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Prólogo
E
Como el resplandor del firmamento
ste libro homenaje resulta de dos conceptos: tiempo y talante. También de
dos maestros (“profesores” les queda corto, al igual que “docentes”). Dos
personas que, sin dejar de ser unos expertos que profesaron (profiteri) su fe y
enseñaron (docere) con denuedo, marcaron vidas y generaron respeto entrando
en la memoria de nuestros mayores (magister). ¡Qué menos que dedicarles algo
de investigación (del vestigium que no sólo sigue pistas sino, además, huellas)
encarnada en tinta!
Vivimos tiempos de reflexión existencial y conciencia escatológica (aunque
sea laica, catastrofista y verde). Tiempos de cambios constantes porque, como
nunca, las cosas están sujetas a mudanzas; porque, como nunca, las coyunturas
solapan a las oportunidades. Tiempos de combustión, entre fósil y electrón,
donde el movimiento importa más que la dirección o el sentido. Tiempos líquidos en los que impera un Heráclito fluído y desmemoriado.
Vivimos talantes múltiples y dispersos. La estética tiraniza las esencias hasta
someterlas a sus moldes pasajeros. Las ideologías se han atomizado en subjetivismos, cosificaciones, intereses y otras materialidades. Las gentes, cual etéreo
arco iris, terminan, al acoso de los nubarrones la globalidad, en gris marengo
(elegante pero gris). Pareciera como si el color de los exteriores hubiera descromatizado lo más íntimo.
Pero hay otra forma de vivir. Así lo hemos visto en David Pío Gullón
Canedo y en Humberto Raúl Treiyer. Ellos supieron leer los tiempos y
descubrir en ellos la macrohistoria. Y, por ello, indagaron en los recovecos de
Daniel y del Apocalipsis de Juan. De tanto en tanto, surgían del interior de tales
laberintos con la victoria sobre alguna bestia (obviamente, simbólica) y el hilo
de Elena en la mano. Era cuando nos contaban sus periplos intelectuales y,
nosotros, disfrutábamos de tales aventuras. De sus clases, muchos descubrieron
el mapamundi de Cronos y pudieron localizarse. También supieron leer los
talantes y descubrir en ellos la misión. Es ardua la tarea de bajar de la cátedra
de la academia para vivir la normalidad y sencillificar lo profundo. No dudaron,
con notable generosidad, en vaciarse para completar a otros. No hay duda, es la
semilla de Cristo en terreno bien abonado.
Hemos dejado que los cercanos nos ayuden a visualizar, en Semblanzas, su
paisaje interior. Nosotros, los de un vínculo menos estrecho, hemos preferido
ejercer la afición de juntaletras para enmarcar nuestros afectos y respetos. Somos de diferentes espacios y condiciones. Europa y América, Asia y Oceanía
se han abrazado para hablar de tiempo y talante; para acompañar y continuar
x Como el resplandor del firmamento
a David y a Humberto. Ellos mismos nos ofertan, en este material, sus pensamientos y reflexiones. Siempre maestros.
¿Por qué el símil “como el resplandor del firmamento” para titular esta
obra?
Porque es de Daniel, origen de todo ejercicio apocalíptico.
Porque es de muy cerca de nuestro tiempo, final de todo relato apocalíptico.
Porque es de una estética y hermenéutica anheladas, claridad en su máxima
expresión.
Porque todos podemos acceder a la condición de “entendidos que resplandecerán”. Nada mejor que un símil graduado en igualdad para estimularnos,
para estimularos.
Nosotros ponemos la letra, tú la disposición.
Dr. Víctor M. Armenteros

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