Cruz y Ortiz resucitan el Rijksmuseum

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Cruz y Ortiz resucitan el Rijksmuseum
DIARIO 2 53
Diario de Navarra Viernes, 5 de abril de 2013
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Un visitante recorre una de las salas durante la jornada de presentación de los trabajos rehabilitación y modernización del museo.
EFE
Los arquitectos españoles culminan una respetuosa y brillante remodelación del centenario museo de Ámsterdam.
La ‘guerra de las bicicletas retrasó una intervención que ha necesitado de diez años de obras y 375 millones de euros.
Cruz y Ortiz resucitan el Rijksmuseum
MIGUEL LORENCI
Colpisa. Ámsterdam
IEZ largos años de
obras, 375 millones de
euros y toneladas de
paciencia y mano izquierda para apaciguar a los iracundos ciclistas han sido necesarias para que el Rijksmuseum resucite. El centenario edificio del
primer museo holandés, reconstruido y renovado por los arquitectos españoles Antonio Cruz
(1947) y Antonio Ortiz (1948), vivió ayer una histórica jornada de
puesta de largo. La respetuosa y
eficaz intervención de Cruz y Ortiz, tan brillante como la colección que alberga, se presentó al
mundo -500 periodistas- con la
joya de la corona del Rijks, La
ronda de noche de Rembrandt, situada de nuevo en el alma de un
museo maltratado por la historia
que recupera su pleno esplendor.
Fue el anticipo del verdadero día
D, el próximo 13 de abril, con una
inauguración oficial que será
quizá el último acto público del
reina Beatriz. La filosofía de la
recuperación ha sido obtener un
museo “mejor, no mas grande”,
dicen los Antonios. Exhibirá menos piezas que antes pero con
una excepcional calidad expositiva, dotaciones y servicios. Es hoy
una joya que aúna tradición y modernidad rescatando un neogótico edificio “de cuento de hadas,
oscuro, laberíntico, desfigurado
y confuso”. Concebido por el tardorromántico Pierre Cuypers,
inaugurado en 1885, estaba desbordado por la marea humana
que atrae cada año.
Cruz y Ortiz -ausente hoy el
primero- ganaron en 2001 un
concurso internacional con su
propuesta para horadar en los ci-
D
Vista exterior del Rijksmuseum de Ámsterdam, que abrirá sus puertas oficialmente el día 13.
miento, excavar seis metros bajo
la cota de calle y ganar 4.000 metros cuadrados bajo tierra. Se propusieron devolver su prestancia a
“un edifico desvirtuado, concebido con una arquitectura amerenganda y muy maltratada por la
historia”. Tuvieron que vaciarlo y
dejarlo suspendido sobre pilotes,
flotando casi en el agua que emerge en la capital holandesa en
cuanto se excava medio metro. “Si
metes aquí una pala en el suelo,
necesitas un marinero antes que
un albañil”, bromean. No en vano
han trabajado con buzos, barcazas y un hormigón especial capaz
de fraguar bajo el agua.
Necesitaba el decimonónico
Rijks nuevos accesos, servicios,
dotaciones, almacenes y un auditorio propios del siglo XXI, además de la radical renovación de
los sistema de seguridad, una reordenación circulatoria y de un
vasta colección con más de un millón de piezas, de las que se exhibirán apenas unas miles en
ochenta galerías.
Joyas y ciclistas
Entre las joyas, La ronda de noche
(1642), símbolo del espíritu holandés y la única de las 8.000 piezas expuestas que vuelve a su lugar original. Cerca de La lechera y
los otros tres lienzos de Vermeer
que atesora el Rijksmuseum y algo más lejos autorretrato de Van
Gogh, brillará en la segunda de
las cuatro plantas que recorren
ocho siglos, de los primitivos de la
Edad Media y el Renacimiento al
siglo XX. Su recuperado emplazamiento es el altar mayor de este
EFE
opulento y revitalizado templo
del arte.
“Estoy cansadísimo de ciclistas”, confiesa Ortiz. Los arquitectos admiten el agotamiento al que
les condujo la batalla con el poderoso lobby ciclista de la ciudad de
los canales. El museo es atravesado de norte a sur por el pasaje que
une el Museumpleim con el Ámsterdam más turístico, una calle
que el proyecto original propuso
cerrar para conceder ese espacio
al nuevo atrio y alma del Rijks.
Los ciclistas amsterdamitas pusieron el grito en el cielo y levantaron el hacha de una guerra que
acabaron ganado. Obligaron a
modificar dos veces el proyecto
original, de modo que se mantuvo
el pasaje, lo que obligó a renunciar a la conexión de los dos patios
en un gran atrio que queda dividi-
do y sobrevolado por las calle de
la discordia.
“Tardé demasiado en comprender que impedir el paso a los
ciclistas era como alterar el recorrido de una cofradía en Sevilla”,
dice resignado Antonio Ortiz, sevillano como Cruz. Con todo, la de
los ciclistas ha sido una victoria
pírrica, ya que se prohibirá el
tránsito de bicicletas y motos” al
menos ochenta días al año, empezando por los dos meses inmediatos a la inauguración.
Se debía haber inaugurado en
2008, pero la guerra con los ciclistas paró las obras casi dos
años, y hubo mas retrasos por
otras causas. Los elementos estelares son los dos patios que acogen los nuevos accesos y zonas de
servicios, convertidos en una
suerte de plaza pública interior
en la que la luz natural se filtra
por las claraboyas y una espectacular trama geométrica que la tamiza y sostiene la iluminación artificial. Los arquitectos han bautizado como candelabros a estas
gigantescas lámparas que son la
marca del salto a la modernidad
del edifico de Cuypers. Las partes
nuevas del atrio de 3.000 metros
cuadrados son de piedra portuguesa beige y de suave textura.
“Buscamos que lo moderno se
sobreponga a lo antiguo sin que el
contraste resulte abrumador y
respetando los valores del edificio
original”, explica este dúo de reconocidos arquitectos que han alzado también dos edificios anejos, el
delicadoPabellónasiáticoyunedificio técnico. Con su intervención
colocan al Rijks en la liga especial
de los museos de primera categoría mundial que se reinventan y
adapta al complejo presenta para
desafiaralfuturo,comohanhecho
ya el British, el Louvre o el Prado.

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