CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS CSIC

Transcripción

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS CSIC
Volumen LXVII
Nº 239
enero-abril 2007
352 págs.
ISSN: 0034-8341
Volumen LXVII
Sumario
CSIC
enero-abril 2007
Madrid (España)
ISSN: 0034-8341
Volumen LXVII | Nº 239 | 2007 | Madrid
Monográfico
La Junta para Ampliación de Estudios
y América Latina: memoria, políticas
y acción cultural (1907-1939)
9 770034 834001
ISSN 0034-8341
MONOGRÁFICO: LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS Y AMÉRICA LATINA:
MEMORIA, POLÍTICAS Y ACCIÓN CULTURAL (1907-1939)
Coordinadora: Consuelo Naranjo Orovio
Presentación
José Luis Abellán
España - América Latina (1900-1940): la consolidación de una solidaridad
Gustavo H. Prado
La Universidad de Oviedo, Rafael Altamira y la JAE: controversias en torno a la gestión de las
relaciones intelectuales hispano-americanas (1909-1911)
Isidro Sepúlveda
La JAE en la política cultural de España hacia América
José María López Sánchez
La Junta para Ampliación de Estudios y su proyección americanista: la Institución Cultural
Española en Buenos Aires
Aimer Granados
La corriente cultural de la JAE en México: El Instituto Hispano-Mexicano de Intercambio
Universitario, 1925-1930
Carmen Ortiz García
Raíces hispánicas y culturas americanas. Folkloristas de Norteamérica en el Centro de
Estudios Históricos
Pilar García Mouton
La vocación americanista de la Escuela de Filología Española
Esther Hernández
Ángel Rosenblat y el español de América: Influencia de la Escuela de Filología Española en su
obra y cartas a Menéndez Pidal
Álvaro Ribagorda
La Residencia de Estudiantes y América Latina: caminos de ida y vuelta
Salvador Bernabéu Albert
Los americanistas y el pasado de América: tendencias e instituciones en vísperas de
la Guerra Civil
Consuelo Naranjo Orovio
Los caminos de la JAE en América Latina: redes y lazos al servicio de los exiliados republicanos
Francisco Javier Dosil Mancilla
La JAE peregrina
PUBLICACIONES RECIBIDAS
Nº 239
Consuelo Naranjo Orovio
(coord.)
CSIC
www.publicaciones.csic.es
CSIC
INSTITUTO DE HISTORIA
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
Volumen LXVII
Nº 239
enero-abril 2007
Madrid (España)
MINISTERIO
DE EDUCACIÓN
Y CIENCIA
ISSN: 0034-8341
CONSEJO SUPERIOR
DE INVESTIGACIONES
CIENTÍFICAS
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
Volumen LXVII
Nº 239
enero-abril 2007
Madrid (España)
ISSN: 0034-8341
REVISTA DE INDIAS
REVISTA PUBLICADA POR EL DEPARTAMENTO DE HISTORIA DE AMÉRICA DEL INSTITUTO DE HISTORIA, CSIC
Con una larga y consolidada tradición Revista de Indias (1940- ) fue y continúa siendo un foro
de debate de la historia de América. Con una periodicidad cuatrimestral, está destinada a un
público especializado en Historia de América, por lo que su objetivo es la publicación de artículos originales que, además de contribuir al conocimiento de América, fomenten el debate
entre los investigadores, y recojan las corrientes historiográficas del momento. Las temáticas
están abiertas a distintos aspectos como son los sociales, culturales, políticos y económicos,
abarcando desde el mundo prehispánico a la actualidad de Iberoamérica. Los idiomas de
publicación son el español, inglés y portugués. Junto a los números misceláneos, se publica
un monográfico al año. Índices de la Revista (1940- ) http://161.111.141.93/indias/ PCI Full
Text (1940-1995)
With a long and consolidated tradition, Revista de Indias (1940-) has been and still is a a wellknown forum for debates in the History of America. It is published every four months and targeted to readers specialized in History of America. It publishes original articles aimed at improving knowledge, encouraging scientifical debates among researchers, and promoting the
development and diffusion of state-of-the-art investigation in the field of the History of America.
The contents are open to different topics and study areas such as social, cultural, political and
economical, encompassing from the Prehispanic world to the present Ibero-American issues.
The review harbors articles in Spanish, English and Portuguese. Besides the miscellany volumes, one monographical number is published every year. Index Review (1940)
http://161.111.141.93/indias/ and PCI Full Text (1940-1995)
Directora: Consuelo Naranjo Orovio (Instituto de Historia, CSIC)
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CNRS, Nancy (http://www.inist.fr/ index_fr.php); Ulrich's Periodicals Directory. Browker Co.
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© CSIC, 2007
Cubierta: Fachada del Centro de Estudios Históricos, 1931. Calle Duque de Medinaceli, 4,
Madrid. Fuente: José Ibáñez Martín, Diez años de servicio a la cultura española, 19391949, Madrid, Magisterio Español, 1950.
“Las opiniones y hechos consignados en cada artículo son de exclusiva responsabilidad de
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ningún caso, de la credibilidad y autenticidad de los trabajos”
ISSN: 0034-8341
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Volumen LXVII
Nº 239
enero-abril 2007
Madrid (España)
ISSN: 0034-8341
SUMARIO
Páginas.
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MONOGRÁFICO: LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS Y AMÉRICA
LATINA: MEMORIA, POLÍTICAS Y ACCIÓN CULTURAL (1907-1939).
Coordinadora: Consuelo Naranjo Orovio
Presentación ...............................................................................................................................
JOSÉ LUIS ABELLÁN: España - América Latina (1900-1940): la consolidación de
una solidaridad ..............................................................................................................
GUSTAVO H. PRADO: La Universidad de Oviedo, Rafael Altamira y la JAE: controversias en torno a la gestión de las relaciones intelectuales hispanoamericanas (1909-1911) ..............................................................................................
ISIDRO SEPÚLVEDA: La JAE en la política cultural de España hacia América .............
JOSÉ MARÍA LÓPEZ SÁNCHEZ: La Junta para Ampliación de Estudios y su proyección americanista: la Institución Cultural Española en Buenos Aires ...............
AIMER GRANADOS: La corriente cultural de la JAE en México: El Instituto HispanoMexicano de Intercambio Universitario, 1925-1930 ..............................................
CARMEN ORTIZ GARCÍA: Raíces hispánicas y culturas americanas. Folkloristas de
Norteamérica en el Centro de Estudios Históricos .................................................
PILAR GARCÍA MOUTON: La vocación americanista de la Escuela de Filología Española ..............................................................................................................................
ESTHER HERNÁNDEZ: Ángel Rosenblat y el español de América: Influencia de la
Escuela de Filología Española en su obra y cartas a Menéndez Pidal ..............
ÁLVARO RIBAGORDA: La Residencia de Estudiantes y América Latina: caminos de
ida y vuelta ......................................................................................................................
SALVADOR BERNABÉU ALBERT: Los americanistas y el pasado de América: tendencias e instituciones en vísperas de la Guerra Civil .................................................
CONSUELO NARANJO OROVIO: Los caminos de la JAE en América Latina: redes y
lazos al servicio de los exiliados republicanos ........................................................
FRANCISCO JAVIER DOSIL MANCILLA: La JAE peregrina .................................................
PUBLICACIONES RECIBIDAS
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125-162
163-184
185-220
221-250
251-282
283-306
307-332
Revista de Indias, 2004, vol. LXIV, núm. 230
Págs. 000-000, ISSN: 0034-8341
Monográfico:
LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE
ESTUDIOS Y AMÉRICA LATINA:
MEMORIA, POLÍTICAS Y
ACCIÓN CULTURAL (1907-1939)
Coordinadora:
Consuelo Naranjo Orovio (CSIC)
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 239
Págs. 9-14, ISSN: 0034-8341
PRESENTACIÓN
Consuelo Naranjo Orovio
(Instituto de Historia, CSIC)
Al cumplirse cien años de la creación de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (11 de enero de 1907), Revista de Indias ha
querido sumarse a las conmemoraciones de este hecho que tantas repercusiones
tuvo para la ciencia y la cultura de España, así como para el inicio de unas nuevas relaciones entre España y América. La creación de la JAE supuso un hecho
inusual en la historia de España y representó la mayor apuesta por la modernización del país a partir de nuevos postulados como la educación y la ciencia. La
renovación educativa y cultural eran para estos pensadores los instrumentos básicos y necesarios para conseguir la regeneración nacional, lograr la modernización
de la sociedad, salir del aislamiento y colocarse al mismo nivel que las naciones
más adelantadas.
Obra de pocos, liderada por su presidente, Santiago Ramón y Cajal (19071934) y su secretario, José Castillejo, en sus institutos y laboratorios se formaron
y trabajaron los mejores intelectuales y científicos de España como Ignacio Bolívar Urrutia (que fue el segundo y último presidente de la Junta tras la muerte de
Cajal en 1934), Cándido Bolívar, Pío del Río-Hortega, Julio Rey Pastor, Blas
Cabrera, José Royo, Dorotea Barnés, Enrique Moles, Miguel Catalán, Rosa Sensat y Vila, Antonio Madinaveitia, Carmen Gómez Escolar, Martina Casiano Mayor, Dolores Cebrián Fernández Villegas, Luisa Cruces Matesanz, Faustino Miranda, José Puche, José Cuatrecasas, Francisco y José Giral, Isaac Costero, José
Casares Gil, Ángel Cruz Gallástegui, Antonio de Zulueta, Augusto Pi i Suñer,
Jimena Fernández de la Vega, Odón de Buen, Francisco Durán i Reinals, Leonardo
Torres Quevedo, Ramón Menéndez Pidal, Federico de Onís, Tomás Navarro Tomás, Américo Castro, Luis de Zulueta, María de Maeztu, Claudio Sánchez Albornoz, Rafael Altamira, José María Ots Capdequí, Enrique Díez-Canedo, Pedro Salinas, Ramón Iglesia, Antonio García Solalinde, Samuel Gili Gaya, Amado Alonso,
Julián Ribera, Julián Bonfante, Felipe Clemente de Diego, Miguel Asín Palacios,
Manuel Gómez Moreno, Juan Cabré, Elías Tormo, Eduardo Hinojosa, Ricardo de
Orueta, Javier Sánchez Cantón, José Moreno Villa, entre muchos otros.
Su labor se extendió hasta 1939 cuando el final de la Guerra Civil obligó a
exiliarse a muchos de los hombres y mujeres que habían participado en esta em-
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CONSUELO NARANJO OROVIO
presa científica y cultural. A pesar de esta ruptura, de la dispersión de sus hombres, del exilio y de la muerte muchos de los logros y escuelas que habían ido
conformándose en los centros y laboratorios creados por la JAE tuvieron su continuidad en otros países, allí donde los directores de los centros de la JAE o sus
discípulos habían establecido contactos en los años anteriores a la Guerra Civil.
Dichos contactos generaron nuevas redes culturales y científicas que se afianzaron
con la creación de cátedras, institutos y escuelas similares a las que existían en
España —como el caso de la Escuela de Filología Española de Ramón Menéndez
Pidal y sus discípulos en Puerto Rico o Argentina, o en general del Centro de Estudios Históricos cuyo modelo organizativo y metodología de trabajo sirvió de ejemplo a la hora de diseñar centros de investigación en otros países como en México—.
Estas instituciones o simplemente los discípulos que los centros de la JAE habían
recibido, entre otros el Centro de Estudios Históricos y la Residencia de Estudiantes, fueron en muchos casos los que posibilitaron la continuidad de la ciencia y la
cultura españolas en el exilio. Por las aulas de estos centros pasaron sobre todo
latinoamericanos como Ángel Rosenblat, Silvio Zavala, Luis Enrique Osorio, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Aurelio Macedonio Espinosa (hijo) etc., y
norteamericanos en el caso concreto de estudios de folklore.
Pero ¿por qué detenerse en la obra de la Junta para Ampliación de Estudios e
Investigaciones Científicas en América Latina, en sus relaciones, redes y hombres? Su análisis se hace necesario cuando observamos que desde sus inicios
América Latina tuvo un lugar importante en el quehacer de la JAE por factores
ideológicos y políticos en los que la cultura pesó de manera importante. Entre los
factores ideológicos y políticos hay que destacar el hecho de que América Latina
era considerada como una pieza clave en el proceso de regeneración nacional y
del rescate del prestigio exterior, y en este sentido como analizan algunos artículos de este monográfico, el hispanoamericanismo sirvió para dotar de un cuerpo
doctrinal al nacionalismo español que fue utilizado dentro y fuera de las fronteras. La labor de Rafael Altamira como iniciador desde la Universidad de Oviedo
de una política americanista dieron paso a las gestiones comandadas por la JAE y
el Centro de Estudios Históricos en el que, por otra parte, también se integró Altamira. Aunque muchas veces estas relaciones fueron más retórica que realidad y
que las relaciones entre América Latina y España no se plantearon en iguales
términos que con los países más avanzados científica y tecnológicamente (como
lo apuntan algunos de los artículos de este monográfico), lo cierto es que la JAE
contó con algunos hombres que desde el principio apostaron fuerte por renovar
las relaciones de España con América Latina. Nos referimos a los integrantes del
Centro de Estudios Históricos, instituto de investigación creado en Madrid por la
JAE en marzo de 1910 y al que, además, se le asignó la tarea de llevar a cabo las
relaciones con América Latina. La historia, la lengua, la filología y la civilización
española fueron consideradas como elementos básicos en el afianzamiento de las
nuevas relaciones que ahora se proyectaban bajo unos nuevos presupuestos, los
de la ciencia y la cultura. Es la cultura, en términos generales, el instrumento
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 9-14, ISSN: 0034-8341
PRESENTACIÓN
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elegido sobre el que descansaba el andamiaje que articuló las nuevas relaciones.
Una cultura común y compartida que podría generar nuevas maneras de comprenderse, mirarse, acercarse y relacionarse y que lentamente tendría que desplazar a «la raza» o a la religión como los elementos principales de los vínculos entre España y sus ex-colonias.
En el Centro de Estudios Históricos recayó esta tarea de acercamiento y potenciación de las relaciones, siendo encomendado a su director Ramón Menéndez
Pidal y a sus discípulos el fomento de dichas relaciones (su estudio es abordado
por varios de los autores del monográfico que presentamos). Junto a ellos, surgieron otros focos hispanoamericanistas en diferentes puntos en donde los estudios
precolombinos se fueron afianzando. Estos nuevos centros de investigación, cátedras, institutos seminarios, bibliotecas especializadas y asociaciones creados en
combinación con la JAE o de forma privada en Valladolid, Sevilla, Oviedo, Madrid o Barcelona ayudaron no sólo a dar los primeros pasos para la institucionalización del americanismo, sino que contribuyeron a acercar América y España al
abrir las ventanas de un nuevo acercamiento al pasado. Además de ello, como
hemos apuntado, América Latina recibió a un grupo numeroso de intelectuales
republicanos exiliados, hombres y mujeres de diferentes ramas del saber, que
lograron volver a recobrar sus investigaciones, enseñanzas y prácticas en los centros que les dieron acogida. Universidades e institutos que, por otra parte, habían
sido visitados, y a veces creados, por ellos o por sus discípulos en los años anteriores al estallido de la Guerra Civil española.
En esta labor de propaganda, difusión de la ciencia y la cultura españolas y
promoción de los intercambios académicos la JAE contó con el apoyo económico
y el entusiasmo de las colectividades de inmigrantes españoles asentadas en los
países americanos que desde las instituciones culturales creadas para este fin impulsaron las relaciones entre ambos mundos. De éstas las que tuvieron mayor
actividad fueron Instituciones Culturales Españolas en Argentina, Uruguay, Santo Domingo y Puerto Rico, la Institución Hispano-Cubana de Cultura, el Instituto
Hispano-Mexicano de Intercambio Universitario, el Departamento de Estudios
Hispánicos de la Universidad de San Juan (Recinto de Río Piedras) y los
Institutos de Filología de Buenos Aires y La Plata. Otras veces el mecenazgo
procedió de Norteamérica en concreto de Archer Milton Huntington y de la Hispanic Society of America, impulsada por él.
Por otra parte en los locales donde había funcionado desde 1931 el Centro de
Estudios Históricos —que contó con varias sedes desde su creación en 1907 hasta 1939 como fueron el Paseo de Recoletos, ubicado en los bajos del Palacio de
Bibliotecas y Museos en un local anteriormente ocupado por el Museo Nacional
de Ciencias Naturales, desde donde se trasladó en 1920 a la calle Almagro número 26 y de allí, en 1931, a la calle Duque de Medinaceli número 4, en el que fuera
Palacio del Hielo y Real Club del Automóvil— volvieron a instalarse los estudios
americanistas en Madrid en 1939 tras la creación, un 24 de noviembre, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
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CONSUELO NARANJO OROVIO
La reconstrucción de este proceso que se inició en 1939, como fue la apropiación de los centros de la JAE, las depuraciones y el exilio, exterior e interior, el
americanismo que comienza a hacerse en la década de 1940 que, aunque heredero
de los estudios y maestros anteriores, en muchas ocasiones le dieron la espalda e
introdujeron nuevos contenidos e ideología al servicio del nuevo régimen político,
son algunos de los temas que en estos momentos son motivo de análisis en la historiografía española y que darán lugar a la publicación de varias obras en los próximos años.
Nuestro interés se reduce a la época de la JAE y sus relaciones con América
Latina, a los propulsores de ese acercamiento y a los protagonistas de las redes
que se fueron tejiendo desde ambas orillas. Las redes, como presentan algunos
autores que escriben en este monográfico, sirvieron no sólo para lograr un acercamiento mayor entre americanos y españoles, una nueva manera de abordar la
historia compartida y sus problemas, sino que también fueron plataformas que
posibilitaron la llegada y asentamiento del exilio intelectual español de 1939.
En el CSIC se depositó en gran parte el cultivo de la ciencia que a veces continuó una organización con esquemas similares a las ramas creadas por la JAE, como fue en el caso del Centro de Estudios Históricos de la calle Duque de Medinaceli. En el viejo caserón algunos antiguos becarios ahora eran los maestros, las
mesas desiertas de los que emprendieron el exilio fueron lentamente ocupadas por
otras generaciones que comenzaron a trabajar los temas que otros habían cultivado
con gran esmero y cuyos éxitos comenzaban a aflorar en los años treinta; las filologías española y árabe, la lengua española, las tradiciones populares, la historia de
América, el arte, el derecho, la arqueología, la historia de España… eran algunas
de las disciplinas que cobraban vida en el antiguo Palacio del Hielo con una nueva
organización por institutos (Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, Instituto Jerónimo Zurita, Instituto Diego Velázquez, Instituto Antonio de Nebrija, Instituto Miguel de Cervantes, etc.). No fue hasta diciembre de 1984, bajo la dirección de
Francisco de Solano y de Alfredo Moreno Cebrián, como secretario, cuando se
recuperó el nombre del Centro de Estudios Históricos pero sólo para los institutos
que cultivaban la historia. Bajo esta nueva organización, los institutos se convirtieron en departamentos con nombres que correspondían a las disciplinas que trabajaban, como Departamento de Historia de América, Departamento de Historia del
Arte, etc. Unos años más tarde, en 1999 el Centro de Estudios Históricos volvió a
perder su nombre, siendo denominado Instituto de Historia, que pasó a integrar el
Centro de Humanidades junto al Instituto de Filología y el recién creado Instituto
de la Lengua Española.
En este año, 2007, de nuevo el antiguo Centro vuelve a trasladar sus instalaciones. El nuevo centro, Centro de Ciencias Humanas y Sociales —aprobado en
julio de 2006— agrupará diferentes institutos y aunará a todos los investigadores
de ciencias humanas y sociales del CSIC que trabajan en Madrid.
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PRESENTACIÓN
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Francisco de Solano y Pérez Lila,
Director del Centro de Estudios Históricos (1985-1990).
Alfredo Moreno Cebrián, Secretario del Centro
de Estudios Históricos (1985-1988).
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 9-14, ISSN: 0034-8341
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 239
Págs. 15-32, ISSN: 0034-8341
ESPAÑA - AMÉRICA LATINA (1900-1940):
LA CONSOLIDACIÓN DE UNA SOLIDARIDAD
POR
JOSÉ LUIS ABELLÁN
Universidad Complutense de Madrid-Presidente del Ateneo de Madrid
Entre 1892, con la celebración del IV Centenario del Descubrimiento de América, y 1912, con
ocasión del I Centenario de la Constitución de Cádiz, ocurren una serie de encuentros entre intelectuales de una y otra parte del Atlántico que compartiendo los planteamientos del modernismo
promueven iniciativas de solidaridad y de regeneración entre España y América Latina, que se
aglutinan en torno al concepto de hispanidad. Nombres como Rubén Dario, Alfonso Reyes, Rafael
Altamira y Miguel de Unamuno crean sólidas plataformas de acercamiento: Junta para Ampliación de Estudios, Ateneo de la Juventud, Institución Cultural Española, donde la ciencia ocupa un
lugar privilegiado.
PALABRAS CLAVE: Intelectuales, modernismo, solidaridad, regeneración, hispanidad, ciencia.
El año 1900 es el eje alrededor del cual se articula la «crisis de fin de siglo»
entre el XIX y el XX, caracterizado precisamente, entre otras muchas cosas, por
un fecundo encuentro entre España y América Latina. El fenómeno empieza en
1892, con la celebración del IV Centenario del Descubrimiento de América y los
grandes acontecimientos a que ello dio lugar en torno a La Rábida; frente al Columbus Day que se celebraba en Estados Unidos pretendiendo obviar a España
con el pretexto de que Colón era italiano, la reafirmación de la hazaña española
con un Día del Descubrimiento de América, en el que el protagonismo español
era indiscutible. El expansionismo norteamericano avivó ese proceso de acercamiento; episodios como el del 98 o la intervención en Centroamérica para la
construcción del Canal de Panamá, fueron determinantes. La consolidación del
encuentro hispano-americano se dio en 1912 con la celebración del Congreso en
Cádiz en torno al I Centenario de la Constitución de Cádiz. En todo caso, desde
entonces el 12 de octubre ha quedado como la gran efeméride de la hermandad
entre españoles e iberoamericanos, que tanto exaltó Rubén Darío, seguido en
JOSÉ LUIS ABELLÁN
16
España muy de cerca por Miguel de Unamuno, verdadero autor del concepto de
«hispanidad».
En esos veinte años (1892-1912) se fraguó una idea de la fraternidad hispanolatinoamericana que no ha dejado de tener vigencia hasta nuestros días. Desde el
famoso —y hoy obsoleto— Día de la Raza hasta las actuales Cumbres iberoamericanas, el proceso no ha hecho sino consolidarse. A ese respecto resulta imprescindible mencionar la gran figura de Rafael Altamira y su famoso viaje al continente hispano. En su libro Mi viaje a América (1911) nos deja constancia documental de los países que recorrió: Argentina, Uruguay, Chile, Perú, México,
Cuba, y de los posibilidades de acercamiento a España a través del intercambio
universitario. El viaje lo realizó como delegado de la Universidad de Oviedo, y
en todo momento deja constancia de ello. Junto a ese propósito, sitúa muy en
primer lugar el proyecto de solidaridad que inspira su viaje, y así lo dice expresamente en el prólogo al mismo:
Una de las notas fundamentales de mi misión y de mis declaraciones, ha sido la pacifista y humana, sobre la cual conviene decir aquí algo. Sin dejar de
ser patriótica, española, nuestra obra americanista ha sido, en primer término, y
en su más alta intención, obra de paz, de concordia y de amplio humanitarismo
intelectual. Lo ha sido, naturalmente, respecto de las relaciones concretas con
los pueblos hispano-americanos; lo ha sido y quiere serlo, también, en lo que
nuestro propósito tiene de tangente con los de otros países de tronco distinto.
Así he procurado decirlo y repetirlo en todas mis conferencias de programa»1.
Por otro lado, la figura de Altamira hay que relacionarla con el movimiento
institucionista, que tuvo un fuerte impulso de expansión en la Universidad de
Oviedo, donde Adolfo G. Posada había ejercido una honda influencia en esa dirección. En torno suyo surgen figuras como Adolfo Álvarez Buylla, Aniceto Sela
o Leopoldo Alas, Clarín, y en ese caldo de cultivo emerge la labor pedagógica
que Rafael Altamira pretende trasladar a América con su famoso viaje. Sin duda
con un espíritu semejante se funda la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907), donde surgen también intereses profesionales en el
campo de las Ciencias Naturales para realizar investigaciones botánicas, etnológicas o antropológicas relacionadas con los países americanos; muchos de esos
intereses serán luego desarrollados por los profesores e investigadores exiliados
que fueron a aquellos países tras la Guerra Civil.
El gran aglutinador de este movimiento general de acercamiento a España será el modernismo, que tuvo su primer portavoz en el uruguayo José Enrique Rodó. Cuando este pensador lanza al público su Ariel en 1900, la vasta opinión intelectual del continente encuentra en ese texto un programa de acción. Se presenta
allí América Latina con un destino cultural propio en el que el humanismo greco-
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ALTAMIRA, 1911: XII.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 15-32, ISSN: 0034-8341
ESPAÑA - AMÉRICA LATINA (1900-1940): LA CONSOLIDACIÓN DE UNA SOLIDARIDAD
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latino y la tradición cristiana se dan la mano; frente a la cultura utilitaria y positivista del mundo anglosajón, la vocación por el hombre integral vertido hacia causas nobles. «Aspirad —dice— a desarrollar en lo posible, no un solo aspecto,
sino la plenitud de vuestro ser. No os encojáis de hombros delante de ninguna
noble y fecunda manifestación de la naturaleza humana»… … «Una vez más, el
principio fundamental de vuestro desenvolvimiento, vuestro lema en la vida, deben ser mantener la integridad de vuestra condición humana. Ninguna función
particular debe prevalecer jamás sobre esa finalidad suprema. Ninguna fuerza
aislada puede satisfacer los fines racionales de la existencia individual, como no
puede producir el ordenado concierto de la existencia colectiva. Y preservándoos
contra toda mutilación de vuestra naturaleza moral, aspirando a la armoniosa
expansión de vuestro ser en todo noble sentido, pensad al mismo tiempo en que
la más fácil y frecuente de las mutilaciones es en el carácter actual de las sociedades humanas, la que obliga al alma a privarse de ese género de vida interior,
donde tienen su ambiente propio todas las cosas delicadas y nobles»2.
Al mismo tiempo que hay esa reafirmación de la propia identidad latina se
rechaza la imitación al modelo del Norte: «Es así —dice— como la visión de una
América deslatinizada por propia voluntad, sin la extorsión de la conquista y
regenerada luego a imagen y semejanza del modelo del Norte, flota ya sobre los
sueños de muchos sinceros interesados por nuestro porvenir, inspira la fruición
con que ellos formulan a cada paso los más sugestivos paralelos y se manifiestan
por constantes propósitos de innovación y de reforma. Tenemos nuestra nordomanía. Es necesario oponerle los límites que la razón y el sentimiento señalan de
consuno»3. Ello no supone, sin embargo, un pleno rechazo de la cultura utilitaria,
aunque subordinándola al ideal: «la obra del positivismo norteamericano servirá
a la causa de Ariel, en último término. Lo que aquel pueblo de cíclopes ha conquistado directamente para el bienestar material, con su sentido de lo útil y su
admirable aptitud de la invención mecánica, lo convertirán otros pueblos en eficaces elementos de selección»4.
El modernismo, que empezó siendo una reacción contra el naturalismo literario y contra la poesía burguesa del siglo XIX, se fue convirtiendo en una nueva
sensibilidad omniabarcadora de todo el movimiento cultural de la época, con
direcciones estéticas, morales, políticas, religiosas, históricas y filosóficas. Es
difícil caracterizar un movimiento tan amplio, pero si hubiera que adjetivarlo le
daríamos el nombre de «neo-romanticismo», pues como en el primer romanticismo, la imaginación sustituyó a las normas, los símbolos a la realidad y el afán
regenerador al impulso utilitario. En esa línea hay que inscribir la poesía de José
Martí, la prosa de J. E. Rodó y, de forma muy eminente, la gran obra de Rubén
————
2
3
4
RODO, 1991: 58-69.
RODO, 1991: 110.
RODO, 1991: 136.
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Darío, el genio afrancesado de Azúl, que se fue hispanizando crecientemente hasta convertirse en portavoz de todo el movimiento a ambos lados del Océano
Atlántico.
Cuando en 1905 publica Cantos de Vida y Esperanza, el poeta ya ha alcanzado plena madurez; como en el ensayista Rodó, se manifiesta en Rubén el rechazo
hacia Estados Unidos —el poema A Rooswelt o el titulado Los Cisnes—, pero
también la afirmación hispánica —Salutación del optimista, Cyrano en España o
Letanía de Nuestro Señor don Quijote—. Sin duda la firme manifestación del
expansionismo norteamericano había ejercido un rechazo no menos firme en el
vate nicaragüense, y de forma muy especial a raíz de la intervención yanqui en
Centroamérica para construir el Gran Canal de Panamá en 1903. Es imposible
entender el mensaje del libro sin ese hecho que está en su trasfondo.
Pero, al mismo tiempo, Cantos de Vida y Esperanza es un claro manifiesto a
favor del modernismo como movimiento intelectual que rechaza el positivismo y
aspira a la búsqueda del ideal por una afirmación de la trascendencia. Una indagación metafísica se impone en el último poema —«Lo fatal»— que se rebela
ante una muerte sin sentido; la pregunta esta en todo el libro y se resume en el
cuello del cisne —tan cantado por el poeta—.
¿Qué signo haces, oh Cisne, con tu encorvado cuello
al paso de los tristes y errantes soñadores?
………………………………………………………..
yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera
con la interrogación de tu cuello divino 5.
La inquietud del poeta no tiene, pues, un exclusivo interés estético; la búsqueda del sentido de la vida y el afán por desentrañar el misterio que nos rodea se
halla en su fondo. Por eso se indigna con los que han querido ver en su poesía
únicamente una revolución formal. «No; no se trata de formas —contesta—. Es
una cuestión de ideas»6. Solo desde este punto de vista puede explicarse el interés que tiene Rubén por los movimientos religiosos de la época, y de forma muy
específica por la teosofía, cuyo interés compartió sin duda por la que en el mismo
sentido tenía Valle-Inclán, como claramente nos manifiesta éste en su credo estético: La lámpara maravillosa (1916).
Un acercamiento a España tal como lo propicia el modernismo se da de forma paradigmática en Rubén Darío, que llega a escribir lo siguiente:
Mi optimismo se sobrepuso. Español de América y americano de España,
canté… mi confianza y mi fe en el renacimiento de la vieja Hispania en el pro-
————
5
6
DARÍO, 2004: 74-76.
DARÍO, 1953, V: 951.
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pio solar y del otro lado del Océano… Hay, como he dicho, mucho hispanismo
en este libro mío; ya haga su salutación el optimista, ya me dirija al rey Óscar
de Suecia, o celebre la aparición de Cyrano en España, o me dirija al presidente Roosvelt… ¡Hispania por siempre! Yo había vivido ya algún tiempo y habían revivido en mí ancestrales alientos…»7.
En sus contactos y diálogos con los hombres del 98, Darío no se dejó arrastrar
por su pesimismo, ni por el tono de amargura y cansancio que destilaban sus producciones en prosa o en verso. Como ha dicho Gerardo Diego: «La esperanza en
España, la fe en España en esos soberbios y luminosos versos —ningún poeta español ha cantado a España con inspiración tan soberana—, y poco después la fe y
esperanza común a todas las patrias de la hispanidad en la sublime Salutación del
optimista, que, con razón, consideraba Maeztu como el evangelio poético de nuestros destinos, convierten a Rubén Darío en el más alto poeta de cuantos cantaron a
España, reaccionando con acentos de verdadera grandeza en medio de la desolación de la política y el derrotismo de la literatura. Con Rubén Darío entramos ya
cronológicamente en los límites de la «generación del 98». Cronológica y responsablemente, pues que el poeta de Nicaragua es el maestro directo de la mejor
juventud contemporánea aficionada a la poesía. Nos interesa por eso su posición,
tan adversa por positiva a la corrosiva abulia de los grandes prosistas del 98»8.
Por lo demás, sus largas estancias en Francia no lograron despertar el reconocimiento del país. «Todo lo contrario le sucede en España —dice Fogelquist—,
donde le acogen con mucha simpatía, y donde intima con los escritores más renombrados del país. La solidaridad hispánica llega a ser una de sus mayores preocupaciones, y el amor a todo lo que tiene sabor hispánico es un sentimiento que
impregna mucho de lo que escribe»9. Es evidente que Rubén Darío contribuyó a
crear una conciencia de unidad hispánica, que encontró su mejor vehículo de
expresión en el modernismo. En esto vienen a coincidir críticos muy dispares. En
1953 escribía Federico de Onís: «Hay una correspondencia esencial entre el modernismo de España y el de América, que los une en comparación con el resto del
mundo, y que de hecho se tradujo en contactos e influencias que por primera vez
eran mutuos y en algunos aspectos predominantemente americanos»… «Martí en
América y Unamuno en España, o mejor dicho, los dos en España y América,
representan desde el principio esta actitud esencial del modernismo, que es la
busca y afirmación de lo propio a través de lo universal». Unas líneas después
insiste Onís en que «el Modernismo [llevaba] dentro de sí algo muy específicamente español que era válido y fecundo en todos los países hispanoamericanos y
en España misma. Habrá que encontrar el sentido hispánico que hay en los caracteres generales de esta revolución literaria, que tuvo la eficacia de cambiar tanto
————
7
8
9
DARÍO,1950, I: 216-217.
DIEGO, 36 (Madrid, 1948): 440-441.
FOGUELQUIST, 1974: 70.
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el fondo como la forma de la literatura en todos sus géneros, de modo tan hondo
y general que ha quedado definitivamente incorporada a ella como una fase decisiva de su historia. El afrancesamiento, que es el carácter más aparente de la época, resultó paradójicamente significar la liberación de la influencia francesa»10.
En realidad, ésta es la misma opinión que vino a defender Fogelquist: «El
modernismo hispanoamericano, lejos de ser el pálido reflejo de una gloria extranjera, es una verdadera manifestación de espíritu y genio hispánicos. Como herencia estética dejó a Hispanoamérica una literatura de rara e imperecedera belleza,
y como herencia moral le dejó un legado de ideales nobles, elevados y universales. No hay valores más grandes que éstos»11.
A esta altura de nuestra exposición, creo que podemos afirmar —y confirmar— lo que veníamos defendiendo: la plena integración —aunque sea con matices peculiares y diferenciales acusados— de la generación española del 98 dentro
del movimiento modernista. Hablando precisamente de los miembros de la misma,
dice Onís: «Se ha tratado de reunirlos bajo la advocación de una fecha, la de 1898,
y de sustraerlos a la unidad del modernismo hispánico. No puedo entrar en ese tema…, sólo diré que esa fecha de 1898, como todo lo tocante al modernismo, tiene
una significación a la vez española e hispanoamericana, y más hispanoamericana
que española. Está en el centro, y no en el principio del período modernista, y significa la culminación de dos hechos, de larga preparación anterior, que determinan
un cambio fundamental en las relaciones de la América española con el mundo: la
terminación del imperio colonial de España en América, y el principio de la expansión de los Estados Unidos hacia el sur del continente»12.
Ésta es la misma opinión de Ángel del Río, al tratar del ensayo español sobre
el concepto de España. Se expresa en esa ocasión con estos términos: «En un
estudio bien meditado —El problema del modernismo en España, un conflicto
entre dos espíritus— ha establecido Pedro Salinas las divergencias que surgen
pronto entre el rumbo esteticista que toma el modernismo en América y el tono
meditativo de los ensayistas y poetas españoles. En América, patria y campo del
modernismo, se crea una poesía brillante, cromática, exquisita, sensual. En España se desarrolla una literatura que busca ante todo la sencillez expresiva frente a
los lujos refinados del modernismo. El análisis es exacto en un sentido estricto,
reducido a la caracterización de una escuela pública. En sentido amplio, no invalida la existencia de un estado general de conciencia y de sensibilidad, al que
podemos dar el nombre de modernismo, como se ha hecho en otros países. Así
considerado, el concepto del modernismo reúne y explica todas las direcciones
estéticas, morales, políticas, religiosas, históricas y filosóficas de los comienzos de
la época contemporánea, direcciones en muchas de las cuales lo americano y lo
————
10
11
12
ONIS, 1968: 178.
FOGUELQUIST, 1974: 73-74.
ONIS, 1968: 179-180.
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español van paralelas. En España, juntamente con la meditación sobre los temas
históricos y la preocupación nacional que da unidad al movimiento, se crea un estilo rico en temas generales, en imágenes y un lenguaje de gran originalidad. En
América, junto a la seducción de las sirenas parisienses y de las metáforas refulgentes, aparecen en Rodó, en muchos otros ensayistas y poetas, la conciencia de lo
americano y un sentimiento espiritual de la vida. Españoles y americanos coincidirán también, y esto es acaso uno de los resultados más importantes de la nueva
ideología, en buscar, cada uno desde su punto de vista, los lazos profundos que
unen al mundo hispánico. En ambos continentes repercute a su manera el hundimiento simbólico del antiguo poderío español en la bahía de Santiago de Cuba»13.
Y, como resumen de lo dicho aquí, podemos concluir —con las palabras de
Roggiano— que «el Modernismo, como la «Generación del 98», ya sin rótulos
son una denuncia y una respuesta a esa crisis universal en que se disuelve la tortura mental y el engreimiento técnico de la concepción moderna. Y lo modernista
no es sólo un rótulo de época, como lo ha advertido Juan Ramón Jiménez, sino
algo más profundo y, diría, funcional, puesto que concibe al mundo y al hombre
como una posibilidad de constante superación. El mundo hispánico ha vuelto a
tener su palabra universal: españoles e hispano-americanos han salido otra vez a
la búsqueda de una realidad más ideal, perfecta, espiritual y humana que la que
ofrecía la segunda mitad del siglo XIX, culminación del mundo racional y técnico de la época moderna»14.
Es cierto, por lo demás, que la «generación del 98» —tras la derrota por Estados Unidos— no se preocupó tanto de definir posiciones antinorteamericanas
como de realizar un examen de conciencia sobre la postración histórica y el estado de decadencia de la nación española, pero la atención prestada por Unamuno y
Maeztu a la significación intelectual de la América hispana es índice de que fueron consecuentes con los postulados de su generación. En las dos alas del modernismo que hemos dibujado antes, la española representa el polo del casticismo y
de la introversión nacionalista, como bien hace patente Unamuno desde sus primeros ensayos con el significativo título de En torno al casticismo (1895). Aunque algunos —Azorín, Baroja, Machado— apenas prestaron atención al tema de
América, en otros, este latía subyacente; así ocurrió con Valle-Inclán, que no
olvidó su paso por México en la primera juventud, como se refleja en Sonata de
estío o en Tirano Banderas.
El caso de Unamuno, sin embargo, merece consideración independiente, pues
su ocupación con el tema americano abarca el conjunto de su vida de escritor,
desde el primer artículo sobre «Martín Fierro» en 1894 (en Revista Española, 1
de marzo) hasta el último sobre la «Fiesta de la Raza» en 1933 (en Ahora, 23 de
octubre). Hay que matizar, con todo, que esa preocupación estuvo siempre mar-
————
13
14
RÍO, 1962: 24-25.
ROGGIANO, 1962: 39.
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cada por su atención a la producción literaria. Unamuno era un seguidor incansable de lo que se escribía en América, sometiéndolo al análisis de la crítica literaria. La recopilación que en su día hizo Manuel García Blanco con el título De
literatura hispanoamericana15 recoge ciento seis artículos publicados en muy
diversas épocas de su vida. A ellos hay que añadir los recogidos en Temas Argentinos16 y los actualmente incluidos en sus Obras Completas17. El conjunto de esta
labor unamuniana como crítico literario está presidida —dentro de su enorme
diversidad— por un criterio que lo unifica, y es su creencia en la unidad espiritual del continente, de acuerdo con la cual la plural manifestación de argentinos,
chilenos, venezolanos, colombianos, mexicanos, etc., no es sino parte de una
común literatura en lengua española. Aunque Unamuno no deja de prestar atención a lo autóctono de cada país y de cada región en su peculiaridad expresiva, en
esa pluralidad no ve «un signo de diferenciación, sino de unidad superior: enriquecimiento en el plano espiritual e integración en el idiomático»18.
Esta óptica le sitúa en una perspectiva particularmente favorable para formular una doctrina de la hispanidad de la que fue el primer portavoz. El mismo término «hispanidad» fue acuñado por él en la temprana fecha de 1909, cuando en
el artículo titulado «Sobre la argentinidad» lo utiliza para referirse a la comunidad de pueblos que hablan español y sus rasgos distintivos: «aquellas cualidades
espirituales, aquella fisonomía moral, mental, ética, estética, religiosa…» 19. La
unidad espiritual entre ambos mundos —español e hispanoamericano— está para
Unamuno en su concepción de la lengua como sangre del espíritu, que refleja ya
en toda su plenitud en el soneto de 1910 titulado «La lengua», que dice así:
La sangre de mi espíritu es mi lengua
y mi patria es allí donde resuene
soberano su verbo, que no amengua
su voz por mucho que ambos mundos llene20.
En 1927, residiendo en Hendaya, escribe su artículo titulado precisamente así
—«Hispanidad»—, defendiendo su uso frente a otros, justamente por su carácter
omnicomprensivo de la gran familia hispánica. «Digo hispanidad —escribe— y
no españolidad para incluir a todos los linajes, a todas las razas espirituales, a las
que han hecho el alma terrena —terrosa sería, acaso, mejor— y, a la vez, celeste
de Hispania […] »21. La idea vuelve a repetirse al final de su vida en la Oración
————
15
16
17
18
19
20
21
UNAMUNO, 1961, VIII.
UNAMUNO, 1943.
UNAMUNO, 1966-1971.
TORRE, 1961: 539.
UNAMUNO, 1968, III: 543-547.
UNAMUNO, 1968, VII: 375.
UNAMUNO, 1968, IV: 1084.
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inaugural del curso 1934-1935, donde un par de años antes de morir viene a expresar la misma idea: «En el principio fue la palabra, y en el fin lo será, pues a
ella ha de volver todo… El hombre deja a la tierra unos huesos, y al aire un nombre, un nombre en la memoria de la palabra creadora, en la Historia: tejido de
nombres […]». Nombres y palabras constituyen la esencia de la lengua, y añade:
«Cada lengua lleva implícita, mejor, encarnada en sí, una concepción de la vida
universal, y con ella un sentimiento —se siente con palabras—, un consentimiento, una filosofía y una religión. Las lleva la nuestra. Y el penetrar, el desentrañar
esa filosofía, es obra de la filología, de la historia de la lengua… Que la filosofía,
el amor del saber, brota de la filología, el amor del decir»22.
Estas reflexiones creo que son las primeras —y, a mi modo de ver, las más lúcidas también— desarrolladas en nuestro idioma sobre el concepto de «hispanidad». Cuando Ramiro de Maeztu recoge el tema, atribuyendo erróneamente la paternidad del vocablo al P. Zacarías de Vizcarra, comete una gran injusticia al ignorar lo aportado antes por Unamuno. Quizá en esa injusticia inicial tiene su origen la
que cometerá después desde el ángulo doctrinal, al elaborar intelectualmente su
concepción en una Defensa de la Hispanidad (1934) modulada específicamente
desde una perspectiva declaradamente fascista, donde los conceptos-clave son autoridad, jerarquía y servicio. Definir la «hispanidad» no es sólo querer ponerle
puertas al campo, sino una forma de anquilosarla y empequeñecerla. Por eso cuando Unamuno se pregunta: «¿Qué es la Hispanidad?», su respuesta es inmediata:
«Ah, si yo lo supiera!»23. Evidentemente, como todo lo importante en la vida, debe
ser anhelado, añorado y presentido antes que definido, pues es el único modo de
hacerla en nosotros. Quizá eso es lo que hicieron los mejores entre nuestros pensadores; a los definidores les pasó lo que a Maeztu: llevaron la cuestión a un callejón sin salida. Sin embargo, a pesar de tantas diferencias entre unos y otros,
prácticamente todos los pensadores vienen a coincidir en considerar la lengua
como expresión privilegiada de la unidad del mundo hispánico.
La aportación de estos dos pensadores del 98 constituye una vía de apertura a
lo que ocurrirá a partir de 1936. Después de la guerra civil, Maeztu se convierte
en el ideólogo de la España franquista, y su Defensa de la Hispanidad se erige en
catecismo para las relaciones con los países iberoamericanos, a través del entonces recién creado Instituto de Cultura Hispánica. Unamuno, por el contrario, es
plataforma inexcusable para entender la meditación de los españoles exiliados en
América. Uno y otro, en cualquier caso, son antecedentes que actúan como claves de interpretación para las relaciones entre España e Hispanoamérica en el
período posterior a 1939.
Mucho antes de que eso ocurra tenemos que retrotraer nuestra miranda a
1914, un año en el que convergen dos acontecimientos de importancia extraordi-
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22
23
UNAMUNO, 1964.
UNAMUNO, 1964, IV: 1084.
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naria: el nacimiento de una nueva generación española y el comienzo en Europa
de la Primera Guerra Mundial. La incidencia de ésta sobre dicha generación fue
muy considerable, empezando por la misma división que estableció entre sus
miembros, escindidos en aliadófilos y germanófilos, con las subsecuentes polémicas, tensiones y derivaciones intelectuales. El hecho habrá de tener, naturalmente,
importantes repercusiones en las relaciones con América, que, por diversos motivos, se van a ver potenciadas, aunque en sentido distinto en unos u otros países.
Merecen especial atención las que se establecerán con México y Argentina.
Por lo que se refiere a México, y en lo que toca a su ambiente cultural, se había
despertado una honda inquietud entre el grupo de intelectuales que se habían agrupado en el Ateneo de la Juventud, pero apenas habían empezado a ejercer su acción
moralizante y vivificadora, cuando las revueltas de 1910 contra la dictadura de
Porfirio Díaz iniciaron la serie de guerras y convulsiones conocidas como revolución mexicana. En estas circunstancias, los intelectuales agrupados en torno a
aquella bella iniciativa tomaron actitudes muy diversas; no faltaron los que, aprovechando la neutralidad española durante la Guerra Mundial, se acercaran a la Península para fortalecer sus anhelos espirituales con una aproximación a las fuentes
de cultura. Así lo hace Alfonso Reyes, como parece desprenderse de sus propias
palabras, cuando evocando su viaje de 1914, dice: «Yo llegúe a España dejando
atrás torvos horizontes»24. Con un anhelo parecido, aunque en disposición anímica
distinta, lo hará también, algo más tarde, Pedro Henríquez Ureña.
La experiencia de España en ambos escritores aparecerá estrechamente ligada
al Centro de Estudios Históricos y a la Revista de Filología Española, que desde
1914 dirige Menéndez Pidal. En Alfonso Reyes esos contactos se amplían y vivifican a través de una intensa participación en la vida literaria madrileña; cuando
años más tarde selecciona los escritos que formarán parte de su Tertulia de Madrid (1949), dice que todos ellos —o la mayoría— «se refieren a mis testimonios
directos de Madrid, a los escritores que frecuenté y conocí durante mis diez años
de España, 1914 a 1924, y corresponden todos a lo que pudiera ser un capítulo de
mis memorias literarias… A través de ellas, mi pensamiento va y viene, cediendo
a las atracciones principales que lo gobernaban: España y América. Pude añadir
algo más; pero lo que hubiera añadido exigía reformas profundas. Si, en cambio,
algo sobra, su inclusión en el volumen se disculpa por la unidad de asunto… De
algún modo había que bautizar estas páginas, y busqué un título que evoca para
mí toda una época placentera. La literatura corría por las calles y las terrazas del
café, y buena parte de eso que se llama «valoraciones» se habrá perdido entre las
charlas y amenidades de la tertulia»25.
El breve volumen donde esto se escribe, no hace sino reflejar pálidamente toda una larga panoplia de escritos y apuntes literarios, recogidos en las cinco se-
————
24
25
REYES, 1949.
REYES, 1949: 9-10.
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ries de Simpatías y diferencias (Madrid, 1921-1926), así como el amplio conjunto
publicado en Las vísperas de Madrid (Buenos Aires, 1937), en cuyo prólogo evoca
a los hombres que tuvo ocasión de tratar: Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro,
Federico de Onís, Tomás Navarro Tomás, Antonio G. Solalinde, Justo Gómez
Ocerin, Enrique Díez-Canedo, Juan Ramón Jiménez, Cipriano Rivas Cherif. La
flor y nata de la cultura y de la política española le distinguió con su amistad, y
Manuel Azaña, entonces presidente del Ateneo de Madrid, le nombró secretario de
la Sección Literaria del mismo. Es conmovedor el recuerdo que hace de la Residencia de Estudiantes; «Nada hay aquí más castizo que la predicación ética. —Pasa
por nosotros un hálito de vida franciscana— me decía Ortega y Gasset»26.
En 1920 hace balance de su experiencia española y se queja de la indiferencia
de la prensa sobre las cuestiones hispanoamericanas en términos que, al cabo de
los años, siguen teniendo actualidad:
Tanto —dice— se ha hablado de la misión de España en América o del olvido de esta misión; los servidores de la causa hispanoamericana la han servido tan mal; tanta sentimentalidad inútil se ha gastado en esto, dando lugar a
tantas burlas, que al abordar temas semejantes es fuerza ofrecer algunas explicaciones previas al lector, sin duda prevenido en contra. Olvidemos, si es posible, los abominables antecedentes del «tema hispanoamericano»; olvidemos
los tópicos de la madre y las hijas, el león y los cachorros, la divina lengua de
Cervantes, los fueros de la raza y demás impertinencias de estilo. Pero olvidemos también la costumbre de considerar toda cuestión americana como fundamentalmente ridícula sólo porque hasta hoy se haya tratado generalmente
con impropia ridiculez. Es muy fácil continuar la burla; pero lo importante sería crear, otra vez, el sentido de la seriedad. De modo, nunca se podrá, en España, hablar de América con la buena fe que conviene».
Al evocar este recuerdo de Alfonso Reyes es imposible dejar de pensar en
que aquella experiencia española no fue sólo un momento deleitable, sino que
dejó huella imborrable de amistad en su ánimo; cuando llegue la guerra civil escribirá: «Ellos [los españoles] saben que ninguno de sus actuales dolores puede
serme ajeno»27, y, efectivamente, ocasión tuvo de demostrarlo en 1939, a la llegada de los primeros exiliados a México, para los que Reyes actuó de embajador
cultural privilegiado. Por eso, en agradecimiento, José Gaos le dedica uno de sus
primeros libros publicados en la capital mexicana, con estas elocuentes palabras:
A Alfonso Reyes,
representante por excelencia de la nueva
unidad histórica de España y la América
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26
27
REYES, 1949, II: 65.
REYES, 1949, II: 43.
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26
española, y en ella de una de
las figuras humanas esenciales,
la del humanista»28.
Las circunstancias en que Pedro Henríquez Ureña se incorporó a los trabajos
del Centro de Estudios Históricos fueron muy distintas a las de Alfonso Reyes.
En primer lugar, Henríquez Ureña llegaba a España de Minessota por primera
vez en 1917, estancia que repetiría con más tiempo en 1920, pero nunca permaneció en nuestro país tanto tiempo como lo haría el polígrafo mexicano, que por
cierto actuó en esta ocasión de «embajador cultural» de su viejo amigo. Tampoco
sus estancias le permitieron intimar con los intelectuales españoles ni vivir las
tertulias y los apasionantes cenáculos literarios de aquellos años. Pero no por ello
su estancia en España fue menos fructífera; en el Centro de Estudios Históricos
vio la luz su magnífico estudio sobre la métrica irregular, aportación con la que
descubrió una perspectiva hasta entonces inédita de la literatura española29.
En sus períodos de viaje y convivencia con los españoles aprendió a amar
España. Aunque llegó a nuestro país con prejuicios —como él mismo reconoce—
, «la llegada a tierra española desarma en seguida. Si llegamos, sobre todo, de
países en que dominan otra lengua y otra civilización —aunque sea de Francia—,
creemos estar de regreso en la patria: Cádiz y Santo Domingo son, para la imaginación excitada, una misma ciudad: los muelles de Barcelona se confunden con
los de La Habana o sus avenidas con las de México; el Mediterráneo es, para el
deseo visionario, el Caribe; y, ya en plena aura sentimental, hasta recitamos los
versos del poeta venezolano:
… Y el toque lisonjero
y la gracia que toma,
hasta en labios del tosco marinero,
el dulce són de mi nativo idioma…30.
La identificación empática con España le lleva a escribir los ensayos que componen el libro En la orilla, mi España (1922), así como también, más tarde, los incluidos en Plenitud de España (1940-1945), donde aparecen magistrales estudios sobre
«España en la cultura moderna», «Rioja y el sentimiento de las flores». «Lope de
Vega», «Hernán Pérez de Oliva», «El Arcipreste de Hita», «Cultura española de la
Edad Media», y muchos otros más breves incluidos bajo el epígrafe de «Apuntaciones marginales». Todos estos escritos son prueba del buen hacer erudito y estilístico
de Henríquez Ureña, cuya afinidad con lo español le lleva a sentir las deficiencias e
insuficiencias del país como propias; por eso, a veces, se inquieta y escribe:
————
28
29
30
GAOS, 1945: Dedicatoria.
HENRÍQUEZ UREÑA, 1933.
HENRÍQUEZ UREÑA, 1960: 187.
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27
Una vez que hemos descubierto los tesoros espirituales de España, se convierte en obsesión —tanto sentimental como intelectual— el problema de su
presente y de su futuro. ¿Por qué la nación española no vence los estorbos que
la detienen, por qué no vuelve a ser señora de sus destinos? Hay veces en que
nos da la ilusión de haber entrado en el camino de su vida nueva y poderosa;
otras veces, cuando la vemos «en el comienzo del camino, clavada siempre allí
la inmóvil planta», le deseamos un cataclismo regenerador como el de Rusia.
O como el de México»31.
Pedro Henríquez Ureña se identifica, sin duda, con las mismas inquietudes de
Alfonso Reyes; no en balde ambos nacieron a la vida intelectual en aquel Ateneo
de la Juventud de ilustre recuerdo, aunque el primero fuera dominicano de origen
y mexicano el segundo. Pero ambos podían haber firmado lo que escribió éste en
«La ventana abierta hacia América», cuando dice:
Me complazco en repetir las hermosas palabras de Ortega y Gasset: «América representa el mayor deber y el mayor honor de España». Fuerza es que los
pueblos tengan ideales o los inventen. Así como América no descubrirá plenamente el sentido de su vida en tanto que no rehaga, pieza a pieza, su «conciencia
española», así España no tiene mejor empresa en el mundo que resumir su papel
de hermana mayor de las Américas. A manera de ejercicios espirituales, el americano debiera imponerse la meditación metódica de las cosas de España, y el español la de las cosas de América. En las escuelas y en los periódicos debiera recordarse constantemente a los americanos el deber de pensar en España; a los
españoles, el de pensar en América. En las hojas diarias leeríamos cada semana
estas palabras: «Americanos, ¿habéis pensado en España? Españoles, ¿habéis
pensado en América? Concibo la educación de un joven español que se acostumbrara a adquirir todos los meses algún conocimiento nuevo sobre América,
por modesto que fuese. Hay que acostumbrar al español a que tenga siempre una
ventana abierta hacia América»32.
El año 1914 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial afectaron de modo
muy diverso a Argentina. Si en México aquel período coincidió con momentos
álgidos de su revolución, el país austral vivía un momento de prosperidad. La
guerra europea obligaba a que los ojos del viejo continente se volvieran espontáneamente hacia aquellas tierras, y muchos intelectuales sensibles veían en Argentina una esperanza para el mundo. Unos años antes había tenido lugar el viaje ya
mencionado de Rafael Altamira (1910), en el que está el origen de una nueva
colaboración entre España y América.
El nuevo marco de relaciones está definido por la postura de Altamira tras su
viaje, expuesta en Mi viaje a América (1911), primero, y en La huella de España
en América (1924), después. En el Viaje parte de la siguiente convicción:
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31
32
HENRÍQUEZ UREÑA, 1960: 188.
REYES, 1955-2001, IV: 572.
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JOSÉ LUIS ABELLÁN
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La tesis de que la guerra de independencia de nuestras colonias americanas
continentales fue una guerra civil —tesis que inició hace muchos años Labra y
que modernamente ha renacido y se ha formado en varios escritos de autores
argentinos—, lleva en el fondo una conclusión interesante: la de que a pesar del
rompimiento con la metrópoli, la nueva historia americana se siguió haciendo en
un medio español y con elementos, en gran parte, de pura cepa española33.
El corolario de este presupuesto es que España debe colaborar con las universidades hispanoamericanas, en el sentido de que «se engañaría quien viese en ese
deseo nuestro una obra de patriotería nacionalista. Queremos simplemente [los
españoles] ocupar nuestro puesto en la obra de la cultura humana, para que de
hoy más, ni vosotros, ni los españoles que viven en América, nos llamen desertores. Si servimos y para qué servimos, eso lo dirá la obra misma»34.
La forma de materializar las relaciones está expuesta en un informe escrito a
su regreso del viaje y lleva por título: «Medios prácticos para organizar las relaciones hispanoamericanas», que resume en los siguientes puntos:
1. Crédito especial para intercambio de profesores con las Universidades hispano-americanas.
2. Envío de pensionados para estudiar aspectos de la vida social, económica e
intelectual de América.
3. Escuelas para emigrantes.
4. Franquicia de Aduanas para los envíos de libros y de material de enseñanza entre los centros docentes hispano-americanos.
5. Intercambio de trabajos escolares y material de enseñanza.
6. Auxilio a las delegaciones de escolares españoles, para asistir a los Congresos de estudiantes hispano-americanos.
7. Mejoramiento del Archivo de Indias en relación con los proyectados
Institutos históricos americanos.
8. Establecimiento, en Madrid, de un Centro Oficial de Relaciones hispanoamericanas.
9. Creación en Oviedo de una Sección americanista.
En el clima creado por el viaje de Altamira va a incidir un informe del profesor Adolfo G. Posada titulado «Relaciones científicas con América»35, dentro del
cual se concreta la colaboración entre la Junta para Ampliación de Estudios y las
universidades latinoamericanas; lo mismo que para Altamira resulta para Posada
«un deber histórico ser, en España y en el mundo, de un lado, el lazo natural de
————
33
34
35
ALTAMIRA, 1924: 208-209.
POSADA, 1911.
GONZÁLEZ POSADA, 1911: 229-316.
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ESPAÑA - AMÉRICA LATINA (1900-1940): LA CONSOLIDACIÓN DE UNA SOLIDARIDAD
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aquellas tierras con la civilización europea, y de otro, los cuidadores del depósito
tradicional de la riqueza ideal de la raza y los cultivadores del espíritu que esta
raza, en tiempos de mayor vigor, engendrará»36, lo cual no excluye realizar una
previa autocrítica: «Pero nuestra incapacidad, nuestra impotencia actual para
desempeñar la obra austera que nos impone nuestra historia, viene de nuestra
falta de cultura, de la secular rebeldía a españolizar los ideales, los procedimientos, la ética y la estética, de los grandes pueblos contemporáneos». El corolario
de todo ello es el siguiente: «La acción de la Junta en las relaciones científicas
con la América española… Debería aspirar la Junta para Ampliación de Estudios,
a ser órgano de comunicación del movimiento de ideas y de nuestras aspiraciones
a la renovación en la ciencia y en la enseñanza, respecto de los Centros y elementos científicos y docentes de aquellas Repúblicas»37.
La Junta para Ampliación de Estudios posibilita la colaboración con Argentina, pero muy pronto se extenderá también a instituciones de países como Uruguay, Paraguay, Chile, y un poco más tarde, a Puerto Rico, Cuba y México. En la
misma España se facilita el intercambio con profesores e investigadores hispanoamericanos, bien reservándoles plazas en la Residencia de Estudiantes o incentivando su acogida en el Centro de Estudios Históricos; en ese marco hay que
inscribir las estancias en nuestro país de Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña,
Silvio Zavala, junto a otros muchos.
Adolfo Posada señala a España una noble función de intermediaria, al parecer
natural, entre el espíritu europeo y las ansiedades y necesidades culturales de los
pueblos nuevos hispano-americanos». Se trata, ante todo, de un impulso generoso
de carácter moral, y por ello dice: «Prescindamos en absoluto de toda pretensión
de tener un influjo… No lo olvidemos: nos importa tal conocimiento y nos interesa intimar con los problemas de aquella tierra, por poderosas razones étnicas y
económicas, ideales y utilitarias».
En el clima creado por tales declaraciones hay que entender la fundación de
la Institución Cultural Española en 1914 por el Dr. Avelino Gutiérrez y el esfuerzo conjunto de Rafael Vehils, animador cultural incomparable de aquellos años.
La relación de invitados ilustres por ese organismo es ya bien significativa de la
importancia que adquirió: Menéndez Pidal, Ortega y Gasset, Rey Pastor, Amado
Alonso, Pí y Sunyer, Luis Jiménez de Asúa, Claudio Sánchez Albornoz… La
intensificación de las relaciones con Argentina que tales visitas propiciaron, va a
actuar de fermento para que surjan organismos como el Instituto de Filología de
Buenos Aires, que dirigirá Amado Alonso, o el Instituto Matemático, promovido
por Julio Rey Pastor…
* * * *
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36
37
GONZÁLEZ POSADA, 1911: 295.
GONZÁLEZ POSADA, 1911: 298.
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JOSÉ LUIS ABELLÁN
El panorama descrito en las páginas anteriores nos hablan de contextos culturales compartidos: modernismo, hispanidad, americanidad, raza, nacionalismo,
regeneración. Este último impulso dará lugar al regeneracionismo como movimiento aglutinante de las otras vertientes. La afirmación de una personalidad
propia —sea nacional, continental o étnica— como sentimiento de lo «autónomo» que aspira a realizarse en su plenitud viene a ejercer la función de un peculiar nacionalismo. En España, ese nacionalismo se centra en el espíritu castellano
—Castilla es la esencia de lo español— como expresión paradigmática de una
afirmación propia: lo castellano es lo castizo español por excelencia, según decían los «hombres del 98». En la América hispana, esa afirmación de lo propio se
canaliza en la búsqueda de un sentimiento de lo «autóctono» en cada país: mexicanidad, argentinidad, chilenidad, cubanidad… Esa es la función que ejerció el
romanticismo del XIX en los países europeos, cuando la expresión del Volkgeist
en cada uno de ellos sirvió de trampolín a la afirmación política del «estadonación»; por eso hemos calificado de «neo-romanticismo» al movimiento modernista y sus diferentes expresiones. El proceso de regeneración que se empezó
a vivir en cada país tuvo su origen en un positivismo aplicado a las sociedades
locales de las respectivas patrias y se fue convirtiendo paulatinamente en una
afirmación de la nación como valor moral. Los contextos culturales que hemos
estudiado aquí durante el periodo 1900-1940 dan fe detallada de ese proceso que
hemos intentado resumir, y con el cual se consolida una solidaridad compartida
entre todos ellos.
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Between 1892 —IVth Centennial of the Discovery of America- and 1912 - Ist Centennial of the
Cadiz Constitution— a number of meetings take place among intellectuals from both sides of the
Atlantic. Gathered together by Modernist approachs, they promote solidarity and regeneration
initiatives between Spain and Latin America around the concept of Hispanidad. People like Rubén
Darío, Alfonso Reyes, Rafael Altamira and Miguel de Unamuno create solid platforms for these
approaching efforts —Junta para Ampliación de Estudios, Ateneo de la Juventud, Institución Cultural Española— where Science occupies a privileged position.
KEY WORDS: Intellectuals, modernism, solidarity, regeneration, «Hispanidad», science.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 15-32, ISSN: 0034-8341
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 239
Págs. 33-58, ISSN: 0034-8341
LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO, RAFAEL ALTAMIRA Y LA JAE:
CONTROVERSIAS EN TORNO A LA GESTIÓN DE LAS RELACIONES INTELECTUALES HISPANO-AMERICANAS (1909-1911)
POR
GUSTAVO H. PRADO
Universidad de Santiago
Acostumbrados a atender a las pujas entre las tradiciones liberales y conservadoras españolas, las tensiones internas del campo reformista han pasado casi desapercibidas. Tal es el caso de
la controversia acerca de la gestión del intercambio intelectual con América Latina, que enfrentara a la Universidad de Oviedo y Rafael Altamira, con la política de fomento de la ciencia de Canalejas y la JAE. Proponemos aquí recuperar este debate ideológico en el contexto político de 19071913, analizando fuentes inéditas y textos americanistas de Altamira, para comprender por qué el
ideal compartido de la apertura y proyección internacional de la ciencia española, dio lugar a
estrategias de acción conflictivas.
PALABRAS CLAVE: Intercambio intelectual, España, América Latina, Rafael Altamira, Universidad de Oviedo, Junta para Ampliación de Estudios.
Rafael Altamira y Crevea fue, qué duda cabe, un intelectual de considerable
influencia en el mundo de las ideas de la España de fines del siglo XIX y principios del XX. La claridad de sus diagnósticos, el sesgo eminentemente práctico de
sus reflexiones y su compromiso militante con la causa de la modernización cultural y científica le permitieran constituirse en uno de los referentes centrales del
krauso-institucionismo, del regeneracionismo y del movimiento americanista1.
Como bien se ha afirmado, Altamira tuvo un papel clave en la superación de
la historiografía liberal a través de la introducción de nuevas perspectivas analíticas franco-alemanas y del refuerzo ideológico de la institucionalización universitaria de la disciplina. La creación de instrumentos de socialización intelectual y
————
1 BERNABEU ALBERT, 1987. NIÑO, 1993. SEPÚLVEDA MUÑOZ, 2005. DALLA CORTE Y PRADO,
2005. PRADO, 2005, 2006 y 2007.
GUSTAVO H. PRADO
34
actualización bibliográfica como la Revista de Historia y Literatura españolas,
portuguesas e hispano-americanas; su inteligente divulgación de la preceptiva
metodológica de Bernheim, Langlois y Seignobos; y la introducción de la historia de la civilización en España, demostrarían que el alicantino estuvo en la vanguardia de las corrientes de renovación intelectual durante la Restauración2.
Sin embargo, la nota distintiva del perfil de Altamira era, sin duda, la riqueza
de su sociabilidad académica y su exitosa proyección en ámbitos intelectuales
internacionales, en los que no tardó en ser considerado como una de las voces
españolas de consulta y referencia. Como podría observarse fácilmente a través
de cualquier revisión de su biografía3 y de sus obras, la ciencia no era para Altamira un universo de papel e introspección, sino un espacio trasnacional de socialización, surcado por una red de circuitos institucionales y personales por la que
los españoles debían transitar con tres propósitos: para beneficiarse del movimiento progresivo del conocimiento; para dar a conocer sus propios avances y
para jerarquizar internacionalmente a la España moderna que despuntaba en
aquella coyuntura entre fatídica y prometedora.
Asumiendo que la producción y difusión de la ciencia eran asuntos fundamentalmente universitarios, Altamira postulaba, en un célebre texto de 1898, que
la apertura externa de la Universidad sería una garantía para dinamizar la anquilosada tradición intelectual peninsular y que, en el marco de esta política, el intercambio de recursos humanos con centros extranjeros permitiría enriquecer a la
sociedad española. La certeza de que no bastaba con procurarse libros o revistas
europeos o americanos para lograr aquel objetivo, le permitía afirmar que: «nuestros alumnos y nuestros profesores deben, pues, ir al extranjero, para completar
su educación; para recoger enseñanzas y ejemplos o para adiestrarse en especialidades científicas»4.
Un capítulo importante de la nueva socialización internacional del conocimiento a la que debían incorporarse los españoles lo constituían los congresos.
La importancia de estos eventos para las «colectividades científicas» participantes radicaría, por un lado, en el influjo rector que demostraban tener sobre los
programas de investigación y, por otro lado, en su capacidad para atraer el apoyo
de «los poderes públicos de las naciones civilizadas interesadas por el progreso
científico». Pero al margen de estimular la investigación y orientar la necesaria
acción estatal en materia científica, los congresos ofrecerían, según Altamira, un
espacio para el diálogo y la cooperación, potenciando un «internacionalismo racional» y contribuyendo a la «obra de la paz universal y de la dulcificación de las asperezas nacionalistas»5. En todo caso, asistir regularmente a los congresos —y no
————
2
3
4
5
PASAMAMAR ALZURÍA y PEIRÓ MARTÍN, 1987: 9, 20-26, 30, 39 y 56-57.
RAMOS, 1968. AA.VV., 1987.
ALTAMIRA, 1898: 31-32.
ALTAMIRA, 1903a: 39.
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LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO, RAFAEL ALTAMIRA Y LA JAE
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sólo enviar unas cuartillas para su lectura— resultaba indispensable en tanto permitiría entablar una comunicación personal con los especialistas de otros países; observar y discutir los avances de una disciplina; intercambiar opiniones, interrogantes, datos y referencias; prohijar futuras colaboraciones; etc6.
Estas juiciosas consideraciones no eran compartidas, sin embargo, por la mayoría de los colegas españoles de su tiempo, tal como comprobó en ocasión de su
solitaria asistencia al II Congreso Internacional de Ciencias Históricas celebrado en
Italia en 1903. En este evento, Altamira pudo observar no sólo el supino desinterés
de sus pares, sino el mezquino papel de un Ministerio de Instrucción que negaba
cualquier subvención y solía poner trabas burocráticas para asistir a aquel tipo de
eventos7.
Para el alicantino era evidente que la pereza intelectual instalada en la mayoría de los claustros universitarios y académicos; la desmoralización provocada
por el Desastre del ’98 y la crónica escasez presupuestaria se coaligaban para
perpetuar el descrédito internacional de España. No asistir a los congresos significaba desaprovechar oportunidades inmejorables para refutar los tópicos hispanófobos que acosaban al país desde el siglo XVI8; para alentar a los pocos hispanistas consecuentes que había en Europa y EEUU; y para explotar —en beneficio
de las instituciones pedagógicas y culturales españolas—, el creciente interés que
despertaban, por ejemplo, la historia peninsular o el castellano9.
Así, la conclusión del alicantino no podía ser, en 1903 y de cara al futuro,
más lúcida y realista: España debía cambiar y debía esmerarse en mostrar en los
foros internacionales sus transformaciones, abandonando la peregrina idea de que
sus esfuerzos reformistas y modernizadores serían reconocidos espontáneamente
en el exterior ya que, por lamentable que ello fuera, había que admitir que «España no representa apenas nada en la vida internacional»10.
Teniendo en cuenta el ideario de Altamira, es indudable que este referente de
la ILE no podía menos que entusiasmarse con la creación, bajo el gobierno de
Segismundo Moret y siendo Ministro de Instrucción, Amalio Gimeno, de la Junta
para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) con el objeto de
ofrecer becas y pensiones para estudiantes españoles que desearan estudiar en el
extranjero; incrementar los intercambios pedagógicos con Europa, EE.UU. e
Hispanoamérica; establecer una red de centros de investigación que absorbieran a
————
6
ALTAMIRA, 1903b: 478.
ALTAMIRA, 1903c: 178.
8 «Si seguimos callados y metidos en un rincón, sin salir afuera y comunicar con el resto del
mundo, no nos extrañe luego que se perpetúen las leyendas desfavorables a nuestro pueblo. La parte
de culpa que también tienen los que pretenden conocernos sin molestarse mucho en estudiarnos seriamente, no puede invalidar nuestra obligación de darnos a conocer; antes al contrario, la hace más
imperiosa, en provecho propio y por el más rudimentario egoísmo». ALTAMIRA, 1903d: 188.
9 ALTAMIRA, 1903b: 481 y 483.
10 ALTAMIRA, 1903b: 488.
7
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GUSTAVO H. PRADO
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los pensionados que retornaban a España; enviar representantes españoles a congresos internacionales y encargarse de las labores de propaganda internacional de
la cultura española11.
En el mismo sentido, no cabe suponer en Altamira resquemor ideológico alguno ante el relanzamiento de la JAE12 y su ulterior la expansión, que comenzaría por la fundación de un Centro de Estudios Históricos (CEH) con propósitos
tales como: fomentar la investigación historiográfica en España; agrupar a los
científicos españoles en centros de trabajo para promover la cooperación y asegurar la socialización del conocimiento; apoyar la continuidad de las actividades
científicas e investigadoras de los graduados universitarios hasta que consiguieran colocación definitiva; preparar y asesorar a los pensionados que salieran a
cursar estudios al extranjero y recibirles a su regreso para que «continuasen su
labor científica y compartiesen los conocimientos adquiridos»13.
Después de todo, la fundación y expansión de la JAE indicaba que el Estado
tomaba consciencia, por fin, de sus responsabilidades en el área y se mostraba
predispuesto a asumir buena parte de los diagnósticos y de la terapéutica
propuestas por los intelectuales regeneracionistas e institucionistas.
Sin embargo, hace ya tiempo que sabemos que, pese a la amistad y a las coincidencias ideológicas que Altamira mantuvo con los hombres de la JAE y pese
a integrarse posteriormente en su estructura, «no llegó a tener en la Junta una
influencia tan decisiva y relevante como otros personajes de su época»14.
La relativa —y en buena medida autoimpuesta— marginalidad de un referente krauso-institucionista de primer orden respecto de los grandes proyectos de la
JAE, constituye un cuestión muy interesante para dilucidar, en tanto puede ayudarnos a comprender mejor las líneas de falla que existían al interior del espacio
intelectual reformista de la España finisecular.
Acostumbrados a reconocer la importancia de las pujas que dividieron a las
tradiciones liberales y conservadoras españolas —de las cuales fue víctima el
propio Altamira tras su designación como Director General de Primera Enseñanza15—, las tensiones surgidas al interior del espacio intelectual reformista han
pasado mayormente desapercibidas o han sido convenientemente minimizadas.
Tal ha sido la suerte por la controversia que se manifestaría en abril de 1910,
alrededor de la gestión del prometedor intercambio intelectual con América Latina. Fue entonces cuando, simultáneamente al ascenso de Canalejas, emergería
una contradicción inesperada que enfrentaría, en la práctica y por un lado, las
necesidades y demandas de autonomía del movimiento americanista con la política de modernización intelectual abrazada por el Gobierno liberal; y, por otro
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12
13
14
15
Real Decreto del 11 de enero de 1907 (Gaceta, Madrid, 22-VI-1907).
Real Decreto del 22 de enero de 1910 (Gaceta, Madrid, 28-I-1910).
Real Decreto del 18 de marzo de 1910 (Gaceta, Madrid, 19-III-1910).
FORMENTÍN Y VILLEGAS, 1988: 207.
GARCÍA GARCÍA, 2000. MELÓN, 1987: 153 y 161-170. PRADO, 2005: 795-817.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 33-58, ISSN: 0034-8341
LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO, RAFAEL ALTAMIRA Y LA JAE
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lado, a los programas del propio Altamira y de su Universidad con los planes del
Ministerio de Instrucción y de la JAE16.
Buscando una explicación razonable para las prevenciones que mostrara Altamira respecto de la Junta, Justo Formentín y María José Villegas precisaron que
«su tibia relación» con la JAE podía deberse a la disconformidad que aquél mostrara «en ciertas cuestiones, como las referentes al envío de pensionados a América, a la centralización en aquel organismo de las subvenciones para becas e
intercambio cultural y de profesorado, etc...»17.
En efecto, el profundo compromiso de Altamira con el programa del movimiento americanista español —que en gran medida le era propio— fue, sin duda
y por encima de su lealtad con la Universidad de Oviedo, el principal factor de
conflicto con la JAE. Ahora bien, ¿es posible aportar algo que sume a lo advertido por Formentín y Villegas y que nos permita entender mejor aquel curioso disenso? ¿Es posible hallar tras este desacuerdo algunos problemas y cuestiones
que trasciendan del mero anecdotario biográfico? Creemos que sí, en tanto es
necesario recuperar esta controversia, conjugando la observación de las ideas y
proyectos enfrentados con una contextualización de su desarrollo en la coyuntura
política de 1907-1911. Para ello es posible ofrecer hoy a la consideración historiográfica algunos documentos inéditos, conservados en los diferentes archivos
en que se hallan distribuidos los papeles de Altamira y una relectura crítica de
varias de sus obras americanistas en las que se exponen ciertos hechos y argumentos directamente relacionados con estos asuntos y que hasta ahora no han
sido tenidos demasiado en cuenta por los historiadores.
EL AMERICANISMO DE RAFAEL ALTAMIRA Y EL VIAJE CONTINENTAL DE 1909-1910
Para Altamira era indudable que cualquier forma de proyección externa o intercambio científico que pudiera ensayar España debía invertirse en empresas no
demasiado arriesgadas. Poner en marcha esta política implicaba una ingente tarea
de planificación ministerial, coordinación interuniversitaria, asignaciones presupuestarias y ajustes curriculares. En ese sentido, teniendo en cuenta la inversión
que tal proyecto demandaría, el catedrático ovetense creía que se debía apostar
por aquellas iniciativas en las que España pudiera verificar, en sus contrapartes,
la existencia de la infraestructura y voluntad necesarias para implementar un
cambio académico regular o asociarse en empresas conjuntas. Pero, más allá de
esto, la utilidad de un programa integral de proyección e intercambio estaría dada
por su capacidad de satisfacer ciertos ideales e intereses: la posibilidad de nutrir-
————
16 Otros aspectos de este conflicto, en lo que hace a su incidencia sobre el movimiento americanista y sus diferentes paradigmas de acción han sido estudiados en: DALLA CORTE Y PRADO,
2005.
17 FORMENTÍN Y VILLEGAS, 1988: 207.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 33-58, ISSN: 0034-8341
GUSTAVO H. PRADO
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se de los progresos y perspectivas propias de otras comunidades científicas; la
posibilidad de ofrecerles, en contrapartida, bienes intelectuales que revirtieran en
una jerarquización internacional de la ciencia y la universidad españolas; la posibilidad de potenciar una evaluación crítica y una recuperación selectiva del acervo histórico e intelectual hispánico; y la posibilidad de contribuir a la regeneración y el fortalecimiento del espíritu nacional español.
Desde esta perspectiva, se comprende que América Latina fuera contemplada
como el escenario prioritario —aunque no exclusivo, por supuesto— para ensayar tal programa de apertura y proyección exterior de la ciencia y la intelectualidad española.
Podría pensarse que Rafael Altamira había postulado una síntesis atractiva
entre los ideales del regeneracionismo y del movimiento americanista. Sin dejar
de apreciar la especificidad de estas ideologías —que, por entonces, compartían
no solo referentes y militantes, sino una matriz crítica y un horizonte liberalreformista— podríamos pensar que, tal vez, el americanismo era, más bien, el
campo de aplicación adecuado para que sus diagnósticos y propuestas —de raíz
regeneracionista e impronta krauso-positivista— demostraran su pertinencia y su
potencialidad transformadora.
La certeza de que España no estaba sola, sino que su condición de madre de
naciones la acercaba naturalmente a un inmenso colectivo que poseía cualidades
y defectos comunes y un interés idéntico por defender una cultura compartida,
era la que alentaba el proyecto americanista de Altamira, que era considerado por
su autor, como una realización de alta política guiada por el más elevado y puro
patriotismo18.
Esta opción prioritaria por lo hispanoamericano era, a todas luces, una opción
por lo español, toda vez que su apuesta por el enriquecimiento del propio acervo,
suponía la incorporación de los frutos culturales que brotaban de unas rama desgajadas de la misma tradición hispana. La tarea de regeneración que Altamira
proponía a la Universidad española y, en especial, su capítulo «americanista»,
debiera ser leída, en este sentido, como una de las reacciones más lúcidas ante la
traumática clausura de la experiencia imperial en el Nuevo Mundo y a los peligros que entrañaban, para los propios intereses españoles, las pretensiones neocoloniales de otras potencias europeas y de los EEUU.
La creciente postergación de la tradición hispana en América suscitaba inquietud y alarma en quienes veían que la «raza española» era amenazada «por el
predominio creciente de la anglo-americana»19. Altamira participaba, por supuesto, de este temor y creía que sólo un triunfo en la batalla por la regeneración de
España podía garantizar la supervivencia de la cultura española y que, una vez
más, buena parte de ese combate se libraría en América.
————
18
19
ALTAMIRA, 1898: 41.
ALTAMIRA, 1898: 25.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 33-58, ISSN: 0034-8341
LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO, RAFAEL ALTAMIRA Y LA JAE
39
De allí que en 1898 encontremos a un Altamira atento a descubrir aquellas
oportunidades que España podía aprovechar, como aquella que ofrecían los procesos de reforma de la enseñanza de las repúblicas hispanoamericanas. La oportunidad real de cubrir, al menos en parte, aquellas demandas, era lo que impulsó
a Altamira a animar a los profesores españoles a que se aventurasen en el Nuevo
Mundo y a instar a las diferentes partes interesadas en el negocio editorial, a que
hicieran pie en el mercado latinoamericano, ávido de leer en castellano obras de
ciencia moderna20.
Facilitar la movilidad de los intelectuales y de la bibliografía científica era,
para Altamira, una opción más oportuna que la de fundar, por ejemplo, una universidad iberoamericana, tuviera esta emplazamiento en La Habana, Santiago de
Compostela, Sevilla o Salamanca21. Desde el punto de vista español, sería preferible invertir esfuerzos en constituir comisiones y delegaciones mixtas para la
asistencia a Congresos y Conferencias internacionales22 y lograr que el castellano
fuera admitido como idioma científico.
Ahora bien, cualquier acción que se emprendiese en este terreno —tanto si se
pretendía atraer estudiantes y docentes extranjeros, como si pretendía ser aceptados en sus universidades— sería inviable si antes las casas de altos estudios españolas no encaraban una reforma de sus programas y de su estructura, asumiendo la realidad de su atraso relativo23.
Esa política de renovación era la que estaba acometiendo, precisamente, la
Universidad de Oviedo, la cual se convertiría, en poco tiempo, en uno de los
principales laboratorios del reformismo liberal español. Esta transformación,
iniciada a fines de los años ’80, tomó fuerte impulso tras el Desastre de 1898
gracias al compromiso patriótico e intelectual y a la habilidad político-académica
de un puñado de catedráticos institucionistas asturianos —a los que se sumaría
Altamira en 1897— conocidos como el Grupo de Oviedo24.
Las iniciativas de aquel Grupo —en las que Altamira tuvo un marcado protagonismo— no sólo incidieron en la modernización de la enseñanza superior en
Asturias sino que, a través de emprendimientos innovadores como la Extensión
Universitaria, la Universidad Popular o el intercambio docente con la Universidad de Burdeos, lograron proyectar la acción universitaria en el ámbito social y
ponerla en relación con otros centros.
En este sentido, el progresivo fortalecimiento de la posición de Altamira al
interior del Grupo de Oviedo y en el Claustro, situó a la universidad asturiana en
————
20
ALTAMIRA, 1898: 46.
CAGIAO VILA, COSTAS COSTAS y DE ARCE ANDRATSCHKE, 1997; las objeciones del alicantino a estos proyectos pueden verse en: ALTAMIRA, 1909: 42-43.
22 ALTAMIRA, 1911: 53.
23 ALTAMIRA, 1911: 53-54.
24 MELÓN, 1998a . URÍA, 1996 y 2000. PRADO, 2005: 219-316. La «trípode institucionista» original
estaba formada por Adolfo González Posada; Adolfo Álvarez Buylla y Aniceto Sela y Sampil.
21
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GUSTAVO H. PRADO
40
una posición privilegiada y expectante en materia de política americanista, al
tiempo que permitió al alicantino obtener un sólido respaldo institucional para
sus iniciativas.
Es indudable que la militancia americanista de Altamira estimuló la participación institucional de su Claustro en el Congreso Hispano-Americano de 1900
reunido en Madrid. Además de coordinar una ponencia conjunta con sus colegas
que marcaría un hito en la historia del americanismo español25, Altamira presentó
allí un pequeño volumen de su autoría titulado Cuestiones hispano-americanas
en el que profundizaba algunos aspectos de su programa.
Si en el Discurso de 1898 Altamira advertía que le correspondía a las universidades colaborar con la regeneración de la nación, en las Cuestiones afirmaba
que esto implicaba asumir gran parte de la obra hispanoamericanista pendiente,
someramente esbozada —en el terreno jurídico, histórico-geográfico y pedagógico— en los diversos encuentros a que dio lugar el IV Centenario del Descubrimiento. Estas instituciones deberían hacer suyas, pues, las corrientes de solidaridad que comenzaban a verificarse en «el elemento culto y director» español y
americano, que se ha mostrado capaz de sobreponerse «al recuerdo, indiscreto e
ilógico, de pasados y errores»26.
Esta radicación universitaria de la problemática hispano-americanista permitiría sustraerla del contexto de la «política pequeña, mezquina, que atiende sólo a
los problemas menudos y de momento… o se nutre de suspicacias, envidias y
conjunciones utilitarias pasajeras», para vincularla a la «política elevada que tiene por norte los grandes intereses de la civilización». Esta gran política —ajena a
cualquier «espíritu de rapiña internacional»— sería la consumación de un entendimiento patriótico entre las diferentes naciones del mundo hispano y tendría una
finalidad primordialmente defensiva frente al dinamismo expansionista de otras
civilizaciones27.
Desde la perspectiva de Altamira, las universidades españolas podían contribuir a aquella alianza abriéndose francamente al mundo intelectual americano y
haciendo méritos para contrarrestar las imágenes cristalizadas de una España esencialmente inculta, intolerante y reaccionaria. En este sentido, además de participar
—y aprender— de sus ambiciosos procesos de reforma pedagógica e institucionalización científica28 y atraer a los estudiantes americanos, debía negociarse el mutuo reconocimiento de los títulos profesionales, sin temer la competencia y sin caer
en el prejuicio de la inferioridad cultural de las repúblicas hispanoamericanas29.
————
25
ALTAMIRA, POSADA, BUYLLA, SELA, ÁLVAREZ, ARAMBURU, CANELLA, JOVE Y ALAS, 1902.
ALTAMIRA, 1900: 5.
27 ALTAMIRA, 1900: 6.
28 ALTAMIRA, 1900: 15.
29 «no faltan en España gentes que opinan contra la reciprocidad de los títulos académicos con
las repúblicas hispano-americanas, fundando su oposición, no en sentimientos de hostilidad, sino en
la creencia de que la cultura de aquellos pueblos es inferior a la nuestra, y su instrucción pública
26
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LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO, RAFAEL ALTAMIRA Y LA JAE
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En todo caso, entre 1898 y 1908 Altamira había reflexionado detenidamente
acerca de los medios adecuados para que estas relaciones intelectuales hispanoamericanas se desarrollaran de forma armónica y permitieran consumar la ansiada apertura y proyección internacional que necesitaba la inteligencia española
para fortalecer el proceso de reforma y modernización de su país. Y esos diez
años sirvieron para que Altamira adquiriera la convicción de que tal política debía ser diseñada y gestionada por las propias casas de altos estudios.
Pese a todas las dificultades, esas relaciones tendrían muchas probabilidades
de concretarse si respondían a la iniciativa independiente de las universidades; si
se aseguraba la reciprocidad en el intercambio y si las iniciativas lograban emanciparse de compromisos políticos y de los recursos estatales: «Lo único viable,
hoy por hoy, y mientras no cambien las condiciones políticas de España, es que,
si quieren aproximarse los intelectuales libres de uno y otro mundo y colaborar
en la obra común de la cultura, lo hagan sin contar con el Estado»30.
Así, pues, cuando a fines de 1908 y a raíz de los festejos del III Centenario de
la Universidad de Oviedo surgió, anecdóticamente, la idea de ampliar el radio del
intercambio universitario recientemente experimentado con la Universidad de
Burdeos31 a Cuba, Altamira estuvo en condiciones de persuadir a su firme aliado,
el rector «regionalista» Fermín Canella, para que se lanzara de lleno a la carrera
americanista que, en poco tiempo, habría de dispararse en toda Europa. El objetivo perseguido era claro: organizar autónoma y autárquicamente un periplo de
escala continental que llevara al terreno americano la propuesta de establecer
canales regulares comunicación con las universidades de Argentina, Uruguay,
Chile, Perú, México y Cuba, adelantándose a la avalancha de «embajadas intelectuales» que asistirían, a lo largo de 1910, a los fastos patrióticos americanos.
Este Viaje Americanista32 no era, ciertamente, un simple y simpático tour. El
diseño de este periplo suponía el abandono de la retórica, de la tradicional estrategia de cooptación de intelectuales americanos y de los imperativos paradiplomáticos que condicionaban las iniciativas del movimiento americanista español,
para arriesgar en terreno americano la suerte de una ambiciosa propuesta de asociación intelectual.
Al margen de algún tropiezo con la prensa madrileña y con el propio Segismundo Moret, la gestión del rector de la Universidad de Oviedo permitió que el
Viaje se organizara rápida y eficazmente. En pocos meses Canella obtuvo las
————
más rudimentaria y de menor efecto útil. Que a los hispano-americanos les queda mucho por hacer
en esta materia, es innegable, y ellos mismos lo reconocen; pero que realizan esfuerzos inauditos y
entusiastas por mejorar su estado, habiendo conseguido en algunos órdenes estar por encima de
España, es lo que muchos no saben…». ALTAMIRA, 1900: 30.
30 ALTAMIRA, 1909: 54.
31 SELA Y SAMPIL, 1911: 440-463. Participaron de esta experiencia Canella y Altamira, por el
lado ovetense y Pierre Paris y Firmin Sauvaire-Jourdan, por el bordalés.
32 MELÓN FERNÁNDEZ, 1998b. Prado, 2005.
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autorizaciones ministeriales de rigor; selló un acuerdo con la Universidad Nacional de La Plata que permitiría solventar buena parte de los costos del periplo; y
logró reclutar el favor de caracterizados líderes de la emigración española, como
Rafael Calzada en Argentina, Alonso Criado en Uruguay y Telesforo García en
México. De allí en más, la consistencia del discurso de Altamira, sus habilidades
diplomáticas, sus estrategias de sociabilidad y lo atractivo de sus propuestas, le
permitieron captar la atención y las simpatías de las elites gobernantes, de los
intelectuales, de la prensa, de los educadores y de la clase obrera sindicalizada.
Entre junio de 1909 y marzo de 1910, Rafael Altamira publicitó en América,
con extraordinaria repercusión, el intercambio de recursos humanos, el de recursos pedagógicos y la fundación de institutos de investigación latinoamericanos en
España. Su campaña académica en Argentina, los cursillos impartidos en México
y Cuba y las decenas de conferencias que pronunciara en sedes universitarias,
escuelas, colegios y de instituciones de la sociedad civil fueron recompensados
con dos doctorados honoris causa en La Plata y Lima y con el nombramiento
como miembro correspondiente u honorario en varias academias. Su comportamiento ejemplar como portavoz de una España liberal y progresista le permitieron entrevistarse con seis jefes de Estado; llegar a preacuerdos de intercambio en
Argentina y México; disfrutar del festejo de multitudes en Montevideo, Mérida,
Lima y La Habana; y contar con el apoyo simultáneo de las colonias españolas
—predominantemente republicanas— y de los diplomáticos de la Restauración.
El inesperado y completo éxito de la misión ovetense —apenas empañado
por los cuestionamientos del publicismo católico y ultramontano— pondría en
evidencia la inutilidad práctica que, para la regeneración de aquellos vínculos,
habían tenido décadas de llamamientos vacíos a la confraternidad hispánica. Se
abría pues un nuevo y prometedor horizonte para el americanismo. Pero si esta
fue la conclusión a la que llegaron los círculos americanistas y muchos de los
referentes institucionistas, republicanos o emigrantes que apoyaron decididamente la iniciativa ovetense, otro fue el corolario extraído por el Gobierno liberal y
por otros intelectuales que compartían con Altamira ideales filosóficos, políticos,
sociales y pedagógicos, amén de una leal adscripción a la ILE.
LA PUJA POR EL CONTROL DEL INTERCAMBIO INTELECTUAL CON AMÉRICA LATINA
Cuando el catedrático Rafael Altamira regresó de su triunfal periplo americano en marzo de 1910 siendo objeto del cortejo de los más altos círculos de la
Restauración y de multitudinarios festejos en A Coruña, Santander, Alicante y
Oviedo, la universidad asturiana vislumbró la posibilidad de obtener del Estado
una serie de reconocimientos y recompensas acordes a la magnitud de los riesgos
asumidos y a la enorme repercusión que el mensaje de su delegado alcanzara en
América.
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LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO, RAFAEL ALTAMIRA Y LA JAE
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Pese a que existían ya ciertos síntomas desconcertantes33, esta expectativa no
parecía descabellada. Este optimismo se fundaba en la certeza de que aquella
campaña, más allá de sus logros inmediatos, había logrado revelar a la opinión
pública y a las elites americanas la existencia de una España moderna interesada
en reformular y privilegiar sus relaciones con las naciones surgidas de su extinguido imperio.
Luego de rendir cuentas y renovar, el día 21 de abril, la confianza del Claustro34, tras retornar de su primera y prometedora entrevista con Alfonso XIII y aún
antes de que se acallaran las aclamaciones públicas, Altamira y el rector Canella
se abocaron a explotar aquel clima favorable en beneficio de la Universidad de
Oviedo, diseñando un programa americanista integral que orientara las ulteriores
acciones del Estado.
Sin embargo, cuatro días después de que Altamira pronunciara una importante
conferencia en la Unión Ibero-Americana en la que se auguraba la continuidad de
aquella experiencia35 y de dos días antes de que se hubiera celebrado aquella sesión
del Claustro, se hacía público que el Gobierno había encargado a la JAE el fomento
de las relaciones científicas con los países americanos. La Real Orden del 16 de
abril de 1910, situaba bajo la jurisdicción de la Junta la gestión del intercambio de
docentes y alumnos universitarios y el envío de pensionados y de delegados para
obras de «propaganda e información y el establecimiento de relaciones entre la
juventud y el Profesorado de aquellos países con los del nuestro»36.
Tal como dejó consignado en Mi Viaje a América, Altamira tenía pleno convencimiento de que el Gobierno no iba a excluir a las universidades en beneficio
de la JAE y que, «en su primitiva idea, tal como fue verdaderamente sugerida y
pensada esta Real Orden, no comprendía este extremo»37.
El alicantino consideraba que esta institución debía tener un papel muy importante en las tareas de apoyo material y financiación del intercambio universitario.
Para Altamira el necesario incremento de las partidas universitarias y la aplicación
de fondos específicos para financiar el intercambio podían canalizarse a través de
organismos oficiales, como la JAE. Así, Altamira preveía que, a través de la Junta
podía desarrollarse una política regular de subvenciones para enviar pensionistas a
América Latina —y no sólo a Europa o a los EE.UU.— costeando su traslado y
estudios de acuerdo con los cometidos atribuidos a esta institución38.
————
33 El Real Decreto del 22 de enero de 1910 (Gaceta, Madrid, 28-I-1910), resucitaba a la JAE
y ampliaba sus cometidos, adjudicándole todas las tareas de intercambio intelectual, promoción
externa y envío de pensionistas, conferenciantes o congresales al extranjero, aunque sin mencionar
expresamente al capítulo americano de aquella política.
34 ALTAMIRA, 1911: 599.
35 ALTAMIRA, 1911: 505-540.
36 Real Orden del 16-IV-1910 (Gaceta, Madrid, 18-IV-1910).
37 ALTAMIRA, 1911: nota al pie núm. 621.
38 ALTAMIRA, 1911: 524-525.
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GUSTAVO H. PRADO
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Sin embargo, Altamira seguía defendiendo enconadamente la tesis de que ese
intercambio debía ser planificado y gestionado autónomamente por las universidades españolas y latinoamericanas, prescindiendo de la injerencia ideológica,
política y burocrática de los ministerios u otros organismos estatales39.
Pese al giro inesperado de los acontecimientos, la Universidad de Oviedo no
se resignó fácilmente a ceder a la JAE lo que entendía, eran derechos y prerrogativas ganados en el terreno. El día 4 de mayo, reunido nuevamente el Claustro,
Canella abrió el debate presentando a discusión un polémico documento en el
que se bosquejaba un plan para dar continuidad a la labor hispano-americanista
asturiana. En estas notas, se proponía la creación de un «Centro cultural hispanoamericano» capaz de recibir a profesores y alumnos; de enviar remesas bibliográficas; de organizar una biblioteca especializada; de fomentar «escuelas primarias
especiales de emigrantes»; de orientar a la prensa capitalina, provincial e hispanoamericana «para uniformar la propaganda de unión cultural entre España y los
pueblos hispano-americanos»; y de publicar una revista o boletín mensual en el
que colaboraran universidades españolas y americanas40.
Tomando como base aquel documento, Altamira y los decanos de las tres facultades ovetenses elaboraron un texto para ser presentado ante el Rey y el Gobierno que fue aprobado unánimemente en el Claustro el día 19 de mayo. El resultado de aquellas deliberaciones se plasmó en una serie de recomendaciones
entre las cuales destacaban dos peticiones muy problemáticas para el Gobierno.
La primera proponía, en contradicción con la R.O. del 16 de abril, la creación
de un crédito especial no inferior a 35.000 pesetas en los futuros presupuestos
generales del Estado español, para sostener el intercambio de profesores con las
universidades hispano-americanas y posibilitar que la Universidad de Oviedo, —«y
las demás españolas que sigan su iniciativa»— pudieran solventar total o parcialmente, ora los gastos involucrados en la recepción alojamiento y traslado de
los catedráticos visitantes, ora los correspondientes al envío de los profesores
españoles, de acuerdo al sistema que se instituyera41.
La segunda reclamaba para la Universidad de Oviedo una subvención especial del Estado de 4.000 pesetas para crear una «Sección americanista» que reuniera el material bibliográfico obtenido por Altamira y difundiera la historia, la
economía, el derecho y la literatura de las naciones hispano-americanas. Dicha
sección debería ocuparse, además, de «sostener la propaganda española en aquellos países y contestar la enorme correspondencia que suponen éste y los anteriores servicios, así como la organización y mantenimiento del intercambio de pro-
————
39
ALTAMIRA, 1911: 73, 521-522 y nota al pie, 611.
Informe mecanografiado sin título en papelería oficial de la Universidad de Oviedo, s/f, sin
firma (Fermín Canella / Oviedo, IV-1910) «Concretar en visita con los Sres. Canalejas y Conde de
Romanones la obra realizada y el programa para continuarla», Archivo Histórico de la Universidad de Oviedo, Fondo Rafael Altamira (AHUO/FRA), Oviedo, Caja 5.
41 ALTAMIRA, 1911: 565-566.
40
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LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO, RAFAEL ALTAMIRA Y LA JAE
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fesores, y la contestación a numerosos interrogatorios y consultas que a cada paso se reciben de América, desde que se inició, principalmente en Oviedo, la relación universitaria con aquellos pueblos»42.
Sin embargo, el 8 de junio, día en que Altamira asistió a su segunda entrevista con Alfonso XIII acompañado por el Conde de Romanones, el delegado ovetense portaría un texto fechado el 31 de mayo de 1910, en el que se agregaban
tres incisos de gran relevancia.
En el primero se proponía el establecimiento de una cuota de los subsidios
que concediera la JAE para el envío de pensionados a las naciones hispanoamericanas con el objeto de que desarrollaran estudios sobre la historia, la vida
social, económica e intelectual de estos países. De esta forma, se pretendía asegurar un espacio de autonomía mínimo para el intercambio americanista, al tiempo
que se moderaba el impacto de la primera propuesta del Claustro que se oponía
abiertamente al régimen centralizador dispuesto en la R.O. del 16 de abril.
En el segundo se proponía la afectación de fondos para el mejoramiento de
los archivos con fondos americanistas, actuación imprescindible para atraer el
interés de los investigadores extranjeros y para justificar la ulterior fundación de
escuelas o institutos históricos hispanoamericanos que entroncaran sus actividades «con el Centro de estudios históricos que acaba de fundarse en Madrid bajo
los auspicios de la JAE y con la Escuela histórica de Roma que la misma Junta
proyecta»43.
El tercer inciso introducía, inesperadamente, la que llegaría a ser la apuesta
política más fuerte de Altamira, relacionada con el establecimiento de un Centro
oficial de relaciones hispano-americanas en Madrid, capaz de unificar y coordinar la acción americanista oficial y privada en todos sus aspectos44.
Si observamos bien el contenido final del texto presentado ante el Rey y el Gobierno, no sólo reconoceríamos los rasgos de estilo de Altamira, sino el sutil giro
que éste imprimió en las formas y estrategia del reclamo. Así, respetado un articulado que satisfacía la indignación y exigencias del rector Canella, la addenda enmendaba partes sustanciales del reclamo inicial para explorar las posibilidades de
una solución de compromiso que resultara satisfactoria tanto para el Gobierno,
como para la JAE, la Universidad de Oviedo y el movimiento americanista.
Sabedor de que nada se conseguiría confrontando con un caudillo como Romanones, de que los referentes de la ILE apoyaban sin fisuras el fortalecimiento
de la JAE, y advertido de que la R.O. del 16 de abril y los subsiguientes decretos
vinculados no eran fruto del error ni la improvisación, Altamira intentaría utilizar
————
42 ALTAMIRA, 1911: 568-570. Una tercera petición que entrañaba conflictos de competencias
con la JAE, proponía la institución de un crédito para auxiliar a los estudiantes que desearan asistir
a los congresos estudiantiles hispano-americanos (574-575).
43 ALTAMIRA, 1911: 589.
44 ALTAMIRA, 1911: 590-593. La fundación de este centro fue rechazada por el mismo García
Prieto.
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su prestigio para contemporizar y evitar que la herencia de su triunfal campaña se
terminara diluyendo debido a una disputa de índole facciosa y burocrática. De
allí que, en su entrevista con el Rey, propusiera una fórmula de equilibrio que
venía a conjugar: a) un imprescindible reconocimiento a la jurisdicción otorgada
a la JAE; b) una compensación simbólica y material a la Universidad de Oviedo
que le permitiera solventar algunas iniciativas independientes en el terreno americanista; c) la limitación de la capacidad efectiva de la JAE para gestionar las
relaciones intelectuales con América Latina, en beneficio de las necesidades específicas que manifestaran las Universidades y de las líneas políticas que trazaran
instituciones estatales de mayor rango —como el Centro oficial que se proponía— a las que debía confiarse la administración general de las relaciones con las
antiguas colonias.
Pese al esfuerzo invertido, los intentos de Canella y Altamira por recuperar el
control, siquiera parcial, de las líneas de cooperación universitaria recientemente
establecidas fracasaron y sus peticiones fueron desoídas. El crédito especial en el
presupuesto general del Estado para que las universidades financiaran el intercambio docente, no fue habilitado, reafirmándose la jurisdicción de la JAE y derivándose en la Residencia de Estudiantes, dependiente de aquella, el alojamiento y los
costos de manutención de los eventuales visitantes. La «Sección americanista»
ovetense jamás fue abierta; el Museo Pedagógico, fue encargado de gestionar el
intercambio de materiales y libros didácticos y la Biblioteca universitaria no recibió auxilio alguno para catalogar los fondos bibliográficos americanistas.
Sin duda Altamira tenía razones para sentirse frustrado por el curso de los
acontecimientos pero, no hay duda de que, en lo que a política americanista y a
capitalización del Viaje recientemente concluido se refiere, el gran perdedor no
fue el alicantino, sino la propia Universidad de Oviedo. En efecto, la figura del
alicantino, ya influyente en los ascendentes círculos institucionistas y reformistas, había logrado tal relieve público a raíz del exitoso periplo americano, que las
jerarquías políticas liberales no dudaron en ofrecerle entre 1910 y 1913 una serie
de atractivas compensaciones honoríficas y políticas entre las que destacó su
nombramiento como Director General de Primera Enseñanza en 191145.
El Secretario de la JAE —el institucionista y antiguo «pensionado» en Berlín
por la Universidad de Oviedo—, José Castillejo y Duarte, consciente de que la
sensibilidad de Altamira podía estar lastimada e interesado por asociarlo a las
actividades de aquella institución, invitó al alicantino a realizar alguna actividad
en el CEH, comprometiéndose «a hacer una solicitud y enviarla a los demás co-
————
45 Entre estas, estuvieron la condecoración con la Orden de Alfonso XII, su designación como
Inspector General de Enseñanza y luego como Director General de Primera Enseñanza; su nombramiento como miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y, luego
de su salida de la mencionada Dirección General en 1913, la creación a instancias del Rey, de una
cátedra de americanista en la UCM, para recompensar al alicantino.
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LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO, RAFAEL ALTAMIRA Y LA JAE
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firmantes pidiendo la admisión de Vd.»46. Altamira, aceptó incorporarse como
director de Sección —cargo que ocuparía hasta 1918— junto a otros notables
como Eduardo Hinojosa, Manuel Gómez Moreno, Ramón Menéndez Pidal, Miguel Asín Palacios y Julián Ribera47.
Por el contrario, la Universidad de Oviedo no fue acreedora de reconocimiento alguno, ni logró participación en ninguna de las instituciones o instancias de
decisión de la política americanista. Testimonio de las comprensibles molestias
que esto causó al rectorado, pueden encontrarse en los mismos Anales de la Universidad de Oviedo, donde se consignaba que en abril de 1910 el Ministerio de
Instrucción Pública «se propuso convertir en forma legislativa por medio de proyectos de Ley, Reales Decretos y Reales Órdenes, las principales proposiciones
de la Universidad de Oviedo y de su Delegado», promulgando otros decretos «de
muy plausible finalidad, aunque de espíritu centralista y prescindiendo de favorecer y procurar el concurso de las regiones españolas» y en los que «no se mencionaban los antecedentes y esfuerzos de la Universidad de Oviedo» prodigados
entre 1908 y 191048.
Los Anales reprodujeron, también, las quejas que Canella hiciera a un alto
cargo del Gobierno, respecto de que aquellos textos legales publicados «sin que,
ni por incidencia, se mencionen los esfuerzos y sacrificios de todas clases que
viene haciendo esta Universidad y, con trabajo abrumador y sacrificios por mi
parte», pese a haber enviado al Ministerio de Instrucción Pública «senda relación
reciente de todo en comunicaciones» y haber continuado desinteresadamente y
con gran sacrificio con el intercambio Universitario con Francia y el de publicaciones con Hispanoamérica49.
La correspondencia entre Canella y Altamira mantenida entre mayo y junio de
1910 —mientras se negociaba e intentaba obtener una rectificación del Gobierno—
resulta particularmente reveladora del impacto que causaron en Oviedo las decisiones del Romanones y Canalejas. El 14 de mayo de 1910, Canella informaba a su
catedrático que desde el Ministerio le habían hecho llegar la R.O. del 7 de mayo por
la que se había nombrado a Adolfo González Posada —que había abandonado la
Universidad de Oviedo en 1904— como delegado de la JAE «para que en su nombre estudie y plantee en los países hispano-americanos el establecimiento de relaciones científicas». El Rector —que tuvo en su día grandes discrepancias personales
————
46 Carta de José Castillejo y Duarte a R. Altamira, Madrid, 27-IV-1910, AHUO/FRA, Oviedo, Caja 5.
47 FORMENTÍN Y VILLEGAS, 1988: 194-196. Altamira participaría de algunos cursos y conferencias en la Residencia de Estudiantes; oficiando como delegado de la JAE en congresos
internacionales celebrados entre 1911 y 1913; y ejerciendo como vocal de su organismo directivo
entre 1921 y 1922, en reemplazo del fallecido Eduardo Hinojosa. En 1923, renunciaría a su escaño
y con él a toda vinculación con la JAE.
48 SELA Y SAMPIL, 1911b: 536-537.
49 CANELLA, 1911: 537-538.
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con Posada— temía que, después de todo, «nuestros esfuerzos y mis trabajos y sacrificios personales pudieren tomar otro camino de lo que aquí proyectamos», preguntándose si no sería conveniente «que esté Adolfo enterado de nuestras aspiraciones legítimas por la labor abrumadora que nos hemos impuesto»50.
En una epístola posterior Canella denunciaría que: «en todo cuanto el gobierno viene haciendo hasta ahora, ni se ha mentado nuestra Escuela ni se ha favorecido con un céntimo, que es la única indemnización que yo deseo, con el más
absoluto desinterés personal, cuando en las empresas dichas y en otras he consumido tiempo, no pocas pesetas y trabajo abrumador, salud y esfuerzos. […] Creo
que tenemos o tiene la Universidad y tengo yo, perfecto derecho a ser atendidos y
que es ya tiempo que dejemos de ser la cenicienta de la enseñanza, cuando somos
los únicos relacionados o conocidos en Europa y América». En esta misma carta,
Canella apostaba porque «V. sea el encargado de la redacción de decretos y de
órdenes, y que la Universidad de Oviedo sea atendida en esto, en la obras y en todo
por su vieja labor pedagógica, Centenario, intercambio y ahora con su embajada
hispano-americana, con lo que hemos enmendado olvidos y equivocaciones de más
de medio siglo, rompiendo hielos y obstáculos tradicionales»51.
Canella declararía, también, su intención de dejar impresa una «relación de
agravios al Rey, al Gobierno, a la Provincia y a nuestros amigos de América» que
restituyera la justicia y el buen nombre de la Universidad52. Idea que reafirmaría
más tarde, cuando ya no albergara dudas respecto de «la oposición sistemática de
ese flamante ministerio a las iniciativas universitarias» y anunciara que, si no se
cumplían las promesas oficiales de recompensar al alicantino habría de llegar «hasta
el Rey, hasta Canalejas, hasta quien sea, poniendo en juego todas mis relaciones
personales» para «requerir cumplimiento de palabras dadas por escrito». Apostar
todo a la promoción personal de Altamira era, en rigor, la única opción que le quedaba ya al Rector que sólo podía esperar que «cuanto V. más suba, más ha de ganar
el desenvolvimiento de mi empresa hispano-americana para el provenir»53.
Si las rabietas de Canella se irían extinguiendo sin mayor repercusión pública, las objeciones de Altamira a la centralización de la política de intercambio
intelectual con América Latina en la JAE y su mirada crítica hacia el desempeño
de ésta, perdurarían en el tiempo.
A pocos meses de que Altamira coronara su ascenso en la consideración pública con su segunda entrevista con Alfonso XIII, los síntomas eran un tanto in-
————
50 Carta de F. Canella a R. Altamira, Oviedo, 14-V-1910, Archivo de la Fundación Residencia de Estudiantes, Fondo Altamira, Madrid (AFREM/FA) RAL 2. Posada dejaría constancia de la
viabilidad de lo esencial del programa ovetense y su oposición al monopolio de la JAE del intercambio intelectual con América en su informe a la JAE. González Posada, 1911: 288-289.
51 Carta de F. Canella a R. Altamira, Oviedo, 8-VI-1910, AFREM/FA, Madrid, RAL 2.
52 Carta de F. Canella a R. Altamira, Oviedo, 8-VI-1910, AFREM/FA, Madrid, RAL 2.
53 Cartas de F. Canella a R. Altamira, Oviedo, 14-VI-1910 y 14-XI-1910, AFREM/FA, Madrid, RAL 2.
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quietantes para un observador atento y ansioso como el alicantino, no tanto porque surgieran oposiciones solapadas a sus proyectos, sino por la inercia del andamiaje burocrático español54.
Seis años después de concluir su viaje americanista, Altamira criticaba el discurso parlamentario del 6 de junio de 1916 pronunciado por el caudillo que diera
un gran impulso a la JAE en 1910 y que lo reclutaría para las filas del liberalismo. En aquel discurso, el Conde de Romanones afirmaba que había llegado el
momento de dejar atrás el «período de propaganda romántica» y la retórica fraternal para «entrar por el camino de las realidades»55.
Altamira coincidía con que el sentimentalismo y el abuso de la retórica habían debilitado al americanismo, haciéndole fuerte en los discursos y conferencias,
«como si la palabra fuese ya, por sí misma, acción, y no simplemente anuncio o
promesa de acción». Pero si el movimiento americanista podía ser criticado por
esto, otro tanto debería reprochársele a los políticos, dado que tan retórico era
«fantasear fraternidades sin substancia positiva que las alimente, como pasarse el
tiempo llamando a las realidades prácticas sin acometer ninguna»56. Teniendo en
cuenta esto Altamira aseguraría más tarde que si España era el país que menor
influencia efectiva tenía en América eso se debía, en mucho, a la conducta errática e indolente de los gobiernos españoles y de los diferentes sectores que tenían
en sus manos la aplicación práctica de la política americanista57.
Altamira preguntaba, retóricamente, qué habían hecho, hasta entonces y después de las iniciativas ovetenses, el resto de las universidades españolas58 y la
propia JAE, por la vinculación intelectual iberoamericana. Si bien la JAE habría
recogido el desafío americanista «en parte y desde su limitado punto de vista»
había demostrado que «por tener demasiados asuntos a que dirigir su actividad,
no podrá ser nunca un buen órgano de americanismo, ni aun limitado al orden
intelectual». Para Altamira, estaba claro que la JAE no apreciaba la importancia
de la apertura intelectual hacia América, salvo «en el aspecto docente con relación a los Estados Unidos», lo cual constituiría «un error de bulto»59.
————
54 Notas de Rafael Altamira para servir de guía de reclamos y preguntas al Ministro de Instrucción Pública acerca de los proyectos derivados de la entrevista con el Rey y sobre «Cuestiones
referentes a la Inspección», s/l y s/f (6 pp. redactadas entre septiembre y octubre de 1910),
AFREM/FA, Madrid.
55 ALTAMIRA, 1917: 73.
56 ALTAMIRA, 1917: 75.
57 ALTAMIRA, 1921:V. Tras este discurso, Altamira había intentado presentar a Romanones su
nuevo «Programa práctico y mínimo de política americanista», en julio de 1916. Para decepción de
Altamira, Romanones no prestó demasiada atención al programa y ello fue lo que radicalizó su
crítica hacia la clase política, recopilada, un año después, en La Política de España en América.
Ver: Programa práctico y mínimo de política americanista, Madrid, VII-1916, AHUO/FRA, Oviedo, Caja 5. En este documento mecanografiado, Altamira anotó marginalmente «Pedida conferencia a Romanones en junio de 1916. Repetida en 10-7-1916. No se celebra».
58 ALTAMIRA, 1921: 51 y 171.
59 ALTAMIRA, 1921: 173.
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Salvo el envío de Posada en 1910 a la Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile
en misión universitaria homóloga a la de Altamira, «la Junta no ha realizado ninguna otra gestión americanista», sin que debiera computarse ni el envío de unos
pocos pensionados, ni el de profesores a la cátedra fundada en Buenos Aires por
la Institución Cultural Española (ICE), ya que ésta era quien pagaba los gastos.
Altamira mantuvo firmemente sus criterios respecto de la necesidad de fijar
el intercambio intelectual en la jurisdicción autónoma de las universidades, en
tanto «toda intervención ajena a ella me parece, a priori perjudicial, ciega y expuesta a molestias y disgustos», debiendo los gobiernos o cualquier otra institución, abstenerse de tutelar el proceso, limitándose a «facilitar medios financieros» sin inmiscuirse en los aspectos docentes60.
En lo que hace al envío de profesores —tanto a América como a otros destinos— y en vista de los resultados obtenidos, Altamira ya había llegado a la conclusión de que «el peor de los sistemas es pedirlo a los gobiernos» y ello porque la
burocratización del trámite desembocaba en que, tarde o temprano, un ministro
escogiera un candidato siendo «casi imposible, que en ello no juegue la política, la
cual unas veces aconseja favorecer al correligionario y otras veces al que no lo es,
para conquistar apoyos en la acera de enfrente, o ganarse fama de tolerancia»61.
Respecto de la labor de la JAE como promotora del intercambio, Altamira
señalaba que, pese a tenerlo todo en sus manos y a su favor, esta institución se
había mostrado, desde un principio, reacia a enviar pensionados a América Latina, sin que pudiera comprenderse la razón de aquella resistencia62. En todo caso,
era evidente para Altamira que los escasos mandatos americanistas impuestos a
la JAE no se habían cumplido, llegando a expresar sus dudas de que ésta los
«haya tratado siquiera de cumplir», e ignorando, por otra parte, si la Residencia
de Estudiantes reservaba efectivamente plazas para latinoamericanos63. En 1921
la perplejidad de Altamira se habían transformado en una amarga inquisición
argumentativa: «pregunto cuántos pensionados envió la JAE a las Repúblicas
hispanoamericanas en estos últimos cinco años»64.
Con estos antecedentes, Altamira retiraría su confianza a la JAE como gestora
de las relaciones intelectuales con América Latina. De allí que, elogiando la iniciativa de la ICE de costear cursos regulares de profesores españoles en Argentina,
Altamira no dudaría en sentenciar que «no debe encargarse la selección de profesores en España exclusivamente a la Junta para ampliación de estudios»65.
————
60
ALTAMIRA, 1917: 106.
ALTAMIRA, 1917: 107.
62 ALTAMIRA, 1917: 67.
63 ALTAMIRA, 1921: 55-56.
64 ALTAMIRA, 1921: 51.
65 «No puedo ser sospechoso de enemistad a la Junta. De lo bueno que le debemos fui pregonero en plena Sorbona, hace ya años y varias veces he escrito artículos encomiando su labor. Pero
creo que es peligroso olvidar a otros elementos de nuestra cultura presente que no figuran y probablemente no figurarán nunca en la Junta». ALTAMIRA, 1921: 102-103.
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Por lo demás, recordaba que aquella «gran iniciativa argentina» sólo cubría,
lógicamente, «la mitad del propósito que perseguimos», en tanto la JAE no parecía dispuesta a enmendar su política e invitar a profesores americanos a las españolas66. Poco más tarde, la evidencia de que la Junta no había rectificado su política le permitirían reafirmar los argumentos por los cuales «he creído y sigo creyendo que es un error haber confiado a la Junta el monopolio de ese suministro»67.
LA CONTROVERSIA POR EL INTERCAMBIO INTELECTUAL CON
EN LA COYUNTURA POLÍTICA DE 1907-1911
AMÉRICA LATINA
Minimizado o simplemente inadvertido debido, en parte, al usual influjo armonizador de la memoria o de las efemérides, este interesante debate en torno de
la gestión del intercambio intelectual con América Latina se ha hecho, con el
tiempo, prácticamente invisible para la historiografía68.
Digámoslo claramente: recuperar y estudiar esta controversia no puede suponer magnificar artificialmente las diferencias que separaron a estos hombres. No
se trata, pues, de poner en entredicho la comunidad de ideales existente entre
Altamira y los principales dirigentes institucionistas de la JAE, ni minimizar la
importancia del subsidio que ésta le concediera para asistir al Congreso de Ciencias Históricas de Berlín en 1908, ni de ignorar el significado de su integración al
CEH. Tampoco se trata de negar que Altamira colaboró con la Junta «en la renovación de la enseñanza universitaria y en la creación de un clima intelectual y
científico distinto», siendo inobjetable que Altamira consideraba que la JAE «fue
fermento de la cultura española»69. De lo que se trata es de comprender por qué, a
pesar de todo esto, Altamira, confrontó con la JAE.
Las diferencias que provocaron aquella confrontación entre hombres de ideas
y trayectorias afines no fueron anecdóticas, ni tampoco fueron fruto de un mero
choque de egos o ambiciones, aún cuando, indudablemente, este debate involucraba intereses personales o institucionales contrapuestos. La controversia de
1910 en torno a las competencias y jurisdicciones universitarias o ministeriales
de la política de intercambio intelectual con América Latina tenía, en última instancia y contra lo que se ha considerado, un fundamento ideológico y programático evidente.
Mientras aquel intercambio no pasó de ser la aspiración idealista y casi utópica de un círculo estrecho de intelectuales sin mayores influencias en la opinión
pública, ningún disenso práctico se manifestó entre sus promotores, que tendie-
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66
67
68
69
ALTAMIRA, 1921: 102-103.
ALTAMIRA, 1921: 173-174.
DE LA CALLE VELASCO, 2005: 204-206.
FORMENTÍN Y VILLEGAS, 1988: 207.
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ron a abroquelarse alrededor de un programa común. Dicho programa reclamaba
al Estado que asegurara la presencia de representantes españoles en los foros
científicos que favoreciera el envío de especialistas a ejercer docencia en Europa
o América, que ofreciera becas externas de perfeccionamiento a graduados españoles y otorgara pensiones atractivas que permitieran a los extranjeros estudiar,
enseñar o investigar en las universidades, academias y archivos peninsulares.
Centrándose en estas demandas y enfrentándose a la indiferencia de la mayor
parte de los políticos, todos y cada uno de los socios externos que pudieran interesarse por la ciencia española aparecían, en principio, como importantes.
Cuando el enrarecimiento del clima político tras la crisis del ’98 y la alarmante inestabilidad experimentada por el dispositivo canovista en los tres lustros siguientes fortalecieron a los sectores más reformistas del liberalismo dinástico, se
dieron las condiciones para que influyentes intelectuales institucionistas, republicanos moderados, reformistas y posibilistas, como Cossío, Azcárate, Posada,
Buylla, Castillejo y el propio Altamira, entre otros, aceptaran el diálogo
aperturista ofrecido por Moret, Canalejas y Romanones y, posteriormente, una
integración crítica y tecnocrática en un régimen al que pretendían democratizar,
ahora, desde dentro70.
La colonización de las universidades, la militancia paralela en movimientos y
asociaciones de la sociedad civil y la incorporación de varios de estos intelectuales a
despachos oficiales de inspiración reformista, hizo que estos desarrollaran, lógicamente, cierta identificación con los intereses, perspectivas y objetivos de las instituciones en las que desarrollaban su labor. Este anclaje llevó a que estos intelectuales
asumieran la responsabilidad de hallar un compromiso operativo entre los requerimientos —simultáneos y no siempre compatibles— de sus ideales, de sus respectivos ámbitos de acción y de la realidad, siempre mezquina, de la gestión.
La solución de compromiso a la que llegaron hombres como Castillejo fueron
distintas a la que llegaría Altamira. Conjugando su identificación con la Universidad de Oviedo, con sus convicciones regeneracionistas y con su adhesión al
movimiento americanista español, Altamira defendería un programa muy ambicioso en el que se contemplaba la modernización intelectual como requisito para
apuntalar la regeneración interna y para orientar la reinserción de España en el
concierto internacional, como parte influyente de una dinámica y progresista comunidad hispana de naciones.
Se comprende pues que, para Altamira, la política de apertura y proyección de
la ciencia española hallara en el Nuevo Mundo un espacio natural para desarrollarse y fructificar, para beneficio de España, de las repúblicas americanas y del progreso de la cultura común que las unía. Por el contrario, para los hombres de la
JAE —carentes de compromisos ideológicos con el movimiento americanista—,
llevar a buen puerto aquella política de modernización intelectual que se les había
————
70
HALL, 2005: 122-123, 141-142, 152, 168-169 y 176-178.
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encargado administrar, suponía un diseño completamente alejado del modelo de
intercambio universitario autónomo, bilateral y prioritariamente iberoamericano
previsto por Altamira.
Atraer a España a científicos y profesores británicos, franceses, alemanes y
estadounidenses, enviando a sus academias y universidades pensionados españoles sin reclamar, necesariamente, reciprocidad y contemplar marginalmente a
Hispanoamérica como destino para que sus investigadores y docentes dictaran
cursos y conferencias, suponía instaurar una triangulación que permitiría a España extraer el doble beneficio de adquirir los progresos europeos y estadounidenses y abastecer las demandas de países sin mayores tradiciones intelectuales, aumentando su prestigio.
No es casual que, pese a los insistentes llamamientos de Altamira para que la
JAE cumpliera sus mandatos americanistas, ésta ni siquiera se interesara por llevar
americanos a las aulas españolas y desalentara el envío de pensionados71. Como
bien lo han expresado Formentín y Villegas, el trasfondo de esta opción era que los
miembros de la JAE «pensaban que España era inferior a Europa, pero superior a
nuestros pueblos hermanos de América»72. Es por ello que la JAE se mostraba contraria a «malgastar» recursos escasos, invirtiendo en un intercambio equilibrado
con América Latina; una competencia que no había solicitado, que no creía prioritaria y para la cual no habían recibido partidas presupuestarias adicionales.
Como podremos intuir, las diferencias programáticas que permiten explicar el
fundamento ideológico de esta controversia, emergieron en determinada coyuntura y se conjugaron, lógicamente, con las tensiones propias del debate político. En
este sentido, la confluencia de circunstancias y acontecimientos imprevistos, el
crudo faccionalismo del sistema restaurador, la ingenuidad y vulnerabilidad política de estos intelectuales y la progresiva complejidad y diversificación de intereses, discurso y estrategias al interior del campo democrático y reformista, contribuyeron decisivamente para que estallara esta contradicción imprevista entre
quienes, en principio, perseguían fines idénticos.
La cooptación de caracterizados institucionistas lograda por los sectores reformistas del liberalismo dinástico desde la primera década del siglo XX hizo que
algunos de sus proyectos se concretaran y que las instituciones reformistas cuya
fundación inspiraron y en las que se integraron, se convirtieran, también, en arenas de confrontación partidaria y facciosa.
Es indudable que el desarrollo de la JAE entre 1907 y 1909 se vio directamente
afectado por la desconfianza que inspiraba en los sectores confesionales y conservadores. Esta situación hizo que los institucionistas se embarcaran tanto en una
defensa de la JAE, como en la búsqueda de estrategias alternativas de intervención
————
71 Entre 1911 y 1936 la JAE envió tres pensionados a América —pese a recibir un centenar de peticiones—; otorgó veintitrés representaciones equiparables pero desprovistas de emolumentos y envió
dos representantes a Congresos americanos. FORMENTÍN Y VILLEGAS, 1992: 69-70, 72-76 y 80.
72 FORMENTÍN Y VILLEGAS, 1988: 187.
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para superar aquella peligrosa inercia. En efecto, el cese de Castillejo y el virtual
bloqueo al que fue sometida la JAE por las gestiones ministeriales conservadoras73 contribuyó a que, desde uno de los baluartes periféricos del institucionismo,
un referente del krausismo y del americanismo, como Altamira, apostara por impulsar desde su Claustro, proyectos de intercambio desoídos o irracionalmente
postergados por el poder. En este sentido, el Viaje Americanista fue un emprendimiento autónomo que se generó con el objetivo de activar uno de los expedientes que caían virtualmente bajo la jurisdicción de la JAE, cuando nada hacía pensar que ésta fuera a sobrevivir o estuviera próxima la caída de Maura.
En este contexto, lanzado el proyecto en enero de 1909, los conservadores no
tardaron en detectar y explotar aquellos aspectos diferenciadores en beneficio de
su estrategia de aislamiento de la JAE. Así, es evidente que el rápido apoyo que
recibió el Viaje Americanista por parte del Ministro y caudillo asturiano Faustino
Rodríguez de San Pedro no sólo se debió al vínculo existente entre éste y la Universidad de Oviedo o a su posición central en el lobby americanista como presidente de la Unión Ibero-Americana. La inusual celeridad del trámite, la completa
ausencia de trabas al proyecto de un manifiesto opositor republicano y la cobertura legal y administrativa dada por el Ministerio de Instrucción a las solicitudes de
autorización y licencias docentes cursadas por el Rector, son evidencias de que el
Viaje fue leído no sólo como una iniciativa patriótica loable sino, también, como
una oportunidad para suscitar divisiones en el campo opositor y reforzar una política hostil a los objetivos últimos de reforma social, política y pedagógica, a los
cuales adherían, tanto los hombres de la JAE, como los del Grupo de Oviedo.
De allí que, independientemente de los objetivos y de las adhesiones ideológicas de Altamira y Canella, el Gobierno de Maura viera en el Viaje Americanista una oportunidad para debilitar a la JAE —y, a través de ellas, a la ILE y a sus
opositores liberales y republicanos— admitiendo que expedientes puestos, en
principio, bajo su jurisdicción, fueran gestionados independientemente por una
universidad española.
Cuando la represión de la revuelta catalana de 1909 precipitó el turno liberal,
el Gobierno de Canalejas, compuesto por hombres bien predispuestos hacia los
sectores krauso-institucionistas y compelidos a avanzar por el camino del reformismo, renovarían su apoyo a la JAE —a cuya secretaría retornaría Castillejo—,
convirtiéndola en el referente de su política de fomento de la ciencia, la investigación y la modernización intelectual de España. Así, la batería de reales órdenes
y decretos firmados por el Conde de Romanones en su paso por el Ministerio de
Instrucción Pública hicieron de la JAE un sólido complejo institucional encargado de la promoción estatal de la investigación científica, de la formación superior
y postgradual de españoles en el país y en el extranjero y de la promoción internacional de la intelectualidad española.
————
73
FORMENTÍN Y VILLEGAS, 1992: 21.
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Difícilmente pueda reprochársele a Canalejas o Romanones falta de lógica
política o administrativa en su apuesta por la JAE, en tanto canalizaba la nueva
política científica e intelectual en una institución idónea y progresista ya existente, descartando fragmentación o delegación en unas universidades «autónomas» y
todavía influidas por los sectores conservadores y tradicionalistas.
Así, en la coyuntura signada por el ascenso al poder de los políticos liberales
más proclives a la reforma, por el fortalecimiento de la JAE, la proyección política
de la ILE y por el momento más prometedor de las relaciones entre España y sus
antiguas colonias tras el éxito del Viaje Americanista, se desencadenaría, paradójicamente, la controversia que aquí hemos analizado y que se saldaría con la frustración del proyecto ovetense, en favor de un plan de acción alternativo timoneado
por la JAE. Un plan de meritorios resultados que transformaría la ciencia española
entre 1910 y 1936, pero que renunciaría a los beneficios que podría haber generado
—tanto para la España liberal y progresista emergente, como para una América
Latina tensionada por un vertiginoso proceso de modernización y de redefinición
de su identidad hispana— un temprano programa de intercambio intelectual como
el que había diseñado y promocionado, desde 1898, Rafael Altamira.
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Accostumed as we are to the struggles between Spanish Liberal and Conservative traditions,
the internal tensions within the reformist field have hardly been attended to. Such is the case with
the controversy around the management of intellectual exchanges with Latin America that confronted the University of Oviedo and Rafael Altamira on one side, and the JAE and Canalejas on
the other, over the politics of Science promotion taken up by the latter. This articles studies that
ideological debate in the 1907-1913 political context, through the analysis of unpublished sources
and Altamira's texts on Latin America. The aim is to understand why the shared ideal of international projection of the Spanish science gave way to conflictive strategies.
KEY WORDS: Intellectual exchange, Spain, Latin America, Rafael Altamira, Oviedo University,
«Junta para Ampliación de Estudios».
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 33-58, ISSN: 0034-8341
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 239
Págs. 59-80, ISSN: 0034-8341
LA JAE EN LA POLÍTICA CULTURAL
DE ESPAÑA HACIA AMÉRICA
POR
ISIDRO SEPÚLVEDA
Departamento de Historia Contemporánea, UNED
La JAE desempeñó un papel fundamental en la política cultural española hacia América. No
tanto por la ampliación de sus actividades académicas hacia las repúblicas americanas —que
fueron limitadas—, sino por diseñar esa política cultural una vez señalados los objetivos básicos
que España debía perseguir. Tras estos planteamientos y actividades —como bajo todo el hispanoamericanismo, que los integra—, se encuentra una concepción progresista del nacionalismo
español que en ese periodo articula una respuesta plural, a menudo confrontada entre sí y con los
nacionalismos subestatales hispanos.
PALABRAS CLAVE: Política exterior, política cultural, hispanoamericanismo, nacionalismo
La Junta para la Ampliación de Estudios recibió el encargo oficial de liderar
lo que debía ser, pero aun no se denominaba, política cultural española hacia
América. Determinó los campos más favorables, diseñó estrategias de proyección
y coadyuvó a la creación de instituciones análogas. Sin embargo, a la hora de
ejecutar esos programas las inercias prevalecieron, los prejuicios se impusieron y,
en consecuencia, los resultados obtenidos estuvieron muy lejos de las posibilidades y de los objetivos inicialmente marcados.
Cuando se realizó ese encargo a la JAE no existía una conciencia de necesidad de política cultural como elemento esencial de la acción exterior; ni siquiera
se encontraba ese concepto en unas relaciones diplomáticas que rápidamente, con
motivo de la Gran Guerra, sufrieron el comienzo de una profunda transformación
hacia relaciones internacionales. Durante el cuarto de siglo siguiente a ese encargo, sin embargo, lo que había nacido como propaganda bélica se transformó en
un programa de proyección de imagen exterior, dirigido por órganos especializados dentro de los ministerios respectivos. Órganos que paulatina y sistemáticamente fueron reunificando la acción dispersa en distintas instituciones, en ocasiones fagocitando su contenido original y dejándolas sin cometido.
ISIDRO SEPÚLVEDA
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Sin embargo, la funcionalidad de la JAE en la política cultural de España
hacia América no debe ser evaluada exclusivamente por la cantidad —ni siquiera
por la calidad— de alumnos intercambiados o de profesores invitados al otro lado
del Atlántico. Su logro más notable radicó en poner en valor el cambio modernizante que en esos años se produjo en España, proyectando hacia América una
imagen que la homologaba con los países europeos más desarrollados. Lo que en
el escenario interno se conjugaba como una negación de la decadencia y del problema de España.
LA POLÍTICA CULTURAL ESPAÑOLA HACIA AMÉRICA
En la política exterior española hacia América existieron, durante el primer
tercio del siglo XX, muchas más continuidades que rupturas. Las razones de estas
persistencias no hay que buscarlas en la tradicional argumentación sobre la «política de Estado», sino que más bien estuvieron motivadas por las limitaciones de
la acción exterior española y por el mantenimiento de América como zona secundaria de atención, a pesar de los importantes intereses nacionales —especialmente
demográficos— en las repúblicas americanas.
Tradicionalmente se ha venido señalando la actuación de la JAE hacia América como ejemplo de la materialización española de las políticas culturales hacia
el exterior que los países europeos desarrollaron en el periodo de entreguerras.
Tal afirmación exige de amplias matizaciones, tanto en cuanto al tiempo como al
procedimiento, pero sobre todo porque la institución estuvo muy lejos de desempeñar el papel de liderazgo al que fue llamada. Sin embargo, su actuación hace
trascender aun más el papel de la JAE en la articulación de lo que debía ser una
verdadera política cultural exterior.
El nacimiento de las políticas culturales estuvo directamente relacionado con
el final de la Gran Guerra. La movilización masiva había estado sustentada por
un ejercicio de «guerra psicológica» que descubrió las virtudes de la propaganda,
tanto para mantener inquebrantables los ánimos nacionales como para imponer
en la opinión pública de países terceros los puntos de vista de la causa defendida1. Con el fin de la guerra los departamentos específicos que se habían creado
adaptaron sus actividades a un mundo muy distinto, donde los principios wilsonianos, la diplomacia abierta y sobre todo el hartazgo bélico de las sociedades
europeas obligaban a explotar la metodología propagandística con campañas más
ligeras, menos directas y cargadas de un discurso defensor de la civilización y el
progreso. Lo más importante fue la comprensión gubernamental de que las relaciones internacionales habían entrado en una nueva era y que los meros contactos
————
1
PIZARROSO QUINTERO, 1993: 35-38.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 59-80, ISSN: 0034-8341
LA JAE EN LA POLÍTICA CULTURAL DE ESPAÑA HACIA AMÉRICA
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diplomáticos bilaterales ya no eran suficientes, debiéndose buscar también la
simpatía, cuando no la adhesión, de las opiniones públicas de terceros países2.
Independientemente de este proceso, durante el periodo de entreguerras se
culminó la creciente intervención de los Estados en la vida cultural de sus sociedades.3 Era una proyección coherente de la atención a la educación; los procesos
de construcción nacional, que durante el siglo XIX se habían valido de los sistemas educativos para formar e incrementar las capas de legitimación afectiva al
Estado nacional, se prolongaron en este periodo, ampliándose al extenso campo
cultural. De la alta cultura a las manifestaciones folklóricas populares, del apoyo
al desarrollo científico a la consagración institucional de academias y universidades; confirmados como colosales maquinarias bélicas, los gobiernos se esforzaron el legitimar a los Estados en los campos más distantes. Reflejo de todo ello
fue, unido a la experiencia propagandística adquirida en la guerra, la proyección
de estas políticas culturales hacia el exterior.
En el seno de los ministerios de relaciones exteriores se fueron creando departamentos, de muy diversa composición y orientación, cuyos cometidos se reunían bajo la amplia denominación de «Asuntos culturales». Ya en 1920, los
países que habían convertido la I Guerra Mundial en una contienda entre Civilisation y Kultur, con el apoyo de intelectuales, artistas y científicos, fueron los
primeros en transformar sus servicios de propaganda en el exterior; en Francia se
creó el Service des Oeuvres à l´Étrenger (SOFE)4 y en Alemania la Kulturabteilung (Dirección de Asuntos Culturales, denominación final de la Dirección de la
Germanidad en el Exterior y de Asuntos Culturales). Con medios muchos más
modestos y fines más limitados, como después se verá, solo un año después en
España se creó la Oficina de Relaciones Culturales. La recién nacida URSS comprendió de inmediato el poder de la propaganda exterior y en 1925 creó el VOKS
(Sociedad Panunionista para la Amistad y las Relaciones Culturales con los Países Extranjeros). Reino Unido desmanteló su gran aparato propagandístico cuando acabó la guerra, debiendo recrearlo en 1934 para hacer frente a las efectivas
campañas nazis con el British Commitee for Relations with other Countries (que
a partir de 1940 tomó la definitiva denominación de British Council)5. De igual
modo, Italia no tuvo este tipo de organismo específico hasta 1938, cuando se creó
el Instituto Nacional de Relaciones Culturales con el Extranjero (IRCE), en principio tan solo encargado de coordinar los varios Institutos de Cultura Italiana en
capitales europeas6.
La educación fue la vía inicial por la que se trató de alcanzar la capacidad de
influencia en las sociedades de otros países; el establecimiento de centros educa-
————
2
3
4
5
6
MILZA, 24 (1980): 361-379. NIÑO RODRÍGUEZ, 1988: 209 y ss.
CALVO SERRALLER, 1998.
MARÉS, 1983: 65-80.
DONALDSON, 1984.
DELGADO GÓMEZ-ESCALONILLA, 1992: 12-13.
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tivos en el extranjero tenía dos cometidos fundamentales: permitir que los hijos
de emigrantes mantuvieran la lengua y cultura propias como vehículo curricular
y atraer a los niños del país receptor, consiguiendo una adhesión afectiva que
perduraría el resto de su vida y se irradiaría al ámbito familiar, que idealmente
era perteneciente a la elite local. El segundo nivel alcanzaba la cúspide académica, desde universidades e institutos de investigación a museos y academias, con
los que se mantenían estrechos contactos que iban desde el mero intercambio de
publicaciones a programas de becas, organización de cursos o formación de profesores e investigadores; fue en este nivel donde la JAE materializó todo su potencial. Igualmente elitista, menos erudito pero con mayor capacidad de penetración, era el apoyo a la proyección de la tradicional alta cultura (de las artes plásticas a la música y la literatura), cuya imagen de prestigio iba asociada al país
emisor y era consumida por las capas sociales más altas. Esta orientación prioritaria hacia las elites se veía complementada y contrapesada con la actuación, más
testimonial que efectiva, en obras asistenciales (hospitales, casas de beneficencia), que fundamentalmente eran sostenidas por las colonias de emigrantes y las
órdenes religiosas.
Las políticas culturales hacia el exterior tuvieron en España un rápido desarrollo institucional, si bien los medios con que se las dotó fueron mínimos y su
organización reiteradamente modificada. Si a esto se le suma la inestabilidad
institucional, que alcanzó a la propia imagen de España que pretendía ser proyectada, no puede extrañar que los resultados estuvieran muy lejos de los alcanzados
por otros países. 7 Iniciada su actividad oficial en 1921, debe darse por transformada radicalmente en 1936, cuando la realidad de la Guerra Civil materializó dos
Españas que compitieron en el exterior —y muy especialmente en las repúblicas
americanas— por sumar apoyos a su causa; durante esa década y media se sucedieron tres planes distintos que alcanzaron ratificación institucional en dos departamentos singulares.
El primer proyecto, el que supuso la puesta en marcha de forma efectiva de la
política cultural exterior española, fue al que más vinculado estuvo la JAE a través de sus miembros, especialmente Américo Castro. En 1921 presentó un proyecto al recién nombrado ministro de Estado, Manuel González Hontoria, para
crear una oficina responsable de las relaciones culturales exteriores, cuyo cometido fundamental era la «difusión de la Cultura Hispánica en el Extranjero»8. El
organismo propuesto, que debía integrarse dentro del organigrama del Ministerio
de Estado, estaba inspirado en el recién creado SOFE francés, cuya actividad y
responsables eran conocidos por Américo Castro. Sin embargo, era plenamente
————
7 Un ilustrativo estudio comparado de las políticas culturales exteriores de España y Francia
hacia América Latina en NIÑO, 2001: 23-163.
8 Américo Castro: «Nota Confidencial al Sr. González Hontoria sobre el problema de la difusión de la Cultura Hispánica en el Extranjero, s.l., s.f.. Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid (AMAE), leg. R-1380, exp. 26.
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consciente de la enorme distancia en capacidades que separaba ambos países y
las diferencias notables en las posibilidades que el nuevo organismo tendría respecto a su homólogo francés. En consecuencia, Castro proponía que la oficina
siguiera el modelo organizativo de la JAE, gozando de su misma autonomía,
aunque «dependiendo del Ministerio, estuviese respecto de él en la misma relación que está la Junta de Ampliación respecto a Instrucción Pública». En cuanto
al ámbito americano, Castro en su proyecto perseguía dos grandes objetivos:
«que la cultura hispana se haga sentir en tierras en las que la lengua española se
manifiesta como una fuerza vital» y reunificar, para dotarla de un programa de
actuación coherente y coordinado, «la vitalidad hispánica dispersa por el mundo»
(colonias de emigrantes en América, pero también la sociedades americanas, los
hispanohablantes en Estados Unidos y los judíos sefardíes). Especialmente para
alcanzar el primer objetivo, la práctica de la JAE de mandar profesores y científicos a las instituciones académicas americanas le parecía lo más efectivo. Con un
ministro diplomático liberal, relacionado con la Institución Libre de Enseñanza,
el proyecto de Castro alcanzó una rápida plasmación con la creación de la Oficina de Relaciones Culturales; integrada en el Ministerio de Estado, su finalidad
era la defensa y expansión de la cultura española en el exterior y la difusión del
castellano. Sin embargo, las demandas de autonomía no encontraron demasiado
respaldo, partía sin ningún coste adicional y con carácter «provisional y a título
de ensayo». Además de unos funcionarios del Ministerio, la Oficina contaba con
tres «asesores gratuitos»: el propio Américo Castro, integrado en la JAE desde
sus inicios en el Centro de Estudios Históricos, donde dirigiría la Sección de Estudios Hispanoamericanos a partir de 1933; el catedrático de física Blas Cabrera,
director del Laboratorio de Investigaciones Físicas de la JAE; y el arquitecto
Amós Salvador; como secretario era nombrado Antonio García Solalinde, también colaborador del CEH de la JAE. Castro se involucró profundamente en la
creación, organización y planificación de la Oficina («fue creada por iniciativa
mía, siguiendo mis indicaciones, y designando yo las personas al Ministro»9,
llegó a escribir dos años después), sin embargo los medios disponibles nunca
fueron mínimamente adecuados.
La Oficina de Relaciones Culturales fue un ensayo adelantado en cuanto a
conceptualización y planificación de la política cultural exterior española por los
hombres de Américo Castro; pero de hecho sus ejecuciones y resultados materiales apenas supusieron una actualización de los programas de otras entidades, tanto públicas (como la misma JAE) como sobre todo privadas (la Unión IberoAmericana, la Casa de América). Que el mismo Castro realizara en 1923 una
larga estancia docente en Buenos Aires evidencia hasta qué punto fue poco fluida
y menos constante la vinculación de los asesores a la Oficina; cuyas relaciones
————
9 Américo Castro al Jefe de la Oficina de Relaciones Culturales, conde de San Esteban de
Cañongo. Madrid, 22, IV, 1923. AMAE, leg. R-1380, exp. 26.
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con los diplomáticos adscritos a la misma se fueron deteriorando rápidamente, en
especial cuando, bajo el ministerio de Santiago Alba, se trató de relanzar la Oficina dotándola de mayor autonomía.
La necesidad de contar con un departamento de políticas culturales exteriores
se evidenciaba ya entre los miembros más dinámicos del cuerpo diplomático español. En el mismo año veintitrés dos diplomáticos, José Antonio Sangróniz y
José María Dossinague, presentaron sendos planes de actualización de la Oficina10; proyectos que tardaron en encontrar plasmación práctica, pero que sentaron
las bases de los departamentos herederos de la Oficina de Relaciones Culturales.
El golpe de Estado primorriverista paralizó estos proyectos, que no pudieron ser
reactivados hasta la consecución de la «pacificación interior», la resolución del
problema marroquí y la posterior constitución del gabinete civil; lo que permitió
a Primo de Rivera decidirse a llevar a cabo una presencia más decidida en la política internacional. Las causas que empujaron a articular una nueva política exterior hacia América y los motivos para que se llevara a efecto a partir de ese momento con el apoyo de una campaña cultural tuvieron mucho que ver con las
actividades análogas de otras potencias con intereses en la zona, de modo especial Francia, Estados Unidos e Italia11. Con la entrada de Yanguas Messía como
ministro de Estado se produjeron una serie de movimientos de personal administrativo que ayudaron a sacar adelante los anteriores programas. En un primer
momento la puesta en práctica de proyectos anteriores se trató de concentrar en la
reactivación de la Oficina de Relaciones Culturales. En el Real decreto que creaba en el Ministerio de Estado la Sección de América, separándola de Política, se
mantenía en ella la Oficina «a la que se le procurará comunicar la debida eficacia»,
orientándola prioritariamente hacia América: «Es en la zona de la cultura donde los
pueblos hermanos de raza pueden y deben mantener el más estrecho intercambio»12. La nueva organización de la administración central del Ministerio fue
desarrollada días después; al frente de la nueva Oficina de Relaciones Culturales se
colocaba un Secretario de Embajada de segunda clase, mismo escalafón que tenía
Sangróniz desde hacía seis meses13. Para entonces Sangróniz había publicado una
versión ampliada y actualizada de un anterior proyecto, donde se exponía la necesidad de promocionar la cultura española fuera de sus fronteras14; presentaba
————
10 Proyecto de expansión cultural de José Antonio Sangróniz, Madrid, 1923. AMAE leg. R726, exp. 40. Los proyectos de José María Dossinague de creación de una oficina de prensa española para América (1923) y de la Sociedad Bolivariana (1924) se encuentran en su expediente personal. AMAE leg. P-459, exp. 33723.
11 A partir de ese momento comenzaron a remitirse al Ministerio informes sobre campañas
culturales de estos países, por cuya efectividad era evidente el temor; las notas al dorso de estos
informes indican la preocupación existente. Francisco Olivan, Madrid, 13, X, 1927 y 24, IX, 1927.
AMAE, leg. H- 2359.
12 Real decreto, 21, XII, 1925. Gaceta, 22, XII, 1925.
13 Real decreto, 11, I, 1926. Gaceta, 12, I, 1926.
14 SANGRONIZ, 1925.
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un amplio programa de política cultural cuyo fin era incrementar la influencia y
el prestigio español. Partía de la premisa de contemplar las relaciones culturales
entre naciones como una necesidad política, algo que la práctica diplomática española había venido ignorando reiteradamente, aun con el ejemplo de otros Estados europeos. Además de la ampliación de campos prácticos de expansión, la
diferencia fundamental con los proyectos de Castro y con la existencia de la Oficina era la ausencia de petición de autonomía para el nuevo organismo; al contrario, la dirección se ponía en manos y bajo las directrices del personal del Ministerio; la proyección cultural quedaba por tanto subordinada a la política exterior,
dirigida, elaborada y ejecutada por los mismos agentes. La coherencia con que
era concebido el proyecto y el grado de apoyo del que debía saberse poseedor el
autor le hicieron añadir al documento un proyecto de presupuesto, totalmente
pormenorizado, y un proyecto de decreto ley en el que se daba a la Oficina un
carácter defintivo y se creaba un nuevo organismo al que ya llamaba «Junta Técnica de Relaciones Culturales». La consecuencia de todo ello fue el abandono de
la idea de reactivación de la Oficina de Relaciones Culturales; por el contrario, y
siguiendo los proyectos presentados por diplomáticos, se planificó un organismo
nuevo en 1927: la Junta de Relaciones Culturales.
Dentro de la política cultural española hacia el exterior, mención aparte merece la creación de un órgano de prensa exclusivamente dedicado a servir de
apoyo y plataforma propagandística a las ejecuciones gubernamentales en dicho
campo. Esta publicación fue la revista Información Española, cuyo primer número apareció el 15 de enero de 1927, editada con periodicidad quincenal por la Oficina
de Información del Ministerio de Estado. Su pretensión era constituirse en «índice integral y actual de la vida de España en sus diferentes actividades: científicas
y literarias, artística, jurídica, etc», con la aspiración de que las noticias fueran
recogidas directamente por la prensa americanas, «reforzando aquellas opiniones
que nos son favorables y rectificando aquellas falsas o tendenciosas»15. Por su
identificación total con el régimen fue uno de los instrumentos básicos para el
estudio de las pretensiones, los programas y las ejecuciones de la política exterior
primorriverista, de modo muy especial la efectuada hacia América.
El inicio del tercer gran proyecto de políticas culturales hacia América durante este periodo tuvo su desarrollo con los cambios de actuación exterior motivados por la caída de la monarquía y la proclamación de la República. A diferencia
de los anteriores no fue único, ni se articuló en un nuevo departamento, volviendo los hombres de la JAE a desempeñar un papel destacado. El cambio de régimen manifestó desde un principio una voluntad de variar personal, formal y conceptualmente la política anterior;16 si bien los resultados permiten asegurar que
en ello hubo más empeño que logros. La mayor dificultad manifestada para mate-
————
15
16
Información Española, 15, I, 1927: 1.
EGIDO LEÓN, 1987: 64-70.
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rializar esos propósitos fue la sucesión de una serie de dificultades: algunas constantes, como la inestabilidad ministerial o la depresión económica internacional
en que se desarrolló el período republicano; otras más puntuales, como la crisis
del cuerpo diplomático motivada por la permanencia de simpatías monárquicas, o
los periódicos enfrentamientos entre las distintas concepciones sobre la política
exterior del conjunto de intelectuales más influyentes en la política republicana.
Dificultades que depararon la ausencia de un auténtico programa de política exterior republicano.
El organismo rector de la política cultural durante todo el periodo siguió
siendo la Junta de Relaciones Culturales. Con el objetivo de reorientar su labor,
en 1933 se dotó de un crédito extraordinario de un millón de pesetas para la ejecución de un programa de proyección cultural española hacia América que recibió —incluso antes de ser elaborado— el ampuloso nombre de Plan de Actuación Cultural en Hispanoamérica. La elaboración de ese programa enfrentó, en el
seno de la Junta, a las dos principales corrientes que la integraban: los diplomáticos
y los «científicos», académicos e intelectuales vinculados en su mayor parte a la
JAE17. Entre los primeros destacaron José Mª Doussinague, Subsecretario del Ministerio y Director de Asuntos Políticos, y José María Aguinaga; el primero presentó dos proyectos de gran calado, poco originales respecto a lo ya hecho, pero muy
coherentes y —sobre todo el segundo, conocido como Plan P— capacitados para
reunir iniciativas públicas y privadas dispersas en variados ámbitos, dotándolas de
criterios uniformes y complementarios18. El nuevo Subsecretario del Ministerio,
José María Aguinaga, nombrado por el radical Juan José Rocha a mediados de
1934, presentó un proyecto menos ambicioso y más operativo, pero su ejecución se
vio imposibilitada por la congelación del crédito extraordinario19.
A diferencia de la década anterior, los sectores no diplomáticos de la Junta
fueron menos activos que los funcionarios de carrera en la preparación de proyectos, si bien fueron los que consiguieron ver aprobar sus respectivos planes.
————
17 Los Vocales natos de la Junta, en función del cargo que ocupaban, eran el Subsecretario del
Ministerio de Estado y el Jefe de la Sección de Política, el Secretario técnico de la Secretaría de
Relaciones Culturales, el Subsecretario del de Instrucción Pública y el Director general de Bellas
Artes. Por su continuidad en la Junta (por uno u otro cargo) destacan Justo Gómez Ocerín, Manuel
Aguirre de Cárcer, José María Doussinague y José María Aguinaga. Los vocales electivos designados inicialmente fueron Luis de Zulueta, José Castillejo, Gustavo Pittaluga, Felipe Sánchez-Román,
José Martínez Ruiz, Azorín, Julio Casares, Alberto Giménez Fraud, Gonzalo R. Lafora y Pío del
Río. Con posterioridad, a propuesta de estos miembros y nombrados por el Ministerio, se incorporaron una serie de intelectuales, entre los que cabe destacar a Salvador de Madariaga, Manuel García Morente, Américo Castro y Miguel Asín Palacios. D. 9, VI, 1931. Gaceta, 10, VI, 1931.
18 Borrador para un proyecto de actuación cultural hispanoamericana de J. Mª Doussinague,
Madrid, 18, I, 1933. AMAE, leg. R-748, exp. 6. Defensa de los intereses culturales españoles en
América, Madrid, 19, I, 1933, AMAE leg. R-725, exp. 81. Plan de política de España en América
de J. Mª Doussinague, Madrid, 25, II, 1933. AMAE, leg. R-748, exp. 6.
19 Actuación política de España en América de Aguinaga, Madrid, 18, VIII, 1934. AMAE,
leg. R-748, exp. 6.
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Eran mucho más modestos que los anteriores, siendo su característica principal el
decidido apoyo a la difusión de la cultura desde un núcleo especializado. En enero de 1933 se aprobó un plan presentado por Américo Castro y Menéndez Pidal
que marcaba dos fases; la primera contemplaba la creación de una Sección de
Estudios Hispanoamericanos en el Centro de Estudios Históricos (que el mismo
Castro acabó dirigiendo), formando una serie de especialistas en historia y filología españoles y, sobre todo, americanos; una segunda fase reuniría intelectuales
de todas las repúblicas americanas para la unificación de parámetros científicos
de estudio en las historias nacionales con el fin de redactar una historia de América. Cuando Fernando de los Ríos tomó la cartera de Estado a mediados de 1933
apoyó decididamente el plan anterior (a cuyo diseño había estado ligado por su
pertenencia a la Junta, dado su cargo en Instrucción Pública), sugiriendo a sus
autores un mayor grado de ambición. Lo que se centró en la planificación de un
gran programa de instalación de bibliotecas y museos, subvención a las Instituciones Culturales españolas mediante el envío de profesores españoles y creación
de institutos de segunda enseñanza en las ciudades de gran concentración española. Si los proyectos de los diplomáticos no pecaban de exceso de originalidad, las
medidas solicitadas por los hombres de la JAE estaban ya presentes en el programa del hispanoamericanismo desde principios de siglo; aunque su falta de
innovación podría haber sido olvidada si hubiese conseguido la materialización
que le faltó al movimiento. Pero de este programa sólo pudo llevarse a cabo, pese
a contar con la aprobación inmediata del Ministro, la parte más modesta: el envió
de bibliotecas compuestas por autores españoles a Argentina, Brasil, Colombia,
Costa Rica, Chile, Perú y Filipinas20.
Los miembros de la JAE, como se ha visto, participaron de forma muy activa
y determinante en el diseño de las primeras políticas culturales exteriores de España; de modo singular, aunque no prioritario, de las dirigidas hacia América. De
forma complementaria, pero independiente, la misma Junta llevó a cabo una labor significativa de proyección de la imagen de España a las sociedades americanas, estableció redes institucionales y articuló programas que sirvieron de modelo
a los departamentos oficiales.
LA JAE EN LA POLÍTICA CULTURAL ESPAÑOLA HACIA AMÉRICA
Como se estudia en otros trabajos de este número, fue el resultado espectacular del viaje de Rafael Altamira a Argentina y otros países americanos el detonante —efímero y limitado— para que instancias oficiales decidieran el lanzamiento de políticas culturales hacia América. No se creó un organismo específico
para diseñar y ejecutar esas políticas, sino que se utilizó uno, aun en formación,
————
20
MINISTERIO DE ESTADO, 1934.
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para añadirle esta función específica. Desde su fundación en 1907, la Junta para
la Ampliación de Estudios había desarrollado diversos proyectos que alcanzaron
su materialización definitiva en el primer semestre de 1910. Entre esos proyectos
no existía ninguno dedicado al ámbito americano, ni en su Comisión Directiva se
habló de la promoción de relaciones culturales con las repúblicas americanas con
antelación al encargo oficial.
Por Real Orden de 16 de abril de 1910,21 la JAE recibió el encargo de diseñar
y ejecutar las primeras políticas culturales exteriores que España concebía, en ese
caso con destino a las repúblicas americanas. Dada la escasa experiencia en este
campo, las debilidades e inestabilidades institucionales y, muy específicamente,
el prácticamente nulo respaldo en medios personales y económicos, estas prácticas deben ser contempladas como los esbozos dubitativos de lo que en el periodo
de entreguerras acabaron siendo las políticas culturales exteriores, analizadas con
antelación.
A esta dubitación y ausencia de experiencias análogas cabe achacar la determinación de la JAE para liderar estas políticas, decisión cuestionable tanto por el
carácter y orientación que en ese momento pretendía tener la JAE como por el
modo en que fue ejecutada la gestión encomendada. Los dirigentes máximos de
la JAE, comenzando por su secretario y factotum José Castillejo, no sentían ninguna inquietud por América y no tenían ningún estímulo en la promoción de las relaciones culturales con la región; el horizonte contemplado era el europeo —alemán,
francés e inglés, fundamentalmente— y, a pesar de la trascendental creación del
Centro de Estudios Históricos, el vector de trabajo era prioritariamente el de la
ciencia experimental. Por tanto no resulta extraño que el encargo gubernamental
fuera recibido con muy escaso entusiasmo, más como una orden de obligado
cumplimiento que como una posibilidad de ampliación de las ya variadas actividades de la Junta.
El largo prefacio de la Real Orden hacía una exposición de motivos que evidencia de forma implícita la voluntad instrumental de las políticas culturales exteriores; las corrientes de atención y simpatías americanas, «de altísima importancia para España», constituían una obligación para que el Gobierno coadyuvara
en su incremento y materialización «en resultados positivos y serios y no se desvanezca en explosiones puramente sentimentales o se agote en esfuerzos aislados». Conocer la «compleja variedad» de la «realidad presente» americana, fomentar las relaciones de los centros docentes, incentivar el intercambio de publicaciones e invitar a los estudiantes americanos a centros españoles «para trabajar
en común en el progreso de la cultura de la raza» se señalaban como los medios
más eficaces para conseguir el objetivo anterior. Señalada como responsable de
la ejecución la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas,
la segunda parte de la Real Orden era un esbozo de programa ejecutivo dividido
————
21
Gaceta, 18 de mayo de 1910.
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LA JAE EN LA POLÍTICA CULTURAL DE ESPAÑA HACIA AMÉRICA
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en siete puntos: reserva de plazas para alumnos americanos en los centros de la
JAE en España y en el extranjero; uso por los mismos del recién creado Patronato
de Estudiantes; envío de pensionados españoles «a quienes se encomiende la
obra de propaganda e información»; intercambio de profesores y alumnos; promoción de la publicación de estudios sobre la realidad americana; fomento del
intercambio de publicaciones; y labor de divulgación en España sobre los países
americanos. En su conjunto, constituyen un programa heredero de las propuestas
realizadas desde décadas antes por Rafael Mª de Labra o la Unión IberoAmericana, y en su articulado se siguen proposiciones más recientes de la Universidad de Oviedo y Rafael Altamira.
De la Orden se extraen tres ideas principales. En primer lugar, el texto gubernativo se encuentra dentro de la corriente del hispanoamericanismo progresista,
vehemente distanciado de la ampulosa retórica y vacuo historicismo del conservador y promotor de un acercamiento a la realidad americana con el objetivo,
entre otros, de renovar la imagen de España en las sociedades americanas. Esta
idea se complementa con la clara instrumentalización perseguida, antecesora si
no iniciadora de las políticas culturales exteriores extendidas por las cancillerías
europeas una década después. Por último, la designación de la JAE como vehículo vertebrador de esas políticas, adecuando la estructura programática a los procesos en marcha exclusivamente dirigidos a Europa.
La ejecución de este encargo por la JAE, a pesar del escaso entusiasmo inicial, fue inicialmente positiva; pero con el tiempo y, sobre todo, con el distinto
estímulo gubernativo según el periodo se fue imponiendo una dinámica de perfil
bajo. Algunas de las medidas propuestas se desarrollaron, aunque lenta y modestamente; otras ni siquiera llegaron a estudiarse su ejecución. En consecuencia, el
resultado estuvo muy lejos de los objetivos marcados.
Antes de que la Real Orden apareciera publicada en la Gaceta, la Comisión
Directiva de la JAE ya fue reunida para dar respuesta al encargo gubernativo.
Fundamentalmente se resignaba al desarrollo del programa de la Orden, aceptaba
la aplicación de los puntos que se encontraba en disposición de ejecutar de inmediato (primero y segundo), ponderaba las posibilidades del programa de pensionados a América y del intercambio de profesores (tercer y cuatro puntos) y aplazaba cualquier decisión sobre los tres últimos puntos. Lo que sí decidió la Comisión en esa primera reunión fue aplicar la metodología de desarrollo propia de la
JAE: estudio profundo de la cuestión, puesta en marcha de forma paulatina, rigurosa administración de los recursos. De esa misma reunión ya partió la iniciativa
de enviar a un delegado de la JAE a distintos países americanos para estudiar las
posibilidades de colaboración y «establecer una relación viva de la Junta con los
principales países»22.
————
22
Libro de Actas de la Comisión Directiva, sesión del 19 de abril de 1910: 16-19.
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El delegado elegido fue Adolfo González Posada, catedrático de la Universidad de Oviedo y, a partir de 1910, de la Central matritense, quien ese mismo año
había publicado un interesante ensayo, Para América, desde España23, paradigmático del hispanoamericanismo progresista. La designación de González Posada
ya evidencia hasta qué punto la JAE distó de implicarse en la empresa; el sociólogo de hecho no pertenecía a la Junta, sino que fue designado porque estaba a
punto de partir hacia la Universidad de la Plata —en continuidad con el viaje el
año anterior de Rafael Altamira— con la representación de la Universidad de
Oviedo y del recién creado Instituto de Reformas Sociales, del que sí formaba
parte. La delegación de la JAE le hizo ampliar la estancia y los países visitados
(Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay; recibió invitación además de los países
andinos, que no pudo atender), estableciendo relaciones y dando a conocer la
actividades de la Junta ante un buen número de instituciones académicas y ministros de Instrucción Pública.
Tan importante como el viaje fue la amplia memoria presentada ante la Junta
a su regreso, donde no solo se daba buena cuenta de estos contactos y sondeos,
sino que además se hacía un estudio pormenorizado de las posibilidades de actuación de la JAE hacia América24. Las dividía en dos grupos, ya fueran actuaciones acometidas en España o en las mismas repúblicas americanas; entre las primeras se encontraba la distribución e intercambio de publicaciones, la oferta de
utilización de los servicios prestados por la Junta o la constitución en ésta de un
foro de reunión e iniciativas para los americanos residentes en Madrid. Si bien era
el segundo grupo de actuaciones las que presentaban unas mayores posibilidades:
envío de pensionados para el estudio de la multifacética realidad americana y organización de «misiones» culturales, sistema por el que los más importantes intelectuales y científicos españoles dieran a conocer en América sus trabajos, ofreciendo
una imagen del desarrollo que España estaba alcanzando. Estas actuaciones de
hecho ya se encontraban en la Real Orden, si bien González Posada añadía dos
importantes elementos organizativos: la recomendable creación de comités o
comisiones de la JAE en cada una de las repúblicas americanas, aprovechando la
oferta de apoyo de las comunidades españolas; y la indispensable creación en el
seno de la JAE de una sección específica que organizase el cúmulo de iniciativas
propuestas. A pesar de esto último —o tal vez previendo su dificultad— destaca la
reiterada reivindicación de multiplicidad institucional, negando de hecho a la Junta
la exclusividad en las políticas culturales hacia el continente; la defensa de la diversidad de iniciativas supone un paso atrás respecto a las ideas expresadas por Altamira y la voluntad expresada en la Real Orden. La idea que vertebra la memoria presentada por González Posada es el fomento de la cooperación intelectual entre Es-
————
23
GONZÁLEZ POSADA, 1910.
GONZÁLEZ POSADA, 1911a: 230-315. La memoria, siguiendo el ejemplo de Altamira, se
transformó en libro: GONZÁLEZ POSADA, 1911b y 1912.
24
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paña y América, base sobre la que conformar un sólido bloque cultural común,
abandonando retóricas paternalistas y estrategias de preeminencia.
De todo lo proyectado, poco llegó a materializarse. No se nombró ninguna
comisión de apoyo a la Junta en ningún país americano, ni se creó en el seno de
la JAE ninguna sección que organizara y coordinara las políticas culturales hacia
América hasta finales de 1929, cuando fue nombrada una Comisión de Relaciones Culturales con Hispanoamérica, cuya actividad fue escasa. Tampoco fraguó
la iniciativa de publicaciones e intercambio editorial o la de consolidar la JAE
como foro de estudio, reunión y debate de profesores y estudiantes americanos en
España —y a través de sus centros, en Europa—. Las únicas iniciativas que se
llevaron a cabo fueron la comisión de pensionados (o de «equiparados a pensión») y el envío de intelectuales y científicos, si bien ambas modalidades en
muy escasa dimensión25.
Desde 1910 a 1936 se presentaron ante la Junta 8.344 solicitudes de pensiones para la ampliación de estudios o realización de investigaciones; de ellas se
seleccionaron y financiaron 1.700; de estas pensiones, sólo 3 fueron para estancias en América (de unas 110 solicitudes presentadas a lo largo de esos años).
Las tres pensiones tuvieron como destino Argentina; concentración espacial que
también fue temporal, pues las dos primeras se concedieron en 1910 y la tercera
en 1911-12. Durante el mismo periodo y con el mismo destino el Ministerio concedió de hecho 20 licencias «equiparadas a pensión» de la JAE (licencias laborales para la ampliación de estudios, sin subvención económica y con ventajas de
habilitación en las oposiciones a cátedra); los destinos fueron más variados, aunque
de nuevo Argentina era el más solicitado, siguiéndole Uruguay, México, Chile, República Dominicana, Brasil, Venezuela, Haití, Perú, Bolivia y Cuba; también el
ámbito temporal fue más amplio, pues salvo el periodo de la guerra europea, el envío de «equiparados a pensión» se extendió hasta 1935, incrementándose modestamente su número durante el Directorio Civil de Primo de Rivera y la II República.
Detrás de esta mínima presencia de investigadores españoles en tierras americanas
se encuentra un evidente prejuicio de los dirigentes de la Junta sobre el desarrollo
académico y científico del subcontinente; el propio José Castillejo defendía la práctica de enviar pensionados a los centros de investigación más avanzados, pero no
de utilizar las pensiones para investigar sobre alguna faceta del país de acogida
(como explícitamente indicaba la Real Orden). Como se recogía en la Memoria
del curso 1918-19, «la Junta insiste en su criterio de que no es necesaria medida
alguna para excitar el espíritu de aventura hacia América entre los intelectuales
españoles. Hay sí, que procurar producir hombres científicos dignos de competir
con los mejores de otros pueblos y ofrecerlos entonces, en la medida que puedan
y quieran utilizar su ciencia los pueblos americanos de habla española»26.
————
25
26
FORMENTÍN IBÁÑEZ y VILLEGAS SANZ, 1992: 69-90.
Cit. en FORMENTÍN y VILLEGAS, 1988: 188.
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Si el envío de pensionados fue tan reducido y por tanto su labor de «propaganda e información» —tal como indicaba la Real Orden— menor, cabía esperar
que la delegación de los «frutos más sazonados de nuestra cultura» —como llegó
a calificarlos la Junta- cubriera ese vacío. Aunque la calidad de los delgados a
congresos o invitados a impartir cursos y conferencias está fuera de toda duda, la
cantidad y la continuidad distaron mucho de ser los mínimos para cumplir con
esa labor. Tan solo se envió representación oficial (no solo de la Junta, sino también de España) a dos congresos científicos, en 1910 (México) y 1930 (Montevideo); otros cuatro científicos asistieron a sendos congresos internacionales aprovechando su estancia en Argentina por otros cometidos, sin delegación oficial
pero sí como representantes de la JAE. Siete profesores españoles fueron invitados directamente por centros educativos y de investigación americanos, llevando
representación de la JAE: el zoologo Angel Cabrera Latorre (La Plata-Buenos
Aires, 1925); el catedrático de Medicina Felipe Jiménez de Azúa (Córdoba,
1925-26 y 1928); el catedrático de Derecho penal Enrique Benito y de la Llave
(Lima, 1927); el también catedrático de Derecho Empresarial Luis Olariaga y
Pujama (Buenos Aires, 1924 y 1927); el poeta Díez-Canedo Reix (Santiago e
Chile, 1927; también impartió conferencias en Argentina, Uruguay y Perú); el
filósofo José Ortega y Gasset (Buenos Aires, 1928; también pronunció ciclos de
conferencias en las universidades de Montevideo y Santiago); y el literato y pedagogo Lorenzo Luzuriaga Medina (Panamá, Costa Rica y Argentina, 1928).
Mayor trascendencia, intensidad y continuidad tuvo un grupo de iniciativas
ajenas a la JAE, pero que depositó en ella la elección de los delegados: las Instituciones Culturales Españolas de Buenos Aires (con posterior extensión en Rosario), Montevideo, San Juan de Puerto Rico, México y La Habana.
La Institución Cultural Española en Buenos Aires fue creada por iniciativa de
la comunidad de emigrantes en 1914 con el fin de «dar a conocer y difundir en la
República Argentina las investigaciones y estudios científicos y literarios que se
realicen en España»; una de sus iniciativas más brillantes fue la creación de una
cátedra de Cultura España en la Universidad de Buenos Aires, que anualmente fue
ocupada por profesores españoles. Avelino Gutiérrez, Presidente y verdadero motor de la Institución en su primera década de existencia, depositó en la JAE la responsabilidad de designar a los que ocuparan la cátedra. En 1918 se creó en Montevideo una Institución Cultural Española análoga, que a su vez fundó una cátedra en
la Universidad, donde impartieron cursos los mismos profesores que a partir de
1919 lo hicieron en la de Buenos Aires. Por estas cátedras pasaron hasta el estallido
de la guerra civil (Julio Palacios era el designado en 1936) una veintena de los intelectuales y científicos más destacados de la España de la época: Ramón Menéndez
Pidal (1914), José Ortega y Gasset (1916), Julio Rey Pastro (1917), Augusto Pi
Suñer (1919), Blas Cabrera (1920), Adolfo González Posada (1921), Manuel Gómez Moreno (1922), Gonzalo Rodríguez Labora (1923), José Casares Gil (1924),
Pío del Río-Hortega (1925), María de Maeztu (1926), Esteban Terradas (1927),
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Enrique Moles Armella (1930), Eduardo García del Real (1931), Roberto Novoa
Santos (1932), Claudio Sánchez Albornoz (1933), Manuel García Morente
(1934), José María Ots Capdequí (1934) y Gustavo Pittaluga (1935)27.
La Institución Cultural Española en San Juan de Puerto Rico, aun con propósitos semejantes a las anteriores, fue iniciativa de un sólo mecenas, Rafael Fabián, por lo que su continuidad resultó precaria; la cátedra dotada a la Universidad de Puerto Rico tan solo recibió profesores españoles en tres cursos: Tomás
Navarro Tomás (1928), Ángel Valbuena Prat (1928-29) y Samuel Gili Gaya
(1929-30). Los tres fueron designados por la JAE, siendo el primero y el tercero
también invitados al recién fundado Departamento de Estudios Hispánicos de la
Universidad. Creado a iniciativa del rector Thomas E. Benner, su dirección estuvo ligada a Menéndez Pidal y sus discípulos; una invitación previa a Tomás Navarro Tomás coadyuvó al impulso definitivo para crear el departamento, que de
hecho estuvo dirigido por otro «menendezpelayista», Federico de Onís (en ese
momento profesor en la neoyorkina Universidad de Columbia). En consecuencia,
todos los profesor invitados anualmente al Departamento fueron designados por
el Centro de Estudios Históricos y pertenecían al grupo pidaliano: Federico de
Onís (1926-27-28), Alonso García Amado (1927), Tomás Navarro Tomás (192728), Américo Castro (1928), Fernando de los Ríos (1928), Ángel Valbuena Prat
(1928-29), Samuel Gili Gaya (1929-30) y Manuel García Blanco (1931-32)28.
En la segunda mitad de los años veinte se fundaron otras dos asociaciones
análogas, el Instituto Hispano-Mejicano de Intercambio Universitario (1925) y la
Institución Cultural Hispano-Cubana (1928), pero la JAE tuvo sobre ellas una
ascendencia menor que sobre aquéllas; las dos instituciones coordinaron sus demandas, por lo que los profesores invitados impartieron cursos en ambas: Fernando de los Ríos (México y Cuba, 1926), Blas Cabrera (México y Cuba, 1927),
Luis de Zulueta (México, 1927, y Cuba, 1928), Américo Castro (México y Cuba,
1928), Roberto Novoa Cuba, 1928), María de Maeztu (Cuba, 1928 y México,
1929), José Fernández Tello (México, 1929) y Pío del Río Hortega (México,
1930). A partir de 1931, salvo las Institución Culturales Españolas de Buenos
Aires y Montevideo, dejaron de dirigirse a la JAE para gestionar el envío de profesores a las cátedras creadas en las universidades locales29.
Si no fueron muchos los profesores y menos los estudiantes españoles que la
JAE posibilitó investigar en las repúblicas americanas, aun menos fueron los
americanos que utilizaron la posibilidad ofertada por la Junta para que ocuparan
plazas en los centros científicos o educativos españoles. Sin una publicidad adecuada, en competencia con otros países europeos y Estados Unidos, aún arrastrando los prejuicios históricos contra la antigua metrópoli y sobre todo sin una
————
27
28
29
FORMENTÍN IBÁÑEZ y VILLEGAS SANZ, 1992: 91-107. ORTIZ, 1988: 119-158.
NARANJO OROVIO, LUQUE y PUIG-SAMPER, 2002.
FORMENTÍN IBÁÑEZ y VILLEGAS SANZ, 1992: 149-161.
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política de becas que ayudara a sufragar el costoso viaje y la estancia30, la oferta
de la JAE apenas fue utilizada. Tan solo catorce alumnos-investigadores americanos disfrutaron de los centros de excelencia de la JAE; casi todos ellos (12)
interesados en el Laboratorio de Histología dirigido por Río-Hortega (además de
la calidad del centro, el nombre de Cajal influía mucho), y solo dos participaron
del Centro de Estudios Históricos. A ello habría que añadir la asistencia a los
cursos de verano para extranjeros que el CEH organizaba en la Residencia de
Estudiantes, si bien el balance es mínimo: de los 1.744 alumnos que pasaron por
sus aulas en las 24 ediciones organizadas, tan solo 15 (un triste 0,8%) procedían
de las repúblicas americanas. La incorporación de profesores-colaboradores también fue del mismo porte; solo los mexicanos Alfonso Reyes y Pedro Henríquez
Ureña, ambos dentro del CEH, realizaron trabajos de investigación entre 1915 y
192331. Todo ello cuestiona el cumplimiento del encargo ofical, pero sobre todo
arroja la impresión de una colosal pérdida de capacidades y oportunidad.
Con un respaldo oficial que había alcanzado plasmación en la Gaceta y con
un programa suficientemente bien definido, la JAE se encontraba en condiciones
propicias para convertirse en el primer centro de políticas culturales exteriores
realmente existente y operativo en España. Sin embargo lo fue en muy modesta
medida. Las causas de esta negativa ejecución fueron de tres órdenes: identidad,
orientación y respaldo. En primer lugar, la JAE había sido concebida como núcleo
generador de investigación con vocación transformadora; el sistema se basaba en el
envío de pensionados a los países con mayor desarrollo científico, donde una vez
formados retornarían para, con el apoyo de las grandes personalidades de las ciencias españolas de la época, llevar a cabo una completa reforma de los centros de
enseñanza e investigación, donde de hecho se forjaría esa transformación nacional
demandada por el regeneracionismo32. Que ese instrumento de regeneración lo
fuera también de propaganda exterior era un incremento de funciones para el que la
JAE nunca estuvo preparada, ni tuvo voluntad de estarlo. En segundo orden se
encuentra la orientación prioritaria de la JAE hacia los países europeos y Estados
Unidos, teniendo presentes las repúblicas americanas siempre de forma muy secundaria y tan solo como campo de proyección, pero no de aprendizaje.
Por último, si bien fundamental, el respaldo gubernamental a la labor inicialmente encomendada fue muy variable. El gobierno conservador maurista mantuvo congelados los planes ejecutivos de un organismo creado por los liberales y
cuyo halo institucionalista no era de su agrado. De 1910 a 1913 puede considerarse como la primera edad de plata de la JAE, creando los principales centros y
secciones dependientes de ella; el asesinato de Canalejas (1912), con el incre-
————
30 La JAE sí ofertaba becas anuales a alumnos de Oxford y Cambridge en la Residencia de
Estudiantes. El primer año en que se realizó, por iniciativa del Ministerio de Instrucción Pública,
fue en 1934.
31 FORMENTÍN IBÁÑEZ y VILLEGAS SANZ, 1992: 164-168.
32 CACHO VIU, 1988: II, 3-26.
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mento de la inestabilidad del ejecutivo, y el comienzo de la Guerra Mundial
(1914) hicieron variar considerablemente las circunstancias en que había surgido
la iniciativa, pero también la orientación de la política exterior española y sobre
todo las capacidades, gozando de los beneficios de la neutralidad. La JAE congeló prácticamente sus actividades de pensionado europeo, reorientándolo hacia
Estados Unidos (y aprovechando el excedente presupuestario para incentivar las
actividades del Centro de Estudios Históricos y el Instituto Nacional de Ciencias), pero no se apreció ningún interés en incrementar las actividades hacia los
países iberoamericanos.
El final de la guerra permitió retornar a la situación anterior, recuperando las
pensiones en los países europeos; pero para entonces ya se evidenciaba la incapacidad o falta de interés de la JAE por materializar el proyecto de políticas culturales exteriores, como lo evidencia que uno de sus hombres fuera el artífice de
crear en el Ministerio de Estado la Oficina de Relaciones Culturales, que ya de
forma explícita tenía vocación de promoverlas. La dictadura de Primo de Rivera
trajo consigo inicialmente dificultades y recortes para la Junta, pronto superados,
aunque manteniendo una tutela más cercana y pretendidamente dirigista; el desarrollo en el Ministerio de Estado de la Junta de Relaciones Culturales fue interpretada por Castillejo como un intento para disminuir la influencia de la JAE,
acometiendo una tarea que inicialmente le estaba encargada a ésta, «la muy necesaria exhibición de cultura española que sirviera de propaganda política en el
extranjero» (si bien añade que la función de la nueva Junta era servir «como contrapeso a las acusaciones de oscurantismo»)33; en respuesta, la JAE se dotó de la
ya mencionada Comisión de Relaciones Culturales con Hispanoamérica.
El advenimiento de la República, donde hombres pertenecientes o influenciados por la Institución Libre de Enseñanza alcanzaron los más altos cargos, trajo
nuevos respaldo para la JAE, comenzando por el presupuestario. Se produjo durante estos años una aparente paradoja: mientras en el Ministerio de Estado se
trabajaba para dotar a España de un moderno centro articulador de las políticas
culturales exteriores, en especial las dirigidas hacia América —con participación
directa de hombres de la JAE—, en la misma Junta se trataba de recuperar la
vocación instrumental que se hallaba en la Real Orden que dio origen al encargo
inicial: se creó en el Centro de Estudios Históricos la sección de Estudios Hispanoamericanos, al frente de la cual se situó Américo Castro. Se trató de recuperar
los pensionados. La paradoja se resuelve ante la evidencia del enfrentamiento por
el monopolio de la dirección de las políticas culturales exteriores, en los que se
impuso definitivamente el Ministerio de Estado; de hecho, en mayo de 1934 se
disolvía la Comisión, ante la evidencia de que tan solo tenía como interlocutor a
las Asociaciones Culturales españolas de Buenos Aires y Montevideo. El Ministerio de Estado realizó un último esfuerzo por materializar el proyecto primige-
————
33
CASTILLEJO, 1976: 118.
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nio, que si en su origen albergaba dubitativos y voluntaristas programas de propaganda e influencia, más de dos décadas después ya contaba con sólidos referentes internacionales, en los que la dirección de los ministerios de relaciones
exteriores se acabó imponiendo. De nuevo la inestabilidad gubernamental pero,
sobre todo, el dramático epílogo de la guerra fraticida arruinaron las potencialidades del proyecto.
NACIONALISMO E HISPANOAMERICANISMO DE LA JAE
Si la Junta no alcanzó a desarrollar todo su potencial y desempeñar el papel
protagónico al que estuvo llamada en la política cultural española hacia América,
no por ello dejó de tener un puesto destacado en la conformación programática e
incluso ideológica de las relaciones de España hacia las repúblicas americanas.
Esta relevancia está definida por la inclusión directa de sus más significadas personalidades en el movimiento hispanoamericanista e implícita participación en la
articulación de un nuevo discurso nacionalista español.
El hispanoamericanismo alcanzó a ser uno de los elementos más profusamente argumentados y eficazmente sostenidos tanto en las relaciones exteriores como
en el nacionalismo españoles; como movimiento su objetivo explícito era la articulación de una comunidad trasnacional sostenida en una identidad cultural basada en el idioma, la religión, la historia y las costumbres o usos sociales. Esa «comunidad imaginada» pretendía reunir a España con el conjunto de repúblicas americanas, otorgándole a la antigua metrópoli un puesto al menos de primogenitura,
cuando no de ascendente. Si bien el hispanoamericanismo fue fecundo en discursos
y programas, sus dividendos fueron poco tangibles; especialmente si éstos son medidos en tratados y convenios, inversiones y montos comerciales, en cuyo caso se
manifiesta una extrema debilidad, cuando no mera ausencia. Sin embargo hay que
poner de relieve que el movimiento hispanoamericanista obedecía prioritaria, aunque no exclusivamente, a proyectos políticos internos y por tanto mantenía un discurso dirigido a un auditorio nacional. También debe señalarse que la proyección
hacia América diseñada y puesta en ejecución por el hispanoamericanismo, a pesar
de la notable ausencia de plasmaciones prácticas, acabó vertebrando uno de los
vectores más sólidos y estables de la identidad nacional española y uno de los
valores más rentables y sostenidos en su política exterior.
Al estudiar el hispanoamericanismo como movimiento nacionalista resulta
posible analizar con propiedad sus bases ideológicas, sus componentes conceptuales y sus programas de actuación. Este análisis permite dividir este movimiento en dos corrientes, más complementarias que antagónicas, que se han denominado panhispanismo e hispanoamericanismo progresista; una tercera corriente,
surgida de una interpretación radical y metahistórica del primero, generó el pensamiento de la hispanidad; ésta acabó fagocitando toda capacidad de actuación
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del primero tras el resultado de la guerra civil española y la determinación del
franquismo de tomar la hispanidad como filosofía de Estado articuladora del
nuevo régimen34. Especialmente interesante para el estudio de la actividad de la
JAE es el hispanoamericanismo progresista, donde se encuentran situados sus
personalidades más señeras y se integran plenamente sus objetivos de transformación modernizadora y renovación de la imagen de España. En su discurso de
despedida de la Universidad de Buenos Aires —donde había desempeñado el
puesto de primer Director del Instituto de Filología— Américo Castro explicitaba
estos objetivos: «Nosotros aspiramos a que la América española tenga hacia lo
español el mayor afecto posible, sin duda; pero aun antes que el afecto nos interesa el que seamos respetado como pueblo moderno, eficiente y con solvencia
para afrontar aquellos problemas que forzosamente se presentan a las naciones de
una historia como la nuestra»35.
La funcionalidad máxima del hispanoamericanismo se encontró en su capacidad para dotar al nacionalismo español de un discurso doctrinal que, al mismo
tiempo que posibilitaba su proyección exterior, permitía reforzar su legitimidad
interior: «el americanismo es para nosotros una forma más de hispanismo», señaló el mismo Américo Castro36. La estructuración del movimiento hispanoamericanista, coincidiendo con la aparición y desarrollo de los nacionalismos subestatales hispanos, no responde a una mera coincidencia temporal; al contrario, existe
una clara relación causal, no tanto como respuesta reactiva como por ser ambos
movimientos consecuencia del cuestionamiento finisecular sobre la identidad
nacional. De ahí que el hispanoamericanismo remarcase la trascendencia que
tenían los elementos constituyentes de la lengua y la historia; elementos fundamentales cuya promoción fue encargada inicialmente a la JAE.
Con el empleo de estos elementos el nacionalismo español estaba en condiciones de utilizar el mismo tipo de argumentos que disponían los surgentes nacionalismos subestatales hispanos, superándolos por la elevación del ámbito social y geográfico al que estaban dirigidos y la intensidad con la que podían ser
sostenidos. La recuperación nacionalista de la «única y auténtica» nación, que
propusiera Herder, encontraba así una respuesta españolista susceptible de ser
confrontada con garantías de éxito a las construcciones de los nacionalismos subestatales. La esperanza radicaba en la virtualidad del hispanoamericanismo para,
utilizando argumentos historicistas, determinar un proyecto de futuro. Desde los
esquemas operativos de un discurso nacionalista, que el proyecto no se materializara no tenía mayor trascendencia; la característica de la autoreferencialidad
permite que su fracaso pueda ser achacado a la intervención de proyectos alternativos, lo que retroalimenta el proceso al reforzar el mismo posicionamiento na-
————
34
35
36
SEPÚLVEDA, 2005: 91-185.
Recogido en los Anales de la Institución Cultural Española, 1948: 559.
CASTRO, 1926: 99.
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cionalista. Mientras tanto, los elementos constitutivos e identificadores recibían
un estímulo para su desarrollo; la génesis del planteamiento de Herder tenía a la
lengua como elemento central, equiparándola a pensamiento y haciéndola fruto
específico de una comunidad, al igual que el resto de códigos culturales, desde los
hábitos y costumbres a la ropa o la alimentación, que conformaban un conjunto
unitario con la comunidad en que evolucionan. Frente a los esfuerzos de recuperación y promoción de las lenguas catalana, vasca o gallega, el hispanoamericanismo
evidenciaba la trascendencia del castellano como plataforma de comunicación trasnacional —además de arca telúrica de la raza—, lo que se ponía plenamente de
manifiesto en el seno de las comunidades de emigrantes españoles en la repúblicas
americanas. Lo que para unos era vuelta a la «auténtica» identidad, para otros era
la recuperación de la proyección perdida con la clausura imperial.
La transcendencia del hispanoamericanismo en el escenario interior del nacionalismo español se incrementó en su dimensión de renovador y potenciador de
la imagen de España en América. A pesar de su incapacidad para sacar adelante
los propios proyectos con los que se había dotado, las actuaciones de los agentes
hispanoamericanistas —individuales o grupales— consiguieron proyectar en las
sociedades americanas una nueva imagen de España. Imagen que por otra parte
contrastaba con la realidad nacional y que era más un propósito de futuro que la
constatación de la situación real; pero que aun mostraba mayor contraste con la
idea que generaciones de americanos tenían de una España que hacían no ya
heredera —cuando no la misma entidad atemporal— que la metrópoli colonial,
petrificada en el tiempo e incapaz de incorporar las nuevas formas políticas, los
nuevos usos económicos y comerciales, las nuevas escuela de pensamiento e
investigación. La propia existencia de la JAE, a pesar de lo limitado de su interés
por la realidad americana, permitió visualizar a los elementos más significados e
influyentes de las sociedades americanas el nivel de desarrollo científico y académico alcanzado en España.
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The JAE played a key role in Spain's cultural policy towards America, not so much through
the increment of their —alwasy limited— academic activities with regard to the American republics, but through the design of cultural policies in line with Spain´s main objectives. Behind these
policies lies a progresist conception of the Spanish nationalism which at the time confronted the
intra-State Spanish nationalisms from pluralistic aims.
KEY WORDS: Foreign Policy, cultural policy, Hispanoamericanism, Nationalism.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 59-80, ISSN: 0034-8341
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 239
Págs. 81-102, ISSN: 0034-8341
LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS Y SU
PROYECCIÓN AMERICANISTA: LA INSTITUCIÓN
CULTURAL ESPAÑOLA EN BUENOS AIRES
POR
JOSÉ MARÍA LÓPEZ SÁNCHEZ
Universidad Autónoma de Tamaulipas, México
Esta investigación aborda la actuación de la Junta para Ampliación de Estudios en la América
española, con especial atención en Argentina. Allí fue fundada en 1914 la Institución Cultura Española y ella sirvió como base para la política cultural de la Junta en América. Para su realización se han
consultado los archivos de la Secretaría de la Junta para Ampliación de Estudios y de la Institución
Cultural Española de Buenos Aires, conservados en la Residencia de Estudiantes de Madrid.
PALABRAS CLAVE: política cultural exterior, modernización científica, Hispanoamérica, colonia española en Argentina.
LA JUNTA PARA
FICO ESPAÑOL
AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS: RENOVACIÓN DEL SISTEMA CIENTÍ-
El nacimiento de la Junta para Ampliación de Estudios en enero de 1907 está íntimamente ligado al marco intelectual y político de la España posterior a la crisis de
1898. La derrota frente a Estados Unidos dio paso a un período de reflexión crítica,
cuyo origen venía de largo, desde el Sexenio Democrático, y que entonces se agudizó
al introducirse la noción de Desastre. La más que evidente diferencia de potencial
tecnológico entre España y Estados Unidos, entendida como causa inmediata de la
derrota, era una muestra clara del atraso educativo y científico del país, incapaz de
competir al mismo nivel que las grandes potencias. Un alto índice de analfabetismo y
un endeble tejido científico definían el panorama hispano de un sistema educativo
«que se dirige a una exigua minoría del país y no es capaz de suministrar los rudimentos de una información apta para provocar un desenvolvimiento económico»1.
————
1
LAPORTA, RUIZ MIGUEL, ZAPATERO y SOLANA, CXXVI / 493 (Madrid, enero 1987): 33.
82
JOSÉ MARÍA LÓPEZ SÁNCHEZ
Aunque las últimas décadas del ochocientos asistieron a un cierto despertar
de algunas disciplinas naturales, la investigación no había contado con un apoyo
financiero y un refrendo político sólido. A la iniciativa privada correspondió,
desde 1868, un papel más activo dentro de las ciencias biomédicas, si bien restringido a los trabajos científicos del mundo universitario, donde sobresalió Santiago Ramón y Cajal2. Las minorías intelectuales, que en muchos casos coincidían con las económicas, convirtieron la postración nacional en elemento nuclear
de su literatura crítica, cuya principal alternativa al sistema oficial había sido la
Institución Libre de Enseñanza.
Aquella experiencia adquirió ciertas connotaciones de anti-sistema, pues desafiaba al conjunto de la educación estatal. Sin embargo, esta alternativa no cuajó y
los siguientes años fueron la larga travesía en el desierto a la que se ha referido
Cacho Viu3. Aunque no completamente desvinculados del ámbito oficial, es en
torno al cambio de siglo cuando se pudo apreciar un verdadero acercamiento, tímido y al calor de algunos miembros del partido liberal o de grupos republicanos, al
ambiente político por parte de los institucionistas: en 1900 se creaba el Ministerio
de Instrucción Pública y Bellas Artes, se establecieron nuevas disposiciones sobre
el pago a maestros (1900-1901), pensiones en el extranjero (1900-1903) y el Servicio de información técnica y de relaciones con el extranjero (1906), anticipo inmediato de la Junta para Ampliación de Estudios (JAE). Si bien José Castillejo dijo
que fueron algunos de los ministros liberales quienes se acercaron a Giner y Cossío
en busca de consejo4, fuese quien fuese, el resultado final consistió en la puesta en
marcha de una serie de iniciativas de clara raíz institucionista por parte de algunos
gabinetes liberales. La misma Junta podría contemplarse como el fruto último del
acercamiento de la ILE al sistema político de la Restauración y de la estrategia de
ampliación de las bases liberales por parte de este último.
El contexto histórico que dio origen a la JAE estuvo regido, por tanto, por la
creciente fuerza del regeneracionismo y la aproximación de la ILE a la esfera
política. La pieza clave fue la renovada confianza en la educación y la ciencia
para sacar al país de la crisis. Es lo que Cacho Viu llamó moral de la ciencia, «la
afirmación inequívoca de aquellos valores morales, enriquecedores de la condición humana, que se consideraban inherentes al cultivo de la ciencia y, en lógica
concatenación, al desarrollo de la técnica, la implantación de una política educativa y el disfrute generalizado de los productos culturales»5. La institucionalización de este sentimiento llegó con la creación de la Junta para Ampliación de
Estudios e Investigaciones Científicas en enero de 19076.
————
2 OTERO CARVAJAL, 1998: 527-552. En torno a la figura de Cajal puede consultarse TELLO,
1935. ALBARRACÍN TEULON, 1982. LOPEZ PIÑERO, 1988. LEWY RODRÍGUEZ, 1987.
3 CACHO VIU, 1997: 221 a 235. Véase también CACHO VIU, 1997 o con respecto a la Institución Libre de Enseñanza CACHO VIU, 1962.
4 CASTILLEJO, 1976: 97.
5 CACHO VIU, 1997b: 62. Véase también CACHO VIU, 1997a: 227.
6 LÓPEZ SÁNCHEZ, 43 (2003): 463-474.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 81-102, ISSN: 0034-8341
LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS Y SU PROYECCIÓN AMERICANISTA
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La Junta fue una organización privilegiada que gozó de una sencillez burocrática sólo posible gracias a la generosa autonomía que el Ministerio de Instrucción Pública le garantizó. Se observa un desdén o desconfianza hacia las reglamentaciones y la burocracia, por lo «que el funcionamiento de la Junta se basa
casi exclusivamente en relaciones de confianza»7. Esta situación de privilegio
favoreció obviamente un aparato burocrático nada complejo y muy exitoso, basado «en la elección de personas preparadas y de confianza que fueron capaces
de llevar a cabo las misiones encomendadas»8, pero que no estuvo libre de arbitrariedades y tendió a beneficiar a los círculos institucionistas, pues «sus fundamentos no eran de carácter organizativo; casi podría decirse que ni siquiera eran
de carácter científico: eran básicamente de carácter ético»9. Esa escasa complejidad, aunque evitó un exceso de burocratización no estuvo exento de un amplio
margen de discrecionalidad que alimentó las críticas de los sectores conservadores opuestos a la influencia de las ideas institucionistas.
El organigrama organizativo de la JAE quedó diseñado en torno a 21 vocales10
y cuatro cuerpos de administración: la Presidencia, que recayó en la persona de
Santiago Ramón y Cajal, la Junta Plena, formada por los 21 vocales y el secretario,
la Comisión ejecutiva o directiva, integrada por el presidente, dos vicepresidentes,
dos vocales y el secretario, y que eran las responsables últimas del funcionamiento
efectivo de la Junta y de la toma de decisiones. Finalmente, la Secretaría, que ocupó José Castillejo, y a la que pertenecieron también un vicesecretario y personal del
ámbito administrativo. No debe extrañarnos que «de esta forma, la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y, por tanto, sus creaciones,(...),
se presentan en la trama oficial de la educación española como entidades singulares. Marcadas por la desconfianza en la intervención oficial,(...), su condición de
organismos públicos aparece muy matizada, al considerar sus inspiradores que la
educación corresponde,(...), a la sociedad»11.
Sobre este telón de fondo, la Junta comenzaría a partir de 1910 a poner en
marcha su proyecto de renovación científica. Tras la inicial resistencia de Faustino Rodríguez San Pedro, ministro de Instrucción Pública durante el gobierno
largo de Maura, a aceptar a la JAE, la vuelta al poder de los liberales garantizó a
la Junta el final de las intromisiones políticas en sus atribuciones y un régimen de
————
7
LAPORTA SAN MIGUEL, SOLANA, RUIZ MIGUEL, ZAPATERO, 1980: 3.
FORMENTÍN IBÁÑEZ y VILLEGAS SANZ, 1992: 20.
9 LAPORTA SAN MIGUEL, SOLANA, RUIZ MIGUEL, ZAPATERO, 1980: 11.
10 Los vocales iniciales de la Junta fueron Santiago Ramón y Cajal, José Echegaray, Marcelino Menéndez Pelayo, Joaquín Sorolla, Joaquín Costa, Vicente Santamaría de Paredes, Alejandro
San Martín, Julián Calleja Sánchez, Eduardo Vicenti, Gumersindo de Azcárate, Luis Simarro, Ignacio Bolívar, Ramón Menéndez Pidal, José Casares Gil, Adolfo Álvarez Buylla, José Rodríguez
Carracido, Julián Ribera Tarragó, Leonardo Torres Quevedo, José Marvá, José Fernández Jiménez,
Victoriano Fernández Ascarza.
11 PÉREZ-VILLANUEVA TOVAR, 1990: 14.
8
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JOSÉ MARÍA LÓPEZ SÁNCHEZ
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autonomía en verdad generoso. Fue a partir de ese momento cuando la Junta pudo desplegar plenamente el contenido de sus funciones. En 1910 se regularizó el
sistema de pensiones al extranjero, pero, sobre todo, ese año contempló el nacimiento de las principales instituciones destinadas a crear el moderno tejido científico que el país tanto necesitaba. La primera fue el Centro de Estudios Históricos12,
en marzo de aquel año, que encontró un inmediato complemento en junio con la
fundación en Roma de la Escuela Española de Historia y Arqueología13. En el
apartado de las ciencias naturales, la Junta pronto llevó a la Gaceta el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales, creado en mayo con vistas a agrupar a todas
las instancias que en España se dedicaban al cultivo de las disciplinas naturales
bajo una misma entidad que favoreciese su coordinación. Aquel programa de fundaciones culminó en octubre con la aparición de la Residencia de Estudiantes14,
entidad destinada no sólo a ser albergue estudiantil, sino sobre todo crisol para la
formación integral del estudiante, en cuyos pabellones tuvieron cabida asimismo
algunos de los laboratorios más importantes que la Junta patrocinó.
LA MISIÓN DE LA JAE EN HISPANOAMÉRICA
Como un elemento más dentro de la política exterior de las principales potencias europeas, el ejercicio de una política cultural exterior había adquirido desde
finales del siglo XIX un creciente interés y se le había empezado a otorgar una
relativa importancia, sobre todo en algunos países europeos15. El principal objetivo de la misma había sido servir a sustentar el prestigio de lo nacional y vender
cultura como carta de presentación para el sostenimiento de otras actividades. El
ejercicio de una política cultural exterior por parte de España, en su condición de
potencia de segundo o tercer orden en el escenario internacional, había sido nulo
no tanto ya por falta de interés como por ausencia de medios adecuados para ello.
Entre los intelectuales, científicos e investigadores españoles había un claro prurito por corresponder al interés que los «estudios patrios» estaban despertando en
el extranjero y aunque la Junta no perseguía el ejercicio inmediato de la misma,
desplegó empero una serie de actividades que sí se aproximaron mucho en su
intención y en sus objetivos a la voluntad de desarrollar una política cultural exterior. Esto llegaría a su punto culminante durante la Segunda República y de la
mano de la Junta de Relaciones Culturales. Fue entonces cuando se hizo explícito
el ejercicio de una tímida política cultura exterior y el caso argentino fue paradigmático en este sentido.
————
12
LÓPEZ SÁNCHEZ, 2006.
ESPADAS BURGOS, 2000.
14 PÉREZ-VILLANUEVA TOVAR, 1990. CRISPIN, 1981.
15 HERA MARTÍNEZ, 2002. PÖPPINGHAUS, 1999. KLOOSTERHUIS, 1994. KLOOSTRHUIS, 1981.
DÜWELL, 1976. SCHMIDT, 3 / 3 (diciembre 1956). SCHREIBER, 1928: 1-92.
13
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 81-102, ISSN: 0034-8341
LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS Y SU PROYECCIÓN AMERICANISTA
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La comunicación que España había mantenido con sus antiguas colonias no
había sido durante el siglo XIX la más acertada y los intereses españoles se batieron en retirada frente al influjo de Estados Unidos y Gran Bretaña. Los tímidos
acercamientos a los países americanos terminaron en fracaso o incluso fueron
contraproducentes para la antigua metrópoli. Entre parte de la intelectualidad
española se sintió empero la necesidad de un acercamiento hacia quienes se consideraban países hermanos o hacia países que eran contemplados como hijos de
España. De esta forma, «a principios de siglo está presente, en diversos sectores
de la intelectualidad española, la necesidad de acercamiento a América, (…) impedir (…) la influencia que los países más adelantados y emprendedores habían
comenzado a ejercer tras el vacío dejado por España»16.
A lo largo del siglo XIX había existido un movimiento americanista que a finales de la centuria se tradujo en la convocatoria de varios congresos hispanoamericanos17 y en una revitalización de las raíces hispanas de América, cuya manifestación más acabada fue Ariel de José Enrique Rodó. En los congresos hispanoamericanos la representación española no brilló por sus originales propuestas.
Sólo una excepción mereció ser destacada, la Universidad de Oviedo18, con un
pequeño núcleo de profesores activo y dispuesto a fomentar el contacto con las
repúblicas americanas. Su orientación hispanoamericana venía de tiempo atrás y
en ello pudieron influir los poderosos grupos económicos indianos de la ciudad.
A comienzos del siglo XX aquella universidad contó con dos profesores que fueron claves en las futuras relaciones que la Junta entabló en América: Adolfo
González Posada y Rafael Altamira. Antes de que se encargara a la Junta las relaciones científicas con la América española, la JAE trató de tantear el terreno a
través de delegados enviados a Argentina: Eduardo Boscá Casanoves, catedrático
de Ciencias de Valencia, y Antimo Boscá Seytre, catedrático del Instituto de Teruel, en 1910 y Agustín Viñuales Pardo en 1911-12.
El viaje de Altamira, entre junio de 1909 y marzo de 1910, sirvió de antecedente inmediato a las relaciones que la Junta emprendió con el continente pocos
meses después19. La iniciativa partió de la Universidad y contó con el apoyo de
diversas instituciones, la prensa y el Gobierno. Mayor trascendencia alcanzó empero el viaje de Adolfo González Posada, primer representante oficial de la Junta
en América20. Su misión era tantear el ambiente y entrar en contacto con aquellas
autoridades e instituciones que podían llevar a cabo un intercambio cultural con
la Junta. Su viaje, desde mayo de 1910 hasta comienzos de 1911, fue el resultado
————
16
FORMENTÍN IBÁÑEZ y VILLEGAS SANZ, 1992: 47.
GRANADOS, 2005.
18 PUIG-SAMPER, NARANJO, LUQUE, 2002: 125-126.
19 FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 48-52.
20 Adolfo González Posada fue nombrado representante de la Junta para misiones en Hispanoamérica el 22 de abril de 1910. En Archivo de la Secretaría de la JAE, Libro I de las Actas de la
Junta Plena, sesión 22 de abril de 1910. Fundación Residencia de Estudiantes de Madrid.
17
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JOSÉ MARÍA LÓPEZ SÁNCHEZ
de una Real Orden de 16 de abril de 1910 por la cual se encomendaba a la Junta
el fomento de las relaciones con Hispanoamérica. Se puede decir que aquella era
la reacción del gobierno ante el movimiento americanista, aunque no era lo que
esperaban Altamira o la Universidad de Oviedo, confiados en que esa labor iba a
ser destinada a las propias universidades.
La Real Orden de abril encargaba a la Junta otorgar a estudiantes americanos
cierto número de plazas en los centros de estudio e investigación que ella dirigía;
dar facilidades para que esos estudiantes pudieran utilizar las instituciones de
patronato que se organizaban para los españoles en otros países europeos y el
servicio de información encomendado a la Junta; enviar a América pensionados y
delegados científicos; establecer un intercambio de profesores y alumnos; favorecer en España la publicación de obras científicas sobre América; fomentar el
cambio de publicaciones con entidades americanas, y, finalmente, realizar en
España obras de propaganda y divulgación.
Tres días después de que apareciese la Real Orden, la Comisión Ejecutiva se
reunía y acordaba21 otorgar algunas plazas a estudiantes sudamericanos en la Residencia de Estudiantes, en el Centro de Estudios Históricos, en los laboratorios de
ciencias y en la proyectada Escuela Española en Roma. En segundo lugar, se estableció que el servicio de Patronato de los estudiantes en el extranjero y el de información que la Junta se proponía fundar podían ser muy útiles para los gobiernos y
universidades americanas, pues no todos tenían una delegación permanente en esos
países y la de España podía servirles. Finalmente, no faltó una mención al intercambio de profesores y alumnos. Se pensó asimismo en enviar un delegado que
tuviese a su cargo las visitas a centros de docencia e investigación americanos con
el fin de estudiar su organización e iniciar los contactos con Ministros del ramo.
La salida en aquellos días de Posada, invitado por la Universidad de la Plata, era
la ocasión ideal y la más económica para nombrarle delegado de la Junta.
El profesor de la Universidad de Oviedo realizó su viaje consciente de todas
estas circunstancias y fruto del mismo entregó a la Junta una memoria con aquellas conclusiones que consideró oportunas, incluyendo entre ellas la puesta en
marcha de toda una serie de medidas para fomentar el contacto con la América
española. Aquella memoria, incluida en los anales de la JAE, formó parte de un
libro escrito por Posada bajo el título En América, una campaña. En él, Posada
reproduce una idea que ya había apuntado Altamira, a saber, que las iniciativas
de acción hacia América fuera del ámbito de la Junta eran no sólo aconsejables
sino necesarias, como la llevada a cabo por la Universidad de Oviedo, y, «por
otra parte, nada hay que se oponga á que las diversas Universidades sigan la
misma senda»22.
————
21 Archivo de la Secretaría de la JAE, Libro I de las Actas de la Comisión Ejecutiva, p. 19.
Fundación Residencia de Estudiantes de Madrid.
22 POSADA, 1911: 80.
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LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS Y SU PROYECCIÓN AMERICANISTA
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La idea primordial en la memoria de Posada era «la de establecer con Hispanoamérica una cooperación intelectual sólida que tuviese como base la cultura
común, y que abandonase los proyectos paternalistas de acudir en ayuda de América»23. Posada propuso ver en España un instrumento de intercambio, intermediaria entre la cultura europea y americana, pero rechazando las posibles ansias
de hispanización de América o reconquista del continente. Según el profesor de
la Universidad de Oviedo «todos podemos ganar, acentuando é intensificando
esta relación de intimidad intelectual y moral, facilitada, ya que no impuesta, por
la Historia, por la lengua y por mil analogías espirituales»24. Sobre un predio
cultural común sería posible levantar un edifico sólido de intercambio cultural en
el que para la JAE se reservaba el papel de órgano de comunicación de ese movimiento científico, intelectual y pedagógico.
El programa de Posada contemplaba acciones a desarrollar tanto en España
como en América. En el caso español, la Junta debía contribuir a una fluida distribución de publicaciones mediante dos servicios esenciales, el de intercambio
con las instituciones y centros americanos, y el de propaganda en sentido estricto,
es decir, el envío a quienes estuviesen interesados de folletos, memorias y trabajos publicados. En segundo lugar, la Junta debía ofrecer los servicios que ella
misma organizaba en España. Dos instituciones tenían que jugar un papel fundamental en ello: el Centro de Estudios Históricos y la Residencia de Estudiantes.
Posada ponía el acento en invitar a los americanos que venían a España a visitar
no sólo los centros de investigación y docencia que la Junta rigió, sino también
ofrecerles sus servicios de información.
En el caso americano, Posada centraba el interés de las acciones en el intercambio científico. La tarea más importante e inmediata que se debía emprender era
el envío de misiones científicas, delegados o pensionados a las repúblicas americanas con el fin de conocer su evolución económica, su historia y su naturaleza, pues
era aquello lo que más interesaba a España con vistas a interpretar en un futuro
mejor sus intereses en la zona. Posada terminaba su memoria con dos recomendaciones de enorme interés, haciendo hincapié en que «debería intentarse asociar
desde luego algunas personalidades de las más salientes y entusiastas de las colectividades españolas en las diversas Repúblicas á las primeras tareas que se intenten»25. Incluso daba algunos nombres que luego tuvieron una gran relevancia, como el del doctor Avelino Gutiérrez. En segundo lugar, retomando una idea de Altamira, apuntaba la necesidad de organizar un centro oficial que agrupara bajo su
autoridad todas estas relaciones con Hispanoamérica, pues si bien se le había encargado a la Junta lo relativo al intercambio cultural y científico, las relaciones
culturales con América tenían multitud de aspectos que la Junta no podía abarcar
————
23
24
25
FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 65.
POSADA, 1911: 85.
POSADA, 1911: 107.
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JOSÉ MARÍA LÓPEZ SÁNCHEZ
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y que debían ser abordados por un centro oficial que se dedicara en exclusiva a
esta labor.
LA INSTITUCIÓN CULTURA ESPAÑOLA EN BUENOS AIRES
La Junta no comenzó a desarrollar una actividad plena en Hispanoamérica hasta 1914, año en que admitió en los cursos que el Centro de Estudios Históricos
organizaba en verano a estudiantes sudamericanos y patrocinó un viaje de su director Menéndez Pidal a Argentina y Chile para entablar los primeros contactos con
los grupos intelectuales de aquellos países. A partir de 1914 la Junta se replanteó la
naturaleza de sus relaciones con las repúblicas americanas y fruto de ello fue que se
desechara la idea de enviar pensionados de manera masiva a aquellos países. Según
las memorias de la JAE eso se debió a que la distancia y su gran coste las colocaron en desventaja con respecto a las de Europa, que ofrecían abundantes medios al
alcance de recursos más modestos26. Esto era así, pero en el ánimo de la Junta también pesó el convencimiento de que era en Europa y Estados Unidos donde mejor
se podían encontrar los recursos con el fin de llevar a cabo la ansiada renovación
científica, mientras que la América española no respondía a ese modelo y se presentaba como el mejor terreno en el que los intelectuales españoles podían desplegar sus conocimientos. Ese sentimiento paternalista se apreció con claridad en el
hecho de que sólo tres estudiantes pensionados fueron a Hispanoamérica, mientras
que el número de profesores que viajaron para dar conferencias o cursos en América fue muy superior. En líneas generales la JAE entendió que entre España y América podía establecerse una relación análoga a la que pretendía que existiese entre
España y Europa, pero reinterpretando la dirección de la corriente.
Sobre este telón de fondo nacía en Buenos Aires la Institución Cultural Española (ICE) el 4 de agosto de 1914. El factor determinante fue la colonia española en
Argentina. La ICE se nutrió del dinero aportado por sus socios, siendo su objetivo
dar a conocer las investigaciones y estudios de toda naturaleza y en todos los órdenes de la cultura que se realizaban en España. Para ello, la ICE de Buenos Aires
contó con dos instrumentos fundamentales. Primero, proveyó el sostenimiento de
una cátedra con intelectuales españoles de todas las ramas científicas y, segundo,
fomentó todas aquellas actividades relacionadas con el intercambio intelectual entre
España y Argentina. La ICE tenía que solicitar a la Junta la designación de los profesores que habían de acudir a ocupar la cátedra y la Institución Cultural tuvo siempre por norma
confiar a la Junta para Ampliación de Estudios, de Madrid, la elección del
profesor que cada año ha de ocupar la Cátedra de Cultura, que esta institución
patrocina en la Universidad de Buenos Aires.
————
26
J.A.E.I.C., Memoria correspondiente a los años 1914 y 1915, tomo 5, Madrid, 1916: 141.
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LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS Y SU PROYECCIÓN AMERICANISTA
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Debemos declarar con satisfacción que dicha Junta ha procedido con notable acierto, y los profesores que ha enviado, han dado siempre la nota elevada
en las diferentes disciplinas científicas que cultivan.
No podemos, pues, apartarnos de la norma trazada, porque sería una falta
de consecuencia y una ingratitud además, para con la benemérita Junta citada,
que tan desinteresada y eficaz cooperación nos ha prestado en todo momento27.
Al frente de la Institución Cultural estaba una Junta Directiva cuyo mandato
era anual, pero que podía ser reelegida y que de hecho así fue. Desde su fundación y hasta el estallido de la Guerra Civil en España, la ICE contó con tres Juntas Directivas diferentes. El primer presidente fue Avelino Gutiérrez, destacada
figura de la comunidad española en Argentina y personaje clave en las relaciones
culturales y el fomento de las mismas entre la Junta y la América española, en
especial, Argentina. Junto a Avelino Gutiérrez actuó de secretario Luis Méndez
Calzada. Hasta mediados de los años veinte no fue sustituido Avelino Gutiérrez
al frente de la ICE por Federico Iribarren y Luis Méndez Calzada por Vicente
Nicolau Roig en la Secretaría28. Esta Junta Directiva prolongó sus actividades
hasta 1932, año en que Luis Méndez Calzada pasó a ocupar el cargo de presidente y Raul Sánchez Díaz el de secretario de la misma29. El organigrama administrativo de la Junta Directiva quedaba completado con un vicepresidente, un tesorero y siete vocales, cuya representación recayó en dos socios independientes de
la ICE y los presidentes del Club Español, la Asociación Patriótica Española, la
Cámara Española de Comercio, la Asociación Española de Socorros Mutuos y la
Sociedad Española de Beneficiencia en Buenos Aires. A través de estas organizaciones quedaba sellada la alianza de la comunidad de emigrantes española con
el proyecto cultural de la Institución Cultural. La Universidad de Buenos Aires se
unió a esta obra ofreciendo una cátedra y gracias a ella la ICE contó con un local
adecuado donde acoger a los profesores que venían a impartir los cursos.
————
27 Carta de Federico Iribarren, presidente de la ICE, a Daniel Rana Lafuente, director de la
graduada del niño en Zaragoza, 27 de septiembre de 1928, Archivo de la Institución Cultura Española de Buenos Aires (ICEBA) en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1720, carpeta Correspondencia Enviada, imagen 84.
28 Carta de Federico Iribarren, Presidente de la ICE, al Presidente de la Unión Iberoamericana en Madrid, 18 de abril de 1929, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid,
CD 1720, carpeta Correspondencia Enviada, imagen 161. En el documento aquí citado se informa
de la constitución de una nueva Junta Directiva para la ICE en abril de 1929, al frente de la cual
figuraban como presidente y secretario Federico Iribarren y Vicente Nicolau respectivamente. No
obstante, dentro de esa carpeta de correspondencia enviada, la documentación aparece firmada por
ambos en calidad de presidente y secretario desde años anteriores, por lo que es de suponer que
accedieron a esos cargos a mediados de los años veinte.
29 Carta de Luis Méndez, Presidente de la ICE, a Ramón Menéndez Pidal, vicepresidente de
la JAE, 19 de abril de 1932, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1720,
carpeta Correspondencia Enviada, imagen 488.
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JOSÉ MARÍA LÓPEZ SÁNCHEZ
La ICE de Buenos Aires fue una empresa iniciada a raíz de la muerte de Menéndez Pelayo. Como homenaje al polígrafo santanderino se venía pensando en
ella desde 1912, pero hasta 1914 no pudo organizarse el primer curso, consagrado al estudio y obra de Menéndez Pelayo. El primer profesor invitado fue su más
brillante discípulo, Menéndez Pidal. Encargado de inaugurar en agosto el curso
en la Universidad de Buenos Aires, con posterioridad se trasladó a Chile, donde
impartió tanto en la Universidad de Santiago como en el Instituto Pedagógico de
Santiago algunas conferencias. En 1915, la guerra en Europa y los peligros del
viaje hicieron imposible el envío de un profesor a la ICE, aunque se intentaron
algunas gestiones cerca de importantes figuras de las ciencias y letras españolas
(Cajal, Simarro, Achúcarro, Cossío, Torres Quevedo, José Rodríguez Carracido,
Julio Rey Pastor y la Condesa de Pardo Bazán). Todos ellos declinaron la invitación. Desde 1916 y hasta el estallido de la Guerra Civil fueron enviados regularmente, salvo algún paréntesis, nombres representativos y muy importantes de las
ciencias españolas30.
En torno a 1918 y 1919 insistía la Junta «en su criterio de que no es necesaria
medida alguna para excitar el espíritu de aventura hacia América entre los intelectuales españoles. Hay, sí, que procurar producir hombres científicos dignos de
competir con los mejores de otros pueblos y ofrecerlos entonces, en la medida en
que puedan y quieran utilizar su ciencia los pueblos americanos de habla española»31. Esta declaración de intenciones tenía lugar en un momento en que iba a
producirse una expansión de las relaciones con la América española. Durante la
década de los años veinte se asistió a un renacimiento cultural español en las repúblicas americanas gracias a la fundación de nuevos organismos. Para la Junta
el modelo de actuación se lo proporcionó la ICE de Argentina y se confiaba en
que otras repúblicas hispanoamericanas imitarían los pasos dados en Buenos Aires fundando nuevas Instituciones Culturales.
Fruto de todo esto fue la creación en agosto de 1919 de la Institución Cultural
Española de Montevideo en Uruguay. De nuevo, la iniciativa contó con el respaldo imprescindible de la colonia española en Uruguay y en este caso la presidencia recayó en Manuel Senra. Como en el caso argentino, se reunieron fondos para
dotar con ellos una cátedra que debía ser ocupada por profesores españoles enviados o designados por la Junta. Asimismo, desde fecha incierta, aunque es posible que fuese fundada a finales de los años veinte, estaba funcionando en Santiago de Chile una Institución Cultural Española, al frente de la cual figuraba
————
30 La lista de profesores incluye los nombres de José Ortega y Gasset (1916), Julio Rey Pastor
(1917), Augusto Pi y Suñer (1919), Blas Cabrera (1920), Adolfo González Posada (1921), Manuel
Gómez Moreno (1922), Gonzalo Rodríguez Lafora (1923), José Casares Gil (1924), Pío del RíoHortega (1925), María de Maeztu (1926), Esteban Terradas Illa (1927), Enrique Moles (1930),
Eduardo García del Real (1931), Roberto Novoa Santos (1932), Claudio Sánchez-Albornoz (1933),
Manuel García Morente y José María Ots Capdequí (1934) y Gustavo Pittaluga (1935).
31 J.A.E.I.C., Memoria correspondiente a los años 1918 y 1919, tomo 7, Madrid, 1920: 93.
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como presidente Ángel Gil32. También a finales de esa década, Amado Alonso
informaba a la ICE en Buenos Aires de la fundación en 1928 de otra Institución
Cultural Española en Asunción, Paraguay33. Finalmente, desde 1931 comenzó a
funcionar en la capital de Bolivia, La Paz, la Fundación Universitaria Patiño. Constituida con una fuerte donación hecha por «un patriota boliviano» llamado Simón
Patiño, dicha Fundación se dirigió a la ICE de Buenos Aires y a la JAE para pedir
que les informaran de aquellos profesores designados para ocupar la cátedra de
Buenos Aires y, si fuera posible, que se desplazaran también a Bolivia con el objeto de impartir allí cursos y conferencias34. La ICE de Buenos Aires, modelo de
todas las demás, fue asimismo la que gozó de prioridad en las relaciones con la
JAE, pues Buenos Aires vino a ser puente de vinculación con el resto de las Instituciones Culturales del cono sur. Desde Argentina partía cada año una proposición
con los nombres de profesores españoles que se deseaban para que ocupasen la
cátedra y a Buenos Aires escribían el resto de las organizaciones culturales repartidas por América del Sur con el fin de proponer posibles candidatos. Los profesores
designados por la Junta acudían primero a Argentina y luego se trasladaban a Uruguay y, quizás, a otros países para impartir sus conferencias.
En 1920 Avelino Gutiérrez viajó a España, donde fue objeto de un gran recibimiento por parte de las autoridades políticas (entre otras hizo una visita al Rey
acompañado de Castillejo) y docentes del país. Pudo comprobar cómo funcionaban los organismos dependientes de la Junta y también las universidades. La visita de Avelino Gutiérrez fue el primer paso en la intensificación de las relaciones
culturales con América en la década que comenzaba, pues vino a significar «la
aceptación oficial, por parte del gobierno español, de la Institución Cultural Española de Buenos Aires y de la labor que ésta realizaba en pro del acercamiento
cultural entre España y Argentina»35. En ese fortalecimiento jugó un papel destacado el Centro de Estudios Históricos, pues sus profesores fueron quienes iniciaron en gran medida esta labor, fundando el Instituto de Filología en la Universidad de Buenos Aires el 6 de junio de 1923. El proyecto inicial se remonta a agosto de 1921 cuando se contempló la creación de un Instituto con cuatro secciones
(Filología general, Filología romance, Filología americana y Filología indígena).
La iniciativa se fue concretando a través de contactos entre Ricardo Rojas y Me-
————
32 Carta de Federico Iribarren, Presidente de la ICE en Buenos Aires, a Ángel Gil, Presidente
de la Cultural Española de Chile, 22 de agosto de 1929, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1720, Correspondencia Enviada, imagen 195.
33 Carta de Federico Iribarren, Presidente de la ICE, a Felipe García Ontiveros, encargado
de Negocios de España en Asunción (Paraguay), 27 de noviembre de 1928, Archivo ICEBA en la
Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1720, Correspondencia Enviada, imagen 128.
34 Correspondencia variada dirigida por el Presidente de la ICE en Buenos Aires a la Junta
para Ampliación de Estudios y la Fundación Universitaria Patiño en Bolivia entre septiembre de
1931 y marzo de 1932, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1720, Correspondencia Enviada, imágenes 449, 450, 463, 464 y 472.
35 FORMENTÍN, VILLEGAS, 1992: 99.
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néndez Pidal36. Estuvo dirigido por colaboradores de la sección de Filología tan
destacados como Américo Castro (1923), Agustín Millares Carlo (1924), Manuel
Montoliú Togares (1925) y Amado Alonso (1927, quien además desde febrero de
1934 fue agregado cultural de la Embajada de España en Argentina37). Aparte,
hubo otras fundaciones en México (Instituto Hispanomexicano de Intercambio
universitario, 1925), Cuba (Institución Hispano-Cubana, 1926), Puerto Rico y
Santo Domingo (contaron también en 1928 con sus respectivas Instituciones Culturales), aunque siguió siendo Argentina el país privilegiado en las relaciones con
Hispanoamérica, pues de él también recibió la Junta importantes donativos de la
colonia española para sus actividades culturales.
Durante la segunda mitad de los años veinte fue cuando de forma progresiva
aquella colaboración alcanzó sus manifestaciones más acabadas. La ICE canalizó
de manera notable el apoyo financiero que la colonia española en Argentina ofreció
a diferentes empresas culturales en España. La primera fue una suscripción de donaciones en 1928 con destino a financiar las obras de construcción de la Ciudad
Universitaria de Madrid, en la que la propia ICE contribuyó con cerca de 5000
pesetas en un monto total que superó las doce mil38. Mayor repercusión alcanzó la
colaboración entre la ICE y la JAE para el establecimiento a finales de 1928 y a
comienzos de 1929 de la Cátedra Ramón y Cajal en Madrid. Sostenida gracias a
dos generosas cuotas anuales aportadas por la ICE y diversas asociaciones españolas de Argentina, la JAE puso a disposición de la misma las instalaciones del Instituto Nacional de Física y situó al frente de la cátedra a Julio Palacios. La financiación de la ICE sirvió para organizar cursos anuales a cargo de especialistas y sostener algunas becas para alumnos que habían de seguir las enseñanzas impartidas
en la misma39.
Los problemas, sin embargo, no tardaron en aparecer, derivados de la crisis
económica mundial de aquellos años. Estas dificultades se manifestaron cuando
el gobierno argentino acordó restricciones a la salida de capitales o al giro de
dinero al extranjero mediante una Comisión de Control de Cambios «que solo
acuerda con carácter restrictivo permiso para hacer remesas con destino a transacciones del orden comercial»40. A ello se añadían nuevas dificultades económi-
————
36
WEBER DE KURLAT, 1975: 1.
Carta de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, a Amado Alonso, 28 de febrero de 1934,
Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1721, carpeta 02, imagen 248.
38 Carta de Federico Iribarren, Presidente de la ICE, a Ramiro de Maeztu, Embajador de España en Argentina, 16 de abril de 1929, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1720, Correspondencia Enviada, imagen 160.
39 Cartas de Federico Iribarren, Presidente de la ICE, a José Castillejo y Ramón Menéndez
Pidal el 17 de enero de 1929 y 11 de diciembre de 1929 respectivamente, Archivo ICEBA en la
Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1720, Correspondencia Enviada, imágenes 144 y 262.
40 Carta de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, al Presidente de la JAE, 26 de septiembre de 1932, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1721, Correspondencia Enviada, carpeta 02, imagen 51.
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cas para la ICE derivadas de la drástica caída en la percepción de rentas por inmuebles. Esta falta de liquidez fue nefasta para algunas de sus actividades culturales, en especial, las que patrocinaba en España. Los efectos se dejaron sentir
con especial relevancia en el caso de la Cátedra Cajal. A partir de 1932 la ICE se
vio imposibilitada a enviar las remesas de dinero destinadas a sostener las actividades de aquella, por lo que se planteó soluciones circunstanciales como eran
pagos trimestrales que permitieran el envío del mismo monto económico, pero a
través de giros más reducidos. A partir de 1933 no se podría ni siquiera aplicar
aquella medida, pues el gobierno argentino prohibió todo tráfico de giros con
España. La ICE pidió a la JAE que, con carácter transitorio, se suspendieran las
actividades especiales de la Cátedra, quedando reducidas éstas a los cursos anuales41. La situación se prolongaría así durante los años siguientes y la Cátedra ya
no recuperaría su actividad normal antes del estallido de la Guerra Civil.
A la vez que se consolidaba la relación entre la JAE y la ICE, la última mostraba una creciente vitalidad interna, que terminó manifestándose en la constitución, en diciembre de 192742, en Rosario de una delegación de la ICE de Buenos
Aires. La idea había surgido en octubre de aquel año y sus orígenes se vinculaban
al interés de la comunidad española en Rosario por aumentar su aportación económica a la ICE y con ello establecer una sede delegada en aquella ciudad. Su
presidencia recayó en Ángel García y la Junta Directiva contaba, a su vez, con un
Secretario, los presidentes del Club Español, de la Asociación Española de Socorros Mutuos y del Hospital Español, más otros cuatro miembros elegidos entre
los socios de la Institución residentes en Rosario43. La delegación de Rosario
seguía el esquema bonaerense y vinculaba a las más importantes asociaciones de
la colonia española de manera estrecha a su obra.
En torno al cambio de década la ICE se replanteó la naturaleza de sus actividades y comunicaba en febrero de 1929 a la JAE que ese año se abstuviera de
enviar un profesor para ocupar la Cátedra de la Cultural y que dicha resolución
ha sido tomada en vista de lo que se ha observado en estos últimos años, en
que la afluencia de profesores de varias naciones de Europa, traídos por instituciones diversas, ha dado pié a tal número de conferencias que el público inte-
————
41 Correspondencia varia de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, al Presidente de la
JAE entre julio de 1933 y abril de 1934, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1721, Correspondencia Enviada, carpeta 02, imágenes 97 y 98; 172 y 173; 294 y 295.
42 Informe sobre la sesión de la Junta Directiva de la ICE el 30 de diciembre de 1927, adjunto a una carta de Federico Iribarren, Presidente de la ICE en Buenos Aires, a Ángel García, Presidente de la delegación de la ICE en Rosario, 31 de diciembre de 1927, Archivo ICEBA en la
Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1727, carpeta 01, imágenes 7-8.
43 Dos cartas de Federico Iribarren, Presidente de la ICE en Buenos Aires, a Ángel García,
Presidente de la delegación de la ICE en Rosario, 3 de octubre y 27 de octubre de 1927, Archivo
ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1727, carpeta 01, imágenes 3 a 6.
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lectual y universitario ha llegado a sentirse abrumado y el cansancio ha restado
auditorio a la mayor parte de los conferenciantes.
Como la Institución Cultural Española, la iniciadora en realidad de ese movimiento, ha llenado cumplidamente la primera parte de su misión, ha juzgado
conveniente dar una tregua y al mismo tiempo estudiar con detenimiento la
manera de encauzar su acción en lo futuro, de modo que resulte cada vez más
eficaz. Está a estudio y consideración de esta Junta Directiva la directriz que
ha de darse a su acción, que muy bien puede ser la creación de cursos intensivos de seminario y la dotación de becas para alumnos sobresalientes argentinos
que deseen continuar sus estudios en España44.
Aquel año, en efecto, la Cátedra quedó vacía, pero en años posteriores la volverían a ocupar con regularidad otros profesores españoles. No menos cierto fue
que la ICE trató de dar una nueva orientación a sus actividades. No fue sólo patrocinar la Cátedra Cajal en Madrid, sino también poner en marcha nuevos proyectos. De estos, el que más interesó fue establecer un sistema de becas para que
estudiantes argentinos acudieran a formase en España. En junio de 1931 la ICE
anunciaba a la Junta el envío a España de un primer alumno argentino de Letras y
Filología que quería incorporarse al Centro de Estudios Históricos en calidad de
becado y continuar allí sus trabajos de especialización45. Carentes de recursos
económicos, aquella iniciativa no encontró continuidad, ni siquiera cuando en
diciembre de 1932 las Cortes españolas aprobaron una partida de un millón de
pesetas para «expansión cultural de España en América».
Aunque la ICE decidió jugar entonces sus cartas y negociar con el gobierno
republicano una intervención activa en ese renovado interés por las actuaciones
culturales en América, el ejecutivo español tenía en mente un proyecto mucho
más amplio, de carácter estatal y alejado de los buenos propósitos o las ambiciones de la colonia española en Argentina. Aquella partida presupuestaria era el
primer paso en la elaboración, por primera vez seria, de una política cultural exterior y en ella ya no tenían espacio instituciones como la ICE. Esta nueva realidad se hizo patente en 1935, cuando la Junta de Relaciones Culturales asumió la
responsabilidad de la acción cultural exterior del gobierno republicano y aprobó
una serie de medidas destinadas a implementar en Argentina un organismo que se
encargara de reforzar la presencia cultural española en América. Para ello, la Junta de Relaciones Culturales no vio en la ICE más que una sociedad digna de elogio por su actividad desplegada hasta entonces, pero imposibilitada por su propia
naturaleza no estatal para asumir los propósitos del gobierno español.
————
44 Carta de Federico Iribarren, Presidente de la ICE, a Santiago Ramón y Cajal, Presidente
de la JAE, 19 de febrero de 1929, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD
1720, Correspondencia Enviada, carpeta 01, imágenes 147 y 148.
45 Carta de Federico Iribarren, Presidente de la ICE, al Presidente de la JAE, 6 de junio de
1931, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1720, Correspondencia
Enviada, carpeta 01, imagen 411.
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Todavía ahora, a comienzos de 1933, la ICE intentaría negociar primero con
el Ministerio de Estado que parte de ese presupuesto fuese destinado a regular un
servicio de Becas para perfeccionamiento de estudios en España, capaz de financiar el traslado y estancia de estudiantes argentinos en entidades culturales y de
investigación españolas46. Al mismo tiempo trataron de influir en el ánimo de
Fernando de los Ríos, a la sazón Ministro de Instrucción Pública, para que aprobase un presupuesto destinado exclusivamente a financiar las actividades de la
ICE de Buenos Aires, tal y como le había pedido en los debates presupuestarios
Eduardo Ortega Gasset. En este caso, la ICE insistía en que hasta entonces la
labor de expansión cultural por la América del Sur y el sostenimiento de las dos
cátedras (la de Buenos Aires y la de Madrid) había sido sufragado de manera
exclusiva por la comunidad española en Argentina. La ICE exigía a Instrucción
Pública que tomase cartas en el asunto y financiara el ansiado sistema de becas.
Los planes de la Institución Cultural contemplaban la creación de una «Sección
de Becados Argentinos» con la concesión de ocho o diez becas por parte de un
jurado en el que tomarían parte el Embajador español en Argentina, el Rector de
la Universidad de Buenos Aires y el Presidente de la ICE47.
En 1934 la ICE decidió pasar a la acción y negoció con el Ministerio de Estado y la Junta de Relaciones Culturales el envío de tres estudiantes argentinos a
España, que se incorporaron a centros de la JAE48. La ICE buscó regularizar
aquel servicio con vistas a los años sucesivos, pero Lorenzo Luzuriaga, por entonces Secretario de la Junta de Relaciones Culturales, informaba en julio de
1935 a la ICE que era muy difícil mantener aquellas becas para estudiantes argentinos y que la Institución Cultural debería negociar con Instrucción Pública su
posible intervención en las que concedía este otro Ministerio49. En realidad, el
Ministerio contemplaba ya desde meses atrás la nueva estrategia en relación a su
política cultural exterior.
Pero la ICE, dicho y hecho, intentó de nuevo negociar con el Ministro de Instrucción Pública la posibilidad de intervenir en la adjudicación de becas para
————
46 Carta de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, a Luis de Zulueta, Ministro de Estado, 14 de enero de 1935, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1721,
carpeta 02, imágenes 146 a 148.
47 Carta de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, a Fernando de los Ríos, Ministro de
Instrucción Pública, 17 de enero de 1933, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de
Madrid, CD 1721, carpeta 02, imágenes 149 a 154.
48 Correspondencia variada de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, con Alfonso
Dánvila (Embajador de España en Argentina), Rafael de la Machorra (Junta de Relaciones culturales), Vicente C. Gallo (Rector de la Universidad de Buenos Aires) y Ramón Menéndez Pidal
(Presidente de la Junta de Relaciones Culturales) entre diciembre de 1933 y septiembre de 1934,
Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1721, carpeta 02, imágenes 236,
241, 312-313, 318-319, 379, 382-383 y 442-443.
49 Carta de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, a Lorenzo Luzuriaga (Junta de Relaciones Culturales), 18 de julio de 1935, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1721, carpeta 03, imagen 102.
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estudiantes de Argentina50. Las gestiones obviamente fracasaron y, finalmente, sería
una contribución económica de la colonia española en Argentina, que llevaba por
objetivo el sostenimiento de una beca anual, la que permitiría a la ICE dirigirse directamente a la JAE a finales de 1935 para negociar con ella la incorporación de
dicho becario a las instituciones de la Junta. Esta beca financiaría trabajos comprendidos dentro de una pléyade de materias que se restringían a tres campos científicos
que habían alcanzado un notable desarrollo en España, vinculados a tres grandes
maestros: Filología (Ramón Menéndez Pidal), Histología (Pío del Río Hortega) y,
finalmente, Física y Química (Blas Cabrera). El objetivo último de esta nueva actividad en torno a becas era iniciar una nueva etapa en los proyectos de la ICE y en la
que tratarían de «encariñar al estudioso directamente con el medio español, reforzando su cultura superior, y convirtiéndolo luego en el mejor propagandista, aquí en
su patria, de nuestros métodos de investigación y de nuestra labor científica»51. El
estallido de la Guerra Civil no permitiría poner el proyecto en marcha.
Los estatutos de la ICE contemplaban asimismo la expansión de su ámbito de
actuación cultural fuera de las acciones desplegadas en el sostenimiento de cátedras o en el establecimiento de un sistema de becas. Es así como hay que entender, por ejemplo, la petición dirigida a Fernando de los Ríos en junio de 1933
solicitando que se tuviera en cuenta a estudiantes argentinos para que tomasen
parte en la obra de cultura que el gobierno republicano había iniciado en Santander a través de la Universidad internacional de verano, cuyo secretario era Pedro
Salinas52. En este mismo sentido ha de entenderse la colaboración abierta que la
ICE tuvo con la organización en Buenos Aires de una Exposición del libro español con el objetivo no sólo «de impulsar la industria editorial española y favorecer el desarrollo del comercio respectivo en el mercado argentino, sino también
en divulgar los valores intelectuales españoles»53.
A las dificultades de financiación de la Cátedra Cajal o a la impotencia para
poner en marcha un sistema de becas, se uniría aún desde julio de 1935 el proyecto de la Junta de Relaciones Culturales de crear un Instituto Hispánico en
Buenos Aires sin contar para ello con la ICE. Ésta se enteró a través de la prensa
de una iniciativa que respondía fielmente a una voluntad del gobierno republicano
por ejercer una verdadera política cultural exterior en América a través de la Junta
————
50 Carta de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, al Ministro de Instrucción Pública,
18 de julio de 1935, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1721, carpeta
03, imagen 101.
51 Carta de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, a Ramón Menéndez Pidal, vicepresidente de la JAE, 19 de noviembre de 1935, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de
Madrid, CD 1721, carpeta 03, imagen 180.
52 Carta de Presidente de la ICE al Ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, 2 de junio de 1935, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1721, carpeta 02, imagen 67.
53 Carta del Presidente de la ICE al Presidente de la Cámara Oficial Española de Comercio,
Rafael Vehils, noviembre 1932, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD
1721, carpeta 02, imagen 127.
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de Relaciones Culturales. Que el proyecto estuviese ya avanzado y que se hubiese
prescindido de la ICE era todo un síntoma de que el gobierno español pretendía dar
salida a una iniciativa controlada desde el ámbito oficial, no dependiente de la comunidad española en Argentina. La Institución Cultural lo consideró, con razón, una
amenaza, pues aquel Instituto Hispánico iba a duplicar las actividades que realizaba
la ICE. El proyecto aspiraba a crear una o varias cátedras permanentes, organizar
cursos y conferencias, administrar becas, premios y fomentar el ámbito de las publicaciones. Todo ello estaba contemplado en los estatutos de la ICE, pero ahora el
gobierno republicano quería administrarlo al margen de ella, a través de un organismo público con financiación estatal. No es extraño que la Institución Cultural se
sintiese amenazada y lanzase una contrapropuesta que consistía en crear un Centro
de Estudios Hispánicos, una sección especial de la ICE con máxima autonomía,
pero sujeta a la Institución y en el que habrían de funcionar las cátedras permanentes
que el gobierno español pretendía fundar en Argentina54.
Un proyecto así confirmaba las peores previsiones de la ICE, a saber, que el
gobierno republicano había asumido el ejercicio de una política cultural exterior
que dejaba al margen del reparto presupuestario a las colectividades españolas y
apostaba por un sistema oficial controlado por la Junta de Relaciones Culturales.
Las negociaciones de la ICE con el Ministerio de Estado o con Instrucción Pública
habían sido infructuosas y en ello no hay que perder de vista el nulo interés que el
gobierno español parecía mostrar por organizar su acción cultural exterior en Argentina a través de la ICE. Con lentitud y salvando las dificultades presupuestarias
de un país pobre como España, el ejecutivo apostó por una vía estatal, por la creación de entidades e instituciones de nuevo cuño. La ICE trataba de asegurar su propia existencia e insistía en la necesidad de mantener la unidad de acción en Argentina y en afirmar que la propuesta de la Junta de Relaciones Culturales partía del
«desconocimiento implícito de la misión que realiza la INSTITUCIÓN CULTURAL ESPAÑOLA» y ello llevaría al extremo de significar «nuestra caducidad
indirectamente decretada de modo oficial por el Estado español»55. Con ello se
ignoraba la amplitud de fines que la Cultural recogía en sus estatutos, los mismos
que ahora se pretendían desarrollar con el nuevo Instituto Hispánico.
Esto no significaba que las autoridades culturales españolas hubiesen decidido prescindir de la ICE por completo. La JAE le tendería la mano a través del
Instituto de las Españas en Nueva York, dirigido por Federico de Onís y modelo
de actuación en el que la Junta de Relaciones Culturales podría estar pensado
————
54 Correspondencia varia de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, a Gregorio Marañón (Presidente de la Junta de Relaciones Culturales) y Alfonso Dánvila (Embajador de España en
Argentina) entre julio y agosto de 1935, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1721, carpeta 03, imágenes 107, 111 y 123 a 127.
55 Carta de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, a Gregorio Marañón, Presidente de
la Junta de Relaciones Culturales, 20 de agosto de 1935, Archivo ICEBA en la Residencia de
Estudiantes de Madrid, CD 1721, carpeta 03, imagen 139.
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para organizar el nuevo instituto de Buenos Aires. En junio de 1936 escribió Onís
a Luis Méndez Calzada para proponerle que la Revista Hispánica Moderna, órgano de expresión propio del Instituto de las Españas, sirviese también a la Institución Cultural y para ello «la revista daría cuenta de las actividades de la Cultural como la da de las del Instituto»56. De lo que no podía caber duda era de la
estrecha relación que la ICE y la JAE habían alcanzado y prueba de ello sería la
actitud del Arzobispo de Toledo y Primado de España, Monseñor Goma y Tomás, quien a su vuelta de un Congreso Eucarístico en Buenos Aires en 1935 hizo
unas declaraciones en El Debate «calificando de antipatriótica y de antiespañola
la obra que estamos realizando»57. La ICE no contestó, sí lo hicieron José Venegas y Enrique Díez-Canedo en las páginas de El Sol. Aquel incidente era una
muestra más del «espíritu sectario y fanático» que inundaba al mundo ultramontano español, en especial con todo aquello que tenía que ver con la Junta para
Ampliación de Estudios y sus actividades culturales.
La ICE estaba dispuesta a ponerse al servicio de esa política cultural exterior y
reconocía su importancia en la medida en que otras naciones estaban implementando políticas semejantes con bases económicas más sólidas. Siguiendo el ejemplo de
estos países, que en Argentina disponían de sus propias asociaciones culturales, la
ICE se consideraba el marco adecuado en el que poner en marcha nuevas secciones
o ampliar la zona de actividad cultural. Ese y no otro había sido, en última instancia,
el objetivo perseguido por la ICE en sus negociaciones con las autoridades republicanas. Sin embargo, la ICE arrostraba una realidad nueva en la política cultural del
Estado español, el ejercicio de una verdadera política cultural exterior. La ICE comprendió la situación, pero se negaba a aceptar el mero concurso nominal a que la
Junta de Relaciones Culturales la había condenado desde el momento en que lo único que preveía era la inclusión entre los vocales del Consejo del Instituto del Presidente de la Institución Cultural Española como simple homenaje y reconocimiento a
la sociedad58. Todavía el 26 de febrero de 1936 la ICE enviaba un escrito a la Junta
de Relaciones Culturales insistiendo en sus argumentos e, incluso, insinuando el
rechazo que dentro de la comunidad española en Argentina aquel Instituto podría
generar59. El estallido de la Guerra Civil hizo inviables los planes culturales de la
————
56 Carta de Federico de Onís, director del Instituto de las Españas, a Luis Méndez Calzada,
presidente de la ICE de Buenos Aires, 30 de junio de 1936, Archivo ICEBA en la Residencia de
Estudiantes de Madrid, CD 1722, correspondencia recibida, carpeta 05, imagen 352.
57 Informe de actividades enviado por Luis Méndez, presidente de la ICE, a Ramón Menéndez
Pidal, vicepresidente de la JAE, 19 de enero de 1935, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1721, carpeta 02, imagen 506.
58 Carta de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, a Gregorio Marañón, Presidente de
la Junta de Relaciones Culturales, 20 de agosto de 1935, Archivo ICEBA en la Residencia de
Estudiantes de Madrid, CD 1721, carpeta 03, imagen 147.
59 Carta de Luis Méndez Calzada, Presidente de la ICE, a Blas Cabrera, Presidente de la
Junta de Relaciones Culturales, 26 de febrero de 1936, Archivo ICEBA en la Residencia de Estudiantes de Madrid, CD 1721, carpeta 03, imagen 200.
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República en Argentina y pospuso para siempre el problema, pero asimismo puso
fin a los inicios, por primea vez de manera consciente y planificada, de una política cultural exterior a la manera como otros países más avanzados la estaban
llevando a cabo. En todo caso, de la seriedad que el asunto había adquirido para
la ICE da muestra el viaje que en mayo y junio de 1936, en víspera del levantamiento militar, hizo el Presidente Luis Méndez Calzada a España, probablemente
para negociar en persona una posible salida.
CONCLUSIONES
La historia de la Institución Cultural Española en Buenos Aires no es sólo un
ejemplo de la brillante obra cultural desarrollada por la comunidad española residente en América. Detrás de ella se adivina el fuerte influjo de una Junta para
Ampliación de Estudios llamada a convertirse en el más importante esfuerzo de
modernización científica en España y destinada a encarnar los valores y aspiraciones de aquellos elementos progresistas y liberales en un país que presentaba a
comienzos de siglo XX unas estructuras organizativas marcadamente arcaicas.
En el proceso general de modernización que España había empezado a experimentar desde finales del siglo XIX, la Junta constituye, sin duda, uno de los capítulos más brillantes. Su política de pensiones al extranjero y la fundación de centros docentes y de investigación culminaban con notable éxito las ansias renovadoras de la Institución Libre de Enseñanza. Si bien su labor se vería truncada de
manera trágica por el desenlace de la Guerra Civil, la formación de cuadros científicos y el diseño de un sistema maduro de investigación quedarán siempre en el
haber de la JAE.
Su proyección americanista no constituyó ni mucho menos un objetivo prioritario en los planes de la Junta y tampoco reservó partidas específicas para ello.
No obstante, la renovada efervescencia que el hispanoamericanismo estaba viviendo en torno al cambio de centuria, las posibilidades de explotar un ámbito de acción cultural permeable a la influencia española y el papel que la América española
jugaba en el imaginario de los dirigentes de la JAE como tarjeta de presentación
que España podía mostrar dentro de su aportación a la más amplia empresa de la
civilización universal hicieron de Hispanoamérica un espacio privilegiado y con
posibilidades aún inexploradas para el desempeño de una política cultural propia.
En general, la Junta no contó con los medios ni, en última instancia, con una voluntad específica de ejercer lo que se ha venido en llamar una política cultural exterior,
tal y como otros países europeos y Estados Unidos estaban llevando a cabo. Esto
no impidió, sin embargo, que la JAE se reservara la dirección de un proyecto de
expansión cultural hasta que la Segunda República encargó esa labor a la Junta de
Relaciones Culturales, ésta ya con una voluntad, un proyecto y un presupuesto
específico para poner en marcha dicha política cultural.
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JOSÉ MARÍA LÓPEZ SÁNCHEZ
La Institución Cultural Española de Buenos Aires constituyó el elemento nodal en torno al cual se organizó y expandió la acción cultural de la JAE en el cono sur de América. No es extraño, pues Argentina contaba con una de las colonias españolas más importantes de Hispanoamérica y algunos miembros de la
misma habían progresado lo suficiente como para permitir una financiación de
empresas culturales. Argentina era asimismo un país impregnado por una inquietud intelectual y científica considerable que garantizaba el éxito de un proyecto
como el de la ICE. Desde Buenos Aires, de manera paulatina, pero sin pausa, se
fue extendiendo por el resto de países americanos del cono sur el modelo de la
Institución Cultural. En general fue aquel un éxito notable de colaboración entre
la Junta para Ampliación de Estudios y la colonia española en Argentina, que, sin
saberlo, estaba poniendo también las bases que facilitarían con posterioridad la
llegada a América de aquellos profesores e intelectuales vinculados a la labor de
la JAE y que tendrían que abandonar España con el triunfo militar franquista.
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This article deals with the performance of the «Junta para Ampliación de Estudios» in Spanish
America, particularly in Argentina. In 1914 was founded the Buenos Aires «Institución Cultural
Española», on which the Junta's cultural policy was grounded. The archives consulted are those of
the Secretariat of the «Junta para Ampliación de Estudios» and of the «Institución Cultural
Española» in Buenos Aires, preserved in the «Residencia de Estudiantes», Madrid.
KEY WORDS: foreign cultural policy, scientific modernization, Spanish America, Spanish colony in Argentina.
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Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 239
Págs. 103-124, ISSN: 0034-8341
LA CORRIENTE CULTURAL DE LA JAE EN MÉXICO:
EL INSTITUTO HISPANO MEXICANO DE INTERCAMBIO
UNIVERSITARIO, 1925-1931
POR
AIMER GRANADOS♣
Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa
Este artículo estudia, en doble vía, los esfuerzos que una serie de actores sociales e institucionales realizaron en México, como en España, para consolidar el intercambio universitario entre
las dos orillas del Atlántico. Del lado mexicano es importante resaltar el Instituto HispanoMexicano de Intercambio Universitario y a la Universidad Nacional de México, en tanto que del
lado español hay que destacar el esfuerzo realizado por la Junta para Ampliación de Estudios.
Una premisa de este estudio es que las relaciones hispano-mexicanas de la primera mitad del
siglo XX tuvieron un importante período entre 1925 y 1931 cuando justamente el Instituto tuvo
su existencia.
PALABRAS CLAVE: Intercambio universitario, relaciones culturales, colonia española, hispanismo.
INTRODUCCIÓN
En la historiografía sobre las relaciones culturales hispano-mexicanas durante
la primera mitad del siglo XX, la generosidad y el apoyo del presidente Lázaro
Cárdenas para con la República en desgracia y, como producto de ello, el exilio
republicano en México, han acaparado el interés de los estudiosos a uno y otro
lado del Atlántico. Pero más allá de esta observación de carácter bibliográfico, el
punto lleva también a una reflexión sobre las interpretaciones sobre las relaciones
de tipo cultural habidas entre México y España durante el período señalado.
————
♣ El autor de este artículo agradece al estudiante colombiano Diego Andrés Ramírez Giraldo,
de la maestría en Estudios Latinoamericanos de la UNAM, su decidido apoyo en la búsqueda de las
fuentes primarias para la elaboración de esta investigación.
104
AIMER GRANADOS
Al momento de considerar la temporalidad de las relaciones hispanomexicanas en el ámbito de lo estrictamente cultural1, al menos durante las primeras décadas del siglo XX, cierta historiografía ha concentrado su atención en el
período del exilio a partir de la derrota de la República. Lo importante a señalar
aquí es que muchos de estos trabajos analizan dicha relación surgida como única
y exclusivamente de la Guerra Civil y de una de sus más importantes consecuencias como fue el exilio2. Dicho de otra manera, no se detienen mucho, o prácticamente no consideran un hilo conductor que en el ámbito de la cultura enlaza el
exilio republicano en México con procesos anteriores a éste, tanto españoles como mexicanos. Desde esta perspectiva, con Héctor Perea diré que, al menos en el
campo de las relaciones culturales, «en buena medida este exilio [el republicano]
no fue sino el reflejo, hecho ya tradición, de otros anteriores, los mexicanos en
España, sufridos por personalidades conocidas o anónimas desde finales del siglo
XIX y hasta un mes antes de estallar la guerra civil. […] el trabajo realizado en
México por los exiliados españoles fue más bien una continuación, el complemento lógico y necesario dentro de una relación ya moderna que ambos países
habían concebido y visto crecer desde el viejo continente»3. En este sentido hay
————
1 Por relaciones culturales hispano-mexicanas durante el período señalado, entiendo los esfuerzos que en el campo de la cultura y la ciencia realizaron, tanto mexicanos como españoles, con
el fin de afianzar una relación que, durante el siglo XIX y, aún para el período considerado en este
artículo, había estado pasado por intensos momentos y conflictos de carácter hispanofóbico, aunque
también hispanofílico. Pero evidentemente en esta definición también se deben considerar los esfuerzos que uno y otro país realizaron con el fin de universalizar la cultura, la educación y la ciencia producida en cada una de estas sociedades. Para la época en estudio estos procesos de carácter
cultural ya se enunciaban bajo el rubro de «intercambio universitario» que, abarcaba aspectos como
publicaciones, intercambio profesoral-científico y de estudiantes, convenios de carácter cultural etc.
Ahora, pensando en la coyuntura del exilio, esta definición debe ampliarse a una tercera consideración que tiene que ver con el decisivo apoyo que el gobierno revolucionario de Cárdenas brindó a
la República y a sus exiliados, así como el aporte que éstos hicieron al desarrollo de la cultura, la
educación y la ciencia en México. Una interesante e innovadora propuesta teórica y metodológica en el
campo de las relaciones culturales es el libro editado por NARANJO, LUQUE y PUIG-SAMPER, 2002.
2 Véase por ejemplo EL EXILIO, 1983. CAPELLA, 1987. CINCUENTA AÑOS, 1991. Algunos de los
estudios compilados por SÁNCHEZ ANDRÉS y FIGUEROA ZAMUDIO, 2001. LÓPEZ SÁNCHEZ, 2006. No
por ello, este último texto deja de ser interesante.
3 PEREA, 1996: 22. Este libro estudia ampliamente la labor cultural de los mexicanos en España. Especialmente se detiene en las labores desarrolladas por Vicente Riva Palacio, Francisco A.
de Icaza, Alfonso Reyes, Rodolfo Reyes, Carlos Pereyra y Andrés Iduarte como coordinadores y
directivos de instituciones como el Círculo de Bellas Artes, el Centro de Estudios Históricos o el
Ateneo de Madrid. Pero además, también analiza el trasegar de autores y personalidades mexicanas
en los diarios, revistas, institutos, editoriales y espacios de conferencias españoles en que éstas se
hicieron presente. A la lista anterior se agregan Juan de Dios Peza, Salvador Quevedo y Zubieta,
Manuel Payno, Justo Sierra, Francisco L. Urquizo, Luis G. Urbina, Amado Nervo, Martín Luis
Guzman y Daniel Cosío Villegas, entre otros. Al respecto véase también PEREA, 2003. Por su parte,
para el período de fines del siglo XIX hasta la victoria de la Segunda República, ROSENZWEIG,
1994, estudia la presencia de México en España en las artes plásticas, las instituciones culturales,
las editoriales, el periodismo, la investigación histórica y la creación literaria. En complemento a
esta investigación véase también, ROSENZWEIG, 1992.
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que agregar a esta argumentación que algunos protagonistas del exilio republicano en México como Rafael Altamira, Enrique Diez Canedo y, Blas Cabrera y
Felipe estuvieron en México promocionando la cultura española y el intercambio
universitario entre las dos orillas del Atlántico antes de los sucesos de la Guerra
Civil. Como lo han señalado Justo Formentín y María José Villegas, «este hecho
fue bastante frecuente. Varios de los intelectuales que habían realizado en América una misión cultural en el primer tercio del siglo XX, acudieron durante el
exilio a esos mismos países que anteriormente les habían acogido»4. Por otra
parte, algunos mexicanos y españoles en México que habían impulsado el intercambio universitario con España durante la segunda mitad de los años 1920, participaron de alguna manera en orientar la traída de los exiliados. Este es el caso
de Tomás G. Perrín, médico español residente en México, quien fuera secretario
del Instituto Hispano-Mexicano de Intercambio Universitario (IHMIU) y, de Alejandro Quijano, abogado mexicano y profesor de la Universidad Nacional de
México, también miembro destacado del Instituto. Ambos hicieron parte de un
amplio grupo de personas que aconsejaban a Alfonso Reyes y a Daniel Cosío
Villegas cuando tuvieron que adelantar el proceso de la llegada de los exiliados a
La Casa de España en México5. Y todavía hay más. Al analizar los orígenes de la
Casa de España en México y de El Colegio de México, en su orientación y sus
propósitos, «se oyen una vez más los ecos de las grandes instituciones impulsoras
del renacimiento cultural de la España del siglo XX que tanto habían influido en
la formación intelectual de Reyes y de Cosío»: La Institución Libre de Enseñanza, La Junta de Ampliación de Estudios, el Centro de Estudios Históricos de Madrid y el Ateneo de Madrid6.
Ni que decir de un Alfonso Reyes que exiliado en España entre 1914 y 19247,
a su regreso a México fue un operador de primera línea para la acción cultural de
los exiliados españoles en México. Esto gracias al nombramiento que el presidente Cárdenas le confirió el 12 de marzo de 1939, como presidente del patronato de
La Casa de España en México8. En la misma tesitura, aunque con el carácter de
diplomático, hay que colocar a Cosío Villegas que en vistas de la derrota de la
República y el inminente desamparo y peligro que corrían sus intelectuales, fue
al primero que se le ocurrió que México podría acoger a varios de éstos9. También se tendría que mencionar a Silvio Zavala quien a principios de los años de
————
4
FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 89.
LIDA, 1992: 110.
6 LIDA y MATESANZ, 1993: 105-106 y LIDA, 1992: 14.
7 Detalles de este exilio, así como la intensa actividad desarrollada por Reyes en diferentes
frentes e instituciones culturales de España ha sido estudiada por PEREA, 1996: 318 y ss. Véase
también PEREA, 1997 y GARCIADIEGO, 1998.
8 Al respecto véase LIDA, 1992: 89 y ss.
9 Las condiciones históricas, así como los primeros contactos realizados por Cosío para hacer
algo en favor de los intelectuales republicanos, son estudiados por LIDA, 1992: 25 y ss.
5
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1930 realizó su doctorado en la Universidad Central de Madrid. De 1933 a 1936
Zavala colaboró en la Sección Hispanoamericana del Centro de Estudios Históricos de Madrid. Posteriormente, de regreso en México, su experiencia en el CEH
de Madrid lo inspiró para «fundar algún centro de preparación de historiadores
jóvenes en los menesteres del oficio, como lo había visto funcionar en el Centro
de Estudios Históricos de Madrid, donde colaboré y publiqué mis obras acerca de
Las instituciones jurídicas en la conquista de América y La encomienda indiana,
ambas del año 1935». Zavala intentó implementar este proyecto en la Universidad Nacional Autónoma de México pero finalmente, como se sabe, el proyecto se
institucionalizó en El Colegio de México10. Aunque la estancia de Pedro Henríquez Ureña en España, primero en 1917 y luego en 1920, es anterior a la de Cosio y a la de Zavala, aunque por momentos fue simultánea con la de Reyes, vale
la pena mencionarlo pues también el dominicano se vinculó a las actividades del
CEH de Madrid. De regreso a México puso en práctica lo visto y aprendido en
las instituciones culturales españolas al ser designado en enero de 1921 por su
amigo José Vasconcelos, por entonces rector de la Universidad Nacional de
México, como Jefe Segundo del Departamento de Intercambio Universitario11.
Si bien el flujo e influjo de los transterrados fue uno de los factores fundamentales en el desarrollo de la cultura y de la ciencia en México, como se muestra en este trabajo y, en los ya citados estudios de Perea, Rosenzweig y Lida, antes del exilio republicano se pueden señalar y estudiar aspectos y procesos importantes en las relaciones culturales hispano-mexicanas. Entre otros, el hecho de
que «durante el medio siglo que transcurrió entre 1886 […] y el inicio de la guerra Civil, la cultura española se enriqueció»12 con las aportaciones de una pléyade
de mexicanos que vivieron en España permanente o temporalmente. Lo mismo se
puede afirmar de otro grupo de españoles que se establecieron en México o permanecieron allí por temporadas13. En suma, al momento de estudiar las relaciones culturales México-España durante la primera mitad del siglo XX, no se debe
————
10
Véase LIDA y MATESANZ, 1993: 128 y Zavala, 1993: 23.
Breves notas del paso de Henríquez Ureña por España en ABELLÁN, 1993: 741-743. Sobre
su desempeño en la Universidad Nacional de México véase, MATUTE, 1999: 73-76.
12 ROSENZWEIG, 1994: 163.
13 Entre otros estudios que analizan la presencia española en México véase las investigaciones de
PANI, 1999. MORA, 2005. PI SUÑER LLORENS, 2003 y GRANADOS, 2005 que, se centran en diferentes
periodos de la segunda mitad del siglo XIX. Cabe señalar aquí el interesante trabajo que Pablo Mora
realiza en el terreno del rescate de las figuras literarias españolas en México durante el siglo XIX. Entre
otros productos académicos las investigaciones de Mora lo han llevado a constituir la página web: Españoles en México en el siglo XIX (http://www.coleccionesmexicanas.unam.mx/espanol.html) que cuenta
con el patrocinio del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM. Otra página web con parecidos objetivos es la realizada por Héctor Perea Archivo Digital México-España (http://www.geocities.
com/perea28/pres/entrada.html), del Instituto de investigaciones Filológicas de la UNAM. Hace falta
investigar el influjo que en el ámbito de la cultura pudieron haber tenido los españoles en México de
1900 hasta la Guerra Civil, este trabajo es un intento por avanzar en ello, al menos en lo que toca al
Instituto Hispano-Mexicano de Intercambio Universitario.
11
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perder la perspectiva de que en buena medida éstas obedecieron a un intercambio
cultural, intelectual y de ideas que, sistemáticamente se inició desde mediados del
siglo XIX. Algunas veces por iniciativa individual, colectiva y, también, en otras
ocasiones patrocinada por los gobiernos respectivos. En todo caso, en cualquiera de
estas situaciones el intercambio fue mutuo y en doble dirección. En esto coincido
con Perea cuando señala que al focalizar las relaciones culturales México-España
durante la primera mitad del siglo XX en el exilio, ha llevado a considerar que
«España fue siempre, desde la visión oficiosa adoptada hasta por los pensadores
más independiente, la que enriqueció y México el que generosamente brindaría las
condiciones materiales. […] que hubo generosidad y aportaciones valiosísimas,
desde luego que las hubo; pero por ambas partes y en muchos momentos y sentidos»14. Uno de esos momentos y sentidos se analiza en este ensayo. El momento
está señalado por la existencia entre 1925 y 1931 del Instituto Hispano-Mexicano
de Intercambio Universitario y, el sentido tiene que ver con un esfuerzo por afianzar el intercambio universitario, cultural y de ideas en el que participaron diferentes
actores sociales: intelectuales, catedráticos, científicos y estudiantes, así como un
sector de la colonia española en México; instituciones culturales-educativas como
la Junta para Ampliación de Estudios y la Universidad Nacional Autónoma de
México; por supuesto también los gobiernos de México y España.
1. EL INSTITUTO HISPANO-MEXICANO DE INTERCAMBIO UNIVERSITARIO
Poco antes de iniciar la revolución mexicana de 1910 el panorama de la cultura en México, en sentido amplio, se había visto enriquecido por dos sucesos de
trascendental importancia para la vida cultural posrevolucionaria. El primero de
ellos fue la fundación del Ateneo de la Juventud el 28 de octubre de 1909 que, a
mediados de 1912 cambió a Ateneo de México, desapareciendo definitivamente
en 1914. No obstante, sus «cuatro grandes», José Vasconcelos, Antonio Caso,
Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes serían conocidos hasta el final de sus
vidas como los ateneístas15. Por supuesto nadie duda de la impronta que estos
personajes dieron a la vida intelectual del México del siglo XX. El otro paradigma cultural de ese momento fue la re-fundación o, mejor dicho, la creación de la
nueva y moderna Universidad Nacional de México el 22 de septiembre de 1910
cuyo principal promotor fue Justo Sierra16. Tampoco se duda de la centralidad de
————
14
PEREA, 1996: 17. Cursivas en el original.
MATUTE, 1999, realiza un balance crítico sobre las fuentes, historiografía y algunas actividades de los ateneístas, particularmente las de Henríquez Ureña, aunque también el paso de Vasconcelos y Martín Luis Guzmán, otro ateneista, en la Convención de Aguascalientes.
16 Las circunstancias históricas que envolvieron su fundación, los debates en torno a su creación y los avatares de la Universidad Nacional de México durante la revolución han sido analizados
por GARCIADIEGO, 1996.
15
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la Universidad en el desarrollo cultural e intelectual del México contemporáneo.
El asunto a señalar es que a pesar del conflicto revolucionario la actividad cultural e intelectual de México no paró, como lo han mostrado con suficiencia, entre
otros, Enrique Krauze con su estudio sobre los «Caudillos Culturales» y Javier
Garciadiego con su investigación sobre La Universidad Nacional de México17.
Paralelamente, España vivía un renacimiento cultural desde la fundación de la
Institución Libre de Enseñanza creada por Francisco Giner de los Ríos en 1876.
Durante el primer tercio del siglo XX España vivió un gran momento cultural
apoyado por una gran pléyade de intelectuales e instituciones culturales y educativas como la Institución Libre de Enseñanza, La Junta para Ampliación de Estudios, el Centro de Estudios Históricos de Madrid, El Ateneo de Madrid y la Residencia de Estudiantes, entre otras. Alfonso Reyes se ufanaba que si Juan Ruiz de
Alarcón había conquistado a «la corte» durante el «siglo de oro», él había hecho
lo propio durante «la edad de plata»18. El punto es que durante el primer tercio
del siglo XX, a pesar de la dictadura primorriverista y de la revolución mexicana,
tanto España como México, guardando las proporciones, vivían momentos culturales importantes. Esta circunstancia, sumada a un interés generalizado en «ambas orillas» del Atlántico por afianzar relaciones científicas y culturales, le dan
contexto a la creación del IHMIU.
El Instituto Hispano-Mexicano de Intercambio Universitario encontró en las
iniciativas emprendidas por la Universidad de Oviedo para fomentar el intercambio
académico con América, en la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones
Científicas, así como en la preocupación del gobierno español por fomentar las
relaciones científicas con los países hispanoamericanos19, una corriente cultural y
de intercambio universitario a la cual se adhiere y con la cual mantendrá permanente contacto durante sus 6 años de existencia. En este sentido habrá que recordar que
después de Argentina, Uruguay y Puerto Rico, México aparece como el país latinoamericano que durante la época en estudio sostuvo más relaciones culturales con
España a través de la JAE20. Uno de los principales objetivos de la JAE que la vinculó directamente con el IHMIU, señalaba que: «Podrá también ponerse en rela-
————
17
KRAUZE, Enrique, 1976. GARCIADIEGO, Javier, 1996.
Citado por GARCIADIEGO, 1998: 62. La llamada «Edad de Plata» en la cultura española así
como el desarrollo de la cultura española durante los primeros decenios del siglo XX ha sido estudiada
por MAINER, 1983 Y 2004. También véase el t. XXXIX de la Historia de España, Menéndez Pidal,
dirigida por José María Jover que, justamente lleva por titulo, La edad de plata de la cultura española
(1898-1936). Una visión general de la España de Primo de Rivera en GONZÁLEZ CALLEJA, 2005.
19 La JAE fue creada por Real decreto del 11 de enero de 1907. También, por Real orden del
16 de abril de 1910, el gobierno español ordenó fomentar las relaciones científicas con los países
hispanoamericanos. Véase estos documentos en SÁNCHEZ RON, 1988, I, apéndice: 251 y ss. Sobre
las iniciativas de la Universidad de Oviedo véase ALTAMIRA Y CREVEA, 1911 y FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 48 y ss. Sobre los resultados de la política de intecambio universitario implementado
con la JAE con los países hispanoamericanos véase FORMENTÍN y VILLEGAS: 47 y ss.
20 FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 139.
18
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ción con los Profesores y las autoridades administrativas y académicas de los
diversos países y con los representantes que el Gobierno español tenga en ellos».
Por su parte la Real orden que dispuso el fomento científico con Hispanoamérica
otorgó amplias facultades a la JAE para que diera impulso al intercambio universitario de España con la otra orilla del Atlántico: facilitar plazas a estudiantes
americanos en el sistema educativo español, enviar a América pensionados para
hacer estudios y delegados que impulsaran el intercambio, favorecer en España la
publicación de obras científicas sobre América, entre otras. Evidentemente estas
buenas intenciones tuvieron que tener una respuesta positiva del lado americano.
Así, desde 1910 la Junta encontró que en buena parte de América proliferaron
instituciones de intercambio cultural y universitario con España, fomentadas por
intelectuales latinoamericanos y españoles en América y por las asociaciones de
españoles en el continente: La Institución Cultural Española de Buenos Aires
(1914), la Institución Cultural Española del Uruguay (1918), el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires (1923), el Instituto Hispano-Mexicano
de Intercambio Universitario (1925), el Departamento de Estudios Hispánicos de
la Universidad de San Juan de Puerto Rico (1927), la Institución Hispano-Cubana
de Cultura (1926), la Institución Cultural Española de Puerto Rico (1928), la Institución Cultural Española de Santo Domingo (1927) y el Instituto de las Españas
de New York, entre otros.
Aunque no se ha encontrado el acta de fundación del Instituto HispanoMexicano de Intercambio Universitario, por otros documentos y estudios sobre este
organismo se ha podido establecer que fue creado entre noviembre y diciembre de
1925. Formetín y Villegas, citando documentación de la Junta de Ampliación de
Estudios, afirman que «el 11 de noviembre de 1925 se comunicó a la Junta la constitución en México de Un Instituto Hispano Mexicano de Intercambio Universitario». Por su parte, Gabriel Rosenzweig señala que el IHMIU fue «establecido a
finales de 1925» y, Adriana Gutiérrez dice que «en diciembre de ese mismo año
tuvo lugar la sesión inaugural en las oficinas privadas del rector de la Universidad
Nacional de México». El Día Español informó el 9 de diciembre que «el intercambio universitario entre México y España ya es un hecho. Ya quedó constituido el
Instituto como organismo permanente encargado de tan alta función cultural y se
anuncia, quizás para el presente invierno, la llegada de dos catedráticos tan eminentes como don José Ortega y Gasset y don Adolfo Posada». Esta información se
ratifica con una nota publicada en el Boletín de la Universidad Nacional de México. Allí se refiere que en el informe de las labores de la Universidad, correspondientes al mes de diciembre de 1925, «en la Junta celebrada por el Comité organizador del Instituto Hispano Mexicano de Intercambio Universitario […] se declaró definitivamente establecido el citado Instituto»21.
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21 FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 157. ROSENZWEIG, 1999: 1. Agradezco a Adriana Gutiérrez
Hernández, Directora del Archivo-Biblioteca del Casino Español de México el haberme facilitado
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El Instituto tuvo sus oficinas en la 4ª calle de las Artes, número 71 de la ciudad de México. Sus miembros fundadores fueron Alfonso Pruneda, por la época
rector de la Universidad Nacional de México; Alejandro Quijano, director de la
Academia Mexicana de la Lengua y catedrático de la Universidad Nacional de
México; Tomás G. Perrín, catedrático de medicina en la misma Universidad,
quien había sido alumno de Ramón y Cajal; Luis Ignacio Loureda, profesor universitario; los empresarios españoles Adolfo Prieto, Jesús Rivero Quijano y Santiago Galas; Carlos Badia, cónsul de España en México y director del periódico
El Día Español; Emilio Gestera, presidente del Casino Español de México; el
arquitecto Miguel Beltrán de Quintana y los señores Andrés Fernández, Manuel
Garay y José María Irurita22. La primera junta directiva del IHMIU estuvo compuesta por Alfonso Pruneda como presidente y Tomás G. Perrín como secretario,
siendo sus vocales algunas de las personas que fundaron el organismo. Manuel
Puig Casauranc, Secretario de Educación Pública del gobierno mexicano y José
Gil Delgado y Olazábal, marqués de Berna, ministro plenipotenciario de España
en México fungieron como presidentes honorarios del Instituto. Alejandro Quijano decía que de este grupo de personas, el rector Pruneda, el secretario Puig Casauranc y él, eran los mexicanos, «todos los otros, y luego capitalmente los elementos materiales, son españoles»23. Una comisión integrada por Ignacio Loureda, Alejandro Quijano, Emilio Gestera y Tomás Perrín fue encargada de redactar
el reglamento del IHMIU que, desafortunadamente no se ha podido encontrar.
Otra comisión formada por Adolfo Prieto, Santiago Galas, Jesús Rivera Quijano,
Andrés Fernández y Manuel Garay, se le encargó la consecución de recursos
económicos destinados a la financiación del Instituto24.
Sin haber podido consultar el reglamente del IHMIU se han podido establecer
parcialmente sus objetivos a través de otras fuentes. En un discurso leído por
Alejandro Quijano con ocasión de la presencia en el Instituto de los catedráticos
españoles Blas Cabrera y Fernando de los Ríos Urruti, Quijano esbozo la misión
del Instituto afirmando que ésta sería «de verdadero intercambio, llevando maestros mexicanos a España, llevando y trayendo alumnos, instituyendo becas, orga-
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el texto inédito de Rosenzweig. GUTIÉRREZ HERNÁNDEZ, 2004: 205. El Día Español, México, 9 de
diciembre de 1925, información encontrada también en Boletín de la Universidad Nacional de
México, II/13 (México, enero 1926): 53. Boletín de la Universidad Nacional de México, III/1
(México, enero 1927): 11. Las cursivas son del autor.
22 Archivo Histórico de la Universidad Nacional Autónoma de México (AHUNAM), fondo
Universidad Nacional, ramo Rectoría, caja 24, exp. 335, f. 11518. La ocupación de algunos de estos
nombres fue completada con ROSENZWEIG, 1999: 1. Según FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 157,
consta en documentos de la JAE, que el médico español Avelino Gutiérrez, graduado como tal en
1890 en Buenos Aires y gran animador de la creación de la Institución Cultural Española de Buenos Aires en marzo de 1914, influyó en la fundación del IHMIU.
23 Boletín de la Universidad Nacional de México, II/21-23 (México, septiembre, octubre y
noviembre 1926): 73.
24 GUTIÉRREZ HERNÁNDEZ, 2004: 205.
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nizando exhibiciones, pugnando, en fin, por el mutuo y serio comercio de cultura». En otra disertación, Tomás G. Perrín, secretario del IHMIU, afirmó: «Henos
aquí unidos todos, indisolublemente unidos, como juramentados para no separarnos jamás en esta empresa, que es la más noble de nuestra vida: Traer a México
los legítimos representantes de la cultura española; llevar a España los hombres
mexicanos de hondo y sabio pensar. Que unos y otros formen núcleos de discípulos. Que en los cerebros de los jóvenes mexicanos prenda una chispa inextinguible del verbo docente español. Que ante los alumnos españoles abra una clara
senda el México docto, pensador y artista. Y que con la gratitud y el cariño para
los profesores españoles se robustezcan en México el amor a España, y con la
devoción y el afecto para los profesores mexicanos se intensifique, en la Madre
Patria, su hondo querer a México»25. Como se muestra más adelante algunos de
estos propósitos fueron desarrollados por el Instituto. De todos ellos, quizá el que
mejor se implementó fue la llegada de catedráticos españoles a México.
Poco se sabe sobre la manera en que el IHMIU logró financiar sus actividades.
Sin embargo, es de suponer que, como fue usual con los demás organismos creados
en Hispanoamérica para encausar el intercambio universitario y científico con la
JAE, la colonia española en cada uno de los países americanos fue fundamental para
impulsar este tipo de empresas culturales. Al menos así lo dejaron señalado dos de
los iniciadores del intercambio universitario hispano-americano como lo fueron Rafael Altamira y Crevea y Adolfo González Posada. Ambos coincidieron en resaltar la
importancia y el papel central que los indianos tendrían en estos proyectos de intercambio universitario y científico. Hay que recordar que Altamira y Posada fueron
comisionados, el primero de la Universidad de Oviedo (1909) y, el segundo por la
JAE (1910), para que vieran la posibilidad de organizar las relaciones hispanoamericanas en el ámbito de la cultura. De hecho, ambos delegados estuvieron en
Suramérica «tanteando el terreno» e incluso Altamira visitó México y Posada fue
invitado por el IHMIU pero no pudo venir debido a sus múltiples ocupaciones. Álvaro de Figueroa y Torres, Conde de Romanones que, entre otros cargos ocupó la presidencia del Ateneo de Madrid entre 1920 y 1922, también resaltó la importancia de
los indianos como uno de los agentes propulsores del intercambio universitario y de
relaciones culturales entre España y América. Para Formentín y Villegas, dos estudiosos del intercambio universitario España-América Latina, «la clave del éxito de la
obra de la Junta en cuanto a relaciones con Hispanoamérica se refiere, hay que buscarla, fundamentalmente, en las colectividades españolas residentes en aquellas repúblicas. La Junta contaba con hombres preparados en las distintas esferas del saber,
pero las colectividades españolas pusieron los medios económicos necesarios para
que estos intelectuales pudiesen viajar a América»26.
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25 QUIJANO, II/ 21-23 (México, septiembre, octubre y noviembre 1926): 76. PERRÍN, (México,
24 de noviembre de 1926): 9.
26 ALTAMIRA Y CREVEA, 1911: 580-582. GONZÁLEZ POSADA, 1911: 282. ROMANONES, 1922:
31-32. FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 92.
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A propósito de que los españoles en México se hubieran encargado del patrocinio financiero del IHMIU, Adriana Gutiérrez afirma que la ya citada Comisión
encargada de recoger fondos para su funcionamiento entre los miembros de la
colonia de españoles en México, «formó un grupo de 75 españoles residentes en
el país que ofreció aportar el dinero necesario para pagar los viajes de los profesores y las retribuciones de los cursos que impartieran.» Parcialmente esta
información se ratifica en un artículo de prensa publicado en El Día Español, en
el que se señaló que «la Colonia ya ha expresado por boca del Instituto, que
sufragará los gastos que se ocasionen con la venida de aquellos dos profesores,
[se refería a la invitación que el IHMIU giró a José Ortega y Gasset y a Adolfo
G. Posada para inaugurar sus actividades] y a nosotros se nos antoja pensar que
esta colaboración, para que estuviera a tono con el alto fin que se persigue,
debiera ser popular; es decir, democráticamente repartida entre nosotros». Una
información más que reafirma esta vía de financiamiento resaltaba que,
«capitalmente los elementos materiales, son españoles»27.
Hay que recordar que lo que Nicolás Sánchez Albornoz llamó la «emigración
en masa»28 de españoles hacia América durante el período comprendido entre 1880
a 1930, tuvo en México unos porcentajes muy bajos en relación con los flujos migratorios de españoles llegados al Río de la Plata o a Cuba. Por ello mismo han
sido muy pertinentes las reflexiones de Clara E. Lida al calificar a los españoles en
México como un «modelo cualitativo» o una «inmigración privilegiada»29. Los
estudios sobre los españoles en México efectivamente han reiterado y comprobado
esta privilegiada posición de los españoles en México que, se tradujo, entre otras
cosas, en un núcleo importante de capitales para el desarrollo económico del país30.
En estas circunstancias entonces, sí era factible que los españoles en México tuvieran la capacidad financiera para patrocinar este tipo de empresas culturales. Otros
recursos económicos que facilitaron las labores del IHMIU fueron los aportes que
el gobierno español hacía para financiar algunos de los viajes desde la Península
hasta América. Así lo deja ver la documentación encontrada por Formentín y Villegas en el archivo de la JAE: «El Ministerio concedió, a algunos de los profesores
que fueron a disertar a México, pasajes gratuitos en la Compañía Trasatlántica, y a
otros, ésta les ofreció una rebaja en el precio del billete.» También la financiación
se dio a través de organismos como la Unión Iberoamericana quien al enviar a Enrique Díez-Canedo a dar conferencias en Chile, Uruguay y la Argentina, proponía a
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27 GUTIÉRREZ HERNÁNDEZ, 2004: 205. El Día Español, México, 9 de diciembre de 1925 y Boletín de la Universidad Nacional de México, II/13 (México, enero 1926): 53 y discurso pronunciado
por Alejandro Quijano con ocasión de la llegad a México de los primeros invitados del IHMIU, los
catedráticos Blas Cabrera y Fernando de los Ríos en, Boletín de la Universidad Nacional de México, II/ 21-23 (México, septiembre/octubre y noviembre 1926): 73.
28 SÁNCHEZ ALBORNOZ, 1995.
29 LIDA, 1993 y 1994.
30 Los estudios al respecto son muchos, por vía de ejemplo véase los trabajos contenidos en
LIDA, 1994 y la investigación de CERUTTI, 1995.
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Alfonso Pruneda, director del IHMIU, que Díez-Canedo visitara México, «pero
que el Instituto Hispano-Mexicano debía hacerse cargo de los gastos del viaje y la
Unión contribuiría con alguna cantidad menor» 31. Se sabe que Díez-Canedo estuvo
en México lo cual hace pensar que el IHMIU hubiera aceptado la propuesta de la
Unión Iberoamericana.
Pero si el Instituto encontró en la colonia española en México a uno de sus
soportes financieros, otro no menos importante, pero ya en el ámbito de lo académico, fue el apoyo brindado por la Universidad Nacional de México. Al celebrar la fundación del Instituto, el periódico mexicano El Día Español afirmó que
si México y España contaban ya con un «poderoso vínculo de relación intelectual, es gracias a la iniciativa, al celo y a la perseverancia del ilustre Rector de la
Universidad Nacional, el doctor Pruneda. Debemos a este meritorio hispanista no
solo el encauzamiento de la idea, sino también su ejecución, que pudo conseguirse merced al respaldo, a la autoridad y al prestigio que desde el primer momento
alcanzó bajo los auspicios de la Universidad Nacional de México.» Además, El
Día Español señalaba que, a diferencia del intercambio que se hacía entre Argentina y España, el de México tenía un «título de mayor preeminencia porque nace
del seno mismo de la Universidad. Es la Universidad quien lo propone, quien
organiza el Instituto y establece su funcionamiento; es la Universidad, en suma,
la que cursa la invitación a los profesores españoles, invistiéndoles desde el primer momento con la prestigiosa borla profesional de la Universidad Mexicana y
llegando al extremo de conceder validez académica a sus enseñanzas»32. Alfonso
Pruneda realizó sus estudios profesionales en la Escuela Nacional de Medicina
obteniendo el título de médico en 1902. Paralelamente realizó estudios de música. Ocupó numeroso cargos públicos siendo los más importantes la dirección de
la Escuela de Altos Estudios (1912-1913), la rectoría de la Universidad Popular
entre 1912 y 1922 y el nombramiento que como rector de la Universidad Nacional de México le confirió el presidente Plutarco Elías Calles para el período 1924
a 1928. Durante su rectorado, a través del Departamento de Extensión Universitaria, la Universidad inició servicios gratuitos de profesores y estudiantes en
campañas de alfabetización, bufetes jurídicos gratuitos con estudiantes de derecho, dispensarios médicos con los de medicina y, como se acaba de reseñar, con
Pruneda se inicia sistemáticamente la tradición de invitar profesores extranjeros
para que, en calidad de visitantes, impartieran cursos en la Universidad33.
A la capacidad y voluntad económica de la colonia española en México hay que
agregar razones que, como se solía enunciar en la época, entraban en el ámbito de lo
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31 FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 158. Sobre la Unión Iberoamericana y el viaje de DíezCanedo a México véase AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 24, exp. 335, f.11562.
32 La nota de El Día Español en el Boletín de la Universidad Nacional de México, II/13
(México, 1926): 53.
33 Sobre la trayectoria universitaria de Pruneda durante la Revolución véase GARCIADIEGO,
1996: IV.
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moral, de las «relaciones espirituales», del «bello vivir fraternal», de «la estimación y el respeto mutuos»; «enfrentándonos como hermanos con un porvenir que
ha de traernos problemas comunes, como es común la característica espiritual de
nuestros pueblos», decía Tomás Perrín, destacado miembro del IHMIU. Era muy
usual que el intercambio universitario se justificara con el discurso hispanista que
involucraba la lengua, la raza, la historia y la tradición española en América. Al
respecto véase el texto que Luis Rubio Siliceo le dedica a Alfonso Pruneda, por
su «entusiasta y generosa labor» al frente del IHMIU. Allí se exaltan las «legítimas glorias de la vieja España, madre espiritual de veintiún pueblos de América»34. Aunque cabe señalar que este discurso hispanista frecuentemente tenía su
contraparte, el discurso hispanofóbico. Justamente por la época en estudio fue
muy conocido un folleto que, escrito por José Vasconcelos y Miguel Alessio Robles, era una respuesta a las diatribas que contra España recientemente se habían
publicado. El folleto tiene por titulo México y España, opiniones de José Vasconcelos y Miguel Alessio Robles: sobre el libelo de un sujeto de Tlalixcoyan, pidiendo el saqueo y la expulsión de los españoles, México, Manuel León Sánchez,
1929.
LOS QUE ABORDARON EL TRASATLÁNTICO PARA LLEGAR A MÉXICO
Desde su creación el IHMIU se propuso concretar uno de sus más importantes objetivos como era el que profesores españoles llegaran a México. Los primeros invitados fueron José Ortega y Gasset y Adolfo Posada que no pudieron llegar35. Desde el inicio de sus actividades el Instituto contó con el apoyo de Santiago Ramón y Cajal quien en cablegrama dirigido al Instituto manifestó «que
acepta con gusto el encargo que le hizo el Comité Organizador del Instituto Hispanomexicano de Intercambio Universitario, para suplicar a la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas de Madrid, se sirva intervenir
en el intercambio de profesores españoles que van a venir a México a iniciar este
intercambio cultural con España»36. De acuerdo con Formentín y Villegas el
IHMIU solía pedir a la JAE el envío de dos profesores por año, uno de letras y
otro de ciencias. La mejor época señalada por el Instituto para dar los cursos era
de julio a diciembre. Los profesores que llegaron a México a través del IHMIU
fueron los siguientes: Fernando de los Ríos Urruti y, Blas Cabrera y Felipe en
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34 PERRÍN (México 24 de enero de 1926): 9. El texto de Luis Rubio Siliceo fue publicado en la
revista Industria y Comercio y aparece en AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 24,
exp. 335, f. 11703. Una crítica al discurso hispanoamericanista utilizado por Siliceo en GRANADOS,
2005: 127 y s.s.
35 Boletín de la Universidad Nacional de México, II/13 (México, enero 1926): 53. A estos dos
nombres FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 158, agregan el de Gregorio Marañón.
36 Boletín de la Universidad Nacional de México, II/14 (México, febrero 1926): 29.
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1926, Luis de Zulueta y Escolano en 1927, Américo Castro Quesada en 1928,
María de Maeztu y Jorge Francisco Tello en 1929 y Pío del Río-Hortega en
193037. A esta lista que proporcionan Formentín y Villegas se pueden agregar los
nombres de Luis Araquistáin, José Casares Gil y hay indicios de la estancia de
Enrique Díez-Canedo y de Camilo Barcia Trelles, aunque en el caso de este último personaje las fuentes no son muy claras.
Para el año 1926 el Instituto presentó a la JAE dos ternas, una de ciencias y
otra de letras, para que se viera la posibilidad de traer a un catedrático de cada
grupo. Los nombres sugeridos en la de ciencias fueron Jorge Francisco Tello,
Blas Cabrera y Felipe y, Augusto Pi Suñer. En la de letras estaban sugeridos los
nombres de Ramón Menéndez Pidal, Fernando de los Ríos y Francesc Cambó.
Finalmente los días 28 y 30 de octubre llegaron a México «los ilustres catedráticos españoles que vienen a inaugurar las labores del Instituto Hispano-Mexicano
de Intercambio Universitario, siendo esto el coronamiento de los esfuerzos del
mismo Instituto y de la generosidad de la colonia española en México»38. Los
ilustres catedráticos a los que se refiere esta nota eran Blas Cabrera Felipe y Fernando de los Ríos Urruti. Hago notar que la inauguración de las actividades del
Instituto con estos dos invitados se realizó casi un año después de que el IHMIU
se hubiera fundado. En discurso de bienvenida a los profesores españoles, Alejandro Quijano, miembro fundador del Instituto y catedrático de la Universidad
Nacional de México, al igual que muchos otros intelectuales a uno y otro lado del
Atlántico, exaltó las bondades del intercambio universitario en función de la integración de la «raza» hispanoamericana: «tal raza es, tiene que ser síntesis de
dos civilizaciones, de dos sangres, de dos almas distintas que se unieron encendidas aún en el coraje de la pugna […] Nuestro problema, el problema racial de
América, de la América bajo el Bravo, no es, así, otro que el de afirmar la síntesis
de esas dos fuerzas». Por otra parte y ya en el terreno de lo académico Quijano
señaló que el Instituto daba «el primero de sus pasos en la consecución de su
obra, que tiende hacia una vinculación inteligente, firme y fructuosa entre México y España, buscando para ello el conocimiento y la comprensión mutuos de sus
valores espirituales». Quijano resaltó igualmente que aunque con anterioridad
«figuras del arte hispano» habían venido a México, ―citaba los nombres de [Jacinto] Benavente, [Ramón del] Valle Inclán, [Francisco] Villaespesa, Zamacois,
[¿Eduardo o Niceto?], [Vicente] Blasco Ibáñez y por supuesto el famoso viaje de
Rafael Altamira y Crevea―, estas visitas, a excepción de la última, «no han llevado el sello pedagógico, docente, que es el que da a la venida de los que nuestro
Instituto desea que les sigan, su característica, su importancia de función cultural
y patriótica». Fernando de los Ríos impartió un seminario sobre ciencia social y
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37
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Blas Cabrera otro sobre estructura del átomo. Ríos Urruti dictó conferencias en la
Universidad Nacional de México39. Al parecer, por convenio entre el Instituto y
la JAE, se programaron conferencias de estos dos catedráticos españoles en Yucatán 40. Cabe señalar que después de la Guerra Civil Fernando de los Ríos se
exilio en Estados Unidos en tanto que Blas Cabrera encontró refugio en México
en donde continuó su labor docente y científica en la Universidad Nacional autónoma de México, como profesor de física atómica e historia de la física. Murió
en México en 1945.
En 1927 los invitados fueron Luis de Zulueta Escolano, Luis Araquistáin y
José Casares Gil. Zulueta Escolano, doctor en filosofía y especialista en pedagogía, impartió cursos de pedagogía dirigidos especialmente a los profesores de la
Escuela Nacional de Maestros y a los profesores de las escuelas primarias. También ofreció un curso sobre «La Educación en el siglo XX». Era muy usual que al
anunciar la presencia de los catedráticos españoles el IHMIU hiciera gran propaganda invitando masivamente a las conferencias. En el caso de Zulueta Escolano
se invitó a los miembros de la Cámara Española de Comercio, a la Sociedad Española de Beneficencia, a la Junta Española de Covadonga, al Casino Español, al
Centro Asturiano, al Centro Vasco, al Orfeo Catalá, al Centro Valenciano, al
Real Club España, a la Peña Andaluza, al Centro Gallego y al Centro Castellano.
Esta masiva convocatoria a las organizaciones españolas en México se menciona
con el fin de recalcar la segura participación de muchas de éstas en el financiamiento económico de las actividades del Instituto41.
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39 Boletín de la Universidad Nacional de México, II/21-23 (México, septiembre, octubre y
noviembre 1926): 73. Datos biográficos y aspectos de la misión académica de Fernando de los Ríos
por el continente americano en FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 153-154. Estos autores afirman que
el catedrático español disertó en México sobre la «Crisis actual de la filosofía política y la orientación del moderno derecho público». Además, que por encargo de la JAE, de los Ríos tuvo la misión
de contactar un librero mexicano que tuviera la capacidad para distribuir las publicaciones de la
JAE. GUTIÉRREZ HERNÁNDEZ, 2004: 208, afirma que Ríos Urruti repitió la cátedra del Instituto en
1928. Blas Cabrera, secretario de la JAE, fue director del Laboratorio de Investigaciones Físicas del
Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales, dependiente de la JAE. Fue rector de la Universidad de Madrid, presidente de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, miembro de la
Sociedad Española de Física y Química y, desde 1936, miembro de la Academia Española. En
México dictó un curso sobre problemas de la física, con carácter de seminario y algunas conferencias más. FORMENTÍN Y VILLEGAS, 1992: 119-120.
40 AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 24, exp. 335, f.11566.
41 AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 24, exp. 336, f.f. 11711, 11726. Del folio
11745 al 11760 se encuentra la descripción de las conferencias de Luis de Zulueta Escolano. Los
datos biográficos de Zulueta Escolano así como sus actividades en el Instituto fueron publicadas en
los periódicos El Universal, Excelsior y en El Día Español. Igualmente se imprimieron 1500 ejemplares del programa del profesor español para ser repartidas en las preparatorias y las universidades. Por otra parte, el rector Pruneda solicitó al Secretario Puig Casauranc que gestionara ante la
Dirección de Radio de la Secretaría de Educación Pública la transmisión de las conferencias dictadas por el catedrático desde el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria, al respecto véase el f.
11809. Otros espacios culturales en donde Zulueta Escolano hizo presencia fue en la Asociación
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Por su parte, en junio de 1927 Araquistáin, invitado por el IHMIU dictó tres
conferencias: el viernes 10 en el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria
sobre «El Imperialismo Moderno y los pueblos hispánicos»; allí mismo, el domingo 12, sobre «Lo posible y lo imposible del hispanoamericanismo» y el miércoles 15 en el Casino Español sobre «Una España Nueva»42. La presencia de
Araquistáin en el Instituto no obedeció estrictamente a una invitación planificada.
En este sentido el secretario del Instituto Tomás Perrín le decía al rector Pruneda
que de las tres conferencias del señor Araquistáin sería una retribución «decorosa» la cantidad de $1,000. y «como se trata de una actuación extraordinaria del
Instituto me parece muy atinado procurar reunir la cantidad dicha entre los
miembros de la Directiva»43. Luis Araquistáin estuvo exiliado en México, en
Gran Bretaña, en Suiza y en la Argentina en donde murió en 1962.
En carta fechada en Madrid el primero de octubre de 1927, el rector de la
Universidad de Madrid le hacía saber a su homologo el rector Pruneda, que «su
Excelencia el Profesor Don José Casares Gil, Decano de la Facultad de Farmacia
de esta Universidad de Madrid, vuelve a esas tierras de hidalguía, designado por
la Junta para Ampliación de Estudios». Efectivamente, para noviembre el químico José Casares Gil estaba en México invitado por el IHMIU y como delegado de
la JAE. En la presentación que Alejandro Quijano hizo de Casares Gil en su
comparecencia en la Universidad Nacional de México afirmó: «Una vez más el
Instituto Hispano Mexicano de Intercambio Universitario, tiene la satisfacción de
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Cristiana de Jóvenes, en el Colegio Militar, en el Grupo «Ariel» y en el Real Club España. También
estuvo en el Casino Español en donde ofreció una conferencia sobre el tema «La infancia y la vejez», ZULUETA, I, (1928): 8. Zulueta Escolano ocupó una cátedra en la Universidad de Madrid y se
exilió en Colombia en donde impartió docencia en la Universidad Nacional, en la Escuela Superior
y en el Instituto Pedagógico, al respecto véase FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 158-159.
42 AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 24, exp. 335, f.f. 11589 y 11590. Invitaciones de las conferencias de Araquistáin fueron enviadas al Casino Español, a la Secretaría de
Educación Pública, al encargado de negocios de España en México, al presidente municipal de la
ciudad de México, al Ateneo de Ciencias y Artes de México y al Instituto de Relaciones Culturales,
véase f. 11611. Luis Araquistáin (Bárcena de Pie de Concha, 1886 - Ginebra, 1959) fue una figura
central en la política española de la primera mitad del siglo XX. Miembro del comité nacional del
Partido Socialista desde 1915, ha sido considerado como uno de sus más destacados intelectuales.
Ocupó una diputación a Cortes (1931), fue subsecretario del Trabajo y embajador en Berlín (1932)
y París (1936-1937). Dirigió las revistas España (1916), Leviatán (1934-1936) y Claridad. Es autor
de novelas y de obras teatrales. Entre sus ensayos políticos destacan El arca de Noé (1926), El
ocaso de un régimen (1930) y, La revolución mexicana. Sus orígenes, sus hombres, su obra, Madrid, Renacimiento, 1929 que, posiblemente se haya animado a escribir después de haber estado en
México en 1927. Sus datos biográficos han sido tomados de RUBIO NAVARRO, 2003.
43 AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 24, exp. 335, f. 11605. Las cursivas son
mías. Otra «actuación extraordinaria» fue la presencia del importante político mexicano Manuel
Gómez Morín a quien el Instituto invitó para que ofreciera una conferencia en el Paraninfo de la
Universidad Nacional de México. La conferencia tuvo lugar la noche del 26 de marzo de 1928 y su
tema fue sobre las impresiones que Gómez Morín se había hecho de España en un reciente viaje
realizado por la Península. Poco tiempo después esas impresiones fueron publicadas bajo el título
GÓMEZ MORÍN: 1928. ROSENWEIG, 1999: 2.
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presentar a los españoles, en esta casa de España, a un español ilustre que viene,
invitado por el Instituto, […] a impartir su ciencia en las aulas mexicanas para
provecho de los estudios de México, y también para timbre de España»44.
Américo Castro, el gran filólogo e historiador español fue el invitado para el
año de 1928. Fue catedrático de la Universidad de Madrid y gran animador del
Centro de Estudios Históricos. Discípulo de Menéndez Pidal, Castro también fue
una figura central y líder en el intercambio universitario España-América durante
la década de los veinte y treinta del siglo pasado. Justamente en estas labores
estuvo en Cuba, México, Puerto Rico, Argentina y Estados Unidos donde se exilio después de la guerra Civil. En México, invitado por el IHMIU, dictó cuatro
conferencias en la Universidad Nacional: «Introducción a la lingüística románica», «La enseñanza de la lengua y la literatura españolas», «Gramática histórica
de la lengua española» y «las grandes figuras de la literatura del siglo de Oro».
También en esta casa de estudios dirigió un seminario de estudios filológicos.
María de Maeztu, conocida por sus trabajos sobre educación y por su labor
docente fue la animadora del Instituto en enero de 1929. Símbolo de una nueva
figura activa e independiente, Maeztu fue alumna de Ortega y Gasset y estuvo
muy cerca de los proyectos de la JAE, de hecho fue su vocal durante el período
1929-1930, directora de la Residencia de Señoritas y de la sección preparatoria
del Instituto Escuela; también hizo parte de la Comisión de Relaciones Culturales
con América, entre otros cargos. En México, María de Maeztu dictó, entre otras,
las siguientes conferencias: «Rousseau o la educación natural», «Pestalozzi o la
educación social», «Herbart o la educación científica», «Psicología de la infancia», «Psicología de la adolescencia». Después de la Guerra Civil, tras un breve
período de estancia en Biarritz (Francia) y en Columbia University (New York),
Maeztu se exilio en la Argentina.
Junto con María de Maeztu, el histólogo y bacteriólogo Jorge Francisco Tello
Muñoz fue el otro invitado por el Instituto para el año de 1929. Alumno y colaborador de Cajal, Tello Muñoz fue pensionado de la JAE, introdujo por primera vez
el Servicio Regular de Autopsias de España, sucedió a Cajal en la cátedra de histología y anatomía de la Universidad de Madrid. En 1934 fue nombrado director
del Instituto Cajal. En el IHMIU Tello Muñoz dictó un curso sobre «La técnica
Cajal y su aplicación al estudio de importantes cuestiones neurobiológicas». En
1930 la cátedra del Instituto fue ocupada por el histólogo Pío del Río-Hortega
que, pensionado por la JAE en Francia, Inglaterra y Alemania, a su regreso a
España hizo parte de la Escuela de Cajal. En México ofreció un curso sobre
————
44 La carta del rector de la Universidad de Madrid en AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 24, exp. 335, f. 11687. El discurso de Quijano, así como el anuncio de la presentación de
Casares Gil en México aparecieron en El Día Español en su edición del 22 de noviembre; tres días
después este periódico publicó el discurso del rector Pruneda con ocasión de la presencia del Catedrático español en la Universidad; al respecto véase AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría,
caja 24, exp. 335, f. 11690.
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LA CORRIENTE CULTURAL DE LA JAE EN MÉXICO
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«cuestiones de investigación en su especialidad.» Al terminar la Guerra Civil
Tello Muñoz trasegó en calidad de exiliado por Francia, Estados Unidos y finalmente en Argentina en donde encontró sus últimos días45.
Formentín y Villegas afirman que a partir de 1931, «la Junta dejó de ser el
organismo mediador entre el Instituto y los profesores que a él habían de acudir».
Esto sugiere que muy posiblemente sin el aval de la JAE los miembros del Instituto hubieran disuelto el IHMIU. No obstante la documentación encontrada no ha
dado luces sobre que esto haya sido así. Además, Clara E. Lida señala que Enrique Díez-Canedo vino a México en 1932 invitado por el Instituto en donde ofreció un curso de conferencias sobre la cultura española y que la Universidad Nacional le confirió el título de profesor extraordinario46. De ser así, todavía entonces en ese año el Instituto Hispano-Mexicano de Intercambio Universitario
desarrolló actividades. Lo que sí es de suponer es que con el inicio de la Guerra
Civil el Instituto haya desparecido.
LOS QUE ABORDARON EL TRASATLÁNTICO PARA LLEGAR A ESPAÑA
Las fuentes encontradas hasta ahora indican que aunque existió el intercambio universitario de mexicanos hacia España a través del IHMIU y la JAE, éste
más bien fue muy reducido. El caso más sonado y destacado de este intercambio
fue el periplo que en los primeros meses de 1927 Ezequiel A. Chávez realizó por
varias universidades españolas en calidad de conferencista, llevando la representación del Instituto y sirviendo de operador en Madrid ante la JAE y, también
ante los candidatos españoles que vendrían a México durante el verano de ese
año. Chávez (1868-1946) fue una figura central en la intelectualidad mexicana de
fines del siglo XIX y durante buena parte de la primera mitad del XX. Originario
de Aguascalientes, Chávez cursó sus estudios en la Escuela Preparatoria y en la
Facultad de Jurisprudencia en México obteniendo su título de abogado en 1891.
Chávez, uno de los docentes más reconocidos de su época, fue subsecretario de
Instrucción Pública, director de la Preparatoria, de la Esuela de Altos Estudios de
la Universidad Nacional de México y rector de esta casa de estudios. En 1910 el
Consejo de la Universidad Nacional de México le otorgó el grado de doctor
Honoris Causa, y en 1941 le concedió la medalla de oro por cincuenta años de
magisterio y el título de profesor emérito. Además, en la carrera profesional de
Chávez hay que destacar su compromiso e interés por crear instituciones de ca-
————
45 El perfil profesional así como los datos sobre la estancia en el IHMIU de los anteriores catedráticos en, FORMENTÍN Y VILLEGAS, 1992: 145 (Castro), 126 (del Río-Hortega), 127 (Maeztu):
159 (Tello Muñoz). La lista de los catedráticos españoles invitados por el IHMIU se complementa
con una breve alusión de GUTIÉRRES HERNÁNDEZ, 2004: 208, sobre que en 1929 el internacionalista
Camilo Barcia Trelles dictó una conferencia en el Casino Español bajo los auspicios del IHMIU.
46 LIDA, 1992: 59.
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rácter educativo. De hecho, en estrecha colaboración con Justo Sierra, Chávez
fue uno de los principales impulsores de la creación de la Universidad Nacional
de México en 1910 y de la creación de su Escuela de Altos Estudios47. Las conferencias de Chávez en las universidades españolas fueron varias. En enero 13 de
1927 Tomás G. Perrín, secretario del IHMIU anunciaba que durante ese mes
Chávez impartiría en la Universidad Central de Madrid un curso de intercambio
sobre «Psicología de la adolescencia». Además, Perrín señalaba que Chávez serviría como «mediador personal, a fin de acercarse a la Junta de Ampliación de
Estudios, así como a los candidatos para 1927, a fin de asegurar, en lo posible, la
venida de éstos para nuestro próximo verano»48. El 19 de marzo de ese año, estando en Córdoba, Chávez dirigió una carta a Pruneda en que le comentaba que
había dado conferencias en Andalucía y Barcelona, «a pedimento de los rectores»49. El paso de Chávez por la Universidad de Barcelona fue exaltado por las
autoridades diplomáticas y por el rector de la Universidad. Antes de iniciar su
conferencia Chávez señaló que «nadie que haya nacido en América podrá olvidar
la misión civilizadora que ejerció allí España fundando, entre otras Universidades, la de Méjico». La conferencia de Chávez fue «la más fecunda de las nuevas
orientaciones de la Psicología relativas a la acción». También se sabe que Chávez
impartió una conferencia en la Unión Ibero Americana de Madrid el 3 de mayo
de 1927, cuyo tema fue sobre «Los conceptos de nacionalidad y de raza y la necesidad de ensancharlos para asegurar el progreso del mundo»50.
Por otra parte, también se sabe que Alejandro Quijano, miembro del Instituto
y profesor de la Universidad Nacional de México, viajó de intercambio al Instituto de las España en New York, «como parte de las relaciones que deben existir
entre las diversas sociedades culturales españolas establecidas en New York, en
Cuba y Puerto Rico y este mismo Instituto, especialmente desde el punto de vista
de la venida a México de catedráticos españoles.» En este objetivo de establecer
relaciones entre los institutos culturales españoles establecidos en América, el
IHMIU también entró en contacto con los editores de la Revista de Estudios Hispánicos, publicada en colaboración con el Departamento de Estudios Hispánicos
de la Universidad de Puerto Rico, el CEH de Madrid y la Universidad de Columbia. Esta revista cuyo primer número apareció en 1928 aspiraba a «ser órgano del
————
47 DICCIONARIO PORRÚA, 1995: 734-735, t. A-C. Sobre su papel protagónico en la creación de
la Universidad y de Altos Estudios véase GARCIADIEGO, 1996: 25 y ss. y 122 y ss.
48 AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 24, exp. 335, f. 11507. En el folio 11511
un telegrama de la Secretaría de Relaciones Exteriores informa de nueve conferencias sobre psicología de la adolescencia que dio el Dr. Chávez en la Universidad Central de Madrid. La conferencia
inaugural fue «muy interesante y aplaudida por la selecta concurrencia universitaria.
49 AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 24, exp. 335, f. 11521. Hay que señalar
que aunque Chávez dirigía su correspondencia al rector de la Universidad, ésta era remitida a Tomás G. Perrín, secretario del IHMIU.
50 Véase el recorte del periódico barcelonés La Noche en, AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 24, exp. 335, f. 11517. La conferencia en la Unión Iberoamericana en ff. 11525-1541.
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hispanismo entre las Américas. Para ello, entre otras cosas, la Revista tendría una
sección dedicada a reseñar las actividades de las sociedades culturales americanas, señaladamente las de México, Cuba, Puerto Rico y Estados Unidos51.
Muy poco se ha encontrado sobre el intercambio de estudiantes mexicanos
hacia España a través del IHMIU y de la JAE. Fragmentariamente y sin haber
podido establecer su número, al parecer sí hubo estudiantes universitarios mexicanos en España a través del intercambio. También se encontró información poco
clara sobre unos estudiantes de la Preparatoria que serían becados por el Rey. A
reserva de confirmarlo plenamente, pudiera ser que Silvio Zavala hubiera sido
uno de los universitarios becados. Clara E. Lida señala que en 1931 Zavala fue a
España como becario y en 1933 presentó su tesis doctoral en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, bajo la dirección de Rafael Altamira.
Por su parte, Formentín y Villegas al presentar un cuadro de estudiantes latinoamericanos que pasaron por los cursos de verano para extranjeros que ofrecía el
CEH en la Residencia de Estudiantes, mencionan para el año de 1931 a un argentino y a un mexicano que, bien pudo haber sido Zavala.
Otra información salida de la sesión del Instituto del día 10 de octubre de
1927, celebrada en la Rectoría de la Universidad Nacional, señala que se acordó
«entregar al Sr. Victor José Peredo, estudiante de la Facultad de Ingenieros, agraciado con la beca de S. M. el Rey de España, un pasaje de primera clase de Veracruz a Santander (en el vapor Alfonso XIII) por valor de $ 5.90 [?] más 50 pesos
para el viaje de México a Veracruz y $300 pesetas para trasladarse de Santander
a Madrid donde gestionaría el pago de su beca»52.
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————
51 AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 24, exp. 335, f. 11700. Consultado el
número 1 de la Revista de Estudios Hispánicos fechado en 1928, efectivamente hay una sección
nombrada «El Hispanismo en América»: 77-91, en donde se reseñan actividades académicas realizadas en las culturales españolas de Puerto Rico, Argentina, Brasil, Cuba, Chile, México, Panamá,
Uruguay y Estados Unidos.
52 La información sobre los estudiantes universitarios becados en España, así como de los estudiantes preparatorianos en, AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 28, exp. 376. Los datos sobre
José Peredo en AHUNAM, fondo Universidad, ramo Rectoría, caja 24, exp. 336, f. 11821 y 11822.
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This article offers a two-way study of the efforts made by a number of social actors and institutions to foster University exchanges between Mexico and Spain. The «Instituto Hispano-Mexicano
de Intercambio Universitario» should be highlighted on the Mexican side, and the «Junta de Ampliación de Estudios» on the Spanish one. This work maintains that the Mexican-Spanish relations
in the first half of the 20th Century underwent an important phase between 1925 and 1935, coinciding with the time when the Institute was running.
KEY WORDS: University exchange, cultural relations, Spanish Colony, Hispanism.
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RAÍCES HISPÁNICAS Y CULTURAS AMERICANAS.
FOLKLORISTAS DE NORTEAMÉRICA EN
EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS
POR
CARMEN ORTIZ GARCÍA
Departamento de Antropología. CSIC, Madrid
Se repasan algunas de las iniciativas más importantes de la investigación folklórica llevadas a
cabo en el Centro de Estudios Históricos en las primeras décadas del siglo XX, a cargo de investigadores norteamericanos que pudieron realizar sus trabajos de recogida directa de datos en el
campo gracias a los auspicios de instituciones académicas norteamericanas y en estrecho contacto
con los investigadores españoles de la Junta para Ampliación de Estudios.
PALABRAS CLAVE: Junta para Ampliación de Estudios, Centro de Estudios Históricos, folklore,
R. Menéndez Pidal, R. M. Anderson, K. Schindler, A. M. Espinosa Sr.
INTRODUCCIÓN
El propio nombre de la institución que nos ocupa ahora, con motivo de cumplirse el centenario de su fundación el 11 de enero de 1907, «La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas», expresa por sí solo el doble objetivo
para el que fue creada, como una institución dedicada a la promoción y la práctica
de la ciencia en España. La creación de un organismo dedicado a la práctica científica podría, en un principio, chocar con la conocida insistencia de Francisco Giner
de los Ríos —y posteriormente de quienes fueron sus más directos y selectos discípulos, y entre ellos de modo fundamental José Castillejo— más en la pedagogía
que en la ciencia. Es decir, en la idea de que en la reforma de la enseñanza, como
motor de la necesaria modernización de España, la pieza primera y básica debía ser
la figura del docente e investigador —es decir, la persona—; por encima de la
creación de instituciones que, sólo después de contar con un número suficiente de
personal profesionalmente educado, podría pensarse en poner en marcha.
126
CARMEN ORTIZ GARCÍA
Esta conocida filosofía ha hecho que la Junta se haya enfocado con mayor
frecuencia desde el punto de vista de uno de sus objetivos básicos que, como se
recoge en el comienzo del Decreto Fundacional, consistía en «formar el personal
docente futuro y dar al actual los medios y facilidades para seguir de cerca el
movimiento científico y pedagógico de las naciones más cultas»1. Diagnosticada
correctamente la causa, si no única, sí fundamental del retraso que arrastraba
España en el terreno de la educación, en todos sus niveles, y de la práctica científica, en el aislamiento de las corrientes científicas y filosóficas internacionales, la
JAE se organizará para poner un remedio urgente a esta situación endémica —
para la que ya se habían intentado antes algunos paliativos de escasa efectividad2— con el envío sistemático de profesores y estudiantes a formarse en centros
extranjeros de reconocido prestigio, mediante un sistema de pensiones, dotadas
por el Estado y gestionadas por la nueva institución, que, precisamente por eso,
era conocida como «Junta de Pensiones».
Sin embargo, la «urgencia» con que la JAE se planteó la necesidad de su acción mediante la puesta en marcha del sistema de pensiones, no debe desviar la
atención de su verdadero objetivo: europeizar (y americanizar, añadiría yo también) la enseñanza y la investigación españolas. La necesidad sentida por los institucionistas, al igual que por otros sectores modernizadores de la intelectualidad,
como, por ejemplo, los reformistas, de abrir el país a las nuevas corrientes y los
aires foráneos, y el sentimiento de oprobio al verlo relegado a las últimas posiciones en cualquier somera comparación con otras naciones3, no ya cultas y tecnificadas, sino por el contrario muy alejadas de los estándares de bienestar y desarrollo, como China o Turquía («cuya colonia de estudiantes en Alemania es cuatro
veces mayor que la española» se señala en el Preámbulo del Decreto fundacional
de la JAE4), están en la base y constituyen las ideas directrices de la acción de la
JAE5. Evidentemente no se trataba de mandar a la gente a estudiar fuera por esnobismo, anticatolicismo, papanatismo, antiespañolismo, ni otros ismos que les
fueron achacados a los hombre dirigentes de la JAE por los reaccionarios durante
toda su existencia y que sirvieron, tras su aniquilamiento por el régimen salido de
la Guerra Civil, para intentar acabar con la memoria de sus logros y sus hallazgos6. Hoy ya nadie puede dudar de que el internacionalismo de la ciencia es uno
de los requisitos de su propia existencia y de que sólo los países que están dispuestos a romper auténticamente las fronteras pueden aspirar a crear y consolidar
conocimiento y pensamiento científico. Es decir, lo que pensaban a principios del
————
1 Preámbulo del Real Decreto creando la «Junta para Ampliación de Estudios», reproducido
facsimilarmente en SÁNCHEZ RON (coord.), 1988, vol. I: 255.
2 SÁNCHEZ RON, 1988: 2-5.
3 SÁNCHEZ RON, 1988: 6-7.
4 Preámbulo citado en SÁNCHEZ RON (coord.), 1988, vol. I: 256.
5 LAPORTA, RUIZ MIGUEL, ZAPATERO y SOLANA, CXXVI / 493 (Madrid, 1987): 35-47.
6 OTERO CARVAJAL, 2006.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 125-162, ISSN: 0034-8341
RAÍCES HISPÁNICAS Y CULTURAS AMERICANAS. FOLKLORISTAS DE NORTEAMÉRICA EN EL CEH
127
siglo XX los profesores e intelectuales institucionistas no sólo era totalmente
acertado, sino el mejor diagnóstico para haber situado, si se hubiera seguido por
ese camino, a los estudios superiores y la investigación en un nivel aún hoy no
alcanzado por España.
El objetivo último de las pensiones de la JAE era configurar un tejido de profesionales con formación y al tanto de las tendencias educativas y científicas que
pudieran reincorporarse, tras su estancia de estudios en el extranjero, a las anquilosadas facultades universitarias, escuelas normales e institutos de segunda enseñanza. Sin embargo, la situación de penuria de los centros docentes superiores en
España, y los anacrónicos medios de reclutamiento de personal que reproducían
el sistema, hacían que la JAE, para conseguir un mínimo éxito en sus objetivos
modernizadores, intentara, como lo hizo a través de varias disposiciones administrativas (el certificado de acreditación, por ejemplo)7, que el haber estudiado en
universidades de Francia, Alemania, Inglaterra o Estados Unidos fuera un requisito, si no imprescindible, al menos evaluable para optar a los puestos docentes
universitarios. Pero también vio la necesidad de la creación de centros propios en
los que los pensionados y otros estudiantes acreditados por ella pudieran «reincorporarse» a trabajar en investigaciones dirigidas o coordinadas por científicos
con experiencia y prestigio. En la exposición preámbulo del Real Decreto que
crea la JAE, queda expresado explícitamente cómo sus objetivos superaban ampliamente el ser una mera caja de pensiones para el extranjero:
[…] necesitan los pensionados, a su regreso, un campo de trabajo y una atmósfera favorable en que no se amortigüen poco a poco sus nuevas energías y
donde pueda exigirse de ellos el esfuerzo y la cooperación en la obra colectiva a
que el país tiene derecho. Para esto es conveniente facilitarles, hasta donde sea
posible, el ingreso al Profesorado en los diversos órdenes de enseñanza, previas
garantías de competencia y vocación; contar con ellos para formar y nutrir pequeños Centros de actividad investigadora y de trabajo intenso, donde se cultiven
desinteresadamente la Ciencia y el Arte, y utilizar su experiencia y sus entusiasmos para influir sobre la educación y la vida de nuestra juventud escolar8.
Así, en enero de 1910, cuando se ha consolidado ya como un eficiente organismo de gestión, se modifica el real decreto fundacional de 11 de enero de 1907,
vinculando a la Junta como organismo del Ministerio de Instrucción Pública con
unas funciones muy concretamente definidas a su cargo:
1º El servicio de ampliación de estudios dentro y fuera de España.
2º Las delegaciones en congresos científicos.
————
7
8
LAPORTA, RUIZ MIGUEL, ZAPATERO y SOLANA, CXXVI / 493 (Madrid, 1987): 38-41.
Preámbulo citado en SÁNCHEZ RON (coord.), 1988, vol. I: 261.
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3º El servicio de información extranjera y relaciones internacionales en
materia de enseñanza.
4º El fomento de los trabajos de investigación científica, y
5º La protección de las instituciones educativas en la enseñanza secundaria
y superior9.
Varias fueron las instituciones que la JAE puso en marcha en torno a estas
distintas funciones: el Instituto-Escuela como centro modelo en el que se experimentaría la puesta en práctica de las nuevas técnicas y teorías pedagógicas, aplicadas a la enseñanza media; la Residencia de Estudiantes, experiencia de college
universitario que alcanzó una marcadísima personalidad, y, además, varios iniciales centros de investigación, dedicados a las tres grandes divisiones del conocimiento científico (ciencias de la humanidad, ciencias de la vida y ciencias físicomatemáticas): el Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales, y el Centro de
Estudios Históricos. Posteriormente, se desdoblaría la Asociación de Laboratorios y se daría lugar a una red de centros y laboratorios dedicados a la investigación científica especializada por toda España. El entramado que la JAE crea a
partir de estos centros (Instituto Nacional de Física y Química, Laboratorio Matemático, Instituto Cajal, Estación Alpina de Guadarrama, Misión Biológica de
Galicia, Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, etc.10), junto
con otros hechos, como la creación en 1931 de la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas dirigida por Castillejo11 —que
abandona su puesto clave como secretario de la Junta para responder a este nuevo
y fallido reto— y la creación ex novo por Franco del flamante Consejo Superior
de Investigaciones Científicas, apropiándose por la fuerza del patrimonio acumulado por la JAE, una vez que se había arrasado con la obra y los principios mantenidos siempre por ella12, nos están indicando que la JAE fue, y lo quiso ser desde su mismo nacimiento, una organización creada para dar apoyo y continuidad a
la ciencia hecha en España.
En este objetivo, como en el resto de las actividades de la Junta, la filosofía
que dirigía su práctica era huir de los proyectos globales y las grandes organizaciones burocráticas y así, Castillejo, maestro en este arte de iniciar instituciones
funcionales con escasos medios, vio que había que obrar por partes:
[…] creyó [la Junta] que debía evitar ante todo el peligro de proyectar un
organismo completo, acabado […] Considerando unánimemente la Junta que
————
9 «Real Decreto constitutivo de la Junta, modificado por el de 22 de enero de 1910», reproducido facsimilarmente en SÁNCHEZ RON (coord.), 1988, vol. I: 265-276; 269-270.
10 Ver cuadro con el organigrama de estos centros en LAPORTA, RUIZ MIGUEL, ZAPATERO y
SOLANA, CXXVII / 499-500 (Madrid, julio-agosto 1987): 137.
11 FORMENTÍN y RODRÍGUEZ FRAILE, 2001. SÁNCHEZ RON, 1988: 18-19. LAPORTA, RUIZ MIGUEL, ZAPATERO y SOLANA, CXXVI / 493 (Madrid, 1987): 78.
12 LÓPEZ-OCÓN, 34-35 (Madrid, 1999): 27-48.
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RAÍCES HISPÁNICAS Y CULTURAS AMERICANAS. FOLKLORISTAS DE NORTEAMÉRICA EN EL CEH
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no había aún elementos para organizar un centro de estudios que abarcase las
diferentes ramas científicas […] creyó conveniente ver si en algunas de ellas
existía la posibilidad de un comienzo modesto […] se llegó a la conclusión de
que, en general, era preciso aún esperar; pero había dos núcleos de trabajo en
los cuales tal vez podría intentarse alguna cosa. Era el primero el de los estudios históricos patrios13.
EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS
Después de dos años de gestiones, el Centro de Estudios Históricos se crea por
un Real Decreto de 18 de marzo de 191014, bajo la dirección de Ramón Menéndez
Pidal y con Tomás Navarro Tomás como secretario. A pesar del nombre, el Centro
acogía no sólo a la historia, sino a otras materias de la investigación humanística15,
fundamentalmente la filología, pero también la arqueología, las ciencias jurídicas o
el folklore; eso sí, enfocadas siempre según criterios historicistas. La dirección de
Menéndez Pidal y el peso alcanzado por sus discípulos en el Centro convirtieron a
su sección de Filología (en la que se incluían también los proyectos de folklore y
musicología) en el núcleo de la nueva institución, que contaba con otras secciones:
la de Historia dirigida por Rafael Altamira, la dedicada a las instituciones medievales por Eduardo de Hinojosa, de Arqueología y Arte encomendadas a Manuel Gómez Moreno y Elías Tormo, de Filosofía contemporánea a Ortega y Gasset, y las
de Filosofía e Instituciones Árabes desempeñadas por Miguel Asín y Julián Ribera
hasta su abandono del Centro en 191616.
Entre sus objetivos programáticos figuraban: «comunicarse con los pensionados, en el extranjero o dentro de España, que hagan estudios históricos» y «establecer relaciones y cambio con análogos Centros científicos extranjeros»17. Es
decir, que la internacionalización del trabajo de investigación aparece en el CEH
formando parte del espíritu de la Junta, pero también, como se apreciaba ya en el
preámbulo de su decreto fundacional, este internacionalismo se complementa con
la manifiesta necesidad de contribuir al conocimiento del propio país, y fundamentalmente de su pasado:
A otra necesidad atiende la disposición presentada a la aprobación de V. M.,
y es a la de que el trabajo junto a Profesores españoles de renombre; el conoci-
————
13
Memoria JAE, 1908: 47-48.
Ver reproducción facsimilar de este decreto fundacional en SÁNCHEZ RON (coord.), 1988,
vol. I: 299-307.
15 ABAD, 1988: 503.
16 Sobre la historia del CEH contamos con la reciente y documentada monografía de LÓPEZ
SÁNCHEZ, 2006.
17 «Real Decreto de 18 de marzo de 1910 creando un Centro de Estudios Históricos», SÁNCHEZ RON (coord.), 1988, vol. I: 305.
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miento de los tesoros arqueológicos y artísticos de nuestro país; la visita a bibliotecas y archivos; las exploraciones geológicas, arqueológicas, botánicas, etc., y
las excursiones para estudiar comarcas industriales, regiones agrícolas o cuestiones sociales, pueden favorecerse creando pensiones para dentro de España, cuya
cuantía y duración debe depender de las circunstancias de cada caso18.
La aparición, pues, de la posibilidad de subvencionar, no solo viajes al extranjero, para conseguir capacitación en disciplinas precisas, sino, en paralelo,
trabajos de investigación que conlleven el conocimiento del propio terreno, está
en relación con la misma idea regeneradora de la ciencia nacional y es un principio asentado como parte fundamental del programa pedagógico de la Institución
Libre de Enseñanza, que promocionaba el valor del contacto directo del estudiante con la realidad circundante, a través de las excursiones pedagógicas, el amor
por la naturaleza, la valoración del patrimonio artístico y de la vida rural, etc.
Como se señala en la primera memoria, correspondiente a 1907, que Castillejo redacta sobre las actividades de la Junta:
Se apreció la necesidad de iniciar, como complemento, aquí dentro de España, trabajos de investigación científica, comenzando por aquellas esferas
donde el país, con sus archivos, monumentos y su suelo, ofrecía la materia
prima del estudio, sobre la base: a) De las personas que en España sintieran
afición hacia esa clase de trabajos; b) de algún profesor que pudiera venir del
extranjero en calidad de auxiliar, para las ramas en que, a juicio de aquellas
personas, fuera necesario; c) de los pensionados que regresasen con una sólida
formación19.
Entre los objetivos que el CEH se propone, figura en segundo lugar (detrás de
la preparación de fuentes documentales, glosarios y monografías «filosóficas,
históricas, literarias, filológicas, artísticas o arqueológicas»),
Organizar misiones científicas, excavaciones y exploraciones para el estudio de los monumentos, documentos, dialectos, folklore, instituciones y, en
general, cuanto pueda ser fuente de conocimiento histórico20.
Además de la organización de los trabajos del Centro en sus diversas secciones, por parte de sus responsables, cada año, y antes de hacer pública la convocatoria de las pensiones, la JAE ofertaba los cursos y actividades de perfeccionamiento que podían seguirse en sus propios centros21. Tales cursos, en los primeros años muy minoritarios, funcionaron como un vivero de investigadores, que
————
18
19
20
21
Preámbulo citado, SÁNCHEZ RON (coord.), 1988, vol. I: 261.
Memoria de la JAE, 1908: 13-14.
Real Decreto de creación del CEH en SÁNCHEZ RON (coord.), 1988, vol. I: 305.
SÁNCHEZ RON, 1988: 32.
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eran introducidos en las nuevas formas de concebir y llevar a cabo el trabajo,
comprometidos con la institución y con el grupo. Finalmente, toda la labor se
completaba con el mantenimiento por el propio Centro de una serie de publicaciones científicas y recursos bibliotecarios. Así pues, la creación del CEH no es
más que la parte complementaria de toda la labor organizada por la JAE en el
exterior a través de las pensiones; el Centro servía como bisagra que permitía,
por un lado, organizar y tener el mayor control sobre el envío de pensionados
fuera, con las mejores garantías de preparación y aprovechamiento, y por otro,
proporcionar una base de aterrizaje a los regresados que, fuera de la Universidad,
no tenían ninguna opción de seguir manteniendo su actividad académica22.
La idea de Giner de que era absolutamente necesaria la «exportación» de estudiantes españoles para conseguir la mejora de la enseñanza y, a través de ella, la
regeneración nacional, se complementaba con la igualmente precisa «importación»
de profesores y científicos extranjeros que contribuyeran a la «civilización» de
España23, ante la falta de personal cualificado suficiente en nuestras universidades
que pudiera hacerse cargo de esta tarea. Los centros de la JAE (incluyendo la Residencia de Estudiantes) comienzan, sobre todo a partir de la Primera Guerra Mundial, a ser visitados y frecuentados por estudiantes e investigadores extranjeros y a
partir de 1916 se inicia la experiencia de traer a España a profesores de universidades extranjeras para impartir prácticas y cursos de especialización; por ejemplo, en
el marco de esta iniciativa se firmó un acuerdo entre la JAE y el Instituto Francés
de Madrid para facilitar este intercambio24. Los cursos de verano para estudiantes
extranjeros, que comienzan a impartirse en esos mismos años, y la política de establecimiento de cátedras y seminarios de lengua y cultura españolas diseminados
por los campus universitarios de muchos países de América y Europa, son la
plasmación de la puesta en valor del hispanismo en todo el mundo a que también
dedicó la Junta sus esfuerzos técnicos y de personal.
A pesar de lo que puedan tener de anecdótico o coyuntural hechos como el
conocido ofrecimiento de una cátedra en la Universidad Central a Albert Einstein
en 192325, lo cierto es que la labor de la Junta consiguió un auténtico prestigio
internacional y que, gracias a su existencia y sus gestores, se logró la materialización de proyectos de gran calado, como la creación del Instituto Nacional de Física y Química, auspiciado por la Fundación Rockefeller26. Con independencia
de la conocida anglofilia de Castillejo y el europeismo que dirigió la política de
la Junta en la gestión de las pensiones de estudio, dirigiendo la mayor parte de los
————
22 LAPORTA, RUIZ MIGUEL, ZAPATERO y SOLANA, CXXVII / 499-500 (Madrid, julio-agosto
1987): 32-33.
23 LAPORTA, RUIZ MIGUEL, ZAPATERO y SOLANA, CXXVI / 493 (Madrid, 1987): 40.
24 LAPORTA, RUIZ MIGUEL, ZAPATERO y SOLANA, CXXVII / 499-500 (Madrid, julio-agosto
1987): 43-44.
25 SÁNCHEZ RON y ROMERO DE PABLOS, 2005.
26 GLICK, 1988.
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estudiantes hacia países cercanos, con universidades prestigiosas y alto nivel
científico: Francia, Alemania y Gran Bretaña, distintos sectores intelectuales ya
venían haciendo un esfuerzo paralelo intentando liderar un movimiento hispanista que contrarrestara la preeminencia o enorme influencia que la cultura y los
países anglosajones estaban consiguiendo en las repúblicas iberoamericanas27. La
Junta fue reclamada como la institución de referencia para el establecimiento de
estas relaciones multilaterales con la América hispana, que se planteaban con
base en la comunidad de la lengua, pero, a la vez, suponían desconfianza o recordaban el pasado colonial todavía cercano y buscaban en la modernidad y la renovación representada por los institucionistas la distancia frente a las viejas ideologías imperialistas de la madre patria, y el prestigio europeo con que oponerse al
agresivo «panamericanismo» norteamericano28. Múltiples relaciones se establecieron, en este sentido, entre la JAE y distintos tipos de instituciones culturales y
científicas hispanoamericanas29, animadas por los frecuentes viajes de Castillejo
y de los directivos de los centros, como Menéndez Pidal y Navarro Tomás.
THE HISPANIC SOCIETY OF AMERICA: RUTH MATILDA ANDERSON
Con estos contactos se lleva a cabo, incluso, una labor sistemática de captación de fondos para la investigación provenientes del mecenazgo privado americano. No solo las ciencias físicas y biológicas son objeto de financiación de entidades como la Fundación Rockefeller; los proyectos del Centro de Estudios Históricos encontraron también eco entre mecenas más modestos como los doctores
Avelino y Ángel Gutiérrez de Buenos Aires, gracias a cuyos donativos pudieron
llevarse a cabo las encuestas de campo correspondientes a 1933 para la recogida
de materiales orales con destino al Atlas Lingüístico de la Península Ibérica y el
Romancero Hispánico, liderados por Navarro Tomás y Menéndez Pidal30. Sin
embargo, el mecenas americano particular más importante fue sin duda el norteamericano Archer Milton Huntington (1870-1955) a través de la creación (en
1904) y el mantenimiento de The Hispanic Society of America31. El interés de
Huntington y la Hispanic Society por la cultura española cubría multitud de aspectos, desde la adquisición de antigüedades y obras de arte, hasta la promoción
de proyectos de tanta visibilidad como los ejecutados por el pintor Sorolla, llegando también al patrocinio de los trabajos del Centro de Estudios Históricos y a
————
27
Ver al respecto ABELLÁN, 1996. NIÑO, 50 (1987): 201-208.
AGUILAR, 1968.
29 Sobre todo en Argentina, ver ORTIZ, 1988. En Puerto Rico, ver NARANJO, LUQUE y PUIGSAMPER, 2002. En Cuba, ver NARANJO y PUIG-SAMPER, 219 (Madrid, 2000): 477-503. Sobre EE. UU.
ver HILTON, 1957. En general ver FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992. SÁNCHEZ RON, 1988, vol. I: 38-39.
30 Memoria de la JAE, 1935: 557.
31 PROSKE, 1963. The Hispanic Society…, 1954.
28
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promover sus actuaciones propias de documentación y rescate de distintos elementos de la cultura tradicional española. Gracias a un cheque donado por Archer M. Huntington al CEH, Menéndez Pidal pudo comenzar a preparar la edición de uno de sus proyectos más ambiciosos, la Epopeya y Romancero32, que no
llegó a completarse. Entre los asuntos que al mecenas norteamericano le interesaban del Centro —aparte del prestigio indudable de Menéndez Pidal y su conocimiento de la España medieval— estaban sus tareas folklóricas, dedicadas sobre
todo a la recopilación de música, antigua y popular, y manifestaciones literarias,
narrativas y líricas, de carácter tradicional, recogidas directamente en las comunidades rurales de toda España, pero centrándose fundamentalmente en lo que se
consideraba, en el concepto menéndezpidaliano, más original o genuino: el área
castellana.
El CEH consiguió aglutinar en torno a su núcleo de investigadores a los científico foráneos atraídos por el estudio de las lenguas y las culturas hispánicas,
muchas veces con un objetivo comparativo, evidente entre los americanos, pero
también existente entre los romanistas y que no faltaba tampoco en Menéndez
Pidal y su escuela, que abarcaban el romancero en todo el ámbito hispánico o
proyectaban sus atlas lingüísticos con una extensión plurinacional. Así, por
ejemplo, a partir de 1912, vinculado al Centro y tutelado por Navarro Tomás,
comienza a trabajar en España el lingüista alemán Fritz Krüger (1889-1974), que
realizó trabajo de campo para la recogida de las hablas dialectales del noroeste
ibérico en Sanabria, La Cabrera y El Bierzo (1921-22), Tras-os-Montes y Orense
(1924), y posteriormente (durante 1927 y 1929) viajará por El Pirineo aragonés y
el suroeste de Asturias. Estas encuestas dieron lugar a una obra de investigación
considerable y fueron continuadas por sus alumnos de la Universidad de Hamburgo hasta la guerra33. Pero también el exotismo de la cultura tradicional española y su enorme variedad y riqueza en aquellas décadas iniciales del siglo XX
constituyó un foco de atractivo para la investigación folklórica llevada a cabo,
tanto por los propios españoles —liderados por los investigadores del CEH,
Eduardo Martínez Torner, Federico de Onís, Tomás Navarro Tomás, Américo
Castro, Aurelio de Llano, Manuel Manrique de Lara, etc.— como por algunos
extranjeros, que confluían en torno a las mismas metodologías e intereses desarrollados por Menéndez Pidal.
El aliciente de poder entrar en contacto directo con realidades culturales arcaicas en el campo español, tan alejado de los estándares de desarrollo tecnológico y los modelos vida moderna que se extendían ya por los países europeos, es
todavía mayor en el caso de los investigadores e intelectuales norteamericanos.
Así, coinciden en el CEH otras dos iniciativas de trabajo de campo en el terreno
de la cultura tradicional, auspiciadas ambas por la Hispanic Society. Aunque el
————
32
33
Memoria de la JAE, 1933: 143. CATALÁN, 2001, vol. I: 135, 141.
ROS FONTANA, 1999: 11-39. CALVO, XLVI (Madrid, 1991): 349-360.
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proyecto más importante de Huntington en este terreno fue el encargo que hizo
en 1911 a Sorolla para que realizara su serie de pinturas de las «provincias de
España»34, en las que el traje típico era el motivo central, el Museo de la Hispanic
Society contaba además con una colección considerable de encajes, complementos y prendas, de cuadros, acuarelas, grabados y fotografías dedicados a la indumentaria histórica y regional de España. La conservadora de esta sección y fotógrafa, Ruth Matilda Anderson (1893-1983), fue comisionada para viajar a España
durante 1924 y 25 con el fin de documentar las formas de vestir y los trajes tradicionales de las distintas zonas en que se había centrado el trabajo de Sorolla. En
este primer viaje, Anderson, acompañada por su padre y después por una colega
de la Hispanic Society, Frances Spalding que sería su colaboradora, visitó Galicia
y Asturias35, fotografiando no solo los trajes, sino otros aspectos de la vida rural
y tomando notables imágenes de tipos con los vestidos «autóctonos» en comarcas
aisladas de Zamora y León, que evocaban reminiscencias de tiempos extinguidos.
En Villalcampo, pudo ver: «Little boys were in skirts, reminding one that Philip
II was not put into small-clothes until was four». En Toro, el moño de las
«señoritas»: «At each side a disc of hair, real and false, was outlined with silverfiligree hairpins, creating an effect reminiscent of the Iron Age Lady of Elche»;
en Maragatería, el traje de arriero le recordaba más a la realeza que al vestido de
los hombres musulmanes: «the full breeches (bragas) that have been one motive
for associating his people with Moslems. Actually, in cut and hang the breeches
resembled more nearly those of the young Philip IV than the Moroccan serual»36.
Un viaje posterior de Ruth M. Anderson en 1928 estuvo dedicado exclusivamente a una de las «provincias» pintadas por Sorolla, Extremadura, centrando su trabajo en Montehermoso, debido a la espectacularidad de los trajes y tocados de
esta localidad. En 1949 llevó a cabo un nuevo viaje para completar el material
para su libro sobre el traje regional extremeño37. Pero todavía antes de la guerra,
Anderson desarrolló otro proyecto en territorio español. Durante 1929 y 1930
viajó primero al Protectorado de Marruecos y a Río de Oro, pasó luego por las
islas Canarias, para terminar en Salamanca, buscando modelos en Candelario
para una serie de fotografias que se reproducirían en Viena en color. El portafolio
con las seis fotos de una joven vestida de gala, y el traje de vistas de La Alberca,
un mapa de localización y el texto explicativo, fue publicado en 1932: Costume
of Candelario, Salamanca. Además de estos trabajos sobre la indumentaria regional de tipo tradicional, Anderson publicó otros muchos estudios sobre el traje
————
34
Ver al respecto, BOROBIA, 1998. ANDERSON, 1957.
Resultado de este viaje fue un libro: ANDERSON, 1939. En España se ha publicado, ANDERSON, 1998.
36 ANDERSON, XCV (Nueva York, abril 1972): 68.
37 ANDERSON, 1951. Las fotos del viaje de 1928 fueron motivo de una exposición en el Museo
Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo de Badajoz del 22 de octubre de 2004 al 6 de
marzo de 2005, sobre la que se publicó un catálogo, LENAGHAN (com.), 2004.
35
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histórico español, culminados en su libro Hispanic costume 1480-153038 y formó
en la Hispanic Society una colección de 14.000 negativos con imágenes de tipos,
trajes, utensilios, arquitectura, ceremonias, etc. de las zonas de España que recorrió en sus diversos viajes39.
Lo que nos interesa resaltar aquí de la obra dedicada a España por R. M. Anderson es su objetivo de rescate documental —usando el método que entonces
aparecía como el más objetivo, fiable y, en suma, científico: la fotografía— de
unas formas de vida, unos tipos humanos, un color local que en España (y concretamente en algunas de sus regiones) aparecían como milagrosamente preservados y no irrevocablemente muertos, todavía no sustituidos del todo por el desarrollo económico, la técnica y el maquinismo. Anderson, y otros fotógrafos foráneos, como el alemán Kurt Hielscher, y posteriormente nacionales, como José
Ortiz Echagüe, terminaron de perfilar, con la decisiva intervención de la prueba
«documental» proporcionada por la fotografía, la existencia «real» de una imagen romántica del pueblo español, a la que antes los escritores y los pintores,
como Sorolla, también habían contribuido40, y que no estaba lejana de las ideas
sobre la cultura tradicional que tenía Menéndez Pidal o la invención del tipismo
como recurso económico que ya desde 1911 patrocinaba el Comisario Regio para
el Turismo, el marqués de Vega-Inclán41. Esas gentes de carácter, retratadas con
el fondo de sus acusados paisajes y monumentales pueblos, vestidas con aquellos
impresionantes trajes atávicos, configuraban una imagen del campesino español
construida sobre el exotismo y la distancia cultural y, así, de algún modo paradójico, aparecían como un patrimonio culturalmente relevante para los europeistas,
burgueses y modernos intelectuales de la JAE. Este retrato del pueblo ennoblecido por los fotógrafos constituía la raíz propia, la base diferencial de la cultura
española sobre la que trabajar y en la que encontrar inspiración por parte de los
humanistas, pero también la materia prima en la que había que labrar el futuro de
una nueva nación sobre bases democráticas y de justicia social.
COLUMBIA UNIVERSITY: KURT SCHINDLER
En el concepto clásico de folklore, entendido como el estudio de las formas
creativas del «pueblo», junto con la literatura —y en segundo lugar las artes plásticas—, la música aparecía como uno de los elementos principales de distinción y
caracterización. La literatura —lírica y narrativa— tradicional se unía, así, a la
música (con la que muchas veces, por ejemplo en canciones y romances, formaban una única cosa) como objeto preferencial en las recolecciones y formación de
————
38
39
40
41
ANDERSON, 1979.
ANDERSON, XCV (Nueva York, abril 1972): 69.
VEGA, 2005: 74-79. ANDERSON, 1979.
Ver TRAVER TOMÁS, 1965.
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archivos de las tradiciones populares nacionales o locales. En el CEH, y desde el
comienzo de sus actividades, la música era objeto preferencial de las labores de
recopilación, encomendadas en los años veinte a los musicólogos Jesús Bal y
Gay (1905-1993) y Eduardo Martínez Torner (1888-1955), quien había comenzado a colaborar en el Romancero Hispánico anotando las melodías de los romances de León y Asturias.
Ya antes de la creación del CEH, en 1905, y para el mismo gran proyecto de
la formación de un archivo del romancero oral hispánico, Menéndez Pidal había
buscado la intervención de un experto en música para acometer la tarea de la
transcripción musical de los romances cantados. Comenzó entonces la colaboración del militar y músico Manuel Manrique de Lara que se encargaría de la transcripción de las melodías impresionadas por el matrimonio Menéndez Pidal, y
otros colaboradores como el médico extremeño García Plata, en un fonógrafo de
cilindros de cera42. Pero de nuevo vendría de EE. UU. el empuje, comenzando
por el financiero, para incrementar y en parte consolidar toda esta labor recopilatoria de la tradición musical popular iniciada por la sección de folklore del CEH.
En efecto, en 1919, visitó España por primera vez el compositor y musicólogo Kurt Schindler (1882-1935), nacido en Berlín y emigrado a Nueva York en
1905, donde fue director de la prestigiosa Schola Cantorum, que abandonaría en
1926 para desempeñar durante unos años un puesto como profesor de música en
el Bennington College43. En los programas de la Schola Cantorum se incluían
canciones populares de varios países, fundamentalmente de Rusia y España; estas
últimas conocidas por Schindler a través de los cancioneros impresos debidos a
Pedrell, Olmeda, Ledesma, etc.44. En 1919, a su vuelta de un viaje a Rusia, el
país natal de su esposa, Schindler tomó contacto por primera vez con la música
coral española, a través de Lluís Millet, director del Orfeó Catalá, con quien mantendrá siempre una fuerte amistad45. En uno de los conciertos con programa español celebrados por la Schola en Nueva York en 1918, 1919 y 1920, Schindler
conoció a Federico de Onís, que desde su llegada a la Universidad de Columbia
para establecer el programa de estudios españoles en 1916 estaba actuando como
delegado del CEH en Nueva York, y donde un poco después, en 1920, fundaría y
dirigiría el Hispanic Institute, uno de los centros de extensión de los estudios
hispánicos en el extranjero más importantes ligados a la JAE. Es posible que fuera el propio Onís quien interesara a Huntington en el trabajo del músico alemán,
a quien invitó en 1920 a ser miembro correspondiente de la Hispanic Society y a
realizar, auspiciado por ella, un viaje por España y Marruecos para adquirir libros
y material musical impreso con el que formar una colección de música de com-
————
42 Se trata de un primer fonógrafo. Posteriormente se adquirirá otro en el CEH. Cf. CATALÁN,
2001, vol. I: 41-42.
43 KATZ, 1991: 33-38.
44 ONÍS, 1941: xiii.
45 KATZ, 1991: 35.
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positores españoles antiguos y modernos con destino a su biblioteca46. En la Hispanic Society se conserva también un archivo considerable con las fotografías
que Schindler hizo en España. Entre 1920 y 1922 pasó los veranos en el país profundizando en su interés por la música y la cultura popular españolas47.
También se ha señalado que el interés del investigador alemán por la recogida
de canciones tradicionales surgió ya en Estados Unidos, a raíz del contacto con
figuras como Natalie Curtis (1875-1921), recopiladora del folklore musical de los
afronorteamericanos y de varios grupos de indios, con la que colaboró ocasionalmente, por ejemplo, ayudándola en la recogida de canciones entre los Navajo y
Hopi en Colorado y Arizona. En contrapartida, ella ofreció a Schindler diferentes
ejemplos de antiguas canciones hispánicas que todavía se cantaban en algunos lugares de las Rocosas, por si le interesaban para sus pesquisas españolas48.
Sin embargo, los viajes de estudio, propiamente dichos, que el musicólogo llevará a cabo por distintas zonas del territorio nacional y Portugal se desenvolverán
posteriormente, en estrecho contacto con el CEH y el responsable de la sección de
folklore, Eduardo Martínez Torner49. La primera de estas estancias se inició en el
otoño de 1928 y duró tres años (volvió a Nueva York a primeros de diciembre de
1931), durante los cuales no siempre permaneció en España, aunque apenas mantuvo relaciones con Estados Unidos50. Acosado por problemas de salud y después
de haber perfeccionado su conocimiento del castellano, que llegó a dominar extraordinariamente, Schindler centró su trabajo de campo en Castilla, específicamente
en León, Soria, Burgos y Logroño. Según sus propias informaciones, recogidas por
Federico de Onís en el recuerdo biográfico que le dedicó51, el resultado de esta
campaña de trabajo de campo es «sorprendente y bello: más de setecientos poemas,
más de trescientas melodías, muchas de las cuales son de gran belleza». La importancia patrimonial de la recogida de la música popular, en la que coincidía con los
objetivos propuestos en los programas de investigación del CEH, aparece explícitamente manifiesta por Schindler en una carta privada, que reproduce Onís:
En todos sus aspectos, este trabajo es mucho más importante que cualquier
excavación arqueológica, porque mientras éstas permanecen seguras bajo tierra, podemos estar seguros de que en los próximos diez años toda esta riqueza
musical del pasado quedará extinguida, puesto que ahora mismo solamente los
viejos de más de sesenta años recuerdan estas melodías tradicionales que los
jóvenes ignoran52.
————
46
KATZ, 1991: 33; ONÍS, 1941: xiii.
KATZ, 1991: 35-36.
48 KATZ, 1991: 43.
49 Ver sobre las relaciones con Torner, GONZÁLEZ CUBAS, 141 (Oviedo, enero-junio1993):
111-137.
50 KATZ, 1991: 38-42.
51 ONÍS, 1941: xvii.
52 ONÍS, 1941: xvii.
47
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138
El resultado obtenido en esta primera cala en la tradición musical española
viva, junto a los problemas profesionales que tenía en Estados Unidos convencieron a Schindler de que su futuro debía estar dedicado a completar esta obra. Calculaba, por los trabajos de recopilación ya iniciados, que si se exploraba cada una
de las 49 provincias españolas el cancionero obtenido podría arrojar la cifra de
más de 25.000 canciones y para esta enorme tarea, convenció a Federico de Onís,
que consiguió la intervención en el proyecto del Consejo de Investigación para
las Humanidades de la Universidad de Columbia y una beca del Departamento de
Lenguas Románicas para el trabajo de Schindler. Para optimizar el tiempo de
trabajo de campo era necesario dotar al investigador con medios de vida, pero
también con medios técnicos y humanos especializados. La Universidad de Columbia subvencionó dos ayudantes para el proyecto y proporcionó un gramófono
portátil Fairchild en el que se podían grabar directamente discos de aluminio, con
lo cual en un periodo corto, entre julio de 1932 y enero de 1933, se consiguió
hacer un trabajo mucho más extenso y productivo, grabándose unos 160 discos,
que comprendían más de 400 piezas53.
La intervención de Federico de Onís, fundamental en muchos aspectos de la
labor de extensión de la cultura y el prestigio español en este momento, pero
también después en la ayuda para la supervivencia académica de los restos de la
JAE y de sus científicos exiliados54, es en este proyecto crucial, ya que consiguió
armonizar los intereses de las dos instituciones a las que prestaba sus servicios
profesionales. La Universidad de Columbia apoyó el trabajo de campo de
Schindler porque la sección hispánica de su departamento de lenguas romances
estaba colaborando con los departamentos de antropología y filosofía en un proyecto de orden comparativo que pretendía el estudio de los componentes hispanos y los provenientes de las culturas indígenas en México. Era necesario, como
paso previo para poder dilucidar en qué grado y de qué forma se había llevado a
cabo el mestizaje, conocer mejor los rasgos de procedencia española, complementando así el estudio de las culturas indias mexicanas que la misma Columbia
patrocinaba. Por otro lado, el propio Federico de Onís se involucró personalmente en el desarrollo del trabajo de recogida de la tradición oral en España y proporcionó el anclaje del investigador extranjero en el CEH:
Tuve el placer de asistir al principio de esta labor, porque por aquellos primeros días de julio llegué yo a España desde Oxford y concerté con Kurt Schindler
y con el principal folklorista musical español Eduardo Martínez Torner nuestra
reunión en Salamanca. Llegamos allí por diferentes caminos el mismo día e inmediatamente nos dirigimos al campo a empezar la recogida de canciones. En
Salamanca, cuya música popular se conoce muy bien por el Cancionero de Dámaso Ledesma, queríamos fijar por medio del gramófono las formas auténticas
————
53
54
KATZ, 1991: 37; ONÍS, 1941: xxi.
NARANJO y PUIG-SAMPER, 2002.
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139
de ciertos cantos y bailes típicos. Así se hizo y se recogieron además varias canciones desconocidas. A los pocos días nos separamos, dirigiéndose Schindler a
Santander y Asturias, sitios también de música ya recogida, y después a las provincias inexploradas, Ávila, Cáceres y Miranda de Douro en Portugal, que iban a
ser el objeto especial de su investigación durante aquel año55.
Los recorridos de Kurt Schindler entre julio y noviembre de 1932 se extendieron a Santander, Asturias, Castilla, Toledo, Extremadura y Portugal56, pero,
según sus propias palabras, fue en la Sierra de Gredos donde encontró «las muestras musicales más bellas y los mejores ritmos», mientras que las mesetas extremeñas demostraron ser un «depósito perfecto de antiguos romances» y «la más
grandiosa supervivencia de musical medieval se encontró en la región fronteriza
de España y Portugal»57. Con el aparato transportable de la marca Fairchild,
Schindler grabó en discos de aluminio casi 500 melodías, pero creía que aún debería proseguir su labor recopiladora por las regiones que todavía no había podido reconocer. Problemas de salud y su prematura muerte, no solo le impidieron
culminar este proyecto con nuevas encuestas, sino dar a conocer al menos parte
del material recogido. Así, aunque a su vuelta a Estados Unidos pudo terminar la
transcripción musical de las canciones grabadas en discos en su último viaje, la
publicación de su colección no se llevaría a cabo sino años después de su muerte.
Las investigaciones de Israel J. Katz han puesto de manifiesto la decisiva intervención ante la Columbia University y los albaceas de Schindler y el tesón puesto por Federico de Onís para que la Música y poesía popular de España y Portugal viera finalmente la luz por primera vez en 194158.
Durante el último viaje del musicólogo alemán a España, Martínez Torner
parece haberle acompañado en las grabaciones iniciales realizadas en Medinaceli
y San Torcaz59, y también participó, junto a Onís y José Tudela, en otras encuestas. Sin embargo, el gramófono donado por la Universidad de Columbia al CEH
no fue usado por Torner y Bal y Gay en el Cancionero gallego que ambos llevaban ya muy adelantado por esas fechas y no sólo por su pesadez, que hacía difícil
su transporte, y la dificultad de poder usarlo en lugares donde no había corriente
eléctrica, sino por otras cuestiones técnicas, también aducidas por los musicólogos españoles, como que las condiciones en que habían comenzado a recoger y
anotar las transcripciones (con oído, lápiz y papel) no debían ser modificadas en
la parte final de la obra60. No obstante, la incorporación del aparato para uso del
————
55
ONÍS, 1941: xxi.
KATZ, 1991: 39-42.
57 ONÍS, 1941: xxiii.
58 KATZ, 1991: 13-32.
59 KATZ, 1991: 39-40.
60 Ver referencia en CATALÁN, 2001, vol. I: 170-171. El cancionero gallego recogido por Bal y
Torner entre 1928 y 1936 fue rematado por Bal a la vuelta de su exilio en México y publicado en 1973.
56
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CEH no solo posibilitó el mantenimiento de una copia de los discos de aluminio
hechos por Schindler en España, sino que dio lugar a la grabación de nuevos materiales61. Por ejemplo, en diciembre de 1932 se graban en el Archivo de la Palabra romances en judeoespañol interpretados por Estrella Sananes y Yojebed Chocrón, de Tetuán62, y en 1933 el repertorio de Mauricio Levy, entonces gran rabino de Sarajevo63.
En realidad, ya vimos cómo, desde mucho antes, Menéndez Pidal había recurrido al uso de medios técnicos para la grabación de romances, adquiriendo posteriormente en el Centro de Estudios Históricos, un fonógrafo Edison para registrar inscripciones en grandes cilindros de cera64. Al crearse en 1930 en el Centro
El Archivo de la Palabra65, dirigido por Tomás Navarro Tomás, con el objetivo
de reunir «materiales sonoros sobre lenguajes y cantos populares de cualquier
país», pero fundamentalmente «testimonios relativos a la cultura hispánica»66, se
hace necesario un criterio científico para la selección de los ejemplares destinados a formar parte del Archivo, pero, sobre todo, contar con la capacidad técnica
necesaria para la ejecución y conservación adecuada de dichos ejemplares. Los
antiguos cilindros de cera ya no sirven para las nuevas inscripciones que se hacen
en placa y el CEH firma un acuerdo con la casa comercial Columbia Gramophone Company, radicada en San Sebastián, para la ejecución de las grabaciones
requeridas por el Archivo de la Palabra. A la vez, en el Archivo ingresan discos
por intercambio con instituciones similares o compra, estando la selección de los
discos folklóricos disponibles en el mercado a cargo de Martínez Torner67. En
1934 el Archivo, además de los 29 discos que había grabado y los de Schindler,
contaba con otros 398 adquiridos en el mercado discográfico y de los que una
buena parte eran de carácter folklórico68.
Además de sus grabaciones de sonido, el Archivo reunió películas, hechas en
los mismos años treinta. Diego Catalán, en su magna obra sobre el Archivo del
Romancero, menciona la existencia en la Residencia de Estudiantes, procedente
del CEH, de un «Libro registro de películas de costumbres españolas», carente de
fecha. En este libro la última entrada corresponde a la película titulada «Recogida
del Azafrán. La Roda» (pueblo natal de Navarro Tomás). La realización del documental aparece entre las actividades del Archivo de la Palabra en la memoria
————
61 Parece que el aparato y la copia de los discos de Kurt Schindler quedaron en el CEH de
modo provisional, ya que el investigador tenía prevista la vuelta al país para terminar su trabajo de
campo. La muerte de Schindler y las circunstancias de la Guerra Civil y lo que vino después hicieron imposible cualquier continuidad. Ver ONÍS, 1941: xxv, nota 2.
62 GALLEGO MORELL y PINTO MOLINA, 1986: 37.
63 CATALÁN, 2001, vol. I: 172.
64 NAVARRO TOMÁS, 1932: 3.
65 GALLEGO MORELL y PINTO MOLINA, 1986: 13.
66 NAVARRO TOMÁS, 1932: 5.
67 NAVARRO TOMÁS, 1932: 7.
68 VALVERDE, 6 (Madrid, julio-agosto 1998): 7-8. CATALÁN, 2001, vol. I: 171.
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del Centro de Estudios Históricos correspondiente a 1933 y 1934 y D. Catalán
señala que:
Aunque en la partida de «Gastos» con cargo al donativo de Huntington remitida después de la Guerra Civil no se incluye esta película, en el sobre en
que se guardaron las cuentas de Epopeya y Romancero figura una nota que dice así: «ENTREGADO A MADRID FILM a cuenta de la película de La Roda:
/ Por el revelado negativos pancromáticos … 105,60 ptas. / Por positivos mudos … 593,00 ptas. / Por títulos mudos … 60,15 ptas / TOTAL … 758,75 ptas.
/ La factura con fecha 31 de diciembre 1933. / Cobrada en 7 de marzo de
1934»69.
AMERICAN FOLKLORE SOCIETY: AURELIO MACEDONIO ESPINOSA
Si podemos considerar a Kurt Schindler como un investigador excéntrico, en
el sentido de que solo marginalmente formó parte del mundo académico norteamericano, en Aurelio Macedonio Espinosa tenemos, por el contrario, a una personalidad relevante que ocupó posiciones centrales en los medios universitarios
estadounidenses, y cuyo interés por la lengua y la cultura españolas formaba parte de un proyecto científico que partía de conceptos teóricos perfectamente
homologados en la comunidad científica de su tiempo.
Aurelio Macedonio Espinosa, Sr. (1880-1958), nacido en una familia de antiguas raíces hispánicas70 en El Carnero, una localidad cercana al Valle de San
Luis, en el Sur de Colorado71, fue un investigador pionero del folklore de Nuevo
México y Colorado, en el cual reivindicó los orígenes hispanos de buena parte de
la tradición literaria de carácter oral que había permanecido en aquellas amplias y
aisladas áreas de población hispana durante los siglos XVI, XVII y XVIII72.
Aunque Espinosa había estudiado en la Universidad de Colorado, en 1909 recibirá su título de Doctor en Filosofía, especialidad en Lenguas y Literaturas Romances y subespecialidad en Filología Comparada Indoeuropea por la Universidad de
Chicago, con una tesis dirigida por el profesor alemán Karl Pietsch, dedicada al
español hablado en Nuevo México: Studies in New-Mexican Spanish. Esta tesis
pionera en la dialectología del español de América fue bien recibida por la co-
————
69
CATALÁN, 2001, vol. I: 172, nota 171.
En la que no faltan tampoco otros académicos relevantes. Entre ellos, Gilberto Espinosa,
historiador y folklorista, hizo la primera traducción al inglés de la Historia de Nuevo Mexico de
Gaspar Pérez de Villagrá (1933) y es autor de Heroes, Hexes and Haunted Halls, y coautor de El
Río Abajo. Dos hijos de Aurelio Macedonio Espinosa, José Manuel Espinosa y Aurelio Macedonio
Espinosa, Jr., son, asimismo, reconocidos especialistas en el folklore hispano del sur de los Estados
Unidos.
71 J. M. ESPINOSA, 1985: 2-14.
72 A. M. ESPINOSA, 1953: 1-16. J. M. ESPINOSA, 1985: xi-xiii.
70
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munidad científica y su autor contratado como profesor asistente en el Departamento de Lenguas Románicas de la Universidad de Stanford, donde Espinosa
será catedrático desde 1921 y director del departamento de 1932 hasta su retiro
en 1947. La tesis estaba dividida en tres partes: fonología, morfología y elementos ingleses, que fueron publicadas separadamente en la Revue de Dialectologie
Romane73. En 1930 y 1946 las partes primera y segunda fueron traducidas por
Amado Alonso y Ángel Rosenblat, bajo la supervisión de Espinosa, y publicadas
en dos volúmenes, con adiciones y nuevas notas comparativas, por el Instituto de
Filología de la Universidad de Buenos Aires74. La labor de Espinosa como profesor y autor se dedicará, junto a sus investigaciones folklóricas, a la promoción de
la enseñanza de la lengua y la literatura españolas. Aparte de la organización de
los estudios de esta especialidad en la Universidad de Stanford —que gracias a él
alcanzarán un nivel comparable al que tenía el hispanismo en la Universidad de
Berkeley— publicará una serie considerable de estudios y libros de texto dedicados a su enseñanza y será el responsable de importantes series editoriales. Fue
uno de los fundadores de la Asociación Americana de Profesores de Español y el
director de su órgano de expresión, la revista Hispania, desde su creación en
1917 hasta 192675.
Pero, ya en su disertación doctoral se incluían materiales de literatura oral recogidos en trabajo de campo por el propio Espinosa en una amplia zona del norte
de Nuevo México y el sur de Colorado, los antiguos asentamientos entre la zona
alta del Valle del Río Grande y Socorro, al sur de Alburquerque, y el Valle de
San Luis en el sur de Colorado, entre cuyos habitantes de habla hispana recolectó
intensamente entre 1902 y 1915, y posteriormente en campañas periódicas, materiales representativos de los géneros más importantes de la creación folklórica:
romances, décimas, coplas, cuentos, proverbios y adivinanzas, juegos infantiles,
teatro religioso, leyendas y mitos, etc. En esta misma zona estudiará la influencia
hispana en el folklore de los indios Pueblo y también publicará recopilaciones de
materiales y estudios comparados de folklore de California, Arizona, Texas,
México, Puerto Rico, Cuba y España76. A la formación literaria y lingüística rigurosa de Espinosa, que incluía el uso de lenguas modernas y clásicas, junto a un
conocimiento preciso de la lengua y literatura españolas antiguas, versificación,
etc., se unía su experto manejo del español dialectal hablado en su zona de estudio, y de hecho en sus trabajos utilizó casi exclusivamente el enorme material
documental recopilado por él mismo, aunque varias veces editó colecciones en
————
73 A. M. ESPINOSA, 1 (Bruselas, 1909): 157-239, 269-300; 3 (Bruselas, 1911): 251-286; 4
(Bruselas, 1912): 241-256; 5 (Bruselas, 1913): 142-172; 6 (Bruselas, 1914): 241-317. La parte
primera fue también publicada en Chicago, Chicago University Press, 1909 y University of New
Mexico Bulletin, Language Series, nº 1, 1909.
74 A. M. ESPINOSA, 1930 y 1946. Cf. J. M. ESPINOSA, 1985: 17-18.
75 J. M. ESPINOSA, 1985: 16.
76 J. M. ESPINOSA, 1985: 18-19 y 35-40.
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colaboración con otros recolectores, como sus propios hijos J. Manuel y Aurelio
Macedonio Jr. (Nuevo México), o colegas como Alden Mason (Puerto Rico y
México), Howard Wheeler (México), Herminio Portell Vilá (Cuba), etc. Además,
la formación norteamericana de Espinosa le hacía concebir el estudio folklórico
en un sentido muy distinto al habitual en la por entonces menos desarrollada disciplina en Europa y en España. Así, la consideración comparativa de la creación
folklórica literaria aparece como un elemento teórico fundamental en Espinosa,
que no solo considera necesario recurrir a las fuentes documentales originales,
sino también conocer los estudios comparativos de historia, antropología, psicología social, etc., para poder establecer sus orígenes formales77.
En la tradición de investigación norteamericana pueden distinguirse dos
grandes tendencias, una que consideraba el folklore como una disciplina eminentemente antropológica y que, en consecuencia, ponía el acento preferente en el
estudio de las creencias, la religión, la magia, los rituales y las fiestas, y la otra
literaria, que se basaba en que el conocimiento de la literatura popular y tradicional de los pueblos primitivos y modernos era fundamental para el estudio de los
orígenes y el desarrollo de la literatura europea78. En realidad, en Estados Unidos,
y en la época a la que nos estamos refiriendo, las dos tendencias eran consideradas como formando parte de las ciencias antropológicas, aglutinadas gracias al
liderazgo académico del antropólogo (muy interesado por el folklore) Franz Boas
y su posición central como presidente durante muchos años de la American FolkLore Society (fundada en 1888)79. Sin embargo, en la Sociedad, y especialmente
en lo que se refiere a sus publicaciones, el folklore literario tendrá preeminencia
hasta 1940, en que los folkloristas de tendencia más antropológica pasarán a tener el control de las actividades80.
Espinosa pertenecía al grupo de los folkloristas literarios, pero mantuvo
siempre muy buenas relaciones con Boas y fue de hecho presidente de la AFS en
1924 y 1925, además de ocupar intermitentemente diversos puestos en los distintos comités directivos de la sociedad y en los consejos editoriales de su revista,
Journal of American Folklore, durante muchos años entre 1916 y 194881. Gracias
a Boas y Elsie Clews Parsons, la influyente sociedad y su revista se abrieron en
las primeras décadas del siglo XX a la incorporación del folklore americano de
origen hispano, propiciando, por ejemplo, la aparición de la primera gran recopilación de Espinosa, «New Mexican Spanish Folk-Lore», en el JAF en siete entregas entre 1910 y 1916; además de publicar otros trabajos suyos como «Comparative Notes on New Mexican and Mexican Spanish Folk-Tales» (1914), y varias
————
77
J. M. ESPINOSA, 1985: 32.
J. M. ESPINOSA, 1985: 50-64. LÉVY ZUMWALT, 1988.
79 LÉVY ZUMWALT, 1988: 22-44.
80 LÉVY ZUMWALT, 1988: 66.
81 Fue también editor asociado de la revista Western Folklore entre 1947 y 1953, y colaboró
en la edición de New Mexico Quarterly entre 1930 y 1936. Cf. J. M. ESPINOSA, 1985: 16.
78
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144
ediciones en colaboración de colecciones de otros autores, como Paul Radin (discípulo de Boas), «Folk-Tales from Oaxaca» (1915), y J. Alden Mason con quien
firma las siete entregas del «Porto-Rican Folk-Lore» que salen en el JAF entre
1918 y 1929. En esos mismo años, el propio Boas (1858-1942) publica un largo
estudio sobre folklore de México82, y edita, con José María Arreola, unos «Cuentos en mexicano de Milpa Alta, D. F.», precisamente en el volumen dedicado al
tema hispánico que se hizo en colaboración con la Hispanic Society of America83. Finalmente, Boas y Elsie Clews Parsons publican en 1920 unos cuentos
indios de Nuevo México con influencias y raíces hispanas84.
La confluencia de este interés por las raíces hispánicas presentes en buena
parte de las culturas nativas y actuales americanas, y el aspecto comparativo con
que se concebía la disciplina folklórica desde su misma aparición como ciencia
antropológica, son pues dos elementos de partida que ya hemos constatado en las
actividades anteriores propiciadas por instituciones e investigadores norteamericanos y que tienen a la vez su correlato en los principios directores de los proyectos de investigación llevados a cabo en el Centro de Estudios Históricos, y concretamente en el proyecto personal-institucional de Ramón Menéndez Pidal para
formar un Archivo del Romancero Hispánico. Ya en el primer viaje que Menéndez Pidal efectuó a Suramérica en 1905-1906, aparece el objetivo de unir los
romances populares de América a la colección que se estaba formando en la Península Ibérica. La relación que se establece en ese momento con los folkloristas
de Argentina, Uruguay y, sobre todo, Chile, abrió el Romancero al Nuevo Continente85. En 1909, Menéndez Pidal realiza un viaje académico a Estados Unidos
para impartir unas conferencias invitadas en la Universidad Johns Hopkins de
Baltimore y en la Columbia de Nueva York, las últimas bajo los auspicios de la
Hispanic Society86. En este viaje conocerá a A. M. Espinosa, quien le informará
sobre su labor de recogida de romances en Nuevo México y Colorado87. De
hecho, las mayores colecciones de romances americanos publicadas entonces
serán la del chileno Vicuña Cifuentes en 1912 y la de Espinosa en 1915 (con adiciones en 1917)88. En esta última tendrá intervención Menéndez Pidal, dado que
el profesor norteamericano recurre en 1913 al español para que revise su trabajo
antes de enviarlo a Foulché-Delbosc para ser incluido en la prestigiosa Revue
————
82
BOAS, 25 / 97 (Nueva York, jul-sep. 1912): 204-260.
BOAS y ARREOLA, 33 / 127 (Nueva York, enero-marzo 1920): 1-24.
84 PARSONS y BOAS, 33 / 127 (Nueva York, enero-marzo 1920): 47-72.
85 Publica un influyente artículo al respecto, MENÉNDEZ PIDAL, 1 (1906): 72-111. Sobre este
viaje ver CATALÁN, 2001, vol. I: 37-40.
86 CATALÁN, 2001, vol. I: 57-60. Las conferencias de Nueva York, fueron publicadas: El romancero español. Conferencias dadas en la Columbia University de New York los días 5 y 7 de
abril de 1909. Nueva York, Hispanic Society of America, 1910.
87 J. M. ESPINOSA, 1985: 28.
88 VICUÑA CIFUENTES, 1912. A. M. ESPINOSA, 33 (París, 1915): 446-560; 40 (París, 1917):
215-227; 41 (París, 1917): 678-680.
83
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Hispanique, que dirigía. Así, en carta desde Stanford, California, fechada el 3 de
febrero de 1913, Espinosa escribe a Menéndez Pidal:
Por fin he concluido la preparación de mi Romancero nuevomejicano […] Le
doy plenos poderes para corregir mis construcciones, donde crea V. propio, y
que después de examinar y aceptar el trabajo lo envíe al Dr. Foulché-Delbosc, a
quien ahora mismo escribiré, diciéndole que Vd. le enviará mi M.S.89.
El enfriamiento de la amistad entre Menéndez Pidal y Foulché-Delbosc, después de las críticas publicadas por éste en Ensayos sobre los orígenes del Romancero (1912, 1914), y la polémica consecuente, no impidieron la publicación
del romancero de Espinosa después de algunos retrasos. En esos años éste seguía
centrado en la recogida de romances, como le explica a Menéndez Pidal en otra
carta, del 22 de diciembre de 1913:
Ahora me inquieta otra cosa, el paradero de mi Romancero N. Mejicano
que envié a Vd., hace ya casi un año […] Sería para mí una pérdida grande,
trabajo que con tanto trabajo [sic] y desvelo me ha costado […] Ya he recogido otro Romancero, el de California, y deseo ver publicado el N. Mejicano antes de preparar éste. Además ya poseo muchas versiones de Méjico […]90.
En efecto, Espinosa publica en 1916 unos romances andaluces recogidos en
California91, en 1918 una colección de Puerto Rico, posteriormente otros varios
artículos con versiones cubanas y ya al final de su vida verá la luz, en los Anejos
de la prestigiosa Revista de Filología Española, fundada por Menéndez Pidal en
el Centro de Estudios Históricos, su Romancero de Nuevo Méjico92, que reúne las
248 versiones de noventa romances españoles de Nuevo México que había comenzado a colectar en 191593.
Sin embargo, la obra mayor de Espinosa, no solo en España, sino en el total de
su producción académica, no estará dedicada a los romances sino a los cuentos
tradicionales. En el Suroeste de los Estados Unidos los cuentos aparecían abundantemente. Muchos de ellos, de origen europeo, se habían transmitido por tradición
oral a través de las áreas de la América hispana a partir del siglo XVI y aparecían
en Nuevo México versiones muy completas, enriquecidas con particularidades
locales, debidas a las formas arcaicas del lenguaje hispano, y a otros elementos
añadidos prevenientes de la población indígena. Los primeros cuentos recolectados
————
89
Carta reproducida en CATALÁN 2001, vol, I: 76.
Carta reproducida en Ididem.
91 A. M. ESPINOSA, 1916: 92-107. Años después, publica otro estudio sobre baladística californiana: A. M. ESPINOSA, 1924.
92 A. M. ESPINOSA, 1953.
93 J. M. ESPINOSA, 1985: 16-19.
90
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146
por Espinosa en el norte de Nuevo México y el sur de Colorado aparecieron ya en
su tesis, pero esta zona siguió siendo objeto de atención por su parte, y recorrida
después por muchos de sus discípulos en los años treinta y cuarenta del siglo XX94.
Desde el primer momento, el criterio comparativo está en la base de sus pesquisas
sobre los cuentos y así, además de recoger (y publicar posteriormente95) una serie
de cuentos de los siglos XVI y XVII, de origen hispánico, en las localidades situadas a lo largo del antiguo Camino Real entre San Francisco y Santa Bárbara
en California, comparables a los nuevomexicanos, afronta la necesidad de hacer
un trabajo de campo en España, aunque fuera extensivo, para asegurar sus hipótesis iniciales sobre la continuidad de la tradición oral hispánica a través de los
distintos países latinoamericanos, hasta llegar a Norteamérica.
Aurelio M. Espinosa ya había interesado en sus pesquisas de campo por el
suroeste de EE. UU. a Franz Boas, a quien escribe el 3 de septiembre de 1913
contándole sus últimos recorridos:
I just returned a few days ago from the southern part of California and I
find that the field in Cal is as abundant & valuable as in N. Mex. I found ten
versions of five old Spanish ballads, a large collection of nursery rhymes,
some 50 riddles, proverbs, and 100 versos, various other popular song & modern ballads, some old players, and several shorts stories, one long folktale […]
and other material96.
Boas y Espinosa coincidían con Elsie Clews Parsons en su interés hacia los
indios Pueblo de Nuevo México y noreste de Arizona. Espinosa publicó su primer trabajo al respecto en 1916 y siguió haciéndolo posteriormente sobre aspectos variados de supervivencias antiguas hispanas en el folklore oral, el léxico97,
las danzas, el sincretismo de los santos y la influencia del catolicismo en las ceremonias y actuaciones rituales de los Pueblo. En un artículo, Boas se refiere a
esta línea de trabajo, incluyéndose a él mismo:
The investigations of Prof. Aurelio M. Espinosa, Dr. Elsie Clews Parsons
and my own have shown clearly that a great amount of American Indian material can be traced directly to Spanish sources […] There is no doubt that Romance sources have added a great deal to the lore of America and that in some
cases even stylistic characteristics of Romance story-telling may be traced in
native tales98.
————
94 Por ejemplo, su propio hijo, J. M. ESPINOSA, 1937. También su discípulo, RAEL, 52 (Nueva York, 1939): 227-323; 55 (Nueva York, 1942): 1-93.
95 A. M. ESPINOSA, 23 (1940): 121-144.
96 Reproducida en LÉVY ZUMWALT, 1988: 65.
97 Por ejemplo, en esta especialidad publicó en España un artículo sobre palabras españolas
mantenidas entre los Hopi. A. M. ESPINOSA, 22 (Madrid, 1935): 298-300.
98 BOAS, 16 (1925): 199-207.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 125-162, ISSN: 0034-8341
RAÍCES HISPÁNICAS Y CULTURAS AMERICANAS. FOLKLORISTAS DE NORTEAMÉRICA EN EL CEH
147
La influencia de Boas será decisiva para que la American Folklore Society
patrocine el viaje de estudio que Espinosa realizará a España entre junio de 1920
y enero de 1921. Pero aún más importante será la contribución de la Presidenta
de la Sociedad (desde 1918 hasta 1920), Elsie Clews Parsons (1874-1941). Buena conocedora del folklore de los Pueblo del suroeste de Estados Unidos y de los
afroamericanos del Caribe, y convencida además de la importancia del trabajo
etnográfico de campo, estaba también interesada por los mecanismos de la influencia hispana en las culturas indígenas americanas, tema sobre el que había
trabajado en Oaxaca (México). Por otro lado, Parsons gozaba de una situación
económica privilegiada que no solo le facilitaba sus propios viajes de trabajo,
sino también los de los demás99. Aparte de subvencionar generosamente la revista de la AFS, contribuía a los proyectos de algunos investigadores, generalmente
en forma de donaciones anónimas, ya que no tenía ningún interés en el agradecimiento formal por estas cuestiones. En esta línea, Parsons, de acuerdo con Boas,
aportó más de dos mil dólares para el viaje de Espinosa a España100.
En la segunda década del siglo XX, el folklore americano había tenido un
gran despegue, que no solo afectaba a la formación de archivos de baladas, cancioneros, narraciones, etc., en muchos países de Latinoamérica, fundamentalmente México, Argentina, Chile o Brasil, y también otros más pequeños como Cuba
o Puerto Rico, sino que asimismo conllevaba la organización de sociedades científicas y publicaciones específicas dedicadas a esta nueva disciplina. En Estados
Unidos, la constitución del país como un melting-pot de etnias y culturas con
muy diversos orígenes y tradiciones hacía que los folkloristas, además de los
antropólogos, tuvieran una cierta especialización en función de estas tradiciones
culturales, y así, junto a la dedicación al estudio de los nativos norteamericanos,
había estudiosos del folklore francés, portugués, anglosajón, nórdico, etc. A. M.
Espinosa era uno de los «especialistas» más reconocidos en las raíces hispanas
del folklore americano, que conocía bien la cultura tradicional de muchos países
y grupos americanos de habla hispana, pero a quien faltaba la constatación, en
paralelo, de los orígenes españoles para cada una de estas ramas de la creación
folklórica. La hipótesis general de partida de Espinosa, que se apoyaba para ello
en la autoridad de Boas, era que, a pesar de que muchos estudiosos habían manifestado que el elemento indígena y negro era el que se había frecuentemente descuidado, a su juicio el tema al que había que dedicar mayor esfuerzo ahora era al
establecimiento de la filiación y las influencias de los elementos europeos en el
folklore americano:
Students of Spanish-American folk-lore have always been inclined to consider the Indian elements as negligible. I myself have always been of that opin-
————
99
100
DARNELL, 2004: 402-403.
LÉVY ZUMWALT, 1988: 89.
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ion, and I am happy to state that these theories now seem to be sustained. Still
more complex is the problem of the influence of Spanish folk-lore upon that of
the Indian and Negro. For these reasons a folk-lore expedition to Spain had
long been considered by Professor Boas, others, and myself101.
Uno de los problemas metodológicos para el desarrollo de este trabajo era la
ausencia de datos para llevar a cabo con rigor un estudio comparativo. En lo que
se refiere a la lírica se podía contar con algunos antecedentes de entidad y el gran
proyecto del Romancero Hispánico de Menéndez Pidal era prácticamente lo único que se podía ofrecer desde esta parte del Atlántico, pero en lo concerniente a
la narrativa popular muy poco se había hecho en España. Como hemos visto antes, Espinosa comenzó su colaboración con el Centro de Estudios Históricos y el
Romancero de Menéndez Pidal por su interés hacia las baladas, pero su atención
a la narrativa y las posibilidades mayores que le ofrecía este género le alejaron
del objetivo prioritario de los folkloristas españoles: los romances. No obstante,
Espinosa contacta al llegar a España con Menéndez Pidal, quien no puede por
menos de reclutarle para la recogida de romances. Las cartas dirigidas a Menéndez Pidal por Espinosa en 1920, publicadas por Diego Catalán, insisten en este
aspecto:
Después de molestarle y hablar con Vd., se aumentó al 100% el grande interés que siempre tengo por el Romance Tradicional. Me decido a ayudarle activamente […] Dígame Vd. que romances le hacen falta, como ya convenimos,
de qué regiones, etc., y también sería bueno, ya que todo lo he de escribir a
máquina […] que se sirviese indicarme la forma en que Vd. los pone a máquina (Madrid, 19-VII-1920).
Después de recorrer algunos sitios de la provincia de Santander […] he ido
unos días a Palencia y ahora he llegado a Burgos […] Romances hay todos los
que se quiera. En seis meses yo me comprometería a reunir 500 versiones. Yo
llevo ya 25 versiones de unos 20 distintos y entre ellos algunos buenos […]
Los del Catálogo de su señora no se encuentran, nadie los sabe y deben ser
muy raros. Sin embargo, ya veremos. Yo nunca me desanimo (Burgos, 14VIII-1920)102.
Las peticiones de Menéndez Pidal, así como las directrices metodológicas
sobre qué, cómo y dónde se debía llevar a cabo la labor de recopilación del Romancero, no debieron cesar. De hecho, en prácticamente cada escala del viaje de
Espinosa, éste da cuenta de los romances que ha encontrado, haciendo hincapié
en las buenas versiones de Gerineldo, La boda estorbada, La condesita, Delgadina, etc. e insistiendo también en que:
————
101
102
A. M. ESPINOSA, 34 / 132 (Nueva York, abril-junio 1921): 128.
Reproducidas en CATALÁN, 2001, vol. I: 103.
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RAÍCES HISPÁNICAS Y CULTURAS AMERICANAS. FOLKLORISTAS DE NORTEAMÉRICA EN EL CEH
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Desde luego todos los romances que yo recoja se los entregaré inéditos para que Vd. disponga de ellos. No es justo que vayan aparte. El romancero de
España irá todo junto103.
Espinosa consideraba que esta podría ser una colaboración ofrecida de alguna
manera como parte de la colectividad de los folkloristas norteamericanos:
I had determined to make no effort to collect ballads; but when I heard
them recited, and saw that some were rare ones or complete versions of some
shorter known versions, I began to take them down. In this way I was fortunate
enough to collect about two hundred versions of some forty different ballads in
the entire four months and a half, and made a present of the entire collection,
in my name and in the name of the American Folk-Lore Society, to Don
Ramón Menéndez Pidal, who is collecting them everywhere in Spain for the
publication already mentioned. This is the first aid given by any American
folk-lorist to the great future Romancero of Menéndez Pidal104.
Sin embargo, también pensaba que su experiencia en la recolección romancística
podría dar algún resultado original de su parte. Así, en sus recorridos en coche, en
tartana y a pie, por Burgos, que incluyen visitas a Villatorre, Plazuela de Muñó, Urbel del Castillo, Villahoz, Salas de los Infantes, Contreras, Covarrubias, Notoria,
Cubillos, Cuevas, Mambrillas, Hortigüela, Barbadillo y Santo Domingo de Silos,
recogió una buena cantidad de material, incluyendo versiones de la leyenda de los
Infantes de Lara sobre las cuales elabora un trabajo que envía a Menéndez Pidal para
la posible publicación en su revista. Éste debió desestimar tal pretensión, y Espinosa
le vuelve a escribir desde Valladolid el 4-IX-1920:
En vista de lo que Vd. ya ha dicho en su Leyenda [de los infantes de Lara], lo
escribiré de nuevo. Me parece también ahora que el tono entero no es para [la]
R[evista de] F[ilología] E[spañola]. Tal vez sea más propio para otra revista […]
Aunque coincida con lo ya publicado por Vd., tiene interés en E[stados] U[nidos]
que un yanqui venga a descubrir dos versos de un romance de los Infantes de Lara.
En Octubre me dirá Vd. dónde publicarlo refundido105.
Con todo, el apoyo recibido de parte del CEH durante su estancia en España
no dejó de ser reconocido por el profesor norteamericano que, de hecho, tuvo en
Antonio García Solalinde, auxiliar de Menéndez Pidal, a la persona de contacto
habitual y más adelante, durante los años treinta, seguirá en contacto con el Centro y la Residencia de Estudiantes. Espinosa agradece la disponibilidad de Ramón
Menéndez Pidal y de sus colaboradores para proporcionarle toda suerte de infor-
————
103
En CATALÁN, 2001, vol. I: 104.
A. M. ESPINOSA, 34 /132 (Nueva York, abril-junio 1921): 132.
105 Reproducida en CATALÁN, 2001, vol. I: 104. J. M: ESPINOSA, 1985: 42-43. El trabajo de
Espinosa —de hecho, el primero que publicó con el material del trabajo de campo hecho en España—
salió al año siguiente: A. M. ESPINOSA, 12 (1921): 135-145.
104
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150
mación sobre los lugares que él pensaba visitar y menciona concretamente la ayuda
de Américo Castro; igualmente alude al consejo de su amigo Adolfo Bonilla y Sanmartín para que diera comienzo a sus recorridos por el norte, teniendo en cuenta la
época estival en que debía empezar el trabajo, y fuera hacia el sur a medida que
avanzara el otoño106. Por su parte, en vista de lo fructífero de su estancia de 1921 y
viendo, a la vez, la tarea que quedaba por delante, Menéndez Pidal plantea a Espinosa la posibilidad de un convenio entre el CEH y la Universidad de Stanford para
el intercambio de profesores que le permitiera pasar todo un año en sus tareas de
campo. El profesor americano se mostraba encantado con esta idea, como lo expresa en otra de sus cartas a Menéndez Pidal, de 14-VIII-1920:
Al volver a América yo voy a hablar con el Sr. Huntington a ver si me paga
él otro viaje de seis meses para venir a recoger romances para Vd. Yo lo haría
con muchísimo gusto107.
El plan de trabajo en España se había discutido previamente con F. Boas. Siguiendo una idea tradicional entre los antropólogos norteamericanos (que continuará estando vigente años después, en el viaje de campo de George Foster en 1948,
por ejemplo), Boas pensaba que el trabajo debía extenderse por varias regiones,
incluyendo concretamente Andalucía, dado el porcentaje considerable de esta procedencia entre los colonizadores. Sin embargo, teniendo en cuenta el poco tiempo
con el que contaba (había sido relevado de sus obligaciones académicas en la Universidad de Stanford por un periodo de siete meses, de junio de 1920 a enero de
1921), que se reducirá a una estancia real sobre el terreno de cuatro meses y medio
(entre julio y diciembre de 1920), y dadas las condiciones no muy buenas del
transporte en España, Espinosa se inclinaba por intentar una encuesta reducida a
unas pocas provincias en Castilla y el Norte108. No obstante, y dado su desconocimiento directo del país, necesitaba un buen asesoramiento en este aspecto. Nada
más llegar, visita a Menéndez Pidal en San Rafael y conoce el mapa de España que
éste había trazado como orientación para la recopilación folklórica, dividiendo las
zonas según el conocimiento que se tenía de sus materiales en «regiones algo exploradas, regiones bastante exploradas, regiones poco o nada exploradas y regiones que más deben explorarse». Le pide, pues, una copia de ese mapa para que le
sirva de guía en su elección de recorridos y lugares que encuestar:
Me sería de grandísima utilidad el mapa que Vd. tan admirablemente va
arreglando de las regiones que más conservan la tradición antigua ¿Podría tal
vez su hija Jimena trazarme uno en unos cinco minutos?109.
————
106
A. M. ESPINOSA, 34 / 132 (Nueva York, abril-junio 1921): 131.
Reproducida en CATALÁN, 2001, vol. I: 105.
108 A. M. ESPINOSA, 34 / 132 (Nueva York, abril-junio 1921): 130.
109 Reproducido en CATALÁN, 2001, vol. I: 103. Ver el mapa en color en la lámina xiii de esta
misma obra.
107
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Este mapa folklórico le servirá a Espinosa en efecto en sus recorridos («It served me as a constant guide and companion in my journeys throughout the peninsula»110) que finalmente abarcaron, constituyendo un auténtico trabajo extensivo,
Santander, Palencia, Burgos, Valladolid, Soria, León, Zamora, Segovia, Ávila,
Cuenca, Granada, Sevilla, Córdoba, Ciudad Real, Toledo, Madrid y Zaragoza. En
cada provincia permanecía muy poco tiempo. Por ejemplo, en Tudanca (Santander)
estuvo tres días, gracias a la hospitalidad de José María de Cossío; en Valladolid
cinco días, en Soria, una de las zonas donde más éxito tuvo, recogió treinta cuentos, de los mejores de su colección, en diez días; en León tres días. Zamora fue,
asimismo, una de las áreas dónde encontró narraciones más antiguas y raras. Por su
parte, Segovia, donde estuvo cinco días, no fue tan prolífica como las anteriores y
como también lo fue Ávila. Después de pasar por Madrid, parte el 20 de octubre
hacia Cuenca, donde permanece una semana, para enfrentarse con una distinta zona, Castilla la Nueva. Desde aquí pensó primero dirigirse a Teruel, pero con miedo
a no poder llegar a recolectar en Andalucía, marchó en tren desde Utiel a Valencia
y de allí a Granada, que deja el 10 de noviembre para hacer su última parada en
Sevilla, donde de nuevo encuentra un buen ambiente para su labor. El 20 de noviembre piensa en viajar a Mérida, pero finalmente decide acumular más material
andaluz en Córdoba, donde vive seis días sin dejar la ciudad. El 26 de noviembre
abandona Córdoba y llega a Ciudad Real, un terreno del que dice que nunca había
sido objeto de pesquisa folklórica por parte de españoles y que él considera uno de
sus descubrimientos. A fines de noviembre debe abandonar Ciudad Real para
dirigirse a Toledo «an enchanted castle […] but to go to Toledo to collect folk-tales
is a distinction accorded to very few mortals»111. Finalmente, tras despedirse de sus
amigos del Centro de Estudios Históricos en Madrid, parte para embarcarse en
Cádiz con destino a Nueva York el 9 de diciembre112. Además de in situ, Espinosa
recogió también cuentos de personas oriundas de otras provincias que no visitó,
como Jaén, Málaga, Cáceres, Guadalajara y Pontevedra, obteniendo en este viaje
una colección de 297 versiones, perfectamente localizadas113.
A pesar de las condiciones de vida rústicas que tiene que afrontar durante su
trabajo de campo, las relaciones con sus informadores fueron muy satisfactorias.
Como era costumbre en Estados Unidos, el investigador ofrecía una pequeña
gratificación económica a sus informadores, destacando Espinosa cómo esta nunca era pedida e incluso era rechazada por la gente no muy rica que le contaba sus
————
110
A. M. ESPINOSA, 34 / 132 (Nueva York, abril-junio 1921): 131.
A. M. ESPINOSA, 34 / 132 (Nueva York, abril-junio 1921): 137.
112 Ver los detalles de las etapas del trabajo de campo en España en A. M. ESPINOSA, 34 / 132
(Nueva York, abril-junio 1921): 132-137 y en J. M. ESPINOSA, 1985: 40-49.
113 Ver descripción detallada de los recorridos y los materiales recolectados en cada área (incluido inventario de los cuentos) en A. M. ESPINOSA, 34 / 132 (Nueva York, abril-junio 1921): 131140. También J. M. ESPINOSA, 1985: 40-49.
111
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152
cuentos114. En una de sus cartas a Menéndez Pidal (de 14-VIII-1920), se deja
llevar por su euforia: «¿Qué bella es España, qué buena su gente! Este es el verdadero país de la libertad personal. Todos me ayudan, nadie me molesta»115.
Otras veces, no obstante, su idealizado pueblo aparece con notas más realistas:
[en Calatañazor, Soria] Era día de fiesta y recogí romances y cuentos y
asistí a los bailes populares, acompañados del cantar de coplas escandalosas,
que no se pueden poner con esta mi máquina, por folklorista que sea. Vive esta
gente como en el siglo doce, me parece. No me estuve más porque no hay ningunas comodidades. Una noche dormí sin respirar, pues mi alcoba carecía de
lo que comúnmente se llama ventana o balcón116.
En cualquier caso, la abundancia, la calidad y la variedad del material oral
disponible supera su capacidad de trabajo. Aparte de otros géneros (adivinanzas,
canciones, romances, oraciones, etc.), prácticamente todas las modalidades de la
tipología del cuento: de animales, acumulativos, morales y didácticos, picarescos,
de encantamiento, etc., aparecen en versiones de una calidad narrativa excepcional, situando al investigador acostumbrado a trabajar en la «periferia» que la tradición oral nuevo-mexicana de origen hispano representa, en el propio centro de
irradiación que supone el campo español. Pero, además de la conformación de
una gran colección, del trabajo de campo obtuvo también Espinosa una serie de
conclusiones teóricas y le sirvió para confirmar una serie de hipótesis previas. En
primer lugar, destacaría la constatación de que este trabajo no podía ser más que
una exploración preliminar, que debería dar lugar a nuevas y sistemáticas investigaciones sobre el terreno para poder concluir definitivamente algunos problemas de la genética y evolución de las narraciones y sus tipos117. Como ya vimos,
el diseño de su proyecto de investigación en España está, desde el comienzo,
centrado en los cuentos, precisamente por la ausencia de colecciones españolas
válidas para un tratamiento comparativo (cita solamente las patrocinadas por
Antonio Machado y Álvarez en la Biblioteca de las Tradiciones Populares, de
1883-1886; las de estilo literario y las populares publicadas por Calleja):
In spite of the fact that we had discovered a definite relation between the
American and Spanish tales, there still remained a great deal unaccounted for,
because the material available from Spain was not sufficient. Up to the present
time the number of Spanish folk-tales collected and published in Spanish
America is about four times the number published in Spain. Not even for the
material that seemed to be for the most part of peninsular Spanish origin could
————
114
A. M. ESPINOSA, 34 / 132 (Nueva York, abril-junio 1921): 130.
En CATALÁN, 2001, vol. I: 103.
116 Carta fechada en León, 15-IX-1920, reproducida en CATALÁN, 2001, vol. I: 105.
117 A. M. ESPINOSA, 34 / 132 (Nueva York, abril-junio 1921): 136.
115
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153
we assemble enough comparative material to reach definite conclusions as to
its origin. In order to carry on the study in a satisfactory manner, a better acquaintance with the folk-tales of Spain itself was indispensable118.
Dentro de los cuentos, los de animales eran una categoría que se había establecido como de origen negro o indio en el folklore de México y Nuevo México,
y sobre la que España ofrecía un material privilegiado. Más todavía, a partir de su
estancia en España, un tipo de cuento: el del muñeco de brea (Tar Baby), mayoritariamente interpretado como de origen afroamericano, será analizado, en una
serie larga de importantes estudios, por Espinosa119, comparando las versiones
hispánicas junto a otras europeas y americanas, para discutir su raigambre negra
y llegar a concluir su origen en la India y la forma de su extensión, a través de la
gran tradición legendaria europea, por África y por América, en este caso a partir
fundamentalmente de España120. El problema de la transmisión de elementos
españoles e hispanoamericanos a las culturas negra e india era un asunto que
había dado lugar a publicaciones de los más importantes antropólogos norteamericanos de la época, como Beals, Boas, Herskovits, Parsons, Radin, Teit, Thompson, etc., con los que aparece asociado Espinosa a partir de su trabajo en España
y sus estudios sobre el cuento del muñeco de brea121.
Pero aparte de esta línea y de otras conclusiones parciales explotadas por el propio Espinosa, que dedicará al estudio comparativo de los cuentos españoles una gran
cantidad de artículos entre 1930 y 1945, que culminarán en su ensayo «Spanish and
Spanish-American Folk Tales»122, el resultado de su trabajo de campo en España
constituirá la primera (y durante mucho tiempo única) colección de cuentos populares homologable en cuanto a criterios metodológicos y fiabilidad con que se cuente
en España123. La colección de 280 textos fue editada por primera vez en Estados
Unidos en 1923-1926; posteriormente, revisada y completada con considerables
notas comparativas fue también publicada en España en 1946-1947124.
Por otro lado, la labor de Espinosa en España tendrá trascendencia de un modo distinto; a través de su hijo. Aurelio Macedonio Espinosa, Jr. (1907-2004)
————
118
A. M. ESPINOSA, 34 / 132 (Nueva York, abril-junio 1921): 128.
A. M. ESPINOSA, 40 (1929): 217-227; 43 / 168 (Nueva York, abr.-jun. 1930): 129-209; 43 /
169 (Nueva York, jul-sep. 1930): 329-331; 1 (Santander, 1931): 296-318; 1 (Alburquerque, 1931): 85104; 3 (Alburquerque, 1933): 31-36; 46 / 179 (Nueva York, en-mar. 1933): 91-92; 49 (1938): 168181; 56 / 219 (Nueva York, en-mar. 1943): 31-37; 57 / 225 (Nueva York, jul-sep. 1944): 210-211.
120 Cf. J. M. ESPINOSA, 1985: 22 y 58-60.
121 A. M. ESPINOSA, 64 / 252 (Nueva York, abr-jun. 1951): 151-162.
122 A. M. ESPINOSA, 64 / 252 (Nueva York, abr-jun. 1951): 151-162.
123 Ver sobre este tema, Cristina SÁNCHEZ-CARRETERO, 1998.
124 A. M. ESPINOSA, 1923-1926; 1946-1947. En 1946 se editó por vez primera una versión reducida de la colección, con una selección de 67 textos, por la editorial Espasa Calpe de Argentina,
que ha tenido varias reediciones posteriores. En 1991, la editorial Espasa Calpe de Madrid publica
de nuevo la selección, anotada y precedida por una introducción de Luis Díaz Viana.
119
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154
estudió en la Universidad de Stanford, donde llegará, al igual que su padre, a ser
catedrático y director del Departamento de Lenguas Modernas Europeas hasta su
jubilación en 1972. Después de su graduación en 1927, el joven Espinosa viene a
realizar el doctorado, que obtiene en 1932, en la Universidad Central de Madrid,
siendo huésped de la Residencia de Estudiantes, y permanece en España, trabajando en el Centro de Estudios Históricos como colaborador del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica y en la recolección de cuentos populares, hasta que el
estallido de la guerra en 1936 interrumpe estos trabajos y le hace abandonar el
país. Las labores de recopilación de Espinosa Jr. fueron tan productivas como lo
habían sido las de su padre y así, a pesar de la interrupción que supuso la guerra,
la colección de 509 cuentos procedentes de Castilla y León que logró recopilar en
la primavera y el verano de 1936, perfectamente localizados, clasificados según
el índice de A. Aarne y S. Thompson y con las versiones anotadas para su publicación, que no se producirá hasta 1987125, es una de las mejores de la cuentística
popular española.
Con la llegada de la guerra y el exilio posterior de buena parte de los investigadores con que Espinosa Sr. había tenido relación en el Centro de Estudios Históricos, se produce un distanciamiento y, de hecho, ni sus pesquisas de campo ni las de
su hijo tuvieron continuidad en España, y no parece que hubiera razones políticas
para ello, si tenemos en cuenta la visión tradicionalista que sostenía Espinosa:
Boggs has expressed the opinion that linguistic boundaries are more apt to
coincide with folkloristic than ethnic, that is, physical racial boundaries. I am
inclined to agree. I would add religious boundaries. Both in Spain and Spanish
America the language of Castile and Catholicism have played all important
roles in the development of civilization […] All the nations of the Spanish
world are united only in language and religion126.
Un testigo directo —que fuera compañero de Espinosa Jr. en la Residencia de
Estudiantes en Madrid—, el historiador británico, afincado en California, Ronald
Hilton, nos proporciona un retrato de primera mano de cómo mantuvo Espinosa
en Stanford la tradición y el amor por la antigua «madre patria»:
He became head of the departmen, and it was he who invited me to Stanford, where I have spent my life. A specialist in Spanish folklore, he was loyal
to old Spain […] During the Spanish Civil War, he was bitterly antirepublican, and he was incensed when I invited some Republican leaders to
speak at Stanford. Despite these limitations, he was a remarkable example of
the rise of a Hispanic from rural poverty to Academic fame. At Stanford I
founded a Spanish House, devoted to Spanish culture. Without a word to me,
————
125
126
A. M. ESPINOSA, Jr., 1987.
A. M. ESPINOSA, 64 / 252 (Nueva York, abr-jun. 1951): 152.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 125-162, ISSN: 0034-8341
RAÍCES HISPÁNICAS Y CULTURAS AMERICANAS. FOLKLORISTAS DE NORTEAMÉRICA EN EL CEH
155
the administration closed it down and later replaced it with Zapata House, pandering to the current chicanos. I protested, saying that Espinosa, not Zapata,
should be honoured at the university to which he made a great contribution.
My proposal was ignored, presumably as politically incorrect127.
CONCLUSIÓN
Hemos visto desplegarse a través de las páginas anteriores una gran actividad
dedicada a la investigación de la cultura popular española; una especialidad en la
que parece que nada se habría hecho en España antes de la década de 1970 y que
tampoco es recogida en la historiografía entre los conocimientos practicados en
el Centro de Estudios Históricos. Esta primera constatación nos indicaría que las
disciplinas científicas que fueron acogidas bajo la rúbrica de la Junta para Ampliación de Estudios eran más y más amplias que las tradicionales incluidas en el
marchamo de «Humanidades» (filología, historia, arte y arqueología). En segundo lugar, el relato que se ofrece de varios proyectos de investigación sobre el
terreno, llevados a cabo en las primeras décadas del siglo XX, nos señalaría una
serie de características de las investigaciones llevadas a cabo en el CEH. Por
ejemplo, el carácter ambicioso y abarcador de los proyectos planteados, la necesidad de la recogida in situ de documentos y materiales de primera mano y la
atención a temáticas más cercanas a la realidad de las clases populares o más
desfavorecidas que a las elites cultas. Pero también nos sugiere la importancia de
ciertos problemas de índole general, por ejemplo, sobre el concepto de cultura, de
pueblo, de variación y cambio cultural, de identidad en suma, que estaban en esa
época en circulación en todos los medios intelectuales internacionales y que en
España se introducen precisamente gracias a la internacionalización propuesta
por la Junta para Ampliación de Estudios y El Centro de Estudios Históricos,
encontrando incluso también aquí plasmaciones originales, como puede ser el
proyecto del Romancero Hispánico de Menéndez Pidal. La apertura del país,
aunque fuera en buena medida como terreno de estudio, a los investigadores foráneos aparece, finalmente, como una realidad palpable, en la que no puede decirse que hubiera posteriormente incremento, ni tan siquiera a veces continuidad.
Nos muestra, en suma una situación excéntrica, periférica, no exenta de exotismo, que se mantendrá durante mucho tiempo sin cambios.
————
127 Ronald HILTON, «The Residencia de Estudiantes», cap. 7 de Spain, 1931-36, From Monarchy to Civil War, An Eyewitness Account.
Consultado en http://historicaltextarchive.com/books.php?op=viewbook&bookid=11&cid=7.
nov. 2006.
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This article studies some key initiatives taken up in the «Centro de Estudios Históricos» in the
field of folkloristic research. Their authors were North American researchers whose field labour sponsored by North American academic institutions- was made in close contact with their Spanish
pairs of the «Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas».
KEY WORDS: «Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas», «Centro de Estudios Históricos», Folklore, R. Menéndez Pidal, R.M. Anderson, K. Schindler, A.M. Espinosa Sr.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 125-162, ISSN: 0034-8341
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 239
Págs. 163-184, ISSN: 0034-8341
LA VOCACIÓN AMERICANISTA DE LA ESCUELA
DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA∗
POR
PILAR GARCÍA MOUTON
Instituto de la Lengua Española, CSIC
Los estudios de la Escuela de Filología Española adquirieron interés por América a medida
que la labor de la Junta para la Ampliación de Estudios llevó a varios de sus miembros a desarrollar una parte importante de su labor docente y de su investigación en los países hispanohablantes, a los que consideraban «aliados de pensamiento».
PALABRAS CLAVE: Escuela de Filología Española, español de América, dialectología hispanoamericana, geografía lingüística, fonética.
La vocación americanista de la Escuela de Filología Española tiene sus raíces
en las ideas sobre América de la Junta para la Ampliación de Estudios, en la que
se enmarcaba el Centro de Estudios Históricos, donde se conformó y desarrolló
su trabajo. Dentro del marco ideológico del regeneracionismo, estas ideas generales se refieren a los «países hispano-americanos», a los que consideran «aliados
de pensamiento», casi como una prolongación espiritual del país propio. Ya en la
Memoria correspondiente a los años 1910-1911, se explicitan una serie de medidas que buscan favorecer las relaciones científicas con los países americanos de
lengua española. A partir de entonces, todas las Memorias de la Junta tendrán un
apartado referido a las Relaciones con los países hispano-americanos que, desde
1919, pasarán a denominarse hispanoamericanos, sin guión.
————
∗ Dado lo amplio del título, quiero advertir que este trabajo se limita a un acercamiento a las
circunstancias y a los tiempos en que los estudios lingüísticos del Centro de Estudios Históricos
dirigieron por primera vez su mirada hacia el español de América. Para ello, he utilizado principalmente las Memorias de la Junta, la Revista de Filología Española y las publicaciones que esta
nueva mirada originó. En este mismo número otros trabajos completan desde enfoques disciplinares diferentes los intereses de la Escuela de Filología Española en América.
PILAR GARCÍA MOUTON
164
I. EL MARCO GENERAL
Una Real orden del 16 de Abril de 1910 encomendó a la Junta que favoreciera las relaciones científicas «con los pueblos de la América española» a través de
varias actuaciones: 1º reservar un número de plazas a estudiantes americanos en
los centros de estudio e investigación en los Institutos de educación que dirigiera
en España y en las escuelas españolas que fundase en el extranjero; 2º dar facilidades a esos estudiantes para aprovechar las Instituciones de patronato que la
Junta organizase para los españoles en el extranjero y el servicio de información;
3º enviar pensionados a América «para hacer estudios», y delegados encargados
de la propaganda y la información, y el establecimiento de relaciones entre los
jóvenes y el profesorado de aquellos países con los del nuestro; 4º establecer intercambio de profesores y alumnos; 5º favorecer «en España la publicación de
obras científicas sobre América (instituciones sociales y políticas, derecho, historia, fauna, flora y gea, arte, industria y comercio, etc.), especialmente como resultado de los estudios de los pensionados»; 6º fomentar el cambio de las publicaciones de la Junta con las de entidades científicas americanas y 7º hacer en España alguna obra de propaganda y vulgarización1.
En la Memoria se recogen indicaciones acerca de cómo esta labor debía iniciarse con prudencia para no chocar con las actuaciones de otros organismos, con
los que la JAE tendría que coordinarse, y, además, evitar ciertos problemas,
«porque en ocasiones anteriores se habían rechazado peticiones de pensión para
aquellos países, por la vehemente sospecha de que se trataba de conatos de emigración que no era conveniente favorecer». Por otra parte, se indicaba también la
necesidad de esperar a que las personas que debían encargarse de cada misión
científica estuvieran suficientemente preparadas. De todas formas, los delegados
que se enviaron a América en los primeros viajes casi siempre fueron ajenos a las
materias más relacionadas con el ámbito filológico2.
Poco a poco se fue dibujando un marco general para las relaciones de la Junta
con América. En la Memoria correspondiente a 1912 y 1913, se alude a «las
orientaciones que, en favor de una mayor intensidad de relaciones con los países
de nuestra misma raza en América, había trazado á la Junta la Real orden del 16
de Abril de 1910»3. Consta allí que en 1913 la Junta había convocado un concur-
————
1
JAE, 1912: 117-118.
Eduardo Boscá Casanoves y Antimo Boscá Seytre viajaron a los museos de París, Londres,
Amsterdam y Bruselas, y posteriormente a los de Buenos Aires y La Plata, para estudiar la fauna
fósil de las Pampas con el fin de facilitar la clasificación de las colecciones de Valencia; Adolfo G.
Posada estudió el establecimiento de relaciones científicas con América (Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay), y Agustín Viñuales Pardo obtuvo una pensión de ocho meses en Alemania y en
Argentina para hacer estudios económicos sobre la República argentina.
3 Se comenta allí la labor del delegado Agustín Viñuales, que siguió trabajando en la Argentina
«sobre los problemas que afectan más directamente á las relaciones económicas hispano-argentinas» y
2
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 163-184, ISSN: 0034-8341
LA VOCACIÓN AMERICANISTA DE LA ESCUELA DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA
165
so para seleccionar tres profesores a petición del Gobierno del Paraguay, si bien
se vio forzada a dejarlo desierto por falta de condiciones de los aspirantes. Como
ejemplo de actuaciones más concretas, en el apartado de relaciones con los países
hispanoamericanos, la Memoria señala que se están enviando las publicaciones a
los centros científicos hispanoamericanos, que en los Cursos de vacaciones y en
la Residencia de estudiantes ya ha habido algunos estudiantes sudamericanos, y
que Menéndez Pidal, aprovechando un viaje a la Argentina y Chile, dejaría establecidas nuevas relaciones.
Las relaciones iniciadas empezaron a dar frutos concretos con la creación en
Buenos Aires, en 1914, de la Institución Cultural Española —promovida por
Avelino Gutiérrez—, con el objeto de difundir allí las investigaciones y los estudios científicos y literarios que se hicieran en España. Vinculada a esta Institución, se fundó una cátedra estable, cuya gestión se confía a la Junta, cátedra que
inaugura Ramón Menéndez Pidal con una conferencia sobre Menéndez Pelayo y
una serie de cursos en la Facultad de Filosofía y Letras. Don Ramón pasó después a Santiago de Chile, invitado por su Universidad, donde, según noticia aparecida en la Revista de Filología Española, debía «explicar un breve curso de
Filología castellana»4. Así comenzaron las relaciones de los filólogos de la JAE
con América. Con el paso del tiempo se afianzó la Institución Cultural Española,
que cada año invitaba a ocupar su cátedra a insignes investigadores españoles5, lo
que pronto contribuyó a difundir en América los avances científicos que la labor
de la Junta estaba consiguiendo en el panorama español. Poco a poco, se hizo
costumbre que los científicos invitados por la Institución Cultural Española de
Buenos Aires visitaran también Montevideo y Santiago de Chile. A la larga, el
éxito de esta primera Institución provocó la fundación de otras semejantes en
otros países hispanoamericanos.
I.2. A América había que ir a enseñar, no a estudiar
Pero las relaciones no le resultaron siempre fáciles a la Junta. En la Memoria
correspondiente a los años 1914 y 1915, encontramos una verdadera declaración
sobre la política científica respecto a estos países y los problemas que trataba de
————
se habla del apoyo que recibió de Avelino Gutiérrez, español catedrático de Medicina en la Universidad de Buenos Aires, que tanta relación tendría con la JAE a través de sus donaciones. JAE, 1914: 205.
4 RFE, I, 1914: 356.
5 En 1915, en circunstancias desfavorables, no pudo mandar la Junta a nadie que ocupase la
cátedra. En 1916 fue José Ortega Gasset a Buenos Aires, Tucumán, Córdoba, Mendoza, Rosario,
Montevideo, en un viaje que alcanzó un éxito social inimaginable. En 1917 ocupó la cátedra Julio
Rey Pastor, matemático de la Universidad Central, que dio conferencias en Buenos Aires, La Plata
y Montevideo. En 1918, le surgen problemas a Augusto Pi y Suñer, que no pudo ir y no se pudo
sustituir. En 1919 fue Pi y Suñer, con su ayudante, a dar un curso sobre Fisiología.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 163-184, ISSN: 0034-8341
PILAR GARCÍA MOUTON
166
atajar, porque no se consideraba que fuesen países donde se debiera ir a estudiar
y subyacía un posible problema de emigración encubierta. Se afirma allí categóricamente: «El envío de pensionados á aquellos países no puede tener, en general,
como finalidad seguir estudios en sus centros docentes, porque para ese objeto la
distancia y el gran coste los colocan en condiciones desventajosas respecto á los
países de Europa, que ofrecen, al alcance de modestos recursos, abundantes medios de educación para nuestros jóvenes.
A la América española deben mandarse pensionados en misión de estudio,
para investigar, sobre las fuentes mismas, problemas que puedan interesar á nuestro país, ó en misión de comunicación espiritual para llevar los frutos más sazonados de nuestra actividad científica»6. Pero la Junta insiste en que, además, tiene
serias dificultades para encontrar personas con preparación suficiente. Esos países «tienen multitud de cuestiones inexploradas y sectores de labor científica casi
enteramente vírgenes, y cuentan ya con un buen número de hombres eminentes,
nacionales y extranjeros, que trabajan con los métodos modernos», de modo que
habría «que ser iniciador, poseyendo genialidad y paciencia para improvisar y
marcar rumbos en país extraño», sin desmerecer frente a la obra de los maestros
y, por otra parte, «los que España podría enviar se hallan á veces tan absorbidos
por sus tareas dentro del país, que no pueden pensar en extenderlas al otro lado
del Océano»7.
El objetivo de los pensionados era, pues, formarse hasta alcanzar la altura de la
mejor ciencia extranjera y aplicarla primero en España y sólo después, en la categoría de maestros, comunicar sus conocimientos en los países americanos. Y normalmente era la ciencia europea la que marcaba el camino que se quería seguir.
II. LOS PRIMEROS PASOS DE LA ESCUELA DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA
Para situar la vocación americanista de la que después se llamaría Escuela de
Filología Española, conviene conocer el punto de partida. A principios de siglo
casi todo estaba por hacer en el campo de la Filología española. En su discurso de
1906 en Barcelona, Über die Zukunft der katalanischen Sprachstudien, uno de
los más significativos del Primer Congrés Internacional de la Llengua Catalana,
donde indicaba cuáles eran las tareas que debían emprenderse para el estudio
científico de la lengua catalana, Bernhard Schädel —catedrático de la Universidad de Halle, y después de la de Hamburgo— se podía permitir el siguiente reproche: «Die Vernachlässigung des Dialektstudiums, meine Herrn, kann nur erzeugt werden durch eine betrübende Gleichgültigkeit gegenüber der wahren, lebendingen Sprache des Volkes, gegenüber der reinsten und unerschöflichsten
————
6
7
JAE, 1916: 141.
JAE, 1916:142.
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Ouelle für jede Sprache, die wirklich gross werden will. Diese Gleichgültigkeit
hat bekanntlich auf dem Gebiet der spanisch-kastilischen Sprachwissenschaft
dazu geführt, dass heute, wo zum Beispiel in Italien, Frankreich und Deutschland
eine stattliche Schar von Gelehrten im Studium der Dialekte ihr Lebenswerk erblickt, noch kein einziger Dialekt kastilischer Provinzen mit wirklich wissenschaftlicher Gründlichkeit auf Grund von Studien an Ort und Stelle erschöpfend
bearbeitet worden ist8». Hay que reconocer que las cosas cambiaron pronto gracias al esfuerzo de Menéndez Pidal, que, ya antes de la creación del Centro de
Estudios Históricos, había empezado a formar en la JAE un equipo reducido con
el que trabajó sobre testimonios históricos y literarios, y sobre las hablas vivas
continuadoras de los dialectos históricos, sobre todo las del leonés, pero también
las del aragonés.
En el Centro de Estudios Históricos, fundado en 1910, los primeros intereses
se orientaron claramente hacia la edición y el estudio de fuentes históricas, literarias y lingüísticas, lo que contribuyó a enmarcarlos preferentemente en una dimensión medieval. Quizá por eso no aparecen desde el principio trabajos relacionados con las fuentes americanas, especialmente desde el punto de vista filológico, ya que la Sección 3ª, la dirigida por Ramón Menéndez Pidal, titulada
Orígenes de la lengua española, había emprendido con entusiasmo, y como labor
primera, el trabajo de editar una colección de documentos lingüísticos de los siglos XI al XV. Junto a esta tarea principal, y para seguir las últimas tendencias de
los estudios filológicos europeos, en 1913 no sólo se había avanzado en el estudio de los dialectos históricos, sino que Tomás Navarro Tomás, uno de los más
aventajados colaboradores de la Sección, había reorientado su formación más
bien histórica hacia la sincronía junto a los mejores fonetistas europeos, con el
objeto de hacerse cargo del Laboratorio de Fonética del Centro y, desde él, diseñar un atlas lingüístico peninsular, semejante al revolucionario atlas de Francia y a los que entonces se estaban haciendo en el resto de Europa. Por la correspondencia entre Menéndez Pidal y Navarro Tomás sabemos del interés del
Centro hacia el proyecto, del recelo a que Schädel se les adelantase no sólo en
esta empresa nacional, sino que también llegara a anular la posibilidad de extenderla a la América hispanohablante9. Era la época en la que los romanistas
————
8 SCHÄDEL, 1908: 412-413. La traducción al catalán de Mn. Alcover (ibid.: 417-418) decía:
«La negligència de l’estudi dels dialectes, senyors, no més pot produirse per una acongoxadora
indiferència envers de la vera y vivent llengua popular, en vers de la puríssima y inagotabilíssima
font per tota llengua que de bon de veres vol devenir gran y gloriosa. Aquexa indiferència dins del
domini llingüístich espanyol-castellà, ho sab tothom, es la causa de qu’avuy, per eczemple, a Itàlia,
a France, a Alemanya un estol agosarat de sabis fan del estudi dels dialectes l’obra capdal de tota la
vida, mentres cap dels dialectes de les províncies castellanes està estudiat de poble en poble y ab
fonament científich de bon de veres».
9 PEDRAZUELA, LXXXV, 2 (Madrid, 2005): 272. «Calzia me dijo en Marburgo que la ciudad de Hamburgo había dado a Schädel una subvención de 60.000 marcos para hacer el Atlas Lingüístico de España. [...] Hay algo más, y es que la subvención ha sido aumentada, y Schädel se ha
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alemanes, con una metodología contrastada, hacían investigaciones sobre
hablas vivas en casi toda la Romania. En España, la falta de colaboradores maduros, la pluralidad de frentes científicos que cubrir, y la marcha al extranjero
de muchos de los filólogos ya formados retrasó años —hasta 1931— el inicio de
los trabajos del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI)10.
Casi todo estaba por hacer en el campo lingüístico, lo mismo que en el de la
edición de textos o en el de la recogida de romances, temas mucho más cercanos
a los intereses personales de Menéndez Pidal. En estas condiciones, y con tanto
pendiente de hacer en el propio país, no es de extrañar que, en un primer momento, la Sección de Orígenes de la lengua española limitase sus intereses al estudio
de las fuentes españolas, si bien las relaciones que se habían ido tejiendo a través
de los viajes culturales de los delegados y de la llegada de pensionados hispanoamericanos sirvieron para que algunos se incorporasen al equipo de filólogos
que se estaba formando en el Centro de Estudios Históricos en torno a Menéndez
Pidal, acercándoles la realidad americana.
II.1. La Revista de Filología Española y los primeros colaboradores americanos
Ése fue el germen de la Escuela de Filología Española: sus colaboradores, quizá
catalogables en el grupo de aquellos «tan absorbidos por sus tareas dentro del país,
que no pueden pensar en extenderlas al otro lado del Océano», estudiaban la lengua
de los documentos de archivo y la de las hablas dialectales al tiempo que publicaban
fuentes o recogían romances con los que construir una idea de España y, entre otras
cosas, comparar su épica con las épicas que estudiaban los romanistas europeos. Lo
mismo editaban con rigor filológico los fueros más importantes que la lírica medieval o las crónicas, como harían en un momento posterior con los clásicos. En 1914
aparece la Revista de Filología Española, que a partir de entonces será su órgano de
expresión. En ella publican los resultados de las investigaciones en marcha y a través de sus cuadernillos cuatrimestrales se puede seguir en gran medida la vida del
Centro. Desde el primer número destaca en ella la presencia imponente del trabajo
de don Ramón, pero la revista la hacen entre todos, con un entusiasmo colectivo que
se deja sentir hasta en las reseñas, alguna tan magnífica como la de Américo Castro,
verdadero filólogo, sobre la Gramática histórica de Federico Hanssen. A través de
la Revista de Filología Española asistimos a los frutos que las relaciones con América empiezan a dar. Discreta, pero sistemática, se deja notar en sus páginas la presencia del mexicano Alfonso Reyes, especialmente entre 1915 y 1919, con artículos,
reseñas, colaboración en la Bibliografía, etc.
————
propuesto hacer también el Atlas hispano americano», texto de una carta de Navarro Tomás a
Menéndez Pidal (Archivo Fundación Ramón Menéndez Pidal), fechada en Hamburgo el 4 de
agosto de 1913, publicada por PÉREZ PASCUAL, 1999: 757.
10 NAVARRO TOMÁS, 1975: 12-14.
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Pero lo cierto es que la nueva revista no presta especial interés a los temas
americanos y hay que esperar años antes de ver en ella artículos que traten sobre
América11. La Memoria de los años 1916 y 1917, al rendir cuenta de los trabajos
de la RFE, destacaba: «se ha mantenido cambio con 114 revistas españolas y
extranjeras, y se ha entablado correspondencia con varios colaboradores hispanoamericanos, a fin de que la información bibliográfica de la Revista pueda recoger también, de la manera más completa posible, la producción filológica de la
América Española»12.
A partir de 1918, se hace habitual en la revista la firma del dominicano Pedro
Henríquez Ureña13 que, en 1921, firma el primer trabajo publicado en la RFE
sobre el español en América, «Observaciones sobre el español en América»
(VIII, (Madrid, 1921): 356-390), un estado de la cuestión serio y riguroso que
comenzaba con la frase «Sería tiempo ya de acometer trabajos de conjunto sobre
el español de América», donde se plantean las siguientes cuestiones: I. Zonas
dialectales; II. Lengua criolla; III. Distribución geográfica de los fenómenos fonéticos: 1. La D; 2. La G; 3. La LL; 4. La Y; 5. La J; 6. La H aspirada; 7. La N;
8. La R y la RR; 9. La ese y sus afines; IV. El pronombre «vos» y la conjugación;
V. Distribución geográfica del «voseo».
De todas formas, y a pesar de que el número de colaboradores de la Sección
de Filología aumentó en proporción mucho mayor a la de otras secciones del
Centro, resultaron siempre pocos para el ingente trabajo de las actividades que
gestionaba Menéndez Pidal, quien en muy pocos años consiguió que la Filología
española diera un salto cualitativo espectacular. No faltaba mucho tiempo para
que los filólogos del Centro de Estudios Históricos ampliasen sus intereses lingüísticos a la realidad americana.
II.2. Los Estados Unidos, la enseñanza del español y de la literatura española
A las tareas de edición filológica y las que giraban en torno a la Revista de
Filología Española, se añadían las de los cursos para profesores extranjeros, impartidos en la Residencia de Estudiantes de Madrid con gran éxito. Sabemos que
en 1917 Tomás Navarro Tomás daba en ellos las clases de fonética y Solalinde,
las de léxico y conversación14. No deja de revelar una concepción amplia de la
lengua española el hecho de que el mexicano Alfonso Reyes fuera precisamente
profesor de las clases prácticas de dictado.
————
11
QUILIS, 1993: 7-13.
Más adelante insiste en que «se han nombrado colaboradores bibliográficos en varios países
de la América española, con objeto de que el trabajo de la Sección sea lo más completo posible».
JAE, 1918: 111 y 113.
13 En 1919 publica un artículo sobre el endecasílabo en castellano y se edita en el Centro su
tesis como libro.
14 JAE, 1918: 129.
12
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Los colaboradores del Centro se convirtieron así en expertos en enseñanza
del español y de su literatura, circunstancia que, unida a la demanda de profesores de lengua y literatura españolas en Europa y en América, explica algunas
advertencias y ciertos recelos que se explicitan de vez en cuando ante el hecho
evidente de que muchos de los colaboradores formados por el Centro acabaran
como lectores, y como profesores, en las universidades europeas y en las americanas. La tentación era evidente y el riesgo para el Centro de perder mentes formadas también.
En estos años, como consecuencia en parte de la guerra europea, había cambiado la dirección de las relaciones científicas con el extranjero, y los viajes de
los pensionados se reorientaron en muchos casos hacia los Estados Unidos. Estas
circunstancias coincidieron con un aumento del interés por la enseñanza del español en Inglaterra y en los Estados Unidos. Según recoge la Memoria: «Ha contribuído eficazmente a esta expansión la American Association of Teachers of
Spanish presidida por Mr. Laurence A. Wilkins, que ahora tiene su órgano de
publicidad y comunicación en la Revista Hispania, que dirige el Profesor Aurelio
M. Espinosa». También resultó decisivo el papel de Federico de Onís15, colaborador del Centro de Estudios Históricos, que desde 1916 se había instalado en la
Columbia University de Nueva York, y el hecho de que Ramón Jaén, profesor en
la Escuela Militar de West Point hasta 1917, y luego en la Universidad de California, ayudara a colocar a muchos españoles como profesores.
De ahí el miedo a una sangría intelectual para la Junta. Casi todos los colaboradores buenos estaban fuera, muchos en Estados Unidos, que dedicaba para entonces grandes cantidades de dinero a sus bibliotecas y a profesores. Señala la
JAE: «Los estudiantes españoles son acogidos sin restricciones en Universidades
e Institutos científicos. Pero América ofrece peligros para jóvenes sin formación
suficiente y sin raíces espirituales en su país. La extrema facilidad y resonancia
de los éxitos puede envanecer e inclina a la superficialidad improvisadora; las
comodidades de la vida material y la gran demanda de trabajo invitan a quedarse
allí indefinidamente»16.
III. LAS INSTITUCIONES CULTURALES ESPAÑOLAS EN AMÉRICA
En la misma Memoria, el apartado que se dedica a las relaciones con los países hispanoamericanos se abre con estas palabras: «La Junta insiste en su criterio
de que no es necesaria medida alguna para excitar el espíritu de aventura hacia
————
15 Su papel dinamizador debió de ser evidente: «Esta circunstancia ha permitido intentar un
influjo directo en los asuntos relacionados con la enseñanza del castellano en los Estados Unidos».
JAE, 1918: 76 y 78. Y se insiste en que se ha preocupado por fomentar las relaciones intelectuales
entre los dos países, especialmente la difusión de los libros españoles.
16 JAE, 1920: 89.
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América entre los intelectuales españoles. Hay, sí, que procurar producir hombres científicos dignos de competir con los mejores de otros pueblos y ofrecerlos
entonces, en la medida en que puedan y quieran utilizar su ciencia los pueblos
americanos de habla española. El ejemplo de unos cuantos profesores que, sin
propósito alguno de negocio, sin ánimo de conquistar allá un puesto para quedarse, ni intención de escabel político para ganar influjo en España, van a América y
muestran pródigamente su saber, sirviendo de conductores de la cultura moderna,
contribuyendo a educar la juventud y condensando a veces las primeras agrupaciones de especialistas en tales o cuales investigaciones, hace más por el prestigio
de España que toda la literatura en favor de la unión de la raza.»
Estas palabras de la JAE se referían, como es lógico, a todos los científicos,
pero también a los filólogos. Lo cierto es que los movimientos se daban en ambas
direcciones. Los españoles viajaban a América, pero también algunos americanos
se desplazaban a Madrid para completar su formación. Ya hemos hablado de
Alfonso Reyes17 y de Pedro Henríquez Ureña, pero también Aurelio Macedonio
Espinosa hijo18 vino al Centro de Estudios Históricos para hacer su tesis sobre las
zonas de expansión del dialecto leonés que interesaban al proyecto de Menéndez
Pidal y se convirtió en uno de los encuestadores imprescindibles para el trabajo
de campo del Atlas Lingüístico de la Península Ibérica que dirigía Navarro Tomás19. Ángel Rosenblat, perteneciente ya a la segunda generación de colaboradores, permanecería un tiempo en la Sección de Filología del Centro20.
Para la Junta fue la Institución Cultural Española de Buenos Aires la que
proporcionó «el modelo de la acción española en América»21. A semejanza de
ella, en agosto de 1919 se crea en Montevideo la Institución Cultural Española
del Uruguay, presidida por Manuel Senra con otra cátedra que la Junta apoyará
para contribuir «por todos los medios a ese esfuerzo noble de los españoles del
Uruguay en favor de la solidaridad de nuestra raza».
————
17 Que después de la Guerra civil acogería en El Colegio de España a tantos antiguos colaboradores del CEH.
18 Hijo de Aurelio M. Espinosa, estudioso del folklore de Nuevo México y profesor de español en la Universidad de Stanford, director de la revista Hispania, órgano de la American Association of Teachers of Spanish, de cuyo primer número da noticia la Revista de Filología Española
V,1º (Madrid, 1918: 112). Su tesis doctoral, de 1935, trató sobre Arcaísmos dialectales: la conservación de «s» y «z» sonoras en Cáceres y Salamanca.
19 SANCHIS GUARNER, 1953: 33-35.
20 En la Memoria de los años 1918 y 1919 aparecen Alfonso Reyes publicando en la RFE sobre Paravicino y Pedro Henríquez Ureña, sobre el poeta Terrazas y sobre el verso endecasílabo
JAE, 1920: 116, al tiempo que Reyes colabora en la Bibliografía de la RFE. (ibid.: 120). El interés
por la vida filológica americana se refleja en la noticia de la muerte de F. Hanssen en Chile, que
aparece en la RFE comunicada por Rodolfo Lenz, y en la noticia de que ha aparecido la revista
Hispania. En los años siguientes, se publica en la Sección de Filología «un libro del profesor don
Rodolfo Lenz, La oración y sus partes, y un trabajo del señor Henríquez Ureña, antiguo colaborador de esta Sección, sobre varios fenómenos del español de América» JAE, 1922: 124.
21 JAE, 1920: 93.
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PILAR GARCÍA MOUTON
Estas Instituciones, y otras similares que vinieron después, resultaron fundamentales para desarrollar la vocación americanista de la Escuela de Filología Española, porque a través de ellas se canalizó su actividad docente y sus investigaciones
americanas. Después de la de Argentina y la de Uruguay, cronológicamente hay
que destacar el establecimiento en Nueva York de una delegación en el Instituto de
las Españas22, a cargo de Federico de Onís23. Pero veremos que, para los estudios
filológicos sobre América, resultó definitivo una vez más el papel de la Universidad de Buenos Aires, donde se funda el Instituto de Filología —verdadero trasunto americano de la Sección de Filología del CEH de Madrid—, del que fue
presidente honorario Menéndez Pidal y, por encargo suyo, un colaborador de la
categoría de Américo Castro su primer director24.
La Memoria de los cursos siguientes califica de «sumamente interesante» la colaboración que se había establecido entre el Instituto de Filología y el Centro de Estudios Históricos, así como la fundación, a fines de 1925, del Instituto HispanoMexicano de intercambio universitario25 y «la creación en Puerto Rico de un Departamento de Español donde dan enseñanzas los profesores del Centro de Estudios
Históricos», especialmente Tomás Navarro Tomás, a quien se atribuyen las gestiones
para crear la Institución Cultural Española en Puerto Rico26.
A partir de entonces, Buenos Aires y Puerto Rico serán los centros americanos más importantes para los filólogos españoles y los que, de alguna manera,
marcarán sus intereses. En 1925, Navarro Tomás da un curso en Puerto Rico; en
el verano de 1926, Federico de Onís habla allí de literatura; en 1927, darán conferencias Américo Castro, Amado Alonso, Samuel Gili Gaya y Tomás Navarro
Tomás; en 1928, Navarro Tomás y Américo Castro, que también pasa a Cuba,
México y Estados Unidos. El Departamento de Español de la Universidad de
Puerto Rico mantiene estrechos contactos con el Instituto de las Españas de Nueva York: en el curso 1927-28 Tomás Navarro Tomás, que daba clases en Puerto
————
22 «El objeto del INSTITUTO DE LAS ESPAÑAS EN LOS ESTADOS UNIDOS es dotar a
este país de un centro para el estudio de la cultura hispánica en sus diversas manifestaciones; promover un interés más amplio y activo por la lengua, literatura, arte, ciencia y civilización española
y portuguesa y estrechar las relaciones culturales entre los Estados Unidos y todas las naciones
hispánicas».
23 JAE, 1922: 101-102.
24 «Bajo su dirección se emprendió la publicación del manuscrito de la Biblia del siglo XIII,
de El Escorial, y se iniciaron trabajos filológicos». Poco después, en 1924, lo sustituyó Millares
Carlo y, en 1925, Manuel Montolíu Togores, hasta que finalmente, en 1927, se hizo cargo de la
dirección Amado Alonso. JAE, 1925: XIII.
25 «... sostenido financieramente por un grupo de setenta y cinco españoles y con la colaboración de la Universidad Nacional». JAE, 1927: XIII.
26 «... a semejanza de las que ya existen en la Argentina y el Uruguay. La iniciativa de dicha
fundación se debe a don Rafael Fabián, prestigioso español establecido desde hace años en la mencionada isla» JAE, 1927: 218-219.
Sobre las relaciones culturales entre la Universidad de Puerto Rico y el Centro de Estudios
Históricos, véase NARANJO OROVIO, LUQUE y PUIG-SAMPER (eds.), 2002.
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Rico, pasa como conferenciante por quince universidades de Estados Unidos; en
1928 Samuel Gili Gaya da clases de fonética y literatura españolas en el Middlebury College de Vermont. Y en 1930, el conferenciante que visita Puerto Rico y
Estados Unidos es Dámaso Alonso.
En Buenos Aires, Amado Alonso había desplegado a partir de 1927 una actividad asombrosa con una serie de brillantes colaboradores y, sin renunciar a otras
posibilidades, estaba orientando la investigación del Instituto de Filología hacia
el estudio de la dialectología hispanoamericana.
La Memoria de los cursos 1926-7 y1927-8 revela una actividad americana
cada vez más intensa por parte de la JAE, debida fundamentalmente a la eficaz
presencia de sus investigadores, entre ellos los filólogos. Por primera vez el apartado clásico de Relaciones con los países hispanoamericanos aparece subdividido en a) Argentina, b) Uruguay, c) Méjico, d) Cuba, e) Puerto Rico y Santo Domingo. En noviembre de 1926 se había creado, por iniciativa de la Sociedad
Económica de Amigos del País, la Institución Hispano-Cubana de Cultura. Asimismo, bajo los auspicios del Instituto de las Españas, en mayo de 1927 se funda
en Nueva York «una «Institución Cultural Española» de la que ha sido elegida
presidente la señora Susana Huntington Venon»27. Entre los logros del año siguiente, se menciona que «el movimiento creador de las Instituciones Culturales
Hispano-Americanas se ha extendido también a las islas de Puerto Rico y de Santo Domingo», inauguradas ambas por Tomás Navarro Tomás28.
A medida que pasan los años, la propia proyección internacional del Centro
de Estudios Históricos, y la mala situación económica, contribuyen a que los
alumnos mejor formados se vayan colocando en el extranjero29. Impresiona la
lista de lectores universitarios del curso 1927-28 recomendados por la JAE que
dan clases en centros extranjeros: entre otros figuran Dámaso Alonso en Cambridge; Joaquín Casalduero en Marburgo; José F. Montesinos en Hamburgo; Luis
Cernuda en Toulouse; Federico de Onís en la Columbia University; Antonio G.
Solalinde en la Universidad de Wisconsin; Erasmo Buceta en Berkeley; Ángel
del Río en Miami; Ángel Valbuena en Puerto Rico; Eugenio Montes en el Rice
Institute de Houston.
La estrecha vinculación de los puertorriqueños con el Centro de Estudios Históricos madrileño explica que en 1928 se hiciera en Puerto Rico una suscripción
————
27 Se añade allí que: «Siguiendo el camino trazado por las Culturales creadas en otros países
americanos: Argentina, Uruguay, Méjico, Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, se propone la de
los Estados Unidos invitar a profesores españoles de reconocido saber, a fin de que den conferencias en las más importantes Universidades norteamericanas». JAE, 1929: 118.
28 JAE, 1929: 137.
29 «El Centro de Estudios Históricos y el Instituto Nacional de Ciencias que la Junta sostiene
en Madrid continúan siendo los más importantes núcleos de investigación científica de España;
pero es cada día más urgente hallar un medio de retener en ellos a aquellos jóvenes especialmente
dotados, que se pierden para esa rara vocación si no se les ofrecen medios de trabajo y una retribución que les permita consagrarles toda su actividad». JAE, 1929: XIV.
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para ayudar a mantener sus actividades. Se consiguió reunir 5.802,65 dólares,
33.186,85 pesetas de la época, donativo que el Centro dedicó íntegramente a publicar los originales detenidos por falta de presupuesto30.
IV. LAS PRIMERAS INVESTIGACIONES LINGÜÍSTICAS SOBRE AMÉRICA
Los primeros estudios lingüísticos sobre temas americanos no se planean
desde el Centro de Estudios Históricos de Madrid, surgen del contacto con la
realidad de los miembros de la Escuela de Filología Española que viajan a América. De hecho, ya se ha visto cómo la Revista de Filología Española tardó bastante en publicar trabajos sobre el español en América31.
Entre 1907 y el comienzo de los años veinte, los colaboradores de Menéndez
Pidal se habían dotado de unos instrumentos metodológicos que aseguraban el
rigor filológico de sus investigaciones. Ese rigor, basado en una estricta formación lingüística, con su recuerdo positivista, estaba permeado también por los
cambios de pensamiento que los acercaban al idealismo (PORTOLÉS, 1986).
Para ellos el lenguaje ya no estaba regido por leyes, sino justificado en gran medida por su entorno cultural.
A partir de los años veinte, con la Sección de Filología encauzada, la vida
americana de sus colaboradores, que aumentaba la visibilidad internacional de la
labor de la JAE, se organiza en torno a dos ejes básicos: el Instituto de Filología
de la Universidad de Buenos Aires y el Departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico, y sus actividades se reparten principalmente entre las conferencias y la docencia universitaria. Son nombres fundamentales los de Américo
Castro, Federico de Onís, Amado Alonso, Tomás Navarro Tomás, Samuel Gili
Gaya, y también los de sus discípulos. Los dos núcleos mantienen el contacto
entre sí y con el Centro de Madrid. A ellos habría que sumar como tercer apoyo,
muy unido al segundo, el del Instituto de las Españas y la Institución Cultural
Española de Nueva York.
Varios de los primeros colaboradores de Menéndez Pidal desarrollaron a la larga
una carrera investigadora vinculada a América. Sus intereses americanistas fueron
surgiendo a medida que se les imponía el contacto con la realidad americana32.
Américo Castro, el primer director del Instituto de Filología de Buenos Aires,
es una personalidad bien conocida para lingüistas y para historiadores, pertene-
————
30
JAE, 1939: 171-172.
Y realmente nunca publicó demasiados, si bien los que publicó fueron importantes. Entre
otras razones, Quilis lo achaca al hecho de que muy pronto empezaron a publicarse revistas especializadas en América. Quilis, 2003: 7, n. 1.
32 Lo mismo en lo lingüístico que en otros aspectos, como los relacionados con la recogida de
materiales de tradición oral —romances, cuentos y otros aspectos del folklore— sobre todo en
México, tan cultivados desde el año 1912 por Aurelio M. Espinosa, pero también más tarde por
Pedro Henríquez Ureña y estudiados por Bertram D. Wolfe.
31
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ciente a aquella generación que no sólo estudiaba lengua y literatura juntas, sino
también la lengua en los documentos históricos y la misma lengua como reflejo
de la historia, como producto de la historia. Desde ese enfoque, resulta apasionante la lectura de La peculiaridad lingüística rioplatense y su sentido histórico,
una obra polémica entonces y que hoy tampoco sería considerada políticamente
correcta33. Veinte años después de su primera edición, el libro apareció revisado
y renovado en una segunda edición34, con una introducción nueva que contiene
reflexiones interesantes para seguir la evolución del pensamiento de Castro desde
sus primeros años americanos: «Absorbido por otras tareas, no me ocupo ya de
cuestiones de lenguaje con finalidades puramente lingüísticas. El lenguaje me
interesa como expresión y síntoma de situaciones humanas, no en sí mismo. Hispanoamérica, a su vez, me atrae más cada día, porque mi entendimiento del valor
y del sentido del mundo hispánico (en lo que tiene de decisivo para un historiador), debe más a mis estancias y apasionadas experiencias en Hispanoamérica
que a mi larga vida en la Península. En 1923 comencé a barruntar en Buenos
Aires el sentido de lo que luego llamaría yo «lo hispánico», con un lo que ya se
hizo corriente por ahí. Mi perspectiva fué luego ampliándose al residir en otros
lugares, sobre todo en Méjico. Durante tales andanzas y meditaciones comencé a
darme cuenta de la realidad hispánica, tan problemática, tan rebelde a cualquier
interpretación ingenua»35. También explica allí que lo movió a escribir el libro el
deseo, «el deber, de ayudar a la obra de buena argentinidad emprendida por Amado
Alonso —un español que era, a la vez, un buen ciudadano argentino»—36.
Cuando escribió La peculiaridad lingüística rioplatense, pensaba Castro que
le serviría de introducción para un libro que quería dedicar exclusivamente al
habla de Buenos Aires, tema que consideraba «uno de los más complejos y sugestivos de la lingüística románica» (ibid.: 113), y para el que, en 1937, había
recogido muchos materiales con la ayuda de sus alumnos del Instituto de Filología. Pero nunca llegó a escribir ese libro. «A veinte años de distancia, el tema de
la lengua bonaerense sigue pareciéndome más interesante como síntoma de un
funcionamiento vital que como fenómeno estrictamente lingüístico.» (ibid.: 19).
De todas formas, Américo Castro aprovecha la reedición de 1960 para defenderse de las críticas que en su día recibió La peculiaridad lingüística rioplatense,
argumentando que, en vez de darle la forma de un libro «técnico», con signos fonéticos, mapas y estadísticas, lo que habría evitado esas reacciones porque sólo habría
llegado al reducido ámbito de los cultos, él se había esforzado en «sugerir algo, en
cambio, que fuese como el plano vital sobre que pudiera situarse lo que haya de
————
33 Aunque él advierte que nunca quiso ofender a nadie, que escribió «sobre el habla rioplatense en el mismo tono en que he escrito sobre el pasado de los españoles» CASTRO, 1960: 12.
34 Publicada por Taurus en 1960.
35 CASTRO, 1969: 10.
36 CASTRO, 1969: 22.
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peculiar en el español hablado en la Argentina, y de lo que de él se refleja en la lengua escrita» y que eso lo llevó a acercarse a una «zona hipersensible» (ibid.: 113).
Es evidente que esta postura, tan implicada en la realidad lingüística como reflejo de la realidad social, distaba bastante de su plan de trabajo inicial, cuando se incorporó como primer director del Instituto de Filología, un plan muy cercano al
programa de actividades que se estaba desarrollando en la Sección de Filología del
Centro de Estudios Históricos de Madrid. En la Memoria que recoge aquella primera organización del Instituto, se señalan como tareas básicas la publicación de la
Biblia del s. XIII de El Escorial y otros trabajos filológicos37.
En los años posteriores a la creación del Departamento de español de la Universidad de Puerto Rico y a la constitución de las Instituciones Culturales Españolas
también en México y en Cuba, encontramos a Castro desplegando gran actividad en
Centroamérica. En mayo de 1928 la Junta le concede «la consideración de pensionado para dar dos cursos, uno en Méjico y otro en La Habana, acerca de Lingüística
románica, Lengua y Literatura españolas y estudiar al mismo tiempo las peculiaridades del idioma español en aquellos países»38.
Quizá como último apunte referido al historiador filólogo, pueda ser significativo un párrafo suyo donde aflora un adjetivo —panhispánico— tan de actualidad hoy en relación con la lengua española: «En el fondo, todos reconocen que la
lengua panhispánica, con su admirable riqueza y su elástica soltura, es un instrumento maravilloso: la entienden [años cuarenta] unos cien millones de gentes, y
al emplearla, nadie con plena posesión de ella vió cohibida su originalidad»39.
Cercano a Américo Castro, que fue quien lo propuso como director del Instituto de Filología que años después tomaría su nombre (WEBER DE KURLAT,
1975: 3), Amado Alonso resultó una figura decisiva para los estudios sobre el
español de América. En los años que siguen a su llegada a Buenos Aires consigue dinamizar de manera extraordinaria el Instituto, potenciando desde el principio esos estudios. En seguida se crean publicaciones periódicas especializadas:
en 1925 habían aparecido los Cuadernos del Instituto de Filología, donde otro
antiguo colaborador del CEH, Pedro Henríquez Ureña, publica un polémico artículo sobre «El supuesto andalucismo de América»40 que desata una verdadera
polémica, activa durante muchos años, y en 1930, el Boletín de Dialectología
————
37 «Un paso importante se ha dado en este camino con la creación del Instituto de Filología en
la Universidad de Buenos Aires, bajo la presidencia honoraria de don Ramón Menéndez Pidal,
director del Centro de Estudios Históricos y con la colaboración de éste, que envió a uno de sus
miembros, don Américo Castro, a organizar aquel Instituto. Bajo su dirección se emprendió la
publicación del manuscrito de la Biblia del siglo XIII, de El Escorial, y se iniciaron trabajos filológicos». JAE, 1925: XIII.
38 JAE, 1929: 135.
39 CASTRO, 1960: 31.
40 Contestado en 1927 por Max Leopold Wagner, precisamente en la Revista de Filología Española.
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Hispanoamericana. La madrileña RFE inserta periódicamente en sus últimas
páginas el anuncio de las publicaciones del Instituto bonaerense, con la advertencia de que los libros se pueden adquirir en el propio Centro de Estudios Históricos. En 1932 el anuncio ya incluye seis títulos fundamentales: el primero, de
1930, Estudios sobre el español de Nuevo Méjico, I, de Aurelio M. Espinosa, del
que se dice que es «traducción y reelaboración con notas por Amado Alonso y
Ángel Rosenblat, con nueve estudios complementarios por Amado Alonso»,
donde ya aparece como colaborador cercano Rosenblat41; y otros cinco libros,
cuatro de ellos de tema americano: La lengua de «Martín Fierro» de Eleuterio F.
Tiscornia, 1930; Problemas de dialectología hispanoamericana de Amado Alonso, 1930; Hispanismos en el guaraní. Estudio sobre la penetración de la cultura
española en la guaraní, según se refleja en la lengua, de Marcos A. Morínigo,
1931, dirigido por Amado Alonso, y Sobre el problema del andalucismo dialectal de América de Pedro Henríquez Ureña, 1932. Entre tanta actividad Alonso
también había encontrado tiempo para traducir y anotar, con otro de sus colaboradores más destacados, Raimundo Lida, la Introducción a la estilística romance
de K. Vossler, L. Spitzer y H. Hatzfeld, siguiendo el ejemplo de traducir grandes
manuales que Américo Castro había inaugurado en el Centro de Estudios Históricos con la traducción del manual de W. Meyer-Lübke42.
La marcha de Amado Alonso a Buenos Aires descabaló un tanto los planes
del Centro, sobre todo los que afectaban al proyecto del gran atlas lingüístico
peninsular, porque Navarro Tomás, a quien había ayudado en la redacción del
cuestionario del ALPI, confiaba en él para hacerse cargo del trabajo de campo y
ayudarlo en aquella enorme tarea43. Pero la vida lo llevó a implicarse en la realidad americana. En 1924 ya había aparecido en el Homenaje a Menéndez Pidal un
trabajo suyo sobre el grupo «tr» en España y América44, y pocos años después su
bibliografía se llena de referencias sobre español de América.
Sus Problemas de dialectología hispanoamericana, publicados en 1930, habían
sido en principio los apéndices al tomo I de la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, en forma de notas a los Estudios sobre el Español de Nuevo Méjico de
————
41 No incluyo en esta pequeña relación a Ángel Rosenblat, alumno muy destacado de Amado
Alonso y continuador de la Escuela de Filología Española en América, que completó su formación
en el Centro de Estudios Históricos y en Alemania, porque será objeto de atención especial en este
número del Archivo de Indias.
42 Se trata de la famosa Introducción al estudio de la lingüística romance, de 1914, en cuyo
pie de imprenta figuraba: Madrid, Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, Centro de Estudios Históricos, y que advertía que se trataba de la traducción, hecha por Américo Castro y revisada por el autor, a partir de la segunda edición alemana. No hay que olvidar, en esa
línea, que años después, en 1945, Amado Alonso sería el traductor al español, con prólogo y notas
suyas, del famoso Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure, publicado en Buenos
Aires por la editorial Losada.
43 PEDRAZUELA, 2005.
44 JAE, 1927: 217.
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A. M. Espinosa, pero, como explica en la introducción, «a medida que avanzábamos
en la investigación de cada tema, se iban extendiendo y complicando los intereses
lingüísticos puestos en juego. El resultado ha sido una obra de carácter independiente»45. El índice, sobriamente filológico46, no da idea de las interesantes reflexiones
comparadas y de orientación social que atesora.
En 1935 Amado Alonso trata a fondo la forma de hablar en Buenos Aires en
un libro, El problema de la lengua en América —del que Américo Castro47 había
dicho que «ni antes ni después se ha escrito nada más exacto»—, que se aparta de
la descripción aséptica de los hechos lingüísticos para situarlos en su marco social. Expone en él su preocupación por el «relajamiento social de la norma» bonaerense, insiste en que lo característico debería ser el acento propio, y plantea
cómo la situación social y la enorme cantidad de emigrantes desestructuran la
lengua y contribuyen a desurbanizar a los propios españoles.
Años después, en 1943, vuelve sobre el tema lingüístico con el que convive
en La Argentina y la nivelación del idioma, y en enero de 1953 publica sus famosos Estudios lingüísticos. Temas hispanoamericanos, que llegarán a conocer varias ediciones, cuya primera parte: «Algunas cuestiones fundamentales», recoge
en tres grandes apartados – I. La base lingüística del español americano; II. Americanismos en la forma interior del lenguaje; III. Orígenes del seseo americano48— sus ideas sobre el español de América, entre las que hay que destacar su
postura abiertamente antiandalucista, que suavizará después, mantenida también
durante mucho tiempo por Tomás Navarro Tomás49, a partir de la de Pedro Henríquez Ureña, para quien «tal andalucismo, donde existe —es sobre todo en las
tierras bajas—, puede estimarse como desarrollo paralelo y no necesariamente
como influencia del Sur de España»50. Hay que tener en cuenta que muchos acercamientos científicos estaban mediatizados por cuestiones de matiz patriótico: de
ahí la insistencia en que los procesos del español a uno y otro lado del océano
podían ser independientes y el reclamar la teoría de la poligénesis de los hechos,
amparada en la pidaliana del estado latente. Son de una lucidez llamativa párra-
————
45
ALONSO, 1930: 5.
I. Cambios acentuales, II. Nasales; III. Asimilación, disimilación; IV. Consonantización de u
V. ciruela> cirgüela. minuare> menguar; VI. Asín, asina, ansí, ansina; VII. Las abreviaciones de̯
señor, señora en fórmulas de tratamiento; VIII. Consonantes silábicas; IX. Equivalencias acústicas.
47 CASTRO, 1960: 27.
48 El primer apartado se organizaba en los siguientes subapartados: El español anteclásico
¿base del americano?; El lenguaje de los andaluces ¿base del americano?; El español popular
¿base del americano?; El español que hablaban los conquistadores; El «Diálogo de la lengua» de
Valdés; La base lingüística del español de América; y el segundo en Los paisanos ante la vegetación de la pampa; Los paisanos y los caballos.
49 Hasta que los datos fueron demostrando que, a pesar de la presencia de colonos de distintas
tierras españolas, la inmigración andaluza, sobre todo la femenina, tuvo un peso especial. LAPESA,
1981: 563-570.
50 HENRIQUEZ UREÑA VIII, Madrid, 1921: 359.
46
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fos como este en el que, sin ánimo de hacer caricatura, desmonta la idea de que el
español americano pudiera descender directamente de aquel español de 1492:
«Como si la tripulación descubridora hubiera puesto en la Isabela o en la Española un huevo lingüístico, hubiera escondido un día en la tierra una invasora semilla
lingüística que desde allí se hubiera ido extendiendo y multiplicando hasta cubrir
las islas y los dos continentes»51.
Tomás Navarro Tomás mantuvo, a pesar de la distancia, su relación con
Amado Alonso. Hay que recordar que, con Américo Castro, fue uno de los primeros colaboradores de Menéndez Pidal, y en seguida figuró como uno de los
primeros pensionados de la JAE, antes incluso de la creación del Centro de Estudios Históricos52, ocupado en la edición de fuentes medievales aragonesas y en la
recogida de testimonios de las hablas vivas. Pero, como ya se ha dicho, pronto
dejó en un segundo plano sus estudios de archivo para convertirse en el mejor
fonetista español, formado junto a los grandes especialistas europeos, de ahí que
Menéndez Pidal le confiara la dirección de los trabajos del Atlas Lingüístico de la
Península Ibérica, que tanto costó poner en marcha. Mientras Navarro Tomás
intentaba recomponer el equipo de colaboradores descabalado con la marcha de
Amado Alonso, dando clases a los alumnos más aventajados en su Laboratorio
de Fonética del CEH, recibió la invitación del Rector de la Universidad de Puerto
Rico, el Dr. Thomas E. Benner, para dar clases en los cursos de verano de 192553.
A pesar de que se lo propusieron, no pudo volver al año siguiente, porque había
aceptado hacerse cargo del Instituto de Filología de Buenos Aires durante el curso 1926-1927, pero sí lo hizo después. En 1927 ya había creado en aquella universidad un laboratorio de fonética, para el que se construyó en Madrid un quimógrafo
semejante al del Centro de Estudios Históricos y, por circunstancias de la vida, a
pesar de que en 1925 habían dejado redactado el cuestionario del ALPI entre Navarro Tomás y Amado Alonso, fue en Puerto Rico donde Navarro hizo su primer
trabajo de geografía lingüística. En aquel curso 1927-2854, además de dar sus clases, recorrió toda la isla para hacer las encuestas que años después, en 1948, publicaría como El español en Puerto Rico. Contribución a la geografía lingüística hispanoamericana, el primer atlas lingüístico del español55. Desde el punto de vista
geolingüístico, el atlas del español de Puerto Rico es una obra sobresaliente por
————
51
ALONSO, 1953: 10.
GARCÍA MOUTON, 2007: XX.
53 VAQUERO, 1999: XIV-XVIII.
54 En la Memoria correspondiente a los años 1931 y 1932 se da noticia de que Tomás Navarro
Tomás, director del Laboratorio de Fonética, fue en marzo del 27 a los EEUU a dar conferencias y
cursos en quince universidades, y luego pasó a Puerto Rico, donde dio un curso sobre Fonética y
otro sobre Literatura el curso 27-28, «y está reuniendo materiales para formar el mapa lingüístico
de la Isla, así como estudios lingüísticos en Venezuela y Santo Domingo. JAE, 1933: 160».
55 El primer tomo —y el único publicado— del ALPI apareció en Madrid, con pie de imprenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en 1962. El primer tomo del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía se había publicado un año antes. ALVAR, 1961-63.
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varias razones: porque tiene una densidad de puntos de encuesta mayor a la de
otros atlas56; porque sus materiales corresponden a un período de encuestas muy
corto, cinco meses, lo que constituye una garantía de que compara materiales «sincrónicos»; porque las encuestas están hechas por un solo investigador que, además,
es el director del trabajo, y porque Navarro elabora los mapas y los comenta, consiguiendo lo que ahora se llama un atlas interpretativo. Es cierto que, de acuerdo
con los presupuestos de la época, encuesta sólo campesinos y evita las ciudades,
pero el rigor y la modernidad del planteamiento general estructuran este trabajo
pionero. Otra de las virtudes de El español en Puerto Rico es que contesta una de
las cuestiones metodológicas más importantes que el propio Navarro Tomás plantea: que una metodología europea como la geolingüística era aplicable en América57. Y su visión de la necesidad de estudiar el español de América lo hace viajar
desde Puerto Rico a Santo Domingo y a Venezuela, al tiempo que estimula el
trabajo de sus alumnos americanos con una metodología común58. Para ello publica en 1943, en el Instituto de Filología de Buenos Aires, su Cuestionario lingüístico hispano-americano59, una obra de gran generosidad intelectual, donde
explica de manera didáctica cómo se debe hacer un trabajo de estas características, de manera que, reconociendo de entrada que la labor de hacer «un Atlas Lingüístico de Iberoamérica60, con la uniformidad de plan y método que estas obras
requieren, sólo podría ser realizada por un grupo de colaboradores especialmente
preparados para ese trabajo», ofrece su cuestionario como instrumento para coordinar futuros trabajos61. La geografía lingüística del español americano debe mucho a esta iniciativa62.
————
VAQUERO, 1999: XVII da la referencia de un punto estudiado por cada 127 km2.
TOMÁS, 1948: 9, n.1.
58 SANCHIS GUARNER, 1953: 42, n. 2 ,señala que sus discípulos «preparan los Atlas lingüísticos de Jalisco, Cuba, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Costa Rica, etc.». Los títulos de las obras
de CÁRDENAS, 1967 y de MOREL ELERCIA, 1978, calcan el del atlas de su maestro.
59 Se reeditó en el mismo lugar en 1945. Cito por esa reedición.
60 Sin duda Navarro concibe un gran atlas americano desde los mismos planteamientos que llevaron a la Escuela de Filología Española a plantearse un atlas de todas las variedades peninsulares.
61 NAVARRO, 1945: 5-6. Explica más adelante: «En la elaboración de este Cuestionario, destinado a intensificar el estudio del español hablado en América sobre el fondo general de la lingüística hispana, se ha utilizado juntamente la experiencia recogida en la investigación de las hablas
peninsulares y la información hallada en los autores que han tratado de esta materia en relación con
los países hispanoamericanos». NAVARRO, 1945: 20.
62 En él reconoce la ayuda de Amado Alonso y de Ángel Rosenblat. Muchas de las cuestiones
metodológicas que asume suponen una evolución con respecto a los planteamientos del ALPI y del
atlas de Puerto Rico. Es destacable la voluntad de cooperación que al final de la Introducción manifiestan Navarro Tomás –ya desde el Hispanic Institute de la Universidad de Columbia en Nueva
York- y Amado Alonso –aún desde el Instituto de Filología de Buenos Aires- al ofrecer, con sus
respectivas direcciones postales, «abiertamente su colaboración a todas las personas que deseen
contribuir al estudio científico del español de América». NAVARRO, 1945: 21. Para su influencia,
LÓPEZ MORALES, 3 (Puerto Rico, 1973): 5-21 y GARCÍA MOUTON, 8 (Ginebra, 2006): 111-122.
56
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Éstas fueron las primeras aportaciones de la Escuela de Filología Española al
estudio del español de América, fundamentales para tantos trabajos como vendrían
después. La guerra civil española interrumpió aquella actividad compartida con
América que la Sección de Filología del Centro de Estudios Históricos había
sabido propiciar.
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«Dr. Amado Alonso» en su cincuentenario. 1923-1973, Buenos Aires, 1975: 3-11.
The studies of the School of Spanish Philology developed an interest in the Americas as the work
conducted by some of the members of the Board for Further Education (Junta de Ampliación de Estudios) took them to carry out an important part of their teaching and research in Spanish-speaking
countries, which were considered «allies of thought».
KEY WORDS: School of Spain Philology, Spanish of the Americas, hispanic-American dialectology, linguistic geography, phonetics.
.
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Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 239
Págs. 185-220, ISSN: 0034-8341
ÁNGEL ROSENBLAT Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA:
INFLUENCIA DE LA ESCUELA DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA
EN SU OBRA Y CARTAS A MENÉNDEZ PIDAL
POR
ESTHER HERNÁNDEZ
Instituto de la Lengua Española, CSIC
En este artículo mostraremos que la Escuela de Filología Española ejerció una gran influencia en la obra de Ángel Rosenblat desde su periodo de formación. En Buenos Aires tuvo como
maestro a Amado Alonso y de allí arranca su interés por el español de América. En Madrid, donde
estuvo de 1933 a 1937 bajo la dirección de Américo Castro, se dedicó a la lingüística americana.
Participó en la publicación de la revista Tierra Firme durante la Guerra Civil, según hemos sabido
por la documentación de los archivos de la JAE. Con la edición de las cartas que Rosenblat envió
a Menéndez Pidal, conservadas en la Fundación Ramón Menéndez Pidal, se confirma la relación
filológica que siempre mantuvo con el director del Centro de Estudios Históricos y con su escuela.
PALABRAS CLAVE: Historia de las ideas lingüísticas, español de América, dialectología, Escuela de Filología Española.
INTRODUCCIÓN
1. El filólogo americano Ángel Rosenblat, «uno de los mayores conocedores
contemporáneos de la dialectología hispanoamericana»1, vivió en persona los
acontecimientos del Centro de Estudios Históricos [en adelante, CEH] durante
los años de la IIª República y de la Guerra Civil que van de 1933 a 1937.
Rosenblat perteneció a la escuela de Menéndez Pidal y de Américo Castro2, y
mantuvo una relación científica profunda y duradera con la corriente filológica
————
1
LOPE BLANCH, 31 (Filadelfia, 1963): 286.
Es comúnmente conocida bajo la denominación de Escuela de Filología Española. Para situarlo en ella, véase la fraternal semblanza que escribió Manuel Alvar sobre Rosenblat, en la que,
además del reconocimiento a sus aportaciones científicas, ofrecía interesantes detalles de su personalidad. ALVAR, 29 (Caracas, 1973): 67-70.
2
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española. Su línea de investigación más importante fue el estudio del castellano
en América3, como él lo llamaba, que le vino dado por su maestro Amado Alonso4, con quien se había formado en Buenos Aires.
La escuela de Menéndez Pidal, como es sabido, logró fructificar en América
por medio de Amado Alonso, y a Rosenblat, según sus propias palabras, le cupo
«el honor de ser el primer discípulo que tuvo en el Instituto de Filología de Buenos Aires»5. De esta manera la escuela madrileña se renovó en la figura de Rosenblat, como miembro hispanoamericano de tercera generación. Los principios
metodológicos e intereses de esta escuela ejercieron una enorme influencia sobre
su obra, como veremos.
2. Durante su primera estancia en Madrid6 Rosenblat fue, además, uno de los
primeros miembros de la Sección Hispanoamericana del CEH7, fundada en 1933
y dirigida por Américo Castro, y estuvo comprometido en la publicación de la
revista Tierra Firme (1933-1937)8. La línea de investigación que cultivó en este
————
3 Quizá por seguir el criterio de Alonso. ALONSO, 1942. Por otro lado, también el filólogo colombiano Rufino José Cuervo, a quien admiraba, lo había denominado así en el primer artículo
científico específicamente dedicado al español de América. CUERVO, III [Toulouse, 1901]).
4 Según M. A. Morínigo, sucedió que «Amado Alonso, adivinando las apetencias de Rosenblat, lo introdujo en los estudios dialectológicos y lo impulsó a trabajar en una dirección madurada
de antemano: la dialectología hispanoamericana, que no tenía cultores por entonces. MORÍNIGO,
XXI/2 [Buenos Aires, 1986]: 6).
5 ROSENBLAT, 31 (Caracas, 1952): 65.
6 Rosenblat volvió con otra estancia a Madrid en 1971, al edificio de la calle Medinaceli, para terminar su libro sobre el Quijote, que fue publicado por la Editorial Gredos (ROSENBLAT, 1971).
Según palabras de Manuel Alvar. ALVAR, 29 [Caracas, 1973]: 68: «a la misma casa –más vieja, con
otras caras- que casi cuarenta años antes había frecuentado. No sé si esto es fidelidad: bajo el cobijo
del recuerdo de Menéndez Pidal, cerca de los ficheros que ordenaron con Américo Castro». Esta
segunda estancia dejó memoria en el centro, porque algunos de los investigadores del ahora Instituto de la Lengua Española nos hicieron saber que «ahí se sentaba Rosenblat», cuando colocamos
nuestra mesa de trabajo en ese preciso lugar, cerca de los ficheros.
7 Una de las actividades pioneras del CEH, en los tiempos de la II República, fue la iniciativa
de becar a extranjeros que se formaran en la ciencia filológica, de acuerdo con BERNABÉU ALBERT
y NARANJO OROVIO (eds.), 2007. Entre los primeros estuvo Rosenblat, quien sin duda cumplió la
misión que se había propuesto el centro.
8 La existencia de esta revista (1935-1937) coincidió con los años de la estancia de Rosenblat
en el CEH (1933-1937). Véase el interesante estudio en torno a esta revista de BERNABÉU ALBERT y
NARANJO OROVIO (eds.), 2007. Por otra parte, en la memoria del centro, bajo el epígrafe «Sección
de estudios hispanoamericanos» rezaba lo siguiente: «Esta nueva sección del Centro de Estudios
Históricos, constituída en el mes de septiembre de 1933, bajo la dirección de don Américo Castro,
prepara los siguientes trabajos: a) Edición crítica de la Verdadera Historia de la conquista de la
Nueva España […]/ b) Bibliografía de las lenguas indígenas de América y Estudios sobre las mismas lenguas, por don Angel Rosenblat y don Lázaro Sánchez Suárez. (Se han ordenado ya unas
10.000 papeletas de la Bibliografía y está casi terminado un estudio sobre dos lenguas de Venezuela) […]. Memoria, 1935: 248). De esta bibliografía crítica dice Rosenblat: «invertí años y luego se
perdió, inconclusa». ROSENBLAT, 1967: 13. A Manuel Alvar también le debía constar este dato,
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periodo la describía del modo siguiente: «Yo me había entregado, en el Centro de
Estudios Históricos, a la lingüística americana»9.
Para conocer detalles del tiempo en que estuvo vinculado al CEH, hemos
consultado los archivos de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (en adelante JAE), en el Archivo Virtual de la Edad de Plata10. A
través de esta documentación ha sido posible recuperar algún detalle para la memoria de este investigador: hemos tenido noticia de sus pasos en el año 1937 por
testimonios relacionados con las vicisitudes materiales que en plena contienda
afectaron a los filólogos del centro aun siendo, o precisamente por serlo, extranjeros como Rosenblat.
Otro hecho interesante de la biografía de Rosenblat es que conoció personalmente a Ramón Menéndez Pidal mientras éste estuvo exiliado en París, pues durante unos meses lo acompañó en sus quehaceres. De ahí probablemente arranque
la intimidad científica y personal que ilustran las cartas que le envió, conservadas
en la Fundación Ramón Menéndez Pidal, que editamos aquí11.
3. En las páginas siguientes nos proponemos contribuir al examen de los primeros trabajos filológicos hispanoamericanos de Ángel Rosenblat, centrándonos
en lo que haga comprender su obra dentro de la escuela filológica madrileña.
Queremos poner de relieve la figura de uno de los principales representantes del
americanismo en el área de la lingüística española. En este sentido, intentaremos
explicar cómo surgió en él el interés por el estudio del español de América y cómo fue su formación en el seno de la escuela de filología española. Desde una
visión actual, trataremos de ver la repercusión de su obra en la dialectología y de
modo especial en la de Hispanoamérica12.
Con ser científicamente importante todo ello, más oportuno creemos que es
resaltar aquí que Ángel Rosenblat desempeñó un papel protagonista, silencioso y
aún poco conocido en uno de los periodos más interesantes del CEH: cuando los
trabajos de esta escuela estaban alcanzando muestras visibles de excelencia científica y se vieron violentamente interrumpidos por la Guerra Civil13.
————
porque apuntaba: «quisiéramos tener tiempo para devolver a don Ángel todos los trabajos que se le
han perdido en su peregrinar por el ancho mundo. ALVAR, 29 [Caracas, 1973]: 69.
9 ROSENBLAT, 1967: 13
10 Expresamos aquí nuestro agradecimiento al director del Centro de Documentación, D. Miguel Jiménez, por autorizarnos la utilización de materiales del Archivo Virtual de la Edad de Plata
(http://www.archivovirtual.org/).
11 Agradecemos al presidente de la Fundación Ramón Menéndez Pidal D. Diego Catalán que
nos haya autorizado la publicación de estas cartas. Igualmente, queremos expresar nuestro agradecimiento a D. José Polo por su amable ayuda y por habernos planteado con generosidad nuevas
ideas para continuar esta investigación.
12 Puede partirse de VAQUERO XXVI/ 2 (Madrid, 2004): 101-123.
13 Nos referimos a las grandes empresas filológicas, como el Atlas Lingüístico de la Península
Ibérica de Navarro Tomás, el Tesoro lexicográfico de Gili Gaya, el Diccionario de la lengua castellana hasta finales del siglo XV de Américo Castro, etc.
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4. Rosenblat dejó escritas unas líneas autobiográficas14 en las que «hay una
gran lección […] de un gran filólogo nuestro», según Manuel Alvar15. Esta autobiografía encabeza el volumen bibliográfico que preparó su discípula venezolana
María Josefina Tejera16, donde encontramos reunida la obra de Rosenblat hasta
1967, brevemente comentada y revisada por el autor. Años más tarde la misma
autora la completó, con motivo del homenaje que la universidad de Caracas le
ofreció por su 70 aniversario17.
No falta bibliografía sobre la triple vertiente de su actuación, esto es, de su
obra científica, de su labor pedagógica, así como de las labores de difusión de la
lengua y la cultura hispanoamericanas que realizó18. Y muchas han sido también
las reseñas que recibió de las distintas ediciones de sus diversos trabajos en las
principales revistas de investigación. No es nuestro propósito enumerar ni glosar su
extensa obra, pero interesa subrayar que Rosenblat abordó los temas más importantes sobre el español americano, entre los que se encuentran el de su hipotética
fragmentación, su debatido andalucismo, o la procedencia regional y social de los
primeros colonizadores. Trató las cuestiones de la unidad, de la norma y de la corrección lingüística con amplitud de criterio. Destacó también por sus investigaciones lexicológicas, que fraguaron en el Diccionario de venezolanismos19 y en su
exitoso Buenas y malas palabras20, de los que habla en las cartas (vid. Anexo,
docs. 1 y 8, respectivamente). También fueron importantes sus estudios sobre la
lengua en la Argentina o en Venezuela, así como sus trabajos sobre morfología y
fonética dialectal. A él debemos también que fueran valoradas las grandes figuras
americanas de la filología hispánica, como Andrés Bello21 y Rufino J. Cuervo.
————
14
ROSENBLAT, 1967: 11-17.
ALVAR, 29 (Caracas, 1973): 69.
16 ROSENBLAT, 1967: 11-17.
17 TEJERA, 1974: 543-565. Otros homenajes son los siguientes: Boletín de Lingüística, 12-13
(Caracas, 1997), con motivo de los actos conmemorativos del L Aniversario del Instituto de Filología «Andrés Bello» del 6 al 9 de octubre de 1997; Filología, XXI/ 2 (Buenos Aires, 1986) tras su
fallecimiento en 1984; y, por último, dos notas con motivo del centenario de su nacimiento, publicadas por su discípula M. J. Stefano. STEFANO [Caracas, 2003; 2004].
18 Remitimos al trabajo de PÉREZ (Tenerife, 2003): 253-266, quien describe las relaciones interdisciplinares entre historia y lingüística en la obra de Rosenblat y, además, recopila bibliografía
sobre las aproximaciones críticas a su obra.
19 Rosenblat trasplantó a Venezuela la idea de hacer un diccionario histórico como el emprendido por Américo Castro en el CEH y utilizaba, incluso, papeletas del mismo tamaño [v.
http://www.eud.com/verbigracia/memoria/N236/segunda.shtml, sección fichas Rosenblat redactada
por M. J. Tejera], si bien salió como obra póstuma: Diccionario de Venezolanismos, 1983- (v.
Anexo, docs. 1, 2).
20 ROSENBLAT, 1956. En este libro reúne más de dos años de artículos periodísticos semanales
sobre el español venezolano publicados en el diario de Caracas El Nacional. Compagina en ellos el
rigor filológico con la voluntad de divulgación (v. Anexo, docs. 8, 9).
21 El estudio «Las ideas ortográficas de Bello». ROSENBLAT, 1951 es una ejemplar historia de
la ortografía castellana. Por las cartas veremos que, en principio, lo había concebido como una obra
monográfica; véanse los docs. 2, 3 y 4 del Anexo.
15
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Por último, conviene subrayar que en muchas de sus reseñas, publicadas sucesivamente en la Revista de Filología Española (en adelante, RFE), Tierra Firme, Revista de Filología Hispánica (RFH) y Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH), se pone de manifiesto el ideario lingüístico e intelectual de Rosenblat. Muestran, además, cuáles fueron sus intereses científicos y hasta su postura
emocional hacia las cuestiones del lenguaje, dado que no es raro que ponga en
ellas ciertas dosis de pasión o de ironía.
LA «DIÁSPORA»
5. De las noticias que Rosenblat proporciona de su vida, llama la atención
que la primera mitad de ella esté marcada por la diáspora. Primero en sentido
literal, porque había nacido en Polonia en 1902 y emigrado a la Argentina junto
con sus padres judíos cuando tenía seis años. Con veinticinco, en 1927, conoció a
Amado Alonso en el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires,
encuentro decisivo de su trayectoria profesional y personal.
Después vino el periodo de completar estudios en Europa, donde Rosenblat
tropezó con los acontecimientos más graves. En primera instancia, se vio obligado a abandonar la Alemania nazi en la primavera de 193322. Años más tarde, en
noviembre de 1937, tuvo que abandonar España tras haber colaborado con el
bando republicano junto con otros filólogos del CEH. Entonces se dirigió a París,
donde tomó contacto con el antropólogo americanista Paul Rivet en el Instituto
de Etnografía y con Fouché, en el Instituto de Fonética. Pero de su estancia allí
Rosenblat recordaba singularmente «unos seis meses», en los que, según dijo:
«Me tocó en suerte trabajar como secretario de don Ramón Menéndez Pidal, a
quien acompañaba en sus tareas en la biblioteca de la Sorbona, y en sus paseos
por el Luxemburgo»23.
De París salió a finales de 1938 y, en su vuelta a América, de nuevo su destino lo llevó a regresar al Instituto de Buenos Aires, en julio de 1939, tras una breve estancia en Ecuador como profesor de Filología, donde a la sazón el gobierno
cerró la Universidad de Quito. En el «centro de trabajo intelectual» argentino,
según él lo consideraba24, permaneció hasta finales de 1946, cuando nuevamente
las circunstancias lo hicieron emigrar25. Primero lo hizo con los filólogos españo-
————
22 Es un prodigio de diplomacia su alusión a esta beca, que consideró como «un premio que
duró muy pocos meses» ROSENBLAT, 1967: 12, diciendo sin decir que tuvo que marcharse de Berlín
cuando Hitler ascendió a la Cancillería.
23 ROSENBLAT, 1967: 14
24 ROSENBLAT, XXXI (Caracas, 1952): 68
25 Deja traslucir sus sentimientos de identificación en la exclamación siguiente: «¡oh las eternas desventuras de la emigración!». ROSENBLAT, 1965: 255-256.
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les, y esta vez lo hará junto con el grupo de filólogos pertenecientes a la escuela
de Buenos Aires26.
En su recuerdo a Amado Alonso27 hallamos unas palabras de aceptación generosa de la diáspora de la filología española, la que casualmente a él, y solo a él,
le había tocado vivir por partida doble:
Vivimos una época de dispersión, y la Diáspora es quizá el signo de la
cultura. El Centro de Estudios Históricos de Madrid inició en parte la marcha:
Américo Castro en Princeton, Navarro Tomás en Nueva York, Sánchez Albornoz en Buenos Aires. El Instituto de Filología de Buenos Aires siguió destino
análogo: María Rosa Lida en California, Raimundo Lida en Méjico, Morínigo
en La Florida. La dispersión es nueva vida.
Y su nueva vida la encontró en Caracas, donde se estableció28, fundó el Instituto de Filología «Andrés Bello» en 1947 (lo dirigió hasta 1977) y fundó otra
rama de la escuela de filología española.
6. Si tenemos presente estos intensos años de peregrinaje que caracterizan la
primera mitad de su vida29, cobran sentido sus palabras cuando le confiesa a Menéndez Pidal que «la política lo perturba todo en nuestros pobres países» (Anexo, doc.
5). No obstante la queja, deja puerta abierta a la esperanza, y en otra misiva (Anexo,
doc. 1), donde se evidencia la altura moral de Rosenblat30, le comenta al maestro:
[...] espero que la vieja comunidad filológica, que no puede romperse a pesar de todas las catástrofes, dé nuevas pruebas de su existencia. Me gustaría
que este nuevo Homenaje fuera una gran obra de concordia31.
————
26 En palabras de Rafael Lapesa: «El triunfo del peronismo hizo imposible la continuidad de
esta labor prodigiosa [de la escuela de filología bonaerense]. Amado fue detenido como oponente, y
su viaje a los Estados Unidos para recibir un doctorado honoris causa sirvió de pretexto para su
destitución de la cátedra y de la dirección del Instituto de Filología». LAPESA, 1996: 21.
27 ROSENBLAT, XXXI (Caracas, 1952): 70.
28 «Llegué contratado por un año y con la idea de regresar enseguida a la Argentina. Las circunstancias han hecho que constituyera aquí mi hogar, que me hiciera venezolano y que entregara,
a los problemas de la lengua y de la educación en Venezuela, todo mi tiempo y todo mi esfuerzo.
ROSENBLAT, 1967: 16.
29 Falleció a los 84 años, si bien dice Stefano que «se jubiló en 1976 por motivos de salud, lo cual
le impidió la coordinación del Diccionario [de venezolanismos]. STEFANO, 19 [Caracas, 2003]: 88.
30 Son abundantes las valoraciones positivas de la personalidad de Rosenblat y de las muestras
de fidelidad por sus maestros. Por ejemplo, Luis Cisneros apuntaba: «pero el bueno de don Ángel –
con su fresca sonrisa y sus ojillos celestes- se alineaba con Alonso y Henríquez Ureña. CISNEROS,
XX/ 1-2 [Lima, 1996]: 90.
31 Se refiere al homenaje que dio lugar a la publicación Estudios dedicados a Menéndez Pidal,
Madrid, Patronato Marcelino Menéndez y Pelayo, 1950-1962, 8 vols.
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A pesar de las «catástrofes», lo cierto es que la labor y la producción filológica de Rosenblat fue visible en los dos centros de excelencia de la filología, el
CEH y su equivalente hispanoamericano, el Instituto de Filología de Buenos Aires. Y, como es lógico, lo fue de manera evidente en el Instituto de Filología
«Andrés Bello» de Caracas, por él creado, desde el que —como acabamos de
señalar—, hizo escuela propia y desde donde impulsó los estudios lingüísticos
universitarios en Venezuela. Es precisamente esta etapa de su producción la que
más se conoce, de ahí que nos vayamos a detener en la etapa de formación, que
es en definitiva cuando se forjaron sus ideas lingüísticas.
Con toda claridad y llaneza expresaba su filiación científica en una de las cartas que mandó, en este caso dirigida a Jimena Menéndez Pidal, en la que le pide
un artículo para fundar la «Revista de Filología Andrés Bello»32:
Mi Instituto es una prolongación del Instituto de Buenos Aires que dirigía
Amado Alonso y del Centro de Estudios Históricos. Me interesa que el artículo
de Don Ramón, o la colaboración de Don Ramón, cualquiera que sea, represente el signo de esa filiación. Yo soy filológicamente nieto de Don Ramón, y
me amparo en mi abuelo.
En esa misma carta, consciente de su condición migratoria y a propósito de
las dificultades para fundar dicha revista33, comenta su temor y, al tiempo, su
resignada disposición a marchar también de Venezuela —lo que nunca hubo de
hacer (salvo para realizar alguna estancia en Argentina, México, España y
EE.UU): «El proyecto de publicar la revista tiene ya casi dos años, pero el último
tiempo había sido para nosotros muy difícil, y en varias ocasiones creí que tendría que emigrar.» [la cursiva es nuestra].
FORMACIÓN RIGUROSA EN BUENOS AIRES
7. Por indicación de Menéndez Pidal y enviado por el CEH, Amado Alonso
fue contratado por la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires para dirigir
el Instituto de Filología34. Rosenblat formó parte del grupo de alumnos del primer
curso que impartió. Lo ha narrado con cierto aire de misterio:
Recuerdo muy bien […] la llegada de Amado Alonso a Buenos Aires. Me
tocó asistir en 1927 a su primer curso de Filología romance [...] Un día por ac-
————
32 Del mismo modo obró Alonso, quien pretendió relacionar su RFH con la RFE, para lo que
pidió consejo a Navarro Tomás, entonces en Princeton. GUITARTE, XX/ 1-2, [Lima, 1996]: 73.
33 Fue un periodo especialmente convulso en Venezuela. Para conocer detalles de la sensibilidad
social y honestidad con las que actuó Rosenblat en él. FALCÓN DE OVALLES, 12-13 [Caracas, 1997]: 25.
34 MENÉNDEZ PIDAL, 17/ 1 (Berkeley, 1963): 5.
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cidente, se apagaron las luces, y discutimos a oscuras el proceso de fraccionamiento de la Romania y la comparación con el desarrollo del español de América. Fue un curso breve pero revelador. Al salir del examen me pidió que me
incorporara al Instituto a trabajar con él [...].35
La influencia que ejerció el magisterio de Amado Alonso en él desde entonces, especialmente en la etapa de su «riguroso aprendizaje» 36 de 1927 a 1930»,
explica que Rosenblat compartiera la visión y el método científico de la escuela
en la que se había formado Alonso. Así pues, de manera indirecta a través de
éste, fue como Rosenblat vinculó sus primeras actividades con la escuela de filología española. También de la mano de Alonso le vino el interés por la dialectología
hispanoamericana («me puso a trabajar en el castellano de América»37), tema en el
que, como ya hemos comentado, Rosenblat se distingue de manera singular en
«nuestra filología» (así la denomina en docs. 1, 3, 6 [vid. Anexo]).
En varias de las cartas que le envía a Pidal habla de su preocupación por la salud de Amado Alonso, a quien considera «su padre», y también le confiesa: «la
muerte de Alonso ha sido para mí un golpe muy duro» (Anexo, docs. 2-5) . Y en
la nota que escribió con motivo de su fallecimiento llegó a decir que «su obra [la
de Amado Alonso] es lo que él escribió, y también en gran parte lo que escribieron sus discípulos y amigos»38. Sin duda, con su elegancia habitual, se estaba
refiriendo a sí mismo.
8. En rigor, la obra de Rosenblat está planteada con una visión científica conjunta
de la historia, la lingüística y la crítica literaria. En una reseña a la obra de Iorgu Iordan, que fue después reelaborada y publicada en español por Manuel Alvar39, Rosenblat afirmaba: «la filología española, presidida desde la época de los neogramáticos
hasta hoy por la figura de Menéndez Pidal, mantuvo desde sus primeros días la conexión entre lengua y literatura, entre historia de la lengua e historia, y ha ido acogiendo, con un sentido progresivo y renovador, los intereses nuevos. Ni la geografía
dialectal ni los estudios estilísticos han sido en España materia de heterodoxia»40. En
la misma dirección, apostillaba Eugenio Coseriu: «La escuela de Menéndez Pidal [...]
mantiene firme [...] el principio de unidad de las ciencias filológicas, […] por eso los
lingüistas españoles suelen conciliar la erudición con la agudeza y, ya por su formación, son al mismo tiempo historiadores y críticos literarios»41.
————
35
ROSENBLAT, 1967: 65.
En el tomo II de la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana (en adelante BDH), A.
Alonso afirmaba lo siguiente: «el tomo I de esta obra lo preparamos Ángel Rosenblat y yo. Para
Ángel Rosenblat, formado a mi lado en este Instituto, aquel trabajo fué un riguroso aprendizaje, de
modo que la elaboración del tomo II se le pudo encomendar íntegramente» (p.VI).
37 ROSENBLAT, 31 (Caracas, 1952): 61
38 ROSENBLAT, 31 (Caracas, 1952): 61
39 IORDAN, Iorgu, y MANOLIU, María, 1972.
40 ROSENBLAT, II (Buenos Aires, 1940): 182-183.
41 COSERIU, 1977: 253.
36
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A este respecto, no es ocioso señalar la agudeza del estilo de Rosenblat: lo
bien que escribía ya fueran reseñas, ediciones críticas, concienzudos trabajos
científicos de dialectología o de lexicología histórica, o ya fueran los trabajos de
divulgación sobre diversos aspectos de la lengua que escribía para la prensa42. En
verdad, resulta peculiar en este filólogo la precisión y finura estilística de sus
trabajos, del mismo modo que las hallamos singularmente en otros autores de la
escuela como Dámaso Alonso o Rafael Lapesa, por ejemplo. Quienes conocieron
a Rosenblat destacan cómo volvía sobre sus obras, las corregía, las reelaboraba43;
lo cual a la vista está, porque Rosenblat tenía un estilo claro y con gran sentido
pedagógico. Ciertamente poseía originalidad personal en su modo de escribir: lo
hacía literariamente, con humor inteligente44, con una especial nostalgia. Para la
presentación de sus obras completas45, se ha utilizado una frase del propio autor,
que ilustra su concepción del lenguaje: «creo que el deber revolucionario del
escritor es escribir bien. Ese es mi compromiso».
Sus publicaciones muestran que cultivó las áreas de la historia, la lingüística
y la crítica literaria como otros miembros de la escuela (el mismo Pidal, Castro,
los Alonso, Alvar, etc.), actividad científica que hoy calificaríamos de interdisciplinaria. Así, en sus publicaciones de lingüística, podemos encontrar meticulosos
análisis en los niveles fonético, morfológico y léxico, explicados no sólo formalmente, sino en su contexto histórico y cultural. Rosenblat, con Alonso, consideraban que «no hay nada mecánico en la lengua», y que «el espíritu preside toda
la evolución» (BDH, t.I: 445, n.1). En efecto, le interesaba el genio de la lengua,
y se acogía al idealismo lingüístico de Vossler, que tiende a ver las conexiones
íntimas entre los fenómenos lingüísticos y los culturales, amparado en última
————
42 Rosenblat fue pionero en este género (hoy muy apreciado por servir para acercar los avances científicos a la sociedad), que desarrolló por vez primera en su corta estancia en Ecuador en
1939 (en el periódico El Comercio), en Buenos Aires (La Nación) y ya de manera continuada en
Caracas (El Nacional).
43 Así lo ha expresado Josefina de Stefano: «porque una característica del profesor Rosenblat
era que nunca abandonaba sus trabajos. Nacían como cortos artículos y al paso de los años iban
creciendo hasta convertirse en extensos trabajos; volvía a ellos para perfeccionarlos y corregirlos,
agregando siempre nuevos datos y nuevos testimonios. Todo ello es prueba de su incansable espíritu de trabajo y honestidad profesional así como de fidelidad a sus intereses. STEFANO, LXIV/ 328
[Caracas, 2004]: on line). Otra de sus discípulas decía que Rosenblat retomaba sus obras «para
agregar datos y hasta para rehacerlas como era su expresión. TEJERA, 12-13 [Caracas, 1997]: 185.
44 Hay muestras en toda su obra, pero es francamente recomendable la lectura de los episodios
del «turista» en ROSENBLAT, 1971.
45 Luciana de Stefano ha escrito que: «en 1983 se inició al proyecto editorial de Monte Ávila
para publicar la Biblioteca Angel Rosenblat, que debía reunir en diez tomos sus escritos. Era un
proyecto de suma importancia, ya que de ese modo se recopilaría en una sola colección todos sus
trabajos, que hoy en día están dispersos y son de difícil acceso, pero muy a nuestro pesar solamente
llegaron a publicarse los seis primeros volúmenes. STEFANO, 19 (Caracas, 2003): 90. Por su parte,
Josefina Tejera hizo una reseña de los volúmenes publicados, y también aportaba noticias de la
colección, véase TEJERA 12-13 (Caracas, 1997).
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instancia en el concepto de forma interior del lenguaje de Wilhelm von Humboldt. Rosenblat se cuestionaba en una de sus primeras reseñas «¿qué otra finalidad sino esta, —la de penetrar en el alma de un pueblo y, por tanto, en la del
hombre— pueden tener las investigaciones filológicas?».46
Rosenblat hizo varias ediciones de textos47, entre la que destaca la edición de
los Comentarios reales de los Incas, de la que José Luis Rivarola sigue valorando
el rigor de sus criterios48. También hizo ediciones de Sarmiento de Gamboa, de
las cartas de Lope de Vega y de los «capítulos» que se le olvidaron a Cervantes
(v. Anexo, doc. 1), así como del Amadís. Asimismo realizó interesantes análisis,
por ejemplo sobre la lengua de Ortega y Gasset, y sobresale su análisis de la lengua del Quijote49, tema favorito de la Escuela de Filología Española50. Este estudio se volvió a editar con motivo del IV Centenario en 2005, lo que muestra la
actualidad de sus planteamientos. Sería prolijo enumerar sus contribuciones en
este sentido, pero interesa destacar ahora que en todas ellas se compagina lo literario, lo lingüístico y lo histórico. En este último sentido, se antoja también la
posible influencia de Américo Castro, a quien dedicó el libro del Quijote.
9. En cuanto al método científico, desde los comienzos, con su colaboración
en la BDH, la actividad de Rosenblat se desarrolló con el más estricto rigor y
severidad científica, lo que emparenta su producción con la obra pidalina. Manuel Alvar manifestó su admiración por las Notas de morfología dialectal:
«¿dónde se aprenderá tanto?» —se preguntaba51. También lo hizo M. A. Morínigo, quien aseguraba, con toda razón, que «constituyen por sí solas un manual de
dialectología hispanoamericana»52. Ciertamente, la reelaboración del II tomo de
la BDH, que comprende la parte de la morfología, constituye una de las aportaciones más importantes de Rosenblat a la ciencia lingüística53. Por el mismo
tiempo elaboró su tesis doctoral, sobre Morfología del género en español, que
nunca llegó a publicar, pero de la que por indicación de Alonso fue sacando a la
luz capítulos en las revistas científicas54; uno de ellos lo envío para el homenaje a
Pidal, como podemos leer en una de las cartas (vid. Anexo, doc. 1).
————
46
ROSENBLAT, XX (Madrid, 1933): 407.
Se estrenó con el Reloj de príncipes…, Madrid, 1936. Vale la pena recordar que una de las
misiones del CEH fue la edición de textos, de ahí seguramente que Rosenblat se dedicara a este
quehacer filológico.
48 Véase VEGA, GARCILASO de la «El Inca», 2002 [1609].
49 Véase la reseña de SÁNCHEZ, 11 (Madrid, 1972): 177
50 Véase JAURALDE POU, XVI/1-2 (Madrid, 2005): 3-14.
51 ALVAR, 29 (Caracas, 1973): 67.
52 MORÍNIGO, XXI/ 2 (Buenos Aires, 1986): 7.
53 La obra fue objeto de reseña por parte de GILI GAYA, XXX (Madrid, 1946): 176-177; NAVARRO
TOMÁS, 39/4 (New York, 1948: Dec): 340-341; MEIER, 63/1-2 (Frankfurt am Main, 1951): 424-427.
54 Los artículos sobre morfología que publicó fueron: ROSENBLAT, VII (México, 1953) 95112; V/1-2 (Buenos Aires, 1959): 35-46; XVI (México, 1962): 31-80.
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ÁNGEL ROSENBLAT Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA: INFLUENCIA DE LA ESCUELA DE FILOLOGÍA...
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10. Con el estudio del español de América como misión fundamental de su
producción científica, Rosenblat cumplió uno de los objetivos que se había propuesto su maestro Amado Alonso: el de fomentar la investigación dialectológica
en América55. Y es que Alonso, al llegar a América, descubrió un campo, el de la
dialectología hispanoamericana, en el que todo estaba por hacer. El dedicarse a
esta tarea lo justificaba por que «los filólogos han prescindido hasta ahora de
América, que es tanto como renunciar a más del 80% de la geografía románica»
(BDH, I: 5).
Por otro lado, el panorama de las investigaciones en España sobre el español
de América era poco fértil a principios del siglo XX. El órgano por excelencia de
la escuela de filología, la RFE, no le prestó atención al español americano56 hasta
la publicación de los trabajos de Pedro Henríquez Ureña57, que entonces disfrutaba de una estancia en el CEH 58.
Sin entrar aquí en el desarrollo de los estudios sobre el español de América en la
filología hispánica, ni en la historia de las ideas lingüísticas sobre tal concepto, sí
conviene señalar que a Amado Alonso, desde su emplazamiento bonaerense, se
debe en gran medida el impulso de los estudios sobre el español americano y, lo que
más interesa aquí, que Rosenblat lo encarnó por ser su primer discípulo. Prueba de
ello es que «la inmensa mayoría de los trabajos escritos por Ángel Rosenblat a lo
largo de su fecunda vida está dedicada al español de América»59
Asimismo, Alonso había establecido el principio metodológico de que el español
de América ha de estudiarse dentro del cuadro de la dialectología española y de todo
el español de España, antiguo y moderno, literario y corriente, común y dialectal,
general y regional60. Este principio lo siguió Rosenblat al pie de la letra en su obra61
————
55 Véase el estudio en torno al tema del español de América en la obra de Alonso: MARTÍNEZ
MARÍN, Juan, 15 (Alicante, 2001): 177-186.
56 Acaso porque pronto aparecieron revistas que se encargaron específicamente de los problemas de la lengua en América, como los Cuadernos del Instituto de Filología de Buenos Aires
(1925) continuados en Filología, o la RFH (1939) reconvertida, a su vez, en la NRFH (1947), lo
cierto es que la RFE no ha sido foro de especial resonancia de la materia. Para Antonio Quilis, la
RFE «no ha publicado muchos estudios sobre el español de América, pero, comparándolos con el
total de artículos que fue viendo la luz en cada época, su aportación es importante tanto por su
número como por su contenido. GARCÍA MOUTON, 2003: 7). Por otra parte, A. Quilis cometió un
ligerísimo error en la interpretación de las siglas de dos reseñas de la RFE, que atribuyó a «A[ngel]
R[osenblat]» (ibid: 8, 10), cuando debieron ser compuestas por Alfonso Reyes.
57 Véanse los artículos sobre la polémica del andalucismo de HENRÍQUEZ UREÑA, VII (Madrid, 1921): 357-390. WAGNER, XIV (Madrid, 1927): 20-32. HENRÍQUEZ UREÑA, XVII (Madrid,
1930): 277-284. XVIII (Madrid, 1931): 120-148.
58 La presencia de hispanoamericanos en el CEH «fue mínima: entre 1915 y 1923 permaneció
en el centro el mexicano Alfonso Reyes y entre 1918 y 1922 investigó el dominicano Pedro Henríquez Ureña, ambos en la sección de Filología». BERNABÉU ALBERT y NARANJO OROVIO (eds.), 2007.
59 LOPE BLANCH, 1990: ix.
60 COSERIU, 1977: 258
61 Con la enorme ventaja de que habiendo vivido en varios lugares conocía bien diversas variedades del español (bonaerense, madrileña, de Quito y venezolanas). Esta visión múltiple, sin
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y, desde nuestra visión actual de la dialectología y de la historia de la lengua española, sigue estando vigente, solo que ahora se dispone de una mayor base documental y,
sobre todo, de fuentes no necesariamente literarias. Sin duda, para el tema de la formación de las distintas variedades americanas y, de manera específica, si se quiere
saber en qué momento sucede la «nivelación» lingüística (en terminología de Alonso), es necesario conocer bien la historia de los distintos dialectos peninsulares. Lo ha
demostrado con solvencia en nuestros días Juan Antonio Frago, cuando trata los factores de lo que él denomina «criollización» lingüística62.
Finalmente, también debió de actuar en la orientación americanista de Rosenblat la presencia de Pedro Henríquez Ureña en el Instituto de Filología de
Buenos Aires. El propio Rosenblat lo confesaba: «Don Pedro nos comunicó a
todos su fervor americano»63. Lope Blanch ha hablado de «la firme lealtad de
Rosenblat para con sus maestros y, en especial, para con Henríquez Ureña, cuya
obra, cuyas ideas están siempre presentes en los escritos de don Ángel»64. En
efecto, Rosenblat no se pronunció abiertamente en contra de la teoría sustratista o
del andalucismo del español americano, pese a los avances científicos65.
«TRABAJÉ CON ALONSO DÍA A DÍA»
11. En los tres años de formación en Buenos Aires, de 1927 a 1930, Rosenblat se empleó a fondo en la traducción y reelaboración del trabajo de Espinosa66,
en el que colaboró con Alonso «día a día».
Los estudios de Aurelio Macedonio Espinosa «señalaron época en nuestra
Dialectología: ningún dialecto hispánico había sido inventariado con más minuciosa exactitud ni tan ampliamente relacionado con las formas correspondientes
de América y de España», había asegurado S. Gili Gaya67. En este sentido, desde
nuestra perspectiva actual, resulta singular el hecho de que, de todos los dialectos
de nuestra lengua, peninsulares y extrapeninsulares, fuera el novomexicano de
los primeros en ser objeto de análisis científico con tanto detalle68.
————
duda, permite identificar con mayor facilidad las similitudes y las discrepancias lingüísticas entre
los distintos dialectos.
62 Véanse FRAGO GRACIA, 1999; id., XXXVII (Santiago de Chile, 1998-1999): 523-539.
63 ROSENBLAT, 31 (Caracas, 1952): 69.
64 LOPE BLANCH, 1990: XI.
65 Juan Antonio Frago ha afirmado que «también suele aceptarse la opinión mantenida por Á.
Rosenblat, en el sentido de que todos los rasgos caracterizadores del español americano –yo lo
limitaría a muchos de ellos– tienen su origen en España. Y, sin embargo, ni Rosenblat ni Alonso
fueron precisamente entusiastas difusores de la postura andalucista, sino más bien al contrario».
FRAGO GRACIA, 1999: 309.
66 ESPINOSA, 1911.
67 GILI GAYA, XXX (Madrid, 1946): 176.
68 Acaso se justifique por ser dialecto de frontera, en donde se hace más necesaria la identidad, puesto que no hacía mucho (1848) que se había perdido aquella antigua provincia de México.
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Como es natural, en la edición de Alonso y Rosenblat de 193069 resulta difícil
conocer cuál pudo ser la aportación del discípulo y cuál la del maestro. En cualquier
caso, los Estudios contienen información científica valiosa añadida al texto, basada
en las abundantes aportaciones bibliográficas que incorporaron; de hecho, duplicaron con creces la bibliografía que Espinosa había utilizado en 1908: de 149 referencias a 32770. En la mayoría de los casos las notas son ampliaciones a las explicaciones de Espinosa o sumas de ejemplos. Alonso y Rosenblat comentaban:
nuestra labor más dura consiste en relacionar geográficamente cada forma
dialectal con la correspondiente de todas las regiones hispánicas: para ello
hemos necesitado rebuscar no sólo en los estudios dialectales donde se las ordena metódicamente, sino en el mar de papel de los numerosos vocabularios
regionales y en los libros de carácter gramatical y didáctico (BDH, I: 6).
En efecto, la variación fonética de los distintos dialectos peninsulares y también de los hispanoamericanos está profusamente documentada. Sus fuentes son
sobre todo vocabularios dialectales, porque en esta época no se disponía de materiales textuales que recogieran muestras de lenguaje no literario o geolectal71. No
había tampoco una separación tan clara como la hay hoy entre la dialectología y
la historia de la lengua, pues estaba plenamente vigente el principio que había
establecido Saussure de que ambas disciplinas eran inescindibles.
En el primer tomo de la BDH contemplamos la actividad de Rosenblat en el
momento inicial, y en ella se pone de manifiesto la íntima unidad de la lingüística
hispanoamericana con la española, como no podía ser de otro modo. Asimismo,
esta edición conjunta de Rosenblat y Alonso es una de las primeras publicaciones
de un dialecto castellano con textos en transcripción ortográfica y fonética siguiendo las normas de la RFE, pulcramente editados a dos columnas72.
Volviendo a los trabajos de Rosenblat en el instituto de Buenos Aires, sabemos que no debió ser este el único cometido del discípulo, pues en un informe
del director Amado Alonso, con fecha 14-2-1929, se refieren las actividades del
año 1928 y figura que «el empleado temporero de este Instituto S. Rosenblat ha
————
69
ESPINOSA, 1930.
Formaba parte del estilo de esa época este tipo de reelaboraciones, como la que hizo Américo Castro de la obra de Meyer-Lübke, en la que debió inspirarse Alonso. GUITARTE XX/ 1-2,
[Lima, 1996]: 68.
71 El gran proyecto emprendido por Manuel Alvar y Antonio Quilis, el Atlas de Hispanoamérica, tenía como objetivo aportar materiales para el conocimiento de la dialectología hispanoamericana. ALVAR y QUILIS, 1984. Por otro lado, desde el punto de vista de la historia de la lengua, la
elaboración de corpus documentales, como el CORDE (www.rae.es), ha venido a desempeñar esa
función. En el caso específico de la lengua en Hispanoamérica, contamos con el corpus de P. BoydBowman con textos no literarios, cuando menos en el nivel léxico. BOYD-BOWMAN, 2003.
72 Sigue la misma tradición de edición de textos, entre otras, la publicación de ALVAR et al,
1995.
70
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estado reuniendo materiales para la confección del tomo referente al judeoespañol»73. Vemos, pues, al joven Rosenblat desempeñando una labor de recopilación
bibliográfica; y no será la única tarea de este tipo que tuvo que realizar, porque
también se encargó de llevar a cabo una recopilación bibliográfica sobre las lenguas indígenas americanas en Madrid, como ya hemos anotado.
DOS AÑOS Y MEDIO EN LA UNIVERSIDAD DE BERLÍN
12. Rosenblat ganó una beca para completar estudios en Alemania, país que
estaba entonces a la cabeza de la ciencia y de la técnica mundiales, y al que habían
acudido a formarse otros miembros del CEH (como Américo Castro, Navarro
Tomás o Amado Alonso).
En febrero de 1933 Rosenblat dio una conferencia en el Romanistische Seminar de la Universidad de Berlín, que constituye su primera publicación con autoría
única, que tituló Lengua y cultura en Hispanoamérica. Tendencias actuales, y de la
que hizo varias ediciones. Marcel Bataillon escribió el prólogo de la tercera, de
1951, y decía: «L'opuscule de Rosenblat figura alors pendant plusieurs années
parmi les livres recommandés aux hispanisants parisiens, comme étant la plus maniable, la plus attrayante, la plus intelligente initiation à l'espagnol d'Amérique»74.
Resulta ejemplar la fidelidad de Rosenblat a sus trabajos, desde este primer
trabajo de juventud (tenía treinta años), donde aborda temas que serán recurrentes
en toda su obra: la «resonante» polémica de Cuervo y Varela sobre la fragmentación del español en América, su formación y evolución. Su idea fundamental,
que mantuvo a lo largo de toda su carrera científica, es que existe una tendencia
de la lengua a la unidad por la vía del castellano culto, tanto en España como en
América.
En una de las cartas a Pidal, vemos cómo le elogia al maestro su modo ejemplar de elaboración científica, que él también practica, y le dice: «estoy asombrado de cómo puede usted remozar día a día sus viejos temas» (v. Anexo, doc. 2).
EN EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS
13. En 1933, al poco tiempo de llegar a Madrid, publicó sendas reseñas para
el tomo XX de la RFE. En ellas, fuera del rigor y del lenguaje científico, apreciamos rasgos de la ideología y de la visión de la lengua española de Rosenblat.
En la primera se hacen patentes sus ideas en torno al carácter descriptivo y no
prescriptivo que han de tener los estudios filológicos, y mucho más los dialecta-
————
73
74
GUITARTE, XX/2 (Lima, 1996): 74.
ROSENBLAT, 1933; 1949; 1951; 1960; 1962.
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les. Es una reseña crítica durísima, en la que dice, por ejemplo, que «el libro del
Sr. T. no es utilizable ni siquiera por los materiales»75. Sin duda, esta obra fue
mal recibida por la escuela (Alonso también la reseñó en 1941), entre otras razones porque estaba en franca oposición con sus esfuerzos por introducir la investigación científica en torno a la lengua de Argentina, según asegura G. Guitarte76.
El joven Rosenblat hizo varias reseñas más para la RFE y para Tierra Firme,
en las que destila su fino humor. Así, en una las de Tierra Firme sentencia «el
trabajo de Max Daireaux […] es más propio de un periódico de derechas de
Francia […] En una Iniciación a la vida argentina hay que tener la discreción de
relegar a un segundo plano los desahogos íntimos»77. Sin duda, algunas cuestiones parece que le afectaban más. Por ejemplo, en otra reseña para la RFE leemos:
«El Sr. Mézan es un sefardita de Sofía que conserva el culto de la tradición judeo-española […] Su tesis no es más que una manifestación pueril de racismo
científico»78.
En nuestra opinión, de entre las que escribió en el CEH sobresale la que hizo
a la obra de Cuervo79 (autor que inspiró a Rosenblat en su producción científica),
pues en ella resulta absolutamente esclarecedora su visión del problema de la
lengua en América. Vale la pena reproducir algún fragmento, revelador ya en
este periodo formativo en el CEH de su ideal de una cultura supranacional, con
tendencia a la universalidad.
¿Conducen las leyes de la naturaleza sin remedio, inexorablemente, a la
disgregación lingüística de las comunidades humanas? […] Ya no puede
hablarse de aislamiento hispanoamericano en relación con España, y la influencia expansiva de las distintas capitales es función en gran parte de una
nueva norma, basada en aspiraciones de cultura superior [...] La vida intelectual y social y hasta el movimiento político se desenvuelven hoy por cauces
paralelos o comunes, con repercusiones instantáneas, en todos los países de
habla hispánica. Por otra parte, se percibe en todos los países una mayor influencia de los instrumentos de la cultura (escuela, literatura, prensa, cinematógrafo). […] Junto a esa comunidad de norma, las relaciones recíprocas y la
elaboración colectiva de la cultura constituyen la garantía de una evolución pa-
————
75
ROSENBLAT, XX (Madrid, 1933): 297-300.
GUITARTE, XX/ 1-2, (Lima, 1996): 70.
77 ROSENBLAT, II/3-4, (Madrid, 1936): 566.
78 ROSENBLAT, XXIII (Madrid, 1936): 423.
79 Reconocemos la pluma de Rosenblat en el ejemplar de la Biblioteca del Centro de Humanidades, donde con cuidado esmero corrigió algunas erratas; de hecho, en la reseña hablaba del «descuido
lamentable de este volumen. ROSENBLAT, II/2, [Madrid, 1936]: 325. Por otro lado, en esta reseña,
Rosenblat apuntaba: «el pedagogo bogotano fué pasando, con las seis ediciones de sus Apuntaciones,
con su Diccionario de construcción y régimen, con sus Notas a la Gramática de Bello y con tantos
otros trabajos, a ser un filólogo moderno, el creador de la dialectología hispanoamericana, mucho
antes de que apareciesen los trabajos de Lenz y de Espinosa y cuando no existía aún la Revista de
Filología Española ni podía hablarse de una escuela de Menéndez Pidal» (ibid).
76
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ralela. Desde luego, con todas las modalidades estilísticas del genio personal,
local o regional. En este sentido se podrá decir, sin preeminencias ni resentimientos, que los españoles e hispanoamericanos son por igual los dueños de la
lengua común.
14. Finalmente, Rosenblat escribió: «de mi época de Madrid quedan dos trabajos extensos, publicados en Tierra Firme, la revista que fundó Américo Castro
y que fue en parte el órgano de nuestra Sección Hispanoamericana»80. El primero
fue el titulado El desarrollo de la población indígena de América desde 1492,
luego reelaborado, ampliado y convertido en La población indígena y el mestizaje en América (v. Anexo, docs. 4 y 5). En efecto, este trabajo lo fue desarrollando
a lo largo de varias redacciones, desde 1935 hasta su última versión de 196481.
De él decía que era «quizá el más conocido y citado de mis trabajos. Quizá el
más discutido, y discutible. En él me propuse una tarea que entonces parecía temeraria, y lo es todavía hoy: calcular la población que había en América en la
época del Descubrimiento» 82.
Sin duda, la tarea podría resultar temeraria, pero alguien tenía que empezar a
tratar la cuestión, si bien él mismo confesaba un poco más adelante que: «aspiraba sólo a señalar un camino para investigaciones más completas». El sesgo histórico es patente en esta publicación y los conceptos de población, influencia y
mestizaje son inherentes al estudio de la lengua en América por ser parte fundamental de las características que la definen. En definitiva, Rosenblat no separó el
estudio y el análisis de los fenómenos lingüísticos o literarios de la historia y de
las circunstancias sociales83.
En cuanto a la segunda publicación de Tierra Firme84, su trabajo sobre las
lenguas de los otomacos y taparitas es una reconstrucción etnográfica basada en
las noticias de los cronistas misioneros y viajeros85. En la segunda parte, con la
ayuda de dos vocabularios inéditos de la Biblioteca de Palacio de Madrid, hace
un análisis comparativo de la lengua de ambas etnias, haciendo referencia a misioneros y conquistadores que las conocieron de cerca. De este trabajo, Rosenblat
escribió: «el estudio de la lengua me llevó a la reconstrucción cultural —la relación entre la palabra y la cosa—, y caí así en el vasto y seductor campo de la etnología. Al estudiar los otomacos y taparitas, no podía sospechar que el destino
me iba a convertir, por vías inescrutables, en compatriota de esos indios»86
————
80
ROSENBLAT, 1967: 13.
ROSENBLAT, I (Madrid, 1935): 115-127; 1/2: 117-148; I/3: 109-141; 1945; 1954.
82 ROSENBLAT, 1967: 11-17.
83 V. LERNER.
84 Rosenblat, II [Madrid, 1936). Asimismo, lo presentó en el XXVI Congreso de Americanistas en Sevilla, del 12 al 20 de octubre de 1935.
85 Véase, por otro lado, el interesante estudio sobre la influencia de los misioneros en la difusión del español: GONZÁLEZ OLLÉ, XII-XIII (Valladolid, 1996-1997): 327-360.
86 ROSENBLAT, 1967: 14.
81
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LOS DOCUMENTOS DEL ARCHIVO DE LA JUNTA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS
15. Hemos visto hasta ahora las actividades de Rosenblat en su periodo de
formación, ligado a la escuela fundada por Menéndez Pidal. A continuación, vamos a tratar de mostrar que Rosenblat, una vez que estalló la guerra, participó
también en las actividades del Centro de Estudios Históricos como un miembro
más del mismo.
El archivo de la JAE, sección Secretaria, serie Correspondencia General conserva una serie de cartas del año 1937, en las que Ángel Rosenblat aparece como
colaborador del CEH y como encargado de la publicación de Tierra Firme. A
través de estos documentos podemos conocer su intervención en la guerra (en
febrero está en Madrid, en octubre ya en Valencia) y dan testimonio de que participó en el frente republicano.
El primer documento es una carta mecanografiada de Rafael Lapesa, desde el
CEH, dirigida a Tomás Navarro Tomás, en Valencia, con fecha de 3 de febrero
de 1937. En ella, Lapesa le informa de la situación de algunas personas respecto
a la guerra: «Rosenblat y Ramón Iglesia están prestando servicio de guerra, como
intérpretes, uno con la Brigada Internacional, y otro en la Columna Prada». A
continuación, de la propia mano de Lapesa, aparece anotado: «Ramón Iglesia es
teniente ayudante del comandante de Pablo y Rosenblat acaba de volver y seguramente se reintegrará a la oficina de Prensa del Ministerio de Estado, que es
también servicio de guerra»87.
No es de extrañar que Rosenblat participara en la guerra como intérprete.
Constan sus conocimientos de inglés, francés y alemán (por la traducción de Espinosa, por sus reseñas de libros en esas lenguas para RFE y Tierra Firme, así
como por su lectorado en Berlín), pero acaso más eficaz resultase que su lengua
materna fuera una lengua germánica, el yidish. Así, el testimonio de Lapesa parece indicar que Rosenblat participó en la batalla de Madrid como intérprete de
las Brigadas Internacionales, compuestas, como se sabe, por soldados voluntarios
extranjeros de la izquierda política. Y lo hizo cuando más se necesitaba, porque
el pico del reclutamiento brigadista tuvo lugar precisamente en la primavera de
193788. Los voluntarios procedían de todo el mundo, pero la mayoría tenían orígenes europeos, como el propio Rosenblat. Según Graham, «en realidad, es imposible comprender las Brigadas Internacionales como un fenómeno histórico sin
tomar en cuenta sus orígenes en la diáspora europea89. Pero además, entre los
brigadistas había muchos voluntarios judíos, cerca de un cuarto del total90. En
————
87
Archivo de la Residencia de Estudiantes, signatura JAE 280790340/JAE/167/44/4.
Véase GRAHAM, 2006: 63.
89 GRAHAM, 2006: 64
90 Sería interesante rastrear su posible intervención entre los judíos polacos como él. Porque,
según Graham, hubo una gran proporción de judíos entre los brigadistas polacos, lo que «propició
que se formara una compañía judía específica dentro de su batallón, que atrajo a muchos volunta88
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suma, en él confluían varios factores para prestar ayuda al bando antifascista:
posiblemente su ideología, haber sido hijo de la emigración europea de principios
del siglo XX y ser de origen judío.
Tres meses más tarde, Lapesa vuelve a escribir a Navarro Tomás, el 3 de mayo de
1937. En esta carta, Lapesa le refiere el estado de los trabajos del CEH. Es un informe
en el que le va dando cuenta de varios asuntos91, y uno de ellos es la revista Tierra
Firme. Lapesa dice: «He enviado a Rosenblat lo que pedía con más urgencia, por medio del Sr. Sánchez Arcas». Vemos, pues, que Rosenblat cumplió una misión muy
importante en la publicación de esta revista en plena guerra. También, pocos días después, en una carta de 15 de mayo de 1937, en la que Lapesa le informa a Navarro
Tomás de otros asuntos, comprobamos que Rosenblat asumió la responsabilidad de la
publicación de Tierra Firme, pues insiste en la misma idea: «los libros están preparados, y con ellos irán los materiales que me pidió Rosenblat para Tierra Firme».
En otro interesante documento, el Secretario del CEH Tomás Navarro Tomás
escribe y rubrica desde Valencia un oficio con fecha 23 de julio de 1937, dirigido
al Ministro de Trabajo y Asistencia Social. Hace constar en él la vinculación oficial de Rosenblat como colaborador del CEH con objeto de obtener las «cartas
de identidad profesional», así como «su lealtad» a la República92.
El 6 de agosto de 1937 Navarro Tomás93 le escribe otra carta a Lapesa, informándole de algunos pormenores de la RFE. En ella expresa el espíritu de la
JAE y apunta que «los compañeros de la Junta son todos de la opinión que las
publicaciones se activen para dar testimonios de la labor con la frecuencia posible». Por lo que respecta a Tierra Firme, asegura que ya hay varios pliegos tirados. Le pide que busque en Madrid documentación de Rosenblat para que pueda
seguir teniendo los papeles en regla94. Aparece Rosenblat aquí de nuevo relacionado con la edición de pliegos de esa revista.
————
rios internacionales […] Sin embargo, la mayoría de los brigadistas judíos en España lucharían en
otras unidades y muchos consideraban su antifascismo una seña de identidad más importante que el
hecho de ser judíos. Al combatir el fascismo en España, todos los brigadistas estaban resistiéndose
a la vez a muchas formas de exclusión social y política violentas». GRAHAM, 2006: 65.
91 Entre ellos figuran: «notas de trabajo, índice de la revista [de la RFE], bibliografía sobre los
gitanos, imprenta de Hernando, material de la revista, Tierra Firme, disco de Cajal, locales del
Centro, libros pedidos por Vallelado, peticiones de libros». Resulta conmovedor el apartado de
locales del Centro, donde le explica que han prestado unos locales de la primera planta de Medinaceli para almacén de víveres del Hospital militar alojado en el Hotel Palace (Archivo de la Residencia de Estudiantes, signatura JAE 280790340/JAE/167/44/22).
92 Residencia de Estudiantes, signatura JAE 280790340/JAE/168/16/31.
93 El Archivo virtual de la Edad de Plata la registra como anónima, pero es evidente la autoría
de Navarro por semejanza formal con otras cartas y por su estilo.
94 «También le agradeceré diga a Felipe que mire en las nóminas la fecha en que comenzaron
a trabajar en el Centro los Sres. Bonfante y Rosenblat. Si no tuviese él los datos, que vean el fichero
de la Secretaría de la Junta o los cuadros que Celestino tiene en los armarios metálicos de la Junta y
que Tomás puede darle. Se necesitan con alguna urgencia para que puedan despacharles en la Dirección Provincial del Trabajo las nuevas cartas», (Archivo de la Residencia de Estudiantes, signatura JAE 280790340/JAE/167/44/49).
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El 14 de octubre de 1937 Navarro Tomás le escribe a Homero Serís y le
cuenta el estado de las actividades del Centro, ya desplazado de Madrid. Navarro
hace por transmitir una imagen de normalidad científica y cultural, y asegura:
«En Valencia el Centro está ganando de día en día mayor actividad. Trabajan en
él Dámaso Alonso, Rodríguez Castellano, Moñino, Rosenblat, Bonfante, Alarcos,
Sánchez Barrado, Martínez Torner y algunos becarios auxiliares. Está instalado
en la planta principal de la Casa de la Cultura donde Rodríguez Castellano actúa
de Bibliotecario. Se están trayendo de Madrid los libros necesarios para que la
Biblioteca sea un buen instrumento de trabajo»95.
Años más tarde, Lapesa, que había permanecido en Madrid, se expresaría en
estos emocionantes términos
Pero a aquel último reducto de convivencia llegaban continuamente noticias adversas: Bonfante y Rosenblat fueron expulsados de la zona republicana;
Castro, Salinas y Sánchez-Albornoz, en exilio y destituidos por el gobierno de
Burgos o Salamanca, lo fueron también por el de Barcelona [...]. Movilizado
nuevamente en 1938, dejé aquella especie de secretaría en manos del modelo
de noble humanidad que fue don Benito Sánchez Alonso; pero seguí frecuentando el Centro cada vez más despoblado. Y confieso que, deambulando por
aquellos despachos y pasillos solitarios, lloré más de una vez, convencido de
que, cualquiera que fuese la suerte de la contienda, el Centro y su espíritu no
sobrevivirían96.
CARTAS A MENÉNDEZ PIDAL
16. Las cartas que editamos a continuación (en Anexo) fueron enviadas por
Rosenblat a Menéndez Pidal en el periodo comprendido entre 1949 y 1958. En
ellas se puede apreciar la amistad personal y científica que cultivaba con el maestro. Le hacía partícipe de todos los acontecimientos de su vida profesional y personal, le pedía consejos, le hablaba de los amigos o le expresaba sus sentimientos
a tenor de algunos acontecimientos importantes en la vida de don Ramón Menéndez Pidal. Pero sobre todo le hablaba de discusión de problemas científicos y
le pedía datos por la escasez de materiales con que trabajaba en Venezuela. En
estas cartas asistimos al trabajo cotidiano en el taller de Rosenblat, a su procedimiento metodológico; también, en el último documento y en algunas anotaciones
al margen, se aprecia cómo atendió Menéndez Pidal a las consultas y peticiones
del filólogo ya con nacionalidad venezolana97.
————
95
Archivo de la Residencia de Estudiantes, signatura JAE 280790340/JAE/168/16/45.
LAPESA, 1979: 76-77.
97 No se nos oculta el hecho de que sería interesante editar la correspondencia en la otra dirección, para ver el intercambio de ideas entre Menéndez Pidal y Rosenblat. Tal vez pueda hacerse a
96
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Como se verá, la personalidad del autor se deja captar a veces. Y resulta evidente que estaba unido a Menéndez Pidal en su visión de la lengua, por los estudios filológicos. Las cartas que le escribió muestran con toda claridad la filiación
filológica de Ángel Rosenblat, cuya obra estuvo inspirada y presidida por el espíritu del Centro de Estudios Históricos.
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————
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ANEXO
[DOCUMENTO 1: carta mecanografiada; lugar y fecha: Caracas, 10 de octubre de
1949; dirigida a: Sr. D. Ramón Menéndez Pidal/ Chamartín de la Rosa/ Madrid]
Mi querido Don Ramón:
Hace quince días le envié a D. Rafael de Balbín Lucas, para el Homenaje a R. Menéndez Pidal, un trabajo sobre «El género de los sustantivos en –e y en consonante». La
verdad es que el trabajo alcanzó doble extensión de la que yo había calculado, pero poniendo toda la documentación en tipo menor quizá quepa en los límites fijados. En último
caso, he indicado la supresión de la parte final, pero realmente esa supresión me dolería
muchísimo.
Ese trabajo es un capítulo de mi tesis doctoral: «Morfología del género en español».
Esa tesis, que debió publicarse en el Instituto de Buenos Aires, daba unas 500 páginas.
Desde entonces he reunido una inmensidad de materiales nuevos y tendría que rehacerla
íntegramente. Daría ahora un libraco inmenso e indigesto. Amado Alonso me aconseja
que lo aligere publicando capítulos sueltos. Siguiendo ese consejo, he rehecho uno de
ellos —me parece que es el más interesante— para el Homenaje a usted. ¡Ojalá le guste!
¿Cuándo aparecera el Homenaje? La situación del mundo (y de España) no es en sus
ochenta años como era en sus sesenta (¡qué hermosos aquellos tres volúmenes del
HMP!). Pero espero que la vieja comunidad filológica, que no puede romperse a pesar de
todas las catástrofes, dé nuevas pruebas de su existencia. Me gustaría que este nuevo
Homenaje fuera una gran obra de concordia.
Mis pichones de filólogos quedaron encantados y emocionados con la carta de usted.
También Carmen Helena, que me pide que lo salude a usted calurosamente. Mi instituto
creo que ha progresado algo. Tengo un grupo de muchachos entusiastas, que están trabajando bien. Estamos preparando un gran Diccionario de venezolanismos (de la lengua
escrita y hablada, desde los cronistas hasta hoy) y estudiando el habla actual. Lo que creo
que más les interesa es el estudio de la lengua literaria, especialmente de los autores venezolanos.
Últimamente he publicado algunas cosas, que le he hecho enviar: un estudio de la
lengua de Cervantes, una conferencia sobre el pensamiento gramatical de Bello y cosas
menores. En Buenos Aires ha salido una edición mía de las Cartas de Lope de Vega, que
había preparado antes de venir para acá (sobre el texto de G. de Amezúa, enmendando
algunas lecturas y completando los dos pasajes que él mutiló). En Caracas estamos un
poco aislados del mundo filológico (y del mundo en general).
Me alegraré muchísimo de tener buenas noticias de usted. Poniéndome a sus órdenes,
le saludo con el cariño de siempre
Ángel Rosenblat
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[DOCUMENTO 2: carta mecanografiada; lugar y fecha: Caracas, 14 de noviembre de
1950; dirigida a: Sr. D. Ramón Menéndez Pidal/ Chamartín/ Madrid; en margen, autógrafo: s/c Calle nueva (Puente Paraíso a Puente Ayacucho) Quinta Helena. El Paraíso
Caracas]
Mi querido Don Ramón:
Me he alegrado muchísimo de recibir carta de usted, y la alegría la han compartido
mis discípulos caraqueños, que siguen con interés toda su obra. He recibido también, con
amable dedicatoria, su «Lengua de la época de los Reyes Católicos» y su conferencia
sobre el romancero. He leído además últimamente la publicación —tan hermosamente
ilustrada por Gonzalo— sobre «Cómo vive el romancero». Estoy asombrado de cómo
puede usted remozar día a día sus viejos temas. El año pasado di en la universidad un
curso sobre la épica a través de toda la literatura, y he tenido ocasión de manejar casi toda
su obra. (Tampoco me falta ocasión para lo mismo en el curso de Historia de la lengua
que hago todo los años). Estoy impaciente por su Historia de la épica, que espero que
saldrá pronto.
He recibido el tomo I de los Estudios publicados en su Homenaje. Es un volumen
denso, de materia rica y variada. La obra en su conjunto va a ser monumental, digna de
aquellos tres hermosos volúmenes de los sesenta años, que son hoy obra fundamental de
consulta para mil cuestiones de nuestra filología. Me alegro mucho de que mi trabajo
sobre vacilaciones de género aparezca en uno de los seis volúmenes. Era un trabajo de
treinta páginas, pero al reelaborarlo llegó a sesenta. Me dicen que el tomo II ya ha salido,
pero tardan muchísimo en llegar los libros hasta esta tierra.
Un dato curioso: Entre los libros prestados por la Biblioteca Nacional de Caracas
ocupan el primer lugar los libros de usted. Me parece un síntoma muy bueno: indica que
los profesores de literatura están teniendo una orientación moderna y técnica. La enseñanza hasta ahora ha sido muy deficiente, y creo que lo sigue siendo. Pero me parece que
se progresa día a día. La deficiencia fundamental con que chocamos es la falta de libros,
sobre todo libros viejos y eruditos. Todo lo que hay es adquisición reciente. En el Instituto de Filología hemos podido conseguir últimamente la colección completa de la Revista
de Filología Española, y ha sido una suerte. Me gustaría tener en el Instituto un retrato de
usted. ¿Sería posible conseguirlo?
¿Le he dicho a usted que estamos preparando aquí un gran Diccionario de venezolanismos? Tenemos ya más de 30.000 papeletas ordenadas. Hemos empezado por la lengua
actual (hablada y escrita) para llegar hasta los primeros cronistas. Tengo ahora un pequeño
problema con la palabra hato, que significa ‘hacienda de campo, dehesa’. Está documentada
desde principios del XVI, y seguramente era uso de los conquistadores. Pero no la encuentro documentada en España. El Diccionario de Serrano dice que en España significaba ‘redil, aprisco’. Me gustaría comprobarlo con algún autor o testimonio.
Estoy preparando en este momento un estudio ortográfico, mejor dicho, un panorama
histórico de la ortografía española, que va a servir de prólogo a uno de los tomos de las
Obras completas de Andrés Bello. El objeto es presentar la reforma ortográfica de Bello a
la luz de un momento histórico en que la Academia estaba reformando activamente la
ortografía. Se ha aceptado, y yo he tenido parte en ello, publicar las Obras con ortografía
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académica. Para hacer el estudio como quisiera tropiezo con falta de materiales. ¿No hay
un estudio sistemático de la ortografía alfonsí? No he podido conseguir ni su edición de
la Primera Crónica. Utilizaré, claro está, a la Viñaza, con todas sus erratas. ¿Conoce algún trabajo especial que me pueda servir?
Hemos estado todos muy preocupados por la salud de Amado Alonso. ¿Ha tenido usted noticias últimas? Espero tener muy buenas noticias de usted, y mientras tanto reciba
usted un cariñoso abrazo
Angel Rosenblat
[DOCUMENTO 3: carta manuscrita autógrafa; lugar y fecha: Caracas, 25 de agosto de
1951; dirigida a: Sr. D. Ramón Menéndez Pidal/ Chamartín de la Rosa/ Madrid]
Mi querido Don Ramón:
Acabo de recibir el tomo II de los Estudios dedicados a usted, y me he alegrado muchísimo de que esa hermosa empresa siga viento en popa. Supongo que el tomo III saldrá pronto.
Se ha empezado aquí la campaña para que le den a usted el Premio Nobel. Yo me alegraría
muchísimo, por usted y por nuestra Filología. Aquí tiene usted muchísimos admiradores.
Le envío a usted la nota sobre hato. Pude agregar la noticia de Pedro Espinosa, que
usted me había enviado y que era importantísima. Se la agradezco a usted de todo corazón. La verdad es que trabaja uno aquí en condiciones muy precarias, sin los instrumentos más imprescindibles.
Acabo de terminar una «Historia de la ortografía castellana» que irá como prólogo (más
de cien páginas) de uno de los tomos de las Obras completas de Bello que se están publicando
aquí. Me interesaba presentar las ideas y la reforma de Bello con una perspectiva amplia. En
mitad del trabajo me llegó la noticia de que Alarcos estaba haciendo la historia completa para
Dámaso. Así sucede siempre. De todos modos he dejado de lado una serie de problemas, en
que había adelantado mucho: historia de la acentuación, de la puntuación, mayúsculas, sílabas,
unión y separación de palabras, etc. Cuando salga el libro de Alarcos veré qué hago con lo
mío, si lo convierto en reseña o hago otro libro. El trabajo que he hecho me ha llevado tres
veces más tiempo que si lo hubiera hecho en Madrid. Pero esos méritos sólo Dios los puede
apreciar, porque supongo que toma en cuenta hasta las manotadas en el vacío.
En la primera parte (orígenes hasta Alfonso el Sabio) no he hecho más que resumir
sus trabajos. Tengo sin embargo una duda. ¿Cómo se generaliza en España, en los primitivos documentos, la z, en vez de continuarse por tradición la ce latina. He visto en autores franceses la idea inversa, y explican la ç como una z suscrita debajo de la c, que era lo
general? No sé si hay ahí algo que no he entendido bien en los Orígenes.
Veo que ha salido una nueva edición, pero no ha llegado aún a estas tierras, tan alejadas del mundo. Sí he sentido los Cinco reinos. ¡Precioso! Todos sus libros circulan aquí
como el pan nuestro de cada día.
En la pequeña historia de la ortografía castellana que ha hecho usted en el tomo España
de la Enciclopedia Espasa (¿es de usted, verdad?) leo que Colombia, Ecuador y Costa Rica
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adoptaron oficialmente la ortografía chilena en el siglo pasado. He escrito a esos países
pidiendo información más amplia, pero aún no he recibido respuesta. ¿Recuerda usted las
fuentes de su información? Seguramente en la Academia habrá algo.
¡Menuda alharaca la que han armado las academias en su congresillo de Méjico! La
política se mete en todo, por desgracia. Los mejicanos son capaces de revolucionarlo
todo, ¡pero, por Dios, que no les toquen la x, que es sagrada!
¡Horror! Veo que le estoy haciendo a usted consultas que pueden sacarlo de sus trabajos. No me haga usted caso. Las noticias de Amado Alonso han vuelto a ser malas. Le
han operado de la vesícula (cálculos), y me escriben que está bien. ¡Ojalá sea verdad!
¡Cuántas tribulaciones!
Carmen Helena, gran admiradora de usted, me pide que le envíe un cariñoso saludo,
para usted y para los suyos. Helenita está muy bien, y yo, que soy su intérprete, sé que
ella se suma a todos nuestros deseos. Muy cordialmente
Angel Rosenblat
[DOCUMENTO 4: carta manuscrita autógrafa; lugar y fecha: Caracas, 25 de enero de
1952; dirigida a: Sr. D. Ramón Menéndez Pidal/ Chamartín de la Rosa/ Madrid]
Mi querido Don Ramón:
Ya ve usted que le quieren traer a Caracas. Yo me alegraría muchísimo, y todos aquí.
A las personas que me han preguntado si usted vendría, les he contestado que me parecía
difícil, por sus muchos trabajos. Pero ojalá sí. Usted decide.
¿Cómo se ha retrasado tanto el tomo III del Homenaje? Creo que iba a ir en él mi
humilde y extensa aportación. Ya me gustaría ver ese tomo, y los demás.
Lo último que he leído de usted es la nota sobre Murcia y Mortera, muy hermosa, y
el formidable artículo del Boletín de la Academia. Siempre llegan aquí las cosas, aunque
un poco retrasadas.
He terminado mi breve historia de la ortografía castellana. Irá como prólogo (unas
130 páginas) del tomo V de las Obras completas de Bello. He dejado de lado la historia
de la acentuación, puntuación, etc. que algún día pueden darme un volumen. Pero espero
que salga antes el tomo de Alarcos, anunciado por Gredos. En tanto estoy preparando una
nueva edición de mi Población indígena, que tengo ya en pruebas. Aquí, por mil dificultades, se trabaja con mucha lentitud.
Amado Alonso ha estado de nuevo enfermo, con pulmonía. Es increíble la cantidad
de males que se han lanzado contra él desde que llegó a los Estados Unidos. En Buenos
Aires era para nosotros modelo de salud, del cuerpo y del alma. ¡Ojalá sobrepase esta
temporada horrible!
Me alegraré de tener buenas noticias de usted. Espero que estará muy bien y que progresarán todos sus trabajos. Saludos cordiales de Carmen Helena. Un gran abrazo
Angel Rosenblat
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 185-220, ISSN: 0034-8341
ÁNGEL ROSENBLAT Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA: INFLUENCIA DE LA ESCUELA DE FILOLOGÍA...
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[DOCUMENTO 5: carta manuscrita autógrafa; lugar y fecha: Caracas, 18 de noviembre
de 1952; dirigida a: Sr. D. Ramón Menéndez Pidal/ Chamartín de la Rosa/ Madrid; en
margen, escrito por Menéndez Pidal: «en la Rioja se uso macán, -ano ‘necio, bruto, bárbaro’/ El macandón de Lucas Fernández/ Escudero decidor y burlón]
Mi querido Don Ramón:
Hace mucho que quería escribirle. Por Sanabria, por Grases, por Magariños, he tenido noticias de usted. Las he tenido además por sus constantes publicaciones. Todos tenemos que dar gracias a Dios de que nos lo conserve con esa maravillosa salud espiritual
y esa actividad prodigiosa. Que así sea por muchísimos años.
La muerte de Amado Alonso ha sido para mí un golpe muy duro. Siempre lo he considerado a él mi padre, y a usted mi abuelo. He leído las cariñosas páginas que le dedicó
usted en Ínsula. Le he enviado a usted una nota que publiqué aquí en Cultura Universitaria; espero que la habrá recibido.
Ha salido hermoso el tomo III de su Homenaje. Me alegro de que la obra progrese.
¿Serán cinco volúmenes? Una buena recopilación de trabajos importantes, que hace juego
con aquellos formidables tres tomos de los cincuenta años.
Aquí sigo muy lentamente los trabajos. Grases le ha entregado el tomo de Bello con
mi prólogo ortográfico. Es increíble el trabajo que aquí da cualquier cosa. Su Primera
Crónica General la encontré, después de muchas andanzas, en una biblioteca particular; el
Cancionero de Baena, después de buscarlo mucho tiempo, lo encontré en la Academia,
revisando libros. ¿Qué se puede hacer en estas circunstancias? En el Instituto estaba formando una biblioteca, con muchas dificultades. Pero hace un año, más de un año, que la
universidad está cerrada. La política lo perturba todo en nuestros pobres países.
Con todo, algo hay que hacer, para que los abuelos no reniegen del todo de sus nietos. Nuestra revista de Méjico va a dedicar un número doble de homenaje a Amado. Tengo un trabajo sobre dos argentinismos: macana y che. El che no me ofrece problemas: es
el ce antiguo y clásico (del st! latino) conservado en Valencia, Andalucía, Argentina, etc.
Tengo mucha documentación, reunida desde hace mucho. Más inquieto estoy por macana
‘despropósito, camelo’. Mi idea es que nada tiene que ver con macana, arma indígena
(que sí ha dado macanudo). Tengo macana en Andalucía y Aragón (Alcalá Venceslada y
Dicc. Acad.), y sobre todo macanar, con el significado al parecer de ’engañar’ en Sarmiento de Gamboa, año 1583. ¿Cómo se explica este macanar? ¿No tendrá usted en sus
materiales algo que lo aclare? ¿Puede ser mala lectura de un manuscrito. Ese macanar me
lleva a macandón, que encuentro en Lucas Fernández (la Academia lo da como anticuado), y hay en Galicia macandad (en Cuba y Colombia macandá), del argot o de Murcia,
indudables derivados de maca, que significó ‘engaño’, y de macar ‘engañar’. Esa es mi
idea: Una palabra española de argot que de pronto tiene en Buenos Aires una vida esplendorosa de «nouveau riche». Pero le veo dificultades a mi explicación: el salto de
maca (o macar) a macana, a pesar de andana, botana, altana, albergana, cebollana, caobana, solana, gordana, perdigana, etc.; ese único testimonio de Sarmiento de Gamboa me
parece insuficiente. Siempre me queda la duda de que el sentido argentino haya nacido de
una anécdota, como se ha querido explicar. ¿Qué opina usted? ¿Debo abandonar esa pista? Me rindo si no me manda usted recursos: alguna macana o algún macanar perdido en
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ESTHER HERNÁNDEZ
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los textos, como el de Sarmiento de Gamboa. Si la explicación no es del todo convincente, en la Argentina no me perdonarían que les quitara el patrimonio de la macana. Quizá
alguno de sus secretarios me podrá reunir un par de datos. Aquí ya he agotado todas mis
posibilidades.
Pronto va a salir la segunda edición (o tercera) de mi Población indígena; la he rehecho o ampliado en gran parte. Los libros españoles llegan aquí con cierto retraso. Estoy
esperando que aparezcan en librería algunos de los que he visto anunciados en los boletines bibliográficos.
Carmen Helena le envía saludos muy afectuosos. Siempre se alegra cuando llegan noticias de usted. ¿No le he participado a usted el nacimiento de Miguel Angel? Helenita y él
están muy bien, a Dios gracias. Espero que resulten buenos filólogos, admiradores suyos.
Esperando sus noticias, le saluda con el cariño de siempre
Angel Rosenblat
[DOCUMENTO 6: carta manuscrita autógrafa; lugar y fecha: Caracas, 22 de diciembre
de 1954; dirigida a: Sr. D. Ramón Menéndez Pidal/ Chamartín de la Rosa/ Madrid]
Mi querido Don Ramón:
Cuando me disponía a enviarle una alegre tarjeta de Navidad, me llega —con inexplicable retraso— la dolorosa noticia. Carmen Helena y yo lo sentimos en el alma. Después de una vida entera tan llena de las mismas alegrías y de los mismos dolores, esa
separación tiene que ser para usted un desgarramiento. Ni siquiera sabíamos que ella
estuviera enferma. Acepte usted, querido Don Ramón, nuestra más profunda condolencia.
Y trasmítala usted a Jimena y Gonzalo, cuyos trabajos sigo siempre con gran entusiasmo,
y a Diego, que es la gran esperanza de nuestra Filología.
Siempre llegan aquí sus grandes y hermosos trabajos, que tienen gran acogida. Los
dos tomos del Romancero, estupendos. Muchas gracias por su generoso comentario a la
edición de las Obras de Bello. Que este año nuevo nos dé usted una nueva cosecha de
trabajos magníficos, que además de lo que valen son una afirmación de soberbia vitalidad
consagrada al saber.
Diversas personas que han pasado por Madrid me han traído noticias personales de
usted. Que Dios nos lo conserve por muchos años, para bien de todos.
A fines de enero pienso ir a la Universidad de Harvard. Daré clases en el Semestre de
primavera. Me habían invitado como profesor de tiempo completo, pero contesté que no
podía abandonar mis trabajos en Venezuela.¿Verdad que he hecho bien? Sí me interesa ir
por unos meses, para conocer la vida norteamericana y las nuevas corrientes lingüísticas.
Llevo ocho años sin salir de Venezuela y creo que me conviene ventilarme un poco. Allá
me tendrá usted siempre a sus órdenes.
Una noticia. Según es costumbre en esta tierra, pongo a su orden una señorita, María
Luisa Rosenblat, que ya cuenta la friolera de tres semanas. Tiene usted, pues, una admiradora más en esta tierra.
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Esperando siempre tener mejores noticias de usted, le envía un gran abrazo
Angel Rosenblat
Aunque ya Angel lo ha hecho en mi nombre, quiero decirle yo también cuánto siento
la muerte de su señora, y enviarle un saludo muy afectuoso
Carmen Helena
[DOCUMENTO 7: carta manuscrita autógrafa; lugar y fecha: Caracas, 27 de junio de
1956; dirigida a: Sr. D. Ramón Menéndez Pidal/ Chamartín de la Rosa/ Madrid]
Mi querido Don Ramón:
Hace una eternidad que quería escribirle, y que tenía que escribirle. Hoy aprovecho la
ocasión de enviarle fotos de Jimena para hacerlo. Siempre he tenido noticias de usted, por
Jimena, por Lapesa, por los amigos venezolanos que han ido al Congreso de Academias.
Me he alegrado por el Premio March, y todavía confío en que le darán a usted el Premio
Nobel.
Tengo que darle a usted un sablazo tremendo. Mi Universidad ha decidido por fin publicar
una Revista de Filología «Andrés Bello». Es la única manera de que mi Instituto no quede
aislado en este valle de Caracas. Vamos a publicar una revista semestral (dos números por año,
de 240 páginas cada uno). Me interesa que la revista prolongue la tradición del Centro de Estudios Históricos de Madrid y del Instituto de Filología de Buenos Aires. Y por eso me gustaría
iniciar el primer número con un artículo de usted. Yo sé que no puedo pedirle un trabajo especial que lo desvíe a usted de sus ocupaciones. Pero quizá nos pueda enviar un capítulo de alguno de los trabajos que tiene en preparación. Algo que no lo saque a usted de sus tareas.
Usted comprende perfectamente la importancia que su colaboración tiene para nuestra Revista y para mí, y sé que pondrá toda su buena voluntad. ¿Puedo contar con su colaboración?
Esperando su respuesta, lo saluda muy cordialmente
Angel Rosenblat
[DOCUMENTO 8: carta manuscrita autógrafa; lugar y fecha: Caracas, 10 de agosto
de 1956; dirigida a: Sr. D. Ramón Menéndez Pidal/ Madrid]
Mi querido Don Ramón:
Estoy encantado de que quiera usted enviarnos algo para la revista de mi Instituto. Se
llamará «Revista de Filología «Andrés Bello». Me parece magnífico poner al día sus
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ideas sobre el Entremés de los romances. Si no le parece a usted mal, le ofrezco mi colaboración. Creo que hay que dar el texto del entremés, en edición cuidada. Aquí no tenemos la edición de Adolfo de Castro, y creo que es muy difícil conseguirla. Creo que con
ese trabajo de usted (estoy impaciente por ver en qué puede consistir mi colaboración) me
parece que la revista se inciaría estupendamente.
Hemos tenido noticias indirectas sobre la operación de Jimena. Esperamos que ya estará enteramente restablecida. Tengo entendido que había un biznieto en perspectiva.
¿Qué noticias tiene usted?
Aquí celebraremos pronto el homenaje a Menéndez Pelayo. Me han pedido una conferencia en la universidad y he dado el siguiente tema: «Milá y Fontanals- Menéndez
Pelayo – Menéndez Pidal» ¿Qué me sugiere usted sobre ese tema?
Estoy trabajando bastante. Dentro de unos meses saldrá un libro con un título un poco frívolo que espero que no le desagrade a usted: «Buenas y malas palabras en el castellano de Venezuela». Tengo en preparación varias cosas. Desde Buenos Aires me llamaron para que fuera a dirigir el Instituto de Filología, pero he contraído compromisos con
Venezuela y tengo que quedarme aquí. Para mí hubiera sido muy hermoso hacerme cargo
del Instituto de Amado, en el que me formé, pero creo que debo ser consecuente con esta
tierra, que me ha acogido muy generosamente.
Espero sus noticias. ¿Cómo siguen sus trabajos? He recibido el tomo VI del Homenaje.¡Magnífica obra ese conjunto de volúmenes!. Carmen Helena le saluda muy cordialmente. Un gran abrazo
Angel Rosenblat
[DOCUMENTO 9: postal con foto; lugar y fecha: Caracas, 24 de diciembre de 1956]
Mi querido Don Ramón:
Un saludo de Pascuas y mis mejores deseos para el año nuevo. Que lleve usted adelante sus grandes trabajos y vea felices a todos los suyos.
Espero siempre la colaboración de usted para iniciar mi revista. Le he hecho enviar
El nombre de Venezuela, que espero habrá llegado ya a sus manos. Aviso a Madrid para
que le remitan (acaban de terminarlo allá) mis Buenas y malas palabras en el castellano
de Venezuela. Son mis trabajos últimos. Más contento estoy de Helena, Miguel Angel y
María Luisa, que le envío en facsímil.
Saludos a Jimena. Un gran abrazo.
Angel Rosenblat
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[DOCUMENTO 10: carta mecanografiada; lugar y fecha: Caracas, 20 de junio de 1958;
dirigida a: Sr. D. Ramón Menéndez Pidal/ Chamartín de la Rosa/ Madrid; interlineados,
escritos por Menéndez Pidal: «Cotarelo Colecc. D Entremeses I, p 157 (NBAE) 1911;
«Pedí a Magallón 17 set. 58»].
Mi querido Don Ramón:
Creo que se perdió alguna carta mía (nuestro correo ha sido catastrófico en el último
tiempo), y lo siento. Nuestra Revista del Instituto de Filología «Andrés Bello» está ya en
prensa y me gustaría muchísimo alguna cosa de usted para iniciarla y colocarla en la estirpe del Centro de Estudios Históricos.
Me interesa muchísimo la copia del Entremés de los romances, que le ruego nos haga
copiar o fotocopiar (el que lo haga me puede enviar también la factura de gastos). Me
parece importante publicar de nuevo el Entremés, que creo que no es hoy accesible para
nadie. ¿No es verdad? Yo no sé si se puede conseguir además el manuscrito, para hacer
una edición más escrupulosa.
Me decía usted en una de sus cartas que revisaría y renovaría su estudio sobre la génesis del Quijote para publicarlo con el Entremés en nuestra revista. Me parece magnífico. De todos modos, si usted no pudiera retomar ahora ese tema, yo no sé si es mucho
pedirle que nos mande algún capítulo de alguna de las obras que tiene en preparación. No
quisiera causarle ningún trastorno en sus planes de trabajo ni crearle problemas.
En resumen, deseo de usted dos cosas: el Entremés de los romances y un artículo
(bien un estudio revisado del Entremés o cualquier otra cosa). Mi revista necesita amparase en usted y por eso estoy muy pedigüeño. ¿No me lo toma usted a mal?
Le escribo hoy mismo a Jimena pidiéndole que me apoye en estas cosas. ¡Pobre! ¿Se
repone del tremendo golpe recibido? Yo ni sé hablarle de eso. Aquí hicimos mucha amistad. Catalán tenía una vitalidad asombrosa, además de sus otras virtudes. La noticia nos
consternó a todos y todavía parece increíble.
Espero que usted se habrá restablecido enteramente de la operación a la vista y que
seguirá trabajando como siempre. Mi revista queda detenida esperando su colaboración.
Del extranjero sólo tengo un artículo de Bataillon sobre el Padre Las Casas. Lo demás es
nuestro: un capítulo mío sobre el género; un estudio de los galicismos de Bolívar; otro
sobre la lengua de Miranda; otro sobre los hispanismos de Trinidad; etc. Falta lo suyo y
la revista sale en seguida.
Esperando sus noticias, lo saluda muy cordialmente
A. Rosenblat
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[DOCUMENTO 11. Consta de 3 partes:
a) carta borrador mecanografiada con notas manuscritas de Menéndez Pidal; dirigida a: Dr. D. Angel Rosenblat; sin fecha
Mi querido Rosenblat:
La cuestión de la publicación del Entremés de los Romances se dejó de tratar hace
tiempo porque no recibí contestación a una carta mía. Ahora al reanudar el antiguo propósito, Jimena no sabe si podrá hacer algo; ahora por lo menos atraviesa unos momentos
muy difíciles de estudio, con oposición que no sabe cuando cesará. Aparte de esto, quiero
decirle que, aunque el Entremés está publicado por Adolfo de Castro y después por Cotarelo en su Colección de Entremeses, se debe hacer una publicación mejor, comparando
las diversas ediciones antiguas que ofrecen variantes y quizás si la imprenta puede componer notas en letra pequeña enfrente de los versos, sería muy útil y convincente el citar
los romances en que el entremés se inspira.
Vea Ud. si todo esto no ocuparía demasiado en la revista. El artículo mío ocupa 60
páginas pequeñas de edición Austral (tendría que añadirse bastante en algunos pasajes) y
el entremés ocuparía unas 10 páginas más.
Recuerdos a Carmen Helena y que los peques se encuentren bien de salud, siempre
suyo afectuoso
b) carta manuscrita autógrafa; lugar y fecha: 23 de junio de 1958; dirigida a: Sra.
Jimena de Catalán/ Chamartín de la Rosa/ Madrid]
Querida amiga:
Hace unos días le he escrito a usted y a Don Ramón. Hoy vuelvo a insistir. El proyecto de
publicar la revista tiene ya casi dos años, pero el último tiempo había sido para nosotros muy
difícil, y en varias ocasiones creí que tendría que emigrar. Por eso fui dejando pasar el tiempo,
sin insistir demasiado. Ahora todo está arreglado y ya he mandado el material a la imprenta.
La revista se imprimirá aquí. Por eso ahora puedo insistir con más responsabilidad.
Se me ocurre una idea. ¿Por qué no toma usted a su cargo la reedición del Entremés
en nuestra revista? Hay que dejar el texto fiel (el del manuscrito, si se encuentra; o el de
la edición de 1611, que creo que es la primera) y poner las notas que sean necesarias.
Desde luego una nota preliminar sobre el origen del texto y el criterio de la edición. Ya
ve usted que le estoy dando trabajo. A mí me parece útil reeditar el Entremés. Yo, por
ejemplo, no lo he podido conseguir nunca y he tenido que dar clases sobre él y las ideas
de Don Ramón sobre la génesis del Quijote.
El artículo de Don Ramón puede ser sobre el Entremés, poniendo al día la cuestión, o
sobre cualquier otra cosa. Mi Instituto es una prolongación del Instituto de Buenos Aires
que dirigía Amado Alonso y del Centro de Estudios Históricos. Me interesa que el artículo
de Don Ramón, o la colaboración de Don Ramón, cualquiera que sea, represente el signo de
esa filiación. Yo soy filológicamente nieto de Don Ramón, y me amparo en mi abuelo.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 185-220, ISSN: 0034-8341
ÁNGEL ROSENBLAT Y EL ESPAÑOL DE AMÉRICA: INFLUENCIA DE LA ESCUELA DE FILOLOGÍA...
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Perdóneme tanta machaconería, que creo que no es habitual en mí. Le ruego que
haga lo que pueda, pero no quiero tampoco crearle a usted problemas complejos. De todos modos, por favor, escríbame en seguida.
Muy cordialmente
Angel Rosenblat
c) ficha de trabajo manuscrita de Menéndez Pidal
Entremés de los Romances [en lápiz: Cotarelo Entremeses I, 157 lo da como de Cervantes]
En Parte Tercera de las Comedias de Lope deVega y otros autores Valencia 1611 (?)Barcelona 1612 [Texto de Cotarelo] [Bibl. Nacional R. 14096]-Madrid 1613 [Bibl. Nac.
R. 13.854 y Ti 933] – Sevilla 1613 (?) – Barcelona 1614 [Bibliot. Nac. Ti- 92]
Ver estas variantes si están en las diversas ediciones de esta Parte Tercera (Adolfo de
Castro p 143)
Entremés de los Romances (Romanos)
Personas (Figuras)
Sale Mari Crespa, Teresa, (Marica), Perico y Pero Tanto (Viejo, vestidos de labradores)
(Despues en el cuarto interlocutor:)
Tanto: Tanto por tanto (cuanto) yo os digo…
[Artículo mío 60 pags. pequeñas (pero lo aumentaría algo). El entremes 30 pags de A,
castro 8 columnas de ed. Cotarelo. Lo 1º que debe hacerse es copiar la edic. Cotarelo
(mejor que la de Castro)]
This article shows that the Spanish Philological School bore great influence on the work of
Angel Rosenblat since his scholarly training days. He took training with Amado Alonso in Buenos
Aires and that raised his interest in the American version of the Spanish tongue. The documents in
the JAE's archives show that while in Madrid (1933-1937) he undertook American Linguistics
under the direction of Américo Castro, and took part in the publication of the «Tierra Firme» review during the war. The edition of the letters sent by Rosenblat to Menéndez Pidal —preserved in
the «Fundación Menéndez Pidal»— confirms the philological relations kept with the Director of
the «Centro de Estudios Históricos» and the school he promoted.
KEY WORDS: Ideas in the History of Linguistics, the Spanish tongue in America, Dialectology,
Spanish Philological School.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 185-220, ISSN: 0034-8341
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 239
Págs. 221-250, ISSN: 0034-8341
LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES Y AMÉRICA LATINA:
CAMINOS DE IDA Y VUELTA*
POR
ÁLVARO RIBAGORDA
Universidad Complutense de Madrid
La Residencia de Estudiantes no tuvo un programa de acción directa en relación a América
Latina, que ocupó un lugar marginal en sus actividades. Sin embargo, algunos latinoamericanos
vivieron en la Residencia, un grupo de científicos se formó durante años en sus laboratorios, se
dieron conferencias relacionadas con el mundo americano, y varios de los intelectuales de la Residencia viajaron a diversos países de América Latina. Se trata de algunos acercamientos que fueron
extendiendo una pequeña semilla en América que, tras la Guerra Civil, permitiría a los exiliados
obtener unos frutos inesperados en los países latinoamericanos.
PALABRAS CLAVE: Residencia de Estudiantes, América, historia intelectual, relaciones culturales, exilio.
UNA RELACIÓN MARGINAL
La Residencia de Estudiantes fue el centro más emblemático de la Junta para
Ampliación de Estudios (JAE). Cobró vida en 1910 en unos hotelitos de la calle
Fortuny, bajo la dirección de Alberto Jiménez Fraud con el que colaboró en los
primeros años el secretario de la Junta —José Castillejo—, y ha llegado a ser
mucho más conocida que la propia JAE.
Creada por inspiración directa de Giner de los Ríos y la Institución Libre de
Enseñanza, la Residencia de Estudiantes fue un centro cultural que aspiraba a
ofrecer una formación integral a los estudiantes, complementaria a la enseñanza
meramente técnica que se impartía en una universidad decadente. Su modelo
directo eran los Colleges británicos, y como estos la Residencia aspiraba a ofrecer un marco de convivencia adecuado para los estudiantes, y un espacio en el
————
*
Este artículo se realiza gracias a una beca de la Fundación Ramón Areces.
222
ÁLVARO RIBAGORDA
que se ofreciese una formación que completase las clases universitarias mediante
un sistema de tutorías, cursos de idiomas, laboratorios científicos, etc.
La esencia de su sistema pedagógico consistía en la vida en comunidad en un
ambiente de elevado nivel intelectual. Al mismo tiempo ese clima cultural de la
Residencia hizo de ella un destacado centro de sociabilidad entre algunos de los
intelectuales más destacados de la época, entre los que se formaron muchos de
los más importantes científicos, médicos, arquitectos, ingenieros, historiadores,
escritores y artistas de nuestra Edad de Plata..
La multitud de cursos y conferencias de primera magnitud que allí tuvieron lugar
—a cargo de Einstein, Le Corbusier, Marie Curie, Keynes o Tagore, por citar sólo
algunos—, sus publicaciones, y el selecto grupo de intelectuales que la frecuentaban,
rápidamente hicieron de la Residencia un núcleo incomparable de irradiación cultural.
En su seno se formaron algunos de los intelectuales más destacados de la historia española como Lorca, Dalí, Buñuel, Severo Ochoa, Grande Covián, Emilio
Prados, Gabriel Celaya, y un largo etcétera. Allí convivieron varios cientos de
estudiantes que crecieron bajo la tutela de destacadas personalidades como Juan
Ramón Jiménez, Luis Calandre, Moreno Villa, Paulino Suárez, Juan Negrín, Ángel Llorca o Pío del Río-Hortega. Junto a ellos García Morente, Luis de Zulueta,
Eugenio D´Ors o Blas Cabrera, formaron una órbita de intelectuales alrededor de
la Residencia, en la que sobresalían especialmente Unamuno y Ortega, junto a
José Castillejo —hombre clave de la JAE—, que eran las figuras rectoras de la
casa y el corpus consultivo en el que se apoyaba Alberto Jiménez Fraud.
Como el propio director de la Residencia señalaba, en ella se intentó ofrecer
una formación cultural y humana a varios cientos de universitarios que estaban
llamados a ser las elites rectoras del país, y cuyo objetivo debía ser el de convertirse en un núcleo de irradiación que tuviese un efecto multiplicador del proyecto
residencial sobre el resto de la sociedad1.
Su objetivo era promover la modernización de España, y nada a priori indica
que existiese la idea de extender su actuación hacia América. Por ello es fundamental señalar que la Residencia como institución no tuvo nunca una línea de actuación
propia, ni una conexión específica, con el continente americano, a diferencia de lo
que sucedía con el mundo británico, con el que se estableció un sistema de becas, e
incluso un organismo de difusión cultural denominado Comité Hispano-Inglés.
Esta situación se derivaba de los propios objetivos y líneas de trabajo de la
JAE, mucho más interesada en las universidades europeas, y en menor medida
también en las norteamericanas.
El interés de la Junta por América Latina fue siempre secundario, aunque su
actuación refleja que fue más importante de lo que se venía pensando. Apoyándose en las iniciativas de las comunidades españolas en América y en las propias
acciones e intereses de los respectivos gobiernos participó en la creación de va-
————
1 JIMÉNEZ FRAUD, 1972: 77. Sobre la biografía del director de la Residencia véanse: PÉREZVILLANUEVA, 96 (mayo 1990a): 35-62. GARCÍA DE VALDEAVELLANO, 1972: 9-58.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 221-250, ISSN: 0034-8341
LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES Y AMÉRICA LATINA: CAMINOS DE IDA Y VUELTA
223
rios centros como las Instituciones Culturales Españolas en Argentina, Uruguay,
Puerto Rico y Santo Domingo, el Instituto Hispano-Méxicano de Intercambio Universitario, la Institución Hispano-Cubana de Cultura, el Departamento de Estudios
Hispánicos de la Universidad de San Juan o el Instituto de Filología de Buenos
Aires. La actividad de muchos de estos centros no fue muy grande, y con frecuencia la Junta se limitó a proveerlos de profesores que impartiesen en ellos algunas
conferencias. Los medios fueron limitados, y el interés de la Junta hacia América
Latina no fue nunca comparable con su actividad europea, donde tenía volcados
todos sus recursos y esperanzas. No obstante, no se puede olvidar que se debe a la
Junta la iniciativa cultural más importante del Estado español en América desde los
tiempos de la conquista, y muchas de las instituciones culturales que hoy se mantienen en estos países son las mismas que la Junta creó entonces.
La acción de la JAE en Estados Unidos fue muy diferente, y puede que a veces se haya exagerado su relevancia. Las actividades de la Junta allí se limitaron
casi exclusivamente a la participación en la creación del valioso Instituto de las
Españas, liderado por Federico de Onís en la Universidad de Columbia, que
pronto actuó de forma independiente aunque sin perder nunca su relación con la
Junta, ni su función de nexo con el mundo científico norteamericano.
A las universidades y laboratorios norteamericanos la Junta envió más de
cincuenta pensionados, cifra nada despreciable especialmente si se tiene en cuenta la gran distancia existente y el coste del viaje. Se promovieron además diversos sistemas de intercambio de estudiantes e investigadores, se enviaron profesores de español, y se impartieron en la Residencia de Estudiantes de Madrid unos
Cursos de Vacaciones para profesores extranjeros cuyo alumnado fue fundamentalmente norteamericano.
De esta forma, la relación de la Junta respecto a América Latina y Estados
Unidos, fue muy distinta en función de las diferentes condiciones de cada uno,
del idioma, la cultura, pero sobretodo de su desarrollo científico. El objetivo de la
Junta era que los profesores e investigadores españoles se formasen en las instituciones más avanzadas, para que aprendiesen los sistemas de trabajo y metodologías punteras, y a su regreso pudiesen difundirlas en España. Por ello, pese a
las reticencias que el cercano conflicto bélico del 98 podían ocasionar, la Junta
pronto consideró que el eminente desarrollo científico y tecnológico norteamericano debía de convertirlo en uno de sus modelos.
Frente a esto, América Latina se percibía como un continente escasamente
desarrollado a causa del colonialismo, que carecía por tanto de centros de primer
nivel en los que pudiesen formarse los pensionados españoles, motivo por el que
a lo largo de sus casi treinta años de existencia apenas se enviaron 3 pensionados.
Justo Formentín y Mª José Villegas Sanz por una parte2, y José Mª López Sán-
————
2 El libro de FORMENTÍN IBAÑEZ y VILLEGAS SANZ, 1992, basado en la documentación emanada por la JAE, es probablemente el estudio más completo para conocer su relación con el continente americano.
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ÁLVARO RIBAGORDA
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chez por otra3, han considerado que la actuación de la Junta hacia América Latina a
la que se enviaban algunos profesores pero no estudiantes, se debía a una actuación
paternalista. Sin embargo, habría que añadir que esta actuación no estaba exenta de
interés, y era una buena extensión de las líneas de actuación de los gobiernos españoles en materia de relaciones internacionales, que trataron de superar el hundimiento de su posición en el statu quo internacional, debido a la pérdida de las últimas colonias, presentándose ante la comunidad internacional como cabeza visible
de la comunidad hispanohablante por sus lazos históricos y culturales, materia en la
que la creación de una buena red cultural hubiese sido estratégica.
La red existió, aunque su acción fue bastante limitada. Con todo, no se debe olvidar que el prestigio y buen hacer de muchos de los profesores enviados por la
Junta a América Latina, como Ortega y Gasset, Menéndez Pidal, SánchezAlbornoz, Américo Castro, Amado Alonso, Rey Pastor, García Morente, María de
Maeztu o Blas Cabrera, hizo que su presencia allí tuviese una gran acogida y dejase
una pequeña huella. Esa huella sería muy útil años después —a consecuencia del
exilio español—, aprovechando la infraestructura creada, y llegaría a fructificar en
el desarrollo de diversas líneas de trabajo e importantes escuelas científicas, historiográficas, filosóficas, etc. emanadas de los centros y personalidades de la Junta,
que tuvieron en Latinoamericana su nuevo hogar, y diseminaron por el continente
un segundo florecer cultural.
Dentro de la actividad de la Junta en relación con América Latina es importante señalar aquí que la participación en ella de la Residencia de Estudiantes fue
mínima, y su relación fue meramente residual, careciendo como institución de
una línea de actuación específica y de acciones concretas planificadas.
No obstante, conviene prestar atención a pequeños detalles, matices con frecuencia inapreciables, que rebelan situaciones insospechadas. Así, observando
algunas de las conferencias pronunciadas en la Residencia, atendiendo a la estancia en ella de algunos latinoamericanos, y estudiando especialmente las relaciones que varios de sus miembros más destacados establecieron con diversos países
e instituciones trasatlánticas, se puede detectar la presencia de una minúscula
relación que no carece de interés. En esa pequeña línea de comunicación entre la
Residencia y el mundo latinoamericano se puede apreciar una forma de irradiación minúscula y esporádica del espíritu de la Residencia, que como sucediera
con otros centros de la Junta dejó en países como Argentina, México o Puerto
Rico una pequeña semilla, que posteriormente serviría en el exilio de cabeza de
puente para el desarrollo profesional de muchas de las personalidades ligadas a la
Residencia de Estudiantes, y acabaría germinando por caminos insospechados.
————
3
LÓPEZ SÁNCHEZ, 2003: 268-280.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 221-250, ISSN: 0034-8341
LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES Y AMÉRICA LATINA: CAMINOS DE IDA Y VUELTA
225
PRESENCIA LATINOAMERICANA EN LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES
La presencia latinoamericana en la Residencia de Estudiantes se puede concretar en varias facetas distintas: las conferencias, las publicaciones, los residentes, y los investigadores que visitaron sus laboratorios. En todas ellas su importancia cuantitativa fue mínima, pero su mera existencia muestra un cierto interés
hacia el mundo latinoamericano.
Entre las abundantes conferencias impartidas en la Residencia de Estudiantes
no fueron muchas las que tuvieron por objeto temas latinoamericanos, o corrieron
a cargo de ponentes de este continente. De ellas entresacamos algunas de las más
significativas.
El 17 de octubre de 1926 el diario ABC daba noticia de una conferencia impartida en la Residencia por el conocido novelista y ensayista colombiano Luis
Enrique Osorio. Creador de la popular colección La novela semanal en 1922, el
joven dramaturgo, que en 1924 había fundado la Compañía Dramática Colombiana, habló allí sobre las «Tendencias del teatro francés contemporáneo», tema
en el que trabajaba entonces.
Ese mismo curso, en mayo de 1927, los residentes y demás visitantes asiduos
de la Residencia, asistieron también a una conferencia de Hamilton Rice, acerca
de «La Guayana desconocida», donde el explorador inglés describía su viaje por
el Orinoco4. Se trataba de un estudio geográfico, geológico y antropológico, de
gran interés científico a nivel mundial, en el que gracias a la utilización de un
aeroplano se pudieron realizar espectaculares fotografías que sirvieron de base
para la elaboración de mapas.
A esta conferencia la siguió en diciembre de ese mismo año otra similar del
arqueólogo del British Museum Th. A. Joyce, sobre «El arte y la cultura maya»,
donde habló de su inestimable valor mostrando imágenes de sus descubrimientos
en Palenque, Chichen-Itzá o Copal, con especial atención a los relieves, máscaras, estelas y esculturas5.
Tanto la conferencia de Hamilton Rice como la de Joyce fueron organizadas
por el Comité Hispano-Inglés de la Residencia, y la última además fue publicada
en el número correspondiente de la revista Residencia,6 publicación editada por
la propia Residencia de Estudiantes, y donde con frecuencia se divulgaron los
contenidos de los cursos y charlas impartidos en la casa. En este caso, la conferencia de Joyce iba acompañada en la revista con la reproducción de unos textos
de Bernal Díaz del Castillo.
En 1929 el Comité Hispano-Inglés organizó en la Residencia un acto de
homenaje a los miembros del portaviones inglés Eagle, por el rescate del aeroplano español Dornier 16, estrellado en un vuelo trasatlántico desde Bahía (Bra-
————
4
5
6
PÉREZ DE AYALA, 1987: 47.
PÉREZ DE AYALA, 1987: 51.
JOYCE II/1, (Madrid, 1927): 27-62.
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ÁLVARO RIBAGORDA
226
sil) hacia España7. Muy vinculada con este acto, en diciembre de 1931, tuvo lugar en la Residencia una conferencia titulada «Un proyecto de expedición a las
fuentes del Amazonas», a cargo de Francisco Iglesias, piloto y capitán de ingenieros, que en junio de 1929 había realizado ya un vuelo entre Sevilla y Bahía, y
presentaba ahora su nuevo proyecto. Gracias al testimonio del cónsul chileno en
Madrid, Carlos Morla Lynch8, conocemos esta conferencia con más detalle. Según relataba Morla Lynch la conferencia fue ilustrada «con proyecciones de la
fauna y de la flora de estas lejanas regiones que se propone explorar a fondo». A
la conferencia siguió una cena en la Residencia, en una de cuyas mesas el Capitán Iglesias prosiguió su relato en conversación privada con Jiménez Fraud, Lorca, Morla Lynch, etc. mostrándoles además sus mapas y fotografías. Sin embargo, el proyecto no llegaría a cuajar, quedando frustrado en 1935.
Como se puede apreciar, las expediciones científicas fueron un elemento de
gran atractivo para la Residencia de Estudiantes, que pretendía con estas conferencias tomar el pulso a los grandes avances que los aventureros de comienzos del
siglo XX iban logrando. Promovidas por el Comité Hispano-Inglés, estas conferencias sobre los grandes descubrimientos geográficos y las populares hazañas de los
viajeros europeos en América, junto a un número bastante superior de conferencias
similares centradas en Asia y África, fueron bastante frecuentes, despertaron un
gran interés de público, y recibieron una gran atención de la revista Residencia.
En diciembre de 1930, en una conferencia organizada por la Sociedad de
Cursos y Conferencias de la Residencia, fue el escritor y crítico mexicano Jaime
Torres Bodet quien hizo una «Exposición del arte mexicano». En su conferencia,
Torres Bodet presentó las tendencias de los nuevos artistas de su país, que pretendían rescatar ciertos valores originales de su cultura, sin caer en el habitual
folkclorismo criollista9.
La presencia de Torres Bodet en la Residencia de Estudiantes fue un hito de
primera magnitud. Torres Bodet era ya un destacado poeta que venía ocupando
diversos cargos políticos en el área de cultura del gobierno mexicano en la estela
de Vasconcelos, y en buena medida iría siguiendo los pasos diplomáticos de otro
mexicano bien conocido en la Residencia, Alfonso Reyes, de quien heredó incluso las amistades en Madrid.10 Secretario de la Legación mexicana en Madrid desde 1929, y cofundador de la trascendental revista mexicana Contemporáneos, la
presencia del futuro director de la UNESCO en la Residencia era la forma en que
los residentes y buena parte del Madrid más culto y cosmopolita se asomaban a
lo más destacado de la cultura mexicana moderna.
Las últimas actividades latinoamericanas en la Residencia de las que tenemos
noticia se produjeron en 1933. Se trata de dos actuaciones de la afamada bailarina
————
7
8
9
10
PÉREZ DE AYALA, 1987: 49.
MORLA LYNCH, 1958: 156-157 y 469.
PÉREZ DE AYALA, 1987: 47-49.
Véanse CURIEL, 1994. TORRES BODET, 1955.
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LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES Y AMÉRICA LATINA: CAMINOS DE IDA Y VUELTA
227
y cantante Encarnación López Julvez, La Argentinita, que actuó en un concierto
de «Canciones populares» en el que estuvo al piano Federico García Lorca, y en
una representación de El amor brujo de Manuel de Falla, acompañada por La
Malena, La Fernanda y La Macarrona11.
Por su parte, en la revista Residencia, además del mencionado artículo sobre
la cultura maya, aparecen tres huellas más que permiten ahondar un poco en la
exigua relación entre la Residencia de Estudiantes y América Latina.12
La primera un conocido texto de Alfonso Reyes con sus impresiones de la
Residencia de Estudiantes, que tanto visitó y exaltó. Reyes comparaba allí las
mugrientas pensiones donde se alojaban los universitarios, con la Colina de los
Chopos donde se alzaban «rodeados de campos deportivos, entre sílabas de jardinillos ingleses y exclamaciones castellanas de chopos verticales, los pabellones
de la Residencia», que le parecieron un paraíso de la civilización: «lejos, alto,
saneada de silencio y aire», con «todo el Sol de Castilla» y «vistas a los hielos
azules del Guadarrama»13.
La segunda fue un artículo de Moreno Villa titulado «Comentarios a unas
acuarelas argentinas». En él, rememorando su paso por la metrópoli latinoamericana el año anterior, plasmaba la pervivencia de las tradiciones decimonónicas en
la sociedad porteña, mediante sus impresiones sobre el pasado de Buenos Aires,
captadas al hilo de unas acuarelas del pintor Pellegrini. El pintor argentino retrataba escenas costumbristas, de las que trece se reprodujeron en la revista, mostrando antiguas fiestas cortesanas y campestres, retratos, procesiones, bailes, tertulias, y lugares emblemáticos como la plaza de la Victoria o el cementerio de la
Recoleta. En su conjunto, el artículo de Moreno Villa, lleno de sensibilidad,
constituía un fresco con el que la Residencia ofrecía una ventana hacia la capital
argentina en el siglo XIX14.
Finalmente es necesario también destacar la presencia de un pequeño anuncio
que se mantuvo durante 3 números (1926-1927), correspondiente a la peculiar
revista Universitario. Organo de Asociación Intelectual Americana. Se trataba de
una publicación trimestral dirigida por C. A. Pastor en París, que tenía como objetivo hacerse eco en Francia de las nuevas obras publicadas por autores latinoamericanos, y que vio en la revista Residencia un espacio singular desde el que
dar a conocer su actividad15.
La deslumbrante actividad cultural de la Residencia de Estudiantes —en la
que como vemos la presencia latinoamericana fue exigua— hace a veces olvidar
————
11 Canciones populares, programa conservado en el Archivo Juan González Uña, Fundación
Residencia de Estudiantes, Madrid (AJGU). PÉREZ DE AYALA, 1987: 34.
12 Sobre la revista Residencia véase: RIBAGORDA, 2007.
13 REYES I/2, (1926): 187-188.
14 MORENO VILLA, V/I (Madrid, 1934): 1-12.
15 Residencia, I/ 2 (Madrid, 1926). Residencia, I/3 (Madrid, 1926). Residencia, II/1 (Madrid,
1927).
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ÁLVARO RIBAGORDA
que aquella fue ante todo —y como su nombre indica— una casa para los estudiantes, profesores, investigadores, etc. que llegaban por distintos motivos a Madrid. Por lo general los residentes eran estudiantes universitarios que venían de
provincias para estudiar su carrera en la Universidad Central. Junto a ellos, había
algunos doctorandos y opositores, y también era frecuente encontrar a algún que
otro profesor, escritor, artista o científico, que desplazado a Madrid de forma
circunstancial se alojaba algún tiempo en los muy solicitados pabellones de la
Colina de los Chopos, sirviendo su presencia de modelo y estímulo para los estudiantes más jóvenes.
Es precisamente en este aspecto en el que se conocen menos datos de la relación de la Residencia con el continente americano. No obstante, sí conocemos la
presencia allí de algún ilustre escritor, de varios profesores durante el verano, así
como de algunos científicos que trabajaron en sus laboratorios durante varios
años, aunque en este caso no disponemos de fuentes que nos confirmen su alojamiento en los pabellones de la calle Pinar, como la lógica invita a pensar.
En varias ocasiones se ha señalado como residentes a tres ilustres escritores latinoamericanos: Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña y José María Chacón y Calvo. Los tres estuvieron muy ligados al Centro de Estudios Históricos, y tuvieron contacto con la Residencia, pero quizás precisamente eso haya creado alguna confusión.
En el caso de Alfonso Reyes parece bastante claro que no fue nunca residente, pese a la estrecha relación que mantuvo con esta institución. Reyes llegó a
Madrid en el otoño de 1914, y conocemos con cierto detalle su paso por varias
pensiones madrileñas, hasta que se instaló en un piso de la calle Torrijos con su
mujer y su hijo. Comenzaba así su fructífera estancia madrileña de casi diez años,
en la que poco a poco se fue haciendo un nombre como escritor en diversos diarios y revistas, y pronto volvería a ocupar varios puestos diplomáticos en la Legación mexicana en Madrid, circunstancias de las que nos informa con cierta
precisión su amplia correspondencia16.
Durante esos años Alfonso Reyes trabajó en el Centro de Estudios Históricos,
dentro de la Sección de Filología dirigida por Menéndez Pidal, y con gran dedicación a la Revista de Filología Española que allí se editaba, convirtiéndose en introductor de Henríquez Ureña y Chacón y Calvo en el Centro de Estudios Históricos.
Sus artículos reflejan además la presencia habitual de Reyes en la Residencia
de Estudiantes, asistiendo a las conferencias de Einstein o H. G. Wells, a la presentación del libro Al margen de los clásicos de Azorín, o a la popular Profanación del Tenorio17. Escritor, filólogo y periodista, hombre extremadamente culto
y muy inquieto por conocer el mundo intelectual europeo, muy amigo de Moreno
————
16 La correspondencia de Alfonso Reyes se encuentra en su mayor parte en la llamada Capilla Alfonsina, Casa-Museo del escritor en México D. F. Buena parte de la que aquí nos interesa se encuentra
publicada en: GUTIÉRREZ VEGA, 1976. MARTÍNEZ, 1986. CURIEL, 1994. VV. AA., 1987: 25-169.
17 REYES, 1956.
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Villa, Antonio García Solalinde, Ricardo de Orueta y varios seniors más de la
casa, sus visitas a la Residencia parecen constantes, por lo que él mismo se define
como «residente honorario» en su mencionado artículo sobre la Residencia.
De ese mismo texto arranca la atribución a Pedro Henríquez Ureña y José
María Chacón y Calvo de la condición de residentes. En el caso del escritor dominicano, no hemos logrado localizar algún documento que ratifique su presencia, más allá de su mención en los libros de Pérez-Villanueva y Formentín y Villegas18, basándose en el texto mencionado de Reyes. Sin embargo, sí podemos
confirmar la breve estancia de Chacón y Calvo como residente, que por la forma
en la que se produjo nos invita a creer también en la de Henríquez Ureña.
Como en el caso de Reyes y Henríquez Ureña, el contacto de José María
Chacón con el mundo intelectual español tuvo lugar a través del Centro de Estudios Históricos, invitándole Alfonso Reyes a colaborar de forma creciente en la
Revista de Filología Española. Chacón y Reyes iniciaron su amistad en 1914, y
gracias a sus cartas tenemos noticias precisas de la llegada del joven escritor cubano a Madrid en junio de 1918.19 Reyes se erigió entonces en guía de Chacón, le
hizo una composición de lugar de la ciudad, los gastos necesarios y el tipo de
vida que podría llevar, y le recomendó encarecidamente que se alojase las primeras semanas en la Residencia.
A través de estas cartas sabemos que la Residencia era para Reyes «una de
las cosas más originales de España», un lugar exquisito «montado a la inglesa»,
que es necesario conocer como uno de los núcleos de la «corte literaria pletórica»
que era Madrid para el escritor mexicano, y en la que se vivía un auténtico «renacimiento».20 Con tal presentación Chacón se instaló en Residencia, hasta que
puso casa propia en un piso contiguo al de Reyes en la calle General Pardiñas
3221. De esta forma, serán Alfonso Reyes y la Residencia de Estudiantes los que
faciliten al escritor cubano su intensa relación con la intelectualidad madrileña,
entre cuyas amistades pronto sobresaldrían Lorca y Alberti.
Otra de las vías de conexión entre América Latina y la Residencia de Estudiantes fueron los Cursos de Vacaciones para extranjeros22. Creados por el interés de los profesores de español en el extranjero que venían a España cada verano
para ampliar sus conocimientos, la Junta organizó desde 1912 estos cursos, dirigidos desde el Centro de Estudios Históricos, que tenían lugar en la Residencia
de Estudiantes, donde se alojaban los alumnos y se impartían las clases, aprovechando la inactividad académica durante el verano.
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18
PÉREZ-VILLANUEVA, 1990b: 167. FORMENTÍN y VILLEGAS SANZ, 1992: 168.
GUTIÉRREZ VEGA, 1976. GUTIÉRREZ VEGA, 1986.
20 Cartas de Alfonso Reyes a José María Chacón, 20/2/1918 y 13/6/1918, en GUTIÉRREZ VEGA, 1976: 74-82.
21 LAGO CARBALLO, 28 (Madrid, 1994): 193.
22 Los programas de algunos de estos cursos se pueden consultar en el Archivo de la Residencia de Señoritas, Fundación Ortega y Gasset, Madrid, (ARS) y en el AJGU.
19
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230
Los cursos, dirigidos por Menéndez Pidal, Américo Castro, Navarro Tomás o
Pedro Salinas, se componían de un programa básico formado por una serie de
clases y conferencias sobre Lengua, Fonética y Literatura españolas, que se complementaban con unos trabajos prácticos de pronunciación, vocabulario y sintaxis. Se trataba, según la revista Residencia, de «un breve, intenso y ordenado
ciclo de conferencias, lecciones y clases prácticas dadas por personas especializadas en las respectivas materias»23. Existía además un curso complementario
que comprendía una serie de conferencias diversas sobre temas de cultura general
española, y al acabar la semana se solían realizar excursiones a El Escorial, Toledo, Alcalá de Henares, Segovia o Aranjuez, visitas a los museos más importantes
de Madrid, y alguna fiesta en la propia Residencia.
Los escasos residentes habituales que permanecían allí durante el verano solían seguir también estos cursos, llamando a estos visitantes esporádicos «los
residentes golondrina», y Buñuel ha dejado testimonio de alguna divertida anécdota sobre su relación con ellos.
Como en otros aspectos, la presencia latinoamericana en estos cursos es
cuantitativamente escasa, con un total de apenas 15 alumnos, entre 1912 y 1931.
Las razones para ello eran muchas: la distancia y elevado coste del viaje, la inconveniencia de las fechas —que en lugar de coincidir con las vacaciones, lo
hacía con el invierno—, y desde luego el idioma común.
No obstante, es necesario mencionar aquí su presencia, haciendo especial
hincapié en la llegada de 4 alumnos puertorriqueños, fruto de la actividad promocional de Federico de Onís desde el Departamento de Estudios Hispánicos de la
Universidad de San Juan, si bien es cierto que la cifra no admite comparación
con los más de cien alumnos norteamericanos que se dieron cita en varios cursos
gracias a su misma publicidad en el Instituto de las Españas de Nueva York.
Los cursos se convirtieron en una verdadera escuela de hispanistas, modelo
de muchos de los cursos de verano que continúan realizándose en nuestros días, y
los pocos alumnos latinoamericanos que se concitaron en ellos pudieron disfrutar
de un ambiente cultural envidiable, fruto de las clases, la convivencia multicultural, y el propio entorno que ofrecía la Residencia. César M. Arconada, que retrató
el ambiente de uno de aquellos cursos en 1928, hablaba de ellos como un espacio
de sociabilidad intelectual en el que los profesores extranjeros entraban en contacto con muchos de los escritores españoles más destacados:
Cualquier mañana hemos subido hasta aquí: verde y fresca colina. Con un mar
de sol en su torno y un friso de sierra en el horizonte. Estaba animada la galería.
Revuelo –bandadas de vocablos ingleses. Muchachas rubias. Bellas. (...)
————
23 Residencia, I/1 (Madrid, 1926): 82. Memorias de la JAE, 1912-13: Archivo de la JAE,
Fundación Residencia de Estudiantes, Madrid: 301. (AJAE). Cfr. PÉREZ DE AYALA, 1987: 14.
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A casi todos los poetas jóvenes de España los hemos encontrado hoy aquí:
a la sombra de los árboles y de las mujeres: Pedro Salinas, Dámaso Alonso,
Rafael Alberti, Concha Méndez, García Lorca, Moreno Villa24.
Por otro lado, los laboratorios de la JAE instalados en la Residencia de Estudiantes fueron siempre un polo de atracción para científicos de todas las nacionalidades, debido al ingente prestigio de sus miembros. Sus medios eran escasos:
locales pequeños sin apenas espacio para moverse, fríos, mal iluminados, con una
dotación económica escasa, y poco menos que confiados a la suerte de lo que
cada director pudiera hacer de ellos.
Sin embargo, los directores eran elegidos con esmero, porque la Junta pensó
siempre que lo fundamental antes de crear el órgano era contar con las personas
apropiadas para conducirlo. Antonio Madinaveitia y José María Sacristán dirigieron el Laboratorio de Química Fisiológica desde 1915. Gonzalo Rodríguez Lafora el de Fisiología y Anatomía de los centros nerviosos entre 1916 y 1918. Paulino Suárez, subdirector de la Residencia, dirigió también el Laboratorio de Serología y Bacteriología desde 1918. El médico de la casa, Luis Calandre, dirigió el
Laboratorio de Anatomía Microscópica desde 1914. El Laboratorio de Fisiología
estuvo en manos de Juan Negrín desde 1916, y Pío del Río-Hortega dirigió desde
1920 en el Laboratorio de Histología Normal y Patológica. Todos ellos, así como
muchos de los estudiantes que allí se formaron, son hoy nombres fundamentales
de la ciencia española.
Si la labor científica de todos los laboratorios fue más que apreciable, sobresalieron especialmente entre ellos dos. Uno fue el Laboratorio de Fisiología dirigido
por Negrín, cuya actividad como Presidente del gobierno español durante la guerra
civil y los primeros años del exilio ha sido injustamente denostada y olvidada durante décadas, y ha hecho además olvidar su brillante trayectoria intelectual25. Científico de inmejorable formación germánica y figura deslumbrante del mundo de la fisiología desde muy joven, en su laboratorio destacaba especialmente la biblioteca,
que contaba con varias colecciones de revistas científicas europeas y estudios monográficos que Negrín trajo de Alemania, y que formaban un patrimonio de incalculable valor, que contribuyeron de forma decisiva a la formación de varios de los
nombres más celebres de la ciencia española, como Severo Ochoa, Rafael Méndez,
Hernández Guerra, Grande Covián, García Valdecasas o José Puche.
Pero el que más nos interesa en este caso es el Laboratorio de Histología
Normal y Patológica. Creado en 1920 bajo la dirección de Pío del Río-Hortega,
————
24
ARCONADA, II/40 (Madrid, 15/8/1928): 2.
En el cincuentenario de su muerte se está intentando recuperar buena parte de su memoria,
a través de libros, conferencias y exposiciones. Entre la bibliografía existente hay que señalar los
libros de: TUÑON DE LARA, MIRALLES y DÍAZ CHICO, 1996. MIRALLES, 2003. RODRÍGUEZ QUIROGA,
1994. MILLARES (comp.), 2005. MORADIELLOS, 2006. Véase también el Expediente de Juan Negrín
López, AJAE.
25
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discípulo de Achúcarro, la talla científica alcanzada por este pronto lo convirtió
en centro de peregrinación de científicos de todo el mundo que visitaban la Residencia con el objetivo de aprender allí las técnicas y la metodología de uno de los
centros de investigación más importantes del mundo. Por el laboratorio de RíoHortega fueron pasando eminentes científicos como el Dr. Da Fano, profesor del
Kings College de Londres; Jean Turchini, de Montpellier; el italiano D’Ancona,
o el canadiense Wilder G. Penfield26.
En las Memorias de la Junta ha quedado constancia del escaso número de estudiantes latinoamericanos que vinieron a España para formarse o trabajar en sus
centros, de los que 12 de ellos —un número proporcionalmente importante—,
tuvieron como destino el Laboratorio de Río-Hortega en la Residencia. Justo
Formentín y Mª José Villegas han señalado la importancia de que todos permanecieron allí durante al menos dos años, y parece probable que se alojasen además en la propia Residencia.
En total conocemos la presencia allí de cinco investigadores cubanos (el Dr.
Mir, 1928-30; el Dr. León, 1930-32; el Dr. Ros, 1933-34; el Dr. Ramírez Corria,
1933-34; y el estudiante Cárdenas, 1930-32), tres argentinos (el Dr. Brusco,
1924-28; el Dr. Moyano, 1928-32; y Eraquistáin, 1933-34), dos peruanos (el Dr.
Weiss, 1922-24; y el Dr. Gutiérrez, 1922-24), un uruguayo (el Dr. Estable, 192224), y un colombiano (Llinás, 1933-34)27.
El Laboratorio de Histología Normal y Patológica se convirtió desde 1922 en
centro fundamental de recepción de investigadores latinoamericanos, estableciéndose en la Residencia una pequeña colonia americana que debió facilitar en
gran medida un interesante intercambio cultural. Además, aquel laboratorio fue
también un importante núcleo de irradiación científica, ya que los investigadores
formados bajo la tutela de Río-Hortega en la Residencia, debieron favorecer en
gran medida la difusión de las técnicas científicas y el espíritu residencial que
habían conocido durante esos años, trasladando algo de aquella semilla a tierras
americanas.
LOS VIAJES DE LOS RESIDENTES A AMÉRICA LATINA.
La presencia latinoamericana en la Residencia de Estudiantes fue escasa, y
tampoco se conoce que esta estuviese presente como institución de ninguna forma en América Latina. Sin embargo, algunos de los personajes clave de la Residencia sí visitaron el continente americano, diseminando allí algo del espíritu de
aquella casa, en un camino apenas iniciado entonces, pero que sería recorrido en
gran medida a consecuencia del exilio.
————
26
27
AGUIRRE DE VIANI y JIMÉNEZ CARMENA, 1991: 27.
FORMENTÍN y VILLEGAS SANZ, 1992: 164-165.
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No tenemos noticias de ninguna estancia de Alberto Jiménez Fraud ni de José Castillejo en América Latina, aunque sí que sabemos que ambos visitaron varias universidades en Estados Unidos, que también en este aspecto tuvo mucho
más interés para la Junta que sus vecinos del sur.
Jiménez Fraud fue invitado a comienzos de 1936 por la Fundación Del Amo
de Los Ángeles para dar un ciclo de conferencias que tuvo lugar en las universidades de Harvard, Yale, Chicago y San Francisco28.
Por su parte Castillejo recorrió en 1919 las universidades de Pensilvania,
Princeton, John Hopkins, Columbia, Yale, Harvard, Chicago, Illinois, Wisconsin,
Minnesota, Michigan y Cornell; la Escuela Politécnica de Massachussets; los
museos e institutos científicos de las Fundaciones Carnegie y Rockefeller; el Departamento de Educación de Washington; las Escuelas Normales de Nueva York
y Chicago; etc., con el objetivo de establecer una red de relaciones internacionales entre estos centros y la JAE, y de crear un sistema de intercambio de publicaciones, becarios y profesores. Sin embargo, este largo viaje que permitió establecer una importante relación de la JAE con los centros norteamericanos, fue una
vez más una iniciativa particular del Secretario de la Junta, que simplemente contó con el respaldo testimonial del Ministerio de Instrucción Pública29.
En Estados Unidos el hombre clave de la Junta fue Federico de Onís, antiguo
tutor de la Residencia de Estudiantes donde se publicaron además dos de sus libros. Onís llegó a Estados Unidos en 1916, y desde la Universidad de Columbia
fue construyendo un interesantísimo entramado de relaciones culturales que tuvo
como base el Instituto de las Españas creado en 1920, un centro para el estudio
de la cultura hispana promovido por el gobierno norteamericano que sirvió como
cabeza de puente para todas las acciones de la JAE en América del Norte, y desde el que se crearon las fundamentales Revista Hispánica Moderna y Revista de
Estudios Hispánicos. Onís, hombre para todo de la Junta en América del Norte,
fue además el creador del Departamento de Estudios Hispánicos de Puerto Rico
en 1926,30 y se encargó de gestionar el intercambio, distribución y venta de todas
las publicaciones de la Junta en Estados Unidos, alcanzando en esta tarea cierta
notoriedad que le conduciría a gestionar también a título privado los derechos y
negocios allí de muchos otros escritores españoles31.
Conocemos también la presencia en América de María de Maeztu, directora
de la Residencia de Señoritas, que como Federico de Onís mantendría contactos
————
28
Poesía. Revista ilustrada de información poética, 18-19 (Madrid, 1983): 161.
Véase la correspondencia de Castillejo en CASTILLEJO, 1999. FORMENTÍN y VILLEGAS SANZ,
1992: 314.
30 La presencia de la JAE en Puerto Rico ha sido estudiada detenidamente en NARANJO OROVIO, LUQUE y PUIG-SAMPER, 2002.
31 Véanse: Carta de Federico de Onís a José Ortega y Gasset, 20/11/1919, Archivo José Ortega y Gasset, Fundación Ortega y Gasset, Madrid, (AJOG). FORMENTÍN y VILLEGAS SANZ, 1992:
149 y 301-303. LÓPEZ SÁNCHEZ, 2003: 252-256.
29
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ÁLVARO RIBAGORDA
con centros tanto norteamericanos como latinoamericanos. En 1919 visitó las
universidades de Columbia y de Boston, viajes que repetiría en 1923 y 1927,
impartiendo algunos cursos, y realizando las gestiones sobre las que se sentaron
las bases de colaboración entre la institución que ella dirigía y el InstitutoInternacional de Boston, cuya sede de Madrid acabaría subsumida en la propia
Residencia de Señoritas32.
María de Maeztu recorrió también buena parte del Cono Sur, donde ocupó la
cátedra de la Institución Cultural Española de Buenos Aires, así como la de Montevideo, en 1926, impartiendo conferencias también en la Universidad de La Plata, la Sociedad El Círculo de Rosario, y las universidades de Mendoza y Córdoba. Un par de años después regresó a Latinoamérica para ocupar la cátedra de la
Institución Hispano-Cubana de Cultura en diciembre de 1928. En enero de 1929
pasó a México donde sería nombrada profesora honoraria, y pronunció diversas
conferencias sobre las metodologías pedagógicas de Pestalozzi y Herbart, que tan
bien conocía como fruto de sus investigaciones y de su experiencia al frente de la
Residencia33.
El prestigioso neuropsiquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora, que dirigió el Laboratorio de Fisiología y Anatomía de los centros nerviosos de la Residencia,
había trabajado ya en un Hospital de Washington entre 1910 y 1912. En 1923 la
Junta le designó para ocupar la cátedra de la Institución Cultural Española en
Buenos Aires, donde impartió «un curso sobre neurología, psiquiatría, anatomía
patológica y fisiología cerebral». Pronunció además varias conferencias en la
universidades de Rosario y de La Plata, y como era habitual, ocupó acto seguido
la cátedra de la ICE de Montevideo donde dio varias conferencias34.
La presencia de Pío del Río-Hortega en América Latina antes de la Guerra
Civil fue una de las más notables. En 1925 la JAE le designó para ocupar las cátedras de la Institución Cultural Española de Buenos Aires y de Montevideo,
donde además impartió varios cursos de histología con notable éxito, extendiendo por el Río de la Plata las líneas maestras de la escuela de Cajal.
En su laboratorio de la Residencia se formaban ya un investigador argentino
y otro uruguayo antes de su viaje, y poco después de su regreso se sumarían dos
científicos argentinos más. «El éxito de su viaje es total —señala Río-Hortega
Bereciartu—. Su consagración como científico de élite mundial es un hecho»35.
La actividad de las personalidades de la Residencia en América Latina obtuvo también alguna recompensa material, como en el caso de la mencionada visita
————
32 Sobre la Residencia de Señoritas véanse: ZULUETA y MORENO, 1993. RIBAGORDA, 188,
(Septiembre 2005): 45-61. De la presencia de María de Maeztu en Estados Unidos dan noticia
FORMENTÍN y VILLEGAS SANZ, 1992: 313-314.
33 PÉREZ-VILLANUEVA, 1989: 77-83.
34 LÓPEZ PIÑERO, GLICK, NAVARRO BROTONS y PORTELA MARCO, 1983, Vol. 2: 253-256.
FORMENTÍN y VILLEGAS SANZ, 1992: 122-123.
35 RÍO-HORTEGA BERECIARTU, 1993: 68-73.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 221-250, ISSN: 0034-8341
LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES Y AMÉRICA LATINA: CAMINOS DE IDA Y VUELTA
235
de Río-Hortega a Buenos Aires. El interés que este despertó allí dio lugar a una
importante donación, a cargo del fundador de la Institución Cultural Española en
Buenos Aires, Avelino Gutiérrez, y de su hermano Ángel Gutiérrez. Estos ya
habían contribuido en varias ocasiones a financiar pensiones de la JAE, y en abril
de 1929 donaron 2000 pesetas para la adquisición de materiales para el laboratorio de Pío del Río-Hortega en la Residencia36.
Tras el éxito cosechado en 1925, Río-Hortega repitió la experiencia americana en el verano de 1930, visitando México y Cuba entre mayo y septiembre. La
idea del viaje surgió gracias a la estancia en la Residencia de su condiscípulo de
la Universidad de Valladolid, Tomás Gutierrez Perrín, que era entonces catedrático de la Facultad de Fisiología de la Universidad de México. En febrero, Gutiérrez Perrín, deslumbrado por la obra y las dotes pedagógicas de Río-Hortega,
escribió a Castillejo solicitando que ocupase la cátedra del Instituto HispanoMéxicano de Intercambio Universitario, del que Perrín era vicepresidente, para
dar a conocer sus descubrimientos. La presencia en México de Río-Hortega fue
una verdadera deferencia hacia el país azteca, y una muestra más de su sincero
interés por el continente latinoamericano, ya que en aquellos años las invitaciones que le llovían de las más diversas universidades europeas eran con frecuencia
declinadas por falta de tiempo.
Río-Hortega llegó a México a mediados de junio, donde fue recibido con varios homenajes, y el nombramiento de profesor honorífico de la Universidad Nacional de México. Allí impartió un curso de laboratorio sobre sus técnicas en el
estudio de la histología normal y patológica, y en especial del sistema nervioso,
así como un ciclo abierto de conferencias sobre citología normal y patológica del
sistema nervioso central que tuvo un gran seguimiento, y entre cuyos asistentes
se encontraban algunos de los futuros colaboradores de Isaac Costero.
Su idea inicial era visitar después los laboratorios canadienses y estadounidenses, en correspondencia a la insistente invitación de su discípulo Penfield. Sin
embargo, enterado de su presencia en México el neurocirujano cubano Carlos M.
Ramírez Corría —antiguo discípulo suyo en Buenos Aires—, le invitó a pasar
unos días en La Habana, y envió a un joven patólogo, Pedro Manuel León, para
acompañarle. De esta forma, Río-Hortega renunció a su plan inicial, y en agosto,
tras un nuevo banquete de despedida, salió para Cuba, donde dio un nuevo curso
parecido al mexicano, y recibió similares homenajes coronados esta vez por el
nombramiento de Profesor Honoris Causa37.
Los frutos de la estancia en América de las diversas personalidades de la Residencia que venimos analizando son siempre difíciles de calibrar, pues las influencias, los estímulos y los modelos, se mueven en un terreno muy subjetivo,
que va desde la difusión de la obra del visitante, sus métodos de investigación o
————
36
37
FORMENTÍN y VILLEGAS SANZ, 1992: 175-178.
RÍO-HORTEGA BERECIARTU, CLXXI/714 (julio-agosto 2005): 207-211.
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ÁLVARO RIBAGORDA
su propia personalidad, hasta servir de estímulo en algunos casos para la creación
de verdaderas escuelas. La visita de Río-Hortega a Centroamérica podría ser uno
de los ejemplos más claros de la fecundidad de estos viajes. Con anterioridad a
este, Río-Hortega ya había recibido en su laboratorio de la Residencia a un científico cubano, al que se sumaría el mencionado Pedro Manuel León que acompañaría al insigne científico español en su regreso para trabajar con él en la Residencia y el Instituto del Cáncer, y al que seguirían después otros cuatro investigadores cubanos más, que constituyen sólo un ejemplo de una de las facetas en
las que la semilla de Río-Hortega se difundió en América.
Uno de los discípulos de Río-Hortega en su laboratorio de la Residencia, Felipe Jiménez de Asúa, llegó a ser una destacada personalidad en el mundo científico argentino. En 1926 fue invitado por la Universidad de Córdoba, «para desarrollar un curso de técnica hematológica y de histología de los órganos hemapoiéticos». Al final del mismo se trasladó a Buenos Aires, impartiendo en la cátedra de
la Institución Cultural Española cinco conferencias «sobre el sistema retículoendotelial».
Al finalizar estas conferencias, Jiménez de Asúa fue contratado por el Departamento Nacional de Higiene argentino para organizar y dirigir la sección de
Anatomía Patológica del Instituto Bacteriológico de Buenos Aires. La JAE le
concedió entonces consideración de pensionado hasta 1928. Después sería de
nuevo invitado por la Universidad de Córdoba, y finalmente pasó a trabajar en el
Instituto Bacteriológico de Buenos Aires donde, según recogen Formentín y Villegas, debió permanecer muchos años38.
La presencia de personalidades estrechamente vinculadas a la Residencia en
América no se limitó al mundo científico, y hubo también algunas presencias
destacadas en el mundo de las letras.
No parece necesario abundar aquí en la importancia de la presencia en Argentina de dos de los más asiduos y estrechos colaboradores de la Residencia:
Unamuno y Ortega. La presencia de Unamuno en la cultura argentina fue destacada gracias a sus frecuentes colaboraciones en la prensa, ya sea en revistas como
Nosotros o Caras y caretas, o en el diario La Nación. Sin embargo, no llegó a
visitar Buenos Aires, declinando una invitación de la Junta para ocupar la cátedra
de la ICE en 193339.
Ortega, que también escribió en la prensa argentina, visitó además Buenos
Aires en dos ocasiones antes de su exilio porteño entre 1939 y 1942. En 1916 lo
hizo para ocupar la cátedra de la ICE. Su visita tuvo un gran eco, dando varias
populosas conferencias en teatros. En julio de 1928 regresó a Argentina invitado
————
38 Los datos de su prolongada estancia en Argentina aparecen recogidos en las Memorias de
la JAE, 1926-1928, así como en su expediente personal (AJAE). Un resumen de los mismos, como
en la mayor parte de los casos, aparece recogido en FORMENTÍN y VILLEGAS SANZ, 1992: 82-84.
39 Cartas de José Castillejo a Miguel de Unamuno, Archivo de la Casa-Museo Unamuno, Salamanca, (ACMU).
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237
esta vez por la Asociación de Amigos del Arte. La JAE le otorgó la consideración de pensionado durante esos cinco meses, con el objetivo de que contribuyese a afianzar sus relaciones culturales con los centros más importantes del Cono
Sur, y extendió su recorrido en esta ocasión a Montevideo y Santiago de Chile,
alcanzando un notable éxito en todo el periplo40.
Uno de los hitos de la presencia de la Junta en América Latina fue la creación
en 1923 del Instituto de Filología en la Universidad de Buenos Aires, muy vinculado al Centro de Estudios Históricos. Su dirección, tras los breves mandatos de
Américo Castro, Millares Carlo y Montoliú Togores, estuvo a cargo de Amado
Alonso durante más de veinte años, que continuó visitando cada verano la Residencia de Estudiantes para participar allí en los Cursos de Vacaciones, donde recuperaba el contacto con el espíritu institucionista que iba esparciendo por América
desde aquel centro de investigación y su Revista de Filología Hispánica41.
Desde su llegada a la Residencia en 1919, Lorca fue la figura más deslumbrante de aquella casa. Cada año llegaba desde Granada y convertía su habitación
en uno de los espacios de sociabilidad intelectual más visitados de Madrid. Con
su sonrisa contagiosa, su conversación inundatoria, su audacia al piano, y un torrente de poesía en sus labios, Lorca se convirtió rápidamente en el residente más
emblemático. Su actividad no pasó desapercibida en ningún lugar, y ya fuese en
una tertulia madrileña, de gira por los pueblos de España con La Barraca, o en el
estreno de alguna de sus obras de teatro en el otro confín del mundo, en su presencia desbordante, su derroche de cultura, o su exquisita sencillez, se intuía
siempre algo del espíritu de la Residencia que fue para él su segunda casa.
El primer viaje trasatlántico de Lorca se produjo a mediados de 1929 con
dirección a Nueva York42. Allí le recibieron Federico de Onís y Ángel del Río,
con quienes pasó mucho tiempo. Onís se encargó de todas las gestiones para que
aceptasen a Lorca como alumno en la Universidad de Columbia. Gracias a su
correspondencia familiar conocemos muchos detalles de su estancia allí. Nueva
York le sedujo y le conmovió, allí se sentía a gusto, le deslumbraban las luces del
cine y los musicales de Broadway, y la espiritualidad de los negros de Harlem.
Conoció la capital más floreciente del mundo, pero asistió también, en directo, al
«espectáculo inenarrable» del crack del 29, que le pareció «una cosa tan emocionante como puede ser un naufragio»43.
En diciembre llegó su amigo de la Residencia José Antonio Rubio Sacristán,
catedrático ya de Derecho de la Universidad de La Laguna, para estudiar allí
economía política con la condición de pensionado de la Junta. Lo que Lorca fue
————
40
CAMPOMAR, 2003.
WEBER DE KURLAT,1974: 1-11. La presencia de Amado Alonso en la Residencia está constatada en los Programas de los Cursos de Vacaciones, ARS y AJGU.
42 Sobre la estancia de Lorca en Nueva York véase: MORRIS, 2000.
43 «Carta de Federico García Lorca a su familia, Nueva York noviembre de 1929», GARCÍA
POSADA (ed.), 1998, 23: 143-146.
41
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ÁLVARO RIBAGORDA
encontrando en Nueva York es algo casi impensable: un pequeño círculo de amigos vinculados a la Residencia que celebraron juntos aquella Nochebuena44.
En Nueva York fue aprendiendo inglés, tomó buena nota de la escenografía, hizo
proyectos para estrenar allí alguna de sus obras, escribió el guión de Viaje a Luna, y
como Juan Ramón Jiménez —otro ilustre residente por tierras neoyorkinas en
1916— escribió un libro de poemas trascendental: Poeta en Nueva York, que leería a
su regreso en la Residencia, aunque permanecería inédito en vida del poeta45.
Federico de Onís, organizó un viaje a Cuba para Lorca, que dio allí un ciclo
de conferencias. En marzo de 1930 llegó a La Habana, donde se encontró con un
efímero residente: José María Chacón y Calvo. En La Habana estuvo en contacto
además con Adolfo Salazar y con García Maroto, al que había visto ya en Nueva
York, y según cuenta Gibson, dió 5 conferencias en la Institución Hispano Cubana de Cultura, con gran éxito, que a sus 32 años le reportaron por primera vez
bastante dinero46.
Pero Cuba fue para Lorca mucho más que todo eso, La Habana le pareció
«una mezcla de Málaga y Cádiz, pero mucho más animada y relajada por el trópico»47, donde vivió en libertad su sexualidad al mismo tiempo que escribió El
Público, un drama surrealista con una dura crítica contra la hipocresía social española.
En octubre de 1933 estaba ya en la cima de su éxito, y se embarcó esta vez
para el Cono Sur. El barco hizo escala en Río de Janeiro, donde le esperaba Alfonso Reyes, que le ofreció una rápida visita por la ciudad. Su llegada a la capital
argentina se produjo en honor de multitudes. Su popularidad se debía al éxito de
Bodas de Sangre, cuyo reestreno por Lola Membrives en la compañía de Martínez Sierra era el motivo de su viaje.
A su familia les contaba que estaba ganando tanto dinero allí que no sabía
como podría enviarlo. Aquel muchacho apurado que no mucho antes escribía a
sus padres desde Madrid explicándoles que necesitaba unos zapatos o un traje
nuevo para arañar algunos duros, estaba haciendo ahora las Américas. «Bodas ha
sido el acontecimiento más grande que ha habido aquí hace muchos años. El teatro sigue lleno y seguirá». Lola Membrives lo iría alternando con La zapatera
prodigiosa y Mariana Pineda, y pensaba ya en llevarlo a Madrid con el mismo
éxito bonaerense48. Lorca soñó que la puerta grande del teatro español se abriría
para él desde Argentina.
————
44 «Carta de Federico García Lorca a su familia, Nueva York diciembre de 1929», GARCÍA
POSADA (ed.), 1998: 149-151.
45 Programa de la lectura conservado en ARS y AJGU.
46 GIBSON, 1998: 515-545.
47 «Carta de Federico García Lorca a su familia, La Habana 8 de marzo de 1930», GARCÍA
POSADA (ed.), 1998, vol. 23: 160-163.
48 «Carta de Federico García Lorca a su familia, Buenos Aires, noviembre de 1933», GARCÍA
POSADA (ed.), 1998, vol. 24: 76-78.
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Entretanto Lorca llevaba una activa vida social, acudiendo a tertulias y salones, participando en los ensayos, etc. pero tendría aún tiempo para esparcir alguna semilla más de su amada Residencia dando alguna conferencia sobre la historia de La Barraca.
En febrero de 1934 pasó unas semanas en Montevideo, conociendo sus playas rioplatenses, y por mediación de Díez Canedo, quien le tuvo invitado en la
Legación de España, repitió allí sus conferencias.
De vuelta a Buenos Aires envió importantes cantidades de dinero a sus padres, y en marzo, apunto ya de salir para España, les contaba que estaba «triste de
abandonar estas grandes ciudades donde he tenido verdaderas apoteosis que nunca olvidaré y donde tengo mi porvenir económico, pues aquí puedo ganar el dinero que jamás ganaré en España»49.
Se podrían mencionar algunos ejemplos más de la presencia de residentes en
América Latina, pero los mencionados parecen suficientes para conocer las distintas formas en que las huellas de la Residencia se fueron esparciendo, y lo que
el continente americano aportó a cada uno de ellos.
LOS FRUTOS TARDÍOS: EL EXILIO
El 18 de julio de 1936 un grupo de militares sublevados, con el apoyo de importantes grupos sociales, perpetraron un golpe de estado contra la República. El
levantamiento militar fracasó en la mayor parte de España gracias a la heroica
resistencia de la población, iniciándose inmediatamente una cruenta guerra civil,
preludio a escala nacional de la 2ª Guerra Mundial.
Perseguida desde el primer momento por los fascistas, y muy vinculados muchos de sus miembros al gobierno republicano, la JAE apenas pudo mantener
durante la guerra su actividad de forma muy limitada en algunos centros de Madrid50, y una vez trasladado el gobierno a Valencia varios de sus miembros y actividades continuaron trabajando también en la Casa de la Cultura de la capital
del Turia, pero las pensiones se suspendieron y la mayor parte de los centros de
la Junta fueron cerrados y abandonados.
La Residencia de Estudiantes estuvo protegida durante los primeros días bajo
las banderas norteamericana y británica, por encontrarse en ella un buen número
de profesores de estos centros que asistían entonces a los Cursos de Vacaciones.
Después, sus locales se utilizaron como refugio de niños, cuartel de carabineros y
hospital de sangre51.
————
49
«Carta de Federico García Lorca a su familia, Buenos Aires 17 de febrero de 1934», GAR-
CÍA POSADA (ed.), 1998: 91-92.
50 GARCÍA ISASTI, 194, (Madrid,
1996): 1071-1096.
Sobre la situación de la Residencia y varios de sus miembros durante la guerra véase RIBAGORDA, 160 (Madrid, marzo 2006): 58-65.
51
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ÁLVARO RIBAGORDA
Se inició entonces un exilio que, a consecuencia de la victoria fascista y el
inicio de la dictadura de Franco, se extendió de forma masiva entre los intelectuales españoles. Se iniciaba así uno de los capítulos más desoladores de la historia
española. Franco decretó el cierre de la Institución Libre de Enseñanza, la JAE, la
Residencia y el resto de sus centros, dictó expedientes sancionadores, órdenes de
encarcelamiento y sentencias de muerte para la mayor parte de sus miembros, y
fue suplantada por una nueva institución denominada Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que ocupó sus locales y se apropió de sus recursos,
pero lejos de continuar la obra realizada por la Junta, sería durante muchos años
una insultante aberración para el legado de ésta52.
A sangre y fuego, Franco exterminó de un golpe el trabajo de más de treinta
años con el que la Residencia y todos los centros de la JAE habían contribuido de
forma decisiva al desarrollo científico, técnico y cultural de España, iniciando
bajo palio una época de oscurantismo e ignorancia.
Algunos intelectuales permanecieron en España, o fueron regresando en los
años siguientes por razones de afinidad, clientelismo, interés o meramente personales. Sin embargo, la inmensa mayoría de los intelectuales españoles marcharon
hacia el exilio, condenados a un doloroso destierro interminable. Perdidos en
tierra extraña, perseguidos e infamados por los gobernantes y sus acólitos en España, al exilio personal siguió un destierro oficial: sus vidas y sus obras fueron
prohibidas, perseguidas y olvidadas, y muchos de sus nombres siguen aún sin
ocupar en la memoria colectiva española el papel histórico que desempeñaron53.
Francia e Inglaterra fueron el primer destino para muchos de los exiliados,
pero el estallido inmediato de la 2ª Guerra Mundial condujo a la mayor parte de
ellos hacia el continente americano, donde algunos otros se habían dirigido desde
el primer momento.
Varios científicos y destacados profesores de universidad encontraron acomodo en Estados Unidos. Federico de Onís permaneció trabajando en la Universidad de Nueva York hasta su jubilación en 1954, aunque en los últimos años
estuvo cada vez más volcado hacia su trabajo en Puerto Rico, y fue pieza capital
en la colocación de muchos de los miembros de la Junta en las universidades
norteamericanas. Américo Castro fue profesor en las universidades de Princeton,
Madison y California, y Luis Álvarez Santullano fue profesor en la Universidad
de Columbia antes de instalarse en Puerto Rico.
Severo Ochoa prosiguió en Nueva York su labor científica fruto de la cual
fue la consecución del Premio Nobel. Buñuel trabajó en los años cuarenta para la
————
52 Véase RIBAGORDA, 23 (Madrid, 2001): 373-383, donde estudié la fractura que supuso para
la historiografía española.
53 El 29 de noviembre de 2006 se realizó en la Universidad Complutense de Madrid un acto
de homenaje y desagravio a los profesores depurados durante el franquismo, acompañado de una
exposición, y de un libro de OTERO CARVAJAL, 2006. Sobre el exilio científico español y sus consecuencias véase: OTERO CARVAJAL, 6 (Madrid, 2001): 149-186.
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Warner en Hollywood, tras abandonar el MOMA neoyorkino, ciudad en la que
Dalí alcanzó fama mundial. Juan Ramón Jiménez dio conferencias en la Universidad de Miami, cursos de verano en la de Duke, y clases en la de Maryland, antes de recalar definitivamente también en Puerto Rico.
La gran mayoría de los intelectuales exiliados se dirigieron hacia las republicas latinoamericanas. La lengua y la cultura comunes, el conocimiento del medio
por parte de algunos de ellos, y la frecuente generosidad con que los gobiernos e
instituciones latinoamericanos los recibieron, hicieron algo menos traumático un
trance que se convirtió para casi todos en destino.
La Junta había creado en América una red de centros en la que, como hemos venido analizando, participaron algunas de las figuras más conocidas de la Residencia
de Estudiantes. La red, con el inicio de la dictadura y la persecución impuesta por los
detentadores del poder, desapareció. No obstante, aunque en condiciones distintas, la
mayor parte de los centros creados sobrevivieron al ser autónomos o depender de los
estados americanos. Por otro lado, la participación directa de muchos de los miembros de la Junta y de la propia Residencia en estas instituciones, las redes de contactos profesionales desarrolladas, y la difusión que su trabajo tuvo en América gracias
a esto, facilitó en muchos casos su integración.
Por ello, se debe hablar aquí de un fruto tardío de la obra de la JAE, que permitió en algunos casos una segunda floración imprevista en tierras americanas.
Los rastros de este exilio intelectual se pueden seguir por casi todo el continente,
pero fueron especialmente Argentina y México los núcleos donde se concentraron la mayor parte de ellos.
Las acciones de la Junta habían tenido un gran arraigo en Argentina, y Buenos Aires fue uno de los lugares preferios para el exilio de muchos españoles, a
los que se debieron un buen número de corrientes científicas, literarias, etc. que
se desarrollaron dentro del florecer cultural argentino.
En la Universidad de Tucumán se instaló García Morente —destacado colaborador de la Residencia— en 1937, y en apenas un año tuvo una fecunda actividad al frente de su departamento de Filosofía y Letras, antes de abrazar los hábitos y regresar junto a Franco54. Ortega, tras sus estancias anteriores, vio en Buenos Aires su segundo hogar, y allí vivió hasta 1942, cuando salió con rumbo a
Portugal, para regresar a España.
María de Maeztu se exilió también en Argentina por invitación de Victoria
Ocampo. Allí fue catedrática de la Universidad de Buenos Aires, y según recogen
Formentín y Villegas proyectó la creación de una nueva residencia femenina de
estudiantes, con la que proseguir al otro lado del Atlántico la obra de toda su vida, como hicieron tantos otros. Sin embargo, el proyecto perfilado ya en 1937 no
llegó a realizarse55, y regresó después a España para intentar sin éxito retomar las
————
54
55
Cartas de Manuel García Morente a José Ortega y Gasset, AJOG.
FORMENTÍN y VILLEGAS SANZ, 1992: 128.
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riendas de la original Residencia de Señoritas, que Franco colocó bajo la dirección de la Sección Femenina de la Falange. Desengañada y dolida, María de
Maeztu murió en Mar del Plata el 7 de enero de 1948. En su testamento escribió:
«No considero como enemigos míos más que a los que impidieron y estorbaron
que yo volviese a ocupar mi puesto en España. Que hacen a España, fomentando
la incultura, el mal irreparable que a mí me hicieron impidiendo la prosecución
de mi obra educativa»56.
Entre los científicos de la Residencia hay que destacar el exilio argentino de
Pío del Río-Hortega y Ángel Garma. Las estancias de Río-Hortega en Argentina,
así como los discípulos argentinos formados en su laboratorio, hicieron que su
obra fuese allí muy conocida, y marcaron con su impronta buena parte del desarrollo de la Histología en Argentina, a donde llegó desde Oxford, fundando y
dirigiendo los Archivos de Histología Normal y Patológica desde 1943 hasta su
muerte en 194557.
El antiguo residente Ángel Garma trabajó algún tiempo con Freud, y especialmente con su discípulo Alfred Adler en Berlín. Muy implicado en la difusión
en España de la acción social de la URSS, al acabar la guerra marchó hacia Francia, tomando el camino definitivo de su exilio hacia Argentina, donde fundó y
presidió la Asociación de Psicoanálisis de Argentina, y la Revista de Psicoanálisis. Su actuación allí fue fundamental en la difusión del psicoanálisis —tan arraigado hoy en Argentina—, hasta el punto de que su figura es aún recordada y continúa dando nombre al Instituto de Psicoanálisis de Buenos Aires que dirigió58.
Manuel García Pelayo luchó con la República durante la guerra civil, y pasó
algún tiempo después en campos de concentración y prisiones militares. En 1951
se exilió en Argentina, ejerciendo como profesor en la Universidad de Buenos Aires, pasando a Puerto Rico entre 1954 y 1958, para instalarse después en Caracas.
La brillante carrera que había iniciado en la Residencia de Estudiantes como historiador del pensamiento político y el ordenamiento jurídico, se desarrolló en gran
medida en su exilio americano. De esta forma, tras la muerte de Franco, García
Pelayo llegó a ser Presidente del Tribunal Constitucional Español en dos ocasiones,
hasta que se jubiló y regresó a Venezuela, donde vivió hasta su muerte en 1991.
México fue el núcleo más importante del exilio español, y ello se debió en gran
medida a la impagable generosidad del gobierno de Lázaro Cárdenas, que frente a
la pasividad e incluso hostilidad internacional hacia los ciudadanos que salían de
España, facilitó la acogida de más de veinte mil exiliados, e incluso habilitó un
espacio apropiado para la reunión del gobierno republicano en el exilio.
Su deferencia hacia los republicanos españoles era fruto de un acendrado
compromiso político, moral y humanitario, y no tiene comparación con las ac-
————
56
57
58
Citado en TRAPIELLO, 1994: 370.
LÓPEZ PIÑERO, 1990.
MARKEZ, 2005.
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ciones de ningún otro país. Resulta sobrecogedor pensar que mientras en Francia
los españoles que llegaban eran internados en campos de concentración, se cerraron las fronteras, y muchos fueron entregados sin contemplaciones al dictador, al
otro lado del Atlántico el gobierno mexicano abrió sus puertas a los exiliados
españoles llegando a ofrecer acomodo profesional en sus propias instituciones a
muchos de ellos, destacando en este ámbito: la UNAM, el Instituto Politécnico
Nacional y La Casa de España. Esto permitió incorporar a las aguas mexicanas
—además de una importante cantidad de campesinos y obreros— un gran caudal
de científicos, escritores, profesores universitarios y profesionales cualificados de
toda índole, que contribuyeron al desarrollo mexicano en los años siguientes.
El principal icono de la actuación del gobierno mexicano con los intelectuales
españoles fue la inmediata creación de La Casa de España, de la que fueron
miembros fundadores algunos ilustres residentes como José Moreno Villa, Jesús
Bal y Gay, Gonzalo Rodríguez Lafora o Pío del Río-Hortega, además de otras
personalidades como León Felipe, Enrique Díez-Canedo, Juan de la Encina, José
Gaos, Agustín Millares Carlo, Luis Recaséns o Adolfo Salazar59.
La Casa de España estuvo presidida por Alfonso Reyes que rápidamente
cambió su nombre por El Colegio de México60, y —con la ayuda de Daniel Cosío
Villegas— realizó una brillantísima labor creando un auténtico centro de altos
estudios para la cultura española, que en muchos aspectos bien podría considerarse el verdadero heredero del Centro de Estudios Históricos de la JAE, según el
propio Moreno Villa61.
Moreno Villa fue uno de los intelectuales más destacados de la Residencia
que se exilió en México. Su actividad intelectual se desarrolló dentro de El Colegio de México, donde escribió y tradujo varias obras que se publicaron en el
Fondo de Cultura Económica, editorial independiente de este pero estrechamente
vinculada a él a través de su fundador: Daniel Cosío, secretario de El Colegio de
México. Nada pudo ya devolver a Moreno Villa el suelo que había perdido bajo
sus pies, pero allí fundó una familia, continuó su labor como investigador y escritor, y realizó varias exposiciones de pintura62.
Tras un intento frustrado de ir a Chile, en México se exilió también el poeta
Emilio Prados, de quien Moreno Villa había sido gran amigo en la Residencia.
Allí llegó en mayo de 1939, acogiéndole Octavio Paz en su propia casa, hasta que
su situación económica se estabilizó trabajando como editor para José Bergamín
y Juan Larrea en la editorial Séneca y la revista Cuadernos Americanos, frutos
brillantes del exilio español en México63.
————
59
SOLER VINYES, 1999. LIDA, 1992.
Carta de Alfonso Reyes a Pedro Salinas, México, 19 de abril de 1939, VV. AA., 13-14
(Madrid, 1987): 147-148.
61 MORENO VILLA, 1976: 235-262.
62 MORENO VILLA, 1976: 235-262.
63 CHICA, 1999: 73.
60
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Prados se instaló entonces en un apartamento de Cuauhtemoc, zona en la que
vivía un amplio sector del exilio español, y continuó desarrollando una importante actividad poética, con libros como Mínima muerte o Jardín cerrado, al mismo
tiempo que recuperaba su vocación pedagógica colaborando en el Instituto Luis
Vives, escuela fundada por los refugiados institucionistas que iban reactivando su
actividad pedagógica en tierras mexicanas.
De la obra de Emilio Prados en México es necesario además destacar la creación de una nueva etapa de la esencial revista Litoral, en 1944, tras la llegada allí de
su cofundador Manuel Altolaguirre, contando además con la activa colaboración de
Moreno Villa, Juan Rejano y Francisco Giner de los Ríos, que llegaron a editar tres
números desde México, teñidos de un tono melancólico, en los que se reagruparon
muchas de las voces del exilio, desde Juan Ramón Jiménez a Max Aub.
Otro de los más conocidos residentes, Luis Buñuel, pasó buena parte de su
exilio en México. Buñuel llegó desde Estados Unidos adquiriendo la nacionalidad mexicana en 1949, y allí rodó una buena parte de su filmografía, con algunas
obras comerciales nada memorables, pero también algunas películas de gran valor como Los olvidados o Simón del desierto64.
En México se exiliaron algunos importantes residentes más, como el historiador Bosh Gimpera que llegó invitado por El Colegio de México y fue profesor
de la UNAM, el ingeniero Anselmo Carretero que participó en la fundación de la
revista Las Españas, o el arquitecto Arturo Sáenz de la Calzada que construyó la
casa de Buñuel, y colaboró en la creación del decorado de Simón del desierto.
También el musicólogo Jesús Bal y Gay trabajó en El Colegio de México,
siendo nombrado en 1947 director del Departamento de Investigaciones Musicales del Instituto Nacional de Bellas Artes. Fue crítico musical de varios diarios,
escribió y estrenó algunas obras como el Cancionero de Upsala, participó en la
fundación de la revista Nuestra Música, abrió la galería de arte Diana, y participó
en la dirección de la Radio de la UNAM65.
Los científicos de la Residencia formaron un núcleo importante que difundió
sus avances en Fisiología e Histología, creando una auténtica escuela científica
en México. Gonzalo Rodríguez Lafora vivió en México entre 1941 y 1947, trabajando en el recién creado Laboratorio de Estudios Médicos y Biológicos, y llegando a alcanzar un gran prestigio como neuropsiquiatra en el Instituto de Enfermedades Mentales, antes de su temprano regreso a España.
Isaac Costero llegó en 1937 desde Francia respondiendo a la invitación de
Gutiérrez Perrín, y tuvo una destacada actuación impulsando una importante escuela de histopatología en México, desde su cátedra de Anatomía Patológica de
la UNAM. Costero llegó a ser además Presidente de la Academia Nacional de
Medicina de México en 1968.
————
64
65
SÁNCHEZ VIDAL, 2004: 395-442.
VILLANUEVA, 2006: 35-111.
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Negrín visitó México en varias ocasiones mientras fue presidente del gobierno republicano en el exilio, y en México se instalaron dos de sus discípulos y
estrechos colaboradores: José Puche y Rafael Méndez.
Puche había sido discípulo de Negrín en la Residencia en los años 20, y ocuparía durante la guerra varios cargos políticos de segunda fila, además de dirigir
el Instituto de Higiene y Alimentación en el que se realizaron estudios fundamentales sobre la nutrición. En 1940, ya en México, como presidente del Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados Españoles (CTARE), se encargó de organizar
varias empresas e instituciones para dar trabajo a los exiliados españoles que iban
llegando. Poco a poco fue reanudando su carrera como fisiólogo, en el Instituto
Politécnico Nacional primero, y después ya como catedrático de la Facultad de
Medicina de la UNAM, y director de la revista Ciencia, pero sin perder de vista
su compromiso político que le llevó hasta la presidencia del Ateneo Español Republicano en México en 197366.
Otro de los hombres de confianza de Negrín durante la guerra fue su discípulo Rafael Méndez. Formado igualmente en su laboratorio de la Residencia, fue
después encargado de la compra de armas, víveres, etc. para el gobierno de la
República en Francia y Estados Unidos, y estuvo al frente del Cuerpo de Carabineros. Ya en el exilio Méndez se instaló definitivamente en México en 1946 procedente de Estados Unidos, y fue nombrado Jefe del Departamento de Farmacología del Instituto Nacional de Cardiología, y profesor de farmacología de la recién creada Escuela de Graduados de la UNAM. Más adelante ocupó además el
cargo de coordinador de los Institutos Nacionales de Salud mexicanos.
En sus memorias hablaba de la importancia de las escuelas científicas de fisiología y farmacología creadas por los exiliados españoles en México, a partir
de «la siembra que desperdigó don Juan Negrín por este continente». Méndez
estimaba además —con gran acierto— que en este sentido deberíamos hablar de
caminos de ida y vuelta, porque no sólo hubo españoles que esparcieron sus conocimientos por México, sino que muchos médicos, especialmente los más brillantes cardiólogos españoles durante la dictadura de Franco, se habían formado
en Instituto Nacional de Cardiología de México.
En México, y gracias a las ediciones del Fondo de Cultura Económica se publicaron y difundieron las obras de muchos exiliados españoles, y entre ellas mucha de la producción de las personas más ligadas a la Residencia de Estudiantes,
como Moreno Villa, Emilio Prados, Pedro Salinas, Gustavo Pittaluga, Bal y Gay,
o el propio Alberto Jiménez Fraud, que publicó allí su obra más importante: Ocaso y restauración (Ensayo sobre la Universidad española moderna), un estudio
sobre la historia de la universidad española en el que además reflexionaba sobre
el papel histórico de la propia Residencia de Estudiantes.
A través de los ejemplos mencionados de la actividad de los antiguos residentes en América Latina durante el exilio, así como de su importante contribución
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66
BARONA VILAR y MANCEBO, 1989.
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al desarrollo cultural y científico de los países en los que vivieron, podemos descubrir como muchos de ellos encontraron un cierto acomodo en Latinoamérica que
difícilmente hubiesen podido encontrar en otras latitudes. Esto les permitió, aunque
en condiciones distintas y con dificultades añadidas, continuar desarrollando su
actividad profesional a un alto nivel, e ir obteniendo una nueva cosecha de frutos
que se debía en buena medida a las semillas que muchos de los residentes, y la
actividad conjunta de la JAE, habían ido esparciendo en las décadas anteriores.
La pertenencia a un grupo sociológico bien definido, de raíz común, muy cohesionado y marcado por vivencias históricas prácticamente idénticas, hizo que
muchos de los residentes una auténtica comunidad espiritual durante el resto de
sus vidas, trascendiendo las discrepancias de cualquier signo, la distancia, y hasta
la falta de contacto.
Rafael Méndez evocaba en sus memorias los encuentros que se produjeron a lo
largo de todo su exilio americano con otros antiguos miembros de la Residencia de
Estudiantes, como Buñuel, Luis Fanjul, Anselmo Carretero, Ángel Garma o García
Pelayo. «La hermandad de los residentes no terminó con nuestra salida de la Casa
—decía Méndez—. Perdura a través de los lustros (...) tengo la sensación de que
gozamos nuestro encuentro con la emoción de familiares queridos»67.
Con esa emoción varios de los antiguos residentes se reunieron en 1960 en
México, con el objetivo de reflotar la antigua revista Residencia, en un número conmemorativo del cincuentenario de la fundación de la Residencia de Estudiantes.
Una parte de la comunidad institucionista se había reagrupado en México y
venía editando desde hacía varios años el Boletín de la Corporación de antiguos
alumnos de la ‘Institución Libre de Enseñanza’, del ‘Instituto-Escuela’ y de la
‘Residencia de Estudiantes’ de Madrid, y sería desde ese núcleo, pero contando
también con la colaboración de otros miembros de la casa dispersos en otras latitudes, y bajo la coordinación del propio Alberto Jiménez Fraud y Jesús Bal y
Gay, como se editaría el número homenaje de la revista Residencia en Diciembre
de 1963.
El número editado en México D. F. en un formato similar al de su etapa histórica recogía un total de 25 textos, 17 de los cuales eran evocaciones y recuerdos
de la Residencia firmados por personas tan significativas como el propio Jiménez
Fraud, Bal y Gay, Menéndez-Pidal, Américo Castro, Emilio Prados, Severo
Ochoa, Gabriel Celaya, Ramón Carande o Juan Ramón Jiménez68. Esta publicación alentaría además, bajo el lema de «la Reconquista de la Residencia», un
intento de actividad conjunta en España entre los antiguos residentes que se venían reuniendo desde 1958, y que apenas consiguió alumbrar un nuevo número de
la revista bajo el nombre ahora de Cuadernos Residencia, publicado en Valencia
en 1964.
————
67
68
MÉNDEZ, 1987: 20.
La distribución de la revista fue prohibida en España según indica: PÉREZ DE AYALA, 1987: 18.
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LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES Y AMÉRICA LATINA: CAMINOS DE IDA Y VUELTA
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Como hemos venido analizando, los antiguos residentes se incorporaron de
forma fructífera a la actividad intelectual latinoamericana, continuaron allí —en
la medida de lo posible— con su obra y su vida, formaron en América diversos
núcleos, instituciones y escuelas científicas, y en algunos casos llegó a subsistir
en ellos una cierta sensación de comunidad espiritual viva, emanada de su relación con la Residencia. Todo ello muestra como la guerra civil, la dictadura, la
represión, el exilio, la dispersión y el paso del tiempo, no pudieron acabar con el
espíritu que alentaba la obra de la Residencia de Estudiantes, que gracias a las
acciones previas de la JAE y los propios residentes encontró desde 1936 una segunda floración en tierras latinoamericanas.
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The «Residencia de Estudiantes» did not define a programme of direct action with regard to
Latin America, which filled a marginal place in their activities. However some Latin Americans
lived in the «Residencia», a group of scientists studied in their laboratories, and some of the institution's intellectuals travelled to several Latin American countries. This type of approachments sowed
a little seed in America which, after the Civil War, would yield unexpected fruits.
KEY WORDS: «Residencia de Estudiantes», America, intellectual history, cultural relations, exile.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 221-250, ISSN: 0034-8341
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 239
Págs. 251-282, ISSN: 0034-8341
LOS AMERICANISTAS Y EL PASADO DE AMÉRICA:
TENDENCIAS E INSTITUCIONES EN VÍSPERAS
DE LA GUERRA CIVIL
POR
SALVADOR BERNABÉU ALBERT
Escuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC
En este trabajo se analiza la situación del Americanismo en España en vísperas de la Guerra
Civil, acontecimiento que de forma violenta quebró una comunidad científica en pleno auge, como
demuestran las secciones, cátedras, centros, institutos y seminarios que se crearon durante los
años de la Segunda República. La apuesta de los gobiernos por impulsar las relaciones con América Latina favoreció el intercambio de profesores, el envío de becarios, la celebración de congresos
en ambos lados del Atlántico y la publicación de colecciones de monografías y revistas especializadas. El estudio se centra en las fundaciones de Madrid y Sevilla, que se convirtieron en los centros más activos del Americanismo español. Junto a las instituciones y a los protagonistas, nos
interesa destacar las novedades metodológicas y temáticas, así como los esfuerzos por consolidar
los estudios precolombinos.
PALABRAS CLAVE: Americanismo, universidad, educación, relaciones internacionales, Segunda República.
INTRODUCCIÓN
El ascenso imparable del hispanoamericanismo desde finales del siglo XIX
fue una de las señas de identidad más evidentes y difundidas del nacionalismo
español y de su proyección internacional. La Madre Patria buscó articular una
comunidad trasnacional en torno a cuatro ejes principales: el idioma, la religión,
las costumbres y la historia. Con estos elementos, ensalzados o cuestionados, el
nacionalismo español articuló sucesivos proyectos de relación con las naciones
iberoamericanas e imaginó diferentes modelos de comunidad transnacional (casi
siempre presididos por España). Sin embargo, la variedad de concepciones del
hecho nacional generó la aparición de diferentes corrientes internas en el movimiento hispanoamericanista, que fueron acompañadas de plurales visiones de la
SALVADOR BERNABÉU ALBERT
252
realidad, la imagen y el pasado del continente americano1. En consecuencia, la
enseñanza, el estudio de la historia en las escuelas y universidades y la escritura
histórica adquirieron gran importancia para los diversos sectores políticos y culturales que compitieron por el control social, la legitimidad política y el liderato
cultural durante la Restauración y la Segunda República. No obstante, las limitaciones económicas, el alto nivel de analfabetismo, la inestabilidad política y otros
factores disminuyeron la efectividad de las iniciativas de los diversos gabinetes
liberales y republicanos en la opinión pública y en el aumento del número de
universitarios e investigadores.
Para el Americanismo español, la historia fue un componente esencial tanto
por la necesidad de crear y dar sentido a una comunidad, una trayectoria y un
futuro en común, como por su poder político de integración, de argamasa que
uniera el cañamazo de relaciones sociales, económicas, culturales y políticas generadas entre los hombres, las mujeres, las ideas y los proyectos de las nacionesestado de ambas orillas del Atlántico. Además, el interés por la historia y la historiografía aumentó en España y en Europa como elemento esencial de la solidaridad nacional y de la conciencia cívica, que se descubrieron como fundamentales
a la hora de inculcar valores patrióticos o nacionales a sus ciudadanos2. En adelante, los políticos incluyeron esta disciplina entre las asignaturas básicas de la
educación primaria y secundaria, además de invitar a historiadores a los estrados
de clubes, ateneos, sedes de partidos y escuelas de adultos para impartir charlas y
cursillos. La historia tenía que renovarse: en lugar de un depósito de nostalgias
debía convertirse en un elemento transformador de la sociedad que cumpliera con
funciones pedagógicas y terapéuticas. Desde los reformadores ilustrados del siglo
XVIII hasta los modernos planes educativos diseñados por la Institución Libre de
Enseñanza, la historia se encumbró como asignatura clave en la formación del
alumnado. No fue casualidad que el padre del Americanismo, Rafael Altamira,
fuese elegido Director de Primera Enseñanza en 1914 y que simultaneara durante
toda su vida las iniciativas americanistas con una sesuda reflexión sobre la pedagogía, la enseñanza de la historia y la historia de la historiografía.
En el relanzamiento de los vínculos con Iberoamérica de los distintos gobiernos de la República, el estudio del pasado americano cobró cada día mayor interés, concretándose algunos proyectos que venían demandándose desde finales del
siglo XIX. Entre las creaciones americanistas de los gobiernos de la Segunda
República española (1931-1939), destacan dos centros de investigación fundados
para analizar el pasado del continente americano: el Centro de Estudios de Historia de América en Sevilla y la sección de estudios americanos del Centro de Estudios Históricos de Madrid. Ambas instituciones materializaron un largo anhelo
del americanismo español —pedido en asambleas, congresos científicos, foros
————
1
2
SEPÚLVEDA, 2005.
Véase, por ejemplo, BOYD, 2000.
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LOS AMERICANISTAS Y EL PASADO DE AMÉRICA
253
políticos y memorias particulares y oficiales— por contar con centros modernos
que difundieran las nuevas metodologías con las que superar las debilidades (retórica vacía y escasa preparación) y desterrar los excesos de la leyenda negra.
Mariano Méndez Bejarano escribió en 1926 que: «Parece increíble que nuestros
imprevisores Gobiernos no hayan instaurado, muchos años ha, un Instituto de
Estudios americanistas allí donde nuestros hermanos del otro hemisferio se creen
en su propia casa [Sevilla], donde el viento suspira, a la vez, melancolías de soledades y de guajiras, donde los muelles gimen por las flotas americanas y el Archivo de Indias espolea la docta curiosidad con el tesoro de sus inagotables documentos»3.
NUEVOS CENTROS, NUEVO PASADO
La progresiva instauración de la Historia de América como disciplina universitaria facilitó que los esfuerzos gubernamentales se centraran en la Universidad
Central, la más importante del país, y en el Centro de Estudios Históricos, espacio de investigación creado por la Junta de Ampliación de Estudios para impulsar
el moderno sistema de investigación científica en España4. No obstante, la historia de América siguió cultivándose con éxito en periódicos, revistas, asociaciones
(como la Unión Ibero-Americana, la Real Sociedad Colombina Onubense, la
Real Academia Hispano-Americana de Cádiz, la Asociación Francisco de Vitoria, el Instituto Jurídico Iberoamericano de Derecho Internacional Comparado de
Madrid, la Agrupación Americanista de Valencia, la Unión Americanista Malacitana, la Casa América de Barcelona, la Biblioteca América de Santiago de Compostela, etcétera)5. Conforme avanzó el siglo XX, el liderazgo en el americanismo historiográfico pasó de los eruditos, bibliófilos, políticos, literatos, aficionados y mecenas a los archiveros y a los grupos universitarios (catedráticos,
profesores, colaboradores y becarios), quienes obtuvieron el apoyo del Estado
para abrir los primeros centros de investigación.
A ejemplo de otras fundaciones de la JAE, se diseñaron los nuevos centros
como seminarios pequeños, a modo de tentativa, sin grandes presupuestos ni instalaciones, pero con la voluntad de ir cimentando los trabajos aprovechando la
formación y el prestigio nacional e internacional de investigadores de primera
fila. Ellos se encargarían de reunir los primeros discípulos y colaboradores y de
impulsar los nuevos métodos históricos y la divulgación de los resultados alcanzados gracias a las revistas y a los ciclos de conferencias. En Madrid, el lingüista
e historiador Américo Castro fue el alma mater de la nueva sección de América,
————
3
4
5
MÉNDEZ BEJARANO, 1 (Madrid, 1926): 27-28.
LÓPEZ SÁNCHEZ, 2006.
Para un análisis general, véase PASAMAR, 1990.
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SALVADOR BERNABÉU ALBERT
que se integró en el prestigioso Centro de Estudios Históricos, si bien en un principio se pensó en crear un centro independiente. A Sevilla llegaría con el mismo
encargo José María Ots Capdequí, catedrático de Derecho de la Universidad de
Valencia desde enero de 1931, que volverá a la capital andaluza en comisión de
servicio —fue catedrático de la hispalense desde 1924- para pilotar el nuevo centro. Tanto Castro (1885-1972) como Ots Capdequí (1893-1975) se doctoraron en
la Universidad Central de Madrid y eran simpatizantes del republicanismo. Ambos participaron en la azarosa vida política de los años veinte y treinta mediante
ligas, comités y juntas, situándose en los círculos cercanos a Azaña: fueron, pues,
historiadores de una gran compromiso político y social, a los que no renunciaron
durante los años de exilio.
Además de estos centros, se creó un Seminario de Estudios Americanos en la
Universidad Central de Madrid, impulsado por Antonio Ballesteros Beretta, con
el fin de introducir en nuestro país los estudios antropológicos y etnográficos
sobre los pueblos americanos; empresa que sería completada con la creación de
la cátedra Cartagena en el seno de la Real Academia de la Historia. Entre los tres
grupos surgió pronto la colaboración y la franca amistad, como demuestran los
tres artículos de Ots Capdequí que se incluyeron en Tierra Firme6, la revista de la
sección de América del Centro de Estudios Históricos, y la incorporación de Manuel Ballesteros, alumno del seminario de la Central en la sección del viejo caserón de la calle Medinaceli. Los directores de los centros también trataron de
coordinar las visitas y cursos de historiadores extranjeros en ambas ciudades y, al
no tener el centro sevillano una revista, (que quedó en proyecto), Ots se convirtió
en una especie de corresponsal de Tierra Firme en Sevilla para enviar ensayos y
reseñas de los americanistas andaluces. Los lazos de amistad y colaboración se
extendieron a varios de los integrantes de ambos centros, que habían seguido
cursos doctorales con Altamira en la Universidad Central de Madrid. El mexicano Silvio Zavala, que fue autor de los dos libros editados por la sección americanista del Centro de Estudios Históricos, siguió los cursos del sabio alicantino
durante varios años, mientras el propio Ots Capdequí fue, como es sabido, su
discípulo más destacado, lo que demuestra el poderoso influjo de Altamira en las
nuevas generaciones de la República.
También existían algunas diferencias notables. El centro sevillano apostó
desde el principio por la enseñanza, buscando la formación de nuevos alumnos
para enriquecer el panorama español mediante cursos generales y seminarios
especializados. Y, aprovechando las becas del Instituto Hispano-Cubano, dedicó
buena parte de sus esfuerzos a catalogar diversos ramos del Archivo General de
————
6 OTS CAPDEQUÍ, 3 (Madrid, 1935): 143-160; OTS CAPDEQUÍ, 1 (Madrid, 1936a): 73-87; OTS
CAPDEQUÍ, 3-4 (Madrid, 1936b): 353-381. Véase la edición facsimilar de la revista Tierra Firme
con un estudio introductorio de Salvador Bernabéu Albert y Consuelo Naranjo Orovio. BERNABÉU
y NARANJO (eds.), 2007.
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LOS AMERICANISTAS Y EL PASADO DE AMÉRICA
255
Indias y del Archivo de Protocolos. También la formación de alumnos, pero esta
vez en la historia precolombina, fue el principal empeño del Seminario creado
por Ballesteros en la Universidad Central. En cambio, la sección de América del
Centro de Estudios Históricos se dedicó a la investigación, a la realización de
seminarios especializados y a diseñar una revista (Tierra Firme) que sirviese de
unión entre los intelectuales españoles e iberoamericanos. Además, la proximidad con otros proyectos y miembros del Centro de Estudios Históricos permitió
extender las nuevas corrientes de pensamiento en filología, ciencias jurídicas e
historia a los estudios americanistas.
Desde luego, los investigadores y centros, que vamos a analizar a continuación con más profundidad, no fueron los únicos que se ocuparon de esclarecer y
descifrar la historia americana. La diversidad ideológica de la sociedad española
también tendrá su reflejo en las visiones del pasado y en la forma de abordarlo.
Ramiro de Maeztu, por ejemplo, señalaba en su provocador Defensa de la Hispanidad (1934) que la Historia estaba llamada a transformar los panoramas espirituales, pues descubriría las verdaderas causas de la emancipación de América,
que fue el afrancesamiento de los reyes y sus ministros. Maeztu defendía la grandeza de la comunidad de pueblos hispánicos gracias a la restauración de sus dos
fundamentos: la religión católica y la Monarquía católica, concluyendo con la
siguiente sentencia: «Nuestra comunidad no es racial, ni geográfica, sino espiritual. Es en el espíritu donde hallamos al mismo tiempo la comunidad y el ideal.
Y es la Historia quien nos lo descubre»7.
Estas posturas tradicionalistas no eran, por supuesto, mayoritarias, y, en vísperas de la guerra civil, el panorama de ideas, proyectos e investigaciones sobre
el pasado de América era mucho más rico y variado. Como ha señalado Gustavo
H. Prado: «España contaba con instituciones encargadas de fomentar el intercambio intelectual hispano-americano e internacional, de enviar intelectuales,
docentes y científicos al extranjero; residencias para albergar estudiantes y pensionados; un centro de investigaciones y formación históricas; un pequeño instituto de estudios americanistas en Sevilla; acuerdos de intercambio con Universidades de los EEUU; tratados comerciales, embajadas latinoamericanas en Madrid
y españolas en América; varias cátedras universitarias americanistas y al menos
dos docenas de asociaciones de diferente competencia amén de varios foros y
publicaciones de temática americanista»8. A los proyectos progresistas e innovadores de la República dedicaré los siguientes apartados.
————
7
8
MAEZTU, 2005: 32.
PRADO, 2007: 85.
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SALVADOR BERNABÉU ALBERT
EL AMERICANISMO UNIVERSITARIO MADRILEÑO: DE LOS ESTUDIOS INSTITUCIONALES AL INDIGENISMO.
El protagonismo de Rafael Altamira (1866-1951) en el desarrollo del Americanismo español de principios del siglo XX se extendió a los medios universitarios con la creación de una cátedra de Historia de las Instituciones políticas y
civiles de América en la Universidad Central (1914)9. En sus seminarios se formaron varios de los líderes del Americanismo republicano. Por ejemplo, José María
Ots Capdequí asistió a la cátedra durante los años 1914-1917 y Silvio Zavala seguiría sus enseñanzas en el curso 1930-1931. El temario general del gran pensador
alicantino es conocido gracias a los programas de la materia y a varios diarios10,
pero además del curso ordinario, Altamira impartió un seminario monográfico diferente cada año. Así, en el correspondiente a 1931-1932 disertó —en colaboración
con su ayudante Manuel Magariños— sobre el origen de la Common Law en Inglaterra y los Estados Unidos. En 1932-1933 el tema tratado fue una comparación
entre los sistemas coloniales españoles y anglosajones en América; y en 1933-1934
la materia elegida fue la génesis de los recientes movimientos políticos en los países hispanoamericanos. Por último, en el curso 1934-1935, el ayudante Magariños
comentó la Política Indiana, del jurista Solórzano Pereira, mientras Altamira disertó sobre la formación de las nacionalidades americanas, analizando especialmente
el proceso colombiano11. Su jubilación el 7 de febrero de 1936 sólo fue una medida
administrativa, pues el profesor alicantino siguió impartiendo su magisterio en el
exilio mexicano, donde murió el primero de junio de 1951.
La segunda cátedra americanista de la Universidad Central, titulada Historia
de América, fue desempeñada por Antonio Ballesteros Beretta por renuncia de
Eduardo de Hinojosa. Ballesteros, abogado, escritor e historiador nacido en Roma en 1880, era titular de la cátedra de Historia de España Antigua y Media desde 1913 y posteriormente de Historia de España (1920), acumulando la de Historia de América. Esta última materia la enseñaba en el primer curso de la carrera
de Filosofía y Letras, mientras la de Historia de América pertenecía al doctorado.
Hombre de gran actividad, don Antonio fue presidente de la Sección de Historia
del Ateneo de Madrid, académico de la Historia (1918), gobernador de Sevilla
(1919), director de dos colecciones dedicadas al pasado de América (la Biblioteca de Historia Hispano-americana y la Serie A de la Editorial Voluntad) e impartió numerosos cursos y conferencias en diversos países de Europa y América.
Conservador y monárquico, Ballesteros padre (como se le conoce entre los americanistas) fue profesor de los hijos de Alfonso XIII y durante la guerra —tras
————
9 Este nombramiento se ha interpretado como la desarticulación del proyecto ovetense de liderar un americanismo regional separado del estatal. DALLA CORTE y PRADO, 2006: 195-216. SÁNCHEZBARBA, 1983: 30-31.
10 ALTAMIRA, 1932.
11 ALTAMIRA, 1948, II: 42-55.
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LOS AMERICANISTAS Y EL PASADO DE AMÉRICA
257
refugiarse en la embajada de México— se unió al bando nacional, encabezando
la expedición de maestros a la Italia fascista que organizó el ministerio de Educación Nacional en 1938. Terminada la contienda, se convirtió en el principal organizador del americanismo español desde sus cátedras acumuladas de Historia de
América, Historia de la Colonización Española, Historia de los Descubrimientos
Geográficos y Geografía de América, además de dirigir el Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo (CSIC), la Revista de Indias (1940-1949) y la Escuela de Estudios Hispano-Americanos (1942-1946)12. Murió en Pamplona en 1949.
Antonio Ballesteros, que era un reconocido especialista en la época medieval,
se interesó por el Americanismo cuando Eduardo Ibarra y Rodríguez, catedrático
de Historia Universal de la Universidad de Zaragoza, lo invitó a redactar varios
capítulos sobre tres repúblicas americanas (Colombia, Venezuela y Ecuador) para
la edición en castellano de la Historia del Mundo Moderno de la Universidad de
Cambridge. En sus clases, al igual que hiciera Altamira, impuso a los alumnos la
elaboración de trabajos originales de investigación, que debían basar en documentación inédita. Para extender la labor docente y ayudar a sus discípulos en las
actividades investigadoras, creó en 1934, en la nueva Facultad de Filosofía y
Letras, inaugurada dos años antes, un Seminario de Estudios Americanistas que
funcionó hasta los primeros meses de la contienda civil. El seminario estuvo
formado por becarios (por ejemplo, Leopoldo Castedo y Vicente Rodríguez Casado), profesores adscritos (Huberto Pérez de la Ossa), estudiantes del doctorado
(los franciscanos Pascual Kerwin y Wheler) y colaboradores, amén de una pequeña biblioteca, varios ficheros y las primeras donaciones de lo que es actualmente el Museo de las Colecciones de Arqueología y Etnología de la Universidad
Complutense de Madrid13. Entre los profesores invitados a impartir seminarios
hay que destacar la llegada de especialistas en la arqueología y la etnografía americanas, materias que estaban muy descuidadas en España. Como señaló Manuel
Ballesteros Gaibrois en un pionero examen del Americanismo español, aparecido
en 1933, de los diversos campos del mismo: «la región etnológico-arqueológica
está virgen en España»14.
En Madrid impartieron clases Walter Lehmann, de la Kaiser Wilhelm Universität (Berlín), la holandesa Guda Duyuis y el alemán Hermann Trimborn, profesor de Etnología de la Universidad de Bonn, que echó raíces en la ciudad. Como escribió Ballesteros en el prólogo de la colección Historia de América y de
los pueblos americanos (1936): «La palabra Americanismo tiene hoy una aceptación lata y de proporciones inconmensurables. No es sólo americanista el que
aborda puntos más o menos dilucidados de la época de la Conquista o Colonización europea en América; el vocablo se aplica, y ahora casi con preferencia, al
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12
13
14
PEIRÓ y PASAMAR, 2002: 101-103.
CIUDAD e IGLESIAS, 16 (Madrid, 2005): 233.
BALLESTEROS, 2 (Madrid, 1933): 232.
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que se dedica a las culturas existentes, siglos anteriores a la aparición de los españoles, en la orillas del mar Caribe: es decir, a horizontes vastísimos de conocimientos, a verdaderos océanos culturales, donde caben multitud de especialidades, si no contrapuestas, al menos de una diversidad inconfundible»15. El catedrático madrileño escribió en los días previos al estallido de la contienda que: «hay
en España una sensibilidad americanista que no existía hace diez años».
En relación con los estudios precolombinos, hay que resaltar tres acontecimientos importantes durante los años de la República. En primer lugar, la creación en
1935 de una cátedra de Arqueología Precolombina y Etnografía de América, también
llamada Cátedra Cartagena en honor de su patrocinador (Aníbal Morillo y Pérez,
conde de Cartagena), ubicada en la sede de la Academia de la Historia de Madrid,
que funcionó entre 1936 y 1939. El investigador que ocupó el cargo en vísperas de la
contienda civil fue el citado Hermann Trimborn (1901-1986), si bien la nueva cátedra estuvo supervisada por otros eminentes historiadores de la Universidad Central,
como Ballesteros, Altamira y Menéndez Pidal. Trimborn fue seleccionado por su
preparación en «los métodos modernos» y sus buenas dotes para la docencia. Sus
alumnos españoles, como Antonio Ballesteros Gaibrois o Manuel Almagro16, también recibieron las sabias lecciones de Walter Lehmann, a quien se le preparaba una
nueva cátedra en la Universidad Central en los meses que estalló la guerra.
Otra iniciativa truncada por la contienda civil fue la Asociación de la Arqueología Americana, fundada a iniciativa de Rafael Altamira tras el éxito de la exposición
de la colección de arte incaico propiedad del poeta bilbaíno Juan Larrea (1901-1986),
que se realizó en la Biblioteca Nacional de Madrid en 1935. Larrea, que había recogido los materiales de su colección en el transcurso de un viaje al Perú, la presentó en
París en 1933, en el Museo Etnográfico del Trocadero. Allí tuvo un gran éxito, que se
repitió en su presentación madrileña. De ambas muestras se publicaron dos catálogos. En francés: Art des incas, escrito por Paul Rivet, y en español el Catálogo de la
exposición ARTE INCA (Colección J.L.) (Madrid, 1935), preparado por Hermann
Trimborn y Pilar Fernández Vega, esta última funcionaria del Museo Arqueológico
Nacional. También en 1935, con motivo del XXVI Congreso Internacional Americanista, la colección viajó a Sevilla, editándose un nuevo catálogo con ilustraciones
que financió la organización del congreso17. Tras su paso por la capital hispalense, la
Colección Larrea quedó depositada en el Museo Arqueológico Nacional con el objeto —según su propietario— de que los alumnos de la reciente cátedra de Arqueología Precolombina y Etnografía de América pudieran estudiarla. Finalmente, en 1937,
la colección fue donada al Museo y Biblioteca de Indias, antecedente del Museo de
América, que fue inaugurado por el gobierno de la República18.
————
15
16
17
18
PERICOT, 1936: VII.
PALMIRA, 1997: 463-470.
ARTE PERUANO, 1935.
RAMOS y BLASCO, 7 (Madrid, 1979): 79-93.
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Por último, habría que resaltar la aparición del libro América Indígena de
Luis Pericot y García, libro pionero sobre la antropología americana que vino a
llenar un vacío en los estudios americanistas españoles. Pericot (1899-1978),
arqueólogo e historiador, pensionado de la JAE y especialista en la prehistoria
levantina, era desde 1934 catedrático de historia moderna y contemporánea de la
Universidad de Barcelona (1934) y catedrático agregado de Etnología de la nueva Universidad Autónoma de Barcelona (1933). A esta última especialidad pertenecía su América Indígena, que formaba parte de una de las empresas más ambiciosas de la historia del Americanismo español: la Historia de América y de los
Pueblos Americanos, ideada por Antonio Ballesteros y el editor Santiago Salvat.
La monumental historia americana estaba formada por veinticinco volúmenes, de
los que se publicaron diecisiete tras la guerra civil. El único publicado antes de la
contienda fue el de Pericot, convirtiéndose pronto en un libro de consulta obligada por los especialistas de dentro y fuera de España. Con ocasión de la segunda
edición, en 1962, Donald W Lathrap escribió que: «The book is quite possibly
the most useful single volume referente work on New World cultural history. It
will continue to be of highest value to the Americanist for many years to
come»19. Dividido en dos partes: «El hombre americano» y «Los pueblos de
América», la obra de Pericot es una síntesis excelente de la etnografía americana,
que el sabio de Gerona pudo realizar con la ayuda de Paul Rivet y de los fondos
de varias instituciones galas.
Otra víctima de la guerra fue la expedición científica al Amazonas que dirigió hasta marzo de 1936 el famoso capitán Iglesias. Francisco Iglesias Brage (1900-1973),
aviador, aventurero y amigo de poetas y pintores (García Lorca, Cernuda, Ernesto y
Rodolfo Halffter, etcétera), concibió una expedición al Amazonas —heredera de las
expediciones científicas del siglo XVIII— cuando sobrevolaba la Guayana Francesa
con el Jesús del Gran Poder, avión que atravesó el Atlántico Sur —entre Sevilla y la
brasileña Bahía— en cuarenta horas entre el 24 y el 26 de marzo de 1929. El éxito
popular del raid fue enorme e Iglesias, aprovechando el poder de convocatoria,
planteó este nuevo reto a la nación. La expedición comenzó a prepararse en 1929 y
logró interesar a los gobiernos del Perú, Colombia, Ecuador y Brasil, a diversos
colectivos de emigrantes, a empresarios y banqueros españoles y al propio gobierno, que nombró a un patronato científico de gran altura (Ignacio Bolívar, Ramón
Menéndez Pidal, José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Gustavo Pittaluga, Blas
Cabrera, Eduardo Hernández-Pacheco y E. Eloy Bullón), presidido por Fernando
de los Ríos, Ministro de Instrucción Pública. Aunque nunca llegó a realizarse, el
proyecto impulsó una interesante revista (Crónica de la Expedición Iglesias al
Amazonas, 1932-1935) y una exposición de etnografía amazónica, que patrocinó la
Sociedad Española de Amigos del Arte en 193620, compuesta por utensilios de
————
19
20
LATHRAP, 65/2 (Washington, 1963): 419.
LÓPEZ GÓMEZ, 2002.
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caza, pesca y guerra, materiales cerámicos, adornos y productos comerciales de
la región.
LA SECCIÓN HISPANOAMERICANA DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS (19331938)
La creación de una sección de estudios americanos en el Centro de Estudios
Históricos se aprobó en la sesión del 5 de julio de 1933 de la Junta de Relaciones
Culturales (Ministerio de Estado), si bien su establecimiento formal se realizó
más de un año después, en septiembre de 193421. Esta sección fue la última en
crearse en Medinaceli. Su principal impulsor fue Américo Castro, quien se convertiría en el director de la sección y, en consecuencia, en constructor del novel
departamento. En la empresa tuvo el apoyo del director del centro, su maestro y
amigo Ramón Menéndez Pidal, quien apadrinó el nuevo grupo que nacía en el
Centro. Una de las pautas de cuño institucionista, y que de nuevo marcaron el
inicio de la sección, fue su carácter de ensayo o experimento, tras reunir Castro
un pequeño grupo de colaboradores al que se fueron agregando sucesivamente
más profesores y alumnos. Los primeros en formar la sección fueron Ramón
Iglesia, Raquel Lesteiro y Ángel Rosenblat22. Los tres estaban especializados en
estudios literarios y lingüísticos, la materia predominante en el Centro y que abonaría los estudios americanistas durante el curso 1934-1935.
Ramón Iglesia, de 29 años edad, era licenciado en Historia por la Universidad
Central y, tras ser lector en varias universidades del norte de Europa, entró en el
cuerpo de archiveros y bibliotecarios, encargándose de la sección de compras en
el extranjero de la Biblioteca Nacional de Madrid. Estaba casado con Raquel
Lesterio y ambos se encargaron de uno de los proyectos estrella de la sección: la
edición crítica de la crónica de Bernal Díaz del Castillo: Verdadera Historia de
la conquista de la Nueva España. Iglesia y Lesteiro tenían en común con el tercer
colaborador, Ángel Rosenblat, el que todos ellos habían sido discípulos de Amado Alonso. Iglesia trabajó en la edición del Enquiridión de Erasmo de Rótterdam,
que editó Alonso en 1932. Rosenblat, judío polaco que había emigrado de pequeño a Argentina, fue alumno del profesor madrileño en el Instituto de Filología de
la Universidad de Buenos Aires, que dirigió de 1927 a 1947. Tras disfrutar de
una beca en la Universidad de Berlín entre 1931 y 1933, en mayo de este último
año llegó al Centro de Estudios Históricos. En la sección elaboró, primero en
compañía de Lázaro Sánchez Suárez y después en solitario23, un gran fichero de
————
21 El acta de la sesión ha sido transcrita en TABANERA, 1996: 7-90. En el presupuesto de 1933
se habían consignado 50.000 pesetas para la nueva sección, pero desconozco si se hicieron efectivas, pues la citada sección no empezó a operar hasta 1934.
22 Memoria, 1936.
23 En el informe de Castro a la Junta de Relaciones Culturales se señala que para el próximo
año (1936) se encargaría del estudio de las lenguas e indios de América Ángel Rosenblat y Andrés
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bibliografía de las lenguas indígenas de América que en octubre de 1935 contaba
ya con diez mil papeletas. Además, Ángel Ronseblat realizó varios estudios etnográficos y lingüísticos sobre diversos pueblos de la región venezolana de Los
Llanos y un estudio demográfico sobre la población indígena del continente.
A este primer grupo se agregaron en el curso 1935-1936 otros colaboradores
que consolidaron las líneas abiertas e inauguraron otras nuevas. Entre los primeros estaba el salvadoreño Rodolfo Barón Castro, diplomático que realizaba sus
estudios de doctorado en la Universidad Central (que se dedicó a los estudios
demográficos junto a Rosenblat) y el extremeño Antonio Rodríguez Moñino,
profesor de literatura de instituto e incansable investigador de libros y bibliotecas, que ayudó a Iglesia y Lesteiro en su edición de la crónica de Bernal Díaz del
Castillo. A él se le debe el hallazgo de un desconocido manuscrito de la obra en
la biblioteca personal del coleccionista murciano José Alegría.
Entre los colaboradores que abrieron nuevas líneas hay que destacar al mexicano Silvio A. Zavala, quien cursaba sus estudios de doctorado en la Central,
especializándose en las instituciones jurídicas de la conquista y la colonización, y
a Manuel Ballesteros Gaibrois, colaborador de la sección de Arte del Centro de
Estudios Históricos, que se dedicó a la arqueología americana. Este último, hijo
del ya citado Antonio Ballesteros Beretta, catedrático de Historia de América, y
de Mercedes Gaibrois, había logrado un segundo doctorado en 1935 en la universidad alemana Kaiser Wilhelm. Los contactos de este grupo con Américo Castro
se iniciaron en los primeros momentos de la sección, pero de forma intermitente,
consolidándose en el segundo año de vida del departamento, cuando todos ellos
integraban la redacción de la revista Tierra Firme24. Manuel Ballesteros lo recordó años después:
«En lo que toca al Americanismo, éste era la especialidad más joven de las
que se integraban en el complejo de estudios de Medinaceli, 4. Fue Américo
Castro —que se llamaba así por haber nacido en el Nuevo Continente— el
que, aunque parezca un juego de palabras, se impuso la tarea de hacer algo sobre América en el seno del Centro de Estudios Históricos, y realizó una recluta
entre aquéllos que podríamos hacer algo. Así constituyó un pequeño grupo de
jóvenes, constituido por Silvio Zavala, que preparaba su Encomienda Indiana,
por Ángel Rosenblat (argentino de origen hebreo), Rodolfo Barón Castro, que
preparaba un estudio sobre historia demográfica de El Salvador, su patria, Ramón Iglesia Parga, interesado por las crónicas de la Conquista, su esposa Raquel Lesteiro, y yo, que había sido pensionado por la Junta para Ampliación de
Estudios para doctorarme en Alemania en Antropología Americana. Entre to-
————
Acero. Desconocemos si este último llegó a colaborar con la sección antes de disolverse en el verano del 36.
24 Durante 1935, Ballesteros obtuvo el doctorado en Alemania, Rodríguez Moñino aprobó la
cátedra de Literatura y Zavala y Barón Castro intensificaron sus estudios de doctorado; el segundo
de ellos repartió sus investigaciones y clases con el trabajo en la embajada.
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dos formábamos, con el entusiasta D. Américo, la redacción de una Revista
que no tardó en aparecer, Tierra Firme, donde Rosenblat publicó sus estudios
sobre los Otomacos y Taparitas, en un primer intento de conocer las fuentes
para la demografía indígena de América, Barón sus trabajos demográficos y yo
mis estudios sobre la cerámica Nazca del Museo Arqueológico (Sección Americana), de Madrid»25.
Aparte de este núcleo fuerte, la sección hispanoamericana contó con la ayuda
y contribución de otros investigadores. Uno de los más entusiastas fue el geógrafo Juan Dantín Cereceda, catedrático del Instituto San Isidro, antiguo becario de
la JAE y colaborador de la sección de Filología, quien, junto a Vicente Loriente
Cancio, confeccionó varios planos del descubrimiento y la conquista en un Atlas
Histórico de Hispano-América. Dantín, nacido en Madrid en 1881, fue el renovador de los estudios de Geografía Física y de Geología en España y, además de
un reconocido investigador, escribió numerosas obras de divulgación y colaboraciones en El Sol y la Revista de Occidente26. En 1922, el Instituto-Escuela editó
Exploradores y conquistadores de Indias: relatos geográficos, libro que tuvo una
larga vida bibliográfica. Este interés por la América de los descubrimientos lo
convertía en un candidato ideal para apoyar la nueva sección del Centro de Estudios Históricos. Por último, otro de los colaboradores que aparece en las memorias es Manuel García Pelayo, del que no he encontrado más datos que el de ser
autor de un «Estudio sobre los títulos jurídicos de la soberanía española en América». Aparte de estos nombres, la sección mantuvo contactos con otros americanistas de paso por Madrid, como el peruano Jorge Basadre, quien escribió un
artículo para Tierra Firme.
Estos colaboradores ayudaron a Castro a hacer realidad su anhelado sueño de
un centro o sección dedicada a Hispano-América con una doble finalidad: la formación de especialistas en España, contando con la íntima colaboración de otros
profesores extranjeros, y la edición de una revista y una colección de monografías que potenciase la memoria cultural de todos los pueblos de habla castellana.
En sus intervenciones ante la Junta de Relaciones Culturales, Castro hablaba de:
«mucha cautela y realizarlo todo a modo de ensayo», pero a mediados de 1935
estaba más que satisfecho con los trabajos del grupo.
En el mes de octubre, en el marco del XXVI Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en Sevilla, se realizó la presentación internacional de la comunidad americanista del Centro de Estudios Históricos. En las distintas seccio-
————
25
BALLESTEROS GAIBRIOIS, LXII/226 (Madrid, 1989): 546-547.
Juan Dantín Cereceza se doctoró en la Universidad Central en Ciencias Naturales y amplió
sus estudios en Francia (con Vidal de la Blanche y De Martonne) y Alemania. Además de sus clases en el Instituto San Isidro, fue profesor de Geografía Humana en la Escuela Nacional del Ministerio de Trabajo y Previsión. Perteneció a la Sociedad Española de Historia Natural y a la Geografical Society de Nueva York.
26
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nes participaron cuatro miembros del grupo: Ramón Iglesia, Ángel Rosenblat,
Luis Dantín Cereceda y Manuel Ballesteros Gaibrois. Sus ponencias fueron publicadas en la revista Tierra Firme, adelantándose a la edición de las actas, que se
dilató trece años. Sin duda, don Américo debió sentirse realmente feliz cuando la
víspera de nochevieja de 1935 señaló en un informe a la Junta de Relaciones Culturales: «Me es grato expresarle a Vd. como resumen de este informe, que nuestra Sección Hispanoamericana, en el breve periodo que tiene de vida, a pesar de
los escasos recursos con que ha contado para la adquisición de libros y de haberse visto obligada, por la misma razón, a suspender un compromiso contraído con
el profesor argentino D. Rómulo A. Carbia, ha sabido ganar ya un puesto destacado en el renacimiento de los estudios americanistas que se nota actualmente en
España»27.
A pesar de la estrechez de dinero28, la sección hispanoamericana logró editar
una interesante colección de libros que pronto se convirtieron en clásicos. El
primer tomo de la misma es el estudio de Silvio A. Zavala: Las instituciones jurídicas en la conquista de América29 (1935). El libro está dividido en tres partes.
En la primera, se aborda el problema jurídico que planteó el dominio de las Indias
a los reyes castellanos a través de los tratados españoles del seiscientos; en la
segunda, se estudian las formas jurídicas propias de las armadas españolas, y en
la tercera y última se analizan las consecuencias del desarrollo de la ocupación de
las Indias. Según Castro: «Esta obra ha sido acogida con mucha simpatía en España y América y ha tenido ya una venta que podríamos considerar extraordinaria en esta clase de publicaciones»30.
El segundo libro de la colección también está firmado por el historiador
mexicano Silvio A. Zavala. Se trata de La encomienda indiana31. El libro analiza
los orígenes, funcionamiento y trascendencia de la encomienda indiana durante
los tres siglos de dominación de España en América. Primero se estudia el periodo antillano, para después abordar su propagación en el continente y las luchas
————
27 Carta de Américo Castro a la Junta de Relaciones Culturales, Madrid, 30 de diciembre de
1935. Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid (AMAE), R 727/20. Rómulo A. Carbia nació en Buenos Aires el 15 de noviembre de 1885 y murió en la misma ciudad el 1 de junio de
1944. Historiador, profesor universitario y director de la biblioteca de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires desde 1915, fue un gran experto en estudios colombinos y un gran especialista en historiografía argentina. Reclamado por universidades y revistas, Carbia fue el introductor de nuevos objetivos y perspectivas en la historiografía de su país más acordes con el Americanismo internacional.
28 Nuria Tabanera ha recogido las siguientes cantidades: 40.000 en 1933, 36.000 en 1934 y
40.000 en 1935. TABANERA, 1996: 86.
29 ZAVALA, 1935a.
30 Carta remitida por Américo Castro a la Junta de Relaciones Culturales del Ministerio de
Estado, Madrid, 30 de diciembre de 1935, AMAE, R 727/20.
31 Véase ZAVALA, 1935b. El historiador mexicano estaba preparando un tercer libro sobre la
mita en América, que la guerra truncó.
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sostenidas entre los defensores y los contrarios. En opinión de don Américo: «El
autor, con este volumen, dedicado a una de nuestras instituciones más importantes, completa el trabajo anterior. La acogida de este volumen ha sido también
muy favorable»32.
La tercera aportación bibliográfica de la sección hispanoamericana fue el
Atlas Histórico de la América Hispano-Portuguesa, de J. Dantín Cereceda y V.
Loriente Cancio33. El proyecto, que quedó rápidamente truncado, se componía de
36 cartas, inaugurándose con la «Geografía física de América» y concluyendo
con «Mapas varios de la América hispano-portuguesa durante el siglo XIX». De
los mapas proyectados, sólo se publicaron dos: el núm. V. Derroteros probables
de los viajes de Cristóbal Colón (doble página) y el núm. VII. Expediciones por
Darién y la costa de Paria. Según señalaron los autores en la introducción, los
mapas contenían: «cuantos hechos nos han parecido dignos de ser registrados
referentes al descubrimiento, exploración, conquista y colonización de América
por España».
Además de estos trabajos, hay que destacar la edición de la crónica de Bernal
Díaz del Castillo, que se esperaba acabar a finales de 193634. Pasada la guerra, y
con sus autores en el destierro o la prisión, el Instituto «Gonzalo Fernández de
Oviedo», creado en el CSIC en 1940 y que continuó la labor americanista del
Centro de Estudios Históricos, editó el primer volumen de la Historia Verdadera
de la Conquista de la Nueva España (Madrid, 1945, 321 páginas). Como señalé,
era la primera edición crítica enriquecida con el feliz hallazgo de un desconocido
manuscrito en poder del bibliófilo murciano José Alegría. Lamentablemente, en
esta edición omitieron el nombre del autor, Ramón Iglesia, que se encontraba ya
en el exilio, y de sus colaboradores (Raquel Lesteiro y Antonio Rodríguez Moñino), que habían pasado varios años cotejando las ediciones impresas y manuscritas de la obra bernaliana. Los tres habían sido defensores de la República, lo que
explica la omisión y el desprecio de los vencedores por su trabajo intelectual.
Años después se reparó el entuerto en otra edición preparada por Carmelo Sáenz
de Santa María, S. I.35, pero el enorme esfuerzo de Iglesia, Lesteiro y Rodríguez
Moñino quedó semienterrado por los nuevos colaboradores y el trabajo del jesuita.
Estudiando las obras realizadas durante estos años, podemos concluir afirmando que Castro construye los estudios americanistas en torno a cinco temas:
cartografía, demografía, arqueología, edición crítica de textos y estudios históricos sobre instituciones coloniales. Todos estos temas son los que dominan en el
————
32 Carta de Américo Castro a la Junta de Relaciones Culturales del Ministerio de Estado,
Madrid, 30 de diciembre de 1935, AMAE, R 727/20.
33 DANTÍN y LORIENTE, 1935-1936.
34 En octubre de 1934 se llevaban tirados 27 pliegos de la obra y el 30 de diciembre de 1935,
360 páginas de la edición.
35 La obra de dos volúmenes fue editada en Madrid por el CSIC en 1967.
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LOS AMERICANISTAS Y EL PASADO DE AMÉRICA
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Americanismo internacional, como demuestran los congresos realizados durante
esos años (como el celebrado en 1935 en Sevilla), por ello, podemos señalar que
el objetivo principal de la sección era alejarse de los panegíricos de la conquista y
la evangelización y de los pasquines de uno u otro color y apostar por el trabajo
sereno, científico, documentado, cimentado en la crítica literaria y en los últimos
avances del Americanismo internacional.
Los buenos inicios no se pudieron consolidar, aunque son suficientes para revelar el gran futuro que le esperaba a la sección. Cada uno de los miembros por
separado, se convirtieron en investigadores de primera fila. El estallido de la guerra en el verano de 1936 los dispersó, quedando la sección, como el resto del
Centro de Estudios Históricos, custodiada por una docena de personas36.
A LA SOMBRA DEL ARCHIVO: EL AMERICANISMO SEVILLANO
A pesar de contar con el depósito documental más importante de la nación
para el estudio del pasado americano, no fueron muy numerosos los escritores e
historiadores que se interesaron por la historia de América durante el siglo XIX37.
El Archivo Hispalense, la revista científica más antigua de la ciudad, fundada en
el año 1886, tan sólo incluyó entre sus páginas algunos trabajos de carácter biográfico sobre personajes nacidos en la ciudad que habían participado en el descubrimiento, la conquista o la administración del Nuevo Mundo, como el dedicado
por Manuel Gómez Imaz a la figura del virrey Francisco Javier Venegas en el
primer número de la revista (1886)38, o la serie de panegíricos escritos por Francisco de Hoyos en memoria de los marinos ilustrados Cayetano Valdés, José Espinosa Tello, José Mendoza Ríos y Antonio de Ulloa un año más tarde39. Gran
interés despertó entre los colombinistas el artículo dedicado por Francisco Collantes de Terán a la galería de retratos de Cristóbal Colón que se guardaba en la
Biblioteca Colombina40, publicado cuando ya se preparaban los eventos del IV
Centenario del Descubrimiento de América (1892). La celebración del aniversario del primer viaje del marino genovés no tuvo en la ciudad muchas consecuencias destacables en materia historiográfica, aunque la presencia de la reina madre,
María Cristina de Austria, y el pequeño Alfonso XIII durante más tiempo del
previsto en un primer momento —debido a la enfermedad del monarca— multiplicaron las cabalgatas, las retretas, las visitas protocolarias y los actos académicos donde
————
36 La Junta de Relaciones Culturales pasó a depender del Ministerio de Instrucción Pública y
Bellas Artes por decreto del 29 de noviembre de 1936 como todos los servicios relativos a la difusión española en el extranjero con el fin de coordinar las acciones y potenciarlas.
37 MORALES PADRÓN, 1986.
38 GÓMEZ IMÁZ, I (Sevilla, 1886): 241-248, 322-328 y 343-354.
39 HOYOS Y LARAVIEDRA, III (Sevilla, 1887): 4-47 y 97-196.
40 COLLANTES DE TERÁN, III (Sevilla, 1887): 169-176 y 234-241.
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se brindó por la fraternidad hispanoamericana, brindis que se volvieron a repetir durante la celebración del concurrido Tercer Congreso Católico Español41.
Sin embargo, la fiebre colombinista surgida en torno a 1892 propició la visita
a los archivos sevillanos de numerosos investigadores nacionales y extranjeros
que buscaron con ansiedad nuevos datos sobre Colón, su familia y sus compañeros. Francisco J. Delgado, por ejemplo, investigó en el archivo del Ayuntamiento
de Sevilla por comisión de la Real Academia de la Historia. Otros muchos escritores locales, junto a docenas de visitantes, hicieron lo mismo en el Archivo General de Indias y en el Archivo de Protocolos, que se convirtieron en las principales minas de los diamantes colombinos, esto es, documentos fundamentales para
corroborar o destruir las afirmaciones asentadas en las leyendas colombinas, que
dominaban las biografías del Almirante42. Fruto de estas pesquisas apareció el
libro Curiosidades bibliográficas y documentos inéditos. Homenaje del Archivo
Hispalense al cuarto centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo (Sevilla,
1892). Sin embargo, el aumento de las consultas también puso al descubierto las
deficiencias de los archivos, la pobreza de las instalaciones, la falta de personal y
la carencia de guías y catálogos. Algunos de los sabios reunidos en el IXº Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en Huelva, denunciaron las carencias de los archivos españoles. El inglés N. Darnell Davis, por ejemplo, se
quejó de las dificultades que tuvo para consultar el Archivo General de Indias
debido al desorden que reinaba en sus fondos, recomendando que se siguiese el
ejemplo del British Museum de Londres43. Aunque fue contestado por otros congresistas con argumentos como la facilidad con que se abrían las puertas a los
extranjeros y que el repertorio indiano seguía la clasificación original por audiencias, lo cierto es que los archivos españoles, especialmente el de Indias, no estaban preparados para recibir a tantos historiadores como se desplazaron a Sevilla
para escribir las historias de las distintas repúblicas iberoamericanas y para encontrar documentos con los que resolver los múltiples conflictos fronterizos surgidos al llegar las naciones americanas a su mayoría de edad.
El Archivo General de Indias, que desde principios del siglo XX se convirtió
en lugar de peregrinaje de cientos de investigadores americanos y europeos, fue
un centro privilegiado por parte de los responsables políticos y culturales de la
Restauración, conscientes de la gran importancia de los tesoros que custodiaba y
de lo decisivo de sus informaciones para cambiar la leyenda negra que pesaba
sobre la presencia de España en el Nuevo Mundo. El archivo, organizado por
Juan Bautista Muñoz a iniciativa del secretario José de Gálvez en 1785, tuvo
cambios decisivos a partir del IV Centenario: en 1894 fue transferido del ministe-
————
41 Para los festejos del IV Centenario en la ciudad, véase ABAD CASTILLO, 1989. Los trabajos
y los días del concurrido congreso católico pueden seguirse gracias a la CRÓNICA, 1893, obra que
también puede consultarse en la red: www.filosofia.org.
42 BERNABÉU, 2006: 318-324.
43 La queja apareció en el periódico La Andalucía del 11 de octubre de 1892.
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rio de Ultramar al de Fomento, pasando a depender de la Dirección General de
Administración Pública. Este cambio supuso la llegada de archiveros profesionales, cuyas labores se vieron potenciadas bajo la batuta de tres directores de gran
iniciativa: Pedro Torres Lanza (1896-1925), Cristóbal Bermúdez Plata (19261931) y Juan Tamayo y Francisco (1932-1936). En 1901 se convirtió en archivo
«general» junto al Archivo Histórico Nacional de Madrid y, entre 1913 y 1916,
sus instalaciones, en la Casa Lonja de Sevilla, se ampliaron gracias al traslado de
otras instituciones que compartían el histórico edificio, como la Junta de Obras
del Puerto y Río Guadalquivir.
Además de los legajos del Archivo General de Indias, Sevilla poseía otras dos
instituciones de gran importancia para el Americanismo. En primer lugar, el Archivo de Protocolos, donde se guardaban numerosos datos sobre la vida privada y
las actividades comerciales de buena parte de los protagonistas de los viajes de
descubrimiento y colonización. Sus datos eran fundamentales para completar los
documentos custodiados en el Archivo General de Indias, pero como denunció el
profesor José María Ots Capdequí en 1935: «todavía la investigación se hace
difícil, puesto que la inexistencia de buenos catálogos redactados según las normas metodológicas modernas, hace que todo intento de trabajar ordenadamente
en estos archivos constituya una empresa de resultado muy dudoso»44.
Por último, el tercer gran depósito americanista de la ciudad era la Biblioteca
Colombina, reunida por Hernando Colón, hijo del Almirante. En 1552, la colección pasó a incrementar los fondos de la librería del cabildo eclesiástico de Sevilla. Entre los valiosos manuscritos que poseía la biblioteca destaca el Libro de las
Profecías de Cristóbal Colón, que fue consultado por numerosos investigadores
del siglo XIX y XX, quienes también admiraron los extraordinarios fondos de
incunables e impresos del siglo XVI coleccionados por el bibliófilo cordobés. A
partir de 1888 fueron apareciendo los volúmenes del catálogo de sus libros impresos, realizado bajo la dirección de Servando Arbolí y Faraudo, su bibliotecario. Con motivo del IV Centenario, la Biblioteca fue visitada por varios historiadores españoles, ansiosos por encontrar documentos desconocidos del Almirante
genovés. Posteriormente, las inquietudes de los investigadores se ampliaron a
otros temas, como la Independencia de las repúblicas americanas, ya que La Colombina guardaba una buena colección de folletos, manifiestos y proclamas.
El principal objetivo que perseguían los fundadores del Archivo General de
Indias era tener de forma accesible la documentación sobre la administración
española del Nuevo Mundo con el fin de escribir nuevas historias que desterrasen
las narraciones extranjeras sobre el pasado de las Indias. El aspecto reivindicador
de la memoria histórica está presente, por tanto, desde los primeros momentos
del archivo hispalense, y esa labor la impulsarán los directores del archivo en el
siglo XX, ayudados por diversos escritores y profesores hispalenses y los poderes
————
44
OTS CAPDEQUÍ, 1948, II: 210.
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públicos45. Con grandes esfuerzos se conmemoraron en Sevilla el quinto centenario del descubrimiento del Pacífico, en 1913, y los trabajos del Congreso Hispanoamericano de Geografía e Historia, realizado un año más tarde. El interés por
dotar al archivo de buenos instrumentos de consulta (guías y catálogos) y de contribuir al conocimiento histórico, mediante la edición crítica de documentos y la
publicación de investigaciones, llevó a la creación de un centro de investigación
americanista a iniciativa de Pedro Torres Lanza, director del Archivo General de
Indias, siendo secundado por Germán Latorre y Setién, catedrático de Geografía de
la universidad hispalense, y de Ramón de Manjarrés Pérez de Junquitu, ingeniero
nacido en Sevilla en 1861. La precariedad del centro se refleja en los tres cambios
de nombre que tuvo (se inició en 1913 como Instituto de Estudios Americanistas,
denominándose al año siguiente Centro Oficial de Estudios Americanistas y, finalmente, Centro de Estudios Americanistas) y en el encabezamiento del boletín
que editaba: primero Boletín del Instituto de Estudios Americanistas, más tarde
Boletín del Centro Oficial de Estudios Americanistas y, por último, Boletín del
Centro de Estudios Americanistas. En 1921, el centro sobrevivía con una subvención de veinte mil pesetas y solo dos miembros: Germán Latorre y Torres Lanza.
El boletín, que se editó durante doce años, alcanzó los noventa y seis números,
desapareciendo en 1925 por falta de consignación y por la jubilación de Pedro Torres
Lanza. En él se editaban los trabajos de catalogación de los archiveros sevillanos,
más las investigaciones de los catedráticos, profesores, colaboradores e investigadores extranjeros que realizaban estancias dilatadas en la capital hispalense. El principal
motor del boletín fue el citado Torres Lanza. Nacido en Jimena (Jaén) en 1858, don
Pedro ingresó por oposición en el cuerpo de archiveros, siendo destinado al Archivo
General de Indias, institución que dirigió entre 1896 y 192546. Durante su etapa al
frente de la Casa Lonja se catalogaron valiosos fondos documentales, cuyos inventarios se publicaron en las páginas del Boletín o como libros aparte. De los importantes
trabajos realizados, destacaría los inventarios de las secciones de Contaduría y Contratación, la relación de los planos y mapas de las diversas audiencias americanas (a
excepción de la de Santo Domingo), y el catálogo titulado Independencia de América. Fuentes para su estudio. Catálogo de documentos conservados en el Archivo
General de Indias (Madrid, Establecimiento Tipográfico de la Sociedad de Publicaciones Históricas, 1912, 6 vols.), que sería continuado con una Segunda Serie entre
1924-1925 (Sevilla, Centro Oficial de Estudios Americanistas).
Junto a esta impresionante labor de clasificación, también se editaron artículos y libros de gran trascendencia historiográfica. Inauguró el siglo el libro de
Manuel de la Puente y Olea, Los trabajos Geográficos de la Casa de la Contratación (Sevilla, Escuela Tipográfica y Librería Salesiana, 1900), que encabezaría
una serie de libros dedicados a la contribución de la Casa de la Contratación hispalense a la cartografía náutica, la imagen del mundo, los métodos de navega-
————
45
46
VÉLEZ JIMÉNEZ, 1993.
PEIRÓ MARTÍN y PASAMAR, 2002: 627-628.
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ción, las rutas y las expediciones militares y comerciales. Entre los títulos, ya
clásicos, habría que citar la obra de José Pulido Rubio, El Piloto Mayor de la
Casa de la Contratación de Sevilla (Sevilla, Centro Oficial de Estudios Americanistas, 1923), el libro de Santiago Montoto, José de Veitia Linaje y el Norte de la
Contratación de Indias (Sevilla, Centro Oficial de Estudios Americanistas, 1921)
o ediciones, como la firmada por Antonio Blázquez del Libro de las Longitudines
y manera que hasta agora se ha tenido en el arte de navegar, de Alonso de Santa
Cruz (Sevilla, Centro Oficial de Estudios Americanistas, 1921).
Otros destacados miembros de este grupo pionero de americanistas sevillanos
fueron Juan María Aguilar, Cristóbal Bermúdez Plata, Ramón de Manjarrés,
Francisco de las Barras y Aragón y Jesús Pabón, quienes lograron aglutinar a su
alrededor a otros historiadores interesados en el pasado americano, como Manuel
Serrano y Sanz, catedrático de Historia Universal de la Universidad de Zaragoza,
que fue pensionado por la JAE en 1910 para consultar el Archivo General de
Indias. Los principales temas que fueron abordados en las primeras décadas del
siglo veinte fueron las biografías de las principales figuras de la conquista y la
colonización de América, la historia de la ciencia, la historia marítima, las leyes
de Indias y la historia de las fortificaciones. Todos estos temas forman parte de
un proyecto de defensa de la actividad de los españoles en el Nuevo Mundo,
donde no se olvidarán las conquistas espirituales de los misioneros. Menos atención se prestará al otro (esto es, al indio o al negro), quedando como pionero el
libro dedicado por Manuel Serrano y Sanz a España y los indios cheroquis y
chactás en la segunda mitad del siglo XVIII (Sevilla, Centro Oficial de Estudios
Americanistas, 1915), tanto por tratarse de un estudio fronterizo, donde aparece
la problemática de las relaciones hispano-indias, como porque se desarrolla en el
marco de la política de los Borbones, tan denostados por escritores de gran influencia en la época como Menéndez Pelayo o Ramiro de Maeztu.
Es curioso que el fin de este activo centro americanista se produjera en vísperas de la Exposición Iberoamericana (1929), que tantas expectativas americanistas generó en la ciudad y en la nación. La celebración de este gran acontecimiento fue aprovechado por el director del archivo para pedir mejoras en las instalaciones, argumentando que sería uno de los centros más visitados por los
delegados oficiales y los turistas que llegaran a la ciudad. Así sucedió, viviendo
la ciudad y el archivo una euforia iberoamericanista que inspiró a políticos y escritores locales a escribir frases tan apasionadas como la de Méndez Bejarano en
1926: «Sevilla es una población plenamente americana, sin dejar de ser la más
típica española; de tal suerte, que América no parece, a primera vista, una continuación de España, sino una prolongación de Andalucía»47. La realidad, en cambio, fue más dura: la única publicación regular dedicada a la Historia de América
desapareció por falta de ayudas económicas.
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47
MÉNDEZ BEJARANO, 1 (Madrid, junio de 1926): 27.
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LA VIDA BREVE DEL CENTRO DE ESTUDIOS DE AMÉRICA
Durante la República, el Archivo General de Indias fue dirigido por Juan
Tamayo y Francisco (1932-1936). Durante este periodo se dedicó especial atención a la importante sección de Patronato, una de las más consultadas por los
investigadores, que fue ordenada por ramos y no por legajos completos como
hasta entonces. Asimismo, la llegada de una dotación especial permitió completar
la biblioteca auxiliar con libros y revistas48. Pero la fundación más importante de
la República fue el Centro de Estudios de América, en el seno de la Universidad de
Sevilla, pero en íntima colaboración con el personal del Archivo de Indias y con
otra tercera institución de gran importancia para el Americanismo español: el Instituto Hispano-Cubano de Historia de América, fundado por el mecenas cubano Rafael González Abreu. Aunque imbricadas las tres instituciones, cada una se especializó en una tarea. El Instituto, ubicado en el remodelado convento de los Remedios, orientó su actividad a «auxiliar lo más ampliamente posible la labor de los
historiadores del pasado colonial americano que acudan a investigar en aquellos de
nuestros archivos»49, por lo que primó la tarea de catalogar los fondos del Archivo
de Protocolos, de los que se publicaron cinco volúmenes (Catálogo de los Fondos
Americanos del Archivo de Protocolos de Sevilla, 1930-1937), en los que colaboraron un importante grupo de investigadores como José Hernández Díaz, Antonio
Muro Orejón, José María Peña y Cámara, Juan Tamayo, Luis Jiménez Placer y
Francisco de las Barras y Aragón. Además, la fundación de González Abreu patrocinó el Catálogo de los Fondos Cubanos del Archivo General de Indias (Sevilla, 3
tomos, 1929-1935), que dirigió José María Ots Capdequí.
Las aportaciones económicas del mecenas antillano permitieron elaborar varios ficheros bibliográficos y documentales, completar una magnífica biblioteca y
celebrar seminarios de investigación en sus instalaciones junto al Guadalquivir.
Los progresos del Instituto fueron realmente impresionantes, disponiéndose hacia
1935 de la información de todos los libros de interés americanistas, disponibles
en la ciudad. Pero, además, se creó un fichero con la información de los documentos de los archivos —empezando por el de Indias—, que ya habían sido editados total o parcialmente. Las citadas fichas iban acompañadas de un estudio
exhaustivo de las características de la edición y de su valor científico. Los beneficios del Hispano-Cubano también se extendieron a otras provincias andaluzas:
el erudito cordobés José de la Torre y del Cerro recibió una ayuda para investigar
en el Archivo de Protocolos de Córdoba y en el Archivo Municipal. Sus importantísimos hallazgos aparecieron en dos libros editados por el Instituto: Beatriz
Henríquez de Harana y Cristóbal Colón (1933) y El Inca Garcilaso de la Vega
(Nueva Documentación) (1935). En proyecto quedó la publicación de una Revista Española de Historia de América, que truncó la contienda civil.
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48
49
PEÑA y CÁMARA, 1958: 62.
CATÁLOGO, 1929-1935.
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LOS AMERICANISTAS Y EL PASADO DE AMÉRICA
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La segunda fundación de la República en Sevilla fue el Centro de Estudios de
Historia de América, creado con una finalidad eminentemente docente en la universidad hispalense para despertar el interés por investigar el pasado americano
en los estudiantes y formar a los pupilos en la metodología moderna50. Para ello
contaban con becas, algo no muy frecuente en aquellos días. Tanto el Centro como el Instituto estuvieron dirigidos por el valenciano José María Ots Caddequí
(1893-1975), discípulo de Rafael Altamira, que había obtenido la cátedra de Historia del Derecho en la Universidad de Oviedo (1921) y, por traslado, la misma
en Sevilla (1924) y Valencia (1931). Entre 1932 y 1936 trabajó en la capital hispalense en comisión de servicios, poniendo en marcha las nuevas instituciones
americanistas de la ciudad, aunque se ausentó durante algunos meses para viajar
a América, Alemania e Italia gracias a una pensión de la JAE. En 1934 dictó varias conferencias en la Universidad Nacional de La Plata, coincidiendo con el
XXVI Congreso Internacional de Americanistas, charlas que después extendió a
Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Montevideo51. Militante del partido Izquierda Republicana de Manuel Azaña, se trasladó a Valencia al estallar la guerra,
donde fue nombrado decano de la Facultad de Derecho y fundó y presidió la
Alianza d’Intelectuals per la Defensa de la Cultura (agosto de 1936).
La docencia del Centro de Estudios de Historia de América estaba dividida
en cinco cursos generales: 1º Historia de América; 2º Arqueología y Arte Colonial Hispanoamericano; 3º Geografía de América; 4º Instituciones económicas,
jurídicas y sociales hispanoamericanas del periodo colonial, y 5º Bibliografía y
Paleografía hispanoamericana. El cuadro de profesores lo formaban los catedráticos hispalenses Diego Angulo y Juan María Aguilar, el catedrático de Instituto
Emiliano Jos y los archiveros Ventura, Peña, Tamayo y Jiménez-Placer. Estos
cursos se completaban con cuatro seminarios por cada una de las materias troncales y cursillos breves impartidos por profesores invitados. Al centro le fue concedida la facultad de otorgar el grado de doctor en Historia de América, siendo el
argentino Rómulo D. Carbia, que realizó una investigación sobre la crónica oficial de Indias52, uno de los primeros que lo consiguieron.
Dentro de la universidad hispalense también habría que destacar la creación de
una cátedra de Historia del Arte Hispano Colonial en 1927, que ocupó Diego Angulo Iñiguez. A él se le debe el catálogo Planos de Monumentos Arquitectónicos de
América y Filipinas, existentes en el Archivo de Indias (6 vols., Sevilla, Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla, 1933-1939) y la dirección de las coleccio-
————
50 En palabras de Ots Capdequí: «el nuevo Centro persigue, ante todo, la formación de nuevos investigadores, adiestrando a nuestras juventudes universitarias con vocación por este orden de conocimientos históricos, en el estudio de los problemas fundamentales de la historia de América mediante la
explicación de Cursos de carácter general y de otros monográficos, con el complemento obligado de
trabajos de investigación realizados en los Seminarios anejos». OTS CAPDEQUÍ, 1948, II: 215.
51 FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 137-138. PEIRÓ y PASAMAR, 2002: 457-459.
52 MARTIN, 1934: 246. La tesis de Rómulo D. Carbia se publicó un año después de finalizar la
contienda civil. CARBIA, 1940.
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nes Documentos para la Historia del Arte en Andalucía (1927) y la Escultura en
Andalucía (1927). También impulsó una revista, titulada Arte en América y Filipinas, cuyo primer y segundo volumen aparecerían en el fatídico 1936. Entre los
colaboradores se encontraban Enrique Marco Dorta, José Hernández Díaz, Antonio
Muro, María Balbuena de la Maza, Ana Liaño, etcétera. La publicación se reanudó
en 1949, desapareciendo tres años más tarde. Aparte de sus publicaciones, todas
ellas de gran valor, hay que destacar la labor docente del profesor Angulo (19011986), uno de los pilares fundamentales del americanismo sevillano53.
Doctorado en la Universidad Central de Madrid, don Diego Angulo vivió varios años en la Residencia de Estudiantes, pues su padre —registrador de la propiedad y escritor— era amigo de José Castillejo y otros institucionistas. Colaboró
con el Centro de Estudios Históricos y en julio de 1925 obtuvo la cátedra de Teoría de la Literatura y las Bellas Artes, si bien pronto se trasladó a la capital hispalense para ocupar —por comisión— la cátedra de Arte Hispano-Colonial creada
por el valenciano Elías Tormo con motivo de la Exposición Iberoamericana
(1927). Durante la década de los veinte y primeros años de los treinta realizó
numerosos viajes por el extranjero (Alemania, Italia, Suecia, Marruecos, etcétera), siendo pensionado por la Junta de Relaciones Culturales del Ministerio de
Estado en 1934 para estudiar el arte colonial mexicano durante seis meses. Tras
navegar de Gibraltar a New York, entró en la República Mexicana por El Paso
(Texas). En México entró en contacto con los historiadores más destacados del
momento y, ayudado por el librero español Pedro Robredo, reunió y envió a la
capital hispalense una extraordinaria colección de libros y folletos de la historia
mexicana. A ella se sumaría una colección de fotografías de gran valor, pues muchos de los monumentos y edificios que quedaron recogidos en sus placas fueron
derivados o reformados con posterioridad54.
TRES CONGRESOS AMERICANISTAS (1914, 1921 Y 1935)
En resumen, el americanismo en la ciudad de Sevilla durante los años de la
República estuvo dividido en varias instituciones (dos archivos, una biblioteca,
un instituto, un centro y un laboratorio de arte), pero articulado por el trabajo de
investigación y la actividad docente de numerosas personas que fluyen por todas las
instituciones, comparten órganos de dirección y colaboran en las diferentes tareas.
Todos ellos están comprometidos en la formación de buenos investigadores y en la
realización de catálogos de los ricos fondos documentales que alberga la capital his-
————
53
FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992: 75. PEIRÓ y PASAMAR, 2002: 81-83. MATEO, 2001: 15-43.
Durante la contienda trabajó en Madrid en el Servicio de Recuperación de la Junta del Tesoro Artístico, creada para proteger el patrimonio artístico. De ideología conservadora, se convirtió,
por su gran capacidad de trabajo y deseos de conocimiento, en uno de los puntales decisivos en el
internacionalismo del grupo sevillano.
54
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palense. Paralelamente, se impulsó la publicación de trabajos científicos, novedosos,
basados en fuentes documentales originales, rigurosos en los métodos, bien escritos y
editados, que trasciendan el ámbito local y nacional para situar a Sevilla en el panorama internacional del Americanismo no sólo como depósito de documentos sino
como centro generador de nuevos conocimientos. Esta meta se logrará gracias a la
celebración del XXVI Congreso Internacional Americanista, que reunió en la ciudad
a buena parte de los mejores especialistas del mundo. La asamblea está precedida de
un interesante intercambio de investigadores de ambas orillas: en el Centro de Estudios de Historia de América impartieron cursos profesores como el portugués Jaime
Cortesão, los argentinos Rómulo D. Carbia y Ricardo Levene, el mexicano Carlos
Pereyra y el norteamericano C. H. Haring; a la inversa, profesores de la universidad
hispalense como Ots Capdequí y Diego Angulo viajaron a Iberoamérica con apoyo
de la JAE y de otras instituciones, multiplicando las relaciones y los intercambios
entre instituciones españolas e iberoamericanas. Estos dos últimos historiadores
fueron fundamentales en la renovación de los estudios hispalenses, aunque hay
que señalar que su labor hubiera sido menos trascendental sin la presencia de un
grupo de archiveros profesionales (Tamayo, Jiménez-Placer, Peña y Ventura) y
de investigadores (Muro, Barras y de Aragón y Hernández Díaz) que apoyaron
todas sus iniciativas.
Buena parte de los esfuerzos de los historiadores y archiveros de las primeras
tres décadas del siglo XX estuvieron dirigidos a catalogar los fondos documentales de los tres repertorios locales (Archivo General de Indias, Archivo de Protocolos y Biblioteca Colombina). Como una extensión lógica de estas catalogaciones, se editaron varias colecciones documentales y se llenaron las revistas de
hallazgos fundamentales para el estudio de figuras destacadas de la Historia de
América. Siguiendo la herencia del positivismo decimonónico, se siguió aportando datos para esclarecer las biografías de Cristóbal Colón, los Pinzones, Hernán
Cortés, etcétera. Otros temas predilectos de la historiografía sevillana serán el
derecho indiano y la historia institucional. Dos libros marcarán una época notable
en aportaciones para el conocimiento de las instituciones indianas: el ya citado de
Manuel de la Puente y Olea (Los trabajos geográficos de la Casa de la Contratación) y el primer tomo del extraordinario estudio de Ernesto Schaefer: El Consejo
Real y Supremo de las Indias en la administración colonial (Sevilla, 1935). Este
último volumen sería uno de los dos libros que publicó el Centro de Estudios de
Historia de América antes de desaparecer. El segundo también fue escrito por el
profesor alemán Schaefer: Las Rúbricas del Consejo Real y Supremo de las Indias,
desde la fundación del Consejo en 1524 hasta la terminación del reinado de los
Austrias (Sevilla, 1934). Otra materia también abordada con frecuencia fue la
historia de la Iglesia en América, particularmente la expansión, la metodología y
los aspectos artísticos de las misiones en el continente, desde California a Tierra
del Fuego.
Los logros alcanzados por el Americanismo sevillano en vísperas del 36 se
ponen de manifiesto al comparar los tres congresos históricos celebrados en la
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ciudad en las primeras décadas del siglo. En 1914 se inauguró el primer Congreso de Historia y Geografía Hispano-Americanas para conmemorar el quinto centenario del descubrimiento del Mar del Sur por Vasco Núñez de Balboa. La mayoría de los participantes eran diplomáticos, escritores, aficionados a la historia y
representantes de instituciones españolas y americanas, quedando en minoría los
historiadores con trabajos de entidad, como Paso y Troncoso, Levillier o Riva
Agüero. Buena parte de las sesiones se dedicaron a brindar por la hermandad
hispanoamericana y a elaborar las siguientes conclusiones con las que se quería
enterrar definitivamente la leyenda negra. En primer lugar, que: «El Congreso
declara que España, como nación, no fue responsable de los excesos realizados
durante la conquista y civilización americana». Y en segundo lugar que: «El
Congreso hace constar su vivo deseo de que en todos los países de la América
española se mantengan en vigor, perfeccionándolas, todas las medidas necesarias
para el mejoramiento moral y material de los indios de América, siguiendo el alto
ejemplo que España dio siempre a favor de los aborígenes americanos»55.
En el segundo Congreso de Historia y Geografía de Hispano-América, celebrado entre el 4 y el 9 de mayo de 1921, se repiten de nuevo los brindis por la
fraternidad hispanoamericana y por la intimidad espiritual de todos los países. La
mesa presidencial estuvo dominada por los miembros de la Real Academia de la
Historia (su director, el marqués de Laurencín, fue el presidente efectivo; Ricardo
Beltrán y Rózpide, otro académico, ocupó la vicepresidencia, y Jerónimo Beckér,
también académico, desempeñó el cargo de secretario general), que siguió siendo
el órgano rector de la Historia española. Como ocurriera en el primer congreso,
son los menos los historiadores con una trayectoria sólida lo que se refleja en las
memorias, donde predominan los resúmenes divulgativos y los ensayos literarios
sin aportes reseñables para el avance de los conocimientos56. Las demandas de
buenos archivos y catálogos se intercalan con las reivindicaciones nacionalistas y
los deseos de regenerar el país mediante la consolidación de las relaciones con
las naciones hispano-americanas.
Si el congreso de 1914 proclamó —con bastante ingenuidad— el final de la
leyenda negra, el congreso de 1921 dio por concluido el aspecto heroico de la
presencia de España en América (las increíbles hazañas de los descubridores y
los conquistadores) para apostar por un giro en los nuevos estudios, que se cen-
————
55 SEGUNDO CONGRESO DE HISTORIA y GEOGRAFÍA, 1921: 35. El marqués de Laurencín, director de la Academia de la Historia, señaló que: «Después de ese Congreso, y sobre todo después de
esas conclusiones votadas a una voz y con perfecto acuerdo, la leyenda negra, en lo que se refiere a
nuestra actuación en el Nuevo Mundo, ha quedado destruida en lo fundamental de sus asertos, y ya
no pueden levantarse entre España y América, como una barrera, las malvadas invenciones forjadas
por la envidia y el odio».
56 Por citar un caso, véase la «Reseña cronológica de las principales exploraciones hidrográficas realizadas por los españoles en las costas del continente hispano-americano» de Gustavo Fernández. Al exponer el trabajo en la sesión correspondiente, el autor pidió perdón. SEGUNDO CONGRESO DE HISTORIA y GEOGRAFÍA, 1921: 267-313.
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trarían en adelante en: «la labor civilizadora, a la manera como fuimos extendiendo la cultura, a las instituciones benéficas y educativas que en todas partes
fundamos, a la obra social que realizamos elevando la condición del indio»57. En
realidad, más que un planteamiento a futuro, es una línea historiográfica que ya
está en alza y que convive —y lo será por muchos años— con los estudios biográficos de navegantes y conquistadores. Pero es significativo que la petición de
cambio la realice el director de la Academia de la Historia, máxima autoridad
nacional en la materia. Otras cuestiones interesantes que se trataron en las sesiones del congreso fueron la conveniencia de impulsar Juntas de Excavaciones, el
estudio del «Folk-Lore», la necesidad de equiparar los títulos profesionales de las
diferentes naciones y la urgencia de revisar los contenidos de los libros escolares
de historia, plagados de errores. Sobre estos últimos se pide que los textos peninsulares hispanos de Historia de España dediquen más lecciones al pasado americano y que, en correspondencia, los libros iberoamericanos se ocupen más de la
historia de España antes y después de la independencia58.
Por último, varios congresistas pidieron —como en 1914 lo hizo Roberto Levillier- un Centro Internacional de Investigaciones históricas, con sede en Madrid
y Sevilla, y con organización similar a la Oficina Americana de Washington, que
publicase una revista con trabajos de historia y geografía. El delegado argentino
Pascual Guaglianone añadió generosamente: «Hagamos los americanos en esta
ciudad de Sevilla una Biblioteca pública americana, dividida en tantas secciones
como son las Repúblicas americanas, donde se encuentren toda clase de libros,
sin diferencia de origen español o inglés»59.
La tercera reunión científica que analizaré es el XXVI Congreso Internacional Americanista, celebrado en Sevilla entre el 13 y el 20 de octubre de 1935.
Aunque no era la primera vez que el citado colectivo celebraba una reunión en
nuestro país (dos citas anteriores tuvieron como escenario Madrid, en 1881, y
Huelva, 1892), la tercera oportunidad fue de gran importancia por el número de
españoles que participaron y por la calidad de los trabajos. El Americanismo, a
pesar de las deficiencias, era una especialidad en pleno auge durante la República
gracias a los esfuerzos de varias generaciones de historiadores y escritores desde
mediados del siglo XIX. La candidatura y designación de Sevilla se realizó en el
congreso celebrado en La Plata (Argentina) en 1932, presidido por el gran historiador del Derecho Indiano Ricardo Levene. Aceptada la candidatura, el gobierno
nombró el siguiente comité: Gregorio Marañón (presidente), José María Ots
Capdequí (vicepresidente primero), Antonio Ballesteros y Beretta (vicepresidente
segundo), José María Torroja (secretario general) y Vicente Castañeda (tesorero).
En el marco del congreso se organizó una Exposición Cartográfica Americana,
————
57 SEGUNDO CONGRESO DE HISTORIA y GEOGRAFÍA, 1921: 36. Las palabras son del director de
la Real Academia de la Historia.
58 SEGUNDO CONGRESO DE HISTORIA y GEOGRAFÍA, 1921: 101-102.
59 SEGUNDO CONGRESO DE HISTORIA y GEOGRAFÍA, 1921: 76.
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que diseñó Ángel Altolaguirre, con la colaboración de Julio Guillén Tato, subdirector del Museo Naval, y Juan Tamayo y Francisco, director del Archivo General de Indias.
La participación nacional e internacional de ponentes y delegados en el XXVI
Congreso Americanista fue muy numerosa, desplazándose a la capital hispalense
ciudadanos de veintiocho países60. De España hay que destacar los numerosos delegados madrileños que asistieron. La Universidad Central de Madrid estuvo representada por Antonio Ballesteros Beretta, catedrático de Historia de América, Hermann Trimborn, Rafael Altamira y tres miembros del Seminario de Estudios Americanistas (la holandesa Guda Doyvis, el norteamericano Pascual E. Kerwin y
Federico Paul). El Centro de Estudios Históricos mandó como delegados oficiales
a Manuel Ballesteros Gaibrois, Ramón Iglesia, Antonio Rodríguez Moñino y Ángel Rosenblatt. El joven Juan Manzano y Manzano representó al Instituto de Derecho Comparado Hispano-Portugués-Americano de Madrid, comisión que también
realizaron Rodolfo Reyes, del Hogar Americano, Luis Rodríguez de Viguri, de la
Sociedad Geográfica Nacional, José María Torroja, de la Academia de Ciencias
Exactas, Físicas y Naturales, y Pedro de Répide, de la comisión organizadora de la
Exposición de Prensa Hispanoamericana y Filipina. Otras dos instituciones de Madrid también tuvieron representación: la Biblioteca Nacional (Miguel Artigas y
Luisa Cuesta) y el Ayuntamiento capitalino (Antonio Asenjo).
Los trabajos se dividieron en tres secciones: I Arqueología y Arte. II. Religión, Geografía, Antropología, Etnografía y Lingüística; y III. Descubrimiento,
Conquista y Colonización. Esta última fue muy numerosa en comparación con
otros congresos americanistas, lo que se explica por los intereses y temas de los
participantes españoles. Sin embargo —y significativamente— varios delegados
nacionales presentaron trabajos sobre la América precolombina, materia que,
como ya vimos, tuvo un significativo avance durante el periodo republicano. Las
actas de la reunión tardaron varios años en publicarse, ya que los documentos
generados por la reunión hispalense y las memorias entregadas desaparecieron en
el saqueo de la sede madrileña de la Real Sociedad Geográfica, lugar donde se
custodiaban, pues el secretario perpetuo de la citada institución, José María Torroja
Miret, había fungido como secretario general del congreso americanista. Terminada la contienda, Torroja emprendió la tarea de solicitar nuevas copias de sus trabajos a los congresistas, repartidos por todo el mundo. En la tarea contó con la colaboración activa del Ministerio de Asuntos Exteriores. Muchos autores no respondieron a la llamada por defunción, desidia o, simplemente, porque no fueron
localizados. En cuanto a las actas de las sesiones, no se pudieron reconstruir, fal-
————
60 Se trasladaron a Sevilla delegados de Alemania, Argentina, Austria, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Checoslovaquia, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia,
Guatemala, Holanda, Italia, Japón, México, Nicaragua, Noruega, Panamá, Perú, Polonia, Portugal,
República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
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tando ese testimonio fundamental del desarrollo del congreso sevillano. De cualquier forma, la edición de las mismas dejó un testimonio, en pleno franquismo, de
lo mucho y bueno realizado durante la República. «Por eso, —escribió Marañón—
en este instante se borra el dolor de los años tumultuosos; y al releer los papeles, ya
casi viejos, del Congreso pretérito, corre por nuestro espíritu una brisa fresca que
parece la misma de aquellas mañanas de Octubre de 1935, cuando trabajábamos
junto al Guadalquivir, lleno de leyendas y de sabiduría, sin sospechar lo que meses más tarde iba a suceder»61.
Como ocurrió con otras comunidades científicas, la Guerra Civil diezmó y dispersó a los americanistas españoles. Las nuevas autoridades clausuraron los centros
americanistas creados durante la República y levantaron sobre ellos otras instituciones tanto en Madrid como en Sevilla. Pero eso es otra historia. En el prólogo a
la edición de las actas del XXVI Congreso Internacional Americanista —escrito en
1948—, el doctor Gregorio Marañón escribió con nostalgia: «que la tempestad que
ha sacudido nuestras espaldas se ha llevado a muchos de nosotros, ha dispersado a
otros, ha ahondado en casi todos el surco natural que el tiempo deja al pasar, y ha
hecho cambiar inevitablemente el gesto de cada uno frente a los demás, frente a
nuestro pasado y a nuestro porvenir»62. Por fortuna para muchos americanistas, los
contactos realizados durante las primeras décadas del siglo entre instituciones de
ambas orillas del Atlántico les permitió continuar con sus investigaciones en universidades y centros de investigación de Estados Unidos e Iberoamérica. Incluso
muchos historiadores que no habían escrito ni una línea del pasado americano en
España se reconvirtieron en americanistas, ayudando a conocer y comprender la
historia de las repúblicas de acogida. Paradojas del destino: la guerra y el exilio
produjeron más americanistas que la universidad española en todos los tiempos
anteriores (Pedro Bosch Gimpera, José María Cruxent, Pedro Armillas, José Luis
Lorenzo, Juan Comas, Pedro Carrasco, Ángel Palerm, etcétera). Afortunadamente, sus obras y sus ejemplos siguen vivas allí y aquí.
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This article analyzes the situation of Americanism in Spain on the eve of the Civil War. This
latter violently broke the scientific community which was then in boon, as it is shown by the Chairs,
Centers, Institutes and Seminars created during the years of the Second Republic. The Governments' aim at fostering relations with Latin America favoured the exchange of professors and fellows, the celebration of gatherings on both sides of the Atlantic, and the publication of book collections and specialized reviews. Our study is centered on the Madrid and Sevilla foundations which
became the moste active centers of the Spanish Americanism. Besides the institutions and scientific
protagonists, I intend to highlight the methodological and thematical novelties as well as the efforts
to consolidate the Pre-columbian studies.
KEY WORDS: Americanism, University, education, international relations, Second Republic.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 251-282, ISSN: 0034-8341
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 239
Págs. 283-306, ISSN: 0034-8341
LOS CAMINOS DE LA JAE EN AMÉRICA LATINA: REDES Y
LAZOS AL SERVICIO DE LOS EXILIADOS REPUBLICANOS
POR
CONSUELO NARANJO OROVIO
Instituto de Historia, CSIC*
La existencia de las redes culturales, formales e informales, entre España y América en el siglo
XX propiciadas por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas sirvieron
no sólo para acercar desde otros postulados a España y sus ex-colonias y aproximar sus culturas y
diferentes realidades desde el respeto y la ciencia, sino que lograron crear una comunidad científica e intelectual a ambos lados del Atlántico con intereses comunes y proyectos compartidos. Estas
redes culturales, que se fueron tejiendo e institucionalizando en algunos países mediante la creación de centros que formentaron y regularizaron los intercambios, fueron en muchos lugares las
plataformas con las que los republicanos españoles contaron en el momento del exilio.
PALABRAS CLAVE: Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, redes
científicas e intelectuales, relaciones culturales España-América Latina.
Estoy hecho polvo..., la vida rota... todo perdido...
Te escribo camino de Buenos Aires, adonde voy invitado
por la Cultural. En dos palabras te diré: Estuve en San Sebastián desde comienzos de la Revolución hasta el 26 de agosto,
en que pude salir con mi familia. Durante unos días estuve en
Hendaya, encargado de intentar alguna armonía entre los diplomáticos que estaban en San Sebastián y el Gobierno, a
efectos sobre todo de conseguir suavizar algo la actitud respecto de los rehenes, niños, etc. No fue posible, porque en
este caos demencial nadie te oye [....]
————
* Quiero agradecer a varias personas e instituciones el haberme ayudado en la realización de
esta investigación: a la Fundación Ramón Menéndez Pidal por las facilidades que en todo momento
he recibido para trabajar y reproducir sus fondos y colecciones, especialmente a Diego Catalán, su
director, y a José Polo por su ayuda en la búsqueda de documentos y continua atención, así como a
Loles González-Ripoll por su lectura cuidadosa de este texto.
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CONSUELO NARANJO OROVIO
No sé qué será de mi casa, de mis libros y de mis trabajos. Como es natural no podré vivir en España ni con la anarquía sangrienta de hoy, ni con lo que venga después.... Ignoro si en la Argentina me podrán dar algo estable, por si acaso
no, dime si hay alguna esperanza de encontrar trabajo para
mi en Estados Unidos. Mi plan, no sé si podré realizarlo, será
subir dando conferencias, desde Argentina hasta ahí. Yo sé
enseñar francés muy bien. ¿No habría algo en alguna parte?1.
Con estas palabras, en agosto de 1936, Américo Castro expresaba a Federico
de Onís la tragedia española, la agonía y el largo peregrinar que comenzaba un
grupo destacado y numeroso de la intelectualidad española. No fue la casualidad
ni tampoco la amistad que les unía, los motivos por los que Castro se dirigiera a
Onís. Su papel como uno de los principales artífices de las relaciones culturales
entre Puerto Rico, Estados Unidos y España, iniciadas en la década de los años
veinte, indujeron a Castro y a tantos otros exiliados españoles a demandar la ayuda de Onís en esos momentos.
Esta historia que forma parte del inicio del largo vagar de los exiliados republicanos españoles comienza, o sería mejor decir, es la continuación de otra de la
que venimos ocupándonos hace tiempo. Una historia menos conocida como es la
que encierra las relaciones culturales y científicas propiciadas por la Junta para
Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) y las universidades y
centros de investigación extranjeros y en particular de América Latina.
Reconstruir aquella colaboración es, en sí misma, una tarea importante pero
lo es más aún si tenemos en cuenta que estas relaciones aunque concluidas en
1939— pues ciertamente las que continuaron fueron otras— marcaron, definieron y, en muchos casos, condujeron los destinos de los intelectuales republicanos
tras 1936. La trascendencia del esfuerzo de la JAE fue más allá, ya que sirvió
para establecer redes que actuaron de plataforma para la llegada y acogida de los
antiguos profesores y pensionados ya como exiliados.
En esta nueva etapa encontramos a muchos de los intelectuales que en los
años previos habían viajado a América y a otros países europeos, especialmente
Francia, Gran Bretaña, Alemania, Italia y Suiza en pos del ideal regeneracionista
e impulsados, algunas veces, casi me atrevería a decir, por un ideal mesiánico de
la cultura.
La creación en 1907 de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, heredera en gran medida de la Institución Libre de Enseñanza,
inauguró una etapa de gran desarrollo y modernización para la ciencia y la cultura española. La Junta fue el organismo que mayor impulso dio al desarrollo y
difusión de la ciencia y cultura españolas a través de un programa muy activo de
————
1
Carta de Américo Catsro a Federico de Onís, agosto de 1936. Archivo Federico de Onís
(AFO), Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, Serie Noticias y Actividades O-NA/C-44.77.
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intercambio de profesores y alumnos y del establecimiento de becas para estudiar
en el extranjero (pensionados), en un intento exitoso de salir del pesimismo decimonónico y abrirse al extranjero estableciendo un diálogo abierto con los países más modernos de Europa como el único medio de avance y progreso. En su
seno se formaron y trabajaron los mejores intelectuales y científicos de España
entre 1907 y 1939, además de jugar un papel decisivo en el acercamiento cultural
a América Latina, potenciado por una Real Orden promulgada el 16 de abril de
1910, por la que se apoyaba el intercambio de profesores y alumnos y la edición
de obras sobre la sociedad, el pasado y la historia natural de América2. En este
proyecto y en el caso concreto de América Latina, la cultura fue uno de los elementos centrales de una política que se alzaba sobre el andamiaje de lazos comunes, una historia compartida, un mismo idioma y, para un sector, una raza común.
La cultura sirvió, como apuntó Carlos Rama, para vencer resistencias políticas y
antiguas rencillas y plantear proyectos económicos y educativos3.
Esta nueva concepción de América, este redescubrimiento de la importancia
del Nuevo Mundo en la política española de principios del siglo XX se tradujo en
el envío de Rafael Altamira y de Adolfo G. Posada al continente americano con
la clara intencionalidad de establecer los primeros contactos con los círculos intelectuales de estos países y pulsar su sentir hacia el nuevo proyecto cultural y educativo de España.
Tras su viaje a tierras americanas, Posada reforzaba el proyecto de Rafael Altamira de iniciar la cooperación con las universidades, insistiendo en la necesidad
de incentivar la colaboración científica y cultural entre España y América mediante
el envío de especialistas españoles y americanos. Intercambios que podrían ser
ajenos a la esfera oficial e institucional y ser gestionados por comités creados exclusivamente para ello. Dichos comités actuarían como representantes de la Junta
en América ante los centros científicos y docentes tanto oficiales como privados4.
UN PUEBLO QUE SE AÍSLA, SE ESTACIONA Y SE DESCOMPONE
Estas palabras revelan el sentir y el espíritu que animó a los intelectuales de
la JAE a iniciar una vasta empresa en la que la ciencia, la cultura y la educación
fueran los ejes que condujeran a España hacia la modernización. Ramón y Cajal,
José Castillejo, Ignacio Bolivar, Rafael Altamaria, Américo Castro, Jimena Fernández de la Vega, Luisa Cruces Matesanz, Tomás Navarro Tomás, Luis de Zulueta, Blas Cabrera, María de Maeztu, Alberto Jiménez Fraud, Gonzalo R. Lafora, Pío del Río-Hortega, José Mª Ots Capdequí, Federico de Onís, Pedro Salinas,
————
2
LAPORTA, RUIZ, ZAPATERO y SOLANA, 1987. SÁNCHEZ RON, 1988. FORMENTÍN y VILLEGAS,
1992.
3
4
RAMA, 1982.
ALTAMIRA, 1911. GONZÁLEZ POSADA, 1911a y b.
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Amado Alonso, Manuel Gómez Moreno .... fueron algunos de los hombres que
se formaron dentro de los centros de la JAE, fueron sus directores y colaboraron
activamente en su programa de difusión cultural y científica. Los mismos que
años después emprendieron su marcha a las tierras tantas veces imaginadas y
recreadas desde sus despachos y desde sus aulas y otras tantas visitadas.
El Centro de Estudios Históricos (CEH) fue el organismo encargado de llevar
a cabo la política cultural que el gobierno había diseñado respecto a América,
hecho que, sin duda, le confirió al Centro y a muchos de sus investigadores un
papel esencial en el desarrollo del americanismo español. Por otra parte, el lugar
y peso que se concedió a la historia como uno de los principales elementos de
acercamiento entre España y el mundo americano, el nombramiento de Menéndez Pidal como director del Centro desde su fundación en 1910 y la incorporación al mismo desde el inicio de Rafael Altamira —uno de los paladines del hispanoamericanismo— como encargado de la sección de Metodología de la Historia, le otorgaron a la nueva institución un papel destacado en las relaciones con
los países americanos, así como en el desarrollo del americanismo. Desde la sección de metodología de la historia y desde su cátedra de historia de las instituciones de América en la Universidad Central de Madrid, Altamira potenció los estudios sobre el Nuevo Mundo, siendo profesor de varios de los alumnos que completaban su formación e investigaban en el Centro de Estudios Históricos y que
con el paso de los años llegarían a ser destacados intelectuales5.
La labor de Menéndez Pidal dentro de la JAE de la que fue vocal y vicepresidente, y su gestión como director del Centro pesaron en su elección en 1931 como presidente de la Junta de Relaciones Culturales, uno de cuyos objetivos era
promover desde el estado «la expansión cultural de España estableciendo delegaciones y centros de estudio y enseñanza en el extranjero y preferentemente en los
países hispanoamericanos»6.
Sin duda la elección de Menéndez Pidal como director del CEH marcó y benefició la trayectoria de los estudios filológicos e históricos sobre Hispanoamérica.
Consciente de la importancia que para España tenía establecer un diálogo con otros
países de América y Eurora puso todo su empeño en lograrlo, recordando que «la
causa principal de que la gente española haya venido a menos es su desunión con
Europa y América». Así lo pensaba y plasmaba incluso antes de que la JAE existiera y que incorporara en sus objetivos la activación de las relaciones con América.
Precursor de Altamira y Posada, en 1905 en una nota redactada a bordo del barco
que le trasladara a tierras americanas comentaba la necesidad de comenzar un diálogo liderado por España, que lejos de evocar viejas conquistas acercase a los pueblos desde la cultura. La Real Academia Española ayudada por sus correspondientes americanas y por otras instituciones literarias y sociales sería la encargada de
————
5
6
BERNABÉU, 239 (Madrid, enero-abril 2007): 251-281; BERNABÉU y NARANJO (eds.), 2007.
Reglamento del 23 de julio de 1931, publicado en la Gaceta de Madrid del 25 de julio de 1931.
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poner en marcha la colaboración que bien podría comenzar con la publicación de
una revista internacional hispano-americana de periodicidad semanal:
[…] iniciar un acercamiento y fusión de ellos por medios eficaces y ante
todo por el vínculo intelectual, que es de suyo poderosísimo.
Como en los países americanos existen rivalidades de comprensión y antipatías y conflictos, no es posible establecer en ninguno de ellos un centro que
unifique la acción, junte lo utilizable de todas esas naciones y lo difunda después en ellas. Es a España, como antigua colonia y metrópoli a quien corresponde centralizar el movimiento, unir lo disperso y extender —con los mismos
elementos de la raza— su civilización característica en todos los vastos territorios por ellos habitados7.
Figura reconocida y valorada intelectualmente de manera especial en el mundo de habla hispana, Pidal viajó a Ecuador a finales de 1904 en calidad de comisario regio o comisionado para analizar y actuar de mediador en el conflicto fronterizo entre esta república y Perú. Un trabajo en el que estuvo asesorado por los
ministros plenipotenciarios de ambos países en España, Mariano H. Cornejo de
Perú, y Honorato Vásquez de Ecuador8. Este primer periplo americano, le sirvió a
Pidal no sólo para tener un contacto directo con los intelectuales del mundo hispanoamericano sino también para extender sus estudios a este continente y comprobar que muchos romances españoles habían pasado a América y que algunos
de ellos todavía se mantenían.
El que fuera el primer viaje americano desde el puerto de Le Havre a Boston lo
inició a bordo de «La Champagne» de la Compagnie Générale Transatlantique un
24 de diciembre de 1904. De Nueva York se trasladó a Quito, donde estuvo hasta
el mes de marzo para pasar a Perú, donde permaneció dos meses más. Aprovechando su estancia, posteriormente viajó a Santiago de Chile y Buenos Aires, regresando en junio de 1905 a España. En todos los lugares que visitó, como comisionado o como académico, Pidal fue agasajado con invitaciones a diferentes academias, conciertos, bodas, veladas y comidas, además de otorgarle, entre otras
distinciones académicas la de socio honorario y colaborador de la Sociedad Jurídico Literaria de Quito. Un intenso programa, a veces sobrecargado de festejos que le
retiran de sus investigaciones, y que Pidal comenta en las cartas a su mujer, María Goyri.
Desde este primer viaje, los contactos con América no cesaron. En 1909 parte, esta vez a Estados Unidos, con motivo de una invitación para impartir conferencias en varias universidades como Columbia University, John’s Hopkins, etc.
————
7 Proyecto de publicaciones hispano-americanas que puede promover la Real Academia Española. Fondos relativos al viaje a América en 1904-1905 de Ramón Menéndez Pidal: Academia
Ecuador. Fundación Ramón Menéndez Pidal.
8
PÉREZ PASCUAL, 1998: 89-104. PÉREZ VILLANUEVA, 1991. Fondos relativos al viaje a América en 1904-1905 de Ramón Menéndez Pidal. Fundación Ramón Menéndez Pidal.
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En 1910 fue de nuevo invitado a Argentina a dictar un curso de filología a Buenos Aires, estancia que pospuso hasta el verano de 1914 cuando, tras el fallecimiento de Menéndez Pelayo viajó a este país con el fin de colaborar en el homenaje que allí se le quería rendir. Asimismo, otras de las razones de este viaje fue
fundar nuevas academias correspondientes en distintas repúblicas del continente
y, a sugerencia de Castillejo, hacer propaganda de la JAE.
Terminadas las numerosas conferencias en Buenos Aires (entre 18 y 20) en
las que Pidal abordó varios temas importantes de la obra de Menéndez Pelayo y
marcó los puntos principales para estudiar sus contribuciones, en octubre se trasladó a Santiago de Chile, invitado por la universidad para ofrecer lecciones y
participar en las reuniones con intelectuales chilenos a fin de reactivar la Academia de este país. En su sede Pidal pronunció una conferencia en la que señaló la
necesidad de establecer una comunicación fluida y constante entre la academia
española y las americanas, indicando que su carencia era una de las causas de
decaimiento de las academias hispanoamericanas9.
En este viaje Pidal fue distinguido con premios, condecoraciones y nombramientos por diferentes instituciones: miembro de honor de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Bellas Artes, de la Universidad de Santiago (noviembre de
1914), así como por distintas asociaciones de residentes españoles en ciudades
argentinas y chilenas que con orgullo recibían al sabio español que era noticia
casi diaria en los principales periódicos locales.
Ni a Altamira, ni a Posada, ni a Menéndez Pidal, ni a los demás hombres de
la JAE que visitaron América se les escapó la importancia que revestían las colectividades españolas asentadas en América como instrumentos de propaganda
de la acción cultural que se proponía la JAE. El surgimiento de las Instituciones
Culturales Españolas en muchos países americanos respondió a la llamada que
hiciera Posada tras su regreso a España en 1911, siendo en muchos casos estas
instituciones, en combinación con la Junta y las Universidades locales, las encargadas de promover y financiar en parte el intercambio intelectual.
LAS REDES DE LA CIENCIA Y LA CULTURA
La colaboración desarrollada en estos años mediante el envío de pensionados
o con profesores que impartieron cátedra en diferentes países, sobre todo en
América, tuvieron los efectos buscados por los arquitectos de la JAE. Mientras
muchos de los protagonistas se mostraban entusiastas con el avance de la cultura
española en el extranjero, otros se esforzaban por proyectar una imagen diferente
de España, y algunos apostaban por la renovación pedagógica y científica como
————
9
CATALÁN, 2001: tomo 1.
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Postal enviada por Ramon Menéndez Pidal desde Lima en 1905 durante su
viaje como Comisionado Regio para mediar en la cuestión de límites
entre Ecuador y Perú. Fundación Ramón Menéndez Pidal
Recepción en homenaje a Ramón Menéndez Pidal durante su viaje como
Comisionado Regio. Quito 1905. Fundación Ramón Menéndez Pidal.
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Homenaje a Ramón Menéndez Pidal por la colectividad española
de Rosario (Argentina, 1914), durante su segundo viaje a
América Latina. Fundación Ramón Menéndez Pidal.
Ramón Menéndez Pidal en su despacho del Centro de Estudios Históricos,
del cual fue director (c. 1932). Instituto de Historia, CSIC.
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una de las vías principales para regenerar el tejido social y moral. Obra de muy
pocos, pero con un impulso inusual, la España adormecida lograba articular un
importante entramado de centros y laboratorios y en un tiempo breve encontraba
nuevos cauces en sus relaciones con otros países.
A pesar de los desvelos y protestas de Altamira y de que algunas personalidades de la JAE conocían y valoraban el lugar preferente que el continente americano tenía que jugar en la política cultural de España, el envío de pensionados
no fue tan importante. Los centros de la ciencia, de la modernidad, se encontraban en otras latitudes, por lo que las miradas de nuestros científicos se dirigían a
Francia, Inglaterra, Alemania, Italia… Este hecho se suplió con el afán y esfuerzo de unos pocos. Fue sin duda el tesón de los estudiosos del Centro de Estudios
Históricos el que cubrió las carencias de la política cultural hacia América Latina, así como el lugar «secundario» que en términos reales le concedieron10.
El Centro de Estudios Históricos fue uno de los centros de la JAE de mayor
actividad y trascendencia. Dirigido por Ramón Menéndez Pidal, la filología, la
historia, el derecho, el arte, la arqueología, los estudios de folcklore y dialectología pasaron a tener una entidad hasta ese momento desconocida. La importancia
de sus investigaciones, muchas de las cuales marcaron el inicio de escuelas en
estas ramas de las humanidades, no se redujo a España sino que pasó rápidamente a distintos países de América. De norte a sur, diferentes repúblicas recibieron
las lecciones de los alumnos de Menéndez Pidal que en breve tiempo lograron
crear cátedras, institutos y centros de investigación en los que se continuaban los
estudios desarrollados en el Centro de Estudios Históricos.
Por otra parte, el intercambio y el conocimiento del proyecto español en América propiciaron la incorporación al Centro madrileño de profesores y alumnos que
vinieron a continuar sus investigaciones o a realizar sus tesis de doctorado. En el
campo americanistas el Centro, que desde 1933 ya tenía una sección Hispanoamericana, contó con la presencia de Silvio Zavala, Ángel Rosenblat, Rodolfo Barón
Castro, Antonio S. Pedreira, Margot Arce, Rubén del Rosario, Alfonso Reyes,
Aníbal Bascuñán, Raúl Porras Barrenechea y Pedro Henríquez Ureña entre otros,
quienes a partir de la década de 1920 llevaron a cabo una importante labor de búsqueda e interpretación de fuentes hispanoamericanas junto a Américo Castro, Tomás Navarro Tomás, Menéndez Pidal, Rafael Altamira y los más jóvenes como
Raquel Lesteiro, Antonio Rodríguez Moñino o Ramón Iglesia. Algunos de sus
estudios vieron la luz en estos años en España, publicados por la JAE bien en monografías bien en revistas como fue Tierra Firme, dirigida por Enrique DíezCanedo dentro de la sección hispanoamericana (1935-37) que recogía muchas de
las contribuciones que pusieron los cimientos de un nuevo americanismo11.
————
10
ALTAMIRA, 1917: 67, 103 y 107, y 1921: 51. TABANERA, 1993: 49-90, y 1996. SEPÚLVEDA,
1994 y 2005. ROLLAND, DELGADO, GONZÁLEZ, NIÑO y RODRÍGUEZ, 2001.
11
BERNABÉU, 239 (Madrid, enero-abril 2007): 251-281; BERNABÉU y NARANJO (eds.), 2007.
LÓPEZ-OCÓN, 1998: 387-411.
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En la consolidación de las redes tejidas entre América y España también jugaron una baza importante los cursos sobre cultura, lengua, fonética y literatura
española ofertados tanto por el Centro de Estudios Históricos y como por la Residencia de Estudiantes. Junto a la Universidad Central, el CEH se convirtió en
un lugar de investigación y aprendizaje ya que en él desde temprano se comenzaron a impartir cursos trimestrales a los que asistían estudiantes españoles y extranjeros. Además de estas clases, a partir de 1920 el CEH se hizo cargo de la
dirección de los cursos para extranjeros que desde 1912 se ofrecían durante el
verano en la Residencia de Estudiantes y en la Residencia de Señoritas. Tomás
Navarro Tomás, Pedro Salinas, Antonio García Solalinde, Américo Castro…
aparecen con frecuencia en los testimonios gráficos de la época rodeados de muchos alumnos.
A este ambiente de efervescencia intelectual, aunque reducido, también contribuyó el Comité Hispano-Inglés, creado en Madrid en 1923, que a través de las
conferencias propició el intercambio de alumnos de ambos países. Buena parte de
sus actividades las desarrolló en la Residencia de Estudiantes, en cursos y conferencias, que completaban la carrera universitaria de los estudiantes dándoles a
conocer y poniéndoles en contacto con los científicos e intelectuales europeos
más importantes del momento.
Los vínculos y redes científico-culturales sirvieron no sólo para iniciar intercambios con las nuevas repúblicas americanas o bien modificar los lazos existentes, a partir de la ciencia y la cultura sino que también establecieron las plataformas que hicieron posible la acogida de los intelectuales republicanos exiliados.
Algunos ejemplos de forma breve nos servirán para ilustrar esta hipótesis.
Como ya indicamos, la importancia que tenían las colectividades españolas
en América, su peso económico y social, no pasó inadvertida a Altamira y Posada. Fue Posada el que incidió más en la conveniencia y necesidad que tenía la
JAE de contar con estas agrupaciones para llevar a cabo su programa. Coincidiendo Posada en esta valoración con Torres Quevedo que también se encontraba
en Buenos Aires, ambos transmitieron esta inquietud a Ramón y Cajal. Fue esta
colectividad la primera en tomar la iniciativa de cooperar con el proyecto cultural
y académico lanzado por la JAE.
La idea arranca de 1912 cuando la colectividad española a raíz del fallecimiento de Menéndez Pelayo pone en marcha una cátedra de cultura española en
la universidad bonaerense, cátedra que desde sus inicios fue alimentada por la
Institución Cultural Española, creada en 1914 por Avelino Gutiérrez con el fin de
difundir la cultura y la ciencia españolas haciéndose cargo de las actividades de
intercambio intelectual propuestas por la JAE. Unos años después, con idénticos
propósitos nacía una cátedra en la Universidad de Montevideo amparada por la
Institución Cultural Española de Uruguay, que desde 1918 dirigió Manuel Serra.
La creación de ambas Culturales supuso una inyección en el intercambio de profesores, sobre todo en la presencia de españoles en las universidades del Río de la
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Plata por donde desfilaron desde 1914 a 1935, entre otros, Ramón Menéndez
Pidal, José Ortega y Gasset, Julio Rey Pastor, Augusto Pi Suñer, Blas Cabrera,
Adolfo G. Posada, Manuel Gómez Moreno, Gonzalo R. Lafora, José Casares, Pío
del Río-Hortega, María de Maeztu, Claudio Sánchez Albornoz, Manuel García
Morente, José Mª Ots Capdequí, Gustavo Pittaluga, etc..
De igual forma se fueron creando instituciones culturales en distintos países de
América: México (1925), Cuba (1926), República Dominicana (1927), Puerto Rico
(1928), Paraguay (1928) y Bolivia (la Fundación Universitaria Patiño en 1931)12,
que hicieron posible que lentamente se fueran tejiendo redes intelectuales entre
España y América Latina, reforzadas muchas veces por los invisibles vínculos de la
amistad entre los científicos de ambas orillas. Con un escaso presupuesto, que se
suplía con las redes tejidas, fue posible el envío de profesores a América que, aprovechando el viaje, hacían un periplo por distintos centros académicos y universidades. Los recorridos variaban, en ocasiones se dirigían a Argentina-Uruguay-Chile,
otras a Cuba-Puerto Rico-México, o Puerto Rico-Estados Unidos-Cuba.
Como indicamos, el mayor peso de esta empresa cultural recayó en el Centro
de Estudios Históricos, que en pocos años y con escasos hombres tuvo que desplegar sus proyectos aquí y allá. La corriente a favor de la cultura española que se
vivió en América a partir de la década de 1910 avivó los intercambios y la presencia de estos profesores en el continente americano, tanto en Estados Unidos
como en la América hispana. En 1916 Federico de Onís fue enviado como pensionado de la JAE a ocupar la cátedra de lengua, literatura y civilización españolas a la Universidad de Columbia, puesto que se transformó en destino definitivo
y desde el que estimuló en gran medida el intercambio entre España, Estados
Unidos y Puerto Rico13.
Desde Madrid, los discípulos de Menéndez Pidal fueron abriendo algunas cátedras, departamentos e institutos en América que desde el comienzo tuvieron
una gran actividad tanta que, en ocasiones, los estudiosos del Centro de Estudios
Históricos se quejaban por el excesivo trabajo y el escaso personal con que contaban para realizarlo en España y fuera de ella, situación que Castro manifestaba
a Onís en una carta del 2 de noviembre de 1922:
Nuestras cosas se ahogan cada vez más en este ambiente de pequeñez, y
por el roce entre las mismas pocas personas. La carga del Centro nos agota a
Navarro y a mí. Todo el personal apto se fue: desde ti hasta Solal [Solalinde].
Nada tendría de extraño que por mi parte cortara toda relación con el exterior,
absolutamente para todo, y me recluyera en una buhardilla del último piso, y
me dedicara a acabar los libros, y a hacer cosas por el estilo14.
————
12
Sobre la cultural de Buenos Aires y el Instituto Hispano-Mexicano de Intercambio Universitario ver los trabajos de LÓPEZ SÁNCHEZ, 239 (Madrid, enero-abril 2007): 81-102; GRANADOS,
239 (Madrid, enero-abril 2007): 103-124.
13
NARANJO OROVIO y PUIG-SAMPER, 2002: 153-189.
14
AFO, Serie Correspondencia O-MS/C-44.13.
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A pesar de ello, Castro reconocía que era un momento que no podían desperdiciar y así lo comentaba en 1923 a su amigo Onís desde Buenos Aires donde se
encontraba dando clases en el recién creado Instituto de Filología Española: «lo
de EE.UU. es una tontería al lado de lo que significa nuestra acción en América
española. Ahí es una gota perdida en un mar infinito; aquí hasta los golfos saben
en la Universidad de La Plata que el «filólogo» español va a dar clase tal día»15.
Los Institutos de Filología Española en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de La Plata, así como el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico son algunos de
los ejemplos más ricos y relevantes de la actividad generada por estos filólogos
hispanos que lograron crear escuela fuera de sus fronteras. Siguiendo un modelo
de trabajo semejante al del Centro, se crearon el Instituto de Filología Española,
en 1923 presidido de forma honoraria por Ramón Menéndez Pidal, y en 1927 el
Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico dirigido
por Federico de Onís desde la Columbia University y que contó con tres directores honorarios, Ramón Menéndez Pidal, Tomás Navarro Tomás y John Gerig.
La historia de este nuevo departamento en la universidad puertorriqueña es
uno de los ejemplos más claros de la actividad desarrollada desde el Centro de
Estudios Históricos bajo el impulso de Menéndez Pidal y que, a pesar de su magnitud y consecuencias, fue obra de pocos hombres. Estudiar el origen del Departamento de Estudios Hispánicos nos lleva a penetrar en la historia de vida de otra
figura que fue pieza clave en el engranaje de las relaciones entre España, Estados
Unidos y Puerto Rico. Nos referimos a Federico de Onís, estrecho colaborador
del Centro de Estudios Históricos de Madrid en donde dirigió de manera temporal y durante el viaje de Menéndez Pidal a América, 1914-1915, la sección de
filología. En 1915 se trasladó a Salamanca tras ganar una cátedra en la universidad, en la que permaneció sólo un año ya que, como ya mencionamos, en 1916
fue enviado por el Ministerio de Instrucción Pública, como pensionado de la
JAE, a la Columbia University para ocuparse de la cátedra de literatura española
en el curso académico 1916-1917 en el Departamento de Lenguas Romances16.
Su residencia de forma permanente en Estados Unidos sirvió no sólo para difundir el español y la cultura española —sus escritores, sus intelectuales y su historia—
sino también para establecer redes de colaboración entre ambos países17. Nombrado
en 1920 delegado de la JAE, Onís extendió la colaboración a otros países como
Puerto Rico y a distintas instituciones como el Instituto de las Españas (en el que
se creó una delegación permanente de la JAE), el convenio suscrito entre la JAE
————
15
Carta de Américo Castro a Onís desde Buenos Aires, el 11 de junio de 1923. AFO, Serie
Correspondencia O-MS/C-44.18; AFO, Serie Correspondencia O-MS/C-44.19.
16
JUNTA PARA LA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS, 1918.
17
Archivo de la Junta de Ampliación de Estudios de la Residencia de Estudiantes, Madrid (AJAE),
170/60/7. Finalizado el curso Onís solicitó a la Junta de Ampliación de Estudios una prórroga como
pensionado en New York, la cual le fue concedida por Real Orden de 5 de julio de 1917.
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y el International Institute for Girls in Spain, distintos colleges femeninos con los
que se firmaron convenios que ofertaban becas a universitarias españolas y norteamericanas, así como el Smith Collage, el Bryn Mawr Collage que trabajaron
de manera conjunta con la Residencia de Señoritas de Madrid y cuya relación se
remonta al viaje que su directora, María de Maeztu, realizó a Estados Unidos en
1919 con motivo de una invitación de la Columbia University. Con ello se conseguía uno de los objetivos de la JAE, salir del aislamiento, establecer colaboraciones con distintos países y dar a conocer los frutos de la cultura que se producía
en España en ese momento. Las palabras de Ramón Menéndez Pidal contienen la
satisfacción por dicha colaboración:
El Instituto de las Españas en los Estados Unidos está realizando una labor
espiritual del más alto valor, ya que no sólo trabaja en pro de la cultura, sino
también a favor de la aproximación y conocimiento mutuo de los pueblos de
habla española, portuguesa e inglesa. Me complazco, pues, en alentar con mayor entusiasmo esa obra patriótica, altruista y de tan elevada idealidad18.
El papel de Onís como mediador cultural, como vía de conexión cultural entre Estados Unidos y España se aprecia desde los primeros años de su llegada. Lo
que impulsó a Onís actuar como enlace con las editoriales de este país y a difundir la obra de varios de los escritores españoles más reconocidos del momento
(Juan Ramón Jiménez, Jacinto Benavente, Pedro Salinas, Valle-Inclán, Martínez
Sierra, Blasco Ibáñez, o los hermanos Álvarez Quintero) fue su idea de la historia
y cultura españolas y su influencia en América. Por otra parte, según manifestó
en varias ocasiones, la difusión de la cultura española era también una manera de
frenar el panamericanismo, así como la valoración que ésta había comenzado a
tener en algunos ambientes de intelectuales norteamericanos. Asimismo, gracias
a la labor de Onís, varios intelectuales españoles frecuentaron las aulas universitarias de Estados Unidos como Américo Castro, Menéndez Pidal, María de
Maeztu, Pedro Salinas, Antonio García Solalinde y tantos otros compañeros, muchos de ellos del Centro de Estudios Históricos, con los que mantuvo una relación activa e intensa a lo largo de los años, vínculos que la historia de España
obligó a estrechar incluso más cuando se produjo en palabras de estos hombres
«la debacle».
La correspondencia de Federico de Onís con algunos escritores hispanos pone al descubierto el papel que ejerció a lo largo de su vida trazando puentes entre
España y Estados Unidos, España y Puerto Rico y desde una concepción más
abarcadora, de forma triangular, entre estos tres países. En una de las cartas cruzadas entre Onís y Juan Ramón Jiménez, el 25 de enero de 1918, Juan Ramón le
————
18
RANJO,
JUNTA PARA LA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS, 1929: 117. NALUQUE y PUIG-SAMPER (eds.), 2002: 155-162. FORMENTÍN y VILLEGAS, 1992.
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daba plenos derechos para difundir y negociar algunas de sus obras en Estados
Unidos:
[…] En cuanto a lo que a mí se refiere, con esta carta le doy a usted cuantos
permisos necesite y pueda necesitar de mí para todo lo que vaya siendo conveniente. La selección de «Platero» hágala usted a su gusto, sin consultarme más;
la de mis poesías para la «Antología de poetas contemporáneos», lo mismo.
No tengo advertencia que hacerle ni limitación que ponerle. Únicamente le diré que me gustaría que, en general, tuviera usted presente el tomo de «Poesías
escogidas» de la Hispánica. Pero esto no es más que un ruego, nunca una imposición —ridícula además, tratándose de usted.
[…] ¡Que alegría me da verle trabajando en todo eso! Creo que la obra que va
usted a emprender es magnífica, y no tendremos los beneficiados agradecimiento
bastante conque pagarle a usted. No deje de enviarme ejemplares de lo que vaya
saliendo —no sólo de lo mío, sino de lo de los demás—, uno de cada libro19.
Aunque Onís renunciara por motivos académicos y personales a regresar a
España, algunos compañeros como Américo Castro continuaron insistiendo en su
vuelta y propiciando oportunidades para ello. Así, en 1921 y ayudado por José
Castillejo y Elías Tormo, le ofrecieron la cátedra de literatura contemporánea de
las lenguas neolatinas de Pardo Bazán, tras el fallecimiento de la escritora, propuesta que rehusó Onís20. Desde Estados Unidos, combinando sus obligaciones
docentes y administrativas en la Columbia University y en el Departamento de
Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, Onís continuó colaborando en las investigaciones sobre literatura y lengua dirigidas desde el CEH por
Menéndez Pidal como fueron la Historia de la Literatura —en la que varios de
los colaboradores y discípulos de Pidal se encontraban inmersos a finales de los
años veinte—, la Antología de poetas hispanoamericanos de Onís revisada por
Pidal y en otros trabajos realizados en conjunto con algunas universidades españolas como la Universidad Internacional de Verano de Santander21.
La creación del Departamento de Estudios Hispánicos y la publicación de la
Revista de Estudios Hispánicos en 1928, en la que participaban las tres instituciones que habían hecho posible la puesta en marcha del Departamento, la Universidad de Puerto Rico, el Centro de Estudios Históricos y Columbia University
culminaban por el momento los esfuerzos de Onís y Pidal en pos de una colaboración internacional que abriese las puertas de la ciencia y la cultura españolas
————
19
Carta de Juan Ramón Jiménez a Federico de Onís fechada en Madrid, el 25 de enero de
1918. AFO, Serie Correspondencia O-MS/C-81.6.
20
Carta de Américo Castro a Onís, el 3 de junio de 1921. AFO, Serie Correspondencia
O.M.S/C-44.4. Carta de Américo Castro a Onís, el 9 de junio de 1921. AFO, Serie Correspondencia O.M.S/C-44.6.
21
Carta remitida desde la Columbia University por Federico de Onís a Pedro Salinas el 9 de
diciembre de 1930. AFO, Serie Correspondencia O-MS/C-143.13.
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aportándoles tanto nuevos conocimientos y técnicas como reconocimiento en el
extranjero. El plan diseñado por Onís y el rector de la Universidad de Puerto Rico, Thomas E. Benner, enlazaba perfectamente con los proyectos de Onís y de
los hombre de la JAE y del Centro de Estudios Históricos: potenciar el estudio de
la lengua y cultura españolas en Estados Unidos y utilizar como puente entre
ambos países y base de operaciones a la Universidad de Puerto Rico. En este
plan, Onís señaló la necesidad de que participaran de forma oficial tanto el Centro de Estudios Históricos de Madrid como la Universidad de Columbia22.
En septiembre de 1926 Onís escribió a Menéndez Pidal informándole de los
proyectos fraguados con el rector de la Universidad de Puerto Rico para organizar estudios españoles en dicha universidad. En la misma carta Onís solicitaba
formalizar la relación que el Centro ya mantenía con la Universidad a través del
envío de sus investigadores a los «cursos de verano». Asimismo, proponía a Menéndez Pidal que el nuevo Departamento de Español quedara bajo la dirección
técnica del Centro de Estudios Históricos para que
[…de] esta forma pueden llevarse a rápida realización los principios que guían a los directores de la enseñanza portorriqueña, y muy especialmente al Dr.
Benner, quienes aspiran a que la Universidad de Puerto Rico sea un gran centro
de enseñanza donde se hermane y armonice lo mejor de los ideales americanos y
españoles, prestando atención especial a los problemas científicos que plantea el
entrecruzamiento creciente de las dos Américas. Así se ha establecido con la colaboración de Columbia University una Escuela de Medicina Tropical, y con la
colaboración de la Universidad de Boston una Escuela de Comercio. Y por esta
misma razón, siendo Puerto Rico un país de tradición y cultura española, y al
mismo tiempo una parte de los Estados Unidos, es el sitio indicado para crear
una escuela americana de estudios españoles, que sirva para dar a conocer a los
estudiantes portorriqueños su propio espíritu y personalidad y a los norteamericanos anglo-sajones la lengua y la civilización españolas en circunstancias muy
ventajosas sobre las demás universidades americanas.
[…] solicitando que Vd. y Navarro aparezcan como Directores honorarios
del Departamento de estudios españoles y mantengan en la forma que les pa-
————
22
Sin embargo, no hay que olvidar que en este proyecto su viabilidad fue posible no sólo por el
trabajo y tesón de los españoles sino también por el apoyo que recibieron de las autoridades académicas puertorriqueñas. Conocer el ambiente político y cultural de Puerto Rico, sobre todo a partir de la
década de 1920, es imprescindible para entender el respaldo que tuvo el proyecto de Onís. La cultura
fue utilizada por la elite autonomista e independentista puertorriqueña y como un instrumento de lucha
contra la incorporación y asimilación a Estados Unidos. Elemento que definía las señas de identidad
de un pueblo, la cultura boricua se transformó en arma en la lucha política de las décadas del veinte y
treinta del siglo XX. En este contexto es en el que se sitúa el nacimiento del Departamento de Estudios
Hispánicos y de otras instituciones que trataron de mantener y potenciar los valores y la cultura del
pueblo puertorriqueño; un proceso en el que se acercaron a la cultura española, valorando de diferente
manera y bajo otro prisma la herencia hispana. GELPÍ, 1993. ÁLVAREZ CURBELO y RODRÍGUEZ CASTRO (coords.), 1993. VIVONI y ÁLVAREZ CURBELO (coords.), 1998.
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rezca más conveniente las relaciones entre el Centro y la Universidad mediante
el envío de profesores visitantes invitados por la Universidad o por la Sociedad
Cultural española23.
En octubre, Menéndez Pidal recibía también la propuesta de Thomas E. Benner en la que además le agradecía la colaboración hasta el momento mantenida y
el que hubiera autorizado ya las visitas de Tomás Navarro Tomás, Amado Alonso y Américo Castro para los siguientes veranos. La aceptación del plan por parte
de Menéndez Pidal no tardó en llegar aunque de forma algo lacónica mediante un
telegrama en el que sólo se leía: «YES»24. En noviembre de 1926 se firmó la colaboración entre las tres instituciones para comenzar el nuevo Departamento, que
inició sus trabajos en enero de 1927. Desde entonces, la colaboración entre los
académicos puertorriqueños y españoles no cesó, lo cual contribuyó a que la isla,
sus profesores y Federico de Onís respondieran rápidamente a la llamada de los
intelectuales españoles muchos de los cuales comenzaron su peregrinar desde el
momento que estalló la Guerra Civil.
El caso de Puerto Rico es bastante peculiar y paradigmático por la intensidad
de la colaboración. A diferencia de otros países en los que los gobiernos propiciaron la llegada de refugiados españoles en virtud de simpatías políticas y proximidades ideológicas, como fue el caso de México, o de otros en que sus autoridades
aceptaron la llegada de refugiados como solución a determinados problemas (el
caso de Leonidas Trujillo en la República Dominicana), en Puerto Rico la llegada
de los refugiados estuvo vinculada a distintos factores. Así pues, las redes creadas previamente entre los profesores españoles y los intelectuales de la isla, la
nueva valoración de la cultura española que la elite culta había hecho en las décadas anteriores, el apoyo de los gobiernos populares, los proyectos de renovación de los planes de enseñanza ideados por las autoridades universitarias, y el
empeño personal de Jaime Benítez, rector de la Universidad de Puerto Rico, que
supo aprovechar la experiencia y los conocimientos de los intelectuales españoles
exiliados, fueron elementos claves en la acogida de los exiliados españoles.
Muchos de los filólogos hispanos que desde la década de 1920 habían ido
anualmente a Puerto Rico a impartir clases de cultura y literatura española primero a los cursos de verano y posteriormente al Departamento de Estudios Hispánicos de la universidad, fueron acogidos tras 1939. Otros, gracias a la mediación de
Onís, pasaron a Estados Unidos: Tomás Navarro Tomás, Américo Castro, Antonio García Solalinde, Pedro Salinas, Amado Alonso, Samuel Gili Gaya, etc.
En el caso de Cuba, la figura del antropólogo e historiador Fernando Ortiz
fue clave en el establecimiento y normalización de las relaciones culturales entre
ambos países después de 1898. La creación de la Institución Hispanocubana de
Cultura en 1926 por Ortiz institucionalizó la colaboración al dotarla de una con-
————
23
24
AFO, Serie Correspondencia O-MS/C-103.3. BENNER, 1965.
AFO, Serie Correspondencia O-MS/C-103.2.
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tinuidad y de un contenido científico y cultural que estaba por encima de cualquier otra consideración política, religiosa o racial25. En la apertura de la Hispanocubana Ortiz recalcaba la idea de que en las relaciones con España ya no tenían
cabida «cantos a la raza ni al idioma, ni a la historia, ni al imperio cervantesco»,
sino el estímulo del trabajo cerebral y el estudio y anunciaba también que ya se
había puesto en contacto con los profesores españoles como Blas Cabrera y Fernando de los Ríos, por entonces en México, para que participaran en la inauguración de
la Institución Hispano-Cubana de Cultura. Asimismo expresaba su intención de
contar más adelante con la colaboración de Ortega y Gasset, Navarro Tomás, Marañón, Américo Castro, Pittaluga, Onís, Menéndez Pidal, etc..., no sólo para dictar
conferencias y cursos en La Habana sino también para recibir a posibles becarios
cubanos que se enviarían a España a perfeccionar sus especialidades.
Al estallar la Guerra Civil, muchos hombres, mujeres e instituciones tendieron la mano a los colegas españoles. Por los salones de la Institución Cultural
Hispano-Cubana y gracias a la mediación de Ortiz por las aulas de la Universidad
de La Habana pasaron figuras del prestigio de Menéndez Pidal, Claudio Sánchez
Albornoz, José María Ots Capdequí, Luis Recasens, María Zambrano, Gustavo
Pittaluga, Luis de Zulueta, Manuel Altolaguirre, Luis Amado Blanco y un largo
etcétera. A la mediación de Ortiz también se debe la celebración en la universidad habanera de la primera reunión de Profesores Universitarios Españoles Emigrados, en septiembre de 1943, presidida por José Giral de la que salió la Declaración de La Habana26.
Iniciada la guerra, Pidal como muchos de sus compañeros de la JAE y del
CEH, abandonan sus ciudades y sus casas y deciden dejar España. En diciembre
de 1936 Menéndez Pidal atraviesa la frontera y se instala con su familia en Burdeos, desde donde pasará él solo a América para regresar en 1939 a España no
sin antes haber meditado profundamente una importante decisión en la que sus
intereses familiares fueron definitivos27.
Con la esperanza incesante del pronto final de la guerra, Pidal como otros
científicos e intelectuales españoles dedican este tiempo en impartir cursos y conferencias allí donde sus amigos y viejos colegas les demandan. En febrero de
1937 Pidal logra viajar a La Habana, donde había sido invitado por Fernando
Ortiz en septiembre de 1936. De febrero a julio, aunque residiendo en la capital,
realizó viajes a distintas ciudades como Camagüey, Santiago de Cuba y Cienfuegos, e impartió conferencias en la Institución Hispano-Cubana de Cultura, inauguró la Cátedra de Historia de la Lengua Española en la Universidad de La
Habana, en donde dictó varios cursos en la Facultad de Filosofía y Letras, así
————
25
NARANJO OROVIO y PUIG-SAMPER, LX/219 (Madrid, mayo-agosto 2000): 477-503.
PUIG SAMPER y NARANJO, 2001: 199-213. NARANJO OROVIO y PUIG-SAMPER, 2005: 9-37.
27
PÉREZ VILLANUEVA, 1991. CATALÁN, 2001: tomo 1. Véase la correspondencia mantenida
entre Ramón Menéndez Pidal y José María Chacón y Calvo en 1937 y 1938. Biblioteca Nacional
de Madrid. Ms. 23104/78 (1-10).
26
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como en el Instituto Cubano de Investigaciones Filológicas. A pesar de recibir
ofertas para trasladarse a otros países como México o Inglaterra, o para que prolongara su estancia en la isla, tras recibir distintas distinciones académicas
(miembro de honor de la Sociedad de Estudios Afrocubanos, 17 de junio, Doctor
Honoris Causa por la Universidad de La Habana, el 21 de junio) decidió aceptar
la invitación que desde hacía tiempo le había hecho Federico de Onís en calidad
de Visiting Proffesor de la Columbia University28.
En julio de 1937 se trasladó a Columbia University donde trabajó como profesor durante un año ya que, a pesar de las ofertas recibidas por parte de distintas
universidades americanas para que se quedara, Pidal optó por regresar dada la
imposibilidad de poder llevar consigo a toda su familia. Así pues, en julio de
1938 se trasladó a París donde trabajó en el Institut d’Etudes Hispaniques, y posteriormente a España, el 16 de julio de 1939.
Desde Nueva York y París recuerda sus días cubanos, sus paseos por el malecón de La Habana, sus conversaciones con Fernando Ortiz, sus encuentros y largas charlas con Chacón y Calvo, las amistades dejadas, su estancia en el Hotel
Florida, las excursiones por la isla, sus investigaciones, proyectos… Un tiempo
que, pese a estar alejado de España, de su familia y de sus discípulos, revive con
nostalgia en las cartas que envió a su amigo José María Chacón y Calvo29.
En estas cartas el drama español se hace presente, las marca y atraviesa. Y
junto al recuerdo del envío de tal conferencia o artículo y de la edición de alguna
obra, aparecen noticias de España referentes a la situación de la familia de Menéndez Pidal a la cual está ayudando Chacón a salir de Madrid mediante la mediación del cónsul en San Juan de Luz. En varias de las que escribió a su amigo
cubano, Pidal le comentaba la situación de acoso que sufrían algunos familiares,
en concreto su yerno al que, pese a ser reclamado por universidades norteamericanas, no dejaban salir de España. Todas ellas traslucen la preocupación por el
drama español, por el futuro, por la suerte de colegas como Tomás Navarro Tomás del que hacía tiempo no tenía noticia, así como por sus libros y papeles que
se encontraban en la Embajada Mexicana por mediación de Chacón. Y dice,
«aquí (en Nueva York) se ha constituido por varios profesores un Comité pro
Menéndez Pidal que en cuanto empiece a funcionar tratará de rescatar esos papeles. Veremos si se consigue algo definitivo»30.
Diseminados por diferentes países de Europa y América, los discípulos de
Menéndez Pidal se mantuvieron en contacto con su maestro. Las cartas desde
————
28
CHACÓN Y CALVO, 1937: 81-85. Fondos relativos al viaje a Cuba en 1937 de Ramón Menéndez Pidal. Fundación Ramón Menéndez Pidal.
29
Biblioteca Nacional de Madrid. Ms. 23104/78. Agradezco a L. M. García Mora el que me
facilitara las fotocopias de algunas de las cartas que analizo, depositadas en la Biblioteca Nacional.
30
Carta remitida por Ramón Menéndez Pidal a José María Chacón y Calvo desde el Departamento de Lenguas Romances y Lenguas Hispánicas de la Columbia University el 30 de octubre
de 1937. Biblioteca Nacional de Madrid. Ms. 23104/78.
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Puerto Rico, Inglaterra, Estados Unidos o Argentina en las que Amado Alonso,
Agustín Millares Carlo, Manuel Montoliú, Américo Castro, Dámaso Alonso o
Tomás Navarro Tomás daban cuenta de sus clases, alumnos y progresos o comentaban las ediciones y entregas de trabajos pendientes, dan paso en 1936 a
cartas en las que la preocupación principal es el destino y la suerte respectiva y la
de sus compañeros. En muchos de ellos se mantuvo, casi hasta el final, la esperanza de una rápida conclusión de la guerra por lo que los proyectos de estancia
en tal o cual país siempre estaban condicionados por los acontecimientos. Y así
se lo confesaba Pidal a Chacón en una de las cartas escritas en Nueva York, en
octubre de 1937, en la que le revelaba sus deseos de volver a España, la angustia
que le producía la separación de su familia y su esperanza siempre viva en un
regreso inmediato. En una posdata, Pidal agregaba
No se si le dije que mi cátedra aquí es por todo el curso. No obstante estoy
deseando volver a España y quién sabe si lo podré hacer al acabar el 1º semestre académico a comienzos de enero31.
En otra posterior, del 18 de enero de 1938, le declara que no sabía qué hacer
cuando en mayo terminasen las clases en la Universidad de Columbia: «Quiza
vaya a Francia, aunque está poco apetitoso aquel país en su política».
Las cartas son continuas y se cruzan en el Atlántico y es ahora otra, procedente
de Buenos Aires, donde Amado Alonso desde 1927 se encontraba al frente del
Instituto de Filología, en la que Alonso le transmite su pesar a don Ramón al terminar la guerra
¿Qué será de Navarro Tomás? Si no consigue salir, lo llevarán a un campo
de concentración o lo fusilarán. Dámaso podrá quedar tranquilo. No sé de Iglesia, Lapesa y demás jóvenes. Pero Américo, Montesinos, Onís, Salinas y yo no
podremos nunca ni volver a España ni escribir para España (¿Qué será de Gili
Gaya?) ¡Qué cataclismo!32.
A MODO DE CONCLUSIÓN HAY QUE DECIR QUE
A pesar del cierre impuesto al Centro de Estudios Históricos por el estallido de
la Guerra Civil el 18 de julio de 1936, muchos de los miembros del Centro siguieron cultivando los estudios que habían emprendido en 1910. Las relaciones de muchos de ellos con intelectuales e instituciones del extranjero, sus investigaciones sóli-
————
31
Biblioteca Nacional de Madrid. Ms. 23104/78.
CATALÁN, 2001: tomo 1. Se han consultado también los fondos relativos la estancia de Ramón Menéndez Pidal en Estados Unidos entre 1937 y 1938 depositados en la Fundación Ramón
Menéndez Pidal.
32
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das y comunes que habían alcanzado un nivel extraordinario, fueron los elementos
que hicieron posible, dentro de la ruptura y el dolor, la continuidad. Aquel quehacer,
en muchas ocasiones solitario, sirvió años más tarde de plataforma para el asentamiento de los refugiados españoles en instituciones que previamente les habían acogido como profesores y conferenciantes. Aquellos lazos de cultura y de amistad que
a lo largo del tiempo se fueron tejiendo, aquellas cartas y telegramas de ida y vuelta
que encierran parte de nuestra historia cultural, todo ello se convirtió en un puente de
solidaridad.
La tragedia truncó la historia, la ciencia, la literatura.... y las vidas de millares de
personas dentro del país. Sin embargo, la labor que sus máximos gestores habían
emprendido algunas décadas atrás, hizo posible que estos hombres y mujeres, sus
estudios y quehaceres tuvieran una continuidad en tierras americanas. No fue casual
que ello sucediera en los países que ellos antes habían visitado y en los que habían
impartido conferencias y cursos, en los mismos lugares que los intelectuales americanos habían creado instituciones similares al Centro de Estudios Históricos de Madrid, como la Casa de España en México y con los que habían mantenido unas sólidas colaboraciones académicas y humanas. Al estallar la Guerra Civil, los lazos de la
cultura se convirtieron en lazos de solidaridad.
En México dos intelectuales conocedores de la cultura española y de sus actores,
Daniel Cosío Villegas y sobre todo Alfonso Reyes, colaborador del Centro de Estudios Históricos entre 1915 y 1923, donde además de investigar había sido profesor de
literatura en los cursos de verano del Centro, crearon en 1938 la Casa de España para
albergar a los exiliados españoles. Dicha institución se transformó en el Colegio de
México en 1940, recreando de alguna manera de estructura del Centro de Estudios
Históricos. Allí encontraron refugio y trabajaron Rafael Altamira, Amado Alonso,
Pedro Carrasco, Rosendo Carrasco, Ramón Iglesia, José Gaos, José Medina Echavarría, Joaquín Xirau y muchos otros. Diferentes miembros de la Casa de España, como
Cándido Bolívar e Isaac Costero, siguieron vinculados al Colegio de México, aunque
trabajaron en otras instituciones33.
Lo mismo ocurrió en otros países que años antes habían creado redes y nexos
con España: el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires (presidido de
forma honorífica en la década de 1920 por Ramón Menéndez Pidal y en el que trabajaron colaboradores suyos como Américo Castro, Agustín Millares Carlo, Manuel
Montoliú Togares y Amado Alonso), el Instituto de Filología de la Universidad de
La Plata, la Columbia University en New York, la Institución Hispano-Cubana
de Cultura, o el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico son ejemplos en los que vemos el fruto de las redes tejidas años atrás.
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33
LIDA, MATESANZ y ZORAIDA, 2000.
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The cultural networks —both formal and informal— between Spain and Latin America propitiated by the «Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas» brought Spain and its
former colonies nearer, and on renewed assumptions. They also brought their cultures and realities
closer through knowledge and mutual respect, and created on both sides of the Atlantic a scientific
and intellectual community that shared common interests and projects. These cultural networks,
weaved and institutionalized in certain countries through the creation of centers that helped to
foster and regularize the exchanges, were also platforms that the Spanish Republicans had recourse to during exile.
KEY WORDS: «Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas», scientific and
intellectual networks, cultural relations, Spain-Latin America.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 283-306, ISSN: 0034-8341
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, núm. 239
Págs. 307-332, ISSN: 0034-8341
LA JAE PEREGRINA
POR
FRANCISCO JAVIER DOSIL MANCILLA
Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana
La JAE resulta esencial para comprender y valorar la aportación de los profesores exiliados,
ya que marcó decisivamente el rumbo y el alcance de sus trayectorias profesionales. No pocas
veces determinó también sus destinos, al verse beneficiados en el destierro de los contactos que
gracias a la JAE habían establecido con grupos de investigación extranjeros. Aunque desapareció
con el franquismo, su espíritu se mantuvo vivo en los exiliados y viajó con ellos a sus países de
acogida, donde resurgió en interesantes iniciativas institucionales.
PALABRAS CLAVE: JAE, exilio republicano español, científicos exiliados, América Latina.
«Por poco liberal que uno sea [en España], o está en la emigración o de vuelta de ella, o disponiéndose para otra»1. Cuando Mariano José de Larra escribía
estas palabras, en 1835, aludiendo al éxodo provocado por Fernando VII al recuperar
el trono tras el fulgurante Trienio Liberal, no podía ni sospechar de su trágico valor
premonitorio. ¿Quién iba a pensar entonces que un siglo después, un nuevo éxodo, provocado esta vez por la victoria franquista al finalizar la guerra civil, iba a
marcar con fuego el destino del pueblo español, echando por tierra varias décadas
de desarrollo que por su esplendor son conocidas como la Edad de Plata de la
cultura española? En efecto, más de medio millar de ciudadanos debió abandonar
el país en 1939 por oponerse a una dictadura que era además el preámbulo del
despertar fascista que no tardó en desencadenar una nueva guerra mundial. Las
consecuencias que tuvo para España este destierro fueron desoladoras, pues más
allá de su magnitud, supuso la expatriación de la plana mayor de la intelectualidad y de la ciencia española. No en vano, cerca de la mitad del profesorado universitario debió abandonar su puesto tras un proceso de depuración que supuso
para los más afortunados el destierro2.
————
1
2
LARRA, 1990: 364.
GIRAL, 1994: 21.
308
FRANCISCO JAVIER DOSIL MANCILLA
Un simple listado de estos profesionales expulsados de España bastaría para
comprender que, trabajando en un proyecto común, hubiesen constituido el foco
que cualquier país necesita para situarse en la vanguardia de la ciencia y la cultura. Este hecho extraordinario en la historia de España no se dio por casualidad;
fue el valioso producto de un complejo proceso histórico que se inicia en el último tercio del siglo XIX, con los esfuerzos e iniciativas de diversos intelectuales y
políticos conducidos por los ideales krauso-institucionistas. La transformación no
podía ser más radical: en pocas décadas, el país se fue sacudiendo —aunque nunca del todo, como se vería en 1936— de los prejuicios carpetovetónicos que tildaban lo español, por esencia, de incompatible con el pensamiento analítico y la
investigación científica, y se convirtió en crisol de profesionales de primer orden
en prácticamente todas las esferas del saber.
La institución que canalizó y materializó estas aspiraciones progresistas fue
la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), constituida en 1907, a través de dos acciones principales: apoyando con becas la formación especializada de los estudiantes más aventajados en el extranjero, y
abriendo espacios académicos —mediante la creación de nuevos centros de investigación o mejorando la gestión de los ya existentes— donde los becarios pudiesen verter a su regreso al país los conocimientos adquiridos3.
La JAE cumplió con tal suerte su cometido que no tardó en convertirse en la
imagen misma del proyecto modernizador que muchos reclamaban para España y
que el frente republicano asumiría como bandera. Por este motivo no debe extrañarnos que su vida siguiese los mismos derroteros que la República. Al finalizar la
guerra, el franquismo procuró arrogarse la idea mediante la creación del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, una versión desnaturalizada de la JAE4.
Mientras tanto, como la misma República, el espíritu de la JAE se mantenía encendido en los expatriados y con ellos se trasladó a sus países de acogida.
No deja de resultar curioso que una institución que alimentó tantas vocaciones profesionales en el extranjero terminase por perder sus raíces y hacerse ella
misma viajera. Esta JAE peregrina es el objeto de estudio de este trabajo. Consta
de tres partes; en la primera se analizará cómo la JAE sirvió a muchos exiliados
como salvoconducto para incorporarse a sus patrias de adopción; en la segunda
se intentará demostrar que el gran enriquecimiento cultural que supuso el exilio
republicano para los países de acogida fue el fruto más maduro de la JAE; finalmente, se estudiarán cuatro proyectos inspirados en la JAE en los que estuvieron
implicados exiliados. No supone mera retórica admitir que este trabajo es una
primera aproximación a un tema que desborda nuestras posibilidades actuales; y
es que hablar de la JAE peregrina, en su sentido más amplio, es referirse a la mayor parte de las contribuciones de los profesores exiliados.
————
3 GÓMEZ ORFANEL, 243 (Madrid, 1976): 30-35. LAPORTA et al., CXXVII / 499 (Madrid,
1987): 9-31. SÁNCHEZ RON, 1988: 5-21.
4 SANTESMASES y MUÑOZ, 16 (Madrid, 1993): 75-76.
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LA JAE PEREGRINA
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1. LA JAE, UN SALVOCONDUCTO EN EL EXILIO
Uno de los momentos más críticos de los tres años de enfrentamiento civil se
registró al finalizar la contienda. Por temor a las represalias, millares de republicanos huyeron despavoridos de sus casas con la intención de cruzar lo antes posible la frontera francesa. El recibimiento que les dispensó el país vecino, como
es sabido, distó mucho del esperado, y por lo general se vieron a los pocos días
internados en condiciones deplorables en campos de concentración5. El apoyo
que recibieron entonces de diversos simpatizantes con la causa republicana —de
manera individual o agrupados en organizaciones— fue vital para muchos de
ellos. En no pocas ocasiones, estos simpatizantes eran profesionales que con anterioridad a la guerra habían colaborado con instituciones españolas, bien recibiendo estudiantes en sus centros de trabajo, bien impartiendo cursos en España o
llevando a cabo trabajos de investigación en territorio español. En momentos tan
críticos procuraron facilitar la vida a los refugiados y en ocasiones les ofrecieron
la oportunidad de incorporarse temporalmente a sus centros de investigación.
Tal fue el caso del oceanógrafo Fernando de Buen, quien tras varios días en
el campo de concentración de Saint Cyprien, logró reunirse con su familia en
Banyul-sur-Mer para incorporarse al Laboratorio Aragó, dirigido por el Profesor
Chatton, en donde su padre Odón y él mismo habían realizado investigaciones
años atrás6. En Toulouse se congregó un número aún mayor de profesores españoles —Enrique Rioja, José Royo, Faustino Miranda, Odón de Buen, Cándido
Bolívar, etc.—, protegidos por el geógrafo Jean Sermet, gran amigo de España,
cuyo territorio había recorrido en diversas excursiones7.
Por el hecho de que la JAE había sido la principal institución responsable de
fomentar las relaciones culturales con el extranjero, debemos atribuirle el mérito
insospechado de haber facilitado que muchos profesionales recibieran una atención especial durante los primeros meses de exilio. Los médicos Isaac Costero y
Dionisio Nieto, por ejemplo, encontraron un eventual refugio en el Hospital parisino de la Pitié, dirigido por Clovis Vincent, donde habían trabajado unos años
antes con el apoyo de la JAE8. De modo similar, el botánico Faustino Miranda
pudo incorporarse por un tiempo al Muséum National d’Histoire Naturelle de
París, gracias a la ayuda de Pierre Allorge, jefe del Laboratorio de Criptogamia
del mismo, y de Gontran Hamel9, a quienes había conocido en 1931, durante una
estancia de investigación en Francia que realizó como becario de la JAE.
Los ejemplos anteriores y otros muchos que podrían ilustrar estos crepusculares
beneficios de la JAE, no deben ocultar las limitaciones de los apoyos que recibieron
————
5
DREYFUS-ARMAND, 2000.
BUEN, 2003: 499-501.
7 Carta de José Royo a José Cuatrecasas, Toulouse, 4-02-1939. Archivo del Real Jardín Botánico, Madrid (ARJB), XV,2,1,153. Cf. también BUEN, 2003: 501.
8 COSTERO, 1977: 182-186.
9 Carta de José Cuatrecasas a Faustino Miranda, París, 15-03-1939. ARJB, XV,2,1,23.
6
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los exiliados de sus colegas europeos, debido al escaso compromiso de sus países
con la causa republicana y a los acontecimientos bélicos que se precipitaron poco
después. En consecuencia, la mayor parte de los profesores españoles no tardó en
buscar el modo de huir a Latinoamérica para rehacer allí su vida profesional.
En el contexto latinoamericano, sin embargo, la proyección de la JAE había sido más discreta; su política había consistido principalmente en apoyar el traslado de
profesores españoles de reconocido prestigio, en general por petición de asociaciones de emigrantes, para que impartieran cursos y conferencias durante varios meses10. Aunque no fueron muchos los profesores que participaron en este programa
—apenas unas decenas—, tendieron algunos puentes que permitieron la integración
de un número considerable de exiliados en diversas instituciones académicas.
Fue el caso del matemático Julio Rey Pastor, quien viajó por primera vez a
Argentina en 1917, comisionado por la JAE, para ocupar la cátedra de la Institución Cultural Española de la capital. Dictó cursos en diversas universidades y
pronunció conferencias en asociaciones culturales. A partir de entonces siguió
viajando año tras año a este país y desde 1920 simultaneó sus compromisos académicos en España con una plaza de profesor titular en la Universidad de Buenos
Aires11. Tras la victoria franquista se estableció definitivamente en Argentina,
desde donde ayudó a diversos matemáticos españoles, como Ernesto Corominas,
Manuel Balanzat, Luis Ángel Santaló y Pedro Pi Callejas —quizá también Francisco Vera—, asumiendo en algunos casos los gastos del traslado a Argentina y
consiguiéndoles plazas de profesor en diversas universidades12. De este modo
consiguió consolidar en este país una importante escuela matemática.
Otro eminente científico que ocupó la cátedra de la Cultural Española de
Buenos Aires, fue Pío del Río-Hortega, en 1925. La estancia le permitió estrechar
contactos con científicos que años más tarde, en 1941, después de un primer exilio en la Universidad de Oxford, hicieron posible que se cumpliera su deseo de
trasladarse a Buenos Aires para asumir la dirección de un laboratorio de investigaciones histológicas13.
Una suerte similar corrió el historiador Claudio Sánchez Albornoz. En 1933
había viajado por Argentina y Uruguay, comisionado por la JAE, impartiendo
cursos y conferencias en universidades y centros culturales. Tras la guerra civil,
Rafael Vehils, presidente de la Institución Cultural Española de Buenos Aires, le
ofreció una cátedra en la Universidad de Mendoza. En junio de 1942 fue contratado por la Universidad de Buenos Aires, donde se creó expresamente para él la
cátedra y el Instituto de Historia de la Cultura española14.
————
10
FORMENTÍN IBÁÑEZ y VILLEGAS SANZ, 1992: 91-108.
Cf. ESPAÑOL GONZÁLEZ, 1990. MILLÁN GASCA, 1988, entre los estudios más recientes sobre
la vida y obra de este matemático.
12 GARCÍA CAMARERO, 1978: 204; GIRAL, 1994: 88-89. Agradezco al profesor José Cobos el
haberme facilitado información de gran valor sobre la relación entre Rey Pastor y Vera.
13 RIERA PALMERO, 2002: 133.
14 FORMENTÍN IBÁÑEZ y VILLEGAS SANZ, 1992: 136-137.
11
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En Colombia merece destacarse la actuación del botánico José Cuatrecasas,
que había visitado por primera vez el país en 1932, comisionado por el Gobierno
español, para asistir al homenaje a Celestino Mutis con ocasión del bicentenario de
su nacimiento y de paso realizar estudios de la vegetación15. Gracias a los contactos
que estableció entonces y en los años siguientes con personalidades de la vida cultural y política de Colombia, como Germán Arciniegas y Enrique Pérez Arbeláez,
consiguió que el gobierno liberal de Eduardo Santos abriera las puertas a un nutrido grupo de profesores españoles16, aunque no todos emprendieron el viaje.
Por otra parte, los éxitos cosechados por la JAE no tardaron en despertar la
admiración de los intelectuales latinoamericanos, y muchos de ellos viajaron a
España para empaparse del panorama cultural y conocer personalmente el funcionamiento de la institución; no podían sospechar que unos años después iban a
ser los anfitriones de sus colegas españoles. Entre los mexicanos es obligado destacar los nombres de Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, principales responsables —como presidente y secretario, respectivamente— de La Casa de España
en México (desde octubre de 1940 El Colegio de México). Ambos trabajaron en
el Centro de Estudios Históricos de la JAE —Reyes en la sección de Filología
dirigida por Ramón Menéndez Pidal— e intimaron con algunas de las figuras
más señeras de las letras españolas. También el intelectual cubano José María
Chacón, director de Cultura de la Secretaría de Educación y presidente del Ateneo de La Habana, colaboró durante varios años con el Centro de Estudios Históricos. Entre los científicos podemos mencionar, entre otros, a Isaac Ochotorena,
Manuel Martínez Báez, José Joaquín Izquierdo y Clemente Villaseñor. No es de
extrañar que tras la guerra civil, todos ellos se convirtieran en firmes protectores
de los exiliados.
2. LOS EX-BECARIOS DE LA JAE, LA POTENCIA INTELECTUAL DEL EXILIO
El exilio republicano ha pasado a la historia como ejemplo de integración
cultural. En México, principal país de acogida, los refugiados no tardaron en
————
15
GONZÁLEZ BUENO, 5 (Madrid, 1983): 12.
En marzo de 1939 consiguió que el Gobierno colombiano expidiera pasaporte con exención
de impuestos de entrada a los siguientes profesores (y sus familias): [Ricardo] Vinós, José Royo,
Enrique Rioja, Pedro Carrasco, José María Ots Capdequí, Aguilar [parece tratarse de Juan María
Aguilar Calvo, director adjunto del Centro de Estudios Históricos de América, que dirigió Ots
Capdequí], el psiquiatra Sacristán, el abogado Antonio Moles, el lingüista Rafael Lapesa y Martín
Navarro, profesor de Filosofia del Instituto Escuela de Madrid (Carta de Cuatrecasas a Cándido
Bolívar, París, 8/03/1939, ARJB, XV,2,1,14). Tres años después volvió a intervenir ante Arciniegas para que se diera asilo a Felipe A. Cabezas (catedrático de Filosofía de Madrid) y Serafín García (director de grupos escolares y especializado en cuestiones pedagogicas) (Carta de Cuatrecasas
a Germán Arciniegas, Bogotá, 18/01/1939, ARJB, XV,2,2,3). Probablemente estuvo involucrado
también en la acogida de los médicos Miguel de Garganta Fábregas y Francisco Carreras Reura.
16
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hacer desvanecer las reservas de ciertos sectores de la población17, y en ganarse
el respeto y el aprecio de los profesionales nativos. Aunque el número de exiliados en Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Cuba, Puerto Rico, Venezuela o República Dominicana fue considerablemente menor, también en estos países dejaron una estela cultural que a día de hoy se sigue recordando con agradecimiento.
La razón de esto radica en la excelente formación de los exiliados y su experiencia profesional, que pusieron al servicio de sus patrias de adopción. Ya hemos
visto que la JAE había sido en buena medida responsable de estos logros culturales, mediante iniciativas como el Instituto-Escuela (creado en 1918 para reformar
la segunda enseñanza), el establecimiento de nuevos centros de investigación y el
programa de pensiones en el extranjero. Por este motivo podemos considerar la
valiosa labor profesional desplegada por los exiliados como el producto más maduro de la JAE. Veamos algunos ejemplos.
Alemania fue uno de los destinos preferidos por los becarios de la JAE; universidades como las de Berlín, Marburgo, Munich o Halle recibieron estudiantes españoles para completar sus estudios con destacadas figuras de las Ciencias y las
Letras. En Halle, por ejemplo, impartía clases el jurista Rudolf Stammler, uno de
los máximos representantes de la filosofía neokantiana, con el que trabajaron por
unos meses, con apoyo de la JAE, Demófilo de Buen Lozano, Luis Recaséns Siches, José Urbano Guerrero y Wenceslao Roces Suárez18. La influencia que ejerció
el maestro alemán en estos jóvenes sería determinante en sus trayectorias profesionales; Demófilo de Buen, por ejemplo, desplegaría una extensa obra jurídica inspirada en buena medida en su pensamiento, y difundiría sus teorías en España y, tras
la guerra civil, en México y Panamá. El dominio del idioma alemán y una excelente formación humanística permitieron a Wenceslao Roces traducir y difundir en
México textos clásicos de autores como Werner Jaeger, Wilhelm Dilthey, Erwin
Rhode, Jacob Burckhardt, Ernst Cassirer, Karl Marx o el mismo Stammler.
Con el jurista alemán Franz von Liszt, de la Universidad de Berlín, principal
representante de la Escuela Sociológica y fundador de la Unión Internacional de
Derecho Penal, estudiaron Faustino Ballvé Pallisé y Luis Jiménez de Asúa19. En
este último ejercería una influencia decisiva; tradujo al castellano su obra Tratado de Derecho Penal y dio a conocer sus teorías en Argentina y México20.
Stammler, Liszt y otros juristas europeos como Herman Heller, Rudolf Smend,
James Paul Goldschmidt, Edmund Mezger, Georg Simmel o Hans Kelsen, con
los que se formaron los abogados españoles becados por la JAE, explican la im-
————
17
PÉREZ VEJO, 2001.
Cf. las solicitudes de pensión e informes de las estancias. Archivo de la JAE, Madrid
(AJAE), Caja 24, Exp. 517 (Demófilo de Buen Lozano); Caja 121, Exp. 72 (Luis Recaséns Siches);
Caja 124, Exp. 250 (Wenceslao Roces Suárez), y Caja 145, Exp. 25 (José Urbano).
19 Cf. las solicitudes de pensión e informes de las estancias. AJAE, Caja 15, Exp. 53 (Faustino
Ballvé Pallisé), y Caja 81, Exp. 33 (Luis Jiménez de Asúa).
20 BACIGALUPO, 1993. RIVACOBA Y RIVACOBA, XII / 48 (Buenos Aires, 1989).
18
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portante contribución al Derecho que llevaron a cabo los exiliados en los diversos
países de adopción.
En el ámbito científico tenemos otros muchos ejemplos parecidos. Antes de
la guerra civil, los psiquiatras Dionisio Nieto y Ángel Garma ampliaron estudios
con apoyo de la JAE en algunas de las mejores instituciones de su especialidad
de Alemania y Austria: en diversos centros de Tübingen, Berlín y Viena, en el
caso de Garma, interesado por el método psicoanalítico, que pudo estudiar gracias a estas estancias con Sigmund Freud y Alfred Adler21; en el Instituto Max
Planck de Munich y en clínicas universitarias de Berlín y Hamburgo, en el de
Nieto, volcado a la neuropsiquiatría22. Con estos antecedentes, no es de extrañar
que ambos se convirtieran en figuras destacadas de la psiquiatría en sus respectivos países de acogida: Garma en Argentina, donde ejerció el psicoanálisis y presidió la Asociación Psicoanalítica Argentina23, y Nieto en México, donde supo
enlazar lo mejor de la psiquiatría alemana con las técnicas de la escuela histológica de Cajal, tanto en la labor clínica (en el Manicomio General de la Secretaría
de Salubridad) como en los trabajos de investigación (en el Laboratorio de Estudios Médicos y Biológicos de la UNAM)24.
También el histopatólogo Isaac Costero supo enriquecer la herencia de Cajal,
que asimiló de la mano de Pío del Río-Hortega, acaso el discípulo más destacado
del Nobel español, con la tradición histopatológica alemana, con la que se familiarizó durante una estancia de dos años en el Pathologische Institut de Berlín y en el
Ehrlich Institut de Frankfurt25. Tras la guerra civil recibió diversas invitaciones
para incorporarse a prestigiosos grupos de investigación; optó por afincarse en
México, donde trabajó en el Instituto Nacional de Cardiología, con el médico Ignacio Chávez, y en la Universidad Nacional Autónoma de México26. Por la calidad de
sus aportaciones originales y por su capacidad para formar discípulos, en opinión
de Giral merece ser considerado «el científico exiliado de más categoría»27.
En el terreno de la química, México recibió en el grupo de exiliados a dos
científicos que con el apoyo de la JAE se habían formado con dos premios Nobel: Antonio Madinaveitia, que fue discípulo en Zurich y Berlín de Richard
Willstätter, y Francisco Giral, alumno en España del primero, quien trabajó durante dos años en Heidelberg bajo la tutela de Richard Kuhn (con anterioridad
había realizado estudios también en la Universidad de Munich)28. Ambos desplegaron en México una extraordinaria actividad académica y formaron equipos de
————
21
22
23
24
25
26
27
28
Cf. Solicitudes de pensiones. AJAE, Caja 65, Exp. 397 (Ángel Garma Zubizarreta).
Cf. Solicitudes de pensiones. AJAE, Caja 106, Exp. 85 (Dionisio Nieto Gómez).
CARPINTERO, 2001: 37. GIRAL, 1994: 256-257. GUERRA, 2003: 776.
GIRAL, 1994: 249-255. GUERRA, 2003: 579-580.
Cf. Solicitudes de pensiones. AJAE, Caja 39, Exp. 669 (Isaac Costero Tudanca).
COSTERO, 1977: 194. GUERRA, 2003: 543.
GIRAL, 1994: 185.
GIRAL, 1994: 314-326.
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investigación volcados en cuestiones útiles para el país, como la explotación de
los recursos naturales.
Los ejemplos anteriores nos muestran que los exiliados no sólo aportaron a
sus países de acogida lo más valioso de la cultura española, ese fruto largamente
gestado en los círculos liberales que había transformado la sociedad desde valores como la educación, la justicia social o la libertad religiosa; también lo mejor
de la cultura europea, que asimilaron en países como Alemania, Francia, Gran
Bretaña o Italia. Obviamente, ambas vertientes no estaban reñidas: los avances
registrados en Europa habían servido como motor de renovación de la cultura en
España. Quizá esta lectura de las teorías de vanguardia europeas realizada desde
una óptica propiamente española haya sido una característica de buena parte de
las aportaciones de los exiliados; recordemos, por ejemplo, la interpretación que
hace María Zambrano en clave heideggeriana del pensamiento de Unamuno y
Antonio Machado29, o el enriquecimiento que supuso para la escuela de Cajal que
algunos de sus miembros, como Dionisio Nieto o Isaac Costero, se familiarizaran
con los procedimientos practicados por neurólogos e histopatólogos extranjeros.
Este sincretismo cultural, registrado en castellano, fue valorado con simpatía en
los países latinoamericanos, que por lo general recibían las novedades de EEUU,
y sin duda hizo más fácil la integración de los refugiados.
Pero los exiliados no sólo introdujeron conocimientos; también trasplantaron
las complejas redes culturales —nacionales e internacionales— que habían sido
alimentadas durante décadas por la JAE. Al tomar tierra en ultramar, estas redes
se modificaron: algunas desaparecieron o buscaron nuevos cauces, entraron en
juego redes latinoamericanas ya establecidas y se crearon espontáneamente otras
nuevas para mantener comunicados a los profesionales españoles desperdigados
por el exilio. Un proyecto tan importante como la revista Ciencia, editada por los
exiliados durante más de tres décadas (desde 1940 hasta 1975)30, no puede entenderse sin este intrincado universo de redes, que confirieron a esta publicación
periódica un carácter cosmopolita, ya que en ella participaron científicos de prácticamente todo el mundo.
3. LA JAE Y LAS INSTITUCIONES LATINOAMERICANAS
La victoria franquista provocó un gran vacío en las instituciones académicas
españolas. El aparato represor del régimen apartó de sus puestos y persiguió con
dureza a aquéllos que de algún modo habían simpatizado con la causa republicana. Esto provocó el desmantelamiento de buena parte de los grupos de investigación, incluidos obviamente los de la JAE, como el Laboratorio de Investigaciones
Físicas, auténtico bastión de la física y la química españolas, en el que trabajaron
————
29
30
ZAMBRANO, VIII / 42 (Buenos Aires, 1938): 85-87.
ALEIXANDRE BENAVENT et al., 2003. PUIG-SAMPER MULERO, 2001.
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científicos de la altura de Blas Cabrera (su director), Miguel Catalán, Enrique
Moles, Arturo Duperier, Antonio Madinaveitia, Manuel Martínez-Risco, Julio
Palacios, Santiago Piña o Juan Cabrera. Todos ellos habían recibido una exquisita formación en el extranjero y habían llevado a cabo investigaciones originales
de gran calidad. Cabrera falleció en 1945, en México31; sus compañeros se dispersaron por distintos países o padecieron el ostracismo del exilio interior32.
Otros grupos corrieron con mayor suerte y después de muchos avatares lograron recomponerse fuera de España. La prestigiosa escuela catalana de fisiología,
por ejemplo, se vio fragmentada en dos tras la guerra. Una parte siguió a su director Augusto Pi Suñer a Venezuela, donde con el apoyo del gobierno puso en
marcha el Instituto de Medicina Experimental, dependiente de la Universidad de
Caracas, en el que pudo dar continuidad a sus investigaciones33; otros miembros
destacados, como Jaime Pi Suñer, Alberto Folch Pi, Rosendo Carrasco, José Puche y Antonio Oriol Anguera, se exiliaron a México y reanudaron sus investigaciones en los laboratorios de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional.
El Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, centro dependiente de
la JAE, ofrece otro ejemplo interesante. Su director, el entomólogo Ignacio Bolívar, tenía 89 años cuando llegó como refugiado político a México («para morir
con dignidad», declararía); por su precaria salud, poco más pudo hacer que atender con dificultad algunos pequeños encargos de La Casa de España en México,
que le sufragaba una pensión34. Pero por el respeto y el cariño que suscitaba su
persona entre los científicos españoles, el anciano zoólogo actuó como elemento
aglutinador de los naturalistas exiliados, que en más de un sentido se comportaron ante las fatalidades del destino como una gran familia. Muchos de estos naturalistas se exiliaron a México y trabajaron en la Escuela Nacional de Ciencias
Biológicas del Instituto Politécnico Nacional, donde no tardaron en ocuparse de
la dirección de buena parte de sus laboratorios. Durante décadas realizaron expediciones científicas colectivas por el territorio mexicano, como antes lo habían
hecho por el español, incorporando a alumnos y colegas mexicanos; se integraron
en grupo en la Sociedad Mexicana de Historia Natural y editaron la revista Ciencia; colaboraron en diversos proyectos, como el estudio de formas biológicas
cavernícolas, y durante muchos años mantuvieron la costumbre de reunirse en
tertulia los domingos en la casa de los Bolívar, en la plaza Río de Janeiro de Ciudad de México.
La trayectoria profesional de estos naturalistas siguió una evolución variable.
Por lo general, los más veteranos, como Cándido Bolívar o Enrique Rioja, conti-
————
31 GONZÁLEZ REDONDO y VILLANUEVA VALDÉS, XXIV / 51 (Zaragoza, 2001). SÁNCHEZ RON,
18 (Madrid, 1993).
32 GARCÍA CAMARERO, 1978: 220. SÁNCHEZ RON, 1999: 218-223.
33 RIERA PALMERO, 2002: 137-146.
34 ENRÍQUEZ PEREA, 77 (México, D.F., 1999): 115-118.
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nuaron con pocas diferencias las investigaciones que habían realizado en España,
simplemente adaptándolas a las especies mexicanas. Por el contrario, los más
jóvenes con frecuencia se esforzaron por reorientar sus investigaciones a las prioridades de México. Dionisio Peláez, por ejemplo, uno de los científicos más jóvenes de la escuela entomológica madrileña, tuvo que dejar para sus ratos de ocio
el estudio de los Membrácidos, su especialidad en España, para dedicarse a la
parasitología, disciplina con muchas posibilidades en México en la que no tardó
en destacar35. En conjunto formaron numerosos discípulos —entre ellos varios
españoles que llegaron muy jóvenes a México, como Gonzalo Halffter, Fernando
de la Jara o Eulogio Bordas— que pueden considerarse herederos legítimos de la
escuela de naturalistas del Museo36.
Por otra parte, la JAE parece haber inculcado a los exiliados la convicción de
que para mejorar la ciencia y la cultura resultaba imprescindible contar con buenas instituciones, pues a medida que fueron consiguiendo cierta estabilidad laboral, se fueron involucrando en proyectos de creación de nuevos centros de investigación, en general inspirados en las experiencias que traían de España. El gran
impacto que tuvieron los exiliados españoles en sus países de acogida se debe en
buena medida a esta dimensión de su quehacer profesional. El botánico asturiano
Faustino Miranda es un buen ejemplo; en la actualidad está reconocido como el
modernizador de la botánica mexicana, tanto por su producción florística y fitogeográfica como por el impulso que confirió a la institucionalización de la disciplina en México. En esta segunda faceta suya hay que destacar dos proyectos a
los que se entregó en cuerpo y alma: la creación, en 1951, de un Instituto Botánico en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, constituido por un jardín botánico —considerado
en su tiempo el más completo en plantas tropicales de Latinoamérica— y un museo provisto de herbario y de laboratorios de investigación, y el establecimiento,
seis años después, del Jardín Botánico de la UNAM, núcleo de una escuela de
botánicos formada por algunos de sus discípulos más distinguidos37. Ambos proyectos comparten una misma inquietud que hunde sus raíces en un episodio esencial de la juventud de Miranda: sus años de formación en el Real Jardín Botánico
de Madrid, centro dependiente de la JAE, que grabaron en él una forma de entender los jardines botánicos, no como un lugar de mera exhibición del exotismo
vegetal sino como un elemento medular del conocimiento botánico, en sus tres
vertientes: divulgativa, formativa y de investigación.
Otros exiliados compartieron este interés de crear instituciones similares a las
que habían protagonizado el mediodía de la ciencia española. Dionisio Peláez, por
ejemplo, se entregó con un fervor inusual —causa más tarde de decepciones—, en
calidad de realizador técnico, al establecimiento del Museo de Historia Natural de
————
35
36
37
HOFFMANN, 105 (México, D.F., 1999).
DOSIL MANCILLA, 4 (Madrid, 2004a): 46-50.
RZEDOWSKI, 24 / 5-6 (México, D.F., 1966): 171-176.
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Ciudad de México38, erigido en el Bosque de Chapultepec, movido por los recuerdos del Museo madrileño, donde había dado sus primeros y decisivos pasos como
investigador. En hidrobiología, las estaciones marítimas, que habían sido el eje de
desarrollo de esta disciplina en España desde finales del siglo XIX, y las campañas
del Instituto Español de Oceanografía inspiraron diversas iniciativas de exiliados,
como la reactivación por parte de Fernando de Buen de la Estación Limnológica de
Pátzcuaro (México), como centro de formación e investigación, y la participación
de Enrique Rioja y del mismo De Buen en las actividades de la Estación de Biología marina de Montemar, en Chile39. En el ámbito de humanidades, el abogado
Javier Malagón Barceló, discípulo de Rafael Altamira, organizó el Programa de
Becas y Cátedras de la Organización de Estados Americanos (OEA), de la que fue
secretario general, siguiendo el modelo de la JAE40.
A continuación analizaremos algunas instituciones culturales creadas en Latinoamérica en las que participaron activamente los profesores españoles y que
llevaron la marca inequívoca de la JAE. La mayor parte surgieron en México, y
no es extraño pues fue el único país que abrió sus fronteras a los republicanos sin
apenas restricciones. Para asegurar una adecuada integración de los profesores
españoles en la sociedad mexicana, el gobierno cardenista creó, en julio de 1938,
La Casa de España en México. La nueva institución actúo en cuatro frentes: invitando al país a docentes de prestigio para que dictasen cursos y conferencias;
mediando entre los refugiados y las principales instituciones académicas mexicanas; apoyando económicamente proyectos útiles para México presentados por
exiliados, y creando centros de investigación donde los españoles pudieron reanudar sus estudios y formar discípulos41.
Sabemos por otra parte que el gobierno de la República en el exilio aspiró, en
los comienzos del destierro, a crear en México un centro de estudios de todas las
culturas del continente americano, con un carácter similar al de la JAE42. Aunque
el proyecto no cuajó, como veremos a continuación, el espíritu de la JAE pervivió en otras iniciativas que llegan hasta nuestros días.
3.1. El Laboratorio de Estudios Médicos y Biológicos de la UNAM
La creación de este laboratorio de investigación básica se debió a un apoyo
económico que ofreció la Fundación Rockefeller al fisiólogo Jaime Pi Suñer, a su
paso por Nueva York cuando se trasladaba como exiliado a México. La organización norteamericana condicionó su ayuda, que finalmente se concretó en cinco mil
————
38
39
40
41
42
HOFFMANN, 105 (México, D.F., 1999): 5
DOSIL MANCILLA Y CREMADES UGARTE, 2004: 497-517.
ABELLÁN, 1978: 356.
LIDA, 1988.
MANCEBO, 1990: 59.
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dólares, a que se emplease en el equipamiento de un nuevo laboratorio en el que
trabajarían los exiliados españoles (inicialmente Jaime Pi Suñer, Rosendo Carrasco Formiguera e Isaac Costero) 43. Estas condiciones crearon cierto malestar
en algunos fisiólogos mexicanos, pues en la Escuela Nacional de Medicina de la
UNAM ya existía un Departamento de Fisiología y estaba proyectada la creación
de un Instituto de Fisiología y Farmacodinamia en el Instituto Politécnico Nacional; en consecuencia, con cierta lógica consideraban más oportuno repartir a los
médicos españoles entre los diversos grupos de investigación mexicanos, «para
sumar sus labores en bien del progreso y desarrollo de los mismos»44, y emplear
el dinero en mejorar las condiciones de los laboratorios ya instalados. No hay que
olvidar que en México ya existía un importante núcleo de fisiólogos, varios de
ellos discípulos del profesor Walter B. Cannon, de la Universidad de Harvard,
con quien también se habían formado Jaime Pi Suñer y otros médicos españoles.
La intervención del presidente de La Casa de España en México fue en este
punto decisiva: se ofreció a correr con los gastos de acondicionamiento del nuevo
edificio (por un valor de siete mil pesos) y a sufragar los salarios de los tres investigadores españoles y de algunos ayudantes45. Además se acordó que el laboratorio se establecería en las dependencias de la Escuela Nacional de Medicina y
que la dirección quedaría bajo responsabilidad de un profesor de esta Escuela,
finalmente Ignacio González Guzmán. Con estas iniciativas, La Casa de España
abrigaba la idea de reunir en un mismo centro de investigación a algunas de las
figuras más señeras de la medicina española. Incluso procuró incorporar al centro
a Pío del Río-Hortega, pero ya tenía otros compromisos.
Parece que al menos en septiembre de 1939 ya estaba proyectada la creación
del nuevo laboratorio46, si bien su establecimiento se demoró un año —se inauguró oficialmente el 30 de noviembre de 1940— y aún en marzo de 1941 faltaba
equipo básico de investigación47. Durante este tiempo, Pi Suñer trabajó provisionalmente en los laboratorios del Departamento de Fisiología dirigido por José Joaquín Izquierdo, y Carrasco se ocupó de la cátedra de Fisiología general del Instituto
Politécnico Nacional; Costero, por su parte, continuó trabajando como jefe de Anatomía patológica del Hospital General. El nuevo centro estuvo ubicado en las azoteas de la entonces Escuela de Medicina, en la plaza de Santo Domingo de Ciudad
de México. Inicialmente contaba con sólo dos habitaciones y con un equipo de
————
43 Carta de Jaime Pi Suñer a José Joaquín Izquierdo. México, D.F., 2-08-1940. Reproducida
en parte en IZQUIERDO, 1966: 246-247.
44 IZQUIERDO, 1966: 248.
45 Carta de Alfonso Reyes a Gustavo Baz, México, D.F., 13-04-1940. Reproducida en ENRÍQUEZ PEREA, 2000: 192-193.
46 Carta de Jaime Pi Suñer a Alfonso Reyes, Médico, D.F., 5-09-1939. Archivo Histórico de
El Colegio de México, México (AHCOLMEX), Fondo Antiguo, Caja 19, Exp. Jaime Pi Suñer.
47 Carta de Rosendo Carrasco Formiguera a Daniel Cosío Villegas. México, D.F., 5-121941. AHCOLMEX, Fondo Antiguo, Caja 4, Exp. Rosendo Carrasco Formiguera.
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investigación muy limitado, lo cual no impidió que desde el primer momento continuaran con los estudios de primer orden que estos científicos venían desarrollando en España. En mayo de 1943 pasó a depender exclusivamente de la UNAM y
algo después se trasladó a la ciudad universitaria, donde continúa en la actualidad
con el nombre de Instituto de Investigaciones Biomédicas, «uno de los centros más
significativos en la investigación biológica actual de México»48.
A medida que el proyecto iba madurando, se fueron incorporando nuevos científicos, como los neuropsiquiatras Dionisio Nieto, Sixto Obrador y Gonzalo Rodríguez Lafora, el oftalmólogo Manuel Rivas Chérif y el médico mexicano Clemente
Villaseñor; de este modo fueron asumiendo mayor protagonismo los estudios neuropsiquiátricos, de tal manera que cuando en julio de 1941 se asignó un nombre
definitivo al centro, se optó por Laboratorio de Estudios Médicos y Biológicos, que
hacía énfasis en la pluralidad de investigaciones y además evitaba rivalidades con
los fisiólogos. En definitiva, el laboratorio no tardó en seguir la estela del Instituto
Cajal de Madrid, como al parecer había sido el interés inicial de la Fundación Rockefeller49 y probablemente también de La Casa de España.
El centro quedó dividido en cuatro secciones: Neuroanatomía y Neuropatología, supervisada por Nieto y Rodríguez Lafora; Anatomía Patológica, a cargo de
Costero; Neurofisiología, dirigida por Pi Suñer y Carrasco Formiguera, y Citología
a cargo de González Guzmán y Villaseñor. Poco a poco, la mayor parte de estos
investigadores se fueron trasladando a otros centros, salvo Dionisio Nieto, que
permaneció en el Laboratorio hasta el final de sus días. Carrasco Formiguera se
trasladó en 1941 a la Universidad de Puebla y desde 1949 residió en Venezuela.
Jaime Pi Suñer se estableció en 1944 en EEUU; lo sustituyó en el Laboratorio
Efrén del Pozo. Por las mismas fechas también abandonó el centro Costero, para
concentrar sus actividades en el recién creado Instituto Nacional de Cardiología;
Sixto Obrador regresó a España a finales de los 40, y Rivas Chérif asumió la jefatura de servicios del hospital de la Asociación para Evitar la Ceguera de México.
El Laboratorio fue la primera institución de México que se dedicó específicamente a la investigación neuropsiquiátrica50. Los resultados científicos vieron
la luz en el Boletín editado por el propio centro y en otras revistas nacionales e
internacionales. Algunas de las contribuciones más destacadas surgieron de la
colaboración con el centro psiquiátrico «La Castañeda», en la investigación de
las alteraciones histológicas de cerebros enfermos (por psicosis alcohólica, epilepsia, esquizofrenia, etc.) y en el diagnóstico de la cisticercosis cerebral, una
parasitosis frecuente en México que produce una sintomatología variada de muy
difícil identificación51. En el contexto del exilio, fue además un ejemplo de inte-
————
48
49
50
51
GIRAL, 1994: 215.
NIETO, 1990: 15.
NIETO, 1990: 15.
FERNÁNDEZ GUARDIOLA, 1997.
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gración, pues desde el primer momento los médicos españoles trabajaron conjuntamente con profesores mexicanos y con jóvenes estudiantes, algunos de los cuales destacarían en el área de las neurociencias, como Alfonso Escobar, Carlos
Guzmán Flores, Augusto Fernández Guardiola o Antonio Villasana, que deben
considerarse herederos lejanos de la escuela histológica de Cajal.
3.2. El Instituto de Química de la UNAM
El Instituto de Química fue también un proyecto precoz. Parece que cuando
La Casa de España extendió la invitación al químico Antonio Madinaveitia, en
abril de 1939, para que se trasladara a México desde su provisional refugio en
París52, ya se tenía en mente involucrarlo en la creación de un laboratorio en el
que se compaginase la formación superior con la investigación química de alto
nivel. El proyecto resultaba muy oportuno ya que la economía del país reclamaba
con urgencia incrementar la explotación de los recursos naturales, para lo cual
resultaban imprescindibles los estudios químicos. Décadas atrás, esta labor había
recaído en parte en el Instituto Médico Nacional (1888-1915) y después de éste
en la Dirección de Estudios Biológicos y en su sucesor el Instituto de Biología
(1929); para la parte puramente química se creó en 1917 la Escuela Nacional de
Química, pero proporcionaba una formación muy elemental y los químicos que
querían especializarse en la investigación debían hacerlo en el extranjero, como
le ocurrió a Fernando Orozco, artífice con Madinaveitia del Instituto de Química,
que se doctoró en la Universidad de Marburgo. Además, la creación del nuevo
laboratorio iba a contar con el beneplácito de la Universidad Nacional, cuyo
Consejo Técnico había señalado en octubre de 1938 la conveniencia de establecer un instituto por cada departamento de la Facultad de Ciencias53.
Como en otros casos, las pesquisas de la Casa de España para encontrar entre
los exiliados a la persona más adecuada para participar en este proyecto no pudieron resultar más acertadas: Antonio Madinaveitia Tabuyo era el candidato
perfecto. A sus 49 años de edad, para muchos se trataba del mejor químico español. Había estudiado con prestigiosos científicos alemanes y franceses, poseía
experiencia docente como catedrático de Química Orgánica en la Facultad de
Farmacia de la Universidad Central y —algo quizá más decisivo— estaba encargado de la Sección de Química del Instituto Nacional de Física y Química, dependiente de la JAE, que constituía el mejor modelo para el futuro Instituto de
Química mexicano. También su especialidad hasta ese entonces, el estudio de los
————
52 Carta de A. Madinaveitia a A. Reyes, París, 24-04-1939. AHCOLMEX, Fondo Antiguo,
Caja 14, Carpeta 3, Exp. Antonio Madinaveitia.
53 Informe de la Comisión del Consejo Universitario, México, D.F., 19-10-1938. Reproducido
en ENRÍQUEZ PEREA, 2000: 341-345.
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medicamentos orgánicos, resultaba particularmente interesante para los propósitos del nuevo centro.
Cuando recibió la invitación para incorporarse a México, Madinaveitia se encontraba trabajando temporalmente en el laboratorio de Química Orgánica de la
Sorbona54. Llegó con su familia al país el 5 de julio de 1939 e inmediatamente se
incorporó a la Escuela Nacional de Química, dirigida por Fernando Orozco. Para
reanudar sus trabajos de investigación, montó nada más llegar un modesto laboratorio de estudios naturales en un pequeño local de la Escuela55, que sería el
germen del Instituto de Química. En los meses siguientes trabajó con Orozco y
con los responsables de La Casa de España en el establecimiento de este Instituto; tras año y medio de arduo trabajo se logró inaugurar oficialmente el 4 de abril
de 194156; en el acto, El Colegio de México (antigua Casa de España) hizo entrega a la UNAM del nuevo edificio, construido en los terrenos de la Escuela de
Química a partir de unos planos del arquitecto mexicano Juan O’Gorman. La
dirección quedó en manos de Orozco (hasta 1953), mientras que Madinaveitia
fue nombrado jefe de investigación.
Hemos visto que El Colegio de México fue el principal responsable de la
creación del Instituto de Química: asumió los gastos de la construcción del edificio, los muebles y el instrumental inicial (por un valor aproximado de 35 mil
pesos), así como la biblioteca, el salario de Madinaveitia y una beca para un investigador ayudante (José Iriarte). Además tramitó una sustanciosa donación de
instrumental de la Fundación Rockefeller, valorado en tres mil dólares57. En marzo de 1943, El Colegio se desvinculó del funcionamiento del Instituto, que pasó a
depender exclusivamente de la UNAM; como último gesto, la institución presidida por Alfonso Reyes consiguió que el Banco de México contratara los servicios del Instituto por una suma de ocho mil pesos. Con el tiempo, el laboratorio
logró afianzarse como uno de los centros de investigación más prestigiosos del
país, cuya vida alcanza nuestros días.
Las investigaciones que se llevaron a cabo en el Instituto de Química tuvieron como propósito principal obtener sustancias valiosas de los recursos naturales
del país. Los primeros ensayos se realizaron con gran variedad de plantas (guayule, maguey, pinos, nopal, plantas tintóreas, etc.), buscando sustancias de interés
farmacológico o comercial. Otra vertiente que dio resultados interesantes fue la
fabricación de sosa, necesaria para la fabricación de vidrio y jabón, a partir del
————
54 Carta de A. Madinaveitia a A. Reyes, París, 24-04-1939. AHCOLMEX, Fondo Antiguo, Caja
14, Carpeta 3, Exp. Antonio Madinaveitia.
55 Presupuesto para el laboratorio de Estudios de productos naturales correspondiente al
Instituto de Química de la Universidad. México, 25-07-1939. AHCOLMEX, Fondo Antiguo, Caja 14,
Carpeta 3, Exp. Antonio Madinaveitia.
56 Correograma de A. Reyes a A. Madinaveitia, 2-04-1941. Reproducido en ENRÍQUEZ PEREA,
2000: 99.
57 Carta de A. Reyes a Rodolfo Brito Foucher, México, D.F., 29-10-1942. Reproducida en
ENRÍQUEZ PEREA, 2000: 133-135.
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fondo salino del lago de Texcoco, situado a las afueras de Ciudad de México; el
negocio resultó tan próspero que se creó una gran fábrica de álcalis, «Sosa y
Texcoco», con la asesoría técnica de Madinaveitia58. Desde 1945, el Instituto
editó su propio Boletín, donde se publicaron buena parte de los resultados de las
investigaciones. Por otra parte, en el Laboratorio se formó una escuela con los
químicos más destacados del país, como José Iriarte, Alberto Sandoval, José F.
Herrán, Jesús Romo Armería, Octavio Mancera y Humberto Estrada.
3.3. El Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México
De todos los centros de investigación creados con el fin de recoger el caudal
de conocimientos de los profesores exiliados, es este el que se ciñó más fielmente
al modelo que tomó como inspiración, que no fue otro que el prestigioso Centro
de Estudios Históricos (CEH) de Madrid, dependiente de la JAE. Es probable que
esto se haya debido a que el centro madrileño era bien conocido por los que se
encargaron de «trasplantarlo» a México: Daniel Cosío Villegas, Alfonso Reyes y
Silvio Zavala; además, mientras que los dos laboratorios anteriores se desvincularon pronto de El Colegio de México, el CEH permaneció ligado a esta institución hasta nuestros días. En otras palabras, la creación del nuevo centro encendió
el entusiasmo de los artífices de El Colegio, hombres de letras que unos años
antes habían quedado prendados del CEH madrileño e incluso habían acariciado
la idea de impulsar en México un proyecto similar.
El CEH de Madrid se creó el 18 de marzo de 1910 con el propósito de «promover las investigaciones científicas de nuestra historia patria en todas las esferas de la cultura»59. Sus miembros prestaron una atención especial a las cuestiones metodológicas, con la idea de desarrollar un modelo de trabajo histórico basado en «criterios científicos», que para estos profesionales se conseguía
mediante un riguroso análisis de las fuentes históricas; por este motivo, una de
las funciones del CEH fue rescatar el acervo histórico español. Además había un
gran interés por hacer converger en la historia otras disciplinas que ayudaran a
comprender al individuo en su entorno, como la geografía, la literatura, el folklore, etc. Por este motivo, el CEH madrileño estuvo organizado en secciones (inicialmente seis pero con los años llegaron a quince), cada una de las cuales se
ocupaba de un aspecto de la cultura: los orígenes de la lengua española, la filosofía contemporánea, la literatura española, la historia del derecho español, etc.; en
consecuencia, daba más la impresión de un centro de humanidades que de una
institución dedicada estrictamente a la Historia60.
————
58 Informes mensuales de actividades. AHCOLMEX, Fondo Antiguo, Caja 14, Carpeta 3,
Exp. Antonio Madinaveitia.
59 Art. 1º del Real Decreto de 18-03-1910, publicado al día siguiente en la Gaceta de Madrid.
60 ABAD, 1988: 503.
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Este modelo de investigación y el prestigio de sus investigadores, entre los
que figuraban Eduardo Hinojosa, Rafael Altamira, Ramón Menéndez Pidal, Miguel Asín Palacios, José Ortega y Gasset, Claudio Sánchez Albornoz, Pedro Salinas, Américo Castro, etc., hicieron del CEH de Madrid un lugar de peregrinación
de intelectuales de buena parte del mundo. Por esto no es de extrañar que los
responsables de La Casa de España viesen con agrado la posibilidad de trasladar
a México a algunos de sus profesores para organizar en este país un centro similar. Sirva como muestra el gesto del político y escritor Genaro Estrada, que había
residido en Madrid como embajador de México entre 1932 y 1935; al encontrarse
en 1937 con el pintor José Moreno Villa, le expresó que «su gran ideal consistía
en crear en este país un organismo como el Centro de Estudios Históricos de Madrid, aprovechando los intelectuales españoles que iban saliendo de España o
podían salir»; para este fin intentó convencer a Ramón Menéndez Pidal y a Juan
Ramón Jiménez de que se trasladasen a México, y solicitó al pintor que le facilitase una lista de los profesores que podrían participar en el proyecto61.
El intelectual que puso mayor empeño en hacer realidad esta idea fue el historiador Silvio Zavala. Entre 1933 y 1936 colaboró asiduamente en las actividades
del CEH; al año siguiente, nada más regresar a México, procuró sin éxito poner
en marcha un centro similar en la Universidad Nacional62. Con el apoyo de Alfonso Reyes logró resucitar el proyecto a finales de 194063, y pocos meses después, en fecha tan simbólica como el 14 de abril, se inauguró el CEH de El Colegio de México, asumiendo el mismo Zavala la dirección.
El funcionamiento del nuevo Centro estuvo inspirado en su predecesor. Tuvo
como principal objetivo enseñar a los alumnos a investigar64. Además, al igual
que el madrileño se preocupó por la recuperación de la documentación histórica
y, como centro de investigación, puso énfasis en la consulta de fuentes primarias;
no en vano, como ha señalado Clara E. Lida, «inició en México la práctica de
profundizar en los temas históricos por medio de una investigación a la vez original y precisa»65.
Se procuró contar en su plantel docente con el mayor número de investigadores del CEH de Madrid. Algunos de estos profesores ya habían sido invitados por
La Casa de España, pero precisamente por su prestigio tenían compromisos con
otras instituciones; entre las ausencias más notables cabe señalar las de Ramón
Menéndez Pidal y Claudio Sánchez Albornoz. No obstante, sí se pudo contar con
la colaboración de algunos de sus discípulos más aventajados, como Agustín
————
61
MORENO VILLA, 1976: 246. Estrada falleció al año siguiente.
LIDA y MATESANZ, 1990: 111.
63 Carta de Silvio Zavala a Alfonso Reyes, México, 16-12-1940. Reproducida en ENRÍQUEZ
PEREA, 1998: 65. Al principio se propuso el nombre de Instituto de Historia, después Centro de
Investigaciones Históricas y finalmente Centro de Estudios Históricos.
64 LIDA y MATESANZ, 1990: 154.
65 LIDA y MATESANZ, 1990: 116.
62
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Millares Carlo, que se ocupó en el CEH de los cursos de Latín y de Paleografía, y
Concepción Muedra, que se encargó de la Historia medieval de España, enraizando en México la brillante escuela medievalista liderada por su maestro Sánchez Albornoz.
El CEH de México contó también en su cuadro docente con Rafael Altamira,
uno de los intelectuales españoles más emblemáticos y figura esencial en la vida del
Centro madrileño. Llegó a México con 78 años de edad, en 1944, y aunque falleció
a los siete años, tuvo tiempo para abrigar con su magisterio y su experiencia los
primeros años del desarrollo académico de la nueva institución. Otros profesores
españoles que participaron activamente en sus actividades fueron los historiadores
José Miranda, Ramón Iglesia, José María Miquel i Verges y Francisco Barnés Salinas, el musicólogo Jesús Bal y Gay, el crítico del arte Rafael Sánchez Ventura, el
literato José Carner, el filósofo José Gaos y el abogado Javier Malagón.
3.4. El Instituto Universitario de Investigaciones Científicas y de Ampliación
de Estudios de la Universidad de La Habana
Este Instituto dependiente de la Universidad de La Habana inició sus actividades en agosto de 194366. Surgió por iniciativa de diversos intelectuales cubanos, y
en último término por el rector Rodolfo Méndez Peñate, con la idea de aprovechar
el paso por la isla de diversos profesores españoles para que impartieran cursos y
seminarios en la Universidad67. La iniciativa cobra valor si consideramos que por
su situación económica, Cuba contaba con pocas posibilidades de recibir exiliados;
por lo general, éstos concebían la isla como un lugar de paso para trasladarse a
otros países americanos68. Los intelectuales tenían además el inconveniente de que
existían pocos espacios en los que pudiesen incorporarse laboralmente —en todo el
país había una sola Universidad—; por este motivo, para poder subsistir por lo
general tenían que recurrir a invitaciones para dictar conferencias de las diversas
asociaciones culturales de la isla, además de la Universidad, como el Ateneo de
La Habana, el Lyceum, la Institución Hispanocubana de Cultura, la Escuela Libre
de La Habana y el Instituto Cubano de Altos Estudios.
————
66 Su inauguración oficial tuvo lugar el 18 de febrero de 1944, a las 9:00, en el Aula Magna de
la Universidad. Carta de Salvador Vilaseca, jefe administrativo del Instituto Universitario, a María
Zambrano, La Habana, 18-02-1944. Archivo de la Fundación María Zambrano, Málaga (AFMZ),
Caja 20, Carp. 175.
67 «... Y aspira (...) a mantener nexos profundos y duraderos con los núcleos representativos de la
cultura en el exilio y, particularmente, con las figuras más destacadas de la Universidad española del
inmediato pasado al objeto de sentar bases de fecunda y sólida cooperación y reciprocidad con la
Universidad española del mañana, mediante la creación de órganos comunes íntimamente vinculados
y el intercambio regular de profesores y alumnos». ANÓNIMO, 50-51 (La Habana, 1943): 356.
68 NARANJO OROVIO, 1988: 166.
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Por otra parte, desde que se inició el exilio, antes incluso de que hubiese terminado la guerra civil, las autoridades académicas cubanas valoraron con interés
la posibilidad de recibir temporalmente a profesores españoles para enriquecer la
vida cultural de la isla. Incluso se establecieron comunicaciones entre La Casa de
España en México y la Universidad de La Habana para trazar un plan de colaboración que permitiese a los refugiados realizar estancias cortas con fines académicos en Cuba69. El Instituto Universitario surgió precisamente con este objetivo:
encauzar la participación de los exiliados en las actividades académicas cubanas.
En el primer año académico, por ejemplo, de los diez profesores que colaboraron,
cinco eran españoles: Gustavo Pittaluga, Antonio González Regalado, Mariano
Ruiz Funes, Joaquín Xirau y María Zambrano70. Los cursos se impartían en los
salones de la Universidad y podían ser teóricos, prácticos (trabajos de laboratorio) o seminarios de investigación71.
Comentarios aparte merece la fecha de creación del nuevo centro, muy tardía
si su principal objetivo hubiese sido únicamente ayudar a los refugiados. Quizá
pueda explicarse sencillamente considerando la ya mencionada intención de las
autoridades cubanas de recibir a los profesores españoles sólo temporalmente72;
pero no podemos descartar que la fecha esté relacionada con otro suceso que tuvo
lugar en La Habana apenas un mes después de su inauguración: la I Reunión de
la Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Extranjero (UPUEE), una
asociación creada cuatro años antes en París, integrada por los docentes españo-
————
69 Cf. Carta de Cosío Villegas a Roberto Agramonte, director del Departamento de Intercambio Cultural de la Universidad de La Habana, Ciudad de México, 17-09-1938, y la respuesta de
Agramonte, La Habana, 20-12-1938. AHCOLMEX, Fondo Alfonso Reyes, Sección: Instituciones
educativas y culturales, Caja 16, Carp. 5, Exp. Universidad de La Habana. Con anterioridad, Alfonso Reyes se había puesto en contacto con su amigo José María Chacón y Calvo, director de Cultura
de la Secretaría de Educación, para informarle de que estaba al frente de La Casa de España, y
añade: «Tal vez se te ofrezca algo en relación con los intelectuales españoles trasladados a nuestros
países». AHCOLMEX, Fondo Antiguo, Sección: Correspondencia institucional y documentos de
trabajo, Caja 6, Carp. 1, Exp. José María Chacón y Calvo.
70 Los cursos que impartieron fueron los siguientes. Gustavo Pittaluga: «Los factores climatológicos y alimenticios y su influencia sobre la constitución orgánica y sobre la patología local»
(curso de especialización); Antonio González Regalado: «La tradición humanística de Cuba» (curso de investigación); Joaquín Xirau: «Curso de Introducción a la Filosofía», «La Analítica Trascendental de Kant» y «La República de Platón». Del curso impartido por Mariano Ruiz Funes carecemos de datos. ANÓNIMO, 50-51 (La Habana, 1943): 356. La participación de María Zambrano figura en la Tabla 1.
71 Los cursos podían ser de seis tipos: de investigación, de especialización, de posgraduados,
libres, de divulgación y seminarios. ANÓNIMO, 50-51 (La Habana, 1943): 356.
72 En los últimos años, la colaboración de los exiliados con las instituciones académicas había
ido en aumento. Entre 1939 y 1941, el único español que participó en actividades universitarias
parece haber sido María Zambrano. En 1942 impartieron cursos y conferencias en la Universidad
de La Habana, además de Zambrano, Joaquín Xirau, Jesús Vázquez Gayoso, José A. Aguirre, Demófilo de Buen, Gustavo Pittaluga, Luis Jiménez de Asúa, Fernando de los Ríos, Niceto Alcalá
Zamora (padre e hijo) y Manuel Altolaguirre. MÉNDEZ PEÑATE, 1943: 42-49.
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les en el exilio. El evento duró dos semanas —del 20 de septiembre al 3 de octubre de 1943—, durante las cuales los exiliados hicieron un balance de los primeros años de destierro y reflexionaron sobre las estrategias a seguir en los próximos meses ante los derroteros que estaba tomando la política internacional73.
Tanto la creación del Instituto Universitario como la organización de la Reunión parecen mostrar cierto interés por parte de las autoridades académicas cubanas por estrechar los lazos con el gobierno de la República, quizá ya no sólo para
beneficiarse del magisterio de los exiliados, también con el propósito de mantener esa relación una vez que éstos regresasen a su patria, una posibilidad que
cobraba fuerza con los últimos avances contra el fascismo. El gobierno republicano en el exilio había expresado en muchas ocasiones —también en la Reunión
de la UPUEE— su voluntad de consolidar sus relaciones, una vez recuperado el
poder, con los centros de investigación latinoamericanos. La creación del Instituto, cuyo nombre presentaba un parecido nada casual con el de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, pudo haber sido una manifestación más de este acercamiento.
La vida del Instituto Universitario fue breve —parece que desapareció en el
verano de 1945—, quizá tanto como la esperanza de los republicanos de contar
con el apoyo internacional para desbancar a los franquistas. Podemos adentrarnos
en los entresijos de su funcionamiento a través de María Zambrano, residente en
la isla desde enero de 1940, para quien el nuevo centro supuso la ansiada oportunidad de integrarse al medio académico cubano74. El año académico estaba dividido en dos semestres, para cada uno presentó un curso de especialización basado
en conferencias y un seminario de investigación que se centraba en la lectura de
textos clásicos de filosofía (Tabla 1); los estudiantes debían además presentar al
final un trabajo de investigación sobre un tema acordado previamente. Los docentes podían proponer asistentes en calidad de profesores agregados; Zambrano
contó con la ayuda de Rafael García Bárcena y Raúl Gutiérrez Serrano, ambos
doctores en Filosofía. Los grupos estaban formados por unos diez alumnos, por
lo general estudiantes de licenciatura o profesores.
Los cursos permitieron que la profesora andaluza ejerciera una notable influencia en el ámbito académico cubano; algunos de sus estudiantes no tardarían
en desarrollar una meritoria carrera filosófica, como Rafael García Bárcena o,
muy en especial, Rosario Rexach, discípula de Jorge Mañach, que parece haber
sentido por Zambrano una particular admiración. Pero sin duda quienes mejor
aprovecharon las enseñanzas de la filósofa fueron unos jóvenes poetas —Cintio
Vitier, Fina García Marruz, su hermana Carmen, Eliseo Diego...—, que asistieron
puntualmente a sus cursos y con frecuencia los ampliaron fuera del aula, en tertulias a las que también asistía María Zambrano. Estos poetas, vinculados al grupo
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73
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RUIZ FUNES, 1999.
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Orígenes dirigido por Lezama, hallaron en su pensamiento la «razón poética» que
daría sentido a sus creaciones, al proporcionarles los elementos filosóficos que
requerían para plantearlas como auténticas formas de conocimiento75.
TABLA 1. Cursos impartidos por Zambrano en el Instituto Universitario. Los
títulos entre paréntesis son los cursos que aparecen en el programa
pero que no pudo impartir por falta de tiempo76.
1943-1944
1944-1945
CURSO DE ESPECIALIZACIÓN
SEMINARIO DE INVESTIGACIÓN
«Filosofía y cristianismo»
«Orígenes del hombre y del
mundo moderno»
«La metafísica de la libertad»
(«Las reacciones antihegelianas. Desde el espíritu religioso:
Kierkegaard. Desde la filosofía: Compte. Desde la teoría
política: Marx»)
«La idea del hombre y la idea del
tiempo en San Agustín»
(«El tiempo en la mística española»)
«La idea del tiempo y la inteligencia en Bergson»
(«Hombre y superhombre en
Nietzsche»)
Ahora bien, el éxito del Instituto Universitario no puede ser valorado tan sólo
por los cursos de Zambrano, y aunque hubo otros profesores españoles que también
se volcaron en su funcionamiento, como Gustavo Pittaluga, por su corta vida no
podemos hablar sino de un proyecto prometedor pero tempranamente frustrado.
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The JAE is essential to understand and value the contributions of the exiled professors, since it
laid down the course and scope of their professional trajectories. Sometimes it also determined
their fates, since once in exile they benefited from the contacts established through the JAE with
foreign research groups. Although in Franco's time the institution was closed, its spirit was kept
alive among exiles and travelled with them to their new countries where it revived in the way of
interesting institutional initiatives.
KEY WORDS: JAE, Spanish Republican Exile, exiled scientists, Latin America.
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PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH)
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económicas, Madrid, CSIC, 2006, 155 págs., 17,31€
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1680-1795, Madrid, CSIC, 2006, 283 págs., 25,96€
4. Ascensión MARTÍNEZ RIAZA. “A pesar del gobierno” Españoles en el Perú, 1879-1939,
Madrid, CSIC, 2006, 412 págs., 37,50€
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en la Familia Popular del Chile Tradicional (1750-1860), Madrid, CSIC, 2006, 543 págs.,
47,12€
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1. Esclavitud y derechos humanos. La lucha por la libertad del negro en el siglo XIX. Actas
de Coloquio Internacional sobre Abolición de la Esclavitud (Madrid, diciembre 1986).
Madrid, 1990, 634 págs. 21,04€
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1994, LXX + 330 págs. 29,17€
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R. KOUYOUMDJIA y D. G. DUHART. Santiago, 1994, 423 págs. 29,17€
(Continúa)
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BIBLIOTECA DE HISTORIA DE AMÉRICA
(Cont.)
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del pacífico (1862-1865). Edición crítica de M.ª Angeles CALATAYUD. Madrid, 1995,
334 págs. 23,11€
12. Fermín del PINO y Carlos LÁZARO (Coords.). Visión de los otros y visión de sí mismos.
Madrid, 1995, 373 págs. 19,65€
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295 págs. 26€
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20. Ignacio GONZÁLEZ CASANOVAS. Las dudas de la Corona. La política de repartimientos
para la minería de Potosí (1680-1732). Madrid, 2000, 475 págs. 26,01€
21. Mariano PLOTKIN y Ricardo GONZÁLEZ LEANDRI (eds.). Localismo y globalización: aportaciones para una historia de los intelectuales en Iberoámerica. Madrid, 2000, 302 págs. 20,22€
22. Nuria SALA I VILA. Selva y Andes. Ayacucho (1780-1929) historia de una región en la
encrucijada. Madrid, 2001, 260 págs. 19,65€
23. Mª. Asución MERINO HERNANDO. Historia de los inmigrantes peruanos en España. Dinámica
de una exclusión e inclusión en una Europa globalizadora. Madrid, 2002, 248 págs. 20,23 €
24. María Silvia DI LISCIA. Saberes, Terapias y Prácticas médicas en Argentina (1750-1910),
Madrid, 2003, 372 págs. 28,37€
25. Víctor PERALTA. En defensa de la autoridad. Política y cultura bajo el gobierno del Virrey
Abascal. Perú 1806-1816. Madrid, 2002, 200 págs. 16,34€
26. Miguel LUQUE TALAVÁN. Un universo de opiniones. La literatura juridica indiana, Madrid, 2003, 800 págs. 48,08€
27. Gonzalo DÍAZ DE YRAOLA. La vuelta al mundo de la Expedición de la Vacuna (18031810), Madrid, 2003, 132 págs. 23,08€
28. Elda GONZÁLEZ. La inmigración esperada: la política migratoria brasileña desde Joao VI
hasta Getúlio Vargas, Madrid, 2003, 262 págs. 20,19€
29. Víctor MÍNGUEZ y Manuel CHUST (Eds.). El Imperio sublevado. Monarquía y naciones en
España e Hispanoamérica, Madrid, CSIC, 2004, 324 págs.
30. Teresa CAÑEDO-ARGÜELLES FÁBREGA (coord.). Al sur del margen. Avatares y límites de
una región postergada. Moquegua (Perú), Madrid, CSIC, 2004, 498 págs. 38,46€
31. Alejandro FERNÁNDEZ. Un “mercado étnico” en la Plata. Emigración y exportaciones
españolas a la Argentina, 1880-1935, Madrid, CSIC, 2004, 294 págs., 24,4€
32. Susana RAMÍREZ et al. La real expedición filantrópica de la vacuna. Doscientos años de
lucha contra la viruela, Madrid, CSIC, 2004, 410 págs., 30,77€
(Continúa)
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 337-344, ISSN: 0034-8341
PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH)
BIBLIOTECA DE HISTORIA DE AMÉRICA
339
(Cont.)
33. Alfredo MORENO y Núria SALA. El «premio» de ser virrey. Los intereses públicos y privados del gobierno virreinal en el Perú de Felipe V, Madrid, CSIC, 2004, 335 págs., con índice, 25€
34. Rosario SEVILLA SOLER. La Revolución Mexicana y la opinión pública española. La prensa sevillana frente al proceso de insurrección. Madrid, CSIC, 2005, 249 págs., 25,96€
35. Marta IRUROZQUI VICTORIANO (ed.). La mirada esquiva. Reflexiones históricas sobre la
interacción del estado y la ciudadanía en los andes (Bolivia, Ecuador y Perú), siglo XIX.
Madrid, CSIC, 2005, 385 págs.,33,65€
36. José Antonio VIDAL RODRÍGUEZ. La emigración gallega a Cuba: trayectos migratorios,
inserción y movilidad laboral, 1898-1968. Madrid, CSIC, 2005, 322 págs., 36,54€
MONUMENTA HISPANO-INDIANA
V CENTENARIO DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
1. Bernal DÍAZ DEL CASTILLO. Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España. Edición crítica por Carmelo SAÉNZ DE SANTAMARÍA, 2 tomos, Madrid, 1982, XXXVII + 687
págs. y 135 págs.
2. Pedro CIEZA DE LEÓN. Obras completas. Edición crítica, notas, comentarios e índices por
Carmelo SÁENZ DE SANTAMARÍA:
Tomo 1: La crónica del Perú. Las Guerras Civiles peruanas, Madrid, 1984, 382 págs. 21,04€
Tomo 2: Las Guerras Civiles Peruanas: La Guerra de Salinas, La Guerra de Chupas, La
Guerra de Quito. Madrid, 1985, 609 págs. 36,06€
Tomo 3: Estudio bio-bibliográfico. Cieza de León: Su persona y su obra. Indice analítico
general. Madrid, 1985, 137 págs. 15,03€
3. Francisco PIZARRO. Testimonio. Documentos oficiales, cartas y escritos varios. Edición
preparada por Guillermo LOHMANN VILLENA. Introducción de Francisco de SOLANO. Madrid, 1986, 404 págs. 36,06€
COLECCIÓN TIERRA NUEVA E CIELO NUEVO
1. Demetrio RAMOS. Audacia, negocios y política en los viajes españoles de descubrimiento y
rescate. Valladolid, 1981, 626 págs.
2. Jaime GONZÁLEZ. La idea de Roma en la historiografía indiana (1492-1550). Madrid,
1981, 225 págs. 6,01€
3. Iñigo ABBAD Y LASIERRA. Descripción de las costas de California. Edición y estudio de
Sylvia L. HILTON. Madrid, 1981, 231 págs. 4,21€
4. Agustín de JAÚREGUI. Relación de Gobierno. Perú (1780-1784). Edición y estudio de
Remedios CONTRERAS, Madrid, 1982, 320 págs. 7,21€
(Continúa)
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 337-344, ISSN: 0034-8341
340
PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH)
COLECCIÓN TIERRA NUEVA E CIELO NUEVO
(Cont.)
5. Luis ARRANZ. Don Diego Colón. Tomo 1. Madrid, 1982, 392 págs. 6,61€
6. Paulino CASTAÑEDA. Los memoriales del padre Silva sobre la predicación pacífica y los
repartimientos. Madrid, 1983, XV + 402 págs. 12,02€
7. Sínodo de Santiago de Cuba de 1681. Madrid-Salamanca, 1982, XXVI + 220 págs. 6,01€
8. Mariano CUESTA DOMINGO. Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica. Tomo 1. Madrid, 1983, 480 págs. 10,22€
9. Sínodos de Santiago de Chile, 1688 y 1763. Madrid-Salamanca, 1983, XIX + 422 págs. 9,62€
10. José A. MANSO DE VELASCO. Conde de Superunda. Relación de gobierno. Perú 1745-1761.
Edición y estudio de Alfredo MORENO CEBRIÁN. Madrid, 1983, 493 págs. 15,03€
11. Juan PÉREZ DE TUDELA. Mirabilis in altis. Madrid, 1983, 429 págs. 15,03€
12. María de los Ángeles CALATAYUD ARINERO. Catálogo de las expediciones y viajes científicos españoles a América y Filipinas (siglos XVIII y XIX). Madrid, 1984. AGOTADO
13. Mariano CUESTA DOMINGO. Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica. Tomo 2. Madrid, 1984, 400 págs. 18,03€
14. Carmelo SÁEZ DE SANTAMARÍA. Historia de una historia. (Bernal Díaz del Castillo). Madrid, 1984, 246 págs. 12,02€
15. Sínodos de Concepción, Chile, 1744. Madrid-Salamanca, 1984, 52 + 256 págs. 9,62€
16. Luis J. RAMOS GÓMEZ. Época, génesis y texto de las «Noticias secretas de América» de
Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Tomo 1. Madrid, 1985, XV + 440 págs. 15,03€
17. Luis J. RAMOS GÓMEZ. Las «Noticias secretas de América» de Jorge Juan y Antonio de
Ulloa. Tomo 2. Madrid, 1985, 664 págs. 18,03€
18. Sínodo de San Juan de Puerto Rico, 1645. Madrid-Salamanca, 1986, LXXXI + 169 págs. 9,62€
19. Sínodo de Santiago de León de Caracas de 1687. Madrid-Salamanca, 1986, LXVI +
486 págs. 15,03€
20. Salvador BERNABÉU ALBERT. 1892 El IV Centenario del Descubrimiento de América en
España. Madrid, 1987, 206 Págs. 10,82€
21. Leoncio LÓPEZ-OCÓN. Biografía de «La América». Una crónica hispanoamericana del
liberalismo democrático español (1857-1886). Madrid, 1987, 215 págs. 9,02€
22. Sínodos de Lima de 1613 y de 1636. Madrid-Salamanca, 1987, CIII + 457 págs. 13,82€
23. Teresa CAÑEDO ARGÜELLES. Un modelo de colonización en el Alto de Paraná. La provincia de Corrientes en los siglos XVI y XVII. Madrid, 1988, 257 págs. 15,03€
24. Consuelo NARANJO OROVIO. Cuba, otro escenario de lucha. La guerra civil y el exilio
republicano español. Madrid, 1988, 335 págs. 18,03€
25. Cuestionarios para la formación de las Relaciones Geográficas de Indias. Siglos XVI-XIX.
Edición de Francisco de SOLANO. Madrid, 1988, CXXIX + 234 págs. 18,03€
26. Sínodos de Mérida y Maracaibo de 1817, 1819 y 1822. Madrid, 1988, 291 págs. 12,02€
27. Sínodo de Manila de 1582. Madrid, 1988, 408 págs. 15,03€
28. Relaciones Geográficas del Arzobispado de México, 1743. 2 tomos. Edición de Francisco
de SOLANO. Madrid, 1988, 553 págs. 30,05€
29. Tomás LÓPEZ MEDEL. Visita de la gobernación de Popayán. Libro de tributos (1558-1559).
Edición y estudio de Berta ARES QUEIJA. Madrid, 1989, XIII + 325 págs. 18,03€
(Continúa)
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 337-344, ISSN: 0034-8341
PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH)
COLECCIÓN TIERRA NUEVA E CIELO NUEVO
341
(Cont.)
30. Relaciones histórico-geográficas de la Audiencia de Quito. Siglos XVI-XIX. 2 tomos. Edición
Pilar PONCE LEIVA. Madrid, 1991, LXVI + 666 págs. y 1992, 785 págs. 39,07€ y 42,07€
31. Relaciones topográficas de Venezuela, 1815-1819. Transcripción, estudio y edición de
Francisco de SOLANO. Madrid, 1991, 420 págs. 21,04€
32. Documentos sobre Política Lingüística en Hispanoamérica 1492-1800. Edición Francisco
de SOLANO. Madrid, 1991, 287 págs. 33,06€
33. Relaciones Geográficas del Reino de Chile, 1756. Edición de Francisco de SOLANO. Santiago de Chile-Madrid, 1994, 303 págs. 17,34€
34. Relaciones Económicas del Reino de Chile, 1780. Edición de Francisco de SOLANO. Madrid, 1994, 268 págs. 23,34€
35. Carlos LÁZARO. Las fronteras de América y los “Flandes Indianos”. Madrid, 1997, 135
págs. 11,56€
36. Juan José R. VILLARÍAS ROBLES. El sistema económico del imperio inca. Historia crítica de
una controversia. Madrid, 1998, 362 págs. 26,58€
37. Consuelo NARANJO OROVIO y Carlos SERRANO (eds.). Imágenes e imaginarios nacionales en
el Ultramar español. Madrid, CSIC-Casa de Velázquez, 1999, 391 págs. 26,01€
38. M.ª Dolores GONZÁLEZ-RIPOLL NAVARRO. Cuba, la isla de los ensayos. Cultura y sociedad
(1790-1815). Madrid, 1999, 259 págs. 23,11€
39. Salvador BERNABÉU ALBERT (ed). El Septentrión Novohispano: Ecohistoria, Sociedades e
Imágenes de Frontera. Madrid, 2000, 196 págs. 16,18€
40. Inés ROLDÁN DE MONTAUD. La Restauración en Cuba. El fracaso de un proceso reformista. Madrid, 2000, 653 págs. 54,90€
41. Víctor PERALTA RUIZ y Marta IRUROZQUI VICTORIANO. Por la concordia, la fusión y el
unitarismo. Estado y caudillismo en Bolivia, 1825-1880. Madrid, 2000, 277 págs. 20,22€
42. Mónica QUIJADA, Carmen BERNAND y Arnd SCHNEIDER. Homogeneidad y nación. Con un
estudio de caso: Argentina, siglos XIX y XX. Madrid, 2000, 260 págs. 21,96€
43. Miguel CABELLO BALBOA. Descripción de la provincia de Esmeraldas. Edic., Introducción
y notas de José Alcina Franch. Madrid, 2001, 134 págs. 19,36€ 44.
Fernando MONGE. En la Costa de la Niebla. El paisaje y el discurso etnográfico ilustrado de La Expedición Malaspina en el Pacífico. Madrid, 2002, 238 págs. 22,12€
45. Mónica QUIJADA y Jesús BUSTAMANTE (eds.). Elites intelectuales y modelos colectivos.
Mundo Ibérico (siglos XVI-XIX). Madrid, 2002, 390 págs. 25,03€
46. Consuelo NARANJO, M.ª Dolores LUQUE y Miguel Ángel PUIG-SAMPER (Eds.). Los lazos
de la cultura. El Centro de Estudios Históricos de Madrid y la Universidad de Puerto Rico, 1916-1939, Madrid, CSIC-Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de
Puerto Rico, Río Piedras, 2002, 412 págs. 27,53€
47. Imilcy BALBOA. La protesta rural en Cuba. Resistencia cotidiana, bandolerismo y reducción (1878-1902). Madrid, 2003, 254 págs. 22,12€
48. Luis Ángel SÁNCHEZ GÓMEZ. Un imperio en la vitrina. El colonialismo español en el
Pacífico y la Exposición de Filipinas de 1887. Madrid, 2003, 396 págs. 28,63€
49. Antonio SANTAMARÍA y Alejandro GARCÍA. Economía y colonia. La economía cubana y
las relaciones con España, 1765-1902, Madrid, CSIC, 2004, 492 págs. con índice. 31,73€
(Continúa)
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 337-344, ISSN: 0034-8341
342
PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH)
COLECCIÓN TIERRA NUEVA E CIELO NUEVO
(Cont.)
50. Mª Dolores GONZÁLEZ-RIPOLL, Consuelo NARANJO, Ada FERRER, Gloria GARCÍA y Josef
OPATRNÝ. El rumor de Haitien Cuba: terror, raza y rebeldía, 1789-1814, Madrid, CSIC,
2004, 444 págs. + índices, 29,81€.
51. María E. ARGERI. De guerreros a delincuentes. La desarticulación de las jefaturas indígenas y el poder judicial. Norpatagonia. 1880-1930. Madrid, CSIC, 2005, 331 págs., 24,4€
52. Leida FERNÁNDEZ PRIETO. Cuba agrícola: Mito y tradición, 1878-1920. Madrid, CSIC,
2005, 348 págs. + índices, 25,96€
ANEXOS DE REVISTA DE INDIAS
1. Ensayos de Metodología Histórica en el campo americanista, coordinados por Fermín del
PINO. Madrid, 1984, 178 págs. 7,21€
2. Estudios sobre la abolición de la esclavitud, coordinados por Francisco de SOLANO. Madrid, 1985, 257 págs. AGOTADO
3. Consuelo NARANJO OROVIO. Cuba vista por el emigrante español (1900-1959). Un ensayo
de Historia Oral. Madrid, 1987, 164 págs. 7,21€
4. Estudios (nuevos y viejos) sobre la Frontera. Coordinados por Francisco de SOLANO y
Salvador BERNABÉU. Madrid, 1991, 419 págs. 30,05€
OTRAS PUBLICACIONES EN COEDICIÓN
— Manuel LUCENA GIRALDO. El laboratorio tropical. La Expedición de Límites al Orinoco,
1750-1767. Venezuela, Monte Ávila Editores Latinoamericana-CSIC, 1993, 342 págs. 10,79€
— Consuelo NARANJO OROVIO y Tomás MALLO (Eds.). Cuba, la perla de las Antillas. Madrid, Ediciones Doce Calles-CSIC, 1994, 338 págs. 15,31€
— Marta IRUROZQUI VICTORIANO. La armonía de las desigualdades. Elites y conflictos de
poder en Bolivia, 1880-1920. Cusco-Perú, CSIC-Centro de Estudios Regionales Andinos
«Bartolomé de Las Casas», 1994, 237 págs. 14,45€
— M.ª Dolores GONZÁLEZ-RIPOLL NAVARRO. A las órdenes de las estrellas. (La vida del
marino Cosme de Churruca y sus expediciones a América). Madrid, Fundación Banco Bilbao-Vizcaya-CSIC, 1995, 187 págs. 11,27€
— Salvador BERNABÉU ALBERT. Trillar los mares. (La expedición descubridora de Bruno de
Hezeta al Noroeste de América, 1775). Madrid, Fundación Banco Bilbao-Vizcaya-CSIC,
1995, 241 págs. 11,27€
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 337-344, ISSN: 0034-8341
PUBLICACIONES DE HISTORIA DE AMÉRICA (IH)
343
PUBLICACIONES DEL CSIC
COLECCIÓN CORPUS HISPANORUM DE PACE (Segunda Serie)
Juan DE SOLÓRZANO PEREIRA. De Indiarum iure
Lib. III: De retentione Indiarum. Edición bilingüe por C. BACIERO, F. CANTELAR, A.
GARCÍA, J.M. GARCÍA AÑOVEROS, F. MASEDA, L. PEREÑA, J.M. PÉREZ-PRENDES, Madrid,
CSIC, 1994, 521 págs. 26,25€
2 y 3. Alonso DE LA PEÑA MONTENEGRO. Itinerario para párrocos de indios. Edición crítica
por C. BACIERO, M. CORRALES, J.M. GARCÍA AÑOVEROS y F. MASEDA:
Tomo I (Libros I-II), Madrid, CSIC, 1995, 698 págs.
Tomo II (Libros III-V), Madrid, CSIC, 1996, 663 págs. 28,29€
4. Alonso DE VERACRUZ. De iusto bello contra indios. Edición crítica bilingüe por C. BACIERO, L. BACIERO, F. MASEDA y L. PEREÑA, Madrid, CSIC, 1997, 365 págs. 26,01€
5. Juan DE SOLÓRZANO PEREIRA. De Indiarum iure
Lib. II: De acquisitione Indiarum. Edición bilingüe por C. BACIERO, L. BACIERO, A.M.
BARRERO, J.M. GARCÍA AÑOVEROS, J.M. SOTO y J. USCATESCU.
Capítulos 1-15, Madrid, CSIC, 1999, 586 págs. 27,74€
6. Jesús María GARCÍA AÑOVEROS. El pensamiento y los argumentos sobre la esclavitud en
Europa en el siglo XVI y su aplicación a los indios americanos y a los negros africanos,
Madrid, CSIC, 2000, 235 págs. 16,18€
7. Juan DE SOLÓRZANO PEREIRA. De Indiarum iure. Lib. II: De acquisitione Indiarum. Edición bilingüe por C. BACIERO, L. BACIERO, A.M. BARRERO, J.M. GARCÍA AÑOVEROS, J.M.
SOTO Y J. USCATESCU. Capítulos 16-25, Madrid, CSIC, 2000, 561 págs. 28,90€
8. Juan de SOLÓRZANO PEREIRA. De Indiarum iure. Lib. I: De inquisitione Indiarum. Edición
bilingüe por C. BACIERO, L. BACIERO, A. M. BARRERO, J. M. GARCÍA AÑOVEROS, J. M.
SOTO, Madrid, CSIC, 2001, 646 págs. 38,86€
9. Pedro CORTÉS Y LARRAZ. Descripción Geográfico-Moral de la Diócesis de Goathemala.
Edición de JULIO MARTÍN BLASCO Y JESÚS MARÍA GARCÍA AÑOVEROS, Madrid, CSIC, 2001,
542 págs. + III láminas 42,48€
10. Luis RESINES. Catecismo del Sacromonte y Doctrina Christiana de Fr. Pedro de Feria.
Conversión y evangelización de moriscos e indios. Madrid, CSIC, 2002, 406 págs. 27€
11. Francisco José DE JACA. Resolución sobre la libertad de los negros y sus originarios, en estado
de paganos y después ya cristianos. La primera condena de la esclavitud en el pensamiento
hispano. Edición crítica de M. A. PENA GONZÁLEZ, Madrid, CSIC, 2002, 389 págs. 29,81€
12. Juan ZAPATA Y SANDOVAL. De iustitia distributiva et acceptione personarum ei opposita
disceptatio. Los derechos de los nacidos en el Nuevo Mundo a los cargos y oficios civiles y
eclesiásticos- Edición Bilingüe de C. BACIERO, A.M. BARRERO, J.M. GARCÍA AÑOVEROS y
J.M. SOTO, Madrid, CSIC, 2004, 455 págs. 34,62€
13. Gregorio GARCÍA. Origen de los indios del Nuevo Mundo e Indias Occidentales, (1607),
Edición crítica de C. BACIERO, A.M. BARRERO, P. BORGES, J.M. GARCÍA AÑOVEROS y J.M.
SOTO RÁBANOS, Madrid, CSIC, 2005, 372 págs. 24,04€
1.
Revista de Indias, 2007, vol. LXVII, n.º 239, 337-344, ISSN: 0034-8341
NORMAS PARA LOS COLABORADORES DE LA REVISTA DE INDIAS
Revista de Indias es una publicación científica destinada a un público especializado en historia de
América. Publica artículos inéditos que además de contribuir al conocimiento de América, fomenten el
debate entre los investigadores y recojan las corrientes historiográficas del momento. Los temas cubren
aspectos sociales, culturales, políticos y económicos, abarcando cronológicamente los períodos prehispánico, colonial y contemporáneo. Junto a los números misceláneos, se publica un monográfico al año,
así como dossieres dedicados a cuestiones de interés específico.
I.
Los originales recibidos son enviados a evaluadores externos, siendo también examinados por los
especialistas del Consejo de Redacción y del Consejo Asesor. La decisión final se le comunica al
autor. En caso de ser aceptado, el tiempo máximo transcurrido entre la llegada del artículo y su publicación es de un año, aunque éste puede dilatarse en función de la programación de la Revista. Al
final de cada artículo figuran las fechas de recepción y aprobación del mismo, excepto, en algunas
ocasiones, cuando se trate de un monográfico o dossier.
II. La Revista de Indias publica artículos en español, inglés, francés y portugués. La Revista se compone de tres secciones: Artículos, Notas e Información Bibliográfica. Los Artículos serán inéditos,
referidos a una investigación propia de interés americanista y tendrán una extensión máxima de 25
hojas (DIN A-4), a espacio y medio, incluyendo las notas, gráficos, cuadros e ilustraciones.
III. Las citas y bibliografía deberán ajustarse a las indicaciones siguientes:
1-CITAS A PIE DE PÁGINA:
Las referencias a obras citadas aparecerán sólo a pie de página de manera resumida.
1- Las referencias de diferentes autores y obras se separarán con un punto:
OLIVERA GUTIÉRREZ, 1992: 20-49. LÓPEZ HOYOS, 2006: 23-45. RUIZ GUTIÉRREZ, LXVI / 236
(Madrid, 2006): 70-89.
2- Las referencias de diferentes obras del mismo autor se separarán con un punto y coma, sin volver a indicar el apellido del autor :
OLIVERA GUTIÉRREZ, 1999: 37-79; 2001: 56-98; 2006: 3-45.
3- Cuando se cite un autor con varias obras publicadas en el mismo año, las obras se diferenciarán
añadiendo a cada año de edición una letra del abecedario:
OLIVERA GUTIÉRREZ, 1994a: 60-99; 1994b: 2-35.
A) Cuando se cite una Monografía o Capítulo de libro se indicará el apellido o apellidos del autor
en mayúsculas, seguido del año de publicación y de las páginas citadas:
GONZÁLEZ, GUTIÉRREZ y MAÑACH, 1991: 82-99.
JIMÉNEZ PIDAL, 1915, vol. 1: 65-43.
B) Cuando se cite un Artículo de revista o periódico se indicará el apellido o apellidos del autor, seguido por el volumen, número, y, entre paréntesis, lugar y año de publicación, o si fuera necesario
el mes de la publicación, seguido de las páginas citadas:
RUIZ GUTIÉRREZ, LXVI / 236 (Madrid, 2006): 70-89. LÓPEZ PAZ, XV / 2 (Santiago de Chile, septiembre 2006): 10-43.
C) En el caso de Fuentes primarias se citará el nombre del documento en cursiva, seguido del
nombre del archivo y el lugar de localización, el fondo, legajo y expediente. Entre paréntesis, se
indicará la abreviatura que se utilizará en las citas siguientes:
Carta del marqués de Someruelos al secretario de Estado español, 16 de Octubre de 1804, Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHN), Estado, legajo 6366, exp. 95.
D) En las citas a pie de página también se incluirán los comentarios o aclaraciones al texto.
2- BIBLIOGRAFÍA:
1- Al final del artículo se incluirá la relación bibliográfica por orden alfabético de autores y, en caso
de varias obras de un mismo autor, éstas se ordenarán por orden cronológico.
2- Cuando se cite un autor con varias obras publicadas sólo se escribirá la primera vez los apellidos
y el nombre del autor, utilizándose en las referencias siguientes una línea continua:
ABBAD, Santiago, Revisiones de la historia, La Habana, Casa de las Américas, 2003.
______________, Métodos de escritura, Santiago, Universidad de Oriente, 2006.
3- Cuando se cite un autor con varias obras publicadas en el mismo año, éstas se enumerarán siguiendo un orden alfabético y se añadirá al año de edición una letra del abecedario:
OLIVERA GUTIÉRREZ, Ana, El chocolate y el cacao, Bolivia, Universidad de La Paz, 1994a.
_______________________, Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE,
1994b.
_______________________, Violencia en los Andes, Madrid, Espasa-Calpe, 1994c.
A) En caso de Monografías se indicarán los apellidos del autor en mayúsculas, seguidos del nombre en minúscula, el título del libro en cursiva, el lugar de edición, la editorial y el año año de publicación:
OLIVERA GUTIÉRREZ, Ana, Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE,
1994.
B) En caso de Obras colectivas se indicarán los apellidos del autor en mayúsculas, seguidos del
nombre en minúscula, el título del capítulo de libro entre comillas, y en minúscula los nombres y
apellidos de los coordinadores o editores de la obra, indicando entre paréntesis y de forma abreviada si son editores o coordinadores, seguido del título del libro en cursiva, el lugar de edición, la
editorial y el año de publicación y las páginas de dicho capítulo:
NÚÑEZ SÁNCHEZ, Carlos, “Relaciones comerciales entre Sevilla y América, 1600-1670”, Ana Olivera
Gutiérrez (ed.), Tres siglos de intercambios entre Europa y América, México D.F., FCE, 1994: 378-420.
C) En caso de Artículos de revistas o periódicos se indicarán los apellidos del autor en mayúsculas, seguidos del nombre en minúscula, el título del artículo entre comillas, seguido del nombre de
la revista en cursiva, el volumen, número, lugar de edición, año de publicación y páginas:
FLORES ORTIZ, Margarita, “El arte prehispánico”, Revista Peruana, VI / 13 (Lima, 2002): 12-36.
IV Junto a los artículos se enviará un resumen de unas 6 líneas, y las palabras clave (entre 4 y 6), en
español e inglés. En el resumen se especificarán los objetivos, fuentes, métodos y resultados reales de la investigación. Asimismo, los autores facilitarán el nombre de la Institución donde trabajan
y su situación profesional, con indicación de su dirección oficial y/o particular a la que dirigirles la
correspondencia, teléfono, fax y correo electrónico.
Si el artículo no se envía por correo electrónico, es imprescindible mandar el texto en papel y en
soporte informático (PC Word).
V Las Notas tendrán una extensión máxima de 15 páginas, en ellas tienen cabida artículos breves.
VI La Información Bibliográfica consta de dos partes, Estudios bibliográficos, que tienen una extensión
máxima de 10 páginas (DIN A-4) y hacen referencia a varios libros de un mismo tema o autor, y
Reseñas bibliográficas, de una extensión máxima de 3 páginas y dedicadas al comentario de una o
varias obras publicadas recientemente. Los autores o las editoriales deberán enviar para este fin 2
ejemplares.
VII Los originales publicados en la Revista de Indias son propiedad del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, siendo necesario citar la procedencia en cualquier reproducción parcial o total.
Los autores recibirán un ejemplar de la Revista y un PDF de su artículo.
SUSCRIPCIONES Y PEDIDOS
INFORMACIÓN GENERAL
Periodicidad: Cuatrimestral
Precio Suscripciones: Año completo 2007
España: 53,06 euros
Extranjero: 84,64 euros
Precios números sueltos año 2007
España: 22,24 euros (más gastos envío)
Extranjero: 34,44 euros (más gastos envío)
A estos precios se les añadirá el 4% de IVA para España y UE.
Números sueltos anteriores: Especificar en pedido adjunto volumen y número y se servirán en función del stock. A los precios establecidos se le añadirán gastos de envío y los
impuestos que procedan.
Forma de Pago:
Ì Transferencia bancaria a la Cta. Número:
C/c 0049 5117 26 2110105188
SWIFT/BIC CODE: BSCHESMM
IBAN NUMBER: ES83 0049 5117 2612 1010 5188
Ì Cheque Nominal al Departamento de Publicaciones
Ì Tarjeta de Crédito, VISA / Master Card / Eurocard / 4B
Número: _ _ _ _ _ _ _ _
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Fecha de caducidad: _ _ / _ _
Distribución y venta : Departamento de Publicaciones del CSIC
C/ Vitruvio, 8 28006- Madrid
Tel: 91 561 28 33, 91 515 97 42 (9744) (9717)
Fax: 91 562 96 34
e-mail: [email protected]
www.publicaciones.csic.es
DATOS DEL PETICIONARIO
Nombre y Apellidos:
.................................................................................................................................................................................
Razón Social: ....................................................................................................................................................................................................
NIF/CIF:
...............................................................................................................................................................................................................
Dirección: ................................................................................................................................ CP: .................................................................
Localidad: ............................................... Provincia: ....................................... Pais/Estado: .......................................................
Teléfono: ..................................................... Fax: ................................................. e-mail: .....................................................................
Fecha de la solicitud: .................................................................................................................................................................................
Firma:
Volumen LXVII
Nº 239
enero-abril 2007
352 págs.
ISSN: 0034-8341
Volumen LXVII
Sumario
CSIC
enero-abril 2007
Madrid (España)
ISSN: 0034-8341
Volumen LXVII | Nº 239 | 2007 | Madrid
Monográfico
La Junta para Ampliación de Estudios
y América Latina: memoria, políticas
y acción cultural (1907-1939)
9 770034 834001
ISSN 0034-8341
MONOGRÁFICO: LA JUNTA PARA AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS Y AMÉRICA LATINA:
MEMORIA, POLÍTICAS Y ACCIÓN CULTURAL (1907-1939)
Coordinadora: Consuelo Naranjo Orovio
Presentación
José Luis Abellán
España - América Latina (1900-1940): la consolidación de una solidaridad
Gustavo H. Prado
La Universidad de Oviedo, Rafael Altamira y la JAE: controversias en torno a la gestión de las
relaciones intelectuales hispano-americanas (1909-1911)
Isidro Sepúlveda
La JAE en la política cultural de España hacia América
José María López Sánchez
La Junta para Ampliación de Estudios y su proyección americanista: la Institución Cultural
Española en Buenos Aires
Aimer Granados
La corriente cultural de la JAE en México: El Instituto Hispano-Mexicano de Intercambio
Universitario, 1925-1930
Carmen Ortiz García
Raíces hispánicas y culturas americanas. Folkloristas de Norteamérica en el Centro de
Estudios Históricos
Pilar García Mouton
La vocación americanista de la Escuela de Filología Española
Esther Hernández
Ángel Rosenblat y el español de América: Influencia de la Escuela de Filología Española en su
obra y cartas a Menéndez Pidal
Álvaro Ribagorda
La Residencia de Estudiantes y América Latina: caminos de ida y vuelta
Salvador Bernabéu Albert
Los americanistas y el pasado de América: tendencias e instituciones en vísperas de
la Guerra Civil
Consuelo Naranjo Orovio
Los caminos de la JAE en América Latina: redes y lazos al servicio de los exiliados republicanos
Francisco Javier Dosil Mancilla
La JAE peregrina
PUBLICACIONES RECIBIDAS
Nº 239
Consuelo Naranjo Orovio
(coord.)
CSIC
www.publicaciones.csic.es
CSIC
INSTITUTO DE HISTORIA
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

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