TESIS DOCTORAL PROSTITUCIÓN Y SOCIABILIDAD El cliente en
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TESIS DOCTORAL PROSTITUCIÓN Y SOCIABILIDAD El cliente en
UNIVERSIDAD DE ALMERÍA TESIS DOCTORAL PROSTITUCIÓN Y SOCIABILIDAD El cliente en perspectiva emic Francisco Majuelos Martínez ALMERÍA, 2014 1 2 Doctorado en Estudios Migratorios, Desarrollo e Intervención Social Universidad de Almería TESIS DOCTORAL PROSTITUCIÓN Y SOCIABILIDAD El cliente en perspectiva emic Autor: Francisco Majuelos Martínez Directora: Dra. Ángeles Arjona Garrido ALMERÍA, 2014 3 No hemos venido al mundo para vivir, sino a descifrarlo mientras vivimos. (Juan Ramón Jiménez) 4 A Manuela, por su incontestable apuesta que me llevó hasta aquí. A Jara, la mejor Tesis que fragüé. A Mila, por su comprensión y aliento. 5 6 AGRADECIMIENTOS Me gustaría mostrar mi agradecimiento a todas las personas que participaron en la realización de este trabajo, aunque mi compromiso de confidencialidad con ellas me impide nombrarlas como merecen; algunas son clientes, las hay que trabajan de camareras, otras de porteros, otras gestionan locales, otras dejaron el oficio. Sobre todo, quiero agradecer su colaboración a las trabajadoras sexuales que me revelaron una parte sustancial de sus vidas y aceptaron mis idas y venidas durante el periodo que duró el trabajo de campo; con algunas de ellas mantengo una cordial relación aún, con otras mi contacto fue esporádico, pero igualmente valioso. Asimismo, quiero agradecer a mis compañeros de la asociación Acción en Red por el aprendizaje que recibí de ellos y el tiempo de reflexión y discusión compartido sobre este y otros temas; no menos, de la misma forma, a mis compañeros de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) con quienes compartí la senda, inicialmente incierta y torpe, de acción social con trabajadoras sexuales. También a mis compañeros del Laboratorio de Antropología Social y Cultural y del Centro de Estudios de las Migraciones y las Relaciones Interculturales, con quienes he iniciado mis primeros pasos como investigador en el ámbito académico A mi familia y amigos les debo el tiempo que no les dediqué y que espero poder recuperar. Y finalmente a mi directora de Tesis, Ángeles, le debo su paciencia y apoyo para moldear mi inexperiencia académica y habilitarme como incipiente investigador; pero mucho más que por eso, por haber depositado su confianza en mí y abrirme las puertas de su casa y de su familia, tanto como las de su despacho. 7 8 ÍNDICE INTRODUCCIÓN PARTE PRIMERA. FUNDAMENTOS 1 FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS 1.1 REFERENCIAS EPISTEMOLÓGICAS 1.1.1 Interpretativismo en perspectiva crítica 1.1.2 Una pista genealógica en el enfoque interpretativista 1.1.3 Cristalizaciones contemporáneas de los enfoques interpretativistas 1.2 ESTRUCTURA CONCEPTUAL 1.2.1 Sobre la sociabilidad 1.2.2 Miradas sobre el trabajo sexual 1.2.3 Los agentes 1.2.4 Cuando el trabajo sexual articula la sociabilidad 1.3 RECURSOS METODOLÓGICOS 1.3.1 Orientaciones metodológicas 1.3.2 Participantes 1.3.3 Técnicas e instrumentos 1.3.4 Procedimiento 1.3.5 Sobre la ética y otros aspectos de la investigación SEGUNDA PARTE. ETNOGRAFÍA 2 TRAMAS ETNOGRÁFICAS 2.1 EL CONTEXTO ECOLÓGICO-CULTURAL 2.1.1 El complejo agro-industrial 2.1.2 El marco jurídico-político-ideológico 2.2 PANORAMA DEL TRABAJO SEXUAL EN LA PROVINCIA DE ALMERÍA 2.2.1 El trabajo y los espacios donde se ejerce 2.2.2 El trabajo y cómo se ejerce. Las condiciones laborales de estas mujeres 2.2.3 El trabajo y los servicios que se ofrecen. Las relaciones en el desempeño 2.2.4 Articulaciones del trabajo sexual TERCERA PARTE. NARRATIVAS 11 23 25 27 27 33 42 67 67 74 102 113 123 125 145 151 163 172 177 179 181 182 200 215 216 238 269 306 331 3 NARRATIVAS BIOGRÁFICAS 3.1 LAS PERSONAS QUE GESTIONAN 3.2 MUJERES QUE PRESTAN SERVICIOS 3.3 LOS CLIENTES 3.4 AGENTES CON DIVERSOS ROLES 333 335 363 409 427 EPÍTOME 451 REFERENCIAS 462 ANEXOS 506 9 10 INTRODUCCIÓN La prostitución, históricamente, ha generado abundante literatura en diversos órdenes que sería prolijo presentar aquí en toda su extensión. Durante el siglo XIX comenzaron a elaborarse tratados en línea con las diferentes corrientes del pensamiento higienista que desde la Ilustración fueron configurándose en Europa. Estos estudios estaban interesados tanto por las causas de las enfermedades como por las que podrían determinar el ejercicio de la prostitución. Estamos pues, ante ensayos que se encarnaban en una visión que concebía a la prostitución y a la prostituta como una patología social; sus datos provenían fundamentalmente del ejercicio sanitario o de policía desarrollado por instituciones sanitarias y entidades locales o gubernamentales, al amparo de la legislación reglamentista que imperó en diversos países europeos en la segunda mitad del Siglo XIX. Entre estos estudios podemos destacar el de Alexandre Parent-Duchâtelet (1836) en el caso francés, y el de Prudencio Sereñana y Partagás (1882) para el caso del Estado español. También, ya en el S. XIX, aparecieron estudios históricos como el de Enrique Rodríguez Solís (1921) o los que abordaban el examen de las mancebías, como es el caso Manuel Carboneres (1876). Desde una perspectiva sociológica, la prostitución está presente a lo largo del siglo XX en diversos autores. Simmel (1976) la aborda en su ‘Filosofía del dinero’ editado por primera vez en 1900, y donde ya encontramos antecedentes de una consideración asimétrica de la relación entre el hombre y la mujer a consecuencia de la intervención del dinero como mediador en la relación, así como por las diferencias entre sus respectivas psicologías. Kingsley Davis (1937) será quien plantee por primera vez la prostitución como sujeto de estudio de la sociología, procurando una explicación de la prostitución más allá de criterios morales, y situándola dentro de la trama social. Por su parte, Charles Wright Mills (1964) realiza un análisis de la prostitución en la sociedad norteamericana, que alcanza a diferentes clases sociales y cuyas causas explicativas desbordan las razones estrictamente económicas o de la pobreza. Será a partir de los años 70 del S. XX cuando los estudios sobre prostitución se generalicen dentro de las ciencias sociales, si bien con algo más de retraso en el caso del Estado español. 11 En nuestro país, habremos de tener en cuenta un hecho que ha marcado el sector del sexo, y también buena parte de la producción científica en la materia, como es la llegada de inmigrantes que empezó a visualizarse con mayor intensidad a lo largo de la última década del S. XX y que supuso, en sí mismo, un fenómeno novedoso habida cuenta de que hasta hacía unos años habíamos sido una sociedad emisora de emigración. Por tanto, en los últimos años, movimientos migratorios y trabajo sexual parecen estar conectados, relación tal vez provocada por la confluencia de diferentes circunstancias: la ocupación, por parte de mujeres que han inmigrado a nuestro país, de diferentes nichos laborales en el sector de los servicios de cuidados y afectivo sexuales; los resabios higienistas que perviven en determinadas instituciones y administraciones públicas; su relación con otros acontecimientos como el tráfico y la trata de seres humanos, etc. Al menos, así lo presentan los medios de comunicación y aparece en los discursos que expresan, y alimentan, la ideología oficial al respecto. Sea como fuere, este asunto se ha convertido en un tema relevante de investigación, en sí mismo, como hecho sociocultural. Esta aportación poblacional supuso un relevo demográfico en el origen nacional de las mujeres que se dedicaban a la prostitución. De tal manera que, salvo excepciones significativas, los trabajos científicos de base empírica que interesan a esta Tesis serán seleccionados a partir del año 2000; otro efecto que podemos constatar es que buena parte de tales investigaciones estuvieron vinculadas, con mayor o menor dependencia, a las Organizaciones No Gubernamentales (en lo sucesivo ONG) que realizaban trabajo social con personas inmigradas1. Asimismo, diferentes estudios de carácter académico empiezan a interesarse por este fenómeno. Algunas Tesis doctorales como las de Regina De Paula (1996), basada en entrevistas en profundidad, de José López Riopedre (2010), mediante historias de vida, o la de Mª Francisca Corbalán Herrera (2012), combinando observación etnográfica con análisis del discurso, han tenido la virtud de contar con material empírico aportado por las propias trabajadoras. También José Luis Solana Ruíz (2003 y 2012) y Solana y López (2012) han publicado diversos ensayos elaborados a partir de un sólido trabajo de campo que aportó materiales emic para la realización del estudio. La presente investigación pretende, también, construir una aproximación al mundo de la prostitución dando relevancia a los materiales aportados por los propios agentes 1 Creo merecido este reconocimiento tanto en lo que a esta Tesis concierne, como en general al conjunto de la producción científica. 12 sociales que suelen estar presentes en esa actividad. Y es esta fundamentación empírica la que le da el carácter emic a este trabajo, intentando alejarme de constructos basados en prejuicios morales, prenociones analíticas, a menudo cargadas de dogmatismo esencialista de dudoso sustento en los datos disponibles, o basados en proyectos sociopolíticos que en nada consideran a los sujetos que son fuente privilegiada de obtención de datos, y menos aún les reconocen criterio o agencia. Mi relación con la prostitución se inicia en el año 2001 y de manera casual al estar vinculado a una ONG que, entre otras, realizaba labores de mediación con personas inmigradas. La confluencia de varios acontecimientos provocó que el trabajo social de dicha entidad diera un giro repentino en ese año, de tal forma que me vi, inesperadamente, diseñando e intentando implantar un programa prospectivo con mujeres inmigradas que ejercían trabajo sexual en la comarca de El Poniente de Almería. He de decir que, desde entonces hasta hoy, el trabajo y el trato con trabajadoras sexuales modificaron mi percepción personal de esa actividad, de las personas involucradas y de las relaciones que se establecen entre ellas, pero también mi propia concepción de las relaciones sexuales e incluso, de las relaciones afectivas. Como consecuencia de tal responsabilidad y de las inquietudes científicas despertadas en mí sobre el tema, he podido ir descubriendo tanto la hipocresía social como las incomprensiones, estereotipos y falsedades en una parte importante de la sociedad y de la opinión pública; así como el desconocimiento y el injusto tratamiento a que son sometidos los diferentes agentes involucrados en esa ocupación, especialmente las mujeres que trabajan en ella, por una buena parte del entramado asociativo e institucional concernido por dicho ámbito. En la medida en que a mi experiencia personal he ido añadiendo lecturas, estudios y sistematizado mis reflexiones sobre el trabajo sexual he podido confirmar, con mayor fundamento, la carga estigmatizadora que posee todo lo relacionado con la prostitución, la errónea percepción que de ella transmiten buena parte de los creadores de opinión pública, la enorme cantidad de prejuicios presentes en ella, así como la inadecuación de los análisis y, por ende, de las políticas públicas que tienen el trabajo sexual por objeto. La idea de abordar el trabajo sexual, como objeto de investigación, está motivada por mi acción social en relación a ese mundo; pero también por la percepción de que ese conjunto de prejuicios y pre-conceptos afecta directamente a la vida cotidiana de las mujeres que lo realizan, y también por las perniciosas consecuencias sociales de las 13 políticas que se llevan a cabo, cuando están sostenidas por tal clase de ideas. Este tipo de políticas terminan causando perjuicios a los diferentes agentes que forman parte de la industria del sexo, especialmente las mujeres que trabajan en él, pero también al resto de los agentes involucrados y alcanzan a toda la sociedad, prefigurando un modelo de relaciones afectivo-sexuales altamente problemático. Por ello, entre las motivaciones personales para la realización de este trabajo están las relacionadas con la legislación, las políticas y los constructos ideológicos que las sustentan, en particular la ideología abolicionista. Y una de las tareas que espero poder desarrollar es precisamente ésta, mostrar el carácter ideológico, prejuicioso y esencialista que sustenta las políticas y la legislación en materia de prostitución en el Estado español, y desentrañar su debilidad teórica por su escaso sustento empírico. El principal objetivo que me propuse con la realización de esta tesis fue el de desarrollar, desde un punto de vista académico, un trabajo que estuviera sustentado empíricamente y fundamentado en la propia percepción de los diferentes actores involucrados en el sector del sexo. Una investigación que aportara elementos, luz y argumentos para una visión de la prostitución más acorde con las vivencias, inquietudes y distintas realidades que las diferentes personas vinculadas al sector, elaboran de ese mundo en el que se desenvuelven cotidianamente. Se trata, por tanto, de un esfuerzo por superar los prejuicios y apriorismos, tanto ideológicos como morales, que contaminan frecuentemente cualquier reflexión sobre un fenómeno del que, si bien existen numerosos estudios, sólo hasta fechas muy recientes la voz de las personas implicadas ha cobrado relevancia y ha sido puesta en primer plano. Este trabajo aportará, por consiguiente, un panorama de la prostitución femenina en la provincia de Almería, dando especial relevancia a la visión que las personas involucradas, en diferentes roles, tienen de ella y de las relaciones de sociabilidad que articulan entre sí a través del trabajo sexual, confieriendo, de esta manera, un marcado fundamento emic a esta Tesis. Así, realizaré un análisis y caracterización del trabajo sexual marcando sus especificidades en los diferentes ámbitos en que se realiza; también los espacios en que se desarrolla —calle, locales de acceso público, casas de citas, pisos de contactos, etc.— atendiendo tanto a sus condiciones de trabajo como al carácter de la interacción que se da entre los diferentes agentes que intervienen, particularmente entre las mujeres y sus clientes; asimismo, merecerá atención la percepción que de estas relaciones 14 expresan las personas que, con diferentes roles o tareas, participan en este sector: trabajadoras, dueños, clientes, camareros, vigilantes, etc. Especial interés he puesto en obtener información, juicios y consideraciones acerca de los clientes: posible caracterización, comportamientos, demandas en diversos órdenes y relaciones que establecen con las trabajadoras, tanto dentro como fuera del ámbito laboral. Por tanto, esta investigación aporta una visión del cliente desde el punto de vista del conjunto de los actores que participan de este comercio, dando prioridad a los materiales emic que justifican el subtítulo del presente ensayo. Para intentar alcanzar tales objetivos me he apoyado en el constructivismo social y en el interaccionismo simbólico, como referencias epistemológicas, precisamente por el valor que atribuyen a los contextos en que se desenvuelven los actores sociales y a la relevancia de la perspectiva de las personas en el sentido que dan a su acción social. Partiré de una concepción de la realidad social básicamente construida, por prácticas culturales que se pueden concebir de manera holista, sistémica, dinámica y auto-reproductiva, donde la interacción de los sujetos cobra especial importancia. Asimismo, he utilizado el análisis dramatúrgico de Goffman para interpretar algunos aspectos de la interacción entre trabajadoras y clientes, especialmente en los espacios públicos o semi-públicos donde establecen sus relaciones cara a cara a través del trabajo sexual. El carácter marcadamente etnográfico de esta investigación está sustentado en los relatos, juicios y descripciones que las diferentes personas involucradas me han transmitido: trabajadoras, clientes, dueños, camareros, vigilantes, etc.; así como en los datos de diferente índole obtenidos mediante fuentes primarias —especialmente observación participante, entrevistas en profundidad y conversaciones informales, recursos audiovisuales— y fuentes secundarias diversas —bases bibliográficas diversas, fuentes estadísticas, materiales de campo ajenos que han sido publicados, páginas web y foros a través de Internet, etc.—. De esta manera, una de las técnicas principales que he utilizado ha sido la observación participante que, como investigador, he desarrollado en diferentes espacios públicos —calle—, semipúblicos —clubes, locales de alterne— y privados —casas de citas, pisos de contactos, domicilios particulares—, asumiendo los diferentes roles que cada ocasión ha requerido —agente social, investigador, cliente, amigo, etc.—; estableciendo así, además, numerosas conversaciones informales que han resultado de enorme interés para la investigación. 15 Otra técnica privilegiada ha sido la entrevista en profundidad con diferentes personas involucradas; estos encuentros, que han adoptado en algunos casos el formato de conversación informal entre iguales, ha permitido conocer con bastante aproximación el relato de las trabajadoras especialmente, pero también de otros agentes, de su itinerario migratorio en relación al trabajo sexual, permitiéndome una visión articulada en el tiempo y, por tanto, con mayor perspectiva. En cualquier caso, he estado atento a los requerimientos que la ética investigadora me ha exigido en cada ocasión; así, he ocultado los nombres reales de las personas que han participado en el trabajo de campo o he transmitido otros datos suyos sólo de forma aproximada. También les he comunicado mi intención investigadora y el uso que haría de la información suministrada; les he mostrado respeto en todo momento, de acuerdo con el carácter que la interacción adoptaba en cada circunstancia. La elección declarativa ‘desde una perspectiva emic’ no es sino la expresión de mi compromiso con una aproximación a esa sub-cultura2 fundamentada en datos empíricos obtenidos a través de métodos etnográficos, donde los materiales emic proceden de los sujetos que operan, actúan y reflexionan, se comportan, hablan y piensan en un determinado contexto cultural objeto de estudio; de las conversaciones, relatos, expresiones, declaraciones, etc. de los diferentes agentes que forman parte de ese entramado comercial. Este abordaje metodológico con el que se acomete el estudio, facilitará despojarse de diferentes prejuicios, tanto morales como intelectuales o culturales, y contrastar cuestiones básicas de la sociabilidad comunes en nuestra sociedad, con la mirada de otras personas, con las que, al menos en esos aspectos, se suele presuponer una distancia cultural —cuando no moral— apreciable. Por otro lado, el particular perfil sociodemográfico del territorio almeriense, marcado por una importante población inmigrada distintamente distribuida, el peso del sector agrario en la economía provincial, así como el contexto de crisis económica actual, han estado presentes en la elaboración de esta Tesis doctoral. No obstante, el contacto 2 Emplearé aquí este término de forma ecléctica, para referirme a un grupo social que comparte prácticas que están fuera del estándar dominante en la sociedad española, en particular en el terreno sexual; cuyos componentes se sitúan en los márgenes de la sociedad ante determinados comportamientos y están afectados en diferente grado de un estigma social. En realidad, este concepto representa, en las sociedades modernas occidentales, cierta manera de expresar una forma diferenciada de compartir la amplia cultura común, o como dispositivo de adaptación a las pautas estandarizadas consideradas correctas por las instituciones rectoras de aquella (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 2001). 16 prolongado durante años con diferentes ámbitos del sector del sexo así como un trabajo de campo que considero amplio, diversificado y profundo, permiten transcender en sus aspectos fundamentales la validez de la investigación, más allá de la provincia de Almería y de las circunstancias particulares sociopolíticas y económicas que afectan al conjunto del territorio del Estado español en los momentos actuales. Tengo que reconocer, en ese sentido, que la presente investigación es deudora, en primer lugar, de mi trabajo social a través de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (en adelante APDHA); diversas tareas de mediación me han abierto puertas, me han permitido conocer de forma cercana a trabajadoras sexuales, así como recabar importante información inespecífica, en determinados ámbitos donde he desarrollado mi trabajo de campo; además, aquellas tareas tuvieron como punto de partida la elaboración de un estudio prospectivo sobre prostitución africana en El Poniente almeriense3 que me obligó a iniciar mis reflexiones y tener una primera toma de contacto con la producción académica en relación a la prostitución. En segundo lugar, algunos aspectos del trabajo sexual en la provincia de Almería ya fueron abordados, a propósito de la realización del ‘Master en estudios e investigación social en inmigración, desarrollo y grupos vulnerables’, en una investigación sobre prostitución y sociabilidad, cuyo trabajo de campo llevé a cabo en 2011, y que culminó en la elaboración de un Trabajo Fin de Master4; una pequeña parte del trabajo de campo realizado y de las conclusiones obtenidas estarán presentes también en esta Tesis. La estructura de esta obra adoptará un carácter lineal, por necesidades obvias de adaptación al canon de escritura occidental, que en modo alguno representa el desarrollo circular y zigzagueante que ha requerido el proceso de investigación. A pesar de ello, he procurado construir un texto suficientemente articulado que dé cohesión lógica y argumental al conjunto de la obra. En este sentido, he de advertir que buena parte de los recursos de estilo utilizados en la escritura de este texto tienen que ver con el carácter etnográfico de la investigación y sus requerimientos narrativos. El conjunto está dividido en tres partes o bloques. 3 Acién y Majuelos (2003). 4 Trabajo Fin de Master, inédito, cuyo título responde a ‘Prostitución y sociabilidad. El trabajo sexual de las mujeres africanas en el Poniente almeriense’. 17 La primera parte incluye lo que he llamado ‘FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS’. Se trata de exponer, en tres apartados respectivamente, los contenidos que habitualmente engloban los aspectos teóricos, de revisión bibliográfica y metodológicos en un trabajo de este tipo. Aunque es lugar común concebir que teoría y metodología van unidas en los estudios antropológicos, debemos reconocer que esta es una realidad aproximada; parece claro que no abordarían sus etnografías de la misma manera un particularista histórico como Franz Boas que un materialista como Marvin Harris, por poner dos ejemplos evidentes. En mi caso, el hecho de situar diferenciadamente estos tres aspectos ha perseguido, fundamentalmente, un propósito analítico; dado que encuentro cierta lógica en que los métodos y aquello que ‘buscas’ en una investigación está condicionado por tus concepciones acerca del propio carácter del conocimiento humano y de cómo puedes acceder a él. De esta manera, el primer capítulo aborda cuestiones que tienen que ver con los principios epistemológicos en que se funda esta Tesis; y está centrado en aquellos aspectos que afectan a la caracterización del conocimiento científico; cómo autores prístinos de la Antropología y la Sociología han abordado el problema del conocimiento socioantropológico5 y han intentado resolver los problemas planteados al respecto. El capítulo segundo, ‘Estructura Conceptual’ intenta situar el objeto de esta investigación en el conjunto de la tradición teórica que ha abordado los dos temas centrales objeto de esta tesis: la sociabilidad y el trabajo sexual. Incluye necesariamente una revisión bibliográfica de sendos aspectos; no obstante, la amplitud de ambas materias he centrado su análisis al caso de los estudios en el Estado español, en el primer caso y, en el segundo, he primado las referencias a las producciones que abordan el trabajo sexual en el presente siglo, cuando ya los contextos socioculturales en que se sitúan se aproximan al que estructura el objeto de esta Tesis. Cierra el primer bloque el abordaje de diferentes cuestiones relacionadas con la metodología —en particular con la etnografía—, la política y la ética de la investigación. Se denomina ‘Recursos metodológicos’ y en ella expongo los instrumentos y medios que han permitido la realización del trabajo de campo, pero no sólo eso. He pretendido, ante 5 He tomado esta expresión, de Solana y López (2012), como modesto reconocimiento de la imbricación tanto metodológica como teórica del campo de la sociología y de la antropología, en numerosas investigaciones contemporáneas, no obstante de mi descreimiento en que pueda decaer la tradicional distancia con que se han tratado ambas tradiciones académicas. 18 todo, hacer comprensible a cualquier lector mi posición en el campo, las relaciones que en él he tejido y las problemas que intentado resolver para afrontar el proceso de investigación. El segundo bloque, ‘TRAMAS ETNOGRÁFICAS’ compone una etnografía sobre el trabajo sexual que mayoritariamente se da en la provincia de Almería. En él abordo el análisis horizontal del trabajo sexual a partir de la exposición de sus elementos básicos y cómo estos se articulan, mediante el trabajo sexual, para conformar un sector comercial del ocio y el entretenimiento; y también cómo tal actividad se orienta hacia la satisfacción de diversos requerimientos de carácter sociable, erótico-sensual y emocional. He dedicado el primer capítulo a contextualizar, tanto sincrónica como diacrónicamente, el medio ecológico cultural donde se desarrolla ese sector. No concedo a ninguna de sus componentes carácter determinista alguno, pero sí considero que impone condicionantes, a modo de sustratos sobre el que los sujetos van edificando sus biografías, de tal manera que su conocimiento nos permitirá entender mejor la vida y las obras de la gente vinculada a la industria del sexo en el segmento que es objeto de nuestro estudio. La segunda parte de la etnografía, el capítulo 2.2, ha tomado sus fuentes de análisis primario de los relatos que diversos sujetos me han suministrado, en diferentes situaciones y momentos. Asimismo de la observación directa que, de forma más o menos participante, he realizado en múltiples localizaciones: negocios, calles, domicilios, etc. De ambos tipos de fuentes, de la variedad de situaciones y de la multiplicidad sujetos me he servido para mostrar una imagen caleidoscópica de sector del sexo en la provincia de Almería. El tercer bloque o parte, ‘NARRATIVAS BIOGRÁFICAS’, representa el segundo componente de la descripción etnográfica. Partiendo de las mismas fuentes primarias, he construido breves biografías de cada uno de los sujetos que con mayor profusión han participado en la investigación. Y, aunque me he permitido una agrupación con criterios simples, lo más importante es cómo esas vidas, por un lado, nos muestran singulares y admirables recorridos vitales; y por otro, anhelos y proyectos personales o familiares para los que recurren a pautas y estrategias que guardan un cierto aire de familiaridad. Y si bien su propio cuerpo —y las concepciones que de él y de su uso proyectan— es el potencial más recurrente del que disponen, cada una lo emplea de forma distinta para cumplir fines similares. 19 El segundo y tercer bloques o partes componen sendos ejes que se complementan para la comprensión del trabajo sexual en la provincia de Almería, y cómo a su través se articula un conjunto de relaciones de carácter sociable, afectivo y emocional entre los diversos agentes que participan en él. La siguiente figura muestra las relaciones significativas entre las tres partes. Figura nº 1. Relación entre capítulos Fuente: Elaboración propia. Esta Tesis se cierra con un epítome en el que, de forma suscinta, se exponen las principales contribuciones que la presente investigación aporta al conocimiento del trabajo sexual y la sociabilidad inter-géneros que se articula a través de él, así como de los vínculos sociables que se establecen entre trabajadoras y clientes. Asimismo, señalo su 20 tributación en lo referente a algunos rasgos especificos de la metodología empleada. También, apunto varios aspectos que podrían considerarse limitantes en este ensayo, como su particular localización geográfica, la especificidad del segmento del comercio sexual elegido, o el hecho de que la crisis económica actual distorsione, en cierta medida, determinadas manifestaciones del trabajo sexual. Por fin, propongo algunas proyecciones para futuras investigaciones que doten de una mayor capacidad analítica a las contribuciones realizadas por este trabajo, especialmente las referidas a algunos rasgos sociables que se articulan en el sector que analizamos. Concluyo la investigación con un listado de referencias de distinto origen, bibliográficas, audiovisuales y webgráficas, que se han citado en el texto en algún momento. De igual manera, presento una breve webgráfía que contiene páginas frecuentemente consultadas durante el trabajo de campo u otras fases de la producción de la presente Tesis. Cierra el texto una serie de anexos, de diverso carácter, que permiten una mejor comprensión del proceso de investigación: las guías de entrevistas, observación y registro utilizadas; relaciones de participantes en diferente grado; o los respectivos índices de los objetos insertados en el texto, como cuadros, figuras, tablas, etc. 21 22 PARTE PRIMERA. FUNDAMENTOS 23 24 1 FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS Los tres capítulos que componen esta primera parte abordan, respectivamente, las referencias epistemológicos que subyacen a mi elección acerca de la forma de producir conocimiento científico; las producciones teóricas más relevantes en el campo de las ciencias sociales relacionadas con el objeto de esta Tesis —trabajo sexual y sociabilidad— así como la metodología empleada en el proceso de investigación, cuya organización y articulación describo también. He optado por separar los tres aspectos en favor de sus requerimientos analíticos y de su claridad expositiva, sin que ello suponga desconsiderar que en toda investigación del tipo de la que sustenta esta Tesis —una etnografía construida a partir de copiosos materiales emic—, los tres aspectos suelen imbricarse en un complejo analítico, conceptual y metodológico, que se va articulando conforme se elaboran las tramas interpretativas. El primer capítulo aborda una epistemología interpretativa, no sin antes situarla en el conjunto de enfoques de los que emerge. Sigo su pista genealógica a través de algunos autores prístinos en los que enraíza, George Simmel, Max Weber, George H. Mead y Alfred Schutz. Para finalizar con las cristalizaciones a que dio lugar ese enfoque y que fundamentarán esta Tesis: el interaccionismo simbólico a través de Herbert Blumer, el enfoque dramatúrgico de Erving Goffman, el construccionismo social representado en Peter L. Berger y Thomas Luckmann y, finalmente, la etnometodología, cuyo origen se suele situar en Harold Garfinkel. En segundo lugar, se aborda la estructura conceptual que articula el objeto de esta investigación. Comienzo dando cuenta del tratamiento de la sociabilidad en las ciencias sociales: su conceptualización y las diferentes expresiones que ha adoptado y que han sido estudiadas por las ciencias sociales en nuestro país. A continuación se proyecta una mirada sobre el trabajo sexual, su tratamiento por las ciencias sociales y las producciones teóricas que han contribuido a su estudio en el Estado español desde finales del siglo pasado. Se analiza su encuadre en la industria del sexo y se abordan diferentes cuestiones relacionadas con él. Por fin, se analiza la articulación que el trabajo sexual proyecta sobre la sociabilidad, presentando algunos de los trabajos de investigación que suponen un 25 precedente al respecto en nuestro país, o los realizados en otras latitudes en contextos similares al se que ubica el presente ensayo. En tercer lugar, se contemplan los aspectos metodológicos de esta Tesis. En particular cómo la etnografía ha articulado el proceso de investigación, desde las personas que participaron, a las técnicas y los instrumentos, así como los procedimientos utilizados con mayor profusión. Expongo, además, las vinculaciones de la etnografía con el uso de las fuentes orales y los métodos audiovisuales en el trabajo de campo. También se toman en consideración algunos problemas relacionados con la situación en el campo, los roles, la ética y la política en la ejecución de mis tareas como antropólogo. 26 1.1 REFERENCIAS EPISTEMOLÓGICAS Este capítulo aborda las referencias epistemológicas que orientarán el sentido de la investigación. En primer lugar, situaré el paradigma interpretativista en el marco epistemológico general; después expondré las ideas básicas de sus precursores y abordaré algunas controversias que he considerado significativas y de interés a esta Tesis; y, finalmente, concretaré el abordaje de los cuatro enfoques que sustentarán mi investigación: el interaccionismo simbólico, el construccionismo social, el enfoque dramatúrgico y la etnometodología. He pretendido, como criterio general, abordar cada epígrafe con plena autonomía explicativa, no obstante en la medida que vaya avanzando en la redacción, iré realizando indicaciones que enlacen unos elementos con otros, o introduciré alguna discusión transversal, como ‘el problema de la objetividad de las ciencias sociales y el relativismo’ o el de ‘las controversias del naturalismo con el positivismo’, con el fin de dotar al texto de una trama articulada que facilite su mejor comprensión. 1.1.1 Interpretativismo en perspectiva crítica A la hora de presentar los enfoques teóricos o epistemológicos en relación con la ciencia social, nos encontramos con dificultades diversas. A pesar de que parece haber consenso sobre que el término epistemología se refiere al conocimiento, las tradiciones filosóficas británicas suelen utilizar este vocablo tanto para referirse al conocimiento en general como al científico; otras tradiciones europeas y americanas discriminan entre ambos ámbitos del conocimiento reservando el sustantivo gnoseología para el dominio del conocimiento en general, y el de epistemología para el que se refiere a la teoría del conocimiento científico. No obstante, no reside ahí la mayor dificultad; habitualmente cuando intentamos encuadrar autores, obras, teorías, etc. solemos enfrentarnos a una serie de referencias conceptuales que suelen servir de elementos de orientación teórica y que aparecen cruzados, solapados o mutuamente integrados, a veces de manera más o menos contradictoria. Así, Mª Ángeles Cea D’Ancona, en su ‘Metodología cuantitativa’ (2001) nos presenta 6 una síntesis de la evolución de la teoría sociológica en dos líneas 6 Siguiendo a Rodríguez Ibáñez (1989). 27 fundamentales: la estructural, que incluye el positivismo clásico, la teoría de sistemas, el evolucionismo y el estructural funcionalismo; y la línea intersubjetiva, integrando la teoría crítica y las corrientes fenomenológicas (Cea D’Ancona, 2001). Por su parte, Stive J. Taylor y Robert Bogdan, resumen en dos las perspectivas teóricas principales de las ciencias sociales 7 . La primera sería el positivismo, cuya genealogía traza desde Auguste Comte hasta Emile Durkheim; la segunda, la fenomenológica, cuenta entre sus representantes a Edmund Husserl, Alfred Schutz o Peter L. Berger y Thomas Luckmann (Taylor y Bogdan, 2008). Un avance supone la presentación crítica que José Padrón (2007) realiza. Este autor plantea las insuficiencias y las dificultades para sistematizar las variaciones en los tratamientos epistemológicos mediante los criterios de clasificación y discriminación habituales hasta ahora: el que distingue entre visiones cualitativa y cuantitativa; el que separa las ‘Ciencias del Espíritu’ de las ‘Ciencias Materiales’; o las que distinguen entre Ciencias Empírico-Analíticas, Ciencias Histórico-Hermenéuticas y Ciencias TeóricoCríticas. Ante ello él adopta la hipótesis de los ‘Enfoques Epistemológicos’, según la cual: “Las variaciones observables en los procesos de producción científica obedecen a determinados sistemas de convicciones acerca de qué es el conocimiento y de sus vías de producción y validación que tienen un carácter preteórico, ahistórico y universal, denominados ‘enfoques epistemológicos’. Las variaciones observables generadas por estos enfoques pueden estandarizarse en ‘paradigmas’ (...) Dicho de otro modo, el enfoque epistemológico vendría a ser una función que transforma determinadas convicciones de fondo, inobservables, de tipo ontológico y gnoseológico, en determinados estándares de trabajo científico, estándares asociables a las distintas comunidades académicas (...) Se utilizan dos variables para sistematizar los enfoques epistemológicos: una es de tipo gnosealógico, referida a las convicciones acerca de la fuente de conocimiento, simplificada en dos valores: empirismo/racionalismo. La otra es de tipo ontológico, referida a las convicciones acerca de las relaciones del sujeto con la realidad, simplificada también en dos valores: idealismo/ realismo” (Padrón, 2007: 5). 7 Siguiendo a Bruyn (1966) y Deutscher (1973). 28 Podemos ver de manera resumida el esquema que propone Padrón en el cuadro 1. Cuadro nº 1. Caracterización diacrónica de los enfoques epistemológicos VARIABLE GNOSEOLÓGICA EMPIRISMO VARIABLE ONTOLÓGICA IDEALISMO REALISMO Etnografía, diseños de convivencia, inducción reflexiva... Mediciones, experimentaciones, inducción controlada... RACIONALISMO Interpretaciones libres, lenguajes amplios, argumentación reflexiva... Abstracciones, sistemas lógico-matemáticos, deducción controlada... Fuente: Padrón, 2007. Elaboración propia. Por otro lado, Padrón admite la posibilidad de ampliar estas dos variables8 así como considerar la ‘estructura diacrónica’ “dado que los desarrollos científicos y metacientíficos (...) van más allá del individuo y, a veces, más allá de generaciones de individuos” (2007: 6). Así, considerando la matriz diacrónica que va desde 1920 hasta 1990 aproximadamente, podemos ubicar, en base a los dos vectores de análisis, las diferentes tradiciones teóricas que se han ido forjando en ese periodo en las ciencias sociales. De acuerdo con ello, se emplazan en la matriz empírico realista al Círculo de Viena, el neopositivismo, el neoconductismo, etc.; el cruce racionalista-realista incluiría a Noam Chomski y Albert Einstein; la hermenéutica y la Teoría Crítica de Frankfurt quedarían englobados en las tradiciones del racionalismo idealista; la etnografía, el interaccionismo simbólico, la etnometodología, etc. quedarían incluidos dentro del cruce empírico-idealista. Piergiorgio Corbetta, en parecida línea, se sirve también del concepto de ‘paradigma’ para referirse a “concepciones generales sobre la naturaleza de la realidad social, sobre la naturaleza del hombre, y todo lo que éste puede conocer de aquella” (Corbetta, 2003: 8). Para comparar tales paradigmas nos sugiere que: “Trataremos de entender cómo responden éstos a los interrogantes fundamentales a los que se enfrenta la investigación social (y en general la investigación científica). Tales interrogantes pueden ser reconducidos a tres cuestiones fundamentales: 8 En atención a las propias consideraciones de Padrón, en lo sucesivo me referiré a estas variables como vectores, en la medida en que no representan asignaciones discretas, sino más bien tendencias dentro de cada paradigma. 29 ¿existe la realidad (social)?, ¿es cognoscible?, ¿cómo puede ser conocida? En otras palabras: Esencia, Conocimiento, Método” (Corbetta, 2003: 8). Así, podemos caracterizar cada paradigma desde tres ejes: el ontológico, el gnoseológico o epistemológico y el metodológico. Los paradigmas básicos de la investigación social quedarían caracterizados en el cuadro 2. Cuadro nº 2. Caracterización mediante tres ejes de los paradigmas básicos de investigación Positivismo Realismo ingenuo: la realidad social es ‘real’ y conocible (como si se tratara de una cosa). Post Positivismo Interpretativismo Realismo crítico: la realidad social es ‘real’ pero se concibe sólo de un modo imperfecto y probabilístico. Construccionismo: el mundo conocible es el de los significados atribuidos por los individuos. Relativismo (realidad múltiple): estas realidades construidas varían en la forma y en el contenido entre individuos, grupos, culturas. Ontología Dualismo/Objetividad. Resultados ciertos. Epistemología Ciencia experimental en busca de leyes. Objetivo: explicación. Generalizaciones: leyes ‘naturales’ inmutables. Experimental-manipulativa. Metodología Observación. Separación observadorobservado. Predominantemente inducción. Análisis por variables. Fuente: Corbetta (2003). Elaboración propia. 30 Dualismo/Objetividad modificados. Resultados probablemente ciertos. Ciencia experimental en busca de leyes. Multiplicidad de teorías para el mismo hecho. Objetivo: explicación. Generalizaciones: leyes provisionales, abiertas a revisión. Experimental-manipulativa modificada. Observación. Separación observadorobservado. Predominantemente inducción (falsación de hipótesis). Análisis por variables. No dualismo, no objetividad. No separación entre investigador y objeto de la investigación, sino interdependencia. Ciencia interpretativa en busca de significado. Objetivo: comprensión. Generalizaciones: enunciados de posibilidad, tipos ideales. Interacción empática entre investigador e investigado. Interpretación. Interacción observadorobservado. Inducción (el conocimiento emerge de la realidad estudiada). Análisis por casos. Sea cual sea el esquema de representación que elijamos, no debemos despreciar los problemas que tal simplificación conlleva, especialmente cuando nos acercamos a teorías explícitas o al análisis de su genealogía; por lo demás, parece recurrente trazar dos grandes grupos de enfoques en las ciencias sociales, los positivistas y los interpretativistas; y más allá de otros antecedentes filosóficos, podemos establecer unos puntos de partida convencionales, a efectos explicativos, en Durkheim9 y en Weber, respectivamente. En cualquier caso, los problemas que se han ido planteando respecto a los tres ejes que hemos citado no han aparecido siempre referidos directamente a las categorías analíticas con las que los hemos dotado. En las ciencias sociales, especialmente en la sociología y la antropología, las polémicas se han planteado de manera más compleja, tal y como muestran las observaciones del principio de este apartado. Además de este juego de oposiciones positivismo-interpretativismo, me voy ahora a referir a dos tópicos que representan disputas interesantes para esta Tesis y que están presentes en la historia de la evolución de los diferentes enfoques en las ciencias sociales. El problema de la objetividad de las ciencias sociales y el relativismo Esta polémica ha tenido manifestaciones en el territorio del universalismo así como en el terreno de la objetividad, ya que el relativismo niega que haya un criterio de racionalidad único y universal, y ahistórico (Chalmers, 1991). Como indican F. Álvarez, David Teira y Jesus Zamora (2011) “Aunque las raíces del relativismo se encuentran en la Grecia clásica, su expresión contemporánea más acabada se encuentra probablemente en la antropología estadounidense de la primera mitad del S XX” . El relativismo niega que haya un criterio de racionalidad único, universal y ahistórico por el cual una teoría pueda ser juzgada mejor que otra. El relativismo cultural parte de la idea de que “las creencias y prácticas de los otros se conocen mejor a la luz de las culturas particulares donde se desenvuelven” (Barfield, 2001: 529). En su origen está la crítica metodológica de Franz Boas sobre el enfoque jerárquico con el que los evolucionistas sociales como Edward B. Tylor o Lewis H. Morgan analizaban las 9 Corbetta califica a Durkheim como “el primer científico social, el primer sociólogo positivista” (2013:12). 31 diferentes culturas, defendiendo que los comportamientos individuales deberían explicarse a partir del sistema de valores de cada cultura. Boas desarrolló escuela a través de sus discípulos Ruth Benedict, Margaret Mead, Alfred Kroeber o Melville Hertscovits, entre los más conocidos. Las tesis relativistas pasaron al campo de la lingüística mediante Edward Sapir y Lee Whorf. “Sapir defendió que las categorías semánticas de cada lengua constituían un modo de organizar la experiencia (...) Esto plantea un obvio problema de traducción. No obstante, argumentó Whorf, la dificultad es aún más radical: el hablante de una lengua asume que la realidad se corresponde con las categorías de su vocabulario (...) Nuestras categorías semánticas estarían, además, tan profundamente imbricadas entre sí que no existe manera de referirse de una manera neutral (universal) a la realidad. Cada lengua vehicula una visión del mundo original e inconmensurable con las demás” (Álvarez et al. 212). Esta deriva desde un planteamiento interno en la antropología a la epistemología, cierra un ciclo en Durkheim; con Marcel Maus, en su ensayo ‘Sobre las formas primitivas de clasificación’, sostendrán que los conceptos y clasificaciones que ordenan nuestra vida se organizan en base a la experiencia a través de la organización social. “Lo que hemos intentado hacer para la clasificación podría ser igualmente ensayado con las otras funciones o nociones fundamentales del entendimiento. Ya hemos tenido ocasión de indicar, al hilo de lo dicho, cómo incluso ideas tan abstractas como las de tiempo o de espacio están, a cada momento de su historia, en estrecha relación con la organización social correspondiente” (Durkheim y Mauss, 1996: 103). El anterior aserto, acerca de la evidencia empírica sobre la que se asienta nuestro conocimiento, trasladado a las ciencias nos llevaría a la conclusión de que una sociedad conoce la naturaleza de acuerdo a su propia organización. No parece una extravagancia, pues, apuntar la presencia en Durkheim de un claro antecedente del constructivismo social que se conjuga con su causalismo y su estructuralfuncionalismo. 32 Las controversias del naturalismo con el positivismo Estas polémicas se han centrado fundamentalmente en la manera de abordar la investigación social en relación con el conocimiento del objeto de las ciencias sociales. Como hemos visto, para la ciencia positivista el modelo de investigación social es aquél de las ciencias naturales, donde las variables son sometidas al control experimental, y los procedimientos de obtención de datos se remiten a protocolos estandarizados donde el objeto de investigación quede libre de contaminación por la actividad del investigador. Esta concepción chocó frontalmente con diferentes elaboraciones que pusieron en el centro de la investigación científica el respeto a la naturaleza del mundo social y el criterio de que debía ser estudiado en su estado natural, por medios asépticos, y con fidelidad a los objetos de estudio y no a los principios metodológicos. Esta naturalización de la investigación se hace patente en la primera etnografía, por su capacidad para alcanzar la comprensión de los procesos sociales mediante la descripción de las experiencias de la vida dentro de una cultura particular. No obstante, tanto el positivismo como el naturalismo comparten algunos rasgos que han sido criticados por los antirealistas; especialmente su referencia de las ciencias naturales como modelo que les lleva a considerar los fenómenos sociales y culturales separados del proceso de investigación, situándolos desde la perspectiva ontológica en el lado del realismo10. Esta crítica al realismo ha surgido de la filosofía de la ciencia, y también en el interior de la etnografía (Hammersley y Atkinson, 2004) como veremos más adelante cuando abordemos el proceso de investigación etnográfico; asimismo, se hace patente en el seno de las corrientes hermenéuticas-fenomenológicas, en particular en el interaccionismo simbólico: “la realidad existe en el mundo empírico y no en los métodos empleados para estudiarlo” (Blumer, 1982: 20). 1.1.2 Una pista genealógica en el enfoque interpretativista Pasaré ahora a trazar de manera breve una genealogía de las ideas que han estado presentes en el enfoque o paradigma interpretativista que cristalizaron en la década de 1960 a partir de la convergencia de diferentes influencias. 10 El problema del realismo tampoco ha estado ausente en las ciencias naturales, en particular en la física. Una breve, pero clarificadora, discusión de esta controversia la desarrollan Stephen Hawking y Leonard Mlodinow (2010). También aborda este problema Roger Penrose (2006) aunque más vinculado a la representación de la naturaleza mediante modelos matemáticos. 33 “La década de los 60 termina con una variante epistemológica que se desplaza hacia el empirismo (en términos de experiencialismo o vivencialismo), manteniendo los mismos estándares fenomenológicos, reflexivistas, subjetivistas, de la Escuela de Frankfurt. Los trabajos de Alfred Schutz y de los antropólogos americanos de comienzos de siglo fueron unas de las más importantes inspiraciones de este paradigma, en especial en lo que tiene que ver con nociones empíricas y metodológicas tales como ‘interacción social’, ‘mundo de la vida’, ‘vida cotidiana, ‘historias de vida’, ‘triangulación’ y otras por el estilo” (Padrón, 2007: 8). Bajo este enfoque se han desarrollado perspectivas particulares con las que pretendo orientar epistemológica y teóricamente esta Tesis. Entre ellos, me detendré en cuatro enfoques: el interaccionismo simbólico, el construccionismo social, el enfoque dramatúrgico y la etnometodología. Además, trataré el tema de la etnografía en capítulos posteriores. Construir la genealogía de una determinada corriente o teoría en ciencias sociales puede ser agotador, pues son variados y diversos, y a veces hasta contradictorios, los enfoques que podemos encontrar en los distintos autores, como ya he indicado para el caso de Durkheim; seguir ese rastro exige seleccionar, y trazar, una línea de cierta coherencia con la seguridad de que las elecciones dejarán fuera elementos que unos puedan considerar de importancia y dentro ubicar huellas que parezcan poco relevantes a otros. Me dispongo a desarrollar un esquema que comienza en Simmel y Weber — coetáneos y que tuvieron relación personal y académica— para seguir con George Herbert Mead y Alfred Schutz. Conviene aclarar aquí que, si bien hay autores que consideran a Mead como el ‘creador’ del interaccionismo simbólico, en este capítulo lo consideraré un precursor directo, entre otras cosas porque la expresión ‘interaccionismo simbólico’ fue creación del propio Herbert Blumer como él mismo confiesa (Blumer, 1982); y también porque es comúnmente admitido que Mead representa un antecedente de otras teorías sociales como el construccionismo social o la etnometodología que no se acaban en él, como puede apreciarse en los textos de Roberto Bergalli (1980), de Julio Carabaña y Emilio Lamo de Espinosa (1978) o de George Ritzer (1993b). George Simmel (1858-1918) Simmel fue un escritor y conferenciante prolífico, su producción fue fundamentalmente filosófica; no obstante, sus contribuciones al campo de las ciencias 34 sociales son importantes y valiosas. En opinión de Marta Rizo “su obra constituye una propuesta holística para comprender a la interacción como fundamento de las relaciones sociales” (Rizo, 2006: 43), de ahí que pueda ser considerado como un antecedente de los enfoques fenomenológicos e interaccionistas posteriores. Su singularidad estriba en el carácter impresionista de su sociología, a través del análisis de la interacción entre los individuos (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 2001). Para Rizo11: “Fueron cuatro los niveles elementales abordados por Simmel, a saber: sus suposiciones microscópicas sobre los componentes psicológicos de la vida social; sus análisis de los componentes sociológicos de las relaciones interpersonales; su estudio sobre la estructura y los cambios sociales y culturales de su época; y, por último, sus aportaciones a la teorización de los principios metafísicos de la vida” (Rizo, 2006: 49). Siguiendo a los autores citados podemos exponer algunas de sus principales aportaciones a este campo. En primer lugar, su teoría sociológica está impregnada de dialéctica, la cual puede observarse en las relaciones que se establecen entre individuo y sociedad, entre lo subjetivo y lo objetivo: “la cultura objetiva hace referencia a las manifestaciones que las personas producen, mientras que la cultura individual o subjetiva se refiere a la capacidad de los sujetos para producir, incorporar y controlar los elementos de la cultura objetiva” (Rizo, 2006: 49). Por otro lado, el concepto de interacción es central en la sociología de Simmel, más vinculado a las formas de asociación que a la actividad mental del individuo. Acorde con el dualismo presente en su obra, distingue entre forma y contenido de las interacciones, aunque serán aquellas a las que asigne mayor relevancia y les dedique más atención. “Las formas serían los principios sintéticos a través de los cuales se aprehende el material de la experiencia, pautas cognitivas que guían la interacción humana (...) Los contenidos son los impulsos o propósitos que conducen a los individuos a asociarse” (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 2001: 683). A través del análisis de la interacción, Simmel desarrolla una ‘geometría de las relaciones sociales’, de tal manera que la interacción vendría afectada por sus dimensiones espaciales —distancia entre las personas, movilidad, límites 11 Siguiendo a Bottomore y Frisby (1978). 35 espaciales de la interacción—, temporales —sincronía y diacronía, ritmo— (Beriaín, 2000: 19), o de tamaño del grupo de individuos que interactúa —diada, triada, grupo— (Ritzer, 1993a: 310-312). Simmel utilizó las categorías de ‘formas’ y ‘tipos’, para analizar las diferentes interacciones que extraía de la realidad social. Los tipos quedarían caracterizados por sus relaciones sociales características: el aventurero, el extranjero, el miserable, el noble, el pobre, etc. Las formas de interacción quedan ancladas en la experiencia social de los individuos; entre las que estudia podemos citar el conflicto, la dominación, el intercambio, la lucha, la prostitución, el secreto, o la sociabilidad. En su interaccionismo y, en particular, en su análisis de tipos y formas, queda de nuevo patente el carácter dual de su micro-sociología (Ritzer, 1993a). Para este autor, la sociedad es el resultado del cúmulo de interacciones que se producen en su seno; sin embargo, no por ello dejó de referirse a la estructura de la sociedad. Asimismo, conjuga su posición interaccionista con otra de carácter realista: “La solución de esta paradoja descansa en la diferencia entre la sociología formal simmeliana, que tendía a adherirse a un punto de vista interaccionista de la sociedad, y sus sociologías histórica y filosófica, que le hacían decantarse más por una visión de la sociedad como una estructura social coercitiva e independiente” (Ritzer, 1993a: 315). No obstante, también en este aspecto se refleja su posición dialéctica al analizar el nivel cultural de la realidad social. “En su opinión, las personas producen cultura, pero dada esa capacidad para reificar la realidad social, el mundo cultural y el mundo social llegan a tener vida propia, vidas que llegan a dominar de manera creciente a los actores que las crean y que diariamente las recrean” (Ritzer, 1993a: 316). Dos aspectos de la obra de Simmel considero especialmente relevantes para esta Tesis, el abordaje de la prostitución12 y el de la sociabilidad. 12 Volveré sobre las consideraciones de Simmel acerca de la prostitución en un epígrafe posterior de este mismo capítulo. 36 El primero es tratado en ‘La filosofía del dinero’ donde Simmel (1976) analiza la relación del dinero con diversos aspectos de la realidad social, su influencia en las relaciones entre las personas, en los ‘valores humanos’, en definitiva, “la influencia del dinero en el ´mundo interior´ de los actores y de la cultura en general” (Ritzer, 1993a: 319). “La clave del análisis de Simmel sobre la influencia del dinero en el estilo de vida descansa en el crecimiento de la cultura objetiva a expensas de la cultura individual” (Ritzer, 1993a: 323). La segunda cuestión de interés es la sociabilidad, que está presente en buena parte de sus escritos, si bien es tratada especialmente y de forma explícita en su obra ‘Cuestiones fundamentales de sociología’ (Simmel, 2002a), así como en ‘Sobre la individualidad y las formas sociales’ (Simmel, 2002b). Max Weber (1864-1920) [En Max Weber] “encontramos la anticipación de prácticamente todos los temas sucesivamente desarrollados por ese rico filón de teoría e investigación sociológica que ha dado lugar a la sociología fenomenológica (Husserl y Schutz), al interaccionismo simbólico (Mead y Blumer) y a la etnometodología (Garfinkel y Cicuourel) que se han visto consolidadas en el contexto de la sociología americana en los años sesenta” (Corbetta, 2003: 23-24). Weber adopta de Wilhem Dilthey el concepto de ‘verstehen’ —comprensión— pero evitando el individualismo subjetivista de éste; pretende una ciencia social en la que la objetividad quede a salvo, tanto desde el punto de vista valorativo como desde su carácter generalizador, respetando la orientación de la individualidad (Corbetta, 2003). Nos es de gran valía el aporte de Joaquín Abellán, quien sintetiza el carácter de la ciencia en Weber en la perspectiva de su influencia en el paradigma constructivista. “A pesar de esta expresa necesidad de investigar la interacción entre la dimensión cultural de la sociedad y las relaciones económicas y la lucha política, en Weber predomina una interpretación de estas formas de acción social desde el punto de vista de su relación con los procesos culturales. La significación de la dimensión cultural en el análisis de la acción social queda ya patente en el objeto de estudio que asigna a la nueva ciencia social: el significado subjetivo y de los motivos de las 37 acciones, desde el que construye los otros conceptos fundamentales” (Abellán, 2010: 13). Para Weber la ‘acción’ es la expresión del comportamiento humano y lleva asociado un significado subjetivo; en la ‘acción social’ el significado subjetivo del comportamiento humano que un sujeto atribuye a su propia acción está referido al comportamiento de otras personas. Cuando estas acciones presentan un carácter de reciprocidad estaríamos hablando de ‘relación social’. Las regularidades observadas en la acción social son conceptualizadas por Weber dando lugar a conceptos como ‘usos sociales’, ‘costumbres’, etc. (Abellán, 2010). Weber considera la ciencia social como una ciencia cultural, “una ciencia de la realidad que tiene por objeto de investigación la comprensión del significado cultural de los fenómenos de la vida social y la explicación de por qué constituyen fenómenos individuales, indivisibles, en su singularidad” (Abellán, 2009: 14-15). Define la ciencia social como una ‘ciencia de la experiencia’: “somos de la opinión de que no es función de una ciencia de la experiencia investigar ideales y normas obligatorias para poder deducir desde ahí alguna receta para la práctica” (Weber, 2009: 69); “La ciencia que nosotros queremos practicar es una ciencia de la realidad. Queremos comprender la vida que nos rodea, en la que estamos insertos, en su singularidad, es decir, queremos comprender, por un lado, la organización y el significado cultural de sus fenómenos concretos en su forma actual y, por otro, los motivos por los que ha llegado a ser así y no de otra manera” (Weber, 2009: 107); También como una ‘ciencia empírica’: “una ciencia empírica no puede enseñar a nadie qué debe hacer, sino sólo qué puede hacer y, en algunos casos, qué es lo que quiere hacer” (Weber, 2009: 75). Por otro lado, se trata de una ciencia con aspiración a un conocimiento de fenómenos individuales de tipo causal pero no por leyes generales, sino por causas concretas, individuales. Los conceptos con los que operan las ciencias culturales en Weber son los llamados ‘tipos ideales’, ideales en el sentido de que son construcciones del investigador, no se trata de la reproducción de un fenómeno histórico, ni de un concepto genérico que contiene lo común a varios fenómenos —y por tanto sus elementos 38 integrantes se dan en los fenómenos reales— sino una creación intelectual relativa al significado individual de un fenómeno individual y con el que podremos comparar un fenómeno real concreto, cuyo significado cultural estamos indagando. Weber advierte sobre el peligro de convertir el tipo ideal en un ‘ideal’ para la realidad —en un claro resabio anti esencialista—. Finalmente, Weber explicita el carácter efímero de las construcciones conceptuales en las ciencias culturales, que mediante su continua reorganización permiten el progreso de la ciencia (Abellán, 2009). Finalmente, y a modo de advertencia, debemos decir que “la importancia del tipo de acción racional instrumental en la sociología weberiana no debe conducir, sin embargo, al malentendido de que Weber tenga una interpretación racionalista de la realidad” (Abellán, 2010: 33). George Herbert Mead (1863-1931) Parece haber consenso entre epistemólogos y teóricos de las ciencias sociales acerca de que las fuentes que alimentan el pensamiento de George Herbert Mead son el conductismo y el pragmatismo. Mead representa en el conductismo, frente a John Watson, una perspectiva más social. Para Mead el conductismo en sentido amplio es, sencillamente, una aproximación al estudio de la experiencia del individuo desde el punto de vista de su conducta; para el análisis de los procesos mentales rechazó la introspección eligiendo la conducta como medio primordial, siendo el acto y el acto social los objetos de su análisis, confiriendo así a la mente un estatus funcional ‘más que como un fenómeno subjetivo transcendental’ (Ritzer, 1993a); en definitiva la conducta ha de ser entendida “como proceso, como acción, no como sustancia” (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978: 161). Entre las ideas del pragmatismo que tienen que ver con el pensamiento de Mead está la ausencia de verdades absolutas, siendo el mundo real el ámbito tanto de la verdad como de la realidad, y donde los objetos de ese mundo real quedan definidos por el uso que las personas hacen de él (Ritzer, 1993a). Por su parte, Ignacio Sánchez de la Yncera atribuye al carácter intersubjetivo de la acción social en Mead el mérito de la vigencia que el pragmatismo mantiene en diferentes corrientes de la sociología actual (Sánchez de la Yncera, 1991). Para Salvador Giner, Emilio Lamo de Espinosa y Cristóbal Torres, Mead “replanteó el pragmatismo a partir de una afirmación radical de la integridad del proceso vital que se abre decisivamente al reconocimiento de los procesos de interacción 39 característicos de la experiencia social humana” (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 2001: 467). Siguiendo a Carabaña y Lamo de Espinosa podemos resumir algunas ideas básicas del pensamiento de Mead, bien entendido que “la idea política que se halla en el trasfondo del pragmatismo en general es la del liberalismo, y su intención política es la de fundamentar la armonía del individuo con la sociedad” (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978:159-160). El individuo y el ambiente mantienen una relación de interdependencia mediante la acción, siendo el significado de cualquier idea u objeto la conducta que éste mismo provoca. El hombre y el mundo son concebidos como procesos, no como realidades sustanciales. El acto está constituido por la acción adaptativa al medio y no como respuesta a un estímulo; el acto social es una unidad interpretativa en donde los actos individuales adquieren sentido referencial. En Mead, el pensamiento consiste en una internalización de la interacción, así que lo que caracteriza a la persona es su reflexividad, la conciencia de uno mismo a través de los demás (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978). “Lo que propiamente desarrolla Mead es una teoría de las relaciones entre individuo y sociedad fuertemente entroncada en la tradición filosófica pragmatista, de la que Mead es eminente representante” (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978: 169). En otros órdenes, Mead realiza aportaciones en el terreno de la comunicación al considerar ésta como un elemento esencial de la sociabilidad humana; o la concepción, como control social, que presenta de la acción intencional y el orden social; o el papel de la sociabilidad como agencia de los humanos, en contraposición a los impulsos y las normas (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 2001: 467-468). Las ideas de Mead han inspirado, a través de sus discípulos, diversas corrientes teórico-metodológicas que brevemente voy a citar siguiendo a Carabaña y Lamo de Espinosa (1978). Por un lado, una tendencia de carácter determinista-cultural que considera la sociedad como ‘un sistema de interacción’, desarrollada por Talcott Parsons. En segundo término, la Escuela de Chicago, a través fundamentalmente de Blumer, contrapone al esquema normativo de Parsons la idea de que la vida del grupo viene dada por un doble proceso de interpretación de las acciones de uno mismo y de los demás y recreada por las estructuras de acción de los individuos en un proceso de ajuste recíproco de sus conductas. En un tercer grupo de herederos de Mead estaría la Escuela de Iowa, con su pretensión de operacionalizar los conceptos del interaccionismo. 40 Alfred Schutz (1899-1959) El pensamiento de Alfred Schutz se suele asociar a la fenomenología social; y en él podemos encontrar diversas influencias de la sociología comprensiva de Max Weber, como su interés por desarrollar una ciencia subjetiva, no exenta de racionalidad; también observamos ciertas reminiscencias de los tipos ideales, aunque esta vez ya no lo serían sólo en el sentido de acciones sino también de actores. Pero el pensamiento que más influyó en Schutz fue el de Husserl. Schutz heredó de Husserl el rechazo a las técnicas de la ciencia moderna, los procedimientos estandarizados, las estadísticas, etc.; prefiriendo describir los fenómenos sociales tal y como son experimentados por la gente en su vida social cotidiana; también heredó un subjetivismo interesado por las estructuras básicas de los fenómenos sociales tal y cómo son experimentados por las personas (Ritzer, 1993a). Otras influencias en Schutz provienen de los filósofos pragmatistas, como John Dewey y de George Herbert Mead y sus influencias se sentirían en sus concepciones acerca del mundo de la vida, al cual dota Schutz de un carácter estratificado y de una estructura espacial, temporal y social, que a su vez, divide en ámbitos de sentido, de tal manera que el individuo está constantemente confrontado con esos contornos a través de aquella estratificación social (Dreher, 2012). “Schutz parte del concepto de acción social acuñado por Max Weber, y aplica a éste el concepto de significado de Husserl, dándole a la sociología un fundamento fenomenológico” (Hernández y Galindo, 2007: 231). Para Schutz “la tarea de la sociología consiste en comprender el modo en que los seres humanos construyen la realidad social, de manera específica, en el mundo de la vida cotidiana” (Hernández y Galindo, 2007: 233). Pero la elaboración más relevante de Schutz a los efectos de interés para esta Tesis está en la ‘intersubjetividad’. La intersubjetividad para Schutz no tiene tanto que ver con la interacción física sino el modo en que las personas se comprenden a través de sus conciencias; lo intersubjetivo consiste en lo social en tres sentidos: en la reciprocidad de perspectivas, que permite reconocer la existencia de las otras personas; en segundo lugar, en el origen social del conocimiento, que se adquiere mediante la interacción social durante su proceso de socialización; y en tercer sentido, en el de que existe una distribución social del conocimiento de acuerdo con la estructura social. La intersubjetividad tendría lugar en el ‘mundo de la vida’ que, si bien sería un concepto heredado de Husserl, en Schutz adquiriría diversas caracterizaciones: el mundo del sentido común, la realidad mundana, el mundo del trabajo cotidiano, etc. (Ritzer, 1993a). 41 Es en el mundo de la vida donde se elaboran los significados con los que se construye la realidad social; es la intersubjetividad que se desarrolla en el mundo de la vida lo que diferencia su subjetivismo del transcendentalista de Husserl y de las interpretaciones psicologistas de la realidad (Hernández y Galindo, 2007). Schutz dejará notar su influencia en el Interaccionismo simbólico, en la etnometodología y especialmente en el constructivismo social de sus dos alumnos Peter Berger y Thomas Luckmann. A continuación me detendré en cada una de esas teorías. 1.1.3 Cristalizaciones contemporáneas de los enfoques interpretativistas Presento en este sub-capítulo los cuatro enfoques que guiarán esta Tesis desde el punto de vista epistemológico y, como quedará recogido en otros lugares de este texto, pospongo la etnografía para más adelante y de la que me ocuparé en el capítulo de ‘Recursos metodológicos’. Esta elección es pragmática: se trata simplemente de cumplir el canon que sitúa habitualmente a la etnografía en el apartado de ‘Métodos’ de los manuales. Los cuatro enfoques que abordo a continuación se agrupan para incidir en la idea de su proximidad epistemológica y de la presencia en cada uno de ellos de aspectos fundamentales de los demás, cuando no, de claras influencias más o menos directas de unos en otros. Las expongo de forma separada en aras de una mayor claridad expositiva y a pesar de los indudables lazos de parentesco que vinculan las ideas genéticas de tales enfoques, como se podrá apreciar a lo largo de la exposición. El Interaccionismo Simbólico. Herbert Blumer (1900-1987) La expresión Interaccionismo Simbólico fue introducida por Herbert Blumer, según él mismo reconoce (Blumer, 1982). Como ya hemos apuntado en anteriores epígrafes, este enfoque tiene su fuente más directa en el pensamiento de George Mead, aunque también en Charles H. Cooley y William I. Thomas. No obstante, el interaccionismo simbólico no se constituye como una teoría unitaria sino más bien como una perspectiva con diversas corrientes (Ritzer, 1993b). Hay autores que consideran que no es Blumer quien mejor refleja las ideas de Mead, dado que la matriz del pensamiento de Mead estaba más vinculada a un interaccionismo con una ‘perspectiva realista’ y universalista, mientras que el de Blumer estaría más conectado a una perspectiva idealista y subjetivista, presente en la 42 Escuela de Chicago a través de Dewey (Ritzer 1993b). Pero al margen de estas consideraciones la obra de Blumer es la que parece haberse convertido en el canon heredado de Mead del interaccionismo simbólico. Blumer, en el capítulo dos de su libro ‘El interaccionismo simbólico’ (1982), analiza la obra de Mead y rescata los que él considera elementos fundamentales de su pensamiento que, de manera implícita, trazarían un esquema teórico de la sociedad humana. Blumer inicia tal capítulo indicando: “mi propósito es describir la naturaleza de la sociedad humana considerada desde el punto de vista de George Herbet Mead” (Blumer, 1982: 45), para terminarlo con el siguiente comentario “no he pretendido demostrar la validez de sus análisis, sino señalar la frescura, fecundidad y revolucionaria transcendencia de su punto de vista” (Blumer, 1982: 57). Las ‘materias primordiales’ que a criterio de Blumer constituirían la teoría social de Mead serían: el ‘sí mismo’, un proceso por el que un individuo se convierte en objeto de sí mismo; el acto, que se forma a través de la interacción del ser humano consigo mismo, sería una conducta elaborada por el actor y no una respuesta predeterminada por factores externos; ‘la interacción social’ —no simbólica— en la que el sujeto responde a gestos y acciones ajenas, y también cómo el actor interpreta los gestos de los otros —interacción simbólica—, extrae su significado y actúa en consecuencia; los objetos, serían creaciones humanas, aquello que la gente ‘señala’ o a lo que ‘hace referencia’; y ‘la acción conjunta’13, una acción colectiva definida por el ‘ensamblaje’ de los actos individuales de cada participante. Este último aspecto de la concepción social de Mead, en la interpretación de Blumer, contiene importantes consecuencias, dado que la ‘esencia de la sociedad’ estaría en el permanente proceso de acción y no en un pretendido sistema de estructuras que se relacionan; y la fuente para la comprensión de la sociedad humana estaría en las acciones conjuntas, a las que reconoce un carácter diacrónico en su proceso de formación, así como un carácter ordenado y repetitivo, base de la ‘definición común’, que permite el ajuste colectivo (Blumer, 1982). Con estas mimbres, a juicio de nuestro autor, Mead concibe la sociedad humana como “un proceso social diversificado en el que las personas se ven obligadas a crear acciones conjuntas para resolver las situaciones que afrontan” (Blumer, 1982: 53). De tal manera que centra su enfoque “en el modo en que los seres humanos manipulan y configuran su mundo y no en respuestas dispares a factores atribuidos” (Blumer, 1982: 54). 13 Blumer reconoce utilizar esta expresión en lugar de ‘acción social’ que es la que emplea Mead (Blumer, 1982: 51). 43 La consecuencia metodológica es que “el estudio de la acción debería hacerse desde la posición de la gente (...) En suma, habría que asumir el papel del actor y contemplar su mundo desde su punto de vista” (Blumer, 1982: 54). Blumer expone su teoría del Interaccionismo simbólico en el primer capítulo del texto citado (Blumer, 1982), ‘La posición metodológica del interaccionismo simbólico’; en ella reconoce que “me baso, principalmente, en el pensamiento de George Herbert Mead, que, más que ningún otro, puso los cimientos del enfoque del interaccionismo simbólico” (Blumer, 1982: 1). Para él, la naturaleza del interaccionismo simbólico queda resumida en tres premisas. “La primera es que el ser humano orienta sus actos hacia las cosas en función de lo que éstas significan para él (...) La segunda premisa es que el significado de estas cosas se deriva de, o surge como consecuencia de la interacción social que cada cual mantiene con el prójimo. La tercera es que los significados se manipulan y modifican mediante un proceso interpretativo desarrollado por la persona al enfrentarse con las cosas que va hallando a su paso” (Blumer, 1982: 2). Esta primera premisa la considera como novedosa en su tiempo, en el campo de las ciencias sociales, en la medida del papel central que desempeña para el ser humano el significado de las cosas. Este significado no emanaría de la propia esencia de las cosas, ni constituiría una ‘excrecencia’ añadida, una expresión de rasgos mentales o psicológicos que intervienen en su percepción, por aquellos para los que tiene significado; para el interaccionismo simbólico el significado es un producto social, fruto de la interacción entre los individuos. No obstante, la utilización de estos significados no es directa, tal cual emana de la interacción social, sino que cada individuo, en el acto, realiza un proceso de interpretación: por un lado realiza un proceso de señalamiento de los objetos que poseen significado para él y por otro, se realiza una ‘manipulación de significados’ en función de la situación y de la ‘dirección’ de su acto; es decir, “los significados desempeñan su papel en el acto a través de un proceso de auto-interacción” (Blumer, 1982: 4). Estos tres puntos conducen a un esquema que caracterizaría tanto la sociedad como el comportamiento humano y cuyos aspectos básicos afectarían a seis rasgos. El primero se refiere a la naturaleza de la vida en las sociedades y grupos humanos: los grupos humanos estarían formados por individuos en acción y su acción reciproca es la 44 que define los distintos conceptos usualmente utilizados en las ciencias sociales, como estructura social, estatus o autoridad, y la vida en sociedad no consistiría sino en un proceso de ensamblaje de las actividades de sus miembros. En segundo término, la naturaleza de la acción social nos remite a un proceso que ‘forma’ el comportamiento humano y que se sustancia en dos formas o niveles: la de la interacción no simbólica, resultado de la respuesta de un sujeto al acto no interpretado de otra, y la de la interacción simbólica, que implica que entre las acciones de otros y la de cada sujeto media un proceso de interpretación de aquellas; además toda parte implicada en la interacción ha de ‘asumir’ el papel de cada uno de los sujetos involucrados; de tal modo que “la vida de todo grupo humano constituye necesariamente un proceso de formación y no un simple ámbito de expresión de factores preexistentes” (Blumer, 1982: 8). Respecto a su naturaleza, los objetos, para el interaccionismo simbólico, son producto de la interacción simbólica; sean estos objetos físicos, sociales o abstractos, su naturaleza viene dada por el significado que tiene para la persona que, como tal, lo considera; significado que orientará la acción de dicha persona respecto a tal objeto. Así pues, los objetos reconocidos por un grupo de seres humanos son ‘creaciones sociales’ y conforman su entorno o ‘mundo’, de tal manera que: “Para entender los actos de las personas es necesario conocer los objetos que componen su mundo (...) La vida de un grupo humano es un proceso a través del cual los objetos van creándose, afirmándose, transformándose y desechándose. La vida y los actos de los individuos van modificándose forzosamente a tenor de los cambios que acaecen en su mundo de objetos” (Blumer, 1982: 9). En cuarto lugar, el interaccionismo simbólico concibe el ser humano como un ‘agente’ capaz, tanto de interpretar las indicaciones que los otros le formulan, como de formular él mismo indicaciones a los demás; el carácter social del individuo proviene de su ‘self’ que le permite la interacción consigo mismo y, a través de ella, interaccionar con su entorno. La naturaleza de la acción humana vendría a caracterizarse por la capacidad del ser humano de auto-formularse indicaciones para orientar sus acciones; teniendo en cuenta las percepciones de las cosas de su entorno, elabora líneas de conducta en base a la interpretación de los datos que recibe. 45 Por fin, en sexto lugar, la vida social requiere de la interconexión de las acciones mediante la ‘acción conjunta’; esta consistiría, y se originaría, en la articulación de las distintas líneas de acción de los diferentes miembros que constituyen el grupo social en cuestión, de tal manera, que la vida de cualquier grupo humano se basaría en la adaptación recíproca de las líneas de acción individuales de sus miembros. La acción conjunta requiere un proceso de formación mediante la designación y la interpretación, a las que anteriormente nos hemos referido; no obstante, el reconocimiento de una acción conjunta en una colectividad, una familia, una universidad, no necesita de identificar a cada uno de sus componentes; y son modelos recurrentes de acción conjunta los que constituyen la acción social en cualquier colectivo humano, lo cual no quiere decir que: “La vida de cualquier sociedad humana, en todos sus aspectos, no sea sino una mera expresión de formas preestablecidas de acción conjunta (...) Es el proceso social el que crea y sustenta las normas de la vida de grupo y no éstas las que forjan y sostienen aquélla” (Blumer, 1982: 14). Por otro lado, la acción conjunta, constituida por una extensa conexión de acciones que forman parte de la vida de un grupo social, da un aire de red al conjunto de acciones de sus individuos y sugiere cierto carácter de sistema a la vida del grupo humano; no obstante, habría que advertir que: “Ninguna red o institución funciona automáticamente por medio de alguna dinámica interna o de exigencias del sistema, sino porque las personas ubicadas en los distintos niveles hacen algo concreto, y lo que hacen es producto de su modo de definir la situación en la que se sienten compelidos a actuar” (Blumer, 1982: 15). En otro sentido, cada acción conjunta se nutre del contexto de la acción conjunta previa, resaltando así tanto su carácter sincrónico como diacrónico. No cabe duda de que la consideración de la acción conjunta dota a la ‘realidad social’ de un carácter netamente construido por los individuos que, mediante el proceso de interacción, formulan indicaciones e interpretan las de los demás, forman sus objetos, y los modifican a través de la interacción con otras personas. Este aire construccionista emparenta inequívocamente el interaccionismo simbólico de Blumer con los enfoques del constructivismo social que más adelante abordaremos. 46 En otro orden de cosas, para Blumer, el interaccionismo simbólico, como perspectiva y enfoque de la ciencia social empírica, debe cumplir los ‘requisitos’ metodológicos de la ‘ciencia empírica’ (Blumer, 1982). Esos requisitos serían la presunción de la existencia de un mundo empírico, susceptible de ser observado, estudiado y analizado, en el cual ha de buscarse y verificarse ‘la realidad’. Blumer conjuga posiciones idealistas y realistas; para él el mundo empírico posee una naturaleza ‘real’, si bien niega que sea de carácter fijo e inmutable a la vez que admite la tesis general del idealismo, “que el mundo de la realidad sólo existe en la experiencia humana y que surge exclusivamente en la forma en que los seres humanos lo ven” (Blumer, 1982: 17), reconociendo de esta manera que: “El mundo empírico existe siempre en forma de imágenes y conceptos humanos del mismo. Sin embargo, en contra de lo que muchos suelen deducir, esto no traslada la ‘realidad’ desde el mundo empírico a la esfera de las metáforas y los conceptos. Es erróneo llegar a la conclusión de que, como el mundo empírico sólo puede existir para el ser humano en forma de imágenes o conceptos, la realidad hay que buscarla en dichas imágenes o conceptos prescindiendo del mundo empírico” (Blumer, 1982: 17). Hechas estas precisiones de carácter epistemológico, los aspectos metodológicos específicos de su teoría, los abordaré el capítulo dedicado a ‘Recursos metodológicos’. El Enfoque Dramatúrgico. Erving Goffman (1922-1982) La caracterización de la obra de Erving Goffman está sujeta a diferentes polémicas y puntos de vista, como exponen Manuel Herrera y Rosa María Soriano; tal vez su propia riqueza se preste a diferentes interpretaciones y dificulte su identificación en alguna tradición sociológica concreta (Herrera y Soriano, 2004). Lo que sí parece establecido es que su enfoque es deudor tanto del pensamiento funcionalista de Durkheim, a través de Charles W.N. Hart —discípulo de Radcliffe Brown—, como del interaccionismo de G.H. Mead y la Escuela de Chicago, a través Lloyd Warner. Según Asael Mercado y Laura Zaragoza, al primero debería el carácter ritual de la interacción social y al segundo la explicación de la forma en la que los sujetos definen su comportamiento en los encuentros cara a cara; mientras que ‘lo social’ provendría de la influencia de la fenomenología. En Goffman podemos encontrar un interaccionismo simbólico que analiza el origen de la 47 interacción social, las formas que adopta, las reglas que sigue y los roles que desarrollan los sujetos implicados, como un orden social u ‘orden de interacción’ (Mercado y Zaragoza, 2011). Pero, siguiendo a Juan José Caballero, también encontramos en él un claro enfoque relativista y construccionista, donde “la realidad social no es sólo construida, sino también reproducida y mantenida” (Caballero, 1998: 122). Su obra podemos calificarla de micro-sociológica, por el tamaño de las entidades que analiza, pero también de antropológica por el carácter etnográfico que marca la presentación de sus estudios (Caballero, 1998). No obstante, el plano macro-estructural no está ausente en la obra de Goffman, “ya que éste [el plano macro-estructural] se organiza mediante las prácticas implicadas en lo que él llama el orden de la interacción” (Caballero, 1998: 143). Y para Ritzer (1993b), una de sus últimas obras, ‘Frame Analysis’ (Goffman, 2006)14, constituye un claro exponente de su giro hacia el estructuralismo. En esta línea se expresa también Bernabé Sarabia para quien en esa obra “los marcos ya no son un tipo de convención establecido entre individuos que se comunican: ahora se vuelven independientes de las interacciones individuales, se articulan entre sí y se pueden engranar y clasificar” (Sarabia, 2006: 276); y sitúa a Goffman fuera del ámbito del interaccionismo simbólico. En cualquier caso, la vida humana aparece en la obra de Goffman como una escenificación teatral, y la interacción social, expresada en forma de encuentros cara a cara, aparece como una forma de representación ritual: los sujetos aparecen como actores, como público o como extraños que pueden en cualquier momento vincularse de manera explícita a la representación; y el espacio queda determinado por su posición —real o simbólica— en relación al escenario; espacio donde los actores, configurados como equipos, sostienen sus encuentros, definen sus comportamientos y resuelven los conflictos entre sus líneas de acción y su propia cara; conceptos sobre los que más adelante volveré. Blanca Lozano destaca en Goffman tres unidades básicas para el análisis de la interacción (Lozano, 2003: 51-52)15: - La situación social: “cualquier ambiente determinado por la posibilidad de un control recíproco tal que pueda prolongarse todo el tiempo que dos o más sujetos se 14 ‘Frame Analysis’ se editó en 1974. La Primera edición en castellano tuvo que esperar hasta 2006. 15 Con el fin de mantener la homogeneidad en las citas, remito las de Lozano de Goffman a la edición en inglés de 1982. 48 encuentran en inmediata presencia física uno de otro y que se extiende a todo el espacio en el cual semejante control es posible” (Goffman, 1982: 167). - La ocasión social: “un acontecimiento, por ejemplo una cena, que se espera con ansiedad y se contempla retrospectivamente como una unidad; tiene un lugar y un tiempo de desarrollo, y establece el tono de lo que sucede en y durante ella” (Goffman, 1982: 144). - El encuentro social: “es una ocasión de interacción cara a cara que comienza cuando los individuos reconocen que se han colocado en presencia inmediata unos de otros y que termina con una separación aceptada de la participación mutua. Los encuentros difieren notoriamente en cuanto a sus propósitos, función social, tipo y número de personas, marcos, etc.” (Goffman, 1982: 91). Estas tres unidades pueden ser consideradas como microsistemas sociales, con copresencia de los actores que se relacionan cara a cara: “el mundo de las relaciones cara a cara se rige por un sistema articulado y persistente de reglas, normas y rituales” (Herrera y Soriano, 2004: 61). En la interacción, los actores están en co-presencia: “la interacción (es decir, la interacción cara a cara) puede ser definida en términos generales, como la influencia recíproca de un individuo sobre las acciones de otro cuando se encuentran en presencia física inmediata” (Goffman, 2009: 30). A ese carácter localizado de la interacción hay que añadir el de su aspecto ‘performativo’: “mientras se encuentra en presencia de otros, por lo general, el individuo dota a su actividad de signos que destacan y pintan hechos confirmativos que de otra forma podrían permanecer inadvertidos y oscuros” (Goffman, 2009: 44-45). Podemos decir, pues, que se trata de actuaciones en las que están presentes todos los elementos de una representación y que tienen una función comunicativa primordial “porque si la actividad del individuo ha de llegar a ser significante para otros, debe movilizarla de manera que exprese durante la interacción lo que él desea transmitir” (Goffman, 2009: 45); y esa “dotación expresiva de tipo corriente empleada intencional o inconscientemente por el individuo” (Goffman, 2009: 36) es lo que llamamos su fachada. Otro aspecto importante de la interacción consiste en que cada equipo o actor — considerado como un equipo— debe conducirse durante la interacción de tal forma que mantenga la cara, la propia y la del resto del equipo, a salvo de amenazas; para ello “deberá contar con un repertorio de prácticas salvadoras de la cara para cada una de estas 49 posibles relaciones con la amenaza” (Goffman, 1982: 15); será lo que llame ‘trabajos de la cara’. Entre las obras de Goffman de interés para esta Tesis destaco, en orden a su publicación original, las que siguen. ‘La presentación de la persona en la vida cotidiana’, editada por primera vez en 1959. Es tal vez la obra más conocida de Goffman, en ella realiza un minucioso análisis de los aspectos dramatúrgicos de la interacción. La pretensión del autor es: “[Describir] una perspectiva sociológica desde la cual es posible estudiar la vida social, especialmente el tipo de vida social organizado dentro de los límites físicos de un establecimiento o una planta industrial (...) De qué manera el individuo se presenta y presenta su actividad ante otros en las situaciones de trabajo corrientes, en qué forma guía y controla la impresión que los otros se forman de él, y qué tipos de cosas puede y no puede hacer mientras actúa ante ellos” (Goffman, 2009: 13). La interacción está articulada mediante un proceso de comunicación, hablada y gestual, de carácter asimétrico, donde la realización dramatúrgica está orientada a mantener el equilibrio y a acomodar las impresiones que cada equipo adquiere de la situación, salvando los procesos disruptivos que puedan producirse como consecuencia de hechos que contradigan o desacrediten las definiciones de la situación que cada actor proyecte sobre los demás; para ello el sujeto emplea tácticas con la finalidad de proteger sus propias proyecciones o salvar las definiciones que proyectan otros. De esta forma, para Goffman: “La sociedad está organizada sobre el principio de que todo individuo que posee ciertas características sociales tiene un derecho moral a esperar que otros lo valoren y lo traten de manera apropiada. En conexión con este principio hay un segundo, a saber: que un individuo que implícita o explícitamente pretende tener ciertas características sociales deberá ser en la realidad lo que alega ser” (Goffman, 2009: 27). Este juego de demandas y expectativas requiere todo un arsenal conceptual, minuciosamente presentado en la obra, que no cabe en esta exposición y que afecta a la 50 disposición de los actores respecto del escenario, a sus recursos expresivos y comunicativos, a los roles de cada sujeto en la interacción o a los atributos y prácticas implicados en la representación16. Y es que “debajo de toda interacción social parece haber una dialéctica fundamental. Cuando un individuo se encuentra con otros, quiere descubrir los hechos característicos de la situación” (Goffman, 2009: 279). “[Este estudio] atañe a la estructura de las interacciones sociales, la estructura de esas entidades de la vida social que surgen cada vez que los seres humanos se encuentran unos con otros en presencia física inmediata. En esta estructura, el factor clave es el mantenimiento de una definición única de la situación, definición que será preciso expresar, y esta expresión debe ser sustentada a pesar de la presencia de multitud de disrupciones potenciales” (Goffman, 2009: 284). ‘Ritual de interacción’, publicada originalmente en 1967, consiste en un agregado de seis trabajos que fueron publicados anteriormente de forma independiente. En su ‘Introducción’ Goffman expresa los objetivos que pretende con su obra: “[un] examen sistemático y cualitativo de estas pequeñas conductas (...) respaldado por los materiales obtenidos del estudio de la interacción en el ‘pequeño grupo’ y el de la psicoterapia” de tal forma que esos datos permitirían: “Describir las unidades naturales de interacción que se construye con ellos (...) [y] el orden normativo que predomina en y entre dichas unidades, es decir, el orden conductual que se encuentra en todos los lugares poblados, ya sean públicos, semipúblicos o privados, ya sea bajo los auspicios de una ocasión social organizada o bajo las imposiciones más chatas simplemente de un marco social rutinario” (Goffman, 1982: 1-3). Apela a la etnografía científica como forma de obtener esos objetivos y aboga por una “sociología de las ocasiones”. De particular interés es su primer capítulo ‘On facework’, del que adoptaré la traducción ‘sobre el trabajo de la cara’, donde analiza algunos aspectos del carácter ritual de la interacción social. Para ello define diversos conceptos como el de ‘cara’: “el valor social positivo que una persona reclama efectivamente para sí 16 Un resumen de ello se puede ver en Caballero (1998). 51 mismo por la línea que otros asumen que ha tomado durante un contacto en particular. La cara es una imagen de uno mismo delineada en términos de atributos sociales aprobados” (Goffman, 1982: 5). Otro concepto básico que aparece en este texto es el de ‘línea’: “un esquema de actos verbales y no verbales por medio de los cuales expresa su visión de la situación, y por medio de ella su evaluación de los participantes, en especial de él mismo” (Goffman, 1982: 5). Con estos dos conceptos articula un análisis de la interacción, cuyo fundamento está en los trabajos que cada actor ha de realizar para preservar ‘su cara’ mediante el manejo adecuado de su línea de acción durante el flujo de interacción en los contactos sociales. Es también en este libro donde aparecen las tres unidades básicas de interacción que cita Lozano (2003): situación social, ocasión social y encuentro social. De interés para esta Tesis es también la obra ‘Estigma’, publicada por primera vez en 1963, donde se ocupa de la interacción social de las personas con estigma, es decir de “la situación del individuo inhabilitado para la plena aceptación social” (Goffman, 2008: 9); se trata de personas con defectos físicos, o delincuentes, prostitutas, etc. En ella, Goffman formula un esquema conceptual para describir y analizar cómo el individuo estigmatizado maneja la información que difunde de sí mismo hacia los demás; se trata de los aspectos que tienen que ver con la información que transmite, con la que oculta, y la relacionada con su identidad personal. Por el hecho de que las personas relacionadas con la industria del sexo, especialmente las trabajadoras sexuales, sufran una carga estigmatizadora en nuestras sociedades más próximas, esta obra nos será de especial utilidad para interpretar determinadas conductas en ese ámbito social. Trataremos de ella más adelante cuando abordemos los aspectos teóricos relacionados con el trabajo sexual. Por fin, y sin detenerme apenas, ya que redunda en aspectos anteriormente tratados aquí, citaré ‘Relaciones en público’ editada por primera vez en 1971. En ella el autor aborda los vínculos entre las relaciones sociales —como elementos de la estructura social— y la vida pública; lo que le interesa “son las normas y las prácticas que emplea cualquier participante concreto en el cauce de las relaciones mutuas, y no la diferenciación y la integración de los participantes” (Goffman, 1979: 17); “son las normas y las ordenaciones conexas de comportamiento relativas a la vida pública, a las personas que coexisten y a los lugares y las ocasiones sociales en que se produce este contacto. Por lo tanto, lo que me interesa en especial es el ‘orden público” (Goffman, 1979: 17). Lo anterior no quita para que sostenga que “los contactos habituales de las personas entre sí 52 crean universalmente sus propias normas” (Lozano, 2003: 55). Goffman estudia el comportamiento del individuo como ‘unidad vehicular’, de la forma como cuando alguien se conduce en el flujo de peatones en una calle de cualquier ciudad, y como ‘unidad de interacción’; entendiendo por unidad de interacción “a la gestión de la co-presencia. A mi juicio se trata de unidades fundamentales de la vida pública” (Goffman, 1979: 37). En esta obra Goffman vuelve a suministrarnos una gran cantidad de conceptos para describir las relaciones en el espacio público –del que por cierto no excluye los establecimientos cerrados- que resultaría prolijo enumerar aquí, sin embargo sus conceptualizaciones, relaciones y mecanismos conservan el mismo aire de familia que las que propone en ‘Ritual de interacción’ o en ‘La presentación de la persona en la vida cotidiana’. En definitiva, la obra de Goffman presenta un interés especial para la línea de trabajo de esta Tesis por el aporte de recursos que facilitará en la interpretación de la observación participante, durante el trabajo de campo, y también por su ajuste con el resto de presupuestos que fundamentan la investigación que aquí presento. El Construccionismo Social. Peter L. Berger y Thomas Luckmann Los términos constructivismo y construccionismo designan una multiplicidad de teorías y enfoques presentes no sólo en las ciencias sociales sino que podemos encontrarlos en diversas disciplinas académicas llegando hasta la práctica educativa o incluso hasta las propias matemáticas17. Respecto a la cuestión terminológica, Kenneth J. Gergen y Mary Gergen proponen una diferenciación en base al “lugar donde se origina la construcción del mundo” (Gergen y Gergen, 2011: 10), en la mente del individuo en el caso del constructivismo o en las relaciones entre individuos, en el caso del construccionismo; sin embargo en los usos de la literatura sociológica y antropológica es el primer término el habitualmente utilizado independientemente de que la orientación sea más ‘mentalista’ o más ‘social’18. Respecto a la cuestión de la extensión del construccionismo, convendría señalar que si bien en mi presente investigación la obra de Berger y Luckmann realizará un aporte de primer orden en su fundamentación epistemológica, y por eso dedicaré a ella una atención primordial, las ‘ideas construccionistas’ ya estaban presentes de alguna manera en 17 En términos muy generales una matemática constructivista sólo acepta como objetos matemáticos aquellos entes para los que existe un procedimiento definido y explícito de elaboración matemática (Solaeche, 1995). 18 Por mi parte, en esta Tesis no distinguiré entre ambos términos, aunque emplearé con prioridad el segundo cuando ello no contradiga los usos del contexto o del autor a los que me refiera. 53 los debates sobre el esencialismo, o la disyuntiva biología/cultura en la teoría antropológica. Así Marsall Sahlins en su libro ‘Cultura y razón práctica’ plantea: “Este libro propone una razón de otra índole, la razón simbólica o significativa. Adopta como cualidad distintiva del hombre no el hecho de que deba vivir en un mundo material, circunstancia que comparte con todos los demás organismos, sino el que lo haga según un esquema significativo concebido por él mismo, de lo que sólo la humanidad es capaz” (Sahlins, 1988: 9). También está presente cierto construccionismo en Margaret Mead, para el caso del género como construcción cultural, tras su trabajo de campo en Samoa, como refleja Joan Vendrell (2004). Hecho este inciso, paso a un breve análisis de las principales ideas de Berger y Luckmann, principalmente delineadas en su obra ‘La construcción social de la realidad’, publicada por primera vez en 1967. Este libro tuvo su origen en la pretensión de sus autores de realizar “un tratado teórico sobre sociología del conocimiento” (Berger y Luckmann, 2006: 7). Para sus autores, el objeto de la teoría del conocimiento debe ser “lo que la gente conoce en su vida cotidiana” (Berger y Luckmann, 2006: 29). Sus influencias y antecedentes, según ellos mismo hay que situarlos en Schutz y sus estudios acerca de la estructura del mundo de la vida cotidiana. Además: “Nuestros presupuestos antropológicos tienen gran influencia de Marx, especialmente de sus primeros escritos, y de las inferencias antropológicas extraídas de la biología humana por Helmuth Plessner, Arnold Gehlen y otros. Nuestra visión de la naturaleza de la realidad social debe mucho a Durkheim y su escuela de la sociología francesa (...) Nuestros presupuestos socio-psicológicos, de especial importancia para el análisis de la internalización de la realidad social están influidos en gran medida por George Herbet Mead y algunos desarrollos de su obra debidos a la llamada escuela simbólico-interaccionista de la sociología norteamericana” (Berger y Luckmann, 2006: 31). Por otro lado Berger y Luckmann apelan a las dos ‘consignas más famosas y más influyentes de la sociología’: “la regla primera y fundamental es: considerar los hechos 54 sociales como cosas”19; y la segunda “tanto para la sociología en su sentido actual, como para la historia, el objeto del conocimiento es el complejo de significado subjetivo de la acción”20 (Berger y Luckmann, 2006: 33). Nuestros autores definen la realidad como “una cualidad propia de los fenómenos que reconocemos como independientes de nuestra propia volición (...); el conocimiento como la certidumbre de que los fenómenos son reales y de que poseen características específicas” (Berger y Luckmann, 2006: 11). Tres son los apartados que presenta su libro, que se refieren, respectivamente, a los tres aspectos centrales que conforman su enfoque; los abordo a continuación. La vida cotidiana Berger y Luckmann construyen su sociología mediante un conglomerado conceptual con el que analizan la realidad de la vida cotidiana, el mundo del sentido común. Para ello toman el análisis que de las interacciones cara a cara hace Schutz, así como del carácter fenomenológico del conocimiento humano. Tal realidad es ordenada, se presenta objetivada de antemano, se organiza alrededor del cuerpo y del presente, y se muestra como un mundo intersubjetivo cuya realidad es fáctica por sí misma y revela una estructura temporal que se impone sobre la biografía del sujeto. La aprehensión de esa realidad se realiza mediante tipificaciones, en cuyos términos se reconoce y se trata al otro en la interacción cara a cara; y queda transcendida gracias a la objetivación de la expresividad humana, como productos de la actividad humana que son reconocibles más allá de la situación cara a cara. “La realidad de la vida cotidiana no sólo está llena de objetivaciones, sino que es posible únicamente por ellas” (Berger y Luckmann, 2006: 51). Los autores dan especial importancia al lenguaje hablado, considerado como un tipo particular de producción de signos —de significación— constituidos éstos como un caso especial de objetivación que tiene por objetivo ‘servir de indicio de significados subjetivos’. Así pues, las objetivaciones expresan intenciones subjetivas que pueden aprehenderse objetivamente; en el caso del lenguaje, éste se origina en la interacción cara a cara pero puede objetivarse, transcender a ella y adquirir valor simbólico —el símbolo 19 20 Citando a Durkheim (1950). Citando a Weber (1947). 55 como expresión de la transposición de significados de una esfera a otra de la realidad—. De esta manera “el simbolismo y el lenguaje simbólico llegan a ser constituyentes esenciales de la realidad de la vida cotidiana y de la aprehensión que tiene de esta realidad el sentido común” (Berger y Luckmann, 2006: 57). Otro aspecto remarcable se refiere al carácter del conocimiento de la vida cotidiana: un conocimiento de ‘receta’ —el conocimiento pragmático mediante rutinas—, la validez provisional del conocimiento, el acopio social del conocimiento, sus efectos sobre la interacción, su estructuración en términos de relevancia, o su distribución social. La sociedad como realidad objetiva Pero si bien para Berger y Luckmann la auto-producción humana tiene un carácter necesariamente social, también el orden social es un producto de la actividad humana realizado mediante lo que llama ‘externalización’, y a la que considera ‘una necesidad antropológica’. La actividad humana estaría regida por la creación de hábitos los cuales, al ser recíprocamente tipificados —aprehendidos— por tipos de actores, darían lugar a la ‘institucionalización’. Así, pues, las instituciones consistirían en tipificaciones de acciones habituales, serían compartidas por los miembros de un grupo social y tipificarían tanto las acciones como a los individuos que las realizan; son históricas y ejercen tareas de control, pautan y canalizan el comportamiento de los individuos. Gracias a la institucionalización reciproca persistente en el tiempo podemos hablar de un mundo social “en el sentido de una realidad amplia y dada que se enfrenta al individuo de modo análogo a la realidad del mundo natural. Solamente así, como mundo objetivo, pueden las formaciones sociales transmitirse a la nueva generación” (Berger y Luckmann, 2006: 79). Una vez que los productos externalizados de la acción humana son objetivados, ya pueden proyectarse durante la socialización y volver a conciencia de los individuos mediante el proceso de ‘internalización’. De tal manera que esos tres conceptos quedan en relación dialéctica: “Cada uno de ellos [externalización, objetivación e internalización] corresponde a una caracterización esencial del mundo social. La sociedad es un producto humano. La sociedad es una realidad objetiva. El hombre es un producto social” (Berger y Luckmann, 2006: 82). En estos procesos la palabra cumple la función aprehensiva y productiva de la realidad; el carácter histórico de las instituciones y los procesos de socialización dan 56 carácter objetivo a la realidad aprendida y carácter subjetivo a la realidad internalizada. Después vendrán los procesos de sedimentación que, debidamente objetivados mediante el lenguaje y a través de éste, serán transmitidos como tradición. Cuando el proceso de objetivación alcanza a un determinado contexto de conocimiento, común a un grupo de actores, aparecen tipos de actores que llamaremos roles; por tanto los roles tienen que ver con la institucionalización y objetivación del comportamiento, produciéndose así la participación social; así pues “los roles representan el orden institucional” (Berger y Luckmann, 2006: 97). La historicidad en la que se asienta el orden institucional es también causa de su variación y está relacionada con la reificación, mediante la cual los productos humanos se aprehenden como si fueran productos de la naturaleza. Berger y Luckmann utilizan el término ‘legitimación’: “Como una objetivación de significado de segundo orden. La legitimación produce nuevos significados que sirven para integrar los ya atribuidos a procesos institucionales dispares. La función de legitimación consiste en lograr que las objetivaciones de primer orden ya institucionalizadas lleguen a ser objetivamente disponibles y subjetivamente plausibles” (2006: 118-119). Estos procesos de legitimación pueden reproducirse hasta diferentes órdenes de tal manera que “la existencia humana es, ab initio, una externalización continua. A medida que el hombre se externaliza construye el mundo en el que se externaliza. En el proceso de externalización, proyecta sus propios significados en la realidad” (Berger y Luckmann, 2006: 132). La sociedad como realidad subjetiva Para Berger y Luckmann los individuos nacen con predisposiciones sociales, que se manifestarán a través de “una secuencia temporal en cuyo curso el individuo es inducido a participar en la dialéctica de la sociedad” (2006: 162); situando el inicio de esa secuencia en el proceso inicial en la internalización, por el cual el individuo aprehende un acontecimiento objetivo, expresión de un proceso subjetivo de otro, adquiriendo significado para aquél; y constituye la base para la comprensión de sus semejantes y del mundo. En este proceso consiste la socialización primaria que convierte a cada individuo en miembro de una sociedad o un sector de ella. Cualquier nuevo proceso que introduce al 57 individuo ya socializado en otros sectores del mundo objetivo lo llaman socialización secundaria y consistiría en nuevas internalizaciones de ‘submundos’ institucionales, que requerirá de la adquisición de conocimiento de nuevos roles, que conllevarán un alto grado de anonimato así como de símbolos y rituales. La socialización secundaria consigna menos carga afectiva que la socialización primaria y presenta mayor artificialidad. La realidad de la vida cotidiana basa su mantenimiento porque se concreta en rutinas, reafirmándose continuamente en las interacciones de cada individuo con los demás. Pero Berger y Luckmann también dan un valor relevante a la interacción hablada para el mantenimiento de la realidad: “El vehículo más importante para el mantenimiento de la realidad es el diálogo. La vida cotidiana del individuo puede considerarse en relación con la puesta en marcha de un aparato conversacional que mantiene, modifica y reconstruye continuamente su realidad subjetiva” (Berger y Luckmann, 2006: 189). La vida en sociedad implica un proceso continuo de modificación de la realidad subjetiva y el mantenimiento de esta realidad subjetiva requiere de ‘estructuras de plausibilidad específicas’; su transformación se aprehende subjetivamente y en algunos casos requiere de procesos de re-socialización. En cualquier caso “la socialización siempre se efectúa en el contexto de una estructura social específica” (Berger y Luckmann, 2006: 202). Según que el resultado de la socialización hubiera establecido un alto grado de simetría o de asimetría entre la realidad objetiva y la realidad subjetiva, podremos hablar de socialización ‘exitosa’ o ‘deficiente’. Es en términos de la socialización deficiente cuando podemos hablar del estigma o de la identidad estigmatizada. Para nuestros autores, la identidad “se halla sumamente perfilada en el sentido en que representa totalmente la realidad objetiva dentro de la cual está ubicada” (Berger y Luckmann, 2006: 203) a la vez que “constituye un elemento clave de la realidad subjetiva, y en cuanto tal, se halla en una relación dialéctica con la sociedad. La identidad se forma por procesos sociales. Una vez que cristaliza, es mantenida, modificada o aun reformada por las relaciones sociales” (Berger y Luckmann, 2006: 214). Finalmente, Berger y Luckmann tratan en poco más de diez páginas un tema que considero de especial importancia a los efectos de esta Tesis. Con el título ‘Organismo e identidad’ abordan las relaciones entre el organismo, el cuerpo, y la sociedad: “Resulta posible hablar de una dialéctica entre la naturaleza y la sociedad” (2006: 22) y la sitúan en 58 el terreno de la ‘dialéctica de la naturaleza’ desarrollada por Friedrich Engels. Para nuestros autores, si bien nuestra naturaleza animal impone constricciones y limitaciones con respecto a la construcción social de la realidad, ésta a su vez modifica el funcionamiento de nuestro organismo: “ciertas funciones biológicas intrínsecas como el orgasmo y la digestión se estructuran socialmente. La sociedad también determina la manera en que se usa el organismo en actividad; la expresividad, el porte, y los gestos se estructuran socialmente” (Berger y Luckmann, 2006: 223). Finalmente exponen toda una declaración sobre un aspecto que reitero crucial: “El hombre está biológicamente predestinado a construir y a habitar un mundo con otros. Ese mundo se convierte para él en la realidad dominante y definitiva. Sus límites los traza la naturaleza, pero una vez construido, ese mundo vuelve a actuar sobre la naturaleza. En la dialéctica entre la naturaleza y el mundo socialmente construido, el propio organismo humano se transforma. En esa misma dialéctica, el hombre produce la realidad y por tanto se produce a sí mismo” (Berger y Luckmann, 2006: 225). Para Berger y Luckmann no existe una naturaleza humana que determine las formaciones socioculturales, la constitución de tal naturaleza tendría el sentido de: “Ciertas constantes antropológicas (...) que delimitan y permiten sus formaciones socio-culturales (...) Si bien es posible afirmar que el hombre posee una naturaleza, es más significativo decir que el hombre construye su propia naturaleza o, más sencillamente, que el hombre se produce a sí mismo” (Berger y Luckmann, 2006: 67). Esta perspectiva, que conecta con el paradigma ‘autopoiético’, es de capital importancia en la medida en que indica un principio ‘fuerte’ acerca de la humanidad, la cultura y de sus respectivas construcciones evolutivas21. Los autores no desarrollan tales temas; estimo necesario resaltarlos aquí ya que suponen un elemento importante de entronque del construccionismo social con los procesos de evolución y 'sapientización' que estudia la antropología a través de ese enfoque. 21 Un desarrollo de estos supuestos lo realiza Eugenia Ramírez Goicoechea (2009). 59 La Etnometodología Es común y habitual situar el origen de la etnometodología en Harold Garfinkel y su obra ‘Studies in Ethnomethodology’, editada originalmente en 1968 —la edición en castellano, ‘Estudios en Etnometodología’, se publicó en 2006—. Para Garfinkel, la etnometodología consiste en “la investigación de las propiedades racionales de las expresiones contextuales y de otras acciones prácticas, como logros continuos y contingentes de las prácticas ingeniosamente organizadas de la vida cotidiana” (2006: 20). Parece haber unanimidad en situar las fuentes de influencias de Garfinkel en Talcott Parsons y Alfred Schutz. Si bien Caballero (1991) sugiere que, con el tiempo, Garfinkel se fue distanciando de Parsons hasta el punto de caricaturizar sus ideas; de él tomaría la cuestión del orden social, mientras que de Schutz incorporaría el enfoque fenomenológico. Siguiendo a Alain Coulon, mientras que para Parsons “las motivaciones de los actores están integradas en los modelos normativos que regulan las apreciaciones recíprocas” (Coulon, 2005: 12), para la etnometodología “la relación entre actor y situación no estará basada en los contenidos culturales ni en las reglas, sino que nacerá a partir de procesos de interpretación (Coulon, 2005: 13). Lo que Garfinkel plantea es un claro cambio de paradigma en relación a la naturaleza acción social, de tal modo que pasamos de un orden normativo a uno interpretativo. De Schutz tomará, especialmente, la comprensión de la acción, de los significados que el actor le da en la realización de la vida cotidiana y el mundo social intersubjetivamente experimentado por los actores (Caballero, 1991). Otra fuente de la etnometodología estaría en el interacionismo simbólico, para el que “la interacción se define como un orden negociado, temporal y frágil, que debe ser reconstruido permanentemente con el fin de interpretar el mundo” (Coulon, 2005: 19). También ve Coulon un aporte constructivista en la etnometodología proveniente de Marx, a través de la teoría del etiquetado (Coulon, 2005). He de advertir, no obstante, que la etnometodología, como suele ocurrir frecuentemente, no constituye un corpus unitario, sino que representa un conjunto de tendencias que conviven con mayor o menor tensión; en este contexto cobra sentido la crítica de Paul Atkinson quien “subrayó la falta de coherencia de la etnometodología y llegó a afirmar que algunos etnometodólogos habían llegado muy lejos desde las premisas fundamentales del enfoque” (Ritzer, 1993b: 291). 60 Para Caballero22, el programa básico de la etnometodología partiría del enunciado siguiente: “la persona empieza con ciertos materiales que ponen límites y luego actúa, y, al actuar, varía esos límites. Estos nuevos límites constituyen el material de otro acto creativo, y así hasta el infinito” (1991: 91). No parece exagerado rastrear en esta expresión el aire construccionista de Berger y Luckmann a propósito de lo que ellos llaman procesos de externalización. A partir del anterior enunciado identifica Caballero en la etnometodología cinco perspectivas básicas sobre la naturaleza de la realidad social: - La realidad como actividad reflexiva. Para los etnometodólogos, todos estamos embarcados en un proceso de creación de realidad social a través de nuestros pensamientos y acciones. - La realidad como cuerpo coherente de conocimientos. Las personas en sus vidas cotidianas, así como los sociólogos que las estudian, organizan el mundo en realidades coherentes. - La realidad como actividad interactiva. La realidad social no está simplemente «ahí fuera». Su existencia depende más bien de la incesante interacción recíproca y construcción social de la realidad de los participantes. - La fragilidad de las realidades. Las realidades sociales no son sólidas estructuras, sino creaciones muy frágiles que pueden quebrarse de diversos modos. - La permeabilidad de las realidades. Las personas viven en diversos mundos sociales, pudiendo moverse de una a otra realidad. Así, conductas que resultan reprensibles en un determinado contexto social pueden ser aceptables en otro contexto distinto (Caballero, 1991: 92-93). Además, la etnometodología adoptó un lenguaje conceptual, que Coulon califica de “complementario y solidario en sus conceptos” (Coulon, 2005: 31), basado en una serie de conceptualizaciones, algunas de los cuales paso a describir siguiendo a Coulon (2005) y a Caballero (1991). En primer lugar, la etnometodología considera que ella misma y la sociología deben ser entendidas como una actividad práctica que trata de encontrar la forma en que los individuos realizan sus acciones y dan sentido a ellas; es eminentemente procesual y 22 Citando a H. Mehan y H. Wood (1975). 61 considera que “los hechos sociales son las realizaciones de los miembros” (Coulon, 2006: 33)23. La ‘realidad’ se construye también con el lenguaje ordinario, sin embargo los significados de cada expresión vienen dados por los diferentes contextos en los que se produce en cada situación particular; este carácter contextual de los significados es lo que se conoce como ‘indexicalidad’ —o indicialidad—; la indexicabilidad nos remite a una idea del carácter local del significado. El ‘principio del etcétera’ está vinculado a la existencia de significaciones comunes al hablante y al oyente en la interacción verbal, de tal forma que el hablante puede dejar en manos del oyente el completar la información —con un etcétera, por ejemplo— con el fin de no interrumpir la interacción facilitando la fluidez en la vida social. La ‘reflexividad’ hace referencia a un carácter propio de buena parte de la interacción humana, se trata de la construcción de sentido que acompaña a la expresión de nuestras descripciones, “las descripciones de lo social se convierten, en el momento de expresarlas, en partes constitutivas de lo que describen” (Coulon, 2006: 44); así, la descripción de una situación forma parte constituyente de dicha situación. Para la etnometodología el mundo social es ‘accountable’, si es inteligible en las acciones prácticas que realiza la gente. “La recomendación central que se desprende de estos estudios es que las actividades por las que los miembros producen y manejan escenarios organizados de asuntos cotidianos, son idénticas a los procedimientos por cuyo medio dichos miembros dan cuenta de y hacen ‘explicables’ (accountable) esos escenarios. El carácter ‘reflexivo’ o ‘encarnado’ de estas prácticas explicativas y de las propias explicaciones es el punto esencial de esa recomendación” (Garfinkel, 2006: 9). Así pues, decir que el mundo social es accountable “significa que está disponible, es decir, que es descriptible, inteligible, relatable y analizable (...) en las acciones prácticas de la gente” (Coulon, 2005: 48). El término ‘miembro’ en etnometodología, no remite a una pertenencia común simplemente; para Coulon (2005) este concepto es cambiante en el propio Garfinkel y su caracterización tiene que ver con el lenguaje común, con “cómo los actores mismos tratan 23 Citando a Garfinkel y Sacks (1970). 62 su propio saber y el de los demás como socialmente organizado” (Caballero, 1991: 98); ello facilita el reconocimiento y permite construir el mundo social como real a través del sentido que le damos. Como vemos, la etnometodología muestra un aire de familia que la emparenta tanto con el interaccionismo simbólico como con el construccionismo social, al menos en su programa básico, reflejando tanto las herencias comunes recibidas como el solapamiento conceptual de sus construcciones teóricas. La referencia a los métodos de la etnometodología abre una línea de interés en la medida en que, la ausencia de métodos originales en este enfoque, lo vincula con la etnografía, de la que tomará sus instrumentos y con la que intercambiará prescripciones metodológicas. Un aspecto fundamental en los enfoques etnometodológicos es que: “Para los etnometodólogos, no existe diferencia de naturaleza entre los métodos que emplean los miembros de una sociedad para comprenderse y comprender su mundo social, por un lado, y, por otro, los métodos que emplean los sociólogos profesionales para llegar a un conocimiento que se pretende científico de dicho mundo” (Coulon, 2005: 60). En otro sentido, Garfinkel distingue dos asertos sobre el término etnometodología. El primero consistiría en el estudio de las metodologías empleadas por los miembros de la sociedad durante su interacción cotidiana; el segundo consistiría en el análisis de los ‘etnométodos’, es decir, en el examen de los métodos asociados a grupos, instituciones u organizaciones concretas. Los etnometodólogos, en la medida en que no han producido tecnología propia, la han tomado de la etnografía. De la conjunción de la etnometodología y la etnografía han surgido contribuciones de interés que cito siguiendo a Coulon (2005: 89 y ss.). La ‘Etnografía Constitutiva’. Contribución de Hugh Mehan, parte de la hipótesis constructivista del interaccionismo simbólico y de la que podemos indicar sus principios: - Disponibilidad de los datos que son consultables —sean escritos, sonoros o visuales—. 63 - La exhaustividad del tratamiento de los datos, que evite la selección interesada de ellos. - La convergencia entre los investigadores y los participantes sobre la visión de los acontecimientos. - El análisis ‘interaccional’, que impida, a la vez, la reducción psicológica y la reificación sociológica. Las técnicas de recopilación de datos empleados son muy variadas: observación participante, conversaciones, informes, etc. Pero todas comparten las indicaciones de la etnografía ’la observación de los actores en situación’, lo que confiere un cierto carácter local a la investigación etnometodológica. Por otro lado, la indicación de que los problemas de diverso carácter, detectados en la investigación, deberían pasar a integrar la investigación, supuso el arranque de la llamada ‘Etnografía reflexiva’. “[Ésta] se propone dar cuenta simultáneamente del objeto de la investigación y del método empleado durante la misma a partir de la hipótesis de que ambos no sólo están vinculados, sino que el conocimiento de uno permite igualmente comprender mejor al otro” (Coulon, 2005: 92). La otra aportación que cita Coulon (2005: 94-97)) es el ‘Tracking’, en los términos de Don H. Zimmerman: “seguir la pista, pisarle los talones a alguien”. Su posición nos sitúa en el terreno claramente emic de la investigación etnográfica: situarse en la perspectiva de los actores, pero no sólo eso: “Captar el punto de vista de los miembros no consiste simplemente en escuchar lo que dicen ni en pedirles que expliciten lo que hacen. Esto implica situar sus descripciones en un contexto y considerar los informes de los miembros como instrucciones de investigación” (Coulon, 2005: 94). Interpretando el término ‘miembro’ en sentido etnometodológico, llegamos a engarzar con la idea de que la información que pretendemos obtener de cualquier agente se refiere ‘al saber socialmente confirmado de su comunidad’. 64 Estos cuatro enfoques expuestos en el presente sub-capítulo representan algunas de las cristalizaciones de una línea epistemológica que se fue constituyendo a través de un siglo; han abierto florecientes perspectivas a las ciencias sociales y fundamentan una nueva forma de abordar las investigaciones socio-antropológicas. Su entronque con la etnografía y el conjunto de la metodología empleada en esta Tesis, que serán abordados en el capítulo de ‘Recursos metodológicos’, constituyen el armazón del modelo con el que se ha abordado la presente investigación. 65 66 1.2 ESTRUCTURA CONCEPTUAL En el capítulo que comienza se tratarán algunas cuestiones centrales del presente ensayo: diversos aspectos relacionados tanto con la sociabilidad como con la prostitución, en la medida en que forman los dos ejes básicos que constituyen el objeto de esta Tesis. Ambas materias serán abordadas individualmente, tanto desde los enfoques teóricos pertinentes a esta investigación, como desde la consideración de los aportes científicos y académicos que se han venido produciendo en los últimos años. Pero también se discurrirá acerca de ambas cuestiones cuando se dan imbricadas en contextos ecológico culturales concretos. Un apropiado marco conceptual, tratando trabajo sexual y sociabilidad bajo los presupuestos epistemológicos considerados en el capítulo 1.1, así como un análisis de las formas y espacios en que ambos fenómenos se manifiestan de manera imbricada, también serán objeto de análisis en este apartado. 1.2.1 Sobre la sociabilidad El concepto de sociabilidad lo rastreamos hasta George Simmel. En dos de sus textos podemos encontrar referencias de gran valor, se trata de ‘Cuestiones fundamentales de sociología’ y el capítulo dedicado a ‘Sociabilidad’ en ‘La individualidad y las formas sociales’. Por esta razón, introduciremos un breve análisis a este aspecto de su obra, antes de abordar cómo las ciencias sociales contemplan esa materia en los últimos tiempos. La sociabilidad en Simmel En Simmel, la sociabilidad adquiere el rango de ‘forma’, principio sintético que emerge de las diferentes maneras de asociación, que satisface el ‘impulso sociable’ —su contenido— y que acompaña a cualquier otro motivo que persiga la asociación: “Se puede hablar de un impulso del hombre hacia la sociabilidad. Sin duda es a causa de necesidades e intereses especiales que los hombres se unen en asociaciones económicas o fraternidades de sangre, en sociedades de culto o en bandas de asaltantes. Pero mucho más allá de su contenido especial, todas estas asociaciones están acompañadas de un sentimiento y una satisfacción en el puro hecho de que uno se asocia con otros y de que la soledad del individuo se resuelve dentro de la unidad: la unión con otros” (Simmel, 2002b: 195-196). 67 El ‘impulso a la sociabilidad’ queda desvinculado de los intereses y problemas de la vida real, de cualquier fin pragmático que la asociación de individuos pueda perseguir, de manera que tal potencia queda realizada en el ‘encuentro social’, en la sociedad sin intenciones: “la sociabilidad es la forma lúdica de la asociación” (Simmel, 2002b: 197) y también la forma lúdica de las problemas éticos. Resulta así que las diferentes interacciones y relaciones, que para cualquier otra estructura o institución son meros medios para conseguir sus fines sociales, “para la sociabilidad constituyen la totalidad del significado y el contenido del proceso social” (Simmel, 2002b: 198). Por tanto, para Simmel la sociabilidad resulta de un estímulo propio de la naturaleza humana, que mediante el proceso de ‘autonomización’, común a otros impulsos y formas, “desprende de las realidades de la vida social el puro proceso de socialización como un valor y una forma de felicidad y a partir de ello constituye lo que llamamos sociabilidad en sentido más estricto” (Simmel, 2002a: 82). Así pues, para él, tanto la sociabilidad como la socialización proceden de la interacción; ambas van indisolublemente unidas, dado que la sociabilidad queda definida como la abstracción de la socialización. En este sentido, la sociabilidad se manifiesta de forma genuina en el juego o en la coquetería, o en la conversación, cuando ésta se convierte en un fin en sí mismo. De nuevo surge aquí el dualismo simmeliano, pues: “La sociabilidad crea, si uno quiere, un mundo sociológico ideal, en el cual (...) el placer del individuo es siempre contingente según el regocijo de los otros (...) un mundo artificial hecho por seres que han renunciado tanto a los componentes objetivos como a los puramente personales de la intensidad y la amplitud de la vida” (Simmel, 2002b: 200). Como vemos, la sociabilidad conecta en Simmel teoría social y de la cultura; esto es, la sociabilidad como ‘forma’ social y como ‘mundo’ cultural. El mundo de la sociabilidad en su obra presenta diferentes características y está sometida a disímiles fuerzas que la desarrollan o limitan. Así, en ese ámbito son relevantes aquellas cualidades personales que facilitan el ‘estar juntos’, debiendo quedar fuera aquellas ‘significaciones objetivas’ de las personas que tengan que ver con su posición social, mérito o clase social. La sociabilidad se ve promocionada “sólo con las capacidades, atractivos e intereses de su pura humanidad. Por otro lado se detiene ante lo totalmente subjetivo y puramente interior de la personalidad” (Simmel, 2002a: 87). El 68 mundo de la sociabilidad es artificial, “construido de seres que desean crear exclusivamente esta pura interacción entre ellos que no esté desequilibrada por ningún acento material” (Simmel, 2002a: 88); Conviene, en este punto, recordar la observación que hace Alejandro Néstor García al referirse a la deuda de la concepción simmeliana de la sociabilidad con aquella que emergía en los salones sociales en el Berlín de su época; gracias a que Simmel participó de esas experiencias sociables, como participante, organizando veladas con gente distinguida en su propia casa (García, 2011). No obstante, en él el carácter de la sociabilidad no es superficial sino simbólico, de tal forma que este simbolismo la conecta con la vida ‘real’. “Si la sociabilidad corta del todo los hilos que la relacionan con la realidad de la vida y de las que teje su tela, aunque esta sea estilizada de muy otra manera, su carácter de juego se convierte en un puro juguetear con formas vacías, en un esquematismo sin vida y orgulloso de carecer de esta” (Simmel, 2002a). Podemos resumir diciendo que el concepto de sociabilidad en Simmel está anclado en la realidad social que se elabora mediante la interacción, la asociación; si bien, en su sentido estricto, ‘en su forma más pura’, le reserva el carácter lúdico de la socialización que aquella produce. La sociabilidad en las ciencias sociales Paradójicamente, y a pesar de los estudios sobre sociabilidad que ya existen en ciencias sociales, no se dispone de un concepto de ‘sociabilidad’ sobre el que concurra un acuerdo generalizado; aunque han pasado más de veinte años desde ella, aún con matices, la expresión de Jordi Canal seguiría vigente, al considerarla “un concepto en construcción” (Canal, 1992). No en vano, Xavier Motilla se hace eco de la confusión en el uso de términos como sociabilidad y asociacionismo en los trabajos de diferentes autores, remitiéndonos a algunos investigadores como Jean-Louis Guereña que plantean la “necesidad de separar conceptualmente la sociabilidad general de la vida asociativa” (Motilla, 2012: 357). Por su parte Jean-Luis Guereña se refiere a ella como “una categoría histórica relativamente asentada en la historiografía española contemporánea” (Guereña, 2003b: 409), si bien, reitera el carácter abierto de su definición; y rastrea en diferentes concepciones sobre ella en el ámbito de las ciencias sociales, situándola tanto en referencia 69 a las relaciones personales —el tratarse— como a los ámbitos en dónde se desarrolla. Para él: “La sociabilidad remite pues en la historiografía actual a la aptitud de los hombres para relacionarse en colectivos más o menos estables, más o menos numerosos, y a las formas, ámbitos y manifestaciones de vida colectiva que se estructuran con este objetivo” (Guereña, 2003b: 413). Podríamos decir con Xavier Motilla que el término sociabilidad ha ido variando su campo semántico de tal manera “que integra a la vez los aspectos más formalizados, es decir, la vida asociativa en su conjunto, y aquellos aspectos menos estructurados de la vida cotidiana o informales, como la calle, el mundo de los cafés, las tabernas, etc.” (Motilla, 2012: 342). Josepa Cucó24, tras realizar un somero repaso crítico a diferentes concepciones de la sociabilidad, propone para ésta una definición entendida en sentido amplio que incluiría “los modos de interacción supra-familiar y los agrupamientos que ocupan el espacio intermedio entre el nivel de las instituciones altamente formalizadas y el reducido ámbito de los grupos domésticos” (Cucó, 2008a: 125-126); de tal forma que entre sus rasgos estarían su carácter histórico, social y dinámico. Esta definición, a mi entender, resuelve problemas acerca de algunos inconvenientes presentes en la concepción de la sociabilidad, como la de la dicotomía sociabilidad formal/informal, o la de la confusión entre sociabilidad y los ámbitos de asociación en los que se expresa; por otro lado, ubica los ámbitos de sociabilidad de que se dota la modernidad ante la progresiva desaparición de las formas ritualizadas de interacción propia de sociedades anteriores. En otro sentido, Pablo Quintero realiza una breve excursión por las tradiciones filosóficas a lo largo de la historia buscando fundamento para una definición de sociabilidad, concepto que él sitúa en el contexto de la dicotomía naturaleza-cultura. Para el referido autor, la definición de la sociabilidad vendría dada por una doble articulación: como capacidad natural, vinculada al pensamiento inconsciente, y como medio cultural, en el sentido de formas en que “puede producirse, aprenderse y reproducirse en una sociedad particular” (Quintero, 2005: 6). La sociabilidad constituiría así, la forma con la que los 24 Citando a Agulhon (1977: 8-10). Procede dejar constancia de la influencia que el concepto manejado por el historiador francés ha tenido en nuestro país, a pesar del carácter cambiante de su contenido a lo largo de su obra. 70 hombres se relacionan entre sí, constituyendo “un orden general de existencia (...) en donde encajan tanto la identidad social como la identidad personal” (Quintero, 2005: 8). Como vemos, a pesar de las dificultades para su conceptualización, estamos en condiciones de realizar una delimitación a la idea de la sociabilidad, que sea coherente con las orientaciones epistemológicas de las que hemos partido; en línea con las propuestas teóricas presentes en otras investigaciones, con las que pueda engarzar en el ámbito de las ciencias sociales la presente Tesis, y que resulte útil a los propósitos que nos hemos fijado en ella. Se trata de una aproximación a dicha noción de carácter abierto e integrador a la vez, que acoja las diferentes tradiciones de estudios que se han proclamado bajo el rótulo de la sociabilidad, y que respete esas tres características de las que habla Cucó (2005): histórica, social y dinámica. De tal manera que las diferentes condiciones, interacciones y producciones vinculadas a ese concepto queden articuladas por la confluencia o superposición de distintos ejes o aspectos que en cada caso concreto pueden variar a lo largo de diferentes rangos de intensidades. Así, un primer eje vendría marcado por el carácter lúdico de la relación —que recoge el carácter restringido o ideal de la sociabilidad simmeliana—; de tal forma que la sociabilidad incluye un conjunto de interacciones propias de la vida social de las personas que se relacionan socialmente; la composición puede oscilar desde extremos marcados por la emergencia de aspectos exclusivamente lúdicos, hasta aquéllas mediante las cuales se satisfacen también intereses sociales concretos de variado carácter. El segundo tendría que ver con la caracterización de los contextos espaciales en que esas interacciones se desarrollan, desde espacios privados, o de acceso restringido o marcado por convenciones, hasta los públicos donde la libre concurrencia deja sin apenas límites la posibilidad de presencia de las personas. La tercera articulación tendría que ver con ese continuo al que se refiere Cucó, expresa el nivel de formalización de los ámbitos en los que se produce, desde la formalización y estructuración consciente de entidades y asociaciones orientadas a fines específicos, más o menos permanentes, a los encuentros transitorios, esporádicos o casuales entre personas en espacios no formalizados. Por fin, podríamos añadir un cuarto vector que expresara, utilizando la terminología simmeliana, la geometría de la interacción, en concreto el nivel de proximidad y el interfaz que media entre los diferentes sujetos y que permite, facilita o filtra la interacción; desde 71 las relaciones cara a cara de las que nos habla Goffman, con contacto físico más o menos intenso, o sin él, hasta la relación a través de correspondencia, telefonía o Internet, como las que se da en las llamadas redes sociales. No se trata de una definición operativa, sino de un conjunto de criterios que pueden ayudarnos a encuadrar un fenómeno poliédrico que, con distintas intensidades, emerge de múltiples formas y en diferentes contextos sociales. El análisis de la sociabilidad: ámbitos y espacios Los estudios sobre sociabilidad tienen su origen en distintas disciplinas. Las ciencias sociales están incrementando sus aportes en los últimos años con diversos estudios y desde múltiples puntos de vista; buena parte de esos trabajos provienen de la historia social, la sociología y la antropología. Sin ánimo de exhaustividad citaré, a continuación, algunas investigaciones más o menos representativas, que nos darán idea de la variedad de formas y la multiplicidad de ámbitos y espacios diferentes en que se puede expresar la sociabilidad. Y para no hacer interminable la lista me centraré principalmente en trabajos publicados desde finales del siglo pasado y que se fundamenten en contextos contemporáneos dentro del territorio del Estado español. Un rasgo que cabe recordar en relación a los estudios de sociabilidad tiene que ver con la confusión a la que se refiere Motilla, y que hemos citado arriba, entre sociabilidad y asociacionismo; de tal manera que disponemos de abundantes estudios donde la sociabilidad aparece, si acaso, en mayor o menor medida, como un subproducto de los estudios sobre asociacionismo. Ello ha tenido como efecto, como nos recuerda Jorge Uría (2008), la mayor presencia del tipo formal en las publicaciones sobre sociabilidad dado el carácter institucional de estas asociaciones. Entre ellas no podemos obviar el trabajo, ya clásico en el ámbito de la antropología, de Isidoro Moreno (1985), sobre las cofradías y hermandades andaluzas, además, están las sociedades corales que analiza Jaume Carbonell (2003); las logias masónicas que estudia Luis P. Martín (2003); los clubes deportivos que aparecen en la revisión histórica que hacen Xavier Pujadas y Carles Santacana (2003); las ‘sociedades’ obreras que estudia Manuel Morales (2006) y los ateneos liberales o libertarios que examinan Francisco Villacorta (2003) y Javier Navarro (2003) respectivamente. 72 Otros espacios más orientados a la sociabilidad lúdica, el ocio o el consumo, tienen que ver con los cafés barceloneses que estudia María de los Ángeles Pérez (2001), las tabernas (Uría, 2003), los McDonald sobre los que diserta Eloy Martínez (2003), los burdeles que examina Guereña (2003c), o la mirada sobre los gimnasios que proyecta Anastasia Téllez (2003), etc. La antropología urbana ha sido también una caudalosa fuente de valiosos estudios sobre sociabilidad, en la medida en que es en la ciudad donde articulamos nuestras experiencias recurrentes de la vida cotidiana: trabajamos, establecemos relaciones anónimas, desarrollamos prácticas rutinarias con personas y objetos, realizamos desplazamientos en diferentes medios y con diferentes propósitos, compartimos espacios, experimentamos sentimientos diversos, etc. (Cruces, 2010). Son abundantes los ejemplos de análisis sobre ella en el espacio público 25 vinculándolos a diferentes formas de co-presencia y apropiación; a título de ejemplo podemos citar el jardín del Turia o el paseo marítimo en Valencia que analiza Francisco Torres (2005a y 2005b); una línea de autobuses interurbana en Almería que estudian Ángeles Arjona y Juan Carlos Checa (2008); en Cucó (2008b) podemos encontrar una mirada a diferentes sociabilidades urbanas en la ciudad de Valencia; e igualmente, los espacios de sociabilidad transitoria en la ciudad de Barcelona sobre los que dirige la mirada Pep Vivas, Ramón Ribera y Óscar López (2009). También, el espacio público como escenario de fiestas y rituales en los que emergen diversas formas de sociabilidad; en esta línea está el trabajo de Javier Escalera (1999) sobre las fiestas de Sevilla, o el de Pedro García (2006) que analiza la sociabilidad como forma de ‘retradicionalización’. Por fin, nos referiremos a las nuevas formas de sociabilidad surgidas en entornos de interacción virtual, sin co-presencia física y que requiere de la mediación de una tecnología 25 Siguiendo a Torres podemos definir el espacio público como un “espacio físico socialmente conformado para ser accesible a todos, susceptible de diversos usos, y que implica una co-presencia entre desconocidos” (Torres, 2005b: 243). La calle –cuando no es privatizada- es el espacio público por antonomasia, pero también los andenes, las paradas de autobuses, las plazas; en general, los espacios exteriores. En todos ellos se dan las características que concita la sociabilidad: usado de forma individual o colectiva, en familia o en grupo, regulado por un conjunto convenciones formales o informales, explícitas o implícitas, “que establecen las formas en que debe desarrollarse la interacción y fijan la ‘normalidad’ de usos y comportamientos” (Torres, 2005b: 243). 73 de transporte de datos, pudiendo citar al respecto el trabajo de Laura Bautista (2012). Precisamente los atributos sociables y el carácter de red que podemos encontrar en la comunicación a través de estas nuevas tecnologías están proporcionando los fundamentos para una nueva disciplina: la 'webnografía' a la que se aproxima Joan Mayans (2002) y la antropología virtual o ciber-antropología que aborda Alfonso Vázquez (2008). Todas estas formas de sociabilidad pueden remitirse conceptualmente a aquellos cuatro ejes de que dotamos a la definición de sociabilidad que he adoptado, lo cual revela su oportunidad, utilidad y capacidad comprehensiva como forma de caracterizar las distintas formas de sociabilidad que conocemos en nuestras sociedades. 1.2.2 Miradas sobre el trabajo sexual En este sub-capítulo trataremos acerca del trabajo sexual, tanto desde la vertiente de sus aproximaciones conceptuales, como desde el abordaje que sobre él se ha realizado desde la producción científica y académica contemporánea más actual. Pero antes de tratar ambos aspectos hay algunos problemas previos que conviene reflejar y que afectan al estudio de este fenómeno sociocultural a lo largo de la historia y, desde luego, en nuestra sociedad actual. Se trata de cuestiones que tienen que ver con las conceptualizaciones que se manejan para referirse a ese ‘hecho’ tanto en la vida cotidiana como en los mismos estudios en el campo de las ciencias sociales. La incrustación26 del intercambio sexual en las dinámicas e instituciones culturales Relacionado con el trabajo sexual se manejan diversos conceptos como puta, prostituta, chulo, cliente, 'prostituidor', proxeneta, prostitución, etc. Todas ellas presentan algunas dificultades conceptuales, como categorías analíticas vinculadas a este fenómeno, que estudiaremos más adelante en este mismo sub-capítulo. No obstante, hay un problema previo referente a la asignación de las actividades que pueden recogerse bajo el manto de esta variedad de denominaciones, tanto para los sujetos que intervienen en su ejecución 26 El termino incrustación proviene del inglés ‘embedded’; usado en la Antropología Económica, afirma para las sociedades conocidas, con excepción de la sociedad occidental moderna, que “la producción y distribución de bienes materiales estaba incrustada en las relaciones sociales de tipo no económico de tal forma que ni existía un sistema económico institucionalmente separado ni una red de instituciones económicas” (Polanyi, 2009: 117). 74 como para las relaciones que se establecen en el marco de eso que comúnmente —y teóricamente también— se suele designar como prostitución. Acerca de este problema encontramos referencias en trabajos de investigación aun con diferentes enfoques. Así el Colectivo IOÉ sugiere una aproximación dinámica y con varios componentes que en diverso grado estarían presentes en el intercambio sexual; situando éste en una línea de continuidad con los afectos y los cuidados, según el tipo de relación que se establece y los ámbitos donde se desarrolla. Cuadro nº 3. Formas de intercambio en las relaciones afectivas-sexuales Relaciones recíprocas Necesidades afectivas Necesidades sexuales Actividades gratuitas para dar/recibir afecto Actividades gratuitas de intercambio sexual a) Dentro de los hogares: atención, cuidados corporales afectivos y del hogar a familiares. b) Fuera del hogar: ayuda mutua entre parientes, amigos y vecinos, etc. Empleo remunerado para cubrir necesidades afectivas Formas Relaciones de intercambio a) Dentro de los hogares: servicios personales de atención y cuidado y del hogar. mercantiles b) Fuera del hogar: servicios para el bienestar físico-sensual-psíquico (lúdicos, recreativos, terapéuticos, etc.). a) Dentro del hogar: relaciones sexuales entre miembros de una pareja. b) Fuera del hogar: relaciones ocasionales, ‘extramatrimoniales, etc. Trabajo sexual remunerado Espacio privado a) Esparcimiento: - Servicios para el bienestar: masajes, saunas, terapias. -Lúdico-erótico-sensual: espectáculos, striptease, etc. -Cabinas, ciber-porno, etc. b) Prostitución en sus diferentes ámbitos y frecuencia. Prácticas políticas y sociales para regular los impulsos afectivos y sexuales Relaciones re-distributivas -Correlación de fuerzas existente entre los múltiples agentes que desarrollan estas actividades da lugar en cada coyuntura histórica a una ‘norma reguladora de los afectos y la sexualidad’. -‘Dispositivos’ colectivos canalizan los afectos y la sexualidad, construyen normas sociales y la gestionan. Espacio público político Fuente: Colectivo IOÉ, 2001. Elaboración propia. Para estos autores se trata de un campo en el que se expresan múltiples aspectos de la vida ordinaria y que se sitúan mediante diversas referencias, de tal forma que: 75 “El ámbito del intercambio sexual, mediado o no por contraprestación económica, puede ser concebido como un elemento del complejo ‘afectivo-sexual’. Con esta categoría nos referimos al conjunto de necesidades humanas de atención y cuidado, acompañamiento y reconocimiento, y a las diversas formas de satisfacerla con el fin de obtener el bienestar afectivo-emocional, sensual-corporal y erótico-sexual” (Colectivo IOÉ, 2001: 649). Lo cierto es que el ámbito de las prácticas de lo que se suele denominar prostitución puede considerarse integrado en diversas instituciones socioculturales, tal y como lo expresa Gail Pheterson27: “la existencia de un continuum de intercambio sexual-económico entre mujeres y hombres es una característica constante cultural e históricamente dentro de la organización social” (Pheterson, 2000: 35). En esta misma línea, desde el ámbito de la antropología podemos extraer numerosos ejemplos de esta idea tal y como lo expresa Alfred Reginald Radcliffe-Brown cuando compara la boda en la Inglaterra ‘antigua’ y el matrimonio africano (Radcliffe-Brown, 1982: 55 y ss.); o cuando se refiere a éste en concreto: “En muchas sociedades africanas, en la mayoría quizás, un matrimonio incluye toda una serie de prestaciones (pagos, regalos o servicios) y, si bien las más importantes de éstas son las que ofrecen el marido y sus parientes a los parientes de la esposa, también hay con frecuencia, podríamos decir usualmente, otras ofrecidas por los parientes de la esposa” (Radcliffe-Brown, 1982: 57). De modo que la atención a este fenómeno, en su componente comercial, ha situado a la mujer en el lado del ofrecimiento y al hombre en el lado de la satisfacción sexual; a la mujer en el lado de la prestación de un servicio y al hombre del lado de la remuneración económica por aquél; es evidente que, en nuestros días, la inversión de roles ha llegado hasta las prácticas sexuales de carácter comercial, siendo frecuente en la actualidad su visualización en anuncios de prensa y en la práctica de lo que se conoce como ‘turismo sexual’. El otro problema relacionado con el abordaje de la prostitución tiene que ver con diferentes expresiones del estigma que afecta a las diferentes personas relacionadas con 27 Citando a Tabet (1987). 76 este comercio, en especial a las mujeres que realizan el trabajo sexual, pero también a clientes, novios, etc. Aunque volveré más tarde sobre este asunto, interesa ahora aquello que se refiere al contenido de los términos prostitución, prostituta y puta en el sentido en que lo expresa Pheterson, para referirse al carácter cultural construido de las asignaciones sociales a aquellas personas: “Los roles sociales de puta, cliente y chulo son imágenes culturales comunes, a menudo dotadas de glamour o denigradas. Las putas son modelos tradicionales claros de deshonra femenina de igual manera que los clientes y los chulos lo son de la innobleza masculina” (Pheterson, 2000: 59). En otro sentido se expresa Dolores Juliano para referirse al papel que representa la desconsideración social de las prostitutas: “Como hipótesis general se puede plantear entonces que el desprestigio social de la prostitución no se relaciona con la actividad misma que implica, sino con el hecho de que constituye un medio más o menos autónomo de supervivencia de las mujeres y, desde este punto de vista, un espacio que permitiría ciertos niveles de autonomía que se inutilizan precisamente a través de la fuerte presión estigmatizadora” (Juliano, 2002: 35). Parece, pues, que todo aquello que se relaciona con lo que comúnmente se entiende por prostitución presenta una serie de contenidos simbólicos y efectos sociales que poco tienen que ver con el intercambio sexual remunerado, sino que más bien hacen referencia a fenómenos vinculados con el control social, los procesos de marginalización, o la tipificación de conductas desviadas o peligrosas, en un determinado contexto sociocultural. Todo ello nos pone ante la evidencia de que tal vez los términos prostitución, puta, prostituta, etc. sean inadecuados para analizar el intercambio comercial de sexo, necesitando distanciarnos de esas categorías y de los diferentes enfoques para los que son funcionales. Volveremos más adelante sobre esta cuestión; en cualquier caso, tengamos en cuenta estas reservas al respecto dado que este problema estará presente a lo largo de toda la investigación relacionada con esta Tesis. 77 La prostitución en las ciencias sociales La presencia de ensayos acerca de la prostitución viene de lejos, si bien relacionada con los estudios históricos generalmente vinculados con las las prácticas asociadas a las corrientes higienistas presentes en ese ámbito desde el S. XIX. Francisco Vázquez (1998) resalta dos líneas explicativas para la prostitución en las ciencias sociales. La primera situaría el origen de la práctica de la prostitución en el doble estándar moral que rige el comportamiento sexual en determinadas sociedades. Moral sustentada por el carácter patriarcal de las relaciones de parentesco, donde la mujer ocupa una posición de subordinación respecto al varón y representa un bien con valor de cambio para el grupo familiar al que pertenece. La prostitución sería entonces el recurso que canalizaría la energía sexual de los varones solteros, impidiendo que se orientara contra las mujeres del clan, amenazando su cohesión. Se trata, pues, de una explicación a partir de las relaciones de dominación de género, en las que los hombres ejercen un dominio sobre las mujeres en diversos ámbitos sociales, y que predice que la prostitución desaparecería si se desmantelaran las relaciones patriarcales que permiten la dominación androcéntrica de la mujer (Vázquez, 1998). Ésta sería la explicación preferida por una parte del movimiento feminista actual, en donde fue unánime hasta hace un par de décadas. Otra línea explicativa señala la aparición de la prostitución en todos aquellos entornos sociales en los que la demanda sexual no se encuentra satisfecha por la oferta matrimonial y se produce un desequilibrio demográfico, social, o temporal. Esta hipótesis estaría complementada con otra, que hace referencia al mercado laboral femenino: cuando el mercado laboral femenino es muy rígido y simultáneamente el mercado matrimonial es restringido, la prostitución tendería a aumentar. Esta línea explicativa, de orientación liberal, que permite hablar de un mercado del sexo, ha constituido el argumento central de la sociología de la desviación (Vázquez, 1998). Por otro lado, siguiendo a Juan José Marín (2001), podemos decir que tres han sido los enfoques que han mantenido los estudios de historia social respecto a la prostitución: el de la patología social, según el cual la prostitución respondería a causas individuales relacionadas con deficiencias de tipo personal que la relacionarían con la delincuencia; el enfoque desviacionista, que caracteriza a la prostitución como una desviación de las normas codificadas por la sociedad, considera aquella actividad como peligrosa para el 78 funcionamiento y progreso de la sociedad. El tercer enfoque sería el anómico, que busca el origen de la prostitución en la incapacidad de la sociedad o de su funcionamiento para proveer de los medios de vida adecuados a determinados sectores de la población; ello impelería a muchas mujeres al ejercicio de la prostitución como forma de obtener ingresos suficientes para encauzar su vida situándolas en posición de inferioridad y víctimas propiciatorias de la trata y la esclavitud. Estas concepciones acerca de la etiología de la prostitución y de la actividad de las prostitutas se manifestará en las tres clásicas actitudes institucionales ante ella; pudiendo situar en cada uno de los tres enfoques citados por Marín, respectivamente, el ‘prohibicionismo’, el ‘reglamentarismo’ y el ‘abolicionismo’; modelos que analizaré más adelante. Sería a partir de la década de 1970 cuando la historia social pusiera en cuestión estos enfoques, a partir de diferentes trabajos, si bien muchos de ellos analizando aspectos de la prostitución anclados en las sociedades euroamericanas desde finales del S. XVIII hasta principios del S. XX. Algunos precursores de los estudios sobre prostitución en ciencias sociales Como objeto de la sociología, la prostitución podemos encontrarla en varios autores desde comienzos del S. XX. Entre los precursores que la trataron en su obra, con más o menos intensidad, podemos citar en primer lugar a Simmel. Simmel aborda el análisis de la prostitución en su ‘Filosofía del dinero’, cuya primera edición vio la luz en 190028. Para Simmel “el dinero no es jamás mediador adecuado para una relación entre seres humanos que, por razón de su esencia, precisa de la duración y la sinceridad interna de las fuerzas vinculantes” (Simmel, 1976: 466), que en el caso del intercambio sexual asocia a la ‘relación amorosa auténtica’. Este autor se sitúa en una perspectiva evolucionista, analizando el tránsito de las diferentes formas de matrimonio en la antigüedad: matrimonio por compra, matrimonio por regalo y matrimonio por dote, de tal manera que en estas formas de acceso a la mujer no habría degradación ya que se trata de instituciones culturales de carácter social: “en muchas culturas primitivas, la prostitución no se considera en absoluto como algo degradante o desclasador” (Simmel, 1976: 470). Será la generalización de las formas de economía individualista, la división sexual del trabajo —asignando a la mujer las tareas 28 Si bien todas las referencias a esa obra corresponderán a su edición en castellano de 1976. 79 dentro de la institución familiar y al hombre las de fuera de ella–— y la introducción del dinero como mediador en el intercambio sexual extramarital cómo se libera al hombre de las obligaciones con la mujer y degrada la posición de ella en esa relación: “honra sexual femenina y dinero han de encontrarse en relaciones fundamentalmente distintas. Mientras, para nosotros, la posición de la prostitución se determina en la distancia insalvable y en inconmensurabilidad completa de aquellos dos valores” (Simmel, 1976: 470). Simmel concede a la relación en la prostitución un carácter contingente, degradante para la mujer y reducido al puro acto carnal. Asimismo lo considera una relación desequilibrada entre el escaso valor del dinero en contraposición a lo que la mujer entrega: “en el acto carnal en que consiste la prostitución, el hombre entrega un mínimo de su Yo y la mujer, en cambio, un máximo” (Simmel, 1976: 469); ella entrega ‘lo más íntimo y personal’ a cambio del dinero del hombre. Podemos resumir diciendo que para Simmel, el intercambio sexual remunerado mediante el dinero lleva en su interior la degradación de la mujer, por el propio carácter que el dinero confiere a las relaciones personales cuando está presente en ellas. Además, conviene dejar constancia de la presencia en su análisis de elementos problemáticos como la necesaria fundamentación del intercambio sexual en el ‘amor auténtico’ o el escaso desarrollo explicativo que ofrece del concepto ‘honra femenina’, que utiliza reiteradamente. Una nueva aportación desde las ciencias sociales la representa Kingsley Davis, quien en 1937 publica un artículo en la Américan Social Review titulado ‘The sociology of prostitution’. En él, Davis intenta responder a la pregunta de por qué una práctica desaprobada y desautorizada en Occidente presenta tan enorme vitalidad en la sociedad de su tiempo. Su respuesta la sitúa explícitamente en el análisis sociológico y la relaciona con la vinculación de la prostitución a otras instituciones sociales. Davis (1937) parte en su análisis de varios supuestos. El primero 29 sería la inexistencia de periodo anestro30 en las hembras de primate —al introducir el sexo de manera permanente en la vida social de esos mamíferos superiores, entre ellos los 29 Sirviéndose de los estudios de Zuckerman (1932). 30 El término ‘anestro’ no está en el DRAE. Según el Diccionario Médico en Línea, significa ausencia del ciclo estral en determinados mamíferos superiores, de tal manera que no hay una regulación periódica del deseo sexual, como ocurre con el resto de animales (Portales médicos.com). 80 humanos— de tal manera que la respuesta sexual puede desconectarse del apetito sexual para vincularse a otros fines. Este hecho es relevante para Davis ya que constituiría el “principio básico de la prostitución a saber, el uso de la estimulación sexual en un sistema de dominio para alcanzar fines no sexuales” (Davis, 1937: 745-746); hecho que no debe verse como una especie de determinismo biológico, sino como una predisposición biosocial que las normas culturales se encargarán de encauzar. Otro aspecto de interés en el análisis de Davis es la presencia de este elemento en otras instituciones donde el sexo o la estimulación erótica están presentes: el matrimonio, el cortejo, los negocios en el que las mujeres actúan como reclamo, etc. Un tercer elemento estaría en su consideración del “control institucional de las relaciones sexuales”31 (Davis, 1937: 747), ello establecería la diferencia entre la prostitución y el resto de las instituciones que incluyen la sexualidad como elemento constitutivo. Cada institución tendría una funcionalidad dentro de la estructura social, de tal manera que el matrimonio supondría “la principal disposición cultural a través de la cual la expresión erótica se mantiene para la reproducción” (Davis, 1937: 747); la proximidad a este fin reproductivo marcaría el grado de estimación y aprobación social de cada institución donde el sexo o el erotismo estuvieran presentes, y ese grado de prestigio social de las instituciones se trasladaría asimismo a los agentes que participan de ellas, especialmente a la mujer. La prostitución, en cambio, no sería funcional ya que “ambas partes utilizan el sexo para un fin que no es socialmente funcional, el uno para el placer, el otro por dinero” (Davis, 1937: 748). Un rasgo más a resaltar en el artículo de Davis es el carácter comercial de la relación que se establece entre prostituta y cliente y la conexión existente de la prostitución con el resto de ‘fuerzas económicas’. No obstante, “la conexión de una persona en particular con la prostitución es una consecuencia de su propia y única historia de vida, en el que una variedad infinita de hilos, algunos económicos y otros no económicos, se tejen” (Davis, 1937: 750). Si la existencia de la prostitución se debe a factores bio-sociales y, ante todo, a la existencia de una jerarquía en la aprobación-reprobación social de las diferentes instituciones donde el comportamiento sexual está presente, su ascenso —coincidiendo en esto con Simmel— “parece correlacionarse con el aumento de los procesos de individualización en una sociedad cada vez más compleja” (Davis, 1937: 755). 31 Cita del original en inglés, traducción propia. 81 Sobre la posibilidad de erradicación de este fenómeno, Davis niega que pueda realizarse sólo mediante medidas económicas; esa hipotética situación requeriría la ausencia de control institucional sobre la expresión de la sexualidad y que el deseo sexual de cada persona debiera ser habitualmente correspondido. La hipotética desaparición del sexo comercial quedaría vinculada entonces con la de las instituciones reguladoras del deseo sexual. El descreimiento de Davis al respecto de esta posibilidad es claro: “Pero incluso si las tendencias actuales continúan, no hay ninguna probabilidad de que el sexo libre desplace a la prostitución. No sólo habrá siempre un conjunto de instituciones reproductivas que pongan un freno contra la libertad sexual, un sistema de dominación social que dé un motivo para la venta de favores sexuales, y una escala de atractivo que cree la necesidad de la compra de estos favores” (Davis, 1937: 755). Como puede apreciarse, se trata de un análisis profundamente vinculado al funcionamiento de las instituciones socioculturales que, al margen de otras consideraciones, presenta elementos fácilmente reconocibles en nuestra sociedad actual, se muestra alejado de las preocupaciones higienistas y dotado de una profundidad poco frecuente en su tiempo. La siguiente aportación que considero de interés citar relativa al estudio de la prostitución, desde una perspectiva sociológica, se debe a C. Wright Mills. Este sociólogo, publicó por primera vez su artículo ‘Hablemos claro sobre la prostitución’32, en 1952. En dicho artículo, Mills (1964) realiza un análisis de las formas de prostitución presentes en los Estados Unidos de América del Norte, centrándose en fenómenos emergentes en la sociedad de su tiempo, en particular en lo que él llama ‘la devaluación de la castidad premarital’; estos cambios serían consecuencia de las nuevas pautas de moral pública y privada, la política de ‘gastos pagados’ de las empresas con respecto a los ejecutivos y gestores de sus negocios, o la emergencia de actividades relacionadas a lo que él llama ‘industria del brillo’, vinculada a la publicidad y nuevos medios de comunicación y entretenimiento, que para Mills aparecen contaminados de sexo y erotismo. 32 La versión que he utilizado se publicó en castellano en 1964; se trata de la recopilación de artículos realizada por Irving L. Horowitz bajo el título de ‘Poder, política, pueblo’. 82 Mills hace referencia a dos tipos de prostitución tradicionales. En primer lugar se refiere a “la prostituta al viejo estilo (...) que no oculta lo que es: en la calle, en una casa, o conseguida por un mozo de hotel o un chofer de taxi” (Mills, 1964: 252); cuyos clientes suelen ser gente corriente: viajantes, estudiantes universitarios, o soldados. En segundo lugar aprecia “la prostitución de clase alta (...) que fomentan los hombres ricos y jóvenes acomodados, los millonarios ocupados y los ‘playboys’ o los ejecutivos” (Mills, 1964: 252); se trata de una forma de desempeño emparentada con las de las mujeres amantes, mantenidas y con una relación más continuada en el tiempo. Por fin, Mills nos muestra una tercera forma que él llama la prostitución vinculada a “la muchacha de la cuenta de gastos” (Mills, 1964: 252). “[Un] nuevo sistema de prostitución [que] incluye a mujeres elegantes de moral ligera y a hombres de negocios respetables con nutridas cuentas de gastos (...) su cliente está orgulloso de lucirla, sin medir gastos, en sus relaciones de negocios y de club nocturno” (Mills, 1964: 252-253). En este tipo de relación el hombre se beneficiaría de la compañía y exhibición de la mujer, mientras que ésta “lo que espera es una carrera en alguna de las industrias del brillo —teatro, cine, televisión, modas— y, mientras tanto, la diversión dorada” (Mills, 1964: 253). En la obra que analizamos, su autor relaciona este tipo de prostitución con la inclusión de los servicios eróticos, como parte constitutiva de las actividades promocionales de los negocios de las empresas, de tal forma que abren un espacio de oportunidades a mujeres que buscan pasarlo bien, un matrimonio afortunado o una carrera en los ambientes de moda. También la vincula con los cambios en la moral norteamericana, en particular en lo referente a la pérdida del valor de la castidad en las mujeres solteras y al aumento de la respetabilidad de ‘la mujer experimentada’. “Todos estos motivos positivos —carrera, matrimonio, diversión, dinero— no funcionarían si la muchacha no se hubiera librado de ciertas inhibiciones profundamente arraigadas en su abuela. La inhibición clave es, por supuesto, el valor de la castidad premarital” (Mills, 1964: 255). 83 El análisis de Mills, a pesar de su corta extensión, aborda un fenómeno que es habitualmente desconsiderado en los estudios sobre prostitución pero que aporta elementos de gran interés analítico para su caracterización conceptual y alcance social; en particular, el alejamiento de la pobreza como factor motivador para la realización del trabajo sexual, o la consideración como prostitución de comportamientos y relaciones que, por vincularse a estamentos de mayor nivel en la estructura social, suelen quedar fuera del objeto de los estudios acerca del trabajo sexual en las ciencias sociales. Los estudios sobre prostitución en el caso español En el caso del Estado español, podemos decir que los estudios sobre prostitución han seguido la estela europea pero con cierto retraso. En cualquier caso, se trata de ensayos realizados desde diferentes perspectivas. Así, han sido numerosos los estudios de historia social de la España medieval, moderna y contemporánea; en esta línea estarían los escritos de Francisco Vázquez (1998), de Andrés Moreno y Francisco Vázquez (1997, 2004) o de Jean-Louis Guereña (2003a, 2011) por citar algunos. También conviene reseñar los trabajos de Pedro Negré (1986) que con un enfoque sociológico emparentado con la etnometodología, aborda mediante historias de vida el estudio de la prostitución en Barcelona; asimismo el de Julia Varela (1995) que analiza la institucionalización de la prostitución en occidente desde una perspectiva sociológica. No obstante, las deficiencias son claramente expresadas por Moreno y Vázquez aún en 1997: “sobre las características y evolución del hecho social de la prostitución en la España contemporánea queda casi todo por saber” (Moreno y Vázquez, 1997: 67). Habrá que esperar —prácticamente al último cambio de siglo— para que comiencen a publicarse diferentes estudios desde una perspectiva socio-antropológica que tengan por objeto el análisis de la prostitución en la España, una vez superado el régimen franquista. En este sentido, conviene tener presente dos hechos de singular importancia y que marcarán la evolución del comercio sexual en nuestro país. El primero es la transición democrática que se produce entre finales de la década de 1970 y la de 1980, con la transformación de las estructuras políticas y más aún con el cambio de las estructuras sociales y las costumbres; así como la construcción de un incipiente Estado del Bienestar, la consolidación de las clases medias y el incremento en el acceso a la cultura, el ocio, etc. 84 El segundo hecho, y relacionado con él, tiene que ver con un fenómeno nuevo, la conversión de nuestro país en un destino para la emigración que comienza en la década de 1980 y se consolida en los años siguientes, y que producirá una renovación casi total en el origen nacional de las trabajadoras sexuales como revelan los diferentes informes que la Guardia Civil viene publicando, al menos, desde el año 2000. Asociado a este proceso empiezan a manifestarse otros fenómenos contingentes al trabajo sexual como es el tráfico y la trata de seres humanos, cuyos episodios son relatados con enorme escándalo y sensacionalismo por diferentes medios de prensa, programas de televisión e incluso libros con pretendido carácter de investigación que explotan la sensibilidad de los lectores a partir de trágicas historias particulares. Estos fenómenos, y su consideración como contingentes al trabajo sexual o como inherentes a él, profundizan en la fractura que estaba ya presente en torno a las polémicas sobre el trabajo sexual, en particular, dentro de la doctrina feminista. Este movimiento estuvo motivado por los análisis sobre prostitución que desde el feminismo habían comenzado a introducirse en nuestro país de la mano de Raquel Osborne (1988; 1991), de Dolores Juliano (2002), o de las traducciones de las respectivas obras de Gail Pheterson (1992; 2000), Carla Corso y Sandra Landi (2000) que, partiendo del reconocimiento de las iniciativas de las propias prostitutas, se enfrentan a una potente corriente del feminismo abolicionista que ha ido ejerciendo su influencia en las políticas de las diferentes administraciones en relación al tratamiento de la prostitución, tal y como lo expone María Luisa Maqueda (2009). A este cambio no han sido ajenos los estudios sobre sexualidad que, con mayor o menor intensidad, han puesto el énfasis en su análisis como construcción cultural. En esta línea cabe citar las respectivas versiones en castellano de los trabajos de Jeffrey Weeks (1993) o de Leonore Tiefer (1996). Y más recientemente, desde el campo de la antropología, los aportes de José Antonio Nieto (2003 y 2011)33. Es en este contexto en el que se desarrollan los primeros estudios sobre la prostitución en el Estado español. En buena parte de ellos están presentes las inquietudes originadas en entidades como la Fundación Solidaridad Democrática (1988). También, diferentes instituciones vinculadas a las propias administraciones, estatales o de las comunidades autónomas, iniciaron, con el cambio de siglo, el patronazgo de estudios en 33 Una suscinta e interesante aproximación a estas cuestiones la encontramos en Acién (2009). 85 los que la prostitución femenina quedaba asociada a la inmigración: el Institut Catalá de la Dona (Navarro, 2001), el Defensor del Pueblo Andaluz (2002), el Instituto Vasco de la Mujer (2002), la Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid34 (2003) o el Gobierno del principado de Asturias (Fernández, 2004); a los que sucederían una lista que se haría interminable citar35. Asimismo, las entidades sociales que trabajaban con inmigrantes elaboraron sus propios estudios; entre los pioneros podemos encontrar a la malagueña Asociación Mujer Emancipada (1998), Médicos del Mundo (2001), ACSUR-Las Segovias (Bonelli y Ulloa, 2001), la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (Acién y Majuelos, 2003) o APRAM (Meneses, 2003). Bien mediante iniciativas particulares o uniendo sinergias con las instituciones públicas o las entidades sociales, empezaron también a producirse algunos estudios sobre la prostitución desde el mundo académico y las universidades. En este grupo enmarco la Tesis de Ignasi Pons (1993), referida a la prostitución en Asturias; pudiendo reseñar, además, las investigaciones de Laura Oso (2000) sobre trabajadoras sexuales inmigrantes ecuatorianas y colombianas, el trabajo de Sara Carmona (2000) sobre prostitutas marroquíes en el barrio del Raval en Barcelona o el análisis de Isabel Holgado (2001) respecto a la influencia de las retóricas acerca de la inmigración y la prostitución y cómo afectan a las trabajadoras del sexo. También la investigación de José Luis Solana (2003) analizando la prostitución en Córdoba, o la de Pilar Rodríguez y Fátima Lahbabi con trabajadoras sexuales en Málaga (2004). De ámbito plurinacional es el estudio llevado a cabo, bajo el Proyecto ‘Casa, trabajo, educación, salud’ (en adelante CLES), coordinado por Massimo Negarville (2002), sobre prostitución de inmigradas extracomunitarias en varios países europeos —España, Francia e Italia—. Igualmente, dentro del ámbito académico, se han presentado ya varias Tesis doctorales que tratan la prostitución como objeto de investigación desde las ciencias sociales. Desde una perspectiva psico-social, Ruth Pinedo (2008) aborda las características 34 Trabajo realizado por la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres (CIMTM). 35 Análisis más exhaustivos de las primeras investigaciones de este tipo pueden verse en IOÉ (2001). 86 psicosociales y la calidad de vida de las trabajadoras sexuales; con una perspectiva socioantropológica36, además de las ya citadas —Pons (1993), De Paula (1998)37, López (2010) y Corbalán (2012)—, merece interés la de Carmen Julia Cortés (2009), sobre la identidad de las trabajadoras sexuales colombianas inmigradas, y la de Javier Tapia (2010), referente a la voluntariedad en el acceso a la profesión. En línea más cuantitativa, María Jesús Fernández Ollero (2011) analiza la calidad de vida y salud de las trabajadoras sexuales. Cabe resaltar el interés para esta Tesis de aquellos estudios que se han elaborado sobre el contacto con las propias mujeres, y en las que su voz y sus opiniones han instaurado la materia básica con la que se ha construido la investigación. Además de algunos de los ya comentados en párrafos anteriores —De Paula (1998 y 2002), Oso (2000), Rodríguez y Lahbabi (2004), Cortés (2009), López (2010), Tapia (2010) o Corbalán (2012)—, de este tipo son, también, los trabajos realizados por Cristina Garaizábal (2004, 2008) a través de las actividades del colectivo Hetaira de defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales; similar fundamento puede atribuirse a las investigaciones de Acién (2007, 2008, 2012) sustentadas en un amplio trabajo social con mujeres nigerianas que ejercen la prostitución en el Poniente de Almería; también la de Solana y López (2012) que, utilizando relatos de vida, presenta una crítica a los planteamientos abolicionistas sobre el trabajo sexual. La industria del sexo Términos como ‘industria del sexo’ o ‘sector del sexo’ son de forma natural manejados por organismos internacionales como la Organización Internacional del Trabajo (en lo sucesivo OIT o en sus siglas en inglés ILO). Desde su impactante informe The Sex Sector (Lean, 1998)38, dicho organismo de la ONU puso sobre la mesa algunas obviedades que, en determinados ámbitos de las ciencias sociales y de las instituciones políticas y económicas, habían permanecido como tabú. El informe, realizado en Indonesia, Filipinas, Malasia y Tailandia, estuvo dirigido por Li Lean Lim, quien constituye una referencia de 36 Un recuento actualizado de estudios socio-antropológicos sobre el trabajo sexual lo realizan Solana y López (2012). 37 38 Tesis inédita cuyo contenido vería la luz en forma libro (De Paula, 2002). Existe un resumen comentado en el nº 26 de la revista Trabajo (OIT, 1998). 87 primer orden a la hora de estudiar este sector. El informe destaca su importancia económica, por la gran cantidad de personas que dependen de él para vivir. “Si incluimos a los propietarios, agentes, proxenetas y otros empleados de los establecimientos dedicados al sexo, la industria del espectáculo relacionada con él y algunos segmentos de la industria turística, el número de trabajadores que se ganan la vida directa o indirectamente mediante la prostitución podría ascender a varios millones” (OIT, 1998: 10). Igualmente su significación deviene del importante volumen económico que representa. “En los cuatro países mencionados, se supone que el sector del sexo supone entre el 2 y el 14 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), y los ingresos que genera son de la máxima importancia para el sustento y los potenciales recursos de millones de trabajadores, además de las propias prostitutas. También las autoridades gubernamentales obtienen importantes sumas en las zonas donde florece la prostitución: unas ilegales, procedentes de sobornos y corrupción; otras legales, derivadas de las licencias y los impuestos con que gravan los muchos hoteles, bares, restaurantes y casas de juego surgidos a la sombra de esa actividad (OIT, 1998: 11). Otro elemento a considerar reside en la creciente importancia de la movilidad de las personas en la expansión de esta industria, tanto por el lado de los clientes, como por el de quienes ofrecen los servicios sexuales, revelándonos una vez más el contexto transnacional39 en el que se desarrolla la industria del sexo. “Con la globalización de la economía, cada vez es mayor el número de personas que trabajan lejos de sus hogares de origen (…) Mientras el dinero y las mercancías 39 El concepto de transnacionalismo se refiere a las “ocupaciones y actividades que requieren de contactos sociales habituales y sostenidos a través de las fronteras nacionales para su ejecución (...) el transnacionalismo involucra a los individuos, sus redes sociales, sus comunidades y estructuras institucionales más amplias como gobiernos locales y nacionales” (Portes, Guarnizo y Landolt, 2003: 19). Una discusión de interés sobre el carácter transnacional de las migraciones internacionales actuales lo efectúa Cristina Blanco (2007). 88 circulan sin límites fronterizos cada vez con mayor facilidad, no se aplica el mismo criterio al otro elemento principal de la producción, la mano de obra. (…) La gente del sur se siente atraída por las imágenes de lujo y prosperidad que también transmiten los medios de comunicación de masas” (Skrobanek, Boonpakdi y Janthakeero, 1999: 33-35). Un ejemplo de este carácter transnacional es analizado por Gloria Patricia Díaz Barrero (2005) al tratar sobre la migración de mujeres latinoamericanas que trabajan en la industria del sexo en Canadá, a través del programa para bailarinas exóticas extranjeras que dicho país americano contemplaba para surtir las actividades del ocio adulto en su territorio. Alejandra Piscitelli (2008) nos ofrece también ejemplos en relación al turismo sexual y al mercado matrimonial; se trata de hombres italianos que viajan hacia Brasil en busca de mujeres jóvenes y ‘exóticas’, generando, a su vez, movimientos en sentido inverso de mujeres que, invitadas por aquellos, entran en el mercado matrimonial italiano. No obstante, debo señalar la perniciosa idea que sitúa en lo que rutinariamente se conoce como globalización40 —y el subsiguiente aumento de las comunicaciones, las facilidades para el transporte y los desplazamientos en el mundo, así como la intensificación de las migraciones de carácter predominantemente económicas— la vinculación del trabajo sexual con las migraciones así como con el tráfico y la trata (Skrobanek, Boonpakdi y Janthakeero, 1999); estableciéndose una suerte de mezcolanza donde las migraciones, el trabajo sexual, la explotación laboral, el tráfico y el abuso infantil se confunden en una irresoluble trama sin solución analítica posible. Laura Agustín también pone el acento en algunos de esos aspectos. Es el caso del crecimiento de esta industria, que lo vincula tanto con los procesos de globalización, el aumento del consumismo y la creación de nuevas necesidades al alcance hipotético de todos (Agustín, 2004a). A tenor del volumen y diversidad de prácticas, actividades, negocios y sectores involucrados, parece que: “Hablar de la industria del sexo es hablar de un conjunto de actividades, prácticas y formas, enormemente variado, de perfiles diferentes y de límites bastante difusos, 40 Raúl Sánchez Molina llama la atención del riesgo de vacuidad de conceptos altamente utilizados como globalización o 'transnacionalismo' por su utilización para “describir demasiadas actividades y relaciones imprecisas” ( Sánchez, 2005: 45). 89 con una gran variedad de status tanto desde el punto de vista económico, como del reconocimiento social” (Acién y Majuelos, 2003: 19). Y, como expresa Agustín, “es claro que lo que existe no es ’la prostitución’ sino un montón de distintos trabajos sexuales” (Agustín, 2004a: 28). La variedad que configura el mercado sexual es enorme desde todos los puntos de vista, y las dimensiones económicas que representan no dejan de aumentar. Li Lean describe el sector como: “Una industria que contribuye de manera importante al empleo, al presupuesto nacional, al intercambio de divisas extranjeras y a la reducción de la pobreza en muchos países y subraya la sólida estructura organizativa, las importantes fuerzas económicas y los intereses creados que impulsan el crecimiento de la industria del sexo” (Lean, 2004: 57-58). Siguiendo nuevamente a Lean (2004), podemos decir que las bases económicas de la prostitución tendrían que ver con: - Los múltiples intereses económicos creados que financian, promueven y obtienen beneficio de las actividades. Entre los beneficiarios estarían las propias trabajadoras, sus familias, los diversos establecimientos y agentes diversos que reciben beneficios derivados del comercio sexual, así como funcionarios que facilitan el negocio. - Las estructuras organizativas, arreglos de la industria y las políticas macroeconómicas de los gobiernos y las ‘fuerzas de la globalización’ que han contribuido al crecimiento de la prostitución y al tráfico, dándole carácter transnacional al mercado sexual. - La pobreza y las precarias condiciones económicas que conducen a los individuos a la prostitución. A tenor de lo anterior, no debe resultarnos extraño que la principal razón comúnmente aceptada de las motivaciones por las que las mujeres se adentran en la prostitución sea la económica, independientemente de los recorridos particulares que las llevaron a ello. 90 El término industria del sexo, denota también una variedad de espacios, ámbitos y establecimientos en los que se desarrolla; incluiría burdeles o casas de citas, pisos de contactos, clubes de alterne, ciertos bares, cervecerías, discotecas, cabarés y salones de cóctel; asimismo, líneas telefónicas eróticas, sexo virtual por internet, ‘sex shops’ con cabinas privadas; también incluiría determinadas casas de masaje, establecimientos de relax, servicios de acompañantes, agencias matrimoniales, negocios relacionados con el turismo sexual, determinados hoteles, pensiones, etc.; e igualmente anuncios comerciales en distintos medios de comunicación, cines, revistas pornográficas, la llamada prostitución callejera, etc. El conjunto de actividades que incluye sería inabordable en estas páginas. Por otro lado otras ocupaciones, en las que no está presente actividad sexual, 41 sensual o erótica de ningún tipo, son necesarias y concomitantes con tal negocio. Se trata de labores que formarían parte ese complejo industrial sin el cual el comercio sexual propiamente dicho no podría existir en la actualidad: proveedores de comida, de bebida, guías turísticos, servicios médicos, abogados, agencias de viajes, diferentes actividades inmobiliarias, servicios de seguridad, vigilantes de aparcamientos, taxistas, etc. (Lean, 2004). Incluso negocios orientados fundamentalmente a los servicios sexuales, como puede ser un club nocturno, requieren de personas cuyas labores no presentan a priori contenido sexual alguno: camareros, vigilantes o personal de limpieza, proveedores, etc. El entramado económico que llamamos industria del sexo puede analizarse como un mercado sexual, en el que junto a la oferta laboral —personas que realizan servicios sexuales— existe una demanda —numerosa y variada clientela— y un sin fin de agentes mediadores que movilizan, canalizan y facilitan el encuentro entre demandantes y oferentes; además de servicios de apoyo a la estructura empresarial de la industria del sexo —abogados, médicos, contables, etc.—, está la industria auxiliar que produce los instrumentos necesarios para el desempeño de los trabajos —artículos de peluquería, ropa, maquillaje, comida, bebida, tabaco, preservativos, etc.— (Agustín, 2004a). Dicha categoría presenta asimismo la gran dimensión que ha ido adquiriendo tal mercado en general, su capacidad de generar ingresos y sus interrelaciones con otras grandes industrias, infraestructuras y proyectos de todo tipo. De tal manera que en tal 41 Pilar Rodríguez alude a la industria del sexo como la “oferta y demanda de servicios sexuales y sensuales” (Rodríguez, 2007: 73). 91 industria conviven de manera imbricada actividades claramente reguladas legalmente y fiscalizadas por las instituciones nacionales con otras no reguladas42 y/o fuera de todo control fiscal e institucional. Elizabeth Pisani (2012) incluye en esta industria lo que ella denomina ‘negocio del sida’. Y Agustín (2009) alude a la ‘industria del rescate’ para referirse a aquellos programas de atención, que pretendiendo el socorro o abandono del trabajo de las trabajadoras sexuales, suponen una fuente de recurso o de prestigio para determinados profesionales. Conclusiones similares a las que ofrece la OIT, en la investigación antes citada, encontramos en el estudio publicado recientemente por el Urban Institute (2014) de los Estados Unidos de América del Norte, referente a la estructura y volumen de la economía sumergida del comercio sexual en ocho ciudades de ese país americano; la cual muestra unas enormes dimensiones junto a aspectos reveladores entre los que podemos destacar43: - A pesar de existir formas y establecimientos similares, la influencia de los contextos marcaba diferencias en los mercados locales. - Personas implicadas en esa industria achacaban a los medios de comunicación una representación desfigurada de ese mundo. - Quienes se benefician del trabajo sexual utilizan diversas prácticas de manipulación para desalentar el sexo gratis y para fidelizar a sus empleados. - Es frecuente el recurso a las redes familiares y de amistades para la entrada en el trabajo sexual. - Se descubrieron diferentes agentes económicos aparentemente ajenos al sector del sexo que se beneficiaban de este comercio: gerentes de hotel, agentes de seguridad, titulados en técnicas de acupuntura, empresas de Internet, etc. - El papel de Internet como amplificador del negocio. - Incremento de la pornografía infantil. - Diferentes aspectos delictivos de la economía sumergida del sector es percibida como de bajo riesgo por los agentes involucrados (Urban Institut, 2014). 42 En mi trabajo de campo he podido comprobar estos aspectos, tanto mediante mis labores de observación como en las narrativas de los agentes con los que interaccioné, en diferentes establecimientos; todo ello quedará expuesto en las partes segunda y tercera de esta Tesis. 43 Traducción propia. 92 Tal y como apreciamos desde el principio de este sub-capítulo, el término prostitución indica muchas más cosas que el simple intercambio de sexo por dinero; y cómo algunos de sus elementos básicos forman parte también de diferentes instituciones socio-culturales que gozan de amplia respetabilidad en nuestras sociedades. La industria del sexo como sector económico incluye múltiples actividades y negocios vinculados a diferentes establecimientos, servicios o sectores específicos de otros mercados reconocidos y regulados, como el de las publicaciones, el cine, la moda, la restauración o el turismo, por ejemplo; estos suelen darse en multitud de ocasiones imbricados con actividades sumergidas, cuando no ilegales Así pues, tampoco ayuda a clarificar las cosas el hecho relevante, aunque difícil de explicar, de que, a pesar del volumen económico que representa la industria del sexo, persista la insistencia en mantener una parte importante de la actividad en este sector sumergida en el ámbito de la economía informal. Susana Narotzky (2004) caracteriza los sectores de la economía informal o sumergida mediante tres rasgos: el primero sería que la mayor parte de las transacciones realizadas en ellos estarían fuera del control fiscal del estado; en segundo lugar, por la fragmentación de la estructura de la producción llegando a unidades unipersonales; y, por fin, que la estructura las relaciones laborales que se establecían estaban vinculada a redes de confianza, vecindad, familiaridad, etc. trenzadas a lo largo del tiempo (Narotzky, 2004: 405), de tal manera que estamos hablando de una “incrustación del tejido productivo en el tejido social de la comunidad, de la familia y de la propia identidad personal” (Narotzky, 2004: 408). Rasgos que son fácilmente identificables en una parte importante de lo que venimos llamando industria del sexo. Una buena descripción de lo que acontece en este sector la expresa Ubaldo Martínez cuando indica que “las relaciones en el sector informal son todo lo opuesto [en comparación con el sector formal]. El empleo y el despido se realizan de palabra y con arreglos vagos. Los trabajadores no están protegidos por leyes sobre horas de trabajo, salario mínimo, accidentes de enfermedad o retiro. Las condiciones y obligaciones de trabajo pueden cambiar y la cantidad y tiempo de los pagos son impredecibles” (Martínez, 2004: 417). Además de los aspectos vinculados al carácter informal del sector, hay que añadir tanto la movilidad como la situación de irregularidad administrativa de una parte importante de las mujeres que trabajan en él, así como la estigmatización que recae sobre diferentes actividades entre las que incluye este mercado (Agustín, 2004a: 126-127), lo 93 cual dificulta enormemente la detección de las trabajadoras, de los trabajos y el consiguiente cálculo de sus ajustadas dimensiones. Estos rasgos de la industria del sexo en el caso español han sido estudiados por Enric Sanchís e Inmaculada Serra (2011), aplicando44 tres criterios para la diferenciación de la economía sumergida de la ‘economía oficial’: el económico, el estadístico y el jurídico. En su investigación ponen de manifiesto las dificultades para la caracterización y cuantificación del mercado sexual, en la medida en que, si bien la prostitución se ejerce a cambio de dinero45 y dada la peculiar posición jurídica del trabajo sexual en nuestro país, es probable que una parte del negocio del trabajo sexual no se declare como tal o simplemente no se declare. En cualquier caso, para estos autores existen dos ‘buenas razones’ que justifican el análisis económico de la prostitución: “Primero, porque genera rentas y está integrada en un sector de actividad más amplio —la industria del sexo— que a su vez es una parte significativa de la economía (...) Segundo porque, si bien desde ciertas posiciones teóricas sólo puede ser conceptualizada como una forma de esclavitud, de hecho es también un trabajo, una forma de ganarse la vida que ha sido elegida racionalmente” (Sanchís y Serra, 2011: 177). El estigma El concepto de ‘estigma’ entró con fuerza en los campos de la sociología y la antropología a través de la obra de Erving Goffman ‘Estigma’, cuya primera edición se realizó en 1963. Originalmente utilizado en Grecia, estaba asociado a marcas físicas que se utilizaban para identificar a individuos afectados de determinados atributos morales o sociales. En Goffman, el término “hace referencia a un atributo profundamente desacreditador” (Goffman, 2008: 13), situando su origen en el común proceso por el que “la sociedad establece los medios para categorizar a las personas y el complemento de atributos que se perciben como corrientes y naturales en los miembros de cada una de esas categorías” (Goffman, 2008: 13-14), construyendo así la identidad social de las personas 44 Citando a Raynieri, 1996. 45 Como veremos más adelante, el trabajo de campo nos ha mostrado cómo esto no es siempre exactamente así. 94 que viven en ella en forma de ‘expectativas normativas’. En esta obra se reconocen tres tipos de estigma: los defectos físicos, los defectos del carácter y los estigmas tribales asociados a determinados colectivos, —como la raza, la nación, la religión, etc.— entre los que se encuentran el de las prostitutas; y sus caracteres estigmatizantes son “susceptibles de ser transmitidos por herencia y contaminar a todos los miembros de la familia” (Goffman, 2008: 16.). De esta forma, el individuo estigmatizado se ha de enfrentar a situaciones de individuo desacreditado o ‘desacreditable’, según se conozca o no por los demás su estigma; de ahí la importancia crucial que, para las personas con estigma, tiene el cómo manejan la información —y los símbolos que la portan— acerca de su identidad personal que transfieren a la sociedad en cada situación. Por ello, estas personas diseñan diferentes estrategias que permiten el ‘ocultamiento’ o el ‘enmascaramiento’ de los símbolos de su estigma; esto tiene especial importancia dado que “en general, la tendencia del estigma a difundirse desde el individuo estigmatizado hacia sus relaciones más cercanas explica por qué dichas relaciones tienden a evitarse o en caso de existir, a no perdurar” (Goffman, 2008: 47). Este aspecto del estigma asociado al trabajo sexual está bien establecido en la literatura científica elaborada en los últimos años. Son de particular interés las aportaciones de Juliano (2002) cuando se refiere a la forma en que las trabajadoras sexuales se enfrentan la estigmatización de que son objeto; las estrategias de control de la información y de empoderamiento que ponen en marcha, las he podido documentar suficientemente en mi trabajo de campo y quedará reflejadas en un epígrafe específico. Para Garaizábal, el imaginario social-sexual atribuye tres identidades a las prostitutas: la de ‘delincuente’, animada por las políticas en materia de seguridad en los diferentes niveles institucionales; la de ‘viciosa’, basada en la aplicación de un doble criterio de moral y ‘buenas costumbres’; y la de ‘víctima’, en base a diferentes motivaciones, pobreza, trauma, maldad masculina y que tiene el perverso efecto añadido de incapacitarlas para decidir sobre sus intereses (Garaizábal, 2007: 43 y ss.). Todo ello consecuencia de que: “Socialmente se establecen ciertos límites a la iniciativa sexual de las mujeres que no existen para los hombres... La ‘puta’ es la representación por excelencia de estos 95 límites. Su estigmatización y la condena moral que recae sobre ellas son la expresión del castigo con el que la sociedad responde a la transgresión de estos mandatos sexuales” (Garaizábal, 2007: 46). En otro sentido, para Dolores Juliano la estigmatización cumpliría un cometido doble; por un lado, la segregación de las trabajadoras sexuales del resto de las mujeres y, por otro, evitar la contaminación que pudieran ejercer sobre el resto de la sociedad. “La hipótesis que mantengo desde trabajos anteriores es que las estigmatizaciones sociales que afectan a las mujeres están ligadas preferentemente a la construcción de los roles de género, canalizan la desconfianza y agresividad social hacia la sexualidad femenina y mantienen su vigencia por la funcionalidad que tienen para controlar la conducta sexual y social de las mujeres no estigmatizadas, al tiempo que sirven para neutralizar el potencial cuestionador que puede extraerse de cualquier práctica marginalizada” (Juliano, 2010: 17). Especial relevancia está adquiriendo en los últimos años la variante ‘victimizante’ del estigma sobre las trabajadoras sexuales. El abolicionismo presenta a las trabajadoras como “mujeres sin voluntad para poder enfrentarse a los problemas y necesitadas de una protección estatal especial” (Garaizábal, 2007: 49). Desde esta perspectiva afirma Marja Wijers que “las prostitutas son vistas igualmente como esclavas que necesitan ser liberadas y que se las conciencie de la opresión que sufren” (Wijers, 2004: 212). Precisamente esta presunta necesidad de protección sirve como pretexto para políticas institucionales que, con la excusa de luchar contra la trata y el tráfico, apenas ocultan en muchos casos sino un sistemático hostigamiento de las mujeres y sus entornos de trabajo; bajo el eslogan de la lucha contra la trata se esconde a menudo la intransigencia hacia el trabajo sexual en cualquier circunstancia. En este sentido, Jo Doezema nos advierte de las perniciosas consecuencias políticas de la consideración del trabajo sexual como violación de los derechos humanos: “la ‘infantilización’ de las mujeres llega a ser no tanto un instrumento de poder como una forma de quitarles libertad” (Doezema, 2004: 154). 96 El trabajo sexual y la prostitución como categorías analíticas Es habitual en las investigaciones socio-antropológicas utilizar de manera combinada o indistinta los términos prostituta y trabajadora sexual, prostitución y trabajo sexual; en cualquier caso puede percibirse una cierta polémica en torno a la utilización de dichos términos, que considero de interés abordar. El término prostitución sigue utilizándose con mayor o menor profusión o con más o menos reservas en los estudios de carácter académico y científico. Una definición comprehensiva la caracterizaría como la “actividad a la que se dedica la persona que, a cambio de dinero u otros bienes, presta a otras servicios sexuales que implican contacto carnal” (Solana, 2003: 27). Solana y López (2012) consideran que la prostitución constituiría un tipo concreto de trabajo sexual, y su carácter conceptual diferencial estaría precisamente en el contacto carnal que está presente en él. Para la APDHA la prostitución consistiría en el “intercambio, libre, negociado y consentido, de servicios sexuales a cambio de dinero, u otra remuneración pactada de antemano entre adultos” (APDHA, 2008: 8); aquí el énfasis estaría en el carácter voluntario y consentido de las relaciones presentes en esa actividad. En esa línea, Maqueda (2009) apuesta por excluir del concepto prostitución la que se realiza con carácter forzado. Desde luego, el uso del término ‘prostitución’ es defendido frente la expresión ‘trabajo sexual’ por sectores ligados al abolicionismo46 o a determinadas expresiones dentro del feminismo que consideran inaceptable el trabajo sexual como forma de vida o de trabajo, o niegan diferenciación alguna entre trabajo sexual voluntario o forzado. En esta línea se expresan Rosario Carracedo y Sara Vicente (2002), o más explícitamente Amelia Varcálcel y otras cuando manifiestan, a propósito de las conclusiones del informe propuesto por la Comisión Mixta Congreso-Senado de los Derechos de la Mujer, que les “parece bastante acertado y prudente que esa Comisión (...) se haya decantado por rechazar que la prostitución sea un modo de vida deseable y aceptable” (Varcárcel et al, 2007). Precisamente referido a ese informe, nos alerta Solana de que “reproduce los tópicos de la dogmática abolicionista (algunos de ellos, además de manera burda y deleznable). La intención de la mayoría de los ponentes no era estudiar de manera objetiva y ecuánime la situación actual de la prostitución en España, sino otorgar refrendo político a la ideología abolicionista previamente asumida por ellas” (Solana, 2008: 138). 46 Cabe advertir que dentro del abolicionismo se dan posiciones contrapuestas y a veces ambivalentes. Una lectura de interés al respecto es la que presenta Ana Rubio (2008). 97 También muestran esa orientación contraria al reconocimiento del trabajo sexual los ensayos de Enrique Javier Díez (2009) y Pedro Brufau (2011). No es de extrañar, en este sentido, la manifiesta presencia del abolicionismo en diferentes instituciones del Estado y sus expresiones en los medios de creación de opinión pública. La reivindicación del término ‘trabajo sexual’ vendría especialmente de la mano de aquellas entidades, entre las que se encuentran asociaciones que incluyen en su seno a trabajadoras sexuales, que se mantienen en la línea de la defensa de los derechos de las prostitutas. Entre ellas estarían las que se agrupan en torno al Proyecto INDOORS47 o la Fundación TAMPEP 48 quienes consideran que “el trabajo sexual es trabajo y una profesión; los trabajadores sexuales son trabajadores y deberían ser reconocidos como tales”; así lo recomendó la ‘Conferencia europea sobre trabajo sexual, derechos humanos, trabajo e inmigración’ en Bruselas el año 2005 (Sorfleet, 2007: 85-86)49, bajo los auspicios del ‘Comité internacional sobre derechos humanos de las trabajadoras sexuales en Europa’ (ICRSE, en sus siglas en inglés). La concepción laboral del trabajo sexual por parte del proyecto INDOORS puede apreciarse en su video ‘Igualdad de Derechos’ (INDOORS, s. f.). Según Agustín “se usa el término trabajo sexual por dos motivos: uno, porque las personas que trabajan en el sector lo prefieren, diciendo que es menos estigmatizador y, dos, porque hay gran variedad de funciones dentro de esta industria, y muchas no se pueden llamar prostitución” (Agustín, 2003: 12). Al segundo motivo nos hemos referido ya anteriormente. Respecto del primero se puede afirmar que está ampliamente documentado en las investigaciones de corte etnográfico, a través de los testimonios de la propias mujeres, al caracterizar ellas mismas como trabajo la actividad que realizan (Corbalán, 2012; López, 2010, Majuelos, 2012; Solana y López, 2012) si bien es cierto que también utilizan el término prostitución de forma recurrente. Por otro lado el término prostitución, considerado como actividad, presenta un inconveniente añadido y es que “puede impedirnos el entendimiento de que hay un mercado del sexo, distraernos de la demanda 47 Se puede obtener información de este proyecto y acceder a diversas publicaciónes en la web: http://indoors-project.eu/ 48 Sobre la Fundación TAMPEP y las entidades asociadas puede verse su actividad en la web: http://tampep.eu/index.asp 49 Traducción propia del original en inglés. 98 —es decir, los deseos diversos de los que buscan servicios sexuales—” (Agustín, 2004a: 28). Ruth Mestre (2005a) abunda en la preferencia de las mujeres para dejar de hablar de prostitución, entre otros motivos, porque las propias trabajadoras presentan su actividad como una estrategia de mejora de sus vidas. Por su parte, Dolores Juliano (2008), tras un agudo análisis, se decanta por la consideración del reconocimiento laboral y social del trabajo sexual. También Santiago Morcillo aporta a esta discusión; a partir del análisis de su trabajo de campo en diferentes ciudades argentinas, muestra cómo las mujeres dan sentido al sexo comercial como una táctica frente al estigma: “la concepción de éste [el sexo comercial] ‘como un trabajo’ supone un proceso paulatino, constante y un esfuerzo por enfrentar y enfrentarse, o al menos escamotearse, frente al sentido hegemónico sexualizado, naturalizado y estigmatizante de la prostitución” (Morcillo, 2012: 8). La presente Tesis discutirá también la inconveniencia del término prostitución como categoría analítica para poder explicar lo que ocurre en ese mundo, sus características y el tipo de relaciones que se establecen entre los diferentes agentes involucrados. Esta pretensión requiere de dos aclaraciones previas. La primera es de orden semántico, ya que no pretendo cambiar el nombre a las cosas —cambiar las palabras— para cambiar los hechos; trato de no seguir esa costumbre que se ha instalado en diferentes ámbitos políticos y culturales de nuestro país, en los territorios de la corrección política, que pretende no sólo modificar la realidad mediante la sustitución de los términos que la designan, sino que trata de hacer desaparecer realidades por el hecho de que los vocablos que las expresan les resulten incómodos50. La segunda aclaración es de carácter analítico, ya que no está en la pretensión de esta Tesis negar o subestimar otros fenómenos que pueden ser contingentes al trabajo sexual como es la trata de seres humanos, la explotación de menores, el tráfico forzado o los abusos en las condiciones en que se realizan las distintas profesiones; de la misma manera que no disociamos de él otros sucesos de diferente naturaleza que puedan producirse en determinadas circunstancias vinculados al comercio en este sector; me refiero a problemas relacionados con las enfermedades de transmisión sexual, la calidad 50 Viene a colación recordar la polémica en torno al lenguaje sexista suscitada por el artículo encabezado por el académico de la RAE Ignacio Bosque (2012). 99 del alcohol que se suministra en determinados locales, el consumo de estupefacientes ilegales o los ruidos que puedan sufrir los vecinos que vivan en las inmediaciones de ciertos establecimientos; igualmente no esperamos que el estigma que rodea al trabajo sexual, y que sufren especialmente las trabajadoras, vaya a desvanecerse de la noche a la mañana por el simple cambio de denominación, o por su inscripción en el registro de actividades de la Seguridad Social en algún epígrafe en el que no aparezca el término prostitución. Problemas, estos y aquellos que, por cierto, no son ajenos a otros sectores productivos tal y como algunas agencias de la Organización de las Naciones Unidas ponen de manifiesto (UNODOC, 2012). Además de esta conveniente separación de fenómenos, la observación, descripción, análisis e interpretación del trabajo sexual como hecho social aconseja su disociación de los aspectos morales, tal y como nos sugiere Pons (2004). “La confusión entre ambos niveles resta validez al análisis y puede ensombrecer las posturas morales y el sentido de las acciones que se derivan de ellas. Las preferencias personales y la ideología social contenida en la cultura ideal suelen filtrarse como principios indiscutidos y, generalmente, no concienciados” (Pons, 2004:114). El trabajo y los trabajos sexuales Hemos indicado que hay muchos trabajos en la industria del sexo que ‘nada’ tienen que ver con prácticas sexuales, el erotismo o la sensualidad. Pero hay otros en los que estos elementos están presentes con mayor o menor intensidad. Incluso, unas mismas tareas adquieren sentido y contenido diferentes dependiendo del lugar donde se ejerce, como refleja Agustín (2004a: 29). Una clasificación podríamos realizarla en base al ‘interfaz’ interactivo, es decir atendiendo al medio que se sitúa entre la trabajadora y su cliente en la relación que se establece en cada servicio. Así puede haber contacto físico en diferente grado: solamente el tacto, las caricias leves piel con piel como suele darse en el alterne, o en salas de masaje; o contactos más ‘íntimos’ como en el caso de una ‘cubana’, o una ‘mamada’ o directamente de un ‘polvo’. Pero el contacto puede ser solamente visual directo: una cabina, o una actuación en una barra americana; o a través de imágenes mediadas por pantallas: de cine o 100 video —películas pornográficas—, de internet —sexo virtual—, o papel fotográfico — revistas eróticas—, o puede no ser visual sino sólo auditivo —sexo telefónico—. Otra clasificación podría hacerse en virtud del consumidor final. Así, por ejemplo, la interacción sexual principal puede darse entre la trabajadora y el cliente –servicios habituales en un club o un piso de contactos— o establecerse entre dos trabajadores, para realizar una película pornográfica o para un cliente que pretende participar en un espectáculo ‘voyeur’ montado para su exclusivo disfrute. En otro sentido, el ‘lugar’ donde se realiza el trabajo permite nuevas diferenciaciones. Si se da en un espacio abierto: calle, polígonos, parques y jardines, etc. o es en locales cerrados: viviendas particulares, pisos de contactos, casas de citas, clubes nocturnos, hoteles de plaza, estudios de cine o fotografía, etc. Se añaden más dificultades si el espacio donde se realiza la captación del cliente es el mismo o diferente de aquél donde se prestan los servicios. En estos casos, las características físicas del recinto determinan tanto la calidad de las condiciones en que se realiza el trabajo como la del servicio prestado. De importancia también es el tipo de gestión de la oferta y la demanda para las trabajadoras. Así no es lo mismo realizar el trabajo por cuenta propia —viviendas particulares, pisos de contactos— que aquellos en el que hay un mediador, como es el caso de los clubes, casas de citas o agencias —en el caso de ‘escorts’, bailarinas o ‘azafatas de compañía’—. El nivel de autonomía de las trabajadoras en la gestión del proceso comercial marca diferencias importantes en factores como el económico, la higiene, condiciones laborales —precios, porcentajes, capacidad de negociación, horarios, tipos de servicios, etc.—. Toda esta variedad quedará puesta de manifiesto en la ‘Parte segunda’ y en la ‘Parte tercera’ de este texto, donde se expondrán los resultados del trabajo de campo. Sea como fuere, todos esos trabajos requieren de diferentes habilidades y recursos una de cuyas finalidades es “dar placer a otros (...) El cliente quiere sentir placer de algún tipo” (Agustín, 2004a: 30). Para ello se requieren determinadas cualidades y recursos que las trabajadoras deben tener en cuenta como podemos apreciar en (Agustín, 2004a: 30-34) 101 o en el ‘Manual de profesionalización’ para trabajadoras sexuales editado por la asociación GENERA (2011)51. 1.2.3 Los agentes Dada la enorme diversidad de trabajos que incluye la industria del sexo, la variedad de agentes puede ser casi ilimitada. Como criterio de selección, nos referiremos a aquellos que tienen que ver con los servicios erótico sexuales y sensuales que se realizan en espacios donde la interacción entre trabajadora y cliente final es cara a cara, siendo el contacto físico una posibilidad, se dé efectivamente o no. No obstante en el capítulo dedicado a ‘Recursos metodológicos’ se precisará más el ámbito del trabajo realizado. Ese tipo de actividades son las que se han considerado en el trabajo de campo realizado para esta Tesis, y corresponderían en cierta manera a lo que comúnmente se entiende por prostitución en sus niveles no de lujo. En ese ámbito los agentes principales serían la trabajadora sexual, el cliente, los dueños, y otros agentes auxiliares como camareros, porteros, bailarinas, etc. La trabajadora sexual Con este término, en correspondencia con las diferentes definiciones antes indicadas, podemos identificar a la persona adulta, que presta, de forma voluntaria, el servicio sexual a cambio de una compensación económica libremente pactada, sea dineraria o en especie. Paralela a la dicotomía trabajo sexual/prostitución transcurre la que constituyen los términos trabajadora sexual/ prostituta, y parecidas apreciaciones se pueden considerar en ambos casos. Sin embargo, Pheterson, va más allá al considerar que la categoría ‘prostituta’ “se basa más en representaciones sociales simbólicas y legales de las malas mujeres o putas que en un conjunto real de características que se den dentro de un grupo de personas” (Pheterson, 2000: 41), cuestionando la validez científica de la categoría prostituta. No obstante, este debate –que no debiera considerarse simplemente 51 Entre ellos podemos citar: conocer el propio cuerpo, aprender a usarlo y a cuidarlo; capacidad de negociación con el cliente, de las condiciones del servicio y del precio; aprender a poner límites, controlar las situaciones; capacidad interpretativa, para presentarse, proyectarse y adaptarse a los diferentes roles que cada servicio requiere; capacidad empática, hacer que el cliente se sienta deseado y escuchado; capacidad de agencia, para gestionar el propio negocio, sea cual sea la dimensión de éste; etc. 102 nominalista— no parece estar agotado. Así Pia Covre, líder del Comité para los Derechos Civiles de las Prostitutas, plantea objeciones al uso del término ‘trabajadora sexual’; pues, en la medida en que la adquisición de derechos laborales iría vinculada a la ciudadanía, se produciría una brecha entre las trabajadoras autóctonas y las inmigradas, proporcionándole un estatus más débil y mayor aislamiento a este último grupo (Covre, 2004). En sentido contrario, dada la carga peyorativa y estigmatizadora que lleva asociada el término prostituta, investigadores sociales prefieren el término trabajadora sexual (Solana y López, 2012). Esta carga estigmatizadora que pesa sobre la trabajadora sexual está sobradamente documentada en diferentes estudios académicos y trabajos científicos a los que ya he aludido en epígrafes anteriores. Las trabajadoras sexuales son las que marcan la oferta en el comercio sexual. Respecto a sus características sociodemográficas, es obligado precisar que las peculiaridades de este mercado hacen muy difícil una cuantificación del número de mujeres que trabajan en el sector, ni siquiera en el ámbito más concreto del trabajo cara a cara con el cliente. Al margen de la mítica cifra de las 300.000 que circula recurrentemente en prensa e incluso en diferentes informes, se han hecho intentos de recuento en sectores y ámbitos particulares (IOÉ, 2001: 671 y ss.) sin llegarse a obtener datos concluyentes. Otro aspecto tiene que ver con el origen nacional de las trabajadoras, que ha adquirido relevancia desde finales del S. XX, en la medida en que, al margen de los problemas citados de cuantificación, sí que parece haber consenso en que desde la década de 1980 hasta la actualidad, se ha producido un relevo muy acusado en el origen de las mujeres como muestran los diferentes investigaciones e informes. En la Tesis de Pons (1993) se recoge que las extranjeras constituían ya un quinta parte de las trabajadoras en Asturias, la Guardia Civil52 (2000) estimó el 90% en el año 2000, y en 2008 (Guardia Civil, 2008) ya constituían el 98%. Entre ellas, las procedentes de países europeos representaban aproximadamente el 37%; las de origen americano, el 56%; las provenientes de África alcanzarían el 6,5%; y las originarias de Asia, apenas el 0,2%. En un intento más ambicioso, el Informe ESCODE (Malgesini, 2006: 83-84), propuso una aproximación numérica del número de trabajadoras que ofrecían sus servicios 52 Dos precisiones requieren los datos aportados por la Guardia Civil. La primera es que están circunscritos a los clubes de carretera —con excepción de las provincias de la CAPV, Lleida y Tarragona—. La segunda es que presentan a todas las trabajadoras como víctimas “por entender que, salvo una minoría, lo hacen por vivir un estado de necesidad y, denuncien o no, bajo el control más o menos riguroso de organizaciones delictivas” (Guardia Civil, 2000: 8). 103 en determinados ámbitos laborales, en el conjunto del territorio estatal, con el resultado que puede apreciarse en la tabla nº1. Tabla nº 1. Número de trabajadoras sexuales por ámbito de trabajo en todo el territorio español LUGAR DE TRABAJO CLUBES DE CARRETERA CLUBES URBANOS PISOS CALLE TOTAL Nº DE TRABAJADORAS 24.192 42.517 41.081 5.636 113.426 Fuente: Malgesini (2006). Elaboración propia. Para Solana “la venta de servicios sexuales por parte de mujeres inmigrantes supone en parte una nueva oferta sexual y una revitalización del mercado del sexo” (Solana, 2003: 152), de tal forma que la incorporación de estas mujeres al comercio sexual en nuestro país aumentó la oferta, diversificó los servicios y produjo un rejuvenecimiento general de la población trabajadora 53 ; y, desde luego, supuso una vía alternativa de inserción laboral ante las dificultades de acceder a otros sectores del mercado laboral en determinados contextos y circunstancias (Acién y Majuelos, 2003; Arjona, Checa y Acién, 2005; Majuelos 2012; Solana, 2003). “En cualquier caso, la participación de las mujeres inmigrantes en la industria del sexo es un fenómeno que tiene que ser entendido en el marco de las sociedades posmodernas, que hemos definido como sociedades urbanas, donde predomina el sector servicios y donde los medios de comunicación adquieren una presencia inusitada” (Rodríguez, 2008: 51). Como vengo indicando a lo largo de este capítulo, comienzan a desarrollarse estudios de corte etnográfico donde la perspectiva de las propias trabajadoras adquiere un valor relevante en las investigaciones. También se publican autobiografías que elaboran las propias trabajadoras, de tal manera que sus relatos se convierten en fuentes inestimables para comprender diversos aspectos del trabajo sexual, sus motivaciones y perspectivas vitales. Sin ánimo de exhaustividad, citaré el caso de Carla Corso y Sandra Landi (2000), Valérie Tasso (2004; 2012), Paula Vip (2009), Montse Neira (2012) o Marta Elisa de León 53 La incorporación de mujeres inmigradas, a determinados segmentos del mercado de trabajo, ha promovido procesos de sustitución étnica no sólo en el sector del comercio sexual. Gualda y Ruiz (2004 y 2005) nos ofrecen una discusión al respecto, para el caso de la agricultura y el servicio doméstico en la provincia de Huelva. 104 (2012); ello ha supuesto un revulsivo en la medida en que ha desplazado la carga de autoridad de las fuentes de información, en las investigaciones en ciencias sociales, hacia las experiencias y valoraciones de las propias mujeres que trabajan en la industria del sexo. El cliente El cliente en el comercio sexual representa la demanda de servicios, lo que le obliga a compensar mediante dinero o bienes las prestaciones recibidas. A pesar de ser un actor de primera magnitud, especialmente en los servicios cara a cara, en la literatura científica apenas ha existido como categoría analítica, con la sola excepción, tal vez, del término ‘prostituyente’ utilizado en el trabajo de Carmen Imbert (1991)54. Juliano (2002), pone de manifiesto la persistente invisibilidad, y la tolerancia, cuando no la complicidad, en las investigaciones acerca de la prostitución; achacando tal efecto a “los patrones normativos de la doble moral sexual, que considera normal y poco significativa desde el punto de vista ético la actividad sexual masculina” (Juliano, 2002: 97). En los últimos años, bien porque se ha desplazado la responsabilidad de los males del sector sobre el cliente bien por otros motivos, la cuestión es que puede percibirse un mayor interés sobre este actor en las investigaciones científicas. Así podemos citar los estudios de Saïd Bouamama a través del Mouvement du Nid (Bouamama, 2004), el de Claudine Legardinier y Saïd Bouamama (2006), en Francia; Melisa Farley, Julie Bindel y Jacqueline M. Golding (2009) en Reino Unido, así como el trabajo de Seven-Axel Mâmsson (2011) que realiza un análisis comparativo de la frecuencia con la que los hombres de nueve países europeos compran sexo; también en Estados Unidos de América del Norte podemos citar un estudio comparativo entre clientes y hombres que no compran servicios sexuales (Farley et al., 2011). Por su parte, Catherine Hakim sitúa la demanda de servicios sexuales y de ocio erótico en lo que ella denomina el ‘déficit sexual masculino’ 55 , tres de cuyas manifestaciones típicas estarían representadas por “los hombres que no tienen pareja (...) Los casados que sufren penuria sexual (...) [Y] los casados que desean o necesitan más sexo del que reciben en su hogar, de forma temporal o permanente” (Hakim, 2012:182). 54 55 Citado por Juliano (2002: 95). Se trata de una forma de señalar el diferencial entre el placer sexual buscado y el efectivamente disfrutado. 105 Las otras fuentes vendrían de la demanda de quienes buscan ‘especialidades sexuales concretas’ o la búsqueda del ‘sexo instantáneo’, sin exigencia de reciprocidad (Hakim, 2012). No obstante, destaca que “los hombres que compran servicios sexuales no son degenerados sino personas normales y corrientes” (Hakim, 2012: 182). Con cierta frecuencia se suele dedicar al cliente algún epígrafe en los trabajos consagrados al análisis al trabajo sexual, como en el caso Regina De Paula (2002), de Solana (2003), de Meneses (2003) o incluso del Instituto Nacional de Estadística (2003) en su ‘Encuesta de salud y hábitos sexuales 2003’. Sólo en los últimos años podemos citar algunas investigaciones específicas sobre el cliente; de María José Barahona y Luis Mariano García (2003) sobre el perfil del cliente en la Comunidad de Madrid; la investigación llevada a cabo en la ciudad de Zaragoza por Rafael López y David Baringo (2006); o el estudio referido al cliente en la provincia de Bizkaia realizado por la asociación ASKABIDE (2008); también el trabajo realizado en Galicia por Águeda Gómez y Silvia Pérez (2009), donde abordan el análisis del discurso de los clientes desde la perspectiva teórica del Frame Analysis. Por su parte, Meneses (2010) investiga los factores motivacionales de los clientes para pagar por el sexo. Si algún elemento podemos encontrar en común en estos estudios es que los clientes de la prostitución no poseen un perfil psico-sociológico que los caracterice, de tal forma que podemos encontrar entre quienes compran servicios sexuales a personas de cualquier estrato social, perfil profesional, nivel cultural o edad; lo cual no impide que se puedan detectar comportamientos diferentes entre los clientes, como ponen de manifiesto Solana (2003) o López (2010). En todos estos estudios observamos cierta pretensión clasificatoria, bien sobre los factores motivacionales que llevan a los hombres a comprar servicios sexuales, bien en base a sus discursos —sean emitidos por ellos o por las trabajadoras de quienes son clientes—. Así Solana (2003) distingue entre clientes ‘objetualizadores’ para quienes las mujeres no serían sino ‘objetos sexuales’ y clientes ‘personalizadores’, quienes integran el servicio sexual comprado en una relación que va más allá del simple intercambio de sexo por dinero (Solana, 2003: 130 y ss.). Meneses (2003) añade una categoría más, la de ‘agresor’ en la que estarían representados aquellos clientes que se aprovecharía de ’las circunstancias de debilidad’ de la trabajadora sexual. López y Baringo (2006) distinguen seis tipos de clientes en función de los factores motivacionales o contextuales en los que se realizan los servicios: 106 - El hombre con problemas afectivos o dificultades relacionales con las mujeres. - Los que compran servicios sexuales en ambiente grupal y de salida nocturna. - El infiel ‘light’, hombre casado que echa una ‘canita al aire’, sin implicaciones afectivas y escaso conflicto moral. - Los que compensan su ausencia de sexo o afectividad ante una relación estable que está en crisis o no funciona. - Como complemento de las relaciones laborales y comerciales, vinculados al cierre de acuerdos comerciales, de comidas de negocios, o simplemente de prolongación recreativa de la jornada laboral. - Los hombres jóvenes. Por su parte Gómez y Pérez (2009), realizan una clasificación de los clientes en base a cuatro paradigmas discursivos; cada paradigma recogería no sólo el discurso dominante de los clientes sino también el ‘self’ característico de la personalidad del cliente, los tipos de motivaciones, actitudes hacia los problemas del trabajo sexual, la caracterización por el cliente del ‘self’ femenino y los agentes causales para la compra de servicios sexuales. Pues bien estas autoras plantean cuatro tipologías: - La tipología del discurso misógino, que califican de ‘perspectiva retromachista’, donde la mujer es considerada como objeto. - La del discurso samaritano, que presenta una perspectiva dual de las mujeres, sean trabajadoras del sexo o no: las buenas y las malas mujeres. - La del discurso mercantilista. Conciben el trabajo sexual como un negocio y la compra de servicios sexuales como una actividad de ocio, de tiempo libre y también grupal. - La tipología del discurso crítico. En este marco se mezcla el reconocimiento de las desigualdades ‘de género’ con una visión anómica del trabajo sexual. No obstante estos intentos clasificatorios, debemos resumir con Daniel WelzerLang que “los clientes del trabajo sexual y del comercio del sexo son muy mayoritariamente hombres. Y hombres ordinarios, en el sentido en que son personas normalmente socializadas como hombres”56 (Welzer-Lang, 2002). 56 Traducción propia del original en francés. 107 López Riopedre insiste en su Tesis sobre esta cuestión, poniendo de manifiesto que “las propias trabajadoras sexuales inciden reiteradamente en el hecho de que sus clientes son personas normales, de ahí que cualquier intento de encasillamiento en sus múltiples facetas esté previamente condenado al fracaso” (López, 2010: 279). Más bien lo que se transluce de los estudios es que los comportamientos son variados y tienen que ver con determinadas prácticas o costumbres —respecto de la higiene, en cuanto al uso del preservativo, en relación al consumo de alcohol o estupefacientes, la gestión de los tiempos, etc.— como puede verse en Pheterson (2000: 73-74), en De Paula (2002: 129149) en Solana (2003: 119 y ss.), en Garaizábal (2007: 54) o en López (2012), etc. La información obtenida de mi trabajo de campo, como mostraré más adelante, abunda en estas mismas consideraciones. En cualquier caso, en estas investigaciones se constata también las dificultades de acceder al cliente y obtener sus opiniones y vivencias, quedando en este sentido un largo recorrido pendiente aún de cubrir El prostituidor y la prostituida Una cuestión que no conviene dejar pasar es el recurso a una nueva categorización con la que se trata de definir el perfil caracterizador del cliente que los datos empíricos no permiten, hasta ahora, al menos, obtener; me estoy refiriendo a la figura del prostituidor. Se trata de una especie conceptual que se cita como un mantra, que a fuerza de repetirse pretende imponerse como categoría psico-socio-antropológica y que se presenta como el gran descubrimiento teórico del abolicionismo. Dada la incorrección política que supone poner en el centro de la culpa a la mujer, como tradicionalmente se venía haciendo en la historiografía tradicional, es necesario sustituirla por otro agente que cargue con ella. “Para hablar de prostitución debemos empezar a hacerlo de quien promueve y favorece la existencia de la misma; ¿de quién estamos hablando? Del prostituidor, del mal llamado ‘cliente’ (...) La mujer pierde su esencia de persona desprovista de identidad y se convierte en el receptor de los fluidos sexuales del varón, es decir, en objeto” (Barahona, 2003: 428). De esta manera, el abolicionismo ha encontrado en este término el complemento adecuado a su concepción ideológica en virtud de la cual la mujer que trabaja en el mercado del sexo no sólo no es trabajadora sino que tampoco es prostituta, sino 108 prostituida: “las mujeres prostituidas son las víctimas, como resultado de sus circunstancias o antecedentes individuales, pero asentadas y promovidas por circunstancias estructurales” (Barahona, 2003: 428). En este sentido, procede destacar las campañas que han puesto al cliente en el punto de mira del abolicionismo, especialmente desde la promulgación de la ley sueca que penaliza a los clientes, y la infiltración de su ideario en diferentes instituciones, grupos de presión y partidos políticos. Como ejemplos podemos citar los propios informes de la Guardia Civil 57 , el documento de la Fundación Alternativas —vinculado al PSOE— para el que “el cliente es el mayor prostituidor” (Brufau, 2008: 37), o la ‘Guía didáctica para el profesorado’ editada por el Ayuntamiento de Sevilla que caracteriza la prostitución como “una manifestación más de violencia contra las mujeres” (Ayuntamiento de Sevilla, s.f.: 37) identificando a los clientes como prostituidores. Algunas ordenanzas municipales inciden en esta línea también, como veremos más adelante. Así como diversas campañas municipales que también siguen esta estela. Imagen nº 1. Cartel publicitario de campaña municipal Fuente: Ayuntamiento de Sevilla (2008). Elaboración propia. 57 Ver nota a pie nº 52. 109 La campaña de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres (2008) subvencionada por diferentes instituciones madrileñas, es contundente en sus documentos de campaña, donde podemos leer: “El feminismo actual, incorpora al debate de la prostitución una clave nueva que no versa tanto sobre la figura de la mujer en la prostitución, sino que quiere centrar el debate en los responsables de la existencia de la prostitución: LOS PROSTITUIDORES” (CIMTM, 2008: 3). Pese a estas insistencias, tal construcción adolece de una acusada debilidad teórica por su carencia de soporte empírico, como los estudios a los que nos hemos referido más arriba ponen de manifiesto, en particular por la propia visión que las trabajadoras poseen de sus clientes. En realidad: “La idea de que todos los hombres buscan denigrar sexualmente a las mujeres y de que su sexualidad agresiva es la causa de la explotación sexual está en el fondo de la presunción de las abolicionistas de que ‘todos’ los clientes ven a las prostitutas como ‘cosas’ a su servicio, que les pertenecen porque han pagado y que las tratan con brutalidad, humillándolas y agrediéndolas siempre” (Gairazábal, 2007: 54). Presunción ésta que tiene más de impostura dogmática que de resultado de análisis verificables de la realidad. Los mediadores Bajo esta categoría incluiré diversos actores que han estado presentes en la literatura sobre prostitución y que han cumplido múltiples papeles y variadas posiciones en el seno de la industria del sexo. Se trata de los llamados chulos, rufianes o proxenetas, aquellos que, en el imaginario social y en la legislación, viven del trabajo de las mujeres, se apropian de sus ganancias o trafican con ellas o sus beneficios. También podemos acoger bajo esta categoría los empresarios de clubes, gerentes de casas de citas, directores de hoteles o de pensiones, etc. En realidad “cualquier hombre al que se le asocie con una puta puede ser etiquetado como chulo, ya sea su amante, amigo, hijo o director de hotel” (Pheterson, 2000: 74) y sus 110 relaciones o funciones respecto al trabajo de ella pueden ser variados. “Los chulos, como los maridos, generalmente son aceptados por las mujeres como compañeros y protectores” (Pheterson, 2000: 75). En parecidos términos lo expresa De Paula “los chulos que hoy existen son los compañeros de algunas prostitutas. Ellos no trabajan y, por lo tanto, dependen económicamente de ellas. Sin embargo, no parece que ellos posean el dominio total del dinero, tampoco de su trabajo” (De Paula, 2002: 111). Por otro lado, Juliano advierte tanto sobre esta dependencia económica del chulo respecto de su compañera como de que “aceptan explícitamente compartir con otros sus servicios sexuales, lo que cuestiona la presunta base instintiva de la posesión masculina” (Juliano, 2002:104). De Paula distingue entre el chulo y la proxeneta; “la proxeneta es una persona de sexo femenino, dueña de casas de prostitución. Es la intermediaria en la negociación del cliente con la prostituta. Ella es quien define las reglas de trabajo (...) y lleva el control económico de los servicios de la prostituta” (De Paula, 2002: 110). Se trata de mujeres que ya trabajaron en el sector y que conocen bien el oficio y el entorno en el que se realiza. Este tipo de proxenetas puede encontrarse en la biografía que construye Julián Peiró (2009) de una prostituta barcelonesa, ‘La Sra. Rius de moral distraída’. Parecido modelo estaría representado en las ‘mamis’ que regentan pisos en la ciudad de Lugo y que López (2010: 251 y ss.) nos presenta; o las que dirigen diferentes establecimientos donde mujeres nigerianas y guineanas realizan trabajo sexual en la provincia de Almería (Acién, 2007; Arjona et al., 2005; Majuelos, 2012)58. En mi trabajo de campo, en las casas de citas y casas-bar africanas que he visitado, eran mujeres en su totalidad, quienes se encargaban de la gestión de este tipo de establecimientos. Sin embargo la persistente confusión entre prostitución, explotación sexual, tráfico y trata, pervierte el carácter de estos conceptos y los convierte en inadecuados para el análisis socio-antropológico, obligándonos a su continua re-definición según el contexto de 58 En el caso de Almería se trata de mujeres africanas que regentan casas-bar donde otras mujeres, generalmente también africanas, ejercen trabajo sexual; ellas se encargan de la gestión general y coordinación tanto de los aspectos residenciales —que constituyen su fuente principal de ingresos— como de los laborales de la casa. La primera vez que tuve conocimiento de estas personas fue en mi trabajo de campo en El Poniente de Almería realizando labores de mediación con mujeres nigerianas. 111 estudio en el que nos situemos. Como muestra vuelvo a citar la intervención de María José Barahona en la comisión mixta Congreso-Senado: “Hemos definido a los proxenetas como aquellos que se lucran con la explotación de las mujeres. En este sentido nos estamos refiriendo a lucro económico, pero si ampliáramos el concepto a quienes obtienen beneficios de la explotación de las mujeres, daríamos también cabida a los prostituidores, diferenciándose así a los que obtienen beneficios económicos frente a los que obtienen beneficio sexual y/o psicológico; por tanto, los prostituidores no dejan de ser proxenetas” (Barahona, 2003: 3). Con la mayoritaria procedencia de las trabajadoras sexuales de otros países, la vinculación del trabajo sexual con el tráfico de personas y la trata de seres humanos, el imaginario social ha volcado sobre estos agentes buena parte de la carga moral. En este sentido se expresa Agustín: “Es frecuente que el observador externo al sector se plantee el concepto de ‘chulo’, rufián, traficante o mafioso para describir a los principales facilitadores de contactos y de trabajo. Sin embargo, en muchas entrevistas con mujeres realizadas en diversos países se desvelan otros tipos de relación. Las entrevistadas hablan de dar dinero a sus novios/novias y familiares o de pagar una deuda a alguien que les facilitó las condiciones para poder viajar o localizar el empleo” (Agustín, 2004a: 152). Todo ello supone un enorme obstáculo añadido para la aplicación de políticas que reconozcan derechos a las mujeres que trabajan en este sector (Garaizábal, 2008). Bajo esta visión ‘trafiquista’ del trabajo sexual, vinculado al abolicionismo y al enfoque victimizante de la explotación sexual, subyacen otros problemas de envergadura que pone de manifiesto López (2011) y que en nada alivian a las posibles víctimas reales ni ayudan a desentrañar los problemas que dicen que pretenden resolver. Solana (2011) reclama mayor precisión conceptual y mayor rigor en las cifras de ese problema. También Solana y López (2012) discuten este complejo ideológico desvelando su escasa consistencia. 112 Estamos, por tanto, ante problemas de conceptualización que considero graves para el análisis del sector que nos ocupa. De tal manera que cualquier persona que obtenga un beneficio, sea económico o no, de cualquier actividad relacionada con el sector del sexo estaría afectado de una probable acusación de proxenetismo. En capítulos posteriores se tratará de la forma en que la legislación aborda estas cuestiones. 1.2.4 Cuando el trabajo sexual articula la sociabilidad En este sub-capítulo trataré de enlazar los dos temas centrales de esta Tesis: la sociabilidad y el trabajo sexual en los diferentes ámbitos donde se desarrolla. Pero no sólo es la confluencia de estos dos ‘hechos’ sociales la que atrae mi interés, sino que se trata de explorar aquella sociabilidad que está articulada por, y en torno a, las diferentes prácticas y espacios en los que se expresa el trabajo sexual. Si tal comercio produce unos servicios que están accesibles en un mercado, tiene interés conocer de qué manera las personas involucradas en él se relacionan cotidianamente a través de esos intercambios; así como en qué medida las interacciones de carácter sociable forman parte concomitante de los servicios con los que se comercia. Asimismo parece relevante vislumbrar hasta dónde esos aspectos sociables orientan el acceso y el mantenimiento del comercio sexual. “Aunque una lógica del ‘deber ser’ haya podido, durante cierto tiempo, arrojar a las tinieblas de la barbarie el papel civilizatorio de la prostitución, aunque naturalmente ésta haya tenido y tenga todavía, como toda institución humana aspectos poco resplandecientes y manifestaciones mortíferas, no se puede negar que de las casas griegas a los lupanares medievales, pasando por los baños públicos romanos, lo que está en juego es también algo de la sociabilidad. La ‘charla’ que encontramos en los establecimientos orientales, en los baños de vapor del Imperio romano o en las casas del siglo XIX es al respecto muy instructiva. A veces, incluso, y cantidad de observadores lo comprueban, la circulación del sexo es secundaria respecto de la circulación de la palabra, o, más exactamente, ambas entran en un circuito sin fin donde una impulsa a la otra” (Maffesoli, 1990: 112113). 113 Si bien sobre ambas temáticas hay una gran cantidad de literatura producida desde diferentes enfoques, da la impresión de que la imbricación de ambas materias como un único objeto de estudio está poco representada en las ciencias sociales, a no ser de manera subsidiaria o secundaria, como excrecencia de otros objetos de investigación histórica o social. La sociabilidad en relación a la prostitución aparece de forma indirecta en la literatura social, costumbrista y también en diversos estudios sobre historia de la prostitución. No obstante, hay dos vías ‘clásicas’ por las que el análisis de la sociabilidad ha penetrado en la ciencia social. Por un lado, el más reciente, la elevación de la ‘vida cotidiana’ a categoría de investigación59 cuyo valor explicativo vendría dado en la medida en que “los estudios sobre sociabilidad y cotidianeidad certifican la riqueza y heterogeneidad de las vivencias diarias, pues en ese ámbito se fermentan las contradicciones sociales y las estrategias de sobrevivencia” (Marín, 2001: 31). Por otro, el gran aporte que de manera indirecta realizaron numerosos trabajos que “pusieron el énfasis en los discursos sanitarios y las reglamentaciones, las cuales tendían a proporcionar lujosos detalles de los más diversos aspectos de la sociabilidad que debían controlar” (Marín, 2001: 40). En ese sentido, las memorias de los médicos higienistas y de los cuerpos de policía —instituciones relevantes para el control del oficio y de las mujeres— han resultado una fuente de datos valiosísima para los estudios históricos y para el análisis de la configuración de las prácticas en ese ámbito60; así como también de su evolución al ritmo de los cambios sociales (Corbin, 1988; Guereña, 2003a; Moreno y Vázquez, 2004; Rago, 1993). Asimismo, estos estudios históricos han permitido conocer la organización de los espacios donde se prestaban los servicios sexuales —el burdel en particular— así como su conexión con la conformación de la trama urbana (Marín, 2001), vinculando los burdeles con otros espacios y locales públicos a través de los itinerarios de sociabilidad y diversión que los diferentes grupos y clases sociales frecuentaban61. 59 El concepto de vida cotidiana ya fue tratado en el capítulo ‘Referencias epistemológicas’. Desde una óptica marxista también es objeto de estudio en la obra de Ágnes Heller (1994). 60 Como ya he apuntado antes, esta misma Tesis es deudora de mi actividad como mediador en un programa de atención sociosanitaria en la APDHA que contiene rasgos de claro corte higienista. 61 Marín (2001) aporta diversas referencias de estudios históricos al respecto. 114 Una tercera vía que facilita el análisis de la sociabilidad, en relación al trabajo sexual, tiene que ver con biografías y autobiografías de mujeres que han ejercido en la industria del sexo que empiezan a publicarse tanto fuera como dentro de nuestras fronteras; a través de sus propias experiencias estas obras nos obsequian con valiosa información y consideraciones que muestran imágenes caleidoscópicas del trabajo sexual ricas en pormenores para la comprensión del sector. Es el caso de Corso y Landi (2000), que nos ofrecen numerosos detalles del trabajo sexual en espacios abiertos, así como de las relaciones entre clientes y trabajadoras y entre ellas mismas. También el de Nell Kimball (2007), una trabajadora sexual que llegó a dirigir sus propios burdeles en Estados Unidos de América del Norte. Por su parte, Grisélidis Réal (2008) brinda un relato de sus experiencias de supervivencia y las relaciones que estableció con sus clientes entrelazadas al trabajo sexual que ejerció en Alemania. Ambientada en el Berlín actual, encontramos el relato de Sonia Rossi (2009), joven italiana que recurrió al trabajo sexual para vivir mientras estudiaba en el país. Este tipo de trabajos han empezado a germinar igualmente en el Estado español. Cabe citar a Valerie Tasso (2004), que en su libro autobiográfico ‘Diario de una ninfómana’ relata diferentes aspectos acerca de la organización laboral y de las relaciones en una casa de citas de Barcelona donde trabajó. También Julián Peiró (2009), a través de los testimonios de la Sra. Rius —una trabajadora sexual barcelonesa—, con los que construye su biografía, analiza el trato que establecían los clientes con las trabajadoras y éstas entre sí, suministrando detalles sobre diversos aspectos de la interacción en una casa de citas, de la que fue dueña. Paula Vip (2009) nos narra sus experiencias como trabajadora sexual ‘de lujo’ en Barcelona. En similar línea Montse Neira (2012), en su autobiografía ‘Una mala mujer’, nos relata su relación con las otras trabajadoras, con los clientes y el carácter de las interacciones y vínculos que se establecen entre las mujeres mismas y con quienes compran sus servicios. En el campo de los estudios socio-antropológicos, encontramos una cuarta vía para el acceso al conocimientos de diferentes aspectos relacionados con la sociabilidad; se trata de aproximaciones, que han abordado cuestiones vinculadas con las identidades62 y el género en contextos sexuados lúdicos o de recreo, pudiendo estar presente alguna actividad erótico-sexual cara a cara con diferentes grados de contacto físico, o sin él; estas 62 Un análisis de la bibliografía disponible sobre variados aspectos de esta materia adoptando diversos enfoques puede verse en Frank (2007). 115 investigaciones utilizaron en ocasiones técnicas y procedimientos vinculados a la investigación etnográfica. Así, a nivel internacional encontramos el trabajo de Elizabeth Clement (2005), quien hace una incursión en el Hell’s Kitchen63 de las décadas de 1910 y 1920, estudiando el uso de los clubes de esa ciudad como espacios donde establecer relaciones sexuales y desarrollar una sociabilidad transgresora e interracial. Referidos a contextos más contemporáneos podemos citar el trabajo de Katherine Frank (2005) ‘Exploring the Motivations and Fantasies of Strip Club Customers in Relation to legal Regulations’ en el que, mediante treinta entrevistas a clientes de club de striptease y observación participante en cinco de esos establecimientos, analiza las motivaciones de los clientes y sus aspectos relacionales en sus encuentros con las bailarinas que trabajan en los referidos locales. De igual manera, entre los que abordan las identidades en diferentes ámbitos, podemos citar la investigación que realiza Davenir da Silva (2008) en los ‘cafés con piernas’ de Santiago de Chile, acerca de la socialización de la identidad masculina en los ambientes sexuados que se elabora en esos locales. También la de Patricio Meza, Jaime Barrientos y Paulina Salinas (s.f.) ‘JUEGO DE HOMBRES, Mujeres y Cervezas. Etnografía en un Night Club de la ciudad minera de Antofagasta en Chile’ que, analizando las masculinidades que se expresan en un ‘night club’, nos presenta diferentes aspectos de la sociabilidad en relación con el trabajo sexual, en esos recintos; esta vez en un contexto ecológico-cultural específico como es una zona minera en el norte de Chile. En el mismo contexto, pero en otro tipo de locales, podemos citar a Barrientos, Salinas, Rojas y Meza (2009) que indagan sobre la sociabilidad en un espacio sexuado, las llamadas ‘shoperías’, locales de variada configuración donde se expende alcohol y comida. En parecida línea se sitúa el trabajo Fabio Lopes “Etnografía dos usos sociais do corpo da garota de programa”, donde el autor explora cómo las trabajadoras utilizan su cuerpo en situaciones rutinarias durante sus tareas en un cabaret brasileño (Lopes, 2011); Por su parte, Laura Agustín (2009) nos da pistas sobre la faceta sociable del trabajo sexual al describirnos ‘un mundo de servicios’ en sus investigaciones en diversos países del planeta —Australia, Tailandia, México, Colombia, entre otros—. 63 Barrio de Manhattan, Nueva York. 116 Dentro de nuestras fronteras, las indagaciones específicas donde comercio sexual y sociabilidad aparecen imbricados como un sólo objeto de investigación son escasas en el ámbito académico de las ciencias sociales, al menos en el contexto actual. Como precedentes en otras coordenadas históricas, podemos citar el trabajo de Jordi Luengo (2006) ‘Tazas calientes manchadas de carmín. Mujeres de cafés en la bipolaridad moral del espacio público (1890-1936)’, donde se muestran los cambios producidos por el acceso de las mujeres a lo locales públicos bien como clientes, bien como trabajadoras, en particular en los llamados ‘cafés de camareras’. Más actual es el artículo de Guereña (2003c), en el que se describe el burdel —como espacio de sociabilidad masculina y femenina— y las relaciones que allí se establecían entre los diferentes actores desde dicha óptica, si bien su contextualización sólo alcanza la España urbana de poco más allá de mitad del siglo XX. Ubicados en contextos más actuales, similares y coetáneos a los que se analizan en esta Tesis, encontramos ya diversas publicaciones cuyo origen procede de investigaciones socio-antropológicas de diverso carácter; en ellas podemos encontrar abundantes consideraciones y descripciones ricas en matices de la vida cotidiana de las mujeres y también del trabajo sexual desarrollado en los espacios y entornos en los que se estudió; en ellos han cobrado relevancia los testimonios que las propias trabajadoras aportan a las investigaciones Así, Solana (2003) nos describe diversos aspectos del trabajo y la organización de los clubes de plaza —a través del testimonio del propietario de uno de estos establecimientos y el de una mujer inmigrada que trabajó en varios de ellos—, así como de pisos de contactos y casas de citas en la ciudad de Córdoba —contando en este caso con el testimonio de la ‘patrona’ de uno de esos locales—. López y Baringo ( 2006) dedican un capítulo de su trabajo ‘Nadie va de putas’ a realizar un somero repaso a la tipología de los establecimientos donde se consume sexo en la ciudad de Zaragoza, centrándose en los aspectos económicos, de organización, así como los relativos a su ubicación en la ciudad. Carmen Julia Cortés Torres (2009) aborda en su Tesis doctoral la identidad de colombianas inmigrantes que ejercen la prostitución en España, mostrándonos aspectos de interés en relación a sus facetas interaccionales y relacionales. López (2010) nos ofrece en su Tesis doctoral una aportación de sumo interés para el análisis de la sociabilidad en los pisos de contactos y casas de citas en la ciudad de Lugo 117 donde trabajan mujeres brasileñas. Asimismo contribuye con la descripción de los variados servicios que se pueden disfrutar en ellas, además de valiosos testimonios sobre la vida cotidiana de esas mujeres. Mª Francisca Corbalán (2012), analiza las características del trabajo sexual en espacios públicos abiertos de Madrid y aborda algunas facetas de los vínculos entre las mujeres: la competencia, la amistad, etc. Solana y López (2012) brindan cuantiosa información sobre variados rasgos del trabajo sexual, a través de los testimonios que ofrecen mediante doce relatos de vida de trabajadoras sexuales; de los que se pueden extraer abundantes referencias acerca de la vida cotidiana y los aspectos sociables de su actividad, en diferentes espacios y circunstancias. Además de estas obras ya citadas, podemos añadir la de José López Riopedre ‘Redescubriendo la dimensión erótico-afectiva del trabajo sexual’, donde aporta elementos característicos de la sociabilidad articulados a través del comercio en el sector del sexo: “Una vez acordado el servicio, la búsqueda del máximo confort al cliente puede materializarse también en la oferta de otros servicios complementarios como son el disponer de un lugar cómodo para ducharse, tomarse una copa, ver videos, habitáculos para masaje y/o spa, etc.” (López, 2013: 11). El autor vincula asimismo el trabajo sexual al erotismo y a la afectividad, desmitificando así el carácter ‘mecánico’ que le atribuye el paradigma abolicionista. Más específico, y referido a la provincia de Almería, son las aproximaciones que abordan los negocios donde se vende sexo como espacios de sociabilidad, y describen los establecimientos donde mujeres subsaharianas ejercen la prostitución en la comarca de El Poniente de Almería. La venta de servicios sexuales en este contexto fue descrita por primera vez, gracias a las tareas de acción social de la APDHA, y con la publicación de un informe sobre el trabajo sexual en la zona (Acién y Majuelos, 2003). Siguiendo dicho informe podemos describir el carácter de ese comercio y los espacios donde se realiza destacando las siguientes características: - Lo ejercen mayoritariamente las mujeres subsaharianas, en particular las nigerianas. - Sus clientes son hombres que han inmigrado a esa zona, especialmente africanos. - El lugar donde se ejerce responde a una tipología continua, que va desde el domicilio particular de una de ellas, a un club que imita los espacios de prostitución 118 semipúblicos que frecuentan los nacionales. En medio, una misma casa puede servir de domicilio a unas horas y en unos espacios, y de bar a otras horas y en las mismas o diferentes estancias, con una separación difusa, unas veces funcional, y otras simbólica. - La localización de estos bares se encuentra siempre en diseminado o en la periferia de la trama urbana, donde se ubican preferentemente las viviendas de los inmigrantes africanos. - En cada una de ellas hay un agente organizador que suele ser una mujer, la mami, que suele coincidir con la titular del negocio, sea su régimen de tenencia en propiedad o de alquiler. - En todas podemos encontrar muestras de otras actividades económicas: venta de bebidas, alquiler de habitaciones, o servicios de restauración. Estas características fueron confirmadas por Arjona, et al. (2005), para quienes los locales cumplen funciones de ocio, residencia y trabajo a la vez, formando parte de su experiencia cotidiana. En dicho trabajo las casas y bares en las que mujeres subsaharianas trabajan en la prostitución quedan calificados como “espacios alternativos de ocio (...) lugares de encuentro con co-étnicos y de consumo de tiempo libre, que en otros lugares les está prohibido” (Arjona et al., 2005: 119). En ellos se produce una variada oferta de servicios donde los sexuales son una opción más: hospedaje, comidas, ropa, música, calzado, ocio, etc. Se trata de un comercio que puede asociarse a una forma de economía étnica (Arjona, 2005 y 2006). Este carácter étnico y de enclave viene dado por el origen de las personas que interactúan en esos espacios: mujeres subsaharianas y varones, inmigrantes, africanos, que por diferentes motivos no tienen acceso a otros espacios de ocio, diversión y encuentro. Asimismo, subrayan la conexión entre la ubicación de estas instalaciones con el territorio en que se ubican: “el diseminado entre invernaderos se ha convertido en un lugar propicio para la práctica de la prostitución, apoyado, por un lado, por la ocupación del espacio por parte de una población mayoritariamente masculina, que supone el grueso de la demanda de servicios sexuales y que se encuentra en una situación de invisibilidad y relativa lejanía de los centros urbanos” (Arjona et al., 2005: 125). Por otro lado, los locales pueden transformarse en función de la actividad que en ese momento se realiza, existiendo fronteras físicas —exterior/interior— entre unos espacios y otros, pero también fronteras simbólicas —público/privado— asociadas al tipo de actividad que en cada momento se desarrolla en las diferentes estancias. 119 Durante el trabajo de campo que he realizado para esta Tesis, he podido comprobar cómo en diferentes establecimientos se produce esta articulación entre trabajo sexual y sociabilidad, en diferentes formas e intensidades, en cuyo detalle entraré en próximos apartados. Sobre esta vinculación referida a los bares africanos ya formulé algunos avances en Majuelos (2011). En definitiva, fenómenos sociales que disponen por separado de una tradición de investigación académica y científica notable, como son el trabajo sexual, los espacios en que se desarrolla y las relaciones de sociabilidad practicadas en diversos ámbitos, han adoptado formas y expresiones diversas a lo largo de los últimos tiempos, y han recibido una atención analítica y aportes teóricos valiosos. Sin embargo, el examen de esos fenómenos cuando se dan imbricados entre sí, en un contexto social, político, legal, etc., determinado, han recibido menos atención investigadora. Aún siendo de enorme valor y utilidad el resto de las obras citadas en este subcapítulo —sin sus aportaciones esta Tesis hubiera tenido otro carácter— para la investigación que me propongo realizar, sólo la obra de Guereña (2003c), la de Arjona et al. (2005) y la de Majuelos (2011) citadas más arriba mantienen pretensiones específicas acerca del fenómeno de la sociabilidad en ámbitos de comercio sexual, aunque se refieren a contextos sociales muy diferentes; por un lado, la primera, a la España urbana predemocrática; por otro lado, las dos siguientes, a una zona de la comarca de El Poniente de Almería caracterizada por su alta concentración de personas inmigradas y su particular distribución residencial, en una España con democracia consolidada y plenamente integrada en los circuitos económicos y políticos internacionales. Se trata de dos contextos sociopolíticos y culturales bien definidos, donde el trabajo sexual aparece con formas, características, funciones, implicaciones, etc., muy dispares entre sí, aunque manteniendo determinados elementos organizativos comunes. En ambos casos, aparece como elemento primordial articulador de una parte importante de la vida social el ejercicio de la prostitución por unos actores determinados. Siguiendo esa estela, la presente investigación pretende abundar en la relación comercio sexual-sociabilidad; en el papel del trabajo sexual cuando aparece incrustado en los espacios y redes relacionales de una parte de la estructura social, y realizar, por modestos que puedan resultar, aportes tanto analíticos como metodológicos, al estudio de este tipo de fenómenos sociales, por lo demás, cada vez más presentes en las sociedades actuales. 120 Una pregunta de interés, por su relación con los objetivos de esta Tesis y que tiene que ver con lo expresado en párrafos anteriores, es la siguiente: ¿a qué se debe la escasa presencia de investigaciones en el ámbito académico que, explícitamente, tengan como objetivo principal el estudio de la vida cotidiana y la sociabilidad en los espacios donde se realiza trabajo sexual en el Estado español? Confío que a lo largo de esta investigación se puedan desvelar, de forma explícita o implícita, algunos elementos explicativos o interpretativos acerca de esta cuestión. 121 122 1.3 RECURSOS METODOLÓGICOS El presente capítulo aborda el tercer vector que compone el conjunto de los fundamentos teóricos y epistemológicos que sustentan la investigación de la presente Tesis, se trata del complejo metodológico que ha guiado el trabajo de campo. En un primer sub-capítulo trataré el encaje de esos tres aspectos; introduciré diversas consideraciones teóricas sobre la etnografía, cómo ha sido concebida, y en qué forma ha fundamentado el conjunto del presente ensayo; finalizaré con la exposición de algunas polémicas relacionadas con los conceptos emic/etic y cómo ha sido concebido el carácter emic en la presente investigación. Seguidamente he considerado los sujetos que han participado en la investigación, su origen nacional, su ubicación laboral en sector del comercio sexual, etc.; igualmente me he referido a los espacios donde trabajan, su distribución geográfica, así como a una caracterización aproximada de ellos; también trataré su relevante papel como espacios de interacción y de observación participante. En tercer lugar acometo las técnicas e instrumentos para la obtención y registro de datos, así como los recursos utilizados con mayor profusión para la elaboración y transformación de la información. El cuarto sub-capítulo incluye el conjunto de procedimientos que han organizado y desarrollado el trabajo de campo, los problemas que me han surgido y cómo los he afrontado. Por fin, abordo diferentes aspectos relacionados con la ética y la política que suelen ser consustanciales a la investigación donde participan personas; en particular he considerado problemas específicos que he tenido que afrontar en mi trabajo de campo, por el carácter estigmatizador que soporta el sector objeto de estudio y buena parte de los agentes involucrados en él. La elección metodológica que he realizado sitúa en el centro del trabajo de campo técnicas y procedimientos propios de la etnografía; pero no sólo, ha sido una decisión en torno a un método o a un complejo metodológico coherente con la perspectiva epistemológica de partida. Mi relación previa con el sector del sexo la concebí inicialmente como un lastre en la medida en que en algunos espacios ya disponía de un rol específico que supuse condicionaría mis tareas posteriores. No obstante, en cada momento, en que he debido 123 plantearme o replantearme el trabajo de campo, tal escollo lo he ido percibiendo como una oportunidad que me facilitaba determinados aspectos de mis cometidos, como más adelante ilustraré; y, a la vez, me ayudaba trazar las vías sobre las que construir nuevos roles con los que abordar diferentes tareas de investigación, en particular mis interacciones con los diferentes participantes 64 y los enfoques con los que pude encauzar su inconmensurable colaboración en esta Tesis. Esta coexistencia de roles la considero relevante en la medida en que contiene ciertas dosis de originalidad metodológica, y constituye el fundamento de la autoinstrumentalización que el etnógrafo incurre consigo mismo en determinadas ocasiones. En mi caso, ha supuesto un auténtico proceso de inmersión en los segmentos de la industria del sexo objeto de estudio. Novedad que no se agota ahí, en la medida en que he tratado de continuar, aunque sea de forma modesta, la brecha de un enfoque metodológico que, en el ámbito del estudio del trabajo sexual, empieza a cristalizar; este aspecto espero que haya quedado desvelado con la elección de las revisiones teóricas que se abordaron en el capítulo anterior. La presente Tesis supone una aportación que considero de valor para esa acumulación de materiales que permitan un acercamiento comparativo a la industria del sexo en la sociedad española y las de nuestro entorno, desde el ámbito de los estudios antropológicos donde la voz y experiencias de los sujetos implicados constituyan los materiales básicos en el proceso de investigación. En otro aspecto, este enfoque se manifiesta, también, en mi relación con los sujetos que han participado en el revelado de ese cuadro impresionista que compone toda etnografía. Pero no sólo por sujetos, sino que, desde el conocimiento que de los objetivos de esta investigación les he transmitido, han podido expresar, aunque haya sido de forma aproximada, sus propios propósitos en la representación de su mundo, sus problemas y sus anhelos. Desde tal proceder, su participación ha convertido a este trabajo en una suerte de diálogo intercultural, a la vez que en un instrumento de expresión del pluralismo cultural presente en nuestra sociedad; al menos en lo que se refiere al despliegue de la sociabilidad relacionada con las prácticas afectivo-sexuales. 64 Utilizaré esta expresión para referirme a las personas de las que obtuve información, orientaciones, juicios etc.; con las que mantuve interacción física y/o emocional en algún grado y que en diferente modo o profusión participaron en esta investigación. Desecho la expresión ‘informante’ por diversas razones, especialmente por su reminiscencia del mundo policial y su carácter utilitarista. En este sentido comparto las observaciones que realiza al respecto Miguel A. Bartolomé (2003). 124 La lógica de ese diálogo nos devuelve nuestra imagen especular en esos ámbitos y constituye una referencia comparativa de primer orden para entender nuestra propia sociedad, nuestros comportamientos y abordar las propias limitaciones en el conocimiento de nuestras concepciones y mecanismos de gestión social del patrimonio sociable y erótico-sexual disponible en la sociedad de la que formamos parte. Un apunte a este respecto ya hice en Majuelos (2008). Finalmente, concederé unas líneas a un último aspecto sobre el que quienes lean esta tesis tendrán la última palabra; se trata del carácter artesanal del conjunto de la investigación, en particular, del trabajo de campo. Artesanal en el sentido común moderno que le solemos conceder: el del sello personal del autor de la obra; pero sobre todo, en el sentido que le otorga Richard Sennett: “el artesano representa una condición humana peculiar: la de la persona que se implica a fondo en lo que hace” (Sennett, 2013: 12). Este aspecto, junto con los requerimientos de reflexividad que todo texto etnográfico exige, es el motivo por el que buena parte de esta Tesis se expone en primera persona. 1.3.1 Orientaciones metodológicas Dados los presupuestos epistemológicos de los que hemos partido y el carácter del objeto que indagamos, era necesario un conjunto de métodos que hiciera auto-consistente la articulación de los tres pilares sobre los que habría de sostenerse el estudio: los apriorismos gnoseo-epistemológicos, las referencias teóricas de partida y la metodología empleada. Figura nº 2. Los tres ejes del proceso de investigación Fuente: Elaboración propia. 125 Para ello, el trabajo de campo realizado para la presente investigación se ha abordado mediante una metodología cualitativa compatible con los otros dos ejes citados. Respecto al primer eje, y como vengo reseñando a lo largo del texto, trazará una perspectiva epistemológica que genéricamente podríamos adscribir a la fenomenología. Weber ya advertía que, “no cabe un análisis científico ‘objetivo’ de la cultura o de los fenómenos sociales (...) independiente de la perspectiva específica y ‘unilateral’ con la que se eligen (...) esos fenómenos como objeto de investigación, se los analiza y se los estructura para su exposición” (Weber, 2009: 107). Esta posición que podríamos adscribir al nivel de lo epistemológico, también la expresan sin ambages S. J. Taylor y R. Bogdan: “Para el fenomenólogo, la conducta humana, lo que la gente dice y hace, es producto del modo en que define su mundo. La tarea del fenomenólogo y de nosotros, estudiosos de la metodología cualitativa, es aprehender este proceso de interpretación. Como lo hemos subrayado, el fenomenólogo intenta ver las cosas desde el punto de vista de otras personas” (Taylor y Bogdan, 2008: 23). Las conexiones entre la metodología que utilizaremos y los referentes epistemológicos están suficientemente explicitados en la obra de Blumer con respecto al interaccionismo simbólico. Este autor expresa claramente que “la postura metodológica del interaccionismo simbólico es la del examen directo del mundo empírico social” (Blumer, 1982: 35); y refiriéndose al estudio de la vida social de los grupos, cita en particular el caso del mundo de “las prostitutas de las ciudades modernas” (Blumer, 1982: 29). De las tres premisas básicas que definen el interaccionismo simbólico, Blumer deduce y nos muestra algunas consecuencias metodológicas de especial relevancia para esta Tesis: - Para comprender la vida de las personas es necesario que el investigador vea los objetos como ellas lo ven. - La vida del grupo no puede estudiarse sólo como el resultado de factores determinantes que pueden manifestarse en la interacción de las personas, sino con el desvelo empírico del tipo de interacción que se está expresando. 126 - El fundamento de la indagación de los hechos sociales no está en las categorías analíticas que se puedan postular, sino en el análisis de la acción social que las fundamenta y que se realice de esos hechos. - El examen de instituciones, grupos y organizaciones debe realizarse en los significados que las personas que los integran atribuyan a las diferentes situaciones en que se produce la acción conjunta, además de la contextualización histórica de ésta (Blumer, 1982: 35-44). De acuerdo a lo expuesto en el capítulo 1.1, la vida cotidiana en los espacios que vamos a estudiar se entiende bajo una concepción de la realidad vital como algo construido por los propios actores; en nuestro caso, mujeres que trabajan en un determinado segmento de la industria del sexo, sus clientes, y otros agentes diversos, etc. Las conexiones entre el construccionismo social, la metodología y el objeto de nuestras indagaciones están claramente expresados por Berger y Luckmann: “el método que consideramos más conveniente para clarificar los fundamentos del conocimiento en la vida cotidiana es el del análisis fenomenológico, método puramente descriptivo y, como tal, ‘empírico’” (Berger y Luckmann, 2006: 35). Con similar concisión expresa Goffman esta relación al presentar su obra ‘La presentación de la persona en la vida cotidiana’: “una perspectiva sociológica desde la cual es posible estudiar la vida social, especialmente el tipo de vida social organizado dentro de los límites físicos de un establecimiento o una planta industrial” (Goffman, 2009: 13). Respecto a la etnometodología, ya quedó expresado en el primer capítulo de este bloque, su relación genética tanto con las otras perspectivas epistemológicas, presentes en este estudio, como con la metodología cualitativa, en particular con el complejo metodológico de la etnografía. La importancia que la etnometodología —o al menos algunas de sus variantes— da a las descripciones y a la reflexividad; y la autoridad gnoseológica que concede a la información suministrada por los propios sujetos (Coulon, 2005) anuda los planos epistemológicos y metodológicos que sustentan las pesquisas en esta investigación.65 La segunda orientación, la perspectiva teórica, ha sido reseñada en el capítulo 1.2. De tal manera que enfocaremos el trabajo sexual como elemento articulador de espacios y 65 Una exposición sobre la relación entre metodología y algunas orientaciones epistemológicas puede verse en Flick (2012). 127 relaciones de sociabilidad entre los diferentes actores que intervienen en ese comercio en la provincia de Almería. Así pues, lo que nos interesa indagar son aquellos aspectos de la interacción que formando parte de los propios servicios dan ese carácter sociable a las formas de comercio objeto de este estudio. Y lo haremos alejándonos de los enfoques 'trafiquistas', o que victimizan a las mujeres, sea desde el esencialismo de la violencia, de la explotación o de la pobreza, tal y como sugiere Pons (2004). Seguiré la estela de algunos de los más recientes estudios socio-antropológicos sobre trabajo sexual o sobre sociabilidad en los espacios donde se desarrolla aquél comercio, que se han construido mediante investigaciones que han empleado profusamente métodos cualitativos: etnografías, historias de vida, observación —participante en diverso grado—, etc. También en este trabajo la indagación sobre la perspectiva de las trabajadoras y sobre su universo vital, elaboradas a partir de la interacción en su quehacer cotidiano – ellas en su mundo y con el propio investigador—, ha formado parte sustancial de las relaciones de campo. No me extenderé más sobre ello. Abundaré más en el sub-capítulo de ‘Técnicas e instrumentos’. Por fin, el tercer encuadre —la metodología— ha estado necesariamente vinculado y orientado por los dos anteriores conformando un conjunto de relaciones imbricadas y en diálogo durante todo el proceso de investigación, que el canon actual de presentación de los escritos en el ámbito académico —marcado por su carácter secuencial y lineal— no puede ni debe velar. El término ‘metodología’ no es unívoco, y en ciencias humanas y sociales está dotado de diferentes significados. A los efectos de este texto, distinguiremos entre metodología y técnicas de investigación. Citando a Pertti J. Pelto y Gretel H. Pelto, la metodología “se refiere a la estructura de procedimientos y reglas de transformación mediante las cuales el científico extrae información y la moviliza a distintos niveles de la escala de abstracción con el fin de producir y organizar conocimiento acumulado” (Pelto y Pelto, 1999: 2). Podemos entender entonces por metodología el “proceso de investigación como una secuencia que comienza con la preparación de un plan de trabajo y acaba con la elaboración y escritura de un informe” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 17). Y por metodología cualitativa se interpretará en sentido amplio “la investigación que produce datos descriptivos: las propias palabras, de las personas, habladas o escritas, y la conducta observable” (Taylor y Bogdan, 2008: 20). No obstante, en esta Tesis tal definición quedará 128 superada por otros aportes que desde la antropología han venido cristalizando en los últimos años. Michael Angrosino expresa el sentido que aquí adquiere. “Pretende acercarse al mundo de ‘ahí fuera’ (no en entornos de investigación especializada como los laboratorios) y entender, describir y algunas veces explicar fenómenos sociales ‘desde el interior’ de varias maneras diferentes: analizando las experiencias de los individuos o de los grupos (...). Analizando las interacciones y comunicaciones mientras se producen (...). Analizando documentos (textos, imágenes, películas o música) o huellas similares de las experiencias o interacciones” (Angrosino, 2012: 10). En consonancia con estos presupuestos, la metodología elegida para esta Tesis fue la etnografía66, si bien no se trata de una etnografía clásica, al estilo de los antropólogos de principios del S. XX, ni su pretensión es, obviamente, la descripción de una sociedad en su totalidad. La pertinencia de adoptar esta estrategia se sustenta en el objetivo de escrutar diferentes aspectos del trabajo sexual en determinados espacios, donde se expresa la sociabilidad que articula, como si fuesen micro sociedades, manteniendo cierta pretensión holística. Pero también se basa en razones que tienen que ver con el concepto mismo de etnografía, tal y como Martyn Hammersley y Paul Atkinson la entienden: “Su principal característica sería que el etnógrafo participa, abiertamente o de manera encubierta, en la vida diaria de las personas durante un periodo de tiempo, observando qué sucede, escuchando qué se dice, haciendo preguntas; de hecho, haciendo acopio de cualquier dato disponible que sirva para arrojar un poco de luz sobre el tema en que se centra la investigación” (Hammersley y Atkinson, 2004: 15). La etnografía La palabra etnografía hace referencia en un mismo término a dos conceptos en principio diferentes pero que están íntimamente vinculados; por un lado, alude a un 66 Siguiendo a Velasco y Díaz de Rada (2004: 173), la etnografía sería “un relato organizado en torno a argumentos científicos” que trata de producir, mediante un texto, “una imagen científicamente válida, es decir, públicamente contrastable” de un modo de vida. 129 método o conjunto de métodos y, de otro, señala un producto, con unos resultados y ciertas conclusiones. Abordo a continuación ambos aspectos. La etnografía como método Bronislaw Malinowski, en la que se tiene por la obra fundacional de la etnografía, considera que: “Una fuente etnográfica tienen valor científico incuestionable siempre que podamos hacer una clara distinción entre, por una parte, lo que son los resultados de la observación directa y las exposiciones e interpretaciones del indígena y, por otra parte, las deducciones del investigador basadas en su sentido común y capacidad de penetración psicológica” (Malinowski, 1995: 20). Podemos entender la etnografía como una suerte de instantánea. No un dictamen definitivo sobre la causa o el sentido de los procesos culturales, sino una búsqueda de sentido. De ese modo realizamos, en realidad, un camino de vuelta ‘antidisciplinar’ que nos acerca a la experiencia social de nuestros sujetos (Cruces, 2003: 168-169). En esa estela, la elección del método etnográfico tiene la ventaja de que “se asemeja notablemente a los modos rutinarios con que la gente le da sentido al mundo en la vida diaria” (Hammersley y Atkinson, 2004: 16). Coligado a ello y como advierte Francisco Cruces, “la verdad etnográfica es siempre relacional. [Desde Malinowski] la antropología es una teoría de la imbricación sociocultural” (Cruces, 2003: 166). Para Geertz: “La descripción etnográfica presenta tres rasgos característicos: es interpretativa, lo que interpreta es el flujo del discurso social y la interpretación consiste en tratar de rescatar ‘lo dicho’ en ese discurso de sus ocasiones perecederas y fijarlo en términos susceptibles de consulta” (Geertz, 2003 :32). El trabajo de campo El elemento primordial de la etnografía lo constituye el trabajo de campo, que suele designar el periodo y el modo de la investigación dedicado a la recopilación y registro de datos, si bien comprende mucho más que una técnica o conjunto de técnicas. “Se trata de una situación metodológica y también, en sí mismo, de un proceso, una secuencia de 130 acciones, de comportamientos y de acontecimientos” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 18). Entre ellas hay que citar las formas y estrategias de acceso, las relaciones que se establecen en virtud de los roles que adoptemos y la aprehensión del sentido en las producciones de los sujetos, se expresen éstas en forma oral, escrita o figurativa, relacionadas con el objeto de investigación que nos ocupa. Esta situación en el campo supone un tipo de implicación integral del antropólogo en la medida en que exige: “Sobre todo, un tiempo largo de contacto personal, de pequeñas negociaciones sobre el terreno, de aprendizaje de nuevas formas culturales, de reordenación de la propia intimidad y de la vida cotidiana, de relación con lenguajes y modos de expresión incomprensibles o por lo menos desconocidos, de asimilación de códigos de conducta ajenos, etc.” (Cruces, 2003: 162). De tal manera que en esta ‘intención dialógica’ “la etnografía redefine la objetividad como intersubjetividad” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 218), mediante la comprensión de los significados de las acciones y conductas que se observan. Abundando en ello no puedo dejar de señalar la auto-instrumentación del etnógrafo: “El trabajo de campo deja cierto lastre, ejerce una cierta presión sobre el investigador y en algún sentido lo transforma (…) Pero, sobre todo, el método involucra a las personas: las relaciones sociales establecidas a través de esta situación metodológica implican a la persona como una obligación de humanidad que contrarresta cualquier exigencia de asepsia metodológica” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 23). En correspondencia con la perspectiva epistemológica de la que es deudor este estudio, el trabajo de campo debe tratar de “descubrir los significados que los actores sociales atribuyen a sus acciones” (Angrosino, 2012: 24). Y, en el caso del complejo epistemológico-teórico-metodológico que caracteriza a la etnografía que se ha construido aquí, supone la imbricación dinámica de aquél, la reflexión y los diversos procedimientos operacionales —que más tarde serán expuestos— en un proceso de múltiples idas y venidas. De esta forma, la concepción del procedimiento de investigación como un proceso lineal carece de sentido en esta Tesis. 131 La observación participante El trabajo de campo etnográfico lleva intrínsecamente asociada la observación participante, es decir, la presencia en escena del etnógrafo que, sin alterar esencialmente los acontecimientos, tenga un rol que formará parte de dicha escena como consecuencia de las relaciones sociales que el investigador ha trenzado en el contexto de observación; el investigador nunca realiza su tarea sólo como investigador, también lo hace como vecino, como amigo, como mediador, como cliente, etc. Se trata de seguir la propuesta metodológica de Blumer (1982), de mirar la realidad social desde el punto de vista del otro, a través de un transcurso de contacto cultural; de forma que nos permitiría, en realidad, poder hablar de la inmersión del investigador en el ámbito sociocultural que investiga, o en términos de Berger y Luckmann, ‘un proceso de socialización secundaria’ o ‘resocialización’ (Berger y Luckmann, 2006: 172-186). La presencia en el campo, en los escenarios en los que transcurren las acciones, “el estar allí, constituye una posición estratégica cuando es la cultura lo que se pretende investigar” (Sanmartín, 2003: 55). Conviene advertir que la observación participante rara vez es totalmente participante; tan rara como la observación nada participante, ya que no son nuestros objetivos de estudio los que deciden cuanto modificamos la escena que pretendemos examinar con nuestra presencia en ella. Por tanto, la participación en la observación debemos interpretarla situada en un continuo entre nada y totalmente participante, en una graduación que en ocasiones ni siquiera el investigador puede elegir (figura 3). Figura nº 3. Rango de la participación en la observación Fuente: Elaboración propia67. 67 La idea de representar la variabilidad de la participación en las relaciones de campo mediante algún tipo de dial la tomé de Hammersley y Atkinson (2004). 132 Otras técnicas y procedimientos pueden acompañar la observación participante: entrevistas, análisis de conversaciones y de documentos, cuestionarios, relatos con los que construir historias de vida, etc., dependiendo de cual sea el objeto y el contexto de nuestra investigación. También el uso y producción de imágenes68 puede facilitar o complementar nuestras observaciones; volveremos sobre ello más adelante. Como nos recuerdan Pelto y Pelto: “Los muchos dominios diferentes de fenómenos en nuestro universo exigen cada uno sus herramientas y técnicas especiales para la recopilación de conocimientos acerca de ellos” (Pelto y Pelto, 1999: 1)69. En el caso del presente ensayo, el trabajo de campo ha consistido en la asistencia periódica a los espacios donde las mujeres realizan sus quehaceres, en estancias específicas por algún motivo particular o mediante la presencia en los establecimientos donde trabajan, solo o acompañado de clientes habituales de esos lugares. En esas visitas se ha procedido a la captación de conductas y opiniones; se han establecido conversaciones, o se han realizado entrevistas formales o informales, etc., sobre las que más adelante se abundará. El acceso ha venido dado por la pertenencia del investigador desde el año 2001 a una asociación en la que desarrolla intervención social con mujeres que ejercen labores sexuales, en un programa de mediación social y sanitario (APDHA). Aunque esas visitas también han sido producto de un conjunto de prácticas y relaciones —atención social, proveedor de servicios, como cliente de clubes y bares, relaciones de amistad incipiente, etc.— que el investigador ha ido tejiendo en los distintos ámbitos, con diferentes agentes sociales —asociaciones, líderes grupales, mujeres, clientes de los bares, dueños de clubes, etc.—. En este sentido, un elemento esencial en las relaciones de campo procede de la implicación del propio investigador, su auto-instrumentación. Estos aspectos últimos tienen enorme importancia para la presente investigación y dan valor a la etnografía, en general, y a la observación participante, en particular, habida cuenta de las complejidades de orden moral e ideológico que atraviesan todo lo relacionado con el trabajo sexual y las relaciones erótico-afectivas, en nuestro contexto 68 La utilización de imágenes en los estudios de Antropología ya fue valorada por Franz Boas y, tal como se considera en la Antropología Visual, asume elementos discursivos que facilitan la dinámica interpretativa entre la visión cultural del investigador y la visión cultural de los sujetos que forman parte del objetivo del estudio. Además, “el proceso de toma de la fotografía es simbólicamente distanciador (...) esta distancia o separación simbólica puede ser una buena aliada para el antropólogo que ha de investigar sobre algunas cuestiones que las convenciones sociales vigentes hacen difíciles de abordar de forma directa” (Lisón, 1999:30). 69 Traducción propia. 133 cultural. Acerca de ellas ya nos prevenía Weber: “es cierto que, en el terreno de nuestras ciencias, suelen intervenir en la argumentación científica concepciones del mundo personales, que enturbian la argumentación continuamente y llevan a evaluar de una manera distinta el peso de los argumentos científicos” (2009: 75). Sobre el tema que nos ocupa, también nos llama la atención Vázquez cuando afirma que “en concreto, hay que evitar los siguientes prejuicios que pueden enturbiar el análisis y perpetúan la estigmatización”: - “El prejuicio victimista”, consistente en pensar que toda forma de prostitución es forzada, involuntaria. - “El prejuicio miserabilista”, por el cual las prostitutas, en tanto que delincuentes, son personas incapaces de gobernarse a sí mismas. - “El costumbrismo autocomplaciente”, basado en la consideración de que siempre ha habido prostitución y siempre la habrá. - “El prejuicio radical-populista”, por el cual en el discurso y en las prácticas de las prostitutas, en tanto que experiencia de los excluidos, está la fuente de liberación del mañana (Vázquez, 1998: 20-23). La opción de aproximarse al trabajo sexual, y a los distintos agentes que participan en él, desde una metodología etnográfica, permite no sólo apreciar mejor su complejidad, sus formas y los matices de los contextos en que se ejerce, sino que facilita entender mejor nuestra propia sociedad y cómo nuestros habituales patrones culturales pueden distorsionar la interpretación del complejo afectivo-sexual-relacional que gira en torno ese sector (Majuelos, 2008). Por otro lado, con el recurso al relativismo metodológico70, tan propio del análisis etnográfico, se intenta “ampliar el horizonte del discurso humano más allá de la esfera de nuestro propio universo moral” (Díaz de Rada, 2010: 275). La etnografía como texto Pero por etnografía también puede entenderse un texto, el producto de final de una investigación redactado de acuerdo a cierto canon académico en el que se expresan los resultados y conclusiones de aquella. 70 Para Díaz de Rada (2010: 272), el relativismo metodológico “implica una renuncia profesional al ejercicio de juicios morales, similar al ejercicio profesional de otros científicos”. 134 El interés por el texto etnográfico recibió un fuerte estímulo a partir de lo que llegó a denominarse ‘Nueva Etnografía’; tal y como señalan David Kaplan y Robert A. Manners “el propósito de la nueva etnografía es hacer que la descripción etnográfica sea más precisa y más reproducible de lo que ha sido en el pasado” (Kaplan y Manners, 2004: 348). No obstante, cuando el texto etnográfico adquirió su mayor realce y consideración fue a partir de la denominada ‘crisis de representación’, a raíz de la propuesta interpretativa para el análisis de las formas culturales, de manera que la etnografía se convirtiera en una forma de ‘representación de la cultura’, Y si el objetivo de la etnografía consiste en reflejar la trama cultural, la forma de vida de un colectivo, comunidad, etc., “para construir esa trama es esencial que el etnógrafo sepa realizar una descripción guiada interpretativamente” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 219); de tal forma que quede plasmada en el texto tanto por la prolijidad en la descripción de las acciones, como por el entramado de relaciones significativas entre hechos, acciones e instituciones. Pero no se trata simplemente de captar los elementos psicológicos que guían la acción social, la pretensión consiste en que “captemos, con el mayor detalle y alcance posible, el proceso por el que esos significados e intenciones acaban construyendo un espacio público, es decir, común, de sentidos y valores compartidos o negociables” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 220). Estamos, así, ante el concepto de ‘descripción densa’ que Clifford Geertz (2003) difundió en ‘La interpretación de las culturas’ y cuyas características podemos formular siguiendo a Velasco y Díaz de Rada (2004: 219-227). La descripción densa supone: - Localizar los datos en situaciones concretas de la vida social de la gente. - Que los enunciados de la etnografía aparezcan encarnados en las experiencias de personajes de carne y hueso. - Facilitar la triangulación de los datos que aparecen en el texto, acudiendo a diferentes fuentes. - Plasmar el carácter multi-referencial de los datos que aparecen en el texto. La construcción del texto etnográfico requiere, por consiguiente, de cierto oficio y aprendizaje más allá del canon académico, y debe estar articulado mediante la expresión de los procesos de reflexividad con los que el antropólogo da cuenta de sus propias acciones y las enjuicia, a la luz del desarrollo de la investigación, mientras elabora su etnografía. Dicho texto, bien mirado, no deja de ser un producto literario que requiere también de los recursos retóricos: tropos, ironías, dramaturgias y otras metáforas, etc. A fin de cuentas “la 135 representación de un mundo social depende de cómo lo escribimos” (Hammersley y Atkinson, 2004: 265). En esa práctica no deja de estar vigente el objetivo de hacer que el mundo social, que pretendemos presentar, se muestre de la forma más inteligible mediante el ‘suministro de contexto’; entendiendo éste como el proceso mediante el cual vamos desvelando y plasmando textualmente el “entramado de relaciones significativas, que se va construyendo conforme avanza la investigación y la escritura del texto etnográfico” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 235). Sobre los aspectos emic y etic en esta investigación Como hemos expuesto en capítulos anteriores, los ámbitos relacionados con el trabajo sexual están afectados de numerosas prenociones e incomprensiones. Prejuicios y estigmatización que no sólo están presentes en las visiones de algunos sectores de la población; en los medios de comunicación con su generalizado tratamiento sensacionalista; en determinados ámbitos sociales por la victimización, cuando no infantilización, de las mujeres y la criminalización de los clientes; en el ámbito político, por la desconsideración de esas mujeres como sujetos con agencia, y la persecución de los hombres a los que prestan sus servicios —y de ellas mismas y sus familias en numerosas ocasiones—. La prevalencia de apriorismos ideológicos71, especialmente los procedentes del feminismo abolicionista, contaminan esos ámbitos llegando a los propios estudios académicos en determinados casos, como ya he advertido, y en los que más adelante me detendré. Una vacuna contra esos prejuicios radica en prestar atención a la perspectivas de las propias mujeres que ofrecen servicios sexuales, de sus clientes y de otros agentes involucrados. En esta Tesis la visión de los distintos actores está sostenida por los principios epistemológicos desarrollados en el primer capítulo, por el acompañamiento de elementos teóricos surgidos de investigaciones que se abordaron contando con aquella mirada y que utilizaron métodos que manejan como fuente privilegiada de datos las narrativas de las trabajadoras y demás personas que participan en el sector. En definitiva se trata de construir la investigación dando preeminencia a la información procedente de los sujetos a los que estudio; dicho de otra forma, en dar preferencia y relevancia a los materiales emic producidos por los diferentes agentes que intervienen en el comercio 71 Utilizo el concepto de ideología y sus derivados, salvo observación expresa, en el sentido que José Ferrater Mora (2009) atribuye a Sorel y Pareto. Se trataría de doctrinas de naturaleza no científica, de carácter justificativo y normativo: “no son descripciones de la realidad social, sino prescripciones para las acciones de grupos sociales” (Ferrater, 2009: 1749). 136 sexual en el segmento y ámbito objeto de la labor investigadora. De esta manera nos aproximaremos al conocimiento de cada uno de ellos—en particular al cliente— proyectando sobre éste los rasgos que tales materiales —de los demás actores— nos han permitido elicitar. Ahora bien, las controversias que se vienen desplegando en el campo de la antropología relativas a esta dicotomía —emic/etic— me obligan a plantear una serie de reflexiones que presento a continuación. Acerca de la distinción etic/emic El diccionario de Antropología editado por Thomas Barfield define lo ‘émico’ y lo ‘ético’ como “distinciones entre el concepto de las representaciones culturales desde el punto de vista de un nativo de la cultura (émico) y del ajeno que lo observa (ético)” (Barfield, 2001: 233). En Lingüística estructural, lo ‘fonémico’, de cuyo estudio se encarga la Fonología, correspondería al nivel del significante del signo lingüístico que, por oposición entre sus unidades básicas —los fonemas—, dotaría de significado diferencial a unas palabras y otras en cada lengua. Por el contrario, el nivel fonético, de cuyo estudio se encargaría la Fonética, se refiere a la realización hablada del significante lingüístico, y sus unidades básicas —los sonidos que expresan los fonemas en cada comunidad lingüística— vendrían definidas por sus característica sonoras en relación a los distintos órganos del aparato fonador humano, de tal manera que cada realización hablada de un fonema quedaría caracterizada por propiedades universalmente reconocibles, independientemente de la lengua en que se emitieran (Quilis, Hernandez y García de la Concha, 1973) y que no tienen por qué ser necesariamente significativas para los hablantes de una lengua determinada. Ambos niveles de análisis del signo lingüístico darían nombre respectivamente a los enfoques emic —de fonémico— y etic de fonético— en el análisis de las culturas. Honorio Velasco nos refiere la ‘fascinación’ que la Lingüística suscitó en la Antropología de la siguiente manera: “No sólo se postulaba que la Etnografía es estrictamente dependiente de la lengua (...) sino de la Lingüística como ciencia, o más propiamente de un conjunto de modelos elaborados dentro de distintas corrientes de la Lingüística que fueron adoptados —parcialmente adoptados— por la Antropología cuando abordó el 137 estudio de la cultura como sistema de conocimiento, convertida entonces al efecto no tanto en Antropología Lingüística sino en Antropología Cognitiva” (Velasco 2005, 366). Kenneth Pike extendió el concepto de fonema buscando elementos análogos en la gramática, en la sintaxis y así sucesivamente hasta que saltó del lenguaje al comportamiento humano; de tal manera que “estos dos términos empezaron a designar dos modos de análisis o si se quiere de perspectivas diferentes ya no sólo referidas a las lenguas, sino a todo el ámbito del comportamiento humano, es decir, a las culturas” (Velasco, 2005: 371). No obstante, entre las diversas elaboraciones que se fueron desarrollando a propósito de estas dos perspectivas “fue Harris quien estableció equiparaciones con otras categorías en un juego de semejanzas y diferencias Etic-Emic con objetivo-subjetivo, externo-interno, cognoscitivo-operativo, mental-conductual con las cuales ha sido usual mezclarlas” (Velasco, 2005: 373). En cualquier caso, lo constatable, es que en los manuales de Antropología son reconocibles estas concepciones de Harris hasta tal punto que podríamos decir, sin creer exagerar, que la visión de Harris se ha convertido en canónica en buena parte de la Antropología al menos hasta el día de hoy. Sin embargo, hay autores como Aurora González Echevarría (2009) que analizando las concepciones de Harris y de Pike, y las polémicas entre ellos mismos, concluye que tal distinción no existe. El texto de González citado, independientemente de sus conclusiones, tiene la virtud de que pone sobre la mesa no sólo las diferentes concepciones y alcance de esta dicotomía, y no sólo en Harris y Pike, sino que, involucra a otros autores relevantes en el campo de la Antropología como Goodenough, por ejemplo. Y expone la contradictoria y confusa historia de esta oposición a lo largo de los escritos seminales de tales autores. Utilizaré ese texto como guía privilegiada para tratar la cuestión que abordamos. Así González nos plantea confusiones al respecto de estos conceptos ya en el propio Pike: “La oposición entre las perspectivas etic y emic en el estudio del comportamiento ha sido ambigua desde el primer momento porque Pike las caracterizó por pares de oposiciones, entre ellas “desde fuera/desde dentro” e “inicial/final”, que unas veces apuntan a trámites sucesivos y otras a enfoques contrapuestos. Esta sería la primera pregunta: ¿el enfoque etic es permanentemente externo o sólo preliminar? Seguramente Pike oscila. Así que el enfoque etic sea intercultural, comparativo, 138 parece remitir a externo y continuado, como lo son los esquemas interculturales creados por el analista. Pero que el análisis etnográfico se inicie con la ayuda de las unidades y clasificaciones que se aprenden durante el periodo de formación, parece vincularle más a la idea de preliminar” (González, 2009: 23). Y volviendo a citar a Pike: “Los datos etic proporcionan acceso al sistema –el punto inicial del análisis. Dan resultados tentativos, unidades tentativas. El análisis o presentación finales, sin embargo, serían en unidades emic. En el análisis total, la descripción etic inicial se pule gradualmente, y es finalmente —en principio, aunque probablemente nunca a la práctica— reemplazada por una que es totalmente emic” (Pike, 1971: 38 y ss.). Respecto al significado del enfoque emic de Pike, González expresa su acuerdo con él en el sentido siguiente: “La descripción emic, hecha desde la lógica interna, desde la concepción de quien conoce el sistema y sabe cómo actuar dentro de él, debe responder a criterios pertinentes al funcionamiento interno, debe integrar elementos que forman parte de una estructura más amplia. Pero ¿cómo se llega a la descripción emic?” (González, 2009; 25). Y concluye de la siguiente manera: “En definitiva, mi primera tesis es que la confusión respecto a los términos emic/etic empieza en Pike, donde etic es a la vez preliminar, comparativo, alternativo a emic, etc. Pero, al mismo tiempo, creo que hay alguna idea básica, de interés permanente, que se puede extraer de la oposición emic/etic de Pike aunque la oposición como tal terminemos rechazándola. Vamos a estudiar una cultura con un bagaje previo, una serie de expectativas que nos permiten una aproximación preliminar. Y gradualmente vamos descubriendo el significado de los comportamientos” (González, 2009: 27). Ahora bien ¿cuales son las concepciones de Harris acerca de esta distinción? 139 Las posiciones de Harris no pueden desligarse de sus intereses generales ni de su adscripción epistemológica, el Materialismo Cultural. La obsesión de Harris por hacer de la Antropología una disciplina científica nomotética, le lleva a intentar una ingente tarea para tratar de operacionalizar los conceptos descriptivos con el fin de elaborar un vocabulario intersubjetivo para la descripción etnográfica (González, 2009: 45 y ss.). Pero cuando se fragua lo que podemos denominar la concepción canónica de la dicotomía emic/etic en Harris, es en su libro, editado por primera vez en 1968, ‘El desarrollo de la teoría antropológica’. En dicho texto, Harris da la siguiente definición de emic: “Las proposiciones emic se refieren a sistemas lógico-empíricos cuyas distinciones fenoménicas o “cosas” están hechas de contrastes y discriminaciones que los actores mismos consideran significativas, con sentido, reales, verdaderas o de algún modo apropiadas. Una proposición emic puede ser falsada si se puede demostrar que contradice el cálculo cognitivo por el que los actores informados juzgan que las entidades son similares o diferentes, reales, con sentido, significativas o de alguna otra forma apropiadas o aceptables” (Harris, 2003: 493-494). Por otro lado, en su ‘Introducción a la antropología general’ —editada por primera vez en 1971— expone su planteamiento al respecto: “Los pensamientos y la conducta de los participantes pueden enfocarse desde dos perspectivas diferentes: desde la de los propios participantes y desde la de los observadores. En ambos casos, son posibles descripciones científicas y objetivas de los campos mental y conductual. En el primero, los observadores emplean conceptos que son significativos y apropiados para los participantes; y en el segundo conceptos y distinciones significativos y apropiados para los observadores” (Harris, 1996: 154). Para Díaz de Rada “la clave de la confusión introducida por Marvin Harris se sitúa en la expresión ‘significativos y apropiados’. Lo que Harris quiere decir con esta expresión no se corresponde con lo que quiso decir Pike” (Díaz de Rada, 2010: 64). En realidad, Harris nos está sugiriendo dos perspectivas, y a la vez dos lógicas de análisis de la misma realidad social, la de los sujetos sociales —nativos— y las de los observadores externos — el investigador—, tal y como lo expresa en su obra ‘Materialismo cultural’: 140 “Lo que caracteriza a las operaciones de tipo emic es la elevación del informante nativo al estatus de juez último de la adecuación de las descripciones y análisis del observador (...) El rasgo distintivo de las operaciones de tipo etic es la elevación de los observadores al estatus de jueces últimos de las categorías y conceptos empleados en las descripciones y análisis” (Harris, 1982: 47). “Con su confusa distinción, Marvin Harris presenta etic y emic, como dos visiones conscientes del mundo en competencia; como si el plano etic, elaborado por el lingüista o el antropólogo, tuviera la función de falsar analíticamente al plano emic producido por los agentes sociales, cuyo comportamiento analizan los lingüistas o los antropólogos. Al atribuir a todo lo que se encierra en la categoría emic un estatuto de realidad consciente o ideal, Marvin Harris compone un ficticio escenario de lucha entre las visiones de los nativos y las visiones de los antropólogos” (Díaz de Rada, 2010: 65-66). Pero esta formulación también crea un problema de importancia, ya que: “Al introducir la conciencia de los nativos como criterio de definición del plano emic, Marvin Harris opera con una idea enormemente simplificada y unidimensional del conocimiento que los seres humanos ponemos en juego en nuestra vida ordinaria. Una vez establecido que las categorías nativas para clasificar la realidad son conscientes, parece asumirse que el orden emic ha quedado ya fijado de una vez por todas para cualquier descripción del comportamiento del nativo con esas categorías” (Díaz de Rada, 2010: 66). Aún hay un tercer problema que apunta Díaz de Rada y que tiene que ver con la posición del investigador ante la sociedad o la cultura que estudia: “el mundo de Marvin Harris se agota en dos únicos planos: un plano emic y un plano etic (...) La cuestión es que no puede haber jamás un ‘observador’ que no sea también, de un modo u otro, ‘participante’ de algún sistema de acción social” (Díaz de Rada, 2010: 70). Del análisis del capítulo de Harris (2003) ‘emic, etic y la nueva etnografía’, parece deducirse que este autor mantiene campos de análisis separados, uno para lo emic y otro para lo etic: “El enfoque etic, por definición, elude las premisas del enfoque emic. Desde 141 un punto de vista etic, el universo de los sentidos, las intenciones, los objetivos, las motivaciones, resulta pues inalcanzable” (Harris, 2003: 500). Asimismo, proyecta la coexistencia de dos posibles modos de etnografías, la emic y la etic: “en teoría, una etnografía emic no necesita ser ni más ni menos empírica, científica e intersubjetiva que una etnografía etic” (Harris, 2003: 497). Me adhiero a la posición de González cuando afirma que “aquí de nuevo la dicotomía emic/etic se desvanece, puesto que no hay una etnografía etic y otra emic, hay datos distintos del sistema sociocultural y distintas técnicas para el acceso a esos datos” (González, 2009: 74). Sin embargo, de donde ella concluye el desvanecimiento de la oposición emic/etic, mi propia experiencia y lecturas me apuntan que, aunque en el análisis de los textos teóricos de Harris se puedan encontrar confusiones y ambivalencias y, desde luego, ciertos desacuerdos en la concepción que transluce de la etnografía —y su relación con los conceptos emic y etic— creo, sin embargo, que este autor no agota ni la utilidad ni la pertinencia de la oposición emic/etic. En opinión de González, Goodenough “hace el desarrollo más riguroso de la aplicación de la dicotomía emic/etic a la antropología” (González, 2009: 77)72. Para él, el procedimiento del etnógrafo nos remite a la lingüística; y la prueba de verificación no viene dada por el juicio del indígena sino por su capacidad para anticipar comportamientos. Goodenough utiliza el término ‘metalenguaje’ para referirse al que utiliza el investigador para describir la cultura, un lenguaje en construcción, similar al que se utiliza en fonética, y que haría posible la comparación intercultural (González, 2009: 77 y ss.). De esta manera, en Goodenough los términos emic serían aquellos que: “Describen las discriminaciones que se hacen en una cultura determinada (lo que no significa que sean significativas y consideradas apropiadas por los participantes). ¿En qué ámbitos? En principio, en aquellos incluidos en la definición de cultura de Goodenough: (...) ‘pautas para percibir, creer, evaluar, comunicar y actuar’ (...) Los términos etic son los que constituyen el metavocabulario que se va generando para dar cuenta de las discriminaciones nativas en distintas culturas” (González, 2009: 91). 72 Una de cuyas consecuencias sería la problemática distinción entre etnografía y etnología, sobre la que volveré más adelante. 142 No obstante, González no admite la existencia de tal vocabulario: “no hay en Antropología ningún vocabulario descriptivo preciso que sea análogo al vocabulario fonético del lingüista” (González, 2009: 112), a pesar de los intentos de algunos antropólogos, entre ellos Harris y Goodenough. Entonces ¿cual es el sentido de la distinción emic/etic? Ángel Díaz de Rada nos apunta la dirección: “Etic/emic tiene la utilidad de permitirnos distinguir con la mayor precisión posible el plano de nuestras acciones, reflexiones e interpretaciones como investigadores, del plano de las acciones, reflexiones e interpretaciones de las personas cuyo comportamiento tomamos por objeto de análisis (...) Etic y emic son categorías útiles sólo si nos atenemos al contraste entre dos formas de práctica bien diferenciadas: las de quienes viven su mundo y la de quienes, como los antropólogos, lo investigan con fines analíticos precisos y con una específica disciplina científica” (Díaz de Rada, 2010: 75). El problema con las categorías etic y emic se produce, dejan de ser útiles y pierden sentido, cuando “empezamos a olvidar que cualifican una relación concreta de investigación, la que se da entre quien trabaja y escribe con voluntad analítica en el seno de una profesión científica y alguien que vive su vida persiguiendo muchas otras voluntades” (Díaz de Rada, 2010: 76). Por tanto, ambas categorías no habría que mirarlas como oposición sino como relación dinámica. Podríamos decir, simplificando al máximo, que los rasgos significativos (emic) de una determinada cultura conforman los materiales que nos permiten con nuestras herramientas conceptuales la descripción (etic) de cómo funciona esa cultura. Estamos ahora, tal vez, en condiciones de responder, aunque sea de forma parcial a la pregunta que se hacía Aurora González en la cita de más arriba ¿cómo se llega a la descripción emic? Díaz de Rada es claro al respecto: “El texto del investigador se sitúa siempre en relación con su campo, en una posición etic, y no como sugirió Kennet Pike alguna vez, en una posición emic. Este texto final producido por el investigador (etic), estará sin duda influido por la incidencia de las unidades emic inscritas en su material empírico” (Díaz de Rada, 2010: 72). 143 Como sabemos, es labor del científico social extraer y elicitar de tales materiales emic los elementos de esa cultura con los que construir su texto etnográfico, su interpretación de dicha cultura. La pretensión de construir un relato expresado únicamente en unidades emic, situaría al antropólogo en una posición extrema ‘naturalista’, que en la antropología actual se considera absolutamente imposible. Y que, desde luego, no forma parte de los supuestos epistemológicos ni metodológicos de los que parte esta Tesis. Etnografía y comparación Como he advertido más arriba, la etnografía puede considerarse como un producto, resultado de un proceso de investigación, obtenido de acuerdo a una estrategia metodológica de igual nombre que goza de gran tradición en antropología. En ese sentido, consigna una determinada concepción de una forma de vida, o de cualquier otro hecho social, construida por el antropólogo. De esta forma, las etnografías pueden considerarse materiales emic de los que la comunidad científica dispone para lograr sus objetivos de análisis e interpretación de las culturas mediante la comparación de investigaciones realizadas por los antropólogos (Díaz de Rada, 2010). No entraré en las diferentes formas de entender y practicar las múltiples estrategias de comparación en Antropología que nos ofrece Aurora González (1990); tampoco abordaré la confusa, y a veces contradictoria, genealogía conceptual que establece las relaciones entre etnografía, etnología y antropología en consonancia con Nuria Fernández Moreno (2004), Jacques Lombard (2004) o el propio Alfred R. Radcliffe-Brown (2004). Me limitaré a señalar esa tradición inaugurada —según D. Kaplan y R. Manners— por Goodenough al sugerir “una separación entre el antropólogo como etnógrafo descriptivo y el antropólogo como etnólogo comparativista” (Kaplan y Manners, 2004: 349), que pareció convertirse en canónica; según ella, la etnografía constituiría el primer paso de la investigación antropológica, aportando descripciones de una cultura determinada; la etnología se encargaría de la formulación de hipótesis ‘científicas’, teóricas, en base a los materiales descriptivos suministrados por la etnografía; y, finalmente, la antropología se encargaría de la síntesis final de ambas para establecer las regularidades que constituyen la humanidad a la vez que su variedad de expresiones culturales (Fernández, 2004). Estas concepciones adolecen de diferentes problemas, como exponen Kaplan y Manners, quienes discuten que la etnografía, como cualquier metodología, pueda desarrollarse en un vacío conceptual pues “detrás de la mayor parte de ellas, explícita o 144 implícitamente, hay una teoría que aporta su racionalidad al enfoque” (Kaplan y Manners, 2004: 347). La posición que adoptaré, al respecto de tales controversias para esta Tesis, parte de la consideración que hacen esos autores a modo de tentativa: “la antropología, como cualquier otro campo de investigación sistemática, busca generar un conocimiento público y confiable acerca de su objeto de estudio” (Kaplan y Manners, 2004: 347). Y entenderé con Nuria Fernández (2004) que etnografía, etnología y antropología, aluden a aspectos, etapas o procesos de una misma investigación que no se pueden disociar. Por mi parte, descartaré el término etnología para señalar los procesos de comparación como autónomos de la etnografía. De forma aproximativa, concebiré la Antropología como ciencia general, como disciplina que estudia las regularidades humanas y la variedad de sus manifestaciones en las diferentes culturas; y la etnografía como el complejo metodológico que intenta “reproducir una unidad cultural tal y como es percibida, ordenada y vivida por los miembros de la sociedad” (Kaplan y Manners, 2004: 348). De acuerdo con esta enunciación, comparto el planteamiento de Miguel A. Bartolomé, que reivindica la etnografía como un potente “recurso para el diálogo intercultural en el mundo actual” (Bartolomé, 2003:199). De esta manera, la etnografía que sustenta esta Tesis se reconoce como fuente para la expresión de la diversidad cultural en nuestras sociedades en relación al objeto que investigo, y no sólo como producto destinado a la comunidad científica: “no conozco otra forma de hacer visible a un público cada vez más vasto, la presencia y contemporaneidad de las múltiples experiencias culturales” (Bartolomé, 2003: 205). 1.3.2 Participantes Analizo en este apartado los objetos que han formado parte de nuestro estudio y los sujetos que han intervenido en él; ambos vienen dados por el entramado del comercio en el que se insertan; no obstante, el segmento específico de ese comercio sobre el que se ha indagado —el trabajo sexual cara a cara con posibilidad de contacto físico, íntimo, de carácter erótico-sexual— restringe los ámbitos de las pesquisas y las personas que intervienen en las interacciones sociables articuladas por el ejercicio esa actividad. 145 Los objetos Los espacios donde se realiza el trabajo sexual han sido objeto de atención preferente en esta Tesis. La observación participante fue la técnica utilizada mediante la cual se han podido estudiar el tipo de interacciones y los rasgos de la sociabilidad que en ellos se desarrolla. Se trata de espacios muy diversos en su configuración donde las mujeres ofrecen servicios sexuales a sus clientes. Esos espacios conforman una variedad tipológica que presentamos a continuación y que será examinada con mayor detalle en el capítulo de ‘Tramas etnográficas’. Durante el trabajo de campo se han visitado en múltiples ocasiones y con diferentes objetivos concretos un buen número de estos espacios. La clasificación con la que los he agrupado es necesariamente aproximativa. Comienza, en un extremo, por simples viviendas particulares donde las mujeres ofrecen sus servicios —residan o no en ellas—; el acceso a estos locales queda facilitado por contacto telefónico, por el conocimiento boca a boca o a través anuncios en prensa, en foros o en páginas web. Este prototipo queda bien representado en lo que se conoce por pisos de contactos. En el otro extremo, encontramos diferentes espacios públicos abiertos, como calles, plazas, parques, carreteras, etc. donde las mujeres ejercen su actividad a distintas horas y en diferente forma. Entre los dos anteriores encontramos establecimientos normalizados legalmente con distinta categoría comercial, que están específicamente dedicados al comercio sexual; se trata de espacios semi-públicos 73 habitualmente reconocibles mediante indicadores externos que los hacen identificables para el viandante: clubes, bares de copas, ‘Night Club’, etc.; su difusión está más normalizada mediante anuncios en prensa, en internet, foros, publicidad portable, incluso, mediante páginas web propias donde se anticipan las características del local y los servicios que se ofrecen, así como sus precios, etc. En determinados contextos podemos encontrar bares africanos74, que de forma muy modesta y 73 Para Elisa González, se trata de espacios que comparten sus características con los espacios públicos pero con ciertas diferencias de grado o restricciones de distinto carácter. Así el acceso puede estar limitado, su utilidad estar orientada a la prestación de servicios, o ser de propiedad privada (González, 2008). 74 Incluyo en este tipo 20 establecimientos que con la apariencia de expender bebidas alcohólicas —a veces comida también—, poseen habitaciones dedicadas a la realización de servicios sexuales, sin indicación externa alguna y sin estar legalizados; se trata de los bares africanos que podemos localizar en algunas zonas altamente etnificadas de la provincia. 146 a menor escala de negocio imitan los bares de copas y los clubes convencionales que encontramos en nuestras ciudades; sus clientes habituales son, mayoritariamente, hombres inmigrados que trabajan en la zona. Tabla nº 2. Locales visitados por tipologías generales Tipos Visitados Viviendas particulares y pisos de contactos 23 Casas de citas y casas-bar 23 Clubes, bares alterne y bares africanos 66 Espacios públicos abiertos 4 Total 116 Fuente: Diario de Campo. Elaboración propia. También, en una posición intermedia, queda una miscelánea de establecimientos privados donde se ofrecen servicios sexuales de distinto tipo, con la distinción de que existe un agente que se encarga de la organización general del negocio: titularidad del local, publicidad, régimen económico y de precios y realiza el primer contacto personal con los clientes. A ellos me referiré como casas de citas para resaltar la presencia de esta persona que, en posición de autoridad, dirige el negocio y obtiene un beneficio de la labor de las demás, bien sea a través del alquiler de habitaciones75 o mediante la recepción de una comisión por servicio prestado; además, se beneficia de otras prestaciones que allí se puedan ofrecer: venta de bebidas, tabaco, etc. La versión ‘africana’ de estos locales lo constituyen las casas-bar76, donde un grupo de mujeres, que viven y trabajan en esa vivienda, ofrecen diversos servicios —entre ellos los sexuales— a personas inmigradas que residen en el entorno. Peculiares características nos desvela la práctica del comercio sexual ejercido en espacios públicos abiertos: calles, parques, carreteras, etc.; se trata de la que 75 Donde las mujeres pueden residir en periodos más o menos prolongados, o sólo estar presentes a determinadas horas convenidas para la realización de su trabajo. 76 En el caso de espacios etnificados los llamo casa-bar para resaltar la ambivalencia explícita que supone su utilización como espacio residencial y de negocio. 147 frecuentemente, y de forma despectiva a veces, suele ser llamada prostitución callejera. En ellos, las mujeres situadas en esquinas, aceras, arcenes, o cualquier otro lugar, quedan a la vista de las personas que circulan, exhibiendo sus atributos físicos y los rasgos eróticossensuales que pueden aportar en el intercambio sexual. Me referiré a este tipo de espacios cuando no exista, asociado a ellos, un emplazamiento cerrado, privado, donde se realicen los servicios sexuales; en este caso las mujeres permanecen a la intemperie sin un lugar concreto donde establecer la prestación del servicio convenido; en el mejor de los casos puede tratarse de un vehículo —el del cliente o el de ella—, de un portal, o cualquier otro resguardo, por precario que sea. Este aspecto marca la diferencia de aquellas otras formas de desempeño en las que las mujeres pueden quedar apostadas en los quicios, puertas o esquinas próximas a los establecimientos donde ejercen su labor, con el fin de facilitar la captación de la clientela. Los sujetos Se trata de las personas que, con diferentes cometidos, participan en el segmento del comercio sexual que estamos analizando y que mantienen alguna vinculación con los establecimientos o espacios donde se realiza. Además de los clientes, estos agentes pueden desempeñar diferentes funciones: camareros, servicios personales directos, porteros, servicio de transporte, bailarinas, vigilancia y controladores de los servicios, vendedores y suministradores externos, reparto de publicidad, encargados, etc. Obviamente varias de estas funciones pueden coincidir en ocasiones en la misma persona, o no. Como en cualquier otra empresa, suele depender de la envergadura del negocio que la diversificación de tareas esté más o menos ligada específicamente a sujetos diferentes o, por el contrario, se concentre en pocos individuos, o en uno solamente. De estas personas hemos recabado su punto de vista sobre diferentes aspectos objeto de esta investigación en diferentes contextos y situaciones. Gracias a sus relatos, obtenidos mediante entrevistas, conversaciones informales o mediante la interacción en la observación participante, cada una de ella se ha constituido en fuente primaria de los materiales emic con los que se ha construido la etnografía que sustenta esta Tesis Sería una tarea impracticable precisar el número de personas que han participado en los escenarios de observación, con las que alguna vez se habló o con quienes se coincidió en alguno de los establecimientos visitados durante el trabajo de campo. No obstante, a lo largo del capítulo ‘Tramas etnográficas’ se irán precisando algunos de estos aspectos de carácter cuantitativo. 148 A título de ejemplo se muestran en la tabla 3 algunas de las funciones que se pueden desarrollar en el trabajo sexual. En ella queda reflejada la función principal desempeñada por cada una de las personas a las que entrevisté. Tabla nº 3. Función principal de los agentes entrevistados Trabajadora Portero Camarero Encargado Cliente Otros77 Totales Hombre 0 1 1 5 5 1 13 Mujer 20 0 0 4 0 0 24 Total 20 1 1 9 5 1 37 Fuente: Diario de Campo. Elaboración propia. Las trabajadoras sexuales Son las mujeres que habitualmente tratan directamente con los clientes puediendo trabajar cara a cara con contacto físico más o menos intenso: charlan, alternan y prestan servicios privados. Se trata mayoritariamente de mujeres inmigradas, aunque en los últimos años se ha comenzado a detectar más presencia de mujeres españolas. En este grupo podemos incluir las bailarinas, que protagonizan actuaciones de baile erótico, habitualmente con striptease, alrededor de la barra americana. Al margen de esta actividad suelen complementar sus ingresos con otros servicios directos al cliente: alterne, o bien mediante la realización de intercambios sexuales privados. Clientes Salvo excepciones, se trata de hombres, de cualquier edad, estatus social y nivel económico. No obstante, cada negocio suele limitar o adoptar una clientela más o menos específica. Así, hay algún local que impone un precio de entrada con derecho a consumición, como forma de efectuar una selección económica de su público. En otros casos, por su ubicación, condiciones y precios, los locales están orientados a clientes inmigrados o personas de bajos recursos económicos. En algunos, se suele impedir la entrada a individuos que presenten determinados rasgos fenotípicos, especialmente si aparentan muestras de descuido en su imagen personal; el caso de los marroquíes es de 77 Este sujeto cumplió diferentes roles, pero su iniciación en esos ambientes vino dada por su labor como transportador, llevando las mujeres desde sus domicilios al club donde trabajaban. 149 singular significación como veremos en las parte segunda y tercera. Se puede adelantar que la presencia de los clientes responde a múltiples motivaciones y formas de consumo. Camareros Son personas, hombres o mujeres, que atienden a las chicas78 y a sus clientes en lo relacionado con el consumo de bebidas, habitualmente detrás del mostrador cuando lo hay. Pueden ser hombres o mujeres, pudiendo también, en este último supuesto, ofrecer servicios sexuales a la clientela. Una tarea que a menudo desarrollan en bares y clubes consiste en el registro y control de los servicios que cada chica realiza, la supervisión de los precios y tiempos correspondientes y la provisión de los materiales necesarios —sábanas, preservativos, etc.—. Una función secundaria, pero importante también, que realizan estriba en alentar el consumo, especialmente las invitaciones a las trabajadoras por parte del cliente. Porteros Se trata de hombres que controlan el acceso al local, vigilan sus alrededores y el interior del establecimiento y abordan los conflictos que puedan generarse dentro del propio del recinto. En determinados locales realizan la función de transporte de las trabajadoras desde sus zonas de residencia o puntos de encuentro pactados con el dueño o el encargado. Los vigilantes En los clubes de mayores dimensiones, y más abundante afluencia de público, puede haber personas con la específica tarea del control de los servicios que en establecimientos más modestos realizan los propios camareros o encargados. Las tareas de control y avituallamiento, que suele estar a cargo de una mujer, pueden extenderse a la supervisión del trabajo de las propias trabajadoras, a los clientes y a la atención a cualquier sistema de seguridad que se encuentre implantado en la sala, o en las habitaciones 78 Utilizo el término ‘chica’ para referirme a una trabajadora sexual, especialmente si es joven. Aunque en alguna ocasión alguna colega me llamó la atención por el carácter poco respetuoso que pretendidamente pudiera contener ese término para con las mujeres, no considero atribuible tal connotación a dicha expresión. En primer lugar, porque no presenta contenido denigratorio alguno un término que se utiliza profusamente en el habla coloquial en distintos ámbitos de la vida social; en segundo, y principalmente, porque los diferentes agentes que intervienen en el comercio sexual —incluidas las propias trabajadoras—se refieren a ellas mismas con tal vocablo. Parecidas consideraciones expresa Corbalán (2012: 209) al respecto. 150 privadas, donde se realizan los servicios con una interacción más intima. En los clubes donde no se cuenta con vigilantes, estas tareas de guardia suelen realizarlas los propios encargados desde sus despachos o los porteros mediante la visualización en monitores de las grabaciones por las cámaras instaladas en zonas comunes. Los encargados Se refiere a la persona que tiene la tarea de supervisar el funcionamiento general del establecimiento. A veces puede coincidir con el dueño o titular del local; en otras ocasiones, o intervalos de tiempo, horarios, etc., esta función puede recaer sobre otros agentes presentes, como el portero, el vigilante, el camarero o, incluso, la chica de más confianza. Otros agentes Pueden encontrarse en esos locales vendedores ambulantes de diversos productos; se trata, predominantemente, de hombres y mujeres inmigrados que ofrecen sus géneros a la concurrencia de esos establecimientos, especialmente a las mujeres: ropa, bisutería, gafas, vídeos o discos musicales, flores, servicios de transporte, etc. Por supuesto, igualmente están los proveedores de los diferentes productos que forman parte del negocio del establecimiento: bebidas, aperitivos, etc.; así como quienes suministran los ‘kits’ de higiene —sábana, toalla y preservativo— con los que se dota a las habitaciones privadas en cada servicio. También están quienes se encargan del transporte de las chicas al entrar y salir del trabajo, a sus domicilios o puntos de encuentro convenidos. 1.3.3 Técnicas e instrumentos Siguiendo a Velasco y Díaz de Rada, llamaremos técnicas de investigación a “las formas e instrumentos de la recolección primaria de datos, y operaciones posteriores con ellas, tales como la clasificación, la contrastación, etc.” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 18). Describo a continuación las empleadas con mayor profusión en el presente trabajo. Técnicas de obtención de datos Alude a los procesos de acopio de datos y constituye un proceso por el que el etnógrafo transforma su presencia en el campo en interacción social significativa e 151 información (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 129). En la actualidad, y como consecuencia de las técnicas modernas de comunicación, parte de esas tareas se pueden efectuar desde lugares alejados del espacio físico, utilizando el teléfono o internet, por ejemplo. De gran ayuda ha sido la confección de una ‘guía de campo’, que me ha permitido orientar la selección de la información que en cada momento se ha ido considerando necesaria, bien por su relevancia en sí misma, bien por su valor de contraste. Obviamente, cada tipo de ‘dato’ requiere de sus propias técnicas particulares adecuadas, según se trate de contenidos procedentes de manifestaciones verbales, expresiones corporales, imágenes visuales, procesos de interacción, etc. Observación participante Una vez que se han seleccionado los emplazamientos donde se va a desarrollar la observación, se han encontrado los porteros79 y se ha accedido al espacio social que nos interesa, comienza un proceso que requiere de ciertas pautas; el seguimiento de éstas dota de sistematicidad a la recogida de datos: descripción del entorno, de los objetos materiales y de las condiciones ambientales del escenario; enumeración y semblanza de los participantes; descripción cronológica de la interacción incluyendo los aspectos verbales y gestuales; etc. (Angrosino, 2012). Se trata de ver qué se hace, quién lo hace y cómo lo hace en cada momento en el escenario en el que nos encontramos y en el que participamos con mayor o menor intensidad. Consiste en mirar en vez de ver, de escuchar, en vez de oír, de manera intencional y atenta. En la observación, el investigador construye relatos desde sus propias categorías analíticas; por eso es conveniente contextualizar, en todos los aspectos, la información recogida, con el fin de, posteriormente, darle sentido al construir la trama argumental en el texto del informe final de la investigación. “Observar es contemplar y examinar atentamente algo con el objeto de determinar su naturaleza y funcionamiento” (Sanmartín, 2003: 52). Pero no solo eso, aquello que reclama nuestra atención es algo que merece la pena examinarlo. Ello obedece a dos motivos: el primero, porque ese esfuerzo es condición necesaria para la extrañeza entre lo que se contempla y lo que se conoce previamente; el segundo, porque ese desajuste debe haber afectado a algo valioso, a algo 79 Un ‘portero’ es alguien o algo que facilita el acceso al campo; puede ser una persona en posición de autoridad ante el grupo al que nos dirigimos, un objeto o un rol: un programa de mediación en el caso de mi investigación. 152 que previamente ya poseía un valor asignado en la cultura del observador, bien por la comunidad científica, bien por el estándar de los ciudadanos o de la cultura folk del investigador. Así “la observación es intencional. Se despliega con la intención de reconocer la naturaleza y funcionamiento de aquello que no encajaba en lo esperado” (Sanmartín, 2003: 53); y que sea el propio investigador quien lleve a cabo por sí mismo la observación, “es lo que permite que se produzca ese proceso de relativización sin el cual no cabe la apertura ni la ampliación del horizonte semántico y categorial del observador” (Sanmartín, 2003: 55). Técnicas de obtención de datos orales Por datos orales deben entenderse materiales emic producto de la interacción en los diferentes escenarios del campo y que se expresan primordialmente mediante locución verbal, aunque habitualmente acompañada de otras formas asociadas a ellas como gestos, expresiones faciales etc.; estos aspectos son relevantes, y a tener en cuenta, dado el carácter socialmente construido de estas manifestaciones, como expresa Flora Davis (2013). Las dos principales técnicas utilizadas en esta tesis han sido las entrevistas en profundidad y las conversaciones informales. o Entrevistas en profundidad. Entenderemos por ellas “reiterados encuentros cara a cara entre el investigador y los informantes, encuentros éstos dirigidos hacia la comprensión de las perspectivas que tienen los informantes respecto de sus vidas, experiencias o situaciones, tal como las expresan sus propias palabras” (Taylor y Bogdan, 2008: 101). Esta clase de entrevistas a veces recibe el adjetivo de ‘narrativa’, tal y como la llama Uwe Flick (2012). Toma este nombre dado que pueden presentar un carácter narrativo, en la medida en que insertan los objetos y acontecimientos presentes en ella en la trama biográfica del sujeto entrevistado, bien se trate de relatos que abarquen toda su experiencia vital, de aspectos parciales de una faceta específica personal o de intervalos temporales específicos de su existencia; a veces pueden utilizarse para construir la historia de vida, el relato de vida80 o la autobiografía simulada (Solana y López, 2012) de los 80 “El relato de vida es un subgénero de la historia de vida, menos amplio y completo” (Arjona y Checa, 1998: 6). A este respecto Daniel Bertaux considera que “hay un relato de vida desde el momento mismo que un sujeto cuenta a otra persona, investigador o no, un episodio cualquiera de su experiencia vivida” (Bertaux, 2005: 36). 153 sujetos, convirtiendo estos productos en el material analítico con el que desarrollar la investigación. También puede ser referida como ‘entrevista etnográfica’ (Angrosino, 2012: 66 y ss.) en la medida en que se trata de un acto conversacional entre personas que han llegado a trabar lazos de confianza de cierta intensidad como consecuencia de la posición del investigador en el campo, que le hace partícipe de experiencias cotidianas en el seno de la comunidad o grupo en el que desarrolla sus pesquisas. Sus rasgos diferenciales vienen dados, además de los ya citados, por su carácter abierto, y por su pretensión de profundidad, buscando la emergencia de significados. Como ya he anticipado anteriormente, para esta investigación he entrevistado a diferentes agentes. La tabla 4 nos presenta las regiones geográficas de procedencia de cada una de las personas a las que realicé una o más sesiones grabadas. Tabla nº 4. Procedencia de las personas entrevistadas Estado español Resto Europa América Latina África Totales Hombre 10 1 0 2 13 Mujer 2 11 5 6 24 Total 12 12 5 8 37 Fuente: Diario de Campo. Elaboración propia. Tales entrevistas han seguido un guión tipo, que se ha ido modificando ligeramente a medida que avanzaba el trabajo de campo, pero siempre dando la opción a la persona entrevistada para que elaborara su propio hilo discursivo, animándola a que ella misma construyera los hitos de su relato. De hecho, éste constituye por antonomasia el discurso desde el punto de vista del sujeto, aunque sin perder de vista que una entrevista no deja de ser un acontecimiento social, una situación de campo más, y donde el investigador puede observar comportamientos y reacciones del sujeto entrevistado, en su interacción con el investigador (Hanmersley y Atkinson, 2004). o Conversaciones informales. Se han mantenido conversaciones con diferentes sujetos —trabajadoras, dueños, clientes, vendedores de diferentes productos, etc.— en distintas situaciones. En ocasiones se han registrado elementos, trozos de referencias, en el 154 cuaderno de notas; otras veces se han tomado notas apresuradas, acudiendo al aseo y, en otras circunstancias, se han registrado con permiso previo de las personas, o sin él cuando el contenido no afectaba a cuestiones de carácter personal. De mayor o menor complejidad estos testimonios también componen relatos desde el punto de vista de los sujetos que se investigan (Bertaux, 2005). Pero además, este tipo de conversaciones informales o espontáneas pueden considerarse, como hacen Helena Calsamiglia y Amparo Tusón, “como la forma más característica en que las personas se relacionan y llevan a cabo sus actividades cotidianas como seres sociales” (Calsamiglia y Tusón, 2002: 32). Estas narrativas ofrecen datos sobre los objetos que nos interesan, pero también suministran información sobre los diferentes sujetos que participan en el comercio sexual y las relaciones que articulan entre ellos a través del trabajo; constituyendo, en ese sentido, una fuente documental importante sobre esas personas. Estas aportaciones de materiales sustentan la ‘perspectiva emic’ con la que he abordado la aproximación al cliente en esta investigación. Como nos muestra Tim Rapley (2014: 101 y ss.), el análisis de estas conversaciones tiene obviamente interés por su contenido, pero igualmente nos puede dar pistas sobre otros aspectos interactivos, especialmente acerca de los sujetos que participan en ella: orden de intervención, conflictos entre individuos, indicaciones sobre sus rutinas en la vida cotidiana, organización de los roles en un escenario determinado, etc. Técnicas de obtención de materiales audiovisuales Al margen de las fuentes narrativas grabadas, otras técnicas se han utilizado en la presente Tesis, como fuentes de información y medio para su presentación o representación. Siguiendo a Markus Banks (2010), dos serían las razones que justificarían la inclusión de imágenes en las investigaciones en ciencia social. Por un lado, su omnipresencia en los diferentes ámbitos de la sociedad actual y, en consecuencia, en el ámbito especifico de investigación que forma parte de ella; por otro, en la medida de las contribuciones que el propio estudio de esas imágenes pueda aportar a la comprensión de los fenómenos que son objeto de estudio (Banks, 2010: 21 y ss.). Respecto a la primera cuestión viene al caso recordar, en relación al objeto de esta Tesis, la observación de Corbin acerca del cambio en las formas de galantería y encuentros eróticos sexuales que se produce a finales del S. XIX; desde entonces en los burdeles y casas de tolerancia “la primacía de lo visual acompaña el declive de lo olfativo” (Corbin, 1988: 8). 155 Respecto a lo segundo, Banks constata dos líneas de análisis social que han venido usando tradicionalmente las imágenes en ciencias sociales. Una, sería aquella que ha utilizado materiales visuales elaborados por el propio investigador como fuentes de documentación: como datos primarios, como ilustraciones, representando síntesis de datos, etc. El valor de la fotografía ya fue reconocido en la antropología a través de Franz Boas o de Margaret Mead. Como nos apunta Estrella Gualda, este uso de las imágenes tiene, también, la ventaja de que a través de ellas “podemos ‘ver’ lo que no puede ser percibido mediante la palabra escrita o los números”81 (Gualda, 2014). La segunda línea englobaría las investigaciones que utilizan imágenes producidas o ‘consumidas’ por los propios agentes que forman parte del estudio, de tal manera que “los sujetos de la investigación tienen claramente una relación social y personal con las imágenes” (Banks, 2010: 25). Sin embargo, en los últimos años ha venido desarrollándose una serie de trabajos que marcarían una tercera línea, que incluye en su seno a las otras dos. Me refiero a “la creación y el estudio de la imagen colaborativa y se utiliza en los proyectos en los que el investigador social y los sujetos de estudio laboran juntos, tanto con imágenes preexistentes como en la creación de imágenes nuevas” (Banks, 2010: 26). En similares términos se manifiesta José Carmelo Lisón Arcal para referirse a la antropología visual; disciplina que comprendería “técnicas de investigación, análisis e interpretación antropológicos, así como también a formas de presentación y exposición de resultados de investigaciones antropológicas que utilizan como herramienta y soporte principal medios audio-visuales” (Lisón, 2005: 16). Así pues, la antropología visual se constituiría en una rama de la antropología, utilizando técnicas de registro audiovisual, apoyado en un tipo de interacción que dé lugar a un conocimiento dialógico y donde las imágenes elicitan y/o sustentan procesos de reflexividad. En el análisis del trabajo sexual, las imágenes que se proyectan desde ese mundo nos permiten su estudio, no sólo a través de los ‘datos’ que presentan sino, además, como material desde el que elicitar sus formas y contenidos; no en vano nos recuerda Elisenda Ardèvol que “la imagen es el producto de una mirada sobre el mundo” (Ardévol, 1994: 8). Podemos enumerar tres grupos de elementos visuales que, de acuerdo con su origen, se han utilizado en esta investigación. 81 Traducción propia. 156 En primer lugar, las imágenes captadas por el investigador durante su labor en el campo. Se trata de fotos o representaciones de diferentes elementos que son relevantes por su contenido informativo; así, por ejemplo, los planos de la zona donde se ubican los establecimientos, o los escenarios interactivos —a veces, incluyendo a las propia personas involucradas— en el ámbito espacial que estudiamos: la calle, los edificios, los clubes, etc. En otras ocasiones se elaboraron croquis, dibujos o anotaciones acerca de la disposición de objetos y elementos en un determinado emplazamiento. En segundo término, el registro de imágenes, que ya existían antes de la investigación o ajenas a la intervención del investigador, obtenidas mediante consultas en internet; fotos exteriores de locales y mapas de la zona en que se ubican, conseguidas a través de Google maps, o bien consultando la web del Instituto Andaluz de Cartografía. A veces se han tomado de la propia prensa escrita o digital. Todo ello ha sido de enorme valor para el desenvolvimiento, especialmente por la densa trama de caminos en algunas zonas de diseminado, o para la correcta localización de los lugares donde se ha realizado el trabajo de campo. Asimismo, he contemplado imágenes producidas o elaboradas por diferentes agentes relacionados con el objeto de estudio. Se trata de documentos diversos, bien originales o bien transformados, mediante fotografía, fotocopia, etc., donde aparecen diferentes componentes, imágenes y representaciones del comercio sexual; en ocasiones de las mismas mujeres. Para acceder a ellos se ha procedido a la consulta de anuncios en prensa y en internet; también he hecho acopio de folletos de propaganda portable, directamente en locales o en los espacios públicos de tránsito donde se distribuyen. Podríamos añadir un cuarto tipo de fuentes que combina las técnicas orales a través de un interfaz audiovisual; se trata de los foros, chats y páginas web de contactos, con finalidad publicitaria o no. En ellas se reproducen conversaciones e intercambios de información sobre locales, o sobre los servicios que se ofrecen en determinados establecimientos o por trabajadoras concretas que se anuncian en otras páginas. En esta Tesis he visitado con cierta periodicidad el foro ‘Putalocura.com’, donde clientes, generalmente de pisos de contactos, intercambian información acerca de los precios, tipos, calidad e higiene de los servicios, así como de otros aspectos relacionados con el comportamiento profesional de la trabajadora en la prestación de sus labores, etc. El tratamiento dado a este tipo de fuentes —especialmente a los dos últimos grupos— tiene que ver no sólo con su utilidad, como surtidora de datos primarios brutos, sino que permite desvelar gustos, concepciones y motivaciones de los clientes, cuando se 157 realiza un detenido análisis de su contenido; constituyendo claros ejemplos de materiales emic, desde los que elicitar una cierta concepción acerca de las personas a quienes van dirigidos, así como de su posición en el mercado del sexo. De igual manera, ha permitido disponer de una referencia añadida para las operaciones de triangulación de fuentes. Instrumentos para el registro de datos Hacen referencia a los instrumentos que nos permiten captar los materiales brutos que vamos obteniendo en el trabajo de campo en un soporte adecuado, que permita su conservación y fácil accesibilidad. Cuando aludimos a ellos damos por supuesto que nos referimos a registros intencionales y con relativa previsión —un cabo desde donde tirar del hilo puede aparecer en cualquier momento, circunstancia y lugar del campo—, porque cuando encontramos un dato o una información relevante el investigador ha de procurar conseguir un registro con la mayor inmediatez, pudiéndose emplear cualquier instrumento, por muy rudimentario que sea, al alcance de la mano. Describo algunos de los que en esta investigación se han utilizado. Cuaderno de notas Se trata de un sencillo y manejable cuaderno donde se registran manualmente datos, fechas, acontecimientos, croquis, una expresión que se ha escuchado, referencias significativas a conversaciones, o descripciones de diferente orden, que se realizan lo más próximo posible a su acontecer. Es el material escrito o gráfico en bruto, el primero, que cualquier investigador obtiene en su trabajo de campo. Su registro se hace con escritura manual, ”apuntes recogidos al vuelo en el transcurso de la interacción (...). Es importante registrar incluso aquellas cosas que no entendemos de inmediato, pues más tarde podrían ser relevantes” (Hammersley y Atkinson, 2004: 196). En cualquier caso, no hay que perder de vista que a medida que la investigación avanza se pueden descubrir nuevas significaciones, o puede cambiar la relevancia de determinadas acciones y, por tanto, el criterio acerca de lo que conviene o no reflejar en el cuaderno de campo. En numerosas ocasiones lo he sustituido por un procesador de notas en el teléfono móvil, cuando hay datos muy volátiles que requieran su registro de forma inminente. Este método permite tomar brevísimas anotaciones con discreción, cuando no es posible llevar encima el cuaderno de campo, o cuando no es factible u oportuno el desplazamiento a un lugar solitario —el aseo, recurrentemente— para registrar las observaciones. En ocasiones, el cuaderno de notas ha podido ser sustituido por la grabación oral del propio investigador 158 a la salida de los espacios donde se realizaron las pesquisas cuando no había condiciones para tomar notas escritas; este procedimiento, resulta una forma eficiente de retener datos, indicaciones y referencias que podrían desvanecerse de la memoria cuando no había manera de utilizar el cuaderno o el diario de forma inmediata. Grabadora Con ella registramos directamente sonidos que se consideran de interés para la investigación, en un soporte digital —un archivo de sonido portable hasta un ordenador—, desde un ruido ambiente, hasta una entrevista, pasando por conversaciones informales o coloquios entre personas. Es el instrumento de recogida privilegiado de datos obtenidos de forma oral. Actualmente se pueden utilizar grabadoras de diferentes tecnologías: grabadora de casete, grabadora/reproductora de archivos electrónicos en formatos, mp3 y/o mp4, etc. Un aparato recurrente para pequeños registros puede ser la grabadora del teléfono móvil, que por ser un aparato de uso cotidiano, permite grabar con discreción eventos que se producen sin las interferencias que la presencia de un artefacto más voluminoso podría provocar en los participantes a los que se está grabando o están presentes durante la grabación. Cámara fotográfica y de vídeo Permite la captura y registro de imágenes. Actualmente, la tecnología digital facilita eliminar procesos intermedios entre su registro y conservación —especialmente el revelado—, que puede fácilmente realizarse en un archivo digital en el ordenador. Por otro lado, la profusión de programas de retoque y edición fotográfica facilitan su visualización, manejo y adaptación a las necesidades del usuario. Igualmente que en el registro oral, puede ser sustituida por la cámara incorporada al teléfono móvil, en aquellas ocasiones que la discreción o la artificialidad de la situación en el campo lo aconseje. Técnicas de transformación de datos Se refieren a aquellas “transformaciones de la información que convierten la información en registro” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 130). Siguiendo a estos autores, diremos que las técnicas que nos permiten re-elaborar sucesivamente la información nos ayudan a formular mejores preguntas. Las reorganizaciones de la información pueden convertir la interacción en registro y éste puede convertirse en contenido analítico el cual, a su vez, será transformado para la construcción del texto que compondrá el informe de 159 investigación. Pasamos a continuación a presentar algunas de esas técnicas, bien entendido que el proceso de construcción de una etnografía no tiene un carácter lineal, sino que diversos procedimientos pueden reproducirse en diferentes momentos del decurso analítico. La escritura en el Diario de campo Consiste en inscribir secuencialmente el conjunto de la información, a partir de los datos que hemos registrado en el cuaderno de notas, en cualquier archivo sonoro, o los croquis y fotografías, en un texto analítico elaborado secuencial y reflexivamente: “el diario constituye la primera representación escrita del proceso etnográfico y el centro en el que se localizan los productos de nuestro trabajo” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 96-98). En la presente investigación, el diario se ha ido escribiendo desde el inicio mismo de la introducción en el campo; en él se han articulado sucesivamente, y también de forma cíclica, los elementos interpretativos que han sido necesarios y relevantes para la elaboración del texto final. Su contenido procede de la transformación mediante el análisis, categorización y reorganización de los materiales primarios obtenidos en el transcurso de las pesquisas; es decir de los datos anotados en el cuaderno de notas, o registrados en otros soportes susceptibles de ser transformados en texto, esquemas, o imágenes. El proceso de escritura debe realizarse con la mayor proximidad temporal posible a la visita al campo, a fin de no perder detalles ni elementos interpretativos acerca de los acontecimientos recogidos en el cuaderno de notas o en otros soportes disponibles. La confección se ha realizado mediante escritura con el procesador de textos Word del paquete informático Office de Microsoft. Esta facilidad ha permitido una mejor ordenación, manejo y análisis del contenido de los datos así como su estructuración en diferentes archivos, cuando ello se ha revelado conveniente. En el diario de campo quedará inscrita de forma reflexiva y articulada la información extraída de los materiales que hemos recogido y registrado en primera instancia en un soporte manejable. Transcripciones Consiste en la transformación en texto de los registros de entrevistas, conversaciones y otros documentos sonoros. Aunque su destino es inscribirlos de manera 160 reflexiva en el diario de campo, en realidad, constituyen una labor de procesamiento y transformación de datos con características propias. Al transcribir una entrevista o la conversación informal debemos interpretar palabras, giros y expresiones, que si no se han pronunciado en los estándares del idioma del investigador requieren interpretación. Por otro lado, la propia entrevista debe llevar acompañada notas de campo sobre el contexto de la conversación y otros aspectos, gestuales, expresivos, etc., que modulan la información oral registrada, y le dan sentido. Confección de tablas y gráficos Se realizan a partir de fuentes estadísticas o de datos tomados directamente de la observación. Las tablas y gráficos nos permiten, mediante visualización directa, de una manera ordenada y sintética, la interpretación de la información que recogen, resaltando aquellos aspectos que interesan y resultan significativos para la investigación, pudiendo mostrar contenido analítico. Relacionan variables y ofrecen conclusiones, que en forma textual podrían resultar engorrosas de expresar. Para esta Tesis he confeccionado tablas y gráficos a partir de datos obtenidos de recursos oficiales: Instituto Nacional de Estadística (INE), el Ministerio de Trabajo e Inmigración, a los que se ha accedido a través de las respectivas webs. Se trata de datos sociodemográficos de la zona a la que se ha circunscrito el estudio. Para su presentación mediante tablas se ha utilizado la hoja de cálculo Excel y otros componentes del paquete informático Office de Microsoft. Elaboración de ilustraciones A partir de mapas, croquis e indicaciones del cuaderno de notas, o datos procedentes de otras fuentes, he elaborado planos de los espacios, locales, etc.; también mapas conceptuales o esquemas ideográficos. Se trata de transformaciones que han permitido analizar y presentar de forma más concisa el proceso de interacción con diferentes sujetos en un club; por ejemplo, las relaciones en el campo, la disposición de objetos y personas en determinados escenarios —como la sala principal de un establecimiento—, la ubicación geográfica de los locales; permiten asimismo expresar taxonomías, etc. En definitiva, han facilitado el suministro de contexto y han ubicado datos de la interacción dentro de la narrativa etnográfica. Su realización práctica puede hacerse de forma manual, con mayor detalle y mejora estética que los perfilados en el cuaderno de notas, o mediante sistemas informáticos. En la presente investigación nos simplificó ese proceso la utilización de los propios recursos del procesador de textos Word, del paquete 161 informático Office de Microsoft, así como el programa de diseño gráfico Photoshop de Adobe, entre otros. Otras técnicas Se trata de operaciones que tienen que ver con la transformación de la información en conocimiento, en materiales analíticos que permitan la interpretación de algún fenómeno relacionado con el objeto de estudio. Su enumeración sería inabordable, si bien reseño algunas de las que más visiblemente podrán revelarse a través de la lectura del texto etnográfico. Determinadas elaboraciones de éstas pueden ir asociadas a procedimientos ya expuestos como el análisis o la creación de taxonomías, o la confección de cuadros y gráficos. Esta transformación se produce cuando de los materiales emic construimos clasificaciones, reelaboramos las ya existentes, o categorizamos algún objeto adscribiéndolo a una clase; por ejemplo, el proceso de clasificación de locales que se ha realizado en este trabajo. Asociado al anterior proceso y a otras operaciones podemos considerar la creación de categorías analíticas o la re-conceptualización de las ya existentes; esto es lo que ocurre cuando discutimos el concepto de chulo o proxeneta, por ejemplo. Otra operación consistiría en la aportación de argumentos, mediante el aporte de datos, indicios, apuntes, etc., debidamente imbricados y ‘textualizados’; se trata en definitiva de la construcción de una trama argumental convincente, que articulará la composición del texto etnográfico aportándole su valor científico. Especial presencia tendrán en esta investigación las biografías elaboradas a partir de las fuentes disponibles: relatos de personas, observación, conversaciones informales. Esta forma de transformación de datos me permitió obtener una visión organizada diacrónicamente de los diversos materiales de cada actor; así elaboré narrativas que dieran sentido a los diversos acontecimientos, estrategias y decisiones con las que los sujetos que participaron más profusamente en el trabajo de campo tejieron sus itinerarios vitales. Estas breves biografías no suponen sólo unidades de análisis primarias, sino un producto etnográfico más que permite enriquecer el conjunto de la investigación y visibilizar de manera fehaciente los principales sujetos que han participado en la investigación así como sus inquietudes y vínculos con la industria del sexo, al menos en los espacios y segmentos que hemos abordado en esta Tesis. De hecho, ya nos advierte Juan F. Marsal que las biografías surgen como un “subproducto del trabajo de campo del antropólogo” (Marsal, 1977: 44). 162 1.3.4 Procedimiento Situando el trabajo de campo El trabajo de campo correspondiente a esta investigación no se podría entender si no se tienen en cuenta tres factores que han incidido en él durante todo el proceso. Dos de ellos son de naturaleza estructural: el primero, el particular carácter de la economía almeriense, con un enorme peso del sector agrario, gracias a la agricultura intensiva bajo plástico; el segundo, vinculado al anterior, viene dado por la presencia de un considerable número de personas inmigradas que han ido concentrándose en las zonas de mayor desarrollo de esa economía emergente, llegando a configurar verdaderos territorios etnificados donde los inmigrados viven juntos y aparte de la población autóctona, creando sus propias redes de economía étnica y sus particulares redes de relación y ocio. Sobre todo ello se volverá en el capítulo de ‘Tramas etnográficas’. El tercer elemento tiene que ver con mi pertenencia a la APDHA y mi implicación desde su inicio, en el año 2001, con las actividades de mediación y atención a mujeres inmigradas que trabajan en el sector del sexo en diferentes zonas y localidades de esta provincia. Los dos primeros factores se vinculan con el hecho de que, como he ido descubriendo a lo largo de mis estancias en el campo, las expresiones de sociabilidad detectadas en los espacios preferentemente utilizados por los inmigrados, respecto de aquellos que están normalizados y que comparten —en mucha menor medida— autóctonos e inmigrados presentan algunas diferencias; estas son percibidas, bien por la intensidad de algunos factores, bien por algún rasgo distintivo, que impregne en un caso u otro. Ello ha traído como consecuencia tener que ir modificando mi posición en los diferentes escenarios y adoptando técnicas desiguales en uno y en otro espacio, en distintos momentos. Y también, en la medida en que se ha ido gestando el propósito y realización de esta Tesis, el trabajo de campo ha adquirido dos intervalos de tiempo relevantes de carácter intensivo y orientado específicamente a los fines de la investigación: el primero durante el año 2011, cuando encaminé mi labor etnográfica en la comarca de El Poniente, dado que mi interés estaba centrado entonces en el análisis de la prostitución y sus expresiones de sociabilidad, desarrollada en espacios etnificados. Se trata de un contexto pluricultural y con una visible presencia de redes de economía étnica que incluía numerosos establecimiento dedicados, entre otros, al comercio sexual; en este periodo el principal método empleado como fuente de información fue la observación participante y las 163 conversaciones informales. El segundo intervalo comprende desde el inicio del año 2012 hasta la finalización de esta tesis, durante el que encaminé las exploraciones en el campo hacia espacios de comercio sexual más estándar en nuestra sociedad localizados en el resto del territorio almeriense: clubes, calle, casas de citas, bares de copas, etc. Asimismo, también realicé algunas incursiones en zonas etnificadas del municipio de Níjar, donde se reproducen, a menor escala, las formas de comercio sexual de El Poniente. No obstante, en estos casi cuatro años, los saltos entre unos territorios y otros — que, por otro lado, no se manifiestan totalmente separados— han sido frecuentes; de tal forma que el carácter multi-situado que suele caracterizar a algunas investigaciones etnográficas, adquiere en este caso una forma específica por los cambios de escenario y contexto sociocultural que ha sido necesario realizar a lo largo de todo el proceso de exploración y recogida de datos (Marcus, 2001). El tercer factor ha supuesto la posibilidad de mantener una presencia en el campo de forma continuada a través de mis labores de mediación y, aunque el territorio sobre el se realiza la intervención social está focalizado en Almería ciudad y la parte más oriental de la comarca de El Poniente, la movilidad espacial de las mujeres en el desempeño de su cometido me ha facilitado el acceso y los contactos en algunos de los establecimientos donde desarrollan sus quehaceres; también me ha permitido una visión diacrónica del sector pudiendo constatar algunos cambios relevantes; y, sobre todo, me ha posibilitado trenzar relaciones de confianza —algunas de ellas duraderas en el tiempo— y la obtención de datos inespecíficos durante un periodo de más de doce años. Asimismo, el hecho de que el programa de mediación de la APDHA estuviera orientado en la perspectiva de la investigación-acción, ha supuesto en quienes nos dedicamos a ello, cierta tensión por la indagación y el estudio del sector en el que intervenimos; de tal manera que nuestra formación como mediadores se forjó al hilo del interés por el conocimiento científico de múltiples facetas relacionadas con el trabajo sexual. Todo lo anterior ha supuesto iniciar esta Tesis con un bagaje de lecturas, estudios y relaciones; también con algunos materiales obtenidos mediante registro en notas o entrevistas sobre aspectos relacionados con mis inquietudes en cada momento; ese conjunto ha resultado a la postre de gran utilidad para los propósitos de la presente investigación y forman parte del aporte de materiales con los que he confeccionado las tramas etnográficas desarrolladas en esta investigación. 164 El acceso al campo Como he expresado más arriba, el acceso a los establecimientos donde se realiza comercio sexual, y a los diferentes agentes que participan en él, ha sido posible por la participación del investigador en un programa de mediación social y sanitaria, a través de la APDHA desde hace más de doce años. El trabajo en la ONG ha permitido una cierta facilidad en la entrada a determinados espacios, especialmente los de carácter más privado, y a la información observable; me ha servido como cauce para entablar relaciones, un papel que representar en aquellos contextos y un rol en la vida de algunas de las personas que forman parte de los distintos escenarios interactivos que se construyen en el campo. También ha posibilitado el acceso a un conjunto de información inespecífica que facilitó la labor investigadora, en la medida en que aporta los hilos de los que tirar para encontrar los diferentes elementos con los que construir la trama argumental que compongan el texto etnográfico. Esta forma de acceso la complementé con el uso de otros porteros como serían algunos agentes sociales, líderes de asociaciones de inmigrantes, etc. Y, además, mediante diferentes técnicas de acercamiento, como cliente, dado el carácter público de la entrada a buena parte de estos establecimientos: clubes, bares de copas, locales africanos. A ellos he accedido directamente como cliente, o a través de alguna mujer que trabajara allí y que me ha supuesto un punto de referencia para introducirme y para construir mi rol en ese espacio concreto. Igualmente los propios sujetos que he ido conociendo, mujeres, clientes, encargados, etc. contribuyeron al efecto de bola de nieve, que describe gráficamente el proceso por el cual el investigador incrementa sus relaciones y conocimiento del campo progresivamente a partir de unos pocos vínculos. Los roles Mi posición en el campo al respecto ha sido variada. La pertenencia a una ONG también ha marcado mis roles, especialmente frente a las trabajadoras y dueños o encargados en los ámbitos donde realicé tal labor. La movilidad de esas mujeres y la red de relaciones que trenzan entre ellas, mediante el ejercicio de su profesión en diferentes lugares, hacen que el papel de mediador, en cierta forma de 'conseguidor', esté presente con mayor o menor intensidad en otros diferentes momentos y escenarios de la investigación. No obstante, en otros establecimientos más alejados de mi entorno de intervención, dicho componente de la representación queda absolutamente diluido. Por lo demás, con el paso del tiempo, las relaciones trenzadas y las confianzas adquiridas han 165 permitido que, generalmente, esos roles pudieran ser distinguidos dependiendo del escenario y del contexto. Esas conexiones personales, de incipiente amistad en algunos casos, han ido impregnando los vínculos que marcaron la interacción con los diversos sujetos. Como mediador he hablado, sobre todo, con las mujeres y con las encargadas de sus inquietudes concretas, referidas a temas de salud, acerca de su relación con la policía, de sus problemas con los ‘papeles’, etc. De esta forma, he realizado observación en diferentes localizaciones donde trabajan; también he accedido a sus estancias más privadas, generalmente por requerimiento suyo. He podido captar sus rutinas, y me han aportado un flujo de información, tanto de ellas como de sus clientes, de un valor decisivo para el desarrollo de esta investigación y su carácter emic. En estas ocasiones, tomar brevemente unos apuntes en presencia de ellas queda justificado por mi rol y permite con naturalidad el registro de indicaciones en el cuaderno de notas; ello me facilita indagar directamente sobre aspectos particulares de su labor mientras realizo mis tareas como agente social. En otro sentido, la constancia de que esa labor es absolutamente voluntaria por mi parte, sin remuneración económica alguna, facilita la adquisición de confianza debilitando la posición de autoridad con la que trabajadoras, clientes, dueños y otros actores del sector, suelen mirar a este tipo de profesionales. Como cliente he tenido relación con las trabajadoras, con los dueños, con las camareras, porteros, vigilantes y otros clientes. La estancia en diferentes establecimientos me ha sido de utilidad para la observación de su estructura y distribución espacial; de la organización del comercio: formas, precios, espectáculos cuando los había y otros elementos ambientales que forman parte de la construcción escénica del negocio. Pero, sobre todo, me ha permitido observar las prácticas y relaciones que se establecen mediante la interacción observable. De igual manera, la observación participante en alto grado en este medio, me ha posibilitado captar elementos de las relaciones que difícilmente podría conocer de otro modo. Mi propia interacción con las trabajadoras, mediante el alterne en la sala pública o en espacios reservados, ha facilitado el acercamiento a sus propias estrategias de seducción-teatralización con la que fidelizar la clientela o procurarse servicios que le aporten mayores ingresos; también ha sido útil para descifrar las claves que dan sentido a las relaciones entre el cliente y la chica. La conversación con ellas me ha permitido obtener datos de los locales donde se emplean, así como de otros en los que 166 trabajaron o lo hacen en la actualidad amigas suyas. Todo ello ha permitido tener una multiplicidad de fuentes de información que ha facilitado no sólo la triangulación a nivel de datos, sino contrastar la propia fiabilidad de las fuentes y tener una referencia del grado de confianza que podía esperar de los múltiples agentes con los que me relacioné. En realidad, la interacción con las mujeres, cuando la relación inicial fue la de cliente, estuvo generalmente tamizada, en cada ocasión en distinto grado de intensidad, desde luego, por un juego mutuo de expectativas: ella requiere profundizar la relación como cliente, prestar más y más caros servicios, yo intento construir escenarios de confianza para poder obtener información más abundante y fiable. El desenlace fue diferente en cada caso, aunque lo habitual es que cada parte quedara relativamente satisfecha respecto al nivel de logro de sus respectivos objetivos. Con el tiempo, los vínculos forjados, en distinto grado, han supuesto un elemento transcendental en la construcción de esta etnografía. A partir de la confianza y el respeto que mutuamente nos hemos manifestado, se ha impulsado el efecto bola de nieve que ha posibilitado el acceso a lugares y personas que de otra manera habría sido mucho más dificultoso, cuando no improbable, conseguir. Varias mujeres han permitido que las entreviste; en algunos casos han comprometido a otras para que lo pudiera hacer; en otros me han ayudado a localizar establecimientos de difícil acceso, adoptando una actitud colaborativa que tengo dudas de si sabré agradecer en sus justos términos. Abundando en estos aspectos, tengo que indicar que el dilatado tiempo de contacto a través de las labores de mediación y las relaciones de confianza urdidas me han permitido una comunicación continuada con las mujeres y ha posibilitado la realización de entrevistas en profundidad en distintos momentos. Todo ello ha enriquecido la perspectiva sobre los cambios en el ámbito del comercio sexual, ha aportado elementos de fiabilidad a la información extraída y ha añadido referencias para los procesos de triangulación de fuentes y técnicas. En sentido diferente, la construcción de estas relaciones con algunas mujeres ha habilitado espacios y momentos de interacción propios: en una terraza, en el restaurante, en sus domicilios particulares, con la presencia o no de su familia. Esas situaciones han dado lugar a conversaciones informales de múltiples contenidos que también han servido de fuente de datos. De hecho, algunas de las entrevistas que aporto en esta exploración fueron grabadas en situaciones de cotidianeidad y familiaridad: así una de ellas la realicé en un restaurante al que invité a una chica para comer, o en el salón de una vivienda particular antes de la cena a la que me habían invitado; lo genuino de la situación no viene dado por el lugar —de hecho la mayoría de las entrevistas se realizaron en bares, cafeterías o 167 viviendas particulares— sino la dinámica conversacional donde diferentes aspectos acerca de los objetivos de esta Tesis, emergieron en el transcurso de la situación, obviamente orientados por los intereses de la investigación. Esta exposición de los roles no debe velar la conexión o contaminación que pueda darse entre ellos. No obstante, son los contextos sociales y los escenarios de interacción los que los definen y donde queda fijado el comportamiento de cada actor —incluido el etnógrafo— no teniendo por qué aparecer como incompatibles por sí mismos. En ese sentido, los requerimientos de algunas mujeres hay que interpretarlos en el contexto en el que se producen; de tal manera que pueden presentarse asociados a la oferta de un servicio, cuando coincidimos en un club, bar de copas o local africano fuera del ejercicio de mi labor social; pero pueden presentarse como ofertas amistosas de relación afectiva cuando nos encontramos en contextos no comerciales o de mediación; las propias trabajadoras son consciente de que mi persona exhibe determinados roles que no son intrínsecamente incompatibles; de la misma manera que quien investiga debe considerar que las personas a las que trata son portadoras de roles y afanes que cobran su sentido en determinados contextos y escenarios de interacción. Los requerimientos pueden ser de variado carácter: económico —pedir un préstamo personal, o a la ONG que represento—, de ocio y divertimento —tomar un té en su domicilio, ir a tomar unas tapas, pasar un rato en la playa, etc.—; de atención especial respecto a los criterios de la entidad con la que colaboro —pedir más condones de los que le corresponden o solicitar provisión de servicios o de otros materiales que no son suministrados habitualmente por la administración sanitaria—; o también de carácter afectivo-sexual —una oferta de servicio o una sugerencia de encuentro sexual amistoso—. En cualquier caso, es el contexto y el escenario de interacción los que marcan el rol que en cada momento adoptamos las personas que participan en la investigación y el sujeto que investiga, y ellos ofrecen los marcos que nos permiten interpretar el sentido de las acciones concretas. Desvelar la condición de esas acciones es fundamental para la investigación en todos los aspectos, en la medida en que atañe al sentido de la información que extraemos en esas situaciones y por cómo puede afectar a las relaciones de campo, o de cómo puede desvirtuar la labor institucional o investigadora que se lleva a cabo, etc. En definitiva, esta variedad de roles desempeñados ha supuesto una continua negociación de la identidad del investigador que refleja también el carácter ‘multilocal’ de la etnografia que he desarrollado (Marcus, 2001). 168 En general, todas las personas que han aportado información directa mediante procedimientos estandarizados –entrevistas y observación participante— terminaron siendo conscientes de que estaba llevando a cabo un estudio y que estaba interesado por su trabajo y sus puntos de vista. Para algunas personas esa consciencia fue fruto de mi propia revelación desde un primer momento, como ocurrió en el caso de los dueños de clubes y bares de copas. Desde luego, los sujetos con los que tengo relación por mis tareas de mediación tienen conocimiento de que recabar información forma parte de mis labores. En otros casos revelé el dato de mi dedicación investigadora en el transcurso de la interacción con la persona, eligiendo el momento en que consideré que el riesgo de rechazo parecía menor. La ética en la labor investigadora, por tanto, considero que ha sido respetada; más tarde volveré sobre esta cuestión. Los desplazamientos En otro orden de cosas, durante mi investigación he debido realizar diferentes idas y venidas, en momentos distintos, con el fin de poder observar situaciones diversas. Así, para conversaciones informales, o recabar datos específicos, o para entrevistar a algún sujeto, los desplazamientos al campo se han realizado en horarios de poca afluencia a los locales —primeras horas de la tarde—, o en horas donde las personas puedan encontrarse en su domicilio —última hora de la mañana—. Contrariamente, para la observación de aspectos interactivos los momentos más adecuados han sido las horas de mayor afluencia de personas a esos locales, ya que es en ese horario cuando se produce una mayor y rica interacción, y, además, el observador puede pasar más desapercibido entre el conjunto de escenas que se van produciendo en cada lugar; en estos casos, los horarios nocturnos o de madrugada, se revelan como los más apropiados. Normalmente, se han debido programar itinerarios de visita a varios establecimientos geográficamente próximos. En otros casos se han seleccionado uno o dos locales donde permanecer un tiempo prolongado, cuando el interés se centraba en aspectos interactivos detectables mediante observación, en mayor o menor medida participante. La observación Se ha efectuado en los diferentes espacios que hemos visitado, tomando apuntes inmediatamente después en el cuaderno de notas. La observación se ha realizado mientras se hacían labores de mediación social, visitando a alguna persona en ese espacio por algún motivo concreto, tomando una consumición como un cliente cualquiera, etc. A este 169 respecto la observación no se ha limitado a insertarme en los espacios donde poder examinar las acciones ajenas visibles; el carácter participativo de la observación realizada no ha despreciado interacciones de carácter erótico o sensual propias de las que suelen producirse en esos establecimientos, vinculadas a los consumos de bebidas y al alterne. De esta forma, se han obtenido datos del espacio físico, de la disposición de los elementos y de las personas que allí estaban, pero también hemos registrado expresiones orales, comentarios, indicaciones y acciones que emergieron durante las situaciones de interacción; de igual manera, dejamos constancia de los modos de relación y comunicación practicados por los sujetos que allí concurren. Especialmente útil ha sido la posibilidad de registrar la interacción entre trabajadoras y clientes; particularmente el comportamiento observable de éstos, facilitando, así, la compresión de las relaciones que se establecen mediante el alterne. A veces, he participado personalmente de los conflictos que se han producido en mi presencia, he actuado de mediador, o he consumido bebida y/o comida junto a otras personas presentes, como cliente o como amigo, en las diferentes situaciones en las que me he involucrado. Así, en ocasiones, se ha compartido tiempo con las trabajadoras, se ha entablado conversación o se han atendido requerimientos habituales de actores que suelen estar presentes en esos establecimientos: ofertas de diversos vendedores, transportar a alguien conocido si no había taxi disponible, etc. Para facilitar la observación se elaboró una guía, donde quedaban reseñados los elementos principales que se iban considerando relevantes para los fines de la investigación y consideré necesario tener en cuenta. Sus orientaciones se materializaron en varias versiones a medida que el conocimiento del campo sugería considerar otros aspectos inicialmente no contemplados (anexo I.D). Como producto de estas tarea se elaboró una ficha (anexo I.E) de cada uno de los clubes y bares de copas visitados —también de algunos bares africanos—, que contiene datos textuales y visuales de ubicación, identificación e información de sus características espaciales y ambientales, así como de los objetos presentes y su disposición en sus estancias principales. Además elaboré diferentes directrices para entrevistar trabajadoras (anexo I.A), empresarios (anexo I.B) y clientes (anexo I.C) que utilicé en la realización de entrevistas. Sus elementos básicos fueron tenidos en cuenta también en la orientación de las conversaciones informales cuando el contexto lo permitió. 170 Los tiempos Para el diseño de la investigación se redactó un breve proyecto previo que ayudó a la organización de las tareas en general, la selección previa de una buena parte de la bibliografía y de los medios materiales e instrumentos que se iban a necesitar, así como la temporización de las diferentes tareas que requería la estructuración de todo el proceso, incluida la fase del trabajo de campo. Cuadro nº 4. Secuencia en la ejecución de la investigación Planificación T. 1º Documentación y Trabajo Confección de guías Orientación Revisión de Análisis Revisiones Bibliográfica Campo Redacción Planificación T. 2º Espacios etnificados Observación Participante y Conversación Informal 2011 Análisis D. de C. T. 3º T. 4º T. 1º Reorientación de objetivos T. 2º Re-planificación 2012 T. 3º Mapa del T. Sexual T. 4º Confección de Guías Resto de la provincia T. 1º T. 2º Revisión Trabajo de Campo 2013 Observación Participante T. 3º T. 4º y Entrevistas Revisión Trabajo de Campo T. 1º 2014 Análisis Conversación Informal T. 2º Revisión Trabajo de Campo T. 3º Análisis; Redacción de la Etnografía Preparación lectura Fuente: Elaboración propia. Como ocurre habitualmente en el quehacer etnográfico, ese plan fue revisado periódicamente a la luz de las exigencias de la investigación. Las visitas al campo, en sus periodos intensivos, se realizaron entre los meses de enero a julio de 2011 y desde julio de 2012 hasta la finalización de esta Tesis. El intervalo intermedio sirvió para precisar la reorientaciones teóricas y metodológicas necesarias a consecuencia de la ampliación del objeto de estudio y del ensanchamiento del espacio geográfico donde se despliega; así como para algunas incursiones exploratorias al campo. 171 1.3.5 Sobre la ética y otros aspectos de la investigación En este subcapítulo abordaré algunas cuestiones que han estado presentes durante todo el proceso de investigación y particularmente en la realización del trabajo de campo. Aunque pueda parecer una obviedad, “el objetivo de la etnografía debía ser la producción de conocimiento” (Hammersley y Atkinson, 2004: 283); sin embargo, este objetivo en sí mismo puede tener consecuencias de carácter político y de carácter ético. Respecto a las relaciones de la etnografía con los procesos políticos y el cambio social, Velasco y Díaz de Rada señalan algunos ámbitos de aplicación de la etnografía. En primer lugar por su utilidad, por sus potencialidades para contribuir al esclarecimiento de las realidades socioculturales sobre las que desarrollar la intervención social. Un segundo aspecto tendría que ver con la intencionalidad de sus pretensiones epistemológicas, al aportar otras perspectivas gnoseológicas referentes a fenómenos ya enfocados mediante ‘procedimientos monológicos’. Otra función relevante de la etnografía consiste en su capacidad mediadora al permitir documentar ante agentes sociales expertos la mirada y los puntos de vista que los sujetos tienen de los problemas. Por fin, la plasmación de la diversidad cultural, que forma parte de la genética etnográfica, habilita su carácter transformador mediante los aportes que realiza acerca de la variedad de modos de vida y experiencias humanas (Bartolomé, 2003; Velasco y Díaz de Rada, 2004). Cuando el objeto de nuestra investigación trata sobre aspectos relacionados con el trabajo sexual, parece clara la relevancia —por otra parte reiterada a lo largo de este estudio— de un abordaje desde la Antropología y, en particular, mediante un complejo metodológico como la etnografía. Pero, aún teniendo en cuenta estas potencialidades de la investigación antropológica en relación al cambio sociopolítico, mi personal posición me inclina a rehusar que los objetivos de transformación social puedan formar parte de la lógica interna de la investigación, es decir de la trama argumental, de los aportes teóricos en los que se insertan y/o de los principios epistemológicos que la sustentan. Una ojeada a la historia contemporánea europea puede darnos suficientes pistas de cómo los objetivos políticos, cuando forman parte intrínseca de la investigación, pueden llegar a elaborar las peores perversidades sociales y los mayores fraudes científicos. Otra cuestión es el uso que expertos y autoridades —incluso el propio investigador o los sujetos que formaron parte de la investigación— puedan hacer de los productos de la actividad 172 académica sobre los que la experiencia de los dos últimos siglos nos aporta variados ejemplos. Desgraciadamente, en el terreno del trabajo sexual, no parece que nuestras autoridades políticas, ni un sector del entramado social organizado, revisen el silencio vertido sobre los resultados arrojados por los estudios socio-antropológicos realizados en los últimos años sobre la materia. En relación a mi actitud al respecto, no desdeciré mis preferencias acerca del tipo de orientación socio-política en diferentes aspectos relacionados con el ejercicio de esa profesión; ni negaré que, como investigador, no haya podido desprenderme en términos absolutos de mis predilecciones ideológicas al respecto; no obstante, he intentado a lo largo de la elaboración de esta Tesis que permanezcan visibles pero alejados de los procesos internos de argumentación, o al menos suficientemente controlados para que la contaminación no llegue a ser relevante. El segundo aspecto de interés, al que me refiero a continuación, trata de los aspectos éticos de la investigación, es decir, de aquello relacionado con el comportamiento del investigador y sus consecuencias para la gente que estudia. Este problema se presenta desde la convicción, asentada a través de la experiencia etnográfica, de que podemos producir perjuicios y molestias a las personas con las que interaccionamos. Un indicio de lo referido se pone de manifiesto en los manuales sobre metodología cualitativa y/o etnografía donde se suele tratar este aspecto habitualmente, incluso puede aparecer un epígrafe dedicado expresamente a estas cuestiones (Angrosino, 2012; Banks, 2010; Hammrsley y Atkinson, 2004; Kvale, 2011). De estos problemas puede verse una discusión pormenorizada en Hammersley y Atkinson (2004) o en Steinar Kavale (2011), para el caso de las entrevista, y sus implicaciones metodológicas. En general los problemas éticos relacionados con la investigación suelen referirse a alguna de estas cuestiones: o Sobre el consentimiento informado. Es decir, sobre el grado de conocimiento que los sujetos que han participado en el trabajo de campo tienen de su papel en el estudio y de los objetivos que se pretenden. El criterio adoptado en esta Tesis ha sido el de que todos los sujetos participantes, bien a través de entrevistas, bien a través de conversaciones informales, todas aquellas personas cuyas revelaciones se han grabado o con las que se ha generado algún registro específico resultado de la interacción con ellas, han sido informados de mis intenciones al respecto; también del alcance de su participación así 173 como el destino de la investigación de forma aproximada. En el resto de los casos se ha obviado esta cuestión, ya que o bien no ha habido registro de datos personales, o se trataba de interacciones casuales y esporádicas en espacios de acceso público: clubes, bares, calle, arcenes de carretera, etc. o Referente a la confidencialidad. Dado el peso del estigma que recae sobre buena parte de los agentes que desempeñan labores en este sector, el problema de la privacidad está presente en todo el proceso del estudio. Los miedos expresados al respecto por los diferentes sujetos, tienen que ver con el desconocimiento que la familia suele tener de sus roles en este sector, especialmente en el caso de la trabajadora y el cliente; asimismo sobre la información que puedan transmitir de terceras personas, en particular la trabajadora de sus clientes, cuando son identificables, en lo relativo a las preferencias sexuales en los servicios contratados u otros aspectos de la interacción con ellos. Otras áreas de preocupación vienen dadas por determinadas confidencias acerca de prácticas relacionadas con el consumo de sustancias estupefacientes, o sobre sus estrategias de captación de clientes por temor a la competencia de otras chicas. En el caso de esta investigación, he adoptado criterios dispares: en las pesquisas no he obviado ningún tipo de pregunta por privada y escabrosa que pudiera resultar a las personas, dejando que ellas decidieran en cada situación si facilitar o no esa clase de información. En lo que respecta al texto final, he seguido los procedimientos adecuados para que la información suministrada no pudiera ser vinculada a personas concretas; para ello, adopté cambios de nombre o deslocalización de lugares y acontecimientos, cuando éstos no fueran públicos o fehacientemente reconocibles. Como podrá apreciarse en los capítulos que siguen, seguí el criterio de no expresar el país de origen de ningún agente, salvo en el caso de los autóctonos. o Sobre la explotación del texto producido. Este aspecto tiene que ver habitualmente con la retórica de la exposición del texto y los juicios que pueda contener. No obstante, el destino y carácter académico de este escrito no debe plantear problemas en tal ámbito de preocupaciones. Otra cuestión es la explotación posterior mediante artículos u otras formas de publicación. A ese respecto, conviene tener presente un problema que puede presentarse cuando se hacen estudios centrados en un determinado sector social, donde la focalización de los resultados puede dar a entender que prácticas o problemas que les son contingentes, puedan esencializarse como propios de las personas que forman parte de ese grupo, o inherentes a sus formas de vida. Este fenómeno suele manifestarse a través de los medios 174 de comunicación mediante la naturalización de acontecimientos presentados en una investigación como componentes constitutivos de un grupo social, presentándose descontextualizados y encarnados de forma naturalizada en los miembros de ese colectivo. Si bien el investigador suele ser ajeno a esta distorsión de sus resultados, debe al menos ser consciente de ello e intentar evitarlo en la medida de sus posibilidades a la hora de hacer públicas sus conclusiones. o Otros aspectos. Tienen que ver con variadas facetas del trabajo de campo, como la comentada al tratar los roles en el epígrafe correspondiente. Actuar en consecuencia con los roles que nos han autorizado a desempeñar los sujetos que participaron en la investigación, debe ser un factor en presencia permanente. Especialmente cuando se trata de una investigación en la que la intimidad y el contacto corporal están presentes en diversas situaciones y en variada intensidad. Mantener una congruencia entre el rol que se adopta en una escena y los comportamientos que los actores esperan del investigador en relación al papel que en ese momento se le asigna o reconoce, requieren de un celo escrupuloso, aún admitiendo que la segregación de roles en una persona no puede producirse a voluntad propia ni de forma absoluta. En definitiva, tanto los problemas políticos como los éticos de la etnográfía, deben formar parte de las preocupaciones en todo el proceso de investigación; pero también debe quedar reflejado, como un aporte de reflexividad en el texto final, la forma en que se han abordado y los medios empleados para afrontarlos. 175 176 SEGUNDA PARTE. ETNOGRAFÍA 177 178 2 TRAMAS ETNOGRÁFICAS En esta parte del texto, desarrollo la etnografía construida a partir del trabajo de campo realizado en el proceso de investigación. En ella abordo la descripción y el análisis de la industria del sexo en la provincia de Almería en los sectores que conforman el objeto de la investigación: el trabajo sexual femenino que se realiza cara a cara, con contacto físico en diferente intensidad con los propios clientes finales, hombres, excluyendo los segmentos de lujo. Tal pretensión encuentra su fundamento en los planteamientos de diferentes autores que he reflejado en el sub-capítulo 1.2.2; tal cimentación es puesta de manifiesto en forma contundente por Lean: “el comercio sexual no se refiere a las características sociales o psicológicas de una clase de mujeres sino a una actividad que genera ingresos o a una forma de empleo para muchas mujeres (y hombres)” (Lean, 2004: 73). Abordo el estudio como un sector comercial específico, que se desarrolla en un ámbito histórico social determinado. Para ello introduzco, en primer lugar, el análisis del contexto ecológico-cultural concreto donde se inserta. También considero el tipo de regulaciones legales y sociales peculiares a las que está sometido ese segmento de la industria del sexo. A continuación se examinan los componentes diferenciales más característicos del ramo: la organización del trabajo, los establecimientos donde se desarrolla, el tipo de intercambios que se establecen y los agentes que intervienen en las diferentes tareas y funciones. Asimismo, indago sobre las motivaciones para la oferta y la demanda, y las relaciones sociables que se articulan alrededor del trabajo sexual en los diversos espacios y formas en los que se desarrolla, especialmente en el ejercicio del alterne. Finalmente, dedico un sub-capítulo a diversas cuestiones referentes a los vínculos sociales que se establecen en torno al sector por los distintos partícipes en ese comercio; también analizo el papel que desempeña el trabajo sexual en ellas. Especial relevancia doy a la visión que aportan los agentes involucrados en la contribución de los clientes al establecimiento de tales vínculos. A lo largo de las tramas argumentales que se desarrollan en toda esta parte, iré realizando diversos ejercicios comparativos con otros estudios realizados en contextos más o menos parecidos, con el fin de ir desvelando tanto los rasgos contingentes como aquellos 179 que se perciben constitutivos del trabajo sexual. Ello permitirá avanzar en la caracterización de esta actividad, aportándole sustento teórico, empírico y contrastándola con los aportes provenientes de diferentes constructos doctrinales que la analizan, y que hoy se manifiestan hegemónicos en determinados ámbitos políticos, sociales o académicos. Esas mismas tramas facilitarán la emergencia de las miradas que los diferentes agentes proyectan de ellos mismos y de los demás. Especial relevancia tendrán las de las trabajadoras sexuales; a través de ellas, especialmente, iremos construyendo una perspectiva sobre los clientes, que los materiales emic, aportados por ellas mediante sus relatos, nos permitirán elicitar. 180 2.1 EL CONTEXTO ECOLÓGICO-CULTURAL Desde su aparición, el hombre se ha venido adaptando, a la vez que lo modifica, al medio físico en el que se desenvuelve, a través de sus actividades vitales. El espacio geográfico se convierte así en un producto social. “El espacio geográfico es un sistema complejo de relaciones entre cosas, hechos naturales, hechos sociales y hechos de comportamiento de los individuos; en definitiva, entre todo aquello que compone la vida misma y tiene una manifestación territorial” (Zárate y Rubio, 2005: 4). Los entornos urbanos, las ciudades, son espacios materiales, resultantes de la acción combinada de los agentes sociales y las fuerzas productivas sobre los espacios ‘heredados’ en que se asientan las poblaciones. Sus elementos, caracterizados por el uso diferencial que se les asigna, están en constante cambio. Pero, además de este aspecto ‘objetivo’, la ciudad se configura como un territorio ‘vivido’ y ‘percibido’ emocionalmente, un ámbito de sentimientos, cargado de simbolismo, que condiciona la acción de sus pobladores y sus preferencias residenciales (Zárate y Rubio, 2005). En definitiva, “la ciudad no es simplemente un mecanismo físico y una construcción artificial: está implicada en los procesos vitales de las gentes que la forman; es un producto de la naturaleza y, en particular, de la naturaleza humana” (Park, 1999: 49). Los usos del suelo, las actividades económicas en el territorio, las necesidades y características de la población, así como de procesos de diferenciación urbana a partir de la configuración de este enclave socioeconómico que se inscribe en la provincia de Almería, pueden interpretarse a partir de los supuestos de la Nueva Ecología Humana que inauguró Hawley (1950). En este modelo, ampliado posteriormente, la disposición de un espacio socioeconómico es el resultado de la interacción de cuatro variables: población (P), organización social (O), entorno o medio físico (E) y tecnología (T). La población se definiría como el agregado de los miembros individuales de una comunidad; la organización aludiría a corporaciones, empresas, industrias y otras unidades de operación; el entorno vendría dado por los factores físicos y los recursos que aporta el lugar; y la cuarta variable vendría fijada por las diferentes unidades de herramientas tecnológicas disponibles. Este modelo se reconoce con el acrónimo formado por las iniciales de las cuatro variables —POET—que se combinan para configurar el ecosistema en el que actúan (Checa, Arjona y Checa, 2007). No entraré empero a ajustar el análisis del contexto en el 181 que se sitúa el presente trabajo a éste u otro modelo explicativo82, ya que no es el objeto de la presente investigación; no obstante, sí que lo tomaré como referencia para la exposición de los diferentes elementos que integran el entorno donde se desarrolla la presente investigación. 2.1.1 El complejo agro-industrial “Un hecho diferencial de Almería es la gran incidencia que tiene la agricultura sobre el conjunto de la economía provincial hasta el punto de que, durante años, la evolución de la renta y el empleo provincial ha estado determinada por la marcha de la campaña hortícola. Hablar de agricultura en la provincia de Almería es hablar de la producción hortícola en cultivos intensivos, lo que popularmente se conoce como los invernaderos ya que, como veremos más adelante, la mayoría de la producción final agraria la aporta este subgrupo de productos. Esta particularidad del desarrollo almeriense cuestiona uno de los tradicionales paradigmas de la economía clásica y que vinculaba las posibilidades de desarrollo de un territorio a la industrialización, siendo el componente agrario un lastre y un síntoma de subdesarrollo. En Almería ha sido el sector primario el que ha logrado, en el último tercio del siglo XX, sacar a la provincia de una prolongada situación de pobreza” (Instituto de Estudios de Cajamar, 2004: 4). Antecedentes La provincia de Almería se sitúa en el sudeste peninsular, con un litoral al mar Mediterráneo. Siguiendo a Andrés Sánchez Picón (2005), podemos apreciar en su territorio tres rasgos físicos a considerar. En primer lugar la aridez, consecuencia de los bajos índices pluviométricos, que impidió una agricultura de regadío más allá de las vegas de los ríos. En segundo lugar, la presencia de diferentes cadenas montañosas que impulsaron la compartimentación del territorio, las dificultades para su articulación y su aislamiento del resto del territorio andaluz y peninsular. Por último, unas llanuras litorales que facilitaron 82 A este respecto cabe recordar las diferentes revisiones que posteriormente se hicieron al modelo POET de Duncan aún dentro del paradigma ecológico: POETS —al añadir Lenski la variable ‘Surpluses’ (excedentes)—, el modelo AGIL —Adaptación, satisfacción de objetivos (Goal gratification), Integración y dirección de modelo Latente— formulado por Talcott Parsons; etc. (Eberts, 1998). 182 enclaves para el desarrollo de la agricultura tradicional, como las vegas de los ríos —Adra, Andarax y Almanzora— o extensas llanuras litorales —Campo de Dalías y de Níjar—. Sánchez caracteriza la situación sociopolítica y económica de Almería, desde la conquista castellana hasta el final del primer tercio del S. XX, como una ‘sociedad de frontera’ (Sánchez, 2005: 49), precisamente por estas marcas de aislamiento y de desconexión en diferentes órdenes. Tras la caída del sector minero a principios del siglo pasado, la economía almeriense estuvo dominada hasta el inicio del último tercio por una agricultura que, a pesar de su peso en la economía del territorio, adolecía de un atraso considerable; los rasgos de esta tara vendrían dados por el exceso de fuerza de trabajo, la baja productividad de las explotaciones y el escaso aporte tecnológico, entre otros. Problemas que no resolvió el incremento en la producción de uva y de naranja como muestran José Ángel Aznar y David Uclés (1997). Por otro lado, la sangría poblacional consecuencia de diferentes olas migratorias supuso la prevalencia de acusados saldos migratorios negativos durante prácticamente todo el S. XX, que sólo cambiarían de signo durante la década de 1980. Pero a este problema se añadiría la desigual distribución poblacional que se iría forjando desde la década de 1950 con el progresivo abandono de las comarcas interiores a favor de la capital y los municipios costeros (Aznar y Uclés, 1997; Aznar, 2005). Este panorama general cambiará a partir de la década de 1970 gracias a la concurrencia de diferentes iniciativas, especialmente las canalizadas a través del Instituto Nacional de Colonización (en adelante INC), que pondría en marcha un proceso de colonización y explotación de tierras 83 . También la transición política y la nueva estructuración del Estado que impulsaron planes de articulación del territorio andaluz, así como la inserción de nuestra economía en los circuitos internacionales, fueron factores que confluyeron en el nuevo escenario que configuró la provincia de Almería a lo largo del último cuarto del S. XX. y que supuso un claro proceso de convergencia con el resto de Andalucía y del conjunto del Estado. Esas tendencias se prolongarán unos años hasta finales del primer decenio del siglo actual cuando se produzca el inicio de la crisis económica cuyas manifestaciones siguen estando presentes en la actualidad. 83 Puede encontrarse una aproximación a este proceso en Checa (1995). 183 El Entorno La provincia de Almería constituye un territorio de 8.774 Kilómetros cuadrados, y está situada en el extremo meridional de la Península Ibérica. Una serie de cadenas montañosas, distribuidas de sur a norte, ha impulsado el asentamiento de las poblaciones a lo largo de estrechos valles y ha orientado las comunicaciones preferentemente en dirección este-oeste. Estos condicionantes del medio físico expresados por Sánchez (2005), son igualmente apuntados en el mismo sentido por Juan García (2005), quien señala de la misma manera la importancia de los valles como corredores donde se asienta la población y emergen actividades agrícolas; así también nos indica la importancia de las llanuras costeras como espacios de asentamiento y actividad económica (mapa 1). Mapa nº 1. Geomorfología de la provincia de Almería Fuente: García (2009). Elaboración propia. El clima es mediterráneo, dominando la variedad sub-desértica en el litoral y la continental en buena parte del interior. Integrado en el llamado sureste árido, el régimen 184 pluviométrico es de lluvias escasas y alta insolación, aunque con diferencias de unas zonas a otras. La Organización El modelo que se desarrolla en la provincia de Almería, a partir de la década de los años setenta, se basa en el impulso de la economía agraria de carácter intensivo. Este aspecto es tan distintivo que rompe la tradición explicativa de que los grandes procesos de cambio económico provenían del desarrollo en el sector industrial. Molina (2005) explica esta peculiaridad en el desarrollo de Almería y lo desglosa en tres rasgos. El primero sería el rápido e intenso desarrollo de una actividad económica prácticamente inexistente hasta entonces. El segundo rasgo consistiría en el carácter sostenido de su crecimiento. Y, el tercero, la peculiaridad de que esta actividad pertenezca a un sector, el primario, que sigue una intensa evolución en sentido inverso a la que se produce en el conjunto del territorio estatal. Respecto al primer elemento, se considera la conjunción de varios factores: un proyecto institucional al que ya he aludido, bajo la dirección del INC, el aprovechamiento de la alta insolación, la existencia de aguas subterráneas y la disponibilidad de tierras libres con escaso valor económico. A ello hay que unir la disponibilidad de fuerza de trabajo por el aporte poblacional, que las comarcas del interior y limítrofes realizarían, gracias a los procesos migratorios, en curso desde la década de 1960, que afectaron a buena parte de Andalucía. Por fin, el arranque de este proceso no necesitó de elevados aportes financieros para la puesta en explotación de las tierras. Será el factor trabajo el que determine el modelo, basado en gran medida en un tipo de explotación mayoritariamente familiar; este aspecto es también resaltado por Serafín Mateo: “la familia, al constituir el núcleo laboral y organizativo de todo el fenómeno de la agricultura intensiva almeriense, fue en su despegue, en especial, y en lo que se refiere a la producción, la institución y organización base del modelo Almería” (Mateo, 2013: 140). En cuanto al segundo rasgo —continúo siguiendo a Molina (2005)—, la clave estaría en un continuo aporte de tecnología de bajo perfil y la mejora de los instrumentos de comercialización; y también en la continua evolución de las estructuras de producción y las técnicas de cultivo. Por fin, las líneas interpretativas acerca de la tercera cuestión vendrían dadas por tres contribuciones. La primera por su carácter intensivo “en la dotación de trabajo y de capital, y que demanda muchos ‘inputs’ y es muy permeable a la incorporación de 185 tecnologías en el proceso de producción”; la segunda por su orientación al mercado “por lo que necesita incorporar valor añadido y servicios para la distribución y venta”; la tercera por la generación de “actividades y empleos complementarios a los de la agricultura” (Molina, 2005: 20). Este sector económico estaría complementado por otros, como el turístico o el de la extracción, transformación y comercialización del mármol, en la zona interior del Alto Almanzora principalmente. Ni que decir tiene que el desarrollo de la construcción ha seguido aproximadamente similares pautas que en otros territorios de Andalucía o del Estado español, vinculado a la expansión del turismo residencial, los bajos tipos de interés o el escaso atractivo de los mercados de valores (Molina, 2005). La Tecnología El modelo agrícola almeriense se ha caracterizado por un proceso continuo e intenso de incorporación de tecnología de bajo perfil a los procesos productivos. Algunos de esos aportes tecnológicos no fueron nuevos aunque con el paso de tiempo se perfeccionan; es el caso del enarenado para formar los suelos de labor, las estructuras de invernadero a partir de las del parral que ya se venían usando en el cultivo de la uva, la evolución de los plásticos que constituyen la cubierta, o las técnicas de extracción de aguas subterráneas y las redes para su distribución. Tal y como expresa Molina: “La incorporación de tecnología que realiza la agricultura, aunque muy intensa en nuestra provincia, es inferior a la de los procesos industriales; las ramas de los servicios que más peso tiene en la provincia (turismo y comercio), tampoco incorporan mucha tecnología, como tampoco lo hace la construcción (...) La escasa presencia del componente tecnológico en nuestro modelo de desarrollo es, sin duda, la principal debilidad del mismo. Esta debilidad también tiene efectos sobre el ahorro público, esencial para el futuro, ya que la escasa cualificación del empleo produce unas reducidas cuotas a las Seguridad Social” (Molina, 2005: 23) La Población Un rasgo a destacar en el contexto ecológico de Almería ha sido el comportamiento de su variabilidad poblacional a todo lo largo del S. XX y principios del actual. Como nos muestra Aznar (2005) la población del conjunto provincial alcanzó un incremento del 58% 186 entre 1900 y 2004, respecto al inicio de ese intervalo, mientras que en Andalucía representó un incremento del 216% y en el conjunto estatal el 229%, para el mismo periodo. No obstante buena parte del desarrollo poblacional de Almería se concentró en los últimos 25 años de ese periodo. De tal manera que entre 1981 y 2004 el acusado crecimiento de la población provincial “ha hecho que su participación en el conjunto nacional haya pasado del 1,09 por 100 en 1981 al 1,34 por 100 en 2004, y del 6,38 por 100 del total andaluz al 7,55 por 100, respectivamente” (Aznar, 2005: 126). Otro elemento de interés tiene que ver con la desigual distribución de los incrementos poblacionales por comarcas. Una revisión del mapa 2 nos muestra cómo los aumentos poblacionales se concentran en las comarcas del litoral, coincidentes con aquellas donde el desarrollo de la agricultura intensiva se dio con mayor profusión, en particular los municipios orientales del Poniente de Almería, el de Níjar y en menor medida en los del Bajo Almanzora. Mapa nº 2. Comarcas de mayor densidad poblacional Fuente: García (2005). Este proceso se verá reforzado en la década de final de siglo XX con los aportes de población inmigrada que establece su residencia en las comarcas agrícolas del litoral. 187 Respecto a la estructura poblacional provincial, se detecta un cambio en la forma de la pirámide de edad pasando de una base preeminente —entre cero y 20 años– en 1981, a una distribución donde los segmentos de mayor aporte demográfico estarían entre los veinte y cuarenta años de edad. Tal cambio no se explica sólo por el efecto del paso del tiempo en las cohortes que en 1981 eran más numerosas; se trataría de otro fenómeno asociado a ese periodo: la llegada de personas que inmigraron a nuestro país. Sobre ello incidiré más adelante. En definitiva, podemos decir con Aznar (2011) que: “La horticultura de invernadero de Almería es una agricultura intensiva en consumos intermedios de distinta naturaleza, lo que propicia un complejo sistema de interrelaciones industriales y de servicios a su alrededor. Así, con el paso del tiempo se ha ido generando en su entorno una gran diversidad de actividades industriales y de servicios que han acabado constituyendo un 'cluster' agroindustrial” (Aznar, 2011: 212). Sin embargo, este desarrollo del ‘modelo almeriense’ no se reparte de manera uniforme por el conjunto del territorio. En realidad se da más profusamente en los municipios de dos de las comarcas ya señaladas: el Poniente de Almería —Campo de Dalías especialmente— y el vasto municipio de Níjar, junto con los del Bajo Andarax, precisamente por este orden según podemos ver en el gráfico 1. Gráfico nº 1. Municipios con mayor superficie invernada Fuente: García (2009). Tanto el territorio del Campo de Dalías –municipios de El Ejido, Roquetas de Mar, La Mojonera, Vícar y la pedanía virgitana de Balanegra— como el del Campo de Níjar, en 188 menor medida, conforman dos enclaves con características propias debido a que diferentes fenómenos, ya expresados en este sub-capítulo, se reproducen con especial intensidad conformando una geografía física y humana de la mayor relevancia para los intereses de esta Tesis. Estos territorios han venido siendo caracterizados en base a distintos modelos aplicados a estas comarcas o zonas concretas de ellas. Así, Ubaldo Martínez (2001) encuadra a El Ejido como un ‘distrito agro-industrial’; Pablo Pumares (2003) los identifica como ‘espacios de agricultura intensiva en el trabajo’; por su parte Francisco José Ferraro y José Ángel Aznar (2008) y Aznar (2011), se inclinan por el término ‘cluster’ para caracterizar al conjunto de actividades industriales y de servicios surgidas en torno a la agricultura intensiva en Almería. Sea como fuere, el caso es que nos encontramos ante dos espacios que se han conformado con características socio-económicas bien precisas, pero también como dos espacios demográfico-residenciales claramente definidos. La inmigración El proceso de aportes humanos, que han dado lugar a la actual estructura de la población en la provincia de Almería, podemos dividirlo en dos fases, en relación con la agricultura intensiva y los espacios donde se ha desarrollado con mayor intensidad. En la primera, la contribución poblacional, para la colonización emprendida por el Estado, vendrá dada por la inmigración interior; los primeros colonos proceden de Las Alpujarras y otras comarcas próximas, así como de las provincias circundantes, ante la posibilidad de “hacerse con una extensión de tierra, lo que, unido a la rápida amortización, facilitó el acceso a la propiedad de la tierra y, por ende, el pase de jornaleros a propietarios” (Checa et al., 2007: 81-82). Posteriormente, a partir de la década de los 90, se producirá un segundo aporte cuando comience la llegada de inmigrantes extranjeros especialmente africanos y de Europa central que pasarán a engrosar el contingente de jornaleros en la comarca. Francisco Checa analiza el efecto atractor que la agricultura bajo plástico ejerce sobre los migrantes africanos, poniendo de relieve su relevante papel en el proyecto migratorio de estas personas (Checa, 1995). Analizaremos, a continuación, los aspectos demográficos y residenciales de estos territorios. Los efectos que la inmigración ha tenido en la estructura poblacional han sido múltiples. Me centraré en varios rasgos de la población actual que poseen relevancia para la presente investigación. 189 En primer lugar, se constata un fuerte componente de población nacida en el extranjero, en el conjunto del territorio provincial, con una significativa contribución al total por los inmigrados procedentes de África. Los aportes de extranjeros pueden provenir de la inmigración económica o de población procedente de la Europa Comunitaria asentada especialmente en el Alto y Bajo Almanzora o en zonas costeras de turismo residencial (tabla 5). Tabla nº 5. Población empadronada en la provincia y porcentajes por grupos Provincia de Almería Total Población % Nacidos en España % Nacidos en el Extranjero % Nacidos en África Ambos sexos 699.329 78,6 21,4 7,2 % Hombres 50,9 49,7 55 66,9 % Mujeres 49,1 50,3 45 33,1 Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia. Esta presencia extranjera —y africana en particular— se manifiesta de forma especialmente intensa en los municipios donde la agricultura intensiva se desarrolla con mayor profusión. La tabla 6 nos muestra este rasgo, para los tres municipios más poblados. Tabla nº 6. Población empadronada y porcentajes por grupos Municipio de Níjar Ambos sexos % % Hombres Mujeres Municipio de El Ejido Ambos sexos % % Hombres Mujeres Municipio de Roquetas Ambos sexos % % Hombres Mujeres Población Total 28.245 54,6 45,4 82.983 52,57 47,43 87.868 51,7 48,3 % Nacidos en España 63,7 51,3 48,7 70,34 50,11 49,89 71,09 50,24 49,76 % Nacidos en el extranjero 36,3 60,5 39,5 29,66 58,40 41,60 28,91 55,3 44,7 % Nacidos en África 21,7 69,1 30,9 17,00 66,24 33,76 9,63 72,58 27,42 % Padrón continuo 2 Fuente: INE. 16 de enero3 de 2013. Elaboración propia. Nacidos en África 1,7 9,1 0,9 Se trata de un aporte humano que destaca por su volumen, y porque que se produjo en un intervalo temporal relativamente corto, contribuyendo de esta forma al rápido 190 aumento de la población en el conjunto de la provincia. El gráfico 2, y los que siguen, reflejan estos aspectos. Gráfico nº 2. Aportes al crecimiento poblacional. Total provincial Fuente: INE. Elaboración propia84. Gráfico nº 3. Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de Níjar Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia. 84 El INE no dispone de datos de 1997; los que aparecen en la tabla resultan de la interpolación de los de los dos años adyacentes. Esta técnica consiste en un procedimiento matemático para obtener valores numéricos asignables a un conjunto de ellos, que no se pueden conocer por deducción directa o de forma empírica. En este caso los datos de 1997 se obtuvieron de la media aritmética entre los de los años 1996 y 1998. 191 Gráfico nº 4. Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de Roquetas de Mar Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia. Cuando descendemos a nivel municipal en el análisis de la composición residencial y su evolución, se hace entonces más patente esta relevante aportación que realizan los inmigrados a la población del conjunto de la provincia de Almería, especialmente en determinadas zonas ligadas a los espacios de agricultura intensiva, como vemos en los datos de los tres municipios de mayor población en esos ámbitos. Gráfico nº 5. Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de El Ejido Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia. Esta inmigración trajo también consigo un apresurado desarrollo de la diversidad cultural en el conjunto de la provincia, especialmente en las comarcas de mayor afluencia 192 migratoria, donde se hizo más visible su presencia. No en vano ya a finales de la década de 1990 era frecuente escuchar expresiones como ‘la avalancha’ o el ‘efecto llamada’, que formó parte del argumentario de diversos sectores sociales llegando a contaminar los discursos, cuando no las acciones, de buena parte del cuerpo social e institucional almeriense. Por fin, podemos observar un último rasgo de enorme importancia para los intereses de esta Tesis; se trata de la notable masculinización de la composición poblacional, especialmente significativa entre los extranjeros procedentes de África (gráfico 6). Gráfico nº 6. Composición por sexo y grupos en la provincia de Almería Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia. Más acusadamente se percibe esta masculinización poblacional cuando descendemos en el tamaño de las unidades de análisis; como ocurre al examinar los efectivos demográficos residentes en los municipios, en función de su lugar de nacimiento y sexo. Presento a continuación las distribuciones correspondientes a Níjar, Roquetas y El Ejido en los gráficos 7, 8 y 9. Como puede apreciarse en los tres gráficos, estamos ante una distribución de población claramente desequilibrada en su composición por sexo, si bien se muestran diferencias entre unos municipios y otros. Esta descompensación procede de la población extranjera empadronada en los respectivos municipios. 193 Gráfico nº 7. Composición por sexo y grupos en el municipio de Níjar Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia. Pero lo que, con más nitidez, se refleja es la desequilibrada presencia de población —joven— masculina procedente de África. Esta presencia masculina de población africana joven, en las plazas, los caminos, las paradas de autobús, los comercios, los centros de salud, etc., tendrá importante transcendencia simbólica que se tornará patente en los momentos en que los conflictos étnicos se vuelven explícitos, actuando como elemento justificativo85. Gráfico nº 8. Composición por sexo y grupos en el municipio de Roquetas Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia. 85 El caso del conflicto étnico de El Ejido en el año 2000 fue un ejemplo paradigmático de ello. Diferentes elementos interpretativos de interés, al respecto, pueden verse en Checa (2001). 194 Gráfico nº 9. Composición por sexo y grupos en el municipio de El Ejido Fuente: INE. Padrón a 1 de enero de 2013. Elaboración propia. Sobre este rasgo poblacional apenas si se adoptaron iniciativas por parte de las instituciones, en lo que se refiere a sus requerimientos específicos —lugares de ocio y entretenimiento compartidos con la sociedad de acogida, por ejemplo—, o a la contemplación de la transcendencia simbólica de sus costumbres más visibles — agrupamientos de hombres solos en lugares públicos: esquinas, etc.86—. Lo cierto es que la persistencia de actitudes xenófobas y discriminatorias 87 acentuaron la segregación residencial y social, contribuyendo a la constitución de redes alternativas propias de diverso carácter con el fin de afrontar aquellas deficiencias: tiendas de productos propios, locutorios, negocios para la transferencia de dinero, casas de comidas, bares, etc. (Arjona et al., 2005; Majuelos, 2011). Ambos factores, ausencia espacios de sociabilidad compartida y una acusada masculinización de la población inmigrada, se mostrarán relevantes durante el trabajo de campo y ayudarán a entender cómo se configura el contexto para la proliferación de negocios que, entre otros productos, facilitan actividades de ocio y ofrecen servicios sexuales a los habitantes extranjeros, en particular los de origen africano. 86 Este aspecto está suficientemente documentado. Puede consultarse el trabajo colectivo de Francisco Majuelos, Juan Carlos Checa, Montserrat Monserrat y Santiago López (2014) referido al caso de los marroquíes. 87 Es de interés a este respecto el trabajo de Gonzalo Herranz (2008), al analizar los vínculos entre la xenofobia y la densidad demográficade la población inmigrada. 195 El contexto laboral La provincia de Almería, y en particular la comarca de El Poniente, podemos encuadrarla en lo que Pumares (2003) caracteriza como ‘espacios de agricultura intensiva en el trabajo’. Dichos espacios surgen como consecuencia de la intensificación de los fenómenos relacionados con lo que se viene denominando como globalización, y de los cambios geopolíticos registrados en Europa en las últimas décadas. Los rasgos que predominan en ellos son el incremento de la producción ante la apertura de nuevos mercados, baja calidad de las condiciones laborales en un sector poco regulado y predominio de la mano de obra extranjera. Estos rasgos se funden con otros, producto de la confluencia de aquellos con diferentes factores relacionados con las políticas migratorias: temporalidad, inestabilidad, dificultades de los pequeños empresarios para programar sus necesidades de mano de obra, falta de alojamientos, especialmente en los momentos de campaña. La conjunción de todos esos vectores ha dado lugar a una mayor dificultad de los inmigrantes para estabilizarse y asentarse, ha favorecido la marginalidad y la infravivienda, y les ha obligado a vincularse inexorablemente a los trabajos posibles en ese segmento productivo. “De este modo, el sector, y las provincias especializadas en él, se ven sujetas a una intensa circulación de trabajadores extranjeros que siempre van dejando huecos, los peores, para nuevos llegados, los que más desesperadamente necesitan trabajar. Esto supone la llegada continua de nuevos inmigrantes que están en peores condiciones de integración (…) lo que unido a la precariedad laboral y residencial favorece la aparición de conflictos” (Pumares, 2003: 11). Los residentes extranjeros en la provincia de Almería encuentran empleo preferentemente en actividades del régimen agrario88, del régimen general —construcción y servicios—, autónomos y servicio doméstico. No obstante, es entre los de origen no comunitario donde esas tendencias se muestran más acusadamente, consecuencia combinada de su ubicación territorial y el nicho laboral en el que se insertan. Estos aspectos aparecen reflejados de forma sintética en el gráfico 10. 88 Arjona (2000) muestra la importancia del trabajo femenino en la agricultura almeriense. 196 Gráfico nº 10. Extranjeros Afiliados, ocupados, a la S.S. por régimen. Provincia de Almería Fuente: Ministerio de Empleo y S.S. Marzo 2014. Elaboración propia. En otro sentido, si analizamos los datos por sexo, podemos observar la desigual presencia de mujeres en el mercado laboral, según se trate de residentes no comunitarias o comunitarias, en el conjunto del territorio almeriense (gráfico 11). Gráfico nº 11. Extranjeros afiliados, ocupados, a la S.S. por sexo. Provincia de Almería Fuente: Ministerio de Empleo y S.S. Marzo 2014. Elaboración propia. Ahora bien, al margen de ese mercado formal que es el que aparece en las fuentes estadísticas oficiales, encontramos en esta zona un importante mercado de trabajo secundario —que incluye un significativo sector de economía étnica— en el que se insertan muchas personas inmigradas y en especial las mujeres (Arjona et al., 2005). Ese sector incluiría comercios de productos propios del país de origen, locutorios, tiendas de 197 telefonía, peluquerías, transporte, venta ambulante, despacho de comida, bares y oferta de servicios sexuales, entre otros. “Algunas mujeres han encontrado una estrategia laboral a partir del ejercicio de la prostitución, aprovechando los nichos que este segmento deja vacíos (…) Los negocios de mujeres subsaharianas donde se trabaja en prostitución conforman una realidad compleja que tiene cierta coherencia con el modelo de empresa refugio de propiedad y/o control étnicos en el sector informal” (Arjona et al., 2005: 135). El contexto residencial La vivienda es una necesidad básica de todo ser humano y, como se viene apuntando, es uno de los tres elementos fundamentales de la inserción de las personas inmigradas. Siguiendo a Checa y Arjona (2006) y a Checa (2007), podemos considerar dos aspectos fundamentales: su localización en el espacio y el estado de dichas residencias. Respecto al primer aspecto, en el terreno de las migraciones internacionales, es prácticamente una constante histórica la existencia de una segregación residencial basada en criterios étnicos y raciales. Respecto del segundo, se parte del concepto de residencia digna, entendida como aquella que posibilita el desarrollo normal y adecuado de sus moradores y que, asimismo, cumple con una serie de requisitos: - Estabilidad, o posibilidad de uso y disfrute a largo plazo. - Adecuación, que consiste en permitir cumplir un uso normalizado y autónomo. Viene determinado por el acceso, las características, el equipamiento del entorno, el hacinamiento la separación de los habitáculos y el grado de satisfacción. - La habitabilidad, que hace referencia a los niveles mínimos de construcción, servicios, infraestructura y equipamiento residencial. - La accesibilidad, se refiere a que la ocupación y disfrute de la vivienda no afecte a la satisfacción de las demás necesidades básicas. En este contexto, la llegada de nuevos inmigrantes para ocupar los trabajos en la agricultura de invernadero ha supuesto una inserción residencial claramente insatisfactoria, caracterizada por altas tasas de segregación étnica y deficientes condiciones de residencia y servicios, que acentúan las desigualdades entre diferentes colectivos. Los inmigrantes se 198 ubican en núcleos urbanos —en pedanías del núcleo principal—, pero también en diseminados; localizando en éstos cortijos tradicionales o restos de ellos, almacenes para aperos, autoconstrucciones, chabolas, edificaciones de cualquier tipo abandonadas, etc., que se encuentran dispersos por el campo o en intersticios sin edificar dentro de la zona urbana. No obstante, hay que reseñar las diferencias entre ese conjunto residencial disperso que se da típicamente en el campo de Dalías —con múltiples cortijos individuales diseminados por todo el territorio— y el Campo de Níjar, donde la presencia de estos cortijos es menos intensa, pero en cambio podemos localizar diversas agrupaciones de mayor o menor tamaño formando unidades residenciales que localmente se denominan ‘cortijadas’ (APDHA, 2005). Respecto de las viviendas de inmigrantes en las zonas urbanas, podemos decir que fueron ocupadas una vez que las de diseminado se fueron agotando, que se sitúan en áreas degradadas y que persiste la segregación espacial de sus ocupantes. Asimismo se caracteriza a los inmigrantes africanos como los que mayores cifras de segregación presentan. “La segregación residencial de los inmigrados en la provincia de Almería muestra un marcado carácter racial y étnico. Esto es, la población procedente de África, principalmente negros y musulmanes, vive más segregada que las comunidades de otros países (…) Los inmigrados africanos viven en cortijos dispersos por todos los términos y en la periferia de las ciudades, y no tanto en los centros antiguos de las ciudades” (Checa y Arjona, 2006: 89). Las causas explicativas de esta segregación residencial tendrían que ver con la discriminación89 por parte de la población autóctona, su menor capacidad económica — relacionada también de la misma discriminación étnica—, el menor conocimiento del entorno y la asimilación a él, y las preferencias residenciales de las propias personas inmigradas, principalmente como forma de protección ante los enfrentamientos interétnicos (Checa y Arjona, 2006). En esta línea, Rio (2002) mantiene como causa de los conflictos étnicos de El Ejido las fracturas o grietas que, a medida que se produce una 89 Una aproximación a los enfoques explicativos de la discriminación hacia los inmigrados la aporta Cristina Blanco (1999). 199 “avalancha” de inmigrantes, estaban apareciendo en el modelo de segregación étnica multidimensional que prevalecía en el municipio. En definitiva, estamos hablando de la configuración en distintas zonas del territorio de Almería de enclaves de inserción residencial muy deficientes, segregados espacialmente, y afectados de una alta especialización laboral consecuencia de la fragmentación étnica del mercado de trabajo; todo ello unido a un fuerte discriminación de carácter étnico. Estos rasgos se presentan claramente problemáticos para la integración social de los inmigrados, debiendo éstos construir sus propios espacios y redes relacionales –a veces comerciales también— al margen de la sociedad de acogida. Esto tendrá implicaciones de importancia en relación con el objeto de esta Tesis, al segregar étnicamente las redes de sociabilidad y fragmentar el mercado sexual creando a menudo sus propios circuitos de ocio y entretenimiento, que satisfagan sus requerimientos afectivosexuales (Arjona et al., 2005; Majuelos, 2011). 2.1.2 El marco jurídico-político-ideológico El hecho constatado de que la gran mayoría de mujeres que se dedican al comercio sexual en los ámbitos que estudiamos sean de procedencia extranjera, hace que sus condiciones de vida y acceso al mercado laboral se vean doblemente supeditadas; en primer lugar, por la condición de inmigradas90 y, en segundo, por su ubicación como trabajadoras sexuales en un sector estigmatizado. Todo ello me ha animado a dedicar un breve epígrafe que permita contextualizar ambos aspectos desde un enfoque jurídico, político e ideológico; se trata, en lo que afecta al objeto de esta Tesis, de dos cuerpos relacionados entre sí: por un lado lo que se podría denominar el complejo jurídicoadministrativo de la extranjería y, de otro, los marcos ideológicos que han orientado las políticas y la legislación respecto de la prostitución. El complejo jurídico-administrativo de la extranjería Respecto a éste, cabe incluir en él las sucesivas leyes de extranjería y sus correspondientes reglamentos, así como la política de gestión de fronteras, que tanto han condicionado la integración social de los inmigrantes en todo el territorio del Estado 90 Diversos aspectos de interés acerca de la inmigración femenina son tratados en la obra colectiva ‘Mujeres en el camino. El fenómeno de la migración femenina en España’ (Checa, 2005). 200 español. A ello hay que añadir las normas emanadas de la Unión Europea y la necesaria adaptación a ellas de nuestro orden legislativo. No obstante, y como reconoce Ana María López, “la construcción de la política española de la inmigración ha respondido a multitud de intereses, en ocasiones en conflicto” (López, 2007: 24). Siguiendo a Torres (2011), podemos distinguir entre aquellas políticas que gestionan el flujo y el stock de extranjeros — ‘políticas de extranjería’— y las que orientan los recursos de inclusión social y la diversidad cultural —‘políticas de integración’—. “Dos pares interrelacionados, aunque con lógicas contradictorias” (Torres, 2011: 228). Por su interés para esta Tesis me detendré en las primeras, reseñando dos rasgos relevantes. En primer lugar, el obsesivo énfasis en el control de entradas (Blanco, 2002; Torres, 2011) especialmente en la frontera sur que, empero su minoritario peso cuantitativo respecto al conjunto de entradas totales a través de nuestras fronteras, ha constituido un foco de manifiesta repercusión mediática, valor simbólico y fuente de sufrimiento y tragedias, como reflejan los sucesivos informes realizados por la APDHA91. En segundo término, las condiciones de acceso y residencia, respecto de las cuales conviene reseñar al menos tres características de nuestro ordenamiento jurídico. Por un lado la configuración de un sistema jerárquico para los extranjeros al reconocer distintos derechos según se trate de extranjeros comunitarios, extranjeros con permiso de residencia o inmigrados irregulares. De otro lado, el carácter laboral que la legislación de extranjería confiere a la inmigración “tanto por lo que hace al acceso (...) como en lo referente al estatuto de residencia del trabajador o la trabajadora extranjero en nuestro país” (Torres, 2011: 233). El procedimiento de entrada, el llamado ´Régimen General’, estaría basado en los principios de ‘contratación en origen’ y ‘de acuerdo con las necesidades de la situación nacional de empleo’. A él se añadiría un segundo procedimiento, el del ‘contingente’ que permitiría el acceso, mediante cupo anual, a puestos de trabajo de sectores específicos del mercado laboral, en particular, agricultura, construcción y servicio doméstico. Sectores para los que tales mecanismos, especialmente el de cupos, se ha mostrado harto ineficaz a 91 ‘Derechos Humanos en la Frontera Sur’, APDHA (2007; 2011; 2014), por citar algunos. 201 no ser que lo valoremos desde el pragmatismo benefactor, dado que sirvió como un subterfugio para la regularización de inmigrados sin ‘papeles’ que ya estaban entre nosotros. Así lo expresa el informe del Consejo Económico y Social (en adelante CES) cuando se refiere al periodo 1993-1999 de aplicación del contingente: “la fijación de un ‘cupo’ de trabajadores extranjeros para cubrir las demandas no atendidas por el mercado nacional (...) representó en la práctica una vía para la normalización de relaciones laborales preexistentes” (CES, 2004: 94). Un tercer aspecto tendría que ver con la volatilidad del estatus de residencia, ya que la obtención de tal permiso —con el de trabajo— no supone una posición consolidada sino después de sucesivas renovaciones, dándose la situación de que personas con permiso de residencia, han vuelto a la situación de irregularidad al no poder conseguir el contrato de trabajo exigido para su renovación. Estas dificultades, introducidas por el sistema de acceso, van unidas al carácter desregulado de la agricultura intensiva y la prevalencia de importantes bolsas de economía sumergida, que apenas exigen cualificación a los trabajadores que necesitan. Tal conjunción de factores dificulta el acogimiento a los dos recursos fundamentales de acceso al mercado de trabajo, favoreciendo la temporalidad y realimentando la economía sumergida. Y, entre otras consecuencias, podemos apuntar una alta rotación laboral y residencial así como la pervivencia de una abundante bolsa de personas sin documentación y con enormes dificultades de integración (Martínez, 2001; Pumares, 2003). De especial relevancia para el territorio almeriense ha sido la política de control de la fronteras con el norte de África. Si bien “la gestión de la inmigración irregular ha constituido y constituye un tema central en los debates sobre inmigración” (Torres, 2011: 247), determinados acontecimientos, como la llegada a la costa almeriense de pateras a lo largo de varios años, supusieron la omnipresencia en los medios creadores de opinión de visiones que presentaban la inmigración como problema y amenaza92. Estas percepciones, presentes en el ámbito estatal, adquieren especial virulencia en el contexto local almeriense como prueban los contenidos de la prensa local de los últimos años del siglo XX y principios del XXI. Su relevancia, a los efectos de esta Tesis, viene dada por el hecho que expresa Olga Cruz: “se asume que el discurso periodístico es parte y reflejo de un orden social y que, como tal, es susceptible de revelar puntos de vista determinados sobre la realidad que difunde” (Cruz, 2011: 229). 92 Diferentes aspectos acerca de las representaciones de la inmigración pueden verse en Checa (2008). 202 La legislación española sobre prostitución Un segundo componente del contexto jurídico-político, en relación con las personas inmigradas que se dedican al trabajo sexual, tiene que ver con el estatus jurídico que la legislación española concede a la prostitución. Es habitual en la literatura social, caracterizar tres marcos jurídicos en los que se sitúa la prostitución: el ‘prohibicionista’, el abolicionista y el ‘reglamentarista’ (Wijers, 2004). Los tres comparten la condena moral de la prostitución, que es contemplada, respectivamente, como un mal social que debe erradicarse, como un mal inevitable, o como un mal necesario que conviene controlar (Wijers, 2004). Recientemente, se puede considerar un marco más: el laboral o de los derechos. Sin embargo, respecto al debate teórico y político son los modelos abolicionistas y pro-legalización, quienes monopolizan la disputa (Rubio, 2008: 76). Siguiendo a Wijers (2004) se pueden caracterizar dichos marcos jurídicos: o El modelo prohibicionista: condena totalmente la prostitución, así como las actividades con ella relacionadas y actúa contra todas las partes implicadas en tal práctica. El efecto más destacable de su aplicación no ha sido la eliminación de la prostitución, sino una mayor dependencia da las prostitutas de terceras personas u organizaciones, al no contar con protección legal alguna. o El modelo abolicionista, tradicionalmente arraigado en el feminismo, adopta una perspectiva victimista de la prostituta, considerando tal actividad fruto de la existencia de un poder patriarcal, y a la prostituta como objetivo de reinserción. Por consiguiente, los objetos penales son los proxenetas y los clientes. La consecuencia más relevante, a los efectos de este trabajo, es la consideración de la prostituta como una persona sin capacidad de decisión por sí misma, la desconsideración de la posibilidad de la existencia del trabajo sexual como una actividad libremente elegida —y, por tanto, no susceptible de ser normalizada laboralmente— y la persecución de facto, de cualquier actor social relacionado con la prostituta. o El modelo ‘reglamentarista’, considera el comercio sexual moralmente reprobable y socialmente peligroso —para el orden, la salud y la moral—, pero a la vez inevitable. La prostitución no se considera delito, pero se adoptan medidas reglamentarias en diversos órdenes, y no se reconocen derechos a las prostitutas. Los efectos más importantes son su influencia sobre el estigma de las mujeres que trabajan en el sector, la ausencia de derechos laborales, y la permanente intromisión del estado en diferentes ámbitos de sus vidas. 203 o El modelo laboral, de incipiente desarrollo, se sitúa en la perspectiva de las propias trabajadoras —y trabajadores— del sexo. Sus defensores parten de la reivindicación del trabajo sexual como una actividad legítima, una actividad laboral normalizada, regulada por la legislación del trabajo, y la no intromisión de los Estados en la regulación de la moral sexual. Las ventajas que las propias prostitutas reconocen a este modelo estarían en su mayor protección frente a la explotación, los abusos y la violencia, y el disfrute de derechos pasivos, al igual que en otras profesiones. En cualquier caso, el valor de estos modelos está en su carácter histórico referencial, aunque a veces resulten difícilmente discernibles, constatándose que sea habitual que en cada país encontremos aspectos asociables a varios de los citados modelos (Weijers, 2004), fenómeno al que no es ajena la situación jurídica en el Estado español. La prostitución está presente en la legislación española en el código penal, y su tratamiento va unido al del tráfico y la trata. Sea como fuere, interesa poner de manifiesto que ha habido varios impulsos legisladores en el periodo democrático que han marcado la consideración legal de diversos aspectos relacionados con la prostitución y las políticas de intervención en el terreno del trabajo sexual, y que tienen interés para la presente investigación. La legislación del franquismo, desde finales de los años 50, se puede considerar como claramente abolicionista. El tratamiento dado a la prostitución podemos enmarcarlo en unos pocos hitos legislativos. Así, en el código penal de 1973 el bien jurídico protegido quedaba indefinido, no se tenía en cuenta el consentimiento de la mujer y se perseguía al proxeneta93 —quien reclutara, retuviese contra su voluntad, quien facilitara, o a quien viviera de la prostitución—. Con la reforma del Código Penal en 1989, el bien jurídico protegido pasó a ser la libertad sexual de cada cual. El Código Penal de 1995 ponía el acento en la libertad sexual como bien jurídico protegido, tratando los delitos relativos a la prostitución como delitos contra la libertad sexual, marcando los límites de la punibilidad en la ausencia de consentimiento, y situando el objeto penal en todos los actores relacionados con la prostitución cuando ésta se ejerciera contra la voluntad de la persona. Este aspecto será clave, en la medida en que marca la frontera legal de las políticas 93 El proxeneta es la persona que se beneficia de la relación sexual remunerada, sin embargo su estatus es contingente, en la medida de que depende de su consideración penal en cada momento. Frecuentemente se le suele asociar a la figura de chulo tradicional, figura que aún pervive en el imaginario social (Acién y Majuelos, 2003). 204 abolicionistas de las que no lo son (Mestre, 2004). Con la Ley Orgánica 11/1999, de 30 de abril, se introdujo una modificación en el art. 188.1 del Código Penal de 1995, al añadir una nueva modalidad de proxenetismo: ‘la situación de vulnerabilidad de la víctima’ (Poyatos, 2008). Pero fue con la reforma de 2003, cuando el delito de proxenetismo sufrió una nueva ampliación de mayor calado, al quedar tipificado como delito, aún en el caso del ejercicio voluntario por parte de la presunta víctima, quedando redactado el artículo 188.1 en su párrafo primero así: “El que determine, empleando violencia intimidación o engaño, o abusando de una situación de superioridad o de necesidad o vulnerabilidad de la víctima, a persona mayor de edad a ejercer la prostitución o a mantenerse en ella, será castigado con las penas de prisión de dos a cuatro años y multa de doce a veinticuatro meses. En la misma pena incurrirá el que se lucre explotando la prostitución de otra persona, aún con el consentimiento de la misma” (Ley Orgánica 11/2003: 35402). Esta modificación supuso la vuelta a la penalización de la explotación de la prostitución voluntaria, que se había eliminado en el Código Penal de 1995. Tales cambios, al margen de sus efectos penales y laborales, en la medida en que suponen un muro insalvable para el reconocimiento del trabajo sexual como actividad laboral, revelan la batalla ideológica de fondo y las presiones del movimiento abolicionista por eliminar las fronteras entre la prostitución voluntariamente elegida y la realizada bajo coacción, nudo gordiano de sus concepciones sobre la sexualidad, la libertad personal y el trabajo sexual (Maqueda, 2009; Mestre, 2004; Poyatos, 2008). Procede reseñar, también, en relación a esta modificación, que la legislación en materia de prostitución se ha ido desarrollando a la vez que la regulación penal del tráfico y la trata de seres humanos. No en vano, ya en la reforma de 1999 al código penal de 1995, en el punto 2 del art. 188 se añadía una nueva modalidad de proxenetismo, esta vez relacionándolo con el movimiento internacional de personas hacia nuestro país (Poyatos, 2008). “Será castigado con las mismas penas el que directamente o indirectamente favorezca la entrada, estancia o salida del territorio nacional de personas, con el propósito de su explotación sexual, empleando violencia, intimidación o engaño, o 205 abusando de una situación de superioridad o de necesidad o vulnerabilidad de la víctima” (Ley Orgánica 10/1995: art. 188.2). Estamos, por tanto, ante una doble tipificación, una doble causa de persecución, en la medida en que con aquella redacción se establecen: “Dos momentos diferentes y dos delitos distintos cuando se trata de mujeres extranjeras: si una mujer es introducida por una red de tráfico con el propósito de explotación sexual (art. 188.2) es víctima de tráfico (…) Si, una vez en el estado, es obligada a ejercer la prostitución por esa red o por otra, es víctima de un delito relativo a la prostitución, y ambos son delitos contra su libertad sexual” (Mestre, 2004: 254). Esta ‘indiferenciación’ entre tráfico y trata, cuando el objetivo es realizar trabajo sexual, también ha sido puesta de manifiesto por Maqueda (2009: 148). Por su parte, Acién y Checa (2011) nos ofrecen un atinado acercamiento a esa confusa identificación, a propósito de sus reflexiones sobre ‘El plan integral, contra la trata de seres humanos con fines de explotación sexual (2008-2012)’. Con la ausencia de frontera entre voluntariedad y no voluntariedad, tanto en el ejercicio de la prostitución como en el uso de las redes de inmigración, nos encontramos con un problema de extrema vulnerabilidad de las mujeres extranjeras que se dedican al trabajo sexual, así como de todo su entorno social, al encontrarse en el punto de mira de una legislación que no reconoce autonomía a las mujeres en ambas esferas de su itinerario vital: “actualmente cualquier tipo de red es sancionada y perseguida, extorsione o no, porque el consentimiento de la persona supuestamente traficada es irrelevante” (Mestre, 2004: 255). Ciertamente, estos cambios no son ajenos a la influencia con que el abolicionismo ha ido permeando los medios de opinión y diversas instituciones públicas y privadas. Así, ya a finales de junio de 2000 la consejera de Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid, Pilar Martínez, afirmaba que “España tiene que revisar su legislación y ser más dura con las que explotan a las personas humanas” (Serrano, 2000). Esta declaración se producía a raíz de un encuentro que, patrocinado por la Comunidad de Madrid, reunió a destacadas figuras internacionales del abolicionismo. En parecida línea, en Junio del año 2002 se celebraron en Fuenlabrada unas Jornadas sobre Prostitución, organizadas por la Federación 206 Española de Municipios y Provincias (en adelante FEMP). Pues bien, en el documento de conclusiones reconocen que quedan temas esenciales pendientes de discutir; reconocen la necesidad de abordar la prostitución desde diferentes enfoques; proponen crear espacios de sensibilización y debates; etc. A pesar de ello realizan dos propuestas de carácter legislativo concretas: penalización de los proxenetas y penalización para los clientes/consumidores (FEMP, 2002). Y el mismo año del cambio en el código penal, unos meses antes de que saliera publicada en el BOE la nueva reforma, el diario El País publicaba el 8 de febrero de 2003 un anuncio publicitario a media página con un ‘manifiesto político por la abolición de la prostitución’ en cuya cabecera titular rezaba: “Regular la PROSTITUCIÓN es legitimar la VIOLENCIA contra las MUJERES”; el documento, publicado a iniciativa de la Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución (2003), aparece firmado por diversas entidades y asociaciones. No abundaré más en estos aspectos que están a la orden del día, mediante campañas, anuncios publicitarios y declaraciones públicas. Todas ellas revelan una ingente tarea de construcción ideológica cuya genealogía y desarrollo puede verse en Maqueda (2009). En cualquier caso, la condena del proxenetismo, que el artículo 188 del Código Penal prevé, lleva a diferentes opciones para sortearla de cara al establecimiento de una posible regulación. Así, para una parte de empresarios, este es un punto crucial dado que pretenden eludir la existencia de una posible relación laboral, pero también es un serio obstáculo para las propias mujeres en su pretensión de que se le reconozcan derechos laborales. Así, podemos encontrar diferentes situaciones y formas de afrontar esa cuestión. En primer lugar, que la trabajadora lo haga de forma autónoma; es la vía que exploró Poyatos al inscribirse en el registro de actividades como tal (Poyatos, 2009). Esta opción ya tenía cierto sustento jurídico en la sentencia de la Sala de lo Social de la Audiencia Nacional de 23 de diciembre de 2003, “en la que se reconoce la plena licitud, en estos momentos, de la prostitución ejercida por cuenta propia” (Gala, 2008). Si bien “con respecto a la prostitución no forzada (...) cabe destacar que los tribunales laborales se han pronunciado al respecto en pocas ocasiones y lo han hecho de una forma un tanto tímida” (Gala, 2008), existiendo diferencias doctrinales entre unas y otras. Mientras diversas formas de trabajo sexual no estén reguladas legalmente, el ejercicio en sí mismo de lo que comúnmente se suele designar por prostitución está exento de sanción penal y asimismo la compra de servicios sexuales, salvo en el espacio público en numerosas ciudades como más adelante veremos. 207 La segunda opción, vinculada a la anterior, consiste en agruparse mediante la constitución de cooperativas de trabajo asociado (Francino, 2014) y de la cual hay muy recientes experiencias (Rivas y Mumbrú, 2014). La tercera estrategia para evitar la sanción penal consiste en sortear la relación laboral entre el empresario y la trabajadora mediante el sistema de plaza, que presupone a la trabajadora como autónoma —esté de alta o no en la Seguridad Social— y convirtiéndola a su vez en ‘cliente’ del hotel en el que utiliza el salón o la cafetería anexa como espacio de captación de clientes. Esta opción consiste en que la trabajadora ‘alquila’ una habitación en un hotel durante un periodo de tiempo determinado pudiendo hacer un uso libre de ella, de tal manera que puede utilizarla para la prestación de servicios sexuales bajo su hipotética y exclusiva responsabilidad. Los clientes serían captados en la cafetería, restaurante o salones del hotel; estos serían de libre acceso al público y en ellos clientes y trabajadoras pueden concertar sus ofertas y demandas. De tal manera que el dueño del hotel no recibe compensación alguna por el servicio realizado, procediendo sus beneficios exclusivamente del negocio residencial, mediante el alquiler de habitaciones a las mujeres94. Similar estrategia de simulación utilizan algunas casas de citas en la ciudad de Lugo (López, 2010). La cuarta opción consiste en vincular la relación entre el dueño del local y la trabajadora exclusivamente a través del ‘alterne’. En este caso la trabajadora acude al local abierto al público y establece un acuerdo con el dueño por el cual recibe una cantidad por las consumiciones que realiza. Esta consumición se realiza mediante invitación por el cliente y, de ella, la trabajadora percibe un porcentaje del valor total del precio de la copa, una vez detraída una cantidad que el empresario percibe como costo del producto. Si bien hubo unos años en los que en Almería proliferaron los locales de alterne, hoy apenas quedan cuatro que claramente puedan catalogarse como tales. El elemento diferenciador que los caracterizaría consiste en la ausencia de habitaciones privadas para la realización de los servicios; en cambio sí que poseen reservados95, más o menos ocultos que, dotados 94 En el trabajo de campo hemos podido detectar cómo los empresarios manejan esta estrategia para sortear una relación que los colocaría como objeto de una posible sanción por proxenetismo. Volveremos a ello más adelante. 95 Me referiré a un ‘reservado’ como aquel espacio destinado al alterne que permite hacerlo en condiciones de privacidad. Aunque a veces se utiliza este término para denominar también a las habitaciones privadas, en lo sucesivo emplearé la expresión ‘privado’ para aludir —en su contexto– a las estancias privadas destinadas a la prestación de servicios sexuales de carácter íntimo. 208 habitualmente de sofás, permiten una interacción en mayor intimidad, pudiendo a veces sustituir las propias habitaciones y convertirse en espacios donde establecer contactos sexuales completos. Asimismo, determinados servicios pueden realizarse fuera del local, en hoteles o domicilios privados, convirtiéndose el local en el lugar de encuentro y contacto donde negociar —habitualmente con la mediación del encargado o personal responsable del negocio— los servicios que se prestarán fuera del establecimiento: hotel, domicilio particular, etc. No obstante, es corriente que el sistema de plazas y el de alterne coexistan, sobre todo en clubes de carretera, hoteles o grandes complejos dedicados al comercio sexual. En cualquier caso: “El alterne es admitido como lícito por los tribunales laborales, pudiendo ser considerado como un trabajo por cuenta ajena sometido a un contrato de trabajo y regido por el Estatuto de los Trabajadores, o bien como un trabajo por cuenta propia regulado por el reciente Estatuto del Trabajo Autónomo” (Gala, 2008). Por otro lado, la Asociación Nacional de Locales de Alterne (en adelante ANELA) defiende que tal relación laboral no existe en ningún caso y que tanto el alterne como cualquier otro trabajo sexual son ejercidos de forma independiente por las mujeres; consecuentemente, su estatus legal debería constituirse a través del reconocimiento como trabajadoras autónomas (ANELA, 2008). Los empresarios de esta asociación argumentan que de formalizar contratos — aunque sea para la actividad de alterne— estarían en peligro de ser acusados de proxenetismo, dado que casi la totalidad de las trabajadoras que realizan esa actividad también prestan servicios sexuales asociados a la prostitución. De hecho, antes de la reforma del Código penal en 2003, diferentes asociaciones de empresarios se atrevieron a solicitar trabajadoras a través del Cupo anual al INEM (Agencia EFE, 2002; Navarrete, 2002) lo que despertó el recelo y, sobre todo, el escándalo de buena parte de la sociedad almeriense (Navarrete, 2002; Torregrosa, 2002) y en algunos medios de creación de opinión de ámbito estatal (Cerdán, 2002). El cliente en la legislación española. No obstante lo apuntado anteriormente, se viene produciendo un impulso normativo por parte de las corporaciones municipales especialmente intenso en los últimos años. Se trata de la persecución del ejercicio del trabajo sexual en los espacios públicos. Si 209 Barcelona fue la pionera aprobando su normativa a finales del 2005, han sido numerosas las ciudades que han acometido la tarea de expulsar de sus calles no ya el ejercicio de la prostitución sino simplemente la presencia de trabajadoras en los diferentes espacios públicos urbanos. Y ha sido en este contexto en el que el cliente se convierte en centro de señalamiento legal y sujeto de actividades punibles. En la actualidad, buena parte de las grandes ciudades tienen algún tipo de normativa; siguiendo la estela de la corporación de Barcelona, numerosas ciudades de todo el Estado ya han promulgado sus respectivas ordenanzas o han modificado las existentes para incorporar el trabajo sexual. Es el caso de Sevilla, Bilbao, Valencia, Granada, Alicante, Málaga, etc. En Madrid está en trámite desde el año pasado, sin embargo, desde abril de 2004 el Ayuntamiento ya puso en marcha su ‘Plan contra la esclavitud sexual’ que pretendía acabar con la prostitución en las calles de la ciudad. En Almería, el Ayuntamiento tiene aparcada la suya desde el 2008, precisamente por no existir consenso entre los diferentes grupos del consistorio sobre la cuestión (González, 2012; Uroz, 2011). Lo cual no quiere decir que no exista hostigamiento por parte de la Policía, la Local especialmente, como se ha puesto de relieve durante el trabajo de campo. La mayoría de estas reglamentaciones forman parte de ordenanzas que abordan diferentes aspectos de la vida social y regulan múltiples actividades, comerciales o no, dentro de los ámbitos de competencia municipal. Así, la mendicidad, los aparcacoches, los músicos callejeros, el botellón, los mercadillos, etc. suelen convivir con mayor o menor diferenciación con el trabajo sexual en esas normativas. Carolina Villacampa y Nuria Torres expresan claramente el carácter de estas ordenanzas: “Ha sido fundamentalmente a través de las ordenanzas cívicas u ordenanzas de convivencia cívica como, en aras a una supuesta preservación del espacio público como ámbito de convivencia y civismo, con el objeto de evitar las conductas que puedan perturbar la convivencia, evitar la visión de trabajadores sexuales a los menores o para evitar el entorpecimiento del tráfico vial, se prohíbe tanto el ofrecimiento, cuanto la solicitud, la negociación y la aceptación de servicios sexuales en la vía pública, lo mismo que la práctica de relaciones sexuales en el espacio público” (Villacampa y Torres, 2013: 4). Estas normativas castigan tanto a las trabajadoras —con alguna excepción como veremos— como a los clientes, y en algunos casos a los intermediarios. 210 En realidad, las ordenanzas municipales han tenido el claro objetivo de impedir la visibilización del trabajo y de las propias trabajadoras y, sobre todo, “el barrido de los trabajadores sexuales de las calles y vías públicas” (Villacampa y Torres, 2013: 36); frecuentemente a requerimiento de diferentes sectores sociales, para quienes la presencia de las trabajadoras suponía una molestia (20minutos.es, 2013) o un inconveniente para sus intereses comerciales o inmobiliarios. En nuestras ciudades no debe resultarnos extraña la existencia de conflictos a causa de la competencia por el espacio público, lo que sí amerita es que, salvo casos esporádicos, las corporaciones municipales no reconozcan a las trabajadoras sexuales capacidad de agencia; haciendo de ellas el único actor en la disputa al que las administraciones municipales nieguen audiencia y capacidad de negociación alguna cuando se trata de un claro conflicto de intereses entre partes (España, 2011). La aplicación de estas ordenanzas, independientemente del rigor con que se ejecuten, son usadas más como medio de contención de protestas, ante insatisfacciones ciudadanas diversas, que como mecanismo de resolución de conflictos, dado que una parte no es reconocida y los efectos reales lejos de solventarse se trasladan o se agravan; en ese sentido, su carácter electoralista parece claro, como denuncia la Asamblea de Mujeres de Granada, en su ponencia a las Jornadas Feministas Estatales de Granada (Asamblea de Mujeres de Granada et al, 2009). En lo que se refiere a la prostitución, el contenido de estas normas adolece de una escasa vinculación entre los bienes que declara preservar, y los objetivos concretos que dice perseguir, con los medios empleados en ello. A esta débil fundamentación, hay que unir una patente circularidad en los razonamientos esgrimidos. En otro sentido, estos preceptos suelen presentar unas considerables dosis de discrecionalidad administrativa y arbitrariedad policial (RTVE, 2014), “traspasando las fronteras del Derecho administrativo sancionador municipal” (Villacampa y Torres, 2013: 37). Si bien, el conjunto de Ordenanzas en vigor muestra un aire de familia común: reproducen con mayor o menor literalidad el articulado de la Ordenanza Municipal de Barcelona, incluyen la prostitución como una actividad nociva que hay que erradicar del ámbito urbano y comparten las características explicadas más arriba; conviene destacar, no obstante, algunos rasgos diferenciales en dos de ellas. Se trata de las ordenanzas de Sevilla y la más reciente de Valencia. Ambas constituyen normas que se refieren específicamente a ‘luchar contra la prostitución y la trata con fines de explotación sexual en la ciudad de 211 Sevilla’, en el primer caso, y ‘sobre el ejercicio de la prostitución en la vía pública’ en el caso de la valenciana. Ambas tienen en común, a diferencia de las demás, que no penalizan a la trabajadora. El caso de la normativa hispalense merece una particular atención por el tipo de fundamentación que soporta su articulado. En ella el bien a preservar es “el espacio público como un lugar de convivencia, civismo e igualdad, evitando actividades de explotación sexual que difunden una imagen del ser humano, muy especialmente de la mujer, como mero objeto sexual y perturban la convivencia social” (Ordenanza, 2011: 19). Tal bien parte de la idea de que: “La mujer en situación de prostitución ha de tener la consideración de víctima, ya que la prostitución es una forma extrema de violencia de género. Es en este contexto donde hay que considerar como beneficiarios de la explotación sexual tanto al proxeneta como al cliente” (Ordenanza, 2011: 20). Como vemos, ambos párrafos sintetizan en unas pocas líneas los elementos básicos de la doctrina del feminismo abolicionista. Pero esta norma va más allá, arrogándose la persecución de los clientes en la vía pública, en franco paralelismo y natural complemento al trabajo de las Fuerzas de Seguridad del Estado que “centran su lucha contra los explotadores sexuales en los establecimientos cerrados” (Ordenanza, 2011: 20). Las conductas objeto de prohibición serían aquellas que consisten en “solicitar, negociar, o aceptar, directa o indirectamente, servicios sexuales retribuidos” en diferentes espacios públicos o privados. Asimismo son objeto de persecución las conductas ‘favorecedoras’ — acercar a los clientes a donde están las ‘mujeres en situación de prostitución’— o que ‘promuevan’ —cualquier medio de contacto entre clientes y trabajadoras, es decir la publicidad—. Por último, se les reconoce a los ‘agentes de la autoridad’ y al “personal municipal autorizado’ la facultad para “investigar, inspeccionar, reconocer y denunciar todo tipo de actos tipificados como infracción en la presente Ordenanza” (Ordenanza, 2011: 23). Como vemos se trata de todo un programa prohibicionista que, dotado de una discrecionalidad palmaria, concede a los agentes municipales sevillanos —y no sólo a la Policía Municipal— instrumentos que fácilmente pueden derivar en hostigamiento (RTVE, 2014). Obviamente, en coherencia con el ideario abolicionista importado de Suecia, la trabajadora quedaría exenta de sanción y los objetos de persecución serían el cliente y los múltiples mediadores. 212 La normativa Valenciana está más próxima en su articulado al conjunto de ordenamientos genéricos, no contiene una elaboración ideológica tan perfilada como la sevillana, si bien coincide con ella en la no penalización de las mujeres. El resto de las ordenanzas consultadas copian el argumentario de la norma barcelonesa, sancionando tanto a la mujer como al cliente en su obsesiva pretensión de erradicar la presencia de la trabajadora sexual del espacio público y, por ende, degradar su estatus de ciudadanía y de agente social reconocible. En definitiva, nos encontramos en una ola prohibicionista respecto del trabajo sexual visible en las calles, junto con un complejo y, en cierto modo, ambiguo tratamiento, cuando se trata de locales cerrados. Los efectos de este conjunto disperso de normas en medio de la alegalidad jurídica, la ambigüedad doctrinal y la arbitrariedad administrativa, enfrentan a los diferentes actores implicados en una posición difícil de sostener, especialmente a las mujeres, dejándolos la intemperie del hostigamiento de caprichosas decisiones políticas y de discriminatorias intervenciones policiales. De hecho, en el caso de las Ordenanzas de Lleida “el único efecto claramente detectado con la aplicación de la ordenanza, pues, ha sido el represor” (Villacampa y Torres, 2013: 37). Y respecto a su efectividad estas autoras son claras: “Los resultados arrojados por la investigación muestran que la aplicación de políticas prohibicionistas, aunque sean en una versión suave como la que se adopta en nuestro país, constituyen fundamentalmente un agente que precariza todavía más las condiciones de desempeño de la actividad de trabajadores sexuales y que, por tanto, los victimiza, lejos de abolir, como supuestamente se pretende, el ejercicio de dicha actividad” (Villacampa y Torres, 2013: 35). En los momentos de redacción de esta Tesis, el gobierno central tiene ya propuesta para una nueva ‘Ley de seguridad ciudadana’ que abordaría el tratamiento del trabajo sexual y la presencia de las mujeres en las calles en forma similar a las ordenanzas cívicas. En ella está previsto multar a trabajadoras y clientes en términos parecidos a las normativas municipales, si bien a las numerosas críticas ya recibidas desde diferentes sectores sociales se une la resolución de la Comisión de Igualdad del Parlamento Europeo, que recomienda no multar a las trabajadoras (Resolución del Parlamento Europeo, 2014) en línea con el ‘modelo nórdico’ de penalización del cliente. 213 214 2.2 PANORAMA DEL TRABAJO SEXUAL EN LA PROVINCIA DE ALMERÍA El trabajo sexual, en los segmentos que son objeto de esta Tesis, florece en Almería al calor del desarrollo de la agricultura intensiva, pero sobre todo en los años de despegue económico incentivado por la construcción y el sector inmobiliario. Ello, conjugado con una inmigración autónoma femenina, establece las bases para la proliferación de locales de alterne, especialmente en El Poniente de la provincia. Así, a principios del presente siglo llegó a constituirse una asociación de empresarios que reunían 40 locales de ese tipo en la provincia de Almería (Crónica, 2002). Pero junto con esos locales estándar, en las zonas de agricultura invernada, se fue produciendo una concentración de inmigrados africanos que, como hemos visto en epígrafes anteriores, configuraron diversos enclaves de población, notablemente masculinizada, que ni eran bien recibida en los bares y otros locales de ocio de la zona, ni tenía capacidad económica para acceder a los clubes y bares de alterne de los nacionales. De esta manera se fue desarrollando una red de establecimientos de economía étnica entre los que se encontraban casas particulares, casas-bar y bares que surten a los inmigrados, africanos especialmente, de espacios de ocio y diversión, en cuya oferta incluyen también servicios afectivo-sexuales. Esto no quiere decir que personas inmigradas no acudan a clubes o pisos de contactos; de hecho lo hacen cuando se trata de personas con recursos suficientes. Lo que distingue a un grupo de establecimientos de los otros es el hecho de que en los locales africanos se da un tipo de sociabilidad más intensa y representan prácticamente los únicos espacios de ocio y recreo habituales para los inmigrados con menores recursos; por otro lado, la clientela no presenta prevención alguna sobre su estancia en estos locales mostrando ausencia de discreción al respecto96. Por otro lado, con la irrupción de la crisis, los niveles de consumo descendieron y la afluencia de clientes a los clubes se redujo considerablemente. Sin embargo, los precios de los servicios se mantuvieron por lo general casi constantes. Ello produjo que las mujeres fueran dejando de trabajar en estos locales, muchos de los cuales cerraron, aunque se ha podido observar un relativo movimiento de cierres y re-aperturas de establecimientos con nombres o gestores diferentes. La cuestión es que los clubes que han resistido la crisis han perdido clientela y han reducido considerablemente el número de mujeres que ofrecen sus servicios en ellos. Todo lo cual ha provocado la creación de un flujo de trabajadoras desde 96 Una descripción más detallada de estos locales y del tipo de sociabilidad que en ellos se desarrolla puede verse en Majuelos (2011 y 2012). 215 los clubes hacia los pisos de contactos, ofreciendo una gama de servicios que incluyen desde los estándar hasta los más económicos. De esta forma, la función selectiva de la clientela que el precio representaba se ha deteriorado apreciablemente, llegando algunas casas y pisos de contactos a especializarse en inmigrantes de pocos recursos y personas mayores, con servicios que pueden costar sólo 10 €. Pero este flujo no es único, pues algunas mujeres expresaron su intención de marcharse a otros países europeos. Además, durante el trabajo de campo, he podido comprobar cómo mujeres que se empleaban por su cuenta, en sus domicilios o en clubes estándar de poca categoría, se desplazaron hacia locales africanos, en el Poniente de Almería, coadyuvando, junto con otros factores, a un apreciable cambio en la conformación de esta red de establecimientos de economía étnica donde se ofrecen servicios afectivo-sexuales (Majuelos, 2014). Por supuesto, la crisis ha incorporado al sector del sexo a mujeres que nunca habían trabajado en él, tanto inmigradas como nacionales. Abordo a continuación un panorama sincrónico del trabajo sexual en la provincia de Almería, desde el punto de vista de su consideración como un sector económico más; considerando los espacios y establecimientos donde se realiza, describiendo los contenidos con los que se comercia, identificando los agentes que participan y mostrando las condiciones en las que desempeñan sus tareas. Asimismo, abordaré las relaciones sociables y los vínculos sociales que se articulan mediante el trabajo sexual. 2.2.1 El trabajo y los espacios donde se ejerce A continuación se presentan algunas características de estos espacios donde las trabajadoras sexuales realizan su labor. La clasificación atiende fundamentalmente a sus diferencias en la organización del trabajo y a las condiciones en que se desarrolla. Asimismo, se pondrán de manifiesto las características diferenciales de cada tipo, en atención a otros rasgos que se han ido percibiendo como relevantes durante la investigación. También se analizarán someramente sus ubicaciones tanto respecto a la trama urbana como en el conjunto de la geografía provincial. Como ya adelanté en el capítulo ‘Recursos metodológicos’ he clasificado los espacios en cuatro grupos: espacios públicos abiertos; viviendas particulares y pisos de contactos; casas de citas y casas-bar; y clubes, bares de alterne y bares africanos. El número de ellos se refiere al conjunto de los que he visitado con mayor o menor frecuencia. En algún caso esas cifras abarcan el conjunto de todos los existentes, como ocurre con los espacios abiertos o los clubes 216 normalizados; o se aproxima bastante al total, si se trata de los bares africanos en las comarcas de El Poniente o Níjar; en los otros dos grupos es muy difícil realizar un recuento exhaustivo, por tratarse de espacios privados. No obstante, este inconveniente no afecta a los resultados de la presente investigación, dado que las muestras obtenidas son suficientemente representativas del conjunto de negocios adscritos a sendas categoría; y también de acuerdo con el carácter cualitativo que ha guiado el trabajo de campo para esta Tesis. El trabajo sexual en la calle Lo que de forma común, y a veces despreciativamente, se conoce como prostitución callejera, ha sido detectada en Almería ciudad y su entorno en cuatro lugares concretos del espacio público. Consideraré en este grupo aquella forma de comercio sexual que no posee ningún lugar o espacio cerrado donde se desarrolle cualquiera de las fases o aspectos que lo componen. Así, el contacto, la negociación y la ejecución del servicio cara a cara, se realizan en la calle, en arcenes o parques, salvo quizá la prestación, que puede realizarse en un coche o en cualquier otro lugar próximo, pero nunca en el domicilio de la mujer o en un local de acceso público. Esta distinción tiene el sentido de diferenciarlo de aquellos casos donde las chicas trabajan habitualmente en su propio domicilio o en un bar pero pueden bajar a las calles cercanas del entorno a captar clientela. En cualquier caso, estamos hablando de una forma de trabajo sexual que podemos considerar residual, habida cuenta de lo minoritario de su número en relación con el conjunto capitalino. En Almería, durante el trabajo de campo, se han detectado cuatro puntos. o La zona del Ingenio. Se trata de un área mixta de grupos de bloques residenciales cerrados al exterior por una valla, unas cuantas casas unifamiliares y naves comerciales, sin apenas tránsito peatonal fuera de las horas comerciales. o La carretera de Sierra Alhamilla. Se sitúa contigua a la anterior; es una calle que corre paralela a la vía del tren, y que se encuentra delimitada, por un lado, por una tapia que la separa de aquella, desconectándola del resto de la ciudad; en el otro lateral, se encuentra un área industrial-comercial inhóspita y degradada. Fuera de las horas comerciales, una gasolinera es la única señal de actividad humana que se percibe, junto con el tránsito de vehículos que circulan por la zona. o La recta de Pescadería. Está ubicada en la salida de la ciudad por el Oeste; se trata de una zona acotada por naves comerciales en un lateral —donde las chicas se sitúan en el 217 sentido de salida de la ciudad— y por una valla que la separa de las instalaciones portuarias en el otro lado. Este es un lugar tradicional pues desde antes de su ocupación por mujeres extranjeras, algunas nacionales ya captaban sus clientes en esa zona. o La rotonda de Bayyana. Se trata de un tramo de unos 100 metros de la carretera nacional, que absorbe el tráfico entre Almería y Aguadulce, comprendido entre una rotonda y un túnel. Frente a la rotonda hay una gasolinera que aporta la única fuente de luz que ilumina ese área. Las chicas se sitúan en el lado de la circulación hacia Almería, para llamar la atención de los clientes aprovechando la frenada que impone la rotonda anterior al tramo de carretera en el que se ubican. Suelen ser mujeres jóvenes, generalmente rumanas en los últimos tiempos. Como vemos en el mapa 3 —en trazo negro—, las cuatro zonas son de tránsito, con escasa presencia de entramado urbano residencial. Mapa nº 3. Espacios abiertos donde se ejerce trabajo sexual en la ciudad de Almería F Fuente: Google maps. Elaboración propia. En ellas, las chicas permanecen a la intemperie, suelen realizar los servicios en las proximidades, en el vehículo del cliente, o al resguardo bajo el dintel de alguna puerta, etc. El número de mujeres es pequeño, no superando la cifra de tres o cuatro en cada uno de las 218 áreas descritas. Suelen ser jóvenes rumanas o africanas salvo en el Ingenio, donde he encontrado mujeres autóctonas de más edad. En estos espacios, especialmente cuando están próximos a zonas residenciales, se reproducen fenómenos de apropiación y uso por parte de las chicas que pueden originar conflictos, dando lugar a una apreciable presencia policial con claro propósito de hostigamiento sobre las trabajadoras sexuales. Así ha ocurrido en la carretera de Sierra Alhamilla o en la zona de El Zapillo y, en menor medida, en el entorno de Oliveros —en trazo azul en el mapa 3—, donde algunas mujeres que trabajan en sus viviendas salen a las inmediaciones a captar clientes. Así me lo han transmitido las propias trabajadoras en numerosas ocasiones y lo he podido comprobar directamente mediante observación. Esta modalidad en el trabajo representa peores condiciones para las mujeres, tanto ambientales —viento y frío, especialmente en invierno— y de salubridad —ausencia de servicios en las proximidades, siendo la ‘toallita’ el producto higiénico por excelencia—, como de seguridad —poca luz, dependientes de dónde el cliente las lleve y sin nadie a quien recurrir en caso de necesidad—. Juana es una trabajadora que durante un tiempo ejerció en la calle, cuando le pregunté si había sufrido maltrato en el desempeño de su ocupación me contestó: “Sí, cuando trabajaba en la carretera (...) Te metías en el coche con el primero que venía y si era bueno salía bien, pero si era de esos que te quieren quitar el dinero o te quieren pegar... Muchas veces [me ocurrió]” (Juana, trabajadora sexual). También los clientes expresan inseguridad —ante una posible presencia policial— o desconfianza, cuando no conocen de antemano a la chica. Así lo reflejaba un cliente en un foro, refiriéndose a las mujeres que trabajan en la calle en una de las zonas aludidas más arriba. Como se puede apreciar sus expresiones no están exentas de prejuicios: “A las de la rotonda de la gasolinera de la carretera de Aguadulce las puedes catar despreocupado..., todas las demás..., ‘cuidadín’ (...) Cuando digo ‘cuidadín’ me refiero a robos, estado de salud de la chica y movidas derivadas de tías que están relacionadas con el sexo sin goma y la drogadicción” (Extraído del Diario de campo). 219 Los precios suelen oscilar en los niveles inferiores de las tarifas habituales en otras modalidades. Así, las condiciones que manifiesta una chica española, con la que simulé estar buscando sexo, son similares a las que expresaron en el resto de los lugares al aire libre: “¿Cuánto cobras? Veinte completo y diez chupar, pero trabajo bien. ¿Con goma o sin goma? ¿chupar o completo? Follar, follo con goma y chupar sin goma, si quieres, pero vale más. ¿A cuánto cobras eso? A quince. ¿Esto dónde lo hacéis? Lo hacemos aquí [indicándome la zona circundante] pero si no estás tranquilo, porque te crees que van conmigo los chicos [grupo próximo de jóvenes], nos vamos más lejos y lo vamos a hacer, para que estés tranquilo, si es por eso” (Extraído del Diario de campo). Como es natural, en este tipo de espacios los niveles de sociabilidad intergénero son escasos, limitándose a la prestación y disfrute del servicio. La desconfianza del cliente la mantiene con cierta dosis de tensión, consecuencia de los prejuicios que sobre esta forma de desarrollar la actividad están extendidos. No obstante entre las trabajadoras se manifiestan múltiples muestras de interacción y colaboración mutua, especialmente en casos en que perciban peligro para alguna de ellas. Este aspecto detectado en mi trabajo de campo también lo encontró Corbalán (2012). Fotografía nº 1. Trabajadora sexual en la zona de El Ingenio Fuente: Francisco Majuelos. 220 Los pisos de contactos Esta es una variedad donde las mujeres ejercen por cuenta propia, agrupadas o individualmente; en viviendas que son a su vez su residencia habitual o, en otros casos, se trata de pisos alquilados que utilizan ex-profeso como espacio de trabajo, como estrategia de discreción para alejarse de sus espacios familiares o vitales habituales, o de la presión del vecindario. Su número es muy difícil de cuantificar dada la movilidad de las mujeres, y la discreción con la que suelen comportarse. Su existencia se detecta mediante los anuncios en prensa y en páginas web. También los contactos pueden circular en foros específicos donde clientes o clientes y trabajadoras comparten impresiones e información. Si bien ya Solana (2003) reconocía que el número de chicas que trabajaban en ellos era inferior —en Córdoba– al de las que lo hacían en los clubes, su número ha ido aumentando en Almería en los últimos años, a consecuencia de la crisis; ésta produjo un acusado descenso de la clientela en otros tipos de establecimientos, especialmente en clubes y bares de copas. Están repartidos por toda la ciudad y en diversas poblaciones de la provincia. En algunos estudios e investigaciones se suelen referir a ellos para indicar que no son locales de acceso público o semi-público y que el contacto se realiza telefónicamente. Este es el caso de López (2010: 214 y ss.) que, aún observando las mismas tres modalidades de espacios —las viviendas particulares, los pisos compartidos y los pisos organizados con estructura jerárquica, también considerados en el presente capítulo de esta Tesis—, el citado autor los acoge bajo la denominación global de ‘pisos de contactos’. Ese mismo criterio —el contacto a través de teléfono publicitado mediante anuncios en prensa— utiliza Solana (2003), al analizar los pisos y casas de contactos en la provincia de Córdoba. Igualmente Fernández (2011) acoge a todos esos establecimientos bajo la categoría de ‘pisos’. En mi opinión, y de lo que se infiere a través del trabajo de campo realizado en Almería, es que el rasgo diferenciador principal no está en la forma de contacto y acceso, ni en el número de mujeres que trabajan en cada piso, o los horarios de funcionamiento, sino en la ausencia o no de intermediario alguno en el trabajo; en los pisos de contactos todo el proceso de trabajo es gestionado por la chica —o las chicas en forma más o menos colaborativa—sin que medie tercera persona alguna, desde la captación hasta el contacto final con el cliente, pasando por la gestión de la publicidad cuando la hay. Este tipo de gestión autónoma es lo que los distinguiría de las ‘casas de citas’ con las que a veces aparecen indiferenciados. En el resto de los atributos, las divisiones no se muestran 221 estancas pudiendo observarse, incluso, situaciones mixtas en lo que se refiere a los horarios de trabajo, tiempos de estancia, el régimen económico, etc. El acceso a estos espacios se realiza habitualmente mediante contacto telefónico, bien porque se conozca de otras ocasiones, bien a través de otros clientes o mediante anuncios en prensa o en páginas web. Sólo cuando un cliente es reincidente, habitual, conoce la ubicación de la casa, aún así puede requerir una cita previa por teléfono; y si es la primera vez, es frecuente que deba hacer más de una llamada: la primera para contactar e indicarle la zona donde se ubica el piso y en la segunda ya se da la dirección completa. Este procedimiento suelen usarlo como filtro para evitar ‘curiosos’ o gente molesta. En los pisos de contactos, las mujeres suelen tener cada una sus propios clientes y pueden negociar los precios directamente sin intermediarios, facilitándose así la selección y/o fidelización de los usuarios en función de sus necesidades y/o preferencias; además, en los pisos se confiere mayor discreción a la relación, especialmente importante para los clientes que prefieren acudir a un lugar sin indicaciones externas de la actividad que allí se realiza, libre de señalamientos y de reconocimiento por su entorno vital. En estos establecimientos, los beneficios son exclusivamente para la trabajadora, más aún si realiza el trabajo en su mismo domicilio, lo que no la obliga a dedicar parte de sus ganancias al alquiler de una habitación o apartamento específico para el desempeño de sus tareas profesionales. Durante el trabajo de campo, prácticamente todas las mujeres que he conocido decían poder rechazar clientes si lo estimaban oportuno por cualquier motivo, desembarazarse de ellos es más fácil en la propia vivienda, cuando se trata de personas que muestran signos de estar bebidos, de suciedad manifiesta o que esperan servicios o precios que no interesan a la chica; la comunicación telefónica permite un filtro previo antes del contacto cara a cara. Si bien el riesgo, cuando se trabaja sola, aumenta una vez el cliente está dentro del piso. En este sentido, las mujeres actúan con extrema cautela cuando el cliente es nuevo. Por otro lado, en esta modalidad, las mujeres pueden decidir horarios de trabajo, pudiendo seguir con su vida cotidiana en los tiempos en que no realizan servicios. 222 “A mí me sienta bien [trabajar] en la casa, porque en tu casa ya trabajas por tu cuenta y tienes tu horario, trabajas cuando quieres, cuando te da la gana, por el día; la noche es muy fea, [en un club] puede que te sientes toda la noche para no pillar nada ¿sabes? hasta las cinco o las seis [y] puede que hagas una entrada” (Farah, trabajadora sexual). En otro sentido, el tiempo entre el contacto telefónico y la llegada del cliente permite a la mujer cambiarse de atuendo y prepararse para atender las especificidades que cada cliente, cuando es conocido, le va a solicitar. No es raro que en casos particulares, el cliente, si es muy habitual y de confianza, llame con antelación suficiente para garantizarse que la chica estará preparada o que se reserve para una hora determinada. En cualquier caso, la autogestión —obviamente de marcado carácter femenino— de su trabajo permite decidir con mayor autonomía sobre los servicios que se prestan, y las actividades que se realizan en la casa: si hay más o menos prolegómenos, si se toman copas o no, si se charla o no fuera del tiempo computable del servicio, etc. Fotografía nº 2. Chicas apostadas en la puerta de un bar africano Fuente: Francisco Majuelos. 223 Como ya anticipé, he detectado que hay mujeres que realizan la captación en bares o en las calles próximas a su vivienda. En Almería ciudad he conocido dos zonas, ya tradicionales, donde las trabajadoras abordan con mayor o menor discreción a sus potenciales clientes. Se trata de la zona de Artés de Arcos y de algunas esquinas del barrio de El Zapillo, próximo al paseo marítimo (ver mapa 3). En ambos emplazamientos las mujeres se apostan en esquinas o deambulan con tranquilidad por las calles adyacentes ofreciéndose a los hombres que pasan; cuando su vivienda tiene acceso directo a la calle, suelen mantenerla abierta, quedando ellas a la vista. Estas estrategias de reclamo y captación las justifican por la crisis y el descenso de la demanda de servicios. “Hablas en la calle ‘hola, hola; ¿cómo estás?, ¿quieres?’; y si quiere, vamos y ya está” (Sonia, trabajadora sexual). Esta forma de captación, que es minoritaria en la ciudad, se puede detectar con mayor profusión en zonas de diseminado de El Poniente o en barrios etnificados como el de ‘Las doscientas viviendas’ en Roquetas, donde las chicas se muestran de pie en los quicios de las puertas, o merodeando por los caminos adyacentes a las viviendas o establecimientos donde prestan sus servicios. La modalidad de trabajo en pisos de contactos también está relacionada con la pérdida de competitividad de mujeres que van acumulando años y tampoco conservan energías para trabajar en un club o en una casa de citas. “Yo ahora con 44 años ¿me voy a sentar en bar de copas con chicas jóvenes?, [entre risas] yo parezco la madre para las chicas; y no quiero ahora trabajar, a mí no me gusta este trabajo, no me gusta, no me gusta” (Sonia, trabajadora sexual). El número de mujeres que trabajan bajo esta modalidad es difícil de cuantificar por diferentes motivos: ellas mismas o las casas donde trabajan se publicitan en medios diversos —prensa, páginas web, etc.— y con múltiples referencias —nombres distintos, teléfonos diferentes o poblaciones varias a la vez—, o por la movilidad de las propias mujeres —cambio de zona o de piso—. 224 Las casas de citas Aunque este nombre ofrece reminiscencias de tiempos pasados, lo he tomado de una chica que así lo denominó para referirse a un establecimiento de ese tipo en el que trabajó durante un tiempo. Pueden ubicarse en pisos, casas o chalets. En realidad, lo que me interesa resaltar es la existencia en estos locales de un agente que se ocupa de la organización general del negocio, corre con los gastos generales y, además, realiza labores de mediación, a cambio de beneficiarse de una parte de lo que la chica recauda de los servicios. Entre las funciones de la dueña-encargada están la de suministrar el material necesario para el desarrollo del trabajo, proveer la ropa de cama y dotar de productos de higiene; también se ocupa de la publicidad, atender en primera instancia los clientes, contestar el teléfono, etc. Así se refería una chica a la titular de una casa de citas: “Tienen que pensar mucho, eso cuesta mucho trabajo ¿sabes? (...) Organizar la casa, buscar chicas, poner anuncios, contestar los teléfonos, eso es muchísimo más trabajo, más difícil; más difícil que venir a una casa que ya está alquilada, ahí entra alguien, abres las piernas, follas, coges el dinero y te vas” (Pasha, trabajadora sexual). Las encargadas suelen ser mujeres que ejercieron anteriormente y que con el tiempo decidieron dejarlo pero manteniéndose en el sector, como forma de ganarse la vida en un ámbito que conocen bien. Para referirse a ellas se suelen utilizar términos como encargada, jefa, mami —en las casa-bar africanas—, etc.; son las proxenetas a las que se refiere De Paula (2002) y que en la actualidad aún serían objeto de persecución penal por aprovecharse de los beneficios de la prostitución ajena. Incluso cuando el dueño o titular del establecimiento es un hombre, suele elegir a una mujer para regentar el negocio y desempeñar las funciones de encargada. Este tipo de establecimientos ya no funcionan, en general, como aquél que fue magníficamente retratado —para la España de la posguerra— en la película La Colmena97, y que se corresponde con los burdeles clásicos. En la actualidad, los niveles de sociabilidad en ellos son muy variados siendo habitual que no existan zonas comunes donde realizar servicios complementarios, como tomar una copa o consumir tiempo y conversación de forma colectiva. 97 Ágata Films (Productora), Dibildos, J. L. (Guión) y Camus, M. (Director) (1982). 225 “El piso [refiriéndose a una casa de citas] es mejor porque no tienes que hablar mucho con el cliente, no tienes que hablar” (Ania, trabajadora sexual). De hecho, la gestión del tiempo es bastante estricta por parte de la dueña o encargada, no dejando margen a la trabajadora para negociar aspecto alguno de su desempeño, a excepción de algún servicio especial, pero siempre dentro del tiempo previamente contratado por el cliente. “Él llega, el cliente elige entre cuatro o cinco chicas, te elige a tí; luego tu ya vas entrando en la conversación con él cuando estás en la habitación, si tienes tiempo [enfatizando], porque si pagas media hora no tienes tiempo, es llegar, paga y tira” (Jovita, trabajadora sexual). El régimen económico habitual en estos establecimientos suele venir dado mediante un porcentaje. Los ingresos para la persona titular suelen consistir en el 50% de lo que la trabajadora obtiene por los servicios prestados a sus clientes. Aunque con la crisis se dé la circunstancia de que haya casas que pueden ofrecer mejores condiciones a las chicas con el fin de fidelizarlas. En algunas ocasiones el negocio puede funcionar mediante el sistema de ‘plaza’98, pero en Almería es excepcional en este tipo de negocios; lo más frecuente es que rija el sistema de porcentaje. Respecto al horario laboral he encontrado situaciones heterogéneas, donde una parte de las chicas trabajan a tiempo completo —residiendo en la misma casa, sea por el sistema de plaza o de porcentaje— y otras con horario pactado, bien por preferencias laborales, bien por necesidades familiares —atención a hijos, por ejemplo—; en alguna casa he observado un régimen de turnos —mañana-tarde y tarde-noche—. Parte de estos locales también poseen una función residencial, tanto para las chicas como para el resto de los empleados —si las dimensiones del local lo permiten— especialmente los que se organizan bajo el sistema de ‘plaza’. 98 El sistema ‘de plaza’ se refiere al régimen económico que rige las relaciones entre los dueños del establecimiento y las trabajadoras. Consiste en pagar una cantidad fija al día en concepto de manutención y residencia, quedándose la chica con el total de lo cobrado por los servicios prestados. 226 La opinión de las mujeres respecto a su situación suele ser ambivalente dado que a las ventajas de seguridad y clientela más seleccionada, suelen contraponer el inconveniente de una jornada más prolongada —hay casas que exigen disponibilidad las 24 horas— y, sobre todo, lo excesivo de la comisión que se lleva el titular del establecimiento. Algunas trabajadoras han expresado su disconformidad con el ambiente cerrado de estos establecimientos y el agobiante control por parte de las encargadas. Respecto del acceso, el sistema es generalmente similar al de los pisos de contactos, aunque en algunas ocasiones las viviendas pueden tener algún discreto indicador para su localización por los clientes. En estos locales el contacto se realiza primordialmente a través de la dueña-encargada, que es quien atiende el teléfono. En determinadas casas de citas, además de la publicidad propia del establecimiento, las chicas pueden anunciarse simultáneamente de manera individual también. Por ello, no es extraño ver toda una parafernalia de teléfonos móviles en las zonas comunes donde permanecen las chicas en los tiempos de asueto o de espera. La atención al cliente suele realizarse por la encargada o alguna chica de su confianza que la sustituye en su ausencia. Ella recibe al usuario, a veces presenta al resto de mujeres y le acompaña durante el ‘pase’, otras veces ellas mismas se presentan: “En una habitación está el hombre, después las chicas pasan, una a una, yo voy y me presento: ‘hola soy Ania’; salgo yo y entra la otra, entra la otra...” (Ania, trabajadora sexual). Una vez realizada la elección, el cliente pasa con ella a la habitación donde se presta el servicio. Para los hombres, al igual que en los pisos de contactos, estos establecimientos les garantizan mayor discreción99, cierta garantía de selección de las chicas y posibilidad de elección. Por otro lado, la movilidad de las mujeres facilita la circulación y renovación de la oferta, con la consiguiente variedad a lo largo del tiempo, que permite la fidelización del cliente a la casa. 99 Como veremos más detalladamente una divisa con la que estos locales se publicitan es la ‘discreción’. 227 Para algunos hombres, especialmente los que buscan sólo sexo y no les apetece alternar, estos establecimientos junto con los pisos de contactos gozan de su preferencia. “Prefiero ir a las casas porque no es lo mismo llegar a las casas que llegar a un club, a la barra, te sientas, tómate algo, que vengan las chicas, paseando allí delante, toda la gente te ve; a mí eso, a mí no me gusta, por eso prefiero ir a las casas. Porque llegas, entras con la chica que has quedado, entras al cuarto, haces tu servicio, pum pum, pagas, ‘hasta luego’, te vas, y andando. Lo veo más..., lo otro es demasiado” (Quintín, cliente habitual). Fotografía nº 3. Habitación en una casa de citas Fuente: Francisco Majuelos. En cualquier caso, procede subrayar el carácter femenino de la gerencia y organización de estos negocios; este aspecto, que también ha sido puesto de manifiesto por López (2010) y por De Paula (2002), se compadece mal con la pretensión criminalizadora que sobre los clientes y proxenetas —por hombres— se propone por el abolicionismo instalado en el entramado asociativo e institucional en nuestro país. Especial relevancia cobra esta observación si tenemos en cuenta que una parte de la clientela de estos locales suele estar fidelizada, constituyendo el conjunto de lo que se suele denominar como ‘amigos de la casa’ o ‘clientes de la casa’, por las particulares relaciones de confianza, asiduidad o familiaridad que han establecido con las trabajadoras o la encargada. 228 Los clubes100 Representan los espacios de acceso público más típicos donde se pueden obtener servicios sexuales. Se trata de una diversidad de establecimientos que ofrecen tomar una copa, charlar, ver algún espectáculo erótico o adquirir servicios sexuales en la más estricta intimidad. Al no existir una regulación específica para este tipo de locales, su situación administrativa está condicionada al tipo de negocio al que se asimilen específicamente cada uno de ellos: bar con música, discoteca, cafetería, etc. Aquellos que funcionan con sistema de ‘plaza’ requieren, además, declarar de forma separada el negocio residencial: pensión, hostal, hotel, etc. Otros pueden añadir diferenciadamente el negocio de restauración. Responden, por lo general, a una organización más compleja que las casas de citas y, desde luego, que los pisos de contactos; requieren de diferentes personas con funciones concretas: seguridad, transporte de las chicas, suministradores varios, camareros, cocineros, gestión de la publicidad, etc. Aunque, en función de su tamaño, los hay desde aquellos en los que un camarero puede hacer las veces también de encargado y asumir la seguridad y el transporte de las chicas, hasta aquellos donde se necesitan personas específicas que atiendan cada una de las tareas. También encontramos diferentes modelos de funcionamiento; así, por ejemplo, pueden consistir en clubes de alterne, donde el espacio principal es una sala con mostrador, y tal vez una barra americana, y donde no existen habitaciones privadas, acaso pequeños espacios reservados en lugares específicos de la sala o fuera de ella, aislados por cortinas o diferenciados por diferente luminosidad o decoración, etc. Estos espacios suelen disponer de sofá y mesita y su función consiste recrear un espacio de intimidad y aislamiento —físico o ambiental—respecto del resto del conjunto. La estancia en ellos va asociada a la invitación a la chica por parte del cliente y el tiempo de permanencia es limitado y estandarizado, pudiendo estar controlado por la propia 100 Me referiré en lo sucesivo con este nombre, salvo indicación expresa o que el contexto lo deje claro, tanto a clubes —o bares— de alterne, como a clubes —u hoteles— en régimen de plaza —real o simulada—, y también a clubes convencionales —con porcentaje—, de manera indistinta; asimismo esta categoría incluirá lo que vengo denominando bares africanos. 229 trabajadora, por la camarera o desde el control de la videovigilancia del local, si lo hay. En otros casos, una luz, cuyo encendido se controla desde la barra, indica que el tiempo expiró. Fotografía nº 4. Reservado en la sala principal de un club Fuente: Francisco Majuelos. A veces veces nos hallamos ante locales más complejos, que combinan espacios de alterne con servicios de restauración y residenciales, como suele ocurrir en clubes u hoteles de plaza101. En este caso, la chica paga una cantidad diaria en concepto de ‘plaza’, que le da derecho al uso tanto residencial como laboral de la habitación; de esta forma, los ingresos obtenidos por los servicios prestados suelen estar libres de comisión; también obtendrá ingresos por las invitaciones a copas que reciba de los clientes, al porcentaje establecido. En el trabajo de campo he podido detectar cómo la crisis y los problemas para fidelizar las chicas han difuminado el ‘sistema de plaza’, de tal manera que me he encontrado con diferentes situaciones; algún club que funciona con el sistema de plaza típico; en otros la plaza se paga sólo si la chica ha trabajado —incluso haciendo uso residencial de la habitación—, detrayéndosele el importe del primer o dos primeros servicios; en otros casos el sistema de plaza sólo implica una pequeña cantidad en 101 Una descripción detallada de esta modalidad en su forma ‘tipica’ nos la ofrece Solana (2003: 49 y ss.) en el caso de un club de plaza de Córdoba. 230 concepto de manutención si la chica pernocta en el establecimiento, funcionando, por lo demás, en régimen de porcentaje. “Melek me explica que vive allí ‘con otra chica rumana’ y que el precio de la plaza es de 65 €, mientras trabaje, ‘si no trabajo no pago, y al día siguiente borrón y cuenta nueva” (Extraído del Diario de campo). En Almería no existen grandes complejos como los que pueden encontrarse en otras ciudades donde existe una pléyade de negocios satélites que se alimentan de las propias trabajadoras y clientes del local. Cuando el establecimiento no funciona bajo el régimen de plaza, lo habitual es que la organización se quede con un porcentaje del precio de cada servicio —típicamente entre un 20 y un 30%— y un 50% del precio de la consumición a la que el cliente invita a la chica. Los servicios, como en el resto de establecimientos, están tasados por tiempo. En cualquier caso, el precio lleva incluido el ‘kit’, un lote que puede incluir sábanas, toalla y preservativo, desechables. Y se entregan en el momento de realizar el pago del servicio que se va a realizar, en un punto discreto de la barra, o en un lugar específico de la sala destinado a ello. En ocasiones, encontramos locales de diferente tamaño con algunas habitaciones privadas que permiten el alterne y otros servicios cara a cara que requieren mayor intimidad; algunos conservan aún claros signos en su decoración y estilo de lo que fueron: antiguas güisquerías o ‘night club’. Además, solemos localizar en ellos toda una serie de complementos de importancia para el desarrollo de la actividad. Se trata de máquinas musicales, de juegos, futbolín o billar, de chucherías, etc. “Sí, a veces sí, a veces sí; porque ves uno que juega ahí [en la máquina] y tu te acercas para mirar o... ¿no? y ya sacas conversación y tal; y ya, a lo mejor ya, te lo follas y te lo llevas” (Eugenia, trabajadora sexual). Estos artefactos y mobiliario forman parte del ambiente y del negocio; favorecen el consumo de tiempo y sirven de entretenimiento a clientes y trabajadoras, a la vez que de excusa para fomentar la interacción. 231 Fotografía nº 5. Sala principal en un club Fuente: Youtube (MyGuillermo1965, 2011). Elaboración propia. De manera habitual, este conjunto de negocios ofertan una multiplicidad de servicios erótico sexuales, de ocio y de consumo de mayor diversidad. Poseen una clientela más dispar y sus formas de gestión son más variadas, según se trate de clubes, bares de copas, hoteles de plaza..., etc. También pueden ofrecer espectáculos de barra americana, donde una bailarina despliega un baile erótico-sensual que acaba en un striptease. Suelen tener portero y algún sistema de seguridad con mayor o menor complejidad. Estas medidas de seguridad pueden extenderse —especialmente en los clubes grandes— a las habitaciones privadas donde un timbre sirve de alarma para alertar a los miembros de seguridad en el caso de que la trabajadora perciba algún tipo de peligro. Respecto de la gerencia, encontramos diferencias con las casas de citas y pisos de contactos. Así, del conjunto de clubes estándar existentes en la provincia de Almería, podemos decir que la titularidad o la dirección suelen estar mayoritariamente en manos de hombres; lo cual no es óbice para haber localizado algunos establecimientos que tenían a una mujer por titular. En cualquier caso, se trata de establecimientos legalmente regulados, abiertos al público, con indicación exterior claramente identificadora de los servicios que allí se ofrecen —luminosos— y con aparato publicitario más o menos agresivo. 232 En cuanto a su volatilidad, no conviene despreciarla; aunque es difícil decidir cuánto de ello responde a su propia dinámica empresarial y cuánto depende de la crisis, lo cierto es que durante el trabajo de campo he podido verificar numerosos cambios de titularidad —y de nombre—, nuevas aperturas de establecimientos que permanecían cerrados y cierres de otros que estaban en funcionamiento cuando inicié la investigación. La categoría y calidad de las instalaciones suelen exhibir una variada gama en cuanto a limpieza, higiene, atractivo, complementos, etc. Todo ello, a pesar de una tangible homogeneidad en los precios de las bebidas y de los servicios sexuales habituales. Los horarios de funcionamiento también son variados; aquellos que prolongan su apertura más horas pueden establecer turnos, generalmente flexibles, a las chicas. Su ubicación es, igualmente, variada. Así, podemos encontrar pequeños locales en el entramado urbano de los centros de las poblaciones. Fotografía nº 6. Club en la ciudad de Almería Fuente: Francisco Majuelos. En otras ocasiones los localizamos cercanos o dentro de algún polígono industrial, aprovechando, de esta manera, su proximidad a alguna población, la numerosa concurrencia de potenciales clientes, así como sus habituales buenas comunicaciones. Es frecuente, entonces, que utilicen las estructuras propias de las construcciones de ese tipo de complejos, lo cual no les detrae funcionalidad ni menoscaba su decoración interior ni el atractivo externo. 233 Fotografía nº 7. Club en el polígono de Sta. Mª del Águila Fuente: Google maps. Elaboración propia. Asimismo, a lo largo de la red de tránsito, o en entroques de comunicaciones, encontramos los típicos clubes de carretera. Fotografía nº 8. Club de carretera Fuente: Francisco Majuelos. Generalmente, el aspecto exterior ya nos muestra indicaciones aproximadas del nivel general del establecimiento. No obstante, y en cualquier caso, su ubicación no predetermina necesariamente ni las características del negocio, ni la calidad de las instalaciones o el nivel de sus prestaciones, su salubridad, etc. 234 Diferente percepción obtenemos de las versiones africanas de estos establecimientos a los que venimos haciendo referencia a lo largo de esta investigación. Podemos encontrarlos mayormente en zonas de diseminado de El Poniente y —en mucha menor medida— del Campo de Níjar. Fotografía nº 9. Autoconstrucción en un bar africano Fuente: Google maps. Elaboración propia. Las configuraciones que presentan son muy variadas, pero albergan espacios, elementos y organización funcionalmente similares a los de los locales homólogos estándar. Sus instalaciones son apreciablemente más precarias, aprovechando en ocasiones construcciones inicialmente destinadas a uso residencial, pudiendo a veces anexarle estancias mediante autoconstrucción (Acién, 2010; Majuelos 2012). Respecto a las condiciones de higiene, se muestran, en general, bastante más deficientes; asimismo, tanto la calidad de las bebidas como sus precios son sensiblemente inferiores a los de los locales normalizados que hemos presentado en este epígrafe. Las fotografías 9 y 10 exhiben, respectivamente, una sala común y una habitación privada, habituales de estos establecimientos. 235 Fotografía nº 10. Interior de un bar africano Fuente: Francisco Majuelos. Podemos observar en la siguiente foto el sistema de división de espacios usual. Fotografía nº 11. Habitación privada en un bar africano Fuente. Francisco Majuelos. 236 El mapa 4 muestra las zonas de ubicación del conjunto de clubes en el territorio almeriense. Las cifras que los acompañan se refieren al número de ellos que he visitado durante el trabajo de campo. Tanto en el caso de los establecimientos estándar como en el de sus análogos africanos, tales números han reflejado exhaustivamente la totalidad de los existentes en los espacios indicados durante los respectivos periodos de trabajo de campo intensivo. Mapa nº 4. Zonas de ubicación de clubes en la provincia de Almería Fuente: Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía. Elaboración propia. 237 2.2.2 El trabajo y cómo se ejerce. Las condiciones laborales de estas mujeres Como se estableció en el capítulo 1.2, la consideración de la labor que realizan las trabajadoras sexuales como trabajo tiene un fundamento de carácter teórico y también pragmático. Esta caracterización de las tareas que desarrollan tales mujeres se ha puesto de manifiesto de manera taxativa durante el trabajo de campo realizado para esta Tesis. Las chicas se refieren continuamente al desempeño de sus quehaceres con expresiones como ‘ir al trabajo’, ‘este trabajo’, ‘trabajo’, ‘no hay trabajo’ o ’ mañana no trabajo’, etc. En otro sentido, la idea de que ellas cobran por un servicio que prestan al cliente mediante el empleo de sus atributos físicos, sus habilidades psicológicas y sus recursos sociables está presente tanto en sus comportamientos observables, como en las conversaciones mantenidas con ellas. En similares términos se refieren a su actividad el resto de agentes. Finalmente, esta dedicación aparece en sus relatos como una manera rutinaria de ganarse la vida, una estrategia para alcanzar objetivos económicos precisos en diferentes momentos de su continuo vital. De tal manera que la consideración laboral del trabajo sexual está suficientemente justificada empíricamente. Solana y López (2012) abundan en similar fundamentación al respecto. Por otro lado, el trabajo sexual no posee regulación laboral alguna. En consecuencia, las condiciones en que se desarrolla tienen que ver con el espacio y tipo de establecimiento donde se realiza, así como los usos y costumbres instaurados en el sector en la provincia de Almería; cualquier acuerdo se adopta de forma verbal y bajo el supuesto de confianza entre las partes. Aunque todo lo relacionado con esa actividad puede ser a la vez complejo, cambiante y dinámico, podemos reconocer cuatro elementos constituyentes en el proceso de trabajo, aun aceptando que las fronteras pueden a menudo mostrarse difusas y/o volátiles. La captación o contacto Consiste en la forma en que se produce el primer encuentro cara a cara o mediado, telefónicamente por ejemplo; se trata del primer contacto que el cliente tiene con la trabajadora o algún intermediario suyo para la gestión de los servicios. Puede darse a iniciativa de la trabajadora —ofreciéndose en la calle, acercándose en un club, etc.— o del cliente —dirigiéndose a la chica desde su coche, llamando a un piso de contactos, etc.—. 238 La publicidad forma parte de ese proceso, pero no lo considero una forma de contacto ya que no hay una relación bidireccional que permita algún tipo de interacción por sí misma. Cada espacio tiene sus códigos y cada mujer posee sus propios recursos y estrategias. Así, en la calle, la iniciativa puede partir del cliente, cuando en un vehículo se dirige a una zona de tránsito rodado donde las mujeres se ubican, el ceremonial suele ser similar: paras, bajas la ventanilla y la chica se acerca: “Hola guapo. Hola. ¿Cómo estás? Bien. Pues nada, aquí estoy que acabo de llegar a la oficina, que me acaban de invitar a una cervecita, como soy buena... [acaba de bajarse de un coche y lleva una botella de cerveza en la mano]. Muy bien. ¿Hacemos el amor?” (Interacción entre trabajadora e investigador en la zona de El Ingenio). En espacios peatonales, suelen ser ellas quienes toman la iniciativa, aunque no es norma general: “¿No sabes?, nosotras buscamos al cliente; hay gente que nos buscan a nosotras, entonces nosotras buscamos a ellos. Y la policía nos busca a todos” (Farah, trabajadora sexual). En los clubes el ritual es iterativo, cada chica prueba cuando la anterior se retira: “Vienes, te presentas, te acercas al cliente, le preguntas ‘hola ¿cómo te llamas?, no sé qué...’ un ratito y ya está; [si] te invitan a una copa, bien, [si] no te invitan, también bien, y ya está, corto” (Ania, trabajadora sexual). “Pasados unos minutos se me acerca la otra chica (…) El ritual de acercamiento es el habitual, se ha sentado frente a mí, con nuestras rodillas en contacto (…) La chica marroquí me ha acariciado, me ha dado algún beso en la mejilla, en el cuello, incluso se me ha echado sobre mí como abrazándome (…) En un momento dado me preguntó: ¿me he ganado una copa?, accediendo a invitarla y preparándola ella misma” (Extraído del Diario de campo). 239 Como ya apunté anteriormente, en las casas de citas el contacto está mediado por la encargada o dueña del local. Ella recibe al cliente, lo pasa a la estancia destinada a tal fin, llama a las chicas y las presenta al cliente o ellas mismas lo hacen, etc. “Hola, hola, me llamo así así’, y me voy; y luego otra chica viene: ’hola hola, me llamo así’, [y] me voy, y [la chica] se va. Luego viene la dueña y le dice ‘¿qué chica te gustó? ¿Sabes?, así” (Pasha, trabajadora sexual). La negociación Reside en la exposición aproximada o completa de servicios que se ofrecen y sus precios, o los requerimientos de prestaciones y el costo que se está dispuesto a pagar por ellas. Entre la captación y la negociación no existe un corte claro, se trata de una forma de aproximación, de tanteo para hacerse cada actor cierta idea de lo que puede esperar del otro y desplegar, especialmente la chica, sus diferentes recursos persuasivos, su ‘capital erótico’102. En cada tipo de espacio la negociación adquiere formas específicas y requiere la puesta en juego de estrategias diferentes; así, en un una casa de citas, a esta fase del trabajo se le dedica menos tiempo que en un club, por ejemplo, aunque requiera su propio ritual. En un piso de contactos este lapso es menor aún y, como expone López (2010) más formal; ambos aspectos los he podido comprobar en el trabajo de campo. En cualquier caso, no se trata de una simple y mecánica exposición de servicios, precios o virtudes erótico-sexuales de quienes los ofrecen; todo se desarrolla de una forma aproximativa donde la sensualidad se pone al servicio de la persuasión a fin de proyectar un catálogo de sensaciones y satisfacciones eróticas diversas que la chica va revelando al cliente en el transcurso de la interacción. “La primera chica que se me acercó dijo llamarse Renata, una mujer joven rumana, de 1.70 de altura, aproximadamente. Tras la presentación inicial, ritual: ¿hola, 102 He tomado este concepto de Catherine Hakim, quien lo define como “una mezcla nebulosa pero determinante de belleza, atractivo sexual, cuidado de la imagen y aptitudes sociales, una amalgama de atractivo físico y social que hace que determinados hombres y mujeres resulten atractivos para todos los miembros de su sociedad, especialmente los del sexo opuesto” (Hakim 2012: 9). 240 ¿cómo te llamas?... etc., ha continuado con cierta insistencia, su actitud ha sido más bien agresiva: se me acercaba recurrentemente –la música estaba muy alta— y mientras me hablaba al oído me rozaba con su cuerpo, con su mejilla, con sus labios, besándome el cuello..., sugiriéndome subir directamente a la habitación” (Extraído del Diario de campo). En el alterne, la conquista de una invitación —a una copa, por ejemplo— no agota la interacción, el despliegue de estímulos continúa para lograr vencer las resistencias del cliente y conseguir prestarle nuevos servicios. Este momento es de vital importancia porque cuando no se hace bien, no se explicita con claridad o no se respeta lo pactado, suele ser fuente de conflictos, a veces graves. Así me lo han revelado en numerosas ocasiones diferentes agentes, y de esta forma lo expresa Ania, una trabajadora de Europa del Este: “¿Y te han obligado a hacer algún servicio que tú no hayas querido? Nunca, esas cosas mejor hablarlas fuera, antes de entrar, para no tener problemas, mejor así” (Ania, trabajadora sexual). No obstante, la negociación no se establece de una vez, sino que se constituye una componente recurrente durante el proceso de interacción entre la trabajadora y su cliente y es raro que quede cerrada completamente antes de ‘entrar’; usualmente es necesaria para la prolongación del servicio, bien a iniciativa del cliente, bien como consecuencia de alguna estratagema de la chica para alargar el tiempo del servicio, o de ambas cosas combinadas. De Paula (2002) también apunta este extremo en su investigación. Como es habitual, cada establecimiento tiene sus normas respecto a sus prestaciones, mostrándose más o menos rígidos en el cumplimiento de los tiempos, en los precios, en el servicio mínimo que se ofrece, etc. Con la crisis, es fácil encontrar locales que permiten cierta discrecionalidad a la chica a la hora de negociar el precio del servicio. “El precio es lo que tú le veas al cliente, si el cliente es pequeñito de dinero y a ti te gusta el cliente o lo necesitas, tragas y dices ‘bueno pues tanto por tanto, si no tienes más’ (...) Si tú ves que le puedes pedir más, le pides más” (Juana, trabajadora sexual). 241 Las mujeres mismas, dependiendo del momento, pueden decidir: si fue un día de poco trabajo, a última hora se puede regatear más el precio, pues es preferible llevarse poco dinero a casa que irse de vacío. Algún testimonio interesante referido a esta misma circunstancia nos aporta Tapia (2010). A veces estas prestaciones no exigen una negociación explícita, porque forman parte de la ‘cultura’ o normas del lugar. Así, por ejemplo, durante el trabajo de campo nunca negocié el tiempo de conversación con ninguna chica, pues se suponía que una invitación lleva aparejado un tiempo de charla e interacción cuya duración dependerá del desarrollo del encuentro, y las habilidades de la chica para recabar nuevos servicios, o de la firmeza del cliente para prolongar el encuentro sin romper la interacción; incluso en diversas ocasiones me pasé charlando largo tiempo con una mujer sin que mediara invitación alguna; se trataba de momentos o días de poca afluencia de clientes, entonces las chicas no están sometidas a la presión de las normas establecidas y pueden manejar los tiempos con mayor libertad, a su conveniencia y gusto. Por ello, el interés y la capacidad de empatía entre trabajadora y cliente facilita la prolongación de los tiempos de interacción, siempre que no perturbe demasiado los intereses de cada una de las partes. En cualquier caso, una vez realizado el contacto, el desenlace de la negociación es imprevisible, porque depende de múltiples factores, algunos de ellos contingentes y momentáneos, como se infiere de los testimonios obtenidos en el trabajo de campo. Este carácter imprevisible de la negociación es revelado también por Cortés (2009). La prestación del servicio Estriba en la ejecución de los requerimientos acordados. Que pueden ser de diferente índole como veremos, con más detalle, más adelante. Su contenido puede ser estrictamente sexual o no; con diferente intensidad de contacto físico y con más o menos presencia de componentes emocionales y afectivos. Como hemos visto anteriormente, la prestación del servicio se puede realizar en distintos espacios. Bien en la calle —en el coche— o bien en las habitaciones privadas destinadas a ello en cada establecimiento. Es corriente que algunas mujeres accedan a realizar el servicio en hoteles o en los domicilios de los clientes. Ahora bien, sobre estas prestaciones no hay un criterio único por parte de las chicas, dándose una casuística muy amplia. 242 Las hay que no lo aceptan nunca o casi nunca; otras acceden a ello a requerimiento del cliente; están las que lo exponen como parte de sus ofertas de servicios; a menudo lo hacen selectivamente, dependiendo de la confianza que le inspira cada cliente en particular. Este es el caso de algunas mujeres que se desplazan a la vivienda de ‘amigos’ con los que mantienen una relación especial; a ellos se refiere también López (2010). En los bares de alterne típicos, la ausencia de habitaciones privadas, obliga a la salida fuera del establecimiento para la prestación de servicios íntimos. Fotografía nº 12. Suite privada en un club Fuente: Francisco Majuelos. En cualquier caso, es frecuente que las mujeres consideren esta modalidad de prestar servicios como arriesgada. “Yo lo que le temía también, a pesar de todo, era a salir a la calle con nadie, porque siempre he tenido miedo a eso. No, que le tengo miedo; nunca he salido a la calle a verme con ningún hombre porque me da miedo” (Sacramento, trabajadora sexual). Durante el trabajo de campo algunas mujeres me han narrado malas experiencias al respecto. Se trata, en esas ocasiones, de conductas violentas generalmente vinculadas a la ingesta de alcohol o al consumo de drogas por parte del cliente; o a su pretensión de recibir prestaciones que no habían sido convenidas previamente. De nuevo, López (2010) confirma también diferentes reservas por parte de las chicas para realizar salidas. 243 La gestión del trabajo Me refiero con ello al control de todo lo relacionado con la prestación de los servicios: qué hacer, cuánto hacer, a qué precios, en qué lugares, bajo qué condiciones, etc. Así, una mujer que trabaja en su propio domicilio posee un control absoluto de su desempeño. No ocurre lo mismo en una casa de citas o en un club, donde los precios de los servicios, o el tiempo dedicado en ellos depende de las condiciones que impone la dueña, la ‘mami’ o la encargada del establecimiento, aunque a veces las chicas puedan tener un cierto margen de negociación que la crisis ha tendido a normalizar. De tal manera que, en un club o en una casa de citas, la trabajadora ha de cumplir, con más o menos rigor, un horario de estancia establecido, unos procedimientos y determinadas normas respecto al local y a los clientes; incluso qué servicios se realizan, pueden estar bajo cierto control o presión de la dirección del negocio, de acuerdo con el principio de ‘satisfacción del cliente’, por ejemplo. “Cuando estaba en el club X sí me obligaban, porque a las 7 menos cuarto, cuando nos íbamos todas, a las 7 se cerraba la sala, y a esa hora es cuando venía un cliente con muchos billetes que siempre elegía tres mujeres. Elegía sólo una y esa una tenía que elegir dos más” (Juana, trabajadora sexual). En esta línea nos revela Briseida G. Olvera cómo los responsables de los ‘table dance’ de Guadalajara (México), eligen las tareas que debe realizar cada chica que trabaja en esos establecimientos. Así, en ese tipo de locales, que ella analiza, “para poder subir al escenario los gerentes quieren que las mujeres sean delgadas y de preferencia con el cuerpo bien formado, las que no cumplen con ese requisito se dedican a las otras actividades” (Olvera, 2006: 330). En base a estos aspectos, podemos discernir qué diferencias se constituyen entre unas y otras modalidades de ejercer el trabajo, en los distintos tipos de locales, caracterizándolos por la confluencia de esos rasgos; reiterando de nuevo el carácter indicativo y no exhaustivo que presentan y entre los que no suelen detectarse fronteras rígidas. Estimo de interés elaborar asignación de indicadores porque tal ejercicio pone de manifiesto el aspecto comercial del sector del sexo así como el carácter laboral de la actividad y las relaciones que despliegan en su desempeño. 244 En el siguiente cuadro resumimos los cuatro componentes del trabajo en función del tipo de espacio o establecimiento considerado. Cuadro nº 5. Organización del trabajo sexual por tipo de espacios en los que se desarrolla Captación del cliente Negociación del servicio Prestación del servicio Gestión del proceso Calle Calle Calle Autónoma Piso de Contactos Telefónica Telefónica/ Piso Piso particular Autónoma Casa de Citas Telefónica Casa Casa Dependiente Club Club Club Dependiente Calle Club Fuente: Elaboración propia. En los casos en que hay una tercera persona o entidad que media entre la trabajadora y sus clientes, los pactos siempre son verbales y sujetos a las ‘costumbres’ del establecimiento o de la zona donde esté ubicado; ello supone un continuo tira y afloja respecto de diferentes aspectos implicados en el quehacer de las chicas; una continua renegociación de determinadas condiciones y, en última instancia, la libertad del empresario o de la trabajadora de dar por finalizada la relación establecida. Entre los aspectos organizativos, remarcados más profusamente por las trabajadoras respecto a sus condiciones de trabajo, están los relacionados con normas o con características vinculadas a cada establecimiento. Un aspecto puede ser el control de los tiempos de cada servicio. “Pues que no se tarde en la habitación, que no se tarde en las copas de los clientes” (Ginebra, trabajadora sexual). Así, por ejemplo, los horarios prolongados suelen ser causa de insatisfacciones, siendo en ocasiones determinantes en la elección del establecimiento dónde trabajar. Así lo expresaba una chica, en referencia al trabajo en una casa de citas: “¿Ahí qué horarios hay de trabajo? Las 24 horas. ¿Entonces tenéis que estar allí casi permanentemente? Sí. ¿Y os vais turnando o algo así...? No [con énfasis]. 245 ¿Entonces si alguien llega y pide estar con Ania? Pues te despiertan y ya [risas], sí” (Ania, trabajadora sexual). O esta otra mujer, refiriéndose a los clubes: “A veces, hay jefes que son conscientes y que solamente tú le echas sus ocho horas. Pero hay gente que son inconscientes, que hay que estar ahí hasta que haya gente. Y encuentro que no debe de ser así, porque debe ser un horario fijo, un horario para entrar, debe haber un horario fijo para salir” (Sacramento, trabajadora sexual). De igual manera, se refieren al rigor en el control del trabajo; en esta ocasión respecto de una casa de citas donde trabaja la chica: “Aquí me siento como en la cárcel ¿sabes? encerrada; y por eso muchas veces me dan nervios, no me dejan salir. Allí [en el club] hay muchas chicas, música, hablas con una, hablas con otra, tomando copas tranquilamente ¿sabes? Y aquí todo cerrado, todo controlado, todo...” (Pasha, trabajadora sexual). También señalan determinadas restricciones derivadas del temor de los dueños de los clubes a que las mujeres utilicen el local como medio de captación de clientes para realizar los servicios fuera de ellos; de tal manera que se ejerce cierto control sobre determinados comportamientos de las chicas: “¿Ayer por qué no querías que te vieran llegar, que yo te llevara? ¿Dónde? Al club. Porque no quiero que vean que tomo los clientes de ahí” (Andrea, trabajadora sexual. Extraído del Diario de campo). En este mismo sentido los dueños o encargados procuran controlar la utilización del teléfono móvil. La generalización en el uso de este artefacto ha sido, tal vez, una de las mayores fuentes de autonomía en el trabajo para las chicas, ya que supone un medio fácil y discreto para el contacto independiente con los clientes. “Les tengo prohibido, por ejemplo, que cojan el teléfono, aunque puede ser inevitable, porque si se suben arriba, yo no estoy con ellas. Evidentemente si le dan 246 el teléfono y queda con él [cliente] fuera, ese negocio lo hacen ellas, tú no” (Reinaldo, dueño de un club). En cada establecimiento hay un sistema de control de los servicios; en los clubes se realiza usualmente mediante anotación en un cuaderno por la camarera u otro agente encargado de ello; las invitaciones se contabilizan también mediante la entrega de fichas o vales que serán presentadas al encargado al final de la jornada, ya que la liquidación es diaria. “La camarera le sirve una copita típica de cóctel y le coloca al lado un cartoncito oscuro: me explica que se trata de una ficha: ‘luego cuando llega la hora de cobrar sabemos cuántas copas hemos tomado” (Extraído del Diario de campo). Sin embargo, algunas mujeres han expresado cómo determinados encargados han intentado engañarlas al ajustar las cuentas, aprovechándose de su cansancio o de cierto estado de embriaguez al final de la jornada. Así lo expresa una chica refiriéndose a un incidente en un club donde trabajó: “Porque las chicas antes beben mucho, porque las invitan a alcohol y entonces dice [refiriéndose a los dueños, cuando las chicas le reclaman] ‘tú no puedes decir esa cosa porque estás borracha’ [pero] yo [puedo] estar borracha pero no estoy gilipollas ni loca; ese es mi trabajo y yo lo sé, tengo un papel, tengo mis tickets, sé todo” (Olga, trabajadora sexual). Respecto del atuendo, las chicas suelen expresar la ausencia de presiones para portar determinado tipo de indumentaria; no obstante parece obvio que, dadas las características del trabajo y la imagen visual de sí mismas que tratan de transmitir, tiendan a adoptar prendas y calzado llamativos, que dejen al descubierto buena parte de su cuerpo, remarcando sus atributos físicos para mostrar su corporeidad con la que atraer a su clientela. Este aspecto del proceder de las chicas coincide con las apreciaciones que nos ofrece Juliano (2002). Así, los pantalones muy ceñidos, las faldas muy cortas y ajustadas, o las blusas y suéteres muy escotados o de malla escasamente tupida, forman parte del atrezo habitual. De tal forma que el vestuario se emplea como un instrumental erótico más. La existencia 247 de vendedores ambulantes, que visitan periódicamente los establecimientos, facilitan la adquisición de este tipo de vestimenta, así como de calzado, abalorios o perfumes. “La chica vestía un mono negro de una pieza, imitando piel, muy ajustado, que cerraba una cremallera en el centro de la parte delantera, no llevaba sujetador; con esta cremallera ha jugado, bajándola, y subiéndola, insinuando más o menos sus senos” (Extraído del Diario de campo). Fotografía nº 13. Trabajadora sexual en un club Fuente: Francisco Majuelos. También los zapatos, vistosos y llamativos, con pronunciados tacones, forman parte de la indumentaria habitual. En alguna ocasión, y en relación a años atrás, alguna chica me ha referido que le imponían ciertos criterios a la hora de vestir. “Faldita corta, hay vestidos especiales para eso, que vienen gente y te lo venden ahí [en el club] o tú vas a la tienda y te lo pides” (Eugenia, trabajadora sexual). 248 Aunque no es frecuente, en algún club he podido observar a camareras sin cubrir el torso, dejando sus pechos descubiertos mientras sirven bebidas detrás del mostrador. Resulta llamativo el hecho de que el desempeño de las chicas está sujeto exclusivamente a acuerdos verbales y contingentes; las condiciones de trabajo en el establecimiento, con los dueños, con las encargadas, etc., la regulación de los pormenores de los servicios y las condiciones en que se ofrecen a los clientes se realiza de palabra y sin mayores negociaciones. Desde luego, no existen derechos laborales, activos ni pasivos, dado el carácter alegal de la actividad y la administración sólo se relaciona con ellas cuando les piden la documentación en la calle o en los clubes. Nuevamente la identificación como trabajo de esta actividad queda desvelada, en particular en su carácter informal, en los términos que los plantean Martínez (2004) y Narotzky (2004). Un tema recurrente en los estudios sobre trabajo sexual consiste en exponer el régimen de sanciones ante el quebrantamiento de las normas (Fernández, 2004). En mi trabajo de campo, cuando he abordado este asunto, los distintos agentes han aludido a reiterados incumplimientos que han impedido el normal desarrollo del trabajo o la imposibilidad de convivencia dentro del establecimiento —discusiones o peleas con clientes o entre las propias chicas—. En estos casos la solución ha consistido en el abandono temporal o indefinido del establecimiento por parte de la trabajadora. Este aspecto es apuntado por López (2010) para el caso de las casas de citas y pisos de contactos en la ciudad de Lugo. No obstante, he de señalar que tanto los incumplimientos como las decisiones resolutivas pueden partir tanto de la trabajadora como de la persona responsable del establecimiento, tal y como he podido descubrir en este trabajo de campo. La higiene Una fuente recurrente de insatisfacciones entre las chicas, en relación a su trabajo, tiene que ver con la higiene con la que los clientes acuden a los establecimientos. Es claro que cuanto mayor contacto físico e intimidad requiere un servicio, más importancia adquiere este factor. “Si te digo que me han pasado montones de cosas...; entre los españoles hay unos que se cuidan mucho, que vienen muy..., me refiero a limpieza, a su higiene, que vienen de puta madre, como decimos; que te encanta hasta el perfume que llevan y 249 todo. Y vienen algunos que se te revuelve el estómago (...) Que hay tíos que no se cuidan sus partes, que en el momento que... te sale una peste... y tienen ahí una cosa que parece que no se ha lavado en meses. Yo me quedo...” (Eugenia, trabajadora sexual). Así, éste aspecto suele utilizarse como un criterio para aceptar o rechazar determinados servicios. “Tengo que ver una persona, para decidir; si es muy fea para mí, y huele mal, y está sin duchar o algo” (Pasha, trabajadora sexual). Y aún más, el estado de limpieza puede constituirse en una manera frecuente de calificar a los clientes: ‘guarros’, ‘sucios’, ‘limpios’, ‘que huelen’, etc. como he podido escuchar de forma recurrente. En este sentido, el ‘lavado” del cliente forma parte de las rutinas habituales en la prestación de servicios por las mujeres. Al respecto, Cortés (2009) nos brinda diversos relatos acerca de la higiene de los hombres por parte de las trabajadoras; y De Paula (2002) muestra cómo algunas mujeres lo utilizaban como forma de excitar a los clientes para que el servicio se prolongara durante menos tiempo. “Subimos, primero, los lavamos, con mi toalla; a mí me gusta lavar los hombres, me gusta que los hombres se laven, porque muchos hombres.... Me gusta lavarlos yo (...) Si vamos a estar un tiempo largo, sí los duchamos” (Imán, trabajadora sexual). De hecho, en la propia gestión de los clubes, ya se consideran estos aspectos y exhiben la pulcritud de las chicas como una ventaja respecto de otro tipo de locales o modalidades de ejercer el trabajo, particularmente en contraposición al trabajo que se realiza en la calle. “En los clubes [las mujeres] están limpias, saneadas porque tienen sus aseos, sus jabones, sus toallas bien puestas, sus duchas, están aseadas” (Felipe, encargado de un club). 250 Para determinados servicios, cuando suponen un tiempo de permanencia largo con la chica, hay habitaciones dotadas de ducha, bañera o yacusi. “La habitación pequeña tenía sólo el bidé, la habitación de media hora sí tenía ducha, el bidé y todo lo necesario; y la de una hora, pues ya tenía el yacusi” (Eugenia, trabajadora sexual). Pero esta consideración de la limpieza suele ser recíproca y las propias chicas consideran que la pulcritud en ellas debe formar parte de las prestaciones de sus servicios. “Cuando termino me limpio con jabón que compro del DIA” (Amal, trabajadora sexual). Las propias trabajadoras muestran desconsideración con aquellas que no guardan determinados niveles de higiene. “Trabajaban dos (...) A una de ellas el cliente la sacó de la habitación porque decía que olía mal, que apestaba, a sudor, a…¡qué vergüenza de verdad!” (Eugenia, trabajadora sexual) Durante la realización del trabajo de campo he visitado establecimientos muy diversos. A pesar de las diferencias apreciables entre distintos locales, nunca he tenido la sensación de especial falta de higiene en ninguno de ellos en los aspectos básicos al menos; si bien he de reconocer que en clubes de menor categoría, especialmente los orientados a clientela de inmigrados, las sábanas no se cambian de un servicio a otro; siendo las chicas las que se encargan de llevarlas, lavarlas en sus propios domicilios y reemplazarlas cada día que van a trabajar. Respecto de los aseos comunes, está generalizada la poca atención que se les presta y el deteriorado estado del escaso equipamiento que poseen, si exceptuamos los negocios de mayor nivel y precios; sin embargo, en este aspecto, no se aprecian llamativas diferencias con el estado general de los servicios en otros negocios de ocio y restauración, como los bares de la ciudad, por ejemplo. En cuanto a las mujeres, nunca percibí ausencia de higiene en ninguna de las numerosas trabajadoras con las que interaccioné. Sólo en una ocasión sentí cierta repulsión 251 por una de ellas, por su forma de besarme el cuello, dado el descuidado aspecto de su dentadura. Tal vez la crisis y la subsiguiente política de ahorro en gastos, común en estos tiempos en diferentes sectores económicos, permitan interpretar el deterioro generalizado que se aprecia en diversos establecimientos que en otros tiempos lucían mejores infraestructuras y equipamientos. La salud A pesar de que los datos disponibles revelan que no son las mujeres los agentes principales en el contagio de enfermedades de transmisión sexual, la creencia extendida al respecto es que hay que tener cuidado con ellas. En realidad, salvo alguna rara excepción, las mujeres son muy conscientes del riesgo que corren y se muestran constantes en sus pautas preventivas. No obstante, ello no supone que, en ocasiones, no hagan cálculos poco exigentes con la valoración del riesgo, ni que acepten cierto margen si eso les va a permitir prestar algún servicio que consideran rentable; sobre todo en momentos de crisis como los que estamos viviendo. En otro sentido, los bulos que entre ellas mismas hacen circular, sobre sus compañeras de trabajo de otras nacionalidades, hay que tomarlos con precaución y no considerarlos más allá del contexto en el que se producen de competencia y de autoafirmación. “Porque las hijas de puta follan sin goma con la gente; mira las rumanas; muchas marroquinas follan sin goma” (Eufemia, encargada de una casa de citas). “Ahí [en ese club] trabajan dominicanas, latinoamericanas; y esas chicas casi todas trabajan sin goma y por eso yo no podía [competir con ellas]” (Nadia, trabajadora sexual) En realidad, en diferentes ocasiones, los ofrecimiento y las estrategias competitivas que ponen en marcha numerosas chicas tienen que ver con argucias para llevarse a los clientes y no tanto porque se trate de usos habituales en el ejercicio de sus tareas. Aspecto este que también apunta López (2010). Cuando mejor se puede percibir el grado de exigencias propia respecto a sus niveles de protección es en las conversaciones con las chicas respecto a los límites que ponen a los 252 servicios que prestan y sobre los trucos que utilizan para sortear determinados requerimientos de los clientes. Rara vez una trabajadora me ha ofertado un servicio que incluyera una penetración sin protección. En cambio sí han sido frecuentes las chicas que me han ofrecido, o han reconocido ofrecer, un ‘francés’ natural —es decir, sin goma—. Durante mi trabajo de campo he escuchado reiteradamente de las propias trabajadoras que determinados prestaciones tenían un sobreprecio si se realizaba sin condón. Si bien parece claro que uno de los motivos para trabajar sin protección sea el que se paga más por los servicios, Pisani (2012) nos revela, de datos obtenidos en investigaciones en Indonesia, que la conciencia del riesgo —que tengan más que perder— provoca mayores ingresos en las mujeres que se niegan a trabajar sin profiláctico que en las que lo hacen sin él. Más generalizado está el testimonio, como problema precisamente, de la presión que determinados clientes ejercen sobre ellas para realizar servicios sin protección. “Unos vienen que quieren solo un polvito; otros vienen que quieren hacerlo natural, sin goma, pero tú te la pones; otros vienen que empiezas a chupar y te dicen ‘¡ay, no, no, fuera goma!’; otros vienen que quieren hacer el amor sin goma” (Pasha, trabajadora sexual). Las escenas que narran conflictos a causa de este tipo de requerimientos desvelan que la práctica sexual sin protección está lejos de ser un hábito generalizado. En el ejercicio de mis labores como mediador, siempre las mujeres me han demandado preservativos y, así como algunas de ellas han despreciado otros productos profilácticos —como preservativos femeninos o lubricantes—, los condones son demandados con exigencia. Es habitual que se provean de ellos también en circuitos comerciales habituales. No obstante, algunas mujeres me han revelado en sus relatos problemas de salud relacionados con sus hábitos cotidianos vinculados al desempeño del trabajo; en particular por sus problemas de cansancio, con el sueño —especialmente cuando trabajan en clubes—, inadecuada alimentación o por la ausencia de ejercicio físico. Algunos de estos aspectos han sido confirmados asimismo por Fernández (2004 y 2011). “Riesgos hay muchos. De hecho este trabajo cansa mucho” (Eugenia, trabajadora sexual). 253 El tiempo Como hemos adelantado arriba, el tiempo es un elemento primordial en la gestión del trabajo y la prestación de los servicios. En realidad es la magnitud que mide el intercambio, como en cualquier otra actividad remunerada por horas: servicio doméstico, servicios de taller mecánico, o alquiler de cualquier otro bien de forma temporal. “Alquilo tiempo, claro, alquilo tiempo; porque el tiempo ahí es oro (...) Si te pagan media hora y tú no bajas, luego tienes tú que pagar más dinero, entonces el tiempo ahí es oro” (Sacramento, trabajadora sexual). Esta observación revela el mecanismo de la transacción: cuando una chica entra en un privado a prestar un servicio lo que hace es realquilar al cliente el tiempo que ella ha pagado al dueño del club, y que ella misma debe gestionar para su beneficio. “Esto es trabajo, tú compras mi tiempo pero no compras ni mi alma ni mi corazón, es mi vida” (Lila, encargada en una casa de citas). Así, el precio de las prestaciones ‘normales’ está determinado por el tiempo que la chica permanece con el cliente en las habitaciones privadas. Puede haber servicios que impliquen un coste añadido, pero frecuentemente éste se determina en unidades de tiempo. “Si te pasas te tocan, [te dicen] ‘oye, que se ha acabado el tiempo ¿quieres más?’ Y entonces o pagas más o si no, hay que salir” (Bernabé, encargado). Igualmente ocurre con las invitaciones que se realizan a las chicas, que están tasadas en tiempo de compañía e interacción. “Las chicas hablan con un cliente ‘mínimo 10 minutos, 20 minutos’. Si el cliente no la invita, que en diez minutos o veinte minutos el cliente no quiere nada, la chica se quita tan normal, y va otra, y va otra, y va otra, hasta que ya llega una que sí o a lo mejor el cliente no quiere nada con ninguna” (Ximena, empresaria). Si bien, en el caso de consumiciones en sala, la chica puede tener más flexibilidad dependiendo de los criterios de la dirección del establecimiento. 254 “Imán me ha explicado que el problema no era el dinero, sino que le controlan los tiempos y le puede generar problemas; es decir, que si está conmigo mucho tiempo y ven que no consumo o no consume ella, entonces le llaman la atención” (Extraído del Diario de campo). El acentuado descenso de la clientela en clubes y bares a causa de la crisis ha provocado, en algunos establecimientos, una bajada en la tensión por el control los tiempos dando más autonomía a la chica para decidir al respecto. De similar forma se controla la estancia en los reservados, donde se suele disponer de un mecanismo de aviso que se controla desde el mostrador por las camareras; pudiendo ser las directrices de los establecimientos más o menos rigurosas en el cumplimiento de los tiempos. “Estando en el reservado, en un momento se enciende de forma intermitente una bombilla: ‘ya nos avisan, y eso que ha estado generosa, tenemos que salir’; me explica la chica que el tiempo de ocupación del reservado es de 15 minutos” (Extraído del Diario de campo). Aunque puede haber pequeñas diferencias entre establecimientos, los precios están estandarizados, salvo en los bares africanos donde, como ya he comentado, se rigen por tarifas diferentes y son sensiblemente más bajos. “No, esto está establecido en todo el mundo, eso ya es normal en todo el mundo, que las entradas duren 20 minutos, 30 minutos...” (Ximena, empresaria). Así pues, el tiempo es el elemento común a cualquier consumo que se realiza en todos estos establecimientos; y afecta, por tanto, a las pautas relacionales que se establecen entre las trabajadoras y sus clientes. Aunque los habituales conocen estas normas y juegan con ella, a veces expresan malestar si no responden a sus expectativas, como he podido comprobar en algunos casos. “Percibí cierta inquietud en Sheyla: uno de los dos clientes se quejaba de que estaba conmigo, habiéndole él pagado una copa anteriormente. La encargada, en voz alta 255 le espetaba ‘¿crees que porque le has pagado una copa, la chica va a estar contigo toda la noche?’, y él le contestaba refunfuñando” (Extraído del Diario de campo). A veces una mala previsión o una inadecuada gestión del tiempo puede suponer una fuente de conflictos. “Porque claro, como no ha llegado a tener orgasmo, porque se ha acabado el tiempo y el tío quería seguir y seguir y seguir, y no podía ser así. Porque como yo siempre les he dicho, ‘yo no tengo ningún problema, tú eres el que tiene el problema; yo te he ofrecido los 20 minutos, la media hora, o la hora que he estado contigo, y ahí hemos estado en eso, pero si tú tienes un problema, si tú no puedes, ¿qué culpa tengo yo, vamos a ver?” (Eugenia, trabajadora sexual). Precisamente este problema que revela Eugenia es bastante común y forma parte de las quejas frecuentes por parte de las chicas que trabajan con marroquíes, usuarios habituales de servicios rápidos. No descubro nada excepcional si advierto que, como en toda transacción comercial, también se dan situaciones de picaresca; o dicho de otra manera, se ponen en juego dinámicas para vender más; y, como se trata de tiempo, algunas chicas me han descrito cómo pueden utilizar estrategias que alarguen el tiempo de estancia e interacción con el cliente. “Hay trucos para entretener al hombre, y para que pague más tiempo, pero todo eso si tú ves que realmente el hombre tiene; pero si tú no le ves que tiene, tienes que mandarlo para abajo, porque luego el tiempo te lo cobran a ti” (Sacramento, trabajadora sexual). La existencia de estas argucias parece conocida por los empresarios, pues algún encargado me ha revelado la colocación de relojes en las habitaciones privadas para que el cliente pudiera controlar el tiempo adquirido para el servicio. “Antes, normalmente, había máquinas de contar dentro de la habitación; cuando se entraba por la puerta a la habitación echabas un euro en la máquina y ahí te ponía el tiempo (...) Tú mirabas, tú lo controlabas, porque te podían robar el tiempo. Tu has dicho ‘pago una hora’ pero como tú estás ahí, dale que te pego, pues no miras el 256 reloj; te pueden decir ‘eh, el tiempo’, y te pueden robar lentamente, unos diez o quince minutos, que son listas (...) O se puede hacer chanchullo entre la chica y la que está ahí apuntando” (Bernabé, encargado). Como he indicado anteriormente, la crisis ha afectado al volumen de negocio en el sector, manifestándose tanto por un descenso en el consumo de servicios, como de afluencia de clientes, claramente perceptible en los clubes. Sin embargo, ha sido curiosa la manera de afrontar este problema, dado que los precios medidos en tiempos no han descendido, tal y como reconocen la mayoría de los agentes con los que he hablado. Una estrategia generalizada ha consistido en reducir la duración de las prestaciones; de tal manera que en la actualidad podemos leer publicidad que ofrece servicios por veinte minutos, presentándose acompañada en ocasiones de ‘ofertas’ de dos chicas por el precio de una, por ejemplo. Ese tipo de prestaciones como la oferta de servicios por menos de media hora era poco frecuente encontrarla hace unos años, al menos en los establecimientos estándar. Se trata de una práctica a la que clubes y casas de citas de mayor nivel se están resistiendo y que se ha generalizado en los pisos de contactos y en casas particulares. Además, abundan establecimientos que se han especializado en trabajo con jóvenes africanos, fraccionando el servicio hasta diez, ocho o cinco minutos, pagándose comúnmente a diez euros. Paradójicamente, estas prestaciones pueden resultar más caras si calculamos el costo de cada minuto empleado por la chica con el cliente. Esta estrategia de fragmentación de los tiempos de servicio nos la describe con claridad la encargada de un establecimiento, cuyos clientes son mayoritariamente inmigrados de origen africano. “Aquí los hemos fraccionado: de los 40 €, que suele costar normalmente la media hora, la hemos fraccionado a 10 €, siete minutos, 20 € quince minutos y 40 € la media hora (...) No han cambiado [los precios], se han fraccionado [los servicios]” (Delgadina, encargada de un club). El precio Como se ha expuesto en apartado anterior, el precio de los servicios viene tasado fundamentalmente por el tiempo. Es este parámetro el que determina el coste de los 257 servicios más comunes. No pretendo ahora hacer una carta de precios del sector en la provincia de Almería, pero sí presentar una breve aproximación y acotación de lo que podríamos llamar ‘la tarifa’. Si lanzamos una mirada a los anuncios, sea en prensa o internet, podemos llevarnos la impresión de que los servicios poseen unos precios muy variados y que será muy difícil acotarlos. Tampoco la tarifa de las consumiciones en los establecimientos estándar son uniformes. No obstante podemos mostrar ciertas regularidades. - En los clubes, bares de copas y establecimientos de plaza, las consumiciones de los clientes oscilan casi sin excepción entre lo 5 y los 10 euros. - Las invitaciones a las chicas son típicamente de 20 €, aunque excepcionalmente, algunos establecimientos de inferior nivel tienen la variedad de ‘copa sin alcohol’ que puede dejar este precio en una cantidad inferior. - Las invitaciones a las chicas cuestan 30 €, si las toman en reservado, pudiendo encontrarse establecimientos que admiten bajar ese precio a 20 € en la ‘copa sin alcohol’. En cualquier caso, el tiempo de estancia en el reservado suele ser de 15 minutos de forma aproximada. - Entre los servicios sexuales ofertados mediante anuncios, nunca encontré alguno de menos de 20 €, aunque sin especificar el tiempo. - Los precios de los servicios en los clubes oscilan, a lo más, entre 30 € y 120 €, para los 20 minutos y la hora, respectivamente. Estos son los límites mínimos y máximos que he encontrado en un club. - En los establecimientos destinados a inmigrados de bajos recursos, el precio inferior que he encontrado es el de 10 €, y su duración no supera los 5 minutos. Un sencillo cálculo nos sitúa los extremos de la tarifa, para los servicios cara a cara con la chica y con posibilidad de contacto íntimo, en 2 € por minuto para el extremo superior y 1 € por minuto para el extremo inferior. De tal manera que, a nivel indiciario, caracterizaría el segmento medio del comercio sexual, en contraposición con los estratos más altos: ‘escorts’, servicios de lujo, etc. Este intervalo desvela también que los servicios cuyo precio ‘total’ es más elevado, no son los mayormente tasados. En realidad un inmigrado marroquí o un jubilado español de bajos ingresos paga el servicio a 2 € por minuto en muchos casos. Yo mismo he cronometrado, en diferentes oportunidades y establecimientos, los tiempos transcurridos 258 entre la entrada y la salida al reservado, ocurriendo que en la mayoría de las ocasiones no superaban los cinco minutos. Obviamente, no entran en consideración aquellos servicios especiales o aquellas consumiciones que, por extraordinarias, es necesario negociar a parte con la chica. Tampoco están contemplados los sobreprecios por salidas, o el pago del hotel o la pensión. Este rango de precios concuerda a grandes rasgos con los que ofrecen López y Baringo (2006), Pinedo (2008), López (2010) y Fernández (2011). En cambio, la investigación de Sanchís y Serra (2011), al no contemplar la variable tiempo, no permite una comparación adecuada, aunque los precios que nos desvelan se aproximan en buena parte a los obtenidos mediante el trabajo de campo en Almería. En el caso del Informe ESCODE (Malgesini, 2006) no es posible la comparación. Donde sí se manifiesta un elevado grado de coincidencia es en que el precio de los servicios es inferior cuando se realiza en la calle, al menos, en comparación a los locales estándar. En otro sentido, este rango de precios que he expuesto para la provincia de Almería, nos apunta una pista interpretativa de interés acerca de la preferencia del trabajo sexual como estrategia económica frente a otras opciones; especialmente si comparamos los precios de la hora trabajada con los de otros sectores productivos a los que las mujeres tendrían acceso, como han puesto de manifiesto Rodríguez y Lahbabi (2002), Acién y Majuelos (2003) y Oso y Parella (2012) entre otros. La publicidad Como he descrito anteriormente, por parte de las trabajadoras se desarrollan diferentes estrategias de atracción o contacto de sus clientes. Una parte de la gestión de los negocios tiene que ver precisamente con la captación de los consumidores de los servicios que se ofrecen. Para poder difundir la oferta, trabajadoras y empresarios acuden a diferentes fórmulas que hagan visibles tanto los propios los establecimientos como los servicios que se ofrecen en ellos. En estas técnicas publicitarias, lo que se ve supone un factor de primer orden, mostrando imágenes evocadoras que se manifiestan en los distintos instrumentos: folletos, luminosos, fotos, etc.; y que revelan el cambio de tendencia que ya Corbin (1988) anunciara, acerca del sentido humano primordial en burdeles y casas de tolerancia, a 259 finales del siglo XIX, en favor del sentido de la vista en detrimento del olfativo; y asimismo, el reflejo en la industria del sexo de la universal presencia de lo visual en múltiples ámbitos de las sociedades occidentales en la actualidad (Banks, 2010). Por su parte, Guereña señala a la publicidad en la prensa y via Internet como un “buen indicador de la importancia del mercado sexual” (2003a: 444) en el Estado español. Cuando se trata del trabajo sexual en la calle, la exposición directa en zonas de tránsito peatonal o rodado de las mujeres, de sus cuerpos, hacen de éste el principal reclamo para darse a conocer y manifestar la oferta de servicios (fotografía 14). Asimismo, hemos podido comprobar que tal forma de exposición también la utilizan algunas chicas que trabajan en pisos de contactos o en establecimientos de economía étnica en determinadas zonas de concentración de inmigrados africanos. Fotografía nº 14. Trabajadoras sexuales en Bayyana Fuente: Francisco Majuelos. Estamos pues, ante un claro ejemplo de utilización del propio cuerpo como forma de publicidad; del manejo de la imagen corporal para diferenciarse de las demás mujeres y exhibir sus encantos: ‘su exceso de corporeidad’ al que se refiere Juliano (2002) o la expresión de su ‘capital erótico’ al que se refiere Hakim (2012). También De Paula (2002) nos muestra cómo las mujeres que trabajaban en las calles de Barcelona, utilizaban distintas indumentarias según los espacios en que realicen sus ofrecimientos. En los 260 espacios de tráfico rodado, y con menos luz, los tiempos de exposición ante la vista de los posibles clientes es menor. Tal vez eso permita interpretar, al menos en parte, por qué en esas zonas las mujeres se exhiben con menos ropa, que en zonas peatonales. Es lo que he podido comprobar en mi trabajo de campo y ocurre en la zona de Bayyana en la ciudad de Almería. Parecidas observaciones nos transmite Corbalán (2012) cuando nos describe el trabajo en la calle en diferentes zonas de Madrid. En otros ámbitos, la oferta de servicios sexuales acude a distintos medios y procedimientos. Así, es habitual encontrarse propaganda en la sección de anuncios clasificados en los medios de prensa escrita. Imagen nº 2. Publicidad en un diario de Almería Fuente: La Voz de Almería. En los tres diarios que se editan en la actualidad en Almería, podemos encontrar anuncios con oferta de servicios sexuales de forma muy desigual. Así, en el diario Ideal los hallamos en un número bastante irregular pero en cualquier caso pequeño; a veces no superan la media docena; se muestran todos en formato de texto y el contacto se expone siempre mediante un número de teléfono móvil. El siguiente diario en volumen de anuncios es el Diario de Almería que, aunque en número exhibe cifras del orden de las del periódico anterior, podemos encontrar en él anuncios más sofisticados, de mayor tamaño y, a veces, con imágenes. Finalmente, en La Voz de Almería, los clasificados en la sección de relax ocupan entre cuatro y seis columnas de las siete posibles. En la actualidad, los anuncios en este 261 diario se editan en color, dando mayor realce visual al reclamo103 y destacando sobre el conjunto de la información adyacente. A esta forma de propaganda recurren chicas que ofrecen sus servicios por cuenta propia, pisos de contactos, casas de citas y algunos clubes. La importancia de la prensa como forma de publicitarse los pisos de contactos y casas de citas, salvando las peculiaridades locales de cada ciudad, es puesta de manifiesto por López (2010: 232 y ss.). En ese mismo sentido, Solana (2003) nos señala el volumen de económico que este tipo de publicidad produce y su carácter normalizado como negocio editorial, convirtiéndose los periódicos en claros intermediaros y facilitadores104 de la relación sexual en contraposición con el carácter del objeto anunciado —estigmatizado y desregulado—. En la actualidad diversos recursos a través de Internet suponen una seria competencia para aquel medio escrito, no sólo por su difusión, sus menores costos — algunas webs admiten anuncios gratuitos— sino por la plena autonomía en su gestión por parte de las propias trabajadoras, como he podido observar durante la realización del trabajo de campo. Otra modalidad publicitaria, usada con menor profusión, desde luego, consiste en la edición de propaganda portable, por lo general editada en papel con tamaño entre DIN A7 y DIN A5. Podemos disponer de estos folletos en los propios establecimientos, encontrarlos en los parabrisas de los vehículos o recibirlos por distribución directa en mano de alguna persona vinculada al negocio que se publicita. Los impresos de este tipo que aparecen en estas páginas los obtuve mientras realizaba trabajo de campo. En la imagen 3 podemos observar un folleto difundiendo los servicios de una casa de citas que visité. Este impreso lo obtuve directamente de un colaborador de ese establecimiento que me lo ofreció en mano mientras transitaba la zona donde se ubicaba el 103 No deben sorprendernos estas diferencias relativas ya que, si observamos las cifras del Estudio General de Medios —segunda ola— del año 2012, el diario La Voz de Almería es el periódico local de mayor tirada: 86.000 lectores, frente a los 13.000 del Diario de Almería o los 16.000 del diario Ideal (Ruiz, 2012) 104 En consecuencia, no es de extrañar que el abolicionismo haya convertido a los anuncios de prensa, también, en objetivo de sus propuestas de acción prohibidora. Su presión influyó en el gobierno de J. L. Rodríguez Zapatero que hizo amagos de prohibir la publicidad de servicios sexuales (Agencia EFE, 2010). 262 local. El de la imagen 4, lo obtuve en una de mis visitas a un club que frecuenté durante la investigación. Pueden componerse simplemente mediante diferentes tipografías, pero también combinar texto y figuras, y a veces pueden incorporar imágenes fotográficas; en su elaboración se utiliza desde un solo color sobre un fondo de contraste, a composiciones mediante imágenes y textos en varios colores. En forma similar a la publicidad en cualquier otro sector, sus productos suelen contener alguno de los siguientes elementos: el precio de los servicios, el tipo o características de los productos que se ofertan, las condiciones en que se prestan y algún rasgo de la persona que lo realiza, o del establecimiento en que se brinda; y, también, la dirección —si el establecimiento es público— o la forma de contacto. Imagen nº 3. Publicidad de una casa de citas Fuente: Casa de citas anónima. Elaboración propia. Estas referencias, literales o simbólicas, se presentan en términos que expresan diversión, ocio, expectativas emocionales y/o sensuales, etc.: ‘estallido de sensaciones’, ‘compañía’, ‘confortable’, ‘fiesta’, ‘relax’, ‘horas felices’...; también pueden contener 263 elementos que se proponen como excepcionales: ‘novedad’, ‘nuevo’, ‘oferta’, etc.; todos ellos recursos propios del lenguaje publicitario. Cada tipo de negocio resalta obviamente los aspectos más relevantes de la oferta que realizan. Así, mientras que los clubes suelen reflejar en sus folletos y anuncios aspectos de ocio en grupo —despedidas de solteros, fiestas, eventos, etc.— incluyendo la localización del establecimiento, las casas de citas reflejan la ‘discreción’ o el carácter ‘selecto’ del establecimiento como elemento relevante en su oferta de servicios. Imagen nº 4. Publicidad de un club Fuente: Club El Edén. Elaboración propia. Otro medio publicitario, generalizado en los últimos años, proviene de Internet. Se trata de diferentes espacios virtuales, especialmente los que adoptan el formato de páginas web; gratuitos o de pago, acogen a un gran número de ofertas de diferente tipo y con información más explícita. Durante el trabajo de campo he tenido acceso a varias webs, donde chicas que han participado en él ubican sus anuncios; en algunas ocasiones ellas mismas me han guiado 264 hasta localizar su propia publicidad. Entre las páginas más utilizadas se encuentran ‘Milanuncios.com’, en su modalidad gratuita o de pago; también ‘RelaxAlmeria.com’, Almería69.com’ o Mileróticos.com, etc. Imagen nº 5. Publicidad en una web de anuncios clasificados Fuente. Milanuncios.com. Elaboración propia. Aunque podemos encontrar anuncios de clubes, casas de citas, pisos de contactos y otros tipos de servicios, este medio promociona fundamentalmente a las chicas, trabajen por cuenta propia o de manera agrupada en cualquiera de las modalidades de establecimientos donde se ofertan servicios sexuales. Así, los reclamos suelen estar cargados de atributos de las trabajadoras. Aparte de alusiones a su edad o a su nacionalidad, encontramos rasgos del tipo de: ‘fiesteras’, ‘viciosas’, ‘multiorgásmica’, ‘amiguitas’, ‘cariñosa’, ‘caliente’, ‘hermosa’, ‘sabrosona’, ‘viciosa’, ‘amante’, etc. También se exhiben las cualidades de los servicios que prestan: ‘placer’, [servicios] ‘completísimos’, [francés] ‘natural’, ‘agradable’, [mamadas] ‘profundas’, ‘puro’ [sexo], [sexo] ‘sin límites’. etc. Tanto las chicas de manera individual como los establecimientos, pueden publicitarse mediante páginas web propias, sin necesidad de alojamiento en web ajenas. De esta clase podemos visitar la de un club, Indalo Night Club: http://www.nightclubindalo.com/ O la de una trabajadora, Marcela Tetona: http://escorts.nexo2.com/webUser/servicios.php?nom=marcela 265 Algunas de ellas incorporan su propio foro, donde sus clientes y ellas mismas intercambian opiniones. Es el caso de la web ‘Almería Erótica’, cuya titular responde al nombre de Marta: http://www.almeriaerotica.com/ Imagen nº 6. Publicidad en una web de contactos Fuente: Mileróticos.com. Elaboración propia. Los anuncios soportados a través de Internet, no están exentos de engaños y fraudes acerca de la edad de las chicas, de los servicios que se ofertan y también en las imágenes que se publican. “Yo pongo en el anuncio que lo hago todo, pero lo hago para que venga la gente ¿sabes?” (Pasha, trabajadora sexual). En ocasiones se trata de una táctica para llamar la atención, con la esperanza de que en el contacto telefónico o, directamente, en el piso se pueda negociar con mayor concreción los precios y los servicios, con la esperanza de que, una vez el cliente acude al establecimiento, seguirá adelante con la contratación del servicio que pretende. “Le comento a Farah por los anuncios y nos va enseñando varios, a la vez que hace comentarios jocosos. Nos enseña el suyo, donde se ve un poco del rostro y el 266 cuerpo entero de lado y con el culo en primer plano. Dice que ‘a los hombres les gusta esta postura, el culo así’. Pero realmente no es su cuerpo ni su cara y que eso no importa. Le pregunto qué ha ocurrido cuando los hombres descubren que no es realmente la que aparece en la fotografía, a lo que me contesta que ‘no se nota la diferencia’. Y que ‘algunos se pierden’ [refiriéndose a los clientes] pero que lo normal es que ‘otros se quedan’ (Extraído del Diario de campo). Otras veces estas prácticas constituyen sencillamente una forma de evitar la identificación personal. “Yo pongo las fotos, pero no pongo mi cara, y las retoco un poco; pongo las mías pero las retoco un poco (...) Porque yo tengo marcas, entonces como yo tengo marcas..., entonces las retoco un poquito” (Jovita, trabajadora sexual). Finalmente, citaré como medio de publicidad los carteles fluorescentes de diverso colorido que se colocan en las inmediaciones o en el propio edificio donde se hallan los establecimientos, cuando son públicos. Se trata de los clásicos luminosos intermitentes cuyas imágenes sugieren ambientes de copas, siluetas de mujer o símbolos de exotismo asociado al ocio y al placer, que vemos de vez en cuando en las carreteras de mayor tránsito de nuestro país. Su tamaño y luminosidad dependen de la categoría del local, pero también de la ubicación en la que se encuentren. Fotografía nº 15. Anuncio luminoso de un club de un polígono Fuente: Francisco Majuelos. 267 Así, los establecimientos situados en polígonos o en vías de comunicación importantes suelen lucir grandes y fulgurantes anuncios que pretenden hacerse visibles desde cientos de metros. Advirtiéndonos de su existencia con sus colores de neón. En cambio, dentro de las ciudades podemos encontrar pequeños luminosos, especialmente cuando se ubican en los centros urbanos o en zonas residenciales, donde el anuncio de su presencia se debe compatibilizar con la necesaria discreción para no generar inquietud entre los vecinos. Fotografía nº 16. Anuncio luminoso de un club en el centro de Almería Fuente: Francisco Majuelos. En cualquier caso, los reconocemos porque imitan, con sus coloridos tubos fluorescentes, imágenes que simbolizan diversos aspectos relacionados con el sexo, el ocio o la bebida; o iconos relacionados con el nombre del establecimiento o los servicios que se pueden esperar encontrar en ellos. Obviamente las versiones africanas de estos espacios, al tratarse de establecimientos no legalizados, que pertenecen a la economía sumergida y ubicados en inmuebles originalmente destinados a viviendas u otros usos, no presentan elementos 268 específicos, de esta naturaleza, que los identifiquen (Acién, 2010; Arjona et al., 2005; Majuelos, 2012). En resumen, podemos decir que los anuncios buscan un contenido de alto impacto visual y exhiben la oferta erótica y de ocio que, tanto trabajadoras de forma individual como negocios, ofrecen a sus potenciales clientes. Pero también el contenido publicitario expresa aquellas expectativas que en materia afectivo-sexual presuponen en los posibles consumidores; constituyen, por tanto, un medio de conocimiento de primera mano acerca las expectativas que sus parroquianos buscan satisfacer cuando adquieren sus servicios. 2.2.3 El trabajo y los servicios que se ofrecen. Las relaciones en el desempeño En cualquier tipo de comercio el elemento central es el producto que se intercambia, sea por dinero, sea por otros bienes. En el caso del sector del sexo son los servicios que se demandan por parte de la clientela los objetos de intercambio, ya sea por dinero o por otros recursos; regalos, atenciones, favores, etc. Un lugar común, en determinados análisis sobre prostitución, consiste en hacer recuento de estos servicios tasados en cada establecimiento tanto en lo que corresponde a los consumos de bebida como los que tienen que ver con el sexo explícito (López y Baringo, 2006; Malgesini, 2006; Sanchís y Serra, 2011). Como he podido comprobar en el trabajo de campo, estos servicios constituyen sólo una parte de las demandas que las mujeres han de satisfacer, tratándose, en muchos casos, del envoltorio con el que se disfrazan otros aspectos que se deben retribuir: cariño, efecto, escucha, etc., difíciles de concretar y de medir. A la postre, como ya he comentado anteriormente, la tarifa viene dada por los tiempos de ocupación de la chica más que por el contenido del servicio en el que se ocupa. Me referiré brevemente a varios de los más comunes, entre los de contenido explícitamente sexual, y a diversos aspectos de interés relacionados con ellos. Los límites Muchas mujeres han expresado límites en el tipo de servicios que realizan, prefiriendo acotar sus prestaciones a lo que muchas llaman ‘sexo normal’105: follar y chupar, con protección; es decir, con preservativo. El resto de prestaciones suelen 105 El concepto ‘normal’ no es unívoco. Tiefer (1996) nos muestra cinco acepciones de este término en relación a la sexualidad. 269 considerarlas cosas ‘extras’, ‘raras’ y frecuentemente conllevan un costo añadido al precio de las prestaciones habituales. Cuando las chicas se publicitan, en la prensa, en folletos o mediante distintos espacios a través de Internet, suelen declarar qué servicios realizan; sin embargo, como hemos advertido en anterior epígrafe, esta publicidad no garantiza que todo lo que se expone responda a la realidad. Imagen nº 7. Servicios ofertados en un auncio Fuente: Marcela Tetona, web personal. Elaboración propia. En cualquier caso, la relación de las mujeres con las prestaciones que ofrecen y las limitaciones que se autoimponen está mediada por diversos factores. El primero tiene que ver con sus propias concepciones sobre la sexualidad, la higiene, etc., propias de la cultura de procedencia donde fue socializada en su infancia y juventud (Tiefer, 1996); y por su posterior proceso de aprendizaje y experiencias en el sector —de su proceso de profesionalización o de su socialización secundaria, en términos de Berger y Luckmann (2006)—. Corbalán (2012) muestra en su trabajo de campo este tipo de razones al extrañarse algunas chicas de que a los españoles les guste ‘follar por el culo’. Este aspecto queda reflejado también en las consideraciones que me explicitó una chica con respecto al sexo anal. “Me he negado porque creo que eso no se hizo para eso, se hizo pues para otra cosa; me he negado porque la verdad que eso es para negarse” (Sacramento, trabajadora sexual). 270 El caso de Eugenia es también revelador; sus primeras experiencias de trabajo sexual las había tenido en Turquía. Al cabo de unos años de no ejercer, llegó a nuestro país y volvió a trabajar en el sector. Su primera experiencia de trabajo consistió en practicar una felación a un cliente, servicio que para ella era absolutamente novedoso. “Aquí te piden el sexo oral como algo muy, muy natural aquí. Aquí es muy natural, o sea que no es nada que digas ‘¡uy madre mía!’. Cuando yo vine de allí [de Turquía] yo decía madre mía eso es muy fuerte (...) Me encuentro como que me dicen ‘mira yo no quiero el sexo normal, yo quiero un francés natural pero hasta terminar, hasta eyacular’; digo ‘¡madre mía!, ¿de qué estás hablando?” (Eugenia, trabajadora sexual). El segundo factor está relacionado con la gestión de sus riesgos, expectativas y oportunidades. En las conversaciones que he tenido con estas mujeres se advierte cómo las fronteras que ellas marcan entre el sexo normal y el sexo ‘raro’, suelen desvanecerse con relativa facilidad cuando el cliente genera confianza, futuras expectativas y el sobreprecio que está dispuesto a pagar lo merece. Estamos ante una estrategia que podríamos llamar de gestión oportunista de los recursos y las expectativas; mediante ella, la trabajadora toma decisiones de forma inductiva en función de circunstancias puntuales que se le presentan, no respondiendo a una planificación precisa de sus perspectivas más menos inmediatas. “Tengo que ver una persona, para decidir (...) Si está borracho o drogado y quiere cosas, por ejemplo griego..., o muchas cosas, algunas sí puedo hacer; por ejemplo, con otra puedo hacer griego tranquilamente, depende del cliente, él tiene que estar muy tranquilo ¿sabes?” (Pasha, trabajadora sexual). “¿Pero eso [trabajar sin goma] lo haces con todos? Con todos no (...) Si me pagan bien; si no, con goma (Amal, trabajadora sexual). “Sí, he hecho muchos servicios, no porque me lo haya impuesto el dueño del club, sino por el querer alcanzar algo; el querer mandarle un sustento a mis hijos, el querer mandarle a mi madre que es una mujer enferma; eso te obliga a ti a hacer a veces ciertas cosas que tu no quieres hacer y eso es lo que pasa” (Sacramento, trabajadora sexual). 271 En relación a este factor, Lopes (2011) se refiere también a tal distinción entre sexo ‘normal’ y sexo ‘completo’, según excluya o no la penetración anal; de tal manera que en el comercio sexual la realización o no de esa práctica —es decir, la ruptura o no de los límites simbólicos de los usos de su cuerpo— por las mujeres vendría marcada por el bolsillo del cliente. Un tercer factor, sea cual fuese la motivación de la chica en cada caso, tiene que ver con que la limitación de servicios provoca a priori una menor capacidad de oferta, situando a la trabajadora en peor posición ante la competencia de otras mujeres. En esta línea, De Paula (2002) nos relata la introducción de la felación en las prácticas habituales de las trabajadoras barcelonesas, ante la evidencia de que ese servicio proporcionaba mayor número de clientes a las chicas francesas que trabajaban en los mismos ambientes. Ello también ayuda a explicar que algunas trabajadoras rompan los límites que ellas mismas se habían impuesto previamente, respecto a qué hacer o no hacer, especialmente cuando trabajan en un mismo espacio en concurrencia con otras que pueden competir con ellas. Esa es precisamente la interpretación que me ofreció una mujer, ante su negativa a besar en la boca a los hombres en el trabajo. “Y yo creo que por eso yo ganaba poco dinero ahí, porque a ellos les gustan que los morreen y a mi no me gusta morrear a nadie” (Sacramento, trabajadora sexual). En realidad, esta queja, relacionada con el papel que determinados servicios o prácticas introducen en la competencia entre trabajadoras, se expresa de forma recurrente por las chicas; unas señalan a otras de diferente nacionalidad tal y como me han referido algunas mujeres y otros actores en mis visitas a los clubes; una causa frecuente de estas acusaciones recíprocas reside en la realización de determinados servicios sin usar preservativos, por ejemplo. En ocasiones, el espacio en que se desenvuelve la prestación del servicio puede resultar en sí misma limitante de los que se pueden ejecutar, como es el caso del trabajo en la calle. Otras veces se trata simplemente de causas fisiológicas particulares. Es el caso de una chica que me explicó que ella no hacía el sexo anal ‘porque tengo almorranas’. O puede deberse a otras causas, como cierta repulsión ante alguna práctica precisa. 272 “Una cubana sí; unas veces lo he hecho pero tampoco es que... Porque no me gusta ahí meterla [la polla] entre las tetas, como que no” (Ginebra, trabajadora sexual). En realidad, los precios de los servicios están estandarizados en función del tiempo que se emplea. En el hipotético caso en que se realicen servicios no ‘normales’, o que comporten situaciones de riesgo, el valor del sobreprecio está tasado de acuerdo con los usos y costumbres locales. Un precio usual para la ‘lluvia dorada’ puede estar en 150 €; el relacionado con la ‘coprofilia’ suele establecerse entre 200 y 250 €. La demanda de servicios está relacionada con los consumos de bebidas o de sexo sólo de forma aproximativa. En multitud de ocasiones, los hombres que acuden a un local del tipo de los que nos estamos refiriendo no lo hacen pensando en consumir una bebida concreta o en disfrutar tal o cual prestación sexual específica. “¿Y esta vez que consumiste servicios sexuales [íntimos] en qué circunstancias fuiste? Fui sólo. ¿Tuviste algún motivo especial por ir? No, ninguno, salió así, no fue premeditado” (Alonso, cliente habitual). Esta indefinición previa de las motivaciones, para acudir a un establecimiento donde se ofrezca sexo de pago, ha sido documentada por investigaciones específicas a las que alude Agustín (2009). Lo que desvela el trabajo de campo realizado durante mi investigación, es que cuando los clientes acuden a un club no lo hacen pensando en consumos precisos; sus motivaciones son más difusas y responden a necesidades menos concretas, no estando el consumo de sexo explícito necesariamente presente. Esa visión del sexo comercial concebida como una actividad puramente mecánica, basada en el ejercicio del taladrado carnal en los inmaculados orificios de la mujer y la invasión contaminante de fluidos masculinos sobre el cuerpo femenino (Barahona, 2003), sólo está en la mente de quien concibe la sexualidad como algo sucio y repugnante, producto de una visión de la persona donde mente y cuerpo pueden disociarse; o de una sexualidad vinculada al amor romántico o puramente reproductora y/o como acto de dominación por parte del género masculino sobre la mujer. Volveremos sobre esta misma cuestión, de interés para esta Tesis, en epígrafes posteriores. 273 En los espacios que estamos analizando, el sexo está presente con menor o mayor intensidad y en diferentes formas: desde conversaciones cargadas de sensualidad a relaciones con penetración en la intimidad, pasando por diversos comportamientos erotizados. Pero también se encuentran en la interacción otros elementos como la emotividad, el puro entretenimiento, la conversación, etc. En definitiva, podemos decir que la interacción entre los diferentes actores está claramente articulada por algún tipo de contacto erótico-sexual demandado por los clientes, pero su contenido es mucho más variado y complejo. “La mayoría vienen para eso [tener sexo] claro” (Ania, trabajadora sexual). “Normalmente quien paga quiere sexo también” (Mirella, trabajadora sexual). El peso de cada uno de estos componentes interactivos depende fundamentalmente de los intérpretes directos —el equipo de trabajadoras y el de los clientes— y viene facilitado por las normas y características de cada establecimiento. La obtención de sexo mediante servicios de profesionales viene dada por diferentes motivaciones que de forma habitual no se manifiestan aisladamente. Estas razones están presentes reiteradamente en las narrativas de las mujeres con las que he conversado y son expuestas con diferente expresividad en cada caso. Es el caso de personas que viven solas. “Hay hombres que no tienen mujeres” (Mirella, trabajadora sexual). Un motivo reiteradamente expresado por las chicas se refiere a que no tienen relaciones que puedan satisfacerlos sexualmente, o ha decaído el interés por la que tienen. Así lo expresa Eugenia, una trabajadora sexual. “Tú sabes que es tu mujer, la respetas, es la madre de tus hijos, pero ya en el sexo, ya ha llegado que ya cada vez se lo haces menos. Esos días te quedas con esa gana de sentirte vivo, como ... y vas y buscas ahí” (Eugenia, trabajadora sexual). Y también Melek, una trabajadora sexual que conocí en un club y con la que mantuve una prolongada conversación. 274 “Porque su mujer ‘no les da chocho en quince días” (Extraído del Diario de campo). También muestran argumentos relacionados con que la pareja del cliente resida lejos por cualquier circunstancia, como viajes, etc. “Yo creo que los que no tienen pareja; me ha pasado mucho, son los que viajan mucho, de camioneros...” (Eugenia, trabajadora sexual). Este tipo de motivaciones para justificar la demanda de servicios sexuales podemos englobarlos en lo que Hakin (2012) llama el ‘déficit sexual masculino’. En otras ocasiones, la visita al club en busca de prácticas de sexo íntimo tiene que ver con el que los hombres requieren cambios en su vida sexual, novedades, o ‘especialidades’ concretas (Hakim, 2012). Meneses (2010), al estudiar las motivaciones de los hombres para recurrir al sexo de pago, encontró que el primer grupo de motivos englobaba ‘compañía con experiencia’, ‘variedad de prácticas sexuales’ y ‘atracción por lo prohibido’. Y de forma similar lo desvelan diferentes agentes, especialmente las trabajadoras, que participaron en mi investigación. “Hay hombres que están aburridos de las mujeres, que buscan algo nuevo” (Mirella, trabajadora sexual). “A los hombres también les gusta mucho cambiar, les gusta cambiar. Estar comiendo sopa todos los días y que un día que te den de comer pescado, pues se lo comen todo y ese es el problema” (Sacramento, trabajadora sexual). En esta línea, es recurrente atribuir el requerimiento de determinados servicios al hecho de que las parejas sexuales habituales de los clientes no den respuesta a sus fantasías eróticas, o a determinados actos sexuales que desean experimentar. “Hay muchos hombres que vienen por eso, porque les da cosa pedirle [a su mujer] lo que nos pide a nosotras” (Jovita, trabajadora sexual). 275 “Al que viene sólo por el sexo le gusta cambiar. Quiere probar como es una, como es otra; lo que hace una, lo que hace otra; según como le cae el día que viene y la hora que elige... eso es...” (Eugenia, trabajadora sexual). Nos encontramos, por tanto, ante una variada gama de motivaciones que ayudan a interpretar la búsqueda de sexo de pago por los hombres. A pesar de la obstinación por obtener perfiles, psicológicos o de otro tipo, que caractericen a los clientes del comercio sexual, parece claro que no existe ni una motivación determinante ni un perfil grupal que los distinga (Agustín, 2009). Así, entre los inmigrados varones, jóvenes sin pareja o que dejaron la esposa en su país de origen, podemos encontrar clientes habituales de diferentes establecimientos, en función de su poder adquisitivo. Trabajadoras y clientes coinciden en parecidas apreciaciones al respecto de esa particular motivación. “Algunos si su mujer lo llama de África, la echa de menos” (Amal, trabajadora sexual). “Yo ahora en febrero que viene voy a cumplir tres años sin ir a mi país ¿y tu piensas que yo puedo quedar tres años sin tener relación con mujer? ¿Y si no hubiera esos bares, qué hago yo?” (Domingo, cliente de bares africanos). En el caso de los bares africanos, se trata de un recurso no sólo para la satisfacción sexual de los hombres inmigrados, sino de verdaderos espacios para la comunicación étnica, la sociabilidad y el consumo de ocio, ante la dificultad de acceder a los establecimientos estándar, bien por discriminación, bien por insuficiencia económica. Este extremo está suficientemente documentado (Acién, 2007; Arjona et al., 2005; Majuelos, 2011) para el caso de Almería. El sexo ‘raro’ Parece claro que la realización de actos ‘exóticos’ o ‘prohibidos’ son motivaciones que ayudan a interpretar algunas peticiones sexuales que van más allá del sexo ‘normal’, al que reiteradamente se refieren las mujeres y sobre las que una parte de ellas suelen mostrar reticencias para satisfacerlas. Se trata de sexo ‘raro’, el prohibido o el socialmente reprobable dentro de un grupo cultural o comunidad moral determinada (De Paula, 2002). 276 “Yo estaba sentada aquí [en el salón de su casa, donde trabaja] y me habla que quiere ir al servicio; se va al servicio, y mira lo que se ha puesto: una peluca, maquillaje...; me ha entrado un macho al servicio y me ha salido una mujer, con peluca roja, maquillaje... [carcajadas]. Quería que yo lo folle, el ‘hijoputa’ me ha traído el material, la polla esa que se pone aquí [señalando el ano] (...) El hombre se puso a llorar, pues para un árabe eso es muy duro, es muy grande; porque el hombre era francés, pero era argelino” (Farah, trabajadora sexual). También algunas mujeres quedan sorprendidas de que haya hombres que pidan ser penetrados analmente. Es el caso de Eugenia, que me narra su experiencia con un cliente. “Esta vez era un marroquí; pero claro, un marroquí que se veía no del montón, sino un poquito de más nivel; sí, por su forma de ser, de hablar, por su forma de vestir, de todo. Se veía que tenía estudios, se veía; hablaba francés, prácticamente muchos de ellos lo hablan ¿no? Se me acercó, me pagó una copa y me dijo ‘nos vamos para adentro, ¿cómo va la cosa?’ Le dije yo los precios y me dijo ‘vale te voy a pagar una hora ¿está bien?’ En la habitación de una hora había un yacusi, donde el tío se ha duchado, nos hemos duchado y todo y luego dice ‘¿me quieres dar un masaje?’; y le digo ‘sí, ¿por qué no?, si con una hora ya hay de sobra’. Y nada, ya me di cuenta que el tío era como medio maricón, que le gustaba que le dieran por el culo; pero claro, yo no estaba preparada para eso, que yo no tenía prácticamente nada para ofrecerle. Y ya está, que le di el masaje, y cuando le tocaba el culo ¡se ponía el tío...!” (Eugenia, trabajadora sexual). En cambio, otras mencionan que se trata de una solicitud bastante común entre sus clientes. Así, por ejemplo, se manifestaban en una casa de citas durante una conversación informal, en la que participé aprovechando que no había clientes. “Eufemia nos habló de los gustos de los hombres; ‘casi no quedan ya’ refiriéndose a que buena parte de sus clientes les solicitan servicios que contienen actos atribuidos a prácticas homosexuales: ‘meter por el culo’. Carla, que ya se ha incorporado a la conversación, dice que tendrá que comprarse un ‘cinturón con 277 polla’ —no recuerda su nombre específico 106 —. Eufemia, interviniendo nuevamente, comentando que se comprará una ‘máquina’, aludiendo a un aparato para masaje erótico-sexual, de entre los múltiples que existen en el mercado” (Extraído del Diario de campo). El griego Así, entre los servicios ‘raros’ que diversas mujeres excluyen a priori de sus servicios habituales, podemos incluir ’el griego’ o penetración anal de la mujer. “Yo, por ejemplo, no follo por el culo, y nadie puede obligarme” (Yenia, trabajadora sexual). “A mí que no me venga un cliente diciendo hazme esto sin goma o hazme un griego, porque yo eso no lo hago” (Jovita, trabajadora sexual). Numerosas mujeres describen esta petición como ejemplo de los servicios que no realizan. López (2010) remarca este aspecto tras la encuesta que al respecto realizó con 63 trabajadoras sexuales en Lugo. No obstante, el hecho de que se trate de un servicio cuyo precio puede incrementarse, respecto de los servicios más convencionales, al negociarlo directamente la chica con el cliente, lo convierte en atractivo para ella. “Hay chicas que follan por el culo, haciendo muchas cosas para cobrar su dinero” (Amal, trabajadora sexual). Algunas mujeres reconocen que la primera vez que se lo pidieron no sabían de qué se trataba. “Antes fui a trabajar a una casa, en internet estaban mis fotos; viene un hombre y dice ‘un griego’ [entre risas]. Yo no sabía lo que era eso. Yo fui como una niña pequeña, preguntando a la dueña de la casa ‘¿qué es esto?” (Yenia, trabajadora sexual). 106 Arnés. 278 Resulta curioso que, en las conversaciones habituales, las chicas no se refieran a ese tipo de servicios por tal nombre, utilizando expresiones más directas. Así lo hace Melek. “Yo no follo por el culo [en mi vida privada] pero si a un hombre le gusta yo lo hago, porque aquí estoy trabajando” (Extraído del Diario de campo). La lluvia dorada Es otra de las peticiones ‘raras’ que numerosas mujeres manifiestan excluir de sus servicios. Unas se refieren a una imposibilidad mental de realizarlo y ni siquiera consideraron realizar el servicio alguna vez. “¡Ah! esto sí, esto sí que me lo han pedido; esto a mí me parece muy raro, pero quien lo pueda hacer que lo haga, pero yo nunca. Hay un hombre que viene al club que siempre me dice ‘¿cuando me vas a hacer tú esto?’ ‘¡Nunca!, si no puedo, no puedo’ [risas]. Esto no, porque es cosa de una. Las otras me dicen: ‘tú sí, inténtalo, inténtalo’. No puedo, me da así como que no sé, no puedo” (Ania, trabajadora sexual). Otras lo intentaron pero resultó una experiencia fallida, tal vez por inexperiencia o tal vez por bloqueo mental. “Aquí, en el club éste, un español, que lo vi bastante bien; me acerqué una o dos veces, no quiso nada, pero luego claro, como mi trabajo era eso, acercarme a la gente, me acerqué y me dijo ‘vamos adentro’; dije ‘vale’; me dejó sorprendida, algo raro había en él que no... pero bueno, me pagó mi media hora, me pagó una copa. Antes de que se acabara la media hora me dijo, ‘yo voy a pagarte media hora más si me haces una cosa’; digo ‘¿qué cosa?’; dijo ‘quiero que me mees encima’ o sea, ‘en la cara, en el pecho’. Digo ‘uf, yo no sé, la verdad...’; dice ‘lo vamos a intentar’; digo ‘sí, pero luego no me digas que, que yo..., que si no puedo es que no puedo’. Y efectivamente yo claro, no pude hacerlo, no pude. Él se enfadó un poco, porque claro, porque ya había pagado una hora” (Eugenia, trabajadora sexual). De esta manera describía sucintamente una trabajadora sexual este servicio. 279 “Después se ha tumbado en la bañera y él se ha hecho una paja con la mano y me ha dicho: ‘mea encima mío’; y yo me he meado encima de él, y yo meando y él se ha corrido. Ya que ha acabado, nos vestimos y bajamos” (Imán, trabajadora sexual). No obstante, alguna mujer se ha referido a él no tanto como rareza sino como una actividad penosa, en el sentido del esfuerzo que le suponía hacerlo. “Y también, tenía yo un cliente que él no era español, era de [se para a recordar] Inglaterra, que venía cada mes; pero que él no hacía nada, a él no le gustaba ni que le tocara; a él lo que le gustaba era más que meterse en la bañera y que yo le mease, y el beberse los ‘meaos’ míos; y ya con eso te pagaba él a ti dos horas. O sea que él me llamaba a mí, y yo cogía botellas de agua e iba tomando agua, antes de que él viniera, porque eso era lo único que él hacía; él no hacía nada más (...) El se cansaba, él fumaba puros y se sentaba en la cama y se fumaba un puro, pero no le gustaba ni que le tocaran. El iba a lo que iba y ya está; se fumaba el puro, mandaba por champán y se quedaba ahí; y otra vez tenía yo que cargar y comenzar a tomar agua para eso” (Sacramento, trabajadora sexual). Como ya apuntamos al inicio de este sub-capítulo, la actitud de cada chica acerca de la prestación de determinados servicios suele venir afectada por tres factores: el relacionado con su socialización primaria en materia sexual, el vinculado al manejo de los límites en la utilización de su cuerpo como herramienta de trabajo, y un tercero asociado a la gestión de la competencia con sus compañeras. Así pues, no debemos esperar una respuesta uniforme de las mujeres a este tipo de servicios, tal y como he podido comprobar en mi experiencia como investigador de campo. La coprofilia Se trata de la atracción fetichista por los excrementos y puede consistir en defecar sobre el cuerpo del hombre, incluso en la misma boca de él. Sobre este servicio se pueden hacer consideraciones similares a las que se han anotado sobre la ‘lluvia dorada’. “A mí me llamó el otro día uno que quería, ¿como se dice?, que cagara en su boca, yo le dije ‘ay, eso no, imposible” (Eufemia, trabajadora sexual). 280 La mayoría de las mujeres con las que he tratado muestran reservas de diferente carácter sobre este tipo de trabajos. “Sí, yo es que primero hay que mirar, para hacer estos servicios, con quien entras, porque puedes buscarte problemas dentro. Esos los que te piden, los que les gusta el sado, los que le gusta la lluvia dorada [rie como avergonzada y tengo que animarla y ayudarle a expresar el nombre de esos servicios], esos que quieren... [hacer esfínteres para ellos] sí, sí. Y lo he hecho, yo lo he hecho una vez y digo yo ‘mira, si salí yo peor...” (Jovita, trabajadora sexual). E igualmente, aunque no se tenga intención de hacerlo, un buen precio puede hacer vencer las resistencia y facilitar el cambio de opinión. “No, no, no puedo [riéndose]. No lo sé, a lo mejor sí puedo, si me paga 500 €, a lo mejor que sí” (Pasha, trabajadora sexual). El sexo rápido El sexo rápido siempre se ha practicado, más acusadamente en los bares africanos o en cualquier otro establecimiento que admitiera servicios a precios económicos. No obstante, con la llegada de la crisis, algunos establecimientos han bajado los tiempos del servicio y, por tanto, su costo. “¿Cuanto es lo mínimo que cobras? A un marroquí quince euros, cinco minutos (...) Rápido, porque el marroquí no folla en dos meses más y cuando viene [se corre] rápido; si tarda paga más, es otra cosa” (Farah, trabajadora sexual). En bares africanos y otros establecimientos que frecuentan inmigrados u hombres mayores de bajo nivel adquisitivo se prestan estos servicios que consisten, como bien indica su nombre, en echar un polvo de forma rápida; y cuya duración apenas supera los cinco minutos. “Moros, negros, sólo sexo, ni hablar; y muy rápido” (Lila, encargada en una casa de citas). 281 “Hay chicas que prefieren no estar al club porque con cinco minutos cobran diez euros; pero con cinco minutos, ni se quitan la ropa ni nada” (Jovita, trabajadora sexual). Familiarmente las chicas suelen referirse a ellos con otras denominaciones más o menos expresivas: “Aquí es rápido: el ‘sube y baja” (Jovita, trabajadora sexual). Con la crisis algunos establecimientos han comenzado a admitir personas de escasos ingresos, llegando a constituirse en la clientela casi exclusiva, en muchos casos; de tal manera, que los usuarios que la componen son, casi exclusivamente, pensionistas de edad avanzada y hombres inmigrados, generalmente jóvenes, de origen marroquí o de otras zonas de África. “Diez es lo mínimo, también rápido; porque los clientes de aquí son moros, son negros, que lo hacen rápido, en cinco minutos” (Yenia, trabajadora sexual). “Depende de las personas; por ejemplo, si entras con marroquí cobras 15 €, si entras con español cobras 30 €; porque el marroquí termina en cinco minutos y el español en media hora” (Nadia, trabajadora sexual) Algunas trabajadoras reconocen que adoptan estrategias específicas para que el cliente termine pronto y se acorte el tiempo del servicio. “Si, a los negros les gusta que le toquen las tetas; es tocarles las tetas y correrse rápido” (Amal, trabajadora sexual). Las fantasías Muchos de los servicios demandados por clientes tienen que ver con deseos no cumplidos, experiencias sin realizar o fantasías que anidan en su cabeza. En las experiencias de su trabajo que las chicas relatan, descubrimos que una parte de los requerimientos de los clientes tienen que ver con estos antojos. 282 “A unos les gustan locuras, a otros les gusta nada más lo que es mirarte y tocarte a ti...; hay mucha gente, mucha fantasía” (Jovita, trabajadora sexual). Tal vez por deseos de imitar imágenes o secuencias observadas. “Sí, he tenido muchos, bastantes; he tenido gente que iban en ese tiempo, e iban por verme desnuda solamente, sí. Yo tenía un cliente que iba y me pagaba seis o siete horas, solamente para verme desnuda y que yo le posara (...) Y ya echarme champán por arriba para él tomárselo; por aquí debajo [señalando el pubis], y ya está (...) Se ponía a contarme historias, se ponía a contarme cosas de su familia, y ahí pasábamos el tiempo” (Sacramento, trabajadora sexual). A veces se trata de fantasías inocentes de los clientes que no se atreven a solicitar a su compañera sexual habitual. Aunque pueda parecer extraño, este tipo de inhibiciones parecen persistir todavía en las relaciones de pareja convencionales. “Un muchacho cuando yo estaba en tal club, que yo tenía unos 26 años ó 27. Era un muchacho un poquito más joven que yo. Y me preguntó los precios y dice ‘te voy a dar una hora’ y digo ‘bueno, vale’. Pero luego, dentro de la habitación, me dijo ‘mira no quiero que te saques la ropa, no quiero nada, nada, nada. Lo único que quiero es que, yo tengo mi pareja, no quiero ser infiel a mi pareja, pero hay cosas...; yo tengo una fantasía, yo tengo una cosa que yo quiero hacer, y no puedo decírselo a ella porque no sé cómo va a reaccionar; y digo ‘¿qué cosa? [enfatizando], dice ‘mira, yo quiero chuparte los dedos de los pies’, digo ‘pues nada, si ese es tu deseo, pues nada, vamos a lavarnos los pies’; pues eso, y ya está. Y efectivamente no quiso sexo para nada, o sea ni hizo falta sacarme la ropa. El tío era..., que tenía eso y ya está” (Eugenia, trabajadora sexual). En otras ocasiones, descubrimos en los clientes pretensiones de voyeur; sólo ver, observar el cuerpo de la chica. “Porque hay que hacer cosas, a veces, [que] tú nunca las has hecho, solamente por ganarse algo de dinero para llevarlo a tu casa; como hacer striptease, que nunca yo lo he hecho, pero había uno para el que había que hacerlo; que iba y había que 283 hacer eso, en su habitación, en el privado, había que hacer eso” (Sacramento, trabajadora sexual). O relaciones fetichistas con algún objeto o prenda de la chica, al solicitar interaccionar con la trabajadora mediante ellos. “Hay uno que es muy bueno que sólo quiere que me ponga las medias y no me toca ni nada, sólo toca la media él; y yo con mi pié toco a él con la media y así, ya está, tres horas me paga” (Basma, trabajadora sexual). Presenciar o participar en sesiones de sexo lésbico también es una petición recurrente. “Muchos hombres quieren acostarse con dos mujeres, con dos mujeres juntas a la vez, acostarse con dos mujeres. No sé qué esperan, por qué pagar tanto, porque no hacen nada” (Lila, encargada en una casa de citas). La variedad y la imaginación no parecen presentar límites. “Eufemia se ha referido a un cliente de una amiga suya que trabaja en tal ciudad. El cliente la llama con antelación y le dice que se prepare; entonces ella saca el uniforme de criada, con su cofia, el plumero, etc. Y cuando va el cliente, él se pone el uniforme y limpia la casa. Y le paga encima la hora de limpieza a precio de polvo” (Extraído del Diario de campo). “Una vez uno lo encuentro en la calle, me dice que se quiere correr aquí, en el pelo” (Farah, trabajadora sexual). “Hay clientes que piensan que las chicas somos sus mujeres” (Basma, trabajadora sexual). “Hay muchos que quieren que sea su novia, fíjate; que te dicen ‘cariño, quiero que seas mi novia un rato’; te dan besitos, hacen cariñitos, te abrazan, te dan la mano, pasean por la casa, como si fueran novios. Y nunca follan, dicen ‘no, la primera vez 284 no follamos ¿vale cariño?, la próxima cita’, como los novios. Y cuando vengan a la próxima cita, ‘vamos a follar como si fuera un novio’. Eso son fantasías que están en su cabeza” (Eufemia, trabajadora sexual). Esta componente de las fantasías, como aspiración idealista respecto al establecimiento de algún tipo particular de relaciones, es puesta de manifiesto con total claridad por Hakim: “hasta cierto punto, lo que compran los hombres es en realidad la fantasía de la compañera perfecta a quien gustas y que te acepta tal como eres...” (Hakim, 2012: 171). La compañía Ofrecer compañía parece parte integrante del trabajo sexual. Este aspecto no es nuevo como elemento constituyente de esta actividad; así, el colectivo IOÉ (2001) nos remite al conjunto de necesidades humanas de cuidado, atención y reconocimiento, para obtener bienestar afectivo-emocional, sensual-corporal y erótico-sexual en forma de un continuo de difícil escisión. Igualmente, Agustín se refiere a determinados espacios en el territorio español donde clientes de diferente tipo “pueden pasar horas bebiendo, conversando o mirando sin comprar nada de sexo...” (Agustín, 2009: 97). Tanto por mi observación en el trabajo de campo, como de las revelaciones que diferentes agentes me han realizado, podemos decir que una de las motivaciones para acudir a establecimientos donde se vende sexo consiste en la búsqueda de compañía, el estar acompañado compartiendo charla y ocio. “Hay hombres que yo nunca los vi entrando [al privado], hombres de los que van ahí, yo nunca los vi entrando; iban, se tomaban su copa, invitaban a las chicas a una copa, y hablaban con las chicas y se iban para su casa. Y eran muchas chicas, y nunca entraban, nunca” (Sacramento, trabajadora sexual). “Hay un hombre que nunca sube; viene a tomar copas y se va. Hay otra pareja de maricones (...) que van a hablar, invitar, porque con las chicas llevan mucho tiempo y los conocen, tienen confianza con ellas” (Imán, trabajadora sexual). 285 “Pues la mayoría yo pienso que buscan afecto ¿no?, porque si fuera sexo, yo pienso que se acostarían con su mujer o tendrían otra clase de relación con otra persona ¿no? —no sé si me entiendes— una amante o otra persona; yo pienso que ahí en los clubes la mayoría lo que buscan es afecto” (Ximena, empresaria). “Un día estaba con un español, cuando termina empieza a llorar [ella imita su lloro en forma de lamento]; me dice que ‘me falta cariño’, y le dije ‘pensaba que estabas llorando por tener que dejarme los cincuenta euros’ [entre carcajadas]” (Farah, trabajadora sexual). También Solana (2003) incide en la componente comunicatica de la compañía, a partir de las narrativas de las trabajadoras entrevistadas en clubes de Córdoba. En este aspecto, los bares africanos representan espacios de relación y consumo de tiempo que, al margen de la venta de servicios sexuales, se convierten en sus exclusivos espacios de sociabilidad alternativa para muchos jóvenes inmigrados (Majuelos, 2011). “Si alguno está aburrido viene ahí a echar un rato con sus paisanos, solo hablar, beber. Algunos no tienen tele en los cortijos, vienen a mirar película, futbol. Así, si alguno no quiere dormir por la noche, porque no tiene trabajo, todo el día descansado, viene a romper un poco el sueño” (Amal, trabajadora sexual). La escucha El tipo de interacción que se da en los establecimientos donde se ofrecen servicios sexuales se nos va revelando, conforme avanzo en el trabajo de campo y acumulo testimonios, cada vez menos dependiente de motivaciones sexuales directas o de carácter explícito. López (2013) plantea con claridad este aspecto cuestionando el estereotipo ‘coitocéntrico’ del trabajo sexual. También lo indica Solana (2003). Quienes pasan más tiempo con ellos, en público o en la intimidad, nos lo revelan de manera profusa. “Sí, hay muchos hombres que les gusta subir contigo a la habitación sin mirar, sin meter, sin hacerte; que no les gusta el sexo ni nada, que le gusta hablar y contarte cosas, quieren hablarte y que tú lo escuches” (Imán, trabajadora sexual). 286 “La soledad es un mal común en el siglo veintiuno, hay gente que se siente sola y prefiere hablar con alguien ¿no? Hablar con alguna chica, por dinero, un rato” (Felipe, camarero y encargado de club). No se trata sólo de escuchar; la índole de la conversación que un cliente puede establecer con una chica tiene que ver, en cierto sentido, con la revelación, con cierta exigencia de confidencialidad y de distancia a la vez. Se trata de confesar algo a alguien que sabes que no te va a pedir cuentas por ello. Vip (2009) trata este tema, a partir de su propia experiencia profesional, expresándolo con claridad meridiana: se trata de “la completa disposición de la otra persona, a ser receptora de secretos inconfesables...” (Vip, 2009: 136). “A veces es mejor hablar con alguien que no conoces que con un familiar; y sí, ellos tienen confianza en mí, conociéndome un poco...” (Oleñka, trabajadora sexual). “No sé, yo por lo menos hablo por mi misma y son muchas como yo; que viene a lo mejor no por el sexo, sino para darnos un poco de cariño, para conversar, para alguno contar sus cosas; sí, porque hay muchos que están aguantando cosas que no le cuentan ni a su pareja si tiene, o ni a su mejor amigo” (Eugenia, trabajadora sexual). No creo que sea aventurado afirmar que determinadas conversaciones están mantenidas bajo un claro clima interactivo inequívocamente terapéutico, donde la trabajadora debe exhibir recursos y potencialidades específicas aquilatadas durante su ejercicio profesional. De nuevo Vip (2009) nos muestra estos rasgos del trabajo sexual mediante determinados calificativos que ella misma atribuye a su trabajo: ‘confesoras’, ‘sanadoras de almas’, etc. Igualmente lo expresan trabajadoras a las que entrevisté. “Unos venían por buscar más cariño que nada; querían un poco de compañía, de cariño; querían que fuese cariñosa, que le hablara, que se desahogara; había mucha gente así, que viene de una relación que no le va bien, a lo mejor, o en su casa no recibe lo que él quiere, y viene y lo busca ahí” (Eugenia, trabajadora sexual). 287 “Después de tanto tiempo trabajando puedo llegar a esa conclusión, de que buscan precisamente afecto” (Toña, trabajadora sexual). Este aspecto específico, que reside en el ejercicio de su labor, se deja translucir en las propias manifestaciones de las trabajadoras. No se trata de una respuesta intuitiva que puede dar cualquiera, requiere cierto saber y ellas tienen consciencia de ello; una convicción de que esa componente forma parte de su ejercicio profesional. De Paula (2002) apunta este rasgo del trabajo sexual, por el cual las mismas mujeres se consideran ‘psicólogas’ de sus clientes. También López (2010) reseña este aspecto y observa cómo las mujeres lo presentan como un rasgo de profesionalidad. “Eso sí, también tienes que escuchar, tienes que saber qué tienes que contestar; tienes que saber escuchar, no sólo escuchar” (Pasha, trabajadora sexual). “Muchos que han venido sólo necesitan cariño y que tú escuches; cuenta su vida entera, cuenta sus cosas, cuenta sus fantasías, todo. Nosotros somos psicólogas para ellos ¿vale? Ellos vienen aquí, hablan lo que quieren y saben que no decimos nada de esto, que nosotras nos nos metemos en su vida particular” (Eufemia, trabajadoras sexual). Las narrativas de las trabajadoras, cuando se refieren a estos aspectos, no se presentan como simples relatos ingenuos de experiencias más o menos curiosas o gratificantes. Revelan juicios y posicionamientos claros y a veces comprometidos con sus clientes o con su trabajo. “Y si me interesa un hombre [que] me dice `mi mujer se porta mal conmigo’, yo digo ‘mira, ¿qué has hecho tú, para que tu mujer, tal, tal, tal, contigo? Porque yo soy mujer, y entiendo a la mujer, mejor que tú’. Y muchas veces les he aconsejado. Digo ‘mira, tienes que poner esta noche una cena, antes de estar con ella; compra bombones, pones las velas, haz..., para tu mujer” (Lila, encargada en una casa de citas). Y no dejan de recordarnos que no se trata de un entretenimiento mutuo, sino de un trabajo que requiere esfuerzo y concentración, y por el que van a ser juzgadas y evaluadas 288 en función del grado de satisfacción que el cliente considere que ha recibido, cuando ha adquirido sus servicios. “Lo peor en este trabajo es que tienes que aguantar, dar tu opinión como psicólogo; pero un psicólogo trata la mentalidad de la persona, pero no trata a la persona practicando [sexo] con ella. Pero estudiar la mentalidad de la persona cuando tienes que atender a una persona haciendo sexo sin confianza, sin conocerlo sin nada, eso es lo peor (...) [Tengo que] manejarlo, entenderlo; si no lo entiendes no va a buscarte nadie más” (Imán, trabajadora sexual). El espectáculo En los establecimientos de mayor envergadura, o en los de más afluencia de público, es habitual que se ofrezcan espectáculos, de diferente tipo, de manera regular o discrecional. Imagen nº 8. Folleto publicitario de un club Fuente: El Lío. Elaboración propia. 289 El número más recurrente es el del baile sobre una barra vertical con striptease final, la ‘barra americana’ que identificó a numerosos establecimientos durante las últimas décadas del S. XX. En la actualidad se constituye, habitualmente, como un servicio complementario que el establecimiento ofrece de forma eventual o periódica a lo largo del horario de apertura o en los momentos de mayor presencia de clientes. Algunos locales lo publicitan como parte integrante de sus servicios habituales aunque la realidad de lo ofertado pueda verse devaluada o restringida a determinados días, horarios o condicionado al volumen de presencia de la clientela. En realidad, la barra forma parte de la identidad de este tipo de establecimientos; a veces, sólo está como objeto decorativo, ya que nunca se realizaron espectáculos en ella. Las bailarinas pueden ser trabajadoras habituales del local, que cumplen esa tarea de forma ocasional, a demanda del cliente o del establecimiento; en otras ocasiones suelen ser profesionales que acuerdan la prestación de esos servicios con la dirección del local, directamente ellas o a través de los representantes que las chicas puedan tener. Imagen nº 9. Bailarina de barra americana en una actuación Fuente: Indalo Night Club, web del establecimiento. Elaboración propia. Complementariamente, en los intervalos de descanso pueden practicar el alterne o prestar servicios más íntimos como cualquier otra trabajadora del establecimiento. “Me comentó que era la bailarina, y que por eso había sido contratada, pero que ella ‘después’ puede hacer lo que quiera, puede tomar copas y entrar con los clientes si le apetece y quiere” (Extraído del Diario de campo). 290 Este aspecto multifuncional de la trabajadora sexual es constatado también por Olvera (2006), al analizar el desempeño en los ‘table dance’107 del área metropolitana de Guadalajara (Mexico). En ellos se reproducen diferentes tareas reconocibles en nuestros clubes y bares de alterne con espectáculo de baile o sin él. Y supone un ejemplo indiciario de que el comercio sexual se configura más un complejo de trabajos sexuales y no en el sentido de ‘estado’ o ‘situación’ de prostitución. Las actuaciones suelen tener una corta duración, entre tres y cinco minutos, y deviene en un acontecimiento especial que trata de volcar la atención sobre todo el auditorio presente en la sala, compuesto, en este caso, por los clientes y el resto del personal: trabajadoras sexuales, camareras, etc. Durante mi estancia en diferentes establecimientos, realizando trabajo de campo, he podido presenciar, en diversas ocasiones, estos espectáculos que se suelen desarrollar en escenarios específicos dispuestos en zonas del local, fuera o dentro del recinto que delimita el mostrador. “Cada actuación ha podido durar entre 3 y 5 minutos y en todas ellas se ha combinado acrobacia, exhibicionismo y finalmente striptease. En todos los casos, iniciaron la actuación con una ritualizada limpieza de la barra, mediante gel y toallitas, para después encaramarse a ella y realizar ejercicios de acrobacia y sensualidad creciente. A veces, los movimientos son atrevidos, violentando el equilibrio y, a la vez, acentuando las formas del cuerpo que expresan contenido erótico. La barra no sólo es el soporte físico sobre el que se desarrolla la actuación, también es un complemento, un instrumento, que transmite a la concurrencia una impresión fálica, y con la que el cuerpo de la bailarina interacciona, mediante gestos y movimientos rítmicos con el objetivo de elevar el tono sexual y sensual del espectáculo. Las bailarinas recurren a un lenguaje corporal que mezcla equilibrismo y erotismo, componentes que en ese orden se van sucediendo y evolucionando en intensidad, el segundo a expensas del primero, para terminar en un striptease. Al finalizar, aplausos de los clientes y las propias trabajadoras” (Extraído del Diario de campo). 107 Literalmente ‘baile en la mesa’, pero puede ejecutarse sobre el mostrador o una plataforma, que frecuentemente llevan incorporada una barra vertical. 291 En esta línea, Gloria Patricia Díaz Barrero expresa con claridad el trabajo de la striper: “El baile exótico requiere la movilización de la sexualidad de la bailarina para crear, en términos de Diane Megan, la ilusión de una invitación sexual, un melodrama que envuelve relaciones de género, raza y sexualidades, una presentación particular del cuerpo femenino” (Díaz, 2005: 147). Una parte importante de este espectáculo lo constituye, obviamente, la música; no se trata de un mero acompañamiento, sino que en las diferentes actuaciones he podido percibir cómo la música, su cadencia y su ritmo, constituyen la guía sobre la que la chica secuencia sus ejercicios. Otro elemento que suele acompañar estas actuaciones es el chorro de humo que inunda el escenario y parte de la sala, incorporando al ambiente un ingrediente de exotismo y misterio durante la representación. Uno de los locales visitados era un bar de copas un tanto particular; los precios eran los propios de cualquier pub y, allí las chicas bailaban a demanda del cliente, mediante invitación —sin sobreprecio— y de manera discrecional, ya que era el único reclamo erótico-sexual que ofertaban. Había diferentes barras sobre el mostrador y las chicas subían y realizaban sus bailes de claro de contenido sensual, pero no hacían striptease. Aún así, el juego erótico de las bailarinas era tan intenso que pude presenciar la experiencia de dos clientes —sin duda era la primera vez que visitaban ese establecimiento— de unos treinta años que resultaron extremadamente sorprendidos con lo que estaban viendo. “Los dos chicos recién llegados, me hacen un gesto de complicidad, así que aprovecho para acercarme, realizando algunos comentarios; están sorprendidos por el espectáculo: ‘es que aquí las tienes... ¡mira cómo las tienes! (...) Por ver esto no me importa pagar lo que sea” (Extraído del Diario de campo). El alterne Esta actividad constituye en sí misma una forma de ocio que los clientes buscan en numerosos locales: clubes, hoteles de plaza, bares de alterne, bares africanos, etc. 292 Obviamente requiere de un consumo de bebida cuyo precio puede oscilar dependiendo de la categoría del negocio. Aunque en la actualidad es difícil distinguirlos, en Almería hubo en los primeros años del S. XX numerosos clubes y bares que se autodefinían ‘de alterne’; se creó, como ya he apuntado, una asociación de empresarios dueños de esos locales, y numerosas mujeres vinieron de los países de Europa del Este, especialmente de la extinta Unión Soviética, para trabajar en estos establecimientos. La característica diferencial de estos negocios consiste en la inexistencia de espacios privados específicamente destinados la prestación de servicios sexuales explícitos, íntimos o completos. Obviamente eso no excluye que las mujeres no realizaran esos servicios, pues el establecimiento también ofrece ‘salidas’ a domicilios o a establecimientos hosteleros, en ocasiones anejos y vinculados, formando sociedad108. No obstante, la mayoría de clubes y bares de alterne disponen de reservados que, si están ubicados convenientemente, si son suficientemente discretos, pueden facilitar prestaciones que habitualmente se dan en las habitaciones privadas y no requieran desnudarse completamente: masturbaciones, felaciones, eyaculaciones sobre el cuerpo de la chica, etc. “Me explica que donde estamos no hay reservados; ‘esto es un club no es un bar de copas’ y añadió ‘eso, ahí en frente’; ‘todo se hace en los reservados’ refiriéndose un establecimiento que está en la misma calle” (Interacción con una trabajadora en un club. Extraído del Diario de campo). “Mira, es que ‘la cosa como funciona es que tú pagas el alquiler del reservado por treinta euros, y te invitan a una copa para la chica” (Explicaciones de una camarera. Extraído del Diario de campo). Sea como fuere, lo que se infiere del trabajo de campo es que estas distinciones se manifiestan bastante volátiles, en la medida de que es la voluntad de la chica la que determina, en alto grado y en cada caso, si realiza servicios sexuales de carácter íntimo o no, además de los propios del alterne. También, Barrientos et al. (2009) nos lo muestran al describirnos el funcionamiento de unos típicos establecimientos en una zona minera del 108 Es el caso de los negocios vinculados a ANELA, que describe Solana (2003). 293 norte de Chile. Se trata de las ‘shoperías’109. En ellas, a pesar de que las normas explícitas impiden una conversación prolongada entre hombres y mujeres, o que éstas consuman alcohol o compartan mesa con los clientes, los autores nos desvelan todo un juego de seducción con la finalidad de obtener citas en el exterior del local, fuera de las horas de trabajo. En el caso de los clubes de Almería —más aún en momentos de crisis, donde la bajada de la demanda dificulta la especialización de los establecimientos— también depende de la orientación que el dueño quiera dar a su negocio; por ejemplo, disponiendo el mobiliario de forma que facilite o no prestaciones de carácter más íntimo. Así, mientras hay locales donde el reservado se limita a un sofá y una mesita en la sala principal, en otros establecimientos varios de ellos comparten un espacio común cerrado dentro una sala específica o limitado por un ambiente distinto; también puede tratarse de pequeños espacios cerrados, generalmente mediante cortinas opacas, donde nadie ajeno puede ver lo que ocurre dentro de él. Este aspecto lo he podido constatar mediante observación pero también por las narrativas de los diferentes agentes con los que he interaccionado. “Cuando [el dueño del club] me enseñaba el local iba describiendo brevemente los usos de cada espacio. Mientras recorríamos la sala principal me llamó la atención su comentario sobre los reservados: ‘los asientos son así, bajos, para que la chica y el cliente estén a la vista y no se hagan otras cosas (Extraído del Diario de campo)”. Pero también depende de la trabajadora, según dónde sitúe ella los límites en cada servicio, en la intensidad de la interacción con el cliente, o en el cálculo de beneficios en el ejercicio de su trabajo, tal y como podemos inferir del comportamiento de una trabajadora sexual en un club, a la que invité a una copa en un reservado. “Sheyla, ante mi negativa a entrar a la habitación estaba decidida a realizar el servicio allí mismo y que me quedara satisfecho con sus prestaciones, estaba empeñada en masturbarme y que eyaculara allí, entre sus pechos, o en su boca” (Extraído del Diario de campo). 109 Establecimientos con variada configuración de esparcimiento masculino donde se sirve cerveza en contextos erotizados. 294 Aunque también fui testigo de declaraciones más directas de esos límites. “La chica española andaba de allá para acá y en un momento comenzó a jugar con el joven que estaba al final de la barra; en el juego éste la agarró por detrás y le cogió los pechos, ella le advirtió: ‘¡para tocar hay que pagar!” (Extraído del Diario de campo). El alterne se desarrolla fundamentalmente en la sala principal de los establecimientos y en los reservados situados en, o adyacentes a, ella, cuando los tienen. Se trata de un consumo de tiempo y de compañía en los términos que el cliente elija, que los precios del establecimiento impongan y que la habilidad persuasiva de la chica consiga. O en otros términos, que la debilidad del cliente facilite y el volumen de su cartera permita. “Puedes estar simplemente tomándote una copa y mirar el ambiente y no hablar con nadie o no invitar a nadie, estar simplemente pasando el rato y disfrutar del momento; o puedes invitar a una chica, o puedes hablar con un cliente, o con el jefe, o puedes hablar con una camarera. No hay ninguna obligación ni sobre los clientes ni sobre las chicas” (Alonso, cliente habitual). Tanto mediante la observación participante, como de las narrativas obtenidas de los diferentes agentes, con los que he tratado en el decurso del trabajo de campo, parece claro que el alterne puede considerarse como un proceso de interacción previo, un prolegómeno antes de acceder a prácticas sexuales de carácter más íntimo, y como una actividad en sí misma, consistente en el consumo de tiempo y bebida en compañía de una chica. El primer aspecto queda expresado por diferentes agentes. “Si es un club, pues tu vas a tomarte una cerveza, si no te apetece estar con una chica pues le dices ‘oiga que no te puedo invitar’, siempre tienes una salida si no te agrada; y si te agrada le invitas a una copita y te descargas hablando con ella, y te relajas; y ya ahí puedes subir o no subir” (Salvador, cliente habitual). “Puedes hablar antes de entrar, él te invita a una copa o dos o tres, lo que quiera; y puedes hablar con él tranquilamente, qué te gusta, qué no te gusta, hablas más con él, a lo mejor qué no te gusta ¿sabes?” (Pasha, trabajadora sexual). 295 En el segundo caso, el alterne representa un ejercicio de ocio y entretenimiento, de consumo de tiempo, de compañía, etc. Se trata de prácticas de sociabilidad, en el sentido simmeliano (Simmel, 2002b), en un contexto erótico sensual que puede incluir contacto sexual en diferente intensidad; en un espacio ataviado de un ambiente musical y refulgente, especialmente diseñado para el divertimento y la emergencia de las sensaciones. En definitiva, estamos hablando de una sociabilidad practicada en espacios erotizados donde el contacto sexual explícito, e íntimo en mayor o menor medida, puede ser una posibilidad, tal y como lo muestran (Barrientos et al., 2009; Clement, 2005; Guereña, 2003c; Réal, 2008; Silva, 2008). En esos establecimientos la combinación de ocio y placer dan cabida a un conjunto de relaciones de carácter sociable y transitorio (Vivas et al., 2009), en los que la palabra adquiere una relevancia primordial, tal y como Maffesoli (1990) lo expresa. A este respecto los testimonios de las trabajadoras y demás agentes no dejan lugar a dudas. “No todos los clientes van a hacer sexo ¿tú me entiendes?; a lo mejor van... y no todos entran; hay gente que le gusta tener sexo y gente que le gusta irse a tomar una copa. A mi negocio, a veces, van matrimonios; los sábados va gente a bailar, como es discoteca, pues van a bailar” (Ximena, empresaria en el sector). “Mientras estoy hablando con una chica, observo que hay un cliente mayor, de unos sesenta años, que va y viene, se acerca y aleja de las chicas, juega a las máquinas tragaperras, a cuyo alrededor acuden una o varias chicas. Él bebe, pero no invita. Después quedan dos con él, con las que habla, ríe y se tocan; parecen divertirse y ellas le siguen el juego” (Extraído del Diario de campo). “Dana, la trabajadora sexual con la que hablo, me comenta señalando con la mirada ‘ese que está ahí al final de la barra, viene todos los días, se toma algo y charla con la camarera, pero fuera de aquí no tienen ninguna relación” (Extraído del Diario de campo). “Me atrae mucho la cantidad de personas que son abiertas, que te hablan de tu vida, cosa que no veo yo en otros ambientes normales, [donde] las mujeres en concreto las veo más distantes” (Alonso, cliente habitual). 296 Conviene poner de manifiesto que esta forma de ocio puede disfrutarse de manera individual o grupal, tal y como he podido observar reiteradamente en diferentes establecimientos que he visitado. “Al principio de la barra dos chicos hablan prolongadamente de manera animosa y con dos chicas. En otro grupo, las chicas atienden a tres chicos jóvenes —de unos treinta años— y las conversaciones están todas aderezadas con leves caricias en pelo o cintura” (Extraído del Diario de campo). “Había de todo: gente que hablaba, otro cerca de mí, acariciaba a una chica, le acariciaba la espalda e intentaba besarla por diferentes partes de su cuerpo; en la esquina dos chicos bailaban con dos chicas, mientras tomaban copas. Había actitudes variadas” (Extraído del Diario de campo). “Que me he juntado con algún amigo, con un compañero y pues hemos dicho ‘hombre, vamos a tomar una copa a tal sitio, que hay un ambiente de chicas” (Salvador, cliente habitual). “A mi derecha hay un grupo de tres hombres de entre 30 y 40 años, están con una chica, joven también, con cara infantil, usa gafas y de complexión robusta. Hablan con mucha familiaridad; en la parte opuesta hay también arremolinados varios hombres de esa o menor edad y varias chicas que van y vienen donde están ellos” (Extraído del Diario de campo). En el alterne, entre los objetivos del negocio y de la chica está animar al cliente en el consumo de bebidas utilizando sus atractivos sexuales (Poyatos, 2009). La intensidad en la relaciones entre las tres variables: consumo de alcohol, sexo y sociabilidad puede ser diversa según los casos y el tipo de establecimiento, no obstante la constante consiste en la utilización del cuerpo y su imagen como herramienta principal que articula las tres componentes. Apoyadas sobre el cliente, bailando entre sus piernas, gesticulando e invitando a responder a sus carantoñas, halagos y ofrecimientos. De tal manera que expresiones como ‘sí, toca, toca’, ‘puedes tocar, no pasa nada’, ‘me has puesto caliente, tengo los pezones duros’ o ‘pasar un rato feliz’, forman parte sustancial de la ejecutoria durante el rito interactivo. 297 “A partir de un momento, Yesy ha comenzado a insinuarme, cada vez con mayor insistencia y claridad, que ‘echemos un polvo’, a lo que he respondido con mi habitual excusa: ‘no estoy en situación’; la respuesta suya fue: ‘la situación la pongo yo, que para eso estoy aquí” (Extraído del Diario de campo). Este tipo de comportamientos muestra la conciencia y convencimiento de la chica de que es depositaria de cierto tipo de conocimientos propios de su condición profesional. A la vez que revela diversos aspectos que caracterizan el trabajo sexual: la condición del desempeño de la chica como un trabajo, que responde a intereses económicos propios y del establecimiento donde trabaja; y al presupuesto básico de sus obligaciones con el cliente: ofrecerle placer (Agustín, 2004a; Davis, 1937). La sala principal de un club, de un bar de copas o de cualquier bar africano, se constituyen como espacios de interacción que facilitan la sociabilidad; una sociabilidad mediada por múltiples referencias eróticas y articulada a través de la venta de servicios sensuales y sexuales, como define Rodríguez (2007) a la industria del sexo. “En un momento me sugiere que ‘pasemos un rato’, que ‘hagamos el amor’, que ‘estoy cachonda y muy..., mira’, me dice llevándome la mano sobre sus pechos” (Extraído del Diario de campo). Podemos decir que “tomar copas, escuchar música y coquetear en un entorno no familiar o es suficiente o importa igual que los minutos de sexo concreto” (Agustín, 2004a: 100). Por su parte Hakim (2012) nos llama la atención de cómo este tipo de interacciones que se dan en el alterne —flirteo, juegos de seducción, actuaciones de bailarinas, etc.— eximen al hombre de otros cumplimientos sexuales con mayor implicación por su parte y, sin embargo, puede aún recibir atenciones sensuales y halagos con los que se siente aceptado y deseado. Aunque la interacción con las chicas suele construirse cara a cara configurando un cuadro relativamente aislado del resto de la sala; algunas chicas pueden saltarse esta norma y provocar la interacción a distancia, enviando señales, haciendo gestos más o menos discretos o directamente, interpelándote a cierta distancia. Esto mostraría el carácter cooperativo que caracteriza las rutinas que elaboran el conjunto de actores en un espacio 298 de interacción, así como la capacidad de cada uno de ellos de crear un encuentro social (Goffman, 1982). “Sigo tomando notas en la barra y en un momento dado una chica me llama la atención gesticulando y gritándome ‘¡vamos a follar!’ En ese momento en la sala hay unas diez o doce mujeres” (Extraído del Diario de campo). En cualquier caso, en el alterne se muestra la importancia de la geometría de la interacción, en sentido simmeliano, a la que se refiere Beriaín (2000). También es frecuente contemplar máquinas de juegos, billares o futbolines que, en zonas más o menos centrales de la sala, sirven como soporte a la interacción mediante actividades que facilitan el encuentro prolongando, el consumo de tiempo y de ocio en el local. La conversación, las caricias, los roces, el movimiento sensual de la mujer sobre el cuerpo del hombre componen un ejercicio interpretativo, en el que se representa un cuadro dramatúrgico en sentido goffmaniano. “La chica ha jugado perfectamente un rol de mujer atrevida, juguetona; ha jugado con el calor, con los sudores: ‘tengo el coño mojado de sudor’, mientras con la mano imitaba el gesto de abanicarse entre las piernas” (Extraído del Diario de campo). Adoptando la terminología de Goffman (2009), podemos decir que la sala principal de estos locales se convierte en un escenario donde un equipo de trabajadoras del establecimiento cooperan en una determinada rutina. Los camareros y las chicas se convierten en actuantes que van interpretando los sucesivos papeles de una representación, fácil de observar en la sala principal de cualquier club. Aspectos dramatúrgicos del trabajo sexual En lo que sigue, abordaré brevemente esta cuestión tal y como la he percibido en el trabajo de campo, teniendo en cuenta lo observado, mis propias experiencias de interacción y lo que algunos agentes me han desvelado en el decurso del trabajo de campo. 299 A pesar de que el trabajo sexual se pueda realizar en diferentes espacios y establecimientos, en diferentes estancias dentro de un local, etc. su ejercicio, en cualquier caso, puede analizarse como una representación dramatúrgica en el sentido en que Goffman (2009) la contempla. Ahora considero pertinente una advertencia previa que tiene que ver con la concepción dramatúrgica de la vida cotidiana: se trata del sentido con el que debemos utilizar conceptos como sinceridad, falsedad, artificialidad, naturalidad, tratándolos con las pertinentes reservas para no concebirlos con las caracterizaciones absolutas y esencialistas que a veces le atribuimos en nuestras elaboraciones intelectuales o morales. La acusación de que muchas chicas simulan placer u orgasmos, no puede interpretarse en términos muy diferentes a los de los recursos que se utilizan en otras profesiones: la pulcritud técnica discursiva del abogado en un juicio; la gravedad del sacerdote en una homilía; la confianza que proyecta el agente de banca con el que se negocia un crédito o el forzado afecto expresado por la cuidadora hacia la persona que atiende (Agustín 2009). Precisamente porque en la gestión y desarrollo de nuestros afanes cotidianos, solemos desarrollar cierta interpretación de roles y mostramos ‘fachadas’ que nosotros mismos tratamos de construir y reconstruir a tales efectos, unas veces más conscientemente y otras menos. Y en cualquier caso utilizamos atributos propios que son funcionales a los intereses dramatúrgicos en cada momento: no se trata de proyectar nuestra propia personalidad sino las características del rol que hemos adoptado de nosotros mismos durante la representación (Goffman, 2009). En este sentido, la simulación de las chicas forma parte de los cálculos necesarios que exige el mantenimiento de la fachada durante la actuación, con la que se ha presentado al cliente y que él espera de ella (Goffman, 2009). La trabajadora simula un orgasmo porque es lo que el cliente espera de ella y desea obtener. Este aspecto es explícitamente resaltado por Cortés (2009). El análisis, de la representación en la interacción que pretendo realizar, se puede extender a todos los espacios donde se desarrollan diferentes formas de comercio de sexo; también a las distintas estancias destinadas a tal fin que encontramos en los diversos establecimientos. No obstante, me centraré en la práctica del alterne en las salas principales de los clubes, en cualquiera de sus variadas configuraciones. Como he venido exponiendo, en los diferentes locales podemos encontrar múltiples estancias: una sala principal, con un mostrador donde se sirven consumiciones y con algún 300 tipo de escenario para espectáculos de barra americana, striptease, etc.; reservados más o menos aislados y habitaciones privadas para la prestación de servicios con mayor intimidad; también encontramos aseos, vestuarios para las chicas, almacenes, etc. No todos estos elementos se encuentran en cada establecimiento, pero sí en la mayoría, pudiendo en algún caso carecer de uno o varios de ellos; tampoco los encontraremos igualmente distribuidos por el espacio del local. En las salas podemos contemplar máquinas tragaperras, musicales, billar, futbolín, etc. Y también diverso mobiliario: banquetas, veladores en alto, sillones o sofás. En el establecimiento que utilizo para este análisis pude observar la existencia de un reservado, al fondo del local; una serie corrida de asientos que utilizan las chicas para estar cuando no tienen clientes y conversar entre sí. “Las chicas están sentadas en la hilera de asientos que hay en la pared de la izquierda conforme se entra en el local, con respaldos almohadillados en forma de corazón” (Extraído del Diario de campo). El mostrador encierra dentro de su perímetro un escenario elevado con barra americana, de tal forma que los camareros se mueven por el ancho pasillo que delimitan ambos elementos. Al resto de estancias se accede desde la sala, tal y como, aproximadamente, refleja el croquis de la imagen 10 (Extraído del Diario de campo). En esa imagen pretendo reproducir esquemáticamente un orden de interacción que ocurrió realmente y en el que participé como cliente durante el trabajo de campo. He representado a diferentes trabajadoras mediante un círculo verde, un cliente mediante un triángulo rojo, a la camarera y al portero mediante un cuadrado. Y también algunas trayectorias recorridas por algunos de estos actores —el número representa un orden de ocurrencia— en su desenvolvimiento por el espacio del local. Cuando el cliente entra, es probable que los trabajadores que no estén ocupados en ese momento se pongan en estado de alerta, tanto las chicas como los camareros; el conjunto de todos ellos componen un equipo del cual el nuevo cliente —o el grupo de clientes, si entraron varios juntos—, junto con el resto que ya estaban allí, componen su auditorio. 301 Imagen nº 10. Esquema de interacción en un club Fuente: Diario de campo. Elaboración propia. Todos los elementos de la sala representan un escenario potencial configurado por los diversos elementos del mobiliario, máquinas, luces, música, etc. que definen su ambiente. “Al acceder a la sala percibo cambios desde mi última estancia: hay bastantes chicas, jóvenes buena parte de ellas” (Extraído del Diario de campo). “Conforme avanzo hacia el fondo creo reconocer a una chica que más tarde saludaré; sigo y me instalo en una banqueta al fondo del local; inmediatamente 302 llega la camarera y le pido una cerveza (...) Hay movimiento de chicas, algunas se desplazan por la sala con los móviles; las que permanecen en los asientos laterales hablan entre ellas, bromean y ríen; unas muestran algo de sus teléfonos a otras” (Extraído del Diario de campo). Una vez que el cliente se sitúa en un lugar del mostrador, es atendido por el camarero, o se le acerca una chica; produciéndose lo que Goffman llama una segregación de auditorios, mudando a un nuevo nivel de interacción. “Pasados unos minutos se acerca una chica delgada, de tez morena y que viste un vestido corto, de tirantes y de una sola pieza” (Extraído del Diario de campo). Ahora el equipo actuante lo compone una sóla trabajadora, el auditorio lo constituye su cliente y el ambiente queda limitado por el mobiliario más próximo, luces, sonidos, etc.; y el resto de las trabajadoras que no acudieron, junto con la camarera, quedarían en la región posterior, en segundo plano. La chica, al acercarse al cliente, presenta su fachada: muestra sus encantos y revela sus modales —despliega su ‘capital erótico’ Hakim (2012)—, desarrolla un rol; comenzando, de esta forma la representación de su rutina. “Se me acerca, me saluda besándome; dice llamarse Mari y es Dominicana” (Extraído del Diario de campo). Así, lo habitual es presentarse, besar al cliente y esperar que él la bese, comunicar su nombre y establecer una determinada relación física con él, que suele incluir algún tipo de contacto que se irá desplegando durante el tiempo de interacción. Por lo demás, cada chica suele adoptar un rol en la interacción: la mujer seria, la simpática, la que anda un poco loca; ellas mismas suelen auto definirse y expresan rasgos acordes a su identidad. Para ello, hace uso, también, de los elementos del ambiente a su alcance en el escenario; por ejemplo, acercando una banqueta o aproximándose a la misma donde está sentado el cliente y situándose en posición conveniente o apoyándose de una determinada manera en el mostrador. El siguiente extracto en muy gráfico al respecto: 303 “Mientras me pregunta qué me trae por aquí y me cuenta (...) Se mueve entre mis piernas, con su vientre muy pegado al mío; me rodea el brazo por el cuello y me abraza besándomelo (...) Me pregunta si me apetece hacer ‘chiqui, chiqui” (Extraído del Diario de campo). Estando conversando con la chica nos interrumpió el portero. “En un momento el portero se me dirige preguntándome si el coche ‘de tal marca’ que hay frente a la puerta es mío: al parecer me he dejado las luces encendidas; le respondo que sí y salgo; ‘te espero aquí’ me dice la chica” (Extraído del Diario de campo). Esta intervención del portero podríamos considerarla un caso de disrupción, se trataría de la intervención de un tercer actor que, por determinados motivos, interviene en la escena; aunque alejado de ella, está en cierta manera ‘pendiente’ de lo que pueda ocurrir en la sala. Si bien interacciones como ésta no son frecuentes, sí que lo es— aunque no se dio ese día, sí me ha sucedido en otras ocasiones— el caso de que la camarera, consciente de que no está consumiendo la chica, interrumpa la escena para sugerirle al cliente que la invite. Estaríamos aquí ante un caso claro de co-actuación; se trataría de la incorporación de un nuevo actor, en esta ocasión con el papel de director, en la medida que pretende regular la actuación de otros actores. Este papel de director es frecuente que lo protagonicen los encargados o, en su defecto, la camarera; he observado actuaciones de este tipo cuando estando las chicas distraídas algún cliente ha permanecido más tiempo del habitual sin que ninguna trabajadora se le acerque ofreciéndole conversación. “Finalizada la conversación y a la vista de que rehusé invitarla y entrar al privado con ella, nos despedimos finalmente. Aprovecho que quedo solo de nuevo para tomar unas notas en el teléfono” (Extraído del Diario de campo). “Pasados unos cinco minutos se acerca otra chica. Yo me hago el despistado con el teléfono y ella se me acerca y me toca el hombro (...) Me saludó con el intercambio habitual de besos (...) Lleva un vestido similar a la anterior, corto, ajustado y de una sóla pieza. Nada más empezamos a hablar me dice ‘voy a sentarme’ y arrastra una banqueta sentándose de frente a mí pero cruzándo su cuerpo conmigo (...). 304 Apoyamos respectivamente nuestros brazos en la pierna del otro. Me pregunta qué me apetece hacer, a lo que respondo que no tenía pensado hacer nada, que me apetecía tomar una copa y que por eso fui (...) Sugiere hacerme un masaje y cualquier cosa más. Me muestro receloso ante esa posibilidad. Me indica dónde está el acceso a las habitaciones —una puerta en la pared que da a la fachada, al lado del aseo de hombres—, me indica, asimismo, que la sala que hay detrás de nosotros es un reservado, donde se distinguen, aún con luces menos intensas, un sofá y una pequeño mostrador (...) Después de unos minutos le comento que voy a marchar; le pregunto por el aseo de hombres y nos despedimos ‘hasta otra vez’ y me dirijo hacia la puerta” (Extraído del Diario de campo). De no haberme marchado, esta rutina se podría haber reiterado varias veces más, con trabajadoras diferentes. Y constituiría un buen ejemplo de la segregación sucesiva de escenarios y auditorios. En el momento de abandonar la chica mi proximidad, me vuelvo a convertir en auditorio de todas las demás, capto su atención y el escenario que constituía mi banqueta, la de la chica y el pequeño tramo de mostrador se desvanece, quedando mi actuación situada en el conjunto de la sala y cambiando de nivel de interacción. Mientras no quede cliente alguno libre, ni se produzcan cambios en el auditorio total, las chicas permanecen en la región posterior, zona alejada de los escenarios y donde actores que no interaccionan pueden descansar, reponerse o mostrarse sus confidencias, quedando ahora como observadores. Un espacio típico y permanente sería, por ejemplo, el vestuario o cualquier otra estancia a la que ningún cliente puede tener acceso; pero como he referido, es frecuente que un lugar se transforme secuencialmente en distintas regiones; así la fila de asientos donde las chicas suelen ubicarse en este club, se convierte recurrentemente de región posterior al escenario —o región anterior— y viceversa. Otro espacio que suele transformarse con asiduidad en otros clubes es un extremo de la barra donde, en ausencia de clientes, las chicas se arremolinan para charlar, mirar páginas web en Internet o ver fotografías, películas, etc. Una vez que hay cambios en el local el grupo se disuelve y esa zona queda libre como posible escenario posterior de interacción trabajadora-cliente. En el ejemplo al que me estoy refiriendo, de haber entrado con la chica al reservado a tomar algo con ella o a una habitación privada para realizar algún servicio o simplemente pasar el rato, se hubiera producido otro cambio de escenario, donde la trabajadora —y yo 305 mismo también— es posible que hubiéramos renovado nuestra fachada, con el fin de llevar a cabo rutinas diferentes con distintas intensidades de interacción. Otro ejemplo muy típico, y que nos revela con bastante claridad ese carácter de representación con el que podemos analizar la interacción en el trabajo sexual, se produce en la presentación de las trabajadoras al cliente en una casa de citas, en el pase, tal y como lo hemos referido ya en otro momento de este capítulo. Si en conjunto, la rutina de todos los actores está dirigida a la obtención de beneficios colectivos, de acuerdo con los intereses del establecimiento, dando lugar a una representación colectiva; la rutina desarrollada por la chica, que en este caso he identificado como de segundo nivel, estaría orientada más a los beneficios particulares de la chica. He de advertir que la posición de actor y auditorio es relativa y recíproca; situados desde la perspectiva opuesta podríamos analizar la actuación del cliente respeto de la chica, su auditorio en esta ocasión. De hecho, en diferentes establecimientos he mostrado fachadas diferentes: cliente novato, amigo del dueño, investigador, etc.; comportandose las chicas de manera diferente en cada caso, presentando fachadas que, sin obviar sus intereses, respetasen lo que yo esperaba de ellas en cada caso. De este modo, el proceso básico de interacción que se da a través del trabajo sexual entre trabajadora y cliente, en cualquiera de los espacios en que se desarrolla, ha quedado representado en los párrafos anteriores. 2.2.4 Articulaciones del trabajo sexual Como en cualquier otro ámbito profesional, el trabajo sexual no se agota con el fin de la jornada laboral. Su desempeño alcanza múltiples y diferentes aspectos de la vida que vienen articulados a través de él. Sin ánimo de ser exhaustivo abordaré brevemente algunos de esos aspectos, entre los más controvertidos o de mayor relevancia para los diferentes agentes que intervienen en el sector. Lo que sigue, pues, son algunos tópicos que he considerado de interés tratarlos diferenciadamente de la mirada estrictamente laboral, aunque en absoluto están desconectados del trabajo que realizan las mujeres con los clientes; su relevancia viene dada por la transcendencia que proyectan en múltiples ámbitos de la vida de esos agentes. 306 Las adicciones Es lugar común relacionar drogas y prostitución; siendo múltiples las explicaciones acerca de la naturaleza de ese vínculo (Meneses 2010). No es objeto de la presente investigación un análisis exhaustivo de esa relación, pero sí exponer cómo se articula el consumo de estupefacientes a través del trabajo sexual en los contextos locales donde he realizado trabajo de campo. Además atenderé la trascendencia que alcanza para las mujeres, tanto en su vida laboral como en la personal. A finales de los años ochenta y principios de los noventa algunas trabajadoras sexuales buscaban a sus clientes en la recta de Pescadería de Almería para pagar el ‘pico’ de heroína o la ‘raya’ de cocaína, propia o de algún familiar cercano: hijo, marido, etc. No fueron pocos los conflictos con los vecinos del barrio porque ‘los clientes confunden a nuestras mujeres cuando bajan a tirar la basura con ellas’, como de forma más o menos literal recuerdo que me argumentó un destacado dirigente vecinal. Sea como fuere, la implantación del programa de metadona por parte de la administración sanitaria andaluza parece que surtió efectos, tal vez no contemplados inicialmente, haciendo desaparecer aquellas mujeres de ese entorno (Acién y Majuelos, 2003). Tal consecuencia de los programas sustitutivos con metadona también lo evidencia Corbalán (2012) en el caso de Madrid. Esta entrada en la prostitución, para obtener ingresos que mantuviesen el consumo de droga, me ha sido referida por Juana, una trabajadora sexual que ya trabajaba en la calle en esos años. Salvo ese caso, entre las mujeres que hayan comenzado a ejercer más tarde, generalmente inmigradas, no me he encontrado con ninguna que manifestara adicción a sustancia estupefaciente alguna. Al tratarse de productos psicotrópicos cuyo consumo es ilegal, en particular la cocaína, estos productos no forman parte de la oferta explícita de los establecimientos en los que se ofrece sexo de pago. Sin embargo, parece evidente que los clientes suelen consumirla en los reservados y habitaciones privadas que existen en esos establecimientos. Lo que sugieren las revelaciones de los distintos sujetos que participan en estos negocios es que, independientemente de que en algunos locales se pueda vender droga, su consumo no es algo excepcional en la generalidad de los establecimientos. Si bien cualquier sujeto relacionado con el comercio sexual puede consumir drogas en su vida privada, de la misma manera que lo hace con el alcohol o con otras sustancias; el interés 307 aquí reside en que, cuando el cliente va a consumirlas a un club o a un establecimiento similar, afecta al trabajo de la chica y esta debe adoptar determinadas decisiones al respecto; normalmente cuando el cliente la consume, prefiere hacerlo acompañado y, en ocasiones, disfrutando alguna prestación erótica, afectiva o explícitamente sexual; suele consumirla previamente a la solicitud de algún servicio o como acompañamiento a los requerimientos contratados. Si abordo esta contingencia aquí es porque afecta a cómo las chicas gestionan sus relaciones, a la prestación de sus servicios con el cliente y a la competencia entre trabajadoras de un mismo establecimiento. “[Consumen] tanto los clientes como las mujeres. Sí, porque en esos clubes hay muchas tías que la consumen, muchas. No te voy a decir que a lo mejor vas a un club y están todas, pero a lo mejor de 20 una sí lo consume” (Vicente, antiguo vendedor de cocaína en clubes). “Ahí viene gente con droga, quiere tomar droga; y te obliga a tomar con él si quieres pasar con él más rato, para ganar dinero. Y te dice ‘¿vamos a la habitación a tomar conmigo la coca y todo eso y quedamos una hora y media o dos horas’; y entonces la chica piensa que va a ganar más dinero y se toma eso” (Aixa, trabajadora sexual). “Es gente que viene para tomar droga, para coca ¿sabes? quiere una chica desnuda delante de él y ya está” (Farah, trabajadora sexual). Lo que los dueños y encargados declaran es que el establecimiento, como tal, se considera simplemente ajeno a esa práctica. “Si en un reservado ha entrado un cliente y ha consumido yo no puedo hacer nada, eso es privado. Pero en la barra, ni vender, ni comprar ni nada, [soy] enemigo total de la droga” (Wladimiro, dueño de un club). Aunque se pueden percibir actitudes más o menos beligerantes al respecto. “Hombre, claro, una vez que entre dentro y eso; lo que se haga dentro, yo [soy] ajeno” (Rolando, dueño de un club). 308 “Aquí ha habido gente que nada más entrar en el parking a aparcar ya se está metiendo rayas de coca en el coche y han ido los vigilantes y no los han dejado entrar, los han echado fuera del local” (Lucas, dueño de un club). No obstante, alguna mujer ha reconocido que en un establecimiento, donde trabajó durante un tiempo, la encargada ofrecía droga. “Antes la dueña vendía para las chicas, y una chica la denunció, y por eso lo cerraron” (Sonia, trabajadora sexual). Respecto al consumo de cocaína no hay una pauta única por parte de las trabajadoras. “Eso depende, hay algunas que ni la han tocado y no quieren saber y algunas que sí, que se la toman” (Bernabé, portero, encargado). Lo que revelan las mujeres es que el consumo de cocaína parece ser algo frecuente en las habitaciones privadas de los establecimientos y que las trabajadoras afrontan su consumo como una condición vinculada la prestación de servicios. “Sí, he tomado pero no mucho, he tomado por dinero, muchas veces” (Imán, trabajadora sexual). Parece claro pues, que tomar droga, uniéndose al cliente en el consumo, supone una motivación añadida para el requerimiento de un servicio, aunque consista simplemente en el acompañamiento en el consumo. “Te preguntaba, ‘¿tú quieres?’ y claro, una que no consume droga dice ‘no’ y otra que consume dice ‘sí’. Pero claro, se enredan más con las que toman que con las que no toman” (Eugenia, trabajadora sexual, camarera). Y las actitudes de las chicas al respecto son variadas, adoptando criterios que van desde la inflexibilidad de los principios al pragmatismo en los beneficios, pasando por la simulación. 309 “¡Hombre! he tenido clientes que han ido de eso, pero se lo he puesto en conocimiento, que yo..., que eso no me gusta, que si yo se la puedo preparar para que se la tome, pues sí, preparársela, pero yo jamás en la vida [la tomé]” (Sacramento, trabajadora sexual). “Yo antes aprendí un truco [para no tomarla] pero cuando te pagan te vigilan y no hay manera; yo cojo un papel higiénico [gesticula haciendo una bola] y lo meto en mi nariz, me tomo la droga y mientras el cliente habla conmigo yo hago así [gira el cuello y simula expulsar el aire del orifico nasal por donde penetró la cocaína] y se tira, y ya está” (Imán, trabajadora sexual). Lo cierto es que, a pesar de los inconvenientes que puede presentar el consumo de drogas durante en desempeño del trabajo, la cocaína puede convertirse en una aliada de la chica, al facilitar sus objetivos económicos mediante la prolongación del tiempo contratado por el cliente. “¡Hombre! El mejor cliente que hay en la vida es el hombre que toma droga [risas]. Porque se queda con ganas el cerebro pero el cuerpo no funciona y entonces estás trabajando toda la noche ganando dinero [risas]” (Imán, trabajadora sexual). Esta apreciación aparece confirmada también en el trabajo de Meneses (2010): concluye que las mujeres que tomaban cocaína contaban con un número mayor de clientes y gozaban de más ingresos que las que no lo hacían. Este hecho se muestra como un factor más de competencia entre trabajadoras, y justificaría las estrategias simuladoras del consumo para no adoptar una posición manifiestamente negativa ante ellas, con la consiguiente pérdida de clientes y beneficios. En el decurso del trabajo de campo he recibido opiniones y he escuchado testimonios acerca del consumo de drogas, pero nunca ninguna chica me reveló que fuera drogodependiente en ese periodo de su vida. Aunque sí conocí a un proveedor de cocaína que durante algunos años abasteció a clientes y, en menor medida a trabajadoras, de diferentes clubes, que reconocieron haberlas consumido alguna vez. En cualquier caso, la investigación realizada por Fernández (2011) revela una baja prevalencia del consumo de drogas por parte de las trabajadoras sexuales; esta investigación coincide en tal conclusión. 310 Por tanto, podemos decir que la droga —vale decir la cocaína— forma parte en cierta medida del ambiente laboral en el que trabajan las chicas, y que su consumo viene de la mano fundamentalmente de los propios clientes; cabe no descartar el consumo esporádico por parte de las mujeres por su propia iniciativa. Similares conclusiones revela López (2010) al respecto, cuando analiza el trabajo sexual en los pisos de contactos donde trabajan mujeres colombianas y brasileñas en la ciudad de Lugo. Tampoco se debe desechar la promoción y venta a iniciativa de encargados de establecimientos, sobre los que no he indagado más allá de los testimonios de las chicas. Contrariamente, sí que pude conocer algunas mujeres que en mayor o menor medida habían sufrido dependencia del alcohol. En los casos que traté, tal adicción había sido provocada para vencer el pudor, tal y como nos desvelan Yenia y Lobna a través de sus biografías. No obstante, otras chicas relataban también cómo algunas mujeres de países del Este europeo, que empezaron a trabajar en los años dorados del alterne, tuvieron que consumir mucho alcohol en el ejercicio de su labor, acompañando a los clientes, con el fin de poder cumplir con sus aspiraciones económicas. Esta vinculación entre el consumo de alcohol y el alterne también ha sido puesta de manifiesto por Olvera (2006) al referirse a la ‘fichada’110 —equivalente en México del alterne— donde, al igual que en Almería, el logro de invitaciones a copas es una de las fuentes de ingresos de las trabajadoras. A ese respecto, he podido observar cómo en la mayoría de los clubes la copa — pagada a las chicas— suele ser más pequeña y de menor contenido alcohólico que las comunes a los clientes, adoptando la forma de un cóctel de baja graduación. Tal práctica está, además, inequívocamente relacionada con el interés de los dueños de locales de que la chica no se embriague, se convierta en fuente de conflictos y genere problemas al negocio. El placer En el comercio sexual el placer forma parte del producto que la trabajadora ofrece al cliente a cambio de un beneficio económico. Por tanto, ante cualquier consideración acerca de su trabajo, las chicas manifiestan esta posición suya en el intercambio comercial, sea de manera explícita o implícita. En este mismo sentido se expresa De Paula (2002); y 110 Su nombre hace alusión a la ficha que recibe la trabajadora por cada invitación que obtiene de sus clientes y que intercambiará al final de la noche por la comisión estipulada. 311 se constata para Almería de manera reiterada, tanto en la interacción con las trabajadoras como en sus propias narrativas. “Cuando le pregunté si a ella le gustaba lo que hacía con los hombres, si sentía placer, me dijo que a veces sí, pero que ‘es el hombre el que viene a disfrutar y él debe decir qué cosas quiere hacer” (Conversación con una trabajadora en un club. Extraído del Diario de campo). No obstante, y dada la naturaleza de la interacción entre chica y cliente, muchas de ellas reconocen haber sentido placer mientras trabajaban, con mayor o menor frecuencia y en mayor o menor intensidad. Esta misma conclusión ofrece López (2010) mediante los cuestionarios administrados a distintas trabajadoras en su trabajo de campo; similar resultado señala De Paula (2002) al respecto; ambos revelan, además, que las mujeres transmiten estas experiencias acompañadas de cierto sentimiento de vergüenza; sin embargo, no ha sido esa mi experiencia durante el trabajo de campo —tanto si han tenido orgasmos como si reconocieron haberlos fingido a fin de satisfacer las expectativas del cliente—, aunque no negaré que, en ocasiones, hablar de estas intimidades les produzca cierto rubor. Como se podrá comprobar en las biografías que presento en la ‘Tercera parte’, las condiciones y la actitud ante el placer sexual durante el desempeño del trabajo responden a múltiples y variados factores. Así, las narrativas de las chicas nos remiten a la actitud de la mujer y a su capacidad de dominio mental la posibilidad de experimentar o no orgasmos. “Es que eso, eso depende de la mujer; si se deja siente, si no se deja no siente” (Oleñka, trabajadora sexual). Igualmente, refieren que el placer es algo que pertenece al cliente en la transacción; no obstante reconocen haber tenido orgasmos en el ejercicio de su desempeño, pero parecen vincular ello a la actitud y capacidades del cliente. “Hombre orgasmos alguna vez, sin querer a lo mejor sí [he tenido]. Porque tú imagínate, porque tú lo que tienes que hacer es que el hombre ¿no? llegue él al 312 orgasmo, porque para eso... [es tu trabajo]; pero claro, hay tios que saben hacerlo de aquella manera que sin querer consiguen [que la chica pueda] llegar a tenerlo” (Eugenia, trabajadora sexual). Alguna remite a una ausencia de intencionalidad en la obtención de placer sexual durante la interacción con el cliente. “Es como el cuerpo te pille, como el cuerpo te pille; porque hay momentos que tu tienes un orgasmo con una persona que tu ni te imaginas que lo vas tener; pero esto es porque tienes el cuerpo que te pilla así, y normalmente lo tienes” (Sacramento, trabajadora sexual). Más matizada es la opinión siguiente, que parece atribuir a la capacidad de seducción del hombre la posibilidad de obtener placer en el trabajo. “¡Hombre! [entre carcajadas] ¡por favor! Hay un chico que aquí viene, es un tío de guapo y huele muy bien, si ese fuera puto..., es guapísimo y sabe hacer la cosa... De cada diez hay alguno” (Eufemia, titular de una casa de citas). También Basma, una trabajadora sexual, reconoce que cuando lleva tiempo sin ‘hacer el amor’, es normal que disfrute y tenga orgasmos en el trabajo. En cualquier caso, tanto las mujeres que declararon haber sentido placer sexual durante el desempeño de sus tareas, como las que no lo hicieron, no problematizaron el correspondiente hecho. Y las que dijeron haber tenido orgasmos me transmitieron una sensación satisfactoria y sin ningún tipo de juicio moral. El amor En general, trabajar para dar placer a otros parece que tiene consecuencias en la vida afectiva y sexual de las chicas, aunque en diferentes sentidos e intensidades. Es frecuente que las trabajadoras que entablan relaciones afectivas, con propósito de estabilidad, con personas que son o han sido clientes suyos, suelen abandonar el trabajo durante el periodo que dura ese vínculo. Otras mujeres mantienen su desempeño con conocimiento o no de sus compañeros sentimentales. 313 En algunos casos se produce, al inicio de las relaciones con alguien que desconoce la índole de su trabajo, que cuando descubre el tipo de actividad que desempeña la chica, los celos aparezcan, siendo frecuente que entorpezcan la continuidad del vínculo, cuando no sea que lleguen a truncarlo. “La verdad es que yo no le he contado a él la verdad y cuando se ha enterado lo pasamos muy mal, peleamos, cada uno su parte (...) Él no lo aceptó hasta ahora. Él me dice ‘tú aquí busca un trabajo’. Todos los días tenemos ese problema, anteayer peleaos... Yo le dije ‘mira que tú tienes tu vida y yo tengo la mía. Si tú quieres vamos ahí tomamos un café, tomamos una cerveza, o algo, pero cada uno por su camino’; pero él no lo ha aceptado. Le sienta mal, peleamos, chillamos (...) pero él no lo acepta” (Lobna, trabajadora sexual). De todas maneras, parece que la separación afectiva de los ámbitos domésticos y laborales suele estar clara. “Trabajo es trabajo, sentimiento es sentimiento” (Lila, encargada en una casa de citas) “No, [El] novio es otra cosa, Paco, [es] otra cosa, otra cosa; con [el] novio te sientes una mujer, con el trabajo no” (Farah, trabajadora sexual). Y en similares términos se refiere la misma mujer al sexo: “No, [con mi novio es] otra cosa, lo sientes” (Farah, trabajadora sexual). En otras ocasiones, las chicas admiten que sus relaciones afectivas no se ven afectadas por el trabajo. De esta manera lo manifiesta esta chica, al referirse al tiempo en que tuvo un novio español, a la vez que trabajaba. “Pues si te digo la verdad yo no sé si le afectaba mucho, porque cuando estábamos juntos inclusive había gente que conocíamos los dos y se no mezclaban...[las cosas]” (Ginebra, trabajadora sexual). 314 Tampoco se resienten las relaciones sexuales, salvo en lo que respecta al cansancio que con el que llegan a casa, tal y como expresa Pasha. “Cuando pasa una semana, o dos semanas, que no has hecho nada con tu novio, claro que da la gana, pero no tanto como antes, cuando no trabajaba”. Con mayor claridad se manifiesta Delgadina. “Yo fuera cuando estoy con otra persona, con mi pareja, trato de olvidar mi trabajo y olvidar que..., trato de no mezclar”. De Paula (2002) muestra cómo algunas trabajadoras confiesan su temor a enamorarse en el trabajo, ante la perspectiva de que, por la situación familiar del cliente, vislumbre pocas posibilidades de entablar una relación con él; también Vip (2009) se refiere a ese mismo temor. Asimismo, manifestaciones al respecto de ese problema las he encontrado en mi investigación, si bien la chica aducía motivos más vinculados a su modo de vida. “En el hilo de la conversación hemos hablado de la posibilidad de que tanto ella como el cliente se enamoren, pero ella ha mantenido una posición sensata: ‘yo no quiero enamorarme porque no sé dónde voy a estar mañana (...) aunque cuando el corazón hace puf’ [realizando un gesto, juntando las yemas de los dedos y abriéndolos bruscamente]...” (Interacción con Malek, trabajadora sexual en un club. Extraído del Diario de campo). No obstante diferentes trabajadoras sexuales que han participado en esta investigación, me han narrado cómo se enamoraron de sus clientes alguna vez. “Vine a trabajar dos meses, gané mucho dinero, aquí en el ‘tal’ [nombre del club] y ya conocí al fulano [por el hombre que fue pareja suya un tiempo] y me he enamorado totalmente” (Imán, trabajadora sexual). Otras personas vinculadas al comercio sexual como porteros, encargados o clientes me han comentado también estos hechos. En próximos epígrafes veremos cómo las 315 narrativas de esos agentes revelan que ese tipo de conexiones afectivas se suceden con relativa frecuencia. “Algunas se han enamorado en serio con el cliente y están viviendo, y se han casado con él; más de una” (Bernabé, portero y encargado). “Clientes que se enamoran de chicas, y chicas que se enamoran de clientes” (Lucas, empresario). Esta escueta sentencia de Lucas, también aparece corroborada por López (2010) a través de los testimonios de trabajadoras sexuales en Lugo. Más matizada es la apreciación de esta empresaria. “Yo sé, particularmente, que algunas chicas suelen enamorarse mucho y reciben muchos palos” (Delgadina, encargada). En general, los clientes entrevistados niegan haberse enamorado, pero admiten que eso sea posible, tanto en ellos como en la chica, especialmente si son asiduos y adquieren confianza mutua. Así Juana, en sus narrativas, muestra cómo un cliente se enamoró de ella. Igualmente, Lobna atestigua de clientes suyos que se enamoraron de ella misma. Otras, en cambio, muestran un acusado descreimiento acerca de la probabilidad de que algún hombre pueda enamorarse de una trabajadora sexual. “Yo pienso, me pongo en el lugar de mi pareja y digo qué sentirá ese hombre por mí, cuando el sabe que estoy acostándome con otro; me querrá o simplemente porque, yo qué sé, me ve fuera de mi trabajo, como yo soy, con mi carácter, con mi… Algo tendrá; nunca, nunca un hombre que esté con una mujer que esté en la prostitución, puede llegar a quererla, a amarla como se puede amar, con ese sentimiento puro de decir ‘estoy enamorado locamente de esta mujer’. No, por que ese hombre siempre tendrá, aunque te quiera, algo que lo enfríe mucho” (Eugenia, trabajadora sexual). 316 Esta desconfianza hacia el amor ‘romántico’ la achacan López y Baringo (2006) a la dureza de las biografías de muchas de estas mujeres. No obstante he conocido historias tanto o más duras que las de Eugenia que contradicen este extremo, como es el caso de la de Juana. Empezó a trabajar en el sector a raíz de que se separó de su marido; durante un tiempo estuvo trabajando en la calle y durmiendo en ella, dependiendo de la droga. Tuvo varias parejas sentimentales y nos refiere de esta forma acerca de una de ellas. “Yo lo conocía dos años antes pero de ir a invitarme. Era un hombre al que le gustaba..., que se veía bueno, muy enamorado; yo creo que estaba enamorado de que ver cómo trabajaba. Yo estaba trabajando en la habitación y me tocaba en la puerta loco perdío [de celos]” (Juana, trabajadora sexual). En el caso Eugenia, ella misma reconoce, a veces, haber tenido hombres que en algún momento se enamoraron de ella. En cualquier caso, conceptos como ‘amor’, ‘querer’, ‘amistad’, ‘afecto’, etc. que, en general, cada trabajadora suele diferenciar, se refieren a experiencias que sólo adquieren sentido específico en las historias particulares de cada persona, mostrándose muy escurridizos a la hora de establecer comparaciones y pautas generales, que permitan generalizar juicios concluyentes en esos términos. El estigma El estigma, que afecta a determinados trabajos de la industria del sexo, en particular a las mujeres que lo ejercen en los espacios y segmentos que han sido objeto de esta Tesis, está sobradamente documentado a nivel teórico (Goffman, 2008; Garaizábal, 2004 y 2007; Juliano, 2002; Pheterson, 2000). Su origen viene asociado a la consideración social instituida acerca del trabajo que realizan las chicas. Lo que me propongo en este breve apartado es mostrar cómo las personas que han participado en la presente investigación manifiestan ese estigma, cómo afecta a sus vidas, y a las de quienes las rodean. Pero el hecho de que el estigma afecte a todas las chicas, y en menor medida a otros actores del comercio sexual, no implica que todas ellas tengan una consideración negativa de su desempeño; así, encontramos en este sector desde quienes niegan que sus ingresos económicos provengan de forma continuada del negocio sexual, hasta las que asumen su 317 trabajo con orgullo, pasando por las que se autojustifican, utilizando diferentes estrategias victimizadoras (Garaizábal, 2004). En cualquier caso no debemos olvidar que, en los primeros momentos del ejercicio del trabajo sexual, es cuando las mujeres que se inician en él deben confrontar su identidad personal —adquirida en su proceso de socialización primaria— con la identidad atribuida (Goffman, 2008) que de forma repentina adquieren —socialización secundaria—; ambas identidades estarán presentes y pugnarán a lo largo de su vida. La vergüenza es el sentimiento más frecuente que expresará esa tensión que dicen las chicas haber experimentado respecto del ejercicio de su trabajo. Es el caso siguiente, que a pesar de los años que lleva en su desempeño confiesa seguir sintiéndola. “Vergüenza, mucha, de lo que hago. A mí me cuesta mucho, ante mí misma, y todavía” (Juana, trabajadora sexual). Salvo alguna excepción, todas las mujeres recuerdan su primer servicio y cómo lo vivieron. En general no lo describen como una mala experiencia —curiosamente suelen referirse de forma generalizada al buen comportamiento de los clientes—, pero sí con la angustia de enfrentarse a algo nuevo para lo que no estaban preparadas: dificultades del idioma111 , desconocimiento del desempeño profesional —como le ocurrió a Ginebra o a Ania—, o al pudor, como le sucedió a Eugenia; y que en los casos de Yenia y de Lobna fue combatido mediante la ingesta previa de alcohol. En ocasiones, ciertos sentimientos —que pueden convivir con aquellos— se muestran más perdurables, vinculados a la culpa en relación al incumplimiento de los mandatos religiosos —como es el caso Eugenia, Basma, o de Aixa—, de las prescripciones sociales —como encontramos en Imán cuando refiere su sensación de fracaso—; o a la inadecuación del trabajo a la construcción previa de su identidad sexual, como en el caso que sigue. 111 No puedo dejar de referir cómo en una de mis últimas salidas al campo, me encontré en un club con una chica recién llegada de un país del Este de Europa, que pretendía ‘alternar’ conmigo; como ni en castellano ni en inglés nos conseguíamos entender, la chica sacó de su bolso una hoja con diversas frases escritas en su idioma y su correspondiente traducción en castellano, con expresiones como: ‘hola’, ‘¿cómo te llamas?’, ‘mi nombre es tal’, etc. 318 “Cuando yo me metí en este mundo yo lloraba y lloraba y lloraba porque yo soy de un sólo hombre” (Sacramento, trabajadora sexual). Otras mujeres desvelan ausencia de culpa o vergüenza; así lo manifiesta Lila, que dice no haber sentido nunca vergüenza en el desempeño de su trabajo. También encuadra aquí Toña o Nadia, tal y como muestran sus narrativas. Por todo ello, Goffman (2008) nos remite al control de la información, sobre su identidad y su biografía, que cada persona procura, para ocultar o desdibujar el estigma. A este respecto son de sobra conocidos recursos bastante comunes entre las trabajadoras, como adoptar un nombre específico para el ámbito laboral, ocultar el rostro en los anuncios, o ser poco precisa al informar dónde se reside. Así lo expresa Ania en sus narrativas; también el siguiente testimonio. “Claro, porque no quiero que la gente sabe [sepa] mi nombre (...) Porque si me ven por la calle no quiero que griten mi nombre, que mi abuela o alguien... [se entere]” (Alexandra, trabajadora sexual). Otro recurso común reside en la ‘compartimentización” (Juliano, 2002), por el cual la trabajadora escinde diferentes espacios de su vida cotidiana —normalizados— de los laborales —estigmatizados—. De esta forma, a muchas trabajadoras inmigradas, cuyas familias permanecen en su país de origen o en lugares geográficamente distantes, les resulta fácil ocultar que trabajan en el comercio sexual. Así Lobna me indica que su familia más cercana vive fuera de Andalucía y eso le da tranquilidad. Igualmente otras, cuya familia reside en su país de origen y desconoce en qué consiste su actual trabajo. “A mi madre yo le digo que trabajo de limpieza en casa de mi amiga” (Yenia, trabajadora sexual). No obstante, a veces puede no resultar suficiente, tal y como le sucedió a Eugenia cuando un vecino suyo la reconoció en un club donde acudió como cliente, con los consiguientes sorpresa y disgusto. A esta estrategia responde también el hecho de que muchas chicas que ejercen en pisos de contactos, prefieran los situados fuera del barrio 319 donde residen. Similar criterio utilizan mujeres españolas que procuran trasladarse a trabajar a localidades alejadas de las de su residencia habitual. Lo que parece común es que, salvo alguna excepción, el ejercicio de la profesión disipa estos sentimientos en mayor o menor medida. Así lo revelan explícitamente Pasha, Oleñka, y otras. Esta pérdida de intensidad o desvanecimiento está relacionada con una serie de mecanismos que las personas estigmatizadas suelen poner en funcionamiento en su proceso de profesionalización, re-socialización o socialización secundaria —en términos Berger y Luckmann (2006)—, conforme desarrolla el ejercicio del trabajo sexual, con el objetivo de sobreponerse al estigma. Como afirma Juliano, “los seres humanos somos capaces de realizar enormes sacrificios con tal de obtener la aprobación social” (Juliano, 2002: 67), de tal manera que también las trabajadoras sexuales recurren a estrategias de atenuación y superación del estigma. Así, Eugenia, Amal o Sacramento autolegitiman su trabajo en base a sus obligaciones familiares; por su parte, Alexandra lo hace recurriendo a la imposibilidad de encontrar trabajo como consecuencia de la crisis económica actual; Ginebra apela a la ausencia de perspectivas en su país. Se trata de procesos discursivos que elevan a insuperables determinadas contingencias de sus respectivos itinerarios vitales. Otras mujeres tratan de destacar logros y éxitos que se presentan como valiosos e inherentes al desempeño de su profesión; así, Farah apela al mundo de relaciones que supone el ambiente del trabajo sexual y a las libertades que a una mujer ofrece nuestro país; Ginebra resalta que ha podido encauzar su vida y criar a su hijo; y Ania se enorgullece de sus ahorros y haberse podido comprar piso en su ciudad de origen. Algunos recursos consisten en subrayar aspectos, presentes en el ejercicio de su profesión, que resultan carismáticos o prestigiosos en otras esferas laborales o sociales donde el estigma está ausente. De esta forma, las trabajadoras recurren a fuentes de empoderamiento y autoestima a partir del orgullo por las habilidades y conocimientos que destila el ejercicio de su trabajo (Juliano, 2002). Así, Eufemia se refiere a que en su ocupación ejerce de ‘psicóloga’ de sus clientes, similar título concede Imán a la ejecutoria en su desempeño laboral. 320 En definitiva, estamos ante un fenómeno que representa enormes dificultades para las mujeres que ejercen este oficio; y que, lejos de atenuarse, las campañas de corte abolicionista de inspiración sueca, no hacen sino complicar más el problema, añadiendo elevadas dosis de victimización y menoscabando de su capacidad de agencia; también, añadiendo nuevos objetivos a la tarea estigmatizadora: los clientes, nuevas dianas de las políticas para las buenas costumbres. Tanto en los análisis teóricos como en diferentes estudios basados en las narrativas de las mujeres, podemos encontrar este fenómeno omnipresente en diferentes aspectos de su vida cotidiana (Arjona, Checa, Acién y Majuelos, (s. f.); López, 2010; Majuelos, 2014; Solana y López, 2012). Igualmente lo ponen de manifiesto las autobiografías publicadas de algunas trabajadoras (Neira, 2012). Particularmente llamativo es el trabajo sexual desarrollado en la calle en alguno de sus componentes. Al estigma y los prejuicios que están presentes habitualmente hay que añadir, en estos casos, que el ejercicio del trabajo supone una ocupación y apropiación del espacio público dando lugar a conflictos diversos con el vecindario (Asamblea de mujeres de Granada, 2009; Garaizábal, 2004), en términos similares a los que se producen con otros colectivos afectados de prejuicios sociales (Torres, 2005b); su presencia en los medios informativos —no sin variadas dosis de sensacionalismo— es frecuente, tanto en los de carácter local como en los de ámbito estatal. La endogamia relacional Presento este apartado no porque considere que la endogamia se da en este sector laboral en mayor medida que en otros; apenas dispongo de datos que permitan la comparación112, ni es ésta una pretensión de la presente Tesis; pero creo conveniente la advertencia, para no caer en la trampa de que al subrayar una cualidad común en un determinado segmento social, pueda aparecer como una característica esencial y diferencial de ese grupo respecto de otros. He introducido este aspecto por la importancia que, para muchas mujeres, representan aquellos hombres que en algún momento fueron clientes suyos; y que, siendo conscientes del trabajo que ellas desempeñan, mantienen relaciones de diferente carácter 112 La endogamia relacional existe, con diferente intensidad, en casi todas las profesiones. Disponemos de un estudio al respecto, en el caso del magisterio docente en España, realizado por Teresa García Gómez (2007). 321 pero indudablemente útiles y valiosas para ambos durante periodos más o menos prolongados de sus respectivos itinerarios vitales. Lo que trato de reseñar es cómo el trabajo sexual no sólo articula marcos de sociabilidad en determinados espacios donde se dispensan servicios sexuales, sino que dicha actividad estructura, y es fuente también, de relaciones sociales colaborativas de diverso carácter entre las personas que desempeñan diferentes roles en el sector objeto de esta Tesis. López (2010) abunda en este tipo de vínculos. Se trata de parejas de ‘conveniencia’, clientes ‘especiales’, amigos, etc.; pero también de lazos sentimentales, proyectos vitales comunes, incluido el mismo matrimonio. Las mismas personas cuyas biografías he presentado, junto con otras que en menor medida han participado en esta investigación, son buenos ejemplos de lo que refiero. A modo de ejemplo incluyo en la figura 4 un diagrama con las relaciones de parentesco que vinculan a dos trabajadoras que han participado en esta investigación, como muestra de la endogamia relacional que podemos advertir en el sector del sexo en la provincia de Almería. Figura nº 4. Vínculos de parentesco entre dos trabajadoras Fuente. Diario de Campo. Elaboración propia. Aunque tal vez se trate de un caso un tanto particular, tiene interés porque todos los individuos representados nacieron en el extranjero a excepción del hombre que se unió a la 322 madre del padre de Alexandra —su abuela paterna en la expresión folk de nuestro sistema de parentesco—. Este hecho nos induce a pensar cómo las cadenas migratorias hilvanadas a través la consanguinidad y las alianzas articuladas mediante el trabajo sexual se combinan para trenzar redes relacionales sobre las que se construyen los proyectos vitales de todas estas personas. No presentaré testimonios porque ya aparecen incrustados en las tramas argumentales de diferentes epígrafes del texto, aun así expongo brevemente algunos ejemplos de relaciones mantenidas por los diferentes actores, cuyas biografías aparecen en capítulos próximos, a modo de resumen anticipado. Las relaciones entre trabajadoras y clientes son numerosas y presentan variados contenidos: económicos, sentimentales, sexuales —con o sin matrimonio—, etc. Así, Sacramento habla con nostalgia de una relación que trabó con un cliente que se convirtió en su pareja durante varios años. Por su parte, Jovita, mantiene en la actualidad un vínculo con un cliente suyo; un hombre mayor que le ayuda económicamente; Nadia conoció a su novio como cliente, ella sigue trabajando y él le dota de seguridad económica. Farah sostiene actualmente una relación especial con un cliente suyo que le duplica la edad, un hombre ’que me cuida bien y me trata bien’. En el caso de Imán, el romance resultó fallido pero durante unos meses convivió con un hombre que fue cliente suyo; posteriormente ha tenido relaciones de amistad fuera del trabajo con algún cliente. De forma similar, Ania tuvo un novio que conoció a través del trabajo, sosteniendo en la actualidad especiales relaciones amistosas con varios clientes suyos. También Pasha, que vive con su novio, un hombre que fue cliente de ella; si bien en el momento de realizar la entrevista desconocía que ella continúa teniendo la misma ocupación. Juana tuvo varias parejas sentimentales a lo largo de su vida, que conoció en el ejercicio del trabajo sexual. En ocasiones, de este tipo de vínculos surgieron hijos, lo que da idea de una cierta disposición a la construcción de proyectos comunes y duraderos. 323 Así, Eufemia mantuvo relaciones sentimentales con un cliente, con el que trabajó en un club, como encargada ella y como propietario él. De esa unión tuvieron un hijo. Yenia tiene descendencia de una relación que duró diez años, con un hombre mucho mayor que ella; a pesar de haberse separado de él, me confeso que ‘sigo queriendo a ese hombre’. Y achaca su separación a la intromisión en la relación de la familia de él. Ginebra vive con su hijo, de un hombre que fue su cliente y con el que aún comparte responsabilidades respecto al crío. Lobna tiene dos hijos cada uno producto de sendas relaciones con clientes suyos. Uno de ellos sigue le sigue ayudando en la manutención de su descendencia. El carácter de las relaciones establecidas es variado, desde lazos sentimentales como los relatados en líneas anteriores, a relaciones colaborativas que buscan hacer la vida más fácil, con proyectos más o menos prolongados. Es el caso de Sonia, que tiene actualmente un novio, un hombre al que prestó sus servicios sexuales; además desde hace tiempo está casada con un señor mayor, un cliente al que pidió que se casara con ella para poder arreglar los papeles. De forma no muy diferente, Eugenia ha tenido varias relaciones duraderas con hombres que fueron clientes suyos; también mantuvo en Turquía una relación colaborativa con un joven con el que compartía la casa y que incluía relaciones sexuales. En la actualidad, convive con un hombre con el que coincidió en un club donde trabajaban ambos. Toña no tuvo relaciones sentimentales con usuario alguno de sus servicios, pero reconoce clientes especiales con los que se trataba fuera del trabajo porque la ayudaban económicamente. Entre los hombres que han participado en la investigación, y que desempeñan diferentes roles o funciones en el escenario del comercio sexual, encontramos también una variada gama de vínculos. Así, son numerosos los establecidos entre empresarios o encargados con mujeres que trabajaron en sus establecimientos. Lucas, empresario, tuvo una relación con una trabajadora que acabó en matrimonio. Wladimiro ha mantenido diversas relaciones con trabajadoras suyas, y de la primera conserva un hijo. 324 También Reinaldo, que está casado con la camarera del club que dirige, una chica con la que aparenta una apreciable diferencia de edad. Otro hombre, Bernabé, mantiene una relación de pareja con una mujer con la que coincidió en uno de los clubes donde concurrieron en el trabajo. Entre los clientes, Teodoro sostiene una relación sentimental, de pareja, con la mami de un bar africano en el poniente de Almería. La relación es conocida por su comunidad. Por su parte, Alonso mantiene intensas relaciones de amistad con varias chicas que trabajan en diferentes clubes de Almería. Como se puede apreciar, es difícil establecer consideraciones que naturalicen un conflicto esencial, per se, entre las trabajadoras sexuales y sus clientes, en virtud del carácter explotador y de dominio de las relaciones entre ambos tipos de actores; o en términos que puedan llegar hasta la sanción penal, como proponen quienes consideran al cliente, por encima de todo, un maltratador o un proxeneta. Mucho menos se pueden despreciar el cúmulo de relaciones que se construyen entre personas que desarrollan esos roles habitualmente. Dichos nexos forman parte sustancial del modo de abordar su existencia, están presentes en sus rutinas cotidianas y representan opciones libres, viables y oportunas para gestionar sus expectativas vitales; en particular representan una forma de promoción y ascenso social, tal y como apunta Oso (2005), para el caso de mujeres inmigradas colombianas y ecuatorianas. Pero también forman parte de nuevas tendencias sociales en la medida en que “el mercado penetra sin pudor en la gestión de nuestra sexualidad y nuestros afectos, situación que está influyendo definitivamente en los modos de las relaciones interpersonales” (Holgado, 2008: 140). En términos similares se refiere Oso (2008) respecto a la mercantilización del intercambio sexual. Siguiendo esa estela, me atrevo a insistir, a la luz de mi trabajo de campo, en la observación que realiza López (2010) acerca de cómo el sector del sexo podría estar convirtiéndose en un espacio para el acceso al mercado matrimonial113 por parte de los diferentes agentes que intervienen en él, especialmente para las trabajadores y los clientes. 113 Elizabeht Jelin (2006), habla de la especial situación de las mujeres jóvenes en el mercado matrimonial, dado que son buscadas por hombres de todas las edades. Por su parte Alejandra Piscitelli (2008) analiza este mercado transnacional en el caso de las brasileñas en Italia a través del turismo sexual. 325 Tal posibilidad, además de apuntada por las relaciones establecidas que he constatado, puede inferirse de algunas apreciaciones que realizan las chicas. De forma explícita, el siguiente testimonio apunta a que la posibilidad de encontrar pareja en el sector formaba parte de las proyecciones elaboradas por algunas mujeres, tras la decisión de dedicarse al trabajo sexual. “¿Es verdad que muchas mujeres encuentran pareja entre sus clientes, que se pueden casar? Sí, y salen bueno, porque son mujeres que desde que entran buscan algo estable” (Sacramento, trabajadora sexual). La siguiente expresión abunda en esa faceta, en relación a los hombres mayores con los que entablan relaciones formales algunas chicas. “Algunas mujeres vienen de su país buscando la vida aquí; y cuando no pueden encontrar a un hombre que no se la puede dar a su edad, entonces la tiene en un intercambio, intercambia su juventud con este hombre mayor, pero con dinero, que puede cuidarla, puede tener...” (Lila, encargada en una casa de citas) Esta última apreciación entronca con otro rasgo de interés de las relaciones sociales en el ámbito del mercado sexual, que a continuación detallo. Las relaciones con personas mayores Especialmente ilustrativos son aquellos casos en los que los clientes son personas mayores, a veces ya jubilados; en definitiva, personas que mantienen notables diferencias de edad con las chicas con las que cultivan relaciones o trato de diferente carácter, intensidad y duración. Es habitual verlos en clubes, alternando con ellas, o acudiendo a casas de citas y pisos de contactos donde se prestan servicios a precios económicos. También están presentes en relaciones que desbordan las estrictamente profesionales para transformarse en vínculos de especial familiaridad, amistad o mutua protección, cuando no de cariño explícitamente declarado. En estos casos se revelan con mayor claridad relaciones colaborativas que no pueden despacharse simplemente con su caracterización como ‘interesadas’, ‘engañosas’ o ‘falsas’. 326 De nuevo, las biografías presentadas componen un elenco de testimonios que dejan escasas dudas de lo que vengo sosteniendo en este apartado al respecto de los vínculos entre trabajadoras y clientes de más edad. Sólo una perspectiva etnocentrada en determinadas concepciones folk presentes en nuestra sociedad, que pretenda fundamentar las relaciones sexuales ‘verdaderas’ en lazos amorosos de carácter romántico, exentos de cualquier clase de interés mundanal, puede despreciar esas conexiones que cotidianamente van trabando hombres y mujeres a partir de que se conocen a través del trabajo sexual (Agustín, 2004b). En coherencia con la perspectiva epistemológica adoptada en esta investigación tales vínculos adquieren sentido mediante la intersubjetividad, en el significado que Schutz le atribuye: en la reciprocidad de perspectivas que emergen de la vida cotidiana de esas personas, pues es ahí donde se elaboran los significados con los que se construye la realidad social (Hernández y Galindo, 2007). Entre los numerosos ejemplos que nuestros personajes autobiografiados nos ofrecen, los casos de Yenia y de Sonia son paradigmáticos. “Yenia me cuenta que vivía en casa de su marido con su hija y el hermano de él, que todo iba bien salvo con su cuñado (...) También me dice que quiere mucho a su marido, que ‘es un buen hombre’, aunque sus conocidas le recriminan que es feo y que ‘no vale’. Ella me confiesa que le gustaría volver a vivir con él” (Extraído del Diario de campo). Sonia mantiene una relación sentimental con su novio, un hombre más joven que ella. Ve con regularidad a su marido —un señor notablemente mayor que ella— con el que sigue casada en la actualidad; lo visita, salen juntos a comer y lo atiende una vez a la semana; él le costea el piso donde ella vive y trabaja. Ambos hombres se conocen y aceptan las respectivas relaciones del otro. “Cuando a él lo operaron yo estuve sentada con él, porque él no tiene ni niños, ni mujer de antes, la única persona que tiene soy yo. Mi marido es como un gran amigo para mí” (Sonia, trabajadora sexual). Basma también reconoce una relación con un hombre mayor que ella, que nunca fue cliente suyo; un amigo con el que sale y que, a veces, le paga la compra. 327 Pero estos ejemplos no agotan la casuística. Alba, una mujer española que conocí en un club y con la que hablé en varias ocasiones, me narraba después de las fiestas de fin de año cómo las había pasado. “Me comenta que pasó la Nochevieja con sus hijos, con su ‘viejito’ y en el bar de un amigo. ‘Luego mandé al viejo con las niñas a casa y yo me volví (...) Pasé muy buena noche y me pegué una ‘hartá’ de follar’. De ésta forma me explicó que vive con un señor mayor, que es quien la mantiene” (Extraído del Diario de campo). En parecidos términos se refiere Jovita a su relación actual. Un día al finalizar una sesión de entrevista me dice que va a hacer la compra a una gran superficie. Me ofrecí para llevarla pero me respondió: “No, me lleva este hombre que es cliente, que me va a pagar la comida que voy a comprar (...) Con este hombre, todavía no he hecho nada con él, no he hecho nada, nada; nada, con él; lo hace por hablar conmigo” (Extraído del Diario de campo). Nos encontramos, pues, ante un conjunto de formas de vinculación que podríamos tildar de mutualistas, y que vuelven a presentarnos al trabajo sexual como articulador de relaciones en la frontera de las pautas culturalmente instituidas como ‘normales’ o ‘deseables’; o tal vez, simplemente como ‘inadecuadas’ por quienes nos señalan los caminos de la corrección política, social o moral. Estas personas mayores aparecen, frecuentemente, en diversas investigaciones y testimonios de trabajadoras, con la cariñosa denominación de ‘viejitos’. Carla Corso confiesa que entre sus compañeras la denominaban ‘la de los viejecitos’, y entre amables descripciones de ellos, resalta la de aquel ferroviario jubilado que la trataba ‘como si fuese mi novio’ (Corso y Landi, 2000: 144 y ss.). Y con el término ‘viejitos’ se refieren a ellos algunas mujeres en los testimonios que aporta López (2010); también Neira (2012) los llama así. No deja de sorprenderme este paralelismo en la representación supuestamente marginal de las manifestaciones de los aspectos pragmáticos de las relaciones sociales y la de aquellos comportamientos eróticos-sexuales ‘raros’ expresados mediante el sexo de pago. Consecuentemente, esta separación normal/marginal adquiere más relevancia moral entre quienes comparten determinadas concepciones prestigiadas en nuestra sociedad, que entre los propios sujetos que construyen tales relaciones. 328 La historia de Eugenia muestra el decurso de proyectos vitales ambivalentes, en los que los objetivos básicos se van cumpliendo, pero a costa de enormes sacrificios y renuncias. Muestra las dificultades ante las limitaciones propias: idioma, relaciones, soledad, miedos, etc.; y las que estructuralmente le constriñen cada día: comportamientos de las redes, prácticas policiales, obstáculos administrativos, etc. Y, sobre todo, dificultades para traspasar las fronteras invisibles de un entorno —el de la industria del sexo— que, como tantos otros, parece conformarse como autosuficiente y de donde las mujeres se abastecen, no solamente del dinero que necesitan para vivir, sino de buena parte de sus espacios de relación, de sus amistades, de sus vínculos personales — matrimoniales—, de sus recursos laborales —contratos de trabajo—, administrativos — empadronamientos—, financieros — préstamos para diversos fines—, etc. 329 330 TERCERA PARTE. NARRATIVAS 331 332 3 NARRATIVAS BIOGRÁFICAS Este bloque aborda los aspectos básicos del itinerario migratorio —cuando ha sido el caso— y laboral de los sujetos que han participado con mayor profusión en esta Tesis. Hablaré de ellos y aportaré breves biografías de diferentes personas cuando ha sido posible construirlas114. Su confección la realicé a partir de sus propios relatos grabados, que se complementaron con otras conversaciones o datos de la observación; también he utilizado información cruzada procedente de otros agentes o de apreciaciones que emergieron durante la interacción con ellos en el trabajo de campo y reflejadas mediante las anotaciones correspondientes en el Diario. Podemos, por consiguiente, decir con Marsal (1977) que estas biografías han surgido como subproducto propio de la investigación etnográfica. Su sentido y fundamento se incrementa si consideramos que aportan esa visión procesual de la persona y su mundo a la que se refiere G. Mead (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978); pero también porque se sitúa en la posición metodológica del interaccionismo simbólico a la que nos emplaza Blumer (1982): la posición de la gente. He procurado mantener cierta uniformidad en su estructura y contenido. Y me ha guiado la pretensión de exponer, aunque sea brevemente, el itinerario vital y laboral de los sujetos en cuyas narrativas me he apoyado para la realización de la presente investigación; de tal forma que nos muestren una miscelánea impresionista, tal vez puntillista, de la complejidad y variedad de situaciones y contingencias que componen el sector del sexo en Almería, en los segmentos que hemos estudiado. En otro sentido, estas construcciones biográficas, en forma sucinta, han permitido incluirlas en el conjunto del informe que compone la presente Tesis, sin el inconveniente de dimensionar excesivamente el texto final. Como podrá apreciarse, es bastante habitual que muchos de los sujetos cuyas narrativas se exponen, hayan realizado diferentes funciones dentro del sector. Ello es una 114 El criterio para decidir qué biografía construir, y cual no, ha sido el de disponer una entrevista grabada, con autorización expresa —con las diferentes reservas de confidencialidad que cada persona ha puesto—, que en sus relatos se cubrieran los aspectos básicos de la guía de entrevista que para cada sujeto he dispuesto y que hubiera habido interacción con el sujeto respectivo durante el periodo de trabajo de campo. De este modo, del conjunto de personas con las que he mantenido relación durante todo ese periodo, he construido 37 relatos biográficos. 333 prueba más de la volatilidad de los encasillamientos laborales y de la pluralidad de tareas que se pueden desempeñar a lo largo de la vida profesional en la industria del sexo; incluso cuando los sujetos estén empleados en establecimientos donde el trabajo sexual, cara a cara y con contacto íntimo, sea una posibilidad que forme parte de lo habitual; asimismo, es recurrente que estas tareas aparezcan de manera indiferenciada, en un mismo intervalo de tiempo, o en un determinado contexto. Por tanto, no parece adecuado, que en las expresiones comunes que usamos para referirnos a diferentes realidades —trabajos, tareas, funciones, relaciones, etc.— que se manifiestan dentro de sector del comercio sexual, pongamos límite conceptuales rigurosos e inamovibles, que no estén previamente fijados por el contexto en el que emergen (Agustín, 2004a). He de advertir que las personas se han agrupado en función de la tarea primordial, la más frecuentemente desempeñada, o la que resultó una fuente más fructífera de datos primarios. De esta manera, se presentan cuatro bloques: el de aquellos sujetos cuyas labores están relacionadas con la gerencia y la organización; el de las trabajadoras sexuales que apenas si desarrollaron otras tareas en forma significativa; los clientes; y por último aquellas personas que desempeñan diversos quehaceres sin preeminencia especial de ninguno de ellos o que resultaron ejemplos significativos de esa multifuncionalidad en el sector. No obstante, he de reconocer que este encuadramiento no está exento de cierta arbitrariedad, en la medida en que buena parte de los participantes poseen un itinerario laboral diverso y que sólo en los propósitos analíticos de esta Tesis encuentran su sentido tales agrupamientos. Por último, procede señalar que, en consecuencia con los objetivos de la investigación, la percepción emic que de los clientes he obtenido a través de los relatos de diferentes agentes, ha sido central para esta Tesis. Dado que la unidad de análisis más amplia ha sido un determinado segmento de esta industria en la provincia de Almería, el conjunto de personas que han participado, en mayor o menor medida, han sido fuente de información primaria privilegiada, y no solo la que transmitieron los propios clientes, como cabría considerar en una primera apreciación. En esa estela, las muestras de la sociabilidad practicada y las relaciones sociales inter-género, establecidas entre diferentes agentes, que han emergido de las múltiples narrativas, han permitido elicitar innumerables aspectos de interés acerca de ellos, en especial de la figura del cliente. 334 3.1 LAS PERSONAS QUE GESTIONAN He agrupado en este apartado a varias personas, que en algún momento de su vida laboral realizaron tareas relacionadas con aspectos de gestión y/o de organización en algún establecimiento, fuesen o no titulares de ellos. Como puse de manifiesto en apartados anteriores, la diversidad y complejidad de los negocios es muy variable. Del trabajo de campo he podido inferir que no es igual la organización de un club de plaza típico, como el de Lucas, donde puede haber hasta veinte personas trabajando, incluso en tiempos de crisis, que una casa de citas que apenas ocupa a seis personas, como ocurre con frecuencia; buen ejemplo de ellas es el establecimiento donde trabaja Pasha o el que regenta Lila. Las tareas se pueden desempeñar de forma muy diferente y las relaciones laborales pueden presentarse de forma muy variada. En el caso de los clubes, el trato del titular con el resto de trabajadoras se manifiesta de manera más distante —especialmente si el dueño no trabaja presencialmente en él—y menos intensa que en el caso de la casa de citas —que generalmente dirige una mujer—, donde se exige una asistencia más continuada de la titular y su participación de forma directa en la atención de los clientes y otras tareas organizativas. La crisis ha provocado que las tareas auxiliares se concentren en pocas manos: la menor actividad y el descenso de beneficios ha obligado a muchos dueños de locales a asumir tareas y prescindir del personal específico del que disponían para atender esos quehaceres; de tal manera que, en ocasiones, una misma persona reúne en sí misma la labor de seguridad, de camarero y de encargado. Así ocurrió con Reinaldo y Rolando quienes en mis últimas visitas ya habían prescindido de la camarera y atendían ellos mismos directamente el servicio de copas en la barra. También tuve ocasión de observar cómo funciones de gestión empresarial y organizativas pueden ser desempeñadas indistintamente por hombres o por mujeres que aparecen como titulares en los diferentes establecimientos del sector. Similarmente a otros ramos de actividad económica, se pueden presentar historiales de ascenso o promoción hacia dedicaciones más rentables, más acordes con la situación personal o familiar, con las aptitudes, con las necesidades u oportunidades coyunturales en un determinado momento, o con las aspiraciones que cada sujeto pueda proyectar a lo largo de su vida laboral. 335 En tal sentido, las narrativas de los diferentes agentes nos ofrecen ejemplos claros de movilidad ascendente en el sector. Así, las casas de citas han supuesto un espacio de promoción para mujeres que prestaron servicios sexuales en diversos establecimientos y que ahora, con el paso de los años, no les apetece o, simplemente, no pueden competir con las chicas más jóvenes que van renovando la oferta en los diferentes negocios donde se emplean. Algunas de ellas continúan atendiendo a sus ‘clientes de toda la vida’ con los que mantienen lazos especiales. Ocurrencias de este tipo las encontramos en Lila o Eufemia; también López (2010) nos presenta diferentes casos de mujeres latinas en los pisos de contactos en Galicia. Pero igualmente los encontramos vinculados a otros modelos de negocios: Delgadina o Ximena llevan tiempo ya como titulares de sus propios clubes. Otros ejemplos de ascenso los tenemos en Rolando, también en Reinaldo y, especialmente, en Lucas que expresa su trayectoria en el sector como una carrera de éxito. Estefanía Acién (2010) nos muestra estas trayectorias ascendentes en mujeres nigerianas que regentan locales africanos, donde se prestan servicios sexuales, en la comarca de El Poniente en Almería. Del conjunto de inquietudes que he podido ir desvelando en mi relación con los diferentes sujetos que participaron en el trabajo de campo, puedo destacar dos grupos. En primer lugar, aquellas dificultades que tienen que ver con la crisis y los problemas derivados de ella: la disminución del volumen de negocio, con el subsiguiente decaimiento de los beneficios; problemas para fijar a las chicas en el establecimiento, dado el acentuado incremento de la movilidad en busca de locales con mayor actividad; etc. En segundo lugar, especialmente en los locales abiertos al público, las preocupaciones derivadas de su ambigua posición legal como intermediarios entre la trabajadora y los clientes, ante el tratamiento jurídico de la prostitución. La consideración general, es que son tratados injustamente al estar en el punto de mira de la policía como sospechosos de explotación sexual o de trata de mujeres. Por eso, suelen mostrar ciertas reservas a la hora de tratar los temas de trabajo de las chicas: los porcentajes, los horarios, las normas o los traslados; evitando exhibir vínculos laborales con ellas. Y procuran estar atentos a determinadas contingencias que pudieran producirse en sus establecimientos: que alguna trabajadora no tengan papeles, que se introduzcan drogas, que la chica sea menor de edad, etc. 336 Lucas, empresario Lucas es dueño de un club en Almería. Su primer contacto con el sector del sexo se produjo como vigilante en uno de estos establecimientos. Después trabajó como encargado de otros locales hasta que consiguió adquirir uno. En su primer trabajo conoció a una chica con la que formaría pareja y con la que se casaría. “Allí conocí a una chica, me casé con ella y me enseñó todo este mundo de la prostitución (...) Ella era trabajadora sexual”. Reconoce que, al principio, le costó aceptar el trabajo de ella. “¡Hombre! yo al principio no lo entendía, pero luego cuando conoces desde dentro todo pues ves que son personas iguales, que son personas con estudios, que son personas que tienen cultura; lo que pasa es que por h o por b, en sus países no hay oportunidades y muchas tienen que cuidar de sus hijos o su familia, que están enfermos o lo que sea y que se dedican a esto porque no tienen otra salida en su país”. También tuvo que lidiar con su familia por incomprensiones. “Pues reaccionaron mal, reaccionaron mal. Pues toda mi familia son policías, lo que pasa es que a poco a poco de compañeros suyos que son contra el crimen organizado y todo esto, pues me habían hecho redadas y tal y se lo dijeron: que ojalá todos los dueños de clubes tuvieran como yo todas las cosas [así de] bien de arregladas”. No presenta una visión idealizada del sector. “Se mezclan armas, se mezclan drogas, se mezcla trata de seres humanos, se mezclan muchas cosas, lo que pasa es que uno decide de hacer o de no hacer; yo me dedico a la prostitución y ya está; o sea, es lo que hay: hacer locales de prostitución”. 337 Su establecimiento funciona en régimen de plaza, con la salvedad de que los días en los que la chica no realiza ningún servicio, no paga plaza. De tal manera que el precio de la habitación lo liquida detrayéndoselo de los dos primeros servicios. “Es un precio fijo que hay; si no trabajas no pagas nada; si haces una habitación pagas treinta euros, si haces una segunda habitación pagas otros 30 €, que son los 60 € y a partir de ahí todo es para ella”. Legalmente funciona como un conjunto de negocios regidos por la normativa común de establecimientos de restauración: hotel, restaurante y discoteca. Tanto las trabajadoras que ofrecen servicios sexuales como sus clientes, son usuarios del alguno de sus negocios. Tiene contratados vigilantes, personal de mantenimiento, camareras y cocineros. Todos ellos, al igual que las bailarinas, están asegurados. “Nosotros tenemos un ambiente de discoteca, nosotros lo que queremos [es que] cuando se hacen espectáculos que la gente se sienta como en la discoteca, como si estuviese en una discoteca con una chica que le gusta y acceden y ellos tienen un acuerdo”. El tipo de conocimiento necesario para gestionar esta clase de negocios lo entiende de manera artesanal y adquirido a través de la experiencia. “En todos los puestos de trabajo que yo puedo tener aquí he estado yo, entonces pues les enseño, les doy una formación y bueno pues ahí vas aprendiendo”. En la administración de su local incluye la selección de los clientes, mediante el pago de entrada con derecho a consumición, caso único en toda Almería. La gestión de las máquinas recreativas, de la música, etc. la realiza a través de empresas que se dedican a ello, mediante un sistema de porcentajes. También le da importancia a la difusión, tejiendo una red publicitaria en la zona donde se ubica su establecimiento para la captación de clientes. “Mira sí, tenemos muchos por el turismo (...) Y aparte, nosotros lo que hacemos es [que] a los taxistas le damos10 € por cada viaje que nos traen; tenemos nuestro 338 marketing, vamos a los hoteles, a las recepciones, les damos tarjetas, les damos un VIP, para todos los recepcionistas y el director del hotel; nos hacemos conocer; y luego, aparte claro, los clientes también hablan”. Respecto al reclutamiento de las chicas, niega que tenga que buscarlas; el tiempo que lleva en el negocio y las relaciones establecidas facilitan que las mismas mujeres le llamen para pedir plaza en su establecimiento. Además, funciona el boca a boca de las trabajadoras sexuales entre sí, aprovechando la red de relaciones y amistades que tejen en el trabajo. “Van viniendo ellas solas, es que es verdad, no vamos a buscar a nadie; no somos el típico dueño que va a los clubes a ver si puedo engañar a alguna para traérmela (...) Entre ellas siempre se van llamando, ‘pues mira ven aquí que aquí se gana dinero, nos tratan bien...”. Y no considera que las chicas tengan, con sus clientes, relación alguna más allá de la estrictamente profesional. “Les interesa el dinero y ya está, no les interesa nada más de sus clientes. Sí que con unos tienen más afectos o menos, que les cae más bien o mejor, pero de momento yo lo que he visto [es una relación] profesional”. En cuanto a los hombres que acuden al sexo de pago, considera que lo hacen por razones diversas, aunque los encuadra en tres categorías. “Gente que se acaba de divorciar, que lo está pasando mal y viene por hablar (...) Gente que, por lo natural, pues no lo tienen en casa y lo vienen a hacer aquí. Y luego, pues gente enferma, gente que es minusválido o que tiene deficiencias”. No obstante, reconoce que en los últimos años ha aumentado el número de jóvenes que acuden a este tipo locales. En lo referente a las relaciones personales y afectivas admite cierta endogamia dentro del sector. 339 “Tengo muchas amigas que están casadas con clientes, o con compañeros de trabajo; yo mismo era vigilante de seguridad, era un trabajador; y casi todos los trabajadores que están en los clubes se acaban liando con alguna chica; porque es normal, el roce hace el cariño”. Lucas se muestra muy determinante y combativo con el consumo de drogas en su local. “Yo quiero una limpieza sobre todo esto; a mí las drogas no me han gustado nunca, ni las quiero, ni...; me dan asco, así de claro”. Expresa indignación, tanto por ello, como por el tráfico y la trata de mujeres. “Si queremos podemos luchar: una cosa es el tráfico humano y otra es la prostitución libre (...) Estar a favor de la prostitución no es estar a favor de las mafias que controlan mucha parte del mundo”. Hace gala de pulcritud en la legalidad de la gestión de su establecimiento, por la que ha recibido la felicitación de la Guardia Civil. “Todo esto es un orgullo, es un orgullo, a nivel profesional es un orgullo todo esto”. También muestra satisfacción por su éxito profesional en el sector y no expresa reservas porque la gente ni su familia conozcan su profesión. “Para nada, soy abierto y orgulloso de lo que hago”. Ximena, empresaria Ximena es una mujer de origen latinoamericano; procede de una familia muy humilde. En la actualidad supera ya los 50 años. “Me fui muy niña, muy joven, con 16 o 17 años. Me fui a rodar el mundo ¡tío! porque no había nada”. 340 Pero desde muy joven se formó como bailarina, trabajando en varios países latinoamericanos. “Yo salí de mi tierra y me metí con una gente que eran profesores y me enseñaron a bailar y yo me puse a bailar”. Estando en uno de ellos, la contrataron para actuar en España y aquí se quedó desde entonces. “Éramos bailarinas; vino una cantante, una panameña cantante; yo, que era bailarina, y otra muchacha ‘stripteasera’, que era bailarina ‘stripteasera’ también; pero yo sólo bailaba”. Tenía sus propios representantes y trabajaba en salas de fiestas. Recuerda cómo eran esos locales y su relación con el trabajo sexual. “No había eso de habitaciones ni nada; eran salas de fiestas con reservados (...) Hacían sus cosas en los sofás, no había habitaciones privadas; pero era lo mismo porque había reservados con cortina y uno lo tenía que hacer ahí (...)Yo tomaba copas nada más, yo bailaba y ganaba mi sueldo ¿para qué [iba a hacer eso]?”. Reconoce la dependencia que su familia ha tenido siempre de ella y se refiere a eso con orgullo manifiesto. “Yo, cuando empecé a trabajar en España, le compré su primera casita a mi madre. Yo he sido la que he sacado a toda mi familia adelante; a todos los he enterrado yo, yo”. Cuando dejó el baile, se introdujo en el ramo de la restauración, que no le fue muy bien. Después se introdujo en en el sector del comercio sexual, ya como empresaria, y empezó a dirigir sus propios locales. “Yo ahorré, me monté un negocio y dije ‘ya no voy a trabajar’. Me monté un bar y de un bar cayó otra cosa, y otra cosa; yo tenía que trabajar en algo ¿no?”. 341 Ha dirigido varios negocios en un sector en el que lleva alrededor de treinta años. En la actualidad dirige un club que le traspasaron en buenas condiciones y que funciona bajo licencia de discoteca. Ella misma realiza las múltiples tareas que requiere el normal funcionamiento del establecimiento. “Yo organizo, yo hago de camarera, hago de todo; yo soy la camarera, yo sirvo copas, yo hago de todo”. Respecto al reclutamiento de mujeres. “Ellas vienen solas. No hace falta que tú las llames ni nada de eso; las mujeres hoy en día vienen solas, por su cuenta. Nadie busca mujeres”. Las tarifas de copas y servicios son las usuales de clubes, bares de copas y otros locales estándar. No obstante, a causa de la crisis, admite que los precios son negociables en función de la capacidad del cliente. Mantiene una actitud protectora hacia las chicas. “A mi me quieren las chicas mucho. Yo les ayudo. Ahorita les acabo de comprar un microondas para que hagan café, leche y todo”. Y dice no tener normas expresas respecto al trabajo. Con todo, les suele aconsejar sobre presencia y comportamientos. “No, no, no, las chicas trabajan como les da la gana; a mí me gusta que trabajen bonito, ‘sexis’, bonitas, guapas, bien maquilladitas, bien peinaditas ¿me entiendes? Porque es lógico, para que gusten a los hombres, eso es lógico, es ley de vida”. Sus clientes son de la zona, empresarios, dueños de negocios, trabajadores de polígonos o alhóndigas próximas, de hoteles cercanos, etc. Y que acuden a su establecimiento por diferentes motivos: reuniones de negocios, despedidas de soltero, hombres que se sienten solos, etc. Con ellos dice mantener una relación cordial pero distante. 342 “Los hombres vienen a desahogar sus penas y a contarte sus problemas con sus mujeres. Todos, todos a mí me lo cuentan todo. El uno porque no hace el amor con su mujer, el otro porque la quiere tanto y su mujer le pega...”. Los hay que son jóvenes y mayores y no encuentra diferencias en sus comportamientos ni gustos. “Mayores; también vienen jóvenes ¡hombre! también vienen jóvenes; jóvenes atletas y entran con las chicas mayores ¡vaya!”. Incluso, a veces, vienen mujeres con su pareja. “Yo he tenido ahí mujeres tomando una copas con sus maridos. Van con sus maridos a tomar copas y bailan en la pista y todo”. Ximena tiene familia aquí en Almería y dice sentirse bien; está contenta por cómo le va este negocio, pero se reconoce cansada. “¿Sabes lo que me gustaría ya? Tener mi edad, jubilarme ya, descansar; estoy cansada, te lo juro; estoy cansada de la noche, pero no hay otra cosa en qué trabajar, y tengo que trabajar, tengo que comer”. Delgadina, encargada Delgadina, es originaria de América Latina. Su edad está próxima a los cuarenta años y lleva en España desde finales del siglo pasado. Se quedó sin trabajo y con hijos, así que decidió venirse a España. Para ello, utilizó una red, que ella misma buscó. Y, desde el primer momento, su familia más próxima lo supo. “Porque al ser de familia humilde, al no tener nada ni siquiera para sacar pasaporte, pues ellos te lo facilitan todo. Desde la compra del pasaporte, la maleta..., todo te lo consiguen”. 343 Desde el primer momento supo que venía a trabajar en el sector del sexo. “Ellos te avisan lo que hay; yo siempre he dicho que nadie viene engañado. Habrá quien venga engañado, no es mi caso y siempre he dicho que no vine engañada. Yo sabía a lo que venía”. También conocía las condiciones en que vendría y cómo saldaría su deuda. “No, ellos en ningún momento me exigen nada, yo ya sabía a lo que venía, sabía que venía a internarme en un club ahí en Ciudad Real, y que tenía que pagar el contrato de la deuda y cuando la tuviera pagada pues ya podía irme donde quisiera y ya está; mientras debiera dinero tenía que estar en los clubes de esta gente”. La deuda equivalía a 6.000 € y tardó en pagarla dos meses y medio. Obviamente en aquellos momento el volumen de trabajo en el sector era notablemente más alto que en la actualidad. Trabajó en diferentes clubes de plaza de distintas ciudades y en otros clubes ‘normales’ más tarde. Recuerda cómo fue su primera vez. “Muy triste, muy lamentable. Lloraba en los hombros de los clientes una y otra vez (...) Vengo de una familia muy pobre pero muy, muy, muy criada a la antigua (...) Nunca fui capaz de dedicarme a esto en mi país”. Pero niega haberse sentido culpable. Sólo el remordimiento por haber dejado a sus hijos. “Yo no me sentía culpable, porque realmente no lo estaba haciendo porque quisiera, sino porque realmente era una cosa que ya no tenía otra opción, ya no tenía otra opción, ya no”. Asimismo, manifiesta cierto sentimiento de haber defraudado a su madre, que no entendía su decisión. 344 “Me sentía así como culpable de haberla defraudado pero se lo explicaba de una y de mil formas”. En la actualidad regenta un establecimiento con varias chicas de distintas nacionalidades trabajando para ella; aunque todavía sigue prestando servicios de manera discrecional. Entre sus clientes se encuentran hombres de diferentes nacionalidades pero son mayoría los marroquíes. El que entre ellos los haya de poco poder adquisitivo, le ha hecho fraccionar los tiempos de los servicios, facilitando que algunos puedan tener sexo rápido por 10 €. Tuvo negocios en otros sectores, pero no en España. Con los clientes mantiene una relación correcta pero distante, nunca estableció relaciones de amistad. Aunque admite relaciones un tanto afables con los clientes habituales. “Trato de ser amiga de todos”. Y no posee una consideración definida sobre ellos, pero los categoriza de manera binaria, por su actitud y comportamiento. “Tienes el típico cliente que te comprende, que sabe que estás ahí por la situación económica, porque tienes familia, por todo eso; hasta el típico desgraciado que te page lo que te pague ya sean 20 €, 40 €, 50 €, y se piensa que eres su esclava y que vale, que ‘yo te he pagado y por cojones tienes que hacer esto’. Entonces hay de todo, no se puede generalizar”. Nunca tuvo relaciones afectivas con los clientes, ni cuando ejercía sólo como trabajadora sexual ni desde que regenta un establecimiento con chicas a su cargo. “Sentimientos no creo que haya, digamos [que hay] relación así de atenderlos mejor, de que ya como son clientes pues ya hay más confianza, como ya que entras más en confianza con ellos”. No obstante, reconoce que puede ocurrir, tanto a hombres como a mujeres. 345 “Yo creo que en los hombres es muy normal que ellos se enamoren o te cuenten la historia de que están enamorados. Pero yo sé, particularmente, algunas chicas que suelen enamorarse mucho y reciben muchos palos”. Su opinión del trabajo sexual es ambivalente, por su doble condición de trabajadora y de jefa. “Yo, cada vez que tengo la oportunidad, a todas mis mujeres les digo igual, desde el punto de vista del ser humano se lo digo: ‘en cuanto puedas retírate o ponte a trabajar, ten tu familia y ten una vida normal y corriente’; desde el punto de vista como jefa yo le digo: ‘no te vayas nunca de aquí, quédate aquí trabajando toda la vida conmigo’. ¿Qué quieres? es lo que hay ¿no? Pero siempre ante todo..., ante todo somos personas antes que jefes”. Rolando, empresario Rolando es un hombre, andaluz, maduro, que ya superó los 50 años. Estudió hasta los catorce años. Tiene mujer e hijos y sus relaciones sociales están vinculadas a la vida familiar. Manifiesta que mantiene escasas relaciones dentro del sector salvo las necesarias para llevar su negocio. “Es una actitud mía, que yo me dedico a mi negocio y estoy en él, y todo lo demás no me importa”. Trabajar en este ramo no le afecta a sus relaciones sociales. “Una vez que salgo de aquí, cambio de rol totalmente; esto lo dejo aparte, apartado”. Se introdujo en el negocio como encargado, desempeñando esa tarea durante casi una década. Después le ofrecieron un traspaso y se hizo cargo de la titularidad del negocio. Como es habitual en otros dueños, es renuente a hablar de los precios y los porcentajes de los servicios que realizan las chicas; manifiesta que los precios son cosa de las chicas, que los ponen ellas. 346 “Yo me llevo solamente lo que es por mantenimiento del reservado, claro (...) Lo que pidan ellas, eso es de ellas”. No tiene normas específicas para sus trabajadoras, salvo en lo que se refiere a su relación con los clientes, ni respecto a horarios, ni por el uso del móvil, ni respecto a los tiempos de ocupación en copas y servicios. “Lo único eso, que se comporten con los clientes bien y nada más. Y que no haya problemas”. Tampoco necesita estrategia alguna para la captación de chicas. No se mete en la vida de las chicas fuera del negocio, pero reconoce que algunas de ellas llegan a establecer amistades con algún cliente, si se conocen de tiempo; otras salen con clientes por el día, a comer, a hablar... “Hombre, beneficiar no beneficia [al negocio], pero que está así la cosa y no puedes hacer nada”. Respecto de los clientes no mantiene norma alguna de selección. “No, aquí entran todos siempre y cuando vengan bien; si vienen mal, no”. Proceden de los alrededores ‘de la comarca’ y del polígono próximo y suelen tener una edad de cuarenta años para arriba. “Ahora quizás algo mas jóvenes pero minoría, poca cosa (...) Muchos separados y solteros y casados también”. Reconoce que una parte de ellos vienen sólo a alternar, a pasar el rato y además los que desean solamente hablar. “Conversación, a estar un rato hablando con las chicas y pasar el rato y marcharse (...) La verdad es que hay muchos que entran por entrar [al privado] y a lo mejor tirarse todo el tiempo que estén, hablando con la chica”. 347 No detecta demandas específicas de sus clientes aunque reconoce que, en diferentes ocasiones, le han solicitado chicas más jóvenes. “Hay clientes que sí, que preguntan si vienen chicas más jóvenes; hay lo que hay”. Lamenta que la crisis le haya afectado notablemente. En el número de clientes, en la frecuencia con que acuden, en el dinero que se gastan, etc. “Ha cambiado el negocio y ha cambiado el trabajo y la forma de trabajar por parte de las chicas. Más o menos, el trabajo de ellas viene a ser igual pero ha bajado muchísimo; no es lo que hace cuatro o cinco años”. También se nota el cambio en la capacidad adquisitiva de los que vienen. “Porque antes los clientes que venían era gente pudiente, ahora viene gente que se toman la copa y se va”. Incluso, los fines de semana han dejado de ser especialmente profusos en el trabajo. La última vez que hablé con él estaba más animado, había más chicas trabajando y me comentó que observaba un ligero repunte en la actividad, pero que la cosa seguía mal, que tenía ya ganas de jubilarse. Wladimiro, empresario Wladimiro es un hombre andaluz, con los 60 años ya cumplidos; es una persona culta, tuvo que abandonar la universidad para atender a sus padres. Se introdujo en el sector del sexo ya con casi cuarenta años, cuando transformó los locales de negocios familiares que heredó en establecimientos de comercio sexual; en una época en la que aún apenas trabajaban mujeres extranjeras en el sector. En la actualidad no tiene pareja. Aunque, me ha reconocido haber convivido en varios periodos de su vida con mujeres que han trabajado con él. A la primera de ellas se refiere como ‘su mujer’. Ha regentado varios negocios del ramo y me narra recuerdos de su primer club con una mezcla de nostalgia y orgullo. 348 “Ahí había doce mujeres, en aquellos tiempos todas españolas (...) Trabajaban por necesidad, para sus hijos, para su casa, por alimento (...) Eran de aquí de Almería; venían algunas de Madrid, otras de Alicante, de Valencia, de León, de Zamora”. Durante las diversas conversaciones que hemos mantenido, siempre ha destacado la voluntariedad de las mujeres en el ejercicio de su trabajo y el buen trato que él les ha prodigado. “Ella está trabajando, todas las noches se le paga, se lleva su dinero; y, sobre la explotación sexual, la trata de blancas, y todo eso, pues sí puede haber hechos aislados, pero en la inmensa mayoría ellas están trabajando para ellas y nadie las está explotando”. Sobre su reclutamiento, reitera lo que otros agentes sociales han manifestado en las conversaciones con ellos. “Ellas venían a pedirme un trabajo; pedían trabajo, venían una noche y hacían, por ejemplo, cuando eran pesetas, quince o veinte o treinta, cuarenta, cincuenta mil pesetas, pues eso lo cobraban por noche”115. Se muestra combativo con el consumo de drogas, tal vez acorde con el discurso político de fondo —achacando a los políticos actuales y a causas estructurales, consustanciales al capitalismo, los males de la humanidad— sobre el que teje sus narraciones justificativas del trabajo sexual. “Y yo, en los locales que he tenido, no he tenido cocaína, ni hachís, ni nada; no he dejado fumar nada.” Me habla de su último negocio, de sus clientes, de las mujeres y de cómo lo tenía organizado. Sobre los clientes no tiene un perfil identificativo; clasificándolos mediante una taxonomía moral bastante simple. 115 Equivalente a entre 100 € y 300 €. 349 “Pues hay gente muy buena, y gente regular y gente muy mala (...) Había gente que se portaba bien, bastante humana y con mucha conciencia, y otros que eran terriblemente malos (...) Gente que busca reírse de sus semejantes y sentirse superior”. Sobre su procedencia y nivel económico. “Agricultores la mayoría; de la zona; otros, empresarios, gente de dinero (...) Los marroquíes eran jóvenes, los españoles eran ya de más edad, a partir de los cuarenta”. Las motivaciones para acudir a estos establecimientos con sexo de pago están en línea con las expresadas por otras personas a las que he entrevistado. “Yo creo que la mayoría tenían desencanto familiar con la mujer; posiblemente, la mujer y él no tuvieran ya muchas relaciones e iban al club buscando esa relación”. Reconoce, como fenómeno común, el establecimiento de relaciones afectivas formales entre trabajadoras y clientes. “También ha habidos algunos que se han arreglado con marroquíes, lituanas, rusas, y han dejado a su mujer, y están viviendo con ellas y les va bien”. Considera que hay un desconocimiento errado de este negocio y de las mujeres que trabajan en él. “La sociedad está totalmente equivocada con las mujeres de los clubes. Son criaturas igual que las otras, ni mejores ni peores, una más”. Muestra buena opinión de las trabajadoras, tamizada por un discurso bien elaborado. “Es buena gente (...) Mujeres que tienen sentimientos; y son nobles y cariñosas; que la vida es muy dura y las empuja a la prostitución. Y yo creo que la culpabilidad no 350 la tengan ellas, que la tengan los sistemas, la falta de economía y la falta de reparto social”. Considera que entre ellas se dan relaciones colaborativas, aunque en sus expresiones aparecen los tópicos asociados a los diferentes países de origen. “Yo las he visto buenas, se han ayudado las unas a las otras: las únicas que se han llevado mal han sido las rumanas y las rusas; las rumanas y las rusas tenían una ‘guerra civil’ (...) No sé por qué, yo creo que por tanto que beben, tanto beben las unas como las otras, beben demasiado”. Además, pone de manifiesto las tensiones entre ellas a causa de la competencia y los celos en el trabajo. “Cuando beben mucho, se pelean por un cliente: ‘esta noche estoy trabajando aquí con el cliente y tú lo has mirado’, ¡Oh! ya es una ‘guerra civil’, ya es un conflicto; un conflicto para el portero, para el que lleva el club y para los clientes”. En el momento de redactar de esta Tesis, Wladimiro está recién jubilado aunque mantiene cierto contacto con ese mundo que conoce bien. Edgar, empresario Edgar es andaluz, natural de Almería. Realizó estudios primarios. Su edad ya superó los cincuenta años. “[Estudié] por mi edad, y el barrio en el que nací y tal, y la situación económica de mi familia, hasta los once años”. Desde muy joven comenzó a trabajar en diferentes ocupaciones. Su familia estuvo vinculada a la industria del ocio, regentando diferentes establecimientos, entre ellos algún club. Si bien él entró en el negocio del sexo relativamente mayor. Lleva una vida familiar bastante normalizada, tiene esposa e hijos. Y me confiesa que su dedicación no le afecta en sus relaciones familiares ni sociales. 351 Ha regentado diferentes establecimientos a lo largo de más de 20 años. El negocio que dirige actualmente es de su propiedad y legalmente está registrado como una cafetería. Está situado en un polígono industrial, próximo una vía importante de comunicación. Dicha ubicación fue un factor relevante para elegir la situación del local. Me ofrece una visión de la relación con su trabajo muy artesanal. “Por la noche aquí; si tengo que barrer la calle, la barro; y si tengo que servir en la barra, sirvo; yo no soy de esos que tienen dos o tres matones en la puerta y tienen tres o cuatro camareros, no tres o cuatro no, diez o doce camareros; yo aquí tengo que trabajar y yo el primero”. Sobre el reclutamiento de las chicas me ofrece una versión bastante común entre empresarios e igualmente entre otros agentes. “Ellas vienen. Yo nunca he ido en busca de mujeres ni por medio de nadie”. Sobre las exigencias que tiene establecidas, me refiere principalmente la situación legal de la chica. “¡Hombre!, lo primero es los papeles, que estén en regla, que no sea menor de edad y todas esas cosas”. Tampoco impone obligaciones respecto de los clientes. “Aquí las chicas son libres y pueden entrar con quien quieran o con quien ellas no quieran; aquí no se les dice ‘oye tú, ve y te acercas a este’ o ‘ve y entra con él”. Y también lo que se refiere a la asistencia; que en caso de no venir, que avisen. “Normalmente ellas te avisan; ‘oye tal que estoy mala, que no puedo ir”. Me explica cómo aproximadamente la mitad de las chicas que trabajan con él lo hacen desde hace varios años; y me lo refiere como prueba de confianza hacia él y del buen trato que reciben por su parte. 352 De los clientes me comenta que no hay de una tipología particular, ni en lo referente a su ocupación, ni a su edad o estado civil, ni a su nivel económico. “De todas las clases; a lo mejor camioneros, o agricultores, o gente de aquí de la zona; mayormente de aquí de la zona, gente conocida (...) Vienen de todo, casados, solteros, chavales jóvenes”. “La verdad es que marroquíes vienen pocos, de vez en cuando viene alguno, pero la verdad es que son pocos. Rumanos son lo que más vienen”. “Viene de todo; viene el pobre que trabaja, se toma una ‘copilla’ y se pega ahí dos horas con la copa; otros que vienen que están un ‘poquillo’ mejor económicamente y se pueden gastar un ‘poquillo’ más, se toman una ‘copilla’, invitan a una chavala a una copa y entran con ella”. En lo que concierne a los horarios, sí que observa algunas diferencias entre las personas que acuden al establecimiento. “A primera hora viene más bien viene gente un poco mayor, bien será por llegar a su casa temprano, a lo mejor porque venga a traer a la alhóndiga el género del invernadero y se pega una escapada; y luego durante la noche viene de todo, viene gente joven, viene gente mayor, vienen de todas las edades”. Respecto a sus motivaciones y preferencias de consumo no precisa un perfil definido para su clientela. “Unos días vienen y consumen y otros días vienen a mirar (...) Normalmente ¡hombre! el que entra algo toma”. Durante la entrevista que le hice, Edgar mostraba cierta prevención a manifestar relación laboral alguna con las chicas mientras me explicaba los pormenores del negocio. “Lo único que cobramos nosotros es las copas, porque eso ya es de bebida, eso sí, porque lo tiqueamos”. 353 “Nosotros dineros no cogemos de ellas nada. Ella, si llega un cliente ‘oye que quiero entrar contigo’, ’60 euros’; ella coge sus sesenta euros y da si son diez, once o doce euros para la casa, los da y ella [mete] su dinero al bolso”. En otro sentido, revela ciertas insatisfacciones en relación al tratamiento legal que debería establecerse para el trabajo en este tipo de locales. “Pues esto, lo que pasa es que esto aquí hay una..., que ni lo legalizan ni no lo legalizan (...) La fórmula sería que ellas pagaran los autónomos ¿cómo voy a dar de alta aquí a una mujer que a lo mejor hoy está aquí, a lo mejor viene una semana, mañana no viene, pasado está en Murcia, al otro día se viene aquí, de aquí se va allí. Yo creo que la fórmula sería unos autónomos ¿no?; y con esos autónomos tener siempre el último recibo, en el bolso, pagado y que pudiera ir donde ella quisiera”. También por lo que considera un injusto y arbitrario tratamiento policial. “Hay mucha hipocresía, ¡muchas equivocaciones!; la policía actúa muchas veces de muy mala fe, por ponerse medallas o por conseguir cosas que ellos quieren; como el caso de llegar y ofrecerles papeles a las mujeres ‘pues venga declara esto y esto’, y ellos son los que les dicen”. Por las reiteradas peticiones de documentación que considera absurdas. “Vienen cada dos meses o así; ya tuve que decirles ‘¡coño, si la licencia no caduca!’; vienen cada dos meses y me piden siempre lo mismo: licencia de apertura, el aforo —de la Junta de Andalucía—, extintores...” Respecto a la marcha del negocio, muestra cierta resignación por los efectos de la crisis y la pérdida de negocio. “En el 2010 pues ya pegó un bajón; y ya ha ido a menos, a menos, y hay días... Yo el lunes hice trescientos euros de caja (...) que eso lo hace cualquier cafetería de desayunos”. 354 Y expresa su deseo de cambiar de ocupación. “Yo lo que quiero es vivir, que coman mis hijos, pagar lo que debo y, cuanto antes, a ver si puedo vender esto y montar una cafetería”. Reinaldo, empresario Reinaldo es un hombre andaluz de mediana edad, es el dueño de un club. Ha trabajado en este sector, además de como empresario, también como camarero en alguno de ellos. Igualmente, ha frecuentado los clubes como cliente o como empresario, pero afirma no haber tenido acceso a servicios sexuales de carácter íntimo. Desde muy joven ha ejercido como autónomo en diversos sectores productivos: industrial, restauración, ocio, etc. En el momento de la primera conversación con él, dijo tener en su local casi una decena de mujeres, aunque yo vi siempre menos. Tanto en la entrevista inicial, como en nuestras conversaciones posteriores, hace referencias continuas a su particular percepción de ese negocio, dotándolo de normalidad, pero sobre el que existe un desconocimiento generalizado que conlleva opiniones equivocadas: sobre la droga, sobre las mafias, sobre la relación del dueño con las chicas, etc. Me presenta una visión muy profesional del sector y una actitud paternalista, por un lado, pero de mutuo beneficio, por otro, para las chicas y él. Me insiste en la limpieza de las instalaciones y la funcionalidad para las trabajadoras y su trabajo. Entre los problemas que, como empresario, se le presentan hay dos que suelen ser recurrentes en las conversaciones con él. En primer lugar está la cuestión relacionada con la vinculación laboral de las chicas al club, que supondría una posible imputación por proxenetismo. Ese aspecto intenta sortearlo mediante ficciones en los acuerdos trabajadora-club. Así, en mi primera conversación con él negó tener relación laboral alguna con las chicas, salvo con la camarera. Respecto de las tarifas me comentó: 355 “¿Aquí tarifas? Bueno yo [no tengo] ninguna. La tienen las chicas. Aquí la gente paga 65 media hora y 110 una hora (...) Eso es todo para ella; ellas ponen sus precios (...) Yo de eso no me llevo nada; yo me llevo [lo que sirvo en] mi barra y me llevo de mis copas y de las copas de las chicas; las que las invitan a ellas, que son a medias”. Me aseguró que funcionaba bajo el sistema de plaza. “Yo tengo habitaciones, yo lo que cobro es por la plaza (...) Estoy cobrando 40 euros por la plaza con sus correspondientes comidas, correspondientes desayuno, almuerzo y cena (...) Y la que no vive da igual, igualmente igual. En vez de vivir aquí, viven en su casa pero igualmente pagan su plaza (...) Es como si estuvieran en un hotel. Ellas hacen aquí su comida si quieren. Las que viven fuera, si quieren lo hacen y si no, lo hacen en su casa. Son las mismas condiciones para todas. Ellas dicen si prefieren..., aunque paguen la plaza, pero prefieren vivir fuera”. Ello le obliga a declarar dos negocios; por un lado el residencial, el hostal; y, por otro, el club. Al no haber regulación de este tipo de locales, el club está de alta como ‘bar con música’, lo que le permite disponer de horarios de apertura más amplios116. El segundo problema que le inquieta radica en la dificultad para fijar las chicas en el local ante la intensa movilidad de las trabajadoras por la ausencia de clientes. Este aspecto me lo ha puesto de manifiesto en reiteradas situaciones en las que hemos conversado. Comentándome en alguna ocasión haber tenido que salir a poner publicidad para captar chicas. Otra vez, me comentó que había eliminado el sistema de plaza por el de comisión por servicio, para dar mayor margen a las chicas. Me explica que la situación es complicada en ese aspecto: “Es como si vas al McDonald y no tienen hamburguesas”. 116 Más tarde podré comprobar que esta estratagema, de simular el sistema de plaza, está generalizada en diferentes establecimientos. Ha sido la crisis la que ha motivado devaluar este criterio, ya que no todas las chicas podrían garantizar pagar cada noche la plaza. 356 En las últimas oportunidades que tuve de hablar con él me comentó que estaba pensando abrir otro local, un club de carretera que había cerrado recientemente y con cuyo dueño está tratando de llegar a un acuerdo. Eso le facilitaría diversificar el negocio. En cuanto al manejo del ambiente: la música, la luz, los juegos, etc. no le da especial importancia. “Aquí no te creas tú que tienen mucha importancia [esas cosas]; aquí no tiene mucha importancia el tema de la música, aunque la iluminación, sin embargo, sí; a las chicas les gusta trabajar con poca iluminación por el hecho de que no se les vea tanto, por discreción, no quieren que haya tanta iluminación en la sala, por ejemplo, y te lo piden. Pero cuando damos espectáculo sí se pone iluminación, pero sólo en la zona donde está la bailarina”. Manifiesta con rotundidad no tener problemas con el vecindario ni con la policía. “Ningún tipo de problema”. Y sus relaciones con las trabajadoras afirma que son excelentes, más allá de las laborales. “Aparte de trabajar ya formamos como una pequeña familia. Date cuenta de que, al fin y al cabo, son gente normal y corriente como uno nosotros; y fuera de aquí tienen una vida..., te cuentan sus problemas; al final se comparten sus problemas y los tuyos, y los de los clientes”. Eufemia, titular de una casa de citas Eufemia es una mujer procedente de un país latinoamericano. Supera ya los cuarenta años y entré en contacto con ella a través de una chica conocida que trabajó durante un tiempo en la casa que ella regentaba. En su país llevaba una vida bastante normalizada, tenía un buen trabajo, vida independiente y relaciones sociales de cierto nivel económico y de estatus. Sin embargo, repentinamente, perdió el trabajo como consecuencia de la depresión económica que se produjo en aquellos tiempos. 357 “Nunca me había faltado para mi piso, hacer mis viajes; me vi sin trabajo, sola, y entonces me dije ‘¿y ahora cómo pago las cosas?”. Conocía a una amiga de la infancia que era travesti y que trabajaba en la calle. Consiguió vencer sus reticencias iniciales y, a través suya, se puso a trabajar en la misma zona que ella. “Había mujeres en la calle que tenían chicas trabajando para ellas (...) Les cobraban una comisión. Y entonces lo hicimos como si yo trabajara para ella, para que no me tocaran a mí, que era muy peligroso”. Al principio no se atrevía, se pasó días sin subir a ningún coche. Recuerda la primera vez, gracias a una compañera suya que le estimuló. Su cliente percibió su bisoñez y él mismo la animó. “Hazlo como si fuera tu novio, no pasa nada’. Y él me pagó, me pagó el dinero y fuimos a un hotelito. Y me dije ¡hombre, qué fácil, como si fuera mi novio!’. El primer coche (...) y después el segundo, el tercero; desde ahí gané mucho dinero”. Perdió el contacto con sus amistades, y nadie, salvo su hermana, conocía su nuevo trabajo. “Yo no quería salir más; dinero, y dinero y dinero y dinero; ahí enganchada a esta porquería, todos los días dinero, cada vez quería más, y más y más”. Conoció a un cliente suyo, con el que entabló una relación formal, y se convirtieron en socios de un club, dejando de trabajar en la calle. Tuvo una hija con él pero las relaciones se le complicaron. “Un día una mujer de esas como chulas117, me dijo que si quería venirme a España. Tenía miedo y me eché un novio que era un hijo de puta y, para quitármelo de mi vida, decidí venirme”. 117 Trabajadoras sexuales en la calle que tenían otras ejerciendo para ellas. 358 Reconoce que le explicaron con claridad las condiciones del acuerdo con la red y que ella las aceptó libremente. “Mira, te voy a decir una cosa a ti: tu no vienes engañada, tu sabes lo que hay y tú tienes que pagar ese dinero (...) La mujer te ha dicho ‘esto, esto y esto ¿tú quieres ir?’ Y yo he dicho ‘sí, quiero”. Eufemia tenía planes para volver, había dejado a su hija con un familiar, que la cuidaba y administraba sus pagos. Aquí le había ido bien, había ganado mucho dinero. “Yo mandaba dinero todas las semanas; dinero, dinero, dinero; para comprar un coche, pagar mi casa y montar un negocio”. Sin embargo, al volver se encontró que habían abusado de su confianza, se habían quedado con el dinero y que su hija estaba mal atendida, que no tenía nada. De tal manera que regresó a España. Al poco tiempo de volver conoció al que sería el padre de su segunda hija. “Entonces empecé a tener vida, luego me quedé embarazada... Me pedí un préstamo y traje mi niña para acá, me quedé muy tranquila, una vida muy tranquila con él”. Reconoce su culpabilidad en el decaimiento de esa relación, que terminó por romperse; aunque mantienen vínculos de amistad y cooperación por su hija, sin que él conozca exactamente a qué se dedica. Desde su vuelta a nuestro país, ha trabajado en diferentes ciudades, ejerciendo en clubes de plaza. En la actualidad regenta su propia casa de citas, aunque sigue ofreciendo servicios esporádicamente a sus clientes. “Te dices ‘¿por qué tengo que trabajar para las demás si puedo trabajar para mí misma?”. Nunca sintió culpabilidad por desempeñar trabajo sexual. 359 “No, no; no porque yo siempre sé decidir mis cosas, lo que voy a hacer y no me arrepiento ¿me entiendes?”. Tiene claros límites en su trabajo: no lo hace sin goma, y practica el ‘griego’ si se lo pagan bien. Reconoce que en los establecimientos como el suyo acude gente conocida que requiere discreción. A su establecimiento llegan personas de todo tipo, pero admite tener clientes con dinero que piden toda clase de servicios. “Un tío trabajador normal (...) viene, echa su ‘kiki’ de media horita y se larga (...) Y la gente que tiene dinero echa su copa para su fiesta, para sus guarrerías, para hacer cosas guarras, para hacer su paraíso. Eso sí, muy elegantes”. No considera que quienes compran sexo sean personas de un tipo especial. “Hay de todo, de todo, de todo. Hay normal, hay los guarros, hay los falsos; yo los veo por ahí, por la calle con moralismos (...) Hay todo eso”. Sobre las causas para comprar sexo por los hombres, revela motivaciones muy distintas en cada persona. “Muchos que quieren tumbarse conmigo en la cama, muchos que quieren que sea su novia (...) Y hay otros que cuando entran tú tienes que cerrar la casa, porque todas las chicas de la casa son para él”. Considera que este trabajo engancha por el dinero. “Muchas mujeres no buscan trabajo fuera, no quieren, no tienen novio, no tienen marido, no tienen de nada, ya se han acostumbrado a esto”. No muestra apego a su trabajo; ni tampoco le condiciona en el resto de facetas de su vida. “Yo entro con los clientes, hago lo que tengo que hacer y cuando se va ya está alejado de mi cabeza”. 360 En la actualidad compagina el negocio con otros trabajos y atiende a sus hijos, que permanecen con su marido el resto del tiempo, durante los fines de semana. “Las niñas están con él (...) Están en su escuela; yo las cojo los fines de semana, las llevo de paseo; y él nunca se entera de aquí (...) Es un tío que me quiere muchísimo; lo que pasa es que no tiene dinero, es un trabajador normal”. 361 362 3.2 MUJERES QUE PRESTAN SERVICIOS Constituyen los sujetos centrales de los negocios que estamos analizando. Como se puede apreciar, ellas articulan, con su trabajo, el conjunto de actividades y de relaciones que se constituyen en los diferentes establecimientos y entre los diversos actores que concurren en ellos. Aunque es frecuente que acumulen un variado currículo laboral en el sector, también las hay que siempre trabajaron de forma profesional ofreciendo servicios sexuales exclusivamente. Sus itinerarios vitales suelen ser muy dispares, así como sus motivaciones para entrar en el sector. Asimismo, son diversas sus historias de éxitos y fracasos. Se suele dar por establecido que son motivaciones de carácter económico las que impulsan a ejercer esta profesión a muchas de ellas (Lean, 1998; Meneses, 2003 Skrobanek, Boonpakdi y Janthakeero, 1999); como expresan la mujeres mismas, no es menos cierto que suelen pesar en la decisión factores diversos que, por lo demás, no se presentan de manera aislada. Salvo para Jovita y Juana —que son andaluzas—, trabajar en la industria del sexo estuvo vinculado, en un momento u otro, a sus respectivos proyectos migratorios. Así, la falta de expectativas vitales son las que impulsaron a Ginebra, Ania, Alexandra, Olga o Farah. En otras mujeres pesaron más motivos relacionadas con el sostén familiar, como ocurrió a Sacramento, Basma, o Lobna. A veces se trata de deudas que requieren un aporte importante y para el que no se tienen recursos; es el caso de Aixa, que necesitaba pagar la deuda por el precio de su matrimonio —que compró para conseguir los papeles—; de Oleñka, que tuvo que afrontar una hipoteca que no podían soportar. También la curiosidad y las ganas de conocer mundo pueden ser un motivo, como expresa Sonia. Por su parte, Pasha, Jovita, Imán y Amal vinculan sus inicios en el trabajo a proyectos personales que se truncaron por diferentes motivos en un momento determinado de sus respectivos recorridos personales. En relación a la variedad de motivaciones, Neira (2012) narra su sorpresa conforme comenzó a conocer a trabajadoras que no tenían necesidad vital alguna y que gozaban de buena posición económica. También López (2010) relativiza y complejiza el ‘monocausalismo’ economicista de la pobreza como determinante para la elección del trabajo sexual como medio de vida. De igual manera, Rodríguez y Lahbabi (2004) cuestionan ese enfoque, dándole importancia a factores individuales y contingentes. 363 Otra cuestión diferente son las motivaciones que incentivan la permanencia o dificultan el abandono del desempeño. Este es un terreno menos investigado y que requeriría de estudios diacrónicos. Sobre ello, hay variadas expresiones por parte de las propias mujeres que he entrevistado, si bien expresado de forma difusa y a veces contradictoria. Así, Sacramento vincula la permanencia a las preferencias personales y sexuales; Farah lo atribuye a la dependencia que les genera el nivel de ingresos que obtienen; otras consideran que no terminaron de realizar sus proyectos aún, como Ania o Alexandra; Oleñka no se plantea dejarlo por ahora; Aixa, Eugenia, Ginebra, Iman y Sonia desean dejarlo, pero dicen no tener alternativa fuera del sector. En cualquier caso, y a tenor de sus propias revelaciones, lo cierto es que el trabajo sexual supone para estas mujeres una estrategia eficiente en la gestión oportunista de sus expectativas, en diferentes momentos de su vida. Por su parte, Oso (2000 y 2008) concluye de forma similar, al presentar este tipo de estrategias de inmigrantes latinoamericanas que han migrado a diferentes territorios del Estado español. Sea porque ganaron mucho dinero, sea porque culminaron modestos proyectos más o menos difusos inicialmente —como hacerse una casa, cubrir gastos y deudas, mejorar a la familia o capitalizar un negocio— o porque fueron capaces de aprovechar oportunidades y reorientar su proyecto vital mediante matrimonios ‘sinceros’ o de ‘conveniencia’, parece que, con distintas reservas en cada caso, presentan como exitoso su proceso vital y su itinerario laboral. Las narrativas de las trabajadoras que participaron en esta Tesis lo revelan de múltiples maneras, acentuándose su valor si consideramos el contexto de crisis que afecta al sector, con una notable caída de la demanda que atenúa las expectativas de beneficio. Así, Nadia sigue con su proyecto abierto, al igual que Oleñka; Sonia afirma haber conseguido mantener a su familia; Farah construyó su casa en su país de origen; Ginebra considera haber encauzado su vida y la de su hijo; Lobna da por cumplidos sus objetivos aunque ahora, con sus hijos aquí, el proyecto quedó obsoleto. Sus inquietudes laborales vienen marcadas por un objetivo básico: ganar dinero. No obstante, nos desvelan claramente preocupación por su salud, factor que modula y limita sus prácticas profesionales y que está en el centro de sus preocupaciones. Por último, y como ya abordé en el capítulo anterior, podemos apreciar con cierta claridad cómo el estigma asociado al trabajo sexual supone una barrera enorme en los 364 primeros momentos de inserción en ese sector laboral. Aspectos como la religión, las tradiciones en sus comunidades de origen o la educación en valores en su entorno familiar, afectan claramente al normal desenvolvimiento de las chicas, al menos en los primeros momentos de desempeño de su trabajo, tal y como han hecho constar en sus testimonios. En el caso de las españolas, una cierta separación física voluntaria de su entorno vital atenúa las consecuencias del estigma en la práctica de esta actividad. Alexandra, trabajadora sexual Alexandra es un chica joven que apenas rebasa los veinte años de edad. Procede de un país del Este de Europa. Vino con su padre por medio de un familiar que vive en Almería; él se volvió, pero ella se quedó y comenzó a trabajar desempeñando diferentes labores: servicio doméstico, restauración, etc. “Yo aquí vine a trabajar; cuando vine a España, vine con mi padre; estaba viviendo con mi abuela ¿me entiendes?, y de ahí ya me quería buscar trabajo”. Cuando perdió su último trabajo, y viendo que no le salía ninguno nuevo, decidió dedicarse al trabajo sexual. Un día se acercó a unas chicas que captaban a sus clientes en la calle y empezó a trabajar con ellas. “Me estaba faltando el dinero y quería trabajar y como no lo he encontrado, como ahí estaban las chicas que estaban trabajando, vale, vine a hablar y ‘no sé qué...’ y ya vine a trabajar ahí”. Ha ido a visitar a su familia varias veces y habla con ella casi a diario. Y admite que no conocen el trabajo que desempeña. “Yo no quiero que se entere la familia y todo esto. Porque esto es una vergüenza, porque no es algo tan bueno”. Reconoce que al principio sentía vergüenza y miedo, ‘porque no había hecho esta cosa nunca en mi vida...’. 365 “La primera vez yo no sabía mucho, mucho; así, claro, muy diferente. Porque vas a trabajar con más gente, gente que son muy malos, [otra] gente que son tranquilos...”. Alexandra trabaja casi exclusivamente con jóvenes inmigrados. Realiza los servicios en su vivienda particular, aunque suele salir a la calle para facilitar la captación. “Son los marroquíes que sólo pagan diez euros; como no tienen dinero...”. Revela las dificultades que encuentra en su trabajo, las precauciones que toma y los criterios de selección que adopta. “La primera vez hace falta hablar con ellos, si veo en su cara que está tranquilo, sí [entro con él]; porque hay gente que son peligrosos y claro que con esos no voy a entrar”. El tipo de servicios que realiza se limita a chupar y a follar, siempre con goma. Ni besa, ni se desnuda para desempeñar su trabajo. Si le piden otra cosa ella no lo hace, aunque pierda clientes. “Hay algunos que vienen y dicen ‘yo quiero besar la boca’ y yo le digo que no quiero y ya se va, claro. Porque yo no quiero besar a la gente con la boca y luego me ponga enferma ¿entiendes?”. Nunca disfrutó sexualmente en su trabajo. “Sí, yo sé que algunas chicas sí, pero yo no. Eso es porque a algunas le gusta follar con ellos, pero a mi no me gusta”. Vive sola y no tiene relaciones sociales fuera de su entorno laboral más cercano. De su trabajo no tiene buena opinión; lo realiza porque no hay otro y no le importaría desempeñar cualquier otra labor aunque ganara menos dinero. 366 “De este trabajo no me gusta nada, sólo que trabajo porque me hace falta dinero, porque no puedo trabajar en otra cosa”. Lo mejor de esta labor es “que trabajas y ganas dinero”. De sus clientes tiene un percepción dual, clasificándolos en función de su comportamiento. “Hay gente tranquila, hay gente muy malos; cuando llegan los malos... ¡madre mía! Porque quieren alguna cosa que no puedo hacer”. Declara que nunca recibió maltrato o golpes, pero sí insultos. “No, de pegar no, pero palabras malas sí que dicen con la boca; pero así de haberme pegado no”. No reconoce relaciones de competencia con las demás chicas que trabajan en su vecindad. Tampoco conflicto, salvo los propios de la gestión de la casa cuando la compartía con otras. “A mi no me importa esto, si ellas trabajan más que yo o yo más que ellas, me da igual”. Alexandra tiene planes bien definidos: comprarse una casa en la ciudad donde vive su familia. A pesar de ello, envía dinero cuando se lo solicitan. “No lo mando así siempre, sólo cuando les hace falta; si les hace falta cincuenta euros, cien euros... claro, son mi familia. Pero yo mi dinero lo guardo”. De su historia de migración no se arrepiente, considera que ha sido algo positivo pero que tendrá fecha de caducidad. “Yo creo que me voy a quedar un año... o un año y pico, y ya creo que me voy a ir”. 367 Sacramento, trabajadora sexual. Sacramento es una mujer latinoamericana que supera ya los cincuenta años; llegó a nuestro país con un contrato de trabajo para la agricultura que le gestionó una amiga suya. La conocí en un club aproximadamente hacia el año 2008 y desde entonces hemos mantenido contactos esporádicos pero continuados; he conocido a su familia y visitado su casa; hemos salido a comer o de copas y nos hemos felicitado en las fiestas. “Vengo de familia pobre, tengo 4 hijos y tengo una nieta y una madre enferma, pues me veo en la obligación de ganarme la vida en la noche”. “Yo trabajaba vendiendo productos, porque mi padre y mi madre se separaron y luego ya tuve yo que ponerme a negociar por mi cuenta; vendía productos de línea buenos y más o menos me defendía, pero no ganaba lo suficiente para darle una mejor vida a mis hijos”. El viaje se lo pagó su madre. Y desde el principio tuvo claro que el trabajo sexual podía ser una opción, pues la persona que le gestionó el contrato ya trabajaba en el sector. “Yo vengo de una familia pobre, que no es una familia poderosa, o sea que tenía que tener el cuerpo al agua, aunque mi amiga con la que vine, no me hubiese dicho a qué venía. Por lo menos yo sabía a qué me atengo, porque hay muchas noticias, y yo leo muchos libros, y yo me empapo de las cosas que pasan en el mundo”. Trabajó exclusivamente en clubes, alternando el trabajo con otros de la economía formal, o con alguna relación estable que le permitió vivir sin trabajar durante unos años. “Me encontré un hombre muy bueno; muy bueno, muy bueno, muy bueno, y esa fue una experiencia muy bonita, porque vivimos momentos muy agradables, inolvidables”. Sólo una hermana suya conoce su trabajo y, aunque se siente mal por eso, es comprensiva con ella y lo admite. Es consciente de que ser inmigrante y poseer rasgos fenotípicos diferentes remarca el estigma: 368 “A veces tú sales a la calle y te preguntan ¿cuánto cobras?; entonces yo me cabreo”. Tiene una valoración ambivalente de su proceso migratorio, con pérdidas y logros: “Yo perdí mi marido y mis hijos crecieron y no los vi [crecer]; mi nieto no vi, su crecimiento no vi, y esas son cosas que tú te pierdes (...) Me compré una casa (...) Yo entonces pude costear la enfermedad de la que murió mi padre”. Respecto a su trabajo, manifiesta que tiene diferentes ventajas en diversos órdenes, especialmente en el económico: “La ventaja de que tu hoy puedes no tener y mañana tienes. Y de que tú no tienes que esperar un mes para cobrar. Esa es la diferencia. Y que tú hoy te vas sin nada, pero que mañana te puedes ir con mil euros, si tienes suerte”. “Yo no he tenido malas experiencias (...) Al contrario, tengo más experiencia, he madurado más. Sé más defenderme, porque esto enseña mucho a uno”. Considera que este trabajo puede ser una opción para encontrar pareja. “Yo conozco mujeres que todavía en el tiempo que llevan aquí en este mundo, son mujeres que están casadas, mujeres que son dueñas de pisos, que ya han encontrado un hombre y así sucesivamente”. Reconoce, como aspectos negativos de su oficio, el trabajo nocturno, las relaciones de competencia, y cierto carácter adictivo de su desempeño: “[Lo peor es] la noche. La noche es que es..., la noche es para dormir, se hizo para dormir”. “Yo conozco mujeres que sí quieren salirse y también conozco mujeres que en esto, es como una adicción, que todavía tienen la posibilidad de estar en un trabajo [diferente] y no pueden [por adicción]”. 369 “En este mundo de la noche hay mucho, mucho egoísmo, mucha falsedad, hay muchas caras (...) Hay competencia, hay competencia..., pero creo que hay más egoísmo que competencia (...) Eso es la noche, que lo que te pone es más arrugas que otra cosa”. No tiene opinión específica, en general, de los clientes. “Los clientes, pues..., hay a veces mucha relación estrecha, donde hay clientes buenos, y hay relaciones que todavía, todavía, de los años, de los primeros años que yo me metí, todavía tengo amistades ahí. Uno hace muchas amistades, pues qué te digo yo...., qué te digo yo, a mitad de buena y a mitad de malo, porque hay gente buena y gente...”. Como podemos apreciar, independientemente de sus consideraciones sobre los clientes, el trabajo sexual lo considera como una fuente de vínculos sociables que van mucho más allá de la estricta relación laboral. En otro sentido, estos nexos muestran un carácter marcadamente endogámico en torno a los diferentes ámbitos donde se desempeña el sexo comercial. El último club donde trabajó empezó a ir mal con la crisis y tras un tiempo en él, sin apenas clientela, decidió dejar esa labor. Ahora vive de ayudas públicas, de la familia y de trabajos esporádicos que le surgen en sectores informales de la economía. Jovita, trabajadora sexual Jovita es una mujer andaluza, que sobrepasó ya la treintena y a la que conocí hace aproximadamente seis años. Casada muy joven, su marido la obligó a trabajar siendo ella aún menor de edad. “Tomaba droga, se metía mucha cocaína y heroína, y entonces yo era una niña, una niña (...) A mí no me dejaban hablar con las chicas; y lo primero que me dijeron es que ‘tú te llamas fulanita, fulanita y tienes estos años’ (...) Yo no veía un duro, no veía un duro, que yo no veía ni un duro (...) Cuando yo salía del club, me llevaban a la habitación del hotel y allí me llevaban la comida; yo no salía para nada, solamente de la habitación al club”. 370 Poco después de parir su último hijo, su marido la dejó, después de vender todos los muebles y electrodomésticos de la casa. A partir de ese momento, ya comenzó a trabajar por su propia iniciativa. Ejerció por su cuenta con salidas a domicilios, en hoteles de plaza, en clubes y casas de citas; también durante un periodo de tiempo ejerció en la calle. Eso sí, siempre alejada de su entorno familiar que se hizo cargo de sus hijos. Recuerda su primera experiencia sexual calificándola de horrible. “Un viejo de 68 ó 70, o por ahí (...) Lo pasé muy mal, lo pasé muy mal; porque a mí me vino un hombre, un hombre viejo... y me pidió que hiciese cosas que yo no había hecho (...) Lo que era el sexo oral, que le hiciera cosas que yo no había hecho. Lo había hecho con mi familia pero con la gente no, con la gente ni hablar, ¡hombre!”. Expresa una buena opinión de los clientes. “Yo, con los clientes que yo he tenido, mantengo buena relación hoy en día con ellos; no he tenido ningún percance con ninguno, sea marroquí, sea moreno o sea español”. No obstante, muestra reticencias con los de algunas nacionalidades, en particular con los de países del Este de Europa. “Porque son muy agresivos, son muy agresivos; y una vez estuve con un rumano, y es el único problema que he tenido, quería quitarse la goma y me hizo moratones por aquí; lo que pasa [es] que el chico donde trabajaba, en el piso que trabajaba, pegó una patada en la puerta y lo sacó afuera, para abajo, sin ropa y sin nada; pero [fue] el único [caso]”. Pone límites a sus servicios, tanto por la prestación en sí como, más aún, por los clientes que los solicitan; aunque me confiesa que los ha realizado casi todos, pero de manera muy ocasional, Con sus compañeras reconoce haber mantenido buenas relaciones, sin embargo revela problemas de competencia que considera normales. 371 “Yo con ellas bien (...) En este trabajo las mujeres somos celosas, somos envidiosas, no puedo decir otra cosa”. Me confiesa haber disfrutado mientras trabajaba, haber sentido placer sexual durante la prestación de los servicios. “Algunas veces que sí, algunas veces que sí; unas veces no, otras veces sí (...) Si el hombre te trabaja bien, que también hay de todo, de verdad, a veces... [he disfrutado] (...) Y me ha tocado, a lo mejor, con una persona que de vista tú te dices..., ‘a mí ¿cómo me ha pasado esto a mí, cómo me ha pasado esto a mí, sí...’? Pero no me siento culpable..., porque si hoy he disfrutado esto que me llevo”. Con el tiempo fue conjugando el trabajo sexual con otras dedicaciones, recurriendo a él de manera coyuntural. “Cuando lo he ido necesitando, lo he ido haciendo. Y hoy en día pues si tengo que hacerlo lo hago, si necesito algo (...) Sí, yo tengo todavía algunos contactos; les doy un toque, les doy un toque y si quieren me llaman y si no quieren pues no me llaman”. Ahora regenta un pequeño establecimiento de restauración, ajeno al sector, con el que trata de salir adelante. “Yo ya estoy medio retirada, porque yo ahora, como has visto, tengo un pequeño negocio; si lo hago es por una necesidad, no es siempre”. Y tiene pareja, que desconoce su dedicación. “Él sabe que antes yo he trabajado en esto, que he llevado una vida mala, una vida dura; él no me lo echa en cara ni nada”. No obstante, si ni el trabajo suyo ni el de su pareja resultan suficientes para satisfacer sus necesidades económicas coyunturales o imprevistas, entonces no duda en acudir al trabajo sexual para obtener recursos extras. 372 “Pero si yo necesito, por ejemplo, para comprar los libros del colegio de mi niño o algo que necesitan mis niños, que no me lo da el negocio y mi pareja no me lo da porque no tiene (...) entonces yo ya acudo a mis clientes”. Basma, trabajadora sexual Basma es una mujer originaria de un país africano que ronda ya los treinta años de edad. La conocí trabajando en un club. Se muestra orgullosa de su origen, por haber nacido en una de las grandes ciudades de su país. Cuando inició su itinerario migratorio ya tenía familia en España y recibió su ayuda en los primeros momentos. Sus motivaciones para emigrar las manifiesta como obvias. “¿No sabes porqué? porque la gente tiene que trabajar, pagar alquiler. Porque estando en mi país, ganaba 180, no es igual. Para eso me vine, para trabajar, vida mejor, puedes comprar una casa, tener colegio para tus hijos...” Ha vivido en diferentes ciudades, con su familia. Nada más llegar a Almería conoció a un compatriota suyo con el que se casó, eso le permitió obtener papeles enseguida. “Mi marido lo conocí en el trabajo (...) Nosotros nos conocimos un mes nada más y ya arreglamos papeles para casarnos. Así de rápido”. Su matrimonio duró poco, se separó y empezó a buscar trabajo en el sector del sexo por primera vez. “Nunca había trabajado ¡no puedes! Cuando estás casada no puedes marchar con otro. El Dios no quiere de esta manera”. Reconoce que se ha sentido mal por el desempeño de este trabajo. “Primero por Dios y luego por mi. Tengo mucho miedo de Dios; no solo para la vida; si no tienes para comer le pides a la gente, pero no abras las piernas, pides 373 ayuda (...) ¿Pero qué haces? También tenía vergüenza de pedir; cada uno habla una cosa: uno quería, otro no quería, otro estaba enfadado..., otro habla mal”. Nunca pasó miedo: “Miedo no, vergüenza”. Tampoco tuvo problemas con sus clientes, aunque siempre estuvo alerta de su salud, no realizando trabajos sin preservativos y tampoco besando en la boca. “Nunca en la vida, no ¿por cuarenta o treinta euros yo me voy a jugar mi vida?”. Y me confiesa que nunca tuvo que realizar servicio alguno que no quisiera. Su clientela es variada, propia de un club situado en una importante vía de comunicación cerca de una gran población. “Hay de muchos sitios; Málaga, Murcia, gente que viene de viaje. Aquí entran muchos, más que de Almería”. Admite que todos sus clientes le piden de todo; no obstante, reconoce diferentes motivaciones para ir. “Todos los clientes que he tenido me han pedido tonterías. Unos quieren chupar, follar (...) Hay gente que va, toma una copita y hablan con las chicas y ya está (...) Uno viene y sólo me pide bailar (...) Cada uno tiene su cosa”. No tiene una opinión generalizada sobre ellos. “Hay malos y buenos clientes”. Tampoco desvela problemas importantes con ellos, salvo incidentes verbales con algún desconsiderado. “Un cliente, español me ha dicho ‘¿qué haces aquí, por qué vendes tu cuerpo?’ Yo le he dicho ‘¿y a ti qué te importa? ¿y por qué tu vienes aquí?’ (...) ‘Que nosotras vendemos para comer, pero tu mujer lo hace gratis”. 374 Reconoce que a veces disfruta con el sexo en el trabajo. “Todas no; porque sólo piensas en trabajar para ganar dinero (...) Si entra uno bueno, sí, no pasa nada; (...) Yo no quería pero no lo había hecho desde hace mucho tiempo (...) Cuando llevo mucho tiempo de hacer el amor, él paga y yo me corro”. Basma desempeña esta labor por temporadas, según le van los empleos y las necesidades. En realidad lleva poco tiempo desempeñando este oficio y lo compagina con la ayuda de alguna amistad, algún amigo que le resuelve lo inmediato en momentos de carencias. Admite que los hombres con los que establece este tipo de relaciones desconocen que se dedique al trabajo sexual. Nadia, trabajadora sexual Nadia es originaria de un país de Europa del Este donde trabajaba de camarera. Lleva ya en España casi diez años. Se vino con 30 años y aduce que fueron los motivos económicos los que la empujaron para iniciar su recorrido migratorio. “Para ganar dinero; porque allí tenía una situación un poco mal y faltaba dinero (...) Y tengo a mi padre también enfermo de cáncer y hace falta mucho dinero”. Vino mediante un contrato gestionado en origen por ‘una empresa que mandaba chicas’ a diferentes países europeos. Por todas las gestiones le cobraron mil euros. “Tardé un mes en devolver ese dinero”. “Allí me han dicho, cuando me mandaron de una empresa, me han dicho que me mandan a un bar de copas; que iba va a beber copas; así, como mujer de compañía”. Realmente ella comenzó a trabajar, tal y como le informaron, en un bar de copas, en un local de alterne de los numerosos que había a principios de la década del 2000. “Yo sé que algunas chicas sólo hacían copas... Sí, yo sólo hacía copas, pero es dinero que no era bastante para pagar deudas, porque cada día tener que pagar casa, 375 comprar comida (...) Y como vi que no ganaba nada, dejé el bar de copas y marché al club”. Trabajó en diferentes clubes de Almería, hasta que decidió establecerse por su cuenta, trabajando de forma autónoma, en su propio piso. Los motivos que le impulsaron a ello tuvieron que ver con su inadaptación al tipo de desempeño que se desarrolla en ese tipo de establecimientos, poco compatible con sus preferencias en el plano relacional y laboral. “A mí no me gusta mucho hablar con la gente (...) y a muchos clientes les gusta así hablar mucho tiempo; y al final te cogen o no te cogen, te pagan o no te pagan [risas]; sólo pierdes el tiempo, no me gusta”. También reconoce dificultades para competir con otras chicas dados los límites que establece en los servicios que presta. “Yo no chupo sin goma, yo no follo sin goma, yo no follo por el culo. Entonces ¿que hago yo en el club? ¡Yo no puedo hacer ahí nada! Nadia trabaja en la actualidad en su propio domicilio. Capta su clientela a través de anuncios o sale a las calles circundantes en busca de ellos. “Para mí mejor trabajar aquí, trabajar en mi casa; [Tengo clientes] por Internet, o busco gente de la calle”. Y manifiesta diversas ventajas de esta modalidad de desempeño respecto al que debe desarrollar en un club. “Aquí más tranquilo, porque no tengo horario de trabajo; si no tengo ganas no trabajo”. Nunca se ha sentido obligada a realizar servicios que no haya querido; pero admite que sí ha tenido problemas con algunos clientes, dándose esa circunstancia con más habitualidad en el club. 376 “Sí, como todas las chicas he tenido problemas (...) Si está borracho y no puede terminar, pasa el tiempo, y no quiere pagar más, no quiere salir”. Como criterio de selección sólo reconoce el de presentar un estado y un comportamiento adecuados. “Si están borrachos, si están drogados (...) Si alguna mala palabra mal, yo no voy a entrar nunca con él”. Niega tener una opinión sobre los clientes. Y considera que la ausencia de pareja sexual es la principal motivación para acudir a sus servicios. “Algunos que no tienen familia, que no tienen mujer; algunos que no se encuentran muy bien con su mujer [silencio], así”. Tampoco ha mantenido, ni mantiene, relaciones con los clientes fuera del lugar de trabajo, ni profesionales ni personales. No obstante, reconoce que su actual pareja, su ‘amigo’, lo conoció por ser cliente suyo. También manifiesta que conoce a muchas chicas que encontraron pareja entre sus clientes. “Tengo amigas que están casadas, y de mucho tiempo. Y algunas que dejan de trabajar, [otras] que no dejan de trabajar, que siguen trabajando”. Cuando le pregunté si disfrutaba con su trabajo, me dio una respuesta contundente: “No, yo disfruto con el dinero [entre risas] nada más”. Niega sentir vergüenza por el desempeño de esta ocupación. “¿Vergüenza?, no tengo vergüenza; primero porque yo no robo nada, no engaño a nadie, no obligo a nadie a entrar conmigo, por eso no tengo”. No tiene conflictos con los vecinos. Y tiene relaciones sociales tanto fuera del ámbito laboral como con compañeras de trabajo. 377 En la actualidad Nadia sigue obligada a enviar dinero cada mes a su país para su hija. Eso le impele a no plantearse dejar este trabajo aún, de tal manera que su itinerario migratorio permanece abierto. En cualquier caso, señala aspectos positivos de su trayectoria. “Que puedo sin problemas marchar a mi país, volver aquí; arreglar cosas en mi país, que me faltaba arreglar de la casa, que [puede] estar estudiando mi hija”. No obstante, reconoce pérdidas. “Que mi hija está lejos de mi, eso he perdido”. Aixa, trabajadora sexual Aixa es una mujer joven, su edad no llega a los 30 años, originaria de un país africano. Lleva en España siete años. Nada más llegar se casó con un español, lo que le permitió arreglar sus papeles y obtener permiso de residencia. Admite que arreglar sus papeles le costó muy caro, pero que dos meses de trabajo en clubes le permitieron recuperarlo. Después, se empleó en almacenes y de camarera. Más tarde volvió al trabajo sexual, haciéndolo por su cuenta en un piso de contactos. “El primer año sí he trabajado [en esto] porque he pagado los papeles y luego he parado. He trabajado de camarera”. Nadie en su familia conoce su ocupación, excepto sus hermanas. Y reconoce haber pasado vergüenza al principio de realizar este trabajo. “Al principio siempre me daba vergüenza, pero luego ya me acostumbré”. Las causas que aduce tienen que ver con las condiciones higiénicas y el comportamiento de los clientes. “En esto tienes que aguantar todo, los sucios, la gente buena, la gente mala ¿no? Todo tipo de gente”. 378 Pero también por sus convicciones religiosas. “Mi religión tiene prohibido hacer esto”. Niega haber tomado droga trabajando, y cuando se ha visto comprometida, ha simulado hacerlo. “No, nunca. Siempre he puesto un papel aquí [taponando la nariz]. Porque la gente viene drogada y no se da ni cuenta”. Considera que los motivos, por los que los hombres pagan para tener sexo, son variados. “A disfrutar, para follar (...) Algunos tienen problemas, con la bebida, (...) Para cambiar un poco, si tiene problemas con la mujer o con la novia (...) Para olvidar”. Y confiesa que nunca tuvo que realizar servicio alguno obligada, aunque reconoce problemas con algunos clientes por las condiciones que le pretendían imponer. “Muchas veces te quedabas en la cama con uno, que lo quería hacer por el culo, que lo quiere hacer sin goma, que te la quita por la fuerza”. En la actualidad trabaja en su propio domicilio. “Yo lo hago en mi casa, yo compro güisqui, por si alguien quiere entrar una hora; lo invito a una copa y paga cien euros y yo lo invito (...) Y así el cliente viene más, está más a gusto, se toma copas, y habla y disfruta y escucha música; mejor así, como un rato agradable; a mí me gusta eso, pero es muy pocas veces cuando me lo piden”. A veces sale a la calle a buscar clientes. “Hay algunos que tienen mis teléfonos, hay los que conocemos en la calle, en la cafetería, en el bar..., así. La mayoría los encontramos en la calle, ahí hablamos”. 379 La mayor parte de los hombres a quienes presta sus servicios son inmigrados africanos: ‘trabajos rápidos’, como expresa utilizando el argot propio del gremio. “Mínimo veinte euros, mínimo, veinte euros; rápido, diez minutos (...) La mayoría tenemos muchos clientes extranjeros; muy pocos entran por 50 € o por 100 €. (...) La mayoría [lo] quiere así [rápido]. Está la cosa muy mal, la gente no paga”. Trabaja con discreción, lo que le permite evitar conflictos con los vecinos; tampoco revela problemas con sus compañeras de trabajo. “Cada una tiene su forma de trabajo, cada una tiene sus clientes, y ya está”. Reconoce que prefiere el trabajo en su casa al del club, especialmente por cuestiones de seguridad. “En el club siempre hay miedo del jefe, no puedes hablar, no puedes decir nada ni nada. En tu casa, él [el cliente] sabe que tú eres la dueña de la casa, no puede hacer nada. Si él se pone chulo, haces una llamada y viene la policía directamente”. Se expresa con escepticismo respecto al trabajo; le gustaría dejar el que desempeña actualmente, pero la situación de crisis no le permite otras opciones. “¿Pero qué voy a hacer?, ¿me quedo en la casa? No hay trabajo, donde vas te dicen ‘luego, luego, apúntate; luego te llamo; apúntate, luego te llamo”. Olga, trabajadora sexual Olga es una mujer procedente de Europa del Este, de mediana edad, que ya ronda los cuarenta. Cuando la conocí trabajaba en una casa cuyos clientes habituales son jóvenes africanos u hombres mayores que buscan un servicio rápido. Tiene —probablemente—un problema de alcoholismo, como he podido comprobar en alguna ocasión de las que he hablado con ella, y me han confirmado compañeras suyas de trabajo. Llegó a España sobre el 2008 acompañada de su hijo. Dice no quedarle ya familia en su país y que, en cambio, en España tiene amigas. 380 Entró en el territorio español con su pasaporte en regla, pero desde entonces no ha podido normalizar su situación administrativa. “Cuando yo vine, no tenía ni idioma..., nada; a mí no me ayudó nadie. Yo cogí un libro para estudiar, poco a poco hablé con gente, a mí me explican bien y ya está”. En su país natal trabajó en diferentes fábricas como enfermera ‘médica’. Y cuando decidió iniciar su proyecto migratorio, ya sabía qué trabajo realizaría y en qué condiciones lo desempeñaría. “Yo cuando vine sabía todo ¡claro! Sabía todo, todo, todo”. Se ha dedicado al trabajo sexual en diversos establecimientos, en distintas ciudades del territorio de español. Trabajó en clubes y sobre todo en casas de citas. También estuvo empleada en el servicio doméstico, cuidando niños y personas mayores. “Guardar niños, guardo niños; estar con viejo, guardo viejo; pero luego murió. Pero es poco dinero, es poco dinero; nada”. Dice preferir el trabajo en las casas de citas al de los clubes. “En clubes tú dependes de los dueños, dependes de la gente; engañan mucho a las chicas por dinero ¿me entiendes?”. Tal vez ese juicio esté relacionado por sus propias experiencias con la ingesta habitual alcohol: “Porque las chicas antes beben mucho, porque las invitan a alcohol y entonces dice [refiriéndose a los dueños, cuando las chicas le reclaman] ‘tú no puedes decir esa cosa porque estás borracha’; yo [puedo] estar borracha pero no estoy gilipollas ni loca; ese es mi trabajo y yo lo sé, tengo un papel, tengo mis tiques, sé todo”. También considera que las casas son establecimientos más idóneos para los clientes. 381 “Los clientes tienen familia, mujer, niños y no salen todos los días; y el club es sucio, es un sitio sucio ¿entiendes?; por ejemplo, tu estás en un puticlub y te puede ver tu vecino, y bla, bla, bla, hablarlo con tu mujer, con tu familia”. Respecto de los clientes tiene una consideración positiva, y responsabiliza de la situación a las mujeres de ellos. “La culpa la tiene la mujer del español. Si de una familia de cliente, su mujer puede hacer todo para su marido, ningún hombre vendría para estar con otra chica, con otra mujer. Eso es culpa de la mujer española”. Opinión tal vez vinculada a la percepción de la búsqueda del afecto y el cariño por parte de sus clientes. O a la discriminación de distintos comportamientos sexuales entre las mujeres de su país y las del nuestro. “No buscan sexo, buscan a alguien que pueda entenderlos, escuchar”. En relación a los límites en la prestación de los servicios muestra prevenciones similares a otras mujeres: ni besa, ni trabaja sin condón; tampoco hace lésbico. No obstante, participa de un criterio habitual en el sector: “[El griego] sí puedo, por dinero. Porque ese es dinero mío, aparte; no para el dueño, es mío aparte, mío”. Olga vivió directamente, estando aquí en Almería, una típica intervención policial en busca de la trata. A pesar de que la policía conocía dónde trabajaba, la detuvo en la calle, la llevó a comisaría y le ofrecieron papeles a cambio de denunciar a la dueña del local en el que trabajaba, a lo que se negó rotundamente. Como le dieron varios días para ‘reflexionar’ y llevarles el pasaporte a comisaría, aprovechó — presa del miedo— para escaparse y poner tierra por medio, desapareciendo de Almería. En la actualidad vive fuera de la capital y trabaja prestando servicios sexuales, de forma autónoma, en la nueva ciudad donde reside. 382 Sonia, trabajadora sexual Conozco a Sonia, desde que comenzó a trabajar por cuenta propia en un piso, hace unos siete años; me la presentaron otras chicas de su mismo país. Desde entonces, trabaja en pisos de contactos y ahora en su propio domicilio. Es originaria de una gran ciudad de Europa del Este y llegó por primera vez en el año 2002. Entonces estaba divorciada y con una hija. La historia que cuenta sobre su viaje es algo rocambolesca; afirma que vino de turismo pero que la estafaron en la agencia de viajes de su ciudad y que llegó a Almería con la ayuda de una familia española que encontró en el aeropuerto de Barcelona. Tras un amor fallido en Almería y varias idas y venidas a su país de origen, decidió quedarse para trabajar en un bar de copas con otras chicas que había conocido, dejando allí a su hija. Sufrió en una ocasión una deportación a su país, pero al poco tiempo volvió con un pasaporte nuevo. “Me volví a casar rápido; pagué 30 € a mi vecino, un vecino borracho. Me casé un día y al otro ya estaba divorciada. En mi país puedes hacer lo que quieras: me casé, cambié el pasaporte, renové mi visado y al día siguiente, por 200 tales [ya estaba] divorciada”. Los primeros años estuvo ejerciendo en bares de copas y después en clubes. Reconoce que esa época fue la mejor, porque se ganaba mucho y pudo ahorrar bastante para su hija. “Desde el año 2003 hasta el 2007, ahí cada día dinero, cada día dinero, y mucho, mucho, mucho”. Ahora trabaja en su casa. Sus clientes habituales son marroquíes, ‘africanos’ y españoles. Cobra 10 € por un servicio rápido; y las demás prestaciones, dependiendo del tiempo que emplee. La captación la realiza en las calles próximas a su domicilio, o a través de Internet. 383 “Yo estoy registrada en una web de relaciones personales, pongo mi foto y cuando los hombres preguntan ‘¿tú quieres casarte o amistad?’ yo contesto ‘quiero trabajo’ o ‘me busco la vida’; aunque no todos entienden [lo que quiero decir]”. Su carta de servicios es escueta. “Yo sólo hago, hablando correcto, chupar y follar; estos son mis servicios: ni culo, ni sin goma, ni nada, nunca, nunca; mi salud es muy importante”. No le gusta este trabajo, menos aún ahora que mantiene una relación estable, que tiene novio. Para ella, trabajar con hombres no tiene nada bueno. Aún así, reconoce que se ha acomodado a esta dedicación que justifica con la ausencia de otras alternativas laborales. “Me he acostumbrado mucho. No hay otro trabajo y este trabajo no es difícil ¿sabes?” Considera que lo mejor del trabajo sexual es el dinero. “El dinero, nada más”. Manifiesta que ha sentido vergüenza por la dedicación que tiene; por las miradas en la calle; por haberla reconocido clientes suyos cuando sale a comer con su marido, o en el mismo ejercicio de su trabajo. “Siempre yo decía que ‘esta es la primera vez’; que ‘yo, no trabajaba antes en esto, perdóname’. Pero para al cliente le daba igual que yo hubiera trabajado, o que yo no hubiera trabajado antes”. Me confiesa que, ya antes de dedicarse a este trabajo, sentía cierta aversión por esta ocupación. “Toda mi vida, antes de venir de mi país, yo no podía mirar a las chicas ni a las mujeres que trabajan en esto; hasta angustia sentía ¿sabes?”. 384 Con los hombres mantiene relación estrictamente profesional. No obstante, conoció a su actual marido como cliente, con el que se casó para obtener los papeles. Muestra mucho cariño y agradecimiento hacia él. Él le paga el piso, le ayuda en diferentes aspectos y ella lo visita una vez a la semana para atenderlo. “Yo ahora cada semana voy por allí, para limpiar la casa, preparar la comida, salir a comer con él (...) Él no tiene ni niños, ni mujer de antes, la única persona que tiene soy yo”. Su marido conoce la relación afectiva que mantiene desde hace varios años con otro hombre, su ‘novio’, con el que vive. “Yo tengo novio y es muy importante para mí mi novio (...) Porque él [su marido] dice que viva con quien quiera, él me ayuda a todo, él paga mi casa, él sabe que yo vivo con mi novio”. Las relaciones con los vecinos son buenas, también con la dueña de su vivienda. Y conocen en qué trabajan. “Antes todos los vecinos me miraban mal. Y ahora todo bien, el presidente siempre me pregunta ‘¿cómo está el negocio Sonia?”. Sobre su proceso migratorio se muestra ambivalente. Nunca tuvo grandes proyectos, sino que quería cambiar de vida y asegurar el futuro a su familia. “Paco, sueños no, sueños no; quería trabajar por mi hija y comprar piso a mi hija en mi país, para disfrutar. Ahora todo está bien para mi hija y para mí. Un piso grande muy bonito. Toda la vida la doy para ella”. Su hija finalizó sus estudios en la universidad, tiene trabajo y ha formado una familia. Aunque el trabajo no está igual que antes, y no gana tanto dinero, sí que le da para ahorrar ‘un poquito’. Su futuro no lo tiene claro, pero sí reconoce que no quiere volver a su país, a pesar de que echa de menos a sus padres y a su hija. 385 “En mi país ahora hay mucho trabajo; yo puedo marchar otra vez y trabajar en el barco [de camarera] y ganar más que aquí; pero no quiero. Estoy acostumbrada aquí; antes en mi país otra gente, otra manera, mucha envidia...; no quiero; y yo aquí no quiero gente de mi país”. Farah, trabajadora sexual Farah es una mujer africana. Llegó a España sobre el 2003 con un pasaporte falso que le compró un novio suyo de su país. Cuando salió de su país era menor de edad pero como aparentaba más desarrollo pudo pasar la frontera. Trabajó durante un breve periodo en Francia en empleos ajenos al sector del sexo comercial hasta que, por conocidos de su novio, consiguió un contrato de trabajo y pudo regularizar su situación en España. Una vez con papeles rompió con su novio y se dedicó al trabajo sexual. Ha trabajado en varios clubes de toda la provincia y desde hace unos años lo realiza en su propio domicilio. Es la mayor de todos los hermanos; manda regularmente dinero a su país y ha conseguido hacerse una casa, a la que se refiere como un logro por su trabajo. Confiesa que nunca pensó en realizar este trabajo, que su idea era dedicarse a algo ‘normal’. No obstante reconoce que no se arrepiente de haber venido porque aquí hay libertad. “Por ejemplo, aquí hay mucho derecho para la mujer, sus cosas buenas ¿No? [Ríe] que no hay en mi país”. Para ella el trabajo en los clubes es muy duro por tener que pasar muchas horas allí, tener que soportar gente borracha, o que te soba y luego no solicita servicio alguno. En ellos tienes menos margen de negociación, mientras que en la casa ella pone los límites. “A mí me sienta bien [trabajar] en la casa, porque en tu casa ya trabajas por tu cuenta y tienes tu horario; trabajas cuando quieres, cuando te da la gana, por el día; la noche es muy fea, puede que te sientes toda la noche para no pillar nada ¿sabes? hasta las cinco o las seis y puede que no hagas ni una entrada”. 386 “En el club, encuentro el club muy difícil para mí, porque te entras con media hora [y] hay que terminar en media hora con ellos, es mucho trabajo; en la casa no porque [no entran] gente borrachos y acaban bien”. Cuando grababa la segunda sesión con ella me comentaba que tenía un novio que casi le duplicaba la edad. “Eso antes no me gustaba, pero como me cuida bien, me trata [bien], no me importa la edad; no, no, no, en el amor no hay edad, no; ¿sí o no? [intentando comprometerme en la respuesta]”. Cuando habla de su actividad se refiere a ella como un trabajo del que muestra una valoración ambivalente. En un momento dice no encontrarle ninguna ventaja, pero que le permite ganar mucho dinero en poco tiempo y que hace que te enganches a él. “Primero te sientes bien porque entra dinero y todo [eso], pero con el tiempo ya te sientes mal, porque pierdes años trabajando en esto; ya te enganchas en eso, ¿has entendido? te enganchas; este trabajo es como droga”. Además, este trabajo le ha dado experiencia y le ha permitido conocer mundo. “Puedes encontrar mucha gente, saber muchas cosas, en este [trabajo] te encuentras mucha personalidad [por: personajes o personalidades], con mucha clase de gente; sabes mucho del mundo, de la vida (...) Este trabajo es también como una escuela, [conoces] muchas mentalidades, cómo piensa uno, como habla uno, otro, otro, ¿sabes?”. No tiene un horario específico de trabajo. “Desde las diez de la mañana, las once, hasta las ocho o las nueve [de la tarde]; a veces hasta las diez, depende; no tenemos... [horario]”. No hace un juicio concreto de sus clientes, reconoce que hay de todo y que depende de cada cual. 387 “Hay clientes buenos, te juro, hay clientes que te respetan, [que] te tratan con mucho cariño ¿sabes?; hay otros [que] no; otros que... ¡es como una tienda! a una tienda viene gente mala, uno que habla bien, otros ... [que no], es igual, puedes coger de todo, como [en un] taxi, como... [en cualquier lado]”. Tampoco mantiene una clientela específica. “[Hay] de todo (...) Cada una tiene sus clientes”. Respecto de sus compañeras de trabajo no posee una visión singular, aunque predomina la competencia como factor generador de conflictos. “A veces peleamos, a veces bien; a veces yo cojo a un cliente le digo ‘cuarenta’; se baja ella: ‘treinta’; otra: ‘veinte’. Mucho problema por el precio; él se va con la más barata; y nosotras ‘¿por qué he dicho yo cuarenta?; ‘¿y tú por qué...? [respondiendo la otra]; ‘yo trabajo como quiero’; ‘yo como me da la gana’; ‘yo pongo gratis mi chocho’; esas cosas...”. Igualmente, no transmite una idea específica acerca del vecindario y de su relación con ellos: “Hay gente que sabiendo que trabajas en eso te trata bien, te saluda..., hay gente que no, gente que te mira con otra... [cara], ¿me has entendido?” Sobre su relación con el trabajo y perspectivas respecto a otras opciones es pesimista, aunque clara. “Mira, para mí, este trabajo es como un enganche para muchas mujeres; empiezas la prostitución y luego ya es un enganche a este trabajo, una droga. Puedes encontrar un hombre que te quite de esto, haces niños y vida y así, sí (...) Encuentras muchos, yo he encontrado muchos pero ya está, vamos a hacer: [él te dice] ‘tengo dos mil, dos mil euros, ¿cuánto te falta?, vivimos con dos mil’; ya no quiero, porque dos mil euros para mí...[no es suficiente] (...) Mira Paco, tú estás cobrando cuatro mil euros, por ejemplo, estás cobrado cuatro mil euros, ¿sí?, 388 viviendo bien, de vivir bien, tu casa... , todo, y luego te bajas a cobrar mil quinientos, ¿no quieres no?”. Ginebra, trabajadora sexual Ginebra es una mujer europea que procede de un país del Este y que apenas sobrepasa los 30 años de edad. Nos conocemos desde hace ya casi 8 años. Apenas tiene relación con su familia: con su madre se lleva mal y de su padre son escasos los recuerdos que le quedan, pues se desentendió de ella desde muy pequeña. Ha vivido con su abuela durante buena parte de su vida. La mala calidad del trabajo, y lo poco que daba de sí lo que ganaba, sirvieron de acicate para decidirse a iniciar su proyecto migratorio. “Cuando terminé la básica ¿no? me fui a la ciudad para continuar con los estudios, para empezar bachillerato; y ahí estuve [viviendo] con mi madre; no me llevé bien con ella, empezamos a pelearnos fuerte y tal... y entonces dejé de estudiar...; a lo mejor me iba al campo a trabajar, o sea a recoger maíz o a recoger uva, dos o tres días, o..., yo qué sé..., poquita cosa (...) Yo no me lo pensé poco, pero no tenía otra...; o sea, allí si no tienes a alguien para empujarte un poquito...; y te ves muy sola, y que no tienes... vamos...; no es una cosa como decir así no tenías para comer (...) No era eso, eran otras cosas, no sé: un pantalón, un vaquero, unas zapatillas...”. Vino a través de una red con un amigo que se convertiría en su pareja. A pesar de disponer de un pasaporte en regla, hicieron un viaje rocambolesco a través de varios países, utilizando diversos medios de transporte. “Era un amigo que lo conocí allí en mi país, entre amigas, fuimos a una discoteca y tal y allí nos conocimos. Me lo propuso y ya nos vinimos (...) Tuve que pedir prestado dinero y después devolverlo”. Era consciente del trabajo que podría realizar, si bien no tenía una idea clara de cómo podría ser su desempeño. “Sí, la que se venía de allí venía a eso (...) Yo sí. Yo por lo menos sí”. 389 Ha trabajado en invernadero, en casas por horas y en diferentes clubes, en distintas ciudades; también trabajó en un piso para clientes africanos en la zona de El Poniente. Aunque durante el periodo de gestación y lactancia de su hijo no ejerció empleo alguno. Recuerda los sentimientos que afloraban las primeras veces que ejerció el comercio sexual. “Muchos, muchos nervios, muchos nervios, me temblaba todo (...) me entró de todo”. Le cuesta convivir con el estigma y aún hoy sigue sintiendo vergüenza por el trabajo que realiza. Teme por su hijo si la reconocen por la calle y la saludan clientes suyos. Su estrategia consiste en trabajar alejada de los lugares donde reside, fuera de su entorno vital. Esa norma la cumple hasta tal extremo que le ha supuesto romper relaciones de amistad con compañeras de trabajo con las que vivía desde hacía mucho tiempo. “[Siento vergüenza] ante Dios, ante la familia, ante mí misma”. No obstante, admite que algunas personas cercanas, de su familia, conocen su dedicación. En cambio, no percibió que el desempeño del trabajo afectara a su vida en pareja ni a sus relaciones sexuales. Nunca realizó servicio que no quisiera; y marca los límites de las prácticas que realiza en el trabajo: sin preservativo y el sexo anal; si bien por criterios profesionales y económicos puede aceptarlos. “Porque son precios muy pequeños, y no...; es bajarnos mucho la autoestima y no quiero (...) Si hay un cliente y te paga un poquito más, y te pasas más tiempo en la habitación con él, pues a lo mejor..., pues sí, ¿por qué no?”. Tampoco considera que fuese agredida ni maltratada por sus clientes. “Agredida no, pero decirme tonterías así de alguna palabra que se le escapa, a lo mejor, pero sólo eso”. 390 Concede que, en ocasiones, disfruta y obtiene placer en el desempeño de su trabajo. “Si llegas con un cliente y lo conoces de mucho tiempo y te acostumbras más o menos a él y te gusta, no del todo pero ahí un poquito, puede pasar (...) ¡Pero no te imagines que estoy ahora cada día por las nubes!”. Con sus compañeras manifiesta que tiene relaciones de compañerismo y hasta de amistad, pero que la competencia siempre está presente durante el trabajo. Respecto de los clientes, conviene que hay de todo y que van a todo; y que, en general, se requiere manejarlos convenientemente; aún así no tiene mala opinión de ellos, aunque prefiere a los españoles. “¡Hombre! no es que tenga mala opinión ¿por qué?, no tengo por qué; cada uno puede ir donde quiera, a gastarse el dinero como quiera, con quién quiera”. Considera que lo mejor de su trabajo es el ambiente de compañerismo entre las mujeres, la convivencia en el club entre ellas. Lo peor tiene que ver con las incertidumbres que le provoca no saber con quién vas a realizar los servicios en la habitación. En cuanto al balance de su itinerario vital desde que está aquí, se siente conforme pero sin entusiasmo. “Arrepentirme no lo siento, porque si he venido pues me he buscado la vida, he conocido al padre de mi niño, tengo al niño conmigo ¿qué balance te hago? pues nada, me ha ido bien, me ha ido mal... Eso es la vida misma, la realidad (...) He ganado a mi niño, ya está (...) Tengo a mi abuelita ahí [en mi país] y hace muchísimo tiempo que no la veo, y eso es lo que he perdido”. Ania, trabajadora sexual Ania es una mujer europea del Este, supera los 30 años de edad y lleva en España ya diez años. En su país dejó padres, hermano e hijo, donde desempeñó diversos trabajos: operaria de una fábrica, dependienta, camarera, etc. 391 Se vino con una amiga que ya estaba trabajando aquí en el sector del sexo, y fue consciente desde los primeros momentos del tipo de trabajo que realizaría. “Fue idea mía. Porque mi amiga siempre venía tres meses, venía otra vez, se quedaba un mes [en mi país], venía..., y así; yo lo pensé, yo le estaba dando vueltas, vueltas, y yo pensando, ‘¿qué voy a hacer? ¿voy a ir?, ¿no voy a ir? Lo pensé mucho, pero mucho”. “Ella me prestó el dinero y después se lo devolví, cuando trabajé se lo devolví y ya está”. Trabajó en varias ciudades en grandes complejos bajo el sistema de plaza. Hasta que llegó a Almería y aquí se quedó. Ha trabajado en diferentes clubes y en diferentes casas de citas. Recuerda el primer servicio; entonces apenas hablaba castellano, se sintió rara por realizar un trabajo que no es ‘normal’. Su percepción de él en esos primeros momentos la presenta como ambivalente. “Que era un trabajo, malo, pero que era un trabajo”. Sobre él expresa una opinión mediada por los efectos de la crisis. “Pues antes sí, porque ganabas mucho dinero, te podías permitir mandar mucho dinero, comprarte algo en tu país, piso o algo, con tanto dinero; ahora no, porque ahora vives sólo para pagar el alquiler, para comer, para comprarte algo y... también mandar, pero muy poco, muy poco”. Nadie de su familia conoce a qué se dedica. Respecto de los clientes confiesa no haber tenido malas experiencias. Reconoce que nunca tuvo problemas con ninguno, que ha tenido siempre buenas relaciones con ellos, salvo alguna vez con los ‘marroquinos’, por culpa del alcohol o por no respetar los tiempos pactados. 392 No tiene una opinión definida sobre ellos en conjunto. “Hay de todo, hombres que engañan a sus mujeres, hombres que no están casados, jóvenes que no tienen novia...”. “Vienen por el sexo, algunos vienen, así, para hablar, algunos vienen porque les gusto yo, depende, algunos no me soportan, también”. Acepta que con algunos clientes tiene relación de amistad y que a veces salen de paseo o a tomar algo, sin mediar relaciones profesionales con ellos. De los servicios tiene claro cuales presta y cuáles no. Pero nunca tuvo que realizar alguno que no quisiera. “Pues yo no follo por el culo, no follo sin goma, no chupo sin goma, y ya está; el resto sí, no pasa nada”. De sus compañeras tampoco mantiene una opinión uniforme, ni de sus relaciones con ellas. “Con algunas bien, con algunas mal”. Pero reconoce la existencia de competencia en el trabajo. “Casi en todos lados hay competencia, pero con la mayoría bien”. Admite que su trabajo ha afectado a sus relaciones sentimentales: por él perdió dos novios; el primero era de su país y no acepto el trabajo que realizaba cuando se enteró de ello; el segundo era andaluz y la relación decayó cuando comprobó que ella no dejaría el trabajo. Sin embargo, manifiesta que su sexualidad no se vio afectada por el tipo de desempeño que desarrolla. “El trabajo es el trabajo y cuando sales afuera es otra cosa”. 393 Y admite haber disfrutado sexualmente, en ocasiones, con algunos clientes. “Algunas veces, depende; que puede gustarte uno, que venga y que te guste y ya está (...) Te sientes rara también, muy rara ¿no? un trabajo así, para hacer esto y mira lo que ocurre [sentir placer]”. Sobre su proyecto migratorio no tiene dudas de que ha merecido la pena y de que volvería a realizarlo, incluso con el mismo trabajo. Reconoce que ha ganado mucho con haberse venido de su país. “Yo, por ejemplo, al principio yo al principio me compré un piso, lo amueblé y todo; yo tengo mi piso aparte (...) Tengo algún dinero ahorrado también”. Y desde luego, no expresa arrepentimiento alguno por su recorrido migratorio. “No, porque por lo menos gané algo; en mi país no hacía nada”. No obstante, confiesa con rotundidad que quiere volver a su país. “Sólo sé que me voy a ir a mi país, y ya está; no voy a volver [aquí]; voy a estar con mi hijo y con mi familia, y ya está”. Imán, trabajadora sexual Imán es una mujer joven que supera ya los treinta años. La conocí durante el trabajo de campo en un club de Almería y desde entonces mantenemos una relación amistosa sincera y fluida. Procede de una gran ciudad de un país africano, donde se crió en un ambiente muy masculinizado pues su familia es numerosa y ella es la única hembra, tal y como revela con una expresión típicamente andaluza. “Yo, la niña chica de la familia”. Fue la única de su familia que estudió, hasta la secundaria. Ambas circunstancias, unidas a su carácter firme y decidido, motivaron unas relaciones conflictivas con su 394 entorno familiar. Sus comportamientos no se ajustaban a lo que los demás miembros de la familia esperaban de una mujer, tal y como prescribía el entorno cultural en el que vivían. “Ellos pensaban que el estudio le da a la persona más libertad, que entiendes más cosas no correctas, (...) muchas cosas que están contra la familia, contra la religión, contra muchas cosas”. Los conflictos y conocer a su primera pareja, a través de una amiga cercana, la sacaron de su casa con algo más de 20 años. “Cuando conocí al padre de mi hija fue otra cosa”. Él era un español mayor que ella que, en aquellos momentos, casi le duplicaba la edad. Se quedó embarazada y se escapó con él a España. Tuvo un hijo sin que sus padres supieran nada de ella. Cuando el padre de su hijo murió, sobrevivió con ayudas de amigos, en particular de un marroquí con el que entablaría una corta relación. Obtuvo algunos trabajos que no duraron mucho, también se le caducaron los papeles y perdió el permiso de residencia. Así que decidió venirse a Almería. “Vine aquí, a Almería, con una amiga que trabajaba en un club. Vine a trabajar dos meses, gané mucho dinero, aquí en este club”. Vino consciente del tipo de trabajo que realizaría. Sin embargo sus inicios en el sector no fueron afortunados, por su falta de conocimiento del desempeño. “Yo lo sabía [en qué consistía el trabajo], yo lo sabía. El problema era cómo lo practico. Yo de primeras, los primeros quince días, no gané ni un céntimo y me estaba manteniendo con mi dinero del banco; gastaba mi dinero para comer, para tabaco, y para todo lo mío; y llorando día y noche, sin nadie que tener cerca, y muchas cosas”. No obstante, recuerda con agrado su primera experiencia con un cliente. 395 “Me he sentido muy bien, porque es él quien que me ha elegido a mí; [era] muy guapo (...) Me acuerdo [de que] con él muy bien, no he sentido con él nada extraño, ni [parecía] cliente, y he sentido mucha confianza más que con ninguno”. No le gusta el trabajo que realiza. No siente vergüenza por realizar este trabajo pero sí expresa cierta sensación de fracaso. “No siento nada, pero siento vergüenza de mí, siento vergüenza de que yo esté obligada a hacer cosas que no me gustan; a mí me encanta el sexo, pero no me gusta hacerlo de la manera que lo hago”. No tiene una opinión definida sobre los clientes, pero no le gustan los casados — siempre están escondiéndose de su mujer y pendientes de volver a su casa— ni los jóvenes. “Así, si un hombre no es mayor que yo no subo con él (...) Si es un cliente y no es mayor que yo de edad, no subo con él”. Y expresa con vehemencia que en su trabajo no siente placer. “Yo en el trabajo no, ¡hombre! Trabajo para vivir y ya está. Yo si no amo a una persona no tengo placer, eso [es] claro. Con este chico, el abogado, sí; y con otro hombre también; pero no ha llegado a placer, placer; acabamos a gusto, pero placer, placer, no”. Reconoce que ha tenido algún mal encuentro con clientes, pero que nunca estuvo obligada a hacer nada que no quisiera. Suele aclarar bien los límites de sus servicios. “Desde el principio, tu hablas con él claro y seria: ‘eso que me gusta, eso que te hago, eso que no te hago’, ya está; yo no te engaño, ni tú no me pides a mí más”. En lo que concierne a los límites que establece en el ejercicio de su trabajo, confiesa que no practica el sexo anal, pero admite haber realizado la lluvia dorada y el sado; en cambio, muestra cierta predilección por los hombres a los que les gusta ser penetrados analmente. 396 “Los maricones me encantan, porque los controlo a mi antojo”. Respecto de las drogas admite que las ha tomado alguna vez por dinero, pero que tiene trucos para evitar hacerlo. Para ella, lo peor de este trabajo es tener que tratar psicológicamente con los clientes, hacer de ‘psicóloga’ mientras prestas servicios sexuales. “Sí, cada uno con su mentalidad; y como luego hay sexo, tengo que manejarlo, entenderlo”. Sobre lo mejor tampoco duda. “El dinero [entre risas], nada más; ya no pido nada más, ya está”. Con sus compañeras refleja buenas relaciones, aunque reconoce competencia y celos; procura alejarse de sus compatriotas, por el control que pretenden tener de su trabajo y su vida. “Normal, como una mujer con otra mujer sin guerra ¿me entiendes? (...) Yo respeto las chicas cuando están con un hombre, y ellas me respetan a mí”. Imán vive actualmente con su hijo en Almería, después de una fracasada experiencia de pareja durante unos meses con un cliente. Sigue trabajando en un club y desearía dejar este trabajo. “Yo prefiero trabajar de limpiadora ocho horas que trabajar en este trabajo; hasta con ochocientos euros al mes y digo ‘de maravilla’, pero ¿dónde?, ¿dónde está este trabajo normal?”. Con su familia no tiene relación y siguen sin conocer qué es de su vida ni cómo se la gana. “Si lo saben me matan (...) Llevan seis años sin hablar conmigo; y ya ahora lo que quiera que yo haga...”. 397 Lobna, trabajadora sexual Lobna es una mujer cuya edad está alrededor de los 30 años; llegó a España cuando tenía 16. Procede de un país africano. “Primero estuve trabajando en casas, limpiando casas, cuidando los niños, la gente mayor también; trabajando en varias casas”. Y comenzó a trabajar en el sector del sexo desde los 18 años. “Tú sabes que la vida en mi país es muy dura y necesitaba dinero para mandar a mi familia. Y el dinero que cobraba yo de las casas era muy poco, 150 o 200 €. Y ahí yo empecé a pensar en trabajar en los clubes”. Estuvo entrando y saliendo del trabajo conforme conoció sucesivamente a dos hombres, clientes suyos, que le dejaron un hijo cada uno. Cuando consiguió sus papeles, dejó a su hija pequeña con sus padres y mantuvo la mayor con ella, desplazándose a vivir a Almería. Ha trabajado en diferentes casas de citas, en distintas ciudades andaluzas en las que ha tenido experiencias diversas. En la actualidad trabaja en una casa de citas. No tiene mal recuerdo de su primera experiencia de trabajo, una salida a un hotel con el cliente del primer club en el que trabajó. “No lo pasé mal, me gustó; yo también estaba borracha, la primera vez que me emborrachaba y me lo pasé bien, de verdad, no miento. Tampoco el chico me maltrató, no se puso mal conmigo ni nada, me pagó bien”. No recuerda tampoco sentimiento de vergüenza o temor en aquella ocasión. “Si estás borracha y drogada ¿qué vas a sentir? nada; si estás en otro mundo ya [entre risas] ¿qué dices, qué dices? ya no hay ni vergüenza ni nada”. No obstante, desvela un sentimiento muy fuerte de pudor en los primeros meses. “Yo trabajé con pantalón cerca de ocho meses; yo no pude trabajar con falda o vestidos así, ‘sexis’, o cualquier cosa; eso a mí me daba vergüenza en ese tiempo. 398 Ya, pasado el primer año o el segundo, me da igual; pero el tiempo que antes que he estado en un club, siempre me emborrachaba, nunca entré normal, nunca”. Su familia nunca supo acerca de su trabajo. “Yo cada día hago una mentira para ellos. Yo no tengo ninguna familia aquí; por España, tengo, pero no aquí, por Andalucía no, por el norte”. De los clientes no tiene una opinión formada, y tampoco reconoce problemas especiales con ellos, salvados los relacionados con la higiene con la que se presentan. “Cada persona es como es, no son lo mismo (...) Unos sucios, unos limpios; cuando yo trabajaba en El Ejido venía la gente sucia: africanos, que hay que aguantarles el olor de las personas y tal, y sufrir un poquito”. Manifiesta que ha debido consumir droga en algunas ocasiones, para no perder oportunidades de trabajo y porque quienes la consumen suelen ser buenos clientes, que contratan servicios de varias horas. “Un cliente que toma y tú no la tomas con él, no llegaríamos ni a tomar una copa. La gente que toma es muy pesadita; si tú tomas con él ya da igual, tú lo dejas a su bola, tú puedes aguantar muchas horas [con él]”. Respecto de los servicios que realiza, mantiene nítidos los límites que pone en el desempeño de su trabajo. Y los declara especialmente motivados por razones de higiene y salud. “Hago todo, menos griego; el culo yo no lo hago. Y ese francés natural que una persona se corre hasta el final en la boca, esa cosa yo no la hago”. Reconoce que le gusta practicar el sado, sintiendo que, ahí, se siente con poder. “Eso sí; eso es especialidad mía que yo hago. Cuando hago ese trabajo me siento muy bien”. 399 Por otro lado, admite que nunca disfrutó con su trabajo, ni en el terreno afectivo ni en el sexual. “Con una persona que yo me meto una hora o unos minutos dentro de mi cabeza, ¡qué voy a disfrutar con esa persona!”. En cambio concede que ha tenido relaciones de amistad fuera del trabajo con algunos clientes. Asimismo, admite que con las mujeres, con las que ha trabajado, ha mantenido buena relación, salvados algunos episodios conflictivos. “Nunca he tenido problemas, ellas su trabajo y yo el mío”. De su dedicación reconoce que lo mejor es el dinero, pero no le atribuye nada bueno más; Le afecta especialmente no saber nada acerca del estado de salud de sus clientes, ese aspecto le genera mucha inquietud. Además, confiesa que su trabajo le ha dificultado sus relaciones sentimentales, particularmente la que mantiene en la actualidad. “La verdad es que yo no le conté a él la verdad y cuando se ha enterado lo pasamos muy mal, peleamos (...) Todos los días tenemos ese problema”. Nunca se planteó un proyecto de futuro. “Yo antes he ganado muchísimo dinero y lo he perdido. Yo bajo a mi país con tres, cuatro o cinco mil euros y en quince o veinte días lo gasto todo y me quedo sin nada”. Le gustaría volver a su país donde tiene su piso y podría, con sus ahorros, montar un negocio y dejar este trabajo. “Pero ahora no es por mí, es por mis hijas, que las dos han nacido aquí y no tienen nada que ver con mi vida de mi país”. 400 Pasha, trabajadora sexual Pasha es una mujer procedente de Europa del Este. La conocí trabajando en una casa de citas de las que visité y, desde el primer momento, se mostró colaboradora. Pasha ya superó los treinta años. En su país se dedicó al trabajo sexual. Dejó madre e hijos en la ciudad donde vivía y decidió venir porque un familiar suyo estaba en España y vino a ‘probar’. “Me dije: ‘voy a ver; aquí siempre hablan de que la gente cuando van, luego vuelven con mucho dinero’ ¿sabes? Así piensan en Rusia, en Lituania, que en Inglaterra o en España cuando te vas luego vuelves con mucho dinero; digo ‘voy a ver’. Pero luego cuando vine, muy mal”. Como la relación con su familiar se deterioró enseguida, tuvo que ganarse la vida y comenzó a trabajar en un invernadero. Duró poco y empezó a realizar trabajo sexual, labor que ya conocía antes de venir. “También trabajaba en lo mismo (...) en club no, pero en el barco; que vienen filipinos, italianos, españoles; que vienen en un barco grande; en el piso también, ponía en el periódico un anuncio...”. Su inicio en el sector comenzó a los quince años ejerciendo de chica de compañía de empresarios ‘como mafiosos’; al principio de manera ocasional. Su madre tiene conocimiento del tipo de trabajo que realiza, lo conoce desde que vivía en su país. “Mi madre sabe, porque ella antes también sabía que yo hacía esto desde hacía muchos años, pero no puede cambiar nada”. En Almería ha trabajado en diferentes clubes; ahora en una casa de citas, cuya dueña se queda con el 40% de lo que cobra por los servicios. No está satisfecha con este establecimiento, por sus características y por el férreo control que de todo lleva la dueña. “Aquí todo cerrado, todo controlado, todo...”. 401 Su actual pareja cree que ella ya dejó el trabajo y tiene que mentirle al respecto, diciéndole que está empleada cuidando personas mayores. Reconoce estar cansada de esta dedicación y que lo dejaría si encuentra un trabajo ‘bueno’, pero admite dificultades para ello por la situación de crisis actual. “Ya tienes costumbre, tantos años (...) Y así puedes encontrar más fácil dinero, más rápido ¿sabes? Claro que no es muy fácil (...) Porque viene gente diferente y tienes que aguantar a cada uno... ¿sabes?”. Y no expresa en la actualidad sentimiento de culpa o de vergüenza por dedicarse al trabajo sexual. “Pues no lo sé, con tantos años ya no. Porque antes sí he tenido, pero ahora como veo que la vida es así...; ahora tampoco en España, como hay muchas chicas, muchos clubes, muchos...”. De los clientes no tiene una opinión general, pero manifiesta con rotundidad qué tipos no le gustan: “Que estén borrachos, drogados, que piensan que si entran con una puta pueden hacer lo que quieran”. Rigiéndose, en su trabajo, por el criterio de reciprocidad: “Depende como se lleven ellos conmigo, se porten conmigo (...) Hay gente diferente ¿sabes?”. Admite haber disfrutado sexualmente mientras desempeñaba su trabajo, aunque con poca frecuencia. También revela que no le gusta disimular placer con el cliente. Tampoco recuerda haberse sentido obligada a realizar ningún servicio que no haya querido. No obstante, reconoce que, dependiendo de las necesidades, ha realizado servicios que no deseaba, o ha entrado con hombres que le provocaban asco. 402 Manifiesta que su trabajo no ha influido en su sexualidad, aunque admite que sí le provoca desgana y apatía por el sexo en su vida privada. “Claro que yo puedo ir como siempre, como antes, pero el sexo no me da tanta gana como antes, porque estoy cansada ¿sabes?; vengo cansada del trabajo y quiero dormir, no quiero nada”. Lo mejor para ella del trabajo sexual es la rapidez con la que puedes ganar dinero, pero le pesa el estigma y que la reconozcan en público. “El dinero lo puedes ganar más rápido, y más fácil; algunas veces, no siempre (...) Cuando voy por la calle ¿sabes?, mucha gente va con el coche y me va a llamar, me siento un poquito mal porque me conozcan como una chica de compañía”. Pasha no hace un balance de su proceso migratorio, a pesar de lo dicharachera que se muestra; se remite primordialmente a su situación actual, el futuro apenas aparece en su relato. Pero, ciertamente, se plantea dejar el trabajo si encuentra alguno más normalizado, o alquilar un piso y abrir su propio negocio. “Porque estoy cansada ¿sabes? ¿Para qué tengo que trabajar para alguna persona si yo puedo también abrir un piso y trabajar?; y si quiero yo trabajar, yo trabajo para mí misma y todo el dinero para mí (...) También puedo alquilar un piso y trabajar con chicas, que si hay chicas que quieren trabajar conmigo... Porque ya no estoy tan joven ¿sabes? y no puedo entrar con tantos clientes como antes”. Oleñka, trabajadora sexual Oleñka es una chica europea del Este, próxima a los treinta años de edad. Terminó sus estudios de secundaria pero no llegó a ingresar en la universidad. Antes de venir a España trabajó en la hostelería. Cuando llegó, con algo más de veinte años, ya estaba casada en su país y tenían una hipoteca para la que no les llegaba el dinero. Una amiga que trabajaba en España le sugirió venir. Su marido quedó en su país trabajando y se visitan una vez al año. Cuando decidió venirse no tenía una idea exacta acerca de cómo se ganaría la vida. 403 “Bueno no sabía exactamente en qué [trabajaría], pero bueno siempre me pongo en lo peor”. Su marido no supo en qué trabajaba aquí hasta vino a visitarla. Encajó mal la noticia pero no tuvo consecuencias. Siempre ha trabajado en clubes de plaza, y no le gusta salir a trabajar fuera del local. “He escuchado muchas cosas y he visto muchas cosas y prefiero el club”. No le gusta su trabajo. “Porque no me gusta hacerlo con gente que no conozco, con gente mayor, y hay de todo: borrachos, drogatas, mal educados...”. Considera que lo peor es tener que alquilar tu cuerpo y además tener que trabajar con la mente mientras lo haces con el cuerpo. Pero admite que después de tanto tiempo, lo sobrelleva; porque, además, le gusta el contacto social, el trato con clientes, la amabilidad, hacer que se sientan contentos; aunque este mundo le exige mucha implicación. Aun así, cuando trabaja prefiere implicarse. “Yo prefiero poner totalmente mi personalidad”. Tal vez esta implicación le hace considerar el papel de los clientes respecto a la valoración de su trabajo. “Hay personas que te lo hacen difícil, hay personas que te lo hacen más fácil”. Oleñka manifiesta el estigma mediante la expresión del sentimiento de culpabilidad que identifica en ella. “Culpabilidad de que tenga que estar haciendo eso por dinero, [por] eso sí lo paso mal muchas veces, me siento mal, sí”. 404 Intentó superarlo, sobreponerse a él, venciendo el ‘asco’ que sentía por realizar esa actividad: por ofrecer sexo a cambio de dinero. “En un momento decidí que si no domino yo, no puedo adelantar”. En cualquier caso, no comparte la victimización que habitualmente recae sobre las trabajadoras sexuales. “La única cosa que no me gusta, cuando la gente habla de este mundo, es cuando la gente nos pone de víctimas; que al final no somos víctimas, es nuestra vida, porque como he dicho: fue mi decisión y nadie me obligó; si alguien me obligara, sí”. Entre los logros, muestra cierto sentimiento de orgullo por lo aprendido, por su proceso de maduración. Lo mejor para ella de su trabajo es lo que aprendió. “Sí, aprendes mucho, pero te cambia”. No expresa una valoración de los clientes, pero manifiesta cierta dicotomía al referirse a sus actitudes. “Los clientes que van sólo por sexo, no les importa cómo eres ni quien eres; si son clientes que miran a otra parte [miran otras cosas]... ¿Y tú cual prefieres de los dos? El que mira a otra parte, que me ve a mí no como una máquina de follar.” Respecto a su proyecto migratorio, no revela planes concretos. No obstante, expone con claridad que desea permanecer aquí, que no tiene previsto regresar a su país, que se ha acostumbrado ya al modo de vida y ambiente del nuestro.. En lo que tiene que ver con su continuidad en el ejercicio del trabajo actual, tampoco testimonia que tenga una decisión tomada, ni manifiesta proyecto alguno con claridad. “Nunca se sabe; normalmente no me pongo [metas]... Bueno, es evidente que no.... pero estoy segura, cuando esté preparada lo veré”. 405 Amal, trabajadora sexual Amal es una mujer que roza ya los cuarenta años. Cuando la conocí, a finales del 2010, trabajaba en un bar africano, en El Poniente de Almería. Lleva en nuestro país desde el 2003, a donde llegó con su prole para agruparse con su marido. Reconoce que sus motivaciones fueron más bien difusas, ‘cosas de jóvenes’. Comenzó a realizar trabajo sexual sobre el 2009, cuando se separó de su marido. Desde entonces, encontró empleo en una ocasión en un restaurante, pero el resto del tiempo estuvo trabajando en diferentes bares africanos y en algún club de carretera. “Bueno, cobraba la ayuda. Con mi marido en prisión yo no podía pagar. Mi familia me ayudaba, desde luego, pero me decía ‘tienes que buscar trabajo’; y yo buscar, buscar, no hay nada; y ya vine a buscar ahí. Unos marroquíes me decían que hay muchas marroquíes que trabajan ahí, encuentras algo para comer, mientras que se termina la crisis”. Durante su jornada laboral, un familiar suyo se encarga de atender a sus hijos. Su familia, a la que envía dinero de forma regular, conoce la actividad en se ocupa y la acepta como salida a su situación económica. “Ellos dicen que no quieren que yo trabaje, pero qué le vamos a hacer, si no, no se puede gastar (...) Si no hay otra cosa, no sé dónde voy a trabajar para tres niños”. La relación con sus compañeras suele ser conflictiva por su forma de abordar a los clientes, pues suele ser muy agresiva a la hora de captarlos; ello produce recelo en el resto de las trabajadoras, que lo interpretan como intención de acaparamiento de la clientela. “En todos sitios ninguna quería eso. Yo sólo intentaba pagar la casa y tener dinero (...) Aquí no es igual que en el bar de los españoles, cuando el chico entra pide su copa, mira y si le gusta chica la llama, habla con ella y si le gusta entra; aquí hay que buscar al cliente, aquí si no tienes piernas fuertes, pechos fuertes, no ganas nada. Estamos en una guerra”. 406 Su consideración del trabajo sexual está basada en su utilidad económica, en su eficiencia como medio de subsistencia. “La verdad es que ese trabajo está muy mal pero ayuda un poco; la mayoría de la gente tiene niños y la mujer se preocupa para no dejar a sus hijos en la calle”. Además, dentro de sus expectativas laborales, representa una opción de mayor provecho. “Para nosotras diez euros [precio usual actualmente del servicio en un bar africano] con ese tiempo, diez euros está bien; cinco personas, cincuenta. Está mejor, que el trabajo del invernadero. Como yo he trabajado en un almacén antes, yo sé que hemos ganado en el almacén 45 euros, en ocho horas; para mí 50 euros está más mejor, igual que trabajando en almacén. Sí, mejor”. Declara no haber disfrutado nunca con el sexo durante el desempeño de su trabajo. “¿Cómo voy a querer a cada minuto, cada vez con uno diferente?” Ni le interesan las relaciones que no sean profesionales con sus clientes. “Yo no, yo no tengo tiempo para explicarle mi vida, ¿para qué? Viene... ‘hola ¿cómo estás?’, ‘bien’; ‘vamos a follar’, ‘no’; ‘hasta luego”. Las prevenciones que presenta acerca de sus clientes vienen dadas por sus comportamientos y las expresa vinculadas a sus respectivos orígenes nacionales. Así, los marroquíes y ‘negros’ aparecen como ‘salvajes’; los españoles le resultan ‘más cariñosos’. Recuerda las primeras veces que prestó sus servicios, y cómo se adaptó al desempeño de su trabajo. “Bueno, la primera vez pasé un poco de miedo, sí, miedo, porque yo no sé cómo va el trabajo, qué tenía que hacer la chica; porque yo nunca había trabajado en eso. Luego, pasado un poco tiempo, yo sé que hay política, aquí hay cosas que se tienen 407 que hacer, hay cosas que no se tienen que hacer; cómo hacer con hombre para que no dé problemas..., cosas así”. Amal no hace una valoración de su recorrido migratorio; no obstante, reconoce que las cosas no son como ella las imaginaba y muestra cierta acomodación a la realidad que le ha tocado vivir. Como en otras tantas mujeres, el peso de la crisis forma parte de las apreciaciones acerca de su proceso vital desde que llegó a nuestro país. “Bueno, pensaba que sería otro mundo (...) La verdad que España era muy buena pero de momento... [Aunque] no muy mal, porque gracias a que todavía estamos comiendo aquí”. 408 3.3 LOS CLIENTES Es habitual, en la literatura sobre trabajo sexual, dar por establecido que son los hombres, los clientes, los que generan la demanda. En este apartado aporto cinco breves biografías construidas con los relatos de hombres que, con mayor o menor frecuencia, acuden a establecimientos donde se ofrecen servicios sexuales de diferente carácter. En realidad, el acceso al conocimiento sobre los clientes en esta Tesis viene dado no sólo por lo que ellos nos muestran, desvelan o dicen de sí mismos. En toda la investigación que nos ocupa, el análisis de su comportamiento, motivaciones y papel que desempeñan en el sector, ha sido objeto de pesquisas en cualquier circunstancia y ante cualquier actor. Tiene sentido analizar el contenido ‘émico’ de determinado grupo de sujetos desde las múltiples perspectivas ofrecidas por diversos agentes. En lógica comercial, los clientes son los sujetos que compran determinados servicios sexuales; pero también adquieren, con ellos, toda una serie de requerimientos, para satisfacer sus demandas de sociabilidad, afectividad y ocio, en los diferentes establecimientos en los que el trabajo sexual articula todos esos ingredientes.. Las narrativas de los clientes entrevistados muestran esta variedad de motivaciones. De este modo, Adel, Teodoro y Quintín dicen buscar sexo íntimo en sus visitas a los establecimientos que acuden; serían ejemplos de demanda a causa del déficit sexual masculino, al que se refiere Hakim (2012). Por su parte, Salvador, sin restarle componente sexual, muestra sus preferencias actuales por la actividad del alterne de forma grupal, cuando acude a los clubes. Alonso está interesado también en el alterne, pero específicamente con mujeres que proceden de países del Este europeo, porque las encuentra más abiertas y desprejuiciadas que las españolas. También Adel y Teodoro visitan los bares africanos para departir con paisanos y pasar ratos de ocio, o los utilizan como puntos de encuentro para diversos fines. Este tipo de motivaciones de carácter sociable en un ambiente sexualizado también está presente en los relatos del resto de agentes que he entrevistado, así como en la observación realizada en mis reiteradas visitas a los diferentes establecimientos donde se ofrece sexo de pago. Conviene poner de manifiesto que las propias prácticas erótico-sexuales, del tipo que sean, forman parte del armazón sociable que emerge en los establecimientos en los que se ofrecen servicios sexuales y donde acuden los clientes para consumir ocio y tiempo. Se 409 manifiesten como actos de sexualidad explícita, como realización de fantasías diversas, o como interacción de baja intensidad erótica, los hombres (y algunas mujeres) acuden a estos establecimientos a completar el marco de expectativas generadas socialmente mediante mecanismos diversos; elaborándose formas de sociabilidad, ocio y satisfacción de deseos sin interés social alguno —en sentido simmeliano—. Laura Agustín, basándose en diversos estudios de campo, nos ofrece una mirada caleidoscópica acerca de las motivaciones de los hombres para acudir a los servicios de una profesional (Agustín, 2009; 114 y ss.) Este aspecto es más evidente, si cabe, cuando se trata de prácticas conversacionales de variado carácter, como las que se dan en el alterne y que tienen como elementos comunes, por un lado, el estar articuladas a través de interacciones de diferente intensidad erótica-sensual-sexual y, por otro, por su carácter pecuniario. Factor éste que impregna cualquier actividad social en el tiempo y espacio en que nos ha tocado vivir. Garaizábal (2007) alude a esta mercantilización de la sociedad y, en particular, a cómo ello ha afectado a determinados servicios —especialmente los que tienen que ver con la atención y cuidado personales— que antes se desarrollaban en el marco de estructuras comunitarias y familiares. También recoge esta tendencia Ruth Mestre (2005b). Especial relieve adquiere este carácter sociable cuando se desarrolla de forma colectiva tal y como nos muestran las revelaciones que, en ese sentido, nos ofrecen los clientes entrevistados. Planteo la cuestión en este momento para subrayar que la satisfacción del deseo erótico sexual no puede concebirse como ajena al resto de las pautas culturales de que nos dotamos en nuestros procesos de socialización. El sexo no es una excrecencia de nuestra anatomía maquinal ávida de pulsiones y secreciones orgánicas, como afirma el abolicionismo (Solana y López, 2012); se trata de complejos mecanismos antropológicos que se elaboran en el contexto ecológico cultural en que nos desenvolvemos y cuya satisfacción es tan legítima y afectada de constricciones —puede leerse morales o sociales— como cualquier otra tarea cultural que los humanos construimos y desarrollamos individualmente o de forma colectiva en cada contexto cultural (Nieto, 2003). Tal vez la justificación tradicional del sexo de pago como válvula de escape social, pueda transformarse en una versión, vinculada a las experiencias de la diversidad, que proponga los establecimientos donde se comercia con él como espacios frontera en los que se desarrollan actividades sociables situadas en los márgenes de la norma moral, religiosa 410 o política socialmente instituida como correcta por la normalidad estadística o la doctrina hegemónica. Dichas actividades estarían reguladas por las pautas y mecanismos culturales normalizados en nuestras sociedades modernas y occidentales; y, entre otras, por las leyes del mercado, de la oferta y la demanda tasadas por él. De Paula (2002) desvela este aspecto vinculándolo a los problemas que crea a los hombres la organización de su sexualidad, en discordancia con las normas represivas establecidas por la sociedad. Así, el cliente buscaría en determinados espacios, un tipo de sexo alejado de las buenas costumbres marcadas por las normas sociales y morales dominantes. Consecuentemente, los establecimientos de trabajo sexual se constituirían es espacios ‘liberados’, donde resarcir aquellos derechos de ciudadanía que sufren una merma a consecuencia de la apropiación institucional de los significados culturales del sexo, que vendrían a ser puestos bajo la lente estigmatizadora de la norma sexual erigida como correcta. Esta cuestión tendría que ver con la frecuente solicitud de hombres que compran sexo porque desean ser penetrados analmente, mediante objetos eróticos, por parte de la trabajadora, como nos muestran las chicas en sus testimonios; o por la recurrente petición de servicios ‘raros’ que no requerirían a sus compañeras sentimentales. De Paula (2002) se refiere a él como ‘el sexo inconfesable’. En esta perspectiva se puede considerar también la práctica de ‘sexo interracial’ que analiza Clement (2005) en los clubes de Hell’s Kitchen. O los bares africanos, a los que reiteradamente me he referido en este texto, al configurarse como espacios alternativos de sociabilidad para el endogrupo. Otro aspecto que queda al descubierto por los propios clientes, así como otros agentes vinculados al trabajo sexual, es que no podemos hablar de una tipología que caracterice a los demandantes de servicios sexuales. Las propias mujeres manejan adjetivos bastante comunes sin apenas valor categorizador: ‘gente buena’, ‘gente mala’, ‘hay de todo’, ‘tranquilos’, etc. En realidad las inquietudes de las mujeres al respecto se suelen referir a cuestiones que tienen que ver con aspectos contingentes de su comportamiento: ‘borrachos’, drogados’, ‘pesados’; o relacionados con sus hábitos de higiene: ‘sucios’, ‘guarros’, ‘limpios’. Las mismas relaciones, que las trabajadoras dicen establecer con sus clientes en el trabajo, muestran el desacierto de considerar al cliente como el protagonista de la violencia intrínseca al trabajo sexual hacia la mujer (López, 2011; Solana y López, 2012). El carácter colaborativo que se manifiesta en los diversos vínculos sociables y sociales que se establecen entre las chicas y sus clientes, nos alejan de esa visión que, como victimario, 411 nos presenta el abolicionismo en relación a la trabajadora sexual. Como muestran los relatos que presentamos en esta Tesis, son frecuentes las relaciones de amistad, de apoyo y/o sentimentales que clientes y chicas establecen en diferentes momentos de sus vidas; en numerosas ocasiones terminan en relaciones estables, tienen hijos de esas uniones y gestionan proyectos comunes y duraderos en el tiempo. En ese sentido apunta también López (2013). Parece claro que, independientemente de las finalidades de cada uno de tales proyectos, su destino no puede encajar con una naturalizada perversión en el carácter constitutivo del cliente. Esta caracterización, marcadamente maquinal y violenta del comportamiento sexual del cliente, es puesta en cuestión por Garaizábal (2007) que relaciona tal visión como un prejuicio sobre los hombres y su sexualidad por parte de la ideología del abolicionismo. También Solana y López (2012) cuestionan esta visión de la ‘dogmática abolicionista’, que extiende sus ataques a dueños y empresarios de establecimientos de comercio sexual. Salvador, cliente habitual. Salvador es un empresario de Almería que ronda los sesenta años de edad. Ha estado casado hasta hace un año aproximadamente y sus hijos son ya mayores y con autonomía. En la actualidad vive solo. Ha regentado diversos negocios relacionados con la industria alimentaria, la restauración y otros sectores. El rol fundamental que ha justificado su participación es el de cliente de clubes y bares de alterne, que inició en su juventud y que, con mucha menor intensidad, ha mantenido hasta ahora. Recuerda que la primera vez que fue tenía 16 ó 18 años. “Terminaba de trabajar rendido vivo [y] con un ‘amiguillo’ que otro [decía] `vamos a ir a tomar una copa’, que era cuando empezábamos a ver a las mujeres, que en aquellos entonces a lo mejor tocar una teta ya era una alegría para uno”. Su relación con la industria del sexo ha sido fundamentalmente la de usuario de clubes, manifestando una utilización recreativa y de ocio de su visita a ellos, donde 412 practicaba el alterne con amigos. Solía visitar esos establecimientos “cada treinta o cuarenta días”. “Si es un club, pues tú vas a tomarte una cerveza, si no te apetece estar con una chica pues le dices ‘oiga que no te puedo invitar’, siempre tienes una salida si no te agrada; y si te agrada le invitas a una copita y te descargas hablando con ella, y te relajas; y ya ahí puedes subir o no subir”. “En pisos particulares no he estado nunca, nunca; porque ya pisos particulares, no es disfrutar, no es disfrutar de una mujer; para mí no es disfrutar, porque vas a entrar como tipo animal, a echar el sexo y salir corriendo”. Aunque reconoce que algunas veces sí que contrató servicios carnales, en particular en su adolescencia. “Uno de joven, que estaba uno con ganas de marcha, como se suele decir, y lo hacía y todo te parecía poco”. No declara prejuicio alguno respecto de las mujeres que trabajan en este sector. Mostrando una actitud comprensiva y tolerante, que oscila entre liberal y paternalista, con el conjunto de ellas. “Las chicas estas son profesionales, y lo normal es, pues, que se acerquen a un hombre a que le invite a una copa. Yo siempre por cortesía y por entender de que en el fondo están ganándose la vida también, siempre me ha gustado invitarlas a una ‘copica’, siempre me ha gustado, siempre me ha gustado”. “Para mí son mujeres muy normales, muy normales; que unas trabajan por una necesidad y otras pues porque quieren ganar dinero fácil”. Reconoce que podría establecer relaciones normales con cualquier trabajadora sexual, como con cualquier otra mujer: “como amiga, como trabajadora mía...”. 413 Incluso que podría entablar relaciones afectivas con alguna de ellas. “A mí no me importa que una mujer sea de un club o de algo, siempre y cuando yo la vea que es una mujer seria y que es formal, que es limpia, que es curiosa, que es educada, que respeta, que no es alcohólica, que no es...; a mí no me importa tenerla, incluso, como pareja”. Respecto de los clientes no los considera un grupo uniforme. Tiene una opinión benigna de las “personas que han ido lo mismo que yo, a tomar una copa y a echar un rato de relajamiento”. Aunque discrimina los que van por diversión, de los que acuden a ‘afogar’ problemas. “Todo el mundo tiene falta de estar relajado y olvidarse de los problemas durante una hora o dos horas; pero que luego hay otro mundo de personas, de personas con problemas que vienen con el problemas a tratar de afogarlo a este tipo de negocios, por eso no es tan fácil la cosa, de eso también hay mucho”. Advierte que este segundo tipo de clientes obliga a las mujeres a tratar con ellos y con sus problemas: halagándolos, aconsejándoles, calmándoles..., etc. En los últimos tiempos Salvador ha iniciado una nueva experiencia como empresario en el sector del sexo. Está intentando poner en marcha un establecimiento con chicas y copas. Sin embargo, la crisis le está dificultando hacerse de una clientela estable. Por otro lado, la escasez de demanda obliga a las trabajadoras a moverse continuamente dificultando estabilizar un grupo con el que sacar adelante el negocio. Este problema, perceptiblemente generalizado en la actualidad en el sector, me lo expresó con claridad en alguna de nuestras conversaciones. Al comentarme sobre ello, apareció su visión empresarial culpando en cierto modo a las mujeres, en vez de a su impericia por embarcarse en una empresa en un momento a todas luces inoportuno. “Te podría decir, por ejemplo, que en el caso mío, en el caso de lo que yo estoy viviendo, a las mujeres es difícil de entenderlas; como empresario, con ellas es muy difícil. Porque, en el fondo, son mujeres que quieren ganar más y cada vez más; y en los tiempos en que estamos no se gana dinero en ningún lado, y entonces están a 414 disgusto; están siempre con el oído abierto de alguna compañera o de alguna amiga que le diga ‘pues mira en tal sitio están trabajando mejor’ y entonces se van y no te dicen ni adiós”. Aunque me ha hablado de ello de manera indirecta, también mantiene relaciones afectivas con una trabajadora suya que tiene empleada en su nuevo negocio, lo que no parece entrar en contradicción con la concepción tradicional que de la familia ha venido expresando en sucesivas conversaciones. En cualquier caso, manifiesta bastante incertidumbre sobre la viabilidad de su nuevo negocio, objeto recurrente de conversación cada vez que nos vemos. Adel, cliente habitual Conocí a Adel en 2014. Me lo presentaron mientras tomaba una cerveza en un bar africano; desde entonces, hemos visitado juntos algunos locales de este tipo donde hemos departido con algunas chicas. Camina ya hacia los cuarenta años de edad y es originario de un país de África, donde permanece buena parte de su familia, tanto la de orientación como la de procreación. Y llegó a nuestro país con el cambio de siglo. Las motivaciones para dejar su tierra las expone intentando marcar distancias de determinados tópicos. “Vine aquí para mejorar la vida; para poder..., por ejemplo: comprar coche, poder comprar casa, mejorar la vida, ¿sabes?; que no venimos por hambre u otra cosa, que no. Los de mi país venimos para mejorar la vida, para poder tener dinero, que nosotros no venimos por hambre, que no somos como otros países; ni tenemos guerra tampoco”. Ha desempeñado diferentes trabajos, aunque en la actualidad está parado y hace, como autónomo, diferentes chapuzas y servicios a la gente de su comunidad. “Pues he trabajado en el campo, en la seguridad; he trabajado en el campo y antes trabajaba en la obra, y tengo un diploma de la seguridad, he trabajado con varias empresas”. 415 En su tiempo libre, suele visitar diferentes establecimientos buscando ocio y sexo. Pero también acude por motivos de trabajo ya que en ellos puede encontrar quien le haga algún encargo. “Pues a los bares de copas, a los bares de baile; y hay bares también, especial de prostitución (...) Esos bares son ilegales, porque no tienen licencia”. “Si me gusta alguna [chica] yo entro, sí; si hay alguna nueva así, guapa y sana sí entro; si no, paso”. Muestra conocimiento detallado de esos bares y de las chicas que allí trabajan. Y considera que los motivos por los que la gente va a esos establecimientos son de ocio y consumo de sexo, principalmente. “Hay unos que van a pasar el rato y otros van a follar. Algunos vienen a pasar el rato y apenas si pinchan algo (...) hacen conversaciones y ya está; se conocen y ya está..., gastando el tiempo (...) Porque no hay otro sitio”. También porque que son más baratos. “Por eso la gente así se junta en los bares ilegales, por las chicas y por [el precio de] la consumición de la bebida, más barata”. Admite que hay chicas que ponen límites a los servicios que prestan, por eso él prefiere hacer cosas que le gusten a la chica. “Si sólo le gusta hacerlo por dinero, no lo quiero porque no me siento bien. Y si a ella le gusta, si a ella le gusta sí; pero yo no la obligo, no hay obligaciones ¿sabes?”. Consume sexo con cierta regularidad. “Eso depende de las ganas, eso depende de las ganas, que no tengo siempre, eso depende de las ganas. Pero no puedo aguantar más de tres semanas”. 416 En determinadas ocasiones, cuando desea servicios de forma más relajada acude a una casa de citas de la que es cliente habitual. Allí suele encontrar mujeres jóvenes españolas, por las que muestra preferencia en diversos sentidos. “Ellas hacen lo que hay en el anuncio. Más serias ¿sabes?” Reconoce que se le plantean problemas morales por la asistencia a esos bares, en la medida en que en ellos se produce consumo de sexo. Esta contradicción, entre el deseo sexual y los mandatos religiosos, los resuelve de forma pragmática. “Yo no voy a mentir; yo no tengo miedo contigo ni con Dios, pero yo no la practico [la religión]. Ya sabes que nuestra religión no lo permite [el sexo]”. Su percepción del trato que reciben las mujeres y del comportamiento de los clientes, en los diferentes establecimientos que frecuenta, no presenta diferencias con respecto a la expresada por otros agentes. “Hay algunos buenos y algunos malos, no todos buenos ni todos malos. Lo que pasa es que la gente o los clientes, cuando se emborrachan, se pelean y se pasa a pelear (...) Las chicas si ven un hombre muy borracho ya no entran con él”. En su opinión, las motivaciones de las mujeres para dedicarse a este trabajo son de carácter económico. “Para conseguir dinero [enfatizando], para conseguir bastante dinero, porque en la prostitución se saca dinero (...) La chica que busca dinero, busca dinero de esta forma o de esta manera. Yo conozco chicas que tienen trabajo, pero no quieren trabajar porque a lo mejor sacan cuarenta o cincuenta euros en una jornada de 8 o 10 horas; ellas prefieren sacarlas en dos horas, así es más fácil. Pueden sacar 100 € en dos o tres horas, entonces, fíjate”. Esta mediación del dinero está en la base de la opinión que Adel tiene de las trabajadoras. Considera que la búsqueda del dinero les hace ver a todos los hombres iguales y como fuente de recursos. 417 “Para ella, le parecen todos los hombres igual y no busca otra cosa nada más que dinero. No busca cariño ni nada, busca dinero”. Por este motivo, duda de que puedan establecerse relaciones afectivas sinceras entre un hombre y una mujer que trabaje en este sector. “Las mujeres que trabajan en este sector [lo hacen] para tener novio para dos cosas: para el interés y para defender por ella”. Él, en particular, no establecería una relación formal con una mujer que hubiera trabajado en el comercio sexual —aunque reconoce que las tiene como amigas—; las razones que aduce no dejan lugar a dudas. “Yo no puedo casarme con una chica de esta clase; porque la chica que ha probado muchos hombres ella sabe el gusto de uno a otro; cuando se case, un día el marido no está en casa o no está con ella y ella pilla alguno que le da cien euros, puede follar y yo no quiero una cosa así”. Teodoro, cliente habitual Teodoro es un hombre maduro, próximo a los cincuenta años. Procede de África y posee un profundo conocimiento de los establecimientos africanos donde se ofrecen servicios sexuales, además de un buen entendimiento de una parte de El Poniente de Almería. Entre la población inmigrada, en particular la africana, posee una contrastada autoridad moral. Durante la entrevista que le grabé muestra mucha preocupación por la situación sobrevenida desde que se inició la crisis, tanto en lo que respecta al trabajo sexual, como al conjunto de la vida social de los inmigrados de la zona donde reside. Me habla de la función social que cumplen los bares de africanos para el conjunto de inmigrados en la zona: como espacios de ocio. “El bar para nosotros hace una función muy importante, porque el único sitio donde nosotros podemos disfrutar es ahí; y gastar también el dinero nosotros, es ahí”. 418 Porque los precios son más económicos y adaptados a la economía de las personas inmigradas. “Los españoles solteros se van al bar con chicas, invitando y esas cosas, pero yo no tengo 30 €, 40 €, 50 € para gastar en un Pub; si yo tengo 20 € puedo ir a un bar, a través de 20 € puedo conseguir chica y tener cambio [sobrarme] ahí, muy económico”. También como espacio alternativo de sociabilidad, por la discriminación a que se les somete por parte de la sociedad receptora. “Porque en los bares de los blancos vas a entrar y pone ‘el socio, para el socio’, tu no puedes entrar ahí (...) En los bares de blancos, en montones, no dejan a la gente entrar ahí” O como espacio de relación y contacto; donde quedar, para contratar, lugares para negociar, etc. “Tú puedes conseguir un trabajo en un bar, porque digo, yo puedo entrar en un bar, yo puedo conocer un amigo, yo le dejo mi numero de teléfono, [que] cuando su jefe necesita un trabajador, pueda llamarme”. Estos espacios también presentan la ventaja de que están pensados para ellos, adecuados a sus hábitos y costumbres. “Porque nosotros tenemos otras costumbres: hablar fuerte, hacer eso, y en bar de blancos eso molesta, preferimos estar ahí en el bar”. Reconoce la importancia que tienen los bares para satisfacer los deseos sexuales de la población masculina inmigrada. “Y el hombre que conoce esa mujer, el hombre que está casado que está viviendo aquí, que no tiene su mujer aquí, no tiene nada; no puede soportar un mes, dos meses sin tener relación con mujeres; eso también lo permiten los bares”. 419 Sobre los efectos de la crisis, narra cómo ha afectado al trabajo, a la capacidad de compra, a las pautas de consumo habituales, en particular al que se produce en los bares donde se ofrecen servicios sexuales. “A veces las chicas que están en el bar no consiguen entrar con un hombre en todo el día; porque algunos chicos van al bar, se sienta ahí comprándose un poco comida, se la come, toma su Fanta, su Coca Cola, o una cerveza y luego se va. Porque, en el tiempo en que están los hombres trabajando, el bar ha tenido mucho movimiento, ahora nadie tiene de comer ¿cómo va a tener para acostar con las chicas?” También manifiesta cómo ha cambiado el origen nacional de las chicas que trabajaban en los bares, a causa de la crisis. “Algunas marroquíes trabajaban en pub, en clubes grandes; esos bares están cerrados ahora y ellas no tienen salida ahí; entonces ellas se han juntado con las demás en los bares [africanos]”. También se refiere al cambio en las pautas residenciales de las chicas nigerianas, que antes vivían en los bares y ahora sólo van allí a trabajar, o directamente han dejado de trabajaren ellos. Teodoro lo considera un efecto de la obsesiva persecución de que son objeto por parte de la policía especialmente las ‘mamis’ nigerianas. “Las nigerianas casi todas están dejando los bares, mira el bar de ahí arriba que llaman T, las nigerianas lo han dejado ahí, [ahora] lo llevan una pareja de ecuatorianos; y el bar de S [que] ya lo ha dejado, lo está llevando otra gente”. Igualmente muestra preocupación por las chicas que salen a la calle a buscar clientes, como ocurre en alguna zona de las Doscientas Viviendas, un barrio de Roquetas de Mar. “Porque para mí, estoy en contra de que las chicas estén paradas en la calle llamando hombres; yo prefiero que las chicas estén dentro trabajando en el bar, en vez de estar en la calle llamando hombres”. 420 En general, muestra mucha preocupación por los efectos de la crisis sobre el conjunto de inmigrados; en la actualidad participa en iniciativas solidarias con el fin de atenuar los efectos que la situación económica está teniendo sobre sus paisanos, especialmente los niños. Alonso, cliente habitual Alonso es un hombre andaluz, que superó ya los cuarenta años. Tiene un trabajo estable en una empresa solvente. Inició estudios universitarios aunque no los concluyó. Vive solo, no tiene pareja. Tiene hermanos y sus padres viven aún. Nos conocemos desde hace algunos años; en ocasiones se dirigió a mí para realizar diferentes consultas sobre cuestiones legales relacionadas con asuntos de extranjería, con motivo de realizar trámites administrativos para chicas que trabajaban en clubes y que él conocía. Es cliente habitual de clubes y locales de alterne. De manera enfática separa claramente el alterne de la prostitución, aunque reconoce que suelen darse mezclados en los mismos establecimientos. Y también que las mismas chicas realizan ambas actividades habitualmente. “En los mismos garitos, se mezclan dos ambientes, la prostitución y el alterne, entendido solamente como una compañía a cambio de una copa”. La primera vez que acudió a un local de este tipo fue en la mili. “Con 20 años más o menos. Estaba con unos amigos, en la mili, estábamos de fiesta (...) entramos a tomar una copa”. Alonso acude preferentemente a tomar algo y charlar con las chicas; aunque reconoce haber comprado sexo explícito en alguna ocasión, nunca fue intencionadamente a ello. “Fui sólo. ¿Tuviste algún motivo especial por ir? No, ninguno, salió así, no fue premeditado. ¿Saliste satisfecho? Sí”. 421 Su interés por esa clase de locales tiene que ver con el tipo de mujeres que puede encontrar allí. “Sí, sin prejuicios, ni de lo que digas, ni de lo que piensas. Y eso no me ocurre a mí, normalmente, en una cafetería, ni en una discoteca, ni siquiera en el trabajo”. “Me atrae mucho la cantidad de personas que son abiertas, que te hablan de tu vida, cosa que no veo yo en otros ambientes normales, [donde] las mujeres en concreto las veo más distantes”. “[Son] más libres, más liberalizadas, con menos prejuicios, y eso me atrae mucho, eso me llama mucho; digamos que esa es la razón principal por la que voy. No voy ni a buscar amistades, ni a echarme novias ni nada de eso; me interesa la clase de relaciones que se producen en estos sitios y no se producen en sitios normales, ahí sí; me llama mucho la atención”. Afirma tener una vida normalizada, y con relaciones sociales estándar, no se trata de que tenga problemas de relación o cosas así. “No voy allí a echarme novia ni pareja. No estoy atado a estos sitios, tengo otros ámbitos de relación en las que hay mujeres también”. Tanto su familia como sus amistades conocen que frecuenta esos locales sin que les suponga problema alguno. Aunque reconoce los prejuicios que sobre ello existe en personas que desconocen el ambiente. “Es una parte, conocida por mis amigos y mi familia (...) Mis amistades y mis padres lo ven bien. Mis conocidos no lo ven bien, se asustan, piensan que estoy embrutecido, metido en ambientes de prostitución (...) Para mi es una cosa normal de mi vida”. No obstante confiesa que, aún sin mostrar prejuicio sobre las trabajadoras sexuales, hace distingos entre las ‘chicas de compañía’ —las que sólo se dedican al alterne— y las que son prostitutas —las que ofrecen servicios sexuales explícitos—. 422 “Por supuesto, la prostitución es respetable. Tú me has preguntado si yo me llegaría a enamorar de una chica relacionada con la prostitución y la respuesta es no, no lo haría nunca, pondría límite a eso”. Me ha referido en reiteradas ocasiones haber trabado amistad con las mujeres, al margen de las relaciones profesionales que hayan sostenido en los establecimientos donde ellas trabajan. “He salido con mujeres pero sin ninguna clase de dinero [de relación comercial], yo no les he pagado nada; la he invitado a comer, he paseado con ellas, cosas normales, tomar un café, comer, hacer fotos”. En otras ocasiones, se ha interesado por sus problemas, por sus papeles, etc. “Sí, les he ayudado”. También con otros clientes ha establecido relaciones, aunque no es frecuente si no se va en grupo o se conocen con antelación. “Normalmente no [se relacionan], pero cuando los clientes son asiduos, y se dan cuenta de que son siempre los mismos, llegan a hablar entre ellos; incluso pueden surgir amistades o solamente pueden ser conocidos. Yo he tenido amigos que he conocido en esos sitios.” Quintín, cliente habitual Quintín es un andaluz joven, con los treinta años ya superados. Tiene estudios secundarios y trabaja de forma autónoma en la agricultura. Mantiene relaciones habituales con el resto de su familia. En la actualidad vive solo y no tiene pareja. Es cliente habitual de establecimientos donde se vende sexo desde que tenía veinticinco años. “Cuando estoy solo, que no estoy con nadie, que no tengo relaciones con nadie; y más cuando se ha encartado que he salido de marcha y después, antes de ir a acostarse, te has pasado por algún sitio de esos”. 423 Su motivaciones para acudir a esos locales derivan principalmente del consumo de ocio y de servicios sexuales íntimos. “Por pasar un rato, que no es ni por a lo mejor como otra gente que se desahoga contando problemas o rollos de esos; no, se trata de ir y tener una relación, tener sexo”. Y los ha visitado solo o acompañado. “A lo mejor te has juntado con un amigo que hacemos más o menos lo mismo. Y visitas pues lo que te digo, que lo mismo vas o no vas y te tiras seis meses sin ir otra vez”. El tipo de locales que ha frecuentado más fueron los pisos de contactos y casas de citas. “De las que he estado, suelen ser así, o un piso donde está, hay unas muchachas solas o bien que están, tres o cuatro viviendo ellas solas y son las que viven ahí en la casa, que tienen la casa alquilada o el piso alquilado y se dedican a eso, ¿sabes?, que ponen el teléfono en el periódico”. No le atraen las ‘rarezas’, ni hace peticiones especiales al demandar un servicio. “No soy raro para eso. Las veces que he estado..., una relación normal, vamos”. Según su experiencia, el peso de la relación y la calidad del servicio recae en la trabajadora. “Ella es la que da pie a que sea más fría la cosa, que sea más tal o cual; eso depende de ella”. En cualquier caso, considera importante la profesionalidad de la chica, cómo realiza su trabajo y cómo se implica en él. Este aspecto es el que él valora para quedar satisfecho del servicio. 424 “Estar a gusto; es que yo vea una persona que se nota que se dedica a eso..., que está claro que está trabajando; que tu ahí no vas a enamorar a nadie, pero por lo menos que se note que tú estás con una persona..., que estás a gusto; si no hay eso me da igual que haga esta cosa, que haga la otra”. No obstante admite que el comportamiento y actitud del cliente también afecta al desarrollo de la interacción. “[Depende] si ella también, imagino, esté más a gusto o esté menos a gusto. Pero que llegue cualquiera que sea una persona que sea desagradable, que hable malamente, o tal, ‘porque te estoy pagando’, pues no va a estar la muchacha... Es muy distinto”. Desde su punto de vista los sentimientos afectivos y el sexo de pago están disociados, salvo situaciones que expresa con meridiana claridad. “Para que afloren sentimientos, o es una persona que no tiene muy claro dónde va desde el principio, y es un enamoradizo, o no sé qué; o alguien que llegue a hacerse cliente habitual de una persona y entonces puede; imagino, que podrán llegar a aflorar sentimientos, pero porque tu vayas una vez con una chica no”. Sin embargo, reconoce haberse sentido atraído por alguna trabajadora con la que ha estado en alguna ocasión, más allá de haber disfrutado sexualmente con ella. “Yo alguna vez, con alguna chica con la que estado, sí me ha gustado más; cuando me he ido a mi casa, digo ‘esta chica aparte de ser lo que sea, es que me ha gustado”. Y admite el hecho de que el desempeño de este trabajo por alguna mujer, no le supone un inconveniente para poder “entablar una relación con una chica” en un determinado momento. “No me importa lo que haya hecho una persona con su vida, me da igual; a mí lo que me importa es lo que haga la persona a partir de que esté conmigo”. 425 Entre sus amistades es frecuente que hayan requerido alguna vez sexo de pago, aunque con experiencias dispares en cuanto a satisfacción”. “Con amigos, conocidos y de todo eso, tengo de toda la opinión”. En cualquier, caso mantienen opiniones positivas respecto de las mujeres que desarrollan esa actividad. “Yo, con la gente que conozco, no tienen mala opinión”. Respecto de las relaciones con las chicas, más allá de las estrictamente profesionales, dice no tener ninguna; aunque a veces, si durante servicio contratado le ha dado tiempo, ha conversado algo con la chica y ha podido conocer algunos aspectos de su vida. No obstante conoce personas que sí las tuvieron. “Un amigo mío está casado con una, que la conoció ya de prostituta y están casados”. 426 3.4 AGENTES CON DIVERSOS ROLES Este grupo de relatos podría haberse distribuido en las otras agrupaciones realizadas. No obstante, lo he presentado de forma diferenciada con el fin de resaltar la variedad de tareas y maneras de insertarse en este sector de la industria del sexo. Y también para poner de manifiesto los múltiples vericuetos que marcan las trayectorias vitales y laborales dentro de esta rama de actividad. Asimismo, permite realzar el valor de unas biografías acusadamente variadas entre ellas y enormemente ricas en sí mismas. Por ejemplo, traer y llevar las chicas, desde puntos de encuentro a los respectivos establecimientos donde trabajan, es una actividad comúnmente asociada a prácticas mafiosas y trafiquistas. En realidad, esa tarea forma parte de las condiciones de trabajo de las chicas que están sujetas a la negociación habitual con los dueños de los establecimientos donde trabajan. Obviamente, la organización del local deberá tener esto presente y disponer de alguna persona que se encargue de esa labor. Todo ello queda recogido en la biografía de Nicolás. Haber desempeñado este trabajo, en ámbitos culturales con diferentes prácticas sexuales a las instituidas en las culturas de origen, nos ilustra sobre las dificultades de los procesos de profesionalización en labores socialmente estigmatizadas. El caso de Eugenia es ejemplarizante de los reiterados ajustes que las trabajadoras deben realizar en su identidad sexual. También las narrativas de las diferentes mujeres, y de otros agentes, muestran la acusada movilidad en el sector del sexo y, en particular, el carácter transnacional que se manifiesta en múltiples facetas (Agustín 2009; Oso, 2000), especialmente para el desempeño de la profesión. Así lo revela Eugenia, que trabajó en Turquía y en varias ciudades del territorio andaluz; también Yenia, que desempeñó su trabajo en varios países europeos antes de instalarse en Almería. En similar forma, itinerarios laborales de largo recorrido temporal nos ofrecen panorámicas sobre los cambios en las formas y los usos en el comercio sexual o en las formas de ocio y sociabilidad articuladas a través del trabajo afectivo-sexual. Así Juana 427 presenta en sus relatos un breve recorrido por el comercio del sexo en dos épocas muy diferentes, ya que empezó a desempeñarlo cuando aún apenas las trabajadoras extranjeras formaban parte de la oferta erótica y de ocio en la ciudad. En otro sentido, el desempeño de funciones diversas permite una mejor ponderación de los significados que los agentes atribuyen a sus prácticas profesionales; en particular, cuando se trata de un sector acusadamente marcado por los prejuicios y los estereotipos, presentes también en su interior. Por este motivo me llamó la atención el caso de Bernabé, al reproducir entre sus inquietudes y problemas con las chicas —derivados de su función como encargado—, planteamientos y percepciones que ellas mismas sitúan habitualmente en sus relaciones con los clientes en el desempeño de sus cometidos profesionales. Así lo desvela al calificar una de sus tareas como de ‘psicólogo’ para con las chicas. Por último, veremos cómo hasta tres trabajos, que pueden desarrollarse simultáneamente en un mismo espacio, Yenia los concibe claramente diferenciados. Situados en contextos disjuntos tendrán una consideración social distinta cada uno; no obstante, encarnados en una misma persona parecen conformar una única actividad. Nicolás, cliente, encargado de traer y llevar chicas Nicolás es un hombre andaluz que ya superó los cuarenta años. Proviene de una familia muy modesta con la que mantiene buena relación. Tiene varios hijos de su primera esposa. Ha desempeñado diferentes ocupaciones, en otros sectores, y en la actualidad está parado realizando trabajos esporádicos “en lo que sale”. “Yo estaba trabajando en la tierra. Luego me pegué a los negocios y ahora no tengo nada”. Su relación con el sector del sexo ha sido variada. Ha visitado los clubes como cliente. “Sí, he ido alguna vez a algún sitios de esos, me he tomado una copa, he invitado a la chica pero lo que es... entrar con ella, no”. 428 Ha trabajado en algunos establecimientos recogiendo las chicas a la entrada y salida de su turno de trabajo. “A mí a lo mejor me dice el tío [dueño] ‘tu me traes a 4 o 5 mujeres pues te doy 40 o te doy 60, o te doy...’ Como un taxista, vaya”. Y, además, durante un tiempo trabajó como proveedor. “Los visitaba mucho, porque era un trabajo que yo tenía, digamos por la noche; entonces iba a los club, que tenía clientes, tanto de chicos como de chicas”. No atribuye carácter diferencial alguno a las mujeres que trabajan en este sector. “Yo veo que es una mujer normal igual que otra, es su trabajo, punto. Que ella valora ese su trabajo así, y la otra valora su trabajo de otra manera... Cada una a su trabajo le da su valor. Yo no desquito ni a una ni a otra, para mí son todas iguales”. Su familia y amistades conocen que ha desempeñado tareas relacionados con la industria del sexo. Y también que su actual pareja estuvo dedicada al trabajo sexual. “Amigos, familia, mis padres, mi madre, mis hermanos (...) Nunca me han dicho nada”. Entre los clientes reconoce que hay quien va a pasar el rato, a hablar; otros que van a desahogarse de sus problemas; y están los que van sólo buscando sexo explícito. “Hay mucha gente que va así, a no hacer servicios, sino solamente a tomarse su copa a hablar un poco con la chica y a irse (...) A veces la gente, el hombre, pues a lo mejor tiene problemas con su mujer, van a reflexionar la mente ¿no? (...) Pero hay otros que van gustosamente, dicen ‘no, voy a lo que voy’ [tener sexo]”. De sus comportamientos admite que son variados. Y sitúa los fastidios en el trabajo por parte de las mujeres precisamente en la conducta de los hombres respecto de las chicas. E igualmente por el estado de aseo con el que acuden. 429 “Aguantar la paciencia con el hombre, los insultos del hombre. Digamos el malestar del hombre”. Atribuye a la gente joven, sobre todo cuando van en grupo, comportamientos poco respetuosos con las trabajadoras. “A lo mejor un grupo de amigos que va y se junta y dice ‘bueno vamos a un bar que ahí estamos tontamente; vamos allí nos tomamos cuatro cubatas y nos estamos riendo de las chicas”. Aunque las mujeres pueden rechazar a sus clientes, por regla general, el interés económico suele primar. “Tienen derecho a rechazar, pero si de mí se ganan 50 y del que está, por ejemplo, mal vestido, se ganan otros cincuenta, son cien. No puedes solamente decir que sí al que está bien vestido, o que está bien perfumando. Ese es el tema de ellas”. Nicolás describe cómo este aspecto está presente en los consumos de droga, por ejemplo; que lo utilizan también como estrategia de competencia para la captación de clientes en determinados establecimientos. “No es que ella sea viciosa, que a lo mejor ella sale de ahí y no consume, muchas hay así; pero normalmente entra el tío y le dice ‘¿qué? ¿vamos para arriba a ver si nos metemos una raya?’ y a lo mejor la tía le dice ‘no, yo no tomo de eso’; entonces ya el cliente se va, ya se va. Entonces va a otra [que le dice] ‘pues sí, venga subamos”. Reconoce que es frecuente que clientes y trabajadoras mantengan relaciones fuera del club, más allá de las estrictamente profesionales. “De eso hay mucho. No quiere decir que tu vas esta noche al local, conoces a esa chica y después va a salir contigo. No, tienes que conocerla muy bien, y ella tiene que conocerte muy bien, a lo mejor a través de un año o año y pico de conocerla ahí dentro, entonces sales fuera”. 430 Se han llegado a formar parejas estables entre trabajadoras y clientes que se conocieron en un club. “Sí, sí, hay muchas mujeres que se han casado con los clientes, muchas, muchas” En la actualidad Nicolás no frecuenta los clubes. Realiza trabajos esporádicos, cuando lo llaman y continúa viviendo con su pareja: una ex-trabajadora sexual con la que coincidió trabajando en un club. Juana, trabajadora sexual y encargada de un establecimiento Juana es una mujer andaluza. Ya supera los cincuenta años y cuando la conocí aún trabajaba en un club. Ha ejercido diferentes oficios y, dentro del sector del sexo, ha desempeñado tareas como encargada y como trabajadora en clubes y también, durante un periodo, en la calle. Tuvo varias parejas sentimentales a lo largo de su vida de las que le quedaron varios hijos que ha criado con ella. Salvo su primera relación, a todas las conoció en el ejercicio de su trabajo, como clientes suyos. Tras la separación de su primera pareja, ya con casi treinta años, comenzó a trabajar en locales siguiendo la estela de alguna amiga suya que ya lo hacía. “Yo tenía varias vecinas, entre ellas una que estaba en la prostitución, con la cual, estando casada, muchas veces, estando en la peluquería me decía —porque mi nombre de nacionalidad es tal— me decía: ‘Tal acércame’ (...) Me dio la vuelta la cabeza y dije: ‘me voy con mi amiga a trabajar’“. Un tiempo más tarde conoció a su segunda pareja estable, con la que convivió varios años, el tren de vida que llevaron la obligó a volver a trabajar en el sector; en este periodo desempeñó como trabajadora y a la vez de encargada en un local. “Puse mi negocio, estuve un poco tiempo, ya estaba yo otra vez enganchándome a la droga; hasta que un día estaba durmiendo debajo unos cartones debajo de El Ingenio”. 431 Al adquirir dependencia del consumo de la droga volvió a trabajar, ejerciendo en la calle durante un tiempo. “Fue cuando nos enganchamos ahí a fondo, a fondo, a fondo; que claro, todo era ganar dinero e ir por droga, ganar dinero e ir por droga”. No obstante consiguió desengancharse y obtuvo un trabajo normalizado. Sin embargo, por necesidades económicas volvió a trabajar, esta vez en diferentes clubes de Almería. Con su familia mantuvo una relación conflictiva por motivos económicos, manifestando claras insatisfacciones al respecto. Se considera una buena trabajadora sexual, tal vez por su peculiar forma de desempeño. “Cuando entraban los clientes, la tías corriendo ‘pom’, ‘pom’, ‘pom’, [hacia el cliente]; yo me ponía en la pared de enfrente, en una silla; yo no me acercaba a nadie, les decía, ‘llama a tus amigos, llama a tus amigos’, ahora que luego, los desplumaba vivos”. Sobre los clientes expresa una perspectiva claramente pragmática. Declara que nunca tuvo que realizar servicios que no quisiera, aunque, en ocasiones, transigió por atender clientes especiales del club, o por los beneficios que reportaban. “Hay gente que no nos gusta, pero sabemos que llevan mucho dinero y se lo gastan, sabes que llevan dinero en la cartera y que se lo dejan; si no se lo dejan pues no te acercas, para qué lo quieres”. Nunca tuvo problemas en el desempeño de su trabajo, aunque reconoce que mientras trabajó en la calle los riesgos fueron muy altos y sufrió maltrato. “Te metías en el coche con el primero que venía y si era bueno salía bien, pero si era de esos que te quieren quitar el dinero o te quieren pegar...; muchas veces [me ocurrió]”. 432 En la actualidad ya no ejerce en el sector del sexo y trabaja contratada en una empresa de servicios. Aunque vuelve esporádicamente a él cuando las necesidades económicas le agobian. Yenia, trabajadora sexual, bailarina, ‘peep show’ Yenia es una mujer europea, del Este, que ya supero los cuarenta años de edad. En su país estaba casada, tenía familia y desempeñó diferentes empleos. “Yo trabajaba de distribuidora, también de modelo y también en un almacén de muebles”. Dificultades familiares, a causa de problemas con su marido, le impelieron a salir al extranjero a trabajar. Realizando diferentes labores en el sector del sexo en diversos países de Europa. “En Chipre y en Grecia striptease, en Rusia show; aquí prostitución y a veces striptease; en Austria striptease y ‘peep show”118. Estuvo viviendo en pareja con un hombre de aquí, durante diez años, durante los que no trabajó. Fruto de esa relación tiene una hija. Cuando se separó de él volvió a trabajar en varias casas de citas; en una de ellas —en la que la conocí—, sus clientes solían ser españoles mayores y jóvenes inmigrados de escaso poder adquisitivo. En otras la clientela es más diversa. Reconoce preferir esta modalidad de negocio para el trabajo, especialmente por motivos de seguridad. “Aquí es mucho más mejor. Porque aquí siempre alguien está cerca. En un bar de copas si, por ejemplo, tú vas a salir con un hombre nadie sabe como te va a ir (...) Nadie cuida de ti, tú cuidas de ti misma (...) Aquí hay chicas, si pasa algo, pueden ayudarme”. 118 Se trata de una representación erótica por parte de una chica, usualmente en una cabina, que el cliente puede visionar de manera individual mediante el pago por monedas. Aunque entre el cliente y la trabajadora no puede haber contacto físico, el objetivo consiste en que el hombre se excite pudiendo autosatisfacerse mediante masturbación en su cubículo de observador. 433 Aparte de las salidas, que ya no hace, reconoce también, como fuente de problemas con los clientes, el consumo de alcohol o de estupefacientes. Tal vez su propia dependencia del alcohol le haga más prevenida al respecto. “Cuando los clientes están drogados, claro que peleamos nosotros”. Pone sus límites en el ejercicio de sus labores. “Yo, por ejemplo, no follo por el culo (...) Sin preservativos no lo quiero”. No sintiéndose presionada por la competencia. “Por ejemplo, si me dice ‘¿quieres hacer tal cosa conmigo?’ y yo digo ‘no’; si a él le da igual, entramos; si no, él dice ‘OK, yo cojo otra chica’. ‘¡Vale! coge otra chica”. No tiene buena opinión de los clientes, de los hombres, en general. Aunque reconoce en ellos diferentes comportamientos. “Hay personas normales y hay cabrones (...) Es su carácter normal. Porque muchos de estos clientes, son personas normales con corazón y no dañan”. Incluso ha tenido amistades fuera de ámbito laboral. “Sí, pero salgo sólo a tomar café, sin hacer nada, sin hacer sexo”. Refiere que muchas chicas han mantenido amistades con clientes suyos, llegando a formalizar relaciones sentimentales. “Sí, muchas, yo las conozco. Se juntan con su cliente, vive con él, tienen hijos, tienen familia (...) Y él mucho mayor que ella”. Admite que ha sentido vergüenza por realizar este tipo de trabajo, especialmente al principio. Y que ello le ha llevado al consumo de alcohol. 434 “Cuando mi primera vez, cuando mi primer contrato; fue al quitarme el sujetador, yo estaba llorando, fue mi primer vaso de Vodka así [imitando tomarlo de un solo trago]; a mí me gusta el vodka pero así sólo para quitar eso; después hacía falta quitarme las braguitas; también ¡uy! qué vergüenza...”. Para Yenia, lo mejor de su trabajo es ‘el dinero’. Lo peor es la cantidad de hombres que pasan por ella cada día. “Que no me gusta cambiar un montón de hombres cada día, no me gusta”. Su familia desconoce a qué se dedica. “Ahora de esto no, de ‘stripper’ sí; de esto no (...) A mi madre yo le digo que trabajo de limpieza en casa de mi amiga”. En la actualidad, Yenia trabaja en una casa de citas que dirige una mujer de origen latinoamericano. Como es habitual en este tipo de establecimientos, capta sus clientes a través de anuncios por internet, donde la he podido reconocer. En esta casa trabaja a turnos y con el sistema de porcentaje. “Más españoles que de otra clase; ningún africano puede estar; ‘marroquinos’ casi nada (...) Jóvenes y mayores”. Y explica que sus motivaciones para acudir a ese establecimiento son muy diferentes. “Muchos también vienen para hablar; como problemas con su mujer, con sus niños, todo, todo ‘bla, bla, bla’. Pero otros, sólo abres la puerta ¡madre mía! muy rápido, desde la puerta directamente a la cama”. Yenia está separada del padre de su hija; y dado que no formalizaron matrimonio, se encuentra preocupada por obtener la potestad sobre su niña, que vive con su padre. Sin embargo, su dependencia del alcohol y su inestable situación administrativa le dificultan alcanzar ese objetivo. 435 Eugenia, trabajadora sexual y camarera en un club Eugenia es una mujer que procede de un país de Europa del Este, y que supera ya los treinta años. “Yo venía de una familia muy humilde, más bien pobre. Mi madre se separó de mi padre cuando yo tenía 5 años”. Dejó el colegio con 16 años; edad con la que inició una relación formal, fruto de la cual concibió dos hijos aún muy joven. Con su pareja rompió para siempre siendo su segunda hija un bebé aún. “Yo a los 16 años me junté con este chaval y ya me quedé preñada, llegó la primera niña, y luego a los 3 años llegó la otra”. Toma su primera decisión de emigrar sabiendo que llevaba implícito el trabajo sexual. Lo hizo utilizando una red. “A Turquía me fui con 19 años (...) Una amiga me dijo que ‘mira te vienes conmigo pero el viaje te lo va a pagar un chaval' (...) Él me facilitaba el dinero y le pagaba (...) El visado era de dos meses y esos dos meses yo tenía que hacer la mitad con él, era un acuerdo (...) Era de palabra, y ya está”. Estuvo trabajando en Estambul apenas diez días, pues, en una redada, fue detenida por la policía y expulsada del país. Volvió a su ciudad, a casa de su amiga y allí hicieron planes. Ni siquiera fue a visitar a su familia. Volvieron a ponerse en contacto con sus intermediarios y regresaron, pero ya no seguirían pagándoles más, consideraron que las cuentas estaban saldadas y que ya no les debían nada. A los ocho meses, volvió a su país. “Mi madre lo pasó muy mal, cuando me fui para Turquía, mi madre cogió una depresión muy fuerte (...) Cuando me vieron ¿qué me iban a decir? (...) Llegué a la puerta de mi casa con un taxi, porque llevaba una maleta inmensa llena de ropa para todo el mundo”. 436 Durante unos tres años, estaría yendo y viniendo. Su relación con la familia estaba más normalizada. Ella enviaba dinero e iba combinando periodos de trabajo y de descanso. Hasta que la volvieron a coger con el visado caducado. Entonces Eugenia se quedó en su país, con sus hijos y con su madre, aproximadamente cinco años. Empezó a trabajar en un almacén agrícola; para ella el trabajo era duro, muy duro, y el salario era escaso. Por aquel tiempo empezó a activarse el flujo de migración hacia Europa desde su país. Esta vez sería un familiar suyo quien intervendría como enlace, quien le facilitaría el dinero y la orientaría. “Yo no llegué aquí con el pensamiento de empezar otra vez en la prostitución (...). Llego aquí, y nada, que no podía trabajar sin papeles, que nadie te cogía (...) Y claro, la única manera que había era la prostitución”. Eugenia recuerda haber vivido mal su reencuentro con el trabajo sexual, porque su primer cliente en España le pidió una felación; no obstante, reconoce ya una acomodación al trabajo. “La primera vez que lo hice aquí, ya no me daba tanta vergüenza, desnudarme delante de alguien que no fuera mi pareja, o alguien cercano, me he desnudado con más facilidad”. Ha trabajado en diferentes establecimientos —como camarera y como trabajadora sexual—, desde clubes de plaza hasta en pisos de contactos; desde locales de buen nivel hasta en pisos especializados en clientes africanos, donde los servicios se pagan a 10 €. Pero también ha intercalado periodos de trabajo en otros sectores como la restauración. Respecto a los clientes manifiesta una consideración clara. “Yo he tenido clientes buenos; clientes buenos, me refiero en todo, que me pagaba bien, que me trataba bien; y clientes que venían y repetían conmigo y seguían conmigo; y clientes que si la primera vez veo que me tratan mal, no los trato más”. En lo que se refiere a su trato con las demás trabajadoras reconoce que la competencia atraviesa todas las relaciones. 437 “Una vez que se entra por la puerta del trabajo y se trata del dinero ahí ya no hay amistad”. Considera que su trabajo afecta a sus relaciones sentimentales ofreciendo una visión netamente pesimista al respecto. “Yo estoy convencida de que ni mi actual pareja ni los que hubo antes, en verdad, en verdad, me quisieran (...) Que ya se les ha ido el amor y ven a una muchacha más joven, que les hace sentir la vida más... no se qué. Pero yo creo que amor, amor de verdad, no”. Revela que su trabajo no influye en su sexualidad. “Dentro del trabajo es una cosa y fuera del trabajo es otra cosa”. Aunque el cansancio sí puede afectarle. “A veces, cuando yo llego muy cansada de trabajar, ya no estoy dispuesta para tener relaciones”. Y admite que en ocasiones disfrutó del sexo mientras trabajaba. “¡Hombre! sí pasó, sin querer pasa (...) El mismo cuerpo, tantas veces que lo haces que el cuerpo reacciona, aunque tú no quieras”. En la actualidad, Eugenia ya no trabaja en ese sector, tiene pareja, y sus hijos siguen dependiendo de ella. Toña, trabajadora sexual, encargada en un local Toña es una mujer latinoamericana de mediana edad. Lleva en nuestro país desde el año 2000, aproximadamente. Su proyecto migratorio fue financiado por su familia, gracias al dinero que le envió un familiar suyo que vino unos meses antes, aprovechando que a los ciudadanos de su país no se les exigía visado. 438 Decidió su proyecto sabiendo a qué se iba a dedicar, dejando pareja, hijos y demás familia en su país. “Digamos que España era el ‘boom’ ¿no?; todas las chicas por aquel entonces venían para acá a trabajar en esto. Había una facilidad, no había visa y ya me vine yo”. Aunque no conocía los pormenores del trabajo, no lo vivió mal, ni siquiera en sus inicios. Ni sufrió, ni padeció ni lloró. Tampoco ha sentido el peso de la culpa por dedicarse a este trabajo. “No, no, no, para nada. Yo asumí muy bien lo que hice”. Tanto su familia como su círculo de relaciones conocen la actividad que ejerce, sin que le suponga problema alguno. “Yo directamente hablo las cosas como son (...) No siento vergüenza de sentarme a hablar de ello porque es mi trabajo, y lo hago bien, y lo veo como algo normal”. Desde el tiempo que lleva aquí se ha empleado ocasionalmente en trabajos de cuidado y en el servicio doméstico o en la restauración. Respecto del sector del sexo ha ejercido de diferentes maneras: como camarera, de encargada y directamente, realizando trabajo sexual con los clientes. Ante esa diversidad de desempeños, no encuentra diferencias entre las distintas ocupaciones que ha tenido, aunque reconoce que ésta última conlleva alguna ventaja. “Pues económicamente, le veo ventajas a lo que yo hago, pero, en general, todos los hago tan bien como hago éste y todo lo veo como un trabajo”. Para Toña, lo mejor de su trabajo es el aspecto económico. “Gano dinero y aparte, digamos, que lo gano más rápido”. Lo peor es el desgaste físico y moral. Y también los riesgos sanitarios. 439 No expresa carga especialmente inculpatoria sobre los clientes, aunque apunta cierta incomprensión con los hombres que, teniendo mujer en casa, buscan sexo fuera. Distingue entre aquellos que tratan a las chicas como prostitutas y los que lo hacen como a una mujer cualquiera. “Te tratan mal, te hablan mal, son físicamente un poco bruscos y ahí es donde yo me siento como una prostituta”. Y esta distinción afecta igualmente a la forma en que realiza su trabajo, a cómo se implica en él. Con aquellos que se siente bien tratada no tiene una simple relación trabajadora-cliente, se establece una vinculación entre iguales, lo trata ‘como a una persona’ y sus percepciones respecto al propio trabajo también se modifican. “No es que me guste, sino que estoy haciendo algo bien, aunque sea que esté trabajando en la prostitución. Pero si estoy haciendo mi trabajo bien y hago lo que quieren ellos, entonces encuentran lo que van a buscar”. No obstante señala como problemáticos a los marroquíes, por los continuos desacuerdos en las prestaciones de los servicios. Considera que los hombres que van a los clubes, fundamentalmente, buscan afectos. Reconoce haber tenido relaciones sociales con hombres, fuera de su trabajo, pero de carácter muy particular; algo así como acuerdos de carácter económico. “Sí, he tenido digamos relaciones, pero han sido como que económicamente me han ayudado y yo les he tenido aprecio, cariño (...) Digamos que ha sido como un intercambio”. Tiene puestos claros límites a los servicios que ofrece, y nunca prestó alguno que no quisiera. “Pues sin preservativo no hago absolutamente nada. Generalmente la boca no la uso. Hombre, digamos que para hacer una felación a un hombre sí, pero que él me lo haga a mí o que le llegue a dar un beso en la boca, no”. 440 Ha trabajado en diferentes clubes de Almería, tanto en locales convencionales como en otros, especialmente en los últimos años, donde la clientela comprende mayoritariamente personas inmigradas de bajo poder adquisitivo. Con las otras trabajadoras admite que la competencia siempre está presente, aunque no haya peleas o, incluso, las relaciones puedan ser tranquilas. En cualquier caso, no suele tener mucho trato por lo reservada que dice ser. Aunque a veces le toque estar al cargo de ellas. Y con los dueños de los clubes el trato se limitó siempre a lo estrictamente profesional. Aunque revela no tener una valoración de su proceso migratorio, sí que manifiesta algunos aspectos negativos. “No lo sé, todavía no lo sé. Pero supongo que muchos años perdidos ¿no?, tan lejos de su familia...; no compensa tantos años para acá en un país que no es el tuyo”. En la actualidad Toña trabaja en un club cuya clientela está mayormente compuesta por inmigrados de bajo nivel adquisitivo; algunas de sus compañeras de trabajo se conocen entre sí desde hace tiempo, y comparte con ellas itinerario laboral en los últimos años. Periódicamente, por temporadas, realiza las funciones de encargada, sustituyendo a la dueña. Aunque desempeña esta labor, no la muestra como especialmente importante en su experiencia vital. Bernabé, portero y encargado en clubes Bernabé procede de un país de Europa del Este. Su edad ronda los 40 años y llegó a nuestro país con el cambio de siglo. Su itinerario migratorio se inició de forma fortuita. “No fue por el dinero fue por la rabia; que un primo mío se fue para Italia y se estaba riendo de mí: ‘no te vas a ningún lado’; y yo le he dicho ‘bueno, entonces yo también me voy’. Y me libré de la mili”. Mantiene relaciones con su familia en su país de origen y también con los que tiene en España. 441 Se ocupó en diferentes trabajos. Después de pasar por la agricultura fue empleado en una empresa de vigilancia. A través de ésta se introdujo en el sector del sexo, donde realizó labores de portero en diversos establecimientos. “De portero hay que no dejar alguna gente entrar, ver cómo está la cosa, que no se peleen, que no molesten a las chicas, que todo vaya bien”. Respecto de los dueños, revela que el trato era bastante circunstancial, dependía de los avatares del trabajo, de cada día. “A ellos lo que le interesa es el dinero; ellos te ven ahí como un perro al lado de la oveja suya”. Con las chicas se trataba poco mientras fue portero, porque algunos dueños no querían que los vigilantes se relacionaran con las chicas; pero igualmente porque podría ser una fuente de conflictos. “Es mejor no tener amistad con las chicas”. Sus relaciones con los clientes estaban mediadas por su función. Los problemas con ellos estaban relacionados con los conflictos generados por los desacuerdos con las trabajadoras sobre la prestación de algún servicio, o sobre el trato recibido. También por el estado de embriaguez que algunos exhibían. “Pues alguno no quería pagar (...) no estaba contento con la chica en cómo le hizo el trabajo (...) Los que más te ponían la cosa difícil eran los que estaban muy tomados”. Con el tiempo, y por su conocimiento del medio, llegó a trabajar como encargado de algún establecimiento del ramo. Ese trabajo le requería tareas de aprovisionamiento y supervisión que explica con fluidez. “Es una persona que la pones tú como encargado (...) Que tiene que mirar si falta gel de ducha, si las sábanas están limpias, si hay que ir a comprar bebida, qué es lo 442 que falta de bebida; encargarse del hielo, de los limpiadores, si han limpiado bien, de las bebidas, de la comida, de todo (...) Tienes que relacionarte con las chicas, tienes que ver cómo están; algunas tienen sus problemas, todas te los cuentan a ti y te vuelves loco”. De su trato con las trabajadoras muestra una opinión ambivalente; reconoce la fortaleza de las chicas pero de igual manera las ve como un colectivo que considera complicado y con dificultades para gestionar. “Son mujeres fuertes, son mujeres duras”. “También tenías que estar ahí como psicólogo; y cuando terminaba la cabeza te volvía loco. Todas tienen problemas, todas; y parece que el mismo día vienen todas con problemas: una ‘me duele la muela’, otra ‘me duele la espalda’, otra ‘me duele el chocho’, otra ... Es que siempre, siempre...” También pone de manifiesto los conflictos por celos y competencia en el trabajo. En otro sentido, reconoce que no había apenas controles sobre las chicas. Así sobre la vestimenta no existían imposiciones: “Cada una anda como quiere; con falda, con tanga; sin sujetador, con sujetador”. Sobre los horarios era habitual la exigencia de avisar con antelación, en caso de tardanza o de ausencia. “Había horario, ‘de esta hora a tal hora hay que estar trabajando’, porque si tú venías una hora o dos horas más tarde, normalmente se te pone multa; no es que te obliguen, pero tu tienes que decir antes, con antelación, ‘oye no puedo venir luego, me pasó esto o esto”. Respecto a las motivaciones y hábitos de los clientes reconoce variedad. No expresa pautas generalizadas, pero me ofrece una miscelánea de comportamientos muy diversos. 443 “Ese tío entraba con seis o siete mujeres y pedía copas y copas y copas y copas y copas”. “Esta gente viene sólo para estar ahí, acompañado de una tía, y venga, venga; no follan, si follan es muy poco; sólo para meter, meter [cocaína], tener compañía y nada más”. “Hay alguno que la invita a copa, está enamorado y ni la toca; le paga una hora para estar solo con ella”. Bernabé muestra orgullo y transmite cierta nostalgia por su trabajo de vigilante. Me explica cómo era su uniforme y me muestra una de sus prendas, que me invita a fotografiar. También comenta cómo la crisis ha afectado al empleo en ese sector y cómo a él de forma particular. “Estaba en esos últimos tiempos de allá para acá, no estaba fijo”. En la actualidad regenta un modesto negocio: un bar africano, orientado a una clientela de inmigrados de bajo poder adquisitivo, donde también se ofrecen servicios sexuales. Felipe, camarero y encargado en clubes Conocí a Felipe a través de un conocido que solía frecuentar clubes y bares de alterne. Felipe es de Almería y camina ya para los cuarenta años. Trabajó en algunos establecimientos dedicados a la venta de servicios sexuales de forma temporal. Ha estado empleado también en diferentes ramos: restauración, hostelería y otros sectores laborales. Las relaciones sociales que mantiene se sitúan fuera del ámbito del sector del sexo. Su trabajo consistió en servir copas, aunque circunstancialmente, como ocurre de forma habitual, sobre todo en los clubes pequeños, pudo realizar labores de supervisión o de control, propia de un encargado. “Revisar las habitaciones y todas esas cosas, que estén bien de papel, de jabón; que estén limpias y ordenadas...” 444 Revela que la clientela que ha visitado los establecimientos en los que trabajó, es variada y responde a lo que existe en el entorno donde se ubicaban los locales. “Hay gente de todo, lo mismo hay empresarios, que hay banqueros, que hay agricultores, que hay ganaderos (...) A todo el mundo le gusta tomarse una copa y no sé..., estar con una mujer”. Y que en los negocios donde él ha trabajado nunca se impidió el acceso a ninguna persona por su origen. Aunque admite que hay establecimientos que sí tienen instituida esta norma. “Los hay que no dejan pasar marroquíes, o no dejan pasar negros...” También el tipo de entorno influye en los momentos de más o menos afluencia de clientes al establecimiento. “Evidentemente la gente sale de trabajar y tal, y a esas horas sí suele haber más”. Le cogió trabajando la llegada de la crisis, de tal manera que recuerda los cambios y los manifiesta con claridad. “Antes se gastaba la gente más, ahora con la crisis pues todo el mundo se gasta poco, van a la copa y si pueden pues hacen un servicio con la chica, pero nada del otro mundo”. Esto no sólo ha afectado al consumo en los establecimientos y al empleo en general, sino que ha intensificado los desplazamientos de las trabajadoras, aportando inestabilidad a todo el sector en diferentes órdenes. “Claro, si no hay dinero ellas van a buscarse la vida donde sea y muchas han emigrado a Alemania y a otros sitios”. Por el último establecimiento donde trabajó se produjo bastante circulación de mujeres. 445 “Lo mismo había rumanas, que polacas, que dominicanas, que colombianas, que... Alguna española también siempre ha habido por ahí; o sea un poquito de todo”. Y recuerda que en ese mismo local no existían normas específicas sobre las condiciones de trabajo; los requerimientos a las chicas sólo existían en lo que afectaba al cumplimiento de los horarios. “A la hora de abrir el negocio que todas estén ahí, que no haya variedad en el horario”. Aunque revela que nunca tuvo mucha relación con las chicas, sí recuerda que al principio se interesaba más por ellas, entablando conversaciones y preguntándoles por los motivos de su elección de este trabajo. “Me decían que porque ganaban mucho dinero, porque trabajando de camareras o limpiando casas a lo mejor ganan 900 €, y a lo mejor hay algunas que se llevan tres o cuatro mil euros o cinco mil euros todos los meses; y el dinero fácil le gusta a todo el mundo”. Con los clientes tampoco estableció relaciones que no fuesen las estrictamente profesionales, salvo alguna excepción, como la que facilitó que nos conociéramos. “Laboral, claro, yo trabajaba allí, y ellos iban y bueno, nos conocemos, como también conozco a este hombre [refiriéndose al camarero del bar donde realizamos la entrevista] que es camarero aquí, pero nada más allá”. Respecto a sus motivaciones para comprar sexo, expresa una concepción tradicional naturalizada. “Pues porque toda la vida, desde que el mundo es mundo, siempre han existido los negocios de mujeres, y el hombre siempre tira para el monte ¿no?; porque a todos los hombres les gustan las mujeres, salvo a los que les gustan los hombres”. Matiza, no obstante, cuando entra en la narración más detallada. 446 “Algunos buscan compañía, simplemente conversación (...) En esta vida no todo es follar”. La última vez que, casualmente, vi a Felipe estaba empleado en una cafetería. Nos saludamos y quedamos en intentar volver a vernos para comentar cómo me iba el trabajo. Él me confesó que ya no le atraía el trabajo de la noche, donde había que echar demasiadas horas y le resultaba muy pesado. Lila, encargada en una casa de citas, trabajadora sexual Lila es una mujer originaria de un país del Este europeo. Ya superó los cuarenta años de edad. Tiene formación universitaria y en su país tenía su propio negocio familiar, ajeno a la industria del sexo. Inició su itinerario migratorio por su interés de viajar y conocer otros países y culturas. Vino invitada por una amiga cuando ya estaba separada, con hijos, partiendo con sus propios recursos. “Me gustaba España mucho, me interesaban, digamos, otras culturas, otras gentes, otros idiomas; entonces yo vine a España y me gustaba. Luego después, vine otra vez, empecé a aprender idiomas, conocer gente...”. Comenzó como trabajadora sexual a través de las amigas que hizo aquí, que fueron introduciéndola en el ambiente. De esa manera estuvo trabajando un tiempo en su propio domicilio, captando sus cliente mediante anuncios en el periódico. “A mí me llamaban por teléfono, yo les explico lo que hago, pero les hablaba siempre tan amable que siempre venían (...) Digamos que cuando yo me dedicaba, trabajaba de otra manera, yo trabajaba en mi casa, para mí, con mis clientes”. Tenía establecidos sus límites en el trabajo en lo que llama ‘sexo normal’, refiriéndose a que no practicaba la penetración anal por los clientes. “Yo la chupo con goma; si quieres sexo, normal: arriba, abajo, cambiamos posturas y ya está”. 447 Con los clientes reconoce buena relación. “Yo lo trato como persona, no como un cliente; si hay que acostarse con él, bien, pues bien, como persona, es lo que importa”. Manifiesta que tuvo clientes que no buscaban sexo. “Yo tenía algunos clientes que venían a mi casa, simplemente para hablar conmigo, a hablar, porque necesitan alguien como psicólogo ¿sabes?; alguien que te escucha, como que te da un poco de caricia, un poco como ‘cariño no te preocupes, todo va bien, todo...”. Afirma con convicción que nunca experimentó placer sexual en el trabajo. “No. Trabajo es trabajo, sentimiento es sentimiento”. Tuvo pareja; un autóctono del que se separo pasado un tiempo. Después pasó un periodo de tiempo con idas y venidas entre su país y Almería. Cuando volvió a establecerse de nuevo, ya definitivamente en Almería, organizó su propio negocio: un piso que ella regenta y donde otras chicas trabajan a porcentaje y le entregan el 50% de lo que recaudan por cada servicio. Destaca diferencias entre su ocupación actual y la anterior, cuando trabajaba directamente con los clientes, aunque el énfasis lo pone en la crisis. En los locales ‘donde los precios están más altos, no hay clientes’. “Ahora aquí, clientes extranjeros, vienen, van, vienen, van; claro que es distinto, los precios son otros, el mundo es otro”. A su establecimiento acuden con mayor profusión, personas extranjeras y hombres españoles de más edad: jubilados de bajo poder adquisitivo. “Solteros y jóvenes solteros, o pensionistas, muchas personas mayores que no tienen dinero para pagar club o casas donde cobran mucho —60 € media hora 448 cobran en otras casas—, y entonces vienen aquí porque saben que aquí los precios son muy bajos”. Considera que lo peor del trabajo sexual es cuando lo haces con mucha profusión. “Porque hacer sexo es intercambio de energía, y cuando tu cargas su karma mucho, ahí sí que te pierdes tú misma. Es eso lo más grave, otras cosas no”. Cuando le pregunté qué era lo mejor de ese trabajo me respondió enfatizando: “¿Lo mejor?, el dinero”. Confiesa que nunca sintió pudor o vergüenza por el trabajo que realizaba. El juicio que realiza nada tiene que ver con el trabajo sexual en sí mismo sino con las motivaciones, el uso del dinero, etc. “No, no, porque antes de, por ejemplo —no lo digo solamente por mí sino para muchas chicas—, si ellas trabajan así, de esta manera, para comer, para dar comida a hijo, para operar a sus padres, no voy a hablar de mal; pero si las chicas ganan para emborracharse, para marchar toda la noche con la droga, eso sí que..., eso no debe ser”. En la actualidad, Lila continúa regentando su establecimiento. Mantiene una relación fluida con su familia visitándose con relativa frecuencia y conservando los lazos con su país. No muestra interés ni proyectos para volverse. 449 450 EPÍTOME 451 452 APORTES, LÍMITES Y PROYECCIONES Cuando inicié esta investigación me propuse documentar, describir y analizar el panorama del trabajo sexual en la provincia de Almería —en los segmentos estándar de este sector comercial—. En particular, cómo su desempeño articula relaciones de sociabilidad en los espacios en que se desarrolla; así como otros aspectos de la vida cotidiana de las personas que participan en él más allá del ámbito laboral. Mi pretensión incluía mostrar una perspectiva fundamentada en la visión que las trabajadoras poseen de su propia actividad y de la de los demás agentes que participan de ella; de tal manera que suministrara argumentos para el cuestionamiento de las visiones hegemónicas que contaminan el entramado social e institucional interesado en el trabajo sexual. Asimismo pretendía una aproximación al cliente desde una perspectiva emic; es decir, una mirada a las personas que compran sexo desde las percepciones, juicios y consideraciones que ellos mismos y el resto de los agentes, que participan en el comercio sexual, proyectan sobre los hombres con los que comercian. He adoptado una perspectiva epistemológica fundamentada en el interpretativismo, especialmente en dos de sus cristalizaciones contemporáneas: el constructivismo social (Berger y Luckmann, 2006) y el interaccionismo simbólico (Blumer, 1982). Y, a partir de ellas, he analizado los aspectos interaccionales que se dan en el trabajo sexual como elementos fundamentales en el análisis del sector. Esta elección ha consistido en orientar mi investigación hacia la dotación de aportes que ayuden a construir una visión del trabajo sexual más desprejuiciada, analizada como un fenómeno social en sí mismo y dotada de la autoridad intelectual que le confieren las consideraciones y testimonios que los propios protagonistas nos han revelado, en línea con las posiciones de la etnometodología (Garfinkel, 2006). He asumido la indicación weberiana sobre la función de la ciencia, extrañándola de los ideales y las normas (Weber, 2009), reeditada en la de Pons (2004), relativa a la necesaria separación entre las opciones morales y la labor investigadora, y las de Díaz de Rada (2010) acerca del valor del relativismo metodológico para facilitar esa separación de esferas. De esta manera, me he centrado, especialmente, en las relaciones sociables y los vínculos sociales que se articulan mediante el trabajo sexual, convirtiendo determinados establecimientos donde se desarrolla en espacios de sociabilidad transitoria y de consumo de ocio y tiempo erotizado, de 453 emociones y de fantasías. Además, he tomado de Goffman (2009) el carácter dramatúrgico de las interacciones cara a cara, para describir y analizar las relaciones que se dan en esos espacios durante la relación. En mi trabajo de campo adopté métodos etnográficos propios de la Antropología, en los que la observación participante permitiera empaparme del contexto propio de los ambientes en que se desarrolla ese comercio; y donde los relatos de los sujetos suministraran la otra fuente básica de información y análisis, contribuyendo así al contenido emic de la investigación. Esto me ha permitido, no sólo el examen descriptivo de los espacios y de la interacción que en ellos se desarrolla, sino también la construcción biográfica de los itinerarios vitales de los sujetos que han participado en la investigación con mayor profusión; entroncando así la etnografía con la tradición biográfica de la investigación en las ciencias sociales (Marsal, 1977). Además, he incorporado procedimientos y productos propios de la antropología visual. De tal manera que, con todo ese conjunto de materiales, he podido aproximarme, en clave interpretativa, a diferentes aspectos del trabajo sexual: los espacios donde se localiza, los factores organizativos y laborales de los diferentes establecimientos donde se desarrolla, el carácter de la mercancía con que se comercia, las relaciones que se establecen entre los diferentes protagonistas, etc. Asimismo, he indagado en algunos aspectos de la vida cotidiana de las personas que participan en ese sector: sociabilidad, relaciones sociales, vínculos afectivos, gestión de la sexualidad, etc. Asuntos que vienen articulados a través del desempeño de las múltiples tareas que se desarrollan en ese sector. Pero, también, he tratado de desvelar cómo el trabajo sexual se convierte en una estrategia de oportunidad, mediante la cual los diferentes sujetos hilvanan sus propias trayectorias personales, hacen frente a las adversidades y remueven los obstáculos de carácter laboral, económico, administrativo, etc., de forma similar a cómo cada cual afrontamos los afanes que encaramos en nuestra vida cotidiana. Con estas mimbres, considero que la investigación ha cumplido con los objetivos básicos que me propuse en el inicio de esta Tesis. En primer lugar, la presente investigación realiza una contribución al estudio del trabajo sexual, como un hecho social per se; como una actividad económica legítima que se rige por mecanismos similares al de cualquier otra forma de comercio; admitiendo sus especificidades vinculadas al estigma social que la rodea. En particular, he aportado un 454 panorama bastante aproximado de la industria del sexo en la provincia de Almería en determinados segmentos: el trabajo sexual que se desarrolla en espacios estándar —calle, pisos de contactos, casas de citas y clubes de diferente carácter— así como en los locales africanos de configuración análoga a ellos. Se han analizado comparativamente los diferentes establecimientos, y escudriñado en diferentes aspectos de ese comercio, así como del desempeño del trabajo sexual en cada uno de ellos: las tareas, los agentes que la realizan y cómo las efectúan, lo que se compra y se vende, los precios, etc. Particular énfasis he puesto en desvelar cómo los establecimientos donde se desarrolla el trabajo sexual se organizan en sus aspectos básicos como cualquier otro negocio de los múltiples sectores de la economía, tal y como ya pusieron de manifiesto otros estudios (Agustín, 2002 y 2009; Arjona et al., 2005; Lean, 1998 y 2004; López, 2010; Majuelos 2012; Solana, 2003, 2005 y 2012; Solana y López, 2012), entre otros. En segundo término, me he detenido en los diferentes actores que participan en este sector, sus tareas y roles en el negocio. Quienes participan en el segmento analizado de la industria del sexo, especialmente las trabajadoras, evidencian, a través de sus testimonios y narrativas, la insostenibilidad empírica de los enfoques trafiquista, abolicionista o que ‘esencializan’ el trabajo sexual como violencia de género. Del trabajo de campo realizado se infiere claramente que las mujeres se introducen en él por diferentes, y a veces difusos, motivos, vinculados a contingencias diversas de su historial personal, corroborando argumentos presentados al respecto por Meneses (2003), Solana (2003 y 2011), López (2010 y 2011), Tapia (2010) o Solana y López (2012). En definitiva, se trata de un medio que articula múltiples estrategias mediante las que dan salida a sus expectativas vitales, proyectos personales o familiares, problemas particulares o simplemente deseo de cambios en sus vidas. Las narrativas que aporta esta Tesis reflejan toda esa variedad de circunstancias. En cualquier caso y salvo alguna excepción, todas entraron en el sector de forma voluntaria y con aproximado conocimiento del ámbito laboral en que se introducían. Respecto a los clientes, no es menor la panoplia de motivos por los que acuden a estos establecimientos, siendo la demanda de sexo cara a cara y explícito sólo una de sus razones, entre otras diferentes y diversas. Como ellos mismos nos indican, y las trabajadoras y otros agentes revelan, la cartografía motivacional es extensa y tiene tanto o más que ver con aspectos sociables, afectivos o relacionales, que con los puramente 455 sexuales. De ese conjunto de relatos se obtienen conclusiones al respecto ya apuntadas en otros estudios de diverso carácter (Agustín, 2009; López y Baringo, 2006; López, 2010; Meneses, 2010). Entre las demandas más explícitamente sexuales están las que se asocian a la realización de determinadas fantasías, o la obtención de placer mediante prácticas situadas en los márgenes de las normas regulatorias de la corrección sexual, en un claro ejemplo de gestión clandestina de su identidad sexual (De Paula, 2002; Hakim, 2012) El carácter alegal de este tipo actividad, así como la sanción penal a que está sometido su ejercicio, cuando se realiza con la mediación de terceros, impone enormes dificultades y resta capacidad de agencia a las trabajadoras para poder negociar sus condiciones laborales, dificultándoles su trabajo y otros aspectos de su vida cotidiana; asimismo sitúa a los dueños y encargados de los negocios en el punto de mira de su incriminación penal. En tercer término, esta Tesis realiza un modesto aporte al análisis de la demanda y de la oferta, tal y como sugiere Pons (2004), concretamente en sus aspectos cualitativos. Específicamente, añade un rasgo generalmente ausente, al menos como objeto de investigación explícito, de los estudios sobre el comercio del sexo cara acara en el Estado español: la sociabilidad. Me refiero con ello al análisis de las relaciones sociables de ocio y entretenimiento que articula el trabajo sexual a través de su desempeño mediante la interacción entre trabajadoras y clientes. Tal juntura convierte los establecimientos dedicados a la venta de servicios sexuales en espacios de sociabilidad y de ocio con marcado acento erótico y sensual, tal y como apunta Agustín (2004b) y de manera similar a otros contexto culturales aparentemente diferentes Lopes (2011). La presente Tesis ha puesto de manifiesto cómo los establecimientos, donde se ofrece sexo de pago, se configuran como espacios de sociabilidad transitoria a semejanza de otros lugares coetáneos donde el componente erótico-sensual forma parte del contexto y del propio intercambio comercial, como en los cafés con piernas que analiza Silva (2008); en las pulquerías que describen Barrientos et al. (2009); o en los contextos de emergencia económica con notable presencia masculina de las investigaciones de Meza et al. (s.f.). El trabajo de campo realizado hace presentes otros elementos igualmente relevantes, como el afectivo o el terapéutico que se articulan mediante el trabajo sexual. Todos estos aspectos han sido apuntados por Rodríguez y Lahbabi (2004), también por Agustín (2007), en algunos contextos de prostitución en el estado español; asimismo López (2010 y 2013) en los pisos de contactos de la ciudad de Lugo. Y, sin duda, por las propias 456 trabajadoras que han comenzado a escribir sus propias autobiografías tanto en nuestro país: Tasso (2004), Peiró (2009), Vip (2009), Neira (2012), como en países diferentes al nuestro: Corso y Landi (2000), Kimball (2007) o Real (2008), etc. En mi trabajo de campo he percibido una parte de este ‘mundo de servicios’, al que se refiere Agustín (2007), en el que se funde el comercio sexual con el de prestaciones de atención y de cuidados y el de ocio (IOÉ, 2001). Todos ellos se han manifestado articulados a través del trabajo sexual y en respuesta a determinadas motivaciones, que pueden variar de acuerdo con los contextos locales y temporales. Tal es el caso del carácter étnico de estos servicios que he detectado en las comarcas del Campo de Níjar y de El Poniente de Almería, donde los bares africanos se nos revelan como espacios de sociabilidad alternativa, tal y como muestran específicamente Acién y Majuelos (2003), Arjona, et al., (2005), Acién (2010) o Majuelos (2011), ante un contexto notablemente masculinizado y de manifiesta discriminación étnica. En trabajos anteriores (Majuelos, 2011) ya avancé que esta sociabilidad adquiere características específicas en contextos notablemente masculinizados y etnificados, marcados por una relevante segregación y discriminación de personas inmigradas. Espero haber reflejado ese aspecto en la presente investigación. Tal vez sea de interés continuar esta línea de análisis de la sociabilidad en ambientes sexuados, en otros territorios o contextos de relevante presencia masculina, que permitan establecer su alcance como elemento constitutivo del comercio sexual, especialmente en nuestro país. En cuarto lugar, se ha mostrado fehacientemente cómo el trabajo sexual articula múltiples relaciones colaborativas no exentas de afectividad o cariño; de tal manera, que las trabajadoras no sólo encuentran en los beneficios de su desempeño el medio de resolver problemas económicos, sino que también obtienen otros benéficos con los que dar satisfacción a sus expectativas: contratos que les facilitan los papeles, novios que les apoyan o maridos que ‘las retiran del trabajo’, temporal o definitivamente; configurándose así un sistema relacional notablemente endogámico, tal y como sugiere López (2010). Los casos relatados —relaciones colaborativas entre clientes y trabajadoras— suponen un serio cuestionamiento de las prescripciones políticas e ideológicas dominantes en la administración, en sus diversos niveles. Las narrativas de los diferentes agentes nos indican que el comercio sexual es para las trabajadoras una forma más de confeccionar estrategias económicas (Oso, 2000 y 2008). Y, tanto para las chicas, como para sus clientes se trata de vías alternativas de carácter relacional, afectivas y de cuidados (Corso y Landi, 457 2000; Holgado, 2008; López, 2010; Neira, 2012) para afrontar las contingencias de la vida, nada diferente de otros sectores sociales en el mundo actual. Este tipo de relaciones trababadas entre los diferentes actores, especialmente trabajadoras y clientes, nos dibuja una perspectiva de éstos bastante más compleja y rica que la de simples demandantes de sexo. En el terreno metodológico, esta investigación realiza aportes novedosos y escasamente utilizados en el estado español para el análisis del trabajo sexual. Es cierto que comparte métodos vinculados a la etnografía, así como determinados elementos de los métodos biográficos, con otras investigaciones realizadas en nuestro país. No obstante, su carácter multisituado, y con inmersión específica en diferentes contextos para realizar observación participante, apenas se ha utilizado, ha emergido con escasa profusión o no se ha manifestado en los informes de investigación de forma clara. Aunque este aspecto es difícil de evaluar, sí que podemos afirmar que el carácter participante de la observación apenas aparece en trabajos de esta índole en el territorio del Estado español. Si exceptuamos algunas investigaciones, como la de López (2010) y, quizás, las de Acién (2007), López y Baringo (2006) o las de Solana (2003 y 2012), la participación en la observación está ausente en los informes de investigación sobre trabajo sexual en nuestro país. Algunas importantes aportaciones al estudio de la industria del sexo en el Estado español tal vez adolezcan de un sustento metodológico constreñido a determinados ámbitos geográficos, en lo que al trabajo de campo se refiere. Es el caso de las aportaciones de De Paula (2002) acerca de la prostitución de calle en la ciudad de Barcelona; de Solana (2003, 2012) sobre la prostitución en Córdoba y Jaén, respectivamente; la de Acién y Majuelos (2003) en una comarca de la provincia de Almería; el trabajo de López y Baringo (2006) en la ciudad de Zaragoza; el de López (2010) referido al trabajo sexual de colombianas y brasileñas en pisos de contactos en la ciudad de Lugo; también la Tesis de Corbalán (2012) sobre trabajo sexual en las calles de Madrid. Ciertamente, esta misma observación podría atribuirse a esta investigación. Soy consciente de que el contexto ecológico-cultural impone condiciones locales cuyo alcance es difícil de precisar en cada caso. No obstante, he tratado de reflejar tales singularidades a lo largo de esta Tesis, con el fin de contribuir al discernimiento, entre los resultados, de aquellos de validez general más allá de la provincia de Almería y de los contextos particulares en los que se realizó el trabajo de campo. 458 He de manifestar que la crisis ha impuesto pautas y condicionantes que, al menos, han modificado la intensidad con la que se manifiestan algunos aspectos de la industria del sexo, afectando de diferente manera a los diversos actores que participan de este comercio (Majuelos, 2014). No obstante, sería difícil determinar si los fenómenos vinculables a la crisis son una aislada y particular consecuencia de ella o se trata de cambios de intensidad en la manifestación de elementos constitutivos del sector a consecuencia de fluctuaciones económicas en los contextos donde se producen. Otro aspecto que esta Tesis no ha abordado específicamente se refiere a determinados segmentos del trabajo sexual, como el de las ‘escorts’ de lujo que no he contemplado en mi investigación, al igual que la prostitución de travestis o transexuales. No me he recreado en el escaso número de episodios que, de manera directa o indirecta, conozco relacionados con el tráfico o la trata, dado que los he dejado fuera de la consideración de trabajo sexual, como sugiere Maqueda (2009). En esa línea, he descartado un análisis cuantitativo de determinados aspectos del comercio sexual, que tal vez puedan ser considerados de interés para el objeto de esta investigación a futuro. A pesar de estas ausencias, la comparación con otros estudios, publicados en diferentes poblaciones o territorios del Estado, y aún en otras latitudes, muestra pautas comunes y prácticas y estrategias semejantes en los distintos actores que participan de este comercio. Tampoco las mujeres, cuya habitual movilidad les ha llevado a trabajar en diferentes ciudades y tipos de negocios, revelan diferencias significativas por la ubicación geográfica de los establecimientos; las trabajadoras suelen expresar las distinciones y preferencias en los modos de gestión y negociación de las condiciones laborales, o en su capacidad para la elección de clientes, así como en la libertad de decisión acerca los servicios que prestan. Al margen de todo ello, considero que esta Tesis suma una nueva aportación al caudal de investigaciones socio-antropológicas que se ocupan de diferentes aspectos relacionados con el trabajo sexual, tal como he indicado anteriormente, y de las que, en buena medida, dan cuenta también Solana y López (2012). Algunos temas apuntados por la presente investigación requerirán de nuevos contrastes, tanto metodológicos como contextuales, que los perfilen. En particular, los que se refieren a diferentes articulaciones de carácter social del trabajo sexual apuntadas en 459 esta Tesis. Por ejemplo, la gestión de las identidades sexuales por parte de los clientes, exigirá mayor verificación empírica. Igualmente, la endogamia relacional tal vez requiera de más aportes, tanto cualitativos como cuantitativos, para poder mostrar su semejanza o diferencias con otros sectores profesionales. También el comercio sexual, como vía de acceso al mercado matrimonial por parte de trabajadoras y clientes, exige mayores referencias procedentes de otros entornos culturales. Quizás tengamos que plantearnos un marco referencial —más general— que aborde todo ese aglomerado de fenómenos: la expresión del pluralismo sexual que los procesos de individualización han desplegado al abrigo de la modernidad, y que parece que las instituciones actuales no son capaces de gestionar sin convocar procesos estigmatizadores que tantos sufrimientos están causando. En el terreno metodológico, no estaría de más explorar respuestas a esta ausencia de la participación durante el proceso de investigación en los estudios sobre trabajo sexual. En principio, se adivina difícil de precisar y puede deberse a diferentes factores que dejan ausente la sexualidad del trabajo de campo (Nieto, 2003). O tal vez se trate de constricciones relacionadas con la posibilidad de que el mundo académico no esté exento de contaminación por los prejuicios vinculados al estigma que afecta al sector del sexo, o por la propia influencia de las campañas criminalizadoras. En definitiva, considero que la presente investigación es deudora de, y a la vez supone un aporte al, ya fructífero patrimonio de estudios socio-antropológicos que, distanciándose en mayor o menor medida de aquella visión hegemónica acerca del trabajo sexual que lo mantiene en el taxón de los problemas sociales, considera a sus protagonistas fuentes privilegiadas de información y de autoridad en las investigaciones en las que participan. Entre ellas y sin ánimo de ser exhaustivo y como reconocimiento a sus autores: De Paula (2002), Juliano (2002), Agustín (2002 y 2007), Solana (2003, 2005, 2012 y 2013), Acién y Majuelos (2003), Rodríguez y Lahbabi (2004), Holgado (2008), Acién (2009), López (2010), Solana y López (2012), etc. Este acervo permitirá, si nuevos trabajos se incorporan a él, la consolidación de una línea investigadora que mediante la comparación antropológica facilite un acercamiento 460 más atinado al trabajo sexual, en general y en nuestro país en particular, y actualice las claves interpretativas que le dan sentido. Para finalizar, procede apuntar que esta especie de recapitulación no soslaya el hecho de que a lo largo del texto se han ido incorporando, en diferentes momentos, múltiples aportes concluyentes sobre diferentes elementos, que forman parte de los objetivos de la Tesis. El carácter etnográfico que ha presidido todo el proceso de investigación ha permitido que germinen esas contribuciones que, a modo de conjunción de hitos, dotan de significación y valor científico al trabajo realizado. 461 462 REFERENCIAS 463 464 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Abellán, J. (2009). Estudio preliminar. En J. Abellán (ed.), Max Weber. La ‘objetividad’ del conocimiento en la ciencia social y en la política social (pp. 7-60). Madrid: Alianza Editorial. Abellán, J. (2010). Estudio preliminar. En J. Abellán (ed.), Max Weber. Conceptos sociológicos fundamentales (pp. 9-61). Madrid: Alianza Editorial. Acién, E. (2007). Mujeres inmigradas trabajando en la prostitución en el poniente almeriense: perspectivas de acercamiento y experiencias en el trabajo. En M. Briz y C. Garaizábal (coords.), La prostitución a debate (pp. 78-92). Madrid: Talasa. Acién, E. (2008). Migrantes y trabajo sexual: estereotipos e intervención social. En J. L. Solana, y E. 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GUÍA DE CONVERSACIÓN/ENTREVISTA A TRABAJADORAS SEXUALES 1 Indicación de fecha y lugar de la realización de la entrevista; nombre (figurado). Sugerencia de que cuente su itinerario migratorio y laboral. 2 Datos sociodemográficos y familiares en origen. El ambiente familiar y social. 3 Itinerario migratorio La decisión de emigrar. Por qué lo hizo, cómo lo hizo, con qué recursos contó. Qué deseaba dejar, qué quería obtener. Acontecimientos durante el viaje. Etapas y lugares de residencia. 4 El trabajo sexual (1)119 Por qué lo decidió, cómo lo decidió, para qué lo decidió; qué representaba en su proyecto migratorio/vital. Relación viaje-trabajo sexual. 5 Itinerario laboral (2) (Arrancar aquí sobre el itinerario de trabajo y continuar en la parte laboral de la encuesta). 6 La primera vez (3): el estigma y la culpa Quién lo sabe. Con quién lo hablas. Qué le parece. 7 Otras experiencias en el trabajo sexual ¿Se imaginó que podía trabajar en eso?, ¿fue forzada?, ¿engañada?, ¿por quién?, ¿sufrió agresiones?, ¿consumió droga?. 8 Relación con los clientes y mediadores Valoración, opinión, calificación, de los clientes. Las relaciones con los clientes 119 Los números entre paréntesis se refieren a cuestiones que se pueden tratar de manera recurrente en diferentes momentos y oportunidades durante la entrevista, o intentar que lo exprese en la recapitulación final. 510 Relación con las otras trabajadoras. Relación con los mediadores: dueños de locales, patronos, vigilantes, policía. Servicios que realiza/no realiza. ¿Disfruta con su trabajo? ¿Cómo te sientes? 9 La prostitución y la vida. El papel de la prostitución En sus relaciones sociales Con los vecinos. En sus relaciones familiares. En sus relaciones afectivas. Respecto a su sexualidad Relaciones fuera del trabajo. Relaciones sociales con los clientes 10 Balance del trabajo sexual Ventajas. Inconvenientes. Perspectivas de futuro. ¿Cree que debe ser una actividad legal? El porqué. 11 La singularidad de su trayectoria laboral: lo que opina de otras experiencias 12 Balance de la migración ¿Qué ha ganado? ¿Qué perdió en este viaje? Lo que consiguió. Lo que dejó. Lo que no obtuvo. 13 El trabajo sexual en el balance migratorio Valoración de su itinerario migratorio. Valoración de su experiencia en el trabajo sexual 14 Costos y beneficios del proyecto migratorio tal y como se ha producido. Motivos Cómo imaginaba que sería su vida aquí, y cómo ha sido. ¿Cómo piensa que será en el futuro? 15 ¿Quieres decir alguna cosa más? (Volver a sugerirle que revise su itinerario migratorio y laboral) Reintroducir estos aspectos cuando sea posible si no quedaron reflejados en su momento. (1) Sobre el Viaje Tipo de viaje que realiza (locomoción, organización, etc.). Costos del viaje. Dependencias en el viaje (financiación, relaciones, etc.). 511 Itinerarios (diversidad de itinerarios, qué tienen en común, de qué depende el itinerario que realizan/eligen). Cómo surgió, quién lo pagó, cómo fue… Acontecimientos durante el viaje (embarazos, incidencias, enfermedades, trabajo en las estancias prolongadas, etc.). (2) Recapitulación de la experiencia laboral En origen. Aquí en España. ¿Has trabajado en clubes? ¿En qué otros locales has trabajado? ¿Cómo era el trabajo en esos locales? Condiciones laborales -servicios, obligaciones y derechos- y económicas. Pautas de relación con los clientes. (3) A vueltas con la culpa y el estigma ¿Conoce alguien de su familia ese trabajo? ¿Les plantea problemas morales? ¿Cómo afecta a su sexualidad? ¿Qué relación tiene con los clientes? ¿Qué opinión le merecen? ¿Qué relación mantiene con la comunidad de su país? 512 I.B. GUÍA DE ENTREVISTA A TITULARES DE NEGOCIOS Y OTROS AGENTES 1 Identificación. Indicación de fecha, lugar y nombre (figurado). Sugerencia de que cuente cómo entró en el sector y sus funciones y cometidos. Sexo, edad, nivel de estudios. Sector laboral del que proviene. Relaciones familiares: pareja, hijos, etc. Relaciones sociales. 2 Trabajo como empresario, encargado, camarero, etc. Tiempo que lleva en el sector; forma de acceso; historia laboral. Sobre el club: régimen de tenencia, licencias que requiere. Función que realiza él. 3 Características del local Dimensiones y espacios específicos. Tipo: bar de copas, club, de plaza, otro... Régimen de las chicas y condiciones. Tarifas de los servicios. Tarifas de las consumiciones Atracciones 4 Características de los clientes Laborales, económicas, familiares, procedencia. Horarios, nivel consumo, demanda de servicios y otros requerimientos. 5 Relaciones que se establecen Con los clientes, las chicas y otros agentes. 513 I.C. GUÍA DE CONVERSACIÓN/ENTREVISTA CON CLIENTES120 1 Identificación. Indicación de fecha, lugar y nombre (figurado). Edad, estudios y otros datos sociodemográficos. Sector en el que trabaja. Categoria. Familia viva. Familia con la que convive. ¿Tiene pareja? Relaciones sociales. 2 Relación con el sexo de pago Razones por las que compra servicios sexuales. Desde cuando va (edad inicial, motivación inicial). Circunstancias en la que acude; a qué tipo de locales, motivaciones. Precios que suele pagar, frecuencia. Qué servicios prefiere/no quiere. Con quien va. 3 Relaciones e interacción Qué hace con la trabajadora: antes, durante y después del tiempo contratado. Qué hace donde va (qué cosas además de sexo). Tiene preferencias respecto de la mujer? Qué espera de la mujer. Mantiene relaciones de algún tipo fuera de los locales? Qué sabe de cada mujer con la que ha estado. 4 Concepciones morales e ideacionales Opinión sobre los diferentes agentes; actitud ante la trabajadora. ¿Tendría relaciones sociales fuera del ámbito comercial, de qué tipo? ¿Podría tenerla como amiga, como novia, como pareja? ¿Podría enamorarse de ella? 5 Socialización de su papel como cliente ¿Hablas a tus amistades de ello? ¿Quienes lo saben? ¿Qué opinan de ello? ¿Y de las prostitutas, de los clientes, de la prostitución? ¿Comparte actividad ¿Con quién? ¿Conoce a más clientes? Opiniones sobre ello de las personas de su entorno (si no lo saben) 120 Si es extranjero incorporar itinerario migratorio y laboral, similar al de las trabajadoras. 514 I.D. GUÍA DE OBSERVACIÓN DE LOCALES 1 Datos de ubicación, acceso y entorno Espacio donde se ubica. Acceso, comunicaciones y servicios. Actividades del entorno: económicas, sociales, etc. 2 Descripción física Configuración y distribución del espacio físico. Elementos del mobiliario y uso que se hace de él. ¿Existen elementos diferenciables con función explícitamente sexual? Otros no contemplados. 3 Descripción ambiental La luz y su distribución. La música: volumen, tipo, quién la pone, quién decide lo que se pone. Elementos de señalización, rutinas o normas. Otros elementos: perfumes, ambientadores. Otros no contemplados. 4 Cotejo de datos numéricos Clientes, trabajadoras, trabajadores auxiliares (nacionalidad, edad y rasgos físicos destacables). Procedencia de los clientes. Servicios y precios. Otros no contemplados. 5 Agrupamientos que se establecen Entre clientes. Entre trabajadoras. Entre ambos. Centros de atención. Otros no contemplados. 6 Relaciones de jerarquía que se observen Entre los clientes. Entre las trabajadoras. Con otros participantes. Otros no contemplados. 7 Pautas relacionales observables En la presentación. En el consumo. En la interacción. Específicos de la interacción sexual. Otros no contemplados 515 I.E. TABLA PARA REGISTRO DE OBSERVACIONES, EN LOCALES PÚBLICOS Nombre del local Tipo Localización Dueño: h/m Nº de mujeres / País de origen Servicios Precios % Para la chica Contactos Clientes % Para la chica Contactos Nº y tipo de clientes País de origen Datos de observación Datos de evolución Fechas y horas de visitas Nº de mujeres / País de origen Servicios Precios * Los cuadros sombreados se refieren a los datos obtenidos, antes de la visita y aportados por clientes, agentes sociales, trabajadoras, etc. O, en su defecto, en la primera visita. Ampliar cuantas filas se necesiten. Adjuntar plano de localización. Adjuntar croquis del local. 516 ANEXO II. RELACIÓN DE PARTICIPANTES 517 DATOS BÁSICOS DE LAS PERSONAS BIOGRAFIADAS Nº Nombre (figurado) Sexo Intervalo de edad Desempeños principales en el sector del sexo País o Región de procedencia 1 Lucas Hombre [31,40] Empresario España 2 Ximena Mujer [51,60] Empresaria América Latina 3 Delgadina Mujer [31,40] Encargada América Latina 4 Rolando Hombre [51,60] Empresario España 5 Wladimiro Hombre [61,70] Empresario España 6 Edgar Hombre [51,60] Empresario España 7 Reinaldo Hombre [31,40] Empresario España 8 Eufemia Mujer [41,50] Encargada América Latina 9 Alexandra Mujer [21,30] Trabajadora sexual Europa del Este 10 Sacramento Mujer [51,60] Trabajadora sexual América Latina 11 Jovita Mujer [31,40] Trabajadora sexual España 12 Basma Mujer [31,40] Trabajadora sexual África 13 Nadia Mujer [31,40] Trabajadora sexual Europa del Este 14 Aixa Mujer [21,30] Trabajadora sexual África 15 Olga Mujer [31,40] Trabajadora sexual Europa del Este 16 Sonia Mujer [31,40] Trabajadora sexual Europa del Este 17 Farah Mujer [[21,30] Trabajadora sexual África 18 Ginebra Mujer [31,40] Trabajadora sexual Europa del Este 19 Ania Mujer [31,40] Trabajadora sexual Europa del Este 20 Imán Mujer [31,40] Trabajadora sexual África 21 Lobna Mujer [21,30] Trabajadora sexual África 22 Pasha Mujer [31,40] Trabajadora sexual Europa del Este 23 Oleñka Mujer [21,30] Trabajadora sexual Europa del Este 24 Amal Mujer [31,40] Trabajadora sexual África 25 Salvador Hombre [51,60] Cliente España 26 Adel Hombre [[31,40] Cliente África 27 Teodoro Hombre [41,50] Cliente África 28 Alonso Hombre [41,50] Cliente España 29 Quintín Hombre [31,40] Cliente España 30 Nicolás Hombre [41,50] Cliente, traer y llevar chicas España 31 Juana Mujer [51,60] Trabajadora sexual, Encargada España 32 Yenia Mujer [41,50] Trabajadora sexual, Bailarina Europa del Este 33 Eugenia Mujer [31,40] Trabajadora sexual, Camarera Europa del Este 34 Toña Mujer [31,40] Trabajadora sexual, Encargada América Latina 35 Bernabé Hombre [31,40] Portero, encargado Europa del Este 36 Felipe Hombre [31,40] Camarero, encargado España 37 Lila Mujer [41,50] Encargada, trabajadora sexual Europa del Este 518 ANEXO III ÍNDICES DE CUADROS, FIGURAS, FOTOGRAFÍAS, GRÁFICOS, IMÁGENES, MAPAS Y TABLAS 519 III.A. ÍNDICE DE CUADROS Cuadro Título Página Cuadro nº 1 Caracterización diacrónica de los enfoques epistemológicos 29 Cuadro nº 2 Caracterización mediante tres ejes de los paradigmas básicos de investigación 30 Cuadro nº 3 Formas de intercambio en las relaciones afectivas-sexuales 75 Cuadro nº 4 Secuencia en la ejecución de la investigación 171 Cuadro nº 5 Organización del trabajo sexual por tipo de espacios en los que se desarrolla 245 520 III.B. ÍNDICE DE FIGURAS Figura Título Página Figura nº 1 Relaciones entre capítulos 20 Figura nº 2 Los tres ejes del proceso de investigación 125 Figura nº 3 Rango de la participación en la observación 132 Figura nº 4 Vínculos de parentesco entre dos trabajadoras 322 521 III.C. ÍNDICE DE FOTOGRAFÍAS Fotografías Título Página Fotografía nº 1 Trabajadora sexual en la zona de El Ingenio 220 Fotografía nº 2 Chicas apostadas en la puerta de un bar africano 223 Fotografía nº 3 Habitación en una casa de citas 228 Fotografía nº 4 Reservado en la sala principal en un club 230 Fotografía nº 5 Sala principal en un club 232 Fotografía nº 6 Club en la ciudad de Almería 233 Fotografía nº 7 Club en el polígono de Sta. Mª del Águila 234 Fotografía nº 8 Club de carretera 234 Fotografía nº 9 Autoconstrucción en un bar africano 235 Fotografía nº 10 Interior de un bar africano 236 Fotografía nº 11 Habitación privada en bar africano 236 Fotografía nº 12 Suite privada en un club 243 Fotografía nº 13 Trabajadora sexual en un club 248 Fotografía nº 14 Trabajadoras sexuales en Bayyana 260 Fotografía nº 15 Anuncio luminoso de un club en un polígono 267 Fotografía nº 16 Anuncio luminoso de un club en el centro de Almería 268 522 III.D. ÍNDICE DE GRÁFICOS Gráfico Título Página Gráfico nº 1 Municipios con mayor superficie invernada 188 Gráfico nº 2 Aporte al crecimiento poblacional. Total provincial 191 Gráfico nº 3 Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de Níjar 191 Gráfico nº 4 Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de Roquetas de Mar 192 Gráfico nº 5 Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de El Ejido 192 Gráfcio nº 6 Composición por sexo y grupos en la provincia de Almería 193 Gráfico nº 7 Composición por sexo y grupos en el municipio de Níjar 194 Gráfico nº 8 Composición por sexo y grupos en el municipio de Roquetas 194 Gráfico nº 9 Composición por sexo y grupos en el municipio de El Ejido 195 Gráfico nº 10 Extranjeros Afiliados, ocupados, a la S.S. por régimen. Provincia de Almería 197 Gráfico nº 11 Extranjeros afiliados, ocupados, a la S.S. por sexo. Provincia de Almería 197 523 III.E. ÍNDICE DE IMÁGENES Imágen Título Página Imagen nº 1 Cartel publicitario de campaña municipal 109 Imagen nº 2 Publicidad en un diario de Almería 261 Imagen nº 3 Publicidad de una casa de citas 263 Imagen nº 4 Publicidad de un club 264 Imagen nº 5 Publicidad en una web de anuncios clasificados 265 Imagen nº 6 Publicidad en una web de contactos 266 Imagen nº 7 Servicios ofertados en un anuncio 270 Imagen nº 8 Folleto publicitario de un club 289 Imagen nº 9 Bailarina ante la barra americana en una actuación 290 Imágen nº 10 Esquema de interacción en un club 302 524 III.F. ÍNDICE DE MAPAS Mapas Título Página Mapa nº 1 Geomorfología de la provincia de Almería 184 Mapa nº 2 Comarcas de mayor densidad poblacional 187 Mapa nº 3 Espacios abiertos donde se ejerce trabajo sexual en la ciudad de Almería 218 Mapa nº 4 Zonas de ubicación de clubes en la provincia de Almería 237 525 III.G. ÍNDICE DE TABLAS Tabla Título Página Tabla nº 1 Número de trabajadores sexuales por ámbito de trabajo en el territorio español 104 Tabla nº 2 Locales visitados por tipologías generales 147 Tabla nº 3 Función principal de los agentes entrevistados 149 Tabla nº 4 Procedencia de las personas entrevistadas 154 Tabla nº 5 Población empadronada en la provincia de Almería 190 Tabla nº 6 Población empadronada y porcentajes por grupos y por sexo 190 526 527