O sineiro do interior

Transcripción

O sineiro do interior
Paulo Coelho
El campanero del interior
Almir Ghiaronni, un lector asiduo de esta columna, me envía
una interesante historia, disculpándose por desconocer quién es el autor.
“El campanero del interior” me recuerda a ciertos episodios que me han
sucedido a lo largo de la vida y que en su momento viví como derrotas,
pero que con el transcurso de los años se transformaron en verdaderas
bendiciones.
Doy un ejemplo concreto: cuando el “Alquimista” fue ofrecido
a los grandes grupos editoriales de Francia, ninguno de ellos se
interesó. Una pequeña editorial, que acababa de empezar su actividad,
decidió firmar el contrato con aquel desconocido autor brasileño e hizo
todo lo posible para darle una buena distribución. El libro se convirtió
en uno de los más vendidos en toda la historia del mercado francés, y
batió el récord de permanencia en las listas de los más vendidos del
país.
Hoy, conociendo mejor el mercado internacional, tengo la
certeza de que si hubiese sido publicado por uno de aquellos
conglomerados, mis oportunidades hubieran sido nulas, ya que habría
estado compitiendo en sus catálogos con autores de gran renombre. Pero
fui publicado por un editor novel, entusiasta (en este caso una editora,
Anne Carrière, que más tarde escribió un libro al respecto), y eso marcó
la diferencia.
Y sobre eso más o menos trata la historia enviada por Almir:
Un hombre humilde, sin ninguna formación, trabajaba en la
iglesia de una pequeña ciudad del interior de Brasil. Su trabajo
consistía en dar las campanadas a las horas que determinara el padre.
Pero un día cambiaron las leyes: el obispo de la región
decidió que todos los funcionarios de las parroquias de su obispado
tenían que tener como mínimo estudios primarios. De esta manera pensaba
estimular la educación pública; pero para el viejo campanero, analfabeto
y demasiado mayor para empezar de nuevo, aquello significó el fin de su
trabajo.
Recibió una pequeña indemnización, los agradecimientos de
turno, y una carta que daba por terminada su actividad en la iglesia.
A la mañana siguiente, no teniendo nada que hacer, se sentó
en un banco de la plaza para liar su cigarro de paja. Les pidió prestado
un poco a dos amigos que se encontraban allí, pero todos estaban con el
mismo problema: había que ir a la ciudad vecina para comprar tabaco.
-Tienes tiempo de sobra –dijo uno de los amigos-. Tú vas a
comprar tabaco y nosotros te pagamos una comisión.
El ex-campanero empezó a realizar esa tarea regularmente. Con
el tiempo vio que faltaban muchas otras cosas en la ciudad y comenzó a
traer encendedores, periódicos, y demás, hasta que se vio obligado a
abrir una tienda, ya que cada vez le encargaban más cosas.
Como era un hombre de bien que buscaba la satisfacción de sus
clientes, la tienda prosperó, el hombre amplió su negocio y terminó
convirtiéndose en uno de los empresarios más respetados de la región.
Pero trabajaba con mucho dinero y un buen día se hizo
necesario abrir una cuenta bancaria.
El gerente lo recibió con los brazos abiertos, el viejo sacó
una bolsa llena de dinero en billetes de alta denominación, el primero
rellenó su ficha y finalmente le pidió al viejo que firmara.
-Lo siento –dijo éste–. No sé escribir.
El gerente se quedó asombrado:
-¿Entonces el señor consiguió todo esto siendo analfabeto?
-Lo conseguí con esfuerzo y dedicación.
-¡Mi enhorabuena! ¡Y sin haber ido jamás a la escuela!
¡Imagine hasta dónde hubiera llegado si hubiera podido estudiar!
El viejo sonrió:
Paulo Coelho
-Puedo imaginármelo muy bien. Si hubiera estudiado, todavía
estaría dando las campanadas en aquella pequeña iglesia que el señor
puede ver desde su ventana.
© Traducción: Juan Campbell-Rodger

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