los extranjeros

Transcripción

los extranjeros
Guillermo Almada
publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo
La apuesta del DT
de River al cómo
ganar
Mauricio Ubal
La búsqueda
poética y lúdica
del fútbol
Un tema
incómodo
Ser negro en el
fútbol uruguayo
marzo/abril 2015_edición_03 - issn 2393-5995
diego fagúndez y ramiro guerra
los extranjeros
1
Doping positivo
túnel mar-abr 2015
Corea y Vietnam
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Rampla Juniors de Pueblo Obrero es
un cuadro de fútbol que juega en la
liga de zona oeste del departamento del
Maldonado. Para mi generación –los
que andamos entre los veinte y treinta
años, crecimos en la zona y jugamos
esa liga–, Rampla siempre fue algo así
como una versión pueblerina de Racing
de Avellaneda: extrema dificultad para
conquistar un título, hinchada numerosa,
seguidora y en extremo bipolar, caos
generalizado a nivel dirigencial no exento
de golpes de Estado, crisis económica
permanente y cierto carácter indómito
del común de sus jugadores, tanto dentro
como fuera de la cancha. Es recordado
el caso del Cotorra, ex director técnico
que solía abandonar los partidos para ir
al almacén a hacer los mandados y a la
vuelta cantaba los cambios desde atrás del
alambrado, mientras seguía rumbo a su
casa con la chismosa a dejar el pan y la
leche.
Desde que tenemos memoria,
también, sabemos que hay un apodo que
se aplica tanto al cuadro como al barrio
al que pertenece, usado por propios y
extraños, y que ha perdido casi todo el
matiz peyorativo que, supongo, tuvo
alguna vez: Corea.
Durante muchos años no tuve pista
alguna de su origen. Simplemente lo
usaba, como todo el mundo: si jugabas en
Rampla, o vivías en “el pueblito” –versión
popular del más solemne Pueblo Obrero,
lugar en donde hace más de cien años
se instalaron los primeros trabajadores
que trajo Francisco Piria para construir
su homónima ciudad– eras un coreano,
significara lo que significase. Hasta que un
día vino Rómulo, el padre de un amigo,
y expuso ante varios de nosotros una
teoría que ni siquiera él, por una cuestión
de edad, podía corroborar, pero que le
resonaba de su infancia: al parecer, hacia
comienzos de la década del cincuenta,
ir a jugar a la cancha de Rampla no era
de las experiencias más saludables. La
cancha era chiquita y estaba en la ladera
de un cerro, por lo cual tenías claramente
definidos un tiempo en subida y otro
en bajada. El coreano, conocedor de las
particularidades del terreno, sabía cómo
ensuciar el partido en el primero y cómo
pasarte por arriba en el segundo. Los
líneas eran amedrentados por un público
que podía golpearlos con sólo estirar el
brazo por encima del alambre de tres
hilos que dividía casi imaginariamente el
adentro del afuera. Y llevarte los puntos
para Piriápolis podía significar tener que
abandonar el campo de juego espalda
con espalda y bajo una lluvia de cascotes.
Entonces a alguien se le ocurrió decir que
ir al pueblito era como ir “a la guerra de
Corea” –la guerra de moda por aquellos
años de temprana Guerra Fría– y se ve
que quedó.
No sé si será verdad –el cuento de
Rómulo es tan creíble como mi síntesis
de la esencia coreana– pero la metáfora
bélica siempre me pareció de lo más
interesante, porque de alguna manera
expresa lo opuesto a la moral liberal
y bienpensante que domina al fútbol
contemporáneo.
Me explico: el fútbol es muchas
cosas, pero hoy parece dominar la idea
de que una de ellas –el espectáculo–
siempre debe estar por encima de las
demás. Claramente es una concepción
nacida de otra, que se asume menos:
el fútbol es un negocio, y para que el
negocio crezca y el capital circule, debe
priorizarse su carácter espectacular:
partidos con muchos goles, delanteros
con muchos caños, defensores que salgan
jugando y no peguen –¡ay David Luiz!– y
millones de hinchas/consumidores que
sepan dominar la pelota hasta con las
partes privadas de su cuerpo pero que no
entiendan qué significa cerrar el lateral.
Algo así como un fútbol hollywodense,
de efectos especiales. (No en vano, uno
de los especiales de fin del último año de
ESPN mostró algo así como “los mejores
o los más espectaculares partidos del
2014”: cualquiera que hubiera tenido
más de seis goles entraba, incluso alguno
que otro de la sexta o séptima división
argentina...).
Para esta concepción –que, vale
decirlo, es más típica de los periodistas
metrosexuales que salen en cadenas de
El fútbol es muchas cosas,
pero hoy parece dominar
la idea de que una de ellas
–el espectáculo– siempre
debe estar por encima de
las demás. Claramente es
una concepción nacida de
otra que se asume menos:
el fútbol es un negocio, y
para que el negocio crezca
y el capital circule, debe
priorizarse su carácter
espectacular.
información trasnacionales, como ESPN
o Fox Sports, pero que gana terreno
entre los jóvenes formadores de opinión
uruguayos– hay que celebrar a los equipos
que salen a jugar “de igual a igual”, “sin
miedos”, “sin complejos”, porque hacen
“partidos más atractivos”, “espectáculos
más entretenidos”. Entonces, si por
ejemplo el Atlético de Madrid va al
Bernabeu y se come tres pero llegó cuatro
veces con peligro al arco rival, y esas
llegadas pueden incluirse en el resumen
de goles de Europa, se destacará su actitud
“atrevida” y que “no le pesó el partido”.
Si se mete atrás y saca un empate, “hizo
poco por el espectáculo”.
En alguna medida, este tipo de
planteos son un espejo de esa concepción
liberal, tan extendida entre nosotros,
según la cual el éxito en la vida depende
pura y exclusivamente de nuestros
esfuerzos individuales, realizados en el
Ilustración: Rodrigo López
marco de una sociedad en la cual las
reglas son parejas para todos. Entonces
en la vida, como en el fútbol, también
hay que competir “de igual a igual”, hay
que salir al mundo con actitud voraz y
emprendedora, ya que si te esfuerzas,
conseguirás todo lo que te propones,
independientemente del mundo que te
rodea.
Esto es carne de cañón para los
poderosos: vaya y juegue de igual a
igual en el Bernabeu –aunque tenga
mucha menos plata, poder y jugadores
dotados física y técnicamente–, cómase
seis pero vuelva con la satisfacción del
deber cumplido. Vaya y venda su fuerza
de trabajo individualmente mediante su
empresa unipersonal, labure mucho, gane
poco, pero siéntase contento de que usted
es su propio jefe.
La metáfora bélica es justamente
lo contrario. (Sí, ya sé, el fútbol no es
una guerra, pero dejemos la corrección
política para los grandes formadores de
opinión). Corea sabía que el mundo es
desigual, y asumiendo esa desigualdad
de origen desarrolló estrategias acordes
a sus condicionantes externos. Tal vez
sería más certero decirles vietnamitas,
en homenaje a la estrategia de guerra de
Ho Chi Minh: probablemente los otros
cuadros tuvieran más dinero y mejores
jugadores, pero ellos tenían a favor el
conocimiento del terreno y la fuerza de
su gente. Y las reglas, bueno, las torcían
un poco. Porque si el mundo es desigual,
el fiel de la balanza nunca puede estar en
el medio.
_Mauricio Bruno
publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo
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Permiso del MEC en trámite
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Dirección responsable: Diego Graziosi Coordinación general: Pedro Cribari Edición: Marcel Lhermitte
Notas: Cecilia Álvarez, Mauricio Bruno, Agustín Castillo, Marcelo Fernández Pavlovich, Diego Graziosi, Alexander Laluz,
Luis Morales, Mauricio Pérez, Patricia Pujol
Columnas: Ignacio Alcuri, Daniel Baldi, Agustín Lucas, Martín Otheguy
Fotografía: Andrés Cribari, Rodrigo López, Leonidas Martínez
Diseño: Andrés Cribari, Rodrigo López Corrección: Stella Forner
Producción comercial: Yamandú Graziosi, Roberto Zanolli
Se utilizaron las tipografías Chau Trouville, de Vicente Lamónaca; Rambla, de Martín Sommaruga; y Adobe Garamond Pro
Foto de tapa: Andrés Cribari
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Foto: Leonidas Martínez
Guillermo Almada: un récord de continuidad como dt en River Plate
Lo importante es cómo ganamos
Se declara futbolista, aunque en 2006 colgó los botines para dedicarse a ser el que juega pero del
otro lado de la línea de cal. Llamarlo ex futbolista no corresponde, dice, porque uno arrastra lo que ha
sido: sigue pensando como jugador. Habla pausado en el mano a mano. Al costado del pasto asume su
rol incorporando gestos que indican posiciones de juego, maniobras de estrategia. Con su voz grita,
con su mirada orienta, con sus brazos acomoda al equipo. A los 45 años es el responsable de dirigir
ininterrumpidamente a River Plate desde 2011, una señal interesante en un fútbol que carece de
continuidades de proyectos de largo plazo en pos de conseguir resultados a la brevedad. Guillermo
Almada bien podría entrar en el Guinnes; es el DT récord.
Afuera llueve y está fresco. Propio de un
verano sui géneris. Adentro, el bar se llenó
de gente. Hay ruido de cubiertos en platos,
sillas que se corren. Murmullo. Guillermo se
sienta en una punta del salón, contra una
pared. Pasa, digamos, desapercibido. Los
mozos lo verán cuando el grabador se haya
encendido y el flash ilumine el rincón. Es el
DT de los darseneros, que ahora cuenta que
él sabe que es una rareza lo que vive.
¿Alguna vez pensaste que ibas a
permanecer tanto tiempo como DT de
River?
Soy el técnico en River que ha tenido
más continuidad. Empecé en 2011.
Tengo recuerdos de cuando jugaba
al fútbol y creo que [Raúl] Möller en
Defensor fue uno de los técnicos que
duró más en un club: cuatro años. La
verdad es que no pensé que esto iba a
pasar. Cuando empecé, me preocupaba
resolver el trabajo inmediato que tenía.
Era una situación angustiosa la de
River porque estaba complicado en el
descenso, y queríamos hacer algo por eso.
Quedaban pocas fechas y el club estaba
a un punto de la posición del descenso y
tenía que jugar con Nacional, Peñarol y
con Liverpool; venía de muchas derrotas
consecutivas. Empatamos con Liverpool
1-1 en Belvedere, que fue mi primer
partido como DT, y tuvimos dos triunfos
con los equipos grandes. Eran partidos
pesados por la situación que atravesaba
el club. Para la prensa especializada River
era candidato a bajar, ya que tenían en
cuenta los rivales que le quedaban en la
finalización del campeonato. Obtuvimos
dos triunfos que nos dieron oxígeno y se
salvó la situación. Pudimos subsanarla y
seguimos apuntando a otras cosas en los
años que siguieron.
¿Qué elementos se combinaron para tu
permanencia en el club?
Primero es el convencimiento que tienen
los dirigentes con respecto a nuestro
trabajo. Los resultados tienen mucho
que ver porque los entrenadores vivimos
de los resultados. Después, un grupo
de jugadores que fueron elegidos y
para los que no tengo más que palabras
de agradecimiento porque creen en la
propuesta futbolística, la disposición
al trabajo es espectacular y a pesar del
recambio de jugadores constante, el grupo
no ha resentido su rendimiento. El equipo
ha clasificado a copas internacionales
continuamente, ha sido protagonista de
nuestro torneo y eso es un gran mérito
de los jugadores. Me preguntan por el
secreto y digo: el trabajo y la disposición
de los jugadores es fundamental para mí.
Para continuar en el club, ¿planteaste
que debían ser atendidas las
deficiencias en la infraestructura y el
pago de salarios adeudados?
Sí. River tiene déficit de infraestructura
y los dirigentes lo saben. Esto no es
actual. Prácticamente desde que yo estoy
en el club he solicitado mejoras pero se
necesita un respaldo económico para
mejorarlo y River se sustenta por sus
ventas de jugadores. La prioridad son los
sueldos de jugadores y funcionarios, es
un presupuesto grande y a veces no hay
dinero. Se están haciendo esfuerzos y
estamos encaminados porque se necesita
una mejora en la infraestructura. En
comparación con otros clubes estamos a
años luz. No sé si vamos a llegar a ver en
cuadros uruguayos toda la tecnología que
hoy está puesta en el fútbol. Nacional,
Peñarol, Danubio, Defensor y ahora
Liverpool son los clubes que están un
poco mejor en musculación. En Brasil,
por ejemplo, cada jugador va a la sala de
musculación con un chip que le indica
con cuánto peso debe hacer cada ejercicio
y no veo que eso pueda llegar a Uruguay,
ni siquiera a nivel de selección. En
muchos otros temas también hay retraso:
canchas, tecnología, estamos muy lejos, y
para equipos como el nuestro se hace muy
difícil. Estamos sideralmente lejos de lo
que se trabaja en Europa.
Cada seis meses cambia tu equipo, se
van jugadores del plantel y ascendés, de
las formativas del club, a jóvenes para
que hagan su experiencia en primera.
¿Cómo se trabaja esta situación cando
un equipo no permanece?
Cuando detectamos a algún jugador
que creemos que tiene condiciones para
hacer lo que pretendemos, lo traemos
con bastante antelación, mínimo seis
o siete meses, y lo preparamos para
los trabajos físicos y futbolísticos que
son completamente distintos a los de
las inferiores. Después, la propuesta
que pregonamos desde lo futbolístico
dentro de la cancha es acelerar el
proceso, debido a la necesidad que tiene
el club de transferir jugadores, y el de
5
“Tratamos de tener gente
de buen pie en todos los
sectores de la cancha y
a veces tomamos más
riesgos en ofensiva que
en defensa. Consideramos
que saber defender es
una virtud, y tenemos
que saber defender,
pero habitualmente
defendemos con menos
gente que atacamos”.
“Vivo el fútbol con mucha pasión y soy un tipo verborrágico, no me puedo aislar de lo que hacen mis jugadores y paso
dando indicaciones. Soy amante de la perfección y en el fútbol no existe”. (Foto: Leonidas Martínez)
adaptación para reponer el plantel.
Tratamos de tapar esas posibles bajas
que han sido muchísimas. Y en algún
caso que no haya reposición porque los
transferimos muy jóvenes, intentamos
buscar un jugador con experiencia
que tenga calidad humana primero, y
haga su aporte futbolístico, después.
En eso hemos tenido suerte. [Cristian]
Kily González, [Sebastián] Taborda en
su momento son jugadores que han
colaborado mucho dentro del equipo
desde la disciplina; y en lo personal, han
construido cimientos en la formación de
grupo, son jugadores de trayectoria que
colaboraron muchísimo.
¿Qué es lo primero que intentás
transmitir a un futbolista joven que se
incorpora a tu equipo?
Primero que sea buena persona. Eso
tanto en juvenil o a una persona que
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Almada x Kily González
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Cristian Kily González es el jugador experimentado de River. Tiene 38 años y una larga
trayectoria deportiva. Luego de su paso durante seis años por el fútbol de Israel y recién
llegado a Montevideo en 2011, recibió una llamada de Almada para proponerle integrarse al plantel de River. Y no dudó. Había jugado contra él en los últimos años de su
carrera futbolística. Le entusiasmó la propuesta y se incorporó rápidamente al equipo
de River. Hoy lo disfruta. Va por su cuarto año en el club. Si bien el trayecto hasta el
Saroldi desde Atlántida todos los días puede resultar pesado, él no lo dice. No dejaría el
balneario donde vive, ni la cancha donde juega. Vale la pena lo que siente cuando se ata
los zapatos de fútbol. Si bien ha tenido experiencias en España y en Israel, jugó también
en Liverpool, Defensor y Peñarol. Ahora, “luego del fútbol”, estudia para ser director
técnico y comenta: “Hoy los tiempos cambiaron; son otros. Hoy es todo muy dinámico,
los tiempos se acortaron y hay que aprovechar. Les digo a los más jóvenes que cuiden los
detalles, que aprovechen y disfruten porque todo pasa muy rápido. Tienen que aprender a ser profesionales desde muy jóvenes y hay que convivir con una gran cantidad de
detalles que en otros países no te pasa. El jugador uruguayo es único. Se sobrepone a la
falta de infraestructura. Además, es difícil pelear campeonatos con un equipo tan joven
como nos tocó a nosotros”. Sobre Almada DT, comentó: “Es un poco complicado”. Ante
la pregunta de cómo se vive en la cancha cuando el DT grita durante el partido, dice:
“No digo que está bien ni que está mal. Me gustan los técnicos que viven el partido. Hay
jugadores que de esa manera bajan el rendimiento y otros no: se estimulan o recuperan
atención. Hay que estar preparado para convivir con distintas formas de dirigir”.
“El mayor mensaje que recibo es estar en los mínimos detalles, dar seguridad al equipo
en defensa y transmitirlo para respaldar sobre todo a los más jóvenes. Esa es mi tarea”,
sostuvo.
Sobre Almada, destacó: “Va de frente, es claro. Para mantener un equipo es importante
la claridad y el compromiso”.
“Así me siento útil en el equipo. Me siento querido. Vi debutar a todos en primera y eso
es muy lindo”, remata.
incluimos en el club; por la convivencia,
la colaboración entre compañeros es un
requisito fundamental. Sabemos que
puede haber algunas limitaciones en el
aspecto físico y futbolístico. Tenemos
dos ejemplos: [Nicolás] Schiappacasse y
[Francisco] Tinaglini son muy jóvenes
y les vimos condiciones, entonces los
incorporamos al plantel de mayores para
que mejoren más rápido y ya jugaron
los dos en la selección uruguaya. Es
importante que convivan con el plantel
de personas mayores para acelerar
ese proceso de adaptación y poder
tenerlos en cuenta. Les falta trayecto
para integrar la primera división pero
son los que tienen mayor proyección
ahora en el club. Si detectamos una
necesidad de un jugador de ciertas
características, los buscamos en tercera,
si no está, en cuarta, si no, en quinta, y
si consideramos que el de Sub 16 está
preparado físicamente para competir
en primera, lo ascendemos a la primera
división y hacemos ese trabajo que lleva
seis meses, un año o año y medio, pero
ese proceso se acelerará estando con
jugadores de primera.
¿Cómo catalogás tu planteo de juego?
Se dice que sos ofensivo…
Tratamos de tener gente de buen pie
en todos los sectores de la cancha y a
veces tomamos más riesgos en ofensiva
que en defensa. Consideramos que
saber defender es una virtud y tenemos
que saber defender, pero generalmente
defendemos con menos gente que
atacamos, y eso no es habitual en nuestro
fútbol. Acumulando mucha gente en
defensa –si no estás organizado– no
es defender, es ocupar una posición.
La idea es defender mejor con menos
gente. Nos ha dado resultado, pero si
tenemos que cerrar un partido haciendo
un cambio defensivo, lo vamos a hacer.
Consideramos que hacemos lo mejor
para lograr el mejor rendimiento del
equipo. Lo de ofensivo son rótulos
que a veces se ponen, que a mí no me
convencen mucho. Hacemos mucho
énfasis en la ofensiva, sí, tenemos
jugadas de ofensiva preparadas para
provocar un engaño en el rival y definir
por algún lado.
“Desde muy joven, me
¿Cómo preparás un partido? ¿Cómo
utilizás la información de tu oponente?
Con videos. Tenemos una persona
encargada de hacer esto y el resto del
equipo técnico estamos diariamente
en contacto con información de los
equipos adversarios. Y buscamos datos
para comentar con el jugador sobre
algunos aspectos del equipo rival. Les
comentamos qué futbolistas tienen,
cómo se mueve el equipo tácticamente,
qué riqueza técnica y deficiencia tienen,
si son derechos o izquierdos. Les
transmitimos cosas que consideramos
que son prioritarias para limitar al rival,
más allá de lo que vamos a proponer
nosotros.
sangre, me apasiona”.
Dentro de la cancha estuvo en todas las
posiciones menos en la de golero, aunque
se define volante. A Chile llegó a préstamo
y vivió la experiencia de ser extranjero
por primera vez en el O’Higgins. En
Colombia se quedó una temporada en
el América de Cali, en Guatemala se
sorprendió en el Aurora por la calidad de
la infraestructura y profesionalismo de los
clubes de la capital. En Uruguay, jugó
en Cerro, Huracán Buceo, Tacuarembó,
Bella Vista, Progreso, River Plate,
Wanderers. Con la camiseta de Defensor
ganó títulos de campeonato en 1987 y
1991. Siempre supo que iba a ser técnico.
Le interesaba la táctica, conocer a los
rivales, saber cómo neutralizarlos. Cuando
llegó la hora de dejar el juego adentro, lo
sacó para afuera: se hizo DT.
¿Qué recuerdos tenés del desarrollo de
tu carrera futbolística? Te fuiste muy
joven…
Vinieron unos chilenos a ver a un
compañero de Defensor, [Alfredo] el
Polilla de los Santos. En ese partido
jugamos como pareja de zagueros y al
entrenador le gustó más cómo jugué
yo. Tenía 20 años. Le hicieron una
propuesta al club y me fui a préstamo
a vivir a Chile. Era muy joven. Fue
una experiencia invalorable a pesar de
preocupaba por conseguir
información de equipos
de fútbol, me interesaba
la táctica y me gustaba
hacerla. Sin saberlo tenía
decidido ser entrenador
desde que fui futbolista.
Es algo que llevo en la
que me fui solo y con poca experiencia
en el fútbol. Fue una experiencia
de vida muy buena y generé mucha
experiencia futbolística. Volví a Defensor
en una época muy gloriosa, ganamos
muchos títulos, y estuve hasta 1994.
En 1995 me fui de Cerro a jugar en
Cali, en Colombia, donde estuve
una temporada. Después el club tuvo
problemas económicos y me volví. Estaba
en Huracán Buceo, después pasé por
Defensor y de ahí me fui, en 1998, con
una oferta muy grande, a Guatemala. Me
llevé una sorpresa muy grata, es un país
con equipos evolucionados y con buena
infraestructura. Volví a Uruguay y jugué
en Tacuarembó, Bella Vista, Progreso,
River Plate, Wanderers, y cerré mi carrera
en Fénix en 2006.
¿Cómo llega a tu vida la idea de ser
director técnico?
Desde que tengo uso de razón, desde
muy joven, me preocupaba por conseguir
información de equipos de fútbol, me
interesaba la táctica y me gustaba hacerla.
Sin saberlo tenía decidido ser entrenador
desde que fui futbolista. Es algo que llevo
en la sangre, me apasiona. Fue de la mano
de ser futbolista.
Tu primera experiencia fue como
asistente técnico en Progreso.
Sí. Al otro año que dejé de jugar, fui
asistente técnico de [Francisco] Quico
Salomón en Progreso. Luego tomé la
tercera división de Tacuarembó. Como
estaba en el club, ya conocía a los
jugadores y me surgió la posibilidad
de quedarme en primera porque había
sido compañero de muchos del plantel.
No me costó nada quedarme. No sentí
“El trabajo y la disposición de los jugadores son
fundamentales para mí”. (Foto: Rodrigo López)
cambio ninguno. Estábamos peleando
el campeonato en tercera división y eso
no había ocurrido en ningún equipo de
Tacuarembó. Esta campaña nos valió que
nos hablaran para dirigir el equipo de
primera.
¿Qué técnicos referentes tenés? Quisiste
ir a una conferencia de Pep Guardiola
en Buenos Aires pero no se dio…
Guardiola, desde mi humilde punto de
vista, creó el equipo más competitivo
del mundo, o el mejor equipo que he
visto como futbolista y entrenador en
el mundo, el Barcelona. No sólo por lo
que jugaban sino por ejercer permanente
presión sobre los rivales, colocando la
pelota en el arco que tenía enfrente. Es un
referente que está siempre en permanente
evolución. Se fue al Bayern Munich y
con jugadores completamente distintos
a los de Barcelona saca rendimientos
espectaculares. No sólo de él, también
soy admirador de [Marcelo] Bielsa, por
las convicciones que tiene, más allá de si
te gusta o no la propuesta. Creo que es
una persona que transmite seguridad a
sus equipos afuera y dentro de la cancha.
Eso se traduce en resultados, y dentro
de la cancha en el funcionamiento
del equipo. Me gusta también [José]
Mourinho y [Óscar Washington] Tabárez.
Son entrenadores que tienen mucho
de trayectoria y han dejado mucha
enseñanza.
7
Sos un director técnico gesticulador
en la cancha: gritás, indicás todo el
tiempo. ¿Creés que eso colabora para el
desempeño del equipo?
Sí. Vivo mucho los partidos. Los vivo
como los viví como futbolista. En River
tenemos un equipo muy joven. Ha
cambiado bastante el fútbol y es muy
difícil conseguir entrenadores que lleven
la voz cantante dentro de la cancha.
Ahí tenemos un déficit importante en
nuestros jugadores y por eso tenemos que
marcar muchas cosas afuera. Más allá de
eso, vivo el fútbol con mucha pasión y
soy un tipo verborrágico, no me puedo
aislar de lo que hacen mis jugadores y
paso dando indicaciones. Soy amante
de la perfección y en el fútbol no existe,
siempre aparecen errores, por eso damos
indicaciones para el mejoramiento
pero eso no sucede por el propio hecho
de que no ha tenido continuidad del
entrenador. Es esencial pero sabiendo que
vivimos de los resultados también. Esas
son las reglas del juego. Hay que priorizar
tener resultados cuando llegás a un club.
del rendimiento y tratando de que
nuestros jugadores estén todo el tiempo
enchufados.
Se habla de procesos en el fútbol y
también de resultados. ¿Cómo trabajás
el puente de estas dos cosas?
El fútbol es un componente de distintos
ítems que se deben tener en cuenta;
a veces se descuida uno de ellos y el
resultado se escapa. Con la continuidad
del trabajo se gana terreno si lo
comparamos con equipos que tienen
nuevo técnico, porque hay cosas que se
vienen trabajando y con el tiempo se
pueden agregar elementos de trabajo, ya
que hay otras que están dominadas. La
continuidad está a favor del entrenador.
Acá no existe esa cultura. Hay muchos
clubes que quieren resultados rápidos,
Ya termina la entrevista y en unos minutos
tendrá que posar delante de la cámara que
le tomará unas fotos para ilustrar la nota,
propuesta que aceptó sin pudor aunque
luego le costó reconocer muchas miradas de
curiosidad. Estudia, mira y trabaja fútbol.
Le interesa ganar y hacer énfasis en cómo lo
consigue. Y propone compromiso para lograrlo.
almada x almada
nació el 18 de junio de 1969. Ahora vive en tres Cruces pero se crió en la Cruz de Carrasco. se casó en tacuarembó en 2014. tiene una hija de 20 años. El último libro que
leyó fue la autobiografía de nelson Mandela, el largo camino hacia la libertad. “Me
gustan los libros que tratan historias personales. también leí alguno de la vida de Carlos gardel”. En sus elecciones musicales está el tango pero tampoco tanto. también
aparece la música de Brasil y más. tacuarembó lo hizo interiorizarse sobre la vida del
zorzal criollo. Ante cualquier sospecha, aclara: “Con todos los datos históricos que hay,
uno se convence de que gardel era uruguayo”. Además, destaca la música de the Beatles. “Me da paz escucharlos”, cuenta. Completó el ciclo básico de grande, cuando ya
sabía que era indispensable para hacer el curso de entrenador. sabe que la educación
es fundamental y reconoce que en sus tiempos de futbolista, escolarizarse casi no era
posible porque los clubes no colaboraban en siquiera considerarlo. sostiene que ser
frontal es lo más relevante para dirigir un equipo y actuar como buena persona es lo
que transmitirá al resto la forma de hacer.
túnel mar-abr 2015
N O V E D A D E S
8
El entrenamiento de la
velocidad
Los factores relacionados con
la velocidad de ejecución que
determinan el rendimiento.
De Gilles Cometti, profesor
de la Facultad de Ciencias del
Deporte de la Universidad de
Bourgogne, Francia.
Manual ACSM para
la valoración y
prescripción del
ejercicio
Un libro de referencia
en la medicina y
ciencia del deporte,
y en el campo de la
salud y la condición
física. Del Colegio
Americano de
Medicina del Deporte.
Vos jugaste en diferentes países, sos de
mirar fútbol de todo el mundo, dirigís
un equipo en Montevideo ahora y
estuviste en otro en Tacuarembó: ¿qué
identidad tiene el fútbol uruguayo?
Garra y corazón. Siempre les digo a los
jugadores que nos hemos quedado en la
evolución; no tenemos el material o los
trabajos para cambiar nuestra identidad.
Hoy en el fútbol mundial la posesión del
balón es determinante. Todos evolucionaron
en ese aspecto menos nosotros. Porque es
difícil inculcarle a gurises de trece o catorce
años –que es cuando se inician, el momento
en que aprenden cosas que luego no olvidan
más– trabajos de posesión de balón cuando
la cancha tiene mil pozos. Es imposible
para un entrenador priorizar eso cuando
seguramente nuestro fútbol se demore
algunos segundos más que cualquier fútbol
E D I T O R I A L E S
Gestión y Organización
de un Evento Deportivo
Este libro es una
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Marketing Deportivo
en 13 historias
Cómo idear o mejorar
sus proyectos en el
ámbito deportivo un
iendo la experiencia
de los autores con la
teoría y estudios sobre
marketing en los
servicios deportivos.
Coordinador: Alberto
Blázquez Manzano.
“Ha cambiado bastante
el fútbol y es muy difícil
conseguir entrenadores
que lleven la voz cantante
dentro de la cancha.
ahí tenemos un déficit
importante en nuestros
jugadores y por eso
muchas de las cosas
tenemos que marcarlas
de afuera”.
“Hay muchos clubes que quieren resultados rápidos, pero eso no sucede por el propio hecho de que no han tenido
continuidad del entrenador”. (Foto: Leonidas Martínez)
del mundo en hacer una recepción y un
pase, por el hecho de las canchas en mal
estado. En otros lados se hace ágil y rápido.
Si bien aún falta, se ha mejorado en los
últimos diez años el estado de las canchas
en Uruguay. Hemos buscado en River
buenos pisos para entrenar y no es fácil
conseguirlos. Esto ha sido una prioridad
porque trabajamos la posesión de la pelota,
pero es prácticamente imposible ver una
evolución en este sentido hasta que no
se le hinque el diente al mejoramiento
de las canchas de formativas. Seguimos
en nuestro fútbol con defensa fuerte,
aguerrida, con la capacidad de hacer
transiciones rápidas porque no tenemos
la cultura ni la voluntad de mejorar esto.
Saber tener la pelota nos hace que en cierto
momento nos defendamos con la pelota
y no que los jugadores estén correteando,
porque eso genera desgaste. Cuando
tomamos esa pelota en esta situación de
desgaste, el jugador está en un cambio de
aire y quiere sacársela de arriba, no toma
las mejores decisiones.
Hay una gama de entrenadores que se
preocupa más por el mejoramiento del
juego en nuestro país. Tratamos de tener
un compromiso en la parte futbolística.
Es importante cómo ganamos por más
que perdamos algunos de los partidos.
La idea es tener un compromiso que
nos aporte, que nos dé beneficios a
nosotros y poder contribuir al fútbol
uruguayo también. Constantemente
estamos atentos a esto en el trabajo y
también sabemos que hay muchas mañas.
Proponemos no tirar la pelota para afuera
para cerrar un partido, no hacer tiempo,
tratamos de que si vamos ganando, hacer
todo para conseguir otro, defendemos con
la pelota y no dar pelotazos para sacarla
del área. Esto lo pregonamos con gente
que nos rodea, como los árbitros: hay que
darle continuidad al juego y así se brinda
un mejor espectáculo. Y en eso tenemos
que colaborar todos porque la gente se
arrimará más a la cancha si no se afea el
partido. Es importante colaborar con lo
que mostramos.
¿Qué cambios notás en el fútbol
uruguayo?
El cambio de las canchas es relevante.
¿Qué fútbol extranjero mirás?
Todo. Es nuestra obligación mirar todo
lo que se pueda. Tengo preferencia por
el fútbol inglés. Me interesa Barcelona
porque hay jugadores uruguayos y
también el Real Madrid. Además, detectar
posibles evoluciones tácticas. Hay que
estar pendiente de eso para conocer la
tecnología que usan y estar al día.
¿Qué deseás para vos en el futuro
dentro del fútbol?
Tener trabajo.
¿Sí? ¿Eso? Te han ofrecido un montón
de propuestas y no las has tomado…
Recibimos propuestas de Arabia, de
Escocia, y no las tomamos porque somos
felices donde estamos. No es que dejemos
para otra oportunidad, sino que estamos
bien ahora. En muchas ocasiones se
trataba de salarios superiores a los que
recibimos en River y en clubes más
importantes, pero también queremos
completar el proceso, nos sentimos
comprometidos con los jugadores porque
hemos creado un clima muy agradable
de trabajo. Consideramos que sin forzar
nada, y respetando a River que nos abrió
la puerta, se va a dar algo más adelante.
_Patricia Pujol
9
MAURICIO UBAL:
LA BÚSQUEDA DE UNA
POÉTICA FUTBOLERA
O sirviendo
una pared
10
Foto: Rodrigo López
túnel mar-abr 2015
Los lazos entre fútbol, poesía y
música popular tienen ya una
larga historia. A nivel local, esa
historia cuenta con el aporte
fundamental de Mauricio Ubal
(Montevideo, 1959), que desde
la época del grupo Rumbo ha
legado una ingente cantidad de
títulos, en los que conjugó el
refinamiento poético y musical
con la recuperación de un
rico universo de experiencias
personales.
“Prefiero quedarme con la imagen más
poética y más lúdica del fútbol, que es la
que me llevó, desde chico, a jugarlo”, dice
Mauricio Ubal. “El universo pesado que
está detrás, que es una compleja telaraña
política, de negocios, no me interesa”.
Es una tarde de mediados de verano,
y estamos en una de las mesas más
alejadas de la puerta del bar que está en
la esquina de Andes y Colonia. Ubal
pilotea el calor y la humedad que raja
el cemento, con su habitual sombrero
negro, remera también negra, vaqueros.
Una cerveza fría también ayuda.
Su relato sigue el pulso del juego de
memorias. Y en esa trama, fragmentada
y diversa a la vez, el fútbol y la música
se cruzan, se contaminan mutuamente,
para componer una voz personal dentro
de un campo surtido de contrastes y
oposiciones. Pero la opción es clara: “Lo
que me interesa es lo poético y lo lúdico
del fútbol”.
A través de los medios de
información, dice, nos llega apenas una
foto de un fenómeno muy complejo.
Debajo de esa superficie visible hay una
intrincada trama de intereses que arrasa
con los afectos y pasiones que mueven la
pelota, sea en la cancha, sea en la tribuna,
sea en el campito del barrio.
Fijate, hay una frase hecha que sigue
sonando por ahí: “esto es por plata”
–recuerda–. El fútbol, entonces, ¿no es
por la camiseta, no es por la pasión…?
Pero esa es una parte de la historia...
A mí me cuesta creer que esto sea por
plata. ¿Qué pasa cuando el jugador está
ahí, en medio de la jugada, corriendo,
buscando la definición, un pase? En ese
instante, ¿te parece que sólo puede pesar
lo económico? Es cierto, es un fenómeno
muy poderoso, en el que se mueven cifras
impresionantes, viajes, pases... pero estoy
seguro de que hay algo más. Y esa otra
cosa es la que a mí me interesa, porque es
lo que convierte al fútbol en algo lúdico,
disfrutable, apasionante.
A pesar de ese efecto, la frase, “esto es por
plata”, es fantástica.
Sí, claro. Por más que prefiera estar al
margen de ese mundo, algún día me
gustaría hacer una canción con esa
frase. Es que el fútbol es una fuente de
imágenes increíbles.
¿El fútbol era una pasión familiar?
Sí, claro, era un ambiente muy futbolero,
compartido con mis dos hermanos
mayores, mi padre, mi madre. Y todos de
Peñarol.
Era, además, una época en que la radio
ocupaba un lugar central en la vida
familiar.
Claro, era una época de radio y de
diarios. Mi viejo compraba el diario
prácticamente todos los días. En ese
tiempo eran baratos. El Día, por
ejemplo, lo leíamos todos los fines de
semana. ¿Te acordás? Era el que traía el
suplemento marrón, con las historietas
de Tarzán en la última página.
¿Qué relator seguían?
En casa seguíamos a Carlos Solé. A
mi viejo le gustaba mucho, y nosotros
nos acostumbramos a ese sonido, a
esa forma de relatar el fútbol. A Heber
Pinto, en cambio, lo escuchábamos
como de pasada. La voz del fútbol de los
domingos era la de don Carlos Solé.
***
***
Con una vieja foto del plantel de Peñarol,
que descubre al revisar uno de los
números de Túnel, Ubal hilvana otros
recuerdos: año 1964, su casa paterna en el
barrio Bella Italia, y otra foto del equipo
aurinegro que su hermano mayor había
recortado de un diario para encuadrarla.
Era la típica foto que se tomaba antes
del partido. Y sí... yo tenía cinco años...
y seguramente mi hermano la había
recortado de algún diario de ese año. El
cuadrito quedó ahí hasta que, muchos
años después, mis padres se separaron y
vendieron la casa.
La semejanza entre las fotos no es
una rareza. Al igual que en la canción
popular, la relación entre cambio y
permanencia en la práctica futbolística
está pautada por las variables del
contexto. En la actualidad, el juego de
intereses económicos ha llevado hasta
el estrés el ritmo de cambio en los
equipos. En la época que recuerda Ubal,
la permanencia, medida en años, en la
repetición de nombres y rostros en las
fotos de los diarios, anclaba la fidelidad a
un otro nudo de afectos.
Cuando yo era chico, la formación
del equipo era la misma por mucho
tiempo. Un jugador pasaba cuatro o cinco
años en el club. Así, con el tiempo, uno
llegaba a encariñarse con la formación.
No era como ahora, cuando año a año,
temporada a temporada, los equipos
cambian casi el cincuenta por ciento de
sus jugadores.
Además de la inmersión en el mundo
futbolístico, el acceso a las publicaciones
periódicas y la escucha regular de la
radio le abrieron otro horizonte en la
música, una expresión que a temprana
edad se integró a su repertorio de
intereses.
–Me acuerdo que una vez llegó a
casa, pero de rebote, La Nueva Gente,
que era una especie de suplemento a
color que empezó con un par de páginas.
Allí venía información de una música
insólita para mí, porque no la pasaban en
las emisoras de radio que escuchaba.
¿Qué edad tenías en ese momento?
Tenía diez años... eso fue en el 69 o en
el 70.
“A mí me cuesta creer
que esto sea por la plata.
¿Qué pasa cuando el
jugador está ahí, en medio
de la jugada, corriendo,
buscando la definición,
un pase? En ese instante,
¿te parece que sólo puede
pesar lo económico?”
En esos años ya estaba afirmado el
candombe beat y el rock en la escena
musical.
Claro, ahí me enteré de la existencia del
Tótem, del Kinto, de Psiglo. Y ahí empecé
a buscarlos en la radio, porque en esa
revista venían las grillas de programación.
Así descubrí también lo que hacían
Eduardo Nogareda, Elías Turubich,
Carlos Martins, Elías Buchalter, y, por
supuesto, Rubén Castillo con Discodromo
Show. Ellos tenían programas musicales
en radios como la 42, que en ese tiempo
se llamaba Radio Vanguardia, la Sarandí,
la Centenario.
¿Estudiabas algún instrumento en esos años?
Mis viejos me habían mandado a estudiar
guitarra, pero era muy vago con el solfeo.
Dejé de estudiar cuando tenía unos doce
años, y me reenganché recién a la salida
del liceo, pero ya con otro panorama; en
esa época ya comenzaba a componer.
En una entrevista contaste que en la época
liceal habías armado un dúo...
Cuando entré al liceo, en 1972, tenía un
compinche con el que hicimos, tiempo
después, un dúo y cantamos en las clases,
en las reuniones.
También fue un tiempo de organizar bailes.
Por supuesto, con mis amigos,
compañeros de clase, organizábamos
bailes allá, en la calle Génova, en el Bella
Italia. Era con los mismos compañeros
que armábamos cuadritos de fútbol. Los
bailes los hacíamos en un viejo almacén,
que era como un gran depósito. Yo me
encargaba de los discos y un amigo, que
era muy ducho con la electrónica, armaba
las luces.
¿Qué músicas pasabas?
Le dábamos al mango a ‘Vuela a mi
galaxia’, de aquel tremendo disco de
Psiglo. Después, los Creedence Clearwater
Revival, los románticos de la época, como
Los Ángeles Negros... también Los Beatles.
Era el típico baile de gurí.
***
En ese contexto familiar y barrial, Ubal
recuerda que su iniciación en la práctica
futbolística fue muy natural. Una
experiencia en la que importaba, sobre
todo, el juego y la formas de socialización.
¿En qué puesto comenzaste a jugar?
Comencé, de chico, como golero. No era
muy hábil jugando adelante. Pero se fue
dando: ahí, en el barrio, no había quien
atajara, entonces arranqué yo jugando de
golero.
11
El fútbol “fue como un acervo de imágenes, muy rico en
metáforas, para dar vida a un doble lenguaje poético,
que burlara el terror y la censura”. (Foto: Rodrigo López)
túnel mar-abr 2015
¿Siempre jugaste de golero?
Bueno, después, en la época del liceo,
desarrollé otras habilidades físicas. Podía
correr mucho, entonces, al jugar en
otros puestos, compensaba la falta de
habilidad para el dribling con la velocidad
en la carrera, con la marca. Así empecé
a jugar de otra manera y no volví más
al arco. En esa época, con los mismos
gurises que organizábamos los bailes,
comenzamos a armar cuadritos de fútbol
y hasta campeonatos. Yo ya jugaba con los
juveniles, y con mi amigo dirigíamos a los
chiquitos.
12
¿Cómo se organizaban?
Como todo lo que hacíamos... todo era
muy lúdico, pero muy organizado. A
pesar de que era menor de edad, a mí
me tocó ser secretario de actas, porque
ya tenía otra soltura para escribir; pero
las actas después las firmaba otro. Así
armábamos campeonatos, juntábamos
plata entre los vecinos para comprar las
camisetas. Pero no había ambición de
nada. Ahora veo todo ese tema del baby
fútbol, las actitudes de los padres, y toda
la cuestión que hay con la visión del
fútbol como si fuera un trabajo. Nosotros
ni ahí con eso; sólo queríamos jugar.
También íbamos a jugar a otros lados, y
los vecinos iban con nosotros. Esa movida
era muy típica. Lo mismo ocurría cuando
recibías a cuadros de otros barrios; con
ellos venían sus padres, hermanos, novias,
vecinos.
Los partidos se hacían en la cancha que
describís en el poema ‘Campito’, el que
publicaste en el libro La línea torcida del
óbol (1985).
Ese campito estaba a unos tres terrenos
de casa. Y hasta que me hice grande
estuvo así, abandonado. A veces
aparecía alguien que lo cercaba, pero
al poco tiempo volvíamos a entrar.
Era todo desparejo y en el fondo
tenía una zona llena de arbustos.
Y ahí no sólo jugábamos al fútbol,
también lo usábamos para jugar, por
ejemplo, con arcos y flechas. En la calle
prácticamente no jugábamos al fútbol.
La calle era para jugar a la paleta. En
el campito era otra cosa, podías hacer
partidos, digamos, más armados.
Para darle un aspecto de cancha,
conseguimos los palos para armar los
arcos, marcábamos las líneas, pero,
como cuento en el poema, lo hacíamos
respetando el árbol que había ahí... por
eso lo de la línea torcida del óbol.
***
Con esas experiencias acumuladas, el
trasiego de tópicos futbolísticos hacia la
poesía y, después, a la canción fue muy
fluido: “Se me metió solo, no tuve que
pensar ‘voy a empezar a hacer temas
vinculados al fútbol porque puede ser
interesante’”.
La comunicación entre esos dos
mundos, recuerda, ya pulsaba en sus
juveniles experiencias con la escritura
automática, pero se consolidó en
los primeros pasos que dio con el
grupo Rumbo, hacia fines de los años
setenta.
–Con Miguel López y Gonzalo
Moreira nos entendíamos muy bien en
esto, porque ellos son muy futboleros.
Pero también fueron fundamentales
los aportes de Laura Canoura, Gustavo
Ripa, Carlos Vicentes. Fuimos, de
alguna forma, pioneros en tomar
elementos poéticos del fútbol. Había
algunas experiencias tangueras en los
años treinta y cuarenta, pero no mucho
más; también estaban los himnos de los
cuadros... pero eso era otra cosa.
El fútbol se convirtió en una fuente de
imágenes, un motor para la búsqueda
poética.
Así es, fue como un acervo de imágenes,
muy rico en metáforas, para dar vida a
un doble lenguaje poético, que burlara
el terror y la censura. Había que buscar
otras formas de decir.
“En la calle prácticamente
no jugábamos al fútbol.
La calle era para jugar a la
paleta. En el campito era
otra cosa, podías hacer
partidos más armados.
Para darle un aspecto de
cancha, conseguimos los
palos para armar los arcos,
marcábamos las líneas, pero
lo hacíamos respetando el
árbol que había ahí”.
El público entendía muy bien el juego de
intenciones en las canciones futboleras,
al igual que con las murgueras, como
‘A redoblar’, que se convirtió en himno
popular.
Claro, la gente se enganchaba con
canciones como ‘Orsái’, que tiene música
de Gonzalo [Moreira], ‘Al fondo de la
red’... “Por la forma de pararse/ en el
medio de la cancha”... Sí, así pasó con ‘A
redoblar’.
Tras la separación de Rumbo,
a mediados de los ochenta, Ubal
continuó su carrera como solista,
incursionó en otros campos artísticos
y en la producción discográfica, sin
abandonar esa íntima relación con
el fútbol. Su apuesta, subraya, sigue
siendo a tamizar la experiencia personal
a través de lo poético. Muestras de ello
son todos sus discos, en los que ha
abordado este campo tópico con un
singular refinamiento; como muestra,
dos botones: el proyecto conjunto con
Contrafarsa, que dejó, a comienzos
del nuevo siglo, un elogiado disco: 11
canciones en el área, y su último trabajo,
Arena movediza, de 2013, en la que
dedica una pequeña gema musical a
Ladislao Mazurkiewicz, recuperando la
fuerza del movimiento que devino estilo
del legendario golero aurinegro, con un
lenguaje poético musical tan despojado
como potente.
Se trata de esto, nada más:
“Quedarme con la imagen más poética y
más lúdica del fútbol”.
_Alexander Laluz
sÍ, LA vERDAD QuE sÍ
Prohibido chumbear
Los jóvenes de Cabestrillo tenían un
solo deseo: huir a la capital cuanto
antes. Para eso daban vueltas y vueltas
en sus motocicletas alrededor de la plaza
mayor, como juntando fuerzas para salir
disparados, con suerte en la dirección
correcta.
Los adultos de Cabestrillo tenían un
solo deseo: que el cuadro de sus amores
ganara cada domingo.
La liga del pueblo era cosa seria: diez
equipos se enfrentaban cada domingo en
cinco terrenos baldíos reacondicionados
por la alcaldía. No había tribunas, así que
cada uno se llevaba su reposera y los más
fanáticos llegaban temprano en la mañana
para quedar en primera fila.
Nunca se produjeron incidentes
entre los parciales de las diferentes
escuadras, quizás porque había al menos
un policía de cada equipo y nunca se
perdían un partido. Así que toda esa
energía acumulada se descargaba al día
siguiente.
Te regalo un lunes en Cabestrillo si
tu equipo había perdido. Las burlas iban
y venían. Los que bebían para olvidar se
tomaban a golpes de puño con los que
bebían para celebrar, con el resultado de
alejar a la familia de los bares y pulperías.
Los perdedores preferían evitar las
confrontaciones en el trabajo, en especial
si la derrota era por un score abultado.
Se multiplicaban las ausencias por
enfermedad y la economía local se veía
afectada.
El alcalde, que también era uno de
los cinco jueces, se negaba a actuar. Hasta
el día en que cobró un penal dudoso y
rompieron las plantas de su jardín. Su
esposa adoraba esas plantas.
Al día siguiente suspendió el
campeonato y prohibió la práctica del
balompié. Las pelotas fueron confiscadas
y aquel que era visto pateando una
piedrita más de dos veces seguidas por la
calle era llevado a la comisaría.
De un día para el otro, el pueblo
se quedó sin la competencia que daba
sentido a sus vidas. Discutir de política no
era lo mismo; resultaba difícil determinar
qué partido le ganaba al otro, salvo en
las elecciones, pero esas eran una vez por
año, en el mejor de los casos.
La solución la encontró el
quiosquero, mientras anotaba los
números de la quiniela. Se dio cuenta
de que a cada equipo se le podía asignar
un número del cero al nueve y designar
ganador a aquel cuyo número coincidiera
con la última cifra del primer premio.
Había cinco sorteos de quiniela por
semana, por lo que habría hasta cinco
ganadores.
No le resultó sencillo explicar el
sistema a sus familiares y amigos, pero en
cuanto entendieron que era una nueva
forma de rivalizar, se engancharon y
transmitieron las reglas al resto de los
habitantes de Cabestrillo.
Restaba adjudicar los números a
los equipos, algo que se hizo por orden
alfabético y sin discusión. Antes, una
asamblea por votación secreta había
decidido que el cero fuera después del
nueve y no antes del uno.
La primera semana salió tres veces un
primer premio terminado en cuatro, uno
terminado en uno y el restante terminado
en ocho. Los hinchas de Ferrocarril
Sportivo, cuartos en orden alfabético,
estuvieron insoportables durante varios
días. Los de Fomento Social, quintos, se
lamentaron no haber votado diferente en
el asunto del cero.
Uno pensaría que, al tratarse de
resultados completamente aleatorios, los
simpatizantes de los equipos se tomarían
las derrotas con más naturalidad, pero no
fue así. Volvió el ausentismo laboral de
los lunes y un niño cantor fue sobornado
para decir el cinco, después de tres
semanas sin salir.
Esta vez el alcalde no actuó.
Una empresa adquirió los derechos
de televisación de los sorteos y logró
convencerlo de que ese entretenimiento
era lo mejor para el pueblo. Casualmente,
una semana más tarde el hombre se
incorporó como panelista, y dicen que
muy bien pago, en Pasión de quiniela.
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13
Fútbol, narrativa y memoria
túnel mar-abr 2015
Clano
14
–Mirá quién viene ahí –dice Mariano y
señala con el brazo extendido.
Saco los ojos de la troya para mirar.
Pedalea con ritmo cansino por el lado
opuesto de la calle, el de la sombra.
Morocho, apenas canoso, camisa
desprendida hasta el pecho lampiño, en
shorts; un tipo cualquiera. Si no fuera
por esas piernas imponentes, musculosas
y delicadas a un tiempo, como las de
la estatua del indio que hay en aquella
plazoleta de la rambla.
En alguna época la bicicleta debe de
haber sido roja, pero soles e intemperies
la han curtido hasta dejar al descubierto
el esqueleto metálico del cuadro. Lento
girar el de las ruedas; aplastado contra el
pavimento, como si marcharan bajo un
peso enorme e invisible.
–¡Clano! –grita Mariano. El hombre
vuelve su rostro hacia nosotros y nos
dedica una sonrisa, blanco cielo en el que
brilla un astro de oro.
–¡Adiós, ahijado! –dice, levantando la
mano, y con un postrer pedalazo se deja
llevar por la cuesta abajo.
–¿Quién es? –pregunto.
–¡¿Cómo, no sabés quién es Clano?!
–No.
–Mi padrino. Es famoso; jugó en
Peñarol de Montevideo y en la selección
uruguaya. Fue a un Mundial, en Chile,
creo.
–¿Ese?
–¿No me creés? Un día te llevo a la
casa. Para que te muestre las fotos y los
trofeos, tiene un montón.
A cazar pájaros íbamos. No sé por
qué elegimos ese camino, pero lo cierto
es que fuimos por la calle 18 de Julio
hasta la cañada, casi donde empieza el
campo. Ni bien cruzamos el puentecito,
la vi, recostada contra la pared de latas
y maderas del rancho, con su inofensiva
cornamenta niquelada brillando bajo el sol.
–¿Esa no es la bicicleta de Clano? –
pregunto.
–¡Qué memoria! Con verla una vez
te bastó. Vive ahí, pero casi nunca está.
Vamos a aprovechar que lo encontramos
y le pedimos que te muestre. Para que
veas que no soy un mentiroso –responde
Mariano.
Olvidados por completo de la
cacería, golpeamos con las palmas de las
manos ante la arpillera que no alcanza a
cubrir del todo el vano de la puerta. Al
cabo de un momento asoma la sonrisa de
Clano.
–¡Pero si sos vos, ahijado! ¿Trajiste a
tu amigo? Pasen, pasen que me agarraron
cocinando y tengo que atender el guiso.
Me cuesta acostumbrar los ojos a la
penumbra, pero al fin distingo la cortina
floreada que divide en dos la única
habitación, la mesa con el primus y la
olla hirviendo, la cómoda sobre la que se
acumulan trofeos, plaquetas, medallas;
y encima del mueble, clavados en la
pared, varios banderines y dos grandes
fotos encuadradas, polvorientas, un
poco desteñidas: Peñarol y la selección
uruguaya.
–Este es Joya, aquí está Spencer, acá
estoy yo, acá Mazurkiewicz... –señala el
dedo engalanado con un enorme anillo
de oro que tiene grabado el escudo de
Peñarol.
Miro en silencio, lleno de
admiración.
–Esta plaqueta me la dieron cuando
salimos campeones uruguayos en el sesen...
–¿Y esas? ¿Quiénes son esas, eh?
–interrumpe Mariano con un destello de
picardía en el tono de la voz.
–Unas amigas. De antes –contesta
Clano y permanece un instante callado,
contemplándose en la foto, abrazado a
dos espléndidas mujeres. Joven, delgado,
deportivo, al volante de un colachata rojo
y blanco, largo como un trasatlántico.
Flash. La semana pasada, bajo el ombú.
Somos cuatro. Ellos hablan de Clano.
–Cada vez que venía de Montevideo
se pasaba dos o tres días quilombeando sin
parar, con el colachata lleno de putas –dice
el Uno.
–Se garufeó hasta el último peso de la
fortuna que ganó –agrega el Otro.
–Sí, pero anduvo con todas las
mujeres que se le dio la gana. Y eso
a muchos les queda grande –retruca
Mariano.
Mudos se quedan el Uno y el Otro.
–¡Decile que te muestre la medalla
de oro! –me sacude por el brazo Mariano,
devolviéndome al presente.
*Ruben Ángel Cabrera (1939-2010), conocido en el ambiente futbolero como Clano, nació en el Cerro de Mercedes, en el seno de una familia humilde (su padre, Mario Cabrera, era albañil; y su madre, Cristina Santana, trabajaba como empleada doméstica). Tuvo
cinco hermanos y se inició como futbolista en los campitos de aquella barriada de La
Coqueta del Hum, con una pelota de trapo (“para mí se aprende todo con la de trapo, la
pegada y precisión del pase”, sostuvo en una entrevista).
En sus comienzos, jugó en Independiente de Mercedes y en la selección de Soriano. Después pasó a Peñarol, equipo con el que salió campeón uruguayo en 1960 (fue goleador de
este campeonato, con 14 goles) y 1961; en este último año también se coronó campeón
de América (contra Olimpia, de Paraguay) y de la Copa Intercontinental (contra Benfica).
En 1962, formó parte de la selección uruguaya que disputó el Mundial de Chile. Hacia
mediados de la década de 1960 pasó a Newell’s Old Boys, de Rosario; al tiempo, regresó
a Uruguay para jugar en Wanderers; de este último equipo pasó a Peñarol nuevamente y,
en 1968, jugó una temporada en Emelec, de Ecuador. Hacia el final de su carrera, volvió
a Montevideo para jugar en Danubio; más tarde en Wanderers de Santa Lucía y, en su
última etapa como profesional, tras un breve paso por Independiente de Mercedes, en
Huracán Buceo. Cerró su ciclo como futbolista en su ciudad natal, defendiendo a Peñarol,
Con Los Mismos Colores y Racing. Se retiró definitivamente en 1974.
Por más información sobre su vida, puede leerse una entrevista muy completa hecha
por José Olazarri, en: http://federicomarotta.blogspot.com/2010/11/ruben–angel–cabrera–clano.html.
ilustración: Rodrigo López
No sé qué decir; me ruborizo.
–Dale, padrino, mostrásela. Que este
no me cree.
Algo extraño sucede. Por primera vez
lo veo serio. Sus labios gruesos, oscuros,
ocultan el sol del diente.
–Perdoná ahijado, pero de verdad
que no se la puedo mostrar. Es que el mes
pasado anduve un poco apretado de plata
y no tuve otro remedio que...
Clavo los ojos en la tierra del piso
y deseo que me trague, que me haga
desaparecer. Con toda el alma.
Llegué con el partido empezado.
–¿Para dónde pateo?
–Para allá –señala el Nene Retamosa.
Como siempre, me mandan al arco.
El campito, cuarenta metros
por veinte, apenas da abasto para la
montonera de los treinta o más que
juegan. Adultos, jóvenes, niños, hasta el
viejo Floro, al que el reuma le ha dejado
las patas como dos palos de escoba.
Aunque entre la polvareda no alcanzo
a divisarlo, sé que está. Desde mi puesto
veo la bicicleta recostada a la sombra del
ombú.
No existe orden ni concierto. No hay
jugadas. Sólo pies descalzos, alpargatas,
algún que otro champión, dándole a la
pelota. Siempre de punta, siempre para
adelante.
De pronto, desde el fondo uno
cualquiera tira un pelotazo largo; de
vértice a vértice de la cancha.
Aparece elevándose entre la nube de
polvo, como un ángel. Abre los brazos y
recibe la pelota. Gira con ella dormida
contra el pecho, como la cabeza de una
mujer. La deja caer, la domina; primero
en la rodilla, en el empeine después.
Jopea a uno de los nuestros que se le va al
humo. La mata contra el piso. Finta con
un imperceptible, exquisito, movimiento
del cuerpo. No sé cuántos pasan de largo,
tropilla desbocada. El universo se detiene.
La tribuna ruge. Se agitan las banderas.
Estallan petardos. Un nombre retumba en
el cemento: ¡Clano! ¡Clano! ¡Clano! Sale
el zapatazo, recto, al ángulo. La multitud
delira en éxtasis.
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Apenas la veo venir, sé que llego.
Salto hacia atrás, arqueado como una vara
de mimbre. Quedo suspendido en el aire
durante un instante eterno, ingrávido.
Estiro el brazo derecho, la mano bien
abierta, los dedos prestos a amortiguar
el choque, amansar el vuelo envenenado
de la pelota y traerla, dócil, junto a mi
pecho. Y en el último instante, cuando ya
casi siento el cuero en las yemas, tuerzo la
muñeca hacia abajo.
Caigo hecho un ovillo en el peladar
del área chica. Desde el piso, entre el
polvo del revolcón que empieza a posarse,
levanto la vista hacia donde sé que está
él. Las manos en la cintura, pintada en el
rostro la sonrisa más luminosa que jamás
he visto, me mira, sus ojos en los míos.
A mi lado, la voz incrédula del Nene:
“¡Qué golazo, Dios mío, qué golazo!”.
_Luis Morales
Este cuento forma parte del libro
Satanás en el huerto de los olivos, de su autoría,
publicado en mayo de 2004 por Cauce Editorial
Bar Andorra
15
EL “ESPAÑOL” RAMIRO GUERRA Y EL “ESTADOUNIDENSE” DIEGO FAGÚNDEZ
De todas partes vienen
La ilusión hecha realidad. Vienen de lejos, nacieron en Montevideo pero crecieron y se
formaron como jugadores en canchas de España y Estados Unidos. Hijos de familias
uruguayas que por diversas razones emigraron, ambos integran ese otro Uruguay que no
reconoce otra frontera que no sea la de la identificación afectiva con el país de origen.
Son los “extranjeros” del plantel uruguayo Sub 20
que disputó el Sudamericano y logró colocar a la
representación nacional por quinta vez consecutiva
en un Mundial de la categoría. Se comenta que
para el certamen a celebrarse en junio en Nueva
Zelanda puede venir algún otro futbolista formado
en tierras lejanas a engrosar la legión de los de
“afuera”. Ya no son los repatriados que triunfan
por el mundo, hijos de las canteras de los clubes
genuinos del país. Su pasión por el juego, el
aprendizaje, todo se desarrolló lejos de las canchas
uruguayas, de las rutinas y lógicas de entrecasa, no
obstante denotan una fuerte ligazón con sus raíces.
Los padres de ambos fueron jugadores de fútbol
en Uruguay, y al hablar con ellos no quedan dudas
sobre el conocimiento profundo de la realidad del
fútbol de adentro.
Ramiro Guerra (18 años cumplidos
durante el desarrollo del Sudamericano) y Diego
Fagúndez (19 años) confiesan haber asumido
el desafío sin miedo. “El partido de fútbol lo
sabemos jugar –afirma Fagúndez–, lo único que
sabíamos era que teníamos que venir y pelear el
puesto. Yo vine y era el más joven de todos, tenía
17 años, y todos ya tenían la edad de la Sub 20;
vine a tratar de hacer todo lo que pueda para
quedar. No quedé, y hace unos meses se me dio
otra vez la oportunidad de ir a Perú a jugar dos
partidos amistosos. A Fabián Coito le gustó como
jugué y me llamó para venir al Sudamericano”.
Guerra ya sabía de convocatorias a selecciones
nacionales. “Yo había entrenado tanto con la Sub
15 como con la Sub 17, porque había venido a
Uruguay y a través de un amigo de mi viejo que
está de profe en la Sub 15 me trajeron a entrenar
y ahí conocí a Fabián [Coito]. A partir de ahí
seguimos el contacto y hasta ahora no habíamos
tenido la posibilidad de poder estar así, bastante
tiempo. Había entrenado unos días pero no había
estado como ahora”.
Diego Fagúndez
Sus inicios futbolísticos estuvieron
en el emblemático club La Rinconada,
en el Buceo. En su país de adopción
comenzó a jugar en una academia,
Sub 15, Sub 17. “No tiene nombres,
le llaman Sub 15, Sub 16. Después
está la academia, la reserva y la
Primera”, explica. Hijo de futbolista
–guardameta de Central– lleva el
nombre de Diego por su padrino,
Diego Dorta, el mediocampista de
Central y Peñarol. Vive en una pequeña
localidad, Foxborough, Massachusetts,
y defiende al New England Revolution.
Para Fagúndez el fútbol es diferente en todos los países. “Donde vayas va a ser diferente, y yo me adapté bastante
rápido, porque sabía que si no me adaptaba iba a estar medio perdido”. (Foto: Andrés Cribari)
¿De qué lugar son en Uruguay?
Diego Fagúndez (DF): Mi familia es de
Montevideo, me fui con cinco años.
Ramiro Guerra (RG): También de
Montevideo. La familia de mi padre de
Montevideo y la de mi madre toda de
Salto. Yo me fui con un año para España.
Prácticamente no hice vida acá.
túnel mar-abr 2015
¿Con qué grupo se encontraron al
llegar a Montevideo?
RG: Tenía un poco de incertidumbre
sobre cómo iba a ser todo. No conocía
a nadie, desconocía cómo iba a ser el
recibimiento de mis compañeros. Pero
una vez que me integré al grupo, me
siento uno más. La verdad que estoy muy
contento.
18
DF: Acá llegás y sos familia enseguida,
somos como hermanos. Más los que
estamos en la cancha y estamos peleando
los puestos, que éramos más jugadores,
teníamos que pelearlo más, pero ahora
que tenemos el grupo más junto, más
como hermanos y familia, se siente más
que sos parte de ellos.
¿El grupo es diferente al que tienen en
sus equipos?
RG: Sí, me quedé sorprendido por eso.
Bueno, pienso que en un club siempre
es diferente a una selección. Cuando
llegué acá, me impactó un poco cómo
se arma un grupo; es como una familia,
tanto dentro del campo como afuera.
Somos todos hermanos, como dice
Diego, y en un club no siempre es así
Diego Fagúndez: “Si
no estamos unidos, no
podemos hacer muchas
cosas. Tenemos claro que
si estamos unidos afuera
y dentro de la cancha,
cuando estemos jugando
los partidos es como estar
en el cuarto jugando al
Play con un compañero,
porque sabés lo que va a
hacer y eso es lo más lindo
que hay”.
porque acá tenemos la posibilidad de estar
todos los días juntos, compartir muchos
momentos. En un club, cada uno hace
más su vida.
DF: Más aun porque estamos todos
haciendo la misma cosa: jugando para
nuestro país. Si no estamos unidos, no
podemos hacer muchas cosas. Además,
tenemos claro que si estamos unidos
afuera y dentro de la cancha, cuando
estemos jugando los partidos es como
estar en el cuarto jugando al Play con un
¿Tuviste oportunidad de jugar para Estados Unidos cuando tenías doce años?
Sí, Sub 14 creo que era. Fueron unos
campamentos, no fue nada oficial. Partidos amistosos, fue un campamento de
cinco días, fui y disfruté un rato ahí.
compañero porque sabés lo que va a hacer
y eso es lo más lindo que hay.
En cuanto a los métodos de
entrenamiento, ¿notan diferencias con
respecto a sus respectivos países?
RG: Bueno, alguna diferencia siempre
hay pero la verdad, cuando llegué acá
me sorprendió porque ahora Uruguay
desde que empezó el ciclo con Tabárez
parece que todo cambió. El método de
entrenamiento me resulta muy parecido
al que realizo allá. Capaz que acá se
trabaja un poco más en la parte física,
creo que acá se desarrolla antes que en
Europa, pero en el tema táctico y técnico
de fútbol, es muy parecido.
DF: Para mí la experiencia es diferente,
para mí es más duro. Allá todavía
el fútbol no es muy desarrollado
como en otros países, recién ahora se
está mejorando y de a poquito, los
directores, los presidentes de los clubes,
están mejorando esas cosas. Vine para
acá y me sorprendió cómo sentía el
cuerpo, me sentía cansado después
de las prácticas. Allá después de una,
dos prácticas, no estoy cansado, estoy
normal, puedo jugar un partido. Le
estaba diciendo a mi padre que es difícil
acá, pero me gusta porque sé que para
un partido voy a poder jugar noventa
minutos porque estoy listo. Y como él
dice, físicamente acá es diferente, allá
capaz que hacemos muchas pesas, todo,
porque quieren ser todos “grandes” pero
si venís acá, no es quién va a ser el más
grande.
Ramiro Guerra
Juega en Villareal desde Infantil, el primer nivel. “Son dos años por categoría,
empecé con doce años”. Pasó por todas
las categorías, Sub 16, Sub 17 y Sub 19,
hasta alistar en la actualidad el Villareal
C. También fue convocado para integrar el
representativo nacional español pese a lo
cual sostiene que desde hace tiempo tiene “muchas ganas de jugar por Uruguay”.
Estudia segundo de bachillerato y el año
próximo piensa ingresar al Instituto Nacional de Educación Física (INEF). Vive en
una residencia del Villareal junto a otros
cien futbolistas. Su familia reside (padres
y hermana) en Mallorca.
¿Vas a ser compañero de Franco Acosta?
Sí, bueno, él va a jugar en el Villareal B, yo
estoy jugando en el Villareal C. Pero si Dios
quiere, ahora en julio ya subo a Villareal B y
supongo que seremos compañeros.
¿Sienten más presión en el juego,
tienen menos tiempo y espacio para
jugar acá en el Sudamericano? ¿Notan
diferencias?
DF: Creo que no, capaz que acá es un
poco diferente. Allá te dejan jugar un
poco más, te dejan hacer algunas cosas
que acá no te permiten. Acá tomás la
pelota y le hacés un caño y capaz que te
comés una patada, pero allá por ahí hacés
un caño, te dejan ir y seguís hasta el arco,
no te van a hacer un foul para agarrar
una amarilla. Pero el fútbol es diferente
en todos los países. Donde vayas va a ser
diferente, y yo me adapté bastante rápido
En el exterior “al uruguayo lo reconocen más por la selección, por estos últimos años, por todo lo que ha pasado: el Mundial
de Sudáfrica, el de Brasil con el tema de Suárez. La verdad que a Uruguay lo tienen bien conceptuado”, explica Guerra.
(Foto: Andrés Cribari)
porque sabía que si no me adaptaba iba a
estar medio perdido.
RG: Pienso que en España el juego es más
intenso y más rápido, acá capaz que tenés
más tiempo para pensar, cuando recibís la
pelota, pero también es muy duro acá. En
Europa capaz que son más livianitos pero
el juego es bastante más rápido acá.
¿Más veloz, más dinámico?
RG: Más dinámico.
DF: Sí, allá es más rápido y no se ve tanta
pelota en el aire, juegan más por el piso y
tratan de entrar por abajo.
Ramiro Guerra: “En España el
juego es más intenso y más
rápido, acá capaz que tenés
más tiempo para pensar
cuando recibís la pelota, pero
también es muy duro. En
Europa capaz que son más
livianitos pero el juego es
bastante más rápido”.
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ramiro guerra al llegar a
uruguay se impactó por
cómo se arman los grupos
humanos en la selección.
“es como una familia,
tanto dentro del campo
como afuera. somos
todos hermanos. en un
club, cada uno hace más
su vida”.
túnel mar-abr 2015
Ramiro, tu posición en España sería la
del 6, que juega por delante de la línea
del fondo. ¿Qué diferencia encontrás
entre el 6 de allá y el 5 de acá?
RG: Acá un 5 capaz que tiene otras
características; el 5 de acá puede ser más
contundente, más rápido, más fuerte, y
es probable que le cueste más distribuir
el juego. Allá, en cambio, el 6 tiene la
función de distribuir el juego, recuperar
la pelota y dársela a la gente que está
por delante. Lo que sería un Busquets
20
en Barcelona, que hace la función de
un 6. Acá un 5 es lo que hace Egidio
[Arévalo Ríos], que es un jugador fuerte,
contundente, y roba pelotas rápido, al
corte.
¿Y vos, Diego? ¿Encontrás diferencias
entre las características de un atacante
en Estados Unidos y un atacante
uruguayo?
DF: La verdad que no, porque un
atacante es un atacante, tiene que agarrar
la pelota para hacer un gol. Pero si es
por posiciones, no vas a poner a un
10 a jugar de un 5 o un 7. Yo juego en
bastantes posiciones adelante: jugué de
7, de 10 y de 9, y para mí el 9 y el 10
son casi lo mismo, pero para el 9 capaz
que vas a usar a uno más grande, que
pueda correr por atrás o alguien que te
pueda sostener la pelota. Un 10 va a ser
rápido, que trate de distribuir la pelota al
7 o al 9, que vaya corriendo por al lado.
Son posiciones diferentes, pero el ataque
es el ataque.
¿Ven fútbol uruguayo?
RG: Yo poco. No te da el tiempo, he visto
algunos clásicos, partidos importantes,
pero no lo sigo. Me fijo en las páginas de
internet, en los resultados, en eso sí lo
sigo, pero partidos no veo.
DF: Mi padre ve mucho, a veces estás ahí
y te ponés a ver los clásicos. Esos partidos
sí los ves porque los pasan allá. Mi padre
es hincha de Central, donde jugó, a veces
se pone la computadora y mira ocho
partidos al día, y está todo el día con
la computadora, la tele, escuchando la
radio…
¿No conocían a ninguno de sus
compañeros previo al Sudamericano o
habían tenido contacto?
DF: Fui a Perú y tenía contacto con
alguno, no muchos. Al regresar a Estados
Unidos, después de esos dos amistosos,
seguimos hablando con algún compañero.
Cuando vinimos, era más fácil porque
conocía a algunos jugadores con los que
jugué en Perú, pero sabía que iba a ser
diferente porque estar dos o tres semanas a
estar cuatro días es una diferencia grande.
RG: Cuando había venido a las prácticas
con la Sub 15 y Sub 17 tuve la ocasión,
no de conocer personalmente, pero sí
recordaba haber visto a Franco Acosta,
Enrique Etcheverry, Fabricio Buschiazzo
que se quedó fuera de la lista pero
también había estado, Thiago Cardozo
también, creo que no conocía a nadie
más. Es normal, vine cuatro días y no iba
a conocer a nadie, pero obviamente sí
recordaba a algunos.
Cuando, por ejemplo, veían los
clásicos, seguramente vieron a Pereiro.
RG: Yo no tuve la posibilidad de verlo.
DF: A Pereiro no lo vi hasta que salió
en una foto en internet cuando jugaba
en Nacional, y ahí me di cuenta quién
era. Hasta cuando llegué, sabía quién era
la cara pero no agarraba bien para qué
así se analizan
df: Ramiro es buen jugador, bien táctico, sabe cómo distribuir la pelota, de
marca es bueno. Jugué muchas veces
contra él en las prácticas y tenés que
pensar dos veces cómo ganarle. Es un
jugador que estoy conociendo pero de
a poco está mostrando lo que tiene. Es
un jugador muy importante para nosotros, él trae energía y sabe marcar bien.
rg: A Diego lo conozco poquito, pero es
un volante rápido, con buena capacidad
de traslado, tiene bastante facilidad
para meterse por adentro y descargar
con el punta y picar. Es muy rápido. Lo
que conozco es así, es probable que
tenga otras características que todavía
no logré apreciar, es un buen jugador.
Foto: Andrés Cribari
equipo jugaba, hasta que después me di
cuenta de que jugaba en Nacional.
¿Qué recogen sobre el fútbol
uruguayo en sus respectivos ambientes
futbolísticos?
RG: No sé si lo tienen muy identificado
al fútbol uruguayo, capaz que conocen
a Peñarol y a Nacional, porque han
jugado partidos contra clubes europeos,
pero al uruguayo lo reconocen más por
la selección, por estos últimos años, por
todo lo que ha pasado: el Mundial de
Sudáfrica, ahora el Mundial de Brasil
con el tema de Suárez. La verdad que a
Uruguay lo tienen bien conceptuado.
Brasil es el “jogo bonito”, Argentina
la “técnica”, ¿a Uruguay cómo se le
identifica?
DF: Los que meten las ganas.
RG: Uruguay es más conocido por la
garra charrúa.
DF: Los que peleamos siempre, estamos
en todos los partidos.
_ Diego Graziosi
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21
Limberg Gutiérrez quiere que su hijo
se forme en Nacional
túnel mar-abr 2015
El enganche nostálgico
22
Limberg Gutiérrez añora el fútbol
uruguayo. Habla con una nostalgia
indisimulable de su pasaje por Nacional,
y catorce años después, en Santa Cruz de
la Sierra, dando clases de fútbol a niños
y adolescentes, dice que se arrepiente
de no haber seguido en aquel entonces.
Advierte, de todos modos, que no fue
culpa de él: los dirigentes le prometieron
venderlo a Europa pero terminó en
Bolivia. Por eso todavía le guarda rencor
a aquellos directivos del Blooming que
en el año 2002 le trancaron el pase.
Finalmente, nunca más salió del país.
Hoy está pendiente de lo que pasa en Los
Céspedes y tiene un deseo: quiere que su
hijo de 16 años complete las formativas
en Nacional. “Hablo con Lembo todos
los días para eso”, cuenta.
El mate amargo le quemaba la
lengua. Pero lo tomaba por respeto. Más
si el cebador de turno en Los Céspedes
era el Loco Abreu, el Chengue Morales,
Gustavo Varela u Óscar Javier Morales.
Pero lo suyo era tradición también en el
Oriente: tereré con agua bien helada. Es.
A las 7.30 de la mañana de un
miércoles de febrero, Limberg Gutiérrez
abrió la puerta de su casa en La Hacienda,
un coqueto barrio privado de Santa Cruz,
y no saludó. No por falta de educación.
Por ansiedad. Estaba deseando mostrarle
a un uruguayo su termo (con abundante
hielo) y mate bordados con el escudo
de Nacional y al lado su apodo: Bomba.
Mote que dice le impuso el periodista
Jorge da Silveira por su pegada.
Catorce años después de jugar
sólo una temporada –en la cual salió
campeón–, el Bomba destila melancolía
de su pasaje por Nacional, el único
equipo del exterior que defendió a pesar
de ser el goleador histórico del fútbol
boliviano con 171 goles. Por eso le urge
hablar del pasado y del futuro que no
fue. Se arrepiente, rememora con detalle
los días de gloria en rojo, blanco y azul.
Pregunta por sus compañeros: Richard
Chengue Morales, Gustavo Varela,
Marcelo Saralegui, Ruben Sosa, Sebastián
Abreu, Gustavo Munúa, Horacio
Peralta, Leonardo Romay. También por
sus rivales: Federico Elduayen, Gabriel
Cedrés, Pablo Bengoechea. Quiere saberlo
todo. Quiere, desde una conversación,
volver a La Blanqueada.
De Nacional pasó por Argentina,
Brasil, Francia, Grecia, México y hasta
India. Pero todo fue fantasía. Siempre
algún detalle o algún billete lo retuvo en
su país. Dejó el fútbol en 2011. Volvió
un día en 2014 con la camiseta de
Sport Boys, hizo un gol de tiro libre, su
especialidad, y el entrenador no lo puso
más. “Me hacía correr alrededor de la
cancha como un boludo. Me calenté y me
fui”, aclara al respecto.
Ahora da clases de fútbol en Cotoca,
una pequeña ciudad a unos treinta
minutos de Santa Cruz. La escuela es un
proyecto que él pensó y se lo presentó a
Coco Añez, candidato a alcalde por el
Movimiento Demócrata Social. Este no
lo dudó y hace dos meses se inauguró la
escuelita con 882 chiquilines anotados.
Clases gratis de fútbol para chicos
de bajos recursos. Suena bien. La charla,
camino a la escuela en cuestión, es entre
los tereré de ananá y menta, que no saben
nada bien.
Un viaje hacia 2001
Todavía huele el aroma de los guisos que
hacía la mujer de Ruben Sosa. “Tenían
todo: cerdo, papa, boniato, panceta, carne,
todo. Bien espeso era”. Las juntadas en lo
de Varela con el Chengue y OJ a tomar
unas copas. Él prefería la cerveza, los
otros, vino. Las tartas de zapallitos que
compraba cerca del Montevideo Shopping,
por donde vivía. La lengua a la vinagreta,
el fainá que anhela. Las charlas con Pierre
Webó y lo bien que lo trataban los hinchas
de Peñarol, que le pedían que jugara en el
carbonero. Las ganas de ir a Uruguay, el
pedido urgente para que le traigan fotos y
videos de su época de jugador porque no
guardó nada, el deseo de ir al Parque, a la
sede y la reflexión constante: “Tengo que
ir a Uruguay”. La confirmación: “Voy a
llamar a Varela y voy a ir”.
El Bomba llegó a Nacional en febrero
de 2001. El pase estuvo a punto de caerse.
Finalmente arribó a préstamo. Gratis
y en silencio. Vino desde el Blooming,
uno de los dos grandes de Santa Cruz
de la Sierra. Le dieron la número 18 y
Hugo de León, a pesar que una crónica
del diario La República, decía: “Superó la
revisión médica pero está falto de fútbol”,
en palabras del dirigente Manuel Ucha;
decidió incluirlo en la lista de la Copa
Libertadores en lugar de un tal Diego
Lugano que daba sus primeros pasos en el
fútbol grande.
Jugó cuatro meses a préstamo hasta
mitad de año. Al equipo no le fue bien
pero Gutiérrez rindió. “La rompí”,
recuerda. Se negoció un nuevo préstamo.
Las condiciones cambiaron. Pasó de
ganar seis mil a diez mil dólares. Después,
con el bolsillo más lleno, llegó la gloria:
goles, tiros libres, centros, el campeonato
uruguayo y el cariño inagotable de la
gente. Ayer se expresaba en la calle, hoy
en las redes sociales.
Volvió campeón a Bolivia y dispuesto
a vacacionar pero pensando en prolongar
su estancia en Nacional. A pesar de
que extrañaba el calor de Santa Cruz
y sus costumbres, quería seguir. “Volví
a hacer la pretemporada con Daniel
Carreño. Estuve doce días. Pero en ese
tiempo había un dirigente de Blooming
que supuestamente me tenía vendido
al Mónaco en dos millones. Nacional
ofreció cuatrocientos mil dólares”,
Limberg Gutiérrez da clases de fútbol gratis a niños carenciados en Santa Cruz de la Sierra.
recuerda. Entonces la operación se frustró
y no hubo ni Francia ni Uruguay. “Me
cagaron acá. Imagínate que en Uruguay
senté a Ruben Sosa, a Fabián Coelho
y al Polilla [Ruben Da Silva]. Sosa y
el Polilla ganaban cuarenta mil. Me
ofrecieron veinte mil (el doble de lo que
yo ganaba) para seguir, pero me cagaron
los dirigentes de Blooming. Ellos eran
dueños de mi pase y decidieron”, lamenta
con rabia.
Volvió a Blooming y luego lo
vendieron al Bolívar de La Paz. Tenía
entonces 23 años, un hijo de tres y el
sueño de seguir en Nacional o tras las
ofertas que sonaron desde San Lorenzo,
Boca, Morelia y Corinthians, que
quedaron, como tantas veces, por el
camino.
Bolívar lo terminó comprando
por doscientos mil dólares. Por eso el
enfado con los dirigentes se incrementó.
“Manejaron todo muy mal e hicieron
cualquier cosa, no sabían nada y
jamás me valoraron”. Gutiérrez no
esconde esa sensación que es mezcla
de arrepentimiento y un enojo todavía
fresco por aquello que no fue. “Si seguía
un año más en Nacional, seguro que
después llegaba a Italia o España. Seguro.
La vidriera de Nacional y del fútbol
uruguayo es impresionante”, admite y
“En Uruguay trabajan
Garra y corazón
mucho en las menores.
Para el uruguayo de a pie es un cliché
pero Limberg heredó la garra del fútbol
uruguayo como reliquia y la ve como
virtud clave hoy. “Era muy duro. Un
fútbol fuerte. La garra me gustaba. Varios
partidos con Nacional lo ganamos a
pura garra y corazón. Por ejemplo, me
acuerdo de un partido contra Defensor
que íbamos perdiendo 0-2 y De León
me gritó “Limberg, tirate unos metros
atrás y tirá centros”. Y entonces metió al
Chengue, al Loco, a Vanzini y Lembo
para cabecear. Era un placer tirar centros
con esas bestias. Y yo pum, pum, metía y
metía pelotas. Y lo empatamos”.
Dice el Bomba que en el fútbol
uruguayo alcanzó el nivel más alto de su
carrera. “Estuve en un nivel alto y parejo.
Normalmente las puntuaciones de los
diarios siempre eran siete o más. Nunca
una puntuación baja. Y todos los lunes
me fijaba. Me invitaban a los programas
y yo no iba. ‘No le gusta hablar pero le
gusta jugar’, decían los periodistas”.
Mientras pide a sus alumnos que
jueguen a dos toques, Limberg sigue con
nostalgia. De pronto vuelve a la charla:
“Dicen que los Céspedes y el Parque
Central están hermosos ahora, ¿no? Tengo
que ir. En Nacional, sin dudas, es donde
Nacional, Peñarol, Danubio
y Defensor trabajan muy
bien. Por eso Uruguay es
el país que más jugadores
exporta. Por lo bien que
trabaja, por la visión que
tiene y por los buenos
técnicos”.
repite algo de manera constante: lo bien
que se trabaja en las menores en Uruguay.
Pudo tener una segunda parte en
Nacional. “En 2006 volví a ir con Martín
Lasarte, fui a entrenar. Lasarte me quería.
Estaban [Luis] Suárez, [Gonzalo] Chori
Castro y Juan Albín. Suárez era suplente
en ese momento, llegué a charlar un par
de veces con él”. Pero no pasó nada. Otra
operación frustrada y otro regreso a Santa
Cruz para seguir en Blooming. Un año
después, por bronca con la directiva, se
fue a Oriente Petrolero, el clásico rival.
23
“yo chateo siempre con
alejandro lembo para
que limbercito vaya a
nacional. en enero le
ofrecieron quedarse
quince días a entrenar
pero no pudo porque
tiene el sudamericano
sub 17 con la selección. He
“si seguía un año más en nacional, seguro que después llegaba a italia o España. La vidriera de nacional y del fútbol
uruguayo es impresionante”.
más me han valorado y reconocido.
Cuando vino Nacional el año pasado a
jugar con Oriente me hicieron una cena
homenaje y me regalaron la camiseta. El
periodista Da Silveira me dijo: ‘Tengo
el honor de darte la mano. Nunca vi un
jugador pegarle tan bien a la pelota. No se
ha visto en Uruguay alguien que le pegue
como vos’”.
Divisiones menores, divino tesoro
túnel mar-abr 2015
La garra no es todo. El Bomba repetirá
durante toda la charla lo bien que él
considera que se trabaja en las formativas.
“En Uruguay trabajan mucho en las
menores. Que eso acá no hay. Nacional,
Peñarol, Danubio y Defensor trabajan
muy bien en eso. Acá Blooming es el
mejor, por la sede y la infraestructura. Pero
eso hace falta acá. No hay canchas para
trabajar. No se trabaja lo táctico, no se hace
nada. Por eso Uruguay es el país que más
jugadores exporta. Por lo bien que trabaja,
por la visión que tiene y por los buenos
técnicos. A comparación del uruguayo, el
jugador boliviano es muy conformista. Acá
hay mucha envidia y celos”.
24
Tantos elogios a la cantera de
Nacional no vienen en vano. El hijo
mayor de Gutiérrez, que lleva su
mismo nombre, Limbercito, también es
jugador de fútbol. Juega en un equipo
del ascenso pero fue seleccionado por
la Sub 20 de Bolivia con edad de sub
17. Vino a Uruguay para participar del
Sudamericano que se jugó en enero y jugó
sólo un puñado de minutos.
“Yo chateo siempre con Alejandro
Lembo para que Limbercito vaya a
Nacional. Cuando fue en enero le
ofrecieron quedarse quince días a entrenar
pero no pudo porque ahora tiene el
Sudamericano Sub 17 con la selección.
He hablado con Eduardo Ache y también
con el Cacho Blanco. Ellos lo pueden
formar y quiero que vaya a Nacional por
lo que puede aprender y por la vidriera.
El jugador uruguayo es más atrevido, más
encarador, tiene todo. Ahí quiero que se
termine de hacer futbolista. Además, el
uruguayo no es como el argentino que es
camarillero. Limbercito fue a Vélez a los
trece años y dice que no se la tocaban”.
Por eso insiste en los contactos
permanentes que tiene con los directivos
hablado con eduardo ache
y también con el Cacho
Blanco. ellos lo pueden
formar. Quiero que vaya
a nacional por lo que
puede aprender y por la
vidriera”.
tricolores. Recuerda que así se dio el último
diálogo que tuvo con el presidente Ache:
–Limberg, ¿cómo le pega tu hijo?
¿Igual que el padre?
–Muy bien, Eduardo, muy bien.
–No creo que sea mejor que el padre
pero traelo que lo vamos a cuidar como si
fuera nuestro hijo.
Ni el Bomba sabe a ciencia cierta si
su hijo será mejor. Es la pregunta trivial al
hijo del jugador. La pegada suya considera
que “es un don” que perfeccionó “con
otros estilos de pegarle con más o menos
impulso o con el empeine”. Entonces “si
Limbercito practica mucho, puede ser,
pero todavía le falta”, define el padre. Por
lo pronto tiene cosas diferentes: es zurdo
y un físico bastante más grande. Aunque
“la misma explosión que yo”, asegura y
“El jugador uruguayo es más atrevido, más encarador, tiene todo”.
otra vez, después del silencio, viene ese
anhelo: “Tengo que ir a Uruguay a charlar
bien lo de mi hijo, quiero que juegue allá.
Acá no tienen ambición˝.
Hugo de León, referente
Su paso por Nacional también le dejó al
mejor entrenador. “Hugo de León fue
mi mejor entrenador. Es una muy buena
persona. Me decía y aconsejaba de todo.
Es un tipo jodido pero conmigo nunca
tuvo problemas. Una vez sola tuve una
discusión porque me dijo que no fuera
a la selección. Yo le dije que tenía que ir
porque teníamos un partido importante.
Y él me respondió que yo era más
importante en Nacional que en Bolivia”.
“Fui igual y cuando volví me mandó
al banco por primera vez. Estábamos
perdiendo y me metió faltando poco y con
un zapatazo lo empaté. Después me felicitó
delante de todos. Él decía las cosas de frente.
Si la cagaste lo decía, y si acertaste, también.
Yo trato de imitarlo. Acá les enseño que no
tienen que descuidar el estudio”.
La última ilusión
La charla sigue en donde más le gusta a
Limberg: en el medio de la cancha y con
los ojos en un partido de fútbol entre sus
alumnos. Ya cerca del final de la clase y
terminando la charla, la nostalgia queda en
pausa. Los recuerdos del pasado se cambian
por una ilusión de algo que puede venir.
Él lo dice convencido: “Tengo varias ideas.
Pienso en ir a Uruguay, entrenar hasta
ponerme bien de bien, que si yo quiero lo
hago. Hablar con Ache y jugar un mes y
que sólo me pague hotel y despedirme bien
en Uruguay, con la hinchada de Nacional.
Y mostrarles a todos, especialmente a los
dirigentes de Blooming, que uno es más
reconocido afuera de su país. También
me gustaría ir un tiempo a Los Céspedes
a mirar los entrenamientos para aprender
todo lo mejor y así poder transmitirlo acá”.
Luego contó que hay un dirigente
joven de Blooming que es uruguayo y que
tiene contacto con dirigentes de Nacional,
quien le prometió gestionar un partido
amistoso entre Blooming y Nacional para
que el Bomba pueda despedirse del equipo
que añora.
_Agustín Castillo
Santa Cruz de la Sierra
25
Racismo: pocas denuncias y muchos desmentidos
Ser negro en el fútbol uruguayo
túnel mar-abr 2015
Uruguay fue la primera selección de fútbol que incluyó a personas de raza negra en su equipo y desde
entonces los “negros” forman parte de su rica historia. Incluso, algunos fueron colocados en el sitial
privilegiado de ídolos. Con estos antecedentes se podría decir que el racismo es algo lejano en el
fútbol uruguayo, que no aparece en forma cotidiana en los estadios. Pero algunas situaciones hacen
creer que existe, y se repite fuerte y claro si uno lo quiere escuchar.
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“Uruguay era, en aquel entonces, el único
país del mundo que tenía jugadores negros
en la selección nacional” (‘Los negros’, El
fútbol a sol y sombra). Corría el año 1916
y en Argentina se disputaba el primer
campeonato sudamericano de fútbol.
La selección uruguaya estaba integrada
por jugadores como Cayetano Saporiti,
Alfredo Zibecchi, Alfredo Fogliano, Pascual
Somma y el Maestro José Piendibene.
Pero en ese equipo, más que en
otros, destacaban dos jugadores, no sólo
por sus virtudes con la pelota en los pies,
sino también por el color de su piel:
los “negros” Isabelino Gradin y Juan
Delgado. Ambos eran titulares y figuras
de aquel equipo uruguayo que se consagró
campeón después de ganarle a Chile y
Brasil, y empatar en el último partido
con Argentina. Como decía Eduardo
Galeano, en aquel cuadrangular jugadores
de raza negra sólo había en Uruguay, y su
presencia generó controversia.
Las transmisiones televisivas no
existían; y a Chile, después de recibir
un rotundo 4-0 de la celeste, llegó la
noticia de que Uruguay había jugado con
“componentes africanos”. “Los diarios
de aquí dicen que el equipo uruguayo
presentó componentes africanos.
Esperamos que habrán presentado un
formal rechazo en el caso de ser verdad”,
le pedía por carta el presidente de la
Asociación Atlética y de Football de Chile
al encargado de la delegación chilena
en Buenos Aires. La historia no pasó de
anécdota, ya que los delegados chilenos
en Buenos Aires pidieron las disculpas del
caso y aclararon que estaban “sumamente
complacidos por la actitud caballeresca de
los uruguayos”, según recogía la crónica de
El Día bajo el título “¡Gradín y Delgado
no son africanos!”.
Delgado nació en 1889 en Florida,
donde dio sus primeros pasos detrás de
una pelota, hasta venir a Montevideo
y afincarse en el barrio Palermo. Jugó
en varios equipos (Universal, Bristol y
Central), hasta que en 1913 debutó en
la selección uruguaya, como central. En
1916 cruzó el Río de la Plata para jugar
en Boca Juniors, y dos años después volvió
a Uruguay para enrolarse en Peñarol,
equipo con el fue campeón dos veces: en
1918 (como capitán) y en 1921. Cuando
terminó su carrera, Delgado siguió ligado
al fútbol como utilero en Peñarol, una
tradición que siguieron su hijo y su nieto.
Falleció en 1961.
Gradín, en tanto, destacaba por
su gran técnica, pero también por su
velocidad. Nació en 1894 y comenzó
su carrera en el club Agraciada, de la
vieja división Extra. No duró mucho
en esa categoría y al poco tiempo pasó
a Peñarol y de ahí a la selección. Fue
campeón uruguayo en 1918 y 1921,
junto a su amigo Juan Delgado. Fue dos
veces campeón sudamericano, goleador
“celeste” en 1916 y campeón olímpico
en 1924. También tuvo una destacada
trayectoria como velocista: fue campeón
sudamericano en 200 metros, 400 metros
y en relevos 4 x 400. Falleció en 1944.
Ellos fueron los primeros, pero no los
últimos “negros” en jugar por Uruguay.
Desde los históricos José Leandro
Andrade, campeón olímpico y del mundo,
Obdulio Varela, el Negro Jefe héroe de
Maracaná, y Emilio Cococho Álvarez,
hasta los más recientes, Richard Chengue
Morales, Darío Silva, Álvaro Pereyra y
Diego Rolán.
La historia y los éxitos del fútbol
uruguayo estuvieron ligados con hombres
de raza negra. Esto hace que el racismo no
tenga una incidencia relevante. Pero existe.
Tal vez no entre compañeros, rivales o
jueces, pero sí en acciones simbólicas, que
en su mayoría provienen de la tribuna y
que algunas veces se minimizan dentro del
denominado “folclore del fútbol”.
Racismo en el fútbol
“Negro de mierda” es un grito que se
escucha habitualmente en las canchas del
fútbol uruguayo. El destinatario, por lo
general, es un jugador de raza negra del
equipo rival, pero también algún jugador
propio. Muchas veces se entiende que
esto forma parte del folclore del fútbol;
un insulto como tantos otros. Pero para
algunos el insulto estuvo cargado de un
sentir racista. Dos jugadores decidieron no
callarse la boca y denunciar públicamente
estos hechos.
Uno de ellos fue Flavio Córdoba,
jugador colombiano de River Plate. El
hecho ocurrió durante un partido contra
Danubio, en el Parque Saroldi, en 2013.
Córdoba era atendido por la sanidad,
cuando varios parciales franjeados se
acercaron y comenzaron a insultarlo,
con alusiones directas hacia su color de
piel. Cuando el juez lo dejó ingresar
nuevamente al campo, Córdoba se dio
vuelta y se tomó los genitales. El árbitro
detuvo el partido al considerar que
existían insultos racistas, pero igualmente
expulsó al zaguero de River Plate. La
institución presentó la denuncia ante
la AUF, pero el caso se archivó porque
no existía normativa para analizar estas
situaciones.
Meses después, la situación se
repitió durante un partido en Jardines
del Hipódromo. “El negro se la come,
el negro se la come”, comenzó a cantar
la hinchada danubiana, en referencia a
Córdoba. El jugador se mordió los labios
y continuó jugando, porque no quería
repetir su experiencia. El partido no se
detuvo ni existió ninguna referencia por
parte de los árbitros en el confidencial.
Cecilio Waterman y Luis Mejía, los panameños de Fénix, aseguran no haber sufrido situaciones de racismo en Uruguay. (Fotos: Andrés Cribari)
Córdoba prefirió no referirse sobre
lo que había pasado, pero la dirigencia
de River Plate decidió volver a actuar
y presentó una nueva denuncia contra
Danubio por los cantos racistas de su
hinchada. El resultado fue distinto. La
AUF había incorporado en su Código
de Disciplina varias normas para atender
posibles situaciones de racismo y Danubio
fue sancionado con una multa de unos
35.000 pesos por los cánticos de su
hinchada.
Jorge Coco Rodríguez fue otro de los
jugadores que denunció públicamente
haber recibido agresiones por su color
de piel. El caso más difundido fue el de
2012, cuando jugaba como arquero de
Progreso y en un partido contra Central
Español la hinchada contraria no sólo lo
atomizó con cantos e insultos, sino que
además terminó tirándole bananas. No
hay dudas de lo contundente del gesto.
En 2014, ya jugando en segunda
división con Villa Teresa, Rodríguez vivió
otro episodio de discriminación. Fue en
abril, en un partido contra Tacuarembó,
cuando Villa Teresa jugaba de visitante en
el Estadio Raúl Goyenola. La hinchada
local dedicó gran parte del partido a
gritarle a Rodríguez. “Hay que tirarte
bananas”, “gorila”, “mono”, “negro de
mierda”.
Antes de que Rodríguez dijera lo que
le estaban gritando, el línea escuchó los
insultos y le informó al árbitro. Se habló
con la Policía y antes del segundo tiempo,
quienes manejaban los altoparlantes
exhortaron a la hinchada a terminar
con los insultos, lo que generó el efecto
contrario: la cosa empeoró.
Andrés Pollero, árbitro asistente de
Primera División, era uno de los líneas
en ese partido. Considera que, aunque
los insultos y cánticos son históricos, la
atención que se le comenzó a prestar a
partir de la actualización de la normativa
FIFA y por parte de los jugadores
convierte al racismo y la xenofobia en un
El peligro de naturalizar
Suele decirse que los problemas que aparecen en el fútbol son
reflejo de lo que pasa en la sociedad. “El problema de la violencia
en el fútbol es un problema social, no del fútbol”, se dice, entre
otras cosas, cuando se espera que otras instituciones participen
de la estrategia para enfrentar la violencia en las canchas. No es
lo que pasa con el racismo. En estas discusiones suelen escucharse otras frases, como que “lo que pasa en el fútbol se arregla
en el fútbol” o “lo que pasa en la cancha queda en la cancha”.
Néstor Silva, integrante de la organización Mundo Afro, no está
de acuerdo con este enfoque, y piensa que lo peor es que el racismo en el deporte está totalmente naturalizado. “Los casos que
se pueden dar en el fútbol o en otros deportes son reflejos de lo
que somos como sociedad. Pero la diferencia en el fútbol es que
hemos escuchado declaraciones de muchos jugadores afrodescendientes que dicen que es un tema más, que los insultos racistas son algo más”. Y advierte: “Para nosotros el racismo, cuando
se manifiesta en forma explícita, es la punta del iceberg. Es un
tema para atender. La hinchada es la boca sucia de la sociedad.
El racismo se manifiesta de esa forma; en el mercado laboral no
dándote trabajo, en la hinchada, así”.
A Mundo Afro no han llegado denuncias de racismo desde el ámbito del fútbol profesional, pero asusta cuando cuenta que llegaron denuncias por insultos racistas a niños que juegan al baby
fútbol. Son de hace unos cuantos años, pero recuerda claramente
dos episodios, uno denunciado por un padre y otro por la madre
de los niños insultados. Padres de niños del equipo contrario que
les gritaban a los niños afrodescendientes y padres de sus compañeros de equipo. “No pudimos hacer mucho”, lamenta Silva.
El caso Suárez, rememora, fue el que puso el tema en el tapete. Y se refiere a aquel episodio con la dificultad de hablar del
ídolo uruguayo. “Nosotros decíamos que Suárez es una víctima,
es alguien que creció en un país donde estas cosas se toman
como naturales”. Recuerda que en Brasil los insultos racistas en
el ámbito deportivo están penados por la ley, provengan de jugadores o del público, y sugiere que cuando algo llega a legislarse
es “porque la sociedad no logra autorregularse”. En Uruguay los
jugadores “se adaptan, hacen oídos sordos. Lo naturalizan porque es la forma que han encontrado para poder avanzar en su
carrera. Es autodefensa, algo natural y automático. Así vamos
sobreviviendo todos”, dice.
La pelea es profunda y de largo aliento, y lo primero es visualizar
el problema. “El hecho de que sea un problema que está en toda
la sociedad no lo minimiza, y el hecho de que las personas lo soporten tampoco”, dijo Silva, quien evaluó que estas situaciones
sólo dejarán de existir cuando los afrodescendientes tengan las
mismas posibilidades de inclusión en todos los ámbitos de la
vida. “Sobresalimos en la música, en el deporte, es un clásico.
Cuando podamos sobresalir en todo, cuando nosotros que somos
ocho por ciento tengamos ocho por ciento de las posibilidades
en todo, esto se va a ir minimizando”.
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fenómeno nuevo dentro de la cancha.
Cuando las ofensas son entre
los jugadores, las sanciones están
reguladas desde siempre; se consideran
lenguaje obsceno y grosero. La novedad
son los insultos que llegan desde la
tribuna. “Actuamos cuando se trata
de hechos sistemáticos, colectivos,
de una parcialidad, y lo hacemos
progresivamente”, apunta Pollero. Primero
se recurre al capitán, a los guardias,
se intenta que el diálogo aplaque los
ánimos, pero el juez no está facultado para
suspender el partido.
Especial atención se pone en los
partidos de juveniles, en los que se apunta
a modificar conductas, tratando de apostar
más a la prevención que a la represión.
Después de aquel partido en Tacuarembó,
los árbitros informaron de los hechos a la
AUF, lo que derivó en una sanción para el
local, que ese año ascendió a Primera. Así,
el primer partido de Tacuarembó como
local en el Apertura 2014, contra Fénix,
debió jugarse en el Omar Odriozola
de Paso de los Toros. Los medios de
comunicación, no obstante, prácticamente
no registraron el motivo.
“El tema queda ahí”
Para la mayoría de los jugadores pareciera
que el racismo no es un tema importante
en el fútbol. “No hay casi denuncias de
racismo”, afirmó a Túnel Enrique Saravia,
presidente de la Mutual Uruguaya de
Futbolistas Profesionales. Recuerda el
episodio de Coco Rodríguez jugando en
Progreso, y también que en ese momento,
tras recibir la denuncia del golero, la
Mutual organizó una reunión con el
jugador y las autoridades de Central
Español.
Sin embargo, para Saravia, el
racismo no es un tema preocupante
entre los uruguayos. “Es más serio en
Europa, donde se da más frecuentemente.
Hay muchos jugadores descendientes
de africanos” y los insultos pueden
tener un trasfondo discriminatorio,
considera. “Pero en América se toma de
otra manera”, asegura. Saravia jugó en
Uruguay, Ecuador, Chile y Argentina.
“El sudamericano tiene otros códigos,
sabemos que es para sacarte del partido,
no para tratarte de negro”, explica.
Para Saravia, los insultos en la cancha
son generalizados, y los racistas son “uno
más”. “Adentro de la cancha insultan
hasta a tu madre. Los jugadores de fútbol
sabemos cómo son las cosas”. Opina que
el objetivo es sacar “ventaja deportiva,
hacerte calentar”, pero que luego “el tema
queda ahí”. “Si cada jugador va a hacer
una denuncia por cada cosa que le dicen,
no podemos jugar más al fútbol, más
cuando sabés que después a ese mismo
que te insultó, en la cancha o desde la
tribuna, lo tenés en tu mismo equipo”,
sentencia. Y pide tener cuidado con las
denuncias públicas: “Pienso que a veces se
exagera”, dice.
Saravia registró también la denuncia,
que no se concretó oficialmente, del
jugador brasileño Marcos Guilherme, en
el reciente Sudamericano Sub 20 que se
jugó en Uruguay. Guilherme dijo que
el uruguayo Facundo Castro lo había
mejía y su experiencia con el racismo
túnel mar-abr 2015
Luis Mejía afirmó que la única experiencia por gritos racistas que tuvo durante su carrera fue en Argentina. sucedió durante un amistoso entre Fénix y Rosario Central, y
el responsable fue el árbitro. Mejía recuerda que entre los jugadores no había mayores
problemas, pero que el juez “estaba de vivo” y hablando mal con los futbolistas uruguayos. En ese contexto cobró un penal que no fue, en favor del conjunto argentino, y Mejía
fue a reclamarle. “Estaba hablando mal, y en una me dijo: ‘Andá, negro de mierda, andá
para el arco’. Y la forma en que lo dijo uno se da cuenta que fue una forma de desprecio.
Es el único problema por temas de racismo que he tenido”, afirmó.
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insultado varias veces durante el partido
que enfrentaron Uruguay y Brasil el 26
de enero, diciéndole “macaco”. “Nosotros
sabemos que macaco es muñeco”, asegura
Saravia, que insiste: “Entre los uruguayos
no es con intención. Te lo digo por mi
experiencia personal”.
Inculcar respeto
Otros jugadores coincidieron en que el
racismo no es un problema en el fútbol
uruguayo. El ex jugador de Peñarol y
actual técnico de Tercera División, Robert
Lima, afirmó que en su larga trayectoria
nunca le tocó sufrir un episodio de esta
naturaleza. “El tema del racismo es algo
nuevo para mí, en mi experiencia personal
no lo he vivido como jugador ni tampoco
como entrenador”, dijo Lima a Túnel.
Lima explicó que en el fútbol “siempre
hubo insultos y un montón de cosas”, pero
en los últimos tiempos “capaz que se le
está dando un poco más de énfasis” a estas
situaciones, y marcó como una situación
complicada los cantos de las hinchadas.
“Una hinchada va a cantar, va a alentar,
pero es diferente cuando se la agarran con
una persona, aunque creo que el jugador
no se enfoca en que lo estén agrediendo
verbalmente ni nada, porque pasó siempre
el tema de los insultos”, expresó.
Asimismo, aseveró que estas
situaciones no son exclusivas del fútbol
sino que forman parte de un problema
social. Lima contó que tiene sobrinos que
juegan al baby fútbol y que se percibe la
existencia de agravios o insultos por parte
de los padres. “No es un acto de racismo,
pero no debería ser; si inculcamos mejorar
esas cosas, creo que a la larga, podemos
mejorar lo otro”.
El ex futbolista destacó que en su
rol como entrenador intenta inculcar el
respeto como parte de la estrategia de
formación de jugadores. “Siempre hay
que dar el ejemplo y hablarlo, y siempre
respetar al rival, no generar violencia
desde el agravio de la palabra. Que el
fútbol empiece y termine en la cancha.
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Tanto a Waterman como a Mejía hay compañeros que los llaman Negro en los entrenamientos, pero ellos aseguran que es una expresión cariñosa. (Foto: Andrés Cribari)
No generar violencia de adentro hacia
afuera”, expresó. Por este motivo, Lima
afirmó que cuando se produzca un caso de
racismo lo mejor es denunciarlo y que las
autoridades, tanto de la AUF como de la
Mutual, adopten las medidas necesarias.
“Eso sería lo ideal”, expresó.
Tampoco Luis Mejía y Cecilio
Waterman, jugadores panameños de
Fénix, sufrieron situaciones de racismo
en Uruguay. “Tengo la suerte de estar
en Uruguay hace siete años, y gracias a
Dios nunca he tenido ningún problema
ni con la gente de mi equipo ni de los
equipos rivales. Por ahí, al principio
cuando no te conocen ni has demostrado
tu capacidad futbolística te tienen
como un desconocido, pero cuando vas
demostrando te van teniendo un poco
más de respeto. Por suerte, nunca he
tenido un acto de racismo. Con cada
cuadro que juego en contra me han
tratado muy bien, y eso es importante”,
dijo Mejía a Túnel.
El golero llegó a Uruguay con 17
años, y afirma que desde entonces fue
tratado de muy buena manera, tanto
dentro como fuera de la cancha, por lo
que está agradecido con los uruguayos. En
este sentido, Mejía afirmó que el problema
del racismo se vincula no con las palabras
que se utilizan, sino con las formas en
que se expresan, y si existe una intención
despectiva.
“A veces algunos jugadores te dicen
‘negro’, pero te lo dicen con cariño, como
me lo dicen mis compañeros o rivales,
que uno se lo toma bien. Nunca he tenido
problema porque me digan negro. He
tenido compañeros que nos llaman ‘negro’
en los entrenamientos y nunca hemos
tenido un problema ni dentro ni fuera
de la cancha, [porque] lo dicen de buena
manera, con cariño, con buena expresión”,
comentó.
Waterman coincidió con las
expresiones de su compañero. “No he
tenido ningún problema. En Uruguay
también hay negros, y por eso creo que no
he tenido ningún problema. Simplemente
en los partidos, como son chiquitas [las
canchas] te putean, pero no es para decir
racismo ni nada. Te gritan para sacarte del
partido, para desconcentrarte, pero son
cosas del fútbol porque después los ves en
la calle y te saludan, todo tranquilo”, dijo.
_Cecilia Álvarez y Mauricio Pérez
Las normas antidiscriminación
El Código de Disciplina de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) establece normas
de lucha contra la discriminación en el fútbol, donde se establecen sanciones deportivas y económicas para quienes realicen actos de discriminación o comportamientos
similares. El artículo 12 del Código establece sanciones de uno a cinco partidos para
quienes “públicamente humillaren, discriminaren o ultrajaren a otras personas de forma que suponga un atentado a la dignidad humana por razón de su raza, color de piel,
idioma, religión u origen étnico, o adopten de alguna otra manera una conducta racista
y/o que denigre al ser humano”.
Además, el Código establece duras sanciones económicas (entre 50 y 300 unidades reajustables, unos 40.000 y 230.000 pesos) o cierre de cancha por posibles actos racistas
o injuriosos por parte de las hinchadas. Los clubes serán sancionados “si en el transcurso de un partido, los hinchas, socios o seguidores de un equipo, a través de actos
injuriosos o manifestaciones agraviantes de indudable naturaleza colectiva atentaren
contra la dignidad, credo, raza o color de piel de jugadores, dirigentes, miembros de
los cuerpos técnicos, o desplegaren pancartas con leyendas o inscripciones de contenido racista y/o que denigren al ser humano”, establece la norma. “En todos los casos
operará como circunstancia agravante específica el hecho de que los promotores sean
Dirigentes, Delegados o Funcionarios del Club infractor”, agrega.
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Una visión gramsciana
Sofía y el fóbal
túnel mar-abr 2015
Antonio Gramsci.
30
Imagino a Antonio Gramsci (filósofo
y periodista italiano, 1891-1937) más
inclinado a alentar al Torino que a la
Vecchia Signora –siempre más identificada
con la derecha, muy esbelta ella– mientras
comenzaba sus estudios en la Universidad
de Turín, gracias a una beca por la cual
cobraba unas setenta liras mensuales.
También imagino que si en la cárcel había
algún picadito, que en mis fantasías serían
entre republicanos y fachos, pero si amago
cierta correspondencia con la realidad,
debería más bien ser entre bolcheviques
y socialistas, Gramsci difícilmente se
pusiera los cortos. Es probable que la
deformación de columna y su precaria
salud en general lo alejaran de ello. Pero
un tipo que llegó a afirmar que “el fútbol
es un reino de la libertad humana ejercido
al aire libre” no se quedaría sentado
y cruzado de brazos, dando cuenta
de un fenómeno inexistente para él.
Seguramente hinchaba por algún equipo,
tal vez el más débil en cuestión…
Gramsci sostenía la tesis de que
todos somos filósofos. Si uno lo lee así,
a la ligera, bien podría entender que
cualquiera de nosotros es un productor
de filosofía, o que la filosofía en definitiva
es bastante ramplona y no sólo está al
alcance de cualquier mortal, sino que
cualquier mortal es ya poseedor de ella,
sean cuales fueren las circunstancias.
Tal vez algo de esto último exista, pero
Gramsci hace un par de distinciones que
nos ayudan a entender mejor su idea. Y
en medio de ello, está esa misma libertad
de la cita futbolera.
La primera distinción tiene que ver
directamente con lo que es la filosofía,
que implica tener una concepción
del mundo, una forma de verlo y
comprenderlo, sin importar cuál sea. Lo
que sí importa es cómo llegamos a esa
concepción. Dado que esto puede ser
simplemente por herencia e incluso por
ciertas casualidades entrecruzadas, no
habría allí elaboración propia, sino que
estaríamos frente a la presencia de una
filosofía espontánea. Es la que se refleja
en el lenguaje, ya que los conceptos no
son palabras gramaticalmente vacías, en lo
que entendemos por sentido común y, de
forma aún más marcada, en todo nuestro
sistema de creencias y supersticiones.
Todo eso refleja una visión del mundo.
Claro, Gramsci entiende también que
podemos dar otro paso y llegar a una
concepción más “nuestra”, que consistiría
en elaborarla en forma consciente y
crítica –aunque fuere total o parcialmente
coincidente con la de nuestros ancestros–
y, por lo tanto, participar activamente en
la producción de la historia del mundo y
no aceptar pasivamente desde el exterior
el sello de la propia personalidad. De
lograrse ese movimiento, una especie
de acto de libertad, pasaríamos a lo que
él llama “filosofía como pensamiento
crítico”.
Intuyo que en el fútbol se da algo
similar al planteo gramsciano sobre la
filosofía. Aquellos que se aproximan a
él, sea desde su práctica como jugadores,
desde el examen minucioso que supone
el rol de entrenador o desde los que
“microfonean” dictando cátedra, hasta
aquellos que se alojan en la tribuna cada
domingo o realizan un seguimiento
televisivo o radial de ese deporte, poseen
tanto una concepción del fútbol como
una concepción del mundo asociada a él.
Y en ese caso, se daría también la misma
distinción: están aquellos que heredan
o adoptan tal concepción, repitiendo
palabras que son de otros, y aquellos que
asumen una postura desde el análisis y
la crítica y que, de repente, se animarían
a fundamentarla. En algún momento
debería surgir una palabra nueva, ¿no?
Dentro de esas concepciones, existe
un amplio abanico de posibilidades,
distintas visiones de la vida que inciden
en la visión que se tiene del fútbol (¿o
tal vez sea a la inversa?). Existe la visión
“resultadista” en sentido estricto, que
implica que todos los elementos giren en
función de un resultado y que podemos
identificar con la concepción de la razón
instrumental, aquella que es puente entre
medios y fines y establece los primeros
en función de la finalidad llamada
victoria en nuestro caso. Esta postura se
vive en frecuencia “ganar no es lo más
importante… ¡es lo único!” y nos lleva a
pensar en la satisfacción de ganar con un
gol en la hora, hecho con la mano y en
orsai. Porque, como en algún momento
dijo Bill Shankly, el entrenador que más
partidos dirigió del Liverpool inglés: “Si
eres el primero eres el primero. Si eres el
segundo no eres nada”.
Existen concepciones similares a la
anterior, que podemos llamar utilitaristas
y también medirán la bondad de un
acto por sus consecuencias y no por el
acto en sí mismo. Están basadas en el
principio de utilidad, que consistiría en
la mayor felicidad para el mayor número
de personas, idea que si bien es muy
tentadora, deja ciertos callejones para
que una sociedad pueda maltratar a un
número reducido de individuos si esto
generara felicidad a las grandes mayorías.
¿Hasta dónde no sería redituable para
todos que los campeonatos sean ganados
por los equipos de mayor convocatoria?
¿Qué estaríamos dispuestos a hacer para
que ello suceda?
Por otro lado, hay visiones
deontológicas, bajo las cuales
encontramos principios sólidos,
invulnerables, banderas que no deben ser
dejadas de lado en ningún momento. Si
se nos ocurriera que una de esas banderas
puede ser la de “jugar lindo” –esto sin
ser peyorativo, entiendo que decir “jugar
bien” puede ser una idea más difusa– en
referencia a la tenencia de la pelota, que
esta se juegue a ras del piso y que no se
la rife dividiéndola con el equipo rival,
dicho principio debería mantenerse aun
en las circunstancias más adversas.
Las visiones pueden ser muchas, y
muy distantes entre sí. En algún caso,
unas sólo tienen matices de diferencia
respecto a otras. Están las que se basan
en la solidaridad, las que hacen un
mayor anclaje en aspectos intelectuales,
las utópicas, las que apelan a los dientes
apretados… Nos demos cuenta o no,
prácticamente todos adscribimos a una,
o hacemos un sincretismo entre varias de
ellas.
Si Gramsci hubiese vivido en estos
días, en una de esas este escriba casi
estaría en condiciones de asegurar que
se habría sentado al borde del televisor
a mirar aquella final entre Italia y
Checoslovaquia, esa que Italia ganó
en una extraña primera versión del
alargue. Pero era el 34. No había tele. Es
probable, además, que tampoco estuviera
muy contento con esa Italia campeona
del mundo. Seguro que en la cárcel no
festejó, tal vez como un acto de libertad…
_ Marcelo Fernández Pavlovich
FÚTBOL Y TENDENCIAS
Qué bomba, señores
La aparición del Mahoma Fútbol Club en la refundada Liga
Árabe no fue una sorpresa por el carácter suicida y extremista
de sus integrantes (como antecedente figuraba la contratación
de Omar Borrás por equipos musulmanes), sino por ser el
primero que contaba entre sus miembros con fundamentalistas
entrenados en las filas del Estado Islámico. Se creó con el
objetivo de arrebatarle el trofeo a los otros radicales de la Liga:
el Wahhabi, que contaba con el apoyo económico de Al Qaeda
y destrozaba adversarios gracias a una combinación de poderío
económico y ocasionales atentados en sedes rivales.
Pese a que el Mahoma Fútbol Club estaba obligado a un
permanente recambio por la gravedad de las lesiones de algunos
de sus integrantes, infligidas mayormente por un cinto de
fulminantes adosado al cuerpo (“Una delantera explosiva”, tituló
un diario deportivo yemení, una nota sobre sus goleadores),
fue eliminando a clubes de más enjundia hasta convertir la Liga
Árabe en un cabeza a cabeza con el Wahhabi, término acuñado
por la costumbre de ambos conjuntos de celebrar cada victoria
con una decapitación.
El comienzo de la previsible final, celebrada tras un
show de fuegos artificiales que acabó con tres embajadas
occidentales, pareció confirmar el amplio favoritismo del
Wahhabi, que ya ganaba 4-0 antes de los 30 minutos de juego.
La rápida paliza obligó al técnico del Mahoma FC a revelar su
arma secreta: el ingreso al campo de Musab, un joven reclutado
por cazatalentos en las cuevas de Afganistán, que esperaba
ansioso su primera oportunidad en la liga. Su momento llegó
al minuto 35, cuando el juez cobró penal a favor de su equipo.
Musab tomó entonces la pelota, respiró hondo y recordó los
meses de entrenamiento y la confianza depositada en él. Sus
compañeros, como si fueran incapaces de soportar la tensión,
se taparon los ojos con vendas y no observaron el instante en
que Musab convertía el gol pese a su tiro tembloroso, iniciaba
una enloquecida carrera de festejo y se sacaba la camiseta para
mostrar a los jugadores del Wahhabi lo que llevaba debajo:
otra camiseta con una inconfundible caricatura del profeta
Mahoma.
Once titulares y nueve suplentes del Wahhabi se
abalanzaron sobre él y lo despedazaron en instantes al grito de
“¡Vengad al profeta!”. El juez no tuvo más remedio que sacar
tarjeta roja a todo el plantel y dar por ganado el partido –y por
ende el campeonato– al debutante Mahoma Fútbol Club, cuyos
integrantes festejaron efusivamente en una vuelta olímpica.
Llevaban en lo alto la cabeza del mártir Musab, en la que se
adivinaba un rictus satisfecho por haber cumplido la misión
suicida de su vida.
_ Martín Otheguy
Una mirada al fanatismo
A lo largo de mi carrera deportiva tuve la suerte de compartir
equipos con grandes jugadores de fútbol: Carlos Hormiga
Valdez, Mario Rafael Pacha Barilko, Jorge Bava, Andrés Piqui
Cazzulo. De estos dos últimos fui compañero en la cuarta
divisional del Club Atlético Peñarol. ¿Qué coincidencia reúnen
estos cuatro deportistas? Los cuatro jugaron tanto en Peñarol
como en Nacional.
Recuerdo que Jorge y el Piqui, vistiendo la aurinegra, antes
de salir a jugar los clásicos de cada año, en el túnel gritaban:
“Vamos que hay que ganar este partido”, “Arriba, gurises, este
es el partido más importante del año”. Sin duda Jorge lo sigue
haciendo, salvo que ahora, cabe aclarar, lo hace defendiendo la
casaca tricolor.
La lista de jugadores que pasaron por las dos instituciones
más importantes de nuestro fútbol es interminable, así como la
lista de jugadores que de chicos eran hinchas de Peñarol y luego
tuvieron que jugar en Nacional, o que eran hinchas del tricolor y
después defendieron la amarilla y negra.
De hecho, el máximo goleador carbonero, Fernando
Morena, de chiquito era bolso.
Pero es tal el fanatismo que impera en nuestro fútbol, que
todavía sigue instaurada como premisa fundamental que antes
de que el jugador firme para un grande, tiene que salir a declarar
que de chico era hincha de él. ¡Qué estupidez! Se los dice alguien
que tuvo que decir que era hincha de Peñarol para poder firmar
contrato con los mirasoles. Esto demuestra que los directivos,
más que directivos, muchas veces son hinchas que no pueden
entender que un jugador de fútbol es un profesional que dista
mucho de un fanático, como el hincha soñaría.
Por eso no entiendo cuando afuera de la cancha la gente no
entiende eso y cree que hay que mandar a uno al cajón o que
ya le mataron a dos y tiran piedras, suspenden partidos, cuando
a los principales responsables del espectáculo tanto les da jugar
para uno u otro bando.
“Aquel que pague más, bienvenido será y su camiseta
besaré”, parece ser el lema del futbolista.
Al sentir lo que siente un jugador profesional y al presenciar
con asombro el sentimiento del hincha fanático, llego a la
deducción de que este no es más que una persona con un alto
índice de estupidez, propia de un ser que se rehúsa a ver la
realidad que lo rodea. Un humanoide atrapado en un mundo de
unicornios que no se da cuenta de que ese jugador que hoy lo
hizo saltar y gritar, mañana, tranquilamente, podrá ser el mismo
que lo haga volverse para su casa con bronca, sintiendo que ese
“HDP al que su equipo le mató el hambre” (frase común entre
fanáticos) ahora le esté amargando el día de esa injusta manera.
Les propongo que nombren jugadores que vistieron las dos
camisetas. ¿De chiquitos serían hinchas de los dos?
_ Daniel Baldi
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Es un poema súper frágil
Foto: Leonidas Martínez
túnel mar-abr 2015
“Que esta puta, vieja y fría,
nos tumba sin avisar”
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Hace algún rato pasó esa ráfaga de aire
que algunos llaman muerte. Esa virazón
que se mete entre los músculos y te deja
inmóvil. Esas sombras del recuerdo que
bailan en la frente, y levantan polvo, y
sacuden las maderas quietas del tablado
de la memoria. Hace algún rato pasó esa
ráfaga de aire. Y nos quedaron versos que
vamos rimando con el dolor, rimas que se
pierden en el cuaderno de la nada. Poemas
difíciles, poemas frágiles. Y qué hacer ahora
con esta alegría de haberte conocido. Qué
hacer, a quién contarle, cómo ordenar en
el partido del alma esas pelotas que se van
al óbol, esos pelotazos que sobrevuelan la
mecida imagen de los árboles del Parque
Batlle. Cómo putear al juez divino, armar
un tumulto y empujarse con la vida, y
pecharse, y querer cagarse a trompadas, y
no ver el rojo en la tarjeta sino en los ojos,
y que te abrace alguien, que te proteja. Y
comprobar en el rabillo de la mirada que
lleva tus mismos colores, que se la juega
por el cuadro como por la percanta o la
vieja, y que te cuida. Que te va empujando
al vestuario que es como una casa, donde
todas las mañanas desayunás treinta
histerias, treinta euforias, treinta formas de
hacer las cosas, treinta ganas de estar en
los once para el sábado.
El Méndez Piana rebosado y el sol
colgando del cielo. Pendiendo el otoño de
las nubes. En la cancha calienta Hernán –un
botija que la descose–, el Pulga –que conoce
el área como el barrio Sur–, y tantos otros
que hacen acordar al fabuloso Raviol Varela,
o al Tincho Crossa. Van naciendo cracks,
pasando cracks, muriendo cracks. El olvido
no llega porque nunca se fue. El olvido es
el primer rival a driblear, el primer técnico
que no te pone. Miramar, el capo del clásico
de la medianera, mi casa, mis colores, mis
amigos. Y el Pelado De Castro el capitán
de todo aquello. Espigado, flaco, zurdo. Con
la niña bonita en la espalda y el brazalete
color bronca, desde la línea de fondo, ese
recinto de recios bigotudos, barbudos
oxidados, goleadores perdidos y rayas al
costado. Rompe la línea, quiebra el esquema,
el 4-4-2 se subleva. Torpes patadas,
brazo extendido, codo fundido en pómulo
herido. Ganar la posición, usar el cuerpo,
acomodarla en la zurda y sacarla lejos. En la
tribuna los monos se trepan al cerco, en el
cemento el recuerdo, en tus botines el credo.
“¡Ese es mi pollo!”, escuché poco
antes del pitazo. Los pibes acomodábamos
un once contra once que iría definiendo
quién se cambiaría en el vestuario de
Primera y quién seguiría peleándola quizás
eternamente. Miré hacia el portón y el
Pelado estaba prendido del mate con esa
sonrisa inconfundible tras los rombos del
alambre.
Debuté en primera con su casaca
prestada: la quince. Primero que nadie
en llegar, mate pronto a rodar, botines
lustrados. Último en irse, la colonia
empapándole el cuello. La crucecita
colgando del pecho. La estampa del barrio.
Amante del oficio de futbolista, todavía
lo veo en esa carrera loca de gol con un
frentazo en el primer palo del Tróccoli.
Todavía le veo esa cara de furia puteando
por lo bajo para despertar mi adolescencia
durmiendo en los laureles del Nasazzi,
contra el viejo Papal. Todavía y siempre
estará esa bandera con letras rojas rezando
“Rafa y Pelado garra y corazón”. Ruben
correrá por el alambrado agradeciéndole
las piernas que se jugó en cada arremetida,
Ciro bajará los escalones a los saltos
cuando su recuerdo se arrime al murito.
Vibrarán los nueves rivales cada vez que
pisen los terrones del Parque Méndez
Piana. Reirá el Cabeza Rondeau con sus
ocurrencias, el Chust aguardará la salida
del cuadro esperando verlo siempre para
palmear su pecho sudoroso y notar que
a su piel se traspasaron las mil rayas de
la camiseta. Su cabezazo irrumpirá en la
voz del hincha. Se apretará su legajo en
el nudo del zapato de todos aquellos que
lo conocimos, que lloramos su partida
temprana del área grande del mundo. Chau
amigo, chau crack. Te tendremos en la
gloria.
_Agustín Lucas

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