Alberto Martínez-Márquez

Transcripción

Alberto Martínez-Márquez
LE RAS SALVAJES
Revista de Literatura, Arte y Pensamiento de alta velocidad
Editor: Alberto Martínez-Márquez
Nueva época, número 4
(número doble)
junio-julio 2011
Ilustración de portada: ―Doble abstracción‖ (1964) de la artista estadounidense Mabel
Álvarez (1891-1985)
Composición, tipografía y diseño: Alberto Martínez-Márquez
Cuidado de la edición: Alberto Martínez- Márquez
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2011
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Alberto Martínez-Márquez, Editor
Letras Salvajes
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COLABORADORES/AS DE ESTE NÚMERO
QUE SEGURAMENTE NO OLVIDARÁS
Adriana Menéndez Narrativa
Antonio Arroyo Silva Poesía

Walter J. Mucher Fotografía


Ileana Garma-Estrella Ensayo

Yoko Ono Poesía
 Ivonne Denis Rosario Narrativa
 Magali Alabau Poesía
 Lee
Krasner Arte

 José Mañoso Flores Ensayo
JuLIÁN
PÉREZ
Poesía
Adalberto Correa Negrón Narrativa

Martín MoUreu Poesía

Alberto Martínez-Márquez Fotografía
Susan Sontag Ensayo

María José Mures Poesía


Andreu Navarra Ordoño
 George Reyes
Narrativa
Poesía

 Utada Akihiro Ensayo
 Héctor Zabala
Narrativa

Liliana Ramos Collado Respuesta al sondeo

Alberto Martínez-Márquez Reseñas
Grabado de una escena del Paraíso Perdido de Milton, en una edición de 1866
ilustrada por el artista francés Gustave Doré (1823-1883).
ADRIANA MENÉNDEZ
REGLA DE ORO
Tenía una regla de oro: mataba sólo los domingos. No
todos; pero nunca otro día.
A la primera la recordaba con más cariño, por supuesto.
Después de todo, era la que sin querer le había dado la
solución. Más de una vez había escuchado que la mejor manera
de sostener un matrimonio durante años era conseguirse una
amante cada tanto. Él, gracias a ella, descubrió que la mejor
manera de sostener una vida durante años era conseguirse una
muerte cada tanto. A ella le debía también que el psicólogo lo
encontrara lo suficientemente estable como para permitirle
abandonar su terapia. No le contó cómo había logrado resolver
su angustia, el tipo era despreciable pero no tanto como para
confiar en él.
Aquella tarde, esa primera vez, le resultó tan fácil e
increíble. No fue nada planeado, simplemente cruzaba la plaza
para tomar el colectivo que lo llevaba a la cancha. Caminaba
despacio entre jubilados que jugaban al ajedrez, chicos que
corrían palomas y artesanos de rigor. Se le apareció sola en un
banco al sol, leyendo un libro. Usaba anteojos y el libro era
viejo, casi seguro comprado de segunda mano. Bonita, delgada,
perfecta, con ese aire de autosuficiencia que siempre detectaba
en todas las chicas de veintipico, que tanto lo atraía y
exasperaba al mismo tiempo.
Apenas la vio se olvidó del partido de fútbol. Se sentó con
paciencia, no dijo nada. La esperó. Ni siquiera la miró. Diez
minutos después se estiró como bostezando y a propósito sin
querer, le golpeó el hombro.
-Uy, disculpame.
-No, por favor, no es nada.
Vuelta el silencio y a cerrar los ojos. No podía creer su
suerte. Dios se puso de su lado y a ella se le cayeron unas hojas
de adentro del libro. Él las levantó y, antes de entregárselas, con
cara de mucho interés, dijo:
-¿Estudiás cine?
-Sí.
-A mí me gustó mucho esa película de Kar-wai. Aunque
me parece que 2046 es superior.
Su habilidad para entablar una conversación de la nada
estaba intacta. Unas pocas palabras corteses más y ya todo fue
imparable. Reforzaba su teoría de que a las mujeres lo que les
faltaba era un hombre como los de antes. La cortejó, la sedujo,
le dijo exactamente las cosas que ella quería escuchar. Media
hora después, lo invitaba a su departamento a buscar unos
apuntes de la facultad que, según ella, a él le iban a interesar.
En realidad, matarla no fue su primer objetivo. Pero una
vez en el departamento y mientras ella hablaba y hablaba sobre
cine y sobre su trabajo, se enamoró. Y eso no se lo podía
permitir. Esa chica era demasiado perfecta y, por ende, merecía
morir. La miró en silencio, estudiándola como un antropólogo.
Por un instante, sintió el recuerdo de una duda que le llegaba
desde su infancia. De todas las noches en que la mamá le decía:
―no te vayas a la cama sin darme un beso, y dámelo de buena
gana, porque no sabés si mañana me vas a ver‖. Pero no era de
los que dudaban por pura satisfacción. Buscó su silencio con un
beso romántico al que ella no se resistió. Por el contrario,
cuando volvió a abrir los ojos, vio que sonreía. Tomó una punta
de la bufanda e hizo como que iba a sacársela para besarle el
cuello pero le dio otra vuelta.
-Sabés, lamentablemente no es algo que ni vos ni yo
podamos evitar.
No se puede decir que no haya luchado. Pataleó, manoteó,
se sacudió. Pero su cuerpo de apenas cincuenta kilos no pudo ni
siquiera acercarse al de él. Cuando hubo terminado, la desnudó,
la acostó en el sillón y la olfateó. Completa, con los ojos
cerrados. Empezó por la cabeza y el pelo, los diferentes
perfumes que lo iban atontando. El del shampú, el del cuello, el
desodorante de las axilas, las distintas cremas con las que había
emulsionado su cuerpo. Llegó a los pies y volvió a la vagina,
donde se detuvo unos minutos. Olfateó con placer, como un
ciego frente a un mar. Se paró, se masturbó, limpió todo y se
fue. Llegó a ver casi todo el segundo tiempo.
Desde aquella primera vez, habían pasado cinco años y
ocho muertes. Es fácil matar en la gran ciudad.
Siempre mujeres jóvenes, prometedoras, con esa frescura
que te humilla más que la bofetada que tu madre te daba en
público. De esas que usan palabras largas que duelen. Y
siempre las olía para ver si se iban limpias. Eso era un alivio. Si
consideraba que no, enfurecía y se ensañaba un poco. Les
dejaba una mano inconclusa, por ejemplo. O desviaba una
interminable hilera de hormigas hasta el cuerpo.
Distintas formas, distintos lugares pero, como en un fondo
indefinido, no resuelto, casi ninguna tenía rostro. Todas eran
una sola, egoístas, crueles; el horror al vacío era insoportable.
Con el tiempo, la sofisticación lo llevó a perfeccionar el
método. Disfrutaba haciendo girar esos cuerpos como antiguos
discos rayados de pasta, que dieran vueltas y vueltas como
calesitas en torno a ese puño que él decidiría cuándo retirar.
Someter la mente y que los cuerpos siguieran aguantando. Era
extraño y embriagador el placer que le daba poder suspender
tanto la vida como la muerte en una nube de silencio. Y
después, que el tormento diera paso a la ternura de su nariz.\
Hubo un momento en que barajó la posibilidad de
eliminar una de las dos vidas que llevaba. Pero como no pudo
decidirse siguió con las dos. Después de todo, no hay retorno
de los nichos, ni de un tipo ni del otro.
La última fue hace quince días. Otra vez la coartada de la
cancha. En realidad, no la buscó. De nuevo, ella lo encontró a él.
Cuando puso la llave en la cerradura de su casa, aún tenía
la última imagen detenida en su cabeza, tratando de que no se
le borrara antes de tiempo ese momento tan lamentablemente
irrepetible. No se sentía tan pleno. No había podido
masturbarse. Hacía mucho que se le negaban los placeres
carnales.
Entró y la primero que llegó a recibirlo fue la nena.
-¿Cómo te fue en la cancha, papá?
-Sabés que no fui, no pude entrar, no conseguí entradas.
-Hace rato que no conseguís nada vos – se escuchó desde la
cocina la voz de su mujer, que asomándose agregó – sobre todo
trabajo.
-Está un poco de mal humor, papi, no le hagas caso.
-Sabés, lamentablemente no es algo que ni vos ni yo
podamos evitar.
Adriana Menéndez nace en Buenos Aires, Argentina, en 1965. Es traductora
de inglés y hasta el momento ha publicado
tres libros de cuentos: Un poquito de
smog (2001), Maquiavelos y estafados (
2004) y Huracán en la garganta (2008). Su
blog
es
http://adrianamenendez.blogspot.com.
ANTONIO ARROYO SILVA
LAS PALABRAS
Las palabras no vuelven al poema,
el poema regresa a ser incendio.
Y una sed que me inunda tenuemente
como lluvia verbal que ha de partir
lleva sombra de nube en los zapatos
de aurora fugaz que sueña ríos.
Las palabras respiran mis pulmones
y dan aire al no-ser que me suplanta.
Extranjero del gesto de mi boca,
me descubro en el gesto del lenguaje
y me extraña sentirme cual gorrión
en la jaula atrapado por el canto.
Mas no-ser es el árbol que yo ansío.
Ser la ausencia ilumina el pensamiento:
respirar en el aire de las cosas
es ser yo con la forma y las raíces
de ese árbol sagaz que es horizonte,
de ese árbol mental que me descubre.
Las palabras que engañan al poema,
como al ojo el final del laberinto,
son palabras que llueven de la asfixia
y que apagan la llama que transforma
la mirada en un acto de la mente,
la mirada en el canto que me habita.
EL PRINCIPIO
¿De dónde viene el hábito mordaz
de morderte la lengua en el instante
del recuerdo? ¿De dónde la escollera
que le sigue al olvido cuando pisas
la evidencia de ser tu propio hálito?
No calles aunque duela decir lluvia.
aunque caves la tumba del lenguaje,
llegará otro lenguaje de otra lluvia.
Y si cavas en ti saldrás tú mismo
a sembrar tu agujero de luciérnagas.
¿De dónde viene el hábito mordaz
de cegar tu mirada con palabras?
FUE UN INSTANTE
Fue un instante. Extraño parece
que haya pasado delante de mí y se haya vuelto a mirar mi
codicia
reflejada en la fruta.
Quedarse en suspenso con la miel rodando de las pestañas
y el chapoteo del rictus
en el pie eriza el amaranto,
bulle en la garganta
con ese silbido que viene lejano
a callar el rubor del presentimiento.
El tiempo es un durazno:
va a remontar nacientes.
La redondez del néctar no es dulzura,
llega a la desazón de haber mordido
una sombra
agazapada en la voz del escarabajo.
Un instante del tiempo, un instante es todo el tiempo
de morder la acidez de la fruta.
Su discurso es un delta
remontando los mares
a vivir capturado delante de mis ojos mirándome pasar
derramado en mi sed.
TIENEN costra de años y de pájaros
las ciudades del odio. Tienen nieve
desteñida en sus pétalos azules.
Mustio desasosiego: no hay noche
en la mirada dulce de los álamos
ni en la parada triste hacia el olvido.
No hay día en los semáforos del liquen.
Hay un residuo viejo, una cáscara
de soledad mordida por la luz.
Tienen costra de cóncavo aleteo
los cristales ajados de la aurora.
Tienen máscara encima del vacío.
Fue casi por instinto el irse
los girasoles al temblor
Fue casi
radiante el gesto
Cóncava
la doblez del torso
Sagrada ingenuidad
por las hojas
No más
no fue más que morir
DE LA OQUEDAD DEL ÁRBOL manan las orejas.
Escuchar el silencio tras el zumbido. La ondulación viene
de adentro de donde la herida bulle debajo de la cáscara.
Orejas del habla aleteen al níspero viértanse en el diente
de la naranja y escuchen el silencio detrás del huracán
NO TE QUEDES EL MIEDO.
Recibe los hachazos como una bendición.
No te corta la mano furtiva,
te abre la hondonada que le urge a la boca
para callar al lobo con un beso de sangre.
El miedo no es país, no una almendra mirando
la oquedad de la flor ajada por el fruto.
Un espejo en el fondo, la avenida más larga
donde nadie te espera…Los semáforos ígneos
parecen azucenas que dejaste a los náufragos.
El miedo es el zapato que olvidaste en mi vientre
No te engañen auroras con sus alas domésticas
de encender los rescoldos que le quedan al miedo.
¿Eres tú el que sabe ser un pez sin celada
en un mar de aguas quietas?
No es amor lo que incita a ignorar el anzuelo.
Tejedor Leocadio entre la jauría de lobos sin banderas
A buscar esa sombra de un aullido el aceite de los barcos
celestes
en el lomo se posa del concierto inconcluso
a la sazón bajando como abejas del tímpano
a una desolación de bárbaros andamios sobre la yerba
impura
Esta vez el noray ignoró una bandada en espera
el vuelo incesante de las amapolas y el engaño azul de la
infiel benzedrina
Esta vez no quisiste dormir otro sueño más allá de aquel
que no existe
con las alas truncadas por marasmos de perros callejeros
Su estertor de cabinas y alféizares que incitan
muchedumbre de peces
fue cazar al cetáceo que aloja tu ausencia milenaria
No encontraste el declive del oro sobre los muros del
muelle
La muerte fue una efímera senda que huyó de los
calendarios
y una noche en el párpado que encendía pespuntes
en la infancia de Gelman
El llamado del mar en tetra brik vacío va dejando cartones
impresos en las uvas del labio transcendido
a una voz que le teme a la lluvia de sí
Antonio Arroyo Silva nace en Santa cruz de La Palma, isla de La Palma,
Canarias, España, en 1957. Ha sido
colaborador de revistas en papel, como
Artymaña, La menstrua Alba (de
Canarias), Zurgai (de Bilbao) y de revistas
digitales como la de la Sociedad de
Escritores de Chile, Cinosargo, etc. Ha
publicado tres libros de poemas: Las
metamorfosis (1991), Esquina Paradise
(2008) y Caballo de la luz (2010). Sin editar
tiene Symphonia, Marzo, Fila Cero, El roce
de la memoria, Poética de Esther Hughes y
Casi luz. Ha participado en una antología
de prosa poética, Pincelada de relatos
(2010) Actualmente es secretario general de
la Asociación Canaria de Escritores. Su
blog: http://esquinaparadise.blogspot.com.
WALTER MUCHER
Árbol
Callejón
Capilla
Sendero
Walter Mucher nace en Santurce, Puerto Rico, en 1964. Poeta, narrador,
dramaturgo, ensayista, crítico literario, artista, fotógrafo y profesor
universitario. En 2004 publica su libro de
cuentos Cuerpos sin delito. También ha
publicado en la muestra de poesía El ojo de
la perdiz (1991) y en El límite volcado:
antología de la Generación de Poetas de
los Ochenta (2002). La antología
Expresiones, publicada por el Instituto de
Cultura Puertorriqueña en 2004, recoge un
monólogo teatral y un cuento de su
autoría. Sus ensayos de investigación
literaria
han
sido
publicados
en
prestigiosas revistas académicas. Su más
reciente poemario, intitulado Preludios,
recoge su poesía escrita entre 1989 y 1996.
ILEANA GARMA-ESTRELLA
LOS INDÍGENAS EN LA CIUDAD DE MÉXICO: TRES
VIAJES HACIA LA IDENTIDAD*
Avatar de una joven chinanteca
Cuando nací, en San Antonio Analco todos hablábamos
chinanteco. Es una comunidad muy pequeña donde la tierra se
trabaja y se alimentan animales para después consumirlos.
Desde temprano se hacen tortillas y se prepara una olla grande
de café que bebemos durante todo el día, en las mañanas
calientito y más tarde, algo fresco, con la familia, debajo de un
techo de adobe.
En la primaria todos hablábamos chinanteco y los
profesores también hablaban nuestra lengua, pero trataban que
aprendiéramos español, decían que nos serviría en el futuro y si
no querías, mandaban llamar a tus papás.
Cuando tenía ocho años, el español no me interesaba. Yo
salía en las mañanas a barrer el solar y alimentar a los pollitos;
los árboles estaban despiertos sobre mí, creando sombras y los
días eran tan claros que corría sobre ellos, descalza, sin
entender la palabra futuro.
Cuando algún maestro me preguntaba algo, siempre les
contestaba en chinanteco. Ellos me regañaban, pero yo les decía:
―Maestro, para qué quiere que hable español si aquí me
voy a quedar, aquí me voy a casar y voy a tener muchos hijos, y
la verdad creo que no necesito el español, así que no se esfuerce
en ponerles más recados a mis papás porque no lo voy a hacer,
no lo necesito‖.
Al terminar la primaria, ya sabía lo que podía esperar:
quedarme en casa a ayudar a mi madre en las labores del hogar
y el campo, o irme a vivir a otro pueblo llamado Usila, que
quedaba a cinco horas de mi pueblo por desgajadas veredas,
donde la gente hablaba otra variante del chinanteco y se
rumoraba que los maestros no eran buenos.
Tenía muchas ganas de seguir estudiando, pero no veía la
manera. En esos días nos visitó una tía que residía en la Ciudad
de México. Sabía que mi padre no estaría de acuerdo, pero la
idea de salir y enfrentarme con algo que me haría mejor no me
dejaba tranquila, así que decidí decírselo a mi padre. Él, como
lo esperaba, se enfureció mucho, recuerdo que estábamos
cenando y el frijol estaba en una olla de barro junto a mi papá,
cuando le dije lo que quería empujó la olla y me regañó, y hasta
se quemó el brazo, pero ni cuenta se dio. Dijo que nunca me
dejaría ir y que lo mejor era que me quedara en casa, porque él
no me ayudaría en nada y no vería ningún centavo de él. Mi
mamá reaccionó de diferente manera.
Durante esas noches no podía dormir, pensaba que sería
capaz de todo, hasta de escaparme, pero me daba rabia no poder
hablar claro, de frente y que me comprendieran. Una de esas
noches mi mamá me llevó una bolsa negra con dinero, me dijo
que eran sus ahorros, que si quería estudiar y salir adelante, que
me fuera, que ella me daba permiso.
Mi tía no quería llevarme, pero le supliqué tanto que
accedió. Le rogó a mi papá que le entregara mis papeles y me
llevó a la ciudad, pero me dejó muy claro que ella no podría
hacerse cargo de mí porque trabajaba como doméstica en una
casa.
Me colocó como sirvienta en una casa de la ciudad donde
había varias señoras con el mismo trabajo, entonces empecé a
sentirme mal, no era posible que hubiera hecho el viaje para
terminar lavando trastos, yo quería estudiar. Se lo comenté a
una de las señoras de la casa, pero me dijo que para personas
como yo no había escuelas, que yo era diferente y que no existía
un lugar para mí. A pesar de todo tuve suerte, o tal vez no se
trata de suerte, sino que había luchado tanto por estudiar, que
tenía que lograrlo. Otra señora escuchó sobre mis deseos y me
sacó de esa casa para llevarme con una familia oaxaqueña.
En esa nueva casa tuve la oportunidad de estudiar la
secundaria y la familia me recibió como si fuera una más de sus
integrantes. Les dije claramente que no quería que me pagaran
ni un centavo, que les lavaría y les plancharía, pero que me
dejaran estudiar.
El director de la secundaria me aceptó en la escuela; me
dijo que no iba a responder por todo lo que me pasara ahí.
Decía que mis compañeros se iban a burlar mucho de mí por mi
manera de hablar.
Dicho y hecho, la secundaria fue la peor etapa de mi vida.
Llegaba feliz y regresaba llorando, eso fue durante los tres años
de estudio. Aunque era una de las mejores, estaba becada y con
regularidad salía en el cuadro de honor, mis compañeros no
estaban orgullosos de que yo fuera parte de su grupo. Me
llamaban india y me decían que me regresara a mi pueblo.
Yo no podía hablar español, no sabía contestar. No
comprendo cómo podía leer en español y entender lo que me
decían, sin hablarlo. Sabía decir sí y no y de esa manera
avanzaba cada día, a pesar de ser insultada, de que me pegaban
chicle en el cabello o que me mancharan la falda.
Mis maestros siempre me apoyaron. Una maestra de
español me ayudó y me enseñó a hablar español, a formar
oraciones, responder y exponer mis ideas. Hay cosas de todo
esto que se han quedado dentro de mí y a veces, sola, las
recuerdo, cuando es de noche o hace frío, y unas me dan risa y
otras, ganas de llorar.
La primera comida que tuve frente a mí fue un plato con
huevos estrellados y un vaso de leche. A pesar de que estuve a
punto de vomitar, tuve que comer. No comprendía por qué
comían el embrión de los pollitos, nosotros en la comunidad los
criábamos para comer después, cuando fueran carne. Tampoco
entendía eso de tomar leche, si no somos becerros.
La señora con la que viví y sus hijos me enseñaron los
detalles de la vida en la ciudad y me apoyaron. Tuve mucho
acompañamiento de su parte. Eva, su hija, se quedaba hasta
tarde conmigo para ayudarme a terminar la tarea, a pronunciar
bien las palabras, a escribir mejor.
A veces, cuando terminaba el día, cuando tenía el
estómago lleno y un lugar para dormir, me sentía triste y sola.
¿Por qué no podía desvelarme por aprender a escribir en
chinanteco? ¿Por qué no podía tener discusiones sobre química
o geografía en chinanteco? Entonces pensaba en un poema de
José Emilio Pacheco llamado ―Indeseable‖:
No me deja pasar el guardia.
He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el banco.
Reprobé el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
De callarme y hundirme en la basura.
Esto es todo lo que hay qué decir. Cada vez que tengo
oportunidad voy al pueblo y le digo a mi gente que le eche
ganas, que sí se puede. Lo creo cuando veo a los niños con los
que trabajo y les trasmito mi cultura. La educación está más allá
de las escuelas, la educación somos todos, pero si no hay
respeto, lo único que podemos construir es ignorancia.
La interculturalidad para una joven náhuatl
A veces pienso que todo se debe al miedo. En casa todos
hablábamos náhuatl y muy rara vez escuchaba a mi papá decir
algo en español, generalmente hacía eso cuando hablaba con
nosotros, sus hijos. Él tenía miedo de que no pudiéramos salir
adelante sólo con la lengua materna.
Cuando entré a la escuela tuve un sentimiento de
extrañeza. ¿Por qué estábamos aprendiendo a escribir en
español si nuestra lengua era otra? ¿Quién me iba a enseñar a
escribir en náhuatl?
No supe qué sentí, si discriminación o qué. Yo lo que tenía
era miedo porque debía hablar español, y sólo me sentía en
confianza hablando mi lengua. Los maestros me veían como si
fuera tonta, que no sabía, no sé. Yo me creía forzada a hablar en
español.
Con mi mamá y mis hermanos hablaba mi lengua, pero
cuando me miraban los maestros hablaba en español con mi
mamá, aunque ella me respondiera en su lengua. Sentía que me
veían mal y mis compañeros hacían lo mismo. Teníamos miedo
a ser distintos a los maestros, ellos tenían miedo a que nosotros
fuéramos distintos a ellos. Supongo que les parecía que la
mejor manera de controlarnos es que todos fuéramos iguales,
como las salchichas, en serie.
Mamá siempre nos decía que debemos salir adelante y que
no podíamos quedarnos ahí. Sentía muy rechazada mi cultura y
quería ser mejor, ayudar a mi gente. Entonces terminé la
secundaria, pero ya no podía estudiar la preparatoria porque no
había dónde. Y mis papás ya no tenían posibilidad de conseguir
recursos y mandarme a un pueblo.
Me trasladé a México y me puse a trabajar. Fue como si
llegara a otro país, con otra raza, a otro planeta. Las personas
eran distintas, hablaban distinto, se vestían distintos. Todo era
difícil y opaco, era como si estuviera transitando por un túnel,
donde la salida fuese sólo un presentimiento.
Las diferencias más notables eran en la comida. Aquí todo
me sabía tan simple. Entre tanta gente, ¿quién era yo?, ¿de
verdad existía? Entre tanta gente que hablaba español, los
letreros en español, los menús en español, la vida en español.
¿De verdad existía el náhuatl?
Es como si las otras lenguas de México no vivieran, como si
en la ciudad no hubiera indígenas.
Empecé a trabajar como sirvienta, fue cuando conocí la
palabra india. La señora de la casa definía a los indios como
seres que no saben prender una estufa, que no conocen las
alacenas y que nunca han visto un horno de microondas. La
señora de la casa no imaginaba que existen lugares donde tener
un microondas resulta imposible por la falta de electricidad y
que hay diversas maneras de guardar los trastos. Supongo que
creía que en China también se comen romeritos en navidad y
que en Inglaterra hablan español. Fue muy desagradable vivir
eso, cada persona cree que su mundo es el mundo.
¿Hasta dónde nuestra educación monolingüe es
responsable de ello? Estudio la licenciatura en Educación
Indígena para que los niños no sufran lo que yo viví. Mi trabajo
es compartir mis conocimientos y aprender la cultura de ellos.
Estoy en Xochimilco donde hay mazahuas y nahuas, y cada uno
tiene su propio conocimiento. Educar es compartir. Quisiera
que nadie se sienta rechazado por ser mazahua, mixe o nahua.
Como pueblos originarios no pueden tomarnos como historia
que ya pasamos. Seguimos, todo va cambiando, pero estamos
aquí, totalmente ricos en cultura y debemos ofrecerla al mundo.
En busca de la palabra perdida
Todavía era pequeña cuando emigramos a la Ciudad de
México. Nunca había escuchado el español; mi única lengua, mi
manera de ser, parte de mi familia y de mi pueblo era hablar el
zapoteco. Había neblina cuando nos despedimos del abuelo, y
hasta los pájaros estaban dormidos. Sólo los árboles nos
olfateaban como perros de caza, como la lluvia olfatea a los
abandonados.
La primera palabra en español que entendí con cabalidad
fue vergüenza. La maestra que tuve en los dos primeros años de
primaria hacía que sintiera eso, vergüenza por lo que yo era, por
mi pasado de animales pastando, de roja tierra, de gallos en el
amanecer.
Siempre me trataba mal y mandó a buscar a mi mamá para
decirle que estaba obligada a lograr que yo dejara de hablar mi
lengua, porque así nunca aprendería. Yo hablaba mi lengua en
la primaria y la maestra de plano decía: ―No, a ésta no la
queremos‖. Los demás chicos no querían ser amigos de alguien
que no era aceptada ni por la profesora, me dejaban a un lado
en todas las actividades y los juegos. Mi mamá iba a la escuela a
traducir lo que la maestra me pedía, porque yo no sabía nada de
español. Fue muy difícil, me sentía ignorada.
Yo no sabía qué decían todos junto a mí, yo no entendía
nada y en lo único que pensaba durante todas las pesadas horas
que tenía que estar en la escuela era en mi pueblo, en la
humedad, en las aves y los oscuros zopilotes.
No podía tener amigos porque la mayoría me humillaba.
Entendí el español como a los ocho años y quise olvidar mi
lengua porque me tachaban de india. Quise parecerme a ellos,
mutar. Era como si quisiera matar a mi familia, por eso me
resistí, pero no sabía cómo ser yo, y al mismo tiempo moverme
con ellos.
La base de la educación tiene que ser la tolerancia, porque
salimos de nuestros pueblos buscando una mejor calidad de
vida, donde lo fundamental sea el respeto, la cooperación, la
apertura y las oportunidades sin importar cómo te veas, cómo
hables, de dónde seas. Cuando se rompan esas trabas
ideológicas podremos hablar de calidad de vida, que poco tiene
que ver con lustrados edificios, corbatas o automóviles.
Nota
Relatos recreados a partir de entrevistas que realicé a tres mujeres
indígenas: Alicia Gregorio Velasco, chinanteca, originaria de San Antonio
Analco, de la sierra norte de Oaxaca; Dominga Cruz Reyes, náhuatl,
originaria de la comunidad de Siete Palmas en la región huasteca de
Veracruz, y Yanet Luna Robles, zapoteca, originaria de San Pedro Cojonos,
de la sierra norte de Oaxaca, las tres viven actualmente en el Distrito
Federal.
Ileana Garma-Estrella nace en Mérida, Yucatán, México en 1985. Becaria
en el 2005 del Programa de Fomento a la Creación y Desarrollo Artístico
de Yucatán. Diplomada en Literatura, Protocolo y Periodismo por la
editorial Santillana 2006. Egresada
de la escuela de Creación Literaria
de la Sociedad General de Escritores
Mexicanos
2007-2009.
Premio
Estatal de Poesía Jorge Lara 2005.
Premio Estatal de Poesía José Díaz
Bolio 2005 del Patronato Pro
Historia Peninsular (PROHISPEN).
Premio Nacional de Poesía Charles
Bukowski 2008. Premio Nacional de
Poesía Francisco Javier Estrada
2008. En 2006 publica el poemario
Itinerario del agonizante y la
plaquette de poesía Y el estado de sitio.
YOKO ONO
DE INSTRUCCIONES* (Traducción de Nicole Cecilia Delgado)
PIEZA EMBRIAGANTE PARA ORQUESTA
Imagina que un pez puede cruzar nadando el cielo.
Deja que nade desde Occidente hasta Oriente.
Bebe un litro de agua.
Imagina que un pez puede cruzar nadando el cielo.
Deja que nade desde Oriente hasta Occidente.
PIEZA PARA GRABAR II
Pieza de habitación
Captura el sonido del cuarto respirando.
1) al amanecer
2) en la mañana
3) en la tarde
4) en la noche
5) de madrugada
De una vez, embotella el olor del cuarto
durante esas horas.
PIEZA DE RELOJ
Roba todos los relojes y alarmas
del mundo.
Destrúyelos.
PIEZA DE CAMINAR
Camina sobre las huellas de la persona
en frente.
1.
2.
3.
4.
5.
en la tierra
en el lodo
en la nieve
sobre hielo
en el agua
Intenta no hacer ruido.
PINTURA PARA EL VIENTO
Corta un agujero en una bolsa con semillas
de cualquier especie y coloca la bolsa
donde haya viento.
PINTURA PARA MARTILLAR UN CLAVO
Martilla un clavo en el centro de un pedazo
de vidrio. Envía cada fragmento a una
dirección al azar.
PIEZA PAPALOTE I
Toma prestada la Mona Lisa de la galería.
Haz un papalote con el cuadro y vuela.
Vuela tan alto que desaparezca la sonrisa
de la Mona Lisa. (a)
Vuela tan alto que desaparezca el rostro
de la Mona Lisa. (b)
Vuela tan alto que se vuelva un punto. (c)
PINTURA PARA VESTIR
Recorta abrigos o vestidos de pinturas
adquiridas, como Da Vinci, Rafael,
De Kooning. Puedes ponerte el lado
pintado hacia adentro o hacia afuera.
También puedes hacer ropa interior con ellas.
RETRATO DE MARÍA
Envía un lienzo a una María en cualquier país
y pídele que pegue su fotografía.
Pídele que envíe el lienzo a otra
María, en otro país, para que haga lo mismo.
Cuando el lienzo esté lleno de
retratos de Marías, se debe enviar
de regreso al remitente original.
El nombre no tiene que ser María.
También puede ser un nombre inventado,
en cuyo caso la lona se enviará a
distintos países hasta que se encuentre
a una persona con ese nombre. El objeto
que se pegará sobre el lienzo tampoco
tiene que ser una fotografía. Puede ser
una figura numérica, un insecto
o una huella digital.
PIEZA DE HULE
Imagina que tu cuerpo se esparce rápidamente
por todo el mundo como tejido delgado.
Imagina que cortas una parte del
tejido.
Corta un pedazo de hule del mismo tamaño
y cuélgalo en la pared junto a tu cama.
PIEZA DE CAÑÓN
Pega tu nombre en la ventana.
Pide prestado un cañón.
Toma distancia y dispara contra
tu nombre.
El nombre puede ser un nombre o un número
tomado al azar del directorio
telefónico.
Si no hay un cañón disponible, puedes usar
pistolas automáticas, flechas, piedras,
escupir, orinar, sofocar, o cualquier otro método.
Si no hay nada disponible, ve y observa
hasta que el nombre se vuelva irreconocible
en el atardecer.
Puedes usar telescopios para observar.
PIEZA DE AMANECER
Toma la primera palabra que cruce
tu mente.
Repite la palabra hasta el amanecer.
PIEZA PARA CAER
Sal fuera de tu cuerpo.
Mírate caminando por la calle.
Hazte tropezar con una piedra y caer.
Mírate.
Mira a otra gente mirarte.
Observa cuidadosamente cómo te caes.
Cuánto dura la caída y cómo es el ritmo.
Observa como si miraras en cámara lenta.
DOS TELEGRAMAS
1) ME VENGO ESTA MAÑANA CON AIRES DE
PRIMAVERA
AMOR
2) NO PUEDO CREER TU ESTUPIDEZ
CREER QUE DE VERDAD PODRÍA IR
STOP SABES QUE NO TENGO UN CENTAVO
STOP VENIR SIGNIFICA VENIR COMO EN LA CAMA
STOP NO VUELVAS A LLAMAR CON CARGO
REVERTIDO
LA CUENTA DE TELÉFONO DEMASIADO ALTA
* Estos poemas pertenecen al libro Grapefruit, A book of instruction and
drawings, publicado por primera vez en 1964 en Tokio, en edición limitada
de 500 ejemplares, por Wunternaum Press. La poeta puertorriqueña
radicada en México, Nicole Cecilia Delgado, los ha traducido bajo el título
de Instrucciones, para una edición bilingüe que sale publicada
próximamente bajo el sello editorial Kuxtitali Kartonera, en Chiapas,
México.
Yoko Ono artista estadounidense de origen japonés, nacida en Tokio en
1933. En 1952 se trasladó con sus
padres a Nueva York. A comienzos
de su carrera artística, Yoko Ono
organizó happenings, como por
ejemplo una exposición de lienzos sin
pintar en Tokio. Formó parte del
movimiento vanguardista de los
años de 1960. Era integrante del
grupo Fluxus. Fue adepta del arte
conceptual, en el cual las ideas son el
motor y la esencia de la obra de arte,
pudiendo llegar a ser incluso más
importantes que su forma física y el
empleo de técnicas de realización. A finales de la década de 1960 realizó
películas experimentales como Bottoms (1967), Rape (1969) y Fly (1970).
Nicole Cecilia Delgado nace en Puerto Rico en 1980. Poeta, traductora y
organizadora cultural. Ha trabajado como
facilitadora de talleres de creación
literaria,
poesía,
periodismo,
encuadernación y libro objeto en Puerto
Rico, Nueva York y México. Es una de las
fundadoras del colectivo de escritoras Las
Poetas del Megáfono. Actualmente,
desarrolla junto a Xavier Valcárcel, el
proyecto editorial Atarraya Cartonera de
Puerto Rico. Ha publicado los poemarios:
Inventario secreto de recetas para enrolar
las greñas con cilindros de colores (2004), Secretos familiares (2006),
Intemperie (2007), Nueve sueños (2008), Violencias cotidianas (2009),
Desierta (2010) y Añosluz (2010). Su obra ha sido parcialmente traducida
al inglés, catalán y portugués. Reside en México desde 2007.
YVONNE DENIS ROSARIO
ÉL REGRESÓ
Cuarenta y un años de matrimonio sostenido, hasta que
decidió regresar.
Cuando se acostó en su cama, al lado del hombre que toda
la vida había estado con ella, tenía miedo, no lo conocía. Por
primera vez en mucho tiempo quiso abrazarlo, pero ya entre
ellos eso no ocurría. Había un pacto y en ése no estaba incluido
las demostraciones de afecto y protección. Era un espacio frío
entre ambos, como el que ella sentía en ese momento. No existía
cobija que cubriera su piel helada. Suprimía sentires lejanos.
Sin embargo, su marido, el profesor universitario, dormía
como siempre lo hizo, no se movía, como si estuviese muerto.
Era ella la que estrujaba las sábanas moviéndose de un lado a
otro toda la noche hasta la madrugada.
—¿Estás despierto? —no escuchaba lo que decía.
—¿Qué pasa? —parecía decir.
—Tengo frío. —ninguna respuesta.
Este era su tercer esposo.
Fueron muchos sus amantes,
entre tantos, que ya olvidaba sus nombres. Algunos ya
fallecidos, otros aún vivos. Cada cierto tiempo le escribían,
recordándole aquellos momentos que no volverían. Ella, muy
diestra en esos menesteres, los trataba con cariño y los dejaba
pensar que nunca serían olvidados en su memoria y en su
corazón. Ese detalle los calmaba un poco y se retiraban
satisfechos, hasta la próxima ocasión en que sintieran nostalgia
por ella y continuaría con el ciclo. Por alguna, razón eso la hacia
sentir la más amada por todos, aunque no quisiera ver a esos
otros que pasaron por su vida, nunca más.
**
Vivíamos en un edificio de condominios con una
estructura vieja, construido en concreto armado en su totalidad.
Las paredes eran fuertes, no se escucha sonido alguno de
ninguna parte. Dimas Aragunde y su esposa, vivían allí desde
que se entregaron las primeras unidades. El arquitecto que lo
diseñó era hijo de ellos, y el lugar más espacioso de todos lo
tenían sus padres.
Cada cual vivía privadamente. Yo, justo al lado de ellos.
Mis horarios como periodista del Canal BBC eran irregulares,
pero siempre los veía. Coincidía una que otra vez, con sus
entradas o salidas. Las oficinas centrales de la BBC me
quedaban cerca y en ocasiones, cuando no deseaba almorzar o
cenar con nadie, cualquiera fuese el caso, me iba a mi
apartamento. Doña Obsidiana y yo, la esposa de Aragunde,
éramos las únicas negras residentes en ese edificio de lujo,
ubicado en la Avenida Ashford en el Condado. Un lugar
privilegiado para algunos. Ella siempre se mostró cariñosa
conmigo. Desde el mismo día en que nos mudamos a ese lugar.
Recuerdo cuando compré el apartamento. Semanas
después de la mudanza, tuve que entregar copia de las
escrituras a la administradora del condominio, donde se
acreditaba que era la dueña del inmueble. Aunque me presenté
como lo requería la educación que recibí de mis padres, la
señora me miró de arriba abajo y hasta me dijo que si estaba
segura, si no me había equivocado de lugar. Una vez leyó la
copia de la Escritura de Compraventa no tuvo otro remedio que
disculparse. Ya eran comunes para mí las demostraciones de
escepticismo de la gente en algunos lugares, e ignoré su
comentario. Ese día alguien escuchaba la conversación, era doña
Obsidiana. De inmediato se presentó como mi vecina
inmediata. Desde entonces, ella me manifestaba su afecto.
Con el pasar del tiempo, fueron muchas las ocasiones en
que me acorralaba en el pasillo y preguntaba por mi trabajo de
periodista. Cuando podía la invitaba a entrar a tomar café y
hablábamos largo rato. Don Dimas estaba siempre ocupado,
leyendo, decía ella. Así fue que me narró su historia, cómo lo
conoció a él y cómo su familia se opuso a que se casara con un
hombre blanco. Querían, decía ella, que no sufriera de
discrímenes, que en su tiempo eran tan crueles como ahora,
alegaba. Hasta comenzó a decir, y luego guardó silencio, que su
familia tuvo algo de razón, que era víctima de los prejuicios de
su esposo, pero era algo que estaba atado a la crianza que él
tuvo, así lo justificaba. Cuando quise indagar, no dijo más. Su
comentario no guardaba relación con la manera en que hablaba
de él, le profesaba mucho amor.
Sus primeras preguntas, recuerdo, iban dirigidas a saber
cómo había llegado al puesto que tenía actualmente en la BBC.
Así fue que le hice toda la historia de mi primer trabajo antes de
graduarme, como practicante, en la emisora de radio de la
misma universidad, Radio Activa. Recordé con ella algunas de
mis vivencias cuando me asignaban a cubrir sucesos de tránsito,
protestas, huelgas… todo lo que se presentara. Hasta llegó a
indagar, si había ganado algún premio por mis labores
investigativas. No entendí a lo que se refería y sólo le contesté
que algunos premios, adjudicados al equipo de trabajo.
Entonces, en ese su ahondar de mi pasado, me hizo
recordar la época en que recibía ayuda económica para estudiar
comunicaciones en la Universidad del Sagrado Corazón. Ella
entendía a lo que me refería, cuando le hablaba del esfuerzo, de
los sacrificios, de las veces en que ponían en duda mis
capacidades.
Doña Obsidiana, pues, se convirtió en una asertiva
consejera, cuando le hablaba de mi trabajo en el Canal.
Estimulándome siempre, animándome como si fuese su hija.
También supe, que era una antropóloga, profesora retirada de la
Universidad de Puerto Rico en el Departamento de Ciencias
Sociales.
Fueron muchas las conversaciones que tuvimos, mediante
las cuales me demostró a cabalidad la mujer inteligente que era.
Escuché sus historias, y ella las mías. Hablábamos de todos los
temas inimaginables. Entonces la amistad se afianzaba.
De Don Dimas hablaba lo necesario, a él nunca lo veía,
pero sí me parecía escucharlo. Era un matrimonio muy unido,
así se expresaba de el. Tenían un carro módico, un Toyota, ella
siempre guiaba, lo usaba cuando salía hacer las compras. En las
ocasiones en que la veía cargando paquetes yo la ayudaba.
Cuando llegábamos frente a su puerta, me decía que me fuera,
que no me preocupara que Dimas la ayudaba con el resto.
Algunas veces le insistía, pero me persuadía y lo llamaba a él y
le gritaba: Ven a ayudarme que llegué. Entonces no me
quedaba más opción que retirarme, a sus súplicas de: Vete, vete
tranquila.
Ella era una anciana, pero su edad nunca la revelaba, era
indescifrable. Se veía sana y fuerte. Siempre estaba
impecablemente vestida, su color constante era el blanco.
Vivían de sus respectivas pensiones, y de todo el dinero que
habían acumulado en inversiones y ahorros de toda su vida. El
hijo les ayudaba económicamente para calmar su consciencia,
porque jamás los visitaba. Regularmente, cuando regresaba de
compras, eran tantos los empaques plásticos, que no cabían en
el ascensor de carga. En ocasiones, el personal de seguridad la
ayudaba y subían las restantes.
Una de esas tardes en que decidí almorzar sola, tocaron a
mi puerta. Era doña Obsidiana. Le dije que pasara. Y me dijo
que casualmente estaba pensando en invitarme a una ceremonia
que podía interesarme como periodista y hacer un reportaje.
Me dijo que se trataba de una ceremonia de santería, un toque
para celebrar el que una persona se había hecho el santo de una
deidad de la religión Yoruba. Le pregunté: ¿Qué Orisha? Para
que supiera que sabía perfectamente de lo que hablaba y sin
pensarlo demasiado le dije que sí. Y contestó: De Yabó.
Quedamos en encontrarnos en el vestíbulo a las 6:00 de la tarde
e irnos en su carro.
Me vestí de blanco, como ella, respetando estas instancias
religiosas. Cuando bajé, como acordamos doña Obsidiana me
esperaba. Me explicó dónde era el lugar y nos encaminamos.
Era un poco retirado del área metropolitana, pero de fácil
localización. El lugar ya estaba lleno de gente, la mayoría
vestidos igual que yo. Era una reunión grande de santeros.
Busqué donde estacionarme y nos bajamos.
Al acercarnos a la entrada de la casa, vinieron varias
personas a saludar a doña Obsidiana, pero la saludaban
tirándose en el piso. Todos los que venían hacia ella hacían el
mismo ritual. De inmediato entendí que ella era la santera de
mayor edad y por eso era obligatorio ese saludo. Ella se
inclinaba y respondía dándoles a cada uno de ellos, dos
palmadas en la espalda, entonces se levantaban. Fue entonces
que me percaté de sus collares amarillos y blancos, alusivos a su
orisha Oshún.
Me dediqué a observar detenidamente todo el lugar, con
mi cámara cerca y la grabadora encendida, porque era lo único
que podía utilizar para no faltarle el respeto a los presentes.
Lo primero que me llamó la atención fue el trono donde
estaba sentada la que había recibido el santo de Yabó. Estaba
hermosamente cubierto con todo tipo de antifaces de colores
brillantes, con plumajes diversos, estilos que solo cubrían la
cuenca de los ojos, o la mitad del rostro. Creaban un universo
de destellos y color. Entonces cuando Obsidiana entró, la Yabó,
como ya le decían, se postró al piso. A mí me indicaron que la
saludara tocando el piso con las dos manos frente a mis pies.
Desde ese nivel, al levantar mi vista me percaté de lo elaborado
de su vestido, tan espectacular como el lugar donde estaba
confinada, porque no podía moverse de allí, desde ese espacio
enmarcado en una alfombra de pajilla entretejida. Tenía la cara
marcada con un brillante tono rojo y un sombrero de juglar.
Después del rito del saludo, salí donde se aglomeraba el
gentío, que escuchaba los toques de música a los santos. Eran
los hombres quienes más pululaban con sus pulseras alusivas a
su Orisha. Era como un distintivo, que los identificaba como
superiores a los que no colgaban tan importante prenda en su
mano. Hasta una niña al lado de su padre mostraba en su brazo
flaco. El dueño de la casa, era hijo del santo Obatalá, vestía de
blanco y su brazalete con los tonos rosados que le
correspondían se movían a ritmo. La gente era de todos los
niveles sociales, era una mezcla de raza, género y clase.
En una esquina de la inmensa marquesina, estaba el altar.
Repleto de toda clase de artefactos, comida, velas, máscaras,
contrastando su colorido con el blanco de los presentes. Allí
habían hojas playeras, jarrones con seis tipos de flores: rojas,
violetas, blancas, verdes, rosa y amarillas. Platos de comida con
berenjena, pan, arroz y habichuelas, galletas, dulces de harina y
en envolturas; era un bufé del cual nadie podía participar, sólo
unos Seres que nadie veía, pero que todos sentíamos. Un plato
con plumas quemadas humeaba en el altar. Velones rosa,
amarillo, morado, azul, blanco, brown y verde.
El toque de música, lo habían iniciado en el trono de la
Yabó por largo rato. Hasta que la iniciada sintió que su santo
entraba en ella, la montaba y bailó hasta que tuvieron que
agarrarla y dejar de tocar por la fuerza de los movimientos.
Uno de los músicos decía: Si le tocamos un poco más llega hasta
el altar.
La música es un elemento provocador y una manera de
honrar a los Orishas. Cada tonada que iniciaban, tocando el
tambor, se refería a un santo particular y cada iniciado en ese al
cual honraban, debía bailar a ese ritmo. Tocan a Eleguá, pues
sus hijos bailan, tocan a Yemayá era igual. Algunos depositan
un dólar en la bandeja frente a los músicos y bailan.
Y el ritmo posee algunos elegidos y bajan a través de ellos
esos espíritus indomables a traer mensajes a algunos de los
presentes, que ávidos procuran escuchar lo que esperan. Ese
que ejerce como mediador no es dueño de su cuerpo y se
transforma: su rostro, sus movimientos, su caminar y hasta la
voz. Algunos corren, por la fuerza que los domina y que
controlarán.
Todos miran de un lado a otro, buscando entre los que
bailan, como todos lo que estamos bailando, ese mensajero
desconocido del otro lado.
Un malestar estomacal se apodera de mí, como si un
inminente vómito saldría. En ese arqueo secreto que confluye,
contrarrestando con mi oficio periodístico, se acerca una mujer
poseída y de frente me grita: ese muerto que te sigue no te
dejará en paz. Y se va bailando en círculos, hasta que cae al
suelo.
El tambor dejó de sonar y vierten agua a su alrededor.
Todos los presentes mojan sus dedos y hacen la señal de la cruz
a la misma vez que se retiran.
Doña Obsidiana, a quién había visto bailar y moverse
entre todos y servir como intérprete no me habló nada de
regreso. Cuando llegamos, al salir del ascensor ella fue hacia su
puerta y justo cuando iba a entrar me dijo: Ven quiero
presentarte a alguien. Yo dudé moverme, porque a esa hora de
la noche, no entendía quien podría presentarme. Pensé en su
hijo, el que nunca veía. Pero no era a él a quien quería
presentarme, era a Don Dimas Arangunde, el que nunca había
visto y solo creía haber escuchado.
Me acerqué entonces y ella me hizo señales para que
entrara. En el recibidor del majestuoso y último apartamento
del condominio Laguna, estaba él, sonriente extendiéndome su
mano.
***
No podías explicarle a nadie, que ese hombre que acababas
de conocer y al cual le extendías la mano, estaba muerto, lo
habías asesinado hacía mucho tiempo y permanecía su cuerpo
vagando preservado en otros.
Ese que te miraba insistentemente está muerto. Habías
visto esos ojos. Eran los mismos gestos, la mirada inquisitiva, la
mueca y lo que validaba el hallazgo fue al escucharlo. Su voz
era idéntica. El miedo se apoderó de tus extremidades y un
escalofrío confirmó lo que temías. Se detuvo todo en tu reloj
memorial. Era imposible volver a ver esa mirada.
creería, si lo dijeras. Mejor guardar silencio.
Nadie te
Yvonne Denis Rosario nace en San Juan, Puerto Rico, en 1967. Es
narradora y poeta. Posee un grado de Maestría en Creación Literaria con
concentración en narrativa de la Universidad del Sagrado Corazón en
Puerto Rico. Ha publicado sus cuentos en varias revistas literarias
Tonguas, El Cuervo, Revista Cayey y Revista Identidad. Sus poemas han
sido publicados por la Revista del
Instituto de Cultura Puertorriqueña,
Revista Guajana virtual, Periódico
Claridad y Letras del Centro de
Estudios Puertorriqueños en Nueva
York. Varios de sus poemas también
han formado parte de antologías en
Brasil e Italia, donde han sido
traducidos.
Ha sido una de las
poetas invitadas en todas las
ediciones del Festival Internacional
de Poesía de Puerto Rico. Ha sido
galardonada en varios certámenes
literarios nacionales. Su primer libro
de cuentos: Capá Prieto (2009) es el
ganador del V Premio Internacional
de Periodismo y Literatura sobre
Puerto Rico "José Ramón Piñeiro
León" en Madrid, España.
Capá
Prieto, ya en su segunda edición (2010) acaba de ser traducido y publicado
en inglés por la Editorial Isla Negra.
Su primera novela saldrá
próximamente. Tiene una bitácora virtual: yvonnedenis.wordpress.com.
(Foto por Alberto Martínez-Márquez)
MAGALI ALABAU
LA SALIDA
Tres ajustadores
un par de zapatos
una saya o pantalón
una blusa, un corpiño
un par de medias de señora o señorita
un par de calcetines
y más nada, un pañuelo.
Transcurrieron unos cuarenta y cuatro años
para que de repente
limpiando el piso tan limpio
este exilio ulterior
el autoimpuesto
--porque de nada vale hablar
sino se ensaya
en carne propia, en esas tareas
diarias, aburridas
separadas del mundo,
de iglesias
de amigos
exposiciones ensayadas al infinitum
con olor a extrañeza
y el suspiro
de ¿cuándo se acaba todo esto?
En tu patio de nieve ves
el océano nadado
frio ahora
congelado
pero es ése, el mismo,
sólo, acaramelado con un azul brillante
lapislázuli, turquesa
mar cálido reposando mientras
peces inusitados de oro brillan
elaborando tus meditaciones.
No te recuerdo como tierra o isla
sino un mar extenso, azul claro, perfumado
de algas que aletean
a ese mirar tan fijo.
Hay mesas interminables
donde todos tus antepasados
examinan
nombres,
todo es nombre
diga todos los santos
lo que hizo a su madre rimar el verso de su nombre
su abuelo con todo su apellido de las ferreterías
el Parco con su traje de tres piezas oscuro
moviéndose despacio así pensando
qué hago en estas filas repitiendo mi apellido
de traidor a la República.
Abuela en la otra mesa con su perro azafrán
verborrea adelantando emblemas de
cómo se va una sin más ropa
qué de quejas
que fui educada en las parroquias
de las monjas
que puedo enseñar esas fotos de Bielsa
el fotógrafo famoso de mi pueblo
con esa sonrisa sin sonrisa
con ese traje blanco sin las ganas
de mi cuerpo o mis axilas.
Su nombre es ¿Águeda o Francisca?
y yo queriendo decir lo que usted quiera
No tengo nombre
ni ahora ni después
ni antes del diluvio
ni del tiempo
y el nombre revolotea en ese lánguido librito,
paso doble de gris, institución genuina
que nos hace pasar
de un lado a otro.
Y su apellido,
¿es con u o con ó?
¿Usted por casualidad es pariente circunspecta
su ahijada
atemorizada sobrina
terrorista
pan de leche de hija
de los Trelles?
No, que va, soy Pérez, Pérez de la tribu judía
una de las tribus, señor, ¿estoy en dónde?
¿En el laguito donde tiraron tantos muertos
asesinados por Ventura?
¿por Trotamundos?
¿por Batista?
Sé la historia del barquito y sus cangrejos
muertos y desaparecidos
Siempre pendiente de Bohemia
y su cámbrica página roja
con sus fotos genuinas, ¿quién fue aquel tipo
que causó conmoción en mi espíritu
que imaginé medio fistula
medio partido en dos o en cuatro
en porciones cuaternarias
o en debates del recuerdo?
Y mientras veo el piso secarse en este charco
de agua, la escoba, la creolina, la limpieza
diaria como ahora, el mismo gesto produzco
el mismo asombro de tirar el agua
igual que en Troya cuando ardía
igual que en esos edificios destruidos
sin techos, arruinados donde cualquiera
mira con desvarío.
Aquí yo.
No pienses que no te abro mi corazón.
Mis venas se quedaron guindando
en algún poste de esos que descubres
diariamente perdido en el horizonte.
Sucumbo como tú a este abismo que es tu piso
sin muros, tinta.
Cuando derribado el cristal primero
cuando la zafra se anuncia como hipérbole
de una nueva necesidad y desequilibrio
miro como tú el paisaje
con límites marcados para que ni tú ni yo
podamos encontrarnos.
Te quedaste allá, detrás de los cuartuchos
pulsando cada día, pensando
si vale la pena levantarse,
mirando los huecos de paredes y paredes
silenciosas, dibujadas por el tiempo
abandonadas.
Pusiste un pie primero y el otro mío después
y decidiste seguir hasta cuándo.
Todo lo dejé.
Dejé mi disfraz para adquirir otro
dejé mi pesimismo para crecer en otro
ese cuerpo viajante joven plenitud
vida de alguien que no sabe si ha vivido
si quiere vivir
si puede vivir
Exilio con esa palabra Ex Ex Ex X
xilio ilio hilo el hilo cortado
Es ésto: coger la perra ciega entre tus brazos
apenas oye
acompañarla en su rutina diaria
querer a alguien de lejos, enviar telegramas
diciendo yo te quiero, sin atreverme
a decir yo te deseo
porque el hilo está cortado
como si fuera tu médula, tu concilio.
Cualquier palabra esperanzada quedó allá.
Ahora el idioma es mucho más suave,
más chic, más necesario
Y ex hilo es decir con voz llena de entusiasmo
estoy dispuesta
estoy lista
estoy abierta
a cambiar esta vida que tenía un idioma
que tuvo una manera de decir te quiero
que decía y hablaba más o menos
balbuceaba tengo miedo
y ahora no lo tengo
pero me arrancaron
los recuerdos, las cuerdas vocales
los hemisferios del plátano
las hecatombes de las frutas cayendo a pedradas
las guayabas
los mangos
mamoncillos
en balde buscar en el supermercado
Siempre me digo los aguacates de allá eran más
grandes
y siempre las comparaciones
El mamey que no encuentro,
el tamarindo o la guanábana
o el batido que tiene un nombre nuevo
el nombre de Morir Soñando.
Y aunque no lo confieses
cuando vas a New Jersey
es como un soplido
de aquel lugar que dejaste
bayetas
pastelitos de carne de guayaba
y todo ese armario, teatro ofuscado, genuino
que se reprime
porque detrás de cualquier mostrador
de la vigilia de un negociante
detrás de los detalles de traer la caña
a algún punto del mapa
en algún punto del mapa
nos reuniremos
en ese pasado inquietante
que no puede devolverse
que no tiene intercambios
que no puedes pagar en dólares
ni puedes cambiar en pesos.
Ahora ya soy
la exilada del mundo
la petrificada en su cubo de agua.
La que no quiere oír la música de Troya
ni admirar las bellas danzarinas de los mudos.
La que renunció a ese acento peculiar
alfiler incrustado
en la piel que desangra
a ese abrupto aparecer de las palabras
que insultan
pues allí se decían las verdades,
se gritaban.
Aquí todo es tan educado
tan perfumado,
tan tolerado
que el recuerdo o el no-recuerdo
la sensación y el elefante
buscan la traducción exacta.
Yo vine en un barco
yo vine en un pozo
yo vine en la maleta
en el cuadro de aquella pintora tan famosa.
Yo vine en esas balsas
atravesando los tiburones
sintiendo las dentelladas
acurrucada en un bote.
Vine en casualidades
y en terciopelos de mentira,
en dispárense como puedan.
Y a ti te hablo
y a ti te digo
que tú allá y yo acá
nos hemos quedado
en espacios que desconocemos
Cada labor, cada entrevista
cada resumé, cada desborde
cada ir al baño
cada pastilla
ha sido no ser,
no saber dónde vivo.
Naces en una lengua
que tiene modulaciones
dientes, nariz y cuello.
De repente te condenas tú misma
a la fragancia sideral
de tu destino
a ponerla en un pedazo de papel cualquiera,
de algo donde escribes
me cortaron la lengua.
Mis amigos del welfare de Miami,
de la pequeña Habana
la velaron por unos cuantos días
mis locos parientes mandaron unas flores marchitas
y extrañamente casi alegre
con cara de mongol
comencé a decir bajito y en crescendo
yesyesyesyesyesyesyesyesyesyes
Magali Alabau nace en Cienfuegos, Cuba, en 1945. Desde 1967 reside en
Nueva York, donde ha participado activamente
en el movimiento teatral hispano. Ha
publicado Electra, Climtemnestra (1986), La
extremaunción diaria (1986), Ras (1987),
Hemos llegado a Ilión (1991), Hermana/Sister
(1992) y Liebe (1993). Ganó el Primer Premio
de poesía de la Revista Lyra en 1988 y obtuvo
la Beca Cintas en 1990. Recientemente publicó
poemas inéditos de su libro Dos mujeres en la
antología Cinco poetas cubanas en New York
(2010). (Foto Gladys Triana)
Letras Salvajes te invita a conocer el impresionante mundo
del panorama literario Uruguayo. A través del portal Letras
de Uruguay en http://letras-uruguay.espaciolatino.com.
Podrás conocer los exponentes más importantes de su cultura
escrita de este país sudamericano.
La Editorial Isla Negra te introduce al fascinante mundo de
la creación caribeña y otros ámbitos de la literatura mundial.
Visita nuestra página: www.editorialislanegra.com y
comienza tu ruta hacia los mundos posibles que sólo nos
revela la palabra.
LEE KRASNER
Palingénesis (1971)
Night Creatures (1965)
Listen (1957)
Portrait in Green (1960)
Lee Krasner nacen en Brooklyn, Nueva York, en 1908, en el seno de una
familia de inmigrantes judíos que vinieron de Rusia. Su verdadero nombre
es Lena Krasner. Fue una de las más
importantes exponentes de la tendencia del
expresionismo abstracto estadounidense
en la segunda mitad del siglo XX. En 1945
contrae matrimonio con el afamado pintor
Jackson Pollack. Vivió por un tiempo bajo
la sombra de su esposa. No obstante, tras
la muerte de éste en 1956, Krasner tuvo un
renacimiento. Entre 1965 y 1973 se
realizaron varias retrospectivas de su obra
en Inglaterra y los Estados Unidos. A
partir de ese momento, su nombre quedó
registrado en la historia del arte de su
país. Krasner fallece en 1984, a la edad de
75 años.
JOSÉ MAÑOSO FLORES
BROSSA Y EL ESPEJISMO
Brossa, para mí, era un personaje oscuro, le había oído
nombrar, pero nunca referencias concretas, ni en los cursos de
poesía comparada catalana-francesa de los que fui asiduo
durante una buena temporada. Por fin comencé a conocer algo
de su obra a raíz de mi interés por la poesía visual, en la que
empecé a moverme con cierto deleite, y en la que a través de las
opiniones de otros poetas visuales, como Claudia Quade, y de
obras
excelentes,
como las de
Chema
Madoz,
llegué a los
poemas visuales de
Brossa.
Pues
bien,
cuando inicio
mi
conocimiento
sobre
Brossa
acudo a los libros
buscando
referencias sobre su
poesía visual y
me sorprende el
encontrar que
era un prolífico dramaturgo. Su obra teatral es extensa, unas 380
piezas, editadas en seis volúmenes, pues bien, aunque está
absolutamente reconocido en el pequeño ámbito de la poesía
experimental, es apenas considerado en un territorio como el
teatral, explorado por el autor desde su heterodoxia, que le lleva
a plasmar el teatro del absurdo, con diálogos irrelevantes y
situaciones grotescas, alejadas del gusto por encontrar la
sorpresa inteligente y lo sublime en la representación. Como
ejemplo citaré un caso, en diciembre de 1960 se puso en escena
su obra titulada ―La jugada,‖ de ella dice Martí Farreras: ―Una
inacabable y vulgar situación melodramática, que nada exigía ni
reclamaba, y que desemboca en la aparición de un demiurgo
tremendista, que dice algunas cosas atrevidas, otras pueriles y
otras, bastantes, que no debían ser para comprender‖. Son
desde luego muchos volúmenes, mucho peso al kilo, pero
escasas representaciones, que se han llevado al escenario bien
en el Teatre Lliure, bien en el Espai Brossa, y probablemente
alguno más que por su provincianismo se escapa de los anales.
Probablemente el derroche editorial no llegue a colmar nuestro
limitado conocimiento y vaya dirigido a esas generaciones que,
dentro de un siglo, sabrán apreciar este genio dramático en toda
su dimensión.
Al entrar en el campo de la poesía vanguardista, en la que
inicialmente se insertaría Brossa hay que
tener presente que ya había cierta tradición
catalana sobre el caligrama, el primer
caligrama catalán fue publicado en 1917 y
pertenece a Papasseit, poeta autodidacto
deudor de Apollinaire, pero los autores
catalanes
fueron
vanguardistas
transitoriamente, muchos volvieron a la
poesía tradicional. La vanguardia catalana
se integró dentro del movimiento
noucentista, por lo que nunca fue una
vanguardia rupturista, como pudo ser el caso de Francia.
Brossa, en 1941, después de hacer el servicio militar en
Salamanca, regresó a Cataluña y conoció a Foix. Vicenç Foix era
un investigador de la poesía, para el que todas las libertades de
la vanguardia estaban condicionadas a ser primero un buen
compositor de sonetos, como diría uno de mis maestros, con
cierto deje parnasiano, primero demuestra que sabes hacer
sonetos y luego haz lo que te de la gana. Era por lo tanto un
poeta más completo, más complejo de lo que Brossa hubiera
necesitado, y como no le dijo a Brossa, lo que me dijo mi
maestro, éste pensó que lo de las reglas era para otros, por lo
que tiene mucha cotidianidad en el lenguaje, muy pocas
imágenes, es muy prosaico y habitualmente se salta las reglas
poéticas, seguramente más por falta de interés en ahondar en el
conocimiento de la praxis poética que por innovación personal.
Esta falta de interés se traduce en desconocimiento, ya que
su formación literaria no fue académica, y así encontramos
algunas incongruencias, que cualquier poeta con cierta vocación
tiene por ciertas, ―si vas a rimar respeta la rima, si no vas a rimar
que no rime nada‖. Brossa cuando no quiere rimar no tiene en
cuenta las asonancias y claro, sensu estricto, rima y cuando
quiere rimar se va de caña pues no respeta el número de sílabas
o no tiene en cuenta los ritmos, con lo cual, desde un punto de
vista formal, su obra goza de una notable mediocridad, que para
sus fans, lejos de ser defecto es la gracia que le da carta de
naturaleza, pero claro, lo que en casa suele disculparse los
ajenos juzgan con cierto criterio económico, no se trata de
perder el tiempo, que tiene un valor en alza. Quizá por estas
razones se entienda que su obra literaria, de grandes
dimensiones, siga siendo casi desconocida incluso en ambientes
internacionales que valoran a Brossa como artista plástico de
referencia.
Por lo tanto, su ataque a la poesía convencional, al juego
formal, su repudio al vocablo noble, poco corriente y erudito,
escudándose en que lo fundamental debe ser el contenido nos
recuerda la máxima, infinitamente trillada, antes el fondo que la
forma, pero cuando el fondo está totalmente politizado, con
claros impulsos nacionalistas, nos remiten a un contenido tan
reiterativo como panfletario, y como las sensibilidades del
lector son de todo tipo y sobre nacionalismos cada uno tiene el
suyo, no sólo no despierta el interés sino que aquellos que
buscan en la literatura algo más elevado y profundo para la
reflexión y la introspección personal se encuentran perplejos
ante una poesía engagé con muchas carencias. Lo mejor que se
puede decir de su obra poética es que escapa a toda
clasificación, ya que no se adscribe a ninguna corriente literaria
y que destaca por su independencia intelectual, que es no decir
nada pero queda muy bien, o como él diría en una entrevista en
1968 sobre sus poemas: ―unos hechos con medios literarios no
poéticos y otros con medios poéticos no literarios‖, en este
segundo grupo posiblemente se refiera a la poesía visual. En los
años sesenta se publicaron dos antologías excelentes de poesía
catalana moderna: Poesía catalana del segle XX, de Castellet y
Molas, y Nova antología de la poesía catalana. De Maragall als
nostres dies, de Joan Triadú. En ninguna de las dos figura
Brossa.
Si hay algo que se puede adivinar, es que Brossa siempre
quiso tener una gran trascendencia intelectual en el campo
literario, sin embargo, para Dolors Ollé su falta de educación
formal le impide atisbar sus limitaciones, por lo que le
incapacita para obtener una poesía de alta calidad. Esas
limitaciones le agotaban y necesitaba desconectar, lo que hacía
a través de varios
amigos, así
se
encontró con que a
su estudio de la
calle Travesera iba
a visitarle Joan
Miró, con quien
experimentaba en
el campo de la
plástica. Un día, su
amigo Miró salió
al balcón y observó
que unos paletas
se habían dejado
un saco, le gustó y
se lo llevó para
hacerlo
servir
después.
Esto
cautivó a Brossa, no había que complicarse intelectualmente, ni
reglas, ni correcciones, ni horas en busca de la perfección
formal, ni mucho menos perder el tiempo estudiando
concienzudamente para saber y entender el fenómeno poético o
dramático. La inmediatez, lo que estaba a mano, lo que
cualquier hijo de vecino puede encontrar por sorpresa en la
calle, en un rincón, sea del género que sea, era una mina a la
que se podía dar una utilidad conceptual, no quedarse sólo con
la mirada sino extraer la evocación de lo que se mira, esto era lo
que realmente había estado buscando, pero para esto debía
hacer, yo diría, una entrenamiento más que un aprendizaje, y
ese entrenamiento lo hizo al lado de personajes como Tàpies o
Miró, es decir, que entre lo que intuyó, posiblemente a través de
los jeroglíficos de las páginas de
pasatiempos de los periódicos (ver su
―Oda a Marx‖), y lo que practicó con
una soltura hija de la libertad, sin las
constricciones intelectuales del arte
poético o del arte dramático, alcanzó el
auténtico camino en el que se
encontraba cómodo. Tocó muchos palos
hasta que dio con el que realmente
expresaba sus ideas de forma
económica y rápida, y que por lo tanto
ha sabido transmitir con tanta
contundencia, pues se trata de un lenguaje universal, asequible
a todas las culturas y por tanto totalmente desligado del idioma
y del nacionalismo.
Según el Dr. Roberto Dossantos cedió todos los derechos
sobre su obra a las autoridades catalanas a cambio de una
pequeña pensión con la que iba viviendo. Nunca tuvo nada y
murió pobre mientras otros se enriquecían a su costa. Las
instituciones públicas, depositarias de la obra de Brossa, vieron
en las galerías de arte un mercado inmejorable que podía
competir con el panorama europeo, de modo que se dedicaron a
proyectar su obra haciendo que ésta subiera su valor, por eso su
obra gráfica ha adquirido la proyección internacional de la que
hoy goza. Desde 1986 sus Exposiciones antológicas, compuestas
por poesía visual, poemas objeto e instalaciones, han recorrido
muchos países, sin embargo su producción no antológica ha
limitado su exhibición a Cataluña, principalmente en Barcelona,
aunque sin demasiado éxito, así Maria Lluïsa Borràs, en su
artículo titulado El espíritu de Brossa, una constante en el arte
catalán de su tiempo, se lamentaba en estos términos: ―...he de
decir
que
lamento
profundamente tener que
decir públicamente que la
exposición
en
la
Fundación Miró llevada a
cabo con tanta ilusión y
esfuerzo, con tan buena
voluntad, me consta, ha
sido un rotundo fracaso
respecto a la consolidación
de Brossa como artista
relevante de su tiempo,
más allá de las fronteras
catalanas...‖.
No hay que dejarse llevar por los espejismos. Hace algún
tiempo, fue objeto de comentario cultural una serie de pinturas
hechas por un elefante, cuyo cuidador había ocultado la
identidad del mamífero a fin de dar tiempo y espacio a diversos
críticos y entendidos en pintura para que dieran su opinión, en
general la crítica fue muy buena y destacaron desde la libertad
en el trazo hasta el atrevimiento del color, además de muchos
otros tecnicismos. La verdad era que los trazos y los colores
estaban allí, pero la construcción intelectual, la interpretación,
de lo que había pintado no la había hecho el elefante sino
alguien que tenía un bagaje intelectual suficientemente amplio
como para encontrar analogías e innovaciones, que lógicamente,
no tenía ni el autor ni la obra fruto de la casualidad. Otro
aspecto a tener en cuenta es que muchos poetas se niegan a leer
poesía traducida, porque hay dos motivos claros que justifican
la posibilidad del espejismo, que el traductor sepa poco del
idioma y del autor a traducir, con lo cual el resultado desvirtúa
seriamente el original, o en caso contrario, que el traductor sea
un excelente poeta y conocedor del idioma, y de una obra
mediocre presente un trabajo magistral, que obviamente
también desvirtúa seriamente el original, recordando otra frase
que ha hecho fortuna en pintura podríamos decir que más vale
una buena copia que un mal original.
Brossa ha tenido la suerte de que Gloria Bordons se haya
fijado en su obra, pero claro el bagaje intelectual de esta
excelente filóloga nada tiene que ver con el del autor. Sus vastos
conocimientos sobre el idioma catalán y sobre historia del arte
le llevan a hacer un constructo de múltiples referencias
artísticas, de pulidos recovecos semánticos, de teorías
vanguardistas en investigación, de múltiples tecnicismos que
obviamente no estaban en la mente de Brossa, están en el
intelecto de Bordons, y he aquí el espejismo, nos encontramos
ante un autor que, según las referencias literarias actuales,
pareció tener en cuenta todo, cuando la realidad es que, por sus
limitaciones, no pudo tener en cuenta nada, de tal manera que
el Brossa actual tiene más de Bordons que del mismo Brossa.
Al terminar este artículo me asalta la duda sobre cuál
habría sido la proyección de Brossa en el caso de no haber
cedido sus derechos de autor y pienso que posiblemente estaría
formando parte de la nómina de autores que duermen el
silencio profundo de los archivos.
José Mañoso Flores nace en Barcelona en 1956. Es poeta, ensayista y
pintor. Tiene a su haber Poesía urbana para
un territorio (1995) y Poesía metafísica frente
a la Madona de Port lligat (2004). Ha sido
incluido en las antologías Tejedores de
Palabras
(2005)
y
Nueva
poesía
Hispanoamericana (2006). Artículos sobre
literatura y drogas publicados en las revistas
digitales Paradoja, Aquelees y Claustro
Poético. Discípulo del pintor Joan Ferrer
cultiva la pintura matérica, su obra se
encuentra dispersa en varias colecciones
particulares, miembro activo de la AAVC
hasta 2004, participó en el Manifiesto "Els drets d'autor dels artistes
visuals" (2001), su última exposición individual fue en la sala Arnau
(Barcelona, 2005). Mañoso ha asistido a eventos internacionales, como el
Congreso Internacional arte en la Era Electrónica-Perspectivas de una
nueva estética (Barcelona, 1997) y el Simposio De la televisión a la
telemática-Las nuevas tecnologías y el futuro del arte audiovisual
(Pamplona, 1997).
JULIÁN PÉREZ
PRÓLOGO-CONFESIÓN
Las imágenes de los Sueños
se han cansado de esperarme en un punto enemigo.
Esta historia de mi Yo se agota con un vagido irreconocible.
Las tiranías de la Razón quieren imponerse
sobre la Intuición de los Deseos aplazados.
Desterrado de mis Instintos,
la Palabra está blanca y vacía
y siento asco de su pureza.
Pero la fuerza del Amor
me arrastra a esta Comunicación desesperada:
una Necesidad dulce
como el suave delirio de una borrachera
que se avergüenza de si misma
porque me hace falta el alcohol o la Locura
para decir mi Verdad.
En esta crisis,
mi moral es la defensa última
ante el Futuro que llama.
El Tiempo se agota y me afiebra
y veo desdoblados los instantes en los espejos de la agonía,
donde el Enemigo triunfante se arranca las Máscaras una a una.
Tengo la certidumbre de que en el fondo no hay Tema:
el Tema, con el Significado que lo acompaña,
se ha hecho imposible;
esta Confesión es el último refugio
antes de caer anulado por mi Fantasía,
agotado en mi Creación,
como una madre después de dar a luz
al ver que ha parido demonios.
La Lógica me desdibuja en la trampa de su Verdad:
un hombre no puede ser su Identidad más allá de su Sueño.
Es esa Identidad precisamente la que nos enferma,
ese cambio obligado de Pronombres lo que nos duele,
ese Deseo por Descifrar algo, lo que esos Pronombres quieren Ser
en la Fantasía atormentada de los que desesperan día a día
sin llegar a ser lo que son,
sin alcanzar ese Futuro que se detiene en el Presente y
los condena a la cámara del Tiempo,
incapaces de hallar una salida,
porque toda esta Cultura se transforma
en un Laberinto laborioso de Palabras
donde lo único que deseamos es la Muerte.
HISTORIA DE LAS PALABRAS
En la boca se mecen, hueso mío, las palabras,
fonemas bondadosos, los viejos y los míos,
los sonidos uterinos que manejan la clave del sentido
en el signo acartonado que se pierde, alma verde,
en un mar de leguleyos y soldados clamando por su pan
ensangrentado,
¡facta est!, est siendo
el mismo ser que habita en la hermosura,
sin Dios, pero riendo…
Y después la lengua campesina…
desarrollándose entre bárbaros que ignoran
el placer de que gozaban las señoras en las villas romanas,
rosae alba; en el feudo, el castillo, la leyenda
de la cruz consolada por tanta canalla arrodillada
para facer una copla a la serrana
y jugaban en las bocas, se bebían como pájaros la saliva de las encías
y saltaban esos pneumas del molar a la lengua con sus trinos,
descubrimiento del mundo, sol del hombre.
¡Y la lengua moderna! El español de Cervantes,
la figura del lenguaje levantada, gesto en el aire la voz cansada,
el imperio de Dios se está cayendo y la lengua imperial
hecha de nada, como la historia,
naufraga en las costas del Atlántico y enseña a los Indios
el milagro de la esclavitud. ¡Producción,
están ciegos los campos, pero mira esa máquina cómo respira,
cómo bufa, vapor bramando,
todo el poder que resucita su energía!
¡Qué lenguaje de técnica y silencio,
qué maravillas desprende la vida del canino al molar,
llevan historia las palabras!
Estas palabras no se suicidan,
hechas de sudor y sangre, de ruedas y de lanzas,
de espadas y molinos de viento que transportan
el átomo invisible con su explosión de vida;
estas palabras han crecido, siguen creciendo,
llevando en ellas contenidas la emoción de los hombres
y los hombres, la luz de los objetos, los colores
y los objetos. ¡Oh milagro de síntesis
en estas suaves ondulaciones transparentes…!
Viene de muy adentro una ráfaga de aire cálido,
vibran las cuerdas de las guitarras vocales
y salen las palabras, formas exactas, repetidas,
conteniendo la historia de la vida,
la historia de los hombres y los hombres,
cada hombre,
cada flor,
cada sueño,
cada herida.
EL TEATRO DE LA LOCURA
Sobre los conos celestes vacila una luz sin música,
los volúmenes proyectan sombras azuladas,
varios planos inclinados se insertan en los conos.
Un hombre camina por uno de los planos,
está de espaldas, recortado sobre un fondo negro.
La tinta de la muerte crece
y el hombre pierde, poco a poco, su contorno y su forma.
Una mujer va a buscarlo,
ve como la mancha devora paulatinamente al hombre;
se ata los senos y su vientre
ríe con voz y llanto entremezclados.
La mujer mastica navajas y sus senos crecen y crecen,
son dos serpientes blandas inútiles, les nacen hojas verdes.
Llora y el rímel resbala por sus párpados y sus mejillas.
La enredadera de sus pechos se abraza a su cuerpo.
Cierro el telón del teatro imaginario;
detrás de todo ese espectáculo sospecho un gran vacío.
Un manto de luz
filtrándose como agua de corpúsculos vibrantes que hormiguean
cubre la ventana de la gran sala;
ahora, dentro de mi casa y sólo en ella se pone el sol.
Salgo de la casa
en el bosque que la rodea escucho maderas golpeando contra
cuerdas
y ecos atemporales que conocen un círculo sin centro
que es la perfección sagrada;
los rayos de luz son rectos y sin noche, sin muerte.
¿Cómo explicarse a ese hombre imaginario
que desaparece en una mancha de tinta,
y a esa mujer fantástica devorada lentamente por su pasión,
máscara de arcilla blanda decolorándose,
mientras la enredadera-serpiente de sus pechos
crece en el teatro de la casa de sueño
que es tal vez ya inhabitable para el Amor,
mientras yo, aquí afuera, en esta pesadilla de luz,
pierdo totalmente la conciencia del tiempo y del espacio,
y hasta de mi inocente yo?
Julián Pérez es un poeta y crítico literario argentino radicado en los
Estados Unidos. Es autor de Imaginación
literaria y pensamiento (2006), Los
dilemas políticos de la cultura letrada
(2002),
Modernismo,
Vanguardias,
Postmodernidad (1995), La poética de
Rubén Darío. Crisis post-romántico y
modelos literarios modernistas (1992) y
Poética de la prosa de J. L. Borges (1986).
Actualmente es profesor de literatura
argentina e hispanoamericana en la
Universidad de Texas Tech, en Lubbock.
Junto a María Fernanda Pampín, dirige
la prestigiosa colección Nueva Crítica
Hispanoamericana
para
Ediciones
Corregidor.
ADALBERTO CORREA NEGRÓN
NACIMIENTO
Me fueron a buscar en carro público. Mi madre sólo dijo
llévame a Arecibo sin añadirme en ningún momento a la
conversación. Mi padre se resignó al verme, un viejito recién
nacido con piel azul le gustaba decir. Tenía tres días de vida.
Sé que los vecinos, al enterarse de mi llegada, buscaron
entre sus pertenencias lo que podría ser mío. Así aparecieron
biberones, zapatitos, camisitas, sabanitas y todas esas cositas
que un bebé necesita. Excepto una cuna. Mi primera cuna fue
un sillón reclinable gigantesco, de cuero marrón. Cuenta mi
madre que lloré tres días corridos en protesta. Al tercer día, tal
como suele suceder en los milagros, mi padre fue a la mueblería
del pueblo y se trajo una cuna fiá. Él mismo, con sus manos
callosas de obrero de fábrica, me acostó en la nueva cuna. No
sin antes advertirme que más valiera que me gustara. Me dormí
casi inmediatamente.
Supongo que los días pasaban como todos los días, uno
tras otro, mi madre cosiendo interminablemente y mi padre
rompiendo la noche en la fábrica y el día con sus lechones.
Imagino a los vecinos dándose una vuelta para beber café y
hablar de mí con mi madre. Sé que todos se alegraron cuando
mi piel se desprendió de sus arrugas azules y mostré mi
mulatería tan disonante entre tantos ojos azules. Y yo sonreía
como bebé mimado.
Sólo existe una fotografía del bebé que fui. En ella sonrío
mientras señalo con el dedo índice a la cámara. Llevo una
camisa a rayas y el pelo ordenadamente revuelto en un cuasi
moño de lo más mono. Un detenido análisis revela el pulgar de
una mano izquierda que sujeta mi cuerpecito. Ignoro a quién
pertenece, pero me da la impresión de que es de mujer. En mi
boca se asoman cuatro dientes. Calculo unos cinco a seis meses
de edad. Mi madre me mostró una vez la cicatriz que esos
cuatro dientes dejaron en su seno. Unos surcos truncados por el
hambre.
No tengo más evidencias de esa época, sólo conjeturas. Por
ejemplo: supongo que dormía la siesta con mi padre, acostados
ambos en medio de la sala. Supongo también que mi madre me
cosía la ropa de los trapos que le sobraban de sus trabajos.
Supongo que mi padre traía la leche y las viandas todos los días
e insistía en que sólo comiera gallina del país. Que mi madre
cocinaba todos los días; que mi padre fumaba cada vez más.
¿Cómo equivocarme si la cabra siempre tira pal monte? De esos
días no conservo memoria. Sólo algunas anécdotas y un par de
asunciones, pero nunca me faltaron los quizáses.
DELIRIOS DE SALOMÉ
En el medio del camino se dibuja una figura antigua a paso
de serpiente. Sé que debo temerle. No importa. Sé que debo
tenerle.
Un aroma de frutas le precede.
Se forma el cosquilleo ventral, las uñas en la espalda, el
sudor y el gemido. En medio del camino una fruta mordida
cede.
TRAS LA RUMBA
Tembandumba camina lento por la acera, tratando de
ignorar los charcos de nieve derretida que amenazan tragarse su
bastón de palo de escoba. Llega a la esquina y espera sin
esperanza que la silueta iluminada se apiade de su cojera.
Los autos ladran con rabia.
Tembandumba llega a la tiendita del extrajero (como ella,
pero del otro lado) que le mira impasible su figura gastada en
tantos inviernos.
Un carro pasa muy despacito por la avenida, con más
música que ganas de millas.
Tembandumba levanta la mirada y por un momento arde
en sus ojos el recuerdo de esa noche, de esas caras y esa calle
que tan pronto se reduce tras el residuo cuadrineumático de un
eco. Un destello de nostalgia comparten los extranjeros. Pero ya
acaba.
El rugido del tráfico se traga el instante.
Tembandumba escoge para el hacha, el fuego, la rumbería
extinta. Regresa al cajón gris que la digiere, sube seis pisos,
abre. Sobre el dintel Santa Bárbara la recibe. Sin candombe. Sin
bámbula.
ATRAPADOS
Cae la última pieza de ropa. En el suelo se acompañan los
trapos semi sudados siguiendo el orden único del grito. El
gemido levita cercano.
Es la conocida escena de siempre. Sólo nos sorprende que
ocurra.
¿Qué detalle cautivará la memoria? Porque el resto, sin
duda, será tragado por el Olvido. Debe ser este aire de mañana
que promueve la imagen inconclusa. Como el hambre
segregada.
Volvamos a la última pieza. Cae. Pero no importa. Ya el
sudor engalana esta convención de poros, estos roces en
desespero. La cama se ha convertido en un corral
empequeñecido, dos cuerpos que se humedecen en el acto. El
gemido se aferra a la ventana. La última pieza continúa su caída.
No desconocemos el final. Un par de gritos alargados, un
par de caras descompuestas, apretados los dedos de los pies.
Abandonemos este instante. Sólo nos interesa esa última pieza
de ropa. Y su caída.
Sabemos a dónde llegará, nos imaginamos de dónde viene,
ni hablar del golpeteo rítmico que la acompaña. ¿Qué miramos
entonces?
Dejémonos atrapar por esa última pieza de ropa, por su
caída ya camino al Olvido. Entonces vendrá la pregunta
inevitable, ¿Quién llegará primero? Porque compartimos el
mismo Destino, aunque nos aferremos a otro cuerpo por un
instante, tal como el trapo se aferra (inútil mente) a su caída.
MAGIA IRREDENTA
El viejo hechicero posó su vara sobre la mesa cubierta de
papiros y pergaminos. Rascóse su nívea barba eterna y
murmuró con tono de cansancio y fastidio la Palabra arcana de
su frustración. Tomó entre sus dedos de árbol añejo un
pergamino cualquiera y recitó de memoria mil más. Vencido,
sentóse en su sillón, tan viejo como él, y revivió su vida en un
recuerdo fugaz. Sus años de mago aprendiz, su maestro que le
legara su búsqueda de siglos frustrada, desde ese mismo sillón
en que hoy recuerda, ya entonces antiguo, como su búsqueda
tantas veces heredada. Repasó con vista de impotencia los
ingredientes alquimios dispersos por su guarida: el interior de
la caja de Pandora, el pezón de una sirena desencantada, una
pluma de Ícaro, la huella de un unicornio moribundo, un
pedazo de espuma marina, los ojos de Edipo. Sobre un estante
descansaba su último componente. Contenido en un jarro de
barro, inscrito de runas proscritas por la eternidad, el líquido
escarlata palpitaba aún con el ritmo del corazón que una vez lo
contuviera. Un dolor de bestia con alma humana, o un olor de
hombre sin nombre. Apartó su vista del adefesio al recuerdo del
grito del minotauro desangrándose bajo su hechizo. Con sumo
esfuerzo levantóse del sillón y encaminó sus pasos hacia la
puerta sellada hacía mil años. Mientras escupía una Palabra de
despecho masculló una maldición con toda la fuerza de su
rabia, mirando el sol que por vez primera en siglos hería cada
surco de su faz. Y el céfiro de la tarde llevó su última Palabra
entre sus dedos: poesía.
CRONÓSTICO
Sé que llegaba la hora por la erección puntual. Vuelvo el
cuerpo hacia la ventana con el ánimo concentrado en mi mano
soñolienta y un quizás despertado. Sin duda, hubiera deseado
empujar la mañana al oficio de sombra.
1. Repaso la sonrisa, algunas onzas de menta artificiada.
2. Amordazo colores a mi piel.
3.
Reclamo
consuetudinarios.
el
camino con
varios
buenos
días
4. Llego.
El rugido del aire zarandea la rutina cúbica. Una tras otra
las ideas se deslizan hacia el olvido acompañadas por cierto
rigor esperanzado. O sea, patético.
Se emprende el regreso.
Los mismos pasos (buenos días extintos) componen la
audiencia en solidaria mudez. ¡Cuántas historias invernadas se
inconcluyen con la mirada!
Desamordazo la piel.
No hay elección.
Apago la luz. Con duda. Sólo habrá de ese hado:
empujarla. Mañana de vuelta al orificio de sombra.
Adalberto Correa Negrón es extranjero profesional. Algunos aseguran que
le sigue los pasos a Montesa. Otros,
más generosos y menos lucrativos,
dicen que se le perdió la sombra. La
verdad es que nunca ha podido con
los pisos 5. Recién se le ha visto
rondando las costas escandinavas,
buscando un trasplante de tinta. Sus
ánimos pueden seguirse a través de
Jurutungo Press Release. Su libro
electrónico Sueños de vida y de
muerte
puede
leerse
en
http://www.bookrix.com/_mybook-medallero_1292500939.6542670727.
80grados es posible con el apoyo de cursos de redacción periodística de la
Escuela de Comunicación, Recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto
Rico, en alianza con Prensa Comunitaria, una entidad sin fines de lucro que
se dedica a promover el periodismo ciudadano. El grupo que colabora se
define por lo siguiente:
Somos, antes que nada, una comunidad que comparte el gusto por la cultura, el
pensamiento y la información. La revista que proponemos es un experimento que
aspira a juntar en un mismo espacio varias tradiciones o prácticas: el
periodismo profesional, tan volcado hacia la actualidad y los sucesos; la revista
intelectual, por lo general vinculada a la filosofía, las artes y la política, y el
periodismo ciudadano, un esfuerzo muy reciente por reconducir el diálogo
público a un nivel más trascendente y humano. Todo esto, aspiramos, en un
ambiente cooperativo y solidario.
GRUPO EDITORIAL EJECUTIVO
Luis Fernando Coss, Luis García Vázquez, Laura Moscoso Candelas, Gabriela Cruz,
Juan Álvarez y Valeria Collazo.
JUNTA ASESORA
Magali García Ramis, José Castrodad, Laura Candelas, Reinaldo Millán, Félix
Jiménez, Mario Roche, César Colón Montijo, Lilliam Irizarry, Sandra Rodríguez
Cotto, Dayani Centeno y Jessabet Vivas Capó.
COLUMNISTAS
Anayra Santory Jorge, Argeo Quiñones, Bernat Tort, Carla Minet, César Colón
Montijo, Dalila Rodríguez Saavedra, Ed Morales, Francisco José Ramos, Juan
Duchesne, Gary Gutiérrez, Gil Blasini, Graciela Rodríguez Martinó, Hiram
Meléndez Juarbe, Hiram Guadalupe-Pérez, Iván Chaar-López, Javier Colón Morera,
Jocelyn Géliga, Juan Lara, Juan Otero, Luis Avilés, Luis José Torres Asencio, Manolo
Coss, Mara Negrón, Marcos Pérez, Margarita Mergal, Mariana Reyes, Rafael Bernabe,
Rubén Ríos Ávila, Tato Rivera Santana, Tito Otero y Vivien Mattei.
www.80grados.net
MARTÍN MOUREU
a Cristo mi precursor
Cuando la Tierra era
plana como el mapa
de la llanura pampeana
y la historia antigua
descontaba sus años,
los átomos que me componen
andaban dispersos por ahí.
¿No te tocó un chicle bazooka
anunciando mi advenimiento?
Echada la cuenta de los planetas
los entonces y las caras,
en esta anatomía
mis átomos se complicaron.
Que salten las alarmas de los autos,
que los celulares se queden sin señal.
Incontenible. Inalcanzable.
Allá del planisferio y los relojes
y de los espejos, soy el desconocido
que chau a tu pasar.
No vengo a tocar timbre
los domingos a la mañana,
redimirlos de ese odioso dios
es el mandado que tengo.
Levanto los puchos tirados
y le doy una pitada, así
voy siguiéndole el rastro.
Con tal de un probar de ajenos secretos
también supe empinarme su vino divino
y en el fondo si Cristo
le hubiese visto
la cara a cara a Dios,
jamás habría ido a la Cruz.
Desconocido pero inconfundible
soy algo más que el número
de átomos míos. Mi nombre
completa los crucigramas.
No hay mapa que me pueda contener
ni los cronómetros pueden alcanzarme
los espejos no pueden reconocerme
los espejos. Dios está en todas partes
no puede huirme.
DE TRASNOCHE
El tiempo
seria serie/
que causa efecto causa
efecto causa/
de quedado y silencio
hace una pausa/
Tras de noche

c/ cheno a la intemperie/
efecto causa
efecto causa
excusas/ inquietas
como migas en la cama/

Célebre mendigo ayacuchense
Es la noche tras noche
que te llama/ con su oscuro
lenguaje de lechuzas/
Solo
por una calle cuyo nombre/
pero
nista se borra con el barro/ solo pero
tan solo
como un hombre/
Juan Pablo Martín Moureu
bajo la cruz del sur
San Andrés/ de Giles
sin un cigarro/
2 de Abril del 2003/
LUNES DE LUNA ALUNADA
Ojo mañana malparida.
Según los pronósticos el día
será como un dios tuerto
mitad horas de luz/
mitad horas ciegas.
Guarda confundir yoga con yogur,
el buda y el budín. Lluvia al maíz
y al remis. Ideal para tomar mate solo
o decisiones de a dos.
Ojo el semáforo
-tricíclope en griegovigía con su rojo ojo.
Desde las avenidas tránsito
pesado a los intestinos.
Hágase pan con su compañera,
las migas para los amigos.
En el amor
nada mejor
que desatar el perro aullador.
Así le anula la luna Elisa.
AJEDRÁGORAS
Juego del ajedrez, máscara auténtica
del alma migratoria de Pitágoras.
Allí, como en un diálogo de ágoras,
cada cosa a espectral número idéntica.
La tremenda batalla, mera táctica;
el campo, un cuadrilátero teórico.
Dentro del crucigrama pitagórico,
ni siquiera un lugar para la práctica.
Lo mismo que antes, cuando su depósito
un cuerpo humano y humana su otra cáscara,
hoy entre cándidos vándalos, y tétricos,
Pitágoras tenaz en un propósito,
el propósito propio de una máscara
para sus geométricos escándalos.
SINTÁCTICAS
Patria para firmar pactos de sangre
además la atracción que ejerce un cuerpo
en la naturaleza de otro cuerpo,
las ganas de rimar sangre con sangre.
¿Los callejeros nombres de qué barrio
abrevian todo el tiempo de la patria?
Hoy encontraron dos cuerpos en mi barrio,
también dieron su sangre por la patria.
Leer el cosmos tal como un libro el cosmos
cuando es fácil en una vuelta al tiempo
leer como un libro el cosmos como un libro.
Y sin más (sin más pérdida de tiempo)
en sangre cuerpo barrio patria cosmos
la fórmula resuelta de este libro.
NO VIDENTE
Nunca te animaste
abrir los ojos
abajo del agua.
Nunca te animaste
a cojer
con la luz prendida.
Nunca te animaste,
nunca
te animaste.
PRETEXTO
La lectura y escritura como tomar mate solo.
O sea, si el mate no es más que
un pretexto para el diálogo,
en el hecho de tomar mate solo
se da esa paradójica conjunción
de elementos que, en mi caso,
conforman la experiencia literaria:
el lenguaje y la soledad.
Así, entre uno y uno mismo,
la comunicación está pero
incompleta y a la vez cumplida.
En ese contexto, mi escritura
podrá ser entendida como
una mancha más de mate
que se me cayó en la hoja.
PERDER EL CONTROL
En el cajón de la mesa de luz
del aparador la cómoda
placard el botiquín del baño
el placard de la última pieza
alacena 1 estaba mirando tvr
la repisa fui a la cocina fui
al baño o en el baño no anduve?
el ropero viejo abajo de la mesa
o de la mesada alacena 2
abajo de la cama en los bolsillos
de la campera y no está.
¿Qué lo habré hecho si recién
recién lo tenía en la mano?
En el cajón del aparador la mesa
de luz de la cómoda
decí que no es el celular
si no lo haría hacer sonar
el placard botiquín el cajón
de la naftalina en el bajomesada
revuelvo y vuelvo el aparador
en el cajón la alacena abajo
del sillón de la otra cama
en la campera de jeans y nada.
¿Pero qué hago con la puerta
de la heladera abierta
mirando la botella de agua fría
mirándola?
PARTICULARES
Pensar que Benítez José,
Capricornio, Pastor
de la Iglesia Universal,
dejó a su mujer e hijos
y se juntó con una paraguayita
de la ruta 29,
el mismo año que la rolinga
fue elegida por unanimidad
Presidenta del Club de Fans
de Ricky Martin.
Después se quejaban
del gordo Gonzalo
que dejó los philips
por los particulares
para no tener
que convidarle a nadie.
Martín Moureu es un poeta argentino nacido en Ayacucho signado por
Capricornio. Es autor del best seller Cómo golpear a una mujer sin dejar
marcas. Una tarea escolar dio origen a su primer cuento El Bicho Pateta,
que marcaría un antes y un después en
la historia de la pornografía infantil de
la Escuela N º 1, Domingo Faustino
Sarmiento. De esa etapa data su
policial ¿Quién me usó el cepillo de
dientes? A esta obra siguieron: ¿Dónde
se escuende el duende? (trama
policial infantil) y Sapolán versus El
Hombre
Lombriz
(historieta
antisocial). En su adolescencia lideró
la banda heavy metal “Esqueletor”, de
escasa repercusión. Entre sus éxitos
deportivos cabe señalar que llegó a
jugar de 8 en Juventud Unida y que le
pegaba con las dos. Su polémico
Ensalada rusa entre otras recetas
hubiera merecido la censura de la
última dictadura militar. Con “La
malcogida” (zamba de doble sentido)
incursionó
exitosamente
en
el
folcklore. Pero la consagración definitiva le llegó de la mano de Foucault y
su verdad de milanesa, iracunda diatriba donde refuta al autor de Las
palabras y las cosas, sin haberlo leído. A su fértil imaginación le debemos
los siguientes títulos (que nunca llegaron a concretarse): Góngora o el
antílope, Lo que se va por el agujero del trapo de piso, Cada mes es una
boleta de la luz, Frases para ALMANAQUE 2005 (selección inconclusa).
Actualmente se encuentra preparando una traducción de Poe denominada
Del latido delator y de más relatos.
ALBERTO MARTÍNEZ-MÁRQUEZ
Puente sobre el Embalse Luchetti en Yauco, Puerto Rico
Desechos marinos en Camuy, Puerto Rico
Mangle en medio del Restaurante Boquemar, Ponce, Puerto Rico
Ruinas de San Antonio de la Tuna, Isabela, Puerto Rico
Vista del Embalse Luchetti, Yauco, Puerto Rico
Alberto Martínez-Márquez, natural de Bayamón, Puerto Rico, es el editor
de Letras Salvajes. Actualmente
vive secretamente en Aguadilla,
Puerto Rico, desde donde puede
ver el mar todos los días y beber
cerveza cuando le place. Sus
últimos
dos
libros
son
Contramundos (cuentos, 2010)
y Contigo he aprendido a
conocer la noche (poesía, 2011).
Algún día se dedicará a la
música. Por eso ya se encuentra
practicando en los kareokes
locales.
SUSAN SONTAG
GODARD (fragmento)
He argüido que una consecuencia del desdén de Godard
por la norma estética en virtud de la cual hay que tener un
punto de vista fijo, consiste en que borra la
diferencia entre la narración en primera y
en tercera persona. Pero quizás habría sido
más correcto decir que Godard propone una
nueva concepción del punto de vista y que
así delimita la posibilidad de filmar
películas en primera persona. Con esto no
quiero dar a entender simplemente que sus
películas son subjetivas o personales:
también lo son las de muchos otros
directores, sobre todo del cine de
vanguardia y underground. Me refiero a algo más específico, que
puede denotar la naturaleza original de su logro: a saber, La
manera en que Godard ha forjado, especialmente en sus últimas
películas, una presencia narrativa, la del director, que es el
pivote estructural de la narración cinematográfica. El director
que interviene en primera persona no es un personaje concreto
de la película. O sea que no se le debe ver en la pantalla
(excepto en el episodio de Far from Vietnam, que sólo muestra a
Godard hablando ante la cámara, con intercalaciones de
fragmentos de La chinoise), aunque se le oye esporádicamente y
el espectador nota cada vez más su presencia justo enoff. Pero
esta persona enoff no es una inteligencia lúcida, propia del
autor, como la figura del observador no comprometido que
aparece en muchas novelas escritas en primera persona. La
primera persona paradigmática de las películas de Godard, su
versión particular del realizador, es la persona responsable de la
película que permanece fuera de ésta en su condición de mente
acosada por preocupaciones más complejas y fluctuantes que
las que puede representar o encarnar cualquier película aislada.
El mayor dramatismo de las películas de Godard brota del
choque entre esta conciencia inquieta y más amplia del director,
por un lado, y el argumento concreto y limitado de la película
específica que está empeñado en filmar, por otro. De manera
que cada película es, simultáneamente,
una actividad creadora y otra destructora.
El director agota virtualmente sus
modelos, sus fuentes, sus ideas, sus
entusiasmos morales y artísticos más
recientes, y la configuración de la película
es el producto de los diversos medios
empleados para hacer saber al público lo
que sucede. Esta dialéctica ha llegado al
punto culminante de su evolución en
Deux ou trois choses, que es, entre todas las películas que ha
dirigido Godard, la que se ciñe más drásticamente a los
lineamientos de la primera persona.
La ventaja que reviste para el cine la técnica de la primera
persona estriba, presumiblemente, en el hecho de que aumenta
considerablemente la libertad del director, al mismo tiempo que
suministra estímulos para un mayor rigor formal, objetivos
éstos que coinciden con los que abrazaron todos los
posnovelistas importantes de este siglo. Así es como Gide se
cuida de que Édouard, el autor-protagonista de Les fauxmonnayeurs, condene todas las novelas anteriores en razón de
que sus contornos son «nítidos», de modo que, por muy
perfectas que sean, lo que contienen está «cautivo y exánime».
Édouard quería escribir una novela que «fluyera libremente»
porque
había optado
por
«no
prever
sus
meandros».
Pero
resultó
que
la
liberación de
la novela
consistía
en
escribir
una
novela
sobre
el
hecho
de
escribir
una novela: en
presentar
la «literatura»
dentro de la literatura. En otro contexto, Brecht descubrió el
«teatro» dentro del teatro. Godard ha descubierto el «cine»
dentro del cine. Aunque sus películas parezcan muy
desenvueltas, espontáneas o trasmisoras de sentimientos
personales, lo que se debe valorar es que Godard sustenta una
concepción de su arte drásticamente alienada: un cine que
devora el cine. Cada película es un acontecimiento ambiguo que
hay que promulgar y, simultáneamente, destruir. El aserto más
explícito de Godard sobre este tema es el doloroso monólogo
donde se interroga a sí mismo en su aporte a Far from Vietnam.
Y quizá el más ingenioso es una escena de Les
carabiniers(parecida al final de una antigua película de Mack
Sennett en dos rollos, Mabel's Dramatic Career) donde Miguel
Angel sale con permiso durante la guerra para visitar un cine,
aparentemente por primera vez, porque reacciona como lo hacía
el público sesenta años atrás cuando se proyectaban las
primeras películas. Sigue con todo el cuerpo los movimientos
de los actores en la pantalla, se esconde bajo la butaca cuando
aparece un tren y, al fin, enloquecido por la imagen de una
joven que se baña en la película incluida dentro de la película,
salta de su asiento y sube corriendo al escenario. Primero se
pone de puntillas e intenta ver lo que hay dentro de la bañera;
después palpa cautelosamente la superficie de la pantalla en
busca de la muchacha, y por fin intenta asirla... circunstancia en
la cual desgarra parte de la pantalla que hay dentro de la
pantalla y revela que la muchacha y el cuarto de baño eran una
proyección sobre una sucia pared. El cine, como dice Godard en
«Le grand escroc», «es el fraude más hermoso del mundo».
Aunque todos sus recursos característicos estén al servicio
del objetivo fundamental de quebrar la narración o variar la
perspectiva, Godard no aspira a una variación sistemática de los
puntos de vista. Es cierto que a veces elabora una vigorosa
concepción plástica, como en las intrincadas configuraciones
visuales
de
los
acoplamientos de Charlotte
con su amante y su marido
en Une femme mariée, y en
la brillante metáfora formal
de
la
fotografía
monocromática
en
tres
«colores
políticos»
de
Anticipation. Sin embargo,
la obra de Godard se
caracteriza por carecer de rigor formal, cualidad ésta que
predomina en toda la obra de Bresson y Jean-Marie Straub y en
las mejores películas de Welles y Resnais.
Los cortes súbitos de A bout de souffle, por ejemplo, no
forman parte de un estricto esquema rítmico general, y Godard
confirma esta observación cuando explica su razón de ser: «En A
Bout de souffle descubrí que cuando una discusión entre dos
personas se volvía aburrida y tediosa, lo mejor que podía hacer
era interrumpirla con un corte. Lo intenté una vez, y salió muy
bien, de modo que seguí haciéndolo a lo largo de toda la
película». Es posible que Godard exagere la naturalidad con
que actuó en el laboratorio de montaje, pero es harto conocida
la confianza que deposita en su intuición cuando se halla en el
estudio. Porque ninguna película tiene un guión completo que
haya sido preparado con antelación, y muchas de ellas han sido
improvisadas día a día en largos tramos de la filmación. En las
películas más recientes, rodadas con sonido directo, Godard ha
hecho que los actores se inserten pequeños auriculares para
poder hablar en privado con cada uno de ellos mientras están en
cámara: así les dicta parlamentos o les formula preguntas que
deben contestar (entrevistas directas en cámara). Y aunque
generalmente utiliza actores profesionales, Godard se muestra
cada vez más dispuesto a incorporar presencias fortuitas.
(Ejemplos: en Deux ou trois choses, Godard, enoff entrevista a
una joven que trabajaba en el salón de belleza que él había
ocupado para una jornada de filmación; Samuel Fuller
conversa, interpretándose a sí mismo, con Ferdinand,
interpretado por Belmondo, en una fiesta que se celebra en el
comienzo de Pierrot le fou, y ello porque Fuller, un director
norteamericano que Godard admira, se hallaba casualmente en
París en aquella época y fue a visitar a Godard en el estudio).
Cuando utiliza sonido directo, Godard conserva por lo general
los ruidos naturales y aleatorios que quedan grabados en la
banda sonora, aunque sean ajenos a la acción. Si bien los frutos
de esta liberalidad no son siempre interesantes, algunos de los
efectos más felices de Godard han sido ocurrencias de último
momento
o
productos del azar.
Las campanas
de iglesia que
doblan
cuando
Nana muere en
Vivre
sa
vie
sonaron por pura
casualidad, para sorpresa de todos, durante la filmación. La
asombrosa escena en negativo de Alphaville salió así porque
Coutard le informó a última hora a Godard que no había
equipos apropiados para iluminar correctamente la escena (era
de noche), y Godard resolvió seguir adelante de todos modos.
Godard ha explicado que el final espectacular de Pierrot le fou,
o sea la autoinmolación de Ferdinand con dinamita, «lo
ideamos allí mismo, a diferencia del comienzo, que estuvo
organizado. Éste es una suerte de happening, pero controlado y
dominado. Dos días antes de empezar no tenía nada,
absolutamente nada. Oh, claro, tenía el libro. Y algunos
exteriores». Su convicción de que es posible aprovechar el azar,
y utilizarlo como herramienta adicional para desarrollar nuevas
estructuras, no se circunscribe a la política de realizar sólo los
preparativos mínimos para la filmación y de rodar en
condiciones que después se puedan adaptar a las necesidades
del montaje. «A veces cuento con tomas que se filmaron mal por
falta de tiempo o dinero», ha dicho Godard. «Cuando se
empalman, producen una impresión distinta. Esto no lo
rechazo, sino que por el contrario procuro hacer todo lo que está
a mi alcance para sacar a flote la nueva idea. »
La predilección de Godard por filmar fuera de estudios
apuntala
su
actitud
desprejuiciada
ante
el
milagro aleatorio. De toda
su
obra—largometrajes,
cortos y episodios, en
conjunto—sólo su tercer
largometraje, Une femme est
une femme, se filmó en un
estudio; el resto se rodó en
ambientes «encontrados».
(La pequeña habitación de
hotel donde transcurre Charlotte et son Jules era la misma en
que se alojaba Godard; el apartamento de Deux on trois choses
era el de un amigo; y el de La chinoise es el que Godard ocupa
actualmente.) En verdad, uno de los detalles más brillantes e
inquietantes de las fábulas de ciencia ficción de Godard el
episodio «Le nouveau monde», de RoGoPag (1962); Alphaville y
Anticipation—consiste en que fueron filmadas íntegramente en
lugares y edificios sin retocar que existían alrededor del París
de mediados de los años sesenta, como el aeropuerto de Orly, el
hotel Scribe y el nuevo edificio de la compañía de electricidad.
Por supuesto, esto refleja precisamente el pensamiento de
Godard. Las fábulas acerca
del futuro son al mismo
tiempo ensayos sobre el
presente. El dechado de la
verdad documental siempre
matiza la veta de fantasía
cinematográfica
que
discurre con fuerza por toda
su obra.
De la propensión de Godard a improvisar, a incorporar
hechos fortuitos y a filmar fuera de estudios se podría deducir
un parentesco con la estética neorrealista que se hizo famosa
gracias a las películas italianas de los últimos veinticinco años,
estética que se inició con Ossessione y La terra trema y que llegó
a su apogeo con las películas de posguerra de Rossellini o con la
reciente aparición de Olmi. Pero Godard, si bien es un ferviente
admirador de Rossellini, no es ni siquiera un neo-neorrealista, y
tampoco se propone expulsar la artificialidad del arte. Lo que
pretende es fusionar las polaridades tradicionales del
pensamiento móvil espontáneo y la obra acabada, del apunte
formal y el aserto plenamente premeditado. La espontaneidad,
la naturalidad, la verosimilitud no son valores por sí mismos
para Godard, a quien le interesa más la convergencia de la
espontaneidad con la disciplina emocional de la abstracción (la
disolución del «tema central»). Lógicamente, los resultados
distan de ser pulcros. Aunque Godard sentó muy rápidamente
las bases de su estilo característico (hacia 1958), su
temperamento inquieto y su voracidad intelectual lo empujan a
adoptar una actitud esencialmente exploratoria respecto del
cine, en virtud de la cual es posible que para elucidar un
problema que se planteó pero no se resolvió en una película,
empiece a filmar otra. De todas maneras, si se la valora
globalmente, la obra de Godard se parece mucho más, por su
problemática y su envergadura, a la de un purista y formalista
radical del cine como Bresson, que a la de los neorrealistas,
aunque la relación con Bresson también se deba encarar
fundamentalmente en términos de contrastes.
El estilo de Bresson maduró asimismo con gran rapidez,
aunque toda su carrera haya consistido en una suma de obras
concienzudamente meditadas e independientes, concebidas
dentro de los límites de su estética personal hecha de concisión
e intensidad. (Bresson, que nació en 1910, ha filmado ocho
largometrajes, el primero en 1943 y el más reciente en 1967.) Su
arte se caracteriza por una cualidad lírica y pura, por un tono
innatamente elevado y por una unidad minuciosamente
estructurada. Bresson ha dicho, en una entrevista que le hizo
Godard (Cahiers du Cinéma, número 178, mayo de 1966), que
para él «la improvisación es la base de la creación
cinematográfica». Pero ciertamente cualquier película de
Bresson es, por su aspecto, la antítesis de la improvisación. En
la película acabada, cada toma debe ser al mismo tiempo
autónoma y necesaria, lo cual significa que sólo existe una
manera ideal y correcta de componerla (aunque se la encuentre
intuitivamente) y de ensamblarlas a todas en una narración. No
obstante su tremenda energía, las películas de Bresson dan la
impresión de ser deliberadamente formales, de haber sido
organizadas sobre la base de un ritmo implacable sutilmente
calculado, que obligó a amputarles todo lo que no fuera
esencial. Dada
la estética
austera
de
Bresson,
parece lógico
que su tema
característico
sea el de
una
persona
literalmente
prisionera
o
cautiva de
un
dilema
atroz.
En
verdad, si se
admite que
la
unidad
narrativa y
tonal es un
patrón
fundamental
del cine, el
ascetismo de Bresson el aprovechamiento máximo de materiales
mínimos, la cualidad reflexiva y «cerrada» de sus películas—
parece ser el único procedimiento auténticamente riguroso. La
obra de Godard refleja una estética (y, sin duda, un
temperamento y una sensibilidad) opuesta a la de Bresson. La
energía moral que nutre el cine de Godard, si bien no es menos
poderosa que la de Bresson, desemboca en un ascetismo muy
diferente: el esfuerzo de una introspección constante, que se
convierte en una parte constitutiva de la obra de arte. «Con cada
nueva película me parece cada vez más», dijo en 1965, «que el
mayor problema de la filmación consiste en resolver por dónde
y por qué empezar una toma y por qué terminarla.» Lo
importante es que a Godard sólo se le ocurren soluciones
arbitrarias para este problema. Mientras cada toma sea
autónoma, no habrá reflexión que pueda hacerla necesaria.
Puesto que para Godard las películas son sobre todo
estructuras abiertas, la distinción entre lo que es esencial y lo
que no lo es en cualquiera de ellas se convierte en un dilema
desprovisto de sentido. Así como no se pueden descubrir
normas absolutas e inmanentes para determinar la composición,
duración y localización de una toma, tampoco puede haber
razones verdaderamente sólidas para excluir algo de una
película. Detrás de las caracterizaciones aparentemente fáciles
que Godard ha hecho de muchas de sus películas recientes, se
oculta esta teoría de la película como montaje más que como
unidad. «Pierrot le fou no es realmente una película, sino una
tentativa de hacer cine. » Acerca de Deux ou trois choses: «En
síntesis, no es
una película, es
una tentativa de
hacer
una
película y se
presenta como
tal». Los títulos
de Une femme
describen como:
mariée
la
«Fragmentos de
una
película
rodada en 1964»;
y La chinoise
lleva el siguiente
subtítulo:
«Película
en
proceso
de
realización».
Cuando Godard
proclama
que
sólo
exhibe
«esfuerzos»
o
«tentativas»,
reconoce que su
obra es una
estructura abierta
o
arbitraria.
Cada película continúa siendo un fragmento en el sentido de
que jamás se pueden agotar sus posibilidades de elaboración.
Una vez que se da por sentado que el método de yuxtaposición
(«Prefiero colocar sencillamente unas cosas junto a otras»)—que
reúne elementos antagónicos sin conciliarlos entre sí—es
aceptable, e incluso deseable, en verdad una película de Godard
ya no puede tener un final intrínsecamente necesario, como lo
tiene una de Bresson. Cada película debe parecer bruscamente
interrumpida o debe terminar arbitrariamente, a menudo con la
muerte violenta, en el último rollo, de uno o más protagonistas,
tal como sucede en A bout de souffe, Le petit soldat, Vivre sa vie,
Les carabiniers, Le mépris, Masculin féminin y Pierrot le fou.
Como era presumible, para apuntalar estas ideas (Godard
ha puesto énfasis en la relación (más que en la distinción) entre
«arte» y «vida». Godard afirma que mientras trabajaba nunca
experimentó la sensación, que a su juicio debe experimentar el
novelista, «de que estoy diferenciando la vida de la creación».
Vuelve a colocarse en el ya conocido terreno mítico: «El cine
está en algún punto comprendido entre el arte y la vida».
Godard ha escrito, refiriéndose a Pierrot le fou : «La vida es el
tema, con el Cinemascope y el color por atributos... La vida por
sí misma, tal como me gustaría captarla, utilizando panorámicas
para la naturaleza, plans fixes para la muerte, tomas breves,
tomas prolongadas, sonidos suaves y estridentes, los
movimientos de Anna y Jean-Paul. En síntesis, que la vida llene
la pantalla como un grifo llena una bañera que se vacía
simultáneamente a la misma velocidad». En esto, explica
Godard, es en lo que se diferencia de Bresson, quien, cuando
filma, tiene «una idea del mundo» que «intenta trasladar a la
pantalla o, lo que es lo mismo, una idea del cine» que intenta
«aplicar al mundo». Para un director como Bresson, «el cine y el
mundo son moldes que hay que llenar, en tanto que en Pierrot
no hay molde ni materia».
Por supuesto, las películas de Godard tampoco son
bañeras, y Godard alimenta sus sentimientos complejos acerca
del mundo y su arte en la misma medida y más o menos en las
mismas condiciones que Bresson. Pero no obstante la caída de
Godard en una retórica taimada, el contraste con Bresson sigue
en pie. Para Bresson, que al principio fue pintor, son la
austeridad y el rigor de los medios cinematográficos los que
hacen valioso este arte (aunque muy pocas películas).
Para Godard, las películas, incluidas muchas de calidad
inferior, deben su autoridad y su naturaleza promisoria al
hecho de que el cine es un medio flexible, promiscuo y
acomodaticio. El cine puede mezclar las formas, las técnicas, los
puntos de vista, y no es posible identificarlo con ningún
ingrediente más destacado. En verdad, lo que debe demostrar el
director es que no se excluye nada. «En una película se puede
meter todo», dice Godard. «En una película se debe meter todo.»
La película se concibe como si fuera un organismo vivo: no
tanto como un objeto
sino más bien como
una presencia o un
encuentro... como un
acontecimiento
plenamente histórico o
contemporáneo, cuyo
destino consiste en que
lo
trasciendan
los
acontecimientos futuros. Con la intención de crear un cine
implantado en el presente auténtico, Godard intercala
constantemente en sus películas referencias a las crisis políticas
actuales: Argelia, la política interior de De Gaulle, Angola, la
guerra de Vietnam. (Cada uno de sus cuatro últimos
largometrajes incluye una escena en la cual los protagonistas
denuncian la agresión norteamericana en Vietnam, y Godard ha
manifestado que mientras dure la guerra introducirá una
secuencia análoga en cada película que filme.) Las películas
pueden incluir referencias aun más informales y alusiones
improvisadas: una pulla a André Malraux; un elogio a Henri
Langlois, director de la Cinémathèque Française; un ataque a los
exhibidores irresponsables que proyectan películas de
fotograma clásico (1/1,66) en pantalla panorámica; o la
propaganda encubierta de la película de un colega y amigo.
Godard acoge con agrado la oportunidad de utilizar el cine con
fines temáticos, «periodísticos». Mediante entrevistas del tipo
de las del cinéma-vérité y de los documentales de televisión,
puede pedir a los personajes sus opiniones sobre la píldora
anticonceptiva o sobre
Bob
Dylan.
El
periodismo
puede
proporcionarle
la
base para una película:
Godard, que escribe
los guiones de todas
sus películas, cita
«Documentación de 0ú
en
est
la
prostitution?,
de
Marcel
Sacote»
como fuente de Vivre
sa vie; el argumento
se lo sugirió un
de Deux ou trois choses
artículo de Le Nouvel
Observateur sobre
las amas de casa de los
nuevos bloques de
apartamentos baratos que se dedicaban a la prostitución, en sus
ratos libres, para aumentar los ingresos de la familia.
El cine ha sido siempre un arte que, como la fotografía,
registra la temporalidad, pero hasta ahora éste ha sido un
aspecto de los largometrajes de ficción que pasaba inadvertido.
Godard es el primer director importante que incorpora algunos
elementos contingentes del momento social específico cuando
filma una película, y que a veces los convierte en el encuadre de
ésta. Por ejemplo, el encuadre de Masculin féminin es un
informe sobre la situación de la juventud francesa durante los
tres meses críticos, en lo político, del invierno de 1965, entre el
primer turno de la elección presidencial y su desenlace; y La
chinoise analiza la facción estudiantil comunista de París que
actuaba inspirada por la revolución cultural maoísta, en el
verano de 1967. Pero, desde luego, Godard no se propone
suministrar datos en un sentido liberal, o sea en el sentido que
niega la importancia de la imaginación y la fantasía. Según su
criterio, «se puede empezar con la ficción o el documento. Peto
tanto si se empieza con la primera como si se empieza con el
segundo, se tropezará inevitablemente con la parte que falta».
Quizás el fruto más interesante de su idea no son las películas
con configuración de reportaje sino las películas con
configuración de fábula. La guerra universal e intemporal que
constituye el tema de Les carabiniers es ilustrada con
filmaciones documentales de la II Guerra Mundial, y la miseria
en que viven sus personajes míticos (Miguel Angel, Ulises,
Cleopatra, Venus) es concretamente la de la Francia actual.
Alphaville es, para decirlo con las palabras de Godard, «una
fábula sobre terreno realista», porque la ciudad intergaláctica
también es, literalmente, el París de hoy.
Susan Sontag nace en Nueva York en 1933. Su verdadero nombre era Susan
Rosenbblatt. Está considerada como una de
las figuras intelectuales más influyentes de la
escena intelectual del siglo XX. De su vasta
obra se detacan: The Benefactor, Death Kit,
Against Interpretation, On Photography,
The Volcano Lover, Ilness as Metaphor,
Where the Stress Falls, In America, I,
Etcetera, entre otras. Como cineasta, dirigió
los filmes Duel for Cannibals (1969), Brother
Carl (1971)—ambas producidas en Suecia—,
Promised Lands (1974, filmada en Israel) y
Unguided Tour (1983, hecha en Italia).
Sontag fue galardonada con el Premio
Jerusalem de Literatura en 2001. Igualmente
ha sido recipiente del Premio Príncipe de Asturias y del Premio de la Paz
del Comercio Librero Alemán. Sontag fallece en 2004 y sus restos
descansan en el cementerio de Montparnasse en París.
MARÍA JOSÉ MURES
GODIVA
I
Dos noches desnuda
una fantasía dos noches
la palabra sirve de llave
no hubo.
La caricia sirve de llave
hube de… hacerme círculo,
cual golpe de canto
en la piel del mar,
estelas excéntricas
eléctricas
me arroyo como río.
Melodía a medianoche
volumen elevado
a ritmo lento.
II
Quiero estar sola para estar contigo
para que este vacío seas tú
como Lady Godiva iría a tu encuentro
y en espejo galoparía sin fin.
III
No es mejor mi mano
que las hormigas trashumantes
que comen libido.
IV
Cuando vuelvas no me recuerdes que yo te amo.
No tiene sentido si no fuera sentido.
PRINCIPIO SIN ARQUÍMEDES
Dame una palabra
de apoyo y moveré la Tierra.
Dame ADN
y que se caiga el mundo.
Dame el rincón
donde tus piernas
apuntalan la noche.
UNIÓN DE LATIDOS
Cuando los que aman se reúnen, la forma es otra.
Con el vino del amor, la ebriedad es otra.
RŪMĪ
Rompió el vino las copas
o mi copa
acercando nuestros labios
o mi labio
se aceleró la lenta caricia
o mi caricia
mi cómplice vino, llegó,
me hice crápula de ti
o de nadie,
unión de latidos.
ÉXTASIS MUDO
En la noche me deshago
me vuelvo humana salvajemente
no sé qué azar reaparece
cuando sin buscarte llegas
justo en éxtasis mudo.
Es mía la mano de mi pecho
es mía la de mi sexo
es la fuerza que se inculca
y se encuentra en una espiral con sentido
destensando mis preocupaciones
y agotando todo en una tensión.
Tu mejilla en mi vientre cuando inspiras
y quedo sin aliento, desnuda.
BESOS SUELTOS PARA UN OÍDO
Cae se deshace La belleza
nunca se pierde El silencio
no da tranquilidad hoy
Aguanto la cabeza con dolor
Es lo que no digo
el agua calentó mi piel y el silencio
continuaba su eco Nos vamos deshojando
nos vamos
perdiendo
poco a poco
ahogándonos
Cuando todo se agota y quedan vestigios
es la agonía un regalo
Los días como pétalos en mi mano están
qué hacer con tanta muerte…
QUIERO AMARTE
Quiero amarte,
decir más es estropearlo
llegar a ti como tú imaginas.
Metida en mí
pero fuera de sí
así quiero amarte
con el gemido del más valiente.
CON TU MANO
Lento pero no por el cansancio
O fue un sueño…
ser Venus en el país de Peter Pan
donde, de los sueños, volver no quiero,
estar contigo en todas las vidas
planeando en tu cuerpo
que sin batir las alas
me hace volar como ave.
Enredo con sentido de cuerpos
Hacia el vértice de tus muslos.
Y quedar así, con tu mano en mi pecho.
María José Mures nace en Fernán Núñez, Córdoba, en 1970. Fue directora
adjunta de Revista de Feria de su localidad durante dos años y después
formó parte del grupo de redacción.
Sus versos aparecen en Revistas
Literarias como Alhucema, Baquiana,
Arique de Cuba, La pájara pinta,
Caños Dorados, Pan de Trigo,
y
otras de soporte digital. Tiene
publicados tres libros: Antes del
Amor, Zahorí y Cambalache, este
último prologado por Aimée G.
Bolaños. Está incluida en la Antología
de poetas de Fernán Núñez (2006). Ha
sido colaboradora en la edición del
Libro de Romances y canciones de
Amor II (2006), de la Diputación Provincial de Ciudad Real. En ese mismo
año el Ateneo de Almagro la nombra Socia de Honor. Fue merecedora del
segundo Premio de Poesía en Alfafar, Valencia, con su poemario Zahira y
en 2007 fue premiado su poemario Entre la espada y tú, amor en el V
Concurso Nacional de Poesía “Caños Dorados”.
ANDREU NAVARRA ORDOÑO
UNA FIEBRE
I
La mujer con la que almuerza es una antigua compañera de
estudios, una mujer siempre triunfadora y de carácter
arrollador. Lleva una falda plisada y una blusa blanca muy
decente. Jorge va sin afeitar, con unos vaqueros sucios y
arrugados y unos zapatos que rezuman agua por todas partes.
Le acaba de proponer un trabajo. Como sabía que estabas
en paro, ha dicho ella. Él, por supuesto, ha aceptado. Se trata de
organizar una exposición sobre Carmen Laforet, en la sede del
Instituto Cervantes. Jorge odia la obra de Carmen Laforet, pero
debe aceptar el encargo por razones crematísticas. Cree que
volverá a leer Nada y cree que le gustará y que le encontrará
nuevos elementos que despierten su interés; más bien confía en
que el instinto de su enflaquecido cuerpo le ayudará a poder
llegar a paladear esa novela y de algún modo lo forzará a
digerirla como una promesa de futuros panes.
De hecho, no tiene más remedio que provocar o por lo
menos fomentar que suceda esa benevolencia.
Jorge acompaña a Anaís a su flamante despacho, con vistas
al Palacio de Correos y al inquietante Cuartel General de las
Fuerzas Armadas. El contrato que formaliza es esperanzador,
tanto como nunca pensó que podría serlo un contrato. No hay
cláusula alguna que regule su trabajo. Tendrá entera libertad.
Sé que tienes talento, aunque lo desperdicies, dice Anaís con un
semitono maternal y amargo. Sé que me harás un buen trabajo.
Con diez años menos Jorge y Anaís estuvieron a un plis de irse
a la cama en algunas fiestas alcohólicas, pero al final
prevalecieron las prevenciones de clase y prefirieron seguir
siendo amigos. Jorge se encoge de hombros y se sube las gafitas
sobre la nariz. Pareces cansado, le dice ella. Pero él no aparta la
mirada de la ventana. Le gusta la luz blanca de la mañana en
Madrid. Al terminar la carrera, Anaís obtuvo una beca para irse
a Estados Unidos y Jorge entró a trabajar de administrativo en
un despacho de seguros. Perdieron por entero el contacto.
Jorge volvió a su buhardilla pensativo, con la funda del
contrato bajo el brazo. Pensó en el dinero providencial que le
llovería al cabo de seis meses. Al llegar a su casa rebuscó entre
los volúmenes los libros de Carmen Laforet que poseía, que
eran básicamente tres. Los libros daban pena de ver. Jorge
recordó haber escrito diez años antes una violenta diatriba
contra Carmen Laforet, a quien comparaba con Max Aub para
concluir que la literatura peninsular de los cuarenta era una
basura si la comparábamos con la del exilio. No estaba seguro
de seguir opinando lo mismo. De hecho, en la actualidad le
daba igual todo aquello. Hacía más de dos meses que no cogía
un libro, y los últimos habían sido volúmenes argentinos de
autoayuda psicológica. Durante las últimas tres semanas no
había hecho otra cosa que pasear febrilmente por el centro,
alimentarse de sándwiches mixtos y masturbarse con unos
vídeos que le había prestado un amigo.
El artículo había permanecido inédito, era un mecanoscrito
de treinta folios olvidado en una carpeta que hoy era pasto de
unos extraños bichos parecidos a las cucarachas pero de color
plateado y aspecto aseado, cuyo diseño Jorge admiraba con
sinceridad.
Las pilas de carpetas coronadas de tazas vacías se
acumulaban en todos los rincones de la buhardilla de Jorge.
Estuvo leyendo Nada toda la noche, con la funda del
contrato situada a escasos centímetros de su brazo derecho, y
tuvo que confesarse que, por acción irradiadora del
providencial papel o, por qué no, debido al talento natural de la
escritora, la lectura logró despertar su atención hasta que se hizo
de día. Comprendió que algunas trazas de goticismo se le
habían escapado de su primera lectura. Hasta se dejó
enamoriscar un poco por la tonta de Andrea. Tras desayunar un
té con galletas empezó otro libro, La llamada. Luego se fue a
otro sofá y releyó su poema predilecto, uno de Juan Ramón
Jiménez, titulado Mar, nada, y publicado en 1930. Quince años
antes lo había copiado en una hoja de papel, amarillenta ya, de
la que jamás se desprendía, y que descansaba permanentemente
sobre su escritorio pisada por una taza.
Jorge permanecía siempre sentado en uno de los múltiples
sofás desvencijados que había logrado arrastrar hasta su casa,
para lograr dormir en caso de que leyera o escribiese.
Rumiando su poema predilecto comprendió que su
exposición nunca podría ser una colección de fotografías,
objetos personales de la autora y libros viejos. Una colección
más de fotografías idealizantes, paneles encomiásticos,
ditirámbicos escritos murales en paredes lisas, y un catálogo
con las cuatro o cinco opiniones autorizadas. Creyó que podría
hacer algo más personal.
Abrió un cajón y sacó una hoja de papel corriente y un
carboncillo. Decidió dibujar a Angustias, y lo hizo francamente
mal. Cuatro trazos como cara, una peineta funeral presidiendo
el amasijo y unas manos cruzadas sobre el regazo. Tardó cinco
minutos.
Empezó a transpirar. Encendió un cigarrillo. Arrugó el
papel. Lo desarrugó y lo clavó en la pared con una chincheta.
Luego dibujó a Román, con la misma técnica del inacabado.
Sonrió. Se rascó los testículos vigilando no hacerse daño con la
cremallera de los vaqueros. Se sintió en tensión. Dibujó al bebé
de Juan, la pobre criatura sucia, hambrienta. Una enorme boca
torcida, como una vagina desdichada, sin dientes ni esperanza.
Luego una silueta macrocéfala, sólo insinuada. Empezó a
comprender de qué iba todo aquello, y la novela, y su odio.
Encendió el ordenador y se bajó la película de Edgar
Neville. Disfrutó un rato viéndola y, de todas las escenas,
seleccionó la del ataque de furia de Román. A continuación
dibujó una navaja de afeitar rodeada de machas de sangre. El
efecto, conseguido con el alma de un bolígrafo barato, le hizo
sonreír. A continuación llamo a Claudia, su ex, y le pidió que
viniera a verlo. Hacía un año que habían cortado toda clase de
contacto. Lo suyo se había arrastrado durante siete años, pero
Jorge tenía un carácter difícil de soportar, entre taciturno y
autoritario.
A continuación se masturbó en el retrete.
A continuación llamó a Pedro, un amigo tan bohemio como
él que había estudiado Historia y era experto en estrategia
militar, y le pidió un informe detallado sobre el avance de los
frentes de la guerra civil. Luego encendió otro cigarrillo.
Claudia llegó a eso de las once de la mañana. También
estaba en el paro, se le notaba en la mirada. Se saludaron
extrañados por la situación. Claudia manifestó sin hablar
bastante asco por tener que entrar en aquella pocilga. La
pequeña Claudia. Los ojazos de niña asustada, el timbre trágico
de la mirada, los brazos escurridos como una toalla retorcida,
quebradiza como el cristal. Se sentó en uno de los sofás con aire
cansado. Dejó el bolso de lana a su lado y luego miró a Jorge
con curiosidad. Constató que había adelgazado. Jorge se levantó
y preparó café en la cocina. Luego se hicieron las preguntas de
rigor. Cómo te va, y eso.
Pobre niña proletaria, huesudas costuras. Jorge sonríe y le
enseña sus dibujos. Le cuenta lo del contrato del Instituto
Cervantes, pero no le dice que lo ha fichado Anaís. Claudia
siempre sintió celos fundados de Anaís. Jorge no estuvo nunca
seguro de querer a Claudia hasta que se separaron. Entonces
notó que se agobiaba solo (lo atribuyó a la falta de sexo) y se
notó permanentemente nervioso, incapaz de descansar. Anaís
ya se había ido a Boston. De repente, no tenía a nadie. Empezó a
padecer insomnio, y a dejar de leer. Únicamente le interesaba el
periódico, que leía en algún bar de Atocha o del centro, si se
atrevía a caminar más. Luego se iba a las casetas de libros y
compraba algún saldo, aturdido por el ruido del tráfico. Los
celos de Claudia eran lacerantes, colindantes con un nihilismo
destructor. Celos de proletaria vaporosa, que se convertía en un
enorme insecto cuando la invadía la furia interna.
Claudia tenía mal carácter, siempre estaba en tensión,
aunque también había sabido ser dulce, sobre todo después de
follar.
Jorge sabía que, aunque no fuera una profesional, su ex
sabía pintar bastante bien, y que era una persona creativa. Le
encargó retratos de todos los personajes de la novela, y le dijo
que le pagaría quinientos euros del total de dos mil que iba a
cobrar por la faena. Pero le pidió que, por nada del mundo,
dibujara a Andrea, la protagonista. ¿Y los materiales? ¿Quién
me los paga? Jorge reconoció no haber pensado en eso. Lo del
material lo arreglaré yo, no te preocupes, le dijo.
También le hizo un curioso encargo totalmente
improvisado. Un cuadro titulado ―Renacer‖, cuyo tema y
ejecución dejaba a su libre albedrío. Claudia levantó la ceja
izquierda (lados del espectador) pero no pudo hacer más que
aceptar.
Una vez sólo, Jorge se atusó la barba y notó una calentura
envolvente. Pronto debería descansar. Le picaban los ojos.
Abrió una ventana para ventilar la buhardilla. Se metió vestido
en la cama. Se levantó. Encendió el televisor. Se cocinó unos
huevos fritos con beicon. Se los comió en un sofá acompañados
de una lata de cerveza, la penúltima que había en a nevera.
Luego se cambió y volvió a meterse en la cama. Volvió a
levantarse y paseó por el comedor, fumando. Al cabo de un rato,
y en un gesto nervioso, cogió un viejo mapamundi, le dio la
vuelta y, en el reverso blanco, marcó una línea recta negra con
un rotulador que salía del extremo derecho del lienzo y
terminaba hacia el centro del rectángulo (derecha e izquierda
del espectador). Procuró que el trazo de la línea fuera pueril e
irregular. Luego recorrió la línea con tinta roja y la inflamó con
un lápiz de color naranja. Luego repitió la misma línea cortante,
pero en el extremo sur del lienzo y partiendo del lado opuesto.
Decidió titularlo ―La llama cauterizante‖.
II
Al día siguiente fue a ver a su tío, que era pìntor, a su
estudio en la villa de Vallecas. Bajó al metro en Menéndez
Pelayo y salió a la superficie en el Puente de Vallecas. Le pidió
que le prestara entablamentos y lienzos. El buen hombre no
cabía en sí de asombro, y Jorge le tuvo que explicar lo del
encargo del Instituto Cervantes. Tapearon por el barrio y se
despidieron con un abrazo hacia las cinco de la tarde.
Jorge aún se demoró por el barrio comprando botes de
pintura acrílica de diversos colores, los que le parecieron más
atractivos: rojo chillón, verde alienígena, amarillo limón y,
finalmente, blanco y negro. No quiso ni mirar hasta dónde
ascendía su derrama en el ticket de compra.
Al volver a casa cargado con los listones, lo botes y las
tablas, encontró en el buzón el encargo que le había hecho a
Pedro, el experto en estrategia militar. Abrió la puerta de su
buhadilla, huyeron algunos insectos reptantes, dejó a un lado
su cargamento junto a otros trastos y abrió el sobre. Sobre un
rudimentario mapa de España que parecía una hamburguesa
mordisqueada se especificaban, en lápiz rojo, los paulatinos
avances del ejército nacional hasta alcanzar la batalla del Ebro.
Las líneas venían acompañadas de las principales fechas en la
zona del norte, en Teruel, en Extremadura y Castellón.
Jorge memorizó todo el esquema, de pie, sin quitarse el
abrigo, sudando copiosamente. Extendió un lienzo sobre la
cama de matrimonio en que dormía, aunque siempre había
vivido solo, y trató de dibujar con alguna exactitud el perfil de
la península Ibérica. Extendió un manchurrón negro por toda la
zona portuguesa, como indicando que quedaba fuera del juego
y además, tal vez, que allí ya estaba todo decidido por Salazar.
Con la muestra de Pedro en la mano izquierda, fue trazando las
distintas líneas en gruesos brochazos rojos. El conjunto parecía
así como una composición del expresionismo abstracto, o tal vez
una vulgar firma callejera, pero si uno se fijaba bien advertía el
proceso y la delimitación hispánica que le servía de marco.
En ese momento, el ruido de la cerradura de la entrada al
abrirse le sobresaltó. La figura de Caudia se destacó en el salón
comedor. Jorge no pudo menos que sentirse perplejo. Aquello
no ocurría desde hacía dos años. Pero nunca se le había ocurrido
pedirle a Claudia su llave del piso, la llave que utilizaba para
sus pasadas sorpresas eróticas y para prepararle las fiestas
sorpresa mientras él trabajaba.
Qué coño estás haciendo, dijo.
Jorge tardó en contestar.
Pinto, creo, pasa, mira. Ponte cómoda. Solo me queda una
cerveza, dijo.
Claudia dio unos pasos hacia delante y se sentó en uno de
los sofás, pero como de forma provisional, con el torso ladeado
y apoyando todo su escaso peso sobre la punta de las posaderas.
Te has pringado todo, dijo. Y, en efecto, Jorge comprobó que
llevaba todo el abrigo manchado de rojo, y que también había
puesto perdida la colcha. Hasta relucían en la montura de sus
gafas algunas gotitas de pintura acrílica. Pero aquellas cosas
nunca le habían interesado demasiado, y Claudia lo sabía bien.
¿No quieres nada? ¿Ya me echas de menos tan rápido?
He pintado el cuadro que me encargaste, el que se tenía
que titular ―Renacer‖. Los otros los tengo esbozados. Entonces
Jorge se fijó en el rollo de papel que Claudia había traído bajo
el brazo. Claudia lo extendió en el suelo.
Jorge se aproximó y miró el dibujo. La composición era
violenta y oblicua, de ambiente curvilíneo y orgánico. Tardó un
poco en comprender que se trataba de una pareja de seres
humanos copulando desesperadamente, con la cabeza situada
abajo a la izquierda (lados del espectador) y los cuatro pies
arriba a la derecha. Se puso rojo y trató de simular o engañarse
fingiendo un súbito y renovado interés en la tela que se traía
entre manos. Se la explicó a Claudia, pero le contó que no
estaba acabada. Falta el toque final, dijo, y fue a buscar una
vieja caja de cartón donde guardaba los soldaditos de plástico
con que había jugado durante toda su infancia y parte de
adolescencia. Ante el asombro de Claudia, los derritió con un
mechero deformándoles todos los rasgos, pero no hasta el punto
de que dejaran de parecer soldados, y los pegó con cola blanca a
un y otro lado de la España destrozada que había esbozado. Con
un pincel grueso escribió en verde limón los nombres ―Juan‖ y
―Román‖, sin cuidarse de que la pintura se escurriera hacia
abajo y hacia los lados. El conjunto, que colgó de la ventana, era
impactante y ridículo a la vez, desconcertante quizás.
Luego encendió el televisor y charló con apatía con
Claudia, comentándole la impresión agradable que le había
causado su cuadro sobre el Renacer. Vieron juntos una película
de piratas, un concurso con preguntas semicultas y un programa
de bromas con cámara oculta. En algunos momentos llegaron a
reírse con cierta intensidad. Jorge constató que la furia
masoquista el pasado se había disipado. ¿Te estás medicando?,
preguntó. Cenaron una tortilla precocinada y la lata de cerveza.
Luego hicieron el amor con cierta inercia, como
sorprendidos. De repente, Jorge se vio a sí mismo acariciando
los exangües senos de Claudia. Comprenderse sin pantalones y
copular fue cuestión de muy pocos minutos. Pero media cerveza
no podía habérseles subido a la cabeza. Todo un año anhelando
algún tipo de contacto carnal, y la ocasión se presentaba tan
poco solemne, tan (¡cómo decirlo!) fácil, pero en ningún caso
prosaica.
Follaron con cierta brutalidad, dejándose llevar, como
consumados pero nobles inexpertos.
Jorge sueña que es una niña holandesa y que está cogiendo
flores en un prado. Una pequeña niña con un vestido azul en un
prado cuyos límites no alcanza la vista. Es un sueño recurrente
en él. Jorge cree que algún día debe viajar a un lugar llamado
Marken que ha visto en algunas fotos que le enseñó un amigo.
Cuando se agobia piensa en esas fotos, en ese viaje que debe
realizar. Relaciona el sueño con este deseo, un deseo
relacionado con cierta idea heterodoxa de pureza.
Por la mañana, tras marcharse Claudia, llama Anaís.
Pregunta cómo va el encargo, y Jorge responde que viento en
popa, que fliparía con todas sus propuestas, y le detalla su
intención de no preparar una exposición corriente.
III
Se había citado con Anaís en el café Gijón, cerca de donde
trabajaba ella, a las seis de la tarde. Ella acudió puntual,
maquillada y con jersey de lana ligeramente escotado. Con
botas, medias de lana y una falda corta estaba verdaderamente
guapa. Jorge le mostró las fotografías de todos sus trabajos, y
los de Claudia que hizo pasar como suyos, y esperó la reacción
de su actual jefa.
Anaís pasó del desconcierto inicial al entusiasmo. Tú estás
loco, dijo, pero lo veo. Y además te voy a decir dónde vamos a
montar todo esto. Nada del vestíbulo de la sede del Instituto,
hay que buscar algo mucho mejor. Mira, conozco a una amiga
que tiene una galería, una antigua nave industrial, cerca de la
Abadía. Allí montaremos todo esto, me hará un precio especial.
Eres un genio, Jorge, vaya tela. Me has dejado a cuadros, te lo
confieso. No sabía que tú pintaras. Ya sabía yo que podía
confiar en ti, que tú harías algo creativo. Ahora mismo voy a
llamar al director, no creo que ponga problemas.
Anaís le dio un beso en la mejilla y se fue a cenar con su
novio, dijo, emocionadísima con el proyecto. Jorge se quedó un
rato más en el café tomándose un carajillo tras otro (luego el
ardor de estómago o le dejaba dormir) y saboreando su éxito.
A dos días de la inauguración, Jorge aún reunió suficiente
entereza como para preparar su particular retrato de Andrea.
Buscó una vieja revista entre su caótica hemeroteca personal.
Recortó una fotografía que le había quedado grabada en la
conciencia unos meses antes, una fotografía en que aparecía un
skin-head alemán aplastándole la cabeza a un muchacho turco
en una calle de Berlín con una enorme bota militar.
Jorge recortó la fotografía, la arrugó, y a continuación la
pegó en uno de los lienzos blancos que le había prestado su tío.
A continuación se atusó la barba y se subió las gafitas sobre la
nariz. Debajo garabateó, bien grande y sangrante, el nombre de
Andrea. Satisfecho, secó la composición con un secador del pelo
propiedad de Claudia, la fotografió con su diminuta cámara
digital y arrinconó su obra junto a las demás que formaban el
conjunto dedicado a la exposición sobre Carmen Laforet.
El día de la inauguración fue una apoteosis de fiebre y
nerviosismo. Anaís se quedó muy sorprendida de ver a Jorge y a
Claudia otra vez juntos. Besó a su antigua compañera de
estudios con cierta frialdad y fue dedicándose a presentar a
Jorge a diversas personalidades del pequeño Madrid del arte y
las letras: tres coordinadores del Instituto Cervantes, los
promotores de la Exposición, dos homosexuales acicalados, un
escritor famoso y una legión indescriptible de escritorcillos
jóvenes muy repeinados.
Claudia ha conseguido que Jorge se afeite, e incluso le ha
comprado una camisa azul. Los asistentes jóvenes se alejan
rápidamente de él, tras dirigirle las preguntas de rigor sobre su
trabajo, al ver que no está muy dispuesto a charlar ni a
responder nada. Un periodista le hace una entrevista que graba
en un pequeño aparatito plateado. Pronto, Claudia y Jorge se
aíslan en una mesa y empiezan a hacer manitas. En realidad él
sopesa la posibilidad de preguntarle a Anaís cuándo va a recibir
el dinero.
Desde el ángulo donde se ha sentado, Jorge observa todo el
conjunto de la exposición. El ámbito, una antigua vaquería y
lechería acondicionada, es ideal para esta clase de eventos.
Atraviesan el techo de ladrillos abovedados una serie de vigas
de hierro pintadas de negro de donde cuelgan los cuadros. En
una pared blanca de la izquierda, su izquierda, cuelgan como
abandonados los primeros retratos inacabados de los personajes
de la novela. En el centro, como enormes sábanas tendidas,
rajadas y escupidas de esputos sanguinolentos, cuelgan los
impactantes trabajos de Claudia.
Claudia se ha inspirado en las Meninas de Picasso y ha
ofrecido una imagen retorcida de todas las mujeres de la obra.
En un rincón algo apartado, fuertemente iluminado, cuelga el
retrato de Andrea. Los jovencitos pajareantes se han reído al
verlo, y el periodista le ha hecho una foto. Los demás han
torcido el gesto y han hecho una mueca de incredulidad.
Renacer se ha colocado en el vestíbulo, para abrir las visitas. Y
todo lo preside el lienzo de la España cruzada de líneas rojas.
Los gritos de la escena de Román salen constantemente de
unos amplificadores camuflados en las vigas, inyectando como
pesadilla al recinto. Anaís va de un lado a otro ocupándose de
todo, llena copas, atiende a los escritorzuelos, se ríe con todos,
negocia con unos marchantes, tiene los dientes muy brillantes.
El primer día reservan ya para la venta tres de los cuadros.
Al cabo de dos días, aparece en El País una crítica muy
favorable. Jorge cree ver la influencia de Anaís en todo aquello.
Durante la primera semana se venden algunos lienzos más. Tres
o cuatro tipos taciturnos vagarean como vacas cansadas siempre
por la galería. La web del Instituto anuncia la exposición a
bombo y platillo. Jorge empieza a recibir llamadas de
periódicos. Nuevas reseñas aparecen en El Mundo y ABC. Todos
elogian la muestra. Lo invitan a la radio a dar una charla sobre
Carmen Laforet, y él habla de Max Aub. Anaís no cabe en sí de
gozo.
Durante el año siguiente, le encarga a Jorge dos
exposiciones más, una sobre Valle-Inclán y otra sobre Francisco
Ayala, y le paga el doble. Jorge acepta sólo si le deja luego hacer
una sobre Max Aub. Su viejo mecanoscrito ha visto la luz en un
semanario postmoderno, dirigido por un tipo que leva
zapatillas de jugar al golf. Además, Anaís le ha conseguido un
intermediario que le busca galerías en las provincias, con muy
buena comisión.
Por esas fechas Claudia y Jorge ya se han ido a vivir a
Benidorm. Ella ha conseguido un trabajo de camarera nocturna
en un bar de copas. Él se dedica a hacer el vago, dibujar
estupideces y escribir algo en los bares y merenderos de la
playa. Los veranos los pasan en Madrid. Pronto publicará un
libro de versos en una editorial de Alicante. Ya nunca discuten.
Follan mucho. No ahorran ni un solo euro ningún mes.
Andreu Navarra Ordoño nace en Barcelona en 1981. Ha publicado los
poemarios Suicidio Súbito (2006) y Fiebre y
ciudad (2009), éste último editado en formato
de libro objeto con fotografías de Isabel
Huete. In, su primera novela, está prevista
para la primavera de 2010. Ha coordinado y
prologado la antología Domicilio de Nadie.
Muestra de una nueva poesía barcelonesa
(2008).
GEORGE REYES
ESPIANDO TU MIRADA
...Sigue
el diluvio
impenitente
solo
de solo
mudo...
Se penetra
en la rendija
de este sueño
arrodillado
que cabe
intenso
en tu mirada:
"¡El frote
de tus manos
en esas sombras
construye
arco
iluminado...!".
PERO ESA LINEAL MIRADA
Aquí
____clavan
_____________circular
_____________mirada
_____________________voluble
_____________________ eco
_________________________ ensordeciendo
______________________________________pasos...
Cayendo
_________despacio
________________en sienes
________________de ensueños
__________________________horizontal
__________________________mirada
_________________________________ hace
_________________________________ tocar
_____________________________________ los dedos
________________________________________ el horizonte...
POR UN RESPIRO DE ROSAL CON MARIPOSA
Implorarán
lo eterno
esas tardes
solitarias
en aquel día:
rosal
revoloteando
mil colores
Será
promesa
poesía lírica
o quizás
un sueño
de regreso
a la alborada
de la vida.
EN CANCION DE LOS TURPIALES
Marchará
en la amanecida
verdeante
fronda
de turpiales
a imitar
su sinfonía
en voces
clarinadas: Es el himno arrodillado que arrulla tu
mirada.
George Reyes nace en Ecuador en 1961. Es ensayista, crítico literario,
poeta y teólogo evangélico. Actualmente
reside en México. Ha publicado en varias
revistas de poesía virtuales y de papel
hispanoamericanas. También ha hecho
carrera
en
varias
revistas
latinoamericanas de teología. Tiene en su
haber varias obras inéditas como Signo
XXI, Filosofía risueña, En vertical
contacto y El árbol del bien y del mal.
UTADA AKIHIRO
EL MERCADO EXCEPCIONAL DEL E-LIBRO EN JAPÓN:
DEL MANGA DE LA TELEFONÍA MÓVIL AL FUTURO DEL
CONSUMO LITERARIO
En el año 2009 el mercado de libros digitales en Japón era
mucho más prolífico que en los Estados Unidos. Según el EBook Marketing Report, publicado por Impress R &D, el valor
del mercado japonés del libro en 2009 era de ¥57.4 billones
(equivalente a unos $692 millones). Mientras el mercado
estadounidense rondaba cerca de los $313 millones para este
mismo período, de acuerdo con los datos provistos por la
empresa Management Practice, Inc., y publicados por la
Asociación de Editores Americanos (Association of American
Publishers). Estas cifras sugieren un mercado de publicaciones
japonés equivalente a más del doble del tamaño del mercado
del libro en los Estados Unidos.
Sin embargo, hay varios factores que deben tomarse en
cuenta. Para empezar, el total del 89% de la venta de libros
japoneses está dirigido a la telefonía móvil. Los llamados
comics o dibujos animados comportan el peso mayor de ese
mercado. Los géneros más populares en este renglón son los
denominados ―amor de chicos‖—basado en el afecto entre
adolescentes varones (adquiridos sobre todo por una audiencia
de mujeres jóvenes)—y ―amor de adolescentes‖—que gira en
torno al romance juvenil. En lo que se refiere a otras
publicaciones distintas del comic, la mitad del total de las
ventas recae sobre las colecciones fotográficas. Esto hace que la
situación en Japón sea muy distinta de la que prevalece en los
Estados Unidos, donde las ediciones digitales de libros
regulares han sido el garante de
esa empresa en los últimos años.
El mercado del libro digital en
Japón está literalmente dirigido
por
las
descargas
computadorizadas de contenidos
levemente
comprometedores,
que las jóvenes niponas no
desean adquirir en presencia de un vendedor de libros. Aún
reconociendo la posición desproporcionada que ostenta el
género de manga en el mercado del libro japonés, visto como un
todo, es difícil desasirse del perfil que el país del sol naciente
posee en el negocio de los e-libros.
Una de las razones que asume la forma en que opera ese
mercado es la disponibilidad limitada de terminales digitales
que sean amigables al lector. A esto, debe añadírsele la
temprana difusión de funciones avanzadas en los aparatos
celulares en el país, y la creciente popularidad, especialmente
en la joven generación, de subscripciones a planes de tarifa fija
que permiten la transmisión ilimitada de datos por un coste
mensual. Además, algunos títulos conocidos se encuentran
disponibles digitalmente casi al mismo tiempo en que los
mismos salen de la imprenta. Los editores japoneses están
preocupados por la aparente amenaza de los libros digitales de
destruir el mercado del libro impreso. Hasta la fecha, los
esfuerzos de digitalización de estos editores han tendido a
enfatizar mayormente los tipos de publicaciones que más atrae
a lectores casuales que a los amantes de libro de línea dura,
quienes abarcan el grueso del mercado regular.
Los contratos difieren ligeramente de caso en caso, pero
con una impresión convencional una compañía publicadora
sabe generalmente que puede esperar el pago de una
determinada cantidad de dinero, inmediatamente después de la
publicación o dentro del término de unos pocos meses, a lo
sumo, una vez los libros hayan sido distribuidos a un
mayorista. Con los libros digitales las cosas son distintas: el
pago está basado en las ventas, y el editor no sabe cuántos
ejemplares se venderán y en qué momento.
Si los libros digitales en realidad destruyen el mercado de
las impresiones en papel, posiblemente los textos de
especialistas y otros libros con un limitado potencial de venta a
corto plazo serán inasequibles. Los editores, por ende, han sido
extremadamente cautelosos con los libros digitales y su
potencial
de
canibalizar las
ventas de las
impresiones. A
juicio de éstos,
la
revolución
digital no sólo
hace peligrar a
los vendedores
de libros, a los
mayoristas y a
otros
intermediarios
involucrados en
este
proceso,
sino
que,
además,
amenaza
con
imponer
un
modelo
de
ventas altamente inestable para los propios editores. Por esta
razón, los editores han sido reservados con respecto a las
publicaciones digitales y han dudado en lanzarse plenamente
detrás de las publicaciones digitales.
De acuerdo al E-Book Marketing Report, el mercado
japonés de libros digitales creció en un 23.7% en el año fiscal
2009 para alcanzar unos ¥57.7 billones. A pesar de esto, las
ventas de e-libros destinadas a las computadoras personales
han comenzado a decaer en la actualidad, descendiendo un 11%
desde el año anterior. La expansión del mercado ya está
desacelerando. Las ventas a los aparatos móviles continúa en
crecimiento, pero aún así ese aumento es muy lento. El
incremento de año a año fue de tan sólo 28% en 2009,
comparado con el 153% en el 2007 y de un 42% en el 2008. El
crecimiento parece haber llegado a un detente.
El E-Book Marketing Report predice que el aumento en el
mercado se concentrará en las nuevas plataformas, tales como
los smartphones—teléfonos móviles con mayor capacidad que
un celular común—y los lectores de libros electrónicos. Las
ventas de libros digitales destinadas para estas nuevas
plataformas en 2009 fueron de ¥600 millones. Con todo, el
informe sugiere que ―mientras progresen las condiciones de
contenido y de los escenarios de las ventas durante los
próximos dos o tres años, el mercado estaría inclinándose a
entrar en un período de mayor expansión a partir del año fiscal
de 2012… Como resultado de ello, se espera que el mercado
para los libros digitales en Japón alcance un nivel de
aproximadamente ¥130 billones para el 2014.‖ Esto representaría
un crecimiento en el mercado de dos o tres veces su tamaño
actual en los próximos años. Por supuesto, todo depende de los
desarrollos futuros.
Un número de tendencias han estado en camino desde el
lanzamiento del iPad de Apple en mayo de 2010. Hubo una
serie de anuncios de nuevas compañías y colaboradores en el
mercado del libro digital en los preparativos del verano. Los
medios llamaron al 2010 ―el año uno de la era digital,‖ y fuimos
bombardeados con numerosas predicciones de que ―las Oscuras
Naves‖ del cambio—en referencia a la flota del Comodoro
Matthew Perry que marcaron el fin del aislamiento nipón en
1854—habían arribado a las costas japonesas en la forma de
Amazon, Apple y Google, trayendo consigo cambios acelerados
en la industria de publicaciones del país.
Empero, los cambios sustanciales han sido más lentos que
lo esperado. A pesar de que Amazon dio pasos para asegurar
que la tercera generación del dispositivo Kindle fuera
compatible con los caracteres japoneses, cuando salió al
mercado el pasado mes de agosto, la compañía apenas ha
comenzado a vender e-libros en idioma japonés. La explicación
parece ser que Amazon ha fracasado en obtener la cooperación
de los editores nipones, quienes permanecen recelosos sobre el
potencial efecto destructivo que tales ventas tendrían en la
estructura de precios.
Lo mismo es aplicable a Apple. Los programas
informáticos del lector digital de Apple
no son compatibles con muchos
contenidos de las protocolos de
impresión japonesa, tales como la
alineación vertical del texto, y tampoco
Apple vende libros digitales en el
idioma japonés a través de su canal de
ventas al detal: el software de iBooks.
(La única opción en este momento es
convertir la publicación en una
aplicación autónoma para dispositivos
como el iPhone y el iPad y venderlos a través de una tienda
Apple).
Aunque el año de 2010 fue ampliamente descrito como el
comienzo de la nueva era digital de los libros, durante la mayor
parte de ese año el único terminal de pantalla grande
ampliamente disponible para lectura era el iPad. La situación
siguió así hasta noviembre pasado, cuando Docomo, la
compañía de comunicaciones móviles más grande de Japón,
puso en circulación Galaxy Tab, fabricado por la compañía
coreana Samsung. Muchos de los participantes en el mercado le
siguieron con sus propios aparatos móviles amigables al lector.
En diciembre, Sharp lanzó al mercado una tableta de cristal
líquido denominada Galápagos. El mismo día, Sony circuló su
Reader, un aparato especializado que utiliza tecnología de
papel digital de ―e-tinta.‖ Ambas compañías también lanzaron
sus propias librerías digitales. Sharp,
que ya se encontraba vendiendo libros
digitales,
se
unió
a
Cultural
Convenience Club, dueña de Tsutaya—
una cadena de establecimientos de
alquiler de disco compactos y DVDs—
para establecer una tienda conjunta en
línea que ofrece una amplia gama de
artículos de entretenimiento, incluyendo
videos y música, así como libros
digitales. Esta movida sorprendió a
muchos; aunque en realidad estaba
enraizada en la experiencia y la visión previa de la compañía en
que los e-libros por sí solos no serían suficiente para sostener
un negocio viable. Respondiendo a esta necesidad, la compañía
decidió proveer periódicos y revistas digitales, así como
contenido audiovisual.
Sony también ha lanzado un nuevo servicio de libro digital
en colaboración con KDDI, uno de los principales competidores
de Dacomo, así como Asahi Shumbun, el editor de uno de los
más importantes diarios nipones, y Toppan Printing, la cual
compite con Dai-Nippon Printing por el sitial de la principal
editorial de Japón.
Uno de las casas editoras más importantes del país,
Kinokuniya, también ha estado a la cabeza de esta renovación
de la presencia en línea, y ha puesto a circular una nueva tienda
electrónica híbrida, a través de la cual se pueden adquirir libros
digitales así como libros impresos.
Google, que ya vende e-libros en Japón y en los Estados
Unidos, abrirá la versión Japonesa de su portal en 2011. La
compañía ha ofrecido ayudar a las librerías niponas a ajustar
sus ventas digitales, y proveerá datos digitalizados de libros a
los portales de librerías. Podemos esperar un incremento de
tiendas de libros híbridas en un futuro.
En la década pasada, el patrón para novelas y otros libros
populares ha sido el de salir publicados inicialmente en carpeta
dura; luego, en carpeta blanda; antes de salir en formato digital.
Este modelo no ha sido suficiente
para crear un mercado de masas para
los libros digitales de interés
general. Sin embargo, hay señales de
que esto está comenzando a cambiar.
A partir de la segunda mitad de
2010, varios lectores digitales y
librerías virtuales han aparecido, y
los escritores populares como
Murakami Ryu han ido más allá de circular versiones digitales
de sus últimas obras, antes que las versiones impresas de las
mismas, al entrar al ruedo de ambiciosas y novedosas tentativas,
como lanzar sus propias editoras digitales. Los editores
tradicionales permanecen preocupados, sin embargo, y no
parece que versiones digitales baratas de bestsellers y otros
libros de demanda popular salgan en Japón simultáneamente
con sus versiones en papel, como ya ha estado ocurriendo en los
Estados Unidos. Tomará algún tiempo para conocer de forma
más segura el efecto total de los cambios recientes en el
mercado del e-libro nipón. Pero tal parece que la empresa
editorial digital en Japón continuará su propio y distintivo
rumbo en el futuro inmediato.
(Este artículo salió publicado en inglés en el número 67 (Primavera
2011) de la revista Japanese Book News. Traducción al español de Alberto
Martínez-Márquez)
Utada Akihiro
nace en 1958. Luego de haberse graduado del la
Universidad de Tokyo, se unió a la editorial Seidosha. Luego de una
temporada en el departamento editorial de
la revista Gendhai Shiso, devino editor en
jefe de Eureka. Además de su trabajo como
editor y su labor como escritor, Utada
Akihiro ha laborado como profesor
universitario en el área de los estudios
mediáticos.
Sus
numerosos
trabajos
incluyen Denshi shoseki to jidau wa hotno
ni kuru no ka? (Está realmente encaminada
la era digital?), Netto wa terebi o do
nomkomu no ka? (Cómo la internet se
tragará la televisión?) e Intannetto wa mirai
o kaeru no ka? Gendai, shakai o yomotoku
(Cambiará la internet el futuro? Leyendo la
sociedad contemporánea).
HÉCTOR ZABALA
ZEUS, EL GORRIÓN Y EL PAVO REAL
Porque Zeus puso a los mortales en el camino de la
sabiduría cuando estableció como ley adquirirla con el
sufrimiento… e incluso a quienes no lo quieren, les llega
el turno de ser prudentes [...]
Esquilo (Agamenón)
Contaban los antiguos que una vez creados los animales
volátiles, pretendió Zeus darles vestidos. Pero como era muy
complaciente, no quiso imponerles moda alguna sino más bien
indagar sobre sus gustos para luego proceder en consecuencia.
Y así, a medida que las distintas aves iban desfilando por
delante del Olimpo, a cada cual le preguntaba qué ropa le
resultaría de su agrado. Casi todas pedían atuendos prácticos y –
en lo posible– bonitos, pero el pavo real exigió tan vistoso y
variopinto plumaje como para ser visto desde lejos y de esta
forma erigirse en la envidia y admiración de todo el mundo
viviente.
Pero cuando el amontonador de nubes convocó al gorrión,
éste le suplicó vestir el más humilde y discreto de los trajes.
Y al ver la perplejidad de Zeus, se apresuró a explicar:
–Oh, padre, ya que has creado tantas águilas y fieras con
tales mandíbulas y admirables garras, imagino que lo más
sensato será dejarle toda esa admiración al regio pavo también.
Zeus, después de escuchar al gorrión, le guiñó un ojo y le
otorgó, a manera de resarcimiento y premio, más graciosos y
sutiles meneos todavía. Pues no dudaba que el pequeñín habría
de sacarles provecho como ninguno de sus vástagos.
EL LEÑO SACRO
Cierto día, en su prédica por la región, llegó Profeta a una
ciudad de idólatras. Y le dio pena ver a la gente dejarse caer de
rodillas ante toda clase de estatuas y figuras. Y le dio pena
verlos orar y agradecer en posturas ridículas a cosas aún más
ridículas. Y le dio pena aún más porque bien sabía Profeta que
la imagen del Creador jamás podría ser copiada por mano
humana alguna.
Pero consciente de que los hombres son reacios a cambiar
costumbres, supo que debía hacer algo. Así que anunció a los
sacerdotes su visita al templo para el día siguiente: Profeta en
persona se encargaría de celebrar los ritos sacros por esta única
vez.
Y mientras los sacerdotes gritaban por las calles la buena
nueva, él en silencio preparó con ayuda de Discípulo una
reprimenda teatralizada, ceremonia siempre más amena que un
odioso y pesado sermón.
Al otro día se apretujaron en el templo desde el rey hasta el
último mendigo, pues nadie se perdería el privilegio de
escucharlo o de encandilarse con alguno de los milagros que le
habían dado tanta justa fama.
Hacía frío y la gran estufa, tantas veces hoguera de
sacrificios, perseveraba incandescente contra la pared del
costado.
Con la ayuda de Discípulo, Profeta dispuso un tronco
rústico, entre la muchedumbre y el altar. Enseguida lo aserró en
dos partes iguales, exactas.
Y luego de desechar una de las partes al azar, tomó la otra y
la descortezó. Acto seguido, la fue tallando hasta obtener, ya
entrada la noche, la estatua de un hombre común, no muy
grande aunque sí bastante convincente. Más tarde y con igual
paciencia la pintó de colores vivos a fin de volverla más
hermosa y respetable. Una vez terminada, ordenó a los
sacerdotes quemar todos los otros ídolos del templo en la gran
estufa.
Silencio.
Pasada la sorpresa, la muchedumbre intuyó que debía
aclamar como dios único y verdadero a esa nueva estatua, la
tallada por Profeta. Entonces la aclamó entusiasta, tal como era
costumbre entre ellos con cualquier ídolo que les trajeran de
afuera. Sin previo aviso, los mismos servidores del templo se
apresuraron a entronizarla en el altar mayor entre cánticos
gozosos y oraciones solemnes.
Pero no habían pasado siete minutos cuando Profeta atrajo
las miradas tras un batir de palmas y subió al altar. Y sin perder
más tiempo les preguntó a todos:
–Amigos creyentes, a ver… ¿qué diferencia hay entre este
pedazo de madera, devenido en estatua por mis humildes
manos, y aquel otro, rústico y feo, caído allá abajo?
Silencio.
–¿Acaso, no siguen siendo dos leños triviales, cortados
ambos a partir de un mismo y vulgar tronco?
Silencio.
Y continuando con su ya célebre sentido de la lógica,
agregó sonriente mientras señalaba al leño rústico y feo:
–¿Qué tal si hubiera elegido ese otro pedazo para tallarlo
en lugar del que tallé?
Silencio.
–¿Acaso no estaría ese pedazo de tronco feo, caído y
despreciable entronizado en lugar de éste?
Silencio.
–¿Sí, de éste que simula ser un dios hermoso?
Silencio.
–¿Qué tal si hubiera sido este dios hermoso el que yaciera
allá abajo como un simple leño rústico y feo por no haber sido
elegido para ser tallado?
Silencio.
Pero era evidente que algo empezaban a entender, pues
toda la muchedumbre escuchaba cabizbaja las contundentes
razones de Profeta.
Entonces, y envalentonado por el éxito del discurso,
Profeta maldijo a la hermosa estatua de madera, obra de propia
artesanía, y con sus mismas manos la arrojó a la estufa con
desprecio.
Silencio.
Nadie respiraba. Con dolor, la muchedumbre contempló
cómo su flamante y postrero dios también ardía hasta ser
simple ceniza.
Por fin, y para teatralizar aún más la estupidez idolátrica,
Profeta ordenó entronizar en el mismo altar al leño caído y
desechado.
Fue entonces cuando desde el rey hasta el último mendigo
se echaron a reír al ver consagrado en el ápice del precioso altar
al leño feo y deplorable, pues cosa tan ridícula nunca antes
habían visto en la ciudad. Enseguida, los aplausos amenazaron
desmoronar el techo. Habían entendido. Sí, por fin, habían
entendido.
Profeta se despidió aclamado con algarabía. Desbordante,
la muchedumbre lo acompañó hasta las puertas de la ciudad,
con lágrimas en los ojos le rogaban que volviera pronto, que no
se olvidara de ellos. Algunos hasta porfiaban en seguir sus
pasos. Él les dijo que ya no lo necesitaban pues habían
entendido el mensaje.
Al rato, Profeta, seguido por Discípulo, se alejaba por el
camino. Su deber estaba cumplido. Por fin, todos esos hombres
y mujeres habían asimilado la enseñanza.
–Durante años repetirán la lección –pensó Profeta.
–Y quizá hasta la escriban en pergaminos y la enseñen en
otras ciudades –murmuró Discípulo, tan contento como su
maestro.
Y en efecto, por años y años aquellos hombres y mujeres
recordarían la lección de Profeta y la irían transmitiendo a hijos
y nietos, sin quitar una coma ni poner una tilde de más.
Y por años también, y hasta el día de hoy, todos,
absolutamente todos, desde el rey hasta el último mendigo,
siguen arrodillándose ante aquel leño feo y ridículo, que
tampoco ninguno de ellos quitaría nunca del altar.
Héctor Zabala es un narrador y ensayista argentino nacido en Villa
Ballester, Buenos Aires, en 1946. Es Jefe
de Redacción de la Revista Sesam
(http://www.sesamweb.com.ar/). Premio
Internacional en el III Encuentro Teórico
del Género Fantástico Ansible (La
Habana, Cuba, 2006). Finalista en el
Concurso Internacional de Minicuento
Fantástico “miNatura 2006” (Madrid,
España).
Tres
Primeros
Premios
Nacionales (Poetas del Encuentro 2005 y
2008, Sesam 2005). Cuatro Menciones
Nacionales (SADE, Escobar 2006, OPYC
2005, Poetas del Encuentro 2006 y 2007).
Más de treinta revistas literarias de diversos países han publicado, en
Internet o en papel, sus cuentos premiados o reeditado algunos de sus
artículos.
Lilliana Ramos Collado
(RESPUESTA AL SONDEO DE LETRAS SALVAJES SOBRE
LOS LIBROS DEL 2010 EN PUERTO RICO)
Leí con interés tu lista, y no pude evitar la tentación de
analizarla como un síntoma del estado de conocimiento que
nuestros escritores tienen sobre nuestro medio cultural. Aquí va
mi reflexión:
Pienso que, igual que la de Carmen Dolores, tu lista revela
la participación de un grupo de escritores que lee poco u
ocasionalmente o que, quizás, sólo lee a sus amigos o a la gente
que conocen. No hay memoria de la década, y, en general, todo
lo mencionado es literatura bastante reciente. Casi ninguno de
los libros incluidos tiene un historial de reseñas o de buenos
artículos críticos que se hayan ocupado de ellos (salvo, quizás,
La belleza bruta, Los otros cuerpos y Mundo cruel), por lo que
desconocemos en qué se basan estos participantes para
formular su hit parade. En general, veo una predilección por
libros breves, y unas ausencias alarmantes, en especial en
cuanto al ensayo crítico. Por ejemplo, Nación postmortem, de
Carlos Pabón, va por tres ediciones, ha sido premiado local e
internacionalmente, y no lo veo mencionado aquí. Los libros de
Juan Carlos Quintero Herencia y de Chuco Quintero sobre la
salsa —ambos francamente fundamentales como análisis
cultural de nuestro producto más importante: la salsa—, ni se
asoman a esta lista. El libro de Félix Jiménez, Las prácticas de la
carne, es la reflexión más seria que he leído sobre los issues del
cuerpo colonizado, y ha sido pasado por alto. Igualmente, el
libro de Rubén Dávila, El mall, del mundo al Paraíso, la
aportación más reveladora acerca de nuestra creciente cultura
del consumo, ni se menciona. El libro de Catherine Marsh sobre
la Divedco, titulado Negociaciones culturales. Los intelectuales y
el proyecto pedagógico muñocista, es el primer estudio serio
sobre nuestra década de 1950 en la construcción de la
modernidad puertorriqueña, me imagino que nadie lo ha leído
de entre los que contestaron a tu lista. Tampoco se menciona el
libro de Nelson Rivera, Con urgencia, ensayos sobre arte
puertorriqueño contemporáneo, un libro francamente genial y
lo único importante que se ha publicado en la década sobre arte
contemporáneo en Puerto Rico. Los trabajos interesantísimos
sobre la diáspora puertorriqueña de Jorge Duany también
brillan por su ausencia. Hay muchos otros, por supuesto,
igualmente importantes, y lamento las omisiones. Debe haber
otros que no he leído, y lo lamento.
¡Me pregunto cuántos de los encuestados son sistemáticos
al ir construyendo su biblioteca personal de libros sobre Puerto
Rico! De hecho, mientras te escribo esto, estoy mirando mi
biblioteca puertorriqueña, donde se encuentran casi todos los
libros que mencionas en tu lista, además de los montones de
otros que nadie ha mencionado, muchos de los cuales han
establecido un ―before and after‖, como por ejemplo Nación
postmortem. Estas cosas me preocupan mucho.
Con todo el respeto, si querías hacer algo diferente de lo
que hizo Carmen Dolores, hubiera valido la pena poner a tus
encuestados a explicar su selección mediante un breve
comentario a cada libro incluido. A fin de cuentas, la razón por
la cual Carmen Dolores ocupa la posición que tanto se le critica,
es porque la gente que supuestamente sabe suele guardar
silencio. Quizás debiste también crear categorías, como hizo
Carmen Dolores, para que cada cual supiera que no todos los
libros importantes son de cuentos o de poemas. En pocos países
he visto tanta indiferencia de los escritores hacia los escritores,
y padecemos de todos los males de los medios literarios
incipientes o infantiles: la falta de lectura, la falta de
comentario, el silencio vengativo, el claquismo y la
desmemoria, incluso la enajenación del macro cultural, como si
lo único válido en el medio de los libros fuese la literatura. Es
evidente, además que el gusto personal no es un criterio válido
para hacer una lista como la que buscas. A mucha gente no le ha
gustado Nación postmortem por razones políticas, pero ese
―disgusto‖ no hace que este libro sea menos importante a la luz
del debate público que generó en Puerto Rico, y entre las
diásporas puertorriqueñas, durante toda la década (se publicó
en 2001)…
Te hablo ahora de mí: como sabes, soy poeta, crítica
literaria y curadora de arte, y te digo que yo no podría escribir
ni poesía ni crítica responsable sin conocer los trabajos de
Carlos Pabón, Jorge Duany, Félix Jiménez, Nelson Rivera,
Catherine Marsh, Juan Carlos Rivera y Chuco Quintero, por
mencionar unos pocos. Por eso, siento no poder entusiasmarme
por tu iniciativa. De hecho, la lista de Carmen Dolores tiene dos
ventajas sobre la tuya: ella guarda la memoria remota de la
década completa, e incluye varias categorías de libros, además
de literatura.
Como respeto por el trabajo que haces, te reto a construir
de nuevo esta lista, pero pidiendo a cada cual que explique su
selección. Puede volver a ser deficiente, pero al menos podrás
sondear no sólo los aciertos, sino los prejuicios que hay que
extirpar para que nuestro medio literario finalmente muestre
signos de maduración. Una lista no basta: si todo el mundo se
ha puesto a analizar la lista de Carmen Dolores para detectar
sus prejuicios, puedo hacer lo mismo con la tuya y afirmo que
los prejuicios que revela son igualmente fáciles de detectar, y
creo que son peores, pues supuestamente la gente que te
respondió está interesada —y hasta ―comprometida‖— con el
medio cultural puertorriqueño.
Me gustaría que circularas este comentario mío. Me caerán
chinches de nuevo, pero ya estoy bastante acostumbrada a vivir
con las chinches que otros me lanzan. De todos modos, lo
circularé en féisbuc junto con tu lista con la esperanza de que
podamos debatir estos issues más allá del contenido concreto y
magro de esta o de aquella lista.
Con el cariño de siempre,
Lilliana Ramos Collado
Lilliana Ramos Collado es poeta, ensayista, crítica literaria y curadora de
arte. Su poesía ha sido publicada en las revistas Casa Las Américas,
Hyperion, Sin Nombre, Plaza, Bomb, Cupey y Postdata, entre otras. Ha
sido traducida al inglés y al francés. Codirigió la revista Reintegro y
también la revista Nómada. Asimismo, fue editora asociada de la revista
ArtPremium. Dirigió la Editorial del Instituto de Cultura Puertorriqueña.
Co-fundó y codirige la serie de libros Clásicos no tan clásicos para la
Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Tiene a su haber los poemarios
Poemas para despabilar cándidos (1981) y Reróticas (1998). Actualmente
trabaja en una colección de libros de divulgación sobre artistas y temas del
arte puertorriqueño, y prepara varios textos sobre el pensamiento y la obra
de Inés María Mendoza para la Fundación Luis Muñoz Marín.
RECOMENDAMOS
Rengifo M., Alejandra y Dolores Flores-Silva. Rosario Ferré y Mayra
Montero: Entre la espada y la cruz. Ciudad
Juárez, México: Universidad Autónoma de
Ciudad Juárez, 2009. Las estudiosas Rengifo y
Flores Silva elaboran un trabajo crítico
comparativo de dos de las más influyentes
narradoras boricuas de la llamada Generación del
70: Rosario Ferré y Mayra Montero. Este estudio
contextual profundiza en los conflictos históricos
y culturales que emergen de las novelas
seleccionadas para análisis desde las teorías
feministas y metaficcionales y los estudios del
subalterno.
Roig, Javier. Piélago. San Juan: Isla Negra, 2010. “Capaz en su vórtice de
crear otro tiempo propio,” Piélago de Javier
Roig signa de una vez por todas el fin del vicio
logocéntrico de la mal llamada “Poesía Calle” y
marca el retorno definitivo de una poesía textual
heterográfica. Con este poemario, Roig enfila su
palabra hacia un cerebralismo conceptual, cuyo
imaginismo gesta una poiesis deconstructiva. El
yo poético nombra la fragmentación del cosmos
para luego reordenarla en esa “Activa pura
forma,” a la que elude en el poema “Victoria.”
Con su particular tono reflexivo y surrealizante,
la poesía de Roig, rica en alusiones culturales,
intenta rescatar la inmaterialidad de lo material
y la incorporeidad del lenguaje para así
comunicarle efectivamente al/la lector/a “La
transformante operación de la palabra.”
Caicedo, Andrés. Ojo al cine. Bogotá, Colombia: Norma, 2008. Muerto
prematuramente a la edad de 25 años,
Caicedo es uno de los grandes enigmas de la
literatura colombiana. Además de ser un
excelente narrador, el autor de la novela ¡Que
viva la música! produjo un caudal de reseñas
y artículos sobre cine en diversos periódicos y
revistas de Colombia. De “Rebecca” de Alfred
Hitchcock hasta “Clockwork Orange” de
Stanley Kubrick, la prosa de Caicedo se
mueve cómodamente por la textura
laberíntica del celuloide para revela a la
audiencia la emoción que transmite la imagen
en movimiento. Publicado por primera vez en
1999, esta nueva edición de Ojo al cine,
revisada y aumentada, consta de un prólogo
por Sandro Romero Rey y Luis Ospina.
Charpentier, Esteban. La poesía es un alma cansada de futuro. Buenos
Aires, Argentina: Ediciones E-Charper,
2011. Sardónico, mordaz y muchas veces
cínico, pero no por eso menos humano, la
poesía
de
Charpentier
es
fundamentalmente una mirada crítica al
mundo que nos rodea. Esta antología
recoge veinticinco años de laboriosa
poesía en ocho notables poemarios que
fueron publicados entre los años de 1985 y
2008. El poeta se resiste a toda señal de
conformismo, a toda regla que trate de
regimentar su vida. Es por ello que esta
poesía propende a exaltar el espíritu
subversivo del ser humano, que tiene como
arma su propia capacidad creadora. Es un
libro muy lúcido, donde el verso deriva en
una poética de lo múltiple y lo divergente.
OBITUARIOS
Roberto Sosa (1930-2011). Poeta hondureño. En 1968 se convierte en el
primer latinoamericano en recibir el premio Adonais de Poesía de España
con su obra Los pobres. Su libro Un mundo para
todos divididos recibió en 1971 el premio Casa de las
Américas de Cuba y, en 1990, Francia le otorgó el
grado de Caballero en la Orden de las Artes y las
Letras. De su extensa obra destacamos Caligramas
(1966) , Mar interior (1967), Prosa armada (1981),
Hasta el sol de hoy (1987), Máscara suelta (1994) y El
llanto de las cosas (1995), traducidas al alemán, chino,
francés, inglés, italiano, japonés y ruso. Falleció el 23
de mayo de 2011.
Gonzalo Rojas (1917-2011). Poeta chileno nacido en Lebú, Arauco.
Organizó a partir de 1958 los famosos Congresos de Escritores en
Concepción, reuniendo lo más selecto de la
literatura latinoamericana. Fue diplomático en
China y Cuba. Perteneció al grupo surrealista
reunido en torno a la Revista Mandrágora,
1938 - 1943. Recibió numerosos premios
internacionales, entre los que se cuentan:
Premio Sociedad de Escritores de Chile por
«Poesía Inédita» 1946, Premio Reina Sofía de
poesía de España, Premio Octavio Paz de
México y José Hernández
de Argentina,
además del Premio Nacional de Literatura de
Chile en 1992 y del Premio Cervantes de Literatura 2003. Falleció el 25 de
abril de 2011. De sus libros Contra la muerte (1964), Transtierro (1979), Del
relámpago (1981), Esquizotexto y otros poemas (1988), Cinco visiones
(1992), Del ocio sagrado (2002), Las sílabas (2006) y Con arrimo y sin
arrimo (2010). Falleció el 25 de abril de 2011.
Ernesto Sábato (1911-2011). Nacido en Buenos Aires, Argentina. Uno de
los más importantes novelistas argentinos
de la segunda mitad del siglo XX. Publicó
El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas
(1961) y Abadón el exterminador (1974).
Se destacó también en el ensayo con Uno y
el universo, (1945), Heterodoxias (1953),
El escritor y sus fantasmas (1963) y
Apologías y rechazos (1979), entre otros.
En 1984 recibió el Premio Miguel de
Cervantes y en 1997 le fue otorgado el
Premio Menéndez y Pelayo. Fue candidato al Premio Nóbel de Literatura
en 2009. Al terminar la dictadura militar en Argentina, Sábato presidió la
Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Fue
uno de las prominentes figuras del continente que apoyó la independencia
para Puerto Rico, en la Proclama de Panamá de 2006. Muere el 30 de abril
de 2011.
PARTICIPACIÓN DE LOS AUTORES DE ISLA NEGRA EN
LA XIV FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE SANTO
DOMINGO, RD, 2011
Por Alberto Martínez-Márquez
Editor y corresponsal de Letras Salvajes
Bajo el lema ―¡Leer te lleva lejos,‖ del 4 al 22 de mayo se
celebró con éxito la XIV edición de la Feria Internacional del
Libro de Santo Domingo, en la República Dominicana. La
actividad, que tomó lugar en la Plaza de la Cultura Juan Pablo
Duarte, fue dedicada a dos distinguidos intelectuales:
Monseñor Francisco J. Arnaiz y al Padre José Luis Sáez. Esta vez
el invitado de honor fue la Santa Sede, al conmemorarse los 500
años de constitución de las Diócesis de Santo Domingo y La
Vega. Monseñor Arnaiz, sacerdote jesuita, es un ilustre
educador y un prolífico autor. Desde su columna ―Pensamiento
y vida,‖ que publica en el periódico El Listín Diario, ha
discursado sobre temas teológicos, filosóficos, sociales y
culturales. Además, Monseñor Arnaiz es el fundador del Centro
de Investigación y Acción Social (CIAS). Por su parte, el Padre
Sáez se ha destacado en el campo de la historia y la
comunicación social, además de haber introducido el análisis
cinematográfico en la República Dominicana.
En términos visuales, ésta ha sido una de las ferias más
deslumbrantes. Sus diversos pabellones, quioscos e
instalaciones, fueron un dechado de buen gusto y estética
mesurada. Aún la lluvia caída algunas tardes no evitó que miles
de personas abarrotaran las calles y espacios de la feria
afincados en la Plaza de la Cultura. En términos de su
organización, las actividades corrieron a tiempo sin problemas.
Una de las sorpresas este año fue la transformación del
Pabellón de Autores Dominicanos en un espacio digno de todo
el que le visitaba y participaba de las numerosas actividades
que allí se efectuaron. El Café Bohemio también sorprendió por
su amplitud. No obstante, contrario al Pabellón de Autores
Dominicanos, que es un lugar cerrado, la atmósfera casi al
fresco del Café Bohemio no fue favorable para muchas de las
actividades llevadas a cabo allí, debido al ruido generado en las
inmediaciones del café y pabellones adyacentes.
La delegación de la Editorial Isla Negra que se allegó a esta
nueva edición de la FIL 2011, contó con la participación de los
escritores Rafael Acevedo, Beatriz Navia, Jaime Marzán,
Dinorah Cortés, Orlando Planchart, Ivonne Denis Rosario, José
Rabelo, Carmen Zeta, Hiram Lozada, Sheila Barrios, Emma J.
Rodríguez, Yamil Samalot, Alberto Martínez-Márquez y, por
supuesto, su fundador y director, Carlos Roberto Gómez. Para
muchos, ésta fue su primera experiencia en la feria. Hiram
Lozada ya había presentado su novela Los días de abril en 2008.
Para Carmen Zeta y Alberto Martínez-Márquez la XIV edición
marca su séptima comparecencia en la Feria del Libro de Santo
Domingo.
Las actividades de la editorial comenzaron el jueves 12 de
mayo, a las 10:00 de la mañana, en la Sala de Conferencia de la
Biblioteca Central de la Universidad Pedro Henríquez Ureña,
con la presentación del 7mo número de la revista Cuadrivium,
publicada por el Departamento de Español de la Universidad de
Puerto Rico en Humacao. Los exponentes fueron: Carmen Zeta,
Dinorah Cortés, Sheila Barrios, Rafael Acevedo y Alberto
Martínez. Ese mismo día, a las 7:00 PM, se efectuó en el
Pabellón de Autores Dominicanos un foro sobre el cuento
puertorriqueño actual, con la presentación de los libros de
cuentos Contramundos de Alberto Martínez por Hiram Lozada y
La desaparición Jane Montgomery y otros cuentos crueles y
fantásticos de Hiram Lozada por Alberto Martínez-Márquez. El
coordinador del pabellón, el destacado poeta Valentín Amaro,
fungió como moderador.
El viernes 13 de mayo, a las 10:00 AM, los autores de Isla
Negra visitaron la Oficina de Cultura del Banco Central de la
República Dominicana, donde fueron recibidos afectuosamente
por su director José Alcántara Almánzar. Eminente escritor y
sólido intelectual, Alcántara Almánzar sostuvo una prolongada
y amena charla con la delegación islanegrista y les obsequió a
cada uno un paquete de libros y discos compactos publicados
por la editorial del Banco Central. Más tarde, a las 3:00 PM, el
público asistente del Auditorio del Museo de Arte Moderno,
tuvo la ocasión de presenciar ―Notas sobre la novela
puertorriqueña actual.‖ Se trata de una presentación múltiple
de Las ciudades de Lucía de Beatriz Navia por José Rabelo,
Mercedes de Jaime Marzán por Beatriz Navia y José Rabelo, Los
sueños ajenos de José Rabelo por Beatriz Navia y El arca de la
memoria de Dinorah Cortés por Yamil Samalot Rivera. Mientras
tanto, a esa misma hora, en el Pabellón de Autores Dominicanos
se llevó a cabo el encuentro del Taller Literario Narradores de
Santo Domingo con Rafael Acevedo, quién habló sobre la
literatura fantástica puertorriqueña. Uno de los espacios más
concurridos de la feria, el Café Bohemio fue el escenario del
coloquio sobre Tierra de Cocodrilos de la novel escritora
dominicana Ibeth Guzmán. Emma J. Rodríguez y Alberto
Martinez-Márquez expusieron sendas apreciaciones críticas de
esta interesante colección de minicuentos. Luego, los autores de
la editorial Isla Negra, enfilaron rumbo a la Librería Thesaurus,
localizada en la Ave. Lincoln, para asistir a la Convocatoria del
―Premio Poeta Universitaria Miriam Beras Porrata.‖ Esta
actividad fue muy emotiva y contó con la participación del
Carlos Roberto Gómez y el Ingeniero César Arturo Abreu,
quienes presentaron un elocuente testimonio de la vida y la
obra de esta insigne poeta, socióloga y activista social
dominicana. Inmediatamente después de esta convocatoria, se
efectuó la presentación de La ventana al silencio: la narrativa de
Hilma Contreras de la Dra. Sheila Barrios, docente del
Departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico en
Ponce, por el profesor Héctor Santana y una joven estudiante de
secundaria, quien sorprendió a los asistentes por su fluida y
atinente reseña sobre este cardinal análisis de la narradora
quisqueyana.
La tarde del sábado 14 de mayo fue intensa para los
miembros de la delegación islanegrista. A las 4:00 PM, el
Pabellón de Autores Dominicanos presenció el coloquio sobre
dos nouvelles del afamado escritor Rafael Acevedo, Sexo y
locura y Carnada de Cangrejo (ambas publicadas en un mismo
volumen). Yvonne Denis Rosario expuso las virtudes de estas
narrativas, y luego, el autor reflexionó sobre sus obras. A las
6:00 PM, el Café Bohemio volvió a recibir con mucho
entusiasmo a los autores de Isla Negra. Esta vez el turno le tocó
a los poetas de la delegación. Dinorah Cortés, Orlando
Planchart, Rafael Acevedo, Yvonne Denis Rosario, Carlos
Roberto Gómez, Emma J. Rodríguez y Alberto Martínez
Márquez arrancaron profusos aplausos del concurrido público
que se dio cita para disfrutar de una vivaz lectura de poesía. El
narrador Jaime Marzán fue el digno presentador de esta
actividad. Una hora después, de vuelta en el renovado y
espacioso Pabellón de Autores Dominicanos, los ávidos
espectadores presenciaron ―Dos boricuas en escritura: Nuevos
Clásicos del Nuevo Canon,‖ presentaciones de Capá Prieto de
Yvonne Denis por Jaime Marzán y III + 3 x Z de Carmen Zeta
por Lorraine Ferrand. Ésta última cautivó al público asistente
con un performance en el que participó uno de sus alumnos de
actuación.
Los autores de Isla Negra regresaron a Puerto Rico el
domingo 15 de mayo, satisfechos por haber sido partícipes de
tan magnífica y exitosa jornada en una de las ferias de libros
más importantes del hemisferio. También retornaron a casa
cargados de renovada energía creadora, nuevas expectativas y el
entusiasmo suficiente para continuar en la isla
las
presentaciones de sus recién publicados libros. Invitamos a los
lectores a participar de las puestas en circulación de los libros,
que serán oportunamente anunciados en la prensa, y les
convidamos a degustar este exquisito y esmerado festín de la
palabra, visitando www.editorialislanegra.com.
*****
Relacionados con el recuento anterior, a continuación
algunos enlaces de interés que circulan en la red:
http://www.elnuevodia.com/presenteslasletrasboricuasenferiadominican
a-967767.html
http://www.diariolibre.com/noticias_det.php?id=290989
http://elnuevodiario.com.do/app/article.aspx?id=241913
http://agendagraficadiaria.blogspot.com/2011/05/blog-post_2241.html
http://actividadesartisticas.blogspot.com/2011/05/editorial-islanegra-convoca-al-premio.html
FINIS:
“As moradas filosofais” del fenecido artista portugués Mario Botas

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