“Busco crear un universo y un lenguaje nuevo para cada espectáculo”
Transcripción
“Busco crear un universo y un lenguaje nuevo para cada espectáculo”
WONDERLAND / La entrevista “Busco crear un universo y un lenguaje nuevo para cada espectáculo” Andrea Miller, coreógrafa de Gallim Dance, reflexiona sobre cómo los individuos se dejan influir por la masa a la hora de tomar decisiones Contesta al teléfono con una voz dulce y un español casi perfecto. Todavía es temprano, su bebé aún duerme. Mientras se prepara para viajar desde su hogar en Brooklyn a Barcelona con Wonderland, uno de sus espectáculos más celebrados, Andrea Miller, coreógrafa de Gallim Dance, la compañía de moda en Nueva York, reposa del éxito de su último trabajo: un espectáculo para presentar la última colección de la marca Hermès. - ¿Su danza busca siempre provocar al espectador, removerle en su asiento? - El arte que me gusta y que me interesa es aquél que te hace pensar, que te lleva a sentir; un arte con capacidad de trascender... Y como ése es el arte que me interesa como espectadora, es también el que practico como coreógrafa; un arte que busca provocar. Aunque a veces ése pueda ser un sentimiento confuso, en otras ocasiones, es capaz de cambiarte por dentro. Pero, además, quiero que el espectador sea consciente de qué es capaz el cuerpo humano, que aprecien sus muchas posibilidades, que se den cuenta de todas sus capacidades. -¿Por qué le impactó Head on, esa instalación de 99 lobos volando hacia un muro de cristal contra el que se estrellan? ¿Qué le llevó a inspirarse en esa performance del artista de origen chino Cai Guo-Quiang para construir un espectáculo? -Vi la instalación de Cai Guo-Quiang en el Guggenheim de Bilbao y me afectó mucho. Pese a que en un primer momento yo había apoyado la intervención militar de Estados Unidos en Irak, luego, durante mucho tiempo, me la estuve volviendo a plantear. Y llegué a sentirme culpable por haberme dejado llevar, por no haber reflexionado críticamente sobre lo que aquella operación significaba. Al contemplar la instalación, todos esos sentimientos regresaron; volví a pensar en ello y llegué a la conclusión de que somos los individuos quienes tenemos la responsabilidad de reflexionar sobre qué queremos y no trasladar esa responsabilidad únicamente a los gobiernos. De todo eso quiero hablar en Wonderland, de cómo los individuos pueden dejarse llevar por la masa o ser capaces de tomar decisiones personales. -En su espectáculo, la crítica también ha visto referencias a Esther Williams o la era atómica -Planteo distintas situaciones a través de las que explorar la relación entre el individuo y la masa. Por ejemplo, en una parte del montaje nos enfrentamos al universo de las sonrisas, a las verdaderas y s las falsas y a aquellas que, aunque se crean verdaderas, forman parte de un espectáculo, como ocurre por ejemplo en un desfile militar: quizás se trate de alegrías reales, pero forman parte de un poder oscuro. Pero también en otras partes del espectáculo me he inspirado en la natación o en la época nuclear. -En sus últimos espectáculos se ha inspirado en dos libros: Catedral, de Raymond Carver, y El mito de Sísifo, de Albert Camus. ¿Necesita que sus coreografías partan siempre de un lugar concreto? -Me gusta partir de una idea concreta, aunque después pueda ir cambiando y modificándose, aunque después me lleve hasta otro lugar. Y me es útil porque para cada espectáculo necesito crear un universo único que le sea propio, un mundo visual, incluso un idioma coreográfico distinto. -En una coreografía anterior abordó uno de los momentos más oscuros de la Historia de España: la expulsión de los judíos durante la Inquisición. -Todos los países tienen algún momento oscuro del que no pueden sentirse orgullosos. Pero en aquel espectáculo me interesaba hablar de la idea de hogar, de qué entendemos por nuestro hogar: a veces llegas a un país nuevo desde otro lugar, con otro color de piel, con otro idioma, te estás allí un tiempo y luego te obligan a irte y eso te obliga a plantearte cuál es tu hogar, dónde está. Y eso es algo que no tan sólo les ha ocurrido a los judíos. Es algo muy actual en Estados Unidos, donde hay tanta inmigración. -Bailó durante un tiempo en el Batsheva Ensemble, ¿cómo marcó su manera de entender la danza el trabajo con Ohad Naharin? -Con ellos hice la transición de estudiante a profesional. Y fue un paso importante, porque me permitió darme cuenta de que podía tomar decisiones y definirme como artista. En la Batsheva te ofrecen esa posibilidad; valoran tu curiosidad. Y allí me di cuenta de que sentía un gran interés por el proceso de creación. -¿Influyó también la Batsheva en su manera de bailar, en sus movimientos? -Intento construir mi propio idioma, mi propio lenguaje. Aunque es cierto que tiene influencias tanto de la Batsheva como de Doris Humphrey. Estoy muy interesada en entender el proceso de creación, la manera en que la improvisación afercta al movimiento... Y ése sentimiento sí que me lo alimentó la Batsheva.