El exilio como impulso creativo en la obra de Witold Gombrowicz

Transcripción

El exilio como impulso creativo en la obra de Witold Gombrowicz
Acta Universitatis Wratislaviensis No 3552
ESTUDIOS HISPÁNICOS XXI  Wrocław 2013
AGNIESZKA MATYJASZCZYK GRENDA
Universidad Complutense de Madrid
El exilio como impulso creativo en la obra
de Witold Gombrowicz (entre la nostalgia
y la crítica)1
Palabras clave: Witold Gombrowicz — exilio — literatura polaca.
La popularidad de los escritores polacos en el ámbito hispanohablante
sigue siendo relativamente limitada. Superada la primera década del siglo
XXI, posiblemente, el más famoso sigue siendo el decimonónico Henryk
Siwenkiewicz y su incombustible novela Quo vadis? Le siguen otros clásicos
de la literatura como el archiconocido genio de la literatura de ciencia ficción
Stanisław Lem, cuya obra —traducida prácticamente en su totalidad al español— es una referencia constante para cualquier aficionado a este género.
Los grandes poetas y los Premios Nobel de Literatura, como Czesław
Miłosz y Wisława Szymborska, parecen estar reservados para el círculo, cada
día más selecto y menos numeroso, que constituyen los lectores de poesía
en España. Tampoco nos podemos olvidar de Ryszard Kapuściński, Premio
Príncipe de Asturias de 2003, cuya obra también es célebre y, con frecuencia,
objeto de estudio en los foros universitarios españoles.
El caso de Witold Gombrowicz en el panorama de la recepción de la
literatura polaca en España puede resultar especial y gratificante, ya que nos
encontramos con un autor no sólo conocido e íntegramente traducido al español, sino también vinculado estrechamente al ámbito cultural hispánico, circunstancia que se debe por completo a su largo exilio de 24 años en Argentina.
Witold Gombrowicz (1904–1969) es uno de los autores polacos que sin
ser Premio Nobel de Literatura ha llegado a ser conocido y apreciado por
los críticos y lectores de todos los continentes2. Fue incluido por los críticos
1 Este trabajo ha sido elaborado en el marco del Proyecto Nacional FFI2011-29380 (Inv.
Princ. Fernando Presa González) dentro del Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e
Innovación Tecnológica del Ministerio de Economía y Competitividad del Reino de España.
2 Véase: A. Sandauer, Witold Gombrowicz, człowiek i pisarz, Warszawa, 1969.
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polacos en la así llamada vanguardia polaca de los años 20, junto a Stanisław
Ignacy Witkiewicz y Bruno Schulz.
La edición polaca de la novela Ferdydurke (1938), además de fama, le
reportó un cierto halo de escándalo, tanto por la visión crítica que presentaba de la sociedad polaca de las primeras décadas del siglo XX, como por su
entonces tan innovadora forma de escribir.
Gombrowicz abandonó Polonia prácticamente por casualidad. En agosto
de 1939, invitado al viaje inaugural del transatlántico Chrobry, emprendió
un crucero a Argentina. En el momento del estallido de la Segunda Guerra
Mundial decidió quedarse en el continente americano. Nunca volvió a Polonia,
aunque sí regresó a Europa. Vivió un año (1963) en Berlín Occidental disfrutando de una beca de la Fundación Ford, otorgada como reconocimiento a su
obra. Después se trasladó a Francia, donde murió en el año 1969.
Gombrowicz se exilia, casi podemos decir, a su pesar, sin premeditación
ni reflexión sobre el drama de un escritor que corta sus raíces, que se separa de sus lectores y de su herramienta que es la lengua viva que funciona y
evoluciona en un lugar concreto e irrepetible como es en el caso de la lengua
polaca, hablada en un solo país del mundo, Polonia3.
Gombrowicz, recién estrenada su fama como escritor, abandona Polonia
y durante 12 años se mantiene en silencio. Su actividad literaria se limita únicamente a un intento de introducirse en el ámbito de los escritores argentinos.
Como muestra de aquella empresa quedan las traducciones al español de sus
obras Ferdydurke (1947) y El matrimonio (Ślub, 1948). Además, de manera
esporádica colabora con revistas literarias locales.
La vuelta de Gombrowicz a la literatura resulta doblemente difícil, pues al
hecho de estar fuera de su país, añade otro muy llamativo: la obra que publica no goza de aceptación entre los lectores polacos. El escritor emprende su
actividad con la obra titulada Transatlántico (1953)4, novela que, otra vez,
escandaliza a muchos, tanto entre los ambientes de los compatriotas exiliados
como de quienes vivían en Polonia.
Para un escritor polaco y para un lector de esta lengua, a partir del siglo
XIX, y más concretamente a consecuencia del particular fenómeno cultural de
la Gran Emigración de la intelectualidad polaca a Francia, se fragua un estereotipo o paradigma del escritor polaco exiliado. Los grandes autores de aquella época eran modelo de virtudes morales y, a la vez, portadores de valores
culturales encarnados en la lengua. Con sus más y sus menos, no por casualidad lo fueron grandes escritores románticos como Adam Mickiewicz, Juliusz
Słowacki y Zygmunt Krasiński, conocidos en la historia de la literatura polaca
como la triada de los poetas-profetas.
3 Un
panorama de las circunstancias personales y literarias de Gombrowicz puede consultarse
en: T. Kępiński, Witold Gombrowicz i świat jego młodości, Warszawa, 1974.
4 W. Gombrowicz, Trans-Atlantyk, Paryż, Instytut Literacki, 1953.
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Los mitos y tradiciones que más arraigo tienen en la literatura polaca y
que, a la vez, se convirtieron en canon del comportamiento de un polaco son
los que nacieron en la época de los repartos, en la última década del siglo
XVIII, cuando Polonia pierde su independencia como reino y sus poderosos
vecinos, Rusia, Prusia y Austria, se reparten sus territorios bajo la excusa
de un protectorado frente a la anarquía y falta de estabilidad política de la
República Polaca. El siglo XIX, vivido bajo la ocupación extranjera, llevó a
Polonia a numerosos levantamientos, todos sangrientos y todos fracasados,
pero a la vez aportó a la cultura polaca un signo de identidad inconfundible.
La nación, oprimida y castigada, no sólo sobrevivió manteniendo su lengua,
sino que llegó a crear una literatura de un valor extraordinario. La literatura
romántica polaca supo aglutinar las tendencias individualistas de la corriente
europea con el elemento patriótico e independentista, distintivo para su cultura, consiguiendo de esta manera obras de altísimo nivel literario y carácter
irrepetible.
El Romanticismo polaco fue influido en gran medida por la corriente
ideológica conocida por el nombre del mesianismo. Su inspirador teórico fue
Andrzej Towiański, considerado por unos un pensador y un místico, por otros
un mero charlatán. La doctrina mesiánica concibe a Polonia como la nación
elegida que, como el Mesías, sufre para redimir a otras naciones. La desarrolla
de manera plena el gran romántico Adam Mickiewicz. Esta doctrina contribuyó, en un momento histórico difícil para los polacos, a que la nación sobreviviera al terror de casi siglo y medio de ocupación y persecución, pero sobre
todo reafirmó su dignidad y particularidad como nación. De ahí viene también
el sacralizado papel del poeta-profeta, guía espiritual del pueblo oprimido.
Las épocas posteriores en la historia de la literatura polaca siguieron manteniendo, de una manera más o menos crítica, un diálogo con los románticos,
pero siempre teniendo la literatura de la primera mitad del siglo XIX como
una referencia obligada. El acervo cultural del XIX no sólo parecía incuestionable, sino incluso intocable. Estos motivos y la manera de tratarlos se
afianzaron aún más como una referencia cultural para la generación de los
supervivientes de la más trágica de las guerras de la historia del hombre, la
Segunda Guerra Mundial. El martirio de la nación polaca y el sacrificio para
defender y recuperar la patria independiente una vez más crearon un ambiente
propicio para recuperar aquel halo de pensamiento martirológico.
Gombrowicz es un escritor incomparable no sólo por su creación, su forma
de escribir y de vivir, sino también por su manera de enfrentarse a todo el
acervo ideológico y emocional de la cultura polaca. La novela Transatlántico,
junto con sus Diarios, son con seguridad las obras donde con más crudeza e ingenio Gombrowicz no sólo polemiza, sino que también pone en evidencia todos los mitos nacionales polacos y desmitifica la figura del escritor
exiliado, privando a esta figura del esplendor del sufrimiento y sacrificio.
Transatlántico es una obra que, de manera atrevida, rompe con la tradición
patriótica de la literatura polaca y que, en primer lugar, defiende la libertad
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personal frente al yugo de responsabilidades patriótico-cívicas que amarran al
polaco sin dejarle ser individuo, persona con su destino y opción de elegir. En
la novela, Gombrowicz señala de manera atrevida los modelos de conducta
devaluados, los estereotipos de pensamiento que funcionan en la mentalidad
polaca y la incesante solemnidad de los mitos nacionales.
Dadas estas circunstancias, la obra de Gombrowicz fue recibida en los
círculos de los exiliados con indignación por haberla entendido como un simple ajuste de cuentas del escritor con el ámbito en el que nunca supo integrarse. Sin embargo, esta interpretación, superficial y empobrecedora, no se ajusta
a la realidad de su obra.
Gombrowicz, un escritor exiliado, nunca se integró en el ambiente de
los polacos emigrados, nunca estableció relaciones con la prensa ni con las
organizaciones polacas en el exilio, conducta difícilmente perdonable en el
microcosmos patriótico surgido en Buenos Aires. Hasta casi finales de los
años 60 (en 1957 salen las ediciones polacas de Ferdydurke, Transatlántico,
Ivonne, El matrimonio, con una introducción del autor) tampoco fue conocido
por el público más amplio, ni en consecuencia reconocido en la Polonia comunista de posguerra. Sin embargo, ya antes se lee a Gombrowicz en ejemplares
provenientes del extranjero o editados ilegalmente. Es conocido por críticos y
estudiosos de la literatura. Sin embargo, incluso años después, fue un escritor
censurado, criticado y siempre, al menos, polémico: admirado y querido por
pocos, y proclamado cínico y provocador por muchos más. La recepción de
su obra en estas circunstancias se hacía aún más difícil.
Polonia, por las circunstancias históricas externas e internas, sufrió durante décadas intentos de aniquilación como estado y nación libre. “La mitología
martirológica” polaca, según Gombrowicz, cumplió su misión espiritual en el
siglo XIX; en el XX, seguir el mismo culto patriótico y solemne paralizaría el
desarrollo cultural de Polonia.
La obra de Gombrowicz constituye un patrimonio literario universal,
sin embargo, sería inconcebible no asociarlo a la tradición literaria polaca; y
desde este punto de vista, Transatlántico es un duelo dialéctico con la tradición de Mickiewicz y Sienkiewicz, figuras intocables de la literatura polaca.
Gombrowicz describe en Transatlántico sus vivencias en el país americano,
en Argentina, una vez llegado de Polonia, donde acaba de estallar la Segunda
Guerra Mundial. Tanto el escritor como sus lectores se dieron cuenta de entrada hasta qué punto esta situación era parecida o comparable con las circunstancias que vivieron los integrantes de la Gran Emigración del siglo XIX,
con la época de los levantamientos independentistas fracasados. Toda esta
situación estaba impregnada, además, por el ambiente de nostalgia y el inagotable mito mesiánico de Polonia y los polacos. En la tradición decimonónica,
los que no iban a sacrificar su vida vestidos de uniforme tenían una predeterminación a crear un microcosmos de creencias y costumbres que de manera
inquebrantable tenían que conservar esta encarnación exótica de la patria lejos
de ella. Todos estos ritos patrióticos resultaban un tanto llamativos y extraños
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en la Francia del siglo XIX; en el siglo XX y en el continente americano estos
intentos de resucitar este pequeño enclave de Polonia en Argentina resultaban
aún más incomprensibles. En Argentina, empezando por las estaciones del
año, todo era distinto, difícil de convertirse en este marco de recreaciones
nostálgicas de la patria lejana.
El protagonista de la novela opone a todos los mitos y rituales patrios lo
amorfo, libre y provocador de su país de adopción. El hecho de recrear todos
los rituales patrios debería servir para evocar todas las grandezas de Polonia,
pero en la obra de Gombrowicz se convierten en un sustituto grotesco de
algo muerto, superficial e inútil. Las escenas de rituales patrios como la caza
o el duelo parecen estar inspiradas directamente en la epopeya nacional Pan
Tadeusz. También los personajes de Gombrowicz, envueltos en disputas vecinales, tienen su origen en los coloridos protagonistas de Mickiewicz.
En el plano lingüístico, la obra de Gombrowicz consigue su objetivo crítico partiendo de una inspiración arcaizante cercana al lenguaje de los Diarios
de Jan Chryzostom Pasek (1636–1701), pasando por la poética romántica, para
terminar con una estilización cercana a la Trilogía de Sienkiewicz. El lenguaje
que utiliza Gombrowicz en su capa superficial parece cercano y accesible,
pero en realidad es una mezcla extraña, sorprendente y hasta vergonzosa para
ser compartida con otros, los ajenos, o sea, con quienes no comparten ni la
lengua ni la imaginería de los mitos nacionales.
Gombrowicz en Transatlántico, publicada en un momento en el que
Polonia se encontraba en una compleja situación política, presenta todos los
símbolos nacionales, tan añorados por los lectores exiliados, como en un espejo cóncavo, lo que dio lugar a que un gran numero de compatriotas interpretaran su novela como verdadero insulto que hurgaba en muchas heridas
dolorosas aún sin cicatrizar.
Por todas estas razones, esta genial obra de Gombrowicz tuvo que esperar más para poder ser releída e interpretada de la manera que tenía prevista su creador. A pesar de este enfoque, visiblemente crítico con la tradición,
Gombrowicz tampoco se libera de la alusiva influencia de la literatura polaca
del pasado en el drama Opereta, en el que alude a otras obras literarias polacas
anteriores como los consagrados dramas de Krasiński, La no Divina Comedia,
y La boda, del modernista Wyspiański. Todas estas obras de ficción, además
de un valor literario y de innovación formal inherentes, suponen una aportación muy evidente y legible al tema que de manera continuada ocupaba a los
escritores polacos, tanto en Polonia como en el exilio.
También otra de sus obras, Recuerdos de Polonia, cuenta sus vivencias
de juventud, de manera muy significativa, en el momento del estallido de la
guerra polaco-bolchevique del año 1920. Quizá Gombrowicz se da cuenta
aquí, por primera vez en su vida, de la singularidad de su carácter y de cómo
él mismo, en total desacuerdo con lo que se entendía por el respeto a todo
lo sagrado en la educación de un joven polaco de familia de origen noble,
se opone radicalmente a la idea de sacrificar su joven vida en defensa de los
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ideales patrióticos. Él sentía de otra manera, no comulgaba con la idea de
consagrar su vida, su salud, su futuro a la defensa de la recién estrenada independencia de Polonia. El muchacho de dieciséis años, Witold Gombrowicz,
simplemente sentía miedo a alistarse, le repugnaban el ambiente cuartelero
y la disciplina militar. Años más tarde, el escritor entendería que este sentimiento que le dominó en aquel momento era algo más que el miedo a perder
la vida. Se daría cuenta también de la gran soledad de alguien que escucha
su propia conciencia, que obedece a los impulsos de su propio yo y, con el
tiempo, incluso se opone al grupo, a la masa, a su propia nación5. Escribe
Gombrowicz:
Para mí el ejército era una pesadilla. No la guerra, no la batalla, sino precisamente el cuartel,
el uniforme, el sargento, el amaestramiento, toda la maquinaria militar que para mí resultaba
odiosa e inaguantable [ …]. Fue aquel año 1920 que me convirtió en un ser “distinto a otros”,
que vive una vida al margen de la sociedad. Y esta vida al margen la sigo viviendo hasta hoy
día (más adelante intentaré explicar en mis recuerdos cómo esta separación de la sociedad
se puede compaginar con un trabajo que por principio es un trabajo para la sociedad, como
la literatura). Esta separación de la multitud, de la nación que obliga a uno a buscarse sus
propios caminos y a vivir a su manera, empezó para mí en aquel memorable año de la batalla
de Varsovia6.
Gombrowicz volvía a experimentar el mismo sentimiento de humillación
y desesperación en el momento en el que le llegaban las trágicas noticias de
la derrota de Polonia en la guerra defensiva contra Alemania, al inicio de la
Segunda Guerra Mundial. El escritor, una vez más, no era capaz de superar
sus miedos, sus obsesiones, su aislamiento, y decidió quedarse en América.
El abandono de esta obligación patriótica conllevaba inscritas otras renuncias,
sobre todo la de no ser un hombre de honor, valiente, abnegado y sacrificado
en el nombre del valor supremo, el cual para el entendimiento de un polaco
de principios del siglo XX era, sobre todo, ser patriota. Refugiado en sus lecturas filosóficas, busca apoyo en las obras de Kant y en las de los filósofos
franceses; en ellas encontró la apología del individuo, más apreciado por los
pensadores extranjeros que los nacionales7.
En sus Diarios, que, aunque en alguna medida son un anecdotario íntimo
del escritor, constituyen un largo ensayo sobre la cultura y la civilización en
5 Véase:
J. Morgański, Geografia pragnień. Opowieść o Gombrowiczu, Kraków, 2005.
polskie, Dzieła, tomo XV, 1996, pp. 22–23: “Dla mnie wojsko to była zmora.
Nie wojna, nie bitwa, a właśnie koszary, mundur, sierżant, musztra, cały tryb wojskowy, który
był mi nienawistny i nie do zniesienia. […] Ten rok 1920-ty uczynił ze mnie istotę «nie taką jak
wszyscy», wyodrębnioną, żyjacą na marginesie społeczeństwa. Takim życiem marginesowym
żyję do dzisiaj — w dalszym ciągu moich wspomnień może wyjaśnię, jak takie wyobcowanie ze
społeczeństwa można pogodzić z pracą z istoty swojej społeczną, jaką jest literatura. Ten rozbrat
z gromadą, z narodem, zmuszający do szukania własnych dróg i życia na własna rękę, począł się
dla mnie w owym pamiętnym roku bitwy warszawskiej”. Todas las traducciones de las citas son
nuestras.
7 Consúltese: M. Markowski, Czarny nurt. Gombrowicz, świat, literatura, Kraków, 2004.
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general, Gombrowicz aborda de manera particularmente amplia el tema del
vínculo con la patria, de cómo percibe un polaco la situación del exilio, de los
defectos nacionales y los mitos culturales que estigmatizan al pueblo polaco.
Los Diarios, de una forma ensayística, pero a la vez directa, replantean el
eterno dilema de Gombrowicz sobre la libertad personal del individuo y de su
deuda con la lengua materna, su patria y su historia. En el primer volumen de
sus Diarios escribe:
cuando se trata de Polonia, un polaco no sabe comportarse, ella le cohíbe, lo amanera, lo
intimida hasta tal punto que nada le sale bien y lo induce a un estado de convulsión, porque la
quiere ayudar tanto, la quiere enaltecer demasiado. Fijaos que cuando se trata de Dios (en una
iglesia) los polacos se comportan de una manera correcta, pero cuando se trata de Polonia se
pierden; es algo a lo que no supieron acostumbrarse todavía8.
Gombrowicz, de manera muy evidente, alude en este pasaje a la tradición mesiánica de la literatura romántica polaca, pero se refiere también
a algo aún más importante: un polaco, aunque no tenga una gran formación cultural, instintivamente se relaciona de forma solemne y sacra con su
patria, quedando ante ella paralizado y sometido totalmente a sus necesidades de rango superior.
En la introducción del Transatlántico escribe de esta manera totalmente
directa:
En nosotros es todavía demasiado fuerte este complejo de Polonia y estamos demasiado
estigmatizados por la tradición. Unos (a estos pertenezco yo) prácticamente temen la palabra
“patria” como si esta palabra les transportase treinta años atrás en el desarrollo. A otros les
encamina directamente al uso de los moldes que rigen nuestra literatura9.
En párrafos siguientes explica a su lector la génesis de su obra Transatlántico:
Estoy de acuerdo que es un buque corsario que lleva de contrabando mucha dinamita para
volar por los aires nuestros anteriores sentimientos patrióticos. E incluso esconde en sí un
visible postulado frente a estos sentimientos: superar lo polaco. ¡Liberarnos de este servilismo
frente a Polonia!¡ Despegarnos, aunque sea un poquito! ¡Levantarnos, dejar de estar de rodillas! Hacer ver, legalizar aquel otro polo del sentimiento que obliga al individuo a defenderse
de la nación como de todo tipo de violencia colectiva10.
8 W. Gombrowicz, Dziennik 1953–1956, Kraków, 1986, pp. 13–14: “a wobec Polski Polak
nie umie się zachować, ona go peszy i manieruje — onieśmiela go w tym stopniu iż nic “nie
wychodzi” mu właściwie i wprawia go w stan kurczowy — zanadto chce jej pomóc, zanadto
pragnie ją wywyższyć. Zauważcie, iż wobec Boga (w kościele) Polacy zachowują się normalnie
i poprawnie — wobec Polski tracą się, to coś do czego się jeszcze nie przyzwyczaili”.
9 W. Gombrowicz, Transatlantyk, Kraków, 1986, p. 5: “Zbyt silny jest w nas dotąd ten
kompleks polski i zbyt obciążeni jesteśmy tradycją. Jedni (do nich należałem) niemal boją się
słowa «ojczyzna», jakby ono cofało ich o 30 lat rozwoju. Innych wprowadza natychmiast na tory
obowiązujących w naszej literaturze szablonów.”
10 Ibidem: “I zgadzam się, że to statek korsarski, który przemyca sporo dynamitu, aby rozsadzić nasze dotychczasowe uczucia narodowe. A nawet ukrywa w swym wnętrzu pewien wyraźny
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Gombrowicz, en contra de lo acostumbrado en el canon de la literatura
polaca reivindica el valor del individuo y el derecho a su propia historia individual, independiente del lastre de los acontecimientos que ocurrieron en el
país donde nació, donde nacieron sus padres y abuelos. Más adelante añade
que este tipo de replanteamiento se lo propondría a cualquiera ya que se trata
de un problema universal, de la relación entre el individuo y el colectivo que
en este caso es la nación. Este aspecto particular de la idiosincrasia polaca a la
que alude Gombrowicz se refiere a cómo los polacos, los escritores, los artistas, los políticos, los ciudadanos de a pie, entienden y valoran al individuo. Y
aquí otra vez se nos presenta el problema de la identificación del individuo
con la nación, una nación que resume todas sus aspiraciones, pero que a la
vez anula su personalidad y su unicidad, aludiendo, sobre todo, al mesiánico
concepto de nación elegida propagado en la época romántica, otorgando el
valor a una persona sólo cuando pertenece a este colectivo enaltecido que es la
nación. En una carta dirigida a Czesław Miłosz y reproducida posteriormente
en sus Diarios, Gombrowicz vuelve a insistir en el tema:
En las obras artísticas lo que más me gusta es su misteriosa inclinación, que provoca que la
obra, a pesar de vincularse perfectamente a su época, sigue siendo la obra de un individuo que
vive su propia vida particular...11
Evidentemente, este repetitivo deseo de “liberarse de Polonia” es un visible síntoma de sentirse unido a ella, arraigado en ella y dependiente de ella.
Sólo alguien que se siente tan unido y tan dependiente necesita un amplio
espacio para reivindicar su propia libertad. Gombrowicz reconoce este vínculo y lo reduce a su dependencia de la lengua polaca, lengua en la que es escritor. En una entrevista radiofónica del año 1963, no sin cierta autoironía dice:
Yo debo escribir en polaco, porque esta es mi lengua, la domino. Sin embargo, podría escribir
en otra lengua si la dominara como domino el polaco. Pero yo soy un escritor polaco y por
eso tengo que expresarme en polaco12.
La carga ideológica de las obras de Gombrowicz puede ser discutida, aunque hoy día parece que tanto sus lectores como los críticos han conseguido saber
mantener esta distancia que tanto anhelaba el escritor para poder apreciar su
obra. Además, es muy notable el valor de su aportación en la polémica crítica
postulat odnośnie tegoż uczucia:przezwyciężyć polskość. Rozluźnić to nasze poddanie się Polsce!
Oderwać się choć trochę! Powstać z klęczek! Ujawnić, zalegalizować ten drugi biegun odczuwania,
który każe jednostce bronić się przed narodem, jak przed każdą zbiorową przemocą”.
11 W. Gombrowicz, Dziennik 1953–1956…, p. 28: “W utworach artystycznych najbardziej
mi się podoba to tajemnicze odchylenie, które sprawia,że utwór, przylegając do swojej epoki, jest
jednak dziełem wyodrębnionej jednostki, żyjącej własnym życiem...”
12 M. Danilewicz-Zielińska, Szkice o literaturze emigracyjnej, Wrocław, 1992, p. 198: “Ja
muszę pisać po polsku, bo to mój język i tym językiem władam. Natomiast oczywiście mógłbym
pisać innym, gdym władał tak, jak językiem polskim. Ale jestem pisarzem polskim, dlatego, że
muszę się wypowiadać po polsku”.
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con la tradición de la literatura polaca, la cual sigue siendo actual. El autor supo
enfrentarse a ella, redescubriéndola y aportándole un contenido nuevo. Y de esta
manera consiguió romper con el tradicional hermetismo de las letras polacas.
Curiosamente, a pesar de esta batalla particular con los “fantasmas nacionales”
(o quizá gracias a ella), es uno de los escritores polacos más conocido en el
mundo. El reconocimiento internacional y los premios recibidos por su obra lo
revalidan como escritor universal. Podemos considerar que es un extraño caso
de escritor polaco que pasó la mayor parte de la vida en el exilio y, sin embargo,
se convirtió, al cabo del tiempo, en uno de los más relevantes escritores polacos
del siglo XX, tanto en Polonia como en el extranjero. Posiblemente, lo consiguió gracias a esta distancia física y espiritual en el tratamiento de los motivos
nacionales constantes en la literatura polaca.
El escritor sufría de manera muy consciente el “síndrome del escritor exiliado”; sus libros escritos fuera de Polonia dan fe de ello. Por un lado podemos
decir que sus obras reelaboran los problemas y motivos de la literatura nacional vistos desde una nueva perspectiva de distanciamiento intelectual y físico.
Obras como, sobre todo, Transatlántico son muy buena muestra de cómo el
escandaloso Gombrowicz, queriendo liberarse “de la metáfora obsesiva” que
para cualquier escritor polaco era su patria, llegó a ocuparse de nuevo de las
reliquias y rituales nacionales. Por supuesto lo hizo de manera renovada y
crítica, desde una perspectiva grotesca.
Por otro lado, Gombrowicz también dedicó amplios espacios a la reflexión
sobre la condición del escritor exiliado. Uno de los pasajes fundamentales en
el que se centra en el análisis del fenómeno del exilio y de la situación del
escritor exiliado es un texto publicado primero en la revista Kultura de París y
después reproducido en el capítulo IV del primer tomo de sus Diarios. El texto
al que nos referimos es la respuesta al artículo publicado anteriormente por el
escritor rumano, también exiliado, Emil Mihai Cioran13 titulado “Ventajas y
desventajas del exilio” y que el director de la revista Jerzy Giedroyc encargó
a Gombrowicz. Lo que escribe Gombrowicz es un verdadera declaración de
principios sobre la cuestión y que desvela otra vez más la independencia intelectual del escritor:
Es desagradable no tener lectores, muy desagradable no poder editar las propias obras, no es
nada dulce ser desconocido, resulta especialmente desagradable verse privado de la ayuda de
ese mecanismo que te empuja hacia arriba, hace propaganda y organiza la fama…, pero el
arte está cargado de elementos de soledad y de autosuficiencia, encuentra su satisfacción y su
razón de ser en sí mismo. ¿La Patria? Pero sí cada uno de los hombres célebres, precisamente a
causa de su celebridad, ha sido extranjero hasta en su propia casa. ¿Los lectores? Pero si ellos
jamás han escrito “para” los lectores, sino siempre “contra” los lectores. Homenajes, éxito,
13 Emil Mihai Cioran (1911–1995), escritor y filósofo rumano. La mayor parte de su obra fue
publicada en Francia durante su exilio.
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repercusión de su obra, fama: pero si precisamente se hicieron famosos porque se valoraban
más a sí mismos que a su éxito14.
Las palabras del escritor nos presentan de manera muy directa su forma
de pensar sobre el destino del artista, un escritor que por el mero hecho de
serlo está condenado a la soledad de su propio arte, a una alienación consciente, esté o no viviendo en su patria. Todo lo que le rodea, los apoyos, la fama,
el público, son en realidad para un escritor que ejerce como tal en su propio
país solo un tipo de andamiaje que tiene que sustentar a una figura que a lo
mejor por si sola, por el propio peso de su obra, no se podría sostener. Lo que
Gombrowicz escribe es también una visible muestra de autosuficiencia, un
tanto reñida con la función del artista que se supone que necesita un público
que valore su obra, la admire o la condene. No sabemos hasta que punto este
sentimiento es sincero y real o provocado por las circunstancias adversas que
vivía el escritor en el exilio. En otro pasaje del mismo texto dice Gombrowicz:
A mí más bien me parece, divagando sobre el tema solo de manera teórica, y evitando el caso
de los problemas materiales, que este acto de sumergirse en el mundo que es la emigración
debería de ser un impulso irrefrenable para la literatura. He aquí la elite de un país que está
expulsada, fuera de la frontera del país. Puede pensar, sentir, escribir desde fuera. Está tomando una distancia. Recibe una insólita libertad espiritual. Se rompen todos los lazos. Se puede
ser mucho más uno mismo. En el caos universal se debilitan las formas antiguas, de esta
manera uno se puede dirigir hacia el futuro de una manera más comprometida15.
Las palabras citadas son una respuesta más a la pregunta de la situación
que provoca el exilio en un escritor; además, como mencionamos en el análisis de Transatlántico, fueron llevadas a la práctica de manera definitiva por
el mismo Gombrowicz.
No hay duda de que la distancia que adquiere, a costa de su exilio, le permitió ser uno de los escritores polacos más críticos con la mentalidad de sus
compatriotas y que con mayor profundidad trató el análisis de la esencia de la
cultura y todos los mitos nacionales. Su reflexión sobre el tema de la patria,
14 W. Gombrowicz, W., Dziennik 1953–1956…, pp. 64–65: “Przykrą jest rzeczą nie mieć
czytelników-bardzo nieprzyjemnie nie wydawać swoich utworów — wcale nie słodkie być nie
znanym — wysoce niemile jest widzieć się pozbawionym pomocy tego mechanizmu, który
wypycha na wierzch, robi propagandę i organizuje sławę… Ale sztuka naładowana jest pierwiastkami samotności i samowystarczalności, znajduje ona swoje zadowolenie i swoją rację bytu
w sobie samej. Ojczyzna? Przecież każdy z wybitnych w skutek po prostu wybitności swojej, był
cudzoziemcem nawet u siebie w domu. Czytelnicy? Przecież nigdy nie pisali oni «dla» czytelników.
Honory, powodzenia, rezonans, sława — przecież stali się sławnymi właśnie dlatego, że więcej
cenili samych siebie niż swe powodzenie”.
15 Ibidem, p. 66: “Mnie raczej wydaje się że — teoretycznie biorąc i pomijając trudności
materialne — to zanurzenie się w świecie, jakim jest emigracja, powinno stanowić niesłychaną
podnietę dla literatury. Oto elita kraju zostaje wyrzucona za granicę. Może ona myśleć, czuć, pisać
z zewnątrz. Uzyskuje dystans. Uzyskuje niesłychaną swobodę duchową. Pękają wszystkie więzy.
Można być bardziej sobą. W powszechnym zamęcie rozluźniają się dotychczasowe formy, można
w sposób bardziej bezwzględny dążyć do przyszłości”.
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El exilio en Witold Gombrowicz 143
sobre el deber de un escritor en relación con sus raíces y consigo mismo,
gracias precisamente a esta distancia, le convirtieron en uno de los escritores
polacos más universales y, a la vez, aportaron un nuevo e incalculable valor
a la literatura polaca.
Es también enormemente llamativo ver hasta qué punto resulta moderna
la visión de la literatura que tenía Gombrowicz en los años cincuenta del siglo
pasado. Su visión es amplia, universal. El escritor pregona la necesidad de
crear una literatura sin fronteras ni localismos. Diríamos que la palabra más
adecuada para definir su concepto de la literatura mucho tiene que ver con
lo que hoy día conocemos como la “la cultura global”, término, hoy día, un
tanto denostado, con implicaciones peyorativas, y sin embargo, en el momento en el que escribía Gombrowicz, aún muy lejano de existir. Así, en los años
cincuenta del siglo pasado, Gombrowicz escribe sobre la necesidad de una
cultura universal que pudiera superar todos los localismos y provincianismos
para adecuarse al futuro mundo que estaba naciendo en aquella época:
Sólo la cultura universal se puede enfrentar al mundo, nunca lo pueden hacer las culturas
locales, nunca las que se nutren de los fragmentos de la existencia […] La historia moderna
demostró ser demasiado violenta e ilimitada para las literaturas demasiado nacionales o particulares16.
En el último fragmento citado, Gombrowicz nos expresa su convencimiento de que el mundo en el que él está viviendo es un mundo que está a
punto de desaparecer para que nazca una realidad nueva universal, ilimitada
y que nada tiene que ver con la civilización del pasado. Por experiencia sabemos que estas previsiones se han cumplido con creces tanto en la dimensión
cultural como tecnológica. Nuestro mundo está cambiando cada día más de
prisa. Estos cambios demandan una respuesta también en el campo de la creación y Gombrowicz tenía una intuición sorprendentemente acertada.
Referencias bibliográficas
DANILEWICZ-ZIELIŃSKA M.
1992 Szkice o literaturze emigracyjnej, Wrocław, Ossolineum.
GOMBROWICZ W.
1986a Dziennik 1953–1956, Kraków, Wydawnictwo Literackie.
1986b Dziennik 1957–1961, Kraków, Wydawnictwo Literackie.
1986c Dziennik 1961–1966, Kraków, Wydawnictwo Literackie.
1986d Transatlantyk, Kraków, Wydawnictwo Literackie.
1996 Wspomnienia polskie, Dzieła, vol. XV, Kraków, Wydawnictwo Literackie.
KĘPIŃSKI T.
1974 Witold Gombrowicz i świat jego młodości, Kraków, Wydawnictwo Literackie.
16 Ibidem,
p. 66: “Tylko kultura uniwersalna może sprostać światu — nigdy kultury lokalne,
nigdy ci co żyją fragmentami egzystencji […]. Historia współczesna okazała sie zbyt gwałtowna
i bezgraniczna dla literatur zbyt narodowych i partykularnych”.
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144 Agnieszka Matyjaszczyk Grenda
MARKOWSKI M.
2004 Czarny nurt. Gombrowicz, świat, literatura, Kraków, Wydawnictwo Literackie.
MORGANSKI J.
2005 Geografia pragnień. Opowieść o Gombrowiczu, Kraków, Wydawnictwo Literackie.
SANDAUER A.
1969 Witold Gombrowicz, człowiek i pisarz, Warszawa.
Exile as a creative impulse in the works of Witold Gombrowicz
(between nostalgia and criticism)
Keywords: Witold Gombrowicz — exile — Polish literature.
Abstract
Gombrowicz is an incomparable writer not only because of his literary creation, but also
because of his way of confronting the entire Polish cultural and emotional heritage. His novel
Transatlantic as well the Diaries are works in which, with all the harshness and wit, Gombrowicz
questions Polish national myths and destroys the myth surrounding the figure of exiled writer stripping it of the splendor of suffering and sacrifice.
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