Javier Krahe - Revista Bostezo

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Javier Krahe - Revista Bostezo
REVISTA DE ARTE Y PENSAMIENTO
Año 1
Nº 1
5.50 €
www.revistabostezo.com
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50 Qtz | Perú 20 N Soles | Brasil 15
Reais | USA 7 $ | GB 5 ₤ | Tinduf
(Argelia) 100 Drs |
dossier La información como sospecha
Tertulia El 23F en Valencia
batiscafo Suplemento literario
Platicando con
Javier Krahe
Una alegre fatalidad
artíCulos
El espía Kapuscinsky
Joan Fontcuberta
Vivir desinformado
Periodismo de investigación
colaboran
Ignacio Echevarría
Santiago Alba Rico
David Barberá
J.J. Pérez Benlloch
Director: Walter Buscarini
(http://walter-buscarini.blogspot.com)
Editor: Paco Inclán ([email protected])
Director de arte: Enrique Ferrando
([email protected])
Diseñador: Andrés García
(www.setembre.es)
Redactor-Jefe: David Barberá
([email protected])
Director Batiscafo: Salvador Salgueiro
Mesa de redacción: Jesús Andrés, Laura
Domingo, Albeliz Córdoba, Enrique
Falcón, Sonia García, Javi Llorens,
Carlos Madrid, David Moya, Alejandro
Morales, Alfonso Moreira, Pablo Santiago, Paqui Santos y Gloria Vilches
Fotógrafas: Eva Máñez, Laura Sánchez
y Reyes Sedano
Ilustradores/as: Javier Altabert, Esteban Hernández, Sergio Luna, Marta
Pina y María José Reche
Video Bostezo: Montse de Mateo y
Sergio Inclán
Psicóloga: Eva Vives
Traductores: Gloria Briseño (francés) y
Nelson Arditto (inglés)
RETROVISOR
04. La verdad de las mentiras.
Los libros de Joan
Fontcuberta, Ángela Sánchez
de Vera
06. El cine fronterizo de Frank
Zappa, Manuel de la Fuente
08. Contra la comunicación, de
Mario Perniola, Miguel Ángel
Hernández
10. Cultura y simulacro, de Jean
Baudrillard, Jesús Andrés
06
04
10. Primera plana, de Billy
Wilder, Miguel Ángel Sánchez
12. Malaprensa.com, Josu Mezo
14. La obsolescencia de las
lolitas y el síndrome del
tercer LP, Epo
16. Sexografías, de Gabriela
Wiener, Laura Domingo
14
índice
Consejo editorial: Sara Azorín, Fermín
Alegre, Julio Alonso, Pere Blasco, Gustavo Bueso, Arturo Castelló, Vicente
Chambó, Manuel de la Fuente, Jesús
González, McDiego, Epo, Herminio
Javier Fernández, Nacho Fernández,
Daniel Gascó, Viktor Gómez, Juli Leal,
Guillermo López, José Luis Martín,
Alicia Martínez, Abelardo Muñoz,
Laura Navarro, Jaime Ortega, JJ Pérez
Benlloch, Carlos Pérez de Ziriza,
Vicente Ponce, Rafael Porras, Ángela
Sánchez de Vera, Rogelio Villarreal,
María José Vizcarro
Sumario
Foto de portada: Reyes Sedano
Interior de contraportada: Montse de
Mateo y Sergio Inclán
*La revista Bostezo agradece la atención
culinaria de “Los fogones de María”
DIRECCIÓN:
CALLE TENOR ALONSO, 85. GODELLA
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Joan Fontcuberta: www.fontcuberta.com
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DOSSIER LA INFORMACIÓN COMO SOSPECHA
18.Usted ahorrará tiempo. Infomerciales de madrugada, Raquel Castro
22.Los pies me huelen mal (los de foto), Laura Sánchez
24.Alerta Roja. Análisis de los informativos de Antena 3, Arturo Quirantes
28.Fábula del espía Kapuscinski, Paco Inclán
31.La policía del futuro será invisible. Entrevista con Antonio Martín, Daría Barbate
34.Periodismo de investigación: Autopsia de un maniquí indeseable, Pablo Santiago
38.ETA nació en un vestuario (sic), Alejandro Morales
46.La prensa diaria y la crisis final, Herminio Javier Fernández
50.La televisión, Santiago Alba Rico
53.No lea esto, Eduardo Romaguera
56.Vamos a hablar de lo mío. Los medios de siempre en los nuevos medios, Guillermo López
58.Información medioambiental, Maria Josep Picó
61.Escasos minutos de vida entre la avalancha de triunfos en el deporte español, Daniel Ruvira
64.Del acontecimiento a la alegoría. La destrucción de Guernica, Sonia García
66.Vivir desinformado. ¿De qué sirve conocer la actualidad?, Matías Marini
69.Resignación, Esteban Hernández (cómic)
70.La función crítica, Ignacio Echevarría
índice
24
28
34
18
PLATICANDO...
41. Con Javier Krahe
46
70
41
TERTULIA BOSTEZO
74. EL 23F en Valencia
BATISCAFO
Suplemento literario. Número 1
74
Y ADEMÁS
BOSTEZO DIGITAL. Reseñas y artículos de opinión. Escriben: Pere Blasco, Kamel Daoud, Daniel Gascó, Herminio J. Fernández, Mariano José Larra, Carlos Madrid, Alicia Martínez, David Moya, Abelardo Muñoz, Carlos Pérez de Ziriza (y más)
retrovisor
retrovisor
Fotografía: Joan Fontcuberta
Milagro de Carroll Lewis (2004)
4
ensayo
La verdad
de las
mentiras
los libros de joan
fontcuberta
retrovisor
H
ay una rama del arte contemporáneo que juega con el periodismo y
suplanta algunas de sus funciones
para dejar al descubierto las tramoyas del poder. Su programa anárquico no
suele ser sistemático, de ahí que sea una
agradable anomalía contar con la trayectoria,
tan amplia y bien articulada, del fotógrafo
Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955).
Fontcuberta lleva toda su vida, y toda
su obra, poniendo la información de los
medios bajo sospecha, con acciones que
lo emparentan eventualmente con artistas
tan peculiares como Jerry Dreva1, quien
llegó a inventar sucesos para cubrir sus
noticias en el periódico en el que trabajaba.
En este juego con los medios, Fontcuberta
se ha especializado en poner en evidencia
la rapidez e irresponsabilidad con que trabajan, infiltrando bulos cuya falsedad nadie
se molesta en comprobar. Todo parece
indicar que los medios están al servicio del
espectáculo, del mercado y no de la verdad,
y Fontcuberta nos dinamita la confianza que
depositamos en la fotografía documental
como verificadora de la información. Sus
montajes nos demuestran, por activa y
por pasiva, que la fotografía siempre es
adaptable al discurso que se quiera dar. Pero
algo ha cambiado en la última década: se ha
hecho demasiado evidente el mensaje que
Fontcuberta apuntaba en todo momento
(la fotografía siempre es manipulable),
gracias a la digitalización de la imagen. Su
popularidad ha transformado la naturaleza
de la fotografía periodística, que ya no puede
entenderse, simplemente, como la huella
de lo real. La fotografía digital ha ejecutado
el programa de concienciación ciudadana
que Fontcuberta se había propuesto, y él
ha reaccionado adaptando sus proyectos a
este nuevo tipo de imagen, una imagen que
‘Milagro de la Piensamientografía’, 2004 (de la serie ‘Milagros & Co.’)
sólo puede verificarse, bien por el crédito
de quien la pone en circulación o bien por
su contexto, esto es, por cómo se inscribe
en un flujo narrativo.
Es en este punto cuando empiezan a
tomar protagonismo los libros porque, para
poner en escena sus nuevos juegos, Fontcuberta necesita bastante espacio. Quien
quiera acercarse a ellos, tiene dónde elegir:
Fontcuberta ha publicado catálogos que
recogen acciones y exposiciones, libros de
teoría y divulgación sobre estética fotográfica,
traducciones, recopilaciones editoriales y ensayos críticos. Pero son sus últimos catálogos,
casi novelas ilustradas, los que marcan la
diferencia. Cuando los hojeé por primera vez,
pensé que Fontcuberta se había dejado llevar
por la veta de ficción que asoma en su obra
desde sus primeras fotografías, que estaba
dejando aflorar libremente el recuerdo de sus
lecturas adolescentes sobre viajes exóticos,
gabinetes de coleccionista y selvas con monstruos mutantes. Con ‘Karelia: Milagros & Co.’
(Fundación Telefónica, 2002), me reía por lo
bajo al ver a Fontcuberta vestido de monje
y agarrado a Harry Potter, pero no dejaba
de pensar que ese montaje tan evidente
representaba cierta renuncia de su lado más
combativo, sustituido por un giro solipsista
que lo alejaba de la actualidad política. No
me daba cuenta de que estaba cambiando
la función de la fotografía en su obra.
5
‘Manbaa Mokfhi rige una incursión en Makkram-Suyaz’
y del que desconfiamos en tan extraña
compañía. Fontcuberta consigue que lo
real parezca falso, que sea otra sección
más de la feria.
Mucho más exagerado es el relato de
las hazañas del monje Munkki Juhani en
‘Karelia: Milagros & Co.’ Resulta llamativa
esa burda recreación de cartón piedra y
barbas postizas que permite ver de lejos
los hilos de la marioneta, y sus costuras,
embellecidas por la manipulación digital...
Fontcuberta está mintiendo, nos grita que
está mintiendo: no pretende infiltrase
esta vez, no quiere que nadie se crea su
puesta en escena. Quizás porque la mentira
también nos habla, cuando sabemos que
nos mienten: cuando estamos seguros de
que alguien nos engaña, nos dice más con
su mentira que con la verdad, nos habla de
sus debilidades, de lo que quiere ocultar,
de lo que le hace daño. Una mentira es
más interesante que la verdad desnuda,
y eleva el nivel de complejidad del mundo
en el que nos movemos.
Fontcuberta da por supuesto que
estamos al tanto de la manipulación de
la información en la vida pública, deja de
interrogarla y la magnifica: construye
farsas, se detiene en la belleza de lo
grotesco y plantea su necesidad en un
mundo espectacular en el que tenemos
que dar por sentado un elevado grado
de cinismo: tenemos que aprender a
leer en las mentiras, a movernos entre
tanto fasto.
Fontcuberta no es el único artista
conceptual que ha dado un giro hacia la
ficción: artistas tan dispares como Marcel
Broodthaers o Cindy Sherman también
han acabado utilizando recursos de ficción
para recubrir una base documental3. Si
lo pensamos con detenimiento, Fontcuberta sólo está acentuando una serie de
características que ya estaban en su obra
desde el comienzo: estamos asistiendo a
su maduración. Sus juegos entre verdad y
mentira no reniegan de su base conceptual,
porque siguen respetando sus conquistas:
esto se hace evidente cuando nos fijamos
en que ese giro hacia la ficción no significa
que ahora vaya a filtrar la realidad mediante su subjetividad de artista: aunque
Fontcuberta aparezca insistentemente
en las fotografías, disfrazado y posando
en actitudes cómicas, sólo se trata de una
actuación: es un simulacro, no la expresión
de sus avatares biográficos, ni de sus creencias íntimas. Esta puntualización explica
desde otro ángulo su uso estridente de la
mentira: sus poses desaforadas cuestionan
la veracidad del artista, la autenticidad
de una subjetividad privilegiada que la
sociedad ha de tomar como guía: como
antídoto contra esa falacia romántica,
el artista posconceptual miente. Miente
con lo grotesco, con la exageración. Fontcuberta explota su vena más histriónica
para anunciarnos que nos está mintiendo.
Descaradamente.
Ángela Sánchez de Vera
Coordinadora del proyecto
‘La triste muerte de Luther Blisset’
Imágenes cedidas por Joan Fontcuberta
1
Dreva también creó el proyecto musical ‘Les Petits Bonbons in Hollywood’, una marca empresarial sin contenido ni componentes fijos, para demostrar que se
puede hacer carrera preocupándose tan sólo de la parte comercial. Home S. ‘El asalto a la cultura’. Virus Editorial. Barcelona, 2002.
2
Luther Blissett es una identidad múltiple creada a mediados de los años 90 para agrupar un conjunto de acciones con las que desestabilizar los medios: bajo su
nombre, un colectivo de artistas publicaron noticias y libros falsos, boicotearon programas televisivos... Blissett, L. ‘Pánico en las redes’. Literatura gris. Madrid,
2000.
3
También en el cine se juega entre el documental y la ficción. Desde los años 70 contamos con obras como ‘F for fake’ (1973) de Welles o ‘Vertical Features
remake’ (1978) de Greenaway, además de títulos españoles como ‘El sol del membrillo’ (1992) de Erice, ‘Tren de sombras’ (1997) de Guerin o ‘Aro Tolbukhin’
(2002) de Villalonga. El falso documental lleva camino de convertirse en un nuevo género.
retrovisor
Él mismo justifica el giro de sus últimos
proyectos como el resultado del desgaste
de su nombre, convertido en una marca
registrada que se asocia, automáticamente,
a la presentación de material documental
manipulado. Joan Fontcuberta ha llegado
a convertirse en una identidad de la que
sospechamos, como también le acabó
ocurriendo al propio Luther Blissett2. Pero
toda acción de guerrilla sufre desgaste y,
como en Pedro y el lobo, a Fontcuberta le
preocupa que nadie le crea. Sin embargo,
sus lamentos son sólo lágrimas de cocodrilo,
otro efecto escénico para que mordamos
de nuevo su anzuelo. Para comprobar su
maldad sibilina sólo hay que fijarse en ‘La
isla de los vascos’ (Artium, 2003), el primer
proyecto firmado, y bien firmado, con su
nombre: Fontcuberta presenta en la sala la
documentación de una investigación antropológica sobre un territorio canadiense
con el que entraron en contacto los balleneros vascos. Sólo al leer los capítulos del
catálogo se hace evidente que el proyecto
va más allá de otra vuelta de tuerca que
limpie su nombre: ha cambiado la función
de la fotografía que, de ratificar el texto,
pasa a transformarse en pura ilustración
de un complejo relato. Para empezar, ‘La
isla de los vascos’ es incomprensible sin
el libro, porque sólo en él se puede crear
la densidad necesaria para contextualizar
lo real entre lo falso. Fontcuberta incluye
en el catálogo cinco proyectos previos y
reescribe su génesis para infiltrar entre
ellos una anécdota que sí es verdadera, un
hecho tan insólito que parece inventado
‘Mokfhi y Bin Laden inspeccionan una posición en el norte de Tora Bora’
6
CINE
El cine fronterizo
de Frank Zappa
retrovisor
L
a música rock ha venido suscitando, desde
sus inicios, el interés de numerosos cineastas
que han reflejado el impacto social de esta
música o que han reflexionado sobre los
diversos aspectos que rodean al oficio del músico.
Es conocido el caso de cineastas que, como Scorsese, vuelven de vez en cuando su mirada hacia la
música popular para ofrecer su punto de vista. Sin
embargo, es mucho menos habitual que los mismos
músicos decidan ponerse tras la cámara. Cuando lo
hacen, sus películas acaban constituyendo experimentos aislados de una carrera cinematográfica
que no termina de cuajar. En este sentido, resulta
paradigmática la experiencia de Bob Dylan con su
film ‘Renaldo y Clara’.
Por todo esto, es interesante detenerse en la
obra audiovisual de Frank Zappa, uno de los músicos
de rock más creativos y originales del siglo XX, que,
no contento con publicar una extensa discografía
de unos setenta LPs, quiso desarrollar una obra
como cineasta que se traduce en la creación de
ocho películas. Cuando se cumplen, este mes de
diciembre, quince años de su muerte, rescatar la
obra cinematográfica de Zappa (prácticamente
desconocida en nuestro país) supone descubrir una
producción coherente y audaz de quien fuera uno
de los músicos más conscientes de las implicaciones
sociales y políticas que comportaba su trabajo.
Desde su residencia en California, Zappa inició
su obra en los años sesenta con una serie de discos
en los que criticaba los aspectos que más le irritaban
de su entorno social. Uno de ellos era la escena
hippie, y así, en 1968 publicó ‘We’re Only in It for
the Money’ (Estamos en esto sólo por la pasta),
uno de sus discos más conocidos. En él, el músico
arremetía contra una escena cultural que consideraba totalmente alineada con el poder político:
para Zappa, el consumo de drogas, lejos de liberar
el espíritu, no hacía más que anular al individuo
para la disidencia y la rebeldía, y los hippies, así
pues, no eran más que unos hijos de papá que, en
lugar de combatir el sistema, lo legitimaban con
su actitud complaciente.
Pero esta visión de la Norteamérica de su tiempo,
en que la crítica iba de la mano de un sentido del
humor mordaz y demoledor, no se limitó a sus discos,
sino que, desde bien temprano, la trasladó al cine.
En 1971 realizó la película ‘200 Motels’, en la que,
bajo la excusa argumental de un grupo de rock que
va de gira, nos muestra los arquetipos más ridí-
En su vertiente cinematográfica,
Zappa experimenta con
los límites
del medio
e incorpora
diversas técnicas compositivas y de
montaje provenientes
de su oficio
de músico
culos de
su país. Zappa critica un modelo de sociedad que
anula la individualidad en beneficio de un sistema
político que persigue la uniformidad social. En la
película, el pueblo ficticio de Centerville recuerda a
cualquier villa apacible de la Norteamérica rural, y
el narrador (un Ringo Starr que salía de la reciente
disolución de los Beatles) explica, mirando a la cámara, que el gobierno busca controlar las expresiones
artísticas, para lo cual se han construido campos de
concentración para los músicos en cuyas puertas se
puede leer, a la manera de Auschwitz, una siniestra
advertencia al respecto de esta voluntad de uniformidad: “El trabajo nos libera a todos”.
Sería generoso decir, como es fácil suponer, que
la película tuvo una pobre carrera comercial. Porque,
con tal discurso, Zappa se vio relegado cada vez más
a los márgenes de la industria, de tal manera que, si
en los años siguientes iniciaba un proceso legal con la
Warner por el control artístico de sus discos, en lo que
respecta al cine, tuvo que esperar ocho años para poder
volver a estrenar una película. Si en su primer film se
apoyaba en las vivencias de un grupo de rock en gira,
en ‘Baby Snakes’ (1979) partiría del concierto como
espacio para la generación de sentidos reivindicativos
y disidentes. En esta película, la cámara se introduce
en una serie de conciertos de Zappa en Nueva York
donde el escenario es el auténtico protagonista. En
ese espacio transcurre una actuación caracterizada
por la llamada a la participación del público que,
totalmente entregado, colabora en los diversos
juegos que propone el músico, como un performance
en el que se simula un acto de tortura de directivos
7
mente contestado por
unas canciones en que
apostaba por el humor
como arma para combatir las estrategias
de desinformación del
partido republicano. Y
en ‘Video from Hell’
(1987), Zappa insistía en este retrato,
en el que el infierno
del título era, según
confesaba el músico
en la película, el mismo sistema político
de Reagan. La banda
sonora de este período aparecía de un
modo siniestro en ‘The
Amazing Mr. Bickford’
(1989), una película
de animación construida en torno a
diversas piezas instrumentales
de Zappa.
Preocupado por el papel del artista
en la sociedad, Zappa reflexionó sobre
el oficio de cineasta en una de sus cintas
más complejas, ‘Uncle Meat’ (1988). En
esta película, compuesta de material
acumulado a lo largo de los años, el
músico da cuenta de sus esfuerzos (infructuosos) por realizar una película de
ciencia ficción. Al no cumplir su objetivo
original, nos presenta una película sobre
las dificultades a las que ha de hacer
frente un artista para crear su obra. En
un curiosísimo ejercicio de cine dentro
del cine, en esta película asistimos a
ensayos, conciertos y diversas pruebas de rodaje de un proyecto que nos
muestra los retos y limitaciones del
cine como medio de expresión. Zappa
insistiría en este asunto en otra de sus
cintas, ‘The True Story of 200 Motels’
(1989), en la que volvía la mirada sobre
su primera película.
Con un cine que se mueve en todo
momento entre el documental y la ficción,
Zappa explora no sólo ésta, sino otras
muchas fronteras expresivas. En su
vertiente cinematográfica, experimenta
con los límites del medio e incorpora
diversas técnicas compositivas y de
montaje provenientes de su oficio de
músico. Se trata de una obra audiovisual que explica cuál es la relación del
artista con el mundo, y qué papel tiene
que desempeñar en un momento de
emergencia y consolidación de las
políticas conservadoras en Estados
Unidos. Descubrir, quince años
después de su muerte, al Frank
Zappa cineasta es reflexionar
sobre una obra con un discurso
que mantiene toda su vigencia
en la actualidad.
uerte
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º
15
de Frank Zappa
Día: Jueves 4 de diciembre a las 19.30 horas
Proyección: Uncle Meat
Lugar: Colegio Mayor Luis Vives
Entrada Gratuita
Manuel de la Fuente
http://mfuente.blogspot.com
retrovisor
de la industria musical
hacia un músico, que
permanece tumbado
en el suelo mientras
recibe toda clase de
patadas y latigazos.
El artista como víctima
de la industria musical.
A partir de ese
momento, Zappa no
volvería a estrenar
ninguna película en
pantalla grande. El
resto de su producción audiovisual tuvo
que orientarlo hacia el
consumo doméstico,
con films destinados
al formato VHS. Estas obras reflejarían
también el momento
discursivo en que se hallaba Zappa,
que en los años 80 se significó por su
oposición al gobierno de Ronald Reagan.
Una oposición expresada mediante un
activismo social que se tradujo
no sólo en sus películas y discos, sino también en numerosas
entrevistas, en sus conciertos y
en su propia comparecencia en
comisiones legislativas (como su
discurso en el Senado norteamericano en 1985) para defender la
libertad de expresión en la música
popular, atacada en aquel momento
por las instancias del reaganismo.
En este sentido, sus películas
profundizarían en esta inquietud.
En ‘The Dub Room Special!’ (1982),
Zappa hacía una acérrima defensa
de la independencia artística y de la
creación al margen de los dictados de
la industria. En ‘Does Humor Belong
in Music?’ (1985) trazaba un retrato
sarcástico del reaganismo, conveniente-
8
ENSAYO
Contra la comunicación
Contra la comunicación. Mario Perniola. Editorial Amorrortu. Buenos Aires, 2006. Traducción de Carlo
R. Molinari
M
da y a contrapelo de los problemas que examina, con
un equilibrio perfecto entre la alusión a la filosofía
erudita y la apertura al conocimiento cotidiano. En
este sentido, su obra roza en ocasiones la sociología,
la antropología o incluso la crítica de arte. Pero en
todo momento su reflexión se aferra al ámbito de
la estética. No en vano ésta es su ocupación, profesor de estética, o al menos así siempre se define.
Y es que para Perniola, la estética es, en el fondo,
la atalaya desde la que mejor se puede observar
el mundo contemporáneo. La estética, que permite
transitar de la experiencia a la abstracción con cierta facilidad.
En ‘Contra la comunicación’, el libro que exploramos, de nuevo es la estética el lugar desde el que aborda los problemas. Una
estética que, en este caso, se presenta como la única salida a la
hegemonía perversa y totalitaria de la comunicación de masas,
una de las mayores lacras de nuestra sociedad contemporánea.
Concebido casi al modo de un panfleto, este libro se suma
a una larga tradición de demonización de los medios y la comu-
retrovisor
ario Perniola es una de las figuras más solventes de la filosofía italiana de las últimas
décadas, a la altura de otros célebres contemporáneos suyos como Giorgio Agamben
o Gianni Vattimo. Aunque no haya tenido una entrada
inmediata en el contexto español, en los últimos años, su
obra parece que, por fin, comienza a ocupar el lugar que
le corresponde, el de un autor que cuenta a sus espaldas
con una vasta y extensa obra ensayística compuesta por
más de una veintena de libros entre los que es posible encontrar desde títulos míticos y de culto, como ‘El sexappeal
de lo inorgánico’, hasta otros de carácter más divulgativo,
aunque tremendamente necesarios, como su clásica y célebre
‘Estética del siglo XX’.
Perniola —y ésta sería la mejor forma de definirlo— es un pensador extraño. Deambula por un gran número de temas con una
soltura particular. Su enfoque es siempre ajeno a las modas y a
los caminos más lógicos. Aunque se acerque a los lugares nodales de la reflexión contemporánea, su visión es siempre escora-
Ilustración: Banksy
Miguel Á. Hernández-Navarro
www.nohalugar.blogspot.com
retrovisor
nicación. Sin embargo, como no podría ser de otro modo,
la visión que ofrece Perniola dista bastante de los lugares
comunes que nos han legado otros teóricos de la información, que aluden a la espectacularización de la comunicación y la hegemonía de los saberes. Para Perniola, en cambio, la comunicación de masas tiene menos que ver con el
espectáculo que con el esoterismo. De hecho, y ésta es
una de las tesis fundamentales del libro, los orígenes de la
comunicación habría que buscarlos más en el oscurantismo
y el conocimiento mistérico que en la transparencia y el
cientifismo del saber. Mientras que el espectáculo, según
la clásica definición de Guy Debord, desarrolla una lógica
del secreto, pues había ciertos poderes que tenían acceso al conocimiento, la comunicación, según Perniola, tiene
mucho más que ver con el enigma, es decir, con la abolición
de cualquier entrada al saber. O lo que es lo mismo, con la
confusión absoluta. Ya nadie sabe nada. Y la comunicación
es la encargada de hipertrofiar ese no saber extendido.
La estrategia de la comunicación es, pues, la confusión,
el triunfo del parloteo, la cháchara, el ruido, el rumor, la indefinición... y todo para ocultar que ya nada hay debajo,
que no hay un saber real, que no hay certeza alguna. Se
trata de hacer que la superficie se convierta en lo único
visible y que nos deslicemos eternamente sobre ella. Quizá
por eso Perniola argumenta que la comunicación, al contrario de lo que se nos dicho, no satisface nuestros deseos,
sino que los perpetua, los extiende en el tiempo, los intensifica y los deja sin resolver. Así elimina cualquier intención
de mirar bajo la superficie, pues nos hace creer que allí está
todo dado, y que no hay nada más que ver, nada más que
conocer.
Según Perniola, la comunicación, reaccionaria y oscurantista, ha instaurado un nuevo despotismo, el despotismo comunicativo, que somete a todos y cada uno
de los agentes de la sociedad contemporánea. Y frente a
ese nuevo despotismo, la única estrategia de resistencia
se encuentra en la actitud estética. Una actitud y un sentir que tendrían que ver sobre todo con la idea clásica de
la “discrección”. Esta idea habría que entenderla al menos
en dos sentidos. En primer lugar, como discernimiento
y capacidad de percibir las diferencias (frente a la masa
informe y confusa de la comunicación); y en segundo,
como moderación y mesura (frente a la exageración y la
aspiración despótica y totalitaria de la comunicación). La
estética podría resistir así a la extrema violencia de la
comunicación, que banaliza todo lo que toca y le extrae
cualquier resquicio de interés. Frente a este desinterés
absoluto de la comunicación, sería necesario oponer el
“desinterés interesado” del esteta moderno, cuyo epítome sigue siendo la figura del flâneur, aquél que se interesa por las cosas pero mantiene una justa distancia.
Al final, en cierto modo, Perniola llega a una conclusión semejante a la de otras obras suyas: que hay que
remitirse al sentido común, que en este caso es el sentido estético, que sirve no sólo a las artes sino a toda
actividad humana como un criterio deontológico. Como
dice en algún momento, la estética constituye “no sólo la
más sólida alternativa a la comunicación de masas, sino
también, probablemente, la única posibilidad de revertir
la locura autodestructiva que aqueja a la sociedad occidental”.
10
ensayo
cine
La ficción de lo real
Parodismo
mediático
Cultura y simulacro, La precisión de los simulacros. Baudrillard,
Jean. I. Editorial Kairós. Barcelona, 2007. 8ª Edición
retrovisor
E
n la generación de lo
nuevo, su copia, y la
pérdida del original,
hay tres hitos destacados en un periodo que
abarca poco más de cien años.
En 1863 Charles Baudelaire
define la modernidad como
“extraer lo eterno de lo transitorio”. El valor de lo nuevo.
Walter Benjamin, en 1936,
estudia la obra de arte en
la era de su reproductibilidad técnica:
afirma que el multiplicado de las reproducciones artísticas pone su presencia
masiva en el lugar de una presencia
irrepetible. La devaluación del original
por la copia. Y en 1978, Jean Baudrillard
constata la desaparición de la realidad
en la era del simulacro. La copia sin
original. “Disimular es fingir no tener lo
que se tiene. Simular es fingir tener lo
que no se tiene”. Somos adoradores de
iconos que no están respaldados por
ninguna realidad. San Cucufato, San
Cucufato... es tan irreal como el Pato
Donald. Y Disneylandia es una fantasía
que pretende hacer creer que el resto
es real. En este contexto, ¿cómo trazar
el mapa de la contemporaneidad? Jorge
Luis Borges fabuló con los cartógrafos
del imperio construyendo un mapa de la
misma extensión y detalle que el propio
imperio. Creemos ver el imperio cuando lo
que percibimos siquiera es el mapa. Son
los síntomas del mapa. “Hoy en día –afirma
Baudrillard- la abstracción ya no es del
mapa, la del doble, la del espejo o la del
concepto. La simulación no corresponde
a un territorio, a una referencia, a una
sustancia, sino que es la generación
por los modelos de algo real sin origen
ni realidad: lo hiperreal”. La cuestión es
más complicada, puesto que simular no
es fingir. Para explicarlo Baudrillard cita a
Littré: “Aquél que finge una enfermedad
puede sencillamente meterse en la cama
y hacer creer que está enfermo. Aquél
que simula una enfermedad aparenta
tener algunos síntomas de ella”. ¿Cómo
diferenciar entre el síntoma producido
y el síntoma auténtico? Es
imposible. La simulación
viene a cuestionar la diferencia entro lo verdadero y
lo falso, lo real y lo imaginario. “El que simula, ¿está o
no está enfermo contando
con que ostenta verdaderos síntomas?”. Y entonces,
¿qué es real? Cuando lo real
se confunde con lo que parece serlo, nada es real. Es
hiperreal. Todo es un enorme simulacro.
¿Cómo desmontar este teatro? ¿Cómo
hacer consciente al individuo-espectadoractor de que se encuentra en un teatro y
forma parte de él? Una opción es releer
a Baudrillard para darnos cuenta de que
el espectáculo se perfecciona. Que el
simulacro cada vez está más logrado.
Que, como diría Gilles Lipovetsky, la
realidad “a nadie le importa un bledo”. La
verosimilitud referencial produce efecto
de realidad. Todo está conectado. Y todo
es ficción. Baudrillard se adentra en el
mapa buscando el territorio, sabedor
de que desvelar el engaño contribuye
a sostenerlo. A pesar de ello explora los
límites de la verdad. De lo real. Cuando la
guerra se ve en televisión no es guerra,
es videojuego. Hamlet está “loco a nornoroeste”, pero también afirma: “¿Parece
señora? No, lo es. No sé lo que es parece”.
El Enrique IV de Luigi Pirandello, basado
en el homónimo del dramaturgo inglés,
recobra la cordura pero finge continuar
enfermo. “Sé perfectamente que aquí
hago el loco; y lo hago tranquilo. Lo
malo es para vosotros, que vivís vuestra
locura sin saberla y sin verla”. William
Shakespeare desenmascara la realidad
mediante un teatro especular. El italiano desarma el teatro para mostrar la
ficción. El filósofo francés aún avanza
un paso más. Si simulamos estar locos
de modo creíble es que lo estamos. En
un mundo hiperreal, ser o no ser, ya no
es la cuestión.
Jesús Andrés
[email protected]
Front Page (Primera Plana). Año
1974. Director: Billy Wilder.
105 minutos.
L
a obra de teatro ‘Front Page’ de Hecht y MacArthur fue llevada al cine
en varias ocasiones. ‘Luna nueva’
de H. Hawks (1940), con Gary Grant
y Rosalind Russell de protagonistas, y la
homónima ‘Primera plana’ de Billy Wilder
(1974) han sido las versiones más celebradas. Creo que hay algunas versiones
más antiguas, de Rouben Mamoulian y de
Lewis Milestone, que no conozco, y otra
más moderna, la pasable ‘Interferencias’,
de Ted Kotcheff (1988), que usa el mundo
de la televisión como escenario.
La que más me gusta es la versión de
Wilder porque fija la atención en el punto importante de la historia: la falta de
ética y de sensibilidad de los periodistas,
dispuestos a todo por lograr una buena
exclusiva. Y Wilder sabía de qué hablaba,
pues antes de su exilio norteamericano,
había sido reportero en Viena.
Aunque la película roza la perfección no tuvo demasiado reconocimiento
en el momento de su estreno: algunas
nominaciones a los Globos de Oro en
Hollywood y el Premio Especial del Jurado en la SEMINCI de Valladolid (1975). Y
es que los 70 no eran buena época para
las comedias. El propio Wilder siempre
la consideró una obra menor y lamentó
haber versionado nuevamente el buen
trabajo que había hecho su admirado
Hawks.
El argumento original es potentísimo y explica el buen resultado cinematográfico de casi todas las versiones: jueves, 6 de junio de 1929, Earl
Williams será colgado al día siguiente,
acusado de asesinar a un policía. La ejecución ha sido pospuesta hasta coincidir
“casualmente” con unas elecciones municipales. Jack Lemmon es el reportero
estrella del ‘Chicago Examiner’, y su
jefe es Walter Matthau. Lemmon quiere dejar el periódico para aburguesarse
y casarse con una encantadora Susan
Sarandon; pero Matthau sabe que la
11
ejecución de Williams venderá muchos
periódicos “mañana tendremos 300
vendedores más, todos los alumnos de
San Pablo van a hacer novillos”. Así que
perpetra las más sucias manipulaciones
para que Lemmon no se vaya todavía y
cubra la noticia. Basándose en la lucha
cómica entre la experimentada pareja
Lemmon-Matthau, se construye una
divertidísima comedia. Wilder también
introduce en su versión al inolvidable
y ridículo doctor Eggelhofer, “¡Marricas!
¡Son todos unos barricas!”. Fue su particular ajuste de cuentas con Freud y con
el psicoanálisis.
Sin embargo, el interés de la película
no está principalmente en el ritmo trepidante de la cinta (con algunos guiños al
cine mudo), sino en la sarcástica manera
en que Wilder nos cuenta lo mentirosos
y despreciables que son los periodistas y
los medios de comunicación para los que
trabajan, que actúan siempre en connivencia con el poder. En la sala de prensa
de la penitenciaría, principal escenario de
la historia, vemos a los reporteros beber y
jugar, insensibles a la suerte que va a correr el desdichado Williams. Manipulan la
información de acuerdo a las líneas editoriales de sus periódicos y no son mejores
que los caciques locales cuyos manejos
deberían censurar: el sheriff imbécil y el
alcalde corrupto. Especialmente interesantes (¡y muy contemporáneas!) son las
continuas referencias del sheriff al peligro
“rojo” mientras aprovecha para colocar en
el cuerpo a todos sus parientes.
Como buen ejecutivo de los massmedia, Matthau está obsesionado por la
búsqueda de titulares que impresionen
al público, pero
que simplifican
hasta lo absurdo la realidad:
“El
sheriff...
¿compinche de
Stalin? o ¿simplemente estúpido?” Mientras, alardea de que en la cabecera de su
Examiner se recalca que “cuenta siempre
la verdad, toda la verdad y nada más que
la verdad”. No se distinguen la mentira y
la verdad o la justicia y la infamia, sólo
hay audiencias y amarillismo.
La prostituta Mallie Maloy es más respetable y humana que toda esta tropa:
“¡Caballeros de la prensa!”, les dice con
desprecio y les escupe.
Miguel Ángel Sánchez Romero
www.danielmochuelo.blogspot.com
retrovisor
The Unknown Artist. www.t-u-a.org
modelo, Juanjo Aranguren
12
BLOG
Malaprensa.com
Errores y desmanes de la prensa escrita
retrovisor
T
ras muchos años quejándome en charlas
de café de la innumerable cantidad de
chapuzas que veía en los medios, que
parecían pasar desapercibidas e impunes,
en abril de 2004 me animé a lanzar Malaprensa.
com, un blog de nombre provocativo pero intención constructiva: fomentar la conciencia en
periodistas y lectores sobre la gran cantidad
de mercancía averiada que se difunde
en nuestros medios. Pensaba no tanto
en el sensacionalismo, el sectarismo o
la prensa-basura, que son problemas ampliamente reconocidos, sino más bien en
algo menos discutido, aparentemente más
básico, y sin embargo también endémico: las
noticias falsas, derivadas de errores, prisas,
despistes, malas interpretaciones de datos,
malas traducciones o simple ignorancia.
La idea era hacer una entrada diaria
citando una noticia errónea (excluyo los
artículos de opinión, salvo que contengan
afirmaciones fácticas claramente refutables) publicada en un medio español de
cierta importancia y prestigio (dejaba fuera
a gratuitos, deportivos, pequeños periódicos locales, confidenciales y medios online
de poca difusión). En la medida de mis posibilidades, explicaba en qué consistía el
error y cómo había podido producirse. En
un principio era yo mismo, con la ayuda de
unos amigos, el que localizaba los ejemplos
que iba publicando. Con el paso del tiempo,
sin embargo, los lectores se involucraron y
llegó un punto en que podía escribir el blog
sobradamente con ejemplos enviados por
ellos, sin necesidad, prácticamente, de leer
los periódicos.
Para que se hagan una idea de lo que
estoy hablando, aquí van algunos ejemplos
selectos y heterogéneos de malaprensas
que he ido recogiendo en estos años: que las
mujeres cobran un 30% menos que los hombres por el mismo trabajo; que la mitad de
los españoles son infieles en verano; que un
millón de personas desfilaron ante el féretro
del Papa en veintidós horas; que casarse por
la Iglesia cuesta el doble que por lo civil; que
el sistema electoral beneficia a los nacionalistas; que millón y medio de españoles usan
diariamente los servicios de las prostitutas;
que la CIA y el Vaticano boicotean la Wikipe-
Muchos
de esos
fallos están
a su vez
vinculados
a un modelo
empresarial
centrado en
la cuenta de
resultados,
que no
percibe que
sea rentable
el gasto
adicional
necesario
para mejorar
el producto
dia; que Bush es el presidente con menor coeficiente intelectual de los últimos sesenta
años; que un 9% de los españoles conoce a
alguien que ha practicado el turismo sexual
infantil; que la renta per cápita española se
ha multiplicado por dos en los últimos once
años; que los españoles necesitan 47 años
para comprar una vivienda; que en 2050
sólo estará en disposición de trabajar el
10% de la población española; que España
triplica las emisiones de CO2 permitidas
por Kyoto; que cualquier exposición al tabaco triplica el riesgo de cáncer; que España tiene menor tasa de alfabetización
que Mongolia o Tonga; o que España es
la fuente del 70% de los rumores que circulan por Internet...
Se trata en todos los casos de informaciones erróneas que han sido
difundidas por uno o varios medios
de comunicación importantes de
nuestro país, y prácticamente en
ningún caso han sido rectificadas.
Es más, algunas de ellas, con actualizaciones o matices, son repetidas con cierta regularidad. ¿Cómo es posible? Eso me
preguntaba yo cuando empecé con el blog,
como simple consumidor de medios. En estos años, además de leer y pensar sobre el
tema, he conocido a bastantes periodistas
que admiten que fallos como éstos se producen demasiado a menudo por exceso de
confianza en fuentes “oficiales” (incluyendo a las agencias), abuso del corta y pega
de las notas de prensa, incumplimiento de
las reglas básicas sobre comprobación de
fuentes, y falta de formación de los periodistas en el manejo de ciertas fuentes de
información secundarias (especialmente
estadísticas). Muchos de esos fallos están
a su vez vinculados a un modelo empresarial centrado en la cuenta de resultados, que no percibe que sea rentable el
gasto adicional necesario para mejorar el
producto, y un público masivo que parece
hacer buena esa percepción, ya que aparentemente no se queja cuando recibe un
producto defectuoso.
Josu Mezo
Editor de Malaprensa
retrovisor
14
MÚSICA
retrovisor
La obsolescencia de las lolitas... Cuando a los capitostes de la industria del entretenimiento se les ocurre explotar el lolitismo,
saben que están jugando con fuego. Lo suyo es jugar con el resbaladizo atractivo de las ninfas,
pero sin pasarse, so pena de cargar con el sambenito de comerciar y/o fomentar la pedofilia.
P
or otra parte, y una vez diseñado el producto y reclutado el material humano,
saben que todo será flor de un día. Por
motivos obvios, la vida de la lolita es limitada. Su periodo fértil iría desde los trece hasta
los dieciocho o diecinueve como muchísimo: the
teen years. Por debajo de esa edad estaríamos
hablando de “estrella infantil” o “niña prodigio”, y
en este mundo corrupto no es creíble la inocencia
y el candor en una muchacha de veinte años, a
no ser que sufra algún tipo de trastorno.
Por si esto fuera poco, y en el caso de las
lolitas pop, hay que contar con el conocido como
“síndrome del tercer álbum”, dolencia que afecta
a casi todos los ídolos que consiguen superar el
estadio de one-hit wonder pero no alcanzan a
convertirse en clásicos. A saber: después de un
bombazo más o menos por sorpresa con el primer
disco, la maquinaria se engrasa para facturar
en cuanto antes una reválida con la que repetir
e incluso aumentar los beneficios del debut.
Se ha perdido el factor sorpresa, pero a pesar
de su premura, los segundos álbumes suelen
contar con presupuestos más holgados y con la
experiencia acumulada por los protagonistas del
hype. Lo ideal es que entre el primer y el segundo
disco no medien más de dos años. Pero claro,
todo tiene un precio, y pasada esa temporada
de promoción agotadora, y con un repertorio
muchas veces compuesto durante largos años
La masa
consumista
es
caprichosa,
olvidadiza
y busca sin
descanso el
brillo fugaz
de lo nuevo
15
pero luego quemado en un par de giras, el tercer
disco se hace esperar más de lo debido. Mientras
nuestras lolitas maduran a pasos forzados, sus
mentores tienen que rediseñar el producto o
cerrar la paraeta y buscarse la vida por otro lado:
la masa consumista es caprichosa, olvidadiza y
busca sin descanso el brillo fugaz de lo nuevo.
Además, el público potencial de estos montajes
no es tanto el de los adultos pederastas de baja
intensidad como el de las adolescentes que buscan
la identificación con sus ídolas. Total, que a la
vuelta de esos dos o tres años, las chavalitas ya
se han hecho mayores, pasan de chiquillerías y
corren a engrosar las filas de tribus urbanas más
“serias”: ahora son emos, metaleras, perroflautas,
gafapastas o, en el peor de los casos, jennys
bakalas y poligoneras.
Auge y caída
La pizpireta Alizée saltó a la fama en el año 2000
con apenas 16 añitos y una canción titulada ‘Moi...
Lolita’. En el video promocional, la adolescente escapaba de su nada bucólica vida campestre para
culebrear a gusto en una disco llena de humo y malotes. La jugada no se puede decir que fuera muy
sutil, pero desde luego fue efectiva: éxito mundial
y más de un millón de álbumes vendidos sólo en
Francia. Tres años más tarde repite la apuesta con
un segundo álbum en cuya portada aparece enfundada en un minúsculo vestido de marinerito y
es casi aplastada por un zapato de tacón de aguja
digno de ‘La mujer de 50 pies’. Hasta el psicoana-
toma un respiro y aprovecha para casarse y ser
mamá. Tras algunos anuncios en falso, y ya sin la
ayuda de la cantante y compositora Mylène Farmer, descubridora y principal responsable de su
éxito hasta entonces, Alizée publica en diciembre de 2007 ‘Psychédélices’, su tercer álbum de
estudio. Agotado definitivamente el filón del
lolitismo con sus 23 añazos, en el videoclip de
‘Mademoiselle Juliette’ juega la baza de cierto
lesbianismo light. Parece que los únicos que han
tragado han sido los mexicanos: para ese mercado (y para ningún otro) se ha preparado un
recopilatorio.
El morreo bajo la lluvia que Yulia Volkova, de 14,
y Lena Katina, de 15, se pegaban en el videoclip
de ‘Ya Soshla S Uma’ fue el primer paso de Ivan
Shapovalov, psicólogo y avispado montajista, en
su experimento mediático para explotar el morbo
que provocan las menores. En 2001 se ponía a
la venta en Rusia el primer álbum de las t.A.T.u.,
seguido meses después por una edición internacional cantada en inglés. Las rusitas se pasearon
cogidas de la mano por los platós de todo el mundo
civilizado, hasta terminar de segundonas en el
festival de Eurovisión del 2003. Por aquel entonces
ya se rumoreaba que su pretendido lesbianismo
era tan falso como el moreno de Yulia (rubia en
realidad): un truco de mercadotecnia. Miles de
jovencitas recién salidas del armario al son de
sus chillonas melodías se llevaban la desilusión
de su vida, confirmada después por la noticia del
embarazo de Yulia, fruto de sus revolcones con
...y el síndrome del tercer elepé
un novio secreto. Así que, cuando en 2005, y
ya lejos de las garras de Shapovalov, las t.A.T.u.
publicaron su segundo elepé, con producción de
lujo (Trevor Horn) e invitados de postín (Sting y el
eurítmico Dave Stewart), las rusitas ya no eran ni
teens, ni colegialas, ni lesbianas ni nada. Lástima,
porque el disco no estaba nada mal. Poco tiempo
después se produce el temido parón, parcheado
con un recopilatorio (¡con sólo dos álbumes publicados!) y el consabido DVD en directo. Rumores
de separación, expulsión de la discográfica y
silencio. Hasta ahora. Este otoño, y después de
que Yulia haya sido mamá por segunda vez (de
distinto padre, por supuesto) el dúo se dispone
por fin a lanzar su esperado (o no) tercer elepé.
Una película protagonizada por la petarda de
Mischa Barton, en la que las rusas hacen de ellas
mismas, parece que no se vaya a estrenar nunca.
Mientras tanto, y lejos del despliegue mediático
de sus inicios, la pareja aprovecha la promoción
viral de internet para enseñar mamellas.
Epo
www.ligres.com
retrovisor
lista más tosco capta el mensaje. El disco no tuvo
tanto éxito como el primero,
pero tampoco fue un
desastre. A partir de
entonces se
16
ENSAYO
Crónica gonzo del sexo
Sexografías. Gabriela Wiener. Editorial Melusina. Barcelona, 2008.
retrovisor
E
n la contraportada de ‘Sexografías’ la periodista Rosa Montero
dice textualmente: “Gabriela Wiener se pasea por los mundos
del sexo como una antropóloga curiosa que visita un planeta
de alienígenas”. Un momento, me ha dado un calambre.
¿Una antropóloga curiosa? ¿Se pasea? ¿Planeta de alienígenas?
Perdón: Por lo general los antropólogos viajan con una libreta de
notas, observan y sí, a veces duermen sobre el suelo como hacen
sus indígenas objeto de estudio y, si les apuras mucho, llegan a
comer insectos invertebrados, como ellos. Gabriela Wiener no es
una antropóloga, sino una periodista gonzo. No se pasea, sino que
se mete en el fango oscuro, se retuerce con los ojos abiertos y lo
cuenta. Sus personajes, por bizarros que resulten o poco comunes
que sean sus prácticas sexuales, jamás aparecen como alienígenas,
sino que se muestran con una humanidad tan rotunda que conmueve.
Hay excéntricos, sí, pero son todos definitivamente terrícolas. Lo
único que no ha escapado a la sagaz vista de Montero es el sexo.
Efectivamente, ‘Sexografías’ trata de los “mundos del sexo”.
Gabriela Wiener ha querido explorar el sexo en sentido amplio,
con sus infinitas aristas y redondeces, y lo ha hecho a lo gonzo. El
periodismo gonzo requiere que el periodista entre de
lleno en la historia, sea partícipe de la misma
(no sólo como testigo, sino como un personaje
más) y que la cuente desde su personalísimo
prisma. Si el periodismo jamás es objetivo, el
gonzo mucho menos. El gonzo toma la subjetividad y la lleva al extremo. Imaginarán, pues,
que periodismo gonzo sobre sexo sólo podrá
hacerlo: 1) alguien audaz y sin miedos, 2) alguien
poco pudoroso con el cuerpo propio y el ajeno, 3)
alguien desprovisto de prejuicios y 4) alguien un
tanto exhibicionista y con una necesidad abrasiva
de contar lo vivido. Gabriela Wiener es todo eso y
además escribe sexy.
Porque, sin duda, las 17 crónicas de ‘Sexografías’
son interesantes en su contenido y esencia, pero
es la voz y la mirada de Wiener lo que las convierte
en material de gran calidad. Es decir, las historias son irresistibles
por sí mismas: la de Badani, el gurú del sexo que vive con sus seis
esposas; la de la transexual Vanesa, que se prostituye como tantas
otras latinoamericanas en el Bois de Boulogne de París; el encuentro íntimo con el rey del porno Nacho Vidal y su célebre e inquieto
miembro; los amoríos del verraco Loco, un cerdo semental de una
granja porcina; o las extravagancias del aficionado al tuning, que
confiesa sin rubor que siente más debilidad por el chasis de su coche
que por el de su chica. Estas historias y algunas más están reunidas
en los capítulos ‘Otros cuerpos’ (sexualidades heterodoxas) y ‘Sin
cuerpo’ (desviaciones del deseo y pornografías varias).
Pero como buena gonzo dispuesta a arriesgar y a dar más, Wiener
recoge sus mejores crónicas en la parte final (‘Mi cuerpo’), donde
eleva la exposición del yo al máximo peldaño, tanto a nivel corporal
(sin miedo a utilizar su propio cuerpo para excitar al lector) como en
el plano emocional y personal (compartiendo tales intimidades que
cerramos el libro convencidos de que Wiener es una vieja amiga a
la que deberíamos llamar un día de estos). Ahí quedan las grandes
crónicas en las que Wiener se ofrece como donante de
óvulos, Wiener y su novio se intercambian con otras
parejas, Wiener se somete al látigo de una dominatrix
y Wiener se queda embarazada sin renunciar ni un
ápice al apetito y a la curiosidad sexual.
En ‘Sexografías’ el lector agradece que Wiener
se desnude repetidamente, pero tanto como su
desnudez física y emocional, deslumbra su forma
de desnudar a los que la rodean para mostrarlos en
toda su carnalidad y humanidad. Porque aunque
se proponga hablar de sexo y de cuerpos, el ojo
gonzo y travieso de Wiener traspasa los límites
del placer y la carne y rebusca más allá. Como dice
Javier Calvo (no perderse el prólogo, por favor),
bien por Wiener.
Laura Domingo
Periodista
la información como sospecha
Ilustración: Benito Cabañas
la información como sospecha
19
por raquel castro
Collages de Gloria F. Vilches
Y
perderá kilos, se curará del acné,
recuperará su cabellera, será amado
por su familia, se convertirá en el
alma de todas las fiestas, ascenderá
socialmente y triunfará en la vida, sólo si
llama en este instante al número que aparece
en su pantalla.
Gran desilusión: el jabón quita-kilos / reafirma-piel / construye músculos viene con
un instructivo que, en letra de cinco puntos,
dice que sólo da resultado si se combina su
uso (del jabón) con ejercicio regular y una
buena alimentación. Tras la sorpresa y la
tristeza inicial, la mayor parte de los clientes
insatisfechos optan por arrumbar el producto mágico y pasar a otra cosa, sin detenerse
a barajar siquiera la posibilidad de exigir un
reembolso o demandar a la compañía. Esto
se debe, sobre todo, a que el engañado siente
una gran vergüenza de haber “caído” en las
garras de ese nuevo titán de la publicidad: el
infomercial televisivo.
Este nuevo género es descendiente
directo de los publirreportajes de revistas y periódicos, pero más poderoso que
éstos, ya que cuenta con más elementos
(imágenes, efectos especiales, sonido,
etcétera) y tiene un mayor poder de penetración: la televisión, incluso en los
horarios menos favorecedores para la
publicidad, llega a mucha más gente que
la mayoría de las revistas.
Sin embargo, si nos fijamos exclusivamente en sus características audiovisuales, de inicio es incomprensible
el éxito de estos anuncios comerciales:
en teoría, la publicidad televisiva debe
ser breve, original, vistosa y muy ágil,
contar con música atractiva o pegajosa
(canciones de moda o los ya casi fuera
de uso jingles) y brindar una idea concreta en pocas palabras, nada de lo cual
está presente en el infomercial típico.
¿Cuáles serían entonces las característi-
cas estructurales de este tipo de anuncio
publicitario?
La más notoria es su duración: mientras que un anuncio comercial “tradicional” no sobrepasa el medio minuto (y
muchas veces es mucho más corto que
eso), el infomercial puede durar desde
diez minutos hasta media hora, y a veces
más.
Esa primera característica está íntimamente relacionada con la segunda:
en vez de luchar por el horario prime
time (que es carísimo y obliga a que los
comerciales duren un parpadeo) los infomerciales se conforman con los espacios
que nadie más quiere: canales con programación poco atractiva, horas a las que
nadie prende el televisor... Obviamente, al
elegir espacios televisivos prácticamente
muertos, los costos de los mismos son
mínimos, lo que permite la extensión anteriormente señalada.
la información como sospecha
Usted ahorrará tiempo...
la información como sospecha
20
Por otra parte, y a diferencia del publirreportaje en prensa, que siempre tomaba la forma de un reportaje (de semejante
obviedad es que viene su nombre), el infomercial no se conforma con imitar el estilo de los reportajes y opta por copiar burdamente la estructura de otros géneros
televisivos, principalmente el programa
de revista y el talk show. Esto en sí mismo
es interesante: si la clonación del reportaje se debía a que este género transmite la
sensación de verosimilitud, ¿querrá decir
que el público meta de los infomerciales
piensa que programas como ‘Laura en
América’ o ‘Viva la mañana’ son dignos
de confianza? En cierta forma, parecería
una pesadilla: el conductor aparece en
cuadro y saluda como si todos los días
tuviera su espacio televisivo; la gente le
aplaude y ríe sus chistes como si fueran
sus fans desde siempre; nos dice “el día
de hoy les presentaré...” como si antes
nos hubiera presentado otro producto o
como si después fuera a hacerlo.
Ya que mencionamos a los conductores, otra constante en el infomercial es
que éstos sean conducidos por “viejas glorias” o hasbeens: principalmente, actores
y actrices que alguna vez fueron medianamente reconocidos. Casi nunca se trata
de grandes luminarias y, en los raros casos en que se trata de gente que fue realmente famosa, suele haber también una
caída estrepitosa del salón de la fama,
previa al infomercial, por supuesto. Este
fenómeno (el mediocre al que los asistentes al programa aclaman como si fuera
realmente importante y querido) acentúa
la sensación pesadillesca del asunto, y la
lleva a niveles absurdos cuando, para colmo, se trata de segundones de otros países (principalmente de Estados Unidos),
de los que jamás habíamos escuchado y
quienes no tendrían por qué convertirse,
ni siquiera por media hora, en líderes de
opinión. Eppur sucede. Todos los días.
Un fraude asumido
Por supuesto, el infomercial como gran
reportaje pagado sigue de moda. En esos
casos, no hace falta que haya una estrella
eclipsada en la conducción, pues usualmente hay una voz en off que brinda la
información. Sin embargo, cuando hay
testimonios de usuarios del producto a
vender, se repite la tendencia: se incluye el
valiente testimonio (ajá) de gente medianamente desconocida presentada como si
fuera memorable: la tercera finalista del
concurso Miss Acámbaro 1967; el luchador que casi gana el cinturón de oro de la
Liga del Sur de Estados Unidos en 1999;
la actriz de telenovelas mexicanas que se
fue a vivir a Miami (donde tampoco con-
sigue trabajos dignos)... Estas vibrantes
confesiones son acompañadas de gráficas
y animaciones hechas por computadora,
así como por sorprendentes imágenes
de “antes y después” de la ingesta / aplicación / uso del producto (éstas, también
hechas por computadora). El elemento final, se trate de emular un talk show, una
revista o un reportaje, es la repetición ad
nauseam de la misma información: en un
infomercial promedio, se repite al menos
cinco veces el resumen con las características del producto.
Sin embargo, el elemento más interesante del infomercial es el propio producto que nos intenta vender. En el pasado
(de nuevo refiriéndonos a la época de los
publirreportajes) se trataba simplemente
de novedades: la pluma fuente, las medias de nylon; mercancía que, de entrada,
podía resultarle innecesaria o extraña al
público meta, por lo cual, en lugar de poner sólo la foto de una modelo usando el
artículo, se explicaba a modo de reportaje
por qué valía la pena “invertir” (que no
gastar) en él. En el presente, infomercial
21
parece ser sinónimo de producto milagro
y, ya que en nuestra época materialista y
cínica los milagros verdaderos son poco
frecuentes, termina siendo equivalente
de timo o fraude: el extractor de jugos
que muele hasta los huesos y es capaz de
aumentar nuestra expectativa de vida en
un 200%; la máquina de hacer ejercicio
que divierte y energiza a quien la usa, a
la vez que le ayuda a bajar mil kilos a la
semana; la crema que cura la artritis; la
mesita de plástico que disipa la tristeza;
el arpa mágica, el frijol que crece al cielo,
la gallina de los huevos de oro.
¡Compre ahora!
Artículo recuperado del número 14 de la revista mexicana ‘Replicante’ (www.revistareplicante.net). Publicado con la autorización del editor y la autora.
la información como sospecha
Así volvemos al punto de partida: sabemos que es un fraude; y entonces, ¿por
qué compra la gente lo que ve en un infomercial?
Al parecer, serían tres los motivos
principales: la urgencia, el vacío emocional y el insomnio.
“Llame ahora y se llevará, por única vez...”. ¿Quién puede resistirse a una
oportunidad así? Mucha gente que duda
ante la eficacia de tal o cual producto, ve
destrozadas sus defensas con este simple
argumento. El infomercial hace sentir
al espectador que, si no aprovecha esa
oferta única en la vida, es un auténtico
tonto: ¿Quién se puede resistir a un negocio donde gana el doble o hasta el triple
de lo que invirtió? Por supuesto, al tener
tan poco tiempo para tomar una decisión
(que además parece tan obvia, tan buena),
la razón se nubla (por usar un eufemismo): incluso hay quien compra un producto que no le hace falta (digamos, una
señora de sanísima y abundante cabellera adquiere un producto para revertir la
caída del cabello) argumentando que, con
semejante oferta, bien vale la pena “prevenir” (por si un día comienza a perder
el pelo, o su hija de cinco años crece y se
casa con un hombre en dicha situación).
Por si eso fuera poco (por si el alma
templada logra vencer la tentación de
“hacer un negocio ventajoso”), hay que
reconocer que en nuestra sociedad, el
consumo tiene una importancia paralela
(y quizá mayor) que la económica: el que
compra tiene un estatus mayor que el que
no lo hace; las penas con vales son menos; no hay mal que no se resuelva en un
centro comercial. Por ejemplo, un folleto
publicitario de Disneyland dice: What
better way to make yourself or someone
else happy than to give the gift of shop-
ping; algo así como “Qué mejor forma de
ser feliz o hacer feliz a otros que darles
el regalo de hacer compras”. Comprar no
es sólo obtener lo que se necesita, sino
que implica además demostrar que se es
exitoso. Y si lo que se compra resuelve
todos nuestros problemas, nos convierte
en las personas que soñamos ser y nos
ayuda a ahorrar tiempo (¿para dedicarlo
a ver más infomerciales?), sin duda estamos ante la respuesta para la depresión y
la insatisfacción cotidiana. No hay dinero
que compre eso, ¿no?
El insomnio sería el tercer jinete de
este Apocalipsis. Y es que, al parecer, la
soledad más intensa, más demoledora,
más dolorosa es la de las madrugadas
de insomnio. A esa hora, uno siente que
bien podría estar en un mundo post nuclear, o en el Paraíso antes de Adán, o en
la cara oculta de la luna: la soledad se
vuelve concreta, sólida, corpórea. Despertar a alguien (si tenemos la suerte de
compartir la cama, el cuarto, la casa) no
es opción: sabemos que no obtendremos
comprensión y compañía si sacamos a alguien más del dulce sueño que a nosotros
nos esquiva. Ni modo. La única opción es
la tele (desafortunadamente, los libros no
brindan ese cálido contacto humano a
casi nadie) pero – ¡oh fatalidad!– lo único que hay en la televisión son infomerciales. Y con ellos, la promesa de que si
llamamos en ese mismo instante (sin importar si hace frío o si acaban de dar las
dos de la mañana) habrá otro ser humano, también despierto, haciéndonos compañía al otro lado de la línea telefónica.
Entonces el producto es sólo un pretexto:
lo realmente importante es escuchar esa
otra voz, saber que hay alguien más jodido que nosotros (porque el que compra
está realizando una actividad recreativa y
el que vende está trabajando) y si el precio
es una fuente de chocolate derretido que,
de usarla, ocupará todo el espacio disponible en casa y nos hará subir tres tallas
(además de que hará peligrar nuestro presupuesto durante dos meses), bien vale la
pena: ya vendrá otra noche de insomnio
para comprar la alacena que funciona con
espacios negativos, y por lo tanto permite
guardar todos los adminículos superfluos
que hay en casa, o bien para adquirir la
máquina de ejercicios que hace trabajar
todos los músculos, incluyendo la lengua
y el esternocleidomastoideo. Pensándolo
con calma, ¿quién nos da tanto por tan
poco?
Raquel Castro es guionista
y periodista mexicana, ganadora en
dos ocasiones del Premio Nacional de
Periodismo por su trabajo en el programa
‘Diálogos en confianza’ de Canal 11.
También es profesora de guiones y
fundadora del colectivo Fatal Espejo
(www.fatalespejo.com.mx)
22
Los pies me huelen mal
(los de foto)
¡Qué sabia resulta siempre la metáfora! Alabado la he,
y hete aquí que postrándome he alcanzado a olerle
los bajos... Y sí, habremos de admitir que, a veces,
incluso a ella los pies le huelen mal.
la información como sospecha
por LAURA sánchez
Fotografía de David Friedman
E
l mundo del arte, señoras, señores, está lleno
de pies. Excéntricos pies, pies hiperrealistas,
pies de largas uñas, mimados pies. Los hay
efímeros y consumados, marranos e incluso
(rumor de vieja) hay cibergüenzas pies.
Pies multimedia, snob & fashion’ pies que sepultan a su paso los besos de siempre.
Atento pie, vigilando sutil la vida entre la hierba, pie lavado cada noche duerma o no duerma
conmigo, peludos pies.
Y es que no en vano son famosos los pies. Esos
alejados son puro reflejo del cuerpo que los usa, y
tú te tocas así, en el centro, y das con el riñón, y
un poco más arriba y hacia fuera está el pulmón,
y metiendo el dedo sientes dónde duele, y ¡cómo
duele! Yo, cuando meto el dedo en los pies de algunas fotos, siento cómo duele el corazón.
El pie de cada foto revela sin escrúpulos la
auténtica intención de quien lo firma, cómo de
consciente es esa obra y ante qué escalón evolutivo
nos hallamos (imaginémoslo así: el verbo se hace
carne y espera sentado en el museo la visita de un
oído capaz de oír. Entonces se levanta y con gesto
descuidado susurra desnudo cómo ocurrió todo, si
musas o violines ebrios, si pasta de blanqueo en
bancos suizos, si conexión con la fuente y el altar).
Ese pequeño texto contiene mil mensajes, si sabemos combinarlo con la imagen que lo pretexta.
Si no, es fácil engañarse.
Nuestra percepción de la realidad no es bruta
sino que llega predigerida a través de una serie
de filtros; importantes son los de orden social y
cultural que se comparten, pero no menos pode-
rosos resultan los tamices que formamos a partir
de nuestra experiencia peculiar e intransferible:
son la pequeña o gran cultura personal, nuestras
inquietudes, nuestros vicios, nuestros asombros
y nuestras quejas. Diríase que cada cual mira
desde su color único de gafas; diríase que, quien
tiene un único martillo en la mirada, fácil es que
vea clavos.
Así las cosas, yo veo en la medida en la que soy
y proyecto lo que soy en lo que veo. No soy objetiva, no soy neutral. Resulto tan arbitraria como mis
filtros. Cuando veo en una imagen una obra genial,
mediocre o detestable, y es una imagen aislada, sin
pistas ni acompañamientos, sin títulos ni pies ni
textos, entonces más que nunca debo saber que lo
primero que estoy viendo es a mí misma, proyectada como en un espejo. Porque la tendencia al mirar
es vernos a nosotras, y luego al resto.
Algo más imparcial, acude en ayuda de mi
buen criterio el pie de foto, importante en cuanto
que gracias a él puedo saber si quien parió sabe de
su parto y lo que veo es verdaderamente suyo; leo
sus capacidades intelectuales, su intuición generadora, su relación con el amor o la desidia. Porque
desde allí, desde su pie, puedo tocarla por entero;
porque el pie de foto cartografía, también, la esencia que habita el cuerpo que escribió.
Llegadas a este punto, casi sucumbo a la tentación de establecer categorías radicales, una especie de diccionario ejemplar de pies de fotografía
artística. ¡Cuánto complace al ser cartesiano diseccionar y separar, creyendo así poseer algo de
lo que llamamos real! Pero el arte es pura vida y,
La osadía
acecha de
cerca cuando
se intenta
justificar
una imagen
aleatoria
(casual,
brevemente
encontrada)
con palabras
gordas
23
¡Cuánto
complace
al ser
cartesiano
diseccionar
y separar,
creyendo así
poseer algo
de lo que
llamamos
real!
Laura Sánchez Artista, fotógrafa
y encant-hada de la vida.
la información como sospecha
como todo ser viviente, mal se deja destripar sin
morir en el intento. No voy a radiografiar cadáveres; sería un sinsentido. No puedo sentar cátedra:
sería infame. Lo que voy a hacer es hablar no de
cortes, sino de grados, que como la temperatura
en un termómetro nunca marcarán dónde acaba
el calor y empieza el frío.
¿Seguimos? Bien. Pie de foto artística equivale
casi siempre a decir título; más tarde puede haber
aclaraciones, críticas o elogios, pero el privilegio (y la
responsabilidad) del primer texto lo tiene la artista
al nombrar su obra.
Algo frecuente es acompañar imágenes con la
obviedad del silencio (“Sin título”), a lo filmstills (numeración o seriación) o con la descripción pura. La
imagen pesa más que el pie. En los mejores casos
son textos descriptivos que informan sin atosigar,
librándonos de redundancias y dejando a nuestro
libre albedrío el añadido de florituras casi pedorras.
Sin embargo, es ésta una licencia sumamente arriesgada para quien no conoce bien lo que hace, y al no
tener demasiadas ganas de pensar (“yo soy artista,
que piensen los demás”) ni mucho que decir, corre
el riesgo de que su “Sin título” resulte un “Sin con-
tenido” o su “Taza de váter en casa abandonada con
perro de fondo cruzando la carretera, 2006” resulte
aburrido de puro literal. También hay títulos más
íntimos u originales, para lo que podríamos llamar
imágenes híbridas, sostenidas conceptualmente por
declaraciones de intenciones. Son obras para cuya
correcta comprensión necesitamos de los pies que
las acompañan, de otro modo herméticas, insulsas
o fragmentarias; el peso se reparte. En equilibrio
de calidades, la combinación de plástica y concepto
puede dar lugar a obras fascinantes, elevadas más
allá de la apariencia por los pájaros de la palabra.
Enamoran a primera vista y más tarde, instalado
el tiempo y el análisis, aún enamoran más. Invitan a instruirse y agrandan la mirada; son obras
despegables, llenas de niveles de lectura, docentes
inagotables. Mas la osadía acecha de cerca cuando
se intenta justificar una imagen aleatoria (casual,
brevemente encontrada) con palabras gordas. El pie
pesa demasiado, el título es demasiado “original” y
tira hacia abajo de manera irremediable, hundiendo
la imagen tras de sí. No cuela. Quizá, si el concepto
es bueno, podamos invertir en el proyecto de manera literaria, expositiva; pero desde luego será en fotografía una obra desubicada (lo que, por desgracia,
no evita que sea harto usual: lo conceptual gratuito
está muy de moda en los tiempos que corren, así
que me ahorraré los detalles).
En resumen, y como dije anteriormente, todo es
cuestión de grados. Yo diría que de grados de higiene esencial, porque, para mí, la artista, la persona,
se tiene que mojar, dejar en baño el pie (y por tanto
el cuerpo) hasta que salga lo suficientemente limpio
y claro. Con jabón del bueno y sin desodorantes que
abandonen, ya que visto lo visto y leído lo leído, parece que no tendremos más remedio que mojarnos
más, en general, si queremos que los bajos del arte
dejen de oler tan mal. Desde aquí un humilde llamamiento al colectivo artístico mundial: ¿para cuándo
un buen aseo de intenciones y metáforas?
Alerta roja
Análisis de los Informativos de Antena 3
Dentro del panorama informativo televisado, los telediarios de Antena
3 son un modelo único. No me refiero a que sean independientes,
veraces o de calidad (que para eso hay que irse a la BBC, por lo menos).
Se trata de que tienen una forma de dar las noticias que linda con el
Apocalipsis. A veces, uno no sabe si están dando noticias o leyendo
una novela de Tom Clancy.
la información como sospecha
por Arturo quirantes
ilustraciones de berberecho productions
25
V
ale, estoy de acuerdo con que las
noticias de hoy día no son para
relajarse precisamente. Aquí matan
a una esposa maltratada, allí un
borracho atropella a una vieja, en este sitio
hay medusas y en ese otro bombardean a saco.
Pero Antena 3 hace que incluso las noticias
más banales resulten tan estresantes como
la guerra del Líbano. He aquí algunas de mis
conclusiones, que seguro no difieren demasiado de las del libro de estilo de la cadena.
Comencemos por lo más cotidiano. En
mil y una ocasiones, los habitantes de una
población salen a la calle. Puede ser por los
motivos más inocentes, desde un concierto
a una fiesta popular, pasando por un mercadillo o una tomatina callejera. Para todos
esos casos, la expresión a aplicar es “tomar
las calles”. En lugar de decir que la gente se
reúne en la calle, o que sale a ella, tienen
que saltar siempre con que los ciudadanos
“toman las calles”. Ese cliché, que en mi
mente evoca a muchedumbres armadas
lanzándose al asalto del Palacio de Invierno,
se aplica en Antena 3 a cualquier reunión
pública de personas. Incluso cuando suben
las temperaturas, los turistas toman al asalto las terrazas, los chiringuitos y el paseo
marítimo. Parece que eso de salir a pasear
no suena lo bastante estresante.
Siguiente peldaño en la escala de estrés:
“la voz de alarma”. Siempre hay algún problema que se sale de madre, desde el calentamiento global al uso excesivo de videojuegos. En todos esos casos, hay que añadir la
coletilla de “los expertos dan la voz de alarma”. Normalmente es una noticia del tipo
“la actividad X está muy extendida, pero en
exceso es perjudicial”. Sustituya X por lo
que le dé la gana: obesidad infantil, comida
basura, uso del coche, videojuegos, Internet, telefonía móvil. La actividad ni siquiera
tiene por qué ser perjudicial en sí. Incluso
actividades en principio benéficas, como el
ejercicio o la dieta saludable, se convierten
en un peligro si uno se pasa de la raya. Para
probarlo, se entrevista al experto de turno,
quien afirma que, en efecto, hay casos de
gente que se pone muy malita por hacer
demasiadas mancuernas o comer brócoli
en exceso. Los joíos de los locutores juegan
en esto al despiste: X es bueno, pero también puede ser malo, a no ser que sea todo
lo contrario.
Hay matices a la regla anterior. Cuando
X es una actividad claramente beneficiosa,
como comer bífidus, la norma impone la
suave expresión “los expertos advierten del
peligro de...”, acompañado a veces de un
“no hay que bajar la guardia”, lo que puede
traducirse como “esto no tiene pinta de ser
peligroso, pero yo he visto dispararse una
escoba y mi cuñado se mató con un corcho
de cava, así que usted mismo”.
En el otro extremo, una actividad más
claramente perjudicial -digamos, la obesidad infantil- requiere una expresión del
tipo se disparan todas las alarmas. Puede
tratarse de algún suceso ocasional -que este
mes haya habido más accidentes de tráficoo permanente -que cada vez más jóvenes
se droguen-, el caso es tomar una actividad
chunga y convertirla en un jinete del Apocalipsis. Vale, que los motoristas se maten
con los quitamiedos esos es chungo, estoy
de acuerdo. Pero hablar de “disparar todas
las alarmas” cuando se matan cuatro en un
fin de semana no es más que ganas de sensacionalismo. Lo que usted y yo calificaríamos de “joer, qué chungo”, para Antena 3
es una de las señales del advenimiento del
Anticristo, por lo menos; algo que marcará
un antes y un después en la historia de la
Humanidad. Los historiadores del siglo XXX
reconocerán en las noticias de Pilar Galán
la señal que marca el declive de nuestra civilización, no me cabe duda.
Una variante especialmente apropiada
para los casos de desastres naturales es el
de “alerta roja”, o bien el de “máxima alerta”.
Ya saben, ese estado de frenética actividad
previa al lanzamiento de misiles nucleares.
Antena 3 lo utiliza para todo tipo de catástrofes: tornados, huracanes, monzones.
Pero también lo suelta sin cuento cada vez
que hay una amenaza terrorista, cuando
ETA saca un comunicado amenazador, una
banda de albanokosovares asalta otro chalet o El Solitario atraca otro banco (aunque
ahora que la Guardia Civil lo ha detenido
la información como sospecha
26
Los historiadores del
siglo XXX
reconocerán
en las noticias de Pilar
Galán la señal que marca el declive
de nuestra
civilización
podrán relajar su nivel de alerta, espero). En resumen:
“máxima alerta” es el equivalente antenatresiano del
gracioso que se acerca por detrás y grita “bu”.
Habitualmente, todos estos clichés se usan a
partir de una noticia en concreto. Puede que un día
un perro ataque a un niño. Esa noticia concreta se
convierte en una “alarmante tendencia” sin más que
echar mano de la hemeroteca y recordar que, desde
comienzos de año, los casos de este tipo han aumentado un tropecientos por ciento, con lo que los expertos dan la voz de alarma y advierten del peligro
de bla, bla, bla. De una tacada, una noticia aislada
(“puntual” dicen ahora) les ha dado para un “reportaje de investigación”, al tiempo que se han rellenado
fácilmente varios minutos del informativo. Cuando
la cosa no es tan chunga -por ejemplo, el estudio sesudo que dice que follamos poco o que nos lavamos
mal los dientes-, la tendencia pasa de “alarmante” a
“preocupante”.
Otra de las coletillas favoritas de Antena 3 es la
de la trampa mortal. Consiste, como su nombre indica, en todo aquel lugar o situación proclive a que la
gente muera, o por lo menos lo pase muy mal. Para
un muerto en carretera, su vehículo se convirtió en
una trampa mortal. Y fíjense en el matiz: no es que el
coche fuese una trampa mortal, sino que se convirtió
en una. Así se evitan que los fabricantes de coches
les demanden, al tiempo que eso les permite usar el
latiguillo en otros casos. Una puerta de discoteca, un
ascensor, un ático cerrado, un carrito de supermercado... todo puede convertirse en una “trampa mortal”.
Y claro, nadie puede contradecirles, porque la palabra
“puede” les permite introducirse en el universo de lo
hipotético impunemente. Igualito que todos esos
productos que “ayudan” a regular el nivel de colesterol: lo mismo no sirven para nada, pero ante la duda
razonable...
Otras situaciones que no llevan connotaciones
letales pueden asimismo convertirse en “trampas”,
como las retenciones en la autovía o las aglomeraciones en aeropuertos, estaciones de tren, macroconciertos o rebajas de verano. En realidad, les pegaría mejor
el apelativo de ratoneras, pero no se atreven todavía a
utilizarlo. Algún día lo harán, o si no, al tiempo.
En el apartado belicoso, las noticias no sólo han
de transmitir la idea de la violencia, sino la de violencia continuada, en una especie de rictus de desesperanza tipo “hay que ver, es que no escarmientan”.
Así se habla de “la violencia que no cesa”, en relación
con el último atentado o tiroteo en zona conflictiva, o de “espiral de violencia” en los casos en que se
han pegado unos cuantos tiros y se esperan muchos
más. Curiosamente, la espiral siempre tiene que ser
creciente, como si la violencia que sí cesa no fuese
noticia.
Y, dependiendo de qué bando haga los destrozos,
siempre hay que tomar partido, pero de modo disimulado. Si los atacantes son de los que consideramos
malos, siempre hay que hablar de un acto terrorista o
de “violencia sectaria”; si por el contrario, los destrozones son los buenos, se hablará de “respuesta” a los
ataques del pasado. En realidad, la cobertura informativa de los conflictos armados daría para un manual
de estilo entero, así que lo dejaremos por ahora.
Cuando hay que dar cobertura a crisis políticas
internacionales, Antena 3 no duda en echar toda la
carne en el asador. Si interviene algún país de esos del
llamado eje del mal, hay que sazonar la noticia con
comentarios del tipo “desafío a la comunidad internacional”. Si el problema se confina en las fronteras de
un solo país, se puede hablar de “inestabilidad en la
zona”; cuando otro país se contagia, nada como hablar de “conflicto generalizado”, o mejor aún, de que
“la inestabilidad se extiende” para dar la impresión de
una plaga que avanza inexorablemente. En lo que respecta a inestabilidad social, no hay más que hablar de
que el país está al “borde de una guerra civil”.
Y siempre, siempre, SIEMPRE hay que hablar de
Al-Qaeda cuando se mencione cualquier atentado en
el que remotamente pudieran estar involucrados uno
o varios tipos con turbante. Como en nuestros días AlQaeda es más una franquicia que otra cosa, siempre
que haya dudas sobre la autoría se incluirá eso de “según algunas fuentes” (que significa: me lo ha dicho un
pajarito) y la expresión “grupo vinculado a Al-Qaeda”.
Es mucho más emocionante y thrilling que soltar el
nombrajo de algún grupúsculo terrorista desconocido, adónde va a parar.
Cuando se trata de algún desastre natural (incendio, inundación, terremoto) jamás hay que dar la
impresión de que todo está controlado. Muy por el
contrario, la situación es caótica, los servicios de emergencia siempre están desbordados, la orografía del
terreno siempre hace muy difícil el envío de equipos
de rescate... y, como probablemente la Fox o Reuters
todavía no les habrán enviado imágenes del suceso,
hay que escudarse con un rollo sobre lo inaccesible de
la zona. En el caso de desastres nacionales, sazónese
con entrevistas a personas que siempre se quejen de lo
tarde que han llegado los equipos de extinción, listillos
que sabían cómo apagar el fuego pero no les dejaron y
alcaldes que reclamen la declaración de zona catastrófica, añádase voz en off sobre las décadas que tardará
la zona en recuperarse, lo negro que lo tienen los supervivientes, y listo. Y si estamos batiendo el récord
de hectáreas quemadas respecto al año pasado o de
muertos en accidente de tráfico, JAMÁS dejar que el
espectador lo olvide.
Cada cierto tiempo, la amenaza doméstica favorita cambia. Antes fueron los ataques de perros, las
palizas de jóvenes grabadas en móviles, la quema de
coches, los episodios de “terrorismo callejero”, etcétera.
Ahora está de moda (para nuestra desgracia) la violencia contra las mujeres: violencia machista, de género,
doméstica, llámenle como quiera. Bien, en estos casos,
el libro de estilo apocalíptico impone una cobertura
lo más morbosa posible. En primer lugar, nunca dé la
impresión de que se trata de un caso aislado y punto.
En lugar de “caso de violencia doméstica”, es preferible
decir “nuevo caso de violencia doméstica” (o “último
caso”). Eso deja un regusto a continuidad: hubo muchos más como éste, los habrá en el futuro, y les daremos cumplida información. A ser posible, inclúyanse
detalles de destino fatal. Si la víctima murió a pesar de
haber denunciado, abandonado el domicilio familiar,
obtenido una orden de alejamiento, indíquese claramente. Si, por el contrario, murió sin denuncia, sin
orden de alejamiento ni gaitas, no se moleste en co-
27
Siempre hay
que hablar
de Al-Qaeda
cuando se
mencione
cualquier
atentado en
el que remotamente pudieran estar
involucrados
uno o varios
tipos con
turbante
b) Tornados, por supuesto también en Estados
Unidos. A veces hay suerte y encuentran algún tornado pequeñito en Almería o Tarragona, pero en
cualquier caso siempre nos quedará Kansas.
c) Inundaciones torrenciales, incendios espectaculares, erupciones volcánicas y demás fenómenos meteorológicos llamativos. En caso de sequía
(informativa), sirve cualquier noticia espacial, como
el descubrimiento de un planeta que a nadie le importa; con que incluyan gráficos por ordenador de
la NASA, ya vale. Si no hay otra cosa, podemos echar
mano a la invasión de medusas, topillos, langostas
saharianas o piojo verde.
Todo ello con el propósito de que el espectador
se sienta a) alucinado por lo visto, b) agradecido por
no haberle caído ninguna desgracia encima, y c)
confiado en que ha visto un gran despliegue informativo.
Lo gracioso es que, tras treinta minutos de sucesos e imágenes capaces de cortarles la digestión al
más pintado, al final los telediarios de Antena 3 rematan la faena con su noticia gastronómica. No sé
cómo, pero siempre se las apañan para incluir una
noticia sobre alimentación. Puede ser un estudio sobre hábitos, un congreso de cocineros, unas fiestas
populares o las típicas noticias tipo “la cocina española triunfa en Estados Unidos”, lo que traducido
viene a decir: seremos el culo del mundo, pero a los
californianos les encanta nuestra paella, lo que demuestra que somos un país puntero, vanguardista
y chiripitifláutico a más no poder. Yo tengo la hipótesis de que el director de informativos de Antena 3
pasó mucha hambre de pequeño y está obsesionado
con el tema. ¿Alguien me lo explica?
la información como sospecha
mentarlo. Total, eso de morir a pesar de cumplir con
todos los pasos del anuncio del Ministerio impacta
más, y es de lo que se trata.
El estilo “crónica de una muerte anunciada” es
asimismo asimilable a otro tipo de desgracias. Si hay
un accidente en un paso a nivel sin barrera, incluyan
todo tipo de testimonios sobre accidentes pasados,
proyectos de reforma que llegan demasiado tarde o
casos similares en otros pueblos. Sobra gente deseosa
de contarnos cómo ellos ya lo veían venir, así que ¿por
qué no aprovecharse? Así el presentador de turno podrá ofrecernos ese aspecto compungido mientras declara lapidariamente que la tragedia “podía haberse
evitado”, y son el contrapunto perfecto a la bonita estampa del delegado del gobierno intentando esquivar
balonazos.
En el apartado “imágenes espectaculares”, los
informativos antenatresianos aprovechan para colarnos todo tipo de videos cortos estilo “YouTube que lo
flipas”. La mayoría de ellos suelen provenir de Estados
Unidos, y no sirven más que para mostrar virguerías
antes de los deportes. Y, por supuesto, cuanto más impactantes, tanto mejor. Pueden clasificarse en:
a) Persecuciones policiales en algún lugar de Estados Unidos. No importa que el perseguido huyera
para no pagar una multa de tráfico, o que las imágenes sean de hace dos años. Queda bonito, así que
a la saca. Se dará preferencia a las imágenes desde
helicóptero, aunque valen también las de la cámara
del propio policía perseguidor. Hay mención de honor para el negro pegando una paliza a una anciana
neoyorquina, el tribunal de justicia que se convierte
en un campo de batalla y escenarios tipo “sin rastro”
en general.
Arturo Quirantes
(Granada, 1966). Profesor
de física en la Universidad
de Granada. Creador
del Taller de Criptografía
(www.cripto.es). E-mail:
[email protected]
28
la información como sospecha
Fábula del espía
Kapuscinski
Cuatro meses después de su
muerte, el periodista polaco
Ryszard Kapuscinski (19322007) fue acusado por el
seminario ‘Netweek’ de haber
pertenecido a los servicios
de espionaje del gobierno
comunista de su país durante la
etapa más caldeada de la llamada
Guerra Fría.
por paco inclán
Ilustración de Fernando Vicente
N
o entraré en divagaciones sobre
la veracidad de esta noticia, más
cuando el propio implicado ya
no puede defenderse de dichas
acusaciones. Sin embargo, la mera suposición de que pudo haber sido un agente
comunista disfrazado de sagaz periodista
me ha servido para releer su extensa obra
en clave de espionaje. Y la he disfrutado
más que antes.
Reconozco que en los cinco años en la
facultad de periodismo no le tuve mucha
estima a Kapuscinski. Se me hacía un autor latoso con reportajes empíricos perdidos en anécdotas personales, a la manera
de esos amigos que parece que se van de
vacaciones a lugares remotos sólo para
poder narrarlas en soporíferos mensajes
de e-mail. Claro que también fueron aquellos años juveniles en los que una postura
iconoclasta me llevó a negar los preceptos
establecidos en el periodismo, entre los
cuales estaba ese
que definía a Kapuscinski como
“maestro del reportaje”. Abandonada aquella etapa de insurgencia contra los cánones impuestos por
los dinosaurios del gremio, me he acercado de manera más receptiva a la lectura
de sus reportajes: ‘El emperador’, ‘La guerra del fútbol’ y ‘El imperio’, entre otros.
Para lo cual me ha ayudado el hecho de
imaginar que Kapuscinski fuera realmente un espía: he tratado de leer entrelíneas,
buscar posibles mensajes encubiertos en
claves secretas o imaginarlo inmiscuido
en tramas conspirativas contra gobiernos
africanos. Es decir: le he buscado tres pies
al gato (y casi me salen cinco).
Aún así, no niego que resulta complicado defender la tesis de que Kapuscinski fuese realmente un agente secreto; al
parecer, se vio obligado a enviar informa-
ción a los servicios polacos de espionaje
para poder desarrollar su trabajo periodístico. Hay que recordar que, entre 1958
y 1981, Kapuscinski trabajó como corresponsal en el extranjero para la Agencia de
Prensa de Polonia, dependiente del Estado, lo cual le permitió estar presente en
la mayoría de conflictos del planeta, especialmente en los del continente africano.
En el libro ‘Los cínicos no sirven para este
oficio’, el autor responde de manera ambigua a la pregunta concreta de cómo fue
su relación con los regímenes políticos de
Europa del Este. Eran años de Guerra dizque-Fría y era obligatorio que cualquier
periodista que saliera de Polonia tuviese
que colaborar con su gobierno, enclavado
en el bloque soviético. Y el camarada Rys-
29
zard no fue una excepción. Sin embargo, según se
afirma en los archivos del Instituto de la Memoria
Nacional, los informes que enviaba a los servicios
de espionaje de su país resultaban más bien insustanciales: “Durante su colaboración ha demostrado
mucha voluntad, pero no ha aportado documentos
significativos”. Para siempre quedará la duda de si
realmente fue un torpe confidente o tuvo la suficiente habilidad para sortear sus obligaciones con
los servicios secretos.
Sospechas y reticencias
la información como sospecha
Kapuscinski
mostró una
habilidad admirable para
encontrarse
siempre en
el ojo del
huracán, en
el meollo del
asunto, donde se parte
el bacalao
Los que se niegan a aceptar las imputaciones postmortem vertidas sobre Kapuscinski, lo describen
como un periodista honrado, ecuánime y con una
pasión insobornable por la verdad. Ok, de acuerdo.
Sin embargo, esa misma dificultad para creerse
que pudiera ser un agente secreto lo convierten en
serio candidato a serlo. Al fin y al cabo lo primero que se le pide a un espía es que no le note, si
no... ¡vaya piltrafa de confidente!, ¿no?. Y es que,
puestos a ser mal pensados, resulta sorprendente la vasta información que Kapuscinski manejaba sobre la realpolitik africana de aquellos años.
Africa vivía un supuesto proceso descolonizador,
que nunca llegó a consolidarse. Las potencias extranjeras luchaban por el control ideológico de
las elites locales, para seguir dominando a unos
países cuya proclamada independencia resultó ser
una tapadera. El territorio africano sufrió entonces un boom mediático por el constante trasiego
de diplomáticos, mercenarios, corresponsales y
espías occidentales, en búsqueda de información
que les sirviera para meter mano en el gran botín
africano. Todavía hoy, las enclenques democracias
africanas se ven afectadas por las multinacionales,
con suficiente capacidad para derrocar e instaurar
gobiernos afines a sus intereses económicos. En su
libro ‘El emperador’ –sobre el monarca etíope Haile Selassie- Kapuscinski destapa con estas palabras
al corresponsal de guerra Ivo Svarzini: “Un grecoturco-chipriota-maltés que oficialmente trabajaba
para una agencia (de prensa) fantasma, la M.I.B.,
aunque de hecho lo hiciera para los servicios secretos de la empresa petrolífera italiana E.N.I”. Hasta
los profetas y brujos se convertían en informantes
gracias a sus conjuros y hechizos. En su reportaje
‘Nigeria, verano del 66’, Kapuscinski desvela que
profetas locales tenían la capacidad de vaticinar
con anterioridad sucesos políticos que alterarían
la realidad política del país. “El profeta –escribe Kapuscinski- se dirigió a la residencia del entonces
presidente Aguiyi-Ironsi para prevenirle del peligro
que se cernía sobre su cabeza. Huelga decir que
dos semanas más tarde el general fue secuestrado y asesinado (...) El primer golpe de estado de la
historia de Nigeria también fue vaticinado por un
profeta”. ¿Cómo? ¿Espías confidentes haciéndose
pasar por hechiceros chivatos?
En este contexto conspiratorio, Kapuscinski
mostró una admirable habilidad para encontrarse
siempre en el ojo del huracán, en el meollo del
asunto, donde se parte el bacalao: se entrevista con
los principales mandatarios, acude a las cumbres
de gobernantes africanos, tiene acceso a secretos
palaciegos que escucha a través de intramuros; en
definitiva, se pasea por las altas esferas africanas
como Pedro por su casa. Algo que se le exige a
un periodista de alto rango. También a cualquier
espía que se precie. Y es que resulta sorprendente
su capacidad ¿intuitiva? para estar presente en las
zonas de conflicto en el lugar justo y el momento
adecuado. ¿Cómo lo hacía sin estar enterado de
antemano? “Por pura casualidad, llegué a Dahomey en el momento de un golpe de estado”, escribe en uno de sus reportajes.
Por otra parte, al contrario que el escritor alemán Gunter Grass sobre su recientemente destapado pasado nazi, Kapuscinski nunca escondió
su adhesión juvenil al sistema comunista. En ‘La
ofensiva’ –crónica sobre la guerra del Congo- reconoce haber pertenecido a una organización
juvenil roja desde los dieciséis años. “Organicé
manifestaciones de solidaridad con los pueblos de
Corea, Vietnam y Argelia, con todos los pueblos
del mundo. Sacrifiqué más de una noche pintando pancartas”, escribe. Además, en sus reportajes
sobre los conflictos africanos, siempre se puso del
lado de los movimientos de liberación, en aquellos
años casi siempre respaldados por los gobiernos
del bloque soviético. Y tampoco esconde sus simpatías por los líderes revolucionarios, como el congoleño Lubumba o el mozambiqueño Milinga Milinga, secretario general del Frente de Liberación
de Mozambique. En una carta –publicada bajo el
epígrafe de ‘La boda y la libertad’- Milinga(bis) le
solicita colaboración económica para poder pagar
a los familiares de su novia una cantidad de dinero para que autoricen su matrimonio. ¿Qué? ¿Un
periodista polaco pagándole la dote al dirigente
de un grupo revolucionario mozambiqueño? ¡Esto
me suena a colaboración con banda armada! ¡Aquí
hay gato encerrado! (¡y dále con el gato!) ¡Desviación de fondos! ¡Mensajes encubiertos! ¿Kapuscinski espía? ¡A la hoguera!
Perdón, perdón, que me enciendo. Tampoco es
para tanto. Pero entenderán que la presencia en
África de un hombre blanco con cara de bonachón
recopilando valiosos datos en una lengua extraña
(con el supuesto objetivo de informar sobre lejanas guerras a ciudadanos de un país europeo de
segunda línea) olía a chamusquina. También en
Latinoamérica. En su conocido reportaje ‘La guerra del fútbol’, el propio Kapuscinski relata que su
presencia en el conflicto entre Honduras y El Salvador incomodaba a los ejércitos de ambos países;
en aquel momento, los gobiernos centroamericanos se lanzaban acusaciones cruzadas de colaboracionistas con los soviéticos, por lo que la “caza
al confidente” convertía a un desvalido periodista
polaco –único procedente de un país comunista
acreditado en la zona- en susceptible delator. En
su crónica ‘La ofensiva’ narra los apuros –por decirlo de alguna manera- que vivió en las calles de
Kinkhasa cuando un grupo de milicianos rebeldes
lo tomaron por espía. Fueron minutos de confusión y malentendidos que se solucionaron cuando
Kapuscinski y un periodista checo se hicieron pa-
30
la información como sospecha
sar por ciudadanos árabes simpatizantes
del idolatrado líder egipcio Gamar Abdel
Nasser.
Siguiendo con la suspicacia (¿o será
perspicacia? ¿urticaria?), sorprenden las
minuciosas descripciones que Kapuscinski hace de algunos de los lugares que
visita y de las personas que va conociendo durante su labor periodística, lo cual
podría ser interpretado como mensajes
dirigidos a los servicios de espionaje del
bloque comunista. En una pequeña crónica titulada ‘La Fortaleza’, describe detalladamente el State House, portentosa
edificación (ubicada en Accra, capital
ghanesa) que sirvió para un encuentro
de varios líderes africanos celebrado
en 1966. Y el omnipresente Kapuscinski también estaba allí para contarlo.
“El edificio está ideado y construido de
tal manera que, una vez franqueada la
puerta de entrada, uno siempre se ve
protegido por un muro,... el edificio está
construido de acuerdo con el modelo
de la matrioshka rusa: la muñeca más
grande tiene en su interior una más pequeña, ésta a su vez otra más pequeña
aún, y así sucesivamente (...) detrás de la
misma pared hay una segunda, detrás
de la segunda una tercera, y en medio
una suite”. Una información demasiado
precisa que pudiera haber sido utilizada,
por ejemplo, para llenar de micrófonos
el lugar del encuentro. ¿Me siguen?
Y oigan, ¿no les resulta extraño que el
osado Kapuscinski se esperara al derrumbe del comunismo para relatar con insania
las miserables condiciones de vida de los
habitantes de la extinta Unión Soviética?
En 1993 publica ‘El imperio’, un libro de
crónicas de viaje en el que el periodista ataca despiadadamente al destronado poder
sovietico y en especial a los servicios del
NKVD, antecesor de la temida KGB. Eso se
llama hacer leña del arbol caído. Durante
cuarenta años de oficio, Kapuscinski eligió
apartados territorios como escenario de
sus agudas crónicas, quizás para escapar
de la rigidez de las instituciones comunistas de su país, de las que de algún modo
formaba parte como corresponsal de la
agencia estatal de noticias. Y hasta donde
yó sé, siempre prefirió despotricar contra
los gobiernos del Congo, Etiopía o Irán que
contra el suyo propio o el de sus vecinos
rojos. Su postura anti-comunista llegó a
destiempo, como si el periodista-¿espía? se
hubiese querido extirpar las propias culpas
vertiéndolas en acusaciones ajenas. ¿Para
que la Historia le pillase confesado?
Aquí acabo, que esto de conjeturar
conspiraciones puede resultar un trabajo
desquiciante: uno puede acabar defendiendo una tesis contraria a la hipotesis
de inicio. Por si acaso, insisto en que no se
trataba de demostrar que el periodista Kapuscinski colaboró como agente secreto
del gobierno comunista polaco. Sinceramente, es un asunto que me importa un
cacahuate. Eso sí: les recomiendo que lo
re-lean como si realmente lo hubiese sido.
Porque, de ser cierto, fue el soplón perfecto: detallista, ubicuo, metiche, impoluto
y astuto. Así pues, mis respetos al colega
Kapuscinski, maestro del espionaje. ¿He
dicho espionaje? Perdón, quise decir reportaje.
Paco Inclán es editor de
la revista Bostezo. E-mail:
[email protected]
Policía de Bolivia
Fotografía de Reyes Sedano
“Los policías del Estado de
Bienestar 2.0 serán invisibles”
Entrevista con Antonio Martín Palau, investigador del
Nanotechnology Institute de Carolina del Norte
Antonio ha vuelto a Rafelbunyol por vacaciones. Salió de allí hace más
de quince años, con una beca Fulbright con destino a los Estados Unidos, a
estudiar la carrera de Físicas en la Universidad de New Jersey State. Desde
entonces, sólo regresa en Navidad y “algún verano en el que aprovecho
para viajar por Europa”. Ahora forma parte de la Unidad de Óptica de
Nanomateriales del Nanotechnology Institute de la Universidad de Duke,
en Carolina del Norte. Su grupo pertenece a un consorcio investigador (en
el que también participan el Imperial College de Londres y el Seoul Institute
for Technology Development) para el desarrollo de nanomateriales
invisibles y sus posibles aplicaciones. Esencialmente, Antonio y su grupo
enlazan elementos de cobre con anillos de fibra de vidrio, que forman
un manto que permite la invisibilidad del objeto que recubre. Una capa
invisible. Sí, eso que sirve por igual al voyeur y al criminal, según atestigua
la iconografía de la cultura popular de los últimos doscientos años.
la información como sospecha
por daría barbate
periodista científica
32
bocadura del río no puede deducir a simple vista, no puede “ver” si el obstáculo
existe aguas arriba, porque la corriente es
única otra vez. Nuestra unidad se encarga de diseñar los ensayos para probar los
materiales que la unidad de John Pendry,
del Imperial College de Londres, diseña.
Pendry es la estrella de todo el proyecto,
el que sale en los suplementos de ciencia
de los periódicos y en Internet.
Estamos en casa de sus padres, en el
salón, tomando café. A través de la
ventana se escuchan los coches de la
autovía del Mediterráneo. “Cuando me
fui de España no habían acabado la
autovía. El país, Valencia, este pueblo...
han cambiado mucho en los últimos
10 años”, dice Antonio. Pues nosotros
somos casi los mismos, le respondo.
¿No será que es el mundo el que ha
cambiado y nos ha arrastrado detrás?
la información como sospecha
¿Qué aplicaciones tiene vuestra investigación sobre la invisibilidad?
Eso precisamente es lo que debe estar
decidiéndose ahora mismo. Nosotros hemos hecho la investigación básica, la que
ha probado que la tecnología de la invisibilidad es posible y puede reproducirse
industrialmente. Pero apenas hemos trabajado con un cilindro de dos centímetros de longitud. Ahora falta el desarrollo
que convierta esa tecnología básica en
productos comercializables. Quien quiera
abordar ese desarrollo deberá comprar
nuestras patentes. Estamos negociando
con muchos compradores.
Antonio Martín Palau
¿Materiales invisibles?
Publicamos el artículo en ‘Science’, en junio de 2006: está en la web, todo el mundo lo puede buscarlo en Google, ‘Controlling electromagnetic fields’.
¿Pero es ya posible?
No. Pero lo será en los próximos cinco
años, con una probabilidad del 95%. En
mi opinión, antes.
¿Y tú que tienes que ver con esto?
Estoy en el grupo del instituto que se en-
Fotografía de Sara Azorín
carga de la visibilidad, de senior researcher. Me encargo principalmente de los
ensayos de espectro.
¿Eso qué es exactamente?
Nuestra estrategia para abordar la invisibilidad es que la luz rodee al objeto. Imagínate que un material posee una distribución atómica especial que provoca que
la luz se deslice sobre él. Es como cuando
un río rodea un obstáculo, se desvía a los
lados y se vuelve a unir en una sola corriente; quien esté situado en la desem-
Pero muchas de vuestras instituciones
son públicas, pagadas con el dinero de
los contribuyentes norteamericanos,
ingleses y coreanos. ¿No tienen ellos
nada que decir acerca de las futuras
aplicaciones de la invisibilidad? Además, con este tipo de avances tecnológicos, que tarde o temprano nos afectaran a todos, parece lógico pensar
en una especie de consenso emitido
por una institución representativa del
conjunto de las naciones.
Pues no existe nada similar. Para Ciencia y
Tecnología la ONU tiene un departamento
con alguna influencia en fármacos, pero
no han tratado nunca nada como lo nuestro. El acta Bayh-Dole, aprobada en USA en
1980, y sus equivalentes legales en otros
países permiten a las universidades vender las patentes generadas con recursos
públicos, y eso es lo que vamos a hacer. Por
ejemplo Wal-Mart, la cadena de supermercados, está muy interesada en aplicaciones de la capa invisible para la vigilancia
de pequeños hurtos en sus establecimien-
33
tos. Por lo visto, estos robos les hacen perder unos
ochocientos millones de dólares cada año.
¿No es peligroso permitir que empleados de
una empresa puedan vigilar tus movimientos
sin que tú lo sepas?
Bueno, Wal-Mart sabe que su inversión puede malograrse si en Estados Unidos se genera una nueva
jurisdicción para el control de la producción y venta de capas invisibles. Una jurisdicción parecida a
la que reglamenta la posesión de armas en algunos
países europeos, como Reino Unido e Italia, donde
hay que aportar pruebas razonables de la necesidad de portar un arma y pasar una entrevista en
los juzgados. En este sentido, se están pensando en
licencias de patentes especiales para fines sociales,
como la vigilancia de psicóticos y paranoides que
no toleran el cuidado presencial.
nanciado con fondos públicos. En Venezuela está
pasando precisamente eso con la gestión de las
numerosísimas empresas públicas que producen
innovaciones.
Hugo Chávez no es Occidente, es un aledaño a Occidente, un periférico que incordia. Lo que quiero decir
es que no se puede recuperar lo que ya está en manos
de las empresas, pero aún es posible atrincherarse en
los servicios que todavía hoy son públicos. Y tras el
triunfo de la sanidad privada en los Estados Unidos,
los únicos servicios realmente públicos son los servicios de coerción ejecutiva: la policía y el ejército.
Imagínate la posibilidad de que existieran empresas
de mercenarios y guardaespaldas invisibles a sueldo,
algo que los americanos ya han intentado en Irak con
medios de coerción convencionales. El enorme potencial de la invisibilidad puede revertir esa aún débil
tendencia a la liberalización de la coerción.
Tras el triunfo de la sanidad privada en los Estados Unidos, los únicos
servicios realmente públicos son los servicios de coerción ejecutiva: la
policía y el ejército
¿Y eso por qué? La democratización de la tecnología es lo único que justifica el concepto de
progreso. El coche en 1890 era un privilegio de
multimillonarios excéntricos; Henry Ford consiguió que cualquier ciudadano pudiera trasladarse regularmente a largas distancias mediante
una inversión asequible. En 1959, el presidente
de IBM predijo que en todo el mundo sólo existiría mercado para cinco computadoras; hoy cualquier desempleado puede entrar en Wikipedia.
Sí, pero la propiedad privada implica competencia
en precios o en calidad, y eso a su vez implica diversidad en la oferta: siempre habrá quien quiera
ofrecer un producto mejor o más barato. También
pasará con las capas invisibles, que además pueden
complicar mucho la existencia de testigos en contenciosos penales. En general, yo creo que la privatización de la producción y de casi todos los servicios
es un hecho irreversible. Nadie se plantea ya en Occidente el modelo de las empresas públicas, como
hasta hace muy poco tiempo era Telefónica.
Pero parece lógico que sea una empresa pública
la que gestione la aplicación de un invento fi-
Pero eso puede derivar en el aumento del poder de vigilancia del Gobierno, en un Estado
policial...
Si el Estado no se hace fuerte, otros usurparan sus
competencias. Nadie discute ya que el Estado del
Bienestar 2.0, un concepto que ha propuesto un
politólogo de mi propia universidad, debe apoyar
decididamente a la corporación privada. Las empresas se han convertido ya casi en una categoría
biológica. Pero, en mi opinión, no podemos permitir que regulen todas y cada una de las relaciones
de la comunidad global. Si las aplicaciones coercitivas de las capas invisibles son liberadas al mercado, simplemente engullirán a sus equivalentes
públicos. La noción misma de poder estatal se verá
amenazada. La policía del Estado de Bienestar 2.0
será invisible... o no será: la sustituirán hordas de
matones invisibles.
Se hace de noche. Antonio y Jaime Martín, su
padre, se van al Mestalla a ver al Valencia. Antonio se vuelve a Carolina del Norte la semana que viene. “Los norteamericanos saben vivir
dentro de sus casas, pero les cuesta compartir
un espacio colectivo. Eso tiene sus partes buenas –las casas son muy agradables- pero a veces
echo de menos pasear por un paisaje urbano,
como aquí. Allí pasear por la ciudad no tiene
alicientes y además puede ser peligroso”. Tal
vez deje de ser peligroso muy pronto, cuando la
policía secreta sea secreta de verdad. Mientras
transcribo esta entrevista hablo con un amigo,
que me manda por mail un poema de Vladimir
Holan sobre la invisibilidad, escrito en 1943. Se
titula ‘Cada uno’: “Cada juicio es un juicio invisible/ de nuevo el alma/ alimenta la mano del
verdugo”.
la información como sospecha
No parece muy buena idea ponerle un vigilante invisible a un paranoide. En cualquier caso,
parece lógico que la propiedad de estos descubrimientos pase pronto a manos estatales. Las
aplicaciones más inmediatas que se me ocurren
son las relacionadas con el control y con la coerción. Con la policía.
Y con el ejército. La invisibilidad del control y la coerción será científicamente posibles dentro de muy
poco. Pero, en mi opinión, que el Estado se haga con
el monopolio de las capas invisibles es el mejor de
los escenarios posibles.
34
la información como sospecha
Periodismo de investigación:
Autopsia de un maniquí
indeseable
“Hay dos clases de escritores: los que colaboran en la enciclopedia
Salvat y los que no. Hay otras muchas dos clases de escritores: los que
van a la cárcel y los que no; los que son maricones y los que no; los que
serenan el alma de los televidentes españoles y los que no”
Manuel Vázquez Montalbán
Prólogo a ‘Baladas del dulce Jim’, de Ana María Moix (1969)
por Pablo Santiago
Ilustraciones del Sr. García
M
anuel Vázquez Montalbán (19392003) escribió ‘Informe sobre
la información’, en 1963, en la
cárcel. Muchos de sus postulados
(como el de la progresiva concentración
de medios que anula cualquier intento de
periodismo independiente) siguen vigentes.
Yo no tengo ni tanto espacio ni tanto talento
como él para hacer algo similar sobre el periodismo de investigación en este país. Quizás
debí hacer caso en su día a aquel delegado
de Europa Press para el que trabajaba: haz
una revista gastronómica. Montalbán, como
un Álvaro Cunqueiro catalán, también se
dedicó a la gastronomía, la única disciplina virtuosa con la cual consolarse tras los
sinsabores de ver, oír y contar.
Los periodistas somos gastrónomos
caninos. El lema “perro no come carne de
perro” se respeta, como todo, sólo si interesa. Quizás estas líneas debería escribirlas un profesor universitario, o un académico, tan dados a analizar, cogiéndosela
con papel de fumar, las distintas castas de
periodistas. Podría recomendarles algunas tesis doctorales –las hay muy buenas
y recientes- y unos cuantos libros para explicarles en qué consiste el periodismo de
investigación, pero no es el caso. Me han
propuesto un ejercicio de egolatría. Sea.
Comamos carne de can.
En 1996, el periodista David Randall,
de The Observer, recomendaba en su libro ‘El periodista universal’ que, al lado
de su editorial, los periódicos pusiesen:
“Este diario y las miles de palabras que
contiene han sido producidos en unas
quince horas por un grupo de seres humanos falibles, que, desde despachos atestados, tratan de averiguar qué ha ocurrido en el mundo recurriendo a personas
que, a veces, son remisas a contárselo y,
35
Hacer periodismo de
investigación no es
limitarse
a contar lo
que pasa,
sino intentar averiguar por
qué pasa, y
por qué va
a volver a
suceder
to, ilusionado, animoso, medianamente culto y con
alma libre que se dedicase al periodismo. A ningún
tipo de periodismo salvo, quizá, al cultural, que es el
que más me gusta y el que mejor hago. Es un oficio
terrible y esclavo en el que los éxitos duran lo que
dura un periódico, pero los fracasos permanecen
durante meses o años. Es un oficio en el que, como
hubiera dicho Rubén Darío, hoy dominan “la envidia, la saña y la ira”. Un oficio en el que te obligan a
ser servil y obediente con los jefes, que a su vez son
serviles y obedientes con los dueños. Un oficio detestado por la mayoría de los ciudadanos, que confunden (no pueden hacer mucho más) a los periodistas
de verdad con especímenes repugnantes como Mariñas, Lidia Lozano, la Patiño, todos sus congéneres
de la prensa carroñera (ellos la llaman de “información social”, qué asquerosa falta de vergüenza) o los
pobres becarios y becarias a quienes pagan miserias
por meterle el micrófono en la boca a la Pantoja,
al Cachuli o a semovientes de la catadura de Belén
Esteban o Paquirrín. El chaval ilusionado que quiere
trabajar en un periódico para contarle a la gente lo
que ésta no sabe no tardará en destrozarse la moral
cuando se dé cuenta de que todo el mundo, quizá
hasta su madre, diga la famosa frase que yo jamás
he podido soportar: “Es que vosotros, los periodistas...” Como si todos fuésemos Mariñas, o Pedrojota,
o Losantos. No. He dedicado los mejores años de mi
vida, mis mejores ilusiones, mis mayores esfuerzos,
a una mentira irresoluble. Mi único consuelo ha sido
que sólo a veces, muy de tarde en tarde, se parecía
a lo que yo soñaba de crío que debía ser. Es posible
que tenga que padecer esto algunos años más, pero
no se me puede pedir que sea tan hijo de puta como
para recomendarle a nadie, a ningún chaval que se
parezca a lo que yo fui, que malgaste su vida y sus
luces en lo mismo en que las he malgastado yo. Es
preferible ser jefe de prensa de cualquier ministerio o de cualquier banco.”
Este mismo periodista, del que omito el
nombre porque corren malos tiempos para el
divismo, intentó publicar algo en su día sobre
mi caso1. “No me dejaron. No eran buenos tiempos, según mi director, para meterle el dedo en el ojo
a según qué jueces y abogados. Eso fue todo. Llegaron
a pedirme que les demostrara yo que tú eras inocente. Vamos, que no hubo manera”. Estas sinceras declaraciones me dan pie para la siguiente reflexión:
¿Tiene que ser el periodista de investigación policía,
juez, detective y confesor? ¿O se debe limitar a contar
lo que ve en los sitios donde se puede introducir, con
las estratagemas que considere oportunas? Erigirse
en juez es un defecto en el que caemos fácilmente.
Nosotros, que solemos ser legos en derecho. Que
no publicamos nada a la mínima amenaza judicial,
porque sabemos en qué clase de “Estado de Derecho” estamos y qué jueces alejados de la realidad y
1
El autor pasó tres años (2004-2007) en prisión. Su minuciosa labor de periodista de investigación sobre las
redes de pederastia –reflejada en su libro ‘Alicia en el
lado oscuro’- fue la excusa para que un juez lo acusara
de pederasta.
la información como sospecha
otras, contrarias a hacerlo. Su contenido está condicionado por valoraciones subjetivas realizadas
por periodistas y jefes de redacción, influidos por
su conocimiento de los prejuicios del director y los
propietarios. Algunas noticias aparecen sin el contexto esencial, ya que éste les restaría dramatismo
o coherencia, y parte del lenguaje empleado se ha
escogido por su impacto emocional y no por su precisión. Algunos reportajes se han publicado con el
único objetivo de atraer a anunciantes». Randall es
en este libro un pelín paternalista. Quizás a ustedes
como lectores les interese eso de las quince horas, si
son sindicalistas. Sé que les importa una higa lo que
nos pase a los periodistas. En el prólogo que Joaquín
Estefanía le hizo al libro cuando se publicó en España apunta que una de las primeras normas de ética
es no extraer información a la gente mediante engaños. Quizás por eso Joaquín Estefanía nunca hizo
periodismo de investigación, sino de dossier. Que no
es lo mismo. Las encuestas –electorales, pero sobre
todo las relacionadas con aspectos de la vida privada, como el sexo- revelan que la mayor parte de los
encuestados mienten. Así que vayan ustedes buscando la verdad por ahí con una alcachofa en ristre
y el carnet de periodista en los dientes. Encontrará
esa superficialidad de la que se nos acusa tantas veces, y con razón. Hallará estadísticas, que, como dijo
Samuel Clemens, son la tercera clase de mentiras.
Randall tampoco es amigo de usar citas. Aprovecho su consejo para insertar una de Arcadi Espada:
“Cualquiera puede hacerse pasar por una mierda”.
La publicó en su blog y se refería a un reportaje de
una periodista que se había puesto un burka y hecho pasar por musulmana. Espada, con el tiempo,
acabó cayendo en su frase: cualquiera puede hacerse pasar por político.
A ustedes, como lectores, no les interesa lo que
nos pasa a los periodistas. De hecho, nos odian. En
España es una de las profesiones peor valoradas, a
veces incluso por debajo de la de político. Políticos,
periodistas, putas y peluqueros: nadie nos entiende.
Todos manejamos información parecida y no sabemos bien a quién contársela, ni cómo hacerlo.
Pero no se preocupen, nosotros también
nos odiamos a nosotros mismos. Para
ilustrar este autoodio, les transcribo la
respuesta de un periodista bregado, con
cinco lustros de ejercicio a sus espaldas,
a mi pregunta: “¿Recomendarías a algún periodista dedicarse a esto?”:
“Siento decir esto pero, tal y
como están hoy las cosas, jamás
recomendaría a nadie hones-
36
ajenos a ella tras oposiciones inhumanas
nos juzgan. Jueces conservadores en su
mayor parte, pues tienen un sueldo y una
posición social que conservar.
la información como sospecha
Periodismo incómodo
Para algunos, el periodismo de investigación tiene que tener ingredientes diferenciadores para ser calificado así. Que se
aborde algo de especial relevancia para el
público, que sea algo original, e incluso
que contenga algún elemento secreto
que alguien no quiera que salga a la luz.
Quien sostiene esto, o no ha leído jamás
los mitos griegos, o no conoce la expresión “nihil novum sub sole”. Yo escribo sobre lo que me interesa a mí, que no dejo
de ser una parte del público. ¿Quién conoce al público? Yo no. ¿Quién dice lo que
tiene especial relevancia? En la mayoría
de los países, los políticos y los reporteros seguidistas. En cuanto a lo del secreto:
sólo por el hecho de escoger sobre lo que
quiero escribir, ya estoy tomando partido,
ya estoy posicionándome. No es necesario
que sea secreto.
Hacer periodismo de investigación no
es limitarse a contar lo que pasa, sino intentar averiguar por qué pasa, y por qué va
a volver a suceder. Por eso mismo muchas
veces es el propio periodista el que activa
la información, el que mueve los cables
para que se genere la conexión informativa que busca y que quizás no se había visto antes. Por ello a menudo “nos hacemos
pasar por una mierda”. Fue lo que hizo en
su día Günter Wallraff para escribir su libro ‘Cabeza de turco’. Para abordar ciertos
asuntos, uno tiene que convertirse en un
indeseable. Aún a riesgo de que lo tachen
de delincuente, Wallraff llegó a convertirse
en periodista, qué ironía, para investigar
a sus propios compañeros, al infiltrarse
en el periódico ‘Bild Zeitung’ y denunciar
desde dentro sus tejemanejes amarillistas
y su fórmula “sangre y sexo” para vender
ejemplares. Algo que nunca lograremos
erradicar en las redacciones de los medios
con la excusa de que lo pide ese público
que nadie conoce. Wallraff hacía periodismo de perro guardián, imitaba los métodos de los muckrakers, aquellos escritores, periodistas y críticos del siglo XIX que
denunciaron la situación de la infancia,
de los psiquiátricos, de los asilos, de las
chabolas, de las minas, de las cárceles o de
las fábricas.
Aunque
nunca se
les cite, también fueron periodistas
de investigación Emile
Zola en ‘Germinal’, Cèline en
‘Viaje al fin de la noche’ o Félix
Salten en ‘Josefine Mutzenbacher’. Zola
con los mineros, Cèline con la guerra y
Salten con la prostitución infantil escribieron libros basados en lo que vieron o
les contaron. Novelas, casi ensayos: quizás
el único formato válido para este tipo de
reporterismo. Hizo periodismo de investigación el filósofo Foucault, para su ‘Historia de la locura’ y reto a los periodistas
españoles a que escriban, como hizo él,
sobre la corrupción en las cárceles. Pero
desde dentro.
Los periodistas de investigación no somos nada originales, no publicamos nada
secreto: sólo vemos cómo evolucionan los
temas de siempre en nuestra época. Todos
investigamos sobre un tema central, con
múltiples derivadas: la explotación y el
abuso del hombre por el hombre. El paradigma de Thomas Hobbes en su ‘Leviatán’
(el hombre, lobo para el hombre). Pero los periodistas no
somos filósofos, aunque sí
cínicos (cínico viene de perro). Somos más domésticos: el hombre es un
perro para el hombre. Y
la vida es muy perra.
No gusta lo que escribimos. La
verdad, la realidad si quieren, es bastante dura. A lo largo de los años que
investigué para ‘Alicia en el lado oscuro’ vi
una parte de esa realidad. En textos, fotos
y vídeos: fui un privilegiado gracias a Internet. No tuve que salir de casa. Aunque la
policía se ocupó de difundir que había ido a
Tailandia, a Cuba y a Camboya. Quizás otra
buena tarea de los periodistas de investigación en este país, si aún existen, sería conocer quiénes redactan los comunicados de
la policía y la guardia civil en este país.
Se llevarían sorpresas. Con esos comunicados se hace TODA la información
sobre determinados asuntos. No es
baladí que el 80 por ciento de las informaciones que consumimos a diario los lectores –soy periodista pero también lector
de periódicos, aunque me estoy quitandoprovengan
de una sola
fuente de información.
Fuente interesada, siempre.
No gusta lo que contamos. Cuando firmaba ejemplares de ‘Alicia en el lado oscuro’ en la Feria del Libro de Madrid veía
cómo se acercaban muchas madres con
sus hijos. Atraídas por la portada del libro
–Alicia Liddell, la musa de Lewis Carroll,
el primer pornógrafo infantil en serie del
que tenemos noticia- y por su título. Pero
tendrían que haber visto la cara de horror
al leer el subtítulo y cómo esquivaban la
caseta a renglón seguido. No me daban
tiempo a explicarles que el ensayo huía
del morbo, prevenía contra el abuso a menores y denunciaba las estrategias que se
están aplicando contra este tipo de tráficos, por las cuales en lugar de evitarlos se
están favoreciendo. Decía Ortega y Gasset
que “si quieres guardar un secreto en España, publícalo en un libro”.
Coerciones a la investigación
Un colega dice que para que
exista periodismo de investigación en estado puro (o
sea, para que haya periodistas que se ocupen en averiguar y
publicar cosas que
a muchos interesan
y que nadie sabe)
es necesario que haya
empresas periodísticas puras. La madre
del cordero. Empresas independientes
de cualquier poder político o económico
(“habría que añadir al poder religioso, tan
presente en muchos medios españoles”)
que mediatice o dirija sus líneas editoriales, y por tanto sus investigaciones, y que
sean lo bastante rentables como para no
dejarse presionar, chantajear o manipular
por esos poderes. Pero el mismo que esto
sugiere matiza: “Ese tipo de empresas
casi no existen ya en España. Con la relativa excepción del Grupo Prisa, todos
los demás medios de comunicación de
cierta importancia tienen padrinos, dueños, pagadores o amigos íntimos que mediatizan, por no decir que deciden, sus líneas editoriales y sus investigaciones. Hay
asuntos que no se tocan, no se husmean
o se olvidan bondadosamente porque el
dueño del medio en que trabajas –bancos, constructoras, holdings públicos
o privados, partidos, iglesias, etcno lo consentiría”. Lo cuenta
alguien que llegaba muchos lunes a su trabajo
preguntando, en tono
sarcástico, “¿quiénes son los
buenos esta
semana?”.
Alguien
que ha escrito
37
con fervor textos a favor de Mario Conde
porque era el dueño de ese medio, y luego
textos contra él porque había que hacer
leña del árbol caído y congraciarse con los
que lo habían derribado. Sería ingenuo
por mi parte creer que el grupo Prisa también está libre de pecado: los silencios de
tantos de sus trabajadores sobre ciertos
casos también son una respuesta.
Pero no nos perdamos: ¿Existe o no
periodismo de investigación en España? Si
sólo puede llevarse a cabo si el dueño del
medio te deja y le interesa que publiques
lo que estás conociendo, diríamos que no.
O que sí pero con matices. Disculpen mi
facundia gallega. Considerar periodismo
de investigación a la guerra de dossieres
con que tantas veces nos obsequian los
medios de Madrid o Barcelona –los de
provincias no tienen dinero ni influencias
para obtener esos dossieres- es desvirtuarlo por completo.
Acceso a la información
remos qué hace-, el propio medio donde
publicas te abandona en el naufragio, la
abogada del colegio de periodistas al que
perteneces también se achica a la primera crítica (hablo en primera persona) y la
justicia (nunca la pongan en mayúsculas en este país), ¿no saben cómo está la
justicia? Investíguenlo, que a mí me da
la risa. Tonta. Antonio Salas me confesó
que el capítulo sobre políticos en ‘El año
que trafiqué con mujeres’ no se pudo
publicar porque el gabinete de abogados
de su editorial le explicó que no tendría
fondos para tantas querellas como podían caerle por parte de los mismos que
hacen y remiendan las leyes.
Pero hay esperanza, no lo duden.
Está en Internet. En las redes sociales.
En páginas incensurables, como Wikileaks.org. En medios alternativos, como
Rebelion.org. En muchos blogs que, a no
ser que cambien muy rápido los tiempos, no son monitorizados por el poder
duro. Blogs que nos vigilan a los periodistas, como Mala Prensa.
Porque no pueden ponernos un policía a cada ciudadano. Porque sólo podrán cazar a unos cuantos ‘Cabeza de
turco’. Porque siempre iremos por delante de ellos. A los nuevos periodistas,
si se quieren dedicar a esto, les emplazaría con una frase de Chuck Palahniuk:
“El futuro está en los márgenes. Los experimentos de hoy serán la cultura del
mañana” y con otra de Tom Wolfe pronunciada hace meses en Buenos Aires:
“Los escritores y periodistas deben salir
de sus departamentos y averiguar las diferentes cosas que hay en el mundo, sólo
así van a tropezar con cosas que nunca
pensaban que iban a ver. A no ser que
salgan y las vean, nunca las conocerán.
Los detalles se encuentran si uno se sumerge en la vida de los otros”. Los detalles se encuentran si uno se convierte en
un indeseable.
Pablo Santiago es periodista y autor de
‘Alicia en el lado oscuro. La pedofilia desde
la Antigua Grecia hasta la era Internet’.
Ahora hace oposiciones a pianista en un
burdel sueco.
la información como sospecha
Quizás uno de los asuntos clave en el periodismo de investigación es el formato
en que se puede acceder a él. ¿Ustedes
consideran periodismo de investigación
los dos minutos de un reportaje de televisión que pomposamente titulan ‘A fondo’
en el telediario de Antena 3, por ejemplo?
Yo no, por muy bienintencionado que sea.
Eso es un fogonazo sobre algo, imposible
ahondar en asuntos importantes en tan
poco tiempo y en medio de una nube de
noticias y anuncios que nada tienen que
ver con el asunto tratado. Hay estudios
científicos sobre el número de informaciones que podemos retener en un noticiario: no pasan de tres.
El exceso de información, la sobresaturación que padecemos, también incide en este tipo de periodismo. Y reduce
su público, ese ente que nadie conoce.
En la era Internet, la fragmentación de
audiencias se ha disparado al infinito.
Existen cientos de lugares donde publicar lo investigado pero también miles de
oportunidades de que nadie se entere.
La industria mediática, fuertemente coaligada con la industria cultural de la que
forma parte, escoge qué interesa y qué
no. Qué autores ponemos en el candelero y a quiénes silenciamos. Asimismo,
toda esa industria, con conexiones políticas de primer orden, también decide
a qué temas de la agenda del gobierno
(término tomado de Bentham) dedica
sus esfuerzos divulgadores. Pero quizás
la investigación en estado puro sólo esté
ya en Internet. Ahí no se pueden comprar y retirar tiradas enteras de libros
contra El Corte Inglés, como el de Javier
Cuartas en su día. En el blog gatopardo.
blogia.com se pueden leer interesantes
capítulos sobre estos grandes almacenes,
o sobre los chanchullos de la SGAE, o los
negocios del intocable Rey de España.
Pero hablábamos de formatos. En televisión se pueden hacer buenos reportajes de investigación. Programas como
‘Documentos TV’ serían perfectos si no
se dedicaran tanto a comprar lo que
hacen periodistas y equipos de investigación extranjeros y luego se hicieran
malas copias de producción nacional.
También serían maravillosos programas
como el de Mercedes Milá (‘Diario de...’)
si esta periodista no hubiera perdido
todo su crédito como profesional con
su “experimento sociológico” del Gran
Hermano. Quizás estaría bien aquello
que Melchor Miralles perpetraba para
‘El Mundo TV’ si no abusara del sensacionalismo con reporteras de 21 años
provocando a abogados con tendencias
menoreras y haciendo pasar eso como
pederastia, aunque hay que reconocerle
que ciertas cámaras ocultas cumplieron
su función. No está mal lo que hacen
los reporteros del canal Cuatro en ‘Callejeros’. Es periodismo de investigación
epidérmico, pero fresco. Como decíamos
antes, que nadie con una alcachofa en
ristre y un cámara detrás espere grandes
revelaciones. Y que no cuenten con ser
programados en prime time.
El libro, quizás el formato más adecuado por tener espacio y tiempo para
ahondar en cualquier asunto, es el formato más usado por los que nos dedicamos en su día a esto. A veces hay que
usar las mismas armas que los que nos
denostan para que el trabajo se conozca.
Así lo hizo Antonio Salas con su ‘Diario
de un skin’ o ‘El año que trafiqué con
mujeres’. A Salas, seudónimo, lo ningunean por dedicarse a otros quehaceres
en sus años mozos, de los que aún no
ha renegado, supongo. En revistas como
Interviu, Tiempo o La Clave, se intenta
hacer periodismo de investigación, a veces por parejas. Pero no nos llevemos a
engaño. Como dice Javier Chicote, autor
de una tesis sobre este tipo de periodismo, “la filosofía de la gran empresa periodística, entregada al mercantilismo y
a la influencia política, es incompatible
con el periodismo de investigación. Investigación y análisis es un maquillaje,
muy atractivo, pero sin la fuerza necesaria para desenmascarar los entresijos del
poder”. En una España con restos medievales en su funcionamiento judicial, denunciar a un periodista y dejarlo con el
culo al aire es un pasatiempo para los
poderosos. No hay sindicatos de periodistas –nació ahora uno en Galicia, ve-
38
Todo lenguaje
verdadero
resulta
incomprensible
Real Sociedad, campeón de Liga temporada 1980-81
Antonín Artaud
la información como sospecha
ETA nació en un vestuario
(sic)
por alejandro morales
¿Cuál es la base en la que se sustentan las teorías conspiranoicas
más delirantes1? No seré yo quien sugiera oscuras conexiones
entre la macabra historia de ETA y la de la Real Sociedad. Pero habrá
que reconocer que, con el uso habilidoso e interesado de los datos
adecuados, la más inverosimil de las tesis puede ser demostrada. ¡Lean,
lean!
C
omencemos por el principio. Después
de varios años en segunda división,
la Real Sociedad recupera la máxima
categoría en la temporada 1967-19682,
la misma época en la que ETA comienza
a dar guerra con pequeñas escaramuzas
que, el 7 de junio de 1968, desembocan
fatalmente en el asesinato del guardia civil
José Pardines Arcay, primera víctima mortal
de la organización. Años más tarde, en la
temporada 73-74, la Real Sociedad consigue
clasificarse por primera vez para disputar la
Copa de la UEFA, hito histórico que coincide
en el tiempo con el atentado más sonoro de
ETA: el 20 de diciembre de 1973 asesina a
Carrero Blanco, candidato oficial a suceder
al general Francisco Franco tras su muerte.
Posteriormente, los años de mayor
1
Un artículo de ‘Wired’ enumera las diez mejores teorías conspiranoicas de la Historia, entre las cuales se afirma que la llegada del hombre a la Luna fue un montaje
televisivo de la NASA, que el pollo frito provoca esterilidad en los hombres afroamericanos o que Paul McCartney ha muerto y ha sido sustituido por un doble.
2
La Real Sociedad había regresado a primera división con un empate en el estadio de un equipo de Puertollano con inquietante nombre: el Calvo Sotelo, club tocayo del presidente del gobierno español cuyo breve periplo presidencial (1981-1982) tuvo que soportar las mayores embestidas de ETA que coincidieron, como
veremos más adelante, con los años más gloriosos de la Real Sociedad.
Aunque pueda sonar increíble, la Real no ganó la Liga aquella temporada (la obtuvo el Real Madrid).
3
39
actividad belicosa de ETA –entre 1979 y
1981- confluyen con los mayores éxitos
en la centenaria trayectoria de la Real
Sociedad. Consigue el récord de imbatibilidad de un equipo en la Liga española:
se mantiene 38 jornadas invicto entre las
temporadas 78/79 y 79/80. En ésta sólo
pierde su encuentro contra el Sevilla en
la penúltima jornada del campeonato3.
Entre el 9 de septiembre de 1979 y el 11 de
mayo de 1980 –meses en los que la Real
no pierde ningún partido- ETA asesina a
46 personas. Son sus años más sangrientos, conocidos como los años de plomo;
entre 1979 y 1982, la organización comete 231 asesinatos, sembrando el terror en
la provincia guipuzcoana –base principal
de la organización- que se convierte en
territorio hostil para las fuerzas españolas de seguridad. También para los contrincantes que visitan Atotxa: entre 1979
y 1982, la Real sólo pierde un partido de
los cincuenta y uno disputados en su estadio. Son tiempos convulsos en los que
ETA se siente vigorosa para cumplir sus
objetivos políticos a base de bombas lapa
y tiros en nucas. En esos mismos años, la
Real Sociedad disfruta, con creces, del mejor periodo de su dilatada historia: logra
dos campeonatos4 y un sub-campeonato,
con un juego tosco de jugadores aborígenes de origen racial –RH negativo- y recios
apellidos: Orbegozo, Satrustegi, Górriz,
Arkonada. Gudaris sobre el césped (perdón por la metáfora).
Fútbol y política
La supremacía vasca en el fútbol español
resultaba abrumadora. El ex guardameta Andoni Zubizarreta lo explicaba hace
poco en un reportaje5 que conmemoraba
el 25º aniversario de la famosa patada de
Andoni Goikoetxea a Maradona: “La Real
Sociedad y Athletic se habían repartido
las tres Ligas anteriores y lo que el fútbol
tenía de reivindicativo en aquellos años,
los primeros de la democracia, en que
las tensiones políticas eran muy fuertes
y todo acababa por mezclarse”. En efecto,
las dos Ligas de la Real Sociedad fueron
completadas por otras dos del Athletic
de Bilbao en las temporadas siguientes
(82/83 y 83/84). Nunca antes en la historia
de la Liga había sucedido que los equipos
madrileños o el Barcelona desapareciesen
cuatro temporadas consecutivas del palmarés liguero. Había que buscar algún
antídoto. También contra ETA. En 1983,
dos hechos marcarían el devenir de los
acontecimientos. Por un lado, ese año
nacen los GAL –Grupos Antiterroristas
de Liberación- grupo armado de dudosa
gestación que contrarrestará la actividad
de ETA con idénticos métodos criminales.
Al mismo tiempo, de la cantera del Real
Madrid emerge una brillante generación
de futbolistas que, bajo el epígrafe de la
“Quinta del Buitre”6, recuperarían la hegemonía merengue en el fútbol español.
El 19 de junio de 1987, una ETA descontrolada perpetra la mayor matanza
de su historia: 21 civiles mueren en el supermercado Hipercor tras el estallido de
una bomba colocada por la organización.
Sólo una semana después, la Real Sociedad logra su último campeonato hasta
el momento: el 27 de junio se proclama
campeona de la Copa del Rey en una final
disputada al Atlético de Madrid. En 1989,
ETA detiene brevemente su carrera hacia
ninguna parte y se aviene a negociar con
el gobierno español en las conocidas –y
fracasadas- conversaciones de Argel. Casualmente, ese mismo año la Real Sociedad también accede a realizar una concesión a su Historia: ficha a un jugador
foráneo después de casi cuatro décadas
empleando únicamente jugadores vascos
en sus alienaciones7. El origen de su primer extranjero en muchos años parece
la información como sospecha
4
Se da la circunstancia, que en su primer título liguero, la Real se benefició del secuestro de Enrique Castro Quini, delantero del Barcelona, club que hasta entonces
dominaba con firmeza el campeonato. Hasta ese 1 de marzo, el Barça sacaba once puntos al club txuri-urdin que, en apenas un mes, remontó la diferencia para
proclamarse campeón por primera vez en su historia. Eso sí: finalmente no se pudo comprobar la vinculación de ETA con el secuestro de Quini, algo que sí ocurrió
meses más tarde, el 29 de diciembre de ese mismo año, con el del padre de Julio Iglesias.
Reportaje de Uni Larrea publicado en ‘El País’ del 22 de septiembre del 2008.
5
Sanchís y Martín Vázquez debutaron en Murcia el 4 de diciembre de 1983. El 5 de febrero de 1984, lo hizo Emilio Butragueño en un partido contra el Cádiz. Pardeza se sumó en esa misma temporada y Michel lo hizo al principio de la siguiente.
6
Al contrario del Athletic –que en su historia sólo ha alienado a jugadores vascos- la Real empleó jugadores extranjeros hasta principios de los años sesenta.
7
40
la información como sospecha
Último ascenso a Primera División de la Real Sociedad. Temporada 1966-67
ser una concesión a las tesis abertzales
más ortodoxas: el delantero John Aldridge
había renegado de su nacimiento inglés
–nació en Liverpool en 1960- para declararse jugador de la selección de Irlanda,
país de sus orígenes ancestrales. Si conoce un poco de esta historia sabrá que el
entorno abertzale siempre ha querido mirarse en el espejo del conflicto británicoirlandés que tiene su epicentro en Irlanda del Norte, con la severa disputa entre
católicos (pro-irlandeses) y protestantes
(pro-británicos).
Éxodo vasco
A finales de los ochenta, a la vez que la
fuerza de ETA comienza a decaer, el prestigio de la Real Sociedad también se debilita
en parte por la emigración de jugadores
surgidos de su cantera a otros clubes,
casos de Lopez Rekarte, Bakero y Beriguistain (Barcelona), Alkiza, Billabona,
Etxebarría (Athlelic) o Lasa (Real Madrid).
A su vez, comienza a engordar su nómina de jugadores extranjeros; la mayoría
de ellos pasan con más pena que gloria
por el club8. Como si el dichoso destino
estuviese marcado, también ETA sufre en
el mismo periodo el éxodo de militantes
que, tras el fracaso de las negociaciones
de Argel, deciden buscar refugio en países latinoamericanos, como Venezuela,
México o la República Dominicana. Cual
profetas desterrados, los jugadores realistas emigran para mejorar su palmarés
deportivo (Bakero y Txiki Beriguistain
fueron campeones de Europa en 1992); a
su vez, los miembros de ETA fugados también mejoran su estatus: de sanguinarios
terroristas pasan a ser recibidos como asilados políticos en sus países de acogida.
A pesar de su debacle, la organización
mantiene sin ton ni son sus sangrientos
atentados, que no desembocan en ningún
avance palpable en sus intenciones independentistas. El 22 de junio de 1993 asesina a seis militares en Madrid, macabra
acción que coincide, con tan sólo un día
de diferencia, con el trágico acto de despedida del entrañable estadio de Atotxa,
derrumbe que simboliza el declive de una
entidad deportiva que, a partir de ese instante, ya no levanta cabeza. Hasta ahora.
En la última década se acrecientan las penurias por ambos lados. ETA sufre la persecución judicial y policial (incluso en territorio francés, hasta entonces, un refugio
más o menos seguro para sus miembros),
además del síndrome post-11M, las desavenencias de los presos con la dirección de la
banda y divergencias en su propio entorno
social. Al mismo tiempo, la Real Sociedad
es víctima de una fallida política de fichajes y el descuido de su cantera de Zubieta,
Curiosamente, los que dejaron mejor sabor de boca en la hinchada blanquiazul tienen apellidos que comienzan por la letra euskalduna por antonomasia: la K (Karpin, Kovacevic y Kodro).
8
que ha dejado de ser un fructífero vivero
de jóvenes promesas. Tras tres temporadas rondando el fracaso, en la 2006-2007
desciende a segunda división por primera vez en cuarenta años (los mismos que
cumple la actividad armada de ETA).
La temporada 2007-08 ha resultado un
ejemplo suspicaz de estos lazos subrepticios. Tras unos inicios titubeantes en segunda división, la Real consiguió encaramarse en los primeros puestos a final de
temporada (hasta el último partido mantuvieron vivas sus opciones de ascenso). El
14 de febrero de este año –en plena campaña electoral por las elecciones presidenciales- el 70% de los jugadores realistas (de
la Real, quiero decir) firmaron un comunicado donde manifestaban el apoyo a una
salida negociada del conflicto vasco (una
velada denuncia a la ilegalización de las
siglas abertzales). Como si se tratase de un
vigorizante patriótico, tres días más tarde
-17 de febrero- lograban su mayor goleada
en las últimas cuatro temporadas: 4-0 contra Las Palmas. A partir de ese momento,
el club blanquiazul encadena su mejor
racha del año, permaneciendo ocho jornadas invicto. Me llamaran conspiranoico,
pero les prometo que la racha se cortó tras
la detención, el 21 de mayo del 2008, del
número uno de ETA, José Luís López Peña
(un nombre, por cierto, muy poco euskaldun). A partir de ese instante, la Real sólo
gana uno de los últimos cuatro partidos
de la temporada y trunca sus opciones de
regreso a la primera división en el año de
su centenario.
Futuros acontecimientos pueden seguir deparándonos oblicuas conjeturas:
¿Qué consecuencias tendría en la Real Sociedad el hipotético fin del conflicto armado? ¿Cuáles serían las consecuencias en la
organización independentista de un brillante resurgimiento del club donostiarra?
Sólo los arcanos del balón y la serpiente,
del hacha y el penalti, conocen la respuesta. ¡Conspiranoia! ¡Conspiranoia!
Alejandro Morales es poeta
y analista político. También exfutbolista. Actualmente reside
en México Distrito Federal. Autor
de los poemarios ‘Alcoholic’ y ‘De
tour por el centro‘ (FIDES, 2008)
Javier Krahe
sin primicias
por Revista Bostezo y Arabella Siles
Fotografías de Reyes Sedano
platicando...
Forzamos un encuentro matutino con Javier Krahe, sin saber muy
bien del todo nuestras intenciones (ni mucho menos las suyas).
Viajamos a Madrid acompañados del libro ‘Últimas noticias sobre el
periodismo’ de Furio Colombo, donde el género de la entrevista no
queda muy bien parado. Colombo dixit: “Cuando no es indispensable,
cuando no es el único modo de obtener una noticia o llegar a una revelación, la entrevista es una pérdida de tiempo en televisión y una
página despilfarrada en un diario”.
platicando...
42
¿Qué te ha movido a reunirte con unos
desconocidos que promueven una revista
inexistente?, le preguntamos a Krahe.
“Nada”. Fue bueno saberlo, nos relajó bastante. Éramos reticentes a sonsacarle información, buscarle las cosquillas o robarle el tiempo. Según contó, a él tampoco
le hacen mucha gracia las entrevistas. “La
mayoría de las veces son inocuas, cuando
alguien me dice que es inevitable hablar
de La Mandrágora, sé que esa entrevista
irá mal, o como cuando, por ejemplo, actúo en Pontevedra y me preguntan, ¿qué
opinas de Pontevedra? ¡Pero a quién le importa lo que yo opine de Pontevedra!”
“¿Y qué opinas de Pontevedra?”.
Krahe esboza entonces una sonrisa que
parece cualquier cosa menos sonrisa: un
mohín de estupor, una mueca de espasmo,
un gesto de espanto. Como pueriles fanáticos, habíamos imaginado tantas veces
aquel encuentro que, llegado el momento,
sólo podría defraudarnos. Menos mal que
lo sabíamos. Sólo así pudimos disfrutarlo.
En el bloc de notas habíamos apuntado una única pregunta: “¿Cuántos sacrificios has tenido que hacer para seguir
siendo un hombre libre?”. Respuesta:
“Ninguno, en general he hecho siempre
lo que he querido, aunque lo que más
me ha costado es saber qué quería, uno
se pasa la vida tratando de averiguar qué
es lo que quiere”. Quizás por eso, Krahe
tardó en dar el paso a hacerse intérprete
de sus propios temas: lo pensó a los treinta, y se puso en ello a los treinta y cinco.
“Siempre me llamó la atención la gente
que se ganaba la vida con sus canciones
(...) ¿Arrepentirme de algo? Nunca tengo
claro si lo que hago está bien o sería mejor no hacerlo, así es difícil sentir arrepentimiento”. ¿Y de no haber sido cantante?
“Hubiera sido matemático, no, físico, no,
no, mejor filólogo o lingüista”. Bartleby
desaliñado (preferiría no hacerlo); amigo
de la duda, el matiz y el devaneo (afirmo
esto pero podría afirmar lo contrario);
conversador contradictorio, es decir, inteligente (la razón o no existe o existe demasiado); ídolo incrédulo; hedonista confeso;
hambriento de conocimientos (que utiliza
en sus temas, donde mezcla referentes de
alta cultura con chascarrillos de la popular); ermitaño en la ciudad; celoso de su
43
Le da lo mismo
La cita es a las doce de la mañana –“para
mí es muy temprano”- en un bar de la
calle del Pez, a escasos metros de su vivienda. Krahe aparece con aspecto circunspecto. Tardamos unos minutos en
arrancar (conversación sobre el tiempo).
Luego, el improvisado diálogo se desparrama hacia misteriosos vericuetos.
“Desde pequeño me llamó la atención el
lenguaje, si escribo letras es para saber
qué pienso”. Primero la palabra, luego el
pensamiento. De igual forma transcurrió
nuestro encuentro. Provocamos los silencios, los estiramos más de lo necesario,
nos perdemos en divagaciones insustanciales, interrumpimos al (supuesto)
entrevistado, el diálogo se entorpece por
momentos pero luego recupera el hilo.
Más parecido a una platica de cantina
que a una entrevista al uso.
A punto de cumplir 65 años –edad
para jubilarse, aunque él no maneje
conceptos laborales que entronca con
el Génesis bíblico- Krahe afirma que ha
perdido el miedo a la muerte. “Lo tuve
hace unos años, pero se me pasó solo”,
dice como si un miedo así pudiera irse
con aguarrás o pasando un trapo por encima. No le da demasiada importancia a
las cosas, no se aferra a la vida. “Me da lo
mismo”, es su frase más repetida durante
la improvisada charla. Le preguntamos
por cómo ve que algunos de sus amigos
se hayan convertido en los referentes
culturales de la hi-progresía autóctona.
Una vez más, insiste que le importa un
bledo. “Que haya cosas que no haría, no
significa que no esté bien hacerlas, simplemente que yo no las haría”, concluye.
Ok, está bien, vale, lo que tú digas Javier.
Carpetazo al asunto.
platicando...
tiempo libre que emplea sobre todo para
su gran afición: no hacer nada. “Soporto
muy bien las situaciones de aburrimiento, lo empleo como método de creación.
Si escribo canciones es porque me aburro”. Para ello se refugia de vez en cuando
en el municipio gaditano de Zahara de los
Atunes, donde departe con sus amigos gitanos, el Putón y el Cabra, que lo admiran
a su manera y todavía escuchan sus canciones en cassettes de antaño.
platicando...
44
Eso sí: se reafirma en su protesta
contra la manida “canción protesta”.
Nunca le gustó ese tufillo victimista y
quejumbroso; él prefiere letras irónicas, sarcásticas, desenfadadas. El humor como crítica y, quizás también,
como autodefensa. Sólo una vez empleó
una canción protesta al uso y armó una
gorda. En el tema ‘Cuervo ingenuo’ acusaba directamente –aunque sin citarloal presidente Felipe González de haber
cambiado de opinión en lo referente a
la entrada de España en la OTAN. Aquel
revuelo le apartó de los aledaños culturales del, por aquel entonces, rocoso
poder socialista. Javier Krahe se refugió
en bares y teatros que, desde entonces,
llena en cada una de sus actuaciones.
Ha conseguido abrirse un hueco en el
star-sistem nacional –alabado por amplias minorías- sin necesidad de hacer
mucho ruido, sin apenas promociones
y yendo por libre. Sin perder perspectiva de sí mismo. Ése es su éxito, quizás,
el único posible.
Le preguntamos entonces qué le
evoca ‘La información como sospecha’.
Se diluye lo cierto con lo falso. Su biografía en Wikipedia es una clara muestra. “Pone que me establecí en París
en 1967, ¡y yo nunca viví en París!... La
información ya no se contrasta, es una
suma de datos descontextualizados: que
si los calzoncillos apretujados disminuyen la calidad de los espermatozoides o
que si sólo quedan 250 ejemplares de
Ibis Eremita, cuando en Marruecos los
hay por miles”. Aficionado a la ornitología, Krahe nos cuenta que estuvo hace
unos meses visitando a una comunidad
de estas aves coloniales en la sierra gaditana. Para ello tuvo que disfrazarse de
pájaro (con pico y todo). “Los biólogos se
disfrazan de Ibis Eremita para que éstos
puedan diferenciarlos de los cazadores
furtivos”. Otra de animales: le entusiasma la organización social de los bonobos, primates que resuelven sus conflictos comunitarios a golpe de sexo. Nos
ofrece su respuesta más rotunda: “Los
bonobos son más felices que los humanos”. Sin hilo de continuidad (o quizás
sí), la conversación deriva luego hacia
el sexismo en el lenguaje. Él también
tiene una reflexión al respecto: “¿Por
qué tiene que decirse lengua materna
y no lengua paterna?”. Igualmente se
muestra crítico con lo políticamente correcto, rechaza el uso maquillador del
lenguaje. “No sé por ejemplo por qué
se les tiene que llamar internos a los
presos o funcionarios de prisiones a los
carceleros”.
Narrativa musicada
A la hora de crear, Krahe suple sus
asumidas limitaciones musicales con
un excelente uso de mecanismos narrativos. Cuando comienza a escribir
una canción, no tiene muy claro lo
que quiere expresar (“las escribo para
saberlo”, insiste). Su forma de inventar
recuerda a la que explicaba el escritor
italiano Cesare Pavese: “Cuando empiezo un libro nunca me propongo un am-
45
mente se moja con su canción preferida: ‘Piero
Della Francesca’.
El encuentro se acaba sin haberle preguntado
por la SGAE, Sabina, La Mandrágora o la piratería. Tampoco le arrancamos qué piensa realmente de Pontevedra. Krahe tal cual (“no me gusta
disfrazarme”). Justo al final comienza a desaparecer la molesta barrera que se establece entre
desconocidos que se encuentran para departir
sobre temas pretenciosamente interesantes. Esta
vez, no hubo primicias ni exclusivas. Menos mal,
pues son falsas las comillas. Al fin y al cabo, las
citas son de oídas.
He hecho
siempre lo
que he querido, aunque
lo que más
me ha costado es saber
qué quería
platicando...
biente determinado, unos personajes o una tesis.
Casi siempre sólo apunta a un ritmo indistinto, a
un juego de acontecimientos que son sobre todo
sensaciones y ambientes”.
Para interpretar sus propios temas, Krahe
se rodea de unos buenos músicos, con los que
mantiene desde hace años una relación de complicidad. Le preguntamos por la canción predilecta de su propio repertorio. Le brilla la mirada
cuando habla de su propia obra. “Tengo una docena”, afirma sin rubor. Es fan de sí mismo, pero
sin altanería, una egolatría bien llevada. Javier
se cae bien, pero no se le nota demasiado. Final-
46
la información como sospecha
La prensa diaria y la crisis final
“La crisis del periodismo podría no ser por una pérdida de audiencia, sino
por el desacoplamiento de las noticias y de la publicidad”
Francis Pisani
por herminio javier fernández
M
artin Gee es un talentoso diseñador del diario San José Mercury News de California que,
a principios de abril de 2008,
creó una conmovedora galería fotográfica
en Internet en la que ha ido fotografiando
las salas vacías, los ordenadores apagados,
los despachos sin ocupantes y el material
de oficina abandonado que ha dejado tras
de sí el continuo goteo de despidos que
se ha venido produciendo en su diario. El
pasado 27 de junio de 2008, tres días antes
de reincorporarse a su trabajo en la redacción, se le comunicó que él también había
sido despedido. Proféticamente, en una
entrevista para el blog argentino de diseño
periodístico Visualmente, realizada un año
antes, declaraba: “Espero que los periódicos
no se mueran, aunque a veces lo merezcan.
Espero que no sea demasiado tarde. Amo
lo impreso, pero no creo que pueda durar
mucho más tiempo. Creo que los periódicos
deberían aceptar que la edición de papel se
terminará pronto.”
Martin Gee es uno más de los cerca
de 5.000 despidos que se han producido
en las redacciones de los EEUU en los
últimos meses. ¿Es ésta la señal más evidente de que los periódicos de papel se
han adentrado en la crisis final que lleva
a su desaparición? Los datos aportados
en el informe ‘State of the News Media
2008’publicado por el Project For Excelence in Journalism el 17 de marzo de 2008
respecto a la situación de la prensa en los
EEUU son demoledores: La circulación de
los diarios descendió en 2007 un 2,5%
entre semana y un 3,3% entre los dominicales, los ingresos publicitarios cayeron
un 7% y los beneficios de las empresas un
10%. En consonancia el valor accionarial
de las compañías se desploma y los despidos se suceden.
A pesar del inquietante párrafo anterior no es éste un artículo pensado para
abrumarles de datos con un nuevo análisis que certifique el fin de la era de la
prensa escrita (mejor permítanme recomendarles para ello el largo artículo con
ese título publicado por Juan Varela en la
revista ‘Cuadernos de Periodistas’ en Octubre del 2006). Como Martin Gee yo también soy diseñador de periódicos de papel
y espero que los periódicos no se mueran.
Pero es bueno empezar reconociendo
que el modelo de negocio de la prensa,
que sufre desde hace años un proceso de
transformación, ha visto concentrado en
unos pocos meses todos sus problemas y
retos pendientes. Porque aunque el “tras-
47
Lo que
flaquea no
es tanto el
interés por
los diarios
como la
intención de
pagar por
ellos
del todo color y el cuidado por el diseño sus señas
de identidad. Lo cierto es que siguen naciendo algunos periódicos en el mundo, pese a que nadie
los considere ya como un negocio de futuro, ni siquiera al parecer sus propietarios; tanto es así que,
con cierto humor negro, Crónica de Argentina,
fundado por Jorge Lanata el 2 de marzo de 2008,
se autoproclamó en su campaña de lanzamiento
como “el último diario de papel”. No fue así, claro.
En estos meses se han creado desde The Nation en
los Emiratos Árabes a El Espectador en Colombia,
y se seguirán fundando periódicos pese a todo, al
igual que se siguen construyendo edificios pese a
la crisis inmobiliaria. En ambos mercados los promotores parecen estar nadando contracorriente,
pero en el caso de los diarios las evidentes lagunas
del “plan de negocio” suelen cubrirse con romanticismo y compromiso, puesto que los periódicos
en papel, aunque pierden dinero, lectores y protagonismo informativo frente a Internet, aparentan
mantener intacto su simbolismo ideológico.
Y es que tradicionalmente comprar uno u otro
diario no sólo ha supuesto optar entre diferentes
ofertas informativas sino también, en distintos
grados, ha sido un acto de militancia y no parece
que en los últimos años esa cualidad haya disminuido. Pero resulta obvio que el nacimiento de nue-
la información como sospecha
vase definitivo” de los lectores a Internet no se está
produciendo de la manera vertiginosa que algunos
vaticinaban, sí que se ha quebrado repentinamente
el flujo de ingresos publicitarios que mantenían la
rentabilidad general del negocio a pesar de los signos
de agotamiento que se sentían en los últimos años.
En todo caso, a falta de ver cómo evoluciona la situación en los próximos meses, es razonable pensar
que en EEUU los problemas para los diarios son más
acuciantes, porque la tasa de penetración de Internet es más alta, y sobre todo porque hay mucho más
que perder, ya que se venden a diario 51 millones de
ejemplares. Pero en los diarios españoles esta bajada
de ingresos publicitarios, unida a la subida del precio
de las materias primas y los transportes, ¿demuestra
el declive definitivo e inexorable del modelo de negocio de los diarios impresos o es una constatación
más del declive de un sistema económico en pleno
proceso de “desaceleración”?
En España aún no se está produciendo un proceso
masivo de despidos, aunque se esperan movimientos
cada vez más intensos en los próximos meses en ese
sentido. Tampoco ha habido hasta el momento un
repunte en el cierre de diarios, más bien al contrario,
se ha producido incluso el nacimiento reciente de cabeceras de cierta relevancia como los madrileños ‘El
Economista’ (2006) y ‘Público’ (2007), que han hecho
48
vos diarios impresos no va a ser lo habitual. Más
bien al contrario: en los últimos meses en España
estamos viendo nacer (o renacer) periódicos en el
ámbito ideológico conservador, con vocación de
ser impresos, pero que se ven obligados a limitarse al ámbito online, como elimparcial.es, ya.es o
lanacion.es. Pocos imaginan que ninguno de ellos
intente dar el salto al papel, como ocurrió hace
algunos años con el fracasado proyecto de Pablo
Sebastián y su estrelladigital.es. Pero lo relevante
no es que las nuevas ofertas informativas vayan
a surgir directamente en versión online; cada vez
más veremos cómo la crisis obliga a reproducir en
España un fenómeno en auge en el ámbito internacional: que los periódicos impresos incapaces
de sobrevivir en el mercado impreso, en vez de
limitarse a desaparecer, opten por mantenerse
únicamente en su versión digital.
la información como sospecha
Un nuevo contexto
El mayor problema en torno a la financiación de
los medios no es que la gente deje de comprar o
leer diarios: desde la llegada de Internet era sabido que la prensa tradicional ya no tendría exactamente la misma función. Así, de manera más o
menos afortunada, los periódicos se han ido convirtiendo en empresas de contenidos que distribuyen su información tanto en soporte impreso
como digital, pensando que la gente no dejaría
de tener interés por la información, sino que tan
solo cambiaría la manera de acceder a ella. Acertaron: pero los ingresos publicitarios de Internet,
pese a ser crecientes, no logran compensar las
pérdidas de ingresos de los periódicos, de manera
que las estructuras laborales de las redacciones
de papel, que son las que básicamente alimentan
las ediciones web en la mayoría de los casos, ya
no son sostenibles. El propio Francis Pisani recuerda en el informe ‘State of the News Media’
que el mayor problema de los medios tradicionales no es dónde la gente obtiene la información
sino cómo paga por ella, porque la publicidad no
está migrando online con el consumidor. “La crisis del periodismo podría no ser por una pérdida
de audiencia, sino por el desacoplamiento de las
noticias y de la publicidad”.
Y es que nunca ha sido más fácil acceder a
la información de los periódicos sin necesidad
de hacerse con uno. En 2007 ‘The New York Times’ y ‘El País’ empezaron a ofrecer los contenidos de su edición impresa íntegramente en
la web. Gratis, accesible desde cualquier lugar
del mundo, instantáneamente. ¿Qué esperanza
le queda pues a los diarios si Internet permite
el acceso a toda la información textual y fotográfica, añadiéndole además posibilidades multimedia? “El papel sobrevivirá, pero ya no será
un medio de masas, sino especializado, para
lectores exigentes. El diario impreso debe aprovechar las ventajas de su soporte para la lectura
reposada y en profundidad”, responde Juan Varela en Cuadernos de Periodistas. La única ventaja
competitiva del periódico frente a la pantalla es
la comodidad de la lectura en el papel y la versa-
tilidad del soporte impreso. No es mucho, pero
tampoco está tan mal, porque acudiendo a los
centros comerciales este verano podremos comprobar cómo la industria de la música pretende
salvarse de la crisis reivindicando el romanticismo de los antiguos discos de vinilo, un formato
que se consideraba incómodo y anticuado hace
ya veinte años. Quizás valga la pena albergar la
esperanza de que la fidelidad al formato del papel garantice por algún tiempo la supervivencia
de la prensa. No hay nada más confortable que
leer tinta negra sobre papel de periódico: un
objeto barato y desechable, de utilidad efímera,
que no nos importa arrugar, olvidar en la barra
del bar o verter sobre él algunas gotas del café
de la mañana. Si no salvamos los periodistas a
los diarios, al menos las cafeterías lo harán: a
los periódicos les queda la esperanza de mantenerse vivos un par de generaciones en torno a
ese ritual del desayuno matutino y los vagones
de metro atestados donde no hay wifi alguno
que alimente nuestros PDAs, IPhones y laptops.
Simon Kelner, Managing Director del británico
‘The Independent’ es de esa opinión: “Tengo la
impresión de que Internet es como ir a un bar
donde todo el mundo está gritando, mientras
que leer un periódico impreso es mucho más fácil”, declara en el último bianuario de diseño de
la consultora Cases i Associats.
Si Internet ha consolidado la conciencia de
que el acceso a la información no debería costar nada, parecería que la prensa gratuita ofrece
una respuesta a la altura socavando el mercado
de los diarios impresos desde dentro. Y es sabido
que cuando comenzó a extenderse el fenómeno
de los periódicos gratuitos, la prensa tradicional
los vetó como enemigos, pero hoy las fronteras
entre ambos modelos de negocio se encuen-
¿Qué
esperanza le
queda pues
a los diarios
si Internet
permite el
acceso a
toda la información
textual y
fotográfica,
añadiéndole
además posibilidades
multimedia?
49
No hay nada más confortable que leer tinta negra sobre papel de periódico:
un objeto barato y desechable, de utilidad efímera, que no nos importa
arrugar, olvidar en la barra del bar o verter sobre él algunas gotas del café
de la mañana
mercado publicitario, sin colchón alguno en los
ingresos por venta de ejemplares o promociones,
y la feroz competencia, le convierte en una de las
principales víctimas de esta crisis. Si difícilmente
caben tantos en las manos de los lectores, tampoco parece sencillo que haya sitio para tantos
en un mercado publicitario en recesión.
Es de sobra conocido que en la actualidad las
ediciones de lunes a jueves de muchos periódicos
de pago son deficitarias, y son sostenidas por las
del fin de semana, hasta el punto de que estas
empresas vivirían un repunte de sus beneficios si
salieran tan solo tres días a la semana, si no socavara fatalmente su “identidad” y prestigio como
diarios. Quizás próximamente algunos diarios
comiencen a ser más delgados y gratis los días laborables, y se mantengan gruesos y de pago los
fines de semana, cuando los lectores tenemos más
tiempo y disposición de leer relajadamente tinta
sobre papel. Una variación en la fórmula de distribución y comercialización, que no implica que la
gente deje de leer periódicos a corto plazo. Al fin
y al cabo, en términos absolutos, la gente lee más
que antes, aunque sea un diario gratuito o cogido
de prestado en la barra del bar. ¿Es un signo para
la esperanza? Al menos sí para mí que, como juez
y parte, ya saben que espero que los periódicos
impresos no se mueran en esta crisis; al menos no
del todo. Pero cambiarán, claro. Ya están cambiando, y mucho. Desde el punto de vista de la estructura laboral y económica los diarios están enfrentándose a reformas intensas. Pero también están
buscando respuestas en el ámbito del diseño y la
estructura. Una transformación que ya estaba en
marcha, sólo que ahora ha llegado el momento de
empezar a correr.
Leer más en Bostezo Digital
Herminio Javier Fernández
es Director de arte de Prensa Ibérica
en el área mediterránea y profesor de
producción periodística en la Universidad de Valencia. Ha obtenido por su
trabajo varios premios internacionales,
entre ellos el Reconocimiento Especial
del Jurado en los European Newspaper
Award (Viena, 2006).
la información como sospecha
La única
ventaja
competitiva
del periódico
frente a la
pantalla
es la
comodidad
de la
lectura en
el papel y la
versatilidad
del soporte
impreso
tran demasiado difuminadas, y no sólo porque
las empresas de prensa tradicional adquieran o
creen publicaciones gratuitas, como Vocento y
‘Qué’; UNEDISA con ‘El Mundo’, ‘Diario Médico’
o ‘Gaceta Universitaria’, y Planeta con ‘ADN’. Al
fin y al cabo los diarios de pago son adquiridos
por una minoría de sus lectores. Por ejemplo,
según los organismos oficiales de medición de
audiencia y difusión (AIMC/EGM y OJD) ‘El País’
concluyó 2007 con 435.083 ejemplares de venta
y 2.274.000 lectores, por lo que cuenta con una
tasa de rotación de 5,2. Es decir, cada ejemplar
de ‘El País’ que compra una persona es teóricamente leído “gratis” por otras 4,2. Si le sumamos
además que las técnicas promocionales y de marketing hace tiempo que han distorsionado la relación entre el precio del diario de su verdadero
valor real —entregando regalos que superan en
ocasiones en su PVP el precio del periódico— no
parece que sea tan distinto un negocio del otro.
No lo es como producto informativo, ya que el
soporte es el mismo, y algunos gratuitos, como
el holandés ‘De Pers’, empiezan a romper con el
tópico de que se tratan de productos populares
de lectura rápida, paginación escueta y noticias
breves. Y tampoco parece que hoy en día sean
tan distintas la estructuras de ingresos y gastos
de un diario de pago de uno gratuito: no hace
mucho el gerente de un pequeño periódico regional me comentaba oficiosamente que la fórmula
más rentable sería pegarle en la portada de cada
ejemplar que se vende en los quioscos por un
euro, una moneda de dos con celofán.
En el último congreso de la World Association of Newspapers (WAN) celebrado en Gotemburgo en junio de 2008 un informe triunfalista
celebraba la buena salud de la prensa afirmando
que si bien es cierto que en los últimos cinco
años en la Unión Europea la venta de diarios de
pago había caído un 5,91%, si se cuentan los diarios gratuitos, la difusión de la prensa ha crecido
un 9,61% en ese período. Es decir, que lo que flaquea no es tanto el interés por los diarios como
la intención de pagar por ellos. Si viven en una
gran ciudad lo habrán comprobado por ustedes
mismos, sin necesidad de conocer el informe
de la WAN: hace cinco años la mayor parte de
los viajeros del vagón de metro intercambiaban
miradas ausentes, excepto algún contado lector
de diarios o novelas. Sin embargo hoy por lo general nos parapetamos tras alguno de los dos o
tres ejemplares de diarios gratuitos que nos han
entregado casi a la fuerza a la entrada de la estación. La prensa gratuita está en auge, pero eso no
significa que no le afecten las dificultades. Más
bien al contrario, su dependencia absoluta del
50
la información como sospecha
Fotografía de Marcos López
La televisión
por santiago alba rico
Las críticas a la televisión suelen centrarse en la propiedad de los medios
y en la gestión interesada de los contenidos; es decir, en la construcción
ideológica de las imágenes. Esa crítica es imprescindible, sin duda, pero se
olvida de que la televisión es, ante todo, un sistema de construcción de la
mirada, un espectáculo que fabrica y reproduce al espectador.
L
a televisión es el triunfo de la casa,
el poder doméstico transformado en
fortaleza: una ventana bien enrejada
y un fuego que nunca se apaga. Antes
de darnos información, entretenimiento o
imágenes, la televisión nos da seguridad. La
recepción, pues, de las imágenes vendrá determinada por la seguridad superior derivada
de esta falsa ventana y de este falso fuego.
Ha sido nuestro siglo el que ha desplazado al fuego hacia la periferia del espacio
doméstico para recluirlo en una región
casi excusada e invisible, la cocina (equivalente del proceso por el cual el capitalismo sustrae a la vista las suciedades de la
producción). Su lugar en el centro ha pasado a ocuparlo la televisión. Esta permuta, por la que la hoguera queda confinada
en una suerte de memoria prehistórica (o,
al menos, infantil), inscribe desde el principio a la televisión en una historia que
no es la suya. Instalada en el marco de los
intercambios sociales en sustitución del
hogar, sagrado para todos los pueblos de
la tierra, parte de su belleza la recibe de
su centralidad espacial. Se la mira porque
está en el centro.
Mientras que las verdaderas ventanas
son límites y se las puede mirar, por tanto, también desde el exterior, la televisión
está dentro de casa. La ventana, que nos
protege de las amenazas, es al mismo
tiempo el punto más vulnerable del edificio, por donde puede colarse el ladrón
o penetrar la alimaña. A través de la televisión entran en el hogar el Estado, el
comercio, el ejército, el juglar, la fauna, el
51
yo no existo. El zapping proporciona un ilusorio
estatuto de divinidad (el de un dios, por cierto, que
crearía siempre las mismas cosas) y un simulacro
de subjetividad: subjetividad motor, sin nada que
hacer o decir, que desde su inmovilidad pone en
marcha todo ese universo conocido, como el niño
que da cuerda a sus juguetes. De esta forma, el gigantesco acto de claudicación y acatamiento que
entraña accionar el mando a distancia se convierte
en nuestros ojos, no sólo en un acto social, sino
en el más grandioso ejercicio de libertad personal.
De una personalidad, desde luego, previamente reducida a espectadora y que, en consecuencia, ha
asumido que la libertad es libertad no para hacer
sino para ver lo que otros hacen. Y verlo no porque
lo que hacen sea interesante (a veces puede serlo)
sino porque ésta es la única forma de hacer a la
que tenemos acceso.
En una sociedad en que las plazas han sido
desalojadas, horadadas y selladas con cemento, el
botellón proscrito, las manifestaciones enlatadas y
hasta el libre comercio policialmente expulsado de
las aceras, la televisión se ha convertido en el último vestigio de una asamblea: allí nos reunimos y
allí se originan la mayor parte de nuestras conversaciones de la delgadísima hora del café, durante la
cual nuestros personajes se convierten en cuestiones de Estado mucho más polémicas que el último
presupuesto o la última ley del Parlamento.
Estado de excepción
Dier + Noaz (Madrid Abierto, 2008)
La idea de
‘comunidad’
subsiste en
el hecho de
que todos
miramos las
mismas cosas al mismo
tiempo
¿Cuál es el peligro de que el hombre sólo sea
social frente al televisor? No parece difícil la respuesta. En esa sociedad que es la televisión las
relaciones de conocimiento son unilaterales y no
recíprocas. Todos mis conocidos están allí, al otro
lado de la pantalla, pero yo no soy conocido para
ellos. Soy social, pues, sólo en la medida en que
estoy sentado y soy ignorado. La sociedad es, en
efecto, un “espectáculo”. Mi participación en ella
consiste exclusivamente en una inversión emocional sin respuesta; en un acto de acatamiento ininterrumpido que refuerza una subjetividad vacía,
hecha de enajenamiento y pasividad. Abstracto e
impersonal en el ámbito de reproducción económica (en la fábrica o la oficina), soy invisible en el
terreno social: para el conjunto de mis conocidos
La televisión no es solamente aquello que todavía podemos comprender y donde aún funcionan nuestras categorías culturales neolíticas; es,
además, casi lo único que compartimos, el último
espacio común en el que estamos virtualmente
reunidos. Si somos aún una sociedad no es por lo
que hacemos juntos sino por lo que miramos por
separado; incluso si cada uno las contemplamos
desde nuestra habitación y con la puerta cerrada,
la idea de “comunidad” subsiste en el hecho de que
todos miramos las mismas cosas al mismo tiempo.
Hay algo muy impresionante y casi aterrador en la
imagen de ochocientos millones de personas, de
espaldas los unos a los otros, contemplando en el
mismo instante el mismo lance de fútbol. Pero no
puede negarse que esta forma de girar simultáneamente la cabeza es hoy por hoy lo más semejante
a una constitución mundial.
la información como sospecha
vecino, los extremos todos de este imperio visual;
entran sin conmover ni amenazar la seguridad doméstica. Todo se queda en la ventana; todo se convierte en casa, de manera que incluso la guerra,
la Revolución, el volcán en el salón nos tranquilizan. Pequeña, horizontal, interior, a la televisión
no hace falta ni siquiera asomarse. Las cosas ya no
ocurren en el espacio, ya no ocurren fuera. El terremoto de Irán, los bombardeos de Bagdad, la exploración de Marte son experiencias íntimas; no se
las contempla, pues, a través de la ventana: se las
contempla a través de la cerradura. La televisión
privatiza el mundo del que ya hemos sido privados
en el exterior.
La responsabilidad oral de un testigo ha sido
siempre la de intervenir o no en lo que está viendo. La televisión, en cambio, nos ha acostumbrado a ver siempre y sólo cosas en las que no podemos intervenir. Así, al final, incluso en la calle
o en el metro, hemos acabado por aceptar, con
arreglo a ese modelo gnoseológico televisivo, que
no podemos intervenir en nada en lo que vemos.
Triste sello de nuestra época: cuanto más global,
más completa es la información con la que contamos, más parcial y limitado es nuestro campo
de intervención. Cuanto más se amplía nuestro
conocimiento del mundo, más pequeña es nuestra jurisdicción.
52
la información como sospecha
Fotografías de Noaz
La televisión se limita a reflejar y prolongar
al mismo tiempo el contenido y la ideología de
la renovación acelerada e ininterrumpida de las
mercancías. Destruir las cosas (y los hombres),
destruir también sus imágenes. El equivalente de
la “novedad” en el mercado es en la televisión el
“acontecimiento”. Así como los nuevos productos
desalojan sin descanso a los viejos sumiéndolos
en el olvido, flamantes y solitarios en el escaparate, así la televisión debe ofrecer una sucesión
de clímax, un desfile vertiginoso de momentos
cumbre y situaciones de excepción, una contigüidad desparramada de eventos, uno detrás de otro
y sin hilazón recíproca, como joyas intemporales
extraídas del flujo de la temporalidad. El falso directo de los informativos (con arreglo al modelo
estadounidense), la repetición obsesiva de la escena (el estrépito de las Torres Gemelas y la hazaña
de Zidane sin distinción), la exclusiva, el estreno,
la nueva programación, la siempre cosa-sin-precedentes, el ojo del telespectador asiste a una cadena galopante de viñetas o cromos sucesivos que
la retina no puede retener o contextualizar: un
encuentro “histórico”, donde el “acontecimiento”
es separado de la cadena efecto-casual en la que
encuentra su sentido, como el último automóvil
en su vitrina, y desplazado inmediatamente del
escenario por otro “acontecimiento” similar.
Mediante el fetichismo, la televisión opera la
estetización del acontecimiento; mediante la velocidad, opera su destrucción (que es lo que lite-
ralmente quiere decir “consumo”). La televisión no
instruye ni divierte ni informa; en todo caso, nos
alimenta. Al igual que los edificios, las mesas, los
ordenadores, los automóviles (y sus productores)
también nos comemos los “acontecimientos”. En
este sentido, es verdad que aquello que no enseña
la televisión no existe. Pero es mucho peor: como
“medio” de satisfacción estética o digestiva (con sus
terribles “efectos colaterales” en el mundo), ocurre
que lo que enseña la televisión no existe. Lo que
enseña la televisión –es decir- es la inexistencia
misma de las cosas que enseña.
La televisión es al mismo tiempo, pues, Todo
y Nada.
Limitar el poder de la televisión en una sociedad más racional exige, pues, limitar el poder
de la minoría bacteriana re-estructurando por
completo nuestro sistema de producción y de
intercambio. Por más que busquemos, eso no lo
encontraremos en otro canal. Los límites de la
televisión son a un tiempo tecnológicos, económicos y políticos. ¿Un buen uso de la televisión?
Apagarla momentáneamente y sólo volver a encenderla cuando hayamos conseguido liberarla
de esos dos límites externos contra los que sí podemos luchar. Para cambiar la televisión hay que
salir a la calle. Para cambiar la televisión, hay que
renunciar a la seguridad. De ello depende, hoy
por hoy, la seguridad de todos.
Cuanto más
global, más
completa
es la
información
con la que
contamos,
más parcial
y limitado
es nuestro
campo de
intervención
Santiago Alba Rico
es filósofo y escritor
El presente artículo ha sido elaborado, previa autorización de su autor, con fragmentos de los ensayos
‘Televisión: cinco ilusiones y una propuesta’ y ‘El fuego y no la televisión’ y del libro ‘Las reglas del caos’.
53
Ilustración de Borja Bonaque
Posiblemente usted formará parte del 87% de lectores que, según
estadísticas ciertas o equivocadas, abandonará la lectura de este texto
antes de haber llegado a su final. No se preocupe, lo entiendo. Quizás
deba agradecerle el hecho de haberlo siquiera iniciado.
por eduardo romaguera
I
ndependientemente del horario o el
lugar que haya escogido para afrontar
este artículo, me imagino que usted
ya estará hoy ahíto de información,
en forma de anuncios televisivos, vallas
publicitarias, noticias en Internet o en el
diario, o incluso de prácticas más tediosas,
como la presentación en power-point que le
habrán obligado a ver en su empresa (sobre
estrategias de penetración en el mercado
chino o sucedáneo) o las doscientas fotografías que un amigo le habrá enseñado
de su último viaje veraniego por Israel
o las Barbados. Además, aún tendrá que
revisar los numerosos e-mails que habrá
recibido en su bandeja de entrada. O quizás la conciencia le instará a volver a abrir
alguno de los libros que dejó empezados
–los mantiene apilados al lado de su cama,
provocándole una incómoda sensación de
culpabilidad- o se obligará a ver alguna
de las películas –créditos incluidos- que
se habrá bajado del e-mule en los últimos
meses. Tanto impacto informativo provoca
agotamiento. Tan extenuante ruido nos
está convirtiendo en consumidores voraces
–y aún así, insatisfechos- de información,
nunca en usuarios. Ya no la masticamos,
directamente nos la tragamos.
¿Sigue ahí? Enhorabuena, forma parte
del 53% de lectores que, según las mismas
estadísticas, sobreviven a los dos primeros
párrafos de cualquier lectura. Todavía no
ha decidido buscar algún texto más interesante (le podría recomendar varios) o
sencillamente cerrar la revista y encender
la información como sospecha
No lea esto
54
el televisor que siempre ofrece una manera más
cómoda de enfrentarse a la realidad, es decir, de
desconectar de ella. Y es que, reconozcámoslo de
una vez, leer puede suponer un acto tedioso, para
el que se requiere de cierta disciplina, hábitat adecuado y, sobre todo, una mente despejada. ¿Para
qué leer si la cultura audio-visual nos ofrece un
entretenimiento mucho más acomodaticio a nuestras ajetreadas formas de subsistencia? En fin.
la información como sospecha
Colapso informativo
No hay duda que nos hemos convertido en sadovictimas de la saturación informativa, una invasión que se cuela por televisores, radios, periódicos,
pero sobre todo por Internet. Algo está pasando
cuando los conceptos de abundancia informativa,
sobre información (separado), sobreinformación
(junto), contaminación informativa, saturación
informativa (¿ya la dije?) y exceso de información
suman alrededor de un millón de entradas en Google. ¡Y sólo en español! Incluso el neologismo Infoxicación, acuñado por Alfons Cornella, acumula
ya más de 25.000 entradas. Y lo curioso es que la
mayoría de las cincuenta páginas que visité para
tratar de entender este fenómeno criticaban de alguna u otra manera el pandemonio en el que se
ha convertido la imparable producción de información y las nocivas consecuencias que reporta a la
humanidad. Eso es ver la paja en el ojo ajeno y no
la viga en el propio.
Me imagino que a estas alturas de texto, cualquier lector medianamente hastiado de estímulos
informativos habrá abandonado la idea de concluirlo. Insisto: no pasa nada. Al fin y al cabo, lo
que les yo pueda contar lo pueden encontrar reiteradamente en un sinnúmero de blogs y páginas
virtuales. Recuerdo un dato que se repite machaconamente en varios textos: un lector de la edición
dominical de ‘The New York Times’ recibe en un
solo día la misma información que podía acumular un ciudadano del siglo XVIII -¿o era del XIX?durante toda su vida. No sé si será cierto pero sí
espeluznante, ¿no?
Llegados a este punto, agradezco sinceramente
la tenacidad de los intrépidos lectores que se hayan empeñado en acabar un nuevo artículo sobre
saturación informativa. Quizás ya no recuerden
el último que se leyeron. Trato de aproximarme a
una tipología de lector desbordado por la sociedad
de la información. Me lo imagino ahora mismo rodeado de ruido: de libros con el separador ubicado
antes de la página quince, y el televisor encendido mostrando un incendio en Kentucky de hace
diez años que el programa dedicado a catástrofes
emite con un prisma de actualidad. ¡Qué más da,
lo importante es que resulte espectacular! Seguro
que también, en algún cajón del armario, acumula
flyers de bares, de sex-shops, de algún festival de
cine independiente (celebrado la pasada primavera) y de una academia de inglés en la que quiso
inscribirse hasta que una chica que le gustaba le
convenció para inscribirse en un curso de flamenco, un giro patriótico que abandonó el mismo día
en que ella se fugó con el profesor. Y a buen seguro
guardará la cartelera cultural del periódico de hace
dos semanas: todavía tendrá esperanzas de poder
leer el artículo sobre Franz Zappa que le llamó la
atención pero que tuvo que interrumpir en su segundo párrafo para atender al cartero que le trajo
el libro ‘Enfermos de información’ de Todd Gitlin,
cuyo ejemplar había solicitado por Internet a una
librería madrileña. Sólo fueron cinco minutos,
pero cuando regresó a la sala, su atención se centró
en la repetición de un gol injustamente anulado a
la selección polaca en la fase final de la Eurocopa.
Luego se entretuvo en otros menesteres y prometió leerse el interesante artículo de Zappa antes de
irse a dormir, algo que, por supuesto, nunca llegó
a suceder. Esa noche se dedicó a ojear (¿o será hojear?) el libro del tal Gitlin, del que se saltó varios
capítulos para llegar a la parte que explica que el
desborde informativo provoca parálisis cognitiva.
Y es que la acumulación de datos, chismes, noticias, infográficos, leyendas urbanas, fotomontajes
produce una perdida de la noción de realidad, que
se difumina sibilinamente con la ficción. Ésta se
introduce en lo real –la anguila gigante, Blisset,
Chikilicuatre, Torres Campalans, Borat...- pero más
rocambolesco resulta que la realidad haya acabado
insertada en espacios de ficción. En el éxtasis de
la sociedad del espectáculo se quebranta la frontera entre ambas. Como advertía ‘La estupidez’ de
Erasmo vivimos con escepticismo la teatralización
de nuestras propias existencias. Da igual, todo es
ficticio, nada importa ya. Miren que les advertí que
no leyeran este artículo. Luego no digan que no les
avisé a tiempo, ¿eh?
Pero si insisten en profundizar sobre saturación informativa les puedo contar que IntermonOxfam afirma que en África cada minuto fallece
por desnutrición un menor de quince años. Que,
según Amnistía Internacional, dos de esos pobres
chiquillos fueron niños-soldado que participaron
en la masacre de varias aldeas, dejando más de
cien huérfanas que, según denuncia Save the
Children, fueron obligadas a prostituirse a las órdenes de un evangelista que encubría una red de
proxenetas, de los cuales uno era alto ejecutivo
de un banco suizo que recibía suculentas sumas
de dinero de un presidente centroamericano que
paradójicamente había subido los presupuestos
destinados a la lucha contra los altos niveles de
corrupción en su gobierno, según denuncia la
oposición, liderada desde la cárcel por un ex alto
cargo militar que, en febrero (¿o fue en marzo?)
provocó un fallido golpe de estado –amparado
por Venezuela, neutralizado por los gringos- que
causó una preocupante bajada del turismo en un
país que recibe millón y medio de visitantes al
año, de los cuales un 4% son atracados de manera violenta y un 1% fallecerá en accidente de
tráfico, a causa principalmente del pésimo estado
de las carreteras, construidas por una empresa
noruega con dinero desviado de la cooperación
internacional, según denuncia un informe sobre
transparencia en organizaciones civiles elaborado por un asesor argentino, que a su vez chantajeó a una ONG a cambio de encubrir sus desma-
Tanto impacto informativo provoca
agotamiento. Tan extenuante ruido
nos está
convirtiendo
en consumidores voraces –y aún
así, insatisfechos- de
información,
nunca en
usuarios. Ya
no la masticamos, directamente nos
la tragamos
55
nes económicos en el tema del apadrinamiento
de niños-soldado africanos por parte de familias
británicas residentes en un barrio de clase alta
de la ciudad portuaria de Bristol.
¿Ha llegado hasta aquí? ¿Se ha enterado de
algo? No se preocupe, yo tampoco. Y eso que he
obviado la información relativa al medio ambiente y el cacareado cambio climático. Sólo
aportaré un dato más (sin citar la referencia,
que tampoco recuerdo): un estudio sociológico
que encontré azarosamente por interné sentencia que el 58% de la información que circula por
la red es de procedencia falsa. Claro que el estudio no especifica si este dato también lo es.
Y aquí lo dejo porque nada peor que saturarse a uno mismo. Además, si hablar sin oyentes
es locura, escribir sin lectores es desquicie. Voy
a reiniciar un texto que me envió un amigo escritor para que se lo corrigiera. Se titula ‘Cómo
abandonar la afición a la lectura’ y es la sexta
vez que lo empiezo esta semana. Sinceramente,
me aburre. Esta vez voy a iniciarlo por el final, a
ver si así se acaba antes. Que a las ocho he quedado con un colega para la inauguración de una
exposición de fotografías de una amiga suya
que anduvo el verano pasado por el Himalaya.
¿O eran los Andes? Da igual, todo es ficticio,
nada importa. Ya.
Eduardo Romaguera
es artista plástico y
performer partidario del
intrusismo en el arte
la información como sospecha
Ilustración de Dani Sanchis
Y es que,
reconozcámoslo de
una vez,
leer puede
suponer un
acto tedioso,
para el que
se requiere
de cierta
disciplina,
hábitat adecuado y,
sobre todo,
una mente
despejada.
¿Para qué
leer si la cultura audiovisual nos
ofrece un
entretenimiento mucho más acomodaticio
a nuestras
ajetreadas
formas de
subsistencia?
la información como sospecha
56
Vamos a hablar de lo mío
Los medios de siempre en los nuevos medios
por Guillermo López
Ilustración de Dani Sanchis
A
veces parece que no somos totalmente conscientes del alcance de
los cambios que, en lo tecnológico
pero también en lo social, se han
producido en los últimos diez años. Un
somero repaso a algunos de los dispositivos
tecnológicos más populares en la actualidad
nos lo muestra claramente: piénsese en lo
que era el teléfono móvil hace no tanto
tiempo, y la multiplicidad de funciones que
ofrece ahora; en que las cámaras (de vídeo y
de fotografía) eran casi siempre analógicas,
y ahora lo son digitales; que los ordenadores
no tenían ni la centésima parte de potencia
y capacidad de almacenaje –casi literalmente
hablando- que actualmente.
El cambio tecnológico también ha
provocado una auténtica revolución en lo
que cabría llamar ecosistema mediático,
así como en el sector de los medios de co-
municación en su conjunto. Hace también
diez años, dicho sector estaba claramente
dominado por un número muy reducido
de grandes medios de comunicación que
-en prensa, radio y televisión- acaparaban
grandes audiencias y jugosas porciones
del pastel publicitario. Su importancia radicaba en esta doble condición: eran muy
grandes, pero también eran muy pocos.
Existía un pluralismo informativo (si
consideramos éste el que no todos los
medios digan lo mismo, aunque sepamos
qué va a decir cada uno de ellos). Pero
en una disposición extraordinariamente
favorable al emisor, que decidía la naturaleza del contenido (la información,
la programación, etc.), cómo y cuándo
transmitirlo, y cómo y cuándo, en muchos casos, iba a ser consumido por parte
del público.
Sin embargo, dicho escenario ha evolucionado rápidamente, en buena medida
merced a las ventajas que, desde muchos
puntos de vista -abaratamiento de costes,
facilidad de creación, distribución de los
contenidos, ampliación del espectro radioeléctrico disponible...- ha comportado la
digitalización. De manera que, frente a los
canales de TV tradicionales, han surgido
muchos más, gratuitos y de pago, de ámbito nacional, autonómico y local, por cable,
satélite y vía TDT; ha aumentado igualmente el número de licencias radiofónicas, y ha
surgido con fuerza, dentro de la prensa, el
sector de los diarios gratuitos.
En este contexto, el público adquiere
cada vez mayor autonomía para decidir
cómo, cuándo y por qué razones dedicar
su tiempo a unos medios de comunicación o a otros, e incluso si quiere adoptar
57
Egolatría informativa
Decíamos al principio que el pluralismo informativo en España es fundamentalmente “formal”, generado a partir de la suma de contrarios, de medios
internamente homogéneos pero –obviamente- distintos de los demás en cuanto a su visión del mundo. Es decir, una forma de pluralismo que acaba
fragmentando al público por un criterio ideológico,
de manera que cada medio cuenta con “su” audiencia afín. Se trata de un
modelo de gran peso
en la trayectoria de los
medios españoles (sobre todo en prensa y
radio) que dificulta la
celebración de un au-
téntico debate en torno a la cuestión que sea. A fin
de cuentas, ¿para qué debatir, si estamos de acuerdo
en nuestros desacuerdos?
Pues bien, da la sensación de que en el éxito
del formato blog, y sobre todo en su apropiación
por parte de los grandes medios (y periodistas) tradicionales, estamos reproduciendo, inconsciente o
conscientemente, el partidismo y la polarización
característicos del modelo anterior, ahora sencillamente trasplantado a Internet. Así, no es sólo que
exista una “blogosfera liberal” y otra “progresista”, sino que el público
que visita los blogs, y en particular el público que comenta,
tiene un perfil ideológico cada
vez más similar al del autor
o autores, si acaso más radicalizado. La razón de que esto
ocurra se antoja sencilla: a nadie le gusta sentirse en minoría, con lo que los que no estén
de acuerdo con el gran gurú de
turno tenderán a callarse. En
muchos casos (como, por ejemplo, los blogs de Libertad Digital,
feudo de Jiménez Losantos y demás iluminados), ni siquiera hará
falta que se planteen su silencio, pues la censura se
encargará de que el silencio o la aquiescencia con el
líder providencial sean las únicas opciones. Y, de no
ser así, las opiniones minoritarias, sea por sentirse
acosadas, por afán provocador o, directamente, por
buscar la destrucción de la comunicación (misión
de un troll), tenderán a radicalizarse y, posteriormente, a desaparecer.
Así es como muchos blogs se están convirtiendo en meras cajas de resonancia del discurso previamente expuesto por el autor de la publicación.
De hecho, muchos nacen ya directamente con ese
objetivo. Los comentarios del público pierden interés por lo cualitativo (porque vienen a decir lo mismo que dice el autor, pero más extremado y “con
mis palabras”, como se decía en el colegio) y por lo
cuantitativo. En este último caso, la enorme cantidad de comentarios –unos doscientos por artículo
o más- imposibilita seguir el debate; aunque, como
vemos, tampoco es que se debata mucho.
Este modelo comunicativo tiene su fuerza en
el apoyo del sistema mediático tradicional, que se
siente –lógicamente- mucho más cómodo en esta
coyuntura. No es que sea lo único que puede hacerse con un blog, ni que resulte imposible ofrecer un modelo de comunicación más ecuánime.
El problema es que los centros neurálgicos de la
llamada “blogosfera” tienden indefectiblemente a
concentrarse en torno precisamente a este sistema
mediático, bien porque provengan directamente de
él -periodistas asociados a los medios tradicionales,
opinólogos que ubican su blog como parte
de la oferta de un medio en concreto- o porque, merced a su éxito, acaben deglutidos
por el sistema imperante, tal y como ya está
ocurriendo con algunos de los bloggers más
significativos.
Muchos
blogs se
están convirtiendo
en meras
cajas de
resonancia
del discurso
previamente expuesto
por el autor
de la publicación
Guillermo López es
profesor titular de periodismo de la Universitad
de Valencia. Web: www.
uv.es/guilopez. Mail:
[email protected]
la información como sospecha
un papel activo en el proceso de comunicación. La
audiencia se reparte, la publicidad también, y los
medios de comunicación, en especial los medios tradicionales, comienzan a pasarlo mal. Piénsese en el
diario ABC, por ejemplo. No hace más que perder
lectores. ¿Cuál es el motivo? Es triste decirlo, pero,
solemnizando lo obvio: la gente muere. Sobre todo,
los lectores de ABC, con una media de edad cada
vez mayor. Las jóvenes generaciones están dando la
espalda cada vez más a una parte sustancial de los
medios tradicionales.
Una vez demostrada la capacidad comunicativa de la blogosfera, los medios de comunicación
comenzaron a crear sus blogs afines y a diferenciar entre los buenos (los suyos, publicados por
ellos y su gente) y los sospechosos (todos los demás, incluyendo los de otros medios). Así es como
la blogosfera, o al menos la parte de ella que tiene
mayor visibilidad, ya no puede considerarse como
un escenario de comunicación alternativa y marginal. ¡Pero si hasta Federico Jiménez Losantos e
Iñaki Anasagasti tienen su blog! (por citar sólo dos
nombres que representan lo más característico
de la comunicación tradicional). En realidad, que
los medios de comunicación estructuren sus contenidos especializados mediante blogs y que los
más influyentes pertenezcan, directa o indirectamente, a los propios medios, son síntomas de un
mismo fenómeno: su asimilación como parte de
la comunicación tradicional que trae consigo la
aniquilación de su potencial transgresor.
Dentro de la llamada Web 2.0, los blogs revisten una importancia singular: permiten acoger
los comentarios de sus lectores; sin embargo, se
predetermina desde el principio un modelo de
comunicación en el que el autor ostenta una evidente posición de dominio, concentrando tanto la
visibilidad como el poder. En parte, el éxito de la
blogosfera es consecuencia de la suma de un sinfín de egosferas, blogs individuales donde la participación y el diálogo son totalmente subalternos
de los artículos publicados por el blogger y donde
todo está organizado a mayor gloria de éste. Precisamente por eso los medios se han apuntado tan
alegremente a “esto tan moderno de los blogs”:
porque les permite hacer en esencia lo mismo de
siempre.
la información como sospecha
58
Información medioambiental
Jaque a la sociedad de consumo y la economía de mercado
por maria josep picó
L
a Fundación Española de Ciencia y
Tecnología, en un estudio de 2003,
concluyó que, en una escala de
interés de uno a diez, la población
estatal colocaba al medio ambiente y a
la ecología (con un 6,64) por detrás de la
medicina y la salud (7,02) y por delante
de los deportes (5,71), la política (3,78) y
el mundo de los famosos (3,49). Y diversos
estudios ya muestran la predisposición de
los ciudadanos a pagar más por los bienes
y servicios para mejorar la protección del
entorno.
La sociedad muestra interés por el
medio ambiente, aunque sólo sea en
encuestas y estudios de opinión. Porque,
¿cuál es el medio de comunicación que
seleccionamos mayoritariamente y que,
en consecuencia, influye en la creación
de nuestra opinión?... La televisión (81%)
es el medio preferido por los europeos,
según el Eurobarómetro de 2002 de The
European Opinion Research Group. ¿Y
cuál es su oferta? Los contenidos de los
informativos de las cadenas de televisión
españolas, según un estudio de Consumer (2002), se reparten de la siguiente
manera: un 45%, deportes y política; un
3,1%, sanidad; un 2,3%, medio ambiente, y un 2,1%, ciencia. Estas cifras reve-
lan que este medio audiovisual, a pesar
de su gran capacidad de generación de
opinión (y sensibilización ambiental),
no atiende la demanda de información
ambiental de los ciudadanos.
Lo verde está en venta
La creación de opinión, valores y conciencia ambiental no sólo está impulsada por
las informaciones, sino también por la
totalidad de contenidos de los medios de
comunicación (publicidad, programas de
radio y televisión, ilustraciones, etc). El
teórico Marshall McLuhan (autor de ‘La
Galaxia Gutenberg’ o ‘La aldea global’) ad-
59
Integración y transversalidad medioambiental
La continuidad y consolidación del periodismo
ambiental requiere el desarrollo de una nueva
estrategia para lograr mayores cotas de prestigio
y recoger la demanda de información, todavía insatisfecha, mostrada por la sociedad. El objetivo
debe ser que las noticias ambientales aparezcan de
forma transversal en las diversas secciones de los
medios y también de forma integrada en las diferentes temáticas.
La influencia
de la publicidad en la
creación de
contenidos
informativos es enorme puesto
que los
grandes capitales y los
sectores con
mayor incidencia sobre
el entorno
son aquéllos con una
capacidad
más potente
para influir
a los medios
de comunicación
la información como sospecha
Fotografía de Jesús Arias
virtió en los años sesenta sobre cuestiones como
que “el medio es el mensaje” o “somos lo que vemos”. La comunicación puede presentar tres niveles de afección: cognitivo, de actitud y conductual.
Deberíamos aspirar a conseguir los tres con objeto
de crear una sociedad más crítica, más formada y
más concienciada al respecto de los impactos del
modelo económico actual y de la responsabilidad
individual ante el deterioro del medio ambiente.
Pero es complicado transmitir mensajes ambientales cuando se ha impuesto una sociedad de consumo basada en una economía y organización
(ocupación del territorio, construcción de infraestructuras -siempre sinónimo de progreso-, modelo
de movilidad poco sostenible, etc) ajena al impacto
ambiental (generación de residuos, ocupación de
suelo fértil, emisiones contaminantes...) y sociales
(pérdida de lugares de socialización, debate cultural, etc).
A la vez, los mensajes publicitarios se aprovechan de los iconos ecológicos, naturales, ‘verdes’ para vender todo tipo de productos, sin reparar, en ningún momento, las ideas contrarias
a la conservación de la natura o engañosas que
se están difundiendo. De hecho, tampoco se ha
impulsado desde las administraciones ningún
código que regule este tipo de mensajes para que
no resulten contraproducentes en la sensibilización ambiental de la población. Algunos de los
ejemplos más claros en este abuso de los iconos
de la naturaleza son los spots de automóviles y
de productos de limpieza, cuyo uso implica un
deterioro ambiental considerable. Es evidente
que el consumismo, básico en nuestro modelo,
choca frontalmente con la promoción de la sostenibilidad. Sin embargo, se podría establecer unos
límites, que tampoco implicaran censura, sino
responsabilidad en la actividad tanto publicitaria
como periodística.
La influencia de la publicidad en la creación
de contenidos informativos es enorme puesto
que los grandes capitales y los sectores con mayor incidencia sobre el entorno son aquellos con
una capacidad más potente para influir a los medios de comunicación. De esta manera, a menudo
los temas ambientales se dejan de publicar por la
aplicación de una especie de autocensura de los
medios que quieren cuidar sus fuentes de ingresos o, al menos, no cerrarse la puerta a conseguir
otros beneficios económicos. Algunos ejemplos
pueden ser: los campos de golf, la urbanización
del litoral, la construcción de infraestructuras
viarias o centrales de producción de energía, etc.
60
la información como sospecha
Pero esta especialidad presenta diversos problemas, como:
w Diversidad en temáticas que se mueven en la incertidumbre (cambio climático, deterioro ambiental a largo
plazo, influencia de los OGM, pérdida
de biodiversidad y recursos naturales).
w Falta de especialización de los periodistas.
w Uso excesivo de tópicos y sensacionalismo, resultado del punto anterior y
también del compromiso ambiental
de los responsables de los medios.
w Carencia de liderazgos teóricos y lobbies económicos.
w Pérdida de la confianza entre científicos y periodistas que dificulta la divulgación ambiental.
w Poca transparencia informativa de las
administraciones y las industrias. En
el caso de los gobiernos, tampoco se
aprecia una voluntad política por una
comunicación ambiental rigurosa.
w Discurso ecológicamente correcto de
los políticos, que utilizan el medio ambiente como un valor propagandístico.
Temas de gran importancia ambiental,
como es el caso de la disponibilidad de
agua, se convierten en cuestiones de
enfrentamiento político.
w Ecofatiga y saturación de la teoría ambientalista por parte de la sociedad, excesivamente expuesta a los contenidos
publicitarios que promueven el consumismo.
Así pues, el periodismo ambiental todavía arrastra importantes deficiencias.
Debe superar, por ejemplo, el tratamiento superficial (sin caer tampoco en un
abuso de tecnicismos que dificulten la
comprensión y el acercamiento del público al medio ambiente), el catastrofismo,
el suceso, la falta de contacto con los expertos o la politización de los contenidos
ambientales, pues, a menudo, los líderes
llegan a mentir para conseguir réditos
electorales.
La conquista económica
Una de las posibles vías para lograr la
consolidación del periodismo ambiental
es la conquista económica, es decir, que
las informaciones relativas a esta materia abandonen las secciones de sociedad
-donde deben resistir una fuerte competencia- para pasar a las de economía.
¿Qué valor económico tienen los ecosistemas? ¿Qué beneficios sociales aporta
la conservación? ¿Cuál es el precio de un
incendio o un episodio de inundaciones?
Paulatinamente, la incidencia económica
de los temas ambientales ya se ha empezado a vislumbrar y, de hecho, se está
produciendo este trasvase de contenidos
hacia las secciones y los suplementos económicos. Un caso paradigmático es el del
Protocolo de Kioto, del cual se informaba
desde las páginas de sociedad, pero pasó
directamente a ocupar las secciones de
economía cuando las exigencias de control
de emisiones contaminantes comenzaron
a afectar a poten tes industrias como la
automovilística.
A diferencia de otras especializaciones periodísticas, como la deportiva o la
política, la ambiental todavía depende del
esfuerzo individual de los comunicadores
implicados. A pesar de ello, esta dedicación especial corre el riesgo de desperdiciarse si los responsables de los medios de
comunicación y los lobbies económicos
no apuestan por un tratamiento periodístico adecuado del medio ambiente. Y no
sólo en los espacios informativos, sino en
todo tipo de contenidos como programas,
series de ficción o mensajes publicitarios,
que son parte fundamental del panorama
comunicativo y, por tanto, decisivos para
el incremento de la concienciación ambiental en la opinión pública.
Maria Josep Picó es Premio
Nacional de Periodismo Ambiental
2005. Dirigió la revista ‘Nat’. Ha
publicado dos libros: ‘El canvi climàtic
a casa nostra’(2007) y ‘El planeta i tu.
Idees pràctiques per a cuidar el medi
ambient’ (2008).
SALUD AMBIENTAL,
CONTROL DE PLAGAS
Y DESINFECCIÓN.
Tel: 671.50.21.71 | 96.111.83.14
61
Johann Mühlegg estuvo adscrito a la
Federación Murciana de Deportes de Invierno
Deporte, patria y empresa en nuestra agonística vida cotidiana
por daniel ruvira
S
alió por televisión. El candidato a
la presidencia, Mariano Rajoy, se
asomaba al balcón de la sede de
su partido, en Madrid, para dedicar unas palabras a sus seguidores. La
multitud ondeaba una abigarrada pléyade de banderas, las blancas del partido y
las rojigualdas españolas. A pesar de su
nerviosismo, el candidato logró farfullar
algunas palabras, apenas audibles entre
los vítores y aplausos de la multitud allí
congregada. Quiso anunciar que aceptaba
la derrota y felicitaba al candidato ganador,
Rodríguez Zapatero. El gentío le abucheó
con prontitud. Tal vez luego vociferaron
a pleno pulmón “¡Mariano presidente!”, o
cantaron el himno que repite la palabra
“campeones”. Mariano volvió a intentar
hablar para agradecer a los más jóvenes
su voto, pero entonces fueron quizás los
más jóvenes los que le interrumpieron al
grito de “ésta es/ la juventud de España”.
Las palabras de su saliva le caían a Mariano
en la barba canosa. La eufórica multitud
acallaba sus intentos reconviniéndole a
Rodríguez Zapatero que se fuera con su
abuelo, víctima en la última guerra civil.
Mientras, un radiante Zapatero, ajeno a
las dificultades de su compañero de profesión, besaba a su mujer y a una masa de
intelectuales que lo jaleaban, como Víctor
Manuel o Fran Perea.
Otro ejemplo azaroso
También se pudo ver en televisión, en
enero del pasado año, que TVE emitía
un telediario cuya noticia de portada era
el fichaje de David Beckham por Los Angeles Galaxy. Los presentadores (ella de
noticias generales, y él de las deportivas)
debatían distendidamente sobre cómo
acogerían las celebridades de Hollywood
al susodicho jugador y a su mujer, cantante de un grupo pop. Parecían disfrutar
compartiendo dicha noticia, sonriendo
incluso con las chanzas que aquel suceso
provocaba. Cuando dieron paso a las imágenes prosiguiendo con el tono jocoso, en
la pantalla se pudieron ver dos féretros
la información como sospecha
Escasos minutos de vida entre
la avalancha de triunfos del
deporte español
62
Nada ocurre en Irak ni en Haití ni en Sudán ni en Venezuela, o lo que es
peor: ocurre siempre lo mismo
bajando de un avión ante la desesperación de
un grupo de expectantes amerindios. Lloraban
y se lanzaban presos de la tristeza sobre las
cajas que contenían los restos mortales de sus
personas queridas. Cuando cesaron aquellas
imágenes descontextualizadas e inesperadas,
el rostro de los presentadores mostraba una
mezcla de pánico y vergüenza. Explicaron que
las imágenes respondían a la repatriación de
las víctimas mortales (ambas ecuatorianas) del
atentado del grupo armado ETA en el aeropuerto de Barajas. Luego se disculparon y reanudaron su trabajo.
la información como sospecha
Irrefrenable éxito de la colonización
Es difícil discernir si la naturaleza imita al arte
o no, si el pueblo acaba por imitar los mensajes
y modelos reproducidos obsesivamente por los
medios o al revés, si las empresas tratan con
ahínco de embrutecer a sus posibles clientes
para que éstos consuman su ignorancia en furor adquisitivo o si finalmente el patriotismo
es el último refugio vertebrador (en silenciadas
guerras y anecdóticas competencias olímpicas)
en una época tan obscenamente materialista y
carente de fe. Sea como fuere, la colonización
de la ética agonístico-deportiva ha sido llevada
a cabo con éxito, un éxito tan fulgurante que
casi ridiculiza las mejores previsiones: estamos
construidos así ya para siempre. Para reconocer
como “valor supremo” el esfuerzo, el tesón y
el sacrificio por una bandera o por una marca;
para competir atrozmente en un entorno en el
que una derrota nacional (o sentimental) siempre queda amortiguada por tremendas injusticias o conspiraciones tramadas por empresas o
países más poderosos; para dar el único aliento
agónico por un poco más de espectáculo y para
aceptar que el dinero es al fin el que gana los
partidos. Cualquier persona admitirá que ya es
prácticamente imposible sustraerse a la magia
del deporte patriótico de las empresas, sean
éstas culturales o electorales. Impensable no
imitar sus peinados, no vestir como ellos, huir
de sus proezas y sus triunfos de interés general, ignorar sus declaraciones, no reconocer sus
gestos: ellos están ahí siempre con nosotros,
impactando machaconamente en nuestra cotidianidad y en nuestro deseo. ¿Cómo no envidiar
sus suertes de millonarios en una escena tan
pobre que la gente memoriza lo que ha costado el traspaso de cada jugador o no ansiar la
desorbitada atención que reciben en un mundo
solitario en el que ya nadie escucha porque lo
único que podemos añadir es que “los partidos
duran 90 minutos” o que “hay que seguir trabajando”?
Imposición de la identidad higiénica y ganadora
Si bien es innegable que ya nuestra identidad y
comportamiento, nuestras opiniones o nuestra
dicción van ligados íntimamente a esos modelos publicitarios, cabe la saludable o paranoica
duda de si ellos realmente existen, si no fueron
ellos también a su debido tiempo realmente
diseñados o construidos. Cualquier imagen del
Premio Príncipe de Asturias Fernando Alonso deja entrever que su inmediata asepsia, su
corrección política o su perfección mediática
son más bien propias de una inteligencia cibernética superior adaptada con exactitud a los
tiempos. No es descabellado aventurar que Rafael Nadal hace el gesto de morder la copa o la
medalla –para comprobar si es oro del bueno—
por una intuición inoculada de antemano por
Endesa, Repsol o el CESID. ¿De qué no serían
capaces sabiendo el tremebundo premio que
hay en juego, si sólo uno de esos deportistas
genera en unos meses lo que todo un país africano o nueve millones de asalariados en una
década? Si la tecnología militar de un Estado no
le permite sacar tajada inmediata expoliando o
arrasando los recursos naturales de otro (como
hacen las deportivamente llamadas súper-potencias), si no más bien (o también) vendiendo
sus productos, sus hologramas y pareceres culturales, ¿por qué no proseguir con esa guerra
publicitaria con héroes olímpicos y campeones
inagotables y sus saludables y lujosos modelosde-vida? La demanda lleva visos de convertirse
en algo inabarcable. Si ya Henry Ford pensó con
escrupulosa sensatez sobre lo impúdico de poseer esclavos trabajando para uno, ¿por qué no
convertirlos de por vida en hipotecados a un
consumo de bienes que denote cierto orgullo
competitivo nacional o empresarial?
Sucesión constante de la nada deportiva
Dejando de lado extravagantes teorías dignas de
la época virtual y especulativa en que vivimos,
sí que debemos señalar a qué motivos obedece nuestra claudicación ante los constantes
motivos históricos, periódicas hazañas épicas
y mágicos momentos míticos que sin pausa se
suceden ante nuestros ojos en el agotamiento
esencial de la Historia. Como si de un encadenamiento cíclico de orgasmos se tratara, los medios nos citan con violencia irrefrenable a que
presenciemos continuas victorias nacionales o
envites en los cuales nuestro campeón empresarial o político puede resolver una deuda con
el (casi siempre injusto) devenir histórico. Nada
ocurre en Irak ni en Haití ni en Sudán ni en
Venezuela, o lo que es peor: ocurre siempre lo
mismo. Es imposible detener el curso normal
Si ya Henry
Ford pensó
con escrupulosa sensatez sobre
lo impúdico
de poseer
esclavos
trabajando
para uno,
¿por qué no
convertirlos
de por vida
en hipotecados a un
consumo de
bienes que
denote cierto orgullo
competitivo
nacional o
empresarial?
63
e invariable de los tiempos: seguirán los palestinos
protestando con sus cinturones-bombas, Irán proseguirá con su carrera armamentística (al contrario que los otros países), los inmigrantes seguirán
arriesgando sus vidas (eso sí, con la camiseta del
Real Madrid) para entrar en el búnker del dinero,
los poderosos de siempre seguirán expoliando el
mundo de maneras ecológicas y el arbitrio de las
catástrofes naturales se cebará en este u otro rincón
desalmado del ancho mundo. Sin embargo, en la actualidad deportiva, sí parece que los acontecimientos reflejen numerosísimas variaciones, embargándole a uno de incertidumbre y de emoción. Nuestros
equipos tal vez pasarán de cuartos de final (¡si hasta
los presentadores se enfundan con total imparcialidad la zamarra nacional!), hay sangre y personajes
famosos a pie de cancha cuando se disputan las finales olímpicas (si hasta el Rey aplaude), se rompen
récords del mundo o aparecen nuevos casos de dopaje, nuestros cuerpos magullados por accidentes
motociclísticos y manchados de tierra batida son
celebrados por los ciudadanos en las calles con
una euforia tal que los comercios son saqueados, el mobiliario urbano destrozado e incluso los
antidisturbios han de disparar contra la multitud.
Afortunadamente, el imperialismo yanqui (con su
fervorosa reacción anti-intelectual) no ha llegado a
cuajar por estos lares, apuntan los analistas.
Últimos e inútiles ejemplos
Los medios nos
citan con
violencia
irrefrenable
a que presenciemos
continuas
victorias
nacionales
o envites en
los cuales
nuestro campeón empresarial o político puede
resolver una
deuda con el
(casi siempre injusto)
devenir histórico
Daniel Ruvira (Valencia,
1977) es periodista deportivo y
traductor. Ha reunido una antología
de poetas caribeños en lengua inglesa (Carter, Goodison, Brathwaite,
etc...) que busca editor.
la información como sospecha
Otros señalan que el fanatismo deportivo y el furor por la tecnología son señales evidentes del
concluir de una época. ¿No tendremos más, entonces, que “tirar del carro”? ¿Cómo no clasificar
nuestro esporádico encuentro sexual del fin de
semana como “bronco y copero”? ¿Qué quedará
de la realidad si el marcador permanece inalterable? ¿Una última carrera, una rueda de prensa,
u otra vez el anuncio que repite que no importa
cuántas veces te caigas sino cuántas te levantas?
¿O aquel otro noventaiochesco que reza que ser
español ya no es una excusa sino una responsabilidad? ¿Se devorarán las empresas entre ellas,
en inexplicables guerras del fútbol, luchando federaciones contra patrocinios, las cadenas televisivas azuzando a sus estrellas mediáticas unas
contra otras en horarios de máxima audiencia?
Es difícil saber. Haraganearemos melancólicos en
la pretemporada, sufriremos la presión del vestuario o pediremos perdón a la grada. Forzaremos el traspaso de fiesta en fiesta, achicaremos
los espacios y el lenguaje comentado gestas y
desplantes o nos integraremos en la oscuridad
junto a waterpolistas, tiradores de arco, judokas
y lanzadores de peso. No es el pan y circo de los
romanos (y sí lo es), no es una distracción o interferencia consecutiva (de la patria, del alma, de la
empresa) para que uno escape de la realidad de
su salario, o de su precaria soledad sentimental:
es la vida. La vida, que no le permite a uno tres
derrotas seguidas ni en el trabajo ni en el amor,
entre tantos conductores suicidas; la vida, que se
resuelve en que gane este equipo o este otro ya
sea por puntos, por votos o por goles; la vida,
el progreso humanístico, que le desaloja a uno
de casa por la reforma urbanística que implican
unas olimpiadas o unas regatas o un circuito urbano. La vida estadística, tecnológica o democrática, el entretenimiento de la corrección política
solidaria, que obliga a castigar al desafortunado
rival y a celebrar con éxtasis su derrota. La vida
a la que nos vemos expuestos, atlética, competitiva, agónicamente entre el efímero éxito o el definitivo fracaso de futbolistas como George Best
o Garrincha (murieron alcoholizados) o Diego
Armando Maradona, boxeadores como Urtain (se
suicidó) o el “Poli” Díaz, o el golfista Seve Ballesteros o el principesco balonmanista Iñaki Urdangarín (condenados a una vida de horribles lujos),
la tenista Martina Hingis (se retiró tras un positivo por cocaína) o el waterpolista Jesús Rollán
(se suicidó deprimido, adicto, tras retirarse),
como los ciclistas “Chava” Jiménez o Marco
Pantani (que murieron, ambos en la treintena, deprimidos y enganchados, a consecuencia de sendos “fallos cardiacos”) o Jesús
Manzano (récord de sustancias dopantes en
su cuerpo), el automovilista Ayrton Senna, la
saltadora Niurka Montalvo (escapó de Cuba, se
nacionalizó española y fue captada por el PP),
o como Ronaldo o Ronaldinho (embrujados), o
el esquiador (prontamente ex-español) Johann
“Juanito” Mühlegg, o los atletas Ben Johnson o
Marion Jones (con penas de cárcel por dopaje),
o los futbolistas Antonio Puerta, Miklos Feher
o Marc-Vivien Foé (fallecidos sobre el terreno de
juego), o los baloncestistas Drazen Petrovic o Fernando Martín (fallecidos en accidente de tráfico)
o Reggie Lewis, Roy Tarpley o Len Bias (murió de
sobredosis celebrando que había sido elegido en
el draft por los Celtics), entre tantísimos otros,
que dan ejemplo a través de la historia de la envidiable salud económica de los espectáculos deportivos.
64
Del acontecimiento a la alegoría
la información como sospecha
la destrucción de guernica
En 1962, burlando a las autoridades españolas, el director francés
Fréderic Rossif consiguió un permiso de rodaje para realizar un
documental sobre España alegando que el tema de la película sería
el folclore del país. El resultado fue ‘Mourir à Madrid’, un encendido
alegato antifranquista que volvía sobre el drama de la guerra
civil cuando el general Franco estaba abonando el terreno para la
celebración de los “25 años de paz”.
por sonia garcía lópez
H
acia el minuto cincuenta del documental,
la narración se detiene sobre el bombardeo
de Guernica. La categórica voz masculina
del narrador es sustituida por una voz
femenina que entona las siguientes palabras:
“Había en el País Vasco una ciudad santa llamada Guernica. Desde hacía siglos y ante el roble
de Guernica, el Rey de España solía prestar el juramento de respetar las libertades de los vascos.
Bajo el roble de Guernica ‘La Santa’, los ancianos
les rendían tributo. El domingo 26 de abril de 1937,
como todos los domingos, era día de mercado en
Guernica. A las cinco de la tarde, desde las cuatro
colinas que componen el horizonte de Guernica.
A las cinco de la tarde... Los aviones eran Heinkels
111 y Junkers 52. El bombardeo duró tres horas. Las
olas se sucedían con precisión cada veinte minutos. Las bombas pesaban cien kilos. 1650 muertos,
889 heridos. Había siete mil habitantes en Guernica. El general Galland, piloto de un caza alemán
diría después: “Guernica no fue un objetivo militar.
Simplemente, un error lamentable”.
Estas palabras, a las que la voz dota de una tonalidad melancólica y doliente, se superponen a
una serie de imágenes que mostraban una escena
codificada ya en la mente de cualquier espectador:
la del bombardeo aéreo y sus efectos sobre la población civil. En esta escena estructurada en tres
tiempos (momento previo al bombardeo / ataque /
efecto sobre la ciudad y la población), el punto de
65
se utilizan algunos planos y otros se descartan, se
cortan, o se montan en un orden diferente, pero el
referente sigue siendo el mismo: Madrid.
‘Mourir à Madrid’ da un paso más en lo que respecta a la gestión de las imágenes de archivo. Esta
película se nutre de un gran número de ellas y muchas proceden precisamente de ‘Sobre los sucesos
de España’. Aquí reaparecen, aisladas del contexto
de la secuencia original, las imágenes de mujeres
muertas con sus hijos rodadas por Karmen y Makaseiev, que también aparecían en ‘Heart of Spain’ y a
las que nos hemos referido anteriormente. Pero en
la película de Rossif se ha operado un nuevo giro
en su utilización ya que esta vez se emplean para
ilustrar y denunciar la matanza de Guernica, de la
que no existen imágenes filmadas. En esta segunda forma de reapropiación se ha diluido el acontecimiento original para dar paso a la alegoría. La
imagen pierde así su valor en tanto que documento
para pasar a ocupar en el discurso audiovisual un
estatuto muy similar al que le otorga a menudo la
disciplina histórica: el de mera ilustración del discurso hablado o escrito.
El peligro y la sospecha surgen cuando el documental y la Historia en tanto que discursos de
sobriedad (aquellas esferas del saber -ciencia, política, educación, etc- que reivindican para sí una relación directa, inmediata y transparente con lo real)
se proponen el paradójico cometido de fabricar el
relato verídico de un acontecimiento apoyándose
en imágenes cuya procedencia se ignora o se omite.
Porque, por más que la imagen sea utilizada con
afán de ilustrar (en el sentido de aclarar e instruir),
nuestra sociedad sigue atribuyéndole un importante valor testimonial cuyo valor, por otra parte, no
debe ser despreciado.
Sí que cabe, sin embargo, plantearse una ecología de las imágenes que permita comprender las
relaciones de la imagen con las circunstancias históricas de su producción (¿quién?, ¿qué?, ¿dónde?
pero también ¿cómo? y ¿por qué?). Ello permitirá
al historiador y al documentalista evitar aquellos
dos regímenes entre los que se debate la fabricación de lo inimaginable y que Georges Didi-Huberman identificara con perspicacia en su libro ‘Imáges malgré tout’: el que procede del esteticismo y
tiende a ignorar la Historia en sus singularidades
concretas (relegando el acontecimiento a la esfera
del simulacro) y aquel otro que procede de un historicismo que tiende a ignorar la imagen en sus
especificidades formales.
Al espectador, al lector inteligente, le corresponde un papel no menos activo en esta coyuntura. El de indagar, preguntarse y preguntar de dónde
vienen esas imágenes. El de elevar a la categoría
filosófica el sentimiento de sospecha.
Sonia García López es especialista
en cine documental y forma parte
del equipo de redacción de la revista
‘Archivos de la Filmoteca’ (IVAC).
la información como sospecha
El peligro
y la sospecha surgen
cuando el
documental
y la Historia
en tanto que
discursos de
sobriedad se
proponen el
paradójico
cometido
de fabricar
el relato
verídico de
un acontecimiento
apoyándose
en imágenes
cuya procedencia se
ignora o se
omite
vista de la cámara reproduce el de las futuras víctimas: a los planos en contrapicado del cielo surcado
por aviones le suceden otros de niños y ancianos
que miran hacia el firmamento identificando la
amenaza. Las bombas caen y nos convertimos en
testigos de la atrocidad: la ciudad en ruinas, mujeres embarazadas y bebés masacrados, escenas de
dolor y llanto. Este breve relato cinematográfico
nos permite suponer, en cierto modo, el bombardeo de Guernica, si no fuera porque no existen imágenes filmadas de ese acontecimiento. ¿De dónde
vienen entonces estas imágenes y por qué han sido
colocadas ahí?
Las escenas que ilustran el bombardeo de Guernica en la película de
Rossif resultarán sin duda conocidas
a cualquier espectador familiarizado
con el documental de la guerra civil
española, pues se trata de un material
que ha sido reutilizado con frecuencia.
A excepción de algunos planos aislados,
pertenecientes a las imágenes rodadas cerca de Madrid por Joris Ivens y John Ferno
para la película ‘The Spanish Earth’ (1937),
el material del que se nutre Rossif en el
montaje de esta secuencia procede del noticiario soviético ‘K Sobitiyam v Spanii’ [Sobre
los sucesos de España], rodado por los operadores
Roman Karmén y Boris Makaseiev entre agosto y
septiembre de 1936 y julio de 1937 para Soiuzkinokronika. Concretamente pertenecen al noticiario
número 10, de noviembre de 1936. La destreza con
que fueron captados los acontecimientos por Karmen y Makaseiev, unida a la escasez de imágenes
que imperó a comienzos de la guerra civil convirtió
a los noticiarios soviéticos en una de las fuentes
documentales más socorridas para las películas
de montaje sobre el conflicto. Aquellas imágenes
fueron rodadas y montadas con un sentimiento
de urgencia que pretendía llevar lo antes posible a
las pantallas soviéticas la crónica de lo que estaba
sucediendo en España, pero muy pronto comenzaron a circular ejerciendo una enorme fascinación
y entraron a formar parte del archivo utilizado en
películas que podían partir de presupuestos ideológicos diversos pero que casi nunca renunciaban a
mostrar los horrores de la guerra. Y si en un primer
momento los documentalistas que se nutrieron de
este material recurrieron al montaje original del
noticiario, con el paso del tiempo el préstamo fue
tomado de otros documentales que habían adoptado aquellas imágenes intercalándolas con otras, de
manera que poco a poco se fue perdiendo el referente original.
Por poner algunos ejemplos, podemos mencionar ‘Spain in flames’ (Helen van Dongen, 1936)
y ‘Heart of Spain’ (Herbert Kline, 1937) entre las
primeras que incorporan las imágenes de Madrid
rodadas por los reporteros soviéticos. En 1939 las
encontramos reunidas por Esfir Shub en ‘Ispanija’,
uno de los documentales más importantes realizados durante la guerra. En todas estas películas se
produce una apropiación y transformación del material original desde el punto de vista del montaje:
66
la información como sospecha
Vivir desinformado
¿De qué sirve conocer la actualidad?
por Matías Marini
Ilustraciones de Katherine Streeter
‘U
n poco de información aumenta la responsabilidad, la posibilidad de intervenir.
Mucha información paraliza. Estoy por
la desinformación”. Semejante sentencia
pertenece a la elocuencia filosófica del francés Jean
Baudrillard, un escéptico que con su prédica axiomática anima de modo constante al debate.
Ante el cotidiano bombardeo informativo de
los medios, una desintoxicación sería necesaria
para no perder el juicio. Huir del dato estéril para
reposar en el conocimiento perdurable. Conocer
no es necesariamente entender, sino sólo enterarse de lo que nos circunda. Procesar y decodificar
la información es tarea vital para la conciencia
ciudadana.
¿De qué sirve estar informado? ¿Cuál es el valor pragmático de un exhaustivo conocimiento de
la realidad cotidiana? Cuando de “sociedad de la
información” se habla, estos interrogantes pare-
1
cen cuajar con exactitud milimétrica en el sinfín
de respuestas prediseñadas que yacen en los catálogos de las sociedades post-industriales.
El conocimiento es una herramienta de poder,
pero la información no es necesariamente conocimiento. Los datos que a diario requieren de la
atención de nuestros sentidos apenas rozan nuestra consideración preliminar, dando paso a un
consumo de tipo epidérmico: un insumo ritual de
información que apenas logra acariciar los centros
vitales de nuestro conocimiento.
Anthony Downs ha distinguido entre conocimiento contextual e información1. El conocimiento contextual consiste en “la captación de
las relaciones existentes entre las variables fundamentales en determinado campo”. Exige un esfuerzo de la inteligencia sólo asequible gracias a
un frondoso conocimiento de causa que posibilite
la interconexión de datos, y no su mero consumo
Teoría económica de la democracia. Anthony Downs. Aguilar, Madrid, 1973.
67
epidérmico. Expresado en otros términos, requiere
de una ejercitada capacidad de análisis frente a la
vorágine informativa, cimentada sobre un considerable bagaje de conocimientos. Un marco en el que
encausar el deliberado caos que los medios propalan a diario.
La educación es uno de los medios socialmente
sancionados para formar este tipo de conocimiento
contextual al que alude Downs. Es una labor perseverante del intelecto que necesita una continua
actualización en el campo del saber al que refiera.
Es este conocimiento del contexto el que provee de
herramientas para la comprensión, interpretación
y procesamiento de la información. Un tamiz que
construye una selección ulterior del material noticioso previamente clasificado por los medios de co-
Leyendas urbanas
La falta de información, el desconocimiento de los
hechos de actualidad y la indigencia absoluta de
primicias no constituyen en sí las cualidades de un
ciudadano irresponsable e indiferente de la cosa pública. Después de todo, no resulta prudente afirmar
que la actualidad es sólo la síntesis noticiosa que exponen los medios. Quizá sea éste uno de los tantos
mitos metropolitanos a desentrañar.
Estar desinformado es un falso sinónimo de
ignorancia; una patraña urdida por quienes hacen
de la figura del ciudadano informado un símbolo
de estatus. Como incondicionales portadores de
diarios en cuanto medio de transporte utilicen,
falsos profetas de la cultura general animan a un
juego semántico que asimila información con co-
la información como sospecha
municación. Con estas condiciones, es factible materializar el mito del “ciudadano informado”, aquél
que logra conjugar información, dato con capacidad de comprensión, análisis e interrelación.
Una vez que la empresa informativa efectúa su
correspondiente selección, clasificación y jerarquizaron de los acontecimientos que serán emitidos bajo
el formato de noticia, dejando en el “tacho de la redacción” nueve de cada diez cables (información sin
procesar proveniente de agencias o fuentes ocasionales), el receptor pone en marcha sus engranajes
cognitivos para construir una segunda versión de
la realidad mediante un mecanismo de percepción
selectiva que será más abarcador cuanto mayor sea
su conocimiento contextual. Premisa: la actividad
selectiva de cada individuo vendrá predeterminada
(aunque no fatalmente) por su contexto económicocultural, nivel educativo y entorno social.
¿Qué hay acerca de la información? “Son los
datos sobre la evolución y situación actual de la variable que constituyen el objeto del conocimiento
textual”, alega Downs. La información es el combustible que pone en marcha los engranajes cognitivos. Ante el estímulo del dato frente a los sentidos,
nuestra mente procesa, digiere el outsider. Pero sin
este conocimiento contextual del que trata Downs,
la digestión se aborta debido a la falta de encimas
interpretativas que desglosen el “bolo informativo”.
la información como sospecha
68
nocimiento, responsabilidad, jerarquía y hasta
buen gusto.
Entiendo que la ignorancia reside en la
carencia de un conocimiento contextual. En la
jerga periodística se le llama background, una
voz inglesa que significa “las condiciones existentes que sirven para explicar algo”, es decir
el linaje de una circunstancia determinada,
sus antecedentes.
Es posible estar desinformado y, simultáneamente, poseer un contexto cognitivo propicio para el análisis: para remediar la inedia
informativa basta con exponerse a los medios,
siempre prestos a lo que Baudrillard llama
“proceso de acumulación exponencial”.
Sin embargo, un tanto más compleja se
torna la cuestión cuando de carencia de conocimiento contextual se trata. Para este caso, el
mejor anticuerpo resulta ser la educación, un
proceso de entrenamiento mental que consume no pocos años de nuestra existencia (cuando no todos los años) y que poco tiene que ver
con la cultura inmediatista y fulminante de
la exposición mediática. Vaya paradoja: en la
modernidad, los medios masivos de comunicación y el periodismo son, simultáneamente,
instituciones educativas y fuentes deformadoras del conocimiento.
Al respecto, es menester alertar sobre todo
desdén en la relevancia de la educación, más
aún tratándose de sociedades auto-proclamadas republicanas. El edificio institucional de
la república debiera tener como cimiento la
instrucción de la ciudadanía; de no ser así,
pues entonces, ¿cómo podría un pueblo administrarse a sí mismo sin convertirse en su
propio déspota?
Rousseau escribió que la libertad es el respeto a las leyes que nos imponemos a nosotros mismos. Esta sentencia describe la importancia capital de la soberanía popular y cómo
la libertad se obtiene desde el instante en que
la ciudadanía no obedece más que a sí misma,
más que a la legislación que se dicta de común
acuerdo. De ahí que la tan mentada soberanía
popular no sea otra cosa que la autodeterminación de los ciudadanos sobre sus respectivas
conciencias. En democracia, ser soberano es
mucho más que poseer la facultad de delegar
poder a una clase dirigente; significa además
autarquía de conciencia, libre disposición y
continua fecundación de las facultades intelectivas. La educación en esta materia ha de
ser pilar imprescindible y cuestión de Estado.
Prescindir de una robusta política educativa se traduce en una rotunda negación de la
república y, por tanto, de la democracia que se
asienta sobre las bases de aquélla. El no-educado se ve despojado de un generoso marco temporal de conocimiento con el que enmarcar el
asedio informativo al que se ve obscenamente
expuesto a diario. Sus decisiones se traducen
en impulsos más que en soberanos actos de
razón. Un soberano ignorante y despreveni-
Falsos profetas de la
cultura general animan a
un juego semántico que
asimila información con
conocimiento,
responsabilidad, jerarquía
y hasta buen
gusto
do se parece tanto a un legislador idiota como un
sufragio no meditado, maniatado, se asemeja a un
político ilegítimo.
Una cultura civil saludable se auto-abastece de
un fundado conocimiento del espacio público. La
información es sólo el comienzo de este conocimiento que caerá extenuado si no encuentra con
prontitud los elementos interpretativos que discriminen entre el dato funcional respecto del yermo.
Este entrenamiento requiere de la actuación de una
institución eje en la construcción de la conciencia
cívica: la educación. Sin educación, la opinión pública deviene en “opinión publicada”, como notara
el ex presidente socialista del gobierno español, Felipe González.
Ante el inercial fenómeno expositivo y la tiranía de la cultura flash (un conocimiento fragmentario con pretensiones de totalidad), no pecaría
de inútil un mínimo de reposo “des-actualizador”.
El exceso de información puede exterminar la información. Cuando la apetencia irascible del dato
se torna patológica y la primicia en una meretriz
codiciada, la desinformación puede ser la medida
del equilibrio.
Matías Marini es periodista
argentino. Licenciado en Ciencias
de la Comunicación. E-mail:
[email protected]
69
la información como sospecha
la información como sospecha
70
La función crítica
por ignacio echevarría
M
ás acá de su mansedumbre e
inanidad características, lo peor
que cabe decir de los suplementos
culturales que en España publican
la mayor parte de los diarios de gran difusión
es que han mermado, cuando no obviado,
muchas de las funciones que estaban llamadas a desempeñar las revistas culturales. Si
los suplementos de los diarios comenzaron
en su día por mimetizar tanto el concepto
como el diseño y hasta la retórica misma
de las revistas culturales, en la actualidad
viene a ocurrir más bien lo contrario: son
éstas las que tienden mimetizar a aquéllos,
a tal punto que con demasiada frecuencia
cabe plantearse qué sentido tiene la más o
menos agónica supervivencia de tantas y
tantas revistas que, tras haber renunciado
a constituir una alternativa cultural a los
medios de masas, no consiguen ser siquiera
un digno complemento de los mismos, o al
menos no de un modo solvente.
Probablemente sea el de la crítica el
aspecto bajo el que esto último queda
más claramente de manifiesto. Considérese por un momento el tipo de crítica
que suele hacerse en los suplementos de
los diarios y compárese con la que se encuentra en la mayor parte de las revistas
culturales. La diferencia –pues de eso se
trata aquí: de evaluar “el papel de la diferencia”– es por lo común desdeñable.
Considérese ahora, más en particular,
y a modo de ilustración, la crítica de libros, la más conspicua sin duda. Lo mejor
que cabe decir es que resulta intercambiable. Con independencia de su calidad
—por lo general bastante baja—, es raro
que, de uno a otro lugar, se aprecien dife-
71
rencias en el estilo de la argumentación, menos aún
en los criterios o en los baremos empleados. La casi
única excepción la ofrecen las revistas especializadas, siempre que discurran sobre libros de su propia
especialidad. Y acaso algunas revistas generalistas
cuando, debido a la amplitud que conceden a determinadas reseñas, permiten que asomen apuntes
ensayísticos.
En la mayor parte de los casos, sin embargo, ni
siquiera la extensión de las reseñas cambia, y uno se
pregunta cómo se explica que ocurra así cuando las
condiciones en que éstas se escriben son tan diversas. Ni la periodicidad mucho más dilatada ni el horizonte de divulgación mucho más restringido dejan
una impronta apreciable en la forma en que suele
abordarse en las revistas la crítica de libros. Se dirá
que es razonable que así sea, pues se trata, en definitiva, de lo mismo. Pero el error radica en eso: en pensar que se trata de lo mismo; en dar por sentado que
ni las condiciones de producción ni las condiciones
de consumo de un determinado discurso tengan que
influir sobre él. Cuando lo cierto es que sí lo hacen,
por mucho que se pretenda ignorarlo, y por frecuente que sea ver que los mismos reseñistas transitan
Es propio de
la cultura
de mercado
no sólo desatender sino
también
desactivar el
ejercicio de
la crítica
la información como sospecha
Fotografía de Marcos López
imperturbablemente de las páginas de los diarios a
las de las revistas para hablar allí y aquí de los mismos libros, y hacerlo del mismo modo.
El problema es de fondo, y remite, por un lado,
a una ausencia de reflexión sobre la crítica entendida como género, y por otro, a una falta de reflexión
más amplia —y más grave— acerca del papel que
cabe desempeñar a las revistas minoritarias en una
cultura dominada por los medios de masas.
De nuevo tienta cuestionarse aquí el sentido de
tantas y tantas revistas que no parecen haberse hecho ninguna pregunta al respecto y que en definitiva ofrecen una glosa más o menos esforzada, conducida con más o menos sofisticación y originalidad,
de los contenidos previamente encontrables en las
secciones de opinión y de cultura de los diarios, en
sus suplementos de libros y en sus magazines dominicales. No pocas de estas revistas —como los propios diarios, pero en mayor grado— se nutren abundantemente de lo que cabe entender por “saldos”
culturales: entrevistas con autores en promoción,
adelantos editoriales, textos de segunda mano (prólogos, discursos y conferencias reciclados), trabajos
universitarios, traducciones de artículos aparecidos
en revistas extranjeras... Materiales todos ellos que
provee con generosidad una industria cultural cuya
indigencia endémica justifica que sus trabajadores
se hayan acostumbrado a sacar provecho de todos
sus productos por doble y hasta por triple partida.
Con el agravante, en el caso de muchas revistas, de
que a la hora de elaborar contenidos propios suelen
echar mano de una tupida y movible red de solícitos
colaboradores dispuestos a subvencionarlas con su
trabajo gratuito, aunque no exactamente desinteresado. Se trata de estudiantes o de licenciados deseosos de alcanzar una tribuna; de profesores o de
opositores necesitados de hacer currículo y dar publicidad a sus trabajos; de aficionados y diletantes de
toda especie, mejor o peor pertrechados pero bien
dispuestos siempre a exponer sus conocimientos y
establecer vínculos con el milieu al que están abonados... Un caudal humano del que no dejan de brotar
a menudo contribuciones originales y valiosas pero
que, debido precisamente a su escasa o nula retribución, no tolera un nivel de exigencia demasiado
elevado, lo cual tiende a traducirse en una rebaja
progresiva de la calidad media.
Puede parecer inconveniente dibujar este ingrato panorama en el primer número de una revista
cultural que nace con voluntad de agitación, de
reflexión y de intervención. Pero si se trata, según
parece, de poner bajo sospecha el sistema de producción crítica de los medios de comunicación convencionales, importa señalar, ya de entrada, cuáles son
las condiciones materiales en que aquélla se realiza.
Pues con frecuencia son las condiciones materiales
las que determinan el papel que algunas revistas están dispuestas a jugar para diferenciarse tanto de
los medios de masas como del resto de las revistas
que se ofrecen al consumidor. Estas últimas pueden
dividirse en dos tipologías básicas que a continuación se describen con los rasgos muy acentuados.
Uno: revistas en que prevalece la ceremonia, el
lujo, el aspecto cultural de la cosa; revistas en papel
la información como sospecha
72
pesado, generosamente ilustradas, con un
cuidado diseño, con buenos materiales de
producción y de archivo, con grandes firmas invitadas; revistas para mirar a la vez
—o incluso antes— que para leer; revistas para coleccionar, incluso para ostentar; revistas que actúan como marcas de
identidad y como señal de determinadas
complicidades estéticas e incluso sociales.
La función que estas revistas desempeñan
en el sistema cultural es antes que nada
ornamental, sólo muy indirectamente
contribuyen a orientar o a subrayar tendencias. Son revistas que actúan ellas mismas como suplementos culturales, dicho
sea con mucha mayor propiedad que lo
que suele entenderse por tal cosa. Algo
que constituye de por sí un indicador de
buena salud de la cultura en cuestión,
pero que poco dice de los contenidos y de
las tensiones reales de esa cultura.
Dos: revistas en que prevalece el cenáculo, la cofradía, el tratamiento experto
y especializado de una determinada disciplina; revistas del ramo, como quien
dice, que juegan con la ventaja de poder
entrar directamente en materia; revistas
hasta cierto punto codificadas, que se
ganan su reputación, cuando la tienen,
a fuerza de una elevada exigencia en sus
contenidos; revistas guiadas por un criterio científico mucho antes que divulgativo, y cuyo horizonte de divulgación,
en cualquier caso, va poco más allá de la
muy específica comunidad a la que van
dirigidas. En este casillero caben la mayor
parte de las revistas culturales que gozan
de cierto arraigo, ya se trate de revistas de
artes plásticas, de creación, de música, de
filología, de teatro, de historia, de filosofía, de sociología, de antropología, etc.; o
bien revistas asociadas a una institución
(fundaciones, centros de estudio, departamentos universitarios). El protagonismo
de estas revistas en la vida cultural del
país suele estar mediatizado por el que a
su vez tiene la comunidad de la que vienen a ser expresión y reflejo. Su número y
su calidad son proporcionales al poder o a
la extensión de esa comunidad, e indicio
elocuente de su representatividad y de su
prestigio (véase, por ejemplo, las revistas
de arquitectura de circulación internacional). Cumplen estas revistas, en el mejor
de los casos, una función distributiva de
las aportaciones que los miembros de una
determinada comunidad están en condiciones de hacer a la misma, aportaciones
a veces muy sólidas y valiosas que, sin embargo, rara vez dan lugar a la discusión
o a la simple concurrencia de perspectivas, y que por lo general no trascienden
su ámbito propio. En este sentido, tales
revistas actúan como importante complemento de la cultura más amplia a la que
pertenecen, sobre la que tienen una incidencia siempre indirecta.
Ninguno de estos dos tipos de revista —a menudo combinados en proporciones variables— se ofrece como alternativa eficaz a la cultura hegemónica, a
la que no se plantean cuestionar ni en
la que se plantean tampoco intervenir,
o al menos no directamente. En uno y
otro caso, asumen una posición lateral
en el sistema cultural y obvian el problema de la crítica, al menos en su sentido
más amplio. Nada tiene de raro que así
sea, dada la función que desempeñan
y dados sus propósitos manifiestos. Por
lo demás, esa función —eminentemente ornamental, en el primer caso; distributiva, en el segundo— forma parte
también de las que, en términos mucho
más amplios, cumplen los grandes medios de difusión cultural, que a su vez
actúan en buena medida como plataformas de escaparate y de prestigio y como
redes de intercambio.
De hecho, es desde una perspectiva
funcional desde la que mejor se alcanza
a discernir qué planos de la actividad
cultural, desatendidos por los grandes
medios de comunicación, dejan más
campo libre a las revistas y se constituyen en territorio idóneo para trabajar
desde la diferencia, toda vez que ésta
se juzgue deseable. Y desde esta perspectiva, es fácil concluir que entre las
funciones —varias, y no siempre concurrentes— que determinaron el origen
mismo de las revistas culturales, la
menos reclamada y también la menos
ejercida tal vez sea la más importante:
la función crítica.
Es propio de la cultura de mercado
no sólo desatender sino también desactivar el ejercicio de la crítica. Demasiadas veces se ha dicho como para que
73
valga la pena abundar en ello. Lo cierto
es que, dada la situación, surge la vieja pregunta acerca de si es la función
la que crea el órgano o si es más bien
al revés, el órgano el que desarrolla la
función. Como fuere, da la impresión
de que la irrelevancia y la escasa incidencia no sólo de los suplementos literarios sino también de la mayor parte
de las revistas culturales que se editan
en España viene a ser consecuencia de
una especie de atrofia en lo relativo a la
función que mejor les cumplía desempeñar: la crítica.
Las razones de que así sea son complejas. Sin entrar a fondo en ellas, baste
señalar que la mayor parte de las ins-
el fin de interpelar y, llegado el caso,
movilizar la conciencia de los ciudadanos, sino de animarlos a participar en
la gran “fiesta” de la cultura, entendida
ahora como gran espacio de encuentro
colectivo —de concordia— en el que la
comunidad se representa a sí mima y
celebra su bonanza.
No es éste el lugar para escrutar de
qué modo el nuevo ecumenismo cultural fomentó como principio sacrosanto
la autonomía de la cultura, alerta a partir de entonces a todo indicio de contaminación ideológica, ya no se diga de
instrumentalización política. Lo cierto
es que la consecuencia de todo ello fue
el velocísimo asentamiento de la cul-
oferta que las revistas culturales están
en condiciones de brindar y las que por
su parte brinda la prensa de gran tirada
y otros medios de comunicación de masas, mucho más sujetos que las revistas,
al menos de partida, a los intereses y a
los estándares de cultura de mercado.
El recuento puede resultar desalentador. En la actualidad son escasísimas
las revistas culturales españolas en las
que cabe percibir un auténtico latido
crítico. Más escasas todavía son aquellas que amparan una crítica rigurosa,
ya no digamos combativa. En este terreno el desarme es prácticamente total, hasta el punto de que habría que
refundar el género del reseñismo para
Entre las funciones —varias, y no siempre concurrentes— que determinaron
el origen mismo de las revistas culturales, la menos reclamada y también la
menos ejercida tal vez sea la más importante: la función crítica.
tura de mercado, sujeta a los intereses
de una industria cultural cada vez más
acaparada, para más inri, por los grandes grupos de comunicación. Un proceso que llevó aparejado —valga insistir
en ello— el secuestro de toda actitud
crítica, y ello en aras de una concepción divulgativa de la cultura que, desde hace más de veinte años, es la que
gestionan por su parte la mayor parte
tanto de los grandes diarios como de
las revistas culturales españolas.
No hace falta —aunque sí resulta
conveniente, por aleccionador—comparar las revistas culturales que vienen
sobreviviendo o prosperando en la democracia con las que lo hicieron durante el franquismo y más atrás (o más acá:
en los años heroicos de la Transición).
El cambio de paradigma —y de calidad,
también— es tan grande, y viene determinado por circunstancias tan amplias,
que no tiene demasiado sentido insistir
en la comparación. Sí lo tiene, en cambio, buscar en cuáles, entre las revistas
culturales que se editan actualmente en
España, se reconoce la voluntad crítica
e interpeladora que latía en aquéllas, y
sondear en esos casos cómo se articula. Y tiene sentido hacerlo en cuanto,
como se viene apuntando, esta voluntad crítica marcaría, ella sí, la diferencia mayor que cabe establecer entre la
Este texto es una versión retocada del que se publicó bajo el mismo título dentro del catálogo de la exposición titulada ‘El papel de la diferencia: revistas culturales de España’, de la que fue comisario Felipe
Hernández Cava. El catálogo fue editado por ARCE (Asociación de Revistas Culturales de España), y se
publicó en Madrid en 2007.
adaptarlo a las nuevas circunstancias,
ya fuera con ánimo de acoplarse a ellas,
ya con el de resistirlas o subvertirlas. Es
esta una tarea impensable, desde luego, en los suplementos culturales de los
grandes diarios, que en la actualidad, y
como se decía al comienzo, usurpan
el papel antiguamente destinado a las
revistas, promoviendo un simulacro de
crítica que ni asume los condicionantes del periodismo, ni asume tampoco
las exigencias de una crítica cabal, ya
sea con paradigmas académicos o con
los que determina, con propósitos mucho más fértiles, lo que se entiende por
crítica cultural. Es ésta la que debieran
promover y ensayar buena parte de las
revistas que se califican a sí mismas
culturales. Mientras no sea así, su irrelevancia social, su insignificancia fuera
de los cenáculos o de los ámbitos corporativos, su ineficacia como agentes
constructores de un canon elocuente,
su incapacidad de incentivar discusión
o polémicas, del orden que sea, será
difícilmente corregible. Y su condición
suplementaria, y por ende superflua,
más patente cada vez.
Ignacio Echevarría (Barcelona,
1960) es técnico editorial. Durante
años ejerció la crítica literaria,
especialmente en el suplemento
del diario ‘El País’
la información como sospecha
tancias culturales, cualquiera sea su
signo, manejan en España una concepción restringida de la cultura, derivada
generalmente de la idea de la misma se
alentó y prosperó a partir de la Transición. Esta idea de cultura, producto
de un proceso histórico guiado por la
voluntad de consenso y un claro objetivo de reconciliación nacional (objetivo
que conllevaba un cierto adanismo en
muchos aspectos, eso que se ha dado en
llamar “un pacto de olvido”), anestesió
oportunamente los impulsos críticos
de una tradición cultural que se había
nutrido de ellos, dado el talante resistencial y combativo con que debió hacer frente a la dictadura franquista. De
hecho, la cosa venía de más lejos: venía
del muy prolongado alineamiento de
las clases intelectuales del país con los
elementos críticos respecto a un poder
proclive a la reacción y a la autarquía, y
cerrado al exterior.
La cultura de la Transición supuso
a este respecto un corte profundísimo.
La alianza del poder y de la cultura, a
partir sobre todo del primer gobierno
socialista, reformuló el concepto de
la misma, poniendo gran cuidado en
desgajar su componente crítico. Ya los
agentes culturales no tenían por objetivo el cuestionamiento del poder sino
servirse del mismo, y ello no ya con
74
El 23F, una efeméride valenciana
Mesa redonda con JJ Pérez Benlloch, Francesc Bayarri, ALFONSO MOREIRA y
la casi corpórea ausencia de Maria Consuelo Reyna.
tertulia bostezo
Por David Barberá
Fotografías de Eva Máñez
La memoria histórica ha salido de las fosas comunes y se pasea por
los juzgados. Y en la redacción de ‘Bostezo’, estos paseíllos en contra
dirección nos sugirieron una pregunta: valencianos como somos, ¿en
qué consiste la memoria histórica de nuestra ciudad?
A
alguien se le cruzó una imagen de
su niñez temprana: los cañones de
los tanques que cortaban la niebla
y apuntaban al Ayuntamiento, en
la por entonces Plaza del País Valenciano,
en febrero de 1981. Aquí, en Valencia, y en
ningún otro lugar del mundo. El fragor
golpista de las orugas mecánicas: el 23F.
La gran fecha de la historia política valenciana de los últimos setenta años, desde
la capitalidad de la República.
Con nosotros tenemos, alrededor de
una mesa en la sede de ‘Bostezo’ en Go-
della, a JJ Pérez Benlloch, director por
entonces del periódico ‘Diario de Valencia’, periodista valenciano de larga
trayectoria. A Francesc Bayarri, periodista también y autor de ‘Febrer’, una
novela sobre el 23F en Valencia que trata de “recrear literàriament fets que a
ell l’obssessionen però que no semblen
inquietar ningú més al País Valencia”.
Y a Alfonso Moreira, colaborador de
‘Bostezo’ y responsable de Faximil Ediciones Digitales. También, hasta hace
poco más de una hora y después de dos
meses de laborioso acuerdo, esperábamos a Maria Consuelo Reyna, subdirectora a la sazón del periódico valenciano
‘Las Provincias’, que luego se encargó
de dirigir hasta fecha reciente. Maria
Consuelo -después de confirmar su presencia en diversas ocasiones- ayer fue
convocada a una reunión importantísima, una reunión sin hora concreta
de finalización, una reunión que, sin
duda, le dejó sin cenar. A pesar de nuestra firme voluntad, hoy no puede estar
con nosotros.
75
Jaime Milans del Bosch
David Barberá. La primera cuestión que lanzamos
es: ¿Por qué sólo Valencia fue tomada por los militares? En Madrid el congreso fue secuestrado por
Tejero, pero sólo aquí el golpe triunfó plenamente
y Milans del Bosch, el Capitán General de la III Región Militar, asumió todos los poderes y declaró el
estado de excepción. ¿Valencia sólo tuvo el papel de
destino militar del general Milans del Bosch, cabeza
del golpe? ¿O existen características estructurales y
seculares de la sociedad valenciana que sirvan de
caldo de cultivo para este tipo de acontecimientos?
¿Involucionismo cavernario? ¿Meninfotismo?
JJ Pérez Benlloch. Los valencianos no son propicios
a elaborar autobiografías. La gente se muere aquí
sin dejar sus memorias, y apenas sus recuerdos.
Por eso no ha de asombrarnos tampoco que el 23F
aquí haya tenido muy pocos investigadores. Aquí
salieron los carros de combate, y en un momento
determinado, durante tan sólo unas horas, el foco
del golpe estuvo en Valencia.
Francesc Bayarri. Estoy de acuerdo en que no hay
biografías, ése es un problema endémico de la sociedad valenciana, pero en el caso del 23F yo creo
que hay un problema específico y es que si alguien
cuenta su experiencia del 23F y lo pone por escrito,
sea un memorialista, ensayista, historiador, periodista, político en activo en ese momento, sea quien
sea... acaba poniéndose en evidencia. Porque el 23F
yo creo que es un día muy negro para la historia
de los valencianos... No tanto porque aquí diera el
golpe de estado Milans del Bosch, sino por la cuestión verdaderamente interesante de este asunto: el
militares condensó la respuesta militar. Fue cosa
de Milans, al que Armada1 había comido el coco, o
que realmente se creía todo ese movimiento de la
extrema derecha, especialmente dirigido contra el
movimiento de autonomías.
FB. Yo estoy de acuerdo en que efectivamente la
presencia de Milans del Bosch en Valencia fue decisiva. Pero cuidado, el golpe de estado aquí en Valencia no lo dio solamente Milans del Bosch. Durante
varias semanas anteriores como mínimo, tuvo que
ponerse en contacto con jefes militares de toda la
región militar para abastecer tanques, para ordenar tropas, para preparar itinerarios y aquí todos
le respondieron positivamente, tuvo una respuesta
excelente por parte de todo el ejército de tierra.
Alfonso Moreira. Lo cierto es que, salvando excepciones como la novela de Francesc, no existen
libros, documentales... que analicen el 23F en Valencia. Para lo único que se le menciona es para
anécdotas del tipo “¿Dónde estabas tú aquella noche?”.
FB. Ese tipo de anécdotas son curiosas, porque
hay gente que te cuentan que estaban contra el
franquismo, que les detuvieron, que fueron torturados... Y preguntas qué hicieron el 23F y estaban
escondidos. Eso fue un poco lo que me hizo a mí
reinterpretar la transición y aquellos años. Yo tenía
19 años y acababa de empezar el segundo curso en
la facultad. Era un chaval. Cuando murió Franco tenía catorce años; yo no luché contra el franquismo,
nadie me debe nada en la democracia. Pero crecí
hecho de que no hubo respuesta de ningún tipo de
la sociedad valenciana ante un golpe de estado. La
sociedad valenciana no respondió o respondió mal.
Cualquiera que estuviera allí y analice ese día tiene
al final que reconocer: o que no hizo nada, o que
lo que hizo estuvo mal, o que forma parte de una
sociedad que ese día hizo el ridículo democrático.
DB. Volvamos a la idea original de indagar en las razones que hicieron de Valencia la capital del golpe.
JJ. Valencia no pintó nada. Ni a la hora del golpe, ni
después. No hubo respuesta, pero también es lógico que no la hubiese, desde mi punto de vista. Hay
que recordar aquellos tiempos... Eran los días del
Diario el Alcazar, de la violencia cotidiana de la extrema derecha... En cualquier caso, parece ser que
Milans del Bosch es el tipo que por sus cualidades
pensando que tenía una gran deuda democrática
con la generación anterior a la mía, que era a la
que torturaban y mataban y eran muy valientes
y tal... Me hacían creer en cierto modo que yo no
tenía derecho a alzar la voz porque no había luchado contra la dictadura... Entonces estos señores
tan valientes, cuando llegó el 23F se escondieron
todos... y eran muchos de esos que se dirigían los
más jóvenes perdonándoles la vida.
JJ. En aquel momento, en el 23F, España entera
estaba acojonada. La derecha había recuperado
su papel hegemónico porque el presidente Adolfo
Suárez no podía con ella.
Yo creo que el 23F, la izquierda hizo lo que había que hacer: ¡Esconderse! Del 75 al 81 España empieza a creerse democrática. Y de pronto, se acabó
lo que se daba. La gente con un poco de memoria
1
El General Armada (al que se conocía en clave como ‘El Elefante Blanco’) fue el cerebro del golpe. Instructor del Rey durante muchos años. Ha acabado como
próspero empresario agrónomo, dedicado al cultivo y venta de flores (camelias, fundamentalmente)
tertulia bostezo
Los valencianos queremos ser una autonomía de primera, queremos incorporarnos al motor de la economía europea, queremos, yo estoy convencido
que queremos, pero luego no movemos ni un dedo (Francesc Bayarri)
76
que había sufrido el franquismo, y estoy hablando
del partido comunista, porque los demás nada...
Pues aquella gente se acojona.
A las ocho o nueve de la tarde, yo creía que los
periódicos que no eran herederos del franquismo,
como Diario de Valencia, no iban a salir. Más seguro todavía estuve cuando vinieron al periódico los
militares con el bando para que lo publicásemos.
Un bando de guerra, en el que quedaba prohibido
todo, y en el que decía que quién se pasara en algo,
no es que iba a ser encarcelado, es que iba a ser
fusilado.
FB. A mí me parece que lo del acojone y lo del miedo es perfectamente lógico, es humano, y a nadie
se le puede exigir -porque además es un principio
jurídico- conductas heroicas. Cualquiera lo puede
entender. Pero en Madrid también había acojono,
porque hubo tiros, y la reacción fue muy otra. En
las Cortes hubo un grado de violencia muchísimo
mayor del que hubo aquí. Y hubo reacción. Los
guardias civiles ordenaron a los periodistas que
dejaran de grabar. Y ellos, afortunadamente, desobedecieron la orden, una orden militar con armas
en la mano, y gracias a esa desobediencia tenemos
el testimonio de que hubo un golpe de estado, porque la estrategia de la defensa en el juicio era decir
que aquí no hubo golpe de estado, que era una
invención de la conjura judeo-marxista.
tertulia bostezo
AM. La verdad es que sí es por la reacción de los
medios valencianos, cuela.
FB. Pues sí. En Madrid hubo otros señores que
dejaron los micrófonos abiertos, transmitiendo e
incumpliendo la orden. Allí, a pesar de la violencia, hubo señales de vida democrática, mientras
que aquí no hubo nada. Se constituyó una junta
de subsecretarios, que no fueron a enfrentarse
a nadie, pero que dieron la sensación de que el
poder democrático seguía vivo. En Valencia, las
instituciones democráticas cerraron las luces y se
fueron a su casa. No hubo en el ayuntamiento ni
en la diputación una luz encendida. Y claro que no
hubo un dirigente que por la radio dijera “Milans
es un asesino, vamos a por él”, porque entiendo
que cabalmente no se puede decir eso. Pero los
ciudadanos, los estudiantes universitarios en mi
caso, echamos en falta algún tipo de señal, una
Tejero en el Parlamento
señal de que esta sociedad tenía un cierto liderazgo, una cohesión, y que los ciudadanos no íbamos
a enfrentarnos a los tanques porque era absurdo
pero que la vida democrática continuaba, que había demócratas y que seguiría habiendo demócratas. Y eso es duro, es duro comprobar que vives
una sociedad como ésta.
JJ. Francesc ha apuntado una cosa que sí puede
considerarse como una acusación. Los gobernantes aquella noche no hicieron en Valencia ningún
gesto, ni la diputación ni el ayuntamiento, algo
hubieran podido hacer... No lo sé. Pero cuando leí
el bando, de manos de aquel comandante que vino
al periódico, un bando que no era de estado de
excepción, sino un estado de guerra en el que todo
estaba castigado, quien se mueva disparo... Desde
mi punto de vista, es totalmente justificable que
Valencia no se levantase.
AM. Me gustaría citar ahora un informe de octubre de 1981, de la Unión de Periodistas del País
Valenciano, en el que se dice textualmente “está
fuera de toda duda la existencia de una extensa
77
red activa de apoyo al golpismo, con ramificaciones en las altas esferas de la vida
política y económica valenciana”.
FB. Milans era una persona que desconfiaba muchísimo de lo que los militares
llaman el estamento civil. Había sido un
gobierno de civiles los que habían dirigido la transición, y al ver a qué había
conducido todo aquello, es decir, según
ellos a esta democracia separatista y roja
que iba a romper España, pues la confianza que tenían en los civiles era menor todavía. Por tanto, parece razonable
pensar que no reúnen a los empresarios
más fachas y a los medios afines para
contarles un golpe de estado que están
montando. Otra cosa es que aquí hubiera sectores que le decían, cuando iban
a verle, “aquí lo que haga falta cuando
haga falta, a sus ordenes”. No habrían
listas negras pero listas “blancas” muy
probablemente habría; ellos en cada
sitio, si hubiera triunfado el golpe, sabrían a quién acudir.
FB. Yo la sensación que tengo es que en
el 23F perdimos la inocencia. Los estudiantes de mi época, del año 81, éramos
estudiantes muy politizados. Salías de
manifestación cada 2 ó 3 días, la política
impregnaba todo. Nosotros éramos muy
de izquierdas y muy nacionalistas, pensábamos que existía un País Valenciano,
que había una sociedad cohesionada, y
yo la conclusión que saqué en aquel momento y lo que he visto después me lo
confirma, es que no existía ni existe una
sociedad valenciana. Aquí no ha habido
cohesión social, una cosa es gente que
vive en un determinado territorio y vive
historias personales, y algunos destacan
y son músicos maravillosos o hacen un
puente en Venecia después de 125 años,
pero todo eso no tiene nada que ver con
un país o una sociedad como la que pensábamos en aquel momento. Y una sociedad necesita líderes, líderes no solamente
políticos sino sociales, culturales, referentes, todo eso es lo que no funcionó el 23F.
Y que alguien me diga después cuándo ha
funcionado: los valencianos no pintamos
nada en la transición, no pintamos nada
en la constitución de las autonomías, no
pintamos nada en la entrada a Europa.
En esos grandes debates que se han producido, qué voz valenciana defendió los
intereses valencianos. No ha existido. Y
por tanto sobre una sociedad valenciana
no cohesionada, sin liderazgo, indefensa,
se pueden ejercer todo tipo de tropelías.
tertulia bostezo
JJ. Pero si en Valencia no hay altas esferas.
El que escribió eso no tiene ni puta idea
de qué es Valencia.
DB. Por seguir un orden, querría tratar
un poco ahora sobre las consecuencias
del golpe en Valencia y la sociedad valenciana. Repasando la hemeroteca, en la
famosa manifestación de l’Estatut del 77
parece que asistieron 500.000 personas.
Sin embargo, en la del 26F, de protesta
tras el golpe, asistieron 150.000, según
Diario de Valencia. Mientras, la manifestación del 26F de Madrid fue la más
populosa de la historia de la democracia,
con más de un millón de personas, hasta
las manifestaciones contra la invasión de
Irak en 2003. Puede interpretarse que la
reacción popular tras el 23F en Madrid
fue mucho más contundente que en Valencia, la otra capital del golpe.
¿Pudo Valencia dimitir entonces de la
vida política tras esa exhibición de violencia que fue el golpe, y dar los primeros
pasos para convertirse en la Terra Mítica
de los bólidos y los veleritos?
78
El 23F es el momento en el que descubrimos esto, en el que descubrimos que
el rey está desnudo. El problema es que
nadie lo ha dicho después. Nadie ha dicho
nunca: Valencia no existe.
JJ. Hombre, sí que lo han dicho, pero es que
no nos lo hemos querido creer algunos. La
derecha lo ha dicho, la derecha nunca se ha
creído, digamos la propuesta de Joan Fuster,
que electoralmente ha quedado en nada.
AM. Por trazar una secuencia muy sumaria
de los acontecimientos: a partir del 77 hasta
el 81 hay cierta actividad política, una especie de efervescencia autonomista en Valencia. Pero llega el 23F. Yo creo que es posible
que esa efervescencia del 77-81 fuera cortada de raíz el 23F.
FB. Yo creo que el problema de la sociedad valenciana es estructural y viene de
más lejos. Durante la segunda república llegamos tarde también al Estatuto,
y con la guerra de Sucesión perdimos
los fueros, como otras comunidades forales, pero estas otras los recuperaron
y nosotros no, y nadie dijo nada. En la
democracia, que efectivamente pudo parecer que hubo una gran efervescencia
al principio, pero ¿sobre qué base? Tú
puedes desear muy intensamente que
el equipo de tu pueblo juegue la Champions, pero para jugar la Champions no
basta con los que todos los del pueblo lo
deseen mucho, se necesitan otro tipo de
cosas. Pues eso es lo que les pasa a los valencianos. Los valencianos queremos ser
una autonomía de primera, queremos el
poder valenciano en Madrid, queremos
incorporarnos al motor de la economía
europea, queremos, yo estoy convencido
que queremos, pero luego no movemos
ni un dedo.
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[email protected]
Tel. 661 313 646
JJ. Pues por eso el 23F en Valencia hubo
la respuesta que cabía esperar de Valencia.
Eso es coherente socialmente.
FB. Es totalmente coherente, por desgracia.
Y hasta aquí nuestra modesta aportación
a la recuperación de la memoria histórica
valenciana, esa entelequia. Algo en claro
sacamos, y cuando acabó la charla me
vino a la memoria (yo soy muy de “flashes” neo-proustianos) una noche de hace
dos o tres años: los alcoianos Jalea Real,
el último grupo que no ha desmerecido
el término “punk-rock”, tocaban en Valencia. Marc, el fabuloso front-man del grupo,
medio desnudo y amenazante, susurraba
lúbricamente al micrófono la siguiente letanía: “Valencia, la ciutat dels covards... Valencia, la ciutat dels covards... Valencia, la
ciutat dels covards... Valencia, la ciutat dels
covards...”
SUPLEMENTO LITERARIO
DIRECTOR: SALVADOR SALGUEIRO
B A T I S C A F O
OTOÑO 2008
E
l Consejo Editorial de Batiscafo quiere dar la bienvenida a todos los submarinos
lectores que se zambullen por vez primigenia en las procelosas aguas de los océanos literarios
paisajísticos culturales. Punto. Reunidos en Sidón, en Tebas, en Bagdad, el susodicho Comité
de Sabios acordó con holgada paciencia redactar opúsculos panfletarios en los cuales se
pudiera blasfemar, acusar, practicar la apnea, delatar, nadar y tranquilamente guardar la
ropa, todo con una simple ojeada. Ofuscados, en este mundo apocalíptico, por las injustas
relaciones dadas entre clientes, ganancias, productores culturales, literatos publicitados, y
grandes superficies y demás receptáculos, quiso en principio el Comité lanzarse de forma
suicida contra toda norma y ley y vigilancia, y contra todo defensor de la democracia, la
televisión, las subvenciones culturales, el deporte y, en general, el Bien. Bien. Pero no sólo
los lerdos rectifican, así que el siniestro Cenáculo decidió, tras extenuantes reuniones de
nicotina, proseguir por fin el juego, permanecer oblicuamente en silencio y agazapado,
y así no sustituir términos como “censura de mercado” por “normalidad democrática”,
“empobrecimiento cultural” por “bienes de la industria del ocio” y reincidir con abundancia
en vocablos como “evento” y “usuario” (¿Hay algo más democrático que el dinero?, se
preguntaba uno. Cualquiera puede tenerlo). La defensa de los pobres también se resolvió
dejarla en manos de la Santa Madre Iglesia. El ajusticiamiento con ‘la poesía de la experiencia’
y toda esa gente adicta a los hoteles, los viajes en avión y la remembranza de un pasado
estúpido y estéril añorado a través de los dominicales de los grandes periódicos también se
pospuso para mejores días. De este modo, para comenzar con un poeta bien alejado de las
escuadras del Normalismo y del Orden del Dinero Limpio, concluimos con inaugurar la luz de
las bellezas sumergidas con Quique Falcón (Valencia, 1968), participante del equipo crítico
“Alicia Bajo Cero”, Premio Nacional de Literatura en 1999, objetor fiscal a los gastos militares
y colaborador con diversos colectivos vecinales y de apoyo a presos, que se destapa con
un poema inédito titulado “Fuga de la Muerte (Chaos, 2007)”. Con valentía, por no llamarlo
imprudencia (tal como se maneja el percal en este país), Falcón invoca al preso más famoso
de España, Iñaki de Juana Chaos, y lo involucra en la reescritura del emotivo poema “Fuga
de la muerte” de Paul Celan. En este último poema, uno de los más citados de la literatura
europea del siglo XX, el poeta judío lamenta su suerte (se salvó) y la de su familia (que fue
ejecutada) a manos del ejército nazi. Las implicaciones que el texto de Falcón desliza son
fabulosas, cuanto menos, por inauditas.
FUGA DE LA MUERTE (CHAOS, 2007)
{versión del “Todesfuge” de Paul Celan}
De Juana:
escribiendo poemas una noche de invierno
planeando un ataque una noche de invierno
enganchado a un gotero una noche de abril
Un hombre vive en la casa juega con serpientes escribe
cuando llega el invierno escribe tus cabellos de ceniza Esperanza
lo escribe y sale de casa y fulgen las estrellas silba a sus mastines que vengan
silba a sus gudaris que salgan a las noches de invierno
un hombre hace cavar una tumba en la tierra
nos ordena: tocad ya para la danza
Negra leche de abril te bebemos de tarde
te bebemos al mediodía y a la mañana la bebemos de noche
bebemos y bebemos
mastines españoles se reparten los despojos
rivalizan y se muerden una noche de invierno
Un hombre vive en el hospital cuelga de un gotero juguetea
con serpientes escribe
cuando llegue el invierno tus cabellos de plata Esperanza
tus cabellos de ceniza Teresa cavaremos una tumba planearemos un ataque
tus cabellos deflagrados, Teresa
Gritad: hincad más hondo, y los de ahí no paréis de tocar
un hombre agarra el hierro del cinto luego lo blande en la planta de invierno del hospital
son de fuego sus ojos
hincad más hondo las palas vosotros y los de ahí seguid tocando para la danza
Gritad: tocad con más dulzura la muerte la muerte es un maestro que viene de Euskadi
la muerte es un maestro que viene de Madrid
gritad rozad más sombríamente las cuerdas alejad el gotero subiréis como humo en el aire
tus cabellos de plata Teresa
tus cabellos de ceniza Esperanza
Negra leche de abril te bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte es un maestro que viene de Madrid
te bebemos de tarde y a la mañana bebemos y bebemos
enganchados al gotero la muerte es un maestro que viene de Euskadi de fuego su ojo es
te alcanza con una bala de plomo certera a la vez
un hombre vive en la casa tus cabellos con fuego Esperanza
azuza a sus mastines y azuza a sus gudaris azuza a sus mastines españoles
contra todos nosotros se reparten las piezas
se reparten los restos de la democracia juegan
con serpientes y sueña el hombre la muerte la muerte es un maestro que viene de Euskadi
la muerte es un maestro que viene de Madrid
tus cabellos de ceniza, Esperanza
tus cabellos de plata, Teresa
P
ara seguir ahondando en motivos político-militares y no actuar felizmente como si
todo en la vida fuera solidaridad y ecologismo, traeremos a la palestra la obra de Leonardo
Aladiere (La Habana, 1969), poeta “negro y homosexual” (según gusta recalcar él mismo),
que llegó a Vinaròs desde Cuba de la mano de los compañeros del Instituto de Estudios
Posmodernistas de la capital valenciana tras obtener el premio “Guinness de los Récords” al
mayor número de cartas enviadas a medios extranjeros (escribía desde La Habana pidiendo
su “liberación”). Harto de las apreturas del régimen cubano que le privaba de tres de los
mayores placeres de su vida (la marihuana, la música heavy metal y la NBA), Leonardo
prefirió vivir como disidente en Valencia trabajando de camarero en un bar de copas. Una
vez allí, fue asiduo a tertulias bohemias y a concursos literarios, en los que fue vetado –según
su propia confesión—por poemas como el siguiente, titulado “Tu Padre Vuestro Negro”. Su
poeta favorito es José Lezama Lima.
TU PADRE VUESTRO NEGRO
Michael Jordan que estás en los cielos
santificado sea Tu escote
venga a nosotros Tu dinero
hágase Tu voluntad entre los blancos y entre los negros (¿entre los bancos?)
Tus veintitrés cocacolas acrobacias (¡logotipos!) de cada día
dánoslas hoy (con regalías)
y perdónanos nuestras deudas
así como a Tu padre no perdonaron Tus deudores
y no nos dejes caer en la tentación de los negros malos ni de las otras marcas
y líbranos de los negros esquineros también
y de los enanos chinos que te cosen el empeine
también
(y de Juanita también)
(hey, man!!!!!!!!!!!!!)
C
on el fin de no ser acusados con total justicia de maniqueos y panfletarios, damos
paso a la candidez de Kiriaki Cristoforidi (Iraklio, Creta, 1976). Kiriaki, también conocida
como Nico, es licenciada en Filología Griega por la Universidad de Creta y en Teatrología
por la Universidad de Atenas. También, ha seguido cursos de fotografía e historia del cine y
ha estudiado idiomas (inglés, francés, alemán y castellano). Actualmente vive en Barcelona
donde da clases de lengua y cultura helénica, y al mismo tiempo está cursando un programa
de doctorado sobre literatura hispánica en la Universidad de Barcelona. En 1998 en un centro
social okupado, en Rézymno, empezó a interesarse por el teatro de sombras tradicional de
Grecia y Turquía llamado “karagiosis”. Es un género cómico que (casi) siempre desliza una
mordaz crítica social. Desde el 2006 es la dinamizadora de un programa de investigación
y creación sobre este género. En este cuento mínimo, la protagonista parece rememorar,
desde alguna clorada piscina cubierta tal vez situada en el barrio de Sant Antoni, el vinoso
ponto de las hermosas islas griegas.
NADANDO
La piscina de mi barrio
tiene azulejos azules.
El azul de los azulejos
de la piscina de mi barrio
es azul celeste.
Estoy nadando en la piscina de mi barrio,
soñando el mar.
El mar no tiene azulejos.
El mar es azul marino.
(2004)
V
olvemos de las remojadas vacaciones abandonando los noctívagos mundos vaporosos
de la desbocada lírica, y nos hacemos eco en estas páginas del “Manifiesto por la Lengua
Común”, sancionado por intelectuales de la talla de Francisco Brines, Arturo Pérez Reverte
e Iker Casillas. En efecto, la lengua antiguamente denominada castellana se encuentra
amenazada tanto por alguna de sus hermanas lenguas romances como por otras incluso no
indoeuropeas (caso del vasco o del tzotzil). Las librerías españolas redundan copiosamente de
volúmenes de escritores como Gabriel Aresti, Bohumil Hrabal o Pere Quart (también llamado
Joan Oliver) y es harto difícil encontrar las novedades en lengua española. Muchos de los
sufrientes ciudadanos que deambulan perdidos entre rótulos callejeros en lenguas indígenas,
que aguantan la sorna de dialectales funcionarios monolingües y que se niegan con ardor
cristiano a que sus hijos sean escolarizados en lenguas eslavas, merecen un reconocimiento
cuando no una recompensa. Aquí les dejamos una, en forma de poema de Vicent Andrés
Estellés (Burjassot, 1924- Valencia, 1993), que cualquier malicioso podría pensar que de algún
modo ilustra la asombrosa convivencia en armonía de las lenguas del Estado. La traducción
al castilla de esta pieza del poemario “Pedres de Foc” (“Piedras de Fuego”) la realizaron Juan
Elías Clemente y Olegario Fuente de Mora.
25
Me la mamabas hasta la cepa: tenías
toda la boca llena, y con la lengua
iniciabas ciertos movimientos y
te pusiste más morada que otras veces: entonces
te la saqué, y respirabas, y otra vez
me la volvías a mamar
y, extenuada, desististe: no
podías más; y por el agujero de detrás,
tú bien asida a la barandilla,
inicié la penetración,
que fue penosa, dolorosa y lenta,
hasta que te la metí por completo, y así
evoco los pelos de la entrepierna golpeando
tus redondeces invictas.
P
ara continuar con nuestra misión de traducciones evangelizadoras de poetas majestuosos
y lúcidos sin demasiada fortuna en nuestra lengua vulgar, tenemos el altísimo honor de
presentar a nuestro público al caribeño Mervyn Morris (Kingston, Jamaica, 1937). Como
no sólo de velocistas, de reggae y de marihuana vive el hombre (perdonen, el ser humano),
Morris, profesor de literatura en la Universidad de las Indias Orientales en Mona desde 1966
hasta su jubilación en el 2002, demuestra en apenas unos versos que para inscribir un buen
poema no hace falta leer a Virgilio ni a Paracelso ni citar obsesivamente a Cioran y a Roland
Barthes (a veces sí, si lo que le excita a uno es la intertextualidad y el postestructuralismo).
SOY EL HOMBRE
Soy el hombre que construye su casa en la mierda
Soy el hombre que vio cómo la demolíais
Soy el hombre sin domicilio fijo
Seguidme ahora
Soy el hombre que no tiene trabajo
Soy el hombre que no tiene voto
Soy el hombre que no tiene elección
Escuchadme ahora
Soy el hombre que no tiene nombre
Soy el hombre que no tiene casa
Soy el hombre que no tiene esperanza
No tengo nada
Soy el hombre que afila el cuchillo
Soy el hombre que fabrica la bomba
Soy el hombre que empuña el arma
Estudiadme ahora
(traducción de S. Meckled & H. Arnau)
C
itamos ahora, en plena desesperación ideológica, a nuestro amigo micro-cuentista
Eduardo Gómez Gea (Valencia, 1970) que aporta una hermosísima biografía que nos
resistimos a censurar. Dice así :“1970. Nace como quien no quiere la cosa; su madre lo observa
y adivina en él un gran futuro. Nada más lejano de la realidad. 1987. Finaliza los estudios
de bachillerato y cree que la vena artística se apodera de él. Es entonces cuando decide
apuntarse a una escuela de arte dramático y tras medio año de lecciones sin haber pagado
una sola mensualidad, pide permiso en medio de clase para ir a hacer pis y se convierte en
contable. 1990. Tras visionar “Delitos y Faltas” en la sesión nocturna del Cine Gran Vía, vaga
sin rumbo por la ciudad hasta que es encontrado por una pareja de la Benemérita. A partir
de ese preciso instante, la cinematografía le engullirá inmisericordemente. 1995. Funda “El
Tornillo”, bar seminal de la escena musical valenciana, y se convierte, verbigracia, en ‘El
Ombligo Del Pop’, pincha discos de escasa repercusión pero de indudable talento para hacer
mover el esqueleto. 2002. Harto de cuentas y falto de certezas, emprende un periplo por
Irlanda y Escocia que le lleva a encontrarse a sí mismo, además de a Omar Shariff en un
aeropuerto. El célebre actor parece no reconocerle. 2004. Vuelve y empieza a escribir guiones
de forma compulsiva, no siempre con malos resultados. 2005. Rueda su primer cortometraje,
“Frisbee (eso que se tira)” que recibe elogiosas críticas por parte del actor principal y de un
amigo muy cercano. 2006. La desazón sentimental y la conciencia de la levedad de sus actos
eclosionan un buen día en su vida y la prosa encerrada en él comienza a brotar continua y
solemnemente en forma de pequeños relatos, fragmentos de lo cotidiano que ahora tenéis
en vuestras manos. Disfrutadlos, se lo merecen.” Aventamos al viento de poniente estas tres
perlas de nuestro amigo.
El agricultor vio que las peras, ya muy maduras, no caían del árbol, rápidamente avisó a
todo el pueblo, decidieron darle con una vara hasta que diera algún nombre, nada; las peras
cayeron, pero el agricultor no soltó prenda, esto viene y va como los trenes metálicos, dijo el
hijo del alcalde que además era lateral derecho de no sé dónde. Finalmente todos los cestos
se convirtieron en canastos y nadie se dio cuenta, sólo una mujer que al llegar a casa vio que
se había dejado el grifo del agua abierto y exclamó ¡cestos!
Llegó el día señalado, el aniversario se iba a celebrar, no eran pocos años, nadie sabía su edad
exacta, cuando le preguntaban siempre respondía que lo mejor para el frío era no tenerlo,
entonces la gente del pueblo calculó que tenía entre trece y noventa y tres y las plantas del
pueblo dijeron que debía tener treinta y nueve aproximadamente. Un geranio carterista sabía
su edad concreta pero no la dijo para no tener que explicar que le había robado la cartera. Y
así llegamos a la riada de 1822 en la que los únicos dos supervivientes ya habían muerto hace
mucho.
De tanto subir y bajar escaleras había desarrollado unas enormes ganas de aprender geología,
fue por eso que mientras se iba estaba más lejos del sitio de antes, ¡rápido! Tírate al suelo y
rueda, dijo el dueño de todas las llaves inglesas de la comarca, sin duda alguna se refería a la
tarifa anterior pues desde entonces ya nada fue lo mismo, sin contar al hombre del mar, que
seguía nadando al lado de los tiburones creyendo que eran inofensivos, y lo eran pero tenían
un hambre tremenda, y así fue como nadie más se acercó a aquella casa abandonada.
Y
para dar ya muerte infinita a nuestro primigenio número después de este atracón
de hermoso sinsentido, propondremos unos versos de un poeta chileno cuyo nombre
desconocemos (este breve poema fue leído, en extrañas circunstancias, por uno de nuestros
miembros en un piso de la calle Casp, en Barcelona). Quien nos pueda aportar datos sobre
el autor de esta descarnada declaración, ganará un inmenso lote de cervezas pagadas por
redacción, una efímera amistad condicionada, una suscripción a Bostezo por un año y un
mapa del parque temático que están construyendo los yanquis en la antiquísima ciudad de
Ur. ¡Todos a concursar, primos! ¡Suerte y agur!
SOLO
Has vivido al revés de tu destino.
Te ofrecieron amor y no quisiste;
fortuna y gloria, y preferiste el vino
de la sabiduría, que es tan triste.
Y ahora, al final de tu camino,
buscas a Dios, que sabes que no existe.

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