El ministerio ordenado y la comunidad cristiana

Transcripción

El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
El ministerio
ordenado y
la comunidad
cristiana:
Consecuencias prácticas
en el trabajo pastoral
Equipo de
Consiliarios
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
El Ministerio Ordenado y la Comunidad Cristiana:
Consecuencias prácticas en el trabajo pastoral
Una reflexión sobre el sentido y misión del ministerio ordenado en la Iglesia, y la importancia que
tiene el ejercicio del ministerio en la Acción Católica como consiliario.
1ª Reunión
VER: Reflexión teológica sobre el ministerio ordenado. Punto de partida
JUZGAR: El ministerio ordenado en la Iglesia
2ª Reunión
- Arranque eclesiológico del ministerio ordenado.
- Perspectiva eclesiológica.
JUZGAR: El ministerio ordenado en la Iglesia (cont.).
- Perspectiva cristológica.
3ª Reunión
- Perspectiva pneumatológica.
- Perspectiva desde la paternidad de Dios.
JUZGAR: Significado y sentido del ministerio ordenado en la Acción Católica.
- El ministerio ordenado como un don de Jesucristo a la Iglesia.
4ª Reunión
- El ministerio ordenado y la identidad cristiana.
- El ministerio ordenado como carisma específico.
ACTUAR: El consiliario en el movimiento de ACG.
5ª Reunión
- El párroco, “consiliario habitual” de la ACG.
ACTUAR: El consiliario en el movimiento de ACG. (cont.).
6ª Reunión
- Tareas concretas del consiliario.
Bibliografía:
Junior AC: Ser y tarea del consiliario.
OLIVER, Victorio: El consiliario de Acción Católica, sacerdote diocesano. Federación de Movimientos de Acción Católica - 2006
ACGA, MJAC, Junior AC: A vino nuevo, odres nuevos, Nueva configuración de la Acción Católica
General. Proyecto - 2007
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El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
ÍNDICE
B) Representación de Cristo, Cabeza y Pastor
INTRODUCCIÓN
II. SIGNIFICADO Y SENTIDO DEL MINISTERIO
ORDENADO EN LA ACCIÓN CATÓLICA
VER
I. REFLEXIÓN TEOLÓGICA
SOBRE EL MINISTERIO ORDENADO
1. EL MINISTERIO ORDENADO COMO UN
DON DE JESUCRISTO A LA IGLESIA
1. PUNTO DE PARTIDA
2. EL MINISTERIO ORDENADO Y LA IDENTIDAD CRISTIANA
JUZGAR
3. EL MINISTERIO ORDENADO COMO CARISMA ESPECÍFICO
2. EL MINISTERIO ORDENADO EN LA IGLESIA
2.1. ARRANQUE
DENADO.
ECLESIOLÓGICO DEL MINISTERIO OR-
ACTUAR
III. EL CONSILIARIO
EN EL MOVIMIENTO DE ACG
A) La “eclesiología” del Antiguo Testamento.
B) La novedad cristológica
C) La novedad eclesiológica
D) Universalidad y particularidad
E) Configuración del ministerio ordenado en las
primeras comunidades cristianas
1. EL PÁRROCO, “CONSILIARIO HABITUAL”
DE LA ACG
2.2. PERSPECTIVA ECLESIOLÓGICA
2. TAREAS CONCRETAS DEL CONSILIARIO EN
LA ACG
A) Radicación eclesiológica
B) Actuación “in persona Eclesiae”
TRAVÉS DE SU PALABRA
2.3. PERSPECTIVA CRISTOLÓGICA
2.2. TAREA DE ANIMAR LA DIMENSIÓN MISIONERA
A) Originalidad cristológica
B) Actuación “in persona Christi”
2.3. TAREA
2.4. PERSPECTIVA PNEUMATOLÓGICA
2.4. TAREA
IGLESIA
2.1. TAREA
DE SUSCITAR EL ENCUENTRO CON
DIOS
A
DE ANIMADOR DE LA UNIDAD Y DE LA CO-
MUNIÓN
A) Origen pneumatológico del ministerio
B) Características de este carisma
DE CELEBRAR LOS SACRAMENTOS DE LA
2.5. TAREA DE ACOMPAÑAMIENTO
2.5. PERSPECTIVA DESDE LA PATERNIDAD DE DIOS
CONCLUSIÓN
A) La referencia al Padre
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INTRODUCCIÓN
Cristo, sumo sacerdote y único mediador, ha
hecho de la Iglesia “un Reino de sacerdotes
para su Dios y Padre” (Ap 1, 6; cf. Ap 5, 9-10; 1Pe 2,
5.9). Toda la comunidad de los creyentes es,
como tal, sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal a través de su participación, cada uno según su vocación propia, en
la misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey.
Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación los fieles son “consagrados para
ser... un sacerdocio santo” (LG 10)
Iglesia sea más misionera y evangelizadora y llegue allí donde quiere llegar, al corazón del mundo.
Hemos de reconocer sinceramente que
tampoco hay mucho entusiasmo en el
clero actual para trabajar y gastar sus
fuerzas en favorecer el crecimiento de un
laicado adulto y organizado con verdadero protagonismo eclesial, y no es porque
no haga falta o estemos muy contentos
con la realidad pastoral con la que trabajamos diariamente.
El sacerdocio ministerial o jerárquico de los
obispos y de los presbíteros, y el sacerdocio
común de todos los fieles, “aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están
ordenados el uno al otro; ambos, en efecto,
participan, cada uno a su manera, del único
sacerdocio de Cristo” (LG 10). ¿En qué sentido?
Mientras el sacerdocio común de los fieles se
realiza en el desarrollo de la gracia bautismal
(vida de fe, de esperanza y de caridad, vida
según el Espíritu), el sacerdocio ministerial
está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de
todos los cristianos. Es uno de los medios por
los cuales Cristo no cesa de construir y de
conducir a su Iglesia.
Por todas estas razones, que están avaladas por los testimonios que antes hemos
escuchado, considero que en este momento histórico es necesario abrirnos a
este modo de hacer y de vivir el laicado
organizado en nuestras Iglesias si queremos responder con actualidad y con
profundidad a la situación que nos ha tocado vivir.
Para ello, la misma Acción Católica tendrá
que irse renovando y planteando su modo de ser única en sus dos ramas de general y especializada2.
(Catecismo de la Iglesia Católica, 1546 y 1547)
Es necesario descubrir juntos las nuevas
militancias que han de ejercerse en este
nuevo contexto socio-cultural que nos ha
tocado vivir, todo ello siendo verdaderamente fieles al espíritu de una Iglesia
que quiere ser servidora en el mundo, y
al camino andado hasta ahora en esta espiritualidad laical, y en esta pedagogía de
la acción y de la fe que marca unos procesos y unos ritmos que logran verdaderas y profundas experiencias de fe y de
militancia cristiana en los laicos adultos
que culminan los procesos de los movimientos de la Acción Católica.
A partir del tema de reflexión “Aportación de
la Acción Católica a la Iglesia y a la sociedad”,
hacemos nuestras las siguientes afirmaciones1:
En los movimientos tenemos personas y
modos de organización que son referencia dentro de la propia Iglesia y en el
mismo mundo. En un contexto en el que
apremia evangelizar en los medios, salir a
los caminos y encontrarse con los alejados, la Iglesia sabe que tiene un medio
extraordinario en los movimientos de
Acción Católica y su pedagogía de la acción y de la fe. Sólo queda que lo utilicemos convenientemente para que la
Entiendo que si la Acción Católica no
existiera y quisiéramos ser fieles al espíri2
En este sentido, tras las Asambleas Generales de Huesca de
diciembre de 2007, los Movimientos de Acción Católica
General acordaron unificarse para formar un único Movimiento de Acción Católica General, con tres sectores: niños,
jóvenes y adultos, y así poder dar respuesta más fiel y eficaz
a la pastoral general de la Iglesia, en las parroquias y su
ámbito de influencia.
1
José Moreno Losada, Consiliario General de Profesionales
Cristianos: LA ACCIÓN CATÓLICA, IGLESIA EN EL CORAZÓN DEL
MUNDO - Ponencia del Encuentro de Sacerdotes y Acción
Católica– El Escorial, 10 de abril de 2007
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existe entre el ministerio ordenado y la comunidad cristiana, y, por lo tanto, también
entre el sacerdote y un Movimiento apostólico, en el que realiza su ministerio como consiliario mediante el acompañamiento.
tu del Concilio en el mundo actual tendríamos que crearla, aunque la llamáramos de otro modo, pues nunca como
hoy es necesario un laicado organizado
en su propio ser y hacer eclesial y mundano.
Al mismo tiempo, esta reflexión está motivada
por las consecuencias prácticas en el trabajo
pastoral de toda la comunidad, ya sea una
comunidad parroquial, un Movimiento apostólico u otro tipo de comunidad.
Para ayudarnos en la reflexión, vamos a hacer
una reflexión teológica. Por tanto, será una
reflexión teórica sobre el ministerio ordenado. Reflexión teórica que está motivada por
una preocupación práctica: la relación que
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VER:
REFLEXIÓN TEOLÓGICA SOBRE EL MINISTERIO ORDENADO
Por la trascendencia e importancia que las tres
cosas anteriores tienen para que la comunidad eclesial permanezca hasta el final de los
tiempos como comunidad de Jesús, conservando su verdadera identidad, Cristo ha querido enriquecer a la comunidad eclesial con:
1. PUNTO DE PARTIDA
Los militantes cristianos y los Movimientos en
su conjunto, si quieren vivir la fe de forma
consciente, libre y responsablemente, con
todas sus implicaciones, han de crecer continuamente en la conciencia y en el convencimiento de estas dos cosas:
z
La Iglesia ha nacido de la predicación del
Evangelio de Jesús, el Mesías, que llevaron a
cabo los Apóstoles, enviados para ello por
Jesús. La fe apostólica, plasmada en la Sagrada Escritura, conservada viva en la fe de
la Iglesia y transmitida autorizadamente por
el Magisterio, es el fundamento de la vida
de la Iglesia y de toda la comunidad eclesial,
y es su supremo tesoro.
El que esa fe apostólica se conserve íntegra
y viva y se transmita a todas las generaciones
es esencial para la Iglesia de Cristo.
z
La gran responsabilidad de la Iglesia y de
toda la comunidad eclesial está en:
z
La presencia permanente de su Espíritu para
que anime, sostenga y guíe a la comunidad
eclesial en el cumplimiento fiel de esta gran
responsabilidad en las diversas circunstancias históricas cambiantes por las que va
atravesando en su caminar.
z
La existencia de algunas personas que tienen especialmente encomendada la misión
de garantizar que esa responsabilidad se
mantenga permanentemente viva y se cumpla con eficacia en el seno de la comunidad
eclesial. Nada tiene de extraño, pues, que la
comunidad elija para este servicio a las personas que considere idóneas y que ore al
Padre, a través de Jesucristo, para que les
conceda “el don del Espíritu” (carisma), que
las capacite y potencie para el mismo.
La responsabilidad fundamental de un grupo
o Movimiento eclesial está en permanecer fiel
y unido en esa fe, en ir edificando su existencia y la de sus miembros sobre ella, y en
transmitirla íntegramente al entorno social,
familiar, eclesial, laboral... para que también
esas realidades (con todo lo que tienen de
valioso y positivo) puedan entrar a formar
parte de la Iglesia de Cristo y enriquecerla.
- Conservar y transmitir (y, por tanto, encarnar en los distintos contextos sociales e históricos) fiel e íntegramente esa fe apostólica.
- Permanecer unida en la confesión, en la vivencia, en la celebración y en la proclamación de esa fe apostólica.
Por tanto, en cualquier Movimiento eclesial,
deben existir algunas personas que tengan la
misión y presten el servicio de garantizar que
esa responsabilidad se mantenga siempre viva
en él y en cada uno de sus miembros y se
cumpla con eficacia.
- Continuar construyendo su existencia sobre esa fe apostólica a través del tiempo hasta llegar a su plenitud. Toda la Comunidad y
cada uno de sus miembros son sujetos activos de esa responsabilidad.
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JUZGAR:
EL MINISTERIO ORDENADO EN LA IGLESIA
Para estos autores, toda la acción salvífica y
toda la historia de salvación sale del templo y
vuelve a él. Recordemos, en la segunda parte
de Ezequiel, la peregrinación de todos los
pueblos al templo de Jerusalén (cap. 40 y ss.), o el
Segundo Isaías que describe a las naciones
peregrinando hacia el templo de Jerusalén
(cap. 60 y ss.). Según esta concepción, todo lo
que está fuera de Jerusalén y de su templo es
teológicamente irrelevante.
Una vez fijado cuál es el punto de partida, en
este apartado pretendemos reflexionar sobre
el ministerio ordenado en la Iglesia. A lo largo
de esta reflexión, iremos descubriendo lo
siguiente:
z
que Cristo es el origen de este ministerio;
z
que el ministerio ordenado hunde sus raíces y está inserto en la Iglesia;
z
que este ministerio, como don del Espíritu,
está vinculado a la acción del Espíritu Santo
en la Iglesia;
z
Lo anterior tiene algunas consecuencias:
z
La sinagoga, al contrario que el templo,
nunca puede fundar eclesialidad, porque la
sinagoga no es el templo, ni hay en ella sacrificio. Es únicamente lugar de oración y de
transmisión de la palabra de Dios.
z
La diáspora (dispersión de los judíos entre
los pueblos gentiles) nunca es interpretada
como misión, sino como castigo. Salir de Jerusalén, salir de su templo, salir de la Tierra
Prometida no es un envío por parte de Dios
(como lo interpretará el Nuevo Testamento),
sino un auténtico castigo. De tal forma que
las comunidades de la diáspora tienen, teológicamente, un estatuto de inferioridad con
respecto a la comunidad de Jerusalén.
que el ministerio ordenado dimana de la
misma fuente de donde dimana toda la salvación y toda la eclesialidad: el Padre, que
envía a su Hijo y al Espíritu Santo.
2.1. ARRANQUE ECLESIOLÓGICO
DEL MINISTERIO ORDENADO
Haremos ahora un breve recorrido para ver
sobre qué tipo de Iglesia y cómo se asienta en
ella el ministerio ordenado.
Entendemos ahora el porqué del permanente
deseo de los judíos de la diáspora, de todos
los tiempos, de volver a la Tierra Prometida:
con la vuelta finaliza el castigo.
A) La “eclesiología” del Antiguo Testamento
Si pudiéramos hablar de eclesiología del Antiguo Testamento, tendríamos que decir que es
una eclesiología o, mejor, una Iglesia centralizada en Jerusalén. La comunidad, reunida por
el Señor, tal como aparece en el judaísmo
posterior al exilio (judaísmo posterior a Esdras
y Nehemías) es una Iglesia centralizada en la
ciudad. La Iglesia es Jerusalén y, más que Jerusalén, es su templo.
B) La novedad cristológica
Con Cristo hay una novedad, que supone un
cambio constitucional, con respecto a la eclesialidad del Antiguo Testamento. La novedad
consiste en que Cristo es el comienzo de una
nueva, última y definitiva Alianza.
En la literatura, escrita entre los dos Testamentos (libros de Henoc, segunda parte de
Ezequiel...), se identifican el Monte Sinaí y el
Horeb (de donde tradicionalmente venía, para
los judíos, la salvación) con el monte Sión
(sobre el que está edificada Jerusalén), y, más
en concreto, con su templo.
Ese suceso único e irrepetible, marca el comienzo de una Alianza totalmente nueva,
donde la eclesialidad ya no está fuera de Dios,
sino en el interior de Dios, o Dios, dentro de
la eclesialidad. Y, así, se hablará en el Nuevo
Testamento de la Iglesia como cuerpo del
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Señor, o del Espíritu como habitante, como
huésped de la Iglesia.
D) Universalidad, particularidad
Desde el primer momento de la predicación
del Evangelio, empiezan a aparecer las grandes franjas o unidades eclesiales, implantadas
en culturas concretas, pero abiertas a la universalidad del Evangelio. Por lo que deducimos que ya en el Nuevo Testamento aparece
la huella de una configuración eclesial plural
(Iglesias), pero enormemente unitaria (Iglesia).
También esto tiene algunas consecuencias:
z
La Iglesia ya no es la Iglesia que nace de una
ley, de una constitución legal, sino que es la
Iglesia que nace por la incorporación del
Señor o por la inhabitación del Espíritu.
z
La Eucaristía se convierte en el fundamento
permanente de la eclesialidad del Nuevo
Testamento. La Eucaristía se convierte en la
Nueva Pascua del Nuevo Pueblo de Dios. Esto es así porque la Eucaristía (que no es la
celebración de los sentimientos de los cristianos, sino, ante todo, la presencia del Señor Resucitado; la recepción y reconocimiento del Resucitado, que viene) se convierte en presencia del Resucitado, que convoca, incorpora al creyente a su Cuerpo y
funda su Comunidad desde la Resurrección.
Esta configuración plural, pero unitaria, nos
lleva a preguntarnos: todo esto ¿quién lo ha
realizado?, ¿ha habido una especie de testamento de Jesús o de fundación jurídica por
parte de Jesús? (una fundación jurídica es
aquella en que, por ejemplo, alguien funda un
partido político. El fundador redacta un ideario, unos estatutos, acoge a unos miembros,
va ante un notario, para que dé fe, y hace el
conveniente registro).
¿Es así la fundación que Jesús hace de la Iglesia? Ante esta pregunta hemos de responder
lo siguiente:
C) La novedad eclesiológica
Desde ahora, toda la ciudad, todo lugar humano, donde los creyentes sean convocados por
el Resucitado en la Eucaristía, se convierte en
Iglesia, se convierte en Templo.
Sinagoga (lugar de oración y transmisión de la
Palabra) y el Templo (lugar de encuentro con
Dios) coinciden en la Eucaristía. Y, desde ésta,
la diáspora se convierte en misión. Por ejemplo, en los Hechos de los Apóstoles (11, 19ss) la
persecución de los helenistas (cristianos de
lengua griega) se interpreta no como diáspora
(= el Señor nos ha castigado y tenemos que
salir de la ciudad), sino como misión (la salida
es ocasión de evangelización: Hech 11, 20-21).
z
Jesús, en este sentido, no es fundador de la
Iglesia, es fundamento de la Iglesia.
z
Los apóstoles, junto con los creyentes, con
María, la Madre de Jesús, y con el Espíritu de
Jesús Resucitado, son fundadores de la Iglesia.
En este recorrido rápido, que estamos
haciendo, es necesario recoger otro dato:
conforme la misión apostólica se ejercita y las
áreas culturales (judeoparlantes y griegas) van
siendo evangelizadas, la eclesialidad sufre, en
sentido positivo, un proceso de localización.
Es decir, cuando se habla de la Iglesia, no se
refiere o se trata del grupo, de cristianos que
se reúnen en tal o cual sitio para dar culto al
Señor. En la mentalidad apostólica, se trata de
la Iglesia, que está en la ciudad (1Cor 1, 2; 2Cor 1,
1; Gal 1, 2; Ap 2, 1.8.12.18). La Iglesia, pues, son los
elegidos de Dios, que están en tal o cual ciudad y que han acogido al Señor.
A partir de ahí, la lógica del Nuevo Testamento es perfecta: cuando Pablo en las cartas primitivas (romanos, gálatas, filipenses, tesalonicenses) empieza a hablar de las Iglesias, no
hace más que verbalizar algo que era un
hecho, un suceso: el “templo” (la Iglesia), un
lugar de encuentro cultural entre Dios y el
hombre, diálogo en la Palabra, y eucaristización de una misma cultura, de un lugar, de
una nación... acontece en la Eucaristía.
E) Configuración del ministerio ordenado en
las primeras comunidades cristianas
Si leemos con atención los escritos del Nuevo
Testamento, en el seno de las primeras co-8-
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Desde esta importante función, que cumplen estos fundadores y animadores de las
primeras comunidades cristianas y en continuidad con ella, debemos nosotros mirar el
ministerio ordenado, si queremos comprenderlo correctamente.
munidades, a las que llamamos “comunidades
apostólicas”, encontraremos la presencia del
ministerio ordenado como elemento constitutivo esencial en la vida y en la organización de
esas comunidades.
La configuración católica de este ministerio
en las comunidades cristianas es fruto de un
largo proceso. Los apóstoles tenían conciencia de haber sido llamados por Jesús y enviados por El, tras su muerte y resurrección, a
continuar en el mundo su obra: El anuncio del
Reino de Dios. Ellos habían aprendido de Jesús que el reinado futuro, pleno y definitivo,
de Dios había que anunciarlo como una realidad ya presente en la vida del pueblo. Es decir, había que anticiparlo a través de una
praxis de liberación, a través del perdón de
los pecados y, sobre todo, a través de comunidades, en cuya vida se haga presente ya, de
alguna manera, ese mundo futuro, en el que
Dios reinará plenamente.
Pero estos fundadores y animadores de las
primeras comunidades cristianas, aunque
mantenían una estrecha vinculación con la
comunidad que ellos habían fundado, no se
quedaban en ella, sino que llevaban una vida itinerante, sin un lugar fijo de residencia.
No nos puede, pues, extrañar que en las
comunidades, que ellos van poniendo en
marcha, existan desde los primeros momentos responsables, que, en estrecha relación
con ellos, presten el importante servicio de
trabajar intensamente, para que la comunidad permanezca unida a la fidelidad al
Evangelio que ellos le anunciaron.
En la primera carta a los Tesalonicenses
(primer escrito del Nuevo Testamento), Pablo, refiriéndose a estos responsables, habla
así a la comunidad cristiana, que él había
fundado: Os rogamos, hermanos, que apreciéis a esos de vosotros que trabajan intensamente, os presiden en el Señor y os llaman al orden. Mostradles toda estima y amor
por el trabajo que hacen. (1Tes 5, 12-13)
----------------Nos vamos a fijar en cuatro etapas de este
largo proceso:
z
Primera etapa: Esta conciencia, avivada y
fortalecida por la acción del Espíritu de Pentecostés, lanzó a los Apóstoles y a otros muchos discípulos de la primera época a trabajar intensamente en la fundación, organización y animación de las primeras comunidades cristianas. Y lo hacían transmitiendo las
experiencias originarias, que ellos habían vivido con Jesús o las que les habían comunicado otros que las habían vivido.
Como podemos ver, parece que en un principio ni existía un nombre fijo para designar
a estos responsables, ni las funciones que
ellos debían desempeñar estaban delimitadas con claridad y precisión. Pero sí parece
claro que se trata de personas que tienen
una especial dedicación a la comunidad y,
cuando es necesario, la llaman al orden para
que parezca fiel a la fe que le transmitieron
sus fundadores y organizadores. Por su parte, la comunidad cristiana debe tener hacia
esas personas actitudes de acogida y estima.
Por eso los Apóstoles y, en general, los organizadores y animadores de las comunidades siempre gozaron en ellas de una gran
autoridad. Hasta tal punto que las comunidades tenían clara conciencia de que su
identidad cristiana consistía en ser fieles al
fundamento, que habían puesto sus fundadores y organizadores (se les designaba con
los nombres de “apóstoles” y “profetas”).
Sobre ese fundamento debían ellas continuar edificando.
El punto de referencia de estos responsables son los “apóstoles y profetas”, que
fundaron, animaron y organizaron la comunidad. En continuidad con el servicio que
éstos prestaron a la comunidad y en comunión con el Evangelio que le anunciaron, los
responsables de la comunidad quieren ahora prestar el servicio de animarla y ayudarla,
para que continúe edificando sobre el mismo fundamento.
Y cuando se presentaban las dudas y los
conflictos en las comunidades, éstas acudían siempre a los que fundaron y organizaron, como autoridad suprema y decisiva.
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Si nosotros queremos comprender correctamente la razón de ser, la función y las tareas del ministerio ordenado en la comunidad cristiana, hemos de mirarlo también
desde la función y las tareas que cumplen
estos responsables en las primeras comunidades.
z
Segunda etapa: Pero con el correr del tiempo, ya al final del siglo I, se fue creando en
las comunidades una situación nueva. Los
grandes transmisores de la Tradición Cristiana -“Apóstoles y Profetas”- habían muerto. Las ideas de los ambientes culturales paganos, en que vivían las comunidades, fueron penetrando también en ellas y comenzaron a aparecer doctrinas, que no se respondían fielmente a las “experiencias cristianas originales”, que ellas habían recibido
de sus fundadores.
Ante esta nueva situación, en el seno de las
comunidades cristianas, se aviva y se vive
con especial intensidad la responsabilidad
de permanecer fieles a la fe que han recibido de sus fundadores, de continuar edificando sobre el cimiento de sus apóstoles y
profetas (Ef 2, 20). Por eso, hicieron operativa y
efectiva esta responsabilidad creando medios nuevos y potenciando y desarrollando
otros, que ya existían en su seno por voluntad de Jesús.
Poco a poco fueron descubriendo la conveniencia de poner por escrito la predicación
de los Apóstoles y de fijar el canon de los
escritos donde ésta se contenía fielmente.
Así nació el Nuevo Testamento. Y también
sintieron la necesidad de potenciar y desarrollar en las comunidades los servicios
que, en estrecha continuidad y colaboración
con el ministerio que habían desempeñado
los Apóstoles, estaban encaminados a que
las comunidades permanecieran fieles en la
confesión y vivencia de la fe apostólica. Así
se llevó a cabo una reflexión sobre el ministerio ordenado que fue dando a éste contornos más claros y precisos.
El autor de la carta a los Efesios nos ha dejado un testimonio claro y significativo de este importante avance en la configuración del
ministerio ordenado:
Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una
sola es la esperanza de la vocación a la que
- 10 -
habéis sido convocados. Un Señor, una fe,
un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo
trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. A cada uno de nosotros se ha dado
la misma gracia según la medida del don de
Cristo...
Y El ha constituido a unos, apóstoles, a
otros, profetas, a otros, evangelizadores, a
otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su
ministerio, y para la edificación del cuerpo
de Cristo; hasta que lleguemos todos a la
unidad en la fe y en el conocimiento del
Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.
Para que ya no seamos niños zarandeados
por las olas y llevados al retortero por todo
viento de doctrina, en la trampa de los hombre, que con astucia conducen al error; sino
que realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia El, que es la
Cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien
ajustado y unido a través de todo el conjunto de junturas que lo nutren, actuando a la
medida cada parte, se procura el crecimiento
del cuerpo, para la construcción de sí mismo
en el amor. (Ef 4, 4-16)
En el tercer párrafo del texto, que hemos
trascrito, podemos ver reflejada la preocupación que vive la comunidad cristiana de
Éfeso ante la aparición de un conjunto de
doctrinas, que pueden dar al traste con la
unidad de la comunidad y con su fidelidad
al Evangelio que recibió del Apóstol Pablo,
su fundador.
Ante esta situación comunitaria, el autor de
la carta -posiblemente un responsable de la
comunidad que se oculta tras el nombre del
apóstol Pablo- insiste machaconamente,
como se refleja en el primer párrafo del texto, en los fundamentos de la unidad de la
comunidad y en la necesidad de continuar
edificando en comunión sobre esos fundamentos, hasta llegar a la plenitud de Cristo.
Para ello, Cristo quiere que en su comunidad, como se afirma claramente en el segundo párrafo del texto, existan unos ministerios, que le ayuden a permanecer fiel a los
fundamentos puestos por el Apóstol Pablo y
le impulsen a continuar construyendo, todos unidos, sobre él. Los responsables apa-
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El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
rá la figura del presbítero, representante del
obispo y colaborador suyo en la presidencia
y dirección de aquella comunidad. Se va estableciendo paulatinamente una organización semejante a la que hoy tenemos.
recen ya designados con los términos más
precisos de “pastores y maestros”.
Digamos una vez más que, en continuidad
con ese servicio, querido por Cristo, de los
apóstoles y profetas, pastores y maestros,
hemos de comprender el servicio del ministerio ordenado en nuestras comunidades
cristianas. La meta siempre es la misma: garantizar que la comunidad eclesial se construya sobre las experiencias cristianas originarias y se mantenga unida creciendo constantemente en fidelidad a ellas.
z
2.2. PERSPECTIVA ECLESIOLÓGICA
En el apartado anterior hemos visto cuál es el
“arranque” del ministerio ordenado, así como
la configuración de éste en las primeras comunidades cristianas. Veamos ahora el ministerio desde una perspectiva eclesiológica. Es
decir, qué es y significa en la Iglesia el ministerio ordenado.
Tercera etapa: Entrando ya en el siglo II, las
comunidades cristianas se encuentran en
una situación distinta de la anterior, debido a
la aparición de nuevos factores: Ha habido
un fuerte proceso de expansión del cristianismo, que se abre a nuevas culturas, aparecen con fuerza ciertas herejías, que amenazan la unidad de la comunidad en la confesión de la fe apostólica, algunas comunidades experimentan los estragos de la persecución, los “apóstoles itinerantes” van dejando
de serlo para residir en una comunidad...
A) Radicación eclesiológica
Al hablar de radicación eclesiológica del ministerio ordenado, estamos diciendo que el
ministerio ordenado hunde sus raíces y se
halla inserto en esta Iglesia, que es ministerio
de comunión, Pueblo de Dios, Sacramento de
Salvación. Esta Iglesia, entendida como comunión de una misma vida, como una igualdad fundamental entre todos los bautizados,
como un vínculo, profundo de fraternidad
permanente... esta Iglesia es la matriz del ministerio ordenado.
Ante esta nueva situación, no es de extrañar
que, para mantener la unidad en la confesión y vivencia de la fe apostólica, se lleve a
cabo en las comunidades otra fuerte reflexión, no exenta de tensiones, en torno al
ministerio ordenado, que va a ir cristalizando en una mayor institucionalización y organización del mismo y va a dar origen a lo
que más tarde se llamará “jerarquía”.
Y en esta eclesiología de comunión, de fraternidad radical, es donde se plantea la relación
entre el sacerdocio común de todos los bautizados y el sacerdocio ministerial de los presbíteros.
Así, se va definiendo la figura del “obispo”,
sucesor de los Apóstoles y cabeza de la Iglesia local, que la preside y dirige en la caridad. En el se concentran las funciones y tareas del apóstol, fundador y organizador de
la comunidad, y la de los responsables de la
misma.
Y es, en esta Iglesia de comunión, donde se
ha de explicar esta fórmula, empleada por el
Vaticano II, que habla de la diferencia esencial, y no sólo de grado, entre ambos sacerdocios (LG, 10).
En torno a él y presidido por él hay un colegio de “presbíteros” y unos “diáconos”, que
colaboran con el obispo en la dirección de
la comunidad. Al obispo de Roma, sucesor
del apóstol Pedro, se le reconoce la presidencia en la caridad de todas las iglesias,
con la función de mantenerlas unidas en la
confesión de la fe apostólica.
z
EL SACERDOCIO COMÚN: Cristo Señor, Pontífice
tomado de entre los hombres (cf. Hb 5, 1-5), hizo
de su nuevo pueblo “reino y sacerdote para
Dios, su Padre” (cf. Ap 1, 6; 5, 9-10). Pues los bautizados son consagrados como casa espiritual y
sacerdocio santo por la regeneración y por la
unción del Espíritu Santo, para que por medio
de todas las obras del cristiano ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien las maravillas de
quien los llamó de las tinieblas a su luz admirable (cf. 1Pe 2, 4-10).
Cuarta etapa: Cuando el cristianismo se
vaya extendiendo por los pueblos, aparece- 11 -
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
B) Actuación “In persona Ecclesiae”
Por ello todos los discípulos de Cristo, perseverando en la oración y alabanza a Dios (cf.
Hech 2, 42-47), han de ofrecerse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios (cf. Rom 12, 1),
han de dar testimonio de Cristo en todo lugar,
y a quien se la pidiere han de dar también
razón de la esperanza que tienen en la vida
eterna (cf. 1Pe 3, 15).
El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque distinguiéndose esencial y no sólo gradualmente,
se ordenan el uno al otro, pues cada uno participa de forma peculiar del único sacerdocio
de Cristo. Porque el sacerdote ministerial, en
virtud de la sagrada potestad que posee, forma y dirige al pueblo sacerdotal, efectúa el
sacrificio eucarístico en la persona de Cristo,
ofreciéndolo a Dios en nombre de todo el
pueblo; los fieles, en cambio, en virtud de su
sacerdocio real, concurren a la oblación de la
Eucaristía, y lo ejercen con la recepción de los
sacramentos, con la oración y acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con
la abnegación y caridad operante.
Una fórmula tradicional, que se usa para
comprender lo que es el ministerio ordenado,
es que el ministerio ordenado actúa “In nomine Ecclesiae” o “In persona Ecclesiae”.
Aunque esta fórmula, sobre todo después del
Vaticano II, es usada en contextos ministeriales muy variados, aquí nos interesa su significado por lo que hace relación exclusivamente
al ministerio ordenado. También en este sentido, la fórmula aparece usada en contextos
muy distintos, por ejemplo:
z
Por tanto, en la celebración de la Eucaristía,
el presbítero ejerce una doble representación: representa a Cristo (como veremos
más adelante) y representa a la Iglesia (=“In
nomine Ecclesiae”). Ambas representaciones, recibidas de Cristo en la ordenación sacerdotal.
Esa fórmula del Vaticano II significa que, sin el
sacerdocio común, el ministerio ordenado
perdería toda su razón de ser y toda su utilidad, pues el sacerdocio ministerial existe únicamente para posibilitar el ejercicio del sacerdocio común, auténtico culto cristiano,
que transforma toda la existencia en ofrenda
agradable a Dios y útil a los hermanos.
Lo que el Vaticano II quiere acentuar es que,
aunque ambos sacerdocios sean participación
del único sacerdocio de Cristo, difieren entre
sí no porque el sacerdocio ministerial sea el
mismo sacerdocio común, sólo que con mayor intensidad, ni porque le competan tareas
diferentes, sino porque se fundamentan en
sacramentos distintos: en el bautismo, el sacerdocio común y, en el orden, el sacerdocio
ministerial. Esto, no obstante, no significa que
el sacerdocio ministerial sea algo absolutamente distinto, que nada tiene que ver con el
sacerdocio común.
El sacerdocio ministerial, por tanto, está al
servicio del sacerdocio común, teniendo
siempre como referencia el estilo de Jesucristo: hasta la entrega de la propia vida.
- 12 -
Se habla de una representatividad eclesial,
propia del presbítero, a propósito de la celebración de la Eucaristía, y, más en concreto, en relación con la ofrenda del sacrificio
eucarístico: en el sacrificio de la Eucaristía,
el sacerdote personifica o representa a la
comunidad eclesial.
Aquí también hay una diferencia con el sacerdocio común. Este no puede representar,
personificar a la Iglesia en el mismo sentido
que el ministerio ordenado, pues la representación que éste ejerce de la Iglesia le
viene dada por el sacramento del orden.
z
En otros contextos, aparece también esta
expresión en un sentido más global: en la
presidencia de todas las celebraciones litúrgicas, el ministro ordenado representa o
personifica a la comunidad eclesial.
z
También se utiliza la expresión para designar la representación de la Iglesia en el rezo
de la Liturgia de las Horas, por cuanto éste
es una tarea con carácter público, oficial,
eclesial.
Por tanto, a la hora de intentar comprender
lo que es el ministerio ordenado, no podemos quedarnos únicamente en decir que se
trata de una actuación “In persona Christi”
(como veremos más adelante), sino que es
necesario integrar también, como elemento
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
irrenunciable, que se trata de una actuación
“In persona Ecclesiae”, puesto que entre
ambas actuaciones hay una correlación mutua.
Sugerencias para la reflexión:
z
¿Qué destacas del texto propuesto?
De todo lo indicado, ¿qué concreciones y
qué carencias detectas en la realidad del presbiterio diocesano?
z
Tanto las concreciones como las carencias,
¿a qué crees que se deben? ¿Qué consecuencias conllevan?
z
¿Qué aspectos vives mejor o te resultan más
fáciles, y cuáles te gustaría reforzar en el ejercicio de tu ministerio sacerdotal?
z
- 13 -
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
JUZGAR
EL MINISTERIO ORDENADO EN LA IGLESIA (cont.)
2.3. PERSPECTIVA CRISTOLÓGICA
También es tradicional en la teología del ministerio ordenado poner éste en relación con
Jesucristo. Durante algún tiempo se ha pretendido superar este tipo de fundamentación.
La razón ha podido estar en el exceso de sacralización, de sacerdotalización, que había
traído consigo esta fundamentación del ministerio de Cristo.
Sin embargo, recientemente, se ha intentado
recuperar esta fundamentación para ver qué
hay de válido en ella, puesto que ésta es otra
dimensión irrenunciable del ministerio ordenado.
En relación con esta dimensión, abordamos
las dos cuestiones siguientes:
A) Originalidad cristológica
Con este enunciado se presenta a Cristo como el origen y la peculiaridad original del
ministerio ordenado. Esto quiere decir que el
origen último del ministerio no es el resultado
de una ocurrencia humana, ni el resultado de
unas leyes sociales de convivencia o de deseos de supervivencia de unas personas o de
una institución.
El ministerio es un don de Dios Padre otorgado en Cristo. En Cristo tiene el ministerio su
origen fontal (el ministerio dimana = “fuente”
de Cristo) y su peculiaridad original (= de origen). Sin embargo, exponer cómo se halla
Cristo en el origen del ministerio ordenado,
es una tarea necesitada de diferenciaciones,
algunas de las cuales exponemos a continuación.
El primer dato históricamente cierto es que
Jesús nunca se designó a sí mismo como sacerdote, ni tenía nada que ver con el sacerdocio institucional de su tiempo: no pertenecía a
ninguna familia sacerdotal, no era levita, sino
que pertenecía a la tribu de Judá.
- 14 -
Junto a este dato, otro: la postura de Jesús
frente a la clase sacerdotal y al culto del templo. El habla pocas veces de esto, pero una de
esas pocas veces la constituye la parábola del
buen samaritano, en donde la alusión a la
clase sacerdotal no puede ser más crítica. El
comportamiento de Jesús y su mensaje de
tipo sapiencial-profético eran críticos para
con el culto legal en su ritualismo y en sus
abusos. Jesús enseñó y practicó una nueva
relación con Dios, que supone, de hecho, la
ruptura y superación del sacerdocio del Antiguo Testamento.
Por tanto, para comprender el ministerio del
Nuevo Testamento, se ha de partir de Jesucristo y no del sacerdocio del Antiguo Testamento. Esto, sin embargo, no quiere decir que
el Nuevo Testamento sea ajeno a la comprensión o a la presentación de la vida, del ministerio y de la muerte de Jesús en categorías
sacerdotales.
Esa presentación con categorías sacerdotales
la hace la carta a los Hebreos, y presupone ya
una reinterpretación llevada a cabo por la
primitiva comunidad cristiana. Pero lo que
sorprende de esta carta no es que se presente
la vida y ministerio de Jesús con categorías
sacerdotales. Lo sorprendente es que se ofrece una comprensión nueva, no sólo del sacerdocio, sino también del culto y del sacrificio.
La muerte de Cristo en la cruz no tuvo nada
de rito cultual, en el sentido hasta entonces
conocido. Históricamente fue la ejecución de
un condenado. Sin embargo, muy pronto, la
reflexión cristiana empezó a utilizar una terminología cultual para expresar el misterio de
Cristo, dando a su muerte un carácter de sacrificio. Los textos del Nuevo Testamento son
varios: Corintios, Romanos, Efesios...
En estos textos se halla presente la idea de
oblación y de autoentrega de Cristo, desde
cuya perspectiva el acontecimiento de la cruz
no es más que la etapa final y la prueba suprema de la obediencia y de la entrega de
Jesús al Padre. Así lo entiende el autor de la
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
expresiones “sacerdocio santo” y “sacerdocio
real” para designar al nuevo Pueblo de Dios.
Aparece también en Apocalipsis (1, 6; 5, 10),
donde la expresión usada es la de linaje real y
reino de sacerdotes. La expresión hace referencia a un sacerdocio de carácter no individual, sino comunitario, corporativo.
carta a los Hebreos cuando, en su reflexión
teológica sobre el sacerdocio de Cristo, cita el
salmo 40: Los sacrificios y las ofrendas no los
aceptas. He aquí que vengo para hacer tu voluntad.
La obediencia hasta la muerte, perspectiva
desde donde se contempla toda su historia
terrena, es uno de los presupuestos decisivos
para el establecimiento de Cristo como Sumo
Sacerdote. Su muerte es la que ha inaugurado
el día definitivo de la gran reconciliación
Muerte que, en razón de su carácter escatológico, no necesita repetición alguna. Cristo,
por tanto, resulta ser el Supremo Sacerdote, el
único Sacerdote de los bienes salvíficos: El
que por el Espíritu eterno a sí mismo se ofreció inmaculado a Dios (Heb 9).
La teología del sacerdocio común de los fieles
se remite a estos textos, si bien no aparece
aún la idea de participación en el único sacerdocio de Cristo. Más difícil resulta descubrir
en textos del Nuevo Testamento una primera
comprensión sacerdotal del ministerio ordenado, aunque fuera muy en germen.
La ausencia, en el Nuevo Testamento, del
término “sacerdote” para designar a los ministros ordenados es valorada por unos como
el modo de evitar toda confusión entre el sacerdocio judío y el cristiano. Otros, por el
contrario, lo interpretan como la aceptación
de la institución sacerdotal del Antiguo Testamento como algo obvio para los primeros
cristianos, desinteresados en crear una institución sacerdotal propia.
CRISTO, SUMO SACERDOTE:
z
digno de fe por su condición de Hijo, elegido y establecido por Dios;
z
en cuanto a hombre sufriente que, libre de
toda falta, ha aprendido por la obediencia la
compasión con los débiles y pecadores.
En la evolución histórica posterior, si nos encontramos con un vocabulario sacerdotal y
con una tipología del sacerdocio del Antiguo
Testamento, aplicados a los ministros cristianos, si bien las valoraciones que de ellos se
hacen son divergentes.
De esta manera, se realiza en El lo que constituía la intención última de todos los sacrificios
precedentes: la reconciliación con Dios. Y, así,
dirá el capítulo 10 de la carta a los Hebreos:
Con una sola oblación perfeccionó para siempre a los santificados.
Con todo, la reflexión que pretenda fundamentar teológicamente la comprensión del
ministerio ordenado, así como su espiritualidad, deberá tener en cuenta estos datos sobre
el sacerdocio de Jesucristo como el único
Sacerdote, pues estos datos son el único punto de partida. Porque, si Cristo es el único
Sacerdote, el sacrificio definitivo, el mediador
único, la función del ministerio sacerdotal no
será otra que la de manifestar visiblemente la
presencia de Cristo mediador y su acción en
la vida del Iglesia. El sacerdote-ministro es
sacramento de la presencia de Cristo mediador en la comunidad eclesial, signo e instrumento de Cristo.
Así como, para Pablo, Cristo es el fin de la ley,
así es, para el autor de la carta a los Hebreos,
el final del sacerdocio y del culto sacrificial
del Antiguo Testamento, en el sentido de su
derogación y de su plenitud al mismo tiempo.
En Cristo, mediador único de la Nueva Alianza, al mismo tiempo sacerdote y sacrificio, ha
alcanzado el culto su plenitud escatológica.
Por tanto, en la carta a los Hebreos, tenemos
una comprensión de la vida y ministerio de
Jesús con categorías sacerdotales y, mediante
esta reinterpretación, lo que realmente se
ofrece es una nueva comprensión de lo que
es el sacerdote, el culto y el sacrificio. Sin embargo, la carta a los Hebreos no habla todavía
ni de un sacerdocio general de los cristianos,
ni de un sacerdocio ministerial. Del sacerdocio de los cristianos se habla en la primera
carta de Pedro (2, 5-9), donde se emplean las
B) Actuación “in persona Christi”
Desembocamos así en esa fórmula, también
clásica en la teología del ministerio ordenado:
- 15 -
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
el ministro ordenado actúa “In persona Christi”: en representación de Cristo.
¿Cómo entender esta fórmula?
Tendríamos que acudir a una fundamentación
del Nuevo Testamento para hablar del ministerio ordenado como una representación de
Cristo. Los evangelios han transmitido lo del
envío de los discípulos por parte de Jesús
como responsables con él en su tarea anunciadora del Reino.
El ser enviados hace de los discípulos colaboradores, y establece una relación de referencia y dependencia significativa. En esta tradición evangélica hundiría sus raíces la primera
comprensión cristiana de lo que es el apóstol.
Hay, por tanto, en el Nuevo Testamento una
línea de fundamentación, que permite hablar
del ministerio ordenado como una representación Cristo-Sacerdote. De acuerdo con esto,
puede decirse que el ministro ordenado, en el
ejercicio de sus funciones, presencializa sacramentalmente al único Sacerdote que es
Jesucristo. Eso es lo que quieren expresar esas
formulaciones, clásicas en teología, que
hablan del ministerio ordenado como una
representación de Cristo, y hablan de su actuación como una actuación “in persona
Christi”.
De esta fórmula ¿cuáles son los significados
que pueden tener más interés para nosotros?
El uso frecuente y más originario de esta expresión se refiere al ministerio eucarístico del
sacerdote. Así, en el n. 10 de la Lumen Gentium, en una perspectiva determinada por la
distinción entre el sacerdocio común de los
fieles y el sacerdocio ministerial, el Vaticano II
habla de una potestad sagrada para el sacerdocio ministerial, y emplea “in persona Christi” para precisar mejor la competencia del
sacerdocio ministerial en la celebración de la
Eucaristía. Se dice en ese texto:
El sacerdocio ministerial, en virtud de la sagrada potestad de que goza... efectúa in persona
Christi el sacrificio eucarístico ofreciéndolo a
Dios en nombre de todo el pueblo; los fieles,
en virtud de su sacerdocio real asisten a la
oblación de la Eucaristía.
- 16 -
En el n. 28 de la misma Constitución (síntesis
de la doctrina conciliar sobre el presbiterado),
la expresión se aplica directamente al ministerio eucarístico, en donde, representando la
persona de Cristo, juntan con el sacrificio de
su Cabeza, Cristo, las oraciones de los fieles.
Hay además, otros textos del Concilio en los
que no es solamente la presidencia y la celebración de la Eucaristía, sino que es el conjunto de toda la actividad ministerial de los presbíteros la que se engloba bajo la actuación “in
persona Christi”. Así, por ejemplo, el n. 2 del
Decreto sobre el ministerio y vida de los
presbíteros utiliza la expresión (“in persona
Christi”) como algo que cualifica todo el ministerio presbiteral como una personificación
sacramental de Cristo-Cabeza.
Una cierta innovación la constituye la Exhortación de Pablo VI sobre la evangelización. El
aplica directamente la fórmula “actuar en
nombre de Cristo” al ministerio de la Palabra
y de la Evangelización.
Por su parte, Juan Pablo II usa la expresión
para designar el ministerio específico de la
reconciliación en el sacramento de la penitencia.
Resumiendo: la expresión “in persona Christi”, aunque sea aplicada originaria y prevalentemente para designar el ministerio eucarístico del presbítero, sin embargo, se usa también para designar el conjunto global de toda
su tarea y de todo su ministerio.
Pero hay que decir inmediatamente que la
presencialización de Cristo, que se opera en
el ejercicio ministerial del presbítero, es de
naturaleza sacramental: el presbítero es signo
personal de Cristo-Cabeza en su condición (la
de Cristo) de origen y fuente de la salvación.
Pero el presbítero no es cabeza de la comunidad ni está al frente de ella exactamente en el
mismo sentido en que Cristo lo es para con el
cuerpo de la Iglesia.
El presbítero es el signo sacramental del único
mediador y del único Sacerdote, que es Cristo. El presbítero es un instrumento vivo de
Cristo. Pero se trata de una instrumentalidad
cuya eficacia salvífica no es propia ni es autónoma, sino que es recibida, otorgada, donada
por Aquel que es la fuente y el principio: Cristo
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El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
clamarse, ni por ningún título personal. El
ministerio es un don del espíritu, que la
Iglesia necesita y el Espíritu le concede.
El presbítero nada tiene suyo que justifique
una conciencia de superioridad, ni de protagonismo salvífico; su cometido es el de ser un
instrumento de la salvación. Es un servidor de
la salvación y no un propietario de la misma.
Por tanto, la llamada al ministerio no es un
carisma que uno posee y que la Iglesia reconoce. La llamada al ministerio es una llamada externa. Con ello se quiere decir que
no hay un derecho al ministerio ordenado. Y
esto es así porque el ministerio ordenado
no es la plenificación de la vida cristiana. Si
lo fuera, todos los bautizados tendrían no
sólo el derecho, sino el deber de acceder al
él, puesto que todos los bautizados están
llamados a la plenificación de la vida bautismal.
2.4. PERSPECTIVA PNEUMATOLÓGICA
En los dos apartados anteriores, hemos reflexionado sobre el ministerio ordenado en
relación con la Iglesia (perspectiva eclesiológica) y en relación con Cristo (perspectiva
cristológica).
Pero el ministerio no es la plenificación de
la vida bautismal, sino la realización de ésta
por un camino específico: el ministerio ordenado. Por eso, no es un derecho, sino una
invitación que uno recibe a desarrollar su
vida cristiana por ese camino específico.
En este apartado nos proponemos reflexionar
sobre el ministerio ordenado en relación con
el Espíritu (dimensión pneumatológica).
Si en los apartados anteriores decíamos que la
dimensión o fundamentación eclesiológica y
cristológica del ministerio ordenado, ahora
hemos de decir que éste no se puede comprender si se prescinde de la perspectiva que
viene del Espíritu. Y esto porque la Iglesia, en
cuanto tal, es un acontecimiento del Espíritu,
en la cual se halla Cristo Resucitado.
En esta relación estrecha entre Espíritu y
ministerio ordenado, puede decirse que éste tiene una naturaleza carismática. Así como el “acontecimiento de Cristo” es inseparable del Espíritu, así también en el ministerio van íntimamente unidos su origen cristológico y su dimensión pneumatológica.
A) Origen pneumatológico del ministerio
z
El ministerio ordenado como diaconía (servicio) de Cristo se halla absolutamente vinculado con, en expresión de S. Pablo, el servicio también del Espíritu.
z
Esta dimensión pneumatológica ayuda a
comprender el ministerio ordenado en la
perspectiva de la misión. Es cierto que la misión, originariamente, es un concepto trinitario: Dios-Padre, que envía a su Hijo y a su
Espíritu para salvar al mundo.
El ministerio ordenado que, originariamente,
procede de Cristo tiene una dimensión
pneumatológica. ¿Qué significa esto?
z
z
El ministerio no puede radicarse exclusivamente en Cristo. Es también un don del Espíritu: una gracia, es un carisma; esto aparece, por ejemplo, en la segunda carta a Timoteo (1, 6), en la que Pablo habla de don o gracia.
Aparece también ya en los ritos más antiguos de ordenación, por ejemplo, en la Tradito Hipoliti, en la que aparece acentuada
esta dimensión. Nos encontramos, pues, en
el ámbito de los dones, de lo recibido, de la
gratuidad.
Sin embargo, la misión es también un concepto eclesiológico, constituye la razón de
ser de la Iglesia. Fuera de la perspectiva de
la misión no se entiende lo que es la Iglesia:
la Iglesia es para la misión. Pues bien, al servicio de esta misión se halla ordenado el
ministerio.
No se accede al ministerio ni por una simple
delegación de la comunidad (aunque se dé
la participación de ésta, en mayor o menor
grado, en la elección de sus ministros), ni
por un derecho personal que pudiera re-
Esto significa que el ministerio no constituye
una finalidad en sí mismo, no tiene razón de
ser como entidad autónoma, aislada. El mi- 17 -
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
nisterio se halla al servicio y en función de la
misión: la salvación y la evangelización.
decir que la Eucaristía desborda el marco puramente litúrgico, cultual, celebrativo.
Más allá de falsear alternativas entre sacramentalización y evangelización, el servicio a
la misión puede considerarse como:
La Eucaristía es la predicación de la palabra, la
comunidad de los bienes, la oblación de la
vida y el compromiso, privado y organizado,
que manan de la Eucaristía (“fuente”) y tienen
su momento culminante (“culmen”) en la
celebración litúrgica de la misma.
- criterio de configuración concreta al ministerio;
- criterio para establecer prioridades;
- valoración de formas históricas que, a lo
largo del tiempo, ha adoptado el ministerio;
- valoración para mantener, sustituir o innovar organizaciones o estructuras pastorales.
B) Características de este carisma
Una vez que hemos visto que el ministerio
ordenado es un carisma, una gracia, un don
del Espíritu, veamos ahora cuáles son las características de este carisma:
Carisma de presidencia eucarística
Al ministerio ordenado, que es un carisma
que se concede mediante un sacramento,
corresponde la presidencia de la Eucaristía y,
por tanto, corresponde también la presidencia de la comunidad eclesial.
El que el ministerio ordenado le corresponda
la presidencia de la Eucaristía es algo admitido
desde la teología medieval hasta el concilio de
Trento, que unió el ministerio a la transubstanciación: esto (consagrar) era lo específico
del ministerio ordenado.
El concilio Vaticano II, admitiendo esto, dio
un paso más con el siguiente razonamiento: si
queremos un ministerio que no sea sólo cultual (y el ministerio ordenado no es sólo cultual), no podemos centrarlo exclusivamente
en la Eucaristía. Por eso el concilio habla de
tres “munera” o tareas específicas del ministerio ordenado: la palabra, el gobierno, y el
compromiso.
Debajo de esta enseñanza del Vaticano II lo
que hay es lo siguiente: la Eucaristía es el centro (“fuente y culmen” la denomina el concilio) de toda la vida de la Iglesia. Esto quiere
- 18 -
Así entendida, la Eucaristía no es sólo un momento celebrativo, sino que es toda la vida
cristiana, todo el Evangelio, vivido y anunciado, que mana de la primera Eucaristía Apostólica.
Por eso, independientemente de los problemas prácticos que ello origine, quien preside
la Eucaristía, preside la comunidad, y quien
preside la comunidad preside la Eucaristía.
Carisma identificador de la persona
El ministerio ordenado es un carisma que
identifica a la persona, que se apodera de la
totalidad de su existencia. El ministerio caracteriza a la persona como ministro, y toda su
vida queda unificada por la caridad pastoral.
Lo que caracteriza al ministro ordenado no
son sus tareas, las comunes a cualquier bautizado o las específicas de su ministerio.
Lo que le caracteriza es que él es forma de la
comunidad. Nos ayuda a entender esto el
ejemplo paulino: Efesios (4, 12) o de primera
Corintios (12, 1-30): el ministro no es músculo,
ni es hueso, sino que es articulación, engranaje del cuerpo.
El ministerio como carisma permanente
Esto es lo que, en la teología tradicional, se ha
denominado como el “carácter sacerdotal”.
Podría enunciarse diciendo que la imposición
de manos imprime al que la recibe una huella
indeleble, como la imprime el bautismo a
quien lo recibe, o la confirmación a quien
recibe este sacramento. El fondo que sustenta
el que este carisma sea permanente es la fidelidad inquebrantable de Dios a sus palabras y
a sus promesas. Por la imposición de manos
se establece una relación nueva del presbítero con Cristo, que le capacita para actuar “in
persona Christi”. Así como esta relación no
puede ser instaurada ni por el sujeto que se
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
ritu. Y esto es lo que pretendemos desarrollar
en este apartado.
ordena ni por la comunidad en su conjunto,
tampoco puede ser eliminada por ellos.
Desde el momento de la imposición de manos, hay en la persona y en la vida del presbítero como una dinámica permanente, que
configura su estilo de existencia. Ya no es algo
intercambiable o sustituible, ni se pertenece a
sí mismo. Su ser nuclear radicalmente ministerial (=de servicio); su existencia es una proexistencia (existencia en favor de...)
A) La referencia al Padre
Toda la vida cristiana, así como toda acción
divina, se derivan de Dios-Origen, de DiosPadre, de la paternidad divina. Toda acción de
Cristo y toda actuación del Espíritu son misión
del Padre: “En múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a
nuestros padres por los profetas. Ahora, en
esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo”
(Heb 1, 1ss). “El Espíritu Santo, que enviará el
Padre en mi nombre...” (Jn 14, 26).
Carisma permanente significa disponibilidad
sin reservas, dinamismo pastoral y servicio
ministerial para toda la vida, pues el mismo
Cristo no desempeñó su ministerio de una
manera ocasional o episódica, sino permanente. Y el ministerio ordenado no es más
que un signo personal de Cristo, un instrumento vivo de Cristo-Sacerdote.
De esta forma, la Iglesia también es la obra de
Dios, de Dios-Padre. Es la obra de Dios, Padre
de Jesús. Es la obra de la paternidad de Dios,
permanente en Jesús. Por tanto, podemos
decir que la Iglesia es la fraternidad de los
hijos de Dios, nacidos por la mediación de
Jesús en la comunión del Espíritu. Una fraternidad, nacida de la filiación, confesada y realizada en una porción de la humanidad. Esa
fraternidad es la Iglesia.
2.5. PERSPECTIVA DESDE
LA PATERNIDAD DE DIOS
En los apartados anteriores hemos visto, por
una parte, cómo el ministerio ordenado está
entroncado en la eclesiología del Nuevo Testamento; es decir, hemos visto que el ministerio como un sacramento que se recibe y se
ejercita en la Iglesia. Por otra parte, hemos
visto que el ministerio como sacramento es
un empalme existencial con la persona de
Jesús. Concebir de este modo el ministerio
ordenado no sólo es correcto, sino que es
esencial. Y lo es porque, en la economía de la
salvación, Cristo es el único mediador, y, por
tanto, todo hay que referirlo a El, también el
ministerio ordenado.
Llegados a este momento, hay que decir lo
siguiente: la fraternidad es efecto de la filiación. La fraternidad, en cristiano, no es un
sentimiento prioritariamente ético: queremos,
decidimos ser hermanos. La fraternidad no
equivale a solidaridad, sino que es efecto de
una común filiación. Y no decidimos ser hijos,
sino que recibimos la filiación. Y, desde nuestra libertad, la acogemos y la desarrollamos.
Somos, pues, hermanos porque somos hijos.
La filiación, por tanto, es prioritaria sobre la
fraternidad.
En definitiva, la paternidad de Dios está en el
origen de toda acción salvífica. Por tanto,
también de la Iglesia y también del ministerio
ordenado.
Finalmente hemos visto el ministerio ordenado en su perspectiva pneumatológica. Es decir, hemos analizado la relación del ministerio
con el Espíritu, y hemos estudiado el ministerio como un carisma permanente, creado,
concedido y sostenido por el Espíritu, dentro
de esa unidad carismática que es la Iglesia.
Pero, tanto la derivación cristológica del ministerio, como la pneumatológica, que son
correctas y necesarias, tienen que tener un
punto de partida más allá de ellas mismas. Y
este punto de partida, la fuente de donde
dimana, no puede ser otra que esa fuente de
donde mana toda la salvación y toda la eclesialidad: el Padre, que envía a su Hijo y al Espí-
B) Representación de Cristo, Cabeza y Pastor
El concilio Vaticano II define el ministerio
ordenado como la representación de Cristo,
Cabeza y Pastor. Según esto, el ministerio
ordenado es empalme existencial con Cristo
en la misión de éste de:
- 19 -
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
z
hacer presente a la Iglesia no sólo su filiación (la de Cristo), sino también hacerle
presente la voluntad salvífica de Dios, cuyo
origen está en el Padre;
z
expresar el “prius”, el “antes” del Padre:
expresar el origen permanente del Padre en
todo;
exclusiva de esta representación pensando
que es un poder autónomo, está traicionando
toda la dinámica del sacramento del orden.
Paternidad en el servicio fraterno
z
hacer que la fraternidad no se cierre sobre
sí misma, sino que esté referida permanentemente a una voluntad (la de Dios-Padre)
que es anterior, posterior y permanente en
la fraternidad.
Por tanto, el ministerio ordenado es la representación, en la fraternidad, de la paternidad
de Dios; representación que ha recibido por
la imposición de manos. Esta representación,
en Cristo-Jesús, del origen, de la voluntad de
la salvación que procede del Padre, no es de
ninguno de los que la ostentan. No es propiedad, es “comisión” recibida. No hace que el
ordenado deje de ser hijo y hermano y empiece a ser padre. Nadie puede ser padre más
que el Padre, ni siquiera Jesús.
Esta representación tiene una serie de características que describimos a continuación:
Paternidad colegial
El sacramento del orden concede al ministro
ordenado una representación colegial de la
paternidad. Como nadie es padre, nadie se
puede arrogar en exclusiva la representación
de la paternidad. Por eso, el ministerio ordenado es vinculación colegial a esa paternidad.
Dicho de otra forma: el sacramento del orden
es esto: el colegio (formado por el presbítero),
que ejerce esa representación paterna, legítimamente llama a alguien -bien consultando al
pueblo de Dios, bien aceptando un candidato
propuesto por éste- y lo integra a esa fundación colegial. Es decir, lo invita, mediante una
imposición de manos (un gesto y una oración)
a presidir la Eucaristía, con todo lo que ello
significa.
De esta forma, el sacramento del orden vincula al ordenado a Cristo y a todos los que, por
la ordenación, están vinculados a El. Así, ya no
hay apóstoles, sino co-apóstoles; no hay obispos, sino co-epíscopos; no hay presbíteros,
sino co-presbíteros. Y quien se apropie en
- 20 -
La comunidad no puede apropiarse de esta
representación de la paternidad, apropiándose del obispo o del presbítero. Esto tiene unas
consecuencias que enumeramos a continuación:
z
El presbítero pertenece a la sacramentalidad
de la Iglesia particular. Es decir, el presbítero
es de la Iglesia particular, de un presbiterio,
para la Iglesia universal, en el servicio de
una pequeña comunidad. Cuando la comunidad eclesial ofrece un candidato al presbiterado, lo ofrece a la Iglesia particular.
Y, cuando la pequeña comunidad recibe un
ministro ordenado, lo recibe de la Iglesia
particular como miembro del presbiterio:
recibe al obispo y a su presbiterio, representados en aquel ministro concreto.
Los hijos lo son del Padre y no del ministro,
ni siquiera espiritualmente: no se bautizan
en el nombre del ministro, sino en el nombre de la Trinidad; y no reciben el pequeño
espíritu del ministro, sino el Espíritu del Padre y del Hijo.
Por tanto, esta paternidad representada se
tiene que vivir y se tiene que ejercitar como
servicio, para promover la filiación bautismal y el sacerdocio común de todos los bautizados.
Función del ministro ordenado es promover, potenciar, posibilitar, desde su presidencia eucarística, todo lo que en el bautismo está latente. Porque el ministro ordenado no funda la Iglesia (eso es función del
apóstol), sino que la sirve ya constituida.
La paternidad representada (que no altera la
situación bautismal) obliga al que recibe el
ministerio a desarrollar, desde el ministerio
y mediante el ministerio, su vida bautismal
al máximo. El ministro ordenado está obligado a oír, él el primero, la palabra, a cambiar el corazón, a comprometerse con la
suerte de su comunidad, a sentirse pecador...
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
Debido a esta paternidad representada, el
ministro ordenado llega a la comunidad en la
veneración a los ministros procedentes y en la
apertura a sus sucesores. Y esto porque “su”
comunidad no es suya, y sus celos son producto únicamente del amor, pero nunca de la
posesión.
En este sentido, es un bautizado que va desarrollando su vida bautismal mediante el
ministerio e integrado en el ministerio.
z
La autoridad del ministro no puede entenderse como la autoridad humana. Su autoridad es una autoridad de representante, no
original. Y eso le da, permanentemente, una
cierta inseguridad, que forma parte del ministerio, y que la lleva a preguntarse constantemente: “¿Qué debo hacer ahora?”
Sugerencias para la reflexión:
Y le obliga a escuchar permanentemente a
la comunidad por la que el Espíritu también
sugiere. La suya es una autoridad de moderación, no de creación. Es autoridad sobre
hijos y no sobre esclavos (Gal 4, 7). Es autoridad en el servicio fraterno.
z
¿Qué destacas del texto propuesto?
De todo lo indicado, ¿qué concreciones y
qué carencias detectas en la realidad del presbiterio diocesano?
z
Paternidad incompleta
Tanto las concreciones como las carencias,
¿a qué crees que se deben? ¿Qué consecuencias conllevan?
z
Una última característica de esta paternidad
representada es que es una paternidad incompleta. Es decir, ningún ministro ordenado
es el señor de su comunidad. Ningún ministro
ordenado llega a su comunidad como si los
anteriores a él hubieran sido ladrones o salteadores o como si los que vayan a sucederle
interrumpieran “su” obra personal o “su”
línea.
¿Qué aspectos vives mejor o te resultan más
fáciles, y cuáles te gustaría reforzar en el ejercicio de tu ministerio sacerdotal?
z
- 21 -
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
JUZGAR:
SIGNIFICADO Y SENTIDO DEL MINISTERIO
ORDENADO EN LA ACCIÓN CATÓLICA
comunitaria sobre el fundamento que pusieron los “Apóstoles y Profetas”, y que
quiere reproducir en su estilo de vida y en
su organización los rasgos esenciales de las
comunidades apostólicas del Nuevo Testamento.
El ministerio ordenado en la Acción Católica
hay que entenderlo como “una forma de vivir
la vocación sacerdotal como lo es vivirla en la
parroquia y en otros campos específicos... al
servicio de todos para que todos sean uno en
Jesucristo” (La Acción Católica Española, hoy).
Por tanto, en la Acción Católica, el consiliario
es el presbítero que presta un servicio específico a la comunidad. De ahí que es coherente
que sus militantes sientan, vivan y reciban el
ministerio ordenado.
z
1. EL MINISTERIO ORDENADO
COMO UN DON DE JESUCRISTO
A LA IGLESIA
3. EL MINISTERIO ORDENADO
COMO CARISMA ESPECÍFICO
Cristo ha querido que, en su Iglesia haya algunas personas que le representen sacramentalmente como Cabeza de su Cuerpo y que
hagan transparente el servicio que El continúa
prestando a su Iglesia dándole vida, potenciando la unidad y colaboración entre todos
sus miembros y ayudándole a crecer hasta su
plenitud.
Como hemos visto anteriormente, el ministerio ordenado se fundamenta en un carisma:
z
que capacita para un servicio específico:
cuidar de que la comunidad y sus miembros
se mantengan fieles a la fe apostólica, de
que vayan construyendo su existencia sobre
esa fe y de que, en esa fidelidad y esa construcción, se mantengan unidos. Se trata de
una responsabilidad y un servicio que se le
ha encomendado específicamente al consiliario. Esta responsabilidad y este servicio no
pueden diluirse en la comunidad; ni él puede convertirse en un simple portavoz de la
comunidad;
z
que compromete a una dedicación especialmente intensa a la comunidad, liberando
para ello las energías necesarias para cumplir satisfactoriamente este servicio tan importante y vital para la Acción Católica;
z
que exige que dicho servicio sea ejercido en
corresponsabilidad y armonía con los otros
servicios, funciones y tareas, también necesarias para la vida y misión de la Acción Católica. Esto viene exigido por ser la Acción
Católica una comunión de carismas, que da
origen a una comunión de servicios.
El consiliario “preside en nombre de Jesucristo la celebración de la Eucaristía, y acompaña
con los sacramentos, alimenta con la Palabra y
sirve con la entrega de su vida. Uno, en nombre del Obispo, al servicio de todos para que
todos sean uno en Jesucristo.” (La Acción Católica
Española, hoy).
2. EL MINISTERIO ORDENADO
Y LA IDENTIDAD CRISTIANA
La existencia del ministerio ordenado en la
Acción Católica, como elemento esencial,
pone de manifiesto la preocupación y el interés de toda la comunidad eclesial por:
z
Que todos y cada uno de sus militantes continúen edificando su existencia personal sobre la fe apostólica, tengan clara conciencia
de su identidad cristiana y eclesial, y la vivan
con todas sus implicaciones y dimensiones,
sin mutilarla.
Ser toda ella auténticamente comunidad de
Jesús, que continua edificando su existencia
- 22 -
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
cunstancias históricas cambiantes por la que
van atravesando;
El servicio del consiliario en la Acción Católica
encuentra aquí su razón de ser y su inspiración fundamental. Se le elige para que preste
a la Acción Católica y a sus militantes el servicio de animarles y ayudarles para que vivan y
se organicen como auténtica Iglesia de Jesús
en el Mundo, en comunión con el resto de la
Iglesia, al mismo tiempo que anima a sus militantes “en la triple función sacerdotal, real y
profética de Cristo” (La Acción Católica Española,
hoy).
z
que ejercite su ministerio colegialmente en
comunión con el presbiterio diocesano, para que su tarea, desarrollada en una parcela
concreta de la Iglesia, se abra a los horizontes amplios de la Iglesia toda.
En torno a estas cuatro responsabilidades podría aglutinarse y concretarse el quehacer del
consiliario en la Acción Católica.
Por tanto, sin suplantar a nadie y en corresponsabilidad con las otras responsabilidades,
al consiliario se le ha encomendado especialmente:
z
que la Acción Católica permanezca unida en
la confesión, en la vivencia, en la celebración y en la proclamación al mundo de la fe
de los apóstoles;
z
que la Acción Católica viva y se organice
como verdadera y auténtica comunidad de
Jesús, reproduciendo en las actuales circunstancias del mundo los rasgos comunes
que definen a las comunidades neotestamentarias;
z
Sugerencias para la reflexión:
z
¿Qué destacas del texto propuesto?
¿Qué aporta, y a qué compromete al sacerdote el quehacer como consiliario en la Acción Católica? Pon ejemplos concretos de tu
propia experiencia.
z
que la Acción Católica conserve íntegra y
viva fielmente esa fe apostólica y que la
transmita en los distintos ambientes y cir-
- 23 -
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
ACTUAR
EL CONSILIARIO EN EL MOVIMIENTO DE ACG
1. EL PÁRROCO, “CONSILIARIO
HABITUAL” DE LA ACG
El documento “A vino nuevo, odres nuevos”,
aprobado en las Asambleas Generales de
Huesca en diciembre de 2007, es el Proyecto
de la nueva configuración de la Acción Católica General. Y en este Proyecto encontramos
esta referencia al Ser y tarea del consiliario de
la ACG:
“Puesto que la ACG tiene la vocación de manifestar la forma habitual apostólica de “los
laicos de la diócesis”, con razón podemos
decir que la espiritualidad y misión del consiliario en la ACG no es otra que la espiritualidad y misión del sacerdote dentro de la Iglesia, espiritualidad que emana del Sacramento
del Orden.
Puesto que la ACG se define como la colaboración fraterna, estable y organizada entre el
Ministerio Pastoral y el laicado, ambos insertos en la pastoral general de la Iglesia, con
razón los obispos animan a los sacerdotes a
apoyar y acompañar la promoción de la ACG
en orden a alentar el dinamismo misionero de
la comunidad parroquial.
gracia, la iniciativa de Dios, la oferta de Dios,
así el compromiso surge de forma como espontánea, la respuesta nace de dentro, cuando se ha acogido el don y se lo valora.
Si un sacerdote comprendiera qué es la Acción Católica en la Diócesis, la respuesta
normal sería: «A esta asociación yo la sirvo de
corazón». Éste es mi argumento y entiendo
que nace del engarce hondo del sacerdote
diocesano, de su ser y de su ministerio con el
ser y el servicio de la Acción Católica.
¿Qué aporta la Acción Católica? Su aportación
no es, sobre todo, una vinculación a la persona del sacerdote, sino una colaboración en la
misión común, percibida desde la misma
perspectiva diocesana.
La misión de la Iglesia diocesana es asumida
responsable y necesariamente por las dos
vocaciones singulares: el servicio ministerial
del sacerdote diocesano y el laico de Acción
Católica, que es igualmente un laico simplemente diocesano.
Enumero un breve elenco de aportaciones.
z
A la Iglesia Diocesana y al sacerdote y párroco ofrece la Acción Católica un grupo de
seglares. La Acción Católica es obra de laicos, colaboradores con la Iglesia diocesana
en su fin general y en los objetivos concretos. Son, por tanto, también colaboradores
convencidos de la parroquia, que está considerada como célula necesaria y primera
concreción de la Iglesia diocesana.
z
Estos laicos están seriamente preparados,
han seguido un proceso de formación fundamental y específica. Sienten como necesidad la preparación integral, que abarca su
fe, su seguimiento de Jesús, su responsabilidad apostólica, cívica y social. Son seglares
organizados, como propuesta recomendada
y avalada por el mismo Concilio.
Y puesto que la comunidad parroquial es la
matriz y el centro de gravedad de la ACG, con
razón el párroco está llamado a ser ‘el consiliario habitual’ de la ACG.”
(A vino nuevo, odres nuevos, Nueva configuración de la
Acción Católica General - Proyecto, págs. 17 y 18)
¿Por qué el párroco está llamado a ser el ‘consiliario habitual’ de la ACG? Además de lo que
ya hemos reflexionado en los puntos anteriores, pueden ayudarnos las palabras que D.
Victorio Oliver, obispo emérito de la diócesis
de Orihuela-Alicante, pronunció en el XII Encuentro “Sacerdocio y Acción Católica”, en El
Escorial, el 18 de abril de 2006:
“En las cosas de Dios, lo primero es considerar y reconocer el don, no es correcto empezar por la exigencia. Primero es siempre la
- 24 -
Así lo vivieron desde su nacimiento. Dentro
de su organización reclaman el ser responsables y protagonistas, como exigencias de
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
haciendo en ella y con ella. Esta vida la pone
al servicio del momento actual. Es una historia muy cercana a la historia de la Iglesia.
su bautismo y de su confirmación, reconocidas y pedidas por la Iglesia, porque ellos
son también la Iglesia.
z
Estos seglares ponen al servicio de la Diócesis y de la comunidad parroquial su organización apostólica, y con ella una metodología de formación y de acción, ampliamente
contrastada en la historia del movimiento, y
reconocida también por la Iglesia. (Mater et
Magistra, 236).
z
La Acción Católica ha de llevar a la comunidad, al presbítero, al párroco, la vida concreta de la gente, sus dolores y sus esperanzas
de hoy, la carencia de valores o de sentido
religioso y, al mismo tiempo, tienen el compromiso admitido de llevar al barrio, al
mundo obrero, a los jóvenes y a los niños el
mensaje fresco y liberador de Jesucristo.
z
z
Estos laicos de la Iglesia diocesana van a enmarcar el servicio pastoral del sacerdote diocesano, le van a definir los ámbitos más específicos de su ministerio y le acotarán los
campos de su dedicación necesaria e insustituible.
Lo hemos afirmado en otros momentos y, tal
vez, es bueno repetirnos que la hora de los
laicos es la hora de los sacerdotes. ¿No lo
veis así?
Junto a esto, romperán la soledad temida
del sacerdote, comparten con él el testimonio de su seguimiento de Cristo en un
mundo áspero y duro y proporcionan motivos para el esfuerzo y para la esperanza.
Ellos contribuyen a crear con el sacerdote
un clima de fe, reclaman los sacramentos y
necesitan la oración.
Ofrecen una larga historia de servicio a la
Iglesia. Es casi centenaria la Acción Católica,
mereció dejar su nombre escrito en los documentos del Concilio (Cf. CD, 17; AA, 20 entero;
AG, 15) y en ChL, 31. Hago notar, como ya dije, que es la única asociación de fieles que
se cita por su nombre en todo el documento
del Papa. Es una historia de cercanía a la
Iglesia y de fidelidad.
z
Ha sufrido también el desconcierto, el desmantelamiento de sus movimientos, la tentación del secularismo, en momentos no
acertó a mantener el equilibrio de su doble
y nada fácil fidelidad. La prueba fue muy dura. Siguiendo la imagen bíblica, quedó el
‘resto’, aguantó la tormenta, entendió su purificación.
La Acción Católica ha servido al cultivo de la
vocación sacerdotal, la ha mantenido como
respuesta viva y consciente, la Acción Católica toca el ser del sacerdote. Y de esto es
importante dejar constancia. No es un suplemento o adhesivo para su hacer, sino que
lo confirma en su ser. Es cierto que la Acción
Católica aporta sentido al ser del sacerdote
diocesano y lo centra, por eso, en su mismo
ser y en su misión en la Iglesia.
La conclusión de mi reflexión es que ser consiliario en la Acción Católica es un modo extraordinario de servir a la Iglesia diocesana.
Hoy necesita respirar hondo, ponerse a ser
ella misma, necesita coraje. Para el vino
nuevo se la ha dotado de odres nuevos. Se
puede presentar confiada. Ha de dejar salir
su buena esencia. Recoger esta historia,
también en su época muy dolorosa, le lleva
a sentir y aceptar su pobreza actual, que en
modo alguno es comparable al complejo o a
la victimación. Sólo pide el privilegio de servir a Jesucristo y al Evangelio.
Ser párroco o vicario no agota las posibilidades de ser sacerdote y de ejercer el ministerio sacerdotal en la Diócesis o en la parroquia. Así está recogido en documentos de la
Iglesia. Es más, ser consiliario anuda al ser
diocesano, aporta a la parroquia esperanza,
refuerza el compromiso evangelizador, es
respuesta adecuada y actual a la responsabilidad misionera.
Es necesario acoger y tomar en serio a la Acción Católica. Muchas veces hemos recordado que hubo un momento en que la Iglesia en España pidió para las parroquias la
ayuda de los Movimientos y, por supuesto,
de la Acción Católica para realizar y cumplir
En su seno hay vida, debe seguir engendrando hijos e hijas y deberá ofrecerlos a la
Iglesia. Quiero decir que su historia de
triunfos y de fracasos contiene la experiencia, también de cruz, que el Señor ha ido
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Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
unidos los obispos y los movimientos de
Acción Católica, que sancionó la Asamblea
Plenaria de la Conferencia Episcopal, y tienen todo el vigor de esta aprobación.
su misión evangelizadora. Se hablaba de la
Parroquia evangelizadora. Esta voz se escuchó hace años. ¿Qué ha hecho, desde entonces, la parroquia?, ¿qué ha hecho la Acción Católica?
Si esto es así, no dejo de preguntarme, por
qué sigue existiendo el recelo en tantos sacerdotes o el desinterés. ¿Qué razones se
dan? ¿Qué está haciendo por responder
adecuadamente la Acción Católica?
En estos años, además, nuestra sociedad está sufriendo un vuelco impresionante, que
afecta de lleno a la misión de la Iglesia. Crece el desierto. Fuentes fecundas en otros
tiempos hoy están secas. Han sido demolidos muchos valores. ¿Quién se acerca con
esperanza y con dolor también a las familias,
a los jóvenes, al mundo obrero, a los mismos niños? La tentación de replegarse es
permanente o la declaración de impotencia.
La parroquia necesita esta inyección de valor y coraje, que han de llevar a hombros
sobre todo los seglares.
Me atrevo a afirmar que es la hora de la Acción Católica y a decirlo con voz clara, una
vez más. Esta situación, que ha colocado en
muchas partes a la Iglesia en situación de
pobreza, reclama fe, mucho ardor, horas de
oración. Invocar el Nombre del Señor y en
ese mismo Nombre salir a la ciudad, a los
pueblos, por los caminos de los hombres,
decía Jesús. Reclama lucidez de visión teológica del ser y la misión de la Iglesia. Lo primero, acaba de decir el Papa, es amar, amar
con la mirada de Cristo. Es la respuesta de
Dios a un mundo indiferente, desafiante,
hostil, constructor de nuevas babeles y de
imponentes becerros de oro.
Es hora de amar intensamente a la Iglesia
diocesana y quien bien la ama no se encierra en cómodas mesas camilla, sino que le
urge la pasión por evangelizar.
Está reclamando, ¿no lo veis?, sacerdotes y
laicos unidos en la misma misión, con un
testimonio contrastado, capaces con la gracia de cargar también con la cruz.
Os estoy hablando de algo enormemente
serio y en nada os es desconocido. Os estoy
hablando de la Iglesia que ama. Os estoy
describiendo de nuevo a la Acción Católica.
No os hablo de teorías. Ahí están los Estatutos de la Acción Católica, que redactamos
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Le pido fuertemente al Señor que despertemos todos. El sacerdote diocesano, el párroco y los vicarios han de ver la mano amiga de la Acción Católica y tener la experiencia de que es una unión fecunda. Es una
responsabilidad no asumir el proyecto y la
experiencia que tiene en su vida evangelizadora la Acción Católica.”
Sugerencias para la reflexión:
Piensa en grupos que conozcas, en los que
el párroco es el consiliario del grupo, y grupos
en los que el párroco no se implica. ¿Cómo
afecta eso a la vida de cada tipo de grupo?
Pon ejemplos concretos de uno y otro caso.
z
¿A qué crees que se debe la reticencia de
algunos párrocos a ser “consiliarios habituales” de esos grupos y de los grupos de ACG?
Si has hablado de esto con alguno, pon las
razones concretas que te han dado.
z
¿Qué destacarías de las palabras de D. Victorio?
z
Confronta las palabras de D. Victorio con la
realidad que conoces en tu diócesis: ¿Qué
puntos entran o entrarían en conflicto con esa
realidad? ¿Por qué?
z
¿Qué pistas de acción surgen de cara a lograr que el párroco sea “el consiliario habitual” de la ACG?
z
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
ACTUAR
EL CONSILIARIO EN EL MOVIMIENTO DE ACG (cont.)
2. TAREAS CONCRETAS
DEL CONSILIARIO
autenticidad y fidelidad. Esta tarea se puede
fijar en dos aspectos:
Para situarnos ante la tarea del consiliario del
Movimiento Acción Católica General, como
ante cualquier otra tarea, hay que tener en
cuenta que éste forma parte de la Federación
de Movimientos de Acción Católica que, desarrollando el método “Acción-ReflexiónAcción-Celebración” con la dinámica de Revisión de Vida, parten siempre de la realidad,
que viven y pisan diariamente, la iluminan
desde el Evangelio y vuelven a esta realidad
para evangelizarla mediante el compromiso y
el anuncio explícito de la Buena Noticia de
Jesús a los pobres.
A) Partiendo de la vida de las personas, de los
hechos y de los acontecimientos.
Para promover la madurez cristiana “sirvan de
ayuda los presbíteros a fin de que en los mismos acontecimientos, grandes o pequeños,
puedan ver claramente qué exige la realidad y
cuál es la voluntad de Dios” (Presbyterorum Ordinis, 6)
Es en la vida, y en la vida cotidiana, donde
Dios está presente, está actuando, tanto en los
aspectos positivos y de plenitud, como donde
se le oculta o se le ofrecen resistencias.
Dentro de esta mística, el objetivo del Movimiento Acción Católica General es impulsar
en las parroquias un laicado (niños, jóvenes y
adultos) maduro y consciente, evangelizador,
misionero y militante, para impulsar la evangelización de los ámbitos en los que está inmersa la parroquia y contribuir a la unidad de
la comunidad parroquial en la misión y a la
corresponsabilidad de todos sus miembros.
El consiliario tratará de ayudar a descubrir y
desvelar el rostro y la acción de Dios en estos
acontecimientos y en las personas para provocar un encuentro con el Dios vivo de la
Historia.
Tratará de ayudar a descubrir el dinamismo de
la muerte y resurrección de Cristo en los
acontecimientos, para descubrirle en el pecado, dolor, injusticia, desamor, muerte... y sentirse animados por la esperanza que destella
su resurrección en cada momento por la fuerza de su Espíritu.
Para animar esta misión, es necesario el servicio de los acompañantes, y también el acompañamiento del consiliario, que ponga al servicio de niños, jóvenes y adultos la responsabilidad y el quehacer del ministerio ordenado,
concretados en sus tareas, que enumeramos y
desarrollamos a continuación.
“Solamente con la luz de la fe y con la meditación de la palabra divina es posible reconocer siempre y en todo lugar a Dios, ‘en quien
vivimos, nos movemos y existimos’ (Hech 17, 2-8);
buscar su voluntad en todos los acontecimientos, contemplar a Cristo en todos los
hombres y juzgar con rectitud sobre el verdadero sentido y valor de las realidades temporales.”
2.1. TAREA DE SUSCITAR
EL ENCUENTRO CON DIOS
A TRAVÉS DE SU PALABRA
Desde esta experiencia de encuentro con el
Padre, Jesucristo y su Espíritu, en la realidad,
el consiliario ayudará a verificar y discernir si
esta presencia que niños, jóvenes y adultos
descubren, y el modo cómo Dios y sus llamadas se les presentan, son legítimas, presentando y ofreciendo la Palabra de Dios Escrita,
que es la revelación misma de Dios en la His-
El consiliario tiene como tarea animar, provocar, impulsar un encuentro continuo de niños, jóvenes y adultos con la Palabra de Dios
(con Dios en su Palabra) como encuentro con
Dios mismo.
Una palabra que no es la suya y, por tanto, la
tiene que ofrecer con todas las garantías de
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Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
toria de Salvación por medio de sus obras y
palabras, especialmente en Jesucristo, tal como la fue experimentando en pueblo de Israel, en su historia, y las primeras comunidades cristianas.
Ver si la experiencia que tienen de encuentro
y escucha de Dios en la vida tienen las características de la experiencia de encuentro de
Dios con los hombres en la Historia de la Salvación, y ayudar a que la experiencia de hoy
tenga esas características.
De esta manera se pueden evitar toda la clase
de subjetivismos y de imágenes falsas de
Dios, y se ofrece a Dios tal como se ha revelado y quiere revelarse.
B) Partiendo de la misma Palabra de Dios
El consiliario tiene como tarea el presentar y
ofrecer la Palabra de Dios en un clima de escucha y acogida profunda, serena y confiada,
de manera que se pueda convertir y desembocar en oración.
Cristo es la Palabra actuante de Dios, que la
comunidad acoge cuando es anunciado en la
palabra del presbítero. Por eso, cuando el
grupo, escucha, se encuentra con Cristo en su
Espíritu que entrega al grupo en su Palabra,
ofrecida por el consiliario.
Una palabra que ilumina la vida, los acontecimientos, las acciones, y les da un sentido
nuevo y profundo desde la acción de Dios
que contemplamos en esa parcela de la Historia de la Salvación. Una palabra que provoca,
por el encuentro con Dios, una necesidad de
conversión personal y de los otros y una esperanza que da razón de su fidelidad a Cristo
y a su seguimiento.
Una Palabra que hace engendrar, germinar y
crecer a niños, jóvenes y adultos como Iglesia.
“El pueblo de Dios se congrega primeramente
por la Palabra de Dios vivo, que con toda razón es buscada en la boca de los sacerdotes...” que “tienen por deber primero anunciar a todos el Evangelio de Dios”... “A todos,
pues, se deben los presbíteros para anunciarles la verdad del Evangelio, de que gozan en
el Señor”... “Su misión es siempre no enseñar
su propia sabiduría, sino la Palabra de Dios e
- 28 -
invitar a todos insistentemente a la conversión y santidad”... “No debe exponer la Palabra de Dios de modo general y abstracto, sino
aplicar a las circunstancias concretas de la
vida la verdad perenne del Evangelio”... Así, el
ministerio de la Palabra se ejerce de forma
múltiple según las varias necesidades de los
oyentes y los carismas de los predicadores”
(Presbyterorum Ordinis, 4)
C) Ofrecer directamente a los niños, jóvenes
y adultos la Palabra de Dios y ayudar a los
acompañantes para que la presenten de forma inteligible.
Esto, a través de una buena traducción, y si
procede con palabras y gestos adecuados a
cada etapa del proceso formativo, cuidando
de no mermar ni aumentar a su capricho el
contenido y la finalidad con que fue escrito el
mensaje.
2.2. TAREA DE ANIMAR
LA DIMENSIÓN MISIONERA
El consiliario tiene como tarea acompañar e
impulsar la tarea misionera-evangelizadora en
los niños, jóvenes y adultos, animando en los
fieles laicos “la vocación y misión de ser
anunciadores del evangelio” (Christifideles laici,
33). “Es deber de la jerarquía fomentar el apostolado seglar” (Apostolicam Actuositatem, 24).
“Asistan con sus sabios consejos al dinamismo apostólico de los seglares y fomenten sus
iniciativas. En diálogo continuo con los seglares, busquen con todo cuidado las formas que
den mayor eficacia a la acción apostólica”
(Apostolicam Actuositatem, 25).
“Alentar a nuestros hermanos en la tarea de
evangelizadores a fin de que en estos tiempos
de incertidumbre y malestar la cumplan con
creciente amor, celo y alegría” (Evangelii Nuntiandi, 1).
EN CONSECUENCIA, EL CONSILIARIO AYUDARÁ A:
z
Procurar que niños, jóvenes y adultos sean
testigos y anunciadores de Jesucristo y su
Reino, de sus obras, sus palabras, sus gestos
y sus proyectos, de manera que puedan ser
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
leprosos, echad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de balde” (Mt 10, 7-8)
Buena Noticia, tal como se nos manifiesta en
el Evangelio, en las experiencias evangelizadoras de los apóstoles y en la Iglesia en su
historia, “para abrir a los hombres el camino
hacia Cristo” (Presbyterorum Ordinis, n° 6).
z
“La comunidad local no debe fomentar sólo
el cuidado de sus propios fieles, sino preparar también, imbuida de celo misional, el
camino hacia Cristo para todos los hombres” (Presbyterorum Ordinis, 6).
Animar la vivencia y experiencia del seguimiento de Jesús y de configurarse con El.
Sólo así se podrá ser testigos y profetas.
“Cristo, enviado del Padre, es la fuente y el
origen de todo apostolado de la Iglesia. Es
por ello evidente que la fecundidad del
apostolado seglar depende de la unión vital
de los seglares con Cristo...
Al cumplir como es debido las obligaciones
del mundo, no separen la unión con Cristo
con su vida personal, sino que crezca interiormente en ellos, realizando sus tareas según la voluntad de Dios” (Apostolicam Actuositatem, 4).
La función del consiliario será, además de
impulsar la tarea evangelizadora, cuidar que
los laicos, con sus acciones, actitudes, gestos, palabras... no anuncien sus ideologías
personales, sus ideas, sus intereses particulares, o a ellos mismos, sino el Evangelio del
que son depositarios pero no dueños para
disponer de él a su capricho, sino para que
te conozcan a ti, Padre, y a tu enviado, Jesucristo (Jn 17, 3).
El consiliario, pues, ha de procurar, para niños, jóvenes y adultos, un encuentro permanente con la persona de Jesús, muerto y
resucitado, que les mueva a seguirle y a vivir
su mismo estilo y espíritu en sus relaciones
con el Padre y con los hermanos.
Se trata de asegurar que niños, jóvenes y
adultos testifiquen al mismo Jesucristo del
que fueron testigos los Apóstoles. “Como
misión continua y desarrollada en el decurso de la historia la misión del propio Cristo,
que fue enviado a evangelizar a los pobres,
la Iglesia a impulsos del Espíritu Santo debe
caminar por el mismo sendero de Cristo”...
“Porque así caminaron en la esperanza todos los apóstoles que múltiples tribulaciones y sufrimientos completaron lo que faltaba a la pasión de Cristo en provecho de su
cuerpo que es la Iglesia” (Ad Gentes, 5).
“Los sacerdotes, en cuanto educadores en la
fe, han de procurar, por sí mismos o por
otros, que cada uno de los fieles sea llevado,
en el Espíritu Santo, a cultivar su propia vocación de conformidad con el Evangelio a
una caridad sincera y activa y a la libertad
con que Cristo nos libertó” (Presbyterorum Ordinis, 6).
Ha de asegurar que esta experiencia, tanto
de relación personal con Cristo, como de
seguimiento, se configure tal como se dieron los verdaderos encuentros de las personas con Cristo y cómo la tuvieron los primeros cristianos a través del anuncio que de
Cristo hicieron los Apóstoles, en los que se
descubre la experiencia que Cristo quería
provocar en ellos por medio de su Espíritu.
De esta manera, a través del testimonio de
los laicos, mediante acciones, tomas de postura y palabras, se anunciará la Buena Noticia de Jesús especialmente en los ámbitos
en que está inmersa la comunidad parroquial para “transformar desde dentro y renovar a la misma humanidad” (Evangelii Nuntiandi, 18).
Se trata de animar a vivir la experiencia
ejemplar de Pedro y Pablo: ¿A quién vamos a
ir, Señor? Sólo tu tienes palabras de vida
eterna (Jn 6, 68). ¿Quien eres, Señor? (Hch 9, 5)
Ya no soy yo, es Cristo quien vive en mí (Gal
2, 20).
El consiliario habrá de procurar que evangelizar suponga liberar-liberarnos del entramado muerte-pecado, de modo que con las
palabras, gestos y acciones de niños, jóvenes y adultos se vaya desvelando al Dios de
la Vida, especialmente en favor de los más
pobres y desfavorecidos. “Id a las ovejas
descarriadas de Israel. Por el camino proclamad que el Reino de Dios está cerca, curad enfermos, resucitad muertos, limpiad
Ayudar a que esta experiencia de encuentro
con Cristo conduzca a niños, jóvenes y adultos a compartir con él una nueva relación
con el Padre, en cuanto Padre de Jesús y
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Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
Procurará y animará la comunión de vida, de
bienes y de acción. Animará a que niños, jóvenes y adultos se sientan Iglesia encabezada por Jesús, el único Maestro y Señor, en la
que las tareas y conflictos se resuelven
siempre en referencia a la Palabra de Dios y
desde un clima de diálogo fraterno y respeto a la persona, motivado por el amor que
nos infunde y en el que nos une el Espíritu
de Jesús.
nuestro; con el Espíritu que impulsa toda esta experiencia; con la Iglesia, en cuanto experiencia comunitaria que nos une a todos
los que, hoy y en la historia, han vivido la fe
en Cristo, Cabeza de la Iglesia; y a una nueva relación con la sociedad, especialmente
con los más pobres, para llevar adelante en
ellos la causa de Jesús: liberar a todos del
pecado, la injusticia, la opresión y la muerte.
z
Ayudar a los laicos a descubrir la necesidad
y la importancia que tiene el compromiso
evangelizador del y en el mundo.
Asimismo, procurará que todos los proyectos, a cualquier nivel, estén motivados por la
misma fe (que no es hacer homogéneas las
expresiones de fe, ni reproducir doctrinas
iguales) en Jesucristo tal como se nos ha dado a conocer en el Evangelio.
2.3. TAREA DE ANIMADOR DE LA
UNIDAD Y DE LA COMUNIÓN
“Los presbíteros, que ejercen el oficio de
Cristo, Cabeza y Pastor, según su parte de
autoridad reúnen en nombre del Obispo la
familia de Dios como una fraternidad de un
solo ánimo y por Cristo en el Espíritu la
conducen a Dios Padre” (Presbyterorum Ordinis,
n° 6).
El consiliario tiene la tarea de animar y promover el espíritu de la unidad y comunión en
la fe y el amor tal como lo animaron los Apóstoles y se manifiesta en la Iglesia del Nuevo
Testamento. “Los presbíteros están puestos
en medio de los laicos para llevarlos a todos a
la unidad de la caridad, amándose unos a
otros con caridad fraternal” (Presbyterorum Ordinis, 9).
El consiliario ha de alentar la corresponsabilidad de niños, jóvenes y adultos en la tarea
evangelizadora, su protagonismo y servicio
mutuo en comunión, discernimiento y puesta en servicio, ayudando a descubrir las responsabilidades y tareas de cada uno como
carismas, recibidos del Espíritu y acogidos
por el grupo, Movimiento e Iglesia, para ponerlos al servicio de ésta y de su proyecto
evangelizador.
Procurar que el crecer en Cristo y seguirle sea
y signifique un crecer y seguirle en y desde la
Iglesia y como miembros de la Iglesia, con
esta Iglesia. Procurar que sea una experiencia
de con-creer con todos los que creen en Cristo.
Animar la experiencia de que la fe cristiana es
constitutivamente eclesial, para lo cual el consiliario ha de impulsar que niños, jóvenes y
adultos consigan una experiencia profunda
de:
z
Vivir y sentirse comunidad eclesial que, por
un lado, se configura a nivel de grupo, centros, diócesis, general... al estilo de las primeras comunidades cristianas (Hech 2, 1-4), y,
por otro, se siente reconocida y enviada por
la Iglesia para evangelizar el mundo.
“El deber del pastor no se limita a cuidar sólo individualmente de los fieles, sino que se
extiende también propiamente a formar una
genuina comunidad cristiana” (Presbyterorum
Ordinis, 9).
- 30 -
“Instrúyase a los fieles para que no vivan sólo para sí mismos, sino de acuerdo con la
nueva ley de la caridad, cada uno, cual recibió la gracia, adminístrela en favor del prójimo” (Presbyterorum Ordinis, 6).
z
Vivir y sentirse comunidad eclesial en la
Iglesia.
“Ahora bien, para cultivar debidamente el
espíritu de la comunidad, ha de abarcar no
sólo a la Iglesia local, sino también al la Iglesia universal” (Presbyterorum Ordinis, 6).
El consiliario, por tanto, ha de animar la experiencia de que la Iglesia no se agota en el
Movimiento de Acción Católica General, ni
en los demás Movimientos Apostólicos, sino
que es la universalidad de todos los que se
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
proyectos, sus preocupaciones, su quehacer
en el Movimiento y la situación de los laicos
en la Sociedad y en la Iglesia.
sienten el nuevo Pueblo de Dios, que tiene
a Cristo como Cabeza, sienten la libertad y
la dignidad de los Hijos de Dios, tienen como ley el mandamiento del amor y como
proyecto la realización y expansión del Reino de Dios.
Animará a reflexionar, trabajar y poner en
común las prioridades pastorales del Obispo y la diócesis y fomentará la cooperación
y colaboración mutua.
Por eso tratará de ayudar a niños, jóvenes y
adultos a descubrir la importancia que tiene
lo que hacen y viven para toda la Iglesia, pero a la vez procurará que otras experiencias,
acciones, celebraciones de la Iglesia, sean
conocidas, reconocidas e incluso, vividas
por los demás laicos, entrando en relación y
diálogo con las personas que las viven y organizan.
Procurará que todo ello se haga en un clima
de acogida, diálogo fraterno, de pastor que
sirve y de servidores agradecidos, que ayudan a desempeñar el servicio pastoral, dejándose todos conducir por el Espíritu y, por
tanto, en un clima de discernimiento y conversión.
Por lo tanto, será tarea del consiliario impulsar la participación y colaboración de la Acción Católica General con el resto de los
cristianos e instituciones y el sentirse en
comunión con ellos en la vivencia y realización de la misión de la Iglesia.
2.4. TAREA DE CELEBRAR LOS
SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
El consiliario tiene la tarea de fomentar, procurar, realizar y presidir la experiencia del
amor y la gracia de Dios en los sacramentos,
tal y como Cristo lo ha querido y se ha ido
experimentando en la Iglesia, y animar a que
niños, jóvenes y adultos consagren toda su
vida al Señor.
Y, desde esta actitud, animar a asumir todo
lo que la Iglesia tiene de evangélico y transformar todo lo que hay de pecado, con espíritu fraterno y decidido de llegar a la verdad
en la fe y el testimonio, tal como se nos manifiesta en las prácticas de Jesús y los Apóstoles.
z
“La vida de unión íntima con Cristo se nutre
con los auxilios espirituales, que son comunes
a todos los fieles, sobre todo por la participación activa en la Sagrada Liturgia” (Apostolicam
Vivir y sentirse en comunión con el Obispo
El consiliario, de acuerdo con la cuarta Nota
definitoria de la Acción Católica, procurará e
impulsará el conocimiento y la comunión en
la fe y el amor entre el Movimiento y el
Obispo, promoviendo el acercamiento mutuo.
Actuositatem, 4)
Este ministerio lleva consigo:
z
“Los que se dedican a este ministerio, en
virtud de la misión recibida de la jerarquía,
representan a ésta en su misión pastoral;
fomentan las debidas relaciones entre los
seglares con la jerarquía, adhiéranse siempre con toda fidelidad al espíritu y a la doctrina de la Iglesia” (Presbyterorum Ordinis, 25).
Presidir y animar la celebración de la Eucaristía y de la Reconciliación
El consiliario animará la experiencia de la celebración de estos sacramentos como signos en que se realiza la entrega del amor y
del perdón de Dios y la acogida gozosa y
agradecida de los que la celebran, que les
impulsa a vivir unidos en el amor y la reconciliación mutua en el interior del Movimiento y en la sociedad.
Fomentará que los niños, jóvenes y adultos
tengan relaciones amistosas, constructivas y,
cuando sea necesario, críticas con el Obispo
e instituciones pastorales diocesanas, para
que el Obispo y sus delegaciones les den a
conocer sus proyectos, sus preocupaciones,
sus iniciativas, y los laicos den a conocer sus
Ayudará a experimentar este amor y perdón
de Dios, que se ofrece en los sacramentos
como alimento y estímulo continuo para
nuestro crecimiento y regeneración como
hijos de Dios y hermanos en Cristo, y para la
tarea evangelizadora y transformadora de la
- 31 -
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
sociedad, ya que en el sacramento se anticipa y vive la utopía del Reino.
píritu, que actúa, muere y resucita continuamente en nosotros en favor del pueblo.
“Los presbíteros enseñen a fondo a los fieles a ofrecer a Dios Padre la víctima divina
en el sacrificio de la Misa y a hacer juntamente con ella la oblación de su propia vida... En la santísima Eucaristía se contiene
todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber,
Cristo mismo, nuestra Pascua, Pan vivo por
su carne, que da la vida a los hombres. Así
son ellos invitados y conducidos a ofrecerse, sus trabajos y todas sus cosas en unión
con El mismo” (Presbyterorum Ordinis, 5).
Se trata de procurar que toda la vida, de cada laico, de cada grupo, en la medida en que
la fundamenten y traten de configurarla con
Cristo y la sientan animada por el Espíritu, la
experimenten como una gran liturgia, ofrecida a Padre por medio de Jesucristo. Acercaos al Señor como piedras vivas entrando
en la construcción del templo espiritual,
formando un sacerdocio santo, destinado a
ofrecer sacrificios espirituales que acepta
Dios por Jesucristo (1Pe 2, 4-5).
Animar la experiencia de que la intervención salvadora de Cristo en los sacramentos
nos introduce en una novedad de vida, no
sólo en lo referente a nuestras relaciones
con Dios y de la comunidad entre sí, sino
que abarca a un nuevo modo de actuar y de
comprometerse con los demás para llevar,
vivir e invitar a vivir la Buena Nueva hasta
que todos seamos todo en Cristo.
Por eso, el consiliario habrá de procurar que
los sacramentos sean el punto de llegada de
una vida vivida desde la fe y el punto de partida de una nueva experiencia de fe, que es
necesario concretar en actitudes, hechos,
acciones, de manera que especialmente la
Eucaristía sea para ellos “fuente y culmen de
la vida cristiana” (Presbyterorum Ordinis, 5).
z
Procurar que toda la vida, acciones, experiencias, tomas de postura de niños, jóvenes
y adultos las consagren (sacrificio espiritual)
como ofrenda al Padre (unión fe-vida).
“Los bautizados... ofrezcan sacrificios espirituales... ofrézcanse a sí mismo como hostia
viva, santa, grata a Dios (Rom 12, 1) y den testimonio por doquier de Cristo; y a quienes
lo pidan, den también razón de la esperanza
de vida eterna que hay en ellos” (Lumen Gentium, 10).
“Todas sus obras, sus acciones, iniciativas
apostólicas, vida conyugal y familiar, trabajo... si son hechos en el Espíritu se convierten en sacrificios espirituales aceptables a
Dios por Jesucristo” (Lumen Gentium, 34).
Se trata de animar a vivir la existencia como
culto a Dios, en cuanto que nos sentimos
unidos e identificados con Cristo por su Es- 32 -
2.5. TAREA DE ACOMPAÑAMIENTO
El consiliario tiene la tarea de acompañamiento personal a niños, jóvenes y adultos para
ayudarles a crecer y madurar como personas y
como creyentes.
Sabéis perfectamente que tratamos con cada
uno de vosotros personalmente, como un
padre con sus hijos, animándoos con tono
suave y enérgico a vivir como se merece Dios,
que os ha llamado a su reino y gloria (1Tes 2, 1112. Ver en la misma línea 1Cor 4, 14-16).
La tarea del consiliario no termina en la animación en la fe en los grupos de niños, jóvenes y adultos; se prolonga en una atención y
acompañamiento de cada uno de sus miembros.
Una atención y acompañamiento personal,
que descubrimos en Cristo en su relación y
diálogos con Pedro, Marta, María, Lázaro, Nicodemo, Samaritana, Zaqueo, discípulos de
Emaús, Tomás y tantos otros.
Una atención que se hace servicio a cada uno
y al mayor número posible, especialmente a
los más necesitados en cualquier aspecto,
animando también a los acompañantes a
hacerlo con cada uno de los miembros de su
grupo.
“Aunque se deban a todos, los presbíteros
tienen encomendados a sí de una manera
especial a los pobres y a los más débiles, a
quienes el Señor se presenta asociado, y cuya
evangelización se da como prueba de la obra
mesiánica” (Presbyterorum Ordinis, 6).
Equipo de Consiliarios
El ministerio ordenado y la comunidad cristiana
acción pastoral, sin que esto signifique que
excluya a otras.
Un servicio que se hace encuentro profundo
con la vida del otro para animarle a caminar
por los senderos del Padre, darle la mano para
elevar su dignidad de persona, infundirle esperanza para seguir creciendo y dejarse conducir por el Espíritu de Dios.
Un servicio que le llevará a una disponibilidad
especial, que se hace sacramento de la actitud
de Cristo en favor de los pobres, los humildes
y los sencillos.
CONCLUSIÓN
Sugerencias para la reflexión:
La actitud, por tanto, que debe impregnar y
conducir la tarea del consiliario del Movimiento de Acción Católica General es el servicio.
Tras la lectura del texto, ¿qué dificultades
encuentras a la hora de compaginar el acompañamiento a grupos con el resto de tareas
propias del ministerio? Descríbelas del modo
más completo posible.
z
Si el carisma, que se concede por la imposición de manos, pone al ministro ordenado en
el corazón de su comunidad para asegurar la
unidad a través de la apelación perenne a la
raíz apostólica, lo consagra al servicio de la
comunidad y de su comunión (ver Severino Dianich, Teología del Ministerio Ordenado).
¿Qué crees que puede aportar al resto de la
comunidad parroquial el acompañamiento
que hace el párroco, como “consiliario habitual”, al grupo de ACG?
z
¿Cuál o cuáles de las tareas indicadas presentan mayor dificultad a la hora de acompañar grupos de ACG? ¿Por qué?
z
Se trata de un servicio que no busca ningún
tipo de satisfacción personal, no exclusivizar
el protagonismo, el “hacerlo todo”, sino que
se traduce en un amor “primario y total” a la
comunidad que forma el Movimiento en sus
distintos sectores, y que, por tanto, no considera a la Acción Católica General como un
peso en su pastoral, o como un hobby de
tiempo libre y perdido, o como “una cosa
más”, sino como una parte fundamental en su
¿Qué tarea te comprometes a potenciar de
cara al próximo curso?
z
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