Revista Novedades Educativas - Edición 302

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Revista Novedades Educativas - Edición 302
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¿Tengo un problema?
Armando tramas que desarman etiquetas
Graciela Szyber
Licenciada en
Psicopedagogía
La autora llama la atención sobre el retorno de viejas terminologías como un modo
de desconocer procesos de aprendizaje
largamente estudiados por los profesionales que acompañan a los chicos en
sus tiempos de alfabetización. Por eso,
entiende que hablar de “dislexia” puede
ser una forma de violentar a los niños, ya
que con esa expresión se simplifican inadecuadamente procesos, intercambios,
producciones y construcciones.
Lo normal en la educación es que la cosa no
funcione, que el otro se resista, se esconda o
se rebele. Lo normal es que la persona que se
construye frente a nosotros no se deje llevar o
incluso se nos oponga, a veces, simplemente,
para recordarnos que no es un objeto en
construcción sino un sujeto que se construye.
(Philippe Meirieu)
Es imposible pensar la escuela por fuera de
las transformaciones de época. Ya no es un santuario aislado del mundo como en sus inicios se
la intentaba pensar. Los problemas del mundo
han entrado en la escuela y forman parte de ella.
Se reproducen entonces lógicas y significaciones
nuevas, otros modos de relacionarse y comunicarse, temporalidades como estados de urgencia
que dificultan que los procesos de aprendizaje
se constituyan satisfactoriamente.
Podemos afirmar que hay problemas que se
observan desde siempre y otros vinculados a las
formas actuales. Problemáticas contemporáneas
en lo educativo, de difícil resolución que brindan
oportunidad de cambio, pero que plantean desafío,
también desesperanza y –en ocasiones– paralizan.
Estos problemas son arduos en su abordaje por
lo multicausal, lo multiterritorial, lo transgeneracional, lo intercultural, lo complejo.
Lo complejo nos invitará a construir diversidad de miradas, dejando por fuera las posiciones
reduccionistas que proponen respuestas únicas
e inacabadas a las problemáticas actuales: nos
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Revista Novedades Educativas | N° 302 | Febrero 2016
proponemos pensar en diferentes escenarios
como los que se constituyen entre el maestro y
el alumno, entre las preguntas y las respuestas,
entre lo individual y lo colectivo, entre lo homogéneo y lo singular.
Complejidad que incomoda al dar cuenta
que no hay un mundo predecible, sino sistemas
abiertos que dialogan con el entorno.
Así encontraremos la escuela, su atmósfera, en
la sutileza de los flujos relacionales. Entendiendo
que, cambiando mínimamente las condiciones, se
puede pensar en cambiar algo de los procesos.
¿Cómo convive la escuela con esto? Esta escuela
sostenedora de una posición recuperadora de sentidos y de historia se encuentra entre un adentro
y un afuera, constituyendo subjetividad dentro de
un marco social.
En estas formas de constituir lo escolar, atravesado de múltiples variables aparece la violencia
como una de las observables en este campo.
Violencias en plural, en singular, entre varios,
agresiones, odios, avasallamientos del otro,
exclusiones, violencias grandes, pequeñas, con
ejercicio de fuerza, de unos de otros. Violencias
de la escuela, en la escuela, contra la escuela.
Violencias en lo pedagógico, en la organización,
silenciadas, ocultas, simbólicas. Exacerbada por
la discriminación, desigualdad, falta de Estado
amparador. Violencia social que se expresa en
la escuela, está afuera y se hace texto en la vida
escolar. Aparece por momentos disfrazada de
exclusión, etiquetamiento, medicalización. O de
invisibilización.
Deshilvanes, que buscan nuevos entretejidos,
entendimientos, nuevos sentidos, prácticas novedosas, que intenten acercar alguna respuesta.
Violencias cuando hablamos de las formas de dar
cuenta de los procesos de aprendizajes de nuestros alumnos. ¿Dónde quedó el tiempo de construcción? Las omisiones, los errores constructivos,
las palabras complicadas buscadoras de sentidos,
los juegos y las risas cuando lo escrito parecía un
laberinto a ser imaginado. Escenarios novedosos,
generadores de invenciones geniales, que acom-
pañaban a los niños en las escuelas, en ese… “¿qué quisiste
poner acá?”. Y entonces esas palabras “mal escritas” se transformaban por arte de magia en un nombre nuevo a un animal
imaginario de un relato disparatado. Espacio de construcción,
de invención donde los aprendizajes se suceden, y las etiquetas no tienen lugar.
Pero en estos tiempos, como un déjà vu, se vuelve al uso
de viejas palabras, para dar cuenta de procesos que ya han
sido estudiados, observados por todos los que tenemos el
gusto de trabajar con los niños acompañando sus tiempos
de alfabetización.
Así entre otras formas de violentar a nuestros niños, vuelve la dislexia, en un intento de simplificar inadecuadamente procesos, intercambios, producciones, construcciones.
¿Qué nos pasó?, ¿nos olvidamos de décadas de formación
y conceptualización acerca de los modos de aprender de
nuestros niños?
¿Qué ocurrirá nuevamente? Nos volverán a tachar las hojas
con rojo, a copiar todo otra vez, o como dicen las nuevas instrucciones para un correcto acompañar, nos pondrán las letras
grandes, y nos pedirán que “POR FAVOR NO ESCRIBAMOS”.
Una experiencia de aprendizaje
Recibí a Juan en mi consultorio; un placer recibirlo, venía
entusiasmado. “Tengo que pasar de grado” –decía. “Soy
muy alto, ya los chicos de tercero me quedan muy bajitos.
Si repito, no tendré con quien jugar”.
Los padres relatan que Juan comenzó primer grado en
una escuela donde todavía asiste:
“Tiene dificultades en la lectura y la escritura, no lee bien,
casi no se entiende cuando escribe. Juan es muy inteligente, nos llama la atención que esto le suceda. Es un chico
muy despierto, sabe todo de nosotros, opina, me ayuda en
el negocio, cobra, atiende a los clientes”.
Me cuentan que cuando Juan estaba en primer grado, se
separaron los papás. La mamá comenta que el papá se fue
por un tiempo, diciendo “Espérenme que ya vuelvo”, y agrega:
“Y me quedé esperándolo,… Todos quedamos esperándolo”.
Cuando Juan llega dice: “Tengo un problemita, así me
explicó la señorita Berta”.
(Berta era su maestra particular, a quien acudieron los
padres a sugerencia de la escuela).
“No puedo leer” –decía Juan–, “este problemita lo tendré
siempre, desde que nací hasta cuando sea grande-grande,
siempre”.
“Me dijo que igual me tengo que esforzar mucho para
hacerlo un poco mejor, pero no me sale. Que también me
pasan algunas cosas, que no me concentro, cuando estoy
en la clase pienso en otras cosas, y no copio lo del pizarrón,
por el problemita…”.
Juan tenía un problema, no un problemita, había sido
sentenciado a un mal extraño que portaba, que solo lo
limitaba, no le daba ningún recurso ni escapatoria. Era para
toda la vida.
Así como nos explican hoy, es de origen neurobiológico,
“nacés y morirás disléxico”.
Aquí estaba frente a un niño que, como representante, sin
saberlo, cargaba con un mal de época que determinaba y
determinaría su experiencia como aprendiente. La trayectoria escolar es una construcción que se conforma entre
varios, en un devenir entre los niños y los que intervenimos
en sus procesos.
(…) como recorrido, como camino en construcción permanente, va mucho mas allá de la idea de algo que se modeliza, que puede anticipar en su totalidad o que se lleva a
cabo mecánicamente respondiendo solo a algunas pautas
o regulaciones. No es un protocolo que se sigue, se define
como un itinerario en situación (Nicastro, 2006).
La trayectoria no se puede explicar como una biografía
escolar exclusiva del sujeto, ni en términos de las dificultades que porta el niño.
Juan no estaba aprendiendo en la escuela y esto acontecía
dentro de un contexto donde había otros actores involucrados, no era un problema solo de Juan, pero él llevaba la
carga y, sin duda, el sufrimiento. La institución escolar tiene
por objetivo brindar posibilidades para que todos aprendan; si esto no ocurre, fracasamos todos: el niño, la familia,
la escuela, el sistema, la sociedad. Juan portaba etiqueta,
portaba trayectoria, portaba tiempo muerto en la escuela.
La trama de las transmisiones subjetivas primarias en las que
el sujeto se ha constituido configura la base para el armado de
los vínculos intersubjetivos que podrá desplegar secundariamente en ámbitos sociales como la escuela. Juan llegaba a la
escuela con su casa y volvía a la casa con su escuela.
Cientos de niños presentan dificultades. Es indispensable
cuestionar nuestras prácticas, revisitarlas, poner en juego
la dimensión institucional en nuestras intervenciones. Pensar hoy la institución escolar como reproductora de una
época que le asigna al niño un lugar particular.
Los procesos de subjetivación y de aprendizaje se constituyen dentro de una trama, en un encuentro con otros.
La escuela puede ser un espacio para el etiquetamiento
o para brindar una oportunidad subjetivante a cada niño.
En estos días, Juan me dijo, mientras escribía una historia muy
interesante: “La voy a escribir más larga, así se alegra la seño”.
“¿Me la leés?”, le pregunté… y él se quedó pensando.
“¿En qué te quedaste, Juan?”.
“En que soy como un pájaro que aprendió a volar… antes
tenía alas, pero no despegaba y ahora, mirá, es como si
estuviera volando”.
Juan ya leía.
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