complicaciones biliares en el trasplante hepático
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complicaciones biliares en el trasplante hepático
COMPLICACIONES BILIARES EN EL TRASPLANTE HEPÁTICO 57 Javier Nuño Vázquez-Garza Emilio Vicente Lopez Yolanda Quijano Collazo Pedro Lopez Hervás Juan Carlos Meneu Diaz INTRODUCCIÓN Las complicaciones derivadas de la reconstrucción biliar en el trasplante hepático han acaparado desde antiguo un interés especial entre los profesionales involucrados en la asistencia de estos pacientes. Hace ya tres décadas, Starzl y Calne objetivaron que el 34 — 50% de los receptores de injertos hepáticos padecía alguno de estos problemas, cuya mortalidad alcanzaba el 30%. Estos motivos determinaron que la reconstrucción biliar fuese considerada el “Talón de Aquiles” del trasplante hepático1-3. La técnica quirúrgica de entonces se basaba en el empleo de la vesícula biliar del injerto, ya mediante una colecisto-duodenostomía, una colecisto-yeyunostomía, o interponiendo aquella entre la vía biliar del injerto y la del receptor4. Sin embargo, la elevada incidencia de obstrucción y fístula biliar, colangitis, sepsis y fallecimientos, motivaron el abandono de aquellos tipos de anastomosis y su sustitución por la colédoco-coledocostomía término-terminal (CC-TT) y la colédoco-yeyunostomía en Y de Roux (CY), consideradas más adecuadas5-10. A pesar de la gran experiencia adquirida en el trasplante hepático, la reconstrucción de la vía biliar continúa siendo, en la actualidad, el aspecto quirúrgico gravado con una mayor morbilidad, cifrada en torno al 9 — 34% en la mayoría de las series9,11-23 y aunque la amplia variación de este índice no resulta fácil de explicar, las innovaciones diagnósticas y terapéuticas han convertido en excepcional el fallecimiento de un paciente por tales circunstancias. Los principales tipos de complicaciones derivadas de la reconstrucción biliar aparecen reflejadas en la Tabla 57.1. Algunas de estas complicaciones son privativas del trasplante hepático; otras, como la estenosis y la fístula anastomótica, pueden registrarse también en la cirugía hepatobiliar no relacionada con el trasplante, con una incidencia curiosamente similar, a pesar de las peculiaridades propias de este procedimiento24-27. El desarrollo de esta patología se ha vinculado con distintas circunstancias, como el tiempo de isquemia prolongado, los episodios de rechazo agudo, el rechazo crónico, la incompatibilidad ABO, la edad avanzada del receptor, la lesión de preservación o la infección por citomegalovirus (CMV); pero la más representativa entre todas es la trombosis de la arteria hepática19,20,22,23,28-31. Tabla 57.1 Complicaciones Derivadas de la Reconstrucción Biliar en el Trasplante Hepático Fístula biliar anastomótica Fístula biliar relacionada con el tubo de Kehr Estenosis anastomótica Estenosis no anastomótica Mucocele del conducto cístico Depósitos en la vía biliar Colangitis Hemorragia digestiva Disfunción papilar Miscelánea 701 El empleo de injertos reducidos, propio de los trasplantes segmentarios, representa también un factor de riesgo para este tipo de complicaciones20, con una incidencia que varía entre el 14% y el 38%32-34; si bien algún autor no aprecia diferencias en tal sentido14. En la población pediátrica con trasplantes segmentarios, las complicaciones biliares resultan más frecuentes cuando el injerto procede de un donante vivo respecto del procedente de cadáver (38% frente al 14%, respectivamente), aunque ello no influye en la expectativa de vida34. A tenor de lo publicado, no pueden extraerse conclusiones acerca de la superioridad de un material de sutura determinado. Dos aspectos técnicos parecen tener relevancia: una correcta aposición de los extremos a anastomosar, sin torsión o redundancia y verificar su vascularización antes de proceder a la reconstrucción. Las aportaciones al conocimiento de la vascularización de la vía biliar, efectuadas por Northover y Terblanche35, permitieron comprender la interrelación entre la irrigación hepática y la evolución de la reconstrucción biliar. Aquélla procede de dos arterias coledocianas que discurren paralelas a la vía, a ambos lados de la misma y tienen su origen en la arteria hepática y colaterales peripancreáticas. Esta vascularización se ve interrumpida cuando se secciona el colédoco para proceder a la hepatectomía del receptor y del donante. Tras el implante, la vía biliar del injerto depende exclusivamente de la irrigación que proviene de ramas de la arteria hepática, de ahí que las complicaciones biliares resulten obligadas cuando el flujo arterial se ve comprometido por la existencia de estenosis, trombosis o aneurismas. En cambio, las variantes anatómicas del sistema arterial del injerto o el tipo de reconstrucción vascular, no parecen jugar un papel determinante23,36. CONSIDERACIONES TÉCNICAS DE LA RECONSTRUCCIÓN BILIAR EN EL TRASPLANTE HEPÁTICO La CC-TT representa la modalidad técnica empleada en la reconstrucción biliar en más del 77% de los pacientes adultos que se trasplantan en la actualidad15,22,37. Su mayor facilidad de ejecución, el menor tiempo requerido para la misma, la preservación de un aparato esfinteriano que actúe como barrera respecto al tubo digestivo y la comodidad de acceso para estudios diagnósticos son las razones de su hegemonía. Suele realizarse con puntos entrecortados de material reabsorbible, tipo poliglactín 910 (Vicrylâ, Ethicon), poligluconato (Maxonâ, Braun-Dexon) o polidioxanona (PDSâ, Ethicon), de 5/0 a 7/037,38, aunque algunos grupos emplean polipropileno (Proleneâ, Ethicon) en sutura continua o entrecortada28,39. 702 Fig 57.1 — Colangiografía transkehr normal postrasplante hepático. La colédoco-coledocostomía látero-lateral (CC-LL), mediante sutura continua con material reabsorbible16,40, o una modificación de la anastomosis CC-TT mediante una plastia de los bordes de sección para ampliar el calibre de la anastomosis38, son técnicas que también se emplean, atribuyéndoseles una morbilidad biliar anastomótica inferior al 2%. Sin embargo, tales variaciones no han sido incorporadas de una forma notoria por la mayoría de los equipos de trasplante. Con frecuencia se emplea un tubo en T de Kehr, de látex, de calibre 5 a 12 French, como drenaje biliar, extraído a través de una pequeña abertura en el colédoco del receptor, cuando menos a 0,5 cm. de la anastomosis. Su empleo permite comprobar la ausencia de fugas una vez finalizada la sutura, así como facilitar la realización de estudios colangiográficos en el postoperatorio (ver Fig 57.1). Normalmente es retirado a los 3 meses del trasplante, tras haber comprobado, mediante colangiografía, la idoneidad de la vía biliar. Sin embargo, su uso también comporta riesgos (vide infra), por lo que diversos grupos han prescindido del mismo18,21,41. También se ha empleado un drenaje transcístico para estos fines, con resultados muy similares19. El uso de un tutor interno, abandonado en el interior de la CC-TT, ha sido desechado por asociarse a una morbilidad superior al 43%17. En determinadas situaciones se recurre al empleo de una colédoco-yeyunostomía. Así sucede cuando existe una importante desproporción de tamaño entre la vía biliar del donante y la del receptor, una gran separación entre ambas, o patología intrínseca que impide la utilización de la vía del receptor. Éste es el caso de los pacientes con trasplantes segmentarios, los sometidos a un retrasplante, o aquellos con colangitis esclerosante, cirrosis biliar secundaria, cirugía biliar previa, colangiocarcinoma o atresia biliar. Dichas razones motivan que esta modalidad de reconstrucción resulte más frecuente en los grupos de trasplante hepático pediátrico. La técnica más empleada consiste en una sutura con puntos entrecortados de los materiales citados. Es frecuente el empleo de un tutor transanastomótico extraído a través del asa yeyunal desfuncionalizada, a 10-20 cm de la anastomosis biliodigestiva, para monitorización biliar y control colangiográfico (Fig 57.2). Fig 57.2 — Colangiografía normal, transtutor, en paciente con trasplante hepático y reconstrucción biliar mediante colédoco-yeyunostomía. La vesícula del donante es extirpada rutinariamente. No hacerlo así, con el objeto de obtener un drenaje biliar externo o una vía de acceso colangiográfico, mediante colecistostomía, sólo comporta un mayor número de complicaciones23. 703 DIAGNÓSTICO Clínica La mayoría de las complicaciones biliares postrasplante tienen lugar precozmente22. En el estudio efectuado por Greif et al., en 1.792 pacientes, el 38% de las mismas aconteció durante el primer mes postoperatorio y el 66% habían sucedido en el primer trimestre. Tan sólo un 11% se desarrolló con posterioridad al año del trasplante13. Con frecuencia, las manifestaciones clínicas están ausentes y es alguna alteración en la bioquímica hepática lo que despierta la sospecha del problema. En otras ocasiones, síntomas como la fiebre o el deterioro del estado general, guardan más relación con la patología isquémica que ha desencadenado el problema. De manera excepcional, el debut puede ser un shock séptico. La ictericia es la manifestación más frecuente, pero no goza de gran utilidad al tratarse de un signo muy inespecífico y común en el período postoperatorio del trasplante hepático. Generalmente obedece a una disfunción del injerto no relacionada con patología de la vía biliar, bien por lesión de preservación o por un episodio de rechazo. Tampoco resultan específicas otro tipo de manfestaciones, como el prurito, la astenia, el íleo, la fiebre o el dolor abdominal. La coexistencia de estas últimas junto con ictericia, deben hacer sospechar una colangitis, en ocasiones vinculada a una estenosis de la vía biliar. En algunos pacientes, los únicos síntomas apreciables son la postración y una ascitis persistente. La evacuación biliar a través de los drenajes o de la herida quirúrgica es un hallazgo infrecuente pero muy demostrativo. El dolor abdominal intenso, habitualmente en hipocondrio derecho o epigastrio, de aparición súbita e irradiado a un hombro, suele vincularse al coleperitoneo que a veces desencadena la movilización del tubo de Kehr. En estos casos es frecuente que la exploración abdominal muestre signos de irritación peritoneal focal o difusa aunque, en nuestra experiencia, puede instaurarse un shock séptico sin semiología peritonítica previa. Laboratorio Es habitual que la patología biliar se detecte a raíz de una alteración en las pruebas de función 704 hepática. Aunque en las complicaciones biliares los parámetros bioquímicos más representativos son la elevación de la g-glutamil-transpeptidasa, la fosfatasa alcalina y la bilirrubina42, tales alteraciones carecen de especificidad ya que, en mayor o menor medida, pueden estar presentes en el curso, frecuente, de un episodio de rechazo, una infección del injerto, disfunción del mismo o de alguna complicación vascular43. Por ello siempre estamos obligados a recurrir a estudios diagnósticos de imagen para esclarecer la causa del problema. Técnicas Diagnósticas de Imagen La facilidad de ejecución e inocuidad hacen de la ecografía abdominal un recurso diagnóstico habitual en el postrasplante, aunque los hallazgos que aporta no suelen ser específicos44. Las colecciones perihepáticas resultan frecuentes en el postoperatorio de estos pacientes, pero sus características no permiten asegurar un diagnóstico de bilioma. Una dilatación de la vía biliar intrahepática resulta, sin embargo, muy demostrativa de la obstrucción de la vía biliar, aun cuando no constituya un hallazgo precoz. El uso del Doppler supone una ayuda inestimable en la detección de patología vascular del injerto45. Dada la frecuencia con la que la fístula biliar se asocia a una trombosis de la arteria hepática, estamos obligados a descartar siempre su existencia, recurriendo, en lo posible, a estudios no invasivos como el citado46. Si cupiesen dudas resulta necesaria la realización de una angio-TAC o una arteriografía. Cuando no se dispone de un tubo de drenaje biliar, la gammagrafía isotópica hepatobiliar con ácido iminodiacético (HIDA) puede servir de ayuda antes de proceder a estudios invasivos. Su sensibilidad y especificidad para la detección de fístula biliar es del 50 y 79%, mientras que para la estenosis es del 62 y 64%, respectivamente47. La colangiografía constituye la exploración diagnóstica de mayor utilidad en el estudio de este tipo de complicaciones. Su realización resulta sencilla cuando el paciente es portador de un tubo de drenaje biliar externo. En su ausencia, la punción transparietohepática y el acceso endoscópico, mediante colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE), permiten obtener imágenes colangiográficas muy demostrativas44,48; sin embargo estas técnicas no están exentas de riesgos, con una morbilidad asociada del 4-14%49. Su uso Distintos estudios coinciden en que la incidencia de complicaciones biliares resulta similar entre los dos tipos de técnica anastomótica más comúnmente empleados: la CC-TT y la CY 13,17,19,20,37. Son escasos los que aprecian una morbilidad significativamente mayor con la colédoco-coledocostomía23 o aquellos, como Lebeau et al., quienes en una serie de 397 trasplantes, aprecian una incidencia de obstrucción biliar significativameante superior tras la reconstrucción mediante CC-TT y una frecuencia mayor de fístula biliar en la CY52. Fig 57.3 — Resonancia Magnética postrasplante hepático. Se aprecia estenosis de la vía biliar en la confluencia de los conductos hepáticos. con fines diagnósticos está siendo reemplazado por la colangiografía mediante Resonancia Magnética, ya que proporciona una buena iconografía de la vía biliar, tanto en caso de estenosis, como de ocupación de la misma, sin la morbilidad de las exploraciones invasivas50,51 (Fig 57.3). El empleo de la TAC resulta útil en la detección y seguimiento de pacientes con colecciones perihepáticas, o lesiones ocupantes de espacio en el injerto, si bien las características radiológicas no siempre permiten diferenciar un infarto hepático de un hematoma postoperatorio, así como delimitar si éste se ubica dentro del hígado o en su vecindad. La angio-TAC helicoidal con administración de contraste intravenoso permite evaluar la vascularización del injerto en estos casos. La ecografía y la TAC hacen posible la punción percutánea de colecciones para esclarecer su origen (fístula, biloma, absceso, hematoma, ascitis tabicada) y facilitar un drenaje percutáneo si estuviese indicado. Todos los procedimientos invasivos, con fines diagnósticos o terapéuticos, deberán efectuarse bajo profilaxis antibiótica, al tratarse de pacientes inmunodeprimidos. TIPOS DE COMPLICACIONES BILIARES Las complicaciones biliares más frecuentes son la estenosis de la anastomosis y la fístula biliar15,22,37,52. Estas supusieron casi el 70% del total de complicaciones en una de las series más numerosas del grupo de Pittsburgh13. Los excelentes resultados referidos por Neuhaus et al. con el empleo de la CC-LL con tubo de Kehr16,40 no han podido ser refrendados por otros grupos. Un estudio prospectivo y randomizado efectuado por Davidson53 en 100 pacientes, no apreció diferencias en el índice de complicaciones entre la reconstrucción biliar mediante CCTT y la CC-LL (32% frente al 30%, respectivamente), con una incidencia similiar de fístula biliar (17% frente al 18%) y de estenosis (15% frente al 12%). En su experiencia el 22% de los pacientes trasplantados requirieron alguna reintervención por tales motivos. En este estudio no se utilizó el tubo de Kehr. Rabkin et al., en una serie retrospectiva de 59 pacientes con anastomosis CC-LL, sin tubo de Kehr, apreciaron una incidencia de fístula biliar y de estenosis anastomóticas del 10% y 15%, respectivamente54. Existen distintas opciones terapéuticas de acuerdo al tipo de complicación, estado del paciente y deterioro de la función hepática. La radiología y endoscopia terapéuticas han permitido reducir el número de reintervenciones por estos problemas. Por desgracia, la ausencia de estudios amplios y protocolizados impide alcanzar un consenso universal en las directrices terapéuticas, por lo que el análisis individual de cada caso, llevado a cabo por un equipo multidisciplinar, constituye el modo de proceder más adecuado. En una serie de 500 trasplantes, el 66% de las complicaciones pudo ser resuelta con el empleo de la CPRE, requiriéndose laparotomía en el 34%16. Klein et al.39 refieren haber resuelto el 83% de las complicaciones biliares con tratamiento conservador. Otros grupos, por el contrario, efectúan un tratamiento quirúrgico en el 59-90% de los casos15,18,23,54,55. Globalmente, alrededor del 10% de los pacientes sometidos a TH precisan alguna reinterven705 ción en relación con esta patología9,20,37. El retrasplante queda reservado para aquellos pacientes con un deterioro importante, generalmente irrecuperable, de la función hepática. Menos del 10% de las complicaciones biliares guardan alguna relación con el fallecimiento del paciente13. La fístula biliar es la que más contribuye a la mortalidad, si bien, en la mayoría de estos casos existe una trombosis arterial como factor desencadenante, cuya participación en el fatal desenlace parece más decisiva13,37. Fístula Biliar Anastomótica La fístula biliar suele presentarse en el transcurso del primer mes postoperatorio20,53 y obedece, generalmente, a un problema técnico o isquémico, por lo que su presencia obliga a una evaluación de la vascularización del injerto. El 89% de las fístulas biliares no anastomóticas, o vinculadas al tubo de Kehr, se asocian a trombosis de la arteria hepática y pueden surgir a cualquier nivel de la vía intra o extrahepática56. Esta complicación ha sido la responsable de la escasa mortalidad derivada de complicaciones biliares registrada en la última década13. Su diagnóstico puede sospecharse cuando se observa una evacuación biliar por el tubo de drenaje o una colección perihepática en la ecografía, si bien este hallazgo es inespecífico44. El método diagnóstico idóneo es la colangiografía. Las fístulas pequeñas de bajo débito, no debidas a trombosis arterial, pueden solventarse mediante drenaje percutáneo y la apertura del tubo de Kehr39,55. Las restantes suelen requerir una reintervención, especialmente en pacientes con una CY15,22,53. Durante la misma debe evaluarse el flujo arterial y portal hepático, así como el estado del injerto, recurriéndose al empleo de biopsia si fuese necesario. Cuando la fístula biliar está determinada por una trombosis de la arteria hepática, casi siempre es necesario proceder a un retrasplante; pues, aunque pudiese restaurarse el flujo mediante una manipulación arterial, la isquemia padecida suele propiciar una necrosis de la vía biliar que se manifestará con posterioridad46. Si, por el contrario, la vascularización es normal, la opción terapéutica consiste en la realización de una colangio-yeyunostomía en Y de Roux. 706 No obstante, en casos de destrucción masiva de la vía biliar extrahepática, Langnas et al.57 han empleado con éxito una colangioyeyunostomía intrahepática en la placa hiliar, por medio de una anastomosis entre el propio parénquima hepático, a nivel hiliar, y un asa yeyunal desfuncionalizada. Si bien la morbilidad quirúrgica resulta elevada (71%), tal procedimiento permitió la resolución definitiva del problema en 6 de los 7 pacientes así tratados. Sólo un paciente requirió retrasplante. Cuando la destrucción biliar obedeció a una necrosis isquémica por trombosis arterial, resultó imprescindible recuperar una adecuada arterialización hepática antes de llevar a cabo aquel procedimiento. En casos similares, cuando el compromiso biliar es intrahepático, con formación de “lagos biliares”, el drenaje percutáneo y la recanalización de la colección hacia el conducto biliar del que dependa, mediante un tutor, puede obviar la necesidad de un retrasplante58. El empleo de injertos segmentarios, como acontece en la población pediátrica o con la técnica del “split-liver” (división de un injerto hepático para su utilización en dos receptores), lleva consigo una modalidad peculiar de fístula biliar: la originada en la superficie de sección hepática, que casi siempre puede solventarse con un drenaje percutáneo14,32. Este tipo de complicación ha sido apreciada también en el donante hepático vivo59. Fístula Biliar Relacionada con el Tubo de Kehr La utilización del tubo de Kehr en la reconstrucción biliar también se vincula con distintas complicaciones, entre las que destaca el coleperitoneo tras su extracción. Éste resultaba más frecuente cuando se empleaban tubos de silicona, o cuando el tubo en T era retirado de manera precoz. La escasa reactividad desencadenada frente a un cuerpo extraño en los pacientes inmunodeprimidos parece ser la causa del problema. Hoy en día, el empleo de tubos de látex y el aplazar su retirada hasta transcurridos 3 meses del trasplante, han permitido reducir esta morbilidad, si bien todavía afecta del 1% al 26% de los TH37,40,54,55,60-63. El hecho de que un porcentaje importante de complicaciones biliares obedeciese al empleo del tubo de Kehr, motivó su abandono por algunos grupos, siguiéndose de una reducción en el índi- ce de complicaciones biliares precoces y sin un incremento significativo de la morbilidad anastomótica tardía18,41. Sin embargo, estos resultados no han sido universales. En la serie de Verran et al.23, sobre 502 TH en los que no se empleó el tutor transanastomótico, la incidencia de complicaciones biliares fue de 13,5%. Rabkin et al.54, en un estudio retrospectivo sobre 279 TH, apreciaron que la incidencia de estenosis anastomóticas resultó significativamente superior en el grupo en el que no se empleó tubo de Kehr (6% frente al 23%). En nuestra experiencia, tanto la morbilidad, como el número de reintervenciones, resultaron significativamente superiores en el grupo de pacientes en quienes, de forma prospectiva y randomizada, no se empleó el tubo de Kehr: 10% vs 33% y 6% vs 31%, respectivamente64. Sin embargo, en estudios con un diseño semejante, otros autores no han constatado tales diferencias, habiendo desistido del uso rutinario del drenaje biliar31,65. En estos casos, se hace necesario un empleo más frecuente de la CPRE66. La utilización de un drenaje transcístico se ha vinculado a una incidencia menor de coleperitoneo, si bien no evita la necesidad, ocasional, de una reintervención para su solución19. Este problema también ha sido descrito fuera del ámbito del trasplante hepático, aunque su incidencia resulta considerablemente inferior, próxima al 2%61 y al igual que sucede entre los pacientes trasplantados, el empleo de materiales distintos al látex o modificaciones en su elaboración puede verse acompañado de un mayor riesgo de coleperitoneo67. El riesgo puede minimizarse si el tubo es exteriorizado siguiendo el trayecto más corto entre la vía biliar y la pared abdominal, generalmente en un punto situado por encima de la incisión laparotómica y a la derecha del apéndice xifoides. En el momento de proceder a la extracción del tubo en T, la técnica empleada por Colona, en la UCLA, resulta prometedora28. Este autor lleva a cabo el procedimiento en la sala de radiología. Tras realizar una colangiografía de control, inserta una guía metálica a través del tubo hasta ubicarla en el colédoco; posteriormente retira el tubo de Kehr e inserta a través de la guía un catéter de angiografía de 5 French, cuya punta es emplazada en el interior de la vía biliar, próxima al orificio de salida del tubo. De modo paulatino, el catéter es des- plazado hasta su total movilización al cabo de 8 a 24 horas. Con este método el coleperitoneo es excepcional y cuando surge su tratamiento se efectúa mediante un catéter nasobiliar mantenido hasta la demostración colangiográfica de la resolución del problema. Una aproximación a esta técnica es seguida también por otros autores con buenos resultados38. El manejo conservador puede resultar exitoso si se realiza de manera precoz. En el estudio de Katkov60, la totalidad de estos pacientes evolucionaron favorablemente con reposición hidroelectrolítica y antibioterapia. Ostroff62 refiere excelentes resultados en 12 casos, mediante la colocación de un drenaje nasobiliar con CPRE en las primeras doce horas del inicio del cuadro. Aquél se mantiene durante 3 a 14 días y se asocia a una punción percutánea y drenaje de la colección abdominal. Cada 2 ó 4 días realiza una colangiografía a través del catéter nasobiliar y procede a su retirada una vez demostrada la desaparición de la fuga. Contrariamente, en la experiencia de otros autores un 3-23% de los pacientes requieren una reintervención, debido a una progresión clínica de la peritonitis15,64,68. La laparotomía pone en evidencia un coleperitoneo de distinta cuantía, que suele proceder de un punto de disrupción del tracto fibroso creado en torno al tubo de Kehr, generalmente en el punto en que éste cruza la pared abdominal. La sutura simple de dicho tracto y el lavado peritoneal suelen ser suficientes para resolver el problema. Con menos frecuencia, el origen se encuentra en el lugar de la vía biliar a través del cual se había exteriorizado el tubo de kehr. También aquí una sutura del mismo es todo lo que se requiere. Sólo de manera excepcional se hace precisa una intervención mayor sobre la vía biliar. Estenosis Anastomótica Esta complicación obedece generalmente a un defecto técnico, o es consecuencia de la isquemia. El debut clínico habitual es la ictericia o la detección de colestasis en las pruebas de función hepática. Los episodios de colangitis constituyen otra manifestación pero más infrecuente52. En una serie de 792 TH, Colona et al.28 aprecian una incidencia de estenosis biliares del 4%, siendo más frecuentes tras la CY (3,5%) que tras la CC (0,5%), hallazgos no compartidos por otros autores20,21. En casi todas las series esta complicación muestra 707 una incidencia menor que la fístula biliar, pudiendo apreciarse en el 0,6 — 13% de los TH19,20,21,28,34 y es más tardía que aquella, haciéndose patente, habitualmente, a partir del tercer mes postrasplante. Su diagnóstico se establece mediante colangiografía52. Al igual que sucede con las fístulas, pueden vincularse a una trombosis de la arteria hepática, pero la frecuencia de tal relación es menor. Incluso en estos casos una dilatación instrumental, endoscópica o percutánea, puede solventar el problema si la función hepática está conservada, alcanzándose resultados exitosos en el 44 — 76%, si bien no está exenta de riesgos19-21,28,34. Colona et al.28 describen tres casos de fístula porto-biliar en 17 pacientes sometidos a dilatación biliar, ocasionando el fallecimiento de uno de ellos. Otros grupos recurren a una reintervención en el 93% de los casos13, siendo la hepático-yeyunostomía el tratamiento quirúrgico de elección. Probablemente, el aspecto más determinante en la elección de la modalidad terapéutica sea la experiencia de los profesionales involucrados en cada tipo de técnica. La ausencia de estudios comparativos, prospectivos, impide extraer conclusiones en tal sentido, por lo que las decisiones siempre habrán de ser individualizadas49. Ocasionalmente se han empleado drenajes biliares externos para tutorizar el área dilatada, manteniéndolos, incluso, durante más de 6 meses39, pero su uso no está muy extendido. Estos tutores son cambiados cada 2 ó 3 meses para evitar su obstrucción. Quizás su mayor utilidad sea efectuar lavados del árbol biliar cuando existe ocupación del mismo por detritos o una colangitis asociada. La colocación de prótesis autoexpansibles para solventar estenosis anastomóticas está en entredicho, por los fracasos y riesgos que entraña; además, aquellas añaden mayor dificultad a la reintervención, cuando ésta se hace necesaria69,70. Estenosis no Anastomóticas Han sido descritas estenosis no anastomóticas de la vía biliar, ubicadas en su mayoría por encima del hepático común, afectando hasta un 4,6 19% de los injertos en algunas series21,71. Sus manifestaciones clínicas no difieren llamativamente de las anteriores. El 68% se sitúa a nivel de la confluencia de ambos conductos hepáticos, ubicán708 Fig 57.4 — Colangiografía transparietohepática. Imagen de estenosis en la confluencia de los conductos hepáticos a nivel de la placa hiliar. dose, las restantes, en ramas lobares o segmentarias71 (Fig. 57.4). Dos terceras partes son detectadas en los cuatro primeros meses postrasplante, mediante colangiografía, la cual es considerada el método diagnóstico idóneo. Ésta es útil, además, en el seguimiento evolutivo que, en la mayoría de los casos, culmina en una obstrucción. Las imágenes radiológicas pueden resultar difícilmente diferenciables de las motivadas por una recidiva de la colangitis esclerosante primaria72. El grupo más nutrido se detecta en injertos con tiempos de isquemia superiores a 11 horas, si bien se han vinculado también con incompatibilidad mayor ABO, el rechazo crónico ductopénico, o donantes con edades superiores a 70 años21,28,73. Quizás la isquemia prolongada repercuta negativamente en la integridad de la vía biliar, aun cuando dicha correlación no siempre resulte evidente19,37. Aunque se postuló que su desarrollo guardaría relación con la omisión del lavado de la vía biliar con la solución de preservación de la Universidad de Wisconsin74, este planteamiento parece improbable, ya que se ha objetivado en injertos sometidos rutinariamente a dicha práctica28,40. Estas complicaciones son subsidiarias de dilatación radiológica o endoscópica16 (Fig 57.5 y 57.6), pero suelen requerirse numerosas sesiones instrumentales19,28,71. La supervivencia del injerto con tal patología resulta significativamente inferior, MUCOCELE DEL CONDUCTO CÍSTICO Tras la extirpación de la vesícula biliar del donante, su cístico es ligado y permanece como un fondo de saco ciego que drena a la vía biliar. Sin embargo, su orificio de desembocadura puede ser obliterado al realizar la sutura de la anastomosis biliar (Fig 57.7). El acúmulo de secreción mucosa en dicho conducto ocasiona un mucocele, a tensión, dentro del mismo, que al dilatarse provoca una compresíón extrínseca de la vía biliar principal9,75 (Fig 57.8). Esta es una complicación infrecuente en el trasplante hepático, presente en el 0,2 — 2,5% de los TH16,20,41,52,63,76 y puede evitarse si, de modo rutinario, se comprueba que la luz del conducto no es obstruída por la sutura, o se secciona el tabique de separación entre los conductos cístico y Fig 57.5 — Estenosis biliar en la confluencia de ambos hepáticos. Dilatación percutánea transparietohepática. Fig 57.7 — Mucocele del conducto cístico. Inclusión de la desembocadura del cístico en la sutura de la anastomosis de la vía biliar. Fig 57.6 — Control colangiográfico post-dilatación de estenosis a nivel de la placa hiliar. ostentando un peor pronóstico aquellos cuyo debut clínico tiene lugar en el primer mes postoperatorio71. En los pacientes con múltiples estenosis intrahepáticas, el retrasplante es, probablemente, la mejor opción terapéutica. Fig 57.8 — Acúmulo de material mucoso en la luz del conducto cístico. Compresión externa de la vía biliar principal. 709 Fig 57.9 — Prevención del mucocele del cístico: apertura longitudinal de dicho conducto antes de realizar la anastomosis biliar. hepático para crear una luz común, o bien realizando una apertura longitudinal de la porción externa y distal del cístico antes de proceder a la anastomosis biliar (Fig 57.9). Su presencia debe sospecharse ante una obstrucción de la vía biliar con imágenes de compresión extrínseca75. La ecografía y la TAC suelen mostrar, respectivamente, una zona hipoecogénica o hipodensa, de aspecto quístico, en la vecindad de la vía, a veces difícilmente diferenciable de otros procesos como un pseudoaneurisma de la arteria hepática, un biloma, ascitis tabicada, un absceso, un hematoma liquificado, un tumor, una adenopatía o el asa de la Y de Roux repleta de líquidom:30. Aun cuando una punción percutánea del mucocele puede aliviar la clínica23, la solución definitiva pasa por una reintervención con apertura del mismo a la cavidad peritoneal o su extirpación parcial (Fig 57.10 y Fig 57.11). En algunos casos, tras la resección, se ha requerido una Fig 57.11 — Tratamiento del mucocele del cístico. Extirpación quirúrgica del mismo. hepático-yeyunostomía o una reconstrucción de la preexistente9,37,75,76. DEPÓSITOS EN LA VÍA BILIAR La ocupación de la vía bilar, por barro biliar o litiasis, es una complicación conocida desde los primeros trasplantes hepáticos, que suele surgir tardíamente y a cuya génesis parece contribuir algún grado de obstrucción de la vía77. En ocasiones, el principal constituyente del depósito es una matriz colágena que semeja el esqueleto parietal del propio conducto, con restos celulares necróticos, como si el epitelio biliar y el tejido conectivo subepitelial se hubiesen desprendido hacia la luz, llegando incluso a formar moldes de los conductos extra e intrahepáticos, conocidos como “sludge” y sin que sea objetivable una estenosis o alteración anatómica predisponente8,78,79. En estos casos, el debut clínico suele ser precoz. La alta incidencia registrada en las primeras series77,79 se ha reducido hasta lo anecdótico en la actualidad19,37,38. Su patogenia parece multifactorial, postulándose que tanto un defecto de preservación, como los episodios de rechazo, las infecciones y, sobre todo, la isquemia pudieran contribuir al problema19,78-81. Se piensa que en estos supuestos se produciría una descamación del epitelio biliar que favorecería el posterior depósito de material sobre el mismo. La irrigación de la vía biliar del injerto con la solución de preservación no siempre evita esta complicación78. Fig 57.10 — Tratamiento del mucocele del cístico. Apertura del mismo a la cavidad abdominal. 710 La colestasis o los episodios de colangitis constituyen las manifestaciones clínicas habituales. La corrección resulta necesaria a fin de evitar la reaparición del problema. Obtener un drenaje adecuado de los conductos obstruídos e infectados, o resolver las estenosis mediante cirugía, o por métodos no quirúrgicos, son aspectos terapéuticos determinantes58. Cuando el árbol biliar ha sido seriamente lesionado por episodios reiterados de colangitis, es necesaria una reintervención. Si la afectación es segmentaria, la resección del segmento hepático afecto y la dilatación de las áreas estenóticas suelen ser resolutivas78. Fig 57.12 — Resonancia Magnética postrasplante. Se objetiva defecto de replección en el colédoco, compatible con depósito biliar (coledocolitiasis vs sludge). ecografía suele mostrar una dilatación del árbol biliar y, en ocasiones, la ocupación del mismo. La colangiografía resulta el mejor método diagnóstico, ya que permite apreciar su naturaleza, extensión y posibles patologías asociadas. Las imágenes que aporta la Resonancia Magnética pueden resultar muy demostrativas (Fig 57.12). La endoscopia terapéutica resulta eficaz en el tratamiento de la colédocolitiasis; sin embargo no existe una clara evidencia de que su empleo sirva como terapia definitiva en el caso del “sludge” 49. Al igual que ocurre tras la resolución no quirúrgica de la estenosis anastomótica, en los pacientes que han desarrollado “sludge” resulta recomendable el empleo de ácido ursodeoxicólico, si bien se hacen necesarios estudios científicos que avalen sus resultados. Algunos grupos recurren sistemáticamente a su empleo durante las primeras 6 semanas postrasplante58. COLANGITIS La colangitis es una complicación poco frecuente, casi siempre motivada por otras preexistentes, como la estenosis de la vía biliar. Las enterobacterias son los agentes causales en la mayoría de los casos. Su presentación clínica es variable, ya que el dolor abdominal no siempre está presente, si bien la fiebre resulta prácticamente constante. Junto a la antibioterapia específica, es esencial evaluar el estado de la vía biliar, ya que generalmente existe patología asociada en la misma, cuya Una modalidad peculiar de colangitis es la debida a micosis invasivas. En estos casos resulta característica la aparición de fístulas biliares, no vinculadas a problemas isquémicos, que llegan a alcanzar considerables proporciones y se muestran rebeldes al control mediante las técnicas quirúrgicas habituales. El diagnóstico se alcanza tras el análisis histológico y los cultivos pertinentes de las muestras obtenidas durante la reintervención. Si la afectación sólo compromete a la vía extrahepática, una colangio-yeyunostomía intrahepática a la placa hiliar puede resultar exitosa57. Sin embargo, la infección puede acarrear tal destrucción de la vía biliar intra y extrahepática que haga necesario un retrasplante, decisión no sencilla de afrontar por el contexto infeccioso del paciente. En nuestra experiencia, un enfermo con una colangitis invasiva de origen candidiásico por C. Glabrata resistente al fluconazol, que requirió múltiples reintervenciones por aquel motivo, hubo de ser abocado a un drenaje biliar externo, pudiendo finalmente sobrevivir gracias a la opción de un nuevo injerto82. La existencia de colangitis candidiásica con formación de microabscesos y destrucción de la vía biliar ha sido descrita también en pacientes no inmunodeprimidos. Noack et al.83 describen uno de estos casos en quien el TH fue necesario para su resolución. HEMORRAGIA DIGESTIVA La hemorragia digestiva es una complicación conocida en los pacientes con CY, que suele presentarse en la primera semana del postoperatorio, originada, frecuentemente, por una hemostasia deficiente en la porción mucosa de la yeyuno-yeyunostomía de la Y de Roux12. En nuestra experiencia, resultaba más frecuente cuando únicamente 711 empleábamos suturadoras mecánicas en la confección de esta anastomosis; debido, quizás, a la menor coaptación de los bordes por las grapas metálicas. En la actualidad, preferimos realizar una sutura manual con una minuciosa hemostasia. Con frecuencia se precisa una reintervención para su corrección. Durante la misma, la panendoscopia oral peroperatoria, guiada desde el campo quirúrgico, puede servir de ayuda para señalizar el punto hemorrágico y favorecer su control por el cirujano, mediante sutura en bloque del mismo, sin necesidad de abrir el tubo digestivo. De otro modo habrá de procederse al desmontaje y reconfección de la anastomosis. Cuando la hemorragia digestiva se manifiesta en forma de melena, asociada a ictericia o fiebre, suele traducir hemobilia. A veces ésta ocasiona una obstrucción biliar por coágulos en el interior de la vía39. El origen más común es una fístula vásculobiliar intrahepática tras la realización de una biopsia o una punción para el drenaje de un absceso39,40,84-86. Aunque la resolución espontánea es frecuente, puede requerirse una embolización arteriográfica de la arteria hepática, o incluso una resección hepática, como aconteció en uno de nuestros pacientes87. La necesidad de retrasplante por la mala respuesta a otras opciones terapéuticas resulta excepcional y obedece, casi siempre, a la coexistencia de otra patología85. Se han descrito episodios de hemobilia recurrente secundarios al uso de tutores biliares internos que obligaron a la retirada endoscópica de los mismos17. También por aneurismas micóticos que, tras erosionar la pared de la vía, se abren a la misma ocasionando una fístula arterio-biliar de desenlace fatal11,17,88. Disfunción Papilar Algunos pacientes con alteración de las pruebas de función hepática muestran una dilatación de la vía biliar del donante y del receptor, sin que se objetive una causa obstructiva en los estudios radiológicos, pero sí un retraso en la evacuación del contraste al tubo digestivo. Dichas circunstancias son conocidas como “disfunción papilar ” 89. En la serie de Greif, el 2% de los 1.792 pacientes evaluados presentó este tipo de alteración13. Hintze16 la objetiva en el 4% de los 500 pacientes estudiados, constituyendo, en su caso, el tipo de complicación biliar más frecuente. 712 La realización de una esfinterotomía endoscópica, ha sido un recurso terapéutico empleado, si bien sus resultados no siempre son satisfactorios. En una de las series mencionadas, ninguno de los pacientes en quienes se practicó mostró mejoría de las pruebas de función hepática13. Además, los riesgos potenciales de la esfinterotomía endoscópica generan dudas acerca de la conveniencia de la misma en estos casos49, ya que la endoscopia terapéutica comporta una morbilidad del 5%, habiéndose descrito fallecimientos por hemorragia digestiva en pacientes con coagulopatía16. Miscelánea En una serie de 393 TH de Pittsburgh, 3 pacientes requirieron laparotomía para extracción de un tutor retenido, causante de obstrucción biliar17. La malposición del tubo de Kehr17,20 o la retención de un fragmento del mismo39 son causas conocidas de obstrucción biliar. En ocasiones, el fragmento retenido puede ser extraído por vía endoscópica o percutánea; en otras, sin embargo, se hace necesaria una cirugía13. También se han descrito casos de obstrucción de los tutores transanastomóticos por depósitos de ciclosporina90. Otra causa conocida de obstrucción biliar es la torsión o el acodamiento del colédoco, apreciable en el 1% de los trasplantes38. Esta complicación puede desarrollarse aunque no exista una redundancia del mismo en el momento de confeccionar la anastomosis. Se atribuye al efecto de la reubicación del injerto en la fosa hepática o a un aumento posterior de su tamaño38. La obstrucción intestinal, bien por herniación interna relacionada con la confección de la Y de Roux23, o por torsión de la misma17, o por impactación de meconio en los neonatos76 constituyen ejemplos de un tipo de morbilidad biliar excepcional. Asimismo, hay constancia de perforaciones, infartos o invaginaciones del asa en Y de Roux20. BIBLIOGRAFÍA 1. Calne RY, McMaster P, Portman B. Observations on preservation, bile drainage and rejection. Ann Surg 1977; 186: 282-290. 2. Starzl TE, Koep LJ, Halgrimson CG, Hood J, Schroter G, Porter KA, et al. Fifteen years of clinical liver transplantation. Gastroenterology 1979; 77:375-388. 3. Williams R, Smith M, Shilkin KB, Herbertson B, Joysey V, Calne RY. Liver transplantation in man: the frequency of rejection, biliary tract complications, and recurrence of malignancy based on an analysis of 26 cases. Gastroenterology 1973; 64: 1026-1048. 4. Calne RY. 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