el ñaiuliiií - Museo del Barro

Transcripción

el ñaiuliiií - Museo del Barro
el ñaiuliiií
•k>s(^iiui Plá
cmíMleriies lie í!iviil€|acíiéii
TAPA:
Detalle de mantel realizado en hilo
de
a l g o d ó n . Itauguá. Siglo
XIX.
Colección Olga Blinder.
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La edición de los " C u a d e r n o s de Divulgación" forma parte de una iniciativa del Museo Paraguayo de Arte Contemporáneo dirigida a promover la difusión de conocimientos básicos acerca de las artes visuales paraguayas. Los cuadernos se
dirigen esencialmente al público estudiantil y no especializado para ofrecer una visión sintética de ciertos aspectos fundamentales de nuestra cultura.
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Responsables: O L G A B L I N D E R
OSVALDO SALERNO
T I C I O ESCOBAR
el íuiiicliiii
Museo Paraguayo de Arte Contemporáneo
Directores:
OLGA BLINDER
CARLOS COLOMBINO
Coordinador colección de artes populares
OSVALDO SALERNO
Asesor: T I C I O ESCOBAR
Casilla de Correo 1402 - Asunción
textos:
JOSEFINA PLA
GUSTAVO GONZALEZ
fotografía:
JOSE L U I S DE T O N E
GUSTAVO GONZALEZ
diseño gráfico:
OSVALDOSALERNO
Pañuelo de b o d a realizada en hilo de s e d a , I t a u g u á . S i g l o X I X . C o l e c c i ó n " C a r l o s C o l o n n b i n o "
Dentro de los objetivos generales de esta colección, este volumen recoge estudios de Josefina Plá y Gustavo González acerca del ñ a n d u t í , sus
fuentes posibles, su desarrollo y sus formas.
Basado en antiguos encajes españoles y adaptado a la cultura criolla
con un sello p r o p i o , el ñ a n d u t í corresponde a una de las expresiones
populares características del Paraguay; su origen incierto, sus esquemas
complejos y su ininterrumpida práctica desenvuelta en t o r n o a Itauguá
plantean una serie de interrogantes y permiten a los autores fecundas
interpretaciones.
El registro gráfico del Dr. González, sobre el que se basa fundamentalmente la ilustración del t e x t o , constituye un d o c u m e n t o indispensable
para el c o n o c i m i e n t o de las pautas básicas y tradicionales del ñ a n d u t í .
Con la publicación conjunta del trabajo de Josefina Plá y del Dr. González (publicación parcial en este caso) se pretende promover la d i f u sión de aportes valiosos para la comprensión de nuestra c u l t u r a .
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PROSAPIA Y M A G I A D E L Ñ A N D U T I
Por Josefina Plá
La inmigración canaria en el Paraguay, si juzgamos por los poquísimos
datos reunidos no alcanzó en ningún m o m e n t o las proporciones, ni aún
porcentuales, que en otros países hispanoamericanos. No hay noticia de
la llegada de canarios en grupo desde las islas, ni en los años heroicos
( 1 5 3 7 - 1 6 0 0 ) ni en los siguientes. Que llegaron gentes de esta procedencia, desde luego; uno de los primeros canarios en llegar fue el Padre Lebrón, compañero del Padre Martín A r m e n t a en peripecias religiosas y
profanas durante el gobierno de Cabeza de Vaca (aunque ellos llegaron
temprano, con el veedor Cabrera, quedaron hasta 1542 en Santa Catalina) y entre los hombres de barco o de armas que vinieron en las primeras armadas, hay también noticia de algún canario; pero es m u y dudoso
que entre los expedicionarios se contase alguna mujer canaria.
Nada, en las costumbres coloniales, parece recordar —una afirmación
rotunda exigiría también un estudio a f o n d o , no realizado ni fácilmente
realizable ya— de los orígenes y cronología de muchos de los aspectos
del material f o l k l ó r i c o paraguayo, un aporte sensible de lo canario en
ellas, a no ser el uso del maní tostado, pisado o m o l i d o , con leche, en
forma que recuerda al " g o f i o " ; pero esto no puede asegurarse sea una
práctica antigua, y podría también ser una coincidencia. Y , sin embargo, por otra parte la huella canaria aparece p r o f u n d a , indeleble, en algo
tan sutil, como lo es el patrón de un encaje que por sus características
podría calificarse de " n a c i o n a l " .
En efecto, cuando se habla del Paraguay en el exterior, en América en
general y en la meridional en particular, surge de inmediato para caracterizar a este país —antes que sus grandes ríos, sus cataratas magníficas
(de las cuales, la imponente Canendiyú quedará en seco en breve plazo,
debido a las obras hidroeléctricas de Itaipú) sus selvas (hoy ya bastante
raleadas) o su flora increíble— el esquema solar del encaje t í p i c o : el
ñandutí.
Ñandutí es palabra guaraní. Significa "tela de araña". Este nombre revelador alude a las líneas generales del patrón básico, que recuerdan el
trabajo de la " e p e i r a " , la huésped infaltable de los huertos y espesuras
de todos los climas templados. Y quizá un poco a su técnica (a menos
en sus fases iniciales).
Ninguno de los cronistas de los primeros siglos de la historia colonial
paraguaya menciona para nada el origen o desarrollo de esta artesanía
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en el Paraguay. Los inventarios de las sucesiones en los siglos X V I y
X V Í I nada nos dicen del ñandutí; aunque sí dan patético testimonio
de la lastimosa pobreza en que vivían los conquistadores, y que de por
sí descarta la posibilidad de delicadezas y filigranas encajeras.
Cuando terminando el siglo X V I o comenzando el X V I I Ruiz Díaz de
Guzmán^ habla de la destreza de las mujeres paraguayas —criollas o
mestizas— en labores de aguja, no menciona cuáles fuesen éstas; pero
ahí están, apenas unos años después, las Anuas Jesuíticas primeras
(1610) para informarnos de que se trataba de "paños de m a n o s " ; toallas " b o r d a d a s " : una labor doméstica que se hizo tradicional y se prolongó floreciente hasta pasado el medio siglo X I X ^ . De otras cosas
prescindiría seguramente el conquistador: renunció p r o n t o - a la fuerza ahorcan— a las calzas acuchilladas; pero no renunció al servicio de
"aguamanos" aunque fuese en rústicos utensilios de mano indígena:
ya que otra cosa no, abundaba el servicio doméstico.
Otras labores femeninas constituyen hasta hoy en el Paraguay caudal
t r a d i c i o n a l , o por lo menos por tal t e n i d o : el encaje—yú (malla o f i l e t
•..así llamado porque se hacía con aguja enhebrada a causa de la ausencia
de navetas) de mallas o puntos sueltos; crochet corriente, crochet t u necino, y hasta encaje de bolillos (éste actualmente desaparecido). Estas
formas de encaje es de notarse que aparecen centradas en pueblecitos
que formaron parte de las Misiones, o aledaños. Y t a n t o es así, que algunas prendas de las trabajadas en esos lugares se llaman, por ejemplo,
chales, ponchos o colchas "de Misiones", por el departamento de que
proceden.
En cambio, no aparece en esos pueblos el ñandutí. Esto se explica, en
parte al menos, porque esas otras labores habrían sido traídas por los
emigrantes instalados en esas zonas en los años inmediatos a la guerra
del 7 0 ; franceses, suizos, alemanes, italianos; en otras palabras, son de
origen más moderno.
Tarea espinosa, sin que por ello garantice é x i t o , fijar la fecha enque este
encaje canario prendió, c o m o la "hoja maravillosa"-^ y echó raíces en
la colonia.
Dada la pobreza de la colonia, prolongada durante casi dos siglos, es
lógico pensar, c o m o ya se dijo, que ciertas formas de encaje de laboriosa ejecución y no menos laborioso mantenimiento no tuviesen o p o r t u nidad de mucho uso, en los primeros lustros sobre t o d o ; aunque las
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arrancada v t.rada al s u e l o . arra,ga
amplias disponibilidades de mano de obra (esclavas) pudieran por o t r o
lado aligerar escrúpulos y preocupaciones respecto al tiempo perdido,
con tal de satisfacer un p r u r i t o de adorno o arreglo doméstico.
Es evidente que mucha más amplia oportunidad para el despliegue de
estos lujos ornamentales la podían ofrecer las Reducciones; en las cuales, si la vida comunitaria era en cierto m o d o ascética, en cambio ningún adorno era considerado excesivo para el c u l t o . Decimos las Reducciones, y no las iglesias en general, porque los pueblos coloniales encomendados al patronazgo espiritual de clérigos y frailes (franciscanos y
otros) participaron forzosamente de la pobreza de su área.
Sólo all í y en la magnificencia que en t o d o m o m e n t o se asignó al c u l t o
divino, podían haber adquirido vuelo estas labores, c u y o preciosismo y
delicadeza las encomendaba de por sí para complemento de vestiduras
y ornamentos sagrados. Y sin embargo, no poseemos por el m o m e n t o
datos, no digamos suficientes; apenas los iniciales, precisos para esa
atribución, al menos en forma definitiva.
De haber nacido en las Misiones este encaje, en efecto, sus maestros
tendrían que haber sido los propios misioneros: y aunque hay noticia
de que a las Reducciones llegó algún Padre o Hermano canario (poquísimos, por cierto, quizá no pasasen de dos o tres) no hay dato alguno
que permita atribuirles la enseñanza de este encaje; el único encaje que
mencionan los cronistas es el de Flandes.
En presencia —o en ausencia— de otros datos, algunos llegaron a suponer que el ñandutí pudo llegar al Paraguay interpósitamente desde el
Brasil, aunque no explican c ó m o . Es verdad que hay una región de ese
país donde el ñandutí es conocido y practicado con cierta a m p l i t u d :
concretamente en el Estado de Santa Catalina, en Florianópolis, donde
en una "Bolsa de Rendeiras" o "Bolsa de Encajeras", se vende ñandutí.
Pero es significativo: a) que este encaje sea allí conocido como "encaje
del Paraguay"; b) que en el mismo folklore que se organiza en t o r n o
a esta artesanía en Santa Catalina, aparezca el encaje como procedente del Paraguay. Queda, pues, fuera de duda que el proceso fue inverso:
el ñandutí brasileño —como el que podía practicarse en regiones cercanas o fronterizas de la Argentina— es una trasculturación o simple
extensión de la artesanía paraguaya. A su vez, y dada la contigijidad
geográfica, parecería esta difusión corroborar la existencia del ñ a n d u t í
como objeto de cultivo en los talleres misioneros, ya que sólo de éstos
podría haber pasado a esas otras regiones.
Esta hipótesis desde luego no sería aplicable a otras regiones de A m é r i ca, el Perú y Bolivia, por ejemplo, donde el "encaje de soles" debió llegar por otras vías, y seguramente en fecha más antigua. Y a este propósito podría emitirse otra hipótesis, lista para retraerse, como antena de
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caracol, al más leve amago polémico; en el Paraguay h u b o , en la primera
m i t a d del siglo X V I I I , un contacto con el A l t i p l a n o cuyas dimensiones
y sentido no hemos p o d i d o aún discernir suficientemente, que dio lugar
a la infiltración de formas en la imaginería y escultura (pintura cuzqueña, planos de la ornamentación de iglesias, como la de T o b a t í ) . ¿Podría
el "encaje de soles" haber f o r m a d o parte de esta infiltración?
Pero dejando esta espinosa hipótesis, busquemos todavía en testimonios
locales algún posible indicio.
Una de las primeras noticias de encajería en las Misiones se hallan en el
Padre Sepp"*. "Seis o más indiecitas (muchachas) se ocupan de hacer
encajes. Son tan hábiles, que pueden competir con las encajeras holandesas... Mis nuevas albas, de las cuales tengo tres y me las pongo solamente en las más altas fiestas, están guarnecidas desde la cintura hasta
el más ú l t i m o ribete con los más finos y hermosos encajes, y es d i f í c i l
decir si son de origen holandés o paracuario... Llevan a cabo este trabaj o sin maestro, solamente deben tener constantemente el modelo bajo
los ojos. Si es complicado, lo deshacen" (se entiende, para analizar la
forma en que está realizado)...
Como se ve, se refiere a q u í el Padre Sepp al encaje holandés (a no ser
que la comparación se aplique sólo a la perfección del acabado y no
específicamente al encaje, pero el c o n t e x t o no estimula esta interpretación). El encaje holandés, o sea el de Flandes, viene a ser el de bolillos, c u y o predicamento parece haber terminado en el país con la Guerra Grande; y no el de Tenerife. T a n t o más que el Padre Sepp no era
español, y en sus actividades artísticas y docentes, según él mismo da
a entender en sus libros, se inspiró más directamente en modelos de
su patria o países cercanos (como, por ejemplo, al realizar la Virgen del
retablo de la iglesia para la Misión de San Juan Bautista por él fundada,
de acuerdo al modelo de una Virgen bávara: la Virgen de A l t o e t t i n g e n ) .
Podría, sin embargo, objetarse que nada se opone a suponer que el Padre Sepp hallase ya instituido el ejercicio del encaje entre las indias de
las Misiones, n o las por él fundadas, sino las en funcionamiento ya, y
que esas obreras continuasen bajo su adoctrinamiento dicho ejercicio.
Pero t a m p o c o hay en el t e x t o nada que pueda apoyar objetivamente
esta versión.
En las Anuas y algunos cronistas se encuentran, como ya se dijo, alusiones al ejercicio de labores a mano - l a s únicas posibles en aquel tiempo y l u g a r - en Asunción misma, cuando Guzmán se refiere a la habilidad de las doncellas de la tierra en labores de aguja o los Padres de las
primeras Anuas a las toallas bordadas que se confeccionaban en Asun-
ción. Pero esas toallas bordadas, cuya tradición se prolongó hasta la
época de don Carlos, a la orilla de la Guerra Grande, no eran sino caladas^ y bordadas (toallas de aopoi'). No con encajes, de ñandutí u otros.
En las listas artesanales misioneras que se dan en Anuas y cronistas hallamos entre los numerosos trabajadores enumerados el o f i c i o de " e n cajero" como el de bordador. No se habla de bordadoras ni encajeras,
aunque es perfectamente posible que ello fuese un resultado de la forma misma en que se hace la enumeración; las noticias de Sepp no dejan
duda acerca de que las mujeres también tejían encajes.
Uno de los aspectos notables misioneros fue el cambio que en la dist r i b u c i ó n de oficios se realizó al estructurar el régimen laboral y distribución de los trabajos: el hombre en Misiones debió adoptar actividades
que en la vida tribal estaban reservadas a las mujeres, como el t e j i d o ,
la cerámica (aunque hay noticia de que las mujeres seguían participando
domésticamente en este trabajo). Oficios c o m o el de bordador y restaurador de ropas de altar o de ornamentos estaban reservados a los varones.
En suma, nada hallamos en la historia o la crónica que nos ilumine acerca de la manera en que llegó acá ese encaje, hasta que el Padre Sánchez
Labrador, ya cercana la expulsión de los jesuítas, sin saber el bien que
iba a hacer a los desesperados investigadores de dos siglos después, se
decide a encendernos una tenue luz.
Al Padre Sánchez Labrador le t o c ó actuar en Belén (región llamada del
Tarumá) sobre el río Ypané, catequizando a los mbayá-guaicurúes. Durante su tarea evangélioa viajó r í o abajo hasta Asunción, y pudo asistir
en esta capital "a la escena de las señoras españolas que enseñaban a
las indias de su Reducción —con fines prácticos enderezados a la suntuaria religiosa de la misma— a tejer encajes con soles y cribos (calad o s ) " ^ . Pero dado lo adelantado de la fecha, no podían ya actuar en
ellas los contingentes femeninos que llegaron durante el siglo X V I ; habría que buscar su origen en alguna familia canaria llegada a fines del
X V I I (aunque t a m p o c o ningún documento avala esta presunción) o a
otras llegadas al principio o durante la primera m i t a d del X V I I I . Ello
concuerda además cronológicamente con las noticias del Padre Sepp;
aunque, lo repetimos, éste no alude para nada al encaje Tenerife. Un
detalle m u y interesante —que encaja por lo demás perfectamente en el
régimen misionero— es que las indias bajaron a la capital a recibir a l l í
5
6.
4.
12
S e p p , Padre A n t o n i o . T . II, págs. 2 6 1 - 2 6 2 ( c a p . X X X I I ) .
C a l a d a s al m o d o que aún a h o r a se ve en las camisas de a o p o í : s a c a n d o hilos en u n a superficie previamente c i r c u n s c r i p t a ; no s a c a n d o hilos a lo a n c h o para luego urdir en los hilos
de la t r a m a , d e s n u d o s , diseños diversos (geométricos, f l o r a l e s , e t c . ) .
Sánchez L a b r a d o r , Padre José: E l Paraguay C a t ó l i c o . T . I., C a p i t u l o C C C X X I I l , pág. 2 9 9 .
E d . U n i v e r s i d a d de la P l a t a . B u e n o s A i r e s , 1 9 1 0 . E l " c r i b o " t o m ó su n o m b r e de su s e m e janza con el tejido (de paja) de las " c r i b a s " o c e r n e d o r e s .
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bieron a pensar que tal cual dato podía resultar necesario y precioso a
los que después vendrían.
Que la mujer canaria, por escaso que fuese su número, y tal vez por esto
mismo, trasladada de p r o n t o a estas regiones tan diferentes de las suyas,
solicitada por tantas dificultades y problemas c o m o suponía la adaptación en aquellos tiempos, se diese a cultivar su encaje t í p i c o , es algo tan
natural y lógico, que n o precisa comentario.
* .
Seguir realizando en país extraño una artesanía consustanciada con un
m o d o regional, es una manera de continuar sentimental, nostálgica y
subconscientemente unido a lo que se ha dejado. A s í esas mujeres canarias —no se precisaba fuesen muchas, repetimos, bastaría incl.usive
con sólo una— se encargarían de extenderlo localmente con su ejemplo: la belleza del encaje es de por sí misma un desafío.
Su centro de producción preferente p o d r í a n , a pesar de t o d o ello, haber sido las Misiones. No hay, como se d i j o , contradicción entre este
hecho y el de la aparición primera del encaje en la colonia. El testimonio de Sánchez Labrador es, a este respecto, significativo.
En la colonia, como ya se indicó, el encaje hallaría menos fácil un cult i v o extenso, sin que ello quiera decir que no formase parte de los pequeños lujos hogareños.
Misiones'"''
m t n í n H^f'•
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En cambio, en las Doctrinas, donde el c u l t o mantenía en constante
alerta a los talleres para el mantenimiento y embellecimiento del t e m plo, el encaje era una artesanía indispensable. Los manteles de altar
eran siempre numerosos y ricos; la lencería de sacristía, y sobre t o d o las
albas, se cuajaban de encajes (como lo sabemos por testimonio del Padre Sepp; las vestiduras sagradas se procuraba fuesen lo más vistosas y
ricas para impresionar al n e ó f i t o , aunque luego el mismo sacerdote llevase a diario una sotana hecha pedazos). Los encajeros eran así artesanos vinculados al c u l t o . Después de la expulsión, al decaer verticalmente la atención al c u l t o , y por tanto carecer del estímulo de la exigencia
inmediata, el encaje desapareció en las Misiones, cesó de ser necesario
para cubrir las exigencias del ornato y dignidad cúlticos;en cambio, ex-,
perimentaría un acrecimiento en la colonia, ampliándose su uso en las
prendas domésticas, a favor también del repunte económico a que d i o
lugar en la colonia la expulsión jesuítica, acompañada de otros factores.
Como se ve, son escasos los indicios concretos acerca de la fecha y forma en que el ñandutí —el encaje de Tenerife— llegó al Paraguay.
' ' ' ^ ^ admitidas en las
expl ícitos no es de por sí un argu-
veces i n t e n c l n n ^ r "
'"^ '"^'^
documentos callan, unas
veces mtenconadamente y otras porque n o alcanzaron ios que los escri-
Lo más interesante en esta artesanía, c o m o ya se ha indicado, es la forma en que ella se ha consustanciado con el espíritu femenino local,
que le dio la preferencia sobre otros encajes también realmente bellos.
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c o m o el de bolillos, y de más fácil ejecución y más prácticos en su manejo doméstico. La adaptabilidad del ñ a n d u t í a prendas destinadas al
t r a j í n diario es sumamente dudosa. Es un adorno de uso excepcional.
Pero es tan bello, que nadie resiste a la tentación de poseerlo y lucirlo
en alguna ocasión.
Es cierto que últimamente los typois o blusas de tradición indígena (en
el nombre, no en su gálibo), usadas c o m o prenda típica en los vestuarios escénicos ("danzas folklóricas") han adoptado las mangas de ñand u t í , pero se trata de una sofisticación, excusable, si no desde el p u n t o
de vista del tipismo, sí de la vistosidad teatral. Los typois tradicionales^
llevaban las mangas de "encaje—yú", o sea f i l e t , en el cual cada malla
entera es acompañada por una malla suelta, que constituye su único
c o m p l e m e n t o , ya que ese f i l e t ya no se borda, pero luce a manera de
un t u l con motas o nudos, que coplementa bien el carácter de la prenda.
La compenetración del ñ a n d u t í con el espíritu de la mujer indígena se
manifiesta en varios hechos a cuál más significativo. El primero es el
nombre.
Ninguna de las otras labores femeninas practicadas localmente desde la
época colonial ha merecido una metamorfosis semejante. El famoso
aopoí o tela bordada n o lleva este nombre sino en razón de ser el aopoí
el tejido soporte; aopoí, "tela delgada" de algodón (tejida a mano) en
oposición al tejido grueso o b t e n i d o con fibras asimismo de algodón, y
también de caraguatá; distinción que hallamos desde los primeros tiempos coloniales. Y su bordado —técnica y motivos— no ha merecido un
título.
Esa transfiguración nominal ha dado lugar a que algunos hayan creído
—segundo hecho interesante— en la efectiva existencia de ñandutí como
creación indígena: cuestión que resultaría inane discutir, pero interesante c o m o indicio psicológico. Se han creado leyendas en t o r n o al origen del ñ a n d u t í ; ninguna otra labor de mujer, ni aún la cerámica (la otra
ala espiritual femenina, y ésta sí de raíz prehispánica) ha merecido tampoco preocupación alguna en ese sentido.
En esas leyendas algunas sitúan sus personajes en la época prehispánica: hijos e hijas de caciques figuran en ellas, al lado del tigre, la fiera
temida por excelencia, y de la araña, animal de difusión universal, y
cuya vinculación con el encaje tiene ineluctable raíz analógica. Ninguna
de esas leyendas alude al origen hispánico del encaje. Contadas en una
u otra f o r m a , en las leyendas aparece siempre una pareja enamorada, y
el tigre y la araña son elementos constantes, c o m o el asunto. El caza-
L a t r a d i c i ó n , en este c a s o , es m u y a ñ e j a ; p o s i b l e m e n t e no a l c a n c e más lejos del m e d i o s i glo X V I I .
16
C u e l l o y mangas de vestido realizadosen h i l o de a l g o d ó n . I t a u g u á , Siglo X I X . C o l e c c i ó n C a r l o s
Colombino.
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dor enamorado que sale en busca de la piel de tigre; sus restos más tarde son hallados cubierto por una fina tela de araña, que la novia obsesa
trata de reproducir^. En una leyenda menos d i f u n d i d a , una india encerrada por la dueña o el dueño cruel en un sótano o cueva, entretiene sus
penas i m i t a n d o la tela que una araña tejió en un rincón.
Pero c o m o se ha insinuado ya, es m u y d i f í c i l señalar época a estas leyendas, así como el sitio del país en el cual se originaron. Las más han
sido "recreadas"; pertenecen al acervo de lo que Bertoni llamó " u n deporte l i t e r a r i o " , en pleno auge durante las primeras décadas del siglo.
La tercera circunstancia notable es la extraordinaria vitalidad de esta
artesanía, que atraviesa prácticamente sin menoscabo alguno el incendio, digámoslo así, en el cual desaparecieron tantos rastros del pasado
cultural indohispánico: la llamada Guerra Grande.
Es cierto que merced a una simple proporción demográfica en los supervivientes —250.000 mujeres y niños contra 28.000 hombres— las
artesanías femeninas sufrieron considerablemente menos que las propias
del sexo masculino, que salieron del trance mutiladas o disminuidas en
su repertorio de técnicas y motivos. Sin embargo, la difusión, prestigio
y amplio cultivo del ñ a n d u t í a partir de la guerra del 7 0 , y sobre t o d o
de 1950 acá, es una prueba fehaciente de ese arraigo, aunque él reconoce además otros factores, muchos de los cuales no podemos analizar
aquí.
El ú l t i m o de ellos es el turismo, que absorbe un considerable volumen
de la producción. Pero si el turismo explica que haya más bordadoras,
sigue sin explicar el hecho de la consustanciación del ñandutí con el
espíritu de la mujer paraguaya, y sobre t o d o su fidelidad a la tradición
ante las mismas solicitudes fáciles de la copiosa demanda.
Ahora bien: cuando el ñandutí resurge, lo hace en una región de la cual
ignoramos hasta qué p u n t o fuese previamente asiento preferente antes
de la guerra, pero resulta curiosa la neta delimitación del área en la cual
esta artesanía reaparece, firmemente arraigada, después de la guerra, en
esa región c u y o centro es Itauguá. Son localidades que distan relativamente poco de la capital, apartadas del área misionera.
La explicación de este asiento, en disidencia con muchos de los indicios
que acerca de su cultivo preferencial se han expuesto, no es sin embargo incompatible con ellos.
Itauguá parece haber sido —no se han hecho investigaciones específicas
al respecto— uno de los lugares del interior del país en donde se concenE n alguna ocasión ( e x c e p c i o n a l l la tejedora obsesa es la m a d r e . S i n e m b a r g o , cabe anotar
q u e a u n q u e los e l e m e n t o s de la l e y e n d a son indígenas, las pautas de c o n d u c t a de los personajes no lo son sino m u y p a r c i a l m e n t e .
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tro (esta palabra tiene un sentido demográfico m u y relativo dada la escasa población del Paraguay en la colonia, cuando los censos de Misiones daban una cifra a veces doble de la del área de encomiendas) cierto
número de familias patricias dueñas de estancias o comercios. Escritores de hoy^ afirman que aún actualmente, tras los azares de la devastadora guerra de 1864—1870, las mujeres de Itauguá conservan en su t i p o
rasgos que las caracterizan c o m o de dominante ascendencia hispánica.
La familia patricia suponía, al estilo patriarcal propio de la colonia, la
concentración hogareña de una suma de actividades femeninas: hilado,
tejido, bordado, encajería, confección de dulces, canastillas, etc., una
preocupación por la comodidad del hogar, y a partir de la fecha varias
veces mencionada (mediados del X V I I I ) , también una preocupación
suntuaria creciente. En esas preocupaciones suntuarias n o es aventurado
suponer llegase a tener un papel el ñ a n d u t í , sobre t o d o en los chales y
mantillas de abolengo español; las famosas mantillas " d e b l o n d a " , por
9.
G o n z á l e z , G u s t a v o : Ñ a n d u t í . C o l . B i b l i o t e c a del C e n t r o de E s t u d i o s A n t r o p o l ó g i c o s del
Ateneo Paraguayo, 1967.
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ejemplo, podrían haber encontrado un sucedáneo en el ñ a n d u t í (la
mantilla de ñandutí tuvo hace t i e m p o rango de prenda tradicional).
En 1868, la población de Itauguá, donde según esos indicios se practicaba con cierta a m p l i t u d el ñ a n d u t í , se vio obligada a abandonar sus
hogares y seguir como las demás por t u r n o los pasos del ejército (fue la
estrategia de tierra asolada, que dio lugar a la llamada Residenta). La
artesanía se desintegró.
Pasada la guerra, afirman esas referencias orales, sólo una de todas las
tejedoras de ñandutí itaugüeñas sobrevivió para regresar a su pueblo;
pero la dedicación y entusiasmo puestos en el trabajo por esa única encajera bastaron para encender en t o r n o suyo el interés y el fervor —justificado además por el estímulo económico—, que revitalizaron la artesanía, hasta hacer de ella ocupación y blasón de Itauguá y extenderse
inclusive a poblaciones cercanas, como Altos. En esa época, en la cual
familias del más brillante apellido se vieron obligadas a subsistir mediante el trabajo manual, cuyos productos vendían ex esclavas fieles a esos
antiguos dueños, el ñ a n d u t í halló rápido mercado en la población i n m i grante, constituida por gente de empresa y caudales, que acudió al país
ya desde 1869. Es también entonces la época en la cual la fantasía y el
capricho de la porción femenina de la población extranjera urge la aparición de prendas como sombrillas y abanicos de ñ a n d u t í .
Las interrogantes expuestas y otras relacionadas con esta artesanía seguirán sin embargo siéndolo y quizá para siempre, ya que hay poca esperanza de que aparezcan más datos sobre el particular.
Sólo podemos, en suma, afirmar, como hecho categórico y caracterizante, el arraigo p r o f u n d o , entrañable, de esta artesanía barroca y sutil
en la mujer paraguaya. Una artesanía que por esas mismas características pareciera poco afin a sus coordenadas espirituales. Su arraigo es
algo paradójicamente idiosincrásico. Más de una vez al referirme a este
encaje he señalado c o m o el rasgo más interesante de su misma existencia y práctica ese hecho, digno de que en él se detengan psicólogos y
antropólogos. La perfecta compenetración de estas formas artesanales
con el espíritu de la mujer paraguaya, o viceversa, si se quiere.
Por un t i e m p o quizá esta predilección - e s una simple hipótesis, c o m o
otras ya enunciadas anteriormente— pudo ser compartida con el bordado a (hilos contados, digno éste también de un estudio. Pero h o y , desnaturalizado este trabajo ante la invasión de los más heterogéneos diseños, que desplazan ante la solicitación turística, a los de abolengo
tradicional, es el ñ a n d u t í , sin duda, el que más nítidamente refleja un
temperamento, una sensibilidad y hasta quizá complejos sociológicos
que atañen a la mujer paraguaya.
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A r r i b a : Pañuelitos c o n bordes realizados en h i l o de a l g o d ó n . I t a u g u á . A c t u a l e s . C o l e c c i ó n C a r l o s
Colombino.
A b a j o : C a r p e t a s c o n b o r d e i r e a l i z a d o s en hilo de a l g o d ó n . I t a u g u á . A c t u a l e s . Colección C a r l o s
Colombino.
El ñ a n d u t í —es algo fuera de discusión— es el encaje de Tenerife; sus
esquemas básicos, su logotipo, son inconfundibles. Pero es al p r o p i o
t i e m p o algo sustancialmente representativo de lo femenino paraguayo.
La araña que teje su tela en perfecta soledad para amparar, proteger y
alimentar su prole, halla en él su paradigma, y la propia mujer paraguaya, "padre y madre de sus h i j o s " , al decir de un poeta argentino, d u plica la imagen. Pocas mujeres hispanoamericanas podrán ofrecer mas
copioso caudal de homenajes verbales —poesía y prosa— a ella dedicad o por el varón de su país. Pero t a m p o c o quizá otra más sola que ella
en los trances cruciales de la vida.
Nunca estuvo esta mujer acompañada por el hombre (con todas las espirituales connotaciones que la palabra compañero supone) en el discu21
rrir de su existencia tribal o cristiana durante siglos: menos aún lo estuvo quizá después de la guerra del 64 al 7 0 , por las razones que se apuntaron. Una guerra en la cual, sin embargo, ella dio a la patria más aún
que el hombre. Porque éste dio su vida, pero ella dio la de sus hijos y no
regateó la propia. Y si la patria volvió a levantarse, fue en realidad por
su esfuerzo y n o por el del h o m b r e ; entretenido éste, escaso c o m o era
su número, en pelear entre sí y matarse en las " m o n t o n e r a s " los pocos
que a la guerra habían sobrevivido.
El ñ a n d u t í es la geografía—laberinto de la perfecta soledad. El sol o
rueda básica repite en el encaje, c o m o en la vida, la ronda cotidiana,
i l u m i n a n d o días iguales, que la mujer trata de diversificar, entretejiendo y engalanando sus radios, y dando origen —con el único recurso de la
urdimbre— a infinitas figuras inevitablemente estilizadas, a veces en
grado un t a n t o fantástico, pero que en el subconsciente de la tejedora
diseñan su perfecta identidad.
Estos motivos configuran un m u n d o vivencial, y en él un panorama
imagístico y psicológico femenino, donde halla su á m b i t o la creatividad aherrojada o simplemente no solicitada o estimulada por otras motivaciones extrínsecas. Un m u n d o de imágenes familiares e inmediatas
que dan la medida patética y acariciada secretamente de sus experiencias, de sus nostalgias, de su inmolación cotidiana. Intentemos una división de ellos según su naturaleza:
Mundo vegetal: Flor de maíz, margarita, f l o r de guayabo, romero, jarrón de flores, palmera, cardo, pasionaria, f l o r de j a z m í n , espiga de cebada.
Mundo animal: Pajarito, garza, pico de loro, huella de vaca, alacrán, pisada de buey, p i k y (pececito), rebaño de ovejas, tela de araña, cola de
cabra, cola de zorro, garrapata, caracol, abeja, golondrina, murciélago.
Mundo doméstico: Horno de chipa, chipa dulce, abanico, nicho, mort e r o , cepillo, h o r n o , pequeña arca o cajón, f a r o l i t o , canastilla.
Mundo de leyenda: Leyenda de la cruz, leyenda del caraí vosá^°.
Puntos de remate o de relleno: Flor de guayaba, p u n t o arroz, cadenilla,
cañoto, filete, filigrana.
A f i r m a n los conocedores que existen más motivos aún: no los hemos
p o d i d o encontrar en las enumeraciones corrientes, pero el d o c t o r Gustavo González, que dedicó mucho de su t i e m p o al estudio del ñandutí,
menciona algunos más.
1 0 . C a r a í - b o s 6 : h o m b r e de la bolsa o s a c o : robaniños.
22
A éstos hay que añadir algunos que configuran el m u n d o exterior: t o c ó n
(raigón), tacurú (termitera) simple o doble.
Un m u n d o no sólo l i m i t a d o , sino desolado. Pues el tocón o sea el raigón
de árbol que se eleva c o m o un pedestal arrasado sobre las tierras del
rozado (devastadas para el cultivo) señala la mutilación emocional, renuncia a t o d o lo que es libertad en florecer, para sujetarse a la dura ley
de la siembra y la cosecha. Los tacurús o termiteras señalan la tierra
inculta donde el arado no puede penetrar, porque lo impiden esos torreones duros como el granito construidos con arcilla y saliva de hormiga. El s í m b o l o de la desesperanza. Sólo un s í m b o l o se salva en esta serie
desoladora: la palmera, oteadora de horizontes. Pero la palmera o el
cocotero,que proporciona tantos elementos para la vida cotidiana, techo, paredes, frutas, comida para las vacas y hasta fibras para hilar, puede m u y bien ser a la vez un s í m b o l o de ella misma, de la tejedora, generosa y sola siempre en sus múltiples providencias.
El mundo doméstico es tan reducido c o m o el de los objetos, que son
otras tantas letras del alfabeto de su servidumbre hogareña. El farolito
parco para el alumbrado de las veladas breves; el nicho o vitrina religiosa familiar, que ocupa sitio de privilegio en la casa con el Santo Patrono más popular o querido: San Francisco, San A n t o n i o , La Inmaculada Concepción ( " L a L i m p i a " ) , Santa Lucía, San Blas... Figuras entre
cuya muchedumbre, reciente tajada a cortaplumas y pintada con pintura c o m ú n , se encuentra a veces alguna pequeña imagen antigua, con
el oro original intacto aún en el estofado; reliquia de familia salvada de
peripecias innumerables. El ventalle, que acaricia con su ráfaga más la
llama del fogón que los rostros encendidos de calor, porque abanicarse
lleva consigo el lujo del t i e m p o vacío. El mortero, que repica ya temprano su t a m b o r alimentario. El horno, que representa el más alto t r i u n f o del ama de casa, depositada de la receta tradicional del chipá^^.
El m u n d o animal es un m u n d o de h u m i l d a d y de pequeñas compañías: la huella que deja el buey —imagen sustituto de la carreta que se
va, llevándose al h o m b r e - , la cola del zorro o de la cabra, imágenes de
fuga. El rebaño de-ovejas mansas, el pajarito que canta en el alero; la
araña tejedora —una imagen iterante de ella misma—, el pico de loro
(no el loro entero), aquella parte del ave en que se simboliza la nostalgia de una compañía, la nostalgia de una voz, aunque nada diga, o quizá
la irónica alusión a las palabras una vez y otra vacías del hombre que
siempre les m i n t i ó . El alacrán y el mbopí o murciélago, criaturas cada
cual en su escala nada grata, pero con las cuales está acostumbrada a
encontrarse a menudo: insertarlas en la lista de sus imágenes estilizadas
11.
B o l l o s de harina de m a n d i o c a c o n queso y m a n t e c a .
23
quizá tiene algo de liberación de una obsesiva presencia o de una propiciación.
El m u n d o vegetal es también familiar y p r ó x i m o . La margarita, devanadora de sueños; el cardo, que pincha, pero cuya fibra también sirve para
tejer (sirvió en la preconquista y sirvió después en épocas en las cuales
f a l t ó el algodón y quien lo cultivase); la pasionaria... No hay en la lista
flores triunfales. Flor de guayabo, simétrica y modesta. Ascético —y
también exótico— romero, que perfuma. Flor de maíz, fea y próvida.
Y el m u n d o de las leyendas... Tan conmovedor en su escasez. El milagro
de la cruz..., algo a lo cual su fe humilde se prende para seguir luchando
todos los días. Y el cuento del robaniños, que es el que puede llevarse
lo único que tiene para ella sola y que el h o m b r e , sin embargo, a veces
viene a quitarle: el h i j o .
Tai vez estas interpretaciones de la raíz subconsciente o simplemente
selectiva de los motivos suenen para muchos c o m o fantasías románticas o simplemente traídas de los pelos. Pero no lo serán para quien
conozca a esta mujer paraguaya y se haya aproximado a su m u n d o de
soledad p r o n t o encontrada y jamás perdida; a su t i e m p o repetido, hasta calcar un día sobre o t r o ; a su vida girando en t o r n o a una serie siempre igual de trabajos, como la sombra girando en t o r n o a su rancho, y
que de lo diverso y de la alegría sólo alcanza a captar casi siempre la vaga estela: la " c o l a " fugitiva del animal f u r t i v o o caprichoso, la pisada
que se aleja.
El encaje, en su realización, tiene características operativas discontinuas —distintas de otros encajes, c o m o el crochet o los bolillos. Cada
elemento de él, aun los más contiguos, es decir, los soles, se ejecuta por
separado, sobre un diseño elemental " d e c h a d o " , esbozado sobre un género f i n o , que cubre una tela de f o n d o , perfectamente estirada en un
bastidor, sobre el cual —ayudándose con alfileres— la encajera tiende
una y otra vez las radios de sus "soles". (Alguna vez hemos visto ejecutar piezas pequeñas sobre almohadillas). Sobre los tensos hilos radiales
de estos soles, que forman el c o n t o r n o exterior de la prenda y sus eventuales divisiones ornamentales internas, la encajera " t e j e " los diseños
elegidos sobre la lista que se d i o .
No por eso ofrece dificultad alguna al armaje de cualquier clase de
prendas, desde pañuelos a sombrillas, desde manteles a blusas y desde
mantillas a sombreros, y hasta velos y trajes de novia. Un escritor paraguayo describió a López usando en París una capa forrada de ñandutíes;
esto nos parece una fantasía del escritor, pero sería también un ejemplo
de lo que con este encaje se puede hacer; como técnica, un f o r r o semejante o más complicado, no plantearía d i f i c u l t a d alguna.
24
Detalle de vestido realizado en hilo de a l g o d ó n . I t a u g u á . Siglo X I X . C o l e c c i ó n C a r l o s C o l o n n b i n o .
mediante ruedas tejidas y organizadas en número y f o r m a suficientes para que resulten los necesarios diseños o esquemas internos. Simétricos
éstos, cuando la prenda lo es; pero cuando la prenda lo permite o exige
por su tamaño, se echa mano de combinaciones inagotables en su número, disposición o conjugación de motivos.
Así, un mantel para té puede estar f o r m a d o por un círculo central insert o en un cuadrado, que a su vez aparece inscripto en un c í r c u l o , y éste a
su vez en un cuadrado, etc. Ninguna forma geométrica ofrece dificultades obviamente para su diseño, único o distribuido en superficies simétricas. Si eventualmente la realización de una pieza asimétrica o irregular
puede ofrecer mayor atención o trabajo, no la hace por cierto imposible,
c o m o lo demuestra la realización de vestidos de novia, por ejemplo.
El resultado es un encaje de transparencia delicada a la vez que de una increíble riqueza en su visualidad (no simple vistosidad), riqueza en su arquitectura global, como en los detalles. Si hay un defecto de él, c o m o ya
se insinuó, es su misma delicadeza: es decir, sus limitaciones prácticas.
Cada pieza de ñandutí es un noli me tangere. A u n tejido con hilos gruesos, no es para usar con frecuencia. Tejido con hilo f i n o o seda es algo
para ver y n o tocar, es un encaje hecho con los cristales de la nieve. Lavar el encaje y hacerlo regresar a su estado prístino de exquisita tersura
es labor de romanos. Claro que para ello existe una técnica, pero es una
Detalle de mantel
realizado en hilo de a l g o d ó n . Itauguá. Siglo X I X . C o l e c c ó n O l g a B l i n d e r .
Una vez establecidos los límites del diseño mediante un número dado
de ruedas o soles, que tanto pueden ser todas iguales c o m o combinadas
simétricamente e inclusive distintas todas entre sí (este c o n t o r n o puede también recibir el añadido de una puntilla o festón igualmente tejido
mediante los puntos de remate citados), se tiene la forma global de la
prenda (o de cada una de sus piezas, que luego se unen c o m o las cortadas en tela). Pero hay que rellenar los espacios vacíos así delimitados,
y ello se hace directamente con los puntos que reciben a su vez nombres
diversos (estrella, f l o r de guayaba, filigrana), ya mencionados, y que
son totalmente iguales a los empleados en los calados canarios o en el
p u n t o de Venecia, según los casos. Esto se realiza sin o t r o proceso intermedio si la pieza es pequeña, pero si se trata de una pieza de cierto tamaño, c o m o un mantel de té, por ejemplo, en adelante, e inclusive piezas mayores (colchas), entonces se distribuyen las superficies, siempre
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técnica que exige minuciosa atención, esmero y tiempo. Sin embargo,
¿no son las cosas que más empeño y trabajo cuestan las más codiciadas?
El turismo, con sus solicitaciones, ha ejercido su influencia deletérea en
más de una de las artesanías locales. El ñ a n d u t í hasta ahora es uno de
los menos afectados, aunque no ha dejado de experimentar esa influencia, sensible en varios aspectos. Uno de ellos es la multiplicación de las
prendas u objetos a los cuales se aplica; esto no afecta al tipismo de
puntos o motivos, pero sí vulgariza un poco la labor. La influencia más
sensible se pone en evidencia en la introducción - q u e ya data de algunos l u s t r o s - de los hilos ordinarios y sobre t o d o del color. El ñ a n d u t í
de hilos de colores —a veces c o m b i n a d o s - pierde jerarquía a todas
luces. A f o r t u n a d a m e n t e , el ñ a n d u t í en blanco o crudo y en hilo f i n o
domina el panorama con su señorío.
El ñandutí, repitámoslo, es el encaje de Tenerife, que trasladado a estas
latitudes, halla eco y resonancia sutil en el espíritu de la mujer del pueb l o . Esta lo adopta c o m o un lenguaje por m u c h o t i e m p o esperado, en
el cual expresar añoranzas, sueños, soledad. "Es el encaje de Canarias,
que a q u í sufre o experimenta las inevitables modificaciones técnicas y
ecológicas", dicen los antropólogos. Pero los antropólogos no explican
porqué la mujer paraguaya acoge ese encaje c o m o un mensaje inagotable y en él deposita su ansia de transfiguración, de sublimación, que es
la poesía. Son muchos los signos de la españolidad en esta tierra que
se enorgullece de su carácter mestizo. Pero si hubiese que elegir uno que
sea logotipo de esa espiritual dualidad floreciendo integrada, y o elegiría una mantilla de ñ a n d u t í .
ÑANDUTI
Gustavo González
H I S T O R I A D E UNA A C U L T U R A C I O N
Ñandutí, palabra guaraní que significa " b l a n c o de araña" es el nombre
que se dio en el Paraguay a un encaje de agujas tejido por las mujeres
del pueblo.
No fue mucho lo que pude averiguar respecto a su origen. En libros y
publicaciones periódicas que se ocupan del proceso de nuestra cultura
no hallé referencias sustanciales. Cabe suponer empero su origen colonial. Ciertamente no ha sido un legado de la cultura guaraní—tupí precolombina pues la fina labor de agujas fue introducida por los españoles en el Paragaay y los portugueses en el Brasil. Los más antiguos
cronistas e historiadores, Ulrico SchmidI (31), Hans Staden ( 3 3 ) , Alvar
Núñez Cabeza de Vaca (7), D. Martínez de Irala (16), Jean de Lery
(17), Thevet (34), Abevile (20), Soarez de Sousa ( 2 6 ) , Lozano (18),
Guevara (14), del Techo (10), Félix de Azara (5), Francisco Aguirre
( 1 - 2 , 3, 4 ) , Ruíz de Montoya ( 2 3 - 2 4 ) , Sánchez Labrador (30), Peramás (25),... recuerdan solamente mallas, redes y tejidos toscos de Karaguatá, Yvyra'í, Ysypó y amandyiú (algodón).
Los grabados que ilustran las obras de SchmidI, Staden, Thevet, Lery,
Debry,... exhiben el nudismo c o m p l e t o de las mujeres g u a r a n í - t u p í .
SchmidI dice explícitamente que los carios guaraní de ambos sexos " a n dan completamente desnudos tal c o m o Dios ios echó al m u n d o " y que
sus mujeres llevan t y p o i , una camisa grande de algodón que no tiene
mangas. Son, dice, "mujeres hermosas y no hacen más que coser para la
casa y quedarse a l l í " .
En los grabados de Staden (33), Thevet (34), Debry (20) se ve la red
" p o r t e - e n f a n t " en que la mujer desnuda carga al hijo en la espalda. Y
contrastando con esta ausencia absoluta de vestidos y adornos femeninos, el rico atuendo plumario de los hombres en las fiestas del Kauy, en
las celebraciones de triunfos bélicos, en las ceremonias de antropofagia
ritual y otras escenas guerreras y domésticas. La hamaca, Kyháva o Iní,
y las mallas de fibras retorcidas de Karaguatá, las diademas de plumas
abigarradas, akangará oYeguaká; las rosetas de pluma de avestruz que
los guerreros llevan al dorso, ñanduapé; las ajorcas y pulseras, poapy
ky'iá; los suntuosos mantos de plumas polícromas de tucanos, loros y
garzas que a m o d o de casulla sacerdotal católica vestían los Pa'í avaré y
Payé en las ceremonias mágico—religiosas, es t o d o cuanto fue inventariado y gráficamente representado por los cronistas de la primera cen-
28
29
turia colonial. Los guaraní primitivos del Paraguay actual,Mby'á Yeguaká, Ava chiripá y Y v y p y t é t a m p o c o conocen el encaje ñ a n d u t í .
Los teiidos ordinarios de algodón se llamaban en la época misionera
amandy—yú aó, ropa de algodón, palabra que recoge el Diccionario guaraní de Montoya (1639—40). Parece que los primeros lienzos fueron
fabricados por los españoles y sus mujeres indígenas poco t i e m p o después del arribo de León Pancaldo al Río de la Plata (1538) entre cuyas
mercancías venían gran cantidad de agujas de coser, agujetas de fiiadizo,
agujas de cabeza y agujetas de medio armar (36).
Francisco Aguirre afirma que " n o tardaron los españoles en fabricar
lienzo de a l g o d ó n " . Este sirvió para las velas de los bergantines de Irala
en 1544 (2); y en 1556, el gobernador remitió a los Oficiales Reales de
Sevilla " c o m o muestra de los productos de la t i e r r a " , 3.786 varas de
lienzo (2).
Hasta aquel m o m e n t o no se mencionan en las crónicas coloniales encajes bordados ni tejidos finos.
Desvanecida la quimera del oro que mantuvo a los primeros conquistadores y sus meznadas guaraníes en constante trajín hacia la Sierra de
la Plata (Perú) comenzó la etapa fundacional de la colonia. Los envejecidos soldados—colonos y sus hijos mestizos de Asunción "mancebos
de la t i e r r a " fundaron Santa Cruz de la Sierra (Bolivia); Santa Fé de la
Vera Cruz en la actual provincia argentina que conserva aquel nombre
(1573); Buenos Aires (1580) y Corrientes ( 1 5 8 8 ) , como jalones de su
camino al mar. Y siguiendo la política del patriarca Irala, Ruidiaz de
Melgarejo, Alonso Riquelme de Guzmán, Ruidiaz de Guzmán, Juan de
Garay, fundaron Villa Rica del Espíritu Santo (1577) en el actual estad o brasileño de Paraná, Ciudad Real, Ontiveros y Jerez hacia el este y
el norte del Guaira para detener la expansión " b a n d e i r a n t e " de Portugal en la ruta de Alvar Núñez.
Mientras tanto en t o d o el Paraguay se dormía con el arcabuz al alcance
de la mano y el caballo en el piquete, en guardia permanente contra los
asaltos indios que acechaban desde la orilla derecha del Río Paraguay.
Por entonces la población española y mestiza se diluye. La agricultura
guaraní a cargo de mujeres y " c u ñ a d o s " indios alimenta lejanas expediciones y n o puede remediar la pobreza crónica del núcleo fundador.
En aquella frontera bélica o marca militar de la conquista rioplatense
que se debate en la indigencia desde su origen, no caben lujos del vestido.
Fue significativa la recepción dispensada por los viejos héroes al primer
grupo de españolas seleccionadas entre la pequeña hidalguía de España,
que trajo la expedición de Doña Mencia Calderón viuda de Sanabria
por orden del Rey, para que contrajeran enlace con los fundadores de
30
la colonia del Paraguay (1550). Los veteranos de la Conquista lavarían
sus harapos, bruñirían sus últimos botones de metal, peinarían sus barbas encanecidas, compondrían con afán de mozalbetes los airones de
sus chapeos de Karanda'y. Y en el encuentro maravilloso quizá ensayaran viejas cortesanías olvidadas (1555). Es posible que en el séquito de
las Sanabria vinieran varias señoras de rueca y agujas, más no se guarda
memoria de este evento (12).
La Provincia con su población española algo acrecentada y aquel leve
soplo civilizador de la M e t r ó p o l i , siguió tan pobre c o m o antes. Prácticamente, sin importación de géneros europeos y mucho menos de artículos suntuarios. Tan pobre que usaba a guisa de moneda hachitas
de hierro enteras o fraccionadas (cuñas), varas de lienzo, azumbres de
miel, fanegas de maíz o frijoles y otras mercaderías pesadas y medidas.
Los testamentos obrantes en el A r c h i v o Nacional de Asunción muestran la indigencia franciscana de aquellos hombres que cruzaron sufriendo, combatiendo y m u r i e n d o , todas las lontananzas de la Provincia Gigante, a quienes el azar negó la plata y el o r o , únicos valores que e n t o n ces movían a los hombres (13).
Chorreras, gorgueras, pañuelos de encaje eran lujos desconocidos en
este sobrio pueblo descendiente de soldados hispanos y mujeres guaraníes. La industria doméstica seguía elaborando únicamente lienzos burdos teñidos con jugos vegetales, quizá en mayor escala y algo mejorados desde el arribo de las mujeres españolas.
Sergio Reinares en su libro "Santa Fé de la Vera C r u z " (27) dice que
fue una tendencia sobresaliente, la labor femenina de tejidos, hilados y
bordados que en la época colonial adquirieron celebridad principalmente en Asunción y Santa Fé. Eran primorosos los tejidos y bordados
a mano en los hogares de toda la región, según este autor.
No es probable que este auge del tejido se produjera durante la primera centuria de la colonización. Reinares no aclara este p u n t o .
El inventario de tiendas y almacenes ordenado por el Cabildo de Asunción en 1597, para'imponer precios moderados a los géneros, no menciona encajes importados ni encajes de la tierra, (4) de donde se colige
que aún n o se conocía el Ñ a n d u t í en el Paraguay.
El Padre Antonio Ruiz de Montoya cuando compuso su celebrado Diccionario de la Lengua guaraní ( 1 6 3 9 - 4 0 ) no conocía o t r o significado
de la palabra Ñ a n d u t í que el de cierta especie de araña "el alguazil de
las moscas" y la tela que elabora. Es evidente que si ya tejían ñ a n d u t í ,
Montoya lo hubiera consignado en el artículo correspondiente donde
leemos: ñandú = araña, ñandupé = araña chata, ñandykyháva = t e l a de
araña, hamaca, lecho de araña, ñandy—yvy—kuára = tierra de c u l t i v o
31
abandonada pues sus oyos están cubiertos de tela de araña, Ñandut í = alguazil de las moscas (24).
Paramas en su descripción de las Misiones Jesuíticas ignora el ñandut í . Es imposible que lo omitiera si ya se lo tejía en las Misiones, desde
1755 hasta 1767, durante su misión en el Paraguay. Dedica varios párrafos a la industria del hilado y del tejido en las Misiones jesuíticas sin
ninguna referencia a encajes y labores ornamentales (25).
Sánchez Labrador, autor del caudaloso l i b r o Paraguay Católico (1770)
habla de cierto encaje copiado por una india guaikurú, sin mencionar
su especie ni su n o m b r e " d o s señoras hermanas del párroco labraban
" u n a hermosa alba para el ilustrísimo obispo de aquella diócesis. La
" o b r a era primorosa en " c r i b o s " , " s o l e s " y randas. Dije a una de las
" g u a i k u r ú que cuándo haría otra para nuestra iglesia de Belén. No es
"cosa dificultosa me respondió. ¿Y te atreves a hacer lo que labran estas
"señoras? Estas para la prueba le alargaron la aguja; cogió una la india
" y siguió el d i b u j o tan ligeramente y con t a n t o acierto que protestó la
" m i s m a española que no tenía que enmendar nada en lo hecho por la
" g u a i k u r ú . Esta, vuelta a m í d i j o , ya ves c o m o puedo hacer obras como
"ésta. LLeva a nuestra Reducción lo necesario que y o haré una ropa
"para que sirva en la Santa Misa". (30).
Del relato de Sánchez Labrador se infiere que los aborígenes de la Provincia del Paraguay n o tejían encajes antes de aprenderlo de las españolas, que las pequeñas ciudades y pueblos dispersos en la vastedad de
aquellos dominios eran ya centros de esta manufactura doméstica española, y que los encajes como el ñ a n d u t í aún no se conocían en las Misiones Jesuíticas propiamente dichas. Diremos de paso, para ubicar la
escena del relato, que Belén, donde el Padre Sánchez Labrador catequisaba a Mbayá, guaikurú y guaraníes, al norte del Río Ypané, estaba en
la diócesis de Asunción. Aquellos indios del Chaco Boreal concurrían
hasta m u y avanzada la era independiente a los mercados de A s u n c i ó n ,
donde trocaban plumeros de avestruz, mallas y redes de karaguatá, arcos y flechas por anzuelos, géneros y otros abalorios europeos. Es interesante consignar que Sánchez Labrador habla de " s o l e s " y " c r i b o s " ,
y que las señoras españolas tejían para el alba del Señor Obispo, indicio
de que en la segunda m i t a d del siglo X V I I I comenzaba la aculturación
de los encajes con " c r i b o s " y " s o l e s " .
Félix de Azara, (1790) al describir las arañas, dice ..."existe otra que se
"encuentra en el Paraguay hasta el grado 39; hace capullos esféricos de
" u n a pulgada de diámetro de color anaranjado y que se hila porque el
" c o l o r es permanente; pero se nota que lloran abundantemente los ojos
" y destila la nariz de las hilanderas mientras hilan sin que n o obstante
"sientan mal olor ni ninguna otra i n c o m o d i d a d , ni que experimenten
"ninguna mala consecuencia" (6). Diríamos a la luz de los conocimien
tos actuales, alergiaóculo nasal por seda de araña.
Parece pues evidente, que antes n o se tej ía ñandutí en el Paraguay.
Es posible que luego, al nuclearse la población colonial en t o r n o a los
pequeños centros urbanos de Asunción, Villarrica, Kaasapá, Itauguá...
libre ya de afanes y aprestos bélicos, la nueva clase de funcionarios, m i litares, comerciantes y ganaderos que emergía de la homogeneidad social y económica de las primeras centurias, comenzara a sentir la necesidad burguesa de cierto boato en el vestido y en el m o b i l i a r i o de sus
casonas de adobe y tejas.
En un inventario de mercancías de Asunción hecho a ruego de Don
Félix de Azara en 1784, que ya demuestra cierto anhelo de lujo en el
mercado, no se incluyen aún ñandutíes ni otros encajes de fabricación
local. (4)
Los hermosos grabados que ilustran libros de viajeros, escritos en el
tránsito de los siglos X V I I I y X I X demuestran esta estratificación de
clases sociales y sus prendas de vestir. Las damas de la sociedad española
y criolla no diferían por su atuendo de las de Buenos Aires. Hay un grabado que representa a un estanciero hispano—paraguayo de recia estampa, con sombrero karanday moldeado a la manera española de la época,
chiripá, calzoncillo cribado con encajes y randas que se derraman sobre
las botas, poncho cebrado de "cien listas" o " p o n c h o p a r a ' í " que así
se llama ahora, y en la mano un rebenque de mango plateado. Los encajes de su calzoncillo cribado n o son de ñ a n d u t í , pero sin duda, la camisa de pechera bordada era de aó p o ' í que es una tela de algodón finamente hilada y bordada. (8) Hay o t r o grabado de la misma colección
que representa a una criolla paraguaya de t i p o español, una raída p o t í
diríamos ahora, que luce t y p o i de escote bordado y amplia pollera con
ruedos de encaje. Tampoco se ve el ñ a n d u t í en este vestido (9).
La primera noticia histórica clara y precisa se lee en una de las cartas
de J. y P. Robertson escritas en Asunción y publicadas en Londres
bajo el t í t u l o de Letters on Paraguay 1838. Cuenta el autor que Doña
Juana de Esquivel, rica anciana que lo hospedó en su casa de Campo de
T a p u ' a - m i , en el linde de Campo Grande, no lejos de A s u n c i ó n , le había regalado un encaje llamado Ñ a n d u t í tejido por las mujeres del pueblo y famoso por su belleza y alto precio. (28).
En la "Descripción Histórica y Geográfica de la A n t i g u a Provincia del
Paraguay" que el procer de la independencia Mariano A n t o n i o Molas
compuso en la cárcel francista en 1839, (21) ni en La Republique du
Paraguay de A l f r e d Du G r a t t y , editado en tiempos de Carlos A n t o n i o
López, n o hay referencias al tema a pesar de la minuciosa descripción
33
32
de la estructura económica y cultural del Paraguay que hacen ambos
autores. (11)
Hemos deslindado cinco etapas de la evolución de los tejidos en el Paraguay.
El período precolonial indígena, con sus toscos tejidos de fibras de o r t i ga, palmeras, karaguatá y algodón sin hilos finos ni agujas.
El período protocolonial que comienza cuando la nave de Pancaldo
naufraga en el Río de la Plata y su cargamento de agujas e hilo f i n o es
transferido con los españoles de Buenos Aires a la Asunción (1538). Los
primeros lienzos de algodón fabricados en el país sirven para velas de
los bergantines de Irala, y algunas piezas se envían a España c o m o muestra de esta industria incipiente.
En 1550 llegan a la Asunción las mujeres de la expedición de las Sanabria, entre las cuales cabe suponer, vendrían algunas señoras de rueca
y agujas.
El período telecolonial de los tejidos, se iniciaría durante el ú l t i m o tercio del siglo X V I , cuando algunas señoras españolas enseñan a mujeres
indígenas el tejido de encajes, " s o l e s " y " c r i b o s " destinados a vestidos
ceremoniales religiosos. Es probable que la noticia del misionero jesuíta Sánchez Labrador fuese la primera de esta aculturación incipiente.
Por fin en los albores de la época republicana, el obsequio de una valiosa pieza de ñandutí que hace Doña Juana de Esquivel a uno de los hermanos Robertson, en Tapu'á mi cerca de Asunción, (1838), señala el
t i e m p o de una aculturación consumada.
Jaime Molins, periodista argentino que cultivaba el "grand reportaje",
supo reflejar con gracia y simpatía muchas modalidades paraguayas. Y
en una de sus Crónicas Americanas, Paraguay, publicada en 1915 (22)
imagina que el ñandutí nació en la mente de la mujer paraguaya como
evocación de la "tela de un arácnido de las selvas, que ella f i j ó en las
líneas geométricas de esta preciosa lencería".
" L a "Epeira socialis", dice, es una araña que labra su hogar en los t r o n "cos viejos de la selva. En seda amarilla extendida sobre una ligera con"cavidad de la corteza tira sus radios con una geometría impecable y
" e n el centro mismo cubre con una tupida filigrana la alcoba pudorosa
" e n que ha de eclosionar la prole f u t u r a " . . . "la mujer del país recogió
"el modelo y como si ésto no fuera suficiente para perpetuar un arte
"manual que envidiarían las manufacturas de Brujas y Malinas, c o m b i " n ó con una f l o r silvestre, la del guayabo el m o t i v o de aquel arte nue" v o . . . que la sencillez popular designó en su lengua nativa " t e j i d o de
" a r a ñ a " . La interpretación del nombre es exacta, aunque los orígenes
" d e l ñ a n d u t í quedan en la sombra.
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Indicio sugestivo de que este encaje es una aculturación introducida por
las españolas de la época colonial es el Punto de Tenerife de las islas Canarias, en que ciertamente los motivos decorativos son distintos. Recordemos que en el " a l b a " tejida para el señor obispo por las españolas a
quienes se refirió el Padre Sánchez Labrador (30) había "soles" y " c r i b o s " c o m o los hay en el Punto Tenerife y en nuestro ñandutí.
Según Hoyos Sainz y Hoyos Sancho, en su manual del folklore (1947)
" d e encaje de agujas son también los "soles" cultivados en España durante los siglos X V I y X V I I , con f o c o peninsular en los "Soles Salmant i n o s " . . . "los encontramos en las camisas caladas de Huelva f o r m a n d o
"la tireta con los soles de a real"... "irradian hasta el edénico archipié"lago Canario en el "Encaje de T e n e r i f e " y llega a Sud América en
" l o s encajes brasileños, bolivianos y del Paraguay". (15).
Mas en Bolivia no se cultiva el Ñ a n d u t í y t a n t o en Brasil c o m o en la Argentina es una infiltración paraguaya c o m o se verá después.
Berta Schweter en Renda de Tenerife o N h a n d u t í (1946) dice que éste
se llamaba también "Encaje de s o l " nombre que justifica su diseño formado por " r a y o s " . Por más "variadas que sean las formas aisladas, re"dondas, ovaladas, estrelladas o triangulares, ellas muestran siempre una
"corona de rayos salidas del c e n t r o " (32).
A l f r e d T o u l l a r d (1949) repite las informaciones de Hoyos; que un tejido hecho en España allá por los siglos X V I y X V I I llamado "soles" era
muy parecido al Ñandutí. (37).
Hemos andado un largo camino de centurias para comprobar por f i n
evidencias del origen hispano de este arte popular, que con la canción
guaraní acompañada de arpa y guitarras y la poesía en guaraní, constituyen la más delicada expresión del alma paraguaya en trance de alumbrar belleza. Milagro f o l k l ó r i c o de creación y factura femeninas, que
destaca c o m o tantos otros, el rango de la mujer, depositarla durante m i lenios del tesoro cultural de la humanidad. Mientras el hombre luchaba
y mataba, construía ella para los suyos y la posteridad, inventando t o das las artes domésticas (19). He a q u í el m i t o griego de A r a k n é ; la d o n cella que compitiera con Palas Atenea y la venciera en el tejido de las
mallas y encajes a quien la diosa resentida convirtió en araña y conden ó a tejer eternamente.
IDEOGRAFIA D E L ÑANDUTI
Este es un repertorio de la ideografía del ñ a n d u t í de Roquette Pinto, el
primero que ha recogido y clasificado sus motivos elementales en un
trabajo de campo desarrollado en Itauguá, patria de esta artesanía. Lo
hemos ampliado con observaciones propias.
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Los nombres guaraníes apuntados por el ilustre antropólogo brasileño,
son transcriptos con ortografía que más se aproxima a la propuesta por
el penúltimo Congreso de Lengua y Cultura guaraní, realizado en Montevideo. Se ha respetado la clasificación de Roquette Pinto (29).
La etimología de las voces guaraníes, cuando ella es asequible, se expone en el glosario etimológico.
MOTIVOS FITOMORFOS
Amambai: helécho (Roquette Pinto)
Arasá poty: f l o r de guayabo (R. P.)
Arroz, en su espiga (R. P.)
Avatí poty: f l o r de ma íz.
Avena: espiga.
Guavirá: fruta de mirtácea y no guaira c o m o apuntó Roquette Pinto
que poco habituado al guaraní, probablemente o y ó mal esta palabra de
boca de las tejedoras.
Yagua rová: raíz tuberosa de una planta de la Medicina f o l k l ó r i c a , que
así se llama por su parecido remoto a la cabeza del jaguar o del perro.
Roquette Pinto t r a d u j o : cara de perro e incluyó el " d e c h a d o " entre
los motivos zoomorfos.
Jasmín poty: f l o r de . . .
Kapiatf: un abrojo. (R. P.)
Madreselva: f l o r de. . . (R. P.)
Mbokayá poty: f l o r del coco mbocayá (R. P.)
Mburukuyá poty: f l o r de pasionaria.
Poty kurú: p i m p o l l o .
Pensamiento: f l o r de. . . (R. P.)
Yvira'í—ty—Yovai: una especie de bromelia (R. P.)
MOTIVOS ZOOMORFOS
Alacrán: (forficulidae) (R. P.)
Buey pyporé: huellas de buey. También se llama este m o t i v o Vaká
pysápé: pezuña de vaca. Roquette Pinto i n c l u y ó este m o t i v o entre los
f i t o m o r f o s , creyendo que representaba hojas de "pata de b u e y " un arbusto medicinal y decorativo, especie de Bauhinia.
Güyra'í: pajarillo.
Güyratf: garza.
Guapy Yeká: sentada a horcajada o en cuclillas (R. P.)
Yatevú apesá: sarta de garrapatas (R. P.)
Yapeusá: cangrejo (R. P.)
Karáu'í: una especie de ave de pantanos y esteros. Roquette Pinto lo
designa Karáu.
Karáu retymá: pata de Karáu.
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Kavará ruguai: (Bilingüe) Cola de cabra.
K u p i ' í ray t y : n i d o de termitas (R. P.)
Mbarakayá py'apé: uñas de gato, Roquette Pinto designa este m o t i v o
solamente pyapé: uña.
M b o p í : murciélago.
M b i y u ' í : golondrina
Ñandú o Ñandú guasú: araña (R. P.) y avestruz americano.
Ovechá ruguai: (hispanismo) cola de oveja (R. P.)
Panambí: mariposa.
Piky: alevino.
Pira costilla: (bilingüe) costilla de pescado (R. P.)
Puru'á: o m b l i g o (R. P.) y puru'á karé: ombligo o b l i c u o o t o r c i d o (R.P.)
y Puru'á vó: ombligo hendido (R. P.)
Py'apé: uña según R. P. En realidad mbaracayá pyapé: uña de gato.
T a k u r ú : t e r m i t e r o (sinónimo de K u p i ' í ray t y ) (R.P.): n i d o de termitas.
Takurú—rama: (bilingüe) planta o rama enclavada en un t e r m i t e r o
(R. P.)
Takurú kurusú: (bilingüe) Crucifijo enclavado en t e r m i t e r o (R. P.).
T u ' í y u r ú : pico de cotorra (R. P.)
T u k á — y u r ú : pico de t u k á n (R. P.)
T y v y t á : eminencia superciliar y ceja (R. P.).
MOTIVOS ESKEIOMORFOS
(Representan objetos manufacturados)
Abanico.
Altar.
A p y t é : centro de un c i r c u l o del ñ a n d u t í (R. P.).
Arapahó: un manjar dulce (R. P.)
Cadenilla: parte conectiva de las labores de ñ a n d u t í (R. P.)
Canastilla:
Cañoto: parte conectiva de las labores de ñ a n d u t í .
Farol: (R. P.)
Filete: parte conectiva de la labor (R. P.)
Filigrana: (R. P.)
Kurusú: c r u c i f i j o
Kurusú aó: estola de una cruz; aó: ropa, vestido, tela.
Ladrillo: (R. P.)
M a r t i l l o : (R. P.)
Pan guapy ovapyvo: pan apoyado o sentado, al revés (R. P.)
Tatakuá: h o r n o (R. P.)
MISCELANEA
Aña y u r ú : boca del diablo (R. P.)
Ysapy: rocío ( R . P . )
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UN P R O B L E M A D E A C U L T U R A C I O N
Los antropólogos culturales suelen decir que la urdimbre es un patrón
de la cultura autóctona y la trama p r o d u c t o de la cultura adventicia;
que la urdimbre es fija, resistente a los cambios, porque configura un
viejo p r o d u c t o cultural estereotipado; que la trama o " d e c h a d o " es versátil, m u y variada y cambiante, porque representa el aluvión de la cultura nueva, de la " a p o s i c i ó n " que cubre lo antiguo.
T A C U R U EN M A I S A L
En el caso del ñ a n d u t í el apyté o (centro) y la urdimbre, la red radiada
o reticulada, representarían según esta tesis la cultura guaraní y la trama
o " d e c h a d o " lo foráneo, lo adventicio, la cultura hispana.
Estos conceptos parécennos prejuicios lógicos, "étres de raissón" apriorísticos, siquiera se apliquen al ñ a n d u t í del Paraguay.
Dijimos ya que la cultura guaraní prehispánica no conoció la fina labor
de agujas. Sus redes o mallas toscas de Karaguatá y Y v í r a nunca tuvieron urdimbre radiada, " c í r c u l o s " o " s o l e s " , que fueron una c o n t r i b u ción de la cultura importada, de la aculturación o aposición c u l t u r a l .
PIRA COSTILLA
FORMANDO UN SOL
KARE'I
NANDU
L a s f o t o s de las páginas 3 8 , 3 9 , 4 0 , 41 y 4 2 c o r r e s p o n d e n a p a t r o n e s carácterrsticos d e ñandutí'.
Itauguá. A c t u a l .
Los " p u n t o s de T e n e r i f e " o "Soles de Canarias", "Soles de España" o
"Soles Salmantinos" y remontándonos más aún en el t i e m p o , los encajes arábigos que pueden homologarse por su diseño policíclico a los arabescos de su arquitectura y de su mayólica vidriada, n o son guaraníes.
El esquema del ñ a n d u t í evoca ciertamente la representación de un arabesco morisco—andaluz.
En cuanto a la trama constituida por los motivos ornamentales insertos
en la urdimbre, casi todas son representaciones estilizadas y simples que
a veces colindan con la pura abstracción, de animales y vegetales de la
comarca. Hay en verdad algunos elementos extraños, no muchos, que
representan productos culturales incorporados, crucifijos, faroles, abanicos, nichos, rama de romero o espiga de cebada, espiga de arroz. Sin
embargo predominan los elementos indígenas.
En síntesis a q u í la u r d i m b r e es la aculturación y la trama lo a u t ó c t o n o .
El ñ a n d u t í es por t a n t o un p r o d u c t o cultural mestizo c o m o toda la cultura rural del Paraguay. E. y H. Service en su precioso libro " T o b a t í :
Paraguayan T o w n " (35), han visto lúcidamente la subcultura hispánica
de este país. Agregamos que es una cultura hispánica condicionada por
circunstancias históricas y ecológicas.
En la etograf ía del Paraguay rural son más prominentes el rancho, el
m o b i l i a r i o , la cocina, la chacra, el caballo, la lechera, el corral que se
guaraniza en Korá, la tranquera, el arado de madera y la azada de hierro
(los guaraníes usaban para sembrar, el palo aguzado a fuego y v y r á hakuá y la espátula o sypé de animales grandes que usaban a guisa de pala)
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el vestido de t i p o europeo; el sombrero de fibras de karanda'y; la pollera amplia con blondas, de evocación gitana (sai, guaranización de saya);
la peineta y los zarcillos de ramales; el mate y la bombilla de plata u
hojalata; los collares de oro y coral que tomaron el nombre guaraní de
mbo'y; las danzas polca-galopa y Santa Fé (nunca la danza ritual indígena que se baila en ronda o cadena); las canciones con acompañamiento
de arpa, guitarra y v i o l í n . . . ; el " t o r o c a n d i l " , la carrera de sortija, el
yvyrá sy—in palo enjabonado o cucaña de las fiestas patronales, etc,
etc. ... que evidentemente no son guaraníes sino europeos, españoles
o mestizos.
En el ñ a n d u t í , pues, la trama o " d e c h a d o " representa generalmente,
no siempre, lo vernáculo y la urdimbre la aculturación..
El encaje ñ a n d u t í contemplado c o m o un t o d o , es similar al encaje de
Tenerife modificado por los factores ecológicos y etográficos del Paraguay.
ECONOMIA D E L ÑANDUTI
En la comarca de Itauguá, pueblo y circunscripción p o l í t i c a , se estima
en 2.500 el número de tejedoras, entre una población de 12.000 habitantes. Las tierras esquilmadas por 4 0 0 años de cultivo en minifundios
que nunca fueron preservados o restaurados en su fertilidad primigenia,
ya no pueden sustentar con holgura a la población que aferrada a su
" v a l l e " es renuente a la migración. En 1942 el Ingeniero A g r ó n o m o
Guerrero Insfrán de la Facultad de A g r o n o m í a y del Rotary Club de
Asunción, levantó un censo agrícola y propuso a los agricultores de
Itauguá el cambio de sus tierras por otras mejores y más extensas del
Kaaguasú. Rechazaron amablemente la proposición alegando el perjuicio eventual que sufrirían las tejedoras alejándose de la Capital de la
República.
El ñandutí y los palmares de coco mbokayá que cubrieron espontáneamente las viejas tierras labrantías, han complementado en alguna medida el déficit económico determinado por aquella mengua de fertilidad
del suelo.
Como industria doméstica y exclusivamente femenina, quizá tenga el
ñ a n d u t í alguna relación con el régimen matriarcal que reina aún en sectores considerables de la población paraguaya.
El patriarcado poligámico español de los orígenes se convirtió prontarnente en promiscuidad y desenfreno sexual denunciados por memorialistas y sacerdotes. Fue causa de una expedición de mujeres españolas
al Paraguay ordenada por el Rey de España y dirigida según convenio
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o " c a p i t u l a c i ó n " por Doña Mencia Calderón V . de Sanabria y Don Juan
de Salazar de Espinosa fundador de la Asunción (1550—55).
Paso a paso la mujer rural y suburbana generalmente mestiza asumió la
jefatura de la familia hispano—guaraní.
La movilidad social del hombre, soldado, expedicionario, fundador de
lejanos pueblos fronterizos, " e n c o m e n d a d o s " a los jefes militares de la
conquista que lo mandaban a extraer yerba—mate lejos de sus c o m u n i dades, lo c o n v i r t i ó en un " a r r i b e ñ o " del pueblo, en un elemento fugaz
y adventicio del hogar. En tales condiciones la única filiación incontrovertible fue la uterina.
La Guerra de la Triple Alianza ( 1 8 6 5 - 7 0 ) reagravó el desequilibrio familiar con el e x t e r m i n i o de los varones en edad constructiva y responsable de la vida. La mujer, más que antes, fue madre, jefe de hogar y
obrera laboriosa sustentadora de la familia.
Aunque esta desorganización social viene corrigiéndose lentamente,
subsiste la primacía de la mujer en el hogar suburbano y campesino.
Sin duda su labor, el ñ a n d u t í en este caso, soporta en proporción considerable los gastos familiares.
ARTESANIA DEL ÑANDUTI
Carecemos de conocimientos sistematizados que nos permitan describir
la artesanía del ñ a n d u t í c o m o lo haría un especialista en f o l k l o r e material. Apenas si podremos bosquejar en términos generales, lo que hemos visto en algunos talleres del pueblo donde una patrona manda hacer por tejedoras asalariadas y bajo su dirección, labores parciales que
luego ella ensambla para integrar manteles, blusas, mantillas, mantos,
albas sacerdotales, etc.; y lo que vimos en casi todas las casitas del pueblo y de la campiña circundante, donde las tejedoras independientes
labran para ofrecer su obra al público, a las revendedoras y a las " p a t r o nas" o mayoristas del pueblo.
Las tejedoras tienden un lienzo transparente de algodón a m o d o de cañamazo en un bastidor cuadrilátero, redondeado u ovalado, al cual lo
fijan con una costura corrida de un grueso hilo que llaman " l i ñ a " .
Los bastidores son de dimensiones variadas según la magnitud de la
labor, de madera liviana y resistente, cedro sazonado y seco, para que
n o se tuerzan ni alabeen.
Las varas del bastidor se unen en los ángulos mediante tornillos fijos o
tuercas de mariposa. En los bastidores pequeños se tejen pañuelos,
asientos de plato, de jarrones o vasos. Los bastidores grandes de dos a
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tres metros se destinan a la conjugación de las partes que han de componer una pieza grande, manteles de altar o de una mesa grande de comedor.
Sobre el lienzo tirante en el cuadro del bastidor, se dibujan a punta de
lápiz en lineamientos esquemáticos, los círculos aislados o tangentes
que formarán el " c e n t r o " , las "cabeceras", las "esquinas" y " b l o n d a s "
o contornos festoneados de las grandes piezas. Sus contactos tangenciales encierran espacios triangulares o cuadrangulares curvilíneos. Estos
espacios y aquellos " c í r c u l o s " serán colmados de urdimbre y de trama.
El esquema es similar por su forma a los arabescos policíclicos de la ornamentación arágibo—morisco—española. Sobre este diseño esquemát i c o , la tejedora borda a vuelo de mano y aguja la urdimbre radiada de
los círculos, los " s o l e s " de España que llaman aquí " a p y t é " o " a r m a j e " .
Y sobre esta urdimbre abstracta y más o menos tupida, inserta luego
con el vaivén de sus puntadas perforantes la " t r a m a " de los antropólogos o " d e c h a d o s " de las tejedoras. Estas dibujan a lápiz en un papel
transparente sobrepuesto al lienzo los dechados, si la morfología es
compleja o la tejedora inexperta. Las veteranas tejen de memoria.
El mariposeo de las manos sobre el bastidor es fascinante para quienes
lo contemplan por primera vez.
La urdimbre que cubre el área de los " c í r c u l o s " es radiada y la que cubre los espacios intermedios es cuadriculada con retículo de líneas rectas simples o dobles entrecruzadas en ángulo recto, c o m o en los cañamazos prefabricados. Excepcional mente esta urdimbre cuadriculada se
teje dentro de los círculos.
Casi todos los motivos ornamentales de la trama —"dechados"— se insertan dentro de los círculos: f l o r de maíz, f l o r de cocotero, plantas de
y v y r a ' í , espigas de arroz, espigas de cebada, f l o r de romero, costillas de
pescado, garzas, pajarillos, alevinos, alacranes, huellas de buey o pezuñas de vaca, farolitos, canastillas, altares, crucifijos, etc. La urdimbre
cuadriculada admite solamente flores de guayabo, pimpollos y la finísima filigrana de la orfebrería. Las aves en vuelo, los abanicos, las ramas
de romero y espigas rectilíneeas de arroz, son " d e c h a d o s " que habitualmente están en los ángulos y ribetes de soles y espacios tangenciales.
Se teje el encaje con h i l o de algodón, lino o seda, blanco o negro, f i n o en
las labores de calidad superior y grueso en las ordinarias y baratas. En
los ú l t i m o s diez años se emplean hilos rojos, verdes, r o j o - l a d r i l l o , azules...
Esta policromía estridente es una excepción poco o r t o d o x a que desluce
la obra y amengua el relieve de las formas. El deseo de darle más atractivo y valor comercial ha determinado esta concesión al mal gusto.
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La parte muerta de la labor, el lienzo no transfigurado en encaje, se
extrae a punta de tijerilla. Resta exclusivamente el encaje con el lienzo
marginal fijado a las varas del bastidor. Ahora se lava el ñandutí aún
tenso en su marco con agua jabonosa o cocimiento de taperyvá y un
fino cepillo. Luego se lo moja con agua débilmente almidonada para
que no se arrugue y se lo expone al sol del medio día.
Soles con
t a ' ú nde r a ' y ;
Kavará ruguai;
cruces c o n
estola; cejas;
Tatacuá
(horno) en
un maizal, etc.
Entonces esplende con albura de espuma en las claras aceras de Itauguá.
F l o r de
pensamiento;
f l o r de j a z m i ' n ,
aves en v u e l o ;
flor de
g u a y a b a ; flor
de c o c o
mbocayá;
Isol ( k u a r a j h y ) .
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S o l c o n c o r o n a radiante d e Y v y r a ' í ' ; filigrana; Arasá p o t y (flor de guayabo) y p i m p o l l o s ; m b o cayá p o t y (flor de c o c o ) , canastillas; t a c u r ú en u n m a i z a l en
flor.
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A r a p a h ó (alfajor); purú'á ( o m b l l g o - p r e ñ é z ) , e t c .
K u a r a j h y (sol); jazmi'n (flor); t y v y t á ( c e j a s ) ; t a k u r ú ( t e r m i t e r o ) ; " c a ñ o t o " ; arasá poty (flores)
y p i m p o l l o s : guavirá.
Soles y estrellas.
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Takurú y
f l o r de m a í z ;
abanico;
canastilla;
mbokayá
(flores); arasá
(flores) y
pimpollos;
t a k u r ú , karé'i',
kurusú.
T a ' ú nde ra'y
(me
comeré
a tu hijo);
cola de cabra;
crucifijo con
e s t o l a ; flor
de c o c o ;
f l o r de
guayaba, etc.
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Pira costilla
(costilla de
pescado );
m a i z a l en
flor con
termiteros.
Canastillas: puru'á—vó.
S o l e s marginales o de o c a s o ; flores de j a z m i ' n ; frutas de guavirá; cejas ( t y v y t á ) ; aves en v u e l o ;
termiteros ( k u p i ' í rayty o t a k u r ú ) .
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Karáu retymá
(patas de
k a r á u ) ; pira
costilla
(costilla de
p e z ) ; avaty
poty (flor
de m a í z ) ,
arasá poty
(flor de
guayabo),
etc. etc.
C a r p e t a ( ñ a n d u t í c o m b i n a d o c o n c e n t r o de tejido de a l g o d ó n ) .
Flor de
pensamiento;
arasá p o t y
y pimpollo;
mbokayá
poty;ave
en v u e l o .
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REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS Y APOSTILLAS
1) A G U I R R E , J U A N F R A N C I S C O . Discurso histórico que comprende el descubrimiento, conquista y establecimiento de los españoles
en las Provincias de la Nueva Vizcaya generalmente conocidas por
el nombre de Río de la Plata...1793. Biblioteca Nacional de B. A i res. T. I., N° 1 , pág. 4 5 , Buenos Aires, 1937.
2)
Discurso Hist. Bibl. Nac. Bs. Aires. T. I - N ° 2 - pág.
3 1 6 : Irala y los primeros telares y tañerlas para fabricar lienzos y
curtidos de cueros de ciervos y venados destinados al vestido de los
conquistadores, pág. 3 4 1 : Las dos primeras naves construidas en
Asunción durante la gobernación de Irala; con maderas, cordajes,
velas de fibras de karaguatá y de algodón, estopas de karaguatá,
breas de Ysy del Paraguay, pág. 3 7 6 : Las muestras enviadas a España de los productos de la tierra en la primera nave construida en
Asunción —1556— entre ellos 3.786 varas de lienzo de algodón.
3)
Discurso histórico. Bibl. Nac. Bs. Aires. T. I - N ° 3 1937, pág. 535: " S ó l o el reglón del vestuario fue generalmente pobre, reducido a lencería de algodón y al uso de la peletería"...
4)
Discurso histórico. Bibl. Nac. de Bs. Aires. T. II - N ° 4 5
y N° 4 6 - 1° y 2° trimestre 1948 - p. 128: primera exportación
de productos de la tierra a España, como muestrario. Entre otros
productos 1556. (3.786 varas de lienzo de algodón), pág. 138:
Lencería de algodón y peletería en el vestuario, durante el gobierno
de Irala. pág. 339: Estados del Comercio de la Real hacienda y Ramos municipales. Los géneros que había de venta en la Asunción,
en 1537. Pág. 4 4 5 : todos los pueblos saben tejer canastas, esteras,
sombreros (probablemente en L i m p i o , de fibras de karanday...) Pág.
4 3 5 : vestido y calzado, casaca, chupa, calzón.
El 14—X—1597, el Cabildo de Asunción realizó un inventario de
géneros de las tiendas, para poner precios moderados. En la primera
tienda revisada había, entre otras mercancías:
4 0 o 50 varas de paño pardo, blanco y frailesco y negro.
27 varas de cordellate amarillo, pardo y blanco.
3 varas de damasco morado.
1 1/2 varas de terciopelo pardo para cuellos.
30 libras de galón de Castilla.
Unas medias de galera de lana.
Unos chapines dorados.
3 escofietas de Holanda, calzadas con seda.
6 docenas de botones vaciados.
59
1 libra de pasamano de A l q u i m i a .
20 millares de chaquira.
8 docenas de botones de A l q u i m i a .
7 a 8 libras de seda aparnilla.
Declaró que tenía más géneros, que el paño era de Córdoba y que le costó 10 pesos la vara... no venda nada hasta
que se le pongan precios.
E n 1784 se toma razón del consumo general de la Provincia, donde
se anotan entre otras mercaderías: bayetas paños, ponchos cordobeses, ropa de la tierra (bayeta de los obrajes), sargas, tripes, saredies,
lilas, monfores, rasos de lana, gorros, medias, sombreros ordinarios,
o sombreros de medio castor, paños, Bretañas, pontevies, cacerillos,
bramante, ruanes, estopillas, cambrai, clarines, encajes, pañuelos,
medias de sarasa, coletas, gasas, bayetilla, telas para vestidos, cintas,
listonería, tafetán, seda de coser, gorros, ceñidores, tapetados y cordobanes, lienzo del país que se teje en pueblos de indios y misiones, de una calidad m u y ordinaria y solo para negros y peones.
En este inventario hecho en las postrimerías de la era hispánica, aún
no figuran encajes de ñandutí. pág. 343 — T. I I . parte 1^ del Discurso.
E n la segunda tienda revisada había:
28 varas de bayeta blanca.
5 varas de paño colorado.
9 sombreros pardos y negros, aforrados por dentro con
tafetán.
15 varas de paño pardo de Chile.
1 cuvija de la India bordada.
4 varas de caniguí.
6 varas de telilla para jubones.
3 badanas coloradas.
2 1/2 varas de raso amarillo.
1 faldellín de tameneta.
3 varas de bayeta azul.
3 cuellos de Holanda, llanos.
26 docenas de botones de alquimia dorados.
6 docenas de botones vaciados.
4 varas y 1 sesma de paño pardo de Chile.
Declaró que el paño y la bayeta vinieron de Chile.
5) A Z A R A , F E L I X DE: Descripción e Historia del Paraguay y Río de
la Plata. Escrita en Asunción (1720), impresa en Madrid ( 1 8 7 4 ) ;
reimpresa en Biblioteca paraguaya — Uribe — 1896 y en Biblioteca
Histórica Cultural (pág. 78) Buenos Aires, 1953.
6)
Viajes por la América Meridional. T . I. p.p. 2 0 1 , 2 0 2 .
Espasa Calpe. Madrid, 1934.
7) C A B E Z A DE V A C A , A L V A R N U Ñ E Z . . Naufragio y Comentarios.
Espasa — Calpe, Buenos Aires — Méjico, 1942.
8) D ' H A S T R E L . Amerique N° 22 - Gaucho de la Republique du Paraguay. (Amerique du Sud). Moine Impre. de la Montagne Ste. Genevieve. Ancienne Mon A u b e r t , 20, Rué Bergere.
E n la tercera tienda había:
9)
8 varas de reja de Mesilla.
6 sombreros abatidos pardos.
6 1/2 varas de raso de la China.
1 1/2 varas de tela.
Declaró haber t r a í d o del Perú.
E n la cuarta tienda había:
Una partida de cinta (o cintal).
1 partida de guantes de mujer.
Una partida de botones de alquimia, acero y peltre.
Una partida de alfileres.
Una partida de cuentas de Chaquira.
En ninguno de estos inventarios se mencionan los encajes de ñandutí.
Amerique 16. La Moza de l'Assomptión. i d . i d . Esta estampa como la anterior, pertenece a una numerosa colección que
d i b u j ó el autor durante su viaje a la América. Estuvo en el Paraguay
durante el gobierno de Carlos A n t o n i o López. En ninguna hay encajes de ñandutí.
10) D E L T E C H O , N I C O L A S . Historia de la Provincia del Paraguay y de
la Compañía de Jesús, con prólogo de Blas Garay, Biblioteca parauaya. Edit. Uribe y Cía. Madrid — Asunción 1897.
11) D U G R A T T Y , A L F R E D . .
1862.
La Republique du Paraguay. Londres
12) G A N D I A , E N R I Q U E DE . Indios y conquistadores en el Paraguay.
Una expedición de mujeres españolas al Río de la Plata en el siglo
X V I , p.p. 1 1 7 - 1 4 7 - Libr. García Santos. Buenos Aires, 1932.
61
13)
Indios y Conquistadores. . El hogar del conquistador
asunceño p.p. 5 8 - 7 1 B. Aires 1932.
" D e n t r o de las humildes casas de los conquistadores de
"la Asunción podía verse entre los zapatos rotos y los trapos sucios,
"alguna capa de grana, una rica colcha, o un almuadón de seda, una
" c o r t i n a de raso colgada ante una pequeña ventana, calzas de ter" c i o p e l o , por lo común desparejas, trozos de telas preciosas. Y hasta
"dagas de artística empuñadura. No eran restos de los ricos trajes
" t r a í d o s de España, que ya se habían perdido cien veces durante la
"primera fundación de Buenos Aires y las expediciones por el río
"Paraguay. Aquellos objetos de lujo, cuya presencia parecía inex"plicable entre las míseras ropas de los conquistadores, provenían
" d e la nave del genovés León Pancaldo
c u y o rico carga" m e n t o se había vendido al plazo ilusorio del primer cargamento
" d e oro que conquistase y repartiese
"Salvo algunas rarísimas excepciones, c o m o por ejemplo la del Go"bernador Alvar Núñez y m u y pocos de sus allegados, los conquis"tadores asunceños fuera de sus armas — una espada, un arcabuz y
" u n o o dos cuchillos — y la ropa que llevaban puesta, no poseían
" c o m o f o r t u n a a lo sumo más que la morada que habitaban, un te" r r e n o en que sembrar, algunas pobres indias esclavas que se encar"gaban de los sembrados, tejer, preparar la comida y dar hijos a sus
"dueños, y alguna ropa de repuesto en pésimo grado de conserva" c i ó n . Por medio de testamentos y otros escritos notariales, es fácil
"darse una idea de la pobreza franciscana en que vivían los conquis"tadores del Paraguay. Así por ejemplo, Hernando de Balbuena,
" q u e según el inventario que se hizo de sus bienes, al entregarlos a
"su heredero universal, Juan Pabón, debía ser uno de los poblado"res más acomodados de la ciudad, sólo disponía como f o r t u n a de
" u n a serie de objetos c u y o valor hoy sería insignificante, pero que
"entonces representaba una envidiable posesión. Constiía la heren-
"cia
en una vallesta con su aljaba e gafas a tres do"cenas de zaras
un capote de lienzo de algodón, unos
"calzones de lienzos de algodón cortos
una espada guar"necida
un pedazo de lienzo de algodón en que habrá
"dos varas
un cuero de venado
un j u b ó n de
"algodón viejo
un talabarte de lobo, diez a nueve zaras
"encasquilladas y otros diez a nueve sin casquillos, un cuchillo de
" c o r t a r , unas tijeras de cortar e dos hierros de hacer cuerdas e un
"escoplo paraencabar armas e o t r o
e dos pares de zapatos
"viejos
cinco pares de verga de mandis, cinco ovillos pe"queños de hilo colorado de algodón e uno de hilo azul que avrán
"hasta una libra y media
un cabo de machete e una talegui" l l a con un poco de sebo e piedra cofre
dos cuñas que
62
"pesarán cada una hasta siete u ocho onzas
un cuero de
"venado e hasta medio celemín de sal, una poca de manteca de
" p u e r c o e una botija hasta un azumbre cuatro ollas de p o d r i r , las
"dos de ellas quebradas, un corral cerrado de varas
ochenta
"aves
de manteca de pescado, hasta un quintal de algodón
"
e hasta dos fanegas y media de frijoles, 4 ollas de po" d r i r las dos de ellas quebradas, un corral cerrado de varas
"ochenta aves grandes e chicas
una puerca que andaba por
" e l pueblo e ansi mismo un cochino que diz que tendría hasta ocho
"meses e ocho cochinillos chicos que están encerrados, una rroca
" q u e declaró estar en urna
y plantada de rrama parte de" l l a e cierto maíz que está por cojer e una casa en ello pequeña, de
"tapias, con la tierra que pareciere pertenecerle
tres esclavas
"pequeñas e un muchacho, la una de ellas de la generación juacano
" q u e será de veinte años poco más o menos, e la otra de la genera" c i ó n paizano que será de edad de diez años poco más o menos, e,
" l a otra de la generación porotero que será de edad de siete años
" p o c o más o menos, e el muchacho de la generación urececoja, que
"será de diez años. Una engrijuela con dos lengüetas de hierro e un
" c e p i l l o de hierro, dos cuñas encabadas que será cada una de ellas
" d e hasta ocho onzas poco más o menos, doscientas enjertas de pa" j a , tres cochinos que declaró que hay e que será cada u n o de hasta
" c i n c o meses. 2 9 - X I 1 - 1 5 4 9 " . (Archivo Nacional de Asunción año II - N ° X V I I - p p . 6 2 9 y siguientes).
" E l inventario transcripto era el de uno de los ricos pobladores de
" A s u n c i ó n . Podemos por lo t a n t o imaginar c ó m o vivirían los con"quistadores pobres". En general todos iban vestidos de cueros de
animales o lienzos de algodón que tejían las indias.
14) G U E V A R A , JOSE. Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán. Buenos Aires. 1 9 0 8 - 1 9 1 0 .
15) H O Y O S Z A I N Z Y H O Y O S S A N C H O .
Occidente. Madrid, 1947.
Manual de Folklore. Rev. de
16) L A F U E N T E M A C H A I N , R. D E . El Gobernador Domingo Martínez
de Irala. La Facultad. Buenos Aires, 1939.
17) L E R Y , J E A N D E . Histoire de um voyage faict en la terre de Brasil P edición. París 1880. Citada por A . Metraux en " L a Religión des
Tupinambá et ees rapports avec celle des autres tribus tupí—guaran í . Libraire E. Leroux. París 1928.
18) L O Z A N O , P E D R O . Historia de la Conquista del Paraguay, Río de
la Plata y T u c u m á n . Buenos Aires 1874—75.
63
19) M A S S O N , O. T . Womans share in primitive culture. N. Y o r k 1894.
Cit. por Ramos L. y A . en "Renda de Bilro e seus aculturagao no
Brasil" en Soc. Brasileira de A n t h r o p . e Ethnología. N° 4 — oct.
1948, Río de Janeiro, 1948.
20) M E T R A U X , A L F R E D . La Religión des T u p i avec celle des autres
tribus tupí—guaraní. Liv. Leroux, París 1928.
21) M O L A S , M A R I A N O A . Descripción histórica de la Antigua Provincia
del Paraguay. 3* Edic. Nizza. Argentina - Paraguay. 1957.
22) M O L I N S , J A I M E . Paraguay. Crónicas Americanas, pág. 17. Buenos
Aires, 1915.
23) M O N T O Y A , A N T O N I O R U I Z D E . Conquista espiritual hecha por
los religiosos de la Compañía de Jesús en las Provincias del Paraguay, Paraná, Uruguay y Tape. Madrid 1639. Bilbao 1892.
24)
A r t e , Vocabulario y Tesoro de la lengua guaraní o t u p í .
Edición y Prólogo del Vizconde de Porto Seguro, (F. A. de Vernhagen) Viena - París 1876. Es una reedición en un cuerpo del Tesoro
(1639) y del A r t e y Vocabulario (1640).
25) P E R A M A S , J . M., S. I. La República de Platón y los Guaraníes.
(1791) Reedición Emece. Prólogo del P. Guillermo Furlong. S. I. p.p. 95 y 145. Buenos Aires, 1946.
Peramás editó su libro en 1 7 9 1 . Dice que en cada pueblo de las Misiones Jesuíticas había gran número de tejedoras dedicadas a tejer
telas que eran distribuidas en la comunidad para la confección de
ropas. Las mujeres casadas hilaban en sus hogares el algodón que los
jefes de familia cultivaban en sus campos. Cuando reunían una cantidad apreciable lo entregaban ai ecónomo del pueblo quien anotaba
en su registro el nombre de la portadora y la cantidad entregada.
27) R E I N A R E S . S E R G I O . Santa Fé de la Vera Cruz. Edic. Colmagna.
Santa Fé - Argentina 1946.
En un acta del Cabildo de Santa Fé, del año 1575, consta que " e n
" l o s hogares se efectuaba un provechoso ensayo de rutinaria indus" t r i a que las costumbres nativas del Paraguay estimuladas por la
"vieja tradición de las familias castellanas, tansplantaron a esta re" g i ó n del litoral
Fue una tendencia sobresaliente la labor
"femenina de tejidos, hilados y bordados, principalmente en Asun" c i ó n y en Santa Fé. Eran primorosos los tejidos y bordados a mano
"en los hogares de la región
Pero a falta de metal, traía
" l a moneda entre la trama, la fidelidad, el calor del sentimiento y la
"gracia estampada en aquellas varas de lienzo
(Cita de Car" v a l h o N e t t o en " F o l k l o r e del Paraguay").
Santa Fé fue fundada en 1573 por Juan de Garay con mestizos hispano—guaraníes que se trasladaron con su ganado bovino y equino
desde Asunción, dos años antes del acta capitular mencionada por
Reinares, y 18 años después del arribo de la expedición de mujeres
españolas a la A s u n c i ó n , que posiblemente incrementaron allí la
industria doméstica del hilado y de los tejidos de lienzos. Es improbable que ya se tejieran entonces encajes de ñ a n d u t í , como sospecha Carvalho N e t t o .
28) R O B E R T S O N , J . P. y G. P. Letters on Paraguay. Londres 1838.
Traducidas por Carlos Aldao bajo el t í t u l o " L a Argentina en la época de la R e v o l u c i ó n " , pág. 115 - Biblioteca de la Cultura Argentina. Buenos Aires, 1920.
29) R O Q U E T T E P I N T O , E. Nota sobre o Ñ a n d u t í do Paraguai. Bolet.
d o Museu Nacional do Río de Janeiro. V o l . III - N° 1 - Marzo
1927.
Nota de los compiladores
Por razones de d i f i c u l t a d en la consecución de caracteres tipográficos a d e c u a d o s , utiliza-
Este hilado se confiaba a uno de aquellos cuatro o seis tejedores
mencionados. Eran lienzos de algodón. Peramás no menciona encajes ni bordados. Sánchez Labrador que actuó en el Paraguay desde
1746 hasta 1758 en la misma época, da la primera noticia respecto
a la labor de encajes que cultivaban y enseñaban las señoras de
Asunción a mujeres indígenas.
26) P U B L I C A C I O N DE L A C A S A N H A N D U T I de Campo Grande, Mat t o Grosso, Brasil, Como nasceu no Paraguay a N h a n d u t í . Reproducción en Publicaciones del C. E. A . , de la Facultad de Filosofía
y Letras de Asunción. V I I serie D o c u m . 7 - Asunción 2 8 - X - 1 9 5 0
64
m o s en el t e x t o la " y " en vez de la " i " latina mayúscula usada en el original.
30) S A N C H E Z L A B R A D O R , JOSE. El Paraguay Católico. T. I. Cap.
C C C X X I I l - pág. 2 9 9 . Edic. Universidad La Plata. Imp. Coni Hnos.
Buenos Aires 1910.
Este autor vivió en el Paraguay desde 1746 hasta 1776, cuando la
expulsión de los Jesuítas. Entre 1746 y 1758 en las Reducciones
guaraníes y desde 1760 en Belén, sobre el Río Ypané donde catequizaba a los M b a i a - g u a i k u r ú . Fue durante este ú l t i m o período,
que r í o abajo navegó hasta Asunción, donde asistió a la escena de las
65
señoras españolas que enseñaban a las indias de su Reducción de
Belén a tejer encajes con " s o l e s " y " c r i b o s " .
31) S C H M I D L , U L R I C O . Derrotero y viaje a España y las Indias. Manuscrito original de Stuttgar, Traducido por E. Weernicke. Espasa
- C a l p e . Buenos Aires - Méjico 1944.
32) SCHWETER, B E R T A .
Enciclopedia de travalhos manuais. Cap.
Renda de Tenerife ou Ñandutí. pág. 3 4 2 . Livr. de Globo - Porto
Alegre 1946.
33) S T A D E N H A N S . Viajes y Cautiverios entre los Caníbales, (traducción de Verdadera Historia y descripción de un país de salvajes feroces, desnudos y caníbales situado en el Nuevo Mundo América
Marburgo
1556) por María E. Fernández. Edit. Nova.
Buenos Aires 1945.
34) T H E V E T , A N D R E . Les singularites de la France antarstique. Publ.
por P. Gaffarel 1878 - París - Citado por A l f r e d Metraux. La religión des Tupinambá...
35) SERVICE E., S E R V I C E H. T o b a t í . Paraguayan T o w n . University
of Chicago, pres. 1954.
36) P A N C A L D O , L E O N . Registro de la nave Santa María piloteada por
León Pancaldo y destinada al Perú, pero obligada a arribar al Río
de la Plata por abril de 1538. Las primeras mercaderías llegadas al
Río de la Plata. Rev. de I Biblioteca Nacional - T. I. N° 1 ( E n e r o Marzo). Buenos Aires, 1937.
Entre dichas mercaderías se destacan: 4 mazos de agujas de coser,
5 mazos de hilo negro de coser, 2 mazos de agujas de coser, 10 mazos de agujas de fiiadizo, 7 mazos de hilo de coser, 7 mazos de h i l o
blanco, 8 mazos de hilo de coser, 20 mazos de hilo de coser, 20 mazos de aguja de cabeza, 2 mazos de aguja de fiiadizo, 2 mazos de
agujetas de medio armar (150 y 4 4 docenas), 2 mazos de agujas de
seda, etc. etc. El naufragio de la nave fue causa de la desviación del
cargamento hacia Buenos Aires y Asunción.
37) T U I L L A R D , A L F R E D . Tejidos y ponchos indígenas de Sud A m é r i ca, pág. 1 3 1 . Edit. Guillermo K f r a f t - Buenos Aires, 1949.
66
Presentación
PROSAPIA Y M A G I A D E L Ñ A N D U T I
ÑANDUTI:
Gustavo González
Historia de una aculturación ,
Ideografía del ñandutí
Un problema de aculturación
Economía del ñandutí
Artesanía del ñ a n d u t í
Referencias bibliográficas y apostillas
señoras españolas que enseñaban a las indias de su Reducción de
Belén a tejer encajes con " s o l e s " y " c r i b o s " .
31) S C H M I D L , U L R I C O . Derrotero y viaje a España y las Indias. IVIanuscrito original de Stuttgar, Traducido por E. Weernicke. Espasa
—Calpe. Buenos Aires — Méjico 1944.
32) SCHWETER, B E R T A .
Enciclopedia de travalhos manuais. Cap.
Renda de Tenerife ou Ñandutí. pág. 3 4 2 . Livr. de Globo - Porto
Alegre 1946.
33) S T A D E N H A N S . Viajes y Cautiverios entre los Caníbales, (traducción de Verdadera Historia y descripción de un país de salvajes feroces, desnudos y caníbales situado en el Nuevo Mundo América
Marburgo
1556) por María E. Fernández. Edit. Nova.
Buenos Aires 1945.
34) T H E V E T , A N D R E . Les singularites de la France antarstique. Publ.
por P. Gaffarel 1878 - París - Citado por A l f r e d Metraux. La religión des Tupinambá...
35) SERVICE E., S E R V I C E H. T o b a t í . Paraguayan T o w n . University
of Chicago, pres. 1954.
36) P A N C A L D O , L E O N . Registro de la nave Santa María piloteada por
León Pancaldo y destinada al Perú, pero obligada a arribar al R í o
de la Plata por abril de 1538. Las primeras mercaderías llegadas al
Río de la Plata. Rev. de I Biblioteca Nacional - T. I. N° 1 ( E n e r o Marzo). Buenos Aires, 1937.
I N D I C E
Entre dichas mercaderías se destacan: 4 mazos de agujas de coser,
5 mazos de hilo negro de coser, 2 mazos de agujas de coser, 10 mazos de agujas de fiiadizo, 7 mazos de hilo de coser, 7 mazos de h i l o
blanco, 8 mazos de hilo de coser, 20 mazos de hilo de coser, 20 mazos de aguja de cabeza, 2 mazos de aguja de fiiadizo, 2 mazos de
agujetas de medio armar (150 y 4 4 docenas), 2 mazos de agujas de
seda, etc. etc. El naufragio de la nave fue causa de la desviación del
cargamento hacia Buenos Aires y Asunción.
37) T U I L L A R D , A L F R E D . Tejidos y ponchos indígenas de Sud A m é r i ca, pág. 1 3 1 . Edit. Guillermo K f r a f t - Buenos Aires, 1949.
66
Presentación
PROSAPIA Y M A G I A D E L Ñ A N D U T I : .
ÑANDUTI:
Gustavo González
Historia de una aculturación
Ideografía del ñandutí
Un problema de aculturación
Economía del ñandutí
Artesan ía del ñ a n d u t í
Referencias bibliográficas y apostillas
Josefina Plá
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^5
43
^9
El 26 de abril de 1983
Se dio término a la impresión de este libro
en los Talleres Gráficos
de la Editora Litocolor
Cap. Figari 1 1 1 5 - T e l . 203 741

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