PREGON 2011 - Consejo General de Hermandades de Écija
Transcripción
PREGON 2011 - Consejo General de Hermandades de Écija
1 2 PREGÓN de la SEMANA SANTA de ÉCIJA 2011 3 4 D. Javier Rojas Bersabé PREGÓN de la SEMANA SANTA Écija, 2011 5 Editan: Consejo General de Hermandades y Cofradías de la Ciudad de Écija Fundación Cajasol Obra Social Fotografías: Juan Antonio Caldero Gamero Julio Ojeda Pérez Colabora: Excmo. Ayuntamiento de la Ciudad de Écija Depósito Legal: SE - 0000 - 2011 Impresión: Gráficas Sol, S.A. Foto Portada: Tomás Rojas Losada 6 Ntra. Sra. del Valle Coronada Patrona de la Ciudad de Écija y del Consejo General de Hermandades y Cofradías de esta Ciudad. 7 8 Pregón de la Semana Santa de Écija Pronunciado en el Teatro Municipal de Écija el día diez de abril de dos mil diez, Domingo de Pasión, siendo el tiempo de la Cuaresma. por D. Javier Rojas Bersabé 9 10 Presentación del Pregonero Realizada por D. Manuel Fernández Romero Pregonero de la Semana Santa de Écija año 2010 11 12 É cija pasa la página del libro de la vida y vuelve a vestirse de primavera, el sol brilla con dulzura y las flores se abren queriendo atraparlo, pintándose los pétalos de colores de alegría, el blanco de la cal de las paredes es espejo del azul celeste de un cielo que sólo en Écija se enamora de sus torres y espadañas, acariciando la brisa mañanera del mes de abril sus veletas. Reverendo Sr. Arcipreste, Ilustrisimo Sr. Alcalde de la Ciudad de Ecija, Señor Presidente del Consejo General de Hermandad y Cofradias Dignisimas Autoridades Civiles y Militares Señores Hermanos Mayores de las Distintas Hermandades de Penitencia y Gloria de Nuestra Ciudad. Queridos Hermanos, Cofrades Todos, Señoras Y Señores H ace un año ya y aún resuena el eco de mi voz por entre los pasillos del teatro, la vida se limita a cuatro estaciones a las que llamamos año y dentro de este periodo de tiempo, el hombre se encarga de repetir llegado el momento sus costumbres y tradiciones. Por eso hoy vuelvo a este atril donde gracias a los designios del Señor y de su divina Madre pude dirigirme a todos vosotros como pregonero y contaros mi forma de entender, ver y vivir la pasión, muerte y resurrección de Ntro. Señor Jesucristo. Os digo que a pesar de la gran responsabilidad que supone pregonar nuestra Semana de Pasión, cuando hago balance del año en lo relativo a mi experiencia, sale totalmente favorable, pues sigo teniendo a Jesús Sacramentado como transfiguración de Dios en la tierra y sigo adorando a mis Titulares como me ensañaron desde pequeño, con el respeto que merecen como imagen de Jesús y María entre nosotros. 13 Sigo acordándome de las familias de ecijanos que tuvieron que emigrar y pensando que los mejores discípulos de Dios, hoy día, son los misioneros entregados a los demás en cuerpo y alma llevando con su ejemplo y su palabra a Jesús entre los más necesitados y sigo siendo un hombre agradecido, por eso quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer a todos y cada uno de vosotros cuantas demostraciones de amistad tuvisteis con mi persona, haciéndome sentir un hombre afortunado. Pero vayamos a lo que hoy me trae ante ustedes, presentar al pregonero. Hoy estamos aquí para participar de este acto que es el último toque del llamador, de un imaginario capataz el cual llama al pueblo entero para que se prepare para la levantá. Ha llegado el pregón y con él los cofrades sentimos que no hay vuelta atrás que el siguiente domingo de cuaresma está la primera cofradía en la calle, que volveremos a vivir con los sentidos todo cuanto nos rodea, colores, olores, luces y sombras reflejadas en la fachada de unas calles ecijanas que ya se transformaron en senderos de fe, esperando a Jesús y su bendita Madre. La vida como dije al principio con su inevitable continuidad nos pone de nuevo ante la demostración más palpable de cómo Dios hecho hombre se entrega a sus últimos momentos entre nosotros para luego volver victorioso tras su resurrección. Y esto querido Javier es lo que te toca afrontar a ti, contarnos con tu voz de capataz que llama al pueblo, lo que todos esperamos, sentir ese pellizco que nos impulsa como un resorte a no quedarnos quietos, a que hay que acompañar esta dulce levantá con los riñones del alma. Hoy el destino que todos llevamos escrito ha querido que el encargo difícil y a la vez grato, recaiga en Francisco Javier Rojas Bersabé. Es el segundo hijo de cuatro hermanos de una familia formada por Juan José y Rosario, sus padres, ejemplo de cristianos y espejo para sus hijos. Ellos inculcaron en él la fe desde que el 26 de diciembre de 1975, viera la luz del mundo. En sus primeros años, su padre le hizo hermano de dos de las Hermandades a las que hoy pertenece San Juan 14 y el Silencio, acompañándolo a infinidad de actos; le fue metiendo el gusanillo cofrade en sus adentros sin darse cuenta, pues lo que uno vive se hace vida. Me contaba Javier y lo cuento porque se ve que ya apuntaba maneras, como se sentía importante cuando su padre acudía a los cabildos en la Hermandad de San Juan y el hermano Mayor por aquellas fechas le daba un sitio preferente cuando imponía a todos los presentes que para entrar en la sala donde se celebraba el acto, los últimos en entrar serian el hermano menor y el Hermano Mayor con lo que todos aceptaban que él entrase junto con la persona que dirigía los designios de la Hermandad, lo que para un niño era un momento de felicidad por sentirse querido por aquel al que todos respetaban. Javier curso estudios de Bachiller en el Instituto San Fulgencio y más tarde hizo un Master en Gestión y Dirección de Empresas. Ha realizado su vida laboral durante más de catorce años en la empresa familiar de fabricación de ropa laboral y actualmente es el responsable del área comercial de HTF, empresa del mismo ramo. Pero para Javier lo que supuso en su vida un vuelco emocional fue encontrar a Maria Gracia, la cual lo enamoró con su sonrisa y juntos delante del Jesús Abrazado y su Madre, Nuestra Señora de la Amargura como testigos, firmaron ese amor contrayendo matrimonio en el año 2003 y como premio a ese amor sus titulares le regalaron a Mara, su hija que hoy cuenta con 5 años y es la alegría y el revuelo de su casa. En el ámbito cofrade Javier desde muy joven ha sido costalero de la Borriquita, del Cautivo y ha salido en las trabajaderas de la Virgen del Valle. También fue costalero el año de su primera salida de la Sagrada Mortaja, Hermandad a la cual pertenece como hermano siendo esta la última de las tres hermandades a las que debe fidelidad. Vistió su primera túnica de nazareno en los tramos de la Virgen de la Misericordia de la Hermandad de San Juan y fue su costalero, y ha sido capataz durante once años teniendo el privilegio de pasear por nuestras calles a Nuestra Sra. de la Amargura desde el año 99 hasta el año 2009 cuando paso a ser Hermano Mayor de esta su Hermandad del Silencio, después de haber ejercido varios cargos Prioste, Fiscal de Reglas, etc. 15 Como es un hombre comprometido forma parte del consejo local de Hermandades y Cofradías ocupando los cargos de Tesorero y Secretario de su Junta Superior. Y en el terreno de las letras ha hecho presentaciones de carteles de su Hermandad y del Consejo Superior, así como de los pregones juveniles y pregón del costalero; también en la entrega del llamador, acto entrañable donde los haya que la Hermandad del Silencio lleva a cabo; además de programas de radio y televisión, llegando a retransmitir en directo nuestra semana mayor. Por todo esto como veréis, Javier, es un hombre que no pierde el tiempo, que se compromete y participa de todo lo que le rodea y hoy va a dar otro paso más en la singladura de su vida: Hoy va a ser Pregonero y tendrá que romper ese silencio que lleva a gala para gritar a los cuatro vientos que Jesús después de su pasión, vive y vive entre nosotros, que Jesús es amor y que todo lo puede; que el verdadero mensaje de la pasión del Señor es la entrega sin medida para vivir eternamente. Antes de terminar y darte el testigo permíteme, Javier, dedicar mis últimas palabras como cofrade mariano que soy, a la que tu y yo, hemos tenido el privilegio de pasear por Écija como altares de pureza, a la Madre de Dios. Inmaculada Concepción Milagrosa, Auxiliadora, Carmen que por tus Mercedes Un Rosario de ecijanos Llenan tu Valle bendito Esperando un Rocío mañanero Del mes de mayo. Señora de las Lágrimas que Te visten de Caridad en el puente Dolores del altozano que Permites que en Santa Cruz Te llamen Lola, llenando De Esperanza a los corazones Que de eterna Amargura Te piden Misericordia Señora Fe de madre de manos entrelazadas Que derrocha Piedad de descalzo dolor 16 Y por la Merced repites nombre Piedad Angustias y Soledad del Carmen Que con la amanecida vuelve Tu nombre en reliquia de Alegría Para mostrar en los altares A la madre de Dios Y a todas en una Señora Que en mi corazón palpita Mi reina de Santiago Señora y Virgen bendita Madre de Jesús y nuestra Consuelo del afligido Pañuelo de tantos llantos Eres tesoro escondió Para llenarte de luna La noche del Martes Santo Cuando el azahar no aguanta Y revienta perfumando de fragancias Tus pasos por las callejas La brisa corre a esconderse Por no borrar tu belleza Y el paso de tus costaleros Hace que tiemble la tierra Tu eres rosa de entra las rosas Lucero de la mañana Eres la Madre de Dios Y Dolores a ti te llaman. 17 18 PREGÓN de la SEMANA SANTA 19 Íntima Dedicatoria A mi Esposa María Gracia, que recibo su amor a diario y es el mayor apoyo en mis decisiones. A mi Hija Mara, que me llena de alegría y es la razón de mis desvelos. Y a la que esperamos poder enseñarle la senda de Amor a Dios. A mis padres, Juan y Rosario, que me dieron la vida, e infundieron todo mi amor a Cristo y a María Virgen y Madre, con los mejores valores. A mis hermanos, Juan Antonio, Pilar y Tomás que tuvimos la suerte de vivir bajo la unión y amor de un hogar profundamente Cristiano. A mi Junta de Gobierno que más que compañeros son amigos que se llevan por siempre en el corazón. A mis hermanos del Silencio, que me honraron al darme la satisfacción de ser su Hermano Mayor. A toda mi familia y muy especialmente a mi Tío José Enrique, que gracias a él, “el Silencio” reavivó mi semilla cofrade. “Si os mantenéis en mi palabra, seréis discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8, 31-42) 20 A esta es... A ti, Jesús, que amorosamente abrazas el símbolo de tu sacrificio. A ti, Cristo, que entre foscas tinieblas hallaste la muerte en la cruz por amor. A ti, Señor, que, en el duelo más infausto de ella, fuiste dulcemente descolgado en tu Sagrado Descendimiento. A ti, Dios, que por siempre moras en el Augusto Sacramento del Altar, te pido que me otorgues la gracia de iniciar este pregón en nombre de tu Madre Bendita. La Fe, esa ´luz´ que me proporcionas a modo de presente diario para iluminar mi vida, me dice que estarás satisfecho porque Tú fuiste el mejor de los hijos. Por ello, sé que me otorgas tu Soberana Venia, Señor. Fuente que emanas aguas generosas y puras, saciando la sed de amor de todas las criaturas. Manantial cristalino que rebosas amor suspendido en la cumbre más alta del Señor. Raudal infinito de sublime semblante en cuyo pulcro terso se refleja la radiante hermosura de todo el universo. Verde Huerto cerrado, vergel de granados y frutos deliciosos, en cuyas castas flores se deleita el Esposo. Inviolado jardín donde Dios se recrea, pradera de azucenas donde el amor sestea. Valle Inmaculado que fertiliza con su rocío el cielo. Cedro nupcial del Líbano. Granado del Carmelo. Prado en cuya pureza cristalina Dios quiso conservar la inocencia feliz del paraíso. Sé hoy, una vez más en mi vida, mi luz, mi esperanza y mi guía, Madre de Jesucristo, que también eres la mía... 21 Con vuestra venia - Reverendo Señor Arcipreste. - Ilustrísimo Señor Alcalde de esta Muy Noble Ciudad de Écija. - Señor Presidente, Junta Superior del Consejo General de Hermandades y Cofradías. - Dignísimas Autoridades Civiles y Militares. - Queridos Hermanos Mayores y Juntas de Señores Oficiales de las distintas Hermandades, Cofradías, Archicofradías y Agrupación Parroquial. - Apreciado Manuel que me presentas. - Señoras y Señores hermanos en la FE de Dios Nuestro Señor y María Santísima. 22 Portico Tras el emocionado eco de estos compases cofradieros que conmueven y remueven los fondos sentimentales, fiel a su cita, como cada año, tiene lugar la celebración del pregón de la Semana Santa de nuestra Noble, Constante, Fidelísima y, aunque no esté contemplado en la denominación titular oficial, Mariana Ciudad de Écija. Este año, el designio del Consejo General de Hermandades y Cofradías de nuestra bellísima ciudad, me pone ante vosotros. Y quiero que mis primeras palabras sean para procurar que las amplias dimensiones de estimación, correspondientes, en justicia, a mis antecesores en esta honrosa y comprometida labor, se reduzcan, a fin de acomodarse a las condiciones de mi humilde persona. El gran honor que se me ha dispensado con el encargo de pronunciar las palabras de apertura al ciclo solemne de nuestra Semana Santa, y los generosos conceptos que mi gran amigo, ejemplar cristiano y cofrade Manuel Fernández Romero ha dirigido en su entrañable y cariñosa presentación, pueden inducir a una interpretación aumentativa que me urge rebajar. Te agradezco, amigo Manuel, tus sentidas y bonitas palabras, porque sé que salen desde lo más profundo de tu enorme corazón. Asimismo, quiero expresar mi profunda y sincera gratitud a Don Francisco Fuentes Ávila así como a la Junta Superior que él mismo preside, que propuso al pleno del Consejo de Hermandades y Cofradías mi persona para tan altísima responsabilidad, rodeándola, además, de alta estima. Creedme si os digo que mi pensamiento me hizo flaquear y casi desestimar este importante y responsable cometido. Pero, una vez más, la fe y el amor que profeso a nuestra ciudad así como a su Semana Santa, me hizo dar el paso de estar hoy ante éste atril. Quisiera agradecer también a la tertulia Cofrade “El Hermano Martillo” sus atenciones y su maravilloso presente, que ha servido para 23 abrazar las hojas de este pregón y también, con todas sus fuerzas, a este pregonero. A mis compañeros de Junta de Oficiales y hermanos del Silencio gracias, muchas gracias. Sois el estímulo de este que tiene el honor y privilegio de representaros. Y, en definitiva, gracias a todos los que, acompañándome en estos momentos, honrándome con vuestra presencia, me hacéis sentir pleno de felicidad. No sé si os habréis dado cuenta de que con este gesto me habéis convertido en el primer penitente de nuestra semana mayor. Si bien, es cierto que afronto este importante encargo con la mayor de las ilusiones, respeto y responsabilidad; tomando el testigo de mis antecesores y ofreciéndote, a ti Écija, el modesto caudal de mis pensamientos y afectos. Caudal que atraviesa la vida de este pregonero como el de tu río Genil, que acaricia suavemente el costado de tu singular geografía y que brota con la abundancia de tu más bendita tradición, de tu rica historia y de tu elegante e incomparable riqueza artística. Sin más títulos que el de fiel cristiano, ecijano y cofrade, me presento ante todos ustedes, revestido bajo una fortaleza de oraciones, para ser la voz de la Écija cofradiera, con ansias de proselitismo y con el afán de sumar costaleros del espíritu que nos ayuden a caminar por la encrestada pendiente del mundo de hoy. En esta mañana pasional y con tintes morados, me propongo hablaros de ese binomio extraordinario que integran nuestra ciudad y sus cofradías, recíprocamente enlazadas, mutuamente compenetradas con la unión del espíritu religioso y la levadura de un genuino sentir de la Iglesia. Nuestra Semana Mayor y la monumental e histórica Écija, que, desde su fundación en el siglo octavo antes de Cristo, ya presagiaba su prosperidad e importancia. La floreciente Colonia Augusta Firma Astigi, uno de los cuatro conventos jurídicos de la provincia romana de la Bética, una de las ciudades más importantes de Hispania. Sede episcopal, capital de provincia en el Emirato y Califato de Córdoba, y enclave de realengo 24 desde la Baja Edad Media. La que fuera bautizada por los árabes como Madinat al-qutn, vestigio que el paso de los tiempos no ha podido borrar. La Écija barroca, que nos legó multitud de edificios singulares, palacios, casas señoriales y joyas como el magnífico Convento de la Muy Pura y Limpia Concepción, que conocemos como el de los Descalzos. La Écija en la que pregonó la doctrina el Apóstol de los gentiles, Saulo de Tarso; en la que desfilaron grandes mensajeros o pregoneros de la nueva luz como San Crispín, San Fulgencio, Santa Florentina, San Stéfano, San Vicente Ferrer y San Juan de Ávila; de grandes pensadores y oradores como Martín de Roa, Sancha Carrillo y otros tantos y tantos más que, por no extenderme demasiado, no enumeraré. La Écija del siglo actual, la que encandila a todo aquel que se deja llevar por la magia de sus bellos rincones, monumentos, Iglesias, conventos, torres, espadañas y, cómo no, por su Semana Santa; canon de belleza y riqueza que supieron plasmar los que derramaron su mejor arte y oficio en importadas maderas, ricos tejidos y nobles metales. Mezcla de magnificencia que erosiona en una explosión de catequesis viva y ejemplar sobre la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que deja atónitos a todos los que, con sentimiento y respeto, cada año la contemplan. ¿Qué más te puedo decir Écija?. ¿Qué es lo que escondes para lograr que quién no te ha visto te desee, y, al que tuvo la dicha de conocerte, dejes cautivo entre tus brazos?. ¿Lo has logrado con tu hermosa luz del sol, o con tu sonrisa de plata que baña tu esplendor?. ¿Lo has logrado con el encanto de tus calles abiertas, claras y rientes, o con el embrujo de tus callejas estrechas y balcones florecientes?. ¿Lo has logrado con la gracia de tus casas plenas de silencio y reposo, o con tus inmaculados templos que dan consuelo al sinuoso?. ¿Lo has logrado con las fuentes de tus patios en primavera, o con tu monumentalidad altanera?. ¿Qué mas te puedo decir Écija que no te hayan dicho ya?. ¿No es suficiente? No te falta mucho más. Misterio divino de luz y sombras, 25 Relicario de sabiduría, creadora de una ferviente feligresía, deleite de los sentidos, Arca de la alianza de púrpuras atardeceres, alcázar de marfil cuando recibe el beso de la luna. ¿Y qué te digo yo? Más lo hermosa que eres y en tu heráldica lo tienes, ¡Écija, Ciudad del Sol, como tú no hay una! 26 Todo gracias a "Ella" El pilar de tu fama en filigranas de piedra y mármol está en tu acendrado espíritu religioso, el cual engendras desde tus entrañas y fortaleces cuando te aferras a la defensa del dogma Inmaculado de la Concepción hasta su Gloriosa Asunción en cuerpo y alma a los cielos. Fe impoluta que florece con los vientos del amor y de la piedad al calor de la religiosidad más profunda, convirtiendo a esta noble ciudad de Écija en fortaleza de sabiduría e inteligencia, en el himno triunfal de la fe, esperanza y caridad. Muy lejano a nuestros días parece aquel momento en el que, entre celestes claridades, los ojos de la Virgen Santísima se encontraron inmersos en la profundidad infinita de la mirada de Dios y expresaron la felicidad de ser la escogida para llevar en su seno la devoción a Cristo. Desde entonces, Écija la mima en la dulce expectación de su maternidad divina y en todos sus confines se invoca, se venera y proclama a los cuatro vientos que, si Cristo ha venido a nosotros por María, a Cristo hay que llegar por María. In gremio matris sedit sapientia patris. En el seno de la Madre reside la sabiduría del Padre. ¿Y qué no tuvieras bajo tu palio estrellado la presencia de la Madre de Dios con esta bella advocación?, Inmaculada Concepción de María. Escucha la plegaria que al pie de tu altar alza hasta los cielos la pobre humanidad. ¡Oh, Virgen, la más preclara de todas las Vírgenes! No seas cruel para mí y haz que contigo llore y mi corazón no marchite en tribulaciones. Deja que al mundo entero pregone, con grata melodía, un rosario de favores. 27 ¡Oh, Virgen, la más preclara de todas las Vírgenes! Haz que contigo florezca un olivar de verdores, que su Amor resplandezca y nunca jamás aminore. ¡Oh, Virgen, la más preclara de todas las Vírgenes! Que tu hermoso talle es sublime flor entre hojarascas de jirones. ¡Oh, Virgen, la más preclara de todas las Vírgenes! Que tu tristeza perezca dulce candor de azucena, porque eres la criatura que en el corazón perdura con solo decir tu nombre ¡Inmaculada Concepción de María! De María Santísima Virgen y Madre parte todo, sin ELLA no se puede presentar a Cristo, ni a su Iglesia, cabeza y cuerpo místico del Redentor y Salvador. Destacan dos hechos dogmáticos únicos en su maternidad: su asociación providencial e integral a la persona y a la obra subsiguiente del Redentor; y su responsabilidad consciente, eficaz, voluntaria, meritoria y corredentora en la realización y aplicación del misterio de Cristo, y de la Iglesia. Y Écija, además de proclamar la magnitud y grandeza de su Concepción, la consuela como el frescor del Rocío que sacia la mañana en este Valle de lágrimas alivia las penas de sus Dolores, y mitiga su Angustia, tristeza y Amargura acompañándola en su Soledad. Y es tal su Piedad, Misericordia y Caridad, que siempre nos ofrece la Fe, el auxilio y la Esperanza sobre el mal. Y Écija, una vez más sabedora de sus consuelos, percibe y comparte la sublime Alegría en el presagio de la resurrección de su hijo, nuestro salvador. 28 La Cruz Señor Redentor Nuestro, que cada primavera emprendes bajo el firmamento ecijano el Vía Crucis Doloroso de la Pasión, tomas tu cruz y admites nuestros pecados, ¡qué conmovedor es contemplarte! Es tan fecundo tu dolor y sufrimiento, que lo hacemos nuestro. Y, tomando también nuestra cruz, te acompañamos hasta el gólgota de tus sufrimientos anhelando padecer contigo y morir por ti, estar presentes allí y ser testigos de la redención del mundo con tu muerte en la cruz. Supremacía intrínseca es la importancia de la cruz, que nos hace presente el sufrimiento de Jesús, aunque gobernantes se afanen en retirarlas de escuelas, organismos oficiales y lugares públicos... Y yo me pregunto, ¿qué daño es el que puede causar?... ¿Acaso piensan que apartándola de nuestra vista será olvidada?... "Bienaventurados los pobres en espíritu", los que reconocen que son pecadores y buscan el perdón de Dios. Y quizás desconocen que, pese a no tener su presencia física, será recordada por siempre cada vez que profesemos nuestra fe en la devoción del Rosario del Vía-Crucis. De forma permanente, como ejemplo vivífico de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor. Cruz, que es planta de todos los climas, que se hace presente en todas las patrias. Tu Cruz, Jesús, que lo mismo se encuentra en soberbios palacios de ricos y nobles, que en las humildes chozas de los pobres. Cruces son las calumnias, las persecuciones, las miserias, la ira, la soberbia, la avaricia, la lujuria, la gula, la envida, la pereza, las enfermedades y las humillaciones. Cruz es la pérdida inesperada de un ser querido. Pero también es cruz, por la responsabilidad que conlleva, la del prioste, que no se ve porque ciega su vista esa oda de luces que es el “paso”. La de la camarera y el vestidor, que cada año tienen que ofrecer a todos los cofrades su Virgen más bonita que nunca. Cruz es la que toma el capataz cuando, antes de salir del templo, da el golpe seco con el llamador y dice por primera vez ¡a ésta es! O la que labra el costalero con su trabajo mientras se oculta pudorosamente bajo un pobre costal. 29 No hay en la tierra ni grado, ni dignidad, ni poder, ni condición que pueda librarse de su carga. Y, al igual que los hombres se distinguen por su calidad, también se distinguen de la misma forma las cruces. Cruces de penitencia y sacrificio, de abnegación y de sentimientos. La misma que hace florecer nuestra Semana Santa, nuestros sentimientos, logrando traspasar lo real y tangible para formar parte de lo eterno. Como si Jesús nos hubiera concedido el inefable regalo de tenerlo presente vivo con su Majestad, y permitiéndonos construir los tres tabernáculos para ofrecerse por milagros de la fe en obras misericordiosas. Cruz de mis lamentos, tú sofocas mis pesares, y nunca olviden mis pensamientos que abres el cofre de mis felicidades. Cruz del buen consejo, que sacias mis tormentos y corriges mis debilidades; que das consuelo a mis tristezas y paciencia a mis defectos, perdonando injurias y falsedades. Cruz de mis lamentos, quiero recorrer la tierra y predicar tus verdades, plantarte en terrenos desiertos y aferrar tus deidades. Mas una sola misión no me bastase. Cruz suprema, ¡que tu amor al abrazarte yo probase! 30 Nostalgias y Alegrias Así lo hice y a muy temprana edad me abracé con amor a tu cruz, Jesús, y a ella sigo y seguiré abrazado hasta la eternidad, siendo mi vástago y mi guía. Dios nuestro creador quiso que naciera y creciera al amparo de dos conventos y Sagrarios ecijanos, el de las Madres Marroquíes y el de los Carmelitas Descalzos, junto al barrio de Santa Cruz, al calor de mis Hermandades y Cofradías del Silencio y San Juan, y al amor de mis padres terrenales. A mi padre le debo aquellas hermosas tardes de Miércoles Santo en las que sembrábamos de lirios y claveles el “paso” del Nazareno de San Juan. Cada flor que plantábamos, Señor, era un querer, una oración, un deseo que me hacías cumplir derramando tu soberano poder. Y, por supuesto, a mi padre le debo también, al igual que a mi madre, aquellos hermosos rituales previos a la estación de penitencia que reforzaban la alianza con Jesús Sacramentado renovada en los Oficios de la tarde previa. Padre y madre, quiero deciros que tanto mis hermanos, Juan Antonio, Pilar y Tomás, como yo mismo, os estaremos siempre agradecidos por lo mucho que nos habéis dado desde pequeños y, también, como no, por la forma en la que nos enseñasteis a vivir la Semana Santa. Y es que nos inculcaron que no debíamos presenciar la Semana Santa como meros espectadores de un sufrimiento, sino preparados para sufrir; o no para ver llorar, sino para llorar. Pero, por encima de esa participación leal en la pena del ser querido, nos infundieron que es necesario aliviar el dolor y el llanto de la Madre de Dios inundándola de las mejores joyas y de esas flores que las lágrimas hacen brotar en el valle de la vida. Nos hicieron ver que teníamos que arrancar la pesadumbre del madero de los hombros de Jesús y clavar sus astillas en nuestra propia cruz, en las cruces de los pobres de espíritu, de los mansos, de los que lloran, de los que tienen hambre y sed de justicia, de 31 los misericordiosos, de los limpios de corazón, de los que buscan la paz; en la cruz, en definitiva, de todos aquellos que sufren, ya que, por sufrir, serán bienaventurados y de ellos será el reino de los cielos. Y estos mismos valores, como preciado bien que se recibe de generación en generación, son los que intentamos transmitir mi mujer María Gracia, que, como dijo el poeta, “no sé si existe o es que la estoy soñando cada día” y que vive en cada página de este pregón, a la que ha sido el mejor regalo de mi vida nacida del fruto de nuestro amor, nuestra hija Mara. Unos valores que cada uno de nosotros, cada ecijano, atesora de igual forma e intenta transmitir a su manera exponiendo su contextura y su intimidad impar. Cada cual tiene su trashumante inquietud de apetencias, su pregón, busca su lugar, un recóndito rincón que le permita alcanzar las sensaciones y olores que le trasladen a su propia Semana Mayor. De hecho, este que os habla también tiene sus vivencias. Y hoy, desde el hondón más profundo de mi corazón, en voz alta os vengo a revelar. 32 El Inicio Para ello te invito a soñar Écija junto a mí y verás que llega tu luz. La gloria del Señor amanece sobre ti, hoy domingo, día para descansar en Dios; el centro y la raíz de la vida de todo cristiano. El día para adorar, suplicar, dar gracias, invocar del Señor el perdón de las culpas cometidas, para pedirle gracias de luz y de fuerza espiritual. El día que nos adherimos íntimamente con Cristo Jesús, transmitiéndonos su gracia a través de su presencia real y divina por el misterio de la transubstanciación. El encuentro con Cristo, que supone el encuentro pleno de dos que se aman, porque sólo Dios conoce los corazones de los hombres. Ya se presiente la hora. Brilla el filo del momento, en que las puertas rendidas de par en par abran nuestros sentimientos, que costaleros sobre sus hombros mitiguen tus penas cautivo y prisionero. Que tu caminar de cordero y negaciones de lamentos claven rejones de espinas, como espesa yedra en el mar de nuestro duelo. Que tu sangre derramada, a golpe de tarantos y tientos, inunde de salud nuestro pecho con blancos aromas confaloneros y morados lirios de silencio. Avanzas, Jesús, vacilante, en barco de espuma y luceros, bebiéndote el cáliz de pena para salvar a tu pueblo. 33 Y el pueblo, Cristo de la Expiración, al verte enmudece y tiembla como junco tierno, abriendo en pétalos su corazón alfombrando tu paso yerto. Déjame hoy a mí, Señor, ser tu cirineo, exaltar la cruz, descenderte del madero y ser tu humilde pregonero; ceder mi voz a tu voz, prestar mi aliento a tu aliento. Deja que con mis lágrimas de seda teja un paño hecho, Jesús Nazareno, "pa" aliviar tu sufrimiento. 34 Domingo de Ramos, Santa Maria es un Clamor Sigue soñando Écija junto a mí y verás que llega tu luz. La gloria del Señor amanece sobre ti hoy, Domingo de Pasión, cuando solo restan siete días para que el de palmas y ramos abra el arcón de las sensaciones y comencemos, a través del suave tacto del terciopelo, de la madera y el cristal, a percibir el aroma de la cera y el incienso. Queda muy poco para presentir un tiempo que se adentra por las puertas de los sentidos y que la prepara para la total transfiguración en el mes de la luna de Nisán. Y entonces será cuando Écija se haga Getsemaní y las puertas de la ciudad se transformen en las puertas de las ovejas, del agua de los Esenios, en puerta del valle, y la coqueta plaza de Santa María se convierta en Vía Sacra para recibir entre flores de naranjos la Sagrada Entrada de Jesús. El gentío proclamará la grandeza del Señor con ramos de olivos y palmas en la mañana azul de un domingo dorado y fastuoso, recamado de hosannas y aleluyas, donde todo comienza a hacerse luminoso y moldeado a golpes de fulgor sobre el áureo yunque de la nueva primavera. Mecidos por la brisa llegarán a nosotros los primeros acordes de cornetas y redobles de tambores, que se mezclarán con un incesante repique de campanas que anunciarán a la Écija aún adormecida que Jesús ya está aquí, en nuestras calles. No despertad ahora de este maravilloso sueño, ecijanos, y demos todos la bienvenida al unísono al Rey de Reyes… ¡Bendito el que viene como rey en nombre del Señor! Y montado en su borriquillo, ante el júbilo de ver a tantos ecijanos a su alrededor, podréis oírlo exclamar sin cesar “dejad que los niños se acerquen a mi”. Y, como fieles discípulos llenos de alegría y gozo, una algarabía de niños serán quienes lo acompañen en su discurrir por la Jerusalén astigitana. Con una alegre y sacra escenificación iniciarán en el más amplio sentido de la palabra, su andadura cofradiera, sendas filas de pequeños nazarenos. Sus inocentes cuerpos revestidos con el minúsculo e impoluto hábito nazareno, y sobre sus pequeños hombros almidonadas 35 e inmaculadas capas blancas que se tenderán sobre el camino para alfombrar el paso del Señor. Sus angelicales cuellos rodeados por un cordón trinitario del que cuelga una medalla tan limpia y brillante como esos pequeños corazones, mientras que en sus tiernas manitas portarán filigranas de doradas palmas que miran al cielo y removerán una agradable brisa con su alegre ajetreo. Notarán como un centenar de mariposas revolotearán en sus minúsculos estómagos… ¡Qué ilusión! ¡Quién fuera niño para volver así a sentir de nuevo esa placentera sensación! No hay ni habrá nube o sol, ni frío, ni calor, capaz de restar importancia a ese sueño de niño de ser nazareno. Nazareno de la Semana Santa de Écija y, por si fuera poco, de la cofradía que sirve de cruz de guía a todas las demás, esa Cruz de Guía procesional en su mas alta escenificación: brazos abiertos al cansancio de nuestro humano peregrinar, y brazos que señalan constantemente el horizonte sin límite de la eterna salvación. A la vieja Astigi Jesús llegaba Domingo en la Jerusalén transfigurada, y por Mesías todos le aclamaban entre ramos y palmas rizadas. Violetas y Jazmines alfombran para su entrada las calles así es como aquí se recibe, a nuestro amoroso Padre. Por tu soberana gracia dulce pastor de las almas concédenos la victoria y llévanos entre palmas ¡a gozar la eterna gloria! 36 Tarde de Domingo de Ramos Y la misma puerta que sirvió para recibir a Jesús triunfante, nos situará ahora al otro lado del torrente Cedrón, concretamente en el huerto donde se encontraba Jesús junto a sus discípulos. Es el momento en el que Judas, el traidor, entró acompañado con soldados del batallón. Jesús, aunque sabía lo que iba a ocurrir, quedó inmóvil y con el semblante sereno. Mejor no pudo Cayetano González representar esta escena que con la hermosa e impresionante talla de Nuestro Padre Jesús Cautivo. Tras la refriega con algunos discípulo, la amonestación de que “el que a hierro mata, a hierro morirá” y las tres identificaciones entre los discípulos, Cristo sale maniatado por orden del mismo Tetrarca que mandó matar al Bautista. Y esas benditas manos que poseen la potestad y el imperio, que sanaron enfermos, que multiplicaron el pan y los peces, que dieron vista a los ciegos, que dominaron la tempestad del mar, y que resucitaron a Lázaro ahora, sin embargo, por divina contradicción, son maniatadas. En su camino ante Anás, Cristo, ayudado por su paciencia infinita, camina firme, obediente, en silencio y dejando un embriagador aroma de amor mientras dibuja con su divina imagen una bella estampa al contraluz el astro rey cuando éste apura sus últimas lágrimas doradas. La espigada torre de Santa María mostrará su cara más triste, derramando por sus aristas lágrimas de desconsuelo a la par que el incesante cantar de gorriones y vencejos, contagiados aún por la alegría mañanera, amaine hasta cesar por completo. El pueblo, que horas atrás era un clamor, también enmudecerá al verte pasar y, clavando sus fervientes miradas en tus ojos, querrán acercarse a ti para deslazar el áspero grillete que te encadena y enjugar los regueros de sangre que resbalan por tu divino rostro en 37 una demostración de amor infinito que así será y que así ha de ser por siempre. Y tú, Señor, llevarás hasta sus corazones afligidos el ejemplo de tu inmenso abatimiento, de tu doliente humanidad. Es tan penetrante tu mirada y nos haces tan cautivos de ella, que, cuando empiezas a moverte en el aire limpio de esta ciudad, parecerá que ni una sola flor vibra, ni tan siquiera se percibirá movimiento en las rectas llamas de los cirios que te alumbran. Subirás solo, elevado a los cielos por los propios ángeles, ésos que sudan amor resbalando por la frente de su fe con su arte, con un caminar tranquilo y sereno. Y de frente, siempre de frente, te harán andar con esa divina gracia que le otorgas de saber, solo ellos, cómo anda el Señor. El sentir de tu mirada cautiva nuestras almas y se rinden a tus plantas en la Fe eterna y clara. ¡Que se quede preso el aire en las calles ecijanas cuando pasa Jesucristo y tanto amor derrama! En sus manos el poder aunque las lleve encadenadas, por su ingente querer a estos hijos que tanto ama, y cuando al sudar sangre brotaba mi corazón henchido de dolor triste y abatido lloraba. Reflejándose en Jesús se halla el inmenso dolor de una Madre de misericordia que no comprende que a tanto pueda llegar el odio de los hombres, que llora siete mares de lágrimas y que nos acaricia el alma con su presencia. Sólo una mujer es capaz de llorar como lo hace Nuestra Madre y Señora de las Lágrimas, de ser valiente como solo puede serlo una madre. Por eso, en el llanto de la Virgen de las Lágrimas vemos el 38 manantial de cristalinas aguas con que las madres de todos los tiempos empaparon el suelo de la tierra; porque las madres frágiles tienen, sin embargo, la fuerza arrolladora de sus lágrimas con las que esculpen vigorosas la figura de su hijo. Llorando acongojadas con sus penas, llorando felices con sus gozos, llorando como ahora mismo estarán llorando tantas y tantas madres a las que bajo cualquier cielo, sus hijos perdieron. ¡Como tú, Virgen de las Lágrimas, solo lloran las madres de la tierra! Y como aurora en la noche, se nos acercará sobre una nube de incienso tan bella como la más bella de las mujeres, con la sublime hermosura en sus gestos callados de resignación, de sacrificio, de aceptación confiada en la voluntad de Dios. Precisamente, a Dios Padre dirige su mirada, a través de la cual, en íntima conversación, revelará la tristeza de su desgarrador dolor a la vez que las Hermanitas de la Cruz le susurran una entonada oración para consolarla de su pena absorta. Y lo harán evocando sobre nosotros a aquella dulce Santa Ángela de la Cruz y a la Beata Madre María de la Purísima, cuyos espíritus acrisolados en el sacrificio y en la práctica de la caridad se expanden por medio de sus abnegadas hijas y seguidoras, a las que vemos hinojos musitar en su inapreciable paz. Y la virginal presencia de Nuestra Madre y Señora de las Lágrimas nos envolverá en ricos aromas, confundiendo deliciosamente todos los sentidos. La vista nos encandilará por los hermosos colores que ofrecen la tenue luz de los cirios y la esplendorosa gloria del “paso” bañando con relumbres de oro los encalados muros de las fachadas bajo la noche estrellada. Entonces el oído captará apaciguados sones musicales que nos trasportarán a otra época en el tiempo, y el olfato percibirá el agradable e inigualable perfume a jardín recién regado que, junto a salomónicas columnas de incienso, embriagarán como un enorme manto de glorioso aroma todo el aire. Así, la vista, el sonido y el olfato se asociarán por vías misteriosas para despertar en los sentimientos hondas evocaciones. 39 Mirad como es de hermosa la flor aquella que hasta la solitaria luna no dudó mirarse en ella pues no hay mas celestial blancura cuando le arropan las estrellas. Que el torrente de tu llanto quiebra en delicadas perlas del albor mas blanco embriagando los aromas de desconsuelo y lamento. Y es tan dulce y suave que refresca y humaniza tus mejillas celestiales. y entre la plata de tu paso y el techo de tus varales reluce la rosa más hermosa de todos los rosales con cinco gotas de rocío, que son ¡tus lágrimas virginales! 40 Lunes Santo en el barrio del puente Y, como no podría ser de otra manera, en el barrio donde reina la Caridad es donde tenías que vivir, Señor. Un barrio que, cada Lunes Santo, abre de par en par sus puertas para recibir a todos los vecinos de la ciudad. Allí estarás Tú, crucificado por nuestras culpas en el puente del Genil, en la Iglesia de Santa Ana, catedral del buen hacer que la Hermandad de la Yedra ha logrado forjar para enseñorear más aún su barrio y fortalecer, con su importante labor pastoral, los lazos del amor, fe, esperanza y caridad. Orgulloso barrio que pasa el testigo de la fe al Señor de padres a hijos, la que ofrece al resto de la Ciudad un aliento de aire fresco entrando al corazón de la Ciudad por la calle Emilio Castelar, que Dios no solo permite sino que quiere, que aquellas sublimes palabras de perdón y amor, que su divino Hijo pronuncia desde la Cruz, se repitan cada año, pero no en Jerusalén, no el monte calvario donde el sol oscurece y el rayo desgarra el firmamento, sino en esta santa Tierra de María Santísima, en Écija, donde hasta el aire es de color, porque tiene cielo turquesa y suelo de esmeralda y por eso con sentido teológico ese río de verdes nazarenos y costaleros del barrio del puente pasean a su Cristo de la Yedra por todas nuestras calles, para que repita al mundo aquellas sublimes palabras, modelo tierno de la piedad cristiana, pronunciadas en la tempestuosa tarde del Calvario: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”. Despacito con Él costaleros que lleváis al rey del puente Crucificado en el madero Despacito con Él costaleros que ni el oro del canasto ni el fulgor de las tulipas brillan como su rostro bendito cuando entre su gente camina. 41 Despacito con Él costaleros aunque la tarde se haga noche, y de estrellas se colme el cielo. ¡Que es el Rey de Reyes y hay que mostrarlo a su pueblo! Y si nos ofrece con todo su corazón al hijo de Dios, también hace lo propio con su enorme Caridad, materializada en una radiante hermosura que la providencia quiso regalar a nuestra ciudad bajo la gracia que es ese resultado de acertada conjunción de proporción y exactitud, perfección y equilibrio, al servicio de lo bello, de la elegancia y del señorío. Su rostro muestra dolor a través de una mirada afable y amorosa expresada bajo un trozo de cielo ejecutado con la justa medida de lo necesario, con la exacta de luminarias y flores enmarcado en un mezclado prodigio de lo clásico y lo barroco, con armónica profusión de orfebrería y renovado bordado, y que, en conjunto, forma ese madrigal amoroso que todos soñamos. Tú, Caridad, que abanderas bajo tu perfecto nombre el secreto callado y más vivo que nunca de todas las Hermandades en tiempos del languidecer de la riqueza. Eres pilar fundamental y virtud teologal de todo cristiano; diamante y esmeralda que debemos pulir en nuestros corazones. El Geníl torna sus aguas en celestial melodía pa aliviar la pena amarga que en Ti Caridad, florecía. Las palmeras mueven la brisa con esencia de azahar, Jazmines y Yerbaluisa El sol Tu palio teje y en filigranas sus rayos riza porque sale hoy del puente Su Caridad, Caridad bendita. 42 Martes Santo En el atrio de la Iglesia de Santiago el Mayor por tres veces se negará al Hijo de Dios. Martes Santo, la ciudad amanecerá con el amargo sentido de culpabilidad por ser testigos directos de ver negado por Pedro, al Nazareno de la Misericordia, por tercera vez. Es tal el ambiente de religiosidad que se respirará cuando el Nazareno se encuentre un año mas con su pueblo. Que el hombre y la mujer sencilla de este pueblo creyente, ya vencido un primer momento de respeto humano, al verlo, levantará sus ojos, y su mirada se encontrará frente por frente con la de Jesús Misericordioso: con sus labios entreabiertos y con sus poderosas manos cautivas. Entonces Cristo será cuando pregunte al pueblo: ¿tampoco ésta vez cumpliste la ofrenda que, hace un año y en éste mismo lugar, me hicisteis? Y el pueblo, agitado en su conciencia por el peso del remordimiento y el germen de la rebeldía , dirá a Cristo: Señor, si estoy desnudo. Y Cristo le responderá: ¿desnudo? ¿no lo estoy yo también?. Y poco a poco se alejará a paso elegante y zancada señorial la escultórica escena de la bella plaza de Santiago. ¡Qué grandeza acabas de proclamar, Señor! Es tan admirable tu misericordia, que la impresionante magnitud de tu “paso” queda absorta. En la humildad de tu mirada se refleja el brillo de tu corazón y bendices todas las gracias, colmándonos de paz y amor. Misericordia claman tus labios cuando Pedro afirma su última negación, rompiendo el amargo llanto en triste y humana desolación. Que el mundo siga tu ejemplo de entrega, misericordia y resignación, ofreciéndole a tu pueblo la más tierna salvación. 43 La exactitud y el equilibrio de las facciones del Santísimo Cristo de la Expiración provocarán que, traspasando la realidad, nos trasladará a aquel estremecedor y agonizante momento en el que el hijo del León de Judá -como lo proclamaba el Apocalipsis de San Juan- está a punto de sucumbir pero se resiste aún a la entrega final. En un último esfuerzo intenta remontar la propia muerte, un último hálito extenuado, una última voluntad aferrada al honor y a la dignidad más grandes que esa misma muerte. Nuestro león moribundo, Señor y dador de la vida abrirá su tórax hinchado, y con su barbilla decididamente gobernada hacia el cielo, mirará a las estrellas y conquistará la Gloria Eterna. Y cuando se haga presente bajo la arcada de ojiva del patio de Santiago la impresionante imagen nacida de las manos del insigne Pedro Roldán, se ocultará el sol, todo quedará en tinieblas, y la cortina del templo se rasgará por la mitad. Y Cristo, sobre el sobrio paso clavado en el madero, en púrpura calvario, en voz alta exclamará, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. El cortejo avanzará sigiloso, el Redentor se acercará a una Écija que lo contemplará y le implorará mil favores y perdones en forma de oraciones. Y una rosa de lívido en su garganta pronunciará las siete palabras, testamento terrible de la catolicidad. E Impregnará la noche de su agonía mortal. ¡Qué lección magistral nos dará, aún en trance de expirar y de ofrecerse al Eterno Padre como victima propiciatoria! Pidamos todos por esa agonía divina que, al exhalar su último suspiro, presagiará su muerte redentora. En las calles Ecijanas A Cristo un hálito le falta y su expiración divina, torna en humana. Fijaos como se nubla su mirada no le queda aire en su pecho y tampoco hay luz en su cara. Ya va dando el último suspiro las estrellas le acompañan 44 en la eterna agonía de un respiro que quiebra con fiereza las almas. ¡Ay! ¡Cuánta pena queda en el semblante cuando muere lejos de su Barrio el Cristo de los Estudiantes! Un gentío que vive ambos relatos de la pasión y que al verlos sabe llegar a tan exquisito grado de sensibilidad, jamás podrá caer en el pecado de la incredulidad. Seguirán asolando los cimientos del mundo vientos contrarios de la impiedad y del ateísmo, pero esta ciudad continuará viendo en la Reina de los Cielos, la Santísima Virgen de los Dolores, a una Madre que sufre y que ama. Y el pueblo podrá caer porque es débil, porque nadie posee el don de la impecabilidad, pero sabrá levantarse a tiempo para redimirse. Y si aún queda alguien con adormecida fe, podéis llevarlo a la angosta calle Zayas para que pueda observar cómo los brazos del Cristo de la Expiración estrecharán sobre su pecho dolorido las oraciones que nacen de los corazones. Podéis decirle que acuda presto al primoroso arco de la calle Fernández Pintado, donde serán embelesados con ese momento único en el que la Virgen de los Dolores, al elevar sus ojos al cielo, en un gesto de maternal despedida, musite en sus hermosos labios una oración sin tiempo y sin medida. Invitadle también a ese relicario de belleza incomparable que es la Iglesia de Santiago el Mayor, prodigio de estética y de fe, cuando el dolor más grande de la mismísima Madre de Dios estalle en una sonrisa infinita por la victoria de su amor. Y, cuando al fin haya abierto sus ojos a la luz como el ciego de Jericó, trémulo de emoción se postrará ante ti, Santísima Virgen de los Dolores, y al cielo clamará su voz, ¡Señor, en ti creo yo! La aterciopelada noche se borda de estrellas, y por gloria la luna se pone “pa” iluminar la cara más bella. 45 De azucenas se cubre el suelo De blancas rosas y alelíes, porque camina la reina del cielo entre una corte de querubines. Atiende de tu pueblo la oración que sus errores redimes y pide tu divina intercesión que de siete pecados nos libres Dios te salve, madre de misericordia Dios te salve, madre de amores, Écija impaciente espera el día ¡poder consolar tus siete dolores! 46 Miercoles Santo en el Altozano de San Gil Llegará la tarde de Miércoles Santo y Jesús estará en el punto más alto de la ciudad. Pilatos, tras presentarlo a la muchedumbre y ésta optar por liberar a Barrabás, ordena con voz firme a los soldados conducir al Hijo de Dios al pretorio. Una vez allí, cubren su espalda herida, con una clámide de color púrpura y colocan sin piedad sobre su cabeza una corona trenzada con espinas. Mientras le escupen, le golpean la cabeza con una caña y le hacen reverencias en actitud jocosa, gritándole al unísono ¡viva el Rey de los Judíos! El barrio del altozano de San Gil se estremecerá al contemplar la desgarradora y dolorosa imagen de Cristo coronado con burlescas espinas que rasgan la carne y el alma con fiereza. Las golondrinas abandonarán sus nidos ubicados en los patios, balcones, sobrados y aleros de casas, en un intento desesperado por arrancar esas afinadas púas que comenzarán a clavarse en la majestad del dolor del Santísimo Cristo de la Coronación de Espinas. A golpe de llamador, el sentimiento contenido de la muchedumbre estallará de júbilo levantando una marejada de aplausos emocionados un barco dorado y grandioso que navegará entre la multitud a la voz de su capataz, de las cornetas y de los redobles de tambores. Aire y la luz para una imagen que ha permanecido cobijada durante el año en su templo. Es camino y no quietud, es amplitud en lugar de clausura, la liturgia recogida en las naves franquea las puertas de la iglesia. En definitiva, es la Religión que refuerza los vínculos con los hombres y discurre con su fluir espiritual por el cauce del itinerario cofradiero. De escarnio te coronaron abriéndote crueles heridas y al sentirlo nuestro corazón, en mil pedazos se partía. 47 Con burlas y reverencias en mofa te decían: “Si tú fueras “ese” Dios, seguro te salvarías”. Y lloró el Hijo del hombre, Y con El los ángeles de la brisa, y gemía la saeta entre balcones y esquinas, y lloraron los naranjos azahares de agonía. Y al encajar en tus sienes las espinas del ardor, entera lloró Écija al ver, coronado a mi Señor. Las Cofradías enseñan en la vida íntima de la Hermandad con los ciclos de formación, con la predicación de sus cultos y con las protestaciones de fe en sus funciones principales de instituto, cuya eficacia para la firmeza de la ortodoxia ecijana sólo conoceremos cuando subamos al cielo. No obstante, el Santísimo Cristo de la Salud enseñará a la ciudad entera a través de la elocuencia impresionante de su venerada imagen, que habla en silencio con una expresividad más eficaz que los más grandes sermones. Si bien, no debemos olvidar que tenemos que descubrir junto con los dolores del Cristo histórico, que representan las maravillosas imágenes de nuestras cofradías, los dolores del Cristo místico, que están detrás y que son todos y cada uno de los hombres. No podemos, por tanto, mirar y evocar al Cristo de la Salud, sin acordarnos y volcarnos con el Cristo místico. Así, cada vez que miremos al Santísimo Cristo de la Salud, que sufre y muere en la Cruz, debemos acordarnos de los hombres y mujeres que sufren. Y, cada vez que veamos a estos hombres y estas mujeres que sufren, tenemos que recordarlo a Él. Por eso el Señor de la Salud no vive en un museo para ser admirado como mera obra de arte, sino que está en su capilla y saldrá al encuentro de su pueblo para recibir las plegarias, la oración, los 48 lamentos y el amor de todos los que siguen sufriendo la pasión de Cristo. De esta forma, en la oscuridad de la noche, su impresionante y milagrosa Imagen producirá el pasmo, la adoración y la fe que le ofrecen todos sus ecijanos, llegados desde los puntos más lejanos de la geografía para acompañarlo. El Señor de la Salud permanece en los corazones de todo el que le reza y no renuncia a los que sufren, o a los que sienten tristeza. El Señor de la Salud nunca jamás se aleja su palabra es verdadera, que en su rostro hay un mensaje de ternura y fortaleza. Que el Señor de la Salud, Nunca se alejará, que aquí se queda, y tiene en la iglesia de San Gil su paraíso sin fronteras. Esa verdad de que la Virgen es nuestra Madre Espiritual la sentiremos y viviremos todos en la Pasión de Cristo cuando veamos aparecer a la Virgen de los Dolores en el momento del Calvario, en la Cruz. Sobriedad en sus magistrales andares, sublime belleza en su renovado cielo y maternidad sobrenatural, que se inicia por su consentimiento en la Encarnación y que culmina, por su compasión, junto al Santísimo Cristo de la Salud en el Gólgota. Y sólo ésta Ciudad sabe como consolarla en sus siete dolores virginales, consolándole el inmenso dolor del alma, acompañándola en su huída, mostrándole su tierno amor ante la pérdida de su hijo, ante la soledad de su triste y desgarrador llanto al encontrarse con su mirada, y ante la magnitud de su excelso sufrimiento al descenderlo del madero y enterrar su cuerpo inerte. 49 Por ello pedimos para que La Santísima Virgen de los Dolores, nos otorgue la corona de la vida el día de nuestra Asunción a los cielos. Y que con su benevolencia nos conceda a todos la inmarcesible corona de nuestra Fe y de nuestra justificación Solo de un virginal tallo puede nacer una rosa de plata, y tu bendita mano convertirse en su morada. Hasta la luna se rinde a tus pies cuando el dolor lo traspasa una daga y fecunda una senda de fe que del altozano a Écija baja. Bendita sea tu pureza y así por siempre lo seas pues es tal tu grandeza que al mismo Dios nos entregas. 50 Jueves Santo de la Victoria a Santa Cruz Casi sin darnos cuenta, traspasaremos el ecuador de nuestra Semana Santa y se acercará el final de la pasión de nuestro Señor Jesucristo. Yo imagino, ecijanos, la impresión inmensa que tuvo que sentir aquel ciego Bartimeo del que nos habla el Evangelio que, a las palabras del Maestro y a impulsos de su propia fe, abrió sus ojos a la luz por primera vez para ser el testigo de los últimos momentos y episodios de la vida del Señor. Realmente no sé qué suerte de encontradas sensaciones pudo sentir Bartimeo en aquellas experiencias visuales desde la entrada triunfal y gloriosa en Jerusalén hasta la cruenta e ignominiosa muerte en la Cruz del maestro que había infundido la luz a sus ojos. Pero, llegados a este punto de la pasión, la evocación de este pasaje evangélico me suscita pensar cómo viviría aquellos momentos el humilde ciego de Jericó. A la caída de la tarde, la Hermandad de Confalón presentará a esta ciudad la escena de Jesús Azotado para que comprobemos hasta dónde puede llegar la ceguera humana. Una violencia que, hoy en nuestros días, siguen sufriendo el niño, la mujer y el débil. Las espinas que coronan la frente de Jesús, que con ahínco se esforzaba el día de antes un pobre hombre en ahondar, nos enseñará la degradación a la que está expuesto todo ser humano y nos recordará las Cinco Llagas que Cristo padeció en su cuerpo. Está muy extendida la opinión de que Jesús sufrió dos flagelaciones. La primera, cuando, según San Juan, Pilatos mandó azotarle para comprobar si, tanto sus acusadores como el pueblo que clamaba su muerte, se apiadaban de Él. La segunda, cuando, vencida la resistencia de Pilatos, éste lo entrega a la cohorte para ser crucificado. Pues bien, el excelente misterio confalonero podría representar la primera de ellas cuando aparezca en su barrio de la Victoria en medio de la multitud y lentamente avance, quebrándose a su paso cualquier sonrisa y murmullo en los espejos de una canastilla que el arte del barroco hizo única. Sobre la que aparecerá Jesús abatido, sin fuerzas, atado a la columna, con su espalda cruelmente desgarrada y de la que 51 brota una sangre redentora que salpicará los temblorosos guardabrisas que le iluminan y, llorando, se fundirán en lágrimas de cera. Afligido Señor tu cuerpo, en rojiza columna flagelado, que sumisa grandeza has expresado ante el agravio tan vil y humillado. Cansado tú, cordero dolorido de afrentas y dolores pasados, tu piedad en compasión se ha tornado a pesar de lo que has padecido. De esta cruel tortura nos ha quedado amarga culpabilidad y triste llanto falta de la desidia atroz y del pecado. Y Écija al verte arrodillada quiere, llorar ante ti, mi Dios adorado y en su espalda sentir el dolor por cuanto te dejó olvidado. Tras esta escena de dolor y entrega vendrá la del Santísimo Cristo de Confalón crucificado sobre labrada cruz. Señor de la fe que nos dejó la esperanza de un mundo mejor y un mandato: que nos amáramos los unos a los otros. El que en otra ocasión dijo, “nadie ama más a sus amigos, que aquel que da su vida por ellos”. Hablando de amigos, no quiero dejar pasar esta ocasión en la que te estoy rezando con fervor, Santísimo Cristo de Confalón, para pedirte por todos aquellos que nos dejaron y disfrutan de tu visión directa en el reino de los cielos. Y, muy especialmente, por aquel hijo tuyo, hermano nuestro, que tantos años te acompañó; un gran cofrade, pregonero, un hombre bueno al que llamaste a tu lado cuando más le necesitabas y que, a buen seguro, impregnará cada día los confines de tu Santa Gloria de interminables y hermosas tertulias celestiales taurinas y cofrades. A ti, Santísimo Cristo de Confalón, te sigo suplicando para que todos los que componemos esta única Hermandad de tu pueblo, podamos comprender el sentido de tus palabras. 52 ¡Tú no pides tanto, Señor! Pero, aún en lo poco que nos pides, no sabemos como dártelo. Tal vez porque confundimos algunos conceptos; quizás, entre otros muchos, podemos confundir caridad, que es amor, con limosna. Porque cuando se da sin entregar con ello parte de nuestro corazón es limosna, que degrada al que la da y que ofende al que la recibe. Caridad es dar sin pedir nada a cambio, y la caridad de las Hermandades reviste en la simplicidad de las cosas que salen del corazón, como interesarse por el hermano que sufre por un problema en silencio, ofrecerse a aquel que se siente incomprendido para tratar de comprenderlo. Y caridad, en mayúsculas, es poner en práctica el Padre Nuestro. Y en el dolor de tu Imagen, Santísimo Cristo de Confalón, se refleja caridad y humildad. De hecho, Cristo de los hortelanos, hay quien opina cuando sales en la dorada tarde del Jueves Santo que tu muerte es demasiado dulce. Como hay quién se pregunta el porqué tus remuas te mecen tan suavemente si ya estás muerto... ¿Será, Señor, que aún no estás verdaderamente muerto? o ¿Será, Señor, que un cuerpo nunca puede morir si todo entero fue caridad y amor? Ya sueño la llegada del Cristo más moreno sobre su bella Cruz labrada. Se percibe ya el sonido ¡del que nos quiere y nos ama! pues tristes lloran sus cirios afiladas lágrimas talladas. Ya caminan con pies descalzos bajo el Cristo que nos honra y blancas remuas lo portan, sobre excelsas andas doradas. Ya de estrellas y luceros se colma el cielo bendito y las calles son la gloria al salir de la victoria ¡el más bonito de “to” los Cristos! 53 A María Virgen y Madre se la quiere y se la invoca en muchas advocaciones, letanías de un rosario de amor inacabable donde reflejamos indigencias y sueños. Écija la llama de una manera distinta cuando se siente abandonada, agotada, angustiada o cuando se le enferma el espíritu. Pero cuando esta ciudad la quiere inmensamente porque se alegra de su bondad, la colman los ojos de su belleza, encuentra en Ella su armonía perdida y es la Gracia renacida entre nosotros, le pone un nombre que le sea bálsamo en el dolor encajado entre su fe y su amor: Esperanza. Y mucho antes de que nuestros ojos te contemplen, ya te sentirá nuestro corazón, se palpará en el ambiente tu llegada respirándose en el aire tu perfume, pues todo huele a ti, que irrumpes en la noche con la fuerza de un arroyo limpio que, generoso, brota de la misma tierra. Tú eres la esperanza a la que suplicamos confiados aquellos que no nos atrevemos a pedirle a tu Hijo. Observa cómo te necesitamos, navegantes perdidos que te buscamos en la tempestad, y no olvides a quién te decimos, faro erguido y animoso de blancura virginal. Vuelven a nosotros tus ojos inmensos de amor, que tus lágrimas anuncian cielo; un cielo con Cristo y contigo, ésa es nuestra Esperanza. Siento latir su corazón su perspicaz mirada y unas manos delicadas que me ofrecen protección. Siento al su tristeza percibir un dolor que me desgarra como marinero al partir cuando suelta amarras. Y al perderme en la inmensidad la luz de su faro esmeralda me guía en la tempestad, duro oleaje que la vida aguarda. La siento hoy en mi y por eso os quiero decir; que la he visto brillar, 54 que es brújula en la mar, que es aurora boreal, un barco que presuroso avanza, Ella es principio y fin ¡y por nombre lleva Esperanza! Écija, además de representar el Jueves Santo en sus calles la pasión con la Imagen de Cristo y el Dolor con la de María Santísima, añade a su titulo el de Sacramental y hace que sus rincones y plazas se conviertan en Sagrarios. Tras los oficios, una legión de hombres y mujeres acudirán a rezar ante los Sagrarios de las Hermanas de la Cruz, de las Teresas, Santa Florentina, Santa Inés y Marroquíes; al de la Mayor de Santa Cruz, de Santiago, de Santa María o del Carmen. Es una manera de buscar a la concurrencia callejera del Jueves Santo, un contrapunto de fervor más íntimo donde saciar nuestra sed, orar y hablar en silencio y sumo recogimiento con Dios nuestro Señor. El cual descenderá a pocos metros del suelo y con su presencia real en la Hostia consagrada, levantará un grandioso monumento que elevará al máximo las bóvedas de los templos. In Coena Domini para Écija. La liturgia se vestirá de blanco para conmemorar la instauración de la Eucaristía y todo transcurrirá de manera especial, distinta a los demás días de nuestra Semana Mayor. Y es que de forma misteriosa se vivirá el amor de Cristo, que tanto nos amó y que quiso quedarse con nosotros como el aliento de agua viva que nos sacia plenamente. ¡Que humildad!, en el fruto consagrado nuestro Dios, el espíritu inmortal, en silencioso amor dominado. Olvidó su dolor, nuestro pecado, nos ofrece su reino celestial, y le dejamos solo y abandonado. Os decía antes que acudimos a Él para saciar nuestra sed porque hay sed, sed infinita y sin fronteras de Cristo entre nosotros. Y esa sed que Él quiere apagar con las aguas de su poder redentor, sólo se calmará en el manantial que brota de su costado y que fue abierto a punta de 55 lanza por un incrédulo. De ahí emanará el agua que nos purifica en el bautismo, y la sangre que nos vivifica en la Eucaristía. La puerta de Santa Cruz estará llena de hombres y mujeres que clavarán sus miradas en los labios de Jesús y esperarán impacientes, al filo mismo de sus vidas, como Dimas esperó ansioso, las palabras más felices que jamás pudo oír hombre alguno: “en verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”. Y el Señor de la Sangre encontrará su propio paraíso en el barrio de San Agustín, porque allí, como nos dice el propio Santo, Dios se hace hombre para hacernos a los hombres dioses. Será el reencuentro anual de Cristo con sus hijos de piel morena en las gitanas calles Saltos, Zamoranos y Caleros. Allí, en ese trocito de gloria donde sus hijos le rezan cantando con el quejido de una saeta. Allí, donde al nombre de Manué toda rodilla se dobla, donde la blancura y claridad de los muros de sus casas convierte a la Cofradía en una luz casi épica. Allí, donde cesa el dolor de la lanzada, hace el patriarca su entrada en trono de oro y calvario grana. Y, entonces, se tornarán reales las siguientes palabras: “si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su Sangre, no tendréis vida en nosotros” y, así, “Dios vivirá en vosotros”. Al compás de una saeta reza el Jueves Santo y el aire se hace gitano por martinetes y tarantos. Aquel que te hizo daño al traspasar tu costado no sabía que de amor un manantial había brotado. Que la sangre derramada en el Gólgota ecijano, tiñe un calvario en grana por la calle zamoranos. 56 Y es un sendero a la gloria que trazan tus pies y manos, abrid paso al redentor ¡Que es el rey de los gitanos! Cuando la Virgen de los Dolores se despida de su barrio, llorará y sonreirá a la vez porque habrá visto a su gente, a la de siempre, con sus alegrías y sus penas, con sus pecados y sus virtudes. Y, aunque llora la muerte de su hijo, su llanto será símbolo también de la alegría en el dolor; porque ese dolor, como el de toda madre, es fruto y principio de vida nueva. ¡Causa de nuestra alegría, la llama la Letanía Lauretana! Y de infinita alegría nos contagiará cuando, entre un cúmulo de flores y cirios, vestida con las mejores galas y acunada al compás de unos pies que acarician el suelo para que la arrulle el son dorado y plateado de unas bambalinas, pase nuestra Madre los Dolores, de las tres la más gitana, en ese trono de luz, color, amor y gracia que es su paso de palio. De Santa Cruz Dolores ecijana Cándida Flor de galantería, Madre de Dios soberana protectora de la gitanería. Y rinden a tus plantas divinas compases de bulerías con esencia de clavellinas al rezarte con fervor “to” los días. Son sus versos de seguidillas que los convierten en saetas, y florecen como gitanillas desde balcones con macetas. Y la Virgen de los Dolores Madre No les llora, les sonríe, ahogando sus penas en el kirie bajo el crisol de la sangre. 57 58 La mas Santa de las Madrugadas Y la Écija convertida en Jerusalén se transfigurará en la noche de misterios y amor del Jueves y la Madrugada del Viernes Santo. Jesús empieza a padecer ese hastío en Getsemaní, ese tedio de la vida más agudo que la propia flagelación; el sometimiento de la voluntad del padre domeñando la repugnancia de su propia voluntad. A las doce en punto, un silencio sepulcral no enfático o ensordecido, sino todo él misericordia, abrirá la Madrugada ecijana. Se oirá caer el aire en los ojos y el frío en las manos. Y un mar de luces se abrirá paso en la sombra de la gélida noche. La plata se rendirá a Dios en la Cruz, la cual abraza con amor y nos la muestra de frente en un piadoso gesto de plena aceptación al designio de su martirio. Con paso largo y chicotá medida, el Nazareno pedirá la venía al Padre. Después dirigirá su tierna mirada a su Bendita Madre y, en silencio, siempre en silencio, una breve despedida musitará quedando una humana desolación. “Cruz Fidelis, Fiel”, canta el Pange Lingua. Este momento es excepcionalmente propicio para una profunda reflexión. El ambiente de silencio y recogimiento, escoltado por los interminables muros de la Parroquia, es insuperable. Sin espectadores, fuera del murmullo de la calle, envueltos y confinados por el hábito nazareno, cada uno de los presentes se acoge a su personal santuario donde esplende en reflejos el Dios adorado y se concentra para ahondar en sí mismo. En el órgano duermen los sonidos, las naves de la Parroquia permanecerán en penumbra, todo quedará envuelto en una espesa neblina de incienso y, en lo más alto, la Santísima Virgen del Valle continuará, casi invisible, en su clausura. El resuello se adentrará buscando rincones en lo hondo y el corazón se quejará ante el bellísimo rostro de Jesús Nazareno Abrazado a la 59 Cruz, que lleva sobre sí el dolor de nuestros pecados, padeciéndolos, sufriéndolos y mostrándonos la amargura del sacrificio. No obstante, al mismo tiempo nos revela en su dulce expresión la labor redentora que nos dice que, tras ese infinito dolor, está la Gloria, el gozo de la Resurrección y la redención del hombre. Al verte, Señor, la voz del pueblo se apagará y la respiración menguará. Y en ese preciso momento en el que mi hermano Enrique, tu capataz, mande el paso abajo para que sus espigadas azucenas no acaricien el cielo, todo será impresionante y tendrá algo de ancestral. La hondura del silencio saturado de misticismo que penetre en el corazón llevará al pensamiento, antes seducido por la intensidad de la vida, a meditaciones sobre la muerte o la eternidad. En la calle sólo se apreciará el pisar corto y melodioso de alpargatas costaleras que parecerán emular el sonido acompasado del corazón. Los rostros de los que se acerquen con devoción expresarán la emoción de ver a Jesús Nazareno con los pies descalzos, heridos. Todo desembocará en una terrible desolación porque Él está ahí por culpa de nuestros pecados, caminando en busca del suplicio de la muerte, acompañado tan sólo por los acordes funerarios que lloran la Pasión dolorida del Redentor y la infortunada Amargura de una Madre Virgen. Aquí me tienes Señor rezándote en voz alta a Ti que eres mi dador y contigo nada me falta. Aquí me tienes Señor recibiendo tu tierno abrazo como si fuera la Cruz de plata que reconfortas en tu regazo. Aquí me tienes Señor postrado ante tu dulce y amorosa expresión y hecha jirones mi alma por aquella infame traición. 60 Aquí me tienes Señor para aliviar tu pesada carga y ofrecerte todo mi amor con estas torpes palabras. Aquí me tienes Señor aguardando el juicio final y por siempre quedar a tu lado ¡Vistiendo el hábito celestial de color negro y morado! La oscuridad de la noche se tornará en alba adelantada cuando el bosque luminoso de la resplandeciente candelería del paso de palio de la Virgen aniñada bañe, con relumbres de oro, los muros de las fachadas. Amargura, tu singular belleza, que posee la blancura de la azucena en la tierna expresión de tu rostro dulce como la miel, hace que irradies allá por donde pasas tu amor y que infundas en el alma una comunicación espiritual que provoca las virtudes mas puras y cristalinas de nuestra fe. A ti, asunta, corredentora y mediadora universal, que nadie te llame Noemí, que te llamen Mara porque el Todopoderoso te ha llenado de Amargura. Déjanos aliviar tus penas, tejerte un pañuelo de oro fino para secar tus delicadas mejillas cuajadas de amargas lágrimas, besar tus inmaculadas manos, embriagarte con la dulce melodía de las flores y balancearnos como angelitos juguetones en las caídas de catedralicios borlones. Tú, bálsamo consolador, que has llorado siete mares de lágrimas amargas, esperamos confiados nos libres por tu divina intercesión de las siete cadenas del pecado. Y aunque sea sólo para este único momento y para ti, Madre mía de la Amargura, con el beneplácito de mi hermano José Antonio, tu capataz, deseo hacer sonar hoy de nuevo Tu llamador para que, a golpe seco de corazón y al son de estas palabras, seas consolada mientras subes a los cielos con el amor de tus valientes costaleros. 61 ¡No llores más Madre Mía! que treinta y Cinco almas costaleras suspiran en sus desvelos bajo idéntico peso en primavera surcando los mares del cielo. ¡No llores más Madre Mía! que por ti la vida entera bajo su blanco costal dieran si algún día Tú, así lo quisieras ¡No llores más Madre Mía! que la daga de amargura queda por siempre prisionera en cada vuelta con dulzura de moradas fajas costaleras. ¡No llores más Madre Mía! Que al crujir las trabajaderas cuando el llamador suena, es himno triunfal sin esperas y al reino de los cielos ¡tus costaleros con el corazón te elevan! Cuando la luna de la Parasceve inunde aún de color de plata la penumbra de las calles, dos filas de nazarenos de negro ruán bañarán de riguroso luto la coqueta plaza de San Juan. Y la emoción abrumará a los presentes al contemplar la figura vencida del Redentor sacando fuerzas de su agotamiento, coronado de espinas, con la pesada cruz a cuestas en soberana zancada, solo, sin ayuda de nadie y con una agónica mirada al frente. Ecijanos, fijaos bien en el divino Nazareno, en su expresión, en sus ojos y en su boca entreabierta. Si lo hacéis con la misma devoción de este que os habla, podréis oírle musitar, ¿no veis el peso que soporto?... ¡ayudadme! Y, si finalmente lográis escucharlo, no dudéis en sumar vuestras fuerzas a la de esos angelitos que sustentan el extremo de la Cruz y con ellos en Simón de Cirene. 62 A todos aquellos que nunca hayáis experimentado callejear con la Cofradía de San Juan desde el principio de su estación de penitencia, os invito a hacerlo. Es convertirte en un nazareno más, ver matices y colores que solo se pueden ver este día y en este momento. Esa suntuosidad de tonalidades en el cielo, aromas en el sentido y sensaciones que recorren el cuerpo, mezclado con el monumental entorno de las calles, hacen indescriptible e inquebrantable este mágico momento. La tosca oscuridad de la noche dará paso a los primeros rayos de sol del Viernes Santo, que iluminarán la senda de las calles para que no tropiecen las agotadas zancadas de Jesús Nazareno. Y un año más, la imagen del Nazareno recorrerá las arterias y plazas de Écija, acariciará con sus pies esta bendita tierra y resolverá con arte y amor, por la gracia de Dios, el milagro de incorporar a la ciudad transfigurada la Pasión por los siglos de los siglos. Madrugá… sublime madruga Ecijana abriendo los sentidos de par en par el Nazareno que con la cruz carga. Arrepentido te quiero confesar los pecados que me embargan en flor de lirio transformar oraciones hecha plegarias. No me dejes marchitar ni que enmudezca mi garganta para decirte todo mi ser lo que siento con palabras. Seguirte desde el amanecer y por Santa Cruz al alba que Écija es Jerusalén ¡y entera se rinde a tus plantas! Y en primavera, solo en primavera, puede abrirse, como se abre una flor, la hermosura del rostro de María Santísima de las Misericordias. Y lo hará al alba, para que pueda salir por las calles de nuestra mariana ciudad, bajo un primoroso palio tejido de brisas, encajes de estrellas 63 y por gloria la luna, a proclamar la certeza del amparo que nos tiene prometido a los que, confiados, siempre recurrimos a Ella. Bajo el mismo palio y sobre el soberbio paso en íntimo, consolador e insonoro diálogo se encuentran María Virgen y Madre y Juan el Evangelista; aquel joven imberbe y fiel discípulo que sintió el magno regalo del amor de Cristo. Aún hay quien dice que esta cofradía es completa sólo por el peso del arte en el valor de su cortejo. Pero es necesario recordar también, para que no todo parezca externo, que remata su perfección con la llama de amor inquebrantable que arde en los ojos de la Virgen y que proclama, entre tanto dolor, que el Nazareno es luz para los humanos. Y cuando ese palio se vaya alejando y no podamos consolarnos por ello ni aún contemplando la cascada espléndida del bordado de su manto, el aura de sus cirios o la armoniosa melodía de sus candelabros de cola, nos quedaremos estremecidos al sentir que la Virgen, al mirarnos, nos ha revelado su entera Misericordia. De regreso viene rezando ya se colma de dulzura cuando lo oscuro se hace luz, y todo se torna en ternura. Y las Hermanas de la Cruz brotan de su clausura en la mañana de contraluz y el cosmos de hermosura. Ya apaciguan su llanto con celestial armonía de dulces y afinados cantos entonados a Ti, Madre Mía. Y alteran tu semblante, en agradable sonrisa ¡porque son fieles navegantes en tu mar de misericordia infinita! 64 Tristeza en Viernes Santo Tarde del Viernes Santo en Écija. Ya todo estará cumplido. Una sensación inexplicable se sentirá. El alma se entristecerá y el corazón se parará cuando las puertas de Santa Bárbara se abran de par en par para mostrarnos el blanco e inmaculado silencio de Jesús Sin Soga. Expresión dulce, sosegada, amorosa de un Nazareno que reafirma su entrega por todos los hombres. Écija entiende perfectamente en su imaginería, con nuestros Cristos, Nazarenos y nuestras bellísimas dolorosas, la pasión de nuestro Señor Jesucristo, pero tiene especialmente nuestra Ciudad, la maravillosa talla del nazareno de Jesús Sin Soga, obra más divina que humana, como modelo clásico de perfección y canon. Ese manso cordero con sencilla túnica morada al aire, que por haberlo entregado todo, entrega hasta la humilde soga que poseía por cíngulo, y carga en silencio con su pesada cruz por su amor a nosotros, dejándonos a su paso un remanso de paz. Paz y Amor están en esa Cruz, donde nuestro Señor muere perdonando. Esa paz y ese amor solo pueden salir del corazón, cuando éste, por la caridad y el sacrificio, haya lapidado el instinto del odio, del egoísmo, de la ambición y sepa darse todo entero, porque supo hacer suya aquella doctrina, de la que dio testimonio desde una cruz, otro Corazón, abierto a la magnificencia del perdón, haciendo realidad las palabras que desde una montaña derramaron, como rocío de vida nueva, sobre la Humanidad oprimida, las Bienaventuranzas del Amor. Y siguiendo su ejemplo, ese mismo amor y paz mostrarán los penitentes en la tarde del Viernes Santo. Tomando su cruz en el más absoluto de los silencios. Con Humildad, pobreza, sencillez y huyendo de elementos mundanos, ostensibles de riquezas, aunque enormemente rico en valores espirituales. Señor, quiero ser tu cireneo, virar el Pecado en sacrificio; enjuagar mi apasionada fe con mi deseo, y cargar sobre mis hombros tu suplicio. 65 Señor, yo quiero ser el velo, para secar tu faz sangrante, dolorida, y tornar tu sufrimiento por mi vida; limpiar mi ardiente fe, mi eterno vuelo. ¡Permíteme, Señor, en tu calvario, posar en mis brazos tu desconsuelo, hilar con penitencia tu sudario! ¡Permíteme, Señor, como a María, llorar sobre tu pecho mis sufrimientos, y salvar de humana culpa el alma mía! Y tras el bendito arado de la Cruz del Nazareno Jesús Sin Soga pasará abriendo y sembrando los surcos donde, de nuevo, volverán a germinar unas flores que solo pueden surgir por obra del cielo, una Celestial Señora que tiene la advocación de una virtud sustentada sobre el firme pilar del amor, la Santísima Virgen de la Fe. ¡Cuánto significado encierra tu nombre, Madre Mía! Porque fe y amor sorprendieron a María en la calle de la amargura. Porque amor y fe fueron las que contemplaron su rostro resplandeciente por la luz de la esperanza. Porque esa fe y ese amor la vieron arrasarse en el torrente de su llanto, Valle de Lágrimas de nuestros consuelos; y ese amor y esa fe la miraron, al regreso de la gran tragedia, muda y sin llorar, sin fuerzas. Y es que la fe es una consecuencia del amor. Se tiene fe, se tiene confianza y esos afectos tienen como base al amor. Y, si Nuestro Señor Jesucristo supo morir como Hombre para resucitar como Dios, fue, precisamente, por ese divino amor que consumía a su deífico corazón. No sé qué siento cuando pasas Que hasta el mismo trance se detiene ¿será lo que tu linda fragancia me sugiere? ¿o serán tus blancas manos entrelazadas? 66 No sé lo que me ocurre cuando pasas que encauzas mis sentimientos, en la Fé sublime y azulada al derramarse por tu manto un manantial de cristalinas cascadas. En silencio queda el llanto al ocaso de la tarde enlutada, cuando Écija refleja su blanco con penitentes de filas ordenadas. ¿Qué será lo que siento cuando pasas? que mi espíritu se colma de gracias, que mis manos quedan abiertas y mis rodillas en tierra clavadas ¿qué será lo que me pasa? que el alma de FE, me dejas colmada. A la caída de la tarde, en el altozano de la Merced, recordaremos aquellas palabras de Jesús a Nicodemo: “lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre para que, el que crea en Él, tenga vida eterna”. Y así fue exaltado Jesús en la Cruz, como referendo y aseveración ante su pueblo de una donación sin medida al Padre. Allí, en el barrio mercedario convertido en Gólgota ecijano, se presentará al Verbo Humano cruelmente clavado de pies y manos en el madero. Es el conmovedor relato de varios soldados que, habiéndose repartido las pocas pertenencias de Nuestro Señor Jesucristo y sortearse su humilde túnica, se afanan en elevar una Cruz en la que puede leerse “Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos”. Los dolorosos gemidos del Santísimo Cristo de la Exaltación se clavarán como afilados puñales en los angustiados corazones de los allí presentes. Y, bajo la Cruz, se escucharán las voces más santas del mundo, las de las mujeres que imploran clemencia entre sollozos y la de sus costaleros, que consolarán con sus “vivas” al Rey de Reyes. 67 Pero, cuando la Cruz se hunda en el hoyo de la roca transformado en rojo clavel por la sangre de Cristo derramada, se formará un gran estruendo que desembocará en solemne silencio. Será el momento en el que la Sagrada Cruz se eleve por primera vez en medio de la tierra, y de las llagas de Jesús manen cuatro arroyos sagrados para fertilizar la tierra y hacer de ella el nuevo Paraíso. En Ti Cristo de la Exaltación nace y acaba nuestra vida, porque Tú, Pelícano de Amor glorificado, pasas de lo humano a lo sagrado y en Ti vive el Amor y se anida. Amor de nueva primavera florecida sobre un leño crucificado para olvidarnos del pecado, y nos dejas el alma renacida. Amor en la Merced, Amor en la desazón, Amor que sacia la sed, Amor en la incertidumbre, Amor de tu inmenso corazón, Amor a la muchedumbre, Amor en lo más profundo, dulce Amor para el hombre ¡Exaltado para el mundo! Muy cerca de Jesús, su Madre y el discípulo amado, San Juan. En la noche del Viernes Santo, Écija será testigo de cómo se transmite la maternidad espiritual de María, que recibe toda la humanidad en el apóstol. Esta ciudad, tras más de cinco siglos, seguirá ofreciendo todo su amor a la Madre de la Piedad. Y para mitigar ese dolor que rompe tu corazón, espléndida Virgen morena, te aclamarán cuando aparezcas por tu barrio en tu celestial paso. Allí serás ensalzada, cual faro reluciente al pasear tras las huellas de tu gracia divina, descubriendo a las almas que eres la Omnipotencia Suplicante de Piedad. Y miles de corazones 68 te rezarán como Madre Clemente y como templo del Espíritu Santo. Te admirarán como Madre Fiel por haber permanecido en el templo desde que fuiste consagrada a Dios por Joaquín y Ana, e impregnarás los efluvios de una Rosa Mística escogida como la más preciosa del jardín de virtudes. En esta mariana tierra quisiste por siempre habitar para que Écija gozara de tu amparo maternal. Cinco siglos nos separan Desde que Tú vinieras a mostrar, sublime grandeza y majestad Y las faltas cometidas bajo tu manto arropar. Rodillas al suelo hay que clavar para librar la angosta puerta que conduce hasta tu altar y un año más el milagro se producirá. Y al mirarte a los ojos cada día mi corazón llora de felicidad. No me dejes solo Virgen mía Y de mí ten piedad. El Convento de los Descalzos, sagrado lugar donde germinó todo hace unos años, abrirá de nuevo sus puertas para mostrar no solo su barroco conjunto singular e incomparable, sino que se hará Cofradía la noche del Viernes Santo para mostrarnos el tesoro más grande que guarda bajo sus remozados muros y valiosas cúpulas. Jesús ha consumado su obra redentora sobre la Santa Cruz. Envueltos en ese halo que envuelve silenciosa la noche, un tremendo escalofrío recorrerá todo nuestro cuerpo ante la sobria escena de la Sagrada Mortaja. Los acompasados pasos de sus costaleros conmoverán nuestros sentimientos, una nube de incienso ceñirá todo el cortejo y, sobre su grandioso canasto, en el calvario del Carmelo, María Santísima de la Piedad llorará desconsoladamente. A su lado, 69 se confundirán los llantos de María de Salomé y María de Cleofás, así como se podrá apreciar el triste gesto que dibuja la faz de los Santos Varones. El sepulcral silencio se romperá, el latir acelerado de cada corazón se disparará y, entonces, de las alturas parecerá descender un coro de ángeles para ayudar a terminar de amortajar, con lienzos perfumados de mirra y aloe, el cuerpo de Cristo. Una madre Ecijana de los descalzos viene, y tan divina como humana a su vástago sostiene. Madre carmelitana de Piedad tu nombre suena a bronce de enlutado tañido celestial en la lóbrega y afligida noche. Lo igual se hace distinto mientras esta ciudad reza a Cristo descendido ¡y de su muerte se queda presa! 70 Enlutado Sabado Santo Tarde del Sábado Santo. La Iglesia del Carmen transformará su azulado e inmenso mar en oscuros y espigados cipreses para custodiar el Santo Sepulcro ecijano. Los últimos rayos del sol acariciarán la cándida fachada del templo y, tras el lúgubre cortejo de enlutados nazarenos, se hará más patente que nunca la Angustia de una madre que dirige la mirada con ternura a su Hijo, ante una Cruz con blanco sudario. El brillo de sus misericordiosos ojos dejará traslucir el dolor sufrido, el cual, en ese mismo momento, llegará a la cumbre en la realidad cruel y sangrienta del calvario. El sentimiento, hasta el momento contenido, desembocará en un doloroso llanto. En el cuerpo inerte de Jesús se hallan los signos de una muerte segura, la cabeza abandonada hacia su lado derecho y el torso doblado con la evidente rigidez. Pero antes de este triste final, Él dictó su último testamento desde la Cruz: “el tesoro de su sangre nos abría ya las puertas de la celestial Sión”. Dios te Salve, Madre de Amor y Consuelo. Dios te Salve, Rostro virginal del Cielo, Angustias de mis desvelos. Que traigo una flor para Tí vengo a ponerla en tu regazo que es una flor de lis y la tengo entre mis brazos. Que pese a estar inerte su tallo Perennes son sus bellos pétalos y aunque esté la cruz sin halo, del mismo fulgor se cubrirá en Mayo. El crepúsculo de la tarde dará paso a la secularísima solemnidad del Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo, ante el que la ciudad entera, representada en la escolta de la policromía seglar, civil y religiosa, rendirá pleitesía. 71 Sobre severa peana dorada y en su inefable, única y maravillosa urna de carey y plata, avanzará la imagen muerta del Señor. En la indecisa luz del ocaso se apreciará el tenue reflejo de sus hermosos faroles descomponiéndose en la cromática del iris y en torno al divino cadáver. Las bocas enmudecerán, es el espíritu tremente de fervor captando la estética del momento. Silencio. Silencio que pasa muerto Cristo. Silencio para llorar. Silencio para rezar con el corazón esa oración que no pronuncian los labios, y que es la más sincera porque tiene su raíz en lo más noble del alma. Silencio para embriagarse de belleza. Y silencio para arrepentirse de las culpas que ocasionaron la sublime tragedia que en el Gólgota culminó. Y para cerrar la pasión y muerte de Nuestro Señor, como si nos faltase un haz de aire para sobrevivir, iremos al encuentro de La Soledad. Final de la vida, principio de la muerte. Y lo haremos con pisada arrastrada al peso del cansancio y como sostenidos por ese hilo suspirante que parece surgir de cada esquina cubierta por la húmeda hiedra de la noche. Marcharemos al encuentro de la Soledad mientras llueven las estrellas expectantes. Y sola ya la noche, la sangre, la mirada, el silencio, la frente, la ilusión. Sola la voz cansada y hueca del capataz, que, después de pasear en triunfo a la Madre de Dios por las calles ecijanas, se encuentra inesperadamente apagada y sola ante su bendita Soledad. Todo solo ante la Soledad. Solo la brisa, el espíritu. Solo el recuerdo y el grito, que, de hacerse saeta, exclamaría por el espacio huérfano de música y sonido en la triste y más enlutada noche penitencial. Resplandece tu rostro en hermosura surcado por las joyas de tu pena que exhalando fragancias de azucena forman mares de plácida dulzura. 72 Dulce tu soledad en la amargura de sentirte vacía estando plena de ese amor infinito que te llena derramándose en ríos de ternura. Fría tu soledad, frío el tormento de tener unos brazos sin abrazo y unos labios vacíos para el beso. Frío llanto pues dice tu sufrimiento que una madre sin hijo en su regazo no siente las mieles de su peso. 73 74 Luminoso Domingo de Resurreccion Cae la noche y nuestro espíritu evocará las últimas luces dolorosas del Sábado Santo con el fuego nuevo, el cirio Pascual, símbolo de la carne de Cristo poniendo fin al sufrimiento. El gozo, con epicentro en la Iglesia Mayor de Santa Cruz, se extenderá por todas los rincones y un resplandor inigualable llenará de alegría el rostro de los ecijanos. La esperanza de la resurrección descenderá sobre nosotros. Y, nada mas verte aparecer victorioso y derramando tu bendición, te pediré, Señor, que tu resurrección venga acompañada de la de Écija para que así se hagan realidad las palabras del Prefacio Pascual: “Cristo, con su muerte, destruyó nuestra muerte y, con su Resurrección, restauró nuestra vida”. La tristeza será entonces alegría, la oscuridad será luz, el temor será confianza y la tentación será perdón. La luna brillará tanto como el sol. Y tú Madre mía de la Alegría, reflejarás a tu Hijo como la luna al sol y nos revelarás al Espíritu Santo para ver más clara su obra, pues, antes que a nadie, vino a ti, y, además de la inmensa alegría que percibimos en tu bellísimo rostro, se alegrarán también con la resurrección cielo y tierra, cantarán los coros de los ángeles y aclamarán las voces de los hombres que ésta es la fiesta Pascual. Resucitó colmado de justicia y amor, Heridas y penas sufrió al cargar nuestro pecado y dolor en la cruz por nuestra salvación. Tras un lamento en la cerrazón, de su consuelo me colmó y con su preciosa sangre, mis pesares lavó sanando de heridas mi lacerado corazón. 75 ¡Colma mi espíritu de vida nueva! deja que junto a ti camine, Señor, por la senda que nos salva y nos muestra tu tierno amor. Alegría de gozo de la Madre de Dios, Alegría en la mañana de Domingo de Resurrección. 76 Y no termina aqui, todo comienza de nuevo Va llegando el final de este pregón y toca despertar de este bonito sueño del que os he querido hacer partícipe. Poco a poco despierto. Todo está en calma. Amanece. El templo está vacío, silente, y un penetrante olor a cera quemada y a flores marchitas se adentra en los pulmones. Al fondo, una pequeña lamparilla que ahora llamea entrecortada por el soplo imperceptible de la brisa, es testigo del divino misterio que, tan solo unas horas antes, había derramado su gracia y bendición por toda la ciudad. Y, si embargo, permanece ahí ahora sin gentío ni bullicio, sin tambores y cornetas… Aparto por un instante mi mirada de ti, y observo la mecha aún casi blanquecina del Cirio Pascual. Muestra inequívoca de que todo está consumado. A las afueras del templo en el que me encuentro, Écija vuelve a su vida normal, y desplomado ya nuestro sueño, dejaremos de identificar sus rincones con la ciudad mágica que habíamos soñado durante todo este pregón. Y, de nuevo, esperaremos ansiosos la llegada de un nuevo ciclo que se estrena en Pentecostés, con la llegada del Espíritu Santo. Momento en el que nuestra Hermandad rociera peregrina por los caminos donde granan las espigas y verdeguean las uvas, cruzando serenas aguas y recorriendo veredas y senderos por donde crecen jacintos y jaras. Un agotador esfuerzo que abre un inmenso caudal de amores para llevarte la oración y la plegaria hecha cante y sufrimiento a ti, Maria, sublime gozo. Porque gracias a ti llegó al mundo la gran alegría que fue tu Hijo, el mismo Cristo. Y aguardaremos un mes de mayo para que nos ofrezcas tu protección y amparo evocando a nuestros días el espíritu salesiano, María Auxiliadora de los cristianos. No sin antes, un puñado de chiquillos, cantera de futuros costaleros, alcen a lo más alto de los cielos sus pequeños pasos con floridas cruces. 77 Y acompañaremos una mañana con aromas de romero a Su Divina Majestad por las calles ecijanas, entre altares celestiales. Y será en Septiembre cuando la Santísima Virgen del Valle Coronada, reina de las imágenes de Nuestra Señora, vinculada a nuestra tierra para siempre, a su espiritualidad, desprenda toda la afectividad posible a través de su mirada y de esa tierna sonrisa en su rostro que no descansa nunca, bendiga a su paso hasta el último rincón de la ciudad más mariana, enjunciando el aire con fina fragancia de nardos, bajo cielo turquesa, con relumbres del sol que se asomarán a su elegante vergel de plata. Y bajo un relicario de belleza sin igual, la Santísima Virgen del Rosario patrona de Capataces y Costaleros, recibirá gozosa un mes de Octubre, entre plegarias y oraciones convirtiéndolas en mil favores a sus devotos hijos. Y como punto y final, este que os habla quiere suplicar y decir, con el último eco de su voz y con el acento agotado de su última palabra, la siguiente plegaría a la Madre de Dios. ¿Pensabas que me olvidaría de Ti? Y soy incapaz de concebir qué sucedería si Écija no tuviera tu hermoso rostro Madre Santísima Virgen del Valle, ni tu sonrisa hecha pena, o sin la dulzura eterna de tu inocente mirada, sin tus ojos, sin tus labios, sin tu belleza extremada, sin las cuentas de tu rosario. Sin que detrás fueras, del que abraza una Cruz enhiesta, sin que pueda contemplarte cuando la luna te refleja, sin que te entone una voz una oración hecha saeta, sin la plaza florecida, 78 que año tras año te sueña, sin tu luminosidad cautiva en Florentina, puerta Cerrá, o por Santa Cruz cuando regresas, sin que te bese la brisa que arrecia por Carreras. sin costaleros que te mezan, sin la madre que da gracias, sin la niña que te reza, sin el padre que te ruega, y sin que el capataz te diga: ¡Venga de frente con Ella! Y es que vives tan presente que Écija perenne te espera y sueña con poder verte otra madrugá eterna. Qué honor Madre mía, Fue acompañarte tan cerca, ir delante de tu paso apreciando el aire que brota de tus bambalinas de seda; y sentir a tus costaleros a los que jamás solos dejas. Que honor Madre Mía al hablar contigo y en Ti hallar la respuesta. Aquí me tienes hoy, Madre, para cumplir mi promesa Y aunque por siempre en tu regazo me tengas, sueño que al llegar el día en el que el alma a la Gloria se entrega, alcanzarla sin angostura y estar siempre junto a Tí ¡Madre mía de la Amargura! He dicho. 79 80 Éste pregón se terminó de escribir ante la Sagrada Imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno Abrazado a la Cruz, En la Ciudad de Écija, el día Nueve de Marzo de Dos Mil Once. Miércoles de Ceniza. …….Abraza tu Cruz y síguele 81 82