Lejos del polvo

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Lejos del polvo
Lejos del polvo
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R
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Karen Hesse
Lejos
del polvo
Coordinación Editorial: Ana María García Alonso
Maquetación: Carmen Gutiérrez
Título original: Out of the Dust
Traducción: María Luisa Balseiro
Diseño de cubierta: Jesús Cruz
Ilustración de cubierta: Enrique Sánchez Moreiro
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro,
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Copyright © 1997 by Karen Hesse. All rights reserved.
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New York, NY 10012, USA.
Library of Congress Cataloging-in-Publication Data
Hesse, Karen
Out of the Dust / by Karen Hesse
© EDITORIAL EVEREST, S. A. para la edición española
© de la traducción, María Luisa Balseiro
Carretera León-La Coruña, km 5 - LEÓN
ISBN: 84-241-5928-4
Depósito legal: LE. 788-1999
Printed in Spain - Impreso en España
EDITORIAL EVERGRÁFICAS, S. L.
Carretera León-La Coruña, km 5
LEÓN (España)
Índice
Invierno de 1934 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Primavera de 1934 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Verano de 1934 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
Otoño de 1934 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Invierno de 1935 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
Primavera de 1935 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
Verano de 1935 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
Otoño de 1935 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
Nota previa de la traductora
Este relato describe una realidad histórica: la
situación de los agricultores arruinados por la sequía
y las terribles tormentas de polvo que asolaron
algunas zonas del sudoeste de los Estados Unidos
durante los años treinta, cuando el país, bajo el
gobierno del presidente Roosevelt, apenas empezaba
a recuperarse de la grave crisis económica iniciada
en 1929. El Panhandle, literalmente “mango de la
sartén”, es la estrecha faja de tierra con que el estado
de Oklahoma se prolonga hacia el oeste, entre
Kansas al norte y Texas al sur: es una región muy
árida, escasamente regada por los ríos Beaver y
Cimarrón, con fuertes contrastes de temperatura
y vientos a menudo huracanados. Hooker y Guymon
son pequeñas poblaciones del Panhandle; Amarillo,
ciudad más importante, pertenece ya a Texas. En
cuanto a la Black Mesa, “meseta negra”, es una
elevación cubierta de lava en su parte más alta.
María Luisa Balseiro
A Brenda Bowen,
mucho más que una editora.
Con mi más sincero agradecimiento a
Eileen Christelow, Kate,
Rachel y Randy Hesse, Liza Ketchum,
Jeffrey y Bernice Millman, Maryann Sparks
y la Oklahoma Historical Society.
Invierno de 1934
Comienzo: agosto de 1920
Cuando maduraba el trigo de verano
maduré yo también:
nací en casa, en el suelo de la cocina.
Mamá se puso en cuclillas,
descalza, con el trasero al aire,
sobre la tarima recién barrida,
porque allí dijo papá que era el mejor sitio.
Llegué sin esperar al médico
y empecé a berrear en cuanto papá me metió la mano
en la boca para limpiármela.
Por lo que contaba mamá,
debí de ponerme roja de gritar el día que nací.
Desde entonces no se me ha ido el color rojo.
Papá me puso de nombre Billie Jo.
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Él quería un chico.
En vez de eso
tuvo una chica zanquilarga,
de boca grande
y pómulos como el manillar de una bicicleta.
Tuvo una chica pelirroja, pecosa, estrecha de caderas,
aficionada a las manzanas
y hambrienta de tocar piano feroz.
Desde el primer momento que recuerdo,
siempre he estado inquieta en esta
casucha del Panhandle que es nuestra casa,
siempre estorbando a mamá
con mis codos en punta y mis piernas nerviosas.
En el verano en que cumplí los nueve años
papá ya no se hacía ilusiones de tener un chico.
Intentó arreglarse conmigo.
Yo soy su vivo retrato,
me las apaño más o menos allí donde me ponga,
hasta en el tractor,
aunque el tractor no es que me guste mucho.
Mamá quiso tener más niños.
Por lo visto nunca salió bien, menos conmigo.
Pero esta mañana
mamá ha dicho que está esperando otra vez.
Aparte de nosotros tres
no hay mucha más familia que digamos.
Papá es el único Kelby que queda
desde que se murió el abuelo
de un cáncer
que le comió casi toda la piel;
y la tía Ellis,
que le lleva casi catorce años a papá
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y vive en Lubbock,
allá por el sur,
a un mundo de distancia,
por lo que papá dice.
Y mamá sólo tiene al tío abuelo Floyd,
que es más viejo que los huesos de los indios
y más malo que una serpiente de cascabel,
pudriéndose en un cuarto de Dallas.
Yo tendré casi catorce años,
justo igual que la tía Ellis cuando nació papá,
cuando llegue este niño.
¿Y si papá consiguiera un chico esta vez?
Enero de 1934
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Batallas de conejos
El Sr. Noble y el Sr. Romney
tienen hecha una apuesta para ver quién mata más conejos.
Todo empezó en la batida de conejos que hubo el lunes pasado
en dirección a Sturgis,
cuando Noble se irritó
por los destrozos que habían hecho en su cosecha.
Romney porfió que él era el más perjudicado por los conejos
en todo el condado de Cimarrón.
Juraron vengarse de la población conejil,
y apostaron a ver quién mataba más.
Lo que tendrían que hacer es callarse.
¡Mira que apostar a ver cuántos conejos matan!
¡Qué vergüenza!
Unos hombres hechos y derechos matando a palos a los conejos
Me dan ganas de vomitar.
Ya sé que los conejos comen lo que no deben,
sobre todo en esta época del año,
que aunque fueran de aquí a Liberal dando saltos
no encontrarían comida;
pero, como dice la señorita Freeland,
si nos empeñamos en destripar con el arado
la tierra donde deben alimentarse,
¿qué queremos que hagan?
Noble y
Romney volvieron de Sturgis el lunes
con veinte conejos por cabeza. Empate.
Ahí debería haber quedado la cosa, pero no.
Romney no se quedó a gusto;
dijo:
“Noble ha hecho trampa.
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Trajo conejos que no había matado él”.
Así que la pelea sigue.
Antes, estos hombres
eran amiguísimos.
Ahora ni se saludan.
Tuercen el morro al cruzarse por la calle.
Yo también tuerzo el morro,
pero no por eso van a resucitar los conejos.
A estas horas ya están todos desollados, guisados y comidos.
Por lo menos no acabaron en las cazuelas
de Romney ni de Noble.
Fueron a parar a familias
que necesitaban la carne.
Enero de 1934
17
Perder a Livie
Livie Killian se ha ido del pueblo.
Yo no quería que se fuera.
Éramos amigas desde el primer curso.
La fiesta de despedida fue
el jueves por la tarde
en la escuela de Old Rock.
Livie
nos hizo rabiar contando cosas de cada uno:
como de Ray,
cuando se durmió en la clase de lectura,
y de Hillary
cuando en el examen de taquigrafía
puso ‘planchar la sopa’
en vez de ‘planchar la ropa’.
Livie se fue despidiendo de nosotros
uno por uno.
A mí me dio un dibujo que me había hecho,
donde estaba yo sentada ante un piano,
con el sombrero de paja puesto
y llevándome una manzana a la boca.
Yo fui quien le dio a Livie el álbum de recuerdos que
[habíamos llenado
entre todos, cada uno con su letra.
No conseguí que se me soltara el nudo de la garganta
para poder decirle
lo mucho que la iba a echar de menos.
Livie
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ayudó a limpiar todo lo de la fiesta,
a secar la limonada vertida,
a recoger las cortezas de emparedado
y a barrer los restos de galleta del suelo,
mientras los demás volvíamos a nuestras casas
para preparar los exámenes del semestre.
Ahora Livie se ha ido al oeste,
lejos del polvo,
camino de California,
donde a veces no sopla el viento.
Y yo me pregunto qué clase de amiga soy,
que quisiera que fueran mis pies los que marcharan por ese
[camino a otro sitio,
en vez de los de Livie.
Enero de 1934
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En mí y en Perro Loco
Arley Wanderdale,
que nos da clase de música en la escuela una vez por semana,
aunque mamá dice que no es ni profesor ni nada,
que no es más que un cantante malo de pueblo,
Arley Wanderdale me preguntó
si yo querría tocar un solo de piano
en el Teatro Palace el miércoles por la noche.
Yo sonreí de oreja a oreja,
encantada de que me lo pidiera, y dije:
“Estaría bien”.
No sabía si mamá me dejaría.
Es terca como una mula en lo de mis estudios.
Dice:
“Tú debes estar en casa entre semana, Billie Jo”.
Y casi siempre es lo que hago.
Pero Arley Wanderdale dijo:
“La dirección me ha pedido
que lleve nuevos talentos, Billie Jo,
y he pensado en ti”.
¿Antes que en Perro Loco?, pensé yo.
“En ti y en Perro Loco”, dijo Arley Wanderdale.
Me tiene harta ese chico de ojos azules
con su cara bonita y su
voz de terciopelo;
un granjero no debería ser
ni la mitad de bueno.
Sospeché que era en Perro Loco
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en quien Arley Wanderdale había pensado primero,
pero no me hice muy mala sangre.
No me hice muy mala sangre para poder decir que sí.
Enero de 1934
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