresa vino corriendo hacia mí como si nada,
estabaclaroquesufríaelsíndromedeEstocolmoomejordichode«¡estoes
elcolmo!»MalditaTeresita,todalanochepadeciendounhorrorporellay
ella más feliz que una perdiz, o una grulla, pues eso era lo que estaba
haciendo momentos antes—. Cam, sé que estarás superenfadada, más que
súperdiríamega,extra,infinitamentecabreada,perodéjamequeteexplique.
—Y tanto que me vas a explicar. ¿Eres consciente de lo que hemos
pasadoestanochelapandayyo?
—¿Qué panda? —Teresa se extrañó, lógicamente, qué mierdas iba a
saberella.
—Noimportaquépandaahora,loqueimportaesquenoshemosjugado
eltipoporti,creyendoqueestabassiendotorturada,vejadaopeor,violada.
—Lo siento, Cam. —Teresa agachó la cabeza—. Te he enviado unos
cuantos mensajes a mi móvil para decirte que no te preocuparas, pero está
claroquenoloshasrecibido.—Neguéconlacabeza—.Losiento,losiento
mucho. Me secuestraron, eso es cierto, pero estos dos hombres son buena
gente de verdad y bastante leales con sus contratadores. Intenté sacarles
información de quién los mandaba a secuestrarme y no han soltado prenda.
Mehantratadocomounareinayademás...—Teresamehizoungestopara
quemeacercaraparasusurrarmealgo—.Creoquemeheenamorado.
—¿QUÉEEEEE?
David que estaba hablando con los supuestos secuestradores volteó la
cabezahacianosotrasyyolehiceungestodequenopasabanada.
—Meheenamorado,Cam.RistoescomoelmalodePrisonBreakpero
enbueno.—Teresaseagarróelpechoemocionadísima—.Lohemoshecho
tres veces esta noche, tengo el asunto para tratamiento con aceite de
crisálida.
—¿Túestásmaloquétepasa?¿Tehandrogado?Oh,myGod!Atite
han quitado un riñón y por eso no riegas en condiciones. —Le levanté la
sudaderaparacomprobarquenolefaltabaningúnórgano.
—ParaCam,para,estoybien.DeberíapresentarteaRistoyAmancio.
La idea no me apetecía, pero Teresa no atendía a razones, estaba
pletóricadealegríaypasión.Eraevidentequeestabamásquebienyqueno
sufría ningún daño físico, solo el puto síndrome de Estocolmo. Algo que
hastaentoncesyonocreíaposibleyqueenaquelmomentopudecorroborar
quesíexistía.
CuandollevémivistaallugardondeestabanDavidyloscaptorescasi
me da un síncope. De nuevo, no estaba preparada para lo que vieron mis
ojos:lostresestabantranquilamentemontandounpicnicsobremimantade
dálmata y David ya devoraba a dos carrillos un sándwich, con muy buena
pinta,mientrasconversabajovialconlosdostipejos:Ristoyelotro,eltal
Amancio.
—Cam,siéntate.¿Teacuerdasdeellos?—Davidestabacomoposeído
por Jose Manuel Parada y su pianista—. Deberías probar uno de estos
sándwichesdehumusconpiñones.
—No quiero un sándwich de humus. —Mi vista se fue directa y en
contra de mi voluntad a la cesta de mimbre repleta de bocados de pan de
centeno—. Prefiero ese de ahí. —Y literalmente me abalancé sobre el
sándwich.
—Ese es el más especial, es de tortilla con pimientos asados y salsa
gravi.Lohacreadomiamorcito.—ElsecuestradorseacercóaTeresayle
diounpico.
DedujeyosolaqueeraRisto,peronomepresenté;teníatantahambre
queestabamuyconcentradaencomermeelsándwichdelamor.
Davidrecibióunallamadaalacualcontestóconunoscuantos«ajá»ala
vez que engullía con voracidad un sándwich tras otro. Si ya me decía que
teníahambre.
—Ajá, ajá. Gracias, nos vemos, tío. —Lo miré esperando una
explicación de esa llamada—. Era Julián. Ricardito ya le ha llamado para
decirlequeloshanapresado.Dicequesevanadesayunaryluegosepasarán
porcomisariaparasolucionarlodeFuensantayRicardito,alfinyalcabo,
essucliente.—Ydenuevosecentróensucomidatragandocomolospavos.
—Parecequenohayascomidoenunasemana.
—Tengo que coger fuerzas, señorita. Tú hoy no te me escapas, que
todavíalatengoduraporlodeantes.—Meguiñóelojoymederretícomoun
poloenplenoagosto.
No sé cómo ni por qué, pero el tema del secuestro, que tantos
quebraderos de cabeza me había dado en las últimas horas, pasó a un
segundo plano, quedó en agua de borrajas. Ya no era un asunto primordial,
nadiesemoríadeverdad,solodeamor.MiréaTeresa,queseguíaabrazada
aRistoylellenabalabocadebesosentrebocadoybocadodesándwich,y
sonreí, ¿quién se iba a imaginar que la iban a secuestrar y acabaría
enamorada hasta las trancas de su secuestrador? Parece absurdo, lo sé. Sé
quenadadeloquepasóaqueldíatienemuchosentido,peroestalycomo
sucedió, yo solo me limito a relatar los hechos. Acabamos los cinco
descojonados,bebiendochardonnayycantandoTúmecamelas,enelparque
unsábadoporlamañana.Micabezasehabíarelajado,Teresaestababieny
eraloúnicoimportante,yatendríamostiempodehablarellunes,oelmartes,
o dentro de un mes, de todo esto con un té por medio y un poco más de
cordura.NosdespedimosdelostrescantoresdeHíspalisylepedíaDavid
quemellevaraacasa,estabaderrotadaporelcansancio.
12:00,ynoscomimoslasperdices
—¿Teatrevesapasarveinticuatrohorasmásconmigo?—lepreguntéa
Davidrecostándomeenlapuerta.
Leagarrédelamuñecaytirédeélhaciamíparaenvolverloentremis
brazos.Unadesusmanosseposóenmitrasero,laotrasubióhastamicara.
Supulgarsedeslizópormimejilla,dejandoasupasounrastrodelicioso—.
Suenabien,pero¿quétalsifollamosunpocoyluegolodecidimos?
—¿Qué?—quisehacermelaestrecha.
—¿Cómo voy a tomar una decisión de esa índole sin haber probado
anteslamercancía?
—Eres un canalla, eso no se le dice a una mujer —protesté un poco,
peroflojoparaquenometomaramuyenserio.
David me tomó la barbilla con los dedos, me levantó el rostro e
inclinandosucabezahaciamí,atrapómislabiosentresusdientes,suavecito,
como a mí me gustaba y comenzó a ronronear unas letras que yo me fui
tragandounatrasotra:«Perotú,perotú,perotú,perotú,perotúdimede
dóndesales.Estásloca,losé,perotuluzeslomásgrande.Perotú,pero
tú, pero tú, pero tú, pero tú dime de dónde sales, pero no importa amor
cada día ni me vale. He de reconocer que tienes valor, salpicándome de
risasyfe…[5]»mientrasleibamordiendolaboca.
—Calla, boba, tú eres mi mujer, mi chica loca, mi loca del zapato.
Quieropasarcontigoveinticuatrohorasmásytodaslashorasdelrestodemi
vida—susurróantesdefundirporcompletosubocaconlamía.
—¡¿Qué coño?! —exclamamos los dos al unísono unos segundos
después, justo en el momento en el que nuestras lenguas ya se habían
reconocido y habían pasado al saqueo mutuo. Un saqueo alocado,
apasionado,incendiario.EnredélosdedosenelpelodeDavidylesujetéla
cabeza.Depieallí,alcobijodemiportal,notéelinstanteenelqueDavid
perdía el control y el beso se tornaba más caliente, más húmedo. Me besó
comosidemítuvieraquesacarelairenecesarioparallenarsuspulmones.
Mismanosrecorrierontodosucuerpoamialcance:laespalda,losbrazos,el
culo,suinminenteerección,porencimadelaropa…Cualquieranosparaba
anosotrosahora,conelhambrequenosteníamos.
David cayó con todo su peso sobre mí cuando la puerta se abrió con
fuerza,dejándomesinrespaldoderepente.
—Pero¡quépocavergüenza!Avuestraedadymontandounespectáculo
verde a plena luz del sol —nos amonestó la señora Paca, mientras nos
espoleabaconelandador.
Miré a David y cuando él me miró, comenzamos a descojonarnos sin
remedio, ante la mirada colérica y escandalizada de mi casera que seguía
atizándonosconsuimprovisadaarmagolpeadora.Loagarrédelamanoytiré
deélhaciendocasoomisodelosgritosdelaseñoraPaca,queestaríamedio
coja,sí,peroenunacompeticióndeberridosnolaganabanadie.Recorrimos
como dos liebres la corrala y a trompicones subimos con rapidez las
escaleras hasta mi apartamento. Traté de abrir la puerta; los dedos me
bailaban solos, estaba nerviosa perdida como una cría que se enfrenta a su
primeravezpremeditada,hastasemecayeronlasllavesdelasmanosunpar
deveces.Davidmeayudóyporfinlapuertaseabrió.Laestampécontrala
paredparadarnospaso,alogrande.Sindejardebesarnosfuimosrodando
hastaelcentrodemisalón,queseguíahechounadestroza,piséunacajade
cerealesyDavidlediounapatadaaunalatadecervezaqueandabaporahí
tirada.Comountorobravíoseechóhaciaatrásparaarrancarselacamisetay
elsuéter,queconlasprisasselequedóenganchandoenlacabeza,yconun
pardetironesmásseloquitó;yoloobservabaenajenadaporlapasión.Me
miróhambriento,conojitosde«túnotemeescapas»,mientrassequitabalas
mallas de superhéroe dejando a la vista un bóxer negro que delataba sin
modestiaeltamañodesusuperpolla,desumagníficoymilagrosomartillode
Thor.Excitadaniveldiez,mearremanguéelvestidohastalascaderasydeun
solo movimiento me despojé de él. Nos miramos frente a frente, separados
porapenasunmetro,deleitándonosconlavisióndenuestroscuerposcasien
cuerosporunossegundosantesdefusionarnos.
Y el resto… pues ya os lo podéis imaginar: increíble, maravilloso,
glorioso…Noesquenotengapalabrasparadescribirloconmásdetalle,es
que, simple y llanamente, no me sale de la clotilda; que una puede ser una
lenguaraz,talvezindiscretalamayorpartedelasveces,perohaycosasque
una debe guardarse para sí, y lo que en mi apartamento ocurrió durante las
siguientes, no veinticuatro, sino cuarenta y ocho horas, forma parte del
secreto de sumario. No voy a mentir ni poner los dientes largos a nadie
diciendoqueestuvimosenganchadosdalequetepegotodoesetiempo,pero
sí os diré que mi arsenal de condones lo fundimos, y entre polvo y polvo,
dormimosycomimosalgoparareponerfuerzasybebimosmuchaaguapara
no deshidratarnos. También nos reímos recordando las horas previas y
charlamos largo y tendido conociéndonos un poco más. Por cierto, David
tambiénamabaensecretoaCamela,asíquelavozdeÁngelesMuñozsirvió
para enmudecer nuestros jadeos, gemidos, rugidos y, sobre todo, mis
entusiastasgritosencasitodoslosorgasmosquedevastaronnuestroscuerpos
hasta dejarnos derrotados, como piltrafas, tanto que el lunes llamamos a
nuestros respectivos trabajos para decir que teníamos la gripe. Sí, sí, la
gripe.Ja,lagripesexual.Quécarajo,noslomerecíamos.
Niunasemanamásduréenlarevista,apartedequeaquelputotrabajo
meconsumíalavida,elambientenoeraloquesediceagradable.Vercada
día el careto de salmón estreñido de mi excuñada Greta la Mofeta y el de
Sandro, el porculador number one del año, no era muy grato; solicité un
despido improcedente, y aunque Sandro se opuso en un principio, unas
comprometedorasfotosdesuchorraembadurnadadealgosospechosamente
marrón lo animaron de repente. Me despidieron y como millones de
españolitospaséaengrosarlalistadelparo.Unoscuatromesesdespués,me
aburríaunpocolaverdad,trasleerunsobrecogedortitularenlasecciónde
sociedaddelHola:«ElempresarioJaimeSotomayorsehaceHareKrishna»,
sinpensarmucho,encendímiportátil,abríelWordycomencéaescribirpor
escribir.Cuandomedicuentallevabacincohorastecleandopalabras;másde
seis mil indicaba el procesador, y una hora de retraso; había quedado con
Davidparaverunapelículaenelcine,yporincreíblequeparezcaeraunade
Marvel:Batmanv.Superman:elamanecerdelajusticia,queporcierto,me
encantó,ynosoloporSupermanqueestáunratobueno,lamanodeDavid
haciéndomemasajesenelmuslo(avisodespoiler)ayudóbastanteasuperar
sutrágicamuerte,¿ono?;elfinalyanolovi,meestabaponiendociegademi
superhéroeparticular.Esobviodecirquenosvadefábula,somosfelicesy
comemos perdices, aunque esto último solo de forma literal, sigo sufriendo
unpánicoatrozporesosbichosvoladores.
Hace un mes vinieron Julián y Débora a cenar, además de a Rosarito
disfrazada de Pocahontas, traían una buena noticia: ¡estaban embarazados!
Ellosaseguranqueesdeunniño,aunqueyotengomisseriasdudas,deesa
insólitafusiónnopuedesalirnadanormal,talvezunalíenounaespeciede
ser mitológico: mitad reptil mitad pijo. Descuento las horas hasta su
nacimiento,queseráendiciembre,yo,porsiacaso,yamehecompradoen
Aliexpressunaspolainasprotectorascontramordedurasdeserpientes.
MivecinaFuensantarecobrólacorduraabasedepolvos,elRicardito
era todo un semental y le echaba hasta tres por día, uno tras cada comida
importante;loséporquelosufríduranteuntiempo,hastaquedecidímudarme
con David a su precioso adosadito en su barrio de toda la vida. Al poco
volvióapintaryseenfrascódellenoenunproyectosexo-cubista;laBiturbo
lehacíamuchodemodeloyconeldineroquesefuesacandopudocostearse
porfinunarestauraciónestéticadentalcompleta.
Teresayyoseguimossiendobuenasamigas,aunqueahoramismononos
vemos mucho. Poco después de separarse de Jose Luis se fue a vivir a un
pueblo perdido en la inmensidad de Castilla León, por lo visto necesitaba
insuflar algo de emoción a su vida, ya que el mueble humano, como ella
llama a su ex, la aburría profundamente. Es muy feliz ordeñando ovejas, o
vacas, o lo que sea que críen ella y Risto en su granja de Talavera del
Zoquete, y mantenemos un dialogo fluido por WhatsApp cuando sus
agotadoras tareas granjeras se lo permiten, y sus tres retoños, que también
viven con ellos y la siguen desquiciando con los malditos Cantajuegos. Un
mesmástardedemudarsemeescribió,queríaconfesarmealgo,algoquele
afligíaelcorazónynoladejabadormirenpaz,esodijo,aunqueyonomelo
creo.¿OsacordáisdequemiabuelaBibimemandabamensajesdesdeelmás
allá?Puesno.NoeramiabuelaBibi,eralajodidaTeresitaquenosabíacon
quéperdereltiempo.Tantaerasudesazónquehastasecompróunmóvilcon
tarjeta prepago para tal fin la hija de puta u Hija de la gran fruta, qué
desgraciadalajodida.
Como podéis apreciar, mi terapia Antitac se fue a la puta mierda tras
aquel día de locos, aquel día de locos que todavía sigue sacándome una
sonrisa cada vez que pienso en él, que no es poco, fue un trampolín sin
saberloaminuevafacetaprofesional:ladenovelista.Ylaverdadesqueno
mevanadamal,ahoramismoyaestoymetidadellenoenunnuevoproyecto
basadoenhechosreales:lawebdecitasEmparéjaMequeconsiguióunirme
con David cerró tras un escándalo que fue de lo más sonado en las redes
sociales,yesquelasideasmellegandecualquierprocedencia,fluyenhacia
mí de los confines de la inspiración, y bueno… mi editorial que es muy
exigenteporcontratotambiénpresionalosuyo,peroelcasoesquemegusta,
megustamuchoescribir,melopasobienycomodiceConfucio:«Eligeun
trabajoquetegusteynotendrásquetrabajarniundíadetuvida»,asíque
soy de lo más feliz no trabajando al lado de mi novio. En fin, creo que
despuésdeochomesesyapuedollamarloasí:conlabocagrande.
Yporculín,porculado,estanocitahaterminado.
EPÍLOGO
Tenía el culo hundido en el sillón de entrevistados del programa,
llevandoconestoicismolaspreguntasdeFelicia,queimponíacantidadcon
susuñasdegelextralargas.Devezencuandolasgolpeabacongraciaenel
apoyabrazosdesusillónmajestuosoydabamuchorepelús,erancomopicos
decuervopicoteandoundiamante.
Mario,desdesuposiciónprivilegiadadelplatóactivo,mehacíaseñales
con su dedo pulgar y me mandaba besos de aprobación tras cada respuesta
que daba y a David no podía ni distinguirlo entre la gente disfrazada que
abarrotabalagradaestiloHalloween.
—¿Yparacuándolaboda,querida?—mepreguntóFeliciafrunciendo
loslabiosydejándolosenposiciónanopintado.
—¿Québoda?No,nosoydeesetipodeeventosy,además,demomento
nomecasoconnadie—respondítodadignaaúnconmivistaposadaensus
labiosdehigo.
Felicia se detuvo un microsegundo y escuchó lo que le decían por el
pinganillo. Miedito me daba, ya que estaba pactado que nada de preguntas
personalesyesaúltimalohabíasidounmuchito.
—Nina,dicesquedemomentonotecasasconnadie,¿cierto?
—Cierto, Felicia, nada de bodas ni contratos matrimoniales falsos en
unatribu.
Lasdosreímosfalsamente.
—¿Yquées,sino,uncontratoconTeleHinco?Porquemecomunican
quetehascasadoconnuestracadena.—Estaveznoestabatanrisueña,sus
ojosadoptaronunaposeacusatoria,oesoparecía,elbótoxlehabíadejado
elcaretoconmenosexpresiónquemicaretadeFelipe.
—Sinceramente no sé de qué me hablas. —Interrogante, miré hacia
Mario por si él sabía algo del tema pero negó con la cabeza con cara de
extrañeza.
De nuevo Felicia se agarró la oreja donde llevaba las suturas de sus
liftings,loséporqueteníaformadeorejóndeNavidad.Ycuandoterminóde
escucharloqueledecíanporelpinganilloparecíamenoscontenta,siesoera
posible, los labios se le volvieron a fruncir, modo ojete, con más fuerza.
Daba realmente miedo ver esa boca siliconada en forma de ojal con
almorrana.
—Permíteme, señorita Nina, que te diga, que eres muy cínica para ser
tan joven. —Lo de «joven» me gustó, pero no el tonillo que usó para
pronunciarlapalabra:conmuchoasquito.
—No entiendo esa animadversión de repente por mi persona, yo he
venidoaquíahablardemilibroylapelícula,sinosevaahablardeesome
voy.—Teníaquecogerlasriendasdelasituaciónyponerlefinaeseataque
incomprensible.
Feliciapasódemí,comolagrandivaquees,yescuchóatentamentelo
queestavezledecíanasuorejón.Eneseinstante,quemeparecióeterno,vi
comosusienderechapalpitabacomounbotóndeemergenciayelimpoluto
maquillaje de su cara se fundía con el rojo bermellón de su inminente
sulfuración.
Feliciaselevantódelsillón,vinohaciamícondecisiónymegritómuy
cercadelacaraesputándomelasmejillas:
—¡Tetona poligonera, ¿cómo has osado llamarme «mojama con
piernas»?!
—¡Eso es totalmente falso! —Yo también me incorporé para por lo
menosestarasualtura—.Nohedichonadadeeso,peroyaqueestamos,lo
ciertoesque,parecesunpulposecodeesosqueseabrenconcañasalsol,
unamuñecachochonaconartrosisytuslabiossoncomoungiganteojetecon
almorranas.—MiréaMario,orgullosa,peroélmehizounaseñalparaque
abandonaraelplatódeinmediato,peroyoneguéconlacabeza.
No sé en qué momento sus manos de momia incorrupta agarraron mi
cabellera, la agarró con tanta fuerza que pensaba que me iba a despellejar
viva como a un conejo. Me tenía totalmente inmovilizada, con la cabeza
haciaelsuelo.Medioalgunasvueltasyenunadeellasvialpúblicodela
gradaenloquecidogritándolecosasdesagradablesaFelicia.
Mario vino corriendo hacia nosotras con sus patas largas, gritando:
«Corten, apaguen cámaras, paren rotativas…» y algún «Me encanta», para
quélovamosanegar,élesasídeespontaneo.Elanimadordepúblicohacía
aspavientosyanimabaalagenteacrearmásbullaysufurorsemultiplicó.
Tanto subió el furomómetroque la estructura metálica de la grada se vino
abajo,desplomándosecontodalapeña.Unmontóndecuerposataviadosde
disfraces alusivos a mi libro, quedaron tendidos en posición extraña,
generandounmomentodesilencioypánicoenelplató.
Feliciadejódehacerpresiónenmicabellerayrespiréaliviadaaunque
preocupadaporlagenteyporDavidqueseencontrabaentreelpúblico.Miré
alasgradasarruinadasbuscandosucuerpazo,seguramentedesmembrado,y
casimehagopisencimasolodepensarlo.PeroelpreciosodeMariomelo
pusoenmicampodevisión,estabaconél,sanoysalvo,vivitoycoleando,
aleluya,oh,myGod; por lo visto se había bajado antes del accidente para
reunirseconmimanageralverloqueseestabacociendoallí.
El momento de calma duró poco, un cuerpo vestido de pollo se
incorporó a lo Walking Death de la montonera y gritó: «¡¡¡Apor
ellaaaaaaaaaa!!!».
Felicia,alverseamenazada,melevantóenpesoymepropinóunayoya,
que me hizo girar la cara a cámara lenta como en los dibujos animados,
diciéndomefuriosa:«Notequedarásconmiprograma,hijadelagranputa»,
antes de que una avalancha de fans míos, por supuesto, la engullera por
completo. Luego dos chicas ataviadas con serpientes de goma al cuello me
sacarondeallícomoaManoleteparareunirmeconMarioyDavidqueme
esperabanconlosbrazosabiertos.Quégranmomentodegloria,levantélos
brazos victoriosa y mandé besos a todo el personal de Dimes y Diretes,
mientras que a mi partenaire Feli, la llamo así con cariño, le arrancaron la
pelucadejándolaalavistadetodoelpúblicoespañolconunaredecillade
raperocutrecubriendosuverdaderopelo.Yo,mediavida,preguntándomea
qué peluquería iba para tener semejante pelazo a su edad y resultó ser una
peluca.Lapobregritaba:«Corten,hijosdeputa,melaspagareis...»Estaba
fuera de sí misma y además con un pecho perfectamente operado también
fueradesuvestido,eralaversiónurbanadeCarmenMauraenAy,Carmela.
Al cabo de cinco minutos más de retransmisión de locura, el regidor
decidióapagarlascámaras,erademasiadoparaestarenhorarioinfantil:
—¡Corteeeeeeeeeeeeeeeeen!Havalido.
AGRADECIMIENTOS
Hay tantas cosas que agradecer en esta vida minina, que casi no sé ni
pordóndeempezar,noobstante,nopodríadormirenpazsindarlasgraciasa
los fabricantes de zapatos, a los retoques de Photoshop, a los cosméticos
anticelulíticos,alosgym,alostecladosdeordenador,alaspatatasfritas,a
los yogures con bifidus, a las series chick y documentales de bichejos, a
todoslosfrikisdelplanetaquesonmisídolos,alosgatetesyperretesque
sonunascucadasy,enparticular,atodaslaslocasdelñoquideluniverso.A
todosellos,muchasgraciasporformarpartedemivida.
OTROSTÍTULOSCHICKBOOK
CORAZONESAMEDIDA
(DesiréeCordero)
UNVAQUEROLEAL
(TessCurtis)
SINALAS
(AndiCor)
CONFÍAENMÍ,SILVANIA
(AnaisDebeba)
WRAPIT
(AbrilEthen)
UNVAQUERODEOJOSVERDES
(TessCurtis)
[1]EnrelaciónconelapellidodeAnaTorroja,lasolistadeMecano.
[2] Ya sé que no existe está especialidad de la abogacía en España, pero, señores, existe la
libertaddeimaginación,ylaficciónliterariaestáabiertaacualquierinvención,asíqueDavidBravoes
abogadoespecialistaenDerechosHumanos,quesuenamuycuco.
[3]SueñocontigodeCamela,
[4]Nohaynadadedulces,sabesquenocomonadaquellevehuevooderivados.
[5]PerotúdeAlejandroSanz;Sirope,2015.

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