Identidad y lenguaje en Dolan Mor

Transcripción

Identidad y lenguaje en Dolan Mor
JESÚS JIMÉNEZ DOMÍNGUEZ (REVISTA TURIA NÚMERO 108)
DOLAN MOR, POEMAS MÍOS ESCRITOS POR OTROS (VALENCIA,
ADUANA VIEJA, 2012).
IDENTIDAD Y LENGUAJE EN DOLAN MOR
Cuentan que la primera vez que el escritor José Régio, impulsor e ideólogo
del segundo modernismo portugués, tenía pensado encontrarse con Fernando
Pessoa, éste apareció, como de costumbre, con algunas horas de retraso,
declarando ser Álvaro de Campos y disculpando a Pessoa por no haber podido
acudir a la cita. Es bien sabido que Pessoa llegó a fabricarse nada menos que
setenta y dos heterónimos a lo largo de su vida; pero quizás Ophélia Queiroz, quien
en algún momento mantuvo una relación amorosa con alguno de esos 72 Pessoas,
le regaló el más significativo: Ferdinand Personne. En francés, el sustantivo
“personne” significa “persona”, pero también, como pronombre indefinido,
«nadie». De alguna manera, el poeta portugués, al haber creado tantísimas
personalidades literarias, había matado al yo o, cuando menos, lo había hecho
desaparecer tragado por la multitud.
Algo así parece haberse propuesto el cubano Dolan Mor con su sempiterno
proyecto poético que ahora, felizmente, se recopila en Poemas míos escritos por
otros (Aduana Vieja, Valencia, 2012). El título es casi un remedo, un guiño o un
homenaje a aquellas versiones en euskera de poesía universal que fue Izkiriaturik
aurkitu ditudan ene poemak (Poemas míos que he encontrado ya escritos,
Pamiela, 1985) de Joseba Sarrionandia.
La obra de Dolan Mor parte del subterfugio de la heteronimia para intentar
asaltar diferentes espacios poéticos que tienen en el enigma de la identidad y en la
indagación del lenguaje dos de sus cuestiones más destacables.
Desde su mismo título, Poemas míos escritos por otros parece obedecer a la
sentencia rimbaudiana de “Yo es otro” y resulta, por extensión, producto de la
fascinación por la máscara autoral, por los juegos especulares (en Espejo Basho los
poemas pueden leerse como reflejados en el azogue), por la confusión entre
realidad y ficción, por el ocultismo y el esoterismo, por el encriptamiento y el
desentrañamiento del lenguaje.
Si los dos primeros libros de Mor (El plagio de Bosternag y Seda para tu
cuello) arremetían contra un falso malditismo abusando de la amplificación –
habitualmente irónica- de voces miméticas como, por ejemplo, las de Antonin
Artaud o Leopoldo María Panero, los tres siguientes (Nabokov’s Butterflies, Los
poemas clonados de Anny Bould y El libro bipolar) se abren camino hacia un ciclo
más narrativo, donde el teleobjetivo del francotirador paródico se cierne sobre
aquellos que intentan imitar en vano el realismo norteamericano con raíces en
Raymond Carver, Bukowski y la mal asimilada literatura beat.
Por el contrario, La novia de Wittgenstein y El idiota entre las hierbas
inauguran una etapa que denominaríamos “del lenguaje”. En el primero de esos
libros, de evidente calado metapoético, el autor deja a un lado el recurso de la
ironía hacia terceros para indagar en la propia naturaleza poética. Es un único y
larguísimo poema fragmentado de más de setecientos versos que redunda en
pensamientos filosóficos y lingüísticos (a la sombra están Jakobson, Blanchot,
Saussure, Heidegger, Derridá, Barthes o Aristóteles) y que, finalmente, parece
rendirse a la dictadura del silencio, es decir, a ese último orden totalitario que
amortaja al propio lenguaje poético.
El idiota entre las hierbas, aun siendo quizás el libro más autobiográfico del
autor, conquista nuevas cotas de experimentación. Dolan Mor termina de arrojar la
última palada de tierra sobre esas leyes aristotélicas que plantean cómo debe ser un
poema y qué material es susceptible de usarse en su construcción. Pero además de
romper con los géneros, Mor acaba con las reglas ortográficas y gramaticales, juega
desenfrenadamente con las aliteraciones (“de labio velosino belo al vino”, “la venia
de venal vamos vejuino”, “labro en liebre la libra de oro”), inventa nuevos vocablos
(“gardeniano”, “clitoral”, “celdanieve”, “trasgueado”), forja identidades imposibles
cercanas a la cosificación o el animismo, altera las fronteras temporales y
especiales, etc. En resumen, un prodigio de libertad y de valentía en el libre uso de
materiales.
En los restantes “libros del lenguaje” (Inversiones, Música Enchiniadis,
Espejo Basho, La motonieve, Bajo los tilos, Cámara doble y La dispersión) el autor
aún parece ir más allá de las posibilidades: los poemas ya no sólo se leen sino que
además se miran. Asistimos a un despliegue de artefactos poético-visuales donde el
grafismo cobra un sentido extra: grafías árabes, chinas y japonesas conviven con
escrituras especulares y poemas que se leen al revés, de abajo a arriba y de derecha
a izquierda.
Poemas míos escritos por otros se cierra con El pabellón dorado, que
anuncia una nueva etapa hacia un ciclo “del pensamiento”. Son poemas más
contenidos, más simbólicos, afinados y purificados por una ligera brisa zen, y
donde se alude al destino fatal del ser humano. Cabe suponer que los siguientes
poemarios de Dolan Mor caminarán por esa senda. Aguardaremos, y espero que no
mucho.
Decía el escritor, editor y crítico literario Maurice Nadeau que “la poesía no
necesita de caballeros que busquen cortejarla, sino de jovenzuelos dispuestos a
violarla”. Y esta misma cita que otro outsider, el poeta peruano Mario Montalbetti,
tomó prestada para su revista Nubetonta como declaración de intenciones, serviría
también a nuestro poeta cubano. A estas alturas el lector ya ha podido percatarse
de que Dolan Mor intenta algo parecido: violar, quebrantar, desordenar (con el
mismo orden metódico y sistemático de cualquier científico) las reglas poéticas
desde el lenguaje y la anonimia. Al fin y al cabo, parece moverle la misma acuciante
curiosidad del niño que destripa su caballito de cartón para ver de qué está hecho
su interior.
En este sentido, Poemas míos escritos por otros tiene mucho, muchísimo
que enseñarnos. Hay ahí un proyecto de obra total tan ambicioso como brillante.
Sin duda, una de las más grandes y arriesgadas empresas poéticas de este tiempo.
Así me parece verlo.

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