Introducción - Centro de Estudios Cervantinos

Transcripción

Introducción - Centro de Estudios Cervantinos
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A modo de pórtico
por
José Manuel Lucía Megías
M
e cuentan unos amigos que su hijo Marcos, de tan solo cuatro años, cuando escucha la palabra “malherido” se vuelve y con una sonrisa que le ilumina la cara
apostilla “como don Quijote”, y que, en ocasiones, cuando está jugando solo con sus
muñecos de fámobil, se le oye gritar: “¡Temblad gigantes del mundo ante don Quijote!”.
Quizás esta estampa y esta anécdota hubieran sido del todo imposibles antes del 2005,
antes de la celebración del IV Centenario de la publicación de la primera parte del
Quijote. Como se sabe, han sido miles los actos que a lo largo de la geografía y del
tiempo se han organizado para conmemorar tal acontecimiento. Está todavía por escribir la crónica de todos ellos, la crónica de tantos fuegos de artificio y de tantos cartuchos de fogueo, de tantos millones quemados en las siempre fugaces fotos de las inauguraciones. Pero junto a esta crónica –más gris que otra cosa- habrá que escribir también sobre las miles de horas que se ha leído el Quijote en las escuelas, los miles de
dibujos que se han ido colgando en las paredes de tantas aulas y de tantos museos y
que, en ocasiones, han saltado a las páginas impresas de algunos libros, los millones
de risas cuando don Quijote y Sancho Panza salían cargados de golpes en una de sus
incontables aventuras o los millones de ojos abiertos, de ojos interrogantes, de ojos
entretenidos mientras un anónimo maestro iba leyendo, línea a línea, las Aventuras de
don Quijote y de su escudero Sancho Panza. Disfraces, juegos, obras de teatro, lecturas… a lo largo del 2005, el texto cervantino se ha teñido con la mirada limpia y cristalina, la risa sincera y espontánea, el bostezo inevitable de millones de niños a lo largo
y ancho de todo el mundo. “¡Temblad gigantes del mundo ante don Quijote!”. Un caballero que renace de las cenizas académicas para presentarse más renovada en la memoria creativa de tantos niños que ya nunca olvidarán que un hidalgo manchego y su fiel
escudero formaron parte de sus juegos más divertidos. Se les ha abierto la puerta a la
imaginación, la puerta a la lectura, la puerta a la curiosidad. Dentro de unos años, cuando el Quijote, el texto escrito por Cervantes más allá de las adaptaciones y de las ilustraciones, llegue a manos de Marcos, seguro que tendrá deseos de conocer del todo
sus aventuras, le resultarán familiares muchos de esos golpes y, casi con toda seguridad, mientras continúa la lectura suspirará susurrando “malherido como don Quijote”.
Si la crónica oficial del Centenario del Quijote tendrá que escribirse con la tinta gris de
la falta de planificación y de coordinación, de los arribistas y de los mediocres –por no
olvidar a los ladrones que son capaces de vender el mismo humo en diferentes chimeneas-, la crónica infantil del Centenario nos permite albergar todavía esperanzas de
mil colores: al menos, el Quijote se ha mantenido puro en sus manos, en sus recuerdos.
Como se verá en el estudio de Nieves Sánchez Mendieta que abre este libro, desde
finales del siglo XVIII esta ha sido una de las grandes preocupaciones de los eruditos:
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Ilustración 1: Quijote en hindi
Ilustración 2: Quijote en singalés
el acercamiento de la lectura a los más jóvenes, a los más niños. Y en nuestro libro
están las ideas pero también los ejemplos, estos ejemplos que llenan de colores o de
líneas negras las infancias de niños de todas las geografías y de todos los tiempos.
También los niños leen el Quijote, este peculiar catálogo de los fondos de ediciones
infantiles y juveniles que conserva el Centro de Estudios Cervantinos en su biblioteca
en Alcalá de Henares, es el resultado de un año de trabajo. Terminadas las celebraciones del centenario quijotesco, ha sido nuestra intención volver los ojos al Quijote más
puro, al Quijote menos vapuleado. ¡Y qué mejor que hacerlo acercándonos a los objetos que un día estuvieron en las manos infantiles y juveniles de tantos lectores de la
obra cervantina! Pero no queríamos hacer de este libro un frío cementerio de fichas
bibliográficas acompañadas de la reproducción de las siempre poco efectivas portadas.
Todo lo contrario. Queríamos llenar el libro de colores, de imágenes, de ideas; hacer
de este libro un pasatiempo para los más mayores, para rescatar en ellos lo que de
infantil conservan. Y para este trabajo, no podíamos contar con mejor compañía que la
de Nieves Sánchez Mendieta, profesora e investigadora en estas lides, una de la máximas expertas en el tema, al que ha dedicado su tesis doctoral. Con Nieves, además de
Diana Calderón, ya habíamos colaborado en uno de los proyectos más originales y
atractivos de todo el año cervantino: un Quijote para niños ilustrado por niños, que se
hizo realidad en las paredes del Museo Casa Natal de Cervantes, gracias al empeño y
el entusiasmo –casi infantil- de tantas personas: Charo, Marina, Pepa… Nieves no sólo
firma el espléndido estudio introductorio, sino que ha sido la primera redactora de la
gran mayoría de los comentarios que acompañan la ficha bibliográfica de cada libro.
Esta ha sido una de las apuestas de nuestro libro: no sólo ofrecer los materiales –fichas,
fotografías- sino también una pequeña explicación de cada uno de ellos, un intento de
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contextualizarlos, de entreabrir las mil posibilidades de su contenido. Pero este libro
tampoco hubiera sido posible sin la ayuda de Elisabet Magro García, que ha puesto
orden en nuestro caos y más de una reprimenda en nuestros entusiasmos infantiles, ni
la pericia del fotógrafo Jesús Clemens que siempre acude a todas nuestras llamadas con
una sonrisa. Justo Fernández, desde su espléndida biblioteca quijotesca, nos ha marcado las líneas maestras de algunas referencias desconocidas del siglo XIX y nos ha regalado la gran mayoría de las reproducciones que completan el estudio introductorio. Y,
por supuesto, sin el apoyo incondicional de Carlos Alvar, Director del Centro de
Estudios Cervantinos, ni este libro ni las múltiples iniciativas de su centro de investigación, no podrían ni soñarse
También los niños leen el Quijote muestra con imágenes y textos cómo el Quijote
ha ido creciendo entre las manos infantiles de tantos lectores, como ha ido viviendo
nuevas aventuras bajo la atenta mirada de la imaginación de los niños. Quijote que pese
a tantas academias y a tantos políticos sigue haciendo temblar a los molinos del aburrimiento. La celebración de los centenarios permite a los textos ampliar sus geografías. Adentrarse en las aulas y en las habitaciones de los más pequeños o permitir que
nuevos niños, de alfabetos bien diferentes, se acerquen a sus aventuras con nuevas traducciones, como las aparecidas en hindi o en singalés, cuyas portadas bien pueden servirnos de despedida.
“¡Temblad gigantes del mundo ante don Quijote!”, como diría Marcos. ¡Temblad
gigantes del mundo, que aún le queda mucha vida a don Quijote!
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EL QUIJOTE
LEÍDO
POR LOS MÁS JÓVENES
ITINERARIO POR DOS SIGLOS DE LECTURAS QUIJOTESCAS
por
NIEVES SÁNCHEZ MENDIETA
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INTRODUCCIÓN
L
a amplitud del concepto “literatura infantil y juvenil” permite tener en cuenta la existencia de un tipo de obra literaria que, aun no habiendo sido inicialmente concebida para los más jóvenes, pertenece al corpus de textos dirigidos a este grupo particular de lectores, más aún si consideramos que ellos mismos -o a través del ámbito escolar- han terminado por aceptarlas como parte de sus lecturas habituales.
Aunque hasta finales del siglo XVIII o principios del XIX no puede hablarse de una
literatura propiamente infantil y juvenil, lo cierto es que los niños y los jóvenes se han
acercado desde siempre a las obras literarias de moda, o a los clásicos, como parte de
su formación inicial. El caso del Quijote evidencia la confianza que se depositó en los
clásicos que, ya por el hecho de serlo, parecían ofrecer garantía de calidad; cada lector encontrará en estas obras una experiencia diferente según su edad, como parece
indicar el propio Cervantes en el capítulo III de la segunda parte al hablar del éxito de
la primera parte de su particular libro de caballerías: “Es tan clara que no hay cosa que
dificultar en ella: los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden
y los viejos la celebran”.
Muchos escritores del siglo XIX darán cuenta de sus lecturas infantiles del Quijote;
lecturas que, en la mayoría de los casos, destacan los episodios más maravillosos, los
más aventureros, dejando a un lado la ironía, las enseñanzas que se esconden en la
obra cervantina. Gustave Flaubert, en una carta enviada a Louise Colet y fechada el 12
de junio de 1852 recuerda: “Encuentro todos mis orígenes en el libro que me sabía de
memoria antes de saber leer, Don Quijote”; libro que le acompaña desde la infancia: “A
propósito de lecturas, no dejo de leer a Rabelais, y los domingos Don Quijote, con
Bouilhet. ¡Qué libros aplastantes! Crecen a medida que uno los contempla, como las
pirámides, y uno casi termina por tener miedo” (carta del 22 de noviembre de 1852).
Por eso no extraña que años después, en febrero de 1869, siga exclamando el gran
escritor francés: “Releo en este momento Don Quijote. ¡Qué libro gigantesco! ¿Lo hay
más hermoso?”1. Por su parte, Heinrich Heine, en el prefacio a la traducción alemana
del Quijote, publicada en Stuttgart en 1837, con estampas de Tony Johannot, nos
devuelve la imagen de una lectura infantil de la obra cervantina y, lo que más importa, las sensaciones de un niño ante una obra que disfruta aunque no ha sido ni escrita ni pensada para caer en sus manos: “Este el primer libro que leí en cuanto supe pronunciar corrientemente las letras. Recuerdo aún perfectamente el tiempo aquel en que
me escapaba, de mañanita, de la casa paterna e iba a refugiarme en el jardín del patio
para leer, sin que nadie me molestara, el Quijote […]. Era yo niño, e ignoraba la ironía
1
Las citas proceden de Gonzalo Armero, coord., Cuatrocientos años de don Quijote por el mundo, nº 45
de la Revista Poesía, Madrid, 2005, p. 204.
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que puso Dios en su universo, y que el gran poeta imitó en el suyo; y me sentía incapaz de no verter las más amargas lágrimas cuando el noble caballero no recogía más
que ingratitud y golpes por su grandeza de alma; y como, poco hecho a la lectura, iba
pronunciando cada palabra en voz alta, pájaros y árboles podían oírme. Lo mismo que
yo, aquellos inocentes seres de la naturaleza nada entendían de ironía; ellos también
lo tomaban todo en serio y vertían lágrimas por los sufrimientos del desventurado caballero. Por lo menos me pareció oír sollozar a un roble, y al grave surtidor sacudirse más
violentamente las barbas ondulosas para gemir por la dulzura de los hombres […]. Cada
vez se elevaba más y más en nuestra estimación el paladín de Dulcinea, y cada vez iba
ganándose más y más mi afecto a medida que leía yo este libro maravilloso, lo cual
ocurrió todos los días en aquel jardín hasta finales del otoño, en que llegué al final de
la historia”2.
Valgan estos dos ejemplos de lecturas infantiles de dos grandes escritores del siglo
XIX para comenzar el itinerario por las ediciones infantiles y juveniles del Quijote en
los dos últimos siglos, esas que, para el caso español, se va a ir marcando a ritmo de
decretos reales y de conmemoraciones de centenarios.
1. El Quijote como lectura infantil y juvenil antes del siglo XIX
Aunque, en la actualidad, parece estar aceptada la existencia de una literatura infantil, en algunos casos resulta complicado determinar con exactitud las características y
fronteras entre ésta y la conocida como literatura para adultos. Se hace preciso, pues,
delimitar el concepto de “literatura infantil”: ¿supone la existencia de una edición especialmente destinada a los niños o es la literatura que los niños hacen suya al aceptarla
y leerla mayoritariamente? Evidentemente, la literatura infantil es la que se escribe para
los niños y que, dependiendo de su edad, cuenta con unas determinadas características, como son la sencillez tanto del contenido como de la forma y el predominio de
cierta temática. Ahora bien, tampoco es posible negar –como ya señaló Carmen BravoVillasante3- el hecho de que los niños se apropian de algunas obras que, en un principio, no fueron escritas para ellos, y que las conviertan en parte de sus lecturas habituales, llegando a convertirse, en algunos casos, en sus preferidas. Así pues, además de
los textos escritos exclusivamente para un público infantil, existen “otros textos” que,
a pesar de no haber sido creados para ellos, han pasado a formar parte de sus lecturas, seguramente, después de haber pasado por una especie de “filtro infantil” mediante el que el niño los adapta a sus gustos y necesidades. Son obras en las que primaría
lo maravilloso, añadiendo así al elemento didáctico o informativo una dimensión imaginativa y de aventura.
De igual manera, resulta complicado determinar a partir de qué momento o publicación nació definitivamente la literatura infantil. Enzo Petrini4 defiende que en la
Antigüedad no hay trazas de la existencia de una literatura exclusiva para la infancia o
para la juventud, dado que los niños eran asimilados desde temprano al parámetro del
hombre adulto, por lo que según este autor “los escolares no podían contar con otros
libros que los de los ‘grandes’”. No es extraño, por tanto, que estos argumentos conduzcan a que algunos estudiosos de la literatura infantil, como Carmen Bravo2
3
4
La cita procede de Cuatrocientos años de don Quijote por el mundo, ob. cit., p. 157.
Historia de la literatura infantil española, Madrid, Escuela Española, D.L, 1985.
Estudio crítico de la literatura juvenil, Madrid, Ediciones Rialp, 1981.
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Villasante, concluyan que, durante estos siglos, “niños y grandes escucharían las mismas cosas y tendrían las mismas lecturas”, o como Román López Tamés5, para quien la
literatura infantil “fue inexistente antes del siglo XIX ya que la historia de la infancia
nos dice que el niño oyó y leyó siempre lo que el mundo adulto oía y leía y adaptaba
a su necesidad héroes y situaciones”.
Resulta evidente que, si pretendemos situar cronológicamente las primeras lecturas
infantiles, es decir, los libros realmente leídos por los niños, la fecha sería muy antigua:
parece claro que, cuando aún no existía una literatura especialmente dedicada a ellos,
los más pequeños leerían casi todo lo que caía en sus manos; ante la ausencia de obras
dedicadas especialmente a ellos, adoptaron algunas que, en principio, pertenecían al
corpus de literatura dirigida al público adulto, pero que siguieron solicitando aun cuando la infancia disfrutaba de una literatura considerada “más apropiada a su edad”.
En este sentido, es muy ilustrativo examinar, por ejemplo, y por recordar un libro básico referente a este tema, la Antología de la literatura infantil española, de la ya citada
Carmen Bravo-Villasante, donde se reúnen materiales de muy diversa naturaleza para la
lectura de los más pequeños en su vida escolar o privada: apólogos de Calila e Dimna,
cuentos del Conde Lucanor, fragmentos del Amadís de Gaula, del Lazarillo, o del Quijote,
junto a un grupo de autores contemporáneos, entre los que figura Juan Ramón Jiménez,
que ya forman parte del corpus habitual de las lecturas infantiles. Del mismo modo, no
deja de ser significativo que el Quijote sea citado en numerosas ocasiones junto con Los
viajes de Gulliver y Robinson Crusoe, obra ésta última que Rousseau recomendó en el
siglo XVIII como única lectura por su particular personaje Emilio6. La explicación habría
que buscarla, en parte, por el entretenimiento que proporciona la lectura de la obra cervantina, por sus valores morales y porque son obras que contienen información sobre las
costumbres y las actividades humanas. Además, coinciden en poseer uno de los modelos narrativos esenciales de la literatura infantil: salida de casa + aventuras + vuelta a casa,
estructurado en una secuencia de capítulos más o menos independientes.
En cuanto a la existencia de ediciones del Quijote utilizadas por los más jóvenes en
las escuelas, no encontramos datos, al menos, hasta el Siglo de las Luces, pues, hasta
ese momento, como ya se ha indicado, no se tenía conciencia de la existencia del niño
como lector. El Quijote formaba parte de la educación infantil por estos años, las ediciones de surtido del siglo XVIII7 seguramente fueron manoseadas por manos infantiles, que, en ocasiones, han dejado en sus márgenes huellas de estas primeras lecturas,
y las copias de fragmentos de la obra cervantina o la escritura de continuaciones debía
ser una labor cotidiana, que por su mismo carácter de habitual no ha dejado muchas
huellas. Pero siempre hay un infante que puede venir en nuestra ayuda.
El Duque de Anjou, el que será conocido por la historia como Felipe V, escribió
cuando contaba con diez años una continuación del Quijote, paralela a las continuaciones francesas de Filleau de Saint-Martin. Cinco capítulos escritos en francés, conservados actualmente en la Biblioteca Nacional de Madrid [ilustración 1]8, que dan cuenta
Introducción a la literatura infantil, Publicaciones de la Universidad de Murcia, 1990.
Incluso se llegará a imprimir junto a algunas de estas obras en ediciones a lo largo del siglo XIX, como
la impresa en Londres en 1836, a costa de W. Lewis, Finch-Lane: Works of Fiction; comprising the devil
upon two sticks and Gil Blas, by Lesage; Don Quixote, by Cervantes; Robinson Crusoe, the Cavalier, and the
History of the Plague, by de Foe; edición económica de 338 páginas a dos columnas, con la traducción de
Smollett acompañada de las obras citadas en portada.
7
Véase Enrique Rodríguez Cepeda, “Los Quijotes del siglo XVIII”, Cervantes, 8 (1988), pp. 61-108.
8
Existe edición facsímil y traducción al español realizada por José Fradejas Lebrero, Madrid, 2005.
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del viaje de don Quijote a África y de su muerte, después de haber luchado contra el
caballero Vandelín:
Así pues, se alejaron, y estando bastante alejados, fueron el uno contra el otro y el caballero le
dio un golpe tan grande a Don Quijote que lo hizo tambalearse y desmontar; le puso su lanza
en la garganta y le dijo:
-¿Me prometes que no matarás al enano?
-Yo te lo prometo –le respondió el caballero.
Entonces Don Quijote se entregó. Pero al atardecer se encontró indispuesto, murió cuatro
días después, y Sancho lo llevó sobre sus hombros, soltando de cuando en cuando grandes suspiros, lo llevó a Orán para enterrarlo solemnemente”.
Así acaba este ejercicio escolar, que muestra
hasta qué punto el Quijote estaba imbricado en
las enseñanzas de quien estaba llamado a ser
rey. Quijote triunfante en la escuela en Francia.
Se puede defender, por tanto, que el Quijote
estuvo en manos de los niños y jóvenes que
vivieron en los siglos XVII y XVIII, pero no de
la misma manera que estaría en tiempos posteriores: no se conoce ningún estudio basado en
criterios pedagógicos que recomiende su lectura desde edad temprana, pero, evidentemente,
la obra cervantina servía como instrumento con
el que los maestros enseñaban a leer a sus pupilos al tiempo que los familiarizaban con los textos clásicos, que, en el caso concreto del
Quijote, se considera modelo de perfección de
la lengua española, y poseedora de una alta
calidad literaria.
Ilustración 1: Don Quichotte de la Mancha, continuación del niño Felipe V
2. Primeras ediciones infantiles y juveniles del Quijote
2.1. LAS
PRIMERAS EDICIONES EN
EUROPA9
Las primeras ediciones del Quijote especialmente recomendadas a los niños y jóvenes datan a finales del siglo XVIII y principios del XIX, momento en el que ya se empieza a observar un interés por acercarles las obras cumbre de nuestra literatura. En estas
primeras propuestas editoriales se aprecia la gran importancia que se le concede a la
imagen, una de las características sobresalientes de las ediciones juveniles en Europa.
Así, en 1828, se imprime en París Le Don Quichotte en Estampes, ou les Aventures du
Héros de la Manche et de son Ecuyer Sancho Pança, representes par 34 jolies gravures,
avec un texto abrégé de Florian, et revue sur l’original espagnol, un volumen en cuarto
apaisado de 132 páginas, en que el texto y la imagen forman una unidad [Catálogo nº
1] [ilustraciones 2-3].
Para la realización de este capítulo se ha contado con la colaboración de Justo Fernández y José Manuel
Lucía Megías.
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Ilustración 2: Cubierta
Ilustración 3: Contracubierta
Este mismo modelo, para una adaptación quijotesca más drástica, se seguirá en la
impresión en París hacia 1845 de Don Quichotte en Estampes, mis à la portée des
enfants par Mme. Wetzell, un pequeño volumen apaisado de 48 hojas, con nueve
estampas anónimas, que llenan de color el libro [ilustraciones 4-7]10.
De la misma manera, años antes, se había publicado en Londres en 1820 The Spirit
of Cervantes; or, Don Quixote abridged. Being a selection of the episodes and incidents, with a summary skect of the story of the popular romance. In two parts, with
superior coloured engravings, en la que cuatro litografías en color, basadas algunas
de ellas en dibujos de Francis Hayman, hacían las delicias a los lectores de esta versión abreviada, seguramente destinada a los más jóvenes [ilustraciones 8-9].
Todas las imágenes, pueden consultarse también en el Banco de imágenes del Quijote: 1605-1905
(www.qbi2005.com).
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Por otro lado, no podemos olvidar que las primeras
versiones abreviadas del
texto cervantino, acompañadas muchas de ellas de excelentes estampas, se documentan en inglés desde el
siglo XVII, comenzando por
The Delighful Hystory of Don
Quixot, the most renowned
Baron of Mancha. Containing his noble Atchievements, and surprising adventures, his daring enterprises, and valiant engageIlustración 4: Don Quijote es armado caballero
ments for the Peerless
Dulcinea del Toboso, and
the various and wonderful
occurrences that attended
his love and amrs y
Homours of his facetious
squire Sancho Pancha. And
all other Matters that conduce to the illustration of that
celebrated history, no less
pleasant than gravely moral
(London,
Benj.
Crayle,
1689); del siglo XVIII, destaca la impresa en Glasgow en
1784 con el título: The
much-esteemed History of
the ever-famous Knight Don
Ilustración 5: Aventura de los molinos de viento
Quixote de la Mancha:
Containing many wonderful Adventures and Atchievements: Very pleasant and diverting. With the Comical Humours of Sancho Pancho, his remarkable Squire. Being an
entire History of all the memorable Transactions recorded of them, reimpresa en
London, hacia 1786 y en 1789, “sold by the booksellers in Great-Britain, Ireland and
America”. Algunas de estas ediciones pudieron también hacer las delicias de los lectores más jóvenes.
Aunque el rastreo de este tipo de adaptaciones infantiles y juveniles no es tarea
fácil, ya que muchas de ellas suelen quedar fuera de los catálogos bibliográficos más
conocidos y utilizados (Ashbee, Rius, Suñe…), no deja de llamar la atención cómo se
va a ir consolidando en toda Europa un producto editorial particular alrededor de las
ediciones infantiles y juveniles del Quijote –y de otras obras clásicas, por supuesto-, en
las que destaca la importancia que se le concede a las imágenes, muchas de ellas en
color. En este sentido, Francia11 será uno de los países que ofrecerá una más amplia
Véase Nieves Sánchez Mendieta, “Lecturas infantiles del Quijote por parte de algunos escritores franceses de principios del siglo XX”, en Cristina Castillo y José Manuel Lucía Megías (eds.), Decíamos ayer...
(Estudios de alumnos en honor a María Cruz García de Enterría), Alcalá de Henares, Universidad de
Alcalá, 2003, pp. 333-340.
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oferta editorial en este
campo, con diferentes adaptaciones de la obra cervantina dentro de colecciones
específicas, acompañadas de
hermosas ilustraciones, de
las que las siguientes ediciones sólo pueden ser tenidas
como una muestra que
ejemplifica la riqueza de
propuestas12:
• Le Don Quichotte de la Jeunesse
[…] réduite aux seuls faits ou ils
Ilustración 6: Sancho Panza en las bodas de Camacho
ont véritablement figuré par A.
J. Sanson, Paris, Ledoyen 1830
(con estampas de Choquet)
[ilustraciones 10-11].
• L’admirable histoire de Don
Quichotte de la Manche et de
son écuyer Sancho Pança,
réduite pour la jeunesse, ornée
de figures découpées dessinées
par Bouchot, Paris, G.
Alexandre, 1843, 118 p.
• Histoire de Don Quichotte
racontée à la jeunesse par
Ortaire Fournier, Paris, C.
Warée, 1844, 335 p.
• Histoire de Don Quichotte
de la Manche, nouvelle édition revue par M. L’Abbé
Ilustración 7: El banquete de Sancho Panza
Lejeune, ilustrée par Celestin Nanteuil, Bouchot et
Demoraine, Paris, P. C.
Lehuby, 1845, 483 p. [Catálogo nº 2]13, reimpreso en [1847] y en 1888, dentro de la
Bibliothèque spèciale de la jeunesse.
• Don Quichotte de la Manche traduit de l’espagnol par Florian […] Für den Schul-und
Privat-Gebrauch bearbeitel und mit grammatischen Bemerkungen und eine Wörterbuche
herausgeben von Ed. Hoche, Leipzig, Verlag von Ernst Fleischer, 1851: adaptación para el
aprendizaje del francés en las escuelas alemanas.
• Le Don Quichotte des enfants, aventures les plus curieuses de Don Quichotte et de Sancho,
précédées d’une introduction historique sur l’origine de la chevalerie et suivies d’une conclusion morale, para Elisabeth Müller. Nouvelle édition, Paris, Bédelet, 1852-1853, 144 p.
[ilustración 12].
• Histoire de l’admirable Don Quichotte de la Manche, ilustrado por Forest, Paris, L.
Hachette, 1853, 312 p.; reimpreso añadiendo ilustraciones de Bertall, hasta un total de 64,
en 1866 [Catálogo nº 5], 1868, 1870, 1878…
Véase Michel Moner, «Cervantes en Francia: El Ingenioso Hidalgo y sus avatares ultramontanos», Edad de
Oro, XV (1996), pp. 75-86.
13
Reimpresa en 1847 y en 1860 en la «Librairie de l’Enfance et de la Jeneusse», E. Ducrocq Successeur de
P. C. Lehuby, con el título: Aventures de Don Quichotte de la Manche par Michel de Cervantes.
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Ilustración 8: Don Quijote es
armado caballero
Ilustración 9: El banquete de
Sancho Panza
• Don Quichotte de la jeunesse, traduit et abrégé de l’ouvre de Cervantes par Réné d’Isle,
Limoges, M. Ardant, 1859, 288 p. [ilustración 13] [Catálogo nº 3].
• Histoire de l’admirable Don Quichotte de la Manche, traduction nouvelle, Paris, Magnin,
Blanchard et Cie., 1862, 416 p.
• Histoire de l’admirable Don Quichotte de la Manche et de Sancho Panza, surnomé la fleur
de écuyers, traduit librement de l’espagnol de Michel de Cervantès, Paris, Le Bailly, 1863,
120 p.
• Le Don Quichotte de la jeunesse, traduit de Michel de Cervantès par Florian, Dessins de G.
Staal, Paris, Garnier Frères, 1866, 527 p. [Catálogo nº ???].
• Don Quichote de la Manche, édition revue avec soin, Limoges, Bardou Frères, 1875, 223
p.
• Histoire de Don Quichotte de la Manche, traduction revue par E. du Chatenet, Bibliothèque chétienne et morale, Limoges, E. Ardant, 1875, 248 p.
• Les aventures extravagantes du Chevalier Don Quichotte, racontées par George Chesnel,
Paris, Bernardin-Béchet, Libraire-Éditeur, [h. 1875].
• Don Quichotte de la Manche, édition spéciale à l’usage de la jeunesse, par Lucien Biart,
illustrée de 316 dessins par Tony Johannot, Paris, Hetzel («Bibliothèque d’Éducation et
Récréation»), 1878 [Catálogo nº 7].
• Les aventures de Don Quichotte de la Manche traduites de l’Espagnol de Michel de
Cervantes par Filleau de Saint-Martin et revues et arrangées pour les enfants par A. des
Tilleuls. Ornée de 10 gravures, Paris, Librairie Bernardin-Béchet, [1880], 273 p. [ilustración 14].
• Don Quichotte de la Manche, édition abrégée, d’après la traduction de Florian. Vignettes
gravées d’après les dessins de Gustave Doré. Bibliothèque des écoles et des familles, Paris,
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Hachette, 1882, 360 p.
[Catálogo nº 9], con reedición de 1886 [Catálogo
nº 10] y en 1889.
• Vie
et
aventures
de
l’Ingénieux Chevalier Don
Quichotte de la Manche.
Récits illustrés de sept chromolithographies,
Paris,
Librairie Furne, 1883, 32 p.
• Histoire de l’admirable Don
Quichotte de la Manche,
Paris, A. Quartin Éditeur,
[1881], 16 p.
• [Ilustración 13].
• L’ingénieux hidalgo Don
Quichotte de la Manche.
Traduit par Florian. Nouvelle édition revue et corriIlustración 10 : Portada y retrato de Cervantes (Paris, 1830)
gée. Paris, H. Lecène et H.
Oudin, 1887, 237 p.
• Histoire de Don Quichotte,
traduction de Florian. Paris, Garnier Fréres, 1887, 100 p. [ilustración 15].
• Don Quichotte. Dessins par Geofrrey, textes par Stahl. Bibliothèque et magasin d’Éducation et de Recréation. Paris, J. Hetzel et Cie, [1877], 4 p. [ilustración 16].
• Don Quichotte de la Manche. Nouvelle édition abrégée à l’usage de la jeunesse, d’aprés la
traduction de Florian, Paris, T. Lefèvre et E. Guérin, 1888, 298 p.
• Don Quichotte de la Manche. Édition pour la jeunesse, illustrée par Henri Pille, Paris,
Charavay, Mantoux, Martin, [1893], 320 p.
• Don Quichotte de la Manche par Michel Cervantes.
Nouvelle édition abrégée á l’usage de la jeunesse par
Étienne Ducret. Paris, Librairie Théodore Lefévre et
Cie. Émile Guérin, Éditeur, [1894].
Aunque menores en número, no se pueden
pasar por alto algunas de las ediciones infantiles y
juveniles escritas en inglés, publicadas en el siglo
XIX, entre las que destacan las siguientes:
• The adventures of Don Quixote de la Mancha and his
Humorous Squire Sancho Panca, Coventry, Pratt, Smith
and Lesson, [1795] [Ilustraciones 17-18].
• The life and exploits of Don Quixote de la Mancha, carefully abridged for the amusement of Youth Kennington,
London, J. Lowe, White Hart Row, [1825], 46 p.
• The life and exploits of Don Quixote […] with the humorous conceits of this facetious Squire, Sancho Panza.
Abridge, London, A. K. Newman, 1839, con reedición
en 1840 [ilustración 19].
• The adventures of Don Quixote, for children, London,
W. Mason, [1843], 36 p.
Ilustración 11: Don Quijote es apresado
(Paris, 1830)
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Ilustración 12 : Alonso Quijano lee libros de
caballerías (Paris, 1852-1853)
Ilustración 13: Sancho Panza y su mujer
(Limoges, 1859)
• The life and exploits of Don Quixote […] with the humorous conceits of this facetious Squire,
Sancho Panza. Abridged nebst ein vollst. Wörterbuch mit d. Aussprache nach J. Walker u. St.
Jones. Zum Schul u. Privatgebrauch, Pesth, Verlags Magazin, 184614.
• The Story of the Don Quixote, Re-written for our Young Folks, by C. L. Matéaux, author of “Home
Chat”, with numerous illustrations [de Doré], London, Cassell, Petter, and Galpin, 1870-1874,
262 p.
• The Story of Don Quixote and his Squire Sancho Panza. By M. Jones, author of “The Blanck
Prince” and “Historical Tales”, London, George Routledge & Sons, 1871, reimpreso en 1875 y
en 1880 [Catálogo nº 8]; en 1895, Ballatine Hauson et Cº, volverá a imprimir esta adaptación.
• The Wonderful Adventures of Don Quixote de la Mancha, abridged and adapted to
youthful capacities by Sir Marvellous Crackjoke, with illustrations by Kenny Meadows
and John Gilbert, London, Dean & Son, [1872], 59 p.
• The Adventures of Don Quixote, adapted for young readers, and illustrated with coloured pictures, London, W. Swan Sonnenschein & Co, Paternoster-Row, [1883].
• Don Quixote by Cervantes, retold by Edith Robarts, London, Melbourne & Toronto, Ward, Lock
& Cº, Limited, [1900] [Ilustración 20]
• Don Quixote of the Mancha, [compendio de Judge Parry, con ilustraciones de Crane], London,
Sherrat & Hugues, 1900 [Catálogo nº ???], con reedición en 1921 [Catálogo nº ???]. [Ilustración
21].
Se trata de una edición inglesa destinada para la enseñanza en las escuelas, y, como se indica en la portada, fue impresa en Austria-Hungría.
14
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Del mismo modo, es posible encontrar algunas versiones del Quijote para los más
jóvenes en otras lenguas europeas, de las que se destacan las siguientes, a modo de
ejemplo:
• Leben und Thaten des Edlen und tapfern Ritters Don Quixote von la Mancha. Zur Unterhaltung
und Belustigung d. Jugend nur bearb… von Luise Holder, Ulm, Ebner, 1824 [ilustración 22].
• Leben und Traten des edlen und tapfern Ritters Don Quixote von la Mancha. Für die Jugend
bearbeitet von Franz Hoffman, Stuttgart, Stoppani, 1844 (reeditado hacia 1870, con estampas
coloreadas a partir de A. Shrödter y W. Simmler con el título: Don Quixote von la Mancha, nach
Miguel Cervantes de Saavedra).
• Der sinnreiche Junker Don Quixote von la Mancha. Für die Jugend erzählt von Dr. Lauckhard,
Neu-Ruppin, Verlag von Alfrend Ochmigte, [1869], 347 p.
• Leben und Abentheuer Don Quixote’s des sinnreichen Ritters von der Mancha. Nach Miguel de
Cervantes Saavedra für die Jugend frei bearbeitet von P. Morizt. Sttutgart und Leipzig, Verlag
von F. Loewe, [1883] [ilustraciones 23-24].
• Don Quixote von la Mancha, nach Miguel Cervantes de Saavedra. Für die Jugend […] von
Friedrich Hanfe, Berlin, [1885]. [Ilustración 25]
• Leben und Taten des scharfsinnigen Edlen Don Quixote von la Mancha von Miguel de
Cervantes Saavedra. Nach der Übersetzt von Ludwig Tieck Für die Jugend bearbeitet, Berlin,
Richard Galh, [1900] [Ilustración 26].
• Don Chisciotte della Mancia, riduzione per la gioventú Milano, Francesco Pagnoni, 1860, 192 p.
• Storia dell’admirable Don Chisciotte della Mancia, nuova edizione adaptada per la gioventú e
illustrata da 64 incisioni, Milano, Fratelli Trevez, 1876, 305 p. [Ilustración 27]
• Il Don Chisciotte della gioventú, Milano, Fitmaurice-Kelly, 1887.
Ilustración 14: Aventura de los cueros de vino
(Paris, [1880])
Ilustración 15: Alonso Quijano lee libros de
caballerías (Paris, [1881])
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• Il Don Chisciotte di Michele Cervantes, ridotto a piacevoli letture pei fanciulli, por M. Giovanna Pignocco,
Torino, Tip. Editrice G. Tarizzo e Figlio, 1889, 200 p.
• [Don Quijote para niños, en ruso], realizada por N. S.
Luvov, San Petersburgo, V. Pechatni, V. Golosina,
1867, 275 p.
2.2. LAS
PRIMERAS EDICIONES EN
ESPAÑA
En España, este entusiasmo por acercar la novela cervantina a los más jóvenes también dio sus frutos en esta época, y, como veremos, muchas de ellas
estarán vinculadas a propuestas gubernamentales
para impulsar –o imponer- su lectura dentro de las
aulas escolares.
Todo itinerario de las ediciones juveniles del
Quijote ha de comenzar con el Manual alfabético del
Quijote o colección de pensamientos de Cervantes, de
Ilustración 16: Aventura de los
Mariano de Rementería y Fica, que vio la luz en
molinos de viento (Paris, 1887)
Madrid en 1838 [Catálogo nº 12]. Contiene este libro
una breve introducción, “A los lectores”, para explicar la utilidad docente de un diccionario de pensamientos extraídos de la obra de Cervantes
con el fin de ponerlos “en manos de la juventud”. Confiesa que su intención inicial había
sido formar una colección epistolar bajo el título de “Modo de leer el Quijote”, en cada una
de cuyas cartas se analizase un capítulo de esta obra bajo el prisma religioso, moral, político y literario, para que la juventud “bebiera en ella los principios de la moral, política y belleza literaria”. No obstante, en un alarde de modestia, reconoce no estar preparado para llevar a cabo tan gran empresa, pero no queriendo “malograr” del todo aquel proyecto, decide realizar esta colección
para darla por texto a las
“escuelas de primeras letras”
y así “acostumbrar a los tiernos oídos de la niñez a la
armonía de nuestra habla”
con el objetivo de que “en
edad más provecha hechizará a los jóvenes con sus imágenes e instruirá con sus preceptos y que en toda edad y
tiempo podrá ser un verdadero Manual tan útil como
ameno”.
Pero, frente a lo que
sucede en Europa, en que
las ediciones infantiles y
juveniles de los clásicos se
habían convertido en un floIlustración 17: Portada (Coventry, [1795])
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reciente modelo editorial, que destaca por la brillantez y el colorido de las imágenes con que se
acompañan los textos abreviados con mayor o
mejor fortuna, en España, la publicación de ediciones similares del Quijote –y de otras obras clásicasva a surgir, como ya se ha indicado, de la respuesta a una serie de medidas políticas que termina por
imponer la lectura obligatoria de la obra cervantina
en las escuelas. No se olvide que, hasta los años
finales del siglo XVIII, y más concretamente hasta la
Revolución Francesa, la educación era considerada
una tarea familiar o eclesiástica accesible únicamente a las clases más privilegiadas. Se hacía necesario, pues, que el Estado asumiese el control de la
práctica educativa, que ya empezaba a contar con
estudios pedagógicos en los que se trataban las
necesidades docentes y formativas de los más
pequeños. Así, la constitución del Estado Moderno
puso de relieve el papel que jugaba el gobierno en
Ilustración 18: Aventura de los molinos de
viento (Coventry, [1795])
la educación, lo que supuso que durante todo el
siglo XIX y parte del XX se produjera en España un
continuo tejer y destejer disposiciones oficiales relativas a la enseñanza, en clara correspondencia con las dos corrientes que habían de subsistir a lo largo del siglo XIX: la
corriente liberal y revolucionaria y la corriente tradicional. Una y otra aspiraron a regenerar España mediante la educación.
La primera disposición que muestra preocupación por seleccionar las lecturas apropiadas para los escolares, y más concretamente en lo relativo a la novela cervantina, data
del 10 de diciembre de
1856, fecha en que se publica, bajo el mandato de
Isabel II, una Circular por la
que se aprueban varias
obras que pudieran servir
de texto en las escuelas de
Instrucción Primaria; entre
ellas, se encuentran dos textos realizados por Fernando
de Castro, impresos ambos
en Madrid en la Imprenta de
José Rodríguez en este
mismo año de 1856: El
Quijote para todos [Catálogo
nº 13] y El Quijote de los
niños y para el pueblo.
No habrá que esperar
Ilustración 19: Aventura de Clavileño (London, 1840)
mucho para que se produz-
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ca un paso cualitativo en el panorama educativo español, con la conocida como Ley
Moyano15, Ley de Instrucción Pública de 9 de
septiembre de 1857, firmada por Claudio
Moyano, que se mantendrá vigente durante
casi un siglo, hasta que fue sustituida en los
años 40 del siglo XX, por las grandes leyes de
ordenación educativa promulgadas por Sáinz
Rodríguez e Ibáñez Martín. En relación con el
Quijote, la Ley Moyano cobra gran importancia ya que desarrolla la ordenación de obras
específicas escolares, en el artículo 89 del título V, dedicado a “Los libros de texto”, en que
puede leerse: “Se señalarán libros de texto
para ejercicios de lectura en la primera enseñanza. El Gobierno cuidará de que en las
Escuelas se adopten, además de aquellos que
sean propios para formar el corazón de los
niños, inspirándoles sanas máximas religiosas
y morales, otros que los familiaricen con los
conocimientos científicos e industriales más
sencillos y de más general aplicación a los
usos de la vida; teniendo en cuenta las circunstancias particulares de cada localidad”.
Esta recomendación dio pie a la proliferación
de obras en las que se entresacaban ideas y
pensamientos que presuntamente aparecían en
la novela cervantina, así como a las reediciones
del Quijote de los niños de Fernando de Castro,
que en su edición de 1861 (Madrid, Manuel
Galiano), aparece con el latiguillo publicitario:
“declarado de texto para las escuelas por el
Consejo de Instrucción Pública”, y con esta
forma se reeditará en los siguientes años: 1867
(Madrid, Manuel Galiano), 1870 y 1873
(Madrid, Fermín Martínez García) [Catálogo nº
14], 1877-1879 (Sevilla, Librería de José G.
Fernández)…, o la realización de nuevas adaptaciones de la obra cervantina, que veían en el
mercado escolar un valor seguro de ventas.
Esta misma seguridad es la que propició, frente a lo que sucedía en Europa, que las estrategias editoriales no fueran tanto a la competencia en la calidad de las ediciones o en el colorido de sus ilustraciones, sino en marcar clara-
Ilustración 20: Cubierta: El yelmo de Mambrino
(London, Melbourne y Toronto, [1900])
Ilustración 21: Don Quijote engañado en la
venta (London, 1900)
Puede leerse completa en Internet, en la siguiente dirección electrónica: http://www.personal.us.es/alporu/historia/ley_moyano_texto.htm [1 de noviembre 2006].
15
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mente su finalidad didáctica, como se aprecia en el
siguiente listado16:
• El ingenioso hidalgo Don
Quijote de la Mancha,
Valparaíso, El Mercurio de
Santos Tornero, 1863.
• El ingenioso hidalgo Don
Quijote de la Mancha, arreglado para que sirva de texto
de lectura en las escuelas de
Instrucción
Primaria,
Madrid, La Propaganda
Católica, 1875.
• El ingenioso hidalgo Don
Quijote de la Mancha,
Madrid, Biblioteca Clásica
Ilustración 22: Portada (Ulm, 1820)
Española de la Juventud,
1877.
• El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Madrid, C. Palacios Hnos., Colección Biblioteca
de la Infancia, 1877.
• El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, abreviado para los niños, compuesto por
Miguel de Cervantes y arreglado para que sirva de lectura en las escuelas de Instrucción
Primaria por D. Juan Manuel Villén, Sevilla, Librería de José G. Hernández, 1885 [Catálogo nº
15] [Ilustración 28].
• El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, compuesto por Miguel de Cervantes. Edición
arreglada para la juventud por F.S., París, (Ch. Bouret), 1885.
• El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, edición arreglada para toda clase de personas
y en especial para uso de los colegios por Domingo Abeja, Barcelona, Tipografía y Librería
Salesianas, 1896.
• El Quijote de los niños abreviado para que sirva de lectura en las escuelas, Madrid, Viuda e
Hijos de M. Tello, 1897.
A partir de esta época, las editoriales especializadas en la edición de libros escolares así como las asociaciones privadas jugaron un importante papel en la difusión de
los clásicos entre los jóvenes. Fue notable el éxito alcanzado por la editorial de
Saturnino Calleja, fundada en 1876, que publicará obras de nueva creación española y
extranjera y nuevas ediciones y adaptaciones de otras ya existentes. También en Francia
encontraremos la difusión de adaptaciones del Quijote para niños en español, como las
publicadas en París por los hermanos Garnier en 1887: El Quijote de la juventud, adaptado por Domingo López Sarmiento, que será reeditado en 1891, en la misma colección “Biblioteca selecta para la juventud”; ediciones que con sus hermosas cromolitografías nada tienen en común con las tristes y grises ediciones hispánicas. Tan sólo hay
que comparar cualquiera de estas ediciones como el Sancho Panza en su gobierno de
la Ínsula Barataria: cuento muy atractivo y divertido sacado del Quijote y redactado en
Véase Mª Victoria Sotomayor y Ana María Navarrete, Don Quijote para niños ayer y hoy, Madrid,
Ministerio de Cultura, 2005; así como el capítulo “Adaptaciones infantiles y ediciones escolares”, en Pilar
Egoscozábal Carrasco (coord.), Catálogo de la colección cervantina de la Biblioteca Nacional. Ediciones del
Quijote en castellano, Madrid, Biblioteca Nacional, 2006, pp. 199-256.
16
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Ilustración 23: Don Quijote ataca
el rebaño de ovejas
(Stuttgart, [1883])
Ilustración 24: Aventura de los molinos de viento
(Stuttgart, [1883])
estilo al alcance de los niños, con 10 láminas iluminadas por A. Bichard, impreso en
París, por R. Schultz hacia 1883 [Catálogo nº 122].
3. El Quijote a la luz del tercer centenario de su publicación
(1905)
Ilustración 25: Portada (Berlin, [1883])
30
Si el siglo XIX vio en
España una proliferación de
ediciones y adaptaciones del
Quijote destinados al público
infantil y juvenil a partir de
las promulgaciones legislativas, y, en especial, de la Ley
Moyano, los primeros decenios del siglo XX encontrarán un motor similar en la
celebración de los diferentes
centenarios que alrededor
del Quijote y de Cervantes se
van a ir sucediendo: III
Centenario de la publicación
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de la primera y segunda parte del Quijote, en 1905 y
1915, respectivamente, III Centenario de la muerte
del autor, en 1916, y IV Centenario de su nacimiento,
en 1947… a todos ellos tendremos que acercarnos
para comprender cómo el Quijote va imponiéndose
como lectura obligatoria tanto dentro como fuera de
las aulas.
3.1. HACIA
LA CELEBRACIÓN DEL
PUBLICACIÓN DEL
III
CENTENARIO DE LA
QUIJOTE
El 2 de diciembre de 1903, Mariano de Cavia publica en el periódico El Imparcial su artículo “Post tenebras spero lucem”17, que se considera el pistoletazo de
salida para la celebración del tercer centenario de la
publicación de la primera parte del Quijote, que tuvo
Ilustración 26: Don Quijote y Sancho
una enorme acogida, y que, de manera oficial, se con(Berlin, [1900])
cretó el 2 de enero de 1904 cuando el rey Alfonso XIII
firma el Real Decreto por el que se nombra la “junta
organizadora” de las fiestas y actos que se debían celebrar a lo largo y ancho del mes de
mayo de 1905, considerado como el mes en que había salido por primera vez de las prensas de Juan de la Cuesta el texto cervantino. A partir de diciembre de 1903, el periódico
El Imparcial abre una nueva sección, titulada “El Centenario del Quijote”, destinada a dar
cuenta de toda la información relacionada con este evento, tanto de los proyectos o las
ideas que se presentaban como de las polémicas que se suscitaban. En cualquier caso,
se aprecia en esta sección
cómo los niños se convirtieron en los protagonistas de
estas celebraciones: excursiones, desfiles, concursos,
himnos escolares, cromos y
envolturas de caramelos con
escenas del Quijote se convertirán en temas recurrentes por estas fechas… sin
olvidar las diferentes propuestas que tenían los ojos
puestos en cómo celebrar el
centenario quijotesco en las
aulas.
De entre las actividades
propuestas, llama la atenIlustración 27: Don Quijote y Sancho (Milano, 1876)
17
Comienza con estas palabras: “Así puso Cervantes, con profética confianza, en la portada de la primera
edición del Quijote; y es menester que en 1905 se le haga la más luminosa y esplendorosa fiesta que jamás
ha celebrado pueblo alguno en honor de la mejor gloria de su raza, de su habla y de su alma nacional”.
Puede leerse completo en el libro de Miguel Sawa y Pablo Becerra (dirs.), Crónica del Centenario de don
Quijote, Madrid, Antonio Marzo, 1905, pp. 93-102.
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ción la que Luis González Gil dirigió a José Ortega Munilla -padre de José Ortega y
Gasset y director durante muchos años de El Imparcial-, en un artículo titulado “El
Centenario del Quijote. Don Quijote y los niños”, publicado en dicho diario el día 22
de diciembre de 1903. González Gil proponía -a modo de “conmemoración sanchipancesca”- premiar con cien pesetas al niño o niña pobre que más se distinguiera en
sus estudios durante el año siguiente [1904], en cada una de las escuelas municipales
españolas. Además, presentó un proyecto del ex-secretario de la Unión Escolar
Ovetense, Leopoldo Méndez Saavedra, titulado “Las uniones escolares” que consistía en
realizar una excursión escolar a París con la finalidad de unir los lazos de amistad con
los escolares franceses e invitarles a las fiestas proyectadas en 1905, para “rendir el tributo de admiración de tres siglos al Quijote”. El citado Leopoldo Méndez Saavedra
defendía que “no debe llamarse español quien no haya leído la Biblia y el Quijote” y
pedía que fuera declarada obligatoria la lectura de esta novela no sólo en las escuelas
públicas y en los centros de enseñanza primaria, sino también en la asignatura de
Retórica y Poética del grado segundo de enseñanza en los institutos. De igual modo,
Juan Domínguez Berrueta, catedrático de instituto de Salamanca, ya había presentado
una exigencia parecida en El Imparcial del 13 de diciembre del mismo año:
“Conmemórese el año 1905 con la creación de una cátedra donde se lea el Quijote en
los Institutos”. La finalidad que perseguía con ello era de todo punto patriótica: españolizar la mente de los estudiantes para contrarrestar “tanto galicismo de pensamiento
como se cuela por los Pirineos”. Por su parte, Juan Huertas Hervás, “un joven y distinguido literato”, iba más allá este mismo día en el periódico madrileño al defender que
el mejor festejo en honor del autor del Quijote consistiría en un Real Decreto obligando a todos los españoles menores de sesenta años a saber leer y escribir. Los maestros
de Instrucción Pública darían clase a los adultos en horas y épocas adecuadas, los jefes
de regimientos y batallones deberían cuidar que sus soldados supieran leer la
Ordenanza; los amos enseñarán a sus criados, los patronos a sus obreros y todo español se obligaría a ser profesor de quien lo necesite. Esta misma idea la recoge
Guillaume Apollinaire el 2 de enero de 1904 en L’Européen de París, lo que no puede
dejar de llamar la atención18.
En esta misma sección se podrá leer la propuesta de Vicente Pascual, secretario de
un ayuntamiento segoviano, entre las que figura la celebración de exámenes extraordinarios en las escuelas el día del centenario, colocando un retrato de Cervantes en
lugar de preferencia, explicando a los niños algunos de sus méritos, y la donación, a
cada escuela, de seis ejemplares del Quijote para que los profesores los entregaran a
los seis niños más estudiosos, con el fin de que “en las veladas de invierno los lean a
sus familias, y dedicar el profesor una tarde cada mes en las escuelas a que esos niños
refieran públicamente pasajes del Quijote para tener seguridad de que lo leían”.
Un año más tarde, se seguían sucediendo iniciativas similares nacidas de diferentes
provincias españolas: El Imparcial del 31 de enero de 1905 publica la intención que tenía
la institución benéfica segoviana “El niño descalzo” de conceder varios premios a niños
y niñas pobres de las escuelas públicas “que lean mejor un pasaje del Quijote y reciten
más artísticamente una breve composición de un ilustre poeta castellano, dedicado al
Manco de Lepanto”. Por su parte, la federación de profesores de escuelas privadas de
Primera Enseñanza de Valladolid acordó contribuir en los festejos del Centenario organizando un festival infantil en el que los niños y niñas vallisoletanos, portando los estan-
18
Véase Martín de Riquer, Aproximación al Quijote, Barcelona, Teide, 1986.
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dartes de sus respectivos colegios, debían ir hasta la
casa en que habitó Cervantes y cantar un himno compuesto especialmente para la ocasión por un compositor de la zona. Tras este acto, “desfilarán hasta
Campo Grande, donde distinguidas señoritas, que
ocuparán tribunas, entregarán a cada escolar una
medalla conmemorativa del Centenario”.
De las dimensiones que alcanzó la celebración del
III Centenario es significativo el testimonio de Ramiro
de Maeztu en su obra Don Quijote, Don Juan y La
Celestina: “Con motivo del 1905 [...], apenas emitido
el pensamiento se apresuraron a prohijarlo. Todas las
academias y centros oficiales de la mentalidad española, los partidos políticos y el Consejo de ministros
le dispensaron su protección y apoyo. La mayoría de
los escritores se dispuso a entonar en loor de
Cervantes las alabanzas mejor compuestas. Los proIlustración 28: Biografía de Cervantes
fesores y los maestros decidieron hacer del Quijote
(Sevilla, 1885)
texto obligatorio para los educandos españoles. Los
libreros multiplicaron las ediciones del libro inmortal y de sus principales peripecias”.
[Ilustraciones 29 y 30]
3.2. EL
CENTENARIO DEL
QUIJOTE
EN LAS AULAS
Creada a principios de 1904 la Junta Organizadora para el III Centenario, las propuestas y las iniciativas se multiplicaron a partir de este momento, ya fuera por parte
de personas particulares como de instituciones o de miembros del gobierno. El viernes
30 de diciembre de 1904, el Ministro de Instrucción Pública, viendo el cariz que toma
la celebración quijotesca, expuso su propósito de “invitar a todos los centros docentes
de España para que en un mismo día preparen veladas y fiestas escolares y explicaciones del Quijote en todas las escuelas”. Unos meses más tarde, en la Real Orden de
6 de marzo de 1905, la Junta Oficial de Festejos recomendó a todos los centros docentes de España que el día 8 de mayo de ese mismo año -declarado festivo- se celebrase algún acto literario o artístico en las aulas para solemnizar el Centenario, debiendo
presentar datos y fotografías de los festejos organizados para que el Ministerio pudiera
preparar un resumen de todos ellos.
Pero ya antes, desde el mes de diciembre de 1903, una idea se fue abriendo paso
tanto en la sección abierta por El Imparcial como en gran parte de la comunidad educativa española: la posibilidad de solicitar que el Quijote fuera declarado texto de lectura obligatoria en todas las escuelas públicas. Así lo defendió, por ejemplo, Andrés Morales
el 8 de diciembre de 1903, con otras ideas, “tan ingeniosas como irrealizables algunas de
ellas”, como la proposición de que todo español que solicitase un empleo o cargo público acreditara que era propietario de un ejemplar del Quijote e, incluso, que era capaz de
leerlo. Pero el Quijote parece que se iba abriendo paso para consolidar su lectura obligatoria en el aula: el 11 de diciembre Pedro Sánchez de Ocaña defendía esta idea para
evitar tener “escritores que hacen gala de no conocer la vida y hechos del inmortal Don
Quijote”. Poco a poco esta idea pasará de las páginas de los periódicos al papel timbre33
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ado de las proposiciones de
ley. Y no habrá que esperar
mucho para encontrar resultados concretos. El 13 de
febrero de 1904, el diputado
Eduardo Vicenti firma una
proposición de ley en que
se solicita la declaración de
la novela cervantina como
lectura obligatoria en las
escuelas primarias mediante
un “Quijote de los niños”,
que debía ser elegido de
entre los participantes en un
concurso público: dicha ediIlustración 29: Coro de niños cantando el himno en honor de Cervantes,
ción suponía una selección
Málaga, 1905
de las mejores páginas de la
novela, acompañada de
“nuevas observaciones y brevísimo comentario en relación con la capacidad de la niñez”.
Unos meses más tarde, la Real Orden de 24 de mayo de 1905 presenta la instancia del
propio Eduardo Vicenti solicitando se declare útil para la enseñanza su obra titulada El
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. El Libro de las Escuelas (Madrid, Imprenta
de los Hijos de M. G.
Hernández) [Catálogo nº
18]. La Sección primera del
Consejo de Instrucción
Pública alabó esta edición
reducida y aligerada de las
partes que pudieran herir la
sensibilidad infantil, y la
recomendó con “especial
interés” como obra para
texto de lectura en las
escuelas.
Vicenti afirmaba, en el
prólogo de su edición escolar del Quijote, que “si la
Biblia es el libro de la
Ilustración 30: Fiesta escolar celebrada en
Iglesia, el Quijote debiera
el colegio de los señores Fernández Landa, en Álava, 1905
ser el libro de las escuelas”.
Vicenti mostró su preocupación por las obras que sirven de lectura en las escuelas: de nada vale acercar a los
más pequeños libros que son considerados modelo de lenguaje pero que no dicen
nada a su imaginación ni les ofrecen enseñanzas apropiadas a su educación. Así, de
entre nuestras glorias literarias, hay una que se distingue de entre las demás como lectura escolar. Con este propósito, este autor recurre al siguiente supuesto: “Vengamos a
suponer que un ministro de Felipe III hubiese solicitado del Príncipe de los Ingenios
la redacción de un tomo que sirviera de lectura en las escuelas. Quién duda que
34
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Cervantes le hubiera dicho: ‘Ahí tenéis mi famoso Don Quijote: borrad todos sus episodios escabrosos y reducid sus páginas y ninguna obra de alta moral hallaréis que se
le iguale’. Don Quijote y Sancho Panza son dos personajes novelescos que desatan
siempre la franca alegría de los niños. ¿Y dónde hallar tesoro más abundante de estudio para cuantos emprenden el camino de la vida?”. De esta manera, el Quijote se alza
más allá de su valor literario para convertirse en una auténtica enciclopedia del saber
y de la convivencia social. En cualquier caso, Vicenti espera que, cuando los escolares
conozcan la obra, “cuando se identifiquen los niños con estas hojas embalsamadas por
el amor a la humanidad, acaso nacido en el cautiverio; cuando se internen por estas
lecciones fundamentales de la experiencia, cuando sus espíritus convivan con estas realidades mundanas, ellos sabrán conducirse en todos los actos sociales, porque multitud
de preceptos de urbanidad se enlazan unos a otros en el Quijote como rosarios de virtudes”. Para Vicenti, el Quijote sería un espejo en el que se reflejan, entre otros aspectos, los gobiernos, la justicia, las costumbres y la literatura de su tiempo. Los maestros,
según él, deben llamar la atención a los niños sobre las definiciones, conocimientos
científicos, sentencias y frases doctrinales que van engarzados en las narraciones.
Las alabanzas al trabajo de Vicenti reaparecieron semanas después, el 22 de junio
de 1905 para ser más exactos, cuando la Real Academia Española emitió su propio dictamen, publicado en La Gaceta de 11 de julio de 1905. El escrito muestra la total conformidad de los señores académicos con la edición presentada recomendándola al
Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes como de “notoria utilidad” y de “gran
provecho para la infancia”.
La respuesta no se hizo esperar: después de haber estudiado los informes emitidos
por la Real Academia Española y por la Junta facultativa de Archivos, Bibliotecas y
Museos acerca de la obra de Eduardo Vicenti y Reguera, El Ingenioso Hidalgo Don
Quijote de la Mancha. El Libro de las Escuelas, el Ministerio, según Real Orden de 6 de
julio de 1905, ordena la adquisición por parte del Estado del mayor número posible de
ejemplares de la citada obra por considerarla de gran necesidad y utilidad para las
bibliotecas públicas.
Gracias a las maniobras de Vicenti, se había dado un paso hacia la declaración de lectura obligatoria del Quijote en el aula: el Ministerio de Instrucción Pública en una Real
Orden fechada el 28 de noviembre de 1906 declaró la necesidad de dictar una disposición
dirigida a los maestros, para que “en sus ejercicios de lectura empleen la inmortal obra de
Cervantes, ateniéndose, para el mejor éxito de tan importante trabajo escolar, al juicio emitido por la Sección del Consejo y por la Academia, o sea, utilizando ediciones como la
que nos ocupa, u otras que hayan merecido o merezcan en lo futuro análogo dictamen y
sean objeto de una disposición del Gobierno”. Ahora se defiende, sin citarla, una determinada edición, situación que se modificará en 1912, cuando se dictamine que “no procede declararse de texto obligatorio ninguna obra, ni tampoco imponer su adquisición a
los maestros”19. Pero esta ya será otra historia, que habrá que seguir muy de cerca.
3.3. NUEVAS
EDICIONES INFANTILES Y JUVENILES
Además de promover este tipo de homenajes y de impulsar distintas celebraciones
en el aula, el tercer centenario de la publicación del Quijote resultó ser el punto de parVéase Victoriano Fernández Ascarza, Diccionario de Legislación de Primera Enseñanza, Madrid,
Magisterio Español, 1914-ss.
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Ilustración 31: El Quijote (Madrid, Calleja, 1905)
tida de una abundante producción de ediciones de todo tipo, incluso de las destinadas
a un público infantil o juvenil. Ya Mariano de Cavia en 1903, en su repertorio de posibles temas y actividades para conmemorar el III Centenario, había indicado la necesidad de realizar una edición “para todos” del Quijote, tanto por la calidad de su texto
como por lo económico de su precio:
A las empresas editoriales, artísticas y periodísticas, se les ofrece un campo tan vasto como fértil
para sembrar primores y cosechar maravillosos frutos. ¡Qué inmarcesible lauro, por ejemplo, para
el que acertase a hacer una edición clara, correcta, elegante y legible, del libro que más ediciones ha alcanzado sobre la tierra después de la Biblia, poniéndolo al alcance de los lectores menos
adinerados! Junto a los suntuosos Quijotes que se han hecho, se hacen y se harán, un Quijote de
a dos reales. Se desea y se pide que la Academia mande imprimir, por su cuenta, una nueva edición oficial del Quijote, para distribuir los ejemplares entre todas las escuelas públicas de España.
Coincidiendo con esta fecha y estos acontecimientos, la prestigiosa editorial Calleja
publicó su edición El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha [Catálogo nº 17]
[Ilustración 31]. El aprecio por la “lengua de Cervantes” es el principal argumento que
se arguye en la introducción de esta edición, dedicada a los señores profesores de
Primera Enseñanza. El editor se hace partícipe de la idea de que este libro inmortal
fuera difundido en los centros de enseñanza “para que la juventud pudiese saborear
las ideas que contiene y la deliciosa e incomparable manera en que están expresadas”.
Reconoce la dificultad de hacer que los niños apreciasen el mérito de la obra de
Cervantes y de que profundizasen en ella; pero insiste en que “a fuerza de leerla se
educa el paladar literario, acostumbrándole a los hermosos giros del genial escritor que
ha dado su nombre al idioma castellano, llamado con razón lengua de Cervantes”. Por
otro lado, Calleja se queja de la lamentable decadencia del estilo de los escritores de
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la época que, según él, salvo contadas excepciones, “emplean un número de voces
reducido, dejando en el pudridero del desuso, y aun sustituyéndolas con otras extranjeras, muchas palabras castizas y sonoras, esmalte de nuestro lenguaje y ornamento
preciado del bien decir”. Por ello, cree firmemente que la lectura del Quijote en las
escuelas contribuirá a fomentar en España la afición a lo clásico y con tal propósito
ofrece su edición dedicada a los niños. Esta edición, en diferentes formatos y calidades, se convirtió en una de las propuestas editoriales más exitosas de todo el
Centenario, una de las que permitieron soñar con que todos los españoles, de alguna
manera, se habían acercado al texto del Quijote a lo largo de este año.
Por último, tampoco debemos olvidarnos de otras iniciativas que, aun pareciendo
más modestas, seguramente también ayudaron a acercar el texto del Quijote a los más
jóvenes. La empresa de caramelos y chocolates “Matías López”, propiedad del Marqués
de Torrelaguna, sacó al mercado un pequeño álbum -de cuatro páginas- de envoltorios
de caramelos que contenían las que ellos consideraban las principales escenas del
Quijote, con la esperanza de llegar a despertar en los más pequeños el deseo de leerlo, según aseguran en la introducción del mismo: “Damos este pequeño álbum con el
objeto de que los niños y los mayores que sean curiosos, tengan manera de poder
coleccionar las principales escenas que hemos procurado entresacar del libro que motiva el Centenario de su aparición (Fdo. Viuda e Hijos de Matías López)”.
4. El centenario fantasma (1916)
Conforme se acercaba la fecha del tercer centenario de la muerte de Cervantes, las
iniciativas en su honor se fueron multiplicando. De nuevo, surgieron voces que proponían ceremonias, festejos y celebraciones múltiples para conmemorar tan señalada
fecha, muchas de ellas críticas con las celebraciones del pasado mayo de 1905. Pero
estas voces se vieron ahogadas por otro acontecimiento de mayores dimensiones: la
primera guerra mundial. Así, las celebraciones previstas tuvieron que ser suspendidas
como acto de solidaridad con los países en contienda.
No obstante, a pesar de hallarse canceladas las fiestas de conmemoración del centenario cervantino, Burell, Ministro de Instrucción Pública, en virtud de un acuerdo adoptado por el Consejo de Ministros, quiso solemnizar de algún modo tan señalada fecha,
por lo que se puso en contacto con Ortega y Gasset, por entonces comisario de Primera
Enseñanza de Madrid, con el fin de organizar un modesto aunque conmovedor festival.
La prensa de la época se hizo eco de este evento y recoge, puntualmente, los pasos que
se siguieron hasta su realización. Así, El Imparcial del 18 de abril de 1916 dedica su portada a un artículo titulado “El Centenario de Cervantes. Una fiesta escolar”, y seis días más
tarde titula “La fiesta de los niños” a la crónica de las celebraciones, ambos claramente
representativos del destacado papel que, de nuevo, iban a desempeñar los más pequeños. Estaba previsto que la fiesta conmemorativa consistiera en un desfile de los niños
de todas las escuelas públicas de Madrid, portando estandartes y amenizada por la banda
municipal, ante la estatua de Cervantes, en la plaza de las Cortes de Madrid, previa suspensión del servicio de tranvías y de circulación de coches.
La celebración fue cobrando progresivamente más tintes patrióticos, pues los niños
terminaron desfilando vestidos con los colores nacionales. El Imparcial del lunes 24 de
abril de 1916 recoge la crónica de la fiesta celebrada el día anterior: “Muchas de las
niñas iban vestidas de blanco y llevaban en la cabeza flores de los colores nacionales.
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La mayoría de los niños lucía, en la solapa de la americana o en la manga de sus limpios vestiditos, lazos con los colores rojos y gualda. Todos llevaban su ramo de flores,
olorosas y fragantes, recién cogidas, para ofrendarlas al genio, al orgullo de la patria,
al que creó aquel maravilloso loco y aquel zafio portentoso, cuyos regocijadores episodios les hicieron reír a mandíbula batiente al leerlos en la escuela”.
Aunque ya habían finalizado los homenajes oficiales a Cervantes, El Imparcial del
sábado 27 de mayo de 1916, publica la crónica del conmovedor acto que tuvo lugar,
en su honor, en la Biblioteca Cervantina para ciegos -única en España y quizás en el
mundo, según el diario- establecida en la Biblioteca Nacional. Se trataba de la lectura,
en voz alta y en caracteres asequibles, de fragmentos de las obras cervantinas, por parte
de los niños ciegos de la escuela municipal de sordomudos y ciegos.
5. El Quijote se convierte en lectura obligatoria en las escuelas
Desde la preocupación del artículo 89 de la Ley Moyano de 1857 hasta las recomendaciones del Ministerio de Instrucción Pública para la lectura del Quijote en las
aulas, pasando por las múltiples experiencias vividas a lo largo y ancho del III
Centenario de la publicación de la primera parte de la obra cervantina, poco a poco
se han ido poniendo las bases para lo que será la promulgación de una serie de
normas legislativas que tienen como finalidad hacer obligatorio por ley lo que era
ya una norma casi universal dentro de las aulas españolas de principios del siglo
XX.
5.1. REAL
ORDEN DEL
12
DE OCTUBRE DE
1912
La obligatoriedad de la lectura del Quijote entre los escolares dio un paso adelante
con la Real Orden del Ministerio de Instrucción Pública, firmada por el ministro
Santiago Alba el 12 de octubre de 1912 –día del asesinato del presidente José Canalejas, que dispone el anuncio de un concurso de anteproyectos de un monumento en
Madrid, por suscripción popular, en honor de Miguel de Cervantes Saavedra para conmemorar la publicación de la segunda parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha, y ordena, en el artículo 11º que los maestros nacionales incluyan todos los
días, a contar desde el uno de enero del siguiente año, en sus enseñanzas una “dedicada a leer y explicar brevemente trozos de las obras cervantinas más al alcance de los
escolares”. Igualmente, en el artículo 12º se dispone que la Real Academia Española
emita un informe al Ministerio acerca de la “forma, plan de publicación y personas a
quienes haya de confiarse la dirección de dos ediciones del Quijote, una de carácter
popular y escolar y otra crítica y erudita”.
Coincidiendo con la imposición gubernamental de la lectura del Quijote en 1912,
Ezequiel Solana publicó en Madrid, en 1913, su estudio Cervantes, educador -aunque
la obra ya había sido escrita y premiada en 1905-. Cervantes, educador comienza con
una introducción titulada “Valor educativo del Quijote en la Escuela primaria”, claramente indicativa de los criterios que el autor va a seguir en su peculiar trabajo. En los
distintos apartados de que consta esta introducción, Solana ofrece un amplio abanico
de materias de los que la novela cervantina es modelo para los más pequeños. Si bien
es verdad que Ezequiel Solana reconoce que Cervantes no fue un pedagogo en el sen38
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tido actual, no duda en calificarle de “sabio moralista” y “habilísimo educador”. Ahora
bien, las enseñanzas que supuestamente dimanan del Quijote pertenecen a diferentes
conocimientos que Cervantes asimiló a lo largo de su vida, por lo que considera el
texto cervantino como un libro escrito para todos los tiempos y países, ya que encierra enseñanzas muy útiles desde todos los puntos de vista y lo estima una fuente para
el maestro en la educación e instrucción de sus discípulos. Entre otras materias escolares, la doctrina cristiana, la gramática, la literatura, el derecho, la geografía e historia,
la economía doméstica y la música pueden ser tratadas “con sólo comentar trozos y
pasajes de este libro inmortal”.
Con la intención de figurar entre las lecturas escolares, se publicó en Burgos, en
1913, la obra de Acisclo Muñoz Vigo, Cervantes en la escuela, que mereció elogio y
recomendación por parte del Ministerio de Instrucción Pública en la Real Orden de 27
de enero de 1916, recogida por él mismo en su tercera edición de 1917 en las páginas
7-14, en las que, además, se jacta de la aceptación de la que entonces gozó, pues se
agotaron sus seis primeras ediciones:
examinando la obra titulada Cervantes en la escuela, que ha publicado el Licenciado en
Filosofía y Letras y profesor normal Don A. Muñoz Vigo, [...] es de aplaudir el propósito de
vulgarizar el conocimiento de las obras de Cervantes, especialmente El ingenioso hidalgo Don
Quijote de la Mancha llevando a la escuela primaria una adaptación de la inmortal novela y
algunos fragmentos de obras del mismo celebrado autor, según lo dispuesto en el nº 11 de la
Real Orden de 12 de octubre de 1912 y por tanto, la citada obra, por su fin, por su contenido, por sus cualidades pedagógicas y hasta por sus condiciones materiales, parece recomendable, a fin de que pueda ser declarada útil para la enseñanza en las escuelas nacionales de
Instrucción Primaria.
Este autor ya venía reclamando, desde hacía algunos años, el derecho de
Cervantes a estar presente en los centros docentes españoles e hispanoamericanos.
Su obra Catecismo de Cervantes, pequeña antología de pensamientos y refranes
entresacados del Quijote publicada en Oviedo, en 1905, fue incluida, por la Real
Orden de 12 de febrero de 1906, en la relación de “obras útiles para la enseñanza
primaria”.
Muñiz Vigo, en la introducción a su Cervantes en la escuela, dedica su trabajo a los
maestros de España e hispanistas de América con la intención de que inculquen a los
más jóvenes “las grandiosas enseñanzas” que encierran las obras de Cervantes, de las
que destaca el Quijote. De este modo, realiza su particular defensa de la lectura escolar de la novela cervantina: “Sí, Cervantes debiera de haber estado presente mucho
tiempo há en los centros docentes españoles y en los hispano-americanos, aunque sólo
fuera ¡vergüenza confesarlo! para imitar a otras naciones que han sabido extraer, deleitándose, el rico jugo. [...] Todas las obras cervantinas, muy especialmente El ingenioso
hidalgo Don Quijote de la Mancha, encierran enseñanzas variadísimas y profundas, dignas siempre de encarecido elogio por su ejemplaridad”.
5.2. REAL
ORDEN DEL
6
DE MARZO DE
1920
Natalio Rivas, Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, firmó el 6 de marzo
de 1920 el Real Decreto que imponía la obligatoriedad de la lectura de El ingenioso
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hidalgo Don Quijote de la Mancha en todas las escuelas nacionales en territorio
español, dado que se había constatado que “el libro más inmortal y excelso que vieron los siglos, Biblia profana de la Edad Moderna”, fuera un auténtico desconocido
por la mayoría de los españoles, tal y como se afirma en el mismo texto del Real
Decreto.
La labor de Natalio Rivas al frente del ministerio ha sido por todos los estudiosos destacada y sorprende que fuera capaz de consumar tal cantidad de cambios,
dado que sólo se mantuvo cinco meses al frente del mismo20; además de la obligatoriedad del Quijote, es necesario destacar la autorización a la Universidad Central
para otorgar el título de “Doctor Honoris Causa” por servicios eminentes prestados
a la cultura pública y fundó la Junta para el fomento de las relaciones hispanoamericanas y la creación de la Biblioteca de la Niñez dentro de la Biblioteca Nacional
(Real Decreto de 2 de enero de 1920), para que lectores y estudiantes menores de
14 años “hallen, al par que agradable recreo y amena preparación para otros estudios, sano alimento espiritual, que no siempre es dado encontrar aun en piezas y
colecciones bibliográficas especialmente destinadas por sus editores para la edad
infantil”.
La obligatoriedad de la lectura del Quijote en las aulas, ahora convertida en ley
en 1920, era una de las reclamaciones más habituales de los cervantistas de la época,
como el entonces director de la Biblioteca Nacional, Francisco Rodríguez Marín. En
una conferencia pronunciada en la Escuela Superior de Magisterio, recogida en el
artículo publicado en El Imparcial el lunes 29 de mayo de 1916, mostraba su preocupación por el desconocimiento de los españoles hacia la obra, que podría remediarse si los maestros presentes en la conferencia apoyasen la divulgación de las
obras de Cervantes en sus aulas y el Ministro de Instrucción Pública decretase obligatoria la lectura del Quijote en las escuelas, petición que, según el periódico, “fue
acogida con estruendosos aplausos”. Del Real Decreto del 6 de marzo de 1920 interesa ahora dos de sus artículos, por la repercusión que tuvieron en el mercado editorial:
Artículo 2º: A dicha lectura se dedicará cada día laborable el primer cuarto de hora de clase, terminado el cual, el maestro explicará a los alumnos, con brevedad y en términos apropiados para
su inteligencia, la significación e importancia del pasaje o pasajes leídos.
Artículo 3º: A fin de dotar a las escuelas nacionales del material necesario para dar cumplimiento a lo antedicho, se publicará una edición abreviada del Quijote, cuya preparación estará a
cargo, conjuntamente, del director de la Biblioteca Nacional, de un académico que de su seno
designe la Real Academia Española y del catedrático de Lengua y Literatura españolas de la
Universidad Central.
El Real Decreto fue anunciado oficialmente ante el rey de España, Alfonso XIII que lo firmó- y la reina doña Victoria, acompañados por la infanta Isabel, en el edificio de la Biblioteca Nacional con motivo de la inauguración de la Sala de Cervantes
el día 7 de marzo de 1920. Tras el acto de presentación de la nueva sala, y la visita
a la exposición de los cuadros de Muñoz Degrain, alusivos a diversos pasajes del
Quijote, Natalio Rivas pronunció un discurso recogido por el diario El Imparcial del
día siguiente: “Los reyes y la infanta doña Isabel examinaron detenidamente los cua-
Véase, Emilio Díaz de la Guardia, Evolución y desarrollo de la enseñanza media en España de 1875 a
1930. Un conflicto político-pedagógico, Madrid, CIDE, 1988.
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dros y escucharon, sentados en sillones dispuestos
al efecto, un breve discurso que pronunció el ministro de Instrucción Pública, que después leyó un real
decreto, que hoy publicará la Gaceta, que en su
parte dispositiva previene: ‘Que en todas las escuelas de España se dará lectura diariamente de un
trozo del Quijote; que el maestro explicará después
a sus alumnos, de forma que sus palabras estén al
alcance de los niños, un tema sobre la importancia
y significación de la obra’. Para llegar a esto se
publicará en breve una edición especial del Quijote
[...]” [Ilustración 32].
Y para llevar a buen término esta última disposición, en la Real Orden del 10 de marzo de 1922 se
designó una comisión, formada por un académico, el
Director de la Biblioteca Nacional y el Catedrático de
Lengua y Literatura españolas de la Universidad
Central, que preparase la edición abreviada del
Quijote, cuya lectura se había declarado obligatoria
en todas las escuelas nacionales.
5.3. LAS
POLÉMICAS: EL
QUIJOTE
Ilustración 32: Real Decreto del 6 de
marzo de 1920 publicado en la Gaceta
de Madrid
EN EL AULA CRITICADO
Pero no todos tenían la misma idea ni la misma consideración de la necesidad o la
pertinencia de la presencia obligatoria del Quijote en las aulas21.
El inspector ovetense de Primera Enseñanza, Antonio J. Onieva, realizó una encuesta entre los escolares asturianos con el fin de conocer la valoración de los niños ante
una obra que debían leer en la escuela por imposición gubernamental. El estudio realizado por Onieva fue publicado en la Revista Escolar de Asturias en diciembre de 1915,
y se completará en un posterior artículo titulado “Lo que los niños piensan del Quijote”,
publicado en el diario El Sol del jueves día 25 de marzo de 1920 en el apartado titulado “Pedagogía e Instrucción Pública”. La novedad del estudio de Onieva radica en el
nuevo planteamiento que propone, al permitir que sean los propios escolares quienes
opinen directamente sobre la obra, preguntándoles si el Quijote era su libro preferido
de lectura, dejando al margen las eruditas disquisiciones de maestros, catedráticos,
pedagogos y gobernantes. Según él mismo explica, hizo por escrito a los maestros toda
clase de advertencias encaminadas a que respetaran la espontaneidad de sus escolares.
Miguel de Unamuno replicó en El Imparcial del 13 de diciembre de 1915 que las contestaciones de los niños encuestados reflejaban la manipulación de sus maestros, y lo
justifica con una serie de ejemplos, como la contestación de un niño que dice que prefiere leer el Quijote “porque le gustan mucho los refranes de Sancho Panza” y “por estar
escrito por el mejor escritor del mundo” (Unamuno cree que es mentira que el niño
piense esto); otro que “por los cuentos de risa que cuenta el principal personaje”; un
tercero dice que “porque tiene muchos chistes instructivos y es muy bonito”, respues21
Véase Nieves Sánchez Mendieta, “Polémica en torno a una Real Orden Quijotesca. ¿Es conveniente declarar obligatorio El Quijote en las escuelas?”, Actas del VIII Coloquio Internacional de la Asociación de
Cervantistas, Excmo. Ayuntamiento de El Toboso, 1999, pp. 471-480.
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ta esta última que provocó la ira del escritor por creerla manipulada. Además,
Unamuno consideraba absurda y hasta peligrosa la aplicación pedagógica del Quijote:
“Dudo que pueda haber disparate mayor que el Quijote para los niños. Y ello proviene, no sólo de la cervantomanía, sino también de la manía pedagógica; es el encuentro de dos manías. [...] A los niños, se ha dicho también, debe dárseles a leer, como
pasto artístico, las cosas mismas que leen los mayores, sólo que escogidas. Y en esta
selección no parece que deba entrar el Quijote”.
Ante las respuestas de los escolares -muchas de ellas basadas en detalles insignificantes-, Onieva llegó a la conclusión de que, aunque a muchos les hace reír, el Quijote,
por lo general, no agrada a los niños, que prefieren otros libros. El problema de este
poco interés por la novela cervantina parece radicar, según Onieva, en la precipitación
de poner esta obra en manos de niños en edad escolar, ya que habría que esperar a
que llegue la edad oportuna -entre los dieciocho y veinticuatro años según él- para disfrutar de las grandes obras de la literatura.
Cabría preguntarse en este punto si realmente el problema radicaba en la prematura lectura de la obra y en la “edad oportuna” en que debería acercarse el Quijote a los
escolares o bien en el tipo de edición que se confiaba a los más pequeños. No perdamos de vista que el problema de la adecuación del lenguaje debería hacer surgir la preocupación a que los más pequeños rechacen la obra por considerarla ininteligible a su
nivel intelectual, o bien, que se formen una idea errónea de lo que acaban de leer.
Otra polémica famosa fue la protagonizada por José Ortega y Gasset y Antonio
Zozaya, que intercambiaron sendos artículos en la prensa de la época: Ortega y Gasset
en El Sol, del 16 de marzo de 192022. Por parte de Antonio Zozaya, su artículo, titulado
“Aprendamos a vivir”, se había publicado en La Libertad, el día 12 de marzo de 1920,
en que hacía referencia a la práctica de que el maestro lea todos los días El Quijote en
voz alta ante un grupo de niños. Zozaya opina que los niños no prestan suficiente atención a la lectura y que sólo les interesarán aquellos libros que ellos piden y, además,
leídos por un profesor que sea un “lector emérito”. De no ser así, asegura que “el niño
se cansa, se aburre, padece tormento y abomina de una recitación monótona que le
hace odiosa la permanencia en un local cerrado, casi siempre incómodo y antihigiénico”. Por otro lado, alaba irónicamente la figura del Ministro de Instrucción Pública,
“hombre de alta mentalidad y de amor acrisolado a la Literatura patria y a la enseñanza, que ha tenido un noble y patriótico rasgo”, pero considera que la real orden quedará incumplida, y si tal no sucede, “los niños no comprenderán el Quijote, que no es
lectura para párvulos ni para adolescentes, y se lamentarán de una disciplina flamante,
que viene a sumarse a todas aquellas que anulan en la escuela su personalidad”.
Propone, en cambio, la lectura de fragmentos de los clásicos de nuestra literatura, si
bien en otra parte del artículo opina que “en la escuela no hacen falta Don Quijote, ni
Hamlet, ni Fausto, ni Segismundo, ni Don Gaiferos”: “¿Por qué no leer también una
página de nuestro Romancero, incomparable Gesta en que se halla el germen de todo
el florecimiento castellano? ¿Por qué no dedicar también algún día a Lope o Calderón,
a todo nuestro inmortal teatro clásico, a nuestros insuperables prosistas del siglo de oro
y a los grandes genios de la Literatura española moderna y contemporánea? Y, puestos
a leer, ¿a qué bueno repetir veinte veces los mismos capítulos, como si no existieran
Recogido posteriormente en “El Quijote en la escuela”, publicado en El Espectador en 1921 y en Obras
Completas, tomo II, Madrid, Alianza Editorial, 1983, pp. 273-306.
22
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joyas incomparables en la Literatura universal?”. No obstante, a pesar de esta propuesta aparentemente conciliadora, Zozaya se muestra desfavorable a la lectura escolar de
cualquier tipo de libro -llega a afirmar, incluso, que “sobran los libros”-, y defiende,
según palabras de Ortega y Gasset, “una pedagogía practicista del giro usado en la
segunda mitad del siglo XIX”, ya que Don Quijote le estorba en la escuela porque “no
capacita, no prepara para la vida”. Aunque se considera “el más devoto admirador del
manco inmortal”, asegura que se puede vivir sin saber lo que le ocurrió al Ingenioso
Hidalgo en casa del Caballero del Verde Gabán, por ejemplo, mientras que considera
imposible valerse a sí mismo sin saber perfectamente Aritmética, Derecho, Higiene, y
los deberes de urbanidad; y propone que se lean en la escuela los periódicos con preferencia a toda literatura: “Leer uno de éstos, elegido cada día por un discípulo (sin tal
condición la lectura sería contraproducente), interesaría a los alumnos, que harían
luego mil preguntas, que se contestarían unos a los otros, y darían por resultado una
cultura superficial, pero general y orientadora. Seguramente, después de algunos años
de tal ejercicio, buscarían los niños el Quijote y lo leerían, lo que es posible que no
ocurra después de escuchar al maestro recitar a diario lo que no consiguieron entender”. Su concepto de pedagogía consiste, de este modo, en una defensa de la cultura
general, mediante la cual el niño aprende, “no doctrinas hechas ni lo que quieren el
maestro ni el ministro de Instrucción Pública”, sino los conocimientos que servirán para
prepararlo para la indagación espontánea, lo que interesa al niño y él quiere preguntar, y conseguir que sea “hombre capaz de ganarse el pan, ejercitar sus derechos, cumplir sus deberes, ser caballero y persona decente y averiguar lo que sucede en todo el
planeta, o bien, mujer digna de ser madre, de cuidar de su casa y de sus hijos, de ganar
el sustento, en caso necesario, y de no ser rémora a todo progreso racional, en nombre de las doctrinas que aprendió de memoria, sin darse cuenta de su significado”. Se
forma así, la siguiente imagen de lo que sería, según él, la clase ideal: “Aire libre,
espontaneidad, un maestro joven y tolerante, un pedazo de pan en una mano y un
impreso cualquiera o un periódico en otra; y luego, a preguntar los niños lo que quieran, y los maestros a responder, si saben, y si no, a preguntárselo a los otros chicos
para que se lo enseñen. Eso es una escuela; lo demás es un lugar de tormento, sin mezcla de goce intelectual alguno, en que el Quijote mismo será reformado, para que los
niños no sepan que dijo el Caballero de los Leones: ‘Con la iglesia hemos dado,
Sancho’; ¡quiera Dios que no hayamos dado con nuestra sepultura!”. Concluye, pues,
que “la novela más interesante es la vida y hay que capacitarse para ella” y la lectura
de la prensa prepara mejor al niño para la vida que lo que pueda enseñar el Quijote
(que, según él, “son muchas más que lo que se figuran sus apologistas sistemáticos”).
El artículo de Antonio Zozaya dio pie a la inmediata respuesta de José Ortega y Gasset
en el diario El Sol del 16 de marzo de 1920. Aunque ambos escritores coinciden en su rechazo del Quijote como lectura escolar -a Ortega le parece un desatino- no está de acuerdo
con lo que el señor Zozaya escribe y señala precisamente cómo, en su común oposición a
la escolaridad del Quijote, “desde puntos de vista dispares y aún antagónicos se llega a la
misma conclusión”. Ortega está de acuerdo con Zozaya en que la escuela tiene por única
misión preparar para la vida, pero no en el sentido que le dio éste. El hecho de que Zozaya
prime la lectura de los periódicos por encima de la literatura es, para Ortega, un error, pues
el periódico, según él, “no es expresión de la vida, sino sólo de la faz que hoy tiene la vida.
El periódico es actualidad y superficie. La vida íntima, personal y profunda se halla casi por
entero excluida de él: el periódico hace resaltar sólo la vida social, y aun de ésta pone en
primer término lo más periférico: la política, la técnica, la economía”.
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En cuanto al Quijote, su oposición a la escolaridad de la obra no se funda en un
practicismo, según él, miope. No le estorba el Quijote en la escuela porque sea un
libro antiguo o inadaptado a la realidad contemporánea, sino que le parece un libro
“de espíritu demasiado moderno para el ambiente de las aulas infantiles, que debe
mantenerse perennemente antiguo, primitivo, siempre entre luces y rumores de aurora”.
5.4. NUEVAS
EDICIONES ESCOLARES AL HILO DE LA NUEVA LEY
Como es lógico, las disposiciones oficiales hicieron las delicias de las editoriales
dedicadas ya a la literatura infantil, y de las nuevas editoriales especializadas que surgirán en la segunda mitad del siglo XIX, y que están encabezadas por el éxito alcanzado por la editorial de Saturnino Calleja. De igual manera, no podemos olvidar las editoriales que adoptan la denominación de “Biblioteca infantil” o “Biblioteca del estudiante”, clara muestra de una tendencia editorial que intenta hacerse con el amplio mercado editorial escolar, como la “Biblioteca Nueva Infantil” (Madrid, 1844), “Biblioteca
Moral Recreativa” (Barcelona, 1862), “Biblioteca Económica de la Infancia” (Barcelona,
1864), “Biblioteca Infantil Ilustrada” (Barcelona, 1880), “Biblioteca Infantil” (Barcelona,
1884), “Biblioteca literaria del estudiante” (1922), “Biblioteca Infantil Sevillana”, etc.
La editorial Boris Bureba presentaba, a mediados de los años cuarenta, un variado repertorio de colecciones; entre ellas destacamos la serie “Te voy a contar...” que
contenía adaptaciones de los clásicos de la literatura. Es el caso de la adaptación
del Quijote realizada por José Montero Alonso, con ilustraciones de Zaragüeta
([1947]).
Ediciones Molino ofrecía títulos clásicos de aventuras, cercanos a los gustos juveniles (Julio Verne, por ejemplo). Entre sus títulos, encontramos una edición del Quijote,
de 95 páginas, destinada a los más jóvenes: Aventuras y desventuras de Don Quijote de
la Mancha, selección y preámbulo de J. M Huertas, Buenos Aires, Editorial Molino
Argentina, 1946.
La editorial Aguilar reanudó sus ediciones infantiles apenas finalizada la Guerra
Civil. Coincidiendo con el Cuarto Centenario del nacimiento de Cervantes, publica un
álbum con cromos con escenas del Quijote: Álbum de Don Quijote de la Mancha: texto
y cromos para niños, las ilustraciones, en colores, son de Amable Leal con texto de
Eduardo de Guzmán al pie de cada una.
Es notable su aportación con la serie titulada “El Globo de Colores”, que apareció
en los años sesenta, en la que agrupa capítulos concretos de la novela cervantina:
• Sancho, gobernador, adaptación del texto original por José Miguel Velloso. Ilustraciones de F.
Goico Aguirre, Madrid, Aguilar, 1962. Colección “El Globo de Colores”. Serie Iniciación Literaria.
• Don Quijote en casa de los Duques, adaptación por Ángel Lázaro, Madrid, Aguilar, 1965,
Colección “El Globo de Colores”. Serie Iniciación Literaria.
• El cautivo de Argel, adaptación de A. Valverde. Ilustraciones de Goico Aguirre, Madrid, Aguilar,
Colección “El Globo de Colores”.
Otra editorial que contribuyó a la renovación desarrollada en los años sesenta fue
Juventud, que también dedicó una sección a las adaptaciones del Quijote para niños:
• Sancho Panza, gobernador. Episodios del Quijote adaptados a las inteligencias infantiles, por
Miguel Toledano. Ilustraciones de Serra Masana, Barcelona, Juventud, 1964.
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• Primeras aventuras de Don Quijote de la Mancha. Adaptación al alcance de los niños de los
primeros episodios del Quijote. Adaptación y prefacio de Miguel Toledano. Ilustraciones de
Junceda, Barcelona, Juventud (s.a).
A partir de mediados de los años sesenta, se publican numerosas ediciones infantiles y juveniles del Quijote. A las editoriales que anteriormente habían sacado a la luz
sus adaptaciones, se les suman muchas otras que encuentran un filón en este auge de
la literatura para los más pequeños. Es imposible dar cuenta de todas ellas en estas
páginas; sin embargo, no podemos pasar por alto algunos casos significativos, por el
número de ediciones que han publicado, desde su aparición, hasta nuestros días. He
aquí algunas de las más populares: Afha Internacional (adaptación de Antonio
Cunillera), Bruguera (adaptación de J. Such Carbonell y Vicente Palomares), Edelvives
(adaptación de Fernando Gómez Redondo), Edival (edición de Emilio Pascual), Everest
(ediciones de Luis Casanovas Marques, Santiago García Álvarez y Ángel García Aller),
Salvat (adaptación de Elvira Holguín), Santillana (selección de Milagros Rodríguez
Cáceres, Sopena), (ediciones de E. Gómez de Miguel y Mauro Armiño), Susaeta (edición de Luis Junceda), Toray (adaptación de E. Sotillos).
El Quijote, a pesar de que se haya ido alejando de la obligatoriedad de las aulas, se
mantiene desde el siglo XX como uno de los textos más solicitados por los padres –o
por los docentes- para las primeras lecturas de los más pequeños, en propuestas y
modalidades cada vez más completas, en las que los planteamientos pedagógicos se
unen a los comerciales y editoriales, que han prevalecido en decenios anteriores.
6. Las ediciones infantiles y juveniles del Quijote por dentro:
propuesta de clasificación23
6.1. DEL
TEXTO ORIGINAL A LAS EDICIONES INFANTILES Y JUVENILES
Aunque en una primera época, los jóvenes se acercaban al texto quijotesco –y al de
otros clásicos- en sus versiones originales, lo más frecuente desde el siglo XIX es que
lo hagan a partir de textos especialmente elaborados para ellos, teniendo en cuenta las
edades y sus competencias lingüísticas y culturales. Este tipo de esfuerzos plantea una
evidente dificultad, pues el autor de la nueva versión debe intentar mantener la máxima fidelidad posible con el texto original y, al mismo tiempo, conseguir que el texto
adaptado sea aceptado por su receptor. Este proceso de cambio textual se puede dar
en dos direcciones:
1. El proceso de manipulación que sufre el original se apoya, básicamente, en procedimientos de reducción, entre los que se pueden destacar éstos: [a] Escisión o amputación: consiste en suprimir alguna parte del texto. Este procedimiento, en principio, no
tiene por qué conllevar inevitablemente una disminución de valor, pues es posible “aligerar” la obra suprimiendo de manera selectiva aquellas partes menos relevantes. Un tipo
de escisión es la denominada “expurgación” que supone una reducción con función
moralizante o edificante dirigida principalmente a los más jóvenes. [b] Concisión tiene
como función abreviar un texto sin suprimir ninguna parte temáticamente significativa,
Este aspecto ha sido estudiado por Nieves Sánchez Mendieta en Reescritura y adaptación. El caso del
“Quijote”. Tesis doctoral inédita (Universidad de Alcalá, 2005).
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pero reescribiéndolo en un estilo más conciso y, por tanto, produciendo un nuevo texto,
lo que no ocurre con el producto de una escisión. [c] Condensación. Los dos procedimientos anteriores -escisión y concisión- tienen en común el respetar el contenido y la
estructura narrativa del texto original. No ocurre lo mismo con una tercera forma de
reducción: la condensación, que sólo se apoya de manera indirecta sobre el texto que va
a reducir, mediante una operación que se podría denominar “de memoria”. Comúnmente
se conoce esta práctica con los términos de “compendio, abreviación, resumen, sumario”
o en uso escolar “contracción del texto”. Dentro de los procedimientos de reducción, es
en este último, la “condensación”, en el que se nota más la manipulación del adaptador
convirtiéndose, por lo tanto, en el más distante del texto original.
2. Aunque es mucho menos habitual, es posible que la reescritura se lleve a cabo
mediante procedimientos de ampliación. Obviamente, para aumentar es necesario añadir, por lo que en el proceso se pueden producir distorsiones más o menos significativas. Las técnicas de ampliación conllevan aumentar el texto original, bien por la dilatación de detalles, descripciones, multiplicación de episodios y de personajes, bien a
través de la participación directa del propio narrador.
6.2. HACIA UNA CLASIFICACIÓN DE LAS EDICIONES INFANTILES Y JUVENILES DEL QUIJOTE
Por norma general, suele ser relativamente sencillo reconocer una edición infantil o
juvenil a simple vista: puede ayudar su tamaño reducido, algunas ilustraciones llamativas o un título significativo. Es frecuente, igualmente, que las editoriales ofrezcan algún
tipo de información relativa al destinatario de la edición, al margen del idioma en que
haya sido realizada: así, por ejemplo, en italiano: Don Chiciotte, traduzione e riduzione di M. Turiello, Firenze, Vallecchi Editore, 1924, 172 págs.; Don Chiciotte della
Mancia, racconto per la giuventù italiana tratto del capolavoro di Michele Cervantes da
Giovanni Mari. Sedici Tavole a colori di E. Sicher, Milano, Editore Ulrico Hoepli, 1950,
400 págs.; en inglés: Don Quixote de la Mancha, retold for children by Marjorie Hill
and Audrey Walton, Peter Lunn, London, 1947, 239 p. ; en portugués: Dom Quixote de
la Mancha, traduzido e adaptado por María Ponce, ilustraçoes de Eduardo Coelho,
Portugália Editora, Lisboa, Colec. Biblioteca dos Rapazes, s.a, 280 p.
Sin embargo, sí resulta complicado realizar una clasificación de los diferentes tipos
de ediciones del Quijote destinadas a los jóvenes lectores. El criterio que aquí se va a
utilizar para ofrecer una primera clasificación de este tipo de textos es el que tiene en
cuenta los procedimientos de reescritura efectuados sobre el modelo original.
6.2.1. Ediciones íntegras
Es de suponer que, cuando no había otras opciones para los más pequeños, éstos
asaltarían las estanterías de sus mayores haciendo suyas obras, en su formato original,
que en principio no estaban destinadas a ellos, y así lo hemos visto en algunos testimonios de escritores del siglo XIX. No obstante, aun cuando se planteó la posibilidad
de sacar a la luz otro tipo de edición más accesible a los niños, algunos autores consideraron prácticamente un sacrilegio alterar el texto cervantino y defendieron la lectura
íntegra de esta obra. Sus alegatos en contra de las adaptaciones se basaron en que des46
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figuran la obra, destruyen su calidad original e, incluso, impiden una lectura posterior.
A los argumentos en contra de las adaptaciones que se derivan del carácter “sagrado” del Quijote se añaden los efectos deformadores en la lengua en que pueden incurrir algunas ediciones modificadas al desfigurar la obra literaria, aligerándolas con un
estilo distinto.
Entre los autores que defienden la lectura del Quijote , pero eso sí, tal y como salió
de la pluma de Cervantes, se encuentra el profesor Helmut Hake, que contribuyó con
un breve libro, Don Quijote de la Mancha, libro juvenil. Elementos y evolución de una
interpretación literaria (Madrid, Imp. Viuda de Galo Saes, 1960), al estudio de las adaptaciones modernas de la obra. Hake se confiesa totalmente contrario a estas manipulaciones textuales para niños pues, en su opinión, destruyen la calidad original del texto
original; incluso cree que, si se leen en la niñez estas obras adaptadas, no interesarán
al lector adulto, que es cuando realmente puede apreciar el sentido y la riqueza del
texto.
De la misma opinión es José María Requejo Vicente, autor de un estudio Sobre literatura para niños y adolescentes, Madrid, Editora Nacional, 1969, donde reconocía que,
ya que los niños han hecho suyos los clásicos, hay que dejárselos íntegros pues “sus
obras son sagradas. No está bien romper el ritmo, el equilibrio, las correspondencias
internas de las obras clásicas. Si los niños han hecho un esfuerzo por hurtárnoslas, no
vamos a andar ahora dándoselas en migajas... Que sigan en esfuerzo y venzan, etapa
a etapa, los libros de los clásicos”. Más aún, para Requejo, el hecho de que se plantee
la posibilidad de realizar algunas adaptaciones del Quijote está relacionado con los
intereses económicos de los editores que pretenden sacar dinero “endulzando a la
gente”: “Los editores evitan esfuerzos a la infancia, seleccionan ‘lo mejor’, cambian de
vestido a los libros. Adaptar -piensan o repiten- es hacer asimilable. Si después de salir
de la escuela no lee nadie, lo mejor es que sean leídos, al menos en la escuela, trozos
de buen sabor”.
Así pues, ante los problemas que suscitan las adaptaciones o reducciones de la obra,
algunos editores optan por ofrecer la versión íntegra, pues existe la posibilidad de que
los niños lo asimilen según sus capacidades, interpretando los hechos a su modo y acomodando la obra a sus necesidades. En este grupo se puede incluir, entre otras, la edición de Emilio Pascual: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Valladolid,
Edival, Colección Clásicos de la Juventud, 1975, que fue muy popular a finales de los
años setenta del siglo XX. Es una edición destinada a la juventud a la que intenta ofrecer el texto íntegro, puesto que, tal y como explica en la introducción: “los Quijotes
juveniles casi nunca tienen el mínimo rigor de texto -cuando no están descaradamente reducidos- o carecen de unas mínimas explicaciones que hagan comprensible su lectura”.
6.2.2. Antologías
En estas ediciones se eliminan episodios poco comprensibles o poco adecuados
para los más jóvenes. Constituyen, en definitiva, una selección de los capítulos más
interesantes de la obra original, teniendo muy presente el tipo de público al que van
destinados.
La excesiva dimensión del texto original suele ser el principal motivo por el que se realizan estas selecciones de capítulos, y, con mayor motivo, si se pretende que la obra sea
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leída durante el curso escolar. Por lo general, los profesores de literatura son conscientes
de que la lectura completa de la novela cervantina durante el curso es prácticamente imposible, por lo que se suele recomendar una selección de capítulos. Labor interesante, y muy
útil en las aulas, pero no exenta de dificultades, pues los compiladores tendrán que proceder cuidadosamente en la elección de capítulos, procurando, en lo posible, compensar
la falta de continuidad argumental. En cualquier caso, parece que las editoriales apuestan
en gran medida por las ediciones antologadas puesto que, en cierto modo, implican una
menor responsabilidad en cuanto que no reescriben la obra con otras palabras, sino que
realizan una amputación de ciertos episodios, según su criterio, menos imprescindibles
para la comprensión de la obra. Muestra de ello son las ediciones que se han publicado
en los últimos años, muy utilizadas en los centros de Educación Secundaria:
[1] Don Quijote de la Mancha: antología de textos, edición de Dámaso Chicharro,
Madrid, Alhambra, 1986. Dámaso Chicharro hace referencia al recargamiento de los planes de estudios, según los cuales, a pesar de la obligación de leer el Quijote, se hace
imposible abarcar la obra completa, y por ello, propone una antología de la obra cervantina, que recoge los episodios más interesantes a la vez que permite seguir su hilo
argumental mediante reducidos resúmenes de los capítulos no antologados.
[2] Este sistema es el utilizado por otra antología muy conocida entre los estudiantes actuales: Don Quijote de la Mancha, edición de Rafael González Cañal, Bruño, 1999.
[3] El mismo método se utiliza en la antología Don Quijote de la Mancha, edición de
Antonio del Rey Briones, Madrid, Mare Nostrum, 2002, en cuya introducción encontramos los criterios que se han seguido para confeccionar esta edición, así como el destinatario a quien va orientada: el mundo estudiantil y al lector no especializado. Contiene
una amplia selección del Quijote “concebida de modo que pueda seguirse también la
peripecia anecdótica entera de la novela”. Para ello, se presentan los pasajes suprimidos
condensados, destacados en letra cursiva e introducidos por unos signos que facilitan su
diferenciación del texto antologado. La finalidad de esta edición, sigue siendo la de “convertirse en apetitoso entremés que despierte el deseo de conocer la obra completa”.
[4] Igualmente, Fernando Gómez Redondo, responsable de la antología Don Quijote
de la Mancha, publicada por la editorial Luis Vives en 2004, se sirve de las notas a pie
de página, así como de los resúmenes de los fragmentos escindidos, colocados entre
corchetes, que permiten al joven lector seguir el hilo de la historia, evitando la lectura
de la obra en su integridad.
6.2.3. Adaptaciones
Aunque el concepto de “adaptación” es muy amplio, vamos a utilizarlo aquí referido a un tipo de edición que se sirve, sobre todo, de la reducción del modelo original.
Frente a la defensa de las versiones íntegras para los más pequeños, parece evidente
que el léxico y los recursos que se emplean en este tipo de obras no pueden ser los
mismos que los que se utilizan en la literatura para los alumnos mayores: las capacidades lingüísticas y culturales del receptor constituyen un elemento condicionante a la
hora de realizar este tipo de adaptaciones y modificaciones.
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Se defiende, pues, el hecho de que el niño, además de ser un lector en potencia en
el futuro, lo es ya en su condición actual; pero un lector, además, que desecha todo
aquello que no le venga en forma fácilmente asimilable. De ahí que el niño sea un lector extremadamente complicado y exigente. Así se recoge en la obra dirigida por
Assumpció Lissón, Marta Matas y Eulalia Valeri, ¿Qué libros han de leer los niños?,
Barcelona, Publicaciones de Rosa Sensat, 1980, en la que se defienden unos criterios
de selección y gradación de las lecturas para los niños: “La razón es obvia: leyendo a
destiempo un libro, el lector asimila precisamente lo que es de calidad inferior y esto
puede motivar que el libro pierda interés para el lector y le incapacite para gustar en
el momento oportuno los valores más altos, los propios del libro”. Por este motivo,
recomiendan el uso de buenas adaptaciones para introducir al niño en la lectura de
ciertas grandes obras pertenecientes a la literatura universal, e incluso para hacer una
primera presentación de los grandes protagonistas de la literatura infantil.
Así lo hizo notar, diez años más tarde, Juan Cervera24, donde mantiene que esta literatura infantil exige una orientación intencional del lenguaje para que su mensaje realmente conecte con el niño.
En este sentido, José María Plaza, autor de la adaptación titulada Mi primer Quijote,
publicada por la editorial Espasa Calpe en noviembre de 2004, consideraba25 que el
escolar se perderá ante la dificultad de algunos párrafos como éste, perteneciente al
primer capítulo del Quijote: “El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo
para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba
con su vellorí de lo más fino”. Plaza cree que, probablemente, el niño no seguiría
leyendo y afirma, con ironía, que vería incluso más fácil a Faulkner o Ionesco. Así,
recuerda que, para evitar estos problemas, se inventó el Quijote resumido, el Quijote
adaptado o el Quijote a lo -según él mismo lo denomina- “readers-digest”, fórmula que,
según este autor, funcionó en la época del franquismo en la que proliferaron las “adaptaciones literarias” para jóvenes.
La reescritura que proponen las adaptaciones ha sido la opción que mejor acogida
ha tenido entre los niños y jóvenes en el último tercio del siglo XX y los primeros años
del XXI. Es imposible dar cuenta, en estas páginas, de las adaptaciones del Quijote que
han sido publicadas. Habrá que conformarse con una pequeña muestra de algunas de
las más populares durante el periodo citado:
[1] El Quijote, adaptación de Luis Casasnovas Marques, León, Everest, 1973. La edición, preparada especialmente para su uso en los colegios, ofrece una selección del
Quijote, en la que se ha procurado mantener la ilación entre los capítulos para conservar el interés en la lectura. Con este propósito, el adaptador confiesa que se han eliminado las “novelas colaterales”, las digresiones que Cervantes intercaló en la versión
íntegra, así como aquellos capítulos o fragmentos cuyo contenido le parecía que “había
de fatigar la atención de los jóvenes lectores, dejando mayor espacio a la narración de
las contrariedades y descalabros con que tropieza constantemente don Quijote, impulsado por sus locos desvaríos caballerescos”. Entre los procedimientos que se han
empleado para abreviar la obra, afirma haber escogido el de “unos cortes practicados
con especial atención y cuidado” con la intención de aligerarlo, sin quitar nada sustancial de las principales aventuras. De este modo, ha intentado respetar el léxico y
24
“Problemas de la literatura escrita para niños”, en Pedro Cerrillo y Jaime García Padrino (coords.)
Literatura infantil, Cuenca, Ediciones de Castilla-La Mancha, 1990, pp. 77-78.
25
“El Quijote en los colegios”, publicado por la revista Leer en 1997, pp. 38.
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contextura de las frases, aunque ha modernizado algunas formas verbales y determinados arcaísmos, así como algunas frases en desuso, con el objetivo de evitar que los
alumnos se pierdan y facilitar su lectura en lo posible.
[2] Don Quijote de la Mancha, adaptación de Antonio Cunillera, Madrid, Nuevo
Auriga, 1982. En la introducción, Cunillera informa de que, al llevar a cabo la adaptación del Quijote, se han tenido en cuenta “los valores intrínsecos de la obra y las esencias y vivencias de los personajes”. No se facilitan, sin embargo, los criterios que se han
seguido al reescribir la edición; simplemente apunta que nos encontramos ante una
“adaptación, claro está, pero conservando intactas su estilística, sus modos y formas”.
[3] Don Quijote de la Mancha, Valencia, Alfredo Ortells, 1992. Esta edición viene
presentada por Juan Antonio Cabezas, presidente de la Sociedad Cervantina de Madrid,
que da a conocer esta obra como una adaptación de fácil lectura, con bellas ilustraciones y cuya finalidad es iniciar a los más jóvenes en el conocimiento de la novela
cervantina. Pretende constituirse, por lo tanto, en una primera toma de contacto con el
Quijote.
[4] Don Quijote de la Mancha, adaptación de Antonio Albarrán, Madrid, Grafalco,
1998. En cuanto a la reescritura de este hipertexto, el adaptador explica, en la presentación de esta edición, que ha seleccionado las historias más conocidas y ha adaptado
el lenguaje original a otro más cómodo de leer “respetando en lo posible la riqueza del
texto cervantino”. La adaptación ofrece unas notas a pie de página, en las que se aclaran aquellas palabras que puedan suponer una dificultad. Las anotaciones se presentan
al final de cada capítulo.
[5] Don Quijote de la Mancha, adaptación de Eduardo Alonso, Barcelona, Vicens
Vives, 2004. En la introducción que precede a esta adaptación, Eduardo Alonso señala
los criterios que ha seguido para su realización. En primer lugar, trata la dificultad que
supone la lectura del Quijote en los centros de Educación Secundaria, no sólo por la
aversión inicial que provoca en los estudiantes, sino también por lo voluminoso de la
obra y por estar escrita en una lengua muy alejada del habla coloquial de los estudiantes, lo cual sobrepasa su competencia lingüística. Para paliar este problema,
Eduardo Alonso considera que “no basta una edición acribillada con miles de notas,
pues ¿quién puede gozar de un libro si cada dos líneas tiene que consultar el sentido
de lo que lee?”. De ahí que estime necesaria la edición de un Quijote ágil y adecuado
a la capacidad de comprensión de los estudiantes de estos niveles. Partiendo de esta
premisa, presenta esta edición que supone una versión “en el sentido etimológico de
la palabra, vertiendo la extensa obra de Cervantes en un molde menor, resumiendo
algunos pasajes, pero sin que se eche de menos nada esencial, de modo que pueda
decirse que aquí está todo el Quijote, sin que falte aventura, batalla, lance, discurso o
presonaje, que decía Sancho”. Debido a este anhelo de ser fieles al original, esta adaptación -o “versión”, como Alonso la denomina- incluye algunas interpolaciones como
la Novela del curioso impertinente, la historia del capitán cautivo o la de Claudia
Jerónima, respetando así el gusto cervantino por la variedad. Según el adaptador, esta
edición ha sido reducida a una tercera parte de su extensión total. Con este reparto, se
pretende lograr una unidad episódica, al reunir en un solo capítulo, varios episodios
del original que podrían formar un solo bloque temático. En este punto, no podemos
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dejar de señalar la facilidad con que el lector puede localizar el pasaje o el capítulo del
original cervantino a que corresponde cada página de la adaptación, pues en la parte
superior de las páginas pares de esta edición se indica la parte y el capítulo o capítulos del Quijote a que pertenece.
[6] Aventuras de don Quijote de la Mancha y de su escudero Sancho Panza, adaptación de Diana Calderón, José Manuel Lucía Megías y Nieves Sánchez Mendieta,
Madrid, Comunidad de Madrid, 2005. Para la realización de esta adaptación de la primera parte del Quijote, se pretendió mantener el espíritu cervantino, adaptando su lenguaje para hacerlo más accesible a la franja de edad de lectores a los que estaba destinado: de 6 a 12 años, y se llevó a cabo un proceso de reducción, primando las aventuras protagonizadas por don Quijote y Sancho Panza. Pero la particularidad de esta
adaptación, única en su género, es que se trata de Un Quijote para niños ilustrado por
niños, ya que las más de cien ilustraciones a color con que se editó están realizadas
por niños de edades comprendidas entre 4 y 12 años de colegios públicos de Alcalá
de Henares, en diversos talleres del Museo Casa Natal de Cervantes a lo largo del año
2004. De este modo, la edición aporta una visión distinta de nuestra obra más emblemática: la de los niños, para quienes don Quijote es un loco divertido y Sancho un
compañero tragón y simpático.
[7] Don Quijote de la Mancha, adaptación de Nieves Sánchez Mendieta, Madrid,
Alfaguara, 2005. Teniendo en cuenta que el Quijote es una obra compleja que sólo
puede ser entendida y saboreada por un lector de mayor edad, y ya debidamente preparado, y que los niños y adolescentes son lectores extremadamente difíciles que desechan todo aquello que no les venga en forma amena y fácilmente asimilable, Nieves
Sánchez Mendieta ha realizado una edición adecuada a la capacidad lingüística y comunicativa de su destinatario: en principio, esta adaptación está dirigida a lectores cuya
edad esté comprendida entre los 10 y los 14 años. Esta edición tiene la ventaja de posibilitar a los lectores menos experimentados una presentación lingüística actualizada
pues, de otro modo, su comprensión resultaría muy complicada. No obstante, han sido
respetadas ciertas expresiones del lenguaje típico de la época, que no constituyen una
dificultad para el lector, y que poseen cierto valor estilístico, sobre todo, en el habla de
don Quijote y de aquellos personajes que intentan imitar el estilo de los libros de caballerías.
Con esta misma finalidad pedagógica, se han insertado un buen número de notas
en los márgenes de las páginas, en tono de humor, que complementan, aclaran y hacen
un guiño de complicidad al texto de Cervantes.
7. ¡Hasta siempre, Don Quijote!
Como se ha podido apreciar en el rápido itinerario de los dos últimos siglos de lectura infantil y juvenil del Quijote, España se ofrece como un caso particular, ya que,
aunque, en muchos casos, los niños se han acercado al texto cervantino por propia
voluntad o por consejo de sus padres, gran parte de los jóvenes lectores españoles ha
conocido la novela en las escuelas, por imposición gubernamental. Sobre todo a partir
de la llamada Ley Moyano de 1857, se ordenaron las obras específicas escolares entre
las que destaca, de una manera notable, el Quijote. Igualmente, las editoriales espe51
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cializadas en la edición de libros escolares, así como las asociSaciones privadas, jugaron un importante papel en la difusión de los clásicos entre los jóvenes.
Este entusiasmo por las ediciones infantiles del Quijote coincidió con la época de
los Centenarios -a principios del siglo XX- y con la exaltación del espíritu patriótico,
que se aprecia en el propio llamamiento de Mariano de Cavia a la celebración del III
Centenario desde las páginas de El Imparcial. De hecho, varios de los escritores de la
época tomaron parte en la reivindicación del Quijote en las escuelas (Valle-Inclán,
Unamuno, Machado, Maeztu, entre otros). Parece evidente que este acontecimiento sirvió para que los adultos proyectaran su ideología sobre los niños, haciéndoles participar de los festejos y obligándoles a formar parte en desfiles, portando estandartes, recitando pasajes de obras de Cervantes, en particular del Quijote.
Si bien, como ha quedado comprobado, la novela cervantina fue declarada lectura
obligatoria en varias ocasiones, se puede concluir que no se realizó un estudio psicopedagógico serio de las capacidades de los escolares. Únicamente se podría vislumbrar
un interés por las capacidades del niño en las polémicas que se plantearon a raíz de la
obligación de la lectura escolar del Quijote. Algunos de los autores que participaron en
dichas polémicas -tanto los que pujaron a favor, como los que estaban disconformesaludieron razones pedagógicas para argumentar sus posturas.
Será a partir de los años 50 y, sobre todo, durante el último tercio del siglo XX,
cuando se aborde la literatura infantil con mayor rigor investigador, teniendo en cuenta las características psicopedagógicas del niño y sus capacidades. De este modo, uno
de los problemas que se planteó fue el de la dificultad lingüística de una obra del siglo
XVII puesta en manos de niños y adolescentes de los siglos XX y XXI.
Precisamente esta cuestión lingüística ha hecho necesario realizar una aproximación
a los diferentes tipos de ediciones que se pueden encontrar en nuestras bibliotecas y
librerías, según el tipo de reescritura realizado.
No cabe duda de que las transformaciones y modificaciones del modelo original
constituyen el medio más adecuado para que los lectores más jóvenes pueden conocer la novela cumbre de nuestro Príncipe de los Ingenios, más allá de ese culto a la
“letra escrita” por Cervantes. De hecho, son muchas y muy diversas las versiones infantiles y juveniles que se han realizado del Quijote, aunque muchas de ellas no se basan
en criterios pedagógicos sólidos, lo que puede ser contraproducente, ya que es posible que los niños y adolescentes rechacen igualmente la edición que ha sido confeccionada especialmente para ellos.
Resulta, pues, imprescindible, que la reescritura de una obra de la envergadura del
Quijote se cimente sobre un trabajo de investigación previo que tenga en cuenta las
necesidades del receptor, y que sea realizado por especialistas, no sólo conocedores de
la obra de Cervantes, sino también del lector a que va destinada: no debe olvidarse que
el rechazo del Quijote entre muchos españoles es uno de los lastres que arrastra nuestra obra más emblemática, precisamente porque no se ha sabido enseñar esta obra a
los niños26. La propia obligación ministerial y los métodos poco pedagógicos utilizados
por muchos maestros así como la falta de ediciones verdaderamente accesibles a los
escolares, han provocado que la mayoría de los niños españoles no se acerquen libremente al Quijote, sino que lo hagan a partir de versiones que terminan por alejarlos de
Véase Nieves Sánchez Mendieta, “¿Es el Quijote un libro difícil para los niños”, Torre de los Lujanes, 58
(2006), pp. 123-137.
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la obra cervantina –y de cualquier clásico- antes que por hacerlos más accesibles. En
nuestra manos está que esta tendencia, cada vez más minoritaria, termine por desaparecer. Adaptar una obra con la finalidad de que los niños se acerquen a ella no debe
significar en modo alguno convertir una obra maestra en “subliteratura” en aras de facilitar su comprensión a los más jóvenes. Es necesario defender, por ello, un sólido
apoyo filológico a la vez que una base pedagógica en el tratamiento de este tipo de
adaptaciones, con la finalidad de obtener textos de calidad. Sólo así conseguiremos que
las próximas generaciones de lectores infantiles sigan disfrutando de la obra cervantina como así se ha venido haciendo desde hace siglos, y que, de estas adaptaciones
podamos decir lo que Cervantes confesaba de su propia obra: “Es tan clara que no hay
cosa que dificultar en ella: los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la
entienden y los viejos la celebran”.
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