la sombra - Coca-Cola

Transcripción

la sombra - Coca-Cola
FINALISTA ESTATAL
LA SOMBRA
1 de octubre
Fría y oscura, calculadora y espeluznante, la sombra se halla escondida en un rincón.
No duda, no teme, no tiembla, sólo me escruta con sus ojos vacíos. Su mirada me
araña por dentro, absorbiendo la poca energía de la que aún dispongo.
Un reloj que no consigo ubicar resuena en la perversa estancia. Sólo existe eso, el
sonido que marca los segundos que me quedan, el polvo y la más absoluta oscuridad.
La presencia no descansa nunca, volviéndome frágil y endeble.
No sé cuánto tiempo llevo encerrada entre estas cuatro paredes blancas, rodeada del
terrible olor de la enfermedad, pero no puedo aguantar aquí un segundo más.
Todo esto sería diferente si tuviera un lienzo y un par de pinceles, pero ¿a quién quiero
engañar? No podría pintar. Aún me acompaña el miedo a hacerlo, a que me domine, a
que me controle la pasión por el arte.
La sombra me está agotando, está acabando conmigo y ella se está volviendo más
fuerte. No me veo capacitada para acabar con ella yo misma. Si hubiera aparecido
hace unos años no me habría costado gran esfuerzo deshacerme de ella, tal y como
hice con mi hijo. Desde que estoy aquí, de vez en cuando la imagen de sus ojos
infantiles, suplicantes, asustados, aparece en mi mente.
Recuerdo bien el día en el que le abandoné. Dándole la espalda. Sin sentimientos. Sin
asomo de dolor.
Con cada “tic-tac” del reloj la batalla se torna más ardua de vencer. Hace tiempo que
dejé de luchar contra ella, aunque tal vez sea el momento de recuperar el viejo hábito.
Ya no soy lo que era. El reflejo del espejo me devuelve a una anciana gruñona y babosa
que apenas se vale por si misma. Indefensa. Justo lo que más temo.
1
2 de octubre
La sombra sigue aquí, acechándome.
Estoy convencida.
3 de octubre
El plan ha sido trazado en mi mente. No es muy preciso, y mucho menos seguro, pero
el terror que no me abandona no me permite pensar en algo mejor.
La sombra debe tener mucho cuidado conmigo.
Un dolor se acentúa en cada célula de mi cuerpo. Con cada paso que doy me asalta un
recuerdo. Mi hijo viendo cómo me marcho para siempre. La mujer embarazada
lanzando un grito cuando mi coche se abalanza sobre ella. Lágrimas de centenares de
ojos a causa de mis actos. Y río. Río como nunca lo he hecho. Río por lo feliz que he
sido acabando con otras vidas.
Mi risa no tarda demasiado en convertirse en lágrimas y aullidos de tristeza. No sé qué
me está pasando. ¿Me siento culpable? No, no puede ser. Eso es propio de débiles.
Pero, ¿qué habrá sido de mi hijo? ¿Habría crecido mucho ese otro bebé que no llegó a
nacer?
¡Quiero vivir!
No sé de dónde saco el valor necesario para hablar en voz alta, profiriendo un sonido
ronco y gutural que hacía mucho que no salía al exterior.
-Sombra, cuídate, la pintora puede dar contigo, dispone de una lupa increíble.
Silencio. No obtengo respuesta, pero tampoco me rindo. Lo único bueno de todo
aquello, mi lupa, mi arma secreta, son mis ojos, adaptados ya a la oscuridad intensa
del lugar.
Las sienes me palpitan con fuerza, mi corazón está cansado de ese ritmo frenético.
La siento muy cerca, a tan solo unos pasos, pero no permitiré que me alcance.
Mi vida se balancea, hace equilibrios, se me escapa. Esta pintora que nunca pintó,
cansada de esperar su final, ha decidido cambiar de rumbo. Morir cuando yo quiera,
no cuando la presencia me lo imponga.
La respiración se me entrecorta, el ambiente se torna más frío. Otro tipo de aplastante
oscuridad se cierne sobre mí. Estoy muriendo. Estoy muriendo completamente sola. Y
aunque no me siento del todo culpable, mi último pensamiento se lo dedico a mi hijo.
La sombra me pondrá furiosa, pero esta es la manera de marcar quién manda.
Sombra, esta partida la he ganado yo.
2

Documentos relacionados