Congreso-PyNE_Ponencias - Evangelización Valencia

Transcripción

Congreso-PyNE_Ponencias - Evangelización Valencia
Seréis
mis
testigos
S.I. Catedral de Valencia
8 y 9 de noviembre de 2013
PONENCIA 1
La Parroquia,
Hogar de la Comunión eclesial
Monseñor D. Luis Solé Fa
Al aceptar la invitación de Monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Valencia, pensé que mi experiencia pastoral —que no mi preparación académica— me permitiría compartir con ustedes el valor que el Documento
de Aparecida tiene para la Iglesia en América Latina.
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano se celebró
del 13 al 31 de mayo de 2007 en el Santuario Nacional de Nuestra Señora
de la Concepción Aparecida, en Brasil.
Hay una cierta diferencia entre esta Conferencia y las anteriores Conferencia Generales (Medellín en 1968, Puebla en 1979 y Santo Domingo en 1992) y es que la preparación de esta V Conferencia fue mucho
más participativa, absorbiendo sugerencias de todas las diócesis del
continente, participando las órdenes y las congregaciones religiosas así
como institutos de vida apostólica, incluso los particulares podían enviar sus propuestas a la comisión preparatoria, lo que le dio otro tono y
otro resultado a esta Conferencia. Además, la presencia y el mensaje de
Benedicto XVI fueron alentadores e iluminadores.
El desarrollo de la Conferencia —en constante contacto con el pueblo
católico del Brasil— constituyó una bendición para los participantes en
la Conferencia, así como los positivos aportes de un grupo de teólogos
que, sin haber sido invitados, estuvieron en constante comunicación y
cercanía con la Conferencia en un clima de respeto y comunión eclesial.
A todo esto hay que añadir la extraordinaria labor que realizó el cardenal Jorge Bergolio, arzobispo de Buenos Aires, como presidente de la
comisión de redacción del Documento conclusivo.
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En el mensaje final, los participantes en la Conferencia afirman:
“En nuestros trabajos, realizados en ambiente de ferviente oración,
fraternidad y comunión afectiva, hemos buscado dar continuidad al
camino de renovación recorrido por la Iglesia católica desde el Concilio Vaticano II y en las anteriores cuatro Conferencias Generales del
Episcopado Latinoamericano y del Caribe”.
Siento de verdad que esta primera ponencia puede de alguna manera contribuir a ese Itinerario Diocesano de Renovación puesto que nos
sentimos en este proceso, en este camino, tal y como dicen los obispos de América Latina. Espero pues saberles expresar lo que supone el
llamado de esta V Conferencia y ver lo útil que nos puede ser a toda la
Iglesia Universal, particularmente a la Iglesia de Valencia.
El tema principal de esta conferencia podría decirse que es la conversión pastoral desde la renovación misionera de las parroquias. Si de
alguna manera una frase tuviera que resumir esta llamada de la V
Conferencia es ésta: la necesidad de una conversión pastoral desde
la renovación misionera de las parroquias.
I. COMUNIÓN TRINITARIA, FUNDAMENTO DE LA COMUNIÓN
ECLESIAL
El Concilio Vaticano II presenta a la Iglesia como PUEBLO DE DIOS, “un
pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo” (LG, 4).
La razón de ser de este Pueblo de Dios es la COMUNIÓN en un sólo
Señor, una sola fe, un sólo bautismo (cf. Ef 4, 5). Y este Pueblo de Dios,
en cuanto CUERPO MÍSTICO DE CRISTO, existe porque el mismo Señor “lo instituyó para ser comunión de vida, de caridad y de verdad” (LG,
9). Se trata de que seamos comunión de vida de Caridad y de Verdad.
Tres conceptos claves para el caminar de la Iglesia como pueblo de Dios.
Vida que está en Cristo, la Caridad que viene de Él por el Espíritu y la
Verdad que es el mismo Cristo.
La III Conferencia General del Episcopado de América Latina, celebrada
en Puebla (1979), afirma: “Cristo nos revela que la vida divina es comu3
nión trinitaria. Padre, Hijo y Espíritu viven, en perfecta intercomunión de
amor, el misterio supremo de la unidad. De allí procede todo amor y toda
comunión, para grandeza y dignidad de la existencia humana” (DP, 212).
La V Conferencia, celebrada en Aparecida (2007), tituló el capítulo 5 del
Documento conclusivo: “La comunión de los discípulos misioneros en
la Iglesia”. Y en el n° 155 se afirma que la Trinidad “es la fuente, el modelo
y la meta del misterio de la Iglesia”. Concluye diciendo: “La comunión de
los fieles y de las Iglesia particulares en el Pueblo de Dios se sustenta en la
comunión con la Trinidad”. La COMUNIÓN ECLESIAL es, por tanto, fruto
del MISTERIO del AMOR de Dios. Consecuentemente con esto, el n°
156 precisa que “La vocación al discipulado misionero es CON-VOCACIÓN
a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión”. No podemos ser testigos sin vivir la COMUNIÓN, es más, sin COMUNIÓN no
hay verdadera COMUNIDAD, aunque haya organización comunitaria y
actividades pastorales conjuntas. Recordemos que el origen de la palabra Comunidad es “comun unus” que significa participar en el servicio,
participar en el trabajo, en los dones que se comparten.
La COMUNIÓN forma parte del Credo de la Iglesia porque cuando profesamos la fe en la “comunión de los santos”, es decir, de las cosas santas que Dios santifica en nosotros, porque estamos dispuestos a compartir totalmente lo que es VITAL en nuestra FE y lo que es CENTRAL en
nuestra VIDA. Yo creo que esto es el núcleo mismo de la comunión dicho
con palabras más comunes pero que me parece que pueden expresar
mucho que es lo esencial de la COMUNIÓN, que es compartir, convivir,
creer, lo que es Vital de nuestra fe, es decir aquello en lo que nos va la
VIDA, y lo vital de nuestra fe es JESUCRISTO, VIDA nuestra, que nos
ofrece la SALVACIÓN.
Lo CENTRAL de nuestra vida, lo que le da pleno sentido, es el AMOR DE
DIOS “que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que se nos ha dado” (Rm 5, 5). La FE y el AMOR son las claves
para poder hacer este camino de esperanza y de renovación eclesial.
Por lo tanto, la COMUNIÓN estructura a la Iglesia para ser Iglesia CON,
mientras que la organización hace que la Iglesia sea Iglesia PARA. Y si
distinguimos estructura de organización es para que tengamos claro
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qué es lo que no podemos cambiar de la Iglesia y sí tengamos muy claro
lo que podemos y debemos cambiar de la Iglesia.
Esta distinción entre “estructura de COMUNIÓN” y “ORGANIZACIÓN
pastoral” nos permite diferenciar aquello que en la Iglesia es inalterable
porque pertenece a su esencia, de aquello que es susceptible de cambiar y ser renovado.
Lo esencial de la Iglesia que la estructura como tal, que la hace ser una,
santa, católica, apostólica, ministerial, carismática, misionera, sacramental, samaritana, comunitaria, etc.; y esto no admite cambios, sino
tan sólo conversión y renovada fidelidad. La renovación en esa estructuración de la Iglesia lo que pide es: fidelidad, conversión.
Mientras que lo que no es esencial en la Iglesia, como es su forma de
concebir la parroquia, de organizarla, de establecer su pastoral, de
adaptarse a su realidad histórica, cultural, social, geográfica, etc., puede variar, ser revisado y adaptado a las nuevas circunstancias y a los
signos de los tiempos. Todo es sujeto de transformación pero siempre
deberá hacerse en fidelidad a la comunión eclesial.
De manera que la estructura de COMUNIÓN y la ORGANIZACIÓN
pastoral son dos realidades inseparables que se integran en base a los
principios de la teología pastoral. Pero tal armonía, que exige oración
y reflexión por parte de la Comunidad, sólo es posible desde la ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN de la que nos habla la Carta Apostólica
“Novo Millenio ineunte” escrita por Juan Pablo II en enero de 2001:
“Antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una
espiritualidad de la comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares en donde se forma el hombre y el cristiano,
donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y
los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades. Espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita
en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de
los hermanos que están a nuestro lado” (NMI, 43).
Se debe entender la comunión desde una espiritualidad de comunión.
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Los atributos de la Iglesia en cuanto una, santa, católica y apostólica,
brotan de Cristo, que es su cabeza y modelo en el que ella se inspira.
Los tres oficios de Cristo, el triple ministerio: Maestro, Sacerdote y Rey,
dieron lugar a los tres poderes jerárquicos: el Magisterio, el Orden y la
Jurisdicción. Así ha permanecido el triple ministerio, hasta el Concilio
Vaticano II desde su concepción a partir de la Reforma Protestante. Sin
embargo, la Teología Pastoral ha replanteado este triple ministerio por
razón de incorporar una función esencial de la misión salvífica de Cristo:
la de SIERVO obediente al Padre. Una Iglesia que no es servidora no es
Iglesia de Jesucristo ya que Él es el siervo y la obediencia es fundamental por eso. Cristo nos podía haber salvado de cualquier manera pero sin
obedecer al Padre no habría Salvación para nosotros. Por tanto es una
dimensión que no podemos descuidar.
Cristo ejerce esta misión desde el principio de la MISERICORDIA cuya
expresión máxima la encontramos en la parábola del BUEN SAMARITANO. Por tanto podemos ver como tenemos cuatro dimensiones de
Cristo que la Iglesia debe después reproducir:
- Cristo Palabra, Maestro, Profeta y Testigo es el fundamento de la
misión evangelizadora.
- Cristo Siervo es el fundamento del ministerio de la caridad, de ahí se
deduce que la Iglesia es apostólica y enviada.
- Cristo Sacerdote santifica la acción litúrgica de la Iglesia, la Iglesia vive
el misterio Pascual viviéndola como Iglesia santa, expresándolo a través de la Liturgia y de ahí el fundamento de toda pastoral litúrgica.
- Cristo Buen Pastor y Rey guía a toda la Iglesia en la comunión.
Esta visión se ha expresado con la imagen del taburete de tres patas
unidas por la pastoral de comunión. Sin quitarle valor a esta imagen,
yo objetaría el que se interpretara como que lo que constituye la comunión sea una función reservada a la jerarquía. En realidad, cuando
se concibe así, la comunión deja de ser Pastoral de conjunto para ser
un oficio exclusivo del clero; y, la verdad, es que ni en la práctica es así.
La Pastoral de comunión es de todos; que la parroquia sea comunión
de comunidades depende de todos, y que los consejos, las comisiones,
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los equipos y los grupos los formen y hasta los presidan los laicos, hace
que la Pastoral de Comunión no sea sólo el asiento para la jerarquía que
se apoya en tres patas, sino donde nos encotramos todos, al servicio de
esta comunión.
II. PARROQUIA PROFÉTICA
La parroquia profética se fundamenta en este Cristo que es Palabra, que
es Testigo y que nos manda ser testigos. Aparecida elabora el concepto
de testigo y nos dice en este sentido que se es testigo siendo discípulo
misionero. En algunas expresiones se quiso corregir y hablar de discípulo y misionero, pero esto no es así ya que se es discípulo misionero. No
se puede ser discípulo si no se proyecta en la misión. Entonces la propuesta de Aparecida a las comunidades eclesiales es: la CONVERSIÓN
PASTORAL y la RENOVACIÓN MISIONERA (DA, 7.2).
En el marco del Documento de Aparecida se hace esta propuesta y destaca lo siguiente sobre la vocación misionera que debe impregnar toda
su vida pastoral de la Iglesia:
“Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con
todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera” (DA, 365).
¿Queremos renovar la parroquia? Ésta ha de ser en clave misionera.
¿Queremos renovar la Iglesia? Ha de ser en clave misionera. ¿Quieren
renovar las congregaciones? Que sea en clave misionera. Ésa es la propuesta y el desafío que nos hace el Documento de Aparecida.
Y realmente es preocupante que no nos tomemos todos, absolutamente todos, la renovación en serio porque a la larga, en una diócesis pueden haber parroquias renovadas y parroquias que no quieren renovarse
y eso en lugar de fomentar la comunión, fomentaría la división.
La llamada a asumir una actitud permanente de conversión pastoral es
para todos los miembros de la Iglesia, lo cual implica “escuchar con atención y discernir ‘lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias´ (Ap 2, 29) a
través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta” (DA, 366).
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El lugar privilegiado que la Palabra de Dios tiene en la vida parroquial no
se pone en duda. Pero es necesario revisar si en la Parroquia esa Palabra
es su fuente de vida y el alma de su acción evangelizadora.
De la “pastoral bíblica” a la “animación bíblica de la pastoral”.
La pastoral bíblica, entendida como una más entre las diversas pastorales, ha tenido por objeto la Biblia tratando de evangelizar con ella.
Pero la animación bíblica de la pastoral busca que la Palabra de Dios,
transmitida por la Sagrada Escritura, sea la savia y el corazón de todas
las pastorales que realiza la Iglesia.
Benedicto XVI, al escribir “Verbum Domini”, nos propone revalorizar la
Palabra divina en la vida de la Iglesia de forma que sea “fuente de renovación” y “cada vez más el corazón de toda actividad eclesial” (VD, 1).
La vocación y dimensión profética de la comunidad parroquial no puede
quedar reducida a las pastorales que están al servicio directo de la Palabra, puesto que desde todas las pastorales nos dejamos iluminar por esa
Palabra, dado que todas las pastorales han de ser evangelizadoras.
La Palabra de Dios es Jesucristo, el Verbo encarnado. La Sagrada Escritura contiene, en lenguaje humano, la Palabra que necesita ser interpretada, que debe ser mediadora y debe ser anunciada.
INTERPRETADA. La animación bíblica de la pastoral actúa como
escuela de interpretación (hermenéutica) para descubrir lo que
Dios revela por medio del autor sagrado. Es la dimensión sapiencial que nos permite conocer mejor la Palabra gracias al actuar del
Espíritu (Cf. Jn 14, 26).
MEDIADORA. La Palabra, gracias a la Escritura, es fuente de diálogo y de comunión con Dios y con los demás. Así, la animación
bíblica de la pastoral actúa como escuela que nos enseña a orar y
actualizar la Palabra.
ANUNCIADA. La Comunidad de fe, que nace de la Palabra, existe
para evangelizar con ella. Así, la animación bíblica de la pastoral
actúa como escuela de evangelización.
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El fruto de una conversión pastoral, cuya motivación sea el amor a la
Iglesia y de una renovación misionera que brote de nuestra fidelidad
a la Palabra, será el “que se pase de una pastoral de conservación a una
pastoral decididamente misionera. Así será posible que el único programa
del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como
madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera” (DA, 370).
Hermosa forma de invitarnos a ser Parroquia: MADRE que sale al encuentro, es decir, misionera. CASA acogedora, es decir un HOGAR donde
“los pobres se sientan como en su casa” (NMI, 50). ESCUELA permanente
de comunión misionera, porque la vocación misionera de una Parroquia
consiste en vivir “en estado permanente de misión” (Cf. DA, 551).
Al final del apartado sobre la conversión pastoral y la renovación misionera, el Documento de Aparecida dice algo que es sumamente importante porque nos advierte sobre algún que otro peligro:
“No se trata sólo de estrategias para procurar éxitos pastorales, sino
de la fidelidad en la imitación del Maestro, siempre cercano, accesible, disponible para todos, deseoso de comunicar vida en cada rincón de la tierra” (DA, 372).
En efecto, las acciones misioneras desde las que evangeliza la parroquia
no pueden caer en la tentación de ser una competencia para ver qué
grupo evangeliza mejor o quién logra atraer más personas a la Iglesia.
Por eso, con mucha claridad afirma Aparecida:
“La Iglesia crece no por proselitismo sino ‘por atracción: como Cristo
atrae todo a sí con la fuerza de su amor’. La Iglesia ‘atrae’ cuando
vive en comunión, pues los discípulos de Jesús serán reconocidos si
se aman los unos a los otros como Él nos amó (Cf. Rm 12, 4-13; Jn 13,
34)” (DA, 159).
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III. PARROQUIA, COMUNIDAD SACERDOTAL QUE CELEBRA
EL MISTERIO PASCUAL
¿Cómo renovar la dimensión litúrgica de la Parroquia desde el principio de comunión misionera? ¿Cómo hacer de la liturgia una liturgia
misionera-evangelizadora?
Cuando el Documento de Aparecida se propone desarrollar esta parte,
usa una expresión que es muy frecuente en el documento, “encuentro
con Cristo” y en verdad todo lo que la Iglesia hace, ha de llevar al encuentro con Cristo. Avanzando en el camino de una Nueva Evangelización,
la V Conferencia valora mucho el “encuentro con Cristo” (una expresión
que se repite más de 60 veces). El apartado 6.1.2 del Documento conclusivo de Aparecida señala los “lugares de encuentro con Jesucristo”:
247–249: en la Sagrada Escritura.
250: en la Sagrada Liturgia (Cf. SC, 7).
251: en la Eucaristía. “Creer, celebrar y vivir el misterio de Jesucristo, de tal modo que la existencia cristiana adquiera verdaderamente una forma eucarística”.
252: en la “pastoral del domingo”, porque sin esa participación activa en el sacramento “no habrá discípulo misionero maduro”. La
centralidad de la Eucaristía nos debe llevar, también, a una renovación pastoral del culto al Santísimo Sacramento, que propicia la
oración de contemplación y la comunión eclesial.
253: se alude a un problema muy serio en América Latina: los millones de creyentes que no tienen la oportunidad de participar en
la Eucaristía dominical. Habría que analizarlo desde todos los ángulos. Pero no podemos ignorar la cantidad de sacerdotes, muchos de ellos jóvenes, que no están dispuestos a trabajar en zonas
marginadas, rurales o selváticas. Y de paso constatar que muchos
sacerdotes se ocupan de actividades, incluso profesionales, que
bien podrían realizarlas los laicos, mientras descuidan las que son
propias y exclusivas de su ministerio sacerdotal.
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255: la oración personal y comunitaria, impulsada en muchas parroquias por medio de la “lectio divina”.
258–265: ocho números dedica Aparecida a la piedad popular
como espacio de encuentro con Jesucristo. A pesar de las notables diferencias que existen entre España y los países latinoamericanos el tema tiene permanente valor. Es una realidad que no
desaparece en los países del primer mundo, sino que adquiere
unas características que deben ser estudiadas desde la sociología
y la psicología.
El n° 263, que se refiere a la presencia del Espíritu también en la
piedad popular, tiene validez para ambos continentes. No podemos devaluar la espiritualidad popular o considerarla un modo
secundario de la vida cristiana porque sería olvidar el primado de
la acción del Espíritu y la iniciativa gratuita del amor de Dios. La
piedad popular es una manera legítima de vivir la fe. Que haya que
depurar el modo de vivir porque tiene defectos, sin duda, pero es
importante lo que dice el Documento de Aparaceida: “en el ambiente de secularización que viven nuestros pueblos sigue siendo
una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un
canal de transmisión de la Fe”, por lo tanto no desprestigiemos la
religiosidad popular. Estaba leyendo un texto de Raúl Berzosa que
realizaba una mención a la parábola del Sembrador y la religiosidad
popular la ubicaba en aquella semilla que cayó en tierra pedregosa
y que no pudo crecer. Con todo mi respeto, la religiosidad popular
merece estar entre lo que cae en tierra buena aunque solo dé el
treinta por ciento y no el ciento por ciento. No despreciemos la religiosidad popular sino que evangelicemos, profundicemos, corrijamos y purificamos como dice santo Domingo la religiosidad popular ya que creo que vale la pena disfrutar con el número 272 de:
“Con los ojos puestos en sus hijos y en sus necesidades como
en Caná de Galilea, María ayuda a mantener vivas las actitudes
de atención, de servicio, de entrega y de gratuidad que deben
distinguir a los discípulos de su Hijo. Indica además cuál es la
pedagogía para que los pobres de cada comunidad cristiana se
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sientan como en su casa. Crea una comunión, educa en un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención
del otro especialmente si es pobre y necesitado. En nuestras
comunidades su fuerte presencia ha enriquecido y seguirá enriqueciendo la dimensión materna de la Iglesia madre que sale
al encuentro, y su actitud acogedora que la convierte en casa
y escuela de la comunión y en espacio espiritual que prepara
para la misión”.
El número 265, alude a la presencia de María. A ella dedica varios
números, entre ellos el 272 que podemos aplicar al amor que los
valencianos tienen por la Virgen de los Desamparados.
IV. PARROQUIA SAMARITANA–SOLIDARIA
La renovación de la Parroquia, en cuanto ámbito privilegiado de fraternidad cristiana, debe considerarse en dos direcciones: ad-intra y ad-extra.
La Exhortación Post-Sinodal “Ecclesia in Europa” lo desglosa de la siguiente manera: “Nuestras comunidades eclesiales están llamadas a ser
verdaderas escuelas prácticas de comunión” (Ec.E, 85). “El testimonio de
la caridad ha de extenderse más allá de los confines de la comunidad eclesial, para llegar a cada ser humano, de modo que el amor por todos los
hombres fomente auténtica solidaridad en toda la vida social” (Ec.E, 85).
En este mismo número el papa Juan Pablo II manifiesta la necesidad de
revalorizar el sentido auténtico del voluntariado cristiano.
Podríamos deducir que ante la necesidad de renovar y profundizar el ministerio de la caridad en el seno de cada parroquia y en su servicio a la
sociedad, también es válida para Europa la propuesta de Aparecida: “Promover renovados esfuerzos para fortalecer una pastoral social estructurada,
orgánica e integral que, con la asistencia y la promoción humana, se haga
presente en las nuevas realidades de exclusión y marginación que viven los
grupos más vulnerables donde la vida está más amenaza” (DA, 401).
ESTRUCTURADA: Porque expresa en todas sus acciones lo que es
esencial de la Iglesia y su naturaleza misionera y evangelizadora. Cuando atendemos presos en la cárcel, cuando atendemos inmigrantes, no
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solo estamos haciendo una ayuda sino que los estamos acogiendo y
estamos diciéndoles que están invitados a formar parte de esta Iglesia
apostólica, católica, que abre sus puertas a todo el mundo.
ORGÁNICA: Porque todos sus servicios están coordinados en forma de red.
INTEGRAL: Porque promueve a todas las personas y a toda la persona
en todas sus dimensiones.
El Evangelio coloca a todos los agentes de pastoral social en el reto de
integrar, en su servicio, el equilibrio de saber ser al mismo tiempo sal
de la tierra y luz del mundo. Como la sal está inserta en la realidad y
se diluye en ella para contagiarla del sabor a Cristo y de los valores del
Evangelio, así ha de actualizarse el ministerio de la caridad. Pero en una
actitud humilde que le permita encarnarse en la realidad, sobre todo la
de los pobres, como lo hizo Cristo. Por otro lado, ser luz del mundo significa manifestar y no esconder el testimonio de la fe que nos permite
anunciar a toda la sociedad la presencia de Cristo y del Reino. La Iglesia
en España, y ante la situación cultural en que se vive y los ataques que
se le dirigen, debe encontrar este equilibrio que Jesús invita a vivir a todos sus discípulos misioneros: vivir con humildad el ser SAL de la tierra,
y vivir con “parresia” el ser LUZ del mundo.
V. PARROQUIA: DONDE LA COMUNIÓN SE VIVE COMO
CORRESPONSABILIDAD
PASTORAL ORGÁNICA
La comunión eclesial ha de expresarse en la organización pastoral, por
eso la llamamos PASTORAL ORGÁNICA o DE CONJUNTO: “Para vivir
de manera plena la comunión en la Iglesia, hace falta valorar la variedad
de carismas y vocaciones que confluyen cada vez más en la unidad y
pueden enriquecerla” (NMI, 29). Esta unidad encuentra su razón de ser
en 1 Cor 12,7: “A cada uno se le da una manifestación del Espíritu para
el bien común”.
Aparecida enmarca la pastoral orgánica en la Diócesis: “Ella debe impulsar y conducir una acción pastoral orgánica, renovada y vigorosa, de manera que la variedad de carismas, ministerios, servicios y organizaciones
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se orienten en un mismo proyecto misionero…” (DA, 169).
Aplicándolo a la Parroquia, Aparecida lo formula así: “La renovación de
las parroquias al inicio del tercer milenio exige reformular estructuras para
que sea una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros
de Jesucristo en comunión” (DA, 172).
El concepto de “red” lo entenderán con facilidad los pescadores. No
bastan los nudos que entrelazan y amarran los hilos y que podemos llamar organismos (comisión, grupo, movimiento). Cuando entre nudo y
nudo se rompe el hilo, se crea un vacío que impide usar la red para pescar. Creo que es necesario que comencemos a detenernos a pensar en
qué es aquello que debemos reparar de las redes, que en ocasiones están muy bien planteadas y estructuradas pero al final observamos cómo
no terminan de funcionar bien. Que estén los grupos ubicados dentro
de la parroquia y de la diócesis está muy bien pero, ¿y los hilos que unen
cada uno de los grupos? ¿Qué son esos hilos? Es la comunicación. Es el
encontrarse no sólo de una manera oficial. Hay reunión en un sitio y no
vamos porque no es nuestra o no nos corresponde y se crea distancia y
se corta la comunicación, la red no funciona así. Es necesaria una comunicación constante, ya que por ejemplo, en ocasiones hay situaciones
en las que los catequistas de jóvenes no se han reunido nunca con los
catequistas de mayores porque cada uno trabaja con unos y no existe
un hilo conductor, pues bien, hay que procurar que ese hilo sí que exista
y que haya un hilo que conecte esos dos organismos porque falta comunicación y no siempre el sacerdote puede estar atendiendo todas las
reuniones o provocando todas las reuniones. Si no nos convencemos
de la necesidad de estar en comunicación, dentro de la propia parroquia, los grupos que pertenecen a ella, estamos haciendo nudos pero
no habrá una red, y el Documento de Aparecida insiste que es preciso
que la renovación de las parroquias —al inicio del Tercer Milenio— exige
fórmulas/estructuras para que sea una red de comunidades y grupos. El
concepto de red me parece que hay que pensarlo, meditarlo y extraerle
toda la riqueza que pueda tener.
La corresponsabilidad en la Parroquia descansa, sobre todo, en la espi14
ritualidad de comunión entre los párrocos y los laicos: “No basta la entrega generosa del sacerdote… se requiere que todos los laicos se sientan
corresponsables…” (DA, 202).
Un problema frecuente en América Latina es el clericalismo, una expresión que proviene de “kleros” y que significa “lo que toca a uno en
suerte”. Quizá podríamos matizar que existe un clericalismo inocente.
Es el del sacerdote deseoso de servir, entregado a su parroquia, pero
desbordado en su trabajo. La acumulación de responsabilidades que le
impide un mejor servicio pastoral se debe en parte a su falta de capacidad para delegar, para compartir. Por otro lado, es de lamentar el clericalismo culpable del sacerdote que asume una autoridad que no se le ha
dado. Del sacerdote que ha personalizado en él lo que debería vivir “in
personal Christi”, somos demasiado importantes, nos hacemos demasiado importantes y a veces los laicos nos dan excesiva importancia y
esto no está en contra de la comunión, al contrario: es el sacerdote que
se ha adueñado del poder espiritual que lo convierte en autoritario y
convierte a los laicos en servidores suyos. Es el sacerdote que aprendió
a hablar para ser escuchado, pero que nunca aprendió a escuchar. Este
clericalismo está impidiendo la renovación de las parroquias e impide la
comunión.
Aparecida en el nº 203 nos da la clave para entender la PASTORAL ORGÁNICA como camino espiritual.
“Una parroquia, comunidad de discípulos misioneros, requiere de organismos que operen en cualquier clase de burocracia. Los consejos
pastorales, parroquiales, tendrán que estar formados por discípulos
misioneros constantemente preocupados por llegar a todos. El consejo
de asuntos económicos junto a toda la comunidad parroquial, trabajará para tener los recursos necesarios de manera que la misión avance y
se haga realidad en todos los ambientes. Éstos y todos los organismos
han de estar animados por una espiritualidad de comunión misionera.
Sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos
de comunión que se convertirían en medios sin alma. Máscaras de comunión, más que sus modos de expresión y crecimiento”.
Si no nos ayudamos desde muchos elementos, la renovación de la pa-
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rroquia va a ser un esfuerzo que no contará con todos los apoyos —que
en la Iglesia son muchos— empezando por la oración que es lo más importante. Pero si desde abajo, desde ese Itinerario se va haciendo este
camino, estoy convencido que se irá superando una Iglesia que se ha
basado en templo, sacerdote y sacrificio. Hemos superado eso pero nos
falta un camino largo que recorrer.
ASOCACIONES Y MOVIMIENTOS
La Exhortación Post-Sinodal “Christifideles Laici”, del papa Juan Pablo II,
en su numeral 29 nos presenta las formas agregativas de participación
por la cual,
“la comunión eclesial, ya presente y operante en la acción personal
de cada uno, encuentra una manifestación específica en el actuar
asociado de los fieles laicos, es decir en la acción solidaria que ellos
llevan a cabo participando responsablemente en la vida y misión de
la Iglesia”.
En el siguiente número, el Papa desarrolla los criterios de eclesialidad
que deben ser claros y precisos de reconocimiento de las asociaciones
laicales. Junto a estos criterios de carácter más universal, es necesario
considerar los que en cada diócesis y en cada parroquia hay que tener
presentes.
Es iluminador que Aparecida al referirse a los Movimientos diga:
“Para aprovechar mejor los carismas y servicios de los movimientos eclesiales en el campo de la formación de los laicos, deseamos
respetar sus carismas y su originalidad, procurando que se integren
más plenamente a la estructura originaria que se da en la diócesis”
(DA, 313).
Como criterios de carácter diocesano y, por lo mismo, parroquial, podemos considerar los siguientes:
- Todo movimiento que vive en comunión espiritual con la Iglesia
diocesana y la Parroquia debe:
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Ofrecer a sus miembros una FORMACIÓN aprobada por el Or-
dinario y además debe estar anuente a recibir la formación que
ofrece la Diócesis o la Parroquia.
Vivir la LITURGIA Y LOS SACRAMENTOS de forma abierta y no
exclusiva.
- Todo movimiento que vive en comunión pastoral con la Iglesia
diocesana y la Parroquia debe:
Participar, por medio de sus responsables o dirigentes en los ORGANISMOS DE COORDINACIÓN pastoral diocesana y/o parroquial.
Armonizar sus actividades propias con el calendario de ACTIVIDADES de la Diócesis y de la Parroquia.
- Todo movimiento que vive la comunión solidaria en la caridad
con la Iglesia diocesana y la Parroquia debe:
Coordinar sus ACCIONES SOCIO-CARITATIVAS para que no sean
contradictorias con los criterios de la Pastoral de la caridad de la
Diócesis y/o de la Parroquia.
Ser SOLIDARIO con las necesidades internas de la Diócesis, de la
Parroquia y de los demás Movimientos de apostolado.
CONCLUSIÓN
Que sean las palabras, una vez más, del Documento de Aparecida conclusión y propósito al mismo tiempo.
“¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del
encuentro con Cristo, que ha llenado de ‘sentido’, de verdad y de
amor, de alegría y de esperanza. No podemos quedarnos tranquilos
en espera pasiva en nuestros templos, sino que urge acudir en todas
direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido liberados y
salvados por la victoria pascual del Señor de la historia, que Él nos
convoca en Iglesia, y que quiere multiplicar el número de sus discí-
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pulos y misioneros en la construcción de su Reino en nuestro continente” (DA, 548).
También en el continente europeo, también en España, también en Valencia.
“Nos ayude la compañía siempre cercana, llena de comprensión y
ternura, de María Santísima. Que nos muestre el fruto bendito de
su vientre y nos enseña a responder como ella lo hizo en el misterio
de la anunciación y encarnación. Que nos enseñe a salir de nosotros
mismo en camino de sacrificio, amor y servicio, como lo hizo en la
visitación a su prima Isabel, para que, peregrinos en el camino, cantemos las maravillas que Dios ha hecho en nosotros conforme a sus
promesas” (DA, 553).
Muchas gracias.
18
PONENCIA 2
La Parroquia,
Iglesia de Cristo en un lugar
D. Lorenzo Trujillo Díaz
Un saludo muy cordial a todos los presentes, y mi especial gratitud al
Señor Arzobispo, don Carlos, por esta invitación: llena de esperanza ver
a una Iglesia, convocada por su obispo y reunida en el Espíritu, para confesar la fe y para profetizar la misión. Es motivo de bendición y de alegría. Gracias por permitirme participar en una experiencia tan hermosa.
Lo que voy a explicar acerca de la parroquia no es lo que más interesa
a ustedes. No es el cómo, pastoralmente, hay que abrirla a la misión
profundizando en la comunión interna. Casi no voy a hacer sugerencias
de ese tipo. Eso lo han escuchado y lo escucharán con gran riqueza de
matices en las otras dos ponencias, más existenciales e inmediatamente prácticas.
La nuestra tiene un objetivo más frío —quizá— pero creo que también
importante. Me refiero al sustrato institucional, al significado de la parroquia desde el cual se tiene que plantear la pastoral y en el cual hay
que actualizar esa comunión que, necesariamente, ha de darse en una
parroquia que merezca tal nombre.
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A. Hombre y Territorio
SIGNIFICADO ANTROPOLÓGICO DEL TERRITORIO
–I–
¿DE VECINDARIO A COMUNIDAD?
El Código de Derecho Canónico no la define por el territorio; ha eliminado de su definición este elemento. El canon 515 § 1 dice así: “La parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable
en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del Obispo
diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio”. Fíjense
que el término “determinada” excluye identificarla con cualquier tipo
de agrupación cristiana. Al decir “constituida de modo estable” nos está
señalando que esta comunidad no es resultado del derecho a asociarse,
no es una asociación de fieles. Es creación de la autoridad eclesiástica,
según normas del derecho, para edificación institucional de la Iglesia
particular. De todas formas, aunque se defina como comunidad, dado
que la inmensa mayoría de nuestras parroquias —por no decir todas—
son territoriales, y, por otro lado, que hoy el territorio está teniendo un
cambio de significado muy grande, parece conveniente partir de ahí,
de la localización, forma originaria y no eliminada, al menos de hecho.
Luego relativizaremos y veremos a dónde se llega. Así que, en primer
lugar, voy a decir algo como introducción acerca del significado antropológico y teológico del territorio.
– II –
EL TERRITORIO, ENTRE HOGAR Y PRISIÓN
El territorio, para el ser humano, no es algo secundario. Un simple ejemplo: caigamos en la cuenta de lo que afectivamente significa la vivienda
y el dolor ante la expropiación forzosa que se ha dado y se da. Nuestra
casa, nuestro hábitat, nuestro pueblo, nuestro lugar. Los lugares referenciales donde siempre vuelve el corazón con una nota de nostalgia. Y
es que el ser humano no tiene cuerpo, ¡es cuerpo!, somos corporales. El
cuerpo no es más que la concreción de mi territorio propio, y el territorio no es más que la plataforma y la extensión de mi cuerpo. Por eso, el
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territorio para nosotros es esencial. No somos ángeles y no somos transeúntes, todos necesitamos estabilidad, casa, hogar. Y eso no es todo.
Mientras el animal, forzadamente, mira al suelo y, por lo tanto, es preso
del pequeño territorio que contempla, el hombre, bípedo por la apertura al infinito que el alma (la forma profunda de su ser) introduce en él,
dirige su mirada al horizonte y protesta contra las limitaciones territoriales tratando de rebasarlas. Quiere romper los límites, quiere salir, y,
a veces, de una manera no correcta. Pero siempre con ese deseo: salir.
Por eso camina a una meta el peregrino, se mueve estacionalmente el
nómada, vaga sin rumbo el transeúnte. Y, por eso, se desarrolla una virtud humana mediante la cual territorio y corazón se entrelazan: la hospitalidad, tan alabada en toda la Sagrada Escritura, tan profundamente
humana y tan difícil de ejercer en nuestras ciudades.
– III –
EL TERRITORIO JUEGA EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
En la Sagrada Biblia Dios tiene una relación con el territorio, o mejor,
con el hombre en el territorio. En primer lugar, saca a Abraham de la
estabilidad ciudadana y lo acompaña en su caminar durante siglos hasta llegar con él al Templo, en la Tierra Prometida; ahí parece que Dios
se estabiliza y se encierra, pero no del todo: ¡La Casa de Dios! Cuando
quieren encerrar en el Lugar la Gloria, la Shekiná, acontece, no casualmente, la destrucción del Templo, la diáspora; el pueblo se esparce, y
Dios, con él, inicia la misión universal que culminará en el Hijo. De nuevo, Abraham y Moisés salen, y Dios sale. Con el paso de los siglos, el
Templo será sustituido por aquella casa en el alto Jerusalén (el Cenáculo), donde la Gloria, ahora el Espíritu Santo, entra para hacer salir a
todos los rincones, notificando las maravillas de Dios, el nuevo Templo
que es el Cuerpo de Señor.
– IV –
GLOBALIZACIÓN Y TERRITORIALIDAD
Estar, salir, volver, pisar, caminar. El territorio hoy está sufriendo un
cambio grande en la percepción humana. Está cambiando la relación
22
hombre-territorio. Las grandes migraciones: es muy difícil tomar conciencia de su magnitud, hondura y rapidez. Ustedes lo ven diariamente
al convivir con todo tipo de razas, antes invisibles en nuestro entorno.
Su extensión e importancia serán comprendidas adecuadamente por
los siglos que nos sigan. Las fronteras que establecieron los estados
medievales durante la Alta Edad Media están cayendo. Caen los muros
y se abren los mares a los esclavos que buscan una tierra donde vivir.
¡Caen los Estados! Es una avalancha humana la que salta los límites,
legal o ilegalmente. Supera con mucho aquel paso de sármatas, vándalos, alanos, suevos, hérulos, sajones, burgundios, alamanes... por las
aguas heladas del Rhin la noche del 31 de diciembre de 406. El mismo
exceso actual en los controles de las fronteras —esos controles que en
los aeropuertos de ciertos países resultan agobiantes— nos muestra la
creciente inseguridad fronteriza. En los territorios, actualmente, conviven o coexisten culturas diferentes, religiones diferentes, sociedades
diferentes. Es verdad que hay nuevas guerras territoriales, pero son, a
veces, para alejar el conflicto del centro y atacarlo en la periferia: son
guerras de supervivencia de minorías o de defensa anticipada de los poderosos. Resultado: o la comunión entre los hombres se profundiza y
extiende, o el “choque de civilizaciones” (Samuel Huntington) se tornará cada vez más fundamentalista y violento.
Y ahí es donde surge la pregunta que se dirige a la parroquia: ¿ha muerto el vecindario, su base humana? ¿Hay hoy vecinos en la gran ciudad?
Vecinos. Vicinus, próximo. Se puede conocer hoy a los del inmueble y
no siempre; poco más. Sin embargo, el vecindario es algo esencial en
la vida parroquial, o lo era. ¿Sigue el vecindario? ¿Habrá que sustituir la
institución local —localizada— por la asociación de fieles? ¿Esa comunidad estable de que habla el Código podría y debería ser una asociación
de fieles a la que se diera la condición de parroquia? Ya lo hemos excluido partiendo de los mismos términos del Código, pero es la cuestión
de base. La ciudad ha cambiado, y en esta nueva Edad Media que hace
treinta o cuarenta años predijeron sociólogos como Umberto Eco, los
barrios residenciales, muchas veces cerrados, amurallados, son los nuevos castillos de los nuevos señores en medio de una ciudad cada vez
más insegura e impersonal.
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B. La Iglesia entre el territorio y la asociación
JERARQUIZACIÓN DE AMBOS PRINCIPIOS
–I–
¿IGLESIA LOCAL O IGLESIA PARTICULAR?
Tras estas consideraciones previas, que no podemos desarrollar ahora, entramos en una cuestión más amplia y general, que, sin embargo,
puede ser iluminadora para comprender la parroquialidad: El Principio
territorial y el principio asociativo de la Iglesia.
El nombre de Iglesia, con toda su densidad y con toda su complexión
sólo se puede aplicar a la diócesis o Iglesia particular. Todas las restantes
configuraciones —estrictamente hablando— son comunidades eclesiales, no Iglesias propiamente dichas. La comunidad eclesial es parte,
cacho, fragmento. La Iglesia es porción, concentrado, fractal. Iglesia
particular, o sea, Iglesia en sentido propio, es aquella comunidad eclesial donde se dan todos los elementos de la eclesialidad, desde los ministeriales, empezando por el obispo propio, hasta un pueblo que no
se reduce a las personas adheridas voluntariamente: un pueblo abierto,
complejo, de verdad. No es una comunidad homogénea y parcial sino
compleja y completa. Es el módulo esencial de la Iglesia Sacramento
de Jesucristo. Por eso, Christus Dominus 11, cuando la define, termina
diciendo: “en la que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo que es
una, santa, católica y apostólica”.
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Frente a eclesiólogos ilustres como Salvador Pie Ninot o Jean M. R. Tillard, prefiero el término “Iglesia particular” al de “Iglesia local” a pesar
de la importancia que yo mismo doy al territorio. Primero, porque el
único texto conciliar que pretende una descripción o definición (CD 11)
así la nombra; pero, también, porque, aunque casi siempre es territorial, puede no serlo y, en todo caso, nunca se identificará absolutamente con el territorio. La Iglesia no es la Iglesia de Valencia, sino la Iglesia
que peregrina en Valencia hacia la nueva Jerusalén celestial. Por eso,
el territorio es muy importante, pero no encierra a la Iglesia, ni queda
sacralizado por el establecimiento de la misma en él. Es imprescindible, ciertamente, el territorio u otro elemento equivalente, objetivo
(por ejemplo, la historia de un grupo humano que provoca una pertenencia real y anterior a la elección personal). Cuando en un territorio se
establece la Iglesia, el territorio no se sacraliza; al revés, se desacraliza,
se abre. El movimiento evangélico es siempre de dentro a fuera; abre,
no cierra. En conclusión: ni se puede prescindir del territorio, ni se pueden identificar territorio e Iglesia. Si ello se dice de la Iglesia particular,
¡cuánto más habrá que decirlo de la parroquia, que no es una Iglesia sino
una comunidad eclesial!
La Iglesia está, habita, vive, se sitúa en un lugar, lo ama entrañablemente, lo enriquece humana y culturalmente, pero no es ese territorio. Y
este punto hoy es clave, por lo que les voy a decir, aplicable por supuesto a la parroquia. Se debe aplicar. Si queremos de verdad abrir la misión,
dar un paso importante en esta nueva época —auténtica época nueva—
hay que recuperar algo no eliminado (sería eliminar lo cristiano), pero sí
un tanto soterrado durante siglos: el sentimiento y la vivencia escatológica de la fe. Aquel “vivimos en el mundo, pero no somos del mundo” que
expresa la tensión de la espera del Señor.
– II –
LA ELECCIÓN DE LA TERRITORIALIDAD COMO BASE ECLESIAL
La Iglesia es la Iglesia que espera la venida del Señor, y la espera activamente: pidiéndola, sintiéndola, rezando, trabajando. Eliminen la dimensión escatológica, y lo que hacemos es establecer la Iglesia en este
mundo, territorializarla de modo absoluto y matar su dinamismo apostólico y misionero. Por tanto, cuando hablamos de Iglesia, empezando
por la Iglesia particular o diócesis, hablamos de una Iglesia que anhela,
que espera, que se prepara, que misiona para que la venida del Señor
no sea destructiva, violenta, trágica, catastrófica, sino todo lo contrario:
una venida amorosa, misericordiosa, que no sólo no destruye, sino que
edifica y construye definitivamente, transfigurando las realidades temporales, el mundo que el hombre ha ido construyendo, y los cristianos,
en su nombre, han ido ofreciendo diariamente en la Eucaristía. Por eso,
la territorialización hay que tomarla con muchos matices, relativizando
y abriendo a la Escatología. Aplicándolo a la parroquia, esto tiene y tendrá —a mi juicio— consecuencias muy importantes.
25
Históricamente, a lo largo de catorce, quince, dieciséis siglos —depende
de los lugares— el principio territorial ha sido el punto de referencia sobre el que, luego, se ha desarrollado el principio asociativo. La Iglesia ha
tenido como base la presencia territorial, y sobre esa base ha desarrollado, ha acogido, ha organizado, ese otro elemento asociativo también
cristiano —hondamente cristiano— y lo ha incluido en la gran Iglesia.
Les recuerdo brevísimamente algunos rasgos de esa historia. Allá por
el siglo IV, la Iglesia se rompe. Los movimientos gnósticos, aquellos
movimientos sectarios creados por maestros elitistas que desprecian al
episcopado y al pueblo sencillo porque los miran como cristianos de segunda categoría, mantienen que, para ser verdaderamente cristianos,
hay que separarse del vulgo y pertenecer a esos grupos elitistas y esotéricos mediante una nueva iniciación selectiva. Esa dialéctica, abocada al
cisma, se superó reafirmando el principio episcopal y el principio territorial. Quizás en exceso, pero afirmándolo. He aquí algunas razones que
pueden interesar para comprender lo que es la parroquia.
• En primer lugar, dar prioridad al territorio significa la superación de
todo elitismo, la apertura al pueblo. Por eso, la parroquia nace territorial, instalada en el territorio, abierta, y abierta quiere decir que mira al
pueblo. Ahora hablamos de comunidad con toda razón. La comunidad
es la concreción imperfecta pero imprescindible de la comunión vivida;
pero, cuidado con aplicar el término “comunidad”, según la mentalidad
creada por la sociología dialéctica de principios del siglo XX (comunidad
espontánea frente a sociedad organizada, Tönnies; o, carisma creativo
frente a institución fosilizada, Weber). Se trata de una comunidad institucionalizada, variopinta, plural, abierta a personas muy diferentes y a
pequeñas comunidades también abiertas. Por tanto, el territorio abierto a partir de entonces implica el encuentro comunitario en la unidad
eucarística de la diversidad en que consiste el pueblo de Dios.
• La ubicación pastoral, la territorialidad, permite un “cristianismo sin
adición”, sin añadidura. Cuando pretendo formar parte de una asociación cristiana, además de ser cristiano y bautizado, tengo que aceptar
los matices particulares (misión particular, estilo, organización) de esa
asociación. La iniciación postbautismal en esa asociación, su historia
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particular dentro de la historia de la Iglesia, la organización interna, los
fundadores-iconos, todo lo cual es lógico y positivo. Por el contrario,
cuando voy a mi parroquia, solamente se me pide ser bautizado y vecino. No se exige carné de identidad ni siquiera para lo más serio, hondo
e íntimo que es la recepción del cuerpo del Señor. Cristiano sin otros
añadidos o pretensiones. De ahí se deriva un trasiego, una movilidad y
fluidez grandes de personas, y, al tiempo, una estabilidad institucional
sólida. En la ciudad uno puede pertenecer jurídicamente por domicilio
a una parroquia y, sin embargo, estar adscrito vitalmente a otra parroquia. Eso es normal, pero ¿por qué? Porque es un territorio abierto; porque no tiene puertas; porque no exige identificación; porque no hay elementos de tipo segundo que filtren al bautizado. Eso en una asociación
es imposible porque dejaría de ser asociación.
• En tercer lugar, se elige el territorio porque se consagra el vecindario
como elemento subyacente y como base para la conversión personal.
Las relaciones humanas, las relaciones ciudadanas, la cercanía de la vivienda, el barrio. Es verdad que hoy, con las grandes avenidas y con el
nuevo urbanismo, el barrio prácticamente desaparece. Esos barrios con
sabor se conservan en el centro, y a veces, deshabitados o casi deshabitados. En el nuevo urbanismo la calle está pensada para el automóvil,
no para el ciudadano. También es cierto que se conserva un elemento
de la tradición occidental cristiana muy importante: la plaza. Los lugares de encuentro donde las calles desembocan, donde ves niños, donde
las familias se sientan en los bancos y donde el comercio está alrededor,
se conserva la ciudad. Está en crisis ese vecindario, tan aludido por los
últimos papas al hablar de la parroquia: que la parroquia es Cristo entre
los vecinos, que es el vecindario cristiano, que es la Iglesia que se avecina en la ciudad. Creo que el vecindario sigue existiendo, sigue siendo
importante; el problema es cómo descubrirlo en esta dispersión, cómo
hacerse presente en su movilidad.
27
– III –
EFECTOS PERNICIOSOS DEL “LOCALISMO”:
EQUILIBRIO Y SUPERACIÓN
La territorialización de la Iglesia fue una opción con grandes consecuencias positivas para la evangelización. Sin embargo, en esta vida, todas
las cosas, hasta las más positivas, tienen algún aspecto negativo: los
mejores medicamentos, gracias a los que muchas veces recuperamos
la salud, tienen efectos secundarios negativos; curan una enfermedad
pero dejan secuelas. No se escapa de esta ambigüedad la parroquia
territorial. Un ejemplo: la ciudad episcopal (un obispo, una Eucaristía,
un templo) se fracciona en pequeñas unidades que son las parroquias;
ese fraccionamiento, útil para llegar a todos, no en todo fue positivo.
Demasiadas autonomías y demasiado autónomas. Aún hoy, conviene
recordar que la parroquia no tiene todos los elementos constitutivos de
la Iglesia; se olvida con facilidad y se degrada a microdiócesis. La parroquia es insuficiente constitutivamente, y, eso, a la hora de una pastoral —lo que van a escuchar en las otras ponencias, tan interesante— lo
tenemos que tener presente. La misión partirá de la parroquia; la parroquia será su plataforma pero, ¡ojo!, la parroquia, institucionalmente,
como comunidad eclesial, no es la diócesis, no es suficiente. Volvemos
después a este asunto.
Como contrapartida para compensar ese localismo aldeano, a lo largo
de la Edad Media, el Espíritu Santo, mediante las órdenes religiosas, corrige, complementa y abre; el reconocimiento eclesial de los carismas
organizados da lugar a grandes asociaciones internacionales que traspasan los límites territoriales y los hacen permeables a la fe y abiertos a
la Iglesia universal. Empezando por las sucesivas reformas de los monjes, siguiendo por los frailes, es decir, los mendicantes de la Alta Edad
Media, y pasando por todas las reformas posteriores: clérigos regulares,
órdenes dedicadas a los pobres durante los últimos siglos, etcétera. Es
verdad —aquí, para la comprensión, conviene que lo recordemos— que
estas instituciones internacionales, interterritoriales o intereclesiales
tienen un punto local de referencia: la Iglesia de Roma. Cuando debilitan o pierden ese punto de referencia, se convierten en corrientes sin
28
suelo, con lo cual hay un peligro de conflicto entre ellas y el territorio
episcopal o parroquial. Y un peligro de sectarismo elitista, de endogamia y uniformismo.
Les ruego que recuerden que esta intervención no tiene como objetivo
concretar modos pastorales para convertir la parroquia estática en parroquia misionera, sino comprender algo de la naturaleza y entresijos
históricos de la misma. Es algo previo. Y en el modo de explicar y vivir esa
naturaleza o ser de la parroquia, creo que el cambio en el ejercicio de la
autoridad pastoral del romano pontífice, cambio que comienza con Juan
XXIII en el Concilio Vaticano II —la colegialidad— y que ahora abre nueva
etapa con el papa Francisco y su deseo de colegialidad más intensa, va
a tener efectos en la relación entre los grandes movimientos cristianos,
incluidas las órdenes intereclesiales y el territorio, que va a provocar vías
de encuentro y de integración nuevos. No de modo automático; las cosas no vienen de arriba; hay que hacerlas a todos los niveles y todo lo
que apoyemos será positivo en este sentido. Pero ahora nos hacemos la
pregunta: lo que venimos diciendo acerca del territorio y de los cambios,
¿cómo puede afectar a la parroquia actual, a sus cimientos?
– IV –
ELEMENTOS A CONSERVAR EN EL CAMBIO
Antes, un poco de calma y sosiego; caminemos sin nervios, sin voluntarismos, sin saltos mortales. No queramos ir por delante del Señor. Si
intentáramos hacer futurología, seguro que no acertaríamos. En todo
lo referente al futuro hay que decir lo que decía un viejo amigo mío: “De
eso, lo más seguro es que quién sabe”. O, de otra manera, el primer paso
y el último en la vida los da el Señor. La historia puede sufrir cambios
que nosotros ni sospechamos; unos, ajenos a nuestras libertades; otros,
derivados de actos libres que estamos poniendo y cuyos efectos futuros ignoramos. Si se quiere concretar, aproximar ese futuro, hay que
ser prudentes con la prudencia de los humildes y sencillos. La reforma
de la Iglesia no se hace en los despachos ni en las aulas de teología. La
reforma de la Iglesia la hace el Señor que es el Sacerdote eterno actual,
y la hacen los creyentes que entregan su libertad a la voluntad de Dios.
29
Todo lo demás es una ayuda importante, pero no es el eje de la vida.
¿Cuál puede ser el futuro como institución pastoral básica de la Iglesia
si la parroquia ha de seguir existiendo —como parece seguro— por muchas razones? Entre otras, hay dos cosas que, seguramente, tiene que
conservar, aunque con fuertes cambios en el modo de vivirlas:
• En primer lugar, su localización en un vecindario, aunque sea disperso (projimidad objetiva). Puede haber parroquias personales
como puede haber diócesis personales, pero no confundamos:
una cosa es la parroquia personal y otra, la asociación de fieles.
Está fuera de lugar convertir esta última en parroquia; es un contrasentido aspirar a ello. La parroquia personal debe tener un elemento afín al territorio, algo estable al margen de la voluntad asociativa, una historia, una especificidad de ese grupo dentro de la
población, una “vecindad objetiva” entre sus miembros, aunque
no residan en el mismo barrio. Aun siendo personal, debe tener
un suelo previo a la adhesión contractual de sus miembros. De lo
contrario, lo que estamos haciendo es falsificar la realidad y caer
en un nominalismo disolvente, llamando parroquia a lo que no lo
es. El derecho de asociación se establece sobre el territorio de la
Iglesia particular, pero no se convierte en Iglesia equivalente a la
territorial. Por tanto, parroquia seguirá siendo algo relativo a un
vecindario, aunque sea disperso. Parroquia es proximidad, projimidad; al alcance del vecino, haciéndose vecina. Ha de hacer posible al pastor que conoce porque comparte la vida.
• En segundo lugar, planteemos del modo que sea la parroquia, nunca abandonará, como tarea propia, el cuidado pastoral de los que
ya son cristianos. El ir por la oveja perdida, dejando a las noventa y
nueve, seguramente es la gran consigna del Señor para esta etapa,
pero la parroquia, como tal, tiene una misión que es propia y específica suya, el cuidado de los que ya están bautizados para que no
pierdan su fe, para que no se deterioren. De modo que la pastoral
parroquial seguirá siendo inseparable de la acogida. La acogida, es
decir, el recibir al que viene, personalmente, afectivamente, misericordiosamente y con todo el respeto.
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C. Posible giro de la parroquia
ALGUNAS PISTAS O SUGERENCIAS
–I–
DE TERRITORIO CRISTIANIZADO A MISIÓN LOCALIZADA
Hay que dar un paso más. Si hemos dicho que partimos de la pluralidad
religiosa del vecindario, de vecindarios dispersos, del estado de misión
de la Iglesia, la parroquia no podrá quedar en el hogar de acogida localizado. Si queda en eso, entrará en crisis antes o después, y, sobre
todo, no cumplirá su misión. No participará en un movimiento eclesial
que desde hace años está intentando romper la muralla defensiva; un
movimiento de evangelización que intenta poner en práctica la renovación de la misión dada por el Señor y la venida del Espíritu en el Concilio
Vaticano II.
Toda la Iglesia —hoy— tiene que dar este paso que simbolizo en una
especie de icono evangélico. Intenten visualizarlo: el profeta, el último
profeta, Juan Bautista, allá por la cercanía de Jericó, se pone en el paso
del río para filtrar el paso de los peregrinos, para purificarlos; deben entrar en condiciones al Lugar Santo; viene a decirles: “Penetren, entren
en Jerusalén, que llega el final, refúgiense. Jerusalén será el gran búnker
ante la catástrofe”. Contraste con otra escena parecida: el Señor, en la
semipagana Galilea o en la periférica Betania, empuja, por el contrario,
a salir: “Salgan, salgan, no se refugien en el búnker; quedarían enterrados
en él”. La parroquia no puede ser lugar de refugio. Lugar de acogida, sí;
lugar de atención pastoral, también; lugar de fraternidad y de comunión también, pero todo ello para constituirse en plataforma de salida
misionera. El dinamismo misionero pasa a primer plano; de lo contrario,
la parroquia hoy no serviría a lo que hoy pide la Iglesia como sirvió antaño. En un momento en que la Iglesia se territorializó —societas christiana, cristiandad, estados confesionales cristianos—, la parroquia fue
la mediación para salvaguardar la pastoral cercana, personalizada. Pero
ése no es el momento actual. Como durante toda su historia, la pastoral parroquial cuidará de los feligreses, ahora no son feligreses todos
los vecinos. El cuidado de los feligreses sufrirá un deslizamiento: no irá
31
dirigido a que conserven su fe y progresen en sus virtudes, sino a que
salgan a evangelizar. La parroquia se convierte en la gran escuela local
de evangelizadores.
En consecuencia, ha de constituirse en misión localizada, plataforma
local de nueva evangelización. De lugar ya cristianizado a misión localizada, y esto supone un camino de remodelación incluso institucional,
no sólo personal. Un camino de remodelación tanto de las relaciones
entre sus miembros como de la organización. Ahora la mirada no puede
fijarse en lo que interesa para robustecer el ámbito interno, sino en lo
que se precisa para animar una salida eficaz.
– II –
EL APRIORI DEL CAMBIO
Intentemos sugerir algunos acentos en este cambio de dirección; meras
sugerencias, pues vuelvo a insistir en que no es cuestión de despachos,
ni de planificaciones. Por supuesto que hay que planificar, pero desde
la conversión personal, pues lo personal va siempre por delante en el
camino cristiano. El factor humano, el sujeto de la gracia, es quien realmente mueve los grandes procesos de cambio. He estado hace unos
días en una floreciente universidad católica latinoamericana; más que
el número de alumnos, más que su vitalidad, más que la ilusión de los
profesores, me impresionó gratamente su origen: la inquietud apostólica de un sacerdote. Sin ayudas institucionales. Él la construyó, la puso
en marcha, y cuando lo había logrado, la entregó a la diócesis. Esto se
confirma fácilmente en la historia de la Iglesia; un alto porcentaje de
sus realidades institucionales se debe a personas que se han lanzado,
que han tenido la gracia de Dios, que Dios ha bendecido su obra y que
luego han sabido expropiarse de ella diciendo: no es obra mía, es obra
de la Iglesia. Pero, ¡ojo!, no me malinterpretéis. La persona no es el individuo aislado y autosuficiente; nace y crece en la relación, en el seno
de la comunidad eclesial, en la comunión. Y, la primera persona, la que
realmente lleva la iniciativa de la historia de la salvación es el Sacerdote
Eterno, actualmente actuante. Nos detenemos un instante en esto porque es esencial.
32
Cuando se escribe la Carta a los Hebreos —segunda generación cristiana, finales del siglo I— parece que la Iglesia estaba viviendo la peor de
sus crisis. Jesús había dicho: en una generación vuelvo con gloria; la generación desaparece y no ha vuelto. Crisis de fe. Como rama religiosa
del judaísmo participaban de la condición de religio licita y, ante el Imperio, poseían carné de identidad; a partir de la década de los ochenta,
son excomulgados por el “concilio” rabínico de Jannía; sin pueblo y sin
familia. Crisis social de pertenencia. A mitad de los noventa, Domiciano
inicia una gran persecución sistemática por razones políticas. Crisis con
el Imperio. Finalmente, en esta, gravísima, faltan los grandes apóstoles
con su autoridad testimonial incontestable; los sucesores no tienen aún
el prestigio de aquéllos, y la teología del episcopado está en ciernes;
aparecen los falsos maestros; medítese despacio el cuerpo central de la
Segunda Carta de Pedro y su angustiada advertencia a los fieles. Crisis
de liderazgo y de unidad eclesial. Pues bien, justo en esos momentos
tan difíciles, Hebreos desentierra el concepto de sacerdote y lo aplica
en plenitud a Cristo. Pienso que el objetivo es dejar muy claro algo que
todos sabían, pero que era preciso ahondar: Jesucristo no nos salvó en
el pasado, nos está salvando hoy porque nos salvó entonces. Está trabajando nuestra salvación en la actualidad, si bien desde la entrega histórica glorificada en la resurrección.
Cristo continúa su obra como Kyrios, como Señor que conduce a su Iglesia, mediante el Sacerdocio pleno, celeste. Es el Mediador entre la misericordia del Padre y la respuesta histórica humana. Desde esta confesión cristológica, imprescindible, hay que advertir (¡otra vez!) contra los
voluntarismos institucionales. Todo tiene que empezar por la oración,
por el respeto a la voluntad del Señor, por la acogida de la gracia. La misión cristiana es una información con hechos y palabras, mediante testigos vinculados personalmente al Señor, para abrir la libertad humana a
la Venida. Así es acelerada, como también enseña la Segunda de Pedro
(3,12); pero, sobre todo, el mundo es “acostumbrado” a la Luz para que
no quede deslumbrado y destruido el Día del Señor.
En consecuencia, lo primero es orar, respetar la acción de Jesucristo,
preguntarse qué quiere Él hoy y estudiar los signos de los tiempos a fon33
do. Luego, todo lo demás, y ya veremos qué pasa. Sabemos la meta y
el final del camino que emprendemos como evangelizadores, pero ignoramos los accidentes, los imprevistos, los recodos y recovecos. Habrá
que afrontarlos y sortearlos día a día. Salimos fiados de nuestro Señor.
– III –
RECONOCER LA INSUFICIENCIA DE LA PARROQUIA
Concentrando nuestra mirada en la conversión de la parroquia de refugio en misión, el primer paso para desbloquear el camino es la aceptación intelectual, cordial, práctica de la insuficiencia de la parroquia;
es una institución pastoral básica, pero no es la Iglesia particular, la
diócesis. No retrocedamos a la polémica de aquellos maestros de París
que sostenían que la parroquia era de derecho divino para cerrarla a los
frailes; era un tiempo en que, al perderse de vista la sacramentalidad
del episcopado y degradarse la diócesis a departamento administrativo de la Iglesia universal, se trasladaba la diocesanidad a la parroquia
y al párroco. Incorrectamente. La parroquia es una institución básica,
la primera, pastoralmente hablando; tiene la solera de muchos siglos y
seguramente pervivirá otros tantos. Pero no es la diócesis, por tanto no
puede dar cuenta de la totalidad de la misión y tiene que aceptar que
la misión la desborde. No es una Iglesia en sentido pleno, no es un territorio cerrado, no puede absorber todas las dimensiones de la pastoral.
En Christifideles Laici (nº 26, párrafo 3º) se recoge el pensamiento de
Juan Pablo II muy repetido en diversas ocasiones. Enalteciendo la misión de la parroquia a lo grande, introduce un inciso limitador: que no
toda la acción evangelizadora tiene que pasar necesariamente por ella.
La autosuficiencia de la parroquia se irá viendo cada vez más como patología pastoral, pastoral enfermiza. Importante subrayar en ese párrafo que la armonía de esa pluralidad que se encuentra en la comunión
parroquial, se atribuye, como es natural, al obispo. Añadiríamos: con
su Presbiterio. No lo olvidemos: el giro de la nueva evangelización, con
toda la complejidad institucional que hoy encontramos en la Iglesia, con
la selva de espiritualidades, movimientos, comunidades, etc., requiere
recibir en la práctica lo que la Iglesia ha enseñado sobre el episcopa34
do en el capítulo III de Lumen Gentium, Concilio Vaticano II; es la mejor
tradición de la Iglesia, anterior y cimentadora de la creatividad asociativa impulsada por el Espíritu Santo. No habrá armonía en la Iglesia si el
obispo no ejerce o no le dejan ejercer su sacerdocio apostólico.
– IV –
DEL PODER A LA AUTORIDAD
Un segundo paso. El ministerio episcopal y presbiteral, es decir, el ministerio estrictamente sacerdotal se tiene que vivir cada vez más como
servicio al Pueblo de Dios. Es urgente pasar del poder a la autoridad;
cada día menos poder mundano, cada día más autoridad evangélica.
Menos poder, menos voluntarismo para mandar y menos creer que todo
depende de uno. Más autoridad, más vida en el Señor, más coherencia
personal y más aceptación por parte de los fieles. Autoridad procede del
latín auctoritas, a su vez derivada del verbo augere, que significa aumentar, hacer crecer, hacer progresar. La autoridad no es el poder que se impone a los subordinados y los empequeñece; es la calidad, el significado
profundo de una persona capaz de hacer crecer todo lo que toca. El poderoso es un enano aupado en los hombros de los humildes; la persona
con autoridad es alguien que desaparece y se oculta para que crezcan
los que la rodean. Cuando contemplamos el ministerio sacerdotal, con
todas sus deficiencias que, a veces, son muchas, contemplamos en realidad a Jesucristo como hombre público, embajador del Padre, misionero
divino. Su autoridad era el aura de su persona, la coherencia de su conducta, la capacidad de sanar y reconstruir. En un momento de privatización como éste, es fundamental que se respete el ministerio sacerdotal
como algo público; mas, para eso, el poder mundano debe dar paso a la
autoridad de la misión que reconoce el creyente. Ahí tenemos un camino y, especialmente, los que hemos recibido el sacramento del orden.
No es fácil, pues, a veces. Renunciar al poder trae consigo el desorden y
abre espacio para que otros, que no tienen ni la misión ni el derecho, se
apoderen de la comunidad y la destruyan. No es fácil pero es necesario.
El evangelista Marcos, sobre todo, ya en lo que llaman la jornada pastoral de Jesús, en el capítulo primero, destaca explícitamente su autoridad
35
(no como los letrados). Sin embargo, Jesús no tuvo ningún poder social.
No era sacerdote, no era rabino, no estaba “titulado” en la escuela de
un rabino famoso: ¡pero hablaba con autoridad! Lo obedecían hasta las
fuerzas de la naturaleza, expulsaba a los demonios… La autoridad era
consecuencia de su transparencia respecto a la presencia del Padre por
la entrega absoluta de su voluntad. Cuando eso se da, aparece la autoridad. Mirando a san Juan de Ávila, nos admiramos de su autoridad espiritual. Sin embargo, su titulación académica no era completa; no tenía el
prestigio de los grandes profesores de la época. ¿Por qué lo de Maestro?
¿Cómo había ganado su autoridad? No es casual que haya sido el último en ser canonizado entre aquellos que él mismo dirigió a la santidad.
Hizo crecer mediante la autoridad de la Cruz; él desapareció.
–V –
EL PRESBÍTERO PÁRROCO, NI UN OBISPO EN MINIATURA
NI UN DIÁCONO SOBREDIMENSIONADO
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Un tercer paso. Dentro de este cambio de estilo en los ministros sacerdotales, hay algo que influye, yo diría que esencialmente, en la configuración de la parroquia, y que tiene que ver con lo que hemos llamado
“insuficiencia” de la misma. Hay que recibir teórica y prácticamente la
recuperación obrada por el Concilio de la diferencia sacramental entre
episcopado y presbiterado: primero, el carácter verdaderamente sacerdotal y no tanto gestor del primero, del obispo. Antes es sacerdote y
sacerdote pleno, pastor y guía; luego, lo que sea necesario. En la historia de la Iglesia se fue produciendo un deslizamiento que, como tantos
otros, pudo ser acompañado por la voluntad del Señor para garantizar
su libertad; mantenerlo hoy es un obstáculo para la nueva evangelización y, sobre todo, para la renovación de la parroquia. Recordemos, de
pasada, que, en aquel conflicto, presbíteros y diáconos en la Iglesia de
Roma y en otras, la solución consistió, sin plantearlo explícitamente, en
ir convirtiendo a los diáconos en sacerdotes y a los presbíteros en diáconos. Resultado: un híbrido deforme. La gestión o gerencia absorbió
en buena medida la sustancia sacerdotal o pastoral. Aquel grito apostólico de Hch 6 (hemos de dedicarnos a la oración y a la predicación) fue
apagado por el coro de curiales y administrativos. De hecho, el proceso
de ordenación sacramental se ha convertido en un cursus honorum que
va integrando los grados menores en la cúspide jerárquica: minoristas,
diáconos, presbíteros, obispos; y aún sigue: arzobispos, cardenales...
En la pasada investidura para celebrar la liturgia, el obispo se vestía de
todos los ministerios, una capa encima de otra, como la cebolla. La consecuencia es clara: el sacerdocio se identifica con el presbiterado, pues
con él se recibe la potestad de consagrar el pan y el vino. Se borra la
diferencia entre obispo y presbítero, y éste se siente obispo en su pequeño reducto. Separar del sacerdocio ministerial las diaconías y poner
al frente de ellas un diaconado serio y eficaz es algo imprescindible para
vivir la colegialidad; pero esto es otra historia y ustedes disculpen que
no entremos en ello.
Aplicándolo a nuestro tema: el párroco tendrá que cuidar el tejado de su
parroquia, o avisar al carpintero, o mejorar la iluminación del templo...
si no hay otro ministerio que se haga cargo con eficacia y gratuidad.
Pero, si su tarea se desplaza en un alto porcentaje de tiempo y esfuerzo en esa dirección, terminamos teniendo un diácono con pretensiones
sacerdotales y un sacerdote con función diaconal. El obispo tiene que
recuperar esa función sacerdotal, y el presbítero se debe convencer,
además de eso, de que sólo es presbítero, de que sacramentalmente no
es obispo y que, por lo tanto, no es el que lleva la iniciativa eclesial. Es un
colaborador necesario por sacramento, no por derecho, por sacramento. Por tanto, el párroco no es un pequeño obispo, es un presbítero y
la diferencia es muy grande. Quiero en este momento rememorar con
afecto a aquellos párrocos de nuestra postguerra, pastores de corazón
y recios hasta la demasía, párrocos en propiedad (¡!), don-camilos a la
española. Recuerdo a uno en particular, que dejó una huella imborrable
en un gran pueblo, y que, en alguna ocasión, se atrevió a aconsejar a su
obispo de esta guisa: “señor obispo, venga usted por la parroquia cuando
haya algo que inaugurar (el templo reconstruido en aquella ocasión), pero,
no se moleste mucho más; al fin y al cabo, aquí el obispo soy yo”. Aquí
el obispo soy yo: no, señor párroco; eres presbítero, nada más y nada
menos. Tu mirada ha de estar pendiente del obispo, en comunión con
el de Roma, y también de tus co-presbíteros. Porque ser presbítero es
ser miembro de un presbiterio, y tú no puedes ir por libre. A cada paso
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que des tienes que echar una mirada a tus colegas del presbiterio. Como
presbítero tu primera misión —y en esto te pareces al obispo— es hacer
crecer y progresar a tus hermanos de presbiterio. La fraternidad sacramental de Presbiterorum Ordinis es el equivalente a la colegialidad episcopal. ¡Que no somos presbíteros, que somos co-presbíteros y que nos
ordenan subiéndonos al altar y diciéndonos: concelebra con nosotros!
Las definiciones de Pedro Lombardo o de Alejandro de Hales, aquel poder para consagrar es inseparable de la relación ministerial con Cristo,
con el obispo y con el presbiterio.
– VI –
SIN LAICADO ACTIVO NO HAY PARROQUIA
Avanzamos un nuevo movimiento. Si se da el paso de la autoridad al
servicio, y, al mismo tiempo, el presbítero (por tanto el párroco) se desnuda de autoritarismo seudoepiscopal, la consecuencia es clara: puerta
abierta para la colaboración seria de los fieles laicos en la misión parroquial. El párroco no será ya el hombre-orquesta que toca (improvisando
mal y sin partitura) ocho o diez instrumentos al mismo tiempo, ayudado por muelles, palancas, bocados, mientras los transeúntes echan
una moneda. Ahora será el director de una orquesta de profesores (¡los
laicos!), a los que respetará y a los que hará respetar el ritmo común,
obedeciendo él mismo, el primero, la partitura recibida y estudiada. La
parroquia-misión (no sólo parroquia misionera) tiene una finalidad clara: preparar evangelizadores. No es una tarea de mantenimiento pastoral, sino de configuración de testigos del Evangelio, capaces de predicar
la Buena Nueva de Jesucristo con palabras y obras, en su ambiente, en
su mundo. Ya no basta el párroco y sus vicarios... sobre todo si dejan de
asumir tareas diaconales que los encierran y clausuran. Es imprescindible la colaboración de toda la comunidad. Solamente así será posible el
giro de la parroquia.
Habrá que tener exquisito cuidado en evitar la clericalización de los laicos en esta tarea ministerial. No puede haber un desequilibrio a favor de
las tareas internas de la comunidad, descuidando esa responsabilidad
para con la mundanidad derivada de su peculiaridad secular. Tanto los
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ministerios estrictamente derivados del bautismo, como aquellos otros
que requieren un envío especial por participar de la tarea propiamente
pastoral de los sacerdotes, han de llevar consigo la marca propia del laico, su estilo secular. La participación de los laicos no puede plantearse
como suplencia de un presbiterio disminuido en número; este asunto
tendrá que asumirse desde una mejor comprensión del ministerio ordenado y de su misión. Y, ahora, es cuando se puede ver el hueco eclesial
para el diácono como director de estos ministerios laicales. De esta manera, paso a paso y partiendo de la conversión personal, la parroquia irá
dejando de ser “estación de servicios” para el transeúnte y podrá convertirse en lugar teológico donde el bautizado es equipado para misionar.
– VII –
LA ACOGIDA COMO ACTO EVANGELIZADOR
Otro paso más que ya citamos antes: la acogida. No es fácil. Para los
párrocos, a veces, resulta doloroso y origen de gran perplejidad. De los
bautizos de bebés que realizo en la parroquia, quizá un setenta u ochenta por ciento no reúnen las garantías mínimas de cultivo y educación
cristiana en el futuro: matrimonios civiles, familias desestructuradas o
monoparentales, enfrentamiento de cónyuges separados ante la misma celebración, etc. Con el código, los prenotandos litúrgicos, los reglamentos diocesanos, en una interpretación estricta, habría que demorar
casi siempre y negar no pocas veces. Y, de nuevo, el giro pastoral: la
cuestión no está en restringir o ampliar, sino en evangelizar al que viene a pedir un sacramento. Esto requiere acogida activa, amor pastoral,
preparación para ir más allá de la norma, tiempo. La experiencia de no
pocos párrocos es que, si recibes, hablas, pones las cosas en claro, si les
predicas la conversión, si les haces ver lo que en el futuro puede pasar
para ese niño y para ellos si eso no se rectifica o, por lo menos, si no hay
un propósito de rectificar cuando se pueda, se dan conversiones reales.
Se nos ha pedido, más de una vez, el sacramento del matrimonio por
parte de los padres, incluso antes del bautismo del bebé, y, en ocasiones, con una gran sencillez y sin pretensión de brillo social. No hablo de
un caso aislado.
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La acogida es esencial también hoy; más que antaño aún. Pero, es preciso saber explicar a una persona dónde está su fe, por qué no cree, qué es
lo que lo separa de la Iglesia. Y en un tono afectuoso, con un gran respeto,
sin presionar más de la cuenta, con mucha seriedad y verdad. Estamos
en un momento en que el cambio de época no ha cristalizado, todavía
está presente el “movimiento sísmico”. Por tanto, no somos quién para
cerrar puertas, para excluir, salvo cuando existan razones serias: rechazo
de la sustancia del sacramento, escándalo público y publicado, apostasía. Casi nunca podemos afirmar con certeza una falta total de fe; hay
que discernir, hay que hablarlo, hay que intentar la conversión. Salvar lo
salvable. Hoy como nunca, el responsable sacerdotal o laico de un equipo de acogida tiene que recordar al siervo de Yahvé: “No romperá la caña
quebrada ni apagará la llama vacilante” (Is 42,3). Hemos venido para sanar, no para condenar. Eso sí, con la verdad por delante y nada de tolerancia relativista. Con la verdad por delante y, a veces, pidiendo nuevos
encuentros para seguir dialogando y presentando el misterio de la fe.
– VIII –
LA CIUDAD DESDE LA PARROQUIA
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Finalmente, dentro de este conjunto de sugerencias apenas apuntadas,
creo que la parroquia en la actualidad puede tener una función humanizadora análoga, en cierto sentido, a la de los monasterios medievales.
La territorialidad hace de la parroquia un recinto ciudadano, un lugar
estable donde profetizar y ensayar la nueva ciudad. En una ciudad en
crisis, rota por la construcción acelerada de barrios enteros... y vacíos,
y por la inseguridad, la parroquia puede ser uno de los lugares básicos
para convertir al cristiano en un nuevo ciudadano que colabore activamente en la edificación de la Nueva Ciudad a imagen de la Jerusalén
celestial. En este punto, invitaría a los equipos de pastoral parroquial
a releer los escritos de Giorgio La Pira, el gran alcalde de Florencia en
proceso de beatificación; a admirar la síntesis de cristiano y ciudadano
que él vivió. La Edad Media creó una civilización de ciudades libres, con
fueros y libertades, de nuevas polis cristianizadas. Luego, el nacionalismo imperialista arruinó esta civilización; recuerden, como ejemplo,
la guerra de los comuneros contra el emperador Carlos V: los grandes
municipios castellanos defendiendo su autonomía —y derrotados en Villalar para siempre— contra el imperialismo y el estatalismo nacientes.
La Pira, al terminar la guerra mundial, viendo las consecuencias de los
nacionalismos totalitarios, reivindica la ciudad como lugar propio del
hombre. Frente al urbanismo actual, que casi ha eliminado la filosofía
de la ciudad y se limita a planificar técnicamente el uso del suelo, La Pira
parte de una “metafísica” de la ciudad, de una concepción humanista de
la misma; piensa en una ciudad con las dimensiones que ennoblecen y
realizan al hombre: un lugar para rezar (el templo), un lugar para amar
(el hogar), un lugar para trabajar (el taller), un lugar para pensar (la escuela), un lugar para sanar (el hospital).
Si la parroquia pretende no solo sobrevivir, sino renacer convirtiéndose
en misión localizada, no podrá asistir pasivamente a la descomposición
de la ciudad; tendrá que aportar un gran regalo que ella puede hacer
desde la fe: el ciudadano que lucha por humanizar su ciudad, por hacerla lugar de espera del Señor, anticipo de la Jerusalén celestial, territorio
de encuentro y de paz. Si no hay vecindario, habrá que inventar nuevas
formas de vecindario... y se inventarán. “Créeme, mujer, llega la hora
en que ni en esta montaña ni en Jerusalén se adorará al Padre. Vosotros
adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque
la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, y ya ha llegado,
en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad...” (Jn 4,21 ss.). Desde la parroquia renovada, la Eucaristía puede y
debe ser la primera piedra donde se asiente la Nueva Ciudad, la fuente
de un nuevo espíritu ciudadano fruto de la conversión y la misión.
Muchas gracias.
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PONENCIA 3
La Parroquia,
plataforma misionera. El primer anuncio
Rvdo. Sr. D. Xavier Morlans i Molina
Buenos días a todas y a todos. En primer lugar, muchas gracias a Don
Carlos y al equipo organizador que me brinda este regalo porque es un
verdaderos regalo de Dios despertarme esta mañana pronto, tomar el
Euromed, y en tres horas poder adentrarme en el corazón de una diócesis en acción. La diócesis de Valencia que yo conocí en Roma, por los
años 70 a través de los sacerdotes que estudiaban allí en Roma, y que
he podido conocer de forma más directa, el año pasado, durante las
Jornadas de Pastoral Juvenil.
Como ya ha indicado el presentador, yo no haré una ponencia que tenga en cuenta todos los elementos de la parroquia. Los enunciaré en un
momento dado, y me centraré en un aspecto monográfico —a mi juicio
muy importante— que lo tenemos un poco olvidado los católicos: el primer anuncio. Intentaré explicar pedagógicamente qué se entiende por
el primer anuncio, y los laicos y laicas como sujetos primeros del primer
anuncio. He elaborado mi ponencia de 45 minutos en diez pasos.
PRIMER PUNTO:
Hay que tomar acta, con realismo y humildad, del final del régimen de cristiandad. La fe cristiana, estaremos todos de acuerdo,
ya no se transmite de manera natural y espontánea a través de los
tres pilares clásicos:
- La familia: Con las excepciones preciosas de los matrimonios que
habéis dado rostro y voz a una pastoral preciosa, pero sabemos
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que, por primera vez en siglos, una mayoría, un gran número de
madres, para decirlo con un ejemplo muy claro, no enseñan a rezar a sus hijos por la noche. ¿Estamos de acuerdo?
- La parroquia: El párroco ha dejado de ser una autoridad religiosa
local y ha sido sustituido —con creces— por la televisión y las redes sociales.
- La escuela: No es ese tercer pilar en cuanto a transmisión espontánea, esponjada de la fe.
Hoy, ya no se puede ser cristiano por inmersión, sino que hay que serlo
por opción. Es verdad, como ha dicho muy acertadamente don Lorenzo
Trujillo, que en estos tiempos no hay que apagar el pábilo vacilante, no
sabemos lo que es apostasía o indiferencia, pero tenemos que partir de
una constatación humilde: La exaltación del “yo” y la cultura de la desvinculación, lo que no me apetece no me puede vincular, sea familia,
pareja, hijo, ancianos o responsabilidad social... Esta cultura del “yo”
ha venido para quedarse por mucho tiempo en toda Europa. Amigos y
amigas, con esperanza, con alegría, Valencia es una diócesis muy potente, pero en el conjunto de España, de Europa, tenemos que hacer
el duelo necesario. Los católicos, a pesar del empuje que respiramos
cuando nos juntamos, ya no seremos mayoría social en Europa durante
mucho tiempo. Seremos —somos— en el mejor de los casos como decía
Benedicto XVI, una minoría significativa y creativa. Vosotros sois ejemplo de esta creatividad. Queremos evitar el riesgo, no sea así, de ser una
minoría insignificante, o sea, secta.
SEGUNDO PUNTO:
Debemos ser muy conscientes de la gran conversión mental, cordial y pastoral que se le pide a la parroquia para ser realmente evangelizadora. La parroquia ya no puede seguir siendo un club donde
el que más años lleva, tiene más derechos y mira con recelo al que
acaba de llegar. La parroquia, como ya decía el beato papa Juan
XXIII, debe ser —hoy más que nunca— una fuente de agua fresca
que brota en medio de la plaza del pueblo o del barrio. La parroquia,
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como no deja de decirnos el papa Francisco —verdadero regalo del
Espíritu Santo en estos tiempos que nos toca vivir— la parroquia
debe “salir, ir a los márgenes, a las periferias”. La parróquia, como
nos acaba de recordar don Lorenzo Trujillo, tiene que ser muy consciente de que no es autosuficiente. La parroquia no es la diócesis.
TERCER PUNTO:
Tenemos el reto de combinar una pastoral de doble velocidad.
Una pastoral de mantenimiento, como ha dicho don Lorenzo, de
los que ya creen, mantenimiento en el sentido más noble y creativo de la palabra, pero, a la vez, el gran reto es como articularla
con una pastoral de misión. Y aquí recuerdo los siete elementos
que, desde la Evangelium Siandi de Pablo XI de 1975, son el vademecum de todo manual de pastoral. Los siete elementos que,
interactuando entre ellos permanentemente, configuran la tarea
de la diócesis y de la parroquia.
Primer elemento: La Iglesia, como nos ha recordado el Concilio
Vaticano II, es signo, instrumento de la salvación de Dios en el
mundo. La Iglesia vive para transformar el mundo en el sentido
del reino de Dios. Por tanto, como decía Pablo XI, “es evangelizar,
primero, intentar con los hombres y mujeres de buena voluntad,
transformar la sociedad, las estructuras, la cultura, las mentalidades, los ambientes...” con una opción preferencial por los pobres,
como también nos recuerda constantemente el papa Francisco.
Segundo elemento: Esto se vehicula, normalmente, por el testimonio de vida encarnada de cada cristiano, de cada cristiana, en
su ambiente cotidiano.
Tercer elemento: Tenemos que ser capaces en este cañamazo, en
este tramado del día a día, de propiciar diálogos a partir de las experiencias y expectativas humanas. Alegría por el nacimiento de
un hijo, el dolor por una muerte, las dificultades por estar en paro.
Cuarto elemento: Y éste es en el que me centraré. Siempre precedido, acompañado y seguido del mejor testimonio de vida que
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es, ya, evangelizador. Siempre en un contexto de diálogo y con
humildad, pero hay que hablar de Jesús con amor, invitando al interlocutor a que, si quiere, entre en relación de amistad con Jesús.
Amigos y amigas, esto es el primer anuncio. Y sobre esto insistiré
y se me ha pedido que venga a hablaros. Primer anuncio de Jesucristo y, si la respuesta es positiva, abrir el corazón a Jesús o, lo
que es lo mismo, crear un primer vínculo cognitivo y afectivo con
Jesús. Ésta es la finalidad del primer anuncio. En el esquema de
Pablo XI, aceptado por todo el mundo, ocuparía el cuarto lugar en
una cierta re-numeración que hago.
Quinto elemento: Vosotros sois pioneros. Itinerarios Diocesanos
de Renovación Cristiana. La Diócesis de Valencia es pionera en España en este sentido. Felicidades, de verdad. Un itinerario en el que
el cristiano adulto, de siempre, o el que a través del primer anuncio
y el mejor testimonio de sus vecinos cristianos, ha accedido a este
itinerario, se re-fundamenta la fe cristiana, una buena catequesis,
cambio moral, oración en grupo, acompañamiento personal, redescubrimiento de la Iglesia, de los sacramentos de la parroquia.
Sexto elemento: La vida sacramental, eclesial, parroquial y, en ella,
el discernimiento de la propia vocación laical, religiosa, presbiteral.
Séptimo elemento: El apostolado organizado. Movimientos,
asociaciones, comunidades... como la herramienta colectiva para
intentar transformar el mundo, evangelizarlo en el sentido global.
Estos siete elementos, como dice Pablo XI, tenemos la tendencia
humana, a veces, a contraponerlos o a acentuar más aquel que,
cuando teníamos 18 años, nos permitió descubrir a Jesús. Todos son
necesarios. Todos deben interactuar, y el arte de la pastoral, tanto
de los presbíteros como de los laicos, es saber en cada momento, en
qué anilla estoy de estos siete elementos y cuál tengo que activar.
CUARTO PUNTO:
El centro de gravedad de la acción evangelizadora debe pasar de
la parroquia o la comunidad cristiana a los lugares de vida y ac45
ción de cada cristiano y cada cristiana. El centro de gravedad de
la nueva evangelización debe trasladarse de lo que es la parroquia
como organización, lo que la parroquia hace, hace, hace... esperando que vengan. ¿Cómo es que no viene la gente? ¿Cómo es
que traemos al mejor predicador para Cuaresma y no vienen los
alejados? ¡Ah!, pues ahí está la respuesta. El centro de gravedad,
de imantación, de la nueva evangelización debe ser trasladado de
lo que hace la parroquia a los lugares de vida, de familia, de barrio,
de pueblo, de trabajo, de grupo de góspel, de teatro, de grupo de
actividades sociales... donde estáis los laicos y las laicas.
Hago una pregunta test para vosotros, laicos y laicas: ¿Te atreves
a hablar de Jesús y de Dios a personas desconocidas cuando las
atiendes en los locales de la parroquia —acogida de parejas, padres de niños de catequesis—, y no te atreves a hacerlo entre tus
familiares —que sabemos que no es fácil—, amigos, compañeros
de trabajo, de ocio y tiempo libre? Algo falla ahí. En la parroquia
nos sentimos como jugador jugando en campo propio pero, cuando salimos de la parroquia, con la que está cayendo, ¿quién se juega el rostro? Con naturalidad siempre, orando, invocando al Espíritu Santo para que nos dé el don de discernimiento. No se trata
de ir por ahí, diciendo “soy cristiano, soy cristiano, voy a misa...”.
Ya me entendéis.
¡Cuidado! Cuidado con hablar mucho de “la parroquia tiene que hacer,
la parroquia tiene que ser abierta, la parroquia tiene que ser evangelizadora...”. Sí, sí, sí pero aquello de Kennedy...: “No preguntes qué hace
América por ti, sino que haces tú por América”. Pues no preguntes, no
te quejes, qué es lo que la parroquia tiene que hacer por ti, o lo que la
parroquia tiene que hacer para ser evangelizadora. ¿Qué haces tú para
ser evangelizador en tu ambiente cotidiano?
El padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, dice:
“Los sacerdotes, religiosos y religiosas en todo el mundo somos docenas
de millares; los laicos y laicas son centenares de millones”. Sois centenares de millones, ¿os imagináis estos centenares de millones de laicos y
laicas, católicos, cada uno en su ambiente cotidiano, con su mejor testi46
monio de vida, con ayuda del Espíritu Santo, con las imperfecciones que
todos tenemos, desde una actitud dialogal, a partir de las experiencias
humanas fundamentales, —no me da tiempo de desarrollar este punto— hablando de vez en cuando con amor y con humildad de Jesús, y
ofreciendo la amistad con Él a los que se presten? No hace falta ir a la
Iglesia para hablar de Jesús, no hace falta estar celebrando un sacramento, todo llegará, para que se dé, ya, un contacto con Jesús. Es en lo
que voy a insistiros más.
Hablarle de Jesús, propiciar una apertura de corazón. Evidentemente si
hablamos de una persona alejada, o también de una persona a la que se
le ha enfriado su fe por cosas que le ocurrieron, discrepancias con el párroco, porque se divorció, se volvió a casar, será un proceso de nueva curiosidad por Jesús, atracción, interés, acercamiento, invocación... Aquí
si, el momento que llegue Jesús, si existes —ese Jesús que yo descubrí
en el movimiento infantil Junior cuando tenía 12-13 años, ahora que tengo 50-55—, si existes y tú tienes ese agua viva, dámela, por favor. Ése es
el objetivo del primer anuncio. Que nuestro interlocutor, interlocutora
o grupo, cada uno personalmente si quiere esta vez, establezca ese primer vínculo, repito, cognitivo-afectivo con Jesús.
El mejor testimonio, lo han dicho muy bien los matrimonios que me habéis precedido: estar, escuchar, apadrinar... pero tenemos que sumar
otro verbo: anunciar, hablar de Jesús. No se nos ha entrenado a hablar
de Jesús. Los que pasamos de los 60, porque vivimos el nacionalcatolicismo de la época de la dictadura en que nos hartamos de oír predicaciones culpabilizadoras con Jesús. Ahí hay tal vez una clave explicativa
de un cierto rechazo de la Palabra.
QUINTO PUNTO:
Debemos caer en la cuenta de lo “nuevo” de la nueva evangelización por lo que respecta a los destinatarios. Lo formulaba muy
bien Masi, vicario episcopal de Burgos. Hace un mes estaba en
Burgos, también con toda la diócesis, con su obispo a la cabeza.
Mirad, no sé si estaréis de acuerdo, la gran mayoría de los que estamos aquí, con algunas excepciones que seguro que las hay, no
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sabemos lo que es convertirse a Jesucristo porque alguien te habla
por primera vez de Él de forma empática y atractiva en medio de
la vida diaria, cuando tú ya tienes una mentalidad y unos hábitos
de persona adulta, hecha y derecha. ¿Estáis de acuerdo con esto?
La mayoría de los que estamos aquí, o un buen número —como
ha dicho uno de los matrimonios— vivimos siempre a la sombra
del campanario. Y recibimos la fe, si me lo permitís, con la leche
materna, con los villancicos de Navidad. Pues, ¿qué es lo nuevo de
la nueva evangelización? Que, por primera vez en siglos, en España, en Europa, hay millones de ciudadanos y cada vez son más las
nuevas generaciones de 0 a 45-50 años, que no han oído hablar
de Jesús de manera empática, de manera cálida. La noticia que
tienen de Jesús, se ha dicho aquí, son los del bosque: los alejados.
La imagen que tienen de Jesús es a través del cine. La imagen que
tienen de los sacerdotes, de la Iglesia, es a través del cine, de la
televisión que, muchas veces, nos caricaturiza.
Creo que es una clave, intentad retener esta clave, creo que es
importante. No sabemos lo que es convertirse a Jesús siendo
adultos, siendo una persona de 30-35-45 años, un ejecutivo, una
secretaria, una maestra, una doctora, que sí, la bautizaron de pequeña, hizo la primera comunión, incluso se confirmó, se casó por
la Iglesia, pero luego lo dejó por las mil causas que todos sabemos. Si a esta persona, a través de una conversación particular,
o porque el día que viene a bautizar a su niño o hacer la primera
comunión, tenemos que poder darle este primer anuncio. Y este
primer anuncio es, en este caso, que empieza a ser mayoritario,
también tenemos padres que han recibido la fe en familia, sobre
todo en los pueblos, pero tenemos que pensar siempre que tenemos un público doble o triple, los de la casa, los del jardín, los del
bosque... los tenemos en unas exequias, los tenemos en una reunión de padres de primera comunión. Pero no podemos hablar,
no podemos hablar como si todos fuesen cristianos, poseyendo
una fe pacífica, un vínculo cognitivo y emocional con Cristo. Y, por
tanto, tenemos que usar aquellos recursos de comunicación para
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intentar captar la atención primero, interesar y motivar a personas, repito hasta la saciedad, que no han oído hablar de Jesús, de
Dios, de la Iglesia en un contexto cálido, empático.
Creo que con esto habría suficiente para ponernos a hacer grupos
de trabajo aquí y ponernos a pensar cómo les hablarías a unos padres sabiendo que una gran mayoría vienen con esta actitud mental.
SEXTO PUNTO:
¿Por qué se ha olvidado este primer anuncio en el catolicismo?
¿Por qué ha habido este olvido? Apunto tres razones que no son
únicas. Tres razones, sin culpabilizar a nadie, pero constatando:
– Hasta el Concilio Vaticano II, el único que hablaba de Dios era el sacerdote. ¿Os habéis fijado como cuando hay un matrimonio como
los que nos han precedido, cuando hay alguien, algún laico que
habla con naturalidad de Dios, qué comentan muchas personas?
Parece un cura. Fijaos lo perverso, lo desafortunado de esta imagen. Pero si cada cristiano y cada cristiana tendría, y seguro que
lo hacéis muy bien como nos habéis demostrado, que hablar con
naturalidad y con soltura si Dios existe. ¿Puede haber algo más
importante que tener amistad con Él? ¿Os dais cuenta? Digo la
anécdota para que os deis cuenta de hasta qué punto se nos está
pidiendo un cambio de chip a todos, a todos: sacerdotes, obispos,
religiosos, pero también los mismos laicos. El Concilio Vaticano II,
gran revolución de la cual estamos celebrando el 50º aniversario,
con su constitución Lumen gentium, su capítulo sobre el pueblo de
Dios, sobre los laicos... El mismo Derecho Canónico afirma la igual
dignidad en ser y en hacer de todos los bautizados. Y el Concilio
Vaticano II nos ha recordado que el laico por el bautismo es, a su
nivel, a su manera, sacerdote, profeta —pro femí, el que habla—, y
rey. Por tanto, teológicamente tenemos muy bien fundamentado
que el laico y la laica también es un hombre y una mujer que con
el mejor testimonio de vida y siempre en una actitud dialogante y
humilde, tiene que hablar de Dios, de Jesús.
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– Segundo argumento por el cual creo que se ha olvidado la Palabra.
Ha habido una valoración unilateral de la acción que, es cierto, Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, la acción, el estar, el escuchar, el apadrinar, ya es un gesto evangelizador, pero en el mismo Evangelii
Nuntiandi en el número siguiente, sin embargo, no hay evangelización integral hasta que no se habla de Jesús, de su persona, de
su misterio, de su reino. Por tanto, no hay evangelización integral,
a su momento, si no llega el anuncio explícito, el cuarto elemento
de los siete que he dibujado.
– Y en tercer lugar, en nuestros esquemas mentales, incluso postconciliares, sacerdote es el que habla de Dios, el laico es el que habla solo con la acción, con el testimonio y, si en algún momento
llega la Palabra es, que también es verdad, es la palabra de hacerse
simpático, “no, no, si yo tampoco me creo todo lo que dicen desde
allá arriba”, o una palabra discursiva, argumentativa, que también
tiene su momento y su lugar, o una palabra de defensa o un adoctrinamiento catequético. Y ahí está, amigos y amigas, el producto
que me han pedido que os ofrezca. Hay una palabra, hay un tipo
de palabra, que no es discursiva, ni discusiva, ni argumentativa, ni
justificadora de nada. Hay un tipo de palabra, amigos y amigas, en
el bagaje de la Iglesia, en el baúl de toda la vida, que no es todavía
la palabra catequética. Esta palabra es el primer anuncio. Tenemos
que redescubrir todos, obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas,
laicos, laicas, esta palabra que tiene que llegar en su momento
después de orar, de pedir el Espíritu Santo, siempre, y me haré
pesado, precedido, acompañado del mejor testimonio de vida, en
un contexto dialogal, con humildad, nunca con prepotencia, pero
tiene que haber esta palabra. Hablar de Jesús, en el que yo, en primera persona, he encontrado vida, paz, pasión, ternura. Una de las
cosas que a mí me ayudó, no me avergüenza reconocer que yo tenía 40 años, llevaba ya 14 de cura, que descubrí la diferencia entre
primer anuncio y catequesis. Lo digo por si alguien se acompleja.
50
Veamos un momento nuclearmente. El único libro que he escrito a parte
de la tesis doctoral es El primer anuncio: el eslabón perdido en PPC 2009. Allí
esto lo encontraréis con unas tablas, más desarrollado. Escojo solo una.
¿Cuál es el objetivo del primer anuncio? El primer anuncio, la palabra rara
griega de Pablo es kerigma, que quiere decir pregón. Cristo ha resucitado, está vivo, tiene vida para ti. No confundáis con charisma que viene de
charis —gracia, don—. Pero también eu angelium, Buena Noticia, ¿qué
Buena Noticia? Cristo está vivo. Lo mismo. Lo que pasa es que parece
que nos hemos puesto de acuerdo que primer anuncio, bien entendido,
es más práctico pastoralmente que kerigma, una palabra rara. ¿Qué es
lo propio del primer anuncio, del kerigma del evangelio, antes que la catequesis? El objetivo del primer anuncio, que lo hace el Espíritu Santo
como nos ha recordado don Lorenzo, nosotros somos solo mediadores
con nuestro testimonio, con nuestra palabra, es engendrar, alumbrar la
primera fe, o una renovada fe que se había quedado mortecina, aletargada, en el congelador. Esto pienso que es muy clarificador. El objetivo
del primer anuncio, cuando se dan las circunstancias que podemos hacerlo, en una conversación con una cuñada a la cual le han extirpado el
pecho, se acerca a nosotros y nos dice, “oye, tú que vas a misa yo siento
que ahora tal vez esto es lo que yo necesito”. Hombre, una persona que
se te pone así, que te lo pide, por favor, no te pongas a hablar de moral o
de lo que sea. Es un momento que el Señor te brinda de primer anuncio.
Este primer anuncio pretende, les repito, engendrar, alumbrar la primera
fe. O lo que es lo mismo, propiciar la conversión inicial a Jesucristo. Es lo
mismo, primera fe/conversión, es un acto sintético, va junto, luego en
los manuales podemos y debemos analizarlo, pero distinguir no es separar, es aprender nocionalmente lo que estoy intentando ahora, lo que en
la realidad va junto. También es propiciar ese primer vínculo cognitivo y
afectivo con Jesucristo. Ésa es la finalidad del primer anuncio.
¿Cuál es la finalidad de la catequesis? Cat-echo. Quiere decir resonar, la
catequesis es hacer resonar, guardar. Hacer resonar, ¿qué? El grito, si no
hay grito, ¿puede haber eco? No, ¿verdad? El grito es el anuncio, que
seguirá susurrando en la sala de un hospital. Cristo tiene vida para ti. Si
quieres esta noche, si quieres, cuando quieras puedes decirle: “Jesús, si
51
existes, haz que te conozca”. La oración de Carlos de Focault, la oración
de Jacques Maritain, que luego sería gran filósofo. El primer anuncio es
el grito, aunque sea susurrado, la catequesis es la resonancia del grito.
¿De dónde venía este Jesús? ¿Porqué tiene vida Jesús? El Padre le envió,
esta vida se llama Espíritu Santo, el canal normal para recibirla son los
sacramentos, veis, la catequesis. La catequesis tiene por objetivo el crecimiento, la alimentación, la nutrición de la fe. ¿Tiene sentido alimentar
lo que no ha nacido? Respondedme, por favor. ¿Tiene sentido dar contenidos catequéticos, que son buenos, necesarios, a niños, adolescentes, a jóvenes, adultos? ¿Tiene sentido dar contenidos catequéticos a
una persona que, por lo que sea, no ha establecido todavía el mínimo
vínculo cognitivo y afectivo con Jesús? ¿Veis qué iluminador espero que
sea esto? ¿Vosotros creéis, sinceramente, que muchos de los niños que
vienen a la catequesis, que sus papás les llevan a la catequesis de primera comunión, son cristianos? ¿Tienen un vínculo cognitivo y afectivo,
el que se puede tener a los 7 ó a los 8 años? Joseph Gevaert, gran profesor de la Universidad Salesiana, afirma en sus libros sobre el primer
anuncio que hoy día en Europa, en las escuelas cristianas, no se puede presuponer que los alumnos de las escuelas cristianas, los niños de
las catequesis son cristianos. Según él, y yo estoy fundamentalmente
de acuerdo, podrá haber matices en la estadística, por ejemplo en la
diócesis de Valencia no puedo hablar sobre esto, tenéis que contestar
vosotros, los niños son pequeños paganos porque una gran mayoría de
madres ya no les enseñan a rezar. Sois las abuelas, las que con permiso
de la mamá, enseñáis a rezar a los nietos. Por tanto, la conclusión, antes
que contenidos catequéticos, la catequesis de niños, de adolescentes,
de adultos... tiene que asegurar que los receptores si quieren, establezcan ese mínimo vínculo cognitivo-afectivo con Jesús, que es la fe según
el evangelio de Juan. La fe es amar, no es solo conocer que existe Dios.
Y para provocar esta primera fe, el Espíritu Santo puede hacerlo de mil
maneras. A Pablo le derribó del caballo, a Paul Claudel le tocó el corazón en un instante cuando entró aquella noche de Navidad a escuchar
vísperas en la Catedral de Notre Dame. Pero, estas cosas Dios las hace,
sí, pero no es el camino normal. El camino normal es el que marcó Jesús, id y anunciad por todo el mundo y bautizad en nombre del Padre,
52
del Hijo y del Espíritu Santo. Por tanto, si no hay un primer anuncio que
quiere decir una primera manera cálida, empática, de poner al niño, al
adolescente, al adulto, al joven... en una relación con Jesús a través de
una pequeña frase, como enseña con los niños el padre Gonsal, producto de aquí, del país, con el método de oratoria de los niños. Con una
pequeña frase, con un testimonio cálido de vida, si no se provoca ese
primer efecto, no se puede dar catequesis de contenido. Por eso, Juan
Pablo II en Catechesi Tradendae, creo que es en el número 19, dice que
dado el nivel de secularización de los países como Europa —si queréis
vamos a decirlo ahora para dar la mano a los catequistas que no se me
enfaden—, las primeras catequesis tienen que ser catequesis de primer
anuncio. O dicho técnicamente, catequesis kerigmáticas.
Eso está en Catechesi Tradendae y eso está muy bien explicado en el
Directorio General de Catequesis del año 96-97 número 61-62-63. Está
perfectamente explicado. Por tanto, no podemos explicar la historia de
Israel, no podemos explicar los sacramentos, no podemos explicar la
Iglesia a unos niños que, a no ser que nos conste, que en su corazón se
ha dado esta apertura.
OCTAVO PUNTO:
Vamos a intentar continuar la secuencia que nos lleva a descubrir
la importancia teológica y pastoral del primer anuncio. Dice Benedicto XVI, tal vez la frase más citada de Benedicto XVI, “no se empieza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino
por el encuentro con un acontecimiento, con una persona que da un
nuevo horizonte a la vida y, con ello, la dirección decisiva”. El primer
anuncio es la manera más normal, en la gran tradición de la Iglesia,
de propiciar ese encuentro con la persona viva de Jesucristo resucitado. El primer anuncio —para intentar decirlo de la forma más
sencilla posible— es presentar a Jesucristo como quien presenta un
amigo a otro amigo. Lo que pasa, claro, es que el amigo Jesús es un
amigo invisible y el acceso a él requiere unos pasos de confianza,
de humildad y de riesgo. Pero, atención, esta característica del primer anuncio cristiano, de ser una presentación en vivo de alguien,
Jesucristo, a quien no se ve, a través de alguien, un cristiano, una
53
cristiana, en su ambiente cotidiano, hablando con una vecina, con
un compañero, alguien que acredita con su palabra, acompañada
de su mejor testimonio de vida, que conoce y disfruta de la amistad de ese tal Jesús. Esto, es lo que confiere precisamente al acto
del primer anuncio una fuerza y un poder, digámoslo sin miedo, un
poder, una dinamis dice San Pablo, que hoy día, por desgracia, en
nuestra mayoría no conocemos. Y que el mundo protestante sí que
lo conoce y lo aplica mejor. Los católicos nos hemos quedado con
los sacramentos, que es la presencia más eficaz, y con el amor al
prójimo. Pero a estas dos patas, que son importantísimas, importantísimas, nos falta articular, ahora más que nunca, para provocar
la primera aproximación de los lejanos o el reacercamiento de los
que se fueron, ahora más que nunca nos falta articular a la pata
de los sacramentos de la liturgia, y a la pata del amor, el primer
anuncio. La palabra ungida, humilde, breve, anunciando a Jesús a
quien nos quiera oír, porque la palabra es constitutiva de la manera
como el Dios de Jesús ha querido darse a conocer. Esta fuerza y
este poder especial del anuncio del kerigma cristiano están acreditados abundantemente en la acción y los escritos de San Pablo, y
en la práctica de los primeros cristianos, inspirada en la de Jesús,
según recoge en el testimonio de los evangelios. El cristianismo se
extendió en el mundo entonces conocido, en medio de todas las
adversidades que don Lorenzo nos ha recordado, gracias a este
anuncio-presentación de Jesucristo realizada en Vigo como Buena
Noticia, con anterioridad a la recepción de la catequesis, que viene
después y es necesaria, es absolutamente necesaria la catequesis,
pero debe ir precedida del primer anuncio para que la catequesis
pueda calar en el alma del catequizado.
Este anuncio-llamada, realizada de tú a tú en una relación cotidiana,
o en la predicación a públicos más amplios en las sinagogas o en las
ágoras públicas, propició que muchos hombres y mujeres de toda raza
y condición, senadores romanos, esclavos, matronas, siendo receptivos
a dicho anuncio, escuchando el anuncio y viendo una conducta mínimamente honrada y honesta en esos anunciadores, percibieran en su corazón un calor, una luz, una presencia benigna y liberadora, ya por ese
54
anuncio aceptado positivamente, que les impulsó a pedir el catecumenado y toda la preparación necesaria para recibir el bautismo cristiano
en el que, sin duda, recibieron la plenitud del encuentro con Cristo y con
la Iglesia en Espíritu Santo. No se trata de establecer ninguna guerra entre los del primer anuncio, los de la catequesis y los de la liturgia, de ninguna manera. Se trata de articular, de integrar. Se trata simplemente
de saber las personas que tengo delante en qué punto están, ¿qué elemento, de los siete elementos que todos son evangelización, debo usar
preferentemente en este momento? Se trata de esto, amigos y amigas.
Se comprende así en toda su verdad y expresión del Nuevo Testamento, esas expresiones de las epístolas de Pablo que las hemos oído desde
pequeños tantas veces y, ya ni siquiera, nos percatamos. Por ejemplo, a
ver qué os dice esto: “No me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de
Dios para que se salve todo el que cree, tanto si es judío como si no lo es”.
Porque en él, en el Evangelio, se manifiesta, ahí viene la palabra, justicia,
que la Biblia de la casa, de la Biblia dirigida por Santiago Guijarro, profesor de Nuevo Testamento en Salamanca, traduce como la fuerza salvadora de Dios, y es correcto. En él, en el Evangelio, se manifiesta la fuerza
salvadora de Dios que va a través de una fe en continuo movimiento.
¿Qué es este Evangelio del que habla Pablo en el año 50 cuando escribe
desde Éfeso a los romanos? Los evangelios como libros no empezaron
a correr hasta el 70, 80, 90. Es este anuncio. Este anuncio acompañado
del mejor ejemplo de vida y acompañado del poder del Espíritu Santo en
forma de ternura y con algún signo. Pero, no me avergüenzo de hablar de
Jesús brevemente anunciando que es el judío crucificado, es Dios, y que
en Él hay vida para ti que me estás escuchando, en la situación concreta
que estás viviendo. No me avergüenzo de este anuncio porque en Él se
encuentra, ya, —diríamos para precisar con los liturgistas y teólogos—
germinalmente, de acuerdo, hay que usar adverbios, germinalmente,
incoativamente. Digámoslo con un ejemplo, como en el pequeño piñón
está todo el árbol, así en el primer anuncio que una señora hace a su cuñada está toda la vida cristiana, contenida potencialmente.
Bien, voy acabando. Eso nos cuesta. Eso, a los católicos, nos cuesta.
Que hablando, pero hablando de una determinada manera, ya lo de55
cía Pablo en la lectura de la Carta a los Romanos, el hablar de Dios es
una liturgia. La acción evangelizadora es, también, germinalmente,
incoativamente, una alabanza a Dios. Es urgente que los obispos, los
presbíteros, los diáconos, los religiosos y religiosas, los laicos y laicas
con responsabilidades pastorales, catequistas, lectores, acogedores de
parejas, equipos de matrimonios, animadores de grupos de oración,
consejos pastorales, juntas económicas, fieles cristianos de a pie...
redescubramos la fuerza propia del primer anuncio como una acción
evangelizadora propia, específica, diferente, anterior a la catequesis, si
bien desembocara a la catequesis.
Dos citas y finalizo. Sínodo de los obispos de octubre de 2012. Propuesta número 9. Hablan los 300 obispos, estamos esperando el documento
post-sinodal del Papa. Proposición 9. La base de cualquier anuncio, la dimensión kerigmática, la buena nueva destaca el anuncio explícito de la
salvación. El primer anuncio es el lugar donde el kerigma, el mensaje de
la salvación del misterio pascual de Jesucristo es proclamado con gran
poder espiritual, capaz de provocar el arrepentimiento del pecado, la
conversión del corazón, la decisión de la fe. No me da tiempo a explicar
todos estos elementos implicados en el primer anuncio. Mi función hoy
era, sobre todo, llamar la atención y hacer un perfil mínimo, elemental,
provocativo, del primer anuncio para que sea articulado, debidamente,
con los otros elementos. Al mismo tiempo, debe haber continuidad entre
el primer anuncio y la catequesis que nos instruye en el depósito de la fe.
Consideramos que es necesario contar con un plan pastoral para el primer anuncio, que muestra un encuentro vivo con Jesucristo. Es necesario
que hayan enseñanzas sistemáticas sobre el kerigma para nuestros laicos.
Y, la perla de este verano, el regalo de Francisco este verano en las declaraciones a la revista de la Compañía de Jesús. Papa Francisco, “lo más
importante es el anuncio primero, Jesucristo te ha salvado, y los ministros
de la Iglesia deben ser ante todo ministros de misericordia”. Las enseñanzas
de la Iglesia, sean dogmáticas o morales, no son todas equivalentes. Una
pastoral misionera no se obsesiona con transmitir de modo desestructurado un conjunto de doctrinas para imponerlas insistentemente. El anuncio misionero se concentra en lo esencial, en lo necesario que, por otra
56
parte, es lo que más apasiona y atrae. Es lo que hace arder el corazón,
como a los discípulos de Emaús. Una verdadera homilía debe empezar
con el primer anuncio, con el anuncio de la salvación. No hay nada más
sólido, profundo y seguro que este anuncio. Después, vendrá una catequesis, después se podrá extraer alguna consecuencia moral y religiosa.
Acabo. DÉCIMO PUNTO. Hay muchas modalidades de primer anuncio.
Yo las desarrollo en mi libro “El primer anuncio: el eslabón perdido”. Necesitamos escuelas diocesanas de evangelización porque la parroquia
no es la diócesis. Y la parroquia y el arciprestazgo no se puede auto-dotar de algo que es muy urgente, escuelas diocesanas de evangelización,
donde los laicos y laicas aprendan las bases bíblicas y pastorales, y las
técnicas de primer anuncio y del acompañamiento de un itinerario básico de realización cristiana. Y luego, tenemos que tener a punto lo que
vosotros ya hace cuatro años estáis llevando adelante, —felicidades de
verdad, de corazón— itinerarios diocesanos de renovación, donde las
personas que han recibido el primer anuncio o, por lo que sea, el Espíritu
Santo las ha convocado, como vosotros habéis podido conseguir, puedan hacer ese itinerario progresivo.
Muchas gracias.
57
Comunicación 1
Caridad y Evangelización
D. Vicente Altaba
Introducción
Me han pedido una comunicación sobre caridad y evangelización que
sea corta, de tono experiencial y que suscite interrogantes. Afronto el
intento desde la atalaya de Cáritas Española y partiendo de dos experiencias recientemente vividas: Una, mi colaboración con Caritas Internationalis para elaborar su aportación al último Sínodo sobre “La nueva
evangelización para la transmisión de la fe”, celebrado en Roma en octubre de 20121; otra, las últimas Jornadas de Teología sobre la Caridad celebradas en Salamanca el pasado mes de abril y organizadas por Cáritas
Española con el título “La fuerza evangelizadora de la caridad”2.
Desde estas experiencias voy a compartir con ustedes algunos interrogantes, algunas preocupaciones y algunas convicciones.
1 La aportación de Caritas Internationalis al Sínodo a que hacemos referencia ha sido publicada en un
Pliego de Vida Nueva, nº 2.821, de 27/10/2013, con el título La acción caritativa y social de la Iglesia, dimensión
constitutiva de la nueva evangelización.
58
2 Las actas de las mencionadas Jornadas de Teología sobre la Caridad han sido publicadas en Corintios
XIII, nº 147, Octubre-Diciembre, 2013.
1. Un interrogante primero para la evangelización: ¿Vivimos sólo una
crisis de fe o una crisis de caridad de la comunidad?
Benedicto XVI al convocar el Año de la Fe nos dijo: «Estamos ante una
profunda crisis de fe, ante una pérdida de sentido religioso, que constituye
el mayor desafío para la Iglesia de hoy». Este diagnóstico es un desafío
para la evangelización. Pero acto seguido, en la misma convocatoria,
nos alertó sobre la relación «indisoluble» que se da entre fe y caridad,
una relación tan estrecha que fe y caridad se necesitan mutuamente
«de modo que una permite a la otra seguir su camino»3. La fe, para seguir
su camino, para ser verdadera acogida y respuesta a Dios, necesita de
la caridad. La caridad, para seguir su camino, para ser verdadera manifestación del amor de Dios, necesita de la fe.
Es más. No sólo podemos decir que se necesitan para hacer su camino.
Su mutua necesidad no es sólo práctica, operativa. Se necesitan también para ser, pues la fe es respuesta al amor y el amor es la realización,
la manifestación de la fe4.
Esta mutua e indisoluble relación es la que nos lleva a preguntarnos:
¿Nuestro problema es sólo de crisis de fe, crisis de anuncio y de sacramentalización? ¿No será crisis de credibilidad en lo que anunciamos y en lo que
celebramos? ¿No será nuestra crisis en la transmisión de la fe una crisis
de la caridad o, al menos, de visibilización de la caridad de la comunidad?
Más concretamente, ¿si evangelizar es hacer presente en el mundo la
buena noticia del amor de Dios, cómo podemos anunciar a Dios en un
mundo en que casi 1.000 millones de seres humanos son víctimas de la
pobreza y el hambre? ¿Y en España, cómo podemos anunciar el amor
de nuestro Padre Dios a una sociedad con casi seis millones de parados
y con tres millones de personas que viven en situación de pobreza se3 BENEDICTO XVI, Carta Apostólica en forma Motu Proprio Porta Fidei, Roma 2011. En adelante será
citada con la sigla PF.
4
Hablamos de fe y caridad en el sentido de los términos más usados en el lenguaje teológico y catequético, fe como adhesión y entrega a Dios en Cristo y caridad como amor al prójimo en el que descubrimos a
Dios, pero somos conscientes de que estos términos tienen también otros significados, incluso previos al
religioso, como estudia GELABERT BALLESTER Martín en un artículo titulado “Mutua implicación entre fe y
caridad”, en Corintios XIII, 2013, nº,146, 10-23.
59
vera, con menos de 327 euros al mes, y esto mientras se nos anuncia a
bombo y platillo que aumenta el número de los millonarios?
En un mundo así, así de injusto y desigual, me temo que la pregunta
que se hacen los que sufren es si el Dios de la fe cristiana tiene algo que
ver con el complejo mundo de las relaciones humanas y sociales y, más
en concreto, saber de qué lado está Dios y de qué lado estamos los que
anunciamos a Dios y hablamos de Dios.
2. Algunas preocupaciones ante la evangelización
De ahí surgen algunas preocupaciones ante la forma de plantearnos
la evangelización. Unas preocupaciones que voy a presentar haciendo
mías algunas de las que manifestó Caritas Internationalis al Sínodo de
Evangelización en el citado documento. Preocupaciones que conozco
bien pues, como se ha dicho, tuve la suerte de que Caritas Internationalis me encargara su redacción. Señalo algunas:
1ª. Tenemos la impresión de que el ejercicio de la caridad no es considerado y valorado suficientemente como un elemento constitutivo y fundamental de la evangelización, como ha puesto de relieve
Benedicto XVI en sus encíclicas y ha apuntado Francisco en Lumen
Fidei y en muchos de sus mensajes.
2ª. Tampoco se considera suficientemente que el ejercicio organizado
de la caridad pueda ser un cauce privilegiado de evangelización. Es
más, con frecuencia ni siquiera se habla del ejercicio organizado de
la caridad, como si la caridad fuera una tarea meramente individual.
3ª. Entre los escenarios de la nueva evangelización consideramos necesario destacar el escenario concreto de los graves problemas
sociales del momento, pues es ahí donde se viven muchos de
los mayores dramas humanos, es desde ahí desde donde surgen
las mayores preguntas para la fe y es ahí donde se manifiesta la
“anestesia social”5 que a veces vivimos en la Iglesia.
60
5 BENEDICTO XVI, Mensaje para la Cuaresma, “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad
y las buenas obras (Heb 10,24)”, 2012.
4ª. Se habla de la catequesis, del primer anuncio, de los sacramentos
de iniciación, de la educación, de la familia, etc., como medios necesarios de evangelización a tener en consideración. Pero no se
habla de la caridad de la comunidad como cauce privilegiado de
evangelización. Así como tampoco se habla de los agentes de la
caridad —voluntarios y contratados— como evangelizadores en
nombre de la comunidad.
5ª. No se tiene en consideración la caridad como criterio de credibilidad para la Iglesia en su misión de anunciar el Evangelio, Buena
Noticia para los pobres. Se nos llama a buscar “patios de los gentiles” o “desiertos” en los que la Palabra no sólo se haga audible,
sino también significativa y curativa para la humanidad. Pues uno
de esos patios de los gentiles o uno de esos desiertos donde la
Palabra resulta más audible, más creíble y curativa es, debe ser,
para la Iglesia el ámbito de la pobreza.
6ª. Me preocupa la poca sensibilidad de algunos sacerdotes, repito,
algunos, por la acción caritativa y social de la Iglesia, y el escaso
acompañamiento que con frecuencia sufren las Cáritas parroquiales, lo que hace que la caridad aparezca como algo periférico y
ajeno a la vida de la misma comunidad.
3. Algunas convicciones sobre el lugar y la importancia de la caridad
en la evangelización
Las mismas preocupaciones enunciadas desvelan ya algunas de nuestras convicciones, no obstante voy a mencionar algunas más significativas puestas de relieve por Caritas Internationalis en el citado documento y manifestadas también por Cáritas Española en las Jornadas de
Teología citadas, unas jornadas cuyas actas, permitidme que lo diga,
acaban de salir publicadas en el último número de Corintios XIII —nº
147— y estoy seguro que serán lugar de obligada referencia en el tema
de la relación entre evangelización y caridad.
61
1ª. La acción caritativa y social de la Iglesia es dimensión
constitutiva de la evangelización
Esto que dijeron ya los Sínodos de 1971 y 1974, lo afirma con toda claridad Benedicto XVI y lo hemos de tener siempre presente en la evangelización: «La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple
tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de
los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas
que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la
Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que
también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es
manifestación irrenunciable de su propia esencia»6.
Es éste un principio que nunca podemos olvidar en la evangelización.
Es más, el servicio de la caridad no sólo es dimensión constitutiva de la
evangelización, sino que la diaconía de la caridad debería ser tenida en
consideración como dinamizadora de la misión, como el motor de la
misión y un modo privilegiado de evangelizar.
2ª. Necesitamos apostar por una eclesiología de la caridad
que evangeliza desde lo social y en lo social
La tarea de hacer presente la buena noticia del Evangelio mediante el
ejercicio de la caridad es algo que compete a toda la Iglesia y a todos
en la Iglesia. La vivencia y el testimonio del amor no es algo opcional o
marginal, sino un elemento central de la fe que vive y transmite la Iglesia. Es una dimensión esencial, constitutiva, de nuestra vida cristiana y
eclesial que compete a cada uno en particular y a toda la comunidad. Y
Caritas Internationalis, antes de la llegada del papa Francisco, dice que
en la evangelización será necesario manifestar claramente:
«- que somos una Iglesia enviada a evangelizar a los pobres,
- que estamos llamados a dejarnos evangelizar por los pobres,
- que los pobres han de tener un lugar privilegiado en la Iglesia,
- que la Iglesia ha de ser una Iglesia pobre y para los pobres».
62
6
BENEDICTO XVI, Carta encíclica Deus caritas est, 2005, n. 25.
Éste es un gran reto para la Iglesia hoy: Para su identidad y para la credibilidad de su mensaje.
3ª. La caridad cuando está animada por el Espíritu es en sí
misma evangelizadora
La caridad, cuando está animada por el Espíritu, es en sí misma evangelizadora. Así dice Caritas Internationalis:
«- Es evangelizadora cuando hunde sus raíces en la entraña de nuestro
Dios y se convierte en transparencia del amor de Dios y en fuente de
fraternidad.
- Es evangelizadora cuando nos ayuda a descubrir el rostro de Dios en
el rostro de todo ser humano y nos lleva a promover su desarrollo
integral.
- Es evangelizadora cuando denuncia la injusticia y es transformadora
de las personas y de las estructuras.
- Es evangelizadora cuando en una cultura del éxito y de la rentabilidad apuesta por los débiles, los frágiles, los últimos.
- Es evangelizadora cuando se vive como don y ayuda a superar la lógica del mercado con la lógica del don y de la gratuidad.
- Es evangelizadora cuando se vive en comunión, contribuye a configurar una Iglesia samaritana y servidora de los pobres y lleva a compartir los bienes y servicios.
- Es evangelizadora cuando trasmite la fuerza y la esperanza que nacen de la Pascua.
- Es evangelizadora cuando se hace vida gratuitamente entregada,
alimentada y celebrada en la Eucaristía.
- Es evangelizadora cuando nos hace sencillos y pobres para estar disponibles ante Dios y ante los pobres.
- Es evangelizadora cuando nos hace testigos de una experiencia de
amor de la que hemos sido hechos protagonistas, y abre caminos,
con obras y palabras, a la experiencia del encuentro con Dios en Jesucristo».
63
Y el profesor Guijarro dijo algo en nuestras Jornadas de Teología que yo
por mí mismo no me atrevería a decir, pero que él afirma tras un serio
estudio sobre el papel de la caridad en la evangelización: «En la evangelización de la primera comunidad en los primeros siglos el testimonio de la
caridad fue más determinante que el anuncio explícito de la fe»7.
4ª. Tan importante es la caridad que sólo ella habla bien de Dios
Dios es amor y para revelarse lo que ha hecho es darse: «Tanto amó Dios
al mundo que nos entregó a su propio Hijo» (Jn 3,16). Es dándose como se
nos ha manifestado, como nos ha revelado lo que es, su amor. Por eso
decimos que «sólo el amor dice bien de Dios»8. Las palabras sin amor, las
doctrinas sin amor, los ritos sin amor no hablan de Dios. Es más, podríamos decir que son blasfemos y utilizan en vano el nombre de Dios. Por
eso es tan importante la caridad en la evangelización, porque sólo ella
habla bien de Dios. Nosotros hablamos bien de Dios dándonos, cuando
lo que decimos, hacemos y celebramos nace del amor, expresa amor y
conduce al amor.
5ª. La caridad no es un instrumento de la evangelización,
es un sacramento
Tenemos el riesgo de utilizar la caridad para hacer proselitismo o como
mero instrumento al servicio de la evangelización. Y la caridad no está
al servicio del proselitismo. «El proselitismo es una solemne estupidez, no
tiene sentido»; «el amor a los demás, tal como lo predicó Jesucristo, no es
proselitismo sino amor», ha dicho Francisco9. Y la caridad es más que un
instrumento. Es un sacramento del amor de Dios, es en sí misma reveladora de Dios. Por eso los agentes de la caridad somos evangelizadores,
porque en el ejercicio de la caridad, si amamos como Dios ama, somos
“iconos”, “sacramentos” del amor misericordioso de Dios.
7 SANTIAGO GUIJARRO, La caridad en la misión evangelizadora de la primitiva comunidad, en Corintios
XIII, nº 147, Octubre-Diciembre (2013).
8 Desarrolla esto muy bien Mons. Santiago Agrello en una ponencia publicada en Corintios XIII, nº 147,
Octubre-Diciembre (2013) titulada El ejercicio de la caridad, cauce privilegiado para evangelizar.
64
9
En la entrevista publicada en el diario La República (Italia) el 01/10/2013.
6ª. El sujeto de la caridad es la comunidad
El sujeto de la acción caritativa y social en la Iglesia es la comunidad
cristiana. Y así debe hacerse visible, para que sea la comunidad un signo
elocuente y creíble del amor de Dios a los más pobres.
Conclusión
Quiero terminar recordando unas estrofas de una canción de Atahualpa
Yupanqui —“Preguntitas sobre Dios”— que nos recuerda que son muchas las preguntas que los hombres nos hacemos ante Dios. Os invito a
escuchar algunas estrofas:
«Un día yo pregunté:
“Abuelo, ¿dónde está Dios?”.
Mi abuelo se puso triste
y nada me respondió.
Mi abuelo murió en los campos,
sin rezo ni confesión.
Y lo enterraron los indios,
flauta de caña y tambor.
Al tiempo yo pregunté:
“Padre, ¿qué sabes de Dios?”.
Mi padre se puso serio
y nada me respondió.
Mi padre murió en la mina,
sin doctor ni protección.
Color de sangre minera
tiene el oro del patrón».
Aquí tenemos de manera cruda y gráfica las preguntas que un pobre
gaucho se hace ante Dios. Habréis observado que no se pregunta por su
esencia. Ni siquiera se pregunta por su existencia. No es que estas preguntas no puedan surgir en algún momento en su vida, pero no son para
él las preguntas primeras. Su pregunta es dónde está Dios. ¿Está del lado
del patrón o del trabajador? ¿Está del lado del pobre o del lado del rico?
65
Ésta es la pregunta que los pobres nos hacen ante Dios: ¿Está Dios preocupado y ocupado en mantener la situación social tal como el pobre la
vive y la sufre o estará Dios preocupado en que las cosas cambien? ¿Y
los que creen en Dios y hablan de él, es decir, nosotros, todos nosotros,
dónde estamos, de qué lado estamos?
Ésta es la pregunta que hemos de responder anunciado una fe que se
hace verdad en el ejercicio de la caridad o, con palabras más claras,
anunciando a un Dios que «no es imparcial contra el pobre» (Eclo 35,16)
y que se hizo pobre (Cf. 2Cor 8,9) para anunciar la buena noticia a los
pobres (Cf. Lc 4,18). Así podremos ser la Iglesia samaritana que la nueva
evangelización necesita.
Muchas gracias.
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Comunicación 2
La nueva Acción Católica
D. Higinio Junquera
Lo primero de todo daros las buenas tardes a todos; hay que ser educado y saludar siempre que a alguien le invitan a su casa. También quiero dar las gracias a D. Carlos Osoro, que en nombre de la archidiócesis
de Valencia, ha querido contar con la Acción Católica General para este
Congreso de Parroquia y Nueva Evangelización.
Hablamos mucho de nueva evangelización, pero yo creo que hay que
dar un paso más, hay que ir poniéndole pasos, rostros y mediaciones
concretas. Yo soy de Acción Católica, he despertado a la fe gracias a la
Acción Católica; a mí la Acción Católica me ha ayudado a descubrir muchos aspectos de la fe y lo que vengo es a proponeros una acción para
que entre todos la hagamos, una acción que sea católica, eso es lo que
es la Acción Católica y en concreto la nueva Acción Católica General. Yo
sí os invito a que hagáis un ejercicio de situaros como una pizarra en
blanco, sin prejuicios, que escuchéis la propuesta y que la valoréis con
tranquilidad y detenimiento. Y digo nueva Acción Católica General porque creo firmemente que estamos ante una nueva propuesta de toda la
Iglesia para anunciar a Jesucristo a todas las personas que viven en los
barrios y pueblos en los que están nuestras parroquias. Una propuesta
que recoge los aspectos más genuinos del Concilio Vaticano II en los que
se hace referencia a la Acción Católica, así como una respuesta actualizada y adecuada para que la tarea de los laicos de las parroquias sea lo
más eficaz posible para llegar a los no creyentes y alejados con los que
convivimos en el día a día del contexto social de la parroquia.
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Una respuesta que nace desde las claves de la Nueva Evangelización,
con verdadera vocación de proponer algo nuevo, pero no porque lo importante es que sea nuevo, sino porque estamos necesitados de hablar
de Dios de una nueva forma, con un nuevo lenguaje y con unas nuevas
estrategias. Como botón de muestra de lo que trato de deciros, el documento que define lo que es la nueva Acción Católica General se asienta
en este pasaje del Evangelio de San Marcos:
“Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y
deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los
odres; a vino nuevo, odres nuevos”.
(Marcos 2, 22)
En primer lugar voy a tratar de presentaros, de contaros un poco qué
es la Acción Católica General, pero antes de eso debemos pensar que
creyentes y no creyentes convivimos en un mismo contexto: a veces yo
creo que nos olvidamos de esto, pero los creyentes y los no creyentes
convivimos en un mismo contexto, caminamos por las mismas calles,
compramos la fruta en las mismas fruterías, llevamos a los niños a los
mismos colegios y nuestros hijos juegan en los mismos parques, vemos
las mismas series de televisión, tenemos las hipotecas en los mismos
bancos, nos tomamos una cerveza o un café en los mismos bares; es
decir, tenemos a diario multitud de oportunidades de proponer la fe a
muchas personas. La vida cotidiana nos pone a nuestra disposición la
oportunidad de hacerlo, la oportunidad de anunciar a Jesucristo, pero
no basta con disponer de esta oportunidad. Pero la cotidianidad nos da
multitud de oportunidades, pero muchas veces no terminamos de concretar. Es necesario algo más para concretar el anuncio del Evangelio
de Jesucristo. Aquí es donde la Acción Católica General puede ser necesaria para fortalecer el apostolado cotidiano de los laicos. Podemos
atrevernos, por tanto, a plantear una definición de lo que es la Acción
Católica General que nos permita descubrir cuál es su misión en el conjunto de la Iglesia:
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“La Acción Católica General es una asociación de laicos definida sobre la base de las cuatro notas del Concilio Vaticano II
para la Acción Católica. Tiene como misión la evangelización
de las personas y de las realidades en las que está inmersa la
parroquia. Es, por tanto, una propuesta para los laicos y laicas
de todas las edades (infancia, jóvenes y adultos), y para todas
las parroquias y diócesis”.
Otro aspecto que tenemos que tener en cuenta del contexto en el que vivimos, es que nos encontramos en una situación social de fuerte secularización. Yo creo que a esto tenemos que prestarle una especial atención a
este fenómeno, que tenemos que ser conscientes y que esto nos tiene que
llevar a actuar y a concretar las cosas de otra manera. En algunos casos esta
secularización es agresiva contra la Iglesia y, en ocasiones también hay que
reconocer que contra la propia fe de los cristianos. No sólo se defiende el
derecho a no tener fe, sino que en ocasiones se combate la legitimidad de
la fe del otro. De todas formas, también debemos reconocer que estas son
manifestaciones muy ruidosas, pero proporcionalmente minoritarias en el
conjunto de la sociedad. Yo también os invito a que no caigamos en una dinámica de queja, de lamento, de “no podemos hacer nada”, de “cómo está
el mundo”.Yo creo que eso no nos ayuda, ni a tratar de buscar soluciones, ni
a ser capaces de transmitir esperanza. Una gran mayoría de personas viven
en espacios neutrales, en un mar en calma porque no hay vientos de Dios.
No conocen a Dios, no tienen acceso a Él, no tienen amigos creyentes o no
saben que los tienen, porque los creyentes o estamos dormidos a veces o
estamos en un silencio cómplice. Hay veces que como creyentes, convivimos con personas, pasamos muchas horas a lo largo del día y de la semana
y hay veces, que esas personas no saben ni siquiera que somos creyentes.
Es conveniente revertir esta situación y pasar de una actitud que podemos denominar “defensiva” a una actitud de iniciativa, de llevar nosotros una propuesta; y digo iniciativa y no digo ofensiva, porque no vamos
contra nadie, sino lo que nosotros llevamos es una propuesta. Para revertir esta situación es necesaria la formación de un laicado que tenga la
capacidad de evangelizar a sus vecinos. Laicos que sean reconocidos, al
mismo tiempo, como de la parroquia, pero también del barrio o pueblo.
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Y es que en primer lugar debemos situar la cuestión de la espiritualidad.
No habrá evangelización, ni nueva, ni vieja, sino hay una espiritualidad
sana, cuidada, alimentada fundamentalmente con la oración y con los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. Los evangelizadores del siglo XXI
deben ser verdaderos hombres y mujeres de una honda espiritualidad. Si
esto no está en el centro de nuestra vida individual y colectiva, seremos
una alternativa más de ocio, de tiempo libre, o seremos una corriente de
pensamiento filosófico o ideológico. No nos percibirán como enviados de
Dios, sino que nos verán como enviados de nosotros mismos.
Por eso es necesaria la articulación de un laicado de todas las edades
y condiciones. Necesitamos anunciar el Evangelio a niños, jóvenes y
adultos, no hay una edad que quede fuera de esta propuesta. También
tenemos que tener en cuenta que el sacerdote ni debe hacerlo todo,
ni puede hacerlo todo. Yo creo que a veces tenemos a los sacerdotes
sobrepasados, saturados y a veces tenemos a los laicos infrautilizados.
La Acción Católica General es una asociación laical de niños, jóvenes y
adultos acompañados por sacerdotes, porque hoy en día es necesaria
una propuesta para todas las edades, con una propuesta de vida cristiana para toda la vida, sin cortes ni interrupciones en la que los laicos
y los sacerdotes pueden desarrollar todas las potencialidades de su vocación y ministerio. El contexto de secularización nos lleva a tener que
hacer propuestas continuadas. Y también porque es necesario articular
propuestas que encajen de forma natural con la vida familiar, en la que
tienen cabida todos los miembros de una familia.
La familia hoy en día está muy necesitada de que Jesucristo esté en medio de ellos. Por eso debemos poner todas las facilidades para que las familias se incorporen en su conjunto a la vida cristiana y por lo tanto, a la
vida parroquial. Estamos en un contexto social donde muchas veces las
familias se ven muy poco tiempo a lo largo de la semana. La parroquia
no puede ser colaboradora de que las familias vuelvan a tener que estar
otro rato más de la semana separadas. Por eso, tenemos que caminar
hacia propuestas donde todos los miembros de la familia puedan estar
en la parroquia, puedan estar en la Iglesia. Esto supone el desarrollo de
una pastoral de conjunto, menos compartimentada o, mejor dicho, sin
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pastorales intermitentes, con planteamiento de unidad, donde la edad
es un aspecto coyuntural y no un aspecto fundamental.
Un proceso continuado para toda la vida asegura o favorece una continuidad en la vida cristiana de las personas, pero no garantiza la formación de un laicado maduro, consciente y evangelizador. Por eso, con una
propuesta continuada sin más, no es necesario; hay que dar un paso más.
Por esta razón una de las dimensiones fundamentales de la Acción Católica General es la formación cristiana. Si queremos promover un laicado consciente, un laicado que sepa no sólo sobrevivir en ese contexto
social actual, sino con capacidad de ser un puente fácil de atravesar entre Dios y los hombres, es necesaria una consistente formación cristiana. Una formación que sea sistemática, que toca todas las dimensiones
básicas de la fe cristiana y que abarca toda la vida de la persona. No
podemos engañarnos por más tiempo. No se trata de buscar parches
para ir tirando. Se trata de hacer una apuesta decidida por la formación
cristiana como elemento imprescindible para la maduración de la fe.
Formación que requiere un esfuerzo serio, es verdad, tanto por parte
de los laicos que se forman, como por parte de los acompañantes que
les ayudan a recorrer este camino, así como por parte de los sacerdotes
que alientan estos procesos. No podemos conformarnos con vivir permanentemente en un estado de infancia o adolescencia cristiana.
Pero tampoco basta con vivir la fe desde una espiritualidad profunda
a través de un proceso formativo que posibilita una maduración de la
fe y vida cristiana. Nuevamente, yo creo que hay que dar un paso más.
El tercer elemento es la vida comunitaria. Es necesario que los laicos
se asocien, desde el contexto más concreto de la parroquia hasta la dimensión más católicamente universal. Esto pasa por la formación en
las parroquias de grupos de vida cristiana en los que se puedan llevar
a cabo una diversidad amplia de aspectos de la fe: la oración personal
y comunitaria, la formación cristiana de los componentes del grupo, el
poder compartir los gozos y las penas de la vida, la implicación organizada de los laicos en la vida de la comunidad parroquial y de la diócesis,
el compromiso temporal de los laicos en el ámbito social en el que está
inmerso la parroquia. Los laicos no pueden estar solos, no pueden vivir la
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fe en soledad porque no sólo no será eficaz su apostolado, sino que será
muy árida su vida cristiana y corre el serio peligro de agostarse. Estamos
hechos para la comunión, para vivir en comunión. No se trata de formar
equipos de vida para defenderse del mundo, sino para vivir y actuar juntos en el mundo, para hacer cotidiana la Palabra de Dios entre nuestros
vecinos, apoyados en un trabajo y en una intensa dimensión comunitaria.
El reto, por lo tanto, es la formación de grupos parroquiales en los que
ir poniendo en marcha todos estos aspectos. Con el paso del tiempo
y la maduración de este proceso y estilo que ahora proponemos, irán
surgiendo personas para las diferentes tareas que la Iglesia lleva a
cabo, tanto a nivel intraeclesial como a nivel extraeclesial. Hoy en día
ya estamos viviendo, en muchos contextos parroquiales, verdaderas dificultades para cubrir el organigrama básico de la parroquia, para dar
respuesta a las demandas pastorales ordinarias de la parroquia. Estas
dificultades residen, a mi juicio, por un lado en la escasez de sacerdotes, pero de igual modo en la ausencia de un laicado estable que pueda
llevar a cabo la misión de la Iglesia. No se trata de buscar a alguien para
llevar un grupo de niños o para colaborar con Cáritas. No se trata de resolver las urgencias de cada comienzo de curso, sino de actuar sobre lo
importante, para que de forma paulatina haya menos urgencias.
Y la articulación natural de toda esta realidad común debe realizarse
desde la Acción Católica General. Para esto ha creado la Iglesia la Acción
Católica y para esto ha constituido la Iglesia en España a la Acción Católica General. Si se llevase a cabo esta tarea al margen de la Acción Católica General, habría que crear en cada diócesis una realidad con unas
características similares a las de la Acción Católica General. Y la catolicidad de la Iglesia nos invita a utilizar las mediaciones comunes que la
Iglesia ofrece para anunciar hoy a Jesucristo, sin necesidad de ir creando parroquial o diocesanamente respuestas particulares que ya existen.
Me gustaría hablar brevemente de la parroquia como un espacio natural de la Iglesia y, como un espacio importante en donde debemos de
poner el acento bastante más.
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Toda la propuesta presentada anteriormente debe concretarse en la
parroquia, que es una de las mediaciones naturales que la Iglesia ha
establecido desde casi el comienzo de su historia. La parroquia es insustituible, absolutamente necesaria. La parroquia no lo es todo pero,
ciertamente, sin la parroquia no somos nada.
La Acción Católica General se ofrece a las parroquias para impulsar un
laicado maduro, consciente, evangelizador y misionero, calificativos
muy necesarios para llevar a cabo la Nueva Evangelización que necesita
la Iglesia.
Este laicado es el que, junto con los párrocos, está llamado a impulsar
la evangelización en los ámbitos en los que está inmersa la parroquia.
Pero también para trabajar para la unidad de la comunidad parroquial y
también para la corresponsabilidad de sus miembros.
De esta forma se trabaja armónicamente en las dos dimensiones de la
parroquia: la comunidad parroquial, o sea, las personas que ya están en
la parroquia, habitualmente pasan y hacen cosas en la parroquia, y el
territorio de la parroquia, en la que viven todas las personas que no son
creyentes y que están necesitadas de la Palabra de Dios.
Desde la parroquia es necesario también poner en marcha iniciativas
que permitan la convocatoria de personas para iniciarse a la fe cristiana. Me gustaría apuntar, en este sentido, a los Cursillos de Cristiandad
como un instrumento privilegiado para ello, así como otras iniciativas
más recientes de primer anuncio.
Pero la pregunta es la siguiente: después del primer anuncio, ¿qué hacemos? Es necesario un segundo paso que permita la continuidad de este
despertar de la vida religiosa de muchas personas. Y este segundo paso,
este proceso continuado, este espacio en el que seguir creciendo como
creyentes en la parroquia, puede ser la Acción Católica General.
En conclusión, la Acción Católica General está especialmente llamada a
impulsar en la parroquia algunos aspectos concretos de la vida y misión
de la parroquia:
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– La consistencia y coherencia en la relación diócesis-parroquia.
– La creación de equipos de acogida para las personas que comienzan a incorporarse a la comunidad parroquial. A veces no se cuida
el primer momento donde algunas personas comienzan a participar en la vida parroquial.
– Colaborar activamente en el impulso y/o puesta en marcha de los
Consejos Parroquiales, espacio privilegiado de corresponsabilidad de todo el Pueblo de Dios.
– Promover, participar y/o crear espacios de oración, así como cuidar toda la dimensión celebrativa y litúrgica.
– Impulsar la tarea misionera de la parroquia.
Finalmente me atrevo a aportar una serie de pinceladas de cómo poner
en marcha esto a nivel diocesano y parroquial. Quiero destacar en este
momento que el objetivo es la promoción y desarrollo de un laicado en las
parroquias, independientemente de que sean laicos que vayan finalmente a formar parte de la Acción Católica General. La encomienda que la
Iglesia nos ha encargado, es volcarnos en la gestación de este laicado común de la diócesis, no el crecimiento numérico de la Acción Católica General. Evidentemente, la Acción Católica General necesitará de cristianos
y cristianas de todas las edades que faciliten este impulso en las diócesis,
pero el objetivo no está en ser más, sino en que la Iglesia pueda anunciar
a Jesucristo de forma más eficaz, y a cuantas más personas mejor.
Apunto tres pequeños pasos iniciales:
– Es necesario que haya una apuesta diocesana por este proyecto parroquial y diocesano. Esta apuesta la debe protagonizar el
obispo diocesano, junto con agentes de pastoral necesarios para
coordinar esta tarea. Apuesta que no debe ser excluyente, sino en
convivencia con otras prioridades diocesanas y que debe llevarse
a cabo por la vía de la invitación, por la vía de la ilusión.
– En un segundo momento, serán convocadas las parroquias que
deseen comenzar a trabajar en esta dinámica. En este sentido es
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fundamental el papel del párroco o del equipo de sacerdotes de la
parroquia, que deben ser verdaderos impulsores y acompañantes
de esta realidad.
– Y en un tercer momento, se debe promover la formación de equipos de vida, de grupos parroquiales en los que las personas harán
oración, formación, pondrán en común su vida desde la fe, los gozos y los llantos de sus vidas, participarán de todo lo que ocurre
en la parroquia, de todo lo que ocurre en el territorio de la parroquia… Estos grupos deben favorecer la maduración de los laicos
que les llevará a ir asumiendo compromisos temporales y estables
tanto en la comunidad parroquial como en el contexto de la parroquia. La Acción Católica General lo que tiene que hacer es poner a
disposición de las parroquias todo lo que tiene: materiales, instrumentos, personas para acompañar para que este proceso tenga
los frutos deseados.
Muchas gracias a todos.
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Comunicación 3
La nuevas tecnologías de la información,
cauces de Nueva Evangelización.
La Parroquia en la encrucijada de las redes sociales.
D. Sergio Requena Hurtado
Inicio mi reflexión preguntándome qué es la parroquia. Hago memoria
de una frase del papa Juan XXIII que decía que la Iglesia, la Parroquia
“no es un museo arqueológico que debamos conservar, sino una fuente de
agua fresca situada en mitad de la plaza del pueblo a la que todos pueden
acercarse para calmar su sed”. Hoy en día son muchos los que manifiestan sed de Verdad, sed de fraternidad, y sed de trascendencia. Son muchos los que viven solos en medio de la gente, los que no han conocido
la verdadera sabiduría aunque puedan haber acumulado títulos, los que
no ven a Dios aunque lo han buscado de mil maneras.
¿Quienes nos reunimos en la parroquia? Allí nos reunimos los creyentes
en Jesús, allí nos encontramos para compartir y vivir nuestra Fe, y a los
que llegan por primera vez, nos esforzamos en que sean bien recibidos. La
parroquia es un lugar de encuentro, es casa de oración, lugar donde se descubre de manera especial la cercanía con los que sufren. Pero, ya sabemos
que no basta con tener un buen mensaje, tenemos que saber trasmitirlo.
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¿Quiénes formamos la parroquia? No sé si lo habéis visto alguna vez
pero en vuestras parroquias, generalmente en el despacho, hay un libro
que es la guía diocesana y trae los datos de todas las parroquias. Hay
un dato que conviene conocer. ¿Cuánta gente hay, aproximadamente,
en nuestra demarcación parroquial? Miradlo. Y luego pensad en la gente
que normalmente viene por la parroquia. Los que acuden a misa, los que
la frecuentan... por cualquier causa. Nos damos cuenta, muy rápidamente, que es una mínima parte la que pasa por la parroquia. A una mínima
parte le llega el anuncio que todos estamos llamados a transmitir.
¿Qué nos tenemos que preguntar? A mí me gusta preguntarme, como
hacía San Alberto Hurtado, ¿qué haría Cristo en mi lugar? ¿Se quedaría
en silencio?, ¿se sentiría incapaz de tan gran obra? o ¿se pondría a trabajar? La pregunta que nos sitúa en este momento y que yo os presento
es: ¿Cómo llegar a los que están lejos? ¿De qué manera podemos acercarnos a los que no vienen por nuestras parroquias? ¿Cómo hacer partícipes de la vida de nuestras comunidades a aquellos que no conocen a
Dios?, ¿de qué manera nos tenemos que acercar a los están lejos?
Ya sé que no son cuestiones nuevas, la comunidad cristiana se las plantea desde siempre, lo único es que la respuesta que podemos dar hoy es,
sin duda, diferente a la que se podía dar hace tan solo unos pocos años.
Nuestro mundo, además, para ponerlo más difícil, cambia con mucha
rapidez y hay retos nuevos que debemos asumir. Pero, ¡una buena noticia!, para que os relajéis y no penséis que esto es tan difícil, tan difícil que
no podemos hacer nada. Hay una buena noticia: contamos con herramientas nuevas, y eso es lo que he venido a compartir con vosotros. El
mundo de Internet en general, y las redes sociales en particular, pueden
ser un aliado importante en esta ingente tarea a la que estamos llamados. Posibilitan que nuestra acción evangelizadora llegue más lejos, permiten un trabajo en red en el que podamos sumar mejor los esfuerzos
en la consecución de unos fines que solos no podríamos alcanzar.
A menudo nos preguntamos cómo llegar a los más alejados, y compartirles el mensaje de vida que Jesús nos da. ¿Cómo llegar a esas periferias existenciales que nos señala el papa Francisco, ¿cómo responder a
ese desafío desde nuestras parroquias? Porque no os olvidéis, nuestras
parroquias están en vanguardia, están precisamente ahí mismo, en la
demarcación de las periferias existenciales. Allí nos encontramos con
todas las realidades. Quizá la respuesta la hallemos en un cambio de
paradigma en nuestra manera de trabajar y de relacionarnos entre las
diversas parroquias. No podemos ser islas, debemos tender puentes
entre nuestras diferentes comunidades cristianas.
Hay un dato que es incuestionable, el número de usuarios de Internet
crece en el mundo. Las personas que, diariamente, se conectan a través
de las redes sociales cada vez son más, se cuentan por millones. Y sin sa79
lir de nuestros barrios o de nuestros pueblos, informes recientes señalan
que en España cada día se conectan 17,5 millones de personas a Internet,
la mitad de la población española de entre 16 y 74 años (35,26 millones).
Dicen los especialistas que siempre comunicamos, que incluso lo hacemos cuando no decimos nada. Lo que pasa es que el mensaje que
transmitimos no es seguramente el que nos gustaría.
Preguntémonos, ¿qué estamos trasmitiendo ahora mismo como comunidad cristiana en nuestro pueblo o en nuestro barrio? ¿Dónde se escucha
el mensaje que estamos llamados a trasmitir? ¿Qué dicen nuestras palabras y acciones sobre lo que somos, lo que queremos, lo que sentimos?
No es que empecemos de la nada, cada católico con el testimonio de su
vida, cada comunidad cristiana cuando celebra la Fe, y se preocupa por
los enfermos y los pobres son el mejor anuncio. Esta es la mejor campaña que podemos realizar, pero debemos esforzarnos en darla a conocer.
El Evangelio se ha trasmitido boca a boca desde el principio, el ejemplo
ha sido la mejor herramienta desde siempre, pero no cabe duda que hay
dificultades nuevas que antes no se daban y hace falta encontrar nuevos
puntos de apoyo para una tarea que es urgente y no podemos descuidar.
Hay que usar estas nuevas herramientas, esa es nuestra responsabilidad.
En cada momento tenemos que usar las mejores herramientas que están a nuestra disposición. No las que hemos gastado siempre, no aquellas en las que nos sentimos seguros, sino las mejores en cada momento.
No solo un campanario alto, un templo hermoso, o unas campanas especialmente sonoras pueden anunciar la vida cristiana en medio del barrio o de nuestros pueblos. Tampoco se trata de que los métodos nuevos
nos hagan olvidar los viejos. Quizá os decepcione un poco, pero yo voy
a hablar también de los medios clásicos, que nos han valido hasta ahora
y pienso que todavía nos pueden ofrecer mucho. No son pocas las parroquias que cuentan, por ejemplo, con hojas informativas que periódicamente publican y que hacen llegar a los fieles que van a misa pero,
¿por qué solo a los que van a misa?, ¿solo ellos son capaces de entenderlas? ¿Qué dificultades puede encontrar alguien cuando la tiene en
sus manos, si no es de los habituales, de los que ordinariamente vienen
a nuestras parroquias?
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Dejadme que hable un poquito de las hojas parroquiales, porque, como
os he anunciado, algo tengo que decir yo al respecto. Nuestras hojas son
un sencillo medio de comunicación que no podemos desdeñar pero, quizá nos deberíamos de preguntar: ¿Qué cambios deberíamos de hacer
en ellas para que fueran atractivas también para los que no frecuentan
nuestras celebraciones? Son muchas las parroquias que cuentan con publicaciones parroquiales, pero, ¿qué difusión tienen? A veces las dejamos
sin más encima de nuestras mesas, a la entrada del templo, y apenas les
dedicamos alguna palabra en los avisos. ¿Es la mejor manera de promocionarlas? ¿Cuidamos su aspecto?, ¿Llaman la atención nada más verlas? ¿Cómo hacemos su distribución? ¿Qué imagen de parroquia pueden
conocer aquellos que se asoman a sus páginas? Son, lo queramos o no,
nuestra carta de presentación. A veces, la única que llega a muchas casas.
La llegada de Internet ha significado en nuestras vidas un nuevo modo
de comunicación que ya no es unidireccional, como lo eran la televisión,
la radio o la prensa. Ha habido un cambio importante que ha transformado nuestra relación con los medios de comunicación. Y como decía
Juan Pablo II, “la Iglesia no puede ser mera espectadora del impacto social
de estos avances tecnológicos que tienen un efecto tan determinante en
la vida de las personas”. No podemos quedarnos parados observando
como pasa el tren, aunque eso pueda entretenernos en algún momento. Necesitamos salir al encuentro de las personas. Debemos hacer comunidad en la red de redes.
Nuestros fieles, cada día más, de manera especial los más jóvenes, experimentan lo que significa navegar por las autopistas de la información, lo fácil que es encontrar las cosas que se buscan, Google y otros
buscadores, y las posibilidades que ofrece el uso del correo electrónico.
Aunque, hay que decirlo, todo esto está ya superado por una Internet
que ha dado un paso más adelante. El escenario actual es multimedial,
todo se ha revolucionado con la llegada de la web 2.0, que a su vez no es
algo estático, se encuentra en permanente evolución, en transformación continua. Se habla de Facebook, podríamos nombrar también Blogger, Twitter, Youtube... y tantas y tantas realidades que están entrando
a formar parte de nuestras vidas. Son de uso cotidiano para millones
de personas. En poco tiempo hemos asistido a un cambio profundo. El
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escenario actual ya es interactivo. ¿Nuestras parroquias están al día?
¿Quién informa y de qué manera de lo que se vive en nuestras parroquias? ¿Cómo llegan las cosas que le suceden a la gente? Tampoco faltan ejemplos cerca de nosotros, comunidades cristianas que exhiben
páginas web estupendas, o blogs de internautas católicos que nos acercan con su palabra a una visión creyente de la realidad. El escenario no
es tampoco ideal, o por lo menos es mejorable, algunas de las cosas que
hemos dicho de las hojas parroquiales las podríamos decir también sobre esta presencia en Internet, que todo hay que decirlo, fue muy temprana. En general, debemos hacer todos un esfuerzo en mejorar la calidad de lo que hacemos, desde el punto de vista estético y también en
cuanto a contenidos. Por supuesto, lo que presentamos en la red debe
ser coherente con los principios que alientan nuestra vida.
Una palabra sobre los teléfonos móviles y algunos otros periféricos, en
este campo se están produciendo cambios profundos. Los móviles, a
través de los cuales hablamos, están dando paso a los teléfonos inteligentes, los llamados Smartphones, o a las cada vez más extendidas Tabletas desde las cuales también podemos hablar por teléfono, y que son
auténticas plataformas informáticas móviles que tienen una mayor capacidad de almacenar datos y son como un pequeño ordenador de bolsillo. Con ellos, además de hablar se puede navegar por Internet, y son
también unas potentes agendas personales. Muy útiles resultan esos
programas de mensajería instantánea, WhatsApp o Line, por ejemplo,
para organizar nuestras reuniones de catequistas, o discutir algunos temas que nos conviene reflexionar juntos. Todas estas cosas ya sé que las
utilizáis, pero debemos de continuar profundizando en su uso. Con los
Smartphones el uso de Internet se ha vuelto tan inmediato, que se ha
potenciado de manera increíble el impacto de las llamadas redes sociales, Facebook y Twitter, de manera especial. Quizá si os doy una anécdota personal lo podamos entender mejor.
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Este verano estuve en África, pasando dos semanas en Guinea Conakry.
Nunca había estado en África, nunca había estado en Guinea Conakry.
Una de las tareas que nos asignaron fue la bendición de las casas. Ahí
íbamos el párroco de Montaverner, José Andrés Boix, y el seminarista Pablo Soriano, y en una de esas ocasiones, en una casa que estaba
en construcción, vimos un camión que nos llamó la atención, porque
el nombre que llevaba en el parasol era muy familiar. Pero cuando nos
acercamos todavía nos llamó más la atención, porque aquel camión era
de Moncada. Ante mi sorpresa, las personas que venían conmigo dijeron: Ah! ¿Que conoce aquello? —Claro que lo conozco, yo vivo ahí. Y
nos quedamos todos sorprendidos. Pero ahora viene la segunda parte,
uno de los que venía en la expedición, aquella fotografía la colgó en el
Facebook, y cuando no hago más que llegar aquí, los primeros días, me
encuentro otra persona y me dice: —Oye, vi la foto, conozco al dueño
del camión. No pertenecía a ninguna empresa, era un autónomo… Así
es como funcionan las cosas. Uno se puede encontrar en cualquier lugar
del mundo un camión de Moncada y gracias a las redes saber toda su
historia enseguida. Es una anécdota pero habla de una realidad.
¿Qué hace falta para estar presente en las redes? Fundamentalmente
tres cosas: dedicarle tiempo, ser constantes y no tener miedo al cambio. (Daniel Pajuelo) Algunos de nosotros debemos de optar por este
modo de evangelizar. Ya sé que en nuestras parroquias hay muchas necesidades, y es verdad que tenemos que sentirnos interpelados si hacen falta catequistas, gente para ayudar en la liturgia, o en Cáritas...,
pero también son necesarias personas comprometidas en los medios
de comunicación. La Red tiene su lenguaje y su dinámica comunicativa,
no basta con leer un manual, o asistir a un cursillo intensivo. Hace falta
una formación continua, a través de la Red, afortunadamente, también
podemos formarnos. Hay un proyecto, entre otros, iMisión, que es muy
interesante en este aspecto.
¿Qué más cosas podemos hacer en Internet? Fijaos, podemos, por
ejemplo, crear una radio online, una emisora parroquial. Ya sé que algunos de vosotros diréis: ya tenemos bastante faena, pero bueno, hay que
ir buscando nuevos caminos, experimentando. Podemos, incluso, crear
una televisión propia. Estamos, ya nos lo han anunciado, transmitiendo
todo lo que está pasando en este Congreso por Internet, y nos están
viendo por todo el mundo. Pero, ahora, yo os digo una cosa: ¿Habéis
utilizado vuestros móviles para avisar a la gente de que se conecte, para
que vean, los que no han podido venir, un poco este Congreso? ¿Les
habéis mandado algún mensaje?
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Con estas herramientas lo que vivimos traspasa las paredes de nuestros templos para llegar a muchas más personas, también a los que nos
miran con inquietud y curiosidad. Podemos incluso publicar la versión
digital de nuestras hojas parroquiales porque, como os he dicho al principio, los nuevos medios no anulan a los viejos, sino que son capaces de
potenciarlos y debemos de utilizarlo todo. Quizá, lo que tenemos que
discernir es cuál es el mejor medio para según que tarea o trabajo tengamos que realizar.
Yo, ahora, no estoy dentro de vosotros pero imagino que estáis escuchando todas estas cosas con entusiasmo. Me alegra. Y es que son muchos los interrogantes que se nos plantean, y el primero, y más grande
de todos es:
¿Quién es capaz de llevar adelante una tarea como ésta? ¿Quién puede
culminar un proyecto tan ambicioso que nos resulta tan difícil, sobretodo para los que tenemos más años?. Porque es una cosa que nos ha venido después de mucho recorrido. En Italia, han creado, han puesto en
marcha desde hace unos años la figura del Animador de la comunicación
y la cultura. Se trata de laicos que reciben una formación específica, y
tienen como misión sensibilizar a sus respectivas comunidades diocesanas y parroquiales. ¿No deberíamos también nosotros proponer en
nuestras parroquias que alguno o algunos de sus miembros se preparen
para servir a la comunidad en este campo, y que se formen para ello?
Nuestros fieles en su mayoría ya utilizan Internet, se trata de que nosotros integremos en la vida de la parroquia esta dimensión. Nos hace
falta una cierta visión pastoral en la que vayamos integrando todo esto
con naturalidad, sin forzar las cosas y, de manera especial, aquello que
nos pueda ser útil. Teniendo claro cuál es nuestra misión, y las prioridades pastorales que se presenten. Tenemos que estar en las Redes Sociales, porque dónde están las personas, allí se tiene que escuchar nuestra
voz. Decía Juan Pablo II: “el primer areópago del tiempo moderno” son
los modernos medios de comunicación, y no podemos ser meros espectadores de un mundo que cambia rápidamente.
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En necesario también, esta es una convicción personal, que dejemos
ventanas abiertas en todo lo que hagamos. ¿Y, a qué me refiero al de-
cir ventanas abiertas? Que nos hagamos una pregunta que a mí se me
antoja importante: Si aquí viniera…, si esto lo leyese…, si esto lo viera…
alguien completamente ajeno a la vida de la Iglesia, ¿encontraría algún
espacio a partir del cual conectar con la vida de la comunidad? Debemos de evitar un lenguaje que solo podamos entender nosotros, no podemos dar por supuesto nada, debemos de caminar al ritmo de los más
rezagados y, sobre todo, debemos testimoniar en lo que hagamos una
Iglesia que sale al encuentro de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, el esfuerzo vale la pena, no nos anunciamos a nosotros mismos, no
lo hacemos en nuestro propio beneficio. “Hay que armar lío”, le decía el
papa Francisco a los jóvenes en Rio. También, a nuestra manera, debemos de hacerlo nosotros. Ahí, en la imagen, veis con respecto al lío del
Papa una frase que me hizo mucha gracia y que encontré en Internet.
Que esto nos sirva también para acabar este momento. (Es la foto de
una nota de papel en un espejo que dice: “Armen lío. Firmado Francisco”. Un poco más abajo alguien añadió: “Pero luego déjenlo todo en su
sitio. Firmado: Mamá”.
Muchas gracias.
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Comunicación 4
Una propuesta de educación en la fe de niños y
jóvenes en nuestra diócesis:
Juniors Moviment Diocesà
D. Pedro Andrés – D. Virgilio González
Muy buenas tardes a todos. Agradecemos la oportunidad a la organización del congreso al poder presentar nuestro Movimiento ante todos
ustedes, y dar testimonio de nuestra experiencia de trabajo y servicio
incondicional a la pastoral juvenil de nuestra diócesis.
Hay muchos motivos por los cuales ser juniors, muchos ya los han visto
en el video que acabamos de poner. Pero si existe una razón fundamental por la cual ser juniors, esa es Cristo. Él nos reúne a todos para llevar
a cabo nuestra misión, la evangelización de los niños, adolescentes y
jóvenes asumida con un compromiso por laicos, pues esto es Juniors,
un movimiento de laicos diocesano que cuenta con un total de 14.000
integrantes, dinamizando la vida en misión de nuestra diócesis.
Y ¿a quién reúne? A niños, adolescentes y jóvenes que con la ayuda de
jóvenes educadores y acompañados de sacerdotes que ejercen de consiliarios, semanalmente se comprometen en las parroquias a participar
y a evangelizar a los más pequeños.
No existe una edad de finalización pero sí una edad de inicio, esta edad
de inicio es después de la comunión. Los niños se inscriben después de
tomar la comunión y comienza así un proceso de maduración en la fe,
que les llevará a ser con el tiempo personas adultas y comprometidas
con la sociedad y la Iglesia. Este proceso de maduración en la fe no finaliza puesto que se integra dentro de la comunidad parroquial. La etapa activa como Juniors sí que acaba, pero el grupo que comenzó desde
pequeño en su proceso de evangelización se integra en otros ámbitos
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parroquiales para desarrollar su acción pastoral sin desvincularse nunca
ni olvidar el equipo de fe, por lo que el joven finaliza su etapa de juniors
integrándose activamente en la misión de la parroquia.
Y ¿cómo se articula esto?
Juniors Moviment Diocesà tiene un Proyecto Educativo que contempla
las características psicológicas y evolutivas de los niños, adolescentes y
jóvenes, para llevar a cabo la evangelización y la maduración como personas desde todas las dimensiones de la fe. Este proyecto marca una
serie de contenidos y objetivos, los cuales se inician forjando un equipo
fundamental para el aprendizaje en la fe en nuestro movimiento. Una
pequeña comunidad en el tiempo de Pacto, así lo llamamos, que van
creciendo y pasando por los diferentes tiempos hasta llegar al tiempo
de Compromiso que como verán, no tiene finalización puesto que es a
partir de los 18 años, ahí se inicia un proceso de formación integral dentro de la Comunidad Parroquial.
Pero si Juniors M.D. puede considerarse un movimiento de nueva evangelización es gracias a la completa metodología de aprendizaje que
tiene. Esta metodología nos permite llevar a cabo una inmensidad de
actividades, encuentros, convivencias, acampadas, campamentos, oraciones…, que se realizan y dan sentido a nuestra misión evangelizadora:
experiencia, reflexión, compromiso, y celebración.
La experiencia, como propiamente indica, es una vivencia provocada
que pretende hacer vivir en la persona una acción concreta. Pero en esto
no nos quedamos sólo, precisa de una reflexión. Esta experiencia debe
ser iluminada a través de la luz del Evangelio, de la Palabra de Cristo, y
esta es la clave fundamental de la clave de nuestro método. Gracias a
esta reflexión provocaremos una actitud transformadora en la persona
y a su vez en el entorno, llevando el mensaje del Evangelio a la sociedad
y dando testimonio desde las diferentes edades y experiencias vividas.
Pero además, este compromiso debe llevarnos a un acto final de celebración, para finalmente ser celebrado en comunidad (en el pequeño
equipo) una acción de gracias a Dios por todo lo vivido. Con esto, como
decía anteriormente monseñor Luis Solé, nuestra acción se basa en la
animación bíblica, es decir, en animar la Palabra de Dios a través de los
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más pequeños. Y todo esto es fundamental que se realice a través de
herramientas pedagógicas como lo son: el juego, las dinámicas, y sobre
todo en el tiempo y en el aire libre.
También anualmente nuestro movimiento publica campañas de formación y animación que refuerza el contenido de este proyecto educativo
para dinamizar así la misión del movimiento siguiendo las líneas pastorales de nuestra Iglesia diocesana y la Iglesia universal. Pero esa misión
evangelizadora es posible gracias a la doble realidad que los Centros
Juniors que poseen: la parroquia y la diócesis. La parroquia, lugar de
comunión entre los diferentes agentes de pastoral, es donde Juniors
Moviment Diocesà, lleva a cabo su labor evangelizadora más importante. Es lugar de encuentro donde se realiza el proceso de crecimiento y
desarrollo integral y desde donde se vive la identidad propia de nuestro
movimiento optando por la vida en equipo.
El Centro Juniors, coordinado por un Equipo de Educadores, se responsabiliza de diferentes equipos de niños, adolescentes y jóvenes que, organizados por edades, llevan a cabo una maduración conjunta de la fe como
personas. Es vital que esta maduración en la fe no se haga individual puesto que el proceso de maduración del equipo lleva a comprender y a experimentar con el resto de compañeros del equipo la fe. Los Centros forman parte del Consejo de Pastoral Parroquial porque son parte activa de
la parroquia. Es por ello que existe una fuerte identidad parroquial desde
nuestro movimiento y Juniors lo recoge así en un símbolo propio, la pañoleta. Cada centro posee unos colores diferentes dependiendo de la identidad de su parroquia y que entrega en forma de pañuelo reforzando la
identidad del niño con su parroquia y con todo el Movimiento Diocesano.
Los Centros Juniors a su vez se agrupan en diferentes Zonas y en Vicarias
territoriales iguales a la distribución territorial de nuestra diócesis. Con
este sentido de pertenencia a otros grupos, equipos, los miembros del
Movimiento Juniors participan activamente del sentido diocesano que
nos caracteriza. El Centro Juniors está llamado a participar en el ámbito
parroquial donde realiza en gran parte su misión evangelizadora, pero
también está llamado a participar de la Zona, la Vicaría y sobre todo, la diócesis por el trabajo en red que también monseñor Luis Solé ha remarcado.
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Es enriquecedor para el educador y para el niño, así como también para el
consiliario, que se participe en esta estructura, puesto que la misión evangelizadora se refuerza en unión con otros iguales. Además cabe destacar
que Juniors posee una escuela de formación propia, Juniors Escola d’Animadors, con más de 25 años de experiencia y que forma anualmente a más
de 400 jóvenes en cursos destinados a la dinamización y coordinación de
actividades de tiempo libre desde un carisma espiritual para crear una experiencia significativa en el educador, que lo llevará después al Centro Juniors.
La participación de los Juniors en la vida sacramental de las parroquias
es importante y destacada. En sí para poder localizar dónde se encuentra Juniors en la realidad parroquial, hemos de entender que al hablar
de Juniors no estamos hablando de un movimiento de catequesis. Juniors lo que no está haciendo es ni preparar para la primera comunión,
ni preparar para la confirmación. Si algo se tiene que destacar en Juniors
es que invita y lleva al niño, y al joven, a vivir la experiencia de la fe. En
ese sentido podríamos hablar que Juniors está hablando de una catequesis experiencial para vivir la vida sacramental. Partir de la vida del
niño o del joven para, iluminándola con la Palabra de Dios, llegar a un
compromiso en el que cuando regreses a tu vida, puedas llevar y cambiar la experiencia de vivir la fe. Esto es lo que permite que Juniors sea
adaptable a muchas realidades parroquiales en la que nos movemos,
donde podría hablarse también de un primer anuncio, la necesidad de
presentar la fe directamente a los más pequeños.
El trabajo en grupos en la parroquia, en las vicarías, va siempre dirigido
a poder compartir la fe, y esa vida es la fe vivida en la vida sacramental.
Participar con todos los miembros de la parroquia. Por eso, la eucaristía
intenta ser el centro de todo, de toda la acción de Juniors, que se realiza cada fin de semana. He dicho, intenta porque sabemos muy bien,
y somos realistas, de que partimos de la dificultad que los jóvenes, los
niños, participen de la eucaristía, de que nuestras iglesias, en nuestras
misas, participen los jóvenes, los niños. Pero esto no dificulta que nosotros estemos marcando que la eucaristía sea el centro, porque en Juniors, el culmen de toda acción, de toda su metodología, es siempre la
celebración de la fe, especialmente la misa.
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Y es aquí donde sí que tenemos que participar y hacer un énfasis mucho
mayor de que no podríamos alcanzarlo sin un trabajo común entre los
educadores juniors, el párroco y la comunidad parroquial, porque también hay que aprender a generar espacios donde los jóvenes tengan y
se sientan partícipes de la parroquia. Y para que esta vida parroquial sea
especialmente enraizada, es esencial la presencia activa y el acompañamiento activo de los sacerdotes.
En el Movimiento Juniors se designa la figura del consiliario, que sería
aquel sacerdote que acompaña y vela por la fe de todos los miembros de
cada centro. En general y ante la falta de sacerdotes suele ejercerla también el párroco. Es una tarea que nunca acaba, pues también ha de acompañar al joven cuando termine su tarea y su compromiso con el Centro
Juniors, el joven también se incorpora en la vida parroquial, en las actividades parroquiales y no desaparece. Ahí es donde el enraizar, el enlazar
la vida desde el Movimiento Juniors a la parroquia, es más importante.
La realidad de nuestro Movimiento es que necesita que éstos jóvenes
tengan una vivencia de fe para poder seguir ejerciendo la tarea de evangelización y por tanto, es necesario cuidar el encuentro personal con
Jesucristo, la fe de cada uno, sobre todo de los jóvenes educadores. Es
aquí donde el trabajo de los consiliarios es primordial. El acompañamiento espiritual o la dirección espiritual y el sacramento de la Reconciliación son claves para que haya un encuentro personal con Dios y que
este les lleve a la vivencia personal y comunitaria de la fe.
Esta es la parte más complicada que tiene Juniors y el reto más grande,
pero también es la parte más apasionante pues aquellos que se sienten
acompañados en la fe, descubren su propia vocación, se les puede ayudar a descubrir su vocación y podrán también acompañar así, a los más
pequeños y vivir así, su fe. Esos jóvenes que se están haciendo cargo de
un Movimiento de laicos para laicos. Y ahí es donde una parte importante del movimiento y que muchas veces es lo que identifica porque es lo
primero que se ve es la espiritualidad y la identidad del Juniors.
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La vivencia comunitaria y la vivencia personal en Juniors se refuerza
muchas veces en gran parte por la identidad que tiene este Movimiento. Al Movimiento Juniors se le ha acusado en muchas ocasiones de que
viven encerrados en su propia identidad y que esto les hace no integrarse en la vida parroquial y por tanto en la Iglesia. No negamos que esto
pueda ocurrir porque seguramente se ha desvirtuado lo que Juniors es
de verdad y por eso son situaciones que hay que cuidar, acompañar,
para que las experiencias regresen a lo que tienen como fundamento.
Porque tener un Centro Junior no es éxito seguro, necesita estar acompañando a jóvenes que están cambiando continuamente y que viven en
una sociedad que no les acompaña para vivir su fe... Pero sí que tengo
que hacer una defensa aquí de lo que es la identidad Juniors, porque
todo grupo o movimiento necesita tener unos signos de identidad que
lo identifiquen, que le permitan a cada miembro sentirse parte de ese
grupo más grande.
Juniors MD, como han ido viendo, tiene una serie de signos como ha sido
el crismón o la pañoleta. Pero también están otros como los Principios
de Vida Juniors, la Oración Juniors, su estructura, sus celebraciones que
envuelven la vida de los juniors y todo esto hay que cuidarse porque es
un camino que les lleva a sentirse Iglesia, comunidad de comunidades y
parroquia. El problema es que, a veces, se nos olvida que identidad y espiritualidad van mucho más que unidas. Quizá para no confundir, y que
cada uno tenga su experiencia, a veces tenemos que repasar y repetir lo
que es verdaderamente Juniors M.D. para evitar aquellas experiencias
negativas que uno haya podido tener. Ese es el problema cuando uno
tiene una larga trayectoria, una larga historia, que no todas las experiencias con jóvenes son iguales, por lo que para acudir a Juniors, hay que
acudir a lo que verdaderamente son sus fuentes y su sentido espiritual y
de identidad. Porque si eliminamos, si sustituimos una por la otra, la espiritualidad o la identidad, acabaríamos teniendo un sentido erróneo de
lo que es. Por eso, simplemente para cerrar esta parte de la espiritualidad
y la identidad, presentarles lo que muchos habrán oído otras veces pero
para que lo vean directamente, se lo mostramos en estas diapositivas.
Les invitaría a que lo vean desde la espiritualidad más grande que tiene
nuestro Movimiento que es la vivencia de ser parroquia y de ser Iglesia.
Parte de la identidad son los ritos. Los Ritos Juniors comienza con el
Pacto de Equipo y la entrega del Crismón, la imposición de la Pañoleta
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signo de la parroquia, la entrega de la Cruz, de la promesa o la entrega
de la Palabra. Continuamos con los Principios de Vida :
– Vivir en la Verdad para conquistar mi libertad.
– Defender la justicia y luchar por un mundo nuevo.
– Ser comprensivo con los demás y exigente conmigo mismo.
– Fortalecer el espíritu para estar dispuesto a servir a Jesús y
a mis hermanos.
Y después una oración que en la diócesis se reza mucho. Todos los sábados miles de niños rezan juntos esta oración que oiremos al final pero
que muchos saben cómo comienza. “En el comienzo de mi juventud voy
hacia ti, Jesús…” No la voy a terminar porque les invito a aquellos que la
sepan a compartirla en el video del final.
Y por último dos cosas, que cierran lo que es la estructura y la identidad
y la espiritualidad de Juniors que son: el lema y la ley Juniors.
El lema es, y lo oirán muchas veces, Siempre unidos. Y qué mejor lema
para poder hablar de parroquia y de Iglesia.
Y la ley, que es la que trabaja y ejerce como eje en todo lo que realizamos: “amamos a todos los hombres del mundo como Jesús nos ama”…esa
es la espiritualidad sencilla del movimiento junior.
Pero todo esto nos lleva, no a guardárnoslo para nosotros sino, a salir
fuera, a ser testigos en el mundo de nuestra misión. Es así como nuestro
compromiso es un compromiso activo con el mundo puesto que somos
llamados a dar testimonio del Evangelio. La acción social que realizan
los centros viene trabajada a través de las diferentes colaboraciones
que se realizan entre los niños, adolescentes y jóvenes, como por ejemplo las Cáritas parroquiales, Manos Unidas. Tomamos el Centro Juniors,
la parroquia, como plataforma de misión.
Este compromiso activo también nos llevó en su día, y continua en la
actualidad, a colaborar en la tarea evangelizadora que el Movimiento
“Cours vaillants, Ames vaillants”, realizan la diócesis de Kara en Togo,
África. Con el Proyecto Juniors Togo, estamos ayudando a desarrollar
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la acción evangelizadora internacional de este Movimiento, reforzando
así nuestro carácter misionero y testimonial. También nuestro carácter
y nuestro compromiso activo se concentra con el entorno, con la creación, y por ello, la realización de numerosas actividades, acampadas y
campamentos al aire libre, donde la evangelización puede también llevarse a cabo de una manera alternativa.
Además, cuenta con un papel fundamental con la familia. Aunque nuestros destinarios principales son los niños, adolescentes y jóvenes, la familia de éstos son un pilar fundamental para nuestro Movimiento en el
acompañamiento de la fe de sus hijos. En muchas ocasiones, son los
niños que asisten a nuestras parroquias, al Centro Juniors, la única carta
de Dios que llega a la familia, que llega a casa; por lo que también evangeliza de una manera indirecta, pero clara y precisa a la familia.
Y todo este trabajo refuerza a la persona que participa de Juniors Moviment Diocesà.
El Proyecto Educativo que tenemos, la metodología que trabajamos,
nuestra identidad, la espiritualidad, el sentido parroquial y diocesano,
todo hace que las personas que hayan estado en Juniors reciban una formación especial ayudándole al crecimiento de la persona humana que son.
Juniors Moviment Diocesà es un movimiento de Nueva Evangelización
de primer anuncio; puesto que trabaja de jóvenes para jóvenes, y constantemente está actualizándose en el mensaje de siempre: Cristo. Por
ello el Movimiento Juniors no hace personas juniors, sino que hace personas cristianas comprometidas dentro de la Iglesia y dentro de la sociedad.
Como decía el documento de las orientaciones de la Provincia Eclesiástica Valentina sobre la Pastoral Juvenil en el punto número 8 y así nos
gustaría casi finalizar:
“A los jóvenes que responden a la invitación, como a los jóvenes que
mantienen una relación frecuente con la Iglesia, hay que ofrecerle los
medios para que conozcan a Jesucristo y se despierte en su corazón un
afecto hacia su persona. Para ello no basta una mera instrucción de carácter intelectual sino que es necesaria una experiencia de encuentro
con Cristo: “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una
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gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona”1. Este encuentro abre el corazón al conocimiento y al amor del
Señor. […] “Queridos jóvenes no os conforméis con menos que Cristo”2.
Tenemos y debemos hacer propuestas de primer anuncio y de crecimiento en la fe para alcanzar el corazón de los jóvenes y lo abran para
que lo ocupe nuestro Señor Jesucristo...”.
Este es el trabajo que realiza Juniors Moviment Diocesà. Fruto del tiempo libre, de las actividades, los juegos, las celebraciones, las oraciones y
reflexiones iluminadas por el Evangelio y con el compromiso de los educadores y el acompañamiento indispensable de los consiliarios, familias y
agentes de pastoral, ayudamos a los más pequeños a que tengan un crecimiento en la fe para que sean personas cristianas maduras en esta sociedad.
Antes de finalizar nos gustaría desde aquí aprovechar la ocasión para
agradecer la labor comprometida, voluntaria y entregada que niños, jóvenes, educadores, sacerdotes, obispos, familias, agentes de pastoral y
un sinfín de personas más, han hecho a lo largo de éstos treinta años, y
hacen hoy en día, que Juniors M.D. sea una realidad existente y vital en
nuestra diócesis. Así como también agradecer a la Fundació Sant Maure, la colaboración comprometida en cuantos planteamientos se realizan y precisan con Juniors M.D.
Nos gustaría finalizar esta intervención con nuestra espiritualidad e
identidad, invitándoles a rezar la Oración Juniors. Sé que muchos puede
que no la conozcan. Pero a veces no precisa de saberse las oraciones sino
de tener la disposición orante. Por ello el video que a continuación les
mostramos pretende finalizar esta comunicación con la Oración Juniors.
En el comienzo de mi juventud voy hacia ti, Jesús.
Quiero marchar decidido por el camino que tú me marques,
para que mi vida sea lo que tú esperas de ella.
Tú eres mi mejor amigo; juntos marcharemos en equipo
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1
Benedicto XVI. Encíclica Deus Caritas est, nº 7.
2
Benedicto XVI. Vigilia de oración con los jóvenes. Madrid 2011.
para que compartas conmigo el pan de la amistad
y me enseñes a darlo generosamente a mis hermanos.
Fortalece mi voluntad para vencer mis pasiones,
cumplir siempre con mi deber
y seguirte sin cansarme con lealtad y alegría. Amén.
Muchas gracias.
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Comunicación 5
Matrimonio y Familia:
vida y transmisión de la fe
Teresa Górriz y José Miguel Nemesio
Mª Carmen Marín y Ricardo Rodríguez
Buenos días. En primer lugar queremos dar las gracias por invitarnos
a participar en este congreso sobre parroquia y nueva evangelización.
Hemos de hacer una aclaración, no venimos a hablar de nuestro movimiento. No sé si realmente somos los más capacitados para lo que
se nos ha pedido, pero es verdad que lo mismo que pertenecer a los
equipos nos ha hecho asumir determinados compromisos con nuestro
movimiento, también nos ha hecho volcarnos en diferentes responsabilidades dentro de la parroquia, y de eso es de lo que os vamos a hablar.
En todo caso, en la carpeta encontraréis también algún material que
hace alusión a nuestro movimiento, por si lo queréis conocer.
Como punto de arranque hemos escogido una definición del directorio
sobre la Pastoral familiar, que es la siguiente:
“La acción evangelizadora que realiza la Iglesia, orientada por sus pastores, en la familia y con la familia como conjunto, acompañándola en
todas las etapas y situaciones de su camino”.
Nos pareció que era una definición correcta y muy exacta de lo que es la
pastoral familiar. Pero claro, cuando esto lo confrontamos con la realidad, lo que observamos es que, en muchas parroquias esa pastoral familiar se limita a unas acciones puntuales como pueden ser, por ejemplo, la
catequesis de primera comunión o los cursillos prematrimoniales, y además subrayo la palabra “cursillos” prematrimoniales, porque está muy
extendida. No hablamos de catequesis prematrimoniales si no de cursillos prematrimoniales y es que a veces nos conformamos con muy poco.
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Y aunque esto es necesario no es una respuesta suficiente, porque del
mismo modo que la vida de la familia no se reduce a los cumpleaños o
la comida de Navidad porque necesitamos sentirnos familia en el día
a día, también vemos que la familia necesita ser evangelizada en toda
su realidad y en sus distintas etapas: cuando somos niños, en la adolescencia, cuando nos hacemos jóvenes, al llegar a la madurez y en la
ancianidad. Y a lo largo de todo ese recorrido vivimos momentos de enfermedad, de crisis, de crecimiento o de alegría en los que queremos
sentirnos acompañados.
Ahora bien, si pensamos que la finalidad de la pastoral familiar es “la
familia” y queremos llegar a tocar el corazón de todas las familias, deberemos tener en cuenta ¿quiénes y cómo son esas familias con las que
tenemos la pretensión de encontrarnos?
Con respecto a la familia vamos a dar tres pinceladas, o a destacar tres
aspectos, como tres miradas. La primera iría dirigida a las luces y sombras de la familia actual. Entre las luces, podemos citar lo siguiente:
La familia sigue siendo para muchos españoles la mayor y mejor ayuda
en sus problemas de desempleo y de crisis, es un auténtico “colchón
social” en este momento.
La familia es un agente excepcional en la transmisión de valores, de
orientaciones para la vida, para el trabajo, para el amor. Es el principal
agente humanizador.
La familia, en las encuestas aparece como la institución más valorada.
Pero también es verdad que nos encontramos con sombras en estas
mismas familias:
Aumento de los hogares unipersonales (sobre todo solteros que renuncian a casarse).
Disminuye la natalidad. Somos, dicen, el país con la natalidad más baja
del mundo.
Y aumentan las separaciones, los divorcios, el aborto…
La segunda mirada la centramos en aquello que es común a todas las
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familias. En nuestra propia familia nos encontramos con situaciones totalmente diversas: hermanos separados, hijos que conviven con la pareja, primos que han adoptado un niño y son solteros. A pesar de esa
aparente diversidad, todas las familias tenemos algo en común, y esto
es muy importante: todas queremos vínculos familiares fuertes y gratificantes. Todas queremos lo mejor para nuestros hijos: una buena educación, buenas amistades. Todos queremos tener tiempos y espacios
para disfrutar en familia. En definitiva, todas las familias queremos ser
felices. Si además damos una mirada a la relación familia/Iglesia o parroquia, nos encontramos con tres grupos sobre los que vamos a centrar
un poco la experiencia:
– Existe un primer grupo de familias con una práctica religiosa habitual, al menos en la mayor parte de sus miembros, y que consideran sus parroquias como el ámbito natural en donde vivir su
fe, participando activamente y frecuentemente en la Eucaristía,
en los sacramentos, incluso asumiendo compromisos pastorales.
– Un segundo grupo de familias lo forman aquellas personas que
en su vida diaria han ido distanciándose de la práctica religiosa
pero aún conservan una inquietud y tienen unas motivaciones
culturales que les hacen aproximarse a la Iglesia en determinados
momentos como festividades o sacramentos.
– Y un tercer grupo, el que llamamos el de los más alejados, algunos con claros prejuicios contra la Iglesia. Otros, los más, indiferentes. Son personas cuyo concepto de la religión y de la fe viene
de muy atrás, de la Primera Comunión o de una clase de religión
que consideraban despectivamente como una “maría”, y lo que
aprendieron en su día no les sirve en la vida actual porque no responde ni a sus preguntas, ni a sus necesidades, o porque ni tan
siquiera se plantean el cuestionarse estos temas.
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Dicho esto vamos a compartir con vosotros nuestra experiencia personal. Tanto Tere como yo, desde pequeños hemos vivido a la sombra de
la parroquia. Después de la catequesis de primera comunión entramos
en Juniors como niños, después al crecer nos hicimos educadores, después nos pusimos a festear y cuando llegó el momento de casarnos, nos
dimos cuenta de que lo que estábamos viviendo se nos quedaba como
pequeño, no podíamos ser educadores juniors toda la vida porque en
ese momento nuestro proyecto era ser una familia cristiana.
Tuvimos la grandísima suerte de encontrarnos unos sacerdotes que nos
orientaron y ayudaron a dar respuesta a esas necesidades que iban a ir
surgiendo en ese camino como familia. Quizás lo primero fue la invitación de nuestro párroco, don Miguel, para entrar a formar parte de un
Equipo de Nuestra Señora, y ahí descubrimos que nuestra vocación era
y es vivir la espiritualidad conyugal, es decir vivir en pareja un camino
hacia la santidad.
Llevamos 27 años casados, y al mirar con una cierta perspectiva hacia
atrás, hay un momento que nos llama la atención y que fue como un
punto de inflexión. Fue hace 14 años, estábamos en el área de matrimonio y familia como responsables, y nuestro párroco quiso poner en
marcha una iniciativa, que era la de la Catequesis Familiar de 1ª Comunión. Hasta ese momento lo que se había hecho era la catequesis tradicional con un grupo de educadores o catequistas que acompañaban a
los niños. Y la tarea de los padres era recogerlos y después demostrar un
cierto interés preguntándoles “qué es lo que habéis hecho”, nada más.
La novedad consistía en que se invitaba a los padres a participar activamente en el ese proceso catequético.
Nos pareció que era una iniciativa interesante, aunque nos daba un
poco de miedo, porque veíamos que era un cambio importante. No
sabíamos muy bien cual podía ser la respuesta, pero acogimos la idea
con ilusión. Empezamos a hablar con otros padres de otros niños que
estaban también en la misma edad, compañeros de colegio, amigos de
nuestros hijos y ya prácticamente teníamos los equipos formados. Y ahí
vino la gran sorpresa. Don Miguel nos dijo: “no, no, esto no va a ser así,
vuestros hijos tienen que ser pequeños apóstoles en sus grupos, así que
van a ir con niños de otros colegios que no conocen y su papel va a ser
como pequeñas levaduras. Porque esto que han vivido en vuestras familias, más arrimadas a la parroquia, queremos que lo transmitan a su modo
a sus compañeros”.
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Aquello nos dejó desconcertados. Parecía que era una responsabilidad
demasiado fuerte para unos hombros tan pequeños. Tuvimos varias
discusiones, varias conversaciones al respecto. Y al final llegamos a una
conclusión. Le hicimos ver a don Miguel: “si hasta Jesucristo mandó a los
apóstoles de dos en dos y usted nos los quiere enviar en solitario... por lo
menos que vayan de dos en dos”, y lo conseguimos y se hizo así.
Fue una etapa muy bonita. Personalmente nosotros también nos reuníamos con los padres y teníamos nuestras reuniones de preparación,
guiados por un matrimonio que nos acompañaba y nos iba un poco marcando los pasos. Es muy difícil para nosotros evaluar los cambios que se
produjeron en el interior de las personas porque eso solamente lo saben
ellos, pero sí que hay algunas cosas que están a la vista. Lo que podemos decir es que en nuestro equipo de matrimonios hay dos parejas que
llegaron a Equipos de Nuestra Señora a través de este camino. Personas
que estaban alejadas de la parroquia asumieron algún compromiso, en
concreto en el grupo de evangelización, haciéndose responsables de
enlazar su comunidad de vecinos con la parroquia. Quizás lo que más
nos llamó la atención es que cuando se acercaba la celebración, gente
que estaba muy alejada de la iglesia, participaba del sacramento de la
reconciliación con una alegría y con un entusiasmo sorprendente… Esto
es algo que en el tiempo continúa produciéndose.
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Nuestros hijos no participaron de los inicios de la Catequesis Familiar,
básicamente porque no habían nacido. Nosotros que habíamos sido
educadores del Movimiento Junior, sabíamos que éste actuaba como
enlace entre ambos sacramentos, el de la Eucaristía y el de la Confirmación, y les daba así una continuidad. Tras la Confirmación los chavales estaban un par de años en el movimiento de jóvenes y después
todos querían ser catequistas pero desgraciadamente la parroquia no
podía absorber tal cantidad de catequistas. Por otro lado observábamos cómo se iban haciendo mayores, tenían compromisos laborales,
perdían la ilusión y algunos dejaban la parroquia. También preocupaba
que siguiesen en la parroquia simplemente por un puro activismo, por
estar ahí sin más, y fue entonces cuando se crearon los Grupos de Revisión de Vida, con la intención de que estos jóvenes reflexionaran, y a la
luz del evangelio oraran e iluminaran sus vidas.
A medida que pasaba el tiempo algunos de ellos iniciaban relaciones
de noviazgo. Quedó claro que aquellos Grupos de Revisión de Vida no
daban respuesta a lo que ellos necesitaban y así, un sacerdote pensó
que, ¿por qué no crear equipos de novios? Grupos de novios de largo
recorrido o lo que se llama Preparación Próxima al Matrimonio. En esta
área es donde Ricardo y yo tenemos más experiencia.
Pertenecimos a lo que en la parroquia llamamos Novios I, es decir, los
pioneros. Después, ya casados, hemos acompañado a otros equipos de
novios. Básicamente consisten en que un matrimonio y un sacerdote
consiliario acompañan a parejas y les ayudan a discernir su vocación
matrimonial. Muchas de estas parejas cuando ya dan el paso para casarse, en la Catequesis Prematrimonial, son testimonio y los mejores
colaboradores que la parroquia puede encontrar.
La catequesis prematrimonial o preparación inmediata al matrimonio,
también se cuida con especial mimo. ¿Por qué? Las parejas están muy
receptivas e ilusionadas, van a dar un gran paso y quieren estar seguros.
Esperan mucho de esa relación. En la parroquia lo planteamos de la siguiente forma. Hacemos grupos de 4 ó 5 parejas que se reúnen en casa
de un matrimonio, no en los locales parroquiales, sino en los domicilios
particulares de los matrimonios que dan el cursillo. Nosotros tenemos
un baremo que nos indica cómo van las cosas. El primer día las parejas están muy descolocadas y no saben qué decir, están muy cortadas.
Nuestro baremo, decíamos, son las galletas. Si se comen las galletas es
que están cómodos y si el plato está entero es que todavía no. Cuando
pasan como unas tres reuniones las galletas van cayendo, y en la última,
no dejan ni una. A veces llega un momento en que les tenemos que decir: “Bueno señores, mañana trabajamos”. Les cuesta irse porque se crea
muy buen ambiente. Cuando acaban las ocho reuniones, la parroquia
invita a todas estas parejas a que permanezcan de alguna forma vinculados, y algunos de ellos acceden, quiere eso decir que la experiencia ha
sido muy grata. A estos matrimonios recién estrenados son a los que
hay que cuidar mucho, porque la pareja es el fundamento de la familia
y les intentamos trasmitir que deben cuidar su relación. Y eso es lo que
nosotros hemos aprendido en nuestros grupos de matrimonios de ENS:
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a cuidar a tu cónyuge, a quererle, a rezar con él, a dialogar con él.Eso nos
hace tan felices que lo que queremos es transmitirlo a los demás.
Por eso para los ya casados, en la parroquia se apostó por movimientos
conyugales y familiares. Hay muchos: Encuentros Matrimoniales, Encuentros de Novios, Matrimonios del Verbum Dei, Equipos Parroquiales, CPM. En nuestro caso se apostó por Equipos de Nuestra Señora.
Estos grupos se convirtieron en objeto privilegiado de los sacerdotes, y
al mismo tiempo han servido de cantera -muy fecunda, por cierto- para
atender las necesidades y distintas tareas de nuestra parroquia.
Pero, también están los matrimonios que no optan por estos grupos,
por estos equipos. Este es el momento en que el ciclo se reanudaba. Al
nacer los hijos, con la nueva generación, se les invitaba a la preparación
al Sacramento del Bautismo, a la catequesis familiar de Primera Comunión, a la Junta de Padres del Movimiento Junior y llegado el momento
incluso en la preparación a la Confirmación se les invitaba, se les sigue
invitando a participar en una convivencia en la que se revisa la Historia
de Salvación que ha hecho Dios con su familia. Así lo que conseguimos
es la posibilidad de vivir la espiritualidad de las personas, en todos y
cada uno de los momentos, de las circunstancias de su existencia.
Ahora bien, todo esto que parece estar muy estructurado, existía el peligro de que quedara en compartimentos estancos: los juniors, los jóvenes, los novios. De ahí la necesidad de ir creando iniciativas que trabaran todo esto y le dieran un conjunto armónico. Por ejemplo, hablando
a los chavales pequeños, a los juniors y juveniles, desde muy pronto
de la vocación matrimonial y familiar como una opción enriquecedora e ilusionante. Es lo que llamamos preparación remota al matrimonio. Y lo mismo con las celebraciones, facilitando que las familias con
niños pequeños pudieran disfrutar de la Eucaristía dominical gracias a
la “pre-catequesis” o a la iniciación a la liturgia, con los más pequeños.
Simplemente con unos catequistas que adaptan a los más “peques” el
Evangelio a su edad. Es realmente interesante.
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Intentamos cuidar mucho lo que son las celebraciones: la Familia Cristiana, la Semana de la Vida… actos coordinados por las distintas parroquias de nuestro arciprestazgo con conferencias, cine-fórum… Y una
cosa muy importante en la pastoral familiar es la formación con cursos
de Biblia, Moral, Pastoral de la Salud, ciclos de conferencias; y desde un
punto de vista más vivencial, la reflexión en los equipos de matrimonios
y en los grupos del Itinerario Diocesano de Renovación.
Y con las familias que están atravesando problemas, crisis, dificultades,
¿qué hacemos?
Desde el ámbito arciprestal hay iniciativas sostenidas por el Círculo Católico, lo que hoy en día se llama CAS, Centro de Asistencia Social, que recoge el antiguo COF, Centro de Orientación Familiar y el Centro de Día del
Inmigrante. Tuvimos una experiencia interesante de acompañamiento a
un grupo de mujeres separadas, el grupo Caná, que ha dejado de existir.
En definitiva se trataba de diseñar un itinerario de fe para toda la familia. Todos somos esposos, padres, hijos, hermanos o abuelos de alguien.
La pastoral familiar es como un eje transversal que recorre la vida de la
familia en su conjunto. Sería como una cadena unida —eslabón a eslabón— que nunca pierde su continuidad. Los equipos de novios fueron
un eslabón importante en nuestra parroquia entre los jóvenes y los matrimonios. Toda esta vivencia es la que nos lleva después, en nuestras
parroquias, a poner los “talentos” recibidos al servicio de los demás, e
implicarnos en la vida de nuestra parroquia.
¿Quiénes deberían llevar a cabo esta pastoral familiar?
El papa Francisco nos decía este verano pasado en el Encuentro Mundial de la Juventud: “¿Saben cuál es el mejor medio para evangelizar a
los jóvenes? Otro joven”. Del mismo modo pensamos que nos diría: ¿Saben cuál es el mejor medio para evangelizar a las familias? Otra familia.
De hecho hace dos semanas, nos decía que “Las Familias Cristianas son
familias misioneras”. Las familias cristianas debemos ser luz y sal para
otras familias; acompañados por nuestros sacerdotes. ¿Por qué?
Porque estamos recorriendo el mismo camino, conocemos y vivimos
las mismas experiencias, nos enfrentamos a los mismos retos, tenemos
las mismas esperanzas. De ahí la necesidad de formación, para dar razón de nuestra fe. También la necesidad de contar con la gracia de los
sacramentos y la fuerza de la oración. Por eso son tan importantes los
103
movimientos familiares que se preocupan de que sus miembros crezcan y maduren formándose adecuadamente, facilitando medios para
que su oración —nuestra oración— sea más rica, y su vida sacramental
más viva. De forma que con su testimonio, con nuestro testimonio, podamos conseguir hoy como en los primeros siglos de la Iglesia, que la
gente diga “Mirad cómo se aman”.
Aunque Ricardo ya lo haya dicho, quiero insistir en la comunión que debe
haber entre la familia y los sacerdotes. Nosotros hemos tenido la suerte
de contar con sacerdotes enamorados de la Iglesia, dedicados en cuerpo
y alma a su parroquia; nuestra experiencia nos dice que, cuando un sacerdote quiere, encuentra el cómo; pero también nos dice que cuando un
sacerdote pierde la ilusión o cae en la rutina, las parroquias languidecen.
Por eso es bueno que desde el seminario —los formadores— empiecen a
formar no solo en la teoría sino también en la práctica, participando en la
vida de los movimientos, implicándose en la vida de las parroquias. Que
los nuevos sacerdotes conozcan los movimientos familiares.
Terminamos ya en dos minutos, queda muy poquito.
Otra cuestión sería, ¿por qué en la parroquia?
– Porque en ella, movimientos, sacerdotes y laicos vamos caminando en la misma dirección.
– Porque la Iglesia se hace próxima en la Parroquia. Tal y como
tenéis en vuestras carpetas, veis cómo entre las casas asoma el
campanario.
– Porque en la parroquia es donde los momentos más importantes
de nuestra vida son vividos.
– Porque al igual que nuestra casa, es el hogar de nuestra familia.
La parroquia la sentimos o hemos de sentirla como el hogar de
nuestras familias.
Hablando un momento antes de empezar con don Vicente Fontestad, él
nos ha hecho ver una cosa que creemos que es importante:
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Porque la estructura parroquial permite compartir no solamente experiencias sino recursos.
Puede darse el caso de que en alguna parroquia tengan las catequesis
prematrimoniales muy bien estructuradas que funcionen muy bien, y a
lo mejor un sacerdote le llama y le dice, oye cómo lo hacéis, te lo envío
por Internet. Esos materiales no sirven de nada si no van acompañados por las personas. Esa experiencia, que citamos, la hemos vivido en
nuestra parroquia con San Juan Bosco, con San Luis, con San José en su
día también y con el movimiento junior. Si hoy en día esas parroquias
son lo que son es porque se ha desplazado gente no sólo con las ideas
sino también con sus personas.
En el aire quedan muchos interrogantes y somos conscientes de que en
nuestro bagaje hay muchísimas lagunas, respuestas tibias e insuficientes, pero queremos terminar con una imagen. Al principio hablábamos
de las familias y la Iglesia, queremos usar una imagen que nos parece
muy sugerente y que refleja lo que os queremos trasmitir:
“Imaginad una casa con jardín en medio de un bosque. La casa sería el
primer grupo de familias, los de “parroquia de toda la vida”; el jardín,
los de aquellos en los que queda un resto de sentimiento religioso y que
se acercan a los sacramentos y a las festividades más señaladas. ¿Y el
bosque? El resto de familias, a las que llamamos alejadas”.
Hay quien no barre ni su propia casa. Hay quien cuida su casa. Hay quien
incluso su jardín. Pero son pocos los que se adentran en el bosque, limpian sus sendas, clarean los árboles. El Evangelio siempre es el mismo,
pero en cada uno de estos tres ámbitos se deberán usar distintas herramientas porque son distintos los ambientes, distintos medios, distintas
maneras de trabajar. Queda pues una última cuestión a la que responder ¿qué acciones deberíamos emprender, encaminadas a responder a
este tercer grupo de familias, alejadas e indiferentes, algunas de ellas
desestructuradas, con graves conflictos, o que no esperan absolutamente nada de la Iglesia?
Sabemos por qué debemos salir a su encuentro: las familias de nuestro
tiempo tienen derecho a conocer y escuchar la Buena Noticia que Nuestro Señor Jesucristo tiene para ellas y nosotros el deber de anunciarlo.
No tenemos claro el cómo, pero sabemos que las familias cristianas hemos de ser testigos, es decir, ser sal, luz y levadura en medio de la masa.
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No se trataría tanto, de hacer o de convencer sino sencillamente de estar, de estar donde están ellos: escuchando, acompañando, acogiendo, compartiendo, sanando. Por ejemplo podría ser como un apadrinamiento dónde un matrimonio de la parroquia acompañase a una familia
de nuestro barrio —de las que llamamos alejadas— con nuestra cercanía, pero también con nuestra oración, para que el barrio vaya convirtiéndose poco a poco en parroquia y la parroquia en barrio, es una tarea
de acercamiento a la intemperie.
Pero para ello nosotros mismos debemos de reiniciar permanentemente
un camino de conversión. Pues tenemos la tendencia a estar calentitos
dentro de la casa, alrededor de la mesa camilla, es decir, hacer aquello
que nos resulta cómodo y en lo que nos encontramos a gusto y seguros.
Nos asusta salir al bosque, o lo que el papa Francisco llamaría “salir a las
periferias existenciales” porque en el bosque podemos encontrar lobos,
porque en el bosque hay zonas en penumbra y sendas desconocidas.
Pero, qué belleza y qué riqueza nos encontramos también en el bosque,
cuando somos capaces de adentrarnos en él, explorarlo, conocerlo.
Muchas gracias.
106
Comunicación 6
Parroquia y escuela:
oportunidades para la Evangelización
Comisión Diocesana de Educación Católica
La Iglesia nos impulsa a un nuevo anuncio de Jesucristo. El sínodo por
la Nueva Evangelización (NE) nos invita a leer adecuadamente los desafíos que los nuevos escenarios nos proponen, discernir las oportunidades pastorales propias de cada uno. Porque la Iglesia nace para evangelizar. A todos.
Alguno podría preguntarse ¿Por qué las escuelas en un Congreso sobre la
parroquia? ¿Qué puede ofrecer la parroquia a las escuelas? La escuela parroquial es posible… pero ¿por qué acceder a la escuela que formalmente te
rechaza? Desde nuestra experiencia, estamos convencidos de que la parroquia tiene mucho que decir a la escuela ¡despertemos juntos a una NE!
Parroquia: ¡la escuela te necesita!
– La escuela te necesita porque es un ámbito de formación integral
de la persona, y por tanto debe proponer respuestas de vida y un
horizonte de sentido.
– Porque la escuela debe ayudar a crecer e integrar todas las potencialidades de las inteligencias de la persona del niño, sabemos
que la apertura a la trascendencia y a vivir desde la interioridad,
desarrolla la inteligencia espiritual.
– Porque como toda escuela está situada en un territorio parroquial,
por tanto hay en ella familias cristianas a cuyos hijos debe atender.
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– Porque todo cristiano laico está urgido a participar también de la NE:
el ámbito propio de los profesores es la escuela, así como la misión
de los padres es el compromiso en la educación de sus hijos.
– Porque la escuela ayuda a comprender al alumno el universo simbólico de la cultura… la riqueza que le aporta el sustrato religioso
posibilita el diálogo fe-cultura-vida, fe-ciencia.
Porque tenemos una visión del hombre y del mundo bimilenaria que
ha producido frutos de humanización constatables y que están en las
raíces de los valores y cultura europea. La parroquia ayuda a la escuela
a educar al buen ciudadano, esto es, buscar el bien común, mejorar el barrio, salir de uno mismo, descubrir la propia identidad, amar
auténticamente a los demás y dar sentido trascendente …¡efectivamente la parroquia tiene tanto que ofrecer!
Urge aunar esfuerzos…el papa Benedicto nos invita a dar respuesta,
juntos parroquia-escuela, a la actual emergencia educativa, y nos lanza
a mejorar, juntos, el compromiso educativo: “La tarea educativa valoriza signos y tradiciones (…). Necesita lugares creíbles: ante todo la familia con su papel peculiar e irrenunciable; la escuela horizonte común
más allá de las opciones ideológicas; la parroquia “fuente de la aldea”,
lugar de experiencia que introduce en la fe dentro del tejido de las relaciones cotidianas. En cada uno de estos ámbitos es decisiva la calidad
del testimonio, camino privilegiado de la misión eclesial. En efecto, la
acogida de la propuesta cristiana pasa a través de las relaciones de cercanía, lealtad y confianza. En un tiempo en que la gran tradición del pasado corre el riesgo de quedarse en letra muerta, debemos estar al lado
de cada persona con disponibilidad siempre nueva, acompañándola en
el camino del descubrimiento y asimilación personal de la verdad, y al
hacer esto también nosotros podemos redescubrir de modo nuevo las
realidades fundamentales”.
Porque la parroquia tiene mucha riqueza que ofrecer al pueblo o barrio,
cuyo rostro inmediato para los niños y jóvenes son la parroquia y la escuela:
1. Ámbito cultural: cuadros, esculturas, diversidad de ornamentos
en torno al año litúrgico, archivo parroquial…
2. Ámbito de cohesión social: cofradías, fiestas patronales,…
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3. Ámbito de tiempo libre: Juniors, Iuvenes, Scouts, y otros propios
de cada parroquia.
4. Ámbito asistencial: Cáritas, acogida e integración de inmigrantes, visita a enfermos, economatos, campañas puntuales…
5. Ámbito formativo catequético-teológico, espiritual y educativo: ciclos de catequesis, charlas, escuelas de padres…
6. La celebración de la fe: sacramentos, liturgia, oración… y su iniciación en los niños y jóvenes de catequesis de Primera Comunión
y Confirmación.
En síntesis: la parroquia, en su acción evangelizadora, ofrece a la escuela un diálogo integrador fe-cultura-vida, que ayuda al alumno a descubrir la propia vocación.
¿Es esto posible desde las dinámicas que tenemos generadas en el día a
día de la parroquia? ¿Nos hace falta un cambio de inquietudes, de lenguaje, de horizonte? ¿Entendemos que nuestra acción evangelizadora a niños y jóvenes encuentra un ámbito de comunión y servicio en la escuela?
Parroquia ¡tienes un papel que desempeñar en la escuela!
No es privilegio ni intromisión; es identidad y servicio.
La Comisión de Enseñanza convoca también a las parroquias a descubrir juntos esta misión: nos gustaría conocer tus iniciativas y dificultades, y ofrecerte algunas experiencias.
¡La red ya está hecha! Sólo debemos ser conscientes de ello y potenciar
el compromiso evangelizador de la parroquia, junto con los profesores
de religión, profesores cristianos, padres con hijos en edad escolar, y
titularidad de los centros.
Que esto sea posible es también Nueva Evangelización.
¡DESPERTEMOS EN LA PARROQUIA EL COMPROMISO EDUCATIVO!
Hemos visto que tenemos la MISIÓN y los INSTRUMENTOS.
¿Cómo podemos llevar a cabo la NE en la escuela?
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El marco escolar nos ofrece oportunidades de acceso en torno a personas y recursos pedagógicos (profesores cristianos —laicos comprometidos en la escuela—, el currículum, carácter propio o ideario, actividades extraescolares, la comunidad educativa, decreto de convivencia,
actividades de mediación, reglamento de régimen interno, AMPA y
Consejo Escolar…). ¿Cómo podemos tender puentes? ¿Qué posibilidades e iniciativas podemos emprender y potenciar?
EMPECEMOS POR HACERNOS ESTA PREGUNTA: ¿qué profesores de
Religión y profesores cristianos hay en tu parroquia? La Comisión de Enseñanza puede ayudarte a contactar con ellos.
– Manifiéstales el interés de la parroquia por acompañarles en su
labor docente.
– Ofréceles la posibilidad de la presencia de alguno de ellos en el
Consejo Pastoral parroquial, para que siempre esté vivo el compromiso educativo de la parroquia.
– Prepara una jornada de reflexión educativa con ellos (puedes contar con el apoyo de la Comisión de Enseñanza) para compartir dificultades, inquietudes… y ver juntos posibilidades de evangelización en cada uno de los centros adscritos a la parroquia. Para ello
te vamos a ofrecer algunas ideas, PORQUE…
DIVERSOS TIPOS DE ESCUELA... OFRECEN DESAFÍOS Y OPORTUNIDADES PASTORALES TAMBIÉN DIVERSOS.
ESCUELA DE INICIATIVA ESTATAL: ¡cuántas posibilidades! ¡Cuántos niños y jóvenes! ¡Cuántas familias!
DESAFÍOS: adquirir conciencia de que “también estas ovejas forman
parte de nuestro redil”, también tienen derecho a conocer a Jesucristo.
– Proponer que la educación debe tener como centro a la persona
en todas sus inteligencias.
– Mejorar el diálogo fe-cultura, pues nuestro entorno cultural tiene
raíces cristianas.
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– Crear, donde no lo haya, una relación constante entre la parroquia y el centro educativo, para poder ofrecer a esa comunidad el
evangelio de Jesucristo.
– Poner en común las inquietudes de servicio y mejora de las familias del barrio, cada uno desde su acento particular.
– Ayudar a los padres a descubrir su vocación educativa y el derecho
a que sus hijos reciban una educación según sus convicciones.
OPORTUNIDADES PASTORALES: el Diseño Curricular Base habla de
interdisciplinariedad y educación holística (integral), inquietudes, como
hemos visto, también de la Iglesia.
Tenemos ya laicos en la escuela que pueden hacer de puentes:
1. El profesor de Religión. Tenemos que salir a su encuentro: ¿Hemos
pensado que es la persona que puede llegar a más niños y jóvenes
en nuestra parroquia? Podemos ver con él las posibilidades y dificultades.
2. Los profesores cristianos del centro: buscarles y convocarles en
esta pequeña comisión de educación de la parroquia, y animarles
a ser testimonio cristiano en sus centros.
3. Padres cristianos que llevan a sus hijos al colegio o Instituto, preocupados por ver modos de participación en la educación integral
de sus hijos: ¿Podemos suscitar y acompañarles desde la parroquia para un mayor compromiso educativo en la escuela?
Convocarles y ver juntos posibilidades y dificultades de llevar a cabo acciones de mejora del compromiso educativo. Por ejemplo:
– Dar a conocer las obras artísticas de la parroquia.
– Descubrir la construcción de la parroquia y su contexto histórico:
proyecto de investigación interdisciplinar que descubra el valor
histórico, comunitario, civil y religioso de la parroquia.
– Estudiar el origen de las tradiciones y fiestas religiosas del barrio
o del pueblo.
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– Impartir algún tema del currículum de Religión en la parroquia,
por ejemplo sacramentos, tiempos litúrgicos…o de música, aprovechando el órgano, el coro, partituras…
– Ofrecer la presencia del sacerdote al centro, fomentando el encuentro de éste y del profesor de Religión con la dirección para
ponerse al servicio de las necesidades de la comunidad escolar.
– Difundir a través del profesor de Religión y profesores cristianos
del centro la presencia y actividad misionera de la parroquia (sacramentos y otras acciones pastorales, educación en el tiempo libre a través de los grupos juveniles, participación en campañas de
Manos Unidas, DOMUND etc…), como una opción más que ayuda
a la formación integral del alumno.
– Promover juntos la parroquia con profesores de Religión y cristianos, y otros colegios de la localidad, una Jornada por la Educación
Integral.
Tanto la escuela de iniciativa privada, como la escuela pública requieren
una NE en el sentido que dice el Papa en Asís: “Miremos a Francisco: él
hizo las dos cosas con la fuerza del único Evangelio. Francisco hizo crecer la fe, renovó la Iglesia; y al mismo tiempo renovó la sociedad, la hizo
más fraterna, pero siempre con el Evangelio, con el testimonio. ¿Sabéis
qué dijo una vez Francisco a sus hermanos “predicad siempre el evangelio, y si fuera necesario también con las palabras”. Pero ¿cómo? ¿Se
puede predicar el Evangelio sin las palabras? ¡Sí! ¡Con el testimonio! Primero el testimonio, después la palabra ¡pero el testimonio!” (Encuentro
con los jóvenes de Umbría, Asís, 4 de octubre de 2013).
Y… ¡en ninguna normativa se dice que un cristiano no puede dar testimonio de su fe, tampoco en los espacios educativos!
ESCUELA PRIVADA no católica: porque todos somos hijos de Dios,
¿qué podemos hacer para la Nueva Evangelización?
DESAFÍOS:
– La parroquia se abre al centro para ofrecer su visión del hombre y
del mundo partiendo de la centralidad de la persona.
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– Para acompañar la atención del despertar religioso de los niños
y facilitar la continuidad de la iniciación cristiana en la parroquia.
OPORTUNIDADES PASTORALES: sabiendo que las familias de los centros
pueden pertenecer a otras parroquias, sin embargo la parroquia a la cual
el centro está adscrito, debe sentirse enviada a la comunidad educativa.
– Buscar seglares (padres y profesores) del centro conocidos en la
parroquia, y que ellos nos faciliten la presentación y las posibilidades de servicio.
– Visita de una pequeña comisión de la parroquia a la titularidad del
centro, desde un proyecto de amistad y colaboración que ofrezca
las posibilidades culturales, sociales, asistenciales y espirituales
de la parroquia para sus alumnos, padres y profesores.
– Animar la participación del colegio en aquellas acciones que se
promueven desde la parroquia con ocasión de las fiestas del pueblo o del barrio: certámenes literarios, concursos artísticos, campañas, cofradías…
– Elaborar carteles u otros canales de comunicación atractivos para
informar de los horarios de las eucaristías, catequesis, oraciones,
charlas y todas aquellas acciones que puedan ser de interés para
las familias.
ESCUELA CATÓLICA REGIDA POR RELIGIOSOS: ¡qué gran riqueza
para la parroquia es vuestro carisma!
Recordemos el texto del Concilio acerca de los fines de la escuela católica:
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“La cual no persigue solamente la madurez de la persona humana
arriba descrita, sino que busca, sobre todo, que los bautizados se
hagan más conscientes cada día del don de la fe, mientras son
iniciados gradualmente en el conocimiento del misterio de la
salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en el espíritu y en verdad, ante todo en la acción litúrgica, adaptándose a vivir según el
hombre nuevo en justicia y en santidad de verdad, y así lleguen al
hombre perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo y contribuyan
al crecimiento del Cuerpo Místico” (GE 2).
DESAFÍOS: los anteriores más…
– Mejorar la comunión con la parroquia y, en su caso, con el colegio
católico parroquial, para la unidad de misión, y para el enriquecimiento de los diferentes carismas.
– Impulsar la continuidad pastoral en el acompañamiento de la vida de
fe del niño y del joven (antes de la catequesis de comunión la parroquia accede a través del colegio; tras la etapa escolar, queda la parroquia): la parroquia es la comunidad estable a lo largo de toda la vida.
OPORTUNIDADES PASTORALES: ¡todos tus profesores y toda la vida
del centro es ya pastoral explícita e implícita!
– En el despertar religioso y el crecimiento en la fe orientar a los
alumnos para que celebren la fe en la liturgia de la parroquia; la
parroquia debe vivir en comunión con el colegio para que los niños puedan celebrar aquello que han conocido.
– Ver juntos parroquia-colegio católico, modos de acompañar y vivir con mayor intensidad el año litúrgico.
– Desde la participación en el voluntariado del propio carisma, progresivamente ir abriendo a los alumnos a otras sensibilidades de
la parroquia y de la iglesia universal: colaboración en campañas de
Navidad, Caritas, desayuno solidario, cena del hambre, ropero…
– Llevar a la parroquia, y no sólo a la capilla del colegio, el desarrollo
de los temas del curriculum que hagan referencia a los sacramentos, los tiempos litúrgicos…
En definitiva, la escuela católica creada por los Institutos de vida religiosa tiene la riqueza de su carisma y es importante que llegue a sus
alumnos. Pero también es importante que sus alumnos descubran que
la parroquia es “la casa” natural de los cristianos en el pueblo o el barrio.
Por ello creemos que el mejor servicio que podemos hacer a los niños y
jóvenes es que entre parroquia y colegio haya tal grado de comunión,
que todos les ayudemos a descubrir y valorar el regalo de “su colegio”,
115
el carisma, y el regalo de “su parroquia”, lugar de encuentro y comunión
con los demás carismas de la Iglesia.
ESCUELA CATÓLICA DIOCESANA: ¿tienes un colegio parroquial?
¡Felicidades!
DESAFÍOS:
– Ser una auténtica comunidad: Familia-parroquia-colegio diocesano.
– Que la comunidad educativa, especialmente el claustro, se sienta
realmente parte de la comunidad parroquial y corresponsable en
su misión evangelizadora.
OPORTUNIDADES PASTORALES: todas las anteriores más…:
– Que el colegio sea el lugar del despertar religioso de los más pequeños, y también ellos puedan ser “levadura” para los demás niños de la parroquia y les lleve a formar parte siempre de la comunidad parroquial.
– Desarrollar en el colegio el Proyecto Pastoral Anual de la parroquia, coordinándolo con los grupos de infancia y juventud, y adaptándolo a las circunstancias concretas del contexto escolar.
– Acompañar el calendario litúrgico y celebrarlo en la parroquia.
– Mejorar la coordinación parroquia-escuela para una iniciación
cristiana de los alumnos que les lleve a formar parte siempre de la
comunidad parroquial.
– Enlazar la página web del colegio con la de la parroquia.
– Proyecto FIDES.
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La Comisión de Enseñanza nos ponemos a vuestra disposición para
acompañar el diálogo parroquia-escuela, para impulsar y dar cauce a
vuestras iniciativas, y para proponeros algunos proyectos que ya se están llevando a cabo en ese sentido, por ejemplo: reuniones profesores
de Religión de instituto y sus centros adscritos públicos y concertados,
junto con los párrocos; proyecto familia-iglesia diocesana-escuela (FIDES); Jornadas por la Educación Integral…
¡PORQUE ES POSIBLE UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN
EN LA ESCUELA!
“Cada comunidad cristiana tiene que ser un exponente de la presencia de Dios en el mundo (...) Seamos inteligentes para encarnar el Evangelio en la cultura, de tal manera que la comunidad
cristiana, inspirada en el Evangelio, pueda manifestar la propia
experiencia cristiana en manera y forma originales, conforme a su
propia tradición cultural con tal de que esté en sintonía con las exigencias objetivas de la misma fe. Seamos pues testigos valientes,
provocadores, constructores, inteligentes, y católicos sin miedo,
que anuncian hoy a Cristo y la gran belleza del amor cristiano,
fuente de toda plenitud, en esta querida tierra valenciana que
tantos ejemplos de santidad ha sabido dar al mundo” (D. Carlos
Osoro, ¿Cómo anunciar a Cristo hoy?, 29 de noviembre de 2009).
CONCLUSIÓN
Todos los niños y jóvenes de nuestras parroquias pasan muchos años y
muchos días al año en el ámbito educativo. Tenemos medios para llegar
también a ellos, no sin dificultades…pero si somos capaces de plantar la
semilla y no dejar de regarla, aunque algunas veces parezca que es trabajo inútil, crecerá la planta. Su tamaño y la cantidad de frutos… Dios
dirá. Mientras, como aquel hortelano también nosotros debemos decir:
“Señor no la cortes, yo la cavaré y regaré para que dé fruto”.
Como todas las demás intervenciones de este encuentro que estamos
teniendo, nuestra pretensión es un grito más de esperanza. A los niños,
a sus profesores y a sus familias, también la parroquia les tiene que decir, ¿qué quieres que haga por ti?
Muchas gracias.
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Comunicación 7
El domingo, el día del Señor,
el día de la Parroquia
D. Jaime Sancho Andreu
Introducción
El anuncio de la fe, la llegada de su buena noticia a las personas puede tener en algunos casos su momento inicial en la celebración de
la liturgia, pero esto no debe convertirse en una vía única que acaba
instrumentalizando a la liturgia y haciéndola perder su identidad. La
razón es que la sagrada liturgia es la “cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su
fuerza”1 y no al revés, como se cita equivocadamente.
Esto significa que antes de llegar a la liturgia está el proceso de pre-evangelización, evangelización y catequesis, que incluye una presencia de la
Iglesia en el mundo que sea testimonio concreto de amor y santidad, y
motivo atrayente de esperanza. Anuncio de una fe que “conecte” con
los deseos de salvación de las personas actuales, aunque no se expresen
de la manera tradicional.
“Nuestro mundo pide a la experiencia religiosa que esté pegada a la
realidad de las personas para que la fe ilumine el vivir cotidiano, ayude a sanar heridas y avive la esperanza en medio de tanta opacidad. La
cultura actual exige que la fe no esté distanciada de las obras; que
contribuya al bien común abriendo caminos de entendimiento entre los
pueblos y aporte positivamente a la búsqueda y la defensa de la dignidad
de las personas. La Iglesia debe acompañar al hombre y a la mujer de
hoy al encuentro de respuestas a los anhelos que brotan de su corazón”2.
118 1
2
(CONC. ECUM. VAT. II, Const. Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, 10).
NUÑEZ, J.M., A vueltas con Dios en tiempos complejos, Khaf, Madrid 2013.
Antes de la liturgia está la cooperación con la gracia de Dios para suscitar
en las personas la necesidad de la salvación integral, en esta vida y en la
otra; la esperanza y la posibilidad-oferta de esta salvación, que se realiza
en los sacramentos. Existe la idea difusa de que todos se salvan (si es que
se cree en la vida eterna), de forma individual y cada uno a su manera.
En un segundo momento, los que participan en la liturgia son enviados
a llevar el mensaje y la actividad de Cristo en el mundo. Pero la liturgia
no puede ser ella misma el primer y acaso único medio de llamada y de
formación cristiana; si es así, acaba por perder su identidad y su misma
y propia fuerza de atracción. Lo puede ser y lo es a veces para las personas que asisten esporádicamente, por ejemplo, a una boda o unas
exequias, pero la llamada a la fe que pueda recibirse en esos momentos debe ser recogida por la acción evangelizadora de la comunidad, sin
cambiar la identidad de esas celebraciones.
La liturgia comunica, proclama y explicita la fe
“En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el
desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana.
A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es
una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la
profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida sacramental,
en la que Cristo está presente y actúa, y continúa la construcción de su
Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría
eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los
cristianos”. Benedicto XVI, Porta fidei (PF 11).
1. En el marco del “Año de la fe”
1.1. La fe es una virtud teologal que debe fortalecerse
“Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad
para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in
crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios” (PF 7).
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1.2. Intensificar la celebración de la fe en la liturgia
Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza.
Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración
de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la
cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de
donde mana toda su fuerza». Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los
contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar
sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año (PF 9).
1.3. Haciendo las celebraciones más “confesantes”
Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los
creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y
vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que
la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la
fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el
mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno
sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y
nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo (PF 8).
2. La liturgia como lugar de expresión y crecimiento de la fe
Aunque la sagrada Liturgia sea principalmente culto de la divina Majestad, contiene también una gran instrucción para el pueblo fiel. En
efecto, en la liturgia, Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando
el Evangelio. Y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración. Más
aún: las oraciones que dirige a Dios el sacerdote —que preside la asamblea representando a Cristo— se dicen en nombre de todo el pueblo
santo y de todos los circunstantes. Los mismos signos visibles que usa
la sagrada Liturgia han sido escogidos por Cristo o por la Iglesia para
significar realidades divinas invisibles. Por tanto, no sólo cuando se lee
120
“lo que se ha escrito para nuestra enseñanza” (Rom 15,4), sino también
cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la fe de los participantes se alimenta y sus almas se elevan a Dios a fin de tributarle un culto racional y
recibir su gracia con mayor abundancia. (SC 33)
Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la
edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero,
en cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la
fe, sino que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y de cosas; por esto se llaman “sacramentos de la fe”.
Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara
perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma gracia,
rendir el culto a Dios y practicar la caridad.
Por consiguiente, es de suma importancia que los fieles comprendan
fácilmente los signos sacramentales y reciban con la mayor frecuencia
posible aquellos sacramentos que han sido instituidos para alimentar la
vida cristiana (SC 59).
3. Medios de la liturgia para celebrar y fomentar la fe
3.1. La fe como virtud y como contenido
La distinción fides qua/fides quae la encontramos ya en san Agustín, que
escribe: “Por cierto, aseguramos con absoluta verdad, que la impronta de
la fe en el corazón de cada uno de los que creen (…) procede de una única
doctrina, pero una cosa es lo que se cree (ea quae creduntur), y otra cosa
es la fe con la que se cree (fides qua creduntur)” (De Trinitate, XIII, 2,5).
Por eso mismo, el Santo Padre, nos reclama la plenitud del acto de la fe,
compuesto indisolublemente de adhesiones personales y de doctrinas
121
que es necesario conocer y profesar3:
“Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este
Año” (PF 9)4.
3.2. El crecimiento de la fe como “el mismo acto
con el que se cree”
«con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El
corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de
Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la persona hasta en
3
En la carta Porta Fidei, se encuentran algunos aspectos referidos al tema de la fe, que tradicionalmente
son comprendidos como fides qua creditur et fides quae creditur, es decir: como fe con la cual (qua) se
cree y fe que (quae) se cree. Simplificando ulteriormente, el binomio fides qua/fides quae no indican dos
formas de fe separadas, que podrían subsistir la una sin la otra, sino dos aspectos inseparables de la única
virtud de la fe. Fides qua señala el acto personal de la fe, la fe en la que creo/creemos. Fides quae son los
contenidos doctrinales en los que creo/creemos. Se entiende que no basta conocer la doctrina para creer,
porque es necesario también el acto libre de profesar esa doctrina como verdadera y vivir en consecuencia.
Como también es impensable que la fe sea una confianza en Dios vaga, sin contenidos. En este caso se
podría decir: “¡creo!”, pero ante la pregunta: “¿en qué cosa crees?”, uno estaría obligado a enmudecer.
Han existido épocas en las que había el riesgo de centrar la atención principalmente en la doctrina; desde
algunos decenios —quizás también por reacción—, nos hemos dedicado mucho al tema del acto libre de fe,
pero poco a la noción de fe. En ambos casos, se trata de planteamientos parciales que, cuando se vuelven
radicales, nos hacen perder el concepto verdadero y la recta práctica de la fe.
4 10. En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para comprender de manera más
profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos
de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. En efecto, existe una unidad profunda entre el acto
con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol Pablo nos ayuda a
entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rom
10, 10). El corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que
actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo.
122
A este propósito, el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san Lucas que Pablo, mientras se encontraba
en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le
abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch 16, 14). El sentido que encierra la expresión es
importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente
si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos
para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios.
lo más íntimo (PF 10)5.
La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de
la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la
entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación (PF 10).
3.2.1. Los “momentos de fe”
El encuentro con Cristo en el misterio celebrado: llamada, confianza,
conversión, confesión de fe, alabanza y adoración.
“En efecto, en la liturgia, Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio. Y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración”
(SC 33).
En la liturgia “acontece” el encuentro con Cristo en sus diferentes “epifanías”: Palabra, sacramentos, celebrante y asamblea, va acompañado
de la epíclesis y el don del Espíritu.
“Los mismos signos visibles que usa la sagrada Liturgia han sido escogidos por Cristo o por la Iglesia para significar realidades divinas invisibles” (SC 33).
“Por tanto, no sólo cuando se lee “lo que se ha escrito para nuestra enseñanza” (Rom, 15,4), sino también cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la fe de los participantes se alimenta y sus almas se elevan a Dios
a fin de tributarle un culto racional y recibir su gracia con mayor abundancia.” (SC 33).
5 Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El
cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para
vivir con Él. Y este «estar con Él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente
porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el
día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin
temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio,
haciéndolo franco y valeroso.
Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es
decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento
de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta
implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza
su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor (PF 10).
123
3.2.2. Para “intensificar la celebración de la fe
en la liturgia”.
Fomentar la vivencia personal del encuentro por la fe en la presencia
del Señor: atención (momentos de silencio), adoración (descubrir los
signos de la “Presencia”), participación plena, consciente, activa y fructuosa(Cf. SC 11)6.
– Celebrar la Palabra de Dios como dirigida a la asamblea, en el
Espíritu, con su fuerza motivadora y no sólo “ilustradora” de la fe.
– Explicar el sentido del “Amén”, de la alabanza, las aclamaciones
(reforzadas con el canto) y las posturas como expresión de la fe.
– No reducir la liturgia a un acto “evangelizador”, “catequético”, “concienciador” o “comprometedor”. Aunque sea también todo ello.
3.3. El crecimiento de la fe como “Redescubrir los contenidos de
la fe profesada, celebrada, vivida y rezada” (PF 9).
3.3.1. La fe profesada
Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: «“Creo”: Es la fe de la
Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en
su bautismo. “Creemos”: Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos
reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de
los creyentes. “Creo”: es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”» (PF 10).
En consecuencia, deberíamos valorar el símbolo de la fe como “entregado y confesado” (traditio, reditio et confessio litúrgica) en sus dos formas7.
En cada paso de la iniciación cristiana y los demás sacramentos, el hombre es tratado como un ser libre, que responde a Dios a través del diálogo, las opciones y requerimientos que se le presentan, de modo que no
está atado por la generación carnal ni por una coacción social.
6 Por esta causa pedimos al Señor en el sacrificio de la Misa que, “recibida la ofrenda de la víctima
espiritual”, haga de nosotros mismos una “ofrenda eterna” para Sí (SC 12).
124
7 El Ordinario de la Misa recomienda el uso del Símbolo de los Apóstoles en los tiempos “bautismales· de
Cuaresma y Pascua.
3.3.2. La fe celebrada
El Año litúrgico como pedagogía de la fe: anuncio del misterio de Dios,
profetizado, cumplido en Cristo y manifestado por el Espíritu.
La Palabra de Dios con la fuerza del Espíritu: estímulo y alimento de la fe.
La homilía como “partir el pan de la palabra”. La verdadera homilía, “palabra de Dios”.
La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, de
modo que se lleve a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia de
la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida. Debe apuntar a la comprensión del misterio que se celebra, invitar a la misión, disponiendo
la asamblea a la profesión de fe, a la oración universal y a la liturgia
eucarística.
Cuando Jesús terminó su discurso de despedida en la última cena, confió a sus oyentes a otro Maestro, que no los dejaría nunca: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora;
cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena” (Jn 16,12s.). Por eso el homileta debe identificarse con el Espíritu de
Jesús, invocarlo y pedirle que sus palabras prolonguen las de Cristo que,
por medio de sus ministros, sigue anunciando su Evangelio8.
Entre los textos de los Padres acerca de la homilía, el más fuerte y expresivo es de san Agustín cuando proclama:
“Suena el Salmo, es la voz del Espíritu. Suena el Evangelio, es la voz del
Espíritu, suena la homilía divina (sermo divinus), es la voz del Espíritu”9.
Otro texto de san Agustín expresa la “sinergia” de Cristo con el predicador, el cual actualiza el eterno sacerdocio de Cristo ante el Padre y a
favor de los hombres:
8Cf. Sacrosanctum Concilium, 7.
9
Tract. In Jo. Evangelium, 12, 5. La expresión sermo divinus se traduce ordinariamente como “homilía
divina”, pero literalmente es una forma de decir que lo que sigue al Evangelio también es palabra de Dios.
Sobre este texto cf. FEDERICI, T., “La santa mistagogía permanente de la Iglesia”, Phase 193 (1993) 30.
125
“Cuando el lector sube al ambón, es Cristo quien nos habla. Cuando el predicador comenta la Palabra, si dice la verdad, es Cristo quien nos habla.
Si Cristo guardara silencio, yo no os podría decir lo que en este momento
os estoy diciendo. Cristo no está tampoco silencioso en vosotros: cuando
cantáis ¿no es por ventura Cristo mismo quien canta por vuestra voz?”10.
El final ideal, conforme a la tradición de los Padres, sería una invocación
o doxología a la que todos asintiesen con el “Amén”. Todo ello lleva a
una gran responsabilidad: “verdadera homilía”, “sermo divinus”, “si se
dice la verdad”; no se puede pedir el “Amén” a cualquier discurso.
Maneras a evitar. Homilías genéricas y abstractas. Divagaciones personales.
Ocultar la sencillez de la palabra de Dios.
Finaliza el Papa criticando “las inútiles divagaciones que corren el riesgo de atraer la atención más sobre el predicador que sobre el corazón
del mensaje evangélico”. Esto es grave, porque no se puede pedir el
“Amén” a opiniones particulares o a posturas críticas hacia la Iglesia y
su magisterio ordinario. La homilía no es una exposición exegética o
teológica, aunque el homileta debe formarse permanentemente en estos y otros temas. Se deberían depurar también los lugares comunes,
la forma siempre igual de empezar y acabar, así como la extensión a
veces insufrible, habiendo actualmente un consenso en que no se debe
pasar de ocho o diez minutos en la homilía.
¿Qué razones puede haber para esto? ¿Por qué no se valora y aprovecha
la riqueza del Leccionario?11. De eso se ha tratado anteriormente y podemos pasar al punto final:
Lo principal: Mostrar a Cristo, que tiene que ser el centro de toda homilía.
Debe quedar claro a los fieles que lo que interesa al predicador es mostrar a Cristo, que tiene que ser el centro de toda homilía. Por eso se re10 Sermón 17.
126
11 Un obispo se quejaba hace años de que las homilías no comunicaban doctrina, sino que se reducían
a resolver, como si fuera un acertijo, la relación entre las tres lecturas. Por otra parte es normal escuchar
que el predicador comienza con “El evangelio que hoy se ha proclamado…”, sin tener en cuenta las demás
lecturas en el contexto de la historia de la salvación y del tiempo litúrgico, la secuencia de episodios o el
momento de la vida pública de Jesús en el tiempo ordinario..
quiere que los predicadores “tengan familiaridad y trato asiduo con el
texto sagrado; que se preparen para la homilía con la meditación y la
oración, para que prediquen con convicción y pasión…”.
Finalmente, sigue el Papa, “el predicador tiene que «ser el primero en
dejarse interpelar por la Palabra de Dios que anuncia», porque, como
dice san Agustín: «Pierde tiempo predicando exteriormente la Palabra
de Dios quien no es oyente de ella en su interior»”12.
Y finalmente, nos atrevemos a añadir con el Apóstol (Col 4,6) que “una
pizca de sal” siempre va bien. (Sobre cualidades y defectos de las homilías, Apéndice II).
Resumiendo: Habrá que cuidar: identidad de la homilía, continuidad
con la Palabra y la Eucaristía, unidad de tema, empatía con la comunidad y brevedad.
3.3.3. La fe vivida y rezada
“Por tanto, no sólo cuando se lee “lo que se ha escrito para nuestra enseñanza” (Rom, 15,4), sino también cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la
fe de los participantes se alimenta y sus almas se elevan a Dios a fin de tributarle un culto racional y recibir su gracia con mayor abundancia” (SC 33).
3.3.4. Por ello, recuperar el sentido catecumenal y
mistagógico de la formación litúrgica
“Catecumenal”, como preparación a los sacramentos y a la participación litúrgica mediante “palabras y signos”, doctrina y celebraciones.
“Mistagógico”, para los ya iniciados, guiando y formando para comprender y vivir de forma plena, consciente, activa y fructuosa la liturgia
de la Iglesia.
Muchas gracias.
12
San Agustín sigue siendo un ejemplo para los predicadores. Admira el capítulo dedicado a la predicación
en la imprescindible obra de F. VAN DER MEER, San Agustín, pastor de almas, Herder, Barcelona 1965,
519-598. El santo se sentía interpelado por la Palabra incluso cuando el cantor se equivocaba de salmo, e
improvisaba la homilía sobre este texto (o.c. pp. 531-532).
127
Comunicación 8
La religiosidad popular
Mons. D. José Jaime Brosel
1. Religiosidad popular y nueva evangelización:
¿son dos términos que podemos unir?
La gran pregunta con la cual me gustaría empezar es: en el momento
presente, ¿podemos unir “religiosidad popular” y “nueva evangelización”? Es decir, ¿son dos términos compatibles? Yo diría que sí. Primero,
no solo podemos, sino que debemos hacerlo, y debemos hacerlo porque ésta es una realidad presente y rica en nuestra diócesis. Y en segundo lugar, porque, en un sentido positivo, la religiosidad popular es una
verdadera experiencia de fe, es una experiencia de Iglesia.
La religiosidad popular es una forma legítima de vivir la fe que ha dado
muchos frutos de santidad. Tenemos, en la girola de la Catedral, la capilla
dedicada a nuestros mártires valencianos del siglo XX. La casi totalidad
de los seglares beatificados formaban parte de asociaciones de piedad
popular. Y durante todo el tiempo de la persecución religiosa en Europa
del Este, la fe se conservó en gran medida gracias a la piedad popular.
En el siglo XX, durante la década de los 60 y de los 70, existió desde diversos ámbitos un desprecio práctico, e incluso un rechazo, de las manifestaciones religiosas populares, consideradas en no pocas ocasiones como
expresiones marginales e inmaduras de la fe. Su fin se preveía cercano.
128
Pero en el siglo XXI, la realidad que se constata es muy diversa. Los
hechos han mostrado que la piedad popular sigue siendo una realidad
viva, un hecho social importante y una experiencia espiritual apreciable,
en la que se ha puesto de manifiesto la dignidad teológica de la que
goza. Las manifestaciones de piedad popular no sólo han permanecido
sino que además han visto acrecentar tanto el número de las mismas
como la cantidad de personas que en ellas participan. Se abandonó la
religiosidad popular, pero ésta ni desapareció ni se le ayudó a madurar.
De hecho, parte de sus puntos débiles son fruto de la falta de un acompañamiento pastoral.
El resurgir de la piedad popular ha planteado numerosos desafíos y ha
abierto nuevos horizontes a la acción pastoral de la Iglesia, ya que el
incremento cuantitativo no siempre ha sido acompañado por un crecimiento cualitativo. A la conservación y fomento de las prácticas externas de la piedad popular desde criterios estéticos, tradicionales o culturales no siempre ha correspondido una profundización y maduración en
sus motivaciones religiosas originantes.
En las últimas décadas se han producido reiteradas llamadas por parte
del Magisterio en favor de una atención eclesial hacia la piedad popular,
que se preocupe de profundizar, analizar, purificar y fomentar esta rica
y compleja realidad, de modo que esta realidad eclesial sea plenamente
valorada, acogida y catequizada. En los mismos documentos se subraya,
a su vez, la importancia que ésta tiene en el contexto de la evangelización.
Deseo recordar las referencias que respecto a este tema aparecen en las
Constituciones Sinodales de nuestro último Sínodo Diocesano, que concluyó en 1987. La primera mención se halla en el capítulo dedicado a la
acción misionera, y, hablando de la reevangelización de los bautizados, el
documento afirma que “no se puede olvidar la religiosidad popular como un
ámbito privilegiado de evangelización” (n. 382). También se hablaba de ella
como una expresión auténtica de fe y llamaba a purificarla, interiorizarla
y catequizarla (cf. n. 657-658). Asimismo, nuestro Sínodo ofrecía una serie
de orientaciones pastorales concretas, referidas a fiestas, procesiones,
devociones o cantos y gozos (cf. n. 662-676). Y en el capítulo dedicado a
la relación entre fe y cultura se afirma: “la Iglesia valenciana manifiesta su
satisfacción por la herencia recibida en las expresiones culturales de su fe y,
al mismo tiempo, quiere seguir conservando, desarrollando y purificando el
carácter religioso-popular que les da su verdadero sentido” (n. 753).
129
También es importante recordar el Directorio sobre la piedad popular y
la liturgia, publicado en el año 2001 por la Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino.
Mención especial merecen las conclusiones de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en la ciudad brasileña de Aparecida en mayo de 2007. Como bien sabemos, el
coordinador del equipo de redacción del documento conclusivo fue el
cardenal Jorge Mario Bergoglio. En él se aborda esta realidad bajo el
significativo título de La piedad popular como espacio de encuentro con
Cristo, y la reconoce como “una manera legítima de vivir la fe, un modo
de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misioneros” (n. 264).
También subraya la capacidad evangelizadora que encierran las prácticas de religiosidad popular, así como la necesidad de ser purificada, al
tiempo que invita a “cuidar el tesoro de la religiosidad popular de nuestros
pueblos” (n. 549).
Son diversas las reflexiones que el cardenal Bergoglio ha realizado sobre el tema de la piedad popular, como la intervención que tuvo en la
Plenaria de la Comisión para América Latina (19 de enero de 2005), o la
que bajo el título Religiosidad popular como inculturación de la fe escribió
unos meses después de finalizar la Conferencia de Aparecida, y en la
que ofreció una interesante definición de esta realidad:
“La Religiosidad Popular tiene un hondo sentido de la trascendencia
y, a la vez, es experiencia real de la cercanía de Dios, posee la capacidad de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos con rasgos contemplativos, que definen la relación con la
naturaleza y con los demás hombres, le brinda un sentido al trabajo,
a las fiestas, a la solidaridad, a la amistad, a la familia, y un sentimiento de gozo en su propia dignidad, que no se siente socavada a
pesar de la vida de pobreza y sencillez en la que se encuentran. El
modo propio de la religiosidad popular está marcado por el corazón,
la fe se encuentra determinada por los sentimientos. Si bien algunos
no aceptan este tipo de religiosidad argumentando que no compromete a la persona, sin embargo los sentimientos del corazón llevan
a la fe a expresarse en gestos y delicadezas, con el Señor y con los
130
hermanos. Lo sensible no es contradictorio con las experiencias más
profundas del espíritu [...]. Éste sería uno de los grandes valores que,
en un intercambio sano y enriquecedor, aporta la religiosidad popular a la Iglesia, muchas veces tentada de racionalizar y quedarse en
meros pensamientos o formulaciones que no comprometen la vida”1.
Otro texto que invitaría a leer es la homilía que el ya papa Francisco
pronunció el 5 de mayo de 2013, en la misa con ocasión de la Jornada
de las cofradías y de la piedad popular, en el contexto del Año de la Fe.
Me permito añadir, por su importancia, la exhortación apostólica Evangelii gaudium, que el papa Francisco firmó el pasado 24 de noviembre
(después de la realización de este Congreso, pero antes de la publicación de sus actas). Allí aparecen diversas referencias a la piedad popular,
a la que define como fruto de la encarnación de la fe cristiana, señala
sus virtudes y sus riesgos, y subraya su fuerza evangelizadora (cf. n. 69,
70, 90 y 122-126). Al respecto afirma: “las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar
teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de
pensar la nueva evangelización” (n. 126).
2. Actitudes pastorales ante la religiosidad popular
Al acercarnos al ámbito de la religiosidad popular, lo primero que hay
que evitar son las actitudes pastorales extremas. Entre ellas destacan:
las actitudes abandonistas o destructivas, que pretenden abandonar
y, si fuese posible, eliminar cualquier manifestación religiosa popular, a
la que consideran una degradación o deformación del cristianismo, fruto de la ignorancia de las masas; y las actitudes conformistas o inmovilistas, que fomentan acríticamente la religiosidad popular, sin purificarla ni educarla, al considerarla un depósito fiel y seguro de la tradición
católica del país y la expresión religiosa más pura de la fe recibida de los
antepasados.
1
Jorge Mario Bergoglio, Religiosidad popular como inculturación de la fe, reflexión escrita el 19 de enero
de 2008.
131
Frente a ellas, se hace necesaria una postura pastoral equilibrada, en
la que se aúnen la actitud crítica y la constructiva, y que sea iluminada
por la Palabra de Dios. El papa Pablo VI, cuando abordaba el tema de
la religiosidad popular en su exhortación apostólica Evangelii nuntiandi
(1975), afirmaba que el criterio primero era la “caridad pastoral”: “Ante
todo hay que ser sensible a ella, saber percibir sus dimensiones interiores
y sus valores innegables, estar dispuesto a ayudarla a superar sus riesgos
de desviación” (n. 48).
El papa Francisco, en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, señala que “para entender esta realidad hace falta acercarse a ella con la
mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar sino amar. Sólo desde la
connaturalidad afectiva que da el amor podemos apreciar la vida teologal
presente en la piedad de los pueblos cristianos, especialmente en sus pobres [...]. Quien ama al santo Pueblo fiel de Dios no puede ver estas acciones sólo como una búsqueda natural de la divinidad. Son la manifestación
de una vida teologal animada por la acción del Espíritu Santo” (n. 125).
La caridad pastoral se debe traducir en el respeto al pueblo. Detrás de
este planteamiento está la concepción según la cual el pueblo no es un
simple “objeto” con el que hay que trabajar, sino que es el pueblo santo
de Dios, pueblo sacerdotal, morada del Espíritu.
Además, hay que acercarse a la religiosidad popular sabiendo que, en
numerosas ocasiones, el pueblo es más víctima que culpable. Cuando
frente a la religiosidad popular se adoptan posturas extremas, es siempre el pueblo de Dios quien sufre las consecuencias. Recuerdo un cofrade que me decía: “los sacerdotes siempre venís a nosotros con la mano
por delante: o para ‘pegar’ o para pedir”.
Consecuencia de dicha caridad pastoral son la cercanía, la disposición al
diálogo, la paciencia y humildad. Es fundamental la presencia, el estar y
el acompañar, haciendo descubrir y sentir a la cofradía que es parte de
la parroquia.
La atención a la religiosidad popular pasa por un proceso: conocerla,
analizarla y acompañarla pastoralmente.
132
Es importante, en primer lugar, realizar un conocimiento profundo de la
religiosidad popular, que vaya más allá de un estudio fenomenológico,
contemplando únicamente sus manifestaciones externas. Por el contrario, debemos intentar llegar a percibir sus dimensiones interiores,
conocer y entender las actitudes, las motivaciones, los comportamientos y los valores que dichas manifestaciones encierran.
Tras el conocimiento, es necesario realizar un discernimiento correcto.
El análisis de la religiosidad popular es una tarea compleja, y no podemos pretender realizar de modo simplista un elenco de valores y contravalores en dos listas paralelas, ya que aspectos positivos y negativos
se encuentran íntimamente mezclados en las mismas prácticas.
Tras el conocimiento y el análisis, debe plantearse una acción pastoral.
El planteamiento evangelizador acerca de la religiosidad popular no
puede ser improvisado, y debe ser incluido en el contexto de una programación pastoral amplia y realista. En ese plan pastoral debe estar
correctamente integrada la religiosidad popular, lo que favorecerá la
relación de ésta con las otras realidades y acciones eclesiales, evitando
todo aislamiento y favoreciendo un mutuo enriquecimiento. Esta planificación pastoral tiene que coordinar y articular los distintos ámbitos en
beneficio de una atención más adecuada e integrada, en la que, desde
la suma de todos los esfuerzos, se contribuya a la maduración de esta
concreta vivencia religiosa.
La presencia de la religiosidad popular en un plan pastoral y la atención
a la misma podría situarse en dos niveles distintos: acciones generales y
acciones específicas. En el primero de ellos se ubicarían todas las acciones que de un modo colateral favorecen la evangelización de la religiosidad popular, tales como: los gestos de acogida ante aquellas personas
que ocasionalmente se acercan a la comunidad cristiana; el cuidado de
la homilía, que debe adquirir un talante profundamente misionero; la
dignificación de las celebraciones litúrgicas, favoreciendo el mutuo enriquecimiento y armonización entre religiosidad popular y liturgia.
También es ineludible el abordar en un plan pastoral la necesaria relación que se debe establecer entre catequesis y religiosidad popular.
133
Además, y como acción específica, se debe promover una catequización adecuada de la religiosidad popular, de las personas que directamente participan en ella y de sus manifestaciones.
Sabemos que en la evangelización no hay respuestas pastorales únicas
ni fórmulas mágicas porque no hay situaciones únicas sino que cada
comunidad y cada persona son diferentes. El problema que supone la
evangelización de la religiosidad popular no se resuelve básicamente
con recetas, sino con criterios adecuados y compartidos. Es importante
que exista una unidad de criterios a nivel diocesano, al menos en los aspectos fundamentales. Deberán concentrarse los esfuerzos pastorales
en los aspectos más sólidos y significativos de esta realidad.
3. Relación concreta entre evangelización y religiosidad popular
Esta tarea pastoral quiere tener como fin el potenciar los elementos
positivos que encierra la religiosidad popular, al tiempo que tenga en
cuenta los negativos, que deberán ser corregidos en la medida de lo posible. El fin de este proceso evangelizador es que la religiosidad popular
sea verdaderamente, y ante todo, una auténtica expresión de fe.
La relación entre evangelización y religiosidad popular creo que se puede concretar en tres ámbitos complementarios:
– evangelizar la religiosidad popular,
– la religiosidad popular en el ámbito de la catequesis,
– evangelizar desde la religiosidad popular.
3.1. Evangelizar la religiosidad popular
134
Cuando nos acercamos al mundo de las cofradías y de la religiosidad
popular, lo que en primer lugar vemos son procesiones, hábitos, imágenes, flores, etc. Corremos el peligro de quedarnos simplemente, como
muchos hacen, en lo superficial; existe el peligro de identificarla exclusivamente con sus manifestaciones externas y rituales. Por ello, se ha de
ser consciente que la piedad popular, más allá de sus formas externas,
encierra unas actitudes internas, más significativas si cabe que las primeras. Así lo reconoce el papa Pablo VI, cuando invita a “saber percibir
sus dimensiones interiores” (EN, n. 48).
Hay que ser capaz de acercarse a la piedad popular con profundidad,
más allá de las apariencias y de las formas externas, descubriendo lo
que debajo de ellas se esconde como valor permanente. En las manifestaciones religiosas populares se distinguen un ámbito externo, que vemos, formado por la expresión ritual y estética, las manifestaciones, los
símbolos, los ritos, etc.; y un ámbito interno subyacente, que no vemos,
y que encierra su sentido profundo, la experiencia de fe, las motivaciones, los valores, las vivencias, etc.
Considero acertada la definición de religiosidad popular que hace el Documento de Puebla de la religiosidad popular porque invierte este esquema. Afirma que la religiosidad popular es, en primer lugar, “el conjunto
de hondas creencias selladas por Dios”. En segundo lugar, “las actitudes
básicas que de esas convicciones derivan” y, en tercer lugar, y sólo en tercer lugar, “las expresiones que las manifiestan” (n. 444).
Dicho esto, ¿por dónde tenemos que comenzar nuestra labor evangelizadora? Algunos han pretendido, ante todo y en primer lugar, modificar o eliminar determinadas manifestaciones, cambiar los ritos,... Pero
sólo en contadas ocasiones este tipo de actuación ha alcanzado algún
fin positivo, y en la mayoría ha llevado a conflictos, malentendidos, enfrentamientos y radicalización de posturas. ¿Por qué? Porque esto es
algo que muchas personas viven desde pequeñas, que forma parte del
sentimiento y de la tradición, y consideran que el sacerdote, que “viene
de fuera”, está “atacando” lo “nuestro”. Todo esto lo pongo entre comillas para entendernos.
La evangelización de la religiosidad popular no pasa en primer lugar por
cambiar los ritos o las prácticas externas (¡como tantas veces y de modo
erróneo hemos realizado!), sino sobre todo por mejorar las actitudes
y motivaciones que subyacen en ellas, que son las que determinan en
gran medida el grado de bondad de los actos externos.
Las actitudes y motivaciones irán cambiando conforme avance el proceso evangelizador, mientras que la reforma de actos y ritos tendrá que
aguardar a la conversión previa de las motivaciones.
135
La actitud del evangelizador debe ser de complicidad. Cuando se nos
ve a los sacerdotes, a los miembros de los equipos pastorales, como
alguien que quiere colaborar por dignificar, por darle el sentido, la experiencia dice que las cofradías, las hermandades, las asociaciones, lo
aceptan positivamente. Es necesaria una solidaridad, un diálogo empático, entender el lenguaje, respetar los tiempos.
Evangelizar desde un anuncio kerigmático, que consiga unir el mensaje
evangélico con la vida concreta del interpelado, con sus experiencias fundamentales. Y tras la interpelación, el evangelizador debe ofrecer la respuesta, es decir, anunciar a Cristo, con su testimonio y sus palabras, respondiendo al interlocutor en su contexto concreto, en su situación personal.
También hay que establecer, en un segundo momento, procesos formativos serios con las cofradías, que estén programados, sean diversos, y
que utilicen sus lenguajes, sus símbolos.
3.2. La religiosidad popular en el ámbito de la catequesis
¿Por qué la religiosidad popular debe hacerse presente en el ámbito de
la catequesis? ¿Por qué tenemos que introducir la religiosidad popular
en nuestra catequesis de comunión, de confirmación...? En primer lugar, porque la religiosidad popular es uno de los lugares ordinarios de
la experiencia de fe para gran parte del pueblo cristiano. Es el contexto
religioso del que vienen y al que volverán muchos de los catequizandos.
La presencia de las manifestaciones, ritos, valores o formas de la religiosidad popular en la catequesis facilitará su catequización.
Además, la religiosidad popular ofrece a la catequesis un lenguaje significativo a los catequizandos. Que no se me enfaden las “paulinas”... Comprad videos sobre Semana Santa, pero llevad también a los niños al museo de la Semana Santa Marinera y explicad la Semana Santa recorriendo
los Pasos, de forma que entiendan y vinculen lo que se celebra, con lo que
estamos conociendo. He puesto este ejemplo, pero cada uno de vosotros podéis poner mil ejemplos distintos, con las pinturas, con las imágenes... Introducid el lenguaje de la religiosidad popular porque es, además,
un lenguaje total, que va más allá de racionalismos, que implica a toda
la persona, a la razón, al corazón, al sentimiento. Es un lenguaje ritual.
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3.3. Evangelizar desde la religiosidad popular
Nos encontramos inmersos en un Año de la Fe, convocado por Benedicto
XVI, y que encuentra un precedente en aquel otro Año de la Fe promulgado por Pablo VI y que se desarrolló entre 1967 y 1968, con el fin de celebrar
el décimo noveno centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo.
Aquella fue una conmemoración que se centró toda en el “Credo”, el
cual exhortaba a recitar solemne y repetidamente. Se subrayaron los
elementos constitutivos de la fe eclesial frente a una situación de cierta
confusión teológica. En esa lógica, la clausura del evento estuvo marcada por la solemne profesión de fe realizada por el Santo Padre, quien
proclamó el conocido como “Credo del Pueblo de Dios”. Podríamos resumir diciendo que el Año de la Fe de 1967 insistió en la fides quae, es decir, en los contenidos de la fe a los que prestamos nuestro asentimiento
así como en su recta interpretación.
Por su parte, el Año de la Fe promovido por Benedicto XVI remarca no sólo
la fides quae, las verdades de la fe que son acogidas, sino también el otro
momento del acto de fe, es decir, la fides qua, el acto con el que se cree, y
que en la carta apostólica Porta fidei aparece referido como “el acto con el
que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios” (n. 10).
El problema del presente ya no es sólo que se cuestionen, se olviden o
se nieguen los contenidos de la fe. El problema es la falta de fe entendida como confianza, como actitud y virtud humana, que es previa a la fe
en cuanto don de Dios, acción de la gracia y virtud teologal.
Podríamos decir que nos encontramos ante una situación de crisis de fe
en cuanto acto humano, fe en su significado de entrar en relación, salir
de sí mismo, poner tu confianza en otro, recibir del otro confianza. ¿No
es éste por desgracia un momento caracterizado por la desilusión y el
desencanto? En una situación de crisis general como la que estamos viviendo qué difícil resulta encontrar actos y expresiones humanas de fe:
confianza en el otro, en las instituciones, en el presente y en el futuro,
en los proyectos... ¿Cómo acoger la fe en cuanto don de Dios si falla la fe
como actitud relacional? Al respecto, Enzo Bianchi, prior de la Comunidad de Bose, afirma que “el gran desafío que tenemos delante en el siglo
137
XXI es, por tanto, re-aprender a creer, para que Dios pueda injertar la fe en
Cristo en el corazón de los hombres y mujeres de hoy”2.
Me atrevería a resumir diciendo que, en este momento, más importante aún que la ignorancia religiosa sea la indiferencia religiosa, en cuyo
origen encontramos frecuentemente la dificultad para realizar un acto
de fe, de confianza, incluso humano.
Y esta indiferencia religiosa tiene graves consecuencias en nuestra acción evangelizadora, ya que en numerosas ocasiones ofrecemos respuestas a preguntas que no han sido planteadas. Me gusta recordar
aquella tira cómica en la que son protagonistas Snoopy y Charlie Brown,
donde uno de ellos afirma solemnemente: “Jesús es la respuesta”; frente a lo cual el otro añade: “Sí, pero, ¿cuál es la pregunta?”. En la misma
línea se sitúa el teólogo protestante Reinhold Niebuhr cuando señala
que “no hay respuesta más incomprensible que la respuesta a una pregunta no planteada”3. Por ello, nuestras respuestas podrán ser fácilmente
comprendidas, serán significativas para el oyente, en la medida en que
respondan a un interés, sea explícito o implícito.
Respecto a este punto, la religiosidad popular sale en nuestra ayuda.
Quien asiste los lunes a San Nicolás, quien hace el Camino de Santiago,
quien participa en una procesión, quien acude a la Basílica de la Virgen
de los Desamparados... lo hace muchas veces inmerso en circunstancias singulares de dolor, de duda, de gozo, de fracaso, de agradecimiento, de debilidad... Muchas de estas experiencias son una puerta abierta
para preguntarse por el sentido de la propia vida. Estas experiencias,
si son profundizadas, ponen a la persona ante los interrogantes fundamentales de su propia vida. Y no olvidemos que necesitamos dotar de
significado cuanto somos, cuanto hacemos y cuanto nos acontece.
La evangelización no debe desaprovechar las riquezas expresivas y de
inculturación que existen en las manifestaciones religiosas populares, y
que pueden facilitar la evangelización. Ya desde antiguo, muchas expre2 Enzo Bianchi, Prolusión al CC Capítulo general de los Franciscanos conventuales, Asís, 20 de enero de
2013, n. 3.
138
3
Reinhold Niebuhr, Il destino e la storia, Antologia degli scritti, Bur, Milano, 1999, p. 67.
siones de religiosidad popular nacieron como un elemento pedagógico,
asumiendo un rol suplente de evangelización, de celebración y de manifestación de fe.
La religiosidad popular goza de una elevada capacidad de convocatoria,
que debe ser aprovechada. Como decía anteriormente Xavier Morlans,
tantas veces invitamos al mejor predicador y la gente no acude. Pero si
ponemos el Cristo en la puerta, la plaza se llena.
Para algunos de los que allí se encuentran, estas prácticas religiosas son
el único vínculo que los une a la Iglesia, e incluso una puerta para su incorporación. Os puedo hablar de cofradías en Valencia que tienen catecumenado bautismal, jóvenes que se han acercado y que en la cofradía
han realizado, en comunión con la parroquia, un auténtico catecumenado bautismal que les ha llevado a recibir los sacramentos de iniciación.
Además, la religiosidad popular es también un ámbito desde donde
empezar una pastoral de atención a los inmigrantes.
¿Cuáles son los modos de evangelizar que tiene la religiosidad popular?
En primer lugar, mediante la familia, a través de la cual se transmiten
las vivencias y los rituales. La transmisión que se realiza en el ámbito familiar, caracterizado por el amor y el respeto, goza de una importancia
singular, ya que muchas veces esta primera experiencia cristiana deja
en los niños “una huella decisiva que dura toda la vida” (DGC, n. 226),
calando en lo más profundo de la persona.
También catequiza con la narración, con los cantos, con la imagen religiosa y con el desfile procesional... Las diversas procesiones, especialmente la del Viernes Santo (cuando suelen participar la mayor parte de
los pasos pasionistas), se convierten en una verdadera narración de los
últimos momentos de la vida terrena de Jesús y, por ello mismo, en una
catequesis plástica para todos aquellos que la contemplan. Pero no son
sólo una narración, sino que, al mismo tiempo, son celebración de la
fe. Esto se conseguirá, sobre todo, con una profunda vivencia de fe por
parte de aquellos que procesionan. Del mismo modo que “la cara es el
espejo del alma”, la procesión deberá ser reflejo de la experiencia de fe
de todos y cada uno de los que en ella participan.
139
Os cuento una anécdota real: recuerdo una procesión en la que todos
íbamos en silencio, acompañados únicamente por el sonido del tambor.
Recuerdo un niño que en el balcón gritó: “Mamá, sal que Dios está pasando”. El problema vino dos calles más allá, cuando otro niño exclamó:
“Mamá, mamá, unos señores disfrazados”. Todo esto puede darse, pero
nosotros podemos aprovechar este momento para anunciar el Evangelio. No es algo nuevo, ya que la imagen, las vidrieras, la iconografía,
siempre han sido la Biblia de los pobres.
La evangelización que se produce desde la religiosidad popular tiene un
proceso diverso a la catequesis convencional. El componente estético y
simbólico de la religiosidad popular hace que la fe no “entre por el oído”
(cf. Rom 10,17) sino por los ojos.
En la catequesis ordinaria, el proceso que se sigue es: anuncio, aceptación/conversión, exteriorización/celebración... En cambio, la religiosidad popular catequiza en el modo inverso, y desde la celebración, desde lo exterior se va llevando hacia la conversión y al anuncio. Es decir, se
da la vuelta al proceso: exteriorización/celebración, aceptación/conversión, anuncio. Se trata de partir de lo que el pueblo expresa y celebra,
ayudarle a descubrir su sentido y, desde ahí, anunciar la Buena Noticia
de la salvación en Cristo.
Y todo ello con la vista puesta en lo que el Concilio Vaticano II, en su
decreto Presbyterorum Ordinis, proclamaba: “De poco servirán las ceremonias, por hermosas que sean, o las asociaciones, aunque florecientes,
si no se ordenan a formar a los hombres para que consigan la madurez
cristiana” (n. 6).
Muchas gracias.
140
Comunicación 9
El servicio a los enfermos
D. Amadeo Fons Sansaloni
Desde siempre, y a ejemplo del Señor Jesús, la Iglesia se ha ocupado y
preocupado de los enfermos de una forma más o menos organizada,
pero siempre eficaz. Los hospitales por ejemplo, nacieron a su amparo. Aquí en Valencia tenemos un ejemplo con el Hospital Psiquiátrico
que fundó el Padre Jofré el cual fue el primer hospital psiquiátrico en
el mundo. Hasta entonces habían lugares para retener a los enfermos
peligrosos mentales pero lugares como los hospitales en los que se les
atendió como enfermos, surgió el primero en el mundo aquí en Valencia
con el Padre Jofré. Un hospital que nació no gracias a la ciencia sino que
lo hizo gracias a la piedad cristiana, como reconocían ya en el siglo XIX
dos psicólogos alemanes.
Hoy nos ocuparemos en esta comunicación del servicio a los enfermos
desde la parroquia.
Pero antes de seguir adelante en la intervención, debemos reconocer la
labor de diferentes órdenes religiosas y seglares, que tanto en el primero como en el segundo y tercer mundo están atendiendo los enfermos y
marginados. Debemos reconocer además, la labor de profesionales sanitarios como enfermeros, médicos y otras categorías profesionales relacionadas con el servicio sanitario que, no contentos con cumplir bien
su trabajo, le dan el valor añadido de hacerlo con amor, con cariño y con
amabilidad, llevando así a la práctica lo que Jesús nos pide.
142
Si pastoral es, llevar a nuestra vida las actitudes, los gestos, la manera
de sentir y de pensar de Jesús, eso es lo que tenemos que hacer también
cuando nos acercamos al enfermo, al mundo del sufrimiento.
Los miembros de la Comisión de Pastoral de la Salud visitan a los enfermos en nombre de la parroquia —no del nuestro— ya que si no, sería
una visita a título personal, y éste no es el objetivo de nuestra acción
pastoral. Cuando vamos en nombre de la parroquia es cuando vamos
como pastoral de salud. Los agentes de pastoral somos enviados por el
párroco siendo él quien nos envía en nombre de la parroquia. De este
modo, nos situamos en la línea de nuestro papa Francisco y nuestra arzobispo don Carlos Osoro quienes destacan ante la nueva evangelización la necesidad de salir de nosotros e ir al encuentro del otro.
Los destinatarios de la acción pastoral de este servicio de la Iglesia son
los enfermos, ancianos, inválidos que no salen de sus domicilios, así
como los que están hospitalizados o en alguna residencia. Algunos de
ellos han participado activamente en la Iglesia y, llegado el momento en
el que no pueden salir de casa, hay que procurar que no se rompan esas
relaciones, por eso hay que seguir visitándolos y hay que seguir yendo a
verlos y hacerles compañía. Evidentemente también hay enfermos que
son cristianos pero no han participado en la vida de la Iglesia: también
a ellos hay que llevarles esa vida de la parroquia, ese cariño de toda la
gente, ese amor de la Iglesia hacia ellos, y decirles: “la parroquia está
contigo”. En tercer lugar, hay también enfermos que no son creyentes y
que si nosotros tenemos la posibilidad de acercarnos a ellos, debemos
intentarlo e ir en nombre de la parroquia para que sepan y conozcan que
—aunque ellos no están en la parroquia— la parroquia sí que se preocupa y se acuerda de ellos. Los destinatarios de este servicio pastoral de la
salud, además, también son los familiares de los enfermos, las instituciones sanitarias y cuantos trabajan en el mundo sanitario.
La importancia de ésta pastoral radica en el deseo del mismo Jesús que
no solo atendía y cuidaba enfermos si no que levantado en la Cruz ha
atraído a sí mismo a todos, resumiendo en su dolor toda limitación y
todo sufrimiento, toda soledad y toda ingratitud así como tantos por
qué de la gente, de toda la Humanidad. Además, los hombres —humanamente— nos sentimos cercanos a los que sufren, y la fe ilumina los
sentimientos y los convierte en misericordia.
143
El acompañamiento en la enfermedad y el dolor de las personas que están pasando por esa situación es responsabilidad de toda la comunidad
pero en primer lugar, de todos los agentes de pastoral que, llamados
por la Iglesia son enviados a hacer presente la comunidad cristiana en
casa de los enfermos. Al mismo tiempo, ese envío es siempre misionero, evangelizador, intentando —con total respeto— llevar a la persona la
Buena Noticia y evangelizar: primero, con el testimonio y después, con
la Palabra. Llegado este punto cabe destacar que la evangelización no
sólo se realiza en una dirección sino que también los enfermos pueden
ser evangelizadores y agentes de pastora en la medida en la que ellos,
nos pueden evangelizar a través de su testimonios y pueden hablar con
otros enfermos, trasladando su vivencia ante la adversidad para ayudarles a los demás a superar esos problemas que siempre conlleva el
estar enfermo o en situación sufriente.
Para que una persona pueda llegar a ser agente de pastoral de la salud
tiene que ser creyente ya que si no, estaríamos hablando de un voluntario que puede pertenecer a una ONG. Aquí estamos en la Iglesia y se
supone que el agente de pastoral debe ser creyente y tener una formación cristiana suficiente, para dar razón de su fe.
Además debemos ser lo suficientemente delicados en el trato con el enfermo y sus familiares para acercarnos a ellos con respeto y educación,
pues tratamos con personas en una situación complicada de salud. Por
eso, debemos saber acercarnos al enfermo y debemos estar abiertos a la
formación permanente, así como estar unidos a la Iglesia en oración, a los
sacramentos y a la escucha de la Palabra de Dios. Asimismo, el agente de
pastoral de la salud debe estar enamorado de la Iglesia y ser capaz de hacer y favorecer la comunidad, amando y dejándose amar por el prójimo.
Se le pide también al agente de pastoral que sepa querer a los demás
grupos y parroquias como si fueran la nuestra, ayudándonos entre todos. Ser dialogante, receptivo, que sabe escuchar y acoger y vive en actitud de servicio, dispuesto a ayudar.
144
Y para desarrollar nuestra acción pastoral evangelizadora, ¿qué instrumentos tenemos para que un equipo pueda realizar bien su misión? En
primer lugar, tiene que estar formado por creyentes, dispuestos a tra-
bajar en el mundo del sufrimiento y de la enfermedad, que se reparten
las tareas. Es preciso que se cree un espíritu de colaboración entre los
miembros de los equipos donde todos se sientan responsables. Además, hay que tener los objetivos claros y un responsable que coordine
todos los miembros del equipo. Un responsable que debe ser el servidor
del grupo y debe garantizar la continuidad de esta pastoral de la salud.
Lógicamente, para poder desarrollar esta labor pastoral es importante
una formación para ir mejorando nuestra acción en la misión encomendada y en la forma en la que hay que tratar al enfermo y a su entorno.
Para ello nos servimos de lo que llamamos relación pastoral de ayuda.
Lo primero en la relación es la escucha, que no es sólo dejar hablar, sino interesarnos por su historia, sus sentimientos, sus valores, su espiritualidad,
sus problemas, y esto de forma activa, atendiendo, cogiendo la mano,
acercándonos para que se dé cuenta de que nos interesa lo que dice…
La empatía es lo segundo y brevemente consiste no sólo en escuchar,
sino esforzarnos en comprender sin juzgar lo que nos dicen. Debemos
ponernos en su piel y debemos de dejar claro que seguimos lo que nos
dice, con preguntas como ¿me quieres decir que...? o ¿ he entendido
que…? Además es preciso entablar un diálogo sincero con el enfermo
para que éste también conozca sus bondades como persona y sus momentos mas positivos, acompañando en la autocrítica para que el enfermo se conozca más y sepa donde y cuando se ha equivocado, siempre con el objetivo de ayudarle a mejorar, a crecer como ser humano y
sobreponerse a la situación que está viviendo. De modo que —en muchas ocasiones— sea el propio enfermo el que solucione su situación,
reafirmando así su autoestima y mejorando el ánimo de éste, al ver éste
cómo supera él mismo —por sí solo— la adversidad con la ayuda de los
agentes de pastoral, de su familia y de los médicos. Es recomendable
también tener cuidado con el uso de la palabra a la hora de hablar sobre
el sufrimiento ya a veces echamos mano de frases hechas que perjudican más que ayudan.
La Comisión de Pastoral de la Salud ofrece además, la posibilidad de
sesiones de formación mensuales para mejorar en nuestra acción pastoral, tanto para los agentes de pastoral como para los capellanes y ce-
145
lebra también una jornada anual, en la que se aborda un tema único.
También el Instituto de Ciencias Religiosas ofrece cursos de especialidad en Pastoral de la Salud.
Es pues esta pastoral muy importante en la vida parroquial, pudiéndonos acercar a personas a las que no puede llegar el sacerdote y así hacer
presente a la Comunidad parroquial en casa de los enfermos e impedidos. Desde aquí, animamos a que se organicen equipos , contando con
la ayuda de la comisión que dirige Concha Gramaje.
Muchas gracias.
146
Comunicación 10
Los religiosos en la Parroquia
P. Javier Antonio Serra Casanova c.m.
Quisiera empezar esta pequeña experiencia con uno de los versículos
de la Carta de san Pablo a los Romanos 12, 5: “Nosotros siendo muchos,
somos un solo cuerpo en Cristo pero cada miembros está al servicio de los
otros miembros”. Y esto pienso que es la vida consagrada en la Iglesia.
Los diferentes carismas que el Señor ha suscitado, están al servicio de
la Iglesia —de la comunidad— para hacer vivo el Evangelio. Para hacer
viva la experiencia de Cristo —entre nosotros— de diferentes maneras.
Porque el ser humano es muy complejo, y tiene muchas maneras de
vivir, ese acercarse a Jesús. Y ninguna es mejor que la otra. Todas llevan
hacia Él pero cada una, con su peculiaridad, su nota distintiva, aunque
todos formando parte de ese mismo cuerpo.
La presencia de la vida consagrada en la Evangelización siempre ha estado presente, pues es sabido —muchas veces— que los lugares en los
que la Iglesia no ha estado presente, se han hecho presentes las congregaciones. Ellas han sido las llamadas desde la Santa Sede a hacer
presente a Cristo entre los hombres, para ir poco a poco, granito a granito, paso a paso, construyendo la Iglesia e ir formando la comunidad
eclesial. Desde allí, poco a poco, la han instaurado y cuando esa Iglesia
es fuerte, entonces esa Iglesia vive por ella y es el momento en el que las
congregaciones se van retirando, para que se viva desde ahí, esa eclesialidad en las diferentes diócesis que se van creando.
Pero también quedan presentes en ese lugar donde contribuyeron a
realizarlo, con ese carisma específico que ellos viven. Desde ahí, mu148
chas veces quedan en parroquias en las que siguen llevando esa labor y
siguen ayudando a fortalecer la Iglesia en los diferentes lugares. Y todo
lo que supone la familia que acompaña a las congregaciones religiosas,
las familias laicales que forman parte de ese espíritu que son llamadas a
llevar esa vida de Dios. Y es una riqueza para la Iglesia.
Estos días estaba admirando las vidrieras de nuestra Catedral y al verlas
me pregunto ¿por qué son bonitas? Por los diferentes colores que tienen.
Los diferentes colores que tiene allá, y en los laterales, hacen la hermosura de ella, y cambian la luz interior. Los carismas en la Iglesia hacen eso,
son esas tonalidades diferentes que enriquecen a la Iglesia. Que la hacen
más hermosa y que hacen llegar ese mensaje de diferentes modos pero
que hace que, ese mensaje pueda ser entendido por todos. Igualmente
ocurre con la catedral en la que estamos. Se ve el gran edificio pero éste
se ha ido construyendo poco a poco con las diferentes capillas. Cada una
de ellas tiene su historia, su forma, y todas ellas, todo el conjunto, hacen
bonita la Catedral. Son una sola, en ese caminar con Cristo.
La vida consagrada trata de ser “ese enraizar la Vida en Cristo” desde una
persona en particular llamada por Dios, que tuvo esa ilusión, esa idea, esa
inspiración, en la que el Señor la llamó y fue contagiada y contagiando
a otras. Y a través de ellas surgieron los diferentes carismas y diferentes
congregaciones que luego han ido ayudando y haciendo crecer la Iglesia.
Estamos unidos en ese camino. Estamos para trabajar en una sola dirección.
A lo largo del tiempo —mirando los números de la diócesis— la presencia en Valencia, como también en las vocaciones, en la vida consagrada
ha habido disminución a lo largo de los tiempos. Hubo un gran florecimiento que permitió llegar a muchos lugares, y ahora estamos en un
tiempo de reajustar esa presencia, para poder llegar y poder dar ese
testimonio que estamos llamados a dar. Un testimonio desde una apertura. Un testimonio desde ese cambiar de nuevo la perspectiva de la
visión porque han cambiado los tiempos y a ellos debemos adaptarnos.
No podemos seguir así, tal y como aquí ya se ha comentado nosotros
también humedeceremos nuestro paño y lo adaptaremos a la realidad
actual, con la ayuda de la Palabra de Dios, con al ayuda de Dios.
149
Fíjense. Antes cuando hemos prendido la Luz que preside el altar, esta
luz casi no brillaba, era una pequeña llama pero, a medida que ha ido
transcurriendo el tiempo hemos podido comprobar cómo esta luz se
ha hecho más grande. También en este congreso se ha hablado de esa
fe que es como una pequeña candela, en la que somos cada uno de nosotros y que estamos llamados a ser la candela que debe encender a la
candela que tenemos al lado, acercándonos. No imponiéndonos si no
desde al humildad, la sencillez, desde nuestro testimonio. Desde lo que
cada uno de nosotros somos y queremos vivir.
En el Documento de Aparecida que se ha nombrado en este congreso,
se decía que el eje central es el valor de la vida en todo sentido, no sólo la
gestación ni en el momento cercano a la muerte sino en todo momento,
tiene que ser una vida digna con trabajo, con casa, con posibilidad de
estudio. Tiene que ser una vida que tenga toda la dignidad que el ser humano requiere. Vida que se comunica y que se comparte. Una vida que
forma parte de un grupo, de una comunidad, de un grupo de personas.
San Vicente de Pául, nuestro fundador, cuando hablaba de llevar el
Evangelio decía “pero el pobre tiene que tener una vida digna para poder
hablar del Evangelio porque si no, no tiene capacidad de que le llegue nada
porque está tan desestructurado, tan mal… que no atiende a nada”. Dios
quiere esa vida para todos. Esto, lo estamos viviendo en toda esta crisis
que estamos viviendo todos.
La iglesia esta permitiendo a muchas personas tener esa vida digna, que por
la crisis se le esta robando y estamos siendo presencia viva de la Iglesia-comunión, que comparte también el sufrimiento y que comparte el dolor.
Hace un momento se hablaba de la pastoral de la salud. Que momento más bello ¿no? Qué precioso es poder estar en esos momentos en
los que la persona no puede salir de casa y la Iglesia va a su casa. Que
momento tan bello en el que, con los que has compartido tantas cosas,
ahora que estás mal, ellos también comparten el momento de dolor y
de sufrimiento, con él y con su familia.
150
Desde ahí, estamos llamados todos a ser testimonio de esa esperanza,
con la riqueza de cada uno de los carismas que tenemos. Todas las con-
gregaciones también estamos ahora reconfigurándonos —uniones de
provincias— por falta de vocaciones, pero yo espero que no sea porque
seamos pocos sino que sea para ver cómo podemos servir mejor a la
Iglesia. Cómo podemos entregar mejor lo que nuestros fundadores nos
regalaron para ofrecerlo a la Iglesia y hacerlo vivo. Y hacerlo realmente
contagioso. Y hacerlo verdaderamente de modo que pueda transformar las vidas de este mundo.
Compartiendo con una chica estos días, me decía que va caminando en
ese camino de la fe y que parece que, ahora, percibe el mundo de otra manera. Su vida es la misma pero su interior está cambiando. Nuestra tarea
en esta evangelización es ayudar a que los hombre y las mujeres, jóvenes,
niños y mayores, puedan descubrir ese Cristo que desde dentro les cambia
la mirada de fuera. Les cambia el sentido, y descubren esa esperanza, esa
alegría que el Señor da a cada uno de nosotros para compartirla.
Las parroquias —lo recoge también el Documento de Aparecida— son
comunidades abiertas a la sociedad. Pero no sólo abiertas para que la
gente vaya al templo si no que también son abiertas para que la gente vaya a la sociedad. Tenemos que conseguir que la presencia de los
seglares —de los laicos— sea más viva en este mundo. A veces la vida
consagrada ha desaparecido en la forma de vestir y en la forma de estar. Casi no se nos ve. Y también les ocurre a los seglares. Se nos tiene
que notar que somos seguidores de Cristo. Se nos tiene que notar que
somos presencia de Cristo entre los demás. No sólo por llevar alguna
cruz o algún signo sino por la forma en la que nosotros vivimos nuestra
vida. Nosotros estamos llamados a ayudar a que la vida seglar —laical—
pueda vivir de esa manera, siendo testigo del Señor. Siendo testigos.
Yo siempre digo en la parroquia que si todos los cristianos del mundo
viviéramos un poquito lo que Jesús nos dice, no deberíamos tener el
mundo que tenemos.
La vida consagrada y los sacerdotes somos una pequeña parte que nos
toca vivir desde ahí. Y desde nuestra experiencia como congregación de
la Misión —desde las misiones populares que muchas veces se han hecho en las parroquias— se trata de reavivar la fe y que la parroquia sea
misionera. Que no se quede en el grupo como Pedro “qué bien estamos
151
aquí Señor”. No. Que bajemos al mundo y que al mundo le comentemos
y compartamos con él, la alegría que es tener a Cristo en nuestra vida. La
fuerza que es tener a Él en el dolor, en la enfermedad y en el acercarse a la
muerte. Acercarse a esa vida que Él nos prepara a cada uno de nosotros.
Nos decía san Vicente de Paul que “si estáis llenos de Dios… Sin decir una
sola palabra tocaréis el corazón de los que están a vuestro lado”. ¿Tocamos el corazón de la gente? ¿Será que a lo mejor no tenemos el depósito lo suficientemente lleno? ¿Será que no tenemos ese tiempo necesario para llenarnos?
En esto, más responsabilidad tenemos la vida consagrada porque la
vida de un consagrado tiene ese tiempo para orar en común. Ese tiempo para celebrar en común. Ese tiempo para llenarnos de Dios, en común. Pero a veces también nos pasa como la misa de cada día, que
la vivimos como algo que hacemos y terminamos preguntándonos ¿de
qué iba el Evangelio? ¿Hoy que nos ha dicho el Señor?
Cada día es —tiene que ser— un día vivido plenamente y con intensidad.
Cada día el Señor nos da mensajes —nos llena— pero ocurre que nosotros
vamos con el piloto automático. Tanto los miembros de la vida consagrada, como los sacerdotes y laicos, en ocasiones tenemos tantas cosas que
hacer, que no le dejamos hacer al Señor. Queremos hacerlo todo nosotros.
En nuestra parroquia —desde que tenemos la suerte que está gran parte del tiempo abierta— dejamos que Dios haga. Hay mucha gente que
entra, y en la capilla que tenemos allí —algunos le llaman la capillita de
alegría— entran y encuentran la paz que —en el día a día— no pueden encontrar. Pero esa paz no se queda ahí, si no que luego se la llevan con ellos
y la transmiten a otros, ayudando a que otros puedan encontrar esa paz.
La fe que se nos ha regalado en nuestro bautismo no es para guardarla.
No es para vivirla en soledad. San Vicente nos decía: “no puedo estar yo
contento con que yo ame a Dios si mi hermano no le ama”. Hablamos de
Dios en la Iglesia, pero, ¿y en casa, en la familia y a los demás? ¿Nos da
vergüenza? ¿Nos da apuro?
Necesitamos testigos que estén felices. Necesitamos testigos que estén
convencidos de lo que creen y lo compartan con los demás. En la Nueva
152
Evangelización los medios técnicos nos ayudan pero sobre todo quien
llevará a cabo la Nueva Evangelización será cada uno de los cristianos
convencidos de que ser testigos del Señor y que se sienten llamados a
transmitirlo a los demás.
En cada una de las congregaciones estamos —como toda la Iglesia entera— tratando de pensar y reflexionar sobre qué podemos hacer para
llevar adelante esa Nueva Evangelización y vivirla. Pero como decíamos
anteriormente, también nos debemos plantear cada uno de nosotros:
qué podemos ofrecer a la Iglesia para que esta Nueva Evangelización
pueda hacerse realidad. Debemos plantearnos qué podemos hacer
cada uno de nosotros para que cobre vida —cobre fuerza— y que no nos
vean como quejumbrosos diciendo qué pocos somos, sino que nos vean
felices y que compartamos esa felicidad de tenerlo a Él en los buenos y
en los malos momentos.
Las congregaciones religiosas comparten el carisma porque es un tesoro que ellos tienen y están llamados a darlo a los demás. No se lo pueden guardar. Nosotros también debemos ser portadores de esa Buena
Noticia. Decíamos al principio que esa Nueva Evangelización pasa por
una parroquia con rostro nuevo pero nos puede pasar como los actores,
que se acicalan tanto que al final no les conoce nadie.
La Nueva Evangelización no es cambiarnos el rostro, maquillarnos un
poco de más, operarnos estéticamente. La Nueva Evangelización no
supone disfrazarnos de algo para hacer más atractivo el mensaje que
queremos transmitir.
Nosotros debemos mostrar el rostro vivo de Cristo que, a veces con el tiempo, con la costumbre, con la cotidianidad, lo hemos enmascarado y no lo
estamos mostrando. El rostro nuevo es mostrar de nuevo el rostro de Dios.
¿Cuántas veces hemos visto después de un retiro o un encuentro alguna
persona que ha vuelto a la parroquia y nos hemos dado cuenta que su
rostro brilla? Esa luz es porque dentro de sí estaba renovado o renovada
por Cristo, que es el mejor sanador, el mejor médico. Él es el que nos
deja ese nuevo rostro para compartir, para contagiar a los demás, para
llegar a los demás.
153
La Nueva Evangelización está en cada uno de nosotros. En cada una de
nuestra parroquias y de nuestra comunidades. En cada una de las comunidades de vida consagrada que está en las parroquias, en los territorios parroquiales. Pero no para hacer solo “lo nuestro” si no también
para aportar “lo nuestro” a la parroquia, para colaborar en ella y que ella
colabore también en “lo nuestro”.
Somos una sola familia. Un solo cuerpo llamado a compartir —todo—
con los demás, no a guardárnoslo, y desde ahí encontrarnos. No busquemos lo que nos diferencia. Busquemos lo que nos une. No busquemos ser mejor que éste o mejor que aquel sino aprendamos de lo que
el otro tiene de bueno y tratemos de llevarlo adelante. Apoyarnos y
unirnos en las asociaciones, en los movimiento juveniles… Intentemos
trabajar juntos. Unir fuerzas. Trabajar en un mismo camino. Y así todos
llegaremos realmente a ese espíritu que el Señor quiere.
Que nos vean unidos en el Señor. Cada uno con su peculiaridad. Cada
uno con su forma pero con esa alegría y ese gozo de tener a Dios en
sus vidas. Hay diferentes nuevas formas de llegar. Desde la parroquia
también buscamos siempre qué podemos hacer para llegar al prójimo
como, por ejemplo, la Catequesis del Buen Pastor o la Catequesis Familiar para trabajar con los padres. Ahora también buscamos el modo de
llegar al prójimo —a los alejados— desarrollando los Cursos Alfa para los
más alejados de la Iglesia/Parroquia. Pero siempre desde la comunidad
y desde lo que somos todos. Los que hacen en la parroquia no van solos. Son hombres y mujeres de la parroquia enviados por la parroquia,
por nosotros. Y debemos orar por ellos —pedir por ellos— para que realmente sean presencia de Dios.
Que Él nos ayude de verdad. Que en este rostro nuevo que el Señor
quiere hacer, cuente con cada una de nuestras pobres vidas porque “somos lo que somos”. Donde esté esa experiencia. En una congregación
tenemos la suerte de ir de una parroquia a otra o de una diócesis a otra y
ver —con ello— diferentes experiencias. Pero también tenemos la oportunidad de vivir la eclesialidad que esto es: ser miembro de la Iglesia.
154
Allá donde vamos nos encontramos con una Iglesia diocesana de la que
nos sentimos parte —formamos parte— y de la que tenemos que ser
parte para compartir. Cuando estuve en Estados Unidos con los Cursillos de Cristiandad —de consiliario— viví esa alegría de poder pasar por
parroquias y parroquias donde ellos hacían tanta labor, se integraban
en ellas y desde allí, movían a la gente a acercarse a Dios.
Estamos llamados a ser testigos de Él. Estamos llamados a perder la
vergüenza. A ser unos desvergonzados en la fe. Demostremos a los demás, el gran regalo que nos ha hecho Dios, al ser nosotros los escogidos
por Dios para tener esa fe, compartirla y llevarla a los demás.
Desde los diferentes carismas, enriqueciéndonos y haciendo esas bellas figuras que son las vidrieras. Esas bellas figuras que conforman esta
Catedral y cada una de nuestras parroquias, para realmente —desde
ahí— ser acogedores y acoger. Necesitamos ser personas cercanas con
un lenguaje sencillo, humilde, que se entienda y que llegue al corazón.
Desarrollando la evangelización desde las diferentes pastorales para
que se entienda que la vida de ellos importa a Cristo, importa a la Iglesia
e importa a la comunidad. Eso solo lo podremos hacer entre todos.
Las congregaciones llegamos hasta un punto y los sacerdotes hasta
otro. Son los seglares —los laicos— los que más llegan, los que más están metidos en el mundo. Ellos son llamados a ser esa llama que brilla y
que otros —al ver como brilla— quieran poner también su vela cerca del
otro y encender la de él.
Muchas gracias.
155
Comunicación 11
El hombre que hemos de formar
para la Nueva Evangelización
D. José Alfredo Peris Cancio
Agradezco sinceramente la oportunidad que el Señor Arzobispo y los
organizadores de este congreso me conceden de participar en este verdadero acontecimiento de la vida de la Iglesia diocesana. Pido a Dios no
defraudar esa confianza y que me dé chispa para no cansarles ni aburrirles en exceso.
Para exponer el tema que se me ha encomendado, voy a plantear un
relato coherente de lo que se puede proponer al hombre, al joven que
hemos de formar para la nueva evangelización, que incorpore aquellos
valores y virtudes que la Doctrina Social de la Iglesia no deja de enseñar
en nuestros días.
En primer lugar, trataré de dos actitudes que conviene cultivar: pensar
que lo mejor está por venir y el deseo de hacer felices a los demás. El
núcleo de mi intervención es la convicción de que el ser humano es capaz de amor y que por tanto es capaz de Dios. En tercer lugar, los laboratorios donde se trabaja esa capacidad de amar y esa capacidad de
Dios que son: el reconocimiento de la dignidad humana abierta a Dios;
la libertad religiosa; el matrimonio y la familia. Finalmente abordaré las
proyecciones de esa dignidad para que impregnen todo lo que sería una
civilización del amor: una economía al servicio pleno del pleno desarrollo de las capacidades de toda personas, especialmente de los pobres;
una política como construcción del bien común; una cultura como alimento del Espíritu y un compromiso con toda la familia humana.
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1. DOS ACTITUDES QUE CONVIENE CULTIVAR
Creo que es muy importante, el plantearnos qué hombre hemos de formar para la nueva evangelización, y localizar qué actitudes vamos a desarrollar desde nuestro rol de educadores. Y me arriesgo a proponer de
un modo sencillo y un tanto provocador en qué consisten dos de estas
actitudes que considero muy convenientes.
1.1 LO MEJOR ESTÁ POR VENIR
La primera es la de afirmar que “lo mejor está por llegar”, que Dios va a
seguir planificando su historia de salvación con los que nos van a suceder, con nuestros hijos y nietos, reales o metafóricos.
Es una manera práctica de ejercer la virtud de la esperanza sin la cual,
los educadores no somos lo que tenemos que ser. Como decía Péguy, la
esperanza es la hermana pequeña de las virtudes que hace de verdadera bisagra para que la fe y la caridad se muevan adecuadamente.
Las Jornadas Mundiales de la Juventud que Juan Pablo II inauguró, y Benedicto XVI y Francisco han continuado con entusiasmo muestran de
modo inequívoco este gesto: “jóvenes, hay una alianza profunda entre
el Corazón de Cristo y el vuestro”.
¿Por qué es tan relevante hoy esta actitud? Seamos autocríticos: el
modo más habitual con el que los educadores hoy comenzamos nuestra tarea es —permítaseme la broma— el “gruñido despectivo”: estos
niños o jóvenes no saben nada, no tienen nivel, no están a la altura, no
son como en nuestros tiempos… Incluso disponemos de informes sociológicos, psicológicos, pedagógicos… que parecen elevar de rango
esos gruñidos y hacerlos asertos científicos contrastados por una buena
muestra estadística…
Quizás nunca en la historia se haya construido un sistema cultural tan
refractario hacia los niños y los jóvenes, tan pobre de esperanza hacia
ellos. Probablemente una indigestión de pensamiento pseudocientífico
haya desengrasado uno de los catalizadores imprescindibles para que se
dé el verdadero progreso: el mirar a los hijos con la esperanza de que de
ellos podemos esperar lo mejor. Nunca podré olvidar a ese anciano que
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cuando una de sus nietas mayores tuvo su primer hijo y, por tanto, uno de
sus primeros biznietos le dijo sin vacilar: “xiqueta, ja tens qui te defenga”.
Ese hombre sencillo, sin muchos estudios, curtido por una vida difícil
en la posguerra, parecía tener esta actitud: lo mejor siempre está por
llegar porque Dios nos tiene preparada una gran fiesta. Era su manera
de entender el Evangelio, la Buena Noticia en el rostro de sus hijos, de
sus nietos y de sus biznietos.
1.2 EL DESEO DE HACER FELICES A LOS DEMÁS
Esta es la segunda de las actitudes que conviene cultivar y que se complementa perfectamente con otra que puede ser descrita así: “somos
felices cuando buscamos hacer felices a los demás”. Sí, es necesaria la
creatividad para nutrir la esperanza. El verdadero creativo está llamado
a conectar con el ser creador de Dios, que ha pensando toda nuestra
historia y existencia desde su deseo de que participemos de su plenitud
y de su felicidad. Los artistas, los genuinos, son aquellos que tienen un
don especial para mover esas fibras.
¡Qué diferente es formar buscando la felicidad del otro a buscar formar
de cualquier otra manera! La educación en el primero de los casos pasa
a ser un arte en el que ambos polos, educador y educando, desarrollan
una misión común, una verdadera “cocreación”. El joven, el niño, intuye
certeramente cuándo se da este modo de educar y cuándo no. La propia eficacia de lo que hagamos tendrá mucha de su explicación en este
punto de partida.
Tanto esta actitud como la anterior se pueden proponer sin vincularlas a
una explicitación de la fe. Son un contexto favorable para que el primer
anuncio sea acogido, para que una fe dormida pueda despertar. Pero se
puede proponer con plena convicción a todas las personas como ejes de
una verdadera excelencia educativa.
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2. EL NÚCLEO DE LA PROPUESTA: EL SER HUMANO ES CAPAZ DE
AMOR, ES CAPAZ DE DIOS
Creo que el núcleo de la formación que exige la Nueva Evangelización
es la convicción firme de que el hombre, el ser humano, es capaz de
amor, capaz de Dios, y que esta misma capacidad, conforme va implementándose, lo transforma por la propia acción de Dios.
Tanto el magisterio del Concilio Vaticano II como el de los últimos Sumos
Pontífices, tal y como viene siendo actualizado por el Papa Francisco en
su primera Encíclica, o por nuestro arzobispo Carlos en su reciente carta
pastoral a la archidiócesis, muestran con claridad la total convicción de la
Iglesia de que el hombre no puede vivir sin Amor, no puede vivir sin Dios.
El ser humano aparece así como un ser llamado a tener un argumento
en su vida: crecer en el Amor para conocer cada día mejor a Dios, desde
su propia experiencia, desde su propia biografía.
Este es el camino de la fe, el que prepara al libre encuentro con Dios.
Quien lee con profundidad la aventura de su vida, quien reconoce agradecido todo lo que ha recibido y se va disponiendo en él mismo como
respuesta esa actitud de donación, se está conformando para aceptar
la iniciativa salvadora de Dios y para acoger vitalmente la fe en nuestro
Señor Jesucristo.
Esa misma fe crecerá en la medida que se descubre que su propio contenido es la revelación del amor de Dios, que al ser humano le llega de
un modo directo y personal, para extenderse a toda la humanidad. Un
amor que lo transforma, cambia, sana por dentro y lo plenifica.
La vinculación de la fe con el amor mantiene al creyente en una continua actitud de apertura hacia los demás, pues escuchará en los gestos
de amor, vengan de quién vengan, la propia voz de Dios, sin límites ni
fronteras, sin exclusivismos ni exclusiones.
La fe vinculada con el amor muestra el indispensable papel de los más
pobres. Ellos son los aliados de Dios para suscitar en el mundo el calor del amor, para preguntar a cada persona por sus victorias sobre el
egoísmo, para hacer crecer en la verdadera humanidad.
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3. LOS LABORATORIOS DE LA CAPACIDAD DE AMAR
La doctrina de la Iglesia propone de una manera encarnada donde se
encuentran los lugares, los laboratorios en los que se puede trabajar esa
capacidad de amar: el reconocimiento de la dignidad humana abierta a
Dios y el matrimonio y la familia.
3.1 EL RECONOCIMIENTO DE LA DIGNIDAD HUMANA
ABIERTA A DIOS
De manera sintética se puede señalar que el hombre de hoy parece tener mucha facilidad, al menos verbal, para “invocar su dignidad y sus
derechos” y en cambio, poca intensidad para verdaderamente disfrutar
del goce de esa dignidad.
La explicación de esta paradoja puede encontrarse en que si la dignidad
humana es leída sólo como una conquista política o social, sus bases
son poco firmes, y se encuentran en el continuo peligro de verse anulada por la fragilidad humana, el sufrimiento o la muerte.
En cambio, si la dignidad humana se entiende enraizada en Dios, si el
ser humano encuentra en su Creador la causa continua y constante del
valor de su ser, nos encontramos ante un fundamento que sí permite
resistir ante esas amenazas y que impulsa a impregnar todas las facetas
de la vida de esa misma luz.
Si nuestras raíces en Dios son iluminadas desde la revelación, la fe
aparece como una ayuda incesante para el mantenimiento histórico y
existencial de esa misma dignidad. El ser humano no es sólo imagen de
Dios, es su hijo por adopción, por el que el propio Dios se ha hecho hombre y ha derramado su sangre para rescatarlo de todo lo que oscurece
su bien y su valor. Y este acontecimiento se renueva diariamente de un
modo sacramental, de manera que la amistad con Dios es un acontecimiento cotidiano que continuamente saca al creyente de las sombras
de su pequeñez para ponerlo a la luz de la grandeza que Dios sobreabundantemente derrama sobre él.
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3.2 EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA
La capacidad de amar se aprende de manera decisiva en la familia. Los
padres son los delegados de Dios para repetir personalmente en sus
hijos la misma mirada amorosa y la misma llamada a crecer por parte
de Dios.
Los padres desarrollan ese mismo lenguaje en la complementariedad
del matrimonio, allí donde se expresa el verdadero significado y sentido
de la sexualidad humana, es decir: la capacidad del varón de darse a su
mujer y de la mujer de darse al varón, en el pleno ejercicio de una libertad que descubre el infinito valor de la otra o del otro que es tan distinta
o distinto de mí, y por eso, tan amada o tan amado por mí, y que me
invita a salir de mí mismo o de mí misma.
Como el matrimonio profundiza la admiración hacia el ser personal del
marido con respecto a la mujer y de la mujer con respecto al marido,
los hijos son acogidos como un don que ya resulta biografía personal
propia desde el primer instante de su aparición bajo el corazón de su
madre. Y esa misma condición personal es cuidada de una manera especialmente intensa cuando los miembros de la familia experimentan
la ancianidad, la enfermedad, la discapacidad, la vulnerabilidad… La familia expresa que la vulnerabilidad no se opone a la dignidad, sino que
hace crecer a los demás miembros en el verdadero amor.
Cultivar la dignidad humana abierta a Dios y cultivar la inter-personalidad en la familia como don es lo que permite renovar todas las dimensiones sociales, económicas, políticas y culturales de la vida humana.
4. LAS PROYECCIONES DE LA DIGNIDAD
4.1 UNA ECONOMÍA AL SERVICIO DEL PLENO DESARROLLO
DE LAS CAPACIDADES DE TODA PERSONA, ESPECIALMENTE DE LOS MÁS POBRES
El don interpersonal vivido en la familia educa el sentido del trabajo:
el ser humano ha de estar activo para remediar las necesidades de los
demás, para contribuir a un bien común que a todos favorecerá su desarrollo. Una economía de la comunión exige dos intensidades: promover
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en las personas la capacidad de dar lo mejor de sí mismas y en segundo
lugar, orientar esa misma capacidad hacia la lógica del don.
4.2 UNA POLÍTICA COMO CONSTRUCCIÓN DEL BIEN COMÚN
La articulación y organización de los distintos caminos que favorecen la
dignidad humana, su desarrollo, la satisfacción de sus necesidades y la
adecuada organización de su convivencia, exige comprender la política
como el arte de sumar energías que permitan enriquecer entre todos el
bien común, para mejor servir al verdadero bien de las personas.
Para superar la tentación de servirse del poder en lugar de poner el poder
al servicio, se necesita cultivar intensamente el sentido activo de la dignidad humana, la convicción profunda de que contamos con la ayuda de
Dios para hacer posible lo que es su voluntad: que el ser humano potencie lo mejor de sí mismo en el encuentro y la colaboración con los demás.
4.3 UNA CULTURA COMO ALIMENTO DEL ESPÍRITU
La dignidad humana no casa con el materialismo y exige que se le susciten espacios de belleza, de armonía, de sereno reposo de los sentidos,
en definitiva de alegría y esperanza que le confirmen de una manera hermosa que su dignidad crece en la medida que crece su vocación al amor.
El creativo es un pionero que abre caminos para que sus semejantes respiremos mejor. La creatividad es servicio a los hombres concretos y encarnados para que cada uno con nuestra sensibilidad nos dejemos asombrar por una belleza que es capaz de sacar lo mejor de nosotros mismos.
4.4 UN COMPROMISO CON TODA LA FAMILIA HUMANA
La lógica del amor está continuamente ampliando círculos. Abrazar a la
humanidad entera como familia tiene una agenda exigente que impulsa
a luchar contra el hambre y el subdesarrollo en el mundo, contra la falta
de oportunidades de los más pobres, contra las falsedades del racismo,
la intolerancia y la autocomplacencia cultural que pretende instaurar el
antagonismo y la diferencia, allí donde se ha de saber pronunciar que
“todo hombre, todo ser humano es mi hermano”.
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El compromiso por construir la paz entre las naciones y el cuidado del
medioambiente complementan necesariamente ese lenguaje de implicación con aquél que aunque no veo está cerca de mí y su suerte forma
parte de la mía, porque en Dios nuestra dignidad pierde cualquier límite
que le impida desarrollar su plena vocación al amor.
5. CONCLUSIÓN
Son palabras las precedentes que no ofrecen novedad, pero que sí buscan expresar cohesión y convicción. Conscientes de que lo mejor está
por venir y convencidos de que lo de Dios y lo nuestro es hacer felices a
los demás, formemos personas que desarrollen con libertad su capacidad de amar, su capacidad de Dios, anunciándoles las verdaderas raíces
de su dignidad y su educación en la familia, para que así puedan extender una nueva humanidad que impregne nuevos y nobles modos de vivir la economía, la política, la cultura y la entera familia humana.
Muchas gracias.
163
Comunicación 12
Un itinerario de catequesis en la Parroquia:
la catequesis familiar. Catequesis y familia
D. Ángel Raga
Antes de empezar me gustaría matizar el término catequesis familiar ya
que si bien denominamos así a aquella catequesis que se imparte tanto
a los niños en su iniciación cristiana como a sus padres como responsables en la transmisión de la fe de sus hijos, deberíamos llamarla mejor
“Catequesis en Familia”, puesto que no sólo debe ser impartida como
conocimiento y doctrina sino debe ser VIVIDA, compartida en el seno
de la familia por todos los miembros. Debe vivirse como oportunidad
para crecer, ha de ser transformadora de la misma familia.
La parroquia Asunción de Nuestra Señora es una parroquia con un gran
peso social y grandes contrastes socioeconómicos y culturales lo que nos
obliga —si cabe más— a ofrecer un especial acompañamiento en el crecimiento de la fe de nuestros feligreses —en general— y de la infancia
en particular. Pero la diversidad no hace varias catequesis, sino una sola.
Esta empieza en la parroquia (aunque antes la familia ya ha hecho su
tarea en algunos casos) a los seis años con catequesis de iniciación (3
cursos), pasando por el movimiento Junior, Juveniles y Jóvenes, ofreciendo incluso la posibilidad de formar grupos de novios —como nos
han mostrado esta mañana Mª Carmen y Ricardo— y, si Dios quiere,
darán el paso al sacramento del matrimonio.
Gracias a Dios son muchos los jóvenes que viven todas la etapas de crecimiento en la fe que la parroquia les ofrece, y algunos de ellos serán los
que integrarán el grupo de pre-catequistas (acompañantes de un catequista), catequistas y educadores. Nuestro objetivo es acompañarlos
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y transmitirles la fe de la Iglesia, en su juventud, guiados por la misma
Iglesia, ofreciendo y compartiendo: formación, oración y vivencia comunitaria (celebraciones, encuentros, etc.).
Esta comunicación quiere expresar la realidad vivida en la Catequesis
en Familia en una parroquia concreta pero que en su fundamento es
igual para todas las parroquias de nuestra diócesis. Los esfuerzos llevados a cabo por sacerdotes y catequistas en la transmisión de la Doctrina
de nuestra Fe es la misma independientemente del número de niños,
padres y catequistas. Si nuestra experiencia, hoy compartida con vosotros, sirve para aportar recursos-ideas para llevarlas a cabo en vuestras
parroquias, ¡Alabado sea Dios y que sirva para su mayor Gloria!
En la introducción del Directorio General para la Catequesis se enumeran cinco grandes retos para la catequesis de hoy, que paso a citar:
1. La catequesis debe ser un servicio fundamental de la parroquia y
con acentuado carácter misionero.
2. La catequesis debe dirigirse a los destinatarios de siempre: niños,
adolescentes, jóvenes y adultos, pero con especial atención a los
adultos.
3. La catequesis debe moldear la personalidad del creyente, a ejemplo de la catequesis patrística y en consecuencia debe ser una escuela de pedagogía cristiana.
4. La catequesis debe anunciar los misterios esenciales del cristianismo promoviendo la experiencia trinitaria de la Vida en Cristo
como centro de la vida de fe.
5. La catequesis debe considerar prioritaria la preparación y formación de catequistas que actúan desde y con la Iglesia.
Estos puntos nos van a servir para exponer esta tarde, la respuesta que
desde la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora hemos dado a estos grandes retos de la catequesis en forma de Itinerario y que nos van
dando ciertos frutos. En cada uno de ellos vamos a narrar —brevemente— como hemos ido caminando en esta dirección que apunta el reto,
qué dificultades tenemos y qué logros hemos conseguido.
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La catequesis esta estructurada en tres años: un primer año de despertar
religioso con el primer anuncio y otros dos de catequesis propiamente dicha. Los padres acuden a la catequesis formando lo que llamamos grupos
de padres. Esta catequesis se desarrolla con reuniones semanales en las
que en el primer año los padres acuden cada quince días pero en segundo
y tercero asisten con los niños todas las semanas. Además, las sesiones
de catequesis son alternadas con oratorios, siguiendo la metodología del
padre Gonzalo Carbó. Los padres también asisten a los Oratorios de un
modo discreto, en un segundo plano, para que luego en casa puedan repetir estos momentos con sus hijos e incluso con el resto de la familia.
En esta catequesis los padres profundizan los mismos temas que los niños pero como catequesis de adultos para que puedan colaborar con las
tareas que después han de realizar con sus hijos en casa. En el primer
año los padres participan del despertar religioso de sus hijos asistiendo
a las celebraciones y de este modo se les anima a ser los principales
catequistas de sus hijos. Por tanto, los niños tienen un catequista en
casa —sus papis—, un catequista joven —en la parroquia—, y un catequista adulto para sus papis. En definitiva una catequesis en familia: la
de casa, y la gran familia que es la Iglesia. Como habréis podido adivinar
la participación de los jóvenes en la catequesis de los niños debe venir
complementada con una formación catequética y espiritual necesaria
para poder impartir la doctrina.
Las reuniones con los padres y los niños se preparan también semanalmente los miércoles, donde los sacerdotes presentan los núcleos de los
temas y velan para que hayamos comprendido cual es el mensaje que
niños y padres deben comprender y vivir esas semanas. A continuación,
en una segunda parte de la reunión, el catequista joven y adulto, atendiendo a las particularidades de cada grupo, prepararán las cinco dimensiones catequéticas que hemos de trabajar con los niños y que son:
testimoniar la fe, iniciar en la celebración, alentar la vida cristiana, enseñar a orar e incorporar a la vida y misión de la Iglesia. Por tanto, de la
catequesis nos beneficiamos todos, padres, niños y catequistas. Damos
gracias a Dios por ello.
¡Vayamos a los retos!
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1. La Catequesis un servicio fundamental y misionero.
Partimos de una realidad que no creo que sea muy distinta de la de muchas parroquias:
• Padres que les parece que es mucho tiempo tres años de catequesis y están cansados de hacer deberes con sus hijos.
• ¿Nos preguntamos por qué vienen los padres? ¿Nos damos cuenta que las cinco dimensiones de la catequesis deben estructurar
la vida familiar que tantas veces vemos desestructurada? En muchas ocasiones, los padres, cuando inscriben a sus hijos en la Catequesis no saben ni lo que quieren ni lo que piden. La falta de coherencia ha de verse con ojos de misericordia. No puede ser nunca
un pretexto para no acoger. ¿Creemos de verdad que es el Espíritu
Santo el que les impulsa a venir a acercarse a la Iglesia?... y por
el motivo que sea. La catequesis es una oportunidad para que sigan acercándose familias que de otro modo no se acercarían a la
Iglesia. No podemos pretender, ni siquiera, que sepan explicarnos
por qué acuden a la Iglesia. Todo llegará. No es indiferencia, sino
acogida.
• Por otra parte, hay niños que ya van a actividades extraescolares
y ven la catequesis como otra actividad más, poco atractiva de
entrada porque es en sábado y poco interesante para el futuro.
• Catequistas jóvenes que llegan un poco de rebote y que aspiran a
ser monitores Juniors.
• Catequistas de Padres que se ven con poca formación y disposición pero con una muy gozosa vivencia de la fe.
• Otros cansados y con ganas de abandonar.
• Una catequesis que vive acomplejada y que se compara con movimientos de infancia. Que quiere ser divertida y no quiere cansar,
exigir demasiado…
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Con un panorama como este parece difícil hacer de nuestra catequesis
un servicio fundamental y con espíritu misionero.
Pues bien, nuestra propuesta ha sido la siguiente:
• CREER en lo que OFRECEMOS. Ser FIELES a la propuesta de la
IGLESIA. No añadir cosas a la propuesta de la Guía del Catecismo
sino amoldarla a nuestra realidad. No creer que sabemos nosotros más que los obispos.
• Explicar y sobre todo contagiar a los catequistas de cual es el papel
que se les encomienda y diferenciarlo del monitor o del educador.
• Realizar una propuesta catequética que se diferencia lo más posible de la académica o de la escolar. Presentar a Jesús. Poner en
contacto a Jesús y esperar que sea el Espíritu Santo quien despierte
la vida teologal de los niños. Somos sembradores no recolectores.
• Dialogar con los niños, crear un espacio donde los niños se sientan
escuchados y puedan escuchar.
• Crear una especie de “Diario Espiritual” en segundo y tercero de
catequesis en el que puedan crecer con sus padres y puedan expresar con libertad lo que sienten ante Dios a raíz de unas tareas
que se les da a los padres al final de la catequesis. En estos “cheques” —es así como los llamamos simpáticamente— es donde encuentran algo que deben enseñar a los hijos, un resumen de la
catequesis que han recibido, algo que deben hacer y que no es
como una actividad escolar si no que es una actividad que siempre
busca una conexión con la vida del niño que debe ser escrita en el
cuaderno y una oración para rezar con sus padres. Lo que sucede
con los padres que no vienen a la catequesis es un tema que aun
no hemos resuelto pero que proponemos que sea el propio catequista el que ayude a realizar el ejercicio escrito con el niño.
• Las tareas para padres e hijos deben tener un lenguaje muy sencillo, que no sea imprescindible tener algún conocimiento teológico
por parte del padre y que, en definitiva, hablen de sus familias y de
sus vidas y de Dios en ellas.
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• En primero tratamos de explicar a los padres la fortaleza que supone la fe para sus hijos y el valor del sacramento que van a recibir. Buscamos, también, un despertar religioso en el padre y un
retorno a su vida sacramental que permita llevar adelante su tarea
catequética en segundo y tercero del modo más satisfactorio posible.
• No nos cansamos de invitarlos a la misa dominical donde la asamblea de Dios, de la cual ellos también forman parte, nos reunimos
entorno a su mesa y donde un día cercano también sus hijos podrán disfrutar del pan de vida.
• Lejos de reducir el tiempo de catequesis hemos aumentado el número de sesiones. Apostamos por que la catequesis estructure sus
vidas y las de sus familias. La catequesis apuesta por el encuentro
personal, cara a cara, en grupo y con Jesucristo. No aspiramos a
entretener y somos conscientes de lo que ofrecemos debe tener
calidad. Y tener calidad es dar lo que nadie da, introducir al niño
en una nueva realidad. No añadir conocimientos, sino dar significado desde la fe a las cosas que le suceden. Contamos (y damos
gracias a Dios por ello) con los sacerdotes porque están siempre
presentes en la preparación, en las sesiones de catequesis y en las
celebraciones.
• El horario por el que hemos optado para las sesiones de catequesis son las mañanas de los sábados de diez a una, una hora por
cada nivel para facilitar, en la medida de lo posible, la presencia de
los sacerdotes, pues creemos que es muy importante.
• También ofrecemos una pre-catequesis de la misa (ambientación,
explicación de cosas, lugares, gestos, signos, templo... porque no
damos por supuesto que conozcan nada). Para los pequeños que
acompañan a sus padres en la Eucaristía dominical, una pre-catequesis con los hermanitos pequeños, una especie de servicio
de guardería, los sábados por la mañana porque algunas de las
familias llevan a los hermanos más pequeños a la catequesis y no
tienen con quién dejarlos. Tenemos un grupo de catequistas mayores que son un verdadero regalo y que acogen a esos hermanos
169
pequeños. ¿Queréis saber qué hacemos con los niños? Sabéis que
la guía de catecismo lleva un CD, pues bueno, los niños se entretienen pintando los dibujos de los temas que sus hermanos están
dando mientras las catequistas les cuentan quienes son, les enseñan canciones y también a santiguarse y alguna breve oración. ¡Y
cuál es la sorpresa de algunos padres cuando dicen: ¿sabes que mi
hijo el pequeño el otro día se sabía ésta canción y que había pintado no sé qué que el hermano decía que eso lo he dado yo? Los
pequeños acuden con gusto.
2. Atención especial a la catequesis de adultos.
Nuestra catequesis con los padres es, entendedme, un pretexto para
realizar una catequesis de adultos, pues sabemos que al final tienen que
ser ellos los que testimonien en el hogar el amor de Dios y eduquen a
sus hijos en la fe de Jesús, tal como se comprometieron en el Bautismo.
Por ello apostamos por:
• Convertir los temas de los niños en temas para una catequesis de
adultos, que la catequesis sea significativa, que los padres aprendan o descubran algo de la fe verdaderamente significativo para
sus vidas de adultos. No preguntarle al padre qué cree sino mostrarle la belleza y el gozo de creer. Es algo misionero.
• Apostamos también por alentar la vida cristiana en el hogar a través de las tareas que se han de realizar en casa: leer el evangelio
del día, rezar antes de acostarse, cantar una canción aprendida,
bendecir la mesa.
• Ofrecer una imagen de Iglesia que acompaña en la fe y que es paciente con sus hijos. Iniciar en la vida litúrgica a través de las distintas celebraciones que llevamos a cabo durante el curso catequético: entrega del Padre Nuestro, entrega de la Cruz, renovación de
las promesas del Bautismo… en definitiva, celebraciones que serán
gozosas para muchos padres. Los padres se sienten bien tratados
aunque no frecuentan la iglesia habitualmente.
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• En tercer curso, a partir de San José, incorporamos a los niños a la
misa del Junior del sábado por la tarde para que observen y parti-
cipen de lo que la parroquia les ofrece como continuidad una vez
hayan tomado su primera comunión. Y la mayoría de los padres
participan en ello. Y los niños siguen...
• Otra realidad es la dimensión comunitaria del grupo de padres.
Hay que pensar lo que supone esa vida compartida, tres años,
donde han ido sucediendo cosas y donde se ha ido compartiendo
la fe y también la falta de ella. El grupo de catequesis se convierte
en una pequeña comunidad que alienta la fe, donde son escuchados sin juicios previos. No caer en el error de que la vida espiritual
es un lujo para aquellos padres que no tienen problemas reales.
Asumir todas las realidades familiares y aceptar “la jugada” que
Dios hace a través de esas realidades. Debemos aprender con humildad a acoger.
• Como os he contado anteriormente, proporcionar una guardería
para los niños pequeños llevada por las mujeres mayores de la parroquia, es también acoger. Durante éstos tres años de catequesis
hemos descubierto que algunos padres acaban reenganchándose
a la vida parroquial.
• Oratorio con padres. Los padres disfrutan poniéndose a rezar junto a sus hijos. Nos proponemos hacer un oratorio sólo para padres. Todo llegará.
• Las tareas para casa hacen que el padre entienda la importancia
de venir a la catequesis y comprenda cosas que hasta ahora no
entendía de la Iglesia. Es evangelizar al padre con su hijo. Que el
padre descubra que en la catequesis en familia tiene un espacio en
su casa para hablar con su hijo en profundidad y hablar de cosas
que habitualmente no se hablan: como la muerte, el sufrimiento,
el dolor…
Propiciar esa comunicación muchas veces no es fácil entre padre e hijo.
El Señor nos ha regalado momentos de fuerte comunión. Casi todos los
años presentamos padres para los grupos de catequesis de confirmación. Y se confirman luego.
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3. Hacer una escuela de pedagogía cristiana.
Paso a enumerar algunos de los rasgos que han ido configurando nuestra pedagogía catequética:
• Hemos llegado a una conclusión. La catequesis de padres no puede convertirse en una apología del cristianismo, en un gran debate
en torno a temas o pareceres. Quien ha venido puede hablar pero
viene a escuchar la “Verdad”. No se pueden resolver todos los problemas de la fe de los padres al ritmo de las preguntas que éstos
nos realizan. Casi siempre, los obstáculos para creer no están donde el padre cree que están o dice que están. Siempre hay temas de
fondo que no se quieren abordar. Pero aunque no se contesten las
cuestiones puntuales de los padres, si se deben marcar itinerarios
personales para poder alcanzar una respuesta desde la fe. Esto
hace necesario formar también a catequistas de padres para que
sean capaces de acompañar en la fe a los adultos.
• Este curso hemos diferenciado ya completamente la preparación
de primero con el resto: consiste en que hacemos catequesis CON
el Templo. Queremos que descubran y disfruten la belleza de la
vida litúrgica, que no la entiendan como una mera representación. Para educar la Fe en éste sentido litúrgico los niños deben
moverse por el templo, que descubran los Santos, las capillas, las
diferentes advocaciones de la Virgen. Lugares, posturas, formas
nuevas. En definitiva, el niño ha de familiarizarse con las imágenes del templo y comenzar a descubrir el significado que éstas tienen en su vida. La catequesis de primero siempre está unida a objetos concretos del templo y a gestos litúrgicos que el niño debe
descubrir. Además, las catequesis se alternan en pequeño y gran
grupo, incluso también con niños y padres juntos. En ocasiones
utilizamos la representación de escenas bíblicas en las que los niños también participan y donde lo menos importante es la representación en sí, sino la identidad de lo narrado con la propia vida
del niño. Esa identificación se consolida después en reuniones de
pequeño grupo. Creemos que esta pedagogía del despertar que
busca el asombro y el encuentro con el misterio hace que el joven
172
catequista se encuentre menos rígido en las sesiones de segundo
y tercero y que no adopte ni el rol de profesor que da clase ni el
de monitor de tiempo libre y de este modo vayan presentándose
como una referencia de fe para los niños.
• Otro rasgo es la importancia de ese bloc de notas, de ese diario espiritual del niño y del que hemos hablado que se emplea
en segundo y tercero que se ha visto como una necesidad para
visualizar el trabajo que se hace en casa, pero también para darle
continuidad a la catequesis de la parroquia a casa y de casa a la
parroquia. Al ser un diario, pretendemos que el niño exprese allí
su vida de fe. Sus cosas con Dios. No lo concebimos como una
libreta de ejercicios.
• Las reuniones de los miércoles por la noche donde nos juntamos
los catequistas a preparar las sesiones, se han convertido en una
verdadera escuela de pedagogía cristiana, en el sentido, que tenemos claros los objetivos que nos proponemos. Tenemos especificadas las actividades para fomentar cada una de las dimensiones
de la catequesis, los aspectos prácticos de cada núcleo. Y a partir
de aquí, sin hacer un esquema demasiado rígido, favorecemos
que vaya siendo el catequista quien vaya encontrando su propio
estilo de hacer catequesis. Esto hace que, sobre todo en el joven,
se vaya despertando esa vocación de catequista y esa necesidad
de formarse, hasta el punto que no prefiera como ley fija ser monitor de juniors antes que catequista o no entienda su tiempo de
catequista como una preparación a ser monitor.
173
4. Anunciar los misterios esenciales del cristianismo.
Partimos de un principio esencial que es la fidelidad al catecismo “Jesús
es el Señor”, un verdadero regalo, un verdadero libro de fe. Y también la
propuesta de la guía. Si hemos elaborado algún material como han sido
las tareas de padres o los cuadernos resumen de cada núcleo, ha sido
con el fin de facilitar la tarea de la explicación de los temas y de su preparación. Al mismo tiempo, los cuadros explicativos o la libreta espiritual de los niños, facilitan la revisión del trabajo realizado por los padres
y también el seguimiento del desarrollo de cada una de las dimensiones de la catequesis. En tercer curso incorporamos las interpretaciones
catequéticas de la Santa Misa para niños y para padres, y también las
eucaristías para ellos. Siempre cuando llega el adviento o cuaresma
ofrecemos unas charlas-retiro para padres, en las que se anuncia de una
manera ágil, a veces utilizando nuevas tecnologías, los misterios esenciales de nuestra fe.
5. La formación y preparación de los catequistas.
Optamos por catequistas jóvenes en el proceso catequético a sabiendas
que no van a tener la experiencia de fe de un adulto ni la seguridad de un
adulto. Pero optamos por cuidar mucho la preparación de la catequesis,
que los catequistas sepan muy bien lo que han de hacer. Tener incluso
medido el tiempo para cada dimensión de la catequesis en cada tema.
Facilitar materiales con recursos para los temas, permitir la originalidad
inventiva sólo cuando se tiene muy claro a dónde queremos ir y permitir
que el adolescente tenga su protagonismo pero que no abandone su
actitud de querer aprender y descubrir el gozo de creer, favoreciendo de
este modo la constitución de unos catequistas estables que proporcionen una continuidad en el número de catequistas.
Aprovechamos los Cursos de Preparación para Catequistas que la Comisión Diocesana de Catequesis nos presenta para formar a nuestros catequistas. Asistimos a los Retiros y Encuentros para fortalecer el ánimo
y COMUNIÓN que recibimos al sentirnos IGLESIA en Valencia con una
misma misión.
174
La presentación de los Núcleos que llevamos a cabo al comienzo de estos, los aprovechamos, también, para salir de lo que hemos de decir, el
Hacer, y así abordar el Ser y el Saber. Mostramos la apuesta de vida a
que lleva ser catequista revisando y favoreciendo la espiritualidad. Favorecer la espiritualidad del catequista… qué importante es esto. Para
que me sirve ser doctor en teología si mi corazón está frío. Para qué me
sirve entregar horas y horas de mi tiempo personal si no lo hago desde
mi amor a Cristo resucitado. El catequista ha de estar lleno de oración y
vacío de sí. Ser catequista es quitarse los zapatos y hundir el cuerpo en
el agua para arrastrar la barca hasta la orilla con la alegría de saber que
es el propio Jesucristo el que nos espera en la orilla con una gran sonrisa
y la cena dispuesta a ser compartida. Con ese ardor, con ese fuego vivificante que imprime el Espíritu Santo hemos de salir de nosotros mismos
para acoger al otro, al hermano. El catequista ha de ser la llama viva que
prende en hogares apagados. El Señor nos ha puesto en el lago, que es
la catequesis, para que echemos sus redes. Creemos que en adelante,
es éste grupo de catequistas jóvenes y adultos, formados y fortalecidos
en el espíritu, el que tiene que ir renovando los agentes de evangelización, tanto en el itinerario de formación de los jóvenes, sean juniors o
sean en las catequesis de Confirmación.
Para finalizar, me gustaría repasar los principales rasgos en los que nos
hemos basado para el desarrollo de la Catequesis en Familia en nuestra
Parroquia:
• Una catequesis vivida en Familia para padres e hijos.
• Fidelidad al Catecismo “Jesús es el Señor”: Libro de la fe.
• Introducción del Oratorio en la Catequesis.
• Un despertar religioso que pretende también que lo sea para los
Padres.
Muchas gracias y ¡que Dios les bendiga en este Congreso y en la tarea
misionera que hoy tiene necesariamente la catequesis!
175
Comunicación 13
El oratorio de niños pequeños:
acercar el Evangelio a los más pequeños
P. Gonzalo María Carbó Bolta c.v.m.d.
I. IMPORTANCIA DEL NIÑO EN LA VIDA Y MISIÓN DE LA IGLESIA
1. “Volver el corazón de la Iglesia a los niños” (cf. Lc 1,17).
2. Acercar el Evangelio a los niños, acercar los niños al Evangelio:
“Dejad que los niños vengan a Mi” (Mc 10,16).
3. La infancia no es una “edad de paso”, es un carisma-gracia de la comunidad eclesial: el descubrimiento del niño vivido en el Oratorio.
4. “Desde la más tierna infancia…”, “edad de oro para la fe”: cuanto más
pequeño, mejor preparado para recibir el Amor del Padre en Jesús.
5. El Oratorio de Niños Pequeños, gracia para los niños y para la Iglesia: lugar pastoral de encuentro de amor de los niños con la Persona de Jesús Resucitado sensible en sus presencias y actuante en
el corazón.
II. LA PARROQUIA, ÁMBITO PROPIO Y PRINCIPAL DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
1. La iniciación cristiana como “inserción del niño en el misterio de
Cristo muerto y resucitado y en la Iglesia, por medio de la fe y de
los sacramentos” (cf. IC 19).
2. Una nueva evangelización al servicio de la iniciación cristiana: novedad “en su ardor, su método y su expresión”.
176
3. La oración, dimensión transversal y alma de las otras tres dimensiones o pilares de la catequesis: la profesión de la fe (creer), los
sacramentos de la fe (celebrar), la vida de fe (vivir): [“Este es el
Misterio de la fe”. La Iglesia lo profesa en el Símbolo de los Apóstoles
(Primera Parte del Catecismo) y lo celebra en la Liturgia sacramental (Segunda Parte), para que la vida de los fieles se conforme con
Cristo en el Espíritu Santo para gloria de Dios Padre (Tercera Parte).
Por tanto, este Misterio exige que los fieles crean en él, lo celebren
y vivan de él en una relación viviente y personal con Dios vivo y
verdadero. Esta relación es la oración”(n.2558)].
4. Renovación “en proceso” de la catequesis en la Diócesis de Valencia, y aportación del Oratorio de Niños Pequeños: itinerarios de
encuentros con Jesús + catequesis orante.
5. La escuela católica, lugar privilegiado de la Nueva Evangelización
en la periferia de los niños (y familias) alejados y no creyentes.
III. EL ORATORIO DE NIÑOS PEQUEÑOS. PRESENTACIÓN
1. El nacimiento y desarrollo del Oratorio de Niños Pequeños
2. Descripción “desde fuera”: grupos de 12-15, al menos 2 animadores catequistas / una reunión semanal a lo largo de todo el curso /
itinerarios diferentes y procesuales para cada curso desde 5 años
(Infantil 3º) hasta 12 años (Primaria 6º) / LMO-E (lectura meditada
y orante del Evangelio, “Lectio Divina”) desde 12-13 años (adolescentes y jóvenes) / reuniones, celebraciones, peregrinaciones
/ lugar y estética nuevos / iconos y cantos / materiales publicados
en edición interna / jornadas de transmisión del Oratorio.
3. La reunión semanal, acontecimiento del Amor de Dios, unidad
evangelizadora de encuentro con Jesús en la oración y laboratorio
de relaciones teologales:
– Oración de intimidad
– Orar la Palabra
– Un solo corazón, una sola voz
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En el itinerario de cada curso:
I. Ven, Señor Jesús (1-2 semanas).
II. Encuentro con Jesús, Cristo el Señor, por la relación de amor en
sus presencias de Resucitado (6-8 semanas).
III. El “hodie” de Su Misterio de Encarnación: espera, acontecimiento, seguimiento (10-12 semanas).
IV. El “hodie” de Su Misterio Pascual, el amor hasta el extremo: vida
pública, muerte y resurrección, eucaristía, ascensión y pentecostés, iglesia, misión, parusía (10-12 semanas).
V. María, Madre y Educadora (1-2 semanas).
1. Concordancia del itinerario espiritual del Oratorio de Niños
Pequeños con el itinerario catequético de “Jesús es el Señor”.
2. “No hay transmisión de la Fe sino en la transmisión del
Amor”: Pedagogía del Amor y de la Bendición.
3. Evidencias pastorales y teológicas surgidas de la experiencia del Oratorio.
4. “Venid, y veréis”.
___________________________________
En primer lugar quiero manifestar mi alegría de poder dar gloria al Señor, a quien le ha parecido bien que hablemos de los niños en este Congreso. Ojalá podamos hacernos niños esta tarde un poco todos, porque
es una Palabra salida del Evangelio.
Agradezco a don Carlos la acogida paternal que ha tenido con nosotros
y con esta experiencia, que ya conoció estando él de obispo en Oviedo,
cuando presentamos el Oratorio durante tres días; él participó escuchándonos y después dándonos una explicación bellísima de la Palabra
de Jesús “Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis”.
178
Que hoy esta Palabra se pueda hacer realidad en Valencia es un motivo
especial de alegría y agradecimiento. Poder cantar este don del Oratorio de niños pequeños para la Iglesia, para nosotros y para tantos niños
es una alegría grande.
También agradezco a don Javier Llopis, a quien ha parecido bien incluir
en este congreso “Parroquia y Nueva Evangelización” esta experiencia,
instándome a que nos volvamos hacia los niños, creamos que en la parroquia esto es posible, importante y necesario, y que explique algunos detalles del Oratorio a todos los que estáis aquí reunidos. Traigo un
guión muy amplio para desarrollar el tema que se me ha confiado. Diré
apenas algo de él. A veces desarrollaré, otras afirmaré sin más.
I.1. Importancia del niño en la vida y misión de la Iglesia: Acercar el
Evangelio a los niños, acercar los niños al Evangelio: “Dejad que
los niños vengan a mi” (Mc 10, 16).
Quisiera comenzar entrando en el corazón de Jesús para poder recibir
nosotros la Palabra que queda expresada en esta experiencia pastoral:
“En aquel momento, le presentaban unos niños para que los tocara,
pero los discípulos les reñían, más Jesús al ver esto se enfadó y les
dijo: “Dejad que los niños venga a Mí, no se lo impidáis, porque de
los que son como éstos, es el Reino de Dios.Yo os aseguro que el que
no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en Él. Y abrazaba a los niños y los bendecía poniendo las manos sobre ellos”.
Esta Palabra es muy importante y contundente, por lo que es preferible
tomarla en serio. A mí y a tantas personas que hemos trabajado en esta
experiencia, nos ha ayudado a tenerla muy en cuenta y a ver que ilumina profundamente tanto la vida como la misión de la Iglesia.
Tomar en serio esta Palabra supone hacer todo lo posible para que
los niños se acerquen a Jesús y no impedirlo. Esta Palabra nos convida
también a hacernos niños y hacernos santos, como los niños y con los
niños. Nosotros que tanto caminamos para ser adultos. Esta parábola
bien nos lleva a nosotros, como cristianos y como apóstoles, a acercarnos a los niños y dejar que los niños se acerquen a nosotros. Nuestra
vida trinitaria esta aquí: quien acoge a un niño acoge a Jesús y quien
acoge a Cristo acoge al Padre. Acoger a un niño no se puede hacer si no
es con la acción del Espíritu Santo. Toda la vida trinitaria está marcada
en esta vivencia, por tanto cabe tomarnos en serio las palabras de Jesús,
lo cual nos induce a un cambio importante en nuestra vida y también
179
en nuestra pastoral. Nos compromete, además, a buscar a Jesús entre
los niños. Es importante, en este momento de la Iglesia, atender a los
niños; porque, detrás de este pasaje, está una realidad eclesial en la que
los didáscalos1 abandonaban a los niños.
I.2. Importancia del niño en la vida y misión de la Iglesia: “Volver el
corazón de la Iglesia a los niños” (cf. Lc 1, 17)
Yo creo que los niños son abandonados con una cierta facilidad por todos nosotros en las preocupaciones y en las dedicaciones eclesiales. Por
eso es importante que en este congreso, en el que al final hablamos de
los niños, entendamos que es necesario que la Iglesia vuelva la vista,
su corazón, cada vez más a los niños. Juan Bautista fue anunciado en
una situación de esterilidad, pero al mismo tiempo de fidelidad, porque
sus padres Zacarías e Isabel eran fieles, y fue anunciado como aquel que
haría que el corazón de los padres volviera a los hijos.
Los niños siguen necesitando hoy encontrar el rostro del Padre en los
rostros de la Iglesia, que son los nuestros. María y José, cuando pierden a
Jesús, “se volvieron” a Jerusalén; y el evangelista Lucas emplea en griego
la misma palabra que cuando el anuncio de Zacarías: “volver el corazón
de los padres a los hijos, volver María y José a Jerusalén a buscar al niño”.
San José de Calasanz hablaba en todo momento de “abaxarse a dar luz
a los niños” y Jesús nos dirá “cuidado de menospreciar a uno de estos
pequeños porque sus ángeles están siempre viendo el rostro de Dios”.
Ver continuamente, siempre, el rostro de Dios significa que los niños
están continuamente en presencia y contemplación del rostro de amor
del Padre, que para eso están llamados.
180
1
(Del gr. didaskaloj ‘preceptor’); sust. m. Durante los primeros siglos de la Iglesia, hombre encargado
de la formación de los catecúmenos. Término procedente del griego didaskaloj, que significa ‘maestro,
instructor, preceptor’. Entre los antiguos griegos, el didáscalo era el maestro de canto y director del coro. El
término se aplicó en la Iglesia primitiva a aquéllos que se encargaban de la formación de los catecúmenos.
Durante los primeros siglos de la Iglesia, quienes deseaban ser bautizados recibían una formación
y preparación catequética previa que podía durar varios años. A esta preparación se la denominaba
catecumenado, y aquéllos que se preparaban para ser bautizados eran llamados catecúmenos Las iglesias
más importantes, como Alejandría o Antioquía, dispusieron desde sus orígenes de maestros especializados
en la formación de sus catecúmenos; estos didáscalos aparecían ya en los Hechos de los Apóstoles y en
numerosas cartas de San Pablo.
I.3. Importancia del niño en la vida y misión de la Iglesia: La infancia
no es una “edad de paso”, es un carisma-gracia de la comunidad
eclesial: el descubrimiento del niño vivido en el Oratorio
La infancia no es una edad de paso ni de espera si no que es un carisma y un don para la Iglesia. Descubrir al niño y su realidad espiritual
ha sido un don que debemos agradecer nosotros a la experiencia del
Oratorio. El niño es un don que debe estar en la comunidad eclesial, lo
que supone que ha de estar presente en la misión evangelizadora de la
Iglesia, en la experiencia litúrgica de la Iglesia y en el servicio de amor y
caridad de la Iglesia. Tanto como receptor como agente. También como
agente. Si Jesús dice que si no nos hacemos como niños no entraremos
en el Reino de los Cielos, tendremos que estar cerca de ellos. No sólo
nosotros somos didáscalos de los niños, también ellos son nuestros didáscalos. Sin una relación continua con los niños eso es imposible.
El niño espiritual que hemos encontrado con el Oratorio y el “Evangelio
del niño” revelado a él y a nosotros, nos ha ayudado a entender mejor
el Evangelio.
I.4. Importancia del niño en la vida y misión de la Iglesia: “Desde la
más tierna infancia…”, “edad de oro para la fe”: cuanto más pequeño, mejor preparado para recibir el Amor del Padre en Jesús
La catequesis, la transmisión de la Fe al niño, ha de realizarse desde la
más tierna infancia. Es la edad de oro para la fe. Cuanto más pequeño es el niño mejor preparado está para acoger el Amor del Padre que
es Jesús. Dios es Amor y no hay persona más sensible, más libre y más
decidida a secundar el amor de Dios que un niño pequeño que no tiene
defensas contra el Amor.
Los adultos que estamos aquí, estamos muy bloqueados, impedidos,
para dejarnos amar. La fe es dejarse amar. Cuando se habla de “opción
por la fe”, no pensamos que Dios no mira quién opta por Él, sino que Él
regala su Amor y se encuentra con quien se deja amar: el que menos
obstáculos tiene para acoger el amor de Dios es el niño, ya que es pura
sensibilidad de amor desde que está en el vientre de su madre.
181
I.5. Importancia del niño en la vida y misión de la Iglesia: El Oratorio
de Niños Pequeños, gracia para los niños y para la Iglesia
El Oratorio de niños es una gracia que se nos ha dado en la Iglesia
para los niños y para nosotros. Es un lugar donde los niños encuentran
el Amor de Jesús; y también lugar en el que nosotros encontramos el
Amor y a Jesús.
II.1. La parroquia, ámbito propio y principal de la iniciación cristiana.
La iniciación cristiana como “inserción del niño en el misterio de
Cristo muerto y resucitado y en la Iglesia, por medio de la fe y de
los sacramentos” (cf. IC 19)
La parroquia está llamada a llevar la iniciación cristiana. Y, en ésta, el Oratorio propicia una experiencia de inserción del niño en el Misterio Pascual de Muerte y Resurrección de Jesucristo y en el Misterio de la Iglesia
por medio de sus sacramentos. Esta experiencia de relación personal del
niño con Jesús y de Jesús con el niño es posible y necesaria en la parroquia.
El Oratorio, —muy respaldado por la Iglesia gracias a los frutos que
conocemos—, es un instrumento que puede entrar en todas las parroquias, y así fue como apareció también en la diócesis de Valencia.
Es posible otra catequesis, diferente de la que hacemos: eso puede ser
el itinerario del primer año del Oratorio. En esta primera etapa se lleva a
los niños al encuentro con Jesús en sus presencias visibles y sensibles de
resucitado. La fe solamente se puede dar si hay un encuentro sensible.
El niño tiene que poder sentir, ver, tocar, oír, gustar a Jesucristo para
poder creer en Él; y el Espíritu Santo añadirá a este dato de los sentidos
el testimonio de que ¡ése es Jesús! Veremos, por ejemplo, cómo el niño
cogerá la Biblia y la besará en un gesto que sugiere el testimonio del
Espíritu, que le hace creer —sin duda— que ese libro es Cristo y que sus
palabras son palabras de Vida Eterna.
182
II.2. La parroquia, ámbito propio y principal de la iniciación cristiana.
Una nueva evangelización al servicio de la iniciación cristiana
Una Nueva Evangelización supone novedad en el ardor, en el método
y en la expresión. La Nueva Evangelización debe arrancar desde los
niños. Si arrancamos desde la infancia tenemos el fruto asegurado. Si
el niño crece en un ambiente del Amor de Dios y de la Verdad de Dios,
desde la más corta edad, y es acompañado así por la Iglesia, podemos
esperar un desarrollo fecundo de toda su existencia.
II.3. La parroquia, ámbito propio y principal de la iniciación cristiana.
La oración dimensión transversal y alma de la profesión de la fe,
los sacramentos de la fe y la vida de fe
La palabra “oratorio” hace referencia a la oración y ésta es una dimensión transversal y alma de los tres pilares o dimensiones de la catequesis que son: la profesión de la fe (creer), los sacramentos de la fe
(celebrar) y la vida de fe (vivir).
El punto 2558 del Catecismo enlaza las tres primeras partes del Catecismo con la última que es la oración, diciendo lo siguiente: “La Iglesia profesa el Símbolo de los Apóstoles (primera parte del Catecismo) y lo celebra
en la liturgia sacramental (segunda parte) para que la vida de los fieles se
conforme con Cristo en el Espíritu Santo para Gloria de Dios Padre (tercera
parte)”. Este gran misterio de la Fe viene celebrado, viene vivido. Consiguientemente, este misterio de Amor, para poder vivirlo y poder entrar
en él, exige que los fieles crean en él, lo celebren y vivan en él, en una
relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero. Creer, celebrar,
vivir son lugares del misterio de la Salvación de Dios.
La Palabra que escucháis estos días será para nosotros experiencia de la
Salvación de Dios, si nosotros creemos lo que aquí se dice en una relación viviente y personal con Cristo vivo y verdadero. Las celebraciones
de este misterio de Salvación serán en nosotros participación del misterio de Dios, si nosotros las vivimos en una relación viviente y personal
con Cristo, Dios vivo y verdadero. Los acontecimientos de nuestra vida
serán una experiencia del Amor de Dios, si nosotros vivimos nuestra
vida en una relación viviente y personal con Cristo vivo y verdadero. Esta
183
relación con Dios —dice el Catecismo— es la oración. ¿Qué es la oración?
Es la relación viviente y personal con Dios y con Cristo vivo y verdadero
cuando yo escucho la Palabra, cuando estamos en la liturgia o cuando
estamos en la vida teniendo una relación viviente y personal con Cristo.
Sin eso no hay experiencia del misterio de Salvación.
Una catequesis puramente instructiva sin relación personal, no sirve para
nada porque no lleva al misterio de Dios. Un adiestramiento moral no sirve
para nada. Una preparación para participar en los ritos de la Iglesia no sirve, si no se da una relación viviente y personal con Cristo vivo y verdadero.
II.4. La parroquia, ámbito propio y principal de la iniciación cristiana.
Renovación “en proceso” de la catequesis en la diócesis de Valencia y aportación del Oratorio de Niños Pequeños
El Oratorio —que es una gratuidad del Señor— es una síntesis pastoral
y pedagógica del creer de la Iglesia, del celebrar de la Iglesia, del vivir
de la Iglesia y del orar de la Iglesia. El Oratorio es una herramienta muy
importante para animar a esta diócesis, que está en un proceso de
renovación catequética, en la que ha incidido el hecho de que se fuera
presentando el Oratorio a vicarías y parroquias.
La variedad de experiencias de Oratorio es amplia. Actualmente hay algunas parroquias de la diócesis que en las catequesis de los niños hacen
solamente el Oratorio y lo complementan con aspectos catequéticos.
Hay otras parroquias que han adelantado y aumentado un curso la catequesis, y proponen el primer año del Oratorio para después proseguir los
cursos siguientes; en la preparación catequética incluyen una vez al mes
una reunión de oración según el Oratorio. Hay otras parroquias que integran Oratorio y catequesis orante, habiendo transformado la catequesis
siguiendo el esquema de la reunión de Oratorio. Y hay otras parroquias
que igual que hacen las catequesis, ofrecen también la asistencia al Oratorio libre para los niños. Esto, junto con otras experiencias catequéticas
que se están impulsando y desarrollando en esta diócesis, todo apunta a
que la Fe continuará y se cristalizará de alguna manera, no para quedarse encerrados en las parroquias, sino para abrirse más al mundo en un
proceso catequético nuevo.
184
II.5. La parroquia , ámbito propio y principal de la iniciación cristiana.
La escuela católica, lugar privilegiado de la Nueva Evangelización en la periferia de los niños alejados y no creyentes
En medio de esto es preciso afirmar que la nueva escuela católica va
a ser el lugar privilegiado para la Nueva Evangelización en la periferia de aquellos niños que no creen o cuyos padres están alejados.
A la parroquia de hoy asisten niños de familias con fe y niños de familias sin fe que necesitan prepararse para la Primera Comunión. También
hay muchísimos niños que no acuden ni siquiera a tomar la Primera Comunión y la Iglesia debe centrar sus esfuerzos en llegar a ellos. En esa
realidad tan limitada, la Escuela Católica emerge como el lugar de una
amplia y nueva evangelización de niños y familias…
III.1 y 2. El Oratorio de niños pequeños. Presentación
El Oratorio tiene elementos nucleares que se mantienen desde su
origen, hace veinticinco años, y se van a ir concretando en itinerarios
que abarcan siete años, desde los cinco hasta los doce. Tras lo cual, se
abre —a los adolescentes y jóvenes— a una experiencia orante individual, en la que ellos por sí solos puedan acercarse a una lectura meditada y orante del Evangelio, lo que llamamos la Lectio Divina.
El Oratorio surgió como fruto de la inquietud de los niños de conocer a
Jesús y bajo la inquietud nuestra de dar respuesta a los niños. ¿Es posible que los niños, siendo tan pequeños, puedan llegar al estado de
contemplación? ¿Es posible que tengan una relación viva con Jesucristo, sobrenatural, no solamente psicológica? Los niños en las primeras
reuniones de Oratorio fueron respondiendo a esas preguntas, y semana
tras semana —según lo que acontecía en ellos— nosotros íbamos dando
respuesta a lo que ellos iban demandando en sus reuniones.
III.3. El Oratorio de niños pequeños. La reunión semanal, acontecimientos del Amor de Dios
Una reunión del Oratorio de Niños Pequeños tiene tres momentos fundamentales y es considerada una experiencia de Amor:
185
– una oración del corazón contemplativa ayudada;
– orar la Palabra, entendida como don de Amor de Jesús al
niño a la cual responde el niño devolviéndole palabras de
amor a Jesucristo;
– y un momento de oración en común de acción de gracias y
de súplica.
III.4. El Oratorio de niños pequeños. El itinerario de cada curso
Y ¿cómo se orienta el itinerario de cada curso de Oratorio? Hay tres
momentos o etapas en cada curso.
El primer momento, es aquel en que el niño se incorpora a Cristo por la
relación con sus presencias visibles de Resucitado, sentado a la diestra del
Padre: está en el sagrario, en la Biblia o Libro, en el presbítero, en medio
de nosotros, en el corazón… y el niño es iniciado y vive la relación con Él.
La segunda etapa es cuando Cristo viene a cumplir “el hoy del Misterio
de la Encarnación”. Y entonces el niño va a vivir en su propia experiencia
todo lo que es el Misterio de la Encarnación. Abarca este segundo periodo desde la espera veterotestamentaria hasta la anunciación, la encarnación, el nacimiento, la vida en Nazaret… de tal modo que el niño
se incorpora a Cristo de una manera viva, viviendo él lo que Cristo vive.
Porque Jesús que está en el cielo se acerca en ese momento a nosotros,
de forma concreta, haciendo presente la incorporación a su misterio
para seguirle a Él. Este segundo periodo abarca en el tiempo desde Adviento hasta unas cinco semanas después de Epifanía.
Y finalmente, la tercera etapa será la incorporación del niño al Misterio
Pascual de Jesucristo, viviendo —reunión tras reunión— la vida pública
de Jesús como el Amor de Dios al hombre en Jesús. Luego aparecerá la
hora suprema del Amor, es decir, la muerte, la resurrección, y la venida
del Espíritu Santo hasta el surgimiento de la Iglesia, incorporando de
este modo el hoy la Iglesia en el hoy del niño, para vivir ese mismo misterio siguiendo a Cristo en su camino y en su hora.
186
Así pues, tenemos un primer tiempo de incorporación a Cristo, cabeza de la Iglesia; un segundo momento de incorporación al misterio de
la Encarnación y un tercer momento de incorporación al misterio de la
Pascua y Resurrección.
III.5. El Oratorio de niños pequeños. Concordancia del itinerario espiritual del Oratorio de Niños Pequeños con el itinerario catequético de “Jesús es el Señor”
Dentro de todo ese marco van introduciéndose todas las experiencias
espirituales posibles que ayudan a la vida de los niños para su crecimiento y desarrollo en la vida y en la experiencia de fe. De ahí aparecerán,
en su experiencia y en su iluminación catequética, todos los núcleos
espirituales y catequéticos importantes en la vida del cristiano. Esos
núcleos son: la presencia de Jesús, las formas de oración, la iniciación
a la lectura meditada y orante del Evangelio, la paternidad de Dios, el
misterio de la Trinidad, la Creación, el Hombre creatura de Dios, los
misterios del Señor, la familia de Nazaret, María, el Espíritu Santo, la
Iglesia, los sacramentos, la Eucaristía. Como se puede percibir, hay una
concordancia entre Catecismo y Oratorio, solo que con un orden distinto para que el niño pueda vivir la Fe en camino como la experiencia viva
que le es más adecuada.
Yo haría una propuesta, llegado a este punto, en este congreso: ¿creéis
que una nueva evangelización puede ir adelante con una hora a la semana de catequesis? Es imposible. ¿Por qué no tres días semanales de
reunión evangelizadora con los niños?:
Una reunión de experiencia del Señor oración-liturgia,
una reunión de iluminación catequética,
y una reunión de transformación de la vida, caminado hasta
definir “reglas de vida” para los niños, donde se explicite el
cambio moral que nazca naturalmente de lo vivido y no de
imposiciones moralistas.
187
III.6. El Oratorio de niños pequeños. “No hay transmisión de la
Fe sino en la transmisión del Amor”
Todo se juega en el Amor. Nosotros hemos llegado a la conclusión de
que no hay transmisión de la Fe si no es en la transmisión del Amor.
En la relación con los niños no habrá transmisión de la fe si el catequista no es un instrumento del Señor que transmite el Amor. ¿Que es el
Amor? Es una donación afable, humilde, casta, entregada... según el
himno de la caridad…
III.7. El Oratorio de niños pequeños. Evidencias pastorales y teológicas surgisdas de la experiencia del Oratorio
Algunas evidencias pastorales y teológicas, recibidas del Oratorio: El
niño está perfectamente capacitado para una relación teologal y sobrenatural, connatural y mística. El desarrollo humano integral y humano
de los niños es posible solamente desde la relación con Jesús. Es posible
desde muy pequeños tener una relación teologal y de amor con Jesús.
Cuanto más pequeño es, está más preparado. Para los niños, el kerigma
es “Cristo está aquí presente y le ama”. Y el Amor, al ser siempre sensible, debe tocar los sentidos de los niños; después, Dios se encargará de
que esa experiencia sensible sea espiritual.
III.8. El Oratorio de niños pequeños. “Venid y veréis”
¡Venid y veréis! ¿Dónde tenemos que ir? Donde estén los niños. Venid
donde están los niños y veréis. Ahí me encontraréis a Mí (Jesús) y encontraréis a mi Padre (Dios) y viviréis el Cielo, en la presencia de la Trinidad en cada persona.
Muchas gracias.
188
Comunicación 14
El Camino Neocatecumenal:
un itinerario de formación católica,
válido para la sociedad y para los tiempos de hoy
Ignacio Prats Arolas – María Gomis Coloma
El Camino Neocatecumenal, iniciado por los laicos españoles Francisco
José (Kiko) Gómez-Argüello y Carmen Hernández en 1964 en Palomeras Altas (un poblado de chabolas a las afueras de Madrid), implica una
apertura, “dentro de la parroquia, de una pastoral de evangelización, un
camino de evangelización, donde la gente pueda ser iniciada a la fe”. Así
comienza una de las primeras reuniones que los iniciadores del Camino
mantuvieron con los equipos de catequistas de Madrid entre febrero y
abril de 1972, con los rescoldos del Concilio todavía calientes. La experiencia de más de 40 años, con aproximadamente 6.272 parroquias vertebradas por el Neocatecumenado en más de 124 naciones, nos muestra
que la vía de evangelización que aporta el Camino a la parroquia puede
resultar válida en un doble sentido: por una parte, para atraer a la fe a
los alejados, a los hombres, bautizados o no, “que ignoran el Evangelio
sin culpa propia”, y a los que la Iglesia tiene la necesidad y el “derecho
sagrado de evangelizar” (AG 7, citado en CCE 848); por otra parte, para
llevar “a la estatura de Cristo” (Ef 4, 13) la fe que se presupone en los fieles que todavía se acercan a las parroquias para recibir los sacramentos.
En relación con esto, y como punto de partida para esta comunicación,
conviene recordar que:
El Neocatecumenado, en cuanto itinerario de redescubrimiento
de la iniciación cristiana, se realiza normalmente en la parroquia,
‘ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe’ [Congregación para el Clero, Directorio General para la Catequesis, 257], lu190
gar privilegiado donde la Iglesia, madre y maestra, engendra en
la fuente bautismal a los hijos de Dios y les ‘gesta’ a la vida nueva
(Estatutos II, 1, Art. 6.1).
De aquí se derivan dos premisas. La primera es que el Neocatecumenado no es un movimiento u asociación, y por lo tanto no tiene una actuación pastoral propia, distinta de aquella de la comunidad cristiana del
primer modelo apostólico. Por decirlo claramente: el “Camino” como
tal no evangeliza, ni mucho menos hace prosélitos; evangeliza la comunidad cristiana, con los signos del amor y la unidad, presidida y enviada
por el obispo. De modo que el Camino Neocatecumenal, como fruto del
Concicilio Vaticano ii, ha supuesto una repristinación del catecumenado
primitivo, desaparecido progresivamente durante el medievo “Desde
que el Bautismo de los niños vino a ser la forma habitual de celebración
de este sacramento” (CCE, 1230) y con la aparición de la Cristiandad, y
es un “itinerario de formación católica, válida para la sociedad y para
los tiempos de hoy”. (Art. 1, 1), en las palabras de Juan Pablo II (carta
Ogniqualvolta, dirigida a mons. Cordes el 30 de agosto de 1990). Esto
es relevante en relación con el tema que nos ocupa, la evangelización,
pues tal y como afirma el n. 67 del Directorio general para la Catequesis,
de la Congregación para el Clero: “La catequesis de iniciación es, así, el
eslabón necesario entre la acción misionera, que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la comunidad cristiana”.
La segunda premisa, implicada por la primera, y sugerida en el concepto de “parroquia contemporánea” del título alude al modo en que se
articula la comunidad cristiana en nuestra sociedad a través de la parroquia. A este respecto resulta iluminador el Discurso a la Conferencia de
Obispos católicos de Ontario (5 mayo de 1999) de Juan Pablo II, en que
este afirma que:
“No hay que permitir que el anonimato de las ciudades invada nuestras comunidades eucarísticas. Hay que encontrar nuevos métodos
y nuevas estructuras para construir puentes entre las personas, de
manera que se realice realmente la experiencia de acogida recíproca y de cercanía que la fraternidad cristiana requiere. Podría ser
que esta experiencia y que la catequesis que debe acompañarla se
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realizan mejor en comunidades más reducidas, como es precisado
en la Exhortación Postsinodal: ‘Una vía de renovación parroquial,
especialmente urgente en las parroquias de las grandes ciudades,
se puede encontrar considerando la parroquia como comunidad de
comunidades’ (Ecclesia in America, n. 41)”.
Nuestra experiencia, tanto respecto de la evangelización a los alejados,
cristianos o no, como del crecimiento en la fe de los bautizados, es que
la comunidad cristiana, basada en el primer modelo apostólico (Hch 2,
42-47) y célula de la parroquia —comunidad de comunidades—, es el
punto de origen y llegada de la actividad misionera, fundamentada en
el anuncio del Kerygma (1 Cor 1, 21). Así, la comunidad cristiana lanza
hacia la evangelización y, a su vez, verifica la conversión de los evangelizados en una suerte de movimiento de sístole y diástole. Dicha verificación, en el caso de las parroquias a través de las que los fieles ­­—y los
que están en vías de serlo— viven el itinerario de formación cristiana
postbautismal que es el neocatecumenado, está mediada por una praxis catequético-litúrgica que tiene tres pilares: Palabra de Dios, Liturgia,
y Comunidad.
¿Y qué es el Kerygma? Es el término empleado por San Pablo para referirse a la predicación (por ejemplo, en 1 Cor 1, 21) que suscita la fe. Esta
predicación es el anuncio de una Buena Noticia, la promesa anunciada
por un heraldo, con la particularidad de que dicha comunicación no es
un acto informativo, sino performativo; es decir, está “en acto”, opera
una transformación en el que la recibe, principalmente de viva voz, mediante la escucha directa —también su lectura, quizás, puede entenderse como un acto de escucha—. ¿En qué consiste esta noticia que opera
en el que la escucha? En el anuncio explícito y directo del amor de Dios:
“¡Dios te ama, querido lector! Tanto te ama que no ha evitado la
muerte de su Unigénito, Jesucristo, para la remisión de tus pecados.
Mientras escuchas interiormente estas palabras, Jesucristo está presentando sus llagas gloriosas frente al Padre e intercediendo por ti.
Si crees esto, el Espíritu Santo desciende ahora mismo sobre ti y deposita en tu interior la semilla de la Vida Eterna. Esto significa que es
posible yo no vivir para uno mismo (2Co 5, 14); que es posible perdo192
nar a tu mujer, ser paciente con tus hijos, aceptar una injusticia devolviendo bien por mal. Sólo la belleza de este amor puede cambiar
el mundo. Los que esto escribimos somos testigos de ello. Sólo la
experiencia directa del amor de Dios, vivido y celebrado en el seno
de una comunidad nos permite aprender a vivir —a nosotros, que
somos unos pecadores— según su voluntad en todos los aspectos
de nuestra vida, especialmente de nuestro matrimonio que, en sus
primeros nueve años de historia, no se habría abierto de otro modo
a la posibilidad maravillosa de nuestros seis hijos”.
En relación a los tres pilares que fundamentan la vida práctica de una
comunidad neocatecumental, Palabra de Dios, Liturgia y Comunidad es
importante notar que la reunión de dicha comunidad reviste siempre
carácter litúrgico. La Palabra de Dios se celebra entre semana; la Liturgia Eucarística dominical se celebra después de las primeras vísperas
del Domingo; la Comunidad se vive en un Domingo de convivencia al
mes, iniciada con las Laudes, en el que los hermanos dan testimonio de
lo que Dios Nuestro Señor hace en sus vidas, con hechos concretos. A
este trípode hay que añadir una práctica litúrgica doméstica de vital importancia para la “transmisión”de la fe a los hijos: las Laudes celebradas
todos los domingos en familia. En ellas los lazos familiares se transforman en los propios de la comunidad cristiana, haciendo reales como la
vida misma las palabras de Jesús: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 8, 21). De modos que
los padres se abren a los hijos como sus hermanos, dando testimonio
de su fe; a su vez, los hijos, según su edad y capacidad, aprenden poco a
poco que la Palabra de Dios habla a nuestras vidas y exponen espontáneamente —es nuestra experiencia directa— muchas preocupaciones y
preguntas que no hacen en ningún otro momento de la semana.
En conclusión, la comunidad cristiana, formada por el anuncio de la
Buena Noticia y caminando, en una práctica catequético-litúrgica, hacia el amor y la unidad es el signo que el mundo necesita para creer.
Dicho de otro modo, es siendo lo que es, como la comunidad —y la familia— cristiana evangeliza. De forma que, en la medida que la parroquia contemporánea sea una comunidad de comunidades en que sean
visibles los frutos del amor y la unidad, será una plataforma válida para
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la Nueva Evangelización, como afirma el papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (I, 2-28):
La parroquia es comunidad de comunidades, santuario donde los
sedientes van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero. Pero tenemos que reconocer que el llamado a la revisión y renovación de las parroquias todavía no ha dado
suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la
gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y se
orienten completamente la misión.
¿Por qué no abrirse a los medios e inspiraciones que el Espíritu Santo ha
suscitado ya en la Iglesia para llevar a cabo la renovación de la parroquia
a que el Santo Padre se refiere?
Muchas gracias.
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