Magdalena Abakanowicz
Transcripción
Magdalena Abakanowicz
Magdalena Abakanowicz Magdalena Abakanowicz EXPOSICIÓN CONSEJO RECTOR DEL IVAM IVAM INSTITUT VALENCIÀ D’ART MODERN Comisarias Consuelo Císcar Marga Paz Presidente de Honor Francisco Camps Ortiz Molt Honorable President de la Generalitat Dirección Consuelo Císcar Casabán Coordinación Teresa Millet Presidenta Trinidad Miró Mira Consellera de Cultura y Deporte de la Generalitat CATÁLOGO Producción IVAM Institut Valencià d’Art Modern, Valencia 2008 Traducciones Jaime Blasco Mike Guggenheimer Eduard Marco Diseño El vivero. Florencia Grassi Coordinación Tf. Editores Preimpresión Cromotex Impresión Tf. Artes Gráficas Comunicación y Desarrollo Encarna Jiménez Vicepresidenta Consuelo Císcar Casabán Directora Gerente del IVAM Gestión Interna Joan Bria Secretario Carlos Alberto Precioso Estiguín Económico-Administrativo Juan Carlos Lledó Vocales Ricardo Bellveser Francisco Calvo Serraller Felipe Garín Llombart Ángel Kalenberg Tomàs Llorens Luis Lobón Martín José M.ª Lozano Velasco Rafael Jorge Miró Pascual Paz Olmos Peris Jefe de Gabinete Guillermo Calvo Directores honorarios Tomàs Llorens Serra Carmen Alborch Bataller J. F. Yvars Juan Manuel Bonet Kosme de Barañano Encuadernación Ramos © IVAM Institut Valencià d’Art Modern, Valencia 2008 © de los textos, Consuelo Císcar, Marga Paz, Magdalena Abakanowicz PATROCINADORES DEL IVAM Fotografías IVAM: Juan García Rosell Magdalena Abakanowicz © Artur Starewicz Dirk Bakker Jan Kosmowski Jahn Nordahl Courtesy Marlborough Gallery © Magdalena Abakanowicz, courtesy Marlborough Gallery, New York Patrocinadores Guillermo Caballero de Luján La Imprenta Comunicación Gráfica, S. L. Telefónica Blanco y Negro Profesional, S. L. Colegio Oficial de Arquitectos de la C. V. Ediciones Cybermonde, S. L. Grupo Fomento Urbano Pamesa Cerámica, S. L. Medi Valencia, S. L. – Casas de San José, S. L. Ausbanc Empresas Keraben Pavycor, S. A. Iniciativas Inmobiliarias Ferrobus, S. A. LaGráfica, integral de servicios gráficos, S. L. ISBN: 978-84-4824-998-4 Depósito legal: M-35345-2008 Área Técnico-Artística Raquel Gutiérrez Patrocinador Principal Bancaja Acción Exterior Raquel Gutiérrez Montaje Exterior Jorge García Registro Cristina Mulinas Restauración Maite Martínez Conservación Marta Arroyo Irene Bonilla Maita Cañamás J. Ramon Escrivà M.ª Jesús Folch Teresa Millet Josep Vicent Monzó Josep Salvador Departamento de Publicaciones Manuel Granell Biblioteca M.ª Victoria Goberna Fotografía Juan García Rosell Montaje Julio Soriano Magdalena Abakanowicz 22 de julio - 7 de septiembre de 2008 Índice Reflexiones sobre la experiencia humana Consuelo Císcar Casabán Magdalena Abakanowicz 11 Marga Paz Reflexiones 19 Magdalena Abakanowicz Obras expuestas 37 Selección de exposiciones y galardones Bibliografía 86 English texts 91 Text valencià 105 79 7 Katarsis, 1985. Colección Giuliano Gori, Santomato, Italia. Foto: Artur Starewicz Reflexiones sobre la experiencia humana Consuelo Císcar Casabán, Directora del IVAM ¿Qué es la escultura? Con impresionante continuidad esta testifica el sentido de realidad en la evolución humana, y cumple la necesidad de expresar aquello que no puede ser verbalizado. What is sculpture? With impressive continuity it testifies to man’s evolving sense of reality, and fulfils the necessity to express what cannot be verbalized. Magdalena Abakanowicz El cuerpo y la condición humana están presentes en el arte desde sus comienzos ya que los artistas han tomado la anatomía como fuente inspiradora y canon de medida. Son distintas las representaciones, según etapas históricas, sobre la figura y la experiencia humana entendida como posibilidad expresiva de sensaciones y sentimientos, por lo que el reconocimiento del cuerpo a lo largo de las civilizaciones permanece con una constante resistencia. Y es que, indudablemente, nada pertenece más al individuo, nada está más al alcance de su conocimiento que su propio cuerpo. Al mismo tiempo, pocas realidades ofrecen más enigmas y más desafíos que su interpretación y escenificación, tal como ocurre en la poderosa obra de Magdalena Abakanowicz. La penetrante visión y el interés por la presencia humana en su universo artístico desde hace cuarenta años sitúan a esta artista polaca contemporánea junto a insignes exponentes de la figuración del siglo XX como Henry Moore, Alberto Giacometti, Francis Bacon o John Davies. Abakanowicz parece estar siempre atraída por moldear figuras tridimensionales que representen a seres humanos que expresen el sentir de la propia naturaleza que los rodea. De esta manera se distancia de los artistas de su tiempo más interesados en aspectos de la abstracción o del conceptualismo. En sus constantes y contundentes creaciones podemos interpretar una construcción social de los personajes que modela y un estudio antropológico de la condición social en las etapas y condiciones históricas que ha vivido la artista. De este modo, dota a sus esculturas de un conocimiento y de una idea que se transmite mediante lo que Wittgenstein apostó por llamar un silencio místico. En este sentido, desde el silencio, sus temas trascienden la pura investigación estética para analizar realidades sociales que han formado parte de la propia existencia, desconsolada en muchas ocasiones por los avatares de la vida. Para comprender la llegada de la artista a este estadio estético hay que tener en cuenta varios fenómenos sociales entre los que destacan los momentos difíciles y desesperados que le tocaron vivir en su infancia y juventud, sujetas a las inclemencias de la guerra y la posguerra. Estas huellas duras del pasado permanecen y forman parte integral de su imaginario artístico como vemos en la necesidad que tiene de recortar miembros vitales de sus esculturas. Además de estas amputaciones llama la atención que sus esculturas tengan un tamaño importante. De esta manera, las expresiones de todas ellas son muy evidentes y la puesta en escena va muchas veces unida a un exceso dramático, una teatralidad monumental que contrasta con el mutismo escultórico. Los cuerpos que nos descubre la artista podrían ser metáforas de los personajes perdidos y angustiados en busca de autor, emu- 80 Backs, 1976-1980. Bienal de Venecia, 1980. Foto: Artur Starewicz lando la reconocida obra teatral de Luigi Pirandello. Abakanowicz, a través de sus creaciones cargadas de un fuerte simbolismo, hace uso de una dramaturgia ceremonial que se aproxima al teatro experimental de otro genio polaco como fue Jerzy Grotowski quien entendía el teatro como un espacio para la comunicación espiritual donde el espectáculo puede existir sin luz, sin música, sin vestuario, sin decorados, sin texto, pero no sin actor. Magdalena presenta en el IVAM una exposición íntima en la que recurre a su experiencia artística más reconocida y más valorada internacionalmente para enfrentarnos a un hombre en su devenir trágico, en su aventura/desventura en soledad, debatiéndose entre su compromiso político, social y cultural. Por estas inquietudes el hombre en muchas ocasiones aparece resentido, en actitudes desgarradas, provocadas probablemente por la revulsión de ciertas actitudes sociales. El realismo que desvela su trabajo protagoniza un paralelismo esencialmente humano con la obra de Kafka. Cuando disecciona sus figuras escultóricas, nos evoca la destrucción mental del ser humano a través de las acciones más expresionistas cargadas de un lirismo trágico. El hombre kafkiano se desgarra, se metamorfosea y nos ofrece una vida interior mediante sus escorzos, su ruptura y su, quizás, enajenación poética mental que se pasea entre la ficción literaria y la realidad social deshumanizada a la que evoca permanentemente la artista polaca. Ese arquetipo de personaje y de urbanismo desolado y aislado es el pilar de una extensa obra cuya contemplación nos sobrecoge y angustia. No debiera de extrañarnos que la obra suscite estas emociones en el espectador ya que la palabra angustia posee un papel decisivo en el trabajo de Heidegger, que tanto influyó en muchos artistas del siglo XX. Esta angustia existencialista lleva a la confrontación del individuo con la nada y con la imposibilidad de encontrar una justificación última para tomar decisiones y elegir caminos. Y cuando ese hombre (ser en el mundo, tal como explica el filósofo alemán) no encuentra esa función, se cobija en los sueños, en la irrealidad, e imagina mundos donde puede llegar a ser feliz. Por eso en ocasiones estos cuerpos aparecen cogidos de las manos, bailando. En la obra de Abakanowicz cada figura, a pesar de formar parte casi siempre de un conjunto o una legión de figuras, tiene una constitución única, y a cada una de ellas la artista le confiere un alma o una psique, irrepetible e insondable, de la que es reflejo. En esos cuerpos creados artesanalmente, moldeados con las manos de la artista, a veces con materiales orgánicos, otras veces con la rotundidad del metal, aparece una apariencia física, y por ahí se dejan ver gestos y expresiones individuales. En ese sentido, podemos advertir que todas sus esculturas son objetos únicos a pesar de la uniformidad que a veces aparentan. En esta idea también contemplamos un simbolismo entre el individualismo y la homologación o uniformidad del individuo en la actual sociedad de masas. Sus esculturas descartan este último posicionamiento y revelan una individualidad específica. 9 Magdalena Abakanowicz trabajando en Abakan Yellow y Abakan Round en su estudio de Varsovia, 1967. Foto: Jan Kosmowski Magdalena Abakanowicz trabajando en Heads, 1975. Foto: Jan Nordahl Magdalena Abakanowicz Marga Paz Magdalena Abakanowicz nació en Polonia en 1930, en el seno de una familia de terratenientes de raíces aristocráticas. La familia de su madre, que era polaca, había tenido en el pasado conexiones con la nobleza, mientras que la familia paterna, de origen polaco, ruso y tártaro, había huido de Rusia durante la Revolución de Octubre, dejando atrás sus propiedades después de haber luchado contra los bolcheviques. En 1939, cuando Magdalena apenas tenía nueve años, los alemanes invadieron Polonia, a consecuencia de lo cual se inició la Segunda Guerra Mundial. Las terribles luchas entre las fuerzas soviéticas, el ejército de ocupación alemán y los partisanos polacos desembocaron en una guerra abierta que convirtió a la desvalida población civil en víctima de una situación aterradora. En este clima de incesante inseguridad y peligro la familia sufrió robos y asaltos –incluso su madre llegó a perder el brazo derecho como consecuencia de una grave herida de bala– por lo que se vieron obligados a abandonar su propiedad rural de Falenty en busca de una mayor seguridad en los alrededores de Varsovia. Esta ciudad se había convertido en el escenario en el que la población polaca luchaba en solitario –sin la ayuda del ejército soviético, que se quedó al otro lado del río Vístula, ni de los aliados– contra el ejército de ocupación alemán, que tras dos meses de lucha desigual consiguió aniquilar el país y a su población, dejando un reguero de destrucción y muerte que arrasó lo que quedaba en pie de la ciudad; un cuarto de millón de polacos fueron asesinados y muchos de los supervivientes fueron deportados a campos de concentración. Estas dramáticas circunstancias históricas vividas por la artista hicieron que esos primeros años anteriores a la guerra, pasados en Falenty –donde creció rodeada de bosques e inmersa en las fuerzas de la naturaleza–, se convirtieran en elementos conformadores de su memoria, pero también de sus sueños y de su imaginario, en los que se refugiaría para aislarse y protegerse de la realidad que le tocó vivir. De ese modo aquellos años adquirieron una influencia determinante en el trabajo artístico que desarrollaría posteriormente. Ya desde sus primeras obras llevadas a cabo a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta se manifiesta la que será una de las constantes de su trabajo: la fascinación por la energía, la monumentalidad y también el misterio del mundo natural, expresado en motivos orgánicos y formas biológicas y corporales que, alejándose de los límites de lo “inmediato” impuestos por la realidad contemporánea, pretenden encontrarse con sus raíces en lo universal. La naturaleza seguirá siempre presente, aunque bajo formas diversas, a lo largo de toda su trayectoria. Cabe destacar el protagonismo que ejerció en obras posteriores, como por ejemplo en aquellas que forman la serie War Games, que llevó a cabo entre 1987 y 1994, a la que pertenecen Giver, Anasta, Ancestor o Zadra, entre otras. En esta serie los enormes troncos de árboles caídos que forman estas imponentes esculturas –encontrados por la propia artista durante sus paseos por los bosques del noroeste de su país, donde pasaba temporadas–, representan la vitalidad física de los cuerpos humanos –con su piel, sangre, venas, músculos, etcétera– que se muestra en abierto contraste con las heridas causadas por la violencia de la guerra. A causa de la Segunda Guerra Mundial y sus pavorosas consecuencias, su generación fue testigo directo de los ciclos naturales de la lucha entre la vida y la muerte, entre 11 la destrucción y el renacimiento, entre el hombre y la naturaleza, que están en el origen de su propia experiencia vital y artística y que también soportaron otros artistas a quienes, como a Joseph Beuys, les tocó vivir circunstancias muy similares, ante las que tuvieron que reaccionar superando profundos traumas emocionales y psicológicos que indudablemente dejaron una huella palpable en su concepción del arte y del papel del artista en la sociedad. Since the beginning, even before becoming an artist, Magdalena Abakanowicz saw, felt, and created worlds: the fantasy world of the forests and spirits that reside there; the world at different times during which the senselessness of human actions made the world seem unreal; the world of art, at once removed from the real world, yet within which artistic expression can bring moments of clarity to the human predicament. Abakanowicz’s need to build her own world – first in childhood and later in the hard times of oppression – were in the early years cloaked, maintained in secret, protected so that they could come into existence and be preserved. Later, when coming out into the world through her exhibitions, presenting her environments full of ideas and expressing values, she offered a world shaped by her deep and personal sensibility. Her reality, expressed in art works, defines a social space; they bring us into this world that she creates and shares. Her works, her environments, are worlds she creates as spaces to contemplate our relationship to the world-at-large.1 Una vez finalizada la guerra, la ocupación soviética sufrida por su país obligó a su familia, desposeída de sus fincas por las nacionalizaciones y confiscaciones de la propiedad privada, a trasladarse a la pequeña ciudad de Tczew, cerca de Gdańsk, en el Norte. Allí empezaron de cero una nueva vida, abriéndose camino a través de las enormes dificultades ocasionadas por la devastación de la guerra y la transformación radical de las antiguas estructuras que el nuevo gobierno comunista empezaba a imponer en todos los órdenes de la vida social, política y cultural. El gobierno polaco había adoptado oficialmente el realismo socialista soviético que dominaba las enseñanzas de la Academia de Bellas Artes de Varsovia, donde Abakanowicz se diplomó en 1954. En ese periodo la artista vivió intensamente la penosa transformación de la ciudad, destruida prácticamente en su totalidad, junto a todo un país que afanosamente trataba de resurgir de las cenizas de la guerra mientras se esforzaba en la “construcción del socialismo” promovida por el Gobierno para crear un mundo nuevo, anhelo que con el paso del tiempo se vio frustrado por la falta de libertad impuesta por la dominación soviética. A mediados de los sesenta Abakanowicz comenzó a realizar las primeras obras que la harían famosa internacionalmente, lo que le permitió saltar las hasta entonces infranqueables barreras de las fronteras de su país, con lo que pudo superar la marginalidad artística de Polonia, sumida en un aislamiento que se prolongó hasta la caída del telón de acero en 1989. En sus obras más tempranas se reflejaba su decisión de crear un nuevo arte que nada tuviera que ver con el pasado reciente. Para conseguirlo abandonó la idea de utilizar 12 cualquier material o tema que hubiera sido tratado tanto por la pintura del pasado, con la que había convivido en su casa familiar y a la que se sentía tan poco vinculada, como por la del realismo socialista oficial en el que había sido educada. Pero también durante sus años de aprendizaje en la Academia había asistido a varias clases de diseño textil que le valieron para familiarizarse con la práctica del tejido, la impresión y el diseño de fibra. El dominio adquirido de estas técnicas artesanales, que entonces vivían un momento de apogeo en Polonia, le sirvió para hacer realidad su decisión de recuperar materiales pertenecientes a un pasado preindustrial, flexibles y manipulables, volviendo así a utilizar las fibras naturales y muy especialmente el sisal. Fue con este material con el que comenzó a realizar unas estructuras tejidas de grandes dimensiones que se colgaban del techo y estaban dotadas de unas extraordinarias cualidades táctiles. Estas formas abstractas de metáforas orgánicas fueron bautizadas por una crítica polaca con el nombre de abakanes, denominación que la propia artista adoptaría para estas obras a partir de entonces. Según sus propias palabras: La tela que tejí era rígida, y su superficie presentaba zonas en relieve que se parecían a la corteza de un árbol o al pelo de un animal. Me encantaba la idea de crear un objeto desde el principio, desde su armazón exterior hasta su estructura definitiva. Cosí varias estructuras distintas con el fin de construir un enorme objeto tridimensional. Era incapaz de percibirlo en su totalidad. Sólo podía controlarlo en mi imaginación. Estos objetos monumentales, fuertes, mullidos y eróticos se convirtieron en la imagen de mi realidad. Escapaban a cualquier definición. Más tarde alguien les pondría el nombre de abakanes, inspirándose en mi apellido. En el mundo de la creación artística no había nada parecido.2 En la década de los sesenta la incorporación al arte de materiales considerados no-artísticos y técnicas artesanales fue en gran parte debida a la influencia ejercida por el feminismo emergente, gracias al cual las artistas empezaron a luchar por la igualdad en paralelo al desarrollo de los movimientos feministas. A medida que se fueron radicalizando exigían ya no solo la igualdad, sino el derecho a la expresión de la diferencia, lo que será una de las señas de identidad del arte de aquel momento. La concepción tradicional del arte se ampliaba considerablemente con la apertura a nuevos campos, materiales, medios y lenguajes artísticos –cine, performance, vídeo, multimedia, etcétera– tal como ponía de relieve un amplio abanico de movimientos heterogéneos que fueron denominados con las más variadas etiquetas: post-minimal, arte povera, land art, abstracción excéntrica, anti-forma… A medida que esto ocurría también se daba el caso de que las artistas fueron asumiendo una participación más activa, llegando en ocasiones a ser mucho más radicales en sus planteamientos que sus compañeros de aventuras artísticas. Especialmente lo fueron en la destrucción de las jerarquías que establecían compartimentos estancos entre los procedimientos propios del arte con mayúsculas y los considerados inferiores por ser propios de la artesanía. Así también, estos abakanes habían contribuido a demostrar que el uso de un material tradicionalmente unido a la artesanía podía ser considerado plenamente escultórico. 13 A pesar de que no todas las artistas, entre ellas Abakanowicz, se sintieron identificadas con la etiqueta feminista, es evidente que fue en este contexto en el que se situó la voluntad manifiesta de los abakanes de contraponerse abiertamente, con sus inesperadas superficies tejidas, a la fabricación industrial. Esta imponía sus rígidos materiales y la preeminencia de la inmediatez de la apariencia que había caracterizado el minimalismo, cuya metodología era dominante a mediados de los años sesenta y frente a la que se situaba prácticamente toda la nueva experimentación artística que surgió en aquellos años. La flexibilidad de los materiales, junto a la fluidez de las formas y superficies, contrastaba con el perfecto acabado de los productos manufacturados. De este modo los abakanes hacían prevalecer la voluntad de privilegiar la autobiografía en detrimento de la opacidad del anonimato que los artistas del post-minimal habían abandonado. Algunas de las artistas que trabajaron durante aquellos años utilizaron materiales hasta entonces considerados anti-escultóricos y, por lo tanto, eminentemente no-artísticos. Entre ellas sobresalió Eva Hesse, que había creado artesanalmente unas extraordinarias estructuras modulares y seriales en un espacio fluctuante, dotadas de una intensa carga biográfica, realizadas con materiales insólitos para la escultura tradicional como eran el látex, la fibra de vidrio, las cuerdas o la goma sintética. También hay que señalar la profusa utilización de objetos y técnicas artesanales pertenecientes al ámbito de su cotidianidad, con el fin de exteriorizar y reivindicar así la validez de un mundo interior y doméstico, exclusivamente femenino y autobiográfico, al que habían sido relegadas por siglos de marginación del mundo masculino. De forma sin duda muy significativa, por aquel entonces se revindicaba la obra de algunas artistas, entre las que cabe destacar a Louise Bourgeois, quien había tenido una formación artesanal en el taller de restauración de tapices de su familia, donde trabajaba en el más absoluto anonimato utilizando los materiales que tenía a mano, mientras se dedicaba a la creación de una obra exuberante y seductora que mostraba de manera radical una visión propia absolutamente femenina, subjetiva y autobiográfica en la celebración que llevaba a cabo de la feminidad innata a la vez que la recuperación de la cultura femenina tradicional. A medida que los abakanes fueron evolucionando y haciéndose cada vez más complejos, se fueron transformando en una especie de bosques misteriosos enraizados en una energía escultórica que hunde sus raíces en lo arcaico y lo intemporal, aunque sin abandonar unas cada vez más claras referencias corporales y vitales que se iban haciendo más expresivas. De este modo Magdalena Abakanowicz fue desarrollando en estas piezas los componentes que se encuentran profundamente arraigados en su imaginario personal y que se pueden rastrear desde entonces a lo largo de toda su obra. A partir de 1973 la curiosidad interdisciplinaria, clave en la conformación del pensamiento de la artista, la llevó a profundizar en su interés por el universo de lo orgánico y lo biológico; un universo que fue ampliando y le permitió hallar numerosas fuentes de inspiración en metáforas orgánicas encontradas en las ciencias naturales, en la biología y en el cuerpo humano. En este sentido conviene entender una obra, titulada Embryology, que tuvo una gran repercusión en su carrera cuando se expuso en el Pabellón de Polonia de la Bienal de Venecia de 1980, y supuso además un cambio importante en su trayectoria consistente en la sustitución de la técnica del tejido que había empleado hasta entonces por la 14 introducción de nuevos materiales blandos pero ya manufacturados, como cuerdas, sacos, nailon, algodón, gasa, etcétera. Esta pieza realizada en 1978, que se extendía desordenadamente por el espacio como una especie de tela de araña, está formada por un apilamiento irregular de cientos de fragmentos de formas ovaladas y consistencia blanda. Por un lado, asume plenamente la comprensión de la asimetría de la naturaleza, y, por el otro, que la representación de la realidad ha dejado de ser racionalista para pasar a estar formada de una multiplicidad de partes, adoptando así la dinámica de las repeticiones y diferencias que, según Deleuze, son indicios que señalan en la era contemporánea un avance hacia el pensamiento no figurativo y radicalmente horizontal, consustancial al lenguaje artístico contemporáneo, especialmente desde la década de los sesenta. Asimismo fueron expuestas en el pabellón veneciano unas obras en las que aparecía por primera vez la figura humana reunida en grupos. Heads (1973) y Backs (1976) seguían, sin embargo, estando realizadas en los mismos materiales orgánicos y pobres del resto de sus piezas. Estos mismos materiales, junto a un potente sentimiento ritual de las masas, eran un componente esencial del teatro experimental de Jerzy Grotowski y Tadeusz Kantor que se estaba haciendo en Polonia y con el que mantenían evidentes lazos. A pesar de que la artista nunca ha sostenido ningún compromiso político, sino que ha pretendido que sus obras conduzcan a una reflexión que trascienda cualquier ámbito histórico concreto para elevarse hacia lo universal, la presencia de estos grupos formados por elementos figurativos y abstractos en la Bienal de Venecia despertó un enorme interés, dado el intenso y opresivo simbolismo que reflejaban estas obras, realizadas en una Polonia que estaba asistiendo a cambios políticos tales como el surgimiento del movimiento Solidaridad. Por otra parte esas nuevas piezas que fueron allí expuestas respondían también a las características determinantes de ese periodo, marcado fundamentalmente por el destacado acrecentamiento en la escala que aparece en la creación casi simultánea de nuevas esculturas formadas por una multiplicidad de elementos que la propia artista denomina ciclos, en los que la abstracción iba dejando paso definitivamente a la figuración que dominó su obra a partir de entonces con escasas excepciones. Estos inquietantes grupos de figuras llevaron a Mariusz Hermannsdorfer a afirmar: These works express also the artist’s keen insight into the current, everyday reality. And the reality of common experience is one of human masses being subjected to relentless ideological pressure, people waiting, in orderly fashion, in endless queues in shops, at bus stops and train stations – a crowd of grey figures with identical, drag, empty faces. Focusing the experience of the artist living in a socialist state, those figures function like a converging lens, conveying it all: the sense of isolation from the world, totalitarian discipline, the effects of brainswashing performed on a society cut off from any information other than that sanctioned by authorities – and the tragic nature of their existence.3 Este heterogéneo grupo de obras seriadas está integrado por un conjunto de cuerpos cuya fragmentación, mutilación y deformación recordaban el sufrimiento, la fragilidad y 15 Katarsis, 1985. Colección Giuliano Gori, Santomato, Italia. Foto: Jan Kosmowski Negev, 1987. Collección Billy Rose Sculpture Garden, Israel Museum, Jerusalén. Foto: Jan Kosmowski la vulnerabilidad del ser humano, sin duda uno de los temas principales de su trabajo. Este fuerte sentido físico de lo corporal se enfatizaba por el hecho de estar trabajados por la artista directamente con las manos a partir de moldes tomados de modelos vivos. A partir de 1985 se produjo otro cambio importante que transformó radicalmente el carácter de su obra, cuando comenzó a fundir sus figuras en bronce. El empleo de esta nueva técnica le permitió la superación de los problemas inherentes a la propia fragilidad y caducidad de los materiales naturales que había utilizado hasta entonces, como el saco, la arpillera, las resinas, la cuerda, etcétera, a la hora de hacer una obra duradera frente al paso del tiempo. La utilización del bronce le dio acceso, por tanto, a la posibilidad de crear esculturas monumentales y perdurables que pudieran además instalarse al aire libre y parecieran estar perdidas en la intemporalidad. La primera de estas fue Katarsis, compuesta por un grupo de treinta y tres gigantescas figuras sin cabeza y vaciadas en su interior a modo de troncos de árboles, que llevó a cabo para la colección de esculturas al aire libre que Giuliano Gori ha reunido en la Villa Celle, inmersa en el paisaje toscano de Santomato, cerca de Pistoia. Más adelante continuaría produciendo esculturas de carácter monumental instaladas al aire libre, entre las que se pueden destacar: Negev, de 1987, situada en el jardín de esculturas del Museo de Israel en Jerusalén; Space of the dragon, de 1988, en el Parque Olímpico de Seúl, y Agora, recientemente realizada para el Grant Park de Chicago. Todas estas obras que desde los años setenta han ido conformando una red de microcosmos orgánicos se extienden ocupando el lugar donde se exponen, que ha pasado así a formar parte de las mismas, produciendo unos espacios particulares creados con objeto de servir al espectador de reflexión sobre la experiencia humana, el fin último del arte de Abakanowicz. 1. Mary Jane Jacob, “De dentro afuera”, en Magdalena Abakanowicz. La Corte del rey Arturo, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Palacio de Cristal, Madrid, 2008. 2. Magdalena Abakanowicz, Fate and Art. Monologue, Skira, Milán, 2008, pp. 35 y 36. 3. Mariusz Hermannsdorfer, Magdalena Abakanowicz, Muzeum Narodowe we Wroclawiu, Breslavia, 2005, p. 37. 16 17 Dibujo del ciclo Flies, 1993-1994. Foto: Artur Starewicz Reflexiones Magdalena Abakanowicz Artista Solo ha habido un artista entre mis antepasados, el primo de mi padre. Era mucho mayor que mi padre, y yo solo lo he visto en fotografías. Me fascinaba el parecido tan asombroso que existía entre ambos, sus caras tan idénticas. Soñaba con él mientras escuchaba su música. Se llamaba Karol Szymanowski, era compositor de música sinfónica y hoy en día se le considera uno de los más importantes de Polonia. Al igual que mi padre, vivía en una finca al este de Polonia, en una región que en la actualidad pertenece a Rusia. Huyó de la Revolución rusa y se vino a Polonia “sin equipaje”, como se suele decir. En su música he detectado un extraño tono inquisitivo, una nostalgia que recuerda a Dostoievski y unas secuencias de bailes de alpinistas que resultan dramáticas. Para crear estos sonidos tan afilados como el dolor, tan duros como el metal… ¿Tuvo que sufrir la experiencia de la Revolución, del horror y de la sangre? ¿O quizá nació con toda esa sabiduría y con el don de poder expresarla como artista? ¿Habría inventado yo esas Multitudes descabezadas si no hubiera tenido tantas experiencias con la muchedumbre, si no hubiera querido transmitir expresamente mi concepción de la extensión? Cuando tenía nueve años y estalló la guerra… ¿Pensaba que viviría siempre rodeada de guerras? Todo el día atormentada por la cantidad de gente que muere y por cómo lo hace. En mi casa de Varsovia vi en la televisión cómo un avión se estrellaba contra la fachada de un rascacielos en Nueva York. La gente corría desesperada. ¿Dónde se encuentran las regiones de la tranquilidad? ¿En el cielo, el refugio de los dioses? En 1975 conocí a Stephen Hawking durante la inauguración de una exposición mía en la galería Whitechapell de Londres. Estaba fascinada por sus descubrimientos cósmicos y no podía dejar de hacerle preguntas. Una imagen dramática del universo se desplegó ante mí: inaccesible a mi imaginación, con su envergadura, sus fuerzas y sus leyes, me asustaba mucho más que cualquier declaración humana. La Vía Láctea, una corriente de cometas y meteoros violenta y cruel, que tiene su origen en lo desconocido y que termina en lo desconocido… Tuve que salir de ahí. ¿Soy algo más que la suma de mis experiencias? El tiempo influye. Puede cristalizarse y convertirse en formas y en sonidos. Casa El Estado, que controlaba los destinos de los ciudadanos, tenía la obligación de concederles un piso. Entre siete y nueve metros cuadrados por persona. Jan y yo tuvimos que esperar dos años hasta que nos concedieron el estudio que nos correspondía. Tenía ducha, retrete y estufa de gas en el pasillo, cerca de la entrada. Estábamos tan contentos... Nos pertenecía, éramos independientes. Los pisos antiguos grandes se repartían entre varias familias. Se dividían en pisos más pequeños por motivos económicos pero también en virtud del principio según el cual todo el mundo debía vivir en un espacio igual. 19 Resultó que a los soviéticos les resultaba muy difícil imponer el así llamado socialismo en una situación de déficit constante. Mucha gente se trasladó del campo a las ciudades en busca de trabajo y una vida mejor. Estábamos rodeados por una multitud que no sabía cómo arreglárselas en una ciudad, bajo unas condiciones nuevas. Guardaban las gallinas en el balcón y los cerdos en el cuarto de baño. El dinero no tenía valor. Lo que uno podía adquirir dependía de la escasez y de las restricciones. Hacíamos largas colas para conseguir lo que fuese. Lo único que nos distinguía de la extraña mezcla de población que nos rodeaba era nuestro nivel intelectual. La resistencia contra la presión que ejercía el régimen se hacía desde el ámbito de la cultura. Nos manteníamos muy unidos con nuestros amigos y con los amigos de nuestros amigos. Nos animábamos y nos apoyábamos mutuamente. Sucedían muchas cosas en esa lucha silenciosa contra las autoridades, en esa clandestinidad no declarada. La propaganda comunista era omnipresente. Aprovechaban la más mínima ocasión para dictarnos cómo debíamos pensar y actuar. Nos evadíamos mentalmente. Había algunas figuras destacadas del mundo de la cultura en las que nos apoyábamos. El director de cine Teodor Toeplitz creó una escuela de cine en Lodz que no tardó en hacerse famosa a escala mundial. Polanski, Wajda, Kieslowski y otras grandes personalidades estudiaron allí. El director de teatro Grotowski conmovió a una generación entera de europeos y americanos con sus trabajos experimentales y sus ideas sobre las relaciones humanas. El teatro de Kantor también se convirtió en un símbolo del poder creativo. El cartel no comercial entendido como expresión artística cambió la apariencia de las calles. Se introducía información metafórica y existía toda una concepción del “espacio como arte” tanto en las salas de exposiciones como en las proclamas que se hacían en el exterior. Abakanes Jan y yo estuvimos viviendo en nuestra pequeña habitación durante quince años. Era nuestro refugio, cálido y agradable, pero con el tiempo se acabó convirtiendo en una jaula debido a nuestras ocupaciones. Jan fue nombrado director general de desarrollo industrial, y tenía que viajar para supervisar los puertos, las fundiciones, los embalses, las presas y las centrales eléctricas que se construían. Gracias a mi trabajo artístico obtuve premios en muchos países. Los objetos que creaba eran muy grandes. Necesitaba espacio, necesitaba un estudio, pero no me estaba permitido ni comprarlo ni alquilarlo. La única posibilidad era que las autoridades me concedieran un permiso especial, así que fui a ver a algunas personas influyentes para que se me asignara un estudio, un almacén. Uno tras otro me iban prometiendo que lo considerarían, pero luego lo olvidaban y me remitían a otras personas influyentes. Sabía que no podría esperar mucho más, que tenía que convertir las formas que poblaban mi imaginación en figuras reales. Mi necesidad era muy fuerte. ¡Necesitaba hacerlo en ese momento! 20 A lo largo de la orilla del Vístula se podían encontrar cuerdas viejas, desechadas. Tenían su propia historia. Se convirtieron en mi material de trabajo. Las deshice hilo a hilo, las lavé y las sequé en nuestra estufa de gas. En el sótano de la casa de Maria Laszkiewicz había un telar. Como no tenía ni idea de tejer, me pude inventar mi propia técnica. El sótano era húmedo y las ventanas eran pequeñas y estrechas, pero era un espacio al fin y al cabo. Y además Maria Laszkiewicz era una amiga extraordinaria, atenta y servicial. Me traía café por la mañana temprano, cuando afuera todavía estaba todo oscuro. Sabía mucho de la vida, y era dura y resuelta. Había nacido en el seno de una familia aristócrata de Riga, en Letonia, había estudiado escultura con Antoine Bourdelle en París y había sobrevivido a varias guerras y revoluciones. Había sacado adelante a sus dos hijos, había construido una casa y ahora tenía que luchar para que el Estado no se apropiara de ella. La puso a nombre del sindicato de artistas y la registró en la categoría de “estudio experimental”. Por fin había encontrado un lugar para trabajar. La tela que tejí era rígida, y su superficie presentaba zonas en relieve que se parecían a la corteza de un árbol o al pelo de un animal. Me encantaba la idea de crear un objeto desde el principio, desde su armazón exterior hasta su estructura definitiva. Cosí varias estructuras distintas con el fin de construir un enorme objeto tridimensional. Era incapaz de percibirlo en su totalidad. Solo podía controlarlo en mi imaginación. Estos objetos monumentales, fuertes, mullidos y eróticos se convirtieron en la imagen de mi realidad. Escapaban a cualquier definición. Más tarde alguien les pondría el nombre de abakanes, inspirándose en mi apellido. En el mundo de la creación artística no había nada parecido. Había un colegio al lado del estudio, y algunas tardes me dejaban el gimnasio para extender y juntar las piezas que había ido fabricando en el sótano. Me quedaba observando la superficie que había urdido, feliz, imaginándola en otro espacio, en posición vertical, abrazándome como una enorme ala con un movimiento lento, pesado y rítmico. Cuando estuvieron terminados los enrollé, los até y los fui guardando en donde pude: en sótanos, áticos, debajo de alguna escalera o en algún viejo garaje. La primera vez que los vi en posición vertical fue en las exposiciones que realicé en Estocolmo, Londres y Ámsterdam. Cuando se desplegaron, resultaron mágicos, estaban llenos de vida. Los abakanes fueron mi forma de escapar de las categorías artísticas imperantes, eran inclasificables. Como eran más grandes que yo, eran un lugar seguro, como el tronco hueco del sauce en el que me refugiaba de niña en busca de secretos ocultos. A veces sus cuerpos se abrían; su interior peludo, incómodo de contemplar, quedaba al descubierto. Cuando los movía, respondían con el soñoliento ritmo de las olas del mar, que repiten el mismo movimiento pesado una y otra vez. Hasta entonces siempre había pensado que solo las olas del mar eran capaces de realizar este movimiento, pero descubrí que los abakanes también podían. Este descubrimiento me llenó de dicha. En esa época ya me encantaba hacer submarinismo. Debajo del agua regían unas leyes especiales. Era un territorio distinto. Allí, unas formas desconocidas cambiaban, mostraban reacciones inesperadas debidas a fuerzas invisibles. La primera vez que buceé fue en los lagos de Polonia, y después en el Adriático. Más tarde contemplé la barrera de coral australiana sin dar crédito a lo que veía. Mientras me 21 Inside Dwelling Trunk I, 1992. Foto: Artur Starewicz sumergía en ese mundo tan extraño experimentaba una tensión casi religiosa. Luego vendrían las islas Vírgenes, el mar Rojo y las Bahamas. Siempre sentía la misma inquietud, me invadía una terrible curiosidad, física y amenazante, que nunca lograba dominar del todo. Si podía hacer todos esos viajes era porque me invitaban a exponer mi obra o a realizar algún trabajo extraordinario. Me servían para escapar de la estrechez del sórdido ambiente en el que vivía y encontrar una inspiración inagotable. No paraba de descubrir cosas nuevas. Pasábamos semanas en la puerta de la comisaría para que nos entregaran nuestro pasaporte, y teníamos que hacer cola durante cuatro o seis semanas frente a las embajadas extranjeras, que dudaban lo indecible antes de concedernos un permiso para entrar en sus países. Daba igual que algunos museos, instituciones o amigos enviaran certificados y declaraciones asegurando que el viaje, el alojamiento y los seguros médicos corrían por su cuenta. La moneda polaca todavía no se podía cambiar, y además no nos estaba permitido tener divisas extranjeras. Tampoco nos dejaban llamar al extranjero. Con el tiempo, el miedo y la ira constantes se acabaron convirtiendo en un juego peligroso, en una lucha por la libertad. Después de cada viaje tenía que volver a hacer cola para devolver el pasaporte a la policía. Mi creatividad se desarrolló a ambos lados del telón de acero, en esas interminables idas y venidas. Cuando regresaba a casa de uno de mis viajes, me quedaba durante horas mirando por la ventana, de pie, observando el cielo y los pájaros, con el teléfono descolgado. No tenía ninguna necesidad de tomar decisiones inmediatas. A pesar de lo pequeño que era nuestro apartamento y de otras incomodidades, tenía la sensación de encontrarme en una isla propia, en un lugar que me permitía contemplar el ritmo del mundo, un ritmo que no era el mío. Me gustaba que mi país fuera tan distinto, que la amistad tuviera tanto valor, que el nivel intelectual fuera tan alto y que el dinero no fuera tan importante. Espaldas En los años ochenta realicé cuarenta figuras de espaldas para la exposición individual que tuvo lugar en la Bienal de Venecia, y otras tantas para la ROSC Internacional Exhibition. Estos dos grupos se exhibieron juntos en una retrospectiva de mi obra que se celebró en el Musée d’Art moderne de la Ville de Paris en 1982, y más tarde en otra retrospectiva que recorrió algunos museos americanos. Con estas Espaldas de los años ochenta me introduje por primera vez en el ámbito de los paisajes poblados. La intuición siempre actúa en combinación con la inteligencia. Y viceversa. Antes de que me diera cuenta de que todo el mundo, yo incluida, se crea una realidad propia para viajar dentro de ella a través de la vida, lo que quería era asegurarme de que las certidumbres a las que había llegado gracias a mi intuición eran ciertas. A principios de los setenta visité algunos laboratorios científicos y algunas salas de disección. Me asomaba a los microscopios y asistía a las conferencias del Club de Roma, un grupo de destacadas personalidades de la época que se reunían para discutir los problemas que acarreaba el crecimiento económico. Viajé hasta el desierto de Arizona para conocer al visionario Paulo Soleri, un hombre que quería construir una ciudad en la que 23 Dibujo del ciclo Faces, 2004-2006. Foto: Jan Kosmowski la gente pudiera encontrar la libertad. Me desplacé hasta Papúa Nueva Guinea para analizar las relaciones entre la religión, el arte y la existencia. Estudiaba a los humanos, pero en realidad me estaba estudiando a mí misma. Cuando cedía a mi curiosidad no esperaba explicaciones racionales. A decir verdad, la imagen que llevo dentro de mí sigue siendo la misma. En mi obra me ocupo del hombre en general. Tanto en la Bienal de Venecia como en la ROSC Exhibition de Dublín, en París o en cualquier otro lugar, la gente que veía Espaldas se preguntaba: “¿Representan Auschwitz?”, “¿se trata de una ceremonia religiosa peruana?” o “¿es la danza del Ramayana?”. La respuesta a todas estas preguntas es afirmativa, porque esta obra habla de la condición humana en general. Durante la retrospectiva de París del año 1982 un hombre que estaba contemplando Espaldas me dijo: “Lo he entendido: la cara o las manos pueden mentir: el cuerpo no”. Multitudes “Me sumerjo en la multitud como un grano en la arena friable. Me disperso entre las miradas anónimas, entre movimientos y olores, en la respiración común, en los fluidos que laten bajo la piel. Me convierto en una célula más de este organismo ilimitado que es la multitud, integrada y privada de expresión. Nos regeneramos destruyendo a los demás. El amor y el odio nos estimulan.”1 Las cantidades, es decir, un gran número de figuras formando una sola obra, eran algo poco común en la escultura de la época. La gente desconfiaba. Me preguntaban: “¿Se trata de una serie? ¿Cómo piensas numerarlos?”. Y yo contestaba: “¿No veis que cada uno es un individuo distinto, que tienen expresiones diferentes? Sus cuerpos son parecidos, pero sus superficies son como caras llenas de arrugas que transmiten una información determinada”. Antes los críticos de arte juzgaban la aptitud y la técnica artísticas. Ahora da la sensación de que juzgan la imaginación del creador, como si supieran de antemano la apariencia que debe tener el arte. ¿No es mi arte, al igual que mi transpiración, un indicio de mi existencia? Cuando tomé la decisión de crear grupos mi intención era cuestionar la escultura entendida como un único objeto que se puede convertir en un elemento decorativo con facilidad. Quería enfrentar al hombre con el hombre, con su soledad en la multitud. Quería mostrar un espacio habitado. Quería seducir a la auténtica multitud. En mi niñez había visto cómo las masas adoraban y odiaban siguiendo órdenes. Algunos siglos antes de Cristo, Heródoto ya había observado que es mucho más fácil para un líder convencer a una multitud que a un individuo. Fascinada por la cantidad, seguí confeccionando cuerpos humanos con arpillera, y después empecé a utilizar aluminio, bronce y hierro. Eran cuerpos sin cabeza que parecían caparazones. A menudo eran solo unas piernas. Otras veces sostenían un tronco simbólico, o los brazos les colgaban como herramientas inútiles, o tenían unas manos fuertes y agresivas. Sin cara. La cara habría eclipsado los misterios del cuerpo. El número de figuras crece cada año. La población total de figuras sedentes, en pie, caminando o bailando que 25 componen Multitudes, Bandadas, Hurma, etcétera, es tan abundante que podría llenar una plaza pública. Hoy en día deben de ser más de dos mil, pero nunca se han exhibido todas juntas. Algunos de estos grupos se encuentran en museos o en colecciones públicas, repartidos por todo el mundo. Son una pregunta, son el símbolo de una inquietud duradera, un aviso. Nunca hago series idénticas, copias de un mismo modelo. Cada figura es única. Si obedece a mis manos es que obedece también a mis deseos. Las cantidades tienen unas leyes determinadas que se reflejan en el comportamiento de la naturaleza: “Una vez contemplé un enjambre de mosquitos. Una masa gris. Había miles y miles. Bichitos amontonados sobre otros bichitos. En constante movimiento. Cada uno preocupado por su propio rastro. Todos ellos distintos en su forma y en sus detalles. Una horda que emitía un sonido común. ¿Eran mosquitos o gente? Me intimidan las cantidades tan grandes que ni siquiera se pueden contar. Y el hecho de que cada uno de los individuos que las componen sea irrepetible. Y que los animales se organicen en rebaños, en manadas, en especies; sistemas en los que cada individuo, aunque permanezca subordinado a la masa, conserva algunos rasgos distintivos propios. Una bandada de pájaros, un enjambre de insectos o un montón de hojas son una misteriosa colección de variantes originadas a partir de un prototipo determinado. Un enigma en el que la naturaleza demuestra la repugnancia –o la impotencia– que siente ante la repetición. Las manos tampoco pueden repetir el mismo gesto. Yo invoco esta inquietante ley, y someto a ese ritmo a mis rebaños inmóviles.”2 He tardado años en crear la barrera de mis Multitudes, una barrera entre el hombre, cualquier hombre que me dé miedo, y yo. Me refiero al hombre cuya historia consiste en la matanza y en la destrucción sin sentido, sin finalidad, irracional. Me siento a salvo detrás de la barrera que forman todas esas figuras que he creado. Hace algunos años un niño vino a mi estudio porque quería que hiciera un molde de escayola a partir de su cuerpo. Después vino una niña que también quería servirme de modelo. Me parecía una anatomía asombrosamente frágil. Pasó un año, y los niños crecieron. Hice una nueva escultura tomándolos de nuevo como modelos. Así comenzaron mis series Ragazzi, Infantes, Puellae y Bambini. “La imaginación es más fuerte que la realidad, o tiende a sustituirla. Recuerdo el duro invierno de 1942. Los alemanes habían ocupado Polonia. Hitler seguía en guerra con Rusia. Un grupo de niños polacos fue trasladado a Alemania para convertirlos en alemanes, pero el tren se estropeó, y los niños tuvieron que esperar allí un día y una noche enteros. El tren no tenía calefacción. Los cientos de niños rubios y con ojos azules que viajaban en los vagones destinados al ganado murieron congelados. Cuando los soldados abrieron las puertas, los cuerpos de los niños cayeron, rígidos y duros como esculturas. Yo no estaba allí, pero la persona que me lo contó dejó unas imágenes claras, vívidas y duraderas en mi joven memoria.”3 Mis figuras están inspiradas en modelos reales. Sin embargo, estos modelos no son más que un pretexto. La escultura final es el resultado de distintas interpretaciones 26 y de decisiones que muchas veces se encuentran muy alejadas de mis intenciones originales. Ragazzi. Deformé deliberadamente cada figura de arpillera para dotar al conjunto de un ritmo irreal. Los Infantes solo tenían cuerpo y piernas. Estaban colocados como pequeños troncos y formaban un semicírculo. Los modelos que utilicé para Puellae viajaron conmigo hasta una fundición de bronce en Italia. Recuerdo que eran bastante “desobedientes”. Tuve mucho cuidado con sus piernas y con sus vientres. En la actualidad forman parte de la colección permanente de la National Gallery de Washington, y se encuentran expuestas en el Jardín de Estatuas de ese museo, bajo unos árboles, una ubicación que no me parece acertada. Hurma es una serie formada por doscientas cincuenta figuras hechas con el yute de unos sacos que encontré en un viejo molino. Para fijar los tejidos utilicé resina. Hay niños y adultos de diferentes tamaños, formas y texturas. Este grupo todavía me pertenece. Es una obra de mediados de los noventa. La primera vez que se exhibió fue en la retrospectiva de mi obra que se celebró en el Museo de Arte Contemporáneo de Polonia, y después se mostró también en Suiza, en el Museo de Lucerna. Recientemente, se ha expuesto en La Salpêtrière parisina. Aumenté la serie para la instalación del Palacio de Cristal del Retiro, en Madrid. Se exhibieron en una carpa que realicé para la ocasión. Embriología Antes de moldear los primeros hombres: El contenido, el interior de la materia blanda me fascinaba. Tenía la sospecha de que allí encontraría la explicación del carácter, de la naturaleza del objeto blando. Cuando decía “blando” quería decir “orgánico”, “vivo”. ¿Qué es lo orgánico? ¿Qué es lo que le da la vida? ¿En qué región de los latidos comienza la individuación de la materia, su existencia independiente? Acudí a la inmensa biblioteca de la Academia de Ciencias de Varsovia para buscar en libros y en diccionarios todos los posibles significados de la palabra “blando”, todas las metáforas relacionadas con este término, todas sus acepciones. Puede que parezca sorprendente –o tal vez no–, pero la mayoría de los significados y de las conexiones que encontré tenían que ver con el cuerpo, con cualquier clase de cuerpo, o con el vientre, con cualquier clase de vientre, y con la vida que parece necesitar materia blanda, orgánica, para existir. Me quedé con estos pensamientos y con la necesidad de visualizarlos. En 1977 me enteré de pronto de que iba a representar a Polonia en la Bienal de Venecia con una exposición individual que ocuparía el pabellón de mi país. Mi intención era mostrar figuras –las cuarenta Espaldas–, y exponer mi concepción de “lo blando”. Quería interpretar este concepto en relación con el cuerpo y con su contenido. Mi estudio empezó a llenarse de colchones viejos, de sofás, de ropas, de sacos, de calcetines, todos ellos encontrados en cubos de basura. Moldeé objetos redondos como barrigas o alargados como momias. Había cientos de ellos que eran pequeños 27 Dibujo del ciclo Bodies, 1981. Foto: Artur Starewicz como patatas, y otros más grandes que un humano. Utilicé distintos rellenos. Muchas de las figuras estaban cubiertas con esa gasa traslúcida que se usa en los hospitales, y otras con medias de nailon. Se podía ver su complejo interior. Me senté y me puse a coser sin descanso. Cuando terminé, tenía alrededor de ochocientos objetos: era mi estudio de “lo blando”. Mi necesidad física de crear vientres, órganos, una anatomía inventada, se había cumplido. El resultado fue un paisaje blando poblado por incontables objetos relacionados entre sí, como los miembros de una familia, que tienen tamaños distintos pero comparten el mismo carácter. Bauticé a la serie Embriología. Esta obra pertenece todavía a mi colección privada. Considero que es muy importante, a pesar de que me robaron al menos doscientas figuras pequeñas durante la Bienal de Venecia. Todavía quedan otras seiscientas. Dibujo Recuerdo que cuando era niña y todavía no sabía escribir, dibujaba en la arena con un palo. Las marcas quedaban profundamente grabadas, y la lluvia las borraba poco a poco hasta que desaparecían del todo. No recuerdo cuándo me dieron la primera hoja de papel. Dibujaba arrodillada en el suelo. Las líneas escapaban de la hoja, surcaban el suelo y desaparecían en las sombras de los muebles. A veces el dibujo tenía poderes ocultos. Las mujeres del pueblo dibujaban signos y letras en las puertas con tiza o carboncillo consagrados para protegerse contra el mal. Quería conocer los conjuros pero eran incomprensibles para mí. Su mera presencia hacía que los lugares quedaran divididos entre aquellos que eran seguros y aquellos que estaban expuestos a todo tipo de amenazas. En la actualidad, cuando dibujo, la hoja se llena de espacios desprotegidos. En la Academia de Bellas Artes, la primera vez que me tuve que enfrentar a una modelo desnuda, al principio sentí vergüenza y después incomodidad. Con el fin de superar mi indecisión, dibujé con movimientos enérgicos y espontáneos. Las líneas formaban un contorno alrededor del cuerpo, se entrecruzaban, se entrelazaban, como si lucharan entre sí. Las líneas animaban la superficie entera. No había nada definido, como sucede en la realidad. Observaba a esta mujer desnuda y gorda, tumbada de costado, respirando, moviéndose ligeramente, cansada de permanecer siempre en la misma postura. Sabía que le pagaban para que no se moviera, pero estaba viva. Era una situación extraña, una anatomía animada totalmente fuera de contexto rodeada por unos jóvenes vestidos que la observaban desde todos los ángulos. Intenté reflejar en mi dibujo aquello que me molestaba y me parecía absurdo. Mi forma de expresarlo fue llenar la hoja de incontables manchas. El profesor se acercó. Su cara rosada enrojeció. Pronunció una sola palabra: “No”. Y después intentó borrarlo. Esta escena se repitió de vez en cuando durante los cuatro años que estuve asistiendo a clases de dibujo. Era incapaz de adaptarme. Puede que esa precisión desprovista de personalidad que buscaba el profesor tuviera su origen en la teoría oficial del realismo socialista. 29 Unos treinta años después, el crítico de arte suizo Jean-Luc Daval me preguntó: “¿Por qué no dibujas?”. El desagradable recuerdo de mis tiempos de estudiante seguía vivo. Sin embargo, empecé a pensar en sus palabras de aliento, en su insistencia en la libertad creativa que había ido ganando con el tiempo. Un día, Jan sintió un dolor en los riñones. Le hicieron muchas radiografías. Yo las miraba estupefacta. Le pedí a Jan que se tumbara sobre una enorme hoja de papel y que extendiera los brazos. Dibujé a lo largo del contorno de su cuerpo. Cuando se levantó, rellené ese perfil con figuras inspiradas en lo que había visto en las radiografías. Eso fue en 1980. Mi herramienta de trabajo era el carboncillo y lo manejaba con ambas manos. Sin embargo, era imposible conseguir papel. Tuve la suerte de que Artur encontrara un centenar de hojas de papel de dibujo en un almacén de las oficinas de su editorial. Era un papel muy bueno, hojas grandes de 100 x 70 cm que probablemente llevaban allí desde antes de la guerra. Era todo un lujo, algo difícil de creer. Artur me trajo todo el papel. Todos los dibujos que hice en los ochenta y en los noventa se los debo a este papel. La serie Cuerpos, que empezó con el cuerpo de Jan, y las series Caras, Moscas y Flores salvajes. Con el tiempo fui cambiando de técnica, y pasé del carboncillo a la tinta, y de la tinta al gouache. Una superficie plana es un tipo de realidad muy particular que precisa soluciones específicas. Los dibujos no me sirvieron de inspiración para mis figuras tridimensionales. Los profesores y los catedráticos han desaparecido de mi memoria. Pero cada vez que me enfrento a una hoja de papel en blanco comienza una lucha entre las posibilidades ilimitadas escondidas en mi imaginación y las limitaciones de los movimientos físicos de mi mano, una lucha que deja un hueco que nunca se llena del todo. Catarsis En 1985 me encontraba en la Universidad de California, en Los Ángeles, en calidad de profesora invitada, cuando recibí una carta de un importante coleccionista de arte contemporáneo que vivía en la Toscana. Giuliano Gori me invitaba a su finca, la Fattoria di Celle, para que hiciera una escultura para su parque. “¿Un parque? ¿Un parque?”, me preguntaba. En un parque cualquier escultura se convierte en un elemento decorativo. Y yo seguía decidida a expresar mi opinión. ¿Cómo salir airosa de esta situación? Por otra parte, era la primera vez que me encargaban una escultura al aire libre. En realidad era el primer encargo que me hacían en toda mi vida. Los artistas más importantes habían creado obras para la finca de Gori: Richard Serra, Denis Oppenheim, Alice Aycock, Bob Morris, Les Poiriers, Dani Karavan… ¡Tenía que ir! Viajé a Italia en compañía de Jan, que por aquel entonces estaba compartiendo su vida conmigo en California, en Los Ángeles. Recorrer la distancia que separaba la UCLA de la Fullerton State University era como recorrer la mitad de Polonia. Jan me llevaba en coche, soportaba mis frecuentes ataques de nervios, me organizaba el tiempo y escuchaba mis quejas. También me había acompañado a Canadá durante el tiempo que estuve allí exponiendo mi obra e impartiendo clases. 30 Cuando se declaró la ley marcial en Polonia, Jan perdió su empleo, porque era un miembro muy activo del movimiento Solidaridad, que luchaba para liberar a Polonia del yugo soviético. Como estaba en paro podía viajar conmigo. Había tenido la suerte de evitar la prisión. Nada más aterrizar en la Toscana tuve ganas de besar el suelo. Por fin en Europa. Conocía las distancias y las proporciones de ese país desde mi niñez aunque no lo hubiera visitado nunca. No conocía la lengua. Artur llegó desde Polonia. Ese invierno fue especialmente duro en la Toscana, algo que no solía ocurrir. Copiosas nevadas y fuertes heladas. Teníamos que usar cadenas para el coche. Giuliano Gori no habla otros idiomas con fluidez. Tiene una cara muy expresiva y unos ojos negros que revelan sus sentimientos. Pero la comunicación era bastante difícil. Había visto mi obra en la Bienal de Venecia de 1980 y quería que hiciera algo parecido. Y, sin embargo, lo que yo quería era huir de ese parque romántico y adentrarme en el campo para crear un enorme grupo escultórico que formara un espacio de contemplación. Quería cuestionar de raíz la idea de parque, con todos sus elementos decorativos. Molesto ante mi insistencia, llamó a nuestro común amigo Dani Karavan. “Dani, dile que se puede ir a su casa. Quizá pueda regresar en otro momento.” En nuestro diminuto apartamento de Varsovia estaba mi madre, enferma de neumonía, y mi hermana, que la estaba cuidando. No tenía adónde ir, y necesitaba convertir mi idea en realidad. Y tenía que ser en ese lugar. Pedí que me trajeran un proyector de diapositivas. Le enseñé a Giuliano diapositivas de los grupos escultóricos que había realizado hasta el momento. Las proyecté directamente sobre la pared. La reacción de Giuliano fue muy espontánea: “Entiendo lo que quieres decir”. Esa misma noche, construí un pequeño prototipo de la serie que pretendía realizar, un total de treinta y tres figuras. Cuando nos encontramos al día siguiente le dije: “Cómprame un bloque de poliestireno, por favor. Sacaré de ahí la primera figura en tamaño natural. Ya verás”. La saqué con un cuchillo de cocina, apasionada por lo absurdo de la situación. Giuliano hacía gala de una emoción inesperada. Al día siguiente viajamos en coche hasta Carrara. Jan y Artur estuvieron conmigo todo el tiempo. Estaba dispuesta a modelar la escultura en cualquier material que estuviera disponible. El mármol resultó ser carísimo, y lo mismo sucedió con la piedra que vendían en los talleres cercanos. Consideramos la posibilidad de utilizar hormigón. Pero ninguno sabíamos cómo construir un grupo de esas características en hormigón. El especialista en fundición no sabía qué tipo de molde había que usar. Fuimos a una fundición de bronce en Bolonia. Solo hacían pequeñas figuras, souvenirs. Pero la idea les entusiasmó. Decían que sería barato y se comprometieron a terminar el trabajo en seis meses. Cuando empecé a trabajar en la primera escultura descubrí que el bronce era un material fascinante. La ausencia de rutina me permitió inventar mis propios métodos. La cara convexa de la escultura era la impresión del poliestireno grabado, mientras que la cóncava la moldeé yo misma en plastelina. Era un enorme armazón, abierto, con impresiones de mis manos en relieve a los lados. “Giuliano ¿has visto alguna vez una escultura parecida a esta?” “¡No!” Dábamos vueltas alrededor de la escultura, contentísimos. 31 Bull Face, del ciclo Heads, 1993. Foto: Artur Starewicz Durante los seis meses siguientes, me dediqué a construir los modelos y a forjar yo misma cada molde. Artur fotografiaba todas las etapas del proceso. Jan medía y calculaba la disposición del grupo y el tamaño de la base de hormigón sobre la que iría colocada cada figura. El entusiasmo de Giuliano era el soporte sobre el que se asentaba el proyecto. Me convenció de que mi trabajo era importante y necesario, una sensación increíble que los artistas experimentamos rara vez. A mí me sucedió por primera vez de esa forma tan directa. Le puse a la serie de treinta y tres figuras el nombre de Catarsis. Adapté el bronce a mi método de trabajo. Lo convertí en algo hecho en casa, delicado, delgado como una hoja seca; abierto en toda su superficie a las impresiones de mis manos; algo único e irrepetible. Sobre Catarsis escribí: “La palabra griega “catarsis” contiene una serie de sonidos en los que puedo oír el metal, el ruido del cuchillo raspando, el drama de la destrucción. En el largo espacio que separa los dos primeros pares de letras de la palabra, “ca” y “ta”, surge una tensión que se agrava todavía más con el nudo ronco y ambiguo del resto de la palabra, “rsis”. Vine a Celle sin saber cómo iba a ser la escultura que crearía para esta colección. No sabía cómo era Celle. Cuando entré en ese parque romántico, comprendí que mi lugar se encontraba en el campo. Y cuando di con el campo que estaba buscando supe que tenía que colocar allí figuras que tuvieran el aspecto de árboles humanos, de ataúdes humanos. Catarsis. La decisión llegó de forma repentina. Se podría decir que me desbordó, como sucede con todos los excesos. Yo no era más que una espectadora. Contemplaba pasmada eso que estaba creciendo dentro de mí, como si me lo hubieran sacado, iba creciendo y tomando forma y personalidad en el exterior. El material con el que está hecha la serie Catarsis es más duradero que la vida humana. Puede que lo eligiera porque en el fondo tengo la esperanza de que el mensaje que dejé allí se convierta en una inquietud duradera para otras personas. Puede que lo haya hecho para desafiar a mis propias ideas, por una necesidad de cuestionar todo lo que he hecho hasta ahora. Puede que eligiera este material porque soy consciente de que la inmovilidad permanente es más fuerte que la evolución constante. En Celle trabajé en la habitación de la esquina de la biblioteca. Iba sacando las figuras de los bloques de poliestireno con un cuchillo grande de cocina. No hice ningún boceto previo. Me sentía identificada con las figuras que iban surgiendo. Una identificación que me hacía feliz. A los pies de la casa se extendía el neblinoso valle que separa Pistoia de Florencia. Me quedaba observando, escuchando la quietud. En la fundición las figuras blancas se cortaban en pedazos de manera brutal. Una vez prestada su huella a la tierra, una vez modeladas en bronce para que duraran más, ya no servían para nada. Catarsis es una obra que solo habría podido terminar en Celle. El conflicto con el parque lleno de esculturas era necesario. Y el paisaje en el que uno desea permanecer como un elemento perenne. La gente de Celle, la familia Gori y 33 el ambiente que solo ellos supieron crear también eran necesarios. Y Giuliano Gori y su pasión por el arte.” Juegos de guerra, 1987 Otoño en Polonia: Los trabajadores de la región de los lagos de Mazury talaron los árboles que había en las cunetas de la carretera que separaba Mragowo de Krutyn. Talaban solo los árboles que eran muy viejos, los que estaban tronchados o los que, sencillamente, no servían para nada. Para poder transportarlos con mayor facilidad, cortaban las ramas con una sierra. Estuve allí. Me quedé contemplando esos inmensos cuerpos musculosos, heridos y, sin embargo, llenos de fuerza y de personalidad: troncos con las extremidades amputadas, con gesto de dolor, de protesta, de impotencia. Eróticos, con sus grandes piernas extendidas, casi naturalistas, casi demasiado femeninos, descarados. Caminé entre los troncos, conmovida por esa escena tan dramática. Los toqué para sentir su temperatura, su suavidad, excitada como si se tratara de cuerpos reales. Una anatomía tan real como la mía. ¿Qué había que hacer para brindarles una nueva existencia? Volvía a este lugar una y otra vez, obsesionada. Pero ¿qué podía hacer? ¿Dónde encontraría un refugio que diera cabida a mi nueva obra? ¿A quién podría convencer de la importancia, de la justicia de estas esculturas? Sabía de sobra que para intentar imponer algo que se saliera de lo corriente había que ser famoso, tener una buena teoría o un buen mecenas. Yo no tenía ninguna de las tres cosas. Empecé a trabajar con mi sierra de cadena y con mi hacha, incapaz de resistirme al placer incomprensible de transformar estos troncos de árbol en algo distinto de lo que eran, en lo que yo sabía que se podían convertir. En uno de los bosques de la región, en una tienda de reparación de maquinaria agrícola, fabriqué las piezas de metal que me servirían para unir los cuerpos de madera. Utilicé láminas de metal para armarlos y también para añadirles un borde afilado. Cada uno adquirió su propia personalidad. Eran agresivos, se podían defender por sí mismos. Descansaban sobre estructuras de metal, como si de mesas de quirófano se tratara, como si estuvieran esperando. Parecían cuerpos reales, musculosos, con las piernas separadas y la barriga prominente. Las figuras de Juegos de Guerra eran tan grandes que en el P.S.1 Contemporary Art Center tuvieron que meterlas por la ventana con ayuda de una grúa. Esta exposición se celebró en el año 1993, y solo se exhibieron figuras de esta serie. Todas ellas. El crítico de arte americano Michael Brenson fue el comisario de la exposición. El New York Sculpture Center me concedió el Premio a la Excelencia en Escultura. En mi discurso de agradecimiento pronuncié las siguientes palabras: “Me gustaría poder decirles que el arte es una de las actividades más inofensivas de la humanidad, pero no podemos olvidar que los regímenes totalitarios lo han utilizado con frecuencia con fines propagandísticos. Tampoco podemos pasar por alto que Hitler pintaba, y que Stalin escribía poemas. El arte siempre será la actividad humana más asombrosa, en la medida en que surge 34 de la lucha constante entre la sabiduría y la locura, entre el sueño y la realidad que habitan nuestra mente. Cada descubrimiento científico abre nuevas puertas y muestra otras que siguen cerradas. El arte no resuelve problemas, sino que nos ayuda a ser conscientes de que esos problemas existen. Nos abre los ojos, despierta nuestra imaginación. Tener imaginación y ser consciente de ello sirve para sacar provecho de la riqueza interior y del flujo constante de imágenes. Sirve para observar el mundo en su totalidad, ya que la función de las imágenes es mostrar todo aquello que no puede ser conceptualizado.” Antes de la exposición de Nueva York, ya había expuesto Juegos de guerra en el Palacio de Exposiciones Mücsarnok de Budapest. Las esculturas habían llegado allí directamente desde los bosques de Mazury. Había sido un invierno muy duro. La nieve que cubría las figuras se había derretido por el camino. Una vez en el museo, cientos de bichos salieron de la madera. Se habían despertado de su letargo invernal. Estaba loca de dolor. Compré jeringas y veneno. Con ayuda de Jan y de Artur, inyectamos el veneno en las cavidades de la madera. Hasta después de la exposición no pudimos meter los troncos en una cámara de gas para descontaminarlos. Esto sucedió en 1988, unos meses antes de que los países de la Europa del Este comenzaran a librarse del yugo de la dominación soviética. Se pensó que mi exposición era un símbolo, una metáfora de la realidad. La visitaron unas cien mil personas. Las dramáticas figuras de mis Juegos de guerra adquirieron un significado inesperado. Además de Juegos de guerra se exhibió mi primera Multitud, cincuenta figuras de arpillera, de pie, cercadas por unas enormes ruedas que las apuntaban como cañones, como máquinas de guerra. Había también dibujos de cuerpos desmembrados, decapitados, y unas caras de bronce en los extremos que parecían esperar que tuviera lugar una ejecución. 1. Declaraciones de Magdalena Abakanowicz, 1993. 2. Declaraciones de Magdalena Abakanowicz, 1985. 3. Declaraciones de Magdalena Abakanowicz, 1992. 35 Obras expuestas Black Environment (Abakan) (Entorno negro (Abakan)), 1970-1978 Técnica mixta y sisal, 15 x (300 x 80 x 80) cm Cortesía Museo Nacional, Breslavia Abakan Orange (Abakan naranja), 1971 Técnica mixta y sisal, 300 x 400 x 50 cm Cortesía Museo Nacional, Breslavia Schizoid Heads (Cabezas esquizoides), 1973-1975 Arpillera y cuerda de cáñamo, 7 x (84 x 51 x 66) cm; 7 x (100 x 76 x 71) cm Cortesía Galería Marlborough, Nueva York Detalle de Schizoid Heads Abakan Black Triennale (Abakan negro trienal), 1974 Técnica mixta y sisal, 350 x 200 x 100 cm Cortesía Museo Nacional, Breslavia Abakan Black Triennale Backs (Espaldas), 1976-1980 Arpillera y resina, 15 x (66 x 50 x 60) cm Colección Magdalena Abakanowicz Detalle de Backs Embryology (Embriología), 1978-1981 Arpillera, gasa de algodón, cuerda de cáñamo, nailon y sisal, 600 piezas de 4 a 250 cm Cortesía Galería Marlborough, Nueva York Detalle de Embryology Detalle de Schizoid Heads. Al fondo, Embryology Giver (Donante), 1992 Hierro y madera, 130 x 563 x 95 cm Colección Magdalena Abakanowicz Skull I (Calavera I), 1998-1999 Bronce, 244,2 x 443,2 x 190,5 cm Cortesía Galería Marlborough, Nueva York Skull II (Calavera II), 1998-1999 Bronce, 243,2 x 443,2 x 155,3 cm Cortesía Galería Marlborough, Nueva York Skull III (Calavera III), 1999-2000 Bronce, 246,4 x 490,2 x 210,8 cm Cortesía Galería Marlborough, Nueva York Skull I, II y III 80 Figures Cortesía Galería Marlborough, Nueva York Bambini (Niños), 1998-1999 Bronce, 40 x (109,2 x 38,1 x 25,4) cm Standing Figures (Figuras de pie), 2000 Bronce, 20 x (168,3 x 51,4 x 36,2) cm Walking Figures. Left Foot (Figuras caminando. Pie izquierdo), 2000 Bronce, 10 x (166,7 x 51,7 x 79,4) cm Walking Figures. Right Foot (Figuras caminando. Pie derecho), 2000 Bronce, 10 x (166,7 x 51,7 x 79,4) cm Detalle de 80 Figures Detalle de 80 Figures Detalle de 80 Figures The Cage (La jaula), 2004-2007 Hierro y arpillera, 185 x 120 x 120 cm Colección Magdalena Abakanowicz Magdalena Abakanowicz dibujando, 1981. Foto: Artur Starewicz Selección de exposiciones y galardones Exposiciones individuales 1960 Galería Kordegarda, Varsovia. 1962 Tapisseries, Magdalena Abakanowicz, Pologne, Galerie Dautzenberg, París. 1965 Galería Zacheta, Varsovia. 1967 Kunstindustrimuseet, Oslo / Vestlandske Kunstindustrimuseum, Bergen / Stavanger Kunstforening, Stavanger / Trondheim Kunstsforening, Trondheim. 1968 Stedelijk van Abbemuseum, Eindhoven / Frans Halsmuseum, Haarlem / Groninger Museum, Groningen / Stedelijk Museum, Schiedam Helmhaus, Zúrich. 1969 Stedelijk Museum, Arnhem. Galerie Alice Pauli, Lausana. Kunsthalle, Mannheim. 1970 National Museum, Estocolmo. 1971 The Fabric Forms of Magdalena Abakanowicz, Pasadena Art Museum, Pasadena, California. 1972 Magdalena Abakanowicz: Textile Strukturen und Konstruktionen, Environments, Kunstverein für die Rheinlande und Westfalen, Düsseldorf / Aberdeen Art Gallery, Aberdeen, Escocia. 1973 Rope Structures, Arnolfini Gallery, Bristol. 79 1974 Muzeum Sztuki, Lodz (Polonia). 1975 Abakanowicz: Organic Structures and Human Forms, Whitechapel Art Gallery, Londres. Galería Zacheta, Varsovia. 1976 Art Gallery of New South Wales, Sidney / National Gallery of Victoria, Melbourne. 1977 Organic Structures, Malmö Konsthall, Malmö (Suecia). Sonia Henies og Niels Onstads Stifteiser, Kunstsenter, Hovikodden (Noruega). 1980 Biennale di Venezia, Pabellón de Polonia, Venecia. 1982 ARC, Musée d’Art moderne de la Ville de Paris, París. 1984 Exposición retrospectiva, Museum of Contemporary Art, Chicago, Illinois / Musée d’Art Contemporain, Montreal / National Academy of Sciences, Washington, D.C. / De Cordova Museum, Lincoln, Massachusetts / Dallas Museum of Fine Arts, Dallas / Portland Art Museum y Portland Center for the Visual Arts, Portland, Oregon / Visual Arts Center of Alaska, Anchorage / Frederick S. Wright Art Gallery, University of California, Los Ángeles. 1985 Galerie Alice Pauli, Lausana. Abakanowicz: About Men. Sculpture 1974-1985, Xavier Fourcade Inc., Nueva York. Virginia Museum of Fine Arts, Richmond, Virginia. 1988 Mücsarnok, Budapest. Laumeier Sculpture Park, St. Louis. 1989 Städtliche Galerie im Städelschen Kunstinstitut, Frankfurt. Marlborough Gallery, Nueva York. 80 1990 Sculpturen, Galerie Pels-Leusden, Berlín. Richard Gray Gallery, Chicago. Marlborough Fine Art, Londres. 1991 Exposición retrospectiva, Museo de Arte de Sezon, Tokio / Museo de Arte Moderno, Shiga / Art Tower, Mito / Museo de Arte Contemporáneo de Hiroshima, Hiroshima. Muzeum Sztuki, Lodz. 1992 Nelson-Atkins Museum of Art, Kansas City. Marlborough Gallery, Nueva York. Instalación, Sculpture Garden, Walker Art Center, Minneapolis. 1993 Biuro Wystaw Artystycznych, Cracovia. War Games, P.S.1 Contemporary Art Center, Nueva York. Marlborough Gallery, Nueva York. Recent Sculpture, Museum of Art, Rhode Island School of Design, Providence, Rhode Island / Palmer Museum of Art, Pennsylvania State University, University Park, Pensilvania. 1994 Galería Kordegarda, Varsovia / Muzeum Sztuki, Lodz. Galería Marlborough, Madrid. Fundació Pilar i Joan Miró, Palma de Mallorca. 1995 Els Jardins de Can Altamira, Barcelona. Centro de Escultura Polaca, Oronsko (Polonia). Centro de Arte Contemporáneo, Castillo Ujazdowski, Varsovia. Yorkshire Sculpture Park, Wakefield (Reino Unido). 1996 Oeuvres récentes, Galerie Marwan Hoss, París. Oriel Mostyn Gallery, Llandudno, Gales. Salón de exposiciones de Charlottenborg, Copenhague / Kulturhuset Stockholm, Estocolmo. 1997 Doris Freedman Plaza, Nueva York. 81 1997 Mutants, Marlborough Gallery, Nueva York. Miami Art Museum, Miami. 1998 Galerie Marwan Hoss, París. 1998 Galería Starmach, Cracovia. 1999 Abakanowicz on the Roof, The Metropolitan Museum of Art, Nueva York. Abakanowicz dans les Jardins du Palais Royal, París. Camminando, 30ª Feria de Arte de Basilea, Basilea. Wild Flowers, Marlborough Gallery, Nueva York. 2000 Working Process, Guiliano Gori Collection, Spazi d’Arte, Santomato, Pistoia. Ninety Five Figures from the Crowd of One Thousand Ninety Five Figures, Marlborough Gallery, Nueva York. Abakanowicz, Teatro de la Ópera de Varsovia, Varsovia. 2001 Magdalena Abakanowicz, About the Human Condition, Grant Selwyn Fine Art, Beverly Hills, California / Gerald Peters Gallery, Santa Fe, Nuevo México / Pillsbury Peters Fine Art, Dallas. Space to Experience, Three Rivers Arts Festival, Point State Park, Pittsburgh, Pensilvania. Kunst-Station Sankt Peter, Colonia. Magdalena Abakanowicz: The Crowd IV and Infantes, William Benton Museum of Art, University of Connecticut, Storrs, Connecticut. 2002 Museo Narodowe, Poznan (Polonia). 2003 Dancing Figures, Marlborough Fine Art, Londres. Magdalena Abakanowicz: The Long Wait, MacLaren Art Centre, Barrie, Ontario. Magdalena Abakanowicz: Tanzende und Schreitende, Beck & Eggeling International Fine Art, Düsseldorf. Abakanowicz, Museum Beelden aan Zee, Scheveningen, Países Bajos. Magdalena Abakanowicz: The Skulls, Frederik Meijer Gardens and Sculpture Park, Grand Rapids, Michigan. 82 Coexistence, Marlborough Gallery, Nueva York. Magdalena Abakanowicz, Museo d’Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto, Rovereto. 2004 Mutation and Crystallization, Pei Ling Chan Gallery, Savannah College of Art and Design, Savannah, Georgia. Hurma, Chapelle Saint-Louis de la Salpêtrière, París / L’Espace d’Art Contemporain André-Malraux, Colmar / Landesmuseum Schloss Gottorf, Schleswig-Holstein (Alemania). Magdalena Abakanowicz, “melchior, jonas and the eight white faces”, Taguchi Fine Art, Tokio. Sculptures, Museum Franz Gertsch, Burgdorf (Suiza). 2005 Magdalena Abakanowicz: Backward Seated Figures, Katonah Museum of Art, Katonah, Nueva York. Space to Experience: The Sculpture of Magdalena Abakanowicz, Museum of Art, Fort Lauderdale, Florida. La Foule V, Galerie Saint-Séverin, París. Magdalena Abakanowicz: Im Dialog VI, Stadtkirche Darmstadt, Darmstadt Alemania). Works on Paper, Marlborough Gallery, Nueva York. The Gigant and The Son of Gigant, The Fields Sculpture Park, The Sculpture Park Art Omi International Arts Center, Ghent, Nueva York. Magdalena Abakanowicz: Confessions, Sculpture and Drawings, Marlborough Gallery, Nueva York. 2006 Magdalena Abakanowicz: The Drawings, Frederik Meijer Gardens and Sculpture Park, Grand Rapids, Minnesota. Magdalena Abakanowicz: Sculptures et Dessins, Marlborough Monaco, Montecarlo. 2007 Magdalena Abakanowicz: Sculptures et Dessins, Galerie Patrice Trigano, París. Magdalena Abakanowicz, Coexistence Dream, Gruby and Koziol, Taguchi Fine Art, Tokio. 2008 Magdalena Abakanowicz: La Corte del rey Arturo, Palacio de Cristal, Parque del Buen Retiro, Madrid. 83 Sermion Flower, 1999. Foto: Artur Starewicz Galardones Gran Premio de la Bienal de Arte de São Paulo, São Paulo, 1965. Premio Gottfried von Herder, Viena, 1979. Premio Alfred Jurzykowski, Nueva York, 1982. Award for Distinction in Sculpture, Sculpture Center, Nueva York, 1993. Premio Mundial de Artes Leonardo da Vinci, México, 1997. Cruz de Comandante con Estrella de la Orden Polonia Restituta, 1998. Officier de l’Ordre des Arts et des Lettres, París, 1999. Cavaliere nell Ordine Al Merito della Repubblica Italiana, 2000. Premio Visionaries! del American Craft Museum, Nueva York, 2000. Commandeur de l’Ordre des Arts et des Lettres, París, 2004. Premio a la Trayectoria Creativa, Ministerio de Cultura, Polonia, 2005. Lifetime Achievement Award, International Sculpture Center, Nueva York, 2005. Otros reconocimientos Doctorado honoris causa por el Royal College of Art, Londres, 1974. Doctorado honoris causa por la Rhode Island School of Design, Providence, Rhode Island, 1992. Miembro honorario de la Akademie der Kunste, Berlín, 1994. Miembro honorario de la American Academy of Arts and Letters, Nueva York, 1996. Doctorado honoris causa por la Academia de Bellas Artes, Lodz, 1998. Miembro honorario de la Sachsische Akademie der Kunste, Dresde, 1998. Orden al Mérito für Wissenschaften und Künste, Berlín, 2000. Doctorado honorario en Bellas Artes, Pratt Institute, Nueva York, 2000. Doctorado honoris causa por el Massachusetts College of Art, Boston, Massachusetts, 2001. Doctorado honoris causa por la School of the Art Institute of Chicago, Chicago, 2002. Doctorado honoris causa por la Academia de Bellas Artes, Poznan, 2002. 84 Bibliografía 1982 Magdalena Abakanowicz. Monografía publicada con ocasión de la exposición Magdalena Abakanowicz organizada por el Museum of Contemporary Art de Chicago y por otros museos norteamericanos. Textos de Mary Jane Jacob, Magdalena Abakanowicz y Jasia Reichardt. Abbeville Press Publishers, Nueva York. 1986 La Sculpture. XIX e et XX e Siècle. Textos de Jean-Luc Daval y Barbara Rose. Editions d’A rt Albert Skira, Ginebra. 1987 Katarsis. Textos de Pierre Restany y Magdalena Abakanowicz. Edizioni della Bezuga, 2ª ed., 1990, Florencia. 1988 Magdalena Abakanowicz. Textos de Katalin Neray y Mariusz Hermannsdorfer. Mücsarnok, Budapest. 1991 Abakanowicz Tangible Eternity. Texto de Kuniko Kato Lucy. International Art Research, Japón. Magdalena Abakanowicz. Publicado con ocasión de la exposición itinerante Magdalena Abakanowicz realizada en 1991 en Japón: Museo de Arte de Sezon, Tokio / Museo de Arte Moderno, Shiga / Art Tower, Mito / Galería de Arte Contemporáneo y Museo de Arte Contemporáneo de Hiroshima. Textos de Mariusz Hermannsdorfer y Yoshiaki Inui, con una introducción de Masao Kobayashi. Museo de Arte de Sezon y Asahi Shimbun, Tokio. 1992 Paris-La Défense. L’Art Contemporain et l’Axe historique. Magdalena Abakanowicz, Piotr Kowalski, Jean-Pierre Raynaud, Alan Sonfist. Textos de Jean-Luc Daval y Germain Viatte. Editions d’Art Albert Skira, Ginebra y EPAD, París, pp. 30-56. 1993 Magdalena Abakanowicz. Sculpture. Texto de Michael Brenson. Marlborough Gallery Inc., Nueva York. Magdalena Abakanowicz. War Games. Textos de Michael Brenson, Alanna Heiss y Magdalena Abakanowicz. P.S.1 Contemporary Art Center, Nueva York. 1994 Barbara Rose, Magdalena Abakanowicz. Harry N. Abrams, Inc., Nueva York. 86 1995 Abakanowicz. Monografía publicada con ocasión de la exposición retrospectiva Magdalena Abakanowicz celebrada en el Centro de Arte Contemporáneo, Castillo Ujazdowski, Varsovia. Textos de Ryszard Stanislawski, Michael Brenson, Jasia Reichardt y Magdalena Abakanowicz. Centro de Arte Contemporáneo, Castillo Ujazdowski, Varsovia. 1996 Magdalena Abakanowicz. Texto de Michael Brenson. Grounds for Sculpture, Hamilton, Nueva Jersey. Magdalena Abakanowicz. Bronze Sculpture. Libro publicado con ocasión de la exposición Magdalena Abakanowicz. Yorkshire Sculpture Park y Oriel Mostyn, Llandudno. Textos de Jasia Reichardt, Magdalena Abakanowicz y Judith Collins, con una introducción de Peter Murray. 1997 Magdalena Abakanowicz. Mutants. Textos de Magdalena Abakanowicz y Michael Brenson. Marlborough Gallery, Nueva York. 1998 Abakanowicz. Texto de Jaromir Jedlinski. Gallería Starmach, Cracovia. 1999 J.-L. Duval, “Magdalena Abakanowicz dans les Jardins du Palais Royal”, Connaissance des Arts, mayo, pp. 6-19. P. Lieberman, “It’s Not so Lonely at the Top”. Los Angeles Times, 9 de mayo, pp. 51-52. Abakanowicz. Wild Flowers. Texto de Mary Jane Jacob. Marlborough Gallery, Nueva York. “Shoulders Above the Rest”. The New York Times, 27 de abril. 2000 Recent Exhibitions and Installations. Textos de Jasia Reichardt y Magdalena Abakanowicz. Marlborough Gallery, Nueva York. Ninety Five Figures from the Crowd of One Thousand Ninety Five Figures. Texto de Eleanor Heartney. Marlborough Gallery, Nueva York. Abakanowicz. Walking Figures. Textos de Wojciech Krukowski y Danuta Wroblewska. Galería Kordegarda, Varsovia. Karolina Hubner, “Difference and Repetition”. Sculpture, diciembre. 2001 Magdalena Abakanowicz: About the Human Condition. Texto de Barbara Rose. Grant Selwyn Fine Art, Beverly Hills, California. Magdalena Abakanowicz: About the Human Condition. Texto de Barbara Rose. Gerald Peters Gallery, Pillsbury and Peters Fine Art, Santa Fe, Dallas. 87 Magdalena Abakanowicz. Texto de Ryszard Stanislawski. Kunst-Station, Sankt Peter Köln, Colonia. Suzanne Muchnic, “She’s Turned Her Backs on the World”, Los Angeles Times, 25 de marzo. Kathryn Hixson, “Interview: Magdalena Abakanowicz”, New Art Examiner, abril. Rita Reif, “The Jackboot has Lifted. Now the Crowds Crush”, The New York Times, 3 de junio. Mary Thomas, “Sculptor Treats Art as Sacred Creation”. Pittsburgh Post-Gazette, 6 de junio. Guy Cross, “Listen! This is Important”, The Santa Fe’s Monthly Magazine of the Arts, agosto. Teri Thomson Randall, “Magdalena Abakanowicz”, The New Mexican Weekly Magazine of the Arts, 3-9 de agosto. Janet Kutner,”Sculptor Shows Us Ourselves, Our Fears”. The Dallas Morning News, 25 de noviembre. 2002 P. Braff, “A Setting Worthy of the Sculptures”, The New York Times, 10 de mayo. Magdalena Abakanowicz: Working Process e non Solo. Textos de Magdalena Abakanowicz et al., Collezione Gori, Prato (Italia). Roger Green, “Abakanowicz’s Colossal Work Goes on View in Sculpture Park”. The Grand Rapids Press, 29 de octubre. Magdalena Abakanowicz: Unrecognized. Textos de Ryszard Stanislawski, Barbara Rose y Pierre Restany. VOX-Artis Foundation, Poznan. 2003 Dancing Figures. Texto de Jasa Reichardt. Marlborough Fine Art, Londres. Magdalena Abakanowicz: Tanzende und Schreitende. Texto de Ryszard Stanislawski. Beck & Eggeling International Fine Art, Düsseldorf. Skin: Contemporary Views of the Body. Texto de George Kinghorn. Jacksonville Museum of Modern Art, Jacksonville, Florida. Valerie Carruthers, “MoMA: A Cultural Institution’s Own Urban Renewal”, Arbus, mayo-junio, pp. 52-61. Me and More. Textos de Kendell Geers et al. Kunstmuseum Luzern, Lucerna. Jackie Asplundh, “Confession of Stone”. Space of Stone, Grounds for Sculpture, Hamilton, Nueva Jersey. Karolina Hubner, “Lessons in Anatomy: Magdalena Abakanowicz’s Unrecognized”. Sculpture, abril. Abakanowicz. Texto de Barbara Rose. Museum Beelden aan Zee, Scheveningen (Países Bajos). Magdalena Abakanowicz: Coexistence. Texto de Monika Malkowska. Marlborough Gallery, Nueva York. 88 2004 Judith Richards (Ed.), Inside the Studio: Two Decades of Talks with Artists in New York. Independent Curators International, Nueva York, pp. 130-133. C. Ottesen. “Grounds for Sculpture”, The American Gardener, mayo-junio, pp. 34-38. Fernando Galán, “Talking with Magdalena Abakanowicz about the Unknown Power and the personal obsession”, art.es, mayo-junio, pp. 50-55. Magdalena Abakanowicz: Space of Stone. Texto de Jacquie Asplundh. Grounds for Sculpture, Hamilton, Nueva Jersey. Hurma. Texto de Mariusz Hermannsdorfer. Espace d’Art Contemporain André Malraux, Colmar (Francia). Inglot, Joanna, The Figurative Sculpture of Magdalena Abakanowicz. Bodies, Enviroments and Myths. University of California Press, Berkeley y Los Ángeles, California. 2005 T. Berne, “In the Age of Monochrome”, Art in America, enero, pp. 101-102. Alan G. Artnet, “New sculpture will strike somber note”, Chicago Tribune, 27 de marzo. Asahi Shinbun (Ed.), “Pleasures of Art Museums in Japan”, Syukan Hyakka (Weekly Encyclopedia), marzo, p. 29, ilustración. Kamila Pritchett, “Out of Bounds: Polish Artist Breaks Riles in the Name of Art”, Eastsider, 19 de mayo, portada y pp. 5, 11. Iver Peterson, “Weirdness and Beauty Set in Stone”, The New York Times, 18 de junio, pp. B1, B4. Magdalena Abakanowicz, “Confession”, Sculpture, octubre, ilustración de portada y pp. 30-37. Maureen Mullarkey, “Myth Versus Reality”, The New York Sun, 27 de octubre, p. 13. Fred Stern, “Brutal Vision”, Artnet.com: ArtNet Magazine, 15 de noviembre. “Les sculptures monumentales reviennent à la citadelle”, Var Matin, 11 de noviembre. “Sculptures à la Citadelle de Saint-Tropez”, Le Bavard, 18 junio-19 julio, p. 17. “La Citadelle toujours aussi sculpturale”, Le Tropézien, junio. “Du monumentale à Saint-Tropez”, Monaco Hebdo, 30 de junio-6 de julio. “Kunst und Kultur an der Côte”, Background, agosto, p. 95. Francesca Graciano, “Appuntamento con l’Arte à Saint-Tropez”, Il Secolo XIX, julio. Federica Natta, “Un’estate all’insegna dell’arte contemporanea”, Il Foglio Italiano, septiembre, p. 58. “Art, mer et soleil”, Point de Vue, 24-30 agosto. 2006 Anthony D. Meyers, “2005 Lifetime Achievement Award Gala October 20, 2005”, Sculpture, enero/febrero, p. 80. Noreen S. Ahmed-Ullah, “Grant Park Coming Out of the Shadows”, Chicago Tribune, 5 de febrero, Nation/World. David Ebony, “Magdalena Abakanowicz at Marlborough”, Art in America, abril, p. 152. 89 Magdalena Abakanowicz, Mary Jane Jacob, Michael Brenson, Joseph Becherer, Karolona Hubner et al., Konteksty, Instituto de Arte, Academia Polaca de las Ciencias, revista trimestral, n.º 3-4. Andrew Hermann, “Artists 100 Iron Giants headed to Grant Park”, Chicago SunTimes, 20 de junio. Claudia Claudiano, “Personale di Abakanowicz al Marlborough di Monaco”, Riviera, 29 de septiembre, p. 37. “A la Marlborough Monte-Carlo… Le Sculptor Polonais: Magdalena Abakanowicz”, Le Niçois, 28 de septiembre-4 de octubre. 2007 Robert Ayers, “The AI Interview: Magdalena Abakanowicz”, artInfo.com, 17 de enero. Holland Cotter, “Examining the Art of Feminism as It First Took Shape”, The New York Times, 9 de marzo, p. 29. “Iron Giants Invade Grant Park”, Art in America, febrero, p. 168. Kevin Nance, “Agora Phobia?”, ARTnews, marzo, p. 38. Barbara Rose, “Sculpture as Environment”, Art & Antiques, abril, p. 133. 2008 Magdalena Abakanowicz, Fate and Art. Monologue, Skira, Milán. Magdalena Abakanowicz: La Corte del Rey Arturo, Palacio de Cristal, Parque del Buen Retiro, Madrid. Mariusz Hermannsdorfer, “Magdalena Abakanowicz”. Mary Jane Jacob, “De dentro afuera”. Karolina Hübner, “Formas mágicas: notas sobre la obra de M. A.” 90 English texts Reflections on Human Experience Consuelo Císcar Casabán, Director of the IVAM “What is sculpture? With impressive continuity it testifies to man’s evolving sense of reality, and fulfils the necessity to express what cannot be verbalized.” Magdalena Abakanowicz The human body and condition have been present in art since its beginnings, as artists have taken the human anatomy as a source of inspiration for, and canon of, measurement. Depending on the different historical periods, the representation of the human form and experience vary across the gamut of expressive possibilities concerning physical perceptions and feelings. Across civilizations, the acknowledgement of the human body has remained a steadfast parameter, for surely nothing is closer to the individual and to his awareness than his own body. Also, few aspects of life present more enigmas and challenges than the search to interpret and portray the human figure, as is the case with the vigorous body of work from Magdalena Abakanowicz. Her piercing insight and her high regard and interest for the human body have been evident throughout her artistic career, spanning forty years, placing this contemporary Polish artist alongside the likes of other outstanding artists, such as Henry Moore, Alberto Giacometti, Francis Bacon or John Davies. Abakanowicz appears to feel an unwavering attraction for moulding three-dimensional figures that represent human beings expressing their feelings for their natural surroundings. This sets her apart from her contemporary artists, more preoccupied with abstract or conceptual aspects. Throughout her bold creations we can detect a social commentary in her characters, as well as an anthropological study of the social conditions experienced by her during different historical stages and environments of her life. Thus, she invests her sculptures with a knowledge transmitted by means of what Wittgenstein called a mystical silence. From this silence, her works transcend the aesthetical quest in order to examine the social realities through which she has lived and which have affected her own often bleak existence. In order to understand how she arrived at this form of aesthetics we should take into account the difficult and sometimes desperate events she went through during her childhood and adolescent years, exposed to the hardships of the war and post-war years. These left their imprint on her work, as manifested in her need to amputate vital limbs of her sculptures. Another startling aspect of her figures is their imposing size, making their expressions quite obvious. Their dramatic setting is frequently carried to an excess, and their theatrical monumentality is set against the muteness of the bodies, which might stand as metaphors for the distressed and doomed characters in search of an author, echoing Luigi Pirandello’s famous play. Through her highly symbolic works, Abakanowicz is close to the experimental theatre of Jerzy Grotowski, another Pole of genius who understood the theatre as a space for spiritual communication, where a performance can be carried out with no lights, no music, no costumes, no sets, no script… but not without the actor. Magdalena presents at the IVAM a very personal exhibition of her best-known and most admired works internationally, bringing us face-to-face with Man in his tragic aftermath, in his solitary fortunes/misfortunes, struggling with his political, social and cultural commitments. This uneasiness leads him to seem frequently embittered, in a broken posture, probably due to his revulsion of certain social attitudes. The realism in her work draws an essentially human parallel with that of Kafka’s. The dissection of her sculptures evokes the mental destruction of humans by means of highly expressionistic acts, charged with a tragic poetry. Kakfa’s men are torn, metamorphosed, revealing an inner life through their foreshortenings, their alienation, maybe even their deranged poetic mind, meandering through literary fiction and a dehumanised social reality, persistently evoked by Abakanowicz. The archetypes of desolated and isolated people and cities are the foundations of an extensive body of work which elicits shock and uneasiness from the viewer. This should not surprise us, as the term angst already plays a prominent role in Heidegger’s work, influencing a great number of 20th century artists. This existentialist angst brings the individual face-to-face with nothingness and the impossibility of finding an ultimate justification for his choices. And when Man (a being-in-the-world, as Heidegger explains) cannot find that purpose, he seeks refuge in dreams and fantasies, envisaging worlds in which he can attain happiness. Thus, sometimes the figures in her sculptures are depicted holding hands and dancing. Each figure in her work is uniquely cast, despite almost always forming part of a group or a multitude. Each of them receives from Abakanowicz a unique and unfathomable soul or psyche, of which it is a reflection. Through the bodies crafted and moulded with her own hands, either with organic materials or with metals, we catch a glimpse of the physical appearance which allows us to appreciate individual expressions. In this way we note that each of her sculptures is unique despite the uniformity they sometimes seem to have. This also symbolises the division between the individualism and the uniformity of people in today’s mass society; however, her sculptures discard this last notion, revealing a specific individuality. 92 Magdalena Abakanowicz Marga Paz Magdalena Abakanowicz was born in Poland in 1930, into a landowning family of aristocratic roots. Her mother’s family was connected with the Polish nobility of ages past, while her father was of Polish, Russian and Tatar ancestry. They had to flee Russia as a consequence of the October Revolution, leaving behind all their property after having fought against the Bolsheviks. In 1939, when Magdalena was just nine years old, the Germans invaded Poland, signalling the beginning of the Second World War. The ensuing bloody fighting between the Soviet Army and the Polish partisans on the one hand and the occupying German Army on the other, led to an all-out war, leaving the helpless civilian population victims of a terrifiying scenario. In the midst of continuous danger and precariousness, her family suffered robberies and assaults. In one instance, her mother lost her right arm as a consequence of a serious bullet-wound. Finally, they were forced to leave their rural mansion in Falenty to search for greater security in the outskirts of Warsaw. The city had become the stage in which the Poles fought single-handedly without the aid of either the Red Army, which remained on the other side of the Vistula River, or the Allies against the German army of occupation. After two months of unequal fighting, the Germans managed to wipe out the country and annihilate its people, leaving behind a trail of death and destruction that levelled whatever was left standing in the city. A quarter million Poles lost their lives, and the rest were sent to concentration camps. This dramatic historical circumstances experienced by the artist during that time brought back kinder and sweeter memories of the pre-war years and her early childhood, spent at the family’s country estate, with its surrounding forests and enveloping forces of nature, which shaped her memories as well as her dreams and imagination. Later in life she would turn to these for shelter to isolate herself from the harsh reality, and they would influence her work and artistic development throughout her lifetime. One of the constant features of her art becomes evident in her early work from the late fifties and early sixties: the fascination with the energy, monumentality and also the mystery of the world of nature, as expressed in organic motifs and biological structures which shunning the limits imposed by the “immediacy” of the present reality of time appear in her longing to find her roots in nature’s universality. Nature has always been present in her work, albeit under different forms and shapes. An outstanding instance of this can be seen in later works, such as War Games, created between 1987 and 1994, to which Giver, Anasta, Ancestor or Zadra belong. In this series, the huge fallen tree trunks which she found during her long walks across the northeastern forests of her homeland, are used to portray the physical vitality of the human form, displaying its skin, blood, veins, muscles, etc., in patent contrast with the wounds caused by the violence of war. Her generation was witness to the terrifying consequences of the Second World War, with the cyclical nature and struggles between life and death, destruction and renewal, man and nature, becoming the source of her development as a human being and an artist. These experiences were shared by other artists, such as Joseph Beuys, who suffered similar traumas and felt the need to overcome the deep emotional and psychological scars that left their mark on them and which no doubt influenced their conception of art and the role of the artist in society. “Since the beginning, even before becoming an artist, Magdalena Abakanowicz saw, felt, and created worlds: the fantasy world of the forests and spirits that reside there; the world at different times during which the senselessness of human actions made the world seem unreal; the world of art, at once removed from the real world, yet within which artistic expression can bring moments of clarity to the human predicament. Abakanowicz’s need to build her own world first in childhood and later in the hard times of oppression were in the early years cloaked, maintained in secret, protected so that they could come into existence and be preserved. Later, when coming out into the world through her exhibitions, presenting her environments full of ideas and expressing values, she offered a world shaped by her deep and personal sensibility. Her reality, expressed in art works, defines a social space; they bring us into this world that she creates and shares. Her works, her environments, are worlds she creates as spaces to contemplate our relationship to the world-at-large.”1 Once the war was over, the Soviet occupation suffered by her country with the loss of their estate and the nationalisation and confiscation of all private property forced her family to relocate to the small town of Tczew, near Gdańsk, in the north, where they hoped to start a completely new life after the enormous hardships and the devastation of the war. They had to adapt to the radical transformation of the old system, which was being replaced by the imposition of Communist structures upon every aspect of social, political and cultural life. 93 Under Soviet control the Polish government had officially adopted the Socialist realism to which the Warsaw Academy of Fine Arts from which Abakanowicz graduated in 1954 had to strictly adhere. It was during this period that the artist had to live through the painful transformation of the city, practically devastated in its entirety, while the whole country was struggling to rise from the ashes left by the war in order to build the new world of Socialism promoted by the government. However, in time, all hope was to be shattered by the lack of freedom experienced under Soviet rule. The mid-60s saw some of the major works that would earn Abakanowicz international acclaim and allow her to break through the heretofore insurmountable frontiers and the artistic alienation of her homeland, mired in isolation until the fall of the Berlin Wall in 1989. Her early work reflected her determination to create a new artistic form, devoid of any semblance to the recent past. To this end, she spurned any materials or subject matter connected with the paintings of old, with which she had become so familiar at home, and with which she had but little affinity. The same could be said about the institutionalised Socialist realism in which she had been brought up. Also, during her student years at the Academy she had taken a number of classes in textile art design, which helped to familiarise her with fibres and with the design and printmaking of these techniques, at the time at the peak of their popularity in Poland. Abakanowicz’s command of them allowed her to materialise her dream of recapturing pliant and malleable materials belonging to a preindustrial past, through the use of natural fibres, especially sisal ropes. This material enabled her to create huge three-dimensional surfaces which she suspended from the ceiling and endowed with surprising palpable qualities. These abstract shapes of organic metaphors were dubbed Abakans by a Polish critic, and Abakanowicz adopted that name for her future works. According to her own words: “The fabric I made was stiff, its surface grew into reliefs similar to tree bark or animal fur. I liked the fact that I was creating an object from its very beginning, from the outer shell to the total shape. I sewed several surfaces together to form a huge three-dimensional object. I could not see it in its entirety. I could only control it with my imagination. Monumental, strong, soft and erotic, these objects became the image of my reality, they stood against any established definitions. Later someone called them Abakans after my name. Nothing similar existed in art.”2 During the 1960s, the introduction of the use of materials which had previously been considered non-artistic, as well as artisan techniques and those belonging to the crafts, was due to a great extent to the influence exerted by a growing feminism, through which female artists began to fight for equality in the same terms as those of other movements for women rights and interests. As they became more radical, they also demanded the right to express their gender difference, one of the signs of art’s identity at the time. Traditional concepts of art were greatly expanding into new artistic fields, materials, mediums and languages, such as cinema, performance, video, multimedia… reflected by a broad range of disparate movements under an assorted mix of labels: post-minimal, arte povera, land art, eccentric abstraction, anti-form… At the same time, female artists were adopting an increasingly active role, sometimes becoming much more radical in their tenets than their male counterparts, especially in tearing down hierarchies and other systems of authority which pigeon-holed different forms of art in water-tight compartments, according to whether they fitted labels of high-brow or low-brow, the latter being considered of inferior quality because of their relationship to the crafts. So these Abakans also served to show that the use of traditional craft materials could result in a true work of sculptural art. Despite the fact that not all female artists, including Abakanowicz, thought of themselves as feminists, it is obvious that her Abakans fit this context, as they manifestly oppose industrial manufacture through the startling use of her woven compositions. Industry imposed its ironclad materials and the supremacy of the “immediacy” of outward aspects, as featured by the minimalism which dominated the 1960s. Practically all artistic experimentation of those years challenged these tenets. The ductility of the materials and the fluidity of the shapes and surfaces contrasted with the perfect finish of manufactured products. In this way, the Abakans gave priority to the autobiographical aspects of the artist in detriment of the murkiness of anonymity which post-minimalists had already rejected. Some of the female artists working during those years used materials previously considered unfit for sculpture, and therefore non-artistic. Eva Hesse was one of those outstanding artists. She crafted some astonishing sculptures using “grid” and “seriality” themes in a fluctuating space, charged with the human element of her experience, with unusual materials such as latex, fibreglass, ropes and synthetic rubber. It must also be noted that the use of a large array of everyday objects and techniques from the field of crafts tried to express and vindicate the validity of that inward and 94 domestic realm of women to which they had been relegated for centuries, alienated from the male world. It was significant that at this time the work of some female artists was being reivindicated, such as that of Louise Bourgeois, who had handicraft experience doing restoration work in her parents’ tapestry workshop. In this anonymity she created an exuberant and fascinating body of work with whatever materials she found at hand. Hers was a radical and completely feminine, subjective and autobiographical vision of the world, extolling both innate femininity and traditional female culture. As Abakans evolved, becoming increasingly complex, they were transformed into a sort of mysterious forest taking root in a form of sculpture nurtured by an ancient and timeless energy, albeit sticking to clear and increasingly expressive references to the living body. Thus, she developed elements deeply rooted in her personal world of images, which can be traced all through her work since then. From 1973, her inquisitiveness, a key part of her artistic make-up, brought about a deeper interest in the universe of biological organisms, where she found a wealth of inspiration from the organic metaphors to be found in the natural sciences, biology, and the human body. In this context it is important to understand a work entitled Embryology, which had a great impact upon her career after it was exhibited at the Pavilion of Poland during the Venice Biennial of 1980. It resulted in a change of medium and scale, substituting her woven materials for new manufactured soft ones, such as ropes, sackcloth, nylon, cotton, gauze, etc. This work done in 1978 consisted of hundreds of soft irregular oval lumps dispersed like a spider’s web in no particular order. On the one hand, it accepts the asymmetry of nature, while on the other it assumes that representation of reality has ceased to be rationalistic to become manifold, thus adopting the dynamic of repetition and disparity which, according to Deleuze, is an indication that contemporary art is moving towards non-figurative representation and horizontal thought, as was the case from the 1960s. At previous Venice Biennials she had exhibited for the first time a group of humanoid figures assembled in groups: Heads (1973) and Backs (1976). However, these were still made of the same organic cheap materials as the rest of her works. These same materials, together with the powerful ritualistic sense of the masses, were an essential element of the experimental theatre being offered in Poland at the time by Jerzy Grotowski and Tadeusz Kantor, and the connection between them becomes self-evident. She has never been politically committed, and the purpose of her work has been to arouse in the beholder a lifting sense of reflection upon the timeless aspect of things, transcending any specific historical context. However, these groups of abstract figurative sculptures at the Biennial caused a sensation with their intense and oppressive symbolism. And the fact that they came from Poland, a country that was undergoing deep political changes, such as the emergence of the Solidarity movement, was not lost on the viewer. Also, these new forms were a reflection of the features shaping that artistic period, highlighted by a great increase in the scale of her compositions, in an almost simultaneous and eclectic creation of new sculptures, which she termed cycles or series. Gradually, abstraction gave way to representation, which has informed her later work save for rare exceptions. This disquieting morass of humanoid forms led Mariusz Hermannsdorfer to declare: “These works express also the artist’s keen insight into the current, everyday reality. And the reality of common experience is one of human masses being subjected to relentless ideological pressure, people waiting, in orderly fashion, in endless queues in shops, at bus stops and train stations a crowd of grey figures with identical, drag, empty faces. Focusing the experience of the artist living in a socialist state, those figures function like a converging lens, conveying it all: the sense of isolation from the world, totalitarian discipline, the effects of brainwashing performed on a society cut off from any information other than that sanctioned by authorities and the tragic nature of their existence.”3 These heterogeneous clusters of serial sculptures are composed of a group of fragmented, mutilated and deformed bodies, reminding us of the suffering, fragility and vulnerability of human beings, definitely one of the main subject matters of her work. This strong sense of corporality is emphasized by the fact that she worked with her own hands the moulds formed out of living models. Beginning in 1985, her work experienced another radical change when she started to cast her figures in bronze. This new technique allowed her to overcome the problems intrinsic to the natural materials she had worked on until then, such as sackcloth, burlap, resins, sisal, etc., whose fragility would not stand the passage of time. Thus, the use of bronze enabled her to cast monumental and long-standing sculptures which could be installed in open spaces, giving the impression of timelessness. The first of these was Katarsis, a group of 33 95 Reflexions Magdalena Abakanowicz three-metre-tall headless torsos, like hollowed-out tree trunks, for the Giuliano Gori permanent collection at the Celle Farm in Santomato, near Pistoia, sitting on a hill overlooking the central Tuscan plain. Later she would continue to create other monumental series of sculptures for outdoor spaces, among which we might highlight: Negev (1987), at the Sculpture Garden of the Israel Museum in Jerusalem; Space of the Dragon (1988), at the Seoul Olympic Park in South Korea; or Agora, recently installed at Chicago’s Grant Park. Since the 1970s, all of her works have been realised as a network of organic microcosms that spread out and take possession of the space where they stand, and which become an integral part of the artwork. These site-specific spaces invite the viewer to reflect upon human experience, the ultimate aim of Abakanowicz’s art. 1. Mary Jane Jacob, “De dentro afuera”, in Magdalena Abakanowicz. La Corte del rey Arturo, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Palacio de Cristal, Madrid, 2008 2. Magdalena Abakanowicz, Fate and Art. Monologue, Skira, Milan, 2008, pp. 35 and 36. 3. Mariusz Hermannsdorfer, Magdalena Abakanowicz, Muzeum Narodowe we Wroclawiu, 2005, p. 37. Artist There was only one artist among my ancestors my father’s cousin. He was much older than my father and I knew him only from photographs, fascinated by the similarity of my father to him, of their two faces so identical. I would dream about him while listening to his music. Karol Szymanowski was his name, he was a composer of symphonic music and is now seen as one of Poland’s greatest. His estates, like my father’s, were in the eastern regions of the country now belonging to Russia. He fled the Russian Revolution to Poland, as we say, “with no luggage.” I found in his music a strange questioning, a nostalgia similar to Dostoyevsky’s and dramatic sequences of mountaineers’ dances. To create these sounds, as sharp as pain, as hard as metal, did he have to go through the experience of revolution, horror and blood? Or maybe he was born with all this knowledge and the privilege to express it as an artist? Would I have invented headless “crowds” if it were not the result of my experience of crowds, or desire to communicate my statement about expanse? When I was nine years old and war broke out, was I thinking that I would live surrounded by wars? Tormented each day with information about how many people were killed and how they died. In my Warsaw home I saw on the television screen an airplane crushing against the wall of a skyscraper in New York. People running in despair. Where are areas of calm? The sky the refuge of Gods? In seventy-five during the opening of my exhibition at the Whitechapel Art Gallery in London I met Stephen Hawking. Fascinated by his cosmic discoveries I could not stop asking questions. The dramatic image of the universe opened to me: inaccessible to my imagination, with its size, powers and laws, frightening more than any human statement could. The Milky Way violent, brutal stream of comets and meteors, deriving from the unknown reaching the unknown…. I escaped. Am I more than the sum of my experiences? There is time involved. It may crystallize into shapes or sounds. Home The state regulated the fate of each citizen, was obliged to grant him a flat, limiting its size to seven nine square meters per person. It took Jan and me two years to obtain that one-room apartment with a shower, a toilet, and a gas stove in the corridor near the entrance. We were so happy, it was ours, 96 independent. Old large apartments were divided among several families, new ones were built small for economic reasons, but also following the principle that all people must have equal spaces to live. So-called socialism proved difficult to introduce under Soviet orders in a constant economic deficit. Many people moved from the country to cities in search of work and a better life. We were surrounded by a crowd that did not know how to arrange their existence in a town, under new conditions. They would keep chickens on the balcony and pigs in the bathroom. Money had no great meaning. The number of things one could purchase was limited by shortages and restrictions. We were standing in long lines to get whatever. Only our intellectual level distinguished us from the strange mixed population around. The resistance against the pressure of the regime occurred in the domain of culture. We, our friends, and friends of friends kept close together, encouraging and supporting each other. Many things happened in a constant silent struggle with authorities in a kind of not declared underground. Communist propaganda was omnipresent. Every occasion was used to dictate how we should think and act. We escaped mentally. There were outstanding personalities in culture that constitute our support. The film director, Teodor Toeplitz created the film school in Lodz that soon became the world famous. Polanski, Wajda, Kieslowski and other great individualities studied there. The performing artist Grotowski moved a whole generation in Europe and America with his actions and ideas about relation between humans. The theatre of Kantor was another symbol of creative power. The non-commercial poster as an art form changed the image of the street introducing metaphoric information followed by “space conceived as art” in exhibition rooms and outdoor statements. Abakans Jan and I would live in our small room for 15 years. It was our shelter, warm and nice, but because of our activities, with time it became a cage. Jan got the important position of general director of industrial development, so he travelled to supervise the construction of ports, steel mills, water reservoirs, dams, and power plants. My work brought me distinctions in many countries. The objects I created were big. I needed space, I needed a studio. One could not buy or rent space. One could only receive it by special permission of the authorities. So I went to visit highly placed persons. They would listen to my pleas for a studio, for storage. One after the other, they would promise, forget, send me to other important persons. I knew that I could not wait to translate my imaginary forms into real shapes. The necessity I felt was strong. I needed to do it now! Along the Vistula River one could find old discarded ropes. They had their own history. They became my material. I pulled out threads, washed and dyed them on our gas stove. In the basement of Maria Laszkiewicz’s home was a loom. I did not know much about weaving and that allowed me to invent my own technique. This space was humid with small narrow windows, but it was a space. And Maria Laszkiewicz was an extraordinary friend thoughtful, helpful, she would bring me coffee in the early morning, when it was still dark outside. She knew life, she was tough and strong-minded. Born an aristocrat in Riga, Latvia, she had studied sculpture with Antoine Bourdelle in Paris, survived wars and revolutions. She had raised two sons, built a house and now found herself defending it from being nationalized. She registered it with the artists union as an “experimental studio” for the union. I could work there. The fabric I made was stiff, its surface grew into reliefs similar to tree bark or animal fur. I liked the fact that I was creating an object from its very beginning, from the outer shell to the total shape. I sewed several surfaces together to form a huge three-dimensional object. I could not see it in its entirety. I could only control it with my imagination. Monumental, strong, soft and erotic, these objects became the image of my reality, they stood against any established definitions. Later someone called them Abakans after my name. Nothing similar existed in art. A nearby school, on occasional evenings, allowed me to use its gymnasium to lay out and form what I had produced in the basement. I spun around on my woven surface, happy, imagining it already in space, in a vertical position, embracing me like a big wing with a slow, heavy rhythm. When ready, I would roll them up, bind and store away into accidental basements or attics, under staircases or in old garages. I would see them for the first time in a vertical position at my exhibitions in Stockholm, London, Amsterdam. They would unfold to be magical, vibrant. The Abakans were my escape from categories in art, they could not be classified. Larger than me they were safe like the hollow trunk of the old willow I would enter as a child in search of hidden secrets. Their bodies sometimes opened to reveal a hairy interior, similar to interiors where one does not gaze with ease. 97 When moved, they responded with the sleepy rhythm of a sea wave, which repeats the same heavy action over and over. I thought that only waves were capable of this movement. The Abakans were capable of the same. I revelled in this discovery. I was by then an avid scuba diver. Under water there were special rules and dependencies, unknown shapes that changed in unexpected reactions to invisible forces. I first dove in Polish lakes, then in the Adriatic. Then I watched the Australian Barrier Reef in disbelief, with almost religious tension as I plunged in among all this strangeness. The Virgin Islands, the Red Sea, the Bahamas. Each time the same uneasiness, a fearful curiosity took over physical, threatening, never completely tamed. These voyages derived from invitations I received to exhibit and create special works. It was endless inspiration and constant discovery away from all the cramped and graceless surroundings of the everyday. We spent weeks in front of the police station awaiting our passports, four to six weeks in lines at foreign embassies that were hesitant to grant us permission to enter their countries. This in spite the fact that museums, institutions, friends from abroad sent certificates and statements that they would pay for our trip, living expenses, and health insurance. Polish money was still not convertible and we still were not permitted to have foreign currency, to telephone other countries. Constant fear and anger became in time a dangerous game, a competition in search of liberty. After every trip I had to stand in line again to return the passport to the police. My creativity developed on both sides of the Iron Curtain, in the unending comings and goings. Returning home from a trip, I would stand for hours at my window, watching the sky and birds, the telephone silent. No need to make immediate decisions. In spite of the size of our apartment and other discomforts, I felt I was on my own island from which I observed the world in its rhythm that was not mine. I liked the fact that my country was so different, the value of friendship important, the intellectual level high, the money so unimportant. Intuition always blends with intellect and vice versa. Before I realized that all people, including myself, create their own reality within which they make their journey through life, I wanted to make sure that what I knew for certain, thanks to my intuition, was true. At the beginning of seventies, I visited scientific laboratories and dissection rooms. I peered into microscopes and popped into sessions of the Roman Club, an assembly of distinguished individuals of our time who would gather to discuss general development problems. I went to the Arizona desert to meet Paulo Soleri, the visionary, who wanted to build a city where people would find freedom. I went to Papua-New Guinea to look at the connections between religion, art and existence. When I investigate the human, I investigate myself. When I yield to my curiosity I do not expect rational explanations. I have not really disturbed the original image I carry in myself. The man I deal with, in my work, is man in general. At the Venice Biennale, at ROSC in Dublin, in Paris and elsewhere, people who saw the Backs would ask: “Is it Auschwitz?” “Is it a religious ceremony in Peru?” “Is it a dance of Ramayana?” The answer to these questions is affirmative, because it speaks about the human condition in general. During my Paris retrospective in ninety eighty-two a man standing in front of the 80 Backs said to me “I understood: the face, the hand can lie, the body cannot.” Backs Quantity, a large number constituting a single work, was unusual in sculpture practice at that time. I felt mistrust. I was asked: “Is this an edition? How do you intend to number them?” I replied: “Don’t you see that each is an individual, different in expression? Their bodies are similar, but their surfaces are like wrinkled faces conveying particular information.” In the eighties I exhibited forty backs in my one-person show at the Venice Biennale and forty at the ROSC International Exhibition. Both groups together were shown in my retrospective in 1982 at the Musée d’Art moderne de la Ville de Paris and later in my retrospective in American museums. The 80 Backs were my first populated landscape. Crowds “I immerse in the crowd like a grain of sand in the friable sands. I am fading among the anonymity of glances, movements, smells, in the common absorption of air, in the common pulsation of juices under the skin. I become a cell of this boundless organism of the crowd, like others already integrated and deprived of expression. Destroying each other, we regenerate. Through hate and love, we stimulate each other.”1 98 Once the art critic was judging the ability and technique. Today he seems to judge the imagination of the creator, knowing in advance how art should look like. Is my art not like sweat the symptom of my existence? Taking the decision to create groups, I wanted to question sculpture as a single object easily turned into decoration. I wanted to confront man with himself, with his solitude in multitude. I wanted to show the populated space. I wanted to bewitch the real crowd. In my childhood I witnessed how masses worship on command and hate on command. Herodotus observed already several centuries before Christ that it is much easier for a leader to convince a crowd than an individual. Fascinated by quantity I continued to cast human bodies in burlap, later in aluminium, bronze, and iron. Headless, shell-like, often only with legs, carrying the meaningful trunk, or with arms hanging like unnecessary tools, or with hands strong and aggressive. No face it would eliminate all mysteries of the body. The number of figures grows year after year. The entire population of sitting, standing, walking and dancing figures, the Crowds, Flocks, Hurma and the others would be enough to fill a large public square. Today there might be more than two thousand, but they have never been seen together. Some of the groups can be found in museums and public collections in different parts of the world. They constitute an interrogation, a sign of lasting anxiety, a warning. I do not make editions, copies of one form. Every figure is an individuality. A shape obedient to my hands is obedient to my desires. Quantity has its laws in the behaviour of nature: “I once observed mosquitoes swarming. In gray masses. Host upon host. Little creatures in a slew of other little creatures. In incessant motion. Each preoccupied with its own spoor. Each different, distinct in details of shape. A horde emitting a common sound. Were they mosquitoes or people? I feel overawed by quantity where counting no longer makes sense. By unrepeatability within such a quantity. By creatures of nature gathered in herds, droves, species, in which each individual while subservient to the mass retains some distinguishing features. A crowd of people or birds, insects or leaves, is a mysterious assemblage of variants of a certain prototype. A riddle of nature’s abhorrence of exact repetition or inability to produce it. Just as the human hand cannot repeat its own gesture. I invoke this disturbing law, switching my own immobile herds into that rhythm.”2 It has taken me years to create this barrier of my Crowds between me and man, any man that I was frightened of. Man whose history consists of senseless killing and destruction, without concept and any objective, without rational order. Behind the barrier of all the created figures I feel secure. Some years ago a child came to my studio and desired to be cast in plaster. It was a boy. Then came a girl who wanted also to become my model. I observed with amazement this fragile anatomy. A year passed and they grew. I cast them again. This was the beginning of my large groups: Ragazzi, Infantes, Puellae, Bambini. “Imagination is stronger than reality or rather replaces it. I remember the severe winter of 1942. The Germans occupied Poland. The war of Hitler with Russia continued. A transport of children from Poland to Germany, where they would be turned into Germans, was stopped by accident for a day and a night. The train was not heated. Hundreds of blond, blue-eyed children in the unheated cattle carriages frozen to death. When finally soldiers opened the doors, the bodies fell out, stiff and hard like sculptures. I wasn’t there. The person telling me about this built images in my young memory clear, strong and lasting.”3 My figures derive from living models; they are, however, only a pretext. The finished sculpture is a result of interpretations, decisions often distant from where I began. Ragazzi: I deliberately deformed each burlap figure until a strong unrealistic rhythm occurred in the group. The Infantes were reduced to only a body and legs. Displayed like little tree trunks they formed a half circle. Models of Puellae travelled with me to the bronze foundry in Italy. I remember them as “disobedient”. Their legs and bellies demanded special care. Now they are in permanent residence at the Sculpture Garden of the National Gallery in Washington badly installed under trees. Hurma consists of 250 figures, made out of jute sacks I got from an old mill. I fixed all with resin. They are adults and children, differing in size, shape, texture. The group still belongs to me. I made it at the beginning of 99 the nineties. First shown in Poland in my retrospective at the Museum of Contemporary Art, then in Switzerland at the Lucerne Museum, more recently in Paris at the “Salpetrière”. Now, I enlarge the group for my coming installation at the Cristal Palace in Madrid, where I will build a tent for them. Embryology Before I have cast the first men: The contents, the inside, the interior of soft matter fascinated me. I suspected I could find there the explanation for the character and nature of the soft object. By “soft”, I meant organic, alive. What is organic? What makes it alive? In which region of throbbing begins the individuality of matter, its independent existence? I went to the enormous library of the Academy of Sciences in Warsaw to look at books and dictionaries, to find all the possible meanings of the word “soft”, all the metaphors around it, all the ways the word is used. Astonishing or not, most encountered meanings and associations centred on the body, any kind of body, and belly, any kind of belly, and life which seems to need soft, organic matter to exist. I carried these thoughts and the need to visualize them. In 1979 I suddenly learned that I was selected to represent Poland at the Venice Biennale with a solo exhibition in the Polish Pavilion. I wanted to show figures the forty Backs, and my statement about “Soft.” I wanted to show my interpretation of “soft” related to the body, to its contents. My studio began to fill up with old mattresses, garbage heaps offered me old sofas and clothing, sacks and stockings. I built objects rounded like bellies, or elongated like mummies. Hundreds of them were small like potatoes, yet others were larger than human size. They were stuffed with different matter, often covered with translucent gauze, used in hospitals or nylons stockings. One could see the complicated inside. I sat and sewed and sewed and sewed. I finished with about eight hundred objects it was my study of “Soft.” They were completing my physical need to create bellies, organs, an invented anatomy. Finally, a soft landscape of countless pieces related to each other, like a family differing in size but not in character. I called the cycle Embryology. This work is still in my private collection. I consider it very important in spite of the fact that two hundred of the small forms were stolen during the Venice Biennale. Six hundred remain. Drawing I recall from my childhood: I did not yet know how to write. I drew in the earth with a stick. The marks were deeply etched. Then the rain gradually erased them until they disappeared. I no longer remember when I received my first sheet of paper. I drew, kneeling on the floor. The lines escaped from the sheet, running along the floorboards, disappearing in the shadows of the furniture. Drawing could contain secret power. The village women inscribed signs and letters on their doors with consecrated chalk and charcoal. This warded off evil. I wished to know the spells but they were inaccessible to me. Only their presence could divide places into those which were safe and those open to all sorts of threats. Now, when I draw, areas of unguarded spaces appear on the sheet. At the Academy of Fine Art, facing a nude model, I felt at first timid, then embarrassed. To overcome indecision I drew with energetic, spontaneous movements. Many lines formed a contour around the body. Crossing each other, entwined, as if fighting each other, the lines animated the whole surface. Nothing was distinct, as it was not distinct in reality. I looked at this nude, fat woman, lying on her side, breathing, moving slightly, as she was getting tired of remaining in one position. I knew that she was paid not to move, but she was alive. It was a strange situation, an animated anatomy totally out of context among clothed young people observing it from all sides. I tried to put in my drawing what bothered me and what I felt to be absurd. I expressed it with countless, running marks. The professor came up to me. His pink face became red. He uttered one word only “No.” Then he tried to erase. This scene was repeated many times during four years of my drawing lessons, and I was not able to adapt. His desire for precision stripped of personality might have come from the obligatory theory of Socialist Realism. About thirty years later Jean-Luc Daval, the Swiss art critic, asked me: Why don’t you make any drawings? The memory of my unhappy experience while studying still remained. However, I began to think about his encouraging words, about the creative freedom I had gradually gained. One day, Jan felt a pain in his kidney area. Many x-rays were taken. I looked at them stupefied. I asked Jan to lie down on a large sheet of paper and to open his arms to the side. I drew along the edge of his body. When he stood up, I filled the outline with shapes inspired by what I had seen in the x-rays. That was in 1980. A piece of charcoal was my tool and I manipulated it with both of my hands. However, no 100 drawing paper was available. By chance, Artur found about a hundred sheets of drawing paper in a storeroom at his editorial offices good quality, large sheets (100 by 70 cm), they had probably been there from before the last world war. It was an incredible luxury. Artur brought me all of it. My drawings from the 1980s and 90s were made on this paper. The “Bodies” cycle, which started with Jan’s body, then “Faces”,“Flies”,“Wild Flowers.” With time, I changed techniques, moving from charcoal to ink and then to gouache. A flat surface is a very particular reality that demands solutions unique to itself. Drawings did not inspire the birth of my three-dimensional forms. Teachers and professors disappeared from my memory. But each time, in front of the white piece of paper, the struggle would begin with the never-filled gap between the boundless possibilities hidden in my imagination and the limits of the physical movements of my hand. Katarsis In 1985 I was acting as a visiting professor at the University of California in Los Angeles when a letter arrived from a great collector of modern art in Tuscany. Giuliano Gori was inviting me to his property Fattoria di Celle to make a sculpture for his park. Park? Park? Sculpture in a park turns into a park decoration. And I am determined to deliver my statement. How do I get out of this? But it is my first commission for an outdoor sculpture, the first commission in my life. The best artists have produced works on Gori’s property: Richard Serra, Denis Oppenheim, Alice Aycock, Bob Morris, Les Poiriers, Dani Karavan. I’m going! I flew to Italy with Jan who was sharing my life in California, in Los Angeles. The distances between UCLA and Fullerton State University were like travelling half way across Poland. Jan was driving me around, supporting my numerous breakdowns, organizing my time, listening to complaints. He was also with me in Canada, where I exhibited and lectured. When Martial Law had been declared in Poland, Jan was stripped of his position because he was a very active member of the “Solidarity” movement, which sought to liberate Poland from Soviet domination. Unemployed, he could travel with me, fortunately he had not been interned or imprisoned. When we landed in Tuscany, I wanted to kiss the soil. Finally a European scale. Distances and proportions known to me since childhood, though I had never been here. I did not speak the language. Artur arrived directly from Poland. In Tuscany, this winter was unusually strong. Deep snow and frost. We had to use chains on the tires of our car. Giuliano Gori does not speak foreign languages well. He has an expressive face and black eyes that reveal what he feels. But communication was difficult. He knew my work from the Venice Biennale in 1980. He wanted me to create something similar. And I wanted above all to get out of the romantic park into the field, where I could create a huge group of sculptures that would be a space of contemplation. I wanted to question the whole park with everything in it playing the role of decorations. Annoyed by my persistence, he called our mutual friend Dani Karavan. “Dani, tell her she should go home. Maybe she can return another time.” In our tiny apartment in Warsaw, my mother lay sick with pneumonia and my sister was taking care of her. There was no place to go and I needed to put my idea into reality. It had to happen here. I asked for a slide projector. I showed Giuliano slides of groups of sculptures I have made. I projected them on the wall. Giuliano’s reaction was spontaneous: “I understand what you mean.” During the night, I produced a small model of the whole group I intended to make thirty-three figures. We met the next day. I asked, “Please, buy me a block of styrofoam. I will cut the first figure out of it in natural scale. You will see.” I cut it out with a kitchen knife, impassioned by the absurd situation. Giuliano’s excitement was unexpected. Next day we drove to Carrara. Jan and Artur were with me all the time. I was prepared to execute the sculpture in any available material. Marble turned out to be extremely expensive as did the stone available in workshops nearby. We thought of concrete. But nobody really knew how to produce such a group in concrete. The casting specialist did not know what kind of mould could be used. We went to the bronze foundry in Bologna. They made only small souvenir forms. But they were enthusiastic, cheap and guaranteed that they could make this large work within six months. Making here the first sculpture I discovered bronze as a fascinating material. Lack of routine allowed me to invent my own methods. The convex side was the imprint of the carved Styrofoam, while I shaped myself the concave side from plasticine. Giuliano arrived to see the first cast. It was a huge shell, open, with a relief bearing imprints of my hands in its inside. “Giuliano, have you ever seen such a sculpture?” “No!” We turned around it more than happy. At the foundry, for the next half-year, I built models and created each cast by myself. Artur took photographs of all stages of the work. Jan measured and calculated the 101 display of the group and the size of the concrete base for each figure. Giuliano’s enthusiasm supported everything, it allowed me to believe that my work was important and necessary, that my work was needed an incredible feeling, which so rarely happens to artists. It happened to me in such a direct way for the first time. I called the whole group of thirty-three figures Katarsis. I introduced bronze into my domain. I changed it into something hand-made, delicate, thin as a dry leaf, open to the imprints of my palm and fingers all over its surface, unique, unrepeatable. I wrote about Katarsis: “The Greek word ‘Katarsis’ embodies a group of sounds in which I hear metal, the rasp of cutting, the drama of destruction. There is a tension built up through the broad first syllables “ca” “ta” and tightened in the knot of the hoarse, ambiguous “rsis”·. Travelling to Celle, I had no design for my sculpture for this collection. I didn’t know what Celle looked like. In the romantic park I realized that my place was in a field. And by the time I found that field I knew that what had to stand there were figures of human-like trees, human-like coffins. Katarsis the decision came abruptly, in the way that excess must boil over. I seemed to be an onlooker, astonished by what was growing inside me, as though not with me and, removed outside, it swelled and took on force and personality. Katarsis is of a material more lasting than life. Perhaps because I hoped that the signs left behind would be for others a lasting anxiety. Perhaps it was defiance of my own views, an urge to question the accomplished. Perhaps awareness that constant immobility is stronger than changing situations. I worked in the corner room of the library at Celle. With a big kitchen knife I cut out figures in blocks of white styrofoam. I made no sketches. I felt an oneness with the forms that were arising. I was happy in that unity. Below the house a valley filled with mists stretched from Pistoia to Florence. I watched, I listened to the stillness. Taken to the foundry, the white figures were brutally hacked into shreds. No longer needed once they had lent their imprint to the earth, to be given enduring shape in bronze. Katarsis could come into being only in Celle. It needed the polemic with a park full of sculptures. It needed that landscape in which one wants to remain as a permanent part. It needed the people of Celle, the Gori family and the atmosphere created by them. There had to be Giuliano Gori and his passionate love for art.” War games, 1987 Autumn in Poland: Workers cut down trees along the roads in the Mazury lake district between Mragowo and Krutyn. They cut down those trees that were too old or crooked or just useless. To facilitate transport, they sawed off the branches. I went there. I looked at these huge bodies, muscular, wounded, but full of strength and personality: trunks with amputated limbs, in gestures of pain or protest or helplessness. Erotic, with large spread legs, nearly naturalistic, nearly too female like shameless effrontery. I walked among trunks moved by this dramatic scene. I touched them to feel their temperature and smoothness, excited as if touching real bodies. An anatomy as real as my own. How to give them another existence? As if obsessed, I returned and returned to this place. But what then, where shall I find a shelter for my creation, whom shall I convince about the importance and justness of these sculptures? I know already that to impose something unusual one must have a powerful name or theory or a powerful protector. I had none of this. I began to work with my chain saw and axe, unable to resist the incomprehensible pleasure of transforming these tree trunks into what they were not but what I knew they could be. In the forest of the region, in a farm equipment repair shop, I constructed the metal parts that were to be joined with the wooden bodies; I used sheet metal to arm them or give them sharp endings. Each became a personality, aggressive, able to defend itself. They lay on steel frames like on surgery tables, as if waiting: like real, muscular bodies, legs apart, bellies protruding. The War Games were so big that in New York they could only enter the P.S.1 Museum through the windows, lifted by a crane. This was 1993 and I showed only them, all of them. The American art critic, Michael Brenson, was the curator of this exhibition. I was given the Award for Distinction in Sculpture by the New York Sculpture Center. I expressed my thanks for the award and I said: “I wanted to tell you that art is the harmless activity of mankind, but we recall that art was often used for 102 propaganda purposes by totalitarian systems. And we remember that Hitler was a painter and Stalin used to write poems. Art will remain the most astonishing activity of mankind deriving from constant struggle between wisdom and madness, between dream and reality in our mind. Every scientific discovery opens doors behind which are other doors, closed. Art does not solve problems but makes us aware of their existence. It opens our eyes to see and our brain to imagine. To have imagination and to be aware of it means to benefit from possessing an inner richness and a spontaneous and endless flood of images. It means to see the world in its entirety, since the point of the images is to show all that which escapes conceptualization.” Before New York I had shown War Games at the Mücsarnok Palace of Exhibitions in Budapest. They had gone there directly from the forests in Mazury. It was a heavy winter. The snow that remained on them melted on the way. Once in the museum, hundreds of bugs crawled out, woken from their winter slumber. I was mad with grief. I bought syringes and poison. With Jan and Artur, we injected it into the cavities of the wood. Only when the show was over could the trunks be taken to a gas chamber for decontamination. This was in 1988, a few months before the countries of Eastern Europe began to throw off their yokes of Soviet dominance. My exhibition was seen as a symbol, a metaphor of the reality. It drew about a hundred thousand visitors. The dramatic shapes of my War Games acquired an unexpected meaning. In addition to War Games, I showed the first Crowd, fifty headless burlap figures standing stiff, with huge wheels facing them like cannons, war machines. There were also drawings of bodies without heads and arms, and faces in bronze on poles as if awaiting execution. 1. Statement, Magdalena Abakanowicz, 1993. 2. Statement, Magdalena Abakanowicz, 1985. 3. Statement, Magdalena Abakanowicz, 1992. 103 Text valencià Reflexions sobre l’experiència humana Consuelo Císcar Casabán, Directora de l’IVAM “Què és l’escultura? Amb una impressionant continuïtat testifica el sentit de realitat en l’evolució humana, i acomplix la necessitat d’expressar allò que no pot ser verbalitzat.” Magdalena Abakanowicz El cos i la condició humana són presents en l’art des dels seus començaments, ja que els artistes han pres l’anatomia com una font d’inspiració i cànon de mesura. Són distintes les representacions, segons les etapes històriques, de la figura i l’experiència humana entesa com la possibilitat expressiva de sensacions i sentiments, per la qual cosa el reconeixement del cos al llarg de les civilitzacions roman amb una resistència constant. I és que, indubtablement, res pertany més a l’individu, res està més a l’abast del seu coneixement que el cos. A més, poques realitats oferixen més enigmes i més desafiaments que la seua interpretació i escenificació, tal com passa a la poderosa obra de Magdalena Abakanowicz. La penetrant visió i l’interés per la presència humana en el seu univers artístic des de fa quaranta anys situen l’artista polonesa contemporània al costat d’insignes exponents de la figuració del segle XX com ara Henry Moore, Alberto Giacometti, Francis Bacon o John Davies. A Abakanowicz pareix que sempre li atrau modelar figures tridimensionals que representen sers humans que expressen el sentiment de la naturalesa que els envolta. Així, es distancia dels artistes de la seua època més interessats en aspectes de l‘abstracció o del conceptualisme. En les seues constants i contundents creacions podem interpretar una construcció social dels personatges que modela i un estudi antropològic de la condició social segons les etapes i condicions històriques que ha viscut l’artista. D’esta manera, dota les escultures d’un coneixement i d’una idea que es transmet mitjançant el que Wittgenstein va anomenar un silenci místic. Des del silenci, per tant, els seus temes transcendixen la pura investigació estètica i analitzen realitats socials que han format part de la pròpia existència, desconsolada moltes vegades pels avatars de la vida. Per a comprendre l’arribada de l’artista a este estadi estètic cal tindre en compte diversos fenòmens socials entre els quals destaquen els moments difícils i desesperats que va haver de viure a la infància i joventut, a més de les inclemències de la guerra i la postguerra. Estes dures petjades del passat es mantenen i són una part integral de l’imaginari artístic, fet que s’aprecia en la necessitat de retallar membres vitals de les escultures. A més de les amputacions crida l’atenció que tinguen una grandària important. D’esta manera, les expressions són molt evidents i la posada en escena està relacionada, moltes vegades, amb l’excés dramàtic, una teatralitat monumental que contrasta amb el mutisme escultòric. Els cossos que ens descobrix l’artista potser són metàfores dels personatges perduts i angoixats a la recerca d’autor que emulen la reconeguda obra teatral de Luigi Pirandello. Abakanowicz, mitjançant les seues creacions carregades d’un fort simbolisme, usa una dramatúrgia cerimonial que s’aproxima al teatre experimental d’un altre geni polonés, Jerzy Grotowski, qui entenia el teatre com un espai per a la comunicació espiritual on l’espectacle pot existir sense llum, sense música, sense vestuari, sense decorats, sense text, però mai no sense actor. Magdalena presenta a l’IVAM una exposició íntima en què utilitza la seua experiència artística més reconeguda i més valorada internacionalment per a enfrontar-nos al ser humà en el seu esdevindre tràgic, en l’aventura/desventura en solitud, i que es debat entre el compromís polític, social i cultural. Per estes inquietuds el ser humà en moltes ocasions apareix ressentit, en actituds aborronadores, provocades probablement pel rebuig de certes actituds socials. El realisme que suscita el seu treball té un paral·lelisme essencialment humà amb l’obra de Kafka. Quan dissecciona les figures escultòriques, ens evoca la destrucció mental del ser humà a través de les accions més expressionistes carregades d’un lirisme tràgic. L’home kafkià s’estripa, es metamorfosa i ens oferix una vida interior mitjançant els escorços, la ruptura i, potser, l’alienació poètica mental que es passeja entre la ficció literària i la realitat social deshumanitzada a què evoca permanentment l’artista polonesa. Eixe arquetip de personatge i d’urbanisme desolat i aïllat és el pilar d’una obra extensa la contemplació de la qual ens esglaia i angoixa. No ens hauria d’estranyar que l’obra suscite estes emocions en l’espectador ja que la paraula angoixa té un paper decisiu en el treball de Heidegger, que va influir molt en una gran quantitat d’artistes del segle XX. Esta angoixa existencialista confronta l’individu amb el no-res i amb la impossibilitat de trobar una justificació última per a prendre decisions i triar camins. Quan, eixe home (ser en el món, tal com explica el filòsof alemany) no troba eixa funció, s’empara en els somnis, en la irrealitat, i imagina mons on pot aconseguir ser feliç. Per això, a vegades, estos cossos apareixen agafats de les mans, ballant. En l’obra d’Abakanowicz cada figura, a pesar de formar part quasi sempre d’un conjunt o una legió de figures, té una constitució única, i a cada una l’artista li conferix una ànima o una psique, irrepetible i insondable, de la qual n’és el 106 Magdalena Abakanowicz Marga Paz reflex. En els cossos creats artesanament, modelats amb les mans de l’artista, unes vegades amb materials orgànics i d’altres amb la rotunditat del metall, hi ha una aparença física que permet veure gestos i expressions individuals. Així, podem advertir que totes les seues escultures són objectes únics a pesar de l’aparent uniformitat. En esta idea també contemplem un simbolisme entre l’individualisme i l’homologació o uniformitat de l’individu en l’actual societat de masses. Les escultures descarten este últim posicionament i revelen una individualitat específica. Magdalena Abakanowicz va nàixer a Polònia el 1930 al si d’una família de terratinents d’arrels aristocràtiques. La família de sa mare, que era polonesa, havia tingut en el passat connexions amb la noblesa, mentre que la família paterna, d’origen polonés, rus i tàrtar, havia fugit de Rússia durant la Revolució d’Octubre, després d’haver lluitat contra els bolxevics i haver-ne perdut totes les propietats. El 1939, quan Magdalena encara no tenia nou anys, els alemanys van envair Polònia, fet que va provocar l’inici de la Segona Guerra Mundial. Les terribles lluites entre les forces soviètiques, l’exèrcit d’ocupació alemany i els partisans polonesos van desembocar en una guerra oberta que va convertir la desvalguda població civil en víctima d’una situació aterridora. En este clima d’incessant inseguretat i perill la família va patir robatoris i assalts fins i tot sa mare va arribar a perdre el braç dret com a conseqüència d’una greu ferida de bala i es van veure obligats a abandonar la seua propietat rural de Falenty per buscar més seguretat als voltants de Varsòvia. Esta ciutat s’havia convertit en l’escenari on la població polonesa lluitava en solitari sense l’ajuda de l’exercit soviètic, que es va quedar a l’altre costat del riu Vístula, ni dels aliats contra l’exèrcit d’ocupació alemany, que al cap de dos mesos de lluita desigual va aconseguir aniquilar el país i la seua població, i va deixar un ambient de destrucció i mort que arrasà el que quedava de la ciutat en peus, matant un quart de milió de polonesos i deportant els supervivents a camps de concentració. Estes dramàtiques circumstàncies històriques viscudes per l’artista van fer que els primers anys anteriors a la guerra, els que passà en la propietat rural familiar de Falenty on havia transcorregut la seua primera infància envoltada de boscos i immersa en les forces de la naturalesa , es convertiren en elements que conformaven la seua memòria, però també els seus somnis i el seu imaginari, en què, més tard, es refugià per aïllar-se i protegir-se de la realitat que hagué de viure i que li van fer adquirir una influència determinant en el treball artístic que desenrotllaria al llarg dels anys. Ja des de les seues primeres obres, fetes a la fi dels anys cinquanta i principis dels seixanta, es fa present alguna de les constants del seu treball: la fascinació per l’energia, la monumentalitat i, també, el misteri del món natural. Estes idees, expressades amb motius orgànics i formes biològiques i corporals i allunyades dels límits d’allò “immediat” que imposava la realitat contemporània, pretenen trobar-se amb les seues arrels en allò universal. La naturalesa estarà sempre present, encara que amb diverses formes, al llarg de tota la seua trajectòria. Així, s’ha de destacar el protagonisme que va exercir en obres 107 posteriors com, per exemple, les que formen la sèrie War Games que va realitzar entre 1987 i 1994, i a la qual pertanyen Giver, Anasta, Ancestor, Zadra, entre altres. En esta sèrie, els enormes troncs d’arbres caiguts que formen les imponents escultures trobats per l’artista durant els seus passejos pels boscos del nord-oest del seu país, on passava algunes temporades , representen la vitalitat física dels cossos humans amb la pell, sang, venes, músculs, etc. que es mostra en obert contrast amb les ferides causades per la violència de la guerra. A causa de la Segona Guerra Mundial i les seues paoroses conseqüències, la seua generació va haver de ser testimoni en primera persona dels cicles naturals de la lluita entre la vida i la mort, entre la destrucció i el renaixement, entre l’home i la naturalesa, que estan en l’origen de la seua experiència vital i artística i que també van haver de suportar altres artistes com ara Joseph Beuys. Estos artistes visqueren circumstàncies molt similars davant de les quals reaccionaren superant profunds traumes emocionals i psicològics, que indubtablement van deixar una petjada palpable en la seua concepció de l’art i del paper de l’artista en la societat. “Des d’un principi, fins i tot abans de convertir-se en artista, Magdalena Abakanowicz va veure, va sentir i va crear mons: el món de fantasia dels boscos i dels esperits que hi habiten, el món en moments distints on la ximpleria de les accions humanes feien que semblara irreal; el món de l’art, apartat del món real, però on l’expressió artística pot aportar moments lúcids als moments de compromís humans. La necessitat d’Abakanowicz de construir el seu món primer en la infantesa i posteriorment en els durs moments de l’opressió estava amagada els primers anys, en secret, protegida perquè així eixe món poguera existir i ser conservat. Posteriorment, quan apareix en el món a través de les seues exposicions, presenta el seu entorn ple d’idees i expressa valors per a oferir un món modelat per la seua sensibilitat profunda i personal. La seua realitat, expressada en obres d’art, definix un espai social; i ens porta el món que crea i compartix. Les seues obres, el món que l’envolta, són mons que crea com a espais per a contemplar la nostra relació amb el món en tota la seua magnitud.”1 Una vegada finalitzada la guerra, l’ocupació soviètica patida pel seu país va obligar la seua família, desposseïda de les propietats rurals per les nacionalitzacions i confiscacions de la propietat privada, a traslladar-se a la xicoteta ciutat de Tczew, prop de Gdańsk, al nord del país. Allí començaren una nova vida i s’obriren camí a través de les grans dificultats ocasionades per la devastació de la guerra i la transformació radical de les antigues estructures, que el nou govern comunista va tractar d’imposar en tots els ordres de la vida social, política i cultural. El govern polonés havia adoptat oficialment el realisme socialista soviètic que dominava els ensenyaments de l’Acadèmia de Belles Arts de Varsòvia, on Abakanowicz va obtindre la diplomatura el 1954. En este període l’artista va viure intensament la penosa transformació de la ciutat que havia sigut destruïda quasi totalment com tot el país que afanyosament tractava de ressorgir de les cendres de la guerra mentre s’esforçaven a “construir el socialisme”, promogut pel nou govern per tal de crear un món nou, un desig que amb el pas del temps es va dissoldre per la falta de llibertat imposada per la dominació soviètica. A mitjans dels seixanta Abakanowicz va començar a realitzar les primeres obres que la farien famosa internacionalment, la qual cosa li va permetre saltar les infranquejables barreres de les fronteres del seu país i també superar la marginalitat de la situació artística de Polònia, que estava sumida en un aïllament que durà fins a la caiguda del teló d’acer el 1989. En les seues obres primerenques es reflectia la decisió de crear un nou art que res no tinguera a veure amb el passat recent. Per a aconseguir-ho va abandonar la idea d’utilitzar qualsevol material o tema que haguera sigut tractat tant per la pintura del passat, amb la qual havia conviscut a la casa familiar i a la qual se sentia tan poc vinculada, com per la del realisme socialista oficial en què havia sigut educada. També, però, durant els seus anys d’aprenentatge a l’acadèmia havia assistit a diverses classes de disseny tèxtil que li van servir per a familiaritzar-se amb la pràctica del teixit, la impressió i el disseny de fibra. El domini d’estes tècniques artesanes, que llavors vivien un moment d’apogeu a Polònia, li va servir per a fer realitat la decisió de recuperar materials pertanyents a un passat preindustrial, flexibles i manipulables, fet pel qual tornà a utilitzar les fibres naturals i, molt especialment, el sisal. Va ser amb este material amb què va començar a fer unes estructures teixides de grans dimensions, que es penjaven del sostre i estaven dotades d’unes extraordinàries qualitats tàctils. Estes formes abstractes de metàfores orgàniques van ser batejades per una crítica polonesa amb el nom d’abakans, denominació que des d’eixe moment l’artista adoptaria per a les obres. Segons les seues paraules: 108 “El teixit que jo feia era rígid, la superfície formava plecs pareguts a l’escorça dels troncs o la pell d’animal. M’agradava el fet d’estar creant un objecte des del principi, des de la coberta exterior a la forma final. Vaig cosir unes quantes superfícies per formar un immens objecte tridimensional. No el podia veure en la seua totalitat. Només podia controlar-lo amb la meua imaginació. Estos objectes, monumentals, forts, suaus i eròtics, es convertiren en la imatge de la meua realitat i s’erigirien contra les definicions establides. Posteriorment algú els va anomenar abakans pel meu nom. No hi havia en art res igual.”2 En la dècada dels seixanta la incorporació a l’art de materials considerats no-artístics i de tècniques artesanes va ser possible, fonamentalment, gràcies a la influència exercida per un feminisme emergent en el qual les dones artistes van començar a lluitar per la igualtat paral·lelament al desenrotllament dels moviments feministes. A mesura que es radicalitzaren van exigir ja no sols la igualtat, sinó el dret a l’expressió de la diferència, la qual cosa serà un dels signes d’identitat de l’art del moment. La concepció tradicional de l’art s’ampliava considerablement amb l’obertura a nous camps, materials, mitjans i llenguatges artístics pel·lícules, performance, vídeo, multimèdia, etc. tal com posava en relleu un ampli ventall de moviments heterogenis que van ser anomenats amb etiquetes molt diferents: post-minimal, art povera, land art, abstracció excèntrica, anti-forma… A mesura que açò passava també es donava el cas que les dones artistes assumien una participació més activa, i arribaven en ocasions a ser molt més radicals en els seus plantejaments que els seus companys d’aventures artístiques. Especialment ho van ser en la destrucció de les jerarquies que establien compartiments estancs entre els procediments propis de l’art amb majúscules i els considerats inferiors per ser propis de l’artesania. Així també estos abakans havien contribuït a demostrar que la introducció d’un material tradicionalment unit a l’artesania podia ser considerat plenament escultòric. A pesar que no totes les dones artistes, entre elles Abakanowicz, es van sentir identificades amb l’etiqueta feminista, és evident que va ser en este context en el qual se situa la voluntat manifesta dels abakans de contraposarse obertament, amb les seus inesperades superfícies teixides, a la fabricació industrial. Esta imposava els seues rígids materials i la preeminència de la immediatesa de l’aparença que havia caracteritzat al minimalisme, la metodologia del qual era dominant a mitjans dels anys seixanta i a la qual s’enfrontava pràcticament tota la nova experimentació artística que va nàixer en aquells anys. La flexibilitat dels materials i la fluïdesa de les formes i superfícies contrastava amb el perfecte acabat dels productes manufacturats. D’esta manera els abakans feien prevaldre la voluntat de privilegiar l’autobiografia en detriment de l’opacitat de l’anonimat que els artistes del post-minimal havien abandonat. Algunes de les artistes que van treballar durant aquells anys van utilitzar materials fins aleshores considerats antiescultòrics i, per tant, eminentment no-artístics. Entre elles va sobreeixir Eva Hesse, que havia creat de manera artesana unes extraordinàries estructures modulars i serials en un espai fluctuant, dotades d’una intensa càrrega biogràfica, que havien sigut realitzades amb materials insòlits per a l’escultura tradicional com ara el làtex, la fibra de vidre, les cordes, la goma sintètica, etc. També cal assenyalar la profusa utilització d‘objectes i tècniques artesanes pertanyets a l’àmbit de la seua quotidianitat, amb la finalitat d’exterioritzar i reivindicar la validesa d’un món interior i domèstic exclusivament femení i autobiogràfic a què havien sigut relegades per segles de marginació del món masculí. Sens dubte, de manera molt significativa, llavors es reivindicava l’obra d’algunes artistes, entre les quals s’ha de destacar a Louise Bourgeois, qui havia tingut una formació artesana en el taller de restauració de tapissos de la seua família i treballava en el més absolut anonimat utilitzant els materials que tenia a mà en l’àmbit familiar i domèstic. Així, es dedicava a la creació d’una obra exuberant i seductora que mostrava d’una manera radical una visió pròpia que era absolutament femenina, subjectiva i autobiogràfica en la celebració que feia de la feminitat innata i també de la recuperació de la cultura femenina tradicional. A mesura que els abakans evolucionaren i es feren cada vegada més complexos, es transformaren en una espècie de boscos misteriosos arrelats en una energia escultòrica que enfonsa les seues arrels en allò arcaic i intemporal, encara que sense abandonar les referències corporals i vitals que són cada vegada més clares i més expressives. D’esta manera, Magdalena Abakanowicz va desenrotllar en estes peces els components que es troben profundament arrelats en el seu imaginari personal i que es poden rastrejar, des d’aleshores, al llarg de tota l’obra. A partir de 1973 la curiositat interdisciplinària, clau en la conformació del pensament de l’artista, la portà a aprofundir en l’interés per l’univers d’allò orgànic i biològic, univers que va anar ampliant i li permeté trobar nombroses 109 fonts d’inspiració en metàfores orgàniques trobades en les ciències naturals, en la biologia i en el cos humà. Des d’este punt de vista convé entendre Embryology, una obra que va tindre una gran repercussió en la seua carrera quan es va exposar en el Pavelló de Polònia de la Biennal de Venècia de 1980 i que, per tant, va suposar un canvi important en la seua trajectòria. Este canvi es va produir perquè substituí la tècnica del teixit que havia usat fins a aquell moment per la introducció de nous materials blans però ja manufacturats coma ara cordes, sacs, niló, cotó, gasa, etc. La peça, realitzada el 1978 , que s’estenia desordenadament per l’espai formant una espècie de teranyina, està formada per un apilament irregular de centenars de fragments de formes ovalades i consistència blana. D’una banda assumix plenament la comprensió de l’asimetria de la naturalesa i de l’altra, que la representació de la realitat ha deixat de ser racionalista per a estar formada d’una multiplicitat de parts i adoptar, així, la dinàmica de les repeticions i diferències que segons Deleuze són indicis que assenyalen en l’era contemporània un avanç cap al pensament no figuratiu i radicalment horitzontal, consubstancial al llenguatge artístic contemporani especialment des de la dècada dels seixanta. Així mateix van ser exposades en este pavelló venecià unes obres en què apareixia per primera vegada la figura humana reunida en grups. Heads (1973) i Backs (1976) seguien fetes, no obstant això, amb els mateixos materials orgànics i pobres que les altres peces. Estos materials, juntament amb el potent sentiment ritual de les masses, eren un component essencial del teatre experimental de Jerzy Grotowski i Tadeusz Kantor, que es feia a Polònia i amb el qual mantenien llaços evidents. A pesar que l’artista mai ha mantés cap compromís polític i sempre ha pretés que les seues obres provoquen una reflexió que transcendisca qualsevol àmbit històric concret per a elevar-se cap a allò universal, la presència d’estos grups formats per elements figuratius i abstractes en la Biennale di Venezia va despertar un enorme interés per l’intens i opressiu simbolisme que reflectien estes obres fetes en una Polònia immersa en canvis polítics com el naixement del moviment Solidaritat. D’altra banda, les noves peces que s’hi exposaren responien també a les característiques més importants d’eixe període, determinat fonamentalment pel destacat acreixement en l’escala que apareix en la creació quasi simultània de noves escultures formades per una multiplicitat d’elements que l’artista anomena cicles i, en el qual, l’abstracció deixava pas definitivament a la figuració, que des d’aleshores va dominar la seua obra amb escasses excepcions. Estos inquietants grups de figures feren que Mariusz Hermannsdorfer afirmara: “Estes obres també expressen l’interés personal de l’artista en la realitat actual i diària. I la realitat de l’experiència comuna és la de la multitud subjecta a la pressió ideològica inexorable, la gent esperant, de manera ordenada, en inacabables cues a les tendes, a les parades d’autobús i estacions de tren una corona de figures grises amb idèntiques cares arrossegades i buides. Si ens centrem en l’experiència de l’artista que viu en un estat socialista, eixes figures funcionen com unes lents convergents, i ho transporten tot: la sensació d’aïllament del món, de la disciplina totalitària, els efectes de la rentada de cervell que actuen en una societat desconnectada de qualsevol informació que no siga la que les autoritats aproven i la naturalesa tràgica de la seua existència.”3 Este heterogeni grup d’obres seriades, integrades per un conjunt de cossos la fragmentació, mutilació i deformació dels quals recordaven el sofriment, la fragilitat i la vulnerabilitat del ser humà, sens dubte és un dels temes principals del seu treball. El fort sentit físic d’allò corporal s’emfatitzava pel fet d’estar treballats per l’artista directament amb les mans a partir de motles fets sobre models vius. A pesar d’això, a partir de 1985 es va produir un altre canvi important que va transformar radicalment el caràcter de la seua obra, quan va començar a fondre les seues figures en bronze. El fet d’utilitzar esta nova tècnica li va permetre superar els problemes inherents a la pròpia fragilitat i caducitat dels materials naturals que havia utilitzat fins a aquell moment (el sac, l’arpillera, les resines, la corda, etc.) i fer una obra duradora al pas del temps. La utilització del bronze li va permetre accedir, per tant, a la possibilitat de crear escultures monumentals i perdurables que pogueren, a més, ser instal·lades a l’aire lliure i semblaren perdre’s en la intemporalitat. La primera va ser Katarsis, composta per un grup de 33 figures gegants sense cap i amb l’interior buidat com els troncs que va fer per a la col·lecció d’escultures a l’aire lliure que Giuliano Gori ha reunit a la Vila Celle, immersa en el paisatge toscà de Santomato, prop de Pistoia. Després, continuarà produint escultures de caràcter monumental instal·lades a l’aire lliure entre les quals es poden destacar: Negev de 1987, situada en el jardí d’escultures del Museu d’Israel a Jerusalem, Space of the 110 Reflexions Magdalena Abakanowicz dragon de 1988, instal·lada al Parc Olímpic de Seül i Agora que ha sigut feta recentment per al Grant Park de Chicago. Totes estes obres que des dels anys 70 han anat conformant una xàrcia de microcosmos orgànics s’estenen ocupant el lloc on s’exposen, el qual passava així a integrarles i a produir uns espais particulars creats amb la finalitat de servir a l’espectador de reflexió a l’entorn de l’experiència humana, que és la finalitat de l’art d’Abakanowicz. 1. Jacob, M. J.: “De dentro afuera” dins La Corte del rey Arturo, Palacio de Cristal, Parque del Retiro, Madrid 2008. 2. Abakanowicz, M.: “Fate and Art Monologue”, Skira, Milano 2008, pp. 35-36. 3. Hermannsdorfer, M.-Abakanowicz, M.: Muzeum Narodowe we Wroclawiu, Wroclaw 2005, p. 37. L’artista Només hi ha hagut un artista entre els meus avantpassats, el cosí de mon pare. Era molt més gran que mon pare, i jo tan sols l’he vist en fotografies. Em fascinava el paregut tan sorprenent que hi havia entre els dos, les seues cares tan idèntiques. Somiava amb ell mentre escoltava la seua música. Es deia Karol Szymanowski, era compositor de música simfònica i, actualment, se li considera un dels més importants de Polònia. Com el meu pare, vivia en una finca a l’est de Polònia, en una regió que en l’actualitat pertany a Rússia. Va fugir de la Revolució russa i se’n vingué a Polònia “sense equipatge,” com se sol dir. En la seua música he detectat un estrany to inquisitiu, una nostàlgia que recorda Dostoievski i unes seqüències de balls d’alpinistes dramàtiques. Per a crear estos sons tan afilats com el dolor, tan durs com el metall… Hagué de patir l’experiència de la Revolució, de l’horror i de la sang? O potser nasqué amb tota eixa saviesa i amb el do de poder expressar-la com un artista? Hauria inventat jo eixes Multituds escapçades si no haguera tingut tantes experiències amb la multitud, si no haguera volgut transmetre expressament la meua concepció de l’extensió? Quan tenia nou anys i va esclatar la guerra… Pensava que viuria sempre envoltada de guerres? Tot el dia turmentada per la quantitat de gent que mor i per la manera en què ho fa. En ma casa de Varsòvia vaig veure en la televisió com un avió s’estavellava contra la façana d’un rascacel a Nova York. La gent corria desesperada. On es troben les regions de la tranquil·litat? Al cel, al refugi dels déus? El 1975 vaig conéixer Stephen Hawking durant la inauguració d’una exposició meua en la galeria Whitechapel de Londres. Estava fascinada pels seus descobriments còsmics i no parava de fer-li preguntes. Una imatge dramàtica de l’univers es va desplegar davant meu: inaccessible a la meua imaginació, amb la seua grandària, les seues forces i lleis, m’espantava molt més que qualsevol declaració humana. La Via Làctia, un corrent de cometes i meteors violents i cruels, que té l’origen en allò desconegut i que acaba en allò desconegut… Vaig haver d’eixir d’allí. Sóc alguna cosa més que la suma de les meues experiències? El temps influïx. Pot cristal·litzar-se i convertir-se en formes i en sons. 111 Casa Abakans L’Estat, que controlava les destinacions dels ciutadans, tenia l’obligació de concedir-los un pis. Entre set i nou metres quadrats per persona. Jan i jo vam haver d’esperar dos anys fins que ens van concedir l’estudi que ens corresponia. Tenia dutxa, bany i estufa de gas en el corredor, prop de l’entrada. Estàvem tan contents... Ens pertanyia, érem independents. Els pisos antics i grans es repartien entre diverses famílies. Es dividien en pisos més xicotets per motius econòmics però també pel principi segons el qual tot el món havia de viure en un espai idèntic. Va resultar que als soviètics els costava molt imposar l’anomenat socialisme en una situació de dèficit constant. Molta gent es va traslladar del camp a les ciutats per tal de buscar treball i una vida millor. Estàvem envoltats per una multitud que no sabia com apanyar-se-les en la ciutat, davall d’unes noves condicions. Guardaven les gallines en el balcó i els porcs en el bany. Els diners no tenien valor. L’única cosa que podia adquirir depenia de l’escassesa i de les restriccions. Fèiem llargues cues per aconseguir el que fóra. L’única cosa que ens distingia de l’estranya mescla de població que ens envoltava era el nostre nivell intel·lectual. La resistència contra la pressió que va exercir el règim es feia des de l’àmbit de la cultura. Ens manteníem molt units als nostres amics i als amics dels nostres amics. Ens animàvem i ens recolzàvem mútuament. Van succeir moltes coses en eixa lluita silenciosa contra les autoritats, en eixa clandestinitat no declarada. La propaganda comunista era omnipresent. Aprofitaven la més mínima ocasió per a dictar-nos com havíem de pensar i actuar. Ens envaïren mentalment. Ens recolzàvem en algunes figures destacades del món de la cultura. El director de cinema Teodor Toeplitz va crear una escola de cinema a Lodz que no va tardar a fer-se famosa a escala mundial. Polanski, Wajda, Kieslowski i altres grans personalitats hi van estudiar. El director de teatre Grotowski va commoure una generació sencera d’europeus i americans amb els seus treballs experimentals i les idees sobre les relacions humanes. El teatre de Kantor també es va convertir en un símbol del poder creatiu. El cartell no comercial entés com una expressió artística va canviar l’aparença dels carrers. S’hi introduïa informació metafòrica i hi havia tota una concepció de l’“espai com a art” tant en les sales d’exposicions com en les proclames que es feien a l’exterior. Jan i jo vam estar vivint en la nostra xicoteta habitació durant quinze anys. Era el nostre refugi, càlid i agradable, però amb el temps es convertí en una gàbia a causa de les nostres ocupacions. Jan va obtindre l’important càrrec de director general de desenrotllament industrial, i havia de viatjar per supervisar els ports, les foneries, els embassaments, les preses i les centrals elèctriques que es construïen. Gràcies al meu treball artístic vaig obtindre premis a molts països. Els objectes que creava eren molt grans. Necessitava espai, necessitava un estudi, però no m’estava permés ni comprar-lo ni llogar-lo. L’única possibilitat era que les autoritats em concediren un permís especial, així que vaig anar a veure a algunes persones influents perquè em concediren un estudi, un magatzem. Un darrere d’un altre em prometien que ho considerarien, però després ho oblidaven i em remetien a altres persones influents. Sabia que no podria esperar molt més, que havia de convertir les formes que tenia en la imaginació en figures reals. La meua necessitat era molt forta. Necessitava fer-ho en eixe moment! Al llarg de la riba del Vístula es podien trobar cordes velles, rebutjades. Tenien la seua història. Es van convertir en el meu material de treball. Les vaig desfer fil a fil, les vaig rentar i les vaig secar en la nostra estufa de gas. En el soterrani de la casa de Maria Laszkiewicz hi havia un teler. Com que no tenia ni idea de teixir, em vaig poder inventar la meua tècnica. El soterrani era humit i les finestres eren xicotetes i estretes, però era un espai al cap i a la fi. I, a més, Maria Laszkiewicz era una amiga extraordinària, atenta i servicial. Em portava café de bon matí, quan fora encara era tot fosc. Sabia molt de la vida, i era dura i resolta. Havia nascut en el si d’una família aristòcrata de Riga, a Letònia, havia estudiat escultura amb Antoine Bourdelle a París i havia sobreviscut a diverses guerres i revolucions. Havia tret avant als seus dos fills, construït una casa i ara lluitava perquè l’Estat no se n’apropiara. La va posar a nom del sindicat d’artistes i la va registrar en la categoria d’“estudi experimental”. Per fi havia trobat un lloc per a treballar. La tela que vaig teixir era rígida, i la superfície tenia zones en relleu que pareixien l’escorça d’un arbre o el pèl d’un animal. M’encantava la idea de crear un objecte des del principi, des de la carcassa fins a la seua estructura definitiva. Vaig cosir unes quantes estructures distintes amb la finalitat de construir un enorme objecte tridimensional. Era incapaç de percebre’l en la seua totalitat. Només podia controlar-lo en la meua imaginació. Estos objectes monumentals, forts, tous i eròtics es van 112 convertir en la imatge de la meua realitat. Escapaven a qualsevol definició. Després, inspirant-se en el meu cognom, algú els anomenaria abakans. En el món de la creació artística no hi havia res paregut. Hi havia un col·legi al costat de l’estudi, i algunes vesprades em deixaven el gimnàs per a estendre i ajuntar les peces que havia fabricat en el soterrani. Em quedava observant la superfície que havia ordit, feliç, i la imaginava en un altre espai, en posició vertical, abraçant-me com una enorme ala amb un moviment lent, pesat i rítmic. Quan estigueren acabats els enrotllaria, els nugaria i els guardaria on poguera: en soterranis, àtics, davall d’alguna escala o en algun garatge vell. La primera vegada que els vaig veure en posició vertical fou en les exposicions que vaig fer a Estocolm, Londres i Amsterdam. Quan es van desplegar, resultaren màgics, estaven plens de vida. Els abakans van ser la meua forma de fugir de les categories artístiques imperants, eren inclassificables. Com eren més grans que jo, eren un lloc segur, com el tronc buit del salze en què em refugiava de menuda buscant secrets ocults. De vegades els seus cossos s’obrien, el seu interior pelut, incòmode de contemplar, quedava al descobert. Quan els movia, responien amb el somnolent ritme de les ones del mar, que repetixen el mateix moviment pesat una i una altra vegada. Fins aleshores sempre havia pensat que només les ones del mar podien fer este moviment, però vaig descobrir que els abakans també podien. Este descobriment em va omplir d’alegria. En eixa època ja m’encantava fer submarinisme. Davall l’aigua regien unes lleis especials. Era un territori distint. Allí, unes formes desconegudes canviaven, reaccionaven inesperadament a causa de forces invisibles. La primera vegada que vaig bussejar fou als llacs de Polònia, i després a l’Adriàtic. Després, vaig contemplar la barrera de coral australiana sense creure el que veia. Mentres em submergia en eixe món tan estrany experimentava una tensió quasi religiosa. Amb el temps descobriria les illes Verges, el mar Roig i les Bahames. Sempre vaig sentir la mateixa inquietud, m’envaïa una terrible curiositat, física i amenaçadora, que mai vaig aconseguir dominar del tot. Si podia fer tots eixos viatges era perquè em convidaven a exposar l’obra o fer algun treball extraordinari. Em servien per a escapar de l’estretor del sòrdid ambient en què vivia i trobar una inspiració inesgotable. No parava de descobrir coses noves. Passàvem setmanes en la porta de la comissaria perquè ens donaren el nostre passaport, i havíem de fer cua durant quatre o sis setmanes davant de les ambaixades estrangeres, que dubtaven moltíssim abans de concedir-nos un permís per a entrar-hi. Donava igual que alguns museus, institucions o amics enviaren certificats i declaracions assegurant que ells s’ocuparien del viatge, l’allotjament i les assegurances mèdiques. La moneda polonesa encara no es podia canviar, i a més no ens era permés tindre divises estrangeres. Tampoc ens deixaven telefonar a l’estranger. El temps, però, va convertir la por i la ira en un joc perillós, en una lluita per la llibertat. Després de cada viatge havia de fer cua una altra vegada per tornar el passaport a la policia. La meua creativitat es va desenrotllar a banda i banda del teló d’acer, en eixes interminables anades i vingudes. Quan tornava a casa d’un dels meus viatges, em quedava durant hores mirant per la finestra, dempeus, observant el cel i els pardalets, amb el telèfon despenjat. No tenia cap necessitat de prendre decisions immediates. A pesar de les dimensions del nostre apartament i d’altres incomoditats, tenia la sensació de trobar-me en una illa pròpia, en un lloc que em permetia contemplar el ritme del món, un ritme que no era el meu. M’agradava que el meu país fóra tan distint, que l’amistat tinguera tant de valor, que el nivell intel·lectual fóra tan alt i que els diners no foren tan importants. Esquenes Els anys huitanta vaig fer quaranta figures d’esquenes per a l’exposició individual de la Biennale di Venezia i per a la ROSC Internacional Exhibition. Estos dos grups es van exhibir junts en una retrospectiva de la meua obra que es va celebrar al Museé d’Art Moderne de la Ville de Paris el 1982 i, després, en una altra retrospectiva que va recórrer alguns museus americans. Amb estes Esquenes dels anys huitanta em vaig introduir per primera vegada en l’àmbit dels paisatges poblats. La intuïció sempre actua en combinació amb la intel·ligència. I viceversa. Abans que m’adonara que tot el món, jo inclosa, es crea una realitat pròpia per a viatjar-hi dins al llarg de la vida, volia assegurar-me que les certeses a què havia arribat gràcies a la intuïció eren certes. A principis dels setanta vaig visitar alguns laboratoris científics i algunes sales de dissecció. Guaitava pels microscopis i assistia a les conferències del Club de Roma, un grup de destacades personalitats de l’època que es reunien per discutir els problemes que implicava el creixement econòmic. Vaig viatjar fins al desert d’Arizona per conéixer el visionari Paulo Soleri, un home que volia construir una ciutat on la gent poguera trobar la llibertat. Em vaig desplaçar fins a Papúa Nova Guinea per analitzar les relacions entre la religió, l’art i l’existència. 113 Estudiava els humans, però en realitat m’estava estudiant a mi mateixa. Quan cedia a la meua curiositat no esperava explicacions racionals. Francament, la imatge que conserve dins meu continua sent la mateixa. En la meua obra m’ocupe de l’ésser humà en general. Tant en la Biennale di Venezia com en la ROSC Exhibition de Dublín, a París o a qualsevol altre lloc, la gent que veia Esquenes es preguntava: “Representen Auschwitz?”, “es tracta d’una cerimònia religiosa peruana?” o “és la dansa del Ramayana?” La resposta a totes estes preguntes és afirmativa, perquè l’obra parla de la condició humana en general. Durant la retrospectiva de París de l’any 1982 un home que estava contemplant Esquenes em va dir: “Ho he entés: la cara o les mans poden mentir: el cos no.” Multituds “Em submergisc en la multitud com un gra en l’arena friable. Em disperse entre les mirades anònimes, entre moviments i olors, en la respiració comuna, en els fluids que bateguen davall la pell. Em convertisc en una cèl·lula més d’este organisme il·limitat que és la multitud, integrada i privada d’expressió. Ens regenerem destruint els altres. L’amor i l’odi ens estimulen.” 1 Les quantitats, és a dir, un gran nombre de figures formant una sola obra, eren un fet poc comú en l’escultura de l’època. La gent desconfiava. Em preguntaven: “Es tracta d’una sèrie?” “Com penses numerar-les?”. I jo contestava: “No veieu que cada una és un individu distint, que tenen expressions diferents? Els seus cossos són pareguts, però les superfícies són com cares plenes d’arrugues que transmeten una informació determinada.” Abans els crítics d’art jutjaven l’aptitud i la tècnica artístiques. Ara pareix que jutgen la imaginació del creador, com si saberen anticipadament l’aparença que ha de tindre l’art. No és el meu art, com la transpiració, un indici de la meua existència? Quan vaig prendre la decisió de crear grups la intenció era qüestionar l’escultura entesa com un únic objecte que es pot convertir en un element decoratiu amb facilitat. Volia enfrontar l’ésser humà amb l’ésser humà, amb la solitud en la multitud. Volia mostrar un espai habitat. Volia seduir l’autèntica multitud. En la infància havia vist com les masses adoraven i odiaven seguint ordres. Alguns segles abans de Crist, Heròdot ja havia observat que és molt més fàcil per a un líder convèncer una multitud que un individu. Fascinada per la quantitat, vaig continuar confeccionant cossos humans amb arpillera, i després vaig començar a utilitzar alumini, bronze i ferro. Eren cossos sense cap que pareixien closques. Moltes vegades eren només unes cames. D’altres, però, sostenien un tronc simbòlic, o els braços els penjaven com ferramentes inútils, o tenien unes mans fortes i agressives. Sense cara. La cara hauria eclipsat els misteris del cos. El nombre de figures creix cada any. La població total de figures sedents, dempeus, caminant o ballant que componen Multituds, Bandades, Hurma, etc., és tan abundant que podria omplir una plaça pública. Actualment deuen ser més de dues mil, però mai s’han exhibit totes juntes. Alguns d’estos grups es troben en museus o en col·leccions públiques, repartits per tot el món. Són una pregunta, són el símbol d’una inquietud duradora, un avís. Mai faig sèries idèntiques, còpies d’un mateix model. Cada figura és única. Si obeix les meues mans és que obeix també els meus desitjos. Les quantitats tenen unes lleis determinades que es reflectixen en el comportament de la naturalesa: Una vegada vaig contemplar un eixam de mosquits. Una massa grisa. Hi havia milers i milers. Insectes amuntegats sobre altres insectes. En moviment constant. Cada un preocupat pel seu rastre. Tots distints en la forma i en els detalls. Una horda que emetia un so comú. Eren mosquits o gent? M’intimiden les quantitats tan grans que ni tan sols es poden comptar. I el fet que cada un dels individus que les componen siga irrepetible. I que els animals s’organitzen en ramats, en bandades, en espècies; sistemes en què cada individu, encara que romanga subordinat a la massa, conserva alguns trets distintius. Un estol d’aus, un eixam d’insectes o un grapat de fulles són una misteriosa col·lecció de variants originades a partir d’un prototip determinat. Un enigma en el qual la naturalesa demostra la repugnància o la impotència que sent davant la repetició. Les mans tampoc poden repetir el mateix gest. Jo invoque esta inquietant llei, i sotmet a eixe ritme els meus ramats immòbils.” 2 He tardat anys a crear la barrera de les Multituds, una barrera entre l’home, qualsevol home que em faça por, i jo. Em referisc al ser humà la història del qual consistix a matar i destruir sense sentit, sense finalitat, irracional. M’assec fora de perill, darrere de la barrera que formen totes eixes figures que he creat. Fa alguns anys un xiquet va vindre al meu estudi perquè volia que fera un motle d’escaiola a partir del seu cos. Després hi vingué una xiqueta que també volia fer de model. Em va paréixer una anatomia sorprenentment fràgil. Va passar un any, i els xiquets van créixer. Vaig fer una nova 114 escultura amb ells, de nou, com a models. Així van començar les sèries Ragazzi, Infants, Puellae i Bambini. “La imaginació és més forta que la realitat, o tendix a substituir-la. Recorde el dur hivern de 1942. Els alemanys havien ocupat Polònia. Hitler seguia en guerra amb Rússia. Un grup de xiquets polonesos foren traslladats a Alemanya per tal de ser convertits en alemanys, però el tren es va espatllar, i els xiquets van haver d’esperar allí un dia i una nit. El tren no tenia calefacció. Els centenars de xiquets rossos i amb ulls blaus que viatjaven en els vagons del bestiar van morir congelats. Quan els soldats van obrir les portes, els cossos dels xiquets van caure, rígids i durs com escultures. Jo no hi era, però la persona que m’ho va contar va deixar unes imatges clares, vívides i duradores en la meua jove memòria.”3 Les meues figures estan inspirades en models reals. No obstant això, estos models tan sols són un pretext. L‘escultura final és el resultat de diferents interpretacions i de decisions que moltes vegades es troben molt allunyades de les intencions originals. Ragazzi. Vaig deformar deliberadament cada figura d’arpillera per dotar el conjunt d’un ritme irreal. Els Infants només tenien cos i cames. Estaven col·locats com xicotets troncs i formaven un semicercle. Els models que vaig utilitzar per a Puellae van viatjar amb mi fins a una foneria de bronze a Itàlia. Recorde que eren bastant “desobedients”. Vaig tindre molta cura amb les cames i amb els ventres. En l’actualitat formen part de la col·lecció permanent de la National Gallery de Washington, i es troben exposades en el Jardí d’Estàtues d’eixe museu, davall d’uns arbres, una ubicació que no em pareix encertada. Hurma és una sèrie formada per dues-centes cinquanta figures fetes amb el jute d’uns sacs que vaig trobar en un molí vell. Per a fixar els teixits vaig utilitzar resina. Hi ha xiquets i adults de diferents mides, formes i textures. Este grup encara em pertany. És una obra de mitjans dels noranta. La primera vegada que es va exhibir va ser en la retrospectiva de la meua obra al Museu d’Art Contemporani de Polònia, i després es va mostrar també a Suïssa, al Museu de Llucana. Recentment, s’ha exposat a La Salpêtrière Parisenca. Vaig augmentar la sèrie per a la instal·lació al Palacio de Cristal del Retiro, a Madrid. Es van exhibir en una carpa que vaig fer per a l’ocasió. Embriologia Abans de modelar els primers hòmens: El contingut, l’interior de la matèria blana em fascinava. Sospitava que hi trobaria l’explicació del caràcter, de la naturalesa de l’objecte bla. Quan deia “bla” volia dir “orgànic”,“viu”. Què és allò orgànic? Què és el que li dóna la vida? En quina regió dels batecs comença la individualització de la matèria, l’existència independent? Vaig acudir a la immensa biblioteca de l’Acadèmia de Ciències de Varsòvia per buscar en llibres i en diccionaris tots els possibles significats de la paraula “bla”, totes les metàfores relacionades amb este terme, totes les accepcions. Potser parega sorprenent o potser no , però la majoria dels significats i de les connexions que vaig trobar feien referència al cos, a qualsevol classe de cos, o al ventre, a qualsevol classe de ventre, i a la vida que pareix necessitar matèria blana, orgànica, per a existir. Em vaig quedar amb estos pensaments i amb la necessitat de visualitzar-los. En 1977 em vaig assabentar, de sobte, que representaria a Polònia en la Biennale di Venezia amb una exposició individual que ocuparia el pavelló del meu país. La meua intenció era mostrar figures les quaranta Esquenes , i exposar la meua concepció d’allò “bla”. Volia interpretar este concepte en relació amb el cos i amb el seu contingut. El meu estudi va començar a omplir-se de matalassos vells, de sofàs, de robes, de sacs, de calcetins, tots trobats entre el fem. Vaig modelar objectes redons com panxes o allargats com mòmies. Hi havia centenars que eren xicotets com les creïlles, i altres més grans que un humà. Vaig utilitzar distints farciments. Moltes de les figures estaven cobertes amb eixa gasa translúcida que s’usa en els hospitals, i altres amb mitges de niló. Es podia veure el seu complex interior. Vaig assentar-me i em vaig posar a cosir sense descans. Quan acabí, tenia al voltant de huit-cents objectes: era el meu estudi d’allò “bla”. La meua necessitat física de crear ventres, òrgans, una anatomia inventada, s’havia acomplit. El resultat va ser un paisatge bla poblat per incomptables objectes relacionats entre si, com els membres d’una família, que tenen mides distintes però compartixen el mateix caràcter. Vaig batejar la sèrie amb el nom d’Embriologia. Esta obra pertany encara a la meua col·lecció privada. Considere que és molt important, a pesar que em van robar almenys dues-centes figures xicotetes durant la Biennale di Venezia. Encara en queden sis-centes. 115 El dibuix Recorde que de menuda, quan encara no sabia escriure, dibuixava en l’arena amb un pal. Les marques quedaven profundament gravades, i la pluja les esborrava a poc a poc fins que desapareixien del tot. No recorde quan em van donar el primer full de paper. Dibuixava agenollada en el sòl. Les línies escapaven del full, solcaven el sòl i desapareixien en les ombres dels mobles. De vegades el dibuix tenia poders ocults. Les dones del poble dibuixaven signes i lletres en les portes amb guix o carbó consagrats per a protegir-se contra el mal. Volia conéixer els conjurs però eren incomprensibles per a mi. La seua mera presència provocava que els llocs quedaren dividits entre els que eren segurs i els que estaven exposats a qualsevol amenaça. En l’actualitat, quan dibuixe, el full s’ompli d’espais desprotegits. A l’Acadèmia de Belles Arts, la primera vegada que em vaig haver d’enfrontar a una model nua, al principi vaig sentir vergonya i després incomoditat. Per superar la meua indecisió, vaig dibuixar amb moviments enèrgics i espontanis. Les línies formaven un contorn al voltant del cos, es creuaven, s’entrellaçaven, com si lluitaren entre si. Les línies animaven la superfície sencera. No hi havia res definit, com succeïx en la realitat. Observava a esta dona nua i grossa, tombada de costat, respirant, movent-se lleugerament, cansada de romandre sempre en la mateixa postura. Sabia que li pagaven perquè no es moguera, però estava viva. Era una situació estranya, una anatomia animada totalment fora de context, envoltada per uns jóvens vestits que l’observaven des de tots els angles. Intentí reflectir en el meu dibuix allò que em molestava i em pareixia absurd. La meua forma d’expressar-ho fou omplir el full d’incomptables taques. El professor es va acostar. La seua cara rosada va enrogir. Va pronunciar una sola paraula: “No”. I després va intentar esborrar-lo. Esta escena es va repetir algunes vegades durant els quatre anys que vaig assistir a classes de dibuix. Era incapaç d’adaptar-me. Potser eixa precisió desproveïda de personalitat que buscava el professor tinguera l’origen en la teoria oficial del realisme socialista. Uns trenta anys després, el crític d’art suís Jean-Luc Daval em va preguntar: “Per què no dibuixes?”. El record desagradable dels meus temps d’estudiant seguia viu. A pesar d’això, vaig començar a pensar en aquelles paraules d’alé, en el fet que insistia en la llibertat creativa que havia anat guanyant amb el temps. Un dia, Jan va sentir un dolor en els renyons. Li van fer moltes radiografies. Jo les mirava estupefacta. Li vaig demanar que es tombara sobre un enorme full de paper i que estenguera els braços. Vaig dibuixar al llarg del contorn del seu cos. Quan es va alçar, vaig emplenar eixe perfil amb figures inspirades en el que havia vist en les radiografies. Això va passar el 1980. La meua ferramenta de treball era el carbó i el manejava amb les dos mans. Amb tot, era impossible aconseguir paper. Sort que Artur trobà un centenar de fulls de paper de dibuix en un magatzem de les oficines de la seua editorial. Era un paper molt bo, fulls grans de 100 x 70 cm que probablement hi eren d’abans de la guerra. Era tot un luxe, un poc difícil de creure. Artur em va portar tot el paper. Tots els dibuixos que vaig fer en els huitanta i en els noranta li’ls dec a este paper. La sèrie Cossos, que va començar amb el cos de Jan, i les sèries Cares, Mosques i Flors salvatges. Amb el temps vaig canviar de tècnica, i passí del carbó a la tinta, i de la tinta al guaix. Una superfície plana és un tipus de realitat molt particular que necessita solucions específiques. Els dibuixos no em van servir d’inspiració per a les figures tridimensionals. Els professors i els catedràtics han desaparegut de la meua memòria. Però cada vegada que m’enfronte a un full de paper en blanc comença una lluita entre les possibilitats il·limitades amagades en la meua imaginació i les limitacions dels moviments físics de la mà, una lluita que crea un buit que mai s’ompli del tot. Catarsi El 1985 em trobava a la Universitat de Califòrnia, a Los Angeles, en qualitat de professora invitada, quan vaig rebre una carta d’un important col·leccionista d’art contemporani que vivia a la Toscana. Giuliano Gori m’invitava a la seua finca, la Fattoria di Celle, perquè fera una escultura per al seu parc. “Un parc? Un parc?”, em preguntava. En un parc qualsevol l’escultura es convertix en un element decoratiu. I jo continuava decidida a expressar la meua opinió. Com eixir airosa d’esta situació? D’altra banda, era la primera vegada que m’encarregaven una escultura a l’aire lliure. En realitat era el primer encàrrec que em feien en tota ma vida. Els artistes més importants havien creat obres per a la finca de Gori: Richard Serra, Denis Oppenheim, Alice Aycock, Bob Morris, Les Poiriers, Dani Karavan… Havia d’anar-hi! Vaig viatjar a Itàlia amb Jan, que aleshores compartia la seua vida amb mi a Califòrnia, a Los Angeles. Recórrer la distància que separava la UCLA de la Fullerton State University era com recórrer la mitat de Polònia. Jan em 116 portava amb cotxe, suportava els meus freqüents atacs de nervis, m’organitzava el temps i escoltava les meues queixes. També m’havia acompanyat a Canadà durant el temps en què vaig exposar la meua obra i vaig impartir classes. Quan es declarà la llei marcial a Polònia, Jan va perdre el lloc de treball, perquè era un membre molt actiu del moviment Solidaritat, que lluitava per alliberar Polònia del jou soviètic. Com que estava en l’atur podia viatjar amb mi. Havia tingut la sort d’evitar la presó. En aterrar a la Toscana vaig tindre ganes de besar el sòl. Per fi a Europa. Coneixia les distàncies i les proporcions d’eixe país des de la infància, encara que no l’haguera visitat mai. No coneixia la llengua, però. Artur va arribar des de Polònia. Eixe hivern va ser especialment dur a la Toscana, cosa que no solia passar. Copioses nevades i fortes gelades. Havíem d’usar cadenes per al cotxe. Giuliano Gori no parla altres idiomes amb fluïdesa. Té una cara molt expressiva i uns ulls negres que revelen els seus sentiments. Però la comunicació era prou difícil. Havia vist la meua obra en la Biennale di Venezia de 1980 i volia que fera alguna cosa pareguda. I, tot i això, el que jo volia era fugir d’eixe parc romàntic i endinsar-me en el camp per crear un enorme grup escultòric que formara un espai de contemplació. Volia qüestionar de soca-rel la idea de parc, amb tots els seus elements decoratius. Molest per la meua insistència, va telefonar el nostre amic comú Dani Karavan. “Dani, digues-li que pot anar-se’n a sa casa. Potser podrà tornar en un altre moment.” En el nostre diminut apartament de Varsòvia hi era ma mare, malalta de pneumònia, i la meua germana, que la cuidava. No tenia on anar, i necessitava convertir la meua idea en realitat. I havia de ser en eixe lloc. Vaig demanar que em portaren un projector de diapositives. Li vaig ensenyar a Giuliano diapositives dels grups escultòrics que havia realitzat fins eixe moment. Les vaig projectar directament sobre la paret. La reacció de Giuliano va ser molt espontània: “Entenc el que vols dir”. Eixa mateixa nit, vaig construir un xicotet prototip de la sèrie que pretenia fer, un total de trenta-tres figures. Quan ens trobàrem al dia següent li vaig dir: “Compra’m un bloc de poliestiré, per favor. Trauré d’ací la primera figura en escala natural. Ja veuràs.” La vaig traure amb un ganivet de cuina, apassionada per allò absurd de la situació. Giuliano feia gal·la d’una emoció inesperada. Al dia següent vam viatjar amb cotxe fins a Carrara. Jan i Artur van estar amb mi tot el temps. Estava disposada a modelar l’escultura en qualsevol material disponible. El marbre i la pedra que venien en els tallers pròxims eren caríssims. Consideràrem la possibilitat d’utilitzar formigó. Però ningú no sabíem com construir un grup d’eixes característiques amb formigó. L’especialista quant a la foneria no sabia quin tipus de motle calia usar. Vam anar a una foneria de bronze a Bolonya. Tan sols feien xicotetes figures, souvenirs. Però la idea els va entusiasmar. Deien que seria barat i es comprometeren a acabar el treball en sis mesos. Quan vaig començar a treballar en la primera escultura vaig descobrir que el bronze era un material fascinant. L’absència de rutina em va permetre inventar els meus mètodes. La cara convexa de l’escultura era la impressió del poliestiré gravat, mentre que la còncava la vaig modelar en plastilina. Era una carcassa enorme, oberta, amb impressions de les meues mans en relleu als costats. “Giuliano, has vist alguna vegada una escultura com esta?” “No!” Fèiem voltes a l’escultura, molt contents. Durant els sis mesos següents, em vaig dedicar a construir els models i a forjar cada motle. Artur fotografiava totes les etapes del procés. Jan media i calculava la disposició del grup i la mida de la base de formigó damunt la qual col·locaríem cada figura. L’entusiasme de Giuliano era el suport sobre el qual s’assentava el projecte. Em va convéncer que el meu treball era important i necessari, una sensació increïble que els artistes experimentem rares vegades. A mi em va succeir per primera vegada d’eixa forma tan directa. Vaig anomenar la sèrie de trenta-tres figures, Catarsi. Adaptí el bronze al meu mètode de treball. El vaig convertir en quelcom fet a casa, delicat, prim com una fulla seca; obert en tota la seua superfície a les impressions de les meues mans; una cosa única i irrepetible. Sobre Catarsi vaig escriure: “La paraula grega ‘catarsi’ hi conté una sèrie de sons en els quals puc escoltar el metall, el soroll del ganivet raspant, el drama de la destrucció. En el llarg espai que separa els dos primers parells de lletres de la paraula, ‘ca’ i ‘ta’, sorgix una tensió que s’agreuja encara més amb el nus ronc i ambigu de la resta de la paraula, ‘rsis’. Vaig vindre a Celle sense saber com seria l’escultura que faria per a esta col·lecció. No sabia com era Celle. Quan vaig entrar en eixe parc romàntic, vaig comprendre que el meu lloc es trobava en el camp. I quan vaig trobar el camp que buscava vaig saber que hi havia de col·locar figures que tingueren l’aspecte d’arbres humans, de taüts humans. Catarsi. La decisió va arribar sobtadament. Es podria dir que em va desbordar, com succeïx amb tots els excessos. 117 Jo tan sols era una espectadora. Contemplava esbalaïda el que creixia dins meu, com si m’ho hagueren tret, creixia i prenia forma i personalitat en l’exterior. El material amb què està feta la sèrie Catarsi és més durador que la vida humana. Potser el vaig triar perquè, en el fons, tinc l’esperança que el missatge que vaig deixar-hi es convertira en una inquietud duradora per a altres persones. Potser ho fet per desafiar les meues idees, per una necessitat de qüestionar tot el que he fet fins ara. Potser perquè sóc conscient que la immobilitat permanent és més forta que l’evolució constant. A Celle vaig treballar en l’habitació del cantó de la biblioteca. Anava traient les figures dels blocs de poliestiré amb un ganivet gran de cuina. No vaig fer cap esbós previ. Em vaig sentir identificada amb les figures que sorgien. Una identificació que em feia feliç. Als peus de la casa s’estenia el boirós vall que separa Pistoia de Florència. Em quedava observant, escoltant la quietud. En la foneria les figures blanques es tallaven en trossos de manera brutal. Una vegada prestada la seua petjada a la terra, una vegada modelades en bronze perquè duraren més, ja no servien per a res. Catarsi és una obra que només hauria pogut acabar a Celle. El conflicte amb el parc ple d’escultures era necessari. I el paisatge en què un desitja romandre com un element perenne. La gent de Celle, la família Gori i l’ambient que tan sols ells van saber crear també eren necessaris. I Giuliano Gori i la seua passió per l’art.” Jocs de guerra, 1987 Tardor a Polònia: Els treballadors de la regió dels llacs de Mazury van talar els arbres que hi havia en les cunetes de la carretera que separava Mragowo de Krutyn. Talaven només els arbres que eren molt vells, els que estaven trencats o els que, senzillament, no servien per a res. Per poder transportar-los més fàcilment, tallaven les branques amb una serra. Vaig ser-hi. Em vaig quedar contemplant eixos immensos cossos musculosos, ferits i, tot i això, plens de força i de personalitat: troncs amb les extremitats amputades, amb gest de dolor, de protesta, d’impotència. Eròtics, amb les seues grans cames esteses, quasi naturalistes, quasi massa femenins, descarats. Vaig caminar entre els troncs, commoguda per eixa escena tan dramàtica. Els vaig tocar per sentir-ne la temperatura, la suavitat, excitada com si es tractara de cossos reals. Una anatomia tan real com la meua. Que calia fer per a brindar-los una nova existència? Vaig tornar a este lloc una vegada i una altra, obsessionada. Però què podia fer? On trobaria un refugi per a la nova obra? A qui podria convéncer de la importància, de la justícia d’estes escultures? Sabia molt bé que per a intentar imposar alguna cosa que s’allunyara de la norma calia ser famós, tindre una bona teoria o un bon mecenes. Jo no tenia cap de les tres coses. Vaig començar a treballar amb la meua serra de cadena i amb la destral, incapaç de resistir-me al plaer incomprensible de transformar estos troncs en alguna cosa distinta del que eren, en el que jo sabia que es podien convertir. En un dels boscos de la regió, en una tenda de reparació de maquinària agrícola, vaig fabricar les peces de metall que em servirien per a unir els cossos de fusta. Vaig utilitzar làmines de metall per a armar-los i també per a afegir-los una vora afilada. Cada un va adquirir la seua personalitat. Eren agressius, es podien defensar per si mateixos. Descansaven sobre estructures de metall, que pareixien taules de quiròfan, com si esperaren. Semblaven cossos reals, musculosos, amb les cames separades i la panxa prominent. Les figures de Jocs de Guerra eren tan grans que en el P.S.1 Contemporary Art Center van haver d’entrar-les per la finestra amb l’ajuda d’una grua. Esta exposició es va celebrar l’any 1993, i tan sols es van exhibir figures d’esta sèrie. Totes. El crític d’art americà Michael Brenson va ser el comissari de l’exposició. El Nova York Sculpture Center em va concedir el Premi a l’Excel·lència en Escultura. En el meu discurs d’agraïment vaig pronunciar les paraules següents: “M’agradaria poder dir-los que l’art és una de les activitats més inofensives de la humanitat, però no podem oblidar que els règims totalitaris l’han utilitzat amb freqüència amb finalitats propagandístiques. Tampoc podem oblidar que Hitler pintava, i que Stalin escrivia poemes. L’art sempre serà l’activitat humana més sorprenent, ja que sorgix de la lluita constant entre la saviesa i la bogeria, entre el somni i la realitat que habiten la nostra ment. Cada descobriment científic obri noves portes i mostra d’altres que seguixen tancades. L’art no resol problemes, ens ajuda a ser conscients que eixos problemes existixen. Ens obri els ulls, desperta la nostra imaginació. Tindre imaginació i ser-ne conscient servix per a traure profit de la riquesa interior i del flux constant d’imatges. Servix per a observar el món en la seua totalitat, ja que la funció de les imatges és mostrar tot allò que no pot ser conceptualitzat.” 118 Abans de l’exposició de Nova York, ja havia exposat Jocs de guerra al Palau d’Exposicions Mücsarnok de Budapest. Les escultures hi havien arribat directament des dels boscos de Mazury. Havia sigut un hivern molt dur. La neu que cobria les figures s’havia fos pel camí. Una vegada al museu, centenars d’insectes van eixir de la fusta. S’havien despertat de la letargia hivernal. Estava boja de dolor. Vaig comprar xeringues i verí. Amb ajuda de Jan i d’Artur, vam injectar el verí en les cavitats de la fusta. Fins després de l’exposició no vam poder ficar els troncs en una cambra de gas per descontaminar-los. Açò va succeir el 1988, uns mesos abans que els països de l’Europa de l’Est començaren a lliurar-se del jou de la dominació soviètica. Es va pensar que la meua exposició era un símbol, una metàfora de la realitat. La van visitar unes cent mil persones. Les dramàtiques figures dels meus Jocs de guerra adquiriren un significat inesperat. A més de Jocs de guerra es va exhibir la primera Multitud, cinquanta figures d’arpillera, dempeus, envoltades per unes enormes rodes que les apuntaven com si foren canons, màquines de guerra. Hi havia també dibuixos de cossos desmembrats, decapitats, i unes cares de bronze en els extrems que semblaven esperar l’inici d’una execució. 1. Declaracions de Magdalena Abakanowicz, 1993. 2. Declaracions de Magdalena Abakanowicz, 1985. 3. Declaracions de Magdalena Abakanowicz, 1992. 119