Carta de Susana Chillida Estimados amigos: Gracias por participar
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Carta de Susana Chillida Estimados amigos: Gracias por participar
Carta de Susana Chillida Estimados amigos: Gracias por participar en el Seminario-homenaje a Eduardo Chillida “Al alba conocí la obra”. Quiero compartir con vosotros un último “regalo” -en el sentido que hacía Chillida de la palabra- como algo que no se busca y sin embargo aparece fortuitamente para completar lo cuidadosamente planeado y buscado. Este “regalo” nos ha sido dado al conjunto de personas que convertimos Chillida Leku en un lugar vivo y abierto durante esos dos días: nosotros, y quienes desde la sombra hicieron posible el encuentro. A la mañana siguiente -y quizás con las palabras de Chillida que lanzamos al viento aún revoloteando por el cielo-, encontré un petirrojo-txantxangorri posado en el suelo de modo inusual, completamente inmóvil. Recogido sobre sí mismo, de cara a las campas y a las esculturas esparcidas por el lugar, parecía muerto. Sí. Muerto. Dudé. Sufrí. No hubiera sabido cómo interpretar la muerte de un pájaro ante mis ojos, especialmente en un día como aquél. Pero el pájaro revivió. Pusimos agua a su alcance. Yo le fotografiaba con respeto. A los 10 minutos abrió los ojos. Seguía quieto. Yo continué fotografiándole durante 10 minutos más con respeto. Y finalmente emprendió el vuelo y se posó en un árbol. Allí mismo, en Chillida Leku. ¿Tuvo que recobrar energías o se cuadró ante lo inefable? Preguntas sin respuesta. Lo que es cierto es que a pesar de haber fotografiado muchos pájaros –quietos y al vuelo- para mi proyecto “el gato y el pájaro”, jamás ninguno había posado de tal modo para mí. Lo siento como un “regalo”, al igual que el alba del primer día con la salida del sol entre Peñas de Aya y el Larrún. Todo para nosotros. Y para Chillida. Quiero deciros también, que las expectativas de Ana Mª Rabe, de Ricardo Pinilla, de mi familia y las mías propias, aún siendo de confianza, han sido rebasadas ampliamente gracias a la calidad de vuestra participación. Mi única pena es no haber tenido tiempo de conoceros mejor. Algunos quizás no sabéis que, después de la cálida despedida de muchos de nosotros, se formó una especie de alianza entre los que quedábamos. Hubo ideas lanzadas al aire sobre lo que cada uno de nosotros querríamos e igual podríamos hacer por intentar revivir el museo. Se habló de una posible Asociación de Amigos de Chillida Leku, se habló de redes sociales, de recoger firmas, de reuniones en el Peine del Viento… Desde aquí os invito a que mantengamos el contacto. Si quien así lo desee nos hace partícipes a los demás de sus ideas, posibilidades, habilidades y disponibilidad, quizás podamos hacer algo juntos. Contáis conmigo aunque, como sabéis, “el gato y el pájaro” -en forma de libro y de película- me espera y quiero tener algo listo antes del décimo aniversario de la muerte de mi padre, el próximo 19 de Agosto. Además de las fotos de los dos “regalos”, incluyo en la Web del museo, un recuerdo de dos personas que sin estar físicamente entre nosotros esos días forman parte integral del lugar: Joakin Goikoetxea, el jardinero amigo de mi padre -llegado ese mismo día del hospital-, y Pilar Belzunce, mi madre, posando conmigo junto a algunas de las flores preciosas que nos enviaron Ricardo y Ana a casa en memoria de tan feliz encuentro. Incluyo asimismo las palabras de Chillida que quisieron quedar en su lugar. Además, encontraréis en la Web el poema de San Juan de la Cruz “Coplas hechas en un éxtasis de harta contemplación”, las estrofas del “Txoria txori” de Mikel Laboa que cantamos juntos, los versos de Chillida a Euskal Herria, y algunas de sus “Preguntas” con su peculiar caligrafía. Ha sido un placer ver cómo nos atrevíamos a hablar de cosas hermosas como el espacio, el tiempo, la materia, la gravedad, los límites e incluso el espíritu… en esa especie de catedral moderna que es Chillida Leku. Un saludo afectuoso a todos. Susana Chillida [email protected] Carta de Ricardo Pinilla Queridos amigos y amigas: Hay cosas que, una vez ocurridas, uno va recordando y comprueba con el tiempo la relevancia o la hondura que supusieron en su vida. Otras veces, éstas mucho menos numerosas, se posee ese sentimiento en el mismo presente, en el momento en el que se va desplegando una experiencia, un encuentro… Sin duda este fue el caso para mí de los dos días transcurridos en Chillida Leku con motivo del Seminario-Homenaje a Chillida “Al alba conocí la obra”. Para mí, y creo que para todos los que allí nos encontramos. Tanto el lugar, el motivo del encuentro, así como la pasión y el interés que nos suscitaba a Susana, Ana y a mí a realizar este proyecto, sentaban las bases para un encuentro al menos honesto y entregado a la reflexión, disfrute y poesía que la obra de Chillida regala. Con todo, y habiendo altas expectativas, se superaron con creces todas esas previsiones, sobre todo en lo que toca a lo más importante, que no era otra cosa que hacer un homenaje… un homenaje, como nos enseñó Chillida, con atención a la persona y obra recordada, pero aportando desde cada uno de nosotros algo que antes no estaba presente, renaciendo un poco con el mismo acto del homenaje, y lanzando al futuro nuevos e ilusionantes proyectos. Y no cabe duda, de que todo eso no habría sido ni lo mismo, ni acaso posible, sin vuestra respuesta, ya desde el principio de la convocatoria (el aforo se completaba en pocos días) y luego con la compañía y participación de cada uno de vosotros, con vuestro interés y cordialidad apasionada, con vuestra entrega e implicación sincera. Conforme avanzó el seminario y sobre todo al final tuve el placer de iros conociendo a algunos de vosotros y conversar; y aun me quedé con ganas de haberos conocido más. Fuisteis un grupo de lujo y de gran riqueza, desde personas que habían conocido y colaborado con Chillida (como Sebastián Aguirretxe), profesores de universidad y buenos conocedores de Chillida (como nuestro querido e imprescindible Eduardo Chamorro o Josemari Ruíz Urchegui), a jóvenes estudiantes y doctorandos, algunos venidos de lejos. Allí también había artistas, poetas, arquitectos, economistas, y sobre todo, personas que querían a Chillida. En vuestras diversas procedencias, edades, formaciones, trayectorias vitales, a todos nos unía ese “querer” a Chillida que nos enseña a entrelazar lo diferente sin igualarlo, como ese fabuloso coro improvisado (increíble); ese querer que además siempre estimula a la pegunta honesta, una de las claves de toda ciencia y arte que haya de merecer la pena. Por eso, si comenzaba agradeciendo vuestra asistencia, ahora os reafirmo esas gracias de corazón, unas gracias que quieren ir más allá de la mera formalidad; pues entre todos se consiguió provocar esos días algo muy especial, algo que estuvo, como se suele decir, a la altura, yo matizaría: que pudo entrar en diálogo con la medida que merece un hombre como Eduardo Chillida y su legado. Un legado lleno para llenarnos, también cóncavo, como a él le gustaba, para dar cabida a todos, cada uno con su voz, con su raíz y sus horizontes y miras, horizontes y raíces que pueden siempre ser compartidos y así, engrandecerse. Lo sucedido esos días también fuera del seminario, el apoyo incondicional de todos los implicados, la acogida entrañable de la familia Chillida (atardecía en la Concha, y Dña Pilar Belzunce irradiaba como esa flor que el segundo día nos la hizo presente en Zabalaga), la visita inolvidable de la casa y el estudio de Eduardo Chillida Belzunce, con una obra increíble, junto a su esposa Susana Álvarez, todo eso fueron más que regalos. Gracias a todos los que bajo la tutela e iniciativa de Susana Chillida hicisteis posible todo esto (Ignacio, Jose Mari, Virginia, Albert, Estela, Cristina, Luis…); desde aquí también agradezco en voz alta a mis más cercanos compañeros de esta travesía: a Susana, sin cuyo ánimo e imprescindible aportación, su mirada siempre creativa, no podría imaginarme este encuentro, encuentro que supiste ver también, Susana, en ese amanecer y en ese sabio petirrojo; y gracias a Ana María Rabe por tanto, entre otras cosas en plena fase de ideación, nos brindaste con lucidez toda la estructura del seminario, sus temas, su título, y esa preciosa idea de las palabras al viento, como los pájaros, que quieren ser una simbólica solicitud a esas palabras para Chillida que Susana nos propuso impulsar; una bella idea que unirá lo sucedido con la conmemoración, en 2012, de los diez años de la partida de Eduardo Chillida. Desde ese seminario del 99, y ahora de modo patente, comprobamos, Ana, que con Chillida el derecho a soñar no es ningún obstáculo para la acción… lo soñado con él se hace más que real, y nos seguirá invitando a mirar al horizonte. ¡Gracias a todos! y, sólo hasta luego, pues quedamos en contacto para lo que queráis o necesitéis (web, correo, o in situ en la Universidad de Comillas) y os espero si es posible al año que viene de nuevo en ese lugar de paz y encuentro que es Chillida Leku. Un abrazo Ricardo Pinilla [email protected] Carta de Ana Mª Rabe Saludo cordial a todos los que habéis hecho posible este encuentro tan especial: También yo os quiero agradecer a todos los que nos habéis apoyado en la preparación y la organización del seminario-homenaje a Chillida, todos los que habéis contribuido con vuestra confianza e ilusión, vuestro interés, cariño y empeño a que este evento que habíamos ideado e “hilado” Susana, Ricardo y yo en nuestra imaginación se convirtiera en un sueño de verdad, cuyas alas ya no se pueden cortar, que seguirá volando y desplegándose dondequiera decida posar y descansar. Me sumo al agradecimiento de Susana y Ricardo, y aunque no repita los nombres que ya han aparecido en las cartas que me anteceden, ni añada otros en los que estoy pensando también, sabéis que os incluimos a todos los que habéis participado en este evento de una manera u otra, en los meses y las semanas previas, con toda vuestra buena disposición, ayuda y vuestro apoyo desinteresado, así como en los dos días del seminario en los que hicisteis posible con vuestra participación, ilusión y entrega que entre todos descubriéramos “al alba” algo que nos une a todos los que hemos estado y seguimos cerca de la obra y gran humanidad de Chillida. El homenaje-seminario que, como ocurre con todo en la vida, ya se ha convertido en recuerdo (que no por ello en pasado) –un recuerdo, en este caso, con alas inmensas que alcanzan lugares tan lejanos como cercanos y abrazan tiempos presentes sin distinción– está íntimamente ligado en mi memoria a dos momentos para mí claves: una voz y una mirada de dos figuras imprescindibles, Eduardo Chillida y Pilar Belzunce. No me cabe ninguna duda de que compartimos los tres, Susana, Ricardo y yo –y seguro que muchos de vosotros, tal vez todos– el mismo sentimiento: el que ellos dos han estado todo el tiempo presentes; han sido tan imprescindibles para el alma del seminario como el clavijero y el puente de una guitarra entre los que se extienden las cuerdas y sin los cuales no pueden vibrar ni cantar. En mi espíritu y mi corazón, el espacio de la obra que Chillida descubrió al alba, así como del seminario que ha querido rendirle homenaje al maestro buscando y siguiendo las huellas de su descubrimiento, se despliega y florece entre la cálida, sabia voz de Eduardo Chillida, tal y como la guardo en mí desde aquel encuentro memorable en Zabalaga, en noviembre de 1998, junto con Ricardo y Luis, y los tiernos y generosos ojos de Dña Pilar Belzunce, que nos recibieron a Susana, Ricardo y a mí con ese brillo fulgurante, tan suyo, en medio de una maravillosa puesta de sol que se extendía sobre la Mar y La Concha. Abajo, al pie del monte, estaban ellas tres, peinando un viento que estaría enviando en esos momentos nuestros globos con palabras del querido maestro a paraderos desconocidos. Me imagino la voz llegando y fundiéndose con las olas: No vi el viento Vi moverse las nubes. No vi el tiempo Vi caerse las hojas. Quiero soñar aquellos poemas volátiles abrazados por las ramas de un árbol, recogidos por manos abiertas, receptivas, y leídos con ojos de asombro ante la pregunta: ¿No es el viento un espacio de tiempo y aromas? Gracias, maestro, por habernos enseñado a sentir esos aromas, a dejarnos llevar por el viento, por habernos regalado tanto. 100 aves soñadoras salieron de tu hogar, en busca de un lugar, un corazón donde habitar. 100 palabras volverán el año que viene, de muchos lugares, muchos corazones. ¿Quién quiere a Chillida? Nosotros. Gracias, Susana, por todo ese amor que eres capaz de sentir, transmitir, que nos das, por tu pasión contagiosa, tu gran sensibilidad. Gracias, Ricardo, por tu sabiduría, tu confianza, tu siempre tan enriquecedora presencia y colaboración. A los dos por vuestra fiel amistad. Gracias a toda la familia Chillida, que llevo en mi corazón. Gracias al “equipo” imprescindible de Chillida Leku, que ha sido y es mucho más que un equipo: habéis sido un verdadero grupo de amigos. Gracias a todos los participantes, que también consideramos ya amigos. Gracias por vuestra ilusión, vuestra feliz disposición de compartir ideas, sentimientos, percepciones y sueños. ¡Hasta pronto, agur! Ana María Rabe anamariarabe@udk-‐berlin.de