Bajar la revista completa en pdf - Instituto Nacional de Antropología

Transcripción

Bajar la revista completa en pdf - Instituto Nacional de Antropología
ISSN 1852-1002
Versión en línea: 2422-7749
DEL INSTITUTO
NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA
Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO
23
BUENOS AIRES, ARGENTINA
VOLUMEN 1: 2011 - 2012
VOLUMEN 2: 2013 - 2014
I
II
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 23. 2011/2014
ISSN 1852-1002 - Versión en línea: 2422-7749
AUTORIDADES
PRESIDENTA DE LA NACIÓN
Cristina Fernández de Kirchner
VICEPRESIDENTE DE LA NACIÓN
Amado Boudou
MINISTRA DE CULTURA DE LA NACIÓN
Teresa Parodi
JEFA DE GABINETE
Verónica Fiorito
SECRETARIO DE GESTIÓN CULTURAL
Jorge Eduardo Espiñeira
DIRECTORA NACIONAL DE PATRIMONIO Y MUSEOS
Araceli Bellotta
DIRECTORA DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO
Diana Susana Rolandi
COMITÉ HONORARIO
Dra. Tania Andrade Lima (Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil)
Dr. Antonio A. Arantes (Universidade Estadual de Campinas, San Pablo, Brasil)
Dr. George Marcus (Rice University, Texas, EE. UU.)
COMITÉ EDITORIAL
Cristina Bellelli (CONICET), Juan Carlos Radovich (CONICET), Diana Rolandi (INAPL), Carlos Zanolli (INAPL)
SECRETARIA EDITORIAL
Concepción Sierra (INAPL)
EVALUADORES DEL PRESENTE VOLUMEN
Julio Ávalos (INAPL), Alejandro Balazote (UBA/Univ. Nac. de Luján), Soledad Caracotche (Administración de
Parques Nacionales), Natalia Carden (CONICET - Univ. Nac. del Ctro. de la Pcia. de Bs. As.), Cristian Favier Dubois
(Univ. Nac. del Ctro. de la Pcia. de Bs. As.), Luis Ferreira (Univ. Nac. de San Martín), Nora Franco (CONICET), Alejandro
Frigerio (FLACSO - CONICET), Julieta Gómez Otero (CONICET - CENPAT), Alejandro Grimson (CONICET), Gerardo
Halpern (CONICET - UBA), Laura López (Universidade do Vale do Rio dos Sinos - Brasil), Matías Medina (CONICET),
Francisco Mena (Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia, Chile), César Méndez Melgar (Fac. de Ciencias
Sociales, Univ. de Chile), Marcelo Morales (CONICET - UBA), Lidia Nacuzzi (CONICET - UBA), Carlos Nazar (Sec.
Cult. Pcia. de Catamarca), María Inés Pacceca (CONICET - UBA), Cecilia Pérez de Micou (CONICET-INAPL-UBA),
Laura Quiroga (CONICET - UBA), Silvia Ratto (CONICET), Jairo Rogge (UNISINOS, Brasil), Diana Rolandi (INAPL),
María Cristina Scatollín (CONICET - UBA), Julio César Spota (UBA), María Ximena Senatore (CONICET), Patricia Solá
(CONICET - UBA), Mojca Tercelj (Universidad Primorska, Koper, Eslovenia), Héctor Vázquez (CIURN - Univ. Nac. de
Rosario), María Magdalena Vázquez (INAPL), Christian Vitry (Sec. Cult. Pcia. de Salta), Verónica Williams (CONICET),
Hugo Yacobaccio (CONICET - UBA), Francisco Zangrando (CONICET).
CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas
INAPL: Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano
UBA: Universidad de Buenos Aires
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano es una publicación del Instituto
Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano de frecuencia bienal. Números atrasados solicitar por canje
a [email protected]. Los autores son responsables de las ideas expuestas en sus respectivos trabajos.
IIIIII
ISSN 1852-1002
Versión en línea: 2422-7749
Diseño de tapa:
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Diseño y armado de interior:
Marcelo Quesada Güiraldes
Av. Pueyrredón 1440, 2°
C1118AAR Buenos Aires
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Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 23 (1). (2011/2012)
ISSN 1852-1002 / Versión en línea: 2422-7749
PRESENTACIÓN
Diana Rolandi
Conforme al avance de los medios digitales en la difusión del conocimiento científico que sucede en todo el
mundo, Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano lanza la versión digital
de su tradicional publicación. Esta conservará los objetivos que viene sosteniendo desde su creación, que son
difundir en el mundo académico investigaciones originales e inéditas en el campo de la Antropología Social, el
Folklore y la Arqueología.
El formato digital, que convivirá con el formato tradicional impreso, permitirá lograr una distribución inmediata y
sin costo a todo el ámbito académico de las ciencias antropológicas de Sudamérica y del resto del mundo.
Tendrá un volumen anual con dos números. Esta periodicidad es necesaria para lograr que la revista ingrese en los
indexadores bibliográficos que miden la calidad de las publicaciones científicas. El ingreso a dichos índices potencia el
interés de los investigadores en publicar en la revista, ya que los diversos organismos de investigación requieren a sus
miembros que publiquen en revistas indexadas que garantizan la calidad de los trabajos aceptados.
Otro aspecto que renueva la publicación es la ampliación del comité editorial y académico, ambos necesarios e
indispensables para asegurar la pluralidad en la investigación científica.
Asimismo quisiéramos compartir la decisión adoptada por el Centro de Patrimonio Mundial de la UNESCO, el
21 de junio de 2014, en la ciudad de Doha, Reino de Qatar, declarando como Patrimonio Mundial, al Qhapaq Ñan,
Sistema Vial Andino, como Itinerario Cultural transnacional seriado.
Esta extensa red vial llegó a conectar los diversos territorios, sus particulares desarrollos y diferentes grupos étnicos,
de lo que hoy son los países andinos de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú. En nuestro país atraviesa
siete provincias: Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza. Por estos caminos circularon
ejércitos, poblaciones, caravanas de llamas que trasladaban bienes y materias primas, creencias e ideologías.
Los trece segmentos del Qhapaq Ñan, de una longitud total de 118,527 km, y los treinta y dos sitios arqueológicos
asociados, propuestos por la Argentina, son testimonio tangible de un fenómeno de integración multicultural y de
diversidades ecológicas sin parangón en la historia mundial, incluyendo los desafíos logísticos implicados (extracción
y almacenamiento de recursos agrícolas, pastoriles y mineros, movilización de mano de obra y aprovisionamiento
de vías que surcan vastos desiertos), de un manejo militar y cultural excepcional de las fronteras políticas y de una
tradición espiritual única en el mundo, que rindió culto a las montañas practicando ritos y sacrificios en adoratorios
erigidos en numerosas cumbres de más de seis mil metros de altura.
El Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, del Ministerio de Cultura de la Nación,
ha trabajado por más de diez años, de forma conjunta con las provincias argentinas y los países del área andina en la
elaboración, puesta en valor y reconocimiento del valor universal de este bien.
Los criterios por los cuales se denominó Patrimonio Mundial al Qhapaq Ñan, Sistema Vial Andino, son:
Criterio (ii): el Qhapaq Ñan muestra importantes procesos de intercambio de bienes, comunicación y
tradiciones culturales en un área del mundo que correspondía a un amplio imperio que llegó a tener 4.200 metros
de extensión en el momento de mayor expansión en el siglo XV. Se basó sobre la integración de los conocimientos
ancestrales y las especificidades de comunidades y culturas andinas más antiguas, que pasaron a formar parte de
un sistema de organización estatal que posibilitó el intercambio de valores sociales, políticos y económicos como
política del imperio. Varias estructuras en las cercanías de los caminos demuestran fehacientemente los valiosos
recursos y bienes que eran intercambiados a lo largo de la red, como metales preciosos, muyus (conchas Spondylus),
alimentos, provisiones militares, plumas, madera, coca y textiles que eran transportados de su área de recolección,
producción o manufactura, a los diferentes centros incaicos y a la misma capital. Muchas comunidades, que siguen
siendo custodios de los componentes de esta vasta red de comunicación Inca, son las rememoraciones vivientes del
intercambio de valores culturales e idiomáticos.
Criterio (iii): el Qhapaq Ñan es un testimonio único y excepcional de la civilización Inca, basada sobre valores y
principios de reciprocidad, redistribución y dualidad que constituyen un singular sistema de organización, llamado
Tawantinsuyu. La red vial era el sustento vital del Imperio Inca integrado en el paisaje andino. Como testimonio del
Imperio Inca, la red muestra miles de años de evolución cultural y era un símbolo omnipresente del poder y de la
extensión del Imperio a lo largo de los Andes. Este testimonio tiene influencia sobre las comunidades del Qhapaq Ñan
hasta el día de hoy, particularmente en relación con el tejido social de las comunidades locales y las filosofías culturales
VV
que daban significado a las relaciones entre las personas y entre las personas y la tierra. Más importante aún, la vida
sigue estando definida por relaciones de cercanía parental y por redes de ayuda mutua.
Criterio (iv): el Qhapaq Ñan, Sistema Vial Andino es un excepcional ejemplo de un tipo de conjunto tecnológico
que, no obstante las dificultades de las condiciones geográficas, creó un sistema de comunicación y de intercambio
continuo y funcional, mostrando excepcionales habilidades arquitectónicas y de ingeniería en ámbitos rurales y
remotos. Muchos elementos muestran características tipológicas como muros, caminos, escalones, acequias laterales,
canales de aguas servidas, desagües, etc., con métodos de construcción únicos del Qhapaq Ñan y al mismo tiempo
variables según la localización o el contexto regional. Muchos de esos elementos eran estandarizados por el Estado Inca,
lo cual permitió el control de la igualdad de condiciones a lo largo de la red vial.
Criterio (vi): el Qhapaq Ñan, Sistema Vial Andino jugó un rol esencial en la organización del espacio y de la
sociedad en un área geográfica amplia a lo largo de los Andes, donde los caminos eran usados para compartir
valores culturales con excepcional importancia inmaterial. El Qhapaq Ñan le sigue otorgando aún hoy un sentido de
identidad a las comunidades y hace posible que las prácticas y expresiones culturales, y las capacidades tradicionales
sean transmitidas de generación en generación. Miembros de estas comunidades basan su propia existencia
en la cosmovisión andina, que es única en el mundo. Esta cosmovisión está presente en todos los aspectos de
la vida cotidiana. Hoy, el Qhapaq Ñan está directamente asociado con los valores intangibles que comparten las
comunidades del mundo andino, como el intercambio tradicional, las prácticas rituales y el uso de tecnologías
ancestrales, entre otros, que se constituyen como tradiciones y creencias vivas, elementos esenciales de la identidad
cultural de las comunidades asociadas. El Sistema Vial Andino mantiene sus funciones originales de integración,
comunicación, intercambio y flujo de bienes y conocimientos, y –no obstante las nuevas formas de intercambio y
los cambios sociales– mantiene su pertinencia e importancia a lo largo de los siglos y su rol como referente cultural
que contribuye a reforzar la identidad dentro del mundo andino.
En este número hemos querido recordar a tres figuras importantes de la arqueología y la antropología,
recientemente fallecidas, cuyas obras han influenciado y enriquecido nuestra disciplina: Leopoldo J. Bartolomé,
Lewis Robert Binford y Carlos Herrán.
VI
Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 23 (1): 1-8 (2011/2012)
ISSN 1852-1002 / Versión en línea: 2422-7749
CONFIGURACIONES DE LA INMIGRACIÓN URUGUAYA EN LA ARGENTINA:
DE LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA A LA PATRIA PEREGRINA
1
Zuleika Crosa
RESUMEN
En este trabajo analizamos las configuraciones organizativas de la inmigración uruguaya en la Argentina en sus
transformaciones, desde la perspectiva del transnacionalismo migrante –que nos permite incluir en la investigación la
implicancia del país de origen en las prácticas de los migrantes en destino– y los debates acerca de la ciudadanía.
PALABRAS CLAVES
Inmigración uruguaya en la Argentina, identidad, ciudadanía, transnacionalismo migrante.
ABSTRACT
In this paper we analyze the transformations the organizational configurations of the Uruguayan immigration in
Argentina from the perspective of the migrant transnationalism –which allows as to include in the investigation the
implication of the country of origin in the practices of migrants in destination– and the debates about citizenship.
KEY WORDS
Uruguayan immigration in Argentina, identity, citizenship, migrant transnationalism.
INTRODUCCIÓN
Las políticas poblacionales del Estado uruguayo fueron
marcando su relación con los grupos emigrados y modelaron en cierta forma las configuraciones organizativas que
adquirió la migración uruguaya, en tanto procesos y prácticas sociales y políticas vinculados al país de origen.
Dichas configuraciones, y sus transformaciones, se
analizan en este trabajo a partir del caso de la colectividad uruguaya en la Argentina en su devenir histórico. De esta forma, indagaremos en la organización
política históricamente constitutiva de la inmigración
uruguaya en relación con las políticas de exclusión e
invisibilización y en sus reordenamientos actuales en
conexión con las recientes políticas de vinculación del
Estado uruguayo.
Para este análisis se retoman algunas perspectivas y
discusiones conceptuales en torno al transnacionalismo
migrante, la ciudadanía como praxis y la noción de sujeto
como agente en el entramado de las determinaciones
sociales que constriñen y habilitan sus prácticas.
La perspectiva del transnacionalismo migrante para el
estudio de las migraciones internacionales representa un
marco adecuado desde el cual incluir en la investigación
de los procesos migratorios la implicancia del país de origen en las prácticas cotidianas de los inmigrantes en des-
1
Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y
Letras, UBA. [email protected]
tino (Suárez Navaz, 2008). En particular, este enfoque se
ha caracterizado por rescatar la importancia de lo estatal
en las formas que adquieren los procesos identitarios en
contextos migratorios (Castro Neira, 2005, Portes, 2005).
Por su parte la ciudadanía como praxis política, más
allá del estatus jurídico (Marshall, 1963), despliega perspectivas de análisis acerca de las prácticas a través de las
cuales se activan los sentidos de pertenencia y membresía. Para los migrantes la ciudadanía no se encuentra en
los códigos jurídicos sino en sus luchas por ocupar los
espacios de representación perdidos mediante la praxis
política que pone en cuestión su status dentro de las
sociedades nacionales (Balibar, 2004).
En estas discusiones se presenta el debate en torno al
papel productivo y reproductivo de los sujetos en la esfera
de la vida cotidiana, y al carácter doblemente constrictivo y habilitante de la estructura social respecto de las
acciones de los sujetos. De acuerdo con Giddens, en la
relación sujeto y estructura ni el sujeto (agente humano)
ni el objeto (sociedad o instituciones entendidas como
prácticas sociales estructuradas) deberían ser vistos como
ejerciendo su supremacía. “Cada una es constituida en y a
través de prácticas recurrentes” (Giddens, 1982: 7).
Finalmente, retomamos la especificidad de la metodología etnográfica que permite documentar en el tiempo el
sentido de las prácticas en la escala de la vida cotidiana (Rockwell, 2009). En particular, en contextos migratorios se trata
de analizar cómo las personas, simultáneamente, mantienen
y modifican repertorios e identidades culturales interactuando dentro de una localidad y más allá de sus fronteras
11
CUADERNOS 23
(Levitt y Glick Schiller, 2004). En cuanto a las técnicas utilizadas durante el trabajo de campo realizamos observación
con participación, entrevistas y conversaciones informales.
Además analizamos material gráfico y publicaciones en
Internet producidos por los distintos grupos, asociaciones e
instituciones estatales, así como también textos legales.
transnacionalismo migrante, es decir, los vínculos de los
migrantes con el país de origen o con las redes sociales
más allá de las fronteras nacionales. Entre otros objetivos,
se enfatizan las políticas que promueven redireccionar las
remesas –los flujos de dinero– hacia emprendimientos
productivos, en particular cuando ellas superan el 10% del
Producto Bruto Interno de los países de origen (Naciones
Unidas, 2006).
EL URUGUAY Y SU POBLACIÓN EMIGRADA: POLÍTICAS DE
INVISIBILIZACIÓN, EXCLUSIÓN Y PRIMEROS PROGRAMAS DE
CONFIGURACIÓN POLÍTICA DE LA INMIGRACIÓN URUGUAYA EN LA
ARGENTINA
La primera gran emigración de uruguayos –producida entre los años 1963 y 1975 cuando, combinando
factores causales políticos y económicos, dejan el país
alrededor de doscientas mil personas (Pellegrino y Calvo,
2005)– tuvo diferentes contextos de recepción de acuerdo
con las coyunturas políticas de los países de llegada. Esto
generó distintas condiciones de visibilidad para estos
grupos, que oscilaron entre lo propicio y lo adverso para
su identificación en términos políticos y nacionales de
origen.
Los contextos favorables fueron principalmente los
europeos, como el caso entre otros de Suecia, que favoreció el asilo político de uruguayos, mientras en América Latina cabe destacar el caso de México. Asimismo,
la peculiaridad del caso australiano radicaba en la planificación y promoción económica de una inmigración
especializada durante la década de 1970, y en la existencia
de una serie de mecanismos de integración basados en
políticas multiculturales que favorecieron la adhesión a la
identidad nacional de origen.
En tales escenarios fue característica la organización
política ligada a la trayectoria de militancia de los emigrados, en gran medida opositores políticos con diversos
grados de compromiso y participación sindical, estudiantil, social y artística en el Uruguay (Crosa, 2007). Dicha
organización se concretaba mediante la creación de
comités políticos del partido político Frente Amplio (en
adelante FA) en países de América, Europa y Australia,
recreando una de las formas más originales y participativas de militancia política que tuvo este partido desde su
creación formal en el año 1971 (De Sierra, 1992).
En este sentido, la historia del FA se encuentra tempranamente vinculada con la emigración cuando desde
su creación fue blanco de la represión y persecución
estatal (Hobsbawn, 1994), transformándose en un movimiento físicamente fragmentado, con sede política en el
Uruguay y parte de sus miembros dispersos y con un creciente nivel de organización en el exterior (Crosa, 2007).
En la Argentina, las organizaciones de la inmigración
uruguaya pueden rastrearse para su análisis recién a partir
del año 1983 con la restitución democrática en ese país. El
RECONOCIMIENTO
El Uruguay es un país de emigración pero su construcción nacional responde más a una imagen de nación de
inmigrantes con cierto optimismo demográfico (Aguiar,
1982, Pellegrino y Cabella, 2005, Pellegrino y Calvo, 2005).
El fenómeno de la emigración poblacional fue tempranamente relativizado y postergado desde la estructura
estatal, mediante métodos de conteo ineficaces que sobrevaluaron el volumen poblacional hasta la década de 1960
(Aguiar, 1982, Porrini, 1995). Resulta muy significativo
que el Estado, a pesar de su temprana modernización en
otros ámbitos, no efectuara durante cincuenta y cinco años
(1908-1963) censos nacionales de población.
Durante la década de 1970, mientras el país se fragmentaba con la consolidación definitiva de la emigración (Pellegrino, 2003, Wonsewer y Teja, 1985, Fortuna
y Niedworok, 1988), el Estado promovió abiertamente su
desvinculación con los emigrados, asumiendo frente a su
activismo político opositor funciones de intimidación,
persecución y asesinato que trascendieron las fronteras
nacionales entre 1968 y 1985, durante el período de terrorismo de Estado (Rico, 2008).
Cierto reconocimiento social de los grupos emigrados
se presentó recién con la restitución democrática en el
Uruguay en el año 1985, a partir de la inclusión del exilio
político. El retorno de los exiliados fue parte de los programas electorales de todos los partidos políticos, para luego
transformarse efectivamente en programas estatales y privados tendientes a su integración social y económica.
Las primeras políticas de vinculación surgieron hacia
fines de la década de 1990 y fueron destinadas a otro sector
minoritario de la emigración, los denominados uruguayos altamente calificados (UAC): académicos, empresarios
y artistas. Para este sector se trazó un programa de vinculación patrocinado por el Ministerio de Relaciones Exteriores (MRREE) y la Organización Internacional para las
Migraciones (OIM), cuya difusión podíamos encontrar
hasta el año 2005 en la página de la embajada uruguaya
en Washington (Crosa, 2007).
En este programa encontramos los lineamientos políticos de los organismos multilaterales de cooperación y
desarrollo, que sugieren a sus países miembros encauzar
los beneficios que generan las migraciones por la vía del
2
CONFIGURACIONES DE LA INMIGRACIÓN URUGUAYA EN LA ARGENTINA:
DE LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA A LA PATRIA PEREGRINA
restablecimiento del sistema republicano y constitucional
constituyó un marco propicio para el accionar político en
tanto base para la vinculación con el país de origen, como
sucedía en otras regiones del mundo.
En ese momento, de gran efervescencia social y política, surgieron en Buenos Aires una treintena de comités de
base del FA que, a través de sus nombres, expresaron hitos
de la historia uruguaya (Grito de Asensio, 33 Orientales,
25 de Agosto, etc.), homenajearon a personajes destacados
y valorados (Che Guevara, Liber Seregni, Simón Bolívar,
Alfredo Zitarrosa, José Artigas, Salvador Allende, etc.) y
finalmente marcaron su inserción en el medio local argentino (Quilmes, Gualeguaychú, La Plata, Parque Centenario, Caballito, Palermo, Moreno, Rosario, Florencio Varela,
Montegrande, la Matanza y Mar del Plata) (Crosa, 2007).
La actividad política se presentó como un rasgo generalizado de la colectividad uruguaya en la Argentina. Así
lo sugieren los siguientes entrevistados:
“En la Argentina no es necesario juntarse con otro
uruguayo para comer un asado, como en Australia, pero
sí para hacer política” (varón que emigró en 1973, a los
dieciocho años de edad, desde la ciudad de Paysandú
hacia Buenos Aires).
“La participación política es la tradición cultural del
uruguayo; podemos permanecer a lo largo del tiempo organizados de esta forma” (varón que emigró en 1977, a los
treinta y siete años de edad, desde la ciudad de Montevideo hacia Buenos Aires).
Dentro del accionar de estos grupos fue central el proselitismo político. Permitió mantener el vínculo jurídico
con el Estado uruguayo, a la vez que acarreó una importante capacidad de acción colectiva y de movilización para
la participación electoral en las diversas instancias nacionales y los distintos referendos y plebiscitos (lo que, hasta
la actualidad, supone desplazarse al Uruguay en cada oportunidad, ya que no existe el voto vía epistolar o consular).
Estos viajes son motivo de orgullo dentro de la colectividad. Frecuentemente se recuerdan con cierta nostalgia
los traslados en ómnibus antes de la proliferación del ferry
como medio de transporte predominante para cruzar el
Río de la Plata, como sugiere la siguiente entrevistada:
“Era una fiesta porque sacábamos todos los micros juntos (…) Desde que entrabas al Uruguay hasta que llegabas
a Montevideo, en cada pueblo se juntaban para recibirnos y
festejar (…)” (mujer que emigró en 1974, a los veintiún
años de edad, desde la ciudad de Montevideo hacia Buenos Aires).
Durante más de dos décadas aquellos comités políticos
fueron conformando una estructura partidaria autodenominada Frente Amplio de Uruguay en Argentina (FAUA)
o Departamental 20, con distintos niveles de discusión,
decisión y representación interconectados, siguiendo la
normativa vigente en el Uruguay1. El objetivo de conformarse así en la Argentina los llevó a constituir una estructura política relativamente autónoma. Entre los años 2005
y 2006 hemos registrado su pleno funcionamiento como
departamental –aunque no reconocida en estos términos
desde el Uruguay–, cuando se realizaron las reuniones del
Plenario Activo de la Mesa Política del FAUA en la ciudad de Buenos Aires, en distintas sedes de organizaciones
sindicales y partidarias argentinas, avanzando un paso
hacia la construcción de un status político extraterritorial dentro de la estructura partidaria uruguaya (Crosa,
2009). Incluso se tenía en esos años la expectativa de
lograr a futuro una representación para los uruguayos en
la Argentina dentro del Parlamento del Uruguay.
Ahora bien, mientras resulta insoslayable la centralidad de la organización política para mantener el vínculo
jurídico más allá de las fronteras, otros objetivos e intereses
en torno a la autoidentificación como inmigrantes y sus
problemáticas específicas en el lugar de destino fueron surgiendo y resurgiendo con mayor o menor intensidad. Estas
identificaciones y problemáticas eran nombradas, por los
propios protagonistas, con la expresión ser uruguayo en la
Argentina o, en términos más generales, el Uruguay exterior.
En este sentido, se perfilaron otros espacios tendientes a la constitución de un status nacional de carácter
extraterritorial. En ellos se busca difundir y mantener la
cultura uruguaya en sus expresiones artísticas y musicales,
promover el conocimiento de las condiciones de vida y
las trayectorias migratorias, generar redes de ayuda a los
compatriotas y propiciar la unidad de la colectividad en la
Argentina. Estas instancias se articulan alrededor de grupos
musicales o artísticos y asociaciones que suelen organizarse
como asociaciones de residentes o culturales, contando
con medios gráficos y radiales para su difusión.
Para los uruguayos radicados en la Argentina, la heterogeneidad de grupos y la ampliación en cuanto a objetivos e intereses se multiplicó con la efervescencia social
y política que implicó el triunfo del FA en el Uruguay.
Particularmente hemos registrado el surgimiento de dos
organizaciones novedosas: una asociación de residentes
y una asociación por el encuentro cultural argentino y
uruguayo. De acuerdo con sus fundadores era el momento
de tener iniciativas y de hacer algo distinto porque todos
veníamos de los comités de base.
Sobre este conjunto de actividades transnacionales
2
3
El FA en el Uruguay se organiza sobre la base de cuatro instancias que lo estructuran: los comités de base, las Coordinadoras Zonales de Montevideo, la Dirección Nacional y las
departamentales correspondientes a la división política y
administrativa del territorio uruguayo, que consta de diecinueve departamentos.
CUADERNOS 23
y los campos sociales así conformados, que conducen
al mantenimiento de vínculos a través de los diferentes
países (Suárez Navaz, 2008, Levitt y Glick Schiller, 2004),
ingresaron las nuevas políticas poblacionales promoviendo transformaciones y ampliaciones en la configuración de la inmigración uruguaya en la Argentina.
a través de los consulados y embajadas del Uruguay en el
mundo, hasta las colectividades que debían organizarse
en consejos consultivos para su representación.
Los consejos se proponían como un ámbito unificador de los emigrados y sus organizaciones preexistentes.
Su funcionamiento quedó establecido a partir del sistema
representativo y democrático mediante estatutos, reglamentos y elecciones periódicas de autoridades que debían
ser fiscalizadas por los consulados en nombre del D20. El
programa quedó luego legalmente inscripto en la Ley de
Migración Nº 18.250 sancionada en el año 2007 y reglamentada en 2008, donde se instaura como política a nivel
nacional (MRREE, 2008).
Dicho programa de vinculación recuperó básicamente
los objetivos planteados por Naciones Unidas respecto
de considerar los aspectos positivos de las migraciones y
reorientarlos en el retorno de recursos promoviendo el
interés de los migrantes hacia el desarrollo de su país de
origen (2006).
Entre las últimas acciones realizadas en el marco de
estas políticas cabe mencionar el debate parlamentario
del año 2007, donde se discutió aquella ley enviada por el
presidente Vázquez y cuyo fracaso derivó en un plebiscito
o consulta popular en el año 2009 acerca del voto en el
exterior del país4.
Los resultados negativos de ambos eventos muestran
cómo estas políticas de inclusión encontraron su propio
límite al plantearse en el campo de los derechos políticos.
En este sentido, la extensión del vínculo jurídico entre
sociedad civil y Estado más allá de la frontera territorial
obligaba a abrir la representación política a los grupos
emigrados, despertando voluntades encontradas respecto
de la legitimidad de su accionar político.
En el debate parlamentario, que hemos analizado en
otro trabajo (Crosa, 2010a), emergía claramente un profundo desacuerdo acerca de la concepción más amplia
de la ciudadanía en dos direcciones opuestas. Por un
lado, quienes plantearon su oposición al sufragio de los
uruguayos en el exterior parecían tener dificultades para
desmarcar territorialmente la ciudadanía, ligándola más a
un status jurídico en un lugar específico (Marshall, 1963)
que a una práctica. Desde este punto de vista, resultaba
imposible extender los derechos ciudadanos debido a
que la migración rompía el vínculo con el territorio de
la nación, es decir, el fundamento de la relación sujeto,
sociedad y Estado. Al contrario, promover la reglamentación del voto en el exterior implicaba reconocer la praxis
ciudadana de los emigrados y de los propios parlamen-
EL URUGUAY Y SU POBLACIÓN EMIGRADA: LA CREACIÓN DE LA
PATRIA PEREGRINA - DEPARTAMENTO 20
Las políticas de vinculación selectiva dirigidas a la
población calificada en el exterior del país cobraron un
renovado impulso con el cambio político en el Uruguay
cuando el FA llegó al gobierno de la nación en el año
2005. En este punto, la relación con los emigrados como
objetivo prioritario del gobierno y el nacionalismo a la
distancia practicado por los uruguayos en el exterior han
brindado una justificación para la reconfiguración transnacional del Estado uruguayo, que se extiende más allá
de sus límites territoriales incorporando a sus poblaciones dispersas y a su descendencia (Levitt y Glick Schiller,
2004).
Estos nuevos lineamientos fueron enunciados por
Tabaré Vázquez en su discurso de asunción presidencial,
donde proclamó para la Patria Peregrina la creación de
una red que permitiera mantener y reforzar los lazos con
el Uruguay con el objetivo de recibir y aportar cultura,
conocimientos científicos y tecnológicos y fomentar el
comercio y las inversiones (Presidencia, 2005). A su vez,
dentro del conjunto de leyes que enviaría al Parlamento,
el nuevo presidente destacó:
“Un proyecto de ley estableciendo el voto epistolar para
los compatriotas que no tengan la ciudadanía suspendida y
que residan en el exterior accidental o permanentemente. (…)
Creemos que un elemento esencial para la vinculación con los
uruguayos residentes en el exterior es consagrar el pleno ejercicio de sus derechos cívicos” (Presidencia, 2005).
Surge entonces una nueva política poblacional que
incluye un programa de vinculación con los emigrados,
el diseño de una ley de migraciones y un proyecto de ley
para reglamentar el voto en el exterior del país2.
El proyecto de vinculación denominado Departamento 20 - La Patria Peregrina (D20)3 se organizó desde
la Dirección General para Asuntos Consulares y Vinculación en el Ministerio de Relaciones Exteriores (MRREE),
2
3
En los hechos los ciudadanos uruguayos radicados en el
exterior solo pueden sufragar si se presentan en territorio uruguayo el día de elecciones con la documentación
correspondiente
Esta denominación incluye a todos los uruguayos residentes
en el exterior y alude a la división política y administrativa del
territorio uruguayo que consta de diecinueve departamentos.
4
4
En el Uruguay los referendos, plebiscitos y consultas populares, tienen carácter vinculante, es decir que deben ser acatadas
a nivel nacional.
CONFIGURACIONES DE LA INMIGRACIÓN URUGUAYA EN LA ARGENTINA:
DE LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA A LA PATRIA PEREGRINA
tarios como acción política que resignifica las relaciones
sociales existentes hacia la redefinición de las fronteras
establecidas (Balibar, 2004).
La particularidad en torno al acceso diferencial a los
derechos de ciudadanía respecto de los grupos emigrados
no pudo resolverse tampoco en el plebiscito realizado junto
con las elecciones nacionales del año 2009 por iniciativa de
los legisladores del FA. Su resultado fue una desaprobación
social frente al proyecto de deslocalizar a la sociedad uruguaya del acotado marco del territorio nacional.
Por su parte, el FA como partido político respondió
al activismo de sus militantes más allá de las fronteras
transformando su sistema de representación. Históricamente, la figura del comité político en el exterior del
país fue una forma de representación aceptada y recurrente dentro de las instancias de gobierno del FA en el
Uruguay. Sin embargo, a partir de 2007, a dos años de
acceder al gobierno, el FA incorporó un sistema de representación regional que dividió a la migración uruguaya
en el mundo en tres regiones a cargo de delegados electos. Este sistema desconoció las lógicas de organización
preexistentes como el FAUA de la Argentina, que resultó
prácticamente desmantelado al conformarse la Región 1
compuesta además por el Brasil, Paraguay y Chile.
RECONFIGURACIONES EN LA ARGENTINA:
BUENOS AIRES
En el marco de las nuevas políticas de vinculación del
programa La Patria Peregrina - D20, las distintas colectividades de uruguayos en el mundo debían constituirse en
consejos consultivos para su representación. En el caso de
la Argentina, luego de un largo proceso –no libre de dificultades– que comienza en el año 2006, algunos grupos se
organizaron formando el Consejo Consultivo de Buenos
Aires (CCBA), que incluyó también asociaciones de otras
ciudades (Mar del Plata, Rosario, Zárate y Córdoba),
incorporando un espectro heterogéneo de organizaciones como el FAUA, asociaciones de residentes, grupos de
mujeres, comisiones de derechos humanos, grupos artísticos y programas radiales.
Asimismo se han constituido consejos en prácticamente
todos los destinos de la emigración uruguaya, que permanecen vinculados entre sí mediante distintos soportes de
comunicación virtual y reuniones anuales en el MRREE en
Montevideo, denominadas Encuentros Mundiales de Consejos Consultivos. En otro trabajo hemos analizado algunos
aspectos del primero de estos encuentros mundiales realizado en el año 2006, donde los distintos consejos consultivos de uruguayos en España, Francia, Australia, los Estados
Unidos, el Paraguay, la Argentina y Chile, entre otros países,
mostraron su trabajo de vinculación de larga data con el
Uruguay así como su potencial a futuro (Crosa, 2010b).
LA CREACIÓN DEL CONSEJO CONSULTIVO DE
El proceso de formación del Consejo en Buenos Aires
conllevó un esfuerzo colectivo en el que se invirtió tiempo,
trabajo y dinero de forma voluntaria. Este sistema representativo ha resultado por demás difícil de implementar,
demandando en los hechos soluciones de compromiso
mediante las cuales el CCBA adquirió el carácter de provisorio. Fue muy complicada la preparación de estatutos
y reglamentos, y se encuentra inconcluso el empadronamiento de los miembros para la elección de autoridades
que debía ser realizado por el Consulado según la Ley de
Migraciones y su reglamentación.
Los significados que adquiere esta nueva organización
para sus integrantes abarcan un amplio espectro de visiones donde centralmente predomina el mantenimiento
del vínculo jurídico con el Estado uruguayo para ser ciudadanos plenos más allá de las fronteras. De acuerdo con
sus dirigentes los objetivos se orientan hacia:
“la construcción ciudadana para la recuperación de
valores, derechos y obligaciones perdidos por vivir fuera del
país” (Discurso de inauguración del 1er Encuentro Regional de Consejos Consultivos en marzo del año 2009, Buenos Aires).
En un sentido ampliamente positivo se considera que
las políticas de vinculación son:
“El primer paso que el gobierno progresista (se refiere al
FA en el Uruguay) ha dado en buscar la participación de los
ciudadanos y lo ha hecho en el exterior” (varón que emigró
en 1977, a los treinta y siete años de edad, desde la ciudad
de Montevideo hacia Buenos Aires).
No obstante, abundan las visiones críticas con respecto
a la implementación de estas políticas, habiendo plena
conciencia de sus falencias e inconsistencias cuando se
expresa que las políticas de vinculación son compromisos
internacionales del Uruguay pero a nadie le importan. En
el mismo sentido se sostiene que el Consejo Consultivo es
el Estado buscando la unificación de las asociaciones para
implementar sus políticas públicas.
Los objetivos del CCBA, según sus integrantes, buscan la unificación de los distintos grupos en la Argentina,
promoviendo su vinculación con las sociedades uruguaya
y argentina. El Consejo fue entendido como elemento
aglutinador frente a una generalizada autopercepción de
la colectividad como fragmentada o dispersa. El punto de
partida de esta unificación y vinculación debía surgir del
reconocimiento de los derechos políticos a la distancia
por parte del Estado uruguayo, implementando mecanismos como el voto epistolar o consular.
Asimismo fue concebido como un canal de promoción y fortalecimiento de las actividades sociales y culturales existentes, cuyo desarrollo concreto se visualizó a
futuro en la proyectada Casa del Uruguay. Otros objetivos
centrales fueron la promoción del turismo en el Uruguay
5
CUADERNOS 23
y los acuerdos con compañías de transporte que beneficien a los residentes en la Argentina y sus familias. No
menos importante fue la propuesta de trabajar en conjunto con el Consulado y la Embajada, en vías de revertir
varias problemáticas, como la localización del edificio y
su funcionalidad, la reducción de costos en los trámites y
la necesidad de incorporarles funciones de registro civil y
de oficina migratoria.
En este sentido, nuevos integrantes recientemente
incorporados definen como objetivos de los consejos:
“Nuclear asociaciones sociales, culturales y políticas
trascendiendo lo que cada una de ellas pueda aportar como
colectivo para unificar esfuerzos para la construcción de
espacios mayores de participación ciudadana” (mujer, primera generación de uruguayos nacidos en la Argentina).
Sin embargo, persiste el problema de la conformación
legal del Consejo, en cuanto a reglamentos, estatutos y
elección de autoridades que requieren competencias
específicas y el trabajo conjunto con el Consulado. A seis
años de implementadas las políticas de vinculación, la
institucionalización como condición inicial para el vínculo no pudo ser cumplimentada y la solución de compromiso se presentó insostenible en el tiempo debido a
que las autoridades provisorias, una vez cumplidos los
plazos en sus funciones, han renunciado.
Por esta razón, actualmente el CCBA funciona con
un sistema de representación múltiple acotado a las
distintas tareas e intereses y carente de formas legales o
jurídicas en la Argentina y en el Uruguay. En este sistema
resurgen las lógicas de organización preexistente básicamente heterogéneas y dinámicas: se toman iniciativas en
situaciones y momentos determinados, generando liderazgos de personas o de asociaciones limitados al manejo
concreto de una actividad. Así se vienen desarrollando
distintas actividades, como la Muestra de Fotos Mujeres
Uruguayas en el Centro Cultural del Parque Avellaneda
en Buenos Aires y el Centro Cultural Paco Urondo de la
Universidad de Buenos Aires, los convenios con compañías fluviales y de hotelería para disminuir costos, los
festivales y espectáculos artísticos y la reciente creación
de una comisión para la organización de los festejos del
Bicentenario uruguayo.
De acuerdo con nuestro análisis, las configuraciones
organizativas de la inmigración uruguaya en la Argentina, en tanto procesos y prácticas sociales de los distintos
grupos, se constituyeron en una compleja interrelación
con las políticas poblacionales del Estado uruguayo. En
este sentido, ni los grupos ni las políticas estatales entendidas como prácticas sociales estructuradas pueden ser
vistos como superiores unos respecto de otros, sino con
múltiples y complejas determinaciones. De acuerdo con
Giddens (1982) los sujetos presentan un carácter produc-
tivo y reproductivo en la esfera de la vida cotidiana y la
estructura social resulta doblemente constrictiva y habilitante respecto de sus acciones.
CONSIDERACIONES FINALES
A lo largo de este trabajo hemos analizado cómo en
contextos migratorios se constituyen campos sociales que
cruzan fronteras geográficas, culturales y políticas. En
ellos los inmigrantes crean y mantienen relaciones sociales multidimensionales que no pueden entenderse solo
dentro del país de destino ni como procesos aislados de
las políticas estatales.
En el caso de la inmigración uruguaya en la Argentina
analizamos una historia de estrecha vinculación y compromiso a la distancia con el país natal, que estableció
distintas configuraciones organizativas en relación con
las políticas poblacionales en el Uruguay.
En primer lugar, frente a las condiciones de exclusión y desvinculación, la organización giró en torno al
mantenimiento del vínculo jurídico mediante la praxis
política para sostener su representación en el país de
origen. La militancia, el proselitismo y la participación
en los comicios fueron objetivos centrales instrumentados mediante la creación de comités políticos cuyo
referente en el Uruguay fue el partido FA. En el caso de
la colectividad uruguaya en la Argentina, estos comités
configuraron un status político extraterritorial respecto
de la estructura partidaria uruguaya, desde el cual
incluso surgía la expectativa de lograr una representación parlamentaria para los uruguayos radicados en el
exterior del país.
Por su parte, más allá de la organización política pero
en estrecha relación con ella, se desplegó un movimiento
asociativo heterogéneo y dinámico en torno a distintos
intereses y objetivos generalmente artísticos, culturales y
de sociabilización entre compatriotas. Son características
las asociaciones de residentes y las agrupaciones artísticas
de murga, candombe y comparsa, así como los programas radiales asociados a estos grupos o independientes.
Sobre este conjunto de actividades transnacionales y
los campos sociales por ellas conformados ingresaron las
nuevas políticas poblacionales ampliando el universo de
la vinculación, aunque no sin conflictos y contradicciones. En efecto el FA, una vez en el gobierno, diseñó una
política nacional para la vinculación social y política con
los grupos emigrados con diversos resultados dentro de
la propia sociedad uruguaya y en la configuración de la
inmigración uruguaya en la Argentina.
En cuanto al Uruguay, el intento de extender el vínculo
encontró su propio límite al plantearse en el campo de los
derechos políticos. Por un lado, la férrea oposición de los
restantes partidos impidió una vez más resolver el acceso
diferencial a los derechos políticos en desmedro de quie6
CONFIGURACIONES DE LA INMIGRACIÓN URUGUAYA EN LA ARGENTINA:
DE LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA A LA PATRIA PEREGRINA
nes residen en el exterior y, dentro de estos, en perjuicio de
quienes no poseen los medios para trasladarse al Uruguay
el día de elecciones. De la misma forma, el plebiscito por
el voto en el exterior mostró a nivel general de la sociedad
cómo el vínculo entre nación y territorio se había consolidado en el imaginario social de un país de inmigrantes.
Mientras algunos sectores se negaban a asumir las
consecuencias políticas de las dinámicas migratorias en
el Uruguay, otros pugnaban por extender la demarcación
ciudadana históricamente acotada al marco territorial
como límite de la comunidad política. Para estos últimos,
la ciudadanía era una praxis más que un status adquirido
de derechos, y las relaciones sociales que son inmanentes
a una sociedad y a un Estado debían superar el referente
exclusivo del territorio de la Nación.
Con respecto a las agrupaciones conformadas en la
Argentina, el requisito de organizarse unificadamente
como consejos consultivos para integrar el programa La
Patria Peregrina – D20, implicó un sistema de representación que desconocía las lógicas de funcionamiento preexistentes y las posibilidades reales de asumir sus costos,
que recaían enteramente de su lado. Asimismo sobreestimaba el interés del servicio diplomático; es un hecho
que las gestiones consulares a lo largo de los últimos años
no colaboraron con la organización legal de los consejos
según establece el reglamento de la Ley de Migraciones en
el Uruguay.
Sorteando estas dificultades, el Consejo de Buenos
Aires se organiza actualmente recuperando las prácticas tradicionales de la colectividad uruguaya en la
Argentina en cuanto a formas acotadas y variables de
organización y liderazgo. Dentro del heterogéneo movimiento asociativo de la Argentina, el Consejo se sostiene
de forma voluntaria como un ámbito estratégico desde
el cual llevar adelante proyectos concretos en un marco
institucional reconocido. En general todos los grupos
preexistentes lo reconocen y valoran positivamente en
tanto espacio que ha permitido ampliar el universo de la
participación y la vinculación.
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EL MANEJO DEL FUEGO EN LOS GRUPOS PATAGÓNICOS POST-HISPÁNICOS
1
Ariel D. Frank
RESUMEN
Este trabajo se analiza de qué modo manejaron el fuego las sociedades patagónicas post-hispánicas; buscamos relevar información concerniente a esta temática que resulte útil como referente para los trabajos arqueológicos. Para ello,
realizamos una revisión de relatos escritos por cronistas que visitaron la Patagonia durante los últimos cinco siglos.
PALABRAS CLAVES
Manejo del Fuego, Patagonia, Cronistas.
ABSTRACT
This paper aims to study the way fire was managed among post-Hispanic societies from Patagonia; we search for
information which could work as a reference during the archaeological research. In order to accomplish this purpose,
we review several accounts made by chroniclers who visited this region during the last five centuries.
KEY WORDS
Fire management, Patagonia, Chroniclers.
INTRODUCCIÓN
El fuego es y ha sido una herramienta fundamental en
la vida de las sociedades cazadoras recolectoras. Constituye una de las primeras adopciones humanas y ha tenido
un fuerte valor adaptativo puesto que brinda calefacción e
iluminación y permite la cocción de alimentos. Ha posibilitado la colonización de ambientes hostiles y constituido
una forma de protección ante depredadores. Asimismo,
ha sido utilizado como herramienta en el procesamiento
de recursos.
El manejo del fuego, entendido como el conjunto de
actividades relacionadas con la apropiación de los insumos, el encendido, el mantenimiento, el uso y el apagado
del fuego (Pérez de Micou 1991, Frank 2011), ha sido
poco explorado en la arqueología patagónica a pesar de
que es común hallar estructuras de combustión y restos
arqueológicos termoalterados en los sitios de esta región.
Este trabajo tiene por objetivo estudiar de qué modo
manejaron el fuego las sociedades patagónicas poshispánicas. Para ello, realizamos una revisión no exhaustiva de
relatos escritos por diversos exploradores, viajeros y naturalistas que visitaron la Patagonia a lo largo de los últimos
cinco siglos y analizamos las referencias vertidas en ellos,
puesto que estos cronistas registraron ciertos aspectos de
la vida de las sociedades que allí habitaban.
El estudio de las fuentes etnohistóricas sirve como
fuente indirecta de conocimiento para el período prehispánico (Jiménez Núñez 1971); resulta de utilidad como
generador de referentes analógicos para la interpretación
1
Departamento Científico de Arqueología. Facultad de Ciencias
Naturales y Museo. Universidad Nacional de La Plata.
arqueológica y para la formulación de hipótesis acerca de
cómo viven las sociedades (Shuman 1977). Es especialmente útil en casos en que, como en Pampa y Patagonia,
las poblaciones autóctonas han quedado disminuidas,
modificando fuertemente sus hábitos o han desaparecido,
quedando imposibilitado el estudio etnoarqueológico de
estas sociedades (Prates 2009), que es hoy en día una de
las fuentes más importantes sobre las que se realizan analogías en arqueología (ver por ejemplo Politis 2002). Si
bien en la Patagonia se han llevado a cabo investigaciones
etnoarqueológicas para analizar el manejo del fuego (Pérez
de Micou 1991), no es posible en la actualidad desarrollar
estos estudios sobre cazadores-recolectores. Así, una forma
suplementaria de acceder a esta información es mediante
la realización de análisis etnohistóricos (Cattáneo 2002,
Manzi y Spikins 2008, Moreno 2008, Prates 2009).
En el caso que nos ocupa, existe poca información sistematizada acerca del manejo y uso del fuego por parte de
las primeras poblaciones que ocuparon la Patagonia. Así,
buscamos relevar información concerniente a esta temática que resulte de utilidad como referente para los trabajos
arqueológicos que venimos desarrollando en la Provincia
de Santa Cruz (Skarbun et al. 2007, Frank y Paunero 2009,
Frank 2011, Paunero y Skarbun 2011, entre otros).
ASPECTOS METODOLÓGICOS
Nuestra búsqueda se realizó en publicaciones que
refieren a un amplio marco geográfico, que excede al sector en el que llevamos adelante nuestras investigaciones
arqueológicas y que podemos delimitar, en sentido esteoeste por el Océano Atlántico y la Cordillera de los Andes
y en sentido norte-sur por el Río Colorado y el Estrecho de
9
CUADERNOS 23
Magallanes. Esto se debe fundamentalmente a dos motivos, por un lado, al número limitado de referencias vinculadas específicamente al área de estudio, por el otro, a la
naturaleza móvil de parte de las sociedades que habitaron
este territorio durante el período poshispánico. Deseamos
hacer hincapié en aquellas características que indican continuidades generales en distintos espacios y sociedades.
Partimos de la premisa de que las sociedades que habitaron la Patagonia en el pasado compartían un ambiente,
explotaban recursos semejantes, contaban con una tecnología similar y tenían en común formas de pensamiento
y una cosmovisión que vuelve posible analizarlas en su
conjunto. Lo antedicho no implica ignorar la diversidad
que existe por tratarse de sociedades diferentes que se
desarrollaron en un espacio tan amplio y a lo largo de un
período prolongado durante el cual distintos aspectos de
su vida cotidiana han cambiado (Prates 2009, del Castillo
Bernal et al. 2011). De esta manera, resaltaremos también
determinadas características que han sido expresadas para
sociedades fuera del área de estudio (Tierra del Fuego),
pero que son afines geográfica y culturalmente y que
resultan de interés para el objetivo del presente trabajo.
El rango temporal en que se enmarcan estos relatos
es amplio: se toman referencias desde principios del siglo
XVI (Pigafetta 2004 [1519-1522]) hasta principios del
siglo XX (Onelli 1904). También se incorporaron algunas investigaciones etnográficas recientes (Aguerre 2000),
puesto que brindan información relevante a la temática.
La amplitud cronológica y geográfica, asimismo, permite
reconocer la importancia del documento o el dato repetido, reiterado, expuesto por personas diversas y desde
ángulos distintos (Jiménez Núñez 1971).
A medida que se realizó la lectura de las fuentes, todas
las referencias fueron volcadas en una base de datos en la
que se registraba la cita textual, la información bibliográfica, el año de la observación, la página en la cual se encontraba la cita, las palabras clave y a qué etapa del manejo del
fuego se refería, así como cualquier otra información que
resultara de utilidad. Se registraron expresiones en que
se manifiestan diversos aspectos del manejo del fuego:
aprovisionamiento de combustible, encendido del fuego,
mantenimiento, uso y apagado – abandono de la estructura de combustión. Nuestro enfoque pretende aportar al
conocimiento del uso del fuego, entendido no solo como
aquellas actividades en las cuales se aprovechan este o
sus derivados –carbón, cenizas, humo, brasas–, sino también como aquellas que se realizan en su entorno, ya que
concebimos al fogón como un elemento fundamental en
la organización del espacio en las sociedades cazadorasrecolectoras (Pérez de Micou 1991, Vaquero y Pastó 2001,
Vaquero et al. 2004, Paunero 2004, Frank 2011). En consecuencia, se clasificaron las citas referentes a este acápite
en dos grandes grupos, por un lado aquellas referencias
que expresaban actividades en las cuales se aprovecha el
fuego, el calor, el humo, el carbón, las brasas o las cenizas en algún tipo de actividad (por ejemplo la cocción)
y por el otro las expresiones acerca de actividades que no
necesitan del empleo del fuego pero que igualmente se
realizan cerca de él (por ejemplo comer).
RESULTADOS GENERALES
Se identificaron doscientas setenta y cinco citas vinculadas a alguna etapa del manejo del fuego, procedentes
de veintitrés fuentes. De estas expresiones, veintitrés son
mixtas, es decir, abordan más de una temática. Las restantes son citas simples (tabla 1).
La mayor parte de las expresiones se vinculan con
aspectos relativos al uso del fuego (65,3 %). Le siguen las
actividades realizadas en torno a estas estructuras de combustión con un 13,7 %. Las citas sobre las etapas de aprovisionamiento (8,7 %), encendido (5 %), mantenimiento
(4 %) y apagado (3,3 %) presentan un bajo porcentaje en
relación al total. Sin embargo, ofrecen elementos útiles a
la hora de evaluar la forma en que se manejaba el recurso
en épocas pasadas.
Etapa del manejo del fuego
Total
Aprovisionamiento
20
2
Aprovisionamiento - Encendido
4
Aprovisionamiento - Uso
10
Encendido
Encendido - Activid. en torno al fogón - Uso 2
1
Encendido - Uso
6
Mantenimiento
2
Mantenimiento - Activid. en torno al fogón
4
Mantenimiento - Uso
30
Actividades en torno al fogón
7
Actividades en torno al fogón - Uso
177
Uso del fuego
1
Apagado - Uso
9
Apagado
Total
275
Tabla 1 - Cantidad de citas por etapa
APROVISIONAMIENTO
Las expresiones en relación con el aprovisionamiento de combustibles hacen referencia a los
responsables de la recolección y las zonas con escasez o abundancia de elementos disponibles para la
ignición.
10
EL MANEJO DEL FUEGO EN LOS GRUPOS PATAGÓNICOS POST-HISPÁNICOS
En cuanto a quién estaba a cargo del aprovisionamiento y acarreo de la leña al campamento,
habitualmente se menciona a la mujer (Viedma
1783:71-72, Larrain 1883:39, Schmid 1964 [185865]:29, González 1965 [1798]:26, Claraz 1988
[1865-66]:66, Beerbohm 2004 [1879]:64). Viedma
2
lo expresa así : “En llegando al destino que está
asignado, arman las mugeres los toldos, recogen leña,
y lo tienen todo pronto para cuando los hombres
vengan...” (Viedma 1783:72). También los niños
(Larrain 1883:39) y los cautivos (Cox 2006 [186263]:170) podían estar a cargo de dicha tarea. Un
hombre solo la realizaba si era soltero y no tenía
cautivos (Claraz 1988 [1865-66]:79).
La abundancia o escasez también es una referencia muy presente en diversos autores, indicando
la importancia que tenía este recurso en los grupos
patagónicos. Se destaca así cuando está presente de
manera ubicua (Schmid 1964 [1858-65]:29, González
1965 [1798]:22, Musters 2005 [1869-70]:144 y 259) o
bien cuando es particularmente exiguo (Schmid 1964
[1858-65]:29, Claraz 1988 [1865-66]:88, Beerbohm
2004 [1879]:79 y 118, Musters 2005 [1869-70]:35,
Cox 2006 [1862-63]:100). Inclusive se subraya que en
los casos en que se iba a transitar por una zona sin leña
disponible, los tehuelches acarreaban este combustible para tener suficiente durante el trayecto (Beerbohm 2004 [1879]:118). También se resalta que en
áreas con poca leña los toldos se ubican de forma dispersa, modificando así la estructura del asentamiento
(Cox 2006 [1862-63]:100). Se destaca asimismo la
importancia de no malgastar la leña (Musters 2005
[1869-70]:35), hecho que se ve expresado en un relato
mítico narrado por Claraz:
“En la orilla occidental de la pequeña laguna
se ve un montón de leña seca. Los indios dicen que
debajo de él yace una piedra, que esa piedra es una
vieja (Yahmoc) y que esa vieja, es sin duda, una diosa.
Ella es la dueña de estos campos y de los animales que
viven en ellos. Antes de llegar a dicho punto, cada uno
arranca una rama seca, la lleva consigo y la coloca en
el montón como una ofrenda. Dicen que como es una
vieja que ya no puede juntar leña (entre los indios,
juntar leña es tarea de las mujeres; solo cuando son
viejas, no salen más a juntar), este es el regalo que más
aprecia. Se acercan al montón con respeto, no cabalgan frente a él, sino que lo rodean en un semicírculo
dirigiendo una oración a la vieja. Le ruegan que los
2
En este trabajo presentamos solo algunas citas textuales,
pudiéndose consultar el apéndice de Frank (2011) donde se
encuentra el listado completo.
proteja cuando están a caballo y que les dé carne gorda
de sus campos. Llenos de indignación cuentan que un
tehuelche que no quiso ofrendar nada y se burlaba de
la vieja, cayó del caballo, rompiéndose casi el pescuezo.
En otra ocasión, los tehuelches llevaron el sacrilegio a
un extremo tal que sacaron leña del montón, arrojándola luego. En castigo, casi murieron de hambre, pues
no pudieron cazar nada de carne en los campos de la
vieja.” (Claraz 1988 [1865-66]:66).
También se ha mencionado en algunas ocasiones cual es la leña recolectada, como es el caso del
colihue (Nothofagus dombeyi) (Cox 2006 [186263]:127). En ciertas oportunidades se observa que
determinada madera posee cualidades que la vuelven un muy buen combustible (Claraz 1988 [186566]:45) o bien que esta no es apta para ser usada
como leña por diversos motivos ((Musters 2005
[1869-70]:319). Por otra parte, Guinnard refiere en
numerosas ocasiones el uso de estiércol como combustible (Guinnard 2006 [1856-59]:43 y 153), lo que
probablemente esté vinculado a la escasez de especies vegetales leñosas en la zona por la que transitó,
teniendo en cuenta que también menciona el uso de
cardos, huesos y grasa para alimentar el fuego.
ENCENDIDO
Las expresiones que se refieren al encendido del fuego
expresan por un lado el método empleado y por el otro
quién tenía el papel de hacer esta tarea.
En relación a la técnica utilizada para la ignición, lo
predominante es la fricción entre dos maderas (Drake
1854: 50, Claraz 1988 [1865-66]:91 y 114, Pigafetta 2004
[1519-1522]:51). Drake lo relata del siguiente modo:
“The makeing of their fyers is strange; for they have
two peeces, the one as hard as holly, the other soft as firr,
the one flatt, the other round. They lay the flatt peece ipon
their knees, and set the hard peece upon the other, and drill
it between their heads, the motion wherof doth sodainly
engender such a heat that it breaketh out immediately
into flame, where with some dry rushes or ther matter they
receave fyer at their pleasure.” (Drake 1854:50).
También se ha mencionado la implementación del
método por percusión entre un trozo de pedernal y un
elemento de acero (Schmid 1964 [1858-65]:179). Se utilizarían como yesca hongos provenientes de la región
cordillerana (Musters 2005 [1869-70]:238), cera ótica
(Claraz 1988 [1865-66]:114) u otros elementos de rápida
ignición (Schmid 1964 [1858-65]):179). Claraz (1988
[1865-66]:91) también postula la utilización de Baccharis salicifolia (Chilca) para el encendido. Cabe señalar al
respecto que las técnicas de encendido deben haberse
visto profundamente alteradas con la introducción de
11
CUADERNOS 23
los fósforos; estos desplazaron totalmente a los métodos
utilizados con anterioridad (Pérez de Micou 1991), lo que
podría explicar en parte la escasez de referencias con respecto a esta temática.
En cuanto a quién era el responsable del encendido
del fuego, se afirma que habitualmente era la mujer la
encargada de esta tarea (Claraz 1988 [1865-66]:73, Cox
2006 [1862-63]:140). También los cautivos serían responsables de ello (Cox 2006 [1862-63]:94 y 185).
MANTENIMIENTO
Son pocas las referencias que expresan elementos
en cuanto al mantenimiento de los fogones. Estas se
vinculan, entre otros aspectos, a las personas responsables
de mantener el fuego encendido. Se expone que son los
niños quienes en determinados casos se ocupan de ello
(Onelli 1904:143, Aguerre 2000:64), estando a cargo
igualmente de la limpieza de las estructuras (Aguerre
2000:64). Sin embargo, también las mujeres y los hombres
son mencionados como responsables del mantenimiento
y reavivado del fuego (Schmid 1964 [1858-65]:174,
Guinnard 2006 [1856-59]:41). Los fogones se mantendrían
encendidos todo el tiempo posible, inclusive durante
la noche (Aguerre 2000:30, 32 y 64). Existen diversas
observaciones acerca de cuántos fogones podía contener
un toldo, fluctuando entre uno y cuatro; estos se ubicaban
en la parte delantera del toldo (Aguerre 2000:64, Beerbohm
2004 [1879]:66, Musters 2005 [1869-70]:270). Sin
embargo, en casos de escasez de leña se realizaban fogones
comunales (Cox 2006 [1862-63]:155 y 169), o bien estos se
encendían solo cuando era necesario (Schmid 1964 [185865]:177). En invierno, el fogón se ubicaba en el centro del
toldo y era rodeado por piedras para que no se corrieran
las brasas (Aguerre 2000:30-31); también podía encenderse
dentro de un pozo (Aguerre 2000:64). Asimismo, se hacen
expresiones relativas al mal cuidado del fuego, que pueden
generar incendios (Claraz 1988 [1865-66]:106).
Cabe resaltar, sin embargo, que en ninguno de los
relatos de viajeros se hizo hincapié en la forma, estructura
o modo de preparación de los fogones. Este tipo de información únicamente se obtuvo de una entrevista realizada
a una mujer tehuelche por A. Aguerre (2000).
USO DEL FUEGO O SUS DERIVADOS
Se reconocieron ciento noventa y seis expresiones
relativas a esta temática, dentro de la cual predominan las
siguientes actividades:
1. Cocción de alimentos: las observaciones preponderantes refieren a la cocción de carne, ya sea de
guanaco, ñandú, piche, puma o caballo. Esta es
habitualmente asada (Drake 1854:50, Bove 1883:154,
Schmid 1964 [1858-65]:124 y 177, Claraz 1988 [1865-
66]:45, 59 y 61, Moreno 1997 [1876]:247, 390 y 420,
Beerbohm 2004 [1879]:73, Musters 2005 [186970]:129, Guinnard 2006 [1856-59]:59-60 y 84, entre
otras, Lista 2006 [1879]:98, Cox 2006 [1862-63]:183184), aunque también se han mencionado casos
en los que es hervida (Schmid 1964 [1858-65]:177
y 186, Moreno 1997 [1876]:247, Beerbohm 2004
[1879]:73, Cox 2006 [1862-63]:161, Guinnard 2006
[1856-59]:59) o en los que se usó piedras termóforas
(Schmid 1964 [1858-65]:180, Claraz 1988 [186566]:63, Moreno 1997 [1876]:271, Cox 2006 [186263]:184). En este sentido, resulta ejemplificante la
observación de Schmid:
“El alimento principal de estos aborígenes es la carne
de guanaco y avestruz; pero no desdeñan la de puma
o zorrino si está gorda. La carne de caballo es muy
apreciada […]. Generalmente la comen asada, usando
para ello un asador de hierro o una horqueta de madera,
que extienden sobre el fuego oblicuamente, clavándola
en el suelo; algunos trozos son hervidos en cacerolas.”
(Schmid 1964 [1858-1865]:177).
También hay abundantes referencias en cuanto a
la cocción de recursos vegetales. Las más comunes
se refieren a tubérculos (Claraz 1988 [1865-66]:92,
Musters 2005 [1869-70]:232, Lista 2006 [1879]:122),
aunque también se registra esta acción sobre raíces
(Claraz 1988 [1865-66]:132, Musters 2005 [186970]:88 y 143, Guinnard 2006 [1856-59]:83 y 101),
semillas (Onelli 1904:60, Claraz 1988 [1865-66]:140) y
frutos (Aguerre 2000:63, Musters 2005 [1869-70]:300,
Guinnard 2006 [1856-1859]:60 y 106). Las técnicas
más habituales son el tostado y el hervido.
En relación con el hervido, resulta interesante destacar
que todas las referencias identificadas con respecto a
este método de cocción, ya sea para carne, vegetales u
otros alimentos, se observan a partir de 1856. Si bien
en la mayor parte de las citas no se expresa qué tipo
de contenedor es utilizado, en algunos se menciona el
uso de ollas o tachos de pintura (Schmid 1964 [185865]:174 y 177, Moreno 1997 [1876]:247, Musters 2005
[1869-70]:232, Cox 2006 [1862-63]:161, Guinnard
2006 [1856-59]:59). Solo un caso, tardío, menciona
el uso de recipientes cerámicos (Aguerre 2000: 73 y
86). Es probable entonces que la introducción de recipientes duraderos y fácilmente transportables como
son los de metal hayan alterado en cierta medida los
hábitos alimenticios de estas poblaciones –quizás
no en las técnicas aplicadas sino en su frecuencia–.
Finalmente, algunos cronistas mencionan la cocción
de huevos (Moreno 1997 [1876]:374, Musters 2005
[1869-70]:127 y 128, Guinnard 2006 [1856-59]:62).
2. Señales de humo: el uso del humo como forma de
12
EL MANEJO DEL FUEGO EN LOS GRUPOS PATAGÓNICOS POST-HISPÁNICOS
comunicación y visualización es una expresión recurrente en la bibliografía consultada (Viedma 1783: 8 y
31, Onelli 1904:158, Schmid 1964 [1858-65]:30, 36
y 65, entre otras, González 1965 [1798]:25 y 38, Claraz 1988 [1865-66]:70, 72 y 112 entre otras; Moreno
1997 [1876]:237, 242 y 376, Villarino 2002 [1782]:14,
Musters 2005 [1869-70]:123-126, 130, entre otras;
Guinnard 2006 [1856-59]:62). Las señales podían
verse a varias leguas de distancia. Para cumplir dicho
propósito se encendían fuegos especiales, habitualmente en zonas altas donde podían ser detectados más
rápidamente; quemándose arbustos (Moreno 1997
[1876]:414, Musters 2005 [1869-70]:40) o pasto seco
(Musters 2005 [1869-70]:173). Moreno lo expresa de
la siguiente manera:
“…en las alturas, la oscura verbenácea negrea grandes
extensiones de planicie; esta planta sirve a los indios
de pila eléctrica para su primitivo telégrafo; Chersco la
aprovecha y, en un instante, nuestro trayecto se señala
por densas columnas de humo que pronto después son
contestadas desde los lejanos cerros del SE por los indios
boleadores de baguales.” (Moreno 1997 [1876]:414).
3. Quema de objetos: otro uso del fuego que es mencionado
con frecuencia, como parte de ritos funerarios, es la
destrucción de diferentes bienes del difunto o de sus
deudos (Viedma 1783:10 y 47, Onelli 1904:155, Outes
1917:213, Schmid 1964 [1858-65]:184, Claraz 1988
[1865-66]:139 y 141, Moreno 1997 [1876]:141, Aguerre
2000:169-170 y 172, Beerbohm 2004 [1879]:63, Musters
2005 [1869-70]:211-212 y 294, Guinnard 2006 [185659]:71, Cox 2006 [1862-63]:170, Martinic 2007:162).
Estos pueden ser, entre otros, lanzas, boleadoras, toldos,
ropa y animales. Para dichos fines, probablemente se
encendían fogones especiales, algo alejados de los toldos
(Schmid 1964 [1858-1865]:184). Musters lo expone de
la siguiente manera: “Cuando muere un tehuelche, matan
todos sus caballos, perros y demás animales, y queman en
pila sus ponchos, adornos, boleadoras y demás pertenencias
personales…” (Musters 2005 [1869-70]:211). También se
ha postulado la destrucción de objetos a los cuales se les
asignaba poderes mágicos (Schmid 1964 [1858-65]:48).
4. Calefacción: el uso del fuego para calentarse también
ha sido mencionado por diversos autores (Drake
1854:49, Schmid 1964 [1858-65]:178-179, Claraz
1988 [1865-66]:76, 111 y 125 entre otras; Musters
2005 [1869-70]:259, 265 y 283 entre otras). Cabe destacar, sin embargo, que toda actividad que se desarrolle en las cercanías de un fuego encendido implica el
acceso al calor. Así, consideramos que este ítem se ve
subrepresentado en la bibliografía consultada.
5. Incendios: se menciona en algunos casos el incendio
intencional de campos, ya sea como método de caza
(Bove 1883:74, Beerbohm 2004 [1879]:120, Musters
2005 [1869-70]:141, 165 y 185 entre otras, Cox 2006
[1862-63]:143) o bien para facilitar la marcha (Claraz
1988 [1865-66]:103). En algunos casos se señala la
quema del lugar donde se asentó el campamento una
vez que este es abandonado (Moreno 1997 [1876]:256
y 420, Guinnard 2006 [1856-59]:24 y 54). También se
ha notado que en algunas ocasiones se han generado
incendios no intencionales a causa de descuidos en
el manejo del fuego (Claraz 1988 [1865-66]:106,
Musters 2005 [1869-70]:133 y 165).
6. Higiene: existen abundantes referencias que destacan
que los grupos patagónicos descartaban pelos, uñas,
y otras excrecencias en el fuego (Claraz 1988 [186566]:43 y 69, Moreno 1997 [1876]:256, Musters 2005
[1869-70]:196).
7. Producción de medicamentos: diferentes vegetales
eran hervidos o quemados para la producción de
infusiones y tópicos medicinales (Claraz 1988 [186566]:45 y 91, Aguerre 2000:167, Musters 2005 [186970]:295, Guinnard 2006 [1856-59]:78). Asimismo,
Guinnard (2006 [1856-59]:68, 77-78) registra el
empleo de materiales encendidos para tratar ciertas
dolencias.
8. Otros: otras aplicaciones a las que era destinado el fuego
según los cronistas eran, la iluminación (Schmid 1964
[1858-65]:28, Moreno 1997 [1876]:21, Musters 2005
[1869-70]:313, Cox 2006 [1862-63]:127), la cremación
de cuerpos (Onelli 1904:157 y 207, Schmid 1964 [185865]:144), el secado (Musters 2005 [1869-70]:122 y 170),
el uso de ceniza para diversas actividades –cocción,
enmangue de artefactos, trabajo del cuero y la madera,
acciones terapéuticas, entre otras– (Schmid 1964 [185865]:177, Aguerre 2000: 96, 98 y 133 entre otras, Guinnard 2006 [1856-59]:36, 43 y 68). Además, el fuego era
importante en la visión del mundo por parte de estas
sociedades, hecho que se ve expresado en diversos mitos
y relatos (Schmid 1964 [1858-65]:50, Moreno 1997
[1876]:97, Fernández Garay y Hernández 1999, Musters
2005 [1869-70]:119, Cox 2006 [1862-63]:169).
Estos diversos usos del fuego, registrados para las
sociedades poshispánicas que habitaron la Patagonia
continental, son realizados también por las distintas
sociedades que ocuparon la isla de Tierra del Fuego
(Manzi y Spikins 2008). Sin embargo, resulta interesante
destacar que la lectura de algunos cronistas que observaron a estas últimas sociedades de la isla nos permitió
reconocer ciertas prácticas que no fueron registradas
por los cronistas en el continente. Así, se ha notado que
se utilizaba el fuego para el tratamiento térmico en el
marco de la producción de artefactos óseos (Bridges
1998:30). También se trataban térmicamente pigmen13
CUADERNOS 23
tos, o bien se utilizaban carbón o ceniza como colorantes (Bridges 2003 [1948], Gusinde 1982 [1931]:358).
Además, se empleaba el fuego para facilitar la producción de astiles de madera (Bridges 2003 [1948]:368).
ACTIVIDADES EN TORNO AL FOGÓN
Se encontraron cuarenta y un registros vinculados
con diversas actividades desarrolladas alrededor de las
estructuras de combustión. Las principales son:
1. Conversar, pasar el tiempo, estar sentado: estas
expresiones muestran como gran parte del tiempo que
se pasa en el campamento transcurre en torno al fogón
(Onelli 1904:83 y 141, Schmid 1964 [1858-65]:28,
50 y 177, Wallis 2004 [1812]: 98 y 102, Musters 2005
[1869-70]:263, 269 y 282, entre otras, Cox 2006 [186263]:155 y 186). Esto se puede observar en Musters:
“Después de una prolongada conversación junto al fuego,
en la que se hizo saber que la ruta que seguíamos…”
(Musters 2005 [1869-70]:318). Este tipo de afirmación
se registra reiteradamente en los relatos, y si bien se
refieren al fogón de modo tangencial, resultan útiles
para visualizar su importancia.
2. Comer, beber: es común encontrar observaciones
que resaltan que la alimentación se realiza cerca del
fuego (Drake 1854: 50, Onelli 1904:141, Claraz 1988
[1865-66]:130, Moreno 1997 [1876]:248, Musters
2005 [1869-70]:166, 277 y 316). Musters afirmaba,
por ejemplo: “Las tres esposas del cacique presidían
junto a las fogatas, y en el primer servicio se hicieron
circular platos de madera cargados de grandes trozos de
carne y la correspondiente ración de gordura.” (Musters
2005 [1869-70]:277). También se aprovecha ese espacio para tomar mate o bebidas alcohólicas (Beerbohm
2004 [1879]:66, Musters 2005 [1869-70]:250 y 316).
3. Bailar: en ocasiones festivas o rituales (por ejemplo
un nacimiento o la primera menstruación de una
joven) se bailaba alrededor del fuego (Moreno 1997
[1876]:22 y 130, Aguerre 2000:139 y 161, Musters
2005 [1869-70]:224, Lista 2006 [1879]:71). Lista lo
expone de la siguiente manera:
“La primera menstruación de las jóvenes (enake) es
objeto de fiesta entre los indios, y esta suele durar varios
días consecutivos. En ella se baila al resplandor de la
hoguera que arde en el centro del toldo, o se hacen grandes libaciones a Baco.” (Lista 2006 [1879]:71).
4. Fumar: se observa también que es habitual fumar en
torno al fuego. Seguramente esto se vincula al hecho
de pasar el tiempo en ese espacio (Schmid 1964 185865]:178-179, Claraz 1988 [1865-66]:76, Beerbohm
2004 [1879]:66, Musters 2005 [1869-70]:41, 246 y 282,
Cox 2006 [1862-63]:155).
5. Trabajar: diversas tareas son realizadas cerca del fuego,
como lo son trabajar el cuero, tejer, empaquetar
plumas y carnear animales (Onelli 1904:141, Schmid
1964 [1858-65]:124, Aguerre 2000:64, Beerbohm 2004
[1879]:66, Musters 2005 [1869-70]:166). Beerbohm
lo presenta de la siguiente forma:
“Entré en una de esas carpas y miré a mi alrededor. En
la parte de adelante había tres o cuatro pequeñas fogatas, cada cual circundada por un grupo de indígenas
calentándose los pies, fumando o tomando mate. Las
mujeres estaban todas trabajando duramente, cosiendo
capas, tejiendo fajas o empaquetando plumas de avestruz.” (Beerbohm 2004 [1879]:66).
Consideramos que estas tareas alrededor del fogón
implican un uso del fuego, puesto que, si bien pueden
realizarse en diferentes espacios, son desarrolladas
habitualmente en torno a las estructuras de combustión. Así, el fuego organiza y estructura el espacio a
ser ocupado, concentrando gran parte de las actividades en sus cercanías (Pérez de Micou 1991, Vaquero y
Pastó 2001, Paunero 2004, Frank 2011).
APAGADO
Las referencias expresan elementos concernientes al
apagado y abandono de los fogones. Estas muestran que
una vez que se abandonaba el campamento no se tomaba
ningún recaudo especial para con el fogón. Es decir, se
dejaban los restos de madera y carbón en el punto donde se
había encendido el fuego, de manera que se podían reconocer las estructuras de combustión (Fitz Roy 1837:119, Bove
1883:75, Byron 2004 [1812]:23, Cox 2006 [1862-63]:79,
Fontana 2006 [1885-86]:75 y 85), como puede deducirse de
lo expresado por Cox: “…aunque yendo siempre con mucha
precaución, porque desde la víspera íbamos encontrando
palos quemados, tizones, restos de fogones extinguidos” (Cox
2006 [1862-63]: 79). Inclusive en algunos casos los fogones
aun se encontraban calientes, por lo que se infiere que no
se apagaban completamente (Byron 2004 [1812]:33 y 35).
EL MANEJO DEL FUEGO EN LOS GRUPOS PATAGÓNICOS
POSHISPÁNICOS Y SUS IMPLICANCIAS ARQUEOLÓGICAS
Como señaláramos al inicio de este artículo nuestro
objetivo es encontrar tendencias generales acerca del
manejo del fuego por parte de las sociedades que habitaron la Patagonia durante los últimos cinco siglos. Estas
nos permiten por un lado, generar hipótesis acerca de
cómo era manejado este en tiempos pretéritos y, por el
otro, visualizar la importancia de considerar ciertas prácticas que no dejan rastros en el registro arqueológico, así
como incluir en el relato actores que tradicionalmente
no son considerados en las investigaciones arqueológicas
tales como las mujeres y los niños.
Las estructuras de combustión son rasgos arqueológicos factibles de ser reconocidos por la concentración de
14
EL MANEJO DEL FUEGO EN LOS GRUPOS PATAGÓNICOS POST-HISPÁNICOS
restos de combustión (ceniza y carbones, entre otros) en
un área restringida, asociados a superficies quemadas o
rubificadas (Marconetto 2005). Aunque Pérez de Micou
(1991) distingue en Patagonia entre “fuegos, fogones y
señales”, consideramos que la diversidad en funcionalidad
existente es mayor a la que puede ser expresada por estos
tres conceptos. De esta manera, y de acuerdo con lo registrado en los distintos testimonios, consideramos oportuno diferenciar únicamente dos tipos de estructuras, que
se vinculan al modo en que se obtiene el combustible que
será utilizado para su encendido. Por un lado los fogones,
por lo general domésticos, habitualmente encendidos en
el campamento para los que era necesario recolectar leña
y acondicionar el espacio. Por el otro, los “fuegos”, para los
que se aprovechaban las matas y arbustos en pie. Ambos
tipos de formas de combustión tenían diferentes funciones; como veremos a continuación, el fuego interviene en
diversos aspectos de la supervivencia y de la vida diaria
de las poblaciones patagónicas, incluidos aspectos socioeconómicos y simbólicos.
LOS FOGONES
En relación al aprovisionamiento de combustibles
observamos que, de acuerdo con las fuentes, son niños,
mujeres y cautivos quienes desarrollaban esta tarea preferentemente. Existía una preocupación especial por la
disponibilidad de dicho recurso, lo que llevaba a desarrollar una serie de estrategias que optimizaran su uso: en
casos de escasez se acarreaba leña de lugares lejanos, se
utilizaba estiércol o huesos como combustible, se encendían los fuegos solo cuando resultaba imprescindible, se
preparaban fogones comunales o asentaban los toldos
de forma dispersa. Además, se observa que no todas las
maderas resultaban aptas como leñas: algunas presentaban características por las que se las evitaba si era posible,
otras por el contrario, eran preferidas. De esta manera,
la disponibilidad de material combustible, sus cualidades
y abundancia, la proximidad al lugar de ocupación, no
son aspectos independientes, sino que interactúan (Piqué
1999, Marconetto 2005, 2006, Allué Martí y Trassierra
2006), y que afectan las estrategias y el modo en que se
maneja el fuego en una sociedad determinada.
El encendido también era realizado habitualmente
por mujeres y cautivos; la técnica que más se menciona
es la fricción entre dos maderas, aunque también se ha
observado la percusión utilizando piezas de pedernal. Es
decir que parte de los restos líticos silíceos recuperados en
los sitios arqueológicos patagónicos podrían corresponder a elementos utilizados para este proceso. Con referencia a los instrumentos de madera utilizados, sería posible
su identificación, considerando la morfología tanto de
los elementos activos como pasivos y la diferencia en la
dureza de ambas maderas. Además, de ser reutilizados,
los elementos pasivos podrían presentar horadaciones
características, como se observa en otras regiones de la
Argentina (García 1985). Sin embargo, su mala conservación vuelve poco factible su reconocimiento en el registro
arqueológico. Por otra parte, diversas sustancias podían
utilizarse como yesca: por ejemplo hongos, maderas de
ignición rápida y cera ótica.
El mantenimiento y la limpieza de las estructuras de
combustión habrían quedado a cargo principalmente de
los niños. Estos debían cuidarlo por la mañana y remover las cenizas cuando el fuego estaba apagado, antes de
que se vuelva a encender. Sin embargo, cabe considerar
que esta relativa ausencia del hombre adulto en las tareas
vinculadas al aprovisionamiento, encendido y mantenimiento del fuego puede vincularse, no solamente con
quien efectivamente desarrollaba estas actividades sino
por una búsqueda por parte de los narradores –en su
gran mayoría varones– de resaltar el rol doméstico de
estos otros actores –mujeres, niños y cautivos– (ver en
este sentido Marre 2000).
Por otra parte, vemos que los toldos podían tener entre
uno y cuatro fogones, habitualmente ubicados en su parte
delantera; sin embargo, en invierno esta estructura de
combustión cambiaba su ubicación original, estableciéndose en el centro del toldo. La escasez de referencias en
relación con el acondicionamiento de los fogones nos lleva
a considerar que se invertía poco trabajo en esta tarea, por
lo que es esperable que habitualmente fuesen estructuras
planas. A pesar de ello, en determinadas ocasiones era
necesario cavar un pozo, tomando en consecuencia forma
de cubeta. Además también podían estar rodeados por
piedras. Estos rasgos son potencialmente identificables
en el registro arqueológico. Asimismo, entendemos que la
estructura, ubicación y cantidad de fogones encendidos al
mismo tiempo dependerá de diversos factores, tales como
la cantidad de personas que los utilizan, la disponibilidad
de combustible y el clima, entre otros (Pérez de Micou
1991, Galanidou 2000, Nakazawa 2007, Frank 2011).
El análisis de las fuentes también indica que el fuego
intervenía en diversos procesos de trabajo y actividades
llevados a cabo por las sociedades. Resultaba importante
en ámbitos sociales, simbólicos, rituales, tecnológicos y
fisiológicos. Asimismo, el fogón claramente concentraba
la mayor parte de la gente, que se ubicaba en torno a él
simplemente para descansar, pasar el tiempo y conversar,
fumar y beber, además de las diversas tareas específicas
para las que se destinaba el fogón. Los fogones dividían
el espacio de manera física y también conceptualmente
en unidades menores, lo que responde a las necesidades
y creencias de cada grupo (Galanidou 2000). Muchas
de las actividades que se desarrollaban en torno a él no
15
CUADERNOS 23
requerían de su presencia. Al ser un punto que articulaba
diversas actividades, el fogón era un espacio socializador,
donde ocurrían interacciones que posibilitaban la reproducción de las relaciones sociales. Así, la concentración
de actividades a su alrededor puede explicarse por el
valor social de este espacio (Vaquero et al. 2004), y en
consecuencia se vuelve relevante al momento de analizar
la organización social de un grupo a partir del registro
arqueológico.
Entre los usos más frecuentes dados al fogón se destacan la cocción de carne y vegetales, mayormente asados pero también hervidos o mediante el uso de piedras
termóforas. Además, la alteración térmica de determinadas plantas les permitía producir ciertas medicinas.
Del mismo modo, se registra la cocción de huevos. Una
vez finalizada la cocción, los alimentos se comían alrededor del fuego. Desde un punto de vista arqueológico,
la implementación de diversas vías metodológicas posibilitaría el reconocimiento de estas actividades en el
registro. Un análisis contextual de los restos faunísticos
–analizando evidencias de termoalteración y otras marcas antrópicas–, en conjunto con análisis particulares de
los fogones –micromorfológicos, de ácidos grasos–, sedimentológicos y distribucionales posibilitaría reconocer si
una estructura de combustión cumplió estas funciones.
Estas estructuras de combustión permitían además
que las personas se iluminaran, se calienten y se sequen,
tanto sus cuerpos como sus ropas. Si bien es dificultoso
poder determinar estas actividades en los contextos
arqueológicos, un análisis antracológico que identifique
las leñas utilizadas durante la combustión permitiría un
primer acercamiento a estas problemáticas, considerando
las diferencias de poder calórico y de generación de llama
que tienen diversas especies.
Los fogones destinados a la alimentación y calefacción podían encenderse tanto en el campamento como
fuera de él. Por ejemplo, en las partidas de caza era
común asar una parte de lo obtenido y comerlo inmediatamente. A diferencia de los primeros, al excavar un
contexto con estos fogones solo sería esperable encontrar los restos de la estructura de combustión y los desechos producidos por la alimentación, faltando entonces
otros tipos de restos relativos, por ejemplo a actividades
de producción artefactual.
En torno al fogón doméstico se desarrollaban diversos trabajos productivos, por lo general realizados por
mujeres. Muchos estaban vinculados con los recursos
animales: el procesamiento de carcasas, el trabajo del
cuero y el empaquetamiento de plumas son algunos de
los ejemplos. De esta manera, se espera que en contextos arqueológicos que presenten fogones, en el marco de
un campamento o de un sitio de actividades múltiples,
diversos restos generados durante distintos procesos de
trabajo rodeen a estas estructuras, siempre y cuando no se
hayan desarrollado tareas de limpieza y mantenimiento
del espacio circundante.
En el caso de las sociedades fueguinas, el fuego era
también utilizado en diversas actividades tecnológicas,
como son el tratamiento térmico de pigmentos y huesos
y el calentamiento de maderas para la producción de astiles. En el caso de los grupos de la Patagonia continental, no se han registrado en las fuentes consultadas estas
actividades, aunque sí se hace referencia a la utilización
de la ceniza para diversos procedimientos. Esta diferencia
resulta interesante, en especial porque se han registrado
evidencias de tratamiento térmico en sitios arqueológicos
de Patagonia continental, tanto en artefactos líticos como
en pigmentos (Aschero 1983-1985, Stadler 2002, Frank
2011, entre otros). En consecuencia, resultaría interesante
evaluar en qué momento dichas técnicas fueron abandonadas por los pueblos que habitaron la región.
Los fogones también eran utilizados para quemar los
bienes de un difunto, y en algunos casos para una cremación. Para ello, probablemente acondicionaban fogones especiales en las cercanías del campamento. En una
excavación arqueológica, sería esperable que este rasgo
presente una alta proporción de restos termoalterados,
tanto en su interior como a su alrededor. Los restos óseos
deberían presentar un alto grado de calcinación, mientras que los artefactos líticos deberían mostrar un intenso
daño térmico (Frank 2011).
Otra actividad que se desarrollaba en torno a las
estructuras de combustión era el baile, particularmente
en el marco de festejos o rituales. Estas actividades,
sumado a la existencia de relatos míticos que explican el
origen del fuego, o en los que se justifica la importancia
de cuidar la leña, indican que dicho recurso jugó en estas
sociedades también un rol simbólico que debe ser tenido
en cuenta.
Así, observamos que el fuego y los fogones podían
tener diversas funciones que pueden estar vinculadas a
la subsistencia, la producción o aspectos rituales, entre
otros, que muchas veces son considerados opuestos o
incompatibles. Es probable, sin embargo, que un mismo
fogón pueda ser utilizado para variadas actividades
(Galanidou 2000, Manzi y Spikins 2008), siempre que sus
características cubran los requerimientos mínimos para
cada una de ellas.
Por otra parte, teniendo en cuenta todo lo antedicho,
consideramos que existía una tendencia a concentrar los
elementos materiales alrededor de los fogones, tanto por
las actividades desarrolladas a su alrededor como por el
descarte de diversos elementos al fuego. Si bien hemos
registrado referencias a la limpieza del fogón, no hemos
16
EL MANEJO DEL FUEGO EN LOS GRUPOS PATAGÓNICOS POST-HISPÁNICOS
identificado citas que hablen acerca de la limpieza del
área alrededor del fuego. Esto nos lleva a considerar que
es posible que al momento de abandonar el campamento,
se dejaran los restos materiales en las cercanías del fogón,
al menos para aquellas ocupaciones de corta duración.
En relación al apagado del fogón, se observa que
este era abandonado con los carbones recién apagados,
o inclusive aún calientes, y no se tomaban recaudos en
dispersarlos, hecho que volvería difícil el reconocimiento
de estas fuentes de combustión. En consecuencia, se
espera que en los contextos arqueológicos las estructuras de combustión presenten buena integridad, siempre
y cuando los diversos procesos postdepositacionales no
hayan actuado de manera intensa.
LOS FUEGOS
A diferencia de los fogones, los fuegos no exigían el
acarreo de leña. Simplemente se utilizaban las matas o
arbustos que estaban de pie. Si bien en la mayor parte de
los casos en que las citas se referían a este tipo de combustión no explicitaban quien era el responsable de su encendido, el hecho de que algunas de las actividades en las que
se enmarcaban eran realizadas por hombres nos lleva a
pensar que en esos casos eran ellos quienes se encargaban
de su ignición. Por otra parte, estos tenían por lo general
un carácter efímero, por lo cual no era necesario desarrollar técnicas de mantenimiento ni apagado.
El fuego, en estos contextos, era utilizado para la producción de señales de humo, que permitían la comunicación y la visualización. A diferencia de los fogones, estos
eran encendidos preferentemente en zonas altas, por lo que
se debería considerar la topografía al analizar una estructura de combustión registrada a cielo abierto. En estos
casos, se espera que una vez que el fuego se haya apagado,
solo quede la base del arbusto quemado, persistiendo de
manera sobreelevada al piso. Entonces, su morfología será
inversa a la de un fogón (Pérez de Micou 1991).
Otros fuegos que se encendían fuera del campamento
eran producto del incendio intencional de campos para la
caza o por otros motivos. Al igual que los que eran destinados a señales, estos tendrían una morfología invertida,
aunque en este caso se encontrarían asociados múltiples
rasgos con estas características, mientras que los fuegos
para señales estarían aislados.
Finalmente, en algunas oportunidades se incendiaban
los campamentos luego de su abandono. De acuerdo con
Moreno (1997 [1876]), todo lo que quedaba tras estos
incendios son matas quemadas, por lo tanto, estos tendrían
también morfología inversa a los fogones. Además, en estos
contextos se observaría un elevado índice de termoalteración de los restos arqueológicos del asentamiento.
Como comentario final quisiéramos destacar que el
análisis acerca de cómo fue manejado el fuego por parte
de las sociedades indígenas que habitaron la Patagonia
durante los últimos cinco siglos, a través del estudio de
fuentes, permite vislumbrar un panorama bastante complejo con respecto a su uso. Así, esta investigación posibilita que se generen nuevos interrogantes arqueológicos
vinculados a los procesos de selección y aprovisionamiento de combustibles, preparación de las estructuras de
combustión, encendido, mantenimiento, uso y apagado
del fuego, que deben intentar ser respondidos mediante
diversas metodologías –análisis distribucionales, antracológicos, micromorfológicos, de termoalteración de los
conjuntos, entre otros– y que permitirán obtener una
perspectiva más amplia acerca del valor de este recurso
durante el extenso pasado patagónico.
AGRADECIMIENTOS
Deseo expresar mi agradecimiento a:
• Cecilia Pérez de Micou, Eduardo Moreno y Víctor
Durán, jurados de la Tesis Doctoral de la cual surge
este trabajo.
• Rafael Paunero y Alicia Castro por su dirección y
consejos.
• Fabiana Skarbun por sus valiosos comentarios.
• Natalia Lunazzi, quien me ha ayudado en el relevamiento de las fuentes.
• La beca doctoral del CONICET que hizo posible este
trabajo.
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ISSN 1852-1002 / Versión en línea: 2422-7749
POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA
(PATAGONIA MERIDIONAL)
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RESUMEN
La localidad de Cerro Pampa/Pampa del Asador es conocida por su amplia disponibilidad de materia prima lítica,
principalmente obsidiana negra. Este trabajo busca remarcar otras de sus particularidades, tales como los análisis
comparativos de información tecnológica y zooarqueológica disponible de la región para explicar la variabilidad del
registro arqueológico de cazadores.
PALABRAS CLAVES
cazadores-recolectores, Cerro Pampa, tecnología, zooarqueología.
SUMMARY
Cerro Pampa/Pampa Asador is known for its wide availability of lithic raw material, mainly black obsidian. This
paper seeks to highlight other characteristics of the area, using a comparative analysis of lithic technology and zooarchaeological data available from the region to explain the variability of the hunter-gatherer archaeological record.
KEY WORDS
hunter-gatherer, Cerro Pampa, technology, zooarchaeology.
INTRODUCCIÓN
En publicaciones anteriores se han analizado las características y mecanismos del poblamiento tardío del sector
centro y noroeste de la actual provincia de Santa Cruz
(Goñi 2000, Goñi y Barrientos 2004, Goñi et al. 2004,
Goñi et al. 2007, entre otros). En tal sentido se destaca
el marco cronológico amplio y la cobertura geográfica
comprendida en términos de una meso/macro-región
sensu Dincauze (2000). Ambas escalas fueron consideradas las adecuadas para poder evaluar aspectos referidos a
la movilidad, la estacionalidad, uso del espacio y ejes de
circulación de los grupos cazadores.
La escala espacial relativamente amplia, permite
poner a prueba de manera consistente y confiable las
ideas acerca de cómo y por qué el poblamiento tardío de
la región se produjo de la manera en que lo hizo. La base
de la utilización de una escala espacial de esta magnitud
se establece al concebir al registro arqueológico como un
continuo espacial y no como una serie de puntos estudiados o relevados en el espacio.
Bajo esta perspectiva, el área de Cerro Pampa/ Pampa
del Asador se integra espacialmente a las ya estudiadas del
Parque Nacional Perito Moreno (PNPM), lago Cardiel,
Meseta del Strobel, lagos San Martín/Tar y lagos Posadas/
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UBA-INAPL-UNICEN, [email protected]
UBA-CONICET-INAPL, [email protected]
UBA-CONICET-INAPL. [email protected]
Salitroso (Sierra Colorada); conformando una unidad
que permite considerar ambientes diferentes susceptibles
de ser manejados a la vez en una única dinámica poblacional (Aschero et al. 2005, Goñi et al. 2007, Goñi 2011).
El modelo general para el área (Goñi 2000, Goñi y
Barrientos 2004) plantea el uso logístico y estacional de
sectores altos (como las mesetas) y el uso residencial de los
ambientes bajos (cuencas lacustres). Se enmarca dentro de
un contexto paleoambiental específico caracterizado principalmente por condiciones de menor humedad en períodos del Holoceno tardío (Stine y Stine 1990, Stine 2000).
Hasta el momento, el sector correspondiente a
la Pampa del Asador y Cerro Pampa fue estudiado
poniendo énfasis en su carácter de fuente excepcional
de materias primas líticas (Espinosa y Goñi 1999,
Molinari y Espinosa 1999, Stern 1999), como ejemplo
del uso de parapetos para caza (Aragone y Cassiodoro
2005-2006) y especificando las características de sitios
a cielo abierto (Rindel et al. 2007). En este trabajo nos
proponemos unificar y ampliar la información existente,
caracterizando la distribución de las materias primas
líticas, los registros tecnológicos y zooarqueológicos y las
estructuras de piedra o parapetos. Se busca profundizar
el análisis del registro arqueológico de los sitios y sectores
ya estudiados e incorporar el relevamiento de nuevos
sectores, ajustando la cronología local; permitiendo así
discutir la utilización diferencial de estos espacios.
Para tal fin se tomarán en cuenta los análisis aportados por el registro tecnológico y faunístico, considerando
21
CUADERNOS 23
los materiales obtenidos en superficie y estratigrafía en
conjuntos de parapetos (sitios Cerro Pampa 2 sector A
y sector C) y en las concentraciones de materiales de
superficie (sitios Cerro Pampa 2 sector B y Cerro Pampa
1). Los parapetos del oeste (Cerro Pampa 6), del casco
de la estancia Cerro Pampa (Cerro Pampa 1 - Parapeto),
concentraciones intermedias (Cerro Pampa 3, 4, 5 y 8) y
otras referencias a materias primas distribuidas en el área,
serán descriptos de manera inicial para complementar los
registros más detallados arriba señalados.
Adicionalmente, también se realiza una referencia
sumaria del registro arqueológico de la meseta del lago
Guitarra, ubicada inmediatamente hacia el norte, porque
puede ser entendida como una unidad con la Pampa del
Asador. A los fines de explicar el uso de las mesetas, es
imprescindible conjugar la información de la totalidad de
la meso-región.
CARACTERÍSTICAS DEL ÁREA DE ESTUDIO
El área de Pampa del Asador es un ambiente mesetario de depósitos sedimentarios de origen fluvioglacial (ver
caracterización en Belardi et al. 2006), a unos 1.000/1.100
msnm. Incluye como punto destacado al Cerro Pampa, de
1351 msnm, conformado por adakitas y dacitas producto
de la actividad magmática del Mioceno superior (Ramos
et al. 2004). El área presenta un clima árido/semiárido y
un ambiente de estepa arbustiva. La baja temperatura y la
altura sobre el nivel del mar son las responsables de que el
área presente una importante carga de nieve que impide o
dificulta su habitabilidad durante el invierno. Así, este sector se caracteriza por una marcada estacionalidad que, a su
vez, genera importantes fluctuaciones en el aporte hídrico.
El borde sur de la Pampa del Asador marca el límite
areal, lo mismo que al oeste en su unión con la Meseta del
Águila; al norte se continúa en la meseta del lago Guitarra,
luego el sector donde se ubican las nacientes del río Olnie,
las lagunas Olnie y que se continúa hacia el este por el valle
de dicho río. El sector de aprovisionamiento potencial de
obsidiana negra se vio ampliado con el registro oriental del
abanico aluvial del sitio Musters (Belardi et al. 2006).
Pampa del Asador se destaca por presentar una alta frecuencia de material arqueológico. Se encuentra de manera
continua en el espacio, circundando al Cerro Pampa, tal
como se verificó a partir de excavaciones, diferentes relevamientos y transectas. El primero de los sectores estudiados se encuentra al este del cerro, en las inmediaciones del
casco de la Estancia Cerro Pampa (Cerro Pampa 1); caracterizado como taller por Espinosa y Goñi (1999). Se agrega
a este conjunto un parapeto. El sector sur del cerro (Cerro
Pampa 2), está a su vez conformado por diferentes tipos
de sitios. Estos consisten, principalmente, en dos conjuntos
de parapetos (CP2 sectores A y D por un lado y sector C
por otro) y una importante concentración de material
arqueológico en superficie (CP2 sector B Ojo de Agua), los
cuales conforman un continuo de más de dos kilómetros
(Espinosa y Goñi 1999, Rindel 2009, Goñi 2011). Desde
CP2A, hacia el noreste (hacia el sector de la estancia), se
continúan los desechos e instrumentos de obsidiana sin
solución de continuidad por otros tres kilómetros aproximadamente (Cerro Pampa 3, 4, 5 y 8). Hacia el oeste del
cerro se encuentra otra concentración de dos grupos de
parapetos (Cerro Pampa 6) (figura 1).
Asimismo, se han ubicado en diferentes sectores de
la Pampa del Asador depósitos secundarios de guijarros
de basalto, sílice y obsidiana (Espinosa y Goñi 1999).
También, se debe señalar que se registraron bochones
de obsidiana al pie de la misma, en los alrededores del
casco de la Estancia Sierra Andía (sector sur). Los análisis
químicos realizados señalan que esta es la única fuente
de aprovisionamiento de obsidiana negra ubicada hasta
el momento en la provincia de Santa Cruz (Stern 1999).
CRONOLOGÍA
La cronología radiocarbónica obtenida permite sostener que la incorporación plena de este sector al poblamiento regional se produjo durante el Holoceno tardío
(tabla 1).
Todos estos fechados obtenidos sobre huesos provenientes de excavaciones en parapetos o concentraciones subsuperficiales a cielo abierto (como CP2B Ojo de
Agua), muestran en su mayoría una cronología correspondiente al Holoceno tardío. Otros indicadores, de tipo
tecnológico (cerámica, puntas de proyectil pedunculadas
y parapetos), nos han dado la pauta de esta tendencia tardía generalizada, tanto para Pampa del Asador como para
el sector del lago Guitarra.
No obstante, se puede inferir a través de los análisis
químicos de la obsidiana registrada en sitios arqueológicos de la región con cronologías muy tempranas que esta
meseta fue conocida y transitada para la obtención de
materias primas desde el Holoceno temprano (Civalero
y Aschero 2003, Stern 2004, Paunero et al. 2004, Miotti
2006, Méndez et al. 2008-2009). Asimismo, información
de otras mesetas cercanas indican una leve señal de uso
de las mismas para el Holoceno medio. En este sentido,
se han obtenido fechados radiocarbónicos de esta cronología en los sitios CG3 UT1 en el Guitarra (tabla 1) y
Don Edmundo en el Strobel (Re 2011). También hay evidencias indirectas provenientes del cañadón del río Guitarra, tales como grabados de guanacos muy patinados
y la presencia de puntas de proyectil apedunculadas de
limbo triangular, cuyo diseño y morfología no son posibles de ser incluidos en los correspondientes al Holoceno
tardío (Goñi et al. 2010). A su vez, puntas de proyectil,
22
POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA (PATAGONIA MERIDIONAL)
Figura 1 - Mapa de la región. Referencias: BAS: basalto; OBS: obsidiana; SIL: sílices
Edad convencional
en años AP
<
13C
Procedencia
Código
laboratorio
Cita
bibliográfica
170 ± 40
CP2A Parapeto 4 Nivel 2
UGA 10020
Goñi 2000-2002
310 ± 40
CP2A Parapeto 2 Nivel 3
UGA 10019
Goñi 2000-2002
401 ± 42
GUI 10 Parapeto 4 Nivel 3
AA87699
Goñi et al. 2010
507 ± 43
GUI 10 Parapeto 2 Nivel 2
AA87695
Goñi et al. 2010
AA77153
Rindel 2009
AA87697
Goñi et al. 2010
662 ± 42
894 ± 44
- 20,5 CP2C Parapeto 3 Nivel 4
GUI 10 Parapeto 4 Nivel 6
1.498 ± 44
- 20,5 CP2C Parapeto 3 Nivel 6 (base)
AA77154
Rindel 2009
1.582 ± 46
- 19,7 CP2B Ojo de Agua
AA77135
Rindel 2009
2.010 ± 50
CP2A Parapeto 4 Nivel 3
UGA 8705
Goñi 2000-2002
4.683 ± 53
CG 3 UT1 Nivel inferior
AA87705
Goñi et al. 2010
Tabla 1 - Fechados radiocarbónicos de Cerro Pampa, Lago Guitarra y Cañadón del Guitarra
23
CUADERNOS 23
tanto con este diseño como pedunculadas tardías, fueron
registradas en superficie en una primera prospección de
la Meseta del Asador, localizada justo al norte de la del
Guitarra. En síntesis, si bien la tendencia cronológica de
esta región se corresponde con el Holoceno tardío, se sabe
que la obsidiana de Pampa del Asador ha sido explotada
desde los comienzos del poblamiento regional, hace once
mil años al menos y que, una suerte de colonización
(sensu Borrero 1989-1990) se fue produciendo lentamente durante el Holoceno medio.
MUESTRA EN ESTUDIO
El sector de la meseta alta de Pampa del Asador que
es considerado en este trabajo se corresponde con una
superficie relevada de más de 100 km². Como fuera
mencionado anteriormente, Pampa del Asador, al ser la
fuente de abastecimiento regional de distintas materias
primas líticas, se destaca por presentar una alta frecuencia de material arqueológico. Se encuentra de manera
continua en el espacio, principalmente en sectores próximos al Cerro Pampa. Estos contienen cientos de miles
de artefactos líticos por lo que los muestreos realizados
solo constituyen una pequeña porción del material. Se
llevaron a cabo recolecciones sistemáticas del material de
superficie, excavaciones y sondeos en las concentraciones
artefactuales y parapetos.
En este trabajo, tanto para el material arqueofaunístico como tecnológico se presenta de manera conjunta la
información correspondiente a superficie y estratigrafía
de los sitios Cerro Pampa 2 sector B Ojo de Agua y Cerro
Pampa 1. A su vez, las muestras de los parapetos también
son consideradas en conjunto conformando una única
agrupación. Las características del registro arqueológico
de todo este sector inmediato al Cerro Pampa permiten
dar cuenta de las especificidades de toda la meseta en relación con su utilización logística y estacional propuesta e
incluirla en una perspectiva regional mayor. A continuación se detallan los procedimientos metodológicos desarrollados para el relevamiento de los datos provenientes
de transectas y concentraciones.
TRANSECTAS
En diferentes momentos de la investigación se realizaron prospecciones y transectas con el fin de establecer las
características de la distribución del registro arqueológico
en la Pampa del Asador, principalmente en relación a la
disponibilidad de las materias primas líticas. Los sectores
relevados, elegidos fuera de las concentraciones mayores, corresponden a las inmediaciones del Cerro Pampa,
unos 11 km hacia el oeste de aquel y la Pampa de Asador.
En el sector sur de la Pampa del Asador, a partir de
unos 2.500 m al norte de la Estancia Sierra Andía donde
se llega a los 1.100 msnm, se realizaron dos transectas y
un relevamiento en vehículo (Espinosa y Goñi 1999). Este
último se efectúo hacia el oeste dando cuenta de la extensión de la obsidiana por aproximadamente 8 km. Por su
parte, las transectas tuvieron rumbo norte. En la primera
de ellas se registró la presencia continua de materias primas (obsidiana y basalto) en lascas y nódulos (Espinosa y
Goñi 1999). La información cuantificada de la segunda de
las transectas (transecta T2) ha sido presentada por Espinosa y Goñi (1999) y será retomada en este trabajo (tabla
2). También se realizaron transectas con rumbo oeste
partiendo de CP2 sector C (transecta T1 CP) y en sectores
intermedios de la Pampa del Asador (T3, 4 y 5 PA). Desde
el sector D de parapetos de CP2 se realizó otra transecta
con rumbo este en una cota altitudinal mayor a las anteriores (T2 CP). Por otra parte, se prospectó un trayecto
de 11 km hacia el oeste del Cerro Pampa en el cual se
observó la presencia continua de material arqueológico,
principalmente lascas de obsidiana y basalto.
En la siguiente tabla se presenta la información referida a los muestreos sistemáticos realizados en algunos
de estos sectores. En todos los casos se observa una alta
frecuencia de los artefactos de obsidiana, representados
por desechos de talla y núcleos. También se encuentran
disponibles nódulos.
La continuidad del registro, principalmente lascas y
pruebas de obsidiana, a lo largo de la Pampa del Asador
podría ser vista como una forma de equipar todo el espacio con materia prima para acercar la misma hacia espacios lindantes, en especial hacia el oeste, como el Parque
Nacional Perito Moreno (PNPM).
CONCENTRACIONES
Cerro Pampa 1: ubicado en las inmediaciones del casco
de la estancia Cerro Pampa, consiste en una abundante
concentración de material lítico en superficie. Los materiales fueron relevados mediante muestreos sistemáticos de
1 m por 1 m cada 50 m. Aquellos se recuperaron y fueron
analizados por Espinosa y Goñi (1999). Se efectuaron recolecciones selectivas de artefactos formatizados. Asimismo
se registró una estructura correspondiente a un parapeto
a doscientos cincuenta metros al este de la casa principal.
Cerro Pampa 2 parapetos: presenta dos agrupaciones
de parapetos (Espinosa y Goñi 1999). La primera (CP 2A
y D), consta de trece parapetos escalonados siguiendo la
primer pendiente del Cerro Pampa. En seis de las estructuras de piedra del sector A se efectuaron recolecciones en
tres muestreos de 0,5 m por 0,5 m cada uno, tanto en el
sector interno como externo de los parapetos. En el sector
D se realizaron recolecciones de 1 m por 1 m y del total de
artefactos formatizados. La segunda agrupación consta
de cinco parapetos que corresponde a CP 2C (denomi24
POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA (PATAGONIA MERIDIONAL)
Muestreos
Entre muestreos
Transecta
=
>
?
@
C
A
B
Obs. Sil. Bas. Otras F. art.lit.
D
E
F
G
H
I
J
m
G
Obs. Sil. Bas. Otras F. art.lit.
T2
1.300
330
9
63
-
402
6.500
269
1
140
-
410
T1 CP
125
7
-
1
-
8
500
140
6
10
-
156
T3 PA
225
38
1
3
-
42
900
95
3
3
-
101
T4 PA
125
36
-
2
-
38
600
20
1
-
-
21
T5 PA
325
79
-
2
-
81
1.300
24
1
20
-
45
T2 CP
450
24
2
-
1
27
1.800
57
12
1
2
72
Tabla 2 - Distribución del registro en prospecciones y transectas
Referencias: T: transecta, CP: Cerro Pampa, PA: Pampa del Asador,
Sup.: superficie, F.: frecuencia, art.: artefactos, lit.: lítico
nado parapetos subactuales por su reutilización por parte
de chulengueadores modernos), en donde se realizó la
recolección del material en una superficie de 1 m por 0,5
m en la estructura 3. De estas dieciocho estructuras de
parapetos fueron excavadas tres de ellas. En el sector A
fueron excavados los parapetos 2 y 4. En el primero se
realizó un sondeo de 0,5 m por 0,5 m con cinco niveles de
5 cm de espesor cada uno. En el parapeto 4 se excavó una
superficie de 2 m por 0,5 m con tres niveles estratigráficos
de 5 cm de espesor. Por su parte, en el sector C se excavó
la estructura 3 en dos cuadriculas continuas de 1 m por 1
m con un total de siete niveles estratigráficos y una profundidad de 0,6 m, aproximadamente.
Cerro Pampa 2 B Ojo de Agua: por su parte, en la concentración superficial y subsuperficial denominada Cerro
Pampa 2 sector B Ojo de Agua (CP 2B OA), para el relevamiento del material lítico se realizaron cinco cuadrículas
de 1 m por 1 m con registro sin recolección y dos similares
pero con recolección. También se efectuaron recolecciones selectivas de artefactos formatizados. Por otra parte,
los artefactos de molienda presentes fueron relevados in
situ y recolectados todos los tiestos cerámicos. En lo que
respecta a las muestras arqueofaunísticas se considera
todo el material identificable recuperado en superficie en
cuatro conjuntos de 50 por 15 m aproximadamente y en
sondeos realizados en el lugar.
Cerro Pampa 6: se trata de dos agrupaciones contiguas de trece parapetos al pie de la ladera oeste del
Cerro Pampa, con vista a la Laguna de la Mala Muerte
(topónimo pleno de optimismo), a 5 km del casco de la
estancia, cruzando el cerro por un abra. Los trabajos de
relevamiento y excavación están aún en proceso. Al igual
que en los otros casos, en el sector se encuentran altas
densidades y frecuencias de artefactos líticos, incluyendo
algunos tiestos de cerámica. También han sido recuperado material arqueofaunístico (Aragone et al. 2010).
ASPECTOS FAUNÍSTICOS
Los materiales faunísticos analizados se circunscriben a dos sectores específicos del espacio (CP 2B OA y
Parapetos) y provienen tanto de materiales superficiales
como subsuperficiales. Debido a que el tamaño reducido
de cada uno de los conjuntos de parapetos hacía difícil
establecer comparaciones con la abundante cantidad de
huesos recolectados en CP 2 Ojo de Agua, se optó por
juntar los especímenes obtenidos en cada uno de ellos,
conformando una muestra unificada correspondiente a
“parapetos” (Rindel 2009); partiendo de la premisa de
que habría diferencias significativas en las actividades
desarrolladas en ambos tipos de sitios.
Las variables consideradas fueron la estructura taxonómica, la presencia de huellas de procesos y agentes
25
CUADERNOS 23
tafonómicos, las evidencias de termoalteración y los
patrones de representación de partes esqueletarias en los
ejemplares de guanaco (sensu Mengoni Goñalons 1999).
Además se consideró la frecuencia de marcas de procesamiento para cada conjunto basándonos en el porcentaje
de huesos (% NISP) que presentaban esta evidencia.
ESTRUCTURA TAXONÓMICA
En la figura 2 se representa la estructura taxonómica
correspondiente a los parapetos y a CP2B OA. La mayor
frecuencia de ejemplares en los parapetos corresponde
a la categoría guanaco, seguida en menor proporción
por ejemplares correspondientes a mamíferos pequeños. Del mismo modo, dentro de las categorías que
pudieron ser determinadas, la de más alta frecuencia en
CP2B OA corresponde a guanaco, seguido por el resto
de las especies en proporciones menores al 10 %. Al tratarse de un sitio en parte superficial, en esta muestra se
observa una mayor frecuencia de animales domésticos,
como caballos (Equus) y ovejas (Ovis aries), escasamente representados en los parapetos. Como se puede
observar de esta figura resalta que en ambos casos el
conjunto arqueofaunístico se caracteriza por una baja
variabilidad de especies representadas.
GUANACO: ACCIÓN DE PROCESOS Y AGENTES TAFONÓMICOS
Con el objetivo de evaluar aspectos tafonómicos y
postdepositacionales hemos relevado las marcas producto de agentes naturales sobre el subconjunto correspondiente a guanaco. Se ha observado que la acción de
raíces predomina en ambos conjuntos. Dentro de los
Parapetos el 23,9 % (n: 60) de los huesos presenta marcas
naturales, de las cuales un 17,9 % corresponde a marcas
de raíces, el 4,4 % a roedores y el 1,6 % a carnívoros. Por
otro lado, en la muestra de CP2B OA, el 15,8 % del total
se encuentra modificada por agentes naturales (n: 99),
con un 12,4 % de improntas de raíces, un 1,91 % de roedores y solo un 1,43 % de carnívoros. Esta mayor representación de marcas de raíces nos estaría señalando la
estabilidad en ambos conjuntos.
En cuanto a los estadíos de meteorización, hemos
observado tendencias similares en ambos conjuntos
(Rindel 2009). En los dos sectores se hallan representados
todos los estadíos de meteorización, lo que nos podría
estar señalando la existencia de múltiples eventos de
depositación o de procesos dinámicos de enterramiento y
exposición de los materiales. El estadío más representado
es el 3, seguido por el 2 en ambos casos, lo que nos estaría indicando que la conservación de las muestras es de
buena a moderada. De acuerdo con el grado de conservación general de las muestras, las diferencias observadas en
la frecuencia de partes esqueletarias o en la intensidad de
procesamiento de los conjuntos no serían explicables por
procesos tafonómicos o postdepositacionales.
GUANACO: FRECUENCIA DE PARTES ESQUELETARIAS
Se han registrado importantes diferencias entre los conjuntos recuperados en parapetos y CP2B OA (tabla 3). El
aspecto más relevante es el relacionado con las partes esqueletarias. En el caso de Parapetos se han registrado elevadas
frecuencias en ciertas partes tanto del esqueleto axial, tales
como cráneo y mandíbula, como del esqueleto apendicular,
como diáfisis de huesos largos y falanges. En CP2B OA, la
situación difiere, ya que se observa una relativa homogeneidad en la representación de restos óseos, con un predominio
de elementos axiales. En este sitio, se encuentran fundamentalmente huesos de la columna vertebral, pelvis y escápula
a lo que se le suma una importante frecuencia de epífisis
de huesos largos en el caso del esqueleto apendicular. De
esta forma, la distribución de los huesos en estos diferentes
tipos de sitios se presenta como complementaria: los elementos que presentan una alta frecuencia en los parapetos
se hallan escasamente representados en las concentraciones
y viceversa. Es interesante remarcar este punto, dado que el
hallazgo de diferentes distribuciones de partes esqueletarias
se manifiesta en espacios acotados. La complementariedad
en la representación de partes esqueletarias sugiere una
complementariedad funcional entre estos dos tipos de sitios,
hecho que se ve apoyado por las evidencias de ocupaciones
relativamente contemporáneas de los parapetos y de CP 2
Ojo de Agua, según se observa en el cuadro cronológico.
GUANACO: EVIDENCIAS DE PROCESAMIENTO Y TERMOALTERACIÓN
La localización y frecuencia de las evidencias de
procesamiento nos permite, entre otras cosas, estimar
la intensidad en el aprovechamiento de los restos óseos
(Rindel et al. 2011). De esta manera, es importante señalar el predominio de marcas de utilización en el sector
apendicular, tanto en parapetos como en CP2B OA. Asimismo, la frecuencia de marcas es mayor en las concentraciones que en los parapetos, posiblemente un reflejo
del mayor grado de selectividad en el procesamiento y del
alto grado de trozamiento de los huesos en los parapetos,
lo que obliteraría en mayor medida las evidencias de marcas. Las concentraciones se caracterizan por una elevada
frecuencia de marcas en la mayoría de los elementos, en
particular en huesos correspondientes a las extremidades,
tales como húmero, radioulna, fémur y tibia, así como
metacarpos y primeras falanges (Rindel 2009). En el
caso del esqueleto axial, se han observado elevadas frecuencias de marcas en el atlas, costillas y pelvis (Rindel
2009). En este tipo de sitio, la frecuencia y tipo de marcas
corresponde a actividades de desarticulación, descarne y
fractura de los huesos largos para acceder al contenido
26
POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA (PATAGONIA MERIDIONAL)
Figura 2 - Estructura taxonómica de taxones determinados en Parapetos y CP2B OA
Figura 3 - Frecuencia de partes esqueletarias de guanaco (MAU %)
27
CUADERNOS 23
medular (Rindel et al. 2011). En relación con este punto,
es importante remarcar la elevada frecuencia de huesos
largos que muestran evidencias de la implementación
de la técnica de marcado perimetral/fractura transversa
(Rindel 2009, Bourlot et al. 2009) en los conjuntos provenientes de concentraciones. Este factor está en estrecha
relación con la elevada frecuencia de extremos articulares
presentes. Por otra parte, en la muestra correspondiente
a los parapetos solo se han localizado marcas de corte en
el cráneo y en las vértebras torácicas, mientras que en el
esqueleto apendicular la frecuencia más elevada corresponde a los sectores diafisiarios de los cuatro huesos
largos, metapodios y primeras falanges (Rindel 2009,
Aragone et al. 2010).
Con respecto a las evidencias de termoalteración de
la muestra total, también existen diferencias entre ambos
conjuntos. Los parapetos se encuentran más afectados por
esta variable, con un 30 % de la muestra que ha sufrido esta
modificación, mientras que en el caso de CP2B OA sólo se la
ha registrado en un 1,7 %. Este es otro indicador que apunta
a la implementación de diferentes actividades vinculadas
con la explotación de la fauna en ambos tipos de sitios.
GUANACO: ESTRUCTURA ETARIA
Finalmente, para evaluar el modelo acerca de la estacionalidad en el uso de los sectores altos mesetarios (Goñi
2000) se tuvieron en cuenta los resultados relacionados
con los estadíos de fusión de los huesos de guanaco, para
lo cual se siguieron los lineamientos propuestos por otros
autores (Kauffman 2004, Mengoni Goñalons 1999). Para
ello se registró el estado de fusión temprana de los huesos
correspondientes al esqueleto axial (pelvis y escápula) y al
apendicular (húmero distal y fémur proximal. Esto, junto
con la época de parición de los guanacos (noviembre y
diciembre) nos permite estimar los posibles momentos de
ocupación de ambos sectores. Así, se ha registrado tanto
en CP2B OA como en los parapetos, fragmentos de estos
huesos no fusionados, permitiendo estimar un número
mínimo de individuos (MNI) de tres y un individuo respectivamente (Rindel 2009, Bourlot et al. 2008). De este
modo, la presencia de elementos sin fusionar nos estaría
indicando que estos sectores habrían sido ocupados al
menos durante los meses de primavera/verano, es decir,
en momentos de parición del guanaco. Esto contrasta con
las evidencias registradas en sectores bajos aledaños, en
donde la presencia de este rango etario es menor y hasta
inexistente en algunos sitios (Bourlot et al. 2008).
ASPECTOS TECNOLÓGICOS
Tecnología lítica
Para el análisis de la tecnología lítica fueron considerados los procedimientos establecidos por Aschero
(1975 rev. 1983) y en este trabajo nos centramos en las
características de la estructura artefactual y las materias
primas utilizadas.
Como se presenta en la tabla 3, los conjuntos artefactuales analizados tienen una alta representación de los
desechos de talla. El conjunto de Cerro Pampa 1(CP1)
se destaca por la ausencia de artefactos formatizados y la
presencia de núcleos. Estas características junto con la alta
representación de los desechos de talla han llevado a proponerlo como un taller (Espinosa y Goñi 1999). Por su parte,
los conjuntos correspondientes a los parapetos y CP2B Ojo
de Agua tienen un mayor número de clases artefactuales
representadas. En ambos predominan los núcleos, aunque
se observan diferencias. Así, las clases artefactuales más
representadas en los parapetos son los artefactos sumarios,
que tienen poca o nula formatización, mientras que en la
estructura artefactual de CP2B OA se destacan clases artefactuales con mayor formatización como raspadores. Es de
mencionar una mayor representación porcentual de artefactos de molienda en este conjunto, el cual también tiene
una mayor frecuencia de tiestos cerámicos.
Consideramos que estas diferencias en las estructuras artefactuales de los conjuntos están en vinculación
con el desarrollo de distintas actividades: parapetos
de caza, taller y campamento de actividades múltiples
(Espinosa y Goñi 1999, Aragone y Cassiodoro 20052006, Rindel et al. 2007).
Por otro lado, esta variabilidad en la estructura artefactual también se ha registrado en el material de estratigrafía de los parapetos. En este sentido, se destaca el
conjunto artefactual de los niveles estratigráficos inferiores
del parapeto 3 del sector C de CP2 que se caracterizan por
una disminución tanto de los desechos de talla como de
los artefactos formatizados y una mayor representación de
percutores, núcleos y guijarros (principalmente de rocas
silíceas) (Cassiodoro 2008a) (figura 4 foto 2 en página 17).
En la Pampa del Asador, no solo existe una amplia disponibilidad de obsidiana y basalto, sino también de rocas
silíceas de muy buena calidad para la talla, con guijarros de
tamaños que pueden llegar a más de 100 mm (Espinosa y
Goñi 1999) (figura 4 foto 4 en página 17). Al igual que lo
observado para la obsidiana, estas materias primas también
podrían haber sido utilizadas en otros sectores como la
cuenca de los lagos Posadas/Salitroso y el Parque Nacional
Perito Moreno (Cassiodoro et al. 2004, Aschero et al. 2005).
Con respecto a las materias primas, tanto en los desechos de talla como en los artefactos formatizados existe
un claro predominio de la obsidiana en todos los conjuntos. En los desechos de talla, la obsidiana supera el 80 %
en los parapetos y CP2B OA y el 90 % en CP1, siendo el
basalto el que sigue en importancia, principalmente en
los parapetos (13,7 %) y CP2B OA (8, 4 %). Las rocas
28
POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA (PATAGONIA MERIDIONAL)
Biface
Art. sumarios4
Cuchillo
Pta. proy.
Raedera
Raspador
Nódulos
Núcleos
Percutor
Perforador
Lito modif. x uso
Mano
Molino
Bola
Total
Desechos
PARAPETOS
n
%
33
5,1
256
39,9
12
1,9
27
4,2
28
4,4
82
12,8
20
3,1
159
24,8
15
2,3
1
0,1
4
0,6
5
0,8
642
100
49.090
CP2B OA
n
6
20
1
9
7
23
2
34
1
1
X
3
4
111
2.699
%
5,4
18,0
0,9
8,1
6,3
20,7
1,8
30,6
0,9
0,9
2,7
3,6
100,0
CP1
n
8
8
1.752
Tabla 3 - Estructura artefactual de los conjuntos de Cerro Pampa5.
Referencias: X: presencia; pta. proy.: puntas de proyectil; lito modif. x uso: lito modificado por uso; art.: artefactos.
silíceas están en baja frecuencia, aunque los porcentajes
en los parapetos tienden a ser levemente mayores (3,7 %
en parapetos, 1,3 % en CP2B OA y 0, 91 % en CP1). Por
otra parte, en los artefactos formatizados también predomina la obsidiana con un 70,87 % en parapetos y un
58,11 % en CP2B OA. A su vez, existe una mayor variedad de materias primas, registrándose un 14,5 % en la
categoría otras (cuarcitas, limotas, etc.) en CP2B OA y
6,6 % en los parapetos. El basalto está en proporciones
similares a las observadas en los desechos de talla (12,05
% en parapetos y 10,25 % en CP2B OA) y se destaca una
mayor frecuencia de las rocas silíceas, principalmente en
CP2B OA (17,1 %).
De esta forma, los conjuntos presentan similitudes
con respecto a las materias primas utilizadas, dado el
4
5
En la categoría artefactos sumarios fueron contabilizados de
manera conjunta los artefactos de formatización sumaria
(parapetos n: 167 y CP2B n: 14) y los filos naturales con rastros complementarios (parapetos n: 89 y CP2B n: 6).
Cabe destacar que los totales corresponden a las siguientes
superficies muestreadas: CP1 tiene 11 m , Parapetos tiene 5,1
m en la superficie y aproximadamente unos 2,8 m en estratigrafía y CP2B OA tiene 10 m . Por otra parte, dado el carácter
indiferenciado en esta tabla no se contabilizan los fragmentos
de artefactos formatizados. En los parapetos son 55, en CP2B
son 6 y no están presentes en la muestra de CP1.
K
K
L
K
esperable predominio de la obsidiana. No obstante, cabe
mencionar la existencia de algunas diferencias entre ellos
en relación a las rocas silíceas. Así, en los parapetos las
rocas silíceas están representadas por tareas de manufactura y reactivación de artefactos (desechos de talla),
mientras que en CP2B Ojo de Agua están vinculadas con
la utilización y su descarte (artefactos formatizados).
Estas diferencias en la utilización de las materias primas
entre los conjuntos también se observan en relación a
la selección de materias primas para la manufactura de
determinados artefactos. En CP2B OA la mayoría de las
puntas de proyectil se encuentran manufacturadas en
rocas silíceas (33,3 %), mientras que en los parapetos
las mismas son de obsidiana (74,1 %). Por su parte, los
raspadores de CP2B OA son principalmente de sílice
(47,8 %) y los de los parapetos de obsidiana (73,1 %)
(Cassiodoro 2008a).
Tecnología cerámica
El análisis de esta tecnología fue abordado tanto
desde un acercamiento macroscópico como microscópico siguiendo los lineamientos metodológicos propuestos por Rye (1981). En Cerro Pampa se han registrado
ciento treinta y tres tiestos en CP2B OA y treinta y ocho
tiestos en las excavaciones de dos parapetos. También se
han recuperado tiestos cerámicos en Cerro Pampa 6 y en
la meseta del Guitarra (CG3). En relación a los aspectos
29
CUADERNOS 23
tecnológicos generales, los tiestos tienden a presentar
superficies alisadas, sin decoración y con espesores de
las paredes similares que rondan entre los 5,1 y 5,9 mm
(Cassiodoro 2008b). Las pastas de las muestras analizadas por cortes delgados de CP2A tienen una matriz con
una gradación en su coloración dentro de la gama de los
tonos castaños, tienen una porosidad entre el 10 y 15 % y
sus poros no están orientados. Por su parte, las muestras
de CP2B OA, se caracterizan por tener una matriz muy
oscura con poros orientados. La pasta de la muestra del
parapeto 3 de CP2C tiene una matriz con una coloración
oxidante y poros orientados (Cassiodoro 2008b).
Con el objeto de establecer las características
generales del abastecimiento de materias prima para la
producción de las mismas, se realizaron cortes delgados
en un total de siete tiestos cerámicos y de una muestra
de los sedimentos arcillosos del Ojo de Agua de CP2B.
La caracterización de los componentes minerales de
los antiplásticos de las muestras cerámicas permitió
establecer diferencias entre el conjunto de parapetos,
por un lado y de CP2B OA, por otro (Cassiodoro y
Tchillinguirian 2007). De esta manera, las diferencias
entre los conjuntos no solo se refieren a la tecnología
lítica sino también se manifiestan en la composición
mineralógica de los tiestos cerámicos.
Así, las muestras de los parapetos de CP2A y CP2C
tienen una composición predominantemente monomineral conformada por un alto porcentaje (70-80 %)
de líticos alterados de grano muy fino. En menor proporción aparece cuarzo monocristalino (20-30 %). En
relación a la composición mineralógica, estas muestras
presentan semejanzas con los antiplásticos registrados
en muestras cerámicas de la cuenca del lago Salitroso
(Cassiodoro y Tchillinguirian 2007). Por su parte, las
muestras de CP2B OA no se agrupan composicionalmente con las anteriores. Las mismas están compuestas
especialmente por feldespatos alcalinos alterados con
arcillitisación (50 %) y dada la presencia de plagioclasa
tienden a presentar similitudes con la muestra de sedimentos del ojo de agua próximo.
Estructuras
En los alrededores del Cerro Pampa se han registrado
hasta el momento treinta y dos parapetos, en todos los
casos cercanos a vertientes de agua y lagunas y tienen una
orientación oeste-este. Como ha sido mencionado, en
Cerro Pampa 2 sector A se han registrado ocho estructuras de parapetos (Espinosa y Goñi 1999, Aragone y
Cassiodoro 2005-2006), que se vinculan con otros cinco
parapetos localizados en un nivel superior del mismo faldeo del cerro (CP2 D) y en el sitio Cerro Pampa 2 sector C
se han registrado cinco estructuras más. En todos los sec-
tores las estructuras están conformadas por la disposición
de rocas de diferentes tamaños de manera semicircular. La
construcción de aquellos no está solo vinculada a la cercanía de cuerpos lagunares sino también a la existencia de
afloramientos rocosos. Estos son utilizados como fuentes
de materia prima para la construcción de las estructuras
y, principalmente en el sector C, son aprovechados como
base para la construcción de los parapetos.
Con respecto a las dimensiones de estas estructuras, el
ancho máximo del arco registrado es de 6,9 m y el largo
de 4,2 m (Cassiodoro 2008a). En promedio, los parapetos
del sector A tienen un ancho de 5,13 m con un largo de
3 m y una altura actual de 0,7 m. Los del sector D tienen un ancho de 3,62 m, un largo de 2,84 m y una altura
actual de 0,73 m. Las estructuras del sector C tienen en
promedio un ancho de 3 m, con un largo de 2,94 y una
altura actual de 0,85. Los parapetos del sector A tienden
a ser más amplios que los del sector D y C aunque solo
presentan alturas mayores. Dado que las estructuras de
CP2C presentan evidencias de reutilización en la actualidad (en superficie hay restos de botellas de vidrio y
metales) consideramos que las diferencias en las alturas
se vinculan con la reactivación de las estructuras. Por su
parte, los parapetos de Cerro Pampa 6 presentan características similares a los recién descriptos (figura 3 foto 1).
Se encuentran a distintas alturas, contiguos a un curso de
agua que desciende desde la Meseta del Guitarra y desemboca en la laguna de la Mala Muerte. Ocho de las estructuras se encuentran en el sector superior y sus dimensiones
promedio son de 3,88 m de ancho, 2,68 m de largo y 0,63
m de altura actual. Las cinco estructuras restantes están
más próximas a la laguna y tienen un ancho promedio
de 4,5 m, un largo de 3,1 m y una altura actual de 0,44 m.
Finalmente, el parapeto de Cerro Pampa 1 tiene un arco
de 2,8 m, un largo de 1,9 m y una altura actual de 0,5 m.
La presencia de estructuras de piedra, que habrían
funcionado como apostaderos de caza en sectores específicos, se vincula con un equipamiento tecnológico de
los espacios recurrentemente ocupados. Sus dimensiones
son variables pero en términos generales rondan entre los
4 m de arco o ancho, los 3 m de largo o profundidad y una
altura actual de 0,6 m.
Meseta y cañadón del Lago Guitarra
Las investigaciones en el área se han ampliado, incluyendo relevamientos sistemáticos en el sector norte de la
Pampa del Asador correspondiente a la margen este del lago
Guitarra, el cañadón del río Guitarra y la meseta homónima
(figura 1). Es una meseta que corresponde a los plateaux
basálticos miocénicos, al igual que la Meseta del Strobel,
del Cardiel Chico y la del Lago Buenos Aires (Ramos 2002),
cuyos paredones basálticos han servido de reparo de los
30
POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA (PATAGONIA MERIDIONAL)
Figura 4 - Foto 1: parapeto de Cerro Pampa 6; foto 2: núcleos y guijarros de sílice en niveles inferiores del parapeto 3 de CP2C;
foto 3: densidad artefactual en superficie de parapetos; foto 4: guijarros de diferentes materias primas líticas
vientos predominantes del oeste. Se han registrado cuarenta
y tres parapetos, diversas manifestaciones rupestres y abundante material lítico (Goñi et al. 2010, Cassiodoro y Flores
Coni 2010, Aragone et al. 2010, Re 2011).
Cabe destacar que la inclusión de esta nueva información, resaltando la presencia de grabados rupestres y
la frecuencia de parapetos, a la anteriormente presentada
para Pampa del Asador implica, por un lado, ampliar la
variabilidad del registro arqueológico de la región y por
otro, enfatizar el rol logístico y estacional vinculado con
la caza del guanaco de este sector.
DISCUSIÓN
De acuerdo con la información presentada hasta el
momento, podemos articular la misma a partir de un
esquema de tendencias temporales que se manifiestan
en el registro arqueológico, en concordancia con la
interpretación de modelos macroregionales (Borrero
1989-1990 y 1994-1995) y meso-regionales (Goñi 2000
y 2011) de poblamiento.
La evidencia de uso o conocimiento de la Pampa del
Asador/Cerro Pampa durante el Holoceno temprano es
de tipo indirecta. La presencia de obsidiana negra procedente de la fuente local se registra en sitios arqueológicos
de la región desde cronologías muy tempranas (ver Civalero y Aschero 2003, Stern 1999, entre otros). Sin embargo,
en el sector mismo de estudio no se han obtenido, hasta
ahora, fechados u otras vías potenciales de ubicar ocupaciones para ese momento. Dadas algunas de sus características, esta etapa puede ser homologada con aquellas
que Borrero (1989-1990 y 1994-1995) denominó etapas
de exploración. Es decir, estas mesetas fueron conocidas
prácticamente desde el primer momento de poblamiento
regional, probablemente sin un interés residencial u ocupacional permanente, pero sí frecuentadas en términos
de tránsito y aprovisionamiento, lo que también remitiría
a una estrategia embedded (sensu Binford 1979).
Para el Holoceno medio, ya existe evidencia discreta
o puntual. La misma se refiere al fechado radiocarbónico
de la meseta del Guitarra, del orden de los 4.600 años.
Adicionalmente, grabados rupestres de guanacos de
pátinas marcadas y conjuntos de artefactos en superficie y excavación, cuyo principal indicador son puntas de
proyectil apedunculadas; permiten corroborar por otros
medios la presencia ocupacional durante ese momento.
En términos de las dinámicas poblacionales de la región,
estas son señales consistentes de una etapa de colonización más específica que la anterior, presentando un registro arqueológico de mayor visibilidad para el Holoceno
medio. En la Meseta del Strobel, a partir de información
cronológica y de las representaciones rupestres, se ha
manifestado una tendencia similar (Re 2011). Esto puede
ser visto como una etapa de colonización inicial de las
mesetas del centro-oeste santacruceño.
31
CUADERNOS 23
Finalmente, el Holoceno tardío presenta evidencia ubicua o continua a través del tiempo y espacio. El registro se
distribuye sin solución de continuidad a lo largo de kilómetros en los alrededores del Cerro Pampa, cuya expresión
más llamativa es la frecuencia (literalmente en millones)
de lascas de obsidiana negra. Estas frecuencias se explican
por tratarse de la única o principal cantera de obsidiana en
Patagonia austral (Stern et al. 2004), constituyéndose en un
gran taller (por ejemplo, la densidad artefactual en superficie del parapeto 3 CP2C es de 3.194 artefactos en un m²).
Sin embargo, la caracterización de esta meseta como
una gran cantera/taller planteada para el Holoceno
medio y temprano, no agota todos los rasgos del registro
arqueológico local. En el Holoceno tardío la evidencia
obtenida permite señalar profundos cambios en el uso
de estas localidades. Estos cambios pueden ser analizados
desde las distribuciones y frecuencias ya referidas como
a partir de los enunciados derivados de los modelos de
poblamiento propuestos para la región.
La diversidad tecnológica en una escala local refiere a
la utilización diferencial de los sectores. Así, se puede señalar el desarrollo de distintas actividades. Un grupo de ellas
estaría en relación con la alta disponibilidad de materias
primas líticas, evidenciando el desarrollo de tareas propias
de un taller (selección de guijarros aptos para la talla, descortezamiento de nódulos, extracción de formas base, producción y reactivación de artefactos, etc.). De una forma
u otra esto se daría en todos los conjuntos, no obstante, es
particularmente concordante con el conjunto artefactual
de CP1 (Espinosa y Goñi 1999). Por otro lado, un segundo
conjunto de actividades estaría vinculado con la adquisición y procesamiento de recursos faunísticos. En relación
con la adquisición, se encuentran los parapetos y el conjunto lítico asociado a ellos y, con respecto a las actividades
de procesamiento, la diversidad y estructura artefactual de
la concentración de CP2B Ojo de Agua. Cabe mencionar
que estos conjuntos mesetarios se diferencian de los registrados en cuencas bajas, fundamentalmente, por la mayor
frecuencia de artefactos de molienda y cerámica en estas
últimas (Cassiodoro 2008a).
Así, se destaca la presencia de tiestos cerámicos. La
presencia de esta tecnología en este contexto mesetario,
a primera vista inesperada, podría vincularse con
el procesamiento de recursos animales: obtención y
almacenamiento de grasas. Los resultados preliminares
de análisis de ácidos grasos efectuados han determinado
que las mismas serían grasas de origen animal (R. March
comunicación personal). Las diferencias en las pastas se
refieren a la existencia de variabilidad entre contextos:
parapetos y concentración de superficie. Se registraron dos
tipos de composiciones mineralógicas, una de las cuales está
parcialmente relacionada con la muestra de sedimentos del
área y la otra con sedimentos del lago Salitroso (Cassiodoro
y Tchillinguirian 2007). De esta forma, la vinculación entre
esta cuenca lacustre baja y Pampa del Asador no solo queda
evidenciada por la distribución de las materias primas
líticas sino también por las cerámicas.
Las diferencias entre estos conjuntos también están
dadas desde los aspectos arqueofaunísticos, registrándose
variabilidad en las frecuencias de partes esqueletarias representadas e intensidad de procesamiento. En este sentido,
en los parapetos tenemos evidencias de una frecuencia de
partes esqueletarias complementaria a la observada en las
concentraciones, con evidencias de procesamiento en porciones restringidas del esqueleto y elevada frecuencia de
huesos termoalterados que pueden estar relacionadas con
la implementación de actividades de consumo final. Otros
indicadores de intensidad de procesamiento, tales como
el tamaño de las astillas diagnósticas y no diagnósticas de
guanaco y la proporción de huesos en la categoría de indeterminado también apuntan a una mayor intensidad de
procesamiento en los parapetos (Rindel 2009). En el caso
de las concentraciones, por otra parte, se observa la presencia de una frecuencia de partes esqueletarias dominada por
elementos de las cinturas escapular y pélvica y porciones
superiores de las extremidades. Unido a esto, las marcas
de procesamiento indican la realización de actividades de
desarticulación, descarne y fractura de los huesos largos
para acceder al contenido medular, junto con la ausencia
de termoalteración en los conjuntos, lo que indicaría que
en ellos no se llevaron a cabo actividades de consumo final
de recursos faunísticos. Un aspecto a destacar de CP2B es
la posibilidad de que se hayan llevado a cabo actividades de
cuereado de animales. Esta evidencia se sustenta en la presencia de marcas compatibles con esta actividad en metapodios distales (Rindel 2009, Rindel et al. 2011), así como
por la ausencia de autopodios, que habrían sido transportadas como “riders” juntos con los cueros (figura 1).
Por otra parte, la presencia de crías en los conjuntos sería
consistente con la implementación de la caza de estos animales por su piel (Rindel 2009). Estas diferencias también
podrían estar vinculadas con la obtención y procesamiento
de carne y médula para su consumo diferido en otras localidades en el caso de las concentraciones, mientras que en
los parapetos las partes consumidas serían compatibles con
el aprovechamiento de carne y médula bajo estrategias de
consumo incidental de recursos (snacks) durante la ocupación del sitio. Las diferencias entre ambos tipos de sitios
subrayan el rango de variabilidad y su especificidad funcional en espacios acotados para el mismo lapso cronológico.
En síntesis, las características generales del registro
arqueológico de Cerro Pampa indican un uso recurrente,
vinculado con el aprovisionamiento de materias primas
líticas y caza estacional como actividades preponderantes.
32
POBLAMIENTO DE MESETAS: ARQUEOLOGÍA DE PAMPA DEL ASADOR Y CERRO PAMPA (PATAGONIA MERIDIONAL)
Estas actividades habrían tenido lugar en loci específicos,
diferenciados y complementarios, dentro de la localidad. A
su vez, estas características se destacan al compararlas con
el carácter residencial del registro arqueológico de cuencas
lacustres bajas aledañas (Salitroso y Cardiel) (Goñi 2011).
Un aspecto primordial a tener en cuenta es la alta
frecuenta de parapetos registrada tanto en Cerro Pampa
como en la meseta del Guitarra, comparable con la que
se registra en mesetas como la del lago Buenos Aires y el
Strobel (Gradín 1996, Belardi y Goñi 2003). Necesariamente, esto lleva a discutir la función que cumplían estas
estructuras en relación con el sistema de asentamiento
local. En este sentido, numerosos trabajos etnoarqueológicos de diferentes partes del mundo indican la utilización
de este tipo de estructuras en el contexto de actividades
cinegéticas (Binford 1978), ya sea como escondites donde
los cazadores acechan a los animales o como lugares
desde los que se monitorean sus actividades. Por otra
parte, autores como Gradín (1976) proponen el carácter
ocupacional de estos parapetos, indicando la posibilidad
de que sirvieran de reparo, posiblemente con la adición
de un toldo. Dada la variabilidad observada, en el registro arqueofaunístico, en el caso de los parapetos de Cerro
Pampa (Rindel 2009, Aragone et al. 2010), es probable que
ambos tipos de uso hayan tenido lugar. A su vez, la distribución de estas estructuras en puntos específicos del paisaje, reutilizados a lo largo del Holoceno tardío da cuenta
de un equipamiento tecnológico de la meseta. Consideramos que la distribución de artefactos de obsidiana en
toda la Pampa del Asador, principalmente hacia el oeste
también sería parte de esta estrategia, evidenciando una
planificación en el abastecimiento de materias primas a
otros sectores de la región. En una escala espacial menor,
del mismo modo podría estar funcionando la frecuencia de guijarros de sílice en niveles inferiores de algunos
parapetos. De esta manera, una mayor planificación de
las actividades a realizar implica un equipamiento de los
lugares visitados u ocupados recurrentemente.
La incorporación plena de las mesetas a la dinámica
poblacional, tal como se lo propuso en un proceso de
extensificación (Goñi 2011), cumpliendo un rol estacional o logístico; explica la presencia de un equipamiento
espacial (parapetos) y diversidad de conjuntos tecnológicos y faunísticos no registrados hasta ese momento.
Asimismo, las tendencias cronológicas de fuerte corte
tardío (referido a los últimos 2.000 años), reafirman el
uso consistente y redundante de estos espacios.
En una escala espacial amplia, otros espacios también estarían funcionando con diferentes roles logísticos
y estacionales durante el Holoceno tardío. Este sería el
caso de mesetas como la del lago Strobel y el lago Buenos
Aires, cuencas lacustres altas como las del actual Parque
Nacional Perito Moreno y sectores boscosos como el valle
del río Chacabuco en Chile (Goñi et al. 2000-2002, 2004;
Goñi y Belardi 2003, Mena y Lucero 2004, entre otros). En
resumen, en un contexto de progresiva desecación regional e incongruencia espacial de recursos, fundamentalmente el agua, la reducción de la movilidad residencial
y el establecimiento de estrategias logísticas funcionarían
como planes para facilitar el uso del ambiente (Goñi
2000, Goñi et al. 2000-2002, Goñi y Barrientos 2004).
Por otra parte, teniendo en cuenta las particularidades de la disponibilidad de recursos (líticos y faunísticos)
y las características geomorfológicas (cursos de agua,
cañadones, cuencas lacustres y pendientes poco abruptas), la Pampa del Asador junto con la meseta del Guitarra
pueden ser propuestas como vías de circulación de primer orden, principalmente durante el Holoceno tardío,
conectando ambientes cordilleranos y pericordilleranos
(PNPM y Salitroso) del oeste/noroeste, con circuitos del
sur (Strobel/Cardiel) y del este/noreste (Río Pinturas, Río
Olnie y Altiplanicie Central) (Goñi et al. 2010).
Finalmente, la Pampa del Asador/Cerro Pampa sufre
un proceso de abandono durante momentos históricos.
Si bien la cronología local ubica alguno de los fechados
en época postcontacto, la importancia de este centro
proveedor de materias primas decayó progresivamente a
medida que los reemplazos tecnológicos se iban dando
entre las poblaciones locales y también, como factor principal, cuando las condiciones de la movilidad humana
fueron variando a causa, por un lado, de la incorporación
del caballo como medio de traslado y transporte y, por
el otro, por las nuevas condiciones de interacción social
establecidas principalmente en el ámbito costero. Onelli
brinda un párrafo muy claro acerca del desuso en que
había caído este tipo de materias primas y este espacio, al
pasar a fines del siglo XIX por esta localidad: “…los indios
prehistóricos deben haber tenido allí su arsenal de guerra,
porque la barranca tiene hermosos bloques de obsidiana y
todo el suelo está sembrado de escamas, residuos de flechas
de allí extraídas y confeccionadas” (Onelli 1977: 108).
Los parapetos de CP2C fueron reutilizados durante el
siglo XX como lugar de caza de chulengos o como puesto
de paso de las estancias.
En este trabajo hemos buscado ampliar la información existente para el área de Pampa del Asador y Cerro
Pampa, destacando la interrelación de distintas líneas
de evidencia para interpretar el registro arqueológico de
localidades que han tenido usos múltiples y redundantes
a lo largo del tiempo. Su finalidad no solo fue caracterizar la variabilidad de los diferentes conjuntos del área
sino también de la meseta en sí, permitiendo discutir las
características del poblamiento de estos espacios en una
escala regional mayor.
33
CUADERNOS 23
AGRADECIMIENTOS
• A la Estancia Sierra Andía: Alejandro y Rafael
Martínez de Sanzo.
• A la Estancia Cerro Pampa: Rafael Smart, Gringo y
Jorge Bolke.
• A la Estancia Menelik: Cielos Patagónicos, Agustín
Smart, Pardo y personal.
• A Parques Nacionales: Montenegro y guardaparques
del PNPM.
• A quienes recientemente han trabajado en el campo:
J. Flores Coni, J. Dellepiane, A. Re, F. Guichón, I. Rapela,
E. Gallay, F. Bonnat, A. Nuevo Delaunay, Aragone,
A. Tessone.
• A los subsidios que financiaron las investigaciones:
UBACYT F031, PICT ANPCYT 26295 y 1389, Secretaría de Cultura de la Nación (INAPL), PIP 0122.
• A los evaluadores.
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ISSN 1852-1002 / Versión en línea: 2422-7749
RETOMANDO EL HILO… LOS TORTEROS ARQUEOLÓGICOS DE SANTIAGO DEL ESTERO.
UN GIRO A LA DISCUSIÓN, PRIMEROS RESULTADOS Y PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN
Sara M. L. López Campeny
1
RESUMEN
Presentamos los resultados del estudio funcional de un conjunto de torteros arqueológicos, procedentes de distintos sitios de Santiago del Estero. Ellos se discuten en el marco de la problemática arqueológica local y de información
procedente de fuentes de distinta naturaleza, proponiendo vínculos entre estos artefactos y diversos aspectos de la
producción textil.
PALABRAS CLAVE
Tierras bajas orientales - torteros - fibras textiles - hilados.
ABSTRACT
We present the results of the functional study, of a set of archaeological spindle whorls, coming from different
sites of Santiago del Estero. These are discussed in the context of the local archaeological issues and information from
sources of different nature, suggesting links between these artifacts and diverse aspects of textile production.
KEY WORDS
Eastern lowlands - spindle whorls - textile fibers - yarns.
1
INTRODUCCIÓN
Hemos presentado, previamente, un avance de las
líneas de análisis que comenzamos a concretar, para
profundizar en el estudio de los procesos asociados a las
prácticas y productos vinculados con la producción textil
prehispánica, en el área de tierras bajas orientales (López
Campeny 2010a, 2010b). Señalamos entonces, tanto las
potencialidades como las limitaciones –en los planos
metodológico e interpretativo– vinculadas con la aproximación a esta problemática, a partir del abordaje de
dos tipos principales de evidencias indirectas: improntas
textiles en superficies cerámicas, e instrumental asociado
a producción textil. Respecto al primer conjunto de vestigios, expusimos recientemente la metodología aplicada,
los resultados obtenidos y las nuevas problemáticas surgidas, a partir del análisis de las improntas (López Campeny 2011). En relación al segundo tipo de evidencias,
los conjuntos instrumentales, como también ya hemos
adelantado (López Campeny 2010a, 2010b), decidimos
centrar los análisis, en primer término, en el conjunto
de torteros arqueológicos, principalmente debido a su
elevada densidad de registro y a su notable variabilidad
morfo-tecnológica y representativa, en los sitios del área
de llanura santiagueña.
1
Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales
e IML, Universidad Nacional de Tucumán e Instituto Superior de
Estudios Sociales, CONICET. [email protected]
Para abordar el análisis de estos artefactos particulares,
comenzamos realizando una recopilación de fuentes de distinta naturaleza (actuales, históricas y arqueológicas), con
el fin de evaluar y sistematizar un conjunto de aspectos vinculados con el proceso manual de hilado, particularmente
cuando involucra el uso de torteros. El objetivo buscado
fue poder aproximarnos a los posibles factores de variabilidad involucrados en su empleo y plantear cuales atributos tecno-morfológicos son, al parecer, más relevantes en
vinculación con las características de los hilados resultantes.
Como primer resultado, confeccionamos una ficha específica para el registro sistematizado de torteros, que considera
el relevamiento de una serie de atributos y variables morfológicas, dimensionales, tecnológicas, de diseño, estado de
conservación, datos sobre procedencia e información contextual de los ejemplares (López Campeny 2010a, 2010b).
Presentamos aquí las primeras conclusiones surgidas del análisis de las fuentes documentales aludidas,
en relación a la identificación de ciertos vínculos, entre
el empleo de torteros y determinados aspectos de la
producción textil. En segundo término, analizamos las
tendencias resultantes, a partir del análisis integrado de
un conjunto de atributos tecno-morfológicos, relevados
para una muestra integrada por ochenta y un torteros,
procedentes de distintos sitios arqueológicos de la actual
provincia de Santiago del Estero. Estos resultados son analizados a la luz de la problemática arqueológica planteada
para el área –tanto histórica como reciente– vinculada al
37
CUADERNOS 23
registro de torteros. Asimismo, se discuten las correspondientes implicancias de estos resultados, especialmente
en relación a los posibles recursos textiles que podrían
haberse aprovechado y a ciertos atributos de los productos obtenidos, sobre la base de información procedente
de fuentes de distinta naturaleza. Finalmente, se mencionan las líneas de análisis que estamos desarrollando y que
consideramos deben continuar profundizándose, para el
avance de las investigaciones en esta temática particular.
EL PODER DE LOS GIROS. LOS TORTEROS INTEGRADOS A LA
PRODUCCIÓN TEXTIL
Todas las fibras naturales –con la única excepción de
la seda– poseen la característica de ser discontinuas, es
decir, que poseen una longitud limitada, la que es variable en cada material. Es por ello, que el manejo de la
materia prima para la producción textil implica, en una
de sus etapas iniciales, la transformación de las fibras
individuales discontinuas, en un producto continuo,
cohesionado y manejable, que denominamos hilado. En
este proceso, las fibras pueden ser torcidas manualmente,
o bien empleando algún instrumento especial, cuya función básica es la de producir movimientos rotatorios y
aumentar la velocidad de giro. Entre los implementos
usados para hilar, el huso de mano (pushka) es uno de
los más empleados entre las comunidades que aún conservan técnicas tradicionales de tejido. Consiste básicamente de una vara o eje vertical delgado y cilíndrico,
generalmente confeccionado en madera que, la mayor
parte de las veces, suele estar acompañado de un implemento que actúa como contrapeso. De este modo, el tortero (muyuna), se integra a la tecnología textil durante la
etapa correspondiente al hilado de las fibras, formando
parte de un instrumento compuesto: el huso de mano.
Su función es controlar la velocidad de giro, facilitando
así la rotación del huso. Al distribuir de manera más uniforme su peso, impide que la hebra se deforme al girar y
enrollarse. Por ello, es posible afirmar que el empleo de
torteros conduciría a la obtención de hilados de diámetros más regulares o parejos, al mantener el huso girando
con tensión firme. A su vez, si se controlan y mantienen
constantes ciertos atributos tecno-morfológicos –sobre
los que profundizaremos a continuación– los torteros
representan un instrumento que facilitaría la obtención de un producto más estandarizado, garantizando
un peso más uniforme del huso. En consecuencia, su
empleo podría ser ventajoso en contextos donde se
requiere incrementar la velocidad de elaboración de
hilados, o ampliar su escala de producción. Es decir que,
los torteros habrían permitido, a los artesanos textiles,
incrementar tanto la cantidad o escala, como la calidad
de los hilados producidos (Alt 1999, de Grandis 2006,
Flores Ochoa 1968, Guinea Bueno 2004, Soria 1999).
Sin embargo, a pesar de que en muchos contextos
arqueológicos los torteros constituyen los únicos elementos
vinculados a la actividad textil que se han conservado, más
allá de algunos pocos casos en los que se los menciona de
manera general entre el conjunto de bienes recuperados en
los sitios, son muy escasos los trabajos que han abordado su
análisis detallado, si exploramos la producción bibliográfica
nacional (Ambrosetti 1907, Mulvany et al. 1992, Soria 1999,
Williams 1983). Desde lo metodológico, en estas contribuciones se enfatizó en su estudio desde una aproximación
tecnológica, particularmente a través de una descripción
detallada de sus rasgos morfológicos y representativos,
incorporando en algunos casos análisis contextuales y
distribucionales intra-sitio (Ambrosetti 1907, Williams
1983) y efectuando comparaciones formales con hallazgos de otros sitios del NOA (Mulvany et al. 1992, Williams
1983). Desde el punto de vista interpretativo, algunas de
estas investigaciones (Willians 1983, Mulvany et al. 1992)
coinciden en una propuesta en la que estas tecnofacturas
se integran a una producción textil de mayor escala, concentrada en los centros artesanales incaicos, en manos de
grupos de hilanderos mitimaes, procedentes de diferentes
regiones. Se plantea que, en algunos casos, esta producción
podría haber estado controlada incluso desde la etapa de
adquisición de la materia prima para la elaboración de los
torteros (Mulvany et al. 1992). Ahora bien, a pesar de los
importantes datos que todos estos trabajos han aportado,
consideramos que ninguno de ellos se propuso un análisis
funcional, en sentido estricto, de los torteros, es decir, que
planteara la relación existente entre los aspectos formales
que se describieron en detalle, y determinados atributos de
las fibras procesadas o de los productos obtenidos. Así, por
ejemplo, nos resulta llamativo que en los trabajos citados
2
no se consignan datos referentes al peso de los ejemplares que, como veremos con más detalle a continuación, se
constituye en la variable más importante, si tenemos en
cuenta que la función primordial de los torteros es la de
actuar como contrapeso en el huso, durante el proceso de
hilado. Además, consideramos que el peso es una variable
que cobra relevancia por ser la resultante de la combinación
de otros atributos composicionales y dimensionales de los
torteros, como la materia prima, el diámetro máximo y el
espesor.
Presentamos a continuación la información que hemos
logrado sistematizar, sobre la base del análisis de las diferentes fuentes consultadas, enfocándonos en las relaciones más
frecuentemente aludidas, entre los atributos presentados
por los torteros y distintos aspectos de la producción textil.
2
38
La excepción lo constituye el trabajo de Soria (1999), que
incluye esta variable en la ficha normalizada propuesta.
RETOMANDO EL HILO… LOS TORTEROS ARQUEOLÓGICOS DE SANTIAGO DEL ESTERO.
UN GIRO A LA DISCUSIÓN, PRIMEROS RESULTADOS Y PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN
DECISIONES DE PESO: VARIABILIDAD TECNOLÓGICA Y
MORFOLÓGICA DE LOS TORTEROS Y SU RELACIÓN CON
DISTINTOS ASPECTOS DE LA PRODUCCIÓN TEXTIL
Entre la documentación consultada, uno de los
aspectos que suele aludirse con frecuencia, en relación
al empleo de torteros con diferentes atributos tecnomorfológicos –especialmente su variación de tamaño
y peso– corresponde al tipo de fibra textil hilada y a sus
propiedades inherentes. Sin embargo, debemos señalar
que la información mencionada es muy variable en lo que
respecta, principalmente, a los fundamentos en los que se
basan las relaciones y asociaciones planteadas por los autores. Por una parte, se destacan diferencias basadas en datos
tomados de contextos actuales (p.e. O’Neal 1945 y Kent
1957 para Guatemala, en Parsons 1972), los que señalan
que los tejedores emplean torteros de mayores dimensiones y más pesados para hilar fibra animal que para hilar
algodón, mientras que para hilar éste último, se emplean
torteros más pequeños y livianos. Sin embargo, el panorama se presenta complejo, ya que datos recolectados para
el área serrana de Ecuador, muestran que las tejedoras
actuales emplean, para el hilado de fibra de camélido y lana
de oveja, torteros de relativamente bajo peso y reducidas
3
dimensiones . Otras afirmaciones se desprenden a partir
de la propia experiencia de los artesanos en el manejo de
las fibras, como cuando Rolandi y otras (2006: 15) afirman
que la fibra de vicuña, por ser más corta, en su necesidad
4
de “componerla” , debe hilarse con un huso y un tortero
pequeño. Sin embargo, también es común que se aluda
a la existencia de ciertas diferencias, en las características
presentadas por distintas fibras textiles, a la hora de transformarse en hilados, pero que no se especifique la base de
tales aseveraciones (González 1977, Guinea Bueno 2004,
Soria 1999). Así, y basándose en reflexiones de tan variado
tipo, algunos investigadores han interpretado el empleo de
torteros con distintos atributos técnicos, en vinculación al
hilado de diferentes fibras textiles, a partir de las tendencias
observadas en el registro arqueológico. Un claro ejemplo
es el trabajo de Parsons (1972), quien analiza un conjunto
de más de 200 torteros arqueológicos procedentes de Teotihuacán. La autora concluye que la distribución bimodal
–sin superposiciones y con una clara separación entre dos
conjuntos– que se observa en los gráficos de dispersión,
obtenidos al relacionar las variables de peso, diámetro
total y diámetro del orificio, de a pares, permitiría proponer que los torteros se estarían empleando para trabajar
5
dos tipos de fibras distintas . Propone que las dos materias
primas empleadas corresponderían a algodón y maguey,
de acuerdo con la disponibilidad de fibras textiles para el
área, en momentos prehispánicos. De manera similar, para
la costa norte de Ecuador, Guinea Bueno (2004) observa
diferencias de tamaño entre torteros arqueológicos correspondientes a dos períodos distintos y se pregunta “¿hilaban
primero algodón y luego lana?”(ibíd.: 75), en relación a cada
una de las subfases involucradas. El cuestionamiento se
apoya en su interpretación de que “…los torteros para hilar
lana son más pesados que los destinados al algodón y (…),
el diámetro total debe ser mayor” (ibíd.: 76). Sin embargo,
propone una alternativa para explicar estas diferencias de
tamaño cuando afirma que “… están hilando diferentes
fibras con cada tipo de tortero, o dos grosores diferentes de
hilo de la misma fibra” (ibíd.: 75). Esta última reflexión es
la que nos da el pie para analizar otro de los aspectos mencionados, en relación a la variabilidad de los instrumentos
asociados al hilado.
Un importante número de autores coincide en destacar que el diámetro total, conjuntamente con el peso del
tortero, determinan el momento de inercia o la velocidad
angular con la cual gira el huso. A su vez, el momento de
inercia constituye uno de los principales factores involucrados en determinar el espesor de la fibra al girar. Entonces, si el diámetro y el peso de los torteros determinan el
momento de inercia que afecta a la acción del huso, es posible postular que, a igual tipo de fibra textil, los torteros más
grandes y pesados producirán un hilado más grueso (Alt
1999, Ambrosetti 1907, Flores Ochoa 1968, Guinea Bueno
2004, Parsons 1972, Soria 1999). De manera contraria,
como afirman Rolandi y Jiménez (1983-1985: 228): “Otras
pushkas son más pequeñas y livianas (…). Las emplean
para hilar hilos finos”. También en contextos actuales del
Noroeste argentino (NOA), Kriscautzky y Gómez (2005:
94 [1984]) mencionan que el hilado de la seda del monte
o coyuyo, que se realiza con un huso y tortero tradicional
“…varía en grosor según el tortero empleado”. Y para un
área distante, como la costa noroeste de los EEUU, Wood
(2006: 1) afirma que, entre los pueblos Salihs: “…the size
of the disk and the center pole, determined the thickness of
the diameter for the strands of yarn”. En este sentido, nos
parece relevante destacar que datos históricos señalan que
el hilado producido por los indígenas encomendados, que
era luego usado con fines mercantiles, se diferenciaba en
5
3
4
Se mencionan ejemplares con un diámetro medio de 35 mm
y 12 g de peso (Bruhns 1988: 77, en Guinea Bueno 2004: 76).
Componer la lana es quitar las fibras primarias que conforman el manto superior de mayor grosor y mezclarlas con
vellones completos de la misma zona (Reigadas 1996: 115).
39
Los valores del primer conjunto fluctúan entre 1,5 a 5,5 mm
de diámetro del orificio, hasta 11 g de peso (con algunos casos
entre 11 y 20 g) y un diámetro del cuerpo entre 15 y 35 mm.
Los ejemplares del segundo grupo tienen un diámetro del orificio entre 7,5 a 12,5 mm, 11 a 100 g, con valores modales entre
40 a 60 g y diámetros totales entre 40 a 70 mm (Parsons 1972).
CUADERNOS 23
“grueso”, “mediano” y “delgado” (Garavaglia 1986), por lo
que es posible afirmar que el grosor de los hilos era una
categoría relevante en el marco de la producción textil bajo
el sistema de encomienda, y que esta podría haber estado
vinculada con diferencias en el instrumental empleado,
específicamente, los torteros. Así, apoyada en esta lógica de
que “…en razón del peso del tortero, está el espesor del hilo”,
Righetti (1942: 21) infiere el empleo de los torteros recuperados en los sitios de Santiago del Estero principalmente
para “…trabajos de hilandería muy fina” (ibíd.), debido al
reducido tamaño de la mayor parte de los ejemplares. Pero,
además de diferencias en el grosor de los productos obtenidos, hemos podido relevar un segundo atributo, asociado
a los hilados, que podría vincularse con la variabilidad de
peso y tamaño de los torteros. Al respecto, y de acuerdo
con la información contenida en las crónicas, se desprende
el hecho que, durante el proceso de hilado sencillo o de
primera torsión, se utilizaban husos de diferente tamaño
y distinto nombre que para el hilado combinado o doble
(o proceso de retorsión de fibras previamente torsionadas
o de primer hilado), siendo más grandes los de retorsión
o segundo giro (Gisbert et al. 1987, Mulvany et al. 1992,
Soria 1999). Es interesante destacar que esta diferencia en
el instrumental textil se sigue relevando en contextos de
producción actuales del NOA, ya que para retorsionar, es
decir, formar un hilado compuesto por dos o más elementos simples o cabos –en el proceso de torcer dos ovillos, por
ejemplo– se emplea un huso más grande y un tortero más
pesado que para el hilado de primera torsión (Chertudi y
Nardi 1960, Rolandi y Jiménez 1983-1985, Rolandi et al.
2006). También entre los pastores de Paratía, en el departamento de Puno, Flores Ochoa (1968: 97) releva que los
hilados se consiguen a través de dos retorsiones sucesivas.
El primer producto obtenido, llamado phuskay, consiste en
hilados irregulares y gruesos; mientras que el segundo, llamado tapa, permite obtener hilados más resistentes y delgados. De manera similar, Gisbert et al. (1987: 49) también
mencionan la práctica común de retorsionar dos cabos de
hilado de primera torsión, para obtener un producto doble
más resistente. Esta retorsión “... se hace con una rueca de
mayor tamaño conocida en quechua como kanti y en aimara
como qapu kanti”. Por ello, es común que la gente suela
tener husos y torteros de diferente tamaño, para obtener
hilados de diferentes grosores y lograr así distintos tipos de
torsiones o retorsiones.6
Lo que debemos preguntarnos a continuación, es cual
sería la finalidad de obtener hilados de diferentes groso6
res y número de torsiones o, en otros términos, con qué
aspectos de la producción textil, a la que están destinados
los hilados, se vincula esta variabilidad tecnológica. Y la
respuesta que podemos dar es que, en términos amplios,
es posible afirmar que existe una relación entre la función
a la que serán destinados los hilados, en los productos
tejidos, y ciertos atributos inherentes, como su grosor,
cantidad de retorsiones, número de elementos constitutivos y su grado de tensión resultante (Chertudi y Nardi
1960, Rolandi y Jiménez 1983-1985). Las diferencias más
frecuentemente mencionadas aluden a la función o rol
diferencial de los hilados en una misma pieza (como
elemento de trama, urdimbre o conformando distintos tipos de costuras), y a la obtención de hilados para
la confección de piezas funcionalmente distintas (sogas,
7
vestimenta, contenedores, frazadas, etc.) . En relación a
esta última distinción, la diferenciación funcional también puede implicar aspectos vinculados con el “status”
diferencial de la prenda, en relación a su contexto de uso
(jerarquía, ceremonial, etc.), o usuario al que está destinada. Veamos a continuación algunos ejemplos de esto.
Para la Puna argentina, Rolandi y Jiménez (19831985: 226) registran diferencias en el grosor de los hilados y en el número de torsiones, de acuerdo con el tipo
de prenda que están destinados a tejer. Así, mencionan
que para tejer barracanes se usan hilos simples y muy
finos, mientras que para confeccionar chuspas, fajas y
talegas también se hila delgado, pero el hilado lleva una
segunda torsión muy ajustada. Los costales, en cambio, se
confeccionan con hilados con dos direcciones sucesivas
de retorsión (hilado, torcido y retorcido), mientras que
el hilo para tejer mantas tiene que estar hilado mediano
y retorsionado, y un poncho lleva fibra hilada muy fina.
Pautas similares, con la obtención de hilados de mayor
grosor o con retorsión, cuando se trata de elementos des7
Así, por ejemplo, en algunas comunidades andinas la proporción suele ser de una pushka grande y tres chicas, porque “…
las chicas son más fáciles de ‘trajinar’ en el atado (servilleta)”
(Rolandi y Jiménez 1983-1985: 228).
40
Estos requerimientos de la producción se vinculan con un
manejo pautado y selectivo, que se inicia ya durante el proceso de selección de las materias primas para la confección de
distintas tecnofacturas textiles. Dicha selección comprende:
la especie de proveniencia (taxonomía), el tipo de fibra
(pelos-lanillas) y la región corporal de procedencia (cogote,
patas traseras y delanteras, lomo y panza); criterios de selección que pueden responder a requerimientos técnico estructurales, estéticos, o de resistencia tensión, en función del tipo
de pieza tejida o de la función que los hilados cumplan en
ella (Reigadas 1996, 2001, Reigadas y Romano 2008, Romano
2007). Así, por ejemplo, se emplean vellones del sector de
bordel (panza, patas traseras, patas delanteras y garras) para
la confección de sogas, mientras que, para la obtención de
hilos empleados en la confección de prendas (telar o tejido
de punto), se seleccionan fibras del lomo o manto inferior
(Reigadas 1996, 2001).
RETOMANDO EL HILO… LOS TORTEROS ARQUEOLÓGICOS DE SANTIAGO DEL ESTERO.
UN GIRO A LA DISCUSIÓN, PRIMEROS RESULTADOS Y PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN
tinados a la confección de piezas que van a sufrir tensión
(por ejemplo sogas, bolsas, etc.), se registran también en
otras áreas (Reigadas 1996). Como adelantamos, otra distinción importante se marca en relación al rol estructural de los hilados en la prenda, diferenciándose que: “…
la urdimbre tiene que estar torcida y la trama no tanto”
(Rolandi y Jiménez 1983-1985: 226). Esta distinción obedece al hecho de que los hilados de urdimbre deben ser
necesariamente más resistentes, ya que deben sufrir la
tensión permanente, al ser estirados para el montaje en
el telar, así como los roces continuos, producidos por las
sucesivas pasadas de los hilados de trama (López Campeny 2000). Lo relevante para nuestro caso, es que estas
diferencias en los atributos tecnológicos de los hilados
–principalmente grosor y número de torsiones– también
se traducen en el instrumental usado ya que, “…en el caso
de querer hacer sogas más firmes, tiene tortero” (Reigadas
1996: 115), mientras que para confeccionar “…sogas
de trenzado suelto no se emplea huso con tortero, sino un
8
palito más delgado y corto”, o palo miskiador , en tanto que
para la confección de hondas se destaca que “nunca se usa
tortero” (Reigadas 1996: 115, 2001: 236-237). De manera
similar, se señala que para los elementos de trama (hilado
simple o sin retorsión) se emplea el palo miskiador, mientras que la pushka o huso con tortero se reserva para los
hilados de urdimbre y las “telas finas” (Reigadas 2001:
236-237). Para momentos previos, contamos con referencias como la del Padre Bernabé Cobo (1964 [1653])
–entre otras–, quien detalla una clasificación de los tejidos en época Inka, reconociendo diferentes categorías
entre las piezas tejidas. A los fines de esta argumentación,
nos interesa resaltar puntualmente la diferencia entre dos
grupos de prendas “…una basta y grosera, que llaman
abasca; otra muy fina y preciosa, llamada cumbi” (ibíd.:
259), las que estaban destinadas a diferentes usuarios.
Dice el cronista que con la primera “…vestían la gente
plebeya”, mientras que los cumbis estaban destinados a
“…los reyes, grandes señores y toda la nobleza del reino, y
no la podía usar el común del pueblo” (ibíd.). Estas diferencias se traducían, además, en prendas confeccionadas
con hilados de diferentes características e, incluso, dis9
tintas fibras textiles , siendo las primeras elaboradas con
“…la lana más basta de los llamos (…) y la de cumbi de
8
9
El miskiador es un palo de madera, más estrecho y corto que el
huso, que es usado a veces para hilar (Reigadas 2001: 235).
Los cumbi solían elaborarse con fibras finas, como vicuña
(en las sierras) y algodón (en la costa), e incluso el cronista
aclara que “Los muy ricos que labraban para el Inka y grandes
señores (…) también solían mezclar en ellos pelo de vizcacha,
que es muy sutil y blando; y también de murciélagos, que es más
delicado que todos.” (Cobo [1653] 1964, XI: 259).
la lana más fina y escogida” (ibíd.). Es decir, que también
se debían obtener hilados de diferentes características, de
acuerdo con cuales de estos dos tipos de prendas estaban
destinados.
Sintetizando, podemos concluir que –sin desconocer los factores de variabilidad cultural presentes– las
diferencias tecno-morfológicas de los torteros (especialmente tamaño y peso), como instrumentos integrados
a la producción de hilados, estarían vinculadas con dos
aspectos principales:
a) El procesamiento de diferentes fibras textiles, con distintas propiedades físicas inherentes
b) La producción de hilados con atributos técnicos diferentes; principalmente grosor y número de torsiones.
Esto último, debido a la combinación de ciertos factores o necesidades de la producción textil (funcionales,
estructurales, técnicos, estéticos, sociales, etc.), que
antes detallamos.
A continuación, presentamos los antecedentes
arqueológicos asociados a los torteros, pero centrándonos
puntualmente en el área geográfica particular en estudio.
LOS TORTEROS EN LA PROBLEMÁTICA ARQUEOLÓGICA DE
SANTIAGO DEL ESTERO
Desde el inicio de las investigaciones arqueológicas
en el siglo XX, uno de los aspectos más recurrentemente destacados, en relación a los torteros recuperados en los sitios del área de llanura santiagueña, ha sido
su elevada densidad de registro, de lo que se ha deducido una consecuente intensidad y una notable escala
de las actividades vinculadas a la producción textil. En
segundo lugar, la mayoría de los investigadores centraron su atención en el aspecto representativo de los
pesos de hilar, resaltando la alta variabilidad de formas
y diseños que exhiben –los que han sido logrados por
la aplicación de diversas técnicas como grabado, incisión y pintura– el sumo detalle puesto en su ejecución
y su alto grado de estética. Todo ello se interpretó como
prueba de la gran destreza y habilidad de sus productores y como reflejo de una alta calidad artesanal de los
torteros (Aparicio 1940, González 1977, Gramajo de
Martínez 1978, Lorandi 1978, Reichlen 1940, Righetti
1942, Wagner y Righetti 1946, entre otros). Sobre esta
base fáctica, el primer investigador que logró reunir
ambos aspectos de los torteros santiagueños (su densidad y morfología), para esbozar una tendencia comparativa, fue Reichlen (1940). Este autor marcó una
clara distinción entre los torteros recuperados en gran
abundancia (“varios centenares”) en los sitios de túmulos vinculados a cerámica Averías, que se caracterizaban
por ser pequeños, livianos y estar finamente decorados
(“verdaderas obras de arte”), y los torteros asociados a
41
CUADERNOS 23
los asentamientos con cerámica Sunchituyoj –más temprana en parte de su secuencia de registro– con escasos
hallazgos, los que correspondían a ejemplares de mayor
peso y tamaño, menos elaborados (“rudimentarios”), en
lo que a aspectos formales y representativos se refiere.
Años más tarde, Lorandi y Carrió (1975) vuelven a
señalar estas diferencias, en lo que respecta a la densidad y morfología de los torteros asociados a estos
dos estilos cerámicos, en los sitios por ellas abordados.
Poco tiempo después, Lorandi (1978: 76) interpreta el
incremento en la densidad de torteros como resultado
de un “…auge en la industria textil”, hacia momentos
tardíos (ca. 1350 a 1600 años d.C. - Fase Oloma BajadaIcaño), de lo que se podía inferir “…el desarrollo de la
técnica textil y un aumento cuantitativo de su producción” (Lorandi 1977: 76). La autora vincula este proceso
–fundamentalmente sobre la base de la suposición de
que la materia prima trabajada fue la fibra de camélido–
a vinculaciones más estrechas con poblaciones del área
valliserrana y, posteriormente, a posibles vínculos con
los Incas (Lorandi 1977, 1978). Más recientemente, se
retomaron estos últimos planteos, sobre la base de estudios contextuales detallados, que profundizaron en el
análisis de los indicadores textiles, integrados, además,
a un conjunto de evidencias metalúrgicas y cerámicas.
Entre los resultados alcanzados, se puso de manifiesto
la existencia de ciertas concentraciones y asociaciones
significativas, contextuales y temporales, en ciertas
áreas específicas (zona del Salado Medio) de Santiago
del Estero. La suma de estos indicadores, ha llevado a
los autores a plantear una vinculación efectiva, entre las
poblaciones tardías asentadas en la zona del río Salado
Medio, con las contemporáneas del área valliserrana y,
posteriormente, con los Incas (Angiorama y Taboada
2008, Taboada y Angiorama 2010, Taboada et al. 2010),
avanzando sobre aquellos planteos iniciales de Lorandi
(1977, 1978), pero contando ahora con una base mayor
de especificidades técnicas y analíticas. En el caso puntual de la problemática que nos ocupa, a partir de un
análisis contextual del conjunto de hallazgos vinculados a la producción textil, se señaló puntualmente que
esta vinculación, entre el estado incaico y las poblaciones asentadas en el área donde se detectaron las mayores densidades de torteros y las asociaciones señaladas,
podría haber obedecido a un interés particular del
estado, pudiendo este haber influido en la organización, desarrollo o escala de la producción textil tardía
santiagueña, pero basándose en un aprovechamiento de
las destrezas artesanales locales (Angiorama y Taboada
2008, Taboada y Angiorama 2010).
Es en el marco de todos estos planteos, vinculados con
la problemática de la producción textil en el área de tierras
bajas, sumados a los aspectos pendientes que señalamos
para los estudios específicos que se han realizado sobre
torteros para la región NOA, que consideramos cobra
relevancia concretar análisis más específicos, vinculados
con diferentes aspectos tecnológicos, morfológicos y funcionales, asociados a estos artefactos particulares, que se
integran a la tecnología textil, desde las primeras etapas
de confección de las prendas.
Presentamos a continuación los resultados obtenidos
a partir del análisis funcional de un conjunto de 81 torteros arqueológicos, procedentes de distintos sitios del área
de estudio.
EL PESO DE LA EVIDENCIA. EL ANÁLISIS DE LA MUESTRA
ARQUEOLÓGICA
Conformación de la muestra de torteros
La muestra de análisis que aquí presentamos, para
un primer examen exploratorio, está conformada por
ochenta y un ejemplares, la casi totalidad de los cuales
(n: 79) se encuentran actualmente depositados en tres
repositorios museológicos. Los dos ejemplares restantes han sido recuperados durante las investigaciones
realizadas en el marco del proyecto de investigación
vigente10 y proceden del sitio Salauca 3F, departamento
Santa Rosa, provincia de Catamarca. Los museos antes
aludidos corresponden, en primer lugar, al Depósito 25
de Arqueología del Museo de Ciencias Naturales de la
UNLP, donde los ejemplares integran la Colección Maldonado Bruzzone11 (n: 3) y conjuntos procedentes de
investigaciones sistemáticas realizadas por la Dra. A. M.
Lorandi12 (n: 23). En segundo lugar, pudimos acceder a
un conjunto de torteros (n: 10) depositados en el Museo
Rincón de Atacama –ciudad de Las Termas, provincia de
Santiago del Estero– procedentes del cercano sitio Rincón de Atacama, con fechados asociados al momento
formativo (Togo 2007). Finalmente, completan la muestra un conjunto de ejemplares (n: 43) recolectados por
10
“Procesos locales e interacción regional entre las comunidades indígenas del piedemonte catamarqueño, la llanura santiagueña y los valles intermontanos. Arqueología, historia de
las investigaciones, identidad y transferencia”, dirigido por la
Dra. Constanza Taboada.
11
El material fue recolectado durante los años 1939 a 1942, en
los paraderos de Merced de Tacana y Villa Catina (departamento Beltrán, Santiago del Estero), en el marco de las tareas
llevadas a cabo por la “Comisión para la Medición de un Arco
de Meridiano”, empresa dispuesta por Ley Nacional 12.334.
12
Los torteros fueron recuperados a través de excavaciones
arqueológicas y recolecciones de superficie, llevadas a cabo
por la Dra. A. M. Lorandi entre 1973 y 1975, en los sitios
arqueológicos Icaño y Manogasta, en Santiago del Estero.
42
RETOMANDO EL HILO… LOS TORTEROS ARQUEOLÓGICOS DE SANTIAGO DEL ESTERO.
UN GIRO A LA DISCUSIÓN, PRIMEROS RESULTADOS Y PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN
E. y D. Wagner y H. Reichlen en distintos sitios de Santiago del Estero, en la primera mitad del siglo XX, que
actualmente forman parte del acervo del Museo Quai
Branly, en la ciudad de París, Francia13.
En lo que respecta a los aspectos cronológicos, distribucionales y contextuales asociados a los torteros
aclaramos que, en esta primera instancia del estudio, las
tendencias han sido analizadas considerando al conjunto
como una totalidad. Se prevé, en una segunda etapa del
análisis, integrar –al examen de las tendencias observadas–
los correspondientes datos de asociación, para explorar sus
posibles vínculos y correlaciones. Esta decisión metodológica obedece al hecho de que dicha instancia se encuentra
actualmente en proceso, ya que requiere del uso de múltiples fuentes de información y líneas de evidencia. Esto
último responde al hecho de que una gran parte de las
piezas fueron obtenidas como producto de intervenciones
asistemáticas, llevadas a cabo a principios del siglo XX, por
lo que estos datos en ocasiones son muy escasos o cierta
información se ha extraviado durante el proceso de incorporación a los museos; todo lo que se traduce en grados de
resolución altamente variables, en términos contextuales.
Análisis de las variables tecno-morfológicas y tendencias
observadas
Para el análisis de los torteros, se procedió a seleccionar algunas de las variables cuantitativas recolectadas en la
ficha de relevamiento, las que considerábamos relevantes
para un análisis desde una perspectiva tecnológica funcional. Se tomó la decisión de efectuar una serie de diagramas
de dispersión, para determinar el tipo de correlación existente entre determinados pares de estas variables, las que
corresponden a: peso, diámetro máximo, diámetro del orificio y espesor. Luego calculamos el coeficiente de correlación de Pearson (r), que es el estadístico que permite medir
la magnitud de la relación de covariación, existente entre
dos variables cuantitativas, relacionadas de manera lineal.
El posterior cálculo de la proporción de variabilidad compartida o explicada (r2), nos permitió ofrecer una idea más
cabal de la magnitud de la relación, al expresar, en términos
porcentuales, la proporción de varianza compartida entre
ambas variables. Analizamos a continuación que observaciones se desprenden de los gráficos resultantes.
El primer gráfico (figura 1), que combina los atributos
de diámetro total y peso, permite afirmar que entre ambas
variables existe una correlación positiva fuerte (r: 0,8803),
donde los dos atributos tecnológicos se incrementan o
13
Las localidades o sitios mencionados, en relación con la procedencia de los ejemplares son: Cañitas, Siete Quebracho, Pampa
Pozo, Tulip Loman, Averías, Río Salado, Lugones, Icaño y Santiago del Estero.
disminuyen juntos, de manera proporcional. El valor de r2
(0,77) expresa que ambos conjuntos de valores comparten
un 77 % de variabilidad explicada o, en otros términos,
que solo un 23 % de la variabilidad observada se debe a
otros factores que serían independientes a la relación entre
las dos variables. Notamos que un conjunto mayoritario
de torteros (casi el 70 % de la muestra) conforma una
nube de puntos que exhibe una tendencia más estrecha
y alargada (aproximándose a una línea recta), y está integrado por ejemplares cuyo diámetro máximo no alcanza
los 4 cm (con el 60 % de la muestra entre 2,5 y 3,5 cm), y
no supera los 15 g de peso. Es decir, que la amplia mayoría
de la muestra corresponde a ejemplares de reducido peso
y dimensiones. El conjunto restante de la muestra exhibe
una distribución más dispersa, donde un 16 % incluye a
los ejemplares con pesos comprendidos entre 15 y 30 g y
un poco más del 12 % corresponde a los torteros de mayor
peso (entre 30 y 55 g). En lo que respecta a la distribución
de tamaños, un 22 % corresponde a diámetros máximos
comprendidos entre 4 y 5,5 cm y solo un 8,6 % de los
ejemplares presentan tamaños comprendidos entre 5,5
a 7 cm de diámetro máximo.
Si observamos el siguiente gráfico de dispersión
(figura 2), resultante de relacionar el diámetro total con el
diámetro del orificio, notamos que se observa una correlación lineal positiva de menor magnitud entre estas
dos variables (r: 0,65), relación que se hace más evidente
cuando se expresa en términos de la proporción de variabilidad compartida o explicada (r2), que en este caso desciende al 42 %. Es decir, que un 58 % de la variabilidad en
el diámetro del orificio no puede ser explicado en función
de la variabilidad del diámetro máximo de los torteros.
Para dar cuenta de este panorama, podemos señalar que
un poco más del 66 % de la muestra presenta un tamaño
de orificio restringido entre 3 y 6 mm, mientras que el diámetro máximo de estos mismos ejemplares varía entre 2,3
y 6,1 cm, es decir, prácticamente el rango de variación total
de la muestra. Del conjunto restante, un 24 % presenta
orificios mayores, comprendidos entre 0,6 y 1 cm, aunque
para un rango de variación de diámetros máximos que es
prácticamente idéntico al anterior, estando comprendido
entre 3 y 6,5 cm. Solo el 10 % restante corresponde a un
conjunto más homogéneo, representado por torteros que
poseen orificios pequeños, que varían entre 1,5 y 3 mm,
y diámetros máximos comprendidos entre 2,3 y 3,5 cm.
Al respecto, solo podemos vincular el diámetro del orificio con el del huso, estimando que, más de la mitad de
la muestra de torteros se habría asociado a varas delgadas (menos de 0,5 cm) y, posiblemente, también livianas
(dependiendo de su longitud y de la materia prima), en
las que la diferencia en el peso y tamaño de los torteros,
podría estar determinando diferentes grosores, de los
43
CUADERNOS 23
Figura 1 - Gráfico de dispersión que combina las variables: peso y diámetro total.
Referencias: SE: Santiago del Estero, CA: Cañitas, SQ: Siete Quebracho, RA: Rincón de Atacama, MA: Manogasta, PP: Pampa Pozo, TL: Tulip Loman,
MT: Merced de Tacana, IC: Icaño, SA: Salauca, RS: Río Salado, LC: Los Castillos, LU: Lugones y AV: Averías.
44
Figura 2 - Gráfico de dispersión que combina las variables: diámetro total y diámetro del orificio.
Referencias: SE: Santiago del Estero, CA: Cañitas, SQ: Siete Quebracho, RA: Rincón de Atacama, MA: Manogasta, PP: Pampa Pozo, TL: Tulip Loman
MT: Merced de Tacana, IC: Icaño, SA: Salauca, RS: Río Salado, LC: Los Castillos, LU: Lugones y AV: Averías.
RETOMANDO EL HILO… LOS TORTEROS ARQUEOLÓGICOS DE SANTIAGO DEL ESTERO.
UN GIRO A LA DISCUSIÓN, PRIMEROS RESULTADOS Y PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN
45
CUADERNOS 23
hilados obtenidos en el procesamiento de una misma
materia prima, o fibras de propiedades similares. Algunos
pocos ejemplares muestran orificios relativamente grandes (0,8 a 1 cm) en torteros de diámetro pequeño (2,90 y
3,30 cm) y bajo peso (10 a 15 g), tratándose quizás de hilados de materias primas con otras propiedades (huso de
mayor tamaño), pero obteniendo hilos de mayor fineza.
La menor magnitud en la relación de correlación
entre las dos variables anteriores se observa más marcadamente (figura 3) al vincular el peso –que ya notamos
que covaría con el diámetro total– con el diámetro del orificio (r: 0,62), con un valor de proporción de variabilidad
compartida o explicada (r2) que corresponde al 38 %. El
66 % de la muestra, que ya mencionamos que presenta
un diámetro del orificio comprendido entre 3 y 6 mm,
corresponde a ejemplares cuyo peso varía entre 3,5 y
35,5 g (con un 80 % que presenta pesos entre 5 y 20 g),
mostrando una tendencia en la que vislumbramos que,
aunque el peso del tortero varía notablemente, el diámetro del orificio se mantiene en un rango de variación
estrecha. Esto nos permitiría proponer que el grosor (y,
por ende, el tamaño) del huso, podría ser una variable
con menor incidencia en la producción de hilados con
distintos atributos técnicos de conformación, al mostrar
mayor regularidad en los valores del orificio.
El último gráfico de dispersión (figura 4), muestra
las variables peso y espesor. Vemos que la nube de puntos
adopta una configuración de tipo dispersa y no lineal, y se
observan importantes rangos de variación de peso, para
idénticas medidas de espesor de los ejemplares. Ambas
variables no están correlacionadas entre sí, las que son de
este modo independientes, con un valor del coeficiente
muy próximo a 0 (r: 0,17). Podemos entonces concluir,
que el espesor sería una variable independiente de las
anteriores, ya que no muestra covariación con el peso y,
por ende, tampoco se vincula con el diámetro máximo
del tortero. En consecuencia, interpretamos que este atributo habría sido manejado a partir de una variación en el
diámetro máximo del tortero, descartando previamente
una variación del peso en relación con el uso de distintas
materias primas, ya que el 92 % de los ejemplares ha sido
confeccionado en cerámica.
La pregunta que planteamos a continuación, es qué
relaciones existirían entre estos resultados obtenidos y el
abanico posible de fibras textiles que pudieron explotarse
en momentos prehispánicos.
distintas fibras empleadas, ya que a continuación el mismo
autor destaca que “…la destreza textil de este pueblo fue tal,
que llegó a hilar las delicadas y sedosas hebras de la tela de
una araña que vive en los bosques santiagueños”. Retomaremos más adelante las implicancias de la segunda parte de
esta frase, y mencionaremos, por ahora, los datos con que
contamos respecto a las posibles materias primas textiles
disponibles, en la zona, para épocas prehispánicas.
En primer término, si nos referimos a los escasos
datos procedentes de evidencias textiles directas, contamos con la temprana descripción de Reichlen (1940),
quien menciona el hallazgo de fragmentos de tejido
elaborados “…probablemente en lana de guanaco”. Por
su parte, d’ Harcourt (1932: 190) analiza un fragmento
textil, proporcionado por E. y D. Wagner, compuesto por
14
“…hilos bien retorcidos de origen vegetal (¿algodón?)” .
El resto de la información es de carácter interpretativo
y se basa, fundamentalmente, en datos procedentes de
fuentes documentales del período hispánico, que mencionan el uso textil de fibras de origen animal y vegetal.
Es por ello muy complejo de precisar si estas aluden a
prácticas que se continúan desde momentos previos,
o si son el producto de las situaciones de contacto. En
el caso de las fibras animales, las fuentes aluden tanto
15
a la presencia de corrales con camélidos (“ovejas de
la tierra” y “ovejas como las del Perú”), como al uso de
vestimenta confeccionada en “lana” y, de manera más
indirecta, a la práctica de vestirse “como la gente del Pirú”
(Bárzana 1885 (1594), Cieza de León 1947 (1553), Sotelo
de Narváez 1885 [1583]). Se suma el hallazgo de restos
de camélidos en algunos contextos arqueológicos (Cione
14
15
ATANDO CABOS:
SOBRE LA DISPONIBILIDAD LOCAL DE RECURSOS TEXTILES
La diversidad de tamaños de los torteros es interpretada
por González (1977: 406) como prueba de “…la variedad
de hebras fabricadas”, frase que interpretamos alude a las
46
La traducción es nuestra.
Además de corrales con camélidos, las fuentes mencionan la
presencia de ñandú (Rhea americana) en las aldeas, entre los
animales domésticos, así como el empleo de plumas, de estas
mismas aves, como parte de la vestimenta (Cieza de León
1947 (1553), Levillier 1919, Sotelo de Narváez 1885 [1583]).
También se conocen hallazgos de restos de ñandú en sitios
arqueológicos (Frengelli 1940). Al respecto, destacamos que,
entre las piezas etnográficas del mencionado Museo Quai
Branly, relevamos cuatro pequeñas bolsas bordadas, elaboradas en piel de ñandú teñida, con procedencia de Santiago del
Estero. También en el Museo Provincial de Santiago del Estero
puede verse en exhibición una “bolsa recolectora en buche de
suri”, con bordados. Asimismo, el jesuita F. Paucke (1944: 212
[1749-1767]: 969) menciona bolsas para guardar tabaco, llamadas chuspas por los españoles, elaboradas con “la piel del
pescuezo del avestruz”. Es decir, que estaríamos ante el empleo
-seguramente de raíz prehispánico- de este animal, con fines
textiles, aunque debido a que se trata del uso de sus plumas y
su piel, no lo incluimos en la discusión vinculada al empleo
de torteros, para la confección de hilados.
RETOMANDO EL HILO… LOS TORTEROS ARQUEOLÓGICOS DE SANTIAGO DEL ESTERO.
UN GIRO A LA DISCUSIÓN, PRIMEROS RESULTADOS Y PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN
Figura 4 - Gráfico de dispersión que combina las variables: peso y espesor.
Referencias: SE: Santiago del Estero, CA: Cañitas, SQ: Siete Quebracho, RA: Rincón de Atacama, MA: Manogasta, PP: Pampa Pozo, TL: Tulip Loman, MT:
Merced de Tacana, IC: Icaño, SA: Salauca, RS: Río Salado, LC: Los Castillos, LU: Lugones y AV: Averías.
47
CUADERNOS 23
Figura 4 - Gráfico de dispersión que combina las variables: peso y espesor.
Referencias: SE: Santiago del Estero, CA: Cañitas, SQ: Siete Quebracho, RA: Rincón de Atacama, MA: Manogasta, PP: Pampa Pozo, TL: Tulip Loman, MT:
Merced de Tacana, IC: Icaño, SA: Salauca, RS: Río Salado, LC: Los Castillos, LU: Lugones y AV: Averías.
48
RETOMANDO EL HILO… LOS TORTEROS ARQUEOLÓGICOS DE SANTIAGO DEL ESTERO.
UN GIRO A LA DISCUSIÓN, PRIMEROS RESULTADOS Y PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN
et al. 1979, Gómez 1966), aunque entendemos que dicha
evidencia puede ser prueba de su aprovechamiento como
recurso alimenticio, y no necesariamente ser testimonio
del uso de su fibra. De hecho, varios investigadores han
interpretado que las condiciones ambientales locales, en
extremo cálidas y húmedas, no habrían sido favorables
para el desarrollo de una actividad ganadera local, por lo
que el acceso a este recurso textil podría haberse dado por
intercambio con poblaciones de valles, o a través del asentamiento de colonias (Bonnín y Laguens 2000, Lorandi
1978, Llamazares y Martínez Sarasola 2002). Respecto al
empleo de fibras vegetales, es interesante destacar que la
confección de prendas elaboradas en algodón se menciona
tanto en alusión a bienes entregados al Inca (Garcilaso de
la Vega 1960 [1609]), como entre los productos que formaban parte de los tributos a los encomenderos. Desde
principios del siglo XVII, las indias de tasa de Santiago
del Estero son conocidas como “indias de hilado”, y varias
fuentes registran los excesos cometidos por los encomenderos, en relación al carácter compulsivo del trabajo de
hilado, para la confección de lienzos de algodón (Farberman y Boixadós 2006, Ferreiro 1997, Garagablia 1986,
entre otros). Por último, otro recurso vegetal empleado
como fibra textil, que suele aparecer con frecuencia en
las crónicas, a veces también en asociación con los pro16
ductos elaborados en las encomiendas, es la “cabuya” . Se
menciona que los hilados elaborados con esta planta se
empleaban en la confección de “cinchas, aparejos, alpargatas”, y también para elaborar vestimenta, entre las que
se mencionan “camisas” (Sotelo de Narváez 1885 [1583]).
Resumiendo, y siempre con los recaudos que implica
el hecho de que la mayor parte de la información procede
de datos documentales, o de evidencias arqueológicas
indirectas, es posible plantear el aprovechamiento textil,
para la confección de hilados, tanto de fibras animales
(camélidos), como vegetales (algodón y bromeliáceas). En
el caso de las primeras, sigue vigente la discusión respecto
a su forma de adquisición, basada en las condiciones desfavorables que presentaría el ambiente de tierras bajas
para la adecuación de estas especies. En el caso del algodón, especie más adaptada a este ambiente, sería posible
postular un uso prehispánico local, fundamentalmente si
nos apoyamos en su reciente identificación arqueológica,
16
Respecto al uso de este término en las fuentes, Boman (1991:
201 [1908]) aclara que: “Esta cabuya es probablemente una de
las bromeliáceas que existen en la región. Los españoles del tiempo
de la conquista parecen haber aplicado, en cualquier región de
América española, el nombre caribe de cabuya a todas las plantas
textiles de hojas espinosas bromeliáceas en general (…) El nombre quichua que corresponde a cabuya es chahuar y el nombre
guaraní, caraguata.”
en contextos del NOA (Andreoni y Lema 2010). Otras
alternativas a indagar, son su introducción en momentos
de vínculos con el incario, o solo más tardíamente con el
establecimiento de las primeras encomiendas, y la puesta
en marcha del sistema de servicio personal, así como las
implicancias particulares de cada una de las situaciones
esbozadas. Finalmente, el uso prehispánico de distintas
especies de bromeliáceas, así como la continuidad de estas
prácticas en varias comunidades actuales, empleando aún
métodos tradicionales, están documentados para diferentes áreas de América (Arenas 1997, Guinea Bueno 2004).
Más relevante aún, es el hecho de que el Padre Machoni
(1878: 146 [1732]) registra divesas expresiones, asociadas
a la designación del chaguar, y a su uso como recurso textil, en las lenguas indígenas Lule y Tonocoté.
En relación a la muestra de torteros analizada, recordemos que, la mayor proporción de estos (70 %) corresponde a ejemplares de reducidas dimensiones y bajo
peso, mostrando ambas variables una fuerte dependencia entre sí, lo que se traduce en el hecho de que, para
determinado valor de tamaño, podemos esperar un rango
reducido de valores de peso, y viceversa. Interpretamos
que esto alude a una mayor estandarización en los instrumentos de producción –especialmente en este subconjunto de la muestra– lo que nos permitiría plantear una
mayor regularidad en aquellos atributos de los hilados
(grosor y atributos de torsión), vinculados a estas variables funcionales. Si incorporamos la información actual,
documental y arqueológica antes detallada, podemos
notar que el rango de tamaño y peso, presentado por
este conjunto mayoritario de torteros, se vincularía con
los valores referidos para el hilado de algodón (Guinea
Bueno 2004, Parsons 1972) o –agregamos– otras materias primas que presentaran propiedades físicas similares.
Respecto a esto último, hemos planteado (López Campeny 2010b) explorar la posibilidad del empleo prehispánico de una materia prima local, “la seda del monte”
o “seda del coyuyo” (Saturniidae rothschildia), cuyo uso
actual en la elaboración de tejidos está documentada
localmente. El proceso de hilado (con huso) y tejido (con
telar tradicional), es similar al llevado a cabo con la fibra
animal, y quizás por ello la gente local la designa a veces
como “lana” de las bolsitas (Concuera 2006, Kriscautzky y
17
Gómez 1984, Ledesma 1961) . En el marco de las hipó17
49
Nos preguntamos si la alusión de González (1977) al hilado de
la “tela de una araña”, que a su vez toma de una mención previa
de los hermanos Wagner sobre el hallazgo de telas confeccionadas con “hilos de telaraña”, en contextos de tumbas prehispánicas; no será producto de una confusión con la seda extraída
de los capullos de “coyuyo”. Es llamativo que también Reichlen
(1940) menciona la recolección y el empleo, para el tejido, de la
CUADERNOS 23
tesis planteadas para el área, respecto a posibles vínculos
con el incario (Angiorama y Taboada 2008, Lorandi 1977,
1978, Taboada y Angiorama 2010, Taboada et al. 2010),
creemos que cobra relevancia inferir que, la fineza de los
hilados obtenidos con esta fibra, sumada a su carácter
exótico en las sierras peruanas, la convertirían en una
materialidad idónea para la confección de textiles cumbi,
elaborados tradicionalmente con fibras finas, como
18
vicuña y algodón. Estas prendas de prestigio, como ya
dijimos, eran usadas exclusivamente por los funcionarios
estatales y algunos mandatarios locales, y su fineza era tal,
que en las crónicas han sido comparadas con las sedas
europeas (Cobo [1653] 1964). De manera alternativa o
complementaria, podría inferirse que los tamaños y pesos
reducidos de esta mayor proporción de los contrapesos,
podrían vincularse con la obtención de hilados de escaso
grosor o hilados simples. Nos preguntamos entonces, si la
muestra restante de torteros –fundamentalmente los de
mayor peso y tamaño– de mucha menor densidad, podría
estar reflejando el procesamiento de fibras con diferentes
propiedades o la obtención de hilados de mayor grosor o
con más números de retorsiones. En el primer caso, las
opciones que se desprenden de los datos previamente
presentados, corresponden al hilado de fibra animal
(camélidos) y de vegetales (bromeliáceas). Para las primeras, la obtención de hilados mediante el empleo de huso y
tortero, está ampliamente documentado para numerosas
regiones del área andina. Las fibras vegetales aludidas,
en cambio, son hiladas manualmente, pero usando otra
técnica distinta. Esta consiste en deslizar sobre la pierna
–en la que se ha colocado previamente ceniza– un par de
haces de fibra, aplicando sucesivos movimientos rotatorios, y presionando los cabos –entre la mano y el muslo–
hasta formar un cordel (Arenas 1997). Sin embargo,
destacamos que para algunas regiones de Ecuador, se
ha documentado el hilado de cabuya (Furcraea andina)
con huso, y empleando un tortero bastante pesado, reutilizando para ello un viejo aislante eléctrico redondo
(Meisch 2000: 8, en Guinea Bueno 2004: 77). Por ende, y
a modo hipotético, podría plantearse el procesamiento de
ambos tipos de fibras, empleando torteros de mayor peso
y tamaño, de registro marcadamente más escaso.
Podemos entonces concluir, que las observaciones tempranas de Reichlen (1940) y las posteriores reafirmaciones
de Lorandi y Carrió (1975), también se cumplen para la
muestra aquí analizada, en lo que respecta al registro de
18
seda de una araña local que vive en colonias.
Destaca Ledesma (1961: 76) que el hilo que se obtiene del
“coyuyo”, se emplea para confeccionar una variedad de prendas
finas “…que pueden competir airosamente con los [ponchos] de
vicuña y [son] de un fuste superior a los de alpaca y lana”.
una mayor densidad de torteros pequeños y –agregamos–
livianos, aunque no podemos aún precisar si esta tendencia
posee un correlato temporal, contextual o espacial (aspectos, algunos de ellos, que ya fueron adelantados por estos
autores) y, en cualquier caso, qué diferencias en las prácticas productivas estarían reflejando, así como sus vínculos con procesos sociales generales, más allá de los que se
han comenzado a avanzar en las investigaciones recientes
(Angiorama y Taboada 2008, Taboada y Angiorama 2010,
Taboada et al. 2010). Es posible que estas diferencias tengan
connotaciones cronológicas, ya que Gómez (1966) destaca
la ausencia de torteros en contextos formativos, y también
es probable que muchos de los ejemplares más pequeños
y livianos se asocien al hilado de algodón en contextos
hispánicos, pero creemos que es necesario explorar estas
y otras hipótesis en mayor profundidad. Exponemos por
ello, a continuación, y a modo de reflexión final, los caminos a recorrer, en términos de las líneas de investigación
que planteamos desarrollar, para continuar avanzando en
la resolución de las preguntas que hasta aquí han quedado
formuladas.
TENDIENDO HILOS, MARCANDO CAMINOS. LÍNEAS DE
INVESTIGACIÓN FUTURAS
Sobre la base de lo expuesto hasta aquí, consideramos
que hay dos grandes ámbitos en los cuales debemos avanzar nuestras investigaciones.
En primer término, a partir de la evidencia arqueológica, nuestra propuesta consiste en:
1) Ampliar la muestra de torteros en análisis, a partir del
relevamiento sistemático de ejemplares actualmente
depositados en diferentes repositorios museográficos
del país, que ya han sido localizados. Esto nos permitirá sostener (o no), las conclusiones aquí esbozadas,
de acuerdo con las tendencias observadas, luego de
incrementar el tamaño de la muestra de artefactos
bajo análisis;
2) Como ya anticipamos, es necesario profundizar en el
análisis de los contextos de asociación vinculados a
los torteros, en aquellos casos en que sea posible obtener más precisiones que la sola mención del sitio o
paraje de procedencia, considerando las restricciones
vinculadas con el hecho de que la mayor parte de las
excavaciones fueron llevadas a cabo en las primeras
décadas del siglo XX. Avanzar en este aspecto nos
permitirá plantear si las tendencias observadas se
relacionan con aspectos cronológicos, contextuales
o distribucionales, y las implicancias de cada una de
estas situaciones.
3) Creemos relevante integrar, al análisis de las variables
aquí tratadas, otros atributos de los torteros que estamos relevando como por ejemplo la morfología de la
50
RETOMANDO EL HILO… LOS TORTEROS ARQUEOLÓGICOS DE SANTIAGO DEL ESTERO.
UN GIRO A LA DISCUSIÓN, PRIMEROS RESULTADOS Y PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN
sección, forma del contorno, y otros relacionados con
la dimensión representativa (técnicas, motivos, simetrías, etc.), pero integrados, a su vez, a los datos contextuales y distribucionales. Consideramos necesario
ahondar en el análisis de las diferencias y similitudes
visuales observadas, partiendo de la hipótesis de la
existencia de ciertos diacríticos, o marcas identitarias,
a nivel de familias o grupos de artesanos. Esta necesidad de diferenciarse pudo estar en relación con una
producción textil intensificada, en el marco de “tributos” estatales, ya sea hacia momentos incaicos o de
producción colonial temprana.
La segunda línea a explorar, se relaciona con la puesta
en marcha de distintos análisis, desde una perspectiva
documental, actualística y experimental. En este plano nos
proponemos:
1) Continuar con el relevamiento y sistematización
de información documental, de carácter histórico y
antropológico, vinculada con procesos de producción
textil. Asimismo, se prevé recopilar datos actuales y de
memoria oral, entre artesanos/as tejedores/as, en el
área de estudio, en relación a diversos aspectos, sobre
todo vinculados con el uso de los recursos textiles y la
producción de hilados.
2) Efectuar un análisis integral de los principales atributos tecno-morfológicos de un conjunto de instrumentos etnográficos para hilar (husos de mano), que
forman parte del acervo del Instituto de Arqueología y
Museo de la UNT. Varios de ellos se encuentran completos, es decir, que además de la vara y el tortero, conservan las madejas de hilados, tratándose además de
fibras textiles de distinto origen o naturaleza. A partir
de dicho relevamiento, y el posterior análisis conjunto
de ciertas variables y atributos de los mismos (peso,
dimensiones, espesores, grosores, torsiones, materias primas, etc.), pretendemos determinar si existen
correlaciones, que nos permitan plantear vínculos, o
tendencias recurrentes, entre ciertas características
del instrumental y los productos obtenidos.
3) Obtener datos experimentales y comparativos, que
cuantifiquen la resistencia a la rotura, para distintos
tipos de fibras naturales. La relevancia de esta propuesta reside en que, de acuerdo con su naturaleza u
origen (animal, vegetal, etc.), las fibras presentan diferentes propiedades físicas y químicas, las que dependen tanto de factores genéticos como ambientales.
Varias de esas propiedades –entre las que podemos
destacar la finura y la longitud de fibra, entre otras–
son las que, en conjunto, influyen en aspectos vinculados con la resistencia o uniformidad de los hilados y,
por ende, de las telas resultantes. A su vez, gran parte
de las interpretaciones que proponen que las diferen-
cias en ciertos atributos tecno-morfológicos de los
torteros, serían evidencia del procesamiento de diferentes materias primas, tienen un sustento en estas
propiedades inherentes a las fibras, sin embargo, no
contamos con datos experimentales, para la mayoría
de las fibras naturales que estuvieron disponibles en
momentos prehispánicos. De ello se desprende que,
las interpretaciones sobre la relación existente entre
determinados pesos y tamaños de torteros y el procesamiento de determinadas fibras, se basan en suposiciones que carecen del adecuado apoyo fáctico.
Así, a partir del análisis de un conjunto de evidencias indirectas, vinculadas a la producción textil, es
posible comenzar a desentrañar aspectos relacionados
con materialidades, prácticas y procesos, asociados a las
comunidades que habitaron el área de la actual llanura
santiagueña; abriéndose un interesante panorama de
hipótesis, respecto de las posibles fibras textiles empleadas, y sus implicancias en términos de procesos sociales
locales, así como de interacción con otras áreas.
AGRADECIMIENTOS
A mis directores de beca postdoctoral CONICET,
Carlos Aschero y Constanza Taboada. En esta ocasión,
especialmente a ella, por su generosidad, al brindarme
la posibilidad de incorporarme al equipo y explorar
más profundamente esta temática, por las estimulantes
discusiones. A quienes hicieron posible mi acceso a los
materiales arqueológicos: Sebastián Sabater, Director del
Museo Rincón de Atacama, Dr. Rodolfo Raffino, Jefe de
la División Arqueología del Museo de La Plata y Ana Igareta, encargada de su Depósito 25 de Arqueología, por su
excelente predisposición y permanente amabilidad. Las
investigaciones se efectuaron en el marco de los proyectos
PICT 25570 y CIUNT 26/G402, dirigidos por los Dres.
Constanza Taboada y Carlos Angiorama.
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ISSN 1852-1002 / Versión en línea: 2422-7749
AFROPORTEÑOS EN EL CARNAVAL DE BUENOS AIRES
1
Alicia Martín
RESUMEN
Diversas narrativas sobre la participación de afro-descendientes en el carnaval porteño, evocan presencias que
configuran tanto el presente como el pasado de esta celebración. Analizamos estos relatos en contraposición con el
discurso hegemónico que afirma la extinción de los negros en la ciudad de Buenos Aires.
PALABRAS CLAVE
Carnaval - ciudad de Buenos Aires - afrodescendientes - narrativas.
ABSTRACT
Differents narratives about the influence of afro-descendant in Buenos Aires carnaval, call up stories that shape
both the past and the present of the celebration. We analyze them as memories that quarrel against the hegemonic
discourse about the dissapearence of africans living in the city.
KEY WORDS
Carnival - Buenos Aires city - afrodescendants - narratives.
En este artículo se presentan relatos sobre la presencia
de afro-descendientes en las celebraciones del carnaval en
la ciudad de Buenos Aires durante el siglo XX. Estos relatos
surgieron a lo largo de una investigación iniciada en 1986,
como referencias esporádicas y casuales durante el trabajo
de campo, integrando el rico anecdotario de los artistas de
carnaval. En este artículo propongo descontextualizar estos
relatos de sus enunciados originarios para analizarlos en el
marco de otro contexto de referencia. En primer término,
ubicaré en el marco de las relaciones interétnicas tales
relatos de la crónica carnavalesca, lo que permitirá explorar aspectos de los intercambios entre grupos racializados
durante el tiempo y espacio del carnaval porteño.
En segundo lugar, en los últimos veinte años, diversos
artistas populares activan una valorización de la presencia africana en nuestra cultura, dando lugar a procesos de
tradicionalización en torno del carnaval y otros géneros
populares (como el tango y el candombe), que al reivindicar la influencia africana en nuestra historia, ponen en
cuestión el mito de la Argentina blanca y europea. Estos
dos tipos de narrativas carnavalescas serán entonces nuestra guía para recorrer diversas formas de nominación e
imágenes, así como prácticas de inclusión o segregación,
entre grupos subalternos racializados.
1
INAPL-UBA. [email protected]
El análisis de la fiesta resulta un observatorio privilegiado de la dinámica entre distintos grupos de edad, género,
raza y clase social, teniendo en cuenta que la celebración
del carnaval cubre un extenso período, desde la época colonial hasta la actualidad. Este recorrido permite observar
continuidades y rupturas en la celebración, que se vinculan
con condiciones de la sociedad. Sin embargo, se despliega
en este largo registro una suerte de constante anacronismo
para la fiesta de carnaval, que se expresa en dos fórmulas
recurrentes: “carnavales eran los de antes”, y la sentenciada
“muerte del carnaval”. Discurso que, a lo largo del siglo XX,
va viendo efectivamente mermada la participación en los
festejos, por diversos factores que iremos señalando.
Los géneros culturales se jerarquizan históricamente de
acuerdo con los criterios sociales e ideológicos dominantes
de cada época (Briggs y Bauman 1991). Es decir, las desigualdades sociales remiten y se reproducen también en las diferencias culturales. En este sentido, el carnaval ha ocupado
poca consideración en la escala cultural de Buenos Aires,
sospechado de puerta de ingreso a la barbarie, o cuanto
mucho de pasatiempo y distracción temporaria de los males
terrenales (César 2005, Schvartzman 1997).
De tal modo, los festejos públicos de carnaval se
mantuvieron en Buenos Aires por fuera de los circuitos
oficiales y mediáticos de producción cultural, hasta casi
finalizado el siglo XX. Recién para la década de 1990,
el carnaval despertó interés en las políticas culturales
de la ciudad, mediante un curioso proceso por el cual,
esta vieja práctica censurada, combatida y prohibida, fue
55
CUADERNOS 23
parte de un programa que incorporó a la celebración y a
sus celebrantes en nuevos requerimientos políticos (Martín 2001, Morel 2005).
Tanto por sus excesos como por su dimensión utópica (Bajtin 1990), el carnaval permite proyectar y exhibir
los deseos más secretos de una sociedad. En este sentido,
encuadramos la celebración del carnaval como una actuación cultural (Bauman 1989). Las actuaciones culturales
refieren a eventos públicos, programados y planificados,
que marcan simbólicamente tiempo y espacio para propiciar una experiencia cultural especial (Bauman 1992).
Pese a su programación, las actuaciones culturales producen múltiples focos de experiencia y acción, así como
la circulación de bienes que van más allá de las previsiones de sus organizadores. Tienen también un poderoso
soporte narrativo en el pasado. El sentido evocativo de las
fiestas establece líneas de continuidad con un pasado y una
tradición configuradora de la acción presente (Stoeltje y
Bauman 1988). Por ello se las ha considerado representaciones metaculturales, es decir, ocasiones en que los grupos
intervinientes despliegan y evalúan su cultura frente a sí
mismos y frente a los demás.
Analizaremos entonces al carnaval porteño como
una rica fuente para el análisis cultural, escenario donde
se expresaron y se continúan manifestando tradiciones
africanas, pese a la persistencia del discurso dominante
en la Argentina moderna, que ha negado o minimizado
la existencia e influencia de población afro-descendiente
tanto en la historia nacional como en su gravitación
contemporánea.
POLÍTICAS RACIALES EN BUENOS AIRES: INVISIBILIZACIÓN Y
BLANQUEAMIENTO
Contextualizamos la recuperación e interpretación de
los datos recogidos sobre la participación de afro-descendientes en el carnaval de Buenos Aires, según la hipótesis de
la “invisibilización” de los negros en la sociedad argentina.
El discurso de la desaparición ha sido una de las figuras
más reiteradas y de efectiva fuerza performativa en la retórica clasista y racista de la modernización en Argentina. El
modelo de país de los vencedores de Caseros, incluía en
la máxima “gobernar es poblar”, el desconocimiento de las
poblaciones preexistentes. De este modo, las tierras que
después de la emancipación de España siguieron ocupadas
por poblaciones indígenas, se concibieron como “desierto”
(Trinchero 2000), o sea, tierras vacantes que podían albergar a “razas” laboriosas, con propensión al progreso.
Para los grandes legisladores de fines del siglo XIX, la
efectiva instalación del progreso era incompatible con la
presencia de africanos y aborígenes, epítome de la barbarie. Los dirigentes de la generación del 80’ impulsaron el
reemplazo poblacional como una pieza clave de su pro-
yecto. En este sentido, la inmigración europea fue tanto
una política de estado, como también la base sobre la que
se cimentó un mito de origen para la moderna Argentina.
Para varios autores, se trata del mito del crisol de razas
(Devoto 1998), aquel que establece una política estatal de
integración demográfica, orientada a disolver y amalgamar las identidades étnico-raciales particulares.
De acuerdo con el discurso de supremacía racial desarrollado en Europa desde mediados del siglo XIX, la raza
blanca se impondría a las demás, basada su superioridad
sobre su aptitud para el progreso, la industria, la riqueza
de las naciones europeas. De este modo, el triunfo europeo estaba asegurado por la universalidad inexorable de
esta ley racial. Podemos decir entonces, que el mito del
crisol de razas se asienta en otro deductivamente anterior:
el mito de la superioridad racial indoeuropea. En cualquier caso, con mestizaje o sin él, los blancos se impondrían sobre las razas inferiores (Ingenieros 1927). En la
modernización de la Argentina, esta ideología de la lucha
por la vida y de las razas aptas para el progreso, no sólo
alentó a los sectores más conservadores, sino también a
reformistas liberales, y aun socialistas (Zimmermann
1992). Este período formativo de fines del siglo XIX, tiene
el atractivo de haber sido constitutivo de varias simbologías persistentes en la comunidad imaginada como
Nación Argentina: el criollismo centrado en la figura
pastoril del gaucho a caballo (Prieto 1988, Ludmer 1994);
el crisol de razas que resultó en una población blanca; la
base europea de nuestra formación cultural.
Los mitos no son solo construcciones imaginarias que
evocan deseos colectivos actualizados cada tanto, o que se
imponen en la dialéctica de la subordinación-hegemonía.
La fuerza performativa del mito radica en su carácter de
marco para la acción y la interpretación. El mito de origen traza y modela un proyecto nacional: la Argentina
moderna blanca y europea, del cual la gran inmigración
transoceánica fue su herramienta fundamental. Este mito
no es solo una racionalización o una justificación ideológica simultánea de una política, constituye un proyecto
y un ideal en el sentido de Durkheim (1992 [1912]). Por
eso la gran inmigración y el crisol de razas no conforman
al mito de origen, sino que ofrecen el medio y el efecto
deseado de un modelo, ideal o mito anterior. La idea de
una Argentina blanca y europea anticipa la forma de imaginarse la nación como una comunidad descendiente de
Europa, unificada racial y culturalmente, en el seno de
un territorio que alberga aborígenes, morenos, criollos y
europeos en continua interacción, y en diferentes relaciones de dominio, subordinación y lucha. Esta nación imaginada blanca y europea es más bien un mito de origen
de los grandes legisladores del siglo XIX, en el proceso de
modernización de la Nación Argentina.
56
AFROPORTEÑOS EN EL CARNAVAL DE BUENOS AIRES
Enfocaremos el discurso sobre la extinción de los
afrodescendientes, como un mandato dominante, que
debió impregnar ideológicamente al conjunto social,
tender complicidades e instalar eficaces mecanismos de
segregación, negación, en un trabajo de invisibilización
continuo (Santos 1998, Frigerio 2006). Alejandro Frigerio
ha señalado que si ser no-negro no es problemático en
la Argentina, ser negro sí lo es. Para asegurar la pureza
racial, observa este autor, se pone en marcha un proceso
de blanqueamiento que “es un trabajo constante de invisibilización”, es decir, una tarea persistente y cotidiana
socialmente construida y reproducida. El autor retoma y
actualiza la cuestión de las clasificaciones raciales en Buenos Aires, señalando un recorrido histórico de las mismas: negro, moreno, “negro”, negro mota, cabecita negra.
“Una mirada diacrónica permite apreciar en las distintas
categorizaciones raciales una mayor continuidad que la
usualmente admitida, así como su relevancia para la vida
cotidiana de los argentinos de antes y de ahora” (Frigerio
2006: 77-78). Plantea la hipótesis de la “invisibilización”
de nuestra africanidad y su ocultamiento por cuanto
existe, tanto en las narrativas oficiales como en el sentido
común, una visión negativa del negro en esta sociedad,
imagen que abona y coadyuva a la reproducción de las
desigualdades sociales.
El historiador George R. Andrews (1989) se pregunta
por la desaparición de la población negra afro-porteña,
para él, una de las incógnitas más interesantes de la demografía histórica. Luego de revisar y confrontar las hipótesis tradicionales postuladas como causal de esta extinción
(participación en las guerras civiles y de liberación a lo
largo del siglo XIX, temprano cese de la trata de esclavos,
epidemias y malas condiciones de vida) plantea una nueva
hipótesis. Andrews advierte que el cambio de categorías en
el sistema de clasificación racial permitió el “paso” a una
condición de trigueño para toda persona que no fuera de
piel negra ni blanca. Los términos moreno, negro, mulato
y pardo designaban en el siglo XIX grados de ascendencia
africana. La aparición de la nominación trigueño desafiliaba el color de la piel del linaje negro, es decir, dejaba de
referir y permitía eludir la ascendencia africana. Su uso en
los censos podría explicar el brusco descenso de la población negra de la ciudad, que pasa de quince mil personas
en 1838 a ocho mil en 1887 (Andrews, op.cit.). Andrews
combina factores histórico-sociales con categorías de clasificación racial de la época. De este modo, el mestizaje
por un lado y el corrimiento de la línea de connotadores de racialidad por otro, serían factores importantes
a tomar en cuenta en la declarada “desaparición” de los
negros en Buenos Aires. “…los afroargentinos no desaparecieron ni murieron en ningún momento del siglo pasado
[XIX]; en realidad fueron desplazados de los registros por
censistas y estadísticos, por escritores e historiadores que
cultivaban el mito de la Argentina blanca” (Andrews 1989:
112. Mi aclaración).
En los estudios académicos de nuestro país, tanto la
cuestión de la esclavitud como el período post-esclavista,
solo recientemente merecen un interés acorde con el
impacto y dimensión que estos procesos tuvieron en la
conformación de los países americanos, y también de
la Argentina. Considero importante rastrear la presencia africana en nuestra sociedad e historia, porque, de
acuerdo con Alejandro Frigerio (2006), ha sido el negro
la figura de alteridad más peligrosa, negada y tabuada
en la conformación imaginaria de la Nación Argentina.
Dice este autor: “Se ha sugerido que, para la Argentina, el
negro es la imagen más fuerte de alteridad. Pienso que es así
principalmente porque para el hombre de Buenos Aires,…
es el otro más cercano, con el que efectivamente convivió,
con mayor o menor intensidad, desde la época de la esclavitud hasta nuestros días. Por esta cercanía, y por la efectiva
miscegenación que pese al prejuicio se producía y aún se
produce, hemos estado exorcizándolo de nuestra sangre, de
nuestra familia, de nuestra ciudad, de nuestra cultura y de
nuestra historia” (Frigerio 2006: 96).
A fines del siglo XIX la ciudad de Buenos Aires
pasaba de Gran Aldea a metrópolis. Este salto modernizador implicó una serie de profundas transformaciones
en la organización de la ciudad y la Nación Argentina
en formación. El salto a la modernización aplicó una
serie de políticas de estado, que fundadas en el mito de
origen, desencadenó un proceso nuevo de construcción de hegemonía. Al mismo tiempo que se iniciaba la
campaña de dominación y exterminio de los aborígenes
pampeanos, se segregaba e invisibilizaba a la población
negra, se extinguía al gaucho como tipo social, se duplicaba el número de la población local con inmigrantes de
ultramar. Todos estos movimientos sociales e interétnicos, en un lapso de treinta años, involucraron a distintos
grupos en enfrentamientos dramáticos que resultaron
en la desaparición de algunos y la imposición de un
modelo de país blanco y europeo. Desaparición que
no necesariamente involucra extinción biológica, sino
“invisibilización” de la escena pública, resignificación
del lugar social, arrinconamiento, exclusión y discriminación. Veremos a continuación cómo se vivieron algunos de estos mecanismos en el escenario del carnaval.
Realizaré primero una breve mención al lapso de fines
del siglo XIX, cuando las sociedades de candombe organizadas por familias afroporteñas aún participaban de
los carnavales porteños. El término candombe sintetiza
una categoría que denominaba a diferentes rituales de
las distintas sociedades africanas en el siglo XIX en ciudades de las orillas del Río de la Plata.
57
CUADERNOS 23
DESCENDIENTES DE AFRICANOS EN EL CARNAVAL DE BUENOS AIRES
El africanista Néstor Ortiz Oderigo afirmaba sobre
el candombe porteño: “Después de Caseros, su corriente
musical y coreográfica fue estrechando paulatinamente su
cauce, hasta que a fines del siglo pasado [XIX] solo afloraba
durante las fiestas del carnaval, en cuyo seno se amparan
todas las manifestaciones folklóricas en trance de fenecer”
(Ortiz Oderigo 1965:23. Mi aclaración y énfasis). En esta
suerte de ecuación cultural, el presente del candombe,
y también del carnaval, proyecta un final esperado, la
última presentación de algo que fue y prontamente dejará
de ser. La tensión entre ser y desaparecer, lo que aún es
pero no lo será por mucho tiempo, se halla sentenciada
con la contundencia de una ley universal. La afirmación
es congruente con una visión naturalista de la historia, en
la que el progreso señala un camino que va desechando a
su paso las costumbres que no se avienen con la modernidad y el desarrollo.
El término candombe remite a una práctica de los
esclavos negros en el Río de la Plata. Según Ortiz Oderigo,
es una palabra de la lengua kimbundu, de la rama bantú,
que se habla en Angola, Congo y otras zonas de Africa
del sur. “...derivada del prefijo Ka y de Ndombé (negros)...
Significa ‘negro’, ‘perteneciente a los negros’, ‘propio de los
negros’...” (Ortiz Oderigo 1974: 126). Fue practicado en
ambas márgenes del Río de la Plata desde la época colonial (Rodríguez Molas 1957).
Veamos algunas crónicas que describen a las agrupaciones de candombe de afrodescendientes durante los
carnavales de fines del siglo XIX:
“Tres meses antes [de la fiesta de carnaval] comenzaban los ensayos, aturdiendo a los vecinos con el ruido
monótono de sus candombes. El entusiasmo no reconocía
límites, llegando a dar pie para que se fundaran sociedades de importancia, que lucían su rico estandarte y
contaban con centenares de miembros. Entre ellas destacáronse los “Negros Congos”, “Nación Canguela”, “Estrella del Sur”, “Negros Candomberos”, “Negros Porteños”,
“Negros Banguelas y Lobolos”, y muchas más que no
recuerdo. El conjunto que por antonomasia llamaremos
musical, se componía de barriles, pipas, sopipas, cocos,
masacayas y masacayón, con todo lo cual formaban ritmos que no por ser monótonos dejaban de ser originales.”
(Taullard 1927: 167).
“Los negros candomberos, lucían bayetas de vivos
colores, haciendo un ruido infernal con sus pipas, sopipas, masacayas, coros y chinescos... Atronaban el aire con
sus alaridos, tamboriles y mazacallas. Bailoteaban incansables hasta la enajenación. Desde lejos se les oía llegar”
(Lanuza 1946: 86).
Retomemos algunos descriptores de estas evocaciones candomberas: centenares de miembros, estandarte
distintivo, ritmos “atronadores”, un acompañamiento
que “llamaremos musical”, baile incansable. Según el cronista Taullard, ingeniero francés contratado por la ciudad a fines del siglo XIX, se llegaron a formar para los
carnavales, sociedades candomberas de importancia que
recorrían las casas de familia cantando géneros populares
como habaneras, himnos (de cada agrupación), brindis
para acompañar el refresco o cerveza que la familia anfitriona contraprestaba. Las descripciones de estas agrupaciones candomberas parecen cuestionar la sentencia a
muerte de Ortiz Oderigo.
Sin embargo, la performance del candombe, como
diacrítico sintético y privilegiado de negritud, remitía
a un pasado bárbaro, incompatible con el proceso de
modernización en marcha. Toda una serie de juicios
estéticos, morales y políticos giraron entonces en torno
a la evaluación y conveniencia de la producción y reproducción del candombe. Diversas posiciones sectoriales
y generacionales en torno a esta práctica de los afroporteños, así como las lecturas realizadas por intelecuales y
estudiosos, permiten analizar algunos desplazamientos,
como la expulsión del candombe de los espacios públicos,
con efectos directamente vinculados a la política de negación, invisibilización y blanqueamiento de la población
negra (Martín1998, Geler 2010). Para los carnavales del
siglo XX, ya no se verán ni oirán agrupaciones de candombe desfilando por la ciudad.
Avanzada mi investigación sobre las agrupaciones
del carnaval de Buenos Aires, escuché cantidad de relatos con referencias a personajes o familias de origen africano en los carnavales porteños del siglo XX. “La murga
nuestra es una mezcla de negros y de europeos. Bailamos
como los negros.” afirma Daniel “Pantera” Reyes, director
del centro-murga Los Reyes del Movimiento de Saavedra. La forma murga o centro-murga ha sido la que se
mantuvo como agrupación carnavalera a lo largo del
siglo XX, y la que cuenta actualmente con neta preponderancia en los festejos (Martín 1997).
Me centraré primero en registros obtenidos en
el barrio de Saavedra, sobre tres familias de afro-descendientes emparentadas entre sí, que llamaré Pereda,
Romero y Luna. De la familia Luna, el “negro Bocha” fue
nombrado varias veces como excelente bailarín, el mejor,
de quien aprendieron a bailar los actuales murgueros del
barrio. El gran cantor Rodolfo “Fito” Bompart (19452001), me explicaba en 1994 las marcas distintivas de
la danza murguera del barrio de Saavedra: “...el negro
Bocha, un bailarín de acá, del barrio, que es el que impuso
más o menos el baile de acá ¿Igual que baila Pantera? Bué,
Pantera le copió el paso a él, al negro Bocha... porque el
negro este, es negro Luna, es una familia que salen veinte,
son como quince hijos y todos salen en la murga”.
58
AFROPORTEÑOS EN EL CARNAVAL DE BUENOS AIRES
El relato sobre esta familia murguera continúa
luego aplicado a la visión de fotografías de su archivo
personal:
“F. B.: ... este es el Bocha, este es el negro Bocha, este es
el que baila... Todos ellos salían en la murga. Y ellos son de
descendencia toda de negros ¿No ves las caras que tienen,
todo? Inclusive el movimiento. El movimiento que hacían
ellos... Porque antes se salía a la rueda y se hacía primero,
se salía tembleque. Se salía así, moviéndose todo tembleque
[Fito ilustra el movimiento agitando de derecha a izquierda
el torso de su cuerpo] Y después empezaban con la conga. Y
de ahí viene el baile de nosotros ...
A. M.: ¿La rumba? ¿Lo que ustedes llaman rumba?
F. B.: Es la conga. Decían –¡¡¡Conga!!!–. Y es túnda, túnda túnda, tún-da. Y este bailaba que se desarmaba todo.
Parece una víbora. Y de ahí, de él copiaron casi todos el
baile....” (Entrevista a Fito Bompart, –F.P .– 1 de marzo de
1994. Mi aclaración).
Pude apreciar la danza murguera que se baila en
el barrio de Saavedra en presentaciones públicas y en
muchos ensayos. Particularmente importante era uno
de los últimos ensayos, cuando el desempeño en el baile
fijaba las jerarquías dentro de la murga: los mejores bailarines eran directores, distinción revelada en la vestimenta
que llevaba un color en los pantalones y otro en la levita
o parte superior de la ropa. Los demás bailarines, murgueros rasos, se distinguían por llevar en la vestimenta los
mismos colores pero al revés, en la levita o casaca el color
que el director llevaba en el pantalón y viceversa. Se fijaba
esta jerarquía por una demostración de baile. Formada
toda la murga en una rueda, iban saliendo de a dos o tres
a bailar al centro. Salían “de abajo”, es decir, pegados al
suelo, en cuclillas avanzaban hacia el centro de la rueda
manteniendo el ritmo y comenzaba luego la rumba o
conga, ritmo sincopado en los bombos con platillos. Con
un marcado y rápido movimiento de hombros y caderas
el bailarín continuaba apegado al suelo hasta llegar a los
tres saltos, señalados por los platillos del bombo, que pueden ser más de tres y marcan la aceleración del ritmo, el
vértigo de la danza donde el bailarín queda suspendido
en el aire y sólo toca el suelo para impulsar el cuerpo y
volver a elevarse, con lo cual finaliza la danza.
No solo en las formas tradicionales del baile y los ritmos de baile, este barrio y esta murga reconocen influencias afro-argentinas. Jóvenes integrantes de la familia
Luna intervienen actualmente en esas agrupaciones.
Verónica y Miguel, hijos de Marta Luna, se destacan como
bailarina y bombista respectivamente. Cabe aclarar que el
bombo es un gran tambor de dos parches, que colgado
del hombro se carga en la parte delantera del bombista,
y marca la base rítmica y musical de todas las fases de la
actuación de la murga porteña.
Para analizar cómo son descriptas y evaluadas estas presencias, transcribo a continuación fragmentos de un programa radial conducido por Daniel “Pantera”, director de la
murga, y Alberto, cantor, en el que participó Miguel, como
entrevistado y bombista, todos en calidad de integrantes de
la murga y vecinos del barrio porteño de Saavedra:
“P: Hoy tenemos un invitado más, que es Miguelito,
Miguelito Luna, es de la familia de los Cruz... Y bueno,
Miguelito es Luna, eso quiero que lo tengan en cuenta porque si no acá le dicen Cruz. A pesar de que los quiere mucho
a sus abuelos, pero es Luna...
A: Aparte una particularidad que Miguel tiene, que es,
él en este momento pasa los veinte años, pero Miguel toca el
bombo desde los DOS AÑOS.
P: De mascota... Me acuerdo, en Los Curdelas de Saavedra...del 79 ¿Cuántos años tenías? ¿Cuántos años tenías? A
ver, dale un poquito el micrófono a Miguel.
M: Buenas tardes.
P: Que nosotros lo cargábamos porque no bailaba, que
era de madera bailando
M: veintidós años. Aprendí a bailar. [risas] ...Bueno,
años de murga, veinte en realidad. Como ser... mi primera
murga fue Los Ambiciosos de Villa Martelli... Los Viciosos
de Villa Martelli también...
P: Pañuelito al cuello... Los Elegantes también...
A: En Los Viciosos de Villa Martelli nació el
Negro-Fugaza-Pañuelo-Al-Cuello.
P: Pañuelo-al-cuello... De allá lo trajo... de Villa Martelli, es verdad, de Villa Martelli lo trajo...
A: Miguelito tenía un pañuelo rojo, porque si bien la
ropa de Villa Martelli era una chaqueta blanca con vivos
negros, tenía la faja roja. Y Miguelito iba con su pañuelito al
cuello de color rojo. O sea, que ahí nació el -negro-fugazapañuelo-al-cuello. (...)
A.... Verónica, la hermana de Miguelito
P: ¡Ah!, Verónica. ¡Cómo baila Verónica!, la estaba
mirando en un video cuando estuvimos en el Ricardo
Rojas y cada vez que nos ve, la gente pregunta ¿quién es esa
negrita? Y bueno baila muy bien...” (Programa La República de Momo, radio FM Latinoamericana, julio de 1995.
Con mayúsculas las entonaciones enfáticas).
En este diálogo entre el director Pantera, el cantor
Alberto y el invitado Miguel podemos señalar el desempeño
destacado de este último en las artes carnavalescas, espacio
social al cual tanto Miguel con dos años, como su hermana
Verónica, ingresan de muy niños. Otro hermano, el Gallego,
fue quien adaptó al ritmo de la murga un tipo de tambor de
un solo parche, que no es tradicional en la murga porteña,
al que llaman “surdo”. Cuenta el director Pantera:
“Compramos un zurdo. Y ¿para qué usamos un zurdo?...
Y lo usábamos como bombo primero. Bum, bum. Pum. Y
después vino el Gallego, el hermano de Miguelito Cruz,
59
CUADERNOS 23
¡bah!, de Miguelito Luna, Miguelito Luna que es el apellido
murguero, Luna, ¿no?
Y salió un ritmo de ahí: zurdo, cencerro, bombo y platillo... Y se habló mucho... porque llegamos a Saavedra, y
cuando llegamos a Saavedra con ese nuevo ritmo fue una
revolución en ese momento....” (entrevista a Daniel “Pantera”, 1997, mi énfasis en itálica)
La madre de estos tres hermanos, Marta Luna de
Cruz, es hoy una abuela que pertenece a una familia de
afrodescendientes con un papel central en el impulso y
reproducción del carnaval en el barrio. Tan influyente
es para los murgueros mayores esa familia, que el director Pantera recuerda que Miguel es Luna por el lado
materno, pero su apellido es otro: “Miguelito Luna, es
de la familia de los Luna. Bueno, Miguelito es Cruz, eso
quiero que lo tengan en cuenta porque si no acá le dicen
Luna”. Es decir, en el barrio de Saavedra, el joven Miguel
tiene su “apellido murguero”, que remite a una familia
afrodescendiente, de larga y reconocida trayectoria en el
ambiente carnavalero. Allí él integra una línea de sucesión genealógica por vía materna que supera su nombre
oficial paterno, que lo ubica en la historia de un linaje
familiar de estirpe carnavalesca.
Otro aspecto interesante son los modos de referirse
a la condición de afrodescendientes en estos hermanos.
“Y Miguelito iba con su pañuelito al cuello de color rojo.
O sea, que ahí nació el -negro-fugaza-pañuelo-al-cuello”,
recuerda el cantor Alejandro. Desconozco el valor de
fugaza en este sintagma, pero el enunciado es negrofugaza-pañuelo-al-cuello, que repite dos veces.
Al referirse a la hermana mayor de Miguel, el director Pantera exclama: “¡Cómo baila Verónica!, la estaba
mirando en un video... y cada vez que nos ve, la gente pregunta ¿quién es esa negrita? Y bueno baila muy bien....”. “La
gente pregunta” amplía a un colectivo el rango de admiración que el baile de esta joven provoca en el público.
Hablar de “negro” en estos dichos parece tener una connotación de cercanía y vecindad particular, denotando un
reconocimiento racial explícito para integrantes de una
familia con destacada participación en las murgas de la
zona. Veremos más adelante otros usos del “ser negro” en
boca de nuestro director Pantera.
Recapitulando el valor referencial de estos enunciados
emitidos durante un programa radial en 1995, observamos que los Luna viajan a un barrio cercano para integrarse a una murga y participar del carnaval. Miguelito
debuta con 2 años como bombista, con su pañuelito rojo
al cuello, en Los Viciosos de Villa Martelli. Él, su hermana
Verónica, su hermano “Gallego”, ocupan lugares artísticos de lucimiento, bailando, tocando el bombo, introduciendo variaciones en los ritmos. Desempeño que a la vez
convalida y reproduce el valor de su “apellido murguero”,
los Luna. Pertenecer a esa familia les aseguraba desde la
cuna una participación preferencial en esas agrupaciones,
por su identificación con un linaje de descendencia negra
de reconocida participación en el carnaval porteño.
Referencias a carnavales entre 1930 y 1960
Quisiera ahora introducir referencias a otras familias
de negros, que poblaban los límites del barrio de Saavedra, pero en las décadas de 1940 y aun antes. Aquí el
memorioso es “Ñamuña”, Santiago Larkin, (1919-1999),
en diálogo con el director radial y murguero Pantera:
“P: El barrio de los Tachos ¿Vos sabés por qué se llama el
barrio de los Tachos?
Ñ: Porque estaba lleno de potreros, y la gente tiraba los
tachos, toda la basura la tiraba ahí. Había muchos potreros,
yuyos...
P: Bueno, ese era el barrio también de... Goyeneche
[Roberto Goyeneche, famoso cantor de tangos]
Ñ: Bueno, el barrio de los Tachos, de Goyeneche. El
Tábano...
P. El Tábano, claro, había una familia, me contaban,
una familia de negros también...
Ñ: Y estaban los negro’ Ceballos y aparte habían otros...
los negros... [inaudible] mota eran.
P: Negros mota, claro. Nosotros el otro día comentábamos por qué bailamos como bailamos nosotros [superposición de voces]
Ñ: Negros candomberos
P:... las murgas de Saavedra [superposición de voces].
Negros candomberos, ahí dijiste
Ñ: Y de ahí salieron... la murga... este... la murga Los
Fantásticos, de los negro’ Ceballos. Una linda murga...
P: Los Fantásticos, mirá vos... Nosotros no la llegamos
a conocer
Ñ: Con colores, colores, .... cómo se llama, la ropa... levita
azul. Una linda murga. Y ahí había otra murga, había, pero
anteriormente, yo era pibe, eran... Los Morcilludos
P: ¿Los Morcilludos?
Ñ: Sí, ya venían de antaño. Igual que Los Curdela’,
venían de antaño Los Curdelas...” (Programa La República de Momo, radio FM Latinoamericana, julio de 1995.
Entre [] mis aclaraciones)
Los “negros mota” Ceballos organizaban la murga Los
Fantásticos, recordaba el veterano parodista Ñamuña.
Esa agrupación se formaba en el barrio de las Latas o
el Tábano, cerca del terraplén del tren. Allí existe aún
un club de tango llamado El Tábano, que frecuentaban
Ñamuña y el famoso cantor Roberto Goyeneche nombrado en este relato, que vivía en esa parte del barrio. El
mismo Ñamuña recordó a Los Morcilludos del barrio
del Tábano, que representaban al género de comparsas.
En otra conversación anterior los describía vistiendo
60
AFROPORTEÑOS EN EL CARNAVAL DE BUENOS AIRES
brillantes blusas negras con capas color celeste de cuello
Stuart hasta los pies, y medias blancas hasta la rodilla.
Con acompañamiento musical de violines, guitarras y
bandoneones, estaban organizados por los negros Rivera
o Rivero, también desde el barrio El Tábano o de las Latas.
Lo que me interesa aquí destacar es que durante las
décadas de 1930 y 1940 ya no hay referencias a las sociedades candomberas en los espacios públicos del carnaval.
Sin embargo, los negros porteños lo seguían celebrando
en carácter de organizadores. Si bien no podemos precisar con exactitud qué expresaban en esa época las categorías de “murga” y “comparsa”, notamos una reconversión
de las formas carnavalescas, desde las sociedades candomberas a estas denominaciones europeas. Resulta sin
embargo, desajustado el nombre de la agrupación “Los
Morcilludos”, con la caracterización del vestuario y variedad instrumental que recuerda Ñamuña. Nombres grotescos o paródicos han sido y siguen siendo muy frecuentes
en las agrupaciones de murga porteña, por ejemplo Los
Curdelas, Los Enemigos del Casorio, Los Chiflados, Los
Mocosos. Pero no así para el género de las comparsas en
las décadas del 30 y del 40, que hacían demostraciones
de habilidad musical integrando en sus formaciones
instrumentos rítmicos con melódicos. Esta discrepancia
entre la denominación y el género carnavalesco, pudiera
obedecer a un mote atribuido por la replicación paródica
a dicha comparsa del derivado del término “morcilla”, un
alimento o achura preparada con sangre de res, por lo que
tiene una coloración oscura. Y la comparsa haber llevado
otro nombre, que en la traducción paródica interracial
fuera reemplazada por esta de Los Morcilludos.
En varias ocasiones, el memorioso Ñamuña hizo gala
de habilidades lingüísticas humorísticas, desde el sencillo
cambio de nombre de un famoso restorán al que él llamaba “El Vómito”, hasta versos elaborados sobre la llegada
de los “cabecitas negras” a la ciudad, o la versión del tango
Moneda de Cobre, protagonizado por una mulata. En su
parodia, Ñamuña caricaturiza a la mulata, que nunca reinó
siquiera en un cabaret, siendo su destino el manicomio
o la venta ambulante. Su suerte de “moneda de lata” ni
siquiera le reservaría el triunfo juvenil en la vida licenciosa
del tango de los años 30. Ñamuña también parodiaba a los
“cocoliches”, inmigrantes italianos acriollados, por lo que
parece haber sido un eficaz humorista en el arte de la parodia interracial o travesti étnico (Karrer 1994).
Volviendo a las menciones de la participación de
afrodescendientes en el carnaval porteño, otros veteranos murgueros, Eduardo Pérez “Nariz” (1926-2006)
del barrio de Palermo, y Jorge Mancini “Guigue” (19312010), recordaban a los negros Lastra, directores de Los
Eléctricos de Villa Devoto. En su poesía titulada Murgas de
otros tiempos (1947-1954), Guigue Mancini escribe:
Hoy yo quiero recordar a las Murgas de otros tiempos
Aquellas que ya no existen de un lejano carnaval
Que llevaban Dados-Globos-Abanicos e Instrumentos
Y un Estandarte diciendo somos fulano de tal...
Recuerdo que en Villa Urquiza, en Palermo y en Saavedra
siempre las mejores murgas salían en carnaval.
Y si algunas se topaban se daban como en la guerra
Terminando muchas veces en el hospital...
...Los Amantes al Perejil era otra Murga de pasta
Muy graciosa y ocurrente con sus cantos y demás
Y esa otra que sacaban los famosos negros Lastra
Los Eléctricos su nombre no hace falta agregar más. (Mi
énfasis).
Además de la evocación a “los famosos negros Lastra”, el letrista menciona las “topadas”. Otras referencias
similares nominan el encuentro ocasional de dos murgas
que se “topaban”, es decir, se desafiaban con los toques de
bombos, percusión y bailes, hasta que una de las contrincantes era “tapada” en sus ritmos y percusión por la otra,
perdiendo el ritmo y así el desafío. “Terminando muchas
veces en el hospital”, recuerda Guigue, licencia poética
para imaginarnos que con mayor frecuencia terminarían
en las delegaciones policiales. Otros veteranos llamaban
“tapadas” al choque de dos agrupaciones carnavalescas
que se desafiaban por la superposición y mantenimiento
de la continuidad de sus toques de tambores.
Para fines del siglo XIX, el cronista Alfred Taullard
(1927) recordaba a las sociedades candomberas integradas
por familias de afrodescendientes, mientras describía una
práctica de encuentro y desafío similar, que solía terminar
según nuestro cronista en luchas e incidentes violentos.
Taullard adjudicaba a estas “topadas” la principal causa de
la prohibición de las sociedades candomberas del carnaval
a fines del siglo XIX. Muchas décadas más tarde, la denominación que los carnavaleros empleaban para referirse a estos
encuentros mantenía un nombre similar al del siglo XIX.
A la continuidad de la práctica de las “tapadas” o
“topadas”, se fueron sumando conflictos y luchas violentas desatados por la entrega de premios, así como por
cruces de las agrupaciones carnavaleras con las barras de
“hinchas” entre clubes rivales de fútbol. De ese modo,
y a pesar de la incorporación de mujeres y niños en los
centro-murgas desde la década de 1960 como modo de
mejorar la imagen pública y atenuar la visión violenta y
marginal de estas agrupaciones, el carnaval porteño inició una larga declinación junto con sus celebrantes.
Sin duda, otros factores, tanto internos como externos
a la celebración, incidieron en el ocaso carnavalero de la
ciudad. El carácter pendenciero y las rivalidades barriales
61
CUADERNOS 23
atribuidas a las murgas y centro-murgas se verían superadas y subsumidas en la violencia social y política que signó
al país durante la última parte del siglo XX. A mediados
del año 1976, la dictadura militar de turno suprimió los
feriados de carnaval del calendario festivo nacional. Para
esta década, la anunciada muerte del carnaval casi se
había cumplido en la ciudad de Buenos Aires.
EL DISCURSO SOBRE LOS ORÍGENES. TRADICION Y MEMORIA
“En Saavedra aprendimos a bailar con una familia de
negros. Saavedra se caracteriza por mover la cintura y bailar
en el aire”, explica Daniel “Pantera” Reyes, director del centro-murga Los Reyes del Movimiento del barrio de Saavedra.
El discurso sobre la historia y los orígenes de las
agrupaciones del carnaval porteño se ha transformado
en objeto de interés y reflexión a partir de una última
etapa de incorporación de jóvenes intelectuales y trabajadores culturales a la práctica de las artes carnavalescas
desde la década de 1990. Estas herencias son actualmente tradicionalizadas en narrativas que configuran
la historia desde el presente, anclando su origen en un
pasado legendario de esclavitud:
“Yo analizo que el ruido del platillo indica el ruido de
las cadenas de los negros y el golpe, el ¡pum!, viene a ser el
latigazo que les daban. Y los negros daban un salto de dolor.
Y bailaban con las piernas juntas porque las tenían engrilladas. Por eso desarrollaban más la cadera. En Saavedra
tenemos identidad de mover las caderas. Esa es la diferencia
que tenemos también con la murga uruguaya. Allí los blancos
hacen las murgas, los negros hacen candombe; nosotros, todos
mezclados.” (Reportaje a Daniel “Pantera” Reyes. Revista La
Murga, noviembre de 1998, N° 4: 32-34).
Al explicar el particular baile de la murga porteña, nuestro director traza interesantes diferencias entre murgas de
diferentes barrios. Marca además diferencias racializadas
respecto de las murgas de la vecina ciudad de Montevideo.
Años más tarde, insiste en diferenciar al barrio de
Saavedra entre otros barrios de Buenos Aires, donde cada
murga tiene su particularidad. “Saavedra tienen una identidad diferente a otros barrios, en el baile, en los recitados...
No somos tangueros como los de Boedo, somos más candomberos. Es más, hemos aprendido con los negros a bailar
murga, con familias de negros. Por eso hay mucho movimiento de cintura en Saavedra”. (Entrevista en 2003. Mi
énfasis). En estas secuencias discursivas, el director Pantera
tradicionaliza el estilo distintivo de Saavedra con la mención a familias de negros que lideraban y enseñaron el baile
y los ritmos en el barrio. La influencia de estas familias en
la práctica carnavalesca del barrio dejó su impronta.
Tradicionalizaciones semejantes en cuanto a la herencia
africana en los carnavales de Buenos Aires, se encuentran
también en el discurso y la poética de otras murgas nuevas,
como Atrevidos por Costumbre del barrio de Palermo, o Los
Guardianes de Mujica, de la villa 31 del barrio de Retiro.
Con música de candombes del músico afrouruguayo
Yabor, Los Murgueros de la Nada cantaban para los carnavales de 2000 este homenaje titulado Negros murgueros:
Rumba, candombe negro de los murgueros
vivo recuerdo de épocas de esclavos ...
... Bajo la misma estrella de aquellos tiempos
vibran solo los parches como en secreto
de ese increíble azar somos herederos
huellas de una pasión que el pueblo guardó.
Cadenas que se rompen al bailar
un candombe de sol, canción de libertad ...
... Ilusión que llegó cruzando el mar
barcos esclavos y prisioneros ...
Estribillo: Golpes de tambores
danza de colores
para no dejar el tiempo atrás
En nuestras canciones
quedan las razones
para no olvidarnos nunca más.
África murguera, pasión que hoy
nos quema en el corazón.
En los siguientes versos de Los Pitucos de Villa Devoto,
también se unen discursivamente el pasado del carnaval
esclavo con el presente:
Hace mucho tiempo, los esclavos negros
movían las caderas buscando sus sueños
En cada patada yo los represento,
Pasaba en tu tierra, en mil ochocientos...
... Carnaval del negro, de los inmigrantes,
Carnaval del pueblo, de los atorrantes.
Somos los de abajo contra los de arriba,
¡Somos Los Pitucos! ¡Somos rebeldía!
En el barrio de Saavedra, el legado afroargentino es asumido no solo en explicaciones acerca de la danza, el desfile y
la percusión, sino en el repertorio de canciones y recitados:
Soy murguero de corazón. Versos de Darío
Vasconcellos
... Fueron los negros que dejaron esta herencia
Y la conciencia siempre fue la del dolor.
Pero seguro que nos miran desde arriba,
Y hoy son los Reyes, que entonan la canción.
Son los muchachos que una vez nos enseñaron
A defender esta locura con honor,
Pero seguro que nos miran desde el cielo.
Canten con fuerza por favor esta canción.
Coro: Soy murguero señor, ¡de corazón!
62
AFROPORTEÑOS EN EL CARNAVAL DE BUENOS AIRES
Estas canciones del centro-murga Los Reyes del Movimiento, del barrio porteño de Saavedra, enlazan el baile de
la murga de hoy con el de generaciones anteriores, haciendo
explícita la vinculación de este lenguaje de la expresión carnavalesca con sus orígenes negros. Las poéticas referencian
socialmente a los murgueros: fueron “botelleros”, “borrachos”, “chicos de la calle”, “jubilados”. Categorías sociales
que nominan a los excluidos, que a través del denominador
común de “la conciencia siempre fue la del dolor”, se unen
y equiparan con la herencia africana.
Durante una charla que mantuviéramos en 2003, el
director Daniel “Pantera” Reyes arma y desarma la narrativa oficial sobre la peligrosidad de las murgas y los murgueros: “La murga fue muy marginada. Cuando era chico
nunca decía que era murguero. Parece mentira que tanta
importancia tenga la murga. Tal vez hoy, ésa sea una diferencia con los murgueros nuevos, que esa marginación no la
viven, pero antiguamente era muy marginal. Vos salías en
una murga y eras villero, borracho, delincuente, eras todo lo
peor... Yo, a los catorce años me tuve que escapar [de mi casa
para ir a la murga]. Estaba hablando de la marginación, y
mis padres marginaban a la murga, porque no me dejaban
ir... Era una forma de cuidarme, no fue de mala gente que
no me dejaban. Y creo que a mí me sirvió para demostrar
un poco a la sociedad y a mis padres que la murga era una
familia, que la murga era un montón de cosas lindas... Yo,
si no fuera por la murga, sería un negrito villero, como
dice la policía, y tuve la suerte de ser alguien por la murga.
Alguien entre comillas, por supuesto”. (Entrevista 2003. Mi
énfasis y aclaración)
En este relato, nuestro director comienza constatando la mala imagen generalizada sobre el murguero,
“eras villero, borracho, delincuente, eras todo lo peor”.
Estereotipo social que afecta la construcción misma de
su yo murguero, prejuicio internalizado por sus propios
padres, y por su negativa a reconocerse como tal. Pero
luego, “Pantera” hace de la marginación un lugar desde
donde construir una identidad en positivo y replicar el
estigma racista y clasista de negrito villero. En su contrarrelato, logra “demostrar un poco a la sociedad y a mis
padres” que la murga es otra cosa; la murga se transforma
en un espacio de poder e identidad, “un montón de cosas
lindas”, para sujetos subalternizados. Esta simple agrupación carnavalesca pone en juego y permite acceder a
una serie de valores denegados a los pobres, tales como
reconocimiento, prestigio, honor, distinción, autoestima,
recursos, pertenencia, que el director Pantera resume en
“… tuve la suerte de ser alguien por la murga”.
“La conciencia del dolor” en los versos de Darío, enfatizada por el “siempre”, traza una línea de continuidad
semántica e histórica desde los primeros negros esclavos y candomberos hasta los actuales “negritos villeros” y
murgueros, atravesando las diversas clasificaciones que ha
identificado Alejandro Frigerio (2006). Estos versos murgueros sobre el color de la pobreza y la exclusión, integran
en el dolor de “siempre” las categorías raciales que históricamente ha descripto con claridad y precisión este autor en su
trabajo citado: negros entre comillas, negros mota, cabecitas
negras, negrito villero. Categorías que remiten a distintos
sujetos sociales, más o menos “negros”, con el denominador común de pueblo pobre. Dice Frigerio: “...la pobreza
está, efectivamente, asociada en el imaginario porteño con la
negritud. Que la extrema pobreza nos lleve a vernos negros
comprueba... la vigencia –no importa qué tan silenciada– de
las categorías raciales como reproductoras de las diferencias
sociales que nos aquejan” (Frigerio 2006).
REFLEXIONES FINALES
Presentamos en este artículo algunas narrativas que
configuran racialmente presencias, estilos y prácticas
durante los festejos de carnaval en el siglo XX. Si bien
estas indagaciones no conformaron para m�

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