La política exterior del Gobierno de Stephen Harper en Canadá

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La política exterior del Gobierno de Stephen Harper en Canadá
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La política exterior del Gobierno de Stephen Harper en Canadá
¿Del multilateralismo tradicional al neorrealismo conservador?
Carlos Akira de La Puente Abreu
22.02.2013
Realizar un análisis sobre la política exterior de Canadá durante el gobierno conservador del primer ministro Stephen Harper pudiera parecer un proceso
sencillo, se podría concluir por ejemplo que Ottawa ha desarrollado desde 2006 una estrategia internacional de estrecho compromiso con los intereses de
Estados Unidos, fundamentalmente en temas como la seguridad y la lucha contra el terrorismo, recurriendo para ello a una retórica, que si bien no alcanzó los
niveles de realismo irracional manifestado por el gobierno neoconservador estadounidense de G. W Bush, si se alineó a los presupuestos de la
norteamericanización de la democracia, una mayor incidencia en áreas de vital importancia geopolítica a nivel global y por consiguiente un incremento de su
participación en coaliciones militares lideradas por Washington, como por ejemplo la OTAN, lo cual parece indicar rupturas con su tradición de respeto a los
fundamentos normativos de multilateralismo.
Sin embargo, no todo es tan sencillo, este proceso no se explica exclusivamente por las nuevas estrategias de externalización del gobierno canadiense, sino
también por las condicionantes internas que propician una coherencia con los presupuestos de la universalización de la historia de los sistemas políticos en los
centros de poder, el fortalecimiento de las fuerzas de derecha y el creciente predominio de la ideología conservadora en el desarrollo de las relaciones
internacionales, fenómenos a los que Canadá no escapa.
No obstante, lo que si resulta sumamente interesante es que el giro mostrado por ese país en su política exterior y en los modos de enfrentar los retos presentes
y futuros es una muestra de la crisis del modelo de multilateralismo que rige las relaciones internacionales en la actualidad como fórmula de representatividad de
los Estados y gobiernos, así como también de las sociedades en su conjunto. En ese mismo sentido, es preciso establecer las siguientes interrogantes:
•
¿En qué medida el gobierno conservador del premier Harper ha influido en la reformulación de los postulados de la política exterior canadiense, la cual se ha
identificado históricamente con las tendencias del idealismo multilateral y la cooperación internacional?
•
¿De qué modo impactan en la implementación de las estrategias internacionales de ese país las tendencias dominantes de seguridad y protección de los
sistemas políticos de las potencias mundiales y la militarización de sus políticas exteriores posteriores al 11 de septiembre de 2001?
Resulta usual que en las investigaciones sobre la política exterior, se minimice la mirada hacia el interior del sistema nacional, cuando en realidad la política
doméstica y la estructura organizacional e institucional de un Estado-Nación tienen un fuerte condicionamiento en la externalización de las estrategias que
implementa para incidir en el contexto internacional. En el caso canadiense, el Federalismo Parlamentario y la capacidad multicultural de ese país propiciaron
una cultura política que privilegió en el ámbito global una participación caracterizada por la concertación de políticas en organizaciones supranacionales como la
ONU, la creación de fuerzas de paz para la resolución de conflictos y la construcción de una agenda multilateral para temas como la seguridad humana y las
estrategias medioambientales.
La estructura interna de Canadá y la dinámica entre diferentes grupos culturales como la comunidad francófona y la anglo, además de la voluntad política del
Partido Liberal, posibilitaron que el país mantuviera una política exterior, que si bien siempre consideró como principal prioridad la relación bilateral con Estados
Unidos, también se caracterizaba por su identidad y no subordinación a los postulados militaristas de Washington. Con tal propósito, como señala la
investigadora Jennifer A. Jeffs, el principal interés de Ottawa ha sido demostrar de manera consciente que su enfoque en política exterior (…) en el desarrollo
democrático, las tareas de reconstrucción de los Estados Frágiles y el apoyo a las actividades e instituciones multilaterales está basado en valores e intereses
canadienses[1].
El interés canadiense por mantener esta identidad se encuentra en los equilibrios morfológicos de su sistema político, más que en el desarrollo de su diplomacia,
en la medida que en el mismo se establecen importantes contrapesos entre las disposiciones de las provincias, el rol del parlamento, el gobierno y las funciones
de los partidos, lo cual permitió la formación, en la política interna, de la experiencia necesaria para la resolución pacífica de conflictos con resultados favorables.
Esta tendencia se fortaleció durante la década de los 70 y los 80 cuando el gobierno liberal del premier Pierre Trudeau potenció el Estado de Bienestar y
redefinió los principios de distribución de los ingresos económicos nacionales. Asimismo, la efectiva política de seguridad social y derechos civiles desarrollada
al interior de ese país, permitía la consolidación de una vocación internacional enfocada en la ayuda al desarrollo a través de importantes programas de
cooperación con propósitos legitimados por organismos pertenecientes al sistema de naciones unidas como el PNUD, la FAO entre otros.
Sin embargo, el impacto generado por los atentados del 11 de septiembre en New York introdujo nuevas variables en la política exterior canadiense. Este
acontecimiento no solo exacerbó los principios del realismo político en suelo estadounidense, sino que también potenció el diseño de propuestas conjuntas y de
cooperación intergubernamental e inter-agencias de inteligencia y seguridad con el propósito de resguardar la amplia frontera entre los dos principales países
norteamericanos, lo cual a su vez propició una participación más activa de Canadá en la denominada lucha contra el terrorismo como fenómeno global,
fortaleciendo su presencia en la OTAN e incluyendo a sus efectivos en la fuerza internacional liderada por Estados Unidos en Afganistán, todo esto aún bajo el
gobierno liberal de Paul Martin.
La implicación de Canadá en la guerra contra el terrorismo evidenció cambios en la estructura de la cultura política en el proceso de externalización de ese país
en lo que respecta al tratamiento de la seguridad, especialmente porque se reforzaron los mecanismos gubernamentales de la Seguridad Nacional, pues se
consideraba al sistema global como inestable y caracterizado por la recurrencia de múltiples amenazas en las que el terrorismo se convierte en el factor
multiplicador de los efectos más nocivos. No obstante, al interior del sistema en el periodo 2003-2006 las autoridades liberales no establecieron notables
transformaciones en la filosofía de la seguridad social, ni realizando recortes para fortalecer el sector militar, contradiciendo una tendencia manifestada en el
resto de los centros de poder occidentales, en los cuales en la medida que se refuerzan los instrumentos e instituciones relacionas con las funciones de la
seguridad nacional, también se incrementa el presupuesto castrense y por tanto se establecen recortes en otros sectores, con una mayor incidencia en los
programas gubernamentales de la política social, la investigación y la educación. En gran medida esto estuvo determinado por las posibilidades ofrecidas por un
crecimiento económico sostenido es dicho periodo que permitió, incluso, incrementar las prestaciones de la cooperación internacional para países
subdesarrollados y el cofinanciamiento de programas multilaterales de Naciones Unidas.
Sin embargo, no pocos especialistas consideran que el país ha iniciado un nuevo rumbo hacia los preceptos de neoconservadurismo luego del triunfo del Partido
Conservador liderado por Stephen Harper en 2006 y 2008 con gobiernos de minoría, y en 2011 alcanzando la mayoría parlamentaria con 166 legisladores, una
cuota que les permite definir políticas sin la necesidad de establecer coaliciones de fuerzas con el NPD y en menor medida con el debilitado PL. Esta nueva
tendencia tiene un fundamento esencial: el reforzamiento de Canadá como un referente mundial de la seguridad y un aliado de primer orden de Estados Unidos,
lo cual transforma su identificación como Potencia Media para concebirla como centro de poder capaz de competir en un contexto global caracterizado por las
amenazas múltiples.
La intencionalidad histórica de los gobiernos canadienses fue demostrar que la capacidad del país como potencia media estaba condicionada por la intención de
Ottawa de ejercer una política exterior independiente en el periodo de la Guerra Fría al margen de uno u otro bloque ideológico, sin que ello implicara perder el
privilegio de la relación con Washington, la cual se reforzó con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. En ese sentido, Canadá se entronizó como
importante mediador en la arena internacional que ayudaba a apaciguar álgidas situaciones que representaban posibilidad de conflicto (…) al demostrar la
voluntad de sacrificar sus intereses nacionales al corto plazo en nombre del “bien común[2].
Ello permite comprender que en los periodos de las décadas de los sesenta, setenta y ochenta el país se manejara bajo los presupuestos de las corrientes
normativas en la implementación de su política exterior[3], rigiéndose por el interés del deber ser del orden internacional, propiciando la necesidad de la
resolución de conflictos de modo pacífico y mostrando la capacidad moral de los gobiernos canadienses como referente de estabilidad a través de la fortaleza de
su sistema político y su eficacia como mediador.
Bajo el gobierno de conservador de Harper, tal identidad está sometida a una continua transformación, pues Canadá ha iniciado su adhesión a los esquemas del
realismo político[4], en el cual el concepto del poder asume un rol esencial para explicar el diseño, planificación y ejecución de la externalización gubernamental.
No obstante, es importante destacar que las condicionantes internacionales han desempeñado una notable influencia en ese proceso:
•
En primer lugar la constitución en la década de los noventa de un mundo unipolar en el cual el paradigma estadounidense se consolidó como el referente a
seguir por las diferentes potencias y semipotencias mundiales en su afán de predominio regional e internacional, lógica que colocó al realismo político como
modelo hegemónico de producción de relaciones interestatales.
•
Un segundo elemento constituye la mundialización en la conceptualización e interpretación de los derechos humanos, la democracia, la transición política, el
desarrollo y la seguridad, manejándose estos conceptos desde los códigos realistas y adecuándose a las necesidades de toda potencia predominante.
•
Por último, la multiplicación de los fenómenos identificados como amenazas, los que en la actualidad no se limitan a la acción de un Estado determinado,
sino que se expande hacia nuevos sujetos en el sistema internacional como pueden ser los grupos paramilitares, las células terroristas, los carteles del
narcotráfico, organizaciones o movimientos fundamentalistas ante los cuales el ejercicio de la mediación tradicional desarrollada por países como Canadá
pierde sentido y efectividad.
Estos tres elementos evidencian que si bien con el gobierno actual se ha iniciado una nueva política exterior por su tendencia neoconservadora y militarista,
también es importante argumentar que tal mérito no es exclusivo del premier Harper, sino de un conjunto de procesos que se establecieron incluso desde el
gobierno anterior de Paul Martin, durante el cual la filosofía de la Seguridad Humana (defendida y difundida por Canadá durante la década de los noventa) sufrió
un notable retroceso respecto al protagonismo creciente de la Seguridad Nacional. En ese sentido, tanto el 2004 International Policy Statement, como el
National Policy Security resultan muestras de los propósitos estratégicos del gobierno liberal de Martin, el cual se concentraba en los peligros derivados del
terrorismo, los Estados frágiles o fallidos, la proliferación de armas de destrucción masiva (…) Así, a diferencia de Jean Chrétien, el Primer Ministro Martin se
inclinaba por la Seguridad Nacional que por la Seguridad Humana[5].
Estos replanteamientos conceptuales respondieron también al fortalecimiento de la hegemonía de la Seguridad Nacional en las relaciones internacionales
logrando su mayor expresión en el desarrollo satisfactorio de las funciones en el sistema, ello indica que luego del derrumbe del campo socialista, la
desintegración de la URSS, el establecimiento del orden unipolar, y los ataques del 11 de septiembre de 2001 se reconfiguron las funciones de los sujetos y las
regiones en el conjunto global ajustadas a las necesidades de dominación de los centros de poder vencedores en la guerra fría.
Otro antecedente que establece conexiones con lo anterior y que pone de manifiesto una lógica de continuidad, se encuentra en la Estrategia de Defensa y
Seguridad de 1994. En dicho documento al interpretar las características del mundo unipolar se manifiesta que pese a la gran reducción de la amenaza de una
guerra mundial, el mundo puede no estar hoy ante un peligro inminente, al menos para Canadá, pero no es más pacífico ni más estable, para luego indicarse
que, la política de defensa de Canadá debe ser reflejo del mundo tal cual es[6]. Lo que sí se puede afirmar con exactitud es que en la medida que se refuerzan
las posiciones conservadoras en el sistema político canadiense, se polariza la tendencia de la militarización y aumenta el presupuesto de defensa, a la vez que
se incrementan las estrategias de seguridad.
Por otra parte, en el contexto interno es importante indicar que el triunfo del Partido Conservador no sólo le permite el predominio legislativo para la aplicación de
una política exterior coherente con la ideología neoconservadora, sino también que la distribución territorial de los votos ganados por esa fuerza política deja
entrever que gozan de consenso social, incluso en provincias que tradicionalmente han sido liberales como son los casos de Quebec y Ontario, lo que
disminuye el efecto de las fuerzas que puedan mostrarse criticas ante acciones militares y de seguridad que decida implementar el ejecutivo. Además, las
principales prioridades del electorado se concentraron en temas de índole doméstico como la economía, el sistema de salud, el empleo y los impuestos, lo cual
posibilita al gobierno Harper una mejor maniobrabilidad de las estrategias internacionales cuyos cambios no representan una preocupación inmediata para la
sociedad canadiense.
Desde un enfoque dialéctico se podría afirmar que si bien las complejidades globales condicionan el incremento del gasto militar y de defensa como tendencia
en los principales centros de poder y en las denominadas potencias emergentes, también ello hace que el sistema internacional resulte más vulnerable. En el
caso de Canadá, el interés de lograr mayor influencia en el escenario mundial está determinado por un fortalecimiento de su ejército, la modernización del
mismo, el aumento de efectivos y la creciente presencia de estos en áreas de conflicto. Todo parece indicar que la necesaria transformación de las fuerzas
armadas de ese país resulta la excusa perfecta para que los conservadores incrementen la disponibilidad de estas para la realización de operaciones diversas.
Si bien uno de los principales motivos que han provocado la modernización y el incremento del presupuesto en defensa es la necesidad de reducir la
dependencia de Canadá respecto a otros gobiernos a los que tiene que recurrir para proteger sus propios intereses estratégicos y de seguridad, también
aumentarían las exigencias de los grupos conservadores y de sus aliados internacionales para que tenga una mayor participación dentro de la OTAN y en las
contiendas militares que esta desarrolle. El caso más emblemático es la dependencia de Ottawa a las ventajas que históricamente ha ofrecido el predominio
militar estadounidense, tanto para el cuidado de fronteras, como para la realización de acciones de pacificación, lo que sugiere el alquiler de equipos militares.
Un fortalecimiento de las capacidades exteriores de Canadá influiría en un aumento de sus compromisos geopolíticos con Washington, específicamente en lo
referido a la lucha contra el terrorismo.
En ese sentido, las incongruencias expresadas, durante el gobierno liberal de Paul Martin, entre al tema de la Seguridad Nacional y la ejecución de la tradicional
política exterior de cooperación debilitaron los posicionamientos de Ottawa en la jerarquía de aliados estratégicos de la Casa Blanca y por tanto de sus funciones
en la estrategia estadounidense de dominación global, ello sugiere que la inconsecuente postura estratégica de Ottawa le hace también un socio menos útil para
EEUU en asuntos internacionales[7]. No obstante, según los planes expuestos por la administración Harper en el documento Canadá First: Defense Strategy[8],
tal condición pudiera cambiar radicalmente, fundamentalmente al indicar que the Strategy will deliver a balanced, multi-role, combat-capableforce that will give
the Government the necessary flexibility to respond to a full range of challenges in the years ahead[9]. Resulta importante indicar que en términos de
presupuesto, según este documento, el Estado canadiense está planificando invertir cerca de 490 mil millones de dólares hasta el 2028 para distribuirlo entre la
compra de equipos para el transporte de fuerzas militares, aviones de combate, y equipos para tropas de infantería.
Es necesario indicar que Canadá está realizando operaciones de seguridad y estabilización en regiones que estratégicamente definen el nuevo mapa de la
geopolítica global, aunque con una incidencia menor que otros centros de poder. Cuando se analiza la distribución de estas operaciones es perceptible la
concentración de las mismas en Asia Central y en el Medio Oriente, o lo que es igual, su despliegue táctico en el denominado Arco del Petróleo. Ello sugiere
que la medida que Ottawa fortalezca su estructura militar, de seguridad y defensa, aumentará proporcionalmente la capacidad canadiense en esas áreas,
demostrando con ello que sus intereses sobrepasarían las funciones tradicionales de las operaciones de paz para constituirse como un nuevo competidor
geopolítico.
En términos teóricos el gobierno de Stephen Harper establece rupturas con los esquemas del idealismo normativo, para suscribirse dentro de las concepciones
del realismo político, lo cual obliga al sistema político canadiense a transitar hacia el reforzamiento de los presupuestos conservadores dentro del conjunto de
instituciones políticas, fundamentalmente en aquellas destinadas a la planificación y toma de decisiones de la externalización estratégica del país. Asimismo la
tendencia de incrementar el presupuesto en el sector de la seguridad y la defensa potenciarían la competitividad para que estas estructuras le disputen el
liderazgo presupuestario a las instituciones que históricamente han desarrollado la política social marcando la militarización de la política exterior y las
posiciones ideológicas neoconservadoras.
Autores como Graham Allison y Glenn Snyder consideran que todo Estado está sujeto a las dinámicas de pugna interna entre las instituciones que estructuran el
sistema político, en ese sentido proponen considerar al sistema no como una unidad racional unificada, sino como un conjunto de redes sociales que establecen
jerarquías según las funciones y el capital político, diplomático y financiero que se asigne para tales fines. Por ello al incrementarse los fondos militares y
recortarse estos en los destinados a educación, programas de investigación y estrategias medioambientales, estamos asistiendo a la reconfiguración de las
prioridades de Canadá en las relaciones internacionales.
La reconfiguración del subsistema institucional a los esquemas de la Doctrina conservadora de la Seguridad Nacional establece las normas de las
funcionabilidad dentro de la estructura política y su reproducción externa. Ello sugiere que bajo estos preceptos las funciones de las regiones cambien según los
intereses que guían el nuevo liderazgo. Por ello es probable que además de aumentar los efectivos en espacios de importancia geopolítica, también se persiga
adecuar a las necesidades estratégicas canadienses, las potencialidades de tales regiones, transformando el tradicionalismo de estabilización y operaciones de
paz, por medidas de control de recursos vitales como puede ser el caso de los hidrocarburos.
Por otra parte, un aspecto que es importante analizar es en qué medida el gobierno Harper manejó la relación bilateral con Estados Unidos durante la primera
administración de Barack Obama, y también cómo la pérdida de influencia de los neoconservadores estadounidenses pudiera modular las posiciones del
ejecutivo canadiense. Para numerosos especialistas al combinar sus fuertes vínculos con Estados Unidos con sus valores que respaldan iniciativas progresivas
de gobernanza democrática global, Canadá sería capaz de tomar ventaja del mayor compromiso global de Estados Unidos, para después tomar por sí mismo el
papel de liderazgo que lo ha estado eludiendo en el escenario global[10].
Primero se debe considerar que la presencia de los demócratas en la Casa Blanca ha implicado una reformulación de las capacidades estadounidenses, lo cual
significa una asimilación mucho más realista de sus posibilidades de predominio global. Este fenómeno en vez de disminuir las posibilidades geopolíticas de
Canadá como socio estratégico, las valoriza notablemente, sobretodo porque para el ejecutivo estadounidense es importante consolidar y subsanar las
relaciones con sus aliados y establecer pautas para la cooperación en temas de seguridad, lucha contra el terrorismo y la profundización de los intereses
comunes en lo concerniente al North American Aerospace Defense Command (NORAD). Es importante indicar que la dependencia de Ottawa a Washington en
términos militares, durante décadas, no significó la ruptura de sus lineamientos fundamentales, en lo referido al respeto al multilateralismo como modelo
regulatorio de las relaciones interestatales y el tratamiento a los distintos tipos de conflicto. Pero en las condiciones actuales, es posible que los conservadores
canadienses se decanten por la ejecución de una política exterior mucho más agresiva, cercana a los postulados tradicionales estadounidenses, en la medida
que se sientan más tomados en cuenta por la principal potencia mundial.
No obstante, es necesario señalar que una política exterior agresiva por parte de Canadá en sus aspiraciones por escalar posiciones en la jerarquía de
potencias no estará limitado solamente por la incertidumbre respecto al liderazgo estadounidense a nivel mundial, sino también por la emergencia de otros
centros de poder como los denominados BRICS que representan contendientes directos de Ottawa en la arena internacional, especialmente con Rusia, país con
el cual existen contradicciones por las posiciones territoriales y los recursos ubicados en el Océano.
De todos modos resulta evidente que los pasos dados por el gobierno conservador canadiense están encaminados a reposicionar al país en un lugar que le
permita ser percibido como un centro de poder con las capacidades necesarias para pugnar por áreas de influencia. Es posible que con mayor astucia
estratégica, Ottawa aproveche en beneficio propio los resultados de su legitimidad ante los organismos multilaterales para sumar adeptos a sus propuestas y
medidas internacionales. Aunque es válido aclarar que la voluntad política de las huestes conservadoras no bastan por sí solas para ejercitar los presupuestos
neoconservadores en el sistema internacional, por lo cual es preferible identificar las posiciones del premier Harper más como una interpretación del sistema
global y de la participación articulada del país en el mismo, que con las posibilidades reales de lograr sus propósitos objetivos, al menos al mediano plazo. Pero
lo que sí se puede afirmar es que Canadá ha iniciado un nuevo camino que pone en peligro su identidad como mediador, para ubicarlo de lleno en los países
defensores del neorealismo político como filosofía y guía de sus relaciones internacionales.
Conclusiones
Resulta innegable que las estrategias desarrolladas por el gobierno de Stephen Harper indican un giro en la política exterior de Canadá que la acerca a los
postulados del realismo político. Ello sugiere un proceso complejo de rupturas con las tradicionales posiciones de Ottawa tanto a lo interno, como en las
estrategias internacionales respecto al multilateralismo y la resolución pacífica de conflictos, incidiendo esencialmente en las propias peculiaridades del sistema
político canadiense, el cual durante décadas ha potenciado las políticas de seguridad social y desarrollo multicultural, alcanzando importantes estándares de
participación política y cultura democrática multiétnica, lo cual le ha permitido articular una participación internacional caracterizada por una vocación de
cooperación internacional y la construcción de consensos supranacionales que coadyuven a la estabilidad del orden regional y mundial.
Sin embargo, como se ha podido comprobar en este artículo, resultaría totalmente desafortunado considerar que las fuerzas conservadoras son las máximas
responsables de esta nueva filosofía (cuando más se podría decir que han encontrado el contexto ideal para desarrollar su proyecto político). En etapas
anteriores de predominio liberal, y especialmente durante la administración de Paul Martin, se había iniciado la reformulación de las políticas de la seguridad y
las estrategias militares, proceso que tuvo su máxima expresión con la participación de Canadá en la coalición de fuerzas desplegadas en Afganistán y en su
renovado activismo dentro de la OTAN, proceso que puede consolidarse con la mayoría parlamentaria que dispone el Partido Conservador.
En resumen, Canadá se adentra en una etapa de transformaciones que pudieran aumentar sus capacidades como potencia mundial capaz de rivalizar con los
demás centros de poder por las áreas de influencia geopolítica, aunque ello no es previsible en el plazo inmediato. Este proceso potenciaría sus vínculos con los
Estados Unidos, al Washington valorar las posibilidades de una efectiva cooperación con un Canadá fortalecido militarmente, beneficiándose además de su
larga trayectoria como país que goza de una notable legitimidad dentro de los organismos multilaterales. Pero el costo también sería importante,
fundamentalmente por la ruptura que establecen las posiciones conservadoras con las nociones de la seguridad humana, la cooperación internacional, los
programas para la preservación medioambiental y la resolución pacífica de conflictos, aspectos que durante décadas hicieron del país de la hoja de maple un
referente mundial de diplomacia racional y equilibrada, y que en la actualidad bajo el gobierno de Stephen Harper podría experimentar una decadencia, mientras
se incrementan la retórica de la seguridad nacional y el ejercicio del realismo político como postulado ideológico de su política exterior.
[1]Jeff, Jennifer A. Qué quiere Canadá del próximo gobierno de Estados Unidos. Revista Foreign Affairs. Volumen 8 Número 4. 2008. Pág. 40.
[2]Abadía Franco, Juan A. Análisis de la evolución del concepto de Seguridad Humana y su aplicación en la política exterior canadiense durante el
periodo 1995-2008 a partir de los factores internos y externos que la influyen. Universidad Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario. Facultad de
Relaciones Internacionales. Bogotá DC. 2010. Pág. 16.
[3]Las teorías normativas en el estudio de las relaciones internacionales y la ciencia política representan una noción perfectible del sistema global y los vínculos
interestatales, depositando en los procesos interdependientes la capacidad de regular y controlar las tendencias al conflicto y la retórica hostil. En ese sentido, la
historia de la política exterior canadiense se ajustó de modo modélico a los presupuesto de esta tendencia, diferenciándose de ese modo de la corriente política,
ideológica y cultural manifestada por los demás centros de poder, liderados por Estados Unidos.
[4]El realismo político considera al Poder como el elemento fundamental de la filosofía de las relaciones internacionales, considerando al Estado como el sujeto
esencial de todo proceso interestatal. Dentro de esta tendencia los sistemas políticos, al potenciar las funciones que permiten su preservación y orden, legitiman
las posiciones conservadoras y el predominio de las fuerzas de derecha, militarizando el diseño e implementación de la política exterior.
[5]Ibídem pág. 28.
[6]Documento Blanco de Defensa. 1994. Véase en www.oas.org/csh/spanish/doclibrdef.asp. Pág. 7.
[7]Soeren, Kern.Que puede aprender Europa de Canadá respecto al multilateralismo.Real Instituto Elcano. Área: Estados Unidos y Diálogo Transatlántico ARI Nº 17/2006
[8]El documento Canadá First: Defense Strategyes la expresión fundamental de los presupuestos de la política neoconservadora del gobierno de Stephen
Harper, no solo porque en el mismo de define la política militar y la filosofía exterior a largo plazo, sino por las determinaciones con las que asume la reinserción
de Canadá como potencia mundial en el sistema global.
[9]Canadá First: Defense Strategy. National Defence. Ottawa. Pág. 6
[10]Jeff, Jennifer A. Qué quiere Canadá del próximo gobierno de Estados Unidos. Revista Foreign Affairs. Volumen 8 Número 4. 2008. Pág. 47.

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