Descargar Muestra - Editorial Universidad de Sevilla
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Los imbéciles no van al infierno Rafael Serrano Macareno 50 sevillanos del siglo XX Nicolás Salas Historia personal de Sevilla Víctor Márquez Reviriego Sevilla napoleónica Manuel Moreno Alonso Estudios sobre la Sevilla Liberal (1812-1814) José M. Cuenca Toribio Relatos de Siros Emmanuil Roidis Carmen Vilela, tr. De las primeras letras a la Universidad de la Sevilla de finales del siglo XV José Sánchez Herrero El Observador y otros relatos. Der Beobachter und andere Erzählumgen. Pablo Levy Anke Berns, intr., coord. y ed. Sevilla en verde y violeta Joaquín Vázquez Parladé Sevilla entre dos voces Ángel Pérez Guerra El flamenco en la discografía antigua. La International Zonophone Company. Historia y discografía flamenca (1905-1912), un estudio para aficionados y coleccionistas Antonio Hita Maldonado Como una de las secuelas actuales de la histórica Embajada Keicho que, enviada por Date Masamune y liderada por el samurái Hasekura Tsunenaga, arribó en las orillas del Guadalquivir en octubre de 1614, una sorprendente abundancia de apellidos Japón aparecía entre los ciudadanos de Coria del Río, el lugar donde se produjo tal desembarco. Pese a esta aparente evidencia, un largo periodo de mutuos desconocimientos —entre los japoneses y los Japones— se ha extendido durante casi cuatrocientos años. Un conjunto de acciones convergentes, en gran medida azarosas, vinieron a quebrarlo a partir de la segunda mitad de los años ochenta del pasado siglo, arrojando luz donde hasta entonces sólo reinaba la sombra de una ignorancia recíproca. A partir de ese instante, una intensa corriente de relaciones entre los japoneses, atraídos por esta nueva voz de su pasado, y los Japones de Coria del Río, que les recibían en su pueblo con la común alegría de sentirse partes y prolongación de esa aventura histórica que nos unió en el siglo XVII, brotó en Coria del Río, donde la “presencia japonesa” se ha consolidado como una nueva seña de identidad de sus gentes y de su cultura. JUAN MANUEL SUÁREZ JAPÓN JUAN MANUEL SUÁREZ JAPÓN ÚLTIMOS TÍTULOS EDITADOS DE COLECCIÓN DE BOLSILLO De su actividad investigadora es fruto una decena de libros y casi un centenar de artículos, que han versado sobre los espacios gaditanos, el bajo del Guadalquivir y otros no estrictamente geográficos: Andalucía y el 92, crónica de un actor secundario (2003) y Gracias a la vida, conversaciones con Cristina Hoyos (2006). El libro de Juan Manuel Suárez Japón reconstruye esta singular experiencia humana, que se alarga ya más de treinta años, con hitos reseñables como la memoria imperecedera de quien fuera uno de sus impulsores Virginio Carvajal Japón, o la estatua del histórico samurái Hasekura Tsunenaga perfilada sobre las aguas del Guadalquivir coriano, junto a la que el 14 de junio de 2013 vino el Príncipe Naruhito para plantar el “sakura”, el árbol que atestiguará para siempre nuestra relación histórica y nuestra amistad. ISBN 978-84-472-1552-2 9 788447 215522 JUAN MANUEL SUÁREZ JAPÓN (Coria del Río, 1945); doctor en Geografía por la Universidad de Sevilla, es catedrático de Geografía Humana en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). Ha sido profesor en las universidades de Córdoba y Cádiz, aunque fue en ésta en la que desarrolló la mayor parte de su trayectoria docente a investigadora. Aunó a esta persistente vocación universitaria un decidido compromiso cívico que le llevó a protagonizar una activa participación en la vida pública andaluza. Ha sido Consejero de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía (1990-1994) y Diputado en el Parlamento de Andalucía (19861996). Asímismo, ha sido Rector de la Universidad Internacional de Andalucía (2005-2013) y Presidente del Comité Andaluz de Reservas de la Biosfera UNESCO (2000-2013). 170 CoLECCIóN DE BoLSILLo NÚMERo 170 AÑo 2014 secretariado de publicaciones de la universidad de sevilla juan manuel suárez japón De SenDai a Coria Del río SEVILLA, 2006 SEVILLA 2014 Comité editorial: Antonio Caballos Rufino (Director del Secretariado de Publicaciones) Eduardo Ferrer Albelda (Subdirector) Manuel Espejo y Lerdo de Tejada Juan José Iglesias Rodríguez Juan Jiménez-Castellanos Ballesteros Isabel López Calderón Juan Montero Delgado Lourdes Munduate Jaca Jaime Navarro Casas Mª del Pópulo Pablo-Romero Gil-Delgado Adoración Rueda Rueda Rosario Villegas Sánchez Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito del Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla. Diseño de cubierta: Juan Manuel Suárez García © SECRETARIADO DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA 2014 Porvenir, 27 - 41013 Sevilla. Tlfs.: 954 487 447; 954 487 451; Fax: 954 487 443 Correo electrónico: [email protected] Web: <http://www.publius.us.es> © juan manuel suárez japón 2014 Impreso en papel ecológico Impreso en España-Printed in Spain ISBN: 978-84-472-1552-2 Depósito Legal: SE 775-2014 Impresión: Imprenta Kadmos A Carmen Japón, mi madre y a todos los Japones Índice Prólogo por Juan Antonio Yáñez-Barnuevo. Tras las huellas de Hasekura de la mano de mi amigo Juan Manuel ...... 11 Primera Parte Una introducción necesaria ..................................................................... 23 Mi abuelo era de Coria del Río y se llamaba Manuel Japón Japón ........ 31 Quiénes eran y de dónde venían ............................................................. 47 Guadalquivir río arriba, rumbo a Sevilla ................................................ 77 La Coria del Río que encontró Hasekura ................................................ 99 Segunda Parte Ellos no lo sabían y nosotros tampoco .................................................... 137 La “trastienda” de Virginio, cuna de la amistad hispano japonesa ......... 171 Los primeros viajes de Virginio a Japón ................................................. 199 HasekuraTsunenaga volvió a Coria del Río y otros muchos japoneses vinieron antes y después ......................................................................... 219 Japones y japoneses: entre la Exposición Universal de Sevilla (1992) y la Feria Mundial de Aichi (2005) ............................................................ 251 Unidos también en el dolor y el duelo .................................................... 291 400 años después, Su Alteza Imperial, el Príncipe Naruhito, vino hasta la misma orilla que acogió a Hasekura .................................. 319 Epílogo El r@stro del Samurái ............................................................................. 359 Apéndice fotográfico ............................................................................... 373 PRÓLOGO TRAS LAS HUELLAS DE HASEKURA DE LA MANO DE MI AMIGO JUAN MANUEL En uno de sus ensayos (creo recordar que uno de los recogidos en su obra significativamente titulada Contra esto y aquello), Miguel de Unamuno criticaba la tendencia, bastante corriente, a oponer lo local y lo universal. Unamuno sostenía que no hay una oposición intrínseca entre esas dos dimensiones o perspectivas del mundo que nos rodea, e incluso que muchas veces lo universal más genuino se encuentra en el estudio y cultivo de lo local. Esa misma idea inspira hoy en día el enfoque defendido, con distintos fines, por científicos, políticos o ecologistas que propugna que, ante los retos con que se enfrenta la humanidad, tenemos que “pensar globalmente, actuar localmente”. En el inglés moderno, esa idea y ese enfoque han dado lugar a un neologismo que está ya empezando a penetrar en el castellano: el adjetivo “glocal”, con sus derivados los sustantivos “glocalism” y “glocalization”. Pocas personas habrá entre nosotros más conscientes de esa interrelación entre lo local o particular y lo global o universal que Juan Manuel Suárez Japón, que siempre la ha tenido muy en cuenta en sus muchos trabajos y tareas. Un buen testimonio de ello es el libro que ahora saca a la luz y que el lector tiene entre sus manos. Juan Manuel Suárez Japón une en su persona, en su labor académica y en su compromiso público esa doble dimensión, que le ha animado a lo largo de su brillante carrera. Hablamos de un hombre profundamente arraigado en su solar coriano, y por tanto acendradamente andaluz; un geógrafo e historiador por vocación, formación y dedicación; un profesor universitario que no ha rehuido nunca, donde y cuando hacía falta, la asunción de responsabilidades políticas o de gestión con tanta integridad como espíritu de servicio a los demás. Desde esa actitud vital e intelectual, él ha ido hilando a lo largo de 12 Juan Antonio Yáñez-Barnuevo varias décadas toda una obra que destila atención, estudio minucioso y profundo afecto por lo local de su entorno andaluz más inmediato, al tiempo que sabe ponerlo siempre en relación con dimensiones más amplias, no solo en el ámbito conceptual de las disciplinas académicas que tan bien domina, sino igualmente en la mejor comprensión de esas realidades locales en su perspectiva histórica y en sus interacciones con otros espacios geográficos, cercanos o lejanos. Esas son justamente las cualidades que Suárez Japón despliega con su habitual maestría en el nuevo libro que nos ofrece. Con característica suavidad, nos coge de la mano y nos guía, paso a paso, por un mundo que él tan bien conoce: el de los “japoneses y japones” de Coria del Río y su entorno, esa huella humana de la misión Keicho de hace cuatro siglos, uno de los primeros contactos directos del Extremo Oriente con Europa, que aún perdura a orillas del Guadalquivir de forma insospechada y todavía sorprendente. Y eso lo hace el autor mezclando hábilmente recuerdos personales y colectivos, documentos y monumentos históricos y análisis geográficos y sociológicos, de tal manera que la obra es mucho más que un árido estudio científico o un intimista libro de memorias y hace revivir con todo su relieve el itinerario singular de una expedición improbable y la experiencia única de los descendientes que dejara atrás como testimonio secular de un primer encuentro entre pueblos tan alejados. Ahora se habla mucho de la globalización como un fenómeno que define nuestro tiempo, que impregna y marca el mundo de hoy y aún más el del mañana. Eso es ciertamente así; sin embargo, yerran los que piensan que se trata de un fenómeno reciente, o todo lo más del último siglo o siglo y medio. De una u otra manera, contactos de distintos tipos, a veces intensos, entre sociedades muy diversas y alejadas entre sí se han venido dando desde hace muchos siglos, como lo muestran reliquias arqueológicas o testimonios documentales. Baste recordar la famosa Ruta de la Seda, un conjunto de rutas comerciales —con sus concomitantes derivadas culturales— que durante muchas generaciones enlazaron al mundo chino con la Europa occidental, pasando por el Asia Central, la India y el Próximo Oriente. En realidad, puede afirmarse que el proceso de globalización en el sentido moderno —con sus inmensos flujos de personas, informaciones e ideas, bienes y servicios de todo tipo más allá de las fronteras— arranca de las grandes navegaciones oceánicas de portugueses y españoles a partir del siglo XV que, luego seguidas por las de holandeses, ingleses, franceses y otros, vincularon Prólogo13 de forma irreversible las distintas partes de la Tierra hasta producir un único mundo, en el que ahora vivimos. Así lo reconoció el gran historiador británico Arnold Toynbee en su magna obra A Study of History, al resaltar que las hazañas de aquellos pioneros ibéricos habían expandido el horizonte humano hasta abarcar todas las tierras habitables y mares navegables del orbe terrestre, llegándose a generar lo que él denomina “la Gran Sociedad”, que hoy conocemos como mundo globalizado. La misión Keicho de 1613-1620 se inscribe en el contexto de ese prolongado periodo de primeros encuentros, contactos e intercambios entre pueblos y entidades políticas de distintas partes del mundo. En este caso, con una notable originalidad: la expedición partió en sentido inverso a las anteriores, que habían salido de Europa para alcanzar las míticas tierras de Oriente. La misión enviada por Date Masamune, daimyo de Sendai, y liderada por el samurai Hasekura Tsunenaga fue la primera que viajó desde Japón a través del Pacífico, siguiendo la ruta del “tornaviaje” abierta no mucho antes por Andrés de Urdaneta. El objetivo que tenía marcado era el de abrir vías directas de comunicación y tráfico comercial de Japón con Nueva España y, en definitiva, con Europa. Dicho de otra manera, fue una de las primeras ocasiones en que la iniciativa partía de “los otros”, en este caso un pueblo oriental, en lugar de los activos e inquietos europeos. El hecho de que la misión no lograra plenamente sus objetivos, y que éstos, de todos modos, se vieran pronto olvidados —fundamentalmente debido al ensimismamiento en que, por decisión de sus gobernantes, entró Japón a partir de ese momento— no reduce su importancia histórica como primer contacto oficial de Japón con Europa y como clara muestra de lo que era capaz de hacer el pueblo japonés ya en esa época. Y, además, ahora sabemos que esa expedición (“embajada” la llaman los textos contemporáneos) dejó, de forma no prevista por sus impulsores y conductores, un legado perenne formado por las familias que, hasta el día de hoy, siguen llevando el apellido Japón en Coria del Río y sus alrededores. Ahora bien, ese legado, que estaba ahí, a la vista de todos, era ignorado, en cuanto tal, por unos y por otros. E incluso, con el transcurso del tiempo, los propios “japones” corianos perdieron cualquier noción de su origen parcialmente ultramarino. Como coriano, recuerdo muy bien que, durante mi infancia y adolescencia, todos teníamos vecinos, condiscípulos, amigos o conocidos que llevaban el nombre Japón como primer o segundo apellido. Pero, que yo 14 Juan Antonio Yáñez-Barnuevo recuerde, nadie se preguntaba por la coincidencia entre ese apelativo y la designación de un importante país asiático, sobre el que algo aprendíamos en las clases de geografía y de historia. ¿Qué había ocurrido? Pues que la acogedora Andalucía había absorbido y asimilado tan completamente a los “japones” que ni ellos ni sus paisanos eran conscientes de su peculiaridad: simplemente eran (y son) unos corianos y andaluces más, plenamente integrados en su entorno. Es un ejemplo más de la notable capacidad de Andalucía para acoger y hacer suyos a contingentes humanos de la más variada procedencia, ya subrayada y valorada por Ortega y Gasset en su Teoría de Andalucía. Salvadas todas las distancias, viene a producirse en este caso un proceso parecido al descrito por Octavio Paz al hablar de la relación entre España y el mundo americano de habla española. Decía el Nobel mexicano que primero había habido un conocimiento (el periodo del encuentro inicial, con la conquista y colonización), seguido más tarde por un des-conocimiento (con la emancipación de las repúblicas independientes, que tendieron a repudiar su pasado colonial, mirando a otros centros de poder como posibles modelos) y que ahora, por fin, había llegado el momento del re-conocimiento (esta vez de verdad, entre países y sociedades que pueden mirarse y tratarse como iguales). Pues bien, a esa tarea se aplica concienzudamente Suárez Japón en este libro, que supone la decantación y culminación de vivencias propias, prolijas investigaciones y una continua reflexión de muchos años. Su punto de partida lo pone en la segunda fase, la del desconocimiento (“Ellos no lo sabían y nosotros tampoco”), explicando con sencillez y acierto la situación en la que vivían los Japones de Coria —de los que él mismo forma parte (“Mi abuelo era de Coria del Río y se llamaba Manuel Japón Japón”)— durante tantas generaciones, en la ignorancia del origen de su apelativo tan singular. A partir de ahí, utilizando las fuentes ahora a nuestro alcance, va describiendo los caminos del inicial conocimiento, hace cuatro siglos, con la llegada a Coria de Hasekura y sus compañeros en 1614 hasta su marcha de vuelta a Japón en 1617. Ahora bien, donde más se recrea el autor es en la minuciosa reconstrucción de la manera cómo, en tiempos recientes (más o menos en las tres últimas décadas), se han ido produciendo en rápida sucesión: el redescubrimiento de aquellos olvidados hechos, la profundización en la investigación de todo cuanto rodeó a la misión Keicho, la toma de conciencia de que el origen de los Japones corianos estaba ligado a esos visitantes ilustres y doblemente lejanos (en el tiempo y en el espacio), el interés renovado en el propio Japón por aquella Prólogo15 histórica misión, y la corriente de simpatía mutua y los múltiples intercambios de todo tipo que ello ha propiciado entre Coria del Río, Andalucía y España, de un lado, y Sendai, Miyagi y Japón, de otro. *** A partir de aquí no tengo más remedio que utilizar la primera persona, porque ese itinerario que describe el autor en buena parte lo hemos recorrido o bien juntos, o bien cada uno por nuestro lado pero siempre en contacto y comunicación amistosa. Porque, no hay por qué esconderlo, Juan Manuel y yo, además de coetáneos, somos amigos, como lo fueron nuestros padres, y compartimos muchas cosas, entre ellas la común condición de corianos y las inquietudes intelectuales y políticas. Con dos diferencias importantes: él es un Japón, y a mucha honra, y además un gran experto en materias geográficas e históricas, en las que soy apenas un aficionado. Todo ello hace que el interés que siempre hemos compartido por el tema de los japoneses y Coria lo haya llevado Juan Manuel mucho más allá de lo que yo mismo habría imaginado. Él explica muy bien en su libro cómo empezó esa aventura hace unos treinta años, como fruto de las tertulias en la trastienda coriana del inolvidable Virginio Carvajal Japón, que tanto su primo Juan Manuel como yo frecuentábamos (en mi caso, cuando podía pasar por nuestro pueblo desde dondequiera que entonces estuviese destinado, fuese Madrid, Nueva York o Estrasburgo). En aquellos encuentros, en que predominaban los temas de historia o cultura que tuvieran que ver con Coria, empezamos a darle vueltas a los retazos de noticias sueltas que indicaban que algo importante había ocurrido a comienzos del siglo XVII cuando una “embajada” japonesa había visitado Sevilla, para lo cual había desembarcado previamente en Coria. Juan Manuel, con su generosidad de buen amigo, me atribuye el haber aportado los primeros datos. Yo más bien me inclino a pensar que se trató de una tarea colectiva. Ciertamente, recuerdo haber leído esa referencia en un libro sobre hechos curiosos de la historia sevillana del XVII (aunque no puedo asegurar que fuese el de Antonio Domínguez Ortiz), que creo incluso reproducía el acta de la corporación sevillana que registró tan relevante hecho; y, poco tiempo después, la aparición de la novela El samurai de Shusaku Endo (un ejemplar de la cual llevé a Virginio) nos proporcionó una visión más amplia del significado de la misión Keicho en la interacción entre Japón y Europa en aquella época. También recuerdo que discutimos esos hallazgos con lógica excitación en la tienda 16 Juan Antonio Yáñez-Barnuevo de Virginio, que sin duda fue quien más pronto vio las implicaciones de todo tipo que aquel acontecimiento tenía para nuestro pueblo y su entorno, y por supuesto para los Japones corianos. Tras aquel momento inicial —que, exagerando un poco, podría decirse que vivimos como una epifanía—, el tema fue retomado e impulsado muy acertada y eficazmente por otros, en especial Virginio y Juan Manuel, cada cual con su perspectiva personal y sus enfoques respectivos, sea en el plano científico o cultural, sea en sus derivadas sociales o políticas. Desde lejos, y en contacto frecuente con ellos y otras personas, seguí siempre con interés y afecto algo que nos tocaba tan de cerca y que tantas potencialidades tenía. En los años subsiguientes, a medida que nos acercábamos a la efemérides de 1992, se fue concretando esa renovada atención, también sentida desde Japón y sobre todo por su Embajada en Madrid, de tal manera que, como narra con detalle Suárez Japón en este libro, se hizo posible que este aspecto tan excepcional de la historia sevillana y de los contactos de España con Oriente tuviera su lógico y adecuado reflejo en la Exposición Universal de Sevilla 1992, incluyendo la vertiente coriana con la erección de una estatua de Hasekura en nuestro paseo ribereño y el mensaje del Príncipe Naruhito durante su visita a la Expo92 con ocasión del Día de Japón, con su concreta referencia a los Japones de Coria. Siempre he pensado, y me alegro de verlo reflejado en este libro, que todo ello, sin duda fruto de los desvelos de Virginio y del apoyo decidido del Embajador Hayashiya y sus sucesores, se vio también favorecido por la feliz coincidencia de que un cierto número de corianos y otros íntimos amigos y condiscípulos sevillanos respaldáramos esas acciones desde los puestos relevantes que nos fue dado desempeñar a lo largo de los años 80 y comienzos de la década de los 90: Manuel del Valle como Alcalde de Sevilla, mi hermano Luis como Presidente de la Comisión del V Centenario, José María Luzón como Director General de Bellas Artes y Archivos en el Ministerio de Cultura, Juan Manuel Suárez Japón como Consejero de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía y yo mismo como Director del Departamento Internacional de la Presidencia del Gobierno (periodo en el que, por cierto, me correspondió acompañar al Presidente Felipe González en visita oficial a Japón). A medida que fueron sucediéndose los estudios y publicaciones sobre la misión Keicho, así como las visitas e intercambios de japoneses y japones en ambos sentidos, Virginio y Juan Manuel, con el estímulo de la Embajada japonesa en Madrid, se lanzaron a constituir una Asociación de Amistad Prólogo17 Hispano-Japonesa a la que muy acertadamente dieron el nombre de Hasekura Tsunenaga. Con ese motivo, recuerdo que me consultaron acerca de los pasos a dar y los Estatutos de la Asociación, tareas en que les asesoró eficazmente un aventajado alumno mío en la Escuela Diplomática, Álvaro Durántez, quien luego ha tenido una notable carrera en destacadas instituciones, habiendo mantenido vivo su interés sobre aquel periodo histórico y su perenne legado. Pasados los años, todavía me cupo ocuparme activamente de esta cuestión que tanto me atraía durante el breve periodo (entre noviembre de 2010 y diciembre de 2011) en que, próximo a culminar mi largo recorrido en el Servicio Exterior de España, desempeñé la Secretaría de Estado de Asuntos Exteriores e Iberoamericanos. Entre otras muchas tareas, me interesé particularmente por los preparativos tendientes a conmemorar adecuadamente el Cuarto Centenario de la misión Keicho (1613-1614). Para ello, el Gobierno español decidió impulsar un Año de España en Japón, con contenidos políticos, culturales y económicos, y así lo anunció el Presidente Rodríguez Zapatero durante una visita oficial a aquel país en 2010. Aunque por parte española se deseaba que la conmemoración fuese conjunta y que, por tanto, la parte japonesa organizara también un Año de Japón en España, lo cierto es que las autoridades japonesas no acababan de decidirse, invocando diversas razones de carácter organizativo y presupuestario que a nosotros no nos parecían lo bastante convincentes. En vista de esa situación de relativo bloqueo, nos resolvimos a hacer un decisivo esfuerzo de persuasión aprovechando la celebración del Foro EspañaJapón, que reúne, en principio cada año, a responsables políticos, empresarios, personalidades de la cultura, la ciencia y otros campos de ambos países para dialogar sobre temas de interés común. En noviembre de 2011, el Foro tuvo lugar en Sendai, precisamente la ciudad desde donde Date Masamune envió a Hasekura y sus compañeros en su expedición a Europa a través de dos océanos para unir a tres continentes. Tenía un especial interés político el mantener la sede del encuentro en esa ciudad, no solo por sus reminiscencias históricas, sino también por ser la capital de una región, la de Miyagi, duramente castigada por el catastrófico terremoto y subsiguiente tsunami ocurrido en marzo de ese mismo año. Al recuerdo histórico se unía la más acuciante actualidad, y así se lo hicimos saber a la contraparte japonesa, que evidentemente supo apreciar ese gesto como merece. Encabecé la delegación oficial de España, junto con el ex-Ministro de Asuntos Exteriores Josep Piqué, co-presidente del Foro por parte española 18 Juan Antonio Yáñez-Barnuevo (por parte japonesa lo hacía un importante empresario, dirigente del Keidanren, la organización más relevante del empresariado de aquel país). Por mi parte, hubiese querido que nos acompañaran, entre otras relevantes personalidades, dos sevillanos ilustres: el autor de este libro, Juan Manuel Suárez Japón, por entonces Rector de la Universidad Internacional de Andalucía, y el conocido empresario y escritor José Luis Manzanares Japón, que había sido compañero de clase mío durante el bachillerato. Creo que hubiera sido muy apropiado presentarnos en Sendai con dos “japones” tan destacados, pero lamentablemente no pudo ser porque cada uno de ellos tenía compromisos previos que se lo impedían. Los días pasados en Sendai y Miyagi fueron tan emocionantes como fructíferos. Aparte de los diálogos hispano-japoneses, que estuvieron a mucha altura, abordando cuestiones de actualidad como la lucha contra la crisis económica, la preparación para responder a grandes desastres naturales o la investigación y el desarrollo en temas clave como la energía y los nuevos materiales, cubrimos una agenda muy intensa, que tuvo varias vertientes. Por un lado, hubo varios recordatorios a la misión Keicho, durante las visitas al museo de Sendai (que dispone de una sala expresamente dedicada a aquella gesta), a una casa tradicional de la época de Masamune y a la reproducción del galeón Date Maru (para los españoles, San Juan Bautista, que fue el que transportó la expedición hasta Acapulco) que se encuentra en el pequeño puerto de Ishinomaki, al nordeste de Sendai. Durante esta última visita atravesamos toda la zona de costa arrasada por el tsunami, en medio de una visión dantesca de edificios destruidos, barcos volcados y destrucción por doquier. Milagrosamente, sin embargo, el Date Maru, protegido en una acogedora rada, apenas había sufrido desperfectos. Huelga decir que durante los encuentros y convites de esos días no desaproveché ninguna ocasión de las que se me presentaron, no solo para recordar aquellos notables acontecimientos de hacía cuatro siglos, sino también para hacer hincapié en mi condición de coriano y sevillano, por lo que me sentía particularmente orgulloso de provenir de los lugares que primero habían acogido la expedición de Hasekura a su llegada a España y que, incluso, ahora albergaban —especialmente Coria— un número notable de familias que llevaban el nombre de Japón. No contento con ello, propuse, y así se acordó al final del Foro, que la siguiente edición de esos encuentros tuviese lugar en Sevilla, como efectivamente ocurrió en noviembre de 2012. Prólogo19 A renglón seguido viajamos de vuelta a Tokio, donde transcurrió la parte más oficial de la visita, con encuentros en el Ministerio japonés de Asuntos Exteriores (Gaimu-sho). En esas reuniones nos empleamos a fondo a fin de desmontar los argumentos japoneses para justificar o explicar su aparente renuencia a organizar un Año de Japón en España con ocasión del cuarto centenario de la misión Keicho. Debo decir que contamos en todo momento con la discreta pero eficaz colaboración del entonces recientemente nombrado Embajador de Japón en España, Satoru Satoh, buen conocedor de la lengua española y gran amante de España, que veía claramente la oportunidad que se le ofrecía para que su misión en Madrid tuviera un mayor contenido y pudiera verse coronada por el éxito. Al final, la parte japonesa no tuvo más remedio que reconocer que nuestros argumentos tenían mucho fundamento y aceptaron proponer a sus superiores que se tomara la decisión formal de impulsar un Año Dual entre ambos países para realzar la conmemoración y reforzar la relación bilateral en todos los campos. También insistimos por nuestra parte en lo deseable de que los intercambios de visitas de alto nivel en una conmemoración tan excepcional no deberían ser solo a nivel de Gobierno, sino que además deberían incluir a las respectivas Casas Reales, sugiriendo concretamente que podría darse un papel especialmente relevante a los respectivos príncipes herederos. A los funcionarios japoneses, siempre tan rígidos y formales, casi les da un síncope cuando se les mencionó a la Casa Imperial, porque no se atrevían a pronunciarse sin hacer toda clase de consultas a los escalones superiores. Yo jugaba con ventaja porque, pocos días antes, había acompañado al Príncipe de Asturias en un viaje a Riad y allí coincidieron el Príncipe Felipe y el Príncipe Naruhito, quienes tuvieron un encuentro informal en el Palacio Real saudí, donde tuve la oportunidad de explicarles aquello en lo que estábamos pensando, por lo que me constaba que a ambos les sonaba la idea y no les caía mal. De esta manera, entre Riad y Tokio, quedó plantada la semilla de lo que nos interesaba que ocurriera y que efectivamente sucedió al ponerse más tarde el Año Dual bajo la presidencia de honor de ambos Príncipes. Ese propósito culminó con la visita oficial del Príncipe Naruhito a España en junio de 2013 para el lanzamiento formal del Año Dual, que incluyó una histórica etapa en Coria del Río, recogida con todo detalle por Juan Manuel en este libro. Valga cuanto antecede como una aportación personal que aspira a complementar y acompañar la mucho más rica y completa exposición que nos ofrece 20 Juan Antonio Yáñez-Barnuevo Suárez Japón en su libro. Con ella he pretendido exponer sucintamente cómo a lo largo de tres décadas nuestros intereses y preocupaciones no han dejado de confluir y entrelazarse en torno a la apasionante historia de la misión de Hasekura y su legado coriano. En todo caso, creo que todos tenemos un permanente deber de reconocimiento a Juan Manuel Suárez Japón por brindarnos una obra que es verdaderamente ejemplar como testimonio personal, como memoria colectiva, como crónica de unos sucesos relevantes, como estudio de unos singulares hechos de gran alcance y proyección y, en suma, como contribución cabal a las historias de japoneses y japones entre Sendai y Coria con cuatro siglos por medio. Juan Antonio Yáñez-Barnuevo