FRANCISCO DE VALDÉS: NOTAS PARA LA BIOGRAFÍA DE UN
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FRANCISCO DE VALDÉS: NOTAS PARA LA BIOGRAFÍA DE UN
FRANCISCO VALDÉS: NOTAS PARA LA BIOGRAFÍA DE UN REVOLUCIONARIO ROMÁNTICO MOSTOLEÑO. Francisco Javier Bernad Morales Es pronto para escribir una biografía del militar mostoleño Francisco Valdés. La documentación es escasa y dispersa. Por eso, me limitaré a algunas notas con las que intentaré iluminar algunos momentos de su vida. He decidido no seguir un orden cronológico, sino presentar los hechos tal como se revelaron a mi curiosidad. La parca información que he allegado nos muestra a un personaje típicamente romántico, un revolucionario desmedido y ávido de gloria, en el que el orgullo y el valor rayan en la indisciplina y la soberbia. Recordemos que es contemporáneo de gentes como Mina, el campesino navarro que terminó sus días como capitán general de Cataluña; Diego de León, el general que solicitó y obtuvo la gracia de dar las órdenes al pelotón encargado de su propio fusilamiento, o Espronceda, el poeta que participó en la intentona liberal de 1830. Curiosamente estas figuras heroicas, cuyo destino, a menudo trágico, no llega a disipar en nosotros, hijos de una era prosaica, la sensación de que hay en ellas un punto de afectación teatral, viven en una época en que ya despunta en el horizonte la sociedad industrial, y otros hombres como el marqués de Salamanca o Fernando Muñoz se enriquecen con grandes negocios especulativos. La sed de gloria y el afán de riqueza configuran un nuevo mundo que se abre paso sobre las ruinas del Antiguo Régimen. En ocasiones, ahí está Mendizábal, las dos pasiones se dan Teniente general don Francisco Valdés. íntimamente unidas, sin que sea posible Chamorro y Vaquerizo, Pedro (1854) determinar cuál es la dominante, pero en otras, como en el caso de Valdés, y también de Mina, de Chapalangarra o Diego de León, la primera parece ser la llama devoradora de un altar ante el que es preciso oficiar el mayor de los sacrificios. El hoy olvidado Francisco Valdés ocupó un lugar de cierto relieve en los movimientos liberales españoles del primer tercio del siglo XIX. Esta circunstancia hizo que reparara en él Pío Baroja, quien lo hace intervenir en dos novelas de la serie Memorias de un hombre de acción: La veleta de Gastizar y Los caudillos de 1830. Es en ellas, donde encontramos las más largas referencias al personaje. Ambas narran la intentona que en octubre de 1830 pretendió la restauración del régimen constitucional. El movimiento, organizado por los exiliados liberales, al calor de la revolución francesa que había arrebatado el trono a Carlos X, era extremadamente ambicioso, ya que 1 preveía incursiones en Navarra, Aragón y Cataluña, y acciones sobre Andalucía desde Gibraltar. Fracasó, sin embargo, debido a diversos factores entre los que se cuentan la desproporción entre los objetivos propuestos y los medios disponibles, la rivalidad entre los jefes militares encargados de llevarlo a cabo, y la actitud reticente de los gobiernos británico y francés1. En Inglaterra ocupaba el puesto de primer ministro el tory lord Wellington, el vencedor de Napoleón; en cuanto al gobierno francés, en el que los exiliados habían depositado esperanzas desmedidas, aspiraba al reconocimiento del nuevo rey Luis Felipe por parte de Fernando VII y no deseaba comprometerse en aventuras fuera de sus fronteras, aunque sí le interesara un movimiento limitado que pudiera ser utilizado como elemento de presión sobre las autoridades españolas. Así lo interpretó retrospectivamente Antonio Alcalá Galiano (1955 a, 247): De allí a muy poco [tras el fracaso liberal] el Gobierno francés, habiendo logrado del de España que, si bien con visible mala voluntad, reconociese a Luis Felipe por rey de los franceses, mandó, como era de esperar, dispersarse a los españoles reunidos en la frontera. Finalmente todo se redujo a la penetración por la frontera navarra de tres columnas de emigrados, dirigidas respectivamente por el general Francisco Espoz y Mina (en lo sucesivo, me referiré a él como Mina, pues con este nombre aparece en los documentos de la época y así gustaba de que le llamaran) y los coroneles Francisco Valdés y De Pablo, más conocido por el apodo de Chapalangarra. Éste último, entre cuyos hombres figuraba el joven poeta José de Espronceda, topó en Valcarlos con un grupo de voluntarios realistas, a los que, contra la opinión de sus compañeros, pretendió arengar para que se pasaran al bando constitucional. Tras un primer momento de estupor, los realistas abrieron fuego y le causaron la muerte, ante lo cual sus fuerzas buscaron precipitadamente refugio en territorio francés. El relato de Baroja coincide en líneas generales con la exposición de Antonio Pirala (1889, 102-110), aunque se observa alguna discrepancia en las fechas. Mayores diferencias se aprecian con los informes que casi diariamente envió el comisario de Saint-Esprit al prefecto de Las Landas2. En lo que sí están de acuerdo unos y otros es en la enemistad entre Mina y Valdés. Veamos cómo se refiere a ella Pío Baroja (1997 b, 92): El coronel Valdés había roto las hostilidades con Mina, y lo trataba cono a un enemigo. Valdés pretendía haber tenido la prioridad en la idea de la expedición a la frontera después de la revolución de julio [la revolución que en Francia puso fin al reinado de Carlos X e instauró la monarquía liberal de Luis Felipe], y consideraba la intervención de Mina como una usurpación. Valdés era hombre altivo, soberbio con una exaltación personal grande, ambicioso, poco inteligente y lleno de desconfianza. 1 Según cuenta Baroja (1997 c, 213), Méndez Vigo no consiguió reunir las armas necesarias y quedó inmóvil en Mauléon; tampoco Milans del Bosch y Evaristo San Miguel pudieron entrar por la frontera catalana, en tanto que el proyectado movimiento desde Gibraltar fue impedido por el gobernador inglés. 2 Estos informes han sido publicados en TUÑÓN DE LARA, Manuel (director) (1986), Historia de España, Vol 12. Textos y documentos. Labor, Barcelona 2 Valdés era castellano, de Móstoles. En su juventud había estado en Dinamarca con el marqués de la Romana, había hecho la guerra de la Independencia y la campaña de 1823 y dirigido el golpe de mano de Tarifa de 1824. La hostilidad de Valdés contra Mina y de Mina contra Valdés procedía de una porción de causas y, principalmente, de los respectivos caracteres. Como militar de carrera, Valdés era poco amigo de los guerrilleros, como hombre que se había distinguido en el mediodía, nada afecto a la gente del norte. A Mina le pasaba lo contrario: era guerrillero y nordista. En los dos caudillos existía un fondo de patriotismo y un deseo de mando. El comisario de Saint-Esprit, en el informe del 15 de octubre se hace eco asimismo de las desavenencias: Pretende [Mina] ser reconocido como General en jefe y tiene la firme resolución de hacer fusilar a Valdés si no se conduce bien y si no aplica el sistema de moderación3. Por su parte, Antonio Alcalá Galiano (1955 a, 246) cuenta que, según personas dignas de todo crédito, en los días previos al ataque Mina y Valdés habían estado a punto de llegar a las manos. Las razones del enfrentamiento serían no sólo personales, sino también políticas: Mina tenía el entusiasmo por la Constitución de Cádiz y por los hombres de aquella época; era anglómano, partidario de guardar las formas, y consideraba necesario que hubiera en España una clase directora. Le quedaba también respeto por Fernando, que al fin y al cabo era el rey, y no quería oír hablar ni en broma de la república. Valdés creía que el liberalismo de Cádiz había pasado ya, que era necesario sustituirlo por otro más activo; tenía admiración por la Francia revolucionaria, era militarista y demagogo, odiaba a Fernando VII y creía que debía prepararse la posibilidad de la República4. Tras la derrota de 1823, los liberales exiliados en Londres se habían agrupado en torno a sus dos principales figuras militares: los generales Mina y Torrijos. El antiguo guerrillero se había convertido en el principal dirigente de la facción moderada, surgida ya durante el Trienio; en tanto que Torrijos encabezaba a los que, en el lenguaje de la época, se denominaba exaltados, grupo al que pertenecía Valdés. La revolución francesa de 1830 propició un momentáneo y poco sincero acercamiento, auspiciado por Juan Álvarez Mendizábal. Se creó así una junta, que se estableció en París y que debía encargarse de dirigir el movimiento armado. Antonio Alcalá Galiano (1955, 242) achaca a un viejo enfrentamiento con Mendizábal el hecho de haber sido excluido de un organismo que, por lo demás, juzga inoperante: Parecerá extraño, al tratar de estos sucesos y referir los intentos y actos de Mina, en punto de tal gravedad como era el de empezar la guerra, que nada diga de la Junta, que al parecer para algo hubo de haber sido nombrada, y no siendo gobierno, mal podía acertarse con lo que era. Pero la pobre Junta se 3 4 TUÑÓN DE LARA, Manuel (1986, 156) BAROJA, Pío (1997 b, 92) 3 veía mirada como rival por la de Torrijos, como nada por los que a nadie obedecían, y no como mucho por Mina, el cual, si bien no le faltaba a la consideración, rara vez acudía a ella, y en verdad no tenía para qué. Lo más singular era que el mismo padre de la Junta, Mendizábal, dado siempre a llevar las cosas por medios irregulares y a hacer poquísimo caso de superiores, iguales o inferiores para dirigir por ajeno precepto o consejo su conducta, en vez de oír para seguirla la voz de su propio capricho, solía entenderse con Mina para todo, incluso aquello en que debería haberse dirigido a la Junta, si es que ésta era algo5. El texto citado hace patente el resentimiento de Alcalá Galiano contra Mendizábal y es un testimonio más de los profundos desacuerdos entre los liberales, divididos entre la junta de París y la de Gibraltar. El enfrentamiento llegaba al mismo terreno de las operaciones militares: Los de Torrijos, capitaneados por don Francisco Valdés, coronel en España, y que tenía de la Junta formada en Londres meses antes, y ya residente en Gibraltar, un despacho de mariscal de campo, del cual, sin embargo, no usó las divisas, estaban llenos de impaciencia, vituperaban la flojedad de Mina, y por otro lado, temían que obrando el caudillo navarro cogiese para sí la mayor parte de la honra y provecho de la, a sus ojos alucinados, casi segura victoria6. La falta de entendimiento también es puesta de relieve por Antonio Pirala (1889, 104): … a principios de Octubre, comenzó a introducirse la discordia entre los mismos jefes, cuando más necesaria era la unión. Mina trató entonces de acelerarlo todo para no dar lugar á la lucha de las pasiones, y si el general Méndez Vigo, y los coroneles Valdés y De Pablo Chapalangarra no quisieron ponerse a sus órdenes, aunque sí auxiliarle obrando independientes, todos los demás jefes, en vista de esa falta de unión, se reunieron y espontáneamente redactaron y firmaron un acuerdo reconociendo por general en jefe para la empresa de libertar a la patria de la esclavitud en que se encontraba, al teniente general don Francisco Espoz y Mina, sometiéndose enteramente a sus órdenes con arreglo a la ordenanza. En estas circunstancias es fácil comprender, y así debía pensarlo el mismo Mina frente al irreflexivo optimismo de Valdés y Chapalangarra, que la empresa estaba destinada al fracaso. Las escaramuzas en la frontera se sucedieron a lo largo de dos últimas semanas de octubre de 1830, durante las cuales los liberales llegaron a ocupar algunas plazas como Urdax y Vera de Bidasoa, pero finalmente hubieron de retirarse ante la superioridad de los realistas dirigidos por Juanito el de la Rochapea7. En su informe del 27 de octubre, el comisario de Saint-Esprit narra la derrota de Valdés: 5 ALCALÁ GALIANO, Antonio (1955, 245) ALCALÁ GALIANO, Antonio (1955, 245) 7 Su auténtico nombre era Juan Villanueva y durante la guerra de la Independencia había combatido a las órdenes de Mina. El comisario de Saint-Esprit se refiere a él como “general Juanito”. 6 4 La suerte acaba de volverse contra los refugiados españoles. Ayer por la noche, el General Mina expidió al Coronel Valdés una ordenanza para prevenirle que debía ser atacado esta mañana por las tropas realistas mandadas por Juanito, que ascendían, por lo menos, a 3 000 hombres; le aconsejaba que se replegase, para sostenerse en la retirada, todo lo que las circunstancias le permitiesen, y con este objeto le envió una compañía de Lanceros; pero parece que Valdés no ha hecho ningún caso de este aviso, lo que ha producido esta mañana la derrota del núcleo de la división mandada por él, deshecha y perseguida hasta media legua dentro del territorio francés. Los prisioneros hechos en esta acción han sido inmediatamente fusilados por los realistas […] Valdés ha entrado hoy en San Juan de Luz con un centenar de sus partidarios. Es probable que lleguen a Bayona mañana8. Mina, por su parte, estuvo a punto de quedar bloqueado y sólo pudo alcanzar territorio francés el día 31 tras una penosa marcha a través de la montaña. Otras noticias sobre Francisco Valdés Baroja, como más arriba se ha indicado, señala que Valdés había nacido en Móstoles. En el archivo parroquial de esta localidad aparece la anotación del registro de bautismo de un niño nacido en 1788, a quien se le impuso el nombre de Francisco de Paula y cuyo padre fue don Urbano Valdés: En la Yglesia Parroquial desta Villa de Móstoles en cinco de Abril de mil setezientos ochenta y ocho yo el dicho Don Miguel María del Campo Cura proprio de esta Parroquia Bautice solemnemente a un niño que nació en dos de dicho mes y año hijo legítimo de Don Urbano Valdés natural de Nabalcarnero y de Doña Paula Anziola su muger natural de Ochandiano, diócesis de Calaorra, y ambos vecinos desta villa, le puse por nombre Francisco de Paula Vicente, fue su padrino que le tubo en sacro fonte Don Miguel Valdés su hermano a quien advertí el parentesco espiritual que ha contraído y la obligación de enseñarle la Doctrina Cristiana, y para que conste lo firmo9. Alejandro Peris proporciona algunas informaciones sobre don Urbano Valdés. De ellas podemos deducir que en la fecha del nacimiento de Francisco debía tener una edad ya algo avanzada, pues había sido alcalde en repetidas ocasiones entre 1745 y 1788 (1999, 25). Don Urbano, de familia hidalga, antes de su matrimonio con doña Paula Anziola había estado ya casado con Teresa Marcos, que al decir de Peris, aunque no era hidalga pertenecía a una de las familias más ricas de Móstoles (1999, 57). Tenemos, pues, un hidalgo segundón que, como tantos otros en sus mismas circunstancias, seguirá la carrera de las armas. Muy joven, con solo dieciocho años, Francisco Valdés está en Dinamarca donde forma parte de las tropas mandadas por el marqués de la Romana, una división compuesta por unos 14.000 hombres, enviada por las autoridades españolas para colaborar con su aliado el emperador Napoleón Bonaparte. El 4 de julio de 1807, los españoles estaban en Maguncia, y a principios de agosto en Hamburgo, desde donde el general Bernadotte, futuro Carlos XIV de Suecia, 8 TUÑÓN DE LARA, Manuel (1986, 162) Libro de Bautismos marcado con el número 7. Desde 1777 a 1803. La hoja lleva el número 115 en la parte superior derecha. Parroquia de la Asunción. Móstoles. 9 5 gobernaba las ciudades hanseáticas. Durante los meses siguientes se ocuparon en fortificar y guarnecer diversos lugares de la costa danesa. Pese a la distancia y al control de las comunicaciones por los franceses, las noticias de los sucesos de España terminaron por llegar a los oficiales españoles, alguno de los cuales estableció contactos clandestinos con los ingleses. A finales de julio de 1808, las tropas se negaron a prestar juramento de fidelidad a José Bonaparte en los términos exigidos por Bernadotte, y en su lugar utilizaron una fórmula ambigua y de compromiso que manifestaba su creciente desconfianza. Finalmente, los españoles se apoderaron por sorpresa de Nyborg el 9 de agosto, donde resistieron hasta que entró en el puerto una escuadra inglesa, en cuyos navíos embarcaron. La operación terminó el 21 de agosto y permitió que regresara a España la mayor parte de la división. El desembarco se efectuó a principios de octubre en los puertos de Santander, Ribadeo y Santoña. Solo el general Kindelán acató a José Bonaparte e impidió que sus hombres se unieran a los insurrectos. Chamorro (1854, 465-468) recoge la actuación de Valdés durante la guerra de la Independencia y años posteriores. Tras participar en la batalla de Espinosa de los Monteros (10 – 11 de noviembre de 1809), en la que el general francés Victor derrotó a las fuerzas españolas mandadas por Blake, intervino en diversas acciones primero en el norte y luego en Andalucía, a las órdenes del general Ballesteros. Apresado por los franceses en Llerena el 5 de noviembre de 1810, consiguió escapar el 28 de agosto del siguiente año. Unido de nuevo a Ballesteros, tendría una destacada actuación en los combates librados en Málaga, Osuna, Antequera y Loja a lo largo de 1812 y 1813. Al finalizar la guerra había alcanzado el grado de teniente coronel. Siguieron unos años de guarnición hasta que en enero de 1820, al producirse el pronunciamiento constitucional de Riego en Cabezas de San Juan, Francisco Valdés, integrado en las tropas del también sublevado coronel Quiroga, conquista el estratégico puente de Zuazo en la isla de León10. Durante el Trienio Constitucional combate, de nuevo a las órdenes de Ballesteros, a las partidas realistas en Castilla, Navarra y Aragón, pero al producirse la intervención de la Santa Alianza (1823), aquel, partidario de la contemporización, prefiere alejarlo, al igual que a otros oficiales inequívocamente leales al orden constitucional. Finalmente participa, bajo el mando de Torrijos, en la defensa de Cartagena. Precisamente, esta ciudad es, junto a Barcelona cuya guarnición está mandada por Mina, la plaza que más seria resistencia ofrece al avance absolutista. Ambas capitularán sólo después de la rendición de Cádiz, y obtendrán unas condiciones honrosas gracias a las cuales los oficiales liberales podrán partir al exilio. Baroja (1997 a, 979) contrapone la abierta traición o cuando menos la actitud timorata de La Bisbal, Morillo, Villacampa, Ballesteros y la mayor parte de los generales del ejército constitucional, con la lealtad de Mina, Torrijos, Valdés, Chapalangarra y El Empecinado. El caso de Enrique O’Donnell, conde de La Bisbal, lleva al extremo el comportamiento de gran parte de los jefes militares. Antonio Alcalá Galiano, uno de los protagonistas de la conspiración que culminó con el pronunciamiento de Riego en 1820, cuenta en sus memorias (1955 b, 457 ss.), que La Bisbal, miembro de la masonería y militar de prestigio, capitán general de Andalucía, favorecía el proyecto constitucional y parecía dispuesto a ponerse al frente de las tropas. Sin embargo, en julio de 1819, cuando supo que el gobierno había entrado en sospechas, hizo detener a los 10 SEGURA GONZÁLEZ, Wenceslao (1997) 6 comandantes comprometidos. Pese a este inesperado revés, la trama clandestina siguió adelante y el 1 de enero de 1820, Riego, al que pronto secundó Quiroga, proclamó la Constitución. Siguieron unos meses en que la situación parecía estancada: Quiroga quedó en San Fernando, sin conseguir ocupar Cádiz, en tanto que Riego emprendía una marcha por Andalucía, en la que no logró, contra lo que pretendía, despertar el entusiasmo popular por la Constitución. Así las cosas, todo parecía condenado al fracaso cuando diversas ciudades comenzaron a unirse al alzamiento. El mismo conde de La Bisbal, enviado por Fernando VII para combatir a Riego, se declaró el 4 de marzo en Ocaña a favor de la Constitución, lo que hizo que esta fuera finalmente aceptada por el rey en el famoso manifiesto del día 10, que termina con las palabras: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional.” Con estos antecedentes, causa asombro que en 1823 ante la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, el gobierno liberal encargara a La Bisbal el mando de los ejércitos de Castilla la Nueva. Como hubiera debido sospecharse, el general se pasó a las filas absolutistas. En la noche del 2 al 3 de agosto de 1824, poco después, por tanto, de la caída del régimen constitucional, Francisco Valdés, al frente de un grupo de liberales reunidos en Gibraltar, desembarca en la isla de las Palomas, un pequeño tómbolo unido a Tarifa por una escollera, y durante la mañana toma esta plaza cuyas calles recorre al grito de “Viva la Constitución”. Ocupaba entonces la comandancia general del Campo de Gibraltar, don José O’Donnell, hermano del conde de La Bisbal, quien inmediatamente adoptó medidas para la recuperación de la ciudad. Entonces estaba esta totalmente rodeada por una muralla en la que sólo se abrían tres puertas: la de Jerez, la del Retiro y la del Mar11. En el asedio participaron, junto a fuerzas españolas, dirigidas por José Barradas, una brigada francesa mandada por el conde D’Astorg y algunos buques de la misma nacionalidad. Pese a que la desproporción de fuerzas era enorme, los sitiados consiguieron mantenerse durante unos quince días, hasta que la artillería abrió una brecha en la muralla el 19 de agosto. Algunos liberales, entre los que se contaba Francisco Valdés, se retiraron a la isla de las Palomas, en la que pudieron embarcar rumbo a la costa marroquí; el resto se concentró en el castillo de Santa Catalina, donde finalmente tuvieron que rendirse. Conducidos a Algeciras, se les sometió a un juicio sumarísimo que concluyó con sesenta y siete fusilamientos12. El 20 de agosto, O’Donnell publicó un comunicado sobre lo sucedido: ¡VIVA EL REY! Y vivirá eternamente en los corazones Españoles: ¿Quién lo duda? A las cinco de la tarde del día de ayer fue tomada por asalto la plaza de Tarifa, igualmente que el fuerte de Santa Catalina, cuya última operación tuvieron el honor de ejecutar las tropas españolas de este campo á cuerpo descubierto, rivalizando en gloria y ardor con las francesas, cuya vizarría es superior á todo elogio. Los rebeldes que no fueron muertos ó presos lograron refugiarse á la robusta fortaleza de la Isla, donde tenían montadas veinte piezas de grueso calibre; pero al rayar el alva de este día fueron atacadas en su último asilo por un desembarco ejecutado por tropas francesas, que inmediatamente los forzaron y rindieron á discreción. Parece que desapareció con tiempo el infame y cobarde Francisco Valdés, primer Caudillo de esta canalla, y se presume que escapó de noche en un falucho, pero fue cogido otro Valdés, segundo Caudillo, con todo lo que quedó libre de aquella chusma de foragidos, que les aguarda el 11 12 TERÁN FERNÁNDEZ, Francisco (1992) SEGURA GONZÁLEZ, Wenceslao (1997) 7 rigor de las leyes. Se circula esta noticia para satisfacción de todos los españoles, excepto un puñado de miserables fanáticos, para quienes se desea que sirva de escarmiento, y si no, de veneno mortal. Algeciras 20 de Agosto de 1824.- El Comandante general del Campo, O’Donnell13. Mientras, refugiado en Tánger, Francisco Valdés pudo escapar a un intento de asesinato (Chamorro, 1854, 467), tras el cual pasó a Gibraltar y posteriormente a Inglaterra. Lo poco que conocemos de sus andanzas en Londres ya lo he referido al tratar de los preparativos de la intentona de 1830. Veamos ahora lo ocurrido después de que aquella fracasara. Sabemos por Chamorro que no se le permitió regresar a España hasta 1836, y que desde entonces se ocupó en luchar contra las partidas carlistas en Aragón y Castilla, siendo nombrado en 1837 comandante general de la provincia de Cuenca y en 1839 de la de Albacete. En 1841, ya bajo la regencia de Espartero, obtuvo el grado de mariscal de campo y fue enviado a Jaca como gobernador, simultaneando este cargo con el de jefe político de Huesca. Ocupó este destino hasta el 23 de septiembre de 1842, fecha en que pasó a desempeñar el de gobernador de Zaragoza. En mayo de 1843 fue trasladado a Barcelona, donde le sorprendió el pronunciamiento del 13 de junio, que le obligó a refugiarse en el consulado de Inglaterra desde el que consiguió huir a Francia. Caído Espartero al extenderse la sublevación a otras ciudades, incluida Madrid, solo pudo volver a España en marzo de 1844. Desde entonces hasta 1853 permaneció de cuartel, esto es, sin empleo y con un sueldo inferior al que debía corresponderle, dado que sus convicciones progresistas le hacían sospechoso a ojos de los sucesivos gobiernos moderados. Este período de inactividad, terminaría en junio de 1854, cuando la sublevación del general Leopoldo O’Donnell, apoyada por Espartero, puso fin a la Década Moderada. Valdés desempeñaría un papel de cierta importancia en los acontecimientos de Madrid, como vocal de la junta popular presidida por Evaristo San Miguel. Tras el triunfo progresista, fue promovido en agosto de 1854 al empleo de teniente general y poco después nombrado ministro del Supremo Tribunal de Guerra y Marina. En 1841, durante la regencia de Espartero, un grupo de ciudadanos de Algeciras se dirigió al ayuntamiento con la pretensión de que se erigiera un monumento en recuerdo de los hechos de Tarifa: Al nordeste de esta ciudad y al frente del cementerio existe un campo regado con la sangre de mártires de la libertad. Las balas que traspasaron sus pechos y destrozaron sus cráneos, incrustadas están todavía en las tapias de aquel lugar de muerte. Así el despotismo ha perpetuado la memoria de la atrevida y malograda empresa de Tarifa, dirigida por el coronel D. Francisco Valdés en 182414. Por las mismas fechas, un grupo de tarifeños realizó una propuesta similar, y aunque ninguno de ambos monumentos llegó a erigirse, sí llevó por un tiempo el nombre de Francisco Valdés, la calle llamada después de Guzmán el Bueno. 13 PATRÓN SANDOVAL, Juan A. (1999). El segundo caudillo a que se refiere es el andaluz Pedro Valdés, fusilado en Algeciras el 25 de agosto, junto al resto de los condenados. 14 SEGURA GONZÁLEZ, Wenceslao (1997) 8 El 18 de junio de 1841, en respuesta a una petición presentada por el ya general Francisco Valdés, se creó una medalla para condecorar a los liberales de Tarifa. Wenceslao Segura (1997) reproduce la real orden del Ministerio de la Guerra: He dado cuenta al regente del reino de la exposición de V. S. fecha 31 de mayo último, en la que manifestando la singular prueba de valor y decisión que dieron el corto número de españoles que bajo sus órdenes se apoderaron de la plaza de Tarifa el día 3 de agosto de 1824, y la defendieron obstinadamente por espacio de diez y siete días resistiendo cinco ataques generales de 5.000 hombres que la sitiaban, solicita que a los que así se distinguieron se conceda un distintivo particular en recompensa de tan señalado hecho. S. A. se ha enterado, y accediendo a los justos deseos de V.S., ha tenido a bien resolver, que todos los valientes que desembarcaron en la playa de Tarifa y los que después de tomada esta plaza se asociaron a tan arriesgada y gloriosa empresa, usen de la condecoración que V.S. propone con esa fecha, lo cual aprueba S.A., debiendo los que la obtengan arreglarse en un todo al modelo presentado. Madrid 18 de junio de 1841. Quedan en la oscuridad muchos aspectos de la vida de Francisco Valdés, en particular su actuación tras el pronunciamiento de 1854 y, desde luego, todo lo referente a su intimidad. Algunos se podrán aclarar mediante una revisión más profunda de los testimonios y documentos, en tanto que otros permanecerán para siempre desconocidos. No obstante, lo dicho basta para concluir que es necesario preservar su memoria. BIBLIOGRAFÍA ALCALÁ GALIANO (1955 a) Recuerdos de un anciano. Obras Escogidas I. Madrid. Biblioteca de Autores Españoles ALCALÁ GALIANO (1955 b) Memorias. Obras Escogidas I y II. Madrid. Biblioteca de Autores Españoles BAROJA, Pío (1997 a) Los recursos de la astucia. Obras Completas III. Barcelona. Círculo de Lectores BAROJA, Pío (1997 b) La veleta de Gastizar. Obras Completas IV. Barcelona. Círculo de Lectores BAROJA, Pío (1997 c) Los caudillos de 1830. Obras Completas IV. Barcelona. Círculo de Lectores CHAMORRO Y VAQUERIZO, Pedro (1854) Estado Mayor General del ejército español. Madrid. Imprenta de T. Fortanet PATRÓN SANDOVAL, Juan A. (1999) “El comunicado de José O’Donnell de 20 de agosto de 1824”, Aljaranda, Revista de Estudios Tarifeños. Año IX, nº 35, diciembre PERIS BARRIO, Alejandro (1999) Móstoles: de pequeña aldea a ciudad populosa. Móstoles PIRALA, Antonio (1889) Historia de la Guerra Civil y de los partidos Liberal y Carlista; corregida y aumentada con la historia de la Regencia de Espartero. Madrid. Felipe González Rojas. SEGURA GONZÁLEZ, Wenceslao (1997) “La medalla de Tarifa”, Aljaranda, Revista de Estudios Tarifeños. Año VII, nº 26, septiembre. TERÁN FERNÁNDEZ, Francisco (1992) “El suceso de los cigarreros”, Aljaranda, Revista de Estudios Tarifeños. Año II, nº 6, septiembre. 9 TUÑÓN DE LARA, Manuel (director) (1986) Historia de España. Vol. 12. Textos y documentos. Barcelona. Labor. 10