La rutina. - Tierra Firme

Transcripción

La rutina. - Tierra Firme
La rutina.
Esteban:
Todos tenemos costumbres o hábitos adquiridos de hacer algo de un modo
determinado, que no requiere reflexionar o tomar una decisión; simplemente
los hacemos. Son como esas habilidades que son únicamente producto de la
conducta, la costumbre, la tradición que están ahí metidos en las personas,
en las familias, en las sociedades que se convierte en eso, Ezequiel, que
terminamos llamando rutina.
Ezequiel:
¡La rutina! Todos tenemos una rutina, el mundo capitalista nos impone
nuestras ocho horas de trabajo e ir respetando una determinada norma, una
determinada regla. Yo por ejemplo, Esteban, me tengo que levantar todos los
días más o menos a la misma hora: seis y cuarto, seis y veinte
aproximadamente estoy arriba; hago mi devocional, tomo mi desayuno y salgo
para entrar a trabajar a mis colegios. Así que tengo mi rutina. Tengo mi primer
recreo a las nueve; tengo el segundo recreo a las once y veinte. Es decir, todos
tenemos una rutina y no solo eso sino que a lo largo de la vida vamos
respetando distintas rutinas: cuando era estudiante tenía un tipo de rutina
determinada, después cuando fui creciendo y tuve mis primeros trabajos
también tuve otro tipo de rutina. Antes viajaba en colectivo, ahora viajo en
auto. Pero básicamente hay cosas que siempre repetimos y que la sociedad
nos va imponiendo también: tengo que llegar al fin de semana para poder
descansar, siempre esperando, “vamos hoy es viernes falta menos”. Es decir,
este tipo de cosas que de alguna manera forman parte de nuestra vida
cotidiana.
Esteban:
Pero que también, mas allá de convertirse en algo que pueda llegar a ser
monótono y hasta asociarlo con algo aburrido, necesarias para poder sostener
nuestras vidas en condiciones. Porque, ¿quién no ha aprendido, por ejemplo,
la rutina de lavarse los dientes todos los días?
Ezequiel:
Por supuesto. Y tratamos de inculcarle a nuestros hijos las rutinas, las rutinas
básicas. A mi hijo mayor le inculcamos la rutina, por ejemplo, de llegar del
colegio, intentar hacer la cama, hacer los deberes antes de ponerse a mirar
televisión, a jugar o lo que fuera, porque entendemos que las rutinas también
son buenas porque básicamente entrañan disciplina.
Esteban:
Claro. Por ejemplo ahí está el ejercicio físico, y el que quiera desarrollar y
cultivar la aptitud física, la salud o el bienestar en este sentido, tiene que
adquirir rutinas de ejercicios, de cuánto tiempo da para cada uno de ellos...
En fin, todo ello también implica algo positivo en este sentido.
Ezequiel:
La gente que padece, por ejemplo, enfermedades crónicas tiene que respetar
siempre la misma rutina.
Esteban:
Toman medicamentos.
Ezequiel:
Exactamente. La rutina tiene algo necesario para ordenar la vida.
Esteban:
Por ejemplo las comidas.
Ezequiel:
Por ejemplo. Nosotros sabemos que a nuestro hijo no lo podemos hacer ir a
dormir a cualquier hora porque le hace mal, porque le genera ciertos
trastornos, porque le genera ciertas cosas que son negativas para él. Entonces
siempre a determinada hora tienen que estar durmiendo. Y esas rutinas son
necesarias, y hay muchas rutinas que nosotros necesitamos para poder
avanzar en la vida.
Esteban:
Para el bienestar, seguro.
Ezequiel:
Exactamente. Hay veces que uno dice “no, no hay que dejarse ganar por la
rutina”. Creo que en un punto por supuesto está bien, pero también nuestras
rutinas son necesarias, implican de alguna manera doblegar ciertas cosas
negativas que venían en uno. Es decir, si fuera por mí me levantaría todos los
días a las diez de la mañana; pero sin embargo, la rutina implica tener que
levantarse a determinada hora para aprovechar bien el día y para hacer todo
lo que tiene que hacer.
Esteban:
Estamos hablando que se asocia mucho con la palabra disciplina también
entonces; porque tengo que ajustar esa rutina a determinada manera de
actuar.
Ezequiel:
Definitivamente. La rutina entraña disciplina siempre, y por eso está bueno
que por lo menos en algún momento de nuestras vidas tengamos que cumplir
con una determinada rutina, porque nos enseña muchísimo. Nos enseña que
hay cosas que hay que hacerlas aunque nos falte la voluntad, nos devuelve la
rutina, también forma parte de la cultura del trabajo. Por supuesto que la
rutina también nos puede matar; puede ser agobiante. Recuerdo siempre
hablar con gente que se jubila después de mucho tiempo de estar haciendo
algo y de estar cumpliendo una rutina y todos transmiten lo mismo: la
sensación de llegar, sentarse en su casa y decir “¿y ahora qué?”.
Esteban:
“¿Y ahora qué hago?”
Ezequiel:
“¿Cómo sigo?”. Porque hasta el cuerpo está adaptado a esas rutinas, a cumplir
siempre lo mismo.
Esteban:
Y estaban tan programados para seguirla que no saben qué pensar más allá
de una rutina.
Ezequiel:
Exactamente. Hay gente que no tiene nada que hacer pero se levanta todos
los días a las cinco y media de la mañana porque hace veinte años que se
viene levantando a esa hora. Mi hijo se levanta todos los días a la siete y
media, ocho de la mañana para ir al colegio, y aun cuando está de vacaciones
sigue haciendo lo mismo porque la rutina se va imponiendo, se va instalando.
También la rutina llega un momento que nos puede hacer odiar, que puede
hacer que odiemos hasta las cosas que más nos gustan. Yo tengo un amigo
que es futbolista profesional, y llega un momento que la rutina hace que algo
que puede amar tanto como el fútbol, de repente termina generándole no
odio, pero sí cierto rechazo porque lo tiene que hacer por obligación. Yo que
soy profesor de literatura y sé que muchas veces los chicos odian los libros
porque la escuela les impone la lectura de esos libros, es decir, les intentan
imponer la rutina de la lectura. Y hay una resistencia frente a todo lo que sea
obligatorio. Creo que parte de la adultez es asumir también que hay rutinas
que hay en la vida y que si no las respetamos o si no nos imponemos a ciertas
disciplinas, no vamos a poder avanzar, no vamos a poder crecer.
Esteban:
Lo que nos va marcando entonces esa tensión que hay entre lo que es el
desarrollo y crecimiento a través de esa rutina, y el estancarnos porque se nos
vuelve algo aburrido. Hay que aceptar esa dinámica y poder establecer los
límites apropiados para que no nos vayamos a un extremo o a otro.
Ezequiel:
Creo definitivamente que la rutina tiene un punto positivo y un punto negativo:
que en un punto es necesaria y en un punto hay que saber sobrellevarla. Creo
también que muchas veces la rutina atañe comodidad, es decir, muchas veces
hacer siempre lo mismo...
Esteban:
Nos acostumbramos...
Ezequiel:
Exactamente, es más cómodo que no hacerlo. A mí, por ejemplo, me cuesta
cambiar de un trabajo a otro. ¿Por qué? Porque me voy acostumbrando a la
rutina, que no es solamente rutina levantarse temprano; es tener los mismos
compañeros, es hacer las mismas preguntas que tiene que hacer, es conocer
al otro y saber cuando está enojado, cuando está de buen humor, cuando está
de mal humor. Es poder, en mi caso que soy docente, dar temas con los que
uno se siente cómodo dándolos, es no tener que preparar material porque uno
ya lo preparó y lo va acomodando y ya lo va guardando. Es decir, implica
también mucha comodidad.
Esteban:
Da seguridad también, por cómo lo estás diciendo, en ese sentido.
Ezequiel:
!Sí! Absolutamente. Yo creo que nos da seguridad y creo también que gente
más afecta a cumplir la rutina. Hay gente que es terriblemente rutinaria (todos
conocemos gente) que no se puede pasar de determinada hora para almorzar,
para cenar, que siempre se va a dormir a determinada hora, que ni siquiera
en vacaciones altera su rutina, sus usos. Y hay gente es totalmente
desprendida en esto, no tiene ningún tipo de orden; y creo que ahí están
representados dos extremos, que como siempre son extremos negativos. Uno
no puede vivir en el caos absoluto de hacer siempre lo que a uno le parece
mejor porque uno vive en una comunidad; uno tiene que respetar a su familia,
tiene que trasmitirle ciertos tiempos y ciertos espacios a su familia que hay
que de alguna manera honrar. Y por otro lado uno tampoco puede vivir en una
estructura que no le permite disfrutar de los que significa a veces salirse de
eso y buscar cosas nuevas.
Esteban:
Bueno, ahí esta la tensión entonces. Hacemos una pausa en la charla con
Ezequiel Dellutri. Estamos mirando la rutina, qué lugar ocupa en nuestras vidas
y cómo debemos tratarlas para que, en definitiva, resulte algo positivo que
nos ayude a proseguir con el crecimiento y el desarrollo de nosotros como
personas. Ya volvemos aquí en Tierra Firme.
PAUSA
Esteban:
¿Ha podido ir identificando sus rutinas, esos hábitos, costumbres, esas
conductas que vamos haciendo casi que automáticamente? Nos ponemos en
piloto automático y podemos marchar solos, al punto que a veces me he
hallado manejando el trayecto de casa hasta el trabajo, y cuando me doy
cuenta aparezco en la puerta de casa o del trabajo, tanto al ir como al volver,
y uno no se dio mucho cuenta de cómo llegó hasta ahí; simplemente siguió el
camino.
Ezequiel:
Creo que eso, a los que manejamos, que conducimos un auto, nos pasa con
frecuencia y da mucho miedo pensar “no sé en qué estado estaba o en que
estaba pensando cuando cruce determinada avenida”. Sí, definitivamente creo
que son cosas propias de la rutina, de los manejos rutinarios; a mí me ha
pasado infinidad de veces. Uno la rutina lo automatiza así como al manejar el
auto no está pensando cuándo pone en primera, segunda, tercera, porque lo
ha automatizado. Cuando ando en bicicleta no pienso como mantener el
equilibrio porque lo hago automáticamente. Me parece que exactamente lo
mismo sucede con respecto a las rutinas que incorporamos a nuestra vida.
Ahora, hay cosas que están perfectamente bien que automaticemos, que el
cerebro automatice; por ejemplo, poder manejar. Si yo tengo que estar
pensando si puse primera, si puse tercera, sería un caos manejando cuando
estoy en la calle porque demoraría mucho en hacer todo, y por otro lado
tampoco podría frenar a tiempo porque para los que manejamos el frenar es
un acto que hacemos sin pensar (simplemente uno siente que tiene que
hacerlo y lo hace). Ahora, hay cosas que no podemos automatizar en la vida.
Esteban:
No. Que no podemos andar en piloto automático. Es verdad.
Ezequiel:
Exactamente. Y sin embargo, ¿cuántas veces lo hacemos? Los afectos, cultivar
los afectos no es una cosa que podamos hacer automáticamente. Una persona
necesita que yo le dedique tiempo. Yo no puedo decirle “bueno a ver, en esta
semana tengo de tal hora a tal hora para estar con mi hijo”. Yo no puedo
encauzar dentro de algo tan predecible situaciones que en realidad no puedo
exactamente tabular ni saber cómo van a resultar. Entonces siempre
valoramos a las personas que están siempre, que no nos dejan en ningún
momento; y creo precisamente lo hacemos porque tienen esa capacidad de
salirse de lo que está establecido para decir “a pesar de que tengo otros
compromisos otras cosas que hacer, valoro más estar acá”. Las relaciones
interpersonales son cosas que van como a contramano de la rutina.
Esteban:
Claro. Porque necesitan otro tipo de acercamiento que entienda lo que el otro
está sintiendo, qué le está pasando, y tengo que responder a ellos fuera de
mis hábitos y costumbres.
Ezequiel:
Exactamente, exactamente. ¿Cuántas veces nos pasó que de repente llegamos
a casa cansados, nos llama a un amigo, nos cuenta algo y uno dice ”¿qué
hago?, yo quiero seguir descansando”? Pero me doy cuenta que mi amigo
necesita que vaya, que lo vea, que le de un abrazo, que lo escuche o lo que
fuera. Cuando uno logra romper eso, logra trascender a la rutina. Y la rutina
nos acomoda, nos ayuda en muchísimos aspectos. Yo por lo menos soy una
persona que valora la rutina desde el punto de vista que le da orden a mi vida,
y siento que es importante tener orden para poder aprovechar bien el tiempo
que tenemos. Eso por un lado, pero por otro lado siento que también la rutina
nos encierra si no tenemos la capacidad de superar las estructuras; porque las
rutinas finalmente es eso, es una estructura que vamos armando. Ni hablar,
Esteban, con respecto a nuestra vida espiritual. La rutina es una de las cosas,
el enfriarnos.
Esteban:
El hacer las cosas automáticamente.
Ezequiel:
Exactamente. Sigo yendo a la iglesia, sigo orando, sigo leyendo la Biblia, sigo
intentando ser un buen cristiano, pero sin embargo puse el piloto automático,
es decir, no estoy pensando, reflexionando sobre lo que estoy haciendo. No
estoy de alguna manera sacándole el jugo a cada una de las cosas que Dios
me está presentando.
Esteban:
No estoy ahondando en las cosas espirituales sino simplemente me quedo en
la superficie.
Ezequiel:
Exactamente. Entonces voy a la iglesia y escucho el sermón, sin embargo no
saco absolutamente nada de él. Yo siempre digo lo mismo: cada sermón que
dan nuestros pastores es una oportunidad que tenemos de ser desafiados por
Dios. Pero si yo voy a la iglesia rutinariamente, si canto rutinariamente...
¿Cuánto nos pasa que pasan las canciones y vamos cantando, cantando,
cantando, y es una rutina? Los que conducen la alabanza dicen ”hay que
pensar en lo que estamos cantando”, y es un llamado a decir “no lo hagamos
rutinariamente”. Porque todos los domingos vengo acá, me siento y canto;
tiene que ser la manifestación de una realidad interior, de algo que me está
pasando por dentro.
Esteban:
Todo lo contrario a la rutina, hay fertilidad, crecimiento, hay todo un
movimiento que nos hace salir de todo ese molde y extendernos hacia otros
ambientes.
Ezequiel:
Exactamente. Lo mismo con el devocional; es algo rutinario.
Esteban:
Si. Porque requiere una disciplina para hacer las cosas.
Ezequiel:
Exactamente. Y es una de las disciplinas espirituales más importantes que
podamos tener. Creo que una de las cosas que se incentivan en cualquier
cristiano que se acerca por primera vez a una iglesia es el devocional y la
oración como parte de las disciplinas diarias que tenemos que tener. Y en esto
no hay nadie que no pueda estar de acuerdo. Yo tengo, como tenemos todos
los cristianos, la rutina del devocional incorporada a la rutina general de mi
vida. Pero hay un momento donde yo me doy cuenta que lo estoy haciendo
para cumplir, para tachar el casillero en la agenda que dice devocional. Y ahí
es donde empezamos a desvirtuar lo que verdaderamente es el devocional,
que es un encuentro con una persona, es el encuentro con la persona de Dios
manifestado por intermedio de la Biblia y de la oración. Entonces cuando yo
empiezo a completar el casillero para sacármelo de alguna manera de encima,
estoy perdiéndome la capacidad de generar esa interacción que necesito. Es
como el ejemplo que hablábamos recién: si yo le digo a mi hijo ”mirá, a la
mañana nos vamos a levantar y vamos a hablar veinte minutos todos los días
de cualquier tema” y eso se lo impongo, va a llegar un momento que vamos
a empezar a perder naturalidad, no vamos a saber de qué hablar ¿Por qué?
Porque estamos dejándonos ganar por la rutina. Nosotros tenemos que
comunicarnos con Dios todos los días, y generalmente lo hacemos en el mismo
horario y está muy bien. Pero no tenemos que dejarnos ganar por la rutina.
Yo siempre tengo mis trucos, por decirlo de alguna manera, para no dejarme
ganar por la rutina. Por ejemplo...
Esteban:
Dentro de las cosas que tenés que hacer, le agregues ese plus que le de sabor,
la pimienta necesaria para estimularte.
Ezequiel:
Exactamente. Hoy voy subrayar el pasaje que más me llama la atención o que
más me tocó o que mas me impacta; o cambiar de horario con respecto al
devocional: ¿lo estoy haciendo en la mañana? Voy a empezar a hacerlo a la
noche, o cambiar de libros o ir matizando. Pero de alguna manera tenemos
que pelear contra eso. Igual que cuando vamos a la iglesia tenemos que pelear
para estar atentos, para crecer, para escuchar lo que se nos está diciendo.
Yo no lo digo desde la superación; lo digo desde la persona que encara
estas rutinas espirituales todos los días con mucha dificultad, y muchas veces
me cuesta. Y muchas veces me siento a pensar qué difícil es mantener estas
rutinas activas y vivas. Porque leer la Biblia es fácil; lo difícil es mantener un
diálogo con Dios, que eso tenemos que buscar al leer la Biblia. Que difícil es
mantener un diálogo con Dios todos lo días hasta que tenga setenta, setenta
y cinco, ochenta y cinco años o la edad que sea cuando Dios me lleve.
Esteban:
Claro.
Ezequiel:
¡Es difícil! No es fácil. Pero tenernos que trabajar para eso, tenemos que
trabajar para no solidificar algo que en realidad tiene que estar en constante
movimiento, tiene que estar constantemente permeándome. Otra de las
cosas que hacemos cuando volvemos rutina nuestro devocional y nuestro
acercamiento a Dios, es pensar “esto es para el otro, no es para mí”, y ese es
el momento donde también estoy poniendo un mecanismo rutinario en
funcionamiento que impide la revisión interior. La palabra de Dios es como un
espejo que revela quién yo soy, y muchas veces, la mayoría de las veces, lo
que veo del otro lado es algo que no me gusta, que no me satisface, porque
nos estamos comparando con Dios que es santo, santo, santo. Esto lo explica
Sproul muy bien en su libro “La santidad de Dios”, donde habla de cómo se
siente Isaías cuando se enfrenta a la visión de Dios. Y entonces él, a pesar de
que era una persona honorable y reconocida por sus pares, se siente un
miserable, porque se está comparando a Dios.
Esteban:
El estándar supremo.
Ezequiel:
Exactamente. Ahora, Dios no quiere que nos sintamos miserables, sino quiere
que veamos quienes somos para poder a partir de ahí crecer. Cuando yo me
dejo ganar por la rutina espiritual empiezan a pasarme estas cosas. Entonces
yo recuerdo que en algún momento tenía un cronograma de lectura de la
Biblia: “hoy leo esto, mañana esto”, y todo armado por dos o tres meses. Una
lista de oración con...
Esteban:
Un montón de nombres.
Ezequiel:
… Treinta, cuarenta temas de oración, y hubo un momento que tuve que dejar
de hacerlo. ¿Por qué? Porque mi oración era leer una lista de peticiones y
agradecimientos a Dios sin pasarlas por la cabeza. Ahora, yo no me siento con
una persona y le leo la lista. Por supuesto que es bueno tener una lista para
acordarse de las cosas, no estoy en contra de esto; pero no tenemos que dejar
que el método nos gane.
Esteban:
Y evitar la relación.
Ezequiel:
Exactamente. Es un diálogo con Dios lo que estoy teniendo, y hay que ir
cambiando las formas, los métodos, los horarios. ¿Para qué? Para siempre
mantener viva esa relación y ese vínculo. Y pensar, pensar siempre por qué
hago las cosas, pensar por qué estoy en la iglesia, pensar por qué esta mañana
abrí la Biblia, qué me mueve a hacer esto. Se dice en Apocalipsis que “se
pierde el primer amor”. ¿Qué es perder el primer amor? Es dejarnos ganar por
la rutina. Una vez escuché tristemente a una gente que tenía un matrimonio
y ese matrimonio se separó, y ¿qué paso? “Nos ganó la rutina”.
Esteban:
El aburrimiento.
Ezequiel:
Exactamente. Terminamos aburriéndonos de estar juntos. Entonces, ¿qué se
recomienda siempre a los matrimonios? Que busquen hacer cosas nuevas,
hagan cosas distintas, intenten ganarle a la rutina. Bueno, con Dios, en
nuestra relación con Dios tenemos que hacer lo mismo, tenemos que pelear
por ganarle a la rutina. Tenemos que intentar que nuestra relación con Dios
sea una relación viva y profunda, y la única forma de hacerlo es tener presente
que tengo que trabajar para eso. La rutina implica, como decíamos recién,
comodidad, y nada peor en una relación interpersonal que la comodidad.
Cuando yo estoy cómodo todo el tiempo con la otra persona, cuando no hay
confrontación, entramos en un momento de “chatura” absoluta. Entonces, la
confrontación, el diálogo con Dios, el hablar, el orar, implica que la relación se
está moviendo; nuestra relación con Dios tiene que estar en constante
movimiento, porque el crecimiento es movimiento.
Esteban:
Gran desafío para todos entonces. Ahí esta lo que podemos hacer con nuestras
vidas.
Ezequiel:
Yo creo que gran desafío es intentar ser más grande que la rutina, respetando
al mismo tiempo una rutina que tiene que estar. Hay cosas que definitivamente
tenemos que hacer: orar, ir a la iglesia, alabar a Dios. Pero tenemos que
hacerlo con un determinado corazón y con un determinado perfil. Son
disciplinas tal vez más que rutinas: las disciplinas hay que mantenerlas vivas
para que cumplan un fin, porque las disciplinas no pueden ser un fin en sí
mismo; la rutina no puede ser un fin en sí mismo. Tenemos que pelear para
tener relaciones con Dios vivas y verdaderas.

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