FRANCISCO DE VALDÉS: NOTAS PARA LA BIOGRAFÍA DE UN

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FRANCISCO DE VALDÉS: NOTAS PARA LA BIOGRAFÍA DE UN
FRANCISCO VALDÉS: NOTAS PARA LA BIOGRAFÍA DE
UN REVOLUCIONARIO ROMÁNTICO MOSTOLEÑO.
Francisco Javier Bernad Morales
Es pronto para escribir una biografía del militar mostoleño Francisco Valdés. La
documentación es escasa y dispersa. Por eso, me limitaré a algunas notas con las que
intentaré iluminar algunos momentos de su vida. He decidido no seguir un orden
cronológico, sino presentar los hechos tal como se revelaron a mi curiosidad. La parca
información que he allegado nos muestra a un personaje típicamente romántico, un
revolucionario desmedido y ávido de gloria, en el que el orgullo y el valor rayan en la
indisciplina y la soberbia. Recordemos que
es contemporáneo de gentes como Mina, el
campesino navarro que terminó sus días
como capitán general de Cataluña; Diego
de León, el general que solicitó y obtuvo la
gracia de dar las órdenes al pelotón
encargado de su propio fusilamiento, o
Espronceda, el poeta que participó en la
intentona liberal de 1830. Curiosamente
estas figuras heroicas, cuyo destino, a
menudo trágico, no llega a disipar en
nosotros, hijos de una era prosaica, la
sensación de que hay en ellas un punto de
afectación teatral, viven en una época en
que ya despunta en el horizonte la sociedad
industrial, y otros hombres como el
marqués de Salamanca o Fernando Muñoz
se enriquecen con grandes negocios
especulativos. La sed de gloria y el afán de
riqueza configuran un nuevo mundo que se
abre paso sobre las ruinas del Antiguo
Régimen. En ocasiones, ahí está
Mendizábal, las dos pasiones se dan Teniente general don Francisco Valdés.
íntimamente unidas, sin que sea posible
Chamorro y Vaquerizo, Pedro (1854)
determinar cuál es la dominante, pero en
otras, como en el caso de Valdés, y también de Mina, de Chapalangarra o Diego de
León, la primera parece ser la llama devoradora de un altar ante el que es preciso oficiar
el mayor de los sacrificios.
El hoy olvidado Francisco Valdés ocupó un lugar de cierto relieve en los
movimientos liberales españoles del primer tercio del siglo XIX. Esta circunstancia hizo
que reparara en él Pío Baroja, quien lo hace intervenir en dos novelas de la serie
Memorias de un hombre de acción: La veleta de Gastizar y Los caudillos de 1830. Es
en ellas, donde encontramos las más largas referencias al personaje. Ambas narran la
intentona que en octubre de 1830 pretendió la restauración del régimen constitucional.
El movimiento, organizado por los exiliados liberales, al calor de la revolución francesa
que había arrebatado el trono a Carlos X, era extremadamente ambicioso, ya que
1
preveía incursiones en Navarra, Aragón y Cataluña, y acciones sobre Andalucía desde
Gibraltar. Fracasó, sin embargo, debido a diversos factores entre los que se cuentan la
desproporción entre los objetivos propuestos y los medios disponibles, la rivalidad entre
los jefes militares encargados de llevarlo a cabo, y la actitud reticente de los gobiernos
británico y francés1. En Inglaterra ocupaba el puesto de primer ministro el tory lord
Wellington, el vencedor de Napoleón; en cuanto al gobierno francés, en el que los
exiliados habían depositado esperanzas desmedidas, aspiraba al reconocimiento del
nuevo rey Luis Felipe por parte de Fernando VII y no deseaba comprometerse en
aventuras fuera de sus fronteras, aunque sí le interesara un movimiento limitado que
pudiera ser utilizado como elemento de presión sobre las autoridades españolas. Así lo
interpretó retrospectivamente Antonio Alcalá Galiano (1955 a, 247):
De allí a muy poco [tras el fracaso liberal] el Gobierno francés, habiendo
logrado del de España que, si bien con visible mala voluntad, reconociese a Luis
Felipe por rey de los franceses, mandó, como era de esperar, dispersarse a los
españoles reunidos en la frontera.
Finalmente todo se redujo a la penetración por la frontera navarra de tres
columnas de emigrados, dirigidas respectivamente por el general Francisco Espoz y
Mina (en lo sucesivo, me referiré a él como Mina, pues con este nombre aparece en los
documentos de la época y así gustaba de que le llamaran) y los coroneles Francisco
Valdés y De Pablo, más conocido por el apodo de Chapalangarra. Éste último, entre
cuyos hombres figuraba el joven poeta José de Espronceda, topó en Valcarlos con un
grupo de voluntarios realistas, a los que, contra la opinión de sus compañeros, pretendió
arengar para que se pasaran al bando constitucional. Tras un primer momento de
estupor, los realistas abrieron fuego y le causaron la muerte, ante lo cual sus fuerzas
buscaron precipitadamente refugio en territorio francés.
El relato de Baroja coincide en líneas generales con la exposición de Antonio
Pirala (1889, 102-110), aunque se observa alguna discrepancia en las fechas. Mayores
diferencias se aprecian con los informes que casi diariamente envió el comisario de
Saint-Esprit al prefecto de Las Landas2. En lo que sí están de acuerdo unos y otros es en
la enemistad entre Mina y Valdés. Veamos cómo se refiere a ella Pío Baroja (1997 b,
92):
El coronel Valdés había roto las hostilidades con Mina, y lo trataba cono a un
enemigo.
Valdés pretendía haber tenido la prioridad en la idea de la expedición a la
frontera después de la revolución de julio [la revolución que en Francia puso fin
al reinado de Carlos X e instauró la monarquía liberal de Luis Felipe], y
consideraba la intervención de Mina como una usurpación.
Valdés era hombre altivo, soberbio con una exaltación personal grande,
ambicioso, poco inteligente y lleno de desconfianza.
1
Según cuenta Baroja (1997 c, 213), Méndez Vigo no consiguió reunir las armas necesarias y quedó
inmóvil en Mauléon; tampoco Milans del Bosch y Evaristo San Miguel pudieron entrar por la frontera
catalana, en tanto que el proyectado movimiento desde Gibraltar fue impedido por el gobernador inglés.
2
Estos informes han sido publicados en TUÑÓN DE LARA, Manuel (director) (1986),
Historia de España, Vol 12. Textos y documentos. Labor, Barcelona
2
Valdés era castellano, de Móstoles. En su juventud había estado en Dinamarca
con el marqués de la Romana, había hecho la guerra de la Independencia y la
campaña de 1823 y dirigido el golpe de mano de Tarifa de 1824.
La hostilidad de Valdés contra Mina y de Mina contra Valdés procedía de una
porción de causas y, principalmente, de los respectivos caracteres. Como militar
de carrera, Valdés era poco amigo de los guerrilleros, como hombre que se
había distinguido en el mediodía, nada afecto a la gente del norte. A Mina le
pasaba lo contrario: era guerrillero y nordista.
En los dos caudillos existía un fondo de patriotismo y un deseo de mando.
El comisario de Saint-Esprit, en el informe del 15 de octubre se hace eco
asimismo de las desavenencias:
Pretende [Mina] ser reconocido como General en jefe y tiene la firme resolución
de hacer fusilar a Valdés si no se conduce bien y si no aplica el sistema de
moderación3.
Por su parte, Antonio Alcalá Galiano (1955 a, 246) cuenta que, según personas
dignas de todo crédito, en los días previos al ataque Mina y Valdés habían estado a
punto de llegar a las manos.
Las razones del enfrentamiento serían no sólo personales, sino también políticas:
Mina tenía el entusiasmo por la Constitución de Cádiz y por los hombres de
aquella época; era anglómano, partidario de guardar las formas, y consideraba
necesario que hubiera en España una clase directora. Le quedaba también
respeto por Fernando, que al fin y al cabo era el rey, y no quería oír hablar ni
en broma de la república.
Valdés creía que el liberalismo de Cádiz había pasado ya, que era necesario
sustituirlo por otro más activo; tenía admiración por la Francia revolucionaria,
era militarista y demagogo, odiaba a Fernando VII y creía que debía prepararse
la posibilidad de la República4.
Tras la derrota de 1823, los liberales exiliados en Londres se habían agrupado en
torno a sus dos principales figuras militares: los generales Mina y Torrijos. El antiguo
guerrillero se había convertido en el principal dirigente de la facción moderada, surgida
ya durante el Trienio; en tanto que Torrijos encabezaba a los que, en el lenguaje de la
época, se denominaba exaltados, grupo al que pertenecía Valdés. La revolución francesa
de 1830 propició un momentáneo y poco sincero acercamiento, auspiciado por Juan
Álvarez Mendizábal. Se creó así una junta, que se estableció en París y que debía
encargarse de dirigir el movimiento armado. Antonio Alcalá Galiano (1955, 242)
achaca a un viejo enfrentamiento con Mendizábal el hecho de haber sido excluido de un
organismo que, por lo demás, juzga inoperante:
Parecerá extraño, al tratar de estos sucesos y referir los intentos y actos de
Mina, en punto de tal gravedad como era el de empezar la guerra, que nada
diga de la Junta, que al parecer para algo hubo de haber sido nombrada, y no
siendo gobierno, mal podía acertarse con lo que era. Pero la pobre Junta se
3
4
TUÑÓN DE LARA, Manuel (1986, 156)
BAROJA, Pío (1997 b, 92)
3
veía mirada como rival por la de Torrijos, como nada por los que a nadie
obedecían, y no como mucho por Mina, el cual, si bien no le faltaba a la
consideración, rara vez acudía a ella, y en verdad no tenía para qué. Lo más
singular era que el mismo padre de la Junta, Mendizábal, dado siempre a llevar
las cosas por medios irregulares y a hacer poquísimo caso de superiores,
iguales o inferiores para dirigir por ajeno precepto o consejo su conducta, en
vez de oír para seguirla la voz de su propio capricho, solía entenderse con Mina
para todo, incluso aquello en que debería haberse dirigido a la Junta, si es que
ésta era algo5.
El texto citado hace patente el resentimiento de Alcalá Galiano contra
Mendizábal y es un testimonio más de los profundos desacuerdos entre los liberales,
divididos entre la junta de París y la de Gibraltar. El enfrentamiento llegaba al mismo
terreno de las operaciones militares:
Los de Torrijos, capitaneados por don Francisco Valdés, coronel en España, y
que tenía de la Junta formada en Londres meses antes, y ya residente en
Gibraltar, un despacho de mariscal de campo, del cual, sin embargo, no usó las
divisas, estaban llenos de impaciencia, vituperaban la flojedad de Mina, y por
otro lado, temían que obrando el caudillo navarro cogiese para sí la mayor
parte de la honra y provecho de la, a sus ojos alucinados, casi segura victoria6.
La falta de entendimiento también es puesta de relieve por Antonio Pirala (1889,
104):
… a principios de Octubre, comenzó a introducirse la discordia entre los
mismos jefes, cuando más necesaria era la unión. Mina trató entonces de
acelerarlo todo para no dar lugar á la lucha de las pasiones, y si el general
Méndez Vigo, y los coroneles Valdés y De Pablo Chapalangarra no quisieron
ponerse a sus órdenes, aunque sí auxiliarle obrando independientes, todos los
demás jefes, en vista de esa falta de unión, se reunieron y espontáneamente
redactaron y firmaron un acuerdo reconociendo por general en jefe para la
empresa de libertar a la patria de la esclavitud en que se encontraba, al teniente
general don Francisco Espoz y Mina, sometiéndose enteramente a sus órdenes
con arreglo a la ordenanza.
En estas circunstancias es fácil comprender, y así debía pensarlo el mismo Mina
frente al irreflexivo optimismo de Valdés y Chapalangarra, que la empresa estaba
destinada al fracaso.
Las escaramuzas en la frontera se sucedieron a lo largo de dos últimas semanas
de octubre de 1830, durante las cuales los liberales llegaron a ocupar algunas plazas
como Urdax y Vera de Bidasoa, pero finalmente hubieron de retirarse ante la
superioridad de los realistas dirigidos por Juanito el de la Rochapea7. En su informe del
27 de octubre, el comisario de Saint-Esprit narra la derrota de Valdés:
5
ALCALÁ GALIANO, Antonio (1955, 245)
ALCALÁ GALIANO, Antonio (1955, 245)
7
Su auténtico nombre era Juan Villanueva y durante la guerra de la Independencia había combatido a las
órdenes de Mina. El comisario de Saint-Esprit se refiere a él como “general Juanito”.
6
4
La suerte acaba de volverse contra los refugiados españoles. Ayer por la noche,
el General Mina expidió al Coronel Valdés una ordenanza para prevenirle que
debía ser atacado esta mañana por las tropas realistas mandadas por Juanito,
que ascendían, por lo menos, a 3 000 hombres; le aconsejaba que se replegase,
para sostenerse en la retirada, todo lo que las circunstancias le permitiesen, y
con este objeto le envió una compañía de Lanceros; pero parece que Valdés no
ha hecho ningún caso de este aviso, lo que ha producido esta mañana la derrota
del núcleo de la división mandada por él, deshecha y perseguida hasta media
legua dentro del territorio francés. Los prisioneros hechos en esta acción han
sido inmediatamente fusilados por los realistas […] Valdés ha entrado hoy en
San Juan de Luz con un centenar de sus partidarios. Es probable que lleguen a
Bayona mañana8.
Mina, por su parte, estuvo a punto de quedar bloqueado y sólo pudo alcanzar
territorio francés el día 31 tras una penosa marcha a través de la montaña.
Otras noticias sobre Francisco Valdés
Baroja, como más arriba se ha indicado, señala que Valdés había nacido en Móstoles.
En el archivo parroquial de esta localidad aparece la anotación del registro de bautismo
de un niño nacido en 1788, a quien se le impuso el nombre de Francisco de Paula y
cuyo padre fue don Urbano Valdés:
En la Yglesia Parroquial desta Villa de Móstoles en cinco de Abril de mil
setezientos ochenta y ocho yo el dicho Don Miguel María del Campo Cura
proprio de esta Parroquia Bautice solemnemente a un niño que nació en dos de
dicho mes y año hijo legítimo de Don Urbano Valdés natural de Nabalcarnero y
de Doña Paula Anziola su muger natural de Ochandiano, diócesis de Calaorra,
y ambos vecinos desta villa, le puse por nombre Francisco de Paula Vicente, fue
su padrino que le tubo en sacro fonte Don Miguel Valdés su hermano a quien
advertí el parentesco espiritual que ha contraído y la obligación de enseñarle la
Doctrina Cristiana, y para que conste lo firmo9.
Alejandro Peris proporciona algunas informaciones sobre don Urbano Valdés.
De ellas podemos deducir que en la fecha del nacimiento de Francisco debía tener una
edad ya algo avanzada, pues había sido alcalde en repetidas ocasiones entre 1745 y
1788 (1999, 25). Don Urbano, de familia hidalga, antes de su matrimonio con doña
Paula Anziola había estado ya casado con Teresa Marcos, que al decir de Peris, aunque
no era hidalga pertenecía a una de las familias más ricas de Móstoles (1999, 57).
Tenemos, pues, un hidalgo segundón que, como tantos otros en sus mismas
circunstancias, seguirá la carrera de las armas. Muy joven, con solo dieciocho años,
Francisco Valdés está en Dinamarca donde forma parte de las tropas mandadas por el
marqués de la Romana, una división compuesta por unos 14.000 hombres, enviada por
las autoridades españolas para colaborar con su aliado el emperador Napoleón
Bonaparte. El 4 de julio de 1807, los españoles estaban en Maguncia, y a principios de
agosto en Hamburgo, desde donde el general Bernadotte, futuro Carlos XIV de Suecia,
8
TUÑÓN DE LARA, Manuel (1986, 162)
Libro de Bautismos marcado con el número 7. Desde 1777 a 1803. La hoja lleva el número 115 en la
parte superior derecha. Parroquia de la Asunción. Móstoles.
9
5
gobernaba las ciudades hanseáticas. Durante los meses siguientes se ocuparon en
fortificar y guarnecer diversos lugares de la costa danesa. Pese a la distancia y al control
de las comunicaciones por los franceses, las noticias de los sucesos de España
terminaron por llegar a los oficiales españoles, alguno de los cuales estableció contactos
clandestinos con los ingleses. A finales de julio de 1808, las tropas se negaron a prestar
juramento de fidelidad a José Bonaparte en los términos exigidos por Bernadotte, y en
su lugar utilizaron una fórmula ambigua y de compromiso que manifestaba su creciente
desconfianza. Finalmente, los españoles se apoderaron por sorpresa de Nyborg el 9 de
agosto, donde resistieron hasta que entró en el puerto una escuadra inglesa, en cuyos
navíos embarcaron. La operación terminó el 21 de agosto y permitió que regresara a
España la mayor parte de la división. El desembarco se efectuó a principios de octubre
en los puertos de Santander, Ribadeo y Santoña. Solo el general Kindelán acató a José
Bonaparte e impidió que sus hombres se unieran a los insurrectos.
Chamorro (1854, 465-468) recoge la actuación de Valdés durante la guerra de la
Independencia y años posteriores. Tras participar en la batalla de Espinosa de los
Monteros (10 – 11 de noviembre de 1809), en la que el general francés Victor derrotó a
las fuerzas españolas mandadas por Blake, intervino en diversas acciones primero en el
norte y luego en Andalucía, a las órdenes del general Ballesteros. Apresado por los
franceses en Llerena el 5 de noviembre de 1810, consiguió escapar el 28 de agosto del
siguiente año. Unido de nuevo a Ballesteros, tendría una destacada actuación en los
combates librados en Málaga, Osuna, Antequera y Loja a lo largo de 1812 y 1813. Al
finalizar la guerra había alcanzado el grado de teniente coronel.
Siguieron unos años de guarnición hasta que en enero de 1820, al producirse el
pronunciamiento constitucional de Riego en Cabezas de San Juan, Francisco Valdés,
integrado en las tropas del también sublevado coronel Quiroga, conquista el estratégico
puente de Zuazo en la isla de León10. Durante el Trienio Constitucional combate, de
nuevo a las órdenes de Ballesteros, a las partidas realistas en Castilla, Navarra y
Aragón, pero al producirse la intervención de la Santa Alianza (1823), aquel, partidario
de la contemporización, prefiere alejarlo, al igual que a otros oficiales inequívocamente
leales al orden constitucional. Finalmente participa, bajo el mando de Torrijos, en la
defensa de Cartagena. Precisamente, esta ciudad es, junto a Barcelona cuya guarnición
está mandada por Mina, la plaza que más seria resistencia ofrece al avance absolutista.
Ambas capitularán sólo después de la rendición de Cádiz, y obtendrán unas condiciones
honrosas gracias a las cuales los oficiales liberales podrán partir al exilio.
Baroja (1997 a, 979) contrapone la abierta traición o cuando menos la actitud timorata
de La Bisbal, Morillo, Villacampa, Ballesteros y la mayor parte de los generales del
ejército constitucional, con la lealtad de Mina, Torrijos, Valdés, Chapalangarra y El
Empecinado.
El caso de Enrique O’Donnell, conde de La Bisbal, lleva al extremo el
comportamiento de gran parte de los jefes militares. Antonio Alcalá Galiano, uno de los
protagonistas de la conspiración que culminó con el pronunciamiento de Riego en 1820,
cuenta en sus memorias (1955 b, 457 ss.), que La Bisbal, miembro de la masonería y
militar de prestigio, capitán general de Andalucía, favorecía el proyecto constitucional y
parecía dispuesto a ponerse al frente de las tropas. Sin embargo, en julio de 1819,
cuando supo que el gobierno había entrado en sospechas, hizo detener a los
10
SEGURA GONZÁLEZ, Wenceslao (1997)
6
comandantes comprometidos. Pese a este inesperado revés, la trama clandestina siguió
adelante y el 1 de enero de 1820, Riego, al que pronto secundó Quiroga, proclamó la
Constitución. Siguieron unos meses en que la situación parecía estancada: Quiroga
quedó en San Fernando, sin conseguir ocupar Cádiz, en tanto que Riego emprendía una
marcha por Andalucía, en la que no logró, contra lo que pretendía, despertar el
entusiasmo popular por la Constitución. Así las cosas, todo parecía condenado al
fracaso cuando diversas ciudades comenzaron a unirse al alzamiento. El mismo conde
de La Bisbal, enviado por Fernando VII para combatir a Riego, se declaró el 4 de marzo
en Ocaña a favor de la Constitución, lo que hizo que esta fuera finalmente aceptada por
el rey en el famoso manifiesto del día 10, que termina con las palabras: “Marchemos
francamente, y yo el primero, por la senda constitucional.” Con estos antecedentes,
causa asombro que en 1823 ante la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, el
gobierno liberal encargara a La Bisbal el mando de los ejércitos de Castilla la Nueva.
Como hubiera debido sospecharse, el general se pasó a las filas absolutistas.
En la noche del 2 al 3 de agosto de 1824, poco después, por tanto, de la caída del
régimen constitucional, Francisco Valdés, al frente de un grupo de liberales reunidos en
Gibraltar, desembarca en la isla de las Palomas, un pequeño tómbolo unido a Tarifa por
una escollera, y durante la mañana toma esta plaza cuyas calles recorre al grito de “Viva
la Constitución”. Ocupaba entonces la comandancia general del Campo de Gibraltar,
don José O’Donnell, hermano del conde de La Bisbal, quien inmediatamente adoptó
medidas para la recuperación de la ciudad. Entonces estaba esta totalmente rodeada por
una muralla en la que sólo se abrían tres puertas: la de Jerez, la del Retiro y la del Mar11.
En el asedio participaron, junto a fuerzas españolas, dirigidas por José Barradas, una
brigada francesa mandada por el conde D’Astorg y algunos buques de la misma
nacionalidad. Pese a que la desproporción de fuerzas era enorme, los sitiados
consiguieron mantenerse durante unos quince días, hasta que la artillería abrió una
brecha en la muralla el 19 de agosto. Algunos liberales, entre los que se contaba
Francisco Valdés, se retiraron a la isla de las Palomas, en la que pudieron embarcar
rumbo a la costa marroquí; el resto se concentró en el castillo de Santa Catalina, donde
finalmente tuvieron que rendirse. Conducidos a Algeciras, se les sometió a un juicio
sumarísimo que concluyó con sesenta y siete fusilamientos12. El 20 de agosto,
O’Donnell publicó un comunicado sobre lo sucedido:
¡VIVA EL REY! Y vivirá eternamente en los corazones Españoles: ¿Quién lo
duda?
A las cinco de la tarde del día de ayer fue tomada por asalto la plaza de Tarifa,
igualmente que el fuerte de Santa Catalina, cuya última operación tuvieron el
honor de ejecutar las tropas españolas de este campo á cuerpo descubierto,
rivalizando en gloria y ardor con las francesas, cuya vizarría es superior á todo
elogio. Los rebeldes que no fueron muertos ó presos lograron refugiarse á la
robusta fortaleza de la Isla, donde tenían montadas veinte piezas de grueso
calibre; pero al rayar el alva de este día fueron atacadas en su último asilo por
un desembarco ejecutado por tropas francesas, que inmediatamente los forzaron
y rindieron á discreción. Parece que desapareció con tiempo el infame y
cobarde Francisco Valdés, primer Caudillo de esta canalla, y se presume que
escapó de noche en un falucho, pero fue cogido otro Valdés, segundo Caudillo,
con todo lo que quedó libre de aquella chusma de foragidos, que les aguarda el
11
12
TERÁN FERNÁNDEZ, Francisco (1992)
SEGURA GONZÁLEZ, Wenceslao (1997)
7
rigor de las leyes. Se circula esta noticia para satisfacción de todos los
españoles, excepto un puñado de miserables fanáticos, para quienes se desea
que sirva de escarmiento, y si no, de veneno mortal. Algeciras 20 de Agosto de
1824.- El Comandante general del Campo, O’Donnell13.
Mientras, refugiado en Tánger, Francisco Valdés pudo escapar a un intento de
asesinato (Chamorro, 1854, 467), tras el cual pasó a Gibraltar y posteriormente a
Inglaterra. Lo poco que conocemos de sus andanzas en Londres ya lo he referido al
tratar de los preparativos de la intentona de 1830. Veamos ahora lo ocurrido después de
que aquella fracasara. Sabemos por Chamorro que no se le permitió regresar a España
hasta 1836, y que desde entonces se ocupó en luchar contra las partidas carlistas en
Aragón y Castilla, siendo nombrado en 1837 comandante general de la provincia de
Cuenca y en 1839 de la de Albacete. En 1841, ya bajo la regencia de Espartero, obtuvo
el grado de mariscal de campo y fue enviado a Jaca como gobernador, simultaneando
este cargo con el de jefe político de Huesca. Ocupó este destino hasta el 23 de
septiembre de 1842, fecha en que pasó a desempeñar el de gobernador de Zaragoza. En
mayo de 1843 fue trasladado a Barcelona, donde le sorprendió el pronunciamiento del
13 de junio, que le obligó a refugiarse en el consulado de Inglaterra desde el que
consiguió huir a Francia. Caído Espartero al extenderse la sublevación a otras ciudades,
incluida Madrid, solo pudo volver a España en marzo de 1844. Desde entonces hasta
1853 permaneció de cuartel, esto es, sin empleo y con un sueldo inferior al que debía
corresponderle, dado que sus convicciones progresistas le hacían sospechoso a ojos de
los sucesivos gobiernos moderados.
Este período de inactividad, terminaría en junio de 1854, cuando la sublevación
del general Leopoldo O’Donnell, apoyada por Espartero, puso fin a la Década
Moderada. Valdés desempeñaría un papel de cierta importancia en los acontecimientos
de Madrid, como vocal de la junta popular presidida por Evaristo San Miguel. Tras el
triunfo progresista, fue promovido en agosto de 1854 al empleo de teniente general y
poco después nombrado ministro del Supremo Tribunal de Guerra y Marina.
En 1841, durante la regencia de Espartero, un grupo de ciudadanos de Algeciras
se dirigió al ayuntamiento con la pretensión de que se erigiera un monumento en
recuerdo de los hechos de Tarifa:
Al nordeste de esta ciudad y al frente del cementerio existe un campo regado
con la sangre de mártires de la libertad. Las balas que traspasaron sus pechos y
destrozaron sus cráneos, incrustadas están todavía en las tapias de aquel lugar
de muerte. Así el despotismo ha perpetuado la memoria de la atrevida y
malograda empresa de Tarifa, dirigida por el coronel D. Francisco Valdés en
182414.
Por las mismas fechas, un grupo de tarifeños realizó una propuesta similar, y
aunque ninguno de ambos monumentos llegó a erigirse, sí llevó por un tiempo el
nombre de Francisco Valdés, la calle llamada después de Guzmán el Bueno.
13
PATRÓN SANDOVAL, Juan A. (1999). El segundo caudillo a que se refiere es el andaluz Pedro
Valdés, fusilado en Algeciras el 25 de agosto, junto al resto de los condenados.
14
SEGURA GONZÁLEZ, Wenceslao (1997)
8
El 18 de junio de 1841, en respuesta a una petición presentada por el ya general
Francisco Valdés, se creó una medalla para condecorar a los liberales de Tarifa.
Wenceslao Segura (1997) reproduce la real orden del Ministerio de la Guerra:
He dado cuenta al regente del reino de la exposición de V. S. fecha 31 de mayo
último, en la que manifestando la singular prueba de valor y decisión que dieron
el corto número de españoles que bajo sus órdenes se apoderaron de la plaza de
Tarifa el día 3 de agosto de 1824, y la defendieron obstinadamente por espacio
de diez y siete días resistiendo cinco ataques generales de 5.000 hombres que la
sitiaban, solicita que a los que así se distinguieron se conceda un distintivo
particular en recompensa de tan señalado hecho.
S. A. se ha enterado, y accediendo a los justos deseos de V.S., ha tenido a bien
resolver, que todos los valientes que desembarcaron en la playa de Tarifa y los
que después de tomada esta plaza se asociaron a tan arriesgada y gloriosa
empresa, usen de la condecoración que V.S. propone con esa fecha, lo cual
aprueba S.A., debiendo los que la obtengan arreglarse en un todo al modelo
presentado. Madrid 18 de junio de 1841.
Quedan en la oscuridad muchos aspectos de la vida de Francisco Valdés, en
particular su actuación tras el pronunciamiento de 1854 y, desde luego, todo lo referente
a su intimidad. Algunos se podrán aclarar mediante una revisión más profunda de los
testimonios y documentos, en tanto que otros permanecerán para siempre desconocidos.
No obstante, lo dicho basta para concluir que es necesario preservar su memoria.
BIBLIOGRAFÍA
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Biblioteca de Autores Españoles
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de Autores Españoles
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Círculo de Lectores
BAROJA, Pío (1997 b) La veleta de Gastizar. Obras Completas IV. Barcelona. Círculo
de Lectores
BAROJA, Pío (1997 c) Los caudillos de 1830. Obras Completas IV. Barcelona. Círculo
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español. Madrid. Imprenta de T. Fortanet
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agosto de 1824”, Aljaranda, Revista de Estudios Tarifeños. Año IX, nº 35, diciembre
PERIS BARRIO, Alejandro (1999) Móstoles: de pequeña aldea a ciudad populosa.
Móstoles
PIRALA, Antonio (1889) Historia de la Guerra Civil y de los partidos Liberal y
Carlista; corregida y aumentada con la historia de la Regencia de Espartero. Madrid.
Felipe González Rojas.
SEGURA GONZÁLEZ, Wenceslao (1997) “La medalla de Tarifa”, Aljaranda, Revista
de Estudios Tarifeños. Año VII, nº 26, septiembre.
TERÁN FERNÁNDEZ, Francisco (1992) “El suceso de los cigarreros”, Aljaranda,
Revista de Estudios Tarifeños. Año II, nº 6, septiembre.
9
TUÑÓN DE LARA, Manuel (director) (1986) Historia de España. Vol. 12. Textos y
documentos. Barcelona. Labor.
10

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