BAD LUCK, VILLA ODILA

Transcripción

BAD LUCK, VILLA ODILA
BAD LUCK, VILLA ODILA
Por Mauro M. Thomas
Detuve el coche al lado de la casa en ruinas como se detienen los elefantes en los Alpes,
aventando el peligro. Ya eran casi las siete; un sol de primavera torcida se encumbraba
por detrás de los páramos hendidos por el tiempo.
(Lejos, muy lejos, un perro ladrándose a sí mismo).
El camino, recto, igual que la trayectoria de una bala disparada por un loco, sin destino
cierto y flanqueado de encinas. Lienzos de azulejos mustios bajo mis pies.
Aquí y allá, lo que fueran muros apenas aprisionan ahora otra cosa que el aire entre las
nubes. La casa –o, mejor dicho, su ausencia- tiene algo de mansión y algo de cárcel, y
mientras enciendo mi último pitillo pienso en el cadáver de ella, aritméticamente
sentada en la parte trasera del auto sobre el que apoyo mi espalda ensangrentada y fumo.
¿Qué pudo salir mal? Quizá la búsqueda infructuosa de un lugar que nunca es el que se
espera... Tan solo mil euros y tres balas, botín penoso.
Hace diez minutos que he llegado dando tumbos con el coche hasta la casa, herido y
torpe como el poeta.
Mas no es agosto.
Con un rictus de sangre apago el cigarrillo contra el suelo ocre de la tierra. Y aunque
escucho cercanas las sirenas, sé que voy a morir solo a más de dos metros de la nieve.

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