Bajar la revista completa en pdf - Instituto Nacional de Antropología
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1852-1002 ISSN 0570-8346 PRESIDENCIA DE LA NACIÓN SECRETARÍA DE CULTURA DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO 21 BUENOS AIRES, ARGENTINA 2006 - 2007 AUTORIDADES PRESIDENTA DE LA NACIÓN Cristina Fernández VICEPRESIDENTE DE LA NACIÓN Julio César Cobos SECRETARIO DE CULTURA José Nun SUBSECRETARIO DE GESTIÓN Pablo Wisznia DIRECTORA NACIONAL DE PATRIMONIO Y MUSEOS María de las Nieves Arias Incolla DIRECTORA DEL INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA Y PENSAMIENTO LATINOAMERICANO Diana Susana Rolandi COMITÉ HONORARIO Dra. Tania Andrade Lima (Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil) Dr. Antonio A Arantes (Universidade Estadual de Campinas, San Pablo, Brasil) Dr. Leopoldo Bartolomé (Universidad Nacional de Misiones, Argentina) Dr. Lewis Binford (Southern Methodist University, Texas, EEUU) Dr. George Marcus (Rice University, Texas, EEUU) COMITÉ EDITORIAL Silvia García, Ana Gabriela Guráieb, Diana Rolandi SECRETARIA EDITORIAL Concepción Sierra EVALUADORES DEL PRESENTE VOLUMEN Alejandro Balazote (CONICET/UBA), Leopoldo Bartolomé (Universidad Nacional de Misiones), Cristina Bayón (Universidad Nacional del Sur), Cristina Bellelli (CONICET/ UBA), Pilar Luna Erreguerena (INAH, México), Pablo Fernández (CONICET/INAPL), Pedro Funari (Unicamp, Brasil), Gastón Gordillo (UBA/CONICET), María Gutiérrez (CONICET/Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires), Cecilia Hidalgo (UBA), Alicia Martín (UBA/INAPL), Lidia Nacuzzi (CONICET/UBA), Axel Nielsen (CONICET/INAPL), Gabriela Novaro (UBA), Ruben George Oliven (Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Brasil), Cecilia Pérez de Micou (CONICET/UBA), Mercedes Podestá (INAPL), Juan Carlos Radovich (CONICET/UBA), Ana Ramos (UBA), Mario Sánchez Proaño (Área Camélidos, Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos de la Nación), Vivian Scheinsohn (CONICET/UBA), Alejandra Siffredi (CONICET). CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas INAPL: Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano UBA: Universidad de Buenos Aires Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano es una publicación del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano de frecuencia bienal. Números atrasados solicitar por canje a inapl@ inapl.gov.ar. Los autores son responsables de las ideas expuestas en sus respectivos trabajos. 1852-1002 ISSN 0570-8346 Diseño de tapa: Concepción Sierra Diseño y armado de interior: Caligrafix Servicios Gráficos Integrales S. H. Av. Pueyrredón 1440, 2° C1118AAR Buenos Aires Telefax: 4821-6263 c.e.: [email protected] Impresión: Talleres Gráficos DEL S. R. L. E. Fernández 271/75 B1868AEE, Piñeyro c.e.: [email protected] Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007 1852-1002 ISSN 0570-8346 PRESENTACIÓN Diana S. Rolandi Con este número de Cuadernos hemos logrado restablecer la periodicidad que nos propusiéramos de publicación bienal; y esperamos que este logro sea permanente. La convocatoria para la presentación de trabajos fue amplia y con una excelente respuesta. Se presentaron cuarenta trabajos, veintitrés de antropología social y diecisiete de arqueología. Una ardua tarea tuvieron los evaluadores a quienes agradecemos su labor así como la del comité honorario y al comité y secretaría editorial, quienes seleccionaron los trabajos que se publican: once de arqueología y nueve de antropología social. Durante estos dos años el Instituto con el apoyo invalorable de su Asociación Amigos ha editado el Boletín Novedades de Antropología, en forma cuatrimestral y de distribución en todo el país; en formato digital Miradas, una selección de los trabajos de las V Jornadas de Jóvenes Investigadores en Ciencias Antropológicas; Entre Pasados y Presentes, trabajos de las VI Jornadas de Jóvenes Investigadores; el libro Tramas en el Monte Catamarqueño. Arte Textil de Belén y Tinogasta, con el apoyo de la UNESCO; Tramas en la Piedra en conjunto con la Sociedad Argentina de Antropología y World Archaeological Congress. Recibimos una importante donación de libros de la Embajada del Perú y hemos continuado con la suscripción de las siguientes revistas extranjeras financiadas por el AINA: Anthropological Theory; American Antiquity; Journal of Archaeological Method & Theory; Social Anthropology; Journal of American Folklore; American Anthropologist; Current Anthropology y Annual Review of Anthropology. Se llevaron a cabo las VII Jornadas de Jóvenes Investigadores en Ciencias Antropológicas con la asistencia de más de trescientas personas y la exposición de ciento cuarenta trabajos científicos. Se realizaron las VII Jornadas de Estudio de la Narrativa Folclórica e ISFNR Interim Conference conjuntamente con la Subsecretaría de Cultura y Comunicación de la provincia de La Pampa. Se presentaron noventa trabajos de folcloristas de nuestro país, América Latina, África, Asia y Europa. Iniciamos un programa de Comunicación Pública del Conocimiento y el Patrimonio Antropológico y Arqueológico. Y en forma paralela se organizó Los Antiguos y Presentes, un programa radial sobre las investigaciones científicas que se realizan en el Instituto. Hasta la fecha se produjeron ciento veinte micros, conformados en torno a ejes temáticos, de una duración entre cinco y siete minutos, son transmitidos y retransmitidos por Radio Nacional y Radio Folclórica, por una red de alrededor de ochocientas emisoras AM y FM, y por emisoras digitales (CLACSO, Señal Gaucha). El Museo Nacional del Hombre realizó siete exposiciones temporarias y su Muestra Permanente fue visitada cada año por alrededor de trece mil personas. Ganó el Concurso de Subsidios de Museos organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación. Durante los años 2006-2007 se llevaron a cabo la XVI y XVII Muestra Nacional de Cine y Video Documental Antropológico, con la participación de realizadores argentinos y de Chile, Nicaragua, Cuba, Ecuador, Brasil, México, Perú, Estados Unidos y España. La videoteca acrecentó sus videos teniendo actualmente un patrimonio de dos mil doscientos cincuenta filmaciones. En este período se llevaron a cabo cincuenta proyectos de investigación, la mayoría de los cuales continúan, en arqueología, antropología social, folklore y lingüística, los cuales produjeron ciento noventa y tres publicaciones y cuyos resultados se expusieron en ciento cuarenta y tres reuniones científicas con la participación de doscientas cuatro ponencias. Para la realización de estos proyectos se recibieron varios subsidios otorgados por UNESCO, CONICET, Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, Agencia Española de Cooperación Internacional, Embajada Real de los Países Bajos, Administración de Parques Nacionales, Wenner Gren Foundation y Faculty Research Progamm del Canadá. El Registro Nacional encargado de cumplir la ley 25.743 realizó un esfuerzo considerable para difundirla y todo lo relacionado con el tráfico ilícito de bienes arqueológicos, a través de la comunicación y la capacitación llevadas a cabo a las distintas fuerzas de seguridad, a las provincias y a las universidades. Se contó con el apoyo de UPCN con quien la Secretaría de Cultura firmó un convenio con el objetivo de capacitar recursos humanos para el cumplimiento efectivo y la concientización en la comunidad en general de la mencionada ley. Lamentamos el fallecimiento de nuestro compañero Rubén Jorge Pérez Bugallo acaecido en febrero de 2007. Licenciado en Ciencias Antropológicas y Profesor Superior de Folclore supo conjugar esta formación en sus líneas de investigación dirigidas fundamentalmente hacia la etnomusicología, iniciándose como investigador en el Instituto Nacional de Musicología de la Secretaría de Cultura de la Nación. En 1983 ingresa como Investigador en el CONICET, con lugar de trabajo en nuestro 5 CUADERNOS 21 Instituto. Llevó a cabo investigaciones en las comunidades chiriguano-chané de Salta y Jujuy, en las comunidades mapuche del Neuquén, en las comunidades mbyá de Misiones, y en la música criolla de Santiago del Estero y de la provincia de Buenos Aires. Fue fundamentalmente un investigador de campo como pocos los hay, recorrió nuestro país, se adentró en sus tradiciones musicales y compartió con sus informantes poesía y música. Muchas de estas melodías las transmitió a través del grupo Antigal que él creó y dirigió interpretándolas a través de sus instrumentos musicales ya que ejecutaba más de treinta instrumentos etnográficos y criollos. Sus interpretaciones, sus charlas y sus narrativas sobre la vida de las distintas comunidades en que trabajó perdurarán en nuestro recuerdo y simplemente podemos decir que acompañará la historia de este Instituto. Finalmente queremos expresar nuestra satisfacción por el ingreso a los equipos de trabajo de este Instituto de nuevos investigadores y becarios del CONICET, de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y de la UBA, así como también por la participación y el entusiasmo que han prestado los casi noventa jóvenes participantes del programa de Entrenamiento Laboral. Como siempre hemos contado con el apoyo invalorable de la Secretaría de Cultura de la Nación. 6 Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007 1852-1002 ISSN 0570-8346 REPRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ORDEN SOCIAL UN ABORDAJE A LOS ESPACIOS NO PROYECTADOS POR LA CORONA ESPAÑOLA EN FLORIDABLANCA (COSTA PATAGÓNICA, SIGLO XVIII) Marcia Bianchi Villelli* RESUMEN La “Nueva Población y Fuerte de Floridablanca” (actual Puerto San Julián, provincia de Santa Cruz, Argentina) fue uno de los enclaves fundados a fines del Siglo XVIII con el fin de reafirmar la presencia española en el Atlántico Sur. Abordamos aquí espacios no proyectados por la Corona española dentro de este modelo de orden social, y discutimos la posibilidad que sean escenarios de transformación social. Indagamos qué preguntas son necesarias para comprender el cambio social desde las prácticas cotidianas de Floridablanca. PALABRAS CLAVE Arqueología histórica, Ilustración española, discursos, cultura material ABSTRACT By the end of the 18th Century, the Spanish expansion on the patagonian coast established the “Nueva Población y Fuerte de Floridablanca” (Puerto San Julián, provincia de Santa Cruz, Argentina) with the aim to defend its sovereignty over the South Atlantic. In this paper, we present our approach to those spaces not planified by the Crown, to discuss them as stages for social change. We inquire which questions are neccesary to understand social change in everyday practice at Floridablanca. KEYWORDS Historical Archaeology, Spanish Enlightment, discourses, material culture INTRODUCCIÓN El contexto de conformación de la sociedad moderna de fines del siglo XVIII es comúnmente entendido como un período de complejo cambio social en el que las relaciones entre las personas y de estas con el mundo fueron modificadas (Johnson 1996; Leone y Potter 1988). Aunque la expansión de la sociedad moderna se entienda relacionada a un sistema total –el capitalismo– (Orser 1996) no implica que no tenga variaciones en el tiempo y espacio por lo que no debe ser vista como monolítica (Senatore y Zarankin 2002; Hall y Silliman 2006). Nuestro interés es atender tanto a sus características globales como a la diversidad de los contextos específicos en que devino. En particular, nos interesa abordar la ocupación española de fines de siglo XVIII en la costa patagónica, área definida como marginal a los centros coloniales (Senatore 2002). El contexto ideológico e histórico para la creación del Virreinato del Río de la Plata y de los establecimientos patagónicos, es el de la Ilustración española y el proceso de modernización del Estado relacionado a las políticas de Carlos III y las reformas borbónicas (Defourneaux 1960; Palacio Atard 1960). Las ideas ilustradas se enfrentaron a los problemas estructurales de la sociedad española relativos a los privilegios estamentales y a la concentración de la propiedad de la tierra; buscaban así, reformar el orden vigente para darle a España “plenitud de poder y riquezas”. Como parte del plan de poblamiento patagónico se establecieron sobre la costa una serie de asentamientos que tenían la función de incorporar sus puertos al sistema de intercambio colonial. Uno de ellos fue la “Nueva Población y Fuerte de Floridablanca”, ubicada en la actual Bahía de San Julián –provincia de Santa Cruz–. En el marco del proyecto de investigación “Arqueología e Historia en la Colonia Española de Floridablanca”1discutimos las estrategias de establecimiento del orden colonial atendiendo a los ejes que determinaron un ordenamiento en la estructura social del poblado de Floridablanca (Buscaglia 2003; Marschoff 2004; Senatore 2004; Bianchi Villelli 2006a; Senatore et al. 2006). Nuestra perspectiva consiste en discutir cómo se estructura la población de Floridablanca considerando la interacción entre las prácticas de los individuos y el ordenamiento establecido desde la Corona española. ∗ ICA-UBA y DIPA-IMHICIHU-CONICET, bianchi.marcia@ gmail.com 1 7 Bajo la dirección de la Dra. María Ximena Senatore. CUADERNOS 21 En este trabajo abordamos un escenario social particular, un conjunto de construcciones que no fueron proyectadas por la Corona española sino que fueron edificadas por individuos del poblado por su propia cuenta. Su particularidad reside en que el conocimiento de su existencia fue posible a través de las intervenciones arqueológicas en Floridablanca y de unos pocos documentos –en su mayoría, posteriores al abandono del poblado– ya que fueron omitidas en los informes oficiales donde se daba parte del crecimiento del poblado. Esta omisión en las narrativas oficiales constituye el punto de partida de nuestro análisis para comprender en qué medida las estructuras no proyectadas por la Corona pueden ser entendidas como espacios de cambio social. Nuestro interrogante principal es si la creación de estos espacios puede ser concebida en términos del concepto de “acontecimiento”, definido como la producción y emergencia de nuevos sentidos sociales (Foucault 1970). Nos preguntamos qué significa, en el marco de los ejes de ordenamiento planteados anteriormente, la construcción, existencia y uso, el habitar estas edificaciones. ¿Pueden ser pensadas como un espacio para que se desarrollen prácticas alternativas al modelo de orden social de la Corona?, ¿el desarrollo de estas prácticas puede ser pensado como espacio de transformación social? A continuación introducimos los lineamientos del plan de poblamiento patagónico en el marco de la Ilustración española y las características del modelo de orden social que se buscó establecer en Floridablanca, para luego presentar los distintos ejes analíticos con que abordamos los espacios no proyectadas por la Corona. EL CONTEXTO HISTÓRICO: LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Los objetivos principales de las reformas ilustradas en España fueron la búsqueda de un nuevo ordenamiento económico y la reorganización administrativa para la optimización de las rentas reales (Sarrailh 1984). El primero, apoyado en la supremacía de la agricultura, consistió en la racionalización del sector agrario y artesanal. Así la redistribución de las tierras fue la base para el aumento de la productividad, del rendimiento de la tierra, de la comercialización y en consecuencia de las rentas reales. La reorganización administrativa consistió en la racionalización del aparato burocrático, del sistema fiscal y devino también en la reestructuración del sistema administrativo colonial, implicando una reorganización de los territorios y poblaciones (Chartier 1995) así como la reubicación de las mercancías de procedencia española en América (Defourneaux 1960; Palacio Atard 1960; Martín 2000). En este marco, el plan de poblamiento patagónico se caracterizó por su diseño y distintos niveles de proyección relacionados principalmente a la salvaguarda de la soberanía española en el Atlántico Sur, la utilidad económica de los establecimientos y el diseño específico del proyecto y conformación de las colonias en la actual Patagonia argentina. Más allá de su carácter defensivo, pueden definirse los establecimientos como conformados a partir del traslado de familias de labradores, garantizando el desarrollo agrícola. En España firmaban una contrata por la cual eran llevadas a los destinos de Costa Patagónica a cambio de tierras, semillas, herramientas y habitación, con el fin de que conformasen la población estable de las colonias. En otras palabras, en ellos iba a descansar el sustento de las poblaciones en Patagonia (Senatore 2004). La “Nueva Población y Fuerte de Floridablanca” funcionó de 1780 a 1784 como parte de este plan. Para ello se trasladaron más de ciento cincuenta personas entre familias de labradores, artesanos, hombres de tropa y presidiarios. La colonia no fue establecida sobre la costa, como era de esperar para un asentamiento defensivo, sino que se ubicó a aproximadamente diez kilómetros cerca de una fuente de agua dulce para los futuros campos de cultivos; es decir, el carácter agrícola determinó su lugar de emplazamiento (Senatore 2004). La duración de la ocupación fue breve, dado que a los cuatro años de funcionamiento debió ser abandonado por Orden Real, atendiendo a las opiniones del virrey Vértiz, quien argumentaba que la población no podía subsistir por sus propios medios (Burucúa 1984). DISCURSOS COLONIALES EN FLORIDABLANCA Desde la historiografía, la Ilustración española fue entendida en primer lugar, como un conjunto de doctrinas homogéneas y monolíticas; en segundo lugar, estas ideas fueron difundidas al resto de la sociedad, resultando en la unidireccionalidad de los cambios ocurridos a fines del siglo XVIII (Chartier 1995, Mestre Sachis 1982, 1988). El carácter particular de la Ilustración española reside justamente en que los reformistas se identificaron con la monarquía para llevar adelante las reformas en el marco del respeto al poder público organizado; esto fue el denominado “despotismo ilustrado” (Sánchez Agesta 1953). Así, la idea de ilustración se construyó sobre la oposición de los ilustrados y el resto de la sociedad. A su vez, esta oposición implicaba una idea de cambio “desde arriba”; es decir, la creación de las transformaciones y su difusión a las prácticas sociales del resto de la sociedad. Sin embargo, la ideología ilustrada presentó diferencias internas y contradicciones en lo que definían como problemas así como en las soluciones. No debe asumirse la homogeneidad interna del conjunto de ideas ilustradas sino que es necesario comprender las transformaciones sociales y culturales de fines de siglo XVIII desde las discordancias entre las ideas de reforma y la multiplicidad de prácticas sociales que resultaron (Chartier 1995). 8 REPRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ORDEN SOCIAL En consecuencia, los proyectos coloniales pueden ser entendidos a partir de los discursos que los llevan a cabo. Estos son parte de los procesos económicos y sociales, de relaciones institucionales y sistemas de clasificaciones; son en definitiva, prácticas que constituyen sistemáticamente los objetos de los que hablan (Foucault 1970). Este concepto implica que son parte de la infraestructura de prácticas ordenadoras en una sociedad y no solo sistemas referenciales (Foucault 1980, Goldman 1989). “[Un discurso] no es el conjunto de enunciados que describen un objeto, sino el conjunto de prácticas que lo producen: sujetos, objetos y la relación entre sujetos y objetos” (Lewcowicz 1999:5). Desde nuestra perspectiva observamos en particular qué discursos son producidos en momentos y lugares específicos y en función de qué normas y reglas están siendo construidos (Goldman 1989, Johnson 1996; Hall 2000). En la planificación de estos asentamientos encontramos el diseño de un modelo de orden social que estableció las pautas de interacción social en el poblado a través del ordenamiento de los individuos y las relaciones entre ellos; son proyectos sociales que buscaron establecer un orden social y garantizar su reproducción (Senatore 2004). Este modelo de orden social implícito en el plan de poblamiento puede ser entendido como formación discursiva (Pecheux 1975) ya que como parte del contexto ideológico determina lo que puede ser o no dicho en condiciones de producción específicas (Goldman 1989). En el caso de Floridablanca, definimos ejes de ordenamiento a través del estudio del proyecto social implícito en el plan de poblamiento (Senatore 2004); considerando las estrategias de ordenamiento, de producción de clasificaciones y exclusiones, nos preguntamos a quiénes se ordenó, para qué y cómo. Buscamos comprender las reglas que gobiernan la producción de los documentos y relacionar esas reglas del discurso con el mundo material (Senatore 2002). Este análisis, sintetizado a continuación, constituye nuestro punto de partida para discutir el orden social en Floridablanca y sus transformaciones. EJES DE ORDENAMIENTO SOCIAL EN FLORIDABLANCA El estudio de las construcciones narrativas y materiales se realizó a partir de los listados de los individuos, de la organización espacial de la población y de las prácticas sociales de los individuos (Senatore 2004; Marschoff 2004; Bianchi Villelli 2006a). Encontramos que la composición de la población fue definida y organizada en función de categorías sociales determinadas cada una con su funcionalidad específica y lógica interna particular (Senatore 2004). Esto implicó un orden en términos de los grupos de sexo y edad: la población en general consistía solamente en los hombres adultos de la tropa, los fun- cionarios, los artesanos, los presidiarios y una parte de la tripulación de las embarcaciones. En cambio, las familias de labradores fueron caracterizadas como unidades discretas e independientes entre sí, definidas como núcleos conyugales: el hombre –padre– como cabeza de familia, seguido de la mujer y los hijos. Dado que no existieron asentamientos coloniales anteriores en el lugar, el establecimiento del poblado implicó que la organización del espacio fuese parte del plan de poblamiento. La totalidad de las construcciones fueron diseñadas, organizadas y llevadas a cabo por la Corona, desde su concepción y diseño –i.e. las casas–, la logística de su edificación –se trasladaron recursos materiales y humanos totalmente sujetos a los planes de la Corona– (figura 1). Observamos que los espacios de habitación también se diferenciaron según las categorías sociales (Senatore 2004). A cada familia le correspondía una de las casas de adobe construidas fuera del Fuerte, las cuales eran regulares en forma, tamaño y organización de los espacios internos. Estas características de homogeneidad interna se contraponen con la heterogeneidad del Fuerte, compuesto de espacios de habitación variables en forma y tamaño. Esta variación responde a las categorías sociales: su diferenciación –los grupos no se mezclaban– y su jerarquización –los funcionarios tenían más metros cuadrados por individuo seguidos de la maestranza, luego la tropa y finalmente los presidiarios–. Las edificaciones restantes eran los espacios productivos de la Corona: el hospital, la herrería, panadería, corrales y horno para tejas. Todos presentaban espacios de habitación incorporados, unificando los espacios productivos con los domésticos. Por último, si examinamos cuál era la proyección de crecimiento de la colonia, encontramos que se planificó un desarrollo específico del poblado. Por un lado, se regularon los tiempos de permanencia en el asentamiento en función de cada categoría social: regímenes de relevos para la población en general, mientras que las familias pobladoras estaban sujetas a destino (Senatore 2004). Por otro, el crecimiento como población agrícola se proyectó a partir del anexo de más familias pobladoras, para lo cual la ampliación del establecimiento consistiría en la construcción de nuevas casas para más familias, repitiendo la organización espacial antes mencionada. En síntesis, consideramos que el orden social y material fue establecido definiendo, de manera recurrente, jerarquías en la propia estructura social. Se destaca la múltiple definición de la familia nuclear conyugal como la “unidad elemental de reproducción social”, como unidad doméstica –ya que cada una cohabitaba una casa–; como unidad productiva –la producción agrícola se organizaba alrededor de ella– y unidad de consumo –dado que el 9 CUADERNOS 21 consumo de bienes se articulaba alrededor de cada cabeza de familia– (Senatore 2004; Bianchi Villelli 2006a). El análisis de estas condiciones y su proyección a futuro siguiendo las mismas pautas puede ser entendido como trayecto temático en tanto “dispone en estado de dispersión enunciados producidos en lugares, tiempos y géneros distintos (…)” (Zoppi-Fontana 2003: 249). El modelo implícito de orden social tenía a la familia nuclear conyugal como la “unidad elemental de reproducción social”, sobre la cual se proyectaba el funcionamiento y también el crecimiento de la población (Senatore 2004). Quedaron establecidas condiciones iniciales de equidad para las familias, la producción agrícola como sustento para la población y su proyección a futuro siguiendo las mismas pautas. No obstante, ¿implica la definición de estos ejes de ordenamiento que la población de Floridablanca se desarrolló tal cual fue proyectada? Como ya mencionamos, no nos limitamos a estudiar el funcionamiento del poblado desde las categorías externas relacionadas con la definición del orden colonial, sino que buscamos una perspectiva desde las prácticas sociales. En tanto los ideales en los que se enmarcó el proyecto no fueron instrumentados de manera homogénea (Senatore et al 2006; Bianchi Villelli y Buscaglia 2006), los espacios no proyectados por la Corona cobran importancia para discutir la reproducción y transformación del orden social. A continuación sintetizamos nuestro abordaje a las construcciones narrativas y materiales de estos espacios para luego adentrarnos en cómo pensar el cambio social. DISCURSOS Y CULTURA MATERIAL Nuestro punto de partida metodológico consiste en una perspectiva interdisciplinaria, la integración entre el Análisis del Discurso y los estudios de cultura material desarrollados en Arqueología. Específicamente, vinculamos las construcciones narrativas y materiales de los espacios no proyectados por la Corona. El corpus con el que trabajamos comprendió documentación histórica e información arqueológica, considerando las características de cada una de las fuentes o soportes así como su diferente materialidad y condiciones de producción (Orlandi 1992; Johnson 1996; Morris 1997; Hall 2000). Por un lado, trabajamos sobre la evidencia documental atendiendo tanto al contenido como a la estructura de los documentos; así, buscamos dar cuenta de qué significaban estas edificaciones en términos de la documentación oficial del poblado. Por otro lado, abordamos prácticas sociales de los individuos que habitaron estos espacios por medio de nuestras intervenciones arqueológicas en el sitio. Aquí enfatizamos el rol activo y la significación del mundo material. La integración de las construcciones narrativas y materiales permitirá definir los contextos de significación de los espa- cios no proyectados e indagar el carácter alternativo de las prácticas desarrolladas en este escenario en particular. CONSTRUCCIONES NARRATIVAS: EL POBLADO DESDE LA DOCUMENTACIÓN HISTÓRICA La documentación histórica sobre el funcionamiento de Floridablanca conservada en el Archivo General de la Nación2 y el Archivo General de Indias3 es toda documentación oficial y administrativa. Consiste en su mayoría en informes oficiales, listados de los individuos, cartas, expedientes judiciales, planos de la población y el Diario del Superintendente Antonio de Viedma (Viedma [1783] 1972). El estado de avance de la población en sus cuatro años de vida es detallado en dos informes oficiales enviados al Río de la Plata. Toda esta documentación no son solo fuentes de información sino también artefactos de una forma de administración que por lo tanto, expresan y manifiestan una forma de poder. Son formas de ordenar el mundo en tanto dividen, dispersan y reorganizan el mundo moderno (Johnson 1996). Esto significa que no son objetivos, sino que representan intereses y formas de poder, estableciendo complejas redes de relaciones económicas, políticas, sociales y simbólicas (Beaudry 1988; Ginzburg 2001; Johnson 1996; Morris 1997; Senatore 2002). Estas formas de ordenamiento son prácticas que apuntan a la administración de los espacios y de las poblaciones, y sus mecanismos intelectuales e institucionales imponen una profunda reorganización de los sistemas de percepción y ordenamiento del mundo social (Chartier 1995). Es importante destacar que en la documentación señalada no hay mención de los “edificios construidos por los particulares” con excepción de tres referencias. En dos de ellas estas construcciones son mencionadas secundariamente y sin detalle. Un ejemplo es parte del relato de Félix Iriarte, el Superintendente responsable del abandono de la colonia a principios de 1784. (…) “A las 12 de la pasada noche se prendió fuego según previene el dicho oficio de S E al fuerte de madera, Hospital, panadería, Herrería, Atahona, Casas de Pobladores y todas las demás que varios Individuos de predicho establecimiento habían levantado a su costa y mención, incluyendo en el incendio de ellas todo lo que era de poca utilidad, lo que participo a VS en cumplimiento de mi obligación”4. 2 3 4 10 AGN. Sección Colonia. División Gobierno. Sala IX. Legajos 16-3-5 al 12; Legajo 16-5-10; Sala XIII. Legajos 33-10-5, 34-10-5 y 6. AGI. Buenos Aires 358; Mapas y Planos, Buenos Aires 138. AGN, IX 16-4-1. Carta de Félix de Iriarte a Francisco de Paula Sanz, San Julián, 29-I-1784. En esta carta se documenta el abandono efectivo del Floridablanca. REPRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ORDEN SOCIAL La única documentación que se ocupa de aquellas es un largo expediente promovido por particulares reclamando el pago compensatorio por las construcciones realizadas por ellos mismos y destruidas por orden de la Corona al abandonar Floridablanca. A continuación trabajamos sobre este expediente5 teniendo en cuenta tres aspectos: 1) qué lugar ocupan dentro del relato oficial de crecimiento del poblado estas edificaciones no proyectadas; 2) las formas de denominación y definición de categorías sociales en el proceso judicial y 3) el análisis de las prácticas sociales de estos individuos en función de quiénes eran, qué construyeron y qué tipo de elecciones adoptaron. Los dos primeros puntos abordan la documentación desde su estructura, sus mecanismos de ordenamiento. El tercer punto, desarrolla el contenido. Los informes oficiales: el crecimiento del poblado Los informes oficiales que dan cuenta del crecimiento del poblado fueron enviados por el Superintendente Antonio de Viedma en dos ocasiones: en enero6 y mayo de 1782.7 A estos registros se suma el Diario del Superintendente Viedma (Viedma [1783] 1972) que relata la misma información sobre los avances de la colonia. En estos documentos encontramos el relato detallado de la secuencia constructiva y las características de los edificios construidos. En primer lugar se detalla el primer edificio construido a mediados de 1781, el Fuerte, de madera y de cincuenta metros de lado. Luego se construyeron la herrería y panadería y un hospital; estos edificios ya fueron levantados en adobe crudo y techos de tejas. Posteriormente se construyó el primer frente de cuadra para nueve casas de los pobladores, de los mismos materiales. Para mayo de 1782 este primer frente se había concluido y estaba habitado por las familias. La siguiente obra en el poblado fue el segundo frente de cuadra levantado parcialmente en noviembre de 1783, un mes antes del abandono del poblado. Este último edificio no llegó a formar parte de ningún informe oficial. En la descripción de la evolución del poblado encontramos que, en primer lugar, se destaca la secuencia crono5 6 7 AGI, Buenos Aires, 358 “Expediente promovido por los pobladores y demás individuos que tenían sus casas en el establecimiento de San Julián en la Costa Patagónica…”. 1784-1785. AGN, IX 16-3-9 “Relación que manifiesta el estado que tiene en el día de la fecha la Población de la Bahía de San Julián en la Costa Patagónica con expresión de los individuos que la componen, sus frutos y aumento de las obras” Firmada por Antonio Viedma. 31-I-1782. AGN, IX 16-3-10 “Relación que manifiesta el estado que tiene en el día de la fecha la Población de la Bahía de San Julián en la Costa Patagónica con expresión de los individuos que la componen, sus frutos y aumento de obras” Antonio Viedma, San Julián, 10-V-1782. lógica. El orden en que se describen los edificios es acorde a cómo se iban edificando; es decir, hay una continuidad temporal construida a partir de los informes. En segundo lugar, solo se mencionan las construcciones de la Corona. Las obras oficiales se describen en detalle: sus dimensiones, características constructivas, materiales utilizados y ubicación espacial –distancia entre los distintos edificios–. Es interesante observar cómo estas descripciones se corresponden con lo efectivamente construido, creando una imagen de semejanza de la colonia (Senatore et al. 2006). Sin embargo esta imagen precisa y detallada del “poblado oficial” omite la información sobre las construcciones no proyectadas como si no hubiesen sido parte del poblado. Durante el tiempo de funcionamiento de Floridablanca, el relato oficial no ofrece imágenes de un crecimiento gradual de estas construcciones, sino que las presenta en un evento único, en un instante previo a ser destruidas y abandonadas. De este modo, su presencia es ambigua durante el desarrollo del Floridablanca e irrumpe después del abandono, sin formar parte de la continuidad temporal representada en los Informes Oficiales. Recién en el expediente judicial sobre su destrucción se describen minuciosamente lo que se destruye –dimensiones, técnicas constructivas, asignación funcional de los espacios internos– y se tasan los valores de cada una presentando también a sus propietarios por su nombre8. Ahora en términos espaciales, como mencionamos los Informes describen las construcciones de la Corona en detalle, estableciendo relaciones entre los distintos edificios. Por ejemplo, “A la izquierda del Fuerte está la Panadería Horno y Herrería (…), a la derecha de Fuerte al igual terreno de la Panadería esta el Hospital, de veinte y cuatro varas de largo y seis de ancho (…). Siguiendo el Hospital por el costado de la playa con el intermedio de once varas de calle están las nueve casas cada con ocho varas de largo y seis de ancho (…)”9. De este modo, se va construyendo una continuidad espacial; se define un área correspondiente al poblado integrada de distintos edificios relacionados entre sí. En cambio cuando se describen las construcciones no proyectadas, no hay un orden definido; solo se menciona la ubicación de la primera construcción en relación al Fuerte, “El carpintero José López una casa al Norte del 8 9 11 La ausencia de referencias sobre su ubicación en el espacio puede relacionarse con el destino que ya tenían estas construcciones, la destrucción. AGN, IX 16-3-10 “Relación que manifiesta el estado que tiene en el día de la fecha la Población de la Bahía de San Julián en la Costa Patagónica con expresión de los individuos que la componen, sus frutos y aumento de obras” Antonio Viedma, San Julián, 10-V-1782. CUADERNOS 21 Fuerte con 17 varas de frente (…)”.10 Se continúan las otras estructuras sin referencia, quebrando la continuidad espacial ¿Cuál es la ubicación precisa de las edificaciones?, ¿están cerca o lejos?, ¿forman parte, continúan o están fuera del poblado? Ya no encontramos la construcción de un área del poblado, sino edificaciones sin referencia de tiempo y espacio. Ahora bien, ¿a qué se puede deber esta omisión? Si “todo decir tiene una relación fundamental con el no-decir” (Orlandi 1995:12), esta omisión es parte del proceso de significación. Los Informes dan a conocer una imagen de Floridablanca que responde a la representación material de modelo de orden social. Es una imagen de orden y coherencia donde todo ocurre según lo pautado, prescindiendo de lo no planificado. “El orden del discurso está dotado de eficacia: instaura divisiones y dominaciones, es el instrumento de violencia simbólica y por su fuerza, hace ser a lo que designa” (Chartier 1995:8). Si la regularidad de las series discursivas es naturalizada, los silencios nos ayudan a ver donde se quiebran, evidenciando lo regular y lo irregular. Pueden entenderse como el proceso por el cual no se deja al sentido ser elaborado históricamente “para que no adquiera fuerza identitaria, realidad social” (Orlandi 1995: 176). Esto nos muestra entonces, que las edificaciones no proyectadas no están “por fuera” sino que son parte constitutiva de este mismo orden. Las “categorías” de la Corona: formas de denominación en el proceso judicial Como ya mencionamos, el expediente más detallado comprende una causa judicial iniciada a partir de los pedidos de tres individuos por la compensación de la destrucción de las casas levantadas por sus propios medios11. La Junta Superior de la Real Hacienda solicita los Informes de los Superintendentes,12 al Guardalmacén y al Capitán del Regimiento de Infantería de Buenos Aires. El expediente muestra la tensión entre la posición del Fiscal de la Real Hacienda por un lado, y los demandantes y autoridades del establecimiento por otro. La fiscalía –junto con el Tribunal Superior– reitera una y otra vez, el criterio de diferenciar a las familias labradoras del resto de los demandantes. Solo los labradores son quienes pueden hacer el reclamo; al resto de los individuos no solo se los inhibe de hacerlo sino que se los acusa de distintos ilícitos como obtener algún lucro por lo que quedan rechazados como demandantes. Tanto los alegatos personales de los demandantes como los Informes del Superintendente, el Guardalmacén y del Capitán del Regimiento de Infantería de Buenos Aires responden aclarando las confusiones y explicando que el objetivo último de estas construcciones era fomentar el desarrollo de la población. A su vez, todos mencionan que las construcciones se llevaron a cabo siguiendo un acuerdo con las autoridades quienes explicitan claramente las condiciones del arreglo –con beneficios para la Corona13–, el listado de precios de materias primas y mano de obra pautado previamente. Es interesante destacar que, frente a las acusaciones, tanto los demandantes como las autoridades unifican a todos los individuos en un solo grupo, con igual legitimidad en sus reclamos. Las autoridades virreinales se remiten a la distinción entre familias legitimadas por la contrata y el resto; las autoridades del poblado y los demandantes, unifican el grupo en función de las intenciones y acciones –bienintencionadas– de estos individuos. Una y otra vez, la Corona responde en términos del mismo ordenamiento, repitiendo el mismo trayecto temático que habíamos definido previamente. Es posible pensar esta tensión en términos de la diferencia entre la noción de grupos y categorías. Definimos los primeros por las relaciones internas entre sus miembros, mientras que lo que caracteriza a las categorías es su definición externa, no necesariamente reconocida por sus miembros (Jenkins 1996). En el caso de la categorización entendemos que no existe relación entre categorizador y categorizado; de hecho, las categorías son más significativas para el primero que para el segundo. Es así como se introducen las relaciones de poder en el seno de la constitución de las identidades: entendemos que la categorización social está relacionada con la objetivación de las relaciones sociales y un control sobre estas (Jenkins 1996). 13 El acuerdo consistía en que los individuos iban a extraer made- ras y clavazón de la Fragata El Carmen, naufragada en la Bahía en 1780. A cambio de este permiso, la colonia se quedaba con un tercio de lo obtenido, teniendo prioridad en la elección. Este ingreso de materiales era significativo porque la colonia estaba sufriendo desabastecimiento. Este acuerdo figura con detalle en los Informes de Viedma e Iriarte dentro del expediente, incluyendo una lista de precios pautada tanto de la mano obra como de los materiales necesarios para la construcción. AGI, Buenos Aires, 358 “Expediente promovido por los pobladores y demás individuos que tenían sus casas en el establecimiento de San Julián en la Costa Patagónica…”. 1784-1785. 10 AGI, Buenos Aires, 358 “Expediente promovido por los pobla- dores y demás individuos que tenían sus casas en el establecimiento de San Julián en la Costa Patagónica…”. 1784-1785. 11 AGI, Buenos Aires, 358 “Expediente promovido por los pobladores y demás individuos que tenían sus casas en el establecimiento de San Julián en la Costa Patagónica…”. 1784-1785. 12 Desde 1780 hasta Junio de 1782, el Superintendente fue Antonio de Viedma; desde esa fecha hasta el abandono (enero de 1784), Don Félix de Iriarte tuvo el cargo interino. 12 REPRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ORDEN SOCIAL Es importante mencionar que en general las categorías definidas históricamente se aceptan como dadas y constituyen marcos a priori para la designación, clasificación e interpretación. Sin embargo, no son definiciones objetivas de la estructura social sino que se constituyen en formas de ordenamiento en tanto dividen, dispersan y reorganizan el mundo moderno (Foucault 1970). Esto significa que representan intereses y relaciones de poder, estableciendo complejas redes de relaciones económicas, políticas, sociales y simbólicas (Morris 1997; Funari et al. 1999; Zoppi-Fontana 1999; Senatore 2004; Bianchi Villelli 2006a). A partir de esa asimetría de poder se hacen las definiciones y clasificaciones sociales, ellas permiten “no solo homogeneizar sino también jerarquizar, excluir, criminalizar, hegemonizar o marginalizar prácticas sociales” (Sewell 1999: 56). Prácticas sociales: “las edificaciones levantadas por los particulares” Como ya mencionamos, el inicio de este procedimiento legal14 fue previo a la destrucción de las edificaciones, por lo que fueron descriptas y tasadas por la maestranza del establecimiento. A continuación presentamos la información de esta documentación, indagando quiénes eran los que edificaron, qué construyeron y qué tipo de elecciones adoptaron. En total, las edificaciones fueron trece (13); seis (6) casas, cuatro (4) ranchos15 y dos (2) pulperías16 con habitaciones de alquiler. Se suman dos (2) cocinas colectivas, de la tropa y de las familias de labradores que habitaban las casas construidas por la Corona. En la figura 2 presentamos esquemas de las plantas arquitectónicas en función de la descripción hallada en la documentación histórica, con los datos de quiénes y qué construyeron. 14 AGI, Buenos Aires, 358 “Expediente promovido por los pobla- dores y demás individuos que tenían sus casas en el establecimiento de San Julián en la Costa Patagónica…”. 1784-1785. 15 “Rancho: Lugar, o sitio desembarazado para pasar, o transitar la gente, o hacer otras cosas (…)”. Academia usual 1780. Diccionario de la Real Academia Española, http://ntlle.rae.es/ntlle/ SrvltGUILoginNtlle. En el caso de Floridablanca estas edificaciones parecen ser espacios de habitación, sin embargo, no podemos definir con exactitud en qué diferían de las otras edificaciones denominadas “casa”. No observamos diferencias ni en sus características arquitectónicas ni en su funcionalidad. 16 “Pulpería: Tienda en las Indias donde se venden diferentes géneros para el abasto; como son vino, aguardiente y otros licores, géneros pertenecientes a droguería, buhonería, mercería y otros; pero no paños, lienzos ni otros tejidos.” Academia usual 1780. Diccionario de la Real Academia Española. http:// ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle. Más allá de esta información sobre la existencia de dos pulperías en Floridablanca, no hay evidencias de su abastecimiento ni funcionamiento. Los individuos que edificaron pertenecen a diversas categorías sociales. Hay familias de labradores y nuevas familias conformadas en San Julián –son labradores, pero también hay un matrimonio nuevo de la tropa–. Encontramos también individuos solos de la maestranza, la tropa y presidiarios; por último, construcciones colectivas. En el plan de la Corona, la única población estable eran las familias a quienes se les entregaba habitación; sin embargo, en este caso encontramos individuos que debían regresar al Río de la Plata y estaban, en cambio, invirtiendo tiempo y recursos en Floridablanca. De este modo, de la segmentación de categorías sociales en los espacios construidos por la Corona pasamos a estas edificaciones con una heterogeneidad de categorías sociales, es decir, la posibilidad de otras formas de agrupamiento y socialización. Del mismo modo, encontramos usos parecidos a los ya existentes pero también otros no incorporados al plan: espacios de habitación para estas “nuevas familias” –de no labradores– y de individuos destinados a espacios grupales. Espacios de socialización y servicios como las pulperías y las cocinas colectivas, formas de co-habitación y usos no previstos por la Corona. En la figura 2 podemos observar una diversidad importante en las formas y dimensiones de las edificaciones. En primer lugar, las formas generales varían aunque son todas plantas arquitectónicas simples: construcciones individuales, subdivididas en recintos internos; en general cada uno de estos recintos tiene una función específica y única –i.e. salas, aposentos, cocinas, pulpería–. En segundo lugar, hay una variación considerable en cuanto a la superficie total de cada una de las edificaciones –entre 251,12 y 17,68 metros cuadrados; sin embargo, si consideramos los tamaños solo de los recintos cubiertos el rango de variación disminuye –entre 77,4 y 17,68 metros cuadrados –. En tercer lugar, de las construcciones utilizadas como espacios de habitación encontramos que no aumentan de tamaño en función del número de individuos sino que parece variar en función de las elecciones individuales –la mayor de todas fue construida por un individuo soltero, mientras que las familias con hijos construyeron casas de menor tamaño–. A su vez, en la distribución interna del espacio, las dimensiones de los recintos varían más bien de acuerdo a la funcionalidad que a la cantidad de individuos. Con respecto al proceso de construcción, las obras fueron realizadas por la maestranza de la población, por lo que los materiales utilizados son similares a las construcciones de la Corona; pero fueron financiadas por cada uno de los individuos así que cada uno decidió la forma y tamaño así como la organización interna del espacio. Es importante recordar que los precios de los materiales y la 13 CUADERNOS 21 mano de obra estuvieron pautados con las autoridades del poblado. Por último, cada uno de los individuos pagó al personal de maestranza por los materiales y la mano de obra. No hay que pasar por alto este punto ya que llevó a la generación de otras funciones, a una nueva circulación de bienes y trabajo por fuera de las esferas centralizadas por la Corona –como ser la preparación de adobes, la obtención de maderas y clavos, entre otros–. En la apropiación de estos espacios no proyectados encontramos distintos niveles de toma de decisiones individuales. Aparecen nuevas unidades sociales –nuevas familias no labradoras, individuos solos y grupos–, nuevos usos sociales –casas para individuos solos, espacio de socialización y comercio, espacios colectivos–, nuevos lugares –casas, pulperías y cocinas– y nuevas esferas de circulación de bienes y servicios. Es importante mencionar que por “nuevo” no queremos decir original o único, sino formas sociales no previstas en el plan; de este modo, son posibles desplazamientos del lugar social y material asignado desde el plan. De este modo, el modelo de orden social define un contexto que significa tanto lo que se explicita como lo que queda al margen. Se observa la intención de imponer un “orden” de forma pasiva con las omisiones y de forma más activa con la designación y reiteración de los ejes de categorización social; son zonas más definidas o más difusas. No obstante, desde la perspectiva de las prácticas mismas comenzamos a distinguir estos otros espacios no definidos ni explicitados desde el modelo de orden social. A continuación, presentamos una breve caracterización de estos espacios desde su materialidad. CONSTRUCCIONES MATERIALES: LOS ESPACIOS NO PROYECTADOS CORONA Ahora bien ¿cómo abordar este carácter alternativo desde la materialidad? Concebimos la organización del espacio proyectado por la Corona como marco de referencia inicial para la construcción y organización material del orden social. Esta concepción social del espacio implica que el mundo material, la arquitectura, el movimiento a través de los espacios y sus límites, pueden tanto mantener la estabilidad como producir cambios en las normas y reglas que gobiernan las relaciones sociales, actúa ordenando y es ordenado a su vez (Barrett 1988; Beaudry et al. 1991; Miller 1994; Johnson 1996; Mrozowski et al. 2000). El espacio es reconceptualizado variando desde una dimensión objetiva a un objeto construido culturalmente en tanto determina e influencia los comportamientos cotidianos de los individuos (Delle 1998). De este modo, el espacio construido en Floridablanca fue parte de los procesos de representación social; es decir, de “la producción de clasificaciones y exclusiones que cons- POR LA tituyen lo social” (Senatore 2002:89). Tomando al plano oficial del asentamiento como una representación material del modelo de orden social, es decir como una imagen del discurso oficial, abordamos el estudio del espacio no proyectado por la Corona como la materialización de prácticas sociales alternativas en la población de Floridablanca. En este sentido, retomamos la proyección a futuro de la Corona basada en el anexo de más familias y la construcción de más unidades domésticas similares a las ya construidas, reiterando la organización ya mencionada. Es decir, no se planificó el desarrollo de otros grupos sociales –todos tenían regulado su tiempo de permanencia–, ni de otro tipo de actividades –como ser el comercio o la producción artesanal de bienes como ser bebidas alcohólicas, derivados lácteos, industria textil–. Por último, tampoco se proyectaron otras edificaciones que no sean más espacios de habitación. Sin embargo, sí hubo otras construcciones. Nuestro interés fue evaluar si la ampliación del espacio construido más allá de lo proyectado es un replanteo de la organización general del poblado o no; es decir, en qué medida estos espacios indican una extensión o proyección de los ejes definidos. ¿Las estructuras no proyectadas están integradas al núcleo poblacional o no?, ¿cómo se da esa integración?, ¿se reformulan de alguna manera los límites establecidos del poblado? Si la precisa definición de la organización del espacio en el poblado fue proyectada en términos de qué sería construido, cómo y para qué usos, para su reformulación material se esperaría la producción de una mayor diversidad en las formas y usos del espacio. La figura 1 muestra el plano arqueológico de Floridablanca diferenciando las construcciones oficiales de las no proyectadas por la Corona. Observamos que las estructuras se ubican a continuación de las edificaciones proyectadas, alineadas con el poblado formando líneas paralelas y manteniendo la disposición alrededor de la plaza y extendiendo el área del poblado hacia el sector noroeste. Dada la secuencia constructiva, la relación entre los espacios oficiales y los no proyectados muestra que el proyecto constructivo –y social– de la Corona fue respetado en esta extensión del poblado. En consecuencia, podemos afirmar que los límites físicos del poblado fueron extendidos a la vez que la diagramación del poblado fue respetada. ¿Es posible que al no estar regulados los usos y formas, exista un margen para su diversificación y transformación? Las estructuras no proyectadas respetan con exactitud la orientación del plano oficial y se alinean entre sí previendo espacios de circulación, es decir se evidencia una organización interna de este sector. Sin embargo, estas construcciones presentan alta diversidad de formas y tamaños. Mientras que los frentes de cuadra oficiales son un solo edificio dividido en unidades iguales de treinta 14 REPRODUCCIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ORDEN SOCIAL metros cuadrados cada una, las no proyectadas son unidades discretas, independientes entre sí y con una heterogeneidad de formas y tamaños –desde dieciocho hasta doscientos diez metros cuadrados–. Por último, más allá de los distintos usos que hayan tenido cada una de estas edificaciones, contrasta la segmentación del espacio y la regularidad de forma y tamaños de las casas construidas para las familias con la heterogeneidad morfológica de las no proyectadas. En este sentido, las edificaciones evidencian el crecimiento del poblado por medio de la ocupación y creación de otros espacios. Ahora bien, las construcciones en sí mismas no significan nada sino que sus significados sociales emergen al ser contenedores de prácticas situadas. Por lo tanto, en otro trabajo (Bianchi Villelli 2006b) estudiamos las regularidades y variaciones de sus características arquitectónicas, comparando los espacios proyectados por la Corona y los edificados por los individuos. ¿Cómo se organizaron estos dos espacios?, ¿se mantuvieron las mismas características arquitectónicas? Y al interior de las edificaciones no proyectadas, ¿cómo se construyeron?, ¿qué materiales y técnicas se utilizaron?, ¿cómo es el arreglo interno del espacio? Como resultado de este análisis observamos que era distinto habitar una de las edificaciones no proyectadas por la Corona. El análisis comparativo entre ambas viviendas permitió establecer diferencias en la segmentación y arreglo del espacio interno, los rasgos arquitectónicos y estéticos, como así también en la calidad de los materiales constructivos. Estas diferencias dan cuenta de la posibilidad de apropiación, elección y diferenciación en el espacio de las estructuras no proyectadas. Asimismo, la forma en que se construyeron –en términos de obtención de materiales y mano de obra tal como se desprende de las narrativas– implicó la participación en esferas de circulación de bienes y servicios más allá de lo pautado por la Corona. En este sentido, el análisis permitió observar que era distinto habitar una de las edificaciones no proyectadas por la Corona. Ahora bien, ¿qué implicaba ese margen de acción en términos de negociación social? La existencia de estas edificaciones permite discutir el margen de acción existente e indagar cómo y de qué forma surgen esas prácticas sociales alternativas. Lo observamos en su integración al poblado, la construcción diferente dada por las elecciones en las formas y por las esferas de circulación de bienes, recursos disponibles y mano de obra. De este modo, tanto el proceso constructivo como el habitar estos espacios participan de una serie de relaciones específicas que son también generadoras de sentido, es decir, son parte del proceso de significación. Partimos del interjuego de discursos y prácticas para analizar ejes de ordenamiento y prácticas sociales a través del estudio del proyecto social implícito en el plan de poblamiento colonial. Los discursos subyacentes al proyecto social definen e intervienen activamente ordenando a los individuos, su interacción y los espacios; pero las prácticas sociales emergen desde la materialidad. ¿ACONTECIMIENTOS MATERIALES? ¿Cómo pensar estas prácticas cotidianas en tanto espacios de reproducción y transformación social? Volvemos sobre la noción de cambio social. Nuestro punto de partida es la estructuración social entendida como la interacción de los principios estructurales de una sociedad y las prácticas sociales de los individuos que la constituyen (Giddens 1984). Remarcamos cuatro puntos importantes: primero, la relación entre la sociedad y sus individuos no reside ni en la estructura social ni en la subjetividad individual, sino en la interdependencia entre ambas; no hay una sin la otra (Giddens 1984). Segundo, esto es posible a través de lo que Bourdieu (1977) llama habitus, un sistema adquirido de disposiciones durables y transferibles, de conocimientos, prácticas y percepciones; serían esquemas históricos de clasificación que orientan las prácticas. El habitus opera bajo una lógica práctica; no es externo al individuo sino que es formado y da forma a las prácticas sociales (Jones 1999). Tercero, estructura social y prácticas sociales solo tienen existencia en el contexto en que se practica la creación de su propia historia, la producción diaria de sus condiciones materiales de existencia (Bourdieu 1977). Cuarto y último, las prácticas sociales se hacen a sí mismas en relación a ciertas condiciones estructurales y al hacerlo, también reproducen y transforman estas condiciones. Este mecanismo es el espacio mismo de reformulación del orden social (Giddens 1984, Bourdieu 1977). De esta forma, en el hacer y rehacer de las prácticas surge el cambio social. Entonces, ¿qué preguntas son necesarias para poder comprender el cambio social desde las prácticas cotidianas? Volvemos sobre la recurrencia de ejes de ordenamiento en distintas esferas sociales, sobre la noción de discurso definido como la regularidad en una práctica (Foucault 1970). Para discutir el surgimiento de algo nuevo que pueda transformar el orden social nos preguntamos ¿cómo pensar que rompe esa regularidad? El concepto de acontecimiento (Foucault 1980) es entendido como una irrupción de sentidos que quiebran las series de reiteraciones discursivas para abrir el espacio a nuevos procesos de significación. Permite abordar los procesos por los que se produce como efecto lo regular, se construye lo natural y la verdad. Permite retomar lo anterior –como condiciones de producción o posibilidad– a la vez que produce rupturas en las serie de repeticiones dando lugar a nuevas formas de sujeto (Zoppi-Fontana 2004). En otras palabras, es una concepción del cambio social. 15 CUADERNOS 21 En el caso de Floridablanca, desde las prácticas emerge una serie nueva como acontecimiento, creando nuevos sentidos y relaciones sociales que fueron omitidas de los relatos oficiales de crecimiento del poblado, no informadas. Frente a las prácticas de designación, segmentación y ordenamiento en categorías sociales, encontramos individuos que rehicieron su lugar en el poblado, formando nuevas familias y nuevas formas de población estable. Surgieron actividades que no habían sido contempladas para Floridablanca, las cuales implican nuevos actores sociales y nuevas esferas de circulación de bienes y servicios por fuera del control de la Corona. Son nuevas formas de significación que dan espacio a nuevos sujetos, grupos, roles, redes, lugares, bienes y servicios. Son prácticas que se jugaron en el plano material, en la apropiación y reorganización de la vida cotidiana. Ahora bien, en nuestra discusión es necesario evaluar la posibilidad de que estas prácticas sean extensiones, ampliaciones de la puesta en práctica del proyecto y no reformulaciones del orden social. Entendemos que el crecimiento del poblado dentro de los mismos ejes de ordenamiento estaría en el orden de lo complementario, es decir, de la adición sin transformación. Recordemos las expectativas del crecimiento del plan, repitiendo las pautas de organización: familias mononucleares como unidades sociales y productivas discretas y similares. En cambio, el acontecimiento remite al sentido excedentario respecto de los significados posibles, altera la esencia de la situación previa modificando las condiciones de producción (Lewkowicz 1999). En este sentido, lo “nuevo” puede o bien no ser útil, o producir una reorganización que modifique las condiciones materiales en que se dan los procesos de resignificación. Consideramos que los espacios no proyectados están dando lugar a sentidos sociales que desde el plan de poblamiento no fueron planificados ni permitidos. Se alteró la composición de la población, sus formas de interacción, la intervención de la Corona en ellas; en definitiva, se abrieron otros espacios de proyección a futuro del poblado. Estos espacios conforman una esfera que se desprende del funcionamiento del poblado. Como tal, generan un margen alternativo para las prácticas y decisiones cotidianas. Es importante aclarar que el carácter de acontecimiento no implica que sean formas nunca antes utilizadas, probablemente sean prácticas comunes. Lo importante es remarcar que estas prácticas son alternativas solo en relación a los ejes de ordenamiento social. En este sentido, en nuestro análisis no reificamos las prácticas sociales, no implican cambio en sí mismas sino en sus procesos de significación. Es en el contexto de sus condiciones materiales de producción que pueden pensarse como transfor- maciones del orden social. Son las series lo que permiten circunscribir el lugar de aparición del acontecimiento (Goldman 1989). “(…) es a nivel de la materialidad que cobra siempre efecto el acontecimiento, y como ese efecto tiene su sitio, y consiste en la relación, la coexistencia, la dispersión, la intersección, la acumulación, la selección de elementos materiales; se produce como efecto de y en una dispersión material” (Foucault 1980:47). Para finalizar, nos interesa señalar que en este trabajo buscamos por medio de la integración de las prácticas narrativas y materiales, articular el orden colonial con prácticas alternativas que de hecho, fueron omitidas por él. Entendemos que es necesario abordar ambos niveles para indagar en la estructuración social de la Colonia. La historia de Floridablanca no es solo la historia oficial del proyecto colonial; desde las diversas miradas leemos distintas historias. AGRADECIMIENTOS Quiero agradecer a la Dra. Mónica Zoppi-Fontana. Este trabajo es resultado de un Seminario de Doctorado dictado por ella. También a Silvana Buscaglia, Horacio Paradela y Graciela Bianchi que me ayudaron a pensarlo, escribirlo y reescribirlo. De todas maneras, lo escrito aquí es de mi exclusiva responsabilidad. FUENTES DOCUMENTALES Archivo General de la Nación (AGN). Sección Colonia. División Gobierno. Sala IX. Legajos 16-3-5 al 12; 16-4-1 y 16-5-10; Sala XIII. Legajo 34-10-5 y 6. 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Detallamos las referencias de quiénes fueron, a qué categoría social correspondían, cantidad de individuos en la unidad doméstica y qué construyeron. 1) José López, carpintero, solo, una casa. 2) Manuel García, panadero poblador, casado y con una hija, una casa. 3) Benito Pérez, labrador, casado y con un hijo, una casa. 4) Francisco Alonso, labrador, casado y con una hija, una casa.5) Manuel Pérez, labrador, casado y convive con un agregado, una casa. 6) Don José de la Serna, presidiario, soltero, una pulpería. 7) Destacamento de Infantería de Buenos Aires, dos cocinas. 8) Juan Lorenzo, soldado, casado convive con su esposa, dos ranchos. 9) Don Martín Chichilla, presidiario y criado del contador, soltero, dos ranchos. 10) Juan Antonio Aizpurúa, carpintero-presidiario, solo, una pulpería con habitación de alquiler. 20 Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007 1852-1002 ISSN 0570-8346 SINCRETISMO MÁGICO-RELIGIOSO ENTRE LOS QOM (TOBAS) Margot Bigot* y Héctor Vázquez** RESUMEN A partir de un análisis etnolingüístico, en este trabajo se cuestiona la aplicación de la dicotomía sagrado/profano a sociedades animistas en las que estas nociones no tienen expresión lingüística y se analiza la incorporación del concepto “sagrado” en grupos qom. PALABRAS CLAVE Sincretismo religioso - creencias ancestrales - poder - sagrado ABSTRACT On the grounds of an ethnolinguistic analysis, this paper questions the use of the sacred-profane dichotomy when analyzing animistic societies where these notions have no linguistic expression. The incorporation of the concept of “sacred” in Qom groups is also analyzed. KEY WORDS Religious syncretism - ancestral beliefs - power – sacred CREENCIAS ANCESTRALES Y RELIGIOSIDAD En el análisis de las tradiciones culturales extraeuropeas, la “racionalidad discursiva” de occidente ha sido muchas veces incapaz de controlar su propio etnocentrismo. Ha extrapolado, en consecuencia, conceptos y categorías válidos para el análisis de sus sociedades a dominios de vida cualitativamente diferentes. Si el carácter simbólico de lo sobrenatural, lo sobrenatural mismo, son resultado de una construcción histórico-socio-cultural, la noción de lo trascendente y de lo trascendental resulta ajena a las tradiciones culturales animistas. En estas organizaciones sociales las representaciones mentales y las prácticas sociales orientadas a la acción se encuentran enmarcadas por una concepción instrumentalista, indispensable para sobrellevar, con éxito relativo, las condiciones de una muy difícil cotidianeidad. Como ha expresado Mircea Eliade en “Lo sagrado y lo profano”, el hombre religioso no concibe un espacio homogéneo, sino escindido en “sagrado” y “profano”, en el que lo sagrado está vinculado al cielo (lo trascendente), por lo tanto la adjudicación de la noción de sagrado –ya compleja y problemática dentro del cristianismo (J. A. Vázquez 1985)– a sociedades animistas que, dominadas por lo mágico, han elaborado una noción extrahumana * CIUNR - Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, [email protected] ** CIUNR-CONICET- Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, [email protected] y aun extranatural de poder, pero que sin embargo no poseen términos para designar lo sagrado, parece consecuencia directa de la proyección acrítica de la dicotomía sagrado / profano. Desde una perspectiva lingüística el uso de la palabra “sagrado” –cuya denotación conceptual más general es “perteneciente a, o manifestación de la divinidad”– en relación a sociedades animistas para las que el cosmos está saturado de poderes, no resulta adecuada, ya que en tanto signo lingüístico “sagrado” no tendría el mismo valor que el que tiene en contextos en los que se opone a “profano”. Según E. Miller (1979) los términos tobas referidos al poder establecen una vinculación entre los chamanes, sus espíritus compañeros, la organización social y el universo fenoménico. El mapa cosmográfico toba construye tres niveles y cinco estratos, cada uno de estos estratos está asociado con figuras dotadas de poder. En el nivel I, primer estrato, cielos piguem, habitados por seres celestes (sol, luna, constelaciones de estrellas); segundo estrato l’oc /l’at (atmósfera, nubes y vientos). En el nivel II, alhual’ec (seres terrenales), tercer estrato lauat na’alhua, faz de la tierra (humanos, animales, y no’ouet, ser poderoso terrenal), cuarto estrato, pa’aguiñi na alhua, interior de la tierra (víboras, sapos, seres poderosos mitad hombres, mitad animales). Nivel III, ne’etaxaalec (seres acuáticos), quinto estrato, ne’etaxat, agua (caimanes, combinaciones de animales marinos y de formas de vida de otros niveles superiores). Es nuestra impresión que la cosmovisión ancestral qom (toba) se articulaba mediante una organización jerárquica de “poderes” cuyo equilibrio aseguraba el 21 CUADERNOS 21 mantenimiento de un sistema ecológico que involucraba a hombres, animales, vegetales, y fenómenos atmosféricos, que podríamos definir como un sistema de cratofanías (κρατoς “poder", φαινειν “mostrar”) más que de hierofanías (manifestaciones de lo sagrado). La ambivalencia bien/mal referida a los integrantes de este sistema tiene, sobre todo, una función ecológica respecto de él. El orden normativo derivado de esta cosmovisión parece definirse en términos mágicos (antes que religiosos) estableciendo patrones de comportamiento social ligados al chamanismo. La oposición sagrado /profano no parece propia del sistema de creencias toba, sino más bien producto de la conquista y colonización. El mapa cosmográfico toba ha sido profundamente alterado por el proceso de colonización. La introducción del cristianismo, especialmente bajo sus manifestaciones pentecostales ha reorganizado –en planos cualitativos muy diferenciados– la cosmovisión toba. Como lo sostiene E. Miller (1987) a los poderes ligados al chamanismo (curar o matar) y al de la brujería (matar) debe agregarse el poder de curar de los curanderos, adoptado durante el período colonial, y el de los pastores (líderes religiosos) de más reciente aceptación. Las migraciones de los aborígenes tobas desde distintas zonas del Chaco hacia las grandes ciudades se 1 acrecentaron en las últimas décadas . Resistencia, Rosario, Buenos Aires y La Plata son las ciudades que han recibido un mayor número de migrantes tobas. La crisis de las economías regionales y las persistentes inundaciones contribuyeron a acrecentar las migraciones, de este modo se han constituido diferentes campos de interacción socio-étnica. El estudio de dichos campos demanda el análisis de las sistematizaciones simbólicas de los grupos indígenas subalternos, de los modos, niveles, y grados de penetración de los sistemas de ideas dominantes de las sociedades regionales/nacionales, de los matices diferenciales de los conflictos existentes entre las parcialidades étnicas subalternas y los segmentos de la sociedad regional con los que interactúan, y de las estrategias de resistencia étnica que desarrollan los grupos indígenas tobas (G. Rodríguez 1988, M. Bigot, G. Rodríguez, H. Vázquez 1992). Las familias tobas asentadas en diversos barrios periféricos de las grandes ciudades continúan vinculadas, de diferentes modos, a las distintas localidades de origen. Si 1 Los indígenas tobas argentinos, emparentados lingüística y culturalmente con los tobas bolivianos y paraguayos, constituyen una de las variantes de las culturas cazadoras-recolectoras del gran chaco. Su hábitat original se extendía desde el norte de la provincia de Santa Fe (Argentina) hasta el Paraguay, y desde los ríos Paraná y Paraguay hasta la precordillera. el antiguo líder toba asumía funciones políticas y chamánicas, los profundos cambios introducidos, afectan tanto la concepción de poder como la de los liderazgos. Actualmente una de las modalidades de liderazgo se encuentra estrechamente ligada a un prestigio cuyo carisma se conecta al conocimiento del sentido de las palabras bíblicas y al de los mitos y leyendas ancestrales que son reinterpretados de formas diversas por la memoria colectiva de los diferentes grupos, según su particular experiencia histórico-socio-cultural (M. Bigot, G. Rodríguez, H. Vázquez 1995). Es posible encontrar, dentro del mismo asentamiento, diferencias notables en el dominio de las representaciones simbólicas entre los distintos grupos de familias que los conforman. Los migrantes rurales, provenientes del monte chaqueño poseen un simbolismo mágico– religioso sustentado sobre lo ancestral. Algunos seres poderosos como n’owet –señor de la superficie terrestre– se yuxtaponen con personajes cristianos. En algunos casos el Espíritu Santo se asimila a n’owet. Entre los que han migrado de barrios periféricos de otras ciudades, los seres y símbolos ancestrales tienden a desdibujarse. Los procesos de sincretismo de lo simbólico en sus distintos dominios, incluido el simbolismo mágicoreligioso tienen particularidades específicas y tienden a la diversidad. No obstante el cristianismo, predominantemente bajo sus manifestaciones pentecostalistas, se ha hecho hegemónico. Aun entre los tobas el pentecostalismo adopta el aspecto de lo que Max Weber denominó “religión profética de salvación”. En nuestros días es, de un modo general, válida la afirmación que, desde esta perspectiva los tobas reinterpretan la noción de “poder” y asumen el concepto de lo “sagrado”. EXPRESIONES LINGÜÍSTICAS DEL CONCEPTO “SAGRADO” Los grupos qom (toba) con los que hemos traba2 jado , que mayoritariamente adhieren al cristianismo evangélico, han internalizado el concepto de lo sagrado con peculiaridades derivadas de interferencias entre las nociones de “poder” y de “sagrado” inherentes respectivamente a la “visión mítica ancestral” y a la “visión religiosa pentecostal”, en sus diversas variantes. La flexibilidad con que se interpretan los textos bíblicos en el culto pentecostal es uno de los factores que favorece el encabalgamiento y la coexistencia de rasgos de ambas visiones del mundo, constitutivos del actual sincretismo. 2 22 Se ha trabajado con informantes que residen en los asentamientos de la periferia de la ciudad de Rosario (Villa Banana, Empalme Graneros, Los Pumitas); y en la provincia del Chaco, Barrio Toba de Resistencia, Barrio Cacique Pelayo de Fontana, Miraflores. SINCRETISMO MÁGICO-RELIGIOSO ENTRE LOS QOM (TOBAS) Paralelamente a los cambios operados en la experiencia histórico-socio-cultural, la lengua qom se ha ido adaptado a las nuevas necesidades de expresión mediante la incorporación de préstamos del español o bien mediante procedimientos intralingüísticos (innovaciones léxicas y extensión semántica) (M. Bigot 1993 -1996). Aunque en la dinámica del proceso de sincretismo mágico-religioso coexisten oscilaciones y hasta contradicciones en la conceptualización de los referentes, la tendencia recurrente liga lo “sagrado” al mantenimiento de la salud, del bienestar, la salvación. 3 El lexema verbal saqajetapek cuyo significado literal es “no se puede reiteradamente” recubre la noción toba de “sagrado”. Esta palabra es traducida al español por los informantes de las siguientes formas: “sagrado”, “no se puede transgredir”, “se debe respetar, obedecer, cuidar”. Otras palabras traducidas al español por “sagrado”, aunque de menor frecuencia de uso son: qajwe’elek cuyo significado es “se protege”, “se ejerce protección sobre” y saqaj’aaanapek con el significado “no se juega”. Las palabras saqajwe’elek “no se lo protege o defiende” y saqajpi’ja “no se le tiene confianza o fe” extienden su significado a lo “no-sagrado”, categoría que involucra la intencionalidad maléfica. • • • PROYECCIONES ACTUALES DEL CONCEPTO “SAGRADO” Desde la actual perspectiva sincretista, los indígenas tobas proyectan su peculiar concepto de lo sagrado hacia diversos ámbitos de la cultura ancestral: seres sobrenaturales y humanos, animales, vegetales y objetos. Exponemos algunos ejemplos relevantes por su recurrencia en los grupos con los que hemos trabajado. ÁMBITO DE LOS SERES SOBRENATURALES • abjaalek: personaje del monte con figuración humana. Otorga poder a ciertas personas para ver a distancia y predecir acontecimientos futuros. También confiere poder a algunos chamanes. • alwalae': son dos personajes del interior de la tierra. Aparecen en forma humana con medio cuerpo fuera de la tierra. Se pueden transformar en seres invisibles, de esta manera logran una gran movilidad que les permite informar al chamán lo que ocurre en lugares distantes, transmitir mensajes de familiares alejados o 3 • La transcripción fonológica es la siguiente: oclusivas /p/, /t/, /k/, /q/, /’/; fricativas sordas /s/, //, /x/, /h/; fricativas sonoras //, //, //; africada /t/; nasales /m/, /n/, //; laterales /l/, //; vibrante /r/; semivocales /w/, /j/; vocales: anterior cerrada /i/; anterior abierta /e/; posterior cerrada /o/; posterior abierta /a/. Préstamo del español /b/. 23 difuntos. Actualmente también se los invoca para que ayuden en trámites burocráticos. n’owet: de gran importancia para el contexto de la cacería, ejerce su dominio sobre la superficie terrestre, tiene contacto con los protectores –padres y madres– de las especies animales. Concede poder a los chamanes. Adquiere diversas figuraciones: espíritu invisible, forma humana o animal. Transfigurado en tigre, con el nombre saltaro se constituye en protector de esa especie. No es posible matarlo con armas blancas o de fuego ya que aunque el cazador logre despedazarlo los restos se unen nuevamente. Con el nombre welan lta’a (padre del welan) dirige el rito de tránsito de los chamanes. Sus poderes para el bien y el mal son fuente de actuales controversias, algunos lo consideran “demonio” mientras que para otros converge con el Espíritu Santo o con Jesucristo. De esta manera la expresión n’owet con un significado en el que los semas se reducen a “ser+poder” deja de ser un nombre propio que denota directamente un referente, para designar tanto a n’owet (contexto mítico qom) como a Jesucristo, al Espíritu Santo, al Demonio (contexto cristiano) y aun el concepto mismo de poder, ej: “tiene n’owet”. qarta’a: “nuestro padre” donde /qar/ proposesor de primera persona del plural y /ta’a/ padre, designa al dios cristiano, que también recibe los siguientes nombres: ñi dios (préstamo del español); enawaqna “dueño de todo” ; imatalekna “apoderado de todo”. Acerca del significado de las dos últimas palabras es posible que se haya producido un desplazamiento semántico si se considera la existencia de un alto dios entre los antiguos qom. E. Cordeu expresa: “....si bien el tema del alto dios fue conocido en otras épocas, independientemente de las influencias cristianas, en ningún caso jugó en la vida religiosa un papel parangonable a las entidades animalísticas...” (E. Cordeu, 1969: 118). Y E. Miller (1979) expone la forma imata’a na (dueño o soberano de todo) personaje del cual dice que varios informantes afirmaron que era objeto de plegarias para los antiguos tobas. qomoonalo: gran serpiente que habita bajo tierra y aparece en el cielo en forma de arco iris. Castiga con lluvias, tornados y terremotos las transgresiones a las reglas de cacería. Especialmente las prohibiciones referidas al puerperio y menstruación, durante estos períodos las mujeres deben observar ciertas reglas alimentarias y no alejarse de sus viviendas. Dichas prohibiciones afectan también a los hombres que habitan la casa quienes deben suspender, durante esos períodos, la cacería. CUADERNOS 21 ÁMBITO HUMANO • ‘enaanaajk: burlador de hechizos, persona con capacidad para anular el efecto de un hechizo realizado por un brujo. Esta tarea qaj’in significa literalmente “se burla” (raíz /’in ∼ 'en/ "burla") Se destaca que el brujo konnaanaajk no es considerado sagrado por utilizar su poder con fines exclusivamente maléficos. • nanojkenajk: especie de mago con poder dependiente de abjaalek (señor del monte) para hacer aparecer, desaparecer y transformar objetos. • ojkjaajk: persona con poder emanado de n’owet (señor de la superficie terrestre) o abjaalek para ver a distancia o en el interior de algo, y predecir acontecimientos futuros. • pjoonaq: shamán, con poder (napiiik) conferido por n’owet, por los padres y madres de los animales u otros seres sobrenaturales que actúan como espíritu compañero (najawa) y le trasmiten un canto propio (lalak) para realizar las curaciones (npate). El shamán además sopla (ipete’elek) y chupa (napiolek) para extraer el objeto (lajnaanaat) que, a manera de proyectil, causa la enfermedad. Estos objetos pueden ser pequeños gusanos, trozos de vidrio, astillas de carandá o palo santo. Una vez fuera del cuerpo (l’ek) estos objetos aumentan el poder del shamán, y pueden ser introducidos, como dadores de poder, en futuros shamanes. También en el culto pentecostal se realizan oraciones y cantos para hacer salir al “demonio” del cuerpo del enfermo, en los que se repite l’ek qawen (afuera mal). • qowaawenajk: pastor o misionero que tiene poder, otorgado por el Espíritu Santo, para curar mediante oraciones. Destacamos que el curandero tannaanaajk, que utiliza prácticas curativas criollas, así como los médicos “blancos” no son considerados sagrados por no tener “poder” para saber quién hizo el daño, ni para curar invariablemente. ÁMBITO ANIMAL Lo sagrado animalístico está ligado al plexo chamánico. Los “padres y madres” de los animales, a los que se relacionan prácticas chamánicas, protegen sus respectivas especies castigando la depredación y regulando la cacería a fin de asegurar su perdurabilidad. Algunos animales proporcionan preciados recursos alimentarios y terapéuticos. También en la confección de amuletos se utilizan partes de ciertos animales. Estos usos están estrictamente normalizados e incluso los desechos animales son objeto de cuidados especiales, se los debe enterrar o arrojar al agua. • walikjaaj late'e : “madre del carpincho”. Cuando las persecuciones son excesivas traslada los carpinchos a otro lugar, y castiga la matanza indiscriminada con enfermedades y muerte de los cazadores. • maik lta'a: “padre del avestruz”. Se trata de un ejemplar de mayor tamaño, si el cazador hace un disparo y el animal no cae se considera un indicio para dejar de perseguirlo, si no lo hace y logra matarlo el “padre del avestruz” lo hace enfermar y morir. • njaq late’e: “madre del pez”. Es una suerte de sirena, tiene cuerpo de mujer en la parte superior y cola de pez. Su función es la de regular la pesca. Las enfermedades producidas por los protectores de los animales pueden ser “curadas” con prácticas chamánicas. La terapia basada en elementos animales tiene vigencia aún entre los indígenas de los asentamientos urbanos, quienes se procuran estos “remedios” en sus lugares de origen. Por ejemplo la grasa de carpincho walikjaaj lteta sirve para parar hemorragias de boca y nariz. La “grasa de avestruz” maik lteta se utiliza para frotar el cuerpo por su efecto antitérmico. La carne de carancho kaaai lapat se hace secar y se come un trozo como antídoto para las picaduras de serpiente. Algunos animales como el mono carayá woim o la liebre lerma no deben ser molestados. Las mujeres embarazadas no pueden mirar los ojos de la liebre, si lo hacen sus hijos nacen con defectos. También algunas aves son consideradas “sagradas” por ser capaces de transmitir mensajes a los shamanes. Actualmente, tanto en zonas rurales como urbanas, la “grasa de tigre” kioq lteta es una sustancia protectora que se utiliza con cuidados extremos y autorización del chamán ante graves amenazas para el grupo. ÁMBITO VEGETAL El carácter “sagrado” de los vegetales deviene de su valor alimentario, terapéutico y protector enlazado con lo mítico. De la misma manera que los animales, los vegetales no deben ser depredados. Algunos ejemplos: • mapik (prosopis alba) “algarrobo” tiene un lugar relevante en la mitología “qom” por ser el único árbol que quedó luego del “gran incendio” que asoló la tierra. La maduración de sus frutos amap, que constituían uno de los principales alimentos de los antiguos “qom”, marcaba el comienzo del año. • torolkik (eschinus molle) “molle” se utiliza para curar afecciones de garganta y bronquios en forma de infusión (con las hojas quemadas) o mascando las hojas verdes. • rabjoo'nole (drostenia brasiliensis) “higuerilla” sirve para confeccionar un amuleto en forma de collar que tiene por fin proteger de enfermedades a los niños menores de un año. Antes de cortar las hojas la madre o la abuela del niño debe dirigir una plegaria a la 24 SINCRETISMO MÁGICO-RELIGIOSO ENTRE LOS QOM (TOBAS) planta para lograr que el amuleto sea eficaz. (M. Bigot y H. Vázquez 1993, M. Bigot 2004). CONCLUSIÓN Si la producción de las representaciones simbólicas (mitos, leyendas, etc.) expresa el esfuerzo de los miembros de una colectividad para preservar su existencia física y social (C. Meillassoux 1979) entonces, sus diferentes modos de expresión deben ligarse a las transformaciones histórico-socio-culturales. En este sentido, la “memoria” asumida por la tradición oral se muestra como una transfiguración del pasado desde el presente etno-histórico. De modo que la “tradición” resulta de un proceso de reelaboración del pasado operado a través de complejas mediaciones: relaciones de dominio/sometimiento, migraciones, procesos de aculturación, sincretismos religiosos, interferencias lingüístico-culturales, etc. que producen profundas modificaciones en la estructura social y en la visión del mundo de un grupo o parcialidad étnica. Es en este contexto que el concepto “sagrado” adquiere sus significaciones actuales entre los qom (tobas). BIBLIOGRAFÍA Bigot, M., 1993 Resistencia étnica, estrategias lingüísticas. 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PALABRAS CLAVE Noroeste de Argentina - Quebrada de Humahuaca – Esquina de Huajra – contextos Humahuaca Inca ABSTRACT In this paper research advances obtained at the moment in Esquina de Huajra archaeological settlement are presented. Due the abundance and variety of Humahuaca vessels with typically Inca style attributes, the non local pottery, the metallic and bone objects, and the lithic artefacts which conform the archaeological contexts dated within Humahuaca Inca and Humahuaca Colonial Phases, hypotheses and questions about Esquina de Huajra functionality are stated. KEY WORDS Northwestern Argentina - Quebrada de Humahuaca – Esquina de Huajra – Humahuaca Inca contexts. Esquina de Huajra (Tum 10) es un eslabón sumamente importante en la cadena de sucesos que han conformado la historia ocupacional prehispánica del sur de la Quebrada de Humahuaca. Su importancia radica en las razones de su emplazamiento como respuesta a estrategias de control generadas durante el Incario, en la abundancia y variedad de la cultura material recuperada, y en la posibilidad de contar con datos bioarqueológicos y de prácticas mortuorias. Esquina de Huajra es un asentamiento Humahuaca Inca que no ha sido emplazado sobre ocupaciones preexistentes. Las dataciones cronométricas calibradas se encuadran en las de los contextos del Periodo Inca fechados en distintos sitios de la región (Nielsen 2001: 217 tabla 6) y aunque algunas podrían quedar incluidas en el Periodo Hispano-Indígena o Fase Humahuaca Colonial, no hemos registrado hasta el momento ningún elemento español. En estas páginas comentaremos los resultados que se están obteniendo del análisis de los contextos excavados en Tum 10 a partir de las tareas de rescate realizadas a fines del año 2001, debido al impacto producido al ensan∗ CONICET (IDGYM-UNJu) - FHyCS (UNJU), cremonte@ idgym.unju.edu.ar, [email protected] ∗∗Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (UNJu), teye29@ hotmail.com char la Ruta Nº 9 como un tramo del “Paso Vial Ruta de Jama” (Garay de Fumagalli et al. 2002). Las excavaciones permitieron recuperar un registro arqueológico de características relevantes para el sector sur de la Quebrada de Humahuaca que está siendo estudiado por un equipo de especialistas. En este trabajo si bien se pone énfasis en la alfarería (más de seis mil fragmentos, algunas vasijas enteras y parcialmente fragmentadas) comentaremos los resultados obtenidos de los diversos análisis llevados a cabo. En este sentido Angiorama (CONICET-UNT) ha realizado el estudio composicional de once artefactos metálicos mediante MEB-EDS en la CNEA; Mengoni Goñalons y sus colaboradores están llevando a cabo el análisis arqueofaunístico (CONICET-UBA); Chaparro (CONICET- UNCPBA) realizó la clasificación tecno-tipológica de cien elementos líticos (instrumentos, núcleos, desechos y adornos) y Gheggi (ICA-UBA) realizó la clasificación e identificación de los restos óseos humanos procedentes de los cuatro enterratorios excavados que se comentan en este trabajo. CARACTERIZACIÓN DE ESQUINA DE HUAJRA (TUM 10) El asentamiento arqueológico Esquina de Huajra se encuentra en el departamento de Tumbaya, en los faldeos medios e inferiores de un cerro ubicado en la curva de Huajra, a 1.990 msnm, 23° 53,3’ 65” lat S y 65° 26,91’16” long O. Esquina de Huajra quedó emplazado entre el pueblo 27 CUADERNOS 21 actual de Tumbaya (dos kilómetros hacia el sur) y el Pukara de Volcán (cinco kilómetros hacia el norte) frente a la entrada de la quebrada de Huajra, uno de los accesos directos más importantes hacia los valles orientales (figura 1 a.). Las observaciones en el terreno y el relevamiento planialtimétrico de Tum 10 (figura 1b), mostraron la existencia de arquitectura en piedra pero poco visible en superficie. El emplazamiento en pendiente de las construcciones y el acarreo y depositación de los sedimentos a lo largo de aquella cubrieron las estructuras, lo que favoreció la preservación del sitio debido a su baja perceptibilidad arqueológica, desalentando la realización de excavaciones o huaqueos intensivos pero también por otro lado, esto dificulta conocer la superficie total construida así como su configuración espacial. No obstante estimamos un área edificada aproximada de ocho mil metros cuadrados, a la que debe sumarse algunas construcciones aisladas registradas hacia el norte, en los niveles inferiores de la ladera, muy disturbadas por derrumbes y por una densa vegetación de churquis. En el sector sur del sitio las construcciones visibles son muy escasas (un recinto rectangular pequeño [huaqueado], tramos de las paredes de otros probables recintos así como de muros de contención). En el sector central solo registramos tramos de muros, mientras que el sector norte sería el más densamente ocupado. Este asentamiento se extiende desde la base hasta la cima del cerro, alcanzando una altura de ochenta y cinco metros desde el fondo del valle del río Grande y las estructuras se adecuan a la topografía del terreno. Los muros de Esquina de Huajra tienen un espesor que varía entre 0,50 y 0,90 m. Son muros dobles conformados por bloques de cuarcitas y filitas de formas y tamaños variados, con sus caras externas naturalmente aplanadas y en algunos casos canteadas. Los bloques fueron fijados con barro y guijarros pequeños. Todos los recintos de vivienda así como dos de las tumbas excavadas, son de planta rectangular con ángulos rectos bien marcados. En su mayoría, los muros de Tum 10 se escalonan a lo largo de la pendiente marcando las curvas de nivel en superficies horizontalizadas, es decir que el espacio ocupado fue intencionalmente aterrazado. Podemos caracterizar a Esquina de Huajra como una instalación Humahuaca Inca ubicada cronológicamente entre la Fase Inca y los inicios de la Humahuaca Colonial (Nielsen 1997: 114 y 115) tal como hasta ahora lo indican los fechados obtenidos (ver tabla 1). CONTEXTOS EXCAVADOS Durante los veinte días otorgados para efectuar los trabajos de rescate arqueológico, se realizaron excavaciones en el faldeo inferior del sector norte de Tum 10, ya que sería el más afectado por los trabajos de ampliación de la Ruta Nº 9. Se excavaron doscientos diez metros cuadrados a lo largo de tres niveles aterrazados artificialmente que se escalonan en este sector de la ladera y que hemos denominado Terraza 1, Terraza 2 y Terraza 3, desde la inferior a la superior (figura 2). Contexto doméstico de la Terraza 1 En la Terraza 1 (inferior) se descubrieron las paredes externas de una probable vivienda; su altura desde el piso de ocupación era de dos metros promedio. Estas paredes cierran en ángulo recto y sobre la que da hacia el sur, se descubrió un pequeño vano rectangular de 0,45 x 0,40 x 0,30 m. Este vano o “ventanita” presenta a ambos lados dos bloques sub-cuadrangulares sobre los que apoya una laja plana como dintel. El gran muro externo de diez metros de largo fue construido con bloques no uniformes, varios de ellos y especialmente los que están por debajo de la “ventanita” son grandes y rectangulares, alineados verticalmente. La superficie excavada correspondería a un sector del patio de una probable unidad doméstica. Varios de los artefactos y ecofactos diseminados sobre la superficie de ocupación indicarían algunas de las actividades realizadas. En la Cuadrícula 25 Se encontró un fogón, delimitado por cinco bloques de caras planas y puestos de canto que encierran un espacio irregular de aproximadamente 0,40 m de diámetro. De su interior se extrajeron escasas lentes de carbón y algo de ceniza con algunos fragmentos cerámicos y óseos de camélidos. Fragmentos de cuerpos de vasijas cerámicas de diferentes tipos y tamaños se descubrieron alrededor de esta estructura. Un metro hacia el sur se encontró una pecana de aproximadamente 0,40 m de ancho por 1 m de largo, la mano se halló a medio metro de distancia. Una piedra plana de 0,36 m x 0,20 m de ancho máximo con rastros de pigmento rojo estaba sobre el piso (a dos metros del instrumento de molienda), junto a una gran concentración de fragmentos cerámicos. Del piso de esta Terraza se obtuvo la muestra de carbón sobre la que se realizó el fechado Beta 193319 (340 ± 50 años AP). El carbón fue recuperado de una pequeña estructura de combustión no delimitada por bloques pero asociada a pequeños morteros, a una olla ordinaria con pie (fragmentada) y a dos cuellos de aribaloides, uno rosado pulido de pasta fina y otro grande ordinario (figura 3). De este piso también se recuperó abundante cerámica y huesos animales (mamíferos y aves), así como una espátula fragmentada y una aguja (ambos de hueso). El único objeto de metal corresponde a un cincel de bronce estañífero (Angiorama 2004) procedente de la limpieza del muro en el sector que cierra en ángulo recto. 28 ESQUINA DE HUAJRA Figura 1 - Sitio Esquina de Huajra (Tum 10). a) Localización en el sector sur de la Quebrada de Humahuaca; b) Relevamiento planialtimétrico del sitio y vista ampliada del sector excavado. Tabla1 - Dataciones cronométricas de Esquina de Huajra (Tum10) calibradas con el programa Oxcal (Ramsey 2007); se utilizó la curva del hemisferio Sur. PROCEDENCIA 14 C AÑOS AP CAL. 1 DC CAL. 2 DC MUESTRA MATERIAL Terraza 1 piso 340 ± 50 1502-1645 1455-1796 BETA 193319 carbón Tumba 1 550 ± 40 1401-1446 1338-1463 UGA 16.200 óseo humano Tumba 2 450 ± 50 1437-1616 1419-1627 6X 32577 óseo humano Tumba 3 280 ± 50 1514-1799 1496-1952 BETA 206919 carbón Tumba 3 320 ± 50 1502-1661 1460-1799 6X 32576 óseo humano Figura 2 - Vista del área excavada en el sitio Esquina de Huajra, correspondiente a los niveles aterrazados: Terraza I, Terraza II y Terraza III 29 CUADERNOS 21 En el conjunto cerámico están claramente representadas las formas incaicas más típicas de las provincias del imperio (Bray 2003: 109): ollas de cocina con pie, platitos, platos y cántaros vinculados al consumo de chicha (aríbalos). Las vasijas decoradas muestran la combinación del estilo Humahuaca pintadas en Negro sobre Rojo con la incorporación de motivos o formas incaicas. En la cuadricula 24, correspondiente al sector de la esquina del muro y del pequeño vano, se encontró un vasito hilandero con huellas en su base interna, dejadas por la presión del huso. El vasito es Ordinario rojizo y el tortero fue realizado a partir de un fragmento de vasija con reticulado en Negro sobre Rojo, allí también se encontró un platito Marrón Alisado muy pequeño (63 mm de diámetro, 40 mm de altura). De la cuadrícula 25 se ensambló parte de una vasija Ordinaria del tipo vaso o “balde” de 520 mm de diámetro máximo y 350 mm de altura. Las cerámicas comentadas están asociadas a otras de manufactura no local procedentes de las tierras altas, tales como fragmentos de pucos o escudillas Yavi/Chicha, un fragmento Inca Pacajes (procedente de los niveles de relleno), sectores de vasijas restringidas Casabindo Pintado o Queta Policromo (Albeck 2001, Albeck y Ruiz 2003) y de Pucos Bruñidos (Cremonte y Solís 1998; Cremonte et al. 2006). Los treinta y dos elementos líticos recuperados corresponden a doce instrumentos (tres puntas de proyectil), dieciocho desechos de talla y dos núcleos. En su casi totalidad fueron confeccionados en obsidiana, otros muy escasos en arenisca silicificada. (Chaparro 2004). Las Puntas de Proyectil son triangulares, apedunculadas de base cóncava y de tamaños pequeños. Dos de ellas son de obsidiana y la otra es de arenisca silicificada rosada, todas se encontraron fracturadas. La casi totalidad de los desechos de talla y los dos núcleos son también de obsidiana; estos núcleos estarían indicando que en la Terraza 1 se llevaron a cabo tareas de reducción para la obtención de formas base (Chaparro y Ávalos 2005). Los resultados preliminares aportados por los restos arqueofaunísticos del piso de la Terraza 1 analizados por Mengoni Goñalons son muy interesantes. Se recuperaron cuatrocientos veintisiete restos óseos de los cuales el 65% que pudo ser identificado corresponde fundamentalmente a camélidos y a algunos cérvidos (Hipocamelus antisensis - taruca). De los camélidos están presentes sobre todo las partes medias y distales de las patas y las costillas; mientras que de los cérvidos los huesos del cráneo y de los miembros. Por su tamaño, el 68% de los huesos de camélido entran en la categoría de guanacos y llamas, los otros en los de vicuñas. Surge también como dato relevante la presencia de individuos que caerían dentro del tamaño de llamas grandes, es decir “cargueras”. Otros restos corresponden a aves. No son abundantes pero muestran una gama variada de sus partes anatómicas, indicando que pudieron formar parte de la dieta o ser utilizadas para la obtención de plumas (pudo identificarse un cráneo de pato). También se identificaron roedores (ratones de campo) pero estos ingresaron al registro arqueológico por procesos tafonómicos (Mengoni Goñalons 2005a). Probable área de circulación en la Terraza 2 En la Terraza 2 (media) solo se registraron algunos muros de contención, este sector habría funcionado como un espacio de circulación interna de unos cuatro metros de ancho. Su excavación no permitió identificar un claro piso de ocupación, y de los niveles de relleno se recuperó abundante cerámica (correspondiente a vasijas muy fragmentadas), material lítico y restos faunísticos probablemente de camélidos que hasta el momento no han sido analizados. El conjunto cerámico está integrado por mil cuatrocientos cincuenta y cuatro fragmentos clasificados, en su mayoría Ordinarios (818 = 56,26%) correspondientes a cuerpos de ollas y de vasijas tipo jarrón medianas y grandes (de cuellos evertidos y contorno inflexionado). Algunos fragmentos Angosto Chico Inciso (15 = 1,03%) pertenecieron al menos a dos ollas medianas con incisiones arrastradas horizontales en sus cuellos y a otra ollita con incisiones pequeñas y circulares de tipo “punteado” y se recuperó un solo fragmento con decoración corrugada. Por otro lado catorce fragmentos muy Micáceos pertenecieron al cuerpo de unas cinco vasijas pequeñas de formas no determinables. Se recuperaron fragmentos de vasijas con engobe rojo y morado, de superficies alisadas y sin motivos pintados (82 = 5,64%), treinta y tres de estos fragmentos presentan engobe rojo muy poco adherido a las paredes. Las formas corresponden a vasijas cerradas, pucos y cuencos. Los fragmentos de pucos con Interior Negro Pulido y de probables platos, pucos y escudillas pulidos lisos con paredes grises, negras, marrones, rosadas y moradas están bien representados en la muestra (114 = 7,84%). En cuanto a las vasijas abiertas y cerradas decoradas en Negro sobre Rojo (373 = 25,65%), setenta y tres fragmentos muestran una de las superficies pulida (en su mayoría es la superficie interna de escudillas). Los motivos más frecuentes son las bandas horizontales o verticales reticuladas en red. También son comunes las espirales o círculos concéntricos de trazos finos y medios en la superficie interna de escudillas y los semicírculos concéntricos en los bordes internos de vasijas cerradas; siguen en abundancia los triángulos y banderines negros, siendo escasos los motivos en “damero” y de bandas cruzadas. Como ejemplos de vasijas no locales, se recuperaron once fragmentos de probables escudillas Yavi/Chicha 30 ESQUINA DE HUAJRA Figura 3 - Cerámica de la Terraza I: olla ordinaria con pie, plato rojo pulido, fragmento de plato Inca Pakajes, vasija ordinaria tipo balde, tortero decorado en negro/rojo y cuello de aribaloide ordinario grande Figura 4 - Planta correspondiente al piso de ocupación del área excavada en Terraza III (Tum 10, Esquina de Huajra) 31 CUADERNOS 21 (rosadas lisas o con diseños en negro desleído sobre ante). Así como fragmentos de seis Pucos Bruñidos (rojos y castaños, uno gris externo y rojo interno, y otro morado con línea negra en el labio). El conjunto lítico está integrado por once instrumentos, un núcleo y treinta y tres desechos de talla, todos ellos en obsidiana. Los instrumentos corresponden a artefactos y fragmentos de artefactos no diferenciados, con excepción de una punta de proyectil pequeña y triangular, apedunculada de base cóncava. Se encuentra fracturada y presenta retoque bifacial extendido (Chaparro 2004). En esta Terraza no se encontraron morteros ni otros elementos de molienda. Uso del espacio en la Terraza 3 En la Terraza 3 (la más alta) se ubicaron áreas residenciales y enterratorios (figura 4 en página anterior). Los cuatro enterratorios excavados muestran variaciones en las técnicas constructivas, en las modalidades de inhumación y en los ajuares fúnebres. La Tumba 1 (figura 5a) es de planta cuadrangular (1,10 m x 0,55 m). Las paredes (0,30 m de espesor) son dobles y los bloques fueron unidos con barro batido y pequeños guijarros. Una de estas paredes (la ubicada hacia el oeste) era parte de un muro de contención, con refuerzo en banqueta. De este enterratorio secundario se exhumaron veinticuatro elementos óseos correspondientes a cinco individuos: dos hombres adultos de aproximadamente 1,60 m de estatura viva, dos mujeres adultas de 1,52 m a 1,54 m de estatura viva y un perinato de treinta y ocho/ cuarenta semanas de gestación (Gheggi 2005: 49-54). El ajuar fúnebre estaba compuesto por un vasito Ordinario gris y por fragmentos también ordinarios de una o dos vasijas, un pequeño terrón de pigmento rojo (hematita), una placa aplanada y alisada de esquisto, una punta de hueso confeccionada a partir de un metapodio de camélido y un tubo también de hueso con incisiones lineales que pudo ser utilizado para inhalar alucinógenos. La Tumba 1 está ubicada seis metros al sur del conjunto formado por las Tumbas 2, 3 y 4, las cuales están muy próximas entre sí. Su distanciamiento y la “pobreza” del ajuar (teniendo en cuenta el número de individuos inhumados) así como la presencia de la punta de hueso (que podría ser considerada un artefacto diagnóstico del período Hispano-Indígena), nos hizo suponer que se trataría de un contexto mortuorio más tardío. Sin embargo, el fechado de 550 ± 0 años AP (UGA 16.200) es, paradójicamente, el más temprano obtenido hasta ahora, ubicándonos en una época incaica plena. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que este fechado corresponde al del húmero derecho de uno de los adultos femeninos, y que estamos ante un enterratorio secundario (tipo osa- rio) representado por muy pocos elementos esqueletales. No sabemos si todos los individuos inhumados en esta tumba fueron contemporáneos, podría ser que se re-ubicaran restos de diferentes generaciones, quizás pertenecientes a una misma familia. Hipótesis que solo podrían testearse fechando a los otros individuos de la Tumba 1 y realizando análisis de ADN. El segundo enterratorio, Tumba 2 apareció en el interior de un recinto rectangular de 2,50 m x 1,50 m con una entrada de 0,40 m de ancho (figura 5b). El recinto es sumamente particular, ya que no se trata de una habitación donde se haya efectuado un enterratorio por debajo del piso, como es lo usual en los sitios de la región. Parece ser una estructura previamente construida y luego reutilizada para tal fin. El enterratorio se halló entre los 0,25 m a 0,45 m por debajo del nivel actual del terreno, por encima se determinó un estrato estéril y otro de relleno. Los muros del recinto son dobles (0,25 m a 0,30 m de espesor), rellenos con guijarros pequeños y medianos. Las caras externas e internas de los bloques se encuentran aplanadas naturalmente o a veces canteadas. En el interior de la estructura se realizó el entierro secundario de siete individuos representados por 34 elementos óseos totalmente desarticulados. Un adulto masculino de veintiocho a treinta y cinco años de edad, dos adultos femeninos de 1,58 m y 1,54 m de estatura viva aproximada (la mandíbula probablemente de uno de ellos correspondería a una mujer de unos sesenta años) y cuatro subadultos de tres, cinco, seis y diez años de edad aproximada al momento de morir. (Gheggi 2004, 2005:57-59). Entre los restos se encontró casi un centenar de cuentas de collar, ochenta y tres de las cuales (de 0,5 mm de diámetro y 1 mm de espesor promedio) fueron hechas en hueso como pudo determinarse mediante MEB-EDS, mientras que otra es de turquesa de muy buena calidad, dos trapezoidales de roca carbonática y una muy pequeña cilíndrica de lutita negra (Botto com. pers.). También acompañaban a los restos óseos fragmentos de una pinza de depilar y de un probable colgante de bronce estañífero (Angiorama 2004), pequeños panes de pigmento azul (azurita), amarillo y verde (atacamita); dos cráneos de patos criollos (Cairina Moschata s. p.) determinados por el Dr. Tonni (com. pers.) y una pequeña lasca de obsidiana. Formaron parte del ajuar cerámico un platito fragmentado Humahuaca Negro sobre Rojo decorado con haces de líneas oblicuas paralelas próximas al borde y numerosos fragmentos de al menos catorce vasijas locales y no locales: Ordinarias, Alisadas con engobe rojo y morado, un puco con Interior Negro Pulido, fragmentos negros y castaños pulidos, un fragmento Casabindo Pintado, tres fragmentos de diferentes formas abiertas pequeñas Chicha/Yavi lisas, un fragmento marrón micáceo y nueve fragmentos 32 ESQUINA DE HUAJRA Figura 5 - Fotos de las tumbas excavadas en la Terraza III (Tum 10, Esquina de Huajra): a) Tumba 1; b) Tumba 2; c) Tumba 3 33 CUADERNOS 21 Humahuaca y Humahuaca Inca decorados en Negro sobre Rojo, con motivos de líneas finas, líneas medias paralelas y bandas reticuladas de línea media en red. La Tumba 3 es de planta semicircular (1,25 m de largo x 0,70 m de ancho) y estaba adosada al muro de un recinto (figura 5c). Las paredes eran simples, formadas por una hilera de lajas puestas de canto y fijadas con barro batido. Esta estructura alojaba el entierro de una mujer de unos 40 años y de aproximadamente 1,56 m de estatura; junto a sus restos se encontró polvo compactado de color naranja. El ajuar estaba integrado por un platito negro pulido entero (123 mm de diámetro y 20 mm de altura), algunos huesos de camélido y treinta y ocho fragmentos: Ordinarios, Alisados con engobe morado, grises, castaños y rojos pulidos; un fragmento Yavi/Chicha del cuello de una vasija pequeña restringida, otro Casabindo Pintado y seis Humahuaca y Humahuaca Inca decorados con bandas reticuladas, espirales concéntricas de líneas finas y banderines negros. Por lo menos unas seis vasijas cerámicas habrían integrado el ajuar fúnebre de esta mujer, pero también dos topos metal, uno de ellos confeccionado con una aleación de plata y cobre. Según Angiorama este adorno quizás provenga de otra región, ya que los objetos realizados con esta aleación son muy escasos en el NOA (Angiorama 2003). La Tumba 4 corresponde a un entierro primario en urna, ubicado por debajo del piso de un recinto doméstico (figura 6a). En el interior de la urna se hallaron los restos de un niño de siete años de edad al momento de morir y de un perinato de treinta y ocho/cuarenta semanas de gestación. Se utilizó como urna una vasija grande Marrón Alisada sin cuello (430 mm de diámetro máximo, 570 mm de altura y 280 mm de diámetro de abertura). El cuello habría sido extraído para facilitar la ubicación de los niños y del ajuar en su interior. Este último compuesto por dos cinceles y fragmentos de una pinza de depilar, todos ellos de bronce estañífero; dos aribaloides Rosados Pulidos Lisos, uno entero y el otro fragmentado y con carbón en su interior (donde probablemente se quemó alguna ofrenda) de dimensiones similares (150 mm de diámetro máximo aproximado, 200 mm de altura: aproximada); dos platos Humahuaca Inca (134 mm de diámetro máximo, 40 mm de altura) y una vasija incompleta decorada en Negro sobre Rojo con banderines verticales (figura 6b). Además, fragmentos Ordinarios, Alisados con engobe rojo y morado, fragmentos de una olla Angosto Chico Inciso, Morados pulidos y un Marrón Micáceo. Por lo menos ocho vasijas cerámicas integraban este ajuar. Entre las Tumbas 2; 3 y 4 y al nivel del piso (figura 6 a), se encontró un cuchillo de bronce estañífero, una pieza de cobre nativo de forma no identificable, cinco fragmentos de mineral de cobre y abundante cerámica en sectores más o menos concentrados. Estas cerámicas son de los mismos tipos encontrados en las Terrazas 1 y 2 y corresponden fundamentalmente a vasijas Ordinarias grandes, probablemente de almacenaje, algunas rojas lisas pulidas, otras Casabindo Pintado, Humahuaca Inca, y platos decorados en negro sobre rojo. El material lítico recuperado en este sector de la Terraza 3 está representado por doce desechos de talla, quince instrumentos y tres probables adornos. Entre los instrumentos encontramos dos artefactos de formatización sumaria, una punta entre muescas, un artefacto compuesto, un lito modificado, fragmentos de artefactos no diferenciados y una punta de proyectil triangular, apedunculada de base cóncava. Esta última es de arenisca silicificada rosada, está entera y es pequeña. Los probables adornos mencionados corresponden a dos fragmentos de mica con un orificio central cada uno, el primero de forma subcuadrangular (34 mm x 30 mm x 1 mm) y el segundo rectangular (35 mm x 19 mm x 5 mm). A partir del análisis del material lítico, Chaparro (2004) nota una leve diferenciación entre las actividades que se habrían realizado en la Terraza 1 (reducción de núcleos para formas base) respecto de la Terraza 3, infiriendo para esta última la práctica de actividades destinadas a la formatización de instrumentos. La abundancia de cerámica encontrada y los datos aportados por los estudios líticos, estarían indicando la existencia de una superficie de ocupación doméstica en el nivel aterrazado superior excavado y donde al mismo tiempo o posteriormente se habrían efectuado los enterratorios. Lamentablemente no se detectaron estructuras que permitieran identificar unidades de habitación. Tampoco se localizaron muros delimitando el espacio ocupado por los enterratorios, a modo de cementerio, aunque estos últimos pudieron desaparecer ya que este sector del sitio (sobre la barranca noreste del cerro) actualmente se encuentra completamente derrumbado. DISCUSIÓN Esquina de Huajra y el Pukara de Volcán sobre el eje del río Grande, así como los enclaves productivos y de frontera en las Yungas orientales como los del sistema AP1 (Garay de Fumagalli 2003a) y El Cucho de Ocloyas (Garay de Fumagalli 2003b, Cremonte et al. 2005), habrían llevado a cabo la política económica incaica establecida para esta zona meridional de la Quebarada de Humahuaca. De todos ellos, Esquina de Huajra parece haber sido el asentamiento de mayor jerarquía y, por su ubicación estratégica (frente al camino hacia los territorios orientales), pudo tener un rol importante en el control de la mano de obra aportada por la población del Pukara de Volcán, en la explotación y distribución de los bienes procedentes de las Yungas y quizás también en la estructuración y 34 ESQUINA DE HUAJRA sostenimiento de la frontera oriental (Cremonte 2005). Las particularidades que presenta Esquina de Huajra y los resultados que estamos obteniendo de su investigación están contribuyendo significativamente a la comprensión del rol y la relevancia que habría tenido el sector sur de la Quebrada de Humahuaca y sus zonas orientales a partir del período Inca, a la vez que surgen nuevos interrogantes como los que comentaremos a continuación. En primer lugar debemos referirnos a la cuestión cronológica. Los tres fechados obtenidos hasta el momento reflejan un lapso de ocupación desde el 550 ± 50 años AP al 280 ± 50 años AP y las calibraciones de estas dataciones cubren un rango aproximado desde la segunda mitad del siglo XV hasta mediados del siglo XVII. Por esta razón y hasta la llegada de otros nuevos fechados, tentativamente ubicamos a Esquina de Huajra en un momento entre las Fases Humahuaca Inca y Humahuaca Colonial connotándolo culturalmente como un sitio incaico tardío. Esquina de Huajra pudo estar funcionando plenamente en los finales del siglo XVI lo que nos ubica en lo que tradicionalmente consideramos Hispano-Indígena, sin embargo aquí no hay evidencias materiales de contacto con el español. Su cultura material reflejaría entonces la continuación de un modo de vida establecido bajo la administración incaica, sin alteraciones notorias, y la vigencia de las redes de interacción preexistentes. Situación que no debería llamar la atención si tenemos en cuenta que las primeras encomiendas y haciendas españolas se instalaron efectivamente en la Quebrada de Humahuaca tardíamente, debido a que durante sesenta años se resistió duramente a la conquista Figura 6 - a) foto de la Tumba 4 y material cerámico de piso (Terraza 3); b) foto del ajuar funerario de la Tumba 4 (Terraza 3) 35 CUADERNOS 21 española (Sánchez y Sica 1990, Sánchez 1996). Es por eso que el Período Hispano-Indígena, por lo menos en la quebrada de Humahuaca, además de ser prácticamente desconocido, debe ser redefinido como una etapa de contacto más o menos directo con el español. Una segunda cuestión tiene que ver con las prácticas mortuorias. Los entierros de Esquina de Huajra no están en cámaras sepulcrales cilíndricas de piedra con tapa de laja como las del Pukara de Volcán (Gatto 1946, Suetta 1969) o Ciénaga Grande (Salas 1945), ni tampoco son como los del cementerio de La Falda, del tipo pozo con cámara lateral y ajuares que muestran el arribo de elementos europeos (Mendonça et al. 1997). Además, no hay un patrón uniforme de enterratorios en Esquina de Huajra, probablemente porque corresponden a distintos momentos. La mayoría de los entierros excavados son secundarios, dos de ellos de tipo osario en estructuras de planta cuadrangular y uno dentro de un recinto aparentemente re-utilizado; otro es también secundario pero en una estructura casi circular y el último, directo dentro de una vasija. No se mantiene el patrón de inhumar por debajo del piso de habitaciones y tampoco parecen formar parte de un cementerio. También los ajuares son variados y aún queda mucho por indagar para comprender el significado simbólico de muchos de sus elementos, como por ejemplo los pigmentos de colores, especialmente el azul (turquesa molida) y los cráneos de patos de la Tumba 2. Un tercer tema está referido al consumo de carne y por ende al manejo de la producción ganadera. En cuanto a la edad de muerte y a la utilidad económica de las partes anatómicas presentes, Mengoni Goñalons y su equipo han podido determinar que el sacrificio de los animales para su consumo se concentró primordialmente en individuos jóvenes y adultos-jóvenes, es decir que se contaba con un excedente de individuos en edad reproductiva del que se podía disponer para consumo de productos primarios (carne, grasa y médula). El consumo se habría centrado en las partes que poseen solo carne, solo médula y con poca carne. La mayoría de las partes habrían entrado como carne fresca y solo unas pocas en forma de carne seca (charqui). Pero en casi todos los casos fueron individuos jóvenes o adultos jóvenes, aun en los silvestres como cérvidos y probables vicuñas. Por otro lado, debido al escasísimo número de huesos quemados, Mengoni Goñalons infiere el consumo mediante hervido, la manera más eficaz de aprovechar el rendimiento de las partes anatómicas presentes. Por último, los análisis de la cerámica también están aportando datos valiosos. En Esquina de Huajra la vajilla cerámica es más abundante y variada que en el gran poblado cercano Pukara de Volcán. En Volcán, el Basurero Tum1B2 (cal. 1.540 dc), está próximo a un gran montí- culo artificial y a un espacio público o plaza. La cerámica es muy parecida a la de Esquina de Huajra aunque está ausente el Casabindo Pintado y casi no hay cerámica Chicha/Yavi y tampoco ollas con pie, pero sí comparten los Pucos Bruñidos, la cerámica con motivos Inca Paya, y los tipos Humahuaca Inca pintados con trazos finos y con superficies pulidas. El contexto cerámico incaico de Tum1B2, si bien eminentemente local, refleja el consumo de una vajilla preferencial a diferencia de lo que sucede en los otros basureros excavados del sitio (Cremonte y Solís 1998). El Basurero 2 podría estar relacionado con ceremonias de hospitalidad o rituales llevados a cabo en Volcán pero en las que predominarían las vasijas locales, aunque de fina manufactura. Mientras que en Esquina de Huajra fue más común el consumo tanto doméstico como simbólico (mortuorio) de vasijas con formas típicamente incaicas (aríbalos, platitos, ollas con pie) y de manufactura no local. Los estudios petrográficos de las pastas cerámicas de Esquina de Huajra que estamos realizando muestran una gran variedad de tipos. Además de la variación interna en vasijas locales Humahuaca y Humahuaca Inca (con abundancia de filitas y pizarras de la Formación Puncoviscana), otro conjunto presenta vulcanitas, remitiéndonos a ambientes con predominio de rocas volcánicas, diferente al de la Quebrada de Humahuaca. Es así que registramos traquitas en los fragmentos Inca Pacajes, dacitas en los pucos bruñidos y en una vasijita con motivo Inca Paya, y la pasta de la olla ordinaria con pie tiene riolitas, andesitas e ignimbritas, estas últimas muy comunes en la puna jujeña y salteña. Es decir que en Esquina de Huajra, a diferencia del vecino Pukara de Volcán, durante el Incaico y sus postrimerías fue importante el consumo de vasija no locales, preferentemente provenientes de las Tierras Altas, a lo que se agrega una presencia mucho mayor de vasijas Yavi/Chicha y Casabindo Pintado con inclusiones blancas en sus pastas, similares a las anteriores. Sin embargo, esto no significa que los contactos se hubieran restringido a ciertos grupos de las Tierras Altas, ya que la presencia de vasijas Angosto Chico Inciso, Corrugadas, algunas Ordinarias y Marrones Alisadas, presentan abundante granito o inclusiones de basalto porfírico y tiesto molido, componentes registrados en sitios de las yungas orientales como El Cucho de Ocloyas y en los valles meridionales como Tacanas en el río Capillas. Desde el Pukara de Volcán, Esquina de Huajra, La Silleta (sitio emplazado en la boca de la quebrada de Huajra) y los grupos de construcciones rectangulares con recintos circulares y cuadrangulares internos (ubicados en las inmediaciones del Pukara de Volcán), se habría ejecutado la política de control y explotación económica generada por el incario, en un proceso que aún debe ser conocido en su amplitud, complejidad y duración. Las 36 ESQUINA DE HUAJRA características particulares de Esquina de Huajra permiten plantear como hipótesis de trabajo su papel protagónico en el proceso aludido y su utilidad para comprender las modalidades de la ocupación prehispánica muy tardía no solo en el contexto de la arqueología del sur de la Quebrada de Humahuaca sino a nivel regional. AGRADECIMIENTOS Al Dr. E. Tonni y al Dr. A. Cione (CONICET- Div. Vertebrados de la FCNyM-UNLP) por la identificación de los restos de aves. A los alumnos que colaboraron con el registro cerámico (G. Nieva, A. Villarroel, F. Castellanos y M. Arjona) así como a los demás alumnos de la Carrera de Antropología de la FHYCS-UNJU y miembros de la Comunidad Aborigen de Tumbaya que participaron en los trabajos de campo. Al director de campo Luis Laguna y a la codirectora de los trabajos de rescate, Mercedes Garay de Fumagalli. A la Secretaría de Turismo y Cultura de la Pcia. de Jujuy por sus gestiones ante la Empresa Benito Roggio e Hijos. Para esta investigación se contó con el apoyo de los subsidios otorgados al PIP - CONICET 2670 y Proyecto Secter - UNJu C-122 (dirigidos por M.B. Cremonte) y PICT 04-14425 (dirigido por V. Williams). BIBLIOGRAFÍA Albeck M. E. 2001 La Puna Argentina en los Períodos Medio y Tardío, en Berberián E. y Nielsen A. (eds.), Historia Argentina Prehispánica, tomo I, págs. 347-388, Córdoba, Brujas. Albeck, M. E. y M. Ruiz 2003 El Tardío en la Puna de Jujuy: Poblados, etnias y territorios. Cuadernos 20: 199-210, Jujuy, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy. Angiorama, C. I. 2003 Producción y circulación de objetos de metal en la Quebrada de Humahuaca en momentos Prehispánicos Tardíos (900 - 1535 d. c.). Tesis doctoral, FCN e Instituto Miguel Lillo, Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, MS. 2004 Estudio de los objetos metálicos procedentes de Esquina de Huajra (Quebrada de Humahuaca, Jujuy), Informe, MS. Bray, T. 2003 To Dine Splendidly. 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Antiquitas, VIII, Buenos Aires, Universidad del Salvador. 38 Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007 1852-1002 ISSN 0570-8346 POLÍTICAS DE LA MEMORIA: PROCESOS DE ETNIFICACIÓN, EXPERIENCIAS Y TRADICIONES ÉTNICAS EN LA PATAGONIA ARGENTINA 1 Carolina Crespo* RESUMEN En este artículo se examina la compleja articulación entre procesos de etnificación impulsados a través de las políticas diseñadas desde las agencias multilaterales así como organismos estatales y las modalidades de organización sociopolítica, memorias y tradicionalizaciones que en la interacción, operativizan y actualizan aquellas comunidades indígenas sobre las que se intenta aplicar estas políticas en la localidad de Caiza, Norpatagonia Argentina. PALABRAS CLAVES Procesos de etnificación - Organismos Multilaterales - Comunidades Mapuches - Modalidades de organización y tradicionalizaciones ABSTRACT This article examines the complex articulation between ethnifications processes drawed from the politics of multilaterals and state agencies and the ways of sociopolitical organization, memories and traditionalizations that, in the interaction, functionalize and actualize those indigenous communities in which these policies are being applied at Caiza, Norpatagonia Argentina. KEY WORDS Ethnification Process - Multilateral Agencies - Mapuche Community - Ways of organization and traditionalizations 3 INTRODUCCIÓN des Mapuches de la localidad de Caiza, en Norpatagonia Argentina, excede a una problemática propia adjudicada al linaje Cuyen y forma parte del sentido común de varios pobladores locales. Asimismo, atraviesa directa o indirectamente las políticas actuales vinculadas con la cuestión étnica elaboradas tanto por los agentes estatales como por los organismos multilaterales, e incide en las modalidades de configuración de las identidades étnicas. Algunos académicos que abordaron la dimensión indígena en Patagonia han recurrido incluso a este recurso de definir al “otro” a partir de las pérdidas y las 2 “A los ochenta y dos años [Federico] es el patriarca de un linaje quebrado, sin memoria. […] Quizá la única certeza del cacique sea que esos “nada” definen su situación y la de su gente. Ya no son mapuches, perdida la cultura ancestral. Tampoco son huincas, refractados por una sociedad inconfesadamente racista que sólo admite indios en sus márgenes. Viven en un eterno presente, despojados de historia y de futuro.” Revista Nueva2, 1993. 1 La apelación a una falta de memoria de las comunida- 3 * CONICET- INAPL - UBA, [email protected] 1 2 Por razones de ética profesional, los nombres de las personas, comunidades mapuches, ciudades y provincias que serán analizados, han sido modificados o desdibujados para preservar el anonimato de los protagonistas. Se trata de una revista distribuida en el interior del país que acompaña todos los domingos al diario Clarín, el periódico de mayor tirada en la Argentina. 39 Bajo el término “comunidad” no nos estamos refiriendo a comunidades homogéneas, históricas, aisladas, basadas en relaciones solidarias entre sus miembros. Es decir, no apelamos al sentido más romántico del término con el que usualmente suele caracterizarse desde el sentido común y ordenarse en los últimos años desde la normativa institucional oficial, a los pueblos originarios. A lo largo de todo el artículo utilizamos esta designación, tal como lo hace Radovich (2003), para remitir a un espacio geográfico en el que se asienta la población con la que se estudia, y donde se ponen en juego diversos tipos de relaciones. CUADERNOS 21 ausencias. A decir verdad, no se trata de una concepción totalmente novedosa. Eric Wolf ha realizado interesantes aportes al debate en torno a la histórica definición de los Pueblos Indígenas como “pueblos sin historia” (1993). Sin embargo, esta invocación constante al olvido adquiere hoy una significación peculiar a la luz de los procesos sociohistóricos, de la actual retórica multiculturalista y del contexto social presente; y constituye uno de los dispositivos nodales de las políticas dirigidas diferencialmente hacia los Pueblos Indígenas. De manera que, en este artículo, se pretende examinar –al menos en forma preliminar– cómo se articulan aquellas políticas enmarcadas en propuestas que asocian tópicos tales como “desarrollo”, “memoria étnica” y “pobreza”, diseñadas desde y por agencias multilaterales como el Banco Mundial –y mediadas por organismos gubernamentales, no gubernamentales y profesionales independientes a estos– para Pueblos Originarios, y las modalidades de organización sociopolítica, memorias y tradicionalizaciones que en la interacción, operativizan y actualizan aquellas comunidades indígenas sobre las que se intenta aplicar estas políticas. Más precisamente, me propongo analizar un estudio de caso que permite echar luz acerca de estos complejos fenómenos en los que se 4 imbrican procesos de etnificación impulsados desde los sectores hegemónicos y sentidos de pertenencia étnica configurados en una comunidad Mapuche –Peumayen– asentada en la zona de Caiza. La finalidad que se persigue es reflexionar en torno a algunas paradojas, mecanismos ideológicos, tensiones y relaciones de fuerza que se ponen en juego en estas políticas de marcación étnica. Pero también se procura demostrar, que la forma en que se reconfigura la memoria y sentidos de pertenencia étnica no surgen como simples efectos lineales de los proyectos de organismos multilaterales. Por el contrario, se inscriben en un entramado más complejo en el que confluyen –y se articulan con– experiencias históricas y cotidianas de relaciones intraétnicas e interétnicas asimétricas de más larga data que en el trayecto se han ido redefiniendo. Un recorrido por las concepciones sobre las que se edifican las políticas implementadas y las estrategias de resistencia y reacomodamiento que se gestan en el campo de estas relaciones de fuerza, servirá a los fines de este examen. 3 fican o atenúan las fronteras entre “nosotros-otros” (Spicer 1961). En los últimos años, dichas fronteras parecen no tanto disiparse sino más bien reafirmarse. Y es que, tal como lo sostiene Vila, “la fragmentación de la experiencia cotidiana que caracteriza a la posmodernidad puede llevar al reforzamiento de fronteras en lugar de invitar a cruzarlas” (2000: 101). En esta dirección, operan de hecho ciertas directrices impartidas desde los sectores de capital, así como también desde las agencias estatales y los organismos multilaterales como por ejemplo el Banco Mundial 5 (BM) . En este sentido, una multiplicidad de discursos y prácticas concretas emanadas desde el mismo campo de ejercicio del poder, se nutren de una retórica que lejos de censurar y denegar la diferencia y la dimensión étnica, la promueven e intensifican bajo determinadas formas. En el caso específico del Banco Mundial, se trata de una entidad que no solo presta recursos financieros sino que además se encarga de diseñar “políticas de base para inversiones y desarrollo en los países tomadores de préstamos” (Mastrángelo 2004: 3). Su plan de acción de desarrollo rural en América Latina y el Caribe se centra 6 en la “misión” de “reducir la pobreza” . Para ello, elabora un paradigma que toma como principios el “respeto a la diferencia cultural”, el “desarrollo sustentable”, la conformación de “capital social”, el “empoderamiento” y la 7 “participación comunitaria” : “los programas de desarrollo deben fomentar la inclusión social, desarrollar capital social y respetar la diversidad cultural y las preferencias de los grupos minoritarios y étnicos, quienes llevan sobre sus hombros una carga desproporcionada de pobreza rural” [...] “El Banco puede recurrir al enfoque de empoderamiento comunitario en la región, que es idóneo para trabajar con estas comunidades” (BM 2002: XVI, 25) A través de las políticas, los sujetos son categorizados y configurados en determinados status y roles a la vez que ordenados. La clasificación y definición reiterada de los 4 5 6 5 6 PROCESOS DE ETNIFICACIÓN: ORDENAMIENTO DEL MUNDO SOCIAL DE LOS ORGANISMOS MULTILATERALES En los procesos de dominación se establecen, intensi4 Denominamos etnificación a “las segmentaciones y rotulaciones étnicas que los [sectores hegemónicos] han ido imponiendo como resultado de relaciones asimétricas y en el marco de sistemas de dominación” (De Jong y Rodríguez 2005:10). 7 40 Fundado en 1944, el Banco Mundial es una de las instituciones principales que rigen el sistema económico internacional (cf. Stiglitz 2002 en Mastrángelo 2004). Nótese el carácter polisémico e ideológico que presenta esta frase. Puede demarcar tanto el interés por disminuir la cantidad de “pobres” como por ubicarlos en una situación menos pauperizada –esto es, pensar en términos de cualidad de vida– de la que actualmente se encuentran. Cualquiera sea el sentido, “reducir la pobreza” o “aliviarla”, no implica subvertir las condiciones de existencia. Esto se actualiza en la forma misma en que se explica la pobreza. Como lo señalan Benedetti, Morey y Carenzo (comunicación personal), este organismo la reifica y naturaliza al explicarla tautológicamente como consecuencia de la desigualdad: “La elevada y creciente desigualdad ha sido una causa fundamental de la pobreza” (BM 2002: 5) Véase el informe del Banco Mundial 2002. POLÍTICAS DE LA MEMORIA: PROCESOS DE ETNIFICACIÓN Pueblos Indígenas como “los más pobres entre los pobres” en los documentos del Banco Mundial, y la propuesta de alcanzar su “bienestar” por medio de un enfoque que contemple “sus fuertes tradiciones comunitarias y valores culturales”, se funda en una visión reificada y simplificada tanto de lo indígena como de la pobreza. En sus diagnósticos, los académicos responsables de elaborar estos documentos, construyen a los indígenas a partir de la ausencia, esto es, la escasez de recursos sociales y económicos –falta de educación, salud, bienes– y de la presencia y aseveración de una diferencia radical que los conforma como una comunidad homogénea de intereses y valores discretos –tradiciones comunes y divergentes respecto del “nosotros”– al tiempo que los ubica principalmente en un espacio definido como lo es el ámbito rural. En líneas generales, combinan un neoliberalismo económico, un liberalismo político y un comunitarismo redefinido a la luz de su yuxtaposición con los primeros. El ordenamiento del mundo social se sustenta así en la imposibilidad de pensar en términos de ambivalencias y ambigüedades (Bernand 2001), de conflictos y dominación, y de visualizar la heterogeneidad presente al interior de un colectivo social. Las diferencias culturales y la situación de pobreza son encapsuladas en límites claramente estables y definidos, y descriptas como producto de factores intrínsecos y no estructurales. Asimismo, objetivan las decisiones adoptadas manifestando una ilusión de moralidad mientras oscurecen su actuación y agencia en el proceso. Las estrategias propuestas para el desarrollo se reducen entonces al ámbito de lo local o comunitario; esto es, a incorporar la “participación de la comunidad” en la dirección de los proyectos en función de las prioridades 8 locales, para crear “capital social” y “empoderamiento” . El Banco se construye, al menos en el discurso, como el garante generoso y tutor condescendiente en “preservar” las culturas locales y fomentar su crecimiento, “sin –retomando una idea de Žižek– echar raíces en ninguna cultura en particular” (2005: 172). “El fortalecimiento del capital social y las intervenciones dirigidas que se adapten mejor a las preferencias y valores culturales de los grupos étnicos, continuarán siendo una línea de acción importante para el Banco” [...] “El Banco puede sacar provecho de su pericia internacional para ayu7 8 Si bien no me detendré en esto, es interesante notar –retomando lo planteado por Hyatt (1997)– cómo la pobreza se configura en el contexto del liberalismo avanzado y los discursos multiculturalistas del Banco Mundial asociados, no como “problema social” sino como una nueva posibilidad para los pobres de experimentar el empoderamiento a través de la actualización de su autoconducción, lo que los ubica en una posición más precaria. dar a los gobiernos y otras partes interesadas a diseñar y financiar redes de protección social sensibles y eficaces en función de los costos” (BM op. Cit.: 25-26) La inclusión de la dimensión étnica como variable a afirmar en estas políticas presenta varias contradicciones y paradojas. Por un lado, aquella que surge de equiparar relaciones de fuerza desiguales ente sí, como lo es el Estado, los sectores privados y la sociedad civil –incluidos a los Pueblos Indígenas–, en la construcción e implementación de las políticas de desarrollo (Benedetti, Morey y Carenzo, comunicación personal). Por otro, la omisión del posicionamiento y rol del propio organismo como representante de los grandes intereses del capital transnacional y como agente configurador de la forma legítima y dominante de clasificar el mundo social y las acciones a seguir. Finalmente, la ausencia de los procesos sociohistóricos y los determinantes socioeconómicos y políticos que a nivel regional, nacional y global contribuyeron, hasta la actualidad, a la dominación, los conflictos y al establecimiento de mecanismos de diferenciación e identificación (Boccara 2004). Términos y tópicos surgidos en ámbitos intelectuales precisos o como producto de prácticas y reclamos de los sujetos –”Pueblos Indígenas”, “participación comunitaria”, “capital social y humano”, “empoderamiento”– que han sido cargados con otro signo ideológico, son reapropiados bajo formas deshistorizadas, vinculados con otros –“creación de un mercado laboral flexible y dinámico para reducir la desigualdad de ingresos”, “mayor participación del sector privado como motor para el crecimiento”– que le imprimen un sentido diferente en el marco de una narrativa que, con un tono impersonal, aparentemente “neutral” y fuertemente descriptiva, se impone como marco universal. Parafraseando a Bourdieu y Wacquant (1999), operan como términos con los cuales argumentar pero sobre los cuales no se argumenta su genealogía. Despolitizados los problemas sociales y vaciados de toda referencia a la dominación, legitiman y al mismo tiempo instalan las relaciones sociales de poder imperante en el contexto actual. Lo que sigue a continuación, pretende así profundizar sobre las relaciones entre las nociones de “memoria”, “etnicidad” y “pobreza” propuestas por los programas sociales financiados por el Banco Mundial, mostrando la manera en que se concretan en un proyecto implementado en la comunidad mapuche Peumayen, de la localidad de Caiza. POBREZA Y MEMORIA COMO PRINCIPIOS PARA UNA POLÍTICA DE DESARROLLO Tal como sucede en muchas zonas de nuestro país, en el área regional donde se inserta la localidad de Caiza, existen varios proyectos vinculados con la “promoción” 41 CUADERNOS 21 del “desarrollo local” que están siendo financiados por distintos organismos multilaterales. Algunos de ellos se encuentran recién en sus inicios, como por ejemplo aquellos que cuentan con subsidios provenientes del Banco 9 Interamericano de Desarrollo (BID) . Otros, en cambio, –como el que se describirá en estas páginas–, financiados por el Banco Mundial pero mediados por el Ministerio de Desarrollo de la Nación y organismos no gubernamentales se iniciaron hace ya un tiempo atrás. Me refiero al proyecto denominado “Hábitat Aborigen”, enmarcado dentro de un programa social para la vivienda de “autoconstrucción y ayuda mutua” para Pueblos Originarios, que fue presentado y propuesto en 2004 a la comunidad 10 Mapuche Peumayen de Caiza. El proyecto tenía como objetivo fortalecer el “hábitat aborigen” para el desarrollo de la cultura e identidad indígena. El “hábitat” era definido como “el espacio cultural en el que se desarrollan las comunidades [...] compuesto por sus viviendas como por ámbitos significativos y funcionales 11 que caracterizan su identidad como grupo social” . En este sentido, contemplaba la autoconstrucción de tres tipos de “obras”: viviendas familiares, equipamiento comunitario para espacios de culto, plazas, etc., y proyectos ecológicos o de turismo ecocultural –viviendas para alojamientos temporarios, talleres de artesanías, desarrollo de energías alternativas, etc.–. En todos los casos, se apelaba al principio de la solidaridad entre los involucrados, al aprendizaje en lo constructivo y organizativo, a la participación de la 12 comunidad y a la capacitación . Esto último era considerado un eje fundamental del proyecto. A través de este se esperaba: “optimizar la relación bioambiental de las comu8 9 10 11 9 Respecto a estos proyectos financiados por el BID en esta región, que tienen como foco la exhibición turística de sitios con arte rupestre, es interesante anotar las contradicciones presentes en las políticas desarrolladas por un mismo organismo multilateral (Crespo 2006). 10 Este mismo proyecto fue presentado también en otra comunidad mapuche que reside en Caiza. Las relaciones que se entablaron con esta comunidad siguieron un curso diferente y el proyecto está actualmente en ejecución. Si bien no me detendré en analizar el devenir del programa en ella, sugiero a modo de hipótesis, que el accionar diferencial transitado por ambas comunidades obedece a las dispares condiciones sociohistóricas y presentes de relacionamiento intraétnico e interétnico que a nivel local y nacional las han mantenido. 11 Extraído del Proyecto “Hábitat Aborigen”. Coordinación de programas sociales para la vivienda. Autoconstrucción y Ayuda Mutua, Ministerio de Desarrollo Social, Secretaría de Políticas Sociales, Dirección nacional de Fortalecimiento Social. 12 Este término ha sido muy criticado por algunas organizaciones políticas Mapuches pues sugiere como contrapartida la idea de una incapacidad de los sujetos. De ahí que se prefiera el uso del término “formación” antes que “capacitación”. nidades, capacitar y brindar asistencia técnica a los equipos locales, incorporar el uso de tecnologías autóctonas y dejar instaladas capacidades en las Comunidades Aborígenes que permitieran la resolución de objetivos comunitarios”. Para ello se incorporaba un equipo técnico local –una asistente social y un profesional de la construcción– que “capacitara, controlara y siguiera el proceso de trabajo”. En el caso de Caiza, se eligió como modalidad la construcción de viviendas familiares. El programa estaba focalizado en la elaboración de cinco residencias destinadas a aquellos que la comunidad indígena considerara más 13 “vulnerables” o “de mayor riesgo social” . El relevamiento realizado en la comunidad de Peumayen documentaba la existencia –hasta esa fecha– de treinta y dos familias, de las cuales dieciséis vivían en condiciones de hacinamiento y ninguna tenía servicio de agua potable, ni cloacas, ni baño 14 en el interior de su vivienda . De esas dieciséis familias, se eligieron solo cinco beneficiarios en función de la cantidad de personas que alojaban y el grado de deterioro que presentaban las paredes y techo de sus hogares. Por otro lado, en la medida en que desde el programa se concebía a las viviendas como producto sociocultural que transmite y expresa formas de vida de la comunidad, el proyecto ponía especial cuidado –en sintonía con las políticas formuladas por el Banco Mundial– en respetar el uso de tecnología y materiales autóctonos, el entorno ambiental de la zona y las pautas culturales y modos de construcción “típicos” de la comunidad. La memoria y la tradición indígena debían cumplir así un rol esencial en el diseño de estos hogares. En este sentido, en tanto se trataba de una casa para Mapuches, el equipo técnico de Nación “recuperaba” como base para el diseño de la casa la ubicación de la ruca Mapuche hacia el este y la confección de un hogar en el centro. Esto es, seleccionaba y recurría a aquello considerado como arquetípico del pueblo Mapuche y a una memoria prístina ubicada en un tiempo anterior. Asimismo, recortaba también otras “tradiciones” consideradas indígenas vinculadas con pautas organizativas comunitarias, centradas en la solidaridad y apoyo mutuo, y modalidades de comportamiento basadas en el respeto ecológico. Todas estas tradiciones eran estipuladas como preceptos y prácticas propias de la identidad Mapuche pero contra12 13 13 En el texto del proyecto se incluía diez viviendas pero solo cinco serían construidas en Peumayen. El criterio para definir estas nociones de “vulnerabilidad” y “riesgo” debía ser consensuado con las comunidades. 14 Extraído de la descripción del proyecto elaborado por la asistente social que acompañó a la Comunidad en el proceso. Dicho proyecto, se diferencia de aquel que había enviado el Ministerio de Desarrollo. Consistía en la elaboración de un diagnóstico acerca de la situación en la que se encontraba la comunidad beneficiaria de las viviendas. 42 POLÍTICAS DE LA MEMORIA: PROCESOS DE ETNIFICACIÓN dictoriamente, a su vez, se designaban en el texto como patrones sobre los cuales se los debía capacitar. Es decir, como en toda política, en esta se codificaban las normas sociales, valores y principios bajo los cuales debía organizarse la comunidad y se establecían de manera implícita o explícita, los modelos de sociedad autorizados. A decir verdad, se trata de un fenómeno complejo que no se reduce simplemente a imponer condiciones desde afuera sino que incide en la forma en que los sujetos se construyen a sí mismos, las normas de comportamiento que deben seguir y las relaciones sociales que entablan, combinando una sujeción externa con una subjetivización interna (Shore y Wright 1997). De ahí que la propuesta se sostuviera edificada sobre “prácticas comunitarias preexistentes” pero a la vez formulara como objetivo fundamental “instalar capacidades en las Comunidades Aborígenes para resolver objetivos comunitarios”. Al determinar de antemano y de manera homogénea aquello que se distingue como parte de su tradición y convenir la necesidad de su aprendizaje, el programa ponía de relieve antiguos prejuicios centrados en la clasificación de los Pueblos Indígenas a partir de sus “carencias”, “ausencias” o “pobrezas de la memoria” y habilitaba determinadas maneras de “ser”, “estar” y “actuar o accionar”. Los condicionamientos de la propuesta y las interacciones que de ahí en más se gestaron, representaron para la comunidad de Peumayen un punto de inflexión que impregnó fuertemente su memoria. Activó selectivamente ciertos patrones de comportamiento y de relaciones, al tiempo que se puso en debate no solo el presente y el futuro de la comunidad sino el pasado y las pautas concebidas como tradicionales por el grupo, reelaborando sentidos de pertenencia e identificación étnica. Numerosos autores han señalado ya la importancia de la selección del pasado para construir hegemonía (Hobsbawn 1989, Foster 1991, Brow 2002, entre otros) pero también, para desafiar o reproducir el orden hegemónico cuando se lo hace desde y por sectores subalternos (Williams 1997, Briones 1994). Mientras en la ejecución del programa se ponía de manifiesto los límites que en las propuestas hegemónicas dirigidas hacia los sectores subalternos suele tener el concepto de “participación” –y en este caso también de “memoria indígena”– y los subsecuentes alcances que le otorgan al de “capacitación”; la comunidad Peumayen activa su memoria y redefine sus relaciones “internas” y con algunos agentes “externos”, especialmente respecto a las agencias estatales, desde un lugar que, en parte se asemeja, pero también se distancia y contrapone al formulado por estos organismos. Estos procesos de constitución y reconstitución de la memoria social actualizados de distintas maneras por parte de la comunidad, nos lleva a indagar acerca de las condicio- nes sociales de producción del pasado y las experiencias 15 transmitidas o vividas . 14 LA COMUNIDAD PEUMAYEN Y EL PROGRAMA DE VIVIENDAS Asentada desde principios del siglo XX –luego de las campañas militares realizadas en la Patagonia–, la comunidad Peumayen se ubica aproximadamente a diez kilómetros del centro de Caiza, sobre el faldeo oeste del cerro Colorado. Muchos de sus miembros recuerdan que sus abuelos, procedentes del otro lado de la Cordillera de los Andes, se afincan allí buscando un espacio tranquilo donde poder criar a sus animales y vivir de las tareas rurales. Más que una frontera entre naciones que dividía espacios escindidos –Argentina y Chile–, la cordillera funcionó durante años como un espacio de tránsito además de una zona de refugio. Hoy, la mayor parte de la comunidad tiene empleos temporarios o estables en otras estancias, en el ámbito de la construcción o, en menor medida, como empleadas domésticas. Algunos crían animales o tienen pequeñas plantaciones para autoconsumo. En general, suelen aprovechar estacionalmente la recolección de frutos silvestres para la venta, extraen la madera del bosque que se encuentra en su interior y pocas familias logran vender sus producciones que son siempre en pequeña escala. Finalmente, algunos tienen pensiones y otros pocos 16 cuentan con planes sociales . La discriminación, desigualdad y estigmatización que ha operado en la interacción con los Mapuches en Patagonia desde fines de siglo XIX, su subordinación en las relaciones de clase, la imputación de una identidad nacional extranjera y los dispositivos de nacionalización establecidos desde la primera mitad del siglo XX en la zona, han incidido en las formas variables en las que los miembros de esta comunidad se han comportado, así como en las modalidades que reviste su autoreconocimiento y definición de sí mismos. Esto es, sus normas de adscripción e identificación étnica han estado condicionadas por estas relaciones asimétricas interétnicas e intraétnicas más que por rasgos culturales primordiales (Bari 2004). A diferencia de otras comunidades Mapuches de la localidad que se encuentran territorialmente dispersas, la comunidad Peumayen reside en un mismo espacio geo15 15 Coincido con la definición que Briones (1994) propone res- pecto de la “tradición” como una construcción social, históricamente constituida y “reinventada” desde un presente local y posicionado. 16 Estos datos fueron extraídos del relevamiento realizado por la asistente social que participó del proyecto “Hábitat Aborigen” en la comunidad de Peumayen y de mi propio trabajo de campo. 43 CUADERNOS 21 gráfico y posee el título comunitario de la tierra que ancestralmente ocupa. Esta situación, además de su apellido y el hecho de pertenecer a un mismo linaje, los clasificó indiscutiblemente para el afuera como “la” comunidad Mapuche de la localidad. Pero la falta de conocimiento 17 de la lengua y de ciertas prácticas culturales visibles y arquetípicas concebidas como marcadoras de esta identidad atribuida, los ubicó a la par en un espacio de cierta ambigüedad e imprecisión étnica. Ahora bien, frente a las modalidades impuestas en el diseño de las viviendas, varios miembros de la comunidad se resistieron en aquel entonces a ejecutarlas de la manera exigida y reclamaron desempeñar un rol más activo de participación en el proyecto. “Porque no es que no se le dé importancia [a lo cultural] pero, digamos, la cuestión por ahí, no sé, cultural, es algo nuestro 18, digamos, no es una... no va a ser un caballito de batalla para... Hoy [...] la cuestión cultural, o sea, no interesa que el gobierno sepa si hablamos o no la lengua o si... ¿para qué queremos ese espacio? O sea, la cuestión cultural se realiza en ese espacio digamos, pero es una de las actividades más que hacen a la forma de vida que uno lleva, ¿no? [...] esto de la vivienda que medio querían hacer tenía que ver con eso. Quizás había bibliografía que hacía referencia a esas cosas y bueno, y el rescate y que sé yo (sonríe irónicamente) [...] pero lo importante, o sea, lo que planteábamos era que en el diseño de la casa la gente participe” (Miembro B del Consejo de Peumayen, marzo 2006). La reacción fue considerada por los agentes estatales como parte de estas pérdidas de memoria indígena que ya circulaban desde hacía mucho tiempo en la localidad y los posicionaba continuamente en una situación de liminaridad. Me refiero a aquellos “nada”, “ni mapuches ... ni huincas “ –tal como reza el artículo de la revista “Nueva”, transcripto aquí a modo de epígrafe– que, en el sentido común y desde diversos ámbitos, los describían: “si vos hablás con la gente de este programa de Nación, dice que –o por lo menos en ese momento lo que plantearon algunos es que– no tenían nada, que habían perdido todos los valores de la comunidad, o sea, de la cultura mapuche” (Asistente Social de Caiza que acompañó el proyecto, marzo 2006). Sin embargo, los olvidos que se le adjudicaban a la comunidad Peumayen coincidían, paradójicamente, con un momento en que esta estaba recreando sentidos de pertenencia colectivos y reflexionando acerca de sus rela16 17 17 Hay un miembro de la comunidad que habla la lengua, pero en los relatos circulantes de la zona no es tenido en cuenta por no haber nacido en esta. 18 El énfasis dado por el entrevistado se destaca con letras en “redonda”. ciones presentes, pasadas y futuras. Esto es, la comunidad comenzaba a reorganizarse sociopolíticamente, conformando en su interior un Consejo, que puso en debate la memoria del grupo. EL CONSEJO DE PEUMAYEN En efecto, el Consejo se constituye en septiembre de 2004, luego de la primera reunión en la que una ONG presenta a la comunidad el programa de autoconstrucción de viviendas. El Consejo se conforma con un representante masculino de cada uno de los seis hermanos –hoy fallecidos– que desde principios de siglo XX, ocupó y administró el espacio territorial que actualmente les 19 pertenece . A través de esta forma de organización, gran parte de la comunidad pone freno a algunas directivas establecidas desde el programa. Si bien no se opone a la propuesta, deja asentado que las decisiones sobre el diseño de la construcción de las casas, a quiénes y por qué realizarlas y el equipo técnico implicado serían tomadas por la comunidad. Pero más allá de esto, fija de ahí en adelante que cualquier iniciativa debe ser previamente consultada y consensuada por el Consejo. “Cuando se armó el Consejo se llamó a toda la comunidad. A toda la comunidad. ¿Cómo nace este Consejo? Viene un subsidio, un proyecto de un subsidio para viviendas. Entonces yo digo: ‘No. Acá lo que la comunidad necesita es armar un Consejo’. No necesitábamos la vivienda. Necesitábamos organizarnos como comunidad. Entonces, de esas reuniones nació el Consejo. Para nosotros era primero organizar y después lo que pueda venir de ayuda [...] Hay un conflicto, primero el Consejo y después las instituciones” (Miembro D de la comunidad Peumayen, marzo 2006) La comunidad Peumayen adolece del reconocimiento del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (I.N.A.I.) y tampoco se interesó hasta la fecha en obtenerlo. Al carecer de la personería jurídica otorgada por el I.N.A.I., la 20 ONG debía administrar los fondos provenientes de 18 19 19 A decir verdad, se trataba de siete hermanos pero todavía no se ha elegido quien representará al último. La elección de cada uno de los miembros se realizó por medio de una votación al interior de cada familia y dentro de dicho Consejo se eligió como uno de los integrantes a quien venía ejerciendo el liderazgo interno. Queda pendiente para futuros trabajos reflexionar acerca de la exclusividad del género masculino en la elección de su conformación. 20 Durante el neoliberalismo, los organismos no gubernamentales se multiplican y llevan adelante las políticas que otrora formaban parte de la intervención del Estado. En este sentido, un eje interesante para examinar, es la diversidad de agentes con intereses heterogéneos involucrados en estas políticas sociales financiadas por el Banco Mundial y las implicancias que esto 44 POLÍTICAS DE LA MEMORIA: PROCESOS DE ETNIFICACIÓN Nación y ser mediadora entre el gobierno nacional y la comunidad. La ONG que presenta la propuesta estaba recién en proceso de conformación y pertenecía a un partido político opositor al del Municipio. El partido oficial ha tenido una fuerte injerencia en la comunidad. Posiblemente, la propuesta de las viviendas traída por esta ONG tuviera –entre otras cosas– un propósito partidario. Sin embargo, no fueron razones partidarias las que impulsaron la conformación del Consejo, aunque sí generaron una serie de conflictos con distintos agentes que, con intereses contrapuestos, comienzan a intervenir en el proyecto. Me refiero principalmente al Municipio, que comienza a inmiscuirse en el proceso. Pero también ciertas tensiones internas que surgieron como producto de la intención de instalar una modalidad organizativa colectiva que difiere de la forma de liderazgo unipersonal vigente. La intervención del Consejo comienza a trascender el caso puntual de las viviendas y a atravesar todas las relaciones e instituciones con las que la comunidad interactúa: el Municipio, la Fundación, el Servicio Forestal Andino, etc. “Fuimos a hablar con el Intendente un día ocho personas y le dijimos: ‘Ustedes como Estado van a tener que tener un vínculo con nosotros por una cuestión lógica, pero de la tranquera para adentro, nosotros queremos resolver nosotros’ [...] Y de a poco, o sea, de a poco. Yo estoy contento porque se dio un giro importante, viste” (Miembro B del Consejo de Peumayen, marzo 2006) El evento se recuerda con cierto orgullo por parte de algunos miembros del Consejo, que suelen reiterarlo en algunas entrevistas como una marca de “re-nacimiento” de la comunidad como tal. La política neoliberal contribuyó a modificar muchas formas de vida y de la organización interna de la comunidad. Desde fines de los años 80 hasta la fecha, el clientelismo político y los planes asistenciales dirigidos solo a algunos de sus miembros fueron fragmentándola y generando fuertes recelos, conflictos y tensiones internas. Como sostiene Hirsch (2000), la cooptación política permitió desarticular liderazgos y organizaciones comunales restándoles en autonomía tiene en la modalidad final que termina adquiriendo la ejecución de las propuestas. En el caso particular de Peumayen, la falta de implementación del proyecto impide seguir examinando –más allá de lo aquí descripto– los intereses de todos estos agentes y la modalidad de concreción del programa. Esta falta de implementación obedece a varios factores, entre los cuales no es menor la importancia que la comunidad le otorgó a la reorganización de las relaciones y toma de decisiones en ella. Más allá de esto, para profundizar acerca del papel que en las políticas sociales de la sociedad neoliberal adquieren los organismos del tercer sector y la heterogeneidad de intereses e ideologías en las que se inscriben, véase Estela Grassi (2003). y capacidad de movilización. El partido político oficial de la localidad intervenía discrecionalmente intercambiando bienes o servicios a cambio de favores políticos sin considerar los intereses colectivos. Esto fue gestando en algunos, la percepción de una especie de muerte simbólica de la comunidad como tal, que se correspondía paralelamente con la muerte física de quién, al menos ciertos miembros de la comunidad o del Consejo, habían 21 reconocido hasta aquella fecha como cabecilla : “88/89... en ese año más o menos deja de ser comunidad. Porque en ese momento todavía se consultaba todo. De ahí hasta ahora, que recién empieza de nuevo, dos años. O sea que fueron más o menos quince o veinte años que se manejó al antojo de los políticos y de los blancos” (Miembro D de la comunidad Peumayen, marzo 2006). “Una de las cosas que nosotros tenemos que tener en cuenta es que el día de mañana, llegue un subsidio o lo que sea, que sea para todos [...] Y antes se manejaba así, venían para dos o tres ¿y los demás? Y por ahí empezaban los roces” (Miembro A del Consejo de Peumayen, marzo 2006). Ahora bien, estos últimos años vieron emerger en el ámbito público un sentido de pertenencia mapuche en la región más amplia donde se inserta Caiza. La conforma22 ción de organizaciones políticas mapuches , la reforma 23 de la Constitución provincial y nacional , la distinción de la “particularidad indígena” en las agendas internacionales, los proyectos de desarrollo de diversas agencias y las presiones del capital en las tierras, que elevan la renta inmobiliaria de los espacios territoriales que les pertene24 cen , sumados a una historia de negación, subordinación, 20 21 22 23 21 Respecto de la existencia de un cabecilla en el pasado, los entrevistados muestran diferencias. Algunos sugieren que nunca lo hubo mientras otros afirman su existencia en épocas anteriores. 22 Acerca del proceso de constitución de los movimientos políticos mapuches y las distintas estrategias políticas de estas organizaciones, véase Valverde (2004). 23 Es importante de todas formas destacar el doble juego realizado por parte del Estado que, si bien mediante su Constitución Nacional y Provincial legisla una serie de derechos de los Pueblos Originarios, continúa aún sin efectivizarlos. 24 En esta zona geográfica, espacios territoriales que luego de la “campaña al desierto” no fueron valorados por el capital y fueron ocupados –en varios casos– sin títulos de propiedad por familias indígenas para el desarrollo de una economía de subsistencia, comienzan a ser fuente de interés mercantil para proyectos de turismo de alto nivel y de deportes extremos y para la explotación forestal y la construcción de obras de infraestructura tales como rutas internacionales. Todas estas iniciativas trajeron como consecuencia la elevación de la renta inmobiliaria. Los dispositivos de estatalidad que avalan el avance de esta nueva valorización del territorio junto al movimiento de reproducción del capital, producen identida- 45 CUADERNOS 21 estigmatización y discriminación vivida, trajo aparejado un proceso de redefinición identitaria y de conformación de varias “comunidades mapuches” en la zona que, seguramente, junto a los conflictos en la representación política, repercutieron directa o indirectamente en la comunidad de Peumayen y en la decisión de constituir el Consejo. Entre los propósitos del Consejo de Peumayen, se encuentra así, fortalecer los lazos comunitarios, conservar y administrar el espacio territorial y sus recursos naturales en forma pareja e igualitaria, limitar el accionar externo sin previo consentimiento de la comunidad, romper con el clientelismo político, intervenir en las decisiones de manera colectiva y consensuada, trabajar en conjunto y reestablecer los encuentros entre sus miembros. Algunos le agregan también, activar cuando esta así lo considere, ciertas prácticas visibles vinculadas con la identidad mapuche. “El Consejo se conforma por una idea de proponerse a empezar a ser comunidad de vuelta [...] Van a tener que afrontarse a la comunidad cinco o seis personas que van a manejar la comunidad y de a poco van a ir viendo que ellos dependen de todos ellos, de un conjunto de personas [...] por ejemplo, dentro de un año o dos dice: ‘Bueno, el Consejo ha decidido que a partir de tal fecha se va a empezar a hacer eh, no sé, nos vamos a empezar a juntar todos una vez por mes’ [...] Hasta que un buen día digan: ‘Bueno, como Consejo vamos a hacer una rogativa’ Y también con el Consejo, se ha empezado por ejemplo a manejar la comunidad más pareja... más... que empieza a ser comunidad para todos [...] Que sean todas las cosas en común” (Miembro D de la comunidad Peumayen, marzo 2006). El Consejo se propone funcionar como una forma de reorganización de las relaciones internas, creando una unidad que trascienda las diferencias; pero también como una manera de regular las interacciones mantenidas con las instituciones. Si bien con dificultades, ha logrado poner al menos ciertos límites al avasallamiento exterior y ejercer cierto control. MEMORIAS DE EXPERIENCIAS Y EXPERIENCIAS DE MEMORIAS A pesar de que el Consejo haya sido el emergente de la propuesta formulada desde el Banco Mundial, su constitución no se inscribe en una relación lineal de causa-efecto. La experiencia de estos últimos años de neoliberalismo y el proyecto del Banco Mundial, reformuló y puso en discusión una memoria de más larga data construida de y por la comunidad a partir de las interacciones mantenidas en un contexto de desigualdades. Se trata de eventos situados históricamente en los que se activan y crean memorias, historias, prácticas y relaciones sociales y “que des sociales propias y formas de diferenciación social, étnica, política y cultural para responder a la dominación. poseen a su vez una historia que dirige y transforma usos subsecuentes de esa forma” (Tilly 2000: 14). En los relatos acerca del curso de conformación del Consejo, gran parte de la comunidad de Peumayen, principalmente aquellos que adhieren a esta modalidad organizativa, rememoran con cierta nostalgia aquellas épocas en que sus miembros operaban en situaciones cotidianas o no de manera colectiva y establecen así cierta continuidad con el pasado: “Mi papá... trabajaban juntos ellos. Con mi viejo y unos tíos míos también. [...] los cuidábamos [a los animales] en conjunto, ¿vio? En conjunto” (Miembro C del Consejo de Peumayen, marzo 2006). El Consejo se constituye y legitima de esta manera sobre la selección de pautas de interrelación comunitarias que reconocen un anclaje en el pasado, aunque ese pasado adquiere connotaciones diversas. Para algunos miembros, estas prácticas no se alimentan de visiones románticas que podrían llevar a frustrar su posibilidad de concreción, ni se sostienen invariables a través del tiempo. En estos casos, se señalan las modificaciones operadas como consecuencia de las relaciones de subordinación establecidas con diferentes agentes –estatales, privados, etc.– y se advierte también la existencia de diferencias y conflictos en el pasado pese a los cuales, en determinadas instancias, los “viejos” contribuían entre sí y se aliaban, aportando soluciones favorables para el conjunto. “los viejos por ahí se peleaban porque los animales les cruzaban el cerco pero sabían que tenían un espacio que era de todos y lo usaban todos. Y cuando hubo un enemigo que quiso afectar el espacio como fue el alambrado este (se refiere a un problema de tierras con un estanciero que terminó en el asesinato de un miembro de la comunidad), se juntaron y lo resolvieron... No fue mi abuelo ni fue Federico solo, digamos, era un problema que... y todos se dieron cuenta que en realidad era una cuestión de todos. [...] porque era típico que se colaborara. Con el campesino podrán pelearse algunas veces pero siempre se trataba de dar una mano sin necesidad de que te den un mango o alguna cuestión así de prestarse los bueyes o de darle una mano en esto o en aquello [...] ...cuando había un problema así que los afectaba a todos, se juntaban. Y no había ninguna organización externa ni nada, viste, era una cuestión de ellos, ¿no?. Y obviamente, de esos años a ahora han cambiando un montón de cosas, porque hay un montón de cosas que han variado, ¿no?” (Miembro B del Consejo de Peumayen, marzo 2006). Como sugiere Tilly (op. cit.), los modelos de acción dependen de relaciones y prácticas sociales preexistentes y de las pautas conocidas de reclamos dentro de los límites impuestos por las instituciones. Combinan y se elaboran a partir de continuidades y discontinuidades, de repeticiones e innovaciones, de libretos históricos e improvisaciones. El 46 POLÍTICAS DE LA MEMORIA: PROCESOS DE ETNIFICACIÓN entrelazamiento entre la dimensión étnica y la experiencia de clase que se desprende del relato recién transcripto, ha configurado la narrativa desde la que se autodefine y posiciona uno de los movimientos etnopolíticos de la región en la que se emplaza Caiza, frente a las prácticas de control y dominación operadas por los sectores hegemónicos 25 (Cf. Valverde 2004) . Desde el ámbito oficial, esas formas de dominación se han ido edificando a partir de diversas modalidades de categorización de lo étnico. Dichas clasificaciones han incluido –con distintos acentos en cada etapa– desde la histórica racialización de la “alteridad indígena” hasta su adscripción en tanto pequeño productor rural y ciertas formas de etnicización, que hoy adquieren un papel preponderante como forma de lograr ser acredi26 tados y obtener ciertos recursos . Sin ir más lejos, el “Consejo de Ancianos” y la elección de un lonko (cacique) y un werken (mensajero), es la forma de ordenamiento social y político que desde el I.N.A.I. se imparte en los últimos años para que una comunidad indígena Mapuche sea reconocida como tal. Más allá de que la comunidad Peumayen no está interesada hasta la fecha en responder a estas demandas institucionales, algunos otros miembros ligados a la organización del Consejo, lo consideran una redefinición del “Consejo de Ancianos” vinculado con un origen y tradición Mapuche perdurable en el tiempo: “Pero eso fue, digamos, la tradición de siempre de la comunidad [...] ese Consejo ya lo tenían los viejos [...] Antes en una comunidad indígena se tenía un Consejo de Ancianos, donde a esos ancianos se les consultó todo y sin orden de ellos no se hacía nada. Como ancianos ahora ya no nos quedó ninguno, ¿entonces qué se hizo? Se eligió más o menos a uno de la familia [...] Entonces ahí es como que se formó el Consejo, es como que de AHI, de nuevo va a empezar a nacer la comunidad” (Miembro A de la comunidad Peumayen, marzo 2006). No obstante, se haga inteligible al Consejo bajo una figura sociopolítica inmanente mediante la cual el I.N.A.I. 24 25 25 Uno de los integrantes del Consejo pertenece justamente a este movimiento. 26 Retomando a Briones (1998), mientras la racialización de la “alteridad étnica” opera estableciendo divisiones entre grupos a partir de un criterio centrado en la naturaleza física o biológica, la etnicización lo hace focalizando exclusivamente en la cultura. Estas formas de clasificación implican políticas de subordinación y han tenido mayor o menor peso cada una según el momento histórico; pero aun en aquellos períodos en los que no se hace explícita alguna de estas modalidades, funciona de todas formas de manera latente. Para dar un ejemplo concreto que ofrece esta misma autora, las ideologías hegemónicas del blanqueamiento y del mestizaje en nuestro país, que no son explícitamente raciales, contienen formas racializadas de construir la alteridad. 27 “ordena” a las comunidades indígenas o vinculándolo con una trayectoria de clase y étnica cambiante, la mayor parte de los miembros de la comunidad Peumayen articula y legitima a esta modalidad político-organizativa con pautas concebidas como tradiciones ejecutadas por los mayores de la comunidad entre sí y con el “blanco” y las instituciones. Se trata de la configuración de memorias heterogéneas de experiencias que son actualizadas como experiencias de memorias y que moldean la conformación y el accionar de la organización del Consejo a la par que son moldeadas por este. Ahora bien, en este proceso de reorganización de liderazgos internos y ejercicios de control, legados y memorias se confrontan, demarcando y autorizando las formas de conducción sociopolítica en danza en la comunidad. Quienes gestan la iniciativa de la organización del Consejo legitiman su accionar como producto de un legado transmitido por quien hasta no hace tantos años tenía, para ellos, la última palabra en las decisiones de la comu28 nidad, así como por la fuerza de ciertas señales o sueños recortadas como parte de tradiciones mapuches consideradas del orden de lo sagrado: “...dos días antes de que fallezca mi suegro [Federico], cuando me pide que ‘hay que luchar mucho acá por esta comunidad’, como que algo en mí ya le cumplió [...] Era como que en ese momento (se refiere al día en que se reunió la comunidad) se sintió la presencia [de Federico] y una paz, una paz en esa reunión que todos entendieron, todos se hablaron... como que no había ni una indiferencia. Se pusieron todos de acuerdo”. “...es como que los mismos espíritus te eligen. Te eligen para que vos puedas transmitir eso [...]” (Miembro A de la comunidad Peumayen, marzo 2006). Paralelamente, el referente político local despliega su autoridad invocando su conocimiento sobre la memoria de la comunidad. Se presenta y posiciona no solo como testigo ocular sino principalmente, como actor protagónico de dicha historia, esto es, de la lucha por la posesión de la tierra y la recuperación victoriosa de la porción expropiada en el pasado “por los vecinos ricos”, de la ins26 27 27 Las comillas ilustran el carácter polisémico de la palabra. En este caso, me refiero a la noción de ordenar en tanto organizar la comunidad pero también como forma de imposición. 28 Sobre este tema de los sueños y el rol que adquieren en estos procesos de reconfiguración de liderazgos mapuches, han sido muy enriquecedoras las comunicaciones personales mantenidas con Ana Ramos, quién analizó estas cuestiones en la Colonia Pastoril Cushamen, en la provincia del Chubut. A ella le debo este señalamiento de la estrecha relación existente entre estas tradiciones y los procesos de redefiniciones de los liderazgos de las comunidades. 47 CUADERNOS 21 talación –más reciente– de la escuela en su interior y de otras luchas entabladas. Asimismo, legitima su rol apelando al legado que su propio padre ya enfermo le dejó para encabezar aquella tarea. En efecto, se trata de un fenómeno complejo en el que la memoria se pone en debate y confronta en función de cier29 tos “horizontes de expectativas” . La iniciativa del Consejo y la voz del referente político se nutren diferencialmente, por un lado, de la forma –e incidencia– en que desde los años 90 en adelante, vienen siendo delineadas las acciones de las instituciones estatales, los políticos locales y los subsidios financieros de organismos multilaterales para el desarrollo en la comunidad y de las organizaciones políticas mapuches que se fueron conformando, pero también de un proceso de más largo alcance, es decir, de una dinámica de relaciones asimétricas interétnicas y estigmatizaciones articuladas con tradiciones y experiencias intraétnicas de más larga data que en el transcurso van reformulándose. Las citas del pasado entextualizadas por los miembros de la comunidad, expresan formas de autorizar relaciones, crear afectos y solidaridades pero también manifiestan y vehiculizan tensiones sociales, ejercen presiones y fijan límites. 28 A MODO DE CONCLUSIÓN De qué manera “incorporar” a los Pueblos Originarios ha sido una problemática que atravesó diferentes diseños de políticas por parte de los sectores hegemónicos. Resuelto a lo largo del tiempo de diversas maneras y recurriendo a distintos mecanismos –más o menos sutiles y, en ocasiones, superpuestos y combinados– se han ido creando formas de identificación, categorización, estigmatización y subalternización de lo étnico que fueron limitadas, desafiadas, recreadas o readecuadas por los propios sujetos sobre los que se proponían estos ejercicios de control, en el marco de relaciones de fuerza desiguales. En la actualidad, “pobreza”, “memoria indígena” y “comunidad”, se constituyen en la piedra angular de las políticas del Banco Mundial dirigidas a los Pueblos Indígenas. Estas políticas, mediadas por distintos agentes –estatales, ONG, profesionales, etc.– con intereses contrapuestos y atravesadas por cuestiones partidarias, de clase y étnicas, se constituyen hoy en campos de producción de etnicidad y de determinadas relaciones sociales. Se trata de una tecnología de poder que crea sujetos diferentes subalternos mediante dispositivos que más que operar a través de la negación y la represión –como sugiere Foucault (1999)– operan, aunque no sin ciertas ambigüedades y paradojas, desde lo positivo y la afirmación; esto es, a partir de la confirmación de lo étnico. Durante años, los Pueblos Indígenas fueron considerados sin historia ni cambios. Pueblos atrapados en un tiempo que debía ser superado mediante políticas dirigidas hacia el “otorgamiento” de aquel “futuro universal civilizado”. Paradójicamente hoy, se intenta que vuelvan a ese tiempo anterior, ocultar sus marcas de “civilización”, “pristinizarlos” y (re)marcarlos, pronunciando aquello que los torna eternamente un “otro cultural particular”. Pero en la misma afirmación de la dimensión étnica se actualiza la negación y la carencia. Y es que en estas disquisiciones sale a la luz que, a la pobreza de recursos socioeconómicos bajo la cual se define a los Pueblos Indígenas, se le agrega ahora su vulnerabilidad en términos culturales. En este marco, en el que se les atribuye una “pobreza de memoria”, los organismos multilaterales se constituyen hoy, en constituyentes, detentadores y al mismo tiempo dadores de un pasado. En la implementación de sus programas, establecen e intentan imponer una memoria prefijada que 30 debe ser internalizada en forma de habitus . No se trata simplemente de la conservadora idea de preservar el pasado, tal como aparece en numerosos discursos, sino de crear y subjetivizar memorias impuestas que construyan hoy la diferencia cultural ubicándola en una situación de subalternidad. Se persuade y obliga a vivir y sentir como propia, una memoria que se origina más allá de ellos mismos, vinculada con otros momentos históricos y con manifestaciones consideradas “puras” del “grupo beneficiario”. La afirmación de la dimensión étnica y sus tradiciones, y simultáneamente, la negación de su memoria, no deben ser leídas en términos de oposición sino como caras de una misma política de poder. El “desarrollo” se traza entonces por pronunciar la diferencia sociocultural y regularla mediante la internalización de ciertas memorias o tradiciones específicas al interior de cada comunidad indígena o, mejor aún, como parte de la creación de “comunidades indígenas”. La “autonomía”, “participación” y “empoderamiento” de los sujetos se configuran como modalidades de control. Enlazadas en otra red discursiva, sus sentidos varían, quedan sujetos a aquello que se considera moralmente aceptable y técnicamente útil (cf. Foucault 1999). Así, la autonomía queda supeditada a la subsunción en el mercado y sujeta a una noción particular de “comunidad”, mientras las organizaciones mapuches vienen reclamando, aunque con matices diferentes y en debate, su reconocimiento como “pueblo”. 29 30 Me refiero con habitus al concepto que Bourdieu define como “sistema de disposiciones y esquemas adquiridos, socialmente constituidos [...] que funcionan en estado práctico como categorías de percepción o de apreciación o como principios de clasificación al mismo tiempo que como organizadores de la acción” (1996:25-26). 29 Retomo aquí una noción de Koselleck (1993). 48 POLÍTICAS DE LA MEMORIA: PROCESOS DE ETNIFICACIÓN Empero, los proyectos de desarrollo y el financiamiento del Banco Mundial condicionan pero no impiden la elaboración de acciones que se bifurcan del tránsito esperado o establecido por estos organismos. Las relaciones que emergen no son producto de un evento aislado sino de un proceso de resistencias, luchas, reacomodamientos en el que los sujetos se van constituyendo y variando en el marco de relaciones de fuerza desiguales. De ahí la importancia de revisar no simplemente el producto sino el proceso de producción de estas interacciones a la luz de los procesos hegemónicos, factor vital para comprender la forma en la que en la confrontación se ponen de manifiesto los límites existentes. La comunidad de Peumayen recrea, pero también discute y desplaza algunas coordenadas, acentos y órdenes sociales que se intentan imponer respecto a la memoria e identidad Mapuche y a la noción de comunidad; y en el trayecto, se propone revertir ciertas dinámicas de poder vigentes. Las modalidades de organización y de acción que en esta se activan y disputan entre sí, se configuran a partir de una experiencia de interacciones conflictivas, más o menos cotidianas, en la que se inscriben continuidades y discontinuidades dentro de un contexto de dominación. Es esa trayectoria la que marca hoy al Consejo como una institución que, para algunos miembros, les permite “re-nacer” como comunidad y redefine sentidos de pertenencia y devenir desde una instancia política mientras para otros puede resultar desafiante. En el marco de este proceso de reorganización sociopolítica, la comunidad activa memorias en tensión. Lejos de estar vacía o dislocada, la memoria de la comunidad se resignifica reafirmando sentidos de pertenencia e identificación étnica y formas de liderazgos diferenciales entre sí, desde prácticas y saberes situados históricamente y no totalmente previstos por el discurso oficial. AGRADECIMIENTOS Agradezco muy especialmente algunas indicaciones bibliográficas y debates teóricos formulados por Elena Achilli y Guillaume Boccara durante el seminario doctoral que cada uno dictara en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. También los señalamientos por demás orportunos de Ana Ramos, Cecilia Benedetti y Lorena Rodríguez. Todos ellos han sido de gran aporte para analizar los fenómenos políticos aquí descriptos. De todas formas, cabe aclarar que este escrito es de mi entera responsabilidad. BIBLIOGRAFÍA Banco Mundial 2002 Llegando a los pobres de las zonas rurales. Estrategia para el desarrollo rural para América Latina y el Caribe, Washington. Bari, M. C. 2004 La cuestión étnica: aproximación a los conceptos de grupo étnico, identidad étnica, etnicidad y relaciones interétnicas, MS. Bernand, C. 2001 Mestizos, mulatos y Ladinos en Hispanoamérica: un Enfoque Antropológico de un Proceso Histórico, en Portilla, M. L. 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We studied the temporal and spatial distributions of shipwrecks in the Río de la Plata in order to expand the range of landscapes considered when researching past human behavior. KEY WORDS Archaeological landscape - distributions - shipwrecks - Río de la Plata. INTRODUCCIÓN Los espacios acuáticos no deberían pensarse solo como obstáculos o barreras para la expansión de las poblaciones en diferentes tiempos y lugares. En verdad, creemos que constituyen un desafío a la capacidad del ser humano para poner en práctica distintas estrategias ante situaciones de riesgo e incertidumbre, tomar decisiones creativas y desarrollar nuevas tecnologías; dicho de otra manera, conviene profundizar su estudio porque es una oportunidad para investigar cómo el ser humano, busca solucionar los problemas que un medio ambiente variable y diferente le plantea (Guagliardo 2006). Desde la arqueología subacuática y calibrando diferentes líneas de evidencia abordadas desde enfoques teórico-metodológicos vigentes en la arqueología actual (arqueología del paisaje, distribucional y arqueología de momentos históricos), trabajamos la idea de ver al ambiente acuático como un paisaje arqueológico analizando en espacio y tiempo las distribuciones de naufragios en el Río de la Plata, convencidos de que contribuiríamos al estudio del comportamiento humano en los paisajes al postular una utilización total del espacio geográfico en el cual nuestra especie vive. Tomamos como caso de estudio la región del Río de la Plata, entendiéndolo como un espacio con límites acotados y, en consecuencia, abordable arqueológicamente. Definimos como tal al cuerpo de agua situado en la costa * Programa de Arqueología Subacuática del INAPL, jpglibre@ gmail.com este de Sudamérica, entre los 34º/36º 10’ S y los 55º/58º 10’ O, comprendido entre las costas argentina y uruguaya desde la desembocadura de los ríos Uruguay y Paraná hasta la línea imaginaria que une el Cabo San Antonio y Punta del Este (conocido como “límite exterior del Río de la Plata”), agregando la franja costera atlántica del departamento de Maldonado, Uruguay. Asimismo nos interesó estudiar las maneras en que este paisaje acuático fue utilizado por el ser humano entre los siglos XVI y XX, durante el proceso de expansión global europea que se inició con la conquista de América y cuyos efectos no perdieron vigencia hasta la actualidad. Desde una escala arqueológica, se trató del proceso expansivo más reciente; no obstante, recordemos que este, a nivel global, se remite a la salida del hombre de África (Gamble 1993). Con estos objetivos en mente, formulamos un modelo y pusimos a prueba hipótesis que explicaran el cambio en la distribución de los naufragios en el río abordándolos entre sí y en relación con otros elementos del paisaje (las formas geológicas y las ciudades), aplicando la metodología del análisis espacial y el modelado cartográfico (Manzi 1999a) para evaluar qué aspectos del medio natural y social tuvieron un papel relevante en las distribuciones artefactuales –en este caso naufragios (sensu Elkin 2002)–, durante la expansión de la ideología del capitalismo a escala global. METODOLOGÍA Seguimos la lógica distribucional que plantea una continuidad espacial del registro arqueológico. Supo51 CUADERNOS 21 nemos que el paisaje acuático no fue utilizado al azar por el ser humano (sensu Manzi 1999b), sino que estaría jerarquizado en función de su heterogeneidad ambiental (sensu Stafford 1995). Nuestro primer paso consistió entonces en definir la estructura y configuración del paisaje (figura 1), considerando las siguientes unidades de análisis: 1) Desde una perspectiva cultural, el artefacto, definido como cualquier cosa que tenga atributos como consecuencia de la actividad humana (Dunnell y Dancey 1983); 2) Desde una perspectiva ambiental, las unidades morfológicas (geoformas) presentes en el Río de la Plata, que son áreas con rasgos particulares dentro de un ambiente heterogéneo (López Laborde 1998). Debido al marco cronológico de nuestra investigación y a las fuentes que utilizamos, resultó necesario reflexionar acerca de la relación que existe entre registro arqueológico e histórico: a nuestro parecer, ambos son productos materiales de las sociedades en el pasado, de carácter independiente. A partir de su cruce, podemos ofrecer explicaciones coherentes a los problemas que necesitamos resolver. Como resultado, propusimos tratarlos dialécticamente: reconocer su materialidad individual requiere su procesamiento, combinación y síntesis. Un tratamiento arqueológico del registro histórico se dirige a detectar lo que otros no siempre se propusieron dejar como evidencia. Nuestro método se asemeja a una búsqueda estratigráfica de los artefactos que han quedado registrados en las fuentes para armar explicaciones, siempre desde un registro que es material y, en consecuencia, arqueológico. Para el estudio del comportamiento, los documentos tienen mucho que aportar porque contienen pistas materiales que ofrecen la posibilidad de generar una explicación desde la Arqueología, la cual podrá contraponerse o respaldar a la historia previa, pero sugerirá siempre una revisión crítica. Para nuestro caso de estudio, la utilización crítica y búsqueda exhaustiva de fuentes y documentos históricos fue indispensable para construir la base de datos. Tomamos como punto de partida la base de datos de naufragios del Río de la Plata elaborada por Elkin (2002), conformada por alrededor de 1.500 naufragios; posteriormente armamos una base nueva, derivada de la anterior, que nos permitió establecer un mínimo número de 1.099 naufragios (Guagliardo 2006). La nueva base de datos se articuló gráficamente con mapas temáticos en acuerdo con la línea del modelado cartográfico, que utiliza la tecnología SIG (Sistemas de Información Geográfica) para permitir una visualización rápida de la información asociada (Manzi 1999b), (figura 1). HIPÓTESIS Las hipótesis formaron parte de un modelo compuesto por tres estrategias (exploración, colonización y ocupación efectiva) que no funcionaron como entidades estáticas, sino como formas dinámicas de abordar la explicación desde un punto de vista ecológico evolutivo. A. Hipótesis nula (H0): la distribución espacial de los naufragios registrados entre el siglo XVI y la actualidad en la región del Río de la Plata, es producto del azar. B. Hipótesis alternativa (Ha): en conjunto, la distribución espacial de los naufragios registrados entre el siglo XVI y la actualidad en la región del Río de la Plata es causa directa o indirecta del comportamiento humano. B1. Factores naturales Hipótesis derivada (H1): los naufragios se distribuyen diferencialmente en el espacio. De acuerdo con sus características naturales, algunas geoformas agruparán naufragios y otras no tendrán representación. Hipótesis derivada (H2): los fenómenos meteorológicos predominantes (concretamente sudestadas y pamperos), han incidido en la distribución de los naufragios. B2. Factures culturales Hipótesis derivada (H3): hay una disposición agrupada de los naufragios en torno a los puertos naturales y las ciudades ribereñas. Hipótesis derivada (H4): las condiciones históricas del desarrollo de las ciudades ribereñas y las circunstancias políticas han incidido en la distribución de los naufragios, (figura 2). RESULTADOS Tras haber dado el primer vistazo al mapa modelado (figura 2) desistimos de aplicar un test estadístico para poner a prueba la aleatoriedad o no de la distribución, porque hubiera sido redundante: la concentración de naufragios nos permite rechazar la hipótesis nula y comenzar a trabajar con las hipótesis derivadas. Cuando nos enfocamos en el análisis de la variable tiempo también encontramos una distribución desigual de los naufragios, lo que reafirmaba que la azarosidad debía descartarse de plano: baja proporción de naufragios registrados durante la etapa que caracteriza la estrategia de exploración del Río, alcanzando un 20,3% al llevarse a cabo la colonización y presentando una polarización (cerca del 80%) en los momentos más recientes (tabla 1). Conviene ser cautos y considerar que no existe la misma probabilidad de obtener datos para todas las épocas porque la disponibilidad de fuentes y documentos históricos ha sido diferente; no obstante, nuestro trabajo de síntesis fue 52 EL INFIERNO DE LOS MARINOS Figura 1 Tabla 1 - Porcentajes y tasas de naufragios según las estrategias Estrategia Exploración Colonización Ocupación efectiva Total Duración 1516-1775 1776-1861 1862-1999 Naufragios 28 223 848 1.099 Figura 2 53 Años transcurridos 260 86 138 484 Tasa anual 0,108 2,593 6,145 2,271 Porcentaje 2,55 20,29 77,16 100 CUADERNOS 21 exhaustivo (Guagliardo 2006), por lo que trabajamos con un número mínimo de naufragios altamente confiable. Asimismo, en la investigación que dio origen a este artículo (Guagliardo 2006) los resultados fueron presentados por separado, tratando cada hipótesis en forma independiente. Para esta ocasión encontramos más adecuado intercalar el análisis de datos según trabajáramos la incidencia de los factores naturales o culturales en la distribución de los naufragios, articulando en cada caso las dimensiones tiempo y espacio para ir encauzando la conclusión. Cruce de factores naturales: geología y meteorología El enunciado de la hipótesis 1 planteó que los naufragios se agrupaban en torno a geoformas específicas mientras que el de la segunda apuntó a medir el impacto de los fenómenos meteorológicos (sudestadas y pamperos). Para poner a prueba estas hipótesis, analizamos la distribución de naufragios según las geoformas mayores y menores en las que se ubicaron, agregando el impacto de los temporales (tabla 2). Las formas menores fueron definidas operativamente siguiendo las ubicaciones aproximadas que las fuentes y documentos históricos revelaron acerca de dónde se habían producido los naufragios. Esperábamos que ciertas geoformas actuaran como polos de concentración de naufragios (por ejemplo los bancos de arena, por ser formas emergentes), mientras que las de mayor profundidad (los canales) fueran el contraste, básicamente por tratarse de zonas aptas para la navegación. Contrariamente a ello, la distribución estaba concentrada en la geoforma canal oriental la cual constituye un antiguo valle fluvial con características aptas para la circulación y es considerada la ruta más favorable para el ingreso y egreso de las embarcaciones al Río de la Plata. Aun habiendo previsto hallar una mayor cantidad de naufragios en las regiones más transitadas, la evidente desproporción general en el espacio regional nos obligaba a indagar nuevas causas, no asociadas con la profundidad. Al intercalar en la explicación el impacto de los temporales, detectamos que el 93% se agrupaba en el canal oriental, lo cual hace más llamativo aún que dicha geoforma se esgrima frecuentemente como la más apta para la navegación de todo el Río de la Plata. La bahía de Montevideo concentra un 74% de los naufragios causados por factores meteorológicos y la de Maldonado, con una cifra del orden del 15%, se mantiene como un área también riesgosa. En conjunto, hay un 88,6% de naufragios provocados por cuestiones meteorológicas concentrados solamente en estas dos geoformas menores; paradójicamente (insistimos), estas bahías fueron por muchos años consideradas las áreas de condiciones portuarias naturales más favorables del río para fondear. Tras haber analizado los datos, observamos que los naufragios se producían cuando los barcos estaban anclados en los puertos: eran destruidos por los temporales aunque estuvieran fuertemente amarrados. Consecuentemente, el canal oriental podría ser el más apto para navegar pero, sin un puerto que brindara una infraestructura segura, sus bahías deberían haberse considerado las más riesgosas para anclar de acuerdo con lo que revela el registro material. Veamos a continuación cómo funciona la variable tiempo: durante la etapa exploratoria (1516-1775), un 11% de los naufragios se produjo por cuestiones meteorológicas (tabla 3). La expectativa que habíamos generado respecto de que los temporales serían la principal causa de los naufragios en los primeros momentos analizados no tuvo su correlato material, quedando entonces relegada a pesar de que la naturaleza de los registros nos obligasen a no descartarla de plano. De todas maneras, la exploración implica adentrarse en un espacio nuevo, desconocido; por ello, en el proceso de conocimiento geográfico y cartográfico, la geomorfología del Río pudo por cierto haber sido determinante entre las causas de los naufragios. Al respecto, se confirma la tendencia a la concentración de naufragios en el canal oriental, que agrupa al 35,71% del total. La tasa anual de naufragios en aquella geoforma se eleva a 0,0385 naufragio/año (lo que equivale a decir que, en promedio, se produjo un naufragio cada veintiséis años). En Playa Honda, la geoforma que recibe la descarga de sedimentos del río Paraná en la boca del Río de la Plata modificando aceleradamente la fisonomía de la costa al implicar un crecimiento del frente deltaico, encontramos que se agrupa un 28,57% de la distribución. No es ilógico entonces asignar una mayor incidencia a los factores geológicos que a los meteorológicos (propusimos antes que las formas emergentes actuarían como polos concentradores de naufragios, como el banco inglés, que agrupa más del 30% de la distribución), pero nuestra impresión es que faltan datos para sostener estas ideas. Existe una fuerte polarización de la distribución (96,43%) en solo tres sectores del espacio durante la etapa exploratoria, lo cual pone en evidencia una utilización del Río de la Plata como un lugar de tránsito hacia otras regiones. La estrategia de colonización pone de manifiesto que el 81,17% de los naufragios se da en el canal oriental, que agrupa también al 90% de los provocados por temporales (tabla 4). En todo el canal oriental hubo ciento ochenta y un naufragios. De cada dos acaecidos por año, uno era provocado por motivos meteorológicos. Casi un 50% de los naufragios del canal acontecieron en la bahía de Montevideo y un 37% en la de Maldonado, marcando un cambio en las proporciones entre estas dos geoformas en compa54 EL INFIERNO DE LOS MARINOS Tabla 2 - Cruce de factores naturales Geoformas mayores Geoformas Causados por Cantidad Porcentaje menores temporales Costa norte de Buenos Aires 12 1 8,33 Isla Martín García 2 1 50,00 Playa Honda Banco de la Playa Honda 60 2 3,33 Accesos y puerto de Bs. As. 36 9 25,00 Canales al río Uruguay 14 1 7,14 Sistema fluvial norte Costa oeste de Colonia 11 Isla Juncal 8 Banco Grande de Ortiz Banco Grande de Ortiz 7 Canal intermedio 14 Gran hoya del canal intermedio Banco Chico 8 Banco Magdalena 1 Banco Jesús María 1 Canal norte Canal de San Gabriel (este de Colonia) 9 1 11,00 Bahía de Montevideo 477 202 42,35 Banco Santa Lucía 6 Bahía de Maldonado e Isla Gorriti 156 39 25,00 Canal oriental Costa este de Montevideo hasta 60 8 13,00 Piriápolis, incluyendo la Isla de Flores Costa atlántica de Maldonado 24 3 13,00 Isla de Lobos 39 1 3,00 Barra del Indio y frente marítimo Canal Punta Indio 9 1 11,00 Bajíos de Samborombón 4 Franja costera sur Costa baja entre Avellaneda y La Plata 24 Banco Arquímedes 2 Alto marítimo Banco Inglés 111 3 3,00 Banco Rouen 1 Canal marítimo y umbral de Samborombón Bahía de Samborombón 3 Total región 1.099 272 24,75 Tabla 3 - Número mínimo de naufragios durante la etapa exploratoria Estrategia de exploración (1516-1775) Geoforma mayor Naufragios % Afectados por temporales Bahía de Maldonado 5 17,86 1 Bahía de Montevideo 3 10,71 Costa atlántica de Maldonado 2 7,14 Alto marítimo Banco Inglés 9 32,14 Sistema fluvial norte Costa oeste de Colonia 1 3,57 Isla Martín García 1 3,57 Accesos y puerto de Buenos Aires 7 25,00 Total general 28 100 Canal oriental Playa Honda Geoforma menor 55 1 1 3 CUADERNOS 21 ración con el momento anterior, lo que indica una disminución del uso de Maldonado a favor de Montevideo. En ambas bahías el impacto de los temporales se acerca al 50% sobre los naufragios producidos en aquel tiempo a escala local, aunque en verdad los efectos de los fenómenos de mal tiempo también impactan fuertemente en Buenos Aires (47% de los naufragios responden a causas meteorológicas). Entre 1776 y 1861 en Montevideo se registró un promedio de 1,023 naufragios por año: la mitad de los naufragios, prácticamente, encontraban su causa en factores meteorológicos. En Maldonado la relación es similar. Entre ambos puntos, el 32% de los naufragios que se producían se asignaba a causas meteorológicas. En síntesis, se prioriza la circulación por la geoforma canal oriental y se observa una concentración en el uso de sus bahías. Esto no quiere decir que la navegación haya estado circunscripta solamente al canal oriental, sino que su tránsito fue el más intenso del río. La aparición de naufragios en geoformas mayores y menores antes no representadas (franja costera sur entre las primeras, isla Juncal y banco de la Playa Honda entre las segundas) está indicando un uso más amplio del espacio, al tiempo que marca la utilización de rutas no óptimas para la navegación. Mientras tanto, la recurrencia de naufragios en otros elementos del paisaje (canal oriental, alto marítimo, sistema fluvial norte y Playa Honda), reafirma el tránsito por las rutas naturales u óptimas de navegación, las que consideramos un indicador de los espacios más utilizados. En la etapa de ocupación efectiva (1862-1999) la distribución da un vuelco notable. Se esperaba una recurrencia en la utilización de los sectores óptimos aunque debería observarse también una utilización del espacio en toda su extensión (tabla 5). A la vez que casi todas las geoformas mayores presentan naufragios, existen áreas que no muestran representación, lo cual nos lleva a la lectura de que se trata de sectores de muy baja circulación. Un importante cambio en la distribución se produce dentro de la geoforma Playa Honda: el banco homónimo se destaca como una forma menor con alta representatividad a nivel regional. La circulación por ese banco constituye una ruta no óptima y altamente peligrosa para las embarcaciones que la transitan, debido a la naturaleza cambiante de los sedimentos y a la baja maniobrabilidad ante circunstancias meteorológicas desfavorables. La geoforma alto marítimo vuelve a tener un lugar relevante en la distribución según la cantidad de naufragios detectados, pero sigue siendo el banco Inglés el que los agrupa. El Banco Grande de Ortiz presenta naufragios por primera vez. Es curioso el hecho de que una geoforma de tales dimensiones tenga tan baja representatividad. Parece haber sido uno de los elementos naturales clave tenidos en cuenta para organizar el espacio, no operando en consecuencia como “trampa”, sino favoreciendo la selección de rutas óptimas. En el canal oriental, la distancia entre las bahías de Montevideo y Maldonado se acentúa, reafirmando la tendencia proyectada para la etapa de colonización. La bahía de Maldonado refleja una violenta caída de registros asignables a factores meteorológicos (un 4% contra un 34% que alcanzaba previamente). Entretanto, en la bahía de Montevideo hubo ciento sesenta naufragios por temporales; el último de ellos fue registrado en 1951 (tabla 6). En líneas generales, el impacto de los temporales sobre la distribución evidencia (gracias a la apertura por intervalos que hemos realizado) una fuerte disminución a través del tiempo, fundamentalmente durante los últimos treinta años. En conjunto, las variables tiempo y espacio, cruzadas, muestran que estamos frente a un ambiente altamente jerarquizado. Hay zonas de tránsito y uso del espacio fuertemente opuestas: la costa sur presenta una extensa sección de la ribera subrepresentada (franja costera sur), mientras que la ribera norte es su antítesis. Completaremos el análisis de los datos recurriendo a la evaluación del impacto de los factores culturales en la distribución de los naufragios del Río de la Plata. Cruce de factores culturales: política, economía y sociedad Las hipótesis culturales fueron también trabajadas en dos dimensiones: espacio y tiempo. La hipótesis 3 postulaba que los naufragios se concentraban en las cercanías de las ciudades-puerto y la última medía la influencia de los fenómenos sociopolíticos en la distribución. Comenzamos rastreando la fecha en que las ciudades-puerto fueron fundadas y asociamos el mínimo de naufragios que se produjeron en sus cercanías inmediatas (tabla 7). Cabe destacar que el total representa un 64,87% del universo de casos (eran mil noventa y nueve). Es interesante notar que solo en Maldonado se registra un naufragio antes de que se produjera la fundación de la ciudad (tabla 8). La bahía de Maldonado había sido descubierta por Juan Díaz de Solís en 1516, quien la había denominado “Puerto de Nuestra Señora de la Candelaria” y tomado posesión en nombre de la Corona (Díaz de Guerra 1988). De ahora en adelante, el propósito es detectar a través del tiempo y el espacio cómo pudieron haber influido los factores culturales en la distribución de los naufragios. Durante la etapa exploratoria (1516-1775) el 57% de los naufragios se relaciona con áreas cercanas a las ciudades-puerto. De los dieciséis casos, el 43,8% se adscribe a la ciudad de Buenos Aires y alrededores (tabla 9), evidenciando su predominio por un período prolongado (entre 1516 y 1723), lo cual muestra a nivel material una actividad ininterrumpida a pesar de que regía la prohibición de operar por su puerto, que había sido decretada a 56 EL INFIERNO DE LOS MARINOS Tabla 4 - Número mínimo de naufragios durante la etapa colonizadora Estrategia de colonización (1776-1861) Geoforma mayor Canal oriental Alto marítimo Sistema fluvial norte Playa Honda Franja costera sur Geoforma menor Bahía de Maldonado Bahía de Montevideo Costa atlántica de Maldonado Costa entre Montevideo y Piriápolis Isla de Lobos Banco Inglés Costa oeste de Colonia Canales al Río Uruguay Isla Juncal Isla Martín García Banco de la Playa Honda Accesos y puerto de Buenos Aires Costa baja e/ Avellaneda y La Plata Total general Naufragios % 67 88 5 19 2 5 5 1 3 1 2 19 6 223 30,04 39,46 2,24 8,52 0,90 2,24 2,24 0,45 1,35 0,45 0,90 8,52 2,69 100 Afectados por Impacto temporales 31 46% 42 48% 1 20% 6 32% 1 20% 9 47% 90 40% Tabla 5 - Número mínimo de naufragios ocurridos durante la etapa de ocupación efectiva Estrategia de ocupación efectiva (1862-1999) Geoforma mayor Geoforma menor Canal oriental Bahía de Maldonado Bahía de Montevideo Banco de Santa Lucía Costa atlántica de Maldonado Costa entre Montevideo y Pirlápolis Isla de Lobos Alto marítimo Banco Inglés Banco Arquímedes Banco Rouen Banco Grande de Ortiz Banco Grande de Ortiz Gran Hoya del Canal Intermedio Canal intermedio Banco Chico Banco Magdalena Sistema fluvial norte Costa oeste de Colonia Canales al Río Uruguay Isla Juncal Canal marítimo y umbral de Samborombón Bahía de Samborombón Barra del Indio y frente marítimo Canal Punta Indio Canal norte Canal de San Gabriel (este de Colonia) Banco Jesús María Playa Honda Costa norte de Bs. As. Banco de la Playa Honda Accesos y puerto de Buenos Aires Franja costera sur Costa baja entre Avellaneda y La Plata Bajíos de Samborombón Total general 57 Cant. 84 386 6 17 41 37 97 2 1 7 14 8 1 5 13 5 3 9 9 1 12 58 10 18 4 848 Afectados por Impacto temporales 9,91 7 8% 45,52 160 41% 0,71 2,00 1 6% 4,83 2 5% 4,36 1 3% 11,44 2 2% 0,24 0,12 0,83 1,65 0,94 0,12 0,59 1,53 1 8% 0,59 0,35 1,06 1 11% 1,06 1 11% 0,12 1,42 1 8% 6,84 2 3% 1,18 2,12 0,47 100 179 21% % CUADERNOS 21 finales del siglo XVI (esta disposición forzaba a adquirir manufacturas europeas en Lima, sobrevaluadas). En la primera fundación de Buenos Aires (1536), se reportaban condiciones de vida miserables: hambre, pestes y hostilidades frecuentes, lo cual condujo a su abandono. Tras la refundación encarada por Juan de Garay (1580), dicha situación no variaba: hacia fines del siglo XVI el desapego de la metrópoli peninsular para con Buenos Aires era evidente. Esta última debió subsistir recurriendo sistemáticamente al contrabando masivo (Puiggrós 1973). Durante la etapa colonial (luego de la segunda fundación), la plata altoperuana se fugaba por Buenos Aires ante el estímulo del comercio. Este metal atrajo la irrupción de piratas de varias nacionalidades (Luqui Lagleyze 1999) y la población de la ciudad vivía alerta, temerosa de sus intrusiones (tabla 10). La agrupación de naufragios en torno a Maldonado (31,3%) se explica en virtud de su posición en la boca de ingreso al Río de la Plata desde ultramar: la amplitud de su bahía constituía un punto de reunión y reabastecimiento clave para los navegantes. La Ensenada de Barragán no presenta naufragios, lo cual nos resulta llamativo porque esperábamos tuviera un correlato material la versión de la historia que afirma su aprovechamiento recurrente como puerto natural desde 1629 (Scarfo 1998). Hacia el siglo XVII la importancia del comercio de cueros vacunos daría comienzo al desarrollo de la actividad ganadera rioplatense; de hecho, los portugueses fundaron la Colonia del Sacramento en 1680 para controlar su tráfico sin mediación del aparato fiscalizador español, cuya intervención había limitado las exportaciones desde el puerto de Buenos Aires. Con dicha fundación se reactivó la actividad porteña, dado que sus comerciantes establecieron un sistema de intercambio por barcazas que intercomunicaba ambas ciudades (Moutoukias 1999). Montevideo fue fundada por los españoles (1726) para recuperar su control del comercio en el Río de la Plata. La ciudad fortificada fue consolidándose como base naval y adquiriendo una preeminencia en el tráfico marítimo difícil de superar (Silva 2001). Al tiempo que Montevideo se había transformado en el principal puerto del Río en cuanto a su importante actividad mercantil, Buenos Aires mantenía un lugar central en la toma de decisiones (era la sede del gobierno provincial), hecho que se reforzó cuando Carlos III, rey de España hasta 1788, dispone hacia 1770 una política radical de control del contrabando y ordena la toma por la fuerza de los focos clave del movimiento ilegal: la Colonia, Santa Catarina y las Malvinas (Puiggrós 1973). En 1776, considerando la importancia estratégica de las ciudades del Plata para controlar el tráfico marítimo del Atlántico Sur y asegurar la llegada de metálico hacia España una vez perdida la ruta del caribe, se crea el Virreinato del Río de la Plata. La etapa de colonización (tabla 11) se desarrollaba en el marco de la gestación de las identidades nacionales de ambas márgenes del río. Su raíz aparece en verdad durante los últimos momentos de la etapa exploratoria, básicamente porque la pretensión de los españoles durante los últimos años de su dominio del Plata y del Atlántico Sur fue fomentar el establecimiento de poblaciones estables (a diferencia de la etapa anterior) y controlar los vastos territorios de la corona que, en decadencia, lidiaba contra las potencias industrializadas de Europa por el dominio de los mares, de los mercados y de los recursos provenientes de las colonias de ultramar. El desgaste de la autoridad central española desencadenaría en la región un período de disputas bélicas y procesos revolucionarios. El registro material mostró una alta concentración de los naufragios en las cercanías de las ciudades-puerto, implicando un cambio importante en el uso del espacio: el resto de la región pasó de representar un 43% en la etapa exploratoria a solo el 17% entre 1776 y 1861. Respecto del momento anterior, se incrementó notablemente la distancia entre Montevideo (47,6% de la distribución) y Buenos Aires (10,3%), lo cual pone de manifiesto el crecimiento de la primera a instancias de la segunda, aunque ambas fueron consolidándose como cabeceras regionales. El hito revolucionario de 1810 había devuelto el predominio de la actividad comercial a Buenos Aires en perjuicio de Montevideo (Silva 2001); allí se habían refugiado los monopolistas españoles y desde allí se organizaría la reacción: bloqueo de Buenos Aires en agosto de 1810 –que fue liberado por la intervención británica–, otorgamiento de licencias para la operaciones corsarias, sitio de Montevideo entre 1812 y 1813 por los ejércitos patriotas (Goyret 2000) y bloqueo de esa ciudad hacia 1814 (Silva 2001). Mientras tanto Maldonado (36,2% de la distribución), no pierde relevancia regional: desde el año 1790 la Real Compañía Marítima había comenzado a “explotar la pesca, la caza de ballenas y la cura de cueros de lobos marinos y focas en todo el Atlántico Sur” (Castells & Castells 1997: 4). Después de la crisis de autoridad que se generó en las colonias, dada la ocupación de España por parte de las tropas napoleónicas, las invasiones de los ingleses en 1806 y 1807 implicaron la toma de Montevideo y el bloqueo de Buenos Aires. La segunda invasión fue planificada desde Montevideo y el desembarco se produjo en la Ensenada de Barragán, que presenta solo seis naufragios en el período. Esto estaría reforzando su nivel secundario a escala regional, aunque a la vez revela su papel específico en el área, como puente fluvial con Buenos Aires. A su vez, operó como base naval alternativa a Montevideo durante la etapa colonial y fue utilizada como puerto exportador 58 EL INFIERNO DE LOS MARINOS Tabla 6 - Naufragios en la Bahía de Montevideo entre 1862 y 1999 Frecuencia total 51 53 84 32 40 74 33 14 3 384 Años transcurridos 1862-1871 1872-1881 1882-1891 1892-1901 1902-1911 1912-1921 1922-1931 1932-1941 1942-1951 Total Porcentaje de naufragios 13% 14% 22% 8% 10% 19% 9% 4% 1% 100% Afectados por temporales 32 26 55 9 16 15 6 0 1 160 Impacto de temporales 62,75% 49,06% 65,48% 28,13% 40,00% 20,27% 18,18% 0,00% 33,00% 41,67% Porcentaje temporales 20,00 16,25 34,38 5,63 10,00 9,38 3,75 0,00 0,60 100 Tercios 70,63% 25,00% 4,38% 100% Tabla 7 - Ciudades principales y puertos naturales del Río de la Plata Ciudades y puertos Buenos Aires Fundación Cant. % 1536 y 1580 36 5,05 Accesos y puerto de Buenos Aires 1680 20 2,81 Costa oeste de Colonia y canal de San Gabriel 24 3,37 Costa entre Avellaneda y La Plata Colonia Ensenada* 1736 La Plata 1882 Geoformas incluidas Maldonado 1755 156 21,88 Bahía de Maldonado e isla Gorriti Montevideo 1726 477 66,90 Bahía de Montevideo 713 100 Total Fuentes: Díaz de Guerra 1988, Halperín Donghi 2000, Moutoukias 1999 y Scarfo 1998. * Fecha de construcción del fuerte. Oficialmente el partido de Ensenada fue creado en 1801. Tabla 8 - Primeros registros de naufragios cercanos a las ciudades-puerto Ciudades Año Nombre del barco Fuente Buenos Aires 1538 Marañona Luqui Lagleyze 1999: 37 Colonia 1763 Lord Clive Destéfani 1982: 17, Lussich 1982: 221 Ensenada 1827 Independencia Vale 2000: 197 La Plata 1915 Felice M. DNCP - Dirección Nacional de Construcciones Portuarias Observaciones Nave al mando de Alonso de Cabrera, propiedad de Cristóbal Frías Marañón. Llevaba sesenta y cuatro cañones. Uno de los buques que formaron parte de la invasión inglesa a Colonia, en 1763. Ex “Harmony”. Varó durante el combate de Monte Santiago. Fue abatida por los brasileños. Hundido en el puerto de La Plata, seis millas al este de los malecones. Maldonado 1531 Capitana Destéfani 1967: 30 Era una de las cinco naves (dos naos, un galeón y dos carabelas) que integraba la expedición de Martín Alfonso de Souza, quien había zarpado de Lisboa en 1520 con destino a Brasil. Montevideo 1752 Nuestra Sra. de la Luz Lussich 1982: 221, Castells & Castells 1997: 3 Había zarpado de Buenos Aires. Fue sorprendido por un ‘Pampero’ en Montevideo, estando anclado. 59 CUADERNOS 21 directo de los derivados de la industria ganadera por unos pocos hacendados, además de que sirvió como apostadero naval de las escuadrillas argentinas en varias oportunidades durante la época independiente. Lo mismo sucede con la Colonia; su baja representación revela su papel como satélite de Buenos Aires y Montevideo. El proceso independentista se desarrolló entre 1810 y 1825 (Halperín Donghi 2000); en esos tiempos nacía el movimiento Federalista enérgicamente en contra de las prácticas unilaterales de los porteños (que sostenían a Buenos Aires como puerto único para beneficiarse con las rentas aduaneras). Para combatir esa política las provincias del interior recurrieron a Montevideo, buscando una salida para sus productos, pero la invasión portuguesa de 1821 cortó el circuito de raíz. En ese marco, es interesante destacar que detectamos naufragios en el resto de la región que marcan un uso del espacio diferencial asociado con las acciones bélicas que se produjeron entre 1825 y 1828, enfrentando a las Provincias del Río de la Plata y Brasil: notamos el uso de sectores del río que no se condicen con los movimientos a través de las rutas naturales, como venían produciéndose hasta el momento. La Armada Imperial bloquea Buenos Aires y la actividad de los corsarios con patente de las Provincias Unidas se multiplica. La política de Rosas se orientó a fomentar el aislamiento de Buenos Aires respecto de las provincias y a obligar al interior a buscar contacto directo con el comercio extranjero, lo cual condujo a las provincias a recurrir otra vez a Montevideo, plaza comercial dominada por ingleses y franceses que una vez más rivalizaba con Buenos Aires por el control del comercio. Como consecuencia, Buenos Aires abrió hostilidades económicas arancelarias contra Montevideo e inevitablemente contra Francia, dado que los ingleses habían sido favorecidos antes, al pactar en 1825 un trato diferencial (Puiggrós 1973). Entre 1838 y 1840 la flota francesa del Plata bloqueó el puerto de Buenos Aires, provocando una profunda crisis en la economía. Poco después Rosas prohibió la circulación por los ríos Paraná y Uruguay y dispuso el sitio de Montevideo por tierra en 1843, el cual se extendió por nueve años y se reforzó con el bloqueo del puerto, hecho que desencadenó la enemistad de franceses e ingleses, quienes desarticularon el bloqueo de Montevideo y bloquearon el puerto de Buenos Aires hasta 1850 (Rocca 1996). Tras estos acontecimientos se lograría la unificación nacional: Mitre derrotaría a Urquiza (en Pavón, 1861), revirtiendo su caída de 1859 en la batalla de Cepeda. La estrategia de ocupación efectiva generaba la expectativa de un uso generalizado de la región, por lo cual la distribución debería estar más dispersa. La lectura de la tabla 12 muestra que el 60% de la distribución se agrupa en áreas relacionadas con la actividad de las ciudades. De mostrar una clara tendencia al predo- minio de las concentraciones de naufragios en las cercanías de las ciudades durante la etapa anterior, la distribución comienza a reducir en forma sensible dicha situación desde comienzos del siglo XX. Esto se explica porque la infraestructura portuaria empieza a levantarse en las diferentes ciudades a fines de siglo XIX y principios del siglo XX. Así, los naufragios que antes se producían sistemáticamente en las áreas portuarias (carentes de infraestructura, excepto por muelles de madera o espigones construidos con rocas), dejan de producirse. En 1897 se inaugura el “Puerto Madero” en Buenos Aires (Luqui Lagleyze 1999); el “Puerto Nuevo”, en tanto, es finalizado en 1919. En 1833 (apenas lograda la independencia de la Banda Oriental), se encarga la construcción del primer puerto de Montevideo (Pedemonte 1999), pero las evidencias indican un fuerte descenso de los naufragios en el área recién después de la modernización del puerto, llevada a cabo entre 1901 y 1909 (Trier 2004). La ciudad de La Plata se fundó en 1882 y su crecimiento estuvo vinculado estrechamente con la oleada inmigratoria extranjera. El puerto fue construido en 1890 y la aparición de naufragios está vinculada con su actividad, dado que la Ensenada de Barragán había perdido relevancia local y regional (Scarfo 1998). Durante el período estudiado, Maldonado pierde relevancia a favor de Montevideo en forma acentuada; comienza a posicionarse como la cabeza de playa de la actividad turística en el Uruguay desde 1890 (Betancur 2005), reemplazando a la industria pesquera, que había sido predominante desde fines del siglo XVIII. Antes vinculada con el contrabando, la influencia del tráfico turístico-recreativo, siendo ahora su actividad principal, mantiene a Colonia del Sacramento con una representatividad del 2,7%. De acuerdo con nuestra lectura del registro material, el uso del espacio en esta etapa, tal como esperábamos, es generalizado. Habiendo casi un 40% de naufragios distribuidos en el resto de la región queda claro que toda ella está siendo utilizada. Esto marca un cambio en el patrón de uso, evidenciando un ordenamiento vinculado a la consolidación de los Estados argentino y uruguayo. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES La vinculación de los factores naturales y culturales provee una explicación vasta del por qué de la distribución de los naufragios en el Río de la Plata a través del tiempo. Los tres grandes momentos analizados tienen su propia dinámica y en cada uno de ellos la distribución se comporta de manera diferente, lo cual resulta congruente con la historia regional. Además, cada estrategia evidencia un uso diferencial del espacio y su consecuente jerarquización. Para la etapa de exploración observamos que se priorizan los sectores de mejor circulación naviera; estos son lo que hemos definido como rutas óptimas, que 60 EL INFIERNO DE LOS MARINOS Tabla 9 - Mínimo número de naufragios a intervalos regulares. Exploración (1516-1775) Ciudades-puerto Buenos Aires Colonia Ensenada Maldonado Montevideo Subtotal Resto de la región Total 1516-1567 2 1568-1619 1 1 1 3 1 4 2 1 3 1620-1671 2 1672-1723 1 2 1 2 1 1724-1775 1 1 3 3 8 10 18 Total 7 1 0 5 3 16 12 28 % 43,80 6,30 0,00 31,30 18,80 57,10 42,90 100 Tabla 10 - Naufragios relacionados con la piratería en la región Nombre del barco Año del naufragio Observaciones Francis 1582 Pequeña embarcación de la escuadrilla del pirata Edward Fendon que naufragó en las cercanías de la isla Martín García. Juan Drake, sobrino de Francis Drake, huyó en una canoa, fue apresado en Buenos Aires y juzgado en Lima por la Inquisición. ZZ 1607 ZZ 1658 ZZ 1658 Fuentes Nave volada por piratas franceses, que capturaron en la misma ocasión a la nave “Nuestra Señora del Buen Viaje”. Referencia geográfica: puerto de Buenos Aires. Primera nave del pirata francés Timoleón de Osmat, quien intentó tomar Buenos Aires y perdió la vida. Fue destruida por la “Santa Agueda” y dos aliadas holandesas. Segunda nave del pirata francés Timoleón de Osmat. Arguindeguy 1984: 107, Luqui Lagleyze 1999: 38; Puigróss 1973: 28, Seijo 1945: 193 Luqui Lagleyze 1999: 39 Luqui Lagleyze 1999: 39 Luqui Lagleyze 1999: 39 Nota: la denominación “ZZ” corresponde a casos en los que el nombre del barco no estaba consignado. Tabla 11 - Mínimo número de naufragios a intervalos. Colonización (1776-1861) Ciudades-puerto Buenos Aires Colonia Ensenada Maldonado Montevideo Subtotal Resto de la región Total 1776-1818 12 18 28 58 22 80 1819-1861 7 5 6 49 60 127 16 143 Total 19 5 6 67 88 185 38 223 Porcentaje 10,3 2,70 3,20 36,20 47,60 83,00 17,00 100 Tabla 12 - Mínimo número de naufragios a intervalos. Ocupación efectiva (1862-1999) Ciudades-puerto Buenos Aires Colonia Ensenada y La Plata Maldonado Montevideo Subtotal Resto de la región Total 1862-1907 2 4 60 237 303 123 426 1908-1953 4 6 11 24 147 192 142 334 61 1954-1999 4 4 7 0 2 17 71 88 Total 10 14 18 84 386 512 336 848 % 2,00 2,70 3,50 16,40 75,40 60,40 39,60 100 CUADERNOS 21 están caracterizadas por los canales naturales. A su vez, se observa una concentración de naufragios en torno de las ciudades-puerto, sobre todo de Montevideo y Buenos Aires, aunque el registro de esta última es especialmente interesante, por ser la más antigua de la región, tener las peores condiciones portuarias y haber crecido en la clandestinidad, mucho de lo cual debe al flujo del metálico que provenía del Alto Perú. A medida que fue pasando el tiempo, las ciudadespuerto que habían funcionado como bases secundarias (Ensenada, Montevideo, Maldonado) actuando como soporte de la principal (Buenos Aires) y desempeñando actividades específicas íntimamente relacionadas con el control militar del espacio y los recursos, tendrían diferentes desarrollos. Solo una de las secundarias pudo adquirir el rango de urbe (Montevideo) y cuestionar el predominio regional de Buenos Aires. Hacia fines del siglo XVIII (colonización) se estabilizan las poblaciones y empiezan a aparecer como tentadores mercados para las potencias ultramarinas europeas, que intercambiaban desde tiempo atrás sus productos manufacturados por la plata altoperuana en las costas rioplatenses. La figura 3 muestra la incidencia combinada de los factores naturales y culturales a escala regional para el intervalo comprendido entre 1776 y 1818, mientras que la figura 4 lo hace para el intervalo 1819-1861. Apuntando a las causas de los naufragios, podemos referir que tanto los temporales como los conflictos armados, provocan los picos más pronunciados. En la categoría “otras causas”, englobamos los naufragios producidos por incendios, choques, guerras, explosiones, varaduras, etc., incluyendo los indeterminados. La tensión a nivel regional y la competencia por el espacio que veníamos reflejando se traduce en una serie inacabable de problemas políticos y bélicos que se producen en este momento: la caída del Virreinato del Río de la Plata por el colapso de la autoridad central, el proceso independentista avanzando a escala continental, las invasiones inglesas, la guerra entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil, bloqueos de los puertos, bombardeos de las ciudades, etc. Las ciudades agrupan la mayor concentración de naufragios durante esta etapa y los hechos históricos han tenido una fuerte incidencia en la distribución. Se observa una tendencia a utilizar rutas no óptimas para navegar en momentos de crisis, como ha pasado durante la guerra con el Brasil en función de los condicionamientos operativos que el bloqueo de los navíos imperiales imponía a Buenos Aires. A su vez, observamos una notable falta de control de los factores de riesgo meteorológico (los temporales hacen estragos con las embarcaciones apostadas en los puertos). Finalmente, al hablar de la etapa de ocupación efectiva, observamos una intensificación del tránsito en general a lo largo y a lo ancho del Río de la Plata. En la figura 5 (período 1862-1907), empieza a notarse la tendencia a la disminución del efecto de los temporales sobre la distribución, lo cual se relaciona con la modernización de la infraestructura portuaria, evidenciando una preocupación por el control progresivo de los factores de riesgo. El mejoramiento de rutas óptimas y no óptimas a través de la canalización artificial hacia finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX permitió la inauguración de nuevos circuitos de navegación y la adecuación de los más aptos en el marco de la delimitación de las soberanías, implicando esto un acto simbólicamente equiparable con la defensa de las fronteras territoriales. De acuerdo con nuestro modelo, el uso del Río de la Plata fue mutando a través de los diferentes momentos: ha pasado de ser un espacio de tránsito a uno de disputa (de competencia, de poder) y, en esta última etapa, se ha destacado como un espacio física y simbólicamente constituido, en el que las naciones no solo harían valer sus soberanías, sino también a partir del cual consensuarían su uso mediante tratados internacionales. En efecto, el Río de la Plata fue un ambiente social y naturalmente complejo. A partir de la evidencia material de los naufragios fuimos rastreando cómo a través del tiempo el comportamiento del ser humano iba generando respuestas diferentes ante problemas diversos. Estudiamos cómo fueron adoptándose distintas estrategias, cómo ante determinados problemas se planificaron soluciones alternativas, cómo se fueron controlando los factores de riesgo e incertidumbre a medida que se fue ampliando el conocimiento de la geomorfología y la meteorología, y cómo estuvo integrado este ambiente acuático al desarrollo sociocultural de la región. En síntesis, esa dinámica de cambio en la concepción, uso, ocupación y organización del espacio a partir del análisis de la posición de los naufragios ha decantado en lo que nosotros propusimos considerar un paisaje arqueológico. AGRADECIMIENTOS Agradezco la revisión crítica realizada por Dolores Elkin, Rafael Goñi y María Marschoff. 62 EL INFIERNO DE LOS MARINOS 20 Invasiones inglesas 15 10 Época del virreinato: estricto control de la circulación en el río por parte de la Corona Revolución de Mayo: guerra por la Independencia 5 0 1776 1781 1786 1791 Naufragios 1796 1801 Temporales 1806 1811 1816 Otras causas Figura 3 - Naufragios en la región entre 1776 y 1818 (estrategia de Colonización) 20 15 Impacto cíclico de temporales Guerra con Época de bloqueos en ambas márgenes y conflictos navales 10 5 0 1819 1824 1829 Naufragios 1834 1839 1844 Temporales 1849 1854 1859 Otras causas Figura 4 - Naufragios en la región entre 1819 y 1861 (estrategia de Colonización) 63 CUADERNOS 21 50 40 Último tercio: control de los factores de riesgo meteorológico montando una verdadera infraestructura portuaria. Impacto cíclico de temporales 30 20 10 0 1862 1867 1872 1877 1882 Naufragios 1887 Temporales 1892 1897 1902 1907 Otras causas Figura 5 - Naufragios en la región entre 1862 y 1907 (estrategia de Ocupación Efectiva) BIBLIOGRAFÍA Arguindeguy, P. E. 1984 El Río de la Plata y los avances anglo-portugueses (1600/1776). Expediciones Navales. Historia Marítima Argentina, tomo III, págs. 104-126, Biblioteca del Departamento de Estudios Históricos Navales, Buenos Aires, Armada Argentina. Betancur, A. 2005 La Marcha hacia el Este. Los comienzos de la actividad turística en Uruguay. Elitismo, Emprendedores y Salud en el siglo XIX, material de cátedra, Cursos de Historia regional, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República, MS. Castells & Castells 1997 Nuestra Señora de la Luz, Montevideo, MS. 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Guillermo* RESUMEN En el estudio presentado en este artículo nos proponemos discutir algunas cuestiones relacionadas con el estado de salubridad en Buenos Aires del siglo XIX, a partir del análisis de las marcas de roedores presentes en una muestra arqueofaunística proveniente de un contexto de descarte urbano. PALABRAS CLAVE Salubridad - roedores - arqueología - descarte ABSTRACT In this paper our purpose is to discuss some questions related to the state of the salubrity in Buenos Aires city of the 19th century, taking into consideration the analysis of the rodent’s marks in an archaeological bone assemblage recovered from an urban discard structure. KEYS WORDS Salubrity - rodents - archaeology - urban Si entendemos a la salubridad como un conjunto de “características que no son perjudiciales para la salud” y que hacen referencia al estado general de la salud pública de un lugar determinado, podemos decir que a lo largo del siglo XIX la ciudad de Buenos Aires presentaba características contrarias a la salud e higiene públicas. (Diccionario Enciclopédico Labor 1967:440; Diccionario Real Academia Española). Estas características consideradas como insalubres estuvieron presentes, según diversos relatos y bandos de distintas épocas, desde que la ciudad se constituye como tal (Brailovsky 1997; Luqui Lagleyze 1986; Latzina et al. 1889; Prignano 1998). Sin embargo, es a lo largo del siglo XIX donde se van incrementando notablemente hasta el punto en que fue necesario que las autoridades y diversos organismos tomen medidas mucho más estrictas para poder resolver de cierta forma dicha cuestión. Este incremento y proliferación de la insalubridad a lo largo del mencionado siglo puede ser vinculado sintéticamente a distintos factores urbanos de tipo macro que van afectando a la ciudad. El considerable aumento de población que se da a partir de los años 1840/1850 con la llegada de las grandes oleadas inmigratorias al país (Di Pace et al. 1992) y que se prolonga hasta finales de siglo, provoca a su vez un aumento del espacio ocupado, reduciendo así notablemente los zonas libres de construcciones. * INAPL, [email protected] La diversidad de formas y de lugares para deshacerse de la basura a la que estaba acostumbrada la población, (problema al cual no habían podido darle solución las autoridades desde el siglo XVIII), junto con la ausencia de un sistema de limpieza y recolección de residuos en un primer momento y posteriormente la discontinuidad que este presentaba (Guillermo 2002), hacía que la ciudad de Buenos Aires no tuviese las mejores condiciones de salubridad e higiene pública. De hecho, es durante el siglo XIX cuando las epidemias habituales cobran intensidad, tal como sucedió con la de cólera en el año 1867 y con la de fiebre amarilla en el año 1871 (Recalde 1993:18-21). En la mayoría de los casos, la información y los datos disponibles acerca de estas diferentes cuestiones provienen de fuentes históricas, médicas y de estadísticas. En este artículo nos proponemos presentar un estudio que apunte a comenzar a explorar dicha temática desde el registro arqueológico. Para ello, nuestro objetivo es evaluar y discutir cuestiones vinculadas al estado de salubridad que presentaba un sector de la ciudad de Buenos Aires en el siglo XIX, a partir de los resultados del análisis de las marcas de roedores presentes en una muestra de restos arqueofaunísticos proveniente de un contexto de descarte. Conjuntamente con ello se tendrán en cuenta también las características del tipo de contexto de depósito en el que cual fueron recuperados los restos óseos. Partiendo de la enumeración y explicación de las principales transformaciones que va sufriendo Buenos Aires a medida que avanza el siglo (edilicias, poblacionales, etc.) 67 CUADERNOS 21 haremos hincapié, dado nuestro objetivo, en analizar lo que sucede en cuanto al depósito de restos descartados por los habitantes, continuando posteriormente con la descripción de la evidencia arqueofaunística recuperada y de los resultados obtenidos a partir de su análisis. Finalmente, los discutiremos en relación con la restante información presentada. BUENOS AIRES EN EL SIGLO XIX: TIEMPO DE TRANSFORMACIONES Dar cuenta de la totalidad de los cambios y transformaciones que sufrió una ciudad que estaba en pleno desarrollo y crecimiento como la ciudad de Buenos Aires en el siglo XIX es una tarea poco necesaria para este trabajo, dado que su finalidad es abrir un área de estudio a partir de la generación de ciertos interrogantes. Solo mencionaremos las transformaciones más relevantes que permitirán contextualizar la evidencia arqueofaunística y entender las cuestiones tratadas. Como las intensidades de los cambios no fueron iguales a lo largo de todo el siglo, se lo segmentó en tres lapsos. Años 1800-1852 Hasta comienzos del siglo XIX Buenos Aires mantuvo su perfil de ciudad de casas bajas y de características humildes, con apenas algunos rasgos singulares de arquitectura institucional o eclesiástica (Gutiérrez 2000:43). El crecimiento de la población era el resultado de la combinación de un incremento natural y de la inmigración, tanto interna como externa, proveniente en su mayor parte de Europa (Guillermo 2002:8). Entre los años 1829 y 1852, la ciudad se modificó notablemente. No tanto el tejido urbano, que aún mantenía su trazado y estructura de ciudad colonial, sino porque se construyeron nuevos edificios de mejor calidad y de mayor altura (Gutiérrez 2000:43). Años 1852-1880 En estos años se da un notorio aumento de la actividad comercial y un fomento de la inmigración mediante políticas de poblamiento que eran promovidas por la nueva constitución del año 1853 como una forma de impulsar la modernización del estado (Guillermo 2002:8). Esto influyó notablemente en el desarrollo y crecimiento de la ciudad (Gutiérrez 2000:44). Sin embargo, este crecimiento no era homogéneo para todas las zonas. El Censo Nacional de Población realizado en el año 1869 menciona que el 80 % de la población se encontraba aún radicada dentro del sector delimitado por la traza original de Garay (Gutiérrez 2000:44). Después del año 1852 comienza un lento movimiento poblacional en el interior de la misma ciudad de Buenos Aires. Las familias acaudaladas que vivían en el barrio al sur de la Plaza de Mayo empiezan a emigrar hacía el lado norte de aquella. Este movimiento tuvo varias razones. Por un lado las familias adineradas buscaban modificar sus residencias y veían en la mudanza y construcción de una nueva vivienda una mejor opción que la de remodelar la ya existente (ver discusión en Aliata s/f; Gutiérrez 2000). Otra razón son las reiteradas epidemias, tanto de cólera como de fiebre amarilla, que van azotando a la zona sur desde mediados de siglo. Con la gran epidemia del año 1871 (Scenna: 1974:81-82) se produce el alejamiento definitivo del antiguo barrio y un cambio en la composición poblacional de la zona. Las casas en las que habían vivido las familias adineradas, quienes seguían siendo sus propietarios, se destinaron a la renta. Para ello, las viviendas se modificaron pasando entonces a tener por lo general locales en la planta baja y habitaciones de alquiler en la planta alta. Muchas de ellas se convirtieron en conventillos al destinarse la totalidad de la casa a piezas de alquiler. En ellos los inmigrantes y los sectores con bajos ingresos vivían de manera hacinada (Gutiérrez 2000:44). En consecuencia se produjo un aumento de la cantidad de personas que habitaban cada propiedad (Latzina et al. 1889:64-71) y por otro lado, las modificaciones mínimas que se le realizaban a la vivienda para poder acondicionarlas para rentar sus habitaciones y en algunos casos crear los locales de alquiler, aumentaba el espacio ocupado reduciendo de esta manera las zonas libres de construcciones en los distintos predios. Años 1880-1900 Durante este lapso se empiezan a realizar y a observarse las verdaderas y grandes modificaciones urbanas. La ciudad tiene ahora, más que nunca, como rasgos destacado el cosmopolitismo, resultado de la continua llegada de inmigrantes al país. El espacio urbano se reorganiza descomponiéndose en un mosaico de barrios con predominio de distintas nacionalidades. Dicha reorganización también se observa en el espacio privado con una diferenciación funcional que multiplica habitaciones, mobiliarios y enseres domésticos. Continúa la proliferación de los conventillos, fenómeno iniciado en años anteriores. En este período se realizan los grandes cambios urbanos a nivel de la ciudad promovidos por la idea que modernizar implica demoler los signos coloniales antiguos. Se demuele la recova, se construyen importantes edificios como la Casa de Gobierno, la Aduana, etc. Se finalizan las tareas del puerto y se abren las dos diagonales del centro de la ciudad (diagonal norte y diagonal sur). Se realiza la apertura de la Avenida de Mayo, “con cuya expropiación culmina el éxodo, iniciado dos décadas antes, de la vieja aristocracia criolla, debido a la adopción de nuevos mode68 LA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA DE UN CONTEXTO DE DESCARTE URBANO los culturales y a la baja calidad de vida que ofrecía el sur azotado por las epidemias” (Aslan et al. 1992:20-23). El constante aumento de la población y el hacinamiento en lugares reducidos generaba un cúmulo de restos producto de sus actividades diarias que debía ser descartado o eliminado. ¿Qué hacían los habitantes de Buenos Aires frente a esta situación con los restos que debían descartar? LAS FORMAS Y LUGARES DE DEPÓSITO DE LOS RESTOS DESCARTADOS Las investigaciones reseñadas en trabajos anteriores, centradas en el análisis diacrónico de los contextos de depósito de Buenos Aires desde el siglo XVI hasta el siglo XX (Guillermo 2002, 2004) han puesto de manifiesto algunas tendencias generales evidenciables a lo largo del siglo XIX. Durante ese siglo, la ciudad presenta el máximo de utilización, en cuanto a cantidad y variabilidad, de contextos para el depósito de restos descartados. Para ese momento se ha podido registrar la utilización simultánea como lugares de depósito de los siguientes contextos: las calles, los pozos en los fondos de las construcciones habitacionales, los arroyos que atravesaban la ciudad, los zanjones y sus desembocaduras, los llamados “huecos”, las márgenes de los dos grandes ríos que rodean a Buenos Aires (como son el Riachuelo en el sur de la ciudad y el Río de La Plata hacía el este), la zona baja al sureste de la ciudad, las márgenes del ferrocarril que transportaba los restos desde los vaciaderos hacía otros lugares de depósito y las diversas quemas. Dicha situación se veía acentuada además por la ausencia, hasta casi mediados de siglo, de un sistema de limpieza y recolección de restos eficaz y continuo que removiera y alejara a los desperdicios fuera del núcleo poblacional (Guillermo 2002:18; Prignano 1998:90-91). LA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA La evidencia arqueológica analizada fue recuperada de un lote ubicado sobre la actual calle Moreno nº 314, dentro del radio antiguo de la ciudad de Buenos Aires. Este predio se localiza a dos cuadras hacia el sur de la Plaza de Mayo, punto central en torno al cual convergieron desde los inicios de la ciudad, las actividades cívicas, políticas y administrativas. En esta zona se constituyó, desde los comienzos del desarrollo urbano hasta el año 1850 aproximadamente, el barrio aristocrático de Buenos Aires (Lafuente Machain 1968:13). En relación con el tema tratado –la salubridad– la muestra resulta relevante ya que proviene de la zona en que se dan los cambios edilicios y poblacionales que hemos mencionado, siendo además la zona más afectada por las epidemias y con la mayor densidad de población para la época. La evidencia arqueológica ha sido obtenida mediante tareas de rescate llevadas a cabo por profesionales de diversas instituciones en el año 1998 (Acosta 1998). Debido a diversas razones ajenas a los profesionales que efectuaron las tareas, tales como el escaso tiempo para la recuperación, problemas con el propietario, etc. no se pudo recuperar la totalidad de restos allí presentes. Por lo tanto, la evidencia arqueológica y la estructura que los contenía no presentan un registro estratigráfico riguroso. Estos datos fueron reconstruidos indirectamente y de forma aproximada con la escasa información que pudieron brindar y registrar en el momento del rescate. Por esta razón, los restos arqueológicos recuperados en dicho predio son considerados una muestra del total de los objetos y vestigios que probablemente fueron allí descartados y finalmente depositados. En cuanto a la información referida a los aspectos cronológicos, también fue inferida mediante la consideración de restos tomados como diagnósticos y de los datos cronológicos vinculados con el tipo de contexto de depósito. De esta manera, hemos podido determinar su adscripción al siglo XIX dada su asociación con material perteneciente a dicha época, tal como la loza y el vidrio, y al contexto de depósito en el cual se hallaron, un pozo de basura en la parte trasera del predio. Este hecho hace asimismo que pueda ser adscripta hasta la primera mitad del siglo, ya que la utilización de estos pozos comienza a decrecer en la zona hacía aproximadamente mediados del siglo XIX, cuando una ordenanza prohíbe su uso en el año 1857 (Guillermo 2002:24; Prignano 1998:89). Asimismo, otros estudios entorno a la misma muestra arqueofaunística, con la finalidad entre otros propósitos de determinar el agente productor de las marcas antrópicas observables macroscópicamente en la superficie de los restos óseos (Guillermo 2006), nos han brindado además información de índole cronológica que apoya dicha adscripción temporal. Los restos han evidenciado una ausencia de marcas antrópicas realizadas con sierras eléctricas, lo cual nos estaría refiriendo a un momento anterior a su uso, hecho recién producido en Buenos Aires a comienzos del siglo XX. LA MUESTRA ARQUEOFAUNÍSTICA Del lote intervenido se recuperaron un total de cinco mil quinientos setenta y ocho restos óseos provenientes de una estructura subterránea de aproximadamente seis metros de profundidad, ubicada en su parte trasera (Acosta 1998). Se ha podido determinar, de acuerdo con información obtenida en otros trabajos realizados en el área y en relación con la evidencia (Guillermo 2002, 2004, 2005) que los restos allí depositados son producto del descarte realizado en un pozo de basura realizado en el propio sedimento, sin ninguna estructura reconocible de con69 CUADERNOS 21 tención. Estos tipos de contexto de depósito eran comunes en Buenos Aires por lo menos en lo que constituye el radio antiguo de la ciudad, hasta mediados del siglo XIX. Se trata de contextos enterrados que no superan en ningún caso el nivel de la superficie (Guillermo 2002:24; Prignano 1998: 89). La muestra arqueofaunística recuperada de este predio está compuesta por especimenes óseos de: Bos taurus (vaca) [n: 1967], Equus caballus (caballo) [n: 3], Sus scrofa (cerdo) [n: 4], Ovis aries (oveja) [n: 616], Rattus sp. (rata) [n: 36], Felis cattus (gato) [n: 9], peces [n: 150] y aves [n: 251] (Acosta 1998). ANÁLISIS DE LOS RESTOS ARQUEOFAUNÍSTICOS Para este estudio hemos analizado los restos pertenecientes a la especie/género que predomina en la muestra, el Bos taurus (vaca) y a la especie/género Ovis aries (oveja). De un total de mil seiscientos cincuenta y nueve restos pertenecientes a la especie/género Bos Taurus (vaca) hemos analizado un 21% del total (n: 412), en tanto que con respecto a la otra especie considerada tomaremos los datos del total de la muestra (n: 616) estudiados por Acosta (1998) [ver tabla 1]. Las otras especies no se han considerado para este trabajo porque aún no han sido analizadas más allá de su determinación anatómica y taxonómica (Acosta op. cit.). Tabla 1 - Valores de NISP para los taxones analizados Taxón NISP Bos taurus (vaca) 412 Ovis aries (oveja) 616 Dado que nuestro propósito es discutir aspectos vinculados con el estado de salubridad en un punto de la ciudad de Buenos Aires, nos preguntamos que variable considerar que nos permita desde el registro arqueofaunístico poder indagar esta cuestión. La muestra fue obtenida de un contexto de descarte, y partiendo del supuesto que estos lugares en un medio urbano constituyen “locis” favorables a la presencia de ciertos roedores, dada sus características “antihigiénicas”, nos pareció pertinente registrar las frecuencias de marcas de roedores presentes en los restos óseos. Uno de los roedores cuya presencia es numéricamente alta en este tipo de medio son las ratas. Estas se han dispersado por todo el mundo (Proyecto Sierra de Baza 2005) y han estado presentes en la ciudad de Buenos Aires desde época colonial. Se trata de un roedor muy común en áreas urbanas (Davis 1989:195) acostumbrado a estar en relación estrecha con el hombre y a ser un gran transmisor de enfermedades (Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: s/f). Tomamos a dichas marcas como indicador de condiciones de insalubridad porque esta especie para que pueda reproducirse necesita la existencia de ciertas características físico-ambientales, tales como, la presencia de espacios reducidos, de acumulaciones de residuos y de desperdicios alimenticios, etc. (Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: s/f; Proyecto Sierra de Baza 2005) contrarias a las condiciones de higiene y de salud esperables. Es decir, necesitan de la existencia de ámbitos que poseen características consideradas como insalubres. Precisamente dichas características son las que empiezan a ser comunes en el sector sur de la ciudad a partir de los cambios urbanísticos y de población que se empiezan a suceder intensamente en el siglo XIX. Es por esta razón que esperamos que la muestra presente un alto porcentaje de restos con evidencias de marcas de roedores. Partiendo de esta expectativa, procedimos a discriminar en el análisis arqueofaunístico aquellos restos que presentaban dichas marcas. Se tomó en consideración ambas especies dado que presentan tamaños diferentes lo cual puede incidir en el acceso que los roedores hayan tenido a dichos especimenes. Para la especie/género Bos taurus (vaca), del total analizado, veinticuatro presentan marcas de roedores. Es decir, el 5,82% de la muestra. Las costillas son las partes anatómicas identificadas que presentan la mayor cantidad de evidencias, seguidas por las vértebras, los radios y finalmente los cúbitos, fémures y húmeros. (ver tabla 2). Tabla 2 - Partes anatómicas identificadas de Bos taurus (vaca) con evidencias de marcas de roedores Bos taurus (vaca) Partes anatómicas Frecuencia de identificadas con presencia marcas de roedores de marcas de roedores Vértebra 4 Costilla 14 Radio 2 Cúbito 2 Húmero 1 Fémur 1 Total 24 En tanto que para la especie/género Ovis aries (oveja), cuarenta y un restos presentan evidencias de marcas de roedores, es decir el 6,65 % del total, siendo los húmeros y los metacarpos los que poseen la mayor cantidad de marcas, seguidos por los radios, cúbitos, tibias y los metatarsos (ver tabla 3). 70 LA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA DE UN CONTEXTO DE DESCARTE URBANO Tabla 3 - Partes anatómicas identificadas de Ovis aries (oveja) con evidencias de marcas de roedores Ovis aries (oveja) Partes anatómicas identificadas con presencia de marcas de roedores Radio cúbito Frecuencia de marcas de roedores 4 Radio 5 Cúbito 4 Húmero 13 Fémur 3 Tibia 3 Metacarpo 8 Metatarso 1 Total 41 Si bien consideramos que simplemente el análisis de las marcas de roedores presentes en los restos óseos no pueden constituir por sí mismos indicadores inequívocos que nos permitan hablar sobre aspectos relacionados con la salubridad de un período cronológico dado, creemos que es una vía analítica inicial para empezar a generar nuevos interrogantes acerca de la temática. Deberán en el futuro llevarse a cabo otras investigaciones que al ampliar el tamaño de la muestra puedan modificar o no esta tendencia general observada. Podemos decir que los resultados del análisis realizado en la muestra arqueofaunística han dejado en evidencia que los roedores no han sido un agente postdepositacional importante dentro del contexto de depósito. Esta baja frecuencia de marcas no coincide con la expectativa planteada. En consecuencia, postularemos seguidamente algunas de las razones que pensamos pueden llegar a explicar la discrepancia existente entre nuestra expectativa y los resultados alcanzados. Las que nos ayudarán a discutir asimismo cuestiones relacionadas estrechamente con las condiciones de salubridad. DISCUSIÓN Los datos históricos dejan en evidencia que la ciudad de Buenos Aires para el siglo XIX presentaba marcadas condiciones de insalubridad debido a la presencia de una gran cantidad de lugares de depósito de restos descartados por sus pobladores, tanto en el ámbito cotidiano como público, y a un importante incremento de la población que habitaba la ciudad. Este incremento poblacional produjo un consiguiente aumento del espacio ocupado, provocando una reducción de los lugares libres de construcciones y un incremento en la cantidad de personas que habitaban en cada vivienda. En consecuencia, se produjeron una serie de modificaciones de las características físico-ambientales que favorecieron el desarrollo de locis propicios para la reproducción y expansión de determinados roedores, tales como las ratas. La propiedad de Moreno nº 314 según datos catastrales y censales (Lima González Bonorino 2005) no estuvo exenta de estas transformaciones del espacio, las construcciones del predio redujeron sus espacios libres. Sin embargo, los resultados del análisis de la evidencia arqueofaunística proveniente de un pozo de basura ubicado en la parte trasera de ese predio, sugiere que dicho contexto de depósito, no presenta algunas de las características de insalubridad que esperábamos, es decir, una alta frecuencia de marcas de roedores en los restos óseos. Sus bajos porcentajes en los restos arqueofaunísticos tanto de la especie/género Bos Taurus (vaca), 5,82 %, como para la especie/género Ovis aries (oveja), 6,65 %, provenientes de dicho contexto de depósito, nos hace debatir algunas cuestiones vinculadas a las posibles razones de tan bajos índices. Una de las respuestas viables podría ser que estos pozos de basura presentes en las propiedades no constituirían ambientes propicios para la reproducción de dicho roedor. Estos contextos de depósito aparentemente habrían sido lugares más “higiénicos” de lo que se supone. Posiblemente el empleo de técnicas tradicionales como el llamado mantillo (alternado de basura y delgadas capas de tierra que la cubren), así como la presencia de animales domésticos, por ejemplo gatos, en sus proximidades, inhibirían el acercamiento de los roedores en busca de alimentos e impedirían que utilizaran dicho ámbito para reproducirse. Por otro lado, podría pensarse también que la muestra arqueofaunística analizada correspondería, de acuerdo con lo mencionado a comienzos del artículo, a momentos cronológicos de comienzos del siglo XIX, cuando aún las grandes transformaciones ocupacionales de la zona no se habían producido y por lo tanto el ambiente habitacional no era favorable para la proliferación numérica de dichos roedores, ya que existían espacios abiertos tanto dentro como fuera de las propiedades. Se puede pensar también, que si bien no se sabe específicamente cuando las ratas llegaron a Buenos Aires, probablemente en alguno de los buques que arribaban al puerto, suponemos que aquellas habrían estado presentes desde los comienzos del desarrollo de la ciudad. Sin embargo, consideramos que no fue sino hasta mediados del siglo XIX cuando se dan las condiciones necesarias que favorecen su rápida reproducción y expansión. El peligro latente que dicho crecimiento conllevaría quedó manifestado con la primera epidemia de peste bubónica que se desarrolló en Buenos Aires en el año 1900 (Laval 71 CUADERNOS 21 s/f). Su desarrollo epidémico necesitó de un agente portador-transmisor que ya habría estado presente muchos años antes en el interior de la ciudad. Finalmente, podemos decir a partir de este estudio que la condiciones de insalubridad que presentaba Buenos Aires se encontraban mayormente, por lo menos al comienzo del siglo XIX, en al ámbito público es decir, en la ciudad, en lo externo, más que dentro del ámbito doméstico. Podemos concluir preguntándonos entonces si los pozos de basura, apreciados como focos de infección, habrían sido tan antihigiénicos como comúnmente son considerados. CONSIDERACIONES FINALES Dado que en una ciudad intervienen una gran cantidad de factores a distintas escalas que se interrelacionan entre sí continua y dinámicamente, no creemos que simplemente el análisis de las marcas de roedores presentes en los restos arqueofaunísticos pueda constituir por sí solo datos consistentes que permitan establecer conclusiones inequívocas acerca del estado de salubridad existente en un determinado período cronológico. Nos parece, sin embargo, que constituye una línea de análisis viable para encarar un estudio acerca del estado de salubridad desde el registro arqueológico, siempre y cuando dicho estudio considere y tenga en cuenta las características del ámbito urbano del cual dicho registro forma parte. La evidencia analizada en torno a la presencia de marcas de roedores, consideradas como uno de los indicadores de condiciones de salud pública, constituyó en este estudio el inicio de una vía de investigación a continuar explorando en trabajos posteriores. Por el momento decidimos empezar a indagar el tema desde las cuestiones que parecían ser las más obvias y cuyos resultados alcanzados han demostrado no ser tan así. En estudios futuros la consideración de otras variables será fundamental par poder profundizar acerca de la higiene pública y privada, cuestiones que en este estudio apenas fueron esbozadas. BIBLIOGRAFÍA Acosta, A. 1998 Programa para la conservación y el estudio del Patrimonio Arqueológico recuperado en Moreno 314 (Ciudad de Buenos Aires). Informe final de beca, Secretaría de Cultura de la Nación. Aliata, F. s/f La ciudad regular. Arquitectura edilicia e instituciones en el Buenos Aires post-revolucionario (1821/1835). Carlo Zucchi (ed.), Ingegnere e architetto, págs. 37-61. Aslan, L., I. Joselevich, G. Novoa, D. Saiegh, y A. Santaló 1992 Buenos Aires: Montserrat 1580-1970. Buenos Aires, Inventario de Patrimonio Urbano IPU. Brailovski, A. 1997 El ambiente en la sociedad colonial. 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An estimation of the work investment implied in their manufacture is done applying the analytical category of “technical class”. Likewise, its relation with the concept of “utilitary design”, is discussed. KEY WORDS Work investment - technical class - utilitary design - agro-pastoralist context of the Puna INTRODUCCIÓN De acuerdo con Torrence (2001), la tecnología comprende las acciones físicas realizadas por actores instruidos quienes usan materiales cuidadosamente seleccionados para producir un resultado deseado. Dicho producto surge de objetivos identificados por los individuos y los grupos y no implican necesariamente la maximización de alguna propiedad como la energía o el éxito reproductivo. Este resultado deseado, definido por los usuarios, es el factor más importante en la elección de instrumentos y acciones, si bien la tecnología debe ajustarse también a los objetivos y constreñimientos que compiten entre sí planteados por el ambiente físico y social. En suma, la producción de formas específicas implica una elección resultante de la combinación de lo que, en palabras de Bradley y Giria (1996), son las necesidades funcionales y tecnológicas, mediatizadas por el contexto social. En este marco, una manera posible de encarar el análisis de artefactos líticos tallados es a través de la perspectiva organizativa de la tecnología que plantea “el estudio de la selección e integración de estrategias para hacer, usar, transportar y descartar instrumentos y los materiales * CONICET, Instituto de Arqueología y Museo, Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán, [email protected] ** CONICET, Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca, [email protected] necesarios para su manufactura y mantenimiento” (Nelson 1991: 57). Esta concepción le otorga a la tecnología misma y a sus productos –los artefactos– un rol dinámico dentro de los sistemas culturales. Este dinamismo implica tomar en consideración las estrategias tecnológicas las cuales son vistas como respuestas a condiciones ambientales como así también a variables económicas y sociales. De este modo, estas decisiones, que guían el componente tecnológico del comportamiento humano, deben ajustarse o ser la variable de ajuste de otros aspectos del comportamiento (subsistencia, movilidad, estrategias sociales, etc.) ante necesidades y prioridades particulares. Este es el camino que lleva a explorar y comprender la variabilidad tecnológica, su naturaleza y sus factores condicionantes. En términos generales, se puede decir que los conjuntos de artefactos líticos tallados presentan una importante variabilidad interna. De particular importancia dentro de esta última es el tratamiento tecnológico diferencial que se le da a los artefactos que constituyen dichos conjuntos. Así, una forma de abordar dicha variabilidad tecnológica es a través de la estimación de la inversión de trabajo implicada en la manufactura de las distintas clases de artefactos que constituyen las muestras arqueológicas (Bousman 1993). Al respecto, está ampliamente difundido el hecho de que algunos instrumentos pueden ser producidos con muy poco esfuerzo mientras que otros requieren de un gran esfuerzo de producción. Más aún, algunos arqueólogos han definido tipos de instrumentos 75 CUADERNOS 21 sobre la base de la cantidad de trabajo invertido (Kelly 1988; Andrefsky 1994). En este sentido, aquellos artefactos que requieren una elevada inversión de tiempo y energía en su producción son considerados resultado, en general, de una estrategia de conservación. Por su parte, se asume que los instrumentos vinculados a una estrategia de expeditividad son aquellos que poseen una baja inversión de trabajo en su producción. Ahora bien, en la mayoría de los trabajos, esta estimación de la inversión de trabajo o de tiempo y energía resulta de una evaluación global basada en la aplicación de conocimientos generales prácticos acerca de la talla lítica. Un ejemplo de ello es la propuesta de Parry y Kelly (1987). Estos autores miden el esfuerzo de producción en varios tipos de artefactos. Así, ellos consideran que los instrumentos con formatización en las caras (facial retouch) implican una mayor dificultad y una inversión mayor de tiempo que aquellos que solo tienen retoque marginal o ningún retoque en absoluto. De este modo, puntas de proyectil, bifaces y unifaces serían casos de artefactos con retoque en las caras mientras que las lascas no modificadas con rastros de uso y aquellas con retoque marginal serían artefactos sin retoque en las caras. Siguiendo esta línea de investigación, Aschero y Hocsman (2004) proponen la categoría analítica clase técnica como una vía metodológica posible para abordar, de manera menos ambigua que las aproximaciones comentadas previamente, la estimación de la inversión de trabajo en la manufactura de artefactos líticos tallados. Al respecto, este trabajo tiene como objetivo el análisis de conjuntos de artefactos formatizados agro-pastoriles (ca.2200-1400 años AP) aplicando la categoría analítica señalada. Específicamente, se trata de materiales recuperados en estratigrafía procedentes de los sitios Casa Chávez Montículos (Montículo 1) y Punta de la Peña 9 (sector I, recinto 3 y sector III, recinto 2), localizados en la microrregión de Antofagasta de la Sierra, en la Puna Meridional argentina. Asimismo, sobre la base de la inversión de trabajo estimada en estos conjuntos, se discute la relación con la variable de diseño aplicando el concepto de diseño utilitario (Escola 2004a) para los casos de baja inversión de trabajo en la formatización, desarrollándose categorías analíticas complementarias. LA CATEGORÍA ANALÍTICA DE LA CLASE TÉCNICA La clase técnica, de acuerdo con Aschero y Hocsman (2004), distingue grados de trabajo invertido en la producción de artefactos de piedra tallada ya sean núcleos, artefactos formatizados, desechos de talla o artefactos con filos naturales con rastros complementarios. Esta inversión de trabajo se mide, en los productos finales, a través de la superposición de lascados que cubren total o parcialmente la superficie de una u otra cara del artefacto, entrecruzándose o no en el eje medio de la pieza. Estos lascados son la consecuencia material de distintas operaciones técnicas –fundamentalmente percusión o presión– implementadas para rebajar el espesor de la forma-base elegida. De este modo, estas operaciones de rebaje –con su plus de trabajo invertido– pueden obedecer a la búsqueda de productos finales diferentes. Ahora bien, en lo que respecta a los artefactos formatizados, se pueden distinguir las siguientes clases técnicas en función de una inversión de trabajo decreciente (Aschero y Hocsman 2004, Hocsman 2006): artefactos con adelgazamiento bifacial, artefactos con reducción bifacial, artefactos con adelgazamiento unifacial, artefactos con reducción unifacial, artefactos con trabajo no invasivo bifacial, artefactos con trabajo no invasivo unifacial, artefactos con trabajo no invasivo alternante y artefactos con trabajo bipolar. Cabe señalar que estas categorías requieren distintos costos de formatización a la vez que implican, durante el proceso de manufactura, distinto grado de conocimientos prácticos, experiencia y destreza manual. En este sentido, se puede decir que hay un continuum en la morfología de los artefactos que va desde aquellos que pueden ser producidos con muy poco esfuerzo tecnológico hasta los que comprenden un mayor esfuerzo de producción. Se destaca que, de todas las categorías de artefactos, los que presentan adelgazamiento bifacial son los que han sido relacionados con la mayor inversión de trabajo en su manufactura (Andrefsky 1994; Hayden et al. 1996) diferenciándose de aquellas piezas que poseen un simple retoque marginal o no invasivo unifacial. Siguiendo estos conceptos, las clases técnicas consideradas se diferencian en (figura 1): - Artefactos con adelgazamiento bifacial. Corresponden a piezas en las que hay una intencionalidad en rebajar el espesor del artefacto, con la menor afectación posible del ancho, y generar una sección determinada regular, generalmente biconvexa, por medio de lascados bifaciales que afectan proporcionalmente más las caras que los bordes (figura 1.a). Cabe destacar que se espera que las piezas con adelgazamiento, ya sea bifacial o unifacial, presenten: a) lascados que se extiendan desde el borde hasta un poco más allá del centro del artefacto y, b) que estos contacten o se superpongan con negativos provenientes del margen opuesto. - Artefactos con reducción bifacial. Constituida por artefactos confeccionados por lascados bifaciales que afectan proporcionalmente más las caras que los bordes, pudiendo presentar una reducción de su espesor como resultado no intencional (figura 1.b). 76 INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES Figura 1 - a) Artefacto con adelgazamiento bifacial; b) Artefacto con reducción bifacial; c) Artefacto con adelgazamiento unifacial; d) Artefacto con reducción unifacial; e) Artefacto con trabajo no invasivo bifacial; f) artefacto con trabajo no invasivo unifacial (modificado de Aschero y Hocsman 2004) 77 CUADERNOS 21 - - - - - Se puede señalar que en el caso de la reducción –ya sea bifacial o unifacial– donde el espesor no es un factor clave, si bien los negativos pueden llegar al centro de la cara la tendencia es que: a) no alcancen a cubrir el centro de la cara o, en el caso de alcanzarlo, b) que no se superpongan con los lascados procedentes del otro borde. Asimismo, es importante tener en cuenta que, en el caso de los artefactos formatizados, la reducción bifacial o unifacial apunta a imponer una cierta forma geométrica –simétrica o asimétrica– al artefacto. Es decir que, en estos casos, el énfasis de la reducción está puesto en la búsqueda de conformaciones específicas de contornos. Artefactos con adelgazamiento unifacial. Se trata de instrumentos que ven reducidos su espesor por lascados que cubren una sola de sus caras. En esta clase de artefactos hay una búsqueda de espesores y secciones específicos, pero en el marco del trabajo unifacial (figura 1.c). El adelgazamiento unifacial se puede presentar, por ejemplo, en situaciones donde una cara se presenta abultada respecto de la otra, siendo esta última más plana. Artefactos con reducción unifacial. Corresponden a piezas en las que la formatización unifacial afecta proporcionalmente más la cara que el borde. Por otro lado, responden a la búsqueda de contornos y secciones específicas (figura 1.d). Artefactos con trabajo no invasivo bifacial. Se trata de instrumentos donde el énfasis está puesto en la búsqueda de una morfología de filo particular basada en la extracción de lascas en ambas caras. En estos casos, los lascados afectan más los bordes que las caras de la pieza en función de requerimientos en cuanto a bisel o contorno (figura 1.e). Cabe destacar que tanto en el caso de artefactos bifaciales como unifaciales los lascados afectan los bordes de la pieza sin alcanzar las zonas centrales, siendo marginales al cubrir menos del 50% de la cara, de acuerdo con a lo especificado por Aschero (1975) en cuanto a la extensión de los lascados sobre las caras de la pieza. Artefactos con trabajo no invasivo unifacial. Constituyen piezas donde el énfasis está puesto en la búsqueda de una morfología de filo particular a partir de lascados en una sola de las caras que afectan más el borde que la cara de la pieza (figura 1.f). Artefactos con trabajo no invasivo alternante. En estos instrumentos interesa obtener un determinado tipo de filo sin afectar las caras de la pieza, por medio de series de lascados que se alternan en una y otra cara sobre un mismo borde. - Artefactos con trabajo bipolar. En estos, la intención es producir filos. Se destaca el escaso control sobre los productos en el marco de una bajísima inversión de tiempo y esfuerzo de manufactura. EL ÁREA DE ESTUDIO Y LOS SITIOS ANALIZADOS La Puna de Atacama, sector más austral del altiplano andino, constituye un desierto de altura con altitudes medias que oscilan entre los 3.600 y 3.800 msnm. La porción correspondiente a la Puna argentina se divide en un sector Septentrional y en uno Meridional (Feruglio 1946). Cabe destacar que Antofagasta de la Sierra se localiza dentro de este último sector Meridional. En líneas generales, todo el espacio puneño se caracteriza por poseer un clima árido y frío, una intensa radiación solar debida a la altitud, una gran amplitud térmica diaria, una marcada estacionalidad con precipitaciones estivales pobres y una baja presión atmosférica. Más allá de estas características puntuales, es importante tener en cuenta que la Puna es un ambiente heterogéneo y de gran inestabilidad. El régimen de lluvias es sumamente irregular pudiendo provocar sequías impredecibles que afectan drásticamente la disponibilidad de los recursos. Asimismo, la aparición de heladas, nevadas y vientos fuertes es poco predecible. Por otra parte, la distribución de los recursos no es homogénea distinguiéndose áreas de alta concentración de nutrientes frente a otras de recursos muy dispersos o casi inexistentes (Yacobaccio 1998, Olivera 1998). En efecto, son los microambientes de fondos de cuenca y quebradas protegidas los sectores donde se concentran en virtud de una disponibilidad de agua relativamente estable. Esto redunda en una localización espacial de los recursos altamente predecible, hecho que no puede hacerse extensivo a su abundancia dado que el ambiente es extremadamente variable en el corto plazo (Yacobaccio et al. 1994). Ahora bien, la microrregión de Antofagasta de la Sierra se sitúa en el ángulo noroeste de la provincia de Catamarca. Esta incluye una diversidad de geoformas y un mosaico de recursos y microambientes que permiten acotar un área de investigación representativa de lo que ofrece ambientalmente la Puna. Existen varios cursos de agua permanente cuya variación de caudal a lo largo del año no es significativa (Tchilinguirian y Olivera 2000). La cuenca misma de Antofagasta de la Sierra comprende el sistema hídrico de los ríos Calalaste-Toconquis-Punilla/Antofagasta y sus afluentes, dentro de los cuales se destacan los ríos Las Pitas y Miriguaca –por margen derecha– y el río Los Colorados –por margen izquierda– (figura 2). Cabe destacar que se trata de una cuenca endorreica con drenaje a una laguna terminal, la laguna de Antofagasta, que se localiza al pie de los volcanes Antofagasta y Alumbrera. 78 INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES Figura 2 - Mapa de Antofagasta de la Sierra con sitios considerados incluidos 79 CUADERNOS 21 En tal ámbito geográfico, los sitios considerados en este trabajo son Casa Chávez Montículos (CChM) y Punta de la Peña 9 (PP9). El primero de estos es un sitio a cielo abierto, que se encuentra sobre la margen izquierda del río Punilla, a 3.450 msnm (figura 2). Se trata de un conjunto de diez estructuras monticulares, de dimensiones variables, dispuestas en dos grupos alrededor de un espacio deprimido central. Estudios realizados sobre procesos de formación del sitio han permitido asignar un origen fundamentalmente artificial para los montículos, con aporte menor de sedimentación natural (Olivera y Nasti 1993). Los registros de excavación provienen de los Montículos 1 y 4. En ambos montículos se detectaron estratigráficamente restos de diferentes tipos de estructuras (habitacionales, basurales, estructuras de cavado artificial, fogones), evidencias de manufactura de cerámica, indicadores de actividades agrícolas y vestigios de procesamiento y consumo de camélidos (Lama glama y Lama vicugna). Se destaca la presencia dominante de neonatos y juveniles lo cual indicaría una cierta selectividad en el manejo de los animales. Así, sobre la base de estas evidencias, el sitio fue definido como una base residencial de actividades múltiples con alto grado de sedentarismo (Olivera 1992). Los fechados radiocarbónicos disponibles permiten situar las ocupaciones del sitio entre 2120 y 1530 años AP. Pero si se contemplan estas dataciones y dos sigmas es posible hablar de un lapso probable de ocupación de más de ochocientos cincuenta años dado que el fechado más temprano se encuentra por encima de la base de la ocupación (Nivel X). No se pretende sostener, con esta afirmación, una ocupación continuada del sitio a lo largo de dicho lapso, de hecho existen evidencias de una desocupación temporaria y no debe haber sido la única (Nasti 1991, 1992). Al respecto, se pudo constatar en el Montículo 1 un importante episodio de desocupación entre los niveles V y VI de la estratigrafía, estimado en más de quince años por controles de tafonomía (Olivera y Nasti 1993). Cabe destacar que ciertas evidencias del registro recuperadas en el Montículo 1, fundamentalmente ligadas a la cerámica, sugieren la existencia de dos componentes ergológicos cuya separación coincidiría con el episodio de desocupación mencionado anteriormente. El componente inferior (ca.2200-1800 años AP) comprendería un momento con marcadas relaciones con el norte de Chile, especialmente San Pedro de Atacama y región del Loa Superior. Por su parte, el componente superior (ca.1800-1400 años AP) mostraría un significativo aumento en la intensidad de las relaciones con los valles mesotermales del Noroeste Argentino, en particular Hualfín y Abaucán (Olivera 1992). Se deja constancia que los materiales líticos analizados en este trabajo corresponden al Montículo 1 (CChM1). El sitio Punta de la Peña 9 (PP9) es un sitio a cielo abierto que se encuentra emplazado en la localidad arqueológica de Punta de la Peña, en la cuenca media del río Las Pitas, a una altitud de 3.590 msnm (figura 2). Corresponde a una ocupación agro-pastoril plena. Interesan en este caso dos sectores: el Sector I, compuesto por unidades subcirculares y elípticas simples dispersas en la terraza alta del río Las Pitas (Babot et al.2006), y el Sector III, correspondiente a un conjunto de cinco estructuras arquitectónicas simples y compuestas ubicadas próximas a un gran farallón de ignimbritas (López Campeny 2001a, 2001b). Las estructuras arquitectónicas visibles en superficie presentan forma predominantemente circular. El recinto 3 del Sector I posee dos dataciones cercanas a 1450 años AP y corresponde a una habitación con registro de actividades múltiples de tipo doméstico evidenciadas, entre otros aspectos, por presencia de estructuras de combustión, cocción o almacenamiento de sustancias y posible uso de mordientes en la tinción de lanas, regularización y reactivación de artefactos líticos (Babot et al. 2006; Babot 2004). Evidencia al menos tres episodios de ocupación intramuro diferenciados que se encuentran estratificados en un perfil de 0,70 m de potencia promedio (Babot et al. 2006). Por su parte, el recinto 2 del Sector III presenta una serie de dataciones que documentan una serie de ocupaciones recurrentes entre ca.2000 y 500 años AP. Con respecto a las características de la estratigrafía arqueológica del recinto, López Campeny (2001a) ha identificado un total de tres capas y de seis niveles ocupacionales en el espacio circunscrito por unos bloques y un muro pircado, y tres niveles de ocupación para un sector de pasillo de circulación o de acceso al recinto. Se destaca que los conjuntos líticos analizados de este sector III provienen de un espacio doméstico de habitación fechado entre 1500 y 1100 años AP (niveles 4 y 5) y de un nivel de corral datado hacia los 2000 años AP (nivel 6). CLASES TÉCNICAS Y ARTEFACTOS FORMATIZADOS (2200-1400 AÑOS AP) Para la clasificación de los artefactos formatizados por clase técnica se utilizó el total de instrumentos recuperados en estratigrafía correspondientes al Montículo 1 y a los Sectores I (recinto 3) y III (recinto 2 –niveles 4 a 6–) de Punta de la Peña 9. En la tabla 1 se presenta un detalle de la distribución de grupos tipológicos considerados (sensu Aschero 1975, 1983; Aschero y Hocsman 2004; Hocsman 2006). Al respecto, se deben señalar dos cuestiones. Por un lado, la frecuencia de las palas o azadas consideradas en CChM1 no se corresponde con el total artefactual de dicho grupo tipológico (N= 211) sino con la estimación de un número mínimo de piezas. Esto se debe a que su 80 INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES Tabla 1 - Distribución de grupos tipológicos en artefactos formatizados. CChM1 - PP9 (Sector 1, Recinto 3 y Sector 3, Recinto 2) Grupo tipológico Palas o azadas Raspadores Filo unifacial de arista sinuosa Filo bifacial de arista sinuosa Artef. bisel asim. microretoque ultramarginal Raederas Raederas de módulo grandísimo (subgrupo) Artefacto mediano pequeño/muy pequeño retoque en bisel oblicuo Cuchillos de filo retocado Cortantes Muescas retocadas y de lascado simple Denticulados Puntas entre muescas Artefactos burilantes Perforadores Escoplo Puntas de proyectil y preformas Filo formatizado pasivo Choppers Bifaces Artefactos de formatización sumaria Filo no diferenciado de artefacto formatizado Fragmentos no diferenciados de artefactos formatizados Totales CChM1 Cantidad % 62 18,60 10 3,00 6 1,80 27 8,10 9 2,70 13 3,90 2 0,60 6 1,80 24 7,20 10 3,00 2 0,60 7 2,10 3 0,90 52 15,70 2 0,60 1 0,30 23 6,90 74 22,20 333 100 PP9 Cantidad 3 1 2 3 4 2 1 1 7 2 1 2 1 1 2 1 3 4 2 43 % 7,10 2,30 4,60 7,10 9,30 4,60 2,30 2,30 16,40 4,60 2,30 4,60 2,30 2,30 4,60 2,30 7,10 9,30 4,60 100 Tabla 2 - Distribución de clases técnicas en artefactos formatizados por sitio Clase técnica Sitio Adelg. bif. Red. bif. Adelg. unif. Red. unif. Trab. no inv. bif. Trab. no inv. unif. Trab. no inv. alter. Trab. bip. Total CChM1 0 53 20,50% 0 - 0 - 69 26,60% 137 52,90% 0 - 0 - 259 100 PP9 0 - 3 7,30% 0 - 0 - 7 17,10% 31 75,60% 0 - 0 - 41 100 Referencias: Adelg. bif.: adelgazamiento bifacial; Red. bif.: reducción bifacial; Adelg. unif.: adelgazamiento unifacial; Red. unif.: reducción unifacial; Trab. no inv. bif.: trabajo no invasivo bifacial; Trab. no inv. unif.: trabajo no invasivo unifacial; Trab. no inv. alter.: Trabajo no invasivo alternante; Trab. bip.: trabajo bipolar 81 CUADERNOS 21 índice de fragmentación alcanza el 99,10% (Pérez 2003) de modo tal que la tabulación del total artefactual mostraría una sobrerrepresentación de la frecuencia real. Para evitar dicho efecto, y a modo de número mínimo de piezas, se tomaron en cuenta solo las piezas enteras, las preformas y los fragmentos diferenciados (los cuales, se aclara, no remontan) dejando de lado los fragmentos no diferenciados con filos, los fragmentos no diferenciados sin filos y los fragmentos indiferenciados (Pérez 2003). Por otro lado, respecto de los materiales de PP9, dado el reducido número de piezas de las muestras de los Sectores I y III, estas se tomaron en conjunto. Cabe destacar que ambos contextos son relativamente sincrónicos. La tabla 2 muestra los resultados obtenidos en la clasificación de los artefactos formatizados por clases técnicas. Un punto importante a considerar es que en esta estimación de la inversión de trabajo no se tienen en cuenta los costos de obtención de la materia prima (en función de la distancia, por ejemplo) ni los costos de extracción o selección de las formas-base, sino solo los de la formatización. Asimismo, se deja constancia que para esta clasificación no se tomaron en consideración los Fragmentos no diferenciados de artefactos formatizados registrados en la tabla 1. En primera instancia, se puede señalar en ambos sitios la coexistencia de algunas alternativas tecnológicas con distinto grado de inversión de trabajo, a saber: reducción bifacial, trabajo no invasivo bifacial y trabajo no invasivo unifacial. Sin embargo, dichas opciones tecnológicas muestran frecuencias diferenciadas, destacándose en primer lugar, el trabajo no invasivo unifacial con porcentajes de 52,90% para CChM1 y 75,60% para PP9. Le siguen en orden decreciente el trabajo no invasivo bifacial -26,60% para CChM1 y 17,10% para PP9, y la reducción bifacial con 20,50% para CChM1 y 7,30% para PP9. Es pertinente aclarar que la reducción bifacial se corresponde, prácticamente en su totalidad, con la presencia de preformas y puntas de proyectil con limbo triangular de tipo isósceles, pedúnculo diferenciado y aletas entrantes (sensu Aschero 1975, 1983) (figura 3.a). Únicamente, se agrega a estas un biface en CChM1, el cual no ha sido elaborado por procedimientos de adelgazamiento bifacial observándose simplemente en las caras de la pieza retoques parcialmente extendidos (Escola 2004b). Asimismo, en el caso del trabajo no invasivo bifacial, las palas o azadas comprenden el 90% de la frecuencia registrada en CChM1 y el 43% de la correspondiente a PP9 (figura 3b). Ahora bien, en una investigación reciente, Hocsman (2006) analizó las variaciones en la inversión de trabajo en la manufactura de artefactos líticos tallados para el lapso 5500-1500 AP en Antofagasta de la Sierra. Para ello, se basa en conjuntos de artefactos formatizados de distintos sitios distribuidos en tres grupos cronológicos, el GC1 (5490-4350 años AP), el GC 2 (4150-3430 años AP) y el GC3 (2180-1340 años AP). Cabe destacar que los sitios considerados en el GC3 corresponden a los analizados en este trabajo. Al respecto, tal como se aprecia en la figura 4, este autor observa los siguientes puntos: - hay una tendencia a un marcado decrecimiento en los artefactos formatizados confeccionados por adelgazamiento bifacial, que involucra la desaparición de esta clase técnica hacia los 2000 años AP. - en el caso de los instrumentos producidos por reducción bifacial se observa que permanecen constantes al pasar del GC1 al GC2 para, posteriormente, aumentar considerablemente en el GC3. - en concordancia con el adelgazamiento bifacial, en los artefactos formatizados, literalmente, desaparecen el adelgazamiento y la reducción unifacial hacia los 3500 años AP. Esto se observa también en el trabajo no invasivo alternante y en el bipolar. - en el trabajo no invasivo bifacial se registra una disminución en la frecuencia de esta clase técnica a lo largo del tiempo, siendo mucho más importante del GC1 al GC2 (17,95% al 11,82%) que del GC2 al GC3 (11,82% al 7,91%). Sin embargo, es de notar que en los conteos de piezas del GC3 no se contabilizaron las palas o azadas, instrumento que solo se confecciona mediante esta operación técnica. Por lo cual, hay que pensar que su aparición en este momento cronológico implicaría un incremento importante en la frecuencia del trabajo no invasivo bifacial con posterioridad al 2000 AP. Esto queda demostrado en las frecuencias registradas en este trabajo (tabla 2 supra) ya que esta clase técnica involucra porcentajes del orden del 26,60% y 17,10%. - en cuanto al trabajo no invasivo unifacial, se evidencia un destacado incremento tanto al pasar del GC1 al GC2 (49,57% al 62,68%) como del CG2 al CG3 (62,68% al 77,97%). En este sentido, es destacable que para el 2000 AP prácticamente todo el repertorio de artefactos formatizados se confeccionaba de esta manera, quedando exceptuadas las puntas de proyectil y las palas o azadas. En suma, el trabajo no invasivo unifacial, como se vio previamente, ve acrecentada su importancia relativa con el paso del tiempo, ante la disminución de las frecuencias de artefactos formatizados confeccionados por adelgazamiento y reducción –con excepción de la reducción bifacial– e, inclusive del trabajo no invasivo bifacial, es decir, se habría potenciado a expensas de estos últimos. En este sentido, es destacable que para el 2000 AP prácticamente todo el repertorio de artefactos formatizados se confeccionaba de esta manera, quedando exceptuadas las puntas de proyectil y las palas o azadas. Por otra parte, desaparecen al iniciar el GC3 una serie de alternativas tecnológicas 82 INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES Figura 3 - a) Punta de proyectil; b) Pala o azada; c) Raedera de módulo grandísimo 83 CUADERNOS 21 que implican tanto destacada como escasa inversión de trabajo –adelgazamiento y reducción unifacial versus trabajo no invasivo alternante y trabajo bipolar–. De hecho, en los GC 1 y 2 se contaban con la posibilidad de confeccionar instrumentos de ocho formas distintas, mientras que en el GC3 este número se restringió a tan solo tres. Estas tendencias son interesantes pero se vuelven aún más atractivas si se pudieran analizar las variaciones en la inversión de trabajo dentro del mismo GC3. En principio, la expectativa principal sería la de observar el incremento del trabajo no invasivo unifacial en detrimento del trabajo no invasivo bifacial y de la reducción bifacial. Al respecto, el registro de CChM1, con sus dos componentes ergológicos, puede brindar la posibilidad de profundizar en las tendencias temporales de las clases técnicas dentro del lapso mencionado. De este modo, sobre la base de la distribución de artefactos formatizados por componente se procedió a su clasificación por clase técnica (tabla 3). Cabe aclarar nuevamente que, para esta clasificación, no se han tomado en consideración los Fragmentos no diferenciados de artefactos formatizados. Como se puede apreciar en la figura 5, durante el lapso 2200-1400 años AP se mantiene la coexistencia en los dos componentes señalados de las tres opciones tecnológicas en ciernes. Sin embargo, ellas presentan variaciones importantes en frecuencia con el correr del tiempo. De esta forma, el trabajo no invasivo unifacial se ve incrementado, mientras que el trabajo no invasivo bifacial y la reducción bifacial disminuyen. Pero no solo eso, las diferencias en las frecuencias entre las distintas clases técnicas se ven aumentadas en el componente superior, en relación con las frecuencias más equitativas del componente superior. INVERSIÓN DE TRABAJO, DISEÑO UTILITARIO Y CLASES TÉCNICAS Distintos autores han señalado la relación, por un lado, entre baja inversión de trabajo y contextos sedentarios (Parry y Kelly 1987, Cowan 1999) y, por el otro lado, entre escasa inversión de tiempo y energía y bajos riesgos de subsistencia de corto plazo (Torrence 1989). En los contextos agro-pastoriles plenos abordados, que presentan tales características, las tendencias muestran justamente lo señalado, dada la predominancia del trabajo no invasivo. Sin embargo, al mismo tiempo, se registra la ocurrencia de una alternativa tecnológica, la reducción bifacial, que implica una mayor inversión de trabajo. De acuerdo con Escola (2004a), un diseño utilitario involucra la utilización o formatización de determinados biseles, ángulos de filo y contornos de borde que permiten enfrentar necesidades variadas, con una mínima inversión de trabajo en su producción. Esto incluye no solo formas de filos simples que pueden ajustarse a un espectro funcio- nal relativamente amplio sino también configuraciones discretas de borde (concavidades, dentados, festoneados, puntas destacadas, etc.). Tales diseños caracterizarían una estrategia expeditiva (Nelson 1991), en la cual las actividades de manufactura, uso y descarte tienen lugar en el contexto de uso, siendo muy poco frecuentes las tareas de mantenimiento y reparación. Por lo tanto, el diseño utilitario responde a necesidades predecibles y de corto plazo, con un escaso esfuerzo tecnológico. Al combinar las nociones de diseño utilitario y de clase técnica, resulta que las clases técnicas de las muestras de instrumentos de CChM1 y PP9 que se adecuan a la definición de diseño utilitario son el trabajo no invasivo bifacial y el unifacial. Sin embargo, dos tipos de artefactos formatizados, uno, confeccionado por trabajo no invasivo unifacial –el caso de las palas o azadas (figura 3.b)– y otro, manufacturado por trabajo no invasivo unifacial –las raederas de módulo grandísimo (figura 3.c)–, no se corresponden con diseños utilitarios, ya que se enmarcan en una estrategia de conservación. Por ejemplo, presentan manufactura anticipada, formas estandarizadas y han sido sometidos a mantenimiento o reciclaje (Bamforth 1986, Odell 1996). Por otra parte, si bien tales instrumentos, desde el punto de vista de la clase técnica, cuentan con una baja inversión de trabajo y requieren mínima destreza técnica en su formatización, al mismo tiempo presentan una considerable inversión de tiempo y energía en otros aspectos, como los requerimientos de esfuerzo y destreza técnica en la extracción de las formas-base (raederas de módulo grandísimo) o dadas las características morfológicas de las formas-base (palas o azadas), como se verá a continuación. Así, la clase técnica, tal como fue definida, se limita a dar cuenta de parte de la inversión de trabajo en juego, estando referida a un aspecto muy concreto como es la formatización, por lo que es necesario una aproximación que considere mayor número de variables. Se considera, entonces, que, para una diferenciación adecuada de los diseños utilitarios se deben emplear las siguientes categorías analíticas, tomadas en conjunto: a) clase técnica + b) requerimientos de extracción de la forma-base + c) requerimientos de formatización de la forma-base + d) requerimientos de imposición de forma. Dado que la categoría a) ya fue desarrollada previamente, se procede a definir las variables restantes. b) Requerimientos de extracción de la forma-base: en el sentido de la búsqueda o no de una pieza con morfología o tamaños específicos para su posterior formatización. Se discrimina entre: - Percusión dirigida: casos donde hay una búsqueda de un tipo de artefacto en particular, con requerimientos morfológicos y dimensionales. 84 INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES Figura 4 - Tendencias temporales de clases técnicas en artefactos formatizados en Antofagasta de la Sierra –5500-1500 AP– (tomado de Hocsman 2006: 223) Tabla 3 - Distribución de clases técnicas en artefactos formatizados por componente. CChM1 Clase técnica Trab. Trab. Red. no no unif. inv. bif. inv. Sitio Adelg. bif. Red. bif. Adelg. unif. Componente superior (1800-1400 AP) 0 - 28 16,70% 0 - 0 - 41 24,40% Componente inferior (1800-2200 AP) 0 - 25 27,80% 0 - 0 - 27 30,00% Trab. no inv. Trab. bip. Total 99 58,90% 0 - 0 - 168 100 38 42,20% 0 - 0 - 90 100 Referencias: Adelg. bif.: adelgazamiento bifacial; Red. bif.: reducción bifacial; Adelg. unif.: adelgazamiento unifacial; Red. unif.: reducción unifacial; Trab. no inv. bif.: trabajo no invasivo bifacial; Trab. no inv. unif.: trabajo no invasivo unifacial; Trab. no inv. alter.: Trabajo no invasivo alternante; Trab. bip.: trabajo bipolar 85 CUADERNOS 21 - Percusión no dirigida: no se requiere obtener una forma-base con atributos morfológicos y dimensionales muy específicos. Cabe destacar que en ambos casos hay una intencionalidad de buscar una pieza adecuada; sin embargo, mientras que en la primera opción la direccionalidad a la obtención de un producto concreto es muy marcada, en la segunda opción hay una amplia gama de productos que pueden ser utilizados, ya que la selección de las formas-base no es tan exhaustiva. La búsqueda de matrices laminares para la confección de láminas retocadas (Aschero 1975) sería un ejemplo del primer caso. En cuanto al segundo caso, por ejemplo, implicaría la realización de actividades de extracción sobre núcleos poliédricos (Aschero 1983), que conllevan la obtención de lascas de diferentes tamaños y formas, realizándose la elección de las formas-base sobre la base de ciertos requerimientos mínimos. Evidentemente, la inversión de trabajo va a ser mayor en la percusión dirigida respecto de la no dirigida. c) Requerimientos de formatización de la forma-base: alude a la presencia de características particulares de la forma-base que inciden sobre la inversión de trabajo. Un ejemplo de esto sería la utilización de clastos de morfología tabular en los que es necesario generar una arista. La estimación de esta variable se realiza como presencia/ausencia. d) Requerimientos de imposición de forma: ciertos artefactos, por las características de su diseño, involucran una mayor inversión de trabajo, sea por la cantidad de partes diferenciadas, con requerimientos de trabajo sobre cada parte, o en función de atributos tales como la forma y dirección de los lascados de formatización (Aschero 1983), que aluden a morfologías específicas de negativos de lascado sobre las caras de los instrumentos. Un ejemplo, en ambos sentidos, son las puntas de proyectil, ya que constan de una serie de partes diferenciadas (ápice, limbo, pedúnculo, aletas, etc.) y a que pueden ser finiquitadas empleando, entre otras, extracciones paralelas diagonales u oblicuas, paralelas en chevron o colaterales, implicando importantes cuotas de inversión de trabajo y destreza técnica. Esta variable, sobre la base de los dos atributos mencionados, se denota empleando la dicotomía presencia/ausencia. Ahora bien, al emplear las categorías mencionadas a los artefactos formatizados de CChM1 y PP9 se observa una mejora substancial en la caracterización de la inversión de trabajo en ellos (tabla 4). Así, las puntas de proyectil características de los contextos analizados, que presentan la mayor inversión de trabajo de las muestras en cuanto a clase técnica, se discriminan del resto por poseer una serie de partes distintas en relación a los requerimientos de imposición de forma. Destaca, asimismo, que el patrón de lascados de regularización final no reviste característica particular alguna (Escola 1987) y que las formas-base no involucran requerimientos de extracción –ya que, al no haber una búsqueda sistemática de una lasca en particular, se trata de percusión no dirigida–, ni de formatización. Pasando a las palas o azadas, no hay una gran inversión de trabajo al considerar la clase técnica, ya que se afectan bifacialmente solo los bordes. Sin embargo, cuentan con requerimientos de imposición de forma, al diferenciar un limbo de un pedúnculo, y con requerimientos de formatización de la forma-base, ya que los nódulos (sensu Aschero 1975) seleccionados son unos clastos tabulares en los que es necesario rebajar sus bordes naturales de modo de generar una arista. Al respecto, Escola (2000) señala la importancia de la selección y recolección de formas-base adecuadas (largo, ancho y espesor) en función de los costos de manufactura, ya que la inversión de trabajo requerido en la reducción del tamaño de las “lajas” como de sus bordes tabulares es grande. Finalmente, no presentan requerimientos de extracción de la forma-base, debido, sencillamente, a que se trata de un clasto. En cuanto a las raederas de módulo grandísimo, al igual que en el caso anterior, en función de la clase técnica, no hay una gran inversión de trabajo, sino todo lo contrario; pero esta perspectiva se ve modificada al considerar los requerimientos de extracción de la forma-base, ya que se trata de matrices muy grandes, de 20 cm de ancho por 15 cm de largo, aproximadamente, que implican una percusión dirigida y considerable esfuerzo de extracción y destreza técnica. Finalmente, el “resto del instrumental”, que involucra diversos grupos tipológicos, como cuchillos de filo retocado, raspadores, raederas, muescas, artefactos burilantes, etc., presentan una baja inversión de trabajo tanto en clase técnica como en requerimientos de extracción y de formatización de la forma-base, y de imposición de forma. Tales características permiten sostener que los artefactos formatizados incluidos en esta categoría son los únicos que pueden calificarse como diseños utilitarios. CONSIDERACIONES FINALES La diferenciación de los componentes superior e inferior en CChM1 permitió abordar los cambios en la inversión de trabajo dentro del lapso 2200-1400 AP, brindando la posibilidad de trabajar con una mayor resolución cronológica. De esta forma, sobre la base de la utilización de la noción de clase técnica, se pudo establecer que las tres opciones tecnológicas actuantes en los 86 INVERSIÓN DE TRABAJO Y DISEÑO EN CONTEXTOS LÍTICOS AGRO-PASTORILES e técnicas en artefactos formatizados. CChM1 Figura 5 - Tendencias temporales de clases Tabla 4 - Características de los artefactos formalizados Req. impos. forma Clase técnica Req. extrac. F-B Req. format. F-B Reducción bifacial Percusión no dirigida Palas o azadas Trabajo no invasivo bifacial Raederas de módulo grandísimo Instrumento Puntas de proyectil Resto del instrumental Cantidad de partes Forma y dir. lascados Ausente Presente Ausente - Presente Presente Ausente Trabajo no invasivo unifacial Percusión dirigida Ausente Trabajos no invasivos uni y bifaciales Percusión no dirigida Ausente Ausente Ausente Ausente Ausente Referencias: Rec. extrac. F-B: requerimientos de extracción de la forma-base; Req. format. F-B: requerimientos de formatización de la F-B; Req. impos. forma: requerimientos de imposición de forma; Forma y dir. lascados: forma y dirección de los lascados. 87 CUADERNOS 21 contextos agro-pastoriles plenos –reducción bifacial, trabajo no invasivo unifacial y bifacial– se mantuvieron a lo largo del lapso considerado; asimismo, que presentaban variaciones importantes en frecuencia con el correr del tiempo, incrementándose considerablemente el trabajo no invasivo unifacial y disminuyendo las dos clases técnicas restantes. A partir de esto, podría sostenerse una disminución progresiva en la inversión de trabajo entre los 2200 y los 1400 años AP. Ahora bien, al combinar las nociones de clase técnica y de diseño utilitario se comprobó que no había relación directa entre clases con baja inversión de trabajo y esta categoría de diseño, y que esto era resultado del hecho de que las clases técnicas referían solo a los costos de producción durante la formatización y no a los costos de extracción o formatización de la forma-base, o a los requerimientos de imposición de forma. Por tal motivo, la utilización del conjunto de categorías analíticas aquí presentado, que incluyen estos aspectos, suministra una visión más ajustada y precisa de la inversión de trabajo en la confección de artefactos formatizados, pudiéndose diferenciar claramente al instrumental que responde a un diseño utilitario, a partir de la inversión de trabajo. Sobre la base de lo expresado, los diseños utilitarios constituyen el 52,10% de los artefactos formatizados de CChM1 (N= 259), mientras que los instrumentos con un plus de trabajo y destreza técnica, el 47,90%. Destaca este último valor, ya que contrasta con las tendencias definidas a partir de la diferenciación de clases técnicas exclusivamente. Inclusive, contrasta con la tendencia general a asociar baja inversión de trabajo y contextos sedentarios (Parry y Kelly 1987). Entonces, a partir de esto, puede sostenerse que la inversión de trabajo sí estuvo presente y en una cuota importante. ¿Cómo explicar esta situación en contextos en donde se relaciona una escasa inversión de tiempo y energía y bajos riesgos de subsistencia de corto plazo? Al respecto, no es casual que los artefactos con mayor inversión de trabajo se relacionen con ciertas actividades de subsistencia. Es el caso de las puntas de proyectil –20,50%–, enmarcadas en prácticas extractivas, de las palas o azadas –23,90%– y de las raederas de módulo grandísimo –3,50%–, vinculadas con prácticas productivas (Escola 2000 y Babot et al. 2005, respectivamente). En síntesis, resulta interesante advertir que la especificidad funcional de estos tres artefactos formatizados tiene estrecha relación tanto con las nuevas necesidades agro-pastoriles, especialmente la agricultura, como con la adaptación de las actividades predadoras a las demandas del entorno económico vigente. Cabe destacar que este nuevo entorno económico si bien ha visto reducido los riesgos de corto plazo sufre riesgos de mediano y largo plazo como son los riesgos de producción y los riesgos de trabajo (Escola 1996). Tanto la incorporación de la agricultura a un modo de vida pastoril como la caza constituyen estrategias de diversificación orientadas a la flexibilización, reducción y redistribución de los riesgos mencionados. En el caso de las puntas de proyectil y, por ende, de la caza de camélidos silvestres habrían actuado como estrategia de reaseguro del rebaño domesticado para reducir las consecuencias adversas del riesgo productivo (Escola 2002). En el caso de las palas o azadas y de las raederas de módulo grandísimo, la tecnología, con una mayor inversión de tiempo focalizada en artefactos especializados, se vincularía con la amortiguación de los riesgos de largo plazo (Escola 2000). AGRADECIMIENTOS A Luis G. Babot (h.) por el tratamiento digital de las imágenes. Este trabajo se desarrolló en el marco de los proyectos PIP-CONICET Nº 3041 y FONCYT/PICT Nº 0988, dirigidos por Carlos Aschero, y PID-CONICET 3-44700 y 3406, dirigidos por Daniel Olivera. BIBLIOGRAFÍA Andrefsky, W. 1994 Raw-material availability and the organization of technology. American Antiquity 59 (1):21-34. Aschero, C. 1975 Ensayo para una clasificación morfológica de artefactos líticos aplicada a estudios tipológicos comparativos, Informe al CONICET, Buenos Aires, MS. 1983 Ensayo para una clasificación morfológica de artefactos líticos aplicada a estudios tipológicos comparativos. Apéndices A - C, Revisión. 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Hocsman 2005 Microfossils in largests module sidescrapers in agropastoralist contexts of the Argentinian Northwest: a contribution to their functional assignment. The Phytolitharien. Bulletin of the Society for Phytolith Research, 17(2): 13-14. Bamforth, D. 1986 Technological efficiency and tool curation. American Antiquity, 51(1): 38-50. Bousman, C. 1993 Hunter-gatherer adaptations, economic risk and tool design. Lithic Technology, 18 (1 y 2): 59-86. Bradley, B. y Y. Giria 1996 Concepts of the technological analysis of flaked stone: a case study from the High Arctic. En Lithic Technology, 21(1): 23-47. Cowan, F. 1999 Making sense of flake scatters: lithic technological strategies and mobility. American Antiquity, 64(4): 593-607. Escola, P. 1987 Las puntas de proyectil del Formativo en Puna y quebradas de acceso: un estudio tecno-tipológico de cuatro casos de análisis. 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PALABRAS CLAVE Clientelismo - movimientos sociales - políticas sociales - pueblos originarios ABSTRACT The purpose of this article is to think about the explanatory power of the concept of political clientelism. It focuses on the local instrumentation of social programs for the unemployed, in relation to the configuration of collective political subjects, within indigenous Toba people of eastern Formosa (Argentina). KEY WORDS Clientelism - social movements - social policy - indigenous people INTRODUCCIÓN El término clientelismo se ha vuelto recurrente tanto en las expresiones de políticos y funcionarios gubernamentales de diverso tinte partidario, como en el discurso periodístico de los medios masivos de comunicación. Entendido en los términos aparentes e inmediatos de un “intercambio de favores por votos”, aparece explicando las más diversas prácticas políticas. Surge con fuerza, por ejemplo, a la hora de dar cuenta de la forma que adopta la instrumentación de los programas sociales de asistencia oficial. Y con una connotación abstractamente negativa: se lo opone a la transparencia, al igualitarismo, al universalismo, a la democracia, al trabajo, a la producción. Pero esto no es nuevo. Moore ya nos decía en la década de los 70 que “el nuevo ‘ismo’ ” parece estar en todas partes. Se nos dice que “da forma” a los sistemas políticos, que explica quién logra qué en la política, cómo se asignan los bienes, y, (…), qué define las auténticas unidades políticas que subyacen a los partidos políticos y a los grupos de interés”. En fin, “se hace consistir la política en un juego de redes patrono-cliente” (1986:227). En la misma dirección, Gilsenan apuntaba que el clientelismo “se ha convertido * CONICET, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, [email protected] 1 El presente trabajo constituye una versión modificada y ampliada de la ponencia presentada en las 7as Jornadas Rosarinas de Antropología Sociocultural, realizadas en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario los días 21 y 22 de octubre de 2004. en un concepto que sirve para todo, que se aplica casi universalmente a una multitud de relaciones en formaciones sociales y económicas muy distintas” (1986:154). En fin, recurrentemente se ha señalado la omnipresencia y la polisemia del clientelismo, así como el empleo abusivo de los términos patrón y cliente en tanto etiquetas descriptivas que operan una suerte de mistificación y obstruyen el verdadero contenido de una relación en la que se encuentran implicadas clases sociales (Gilsenan 1986; Peters 1986; Scott 1986). Sospechado entonces de relación política ilícita e ilegítima, muchas veces aparece de manera igualmente abstracta en la producción teórica, al constituirse en una categoría analítica ambigua, en la que quedan borradas múltiples y necesarias determinaciones, y que termina por oscurecer más que echar luz sobre la complejidad de los procesos sociales. Ahora bien, ¿es posible pensar el clientelismo a partir de las relaciones de intercambio? O, puesto en otros términos, ¿de qué manera los intercambios producen y reproducen relaciones sociales? Y, ¿cómo dar cuenta de esos intercambios en sí mismos, y más allá de sí mismos? Entendiendo que no se trata de un abstracto problema metodológico, sino que, por el contrario, tiene implicancias claramente políticas, intentamos un primer avance sobre la potencialidad explicativa del concepto del clientelismo a partir de esos interrogantes. Para ello, partimos de la observación de un concreto inmediato: la implementación generalizada (y hasta naturalizada) de una serie de programas sociales de asistencia a la pobreza 91 CUADERNOS 21 y al desempleo (entre ellos, claro está, el Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados) entre los tobas de la Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé (noreste de la provincia de Formosa), y su relación con la configuración de acciones de movilización y protesta. Desplegamos seguidamente los mecanismos del dar y el recibir: qué se intercambia, entre quiénes, de qué manera, qué sentidos guían esos intercambios. Esto, pensando que el estudio empírico de las relaciones de intercambio es clave para determinar los puntos centrales de toda discusión teórica sobre su potencialidad en el análisis de las relaciones sociales. SOBRE LA (RE) PRODUCCIÓN SOCIAL DE LA EXISTENCIA Cada vez más, los pueblos originarios de la Argentina están siendo objeto, en términos generales, de un proceso de deterioro de sus condiciones materiales de existencia. Proceso que, tras las variadas formas concretas inmediatas en las que se expresa, esconde una única determinación general: su constitución como parte de la porción de la población trabajadora que ve acentuada la pérdida del ejercicio de su capacidad para garantizar la propia reproducción social, al ser expulsada de manera inmediata del proceso de la producción como parte de la dinámica de acumulación capitalista. Ahora bien, ¿cómo se realiza esta determinación general entre los tobas de Misión Tacaaglé (una colonia rural adyacente a la localidad del mismo nombre, ubicada a unos doscientos cuarenta kilómetros al noroeste de la 2 capital provincial, en el Departamento Pilagás)? Históricamente, los grupos tobas del Chaco han sido objeto de un proceso de desposesión de las condiciones 1 2 Formosa, ubicada en la región nordeste de la Argentina, se encuentra entre las provincias de menor grado de desarrollo relativo de las fuerzas productivas materiales de la sociedad. Algunos de los elementos entre los que caracterizan a este espacio provincial que nos interesa subrayar aquí, en tanto se revelan propios de las poblaciones que estamos considerando, son los que siguen: 1) históricamente, ha constituido un ámbito de relativa marginalidad en términos de inversiones directas de capital (al igual que ocurre con la formación social de fronteras del Chaco central en su conjunto) (Trinchero 2000); 2) en la actualidad, es objeto de un proceso de concentración y centralización propio de la organización capitalista de la producción social sobre la base de la venta de grandes extensiones de tierras para la radicación de empresas agroindustriales de gran tamaño y el despliegue de proyectos y programas de desarrollo vehiculizados por distintos grupos de inversores locales y extralocales (así como por los Estados nacional y provincial) (De la Cruz 2004); 3) como contrapartida, se deterioran progresivamente las capacidades productivas y las condiciones de vida de las poblaciones (indígenas o campesinas criollas) involucradas directa o indirectamente. materiales de existencia originarias, al reducirse sus campos de caza y al verse limitado su acceso a los ríos. Esto, como consecuencia de la progresiva ocupación y apropiación privada individual de las tierras, como condición de posibilidad de los sistemas productivos que se desarrollaron en la región. En la actualidad, las unidades domésticas que conforman la Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé organizan la reproducción social de su existencia sobre la base de una variada gama de actividades productivas. A diferencia de lo que es la situación general entre los pequeños productores del campo formoseño, los tobas de esta colonia rural poseen la propiedad desde mediados de los 80, y bajo la forma de un título comunitario, de las tierras que ocupan. Unas cuatrocientas cuarenta y ocho hectáreas (de las cuarenta mil que ocupaba la misión franciscana a principios del siglo XX) para unas ciento ochenta familias que suman una población total de setecientos dieciséis personas (SIEMPRO-SISFAM, 2000). Cada unidad doméstica ocupa entonces parcelas cuya superficie es menor, en promedio, a las cinco hectáreas, dedicadas a la producción de algodón como principal, si no único, cultivo comercial. Esta producción se realiza con el trabajo directo de la familia, con la utilización de herramientas precarias y de tracción animal, sin la posibilidad de efectuar tratamientos fitosanitarios, y procediéndose a la venta al “bolichero” (pequeño acopiador). La producción predial destinada al mercado puede extenderse a otros cultivos (zapallo, calabaza, maíz), aunque su desarrollo es de carácter muy irregular y se encuentra supeditada a los precios del mercado. A esta forma de producción mercantil se le asocia una producción de chacra para la autosubsistencia: siembra de mandioca, batata, lechuga, cebolla, zanahoria, etc., y la cría de animales domésticos (aves de corral, fundamentalmente), tanto para su comercialización como para su consumo al interior de la misma unidad doméstica. A la vez, una parte significativa de la dinámica económica de estos grupos domésticos la constituye el trabajo asalariado fuera de la propia parcela, en predios correspondientes a capitales de mayor monto. La estacionalidad de los procesos de trabajo agrícola en los que se incorpora el trabajo doméstico incide en cierta forma en la regularidad de otras dos actividades productivas: la producción de artesanías, para su comercialización en localidades cercanas o a través de compradores que periódicamente se acercan a la colonia, y la práctica de la “marisca” (caza de pequeños animales del monte, pesca, recolección de frutos silvestres y miel), tanto para consumo al interior de la propia unidad doméstica como para la venta de subproductos (cueros, pieles y plumas). Práctica, esta última, que tiene un menor rendimiento en relación a momentos anteriores, como consecuencia de la mencio92 APUNTES PARA PENSAR EL CLIENTELISMO ENTRE LOS TOBAS DEL ESTE FORMOSEÑO nada apropiación privada individual de los campos y la degradación del medio ambiente, entre otros factores. Siendo entonces unidades que no se encuentran ajenas o por fuera de los circuitos mercantiles, ya que la posibilidad misma de su reproducción reposa en el acceso a y en la venta de bienes y servicios que circulan como valores de cambio, no todas las relaciones sociales están plenamente mercantilizadas al interior de y entre las unidades económicas. Es así como continúan teniendo lugar una serie de relaciones que no tienen a la mercancía por forma, sino que se basan en relaciones directas de interdependencia personal. Por caso, la cooperación al interior de la propia unidad doméstica, en la que se moviliza fuerza de trabajo no pagada de aquella explotación para la realización de determinadas tareas productivas. O también la cooperación entre distintas unidades domésticas, en la que, en instancias en que se produce una demanda de mano de obra que excede la capacidad de la fuerza laboral de la unidad doméstica (por caso, para las tareas de carpida y cosecha en la producción de algodón), se recurre a la movilización de mano de obra ajena a la propia unidad doméstica. Y se lo hace a través de mecanismos de intercambio no mercantiles, o no plenamente mercantiles, como ser las relaciones sociales de parentesco, vecindad o amistad, que implican la conformación de un sistema de prestaciones y contraprestaciones en trabajo sobre la base del establecimiento de relaciones de reciprocidad 3 con otros grupos domésticos . Sin embargo, en su condición de pequeños productores mercantiles agrarios semiproletarizados, es cada vez más significativo el deterioro de las condiciones materiales de existencia. Una de las expresiones de este proceso que aparece como más inmediata es la progresiva limita4 ción en la participación en el cultivo del algodón . Asimismo, el creciente cercenamiento de los atributos productivos de la fuerza de trabajo indígena encuentra su contracara en la necesidad de la también creciente recurrencia al Estado al momento de obtener los medios de damentalmente bajo la forma de la ocupación estacional de contingentes de braceros, que de esa manera completaban los ingresos de su unidad doméstica vendiendo su fuerza de trabajo a medianos y grandes productores. Y señalemos que la magnitud de esta absorción se ha visto determinada, por un lado, por la mecanización de la cosecha. La cual, sin embargo, no ha sido realmente significativa en la provincia, habiendo encontrado la incorporación de la maquinaria un límite capitalista específico: dados los muy bajos salarios, el trabajo muerto que se suma al valor de la mercancía por el consumo de la maquinaria no es menor al trabajo vivo pago que se ahorra. Y, por otro lado, la magnitud de aquella absorción se ha visto determinada por los sucesivos movimientos de vaivén propios de la producción algodonera, intercalándose momentos de fuerte expansión con otros de contracción. En los últimos años, el volumen sembrado y cosechado ha sufrido una fuerte reducción, habiendo disminuido la rentabilidad de los predios algodoneros debido a la caída de los precios y al aumento de los costos de producción, y habiéndose producido la progresiva descapitalización y salida de la producción de los agentes de menor tamaño, y la consecuente progresiva concentración y centralización del capital en la producción algodonera. Esto ha afectado a las unidades domésticas indígenas en un doble sentido. En primer término, lo ha hecho en tanto explotaciones agrícolas minifundistas de tipo familiar, en la medida en que solo pueden mantenerse en actividad a expensas de reducir la superficie sembrada con algodón (siendo así sujetos de una progresiva subocupación), orientándose hacia las labores hortícolas para cubrir su subsistencia directa y hacia ocupaciones no agrarias. Es de notar que, a pesar de haberse incrementado la superficie sembrada de algodón en la Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé en los últimos años (cincuenta y dos hectáreas en la campaña 2000-2001, once hectáreas en 2001-2002, ciento seis hectáreas en 2002-2003, ciento setenta y siete hectáreas en 2003-2004), esto no quiere decir que sean los pequeños productores de la colonia los que se mantengan en producción, habiéndose constituido en una práctica generalizada entre estos, el arrendamiento de sus parcelas de tierra a terceros (agentes externos de mayor tamaño) por la falta de herramientas y de insumos para ponerla a producción, y su posterior asalaramiento como carpidores y cosecheros en sus propias tierras. Por otro lado, dichas transformaciones han afectado a las unidades domésticas indígenas en tanto vendedoras año tras año de su fuerza de trabajo de forma estacional en predios de mayor tamaño para la carpida y la cosecha del algodón, en la medida en que la demanda de trabajadores transitorios se ve constantemente amenazada, de manera más o menos inmediata, como resultado del desarrollo de la capacidad productiva del trabajo. 23 -3 3 4 Habiendo caracterizado históricamente la distribución del producto social entre las antiguas bandas de cazadoresrecolectores (conjuntamente con el carácter colectivo de la apropiación de los principales medios de producción), las formas recíprocas permiten, aún hoy, garantizar parte de la reproducción de los grupos domésticos tobas. No obstante, las modalidades recíprocas entre los tobas del este formoseño se ven sometidas a restricciones a partir de la consolidación de los grupos domésticos como unidades productivas con mayor autonomía relativa y la mercantilización de algunas actividades de subsistencia como la agricultura. Lo cual no implica que la reciprocidad continúe erigiéndose a la vez en un marcador de identidad étnica (Gordillo 2006). No nos detendremos aquí en cómo ha sido el proceso histórico de incorporación de la población indígena en el sector algodonero. Solo señalemos que las tareas de carpida y recolección de los capullos de algodón han absorbido históricamente gran cantidad de fuerza de trabajo indígena, fun- 93 CUADERNOS 21 vida. A diferencia de lo que ocurre en otras comunidades rurales del interior (fundamentalmente, aquellas del oeste provincial) y en comunidades asentadas en el medio urbano, en las que la adquisición de un empleo público constituye una situación generalizada, son relativamente pocos los empleados del Estado en la Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé (delegados y empleados administrativos del Instituto de Comunidades Aborígenes –ICA–, maestros especiales en modalidad aborigen –MEMA–, agentes sanitarios). Por el contrario, sí es claramente generalizada la implementación de programas sociales de asistencia a la pobreza y al desempleo (nacionales, provinciales o con crédito externo y contraparte nacional, provincial y municipal). Los distintos miembros de la unidad doméstica se han constituido en beneficiarios de una sumatoria de estos programas sociales. Entre ellos: Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, Plan de Empleo Comunitario, Plan Nacional de Seguridad Alimentaria, Programa Materno Infantil y Nutrición (PROMIN), Plan Mayores, Programa de Apoyo Nacional de Acciones Humanitarias para las Poblaciones Indígenas (ANAHI), Programa Federal de Salud, Seguro de Salud, Programa Nacional de Becas Estudiantiles, Programa Nacional 700 Escuelas, Programa Nacional de Educación Intercultural Bilingüe, Fondo Nacional de la Vivienda (FONAVI), Programa de Provisión de Agua Potable, Ayuda Social y Saneamiento Básico (PROPASA), Programa de Desarrollo Social en Áreas Fronterizas del Noroeste y Noreste Argentinos con NBI (PROSOFA), Proyecto de Desarrollo Rural de las Provincias del Noreste Argentino (PRODERNEA), Programa Agrícola de Autoconsumo, Por Nuestra Gente Todo, Atención de Pensiones No Contributivas. Programas que, en gran parte, se orientan a la provisión directa de servicios y medios de vida con vistas a sostener niveles mínimos (que rozan la mera subsistencia física) de reproducción material de la fuerza de trabajo de grupos considerados como biológica y socialmente vulnerables: ayudas económicas no remunerativas, pensiones asistenciales no contributivas, becas de estudio, ayuda alimenta5 ria directa, medicamentos, guardapolvos, semillas . 4 5 SOBRE LA (RE) PRODUCCIÓN POLÍTICA DE LA ACCIÓN Y LA CONCIENCIA Ahora bien, ¿qué forma adopta la instrumentación local de los programas sociales de empleo para la emergencia ocupacional? El actual Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados (central en la política social de asistencia al desempleo) comienza a implementarse en el año 2002, una vez declarada la emergencia ocupacional nacional. El organismo a cargo de esta implementación es el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, contando con co-financiamiento de organismos multilaterales de crédito. El objeto del plan es brindar una ayuda económica no remunerativa (ciento cincuenta pesos mensuales) a cambio de una contraprestación en trabajo a los jefes/as de hogar desocupados con hijos menores de dieciocho años o discapacitados a cargo, “con el fin de propender a la protección integral de la familia, asegurando la concurrencia escolar de los hijos así como el control de salud de los mismos, y propiciar, en su caso, la incorporación de los jefes o jefas de hogar desocupados, a la educación formal o su participación en cursos de capacitación que coadyuven a su futura reinserción laboral, prioritariamente en proyectos productivos de impacto ponderable como beneficios comunitarios” (Decreto 565/02). Su ejecución se opera “de manera descentralizada”, buscándose la “activa participación de los actores sociales de cada una de las jurisdicciones [provincia y municipios]” y la “participación de las organizaciones sociales en la evaluación y monitoreo de los proyectos” con vistas a “garantizar la eficiencia y transparencia de los mismos” (Decreto 565/02). Numerosas son las agencias estatales implicadas en la coordinación, ejecución y fiscalización del programa: desde la Gerencia de Empleo y Capacitación Laboral del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social a nivel nacional, pasando por la Subsecretaría de Empleo de la provincia, hasta la Municipalidad de Misión Tacaaglé a nivel local. Paralelamente a la estructura estatal, e imbricándose en ella, numerosas son también las “organizaciones de la sociedad civil” implicadas en esa instrumentación (en los términos y según los lineamientos en que los organismos multilaterales de crédito promueven la participación Lejos de implicar únicamente a la población indígena de la provincia, los asalariados y pequeños productores agrarios criollos que protagonizan las formas del movimiento social que miraremos más adelante (en términos generales, descendientes de migrantes de provincias vecinas como Chaco y Corrientes y del Paraguay, asentados en la región como colonos dedicados a la cría de ganado y a la agricultura –Sapkus 2000-2002–), también enfrentan en la actualidad condiciones materiales de existencia crecientemente deterioradas. Esto encuentra una clara expresión si, sobre la base de los datos de la encuesta realizada para la implementación del Proyecto de Desarrollo Rural de las Provincias del Nordeste Argentino (PRODERNEA), se considera la situación tipo correspondiente a una unidad de explotación agropecuaria familiar de menos de veinticinco hectáreas, uno de cuyos miembros es beneficiario de un programa de empleo, y que, por encontrarse consecuentemente por debajo de la línea de indigencia, recibe la ayuda gubernamental promedio para tal situación. En este caso, la suma del ingreso equivalente proveniente del conjunto de los planes y programas representa el 36% del ingreso neto promedio anual de la unidad. 94 APUNTES PARA PENSAR EL CLIENTELISMO ENTRE LOS TOBAS DEL ESTE FORMOSEÑO comunitaria). Lo están, tanto en las etapas de diseño y ejecución de las acciones (formulando e inscribiendo proyectos para la incorporación de beneficiarios) como en las etapas de seguimiento y evaluación (integrando, junto con representantes de los trabajadores, de los empresarios, de las organizaciones confesionales, de las comunidades indígenas –cuando correspondiera– y de los distintos niveles de gobierno, los consejos consultivos para el monitoreo de las acciones). Más aún, las organizaciones sociales se han consolidado, en gran medida, como administradoras directas de los planes, frente a las gestiones individuales (personales y sin intermediarios, según los deseos hechos explícitos en la documentación referida al programa) ante el Estado como modo de acceso y permanencia en la condición de beneficiario del programa. Esto es así, a partir de haber tomado en sus manos la confección de la lista de beneficiarios, la determinación del tipo de contraprestación laboral 6 a realizar y el registro diario de su realización . Más aún, el manejo de los recursos involucrados en los programas de empleo se constituye en una de las demandas en torno a las que estas organizaciones aglutinan sus formas de acción política, permitiendo al mismo tiempo su sostenimiento económico inmediato. A la vez que el constituirse en beneficiario (o bien la posibilidad de serlo en un futuro próximo) se erige en un mecanismo generalizado de incorporación a las mismas. Miremos la forma que adopta la incorporación de los tobas de Misión Tacaaglé a un movimiento campesino que está adquiriendo creciente visibilidad en el contexto político provincial y nacional. Surgido a fines de los 90 con la denominación de Organización Campesina de General Belgrano y Misión Tacaaglé, y como escisión del Movimiento Agrario Formoseño (MAF), el Movimiento Campesino de Formosa (MOCAFOR) se reconoce heredero de las movilizaciones agraristas de los 70 protagonizadas por la Unión de 55 6 No obstante haberse incrementado, en apariencia, los espacios para la participación de las “organizaciones de la sociedad civil” en los procesos de formulación, gestión y control de los programas sociales de asistencia, Grassi nos alerta sobre la “superficialidad del llamado a la participación de los beneficiarios, limitada a la ejecución de las tareas previstas para la implementación de los planes y programas sociales” (2003:155). Una participación entonces superflua que se corresponde con unas contraprestaciones laborales y capacitaciones también superfluas e inocuas en cuanto al desarrollo de prácticas sociales productivas y planteadas como requisito de la asistencia (de las transferencias monetarias). Todo lo cual va de la mano, a su vez, con la concepción de sujeto de las intervenciones estatales (o “cliente de la asistencia estatal”, en los términos de Grassi), identificado alternativamente como pobre, careciente, marginal, vulnerable, necesitado de asistencia. Ligas Campesinas Formoseñas (ULiCaF) (Sapkus 2002). Desde mediados del año 2004, la exigencia de “soluciones urgentes y efectivas para los reclamos de agricultores, indígenas y desocupados de la provincia” (parte de prensa del MOCAFOR, 15 de junio de 2004; subrayado en el original) se ha constituido en eje de movilizaciones, concentraciones y cortes de ruta. Por mencionar una acción ampliamente difundida en los medios de comunicación locales, en los meses de julio y agosto de 2005, los integrantes de este movimiento campesino recorrieron a pie los aproximadamente doscientos sesenta kilómetros que separan la localidad de General Belgrano (Departamento Patiño) de la ciudad capital de Formosa, con el propósito de hacer públicamente visible una serie de reclamos contenidos en un petitorio a ser entregado al gobierno provincial. Entre ellos: subsidios compensatorios de quinientos pesos por hectárea para los pequeños productores algodoneros; apoyo tecnológico y precios justos para los productos campesinos; trabajo para los desocupados, mediante la agroindustria; agua potable y energía eléctrica para las comunidades; becas para estudiantes de escasos recursos; más presupuesto e inversión en salud y educación pública; regulación de las producciones transgénicas; devolución de las tierras expropiadas a las comunidades indígenas; tierra para trabajar para las familias campesinas sin tierra; defensa de los recursos naturales (tierra, agua, monte, fauna, petróleo) ante la extrema concentración, extranjerización y destrucción (parte de prensa del MOCAFOR, 20 de julio de 2005). Esto, en una provincia que, encabezando desde hace varias décadas el mapa de la pobreza del país, y gobernada desde el retorno democrático de 1983 por el Partido Justicialista (el cual gobierna asimismo todas las comunas del interior provincial, a excepción de una que se encuentra en manos de la Unión Cívica Radical), aparece como teniendo un protagonismo relativamente poco significativo en las luchas populares que han tenido lugar en la última década en la Argentina (en cuanto a cantidad de hechos de protesta) (Iñigo Carrera y Cotarelo 1998; PIMSA 2006). Ahora bien, ¿cuál ha sido la trayectoria de la incorporación de las reivindicaciones particulares de los “indígenas” de manera visiblemente significativa al conjunto de las demandas de las “familias campesinas”? “El trabajo con el sector aborigen empezó más sistemáticamente hace tres o cuatro años [en el año 2000]. Pero anteriormente ya se realizaban algún tipo de reunión, convocada por la hermana Ana Laura [religiosa católica que, desde mediados de los 80, promovió proyectos de microemprendimientos tanto entre los indígenas como entre los campesinos criollos con el financiamiento de la fundación católica Obra Kolping], en las que yo era invitado. Después se empezaron a incorporar más a partir de los planes Jefes 95 CUADERNOS 21 de Hogar. Cuando solo la Municipalidad manejaba los planes no les daba nada. Cuando el MOCAFOR [Movimiento Campesino de Formosa] comenzó a manejar les fue dando cupo [vacantes para beneficiarios del plan]. Los fuimos invitando a las reuniones en [el pueblo de] Tacaaglé. Y después fueron organizando reuniones en la propia colonia [Aborigen]” (coordinador del MOCAFOR en Misión Tacaaglé). “Conocí a los campesinos hace tres años. Llegaron a través de los planes Jefes, con veintitrés cupos. A través de Benigno [máxima figura del movimiento] estamos cobrando. Y a partir de ahí nos invitaron a participar. Nosotros fuimos cobrando mediante el MOCAFOR. El intendente que pasó, cada vez que viene algún programa, el aborigen no tiene nada que ver. Ustedes no tienen nada que ver, ustedes están dentro de la ICA. Al principio, inscribieron solo blancos, la mayoría que hicieron los trámites. Dejó atrás a los aborígenes. Ahora estamos comprendiendo que el voto mismo castiga. Por eso perdió el señor que estaba al mando. Nosotros queremos cambio. El intendente, el aborigen nada que ver. Y cuando viene la elección nosotros somos argentinos y votamos a los peronistas. Por eso él [Benigno] tiene seguidores ahora, mediante los campesinos nosotros cobramos. Benigno es nuestro dirigente, por eso le hacemos caso y lo respetamos. Por eso Benigno tiene muchos seguidores, porque él está ayudando a los pobres, tanto aborígenes como blancos. Y mediante él estamos cobrando los Jefes de Hogar. Y él viene porque, por supuesto, que los campesinos siempre se necesita más gente” 7 (poblador de la Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé) . Misión Tacaaglé es un municipio que reúne unos dos mil habitantes y que fuera originariamente una misión católica franciscana dedicada a encarnar uno de los pilares del proyecto “civilizatorio”: la transformación de cazadores-recolectores en trabajadores verdaderamente productivos para el capital (es decir, productores de plusvalía). Al tiempo que se erige en un bastión histórico de la organización campesina en cuanto a la capacidad para movilizar a la gente, constituye la punta de lanza de la incorporación de población indígena a las filas de la organización. Sin duda, aquella temprana transformación en la subjetividad productiva de los tobas del este dejó su semilla para la posibilidad de la articulación actual con los campesinos criollos. Articulación que no ha sido lo frecuente a lo largo de la historia de acciones de movili66 7 zación y protesta en la región, habiendo primado, antes bien, la singularidad étnica en las respuestas dadas a las condiciones que impone el capital (Iñigo Carrera 2001). Lo que en los testimonios anteriores aparece como poniéndose más inmediatamente en juego al momento de aquella articulación son, por un lado, el acceso a un ingreso por una ocupación transitoria en alguna actividad productiva o de servicio y, por otro, la participación en actividades organizadas por el movimiento (ferias de venta de productos, asambleas, encuentros, movilizaciones, cortes de ruta). “Es obligación ir a la reunión del MOCAFOR, los que son socios” constituye una expresión frecuente que evidencia una suerte de mecanismo de arranque que crea “seguidores”, en el marco de la reafirmación de las organizaciones sociales en torno al manejo de los recursos involucrados en los programas sociales como parte de procesos de organización autogestionaria. Un mecanismo de arranque que deviene “trabajo”: “tengo trabajo con el MOCAFOR; tengo plan”, en los términos de uno de los pobladores aborígenes que “lleva” una de las planillas de beneficiarios de la organización y atiende uno de los comedores que la misma posee en la colonia. Pero la reciprocidad así expresada constituye solo la punta de un iceberg. Por debajo, se despliega un entramado de otras reciprocidades que implican prestaciones y contraprestaciones inscriptas muchas veces en redes de reciprocidades ya existentes (al interior de un mismo grupo doméstico y entre distintos grupos domésticos), y que producen y reproducen relaciones sociales fuertemente personalizadas, expresadas en el vocabulario del parentesco o la amistad (que tiende a opacar cualquier elemento de asimetría que pudiera existir en la relación, producto de las trayectorias individuales y sociales particulares). Todo lo cual adquiere, más allá de su expresión general, una expresión que le es específica dada por la singularidad étnica que atraviesa la experiencia de clase (formulada en los términos de una distinción entre “sector aborigen” y “sector blanco” 8 hecha al interior del movimiento) . 7 8 Esta cita da cuenta de las múltiples aristas de la subjetividad política de los tobas del este de la provincia de Formosa en su imbricación en el proceso de lucha de campesinos: “aborigen”, “argentino”, “pobre”, “peronista”, “campesino”. Siendo que el eje de este trabajo pasa centralmente por lo que denominamos como mercantilización de la subjetividad política, no nos adentraremos aquí en profundidad sino sólo tangencialmente en aquella multiplicidad. 96 Mucho se ha escrito en la literatura antropológica en general, y del clientelismo en particular, sobre la “moral de la reciprocidad”. Su contenido es descrito como una serie de obligaciones (derechos y deberes) extensibles a los denominados patrones y clientes y percibidas por unos y otros como equivalentes (Lázzari 1993). En otras palabras, el carácter recíproco de la relación es entendido como el balance entre los bienes y servicios que se recibe y los que se otorga. Esta norma de intercambios equivalentes, desencadenante de sentimientos de deuda, gratitud y lealtad, aparece como un sentimiento moral compartido entre los participantes de la relación. Sin embargo, es una equivalencia que no implica necesariamente igualdad ni ausencia de coerción (actual o potencial), sino que remite a una homogénea valoración de los términos del intercambio, APUNTES PARA PENSAR EL CLIENTELISMO ENTRE LOS TOBAS DEL ESTE FORMOSEÑO Debemos tener cuidado, no obstante, en explicar mecánicamente la incorporación al movimiento sólo a partir de constituirse en beneficiario del plan (a pesar de que muchas veces el “corte del plan” conlleve el alejamiento de la organización). En este sentido, y en el marco de una movilización a la ciudad capital de Formosa, un poblador de la colonia nos decía: “yo no tengo plan todavía, pero no pierdo la esperanza. Y vine porque me gusta lo que plantean. Algunos se apartan porque no consiguieron el plan, pero yo no”. Y en este mismo sentido, otro poblador de la colonia participa de las acciones organizadas por el movimiento (erigiéndose incluso en “dirigente” de la organización al interior de la colonia) a pesar de haber obtenido el plan a través de la Municipalidad de Misión Tacaaglé. A la vez que la participación no redunda únicamente en el beneficio del plan, sino que implica el acceso a distintas instancias de capacitación y formación, la posibilidad del “acompañamiento” en la gestión de demandas ante el ICA, alimentando (y alimentándose de), en definitiva, experiencias de protesta cotidiana que se despliegan a nivel local: “En enero de este año nos fuimos a la Municipalidad. Habían prometido, antes de las elecciones, preparar el suelo y dar trabajo. Y no cumplió [el intendente]. Fuimos a dialogar y a esperarlo en la puerta de la Municipalidad. Se hicieron las seis de la tarde. Y no salía. Cantidad de gente. Al final salió. Pidió disculpas. Y ahora nos preparó el suelo para autoconsumo. A todo el que quisiera. Ahora la gente se anima más a reclamar. Por la experiencia de los campesinos. Así logran por lo menos una ayudita” (poblador de la Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé). “Al lunes siguiente [un lunes de principios de febrero de 2005] a las cuatro de la mañana empezamos el corte [de la ruta Nº 86, a la altura de la Colonia Aborigen La Primavera]. Unas trescientas personas, y en un momento llegaron a ser seiscientas. Muchos decían que a los tres días íbamos a estar de vuelta en la casa. Pero no fue así. Nos identifica nuestra fuerza como aborígenes de poder soportar el sol. Y hubo mucha gente, vecinos, acompañando y apoyando con lo que podía. El MOCAFOR estuvo acompañando, con gente y con mercadería. Salimos a la ruta sin divisiones de partidos políticos ni de iglesias, con una sola bandera: la necesidad” (pobladora de la Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé). En definitiva, opera una suerte de resignificación de los términos en que es planteada la implementación de los programas de empleo (y, más específicamente, la participación de las organizaciones sociales), constituyéndose en un eje de movilización política y de configuración y visualización de sujetos políticos colectivos. Esta operación nos muestra una doble cara. Por un lado, los recursos que provee el Estado dejan de ser vistos en los términos de favores otorgados para constituirse en derechos adquiridos a través de la acción colectiva. En este sentido, un delegado del MOCAFOR argumentaba: “en la colonia están repartiendo [la Municipalidad] colchón y frazada. Aceptemos pero no nos casemos. Además, nos corresponde. Es nuestro derecho”. Por otro lado, no dejan de atribuírsele, sin embargo, visos clientelistas. Y esto, en los términos corrientes de un intercambio recíproco y personalizado de favores, bienes y servicios por apoyo político y votos entre masas y élites (Auyero 1998). Así, un alto funcionario de la Municipalidad de Misión Tacaaglé (en torno a la cual se constituye la estructura de poder local), nos decía: “Piqueteros. Hay. Pedían educación gratuita, viviendas. Un poco pesaditos. Van mucho más allá. Le usan [a la gente] por la ignorancia y la necesidad. Hay un trasfondo político. Extorsionaban a la gente con los planes. Amenazaban a la gente que le iban a sacar el plan. Les decían a cada uno que les querían ver la cara allá [en la movilización y corte de ruta llevados a cabo en Formosa capital en el mes de julio de 2004, que convocó cerca de cinco mil personas], y que así iban a reconocer a quién darle y a quién no. Que la familia donde están cobrando dos planes iban a avisar para que les cortaran. Los engañan con palabras. A la gente que fue a Formosa les dijeron que ya estaba todo arreglado con el gobierno, que volvían enseguida. La gente se quería volver y no los dejaban salir. Encima les hacen pagar su pasaje. Y a cambio de los planes les dicen que no hay que trabajar”. Este testimonio, y otros que, en igual tono de crítica, florecen en los medios de comunicación locales los días previos a todo acto de movilización, resulta notable en tanto Formosa constituye una provincia que suele ser reconocida por la generalización y hasta institucionalización en las altas esferas de la gestión política de los 8 compromisos interpersonales . Y contiene una crítica explícita a la forma en que los planes son utilizados por la organización campesina para movilizar a la gente. Crítica que muchas veces es compartida por cierta producción académica; aquella que habla de programas “de corte netamente clientelar” y de población “vulnerable” a la que 8 y que resulta en la legitimidad o legitimación de la relación y en la posibilidad de su continuidad en el tiempo. 97 No se trata aquí de señalar víctimas y victimarios en la producción de prácticas clientelares, operando una suerte de culpabilización de los sujetos. Antes bien, “sólo nos referimos a las personas en cuanto personificación de categorías económicas, como representantes de determinados intereses y relaciones de clase. Quien como yo concibe el desarrollo de la formación económica de la sociedad como un proceso histórico-natural, no puede hacer al individuo responsable de la existencia de relaciones de que él es socialmente criatura, aunque subjetivamente se considere muy por encima de ellas” (Marx 2001:xv). CUADERNOS 21 solo le queda ser objeto de un manejo clientelar al carecer no solo de recursos económicos, sino fundamentalmente de recursos de poder (Golbert 2002, entre otros). Pero, (o, a la vez), y desde aquella organización, se señala repetidamente que: “No estoy dispuesto a caer en el clientelismo. Primero hay que movilizar a la gente y después se habla del tema de los planes. El plan es para movilizar y no puede ser un fin es sí mismo. Permiten el autofinanciamiento. Pero el fin es el trabajo y la producción” (presidente del MOCAFOR). Más allá de la manera en que esto le aparece idealmente a los diversos sujetos implicados, esto es, más allá del nivel deíctico o declarativo de la subjetividad (Piqueras 2003a), no debemos dejar de considerar que lo que se pone en juego, en un espacio político que desde la formación estatal busca reducirse cada vez más a una esfera de gestión o administración de “lo dado” (Piqueras, 2003b), es la propia personalidad política de los sujetos (junto con los recursos involucrados en los distintos programas y la consiguiente reproducción inmediata de la vida de la población). En otras palabras, siendo su participación actual en la producción social cada vez menos bajo la forma de la producción de mercancías o de un salario (ni qué decir ya sobre la base del recostarse en sus condiciones materiales de existencia originarias –caza, pesca y recolección de frutos silvestres y miel–), y cada vez más bajo la forma del ser destinatarios de medios de vida de manera directa (fundamentalmente, a través de la implementación de los programas sociales de asistencia al desempleo y a la pobreza), es la propia subjetividad política la que se constituye en mercancía. Al tiempo que el “venderse” o “comercializarse” por mercaderías o por un “sueldo” aparece como una práctica que, más allá de ser general, se encuentra acentuada entre una población, la indígena, que suele ser reconocida por todos como objeto privilegiado del “manoseo y manejo políticos”: “los aborígenes no saben nada; son como gallinas, con un poco de arroz enseguida vienen. ¿Qué necesitás? Pasaje …”, nos decía un poblador de la Colonia Aborigen de Misión Tacaaglé 10 dando cuenta de una fuerte cuestión estigmatizante . Se trata de un “privilegio” resultante de las formas económicas y políticas particulares, fuertemente revestidas de relaciones de dependencia (y, más aún, dominación) personal, en que se expresó el proceso histórico de expansión de las relaciones capitalistas de producción. En síntesis, bajo la apariencia de una relación de dependencia personal (como la clientelar), se pone en juego la voluntad política de individuos libres (en el doble sentido de no encontrarse sometidos al dominio personal de nadie y de encontrarse separados de los medios de producción necesarios para producir mercancías por su cuenta) e iguales (en el sentido de constituirse en personificaciones de mercancías que intercambian equivalentes), implicados en una relación de ciudadanía. A MODO DE CONCLUSIÓN Siendo nuestro propósito dar cuenta del movimiento de lo real mediante el pensamiento, tomamos como punto de partida la observación de un concreto inmediato: la instrumentación de los programas sociales de empleo y su relación con la configuración de sujetos políticos colectivos entre los tobas del este formoseño. En tanto este concreto adquiere su carácter de tal por ser la “síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso” (Marx 1971:21), procuramos entonces ir en busca de esas determinaciones más simples y preguntarnos, por un lado, por la necesidad de las formas políticas (en este caso, las llamadas clientelares), y por otro, por la potencialidad de una forma de conocimiento que subyace a la operación de encerrar múltiples determinaciones en un único concepto “paraguas”. día de la votación, a la “compra” de sus votos con la entrega de mercaderías (fideos, arroz, azúcar, yerba, etc.), dinero y promesas o bien la amenaza directa de cortarles la energía eléctrica y el suministro de agua para el consumo familiar, y a su traslado a los centros de votación. Sin embargo, el manejo de los hilos de la política local no se restringe a los momentos electorales. El “Chilu” es definido como un “miniempresario” de la zona por los pobladores aborígenes: alquila tierras de su colonia, los emplea como carpidores y cosecheros, acopia su producción predial de algodón, y es dueño de la maquinaria que realiza la preparación del suelo de sus parcelas (esto último, por un arreglo con el ICA, que se encarga de proveer las semillas de algodón, maíz y zapallo, los insecticidas y el combustible para el funcionamiento de la maquinaria). De ahí que el “Chilu” recorra diariamente los cuatro kilómetros que separan al pueblo de la Colonia Aborigen de Tacaaglé, cuya población representa el 26,5% del total de la población del municipio de Misión Tacaaglé (superando ampliamente a las restantes colonias rurales sobre las que tiene jurisdicción el municipio). Esto nos habla del papel jugado por la población indígena en la política local; explicándolo en parte. 9 10 El “manoseo y manejo políticos” de los tobas de Misión Tacaaglé ganó notoriedad pública en ocasión de las elecciones legislativas de octubre de 2005. En estas elecciones, el justicialismo (a través de los distintos sublemas) se alzó con el 92% de los votos en Tacaaglé, quedándose con las dos bancas a ser renovadas en el Concejo Deliberante (La Mañana, 27 de octubre de 2005). Un informe periodístico de un medio nacional difundió imágenes en las que se mostraba a “punteros políticos”, entre ellos el “Chilu” (marido de la ex intendenta de la localidad que respondía a la línea oficialista del actual gobernador Gildo Insfrán), procediendo al secuestro de los documentos cívicos de pobladores aborígenes hasta el 98 APUNTES PARA PENSAR EL CLIENTELISMO ENTRE LOS TOBAS DEL ESTE FORMOSEÑO Nuestro desarrollo no contiene juicio moral alguno sobre las prácticas definidas como de clientelismo político (en tanto forma de organizar la reproducción social de la vida y forma de acción política). Lejos estamos entonces de demonizarlas y de verlas, por caso, como teniendo consecuencias negativas sobre la plena vigencia de los derechos ciudadanos, constituyéndose en un fenómeno que necesita ser erradicado o desmantelado para construir una ciudadanía más autónoma y activa (Golbert 2002; O’Donnell 2002; Tenti Fanfani 2002; Torres 2002; entre otros). Les reconocemos, en cambio, su implicación en la apertura de espacios de participación política y en la producción de sujetos políticos colectivos. Sin embargo, buscamos no caer en la operación extrema consistente en atribuirles una potencialidad política que no tienen (en relación con una acción transformadora de la realidad). En este sentido, las revisiones críticas que en la actualidad se despliegan sobre la noción de clientelismo insisten en la necesidad de considerar la posibilidad de la concurrencia de clientelismo y acción colectiva o protesta (esto es, de dispositivos de control del conflicto social –basados en vínculos verticalistas y personalistas– y de expresiones del descontento –fundadas en solidaridades horizontales–) (Escobar 1997; Farinetti 1998; Auyero 2002; entre otros). Pero, al momento de avanzar sobre las condiciones de dicha posibilidad, el análisis queda trunco. Y esto, ¿en qué sentido? Si el punto de partida es la relación política misma, más allá (y más acá) de las condiciones sociales y económicas generales, el clientelismo aparece teniéndose por fundamento a sí mismo, perdiendo así de vista el terreno en el que se despliegan esas relaciones, es decir, perdiendo su anclaje. Podríamos preguntarnos si la explicación de las formas políticas por las formas políticas mismas no deriva en una suerte de naturalización de esas relaciones en contraposición con las relaciones sociales y económicas. En contraposición a este ver al clientelismo en sí mismo y abstraído de la materialidad del proceso de producción de la vida social, es que sostenemos la necesidad de desplegar los mecanismos del dar y el recibir como la forma concreta necesaria con que se realizan las relaciones económicas. Y, en este sentido, no debemos perder de vista que las prácticas definidas como de clientelismo político son el producto de específicas e históricas relaciones de producción. Si, por último, el objeto de la producción de conocimiento es la acción (transformadora) sobre los concretos reales, debemos preguntarnos por el alcance de aquellas representaciones teóricas que resultan en la construcción de categorías y conceptos que tienen una existencia puramente ideal y son puestos en una relación externa entre sí. El objeto de nuestro desarrollo fue entonces desplegar, antes que afirmaciones acabadas, algunas líneas de análisis a seguir profundizando en futuros trabajos. BIBLIOGRAFÍA Auyero, Javier 2002 La protesta. Retratos de la beligerancia popular en la Argentina democrática, Buenos Aires, Libros del Rojas. 1998 Desde el punto de vista del cliente. Repensando el tropo del clientelismo político. Apuntes de Investigación CECYP, 2/3, Buenos Aires. De la Cruz, Luis María 2004 El Estado y la cuestión de la tierra tras la frontera agropecuaria de Formosa. ¿Geopolítica del desarrollo o del subdesarrollo? Belli, E., R. Slavutsky y H. H. 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PALABRAS CLAVE Registro arqueofaunístico - procesos de formación y transformación - agentes naturales ABSTRACT With regard to the bone remains, we can differentiate –within the fauna assemblage– those that became part of the archaeological record by non human agents. We also contribute to the identification of formation and transformation agents of the site through the analysis of bone modification and other types of changes in Tandilia site. KEY WORDS Archaeological-fauna record - formation and transformation processes - natural agents INTRODUCCIÓN En este artículo presentamos los avances y resultados, hasta ahora obtenidos, en relación con los procesos de formación y transformación naturales del sitio arqueológico Siempre Verde (en adelante SV) ubicado en el partido de Juárez, provincia de Buenos Aires; principalmente a través del análisis de los restos arqueofaunísticos recuperados. Este estudio se inserta dentro de un programa universitario (PROARHEP UNLu) y se vincula con varios proyectos de investigación dirigidos por Mariano Ramos. La investigación constituyó parte de una Beca de Investigación que abarcó el período 2004-2006 (categoría Iniciación) y estuvo radicada dentro del Departamento de Ciencias Sociales (UNLu). El objetivo general de nuestro estudio contempló estudiar los conjuntos arqueofaunísticos hallados en sitios de Buenos Aires, urbanos (ciudad de Buenos Aires) y rurales (sierras de Tandilia) durante los períodos Colonial y de Independencia Nacional. El análisis zooarqueológico se centró en la identificación taxonómica y anatómica, la determinación de las modalidades de explotación de las especies correspondientes y la comparación del aprovechamiento de los taxones iden* PROARHEP (Programa de Arqueología Histórica y Estudios Pluridisciplinarios). Departamento de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Luján. [email protected] 1 Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en el IV Congreso de Arqueología de la Región Pampeana Argentina (2004), Bahía Blanca. tificados en cada zona y entre ambas zonas –contextos rurales y urbanos– (Lanza 2004, 2005a y b, 2006 a, b y c). En este caso presentamos los resultados obtenidos en relación a dos objetivos particulares de nuestra investigación: a) Diferenciar dentro del conjunto arqueofaunístico aquellos restos óseos que eventualmente hubieran ingresado al registro arqueológico por causa de agentes no antrópicos. b) Contribuir a identificar agentes de formación y transformación de los sitios a través del análisis de marcas y otros tipos de modificaciones (acción de raíces, animales cavadores, meteorización, etc.) no antrópicas en los restos óseos hallados en los sitios en estudio. En relación a estos objetivos particulares nuestras hipótesis de partida consideraban: a) La ausencia o la presencia de ciertas partes esqueletarias y de algunos taxones en el registro arqueofaunístico podría deberse a la acción de agentes y procesos taxonómicos; b) En zonas rurales de las sierras de Tandilia existirían algunas áreas con acumulaciones de determinados restos óseos –por ejemplo, mamíferos dentro de los que se incluyen cánidos– que serían producto de comportamientos de predadores. La identificación de procesos de formación y transformación naturales se efectuará a partir del registro y análisis de marcas en los restos óseos, la aplicación de la técnica de ensamblaje y la consulta de las libretas de campo (protocolos) a partir de cuyos datos, construimos nuestras propias bases. 101 CUADERNOS 21 MARCO TEÓRICO Y METODOLÓGICO Consideramos a nuestra investigación dentro del ámbito de lo que de manera amplia reconocemos como arqueología histórica (ver síntesis en Ramos 2000, 2002). Este ámbito lo consideramos dentro de la clasificación que Orser y Fagan (1995) hicieran acerca de las modalidades con las que se abordan los estudios vinculados a la temática, es decir, como un método de investigación (Orser y Fagan 1995). Entonces, por arqueología histórica entendemos: “... al ámbito de las ciencias que aborda problemas del pasado humano ubicados en tiempos históricos y que puede utilizar para su resolución, como mínimo, información proveniente del registro arqueológico y de documentos escritos. Los datos que provienen, principalmente aunque no de manera excluyente, de la composición del registro arqueológico y de las fuentes históricas directas e indirectas, pueden resultar convergentes y orientarse a responder una misma pregunta.” (Ramos 2002: 645). Metodología En nuestro estudio zooarqueológico nos basamos en los conceptos y criterios comúnmente utilizados en la arqueología para los análisis de fauna de sitios prehistóricos (Grayson 1984; Binford 1981; Davis 1989; Mengoni Goñalons 1988a; Lyman 1994) e históricos (Landon 1996, Silveira 1995, 1996). Es imprescindible en todo estudio zooarqueológico identificar aquellos agentes no humanos que contribuyeron a la acumulación, alteración o distribución del registro arqueofaunístico. También los procesos postdepositacionales que puedan haber actuado alterando, agregando, borrando, alterando (física y químicamente) y modificando la ubicación espacial de los vestigios arqueológicos –procesos naturales– (Nash y Petraglia 1987, Schiffer 1976, 1987). La acción de agentes y procesos tafonómicos que actúan sobre el registro arqueofaunístico pueden modificarlo, alterarlo, destruirlo de diferentes maneras e intensidades (Muñoz 2001). Por lo tanto, como parte del análisis del conjunto arqueofaunístico del sitio Siempre Verde se identificaron marcas y se aplicó la técnica de ensamblaje. Esta información se cruzó con los datos de las libretas de campo y con otros obtenidos del estado de preservación de los huesos (grados de meteorización, integridad de los restos óseos, etc.), lo cual nos permitió detectar procesos postdepositacionales e identificar agentes o procesos tafonómicos. Marcas En nuestro análisis distinguimos entre huellas y marcas. Las huellas son rasgos producidos en los huesos por la actividad humana; mientras que las marcas son aquellos rastros o rasgos que son producto de agentes no antrópicos (Silveira y Fernández 1988; Silveira y Lanza 1989, 1999). Obviamente, aquí solo presentaremos el análisis referido a la presencia de las marcas. La identificación de marcas en el conjunto arqueofaunístico analizado se hizo a partir de un acercamiento macroscópico. Este tipo de estudio no solo nos permitió confirmar la presencia de marcas en la superficie de los restos óseos; también nos permitió realizar una primera aproximación a la identificación de los agentes productores (Mengoni Goñalons 1988b). Sin embargo, tenemos previsto para futuros trabajos un análisis de las marcas identificadas macroscópicamente a partir de un acercamiento microscópico y aplicación de la técnica del microanálisis con bajos aumentos. Existe abundante bibliografía sobre identificación, análisis, experimentación e interpretación de marcas, y también de huellas, en restos arqueofaunísticos; pero principalmente de sitios prehistóricos (Binford 1981, Bunn 1981, Potts y Shipman 1981, Shipman 1984, Casals 1986, Silveira y Fernández 1988, Mengoni Goñalons 1988b, Politis y Madrid 1988, Mameli y Estévez Escalera 2004, Quintana 2005); mientras que en sitios de momentos históricos o de la denominada arqueología histórica son casi inexistentes (Acosta y Rodríguez 1998); si hay algunos pocos trabajos referidos únicamente a estudios de huellas (Landon 1996, Seijas y Cereda 1999). Hemos seguido la vía analítica propuesta por varios de los autores mencionados. Es necesario tener en cuenta una serie de rasgos. Los más frecuentemente observados en las marcas sobre los huesos son: las características formales macro y microscópicas de las marcas (en nuestro análisis sólo tuvimos en cuenta las primeras); la posición sobre el hueso; su frecuencia; su distribución y orientación; y los atributos asociados (Mengoni Goñalons 1988b: 18). En la identificación de presencia de marcas en los huesos seguimos el siguiente procedimiento: aquellos huesos en los que durante la identificación anatómica y taxonómica, se detectó presencia de marcas, fueron separados para un análisis posterior, detallado, de cada una de las marcas. Para el análisis de las marcas hemos tenido en cuenta criterios de tipo interpretativos y descriptivos. Como mencionamos anteriormente existe abundante bibliografía y discusiones que nos permiten inferir a priori según su descripción, morfología y características macroscópicas, el agente productor de las marcas. En aquellos casos dudosos se realizó su descripción sin determinar el agente productor. En el análisis de las marcas hemos considerado la cantidad de conjuntos, las características macroscópicas (tipo y descripción), posición en el hueso, orientación en relación al eje mayor del hueso, profundidad, longi102 ARQUEOFAUNA DE SIEMPRE VERDE tud (en mm), frecuencia relativa y absoluta, distribución en la superficie ósea y atributos asociados. Todos estos datos más la consulta de la bibliografía especializada nos ha permitido inferir el tipo de marca y el posible agente productor. A partir de la bibliografía consultada (Binford 1981, Casals 1986, Miotti 1998, Chaix y Méniel 2005) podemos agrupar los tipos de marcas más comúnmente halladas en huesos de sitios arqueológicos en: 1) Marcas producidas por la acción de animales (carnívoros, roedores, lagomorfos, herbívoros). 2) Marcas producidas por la acción de agentes físicos y químicos (ácidos estomacales, ácidos húmicos, raíces, sedimento, sales minerales, etc.). 3) Marcas producidas por la acción de otros tipos de fenómenos (pisoteo, presión de los sedimentos, etc.). Ensamblaje óseo En nuestro estudio aplicamos la técnica de ensamblaje siguiendo los criterios propuestos por Ramos (1993), que consiste en establecer dentro de un conjunto arqueofaunístico, posibles reparaciones, remontajes y rearticulaciones entre los restos óseos. El uso de esta técnica se aplica en la arqueología hace varias décadas principalmente en restos líticos (Cahen 1980, 1987, Cahen et al. 1980, Hofman 1981, Villa 1982, Cziesla et al. 1990, Ramos y Merenzon 2004, entre otros); también para restos óseos (David 1972, Bunn et al. 1980, Isaac 1984, Villa et al. 1985, 2 Enloe y David 1989, 1992; Enloe 1995 entre otros) . En nuestro estudio hemos aplicado las de técnicas de reparación y rearticulación. La reparación es la recolocación de las partes de un hueso que se fracturó por causas que podrían ser accidentales o tafonómicas; también por su procesamiento. La rearticulación sería la reconstrucción o reconstitución esqueletaria de los elementos óseos que originalmente se conectaban por medio de las zonas articulares y por lo tanto rearman el esqueleto del animal en forma total o parcial (Ramos 1993). En el caso de la reparación, los resultados de su aplicación nos permitieron la reconstitución de la totalidad o parte de la unidad ósea a través de algunos fragmentos que fueron separados principalmente por fracturas, en 1 2 No es objetivo de este trabajo extenderse en la historia del ensamblaje, ni discutir los motivos de su aplicación en los diferentes estudios arqueológicos nacionales e internacionales. La bibliografía que refiere a la aplicación de esta técnica, principalmente en sitios prehistóricos es abundante en referencia al ensamblaje lítico y en menor medida al material óseo. En este último caso se puede consultar una publicación de Hofman y Enloe (1992) que reúne trabajos sobre la aplicación de esta técnica en restos óseos. algunos casos por acción de agentes post-depositacionales como veremos más adelante en este trabajo. La rearticulación nos permitió controlar los desplazamientos verticales u horizontales de los restos óseos; es decir, permite constituir relaciones espaciales entre distintas unidades halladas en localizaciones distantes, nos referimos principalmente a diferentes niveles estratigráficos y sectores dentro de las unidades de excavación –cuadrículas–; y como veremos, muchas de estas ubicaciones son producto de agentes postdepositacionales o tafonómicos. Libretas de campo (protocolos) La consulta de las libretas de campo nos ha permitido acceder a todos aquellos datos y observaciones registrados durante la excavación del sitio que hagan referencia a procesos de formación o transformación, tafonómicos y agentes perturbadores del registro arqueológico en general y el faunístico en particular. Por ejemplo: presencia de raíces, cuevas de roedores, posición y asociación en la que aparecen los restos óseos y otros vestigios del registro arqueológico, características del sedimento (tipo, dureza, color, etc.), así como cualquier otra información relevante para los objetivos planteados. EL SITIO ARQUEOLÓGICO El sitio Siempre Verde está ubicado dentro de la estancia La Siempre Verde, en el partido de Juárez, cerca de la localidad de Barker, provincia de Buenos Aires, al pie de la ladera noroeste del cerro Los Angelitos, en una pendiente variable que no supera los siete grados en sentido sur-norte (Ramos 1997). Es una estructura de piedra de grandes dimensiones, de planta compuesta cuadrada –rectangular– absidal, es decir formada por dos subestructuras intercomunicadas con un eje longitudinal orientado de este a oeste. La Subestructura 1 de planta cuadrangular, tiene treinta y ocho metros de lado aproximadamente y se ubica del lado oeste. La Subestructura 2 adosada a la anterior es de planta rectangular con la pared del lado este en forma de ábside y las otras paredes unidas formando ángulos rectos, mide aproximadamente sesenta y tres metros de largo por cuarenta y nueve metros de ancho (Ramos 1996, 1999). Las tareas arqueológicas de campo realizadas en el sitio incluyeron relevamientos, sondeos y excavaciones microestratigráficas por niveles naturales (desde 1997 hasta 2004). Se excavaron cinco cuadrículas (I, XIII, XL, MM y MMI) distribuidas en los ángulos internos de la estructura, paralelos o en contacto con las paredes, tanto en la parte interior y exterior de las estructuras y externa a la estructura sin contacto con ella. Las superficies de excavación alcanzaron aproximadamente los cincuenta y dos metros cuadrados. 103 CUADERNOS 21 En general los hallazgos hallados en estas cuadrículas han sido principalmente restos de fauna, lítico, vidrio; en menor proporción cerámica, gres, loza y metal. Además se han hallado dos estructuras de combustión con restos óseos termoalterados. La cronología del sitio ha sido realizada por fechados radiocarbónicos y a través de algunos objetos hallados en el registro arqueológico. Los fechados radiocarbónicos (Laboratorio INGEIS – Conicet): uno sobre colágeno de huesos de Ovis aries el que brindó 175 ± 65 años AP; otro sobre una muestra de carbón vegetal del fogón de la cuadrícula XL que dio una cifra de 310 ± 60 años AP y otro fechado en discusión (Cordero y Ramos 2003). Entre los objetos recuperados hay fragmentos de botellas de ginebra de la marca Hoytema & Co. (cuyo modelo de pico se fabrica poco antes de 1842) y de vino del siglo XIX. También se halló en el sitio un revólver de fabricación francesa del tipo Lafucheaux; su ingreso al país está estimado en 1860 (Ramos 1999). Características principales del registro arqueológico A continuación presentamos una síntesis del registro arqueológico de acuerdo con las unidades de excavación planteadas en el sitio: Cuadrícula XIII: ubicada en la parte interior de la subestructura 1 desde el ángulo noroeste y paralela a la pared norte, de un metro de ancho por dos metros de largo, con una superficie de excavación de dos metros cuadrados. Su registro arqueológico estaba compuesto principalmente por una dispersión semicircular de guijarros que contenía restos faunísticos, también presentaba en el sedimento manchas de carbón disperso. Probablemente se trataría de una estructura de combustión pero que fue alterada por agentes post-depositacionales. Los hallazgos fueron restos de fauna, lítico, vidrio, cerámica y metal (restos de alambrado). Cuadrícula XL: localizada en la subestructura 2 en el ángulo interno noroeste, (tres sectores de un metro por un metro) superficie excavada tres metros cuadrados. El registro arqueológico consistía en una estructura de combustión importante sobre cuyos carbones se obtuvo uno de los fechados. Entre los hallazgos tenemos restos de fauna (muchos termoalterados), lítico, vidrio, gres, cerámica, loza y metal (alambre). Cuadrícula MM: se planteó paralela a la pared norte de la subestructura 2, en la parte externa (cerca del desagüe). Inicialmente fue parte de una trinchera estratigráfica (sectores 8 y 5) en la parte interna como externa de la subestructura 2. Esta cuadrícula alcanzó una superficie de excavación de trece metros cuadrados. Su registro arqueológico estaba compuesto por una estructura de combustión con abundantes huesos termoalterados. Los hallazgos incluían fauna, lítico, vidrio y metal (alambre). Cuadrícula MMI: se planteó en el bosque, a unos 40 m al este de la subestructura 2, es decir externa y sin contacto con la estructura. La superficie de excavación alcanzó los 9 m2. Los hallazgos se componen de restos líticos y de fauna únicamente dentro de una estructura constituida por grandes bloques de piedra. Todas las cuadrículas están divididas en sectores de un metro cuadrado. En síntesis, los conjuntos arqueofaunísticos del registro arqueológico del sitio Siempre Verde se han hallado in situ en concentraciones, articulados, dispersos y formando parte de estructuras de combustión. Tanto dentro como fuera de la estructura, en contacto con ella o en las zonas aledañas. Para mayores detalles sobre el sitio se pueden consultar los trabajos de Ramos (1995, 1997, 1999, 2001 y 2004). LOS RESTOS ARQUEOFAUNÍSTICOS En trabajos anteriores hemos presentado los análisis y resultados en detalle del estudio zooarqueológico de este sitio (Lanza 2004, 2005 a, 2006 a, b y c); a continuación desarrollaremos una breve síntesis general al respecto para después centrarnos en aquellos aspectos del análisis de los restos faunísticos en relación con la identificación de procesos de formación y transformación (actividad de agentes postdepositacionales naturales y tafonómicos). En SV se examinaron un total de diecisiete mil ochocientos noventa y seis restos óseos (enteros, fragmentados, fragmentos y astillas) correspondientes a las cuadrículas XIII, XL, MM y MMI (Lanza 2005a, 2006 a, b, c). De este conjunto arqueofaunístico se han podido reconocer a diferentes niveles taxonómicos, un total de dos mil novecientos setenta y siete especímenes óseos (17%), mientras que los restantes catorce mil novecientos diecinueve (83%), debido a su tamaño (menor que cinco centímetros) y por no presentar zonas diagnósticas, no han podido ser reconocidos ni anatómica ni taxonómicamente, quedando como fragmentos indeterminados o no reconocidos (figura 1). Los resultados de la identificación taxonómica se detallan en la tabla 1.Dentro del grupo de los Mammalia indeterminados hemos diferenciado de acuerdo con el tamaño en mamíferos grande (porte de caballo o vacuno), mediano (porte de ovino o perro), chico (porte de peludo o roedor pequeño) e indefinido (cuando no se puede diferenciar entre un mamífero grande y uno mediano). Los mamíferos grandes son los más representados en general en todo el sitio (631 = 42%) y en cada una de las cuadrículas; le siguen en segundo término los mamíferos medianos (487 = 32%) y en los casos de mamíferos chicos e indefinidos la frecuencia de presencia es menor en general en todo el sitio (entre 8% y 18%) como en cada una de las cuadrículas (un promedio entre los quince y cincuenta restos aproximadamente). Una sola excepción son los mamífe104 ARQUEOFAUNA DE SIEMPRE VERDE Figura 1 - Mapa de la provincia de Buenos Aires donde se indica la zona de las Sierras de Tandilia (debajo ampliada) y la localización del sitio Siempre Verde. Fotografía aérea donde se observa la estructura de piedra (1 y 2 las subestructuras); en números romanos se indica la ubicación de las cuadrículas de excavación estratigráfica Figura 2 - Cuadro de barras donde se puede observar la cantidad de restos óseos identificados y no identificados taxonómicamente por cuadrícula 105 CUADERNOS 21 ros pequeños en la cuadrícula MM que suman un total de ciento sesenta y tres restos óseos. En las cuadrículas XL, MM y MMI se han recuperado una gran cantidad de fragmentos indeterminados, los cuales representan más del 50% de los restos hallados. En cuadrícula XL alcanzan el 93% mientras que en la MM el 46% y en la MMI el 74%. En las cuadrículas XL y MM la mayor parte de estos restos óseos formaban parte de estructuras de combustión e incluso es muy probable que hayan sido utilizados como combustible. Los restos óseos que se encontraron en los fogones presentaban diferentes grados de termoalteración (quemados y calcinados). Entre los fragmentos indeterminados de la cuadrícula XL el 85% (cinco mil seiscientos ochenta y nueve) están termoalterados (quemados y calcinados), en la cuadrícula MM el 40% (cuatrocientos noventa y dos) de los fragmentos indeterminados están termoalterados (quemados y calcinados). En cambio en la cuadrícula MMI, el 74% de fragmentos indeterminados se debería al hecho de que hayan formado parte de estructuras de combustión. Los restos óseos recuperados en esta cuadrícula presentan un alto grado de meteorización, como consecuencia del cual muchos huesos se fragmentaron y desintegraron; por lo tanto se encontraron gran cantidad de fragmentos y astillas indeterminadas. Esto último se debería a su tamaño y la no presencia de zonas diagnósticas. En algunos casos se han podido realizar ensamblajes (reparaciones) en gabinete y durante la excavación. En el campo se levantaron varios fragmentos que pertenecían a un único elemento óseo, pero en el laboratorio por su avanzado estado de meteorización (estadios entre 4 y 5 sensu Beherensmeyer 1978), no se pudieron reparar los distintos elementos óseos; en estos casos fueron definidos como “parte de un mismo hueso” y se los incluyó en el grupo de los fragmentos identificados. En rasgos generales, el estado de preservación de los restos óseos identificados taxonómicamente de las cuadrículas XIII, XL y MM es bueno (83%), teniendo un bajo porcentaje de huesos meteorizados (10%) y con algún grado de termoalteración (7%). Del total, solo un 10% presenta manchas o adherencias de óxido de hierro (hay un único caso de mancha de cobre). En cambio los restos óseos hallados en la cuadrícula MMI, en general se encuentran en un mal estado de preservación; aproximadamente el 70% de los restos óseos presentan un estadio de meteorización entre 4 y 5 (sensu Beherensmeyer 1978); no se han observado manchas o adherencias de óxido u otros materiales y solo el 8% está termoalterado (quemado). Los taxones más representados son en primer término Bos taurus –vaca– y Ovis aries –oveja–; su presencia en el sitio se explicaría como producto del consumo alimenticio. Los restos de Sus scrofa –cerdo– como los de Chaetophractus villosus –peludo– podrían también haber sido consumidos. Los restos de Canis familiares –perro– probablemente hallan sido “mascotas” o perros cimarrones (Cabrera 1932). Los animales más representados del sitio están enteros (Bos taurus –vaca– y Ovis aries –oveja–). Tenemos prácticamente la totalidad de las partes esqueletarias; en ambos taxones (Bos taurus y Ovis aries) los más representados son el esqueleto apendicular (67% a 73%) y en menor frecuencia el axial (27% a 33%). De estos taxones, además de haber sido aprovechados para consumo alimenticio, sus huesos han sido usados como combustible para los fogones (Lanza 2005a, 2006 a, b, c). LOS PROCESOS DE FORMACIÓN Y TRANSFORMACIÓN NATURALES Los resultados obtenidos en la identificación de procesos de formación y transformación naturales a través del registro arqueofaunístico a partir de la identificación de marcas, aplicación de la técnica de ensamblaje óseo y la consulta de las libretas de campo serán presentados y desarrollados a continuación. Información de las libretas de campo La lectura de las libretas de campo nos permitió obtener la siguiente información: la matriz general del sitio presenta una superficie con cubierta vegetal (pasto corto, gramíneas), algunos cardos pequeños, árboles en bosque en sectores aledaños a la estructura (fueron plantados a principios del siglo XX), cuevas de roedores (cuises pampeanos) y la presencia de cuises pampeanos (Cavia aperea) viviendo en la zona y entre los bloques de la estructura. La matriz está compuesta por un sedimento negro de humus compacto, abundantes raíces (de la cubierta vegetal), lombrices, hormigueros y piedras de diferentes tamaños de la estructura, producto de derrumbes. En cada una de las cuadrículas hemos consignado los siguientes datos: Cuadrícula XIII: en la capa A1 abundantes raíces y lombrices, hallazgos concentrados en el sector 1. En la capa A4 los hallazgos siguen concentrados en el sector 1; se registró una mancha carbonosa (probablemente una estructura de combustión) y una dispersión anular de guijarros con restos óseos. Cuadrícula XL: en la superficie se detectaron dos entradas de cueva de roedor. En el resto de los niveles estratigráficos no se registraron perturbaciones durante las excavaciones. Los restos arqueológicos se presentaban en concentraciones. En esta cuadrícula se descubrió una estructura de combustión con abundantes restos óseos termoalterados. Cuadrícula MM: en la capa A1 el sedimento era humus negro, homogéneo y compacto presentando abundantes raíces, las cuales se fueron incrementando a lo largo de 106 ARQUEOFAUNA DE SIEMPRE VERDE Tabla 1 - Identificación taxonómica de los restos arqueofaunísticos con su correspondiente NISP (número de especímenes óseos) por cada una de las cuadrículas del sitio Siempre Verde Taxón Nombre común Cuadrículas XL MM 11 16 26 41 _ _ 37 222 1 15 XIII Equus caballus Bos taurus Lama guanicoe Ovis aries Sus scrofa Caballo Vaca Guanaco Oveja Cerdo 7 10 1 27 _ Canis familiaris Perro _ _ 119 MMI 88 264 _ 7 _ NISP Total 122 341 1 293 16 _ 119 Chaetophractus villosus Peludo _ 103 438 _ 541 Cavia aperea Cuis pampeano _ 1 _ _ 1 Galea sp. Caviidae Cricetidae Rodentia Ave Cuis Cuises Cuises Roedores Aves _ _ _ 1 1 3 11 2 _ _ 1 21 18 _ _ _ _ 1 1 1 4 33 27 Mammalia indeterminados 1 6 Mamíferos indeterminados Subtotal fragmentos identificados Subtotal fragmentos indeterminados Total 68 321 585 503 1.523 120 30 150 518 6.760 7.278 1.476 5733 7209 863 2.396 3.259 2.977 14.919 17.896 Tabla 2 - Tabla con la cantidad de elementos óseos que ensamblan en relación al total de restos óseos identificados taxonómicamente por cuadrícula. Cantidad de casos de ensamblajes óseos, tipos de ensamblaje y cantidad de elementos óseos por cuadrícula. Cuadrícula XIII XL MM MMI Total Total de restos faunísticos identificados 120 Cantidad total Porcentaje 2 1,6 518 22 4,2 1.476 108 7,3 863 2.977 477 609 57,4 100,0 Elementos ensamblados 107 Casos de ensamblaje Tipo de ensamblaje 1 8 1 34 5 12 2 62 Reparación Reparación Rearticulación Reparación Rearticulación Reparación Rearticulación Elementos ensamblados Cantidad Combinan 2 20 2 76 13 41 8 162 2 2 // 4 2 2 // 3 // 8 2 // 4 2/3/5/6/12 2 // 6 CUADERNOS 21 la extracción de esta capa y nivel de extracción. En las capas A2, A3 y A4 se registraron varias cuevas de roedores (figura 3 a); o lo que probablemente sería parte de una misma y única cueva. Una de estas perturba de manera importante la estructura de combustión hallada (A2 en el sector 14), literalmente la atraviesa en varias partes. En la capa A2 se observan concentraciones óseas; en A4 los restos arqueológicos en general están dispersos y se registraron dos concentraciones de restos óseos. En la capa A5 cambia el sedimento haciéndose más suelto en gránulos por la actividad de las lombrices. Continúa parte de la cueva. En la capa A7 se registró la entrada de una cueva cercana a la pared de la estructura. Cuadrícula MMI: compuesta por un sedimento de humus negro homogéneo y fácil de extraer; no se han detectado durante la excavación ningún tipo de perturbación. Las primeras unidades de extracción de la capa A presentaban raíces abundantes de la cubierta vegetal y algunas de los árboles (recordemos que esta cuadrícula se planteó en el bosque a cuarenta metros de la estructura). No hay registros en el protocolo de algún tipo de perturbación a excepción de un caño moderno de agua que atravesaba la cuadrícula por tres de sus nueve sectores (sin embargo, no está próximo a la concentración de huesos y lascas de granito, por lo que no la afectó). ENSAMBLAJES ÓSEOS La aplicación de la técnica de ensamblaje nos permitió establecer casos de reparaciones y rearticulaciones óseas. Los resultados obtenidos en relación a la cantidad de ensamblajes, tipos y cantidad de elementos óseos que ensamblaron en los conjuntos faunísticos analizados por cada cuadrícula se encuentran sintetizados en la tabla 2. En la cuadrícula XIII hemos registrado una única reparación; se trata de una escápula de Ovis aries en buen estado de preservación. Intervienen dos elementos óseos, ambos fragmentos se localizaban en la misma capa, unidad de extracción y sector. En la cuadrícula XL tenemos una rearticulación ósea (pieza dentaría en hemimandíbula de Ovis aries) y ocho reparaciones óseas. Estos últimos se dan en huesos de Equus caballus (tercera falange), Bos taurus (vértebra cervical y calcáneo) y en Mammalia indeterminada (costillas y vértebras). Tanto en las rearticulaciones como las reparaciones los huesos que remontan se localizaban en la misma capa, unidad de extracción y sector. En la cuadrícula MM se han registrado cuatro rearticulaciones y treinta y cuatro reparaciones. En esta cuadrícula y en la MMI (que describiremos más adelante) tenemos varios casos donde una unidad anatómica se encuentra fragmentada en varias partes, de las que algunas partes reparan y otras no; porque están en un mal estado de preservación. Pero todos los fragmentos pertenecen a la misma unidad anatómica fueron hallados in situ y levantados en un bloque; luego en laboratorio se intentó reparar la pieza, pero resultó imposible, aunque sabemos que forman un mismo hueso. En estos casos los consideramos que reparaban pero los denominados “mismo hueso” (cuadrícula MM cuatro casos). Las rearticulaciones se registraron entre cráneos y hemimandíbulas de Canis familiares; entre hemimandíbulas y piezas dentarias en Ovis aries y un coxis con vértebra en Chaetophractus villosus. Las reparaciones se han registrado en los siguientes taxones: Ovis aries (adulto y juvenil), Sus scrofa, Chaetophractus villosus, Canis familiaris, Rodentia y Mammalia indeterminada. Los casos de “mismo hueso” son un cúbito de Equus caballus, tibia y fémur de Bos taurus y una pieza dentaria de Ovis aries. Los elementos óseos que remontan en esta cuadrícula, en todos los taxones registrados, se ubicaban en la misma capa, unidad de extracción y sector. De Canis familiares tenemos según el MNI dos individuos, uno de ellos representado por un cráneo y las hemimandíbulas (rearticulan); fue localizado en el sector 14 durante la campaña 2004. El otro, hallado durante la campaña del 2001, es un individuo juvenil (según suturas del cráneo), y representado en un 95% por todos los elementos óseos del esqueleto. Hallado –en el sector 4– in situ articulando la cabeza, las primeras vértebras y los miembros delanteros (figura 3 b). El resto de los huesos del esqueleto estaban desarticulados; ubicándose en los sectores adyacentes y distribuidos por varias unidades de extracción de la capa A. Los elementos óseos de este cánido se distribuían de la siguiente manera: el 80% de los huesos del esqueleto axial se ubicaron en el sector 4; el restante 20%, en los sectores adyacentes (2 y 13); es decir solo ocupó tres sectores (tres metros cuadrados). El 70% se localizó en la capa A3 y el resto se distribuía entre varias unidades de extracción de la capa A (A1, A2, A4, A5, A6 y A8). El 90% del esqueleto apendicular se ubicaba entre los sectores 13 y 4, en la capa A4. El 10% restante se distribuía en varios sectores (1; 2; 5 y 7). Por lo tanto, hubo una leve dispersión horizontal y una mayor migración vertical. Estos mismos sectores estaban ocupados por la cueva de roedor detectada durante la excavación de la cuadrícula, según se desprende de la consulta de las libretas de campo (protocolos). También tenemos reparaciones, las cuales se efectuaron siempre entre dos especímenes óseos que al reparar conforman el elemento óseo completo (cuatro costillas enteras, una vértebra dorsal y una vértebra lumbar). La desarticulación de este cánido fue causada por la acción de roedores pequeños, tal como lo demuestra no solo la presencia de cuevas registradas en los protocolos 108 ARQUEOFAUNA DE SIEMPRE VERDE durante la excavación, sino las marcas identificadas – ver más adelante– en varios de los huesos de este individuo (Lanza 2006 a y c). En la cuadrícula MMI tenemos 2 rearticulaciones en Equus caballus (hemimandíbula y piezas dentarias) y en Bos taurus (radio con cúbito); 12 reparaciones en huesos de Bos taurus y Mammalia indeterminada (Mammalia grande). Los casos denominamos “mismo hueso” son 25, en donde intervienen un total de 426 elementos óseos. El 92% de estos restos presentan un alto grado de meteorización (estadio 4 y 5) provocando su deterioro y fragmentación. La mayoría fue registrado in situ durante la excavación y retirados en bloque, sabiendo que formaban parte de una unidad anatómica y de un taxón identificable a nivel específico. Se han registrado en los taxones Equus caballus, Bos taurus y Mammalia indeterminada (Mammalia grande y mediana). Al igual que en las cuadrículas anteriores los elementos óseos que remontan, en todos los taxones registrados, se ubicaban en la misma capa, unidad de extracción y sector. Al comparar los datos de la tabla 2, cantidad de elementos óseos que remontan (rearticulaciones, reparaciones y “mismo hueso”) y total de restos óseos identificados observamos que en las cuadrículas XIII, XL y MM los restos óseos remontados no superan el 10%, mientras que en la cuadrícula MMI alcanzan un 60%. Marcas En las cuadrículas analizadas (XIII, XL, MM y MMI) se han detectado huesos con marcas; principalmente de roedor, raíces, combinación de raíces/roedor, carnívoro indeterminado y marcas indeterminadas. En la tabla 3 sintetizamos los resultados obtenidos en la identificación de huesos con marcas; además se pueden observar la cantidad y el porcentaje de huesos con marcas en relación a la cantidad total de restos óseos identificados. Las marcas de roedores son dejadas por los dientes incisivos de estos animales al roer superficies duras para desgastar sus dientes, como pueden ser los huesos. Su morfología en general es de pequeños surcos cortos y anchos, de fondo plano o redondeado; se caracterizan por presentarse de a pares paralelos, aunque en algunos casos pueden estar superpuestas (Mengoni Goñalons 1999, Mameli y Estévez 2004, Chaix y Méniel 2005). Aunque varios autores consideran que las marcas dejadas por los roedores pueden presentarse con diferentes formas (Politis y Madrid 1988, Silveira y Fernández 1988). Las marcas de roedor son las que se presentan con mayor frecuencia (tabla 3) en casi todas las cuadrículas del sitio a excepción de la XL. La mayor cantidad de huesos con estas marcas se ubicaron en las cuadrículas MM y MMI. En la MM además de huesos con abundante cantidad de marcas de roedor también es la cuadrícula donde se han registrado varias cuevas de estos animales. Los elementos óseos que presentan este tipo de marcas son principalmente diáfisis de huesos largos indeterminados, costillas y húmero de Mammalia indeterminados (mamíferos grandes y medianos). También en huesos de aves (diáfisis de húmero y tibia –ver figura 4 a–) y en Bos taurus (radio). Es de destacar las marcas de roedor presente en metapodios y falanges del Canis familiaris de la cuadrícula MM (figura 4 c). Estos huesos son los que no estaban articulados, sino distribuidos por los sectores y unidades de extracción adyacentes. Las marcas se distribuyen en las porciones mesiales de los huesos y en los bordes son en general abundantes; en algunos casos suelen estar localizadas y cruzadas en un mismo sector del hueso, lo que hace que se pierda una considerable superficie del especímen y queden pequeños huecos u hoyuelos. Las marcas de raíces se ubicarían en un segundo lugar según su frecuencia; se caracterizan por presentar un patrón dendrítico irregular, distribuido por una amplia superficie del hueso en forma azarosa (Mameli y Estévez 2004). En algunos casos pueden llevar a la destrucción del hueso, provocan una alteración de la superficie que suele enmascarar la presencia de huellas de origen antrópico (Chaix y Méniel 2005). En la muestra analizada se han detectado marcas de este tipo en todas las cuadrículas (ver tabla 3). Los huesos con estas marcas se ubican en la superficie, primeras capas y unidades de extracción (A1, A2 y A3); son producto de la acción de las raíces de la cubierta vegetal (gramíneas). Se han registrado en una amplia variedad de elementos óseos como vértebras, isquion, costillas, metacarpo y huesos largos; principalmente de Mammalia indeterminados (mamíferos grandes y medianos –figura 4 b) y en menor porcentaje en Ovis aries, Bos taurus y Ave. Las marcas de carnívoros poseen rasgos claramente diagnósticos, aunque el daño que puede producir sobre los restos óseos es variado (Mengoni Goñalons 1999). Para su descripción comúnmente se utilizan las categorías definidas por Binford (1981): “scoring” surco producido por el arrastre de los dientes sobre el hueso compacto; “pitting” piqueteado u hoyuelos producto del masticado; “punctures” pozos o depresiones en forma de agujeros de contorno redondeado, producto de la acción de los dientes caninos; “furrowing” acanalado o ahuecado (Mengoni Goñalons 1999: 92). Tenemos cuatro huesos con marcas de carnívoros únicamente en las cuadrículas XL y 2 en la MM. Se ubican en elementos óseos como costillas, diáfisis, fragmentos de isquion y sacro; en ejemplares de Mammalia indeterminada –mamíferos grandes y medianos– (ver figura 4 d). El tipo de marcas identificadas a partir de su morfología 109 CUADERNOS 21 Figura 3 - Fotografías de la cuadrícula MM durante su excavación: a) cueva de roedor; b) restos óseos articulados in situ e un Canis familiares Tabla 3 - Tabla con la cantidad de huesos con marcas en relación al total de restos óseos identificados taxonómicamente por cuadrícula. Cantidad y tipos de marcas en cada una de las cuadrículas analizadas. Huesos con marcas Cuadrícula XIII XL MM MMI Total Marcas Total de restos Raíces/ faunísticos Cantidad Porcentaje Raíces Roedor Carnívoro Indet. roed identificados 120 518 1.476 863 2.977 3 7 24 11 45 2,50 1,40 2,00 1,20 7,10 1 2 6 _ 9 1 10 8 19 1 1 2 4 2 _ 6 1 1 5 2 9 Figura 4 - Huesos con diferentes tipos de marcas: a) de roedor en diáfisis de Ave; b) de raíces en parte mesial de costilla de Mammalia indeterminada (mamífero grande), c) de roedor en metapodio y falange de Canis familiares, d) de carnívoro en hueso largo de Mammalia indeterminada (mamífero grande) 110 ARQUEOFAUNA DE SIEMPRE VERDE (sensu Binford 1981) han sido marcas de piqueteado o pequeños hoyuelos (“pitting”) principalmente ubicados en la parte mesial de costillas y huesos largos; en segundo término tenemos algunos surcos (“scoring”) por ejemplo en fragmentos de isquión y sacro; por último, los pozos o depresiones en forma de agujeros de contorno redondeado (“punctures”) en costillas y diáfisis. Hasta ahora no hemos podido identificar el tipo/s de carnívoro/s que han producido estas marcas, pero en todos los casos las improntas dejadas son pequeñas y los huesos no presentan un daño muy importante. Con respecto a la presencia de carnívoros en la región, donde se ubica el sitio en estudio, hay información histórica de la presencia de perros cimarrones en la zona desde el período Colonial (Cabrera 1932, Montoya 1984); además en esta región están presentes otros carnívoros como zorros. El género Dusicyon habitó las grandes llanuras de Buenos Aires desde tiempos pampeanos (Kraglievich 1930 citado en Salemme 1987). Tenemos una baja frecuencia de marcas indeterminadas (tabla 3), las cuales están en proceso de identificación. Algunas presentan una morfología de forma circular o semicircular con estrías internas; pueden ubicarse en las superficies de los huesos en forma aisladas o en grupos (Acosta y Rodríguez 1998, Mameli y Estévez 2004, Bonomo y Massigoge 2004, Escosteguy y González 2006). Según la bibliografía consultada han sido definidas como hoyos de disolución química (Gutierrez et al. 1997). Sobre un total de dos mil novecientos setenta y siete restos óseos analizados e identificados taxonómicamente se registraron cuarenta y cinco huesos con alguna o varias de estas marcas; es decir menos de un 10% del total de la muestra analizada; lo que nos estaría indicando una baja frecuencia en relación al total de los restos arqueofaunísticos recuperados en el sitio. Si nos detenemos en cada una de las cuadrículas, en ninguna alcanza el 3%. Las marcas más comunes y con mayor frecuencia son en primer término, las de roedor y le siguen las de raíces (ver tabla 3). EVALUACIÓN GENERAL Y CONCLUSIONES A partir del registro de marcas en los restos óseos, la aplicación de la técnica de ensamblaje y la presencia durante las excavaciones de cuevas de roedores (consulta de las libretas de campo), hemos podido identificar agentes de formación y transformación naturales y alcanzado resultados relevantes en relación a los objetivos planteados sobre este tema. En el sitio Siempre Verde, pudimos diferenciar del conjunto arqueofaunístico los restos óseos de pequeños roedores (especies: Cavia aperea, Galea sp. Familias: Caviidaes y Cricetidaes) como intrusivo por razones taxonómicas; estos roedores viven actualmente en el área de la estructura (sobre todo Cavia aperea –cuis pampeano–). Una hemimandíbula recuperada en la cuadrícula XL en la estructura de combustión sin presentar ningún signo de termoalteración nos permitiría inferir que ingresó al registro por causas tafonómicas (muerte natural) y después de la ocupación del sitio. Entre los agentes y perturbaciones que hemos podido identificar tenemos en primer término la acción de roedores a través de la presencia de cuevas, marcas en los huesos e incluso su presencia actual en el área. La acción de estos roedores ha producido movimientos en los restos óseos de dos tipos: desplazamiento vertical y dispersión horizontal; además de desarticulaciones (el Canis familiaris de la cuadrícula MM). En otros trabajos realizados en la región pampeana se han registrado perturbaciones en el registro arqueológico por la acción de roedores; incluso, según el tipo de roedor, este puede esquivar o desplazar diferentes objetos según su tamaño, como por ejemplo huesos, tiestos cerámicos, etc. (Politis y Madrid 1988). En el registro arqueofaunístico de Siempre Verde se ha hallado peludo (Chaetophractus villosus), que también hacen cuevas y pueden perturbar; pero por la morfología y tamaño de las cuevas no son de este animal sino de roedores pequeños. Otro agente fue la acción de raíces (cubierta vegetal formada de gramíneas que se extiende por todo el sitio); esto se verifica en la presencia de las marcas (improntas) dejadas en los huesos; aunque estas no han provocado un alto grado de perturbación. Por ejemplo, no han producido desplazamientos importantes, y tampoco han llegado a destruir ni la superficie ni la estructura o integridad del hueso sobre todo en las cuadrículas XIII, XL y MM; en cambio si han perturbado el conjunto arqueofaunístico de la MMI. En rasgos generales, en todas las cuadrículas, las raíces profundizan más allá de las primeras unidades de extracción de la capa A. La acción de carnívoros ha sido identificada a partir de las marcas dejadas en los huesos, aunque no hemos podido determinar el tipo/s de carnívoro/s que provocó las marcas y de qué forma actuó en el registro arqueológico. En estado de preservación de los restos óseos en general es bueno y no han sufrido meteorización aquellos huesos de las cuadrículas XIII, XL y MM. Aunque no sucede lo mismo con el conjunto arqueofaunístico hallado en la cuadrícula MMI, que presenta un alto grado de meteorización. Los restos óseos exhiben un estadio de meteorización entre cuatro y cinco (sensu Beherensmeyer 1978) y las raíces han perturbado los restos, provocando en algunos casos grietas y hasta fracturas (Lanza 2006c). En relación a la perturbación por agentes como roedores, se registraron marcas de estos en pocos huesos, pero no se detectaron cuevas durante la excavación de la cuadrícula MMI. Finalmente, como hemos visto, los restos que han sido afectados en alguna forma a través de marcas, desplazamientos, desarticulaciones, etc. presentan una baja 111 CUADERNOS 21 frecuencia en relación al total de restos arqueofaunísticos recuperados e identificados en el sitio. El registro arqueofaunístico en particular no ha sufrido modificaciones importantes, lo que nos permitiría inferir que tampoco ha sido afectado el registro arqueológico en general. Podríamos considerar que la integridad (sensu Binford 1981) de los depósitos arqueológicos es alta en el sitio Siempre Verde de la zona de Tandilia. BIBLIOGRAFÍA Acosta, A. y M. Rodríguez 1998 Análisis arqueofaunístico de un basurero histórico del siglo XIX (Monte Grande, Pdo. de Esteban Echeverría, Provincia de Buenos Aires). Arqueología, Revista de la Sección Arqueología 8: 9-27, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Beherensmeyer, A. K. 1978 Taphonomic and Ecology Information from Bones. Weathering. Paleobiology, vol. 4, (2):150-162. Binford, L. R. 1981 Bones: Ancient Men and Moderns Miths. Nueva York, Academic Press. Bonomo, M. y A. Massigoge 2004 Análisis taxonómico del conjunto faunístico del sitio arqueológico Nutria Mansa 1 (partido de General Alvarado). 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PALABRAS CLAVE Arte rupestre - territorio - Cafayate - Salta ABSTRACT As a result of the research done in Cafayate (Salta), three sites with rock art and fifteen sites have been registered with estimated occupations on the Regional Development and Formative Period. The locations respond to a combination of categories, but the observed density on the west sector is significative. WORDS KEY Rock art - territory - Cafayate - Salta INTRODUCCIÓN El presente trabajo cuenta con los antecedentes de investigaciones arqueológicas efectuadas por la Universidad Nacional de Salta en el sur del Valle Calchaquí desde el año 1997 (Lo Celso y Ledesma 2004; 2005; Ledesma 2006). Los sitios arqueológicos (con o sin arte rupestre) y el registro mueble e inmueble muestran una gran heterogeneidad y pocas regularidades con microrregiones vecinas. Ello impidió inicialmente la ubicación cronológica relativa de los hallazgos. Por este motivo se planteó analizar los datos existentes desde una perspectiva intra e interegional. Las investigaciones específicas sobre el arte rupestre en sus manifestaciones de pintado y grabado han producido información de diferente carácter en las microrregiones vecinas al sur del Valle Calchaquí: Antofagasta de la Sierra, Valle del Cajón, San Carlos, Guachipas y Tolombón (Aschero 2000; de Hoyos 2003; Lanza et al.. 2003; Rolandi et al. 2002). La zona de investigación arqueológica ha sido denominada Microrregión Cafayate y está definida por la confluencia de los ríos Calchaquí y Santa María, posee diferentes paisajes, variación estacional y diversidad de sectores de aprovisionamiento de materias primas. La microrregión se caracteriza por la presencia de sitios arqueológicos con y sin arte rupestre. En este trabajo se presentan los resultados de las prospecciones que originalmente se habían planificado 1 para la detección de sitios arqueológicos formativos y posteriormente para la confección de una base de datos 2 de arte rupestre . Para poder analizar los sitios y su emplazamiento en el territorio se ha confeccionado una base de datos con los sitios arqueológicos de la microrregión. Se han conjugado los datos de hábitat y la proximidad con recursos locales. METODOLOGÍA El registro y la interpretación del arte rupestre en Cafayate contaron con una serie de dificultades como la ubicación cronológica, el carácter descriptivo de las investigaciones sobre arte rupestre, la ausencia de dataciones radiocarbónicas en el sur del Valle Calchaquí y los procesos postdepositacionales antrópicos y naturales. Aquí se propone que los sitios (con y sin arte rupestre) deben ser pensados en una doble relación, entre ellos y con su espacio, no solo el natural sino el espacio utilizado antrópicamente en forma cotidiana, es decir con su territorio. Se trata del contexto del yacimiento y no solo la zona próxima. Para poder establecerlo es necesario ver las relaciones existentes con otros sitios, ya sean campos de cultivos, aldeas, enterratorios, bloques con grabados, 1 2 ∗ Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Salta, [email protected] 115 Proyectos 702; 1086 y 1449 del Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta bajo la dirección de M. Lo Celso (desde el año 1997 y continúa). Trabajo de Investigación Nº 1370 del Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta bajo la dirección de R. Ledesma (2005-2006). CUADERNOS 21 accesos y el fundamento de esas relaciones. Entonces es preciso analizar la movilidad y el asentamiento de las poblaciones en el Sur del Valle Calchaquí. Si la zona en cuestión actuó como nexo y camino obligado desde tiempos formativos, el control de la misma debe haber jugado un rol importante donde la delimitación era necesaria (Tarragó 1992). No es intención tomar el arte como marcador territorial o como señales distribuidas en el Valle Calchaquí, sino de investigar la presencia y la circulación de los grupos humanos por esta zona. Porque de ser así, la confluencia del Valle debería haber estado fuertemente delimitada por marcadores gráficos. 3 Se considera al arte rupestre como la evidencia de un espacio marcado mediante un código transmisor de mensajes, un sistema codificador que incluye los temas y la forma de expresarlos es mediante asociaciones reiterativas y ubicaciones normatizadas que tienen fines variados y que, para Bueno y Balbín, actúa como sistema de cohesión social (Bueno y Balbín 2003). Este sistema ha sido definido por estos investigadores como símbolos reconocibles para los que se mueven dentro del territorio, que permitirían el uso y tránsito de los distintos nichos ecológicos y como demarcador del terreno (Bueno Ramírez y Balbín Behrmann 2003). Pero el arte es una evidencia más de este espacio delimitado. Tanto el arte como los enterratorios, los campos de cultivo y la arquitectura se presentarían como referencias simbólicas internas y externas, como una codificación sociológica sobre los usos del territorio y también como marcadores étnicos (Bueno Ramírez y Balbín Behrmann 2003; Bradley 1997, Bradley 2005). Ello lleva a repensar sobre la supuesta funcionalidad de varios sitios en Cafayate y en la relativa proporción de sitios con arte y sin arte rupestre. Para justificar la presencia y la circulación de los grupos humanos en esta zona, es adecuado analizar las preferencias en la ubicación con la consecuente valoración de los indicadores naturales (sustratos geológicos, tipos de suelo), cercanía a fuentes de agua, a materias primas, caminos, accesos o zonas de paso, no solo de las áreas con arte rupestre, sino también de las áreas de habitación y funerarias (Bueno Ramírez 2000). De manera específica la investigación se orientó a vincular los sitios con arte rupestre con otras áreas de actividades y analizar el sistema codificador empleado como marcador gráfico. En el primer caso, se estimaron las preferencias en la ubicación y valoración de los distintos nichos y su relación espacial con distintas áreas (habitación, funerarias y con arte). Para ello se siguió con la metodología 3 Bueno Ramírez y Balbín Behrmann prefieren denominarlo grafías (Bueno Ramírez y Balbín Behrmann 2003). llevada a cabo por Bueno Ramírez, cuyos trabajos buscan integrar los megalitos con su territorio donde conjugó datos de hábitat, pintura, grabados y necrópolis neolíticas (Bueno Ramírez 2000, Bueno Ramírez et al 2005). Como tarea prioritaria se procedió al registro exhaustivo de los sitios de la microrregión por medio de prospecciones sistemáticas. En esa primera etapa se discriminaron los procesos que afectaban la detección superficial de los sitios arqueológicos que son una combinación de agentes naturales y culturales. En el primer caso se consideraron los aludes estivales que fueron definidos en las excavaciones realizadas en La Banda de Arriba 1 (Buliubasich et al. 1991; Lo Celso 2000) y los sedimentos de arena (dunas) depositados en las márgenes del río Santa María. Los agente faunísticos –destructivos en su esencia– han servido en algunos casos para la detección de material cerámico y lítico presente en las aberturas de las cuevas de roedores. Otro elemento que impidió la detección de sitios fue la disposición de los algarrobales y el monte xerófilo. En cambio, la presencia de churquis y retamas sirvió para conservar muros de piedra de la erosión hídrica. Entre los factores de alteración “antrópicos” se señalan la remoción del terreno para construcción de barrios sociales, barrios privados, caminos vecinales, acequias, tendidos de red eléctrica de baja y alta tensión, aeródromo, hospital y cultivos. El desmonte indiscriminado, los incendios forestales, el desvío de las cuencas naturales en la construcción de represas y acequias han provocado que los aludes dejen de ser un fenómeno para ser un proceso estival recurrente. Obviamente que los sedimentos producidos por los fenómenos mencionados hacen que los sitios sean paulatinamente destruidos y sepultados por acontecimientos “naturales”. Pero los saqueos se presentan como las acciones más destructivas. Todos estos factores han incidido fuertemente en el momento de prospectar sistemáticamente. Como la intención no es efectuar solamente un catálogo de los sitios, sino integrar los mismos con su territorio, se buscaron unidades que orienten a estimar las posibles motivaciones para circular y asentarse en el sur del valle Calchaquí. Estas unidades son los tipos de emplazamientos y los recursos locales. • Emplazamientos - quebradas - pie de sierra (entre 1700 msnm y 2000 msnm) - sierra (más de 2000 msnm) - fondo de valle (entre 1600 msnm y 1700 msnm) • Fuentes de agua - arroyo permanente - río permanente - río o arroyo estival - vertientes 116 INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE • Recursos botánicos - algarrobales - pastizales de fondo de valle (ríos permanentes) - pastizales permanentes de quebrada - arbustos y pastizales estacionales • Tipos de suelo 1- Complejo ígneo metamórfico de las sierras de Quilmes. Rocas desnudas, sin sedimentos. 2- Rocas cretácicas (conglomerados, areniscas y arcillas rojas de origen continental) de las Sierras de Santa Bárbara. Fácilmente erosionables. 3- Acumulaciones sedimentarias del cuaternario, (dunas en cuencas de los ríos Santa María y Calchaquí). 4- Regosol éutrico/fluviales éutricos. Conos aluviales. • Recursos minerales - arcillas - pigmentos minerales - cobre En el caso de los emplazamientos, se han incluido las alturas en metros sobre el nivel del mar debido a la fuerte variación topográfica del valle, y se han excluido las prospecciones en alturas superiores a los 2000 msnm. Ello redunda indefectiblemente en una vista parcial del registro, pero se mantiene en reserva para trabajos futuros. Las fuentes de agua están supeditadas a la variación estacional, de todas maneras, los únicos cursos con agua permanente son los ríos Calchaquí, Las Conchas, Colo4 rado y Yacochuya . Las quebradas laterales se presentan como desagües naturales de los deshielos de las altas cumbres y de las lluvias estivales. Los arroyos, como El Alisar, tienen flujos de agua por la proximidad de los mismos con vertientes. Los recursos botánicos de la microrregión se presentan asociados con los tipos de suelos y las fuentes de agua. Por ejemplo, los pastizales de fondo de valle están emplazados en acumulaciones sedimentarias del cuaternario 5 y en las orillas de los ríos permanentes . Los pastizales y arbustales de quebradas también se presentan como lugares aptos para cultivos. Los algarrobales son montes ubicados en las proximidades de los ríos con agua permanente (Cabrera 1976; Karlson 1988). Las fotografías aéreas (año 1965) y las imágenes satelitales (2004) muestran el retroceso de los montes de algarrobo frente a los campos de cultivo de vid. 4 5 Actualmente, los ríos Colorado y Yacochuya no presentan cursos permanentes porque se han construido tomas, represas y canales para riego. Las coordenadas geográficas de los sitios han sido omitidas y constan en los informes de investigación presentados a la Dirección de Patrimonio de la Provincia de Salta y al Museo de Antropología de Salta. La información geológica orientó la determinación de fuentes de materias primas minerales y tipos de suelos. Respecto a las primeras solo se han identificado depósitos de arcillas, estratos con pigmentos minerales y una mina de cobre ubicados al este del valle. Las rocas de yeso, cuarzo y mica se presentan en forma abundante y recurrente en las sierras y pie de sierra. Respecto a las fuentes de materias primas líticas empleadas en la confección de instrumental (obsidiana, cuarcita y basalto) están ubicadas fuera del Valle y se estima que provienen de la puna y por ello no se las ha incluido en la clasificación (Galván 1981; Nadir y Chafatinos 1990; Weigert 2004). LOS SITIOS ARQUEOLÓGICOS EN LA MICRORREGIÓN CAFAYATE Para ubicar cronológicamente cada uno de los sitios arqueológicos relevados en la prospección se emplearon esencialmente dos indicadores: a) patrón de asentamiento y b) tipología cerámica. A los fines operativos se incluye dentro del período Formativo al registro arquitectónico correspondiente al patrón de asentamiento “poblado disperso” y dentro del período de Desarrollos Regionales, al patrón de asentamiento “conglomerado con defensas, semiconglomerado y conglomerado” (Madrazzo y Otonello 1966). En la tipología cerámica se sigue la denominación de los estilos presantamarianos, santamarianos y los grupos de referencia para el período Formativo, elaborados para este sector del valle (Tarragó y Scattolín 1999; Subelza y Bravo 2004). Como resultado de las prospecciones efectuadas y la recopilación de los antecedentes se registraron un total de dieciocho sitios arqueológicos en la Microrregión Cafa6 yate (ver tabla 1). La Banda de Arriba En 1988, el Museo de Antropología de Salta realizó un rescate arqueológico en la zona denominada La Banda de Arriba en las afueras del pueblo de Cafayate. El sitio arqueológico fue definido como enterratorio múltiple con acompañamiento funerario (Buliubasich et al. 1991). Se trata de un enterratorio donde se han ubicado al menos catorce individuos, siete de ellos masculinos, tres femeninos y cuatro de los que no se pudo identificar el sexo. La edad estimada de los individuos es de cincuenta años (uno), cuarenta años (uno), edad avanzada (un anciano), entre veinticinco y treinta años (cuatro), veinte años (uno), dieciocho-diecinueve (uno), menor de quince años (uno) y cuatro sin posibilidad de estimación (Acreche y Albeza 1991). 6 117 La identificación macrobotánica fue realizada por el Dr. Novara (Fac. de Ciencias Naturales, UNSA) y la Srta. Luján Bravo (Fac. Humanidades, UNSA). CUADERNOS 21 El tipo de enterratorio es colectivo y primario. La única excepción es el hallazgo de la Cuadrícula A donde fue identificado un individuo masculino de veinte años. Por las características óseas Acreche y Albeza (1991) consideran que el joven poseía rasgos faciales particulares (latero desviación izquierda de pirámide nasal y ángulo fronto nasal disminuido). El acompañamiento funerario estaba compuesto por quince vasijas cerámicas pequeñas, un collar con cuentas de turquesa y un instrumento de bronce. El ajuar estaba contenido en un recipiente cerámico de cincuenta centímetros de altura (ver figura 1a). Retomadas las tareas en la zona en 1997 (Universidad Nacional de Salta), y con miras a completar la información en el mismo sitio del rescate, se realizaron prospecciones sistemáticas, excavación, estudios líticos y cerámicos (Lo Celso 2000, Ledesma, 1999a, 1999b, Ledesma y de Hoyos 2001). En superficie no se observaron indicadores arqueológicos, por ello se dividió la parcela en transectas y se excavaron dos de ellas. En la transecta A se rescataron fragmentos cerámicos dispersos de diversos tipos y no se evidenciaron pisos de ocupación. Por las características edafológicas y la disposición de los vestigios se pudo determinar que el material procedía del arrastre de zonas más altas. La transecta B, mostró en gran parte similares indicadores de alteración. En un solo sector se registró el hallazgo de material óseo fragmentado de camélido (llama). En este caso tampoco se pudieron estimar los pisos de ocupación (Lo Celso 2000). Los estilos cerámicos presentes se corresponden a Ciénaga, Candelaria y Aguada. Pero, dentro de esta definición, Subelza y Bravo (2004) observaron una gran variabilidad que las llevaron a conformar el grupo La Banda de Arriba. Este grupo de referencias lo elaboraron a partir del estudio de las piezas enteras de la Banda de Arriba 1, de los fragmentos cerámicos provenientes del rescate de 1988 y de los fragmentos cerámicos de la excavación en 1998 (Bravo et al. 2000). Ello se debería a una particularidad tecnológica en la zona, que ya había sido propuesta para esta zona del Valle Calchaquí por parte de Heredia (1974) y que definió como Cultura San Carlos. El grupo está definido según criterios morfológicos y decorativos: Morfología: recipientes subglobulares de base plana, bordes evertidos, cuerpos de perfil compuesto y asas en cinta (Subelza y Bravo 2004). Decoración: predominan el grabado y el bruñido por encima del inciso y el pulido; hay recurrencia en la técnica de pastillaje para representar figuras zoomorfas. Las vasijas pintadas son escasas y se han utilizado el negro y rojo sobre ante, rojo sobre ante y rojo sobre el color de fondo de pasta (Subelza y Bravo 2004). A raíz de las prospecciones efectuadas fueron definidos cuatro nuevos sitios arqueológicos próximos a la zona de rescate de la Banda de Arriba. Se estima que se trata de un patrón de asentamiento de poblado disperso, pero se recuerda que los procesos de alteración son elevados para obtener un registro completo (Ledesma 1999b). En la Banda de Arriba se han identificado cinco sectores con indicadores arqueológicos. La zona se encuentra actualmente parcelada en terrenos menores a una hectárea y con huertos, caminos, viviendas y acequias. Por ello el registro no se ha podido efectuar en todas las propiedades y algunos vecinos manifestaron haber efectuado hallazgos pero que no han conservado el material (Lo Celso y Ledesma 2005). La Banda de Arriba 2 (SSALCAF 2): Se registró material lítico y cerámico en superficie proveniente de alteraciones faunísticas. Los tiestos cerámicos son formativos y tienen similares características a las piezas enteras provenientes de la excavación del año 1988 en La Banda de Arriba 1 y de la colección Bravo relevadas por Carrara (Ledesma 1999b; Carrara 1961) La Banda de Arriba 3 (SSALCAF 3): Se registraron un bloque con morteros y escasos fragmentos cerámicos tempranos y tardíos (Ledesma 1999b). La Banda de Arriba 4 (SSALCAF 4): Se trata de un círculo de piedras, con suelo removido que indicaría saqueo. Material cerámico de tipo tosco fragmentado y lítico en superficie. Alto proceso de erosión (Ledesma 1999b) La Banda de Arriba 5 (SSALCAF 10). En 2001, el Centro Vecinal de la Banda de Arriba y la Municipalidad de Cafayate denunciaron el hallazgo de vasijas arqueológicas. Los restos de arquitectura son escasos en superficie y se trata de un patrón disperso con recintos irregulares, circulares y paredes de rocas planas. (Lo Celso y Ledesma 2005). El material arqueológico consta de: una vasija de setenta y seis centímetros de alto (manufactura de cocción oxidante), jarra incisa gris pulida, vasija pequeña zoomorfa (ave), puco gris/negro pulido, puco gris. En su interior se observó la presencia de tres cuentas de un collar (turquesa y malaquita), piezas dentales de un niño menor a tres años de edad. Tanto por su morfología y su decoración se adjudican las piezas al período formativo y al grupo La Banda de Arriba. (ver figura 1b). El Divisadero El Divisadero (SSALCAF 9) se encuentra a cuatro kilómetros al sudoeste del centro de la localidad de Cafayate, en el sur del valle Calchaquí – provincia de Salta– en la margen izquierda del Río Colorado (afluente del Santa María) y a unos 1700 msnm. Se ubica sobre un cuerpo ígneo (plutón) que está constituido por rocas graníticas precámbricas. Sobre las mismas están emplazados –y actúan como soporte– los aleros y cuevas con pinturas. 118 INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE Tabla 1 - Registro de sitios arqueológicos. Microrregión Cafayate (Salta) Sitio Período Tareas Vestigios en superficie Publicaciones e informes La Banda de Arriba 1 (SSALCAF 1) Formativo inferior Excavación Bloques con morteros Buliubasich et al. 1991; Ledesma 1999b; Lo Celso 2000; Lo Celso y Ledesma 2005 La Banda de Arriba 2 (SSALCAF 2) Formativo Inferior Registro Fragmentos cerámicos y líticos Ledesma 1999b; Lo Celso y Ledesma 2004, 2005. La Banda de Arriba 3 (SSALCAF 3) Formativo Registro Fragmentos cerámicos y líticos. Bloque con morteros Ledesma 1999b; Lo Celso y Ledesma 2004, 2005 Registro Fragmentos cerámicos y líticos Ledesma 1999b; Lo Celso y Ledesma 2004, 2005 La Banda de Arriba 4 (SSALCAF 4) ---- La Banda de Arriba 5 (SSALCAF 10) Formativo inferior Registro Fragmentos cerámicos y líticos. Restos de arquitectura Lo Celso y Ledesma 2004, 2005 Río Seco (SSALCAF 5) Formativo y D. regionales Registro Rec. Superf. Fragmentos cerámicos y líticos Ledesma 1999b; Lo Celso y Ledesma 2004, 2005 Molinos (SSALCAF 7) Formativo inferior Formativo y desarrollos regionales Fragmentos cerámicos y líticos. Bloques con morteros Fragmentos cerámicos y líticos. Restos de arquitectura. bloques con morteros Fragmentos cerámicos y líticos. Arquitectura. Bloques con morteros. Ledesma 1999b; Lo Celso y Ledesma 2004, 2005 San Luis (SSALCAF 8) Río Colorado (SSALCAF 6) Registro Registro Recolección superficial Ledesma 1999b; Lo Celso y Ledesma 2004, 2005 Ledesma 1999b Lo Celso y Ledesma 2004, 2005 Formativo Registro El Divisadero (SSALCAF 9) Formativo y desarrollos regionales Recolección superficial Excavación Relevamiento arte rupestre Fragmentos cerámicos y líticos. Arquitectura. Bloques con morteros. Arte rupestre Ambrosetti 1895; Toscano 1898; Quiroga 1931; Ledesma 1999a,1999b; Ledesma y De Hoyos 2001; Lo Celso y Ledesma 2004, 2005; Ledesma 2004, 2005 El Alisar (SSALCAF 11) Formativo y desarrollos regionales Registro. Rel. arte rupestre Fragmentos cerámicos y líticos. Arquitectura, arte rupestre Lo Celso y Ledesma 2004, 2005; Ledesma 2004 Río Negro (SSALCAF 14) ---------- Registro Tumbas saqueadas Tía Jacinta (SSALCAF 15) ----- Registro Fragmentos cerámicos y líticos Tres Cerritos (SSALCAF 16) ----- Chimpa Formativo Toroyaco Formativo Excavación Las Figuritas -----------Formativo y Desarrollos Regionales ------------ Yacochuya Registro Rel. arte rupestre Excavación Recolección superficial Excavación Arte rupestre Lo Celso 2005; De Hoyos 2005 Fragmentos cerámicos Restos de viviendas Heredia et al. 1974 Fragmentos cerámicos y restos de viviendas Heredia et al. 1974 Alero con pinturas rupestres Fragmentos cerámicos, viviendas, campos de cultivo, tumbas saqueadas 119 Schobinger 1985 Subelza 2003; Subelza y Bravo 2004 CUADERNOS 21 Las primeras referencias corresponden a las efectuadas por J. B. Ambrosetti (1895), P. Toscano (1898) y A. Quiroga (1931). Desde este último no se realizaron investigaciones hasta 1998. Estos autores solamente mencionaron a tres de los diez aleros y cuevas relevados hasta el momento. Los sectores con arte rupestre son los siguientes: Alero del Suri Gruta de los Guanacos, Cueva del Dolmen, Cueva de los Camélidos, Alero del Suri Estilizado, Alero con morteros, Alero de las Llamitas, Alero de las llamas miniaturas, Cueva de los dibujos negros y blancos, Cueva del Gato (Ledesma 2004 a; Ledesma 2004b). En la década de 1960, M. T. Carrara (1961) dibujó una serie de vasijas cerámicas de la Colección Bravo provenientes de El Divisadero que se corresponden a los grupos La Banda de Arriba (Subelza y Bravo 2004) y Guachipas Polícromo (Serrano 1958). El Divisadero posee tres sectores claramente delimitados topográficamente. En la parte llana (sector bajo) se ubican estructuras arquitectónicas correspondiente a Desarrollos Regionales (semiconglomerado) y cerámica de tipo santamariana. En el Sector medio, en la cuesta de ascenso, están presentes muros de piedra correspondientes a campos de cultivos, bloques con morteros y viviendas de planta irregular dispuestas entre ellas. Este tipo de patrón de poblado disperso, disminuye a medida que se sube por la ladera del Cerro San Isidro hasta llegar a los aleros con pinturas rupestres que constituye el sector alto con una diferencia en altura de doscientos cuarenta metros. El sitio es frecuentado por turistas y hasta el momento no se ha podido implementar el plan de protección y de gestión (Ledesma 2004a). Por cuestiones de accesibilidad, los turistas visitan los aleros ubicados al norte, mientras que las pinturas que están en el sur han permanecido con menores índices de alteración antrópica (Ledesma 2004b; Lo Celso y Ledesma 2005). De los diez aleros y cuevas con pinturas rupestres de El Divisadero, la Cueva de los Camélidos era la única que ofrecía suelo con potencia para poder ser excavada sistemáticamente. En la elección del sector a excavar se consideró especialmente la ubicación de las pinturas rupestres para tratar de obtener el máximo de indicadores del contexto de producción pictórica. En los primeros cincuenta centímetros de excavación se observaron episodios de sedimentación natural conformada por gravas y arenas, con una alternancia de un consolidado de coprolitos (nivel 35). Los hallazgos aislados de fragmentos cerámicos, sin ubicación en pisos antrópicos, dan cuenta de los desplazamientos de los vestigios. La ubicación fragmentaria y dispersa de los pisos de ocupación durante la excavación indica saqueos. A pesar de ello y con el control de los procesos de formación en cada una de las cuadrículas y microsectores se ubicaron tres ocupaciones: I: restos vegetales de paja en piso de ocupación, marlos de maíz, maní, arcilla sin cocción, fragmentos cerámicos sin decoración, desechos de talla de cuarzo, pasta de pintura y fragmentos óseos de roedores. II: piso conformado por coprolitos y camadas de paja (estipo), fragmentos cerámicos sin decoración, y desechos de talla. III: piso conformado por sedimento de arenas finas consolidado. En cuadrícula 8 IV d, el sedimento forma un bloque de arena y limo consolidados de veinticinco por veinticinco centímetros con un espesor de dos centímetros. Los vestigios arqueológicos son fragmentos cerámicos (uno de ellos de tipo santamariano), desechos de talla y pastas de pinturas. Los fragmentos cerámicos y desechos de talla en todos los pisos de ocupación no brindan los elementos suficientes para determinar contextos de producción y uso de las tecnologías cerámicas y líticas. Fuera de los contextos de ocupación se hallaron cuentas de collar (malacológico), una pieza dental humana, pastas de pinturas, marlos de maíz, maní y semillas carbonizadas. Los restos botánicos fuera de los pisos de ocupación son abundantes y están conformados por semillas de maíz, quinoa, zapallo, poroto 7 y cebil . Por la escasez de vestigios no se pueden inferir actividades residenciales concretas. Los vestigios arqueológicos que permitirían vincular las ocupaciones con el arte rupestre estaban dados por las pastas de pinturas minerales de la primera y última ocupación (Ledesma 2005). El Alisar El Alisar (SSALCAF 11) está conformado por andenes de cultivo, recintos habitacionales dispersos y un alero con pinturas denominado por los pobladores como “Los guanaquitos” o “Taco payana”. Desde el alero en que se encuentran las pinturas se puede observar el pueblo de Cafayate y el camino aguas arriba del río Alisar (Ledesma 2004b). Los recintos y campos de cultivo están en regular estado de conservación en una superficie aproximada de cinco hectáreas con un patrón de poblado disperso. Resulta difícil establecer los límites del sitio por el desplazamiento de rocas y suelos en las márgenes de los ríos Alisar, Colorado y su confluencia en el Lorohuasi. Las estructuras conservadas se encuentran a más de tres metros de altura del lecho del río. Entre los campos de cultivo prehispánicos se han identificado estructuras arquitectónicas en piedra y cuyas dimensiones no exceden los cuatro metros de ancho. En superficie, en las proximi7 120 Así lo indican los procesos postdepositacionales observados en la estratigrafía, los restos de acompañamiento funerario deteriorado y disperso, el relleno de grava en cubeta y los fragmentos óseos humanos. INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE Figura 1a - Acompañamiento funerario. La Banda de Arriba 1 y la Banda de Arriba 5 (vasijas a - j) 121 CUADERNOS 21 Figura 1a - Acompañamiento funerario. La Banda de Arriba 1 y la Banda de Arriba 5 (vasijas k - ñ) Tabla 2 - San Luis, bloques con morteros Cavidades Diámetro promedio Profundidad promedio Cavidades Diámetro promedio Profundidad promedio Los morteritos 1 8 0,21 0,14 San Luis 9 1 0,19 0,03 Los morteritos 2 1 0,17 0,03 San Luis 10 2 0,13 0,02 Los morteritos 3 1 0,17 0,03 San Luis 11 1 0,15 0,05 Los morteritos 4 4 0,18 0,10 San Luis 12 1 0,20 0,13 San Luis 1 4 0,18 0,16 San Luis 13 1 0,17 0,03 San Luis 2 1 0,90 0,32 San Luis 14 1 0,14 0,00 San Luis 3 3 0,18 0,05 San Luis 15 5 0,16 0,07 San Luis 4 1 0,17 0,03 San Luis 16 8 0,16 0,07 San Luis 5 1 0,17 0,03 San Luis 17 2 0,16 0,06 San Luis 6 1 0,17 0,03 San Luis 18 2 0,15 0,05 San Luis 7 2 0,17 0,04 San Luis 19 1 0,17 0,03 San Luis 8 2 0,17 0,06 San Luis 20 1 0,17 0,03 Bloque Nº Bloque Nº 122 INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE dades de las estructuras saqueadas, hay fragmentos cerámicos de tipo formativo y de desarrollos regionales. El panel con pinturas está parcialmente destruido, un fragmento del mismo fue extraído y permanece un sector con la escena que se describe. Se trata de ocho camélidos pintados en negro. Tres de ellos se encuentran esbozados con superposición de sus cabezas y vinculados a un cuarto a través de una línea (soga). Todos están orientados hacia el norte. El panel se extiende en cincuenta centímetros por veinticinco centímetros de altura. El mayor de los camélidos mide diecisiete centímetros y el menor, tres centímetros. La roca que conforma el alero mide 7,7 m por 4,4 m. No tiene suelo con potencia para poder efectuar excavaciones sistemáticas. No se encontraron ni vestigios líticos ni cerámicos en las adyacencias del alero. Tres Cerritos El sitio ha sido documentado recientemente por M. de Hoyos (2004) y por R. Ledesma (2006). No se han observado otros indicadores arqueológicos que una serie de bloques con grabados. Se han definido cuatro sectores: Norte, La Salamanca, Superior y Este. La visibilidad de los mismos es restringida. La orientación de los bloques es hacia el oeste, en dirección a las laderas de las Sierras del Cajón y no pueden ser observados desde los accesos naturales. Su baja visibilidad e inaccesibilidad han colaborado para que no se produzcan alteraciones antrópicas. San Luis El sitio San Luis está ubicado al oeste del pueblo de Cafayate y en la margen sur del río Chuscha. Del mismo no se tienen informaciones de campo previas a esta investigación (Ledesma 1999b). Los indicadores empleados para considerar su definición como sitio son principalmente los bloques de roca con cavidades circulares talladas, fragmentos de cerámica y restos de arquitectura en superficie. Este último indicador es parcial ya que las rocas que conformaban los muros fueron extraídas para construir recientemente canales de riego. En 2005 se efectuó un registro en campo de las escasas estructuras de superficie y de los bloques denominados tradicionalmente como morteros comunales. Los bloques se encuentran sin disposición u organización aparente entre restos de estructuras tanto formativas como tardías. Los fragmentos de vasijas hallados en superficie se corresponden principalmente a cerámicas utilitarias (sin decoración, tamaño grande y con inclusiones gruesas), a tipos formativos (grupo La Banda de Arriba) y tardíos (santamarianos). Además de los saqueos, se incrementó la alteración en el yacimiento debido a que el río Chuscha desborda las costas en época estival. Se registraron veinte bloques con “morteros” en San Luis. A ello se agregan otros cuatro que se pudieron registrar en el recorrido desde Cafayate hasta la propiedad en cuestión y se identificaron provisoriamente como Los Morteritos. Las profundidades de las cavidades son variables pero el diámetro de las mismas es bastante regular entre quince y dieciocho centímetros (ver tabla 2 y figura 2). DISCUSIÓN El empleo del arte rupestre como indicador arqueológico implicó superar la descripción estilística, que efectuada con exclusividad, no cubría las expectativas originales de aproximación a las ocupaciones en El Divisadero y la correlación con las pinturas rupestres. Además de los problemas conocidos para el estudio del arte rupestre se sumaron los procesos de formación de sitio con los deterioros (naturales y sobre todo antrópicos), las reocupaciones sucesivas y la falta de pisos con potencia en aleros y cuevas (Lo Celso y Ledesma 2005). En este sentido, en un primer análisis de la determinación de patrones de diseño –como uno de los indicadores arqueológicos– se definió una variedad de cánones, patrones y temas en el arte rupestre de la microrregión (Ledesma 2004b). Posteriormente, con la excavación efectuada en la Cueva de los Camélidos se definieron tres ocupaciones y algunos elementos del contexto de producción pictórica. Las asociaciones están dadas por a) el empleo de materias primas de origen local (yeso y cuarzo) y su registro en excavación, en muestra de pintura de pared y en fuentes de minerales; b) manufactura de la mezcla pigmentaria compuesta por yeso hemihidratado (basanita) como pigmento y cuarzo como aditivo; c) Selección de un soporte con visibilidad y accesos restringidos, y utilización de un campo visual y manual determinados; d) tratamiento de la superficie en la ejecución de los diseños con trazos lineales y planos. Además, se estima que las pinturas rupestres formaron parte del contexto de uso de la cueva en las sucesivas ocupaciones (II y III), y que la primera ocupación estuvo asociada al contexto de producción del arte parietal (vinculación mineralógica por difracción de rayos x entre muestra de pared, fuente de materia prima y pasta de pintura en la ocupación I). Lamentablemente los vestigios botánicos son insuficientes para dataciones de Carbono 14 y están perfectamente vinculados en las ocupaciones (Ledesma 2005). En la excavación en la Cueva de los Camélidos se buscó la relación existente entre el contexto de producción pictórica con el contexto de uso de la cueva. En la misma se determinó que el rasgo funerario había sido extraído con anterioridad y no se observaron indicadores de actividades domésticas. Aunque cada sitio es particular en su conformación, no deja de ser un elemento discutible que no se hayan registrado elementos de las actividades cotidianas en la Cueva de 123 CUADERNOS 21 los Camélidos. Pero es preciso tener presente que El Divisadero está conformado por cuevas y aleros con arte rupestre, campos de cultivo, rocas con morteros, recintos habitacionales y enterratorios. Entonces, no se pueden separar las actividades rituales de las cotidianas con la mirada puesta exclusivamente en el arte rupestre. Es necesario considerar el sitio en su conjunto, un lugar donde la población circuló diariamente, donde no se puede dividir en categorías el conjunto de las actividades y manifestaciones humanas. A través de los patrones de diseño y los temas se puede vincular la Cueva de los Camélidos con el Alero de las Llamitas, dispuestas en la ladera del cerro a similar cota de altura, uno en zona norte y otro en zona sur (Ledesma 2004b). Caso similar se presenta con el Alero del Suri y del Suri Estilizado a menor cota y en diferentes zonas (ver figuras 3 y 4). De acuerdo con la correlación de patrones y temas ejecutados se plantean tentativamente cuatro momentos diferentes de ejecución en El Divisadero pero sin que se pueda establecer un orden cronológico: Representaciones efectuadas en la Cueva de los Camélidos, Alero de las Llamitas y Alero de las Llamitas miniaturas con la ejecución de camélidos del patrón C1 y tema C. Motivos de biomorfos, suris (S1) y figuras humanas (F2 y F3). El tema D es representado en los Aleros del Suri y Suri Estilizado. Por la presencia del biomorfo y de la figura humana con máscara se lo relaciona con las representaciones del Período Formativo Superior. Los camélidos esquemáticos del patrón C4 de la Gruta de los Guanacos están claramente alineados (tema A). Al contrario se observa en el Alero del Suri Estilizado donde los motivos están agrupados (patrón C4). Representaciones ejecutadas en el Alero del Suri Estilizado (patrón F1) y Alero con morteros (patrón F2) de figuras escutiformes. Se estima la ejecución de elementos básicos de los diseños de momentos tardíos tanto en arte rupestre como en urnas funerarias. La inclusión de motivos pertenecientes a diferentes patrones y temas (en Cueva de los Camélidos, Alero del Suri estilizado y Cueva de las Llamitas miniaturas) y por la diferencia tonal observada se puede considerar la posibilidad de reutilización de los soportes en diferentes y sucesivos oportunidades. Indudablemente la variabilidad y el cambio están presentes a nivel intrasitio en el Divisadero e intersitio con El Alisar y Tres Cerritos. Los tres sitios con arte rupestre generan a su vez las mismas inquietudes que el estudio de la cerámica formativa en el sur del Valle Calchaquí: su similitud a “rasgos generales” con patrones de otras microrregiones. Los elementos de influencia Aguada son escasos en la microrregión pero están presentes en algunos indicadores como son los fragmentos cerámicos en superficie (estilo Guachipas Policromo) y arte rupestre (tema D y biomorfos felinizados). Esto, a su vez, orienta la línea de investigación en la búsqueda de conexiones históricas diferentes, pero sobre todo en los procesos locales de producción y reproducción social en el Sur del Valle Calchaquí. El Alisar se caracteriza por la elevada densidad de andenes de cultivo (cinco hectáreas) en contraparte con las representaciones rupestres. Por su parte, El Divisadero posee estructuras agrícolas que no superan la hectárea en superficie y si posee diez aleros y cuevas con arte. Tres Cerritos no está asociada con ningún otro tipo de ocupación. Las diferencias se acentúan y las recurrencias son escasas fuera de la microrregión en lo que se refiere al arte rupestre de estos sitios. Bajo la premisa de integrar los sitios con y sin arte rupestre con otros indicadores de ocupación en la microrregión se ha documentado la ubicación de los mismos según los accesos tradicionales: a) norte por el río Calchaquí, b) sur por el río Santa María y c) Noreste por el río Las Conchas. En el primer caso se cita la información proporcionada por M. de Hoyos (2003, 2005) respecto a los sitios San Carlos, San Lucas y San Antonio ubicados al norte. Se trata de grabados y pinturas pero no se cuentan con otros datos respecto a otros emplazamientos. En el sur la ubicación de los sitios se encuentra hacia el oeste, en la sierra del Cajón. En la cuenca del río Las Conchas solamente se ha documentado un solo sitio en una terraza a las orillas del río 8 (Tía Jacinta). Las Figuritas se encuentran en una quebrada lateral próxima a Santa Bárbara (figura 6). En este caso, los procesos antrópicos y naturales son elevados como para poder registrar otras evidencias de ocupación. La mayor densidad de emplazamientos de la zona oeste de la microrregión está en la cuenca de los ríos Yacochuya y Chuscha, con su consecuente acceso hacia el oeste (ver figura 5). También hay sitios en un segundo acceso, ríos Colorado y El Alisar. Ambas quebradas son vías hacia la puna y el Valle del Cajón (Catamarca). Al este, en la Quebrada de Santa Bárbara, se han ubicado tres sitios arqueológicos tardíos (Santa Bárbara, Confluencias y Río Negro) y es la comunicación con Pampa Grande y Guachipas. Asimismo se han clasificado los sitios según los emplazamientos, fuentes de agua, recursos botánicos, tipos de suelo, recursos minerales y evidencias de ocupación. La variación entre estas categorías es significativa y se evidencian recurrencias respecto a recursos botánicos y tipos de suelo: 8 124 El sitio Las Figuritas (Quebrada de las Conchas) ha sido registrado recientemente y no ha finalizado el análisis de patrones y temas, pero se lo presenta por su particular ubicación en el acceso a la microrregión Cafayate. INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE Figura 2 - San Luis. Bloque 16 Figura 3 - Microrregión Cafayate. Arte Rupestre: cánones y patrones 125 CUADERNOS 21 Los sitios formativos están generalmente ubicados en sectores con pastizales de quebrada, conos aluviales y suelos de tipo 4 y 1. Son los casos de Río Seco, Molinos, San Luis, El Alisar, Río Colorado, El Divisadero y Yacochuya. Los campos de cultivo y los bloques con morteros están preferentemente asentados en suelos de tipo 4 y 1. En estos sectores actualmente se observan pastizales de quebradas y conos aluviales. Los enterratorios formativos están emplazados en sectores próximos a arroyos y fuentes de agua permanente. Las pinturas rupestres se encuentran ubicadas en sectores que actualmente poseen pastizales de quebradas y conos aluviales. Los algarrobales (fondo de valle) y los depósitos de arcillas que están emplazados hacia el este constituirían motivos importantes para su control pero los sitios no están presentes en estos sectores. Ello puede haberse debido a las crecidas y variantes no predecibles del cauce de los ríos en época estival para limitar la ocupación. Pero este mismo proceso se presenta como altamente destructivo en el registro arqueológico. El caso de Chimpa se presenta como claro en este sentido porque luego de su excavación (hace treinta años) no fue ubicado hasta el momento. Los sitios emplazados en los accesos hacia el oeste están preferentemente ubicados en los conos de deyección y en las proximidades de las quebradas de los ríos Chuscha, Yacochuya y Lorohuasi. Se trata de aldeas, campos de cultivo, enterratorios con evidencias formativas y de desarrollos regionales (ver tabla 3). CONCLUSIONES Con el registro de los sitios arqueológicos efectuado se puede decir que las poblaciones formativas no tuvieron una preferencia por asentarse en el fondo de valle y en la confluencia de ríos importantes ya que se han registrado aldeas, arte rupestre y enterratorios en pie de sierra y quebradas. Algunos de estos emplazamientos fueron reutilizados en el período de Desarrollos Regionales y otros no fueron reocupados. Los sitios con arte rupestre están ubicados en pie de sierra pero en zonas de las sierras del Cajón que permiten la observación al valle y en los accesos a la Puna. Pero este arte no es visible a distancia, por su orientación es solo observable a corta distancia y en ocasiones parece plas- mado en los paneles con cierta intención de “invisibilidad”. Además, los cánones plasmados se corresponden en un mínimo porcentaje a los elaborados en microrregiones vecinas, se puede decir que en general se caracterizan por las diferencias como son los camélidos, los biomorfos y los geométricos. La recurrencia de figuras humanas y motivos felínicos llevan a pensar en la participación del Sur del Valle Calchaquí en una de las esferas de interacción del Formativo Superior. Aunque el inventario de sitios no ha sido finalizado en el sector este de la microrregión se trabajará en una nueva línea de trabajo que lleve a discutir si la zona oeste del sur del Valle Calchaquí gozó de mayor control territorial. AGRADECIMIENTOS El presente trabajo forma parte de la tesina presentada para optar a la Suficiencia Investigadora del Programa de Doctorado Hombre y Pensamiento en la Historia (Universidad de Alcalá, Madrid, España). La investigación se realizó con el aporte efectuado por el Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Salta. El trabajo de investigación tutelado ha contado con la orientación fundamental de P. Bueno Ramírez en un tema especial del noroeste argentino. Los referidos aportes son institucionales pero no quiero dejar de agradecer a las autoridades de la Facultad de Humanidades (UNSa) que han apoyado mi formación de posgrado: C. Buliubasich, S. Fernández y H. Rodríguez. Debo reconocer a M. Lo Celso por la posibilidad de incorporarme al proyecto de investigación que ella dirige e incluir mis sugerencias de trabajo. Las tareas de campo y laboratorio han sido efectuadas en compañía de amigos y estudiantes de la Universidad de Salta entre los años 1997-2006: G. Buccianti, L. Bravo, C. Subelza, E. Rodríguez, M. Ossola, C. Albistro, M. Sáenz, M. Argüello, J. Villarreal, G. Weighert, P. Abilés, C. Macoritto y F. Gamarra. La digitalización de los mapas contó con la colaboración de G Weigerth. Las vasijas cerámicas de la Banda de Arriba 1 fueron dibujadas por C. Calzadilla y C. Subelza en 2001. También se ha contado con el apoyo desinteresado de habitantes de Cafayate, pero especialmente debo agradecer al Sr. J. Ávila que desde 2003 ha dado alojamiento al equipo de investigación durante el trabajo de campo. 126 INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE Figura 4 - Microrregión Cafayate. Arte Rupestre: temas. Figura 5 - Microrregión Cafayate. Sector oeste. Distribución de sitios arqueológicos 127 CUADERNOS 21 Tabla 3 - Emplazamiento según Recursos. Microrregión Cafayate Sitio Emplazamientos Fuentes de agua Recursos botánicos Tipos de suelo Recursos minerales Evidencias de ocupación La Banda de Arriba fondo de valle arroyo permanente Algarrobales 4 Enterratorios, morteros Río Seco fondo de valle arroyo estival Pastizales de quebradas y conos aluviales 4 Aldeas Molinos fondo de valle arroyo permanente Pastizales de quebradas y conos aluviales 4 Morteros San Luis fondo de valle arroyo permanente Pastizales de quebradas y conos aluviales 4 Aldeas, campos de cultivo, morteros, ¿enterratorios? Río Colorado quebradas río permanente Pastizales de quebradas y conos aluviales 4y1 Campos de cultivo, morteros 4y1 El Divisadero sierra río permanente El Alisar quebradas pie de sierra vertientes Pastizales de quebradas y conos aluviales 4 Tía Jacinta Fondo de Valle río permanente arbustos y pastizales estacionales 2 Tres Cerritos Pie de sierra río estival arbustos y pastizales estacionales 1 Chimpa fondo de valle río permanente pastizales de fondo de valle 3 Arcillas Aldea Las Figuritas quebradas río estival pastizales de quebradas y conos aluviales 2 Pigmentos Pinturas rupestres Yacochuya cañada, pie de sierra arroyo permanente pastizales de quebradas y conos aluviales 4y1 128 Pigmentos minerales Campos de cultivo, morteros, pinturas rupestres, ¿enterratorios? Pastizales de quebradas y conos aluviales Campos de cultivo, aldeas, pinturas rupestres Metales, arcillas, pigmentos ¿Campos de cultivos? Grabados Aldeas, enterratorios, campos de cultivo INTEGRACIÓN DE SITIOS CON ARTE RUPESTRE Figura 6 - Las Figuritas. Panel Sector Oeste 129 CUADERNOS 21 BIBLIOGRAFÍA Acreche, N. y V. Albeza. 1991 La Banda de Arriba (Cafayate). Informe de material óseo, Informe presentado al Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta, MS. Ambrosetti, J. B. 1895 Las grutas pintadas y los petroglifos de Salta. Boletín del Instituto Geográfico Argentino, XVI: 26-31, Buenos Aires. Aschero, C. 2000 Figuras humanas, camélidos y espacios en la interacción circumpuneña. Podestá, M. y M. de Hoyos (eds.), Arte en las rocas. Arte rupestre, menhires y piedras de colores en Argentina, págs. 15-44, Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología. Bradley, R. 1997 Rock art and the Prehistory of Atlantic Europe. Signing the land. Londres y Nueva York, Routledge. 2005 Ritual and domestic life in Prehistoric Europe, Londres, Routledge. Bravo, L, C. Calzadilla, J. Rivera, C. Subelza y J. 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It concludes that most of the projects have failed to link participation with a process of empowerment of local people. KEYWORDS Vicuña - Andes - participation - empowerment - management INTRODUCCIÓN En las últimas décadas creció el reconocimiento sobre los beneficios de transferir derechos y responsabilidades del manejo de los recursos naturales desde los organismos centrales a organismos locales y el término participación local pasó a ser una palabra clave en los convenios internacionales y políticas nacionales como una estrategia para integrar los objetivos de conservación y desarrollo (Wells y Brandon 1993, Little 1994, Young 2005, Algotsson 2006). Este auge ha sido acompañado de numerosas críticas alrededor del uso y abuso del término participación local y el uso de métodos participativos (Cooke y Kothari 2001). Sin embargo, todavía existe un gran vacío de información y falta de análisis empíricos que pongan en evidencia los efectos de la participación en los beneficiarios de los proyectos (Cleaver 2001). En general se mantienen ideas simplificadas acerca de la naturaleza beneficiosa de la participación, pasando por alto si los proyectos incluyen, protegen o aseguran los intereses de la población beneficiaria local (Cleaver 2001). Los organismos internacionales de crédito son uno de los actores con mayor incidencia en la construcción de las agendas de la participación social y ciudadana en las políticas públicas de los países en desarrollo. Estos gobiernos tradujeron dichas agendas según sus propias concepcio- * INAPL-CONICET, [email protected] **School of Development Studies, University of (UEA), [email protected] East Anglia nes, elaborando una retórica convergente para asegurar la financiación deseada (Rosenfeld 2005). Para algunos organismos de cooperación multi y bilateral se entiende por participación al conjunto de procesos mediante los cuales los ciudadanos, a través de los gobiernos o directamente, ejercen influencia en los procesos de toma de decisión. La participación ciudadana así entendida no significa necesariamente decidir sino tener la posibilidad de influir sobre las decisiones que deberán ser tomadas por las instancias de autoridad establecidas en cada caso y es considerada como un derecho fundamental de la ciudadanía (BID 2004). Existiría un consenso respecto a que la sostenibilidad de cualquier estrategia de desarrollo descansa en la intervención y participación activa de los diversos actores en los procesos de toma de decisiones (Durston 2003). De acuerdo a algunos autores (ej. Oakley 1991), la participación puede ser utilizada como un medio para conseguir objetivos específicos, mientras que otros la consideran como un fin u objetivo en sí mismo (Nelson y Wright 1995). En el primer caso, la participación es vista como una herramienta para conseguir logros específicos basada en argumentos de eficiencia. En el segundo caso, el enfoque participativo, liderado por los gobiernos o agentes externos, es interpretado como un proceso que fortalece las capacidades de los actores locales para mejorar o cambiar su forma de vida basado en argumentos de equidad y sostenibilidad. Este carácter dual de la participación es evidente en la mayor parte de los proyectos de manejo de 133 CUADERNOS 21 recursos naturales y revela la ambigüedad de sus objetivos (Guèye 1999, Hasler 2003). Los actores en los proyectos de manejo de recursos naturales incluyen a las organizaciones gubernamentales, poblaciones locales usuarias de los recursos y organismos externos cuyos intereses se verán afectados por los resultados o consecuencias de las decisiones de manejo tomadas (Wyckoff-Baird y Kauss 2000). En estos proyectos, la participación local es entendida como una de las estrategias para efectivizar el manejo de los recursos naturales. Sin embargo, en la práctica, no hay un modelo de qué tipo ni qué nivel de responsabilidad o autoridad debe ser transferida a nivel local (Zanetell y Knuth 2004) y el significado operacional de participación local queda abierto a muchas definiciones e interpretaciones (Plummer y FitzGibbon 2004) como puede verse en ejemplos de irrigación (Mosse 1997, Cleaver 1995), pesquerías (Pomeroy 1995, Sen y Nielsen 1996) y manejo de vida silvestre (Kiss 1990). La mayoría de las tipologías de participación cubren un amplio espectro de arreglos entre la gente local y la autoridad a lo largo de un gradiente (Pretty et al. 1994, Sen y Nielsen 1996). En el extremo menos participativo o instructivo la gente es apenas informada sobre decisiones tomadas por organismos externos; en el extremo opuesto o informativo los pobladores comunican o informan a organismos externos decisiones tomadas. Entre ambos extremos, se ubican los distintos grados intermedios de intervención de la población local o participación local, representados por consultivo, cooperativo o asesorativo (tabla 1). Este trabajo contribuye al análisis de la retórica y praxis de la participación local en los proyectos de conservación y desarrollo utilizando como estudio de caso el manejo de vicuñas por comunidades andinas en Bolivia, Argentina, Perú y Chile. El manejo de vicuña es un caso paradigmático en la literatura de uso sostenible porque permite (por lo menos en teoría) integrar metas de desarrollo económico de los habitantes locales con la conservación de la especie y su hábitat. La participación local es una palabra clave dentro de todos los proyectos de manejo de vicuñas en la región. Antecedentes de la especie La vicuña, Vicugna vicugna, es un camélido silvestre adaptado a vivir en alturas superiores a los tres mil quinientos metros en las regiones de la puna y el altiplano de la Argentina, Bolivia, Chile, Perú y Ecuador. Su distribución coincide con aquella de comunidades rurales que viven en condiciones de extrema pobreza en un área con problemas crecientes de desertificación, sobrepastoreo, falta de agua y de oportunidades laborales (Lichtenstein y Vilá 2003). Esta especie tuvo un papel fundamental para la subsistencia de las sociedades cazadoras-recolectoras del Holoceno inferior, medio y superior en el NOA. Evidencias arqueológicas muestran un aprovechamiento integral de carne, grasa y médula para la alimentación, huesos para fabricar instrumentos y pieles para vestimenta (Olivera 2003). La fibra de vicuña, perteneciente al grupo de fibras especiales, por ser una de las más finas (alrededor de 12,5µ) y más cotizadas del mercado internacional, ha sido utilizada por los habitantes andinos desde los tiempos precolombinos, cuando la captura de vicuñas estaba severamente reglamentada. Se estima que a la llegada de los españoles existían dos millones de vicuñas en Perú (Wheeler y Hoces 1997). Luego de la conquista, la caza indiscriminada con armas de fuego provocó una disminución drástica de las poblaciones que al ser utilizadas como un recurso de acceso abierto fueron diezmadas, y sus pieles y cueros exportados a Europa en grandes cantidades (Laker et al. 2006). La alta calidad de la fibra, sumada a la ausencia de un marco reglamentario articulado desde el nivel internacional al local, llevó a la especie al borde de la extinción a principios de los años 1960 debido a la intensidad de la caza. Dicha situación fue revertida gracias a esfuerzos internacionales para la conservación. En 1969, los cinco países vicuñeros firmaron el Convenio para la Conservación de la Vicuña, como primera medida para detener el acceso abierto que llevó a la sobreexplotación de la especie y de este modo toda la comercialización referida a la especie fue prohibida. Tras una exitosa primera etapa de protección absoluta, se involucró a las comunidades locales en los programas de conservación y manejo. Dichas comunidades estaban mostrando no solo desinterés hacia la especie sino cierta animosidad por considerarla competidora de su ganado doméstico por agua y pasturas. Así es como se buscó modificar los comportamientos y prácticas de la gente local mediante la aplicación de incentivos económicos y sociales. En 1979 se firmó el Convenio para la Conservación y Manejo de la Vicuña donde se promueve el aprovechamiento económico de la especie en beneficio de los pobladores andinos, quienes pasan a ser vistos como actores clave en las políticas relacionadas con la conservación de la especie. A partir de entonces la participación local pasa a ser palabra clave de las experiencias de manejo de vicuñas de todos los países de su área de distribución. METODOLOGÍA La investigación está basada en trabajo de campo llevado a cabo en Perú en noviembre 1998 (Lichtenstein et al. 2002); Bolivia 2001-2003 (Renaudeau d’Arc 2005) y la Argentina 2001-2003 (Lichtenstein 2006). La metodología empleada consistió en: 1) realización de entrevistas semi-estructuradas a informantes clave dentro de las dependencias públicas de Perú, Bolivia y la Argentina y 134 RETÓRICA Y PRAXIS DE LA PARTICIPACIÓN LOCAL EN PROYECTOS DE MANEJO DE VICUÑAS Tabla 1 - Tipología de arreglos coparticipativos (adaptado de Sen y Nielsen 1996) Gobierno lidera Grupos locales lideran Comanejo Instructivo Manejo centralizado en el gobierno. Consultivo Cooperativo Asesorativo Informativo Gobierno consulta a grupos locales pero es el que toma las decisiones y controla el proceso. Gobierno y grupos locales cooperan en la toma de decisiones. Grupos locales avisan al gobierno sobre decisiones tomadas y el gobierno las avala. Grupos locales informan el gobierno sobre decisiones tomadas. Gradiente de participación local Tabla 2 - Etapas en la implementación de manejo de vicuñas Etapas Actividades Actores sociales clave • Custodia • Control y monitoreo • Recolección de datos • Censos 1. Conservación Población local Gobierno Actores externos • Diseño de planes de manejo locales y 2. Planificación nacionales Gobierno Actores externos 3. Producción de la fibra • Inversión en infraestructura • Captura y esquila • Certificación • Almacenamiento Población local Gobierno Actores externos 4. Comercialización de la fibra • Licitación o venta privada Población local • Hilado, tejido y comercialización de Artesanos locales, mercados 5. Procesamiento y comercialización de productos artesanías Empresas textiles • Hilado, transformación en tela y prendas (mayoritariamente europeas) Tabla 3 - Características de los sistemas de manejo de los países de la región Argentina Chile Perú Bolivia Sistema de manejo Solo cautiverio hasta 2003. Se incorpora estado silvestre en Los Pioneros y Laguna Blanca Estado silvestre y cautiverio Cautiverio y estado silvestre Estado silvestre Beneficiarios Productores de la puna y la quebrada Grupos de familias de ganaderos aimara Comunidades campesinas, empresas Comunidades campesinas Inversión Privada, infraestructura financiada por principal exportador de fibra o dueños de criaderos Mixta: fondos públicos para infraestructura y los productores contribuyen con mano de obra, transporte, etc. Fondos públicos que deben ser devueltos por la comunidad en dinero o especímenes AECI-Programa Araucaria, y otros financiamientos gestionados por Estado Nacional, Departamental y Asociaciones 135 CUADERNOS 21 principales actores nacionales y locales involucrados en el manejo de vicuñas; 2) realización de entrevistas semi-estructuradas a pobladores locales dentro del centro piloto Mauri-Desaguadero (Bolivia) y observación participante durante los eventos de captura y esquila temporada 2002 en diez comunidades manejadoras de vicuñas en Bolivia y tres comunidades en Perú (Ayacucho); 3) realización de entrevistas al 67% (N=10) de los dueños de criaderos de Salta y Jujuy (Argentina); 4) consulta de las Actas de la Convención de la Vicuña (1997-2005), y documentos oficiales nacionales de la Argentina, Bolivia, Chile y Perú e internacionales (e.g. FWS, CITES). La información fue analizada e integrada usando métodos de triangulación. Utilizamos el concepto de participación, con fines analíticos, en sentido amplio para abarcar todo tipo de actividad relacionada al manejo de vicuñas en que los habitantes locales tienen la capacidad real o potencial de intervenir independientemente del grado de intervención. Hemos dividido el manejo de vicuñas en cinco etapas. Las cuatro primeras corresponden a: conservación, planificación, producción y comercialización de la fibra. La última etapa corresponde al procesamiento de la fibra y comercialización de productos derivados (tabla 2). El análisis seguirá el marco analítico desarrollado por varios autores (Sen y Nielsen 1996, Ingles et al. 1999). Este marco aclara tres dimensiones de la participación: 1) ¿quiénes participan?, 2) ¿cómo participan?, y 3) ¿cuándo participan? El análisis integrado de estos tres aspectos cualitativos de la participación permite un acercamiento a la pregunta general: ¿qué se entiende por participación local en los proyectos de manejo de vicuñas? RESULTADOS Los países andinos desarrollaron distintas modalidades de manejo de vicuñas de acuerdo con sus características particulares como organización social, idiosincrasia, sistemas de producción, sistema de tenencia de la tierra y de los recursos naturales y legislación (Lichtenstein y Vilá 2003). En el caso de Perú y Bolivia, los planes de manejo fueron diseñados inicialmente para que comunidades andinas hicieran uso de las vicuñas que se encontraran en sus tierras comunales mediante capturas temporales 1 seguidas de la liberación de los animales . En Chile se desarrolló un sistema mixto de manejo en estado silvestre por comunidades Aymara y manejo en grandes corrales por familias. En el caso de la Argentina, donde los núcleos 12 1 Desde 1995 en Perú se incorporó el uso en semi-cautiverio (Lichtenstein et al. 2002) y luego el uso por productores particulares (Informe de Perú al XXIV Reunión Ordinaria del Convenio de la Vicuña). de producción económica son las unidades domésticas, el INTA diseñó un sistema de manejo en cautiverio cuyos 2 beneficiarios serían pequeños productores . En líneas generales, la lógica de los proyectos de manejo de vicuñas es que al permitir la utilización comercial de fibra obtenida de la esquila de animales vivos se fomentará la participación y el desarrollo de actitudes positivas hacia la conservación de la especie. Esto resultará en una disminución de la caza furtiva, un reemplazo de especies domésticas por vicuñas, un aumento de la tolerancia hacia las vicuñas en tierras comunitarias y apoyo a las medidas de conservación. Esta lógica se basa en la premisa que la utilización comercial de la fibra de vicuñas es una alternativa económica viable que puede contribuir con suficientes beneficios como para remover los costos de conservación para las comunidades locales. La comercialización internacional de fibra o productos derivados de vicuñas (ej. artesanías) está reglamentada por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). Dicha Convención establece si ciertas poblaciones de vicuñas ya no necesitan protección absoluta de uso y pueden pasar al Apéndice II, posibilitando el comercio internacional de su fibra o productos derivados. Para que dicho cambio de Apéndice sea posible, los países interesados deben presentar una propuesta con elementos respaldatorios (evaluación poblacional, plan de manejo, propuesta de uso) y ser apoyados por la Convención de Conservación y Manejo de la Vicuña. Dado que la aprobación de CITES es el cuello de botella que permite la obtención de beneficios económicos derivados del uso de la especie, el desarrollo de planes de manejo está orientado a satisfacer los requerimientos de dicha Convención. La tabla 2 muestra que el manejo de vicuñas (a nivel local, provincial o regional) se puede describir como un proceso dividido en cinco etapas: conservación, planificación, producción, comercialización de la fibra y procesamiento y comercialización de los productos derivados. Estas etapas a su vez se pueden subdividir en actividades que involucran distinto nivel de participación de los actores sociales que participan del manejo. 23 ¿Quiénes y cómo participan? Los actores sociales principales en el manejo de la vicuña se pueden dividir en tres grandes grupos: los organismos gubernamentales, los pobladores locales y los actores externos. 2 136 A partir de 2003 se desarrollan experiencias de captura en estado silvestre por la Cooperativa Los Pioneros en Jujuy y la comunidad de Laguna Blanca, en Catamarca. RETÓRICA Y PRAXIS DE LA PARTICIPACIÓN LOCAL EN PROYECTOS DE MANEJO DE VICUÑAS Los organismos gubernamentales son las autoridades responsables del manejo de la vicuña ante los organismos internacionales como CITES y responsables a nivel nacional de la normativa e implementación de Programas relativos a la conservación y manejo de la vicuña. Las autoridades nacionales en cada país son: la Dirección Nacional y Direcciones Provinciales de Fauna (de las provincias vicuñeras) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), en la Argentina; la Dirección General de Biodiversidad, en Bolivia; la Corporación Nacional Forestal y el Servicio Agrícola Ganadero, en Chile; y el Consejo Nacional de Camélidos Sudamericanos, en Perú. Los pobladores locales beneficiarios pueden ser comunidades campesinas en Bolivia y Perú que suelen agruparse en asociaciones regionales o comités para el acopio de la fibra; familias Aymará en Chile o bien productores individuales en la Argentina que pueden producir en forma individual o asociada. Si bien en los informes al Convenio de la Vicuña de los cuatro países se menciona a la comunidad andina como el principal beneficiario de los proyectos de uso de vicuñas, no queda claro en todos los casos qué se entiende por el término comunidad, ya que dicho término es utilizado para denominar distintos grupos sociales de acuerdo con el contexto político cultural de cada país (Renaudeau d’Arc 2006, Stöllen et al. en prensa). Los actores externos pueden ser agencias de financiamiento que apoyan la iniciación o implementación de los proyectos; investigadores y ONG que apoyan a las comunidades en la producción de fibra o bien empresas textiles que intervienen en las etapas de transformación y comercialización de fibra. ¿Cuándo participan? Existen distintas actividades para cada una de las etapas de manejo, así como indica la tabla 2. Etapa 1: conservación La etapa de conservación es el punto de partida en el manejo de la vicuña. El objetivo de esta etapa de acuerdo con el Convenio para la Conservación y Manejo de la Vicuña es la protección y recuperación de la especie hasta cubrir la capacidad de carga de los pastos de una determinada región, zona o área. Esto se logra a través de la custodia que ejercen las comunidades locales, el control por parte del gobierno del cumplimiento de las normas y procedimientos administrativos, el monitoreo técnico del estado de las poblaciones, la recolección de datos científicos y la realización de censos de las poblaciones de vicuñas. La conservación se ve fortalecida con la creación de reservas y parques. La etapa de conservación de las poblaciones de vicuña, está asociada con la prohibición del uso para aquellas poblaciones clasificadas bajo el Apéndice I de CITES y la prohibición absoluta de obtención de fibra de animales muertos (caza), prohibición que regirá durante todas las etapas de aprovechamiento. Mientras que todas las medidas relacionadas con la conservación son dispuestas y desarrolladas por los gobiernos, el costo de dichas medidas es “pagado” por los habitantes locales quienes deben permitir que las vicuñas que viven en sus campos de pastoreo consuman parte de los recursos forrajeros destinados al ganado doméstico (constituido principalmente por llamas y ovejas) y compartan las aguadas. Esto es percibido como un costo para los habitantes locales quiénes coinciden en que las vicuñas: a) rompen alambrados, b) se enferman y contagian a las llamas y ovejas, y c) comen los mejores pastos (Lichtenstein y Renaudeau d´Arc 2005). Etapa 2: planificación En esta etapa se diseñan los Planes de Manejo provinciales, regionales, o nacionales para ser presentados a CITES de forma de permitir la comercialización de fibra o productos derivados. Se toman decisiones clave en relación al modelo de uso de vicuñas, la población beneficiaria, el tipo de infraestructura y equipamiento, el financiamiento y la proporción de inversión pública y privada. En la mayoría de los casos, el diseño de los proyectos se realiza de manera tecnocrática y de arriba hacia abajo dentro del marco de las estructuras gubernamentales existentes y sin la participación de la gente local, a quien se invita a participar del proyecto en etapas posteriores o es convocada para avalar los planes en la etapa de instrumentación. Históricamente la elaboración de planes de manejo no ha contado tampoco con la participación de investigadores independientes de la gestión pública especializados en manejo de fauna, desarrollo rural, ni con la realización de estudios de mercado o cadenas de comercialización. Muchos de los planes desarrollados sin información de base suficiente no resultaron satisfactorios para la comunidad científica internacional (ej. FWS 2002). Un ejemplo ilustrativo de la etapa de planificación sin la intervención de la población local es la promulgación del Reglamento Nacional para la Conservación y Manejo de la Vicuña en Bolivia (1997). Esta normativa fue pensada y formulada por un grupo de expertos que, teniendo en cuenta la existencia del mercado de productos de vicuña ilegales importante en El Alto, acordaron medidas preventivas autorizando únicamente la comercialización de fibra transformada en tela. Esta disposición en la normativa no tuvo en cuenta la falta de tecnología en Bolivia para procesar dicha fibra en tela. A partir del año 2000, CITES autorizó la comercialización de fibra de 137 CUADERNOS 21 Bolivia, pero la disposición en el Reglamento impidió que las comunidades percibieran los beneficios económicos que les habían sido otorgados al impedirles la comercialización de la fibra en bruto. Como resultado de este Reglamento las comunidades han trabajado en la captura y esquila de vicuñas desde el año 1997 hasta el año 2006 sin obtener beneficios económicos. Etapa 3: producción de la fibra La etapa de producción de fibra, incluye la inversión e instalación de infraestructura de captura, implementación de técnicas de captura y esquila, y por último la certificación y almacenamiento de la fibra obtenida. A grandes rasgos, existen dos modalidades de manejo de vicuñas: estado silvestre y cautiverio (Vilá y Lichtenstein 2006). El manejo en estado silvestre comprende la captura temporaria de vicuñas que se encuentran en su hábitat natural y que son liberadas luego de la esquila. El aprovechamiento en cautiverio comprende la esquila de animales que se encuentran dentro de cercos permanentes donde debe realizarse control sanitario y suplemento de agua y pasturas. En ambos casos la producción de la fibra depende de una inversión importante en infraestructura como corrales de mil hectáreas en Perú o diez hectáreas en la Argentina (Lichtenstein 2006); materiales para las mangas móviles de captura en Bolivia (Renaudeau d’Arc 2005) o maquinarias de esquila. Existe también, en el caso de manejo en cautiverio, una inversión importante referida al costo de oportunidad de la tierra donde se coloca el corral, área de la cual deben ser desalojadas las especies domésticas. Los costos de infraestructura pueden ser asumidos por el Estado, como en Chile y Bolivia o por la gente local, en forma comunitaria (Perú), o privada (criaderos de la Argentina) (tabla 3). Estos últimos casos llevan a un endeudamiento importante. En el caso de la Argentina, la deuda es contraída con una empresa privada que financia los corrales a cambio de comprar la fibra a un precio bajo 3 y estipulado de antemano (Lichtenstein 2006) . En el caso de Perú, la deuda es con el Estado, y el préstamo debe ser devuelto en dinero o vicuñas (Lichtenstein et al. 2002). En todos los países estudiados los pobladores locales participan como mano de obra (en la mayoría de los casos no asalariada) durante los procesos de instalación de los cercos, captura y esquila bajo la dirección de las entidades estatales a cargo de la ejecución de los proyec35 3 Por ejemplo, en 2006 la empresa pagó ochocientos noventa dólares estadounidenses el kilo de vellón del INTA, mientras que a los productores les pagó entre doscientos cincuenta y trescientos dieciséis dólares estadounidenses según el contrato que habían firmado. tos. Dada la falta de recursos económicos, humanos y técnicos de dichas instituciones, las comunidades deben ajustar la captura y esquila a la agenda de la institución estatal encargada de proveer el apoyo técnico resultando en oportunidades limitadas para llevar a cabo las experiencias de captura. La falta de capacitación local para la captura y esquila y la dependencia de terceros llevó en Perú a que se contraten a privados para la realización de las capturas a cambio de un porcentaje importante de la fibra. El último estadio de la producción de la fibra: la certificación, es llevado a cabo por representantes del gobierno como una medida para garantizar su origen legal. Etapa 4: comercialización de la fibra La etapa de comercialización es llevada a cabo con distintas estrategias por los diversos países, a través de licitación pública o venta privada. Perú fue el primer país en acceder a la comercialización internacional de fibra en el año 1994. Hasta 2000 toda la producción nacional era vendida en bloque por la Sociedad Nacional de la Vicuña (SNV) a un único cliente: el Internacional Vicugna Consortium. A partir de 2000, las grandes comunidades campesinas, agrupándose en asociaciones (empresas comunales o empresas asociativas) así como cualquier persona natural o jurídica, pueden comercializar la fibra de vicuña directamente con empresas internacionales o nacionales en forma individual o asociada. Las principales empresas demandantes de fibra son de Italia, Reino Unido y Japón. En la Argentina, se licita anualmente la fibra de vicuña producida por el CEA INTA Abrapampa. La firma ganadora de todas las licitaciones hasta la fecha coincide con la empresa que financió los cercos a los productores. Dado que la producción se hace a nivel individual, cada productor negocia con esta empresa la entrega de entre el 50-100% de la fibra producida, a un precio estipulado de antemano y menor al que se paga la fibra a nivel internacional o al INTA, para saldar la deuda (Lichtenstein 2006). Usualmente el resto de lo producido es vendido a la misma empresa en el momento de la esquila para contar con dinero en efectivo. La Asociación Argentina de Criadores de Vicuña no interviene en la negociación de la venta de la fibra de los productores y tampoco lo hace el INTA, dejando a los productores solos en la negociación con la empresa. En el caso de Chile, toda la comercialización se lleva a cabo a través de la Sociedad de Hecho de Surire, que compra la fibra de las unidades productivas y la licita en bloque. Curiosamente, la misma empresa que paga bajos precios en la Argentina, ganó repetidamente las licitaciones en Chile ofertando cifras más altas. 138 RETÓRICA Y PRAXIS DE LA PARTICIPACIÓN LOCAL EN PROYECTOS DE MANEJO DE VICUÑAS En el caso de Bolivia, no fue posible la comercialización de la fibra hasta el año 2006 debido a la legislación (ver producción). Una vez soslayado este problema, será necesario apuntalar a las comunidades dada la falta de conocimientos, medios y capacitación para realizar licitaciones internacionales cuyo resultado les sea favorable. Nuestra investigación sugiere que la etapa de comercialización es donde se requeriría una participación más importante del Estado apoyando a las comunidades locales para evitar situaciones injustas, asimetría de poderes entre vendedores y compradores, monopolios o licitaciones fraudulentas. Etapa 5: procesamiento de la fibra y venta de productos manufacturados El procesamiento de la fibra puede ser realizado en forma artesanal o industrial. La dificultad de controlar el origen de la fibra en el caso de la producción artesanal llevó a Perú, Chile y Bolivia a prohibir la exportación de dichos productos. En el caso de la Argentina, una mínima proporción de la fibra producida en forma legal es hilada y tejida en forma artesanal. En este país existe una tradición de realizar tejidos e hilado de vicuña especialmente en Belén (Catamarca), la capital del poncho. Además se tejen chales, bufandas, corbatines, telas y colchas artesanales (Rolandi et al. 2006). El grueso de la fibra de la Argentina y la totalidad de la fibra de Chile, son exportados a Europa para su industrialización. En el caso de Perú, si bien la mayor parte de la fibra se exporta pre-descerdada, existe tecnología para la producción de bufandas, capas y telas de vicuña, que se exportan mayoritariamente a Estados Unidos, Japón y Alemania. CONCLUSIONES Algunos autores sugieren que si se quiere evaluar si la participación corresponde a un proceso de empoderamiento de la gente local o meramente una manipulación de aquella, hay que tener en cuenta cuándo empieza la participación local en la secuencia de pasos del proyecto (Goulet 1989), y cuáles son los roles asignados a cada uno de los actores interesados en el proceso (Sen y Nielsen 1996). Siguiendo esta propuesta, el análisis de la participación local en las distintas etapas del manejo de las vicuñas de los países de la región andina sugiere que el término participación es usado para enmascarar la extensión del control del Estado y los actores externos sobre el proceso de producción y comercialización de la fibra. El carácter polisémico y ambiguo del término permite que el desarrollo de los proyectos siga siendo de arriba hacia abajo pese a la retórica contraria. Nuestro estudio sugiere que en la mayoría de las experiencias existe una falta de intervención de la comu- nidad local en los procesos de toma de decisión, diseño y planeamiento de los proyectos. Esto sumado a la falta de desarrollo de la capacidad local crea una relación de dependencia entre las comunidades locales y el Estado (e incluso empresas privadas) y refleja que la participación como empoderamiento de la gente local no está contemplada en los proyectos. Siguiendo los gradientes de participación (ej. Sen y Nielsen 1996), en la mayoría de los casos estudiados la población local es simplemente informada o consultada sobre decisiones ya tomadas, pero no existe un proceso de integrar a la gente dentro de las estructuras reales de poder o toma de decisión. Es interesante notar que no solo los habitantes locales se quedan afuera de la planificación del manejo de vicuñas, sino también la comunidad científica. Esto sugeriría que dicha planificación obedece más a agendas políticas o económicas que a recomendaciones técnicas o basadas en investigación científica, o a las necesidades de la gente local. Para los sectores históricamente postergados, la posibilidad de participar depende en buena medida de decisión pública y privada (Manzanal 2004) o de la decisión política del sector público provincial y nacional para constituirse en facilitadores y promotores de estos procesos de participación. Este análisis sugiere que en el caso del manejo de la vicuña, no existiría una decisión política al respecto. Consideramos que si la participación en los programas de aprovechamiento de vicuñas pretende ser algo más que una palabra vacía de contenido, los planificadores y administradores deberían definir los objetivos de la participación a lo que los proyectos apuntan y cuáles son los beneficiarios clave (Stöllen et al. en prensa). Entender si la participación beneficia a la población local requiere identificar el compromiso de las agencias de desarrollo de promover formas más efectivas e igualitarias de involucrar a la gente local (Cleaver 1991) y enfrentarse a la tarea de organizar la participación: identificar y movilizar a los protagonistas sociales específicos cuya participación se procura, y crear los medios prácticos para que la población local pueda participar en el diseño, ejecución y monitoreo de los programas. Este proceso requerirá que los actores locales reciban más autoridad y poder de negociación para lo cuál la capacitación y el fortalecimiento de organizaciones locales resulta fundamental. Solo entonces los actores locales podrán negociar en términos de mayor igualdad y ejercer sus derechos de ser los beneficiarios reales del uso sustentable de las vicuñas. AGRADECIMIENTOS La investigación fue financiada por el Proyecto MACS, quinto programa INCO-DEV de la Unión Euro139 CUADERNOS 21 pea (ICA4-CT-2001-1004). G.L. recibió también apoyo del CONICET. N. R d´Arc agradece a la Escuela de Desarrollo de la Universidad de East Anglia. Agradecemos a las comunidades e informantes clave en Bolivia, Perú y la Argentina. BIBLIOGRAFÍA Algotsson, E. 2006 Wildlife conservation through people-centre apágsroaches to natural resource management programmes and the control of wildlife exploitation. Local Environment,11(1), 79-93. 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López Campeny* RESUMEN Abordamos la participación de elementos textiles en la esfera del ritual mortuorio, a partir del análisis de tres atributos: hilado zurdo (llok’e), nudos rituales y empleo de cabello humano en prendas funerarias; elementos identificados en piezas textiles recuperadas en dos sitios arqueológicos de Antofagasta de la Sierra, puna meridional argentina. PALABRAS CLAVE Textiles - prácticas funerarias - sociedades agropastoriles - Antofagasta de la Sierra ABSTRACT We approach the participation of the textiles elements in the sphere of the mortuary ritual, starting from the analysis of three attributes: spun left-handed (llok’e), symbolic knots and employment of human hair in funeral pieces, all elements identified in textiles recovered in two archaeological sites of Antofagasta de la Sierra, Argentinean Southern Puna. KEY WORDS Textiles - funerary practices - agro pastoral societies - Antofagasta de la Sierra INTRODUCCIÓN Nadie podría negar el importante rol que desempeñan la actividad textil y sus diversos productos en las comunidades andinas actuales. Las variadas y múltiples implicancias de su actuación se conocen ampliamente, tanto sobre la base de innumerables investigaciones antropológicas, como a partir de una extensa base documental histórica. Esta activa participación de los textiles en las comunidades involucra tanto actividades vinculadas con el plano económico - productivo, variados eventos y escenarios sociales del quehacer cotidiano, así como diversas prácticas asociadas a rituales y ceremonias de carácter religioso o festivo. Lo relevante, desde nuestra especialidad, es que esta intervención de los textiles en múltiples esferas de la sociedad es factible de analizarse, a lo largo del tiempo, a través de las evidencias arqueológicas que se han conservado hasta nuestros días. Consideramos que este tipo particular de materialidad, que involucra una tecnología compleja y un bagaje amplio de conocimientos, puede pensarse en términos de artefactos multifuncionales y polisémicos, remarcando la perspectiva de los diferentes ámbitos de su participación en las sociedades del mundo andino. Como hemos * CONICET, Instituto de Arqueología y Museo (IAM), Facultad de Ciencias Naturales e IML, Universidad Nacional de Tucumán (UNT), [email protected] destacado en otras ocasiones, esta amplia variabilidad de esferas de intervención del textil, nos permite aproximarnos a su análisis desde diferentes ángulos, dependiendo del aspecto que arbitrariamente decidamos abordar con nuestro estudio: como vestimenta, abrigo, medio de transporte, contenedor, unidad de medida, símbolo identitario, atributo de poder político, religioso o de estatus, elemento de distinción de género, bien de intercambio social, económico o simbólico, elemento ritual o con poder mágico; solo por citar algunas de las múltiples funciones, contextos de uso y connotaciones simbólicas asociadas a los textiles (López Campeny 2000, 2005). En el presente trabajo, abordamos la participación de elementos textiles en aspectos vinculados con el ritual mortuorio, concretamente a través del análisis de tres atributos materiales: el hilado de torsión zurda o llok’e, los nudos rituales y el empleo de cabello humano. Estos tres elementos han sido identificados en piezas textiles recuperadas en diferentes contextos funerarios, procedentes de dos sitios arqueológicos de la localidad de Antofagasta de la Sierra: Punta de la Peña 9 y Punta de la Peña 4. La distancia cronológica planteada entre ambos contextos de recuperación de las prendas, sumada a la información actual disponible, nos permite analizar la persistencia temporal de ciertos atributos materiales, de carácter simbólico, vinculados con la participación de los textiles en el ritual funerario de las poblaciones agropastoriles que habitaron la puna argentina. 143 CUADERNOS 21 ASPECTOS GENERALES EN RELACIÓN A LOS CONTEXTOS Y EL Figura 1 sas en la terraza alta del Río Las Pitas (Babot et al. 2006); b) Sector II, integrado por grandes bloques rocosos que presentan morteros múltiples y diversas representaciones rupestres (Babot 2004; Aschero et al. 2006) y c) Sector III, integrado por un conjunto de estructuras de forma subcircular, próximas a un gran farallón de ignimbritas que limita al sitio por el oriente (López Campeny 2001a, 2001b; Cohen 2005). Los materiales textiles analizados en este trabajo proceden de la estructura 2 (E2) del sector III del sitio PP9, cuyo espacio de ocupación se construyó aprovechando dos bloques de ignimbrita de gran tamaño, a modo de muros, a los que se anexó un tercer cerramiento conformado por un pircado. Una serie de orificios circulares en las superficies verticales de ambos bloques atestiguan que aquellos se habrían usado como soportes para techar el área ocupada. Este recinto cuenta con un conjunto de cuatro dataciones radiocarbónicas para el total de seis niveles estratigráficos identificados durante las excavaciones. La secuencia documenta una serie de ocupaciones recurrentes de este locus residencial, entre ca. 2000 y 500 años AP, incluyendo varios eventos domésticos de habitación y consumo, un contexto funerario –del que proceden las piezas textiles aquí referidas– y un evento de uso del espacio con fines productivos, como corral (López Campeny 2001a, 2001b, 2006). El ajuar del contexto funerario incluyó, además de las piezas textiles, un importante número de restos ecofactuales (la gran mayoría de origen no local) y un conjunto de tecnofacturas en soportes cerámico, vegetal, malacológico y fibra animal. Una característica destacable de este contexto es el reducido conjunto de restos humanos –correspondientes a un individuo infantil– que fueron recuperados. Este hecho, integrado a otra serie de elementos contextuales y estratigráficos que hemos detallado en contribuciones anteriores, nos permitió interpretar la existencia de un evento de reapertura de la tumba, el retiro de la mayor parte de los restos del individuo, la reorganización de los materiales remanentes y su posterior reentierro. Una muestra de semillas de chañar, proporcionó una datación de 1.460 ± 40 años A.P., fecha que asociamos con el evento original de conformación de este contexto funerario (López Campeny 2000, 2006). El Sitio Punta de la Peña 9 El sitio Punta de la Peña 9 (en adelante PP9) constituye un asentamiento a cielo abierto, emplazado en la localidad arqueológica homónima, en el curso medio-inferior del río Las Pitas, a una altitud de ca. 3600 msnm. En el sitio se han distinguido tres sectores: a) Sector I, integrado por un conjunto de estructuras subcirculares simples, disper- El sitio Punta de la Peña 4 El sitio Punta de la Peña 4 (en adelante PP4) se encuentra ubicado en la proximidad del curso medio-inferior del Río Las Pitas, a una altura aproximada de 3.650 msnm. Es un abrigo rocoso que presenta vestigios arqueológicos estratificados, en el que se distinguieron dos sectores de reparo constituidos por un alero superior y uno inferior, CONJUNTO TEXTIL La localidad de Antofagasta de la Sierra se localiza en el ángulo NO de la provincia de Catamarca, incluida en el denominado sector geográfico meridional de la puna argentina (figura 1). Su altitud media (3500 a 4200 msnm) y su biogeografía responden a las de un desierto de altura con intensa radiación solar, precipitaciones escasas, regímenes de lluvia altamente inestables, con largas temporadas de sequía, ocurrencia de heladas y fuertes vientos. Sin embargo, dentro de este panorama de rigurosidad climática, debemos destacar que Antofagasta de la Sierra constituye una sucesión de oasis en el ambiente puneño, donde la presencia de cursos de agua de régimen permanente –el sistema hídrico Punilla-Laguna Antofagasta y sus afluentes, dentro de los cuales se destacan los ríos Las Pitas y Miriguaca– origina vegas y ambientes aptos para el desarrollo de actividades pastoriles, la producción de cultivos de altura a pequeña y mediana escala, distintas alternativas de caza y la consecuente posibilidad del desarrollo de poblaciones sedentarias. En este sentido, evidencias de los asentamientos humanos y las múltiples actividades desempeñadas por estos grupos están representadas por una secuencia ocupacional de ca. diez mil años de profundidad temporal –particularmente para la cuenca Las Pitas-Punilla–, secuencia ocupacional destacable para el NOA, en términos de su notable extensión y continuidad (cf. Aschero 1999, Aschero et al. 2003). 144 EL PODER DE TORCER, ANUDAR Y TRENZAR A TRAVÉS DE LOS SIGLOS ambos con manifestaciones de arte rupestre (Aschero 2005). El alero PP4 se sitúa en el sector superior de un gran farallón de ignimbritas, al pie del cual se emplaza el sitio PP9, mediando una distancia lineal de aproximadamente cien metros entre ambos sitios. El sitio PP4 puede ser descripto como un asentamiento multicomponente, con niveles ocupacionales que abarcan una extensa secuencia durante el Holoceno; aunque con dos marcadas discontinuidades. La primera discontinuidad se ubica entre ca. 8900 a 4100 años AP, y la segunda entre ca. 3800 a 960 años AP. Se diferenciaron un total de siete unidades estratigráficas sobre roca madre y bajo el reparo del alero, “selladas” por una potente capa de excrementos de ovinos y camélidos que incluye material cultural. La evidencia estratigráfica, sumada a los datos radiocarbónicos, permitieron identificar cinco componentes principales en la secuencia de ocupación de PP4. El denominado componente IV, al que se asocia el hallazgo del contexto funerario aquí analizado, está integrado por las capas 3, 2 y 1. Estos niveles de ocupación tardía fueron datados en el interior del alero entre ca. 740 a 460 años AP y corresponden a niveles de ocupación asociados, temporalmente, a lo que se conoce como Período de Desarrollos Regionales e Inka. Desde el punto de vista estratigráfico, se interpreta que se produjeron eventos de limpieza de niveles ocupacionales expuestos, de manera que los residuos de ocupaciones más tempranas fueron aparentemente eliminados del sector más reparado del alero y depositados en la periferia de las ocupaciones más recientes. Una muestra de carbón de limpieza de fogón, procedente de la porción cumbral de una capa de residuos en la zona externa del alero, fue datada en 960 ± 40 años AP. Es decir, la fecha en el sector periférico del alero es algo más temprana que en el interior, en concordancia con la interpretación propuesta respecto de los eventos de limpieza de las ocupaciones del sector con reparo (Aschero 2005). Asociado a este componente estratigráfico IV se destaca el hallazgo de un cuerpo femenino adulto, preservado por procesos de momificación natural y envuelto con piezas textiles. El cuerpo estaba oculto bajo la visera de un gran bloque –que sirvió también como zona de depositación de las basuras recién referidas– y dentro de una potente lente de excrementos de roedor, extremadamente compactada. Los bloques de ignimbrita que delimitaban la ubicación del cuerpo apoyaban entre las capas 3 y 5 del basural exterior. Al no detectarse ninguna fosa, la posición estratigráfica del cuerpo correspondería a un momento ubicado entre la formación de las capas 3 a 5 del basural, cuya porción cumbral mencionamos fue datada en 960 ± 40 años AP. Sin embargo, la datación directa del cuerpo o de las restantes capas del basural nos permitirá, a futuro, 1 precisar este momento (Aschero 2005) . Consideraciones generales sobre los conjuntos textiles. Abordajes previos efectuados. El estudio integral efectuado sobre el conjunto de piezas textiles procedentes de ambos contextos funerarios incluyó, en términos generales, un análisis tecnológicoestructural detallado y un análisis del aspecto estilístico-representativo de las prendas recuperadas (López Campeny 2000, 2001a, 2005; López Campeny y Aschero 2006). Además, se efectuó un estudio comparativo entre los patrones de diseño y simetría presentes en algunas de las prendas y representaciones plasmadas en otros soportes, específicamente en la cerámica y el arte rupestre (López Campeny 2000; Aschero et al. 2006). Este último abordaje nos permitió contextualizar a los textiles con elementos complementarios a los proporcionados por las dataciones radiocarbónicas y los correspondientes contextos de asociación locales. Debido a que los principales resultados de estos análisis se han dado a conocer en los trabajos previamente citados, no redundaremos aquí en detalles no relevantes para la presente discusión. Solo mencionaremos que, desde un punto de vista formalfuncional, ambos conjuntos textiles están integrados de esta manera. Las piezas recuperadas en la tumba de PP9 incluyen, además de un importante conjunto de elementos de cordelería, una chuspa o contenedor de pequeñas dimensiones, un unku o túnica andina, un manto, dos posibles bolsas funerarias, una faja y doce fragmentos de tela indiferenciados de variadas dimensiones (López Campeny 2000, 2001a). Las piezas procedentes de PP4 constituyen un conjunto más reducido, integrado por un elemento de cordelería que cumplía con las funciones de “amarre” del fardo funerario, un unku o túnica andina y dos bolsas o contenedores iden2 tificados como costales (López Campeny y Aschero 2006). 1 2 145 Posteriormente a la elaboración del presente artículo pudimos disponer de un fechado radiocarbónico asociado a este contexto funerario. Ha sido obtenido sobre una muestra de fibras textiles, tomadas del elemento de cordelería que cumplía con las funciones de “amarre” del fardo funerario y corresponde a una edad radiocarbónica convencional de 570 ± 80 años AP (LP- 1870). Aquí debemos aclarar que otros especialistas textiles (B. Cases y S. Hoces de la Guardia) me han sugerido la posibilidad de que uno de estos dos contenedores haya sido originalmente una túnica, por su estructura representativa, de acuerdo con las características presentadas por prendas relevadas en contextos arqueológicos de la vertiente trasandina. Lo cierto es que la prenda de PP4 se encuentra muy deteriorada y sumamente reparada, por lo que no conserva sectores de tejido que CUADERNOS 21 Para el presente análisis, partimos del supuesto interpretativo de que todos estos elementos textiles pudieron desempeñar algún rol como parte del ritual vinculado con el evento de la muerte, por el hecho de constituir artefactos que han sido recuperados formando parte de un contexto funerario. De esta manera, y partiendo del reconocimiento de las características inherentes a estos materiales textiles como elementos de un ajuar mortuorio, la identificación de ciertos atributos relevados en ellos nos permite abordar la dimensión ritual de su participación en el evento funerario. LA PARTICIPACIÓN DE LOS ELEMENTOS TEXTILES EN EL RITO FUNERARIO ANDINO “En el cajón del difunto van: un segundo juego de ropa limpia, ... una llijlla blanca o mantel para envolver y llevar a cuesta el equipaje usual de viaje ... las insignias de su dignidad o función...” (Van Kessel 2001: 223) Un importante cúmulo de información, resultado de numerosas investigaciones antropológicas, atestigua la activa participación de los textiles en diferentes contextos de carácter ritual/festivo. La sola presencia de un textil (p.e. una inkuña) o ciertos elementos textiles, puede llegar a modificar los espacios cotidianos profanos, transformándolos en espacios rituales o sagrados. Entre múltiples ejemplos sobre este “dinamismo funcional” de los textiles puede citarse el frecuentemente relevado caso de las llijllas; piezas que, además de emplearse cotidianamente como contenedores para el transporte de cargas, adquieren un sentido diferente cuando se emplean para revestir las mesas en los pagos a los cerros tutelares, para cubrir y de manera simbólica proteger y multiplicar las cosechas durante ciertas ceremonias, cuando participan de los festejos de inauguración de un hogar, o al formar parte del ajuar de los novios en las ceremonias de matrimonio (cf. López et al. 1992). De la misma manera, muchos textiles de uso cotidiano pueden adquirir un sentido ritual cuando se convierten en ofrendas funerarias o cuando son quemados, lavados o arrojados al río como parte de los principales ritos mortuorios (Aláez García 2001; Cáceres Chalco 2001; de Hoyos 2001; Mamaní 2001; entre otros). Algunos textiles cumplen el papel de contenedores vinculados con el ritual funerario, incluyan partes diagnósticas tales como orillos de urdimbre o aberturas para el cuello y brazos. Por esto, ninguna de las dos funciones alternativas –vestimenta o contenedor– ni el posible reciclaje de la primera forma en la segunda, pueden ser por el momento descartadas en cuyo interior son resguardados elementos personales del difunto (Van Kessel 2001) o los mismos cuerpos son “contenidos” en ellos al constituir fardos funerarios. Durante ciertas ceremonias realizadas con posterioridad al velorio y al entierro, como por ejemplo la paigasa, también llamada “despedida del alma”, “conmemoración” o “la octava” –esto último en referencia a los días transcurridos desde el entierro– la ropa colocada sobre una mesa representa simbólicamente la presencia del muerto y se acompaña de otros efectos personales del “ausente” y ofrendas que serán posteriormente quemadas (Aláez García 2001; de Hoyos 2001; Van Kessel 2001). También es frecuente que, durante los ritos mortuorios, los dolientes coloquen junto al muerto una serie de objetos que aquel usaba en vida y que le serán necesarios en el viaje que debe emprender; implementos entre los cuales, los textiles (bolsas, alforjas, sogas, etc.), suelen tener una participación relevante. Todos estos ejemplos simplemente ponen de manifiesto que las prendas textiles, como cualquier otro artefacto, no poseen únicamente una función utilitaria, inherente al objeto e invariable durante su trayectoria de vida. De manera mucho más compleja y dinámica, las connotaciones asociadas a su empleo suelen verse modificadas o complementadas por las características de cada contexto particular de actuación a lo largo de su vida social (Appadurai 1991). LA EFICACIA SIMBÓLICA Y RITUAL DE LA TORSIÓN INVERSA O HILADO LLOK’E “Por izquierda es sólo para finaos (tata - abuelos) o para luto ... se hace con la mano izquierda porque el finao se murió, ya no tiene fuerza ...” (Grebe Vicuña e Hidalgo s/f: 15) Existen únicamente dos posibles direcciones para las acciones sucesivas de hilado, torsión y retorsión de las fibras durante la confección de cordelería: hacia la derecha o hacia la izquierda. En relación con esta característica tecnológica, nos parece relevante destacar los datos sintetizados por Agüero (1994), quien documenta que la torsión final izquierda de los hilos es un hecho raro y poco frecuente entre los textiles documentados en el área norte de Chile, como así también entre los hilados arqueológicos procedentes de la costa sur peruana. En cambio, la llamada torsión zurda o izquierda es un atributo más común en la costa central peruana, llegando al caso de que en la costa norte del Perú la totalidad de los hilados se tuercen hacia la izquierda. Basándose en estos datos, la autora opina que “… el hilar y el torcer hacia un lado u otro constituye una elección cultural que en los Andes representa un indicador del lugar geográfico de su manufactura” (Agüero 1994: 117). 146 Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007 1852-1002 ISSN 0570-8346 En la concepción andina, los diferentes puntos cardinales del horizonte están cargados de significados. En este sentido, se ha relevado en numerosas comunidades una recurrente asociación entre la dirección E con el sentido de lo vital y la dirección O con la esfera de lo mortuorio. Esta percepción cardinal también influye en el sentido dado a los movimientos en ciertas prácticas, sea que se trate de contextos vinculados con actividades rituales, festivas o cotidianas. Así, el movimiento circular que se efectúa en el sentido horario (hacia el este o hacia la derecha) representa la energía positiva de la vida, haciéndose presente con gran frecuencia en los movimientos vinculados con las danzas festivas, como así también “… en el movimiento del huso en el hilado de la lana” (Mostny 1954: 38, en Grebe Vicuña e Hidalgo s/f: 7). El sentido opuesto, el movimiento antihorario (hacia el oeste o hacia la izquierda) “… representa a la carencia de energía de la muerte, usándose en el hilado de la lana para los ajuares fúnebres” (Grebe Vicuña e Hidalgo op. cit.: 7), o vinculándose con la orientación que deben poseer las tumbas, o las hogueras donde se queman las pertenencias del difunto luego del velorio. Esta torsión de dirección inversa o hacia la izquierda de los hilados, empleada con poca frecuencia para la confección textil en el Área Andina Meridional, recibe en quechua el nombre de llok’e y posee actualmente un sentido vinculado con el universo mágico y ritual, de tal manera que en algunas comunidades Aimara el yatiri es la única persona que puede hilar llok’e (Gisbert et al. 1987). Existen algunas referencias del poder simbólico asociado a la torsión inversa en tiempos prehispánicos, la que se pone de manifiesto en las siguientes palabras de Felipe Guamán Poma de Ayala (1937: 275 [1615]): “… otros hechezeros toman un hilo torcido a lo izquierdo con blanco y negro y ponen en los caminos y lo ponen como lazos de los demonios por donde an de pasar sus enemigos para que le coxa el lazo y hechisos puesto en ellos hecho sus encantamientos…” Actualmente, se ha registrado en algunas regiones del norte de Argentina como en el sur del vecino país de Bolivia, la continuidad de la tradición de confeccionar y emplear el hilo zurdo, el que participa de una serie de prácticas de la vida cotidiana, pero en todos los casos conservando cierta eficacia en el plano mágico-ritual (Rolandi de Perrot y Jiménez de Pupareli 1985; Conklin 1997; Platt 2001). El hilo llok’e se utiliza en ocasiones especiales, como por ejemplo el 1° de agosto, en el día de la Pachamama, fecha en que se entierra como parte de las ofrendas depositadas en los pozos que se cavan en los patios de las casas o los corrales. También para esa fecha las personas se colocan hilo llok’e en el tobillo, en la muñeca o en el cuello, como elemento defensivo y protector “… porque la tierra está ‘abierta’, ‘pariendo’ o ‘hambrienta’...” (García y Rolandi 2000a: 10). La concepción general vinculada con estas prácticas es que el hilo zurdo protege a las personas librándolos de diferentes tipos de males, empleándose además para la curación de diferentes enfermedades, tanto de personas, como en la atención de la salud de los principales animales domésticos (Rolandi de Perrot y Jiménez de Pupareli 1985; Llanke 1995). También Platt (2001) alude al poder “reparador” asociado a los hilados zurdos, en algunas comunidades de Bolivia, ante ciertas complicaciones que pueden surgir durante la gestación del bebé: “… si la mujer hila durante el embarazo, el cordón puede enredarse alrededor del cuello del feto (...) La ceremonia de romper el hilo es una técnica para rectificar el daño. El cuerpo de la paciente se envuelve con un hilo de lana de llama plegado a la izquierda (lluq’i q’aytu), que después se rompe para soltar la maraña u obstrucción adentro” (ibíd.: 139). Las prácticas curativas asociadas al hilo zurdo permiten plantear la existencia de algún tipo de vinculación entre el hilo llok’e y la tierra, ya sea porque el cordel se entierra como parte de las ceremonias, porque se realiza conjuntamente alguna actividad o práctica vinculada con una ofrenda a la tierra (por ejemplo chaya), o bien porque la enfermedad que se trata de curar procede en muchos casos de la “madre tierra” o Pachamama. Al respecto, Rolandi de Perrot y Jiménez de Pupareli (1985: 285) interpretan que “El hilado normal es un hecho cultural que transforma la materia prima dada por la naturaleza. El hilado al revés es el opuesto al producto humano y parece tener la propiedad de volver al seno de la tierra, a la naturaleza misma. Su fuerza reside justamente en eso”. En esta misma línea interpretativa, que propone una estrecha relación entre la Pachamama, deidad de connotaciones femeninas y el concepto de llok’e, pueden resultar muy significativos los datos recopilados por Müller y Müller (1984: 164), quienes documentan que en la comunidad de Q’ero (Dpto. Cuzco, Perú) “El principio fundamental del orden del cosmos es el dualismo asimétrico, al que llaman ‘yanantin’. Los dos polos del ‘yanantin’ son: el masculino, llamado ‘phaña’ que corresponde al principio patriarcal. El femenino llamado ‘lloq’e’ que corresponde al principio matriarcal”. Además de su participación como elemento con efecto curativo en el tratamiento de personas y animales, este tipo de hilado también participa con sus propiedades protectoras en ciertos aspectos vinculados específicamente con la actividad textil. Así, por ejemplo, el hilo zurdo suele colocarse sobre un ovillo para que la lana no se enrosque y a la vez sirva de elemento protector para la tela una vez tejida y, en consecuencia, proteja también a la persona que use la prenda. Igualmente, con un sentido de protección, el hilo torsionado hacia la izquierda suele emplearse como elemento en las primeras pasadas de trama al tejer 147 CUADERNOS 21 una tela, “… para evitar que venga el diablo…” (Rolandi de Perrot y Jiménez de Pupareli 1985: 281). Su poder también se manifiesta en el hecho de que, las prendas que participan en algunas ceremonias o rituales, se confeccionan parcialmente con hilos zurdos. De esta manera, chuspas, inkuñas o llijllas que se suelen emplear durante la ceremonia de la señalada pueden presentar ciertas partes tejidas con hilo llok’e. También los cordeles usados para florear o señalar a los animales durante esta ceremonia se confeccionan en lana hilada llok’e (ibíd.: 283). Un dato relevante es que, en la mayor parte de los casos, el hilado llok’e se confecciona con cabos de lana de colores contrastantes o hilado moliné. La combinación más frecuente suele ser el negro con el blanco (llamado hilo “overo”), aunque también pueden combinarse hilos de otros colores como rojo y negro, amarillo y morado, etc. (Rolandi de Perrot y Jiménez de Pupareli op. cit.). También Grebe Vicuña e Hidalgo (op. cit.: 11) exponen la relación entre los hilos con torsión inversa y el empleo combinado de diferentes colores para su confección, cordeles que, como queda de manifiesto en la siguiente cita, se vinculan además con ciertos ritos fúnebres: “… la combinación del negro y blanco representa simbólicamente a los muertos. Estos colores están presentes en el ajuar funerario de un difunto a quien se le amarran cordones de lana natural ‘torcidos al revés”. Para el sector de Puna argentina, Rolandi de Perrot y Jiménez de Pupareli (op. cit.: 282), documentan que cuando una persona fallece los parientes le confeccionan una cuerda de color “overo”, hilada en llok’e, que atan a la cintura del muerto. También los familiares y vecinos del muerto se atan hilos llok’e en el cuello, muñecas o tobillos “… para que las almas se vayan, para que no se queden junto a ellos y para que no se enfermen” (ibíd.: 283). De esta manera, el hilo zurdo sigue desempeñando en los contextos funerarios el rol principal de protección y rechazo de los peligros, en este caso, de los riesgos sobrenaturales vinculados con el evento de la muerte de algún allegado. Por su parte, para los grupos Aimara de Tarapacá, Van Kessel (2001) documenta –entre los parientes del fallecido– la práctica de colocarse en la muñeca izquierda un cordel confeccionado con lana combinada de colores blanco y negro. Este cordel se usa durante la ceremonia de la paigasa y, “… al día siguiente se romperá y será llevado a la hoguera para liberarlo de la pena excesiva” (ibíd.: 225) por lo que en este caso, parece ser que la función desempeñada por este poderoso hilo es la de mitigar el dolor espiritual por la pérdida que provoca la muerte, al materializar y “apresar” en sí mismo toda la pena de su portador. De esta forma, al ser cortado y luego quemado en la hoguera, se lleva con él todo el sufrimiento de los allegados al difunto. De manera complementaria, en la mesa ceremonial con “presencia simbólica del difunto” –preparada durante la ceremonia de la paigasa– se colocan tres madejas de lana hilada de dos hebras; una blanca, una negra y una tercera elaborada con la combinación de los dos colores previos, todos hilados al revés y con la mano izquierda. La persona encargada de dirigir el ritual usa estos hilos para “amarrar” a los dolientes y vecinos, girando en torno a todo el grupo, siempre en dirección inversa y atándolos con los cordeles, utilizando para ello sólo la mano izquierda. Posteriormente, el oficiante corta la amarra y junta los fragmentos, los que reúne con los otros hilos que cortó de las muñecas de los parientes y allegados. Todos estos cordeles se quemarán luego en la hoguera, conjuntamente con los bienes personales del difunto y otras ofrendas (ibíd.: 227). Ceremonias similares de ruptura de hilos zurdos, confeccionados con dos colores contrastantes, que son efectuadas por los dolientes durante los rituales fúnebres, también se registran en diferentes comunidades de Bolivia y Perú (cf. Acosta Veizaga 2001; Mamaní 2001). Este conjunto de referencias sintetizadas pone de manifiesto la eficacia o poder asociados a los hilos con torsión izquierda en la textilería actual de la puna argentina, y áreas colindantes en Chile, Bolivia y Perú vinculados, en todos los casos, con su activa participación en la esfera de diversos rituales. Es esta importante base documental la que nos permite contar con un marco interpretativo en el cual referirnos al relevamiento de hilados zurdos en ambos conjuntos textiles procedentes de los contextos funerarios de Antofagasta de la Sierra. El poder de torcer: registro de hilados zurdos en contextos funerarios de Antofagasta de la Sierra En primer lugar, destacamos que el análisis tecnológico estructural de la muestra de textiles de ambos sitios de Antofagasta de la Sierra permitió confirmar la tendencia señalada por Agüero (1994) en lo que respecta a la dirección final de torsión predominante en la textilería de los Andes Meridionales. Esto se traduce en el hecho de que hemos registrado un total predominio de los cordeles con torsión final derecha (S) entre los elementos que conforman las estructuras textiles. Considerando esta tendencia, es que en el caso del conjunto textil recuperado en la E2 del sitio PP9 (III), destacamos la identificación de un elemento superestructural consistente en un cordel moliné (amarillo y castaño oscuro) de torsión zurda, enlazado en uno de los orillos de urdimbre de la pieza textil identificada como manto (figura 2). Se trata de un cordel que presenta un nudo central y un doble lazo. Uno de estos lazos se une a la penúltima línea de trama, mientras que el otro lazo queda libre sobre el borde de urdimbre del manto, por debajo de una costura de terminación (cadeneta en ori148 EL PODER DE TORCER, ANUDAR Y TRENZAR A TRAVÉS DE LOS SIGLOS llo de urdimbre) que presenta la prenda. Lo significativo del hallazgo se refiere a que este sería –dentro de la muestra analizada en PP9– el único elemento, que forma parte de una pieza textil, que presenta dirección de torsión inversa; así como el único ejemplo de un cordel bicromo que es visible en el tejido resultante. Este cordel sintetizaría los dos atributos relevados actualmente para el hilo llok’e: la dirección de torsión final izquierda (Z) y el hilado moliné o combinado. Además, el hecho de que se trate de un elemento superestructural –es decir, agregado a la pieza con posterioridad a la conformación de su estructura textil– permite sostener con mayor sustento la interpretación de su relación con una práctica vinculada al ritual funerario. casos la costura se efectuó desde adentro de la pieza, por lo que aquella debió revertirse para su realización, a diferencia de los otros tramos de unión que fueron cosidos con la bolsa en la posición de uso normal. Es decir que habría, además de una dirección de torsión inversa en estos cordeles, una segunda inversión si se toma en cuenta que la posición normal de la pieza debió alterarse para la realización de estas costuras. Un tercer aspecto de estas costuras se relaciona con la posición que ocupan en los orillos de la pieza, ya que cada una de las dos costuras internas efectuadas con hilo zurdo ocupa un orillo diferente y, además, en una posición contrapuesta: superior izquierda e inferior derecha. Por lo tanto, estamos frente a una doble oposición: lateral (izquierdo/derecho) y terminal (superior/inferior) que se suma a las inversiones mencionadas para la torsión del hilo y la posición de las costuras en la bolsa. En este sentido, puede ser relevante recordar el modo de uso del hilo llok’e como elemento defensivo y protector durante la ceremonia del 1° de agosto o Pachamama en partes contrapuestas del cuerpo como la muñeca y el tobillo –superior e inferior– los que, además, generalmente son opuestos también lateralmente (izquierdo y derecho) (García y Rolandi 2000). Figura 2 Entre los textiles que integran el contexto funerario de PP4, registramos varios ejemplos de hilados de torsión zurda. El primero de ellos, se utilizó en una costura de cierre parcial de la boca, u orificio de apertura, de un costal que cubría la cabeza de la mujer sepultada (figura 3a). Aquí debemos destacar que, además de haberse empleado un cordel zurdo para su confección, la costura en sí misma es un rasgo que puede interpretarse como portadora de un plus de significado, por las referencias existentes sobre la frecuente inutilización de partes funcionales en piezas textiles funerarias que, de esta manera, se “matan” simbólicamente (cf. Rolandi de Perrot 1979; Cases 2003). Además, algunos tramos de las costuras laterales –o de unión de los orillos de trama– de esta bolsa también pueden vincularse con la esfera del ritual funerario. Se trata del detalle de que, solamente en dos sectores acotados del tramo total, los cordeles que se han empleado como elementos de costura presentan torsión izquierda (figura 3b). Además de ser los dos únicos tramos de costura donde los cordeles presentan esta dirección de torsión inversa, otros detalles caracterizan a estas puntadas de unión. En primer lugar, en ambos Figura 3 Finalmente, también en la segunda bolsa asociada al fardo funerario de PP4 hemos relevado el empleo de un hilado zurdo como costura de unión de los orillos laterales (figura 3c). Se trata de un tramo de aproximadamente 6 cm de extensión, efectuado con punto corrido envuelto y que conserva el inicio de la puntada atestiguada en el nudo de fijación que exhibe uno de los extremos. La observación de que esta costura parece empalmarse o superponerse parcialmente con la costura del tramo siguiente, permitirían sostener la hipótesis de que se trata de un elemento agregado con posterioridad a la confección original de la bolsa y, por ende, podría vincularse con su contexto de depósito y participación final como componente del ajuar funerario. 149 CUADERNOS 21 EL VIAJE HACIA EL MÁS ALLÁ: LA SOGA DE LOS DIFUNTOS Y LOS NUDOS RITUALES “Evangelista dice que son 7 los nudos del ritual funerario, el signo o símbolo que los hombres misman. 7 podría representar 7 cielos, los nudos son para subir al cielo” (Hoces de la Guardia y Rojas 2001: s/n) Mencionamos previamente que Rolandi de Perrot y Jiménez de Pupareli (op. cit.) relevan –para la zona de la puna argentino boliviana– la confección de una cuerda overa, hilada en llok’e, que los parientes atan a la cintura del fallecido: “… la cruzan adelante colgando dos tiras en las que hacen nudos, tres o cuatro; no pudieron precisar exactamente cuántos son. Esta cuerda recibe el nombre de ‘milagros’” (ibíd.: 282). Al respecto, uno de los informantes relató que, a la muerte de su abuelo: “Le pusieron en la cintura un cordón overo que hicieron en ese momento, hilado llok’e. Vinieron todos los parientes y, mientras bebían, el hermano del abuelo y los primos confeccionaron la soga llok’e con tres nudos” (ibíd.). Las autoras también mencionan que en la vertiente transandina chilena se registra el uso de una cuerda con nudos que es atada a la cintura del muerto, aunque no mencionan ninguna referencia a cuál podría ser el papel desempeñado por estos atributos en la cuerda o “milagros”. Por su parte, Hoces de la Guardia y Rojas (2000), durante un relevamiento exhaustivo de las artesanías textiles actuales en el sector del Loa y el Salar de Atacama (Chile), registran la presencia de un elemento textil llamado “signo” o “símbolo”, que consideramos representaría la prenda equivalente al “milagros” del sector puneño argentino. Esta interpretación se desprende de la descripción que presentan las autoras a partir de los datos de los informantes. El “signo” o “símbolo” es una “… prenda de uso ritual que se pone en la cintura del difunto. Consiste en un cordón de aproximadamente 2 m. de largo realizado con hilo mismeado. Posee nudos (número que varía entre 7 y 12 según el entrevistado), los que tienen por objetivo ayudar al muerto a llegar al cielo” (ibíd.: 131). Los nudos, por lo tanto, serían confeccionados por los parientes con el fin de ayudar al difunto a sortear algunas de las dificultades con las que se enfrenta en su tránsito hacia el lugar de descanso final. Al referirse a una de las entrevistadas que hace alusión a la cuerda ritual, Hoces de la Guardia y Rojas (2001), mencionan: “Evangelista dice que son 7 los nudos del ritual funerario, el signo o símbolo que los hombres misman. 7 podría representar 7 cielos, los nudos son para subir al cielo” (ibíd.). También Grebe Vicuña e Hidalgo (op. cit.: 11) hacen referencia a esta soga de características particulares que es usada en los rituales funerarios, aportando información respecto de la simbología representada en la cantidad de nudos que posee esta singular cuerda. Destacan que: “Otros números nones, tales como el siete y el nueve, aparecen representados en el lazo de difuntos denominado ‘misterio’, que pertenece al ajuar funerario del atacameño actual. En efecto, los nones se asocian con la muerte y la carencia de energía vital”. Para el Valle del Cajón en Catamarca, de Hoyos (2001) documenta algunas de las principales prácticas desarrolladas en torno a los rituales funerarios. Menciona que, después que se realiza el segundo velatorio, durante el cual la ropa desplegada sobre una mesa representa simbólicamente al muerto, “… se ahorca al perro personal del difunto y se le coloca acostado sobre una alforja donde además se le colocan bolsitas de lienzo conteniendo los elementos que le gustaba consumir” (ibíd.: 250). Lo relevante de destacar, es que estos alimentos, bebidas, etc., se acompañan además con la ofrenda de “… una escalerita de cartón y cartulina…” (ibíd). La autora señala que esta escalera tiene la finalidad de ayudar al muerto a subir al cielo, mientras que el perro debe ser sacrificado para ayudar a su dueño a atravesar un caudaloso río de ultratumba conocido con el nombre de “Jordán” (ibíd: 252). Esta podría interpretarse como una variante más reciente de la práctica ritual de acompañar al muerto con algún elemento que cumpla simbólicamente las veces de un instrumento que lo ayude en el tránsito hacia otro estado o espacio diferente. En este caso, la tradicional soga con nudos aparece en el ajuar mortuorio actual remplazada por una miniatura de escalera de morfología actual. En Antofagasta de la Sierra, persiste la tradición de sacrificar al perro del difunto, ahorcándole con una soga que luego es enterrada junto al animal. Este perro, llamado chasnero, debe cumplir con la misión de acompañar al difunto y guiarlo para cruzar los ríos que debe atravesar en su viaje al más allá (García y Rolandi 2000b). Esta misma práctica se registra entre los grupos uru de Chipaya donde, después de ahorcar y enterrar al perro acompañante, los familiares llevan la soga para depositarla en el ataúd del muerto: “Un pedazo de esa soga o un pedazo de lana negra le amarran en la mano derecha del difunto, significando que el perrito está amarrado a su amo e irá delante de él para que no se pierda en el camino. El resto de la soga va junto a la cabeza” (Acosta Veizaga 2001: 264). En otras comunidades del área andina meridional el perro es acompañado o, en otros casos, reemplazado por una llama de color blanco o negro, según las creencias particulares del lugar (cf. Cipolleti 1987: 105; Ortega Perrier 2001: 253; Van Kessel 2001: 227). También en estos casos el animal es sacrificado ahorcándolo con una soga, y se carga “… como para un viaje…” (Ortega Perrier op. cit.) con alforjas llenas de pertenencias del difunto “… para que ayude al muerto a cruzar la ‘cocha’ grande…” (Van Kessel 2001: 226). También en estas prácticas se manifiesta la importancia de 150 EL PODER DE TORCER, ANUDAR Y TRENZAR A TRAVÉS DE LOS SIGLOS la direccionalidad izquierda y de la orientación occidental, ambas cargadas de connotaciones asociadas con el ritual fúnebre. Así por ejemplo, la llama sacrificada se debe desangrar y cuerear con la mano izquierda y el cuerpo del animal debe enterrarse con la mirada dirigida al occidente. El poder de anudar: series de nudos relevados en prendas funerarias de Antofagasta de la Sierra Este conjunto de datos vinculados con el empleo de la soga de los difuntos en contextos actuales del área andina, proporciona un marco de referencia para interpretar los atributos presentados por algunos elementos textiles asociados a los contextos funerarios de Antofagasta de la Sierra. En relación con el contexto de PP9 (III), destacamos el hallazgo de un cordel con retorsión elaborado en fibra de camélido, de casi cinco metros de longitud y once milímetros de espesor, que presenta una serie de nudos en diferentes tramos de su extensión. La cuerda posee un total de ocho cabos, torsionados de a pares (s z 4S); presenta tres medios nudos (half knot) en distintos sectores de su tramo, y un cuarto nudo que forma un lazo complejo cercano a uno de los extremos (figura 4a). En el contexto funerario, la cuerda se recuperó enrollada sobre sí misma y sujeta con un grueso cordel de fibra vegetal. Además de su notable longitud y grosor, otros detalles técnicos de este artefacto son destacables, tales como la presencia de los nudos en diferentes sectores del tramo total, sobretodo el que forma el lazo en uno de sus extremos. Por otra parte, en un sector de la cuerda y solo por un corto tramo, uno de los cuatro cordeles que conforman el cordón principal presenta un hilado moliné (López Campeny 2001a; 2000). Sin embargo, ninguno de estos atributos tecnológicos puede considerarse determinante para inferir alguna funcionalidad asociada a esta cuerda de rasgos particulares. De esta manera, sobre la base de las referencias etnográficas referidas al empleo del “lazo de los difuntos” (“signo”, “símbolo”, “milagros” o “misterio”), y en tanto no dispongamos de datos adicionales procedentes de otros contextos comparables, no podemos descartar la posibilidad de una asociación entre este tipo de artefacto de función ritual y la extensa cuerda recuperada en el contexto funerario de PP9 (III). Además, debemos considerar el hecho de que el contexto funerario ha sido reabierto existiendo, consecuentemente, la posibilidad de que los materiales fueran reorganizados durante este evento; lo que torna más difícil el plano de las inferencias. Esto es debido a que no es posible saber con certeza si la cuerda desempeñaba alguna función específica (por ejemplo amarre del fardo) o se ubicaba en una posición diferente a la que fue recuperada, cuando el cuerpo fue originalmente enterrado. Teniendo presentes las mismas consideraciones previas y apoyándonos en los datos existentes sobre el signi- ficado asociado a los nudos en piezas textiles funerarias, destacamos una característica identificada en uno de los orillos terminales de una posible bolsa funeraria de la tumba de PP9. La prenda presenta un conjunto de seis elementos urdimbre que exhiben una longitud mayor que la que poseen los sectores de borde conservados. Estos elementos están anudados por un séptimo hilo de urdimbre y, a continuación, todo este conjunto de hilos presenta una sucesión de diez medios nudos (half knot) separados por distancias variables de uno a dos centí- Figura 4 metros (figura 4b). Este atributo de la prenda no tiene, aparentemente, vinculación con aspectos funcionales, ni tampoco se explican como elementos del plano representativo, por su baja visibilidad en el tejido, ya que han sido elaborados con los mismos elementos que conforman la estructura textil monocroma. Por lo tanto, descartadas las posibilidades de una vinculación con funciones tecnológicas o representativas, planteamos la posibilidad de que estos nudos en la prenda tuvieran alguna relación con el marco de los significados de tipo rituales, tratándose de atributos con algún poder o “efectividad” asociados al evento funerario. Finalmente, y en esta misma línea interpretativa, mencionamos que el unku o túnica que vestía al cuerpo femenino recuperado en el sitio PP4 presenta rasgos similares. Se trata del relevamiento de una serie de 4 medios nudos que exhibe un conjunto de cordeles que se desprenden del extremo de una costura policroma ubicada en el borde de la abertura para el cuello (figura 4c). Cabe aclarar que en ninguno de los casos relevados pretendemos hacer una analogía directa entre los nudos rituales confeccionados en prendas como la cuerda de “milagros”, con los atributos identificados en los texti151 CUADERNOS 21 les de contextos funerarios de Antofagasta de la Sierra. Sin embargo, no podemos dejar de plantearlo como una hipótesis a considerar, teniendo en cuenta que se ha documentado esta práctica actual y los significados asociados a ella. Tratándose de prendas recuperadas en contextos funerarios y no contando –hasta el momento– con interpretaciones alternativas para explicar la presencia de los nudos en las prendas y en la cuerda, la dimensión ritual de estos atributos, y su asociación con alguna creencia vinculada con la nueva etapa por la que atraviesa el difunto, es una interpretación que no puede descartarse. LA SUSTANCIA PODEROSA: CABELLO HUMANO, TEXTILES Y ANTEPASADOS Podemos plantear que el cabello humano es una materia prima factible de ser empleada –por sus propiedades de gran resistencia a la tensión– con fines tecnológicos, para la confección de hilados u otros elementos textiles. Pero, además, consideramos que existen una serie de antecedentes y referencias que, analizados de manera integrada, permiten proponer que su empleo puede ser también interpretado en el marco de otros significados de carácter simbólico. De los testimonios brindados por hombres y mujeres de la comunidad de Qaqachaka (Oruro, Bolivia) se desprende un paralelismo muy fuerte entre el acto de urdir los hilos en el telar y el de tender los cabellos de una cabeza (Arnold 2000). La autora citada documenta, además, una marcada relación entre la elaboración de textiles, el acto de trenzar el cabello humano y los ritos funerarios. Esta relación se percibe en el testimonio brindado por una mujer de Qaqachaka quien, al referirse a las piezas arqueológicas que se descubren accidentalmente comenta: “… los ancestros hacían textiles con los cabellos mismos, de una manera muy parecida a la que se solía hacer al trenzar los cabellos de alguien antes de enterrarlo, en el pasado reciente” (ibíd.: 17). Asimismo, el cabello como sustancia también está relacionado con el origen de la tradición textil, ya que numerosos mitos refieren que los chullpas tenían sus cabellos muy largos, de manera de poder tejerlos directamente. La autora comenta que el acto de trenzar los cabellos es considerado por los miembros de la comunidad referida como una forma de protección contra las fuerzas sobrenaturales o diabólicas, fin con el que se solía trenzar los cabellos en caso de muerte o de guerra “... al tejer así con los cabellos ‘se dan fuerzas’ (...) al proteger a uno y atajar a los males...”. En palabras de Arnold (op. cit.: 18): “Son estas fuerzas ancestrales que se transmiten a la tejedora mientras ella hace la wawa textil con los cabellos del muerto…”. De forma similar, el poder asociado al cabello se plasma en la creencia de que este atesora los pensamientos de una persona, conservando gran parte del conocimiento, incluso después de haber sido cortado o de haber muerto su portador. Sobre la base de todas estas creencias, el pelo humano es considerado una materia prima muy poderosa, con un alto contenido simbólico y con el poder de representar a una persona en su ausencia, incluso después de su muerte, al contener en su materialidad todos sus conocimientos (Arnold 2000). A todo lo antes mencionado se agregan las numerosas referencias –reproducidas en el discurso y la práctica diaria de las comunidades andinas– relacionadas con los significados simbólicos vinculados a la “cabeza” en la topografía del cuerpo humano y sus asociaciones metafóricas con el mundo político, ritual y sobrenatural (Gallardo 1993, López et al. 1994). Finalmente, en apoyo de nuestra línea argumental, podemos agregar que también existen evidencias arqueológicas del empleo de cabello humano, como elemento de costura, en prendas textiles recuperadas en contextos funerarios procedentes de ambas vertientes trasandinas (cf. Torres y Conklin 1995; Michieli 2000). El poder de trenzar: costuras de cabello humano en textiles funerarios de Antofagasta de la Sierra Sobre la base de la síntesis previamente expuesta podemos concluir que, de un conjunto de datos, tanto actuales como arqueológicos, se desprende la existencia de un cierto poder o eficacia protectora asociado con el empleo de cabello humano en ciertos contextos de carácter ritual, fundamentalmente de tipo funerarios. En este marco, destacamos el registro de cordeles de cabello humano como elementos de costura en piezas textiles procedentes de los contextos funerarios de los sitios PP9 y PP4. En el primer caso, se trata de una tela de forma rectangular y reducidas dimensiones que presenta un complejo diseño de motivos geométricos, logrados por el empleo de una técnica de tejido recíproca con dos elementos y urdimbres divergentes (López Campeny 2000). Este textil presenta dos cordeles de cabello humano, cada uno próximo a un orillo de urdimbre, los que atraviesan la tela en forma de puntada corrida simple. Uno de estos cordeles presenta un nudo en cada extremo; el primero se une al orillo de trama de la misma pieza y el segundo sirve de nexo entre esta y un segundo textil identificado como bolsa funeraria (recordemos que el primero es el que presenta la serie de nudos en el borde de urdimbre). La pequeña tela rectangular se destaca, además, por la gran variabilidad de elementos decorativos que exhibe, algunos de los cuales representan rasgos únicos en el conjunto de la muestra, como una pequeña cuenta circular de valva (López Campeny 2000). También en este caso como en los anteriores analizados, las costuras de cabe152 EL PODER DE TORCER, ANUDAR Y TRENZAR A TRAVÉS DE LOS SIGLOS llo representan elementos superestructurales, por lo que cobra mayor sustento el argumento de su inclusión en la pieza textil en un momento posterior a su elaboración –e incluso a su trayectoria de uso en contextos cotidianos– vinculándose, de esta manera, con el papel desempeñado por la prenda en el rito mortuorio. Quizás como “… un modo de poner la memoria ancestral [de la cabeza y, por ende, su portador] ahí en el textil…” (Arnold 2000: 17), representada en los cordeles de cabello humano. Finalmente, para el contexto funerario de PP4, destacamos que la costura de cierre parcial de la boca de la bolsa (¿muerte funcional?) –colocada sobre la cabeza de la mujer inhumada– incluye un cordel de cabello humano, sujeto entre las puntadas. Recordemos que, como analizamos previamente, el hilo empleado para su realización presenta torsión zurda. Podemos concluir entonces que, tres rasgos presentados por esta costura: a) su posición en la prenda, inutilizando parcialmente un rasgo funcional que es clave en la pieza como contenedor, b) la dirección de torsión inversa del hilo empleado para su confección y c) la inclusión de un cordel de cabello humano entre sus puntadas; parecen reforzarse mutuamente como atributos de carácter simbólico vinculados con alguna eficacia particular en relación con las prácticas funerarias. SOBRE EL FINAL… ENLAZANDO ALGUNAS CONSIDERACIONES GENERALES En esta contribución analizamos la participación de ciertos elementos textiles en aspectos vinculados con el ritual mortuorio: el hilado de torsión zurda o llok’e, los nudos rituales y el empleo de cabello humano; que integran un conjunto de rasgos identificados en piezas textiles recuperadas en dos contextos funerarios de sitios arqueológicos de Antofagasta de la Sierra. El marco interpretativo que proporcionamos –en relación con la presencia de estos atributos textiles en prendas arqueológicas– se sostuvo en la importante base documental existente sobre los particulares contextos de actuación y los significados asociados a estos elementos, en numerosas comunidades del área andina. Aunque, como hemos destacado, en ningún caso pretendemos hacer uso de la analogía de manera directa, ingenua y poco cautelosa. Estos datos actuales son usados como un soporte interpretativo, que agregan elementos para apoyar la propuesta aquí desarrollada. A esta información actual, se suman las características inherentes al contexto de recuperación de los materiales analizados, ya que ambos conjuntos textiles proceden de depósitos funerarios. Consideramos que el hecho que, en todos los casos analizados, se trate de elementos superestructurales –hilos zurdos unidos a orillos o usados en costuras de unión; series de nudos agregados, cordeles de cabellos asociados a puntadas– refuerza la hipótesis de que estos rasgos textiles fueron añadidos a las prendas posteriormente a su confección original, en el marco específico de su participación en el ritual funerario. Esto último en vinculación con las connotaciones particulares asociadas a su “poder” de protección o esfera “mágica” de acción, en el ámbito mortuorio. Creemos que es importante destacar que el carácter material de los atributos relevados propone una línea de análisis posible de abordar desde la arqueología. Asimismo, la distancia cronológica planteada entre ambos contextos de recuperación de las prendas (que de acuerdo con la nota 1 sería de ca. cien años), integrada a la información actual disponible para Antofagasta de la Sierra, nos permite proponer una persistencia temporal de estos atributos textiles, vinculada con su eficacia en el plano mágico-ritual, en el marco de prácticas funerarias de las poblaciones agropastoriles de la puna meridional argentina. En los Andes, el papel regenerador y vital, asociado a la fertilización o procreación de las nuevas wawas (tanto humanas, animales, como semillas) se asocia a numerosos aspectos de los textiles y a las tejedoras mismas (Arnold 2000; López et al. 1994; Platt 2001; Cases 2003, entre otros). En esta misma línea de relaciones significantes, un poder fecundador similar se asocia también con el renacimiento experimentado por el muerto hacia una nueva forma de vida, o a través de su transformación en un nuevo ser vivo. Es en este marco que se comprende, un poco más, la relevante participación de diferentes elementos textiles en los ritos funerarios del mundo andino. AGRADECIMIENTOS A Diana Rolandi de Perrot, por abrir una puerta que me permitió introducirme en el complejo universo ritual de los textiles andinos, por todo el afecto y enseñanzas recibidas. Y si de textiles se trata… a quienes me brindaron, en diversas oportunidades, su vasto conocimiento y valiosa amistad: Carole Sinclaire, Susana Renard, Carolina Agüero y Soledad Hoces, ¡gracias a todas ellas! A Andrés Romano, Álvaro Martel y Carolina Somonte por la lectura del trabajo y sus oportunas sugerencias, aunque todo lo expresado es de mi exclusiva responsabilidad. Las investigaciones en Antofagasta de la Sierra se desarrollaron con el apoyo de proyectos subsidiados por CONICET, ANPCyT, CIUNT y una Beca Doctoral otorgada por el CONICET, todos dirigidos por el Lic. Carlos Aschero, a quien agradezco su permanente apoyo y estímulo. 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Lynch* RESUMEN Con los resultados de una investigación sobre escolarización en comunidades aborígenes toba de la provincia de Formosa, se elabora una figura conceptual, la tautología. Se examinan cuatro dimensiones de la vida social en torno a los consiguientes factores etnográficos: 1) ecológica; 2) formativa; 3) lingüística y 4) tecnológica. La significación correlativa de las variables analizadas promueve una consideración correspondiente de la dimensión del pensamiento en términos de la complementariedad cognoscitiva imaginativo/proposicional. PALABRAS CLAVE Tautología - escolarización - pensamiento imaginativo proposicional ABSTRACT On the basis of the results of an anthropological investigation on the schooling in native communities toba of the province of Formosa, I elaborate a conceptual figure, the tautology, that makes it possible to articulate the descriptive and explanatory levels of the subject under investigation. I examine four dimensions of social life, around the following ethnographic factors: 1) ecological; 2) formative; 3) linguistic and 4) technological. The correlation of the variables analyzed promotes a consideration of the dimension of the thought in terms of the imaginative/proposicional cognoscitive complementariness. I finish by formulating a critical projection of the sense of the asymmetry refered between the imaginative and the propositional in the respective ways of life aborigines and western. KEY WORDS Tautology - socialization - schooling - thought imaginative proposicional INTRODUCCIÓN Un interés tradicional de reflexión etnológica sobre el material etnográfico ha sido el de intentar reconstruir las condiciones primigenias de la propia existencia humana: la mentada búsqueda de nuestros orígenes. Lo cual daba naturalmente por supuesto que la vida social de las comunidades aborígenes bajo examen venía a ser una fiel representación de un nivel evolutivo inferior, conocido de acuerdo con esta perspectiva en la terminología clásica como “salvajismo”, o bien, designando a los actualmente llamados “pueblos originarios” en términos de “nuestros contemporáneos primitivos”. En razón del apercibimiento de la preconcepción etnocéntrica sobre la que se fundaba, esta visión evolucionista de la vida social humana ha sido seriamente puesta en tela de juicio. No obstante, la misma se mantiene aun presente en gran medida en varias teorizaciones antropológicas actuales –así como en el “sentido común” de la mayoría de la población “civilizada”–. ∗ Sección de Etnología y Etnografía, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, fernlync@ yahoo.com.ar Dentro de esta perspectiva, el criterio de “medida” de “evolución sociocultural” (subyaciendo al concepto de evolución la noción de progreso), se define en función del grado de desarrollo tecnológico producido en cada sociedad. De donde la inferioridad de “ellos” es entonces indudable (como lo atestigua, por ejemplo, la ausencia en tales sociedades de la tecnología de la escritura). En lo que se refiere a nuestro caso, la elaboración de una figura conceptual, la tautología, referida al tema de la formación educativa a partir del examen etnográfico del problemático caso de la escolarización en comunidades toba de la provincia de Formosa, nos guiaremos por un interés inverso al anterior. Lo que no quiere decir que nos dejemos llevar por el antitético prejuicio “altercéntrico” según el cual ellos serían en realidad “superiores” a nosotros (preconcepción entonces “primitivista” o “exotista” consonante con el famoso mito del buen salvaje). La inversión aludida se refiere a que nuestro interés por la alteridad étnica en cuestión no se orientará pues hacia la reconstrucción de un hipotético pasado de la especie humana (ordenadamente desarrollado desde lo inferior hacia lo superior), sino hacia la elaboración de un proyecto concebido en función de 157 CUADERNOS 21 las transformaciones que, en lo relativo en particular a la instancia formativa, se están produciendo en la actualidad respecto al porvenir de nuestra propia sociedad (lo cual, dadas las condiciones intersocietales que signan la relación entre ambas, global “una” y local la “otra”, no puede dejar de afectar a esta otra sociedad). En tal sentido, la consideración etnológica de este caso etnográfico en particular no viene a ser otra cosa que una fuente de inspiración para poder llegar a desarrollar una reflexión antropológica general sobre las condiciones de nuestro propio sistema educativo. Y ello debido precisamente a que es en la confrontación de las dos modalidades de enculturación puestas en contacto en este contexto interétnico donde, en función de la significativa disparidad en lo que hace a los respectivos modos de promover la formación humana, se ponen de relieve consecuencias bien definidas en lo relativo a la misma constitución del 1 proceso del pensamiento . LINEAMIENTOS TEÓRICO-METODOLÓGICOS La noción de tautología tiene un doble sentido. En su origen fue una figura retórica tendiente a la reiteración de un mismo argumento bajo diversos modos. Tal sentido es el que subyace a la formulación epistemológica de Bateson (1979: 73-80), quien en su propuesta metodológica de una “doble descripción” define a la tautología como el modo de articular las instancias investigativas de la descripción y la explicación científicas. En nuestro caso el argumento en cuestión se refiere a un tema general, el crítico estado actual de la formación educativa, el cual enfocaremos sobre la base del examen de una problemática particular, a saber, la introducción de la escolarización en comunidades abo2 rígenes toba . Siendo pues nuestro objeto de estudio concebible en términos de la instancia formativa en contexto intercultural, su aproximación metodológica correlativa se orienta a constituirlo, de acuerdo con la formulación batesoneana, a través de un ejercicio de reciprocidad de perspectivas. Se trata entonces de enfocar nuestro objeto desde un 1 2 Una introducción psicológica a las complejas relaciones entre cultura y pensamiento, donde se entrelazan dentro de un proceso histórico la percepción, el lenguaje, la memoria, la clasificación y la resolución de problemas, se encuentra en Cole & Scribner (1974). Una propuesta metodológica referida a estudios comparativos sobre la relación entre cognición y cultura puede verse en Cole & Means (1981). Gracias a una Beca de Estudiante otorgada por la Universidad de Buenos Aires, entre 1988 y 1990 realicé varios trabajos de campo en las comunidades toba Nachiñamolék de Vaca Perdida y La Rinconada, unos sesenta kilómetros al norte de Ingeniero Juárez (oeste de Formosa). El presente artículo es una relectura posterior de los resultados alcanzados en aquella ocasión dentro del marco de su articulación tautológica. doble ángulo: a) la modalidad específicamente aborigen de socialización infantil por su lado, y b) la concepción típicamente occidental de en qué consiste la educación propiamente dicha por el nuestro. La significancia paradigmática de la toma en conjunto de ambas modalidades formativas está dada por el hecho de que, dentro del contexto etnológico de referencia, cada una viene a representar el tipo extremo de un continuo, oponiéndose las dos en forma prácticamente antitéthica. El presente análisis se centra en cuatro dimensiones de la vida social a través de las cuales se han puesto de relieve las diferencias significativas del caso: I) Ecológica, donde el contraste se manifiesta entre un (antaño) modo de vida nómade y uno ya sedentarizado. II) Formativa, según la cual sobresale la contraposición entre, por un lado, una socialización infantil permisiva y otra severa; y por otro lado, el valor respectivo asignado al ejemplo y la imitación en el mundo aborigen y el otorgado a la instrucción explícita en el nuestro. III) Lingüística, donde la clave está dada por los respectivos énfasis sobre los aspectos espaciales o temporales propios de las formas gramaticales de ambas lenguas en sus modos de enfocar la relación con los objetos a los que se hace referencia. IV) Tecnológica –aplicada a la palabra–, de acuerdo con la cual la diferencia significativa es la que existe entre un universo de la oralidad por el lado aborigen y uno de la escritura por nuestro lado ya altamente alfabetizado. La significación correlativa de estas cuatro dimensiones culturales nos señala en un sentido convergente hacia la necesidad de prestar suma atención a la asimetría consignada entre las dos modalidades de la formación humana en este caso interrelacionadas; en particular en lo referente a la inversión jerárquica observada entre estas dos configuraciones sociales respecto a la importancia relativa asignada en la instancia enculturativa a cada una de las dos dimensiones cognoscitivas que actualmente sabemos conforman 3 en su totalidad el proceso del pensamiento . Puede decirse incluso que en ambas sociedades una de esas dimensiones ha sido de algún modo sobrestimada en detrimento de una suerte de “descuido” de la otra. La argumentación en ciernes, pues, apunta en primera instancia a poner de manifiesto las consecuencias cognoscitivas del notable antagonismo consignado entre las dos modalidades socializantes encontradas, y, en consonancia con ello, destacar la significación crítica que tal contraposición etnológica tiene para el examen del propio sistema educativo global. 3 158 Una discusión general sobre la naturaleza de la mente puede consultarse en Miller (1983) y en Hischfeld y Gelman (2002). Una discusión particular sobre la emergencia de la ciencia cognitiva y la relevancia de la formulación de modelos mentales puede verse en Jonson-Laird (1981). UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN Contextualización cultural del objeto de estudio El sentido de la comparación etnológica entre ambas sociedades es aprehensible en términos de una conceptualización semiótica de sus respectivas inclinaciones culturales. De acuerdo con esta dimensión de la vida social subrayada por Lotman (1979: 75-76), la de la relación del signo con la signicidad, son distinguibles dos tipos semióticos de cultura. Uno es el de la cultura “gramaticalizada”, cuya orientación semiótica es hacia el contenido del signo, presuponiéndose consonantemente una relación arbitraria respecto a su expresión. El otro tipo es el de la cultura “textualizada”, la que se orienta en sentido inverso hacia la expresión, dándose por sentado una relación necesaria entre significante y significado. Ahora bien, mientras desde un punto de vista estructural, de acuerdo con la dominancia del modelo lingüísitico dentro de este paradigma –“sistema modelizante primario”–, la cultura es un sistema de signos, desde un ángulo procesual la cultura es la memoria de la colectividad, esto es, el conjunto de la información circulante en una sociedad que se transmite –y en un sentido específico, se retransmite– de generación en generación. La diferencia clave entre estos dos tipos está precisamente en sus respectivos modos de reproducción del sistema social. En tanto el primero lo hace a través de la enseñanza de las reglas que subtienden los intercambios, el segundo lo realiza por medio de la exposición expresa de los mensajes circulantes. Lotman ilustra esta diferencia con la dada entre el aprendizaje de una lengua materna y una segunda lengua. Mientras para esta última nos es imprescindible atender a la gramática, para la primera en cambio nos es suficiente el contacto directo con los “textos” de la misma. Una diferencia fundamental entre la sociedad aborigen y la occidental es la concerniente a la ausencia o presencia de escritura. De allí que, en consonancia con la clasificación culturológica de Hall (1976) en culturas de contexto alto y bajo –homóloga a la citada de Lotman–, sea terminológicamente más afin a nuestro caso designar como cultura “contextualizada” a la propia de las sociedades ágrafas, y “textualizada” la de civilizaciones ya letradas. Después de todo es precisamente la posibilidad de registrar el saber por escrito el prerrequisito para la institucionalización de un modo de formación escolar. En el caso de la cultura contextualizada lo que importa es el ejemplo substantivo, aquello que se transmite en forma implícita, pues presupone continuidad entre la expresión y su comprensión. En cambio en la cultura textualizada priman las consideraciones formales, la atención a las reglas, a lo dictaminado explícitamente: el vínculo significante/significado es discontinuo, está pues mediatizado por su correcta interpretación. En síntesis, mientras el primer tipo cultural se orienta hacia la verdad del mensaje, el segundo lo hace hacia la validez de su codificación. Hipótesis a examinar En concordancia con esta contraposición semiótica se pone de relieve la singularidad cultural del antagonismo consignado en relación a los diversos sentidos en que es dable encaminar el mismo proceso de aprendizaje social. Lo cual, dentro de un contexto histórico de largo alcance, lleva implícita la posibilidad de especializaciones divergentes en lo que hace a la misma dualidad hemisférica del cerebro. Sobre la base de numerosos estudios científicos ha sido establecida la constitución en esencia dual de los procesos cognoscitivos en función de la complementariedad que en el plano físico corresponde a la distinción entre los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro (Gardner 1985, 1987, Springer y Deutsch 1981, Wilden, 1987). En el contexto de nuestra discusión semejante dualidad es definible en términos de la complementariedad entre el pensamiento proposicional (operaciones del hemisferio izquierdo: verbal, lineal, lógico-matemático, digital) y el pensamiento imaginativo (operaciones del hemisferio derecho: visual, global, musical, analógico). De acuerdo con una consideración tipológica de los datos etnográficos, la significación de los factores encontrados nomadismo-sedentarización, socialización infantil permisiva-severa, educación por imitación-instrucción, focalización lingüística, oralidad-escritura, convergen en avalar la hipótesis formulada en principio por Berry (1966, 1971) acerca de la especialización cognoscitiva divergente de los miembros de sociedades recolectorascazadoras y sociedades agrícolas –en nuestro caso agrícolo-industriales– en tanto enfatizan de modo inverso los polos de la dualidad imaginativo-proposicional del pensamiento. Se plantea entonces el interrogante acerca de hasta qué punto la focalización educativa en el área de lo proposicional –números y letras en cuanto a elementos básicos de razonamiento, formulación lógica sobre la base de silogismos categóricos y una alta valoración de los discursos filosóficos, políticos, periodísticos, científicos y religiosos–, y por ende descuido de lo imaginativo, no está en correspondencia con la subestimación de que son objeto determinadas actividades en lo que a formación educativa se refieren –según los “supuestos antiestéticos” que, al decir de Bateson (1979: 192) orientan la educación formal–. Siendo semejante “descuido imaginativo” no otra cosa que la contracara del enorme poder de atracción de las imágenes que ofrece el mercado mediático, en detrimento naturalmente de la inclinación por otro tipo de imágenes, no solo visuales sino sobre todo acústicas –literarias, poéticas, musicales, míticas, etcétera–. DESCRIPCIÓN DE LOS DATOS Dentro de la región chaqueña, los grupos Qom de la provincia de Formosa incluyen a los toba del Este (qom 159 CUADERNOS 21 lék), a los pilagá del Centro (qom pí) y a los toba del Oeste (naciñamolék). Pertenecientes a la familia lingüística Guaycurú, han constituido históricamente bandas flexibles de cazadores-recolectoras. Habiendo comenzado a tener solo a principios del siglo XX contactos frecuentes con instituciones de la sociedad blanca, han sido concretamente incorporados al estado nacional alrededor de la década del 30 (consecuencia directa de la “campaña del desierto” norteña). I) Dimensión ecológica: nomadismo/sedentarización. Un interés plausible de investigación antropológica es el de conocer cómo es la vida de grupos humanos que no han producido una transformación notable del entorno en el que viven. No son ni ecologistas ni ecólogos; son, por carecer de medios –así como de una ideología– de explotación de la naturaleza, simplemente eco-lógicos. El modo de vida de las sociedades toba de recolectoras y cazadores era el típico de las bandas nómades de la región chaqueña que deambulaban continuamente en búsqueda de mejores perspectivas para la obtención de recursos. Su vida social, pues, estaba signada por el movimiento –no por la “movilidad social”, puesto que ante la ausencia de divisiones por clase no había muchas posibilidades en juego–. El dato etnográfico pertinente es, dentro de las actuales condiciones de semi-sedentarismo de las comunidades aborígenes visitadas, tanto el problema de los viajes familiares relativamente frecuentes –causa general de ausencia al dictado de clases–, como el de los paseos personales “en el momento menos indicado” –cuestión particular de la deserción escolar, permitida justamente por su relajada actitud socializante, así como consecuencia lógica de no disponer de “modelos” del propio grupo que den el “ejemplo” correspondiente; según el testimonio de los maestros, los mismos padres no se preocupan por “mandar” a sus hijos a la escuela–. En tal sentido, la tendencia hacia una vida nómade va naturalmente en contra de una de las exigencias clave del sistema educativo: la asistencia regular y el cumplimiento estricto de horarios de clase –características ambas que hablan de la rigidez propia de este modelo frente a la flexibilidad de la socialización infantil aborigen–. El dato etnológico relevante es el referido a la incidencia del modo de vida signado por la movilidad física en la conformación de lo que podría llamarse su “estilo cognitivo”. A este respecto es ampliamente conocida la especialización de los miembros de estos grupos en el conocimiento geográfico del medio en el que se desenvuelven, y, concomitante con ello, el notable desarrollo de una gran capacidad de orientación espacial (Gardner 1983, Hallpike 1979). II) Dimensión formativa: permisividad/severidad-imitación/instrucción. De acuerdo con lo afirmado por los maestros, una de las razones de inasistencia a las clases de los niños toba es justamente la falta de control de los padres sobre sus hijos. Según sus dichos la “norma” es dejar optar a los propios educandos sobre asistir o no a la escuela, lo que no pocas veces provoca que se ausenten por cualquier motivo. Precondición pues del fomento de su autonomía personal, esta “falta de control” de los niños desde su tierna infancia se extiende también hacia una actitud de mínima exigencia respecto al cumplimiento de los deberes escolares. La diferencia fundamental en este contexto es pues la establecida entre la modalidad permisiva de socialización infantil propia de los toba –común en general a todos los cazadores-recolectores– y la moderna formación educativa de índole más bien severa que se imparte en las escuelas. Esta diferencia nos brinda una información signada por la negatividad esencial: entre los grupos aborígenes la enculturación primaria se desarrolla, en principio al menos, sin el auxilio de la comunicación verbal. Confiando de algún modo en la cualidad regenerativa de la cultura por mimesis, prima pues el ejemplo. En suma, el aprendizaje primario se produce según un proceso de imitación de los mayores por los menores en donde en principio no tienen cabida las indicaciones verbales. Nuestra cultura, aunque no deja de participar de la misma actitud socializante, enfatiza por el contrario el valor de la instrucción orientada hacia un propósito determinado. Por cuanto es indispensable la explicitación de mensajes que expresen semejante fin. De donde se deriva, en principio, una correlación entre permisividad y socialización silente por un lado, y rigurosidad y empleo de la palabra por el otro. En este nivel comunicativo que se establece entre padres e hijos, signado pues por una consideración jerárquica ineludible –cuidado y dominio del niño son aquí sinónimos–, la presencia misma de la palabra (dirigida para indicar una conducta adecuada) expresaría de por sí un mandato. De allí que, fieles a su intención de tratar permisivamente a los pequeños, los miembros de estas sociedades prefieran callar, y, en semejantes condiciones silenciosas, ordenar el flujo humano a través de gestos. Como dice el famoso dicho oriental, “una imagen vale por mil palabras”, o bien, por mil proposiciones. Esto a su vez es relacionable con otra cuestión, de índole más bien conflictiva: la facultad específica del lenguaje de falsear la información con conciencia de su falseamiento. Teniendo en cuenta pues la posibilidad de dar indicaciones que no se correspondan con la intención expresa que las animaría, la socialización primaria silente logra evitar cualquier mal entendido al respecto. Para no engañar en tal sentido a los “todavía inocentes pequeños”, se prefiere pues no decirles nada sobre lo que deberían hacer, sino dejar que meramente imiten los ejemplos pertinentes. Se trataría de esas cosas en alto grado significativas que se aprenden por sí mismas. Como, por ejemplo, según nos muestra Bateson (1972: 205-222) a través de la observa160 UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN ción de la interacción animal, se aprenden jugando –siempre a condición, naturalmente, de estar transmitiendo la metaseñal “esto es juego”–. Pero, también, como es dable observar en dos gatos que juegan, “esto es una lucha”. Lo que nos trea a colación el problemático lugar de la palabra en las agresiones interpersonales. En su reflexión sobre la conflictiva temática antropológica “nosotros y los demás”, Leach (1986) sugiere que el alto grado de violencia que caracteriza a la especie humana en relación a las demás especies animales es precisamente deudora de las potencialidades comunicativas de (des)calificación inherentes al intercambio verbal. Por otro lado, señala Kleinfeld (1973) que, tal como ha observado entre los esquimales, al tratar al niño con indulgencia las prácticas permisivas fomentan la independencia y la creatividad, lo que según sugieren ciertos estudios conduce a un alto desarrollo de las orientaciones espaciales. Uno de ellos es el realizado sobre “estilos cognitivos” por Witkin y Goodenough (1981), a través del cual se ha constatado que la rigidez en la socialización está asociada en gran diversidad de culturas a la “dependencia de campo externo” del niño. Lo que a su vez confirmaría la hipótesis según la cual las prácticas formativas que alientan el funcionamiento autónomo de los niños promueven el desarrollo general de la diferenciación y, en forma más particular, el estilo cognitivo denominado “independencia de campo”. En contraste con el anterior, en el que el sujeto se basa en el campo exterior para establecer la verticalidad, en este caso el fundamento lo ofrece el propio cuerpo del niño. III) Dimensión lingüística: locación/dirección. Exceptuando a los más ancianos, a los más pequeños y a muchas de las mujeres de cierta edad, los miembros de las comunidades Qom visitadas son casi todos bilingües. Sin embargo, su dominio del castellano es en general bastante limitado. De ahí que su competencia en las clases se vea seriamente dificultada (aunque no, según sañalara más de un docente, en el área relativa a los dominios gráfico y aritmético). Viene al caso señalar que, en consonancia con los planteos clásicos de Sapir (1921) y Whorf (1967), las diferencias lingüísticas entre ambos grupos se corresponderían con diferencias en los propios modos de enfocar el pensamiento. Es pertinente precisar que un decidido crítico del relativismo whorfiano, Lenneberg (1967: 374-5), no deja empero de reconocer que, dentro del dinamismo que caracteriza la relación lenguaje/cognición, existe libertad dentro de ciertos límites para la subcategorización semántica. Lo que nos habla de notables diferencias entre las lenguas respecto a dirigir la atención a un aspecto del objeto, así como a enfocar la relación entre el hablante y el objeto. De acuerdo con los estudios etnolingüísticos de Harriet Klein (1981: 227) entre los toba de nuestra región chaqueña –concordantes en esto con los de Kleinfeld (1973) sobre los esquimales–, la diferencia gramatical característica entre estos idiomas nativos y el castellano –así como con el inglés, pertenecientes ambos a la categoría “standard europea” acuñada por Whorf– es su énfasis superlativo sobre la dimensión espacial en la que se encuentran los objetos a los que se hace referencia. Esta dimensión es representada por las categorías obligatorias en la morfología que indican dirección, locación y posición de los participantes del evento hablado. Léxicamente estas nociones aparecen en gran número de verbos de movimiento. Además las formas lexicales y los elementos morfológicos señalan redundantemente esos conceptos. De acuerdo con Klein (1981: 234-235) hay en el toba un muy alto nivel de subcategorización semántica por movimiento, locación y dirección de movimiento; una o más de estas categorías es reiterada en cada aspecto de la gramática, incluyendo la morfología, la sintaxis y la semántica. De allí que sería imposible evitar su expresión en el discurso hablado, por cuanto, en consonancia con lo sugerido por Kleinfeld para el caso esquimal, los hablantes del toba pondrían mayor atención a lo referente a la orientación espacial. Consigna Klein que, no teniendo esta tendencia la misma importancia en las lenguas indoeuropeas, sí es propia de otros idiomas amerindios. IV) Dimensión tecnológica: oralidad/escritura. Desde el ángulo de las tecnologías de la palabra, la distinción sociolingüística significativa es la dada entre los dos modos históricos de su comunicación expresa: la oral propia de las comunidades primitivas, y la ya escrita presente en nuestras sociedades modernas. En este punto es pertinente la argumentación de Goody (1977: 19-22) sobre la “domesticación del pensamiento salvaje”, según la cual, de acuerdo con el criterio comunicativo que pone de relieve, la diferencia esencial entre lo “primitivo” o “arcaico” y lo “moderno” o “civilizado” está en la presencia 4 de la escritura en el segundo caso . Señala Goody (1977: 36-37) que si bien convencionalmente se considera que lo único que hace la escritura es dar una forma permanente al habla, solo por esta transformación las comunicaciones se alteran significativamente en el tiempo y en el espacio, ya que la materialización del habla en lo escrito lo hace susceptible de ser inspeccionado, manipulado y reordenado en una gran variedad de formas. En las sociedades ágrafas, a falta de registros expresos de información, como señala por su parte Ong (1982: 12), más allá de lo mucho que aprendan y conozcan, 4 161 Según la “lección de escritura” tomada de un líder nambikwara por Lévi-Strauss (1975), falta en estas sociedades el origen de nuestros malestares sociales; los cuales son para este autor consecuencia directa del control organizativo que posibilita semejante modo de registrar la información. CUADERNOS 21 literalmente no se estudia. De allí un universo cognoscitivo y comunicativo por completo diferente al nuestro. A diferencia pues de las socieddes de la “oralidad secundaria” ya condicionadas por la escritura –en especial a través de su difusión por la imprenta–, en las sociedades de la “oralidad primaria”, si bien se aprende por diversos medios de todo lo que ven, oyen y perciben en general de su entorno tanto físico como social, participando así de la sabiduría de diversos géneros discursivos: proverbios, refranes, cuentos, adivinanzas, relatos de historias, etc., no se cultiva el saber mediante el estudio en sentido estricto. Hay que tener en cuenta que la escritura no es un simple traspaso de un mismo sistema de representación de su forma oral/auditiva a otra visual/gráfica, sino que, como sugiere Ong (1982: 18) recurriendo a la terminología de Lotman, es un verdadero “sistema de modelización secundario”. Esto quiere decir que si bien depende de la lengua oral para su existencia –“sistema de modelización primario”–, la escritura tiene sus propios modos de organización –así como sus específicos modos de producción y consumo– que la distinguen de la lengua natural tanto en sus aspectos formales como funcionales. Teniendo esto en cuenta, según señala Goody (1977: 47-55, 61-62), la presencia misma de la escritura altera en modos muy particulares la naturaleza misma del lenguaje puramente oral. Por un lado se produce una descontextualización que separa lo escrito de la situación viva en que se realiza cualquier diálogo, cuyo punto culminante lo constituyen los sistemas de enseñanza formales basados en la alfabetización. Por el otro lado, el almacenamiento de lo escrito hace posible un tipo de inspección que permite un reordenamiento mucho más preciso, tanto de frases como de palabras, que posibilitan un grado de sistematización impracticable si no es por su intermedio. Examina en tal sentido Goody (1977: 95-96, 119-121) el caso de las listas y muestra cómo una compilación realizada con las mismas transforma la índole de la clasificación, la cual, de compleja y asistemática pasa a ser taxonómica, exhaustiva y organizada jerárquicamente. En un trabajo anterior con Watt había sugerido Goody (1977: 21) que la lógica, “nuestra lógica” en el sentido de procedimientos analíticos que establecen determinados tipos específicos de relaciones entre conceptos, pareciera ser una función de la escritura, ya que es el asentamiento del habla lo que capacita claramente al sujeto humano para separar palabras, manipular su orden y desarrollar formas silogísticas de razonamiento En la medida que la objetivación del habla por la escritura factibiliza semejante explotación discursiva, se generan así las condiciones para la emergencia tanto de la lógica como de la filosofía misma. La lógica simbólica y el álgebra son en verdad inconcebibles sin la existencia previa de la escritura, puesto que es la formalización de las proposiciones, abstraídas del flujo del habla e impresas en letras o números, lo que conduce al silogismo. Así, en razón de la factibilidad que brinda para el registro e inspección de la información, las consecuencias cognoscitivas de la tecnología de la escritura no serían otras que la posibilidad de aprehensión del razonamiento lógico-proposicional. Por su parte, las investigaciones sobre la influencia de la escolarización en la “adquisición” del sentido netamente formal del silogismo categórico llevadas a cabo por Scribner y Cole (1981) muestran que el proceso de alfabetización, al producir una progresiva descontextualización de los instrumentos de mediación, favorece un uso de los signos lingüísiticos de una forma cada vez menos dependiente de las situaciones en que se utilizan. No obstante, señalan que tal aprendizaje es indisociable del proceso más general de escolarización en el que tiene lugar, no siendo además sus efectos de carácter permanente, sino que dependen de una ejercitación continuada en situaciones que lo estimulen. Al respecto en su estudio sobre la relación entre “tradición oral” y “tradición escrita”, Brice Heath (1984: 44-45) subraya la importancia de oportunidades para el empleo oral de los conocimientos obtenidos mediante la alfabetización. Comenta en ese sentido el hecho de que diversos estudios sobre alfabetización han mostrado que cuando no se materializaban las promesas implicadas en la puesta en práctica de esta innovación social, los individuos abandonaban las competencias adquiridas. Señala también Brice Heath (1984: 51-57) las dificultades por parte de los miembros de un grupo étnico mexicano para aceptar la separación de la forma y el contenido lingüístico, por lo que, en vez de los métodos usuales de enseñanza, hubo de recurrirse a la utilización como materiales de lectura de breves narraciones conectadas entre sí y basadas en la vida diaria del grupo. Retomando a Goody sobre el cambio implicado en el paso de las formas orales a las escritas en la concepción misma del conocimiento, Brice Heath (1984: 53-54) sostiene que este deja de ser un cuerpo constante de información susceptible de ser aprendido mediante la comunicación con otros interlocutores (incluido el mundo de los espíritus), para pasar a consistir en una base ilimitada de información que se elabora en todo momento y se adquiere en etapas sucesivas. Hay que tener en cuenta en fin que la diferencia de concepciones implica nuevos modos de transmisión, donde la previa confianza en las respuestas directas es sustituida por la formalización del aprendizaje. En suma puede decirse que, al ofrecer la posibilidad de transcribir el relato de determinados acontecimientos, la escritura da lugar al nacimiento de la “historia” en sentido objetivo (vale decir, de la historiografía, el estudio de la historia humana). Los pueblos “sin escritura” son, en ese 162 UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN 5 sentido, pueblos “sin historia” . Lo cual, además, guarda correlación con la diferencia entre una conciencia llamada “mitológica” y otra signada por una fundamentación racional de sus asertos que da lugar a una consideración ya “histórica” en sentido estricto del devenir humano. DIMENSIÓN ETNO-PSICOLÓGICA De acuerdo con el legado lingüístico-cognoscitivo que nos llega de la antigüedad griega, cuna de la especulación filosófica de Occidente, no podemos dejar de prestar una particular atención a la dimensión psicológica del pensamiento. Desde este ángulo, los toba pueden ser concebidos o bien como “prelógicos” a lo 6 Lévy-Bruhl, “preoperatorios” a lo Piaget ; o bien, desde la perspectiva opuesta, imbuida ya de misticismo hindú, romanticismo europeo o bien simple exotismo, como 7 “supralógicos” . Veamos al respecto un ejemplo antropológico concreto relativo a datos etnográficos sobre “prelogismo”. Se trata de una investigación desarrollada en el barrio de Villa Banana en las proximidades de la ciudad de Rosario con miembros de la misma etnía qom. Analizando las relaciones entre “lengua, sociedad, cultura y percepción desde una perspectiva histórico-crítica”, Vázquez y Bigot (1987: 22) aplicaron a una informante aborigen la prueba de los silogismos (“eminentemente ligada a la lógica aristotélica y por lo tanto a las lenguas indoeuropeas”) con el propósito de “indagar si el modo de correlación lógica operante en ella se adaptaba o no a la estructuración del silogismo”. Transcribimos las pruebas y sus respectivas respuestas: A) En los montes hay liebres En las ciudades no hay montes En las ciudades ¿hay liebres? 5 6 7 No por supuesto en el eurocéntrico sentido hegeliano, según el cual, en la medida en que “todavía” no giran en la órbita de las grandes metrópolis, estos pueblos estarían entonces “fuera” de la Historia. Una suerte de “síntesis” de ambos planteos ha sido desarrollada por Hallpike (1979) en sus Fundamentos de Pensamiento Primitivo. De hecho esta última es más o menos la consecuencia de las tesis de Whorf: ellos, los hablantes de lenguas aborígenes, como la hopi sobre la que trabajara este autor, de acuerdo con los cánones de la ciencia de la cual la física es su rama más avanzada, estarían conceptualmente mejor preparados para comprender los misterios últimos del cosmos. En particular, gracias a la intuición lingüística de la oposición complementaria entre partícula y campo, noción fundamental dentro del dominio de la física subatómica, así como de la conjunción espacio-temporal en la teoría de la relatividad (es significativo que el propio Einstein señalara que pensaba en imágenes). “Sí, en el zoológico donde venden pájaros. Hay liebres blancas. Puede haber si la cazan y la traen”. B) En el Chaco hace calor y crece bien el algodón En el Sur hace frío ¿Crece el algodón en el Sur “No sé, puede que sí. No estuve en el Sur”. C) Donde hay nieve los osos son blancos En el Polo Sur hay nieve ¿De qué color son los osos en el Polo Sur? “Negros y marroncitos”. Comentan los autores: “Se trata de los osos que conoce. La referencia a la experiencia personal es clara y notoria” (pp. 22-23). Concluyen pues que, “tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres, sin diferenciación de edad, existe una marcada tendencia al desconocimiento de la estructura lógica del silogismo y a la percepción de las premisas como juicios aislados sin conexión entre sí. Parecería que el razonamiento está construido en función de la lengua... En todos los casos predomina la referencia a la experiencia personal y la negativa a sacar conclusiones lógicas del silogismo”; lo cual, en condordancia con los resultados obtenidos en las pruebas de denominación de figuras geométricas y de denominación y clasificación de colores, mostraría la tendencia a lo que que llaman el “pensamiento objetal” –sucedáneo del pensamiento prelógico de Lévy-Bruhl y del preoperatorio de Piaget– que caracterizaría a los miembros de este grupo étnico (Vázquez y Bigot 1987: 26-7). Sin embargo, cabe objetar que, desde un punto de vista estrictamente lógico, las respuestas dadas en los casos A y B son inobjetables. En el primero, la afirmación de la premisa inicial “en los montes hay liebres” no implica en forma necesaria la negación de que las haya en otros lugares (falta explicitar el carácter universal de toda premisa mayor: “solo en los...”, o bien, “...están todas las...”), por lo que responder que también son encontrables en las ciudades no es inexacto. En el segundo es aun más evidente la misma cuestión, ya que sostener que “en el Chaco hace calor y crece bien el algodón” tampoco implica necesariamente que tal planta no pueda crecer donde haga frío, aun cuando allí “creciere mal”. No obstante ello, tienen razón los autores en que, en todos los casos, “la referencia a la experiencia personal es clara”. Lo problemático radica en que tal tipo de contestaciones son las propias, en principio, de cualquier persona de cualquier sociedad (a menos que se dé cuenta de que debe atenerse a reglas específicas de razonamiento que no son las que utilizamos en nuestra vida cotidiana). Sobre la base de estudios en Psicología Cognitiva, Gardner (1985) ha hecho notar que los trabajos empíricos realizados en las últimas décadas sobre este tema han cuestionado seriamente la creencia general de 163 CUADERNOS 21 que los seres humanos –aun los más instruidos– apelen en su forma de razonar a algún tipo de cálculo lógicoproposicional como siempre se ha supuesto. Sugiere por el contrario que la forma en que resolvemos este tipo de problemas está íntimamente vinculada a múltiples factores relacionados con la familiaridad que tengamos respecto al contenido de los mismos. Acorde a esto son los resultados obtenidos por Scribner (1981) en sus análisis de las diferencias entre grupos sociales que tienen algún contacto con la escolarización y aquellos totalmente analfabetos. Concluye sosteniendo que el modo de razonar lógico propio del silogismo está ausente en quienes no han recibido una instrucción sistemática. El error en las respuestas se debe, según Scribner, a que el razonamiento lógico propio del silogismo constituye un género de habla, un modo de hablar en que el interrogado necesita ejercitación. La táctica para contestar bien consiste en recurrir a la información presentada en las premisas de los silogismos y limitarse a ella. Es decir, hay que poner “entre paréntesis”, obviar la información previa que tengamos al respecto (como, por ejemplo, el hecho empírico de que en el Polo Sur no existen osos, ni blancos ni marroncitos). De acuerdo con Scribner, lo que el informante hace cuando responde “incorrectamente” es cuestionar la primera premisa y no darla como verdadera, no creerla; también puede hacer lo mismo con la segunda, o reemplazar ambas premisas por otras de su experiencia propia (importa pues más la “verdad” de la información que la “validez” de las reglas del “juego” –del “juego lingüístico” en cuestión). Si se tienen en cuenta las premisas de las que el informante parte y se sigue el proceso, se encuentra que el razonamiento es perfectamente “lógico”. Las respuestas son “correctas” solo en los casos en los cuales las premisas hipotéticas presentadas por el entrevistador coincidían con el conocimiento previo del entrevistado; en los demás casos el porcentaje de errores es muy alto. Como lo ejemplifica el caso considerado, donde en la formulación de las preguntas se incluyen elementos de la experiencia del sujeto testeado en un sentido familiarmente equívoco –como el hecho de que en las ciudades hay liebres–; de allí, como es lógico, la equivocidad de las respuestas. PENSAMIENTO IMAGINATIVO/PROPOSICIONAL En el propio ámbito de la neurofisiología se ha dado una controversia sobre el lugar que le cabe a lo imaginativo respecto a lo proposicional en el proceso cognoscitivo. Quienes privilegian este último llegan a negar o al menos relegar a un segundo plano el aspecto imaginativo del pensamiento. El principal sostenedor de esta posición es Pylyshyn, para quien la imagen no es más que el producto de reglas y proposiciones codificadas simbó- licamente. Sus ataques se dirigen contra Kosslyn, quien ha elaborado una teoría en la que plantea que la forma de representación mental imaginativa es tan importante como la proposicional, a pesar de que sea esta última a la que se apele más comúnmente para comprender la cognición (Gardner 1985). Desde una perspectiva más propiamente filosófica es posible ilustrar la controversia en cuestión a través de la contraposición de dos autores que privilegian respectivamente el aspecto o bien proposicional o bien imaginativo del conocimiento. El primero de ellos es Schaff, quien dentro de la corriente marxista sostiene que es la dimensión lingüística la variable determinante en todo proceso cognoscitivo. El segundo es Arnheim, cuya priorización de lo imaginativo se funda básicamente en la teoría de la Gestalt. No deja de ser sugestivo que mientras el primero realiza sus análisis desde la filosofía y la lingüística, el segundo lo hace desde la psicología, y especialmente sobre la base de estudios del arte. En contra de la errónea interpretación del monismo lenguaje/pensamiento en el sentido de su identificación –tal como la versión extrema del relativismo lingüístico daría a entender– Schaff (1964) postula un antidualismo según el cual lenguaje y pensamiento no son solo dos fenómenos separados sino interdependientes. Según él no existe ningún proceso de pensamiento sin un proceso lingüístico –lo cual no implica que el primero se reduza al segundo–. Reconoce Schaff que el pensamiento opera con el mundo a través de otros medios de orientación que los lingüísticos, a saber, imágenes sensibles y sus asociaciones. Sin embargo, al sostener que la estructura de la percepción sensible depende de las categorías que se imponen al conocimiento a través del lenguaje, rechaza la posibilidad de que exista un ámbito de conocimiento imaginativo que sea previo al aspecto proposicional del pensamiento. Por su parte Arnheim (1969) prácticamente invierte el planteo anterior partiendo del supueso de que el pensamiento es indisociable de la percepción. El examen de los procesos perceptivos, y especialmente de la visión, lo llevan a postular que el verdadero pensamiento productivo –esto es, el no repetitivo ni mencánico, sino creativo– en cualquiera de las áreas de la cognición opera en el reino de las imágenes. Según él, los conceptos son imágenes perceptuales, y los operaciones del pensamiento son el manejo de esas imágenes, las que se producirían a cualquier nivel de abstracción. Sin embargo, aun las más abstractas deben llenar la condición de ser isomórficas con los rasgos pertinentes para los cuales el pensamiento resulta válido. Respecto al “lugar que le cabe a las palabras”, dado el carácter lineal del lenguaje, Arnheim concluye que el mismo no cumple el requisito de constituir tal conjunto de formas perceptivas. No niega por supuesto que el len164 UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN guaje ayude a pensar, ya que al categorizar conceptos formados en la experiencia perceptual el mismo influye en la organización del pensamiento. Empero, según el papel que le atribuye a la percepción, a la que le otorga una función ya generalizadora, privilegia pues el ámbito de las imágenes por sobre el de las formas proposicionales. Ahora bien, teniendo en cuenta la incidencia del medio social en el propio desarrollo cognitivo del individuo, es plausible considerar que sociedades que difieran en aspectos significativos de su organización cultural favorezcan a su vez una especialización cognoscitiva también divergente. Esto es precisamente lo que ha sugerido Berry (1971), quien ha formulado la hipótesis según la cual las demandas que la ecología establece sobre un grupo humano (al nivel de la economía de subsistencia en el que las demandas son todavía reales) son tales que las adaptaciones culturales a las mismas privilegiarían el desarrollo de ciertas facultades cognitivas. Berry opone sobre una misma dimensión ecológica a las poblaciones de cazadores nómades y las de agricultores sedentarios, ambas netamente distintas en cuanto a sus características socioculturales: los primeros tienen una baja densidad demográfica, una estructura social atomística, un poder político no centralizado, una organización económica igualitaria y una socialización infantil permisiva; en contraposición los segundos tienen una mayor densidad poblacional, una estructuración social jerarquizada, una autoridad política central, relaciones económicas estratificadas y una socialización severa. La hipótesis en cuestión (avalada por los resultados de diversas investigaciones: Berry 1966, 1971, Dassen 1973, 1977, Seagrim 1980, Kleinfeld 1973), sugiere entonces que, en función de sus características organizacionales divergentes, las sociedades de recolectoras-cazadores y de agricultores habrían fomentado a lo largo de su desarrollo histórico orientaciones psicológicas correlativamente diferenciadas: mientras los primeros habrían favorecido el procesamiento cognitivo de la información de carácter básicamente visual, espacial, figurativa, en una palabra imaginativa, los segundos habrían privilegiado el de la información verbal, temporal, lineal, vale decir, proposicional. Esta hipótesis es apoyada por el hecho de que se ha comprobado que en tanto las funciones lingüísticas dependen del hemisferio izquierdo del cerebro, las relacionadas con el desempeño espacial se localizarían en el hemisferio derecho. Además, a lo largo de su crecimiento, la lateralización del mismo parte de una flexibilidad inicial que permite que, dentro de ciertos límites, las funciones propias de uno de ellos –el que haya sufrido algún daño– puedan ser realizadas por el otro (Gardner 1983). Teniendo en cuenta que, de acuerdo con los términos del presente trabajo, la dicotomía considerada original- mente entre cazadores-recolectores nómades y agricultores sedentarios se desplaza a la dada entre los primeros y la civilización industrial, se observa que se acentúan en esta las características de la sociedad agrícola que se contraponen a la recolectora-cazadora: densidad demográfica, centralización política, estratificación económica, diversificación social, socialización severa. También es evidente que se privilegia en nuestra sociedad la información de tipo proposicional a través de las ilimitadas posibilidades de hacerla perdurable y transmisible por intermedio de la imprenta –sobre todo de la escritura alfabética–. Es necesario también tener en cuenta que en la civilización industrial alfabetizada entran a su vez en juego una serie de factores por completo novedosos, como en alto grado significativo son los medios masivos de difusión de información. De allí que, en función de la complejidad de su modo de organización social, es plausible encontrar en su seno ambos tipos de especialización cognitiva. Más allá entonces del enorme peso de lo proposicional en nuestro medio, es notorio que en determinados ámbitos se fomenta a su vez el desarrollo de la facultad imaginativa del pensamiento (como es el ejemplo del caso de las actividades artísticas en general en un sentido, y el de la exposición a teleimágenes en otro sentido, prácticamente antagónico). La doble dimensionalidad cognoscitiva: una ilustración matemática Veamos un segundo ejemplo pertinente a nuestra discusión, ya no etnográfico sino matemático: el caso del cuadrado del binomio. Bateson y Arnheim nos señalan sobre la existencia de otra posibilidad de intelegirlo, justamente sobre la base de la información adicional acerca de una suerte de lenguaje “oculto” en la formulación convencional: el geométrico, que, en este caso, subyace al aritmético. En relación a nuestro tema este ejemplo tiene en sí mismo un doble sentido. En primer lugar en cuanto ilustra la dualidad cognoscitiva consignada entre las dimensiones del pensamiento (la proposicional, enunciada en la ecuación (a+b)² = a + 2 ab + b , y la imaginativa percibida en su gráficación correspondiente). En segundo lugar en cuanto viene a constituir un ejemplo de las argumentaciones aquí retomadas tanto de Arnheim sobre la relevancia del reconocimiento de la productividad del pensamiento visual, como de Bateson respecto a la existencia de lenguajes sinónimos que posibilitan una mejor intelección del objeto bajo examen. El interés de Bateson es básicamente epistemológico: el binomio viene a ser una ilustración de su propuesta del método de “doble descripción”. Según esto, la consideración de un problema a la luz de dos contextos complementarios da lugar a una intelección de un nivel 165 CUADERNOS 21 8 cognoscitivo diferente a la de cada uno por separado . De acuerdo con otro significativo ejemplo dado por este autor, el de la visión binocular, sostiene nuestro epistemólogo que es precisamente gracias a la superposición de lo visto por uno y otro ojo que se alcanza la dimensión de la profundidad. Nos dice en síntesis Bateson (1979: 67): “todo escolar sabe que (a+b)² = a² + 2ab + b² ... pero no muchos escolares saben que existe una demostración geométrica” de esa fórmula matemática: a b a a ab b ab b (a + b)² = a² + 2ab + b² Y como indica por su parte Arnheim (1969: 218): “un simple examen de la figura muestra inmediatamente porqué el cuadrado de (a+b) es igual al cuadrado de a más el cuadrado de b más dos veces el rectángulo ab. Pero a generaciones de estudiantes se les enseñó la fórmula sin la figura, porque se trataba de una lección de álgebra y no de geometría”. En tal sentido es que Arnheim retoma de Rousseau la significancia psicológica de esta dualidad cognoscitiva para fundamentar la tesis de que en la base misma del pensamiento la dimensión perceptual es de orden ya generalizadora. La cual, correspondiendo entonces al dominio de las imágenes, constituiría la fuente de todo pensamiento genuinamente productivo. En tanto tal dimensión se manifiesta en primer plano en el campo de las artes, la argumentación de Arhneim se dirige a poner de relieve la general(izadora) importancia de la imaginación humana a fin de que reciba una adecuada atención en todas las esferas de nuestra vida social (sobre todo en aquellas centradas en la verbalización y en las que se les asigna poco valor al dominio imaginativo). Y es justamente el ámbito educativo el que, según pone de relieve esta formulación, requeriría la incorporación de un espacio significativo 9 para las actividades artísticas . EXPLICACIÓN DE LOS DATOS De acuerdo con la definición epistemológica de Bateson, una tautología es un conjunto de proposiciones que, poniendo en evidencia la validez de los nexos que las reúnen, permite articular dentro del plano de la investigación científica la descripción con la explicación 8 9 De acuerdo con la interpretación de Bateson (1979: 128-29) del planteo original de Peirce, posibilita la emergencia del razonamiento abductivo. Sugerencia por otra parte coincidente con la postulación crítica de Reid (1968) sintetizable en su expresión “educación por el arte”. del fenómeno bajo examen. En nuestro caso los datos descriptivos consisten en la información relativa a las características significativas de los sistemas socializantes puestos en este contexto en contacto. El marco tautológico lo provee la forma en que se ordena ese mismo material, esto es, la “estructura” que es posible inferir a partir del examen de los datos. La tautología educativa en cuestión se encuentra pues estructurada sobre la base de la correlación sistemática de los factores etnográficos encontrados a través de la contraposición exoresa de la socialización aborigen y la escolarización civilizada en sucesivos niveles de análisis. En primer lugar la “descripción simple” de los datos pertinentes la hemos hecho sobre la base de la evidencia empírica sobre las características generales de cada una de las modalidades formativas en cuestión. Los factores etnográficos que se han puesto de manifiesto son: nomadismo, permisividad, imitación del ejemplo, focalización espacial y oralidad por un lado, sedentarismo, severidad, instrucción explícita, focalización temporal y escritura por el otro. En segundo lugar la “doble descripción” la hicimos en aras a una ordenación en sentido ya explicativo de la misma información. Lo cual de acuerdo con Bateson se obtiene a través de la estructuración tautológica del material dado, vale decir, procediendo a la articulación de los factores consignados de acuerdo con sus conexiones lógicas –lo que les confiere pues el estatus de variables etnológicas: nomadismo/sedentarismo, permisividad/severidad, imitación/instrucción, espacialidad/ temporalidad, oralidad/escritura–. De acuerdo con esto, la tautología etnográfica en ciernes la elaboramos entonces en función de la significación correlativa que evidencian las cuatro variables consideradas en función de la quinta dimensión a analizar, a saber, la influencia conjunta de los respectivos factores sobre una hipotética especialización de dos modalidades cognoscitivas divergentes. En última instancia, es dentro de la esfera propiamente psicológica donde viene a cristalizar una preponderancia inversa respecto al énfasis otorgado a las dimensiones imaginativa y proposicional del pensamiento por parte de ambos sistemas culturales. Como señala Bateson, si bien no se agrega ninguna nueva información, en razón de la nueva disposición en que son reordenados los datos empíricos se obtiene una intelección de un nuevo tipo, de orden tautológica, cuya validez conceptual es función de su propia lógica intrínseca; y, a su manera, explica el fenómeno bajo estudio. Desde esta perspectiva lo que se desprende es la correlación significante de las tendencias respectivas de cada uno de tales factores en cuanto al favorecimiento del desarrollo co-respectivo de lo imaginativo y de lo proposicional. Lo cual, en última instancia, nos lleva pues a considerar la 166 UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN significación antropológica actual de alguna forma de complementariedad entre ambas modalidades culturales de la formación humana. CONCLUSIONES Esta tautología etnográfica es el fruto de una relectura de los resultados de una investigación sobre la escolarización en comunidades aborígenes toba que, de algún modo, pretende desplegar la línea argumentativa que allí se esbozaba. El objetivo de este trabajo es entonces reafirmar desde una perspectiva antropológica una argumentación crítica sobre el estado actual de la educación en nuestra sociedad. En sentido estricto se trata de un ángulo de mira etnológico de acuerdo con el cual la mirada etnográfica que enfocamos sobre los “otros culturales” bajo estudio revierte sobre la propia visión de nues10 tra cultura . En este caso, pues, son los miembros de los grupos aborígenes de la región chaqueña, históricamente sociedades nómades de recolectoras y cazadores, en particular los toba del oeste de Formosa –cuyas comunidades comienzan a albergar escuelas para sus propios miembros desde hace varios años–, quienes vienen a representar la “alteridad étnica” con la que venimos a contrastar nuestra “mismidad éthica”. Siendo etnos “pueblo”, y ethos “costumbres”, viene al caso consignar que el sentido de lo étnico no es por completo disociable del sentido de lo ético. No obstante ello, el consabido rigor científico exige, en su sentido positivo al menos, abstenerse de formular juicios de valor. De allí que todo aquello relativo al “deber ser” caería dentro de la incumbencia de otro orden de disquisiciones, puramente filosófico, donde la ética siempre ha sido una preocupación esencial. La educación, por su parte, parece ser el ámbito privilegiado de actualización del deber ser. De donde es inferible que, en consonancia con el alto valor que nuestra sociedad le asigna al modo de conocimiento originado en la antigüedad griega, la educación debe tener sólidos fundamentos filosóficos. 10 En tal sentido esta interpretación tautológica del caso etnográfico toba viene a converger desde otro ángulo con la propuesta antropológica dialéctica de Diamond (1974) de ir “en busca de lo primitivo” para elaborar “una crítica de la civilización”. Lo cual se pretende llevar a cabo a través de la puesta de manifiesto de las consecuencias de la asimetría consignada entre lo proposicional y lo imaginativo en lo referente a nuestro sistema educativo. Al respecto, en las conclusiones de su estudio sobre la bilateralidad hemisférica cerebral, Springer y Deutch (1981: 206) se preguntan: “¿Puede un programa de educación elemental, restringido a la lectura, la escritura y la aritmética educar principalmente un hemisferio y dejar la mitad potencial de un individuo sin educación? ¿Está todo el sistema educativo en una tendencia contraria a desarrollar el talento del hemisferio derecho?”. Ahora bien ¿qué significación puede llegar a tener la asimetría consignada entre lo imaginativo y lo proposicional en la comparación etnológica de la sociedad aborigen con la occidental para nuestro propio sistema educativo? De acuerdo con los términos del presente trabajo, una significación meramente tautológica; la cual, de acuerdo con su sentido original consiste en realidad en la reiteración de una argumentación bajo diversas modalidades (lo que no se condeciría con el sentido peyorativo actual de afirmación redundante o simplemente repetitiva que no dice “nada nuevo” sobre la cuestión tratada). En nuestro caso, la premisa –no menor– de la que partimos es la predicada por Bateson (1979: 192) respecto al ámbito educativo, a 11 saber, su obsolencia . En tal sentido podemos convenir en que, en consonancia con el crítico estado actual de nuestra sociedad a nivel político, económico, estético, etc., la educación formal padece de alguna disfunción correlativa. Según Bateson el problema está en el carácter obsoleto de las mismas premisas sobre las que se asienta la educación moderna –lo que desde el punto de vista de los estudiantes 12 lo convierte en una verdadera estafa– . No es de extrañar que, teniendo una larga historia de dos milenios y medio a cuestas, determinadas pautas de socialización puedan estar perimidas. Análogamente a lo planteado por Eliade (1972) respecto del Yoga hindú –elixir de libertad e inmortalidad para este notable erudito de las religiones–, estaríamos frente a un fenómeno de “fósil viviente”. Aunque por nuestra parte no estamos tan seguros, como él lo está respecto a esta mileneria práctica oriental, de las virtudes de nuestra tradición educativa. Sobre todo si tenemos en cuenta que aquellas pautas, por muy razonables y juiciosas que todavía nos parezcan, como es el caso notable de las formulaciones de Platón y Aristóteles, se han concebido en connivencia con un modo de vida social basado en la distinción entre hombres libres y esclavos considerada connatural al ser humano. A pesar de los notables “progresos” que se han dado desde entonces, y a pesar sobre todo del proceso de ilustración que impregna desde hace varios siglos la marcha de la historia humana –que ha influido positivamente en la universalización de la formación intelectual–, seguimos inmersos en un modelo educacional que fomenta 11 No está de más precisar que, de acuerdo con la dialéctica batesoniana, estamos obsoletos tanto los profesores como los estudiantes. 12 Las premisas educativas que destaca Bateson por su desactualización epistemológica son: a) el dualismo cartesiano que separa el “espíritu” de la “materia”, b) el fisicalismo de las metáforas que se emplean para describir fenómenos espirituales, y c) el supuesto antiestético de que todos los fenómenos deben ser estudiados y evaluados en términos cuantitativos –fruto del acento puesto en las ciencias naturales–. 167 CUADERNOS 21 la división social entre superiores e inferiores (exitosos y fracasados). En nuestros establecimientos educativos, en consonancia con la estructuración económica de la sociedad basada en los principios del capitalismo de mercado, se alienta en sumo grado la competencia, signo elocuente de lo cual es la relevancia que se le otorga a los criterios cuantitativos de evaluación –traducido en acumulación de antecedentes en cuanto a “formación profesional”–. Paralelamente, la interpretación actual de la institución política de nuestra sociedad en términos formalmente democráticos fomenta a su vez una lucha “salvaje” por el poder correlativa a las posibilidades de acceso a recursos materiales incesantemente incrementables –posibilidad de acumulación en este caso más bien de “consecuentes”–. De allí el interrogante acerca de hasta qué punto semejante contraposición de las respectivas orientaciones cognoscitivas no constituye el substrato epistemológico sobre el que se asienta el desarrollo de diversas modalidades propiamente antagónicas de la relación en esencia desigual entre ambas sociedades. En especial en lo relativo a las consecuencias prácticas de la implementación de un procedimiento escolar que, pre-programado en el sentido unidimensional de fomentar determinadas capacidades mentales en detrimento de otras, en el contexto interétnico de referencia viene a representar un modo implícito de reafirmar una posición jerárquica al privilegiar justamente la orientación cognitiva propia relegando a la ajena. Se trataría de un modo encubierto de etnocentrismo, puesto que en la medida que los recursos didácticos y pedagógicos que se implementan en las modalidades aborígenes de educación –“bilingüe y bicultural” según la formulación oficial– no contemplen las posibilidades formativas del pensamiento imaginativo, y más aun en cuanto se continúen evaluando los diversos rendimientos escolares sobre la base de tales premisas inconscientes, no hay duda que no puede dejar de favorecer alguna forma de discriminación. Y en lo que hace a nuestro propio sistema educativo, cabría preguntarse hasta qué punto semejante prevalencia de lo proposicional respecto a lo imaginativo no tendría consecuencias prácticas en lo que hace al sostenimiento de la credibilidad en la predominancia de un sistema político como la actual democracia de masas y su inclinación propagandista, consonante con un sistema económico fundamentado en la noción de una naturaleza humana en esencia calculadora, cuyo interés principal no es otro que el de maximizar las utilidades. Lo que, en forma correspondiente al desfasaje dado entre estas dos orientaciones contrapuestas de los valores culturales respectivos del pensamiento imaginativo y proposicional, es asociable a la jerarquización análoga que se establece en nuestra sociedad entre las actividades precisamente útiles, aquellas que otorgan algún rédito puesto que se las produce con el propósito explícito de realizar un intercambio provechoso, y aquellas otras actividades que se hacen sin semejante intención pragmática, sino que se abstraen justamente del contexto 13 de las necesidades concretas de la subsistencia . De acuerdo con lo expuesto se pone pues de manifiesto que una suerte de contracara de este estado de cosas viene a ser la relevancia que se le asigna en los modos aborígenes de socialización a la instancia imaginativa; particularmente en lo que hace a la orientación espacial requerida por la vida nómade –inscripta además en la lengua–, a la centralidad de la imitación del ejemplo, la permisividad del trato –la independencia de campo: mayor grado de autonomía–, y la ejercitación figurativa que implica la exposición a la narrativa mítica oral. Si bien esta contraimagen indígena constituye en sentido tautológico otra forma de volver a decir lo ya dicho en la argumentación inicial, ello no implica que en sí misma sea el “remedio” para nuestra “enfermedad”. Puesto que, además de que tal concepción participaría así de algún modo del ingenuismo del “mito del buen salvaje”, se obviaría lo señalado al respecto por Bateson (1972: 528) en otra oportunidad (discutiendo la necesidad de un máximo nivel de flexibilidad posible para lograr una “civilización elevada”): que semejante “retorno a las fuentes aboriginales” descuidaría en última instancia la sabiduría que habría impulsado tal retorno –por lo que habría que recomenzar íntegramente el proceso–. En el lo que respecta a los propios aborígenes, la aceptación de los establecimientos escolares dentro de los límites de sus comunidades nos refiere a su reconocimiento de la necesidad de ejercitarse en el dominio lógico-proposicional que allí impera (manipulación de números, letras, palabras y frases mediante). Respecto al conflictivo tema de la escritura de las lenguas indígenas, un interrogante que surge de esta investigación es el relativo a la viabilidad de recurrir, antes que a la modalidad alfabética dominante en nuestro sistema educativo, a una forma ideográfica de fijar los contenidos de la lengua. Con ello se lograría superar las áridas discusiones en torno a bajo qué convención fonética corresponde transcribir los diversos fonemas de los idiomas nativos, así como lograr un medio de comunicación comprensible no solo para hablantes de diferentes variantes dialectales, sino incluso también para miembros de otros grupos étnicos. 13 Al respecto son pertinentes por un lado las formulaciones de Colingwood (1938) sobre la distinción entre arte y artesanía en función de la relación entre medios y fines, así como la cuestión de la técnica en ambas actividades, y, por el otro lado, lo planteado por Sahlins (1974) respecto al “camino zen” que sería el propio modo de los cazadores recolectores para alcanzar un nivel de “opulencia primitiva”. 168 UNA TAUTOLOGÍA ETNOGRÁFICA CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN Por el otro lado, desde nuestra posición occidental, la inquietud por una complementariedad cognoscitiva se expresaría en atender al reclamo general –expresado entre otros por Arnheim– respecto a la toma de conciencia de la significación de la facultad imaginativa en el proceso de conocimiento. En particular, como destaca por su parte Reid, a través pues de la consideración de la relevancia de la experiencia artística en la formación educativa. En tal sentido, la conclusión de este trabajo viene a alentar por una suerte de superación de la radical disociación establecida en nuestras instituciones académicas entre dos modos especializados de conocimiento: por un lado la actividad científica, centrada básicamente en la dimensión verbal-proposiconal del pensamiento, y por el otro lado la actividad artística orientada en principio hacia el dominio imaginativo. Todo lo cual tiene a su vez implicancias críticas respecto a la tradicional distinción entre la “mente” y el “cuerpo”, concebidas como dos entidades netamente diferenciadas: la primera focalizada en actividades intelectuales que tienen a la ciencia y a la filosofía como su más altas expresiones, la segunda relegada a la esfera de los sentidos, concebida pues como un dominio cognoscitivo de orden inferior respecto al anterior. AGRADECIMIENTOS Quiero agradecer a la directora de este trabajo de investigación, la Dra. Alejandra Siffredi, así como a la codirectora, la Lic. Marcela Mendoza, a quien debo especialmente haberme introducido en la etnografía toba. También a los miembros de las comunidades naciñamolék de Vaca Perdida y la Rinconada donde realicé mis trabajos de campo, así como a los maestros de ambas escuelas que amablemente colaboraron en mi investigación. Agradezco además al lic. Hugo Ratier por su orientación en la elaboración del proyecto respectivo, y al lic. Carlos Reynoso por la facilitación de material bibliográfico. BIBLIOGRAFÍA Arnheim, R. 1969 El pensamiento visual. Buenos Aires, Eudeba. Bateson, G. 1972 Pasos hacia una Ecología de la Mente. Buenos Aires, Carlos Lohlé. 1979 Espíritu y Naturaleza. Una necesaria unidad. Buenos Aires, Amorrortu. Berry, J. W. 1966 Temne and Eskimo perceptual skills. International Journal of Psychology, 1, 207-229. 1971 Ecological and Cultural Factors in Spacial Perceptual Development. Canadian Journal of Behaviorual Science, 3, 324-336. Brice Heath, S. 1984 Tradición oral y tradición escrita. Revista Internacional de Ciencias Sociales. Unesco, XXXVI, 1. Cole, M. y Scribner, S. 1974 Culture & Thought. A psychological introduction. Nueva York, John Wiley & Sons . Cole, M. y B. Means 1981 Cognición y Pensamiento. Buenos Aires, Paidós. Collingwood, R. G. 1938 Los principios del arte. México, F.C.E. Dasen, P. R. 1973 Biologie ou Culture? Le psychologie inter-ethnique d’un point de vue Piagetian. 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PALABRAS CLAVE Tecnología lítica - variabilidad - arqueología evolutiva ABSTRACT This paper presents the study of the variability in the lithic record at Matancillas Gorge sites (Salta’s puna) during the Early Period. From an evolutive perspective we related this variability to cultural transmission processes and we aim to explore how lithic technology was sensitive to the changing environment of puna. KEY WORDS Lithic technology - variability - evolutionary archaeology INTRODUCCIÓN En este trabajo se presenta un estudio de la variabilidad del registro lítico de los sitios Matancillas 1 y 2, en la puna de Salta, durante el Período Temprano (sensu González 1977). Desde una perspectiva evolutiva, el principal objetivo de este trabajo es explorar, por un lado, cómo la tecnología lítica fue sensible a un ambiente fluctuante y, por lo tanto, riesgoso como la Puna, y por otro lado observar la variación morfológica de los artefactos líticos en función de evaluar implicancias a partir de los mecanismos de transmisión cultural propuestos por Boyd y Richerson (1985). Así, siguiendo con esta perspectiva se quiere verificar: En qué medida varía morfológicamente el utillaje lítico teniendo en cuenta, por un lado una sociedad con un nicho económico basado en la agricultura, el pastoralismo y la caza - recolección, en donde la agricultura fue la estrategia predominante y la movilidad fue reducida; y por otro lado un ambiente de alto riesgo para la producción agrícola, y fluctuante en la disponibilidad de recursos de caza y recolección en el paisaje de la Puna. REGIÓN DE ESTUDIO La quebrada de Matancillas se localiza unos cuarenta kilómetros al norte de San Antonio de Los Cobres (SAC), en el Departamento de La Poma, en la provincia de Salta. Esta quebrada, situada a una altitud de 3.750 msnm, inte∗ CONICET, Instituto de Arqueología, [email protected] gra el gradiente ecológico y macrorregión Puna. La quebrada tiene unos quince kilómetros de largo y atraviesa por completo la Sierra de Cobres o Cordillera Oriental. Es una quebrada lateral que secciona transversalmente el fondo de cuenca del valle de SAC. Las quebradas laterales son los sectores con mayor diversidad y productividad de recursos en el valle, el cual tiene forma alargada con una longitud aproximada de sesenta kilómetros y un área de mil quinientos kilómetros cuadrados. La baja productividad primaria hace del valle de SAC un ambiente ecológicamente muy pobre, con una distribución espacial de los recursos heterogénea y una alta inestabilidad interanual (Muscio 2004). Los sitios arqueológicos Matancillas 1 (M1) y Matancillas 2 (M2), se ubican sobre una ladera serrana y una planicie aluvional respectivamente, en la porción central de la quebrada. La localización sobreelevada de los sitios les proporciona una amplia visibilidad de gran parte de la quebrada (Acuto et al. 1994), así como el acceso inmediato a fuentes de agua y tierras cultivables. Los actuales pobladores de la quebrada practican agricultura por regadío. Ambos sitios se presentan como concentraciones de estructuras arquitectónicas de planta circular. Muscio (2004) propuso la ocupación breve en escala temporal, ya que solo se registró un componente cultural del cual se tienen varios fechados radiocarbónicos sobre carbón y hueso, todos ellos en torno a 2000 años AP (ver en Muscio 2004). 171 CUADERNOS 21 MARCO TEÓRICO Este estudio tiene como marco teórico la ecología del comportamiento. Dentro de los estudios que aplican la teoría darwiniana de la evolución, es una rama de la ecología evolutiva que estudia las relaciones de los factores ecológicos y el comportamiento adaptativo (Krebs y Davies 1978). La ecología evolutiva explica el cambio cultural y conductual como una forma de adaptación fenotípica al medio social y ecológico cambiante (Boone y Smith 1998). En este marco, las continuidades y rupturas culturales se producen como consecuencia de dos procesos generales: generación de variedad y selección. Las poblaciones humanas generan variación constantemente. En escala transgeneracional la selección natural actúa sobre esta variación (Durham 1991). Una fuente de generación de variedad y selección es la transmisión cultural. Esta es la forma por la cual son transmitidos comportamientos, creencias, pautas, conocimientos, experiencias, etc., dentro de una misma generación (horizontal, intrageneracionalmente) o de generación a generación (vertical, transgeneracionalmente en Cavalli -Sforza y Feldman 1981, Cavalli- Sforza y Cavalli- Sforza 1994). La aplicación de la teoría darwiniana de la evolución al registro arqueológico no es directa (Muscio 2004), sino que implica el desarrollo de modelos particulares (sensu Winterhalder 2001) acerca de las causas y los mecanismos del cambio. Existen cuatro modelos básicos de transmisión cultural (Boyd y Richerson 1985) por los cuales los humanos adquieren comportamientos culturales. Cada uno tiene diferentes efectos, a nivel poblacional, sobre la variación fenotípica, e inciden en la formación del registro. El modelo de variación guiada implica la modificación de un comportamiento social aprendido a partir de ensayo y error independientes (Bettinger 1991). Al permitir la experimentación individual, introduce variación. Esto tendería a suceder cuando los costos de experimentar no sean elevados. Cuando los costos de experimentar son altos actuaría la transmisión sesgada (Boyd y Richerson 1985). La forma más sencilla de la transmisión sesgada es el sesgo directo (direct bias Boyd y Richerson 1985: 137-146). Según este modelo, se evalúa dentro de un rango de alternativas cuál de estas elegir. Es un comportamiento imitativo, mediante el cual se tienden a disminuir los costos involucrados en las innovaciones, para reducir los riesgos de error. Esta forma de transmisión no genera nueva variación (exceptuando los originados a partir de errores). Otro mecanismo de la variación sesgada es el sesgo indirecto (indirect bias, Boyd y Richerson 1985: 247-259), mediante el cual se produce la adopción de un conjunto de rasgos presente en un modelo (role model). El sesgo que guía la copia de los individuos son rasgos “atrayentes” de los modelos. Estos, por lo general, son índices de éxito o prestigio. Así, el individuo copia los rasgos del modelo “en paquete” (Boyd y Richerson 1985). De esta manera se recorta la variación. La tercera forma en la que se manifiesta la variación sesgada es el sesgo dependiente de la frecuencia (frequency dependent bias, Boyd y Richerson 1985: 206- 213), que puede actuar en dos formas: conformista o inconformista. En el primer caso se copian los rasgos más frecuentes en la población, en el segundo los menos frecuentes respectivamente. El sesgo dependiente de la frecuencia es la manera más común de transmisión cultural de comportamientos complejos. Este mecanismo tiende a reducir la variación hacia el interior de un grupo porque las variantes poco frecuentes o raras son las menos elegidas. Las variaciones en los artefactos líticos son resultado de comportamientos socialmente aprendidos y transmitidos. De esta manera, siguiendo a Bettinger y Eerkens (1997), la variación disminuirá en relación a: la complejidad de los conjuntos; la complejidad del medio que rodea esos conjuntos; la cantidad de miembros involucrados en la transmisión del conocimiento implicado en esos conjuntos (Bettinger y Eerkens 1997). En este trabajo se analiza la variabilidad de los artefactos en una escala temporal y espacial acotadas por lo que el último aspecto no será evaluado aquí. HIPÓTESIS Y EXPECTATIVAS La hipótesis principal que guió el trabajo es que: “en una población con estrategia predominantemente agrícola, en un ambiente de baja productividad primaria, con alta variabilidad anual e interanual, el aprendizaje social adaptativo, el cual implica transmisión cultural sesgada con beneficio sobre el fitness, será predominante por sobre el ensayo y error” Teniendo en cuenta esta hipótesis, se plantean las siguientes expectativas para el conjunto lítico: • Debido a la estrategia económica predominante y al riesgo ambiental, se espera que sobre el conjunto lítico haya actuado con mayor fuerza la transmisión de tipo sesgada, disminuyendo su variación, independientemente de su función de uso; • Las puntas de proyectil, por ser instrumentos más complejos (en morfología y cantidad de componentes), variarán menos que las otras clases de instrumentos; • Debido a su menor complejidad de diseño, los instrumentos de carácter sumario registrarán una relativa mayor variación. MATERIALES Y MÉTODOS El conjunto lítico analizado proviene, como se mencionó más arriba, de los sitios Matancillas 1 y 2. Está compuesto por novecientos noventa y dos artefactos tanto de 172 ESTUDIANDO LA TRANSMISIÓN CULTURAL EN ARTEFACTOS LÍTICOS Tabla 1 - Distribución de frecuencias de los artefactos Clase tipológica1 Grupos tipológicos Cantidad Pedunculadas Puntas de proyectil 16 Apedunculadas 19 3 Raspadores 6 Raederas 7 Artefactos de formatización sumaria 14 Filos naturales con rastros complementarios 16 Artefactos sin formatización por lascados Manos de moler, molinos y azadas 9 Artefactos formatizados por lascados Cantidad total 46 26 Percutor 1 Núcleos 18 Desechos de talla 902 Tabla 2 - Resultados. R= riqueza, E= evenness, CV= coeficiente de variación, m= media, DE= desvío estándar. Puntas de proyectil 1 Artefactos formatizados (raspadores, raederas y artefactos de formatización sumaria) Artefactos sin formatización Núcleos Desechos de talla m DE m DE m DE m DE m DE R 5,6 2,31 9,25 3,631 7,25 2,992 6 2,160 8,5 3,5 E 1,882 0,414 1,946 0,571 1,291 0,658 1,586 0,180 5,693 0,049 CV 0,26 0,047 0,439 0,010 0,732 0,059 0,36 0,047 0,800 0,085 Ver Aschero y Hocsman 2004. 173 CUADERNOS 21 la excavación de recintos como de recolección superficial. La muestra está representada por un conjunto de materiales de diversa calidad y de diversos orígenes, tanto locales como no locales. La mayor cantidad de material analizado (75%) está confeccionado con materias primas provenientes de Cerro Zapaleri, a unos doscientos cincuenta kilómetros de los sitios de estudio (Mercuri y Vázquez 2001). En términos generales, el conjunto presenta características esperables para el Período Temprano, cuando la movilidad se reduce (ver, entre otros, Olivera 2006), tales como la alta frecuencia de tecnología sobre lascas e instrumentos de formatización sumaria y, en menor frecuencia, puntas de proyectil estandarizadas. En el registro arqueológico de ambos sitios se encuentran presentes artefactos de molienda, como manos de moler y molinos, lo que indica el procesamiento de granos u otros vegetales. Por los resultados obtenidos de la flotación de sedimentos y análisis de fitolitos se sostiene que sirvieron para el procesamiento de vegetales, tales como el maíz (Tonarelli 2006). La clase de los artefactos formatizados por lascado (Aschero y Hocsman 2004) presenta una clara distinción en cuanto a la formatización. Por un lado, las puntas de proyectil se caracterizan por un alto grado de formatización, y por otro, los instrumentos restantes en esta clase (ver tabla 1), se presentan como artefactos con baja inversión de energía en el sentido de tener retoques marginales o parcialmente extendidos unifaciales y poca estandarización en los soportes. Debido a esto, se decidió dividir esta clase en puntas de proyectil y artefactos formatizados. Por otra parte, dentro de la clase de los artefactos sin formatización por lascados, en este trabajo sólo serán considerados los filos naturales con rastros complementarios (ver tabla 1), ya que los artefactos relacionados con las actividades agrícolas y de molienda, tales como las manos de moler molinos y azadas no se hallaban disponibles para su estudio (por encontrarse bajo análisis en el extranjero). Tampoco fue tenido en cuenta para este análisis el percutor, por ser un único espécimen. En cambio, se analizaron todos los núcleos presentes en el conjunto. El conjunto lítico se distribuye de la siguiente manera: La clase de los desechos de talla solo se consideró en función de tener una muestra de control de la variación, para la cual se seleccionó al azar una muestra de ciento treinta y un desechos de talla. Para este conjunto se espera, en general, una mayor variabilidad relativa. Cada una de las clases tipológicas posee potencial informativo diferente que permite hacer inferencias, entre otras cosas, acerca del manejo de las materias primas, composición y diversidad de los conjuntos instrumentales, aspectos del diseño, secuencias de producción, téc- nicas de manufactura y transmisión cultural. En función de calibrar la variabilidad de cada clase, se cuantificarán diversos atributos, tanto métricos como no métricos y luego se hará una comparación de la diversidad general de cada clase. Tanto en la clase de los núcleos como en la de 2 los desechos de talla, no se registrará el atributo ángulo . 1 Cuadro 1 - Atributos registrados Atributos métricos Longitud máxima Ancho máximo Espesor máximo Atributos no métricos Forma base Módulo largo/ ancho Materia prima Ángulo En función de explorar la variación morfológica del conjunto lítico, entonces, con el propósito de caracterizar la diversidad de la muestra, se utilizaron las medidas de diversidad de clases (Jones y Leonard 1989): riqueza y evenness para observar la variabilidad en los atributos cualitativos. Riqueza (R) se entiende como la abundancia de categorías, en este caso de atributos cualitativos, representadas en el registro arqueológico. Por su parte, el concepto de evenness (E) designa la proporción de frecuencias por conjunto. Es decir, se refiere a cómo se distribuyen los artefactos entre las categorías planteadas. Para cuantificar la proporción de frecuencias de instrumentos entre conjuntos se utilizó la fórmula: N N N + + n c1 n c2 n c3 E= C² N = cantidad de instrumentos C = estados del atributo nc = cantidad de instrumentos en cada estado de atributo (Adaptada de Morini y de Francesco 1995 [1983]) El valor resultante de esta ecuación puede oscilar entre uno e infinito. Es decir, cuanto más se acerque a uno las categorías se encontrarán representadas en la misma proporción, presentarán una distribución más homogénea. 2 174 El atributo ángulo se midió métricamente mediante un angulómetro. No obstante ser una variable continua, operativamente la consideramos como ordinal, de modo que medimos ángulos en rangos. Estos van aumentando progresivamente 5º, comenzando por los 35º, llegando a los 80º. Este atributo se midió en la sección del filo con mayor resolución, trabajo o visibilidad. Se tomaron tanto el ángulo medido como el estimado (sensu Aschero 1983) en los casos pertinentes. En todas las piezas se consideró el borde mejor trabajado o aquel que presentaba rastros complementarios. ESTUDIANDO LA TRANSMISIÓN CULTURAL EN ARTEFACTOS LÍTICOS Por otra parte, para poder medir la variación continua (métrica) de atributos en instrumentos líticos la escala de la variación tiene que ser la misma. Una elección para esto es el coeficiente de variación: CV = s x S = desvío estándar X = media (Tomada de Hintze 2005) El coeficiente de variación da cuenta de la tendencia de la variación que se subestima en pequeñas muestras (Van Pool 2001). Los coeficientes de variación se utilizan cuando se desea comparar la variación de dos poblaciones independientemente de la magnitud de sus medidas (Sokal y Rohlf 1979). Ahora bien, hay que tener en cuenta la incidencia que los procesos de mantenimiento tienen en la variación morfológica (entre otros Dibble 1985, Flenniken y Raymond 1986) Se utilizaron dos procedimientos analíticos que, en parte, sirven para reconocer si los cambios en la alometría del diseño se vinculan con alguno de los factores arriba mencionados. Estos son el índice de rejuvenecimiento y 3 el índice de robustez, cuyos resultados sugieren una baja incidencia de reactivación sobre las variables métricas medidas (ver, entre otros, Martínez 1997, Cardillo 2004). Sin embargo, estos resultados no permiten eliminar totalmente el sesgo producido por episodios de reactivación o mantenimiento que, en este caso, pueden no haber sido lo suficientemente significativos o reiterados como para producir modificaciones reconocibles a través de la metodología aplicada. Por lo tanto, si bien puede sostenerse una baja incidencia de estos procesos, no se descarta que posiblemente hayan sido agentes de variación. De modo de obtener datos más robustos para observar el comportamiento de las diferentes variables entre sí, se realizaron análisis de correlación entre los índices obtenidos y el peso de las piezas, obteniéndose resultados relativamente bajos (r=0,394), con poca incidencia en los resultados. 2 RESULTADOS En función de sintetizar los datos, se presentan las medias de los resultados obtenidos para cada atributo en cada clase, según las medidas de diversidad y su desvío estándar. Si observamos el conjunto en su totalidad, se ve que hay diferencias particulares que destacan cada clase. Esta afirmación no intenta postular que las clases son natu3 Media del índice de robustez = 0,366, (DE: 0,148). Media del índice de rejuvenecimiento = 0,217, (DE: 0,062). rales, sino que empíricamente se notan diferencias en el conjunto y estas diferencias se relacionan con la división de clases realizada a priori. Las variaciones entre las distintas clases, probablemente están relacionadas con los aspectos funcionales de las piezas. Así, se observa que las clases definidas son internamente homogéneas. Es decir, la variación observada dentro de cada clase de instrumentos es relativamente baja. Se confirma (ver tabla 2) que los instrumentos complejos son los que presentan la menor variación, en contraste con los artefactos sin formatización, que son los que tienden a variar más, en general. En una caracterización de la diversidad del conjunto (Mercuri 2006), se observó que a las puntas de proyectil se las puede dividir en sub-clases, las pedunculadas y las apedunculadas, tema que sugiere cierta diversidad en las estrategias de caza. Si bien estas sub-clases poseen sus características particulares, las puntas apedunculadas se presentan en baja frecuencia (N=3), y sería muy arriesgado hacer conjeturas, ya que a grandes rasgos varían mucho más que las pedunculadas. No obstante, ambos conjuntos presentan características similares, tales como el módulo L/A, las medidas del cuerpo de las piezas, y en la materia prima elegida. Un atributo en el que parece no haber semejanza es el ángulo de filo. En las puntas apedunculadas no existe una tendencia hacia un estado de ángulo en particular. Contrariamente, casi todas las piezas pedunculadas tienen un ángulo de filo de 55º en los bordes (Mercuri 2006). Asimismo, se observa que el módulo L/A en las puntas de proyectil es mediano alargado (ver Aschero 1983). En los artefactos sin formatización el tipo predominante es el módulo mediano normal (Aschero 1983), más regular que el módulo mediano alargado. Por otro lado, los artefactos formatizados tienden por igual tanto al módulo mediano alargado como al módulo mediano normal. En relación con esto, el módulo más frecuente en los núcleos es el mediano normal, al igual que en los artefactos sin formatización (Mercuri 2006). En cuanto al atributo forma base, se puede afirmar que es bastante homogéneo en todas las clases. Exceptuando las puntas de proyectil, donde predominan las lascas no diferenciadas, en las otras clases aparecen mayormente representadas las lascas angulares. En los artefactos sin formatización las lascas angulares se encuentran en la misma proporción que las lascas con dorso natural (ver Aschero 1983). Con respecto al ángulo de filo, los artefactos formatizados presentan una gran riqueza y una leve tendencia hacia filos de 45º y 70º y en menor medida hacia los 50º. Por otro lado, la riqueza en los artefactos sin formatización es algo menor y existe una tendencia hacia los filos de 50º y 60º. Puede pensarse que, tal vez tenga que ver 175 CUADERNOS 21 con la función de uso inferida de los instrumentos (ver al respecto Aschero 1975 y 1983). Pasando a las materias primas, se puede afirmar que en todas las clases, exceptuando los núcleos, priman las no locales incluso en los artefactos sin formatización (aunque el porcentaje de materias primas alóctonas es del 47%). En relación a este aspecto, el análisis de los núcleos no muestra evidencias claras de maximización de las materias primas no locales. Ahora bien, los desechos de talla presentan una mayor variación relativa en todos los atributos medidos, siendo consistente con el supuesto de que variarán más que el conjunto instrumental. No obstante, el resultado para el evenness, muestra un valor considerable (ver tabla 2). Este hace referencia tanto al módulo L/A como a la materia prima. Los estados de atributo en los cuales se concentra la muestra son por un lado el módulo mediano normal y por otro la obsidiana negra de Zapaleri. Esto probablemente tenga que ver con el resultado de la reducción y talla de instrumentos tales como las puntas de proyectil en los sitios (ver al respecto Mercuri y Vázquez 2001). DISCUSIÓN Volviendo a las hipótesis y tomando como referencia el marco teórico, la poca variación existente y la manera en que se hace presente en el conjunto total, indican que podría estar actuando con mayor fuerza algún mecanismo de transmisión cultural de tipo sesgado. Muscio (2004) sugiere que el mecanismo que sería esperable que actúe con mayor peso es el sesgo dependiente de la frecuencia. Bajo estas situaciones se espera que las fuerzas de la transmisión cultural actúen selectivamente, restringiendo severamente la variación en los diseños de las tecnologías de caza y en los sistemas normativos del intercambio e interacción social, en función de minimizar el riesgo. Esto puede observarse en la relativa baja variación en las puntas, que como se planteó en las hipótesis, por ser instrumentos más complejos, variarán menos que las otras clases de instrumentos, estando sujetas a las fuerzas de la transmisión sesgada. Asimismo, también se observa como tendencia general, una mayor variación relativa con respecto a las puntas de proyectil, tanto de los artefactos formatizados como de los sin formatización, confirmando la tercera hipótesis. No obstante, la clase de los núcleos presenta una variación que aparece en una posición intermedia entre las puntas y los instrumentos de carácter sumario (ver más arriba definición de artefactos formatizados). En el contexto general del Temprano de la Puna argentina, hay dos razones que nos permiten plantear que la transmisión cultural sesgada debió ser un factor común entre las distintas poblaciones que ocuparon la región durante el Período. Por un lado, hay consenso en que las poblaciones humanas del Período Temprano eran pequeñas y estaban basadas en unidades domésticas que controlaban la producción de los recursos (Aschero 2000, Raffino 1988, Olivera 2001). Esta es la evidencia de Casa Chávez Montículos (Olivera 1992), Tebenquiche (Haber 2001), Susques (Yacobaccio et al 1998), Cochinoca (Fernández Distel 1998) y de Las Cuevas, en el borde del altiplano andino (Raffino 1977). Por otra parte, en la macroescala, este ambiente es un entorno muy fluctuante, generando riesgo para las economías productivas, desde la instauración del patrón de variabilidad climática moderna, durante la transición Holoceno Medio/Holoceno Tardío (Muscio 1998). Más precisamente, como se desprende de los modelos evolutivos de Boyd y Richerson (1985), en contextos de poblaciones con bajas densidades y baja escala de complejidad social, y en entornos en donde el riesgo es alto, es esperable la acción de la transmisión cultural sesgada favoreciendo la adaptación local (Muscio 2002). Los patrones de variación de la tecnología lítica de Matancillas muestran esta situación, en la que la caza ayuda a minimizar riesgos en una economía productiva. No obstante, la fuerza con la que actuó la transmisión sesgada durante el Período Temprano como mecanismo de evolución debió ser espacialmente heterogénea en el desierto de altura andino. En la escala local, el riesgo debió ser el factor clave controlando la fuerza con la cual la transmisión cultural sesgó la variación de la tecnología lítica, produciendo una diversidad de situaciones locales en relación con la intensidad del riesgo en ambientes particulares. Este acercamiento a la tecnología lítica puede contribuir al conocimiento de la diversidad de los procesos evolutivos durante el Temprano en la Puna. Dentro del marco más general de las investigaciones sobre el riesgo en el altiplano andino, podría pensarse que en un ambiente inestable como este, una estrategia tecnológica lítica con variación moderada tendiente a baja resultaría maladaptativa. Es decir, al fluctuar el ambiente, la población no podría dar respuestas lo suficientemente rápidas como para evitar la extinción local. Sin embargo, esto sería así solo si la tecnología lítica fuera la única estrategia tecnológica que se está implementando para la adaptación. Hay que recordar que en el caso de Matancillas nos encontramos frente a un nicho productor de alimentos, con agricultura y pastoreo complementados con caza. Entonces, la tecnología lítica es una más de las estrategias tecnológicas utilizadas por el grupo, así como la cerámica y probablemente otras tecnologías en materiales perecederos, que no se hallaron en los sitios. Así, si bien en una escala más inclusiva el nicho ecológico puede ser sensible a las fluctuaciones climáticas, este riesgo puede, y probablemente sea, amortiguado con diversas estrategias que tiendan a minimizarlo. 176 ESTUDIANDO LA TRANSMISIÓN CULTURAL EN ARTEFACTOS LÍTICOS Al formar parte de una estrategia de subsistencia más amplia –una economía basada en la producción de alimentos complementada con la caza– la tecnología lítica sigue un patrón que refleja estas dos estrategias principales. En los desiertos de altura, la biomasa animal silvestre, como las vicuñas, tiende a ser más resistente a las fluctuaciones climáticas que la agricultura o incluso que los animales domésticos (ver sobre este punto Vilá 2000, Yacobaccio 2001, López 2002). Así, en el conjunto lítico de Matancillas los instrumentos que presentan una variación relativa menor (las puntas de proyectil) son los que pueden relacionarse con los recursos relativamente más estables. Se puede proponer, entonces, que la relativa homogeneidad en esta clase de instrumentos apunta a la obtención de un tipo de presa particular, en este caso camélidos silvestres, ya que este es el recurso predominante en el registro arqueofaunístico de Matancillas, (los restos de roedores son tafonómicos, ver sobre este punto López 2002 y 2003). De esta manera, los patrones de variación en puntas de proyectil pueden interpretarse como diversidad de estrategias de caza. No hay que olvidar que, aunque por osteometría se identificó la presencia de vicuñas, en el área posiblemente pudo haber otros recursos de alto ranking, susceptibles de ser cazados como el guanaco y la taruca (Muscio 2004). Por otra parte, los instrumentos con mayor variación relativa (artefactos no formatizados) son los que hipotéticamente pueden relacionarse con recursos relativamente menos estables, más sensibles a fluctuaciones climáticas, como los vegetales domésticos o silvestres (ver Muscio 2004 entre otros). Así, podría pensarse que los instrumentos con una variación relativa mayor tendrían un uso potencial sobre recursos vegetales, particularmente los cultivados. Es decir, si bien una mayor variación artefactual podría interpretarse como una estrategia adaptativa tendiente a amortiguar riesgos de recursos inestables, esta debió estar orientada a explotar una variedad de recursos vegetales, como el maíz o la quínoa, privilegiándose la diversificación por sobre la especialización (Mercuri 2006). El patrón observado en la tecnología lítica de la quebrada de Matancillas se repite en otros lugares de la Puna argentina. En contextos contemporáneos de la región, se evidencian similitudes en los conjuntos artefactuales, desde la cerámica hasta los conjuntos líticos y en el patrón de consumo de camélidos. En cuanto a los conjuntos líticos existe cierta homogeneidad para estos momentos tempranos. Esto ya fue destacado por Patricia Escola (1987) con la sistematización de las puntas de proyectil de esta región. El patrón que caracteriza las estrategias tecnológicas líticas de las ocupaciones del altiplano, es el uso de lascas como formas base de instrumentos con filos y poca formatización formal, junto con puntas de proyectil de módulos medianos o pequeños (ver entre otros Escola 2002). Asimismo, durante el Período Temprano también se destaca la importancia de la caza como complemento de una estrategia predominantemente agrícola (Escola 2002, Fernández Distel 1974, Olivera 2001, Muscio 2004). Desde una perspectiva evolutiva, estas similitudes regionales pueden reflejar convergencias ecológicas y vinculaciones con redes de interacción social. Los estudios de procedencia de materias primas líticas establecieron múltiples fuentes de proveniencia de obsidianas, que probablemente influenciaban y relacionaban distintas áreas del NOA (Yacobaccio et al 2002). En estos contextos, es de destacar la importancia de las redes de interacción como estrategia adaptativa. Bajo esta interpretación el intercambio interregional minimiza los riesgos de economías productivas en ambientes fluctuantes conectando diversos ambientes con diferente oferta de recursos en los cuales la fluctuación es asincrónica. Ahora bien, la dependencia y el uso dado a las materias primas no locales en la Quebrada de Matancillas podría implicar que estas redes de interacción tuvieron una relevancia distinta a la que parecen haber tenido en otros sitios. Por ejemplo, en Antofagasta de la Sierra, las materias primas alóctonas muestran evidencias de cierta maximización (Escola 2004). Esto no se observa en nuestro caso de estudio, donde los resultados muestran que las obsidianas alóctonas no estaban siendo maximizadas. En este aspecto, la transmisión cultural de tipo sesgado, al mantener un mayor control permite que los lazos y las relaciones a largas distancias persistan más allá del tiempo y la lejanía. Sin intentar una analogía, esto puede observarse actualmente, ya que existen redes de interacción similares que se mantienen de generación en generación, basadas en vínculos de parentesco (Muscio 2004). Así, la población que habitó la Quebrada de Matancillas formaba parte de una población en escala más amplia que ocupaba todo el Valle de San Antonio de los Cobres e incluso zonas más lejanas. Recordemos que la obsidiana preponderante en los sitios analizados proviene de una fuente a unos 250 km. Las redes de interacción social que conectaban diversas áreas no solo permitirían amortiguar los efectos de las fluctuaciones climáticas mediante la obtención de recursos alóctonos. Podría pensarse que estas redes, en situaciones en las cuales las fluctuaciones no pueden ser manejadas adaptativamente, también posibilitarían el desplazo de la población hacia otras quebradas laterales. Especialmente en ambientes fluctuantes donde el riesgo es la principal fuerza selectiva. La información obtenida de Matancillas expone un tiempo de ocupación breve en la escala arqueológica. Esto sugiere la extirpación del grupo que pobló la quebrada, y no implica extinción biológica. Así se podría pensar que la población pudo haberse desplazado a otras quebradas laterales del Valle de SAC, como Urcuro (Muscio 2004, Mercuri 2006). 177 CUADERNOS 21 Finalmente, un aspecto sumamente importante a resaltar es que el patrón de transmisión sesgada detectado en la tecnología lítica de Matancillas, puede ser una señal de procesos de transmisión cultural verticales. Precisamente, la transmisión sesgada y vertical es la que predomina en sociedades de baja demografía, como la de nuestro caso de estudio (ver Muscio 2004). La evidencia cerámica de Matancillas también muestra señales de transmisión vertical (Muscio 2004). Entonces, desde los conjuntos líticos y cerámicos, puede argumentarse la acción de la transmisión vertical actuando en comunidades pequeñas. Considerando que durante el Período Temprano, las poblaciones de la Puna fueron relativamente pequeñas y de baja escala de complejidad (Olivera 2001), es esperable que la transmisión sesgada vertical haya predominado durante este Período, generando tanto procesos locales de evolución convergentes y divergentes. Más generalmente, la transmisión vertical está asociada a la replicación de comportamientos que tienen alto valor adaptativo (Cavalli- Sforza y Cavalli- Sforza 1994), tal como muestra nuestro propio trabajo. Ya vimos como el caso de Matancillas se aparta en muchos aspectos a lo observado en Antofagasta de la Sierra, lo que permite plantear procesos locales de evolución que respondieron a particularidades tanto ecológicas como sociales de Matancillas en la Puna Norte de la Argentina. CONCLUSIONES Como se ha demostrado a lo largo de la discusión, la variación en el conjunto lítico de la quebrada de Matancillas, presenta patrones previsibles desde la teoría de la transmisión cultural. Así, bajo el apoyo del marco teórico, las hipótesis acerca de los mecanismos de transmisión cultural sesgada se sustentan con la evidencia discutida. En este trabajo se analizó, desde la tecnología lítica, la incidencia de la transmisión cultural en la ocupación del período temprano de Matancillas. En este sentido, a partir del caso de estudio, se contribuye al conocimiento de la variabilidad de las ocupaciones formativas del noroeste de la Argentina, y en especial de la Puna. Como se vio, mediante los análisis hemos podido detectar señales de la acción de la transmisión sesgada sobre la tecnología lítica de Matancillas. AGRADECIMIENTOS A Patricia Escola por sus comentarios, sugerencias y compromiso en la lectura de una primera versión de este trabajo. A Hernán Muscio por su guía teórica. A Marcelo Cardillo por sus comentarios. A Ulises, por todo. BIBLIOGRAFÍA Acuto, F., H. Muscio y J. Nastri 1994 Investigaciones arqueológicas en la cuenca del río San Antonio de los Cobres (Pcia. de Salta). Estudio de sitios con estructuras arquitectónicas. D. Olivera y J. C. Radovich (comp.), Los primeros pasos, págs. 25- 33, INAPL, Buenos Aires. Aschero, C. A. 1983 Ensayo para una clasificación morfológica de los artefactos líticos, Apéndices A y B. Cátedra de Ergología y Tecnología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, MS. 2000 Figuras Humanas, Camélidos y Espacios en la Interacción Circumpuneña, en M. M Podestá y M. de Hoyos (eds.). Arte en Las Rocas. Arte Rupestre, Menhires y Piedras de Colores en Argentina, págs. 17-44, Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires. Aschero, C. A. y S. Hocsman 2004 Algunas propuestas para el análisis cuantitativo de conjuntos líticos. A. Acosta, D. Loponte y M. 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Wesport, Bergin and Garvey. 180 Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007 1852-1002 ISSN 0570-8346 “TODOS SE ACUERDAN DE YPF ESTATAL” PROCESO DE PRIVATIZACIÓN DE YPF Y TRANSFORMACIONES LABORALES Hernán M. Palermo* RESUMEN En el presente trabajo analizamos el proceso de privatización de la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), la mayor empresa que tuvo el Estado argentino. De esta manera abordamos el proceso de modernización empresaria que afectó no solo las relaciones laborales, sino que, transformó los espacios de representación de los trabajadores. PALABRAS CLAVE Privatización- modernización empresaria- trabajadores ABSTRACT The present paper is centered on the study of the privatization process in YPF, the biggest company that the argentine state have had. We tackle the business modernization process that affected not only the work relationships, but also the workers representation spaces. KEYWORDS Privatization - business modernization - workers INTRODUCCIÓN El profundo proceso de reconversión neoliberal y reforma del Estado, iniciado en la Argentina después de la crisis del petróleo de 1973 (Borón 2004), y llevado hasta sus límites durante la década de los 90, tuvo como uno de sus ejes principales la privatización de las empresas públicas productoras de bienes y prestadoras de servicios. Esta reestructuración solo fue posible gracias al rol activo del Estado, llevado a cabo a partir de la década de los setenta y fundamentalmente durante la década de los noventa. En este contexto, se implementó un proceso de reestructuración que involucró cambios técnicos, incorporación de nuevas tecnologías de gestión (Novick 1991), cambios organizacionales y una completa reorganización de las políticas laborales. El objetivo era llevar a una situación de eficiencia y rentabilidad a las empresas estatales, y en especial a YPF, como condición previa a su privatización, para así capturar el interés de los potenciales inversores. Este profundo proceso de cambio en el interior de las empresas, reconfiguró los espacios propios de representación de los trabajadores erosionando el poder de los sindicatos. Particularmente en el caso de YPF, la modernización empresaria (Dombois y Ludger 1993; Figari 2003) no solo deterioró el poder de negociación del SUPE (Sindicato Unido Petrolífero del Estado) frente a la empresa, sino que, socavó la legitimidad del sindicato entre los propios trabajadores como espacio de representación. ∗ CONICET, [email protected] La modernización empresaria en YPF comenzó en los 90, luego del decreto 2778–el decreto disponía la conversión de YPF a Sociedad Anónima–, y la puesta en marcha de un “Plan de Transformación Global” elaborado para el sector por José Estenssoro, empresario petrolero privado. En la primera etapa de transformación inaugurada por el ingeniero Estenssoro, y la más profunda, no solo se incorporaron nuevas tecnologías de gestión o administración empresaria, las cuales modificaron el plantel de trabajadores en número y composición, sino que se puso en funcionamiento un plan de reprofesionalización de los puestos de mando como principal pilar de la modernización empresaria. En primer lugar, el objetivo del presente trabajo es reconstruir el proceso de privatización de YPF. A partir de aquí realizaremos un análisis sobre el rol del sindicato en la privatización, para luego aproximarnos a la configuración de la arquitectura de las políticas empresarias en la empresa petrolera. En los comentarios finales, situaremos la mirada sobre las tensiones sociales que surgieron a partir de la privatización. PRIVATIZACIÓN Y REESTRUCTURACIÓN DE YPF La empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales, aunque compartía rasgos con otras empresas estatales, siempre presentó características particulares y únicas. En primer lugar, le concierne la explotación de un recurso natural no renovable, insumo básico para el abasteci- 181 CUADERNOS 21 miento energético a partir de principios de siglo XX, convirtiéndose así en un producto estratégico determinante para este sistema capitalista. En segundo lugar, YPF involucró a lo largo de la historia argentina, mucho más que intereses puramente económicos, puesto que a partir de esta empresa se construyeron diferentes polos petroleros a lo largo del territorio nacional y se desarrolló una política por parte del Estado de poblamiento o “conquista” del interior del país. Si bien esto ocurrió con otras empresas estatales, nunca fue a la escala de YPF. La empresa fue utilizando todos los recursos que tenía, (económicos, sociales y culturales) para legitimar un orden social, político y económico. De esta forma fue convirtiéndose en la empresa estatal de “bienestar” por excelencia. A través de ella, el Estado distribuía las riquezas en forma de trabajo con salarios altos, vivienda, servicios de salud y de recreación; con una fuerte impronta nacionalista. Además, a principios de la década de los noventa, a causa de las políticas monopolistas, YPF se había desarrollado de tal manera que resultaba la empresa estatal de mayor tamaño, manejando un volumen de venta de cuatro mil millones de dólares y ocupando el cuarto lugar entre los mayores empleadores del país captando el 13% de los trabajadores públicos (Balazote y Radovich 2000, 2002). Desde el descubrimiento del petróleo y la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales en 1922, el debate por la explotación y comercialización de este recurso fue tomando diferentes tonalidades a lo largo de los distintos gobiernos. Intentos de apertura privada de ciertos eslabones del proceso de producción de petróleo colisionaron con oposiciones nacionalistas y estatistas, hasta su privatización en los 90. Con la irrupción del gobierno militar en 1976, se inauguró un verdadero proceso de vaciamiento de YPF. El sistema consistió en implementar, tras sucesivos decretos, la privatización periférica de numerosos servicios, el despido de trabajadores y la persecución a sectores populares (Azpiazu 2002) que obstaculizaban los proyectos del gobierno de facto. Consecuentemente, se procedió a la adjudicación directa a empresas privadas de importantes yacimientos en explotación sin compensación alguna. De esta manera, se favorecieron los intereses de antiguas compañías de servicios petroleros como Bridas y Pérez Companc. A partir de la dictadura militar, se hizo frecuente la aparición de los contratos con empresas privadas de perforación, terminación y reparación de pozos, a precios muy superiores a los costos que, por igual tarea, realizaba YPF, e incluso con notorias deficiencias técnicas. Por otro lado, los contratos favorecían notoriamente a las empresas privadas, en caso de conflictos entre las empresas y el Estado. De esta forma se sumaron otras compañías a la actividad, en muchos casos sin experiencia en el tema. Por otra parte, las políticas de los sucesivos gobiernos llevaron a YPF a un fuerte proceso de endeudamiento. La deuda de la empresa había crecido de trescientos veinticuatro millones de dólares en 1975 a cinco mil setecientos millones en 1983 debido a las diversas utilidades que se 1 realizaban con fondos de YPF . Los contratos que YPF firmaba con empresas privadas significaban, en general, fuertes beneficios para ese sector. Muchos contratos permitían que las empresas privadas trabajaran en zonas más pobladas, y por ende con menores costos, y se dejaba a YPF en regiones periféricas en donde los costos eran mayores. Además, los activos de la empresa, en muchas ocasiones se usaban para cubrir déficit de otras empresas estatales. Estas políticas llevaron a YPF, en las postrimerías de la dictadura militar, a un importante déficit, con un patrimonio neto negativo. En 1983, cuando Alfonsín asume la presidencia de la Nación, YPF era una empresa gigantesca con un enorme déficit. En los años ochenta era la empresa argentina más grande y se ubicaba cuarta entre las latinoamericanas, por sus ventas. Sin embargo, acumulaba a finales de la década, un déficit de alrededor de cuatro mil millones de dólares, equivalente al 70% de sus ventas, y una deuda externa de 5.400 millones de dólares. En 1985, el presidente Alfonsín anunció en Texas el lanzamiento del Plan Houston, con el propósito de atraer capital privado a participar de la explotación del petróleo. Sin embargo, hacia 1988, la situación financiera de YPF había empeorado, y el Petroplán, otro plan que abría licitaciones a capital privado, había sido suspendido debido a las protestas de varios sectores del radicalismo que lo criticaron duramente. A pesar de los intentos de apertura privada en distintos eslabones de la explotación petrolera, la privatización tuvo su primera expresión concreta en 1990, con la conversión de YPF a Sociedad Anónima y el “Plan de transformación global”. Los principales instrumentos de estas políticas fueron la privatización de las reservas, la profunda racionalización de personal, la desregulación de los precios, la eliminación de trabas al comercio exterior, la reducción de alícuotas impositivas a los combustibles y la privatización de YPF. Cabe señalar que hasta la desregulación de los noventa, los contratistas de YPF no disponían del petróleo libremente, ya que debían entregarlo obligatoriamente a la empresa estatal, y tampoco las refinerías privadas podían comprar libremente el petróleo para elaborarlo. La designación del ingeniero José A. Estenssoro al 1 182 Era una práctica común la de utilizar los fondos de la empresa para cubrir deudas del Estado. “TODOS SE ACUERDAN DE YPF ESTATAL” frente de YPF S. A. tuvo un alto contenido simbólico, ya que se trataba de un empresario petrolero privado, con reconocida simpatía hacia las ideas liberales y estrechos lazos con la comunidad de negocios locales e internacionales (Margheritis 1999) y una fuerte formación académica en los Estados Unidos, siendo egresado del Rensselaer Polytechnic en Troy, Nueva York. El plan elaborado por Estenssoro, con relación a las políticas de gestión, comprendía dos pilares fundamentales que debían llevarse a cabo previamente a la privatización final de la empresa. En primer lugar, para la modernización empresaria, debía transformarse y debilitarse la intervención del sindicato en las decisiones propias de la empresa, en lo concerniente a las políticas de gestión y la conflictividad laboral. En segundo lugar, y como eje del proceso de modernización, se puso en funcionamiento un plan de reprofesionalización de los puestos de mando. El proceso de racionalización de personal que se llevó a cabo durante la década de los noventa, en un contexto de hegemonía de las políticas neoliberales y de claro debilitamiento del poder sindical, se realizó a través de distintas estrategias de política empresaria. El número de empleados pasó de un plantel de cincuenta y un mil personas en 1990 a diez mil seiscientos en 1993. En primer lugar, se puso en marcha un plan de retiros voluntarios y jubilaciones anticipadas para los trabajadores que ya no eran necesarios para la empresa, con el pago de altas indemnizaciones. A esta primera etapa de racionalización de personal se adhirieron un gran porcentaje del personal de YPF, ya que, según ex trabajadores, “eran retiros voluntarios obligatorios, que firmabas sí o sí” (Ex trabajador de YPF de la antigua flota naval de la empresa). Por otra parte, los cursos de capacitación constituyeron la antesala del despido del trabajador. Con esta política se alejaba de forma definitiva al trabajador del ámbito de trabajo. De esta manera, el trabajador estaba en condiciones de elegir entre diversos cursos de capacitación para los que la empresa afrontaba todos los gastos requeridos. Los cursos duraban aproximadamente un año, y durante este tiempo, el empleado percibía normalmente su salario y beneficios sociales como si se encontrara en el puesto de trabajo. El discurso oficial que justificaba a los cursos era que los despedidos se pudieran insertar nuevamente en el mercado laboral. Los cursos de capacitación fueron muy heterogéneos, desde panadería, computación y pantalonería, “hasta 2 cursos de aviación” . Claramente, se trataba de oficios y cursos que no reflejaban una capacitación orientada a las 2 Entrevista a un gerente de la Refinería La Plata. exigencias de un mercado petrolero, altamente competitivo y demandante de mano de obra profesional. Parte de las consecuencias de una deficitaria política de inserción laboral para los trabajadores despedidos fueron, en general, el fracaso de distintas experiencias cuentapropistas que se multiplicaron en las distintas zonas donde la empresa estatal ejercía su influencia. Esto fue producto de la combinación de la crisis laboral y económica, la inexperiencia en emprendimientos comerciales, la desesperación por la pérdida del empleo, la saturación de una oferta que no podía ser absorbida por la demanda. “Cuando me fui hice mil cosas. Tuve el primer taxi de Berisso” (ex trabajador de YPF, Refinería La Plata). Los emprendimientos fueron una salida de los trabajadores frente a la inminente reestructuración de la empresa. El personal despedido de YPF se organizó tomando distintas formas jurídicas –ya sea como sociedades anónimas, cooperativas o Sociedades de Responsabilidad Limitada– para ofrecer el mismo trabajo/servicio que antes hacían desde el interior de la empresa, pero ahora como personal subcontratado. Mayoritariamente, estos emprendimientos fueron impulsados por ex personal de mantenimiento, en el cual el SUPE jugó un rol importante en su organización. En un principio, YPF les aseguraba una subcontratación de dos años, y luego entrarían en la ley de la “libre competencia”. Pasado el tiempo estipulado de contratación, estos emprendimientos quedaron en su mayoría sin efecto, ya que debieron participar en procesos licitatorios con empresas más competitivas, mejor capacitadas tecnológicamente, frente a su inexperiencia en materia empresaria. “¿Y los trabajadores hicieron empresas contratistas?” “¿Sabés qué fue eso? Engaña pichanga fue eso. Porque le daban la opción, pero qué pasa, ¿con quién tenés que competir? Con empresas multinacionales, que van a poner, listo y se terminó”. (Extracto de entrevista a ex trabajador de YPF). A estas políticas de racionalización de personal que, en general, se utilizaron a lo largo de las dependencias y refinerías de YPF, se suma el caso particular de la Refinería La Plata y el despido forzoso de lo que todos los trabajadores llaman “La Gran Echada”. En 1991 el sindicato de Ensenada convoca a un paro nacional de actividades debido a un conflicto en la refinería de Salta. Este hecho, una de las últimas movilizaciones masivas convocadas por el sindicato, tuvo un alto acatamiento entre los trabajadores. Luego la huelga es declarada ilegal por el Ministerio de Trabajo de la Nación, y al día siguiente a la movilización, son despedidos aproximadamente mil quinientos trabajadores. “De un día para otro, nos levantamos a la mañana, vamos a trabajar, y llego a la puerta de la destilería, y no 183 CUADERNOS 21 sé... hay huelga. Como yo, la mayoría no entendía por qué había una huelga. Y es más, bueno... y hay huelga, viste por lo menos antes eso era así. Si hay huelga, hay huelga, después discutís. Pero había huelga y nos quedamos en la puerta charlando, no entendimos bien por qué.” (ex trabajador de YPF La Plata, despedido en la Gran Echada) Si bien la privatización de YPF afectó la zona de Berisso, 3 Ensenada y La Plata , los territorios mayormente afectados fueron las zonas que surgieron al ritmo de YPF con carácter de enclave –Cutral Có y Plaza Huincul, Tartagal y General Mosconi, Comodoro Rivadavia– y en donde la actividad petrolera se situaba en el centro la estructura productiva. rol activo en el proceso de reorganización y privatización de la empresa, en el marco más general de la alianza de carácter privatista entre los sindicatos y el Partido Justicialista. El sindicato convalidó el programa de cambios impul4 sado por el gobierno de Carlos Menem , argumentando la inevitabilidad de los cambios y apelando a la profundidad de la crisis económica con algunos condicionantes: desgaste provocado por la conflictividad de 1983-89; escasa movilización social; campaña antisindical, disminución de la representatividad (desocupados). A cambio, el gobierno le otorgó una serie de concesiones, entre las que figuran subsidios para comprar parte de la empresa, contratos para dar trabajo a trabajadores despedidos, participación accionaria en la empresa privatizada a través del programa de propiedad participativa (PPP), subsidios para la obra social petrolera (OSPE), etcétera. La relación del SUPE con los emprendimientos laborales organizados con personal de la ex YPF estatal, “fue un nicho, uno de los mecanismos apropiados, para enfrentar los efectos negativos del proceso de privatización” (Orlansky y Makón 2003). La reconversión neoliberal se impone en una coyuntura histórica de crisis, y una correlación de fuerzas desfavorable para los trabajadores. En este contexto y frente a la fuerte modernización y avance de las estrategias de administración empresaria, el sindicato pone en práctica, como estrategia política de negociación, la perdurabilidad de los emprendimientos laborales. En relación con estos emprendimientos, Repsol YPF intenta imponer condiciones de eficiencia (reducción de precios, modernización de equipos) para renovación de los contratos. El vencimiento de dichos contratos, coloca a algunas de estas empresas y a sus trabajadores cooperativistas y empleados, ante el riesgo objetivo de ser desplazados por la competencia de otras empresas locales o extra regionales. Las empresas sostenidas por el sindicato deben realizar algunas transformaciones importantes a fin de adaptarse a las nuevas reglas económicas, que priorizan el logro y la productividad a partir de la reducción de costos laborales, de la eficiencia y la racionalidad empresaria de los usos de los recursos materiales y humanos. El SUPEH realiza actividades de formación y preparación sobre políticas empresarias para la actual modernización de los emprendimientos. EL ROL DEL SINDICATO Para gran parte de los trabajadores de YPF, referirse al sindicato implica valores y sentidos referidos a una historia de “traición” y arreglos “a espaldas” de los trabajadores. Esta mirada negativa sobre el sindicato es apreciable en los relatos que registramos, no solo de ex trabajadores de la época estatal, sino en las nuevas incorporaciones del período Repsol. La legitimidad del sindicato entre los trabajadores se encuentra erosionada por esta valoración. Particularmente, estos sentidos hacia el SUPEH (Sindicato Unido petroleros e Hidrocarburíferos) se acentúan en la filial Ensenada, donde se le adjudica cierta complicidad por parte de los dirigentes que conducían aquella filial, en el episodio de la “La Gran Echada”. Las reformas producidas durante la hegemonía de las políticas neoliberales, debilitaron visiblemente el poder y el accionar del SUPE. Esta pérdida de poder se observa claramente en las sucesivas renegociaciones de los convenios colectivos durante los noventa, que operaron cambios que resultaron desfavorables, desde el punto de vista de las condiciones históricas y de los derechos logrados por los trabajadores del petróleo en nuestro país. Este sindicato, con una fuerte imbricación peronista, fue en épocas anteriores un importante espacio de solidificación de conquistas y reivindicaciones concretas para los trabajadores del petróleo. Con la asunción de Carlos Menem, la mayor parte de los sindicatos reestructuraron sus políticas de acción frente a las inminentes reformas estructurales impulsadas desde el Estado. De esta manera, los sindicatos burocráticos produjeron su propia reconversión hacia “sindicatos de negocios”. En el caso del SUPE, este apoyó las reformas neoliberales y, específicamente, la privatización de YPF. El Sindicato Único de Petroleros del Estado asumió un MODERNIZACIÓN EMPRESARIA El proceso de transformación de YPF comenzó con su primera etapa, la más profunda, a partir del 23 de agosto de 1990 liderada por el ingeniero José Estenssoro, pri- 3 4 En La Plata las consecuencias no fueron tan notorias debido a que es una ciudad con otras actividades productivas y de servicio con importancia. 184 Cabe destacar que en ese entonces el líder del sindicato petrolero (SUPE) era Diego Ibáñez, amigo cercano de Menem y miembro de su círculo inmediato. “TODOS SE ACUERDAN DE YPF ESTATAL” mero como interventor y luego como presidente, hasta su muerte en 1995. Para esta primera etapa, se concebía como condición fundamental el cumplimiento de pautas básicas para que el proceso de transformación fuera posible: precios libres en el sector petrolero, desregulación del sector para alentar la competencia, impermeabilidad de la interferencia política –principalmente del sindicato– y renegociación del convenio colectivo. La sistematización de la transformación de la empresa consistía en definir, en primer lugar, las áreas que resultaban estratégicas. Si un área era estratégica y rentable quedaba en propiedad de YPF. Por el contrario, si era estratégica pero no rentable, se decidía la asociación o venta. Si en todo caso, no era ni rentable, ni estratégica, se resolvía su venta o cierre. El decreto de 1992, Nº 24.145, disponía dividir el capital accionario en tres partes: El 51% para el Estado, el 39% para las provincias y el 10% para el personal de la empresa. También establecía que el estado debía enajenarse de las acciones en un plazo de tres años en un porcentaje no inferior del 50%. Durante la etapa dirigida por el ingeniero Estenssoro, y al mes de haber asumido las funciones, se abrió el camino para la renegociación del Convenio Colectivo de Trabajo con el sindicato. En el marco de este contexto, uno de los fenómenos más evidentes dentro de la incorporación de nuevas tecnologías de gestión, estaba vinculado con un profundo proceso de reprofesionalización de los puestos de mandos o jerárquicos. Enmarcados en este nuevo esquema de modernización empresaria, los puestos de mandos significaban los engranajes que, a partir de la transformación de la empresa, mediatizan las nuevas normativas organizacionales. Es por esto que, el primer paso en la renegociación del convenio colectivo de 1990 pone como eje central la exclusión del 5 personal de jefatura o con capacidad de mando . De esta manera, el nuevo personal “fuera de convenio” deja de estar bajo la representación del sindicato, debilitando profundamente su poder de negociación. La introducción de nuevas nociones de management empresario, en el contexto de reforma laboral, supone un cambio de “cultura” o de sentidos en los trabajadores, transfiriéndoles como propios los objetivos de la empresa. En la siguiente renegociación del convenio en el 93, se pone de manifiesto la gratificación por desempeño. Esto significa que desde los más altos niveles de la gerencia (en este caso a través de los programas de recursos humanos) hasta los más bajos niveles, se encuentran todos comprometidos con las metas estratégicas de la empresa mediados por objetivos en común. Es así que, durante la etapa Estenssoro, se implementa en las políticas de administración empresaria la Dirección Por Objetivos (DPO). La Dirección por objetivos es el componente que comenzó a configurar un sistema básico de dirección de personal, estableciéndose como un elemento de integración de los intereses de la empresa. Toda persona compartirá objetivos individuales que deben cumplirse, y objetivos grupales concernientes a la unidad a la que pertenece, vinculado con las funciones de su puesto. “Se comenzó a trabajar con criterios de objetivos para personal, había una remuneración variable que tenía que ver con el cumplimiento de esos objetivos. Aparte de tu sueldo, había objetivos, había atractivos. Hubo también muchísima capacitación interna… Después, a partir de ahí, Estenssoro mejoró todo el tema de imagen, la parte de servicios, toda una política muy agresiva de internacionalización también. Esto tiene que ver con una política muy agresiva de crecimiento. Un tipo que tenía unas cualidades [Estensoro] de mando y de gestión excepcionales, en los años de él hubo una transformación impresionante. Un tipo por ahí autoritario, agresivo, pero con una capacidad de liderazgo interno muy fuerte. (Gerente de Repsol YPF). Conjuntamente con el DPO se introduce, en materia de recursos humanos, la “Revisión de desempeño”. Esta última consiste en una política orientada desde la empresa hacia la identificación de “puntos fuertes” y “áreas de mejoras” del personal. A partir de las “debilidades” de los sujetos, se recomiendan determinados planes de desarrollo individual y formación. También cabe destacar que, en el proceso de transformación de YPF durante la década del 90, se comienzan a eliminar del convenio colectivo una multiplicidad de oficios y categorías que implicaban una movilidad laboral ascendente, y comienza a introducirse la noción de 6 “polivalencia laboral” . Anteriormente, los obreros de YPF tenían categorías de trabajo, roles y tareas claramente definidas que se expresaban en los convenios colectivos de trabajo. La polivalencia laboral afectó no solo las tareas que a cada trabajador le correspondía, sino que también implicó la reducción de personal, salarios más bajos, fragmentación del plantel completo (división entre los “dentro” y los fuera de convenio”) y la descomposición de la “carrera orgánica” ascendente. De esta manera, el proceso de recomposición de la hegemonía empresaria en YPF se fortalece y revitaliza con la introducción de nuevas formas de organización y administración, vinculado a nuevas nociones de management empresario. 5 6 Esta modificación dejaba afuera del CCT todo personal de supervisor en adelante . 185 Particularmente la noción de polivalencia laboral se introduce explícitamente en el convenio de 1997. CUADERNOS 21 Frente a este impulso de modernización, surge con fuerza en YPF, la noción de competencias. El sistema de competencias toma relevancia en la etapa de Estenssoro, en un contexto en el que se tiende a la flexibilización, en un proceso de cambio tecnológico y organizacional por efecto de la reestructuración productiva. Donde la subcontratación entre empresas grandes y pequeñas se vuelve común, donde la polivalencia y la rotación de ocupaciones se convierten en habituales, la “noción de competencias” se incorpora a la modernización empresaria, alcanzando nuevas formas de reclutamiento, promoción, capacitación y remuneración. El foco de atención se ha desplazado así, al conjunto de saberes puestos en juego por los trabajadores para resolver situaciones concretas de trabajo. En este sentido, la noción de competencias –conjunto de saber inestable, puesto a prueba y evaluado constantemente–, se diferencia de la noción de calificaciones del trabajo. La vieja noción de calificaciones, relacionada con saberes otorgados por la experiencia, trayectoria o antigüedad, concedían “cierta” estabilidad laboral al trabajador, siendo la experiencia un capital importante del trabajo. En este proceso de reestructuración laboral, las competencias modificaron el sentido que la experiencia y la trayectoria tenían para el trabajador, dejando de ser estos atributos un “capital” importante para la inserción laboral. Esta individualización de las competencias llevó a la implementación de un complejo sistema de evaluación –relacionado al sistema Dirección Por Objetivos y Revisión de desempeño–, que siguió efectuándose hasta principios del 2006. “…el proceso de privatización generó un extraordinario cambio desde el punto de vista de gestión de las gerencias. Por una gestión mucho más moderna orientada hacia la competencia, a saberla resolver. Y esa transformación la hizo Estenssoro. Desde el punto de vista de la transformación fue extraordinario” (Gerente de YPF, Sede Central, Buenos Aires). Frente a esta profunda reestructuración que estaba afrontando YPF, los mandos comenzaban a desempeñar un papel fundamental, como los “gestores de recursos humanos”, formando parte de los engranajes que dan vitalidad a la normativa empresaria. Para esta nueva concepción, se estructuró un complejo sistema de formación de profesionales y disciplinamiento que consistió en la puesta en marcha de planes y programas orientada hacia los mandos. Por un lado, la profesionalización como condición para ocupar puestos con capacidad de mando, se convirtió en norma para las políticas empresariales. Y por otro, se puso el acento en la constante formación de profesionales, entendida como la mejora continua de las “competencias”, haciendo referencia a la necesidad de estar permanentemente dispuesto a adquirir nuevos conocimientos para adaptarse a los actuales cambios. Partiendo de esta concep- ción de los mandos, y entendiendo su gran importancia como gestores de las políticas de administración, se elaboró un programa –vigente hasta hoy en día – de formación de futuros profesionales, denominado “Programa de jóvenes profesionales”. La transferencia de la información y el conocimiento es un punto clave en la sucesión de los mandos. Por esto se pone el énfasis en la formación de las nuevas incorporaciones para la sucesión de los cargos y a la vez, en la formación de los futuros formadores de mandos. Dentro de este programa, los nuevos profesionales, ya 7 sean recién egresados o a punto de recibirse de una carrera profesional, son sometidos a un seguimiento riguroso por parte del área de recursos humanos, y a un seguimiento especial realizado por tutores designados para ello. De esta manera, la empresa inauguraba el comienzo de un recambio generacional en los futuros puestos de mandos sin las concepciones o los sentidos de la vieja YPF. Durante la modernización de la empresa en la etapa Estenssoro, se transformaron profundamente las relaciones laborales. Se puso en práctica una política de gestión que otorgaba una mayor autonomía a cada individuo, apartándose así de la rígida organización vertical que caracterizaba a YPF estatal. De este modo, la disminución de las relaciones jerárquicas transfería mayor responsabilidad del trabajo a los empleados. La dirección empresaria descubre las virtudes de la colaboración de todos los trabajadores en los objetivos de producción, capaz de fomentar la autonomía del trabajador, el compromiso y la cooperación. El proceso de reestructuración de YPF, en su primera etapa, intentó deconstruir al trabajador petrolero. En primer lugar, la racionalización del personal se realizó buscando el alejamiento de sujetos conflictivos para la administración. Luego, se intentó “formar” un nuevo “empleado” con una cultura de empresa, con valores y sentidos en consonancia con los objetivos de producción y fundamentalmente alejado de la vida sindical. PERÍODO REPSOL YPF Finalmente, el proceso privatizador iniciado en 1990 cuando el Estado argentino se desprendió de la empresa, culminó en 1998 con un comprador concreto. Uno de los ejes de la empresa española Repsol consistía en maximizar la rentabilidad de sus acciones. Para llevar a cabo este fin, el grupo español empleó la estrategia de incorporar a su actividad una empresa –en este caso YPF– que le permitiera satisfacer sus objetivos en función de cuatro pilares: en primer lugar, el mantenimiento del liderazgo 7 186 Los futuros profesionales que aún no concluyeron su carrera entraban a la empresa a través de pasantía hasta su efectiva incorporación. “TODOS SE ACUERDAN DE YPF ESTATAL” en las actividades tradicionales de Repsol en el mercado español; por otro lado, lograr un crecimiento en exploración y producción mediante el desarrollo de nuevas adquisiciones; en tercer lugar, asegurar una expansión internacional, principalmente en Latinoamérica; y por último, satisfacer el mercado eléctrico interno con bajos costos, a partir de la generación de energía eléctrica con gas natural propio. La fusión con YPF le permitió a Repsol alcanzar los niveles internacionales de las grandes empresas petroleras en el mundo y aumentar la rentabilidad. Antes de 1998 los activos de Repsol estaban repartidos de la siguiente manera: industrialización y comercialización 42%; gas 27%; exploración y producción 23%. Los activos de YPF se componían con un 64% en exploración y 32% en industrialización y comercialización. Las grandes empresas petroleras internacionales mantienen sus activos concentrados en 50% en exploración y producción y el 30% en industrialización y comercialización, aproximadamente. El 29 de junio de 1999, Repsol termina de comprar todas las acciones de YPF, concentrando el 98,23% del paquete accionario de la compañía. La petrolera española, además de controlar el 98,2% de YPF, es dueña del 66% de la petrolera Astra de Argentina, y del 45,2% de Gas Natural de España. A través de Astra se hace propietaria de Refinor, Algas, Poligas y las estaciones de expendio de combustibles de Eg3, además de las acciones que esta posee en la Central Dock Sud. Adquiere el 21% de las acciones de Metrogas y la totalidad de la petrolera Pluspetrol (con importantes intereses en la extracción de gas y petróleo en la Argentina) y de la Refinería de petróleo de San Lorenzo. Por ser dueña de YPF controla la totalidad de YPF Gas y de la italiana AGIP. Gas Natural de España, ejerce a su vez, el control de Gas Natural Ban, junto a Iberdrola de España. Repsol, por su parte, le vende el 4,5% de sus acciones a Endesa, el monopolio multinacional de la energía, que además de sus intereses en Chile es dueña de la Central Costanera, parte de EDESUR y la principal accionista de EDENOR. De esta manera, Repsol pasa a ser una de las empresas más importante de la Argentina, controlando el 51% de la producción de petróleo y el 44% del gas. Aun desprendiéndose de parte de los activos de la comercialización, mantendrá una posición dominante en ese rubro, pues refina el 56% de las naftas y el 61% del gasoil. También tiene el monopolio del gas licuado y de varios productos petroquímicos. Referente a las políticas de administración empresaria, durante el período Repsol, se tiende a una estructura organizacional de mayor rigidez y verticalidad, contrariamente a la etapa de Estenssoro. Las decisiones se concentran en los mandos altos restando autonomía individual al personal. “Todo se delega a las jefaturas…en la época de Estenssoro cada individuo era responsable, era más autónomo”. (Gerente de Repsol YPF). En consonancia con la primera etapa de reestructuración de YPF, Repsol pone énfasis en la consolidación y homogeneización de sentidos en el trabajo. En este caso, se hace evidente la necesidad de consolidar una “cultura multinacional”, asociada a la proactividad del “empleado” (trabajar cuestionando siempre los resultados, no siendo conformista) resaltando las potencialidades de cada individuo y superando las “debilidades” con planes de formación, y haciendo propios los objetivos de las empresa concentrados en generar ventajas competitivas para Repsol YPF. CONSIDERACIONES FINALES La modernización empresaria exigió una verdadera mutación en el seno de la empresa. Esto implicó un cambio de actitudes y de funcionamiento, particularmente en los niveles de la dirección o de mando. Durante el proceso de privatización de YPF se transformó la antigua lógica de las carreras de ascenso interno o, como las llaman, “carreras orgánicas”. Antes de la privatización, un operador que realizaba tareas técnicas, consideraba la posibilidad de un futuro ascenso a ciertas instancias jerárquicas. A partir de la reconfiguración de la empresa, la separación entre profesionales y técnicos se hizo más categórica, diferenciándose dos tipos de carreras o movilidad interna: los puestos de mando profesionalizados, y los técnicos. Actualmente, en el período Repsol, se pone el énfasis en la consolidación de una “cultura multinacional”. Las más variadas formas de imponer sentidos se ponen en práctica dentro de la esfera de producción, logrando verdaderas políticas de control y consenso. Este proceso de gran complejidad, se plasma en dispositivos de control social y herramientas de disputa cultural-ideológica, utilizados para alcanzar tales objetivos. Pese a que, normativizar una “cultura multinacional” es una de las prioridades de las políticas de Recursos Humanos, no se logra cimentar esto en las relaciones laborales cotidianas. La empresa aún conserva una estructura gerencial de gente mayor de cincuenta años con una trayectoria laboral proveniente de la etapa estatal de YPF. Esta conformación de los puestos de mando coloca en tensión los dispositivos de control, que no logran imponer un consenso de valores y sentidos. Particularmente, la política de Dirección por Objetivos, encontraba fisuras y 8 “válvulas de escape” en la cotidianeidad, que tensionaban 8 187 Así es como hacía referencia un gerente de Repsol a las tensiones que dejaban obsoletas al Sistema de Dirección por Objetivos. CUADERNOS 21 y malograban los objetivos pautados por la empresa. Esta política con profundas fisuras, debió ser reemplazada por un dispositivo más dinámico y flexible. Así se inauguró este año, la Gestión por Compromiso. Este nuevo programa pone bajo la lupa, ya no objetivos pautados, sino los mismos comportamientos de los sujetos en el desempeño de sus funciones. En cuanto a los puestos estratégicos, la re-profesionalización del mando tiende, por un lado, a la incorporación de “jóvenes profesionales” orientados a ocupar los futuros puestos jerárquicos con planes de crecimiento a largo plazo dentro de la empresa. Por el otro, a mover hacia puestos no estratégicos a aquellas personas mayores que ya no cumplen con el perfil deseado o las competencias requeridas. Sin embargo, muchos jóvenes profesionales, capacitados y formados en Repsol YPF, al no ver cumplidas sus aspiraciones de crecimiento, optan por otras alternativas laborales. Con relación al personal técnico, ya sea de refinerías o en otras dependencias, la experiencia en el trabajo les permite encontrar fisuras y hendiduras dentro de la rutina planteada por la empresa. Particularmente en la Refinería La Plata, durante el trabajo del turno noche, los mecanismos de control se vuelven más flexibles, creando condiciones para evadir las normas, y potenciar las prácticas y acciones de los trabajadores, que permitan su descanso. Una de las causas que genera esta situación, se debe a que durante la noche, a excepción del jefe de turno, no hay personal jerárquico. Frente al proceso de racionalización de personal en los 90, se elaboraron diversas alternativas cuentapropistas a partir de la indemnización que los trabajadores recibieron de YPF. Pero, en general, no brindaron una respuesta efectiva a la incertidumbre de la pérdida del empleo. En consecuencia, surgieron organizaciones autonombradas “piqueteras” o ex trabajadores de YPF con una modalidad de resistencia que se plasmó en los cortes de ruta. En ciudades como Plaza Huincul, Cutral Co, Tartagal, La Plata, etc., se evidenció no solo el problema del desempleo, sino también, la precarización del trabajo. En La Plata, a principios del 2000, se formó un movimiento encabezado por un grupo de aproximadamente treinta ex trabajadores de YPF o autodenominados “ypefianos”, demandando una deuda con relación al 9 Programa de Propiedad Participada . En la actualidad, la autonombrada mesa coordinadora de Berisso, Ensenada y La Plata, junto con otras organizaciones como Oro Negro también formada por ex trabajadores de YPF, 9 El Programa de Propiedad Participada, se concibió para amortiguar los efectos negativos de la privatización, y por esto se le otorgaba a los trabajadores el 10% de las acciones de la empresa. no solo reclaman lo adeudado –a través de medidas de fuerza, como bloqueo de los accesos a las destilerías y depósitos de combustibles de la empresa Repsol– sino que, se conformó un espacio de discusión en relación a la reestatización de la explotación de hidrocarburos. A partir de estas presiones, la empresa modifica en 2001-2002, el nombre Repsol YPF a solo YPF, pensando en atemperar los conflictos. En una entrevista a un alto mando gerencial se hace evidente esta problemática y las tensiones que la empresa no logra soslayar: “¿Quién se acuerda que Telefónica o Telecom eran ENTel?… acá todos se acuerdan de YPF estatal”. (Gerente de Repsol YPF). En líneas generales, aun con los cambios introducidos, tanto en las relaciones laborales, como en los espacios de representación de los trabajadores o en las tecnologías de gestión, el grupo español Repsol no logra consolidar una “cultura” con relación a sus intereses dentro de la empresa. Asimismo, comienza a instalarse en la discusión, el consenso con relación a la explotación privada de los hidrocarburos. Frente a este panorama, y resquebrajada en parte la legitimidad de los 90, surge nuevamente un sentido que vuelve a disputar el recurso del petróleo y el gas en términos de soberanía nacional. 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Dombois, Rainer y Pries, Ludger. 1993 Modernización empresaria: tendencias en América Latina y Europa. Caracas, Nueva Sociedad. 188 “TODOS SE ACUERDAN DE YPF ESTATAL” Figari, Claudia. 2003 Los jóvenes profesionales y la formación del mando en el nuevo orden empresario: agencia simbólica e itinerarios de profesionalización emergentes. Sexto Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, ASET. García, A. M, 2003 Consecuencias de la privatización de YPF en un enclave petrolero. Cutral Co y Plaza Huincul en el marco de una redefinición institucional. Tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, MS. Margheritis, Ana, 1999 Ajuste y reforma en Argentina (1989-1995). La economía política de las privatizaciones. Buenos Aires, Nuevohacer. Novick, Marta. 1991 Nuevas Tecnologías de gestión y acción sindical. Métodos japoneses de producción y acción sindical. Revista estudios del trabajo,1, Buenos Aires. Orlansky, Dora y Makón, Andrea, 2003 De la sindicalización a la informalidad. 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PALABRAS CLAVE Colección Doncellas - proceso metalúrgico - disponibilidad recursos - Puna septentrional argentina ABSTRACT This paper it show those metallic objects of the “Doncellas Collection” to identify the existent evidences that can be associated to the work metallurgist and to explore the availability of specific resources (firewood and metallic minerals) involved in the metalurgical process. This analysis takes into account an assemblage of archaeological objects coming from the excavations made by Alfaro de Lanzone in the Doncellas River Basin (Cochinoca Department, Jujuy, Northwest Argentine Puna). KEY WORDS Doncella’s Collection - metallurgist process - availability resources - Northwest Argentina Puna INTRODUCCIÓN La información que surge de la identificación de un objeto y el contexto en el cual se originó, resulta un aporte para la documentación de objetos o registros de catálogo de museo intentando documentar en detalle, a partir de la investigación, su importancia histórica, científica y estética (Busch 2004, Tompkins 2004). El presente trabajo tiene por objeto dar cuenta de los minerales y objetos de metal correspondientes a la “Colección Doncellas” y pretende contribuir con su registro. La finalidad es brindar datos que puedan ser de utilidad para los investigadores interesados en el tema de la arqueometalurgia en el Noroeste Argentino. Se trata de la evidencia arqueológica recuperada de diversos sitios de la Puna de Jujuy, proveniente de las excavaciones llevadas adelante por la Dra. Lidia Carlota Alfaro de Lanzone en las décadas de los 70 y 80 en el área denominada por ella como “Yacimiento del río Doncellas” o “Cuenca del río Doncellas” (Alfaro de Lanzone 1988: 13). Los materiales recuperados, conocidos como “Colección Doncellas”, forman parte del inventario arqueológico del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano y del Museo del Hombre del INAPL ∗ INAPL - Universidad Católica Argentina, [email protected] (Buenos Aires), ambos pertenecientes a la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. La evidencia consta de diversos objetos ornamentales y herramientas manufacturadas en metal, tales como cobre, bronce, plata y oro, así como también residuos asociados al trabajo del metal, como por ejemplo fragmentos de mineral y escoria. Algunos de los materiales fueron publicados oportunamente, mientras que otros se encuentran aun en los depósitos del INAPL. Por otro lado, se toma en cuenta otra evidencia que pueda estar asociada al trabajo metalúrgico, como por ejemplo artefactos líticos, madera y cerámica. Esta colección, que es motivo de estudio por parte de especialistas en diversas áreas en arqueología (Elías 2004, 2003/2005; Pérez M. y Vidal 2004; Pérez M. y Kergaravat 2005; Pérez S. 2006; Pérez S. et al. 2005) consta de una ergología muy variada y compleja y, a diferencia de otras colecciones, se caracteriza por ser producto de trabajos de investigación, revistiendo de esta manera un potencial valor para su estudio (Micou 1998). Como tal, la colección es clasificada, documentada y analizada teniendo en consideración el sesgo en la información que presenta toda colección depositada en museos o instituciones. Finalmente, se explora la disponibilidad de recursos (leña para combustión y minerales metálicos) involucrados en el proceso metalúrgico. 191 CUADERNOS 21 DESCRIPCIÓN DE LAS UNIDADES DE PROCEDENCIA DE LOS MATERIALES El área de estudio (ver figura 1), de la cual provienen los materiales aquí considerados, se encuentra ubicada en el departamento de Cochinoca, provincia de Jujuy (puna septentrional argentina), aproximadamente a una altura de 3.900 msnm y a cuarenta y siete kilómetros de la localidad de Abra Pampa, punto de referencia en las cartas geológi1 cas. Dentro del área geográfica definida por Lanzone existen “una serie de sitios relacionados entre sí temporalmente a través de sus estilos cerámicos, sus manifestaciones de arte rupestre y la explotación de ciertos recursos naturales (agricultura, pastoreo de auquénidos, explotación de la sal)…” (Alfaro y Suetta 1976: 2 y Alfaro de Lanzone 1988: 13), así como también por el ambiente físico. Estos se escalonan a lo largo de la cuenca del río Doncellas, río que constituye el accidente geográfico más significativo del área. Alfaro de Lanzone realizó excavaciones en diferentes sectores del yacimiento: Poblado, Farallones, Andenes y Acequias, Estructura Escalonada, Círculos Hundidos, así como también en diferentes cuevas y aleros de la zona, como por ejemplo: Tajuera, Queta, Quebrada Ancha, Cueva del Felino, Sayate y Pulaira, entre otras. Aunque centró sus excavaciones en el poblado “…cuyos recintos no habían sido excavados sistemáticamente…” (Alfaro de Lanzone 1988: 31), el cual dividió según su ubicación en relación al río Doncellas en: “Margen derecha del corte geológico”: S.E.R. 1 y S.E.R. 2 (Sector entrada, Recintos 1 y 2) y varios sectores con recintos asociados; y “Margen izquierda del corte geológico”: S.E.I. R 1 y S.E.I. R 2 (Sector entrada izquierda, Recintos 1 y 2). Se ha recuperado evidencia arqueológica de material lítico, cerámico y de metal, así como también artefactos de madera, hueso, textiles, cestería y calabazas, y restos óseos humanos. Existe un registro del arte rupestre presente en diversos sitios, el cual reviste gran importancia, además del relevamiento de estructuras arquitectónicas de diversa índole. Estos indicadores permitieron identificar diferentes áreas de trabajo y de actividades ceremoniales del yacimiento, llegando a la conclusión que la ocupación correspondió a un “…ciclo habitacional corto temporalmente pero repetido cíclicamente…” (Alfaro de Lanzone 1988: 135, Alfaro 1983: 27). El asentamiento principal fue definido por Alfaro de Lanzone (1988) como un “poblado prehispánico”, identificando diferentes áreas de utilización con actividades específicas en los recintos excavados: 1 S.E.R. 1: “cocina” Sector 3 - Recinto 2: “taller de un lapidario”. Sector 2 - Recinto 1: “taller de tejedores”. Sector 2 - Recinto 4: “depósito de material lítico”. Por otro lado, definió a la Estructura Escalonada como un “monumento ceremonial” y a la Cueva de Tajuera como un “sitio ceremonial”, ambos relacionados entre sí (op. cit. 1988: 135). De acuerdo con los fechados radiocarbónicos disponibles, Alfaro de Lanzone (1988: 152-154) pudo determinar la antigüedad de algunos de los materiales recuperados en los recintos del Poblado, en la Estructura Escalonada y 2 en el sector de los Farallones (ver cuadro 1) . EL PROCESO DE PRODUCCIÓN METALÚRGICO Y LOS RECURSOS (MENAS METALÍFERAS Y COMBUSTIBLE) Existen diferentes formas de encarar el estudio metalúrgico: 1) sobre los elementos terminados, cuyo énfasis es el análisis descriptivo (estilos, morfología, tipos, etc.), o 2) sobre el proceso de producción, donde el interés se centra en las etapas previas a la obtención del objeto terminado. Del mismo modo, existen diferentes enfoques para abordar la problemática: descriptivos, tecnológicos, centrados en la complejidad, en el tráfico de metales, en la ideología, o en aspectos simbólicos. Los estudios en arqueología tradicionalmente se basaron solo en el objeto, dejando de lado muchos aspectos de los cuales es posible obtener información variada y muy valiosa, como por ejemplo el proceso de producción. En los primeros trabajos sobre metalurgia prehispánica del Noroeste Argentino, “El Bronce de la Región Calchaquí” de Ambrosetti (1904) constituye una obra de consulta obligada por la importante cantidad y calidad de datos que aporta en sus descripciones y clasificación. A partir de la década de los 70, González, A.R. (1979) completa lo recopilado por Ambrosetti incorporando la secuencia dentro del bloque temporal. Con esta base de conocimiento se comenzó a apuntar hacia la detección y análisis de contextos arqueológicos involucrados en las diferentes etapas de la producción. La evidencia más temprana de trabajo metalúrgico fue asignada al Período Formativo y surge de las interpretaciones realizadas por Núñez Regueiro (1992) sobre los materiales provenientes 2 “… rectángulo imaginario de unos treinta y cinco por veinticinco kilómetros de lado, entre los 22° 45’ - 23° de Latitud Sur y 66° - 66° 20’ de Longitud Oeste” (Alfaro y Suetta 1976: 2 y Alfaro de Lanzone 1988: 13). 192 Alfaro de Lanzone menciona que en los fechados correspondientes al Farallón Sur y al Recinto Ac del Poblado, “es necesaria una corrección teniendo en cuenta que en este período el 14C aparece como unos cien años más moderno de lo que corresponde a los años calendario (Informes Laboratorio Rocasolano mencionados). Por lo tanto, si se acepta totalmente esa variable, las fechas serían 1.490 y 1.540 años d.C. respectivamente.” (op. cit. 1988: 154). LOS METALES DE LA “COLECCIÓN DONCELLAS” Figura 1 - Área de estudio. Ubicación del Yacimiento del río Doncellas y menas metalíferas (tomado de Vignati 1938: 61, Fig. 2, modificado) 193 CUADERNOS 21 de las excavaciones realizadas en el sitio CondorhuasiAlamito (Catamarca). En los últimos años, distintos equipos de investigación de nuestro país centraron su interés en diversos aspectos de la tecnología, arrojando importante información sobre los procesos productivos y las actividades metalúrgicas en el NOA, como por ejemplo: estudios sobre análisis de composición de objetos metálicos, análisis de refractarios, moldes y huairas, investigaciones acerca de las diferentes etapas del proceso de producción metalúrgico, sobre el tráfico de bienes: circulación de minerales y objetos metálicos, información geológica de yacimientos, enfocados hacia aspectos ideológicos y simbólicos involucrados con la tecnología a través del análisis de la iconografía, o centrados en la complejidad (p. e. Angiorama 1995, 2001a, 2001b, 2001c, 2006; Angiorama et al. 1999; Campo 2001; Campo y Grosman 2001; González 1992a, 1992b, 2002, 2004; González et al. 2001a, 2001b; Pifferetti 2001, 2002; Pifferetti et al. 1999; entre otros). La modificación de la organización tecnológica, entendida como “la selección e integración de estrategias para la manufactura, uso, transporte y descarte de instrumentos y los materiales necesarios para la manufactura y mantenimiento” (Nelson 1991: 3), acompañó al aumento en la complejidad de la organización social del Noroeste Argentino. Las estrategias de aprovisionamiento de la materia prima, las técnicas de manufactura implementadas, el cambio en el diseño de los instrumentos y los modos de uso del instrumental, constituyen etapas cruciales para entender la organización y complejización de la tecnología, conformando la base para establecer las estrategias implementadas por las sociedades. De este modo, “La producción de bienes de metal en el NOA prehispánico… mostró un desarrollo continuado desde épocas formativas, acompañando el proceso de creciente complejidad de las organizaciones sociales” (González L. 2002: 56). El desarrollo de la metalurgia, de acuerdo con las consideraciones de González L. (2002), va encadenado a la complejización y estratificación social y su especialización en la producción tiene aspectos que la diferencian de otras producciones, como por ejemplo la del material lítico o cerámico, ya que requiere una transformación total de la materia. Las etapas de trabajo involucradas en la producción de bienes de metal constan de actividades de minería, que incluyen la localización de menas metalíferas y la extracción de los minerales, tratamiento de los minerales previo a la fusión de los elementos (molienda y selección), la fundición de los metales, y la manufactura de aquellos hasta obtener el objeto terminado. En cada una de las etapas es posible identificar indicadores arqueológicos que permiten inferir las actividades llevadas a cabo. Según lo apuntado por González L. (1992 a: 53), la organización de la producción metalúrgica requiere de tres grupos de variables: la habilidad o entrenamiento de los operadores, la demanda de los productos terminados y los recursos que intervienen en el procesamiento (menas metalíferas y combustible). Algunos investigadores privilegian la cercanía a las menas metalíferas como indicador de actividades metalúrgicas de un sitio, como por ejemplo Williams y Scattolin (1991: 7) que alertan “sobre la importancia de estudiar áreas proveedoras de materias primas metalíferas”, mientras que otros, consideran la cercanía a una fuente de menas metálicas como “un condicionante de segundo orden para la instalación de aquellos sitios. La evidencia sugiere que a medida que la escala de producción metalúrgica aumenta, otro insumo básico comienza a cobrar singular importancia: el combustible para alimentar las estructuras de fusión” (González L. 1992: 54). En este sentido, es importante destacar que en el área correspondiente a la cuenca del río Doncellas existen diversos recursos de minerales metalíferos circundantes a la localidad arqueológica (ver figura 1). Cabe consignar que Angiorama (2001b) ofrece un importante aporte, sistematizando en cuadros y mapas la información disponible sobre los recursos de minerales metálicos (cobre, estaño, oro y plata) de la Provincia de Jujuy y algunos sectores de la Provincia de Salta que limitan con ella, y sostiene que “Los cuatro metales aparentemente utilizados por los metalurgos prehispánicos para la fabricación de objetos están presentes en cantidades importantes en la región estudiada. Sin embargo, el cobre es el único de ellos que puede obtenerse en el ámbito quebradeño, a los demás debe extraérselos de yacimientos localizados en otros ambientes (puna, cordillera oriental, sierras subandinas)” (op. cit. 2001b: 69). Con respecto a los yacimientos próximos al área de la cuenca del río Doncellas, el yacimiento más importante en la zona es la Mina Pan de Azúcar (plomo, zinc, plata y estaño), el cual está situado en el Departamento de Rinconada a cuarenta kilómetros al noroeste de Abra Pampa, punto de referencia en las cartas geológicas. Además, la Mina La Purísima (uranio, níquel, cobalto, cobre, plomo y zinc), que se encuentra ubicada a diecinueve kilómetros al sureste de Abra Pampa (Coira 1979: 73-74). Por otro lado, y teniendo en cuenta que en la Colección Doncellas hay algunas evidencias de materiales de hierro, como se detallará más adelante, resulta interesante apuntar la existencia de manifestaciones de hierro en San José (ubicado en el Departamento de Cochinoca) y en El Sombrero y Peñas Negras (en Sierra de Quichagua) (Coira 1979: 75-80) (ver figura 1). También es posible observar, en la Carta GeológicoEconómica (Escala 1:200.000) (Coira 1979), indicaciones 194 LOS METALES DE LA “COLECCIÓN DONCELLAS” Cuadro 1 - Fechados radiocarbónicos del Yacimiento del río Doncellas (Alfaro de Lanzone 1988: 152-154) Sitio Poblado Estructura escalonada Farallón norte Farallón sur Poblado Sector/Cuadrícula Material fechado Fechado radiocarbónico “SER 1 / Cuad.B - Capa IV (0,70 m profundidad)” árbol carbonizado “740±50 años AP (Alfaro de Lanzone 1988: 152)” “Capa III (0,42 m profundidad) (debajo del primer escalón)” “carbón vegetal elemento asociado: topu de bronce” “640±50 años AP (Alfaro de Lanzone 1988: 152-153)” Hallazgo N° 2 / entierro Sepulcro “Recinto Ac / Cuad. 2 - Capa IV (0,65 m profundidad)” carbón vegetal “640±50 años AP (Alfaro de Lanzone 1988: 153)” paja ichu (Stipa ichu) “360±50 años AP (Alfaro de Lanzone 1988: 153)” carbón vegetal “310±50 años AP (Alfaro de Lanzone 1988: 154)” de oro en vetas en Santo Domingo (aproximadamente a sesenta kilómetros de Abra Pampa). Un problema a considerar lo constituye el recurso vegetal, es decir, el combustible leñoso en cantidad y calidad necesaria para alimentar las estructuras de fusión. En el área bajo estudio la madera es un recurso crítico tanto en la actualidad como en épocas prehispánicas. Los suelos de la región son muy pobres, “…corresponden a semidesérticos grises … las condiciones de aridez en que evolucionan actúan inhibiendo los procesos edáficos… los vientos impiden el desarrollo normal de los mismos en su mecánica de transporte y depositación… la vegetación pertenece a la provincia puneña (3400 a 4500 m) y dentro de ella al dominio andino (Cabrera 1958)… El tipo predominante es la estepa arbustiva, observándose también estepas herbáceas.” (Coira 1979: 13). Según la descripción ofrecida por Lanzone para su área de trabajo, la vegetación es escasa en las faldas de los cerros, escasa o nula en las partes bajas o el fondo de las quebradas, mientras que en las terrazas fluviales existe un suelo apto para el crecimiento de algunos árboles y cultivo de gramíneas. “La vegetación es de tipo xerófila y se caracteriza por la presencia de arbustos en forma abierta y discontinua, o bien formando manchones aislados. En las vegas se puede encontrar vegetación cerrada y continua, formando manchones que interrumpen la monotonía del paisaje. Las especies vegetales más comunes son la tola (Lepidophyllum sp)…, yareta (Azorella sp)… chachacoma (Senecio sp), bailabueno (Haploppapus sp), pata de perdiz (Fabiana sp), etc. En las vegas y zonas protegidas, con agua permanente, se encuentran a veces algunos sauces (Adesmis sp) … gramíneas escasas (Bacharis sp)… en las partes más altas crece la paja brava o pasto puna (Stipa sp)…” (op. cit. 1988: 18-19). Además, para la región, en las planicies y laderas suaves se agregan estas especies: añagua (Adesmia aff. Horrida), rica-rica (Acantholippia hastutata), copa-copa (Artemisa copacopa), cardón (Trichocereus sp) y gramíneas (Stipa saltensis y Stipa hieronymusii Pilger); en las vegas: ciperáceas (Scirpusata camensis), juncáceas (Juncus depanperatus) y gramíneas hidrófilas (Calamagrostis hackelii); siendo la única especie arbórea de naturaleza endémica la queñoa (Polylepis tomentella) que crece en las quebradas y laderas (Coira 1979: 13-14). De acuerdo con la información recopilada la oferta de recursos combustibles en el área resulta muy escasa para operaciones pirometalúrgicas de envergadura, por lo cual habría que pensar en algún tipo de estrategia orientada a la obtención de dicho recurso en áreas aledañas. También existe la posibilidad de que en el ‘Yacimiento del río Doncellas’ se pudieran realizar las etapas iniciales del proceso de producción, es decir, la obtención de la materia prima y su tratamiento (molienda) para obtener un bien de intercambio con otras regiones. LAS EVIDENCIAS DE LA ‘COLECCIÓN DONCELLAS’ En el cuadro 2 se detallan las evidencias de objetos de metal y minerales metálicos correspondientes a la Colección Doncellas (INAPL), especificándose la unidad de procedencia estratigráfica. Las piezas seleccionadas para este trabajo se refieren a objetos terminados y aquellas evidencias que se infiere pueden estar relacionadas con las actividades de producción metalúrgica, como por ejemplo: láminas de cobre, desechos de fundición, trozos de escoria y mineral de cobre en estado natural. Así como también de artefactos en madera y lítico. Dentro del área del río Doncellas hay referencias de hallazgos de objetos de metal que guardan similitud con algunas de las piezas de la colección, aunque no se men195 CUADERNOS 21 cionan evidencias de minerales metálicos en los reportes. Casanova, en la descripción del material arqueológico del sitio Sorcuyo, hizo referencia acerca de ocho piezas de metal: cinco de cobre y tres de oro, dentro de las cuales describió “…una campanilla de cobre de cuatro puntas y con un agujero en su parte superior…” (op. cit. 1938: 441), semejante a la recuperada por Alfaro de Lanzone (1988: 40). El resto de las piezas de cobre mencionadas por Casanova corresponden a: dos cinceles enteros, un fragmento de cincel y un fragmento de metal. Dentro de los objetos de oro: dos fragmentos de brazaletes y un adorno semicircular. Por otro lado, Boman ilustró campanillas similares, halladas en Queta y en el Pucará de Rinconada (1992 [1908]): fig. 128 a y 136 d, respectivamente). Uno de los objetivos de este trabajo era la revisión de otros indicadores del trabajo metalúrgico. En este sentido, se han identificado ciertos objetos que merecen ser tenidos en cuenta, como por ejemplo, un fragmento de tubo de cerámica (ver figura 2), el cual fue recuperado de la Cueva de Tajuera, en el sector del Alero, Cuadrícula 6 y forma parte del inventario del INAPL (Objeto A/317). Las características de este objeto son: 2,9 cm de largo, 2,3 cm de diámetro y un orificio interno de 0,8 cm; su superficie externa se presenta alisada. ras necesarias para la fundición de minerales metálicos (González 2004: 122). Por otro lado, algunos autores se refieren a la utilización de sopladores sin hacer mención de las toberas, como por ejemplo Martínez Garnica (2005), quién analizó un documento inédito del Archivo General de Indias sobre la técnica metalúrgica indígena practicada durante el primer siglo colonial del Altiplano. En la ilustración del proceso de manufactura se puede apreciar la utilización de un soplador de caña (ver figura 3). Figura 2 - Cueva de Tajuera. Fragmento de tubo cerámico. Figura 3 - Utilización de un soplador (tomado de Martínez Garnica 2005, ilustraciones de N. Lozano) El uso de sopladores, utilizados para avivar los fuegos de fundición, fue referido por numerosos autores aunque los registros arqueológicos de tubos sopladores son nulos, “es probable que ello obedezca a que se hacían en materiales perecibles, como cañas.” (González 2004: 122). De acuerdo con las descripciones de Higueras “La energía para alimentar el horno era producida a través de varias cañas en cuya punta se insertaba una “tobera”, tubo de cerámica de 10 a 13 cm de largo y 2-3 cm de ancho con un orificio constante de 8 cm por el cual se daba potencia al aire” (Higueras 1987: 13). González menciona que “Los tubos, realizados en algunos casos en materiales perecibles (como cañas huecas), eran aplicados a las estructuras de fusión acoplando cortas toberas resistentes al calor” (op. cit. 1992 a: 61). Por otro lado, hace referencia acerca de que algunas piezas cerámicas que en su momento fueron clasificadas como silbatos, luego fueron reinterpretadas como restos de toberas del tipo señalado. Además, presenta una ilustración en la cual se representa una escena de un grupo de metalurgistas utilizando sopladores para alcanzar las temperatu- De acuerdo con los datos recopilados y las similitudes de algunas descripciones con el objeto referido, se infiere que podría tratarse de un fragmento de tobera. Aunque también existe otra interpretación: que se trate de un fragmento de pipa o de otro tipo de artefacto. Para poder determinar su posible función, considero que habría que realizar análisis tendientes a determinar si en el interior del orificio hay presencia de residuos que permitan identificar algún componente como por ejemplo, en el caso de un fragmento de pipa, de substancias que pudieran indicar su inhalación. Cabe consignar que, en el caso de una tobera de cerámica, se esperaría encontrar evidencias que muestren termoalteraciones o escorificaciones en el extremo que actuó sobre el fuego (comunicación personal Luis González). Por otro lado, en el interior de esta misma cueva (Cueva de Tajuera), dentro de los materiales recuperados de la Cuadrícula 7, a 1,10 m de profundidad se recuperó un fragmento de madera (ver figura 4), pieza que está ilustrada por Alfaro de Lanzone (1988: 60 a - artefacto incluido en el sector izquierdo de la figura 26). Se trata de un fragmento de madera “…con horqueta, de 0,27 m de largo; a la altura 196 LOS METALES DE LA “COLECCIÓN DONCELLAS” en que se bifurca la horqueta la rama principal tiene un fino tiento enrollado y amarrado y en el extremo final, tiene 5 marcas horizontales grabadas; es de madera de queñoa de la cual ha desaparecido la cubierta del tronco…” (op. cit. 1988: 59). formado parte de un equipo de minería, aunque merecen profundizar su estudio. Al mismo tiempo, con respecto a las actividades relacionadas con el procesamiento de minerales, considero que sería conveniente la implementación de estudios de microfósiles a través del análisis de sustancias adheridas, por ejemplo en los artefactos de molienda, como vía posible de contraste de la hipótesis planteada. Por otro lado, en la figura 5, se ilustra el objeto recuperado en uno de los recintos excavados en el sector del Poblado (Inventario INAPL Objeto A/236), el cual podría tratarse de desecho de fundición. En este caso, es necesario encarar estudios de media resolución a través de análisis tendientes a la determinación de sus componentes. Finalmente, la diversidad de materiales de cobre y bronce, de metales preciosos (oro y plata) y de hierro, sugiere una prolongada ocupación del sitio. Al mismo tiempo, la significativa presencia de ‘trozos de escoria de cobre’ en el Poblado y varios hallazgos de ‘mineral de cobre’ en sitios como Queta, podrían estar indicando, al menos, actividades relacionadas con las primeras etapas del trabajo metalúrgico. Figura 4 - Cueva de Tajuera. Instrumento de madera (tomado de Alfaro de Lanzone: 60 a, Fig. 26) Lanzone no hace referencia a la posible función del mencionado instrumento de madera, en este caso se infiere que podría tratarse de un fragmento de artefacto cuya función pudo haber sido el mango de una herramienta de piedra, como por ejemplo hacha o martillo. Al respecto, González (2004: 63) hace referencia de que “Estos tipos de herramientas de piedra, descriptos como martillos, hachas, mazos y cuñas, fueron hallazgos comunes en sitios de actividad minera…” y que su uso también fue registrado etnográficamente y experimentalmente. Tal vez, el más difundido de los hallazgos es el instrumental asociado al minero de Chuquicamata (norte de Chile) donde aparecieron, entre otras herramientas, martillos enmangados (ilustrados por Boman 1992 [1908]: fig. 110 y González 1992 b: 24 - fig. 3, 2004: 63). Además, es interesante mencionar que dentro de la evidencia lítica de la ‘Colección Doncellas’, se cuenta con un importante conjunto artefactual lítico, como por ejemplo: palas o azadas, artefactos de molienda (morteros, manos y conanas), así como también hachas y martillos o moletas de piedra, estos últimos artefactos guardan similitud con los ilustrados por Boman (1992 [1908]: figs. 123 a y b). Estos tipos de instrumentos pueden haber sido utilizados, entre otras cosas, para tareas de extracción de minerales y para la molienda de los minerales a fin de separar sus impurezas, etapa previa a la fundición de los minerales metálicos. De todas formas, tanto la presencia de madera e instrumentos de piedra como los mencionados anteriormente, no constituyen evidencias efectivas de que hayan Figura 5 - Poblado: Sector 1 – Recinto 2 a. Probable desecho de fundición de cobre CONSIDERACIONES FINALES A continuación, tomando como base el cuadro presentado por González (2004: 53) en el cual se detallan las etapas de producción metalúrgica y los referentes arqueológicos de cada una de las actividades, se marcan los ítems en los cuales se cuenta con las evidencias de la ‘Colección Doncellas’ vinculadas con las etapas de trabajo hasta el producto final (ver cuadro 3). Son muchos los interrogantes pero también es verdad que son muchos los ítems que no dejan evidencias claras o contundentes de su vinculación exclusivamente con el trabajo de metalurgia. No obstante ello, se puede plantear la hipótesis de, al menos, algún tipo de trabajo de los minerales metálicos, ya sea para la producción de objetos o para la obtención de los minerales primarios involucrados en el proceso metalúrgico, a fin de su utilización como bien de intercambio con otros grupos. La presencia de herramientas líticas aptas para la extracción y tratamiento inicial de los minerales, los recursos minerales primarios para el proceso de fusión y la identificación de los lugares de extracción, otros productos minerales que pueden haber sido utilizados como fundentes 197 CUADERNOS 21 para mejorar la fusión3, fragmentos de escoria y láminas de cobre, otros artefactos como la tobera o el mango de una maza o martillo, y diversos objetos de metal terminados, constituyen evidencias suficientes que merecen un análisis mucho más profundo e investigaciones dirigidas al contraste o rechazo de la hipótesis aquí planteada. Con respecto a la ausencia, dentro del área del río Doncellas, de recursos vegetales aptos para la combustión necesaria en la etapa de fusión, es imprescindible profundizar el estudio en áreas aledañas que puedan contar con recursos de este tipo. Un problema o sesgo en la información, que no hay que dejar de lado, es que algunas evidencias de contextos de este tipo de actividades pueden haber sido ignoradas en la recolección porque no se advirtió que eran producto de la actividad cultural, o porque no se estaban buscando áreas específicas de actividad metalúrgica. 3 “El principal reto del arqueólogo es sin duda la reconstrucción de las culturas del pasado a partir de los restos materiales de las mismas, yendo más allá del dato proporcionado por los objetos, y buscando las relaciones integradoras de esos objetos en un contexto más amplio de la cultura. Es decir, el redescubrimiento de la cultura a partir de sus restos materiales conservados.” (Montero et al. 1988: 6). AGRADECIMIENTOS Al INAPL por brindarme el lugar de trabajo y por el acceso a los materiales aquí analizados. A Víctor por el procesamiento de las ilustraciones. A Luis González y Gabriela Guráieb, por los comentarios del primer borrador de este trabajo, no obstante, los errores que pudieran encontrarse son de mi exclusiva autoría. Es decir, para catalizar la separación entre el metal y la roca, como por ejemplo óxido de hierro (recurso existente en el área). 198 LOS METALES DE LA “COLECCIÓN DONCELLAS” Cuadro 2 - Colección Doncellas. Evidencias arqueológicas de objetos de metal y minerales metálicos Objeto Sitio Sector/Recinto Cuadrícula/Capa Referencia bibliográfica N° Inventario INAPL Cuadrícula A/Capa VIII Alfaro de Lanzone 1988 (1,58 m) Objeto de cobre Inventario INAPL Poblado Sector 1 – Recinto 2a ? (¿desecho de fundición?) Objeto A/236 Campanilla de cobre o Alfaro de Lanzone 1988 Poblado Sector 3 – Recinto 4 Capa IV (0,73 m) bronce * Alfaro y Suetta 1976 Alfaro de Lanzone 1988 Tumi de cobre Poblado Sector 3 – Recinto 4 Capa IV (0,73 m) Alfaro y Suetta 1976 Alfaro de Lanzone 1988 Dos colgantes de cobre Poblado Sector 3 – Recinto 4 Capa IV (0,73 m) Alfaro y Suetta 1976 Alfaro de Lanzone 1988 Trozos de escoria de cobre Poblado Sector 3 – Recinto 4 Capa IV (0,73 m) Alfaro y Suetta 1976 Capa VI / Urna III Alfaro de Lanzone 1988 Cincel de bronce Poblado Sector 5 – Recinto 1 (1,20 m) Alfaro y Suetta 1976 Cincel de cobre (Tumi de Alfaro de Lanzone 1988 Poblado Sector 5 – Recinto 1 Capa VI (1,20 m) bronce) Alfaro y Suetta 1976 ** Objeto de cobre (forma: Trinchera D/Capa I Poblado S.E.I. 1 Alfaro de Lanzone 1988 medialuna con pedúnculo) (0,15 m) Cuatro eslabones de Cuadrícula 2/Capa II Alfaro de Lanzone 1988 Poblado Recinto Ac cadena de hierro (0,20-0,40 m) Alfaro 1981-1982 Cuadrícula 2/Capa IV Alfaro de Lanzone 1988 Hoja cuchillo de hierro Poblado Recinto Ac (0,65 m) Alfaro 1981-1982 Dos vasos dorados Alfaro de Lanzone 1988 Farallones Hallazgo 1 Recolección superficie Alfaro y Suetta 1976 (componente principal (Norte) plata) Rolandi de Perrot 1974 Brazalete de plata Alfaro de Lanzone 1988 Farallones Hallazgo 1 Recolección superficie Alfaro y Suetta 1976 (componente ppal.: cobre (Norte) y zinc) Rolandi de Perrot 1974 Alfaro de Lanzone 1988 Farallones Tres colgantes de plata Hallazgo 1 Recolección superficie Alfaro y Suetta 1976 (Norte) Rolandi de Perrot 1974 Estructura Trinchera Capa (0,40-0,60 m) Topu de bronce Alfaro de Lanzone 1988 Escalonada (en el primer escalón) A 0,42 m Un trozo de mineral de Inventario INAPL Tajuera Habitación 7 Cuadrícula 6 (2 a 7) cobre Objeto A/316 Aguja de metal, Cuadrícula 10 Tajuera Interior cueva Alfaro de Lanzone 1988 ¿material? (0,25 m) Dos trozos de mineral Inventario INAPL Queta ? ? de cobre Muestra A/440 Inventario INAPL Cinco trozos de mineral de Queta ? Recolección superficie cobre Muestra A/577 Inventario INAPL Gancho/eslabón de hierro Sayate ? Recolección superficie Lote A/211 Dos láminas de cobre Poblado S.E.R. 1 Existe discrepancia en la bibliografía en cuanto a: * tipo de metal, en ambos casos se menciona el mismo número de inventario del Museo del Hombre del INAPL; ** la clasificación de este hallazgo. 199 CUADERNOS 21 Cuadro 3 - Etapas de producción metalúrgica y evidencias arqueológicas de la Colección Doncellas (basado en González 2004: 53) 1. Minería 1.1 Labores mineras ? X 1.2 Herramientas 1.3 Minerales metálicos X 2. Tratamiento de minerales 2.1 Equipos de molienda X 2.2 Morteros X 2.3 Instalaciones de concentración ? 3. Fundición 3.1 Instalaciones 3.3.1 Hornos ? X 3.1.2 Fogones 3.2 Combustible 3.2.1 Leña ? 3.2.2 Carbón X (recursos existentes en el área) 3.3 Fundentes 3.4.1 Crisoles ? 3.4 Elementos de trabajo 3.4.2 Refractarios intermediarios ? 3.4.3 Herramientas de sujección ? 3.4.4 Sopladores X? 3.4.5 Toberas ? X 3.5 Escorias 3.5.1 Escorias de fundición 3.5.2 Escorias de crisol ? 3.5.3 Escorias de combustión ? 3.6.1 Depóstios de termoalteración ? 3.6 Estructuras y ecofactos 3.6.2 Adobes y arcillas X 3.6.3 Rocas X 3.7 Materiales rituales ? 4. Manufactura 4.1 Materiales accesorios ? 4.2 Moldes 4.2.1 Abiertos ? 4.2.2 Desmontables ? ? 4.2.3 Cera perdida 4.3 Recubrimientos ? 4.4 Metales 4.4.1 Restos 4.4.1.1 Chatarra X? 4.4.1.2 ? 4.4.2.1 Terminados X 4.4.2 Objetos 4.4.2.2 Preformas X? X 4.5 Herramientas 4.5.1 Martillado y laminado 4.5.2 Repujado, burilado, grabado y corte X 4.5.3 Pulido y acabado ? 200 LOS METALES DE LA “COLECCIÓN DONCELLAS” BIBLIOGRAFÍA Alfaro L. C. 1983 Investigación arqueológica en la Cuenca del Río Doncellas (Pcia. de Jujuy). 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PALABRAS CLAVE Tradicionalismo - identidad nacional - tradición - globalización ABSTRACT Traditionalism is made up of a number of associations. They make their presence vivid through festivals and ceremonies (rituals). The goal of this research is to deal with its institutional development from an ethnographic point of view, within a making of national identity context. KEY WORDS Traditionalism - national identity - globalization - tradition INTRODUCCIÓN A fines del siglo XX y principios del XXI se desarrolla un proceso en el cual las identidades se redefinen en torno a nuevos lugares de pertenencia colectiva: se discuten geografías y reconocen tradiciones culturales más allá de las identidades nacionales. Estas nuevas manifestaciones en algunos casos apelan a tradiciones político-culturales anteriores a los estados nación con eje en discusiones étnicas; y en otros, se construyen en torno a denominadores como el ambiente, la salud y los derechos humanos, instalando una modalidad de protagonismo ciudadano que no atiende fronteras. “El militantismo humanitario expresa esta decepción frente a las instituciones políticas y esta preocupación nueva por crear solidaridades concretas en un mundo que se ha hecho demasiado abstracto” (Guéhenno 1995:107). Las organizaciones que expresan este imaginario clausuran la forma tradicional de la política, abandonan la bandera y los símbolos patrios; y se definen y defienden desde nuevos tribunales internacionales o foros globalizados. Los nuevos lugares de adscripción han dado pie a varios vaticinios, al fin de la política se ha sumado el fin de los estados nación. El empoderamiento de la sociedad civil –traducible en numerosas organizaciones no guber- ∗ INAPL, [email protected] namentales–, replantea una forma institucional en torno a la cual se estructura la participación y pertenencia social. Todo esto acontece en el marco de un orden capitalista globalizado, en el cual los intereses financieros internacionales han socavado la autonomía y decisión de los estados nacionales. “Todo cambia cuando la actividad humana se libera del espacio, cuando la movilidad de los hombres y de la economía hace volar en pedazos las demarcaciones geográficas. Reemplazada por agrupamientos temporales de intereses desaparece la solidaridad espacial de las comunidades territoriales”. (Guéhenno 1995:32) Sin embargo cuando parecía irrefrenable la decadencia y final agonía de este modelo –Estado nación–, que marcó la historia de occidente los dos últimos siglos; nuevas voces claman y defienden un Estado nación aun más poderoso e ilimitado en sus atribuciones. En este contexto de viejas y nuevas definiciones en torno a la identidad nacional, planteamos el análisis de un fenómeno que se reconoce en la figura del gaucho como arquetipo de la argentinidad; participa del calendario cívico patriótico –en el homenaje a los héroes del panteón nacional y la conmemoración de fechas que recuerdan la construcción de la nación– y realiza actividades que comprenden la relación del paisano y el caballo y la difusión de expresiones artísticas –música, danzas y artesanías– entendidas como manifestaciones de la cultura criolla. La vigencia de este movimiento lejos de representar una mirada anacrónica de la vida social del país, actualiza discusiones en torno a la apropiación del relato histórico, 203 CUADERNOS 21 la figura del gaucho y las manifestaciones culturales que particularizan la identidad nacional. Esta investigación que tuvo su origen allá por 1998, con motivo de la peregrinación gaucha a la ciudad de Luján –donde se encuentra emplazada la basílica con la imagen de la Virgen–, tuvo distintos escenarios –fiestas desarrolladas en el interior de la provincia de Buenos Aires y el festejo en Santa Rosa, provincia de La Pampa, del Día del Gaucho–, en los cuales se desarrolló observación participante. Se realizaron estudios de caso de los Círculos Criollos Martín Fierro de Jáuregui y El Rodeo de Moreno, ambas instituciones cuentan con más de cincuenta años de existencia y se aplicó a noventa centros tradicionalistas una encuesta que requería información sobre infraestructura, actividades y fiestas que organiza y aquellas a las que concurre. Además se desarrollaron entrevistas en profundidad que permitieron reconstruir relatos de vida de quienes participan e historias de algunas agrupaciones. No obstante el extenso material obtenido producto del trabajo de campo, no podemos afirmar que estemos dando cuenta de la totalidad de este fenómeno social y cultural. Seguramente los parámetros elegidos y las generalizaciones a las cuales arribamos, no contemplen todos los casos en provincia de Buenos Aires, donde hoy se albergan más de mil doscientas instituciones. El recurso de la encuesta, las entrevistas, la observación participante e incluso la construcción de un directorio de más de seiscientos cincuenta centros tradicionalistas en la provincia, no ha tenido por objetivo realizar un relevamiento exhaustivo, sino construir una herramienta que además de avanzar en la descripción, posibilite la discusión de este fenómeno en el contexto del proceso que atraviesan en la actualidad las identidades nacionales. “Son cada vez más escasos los países cuya genealogía histórica o contrato social sean tales que el territorio baste para definir la nación como una evidencia” (Guéhenno 1995:23). 1- ALGUNOS ANTECEDENTES Si bien es impreciso el momento histórico en el cual surge y se organiza el Tradicionalismo, brindaremos algunos elementos que consideramos convergentes en el origen de este fenómeno. 1.1.- La literatura gauchesca A partir de la segunda mitad del siglo XIX y como expresión de la cultura letrada, se alzan voces a favor del gaucho. Esta problemática constituye la constante de la literatura gauchesca en prosa y verso y va a tener gran incidencia en la conformación del gaucho como arquetipo nacional. “El movimiento tradicionalista –como prefiere llamarlo Carlos Vega– o la primera promoción nativista surgió abre- vando de la literatura gauchesca de carácter militante cuyo auge funcional floreció durante las guerras de la independencia, y pasó a ser una recreación literaria de tiempos idos que elevó a la categoría de arquetipo nacional un tipo social que desaparecía: el gaucho... su punto de partida puede fijarse entre las fechas de aparición de las dos partes del Martín Fierro (1872 y 1879)” (Pérez Bugallo 1999-61). “El gaucho Martín Fierro, un modesto volumen de setenta y seis páginas, impreso en papel de diario, agotó su primera edición en dos meses. El texto de Hernández se propuso, en muchos sentidos, como la culminación y también como la saturación del sistema: de registro extremo de un repertorio de signos y la conversión del mensaje político en discurso social de resonancias humanísticas (...). El texto de 1872 estaba dirigido a un público en general: lectores de la ciudad y de las áreas rurales (no obstante) la respuesta efectiva al poema sería dada por el lector de las áreas rurales” (Prieto 1988:52). Otra figura importante de la literatura gauchesca es Eduardo Gutiérrez (1853-1890), quien en sus populares folletines, el teatro popular y los versificadores daba a conocer historias de paisanos que huían de la justicia. En la mayoría de los casos las obras critican duramente el sistema judicial y figuras como los jueces de paz, alcaldes y comandante militar. “...Juan Moreira, nombre verdadero del gaucho bravo conocido hoy por todos los argentinos, fue popularizado por Gutiérrez. A partir del personaje real, el novelista acercó su gaucho al dramático modelo de Hernández y lanzó sus capítulos eficaces y cálidos en el folletín del diario La Patria Argentina, desde noviembre de 1879 hasta enero de 1880. Juan Moreira nace para siempre meses después de La Vuelta de Martín Fierro” (Vega 1981:37). “Para los sectores populares, la literatura popular de signo criollista, tuvo un significado previsiblemente distinto del que adquirió en los ámbitos dominados por la burguesía nativa y los grupos que se asimilaron a la misma...: la literatura popular fue una forma de civilización que afectó la mentalidad y la conducta de la mayoría de sus miembros, mientras que para determinados grupos de la burguesía, la literatura popular no fue sino un objeto de cultura.” (Prieto 1988:145). La literatura aparece expresando mitos y leyendas que con el tiempo van a constituirse en parte del pasado común que se evoca como pueblo; y va a jugar un rol protagónico en la conformación del gaucho en arquetipo nacional de la mano de políticas educativas que se proponen la alfabetización masiva. 1.2.- El Criollismo A fines siglo XIX y principios del XX, se documentan los primeros Centros Criollistas. Los registros de la época los citan como un ámbito en el cual confluyeron habitantes nativos e inmigrantes, y que tuvieron su eje en la lite204 EL TRADICIONALISMO “TODOS SE ARGENTINO ACUERDANEN DELOS YPFINICIOS ESTATAL” DEL SIGLO XXI ratura popular de signo criollista, en la música folclórica y danzas nativas. Según lo relata Carlos Vega (1981: 52): “...la primera, se relaciona con el prolífico circo gauchesco, es decir, que enlaza con la influencia rectora del Martín Fierro...el 25 de mayo de 1894, el Dr. Regulés funda, dando motivo a una inolvidable fiesta campestre, la sociedad costumbrista ‘La Criolla’ (...) Basten aquí algunos nombres de las que aparecieron en los primeros años del siglo; y nótese la orientación que las animaba... Martín Fierro, Los Parias de la Pampa, Los Perseguidos del Juez, Cruz y los Suyos, Picardía y los Suyos, La Frontera, Los Matreros de la Frontera”. “Algunos centros mueren a poco de fundados, otros se sostienen tanto como pueden, siempre ingresan nuevas agrupaciones entusiastas y esperanzadas. En 1902 salen a la lucha: El Alero, La Cañada, Los Criollitos de Bragado, El Chañar, Los Andes, La Coyunda, La Flor del Pago, Los Campechanos, La Flor de la Pampa, Los Fronterizos, Los Gauchos Nobles, La Huella, Los Indómitos, Los Montoneros del Llano, El Pucará, La Pialada, La Tradición de Santos Vega, El Señuelo, La Resaca, La Querencia, Picardía y Los Suyos y muchos otros (Vega 1981:53) Un personaje infaltable de estos centros criollistas es la figura del payador “en su doble papel de juglar noticiero y de intérprete de poesías tradicionales o populares” (Vega 1981: 67). En el período de 1880-1914 se registra la actuación de excelentes payadores. La literatura popular “proveyó símbolos de identificación y afectó considerablemente las costumbres del segmento más extendido de la estructura social. Las decenas de “centros criollos”, (...) no fueron sino la expresión perdurable de un fenómeno de sociabilidad cimentado en el homenaje ritual de mitos de procedencia literaria.” (Prieto 1988:145) “Grupos de jóvenes de ambos sexos y de origen étnico diverso se reunían en estos centros para reproducir una atmósfera rural que parecía garantizar, por sí misma, la adquisición del sentimiento de nacionalidad necesario para sobrevivir, en algunos casos, a la confusión cosmopolita y, para enfrentar en otros, a los brotes xenofóbicos que acompañaron el entero proceso de modernización. Provincianos, extranjeros o hijos de extranjeros, los afiliados de los “Centros Criollos” se expresaban y se comportaban, en el interior del espacio recordado por esa pertenencia, con las modalidades del habla y de la conducta atribuidas o reconocibles en el universo literario presidido por la imagen del payador Santos Vega. Leían, recitaban, componían textos, pero también cantaban, bailaban, se vestían, comían de acuerdo con las pautas de esa particular versión del tradicionalismo nativista” (Prieto 1988:145). Entre quienes se interesaron en documentar la actividad de estos primeros centros, se encuentra el profesor alemán Roberto Lehmann-Nitsche, contratado por la Universidad de La Plata entre los años 1897-1930, quien además confeccionó una recopilación de obras, casi un millar de ejemplares impresos, bajo el nombre de “Biblioteca Criolla” que luego cedió al Instituto Íbero Americano con sede en la ciudad de Berlín (Pisarello 2003: 438). Otros hechos no menos importantes acompañan el surgimiento de este movimiento y significan una revalorización de la tradición y el pasado. En el año 1921 se aprueba el plan para realizar una encuesta folklórica que desarrollan los maestros de las escuelas en las provincias y territorios nacionales. “...El proyecto contenía, a más de las razones de orden cultural y educativo que lo fundamentaban, el estímulo de cinco primeros premios, otras tantas medallas de oro, especialmente acuñadas para el caso para las cinco mejores recopilaciones de todas las provincias, y la publicación del nombre y constancia en la foja respectiva de servicio para todos aquellos que hubieran contribuido eficaz e inteligentemente en la preparación de esta antología popular” (Carrizo 1953:19). El Consejo Nacional de Educación, en 1927, concede licencia en su cargo de maestro primario a Don Juan Alfonso Carrizo autor del cancionero popular de Catamarca recogido desde 1912. En el año 1943 recibe el apoyo de la Universidad Nacional de Tucumán lo que le posibilita recorrer pueblo por pueblo cinco provincias del país y documentar así los cancioneros de Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja y Tucumán. Nuevamente en el mes de junio de 1939 se dispone en el Consejo de Educación la realización de una nueva recolección de material con el objeto de enriquecer la ya existente, y nombrar una comisión para seleccionar, adaptar y ordenar el material. En abril de 1940 se aprobaron las instrucciones presentadas al Consejo por la Comisión y se autorizó la impresión de veinte mil ejemplares del folleto que contenía las instrucciones. El 20 de diciembre de 1943 se crea el Instituto Nacional de la Tradición. “La misión será salvar el patrimonio espiritual heredado de nuestro país y de los vecinos que han influido en nuestra formación social y étnica (...) para conocer dentro y fuera del país su acervo folklórico y los estudios que se hagan en América o en Europa que tengan relación con el folklore argentino” (Carrizo 1953: 25). El Museo de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” propicia la investigación de Carlos Vega quien recorre todo el país buscando la música tradicional, al inicio solo y luego con la labor de su discípula Isabel Aretz. En 1931, el entonces Director del Museo de Ciencias Naturales, profesor don Martín Doello Jurado creó la Sección de Musicología Indígena, que se transformó en 1944 en Instituto de Musicología Nativa. Es el profesor Carlos Vega quien se desempeña como Director del Instituto de Musicología, que funciona autónomamente desde el 3 de julio de 1948. 205 CUADERNOS 21 “Por decreto del 13 de septiembre de 1948, el Superior Gobierno de la Nación, creó, sobre la base de los cursos de Danzas Nativas del Conservatorio Nacional de Música y Arte escénico, la Escuela Nacional de Danzas, bajo la dirección del Prof. Antonio R. Barceló, experto y estudioso cultor de las danzas criollas y coreógrafo” (Carrizo 1953:118), En 1948, Rafael Jijena Sánchez fue designado Director del Museo de Motivos Populares Argentinos “José Hernández”, que la Municipalidad de Buenos Aires creara en diciembre de 1938. En 1939, por compra hecha por la Municipalidad de Buenos Aires, entró a pertenecer al Museo la valiosa colección de prendas camperas que formara don Carlos G. Daws. En el año 1939 se promulga la ley 4756 votada por la Honorable Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, instituyendo el 10 de noviembre, día del nacimiento de José Hernández, como “Día de la Tradición”, disponiendo entre otras consideraciones que dicho día el Parque Criollo “Ricardo Güiraldes”, el Museo de Luján y otros sitios designados por el Poder Ejecutivo realizaran fiestas de carácter regional. 1.3.- Proyectos y discusiones en la conformación de la Argentina moderna “El vacío dejado por la disciplina histórica fue ocupado por un movimiento de contrahistoria militante conocido bajo el nombre de revisionismo histórico. Este movimiento, inicialmente minoritario y a contracorriente de las ideas dominantes, ha logrado hacer de un acontecimiento del siglo XIX –el gobierno de Juan Manuel de Rosas entre 1829 y 1852– una referencia principal de las batallas políticas del siglo XX y, más aún el espacio mítico de la “verdadera argentinidad” (Quatrocci Woisson 1995:21). El proyecto de modernización que se consolida en las décadas que empalman los siglos XIX y XX quebró de modo compulsivo el marco de sociedad tradicional y generó nuevas líneas con las que se fue ordenando la nueva composición. Hacía la década de 1870 bajo la dirección de una clase dirigente, llamada en el idioma político local “la oligarquía”, la Argentina se incorpora al nuevo diagrama del mercado internacional del trabajo alentando la formación de áreas exclusivamente dedicadas a la provisión de materias primas, en este contexto adquieren un valor importantísimo las extensiones fértiles. Este proyecto conlleva la necesidad de ampliar y consolidar el territorio nacional y una política inmigratoria con vistas a poblar regiones, desplazar la presencia del gaucho y reemplazar las poblaciones indígenas víctimas de una política de exterminio. Así bajo el signo del liberalismo, la sociedad se transformó con un europeísmo moderno, internacionalista y progresista. A pesar del origen rural de los inmigrantes, la mayoría se fue a las ciudades y casi la mitad se concentró en la zona metropolitana de Buenos Aires. Para muchos la inmigración significó un cambio de ocupación y un tránsito del campo a la ciudad. El resto se radicó en zonas rurales, concentrándose principalmente en colonias agrícolas. En el censo de 1914 se halla ya constituida la estructura urbana del país: poco menos de una tercera parte de los habitantes viven en ciudades medias o grandes, de cincuenta mil y más personas. (Germani 1973: 264). Apareció una Argentina en la que el dominio de una Buenos Aires cosmopolita e inquieta, desplazaba a la Argentina hispánica, criolla y católica. Eran dos concepciones de la sociedad y la cultura argentinas. Algunos sectores pensaron que el cambio que produjo la modernidad desnaturalizaba una personalidad nacional que apenas comenzaba a consolidarse. y el nuevo sistema político se vio como un abandono o descuido de la tradición nacional. Al acercarse el Centenario de la Independencia nacional, estas alarmas se manifestaron en escritores que, sin renunciar al liberalismo político y cultural, procuraron la defensa de una tradición que veían amenazadas. Alrededor de 1920 surge un movimiento intelectual nacionalista, en cuyo interior se plantearon discusiones y polémicas. Inicialmente sus dirigentes y militantes pertenecían a los sectores que se podría denominar criollos o argentinos de antigua data, pero su inserción en la sociedad argentina no se circunscribía solo a estos núcleos. El centro de su interés estaba en la política, y una de sus preocupaciones fue lo que se llamó el revisionismo histórico que implicaba la reivindicación de Juan Manuel de Rosas y su régimen y la revalorización del pasado. Otro aspecto importante fue la economía, ya que, además de la crítica del estado del país, se proponían reformas en oposición al liberalismo conservador que aceptaba la subordinación de los intereses argentinos al comercio con Gran Bretaña. “En 1940 ya llevaba diez años la restauración del liberalismo conservador por obra del golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930. Uriburu había muerto y luego de la consolidación del sistema mediante el fraude electoral y el contralor de la oposición bajo la presidencia del general Agustín P. Justo (1932-36) el régimen se había continuado con la presidencia de Roberto M. Ortiz, radical alvearista. En materia económica, se había ajustado la dependencia del comercio exterior dentro de la política británica y la oposición de radicales disidentes (FORJA y Arturo Jauretche) y nacionalistas como los hermanos Irazusta, Raúl Scalabrini Ortiz y Ernesto Palacio, la atacaba desde afuera de los partidos (radical, socialista y otros), en el marco de una crisis agravada por el fracaso de la formalidad democrática. Los conservadores intentaron reformas administrativas que no lograban la aceptación de una opinión pública vul206 EL TRADICIONALISMO “TODOS SE ARGENTINO ACUERDANEN DELOS YPFINICIOS ESTATAL” DEL SIGLO XXI nerada por la falsificación electoral y la instalación de un sistema coercitivo de la oposición, que recibía el impacto de los acontecimientos europeos y americanos. En el orden intelectual y cultural la Argentina afirmó su personalidad con figuras y valores de las tendencias más diversas. La Guerra civil española (1936-39) y la Guerra Mundial (1939-1945) extremaron la ideologización violenta de la vida política, mientras Hispanoamérica presentaba un panorama endémico de crisis y dictaduras (Zuleta Álvarez 1999 :319). La historia oficial a través de la cual se intenta homogeneizar la visión del pasado es la vencedora de Caseros, la protagonista y forjadora del proyecto de la Argentina moderna que encara la generación del 80 y la que construye el pasado a partir de la llegada de los inmigrantes. El revisionismo histórico, en tanto movimiento de contrahistoria militante, discute la historiografía a partir de la revisión del período rosista, pero trasciende su discusión y atraviesa los dos grandes movimientos políticos argentinos del siglo XX: el radicalismo y el peronismo. 2.- TRADICIONALISMO Podemos afirmar a partir de la evidencia documentada históricamente y de relatos recogidos en torno a la fundación de círculos criollistas aun vigentes; que organizados o no, ya existían en 1930-1940, grupos de gente de a caballo que por puro gusto desarrollaban actividades como corridas de sortijas, doma y fiestas para el calendario patrio, agregando fechas que luego se incorporaron de forma definitiva (Pisarello 2001). El relato en torno al cual se construye el criollismo –cuya expresión en la vida social y cultural de manera organizada la va a ofrecer el Tradicionalismo–, adopta diversos elementos en los cuales confluyen la literatura gauchesca, el relato de la Argentina mestiza, junto a héroes como San Martín que sintetizan la lucha por la Independencia, y el gaucho como arquetipo social. Los hombres, mujeres, niños y jóvenes que participan, lo hacen en su calidad de “tradicionalistas”; categoría que explicita su carácter de miembro de una organización, que a veces recibe el nombre de agrupación, o círculo o centro criollo o fortín, por citar algunas de las expresiones con las cuales se designa este tipo de asociaciones. Quienes se reconocen como “tradicionalistas” participan del calendario de fiestas y actividades, que abarca desde corridas de sortija, hasta desfiles y peregrinaciones; y expresan su condición de tales exhibiendo en la vestimenta prendas gauchas o llevando pilchas de usanza campera: alpargatas, rastras, bombachas, boina o sombrero, pañuelo al cuello. Sin embargo al interior de este espacio coexisten distintas miradas a la hora de reflexionar la pertenencia al grupo. Algunos consideran que para acreditar la condi- ción de “tradicionalista”, es indispensable ser muy diestro en el manejo del caballo y las tareas del campo; otros en cambio ponen el acento en el conocimiento sobre temas de historia y tradición; un tercer grupo plantea que el ser tradicionalista conlleva la posibilidad de lucir con esmero pilchas y recado; y hay quienes ante el surgimiento de un sinnúmero de nuevas instituciones han decidido demarcar este espacio, tomando como referente aquellas instituciones que poseen personería jurídica, considerando que esto avala su perdurabilidad en el tiempo. No obstante estas diferencias de criterios, no existe derecho de admisión. Todo aquel que desee sumarse y participar puede hacerlo, sin necesidad de acreditar alguno de los atributos antes enumerados. La “institución”, como la llaman quienes participan, recibe un nombre de parte de sus fundadores y es representado iconográficamente en un estandarte, el que se constituye en la carta de presentación de dicha organización. El estandarte acompaña la bandera –nacional o provincial, o ambas– en caso de desfile o fiestas que lo ameriten. La creación de nuevas instituciones tiene lugar por la decisión de un grupo de paisanos/as, de realizar juntos algunas de las actividades que comúnmente desarrollan –que luego procederemos a detallar–, a veces con motivo de un evento particular o como escisión de una anterior organización. Los protagonistas de estos centros representan diversos sectores del espacio social, en relación a su inserción en el aparato productivo –peones, dueños de estancia, obreros industriales, e intelectuales–y en relación a la zona geográfica en la cual reside –ámbito rural, capital o conurbano–. Esta diversidad de actores también da lugar a una gran variedad institucional, que trataremos de describir. 2.1.- Las instituciones La “institución” está formada por un conjunto de individuos que deciden autoconvocarse para realizar actividades o participar de actividades que organizan otras instituciones, que encuentran lugar común en las destrezas ecuestres. Estas instituciones a veces tienen sede, a veces sede y campo, y a veces ni la una ni la otra y funcionan en casa de uno de sus miembros. La sede es el lugar donde con cierta frecuencia se realizan reuniones sociales o familiares, en torno a un locro, un asado, o empanadas y un poco de música. Estas actividades requieren de un salón que a veces recibe el nombre de enramada, pulpería, o simplemente salón familiar; donde se realizan los encuentros, peñas o festivales. También suele haber un mostrador donde se ofrecen alimentos que forman parte de la comida criolla: pastelitos, tortas fritas, empanadas, choripanes. 207 CUADERNOS 21 Las sedes están emplazadas en terrenos que han sido donados, otorgados en comodato o préstamo; o comprados con el aporte de sus miembros. Además del salón para reuniones y una pequeña oficina donde se reúne la comisión directiva de la institución a veces la sede también cuenta con un museo donde se exhiben objetos que refieren a la historia de la agrupación, donaciones de sus miembros o simplemente instrumentos que han sido usados para la realización de tareas camperas o referentes al pasado nacional. Ocasionalmente poseen biblioteca –en algunos casos con preferencia de literatura gauchesca–; oratorio o capilla, cancha de bochas, horno y fogón criollo. El “campo” se refiere a un terreno en el cual se pueden realizar todo tipo de destrezas, en algunos casos ha sido adquirido, pero la mayoría de las veces es un préstamo o una renta temporaria. En este terreno generalmente no hay muchas instalaciones, solo las indispensables para cobijar el público que participará los días de encuentros y destrezas. Entre las posibilidades que brindan estos terrenos tenemos campo de doma, pista de trote y cancha de sortija. Existen diversos modos de nombrar la “Institución” sin que esto signifique una clasificación que contemple parámetros compartidos. Así es como encontramos centros tradicionalistas, agrupaciones tradicionalistas, fortines, círculos criollos, agrupaciones gauchas, centros gauchos, peñas o agrupaciones folklóricas, grupo de cabalgatas, agrupación criolla. Algunas están situadas en áreas rurales, otras en área urbana o –como es el caso de muchas de ellas– en el conurbano. Si bien se registra un incremento considerable en su número en la última década, algunas agrupaciones tienen más de cincuenta años de vida y son las que han garantizado la continuidad de fiestas populares como es el caso de la Peña Nativista que organiza la Fiesta de Llanura en Coronel Dorrego desde la década de 1950 a nuestros días. 2.2.- Las actividades El Tradicionalismo realiza diversas actividades que tienen su eje en la relación del paisano y el caballo; organiza y participa de un calendario que contempla la conmemoración de las fechas patrias y fiestas que homenajean la cultura criolla y aborda la enseñanza y práctica de expresiones artísticas vinculadas a la música, danza y artesanía criolla. Esta somera descripción de las actividades que desarrollan quienes participan del tradicionalismo, da como resultado una amplia gama que consigna desde la enseñanza de danzas nativas, la corrida de sortija a la realización de programas de radio y el infaltable desfile. Con el objeto de organizar la descripción y abarcar la diversidad de acciones que se realizan desde estas insti- tuciones, ofrecemos clasificarlas en tres grupos: aquellas que están directamente vinculadas a la realización de destrezas ecuestres y tienen su eje en la relación del jinete y el caballo; las que promueven la enseñanza y transmisión de expresiones artísticas y en un tercer grupo las que enlazan estas instituciones con el resto de instituciones y la sociedad en su conjunto en prácticas que nombraremos de difusión (Pisarello 2003). El primer conjunto, sin importar las diferencias institucionales, tiene como lugar común la práctica del desfile. El desfile tiene lugar en la fiesta del patrono del pueblo o en las fechas patrias, así como en el nutrido calendario festivo que posee el Tradicionalismo. La actividad del desfile consigna el paso de las agrupaciones a caballo –ocasión en la cual sus protagonistas se esmeran en lucir las mejores prendas– acompañados de estandarte de la agrupación y bandera; el paso de tropilleros y el de carruajes. En ocasión también desfilan caminando, y algunas instituciones presentan cuadros que organizan una mirada retrospectiva de la historia argentina. En ocasión del desfile los hombres –e incluso los niños– que participan, lo hacen con una vestimenta que remite al habitante rural, más específicamente al gaucho, y que presenta variaciones. En general las agrupaciones adoptan un color –a veces negro o gris– con el que combinan corralera y bombacha, camisa blanca y pañuelo o corbatero, casi siempre con sombrero; otras lucen pilchas y emprendados de época y los hay en bombacha, alpargata y boina tejida. En el caso de las mujeres generalmente se presentan con vestidos de paisana (estrechos en la pechera y amplia y larga la falda), también están las amazonas con vestidos de época, y las “paisanas” vestidas de “hombre”, léase con bombacha y corralera, o poncho y sombrero. Dependiendo de las posibilidades con que cuenta la institución para desarrollar la actividad, o de las características de sus miembros, algunas practican la corrida de sortija, doma, jineteada, grupo de cabalgata, juego de pato o imparten clases de equitación. Un segundo grupo son aquellas actividades que tienen como objetivo la enseñanza y transmisión de aquellas manifestaciones artísticas –danzas, música y artesanía– del criollismo. En el caso de las danzas, algunas agrupaciones se constituyeron inicialmente solo como escuela de danzas y con el transcurrir del tiempo han sumado el desfile, lo que las convoca al calendario de fiestas y le proporciona parte de la práctica del Tradicionalismo que guarda relación con las festividades y refiere al campamento gaucho. Si las instalaciones lo permiten, se realizan peñas o encuentros familiares en los que el atractivo fundamental –además de un plato de locro, asado o empanadas– es la posibilidad de compartir música, que recibe en este 208 EL TRADICIONALISMO “TODOS SE ARGENTINO ACUERDANEN DELOS YPFINICIOS ESTATAL” DEL SIGLO XXI ámbito el nombre de música “nuestra” y que refiere a diversos estilos musicales del territorio nacional –chacarera, chamamé, cueca o milonga– con letras en castellano. Bajo el nombre artesanía criolla se desarrollan una serie de artes y oficios en forma de talleres: tejido en telar; talabartería, platería o soguería. El tercer grupo lo hemos llamado genéricamente difusión y comprende la realización de tarea didáctica con escuelas, programas de radio, charlas; la construcción de museos; las presentaciones de músicos y payadores y la ejecución de festivales y peñas; así como exposición de obras de arte referidas a la temática gauchesca. 2.3. Fiestas y celebraciones. La fiesta contempla distintos momentos y por lo general tiene su antesala en el campamento gaucho. Quienes se trasladan a participar lo hacen en grupos, ya que además de los integrantes de la agrupación, comúnmente acompaña parte de su familia; sumando los animales y carruajes en el caso que se tuvieran. A medida que van llegando, se acomodan en un predio que se destina previamente a esa finalidad. El campamento se organiza por instituciones y se concentra alrededor del fogón, en el que se comparte comida, mate y anécdotas. Se escucha música –con preferencia folclórica pero no de manera excluyente– y se ameniza con distracciones que en el caso de los niños y jóvenes van unidas a montar a caballo. Forma parte de este tiempo distendido entre amigos y familia, compartir una partida de truco o preparar los caballos, tusando y lavándolos. Como plantea Ariño Villarroya (1992: 214) “Las fiestas son, ante todo, un tipo específico de acción social que pertenece a la esfera de las prácticas simbólicas, entendiendo por tales aquellas orientadas a la creación y transformación de los símbolos que confieren sentido a la vida humana. Por ello, el primer rasgo que merece señalarse de toda fiesta es el hecho de que constituye una celebración que no solo evoca un objeto o acontecimiento, sino que muestra y patentiza el valor que se le otorga”. El calendario de fiestas ocupa casi todo el año, y las hemos agrupado en: fiestas patrias, fiestas tradicionales, fiestas de la cultura ecuestre, fiestas patronales o fiestas del pueblo, y fiestas religiosas (Pisarello 2003). Como fiestas patrias denominamos todas aquellas que se relacionan con la conmemoración de hitos y fechas enmarcados en la construcción de la nación, siendo de ellos los más importantes el día que se conmemora la muerte de don José de San Martín, héroe nacional y símbolo de la independencia; el 25 de mayo, recordando la Revolución de Mayo y la Primera Junta de gobierno de criollos, y el 9 de julio, festejando la independencia nacional. Las fiestas tradicionales son aquellas que homenajean la cultura criolla y la tradición: Paseo Gaucho o Fiesta de las Llanuras, para citar algunos ejemplos. En el caso de las fiestas cuyo eje es la relación del paisano y el caballo: la fiesta del potrillo, la fiesta del caballo, la fiesta del carrero, jineteadas y destrezas en toda época del año. Como fiesta religiosa nos referimos a peregrinaciones y cabalgatas a lugares en los cuales se encuentra emplazada una capilla u oratorio, o basílica –como en el caso de Luján o Itatí– y que son íconos de la argentina criolla; y las fiestas patronales o fiestas del pueblo aquellas que celebran el día del Santo Patrono del lugar o la fecha de fundación. 3.- PROCESOS DE APROPIACIÓN Y REELABORACIÓN El Tradicionalismo representa un lugar donde se reelabora y discute la apropiación del pasado, la tradición y la memoria histórica. La adscripción que aquí se reafirma es la “Patria”, entendida como el lugar común de la cultura, el territorio y la historia. Quienes participan de este fenómeno social lo hacen adscribiendo a una línea histórica que encuentra su expresión en las acciones que organizan y de las cuales participan: la Peregrinación Gaucha a Luján, el homenaje a San Martín y la presencia de una Argentina cuyo pasado y presente se enlaza en la figura del gaucho. La representación de la Nación para quienes participan del Tradicionalismo se refiere al criollismo, que significa reconocer no solo la existencia de culturas indígenas anteriores a la llegada de la colonización, sino también la perspectiva de un proceso de mestizaje cultural a lo largo de varios siglos de la cultura indígena y la española. Esto que se va a conformar en el mito de origen de quienes se agrupan en el movimiento tradicionalista –la cultura criolla– va a reconocer distintas apropiaciones acerca de lo indígena y lo español. Estas diferencias al interior del grupo terminan conformando matices donde otro mito de origen como es el de la Argentina producto de la gran inmigración encuentra su línea demarcatoria. En el mito de la Argentina criolla, la gran inmigración va a significar un aporte en la conformación de la nacionalidad. Dato interesante al respecto es la cantidad de inmigrantes o hijos de inmigrantes que forman parte de las comisiones directivas e incluso son fundadores de estos centros tradicionalistas. El lugar de las agrupaciones es sostener los mitos y leyendas que dan continuidad y perdurabilidad a este relato del pasado común. Los gauchos, que desempeñaron un papel importante durante la guerra de la independencia, entre 1810 y 1820, integrándose a los ejércitos de Manuel Belgrano primero y de José de San Martín; formaron el ejército con el que Martín Miguel de Güemes en la provincia de Salta obstaculizara el avance de las tropas realistas españolas y 209 CUADERNOS 21 engrosaron las filas de los caudillos provinciales durante las guerras internas; fueron más tarde obligados a enrolarse como soldados y enviados a la frontera cuando el gobierno nacional decide anexar las tierras indígenas. ”Desde las élites se lo declara (al gaucho) moribundo o muerto, si bien un sector de ellas va a reivindicarlo a nivel ideológico como símbolo de ciertas creencias perennes que se opondrán al carácter calificado como advenedizo de los inmigrantes ultramarinos” (Ratier 1988:38). La historia oficial habla del gaucho como una figura legendaria pero extinguida, y esto es repetido hoy por muchos que participan de los centros tradicionalistas. Sin embargo, se busca acreditar esta condición –gauchos– desde la vestimenta, usos, costumbres y hasta valores presentes en sus convocatorias. Si no se tienen presentes las vicisitudes que sufrió la figura del gaucho, es difícil entender por qué estos pobladores que se comportan como gaucho, protagonizan la peregrinación gaucha, prefieren autodenominarse criollos o paisanos. Quienes enuncian este discurso son peones de campo, capataces, dueños de estancia, o pobladores rurales que se reconvirtieron cuando la pujanza de la industria nacional en obreros industriales. Pero aunque su apropiación resulte a veces contradictoria el gaucho es una bandera innegable del Tradicionalismo y está ligada a distintos momentos en la construcción de la historia como nación. La figura del gaucho como arquetipo toma –en el caso del Tradicionalismo–, rasgos de mestizaje cultural y define el criollismo. “Los arquetipos condensan en alguien o en algo las características importantes que se consideran epítomes de los modos de perfección, logro o belleza, y por lo tanto merecen admiración, incluso ser emulados” (Gutiérrez 1998:85). El gaucho resulta evocado como el habitante libre de las pampas y el personaje épico ligado a los orígenes de nuestra nación; partícipe de la gesta libertadora, luego perseguido y requerido como soldado en los fortines. 4.- CONCLUSIONES “El concepto de identidad nacional sólo se puede entender con referencia a las ideologías del nacionalismo y a los vínculos que el nacionalismo establece con una tierra natal, un pasado primitivo y un legado étnico, aunque para que logre tener efecto, el nacionalismo requiere de un pasado creíble y de preferencia, rico. El concepto de identidad nacional no se debe entender como categoría fija, ya sea de rasgos culturales o disposiciones sicológicas, ni como un conjunto de relatos pedagógicos, pese a todos sus elementos didácticos” (Smith, 1998: 61-81). Para quienes componen las agrupaciones tradicionalistas, la Patria y la tradición son categorías que los definen en el espacio social, demarcatorios de un nosotros y otro cultural: como lo plantea Lafon (1998:59) “Cuando decimos Patria aludimos al conjunto de valores materiales y no materiales, pasados, presentes, y futuros que comparten los naturales de una Nación: el apego al territorio compartido, el respeto por las instituciones y las tradiciones culturales, históricas y sociales, que comparten y el amor y el respeto por sus símbolos”. Estas afirmaciones se producen en un escenario en el cual las naciones no solo han sido socavadas en sus cimientos económicos, a raíz del protagonismo que ha adquirido el capital financiero internacional; sino también frente a un fenómeno de internacionalización de modelos de gusto y consumo (Oliven 1999:141), que hace sugerir la presencia de culturas híbridas disociadas del territorio y de identidades definidas (García Canclini 1989). El proceso de globalización se consolida a fines de la guerra fría Este-Oeste, con la evolución hacia esquemas transnacionales y de regionalización, que dejaron atrás las economías centralmente planificadas cuyos actores principales ya no parecen ser los estados nacionales sino las corporaciones transnacionales. Constituye el triunfo del orden capitalista mundial y como plantea Raúl Bernal Meza (1994: 47-48): “….el orden bipolar ha sido sustituido por la emergencia de una alianza ideológica, basada sobre el hecho de compartir determinados principios del orden político doméstico (derechos individuales y políticos) y principios económicos (libre mercado). Además, (...) la globalización de la economía transita hoy por una etapa que reafirma la posición hegemónica de Estados Unidos en tres lugares: - porque fue capaz de imponer el capitalismo a la manera estadounidense, - porque logró internacionalizar su cultura, hecho vinculado estrechamente a los hábitos y patrones de vida, - y porque por sí solo constituye el 25% de la economía mundial”. La amenaza que significa para los estados nación la existencia de un nuevo orden planetario en torno a un estado nación poderoso, excede los límites de lo económico y ha fortalecido un punto de vista que sostiene que el mundo de los estados nación está en proceso de rápida desintegración. Es en esta línea de análisis que plantea Eric Hobsbawn (1992: 179) “...sin embargo el nacionalismo, por más que sea ineludible, sencillamente ha dejado de ser la fuerza histórica que fue en la época comprendida entre la Revolución francesa y el final del colonialismo imperialista después de la segunda guerra mundial”. “Los supuestos cambios estructurales y económicos que están sustituyendo al mundo de las naciones por un mundo internacional, vienen acompañados de cambios 210 EL TRADICIONALISMO “TODOS SE ARGENTINO ACUERDANEN DELOS YPFINICIOS ESTATAL” DEL SIGLO XXI psicológicos. Una conciencia posmoderna basada en una fluidez y en un sentimiento de identidades múltiples sustituye a las identidades fijas del mundo moderno. Según esta posición las identidades nacionales que por su fijeza y carácter absoluto reproducen psicológicamente los límites fijos del Estado nación, pertenecen firmemente al mundo preposmoderno. Por lo tanto, se indica que las identidades regionales y “tribales”se han impuesto al viejo patrimonio nacional.” (Billig 1998:37-38). Un nuevo fenómeno parece acompañar este cambio de escenario y se refiere al ejercicio de la soberanía: la comunidad internacional y el surgimiento de numerosas organizaciones de la sociedad civil que parecen ser las nuevas expresiones democráticas y de participación ciudadana o por lo menos intentan legitimarse en ese lugar. “El número de organizaciones internacionales intergubernamentales aumentó de 123 en 1951 a 280 en 1972 y 365 en 1984, el número de organizaciones internacionales no gubernamentales de 832 a 2173 en 1972, multiplicándose por más de dos hasta cifrarse en 4615 en los doce años siguientes” (Hobsbawn 1992: 191-193). Este lugar ha sido construido sobre la supuesta defensa de los derechos humanos y los derechos civiles. Las organizaciones de la sociedad civil –desde las que defienden el medioambiente a las que se solidarizan internacionalmente para luchar contra la diabetes– enfatizan el lugar de ciudadanos del mundo como un lugar sin bandera, ni ideología. El nuevo orden mundial surgido después de la caída del comunismo también va acompañado de transformaciones en el intercambio de la información. Estas transformaciones tecnológicas y comunicacionales que posibilitan a los habitantes (no a todos) estar conectados con el mundo a través de la navegación virtual y las redes satelitales, han impactado fuertemente en la cultura contemporánea. Es en este contexto que Néstor García Canclini (1995) se refiere a la cultura como a un proceso de ensamblado multinacional y plantea que las identidades que antes se definían por esencias ahistóricas, ahora se configuran a partir de lo que uno posee o puede llegar a apropiarse. En este sentido se produce la quiebra y mezcla de las colecciones que organizaban los sistemas culturales con la consiguiente desterritorialización de los bienes simbólicos y la expansión de los géneros impuros. Este proceso que García Canclini define como de hibridación cultural y que se acompaña con el derrumbe de los grandes relatos metafísicos va dando lugar sobre todo en los grandes centros urbanos a la aparición de una cultura que podríamos denominar como cultura de lo efímero y que refiere al consumo incesantemente renovado, a la sorpresa y al entretenimiento. En este marco el nacionalismo o la etnicidad, según escribe Minoslav Hroch refiriéndose a la Europa central contemporánea, es, “un sustituto de factores de integración en una sociedad que se está desintegrando. Cuando la sociedad fracasa, la nación aparece como la garantía última”. (Hobsbawn 1992: 183). Es así que los movimientos nacionales representan ciertas variantes del sentimiento de pertenencia colectiva en un mundo en que la desintegración de redes humanas reales deja un vacío emocional. El Tradicionalismo, si bien preexiste al proceso de globalización, es en esta última década –desde fines de los años ochenta– cuando registra uno de los períodos de mayor expansión y multiplicación institucional. “Todo este proceso de mundialización de la cultura, que da la impresión de que vivimos en una aldea global, acaba reponiendo la cuestión de la tradición, de la nación y de la región. A medida que el mundo se torna más complejo y se internacionaliza, la cuestión de las diferencias se reubica y hay un intenso proceso de construcción de identidades”. (Oliven 1999:141). No obstante representar un fenómeno ampliamente extendido en el territorio, que convoca diversos sectores sociales, y que estructura redes de las cuales participan otros ámbitos de la actividad pública –instituciones comunales, educativas, clubes sociales–, el Tradicionalismo es silenciado desde los medios masivos de comunicación, o si aparece, lo hacen desde el exotismo. Esto expresa una suerte de paradojas en las cuales aun hoy se debate la construcción de la identidad nacional. La querella historiográfica argentina expresa esta dificultad para construir una visión neutral respecto a los juicios de valor y por saldar un debate que aparece como interminable respecto de los orígenes de la nacionalidad. A los planteos que discuten el mito de origen –la Argentina criolla y la Argentina fruto de la gran inmigración–, se suman hoy las reivindicaciones de grupos indígenas y los procesos de reetnización, que reeditan en algunos casos la discusión en torno al territorio y la participación política. “Es comprensible que en época de crisis y transformaciones sociales haya un renacimiento y, a menudo, invención de tradiciones. El hecho de no tener estas tradiciones una relación con la situación presente es irrelevante, pues el criterio para analizarlas no puede ser un anacronismo, sino lo que ellos representan en el imaginario de los grupos que las cultivan.”.(Oliven 1999:142). La Argentina que representa el Tradicionalismo, si bien no la constituyen en su mayoría hombres y mujeres de campo, encuentra la continuidad del proyecto de nación en la reafirmación de expresiones que evocan una tradición cultural –destrezas camperas o música nativa–, pero que además manifiestan y denotan una relación con el territorio y los símbolos patrios. 211 CUADERNOS 21 BIBLIOGRAFÍA Ariño Villarroya, Antonio 1992 La ciudad ritual. La Fiesta de las Fallas. Barcelona, Anthropos. Bernal Meza, Raúl 1994 Globalización, regionalización y orden mundial. Rapoport, M. (comp.), Globalización, integración e identidad nacional. Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano. 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Catedral Metropolitana - 2002 213 Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007 1852-1002 ISSN 0570-8346 VARIABILIDAD DE REPRESENTACIONES RUPESTRES EN EL SECTOR SUR DE LA MESETA DEL STROBEL (PROVINCIA DE SANTA CRUZ) Anahí Re*, Rafael Goñi**, Juan Bautista Belardi*** y Amalia Nuevo Delaunay**** RESUMEN En este trabajo se presenta información sobre nuevos sitios con representaciones rupestres localizados en el sector sur de la meseta del lago Strobel, la cual permite abordar la discusión de la variabilidad interna en el uso de la meseta. Se analizan las posibles causas de la variabilidad, entre las que se cuentan el tamaño de las concentraciones, el lapso temporal involucrado en la ejecución de los grabados y diferencias en el uso del espacio a partir de ejes de circulación. A su vez, se retoman hipótesis presentadas en otros trabajos que refieren a una posible convergencia poblacional en la meseta del lago Strobel durante el Holoceno tardío. PALABRAS CLAVE Representaciones rupestres - cazadores-recolectores - uso del espacio - Holoceno tardío ABSTRACT In this paper information is presented regarding new rock art sites located in the south of Lake Strobel Plateau. This information allows the discussion of the internal variability in the use of this plateau by human groups. Its possible causes are analyzed, including size of concentrations, time elapsed between the execution of different engravings and differences in space use in relation to different ways of access. In addition, hypotheses that were presented in previous articles and that refer to a possible population convergency during the Late Holocene in Lake Strobel Plateau are discussed. KEY WORDS Rock art - Hunther-gatherers - Space use - Late Holocene INTRODUCCIÓN En la cuenca de los lagos Cardiel y Strobel (provincia de Santa Cruz - Patagonia argentina) se están desarrollando investigaciones arqueológicas cuyo objetivo es evaluar la relación entre las estrategias humanas de poblamiento y los cambios climáticos documentados durante el Holoceno (Belardi et al. 2003; Goñi et al. 2004, 2005). En el presente trabajo se continuará abordando la problemática de las representaciones rupestres, en particular las de la Meseta del lago Strobel, con el fin de evaluar el rol que cumplieron en la dinámica de poblamiento local. En tal sentido, el análisis estará centrado en el estudio del sector sur de la meseta, para luego incorporarlo en una discusión más amplia en escala regional mayor (figura 1). Modelo y problemática actual En primer término se ha propuesto que, dadas condiciones de desecación ambiental durante el Holoceno CONICET/INAPL, [email protected]. INAPL/UBA/UNICEN, [email protected]. *** UNPA/CONICET, [email protected]. **** INAPL/UBA, [email protected]. * ** tardío (últimos 2500 años AP), regionalmente se habría producido una reducción de la movilidad residencial y nucleamiento de las poblaciones cazadoras (Goñi 2000; Goñi y Barrientos 2000, 2004; Goñi et al. 2000-2002; Goñi et al. 2004). Este modelo propone que las cuencas bajas del área en estudio fueron espacios de interés residencial mientras que las cuencas o sectores altos tuvieron un interés logístico. En ese contexto se ha sugerido que los espacios altos, tal el caso de las mesetas, habrían sido articulados logísticamente desde cotas más bajas. Su uso habría estado relacionado con el aprovechamiento estacional de las tropas de guanaco que se encuentran en ellas en primavera-verano (Belardi y Goñi 2002, 2003, 2006; Gradin 1959/60a y b). En segundo término se ha propuesto que la meseta del Strobel habría actuado como un área de convergencia poblacional a un nivel regional amplio, a partir de argumentos tanto ecológicos como arqueológicos (Belardi y Goñi 2006; Goñi et al. 2006). Se entiende por convergencia poblacional al nucleamiento en un mismo espacio de segmentos poblacionales provenientes de diferentes lugares, sin necesidad de que se presenten de manera simultánea (Belardi y Goñi 2006). Las características ecológicas únicas de esta meseta se refieren a la cantidad y diversidad 215 CUADERNOS 21 de recursos presentes en ella (guanacos y otras especies animales; agua y paredones basálticos como refugios), a la estacionalidad marcada para su aprovechamiento (fin de primavera y verano) y a su ubicación geográfica estratégica en el centro de la estepa santacruceña en relación a dos ejes de circulación natural de menor costo (valle del río Chico al norte y este y la cuenca del lago Cardiel al sur). Los argumentos arqueológicos se refieren a la información proveniente de las representaciones rupestres, la tecnología lítica y el equipamiento del espacio por medio de parapetos de caza. Asimismo, el modelo propone que, dado su interés logístico, habrían habido diferentes ejes de circulación e ingreso de poblaciones a la meseta del Strobel (Belardi y Goñi 2003, 2006; Goñi et al. 2006). Objetivos del trabajo Los objetivos de este trabajo se refieren a: 1) presentar información sobre una nueva serie de sitios con grabados recientemente relevados en el sur de la meseta del Strobel, considerando su emplazamiento y sus características técnicas y morfológicas; 2) a partir de estos datos, evaluar la variabilidad interna de las representaciones rupestres de la Meseta del Strobel, dado que los nuevos sitios estudiados se encuentran en el sector sur de aquella y que se trata de concentraciones bajas y medianas, a diferencia de otros sitios ya publicados que corresponden a concentraciones altas y “llamativas” (Ferraro y Molinari 2006; Gradin 1959/60a y b; Re et al. 2005). A su vez, se busca discutir dicha variabilidad –si existiese– considerando a) un “efecto tamaño de la muestra”, b) diferencias en tendencias temporales relativas –a partir de los grados de pátinas, las superposiciones y reciclados y los tipos de motivos representados– y c) diferencias en el uso del espacio a partir de ejes de circulación. Entonces, se busca rescatar la importancia de este tipo de sitios para discutir la dinámica del poblamiento de los grupos cazadores recolectores en estos ambientes en especial en el Holoceno tardío. El estudio de estos grabados se enmarca en la información ya generada sobre representaciones rupestres y otras líneas de evidencias en la meseta del Strobel en una escala regional (Belardi y Goñi 2002, 2006; Belardi et al. 2005, 2006; Cassiodoro 2005; Ferraro y Molinari 2001, 2006; Goñi et al. 2006; Re et al. 2005). CARACTERIZACIÓN DEL ÁREA Escala regional: el área analizada se ubica en Patagonia centro-meridional. Se trata de un semidesierto, con un promedio de doscientos a cuatrocientos milímetros de precipitaciones anuales. El ambiente corresponde a una estepa herbácea del Distrito Patagónico Occidental de la Provincia Patagónica (Cabrera y Willink 1980). La principal presa animal, recurso crítico de las poblaciones cazadoras, ha sido el guanaco (Lama guanicoe), seguido en menores frecuencias por el choique o ñandú petiso (Pterocnemia pennata) y luego por especies menores, tales como roedores, armadillos, lagartijas, etc. También componen la fauna local los carnívoros como los pumas (Felis concolor) y los zorros (Pseudalopex culpaeus y Pseudalopex griseus). Escala local: la meseta del Strobel es un plateau basáltico que se ubica en la provincia de Santa Cruz, a 48° 30’ Latitud Sur y a 71° 46’ de Longitud Oeste, abarcando la amplia superficie que media entre los lagos Cardiel al sur y Strobel al norte, distantes entre sí unos treinta y cinco kilómetros, con una extensión este/oeste aproximada de cuarenta kilómetros (figura 1). Se la separa en tres sectores (norte, centro y sur), cada uno de los cuales tiene aproximadamente una extensión de diez kilómetros en dirección norte/sur. Dadas sus cotas, que oscilan entre novecientos y mil doscientos metros, es un ambiente con una marcada estacionalidad, pudiendo ser ocupado solo durante fines de primavera y el verano. Una característica saliente de esta meseta es la presencia de numerosas lagunas rodeadas por paredes basálticas que son el único reparo de los fuertes y constantes vientos del oeste. En numerosos casos estos paredones basálticos presentan diversas evidencias de ocupación humana, incluyendo representaciones rupestres. En otro trabajo se señaló que “La meseta del Strobel carece aún de datos cronológicos, los mismos provienen mayoritariamente de la cuenca del lago Cardiel y ubican a las ocupaciones humanas principalmente a partir de los últimos 2500 años A.P. (Goñi et al. 2004a), contextualizando así a las ocupaciones de la meseta del Strobel (Belardi y Goñi 2002). A su vez, la cronología máxima de ca. 2000 años AP obtenida para el uso de parapetos en mesetas aledañas, como la Pampa del Asador (Goñi 20002002), las morfologías de las puntas de proyectil registradas en la meseta del Strobel –homologables a diseños tardíos– y la presencia de escasos restos cerámicos en el sitio Don Edmundo (Cassiodoro 2004), permiten sostener el marco cronológico propuesto.” (Goñi et al. 2006). Se cuenta actualmente con un fechado radiocarbónico realizado sobre carbón para la capa superior de Laguna del Faldeo Verde –LFV–, con un contexto dominado por puntas de proyectil, raspadores y desechos de talla, que confirma un uso reciente de la meseta. Es “LFV - Nivel 1 - Sondeo 1 - AC 1759: actual”, estando a la espera de fechados de capas inferiores. Aun así, no se descarta una posible cronología del Holoceno medio en virtud de las características formales de algunos de los diseños regis216 VARIABILIDAD DE REPRESENTACIONES RUPESTRES trados en las representaciones rupestres (Belardi y Goñi 2002; Ferraro y Molinari 2006). METODOLOGÍA Y MUESTRA Para discutir la densidad de representaciones rupestres en cada sitio, se toman dos medidas: las unidades topográficas (UT) y la cantidad de elementos (CE). Las UT son diferenciadas a partir de las características del soporte, contándose entre ellas: orientación, inclinación y presencia de fracturas. Por otra parte, se toma como unidad de análisis al elemento, entendido como la segmentación inicial que distingue unidades discretas en el espacio del soporte, pudiendo ser agrupados, en una etapa posterior del análisis, en motivos simples o compuestos (Aschero y Martel 2003-2005; Gradin 1978). La CE es evaluada a partir de categorías asignadas de acuerdo con el total de elementos registrados en cada sitio, diferenciándose: 1) entre 1 y 50; 2) entre 51 y 100; 3) entre 101 y 500; 4) entre 501 y 1000; 5) más de 1000. Por otra parte, se considera la presencia en los sitios de determinados grupos de motivos, diferenciados de acuerdo con criterios operativos propios en función de los motivos relevados: 1) Abstractos, 2) Pisadas, 3) Guanacos, 4) Otros zoomorfos y 5) Antropomorfos. “Abstractos” comprenden círculos, semicírculos, líneas curvas, quebradas, rectas y sinuosas, punteados, radiales, trazos, caóticos, cruces, espirales, peiniformes, reticulados, subcirculares y geométricos complejos. Las “pisadas” pueden ser tridígitos (huella de choique y aves), de felino, de guanaco, de caballo y humana. Los “otros zoomorfos” son lagartijas o matuastos, huemules, caballos, piches (armadillos) y zoomorfos no identificados. Como ya se planteara en otros trabajos, los motivos de guanacos grabados no habían sido registrados hasta el momento en ningún sitio de Patagonia centro-meridional. De tal manera, su presencia en la meseta del Strobel constituye un elemento relevante en el análisis, siendo separados de los “otros zoomorfos”. Para evaluar las tendencias temporales se consideran las pátinas y las superposiciones o reciclados. La variedad de pátinas presentes fue agrupada en tres grados para simplificar su abordaje, siendo la uno la más desarrollada, dos la intermedia y tres la menos desarrollada. En relación con la muestra cabe aclarar que en la meseta del lago Strobel hasta el momento se han registrado aproximadamente cincuenta concentraciones arqueológicas distribuidas en el norte, centro y sur de aquella. La mitad de ellas cuentan con representaciones rupestres (figura 1), sumando alrededor de 5000 elementos y habiéndose presentado en ocasiones anteriores el relevamiento de algunas de ellas (Belardi y Goñi 2002, 2006; Ferraro y Molinari 2006; Goñi et al. 2006; Re et al. 2005). Aquí se presentan cinco nuevos sitios (K37, K38, K39, K40 y K45) y dos registrados en trabajos anteriores, pero que no habían sido objeto de una descripción más detallada (K7 y K11). DESCRIPCIÓN DE LOS SITIOS Todos los nuevos sitios relevados se encuentran en el sector sur de la meseta del lago Strobel. Se trata de grabados sobre paredes y bloques de basalto que ofrecen reparo de los fuertes vientos predominantes del oeste. La calidad de los soportes utilizados en general es buena, es decir, presentan granulometría fina, pátina oscura y un bajo estado de meteorización, lo que ha permitido el empleo de una variedad de técnicas de grabado diferentes (picado, inciso y raspado). A continuación se describen los sitios analizados, agrupados de acuerdo con la cantidad de elementos que presentan. CANTIDAD DE ELEMENTOS 1 (CE 1): ENTRE UNO Y CINCUENTA ELEMENTOS • Sitio K7 (Ubicación GPS: Lat. S 48° 39,925’ Long. O 71° 17,764’) Se trata de una pared baja a unos cien metros de una pequeña laguna. El sector con grabados tiene aproximadamente 3 metros de largo, registrándose tres UT. Hay escaso material lítico asociado (microlascas de obsidiana principalmente). Se registraron trece elementos grabados (tabla 1). Predominan los círculos (46,15%) y, en segundo lugar, se ubican los semicírculos (15,38%) y líneas rectas (15,38%). La única representación zoomorfa es un tridígito. Por otra parte, solamente se utilizó la técnica del picado. En relación a las pátinas, se identificaron motivos con pátinas 2 y 3 y un solo caso de superposición, específicamente, un semicírculo sobre un indeterminado. En cuanto a los grupos de motivos, presenta los grupos 1 (abstractos) y 2 (pisadas) (figura 7). • Sitio K38 (Ubicación GPS: Lat. S 48º 40,884’ Long. O 71º 18,161’) Se trata de una pared de treinta metros de largo a cien metros de una laguna pequeña. Se registraron cuatro UT, con un total de veinte elementos. Se observó escaso material lítico en superficie. Predominan los semicírculos (25%), círculos (20%) y trazos (20%) (tabla 1). Se observa también una representación de matuasto y una huella de felino. 217 CUADERNOS 21 Figura 3 - Tridígito y huellas de felino en el sitio K37 Figura 1 - Ubicación de todos los sitios con representaciones rupestres detectados en la meseta del lago Strobel. Sólo se encuentran numerados los sitios mencionados en el texto Figura 2 - Abstractos (trazos y líneas) superpuestos a guanacos en el sitio K37 Figura 4 - Guanacos en el sitio K39 218 VARIABILIDAD DE REPRESENTACIONES RUPESTRES La técnica utilizada es la de picado y se registraron pátinas 3 y 2, no observándose superposiciones. Presenta los grupos de motivos abstractos, pisadas y otros zoomorfos (figura 7). • Sitio K40 (Ubicación GPS: Lat. S 48º 40,434’ Long. O 71º 18,188’) Se encuentra sobre una laguna muy cerca de K39, aproximadamente a unos trescientos metros. Se observó poco material en superficie. El sector con grabados tiene cincuenta y cinco metros de largo y ocho UT. Entre los doce motivos registrados se hallan los círculos (50%), en primer lugar, y los guanacos (25%), en segundo (tabla 1). Entre las técnicas, se observan el picado y el raspado mientras que las pátinas presentes son la 1 y la 3. No se documentaron superposiciones. Se encuentran representados solamente los grupos de motivo abstractos y de guanacos (figura 7). CANTIDAD DE ELEMENTOS (CE 2): ENTRE CINCUENTA Y UNO Y CIEN ELEMENTOS • Sitio K37 (Ubicación GPS: Lat. S 48° 42,422’ Long. O 71° 17,911’) Es un paredón sobre laguna. El sector con grabados tiene cuarenta y siete metros de largo y se documentaron 18 UT, dos de ellas bloques. Se observó escaso material lítico en superficie. Se registraron noventa y tres elementos, en los que predominan los círculos (27,96%), seguidos por las líneas rectas (12,9%) y los guanacos (12,9%) (tabla 1 y figuras 2 y 3). En bajos porcentajes se observan huellas de felino, tridígitos y huellas humanas. En relación a las técnicas empleadas, se observó el predominio del picado, si bien también se registraron casos de raspado e inciso. Además, se identificaron toda la variedad de pátinas y quince superposiciones. Doce de estas últimas son abstractos, principalmente círculos, sobre guanacos. Se identificaron los grupos de motivos abstractos, pisadas y guanacos (figura 7). • Sitio K39 (Ubicación GPS: Lat. S 48º 40,581’ Long. O 71º 18,253’) Este sitio se encuentra próximo a K38, a alrededor de cien metros de una laguna. Presenta buen reparo y material lítico en la base. Se realizaron cateos que presentaron material lítico pero no óseo, probablemente debido a la acción de procesos diagenéticos que favorecen la destrucción del material orgánico tal como se verificara en otros sitios de la meseta (Belardi et al. 2006). Tiene ciento sesenta metros de extensión y veinte UT, siendo una de ellas un bloque y sumando ochenta elementos. Predominan las líneas rectas (18,75%), los círculos (15%), las huellas humanas (15%) y los semicírculos (13,75%) (tabla 1). En bajas frecuencias se destacan a su vez los guanacos (figura 4), las huellas de felino y un matuasto. Se observa toda la variedad de técnicas de grabado, si bien predomina el picado. En relación a las pátinas se encuentran representadas la 3 y la 2. Se registraron seis superposiciones, un caso de tridígito sobre guanaco y cuatro de abstractos sobre guanacos. Presenta los cuatro grupos de motivos (figura 7). CANTIDAD DE ELEMENTOS 3 (CE 3): ENTRE CIENTO UNO Y QUINIENTOS ELEMENTOS • Sitio K11-Arturo (Ubicación GPS: Lat. S 48º 38,989’ Long. O 71º 16,397’) Es un paredón basáltico a ciento cincuenta metros de una laguna. Las paredes con grabados tienen una extensión de sesenta metros. Se identificaron veinte UT, tres de ellas bloques, con un total de ciento sesenta y siete elementos. Se observó abundante material lítico asociado y se realizaron sondeos de los cuales se recuperaron artefactos líticos pero no arqueofauna, presentándose una situación similar a la de otros casos consignados. En mayor frecuencia se registraron los círculos (26,35%), seguidos por los trazos (12,57%), semicírculos (12,57%) y líneas rectas (11,98%) (tabla 1 y figura 5). Además, en menores porcentajes, resaltan las huellas de felino, las huellas humanas, los tridígitos, un matuasto y una representación de guanaco. En este sitio se documentaron todas las técnicas de grabado (picado, inciso y raspado) y variedad de pátinas (1; 2 y 3). A su vez, se identificaron quince superposiciones. La mayor parte de ellas son abstractos sobre abstractos, mientras que también se observaron casos de pisadas, tanto de felino como humana, sobre abstractos y dos ejemplos de círculos sobre guanaco. Se encontraron los cuatro grupos de motivos considerados (figura 7). • Sitio K45 (Ubicación GPS: Lat. S 48º 40,180’ Long. O 71º 16,257’) Se encuentra sobre una laguna, ocupando el sector con grabados sesenta metros de largo. Se registró abundante material en superficie. Este sitio es el que presenta la mayor cantidad de UT de todos los analizados en este trabajo ya que cuenta con cuarenta y una de ellas, incluidos seis bloques. Los grabados suman un total de doscientos cincuenta y cinco elementos (tabla 1). Entre ellos predominan ampliamente los abstractos, específicamente los punteados (23,53%), los círculos (16,86%) y las líneas rectas (12,16%) (figura 6). En muy bajas frecuencias se detectaron huellas de felino (4,31%) y tridígitos (1,57%). En relación a las técnicas se registró la presen219 CUADERNOS 21 cia del picado y del inciso, mientras que en las pátinas se observó una amplia variedad, si bien las de tipo 1 y 2 son predominantes. Se identificaron diez superposiciones, todas ellas de abstractos sobre abstractos. Es de destacar que, si bien es el sitio con mayor cantidad de elementos de todos los presentados en este trabajo, solamente se registraron los grupos de motivos abstractos y pisadas (1 y 2) (figura 7). DISCUSIÓN El primer objetivo de este trabajo fue presentar la nueva información disponible para la Meseta del Strobel. Se destaca inicialmente el hecho que no se han registrado motivos aislados (1 ó 2), es decir que no hay no sitios (sensu Dunnell 1992). El grupo de motivos 1, los abstractos, se encuentra representado en todos los sitios (figuras 7 y 8) y presenta toda la variedad de técnicas, mientras que los demás grupos no están presentes en todos los sitios relevados, incluyendo el resto de la muestra presentada en otros trabajos Así, en términos generales, más allá de la CE, los sitios analizados presentan características similares a otras concentraciones registradas en el norte, centro y sur de la meseta del Strobel (Belardi y Goñi 2002, 2006; Ferraro y Molinari 2006; Goñi et al. 2006; Re et al. 2005). El segundo objetivo ha sido evaluar la variabilidad interna de las representaciones rupestres de la meseta, enfocada en el análisis más específico de sitios de dimensiones medias o bajas del sector sur. Hasta el momento, la inclusión de sitios de grandes dimensiones centró la atención en una gran diversidad de motivos, diseños, pátinas y técnicas. Esta riqueza en los conjuntos podía responder en parte a factores tales como el tamaño de la muestra, la cronología o la ubicación espacial de los sitios. En relación con el “efecto tamaño de la muestra”, este se refiere a que a medida que aumenta el tamaño de una muestra arqueológica en estudio tiende a crecer su riqueza artefactual (entre otros, Shott 1989), en el caso de las representaciones rupestres, debería crecer la variedad de tipos de motivos. Sin embargo, en los casos aquí presentados se observa que los diferentes grupos de motivos no parecen presentar este comportamiento. Respecto del grupo de motivos de los guanacos se observa que K45 es de dimensiones grandes (CE3) y no presenta guanacos, mientras que en K37 y K40, que tienen muestras más pequeñas (CE 2 y 1 respectivamente), este tipo de motivo se encuentra en alta frecuencia. Coincidentemente con esta observación, otras representaciones de zoomorfos, algunas escasas siluetas de lagartijas o matuastos, se registraron en sitios de tamaños CE 1 y 2, pero no en otros mayores de esta muestra. Entonces, se ha podido observar que la diversidad de los distintos tipos de motivos es independiente del tamaño de la muestra del sitio (tabla 1, figura 7 y 8). El grupo de motivos “Antropomorfos” no ha sido registrado en estos sitios, habiéndose encontrado hasta el momento en la meseta del Strobel solamente en el sitio LFV (Re et al. 2005). Por otra parte, se observa que la cantidad de superposiciones registradas y la variedad de técnicas y pátinas sí se encontraría en relación directa con el tamaño de los sitios o referida a este “efecto tamaño de la muestra”, cuanto mayor es la frecuencia de motivos, mayores son el número de superposiciones y la variedad de pátinas y técnicas. Respecto de una cronología relativa, hasta el momento se pueden inferir algunas primeras tendencias temporales en la ejecución, de acuerdo con las superposiciones y también a través de las diferentes pátinas. Generalmente los guanacos presentan las pátinas más marcadas 1 y 2, mientras que en las superposiciones observadas siempre se encuentran debajo del resto de los motivos. Por estas razones, se puede pensar que señalan un primer momento de ejecución de representaciones en la meseta. Sin embargo, es importante destacar la marcada variabilidad que existe en los diseños de guanacos que podrían estar indicando diferentes etapas o momentos de elaboración. Tal variabilidad de diseños ha sido planteada dentro del Grupo Estilístico B1 para el área del Río Pinturas y áreas aledañas, el cual abarca un amplio segmento temporal (Aschero 1996, Gradin et al. 1979, Gradin com. pers. en Belardi y Goñi 2006). Por otra parte, los motivos abstractos muestran diferentes pátinas y superposiciones de abstractos sobre abstractos que resaltan la variedad de momentos de su ejecución. Respecto de las pisadas, lo que se observa en estos sitios, tanto como en los anteriormente estudiados, es que estarían en una posición relativa posterior a los anteriores motivos. Por ejemplo, en las superposiciones analizadas para los siete sitios bajo estudio, sobre un total de cuarenta y siete superposiciones (mayoritariamente abstractos sobre abstractos), se registraron cinco pisadas superpuestas a abstractos y dos a guanacos. Asimismo, resaltando la tendencia a una cronología relativa más tardía de las pisadas, la mayoría presenta pátinas del grado 3 o menos desarrollada. En cuanto a los “otros zoomorfos”, estos se encuentran en muy bajos porcentajes y no registran superposiciones. Sin embargo, cabe aclarar que presentan técnicas y pátinas similares a las pisadas. En síntesis, el análisis de los siete sitios aquí presentados ha permitido ajustar mejor algunas tendencias cronológicas relativas, ya delineadas en otros sitios de la meseta, que marcaban ciertos niveles de diacronía en las representaciones (Re et al. 2005). Asimismo, se han verificado en todo tipo de tamaños de sitios diferentes momentos de ejecución, subrayando la idea de diacronía en los diferentes tipos de motivos y diseños. 220 VARIABILIDAD DE REPRESENTACIONES RUPESTRES Figura 5 - Abstractos (círculos, semicírculos, etc.) y pisadas de felino en el sitio K11 Figura 6 - Abstractos (círculos, semicírculos, punteados, etc.) en el sitio K45 Figura 7 - Grupos de motivos representados en los sitios analizados en este trabajo. 1- Abstractos, 2- Pisadas, 3- Guanacos, 4- Otros zoomorfos 221 CUADERNOS 21 Tabla 1 - Tipos de motivos registrados por sitio Tipología CE 1 CE 2 CE 3 Total K7 K38 K40 K37 K39 K11 K45 Caótico 7,69% 5% - 2,15% 1,25% 1,80% 0,39% 1,41% Círculo 46,15% 20% 50% 27,96% 15% 26,35% 16,86% 22,03% Cruz - - - - 1,25% 0,60% - 0,31% Espiral - - - - - - 1,18% 0,47% Geométrico complejo - - - - 1,25% - 1,57% 0,78% Línea curva - 5% - 2,15% 3,75% 1,80% 3,53% 2,81% Línea quebrada - - - - - 4,19% 3,92% 2,66% 15,38% 10% 8,33% 12,90% 18,75% 11,98% 12,16% 12,97% Línea sinuosa - 5% - 8,60% 7,50% 5,39% 7,84% 6,88% Peiniforme - - - - - - 0,39% 0,16% Punteados - - - 4,30% 2,50% 3,59% 23,53% 11,25% Radial - - - - - - 0,78% 0,31% Reticulado - - - 1,08% - - 0,78% 0,47% Semicírculo 15,38% 25% 16,67% 3,23% 13,75% 12,57% 9,02% 10,47% Subcircular - - - - 1,25% 1,80% 0,39% 0,78% 7,69% 20% - 5,38% 5% 12,57% 7,45% 8,44% Guanaco - - 25% 12,90% 8,75% 0,60% - 3,59% Huella de felino - 5% - 7,53% 3,75% 6,59% 4,31% 5,16% 7,69% - - 9,68% - 2,99% 1,57% 2,97% Huella indet. - - - - - - 4,31% 1,72% Huella humana - - - 2,15% 15% 6,59% - 3,91% Matuasto - 5% - - 1,25% 0,60% - 0,47% Total 100% 100% 100% 100% 100% 100% 100% 100% Total 13 20 12 93 80 167 255 640 Línea recta Trazo Tridígito 222 VARIABILIDAD DE REPRESENTACIONES RUPESTRES Figura 8 - Grupos de motivos representados en sitios relevados en el sector sur y norte de la Meseta del Strobel (Belardi y Goñi 2002, 2006; Ferraro y Molinari 2006; Re et al. 2005) 1- Abstractos, 2- Pisadas, 3- Guanacos, 4- Otros zoomorfos, 5- Antropomorfos 223 CUADERNOS 21 A los efectos de discutir el punto mencionado en la introducción, referido a ejes de circulación y uso del espacio en la meseta del Strobel, es necesario enmarcar los sitios analizados en este trabajo dentro del sector sur y luego a este último dentro del resto de la meseta. La figura 8 muestra los grupos de motivos representados en los diferentes sectores de la meseta. De acuerdo con este gráfico, un factor de interés para evaluar la existencia de variabilidad entre las representaciones rupestres de la meseta es la distribución espacial de los motivos o diseños. Por un lado, todos los motivos están representados en todos los sectores de la meseta. Sin embargo, se puede observar que motivos de especial interés como los guanacos, se presentan con frecuencias muy superiores hacia el sur de aquella, incluyendo sitios como los aquí presentados, de tamaños intermedios o menores pero con porcentajes relativamente significativos. Por ejemplo, en los siete sitios aquí informados se han contabilizado veintitrés guanacos (sobre un total de doscientos un guanacos registrados en todo el sector sur), mientras que todos los relevados en el sector norte suman solo treinta y seis, (veinte en K22-El Lobo, quince en K25-LFV, sobre un total de mil ciento sesenta y nueve elementos, y uno en K36-Laguna La Reja). A su vez, este nuevo análisis no ha mostrado la presencia de motivos antropomorfos (sin tomar en cuenta las pisadas humanas) en el sector sur, tal como ocurre al norte en el sitio LFV, lo cual podría incorporarse a la discusión de si en LFV sí se cumpliría el “efecto tamaño de la muestra”, refiriéndonos a estos motivos. Estas diferencias en las distribuciones de los motivos podrían explicarse por distintas razones. En primer lugar, se estarían presentando dos ejes de circulación natural de menor costo, como son el valle del río Chico al norte y este y la cuenca del lago Cardiel al sur. Esto también aporta a la discusión del modelo de convergencia poblacional presentado oportunamente (Belardi y Goñi 2006; Goñi et al. 2006). Como se mencionó previamente, este modelo propone que la meseta del Strobel fue un ambiente óptimo para la convergencia de poblaciones en una escala regional amplia, en particular durante el Holoceno tardío; conformando así un espacio logístico accesible desde diferentes direcciones. Lo que vemos en este análisis es que se subraya la variabilidad interna en la meseta en cuanto al uso del espacio y los ejes de circulación, en referencia a la distribución espacial de los motivos y los diseños rupestres. Esta tendencia deberá corroborarse en futuros trabajos en el sector centro y norte de la meseta, como así también en la Meseta del Cardiel Chico al sur del lago Cardiel, que presenta características geomorfológicas y ecológicas similares a la Meseta del Strobel. En conclusión, los nuevos sitios aquí analizados muestran que las tendencias esbozadas en anteriores estudios se mantienen, a la vez que nos alertan acerca de la importancia de incluir tipos de sitios de cantidades de motivos medias o bajas, en una discusión general y amplia, que abarca no solo la escala local sino también la de orden regional. AGRADECIMIENTOS Este trabajo se realizó dentro del marco del Proyecto PICT 2004 Nº 26295 de la ANPCYT, de proyectos de la Secretaría de Cultura de la Nación (INAPL), dirigidos por Rafael Goñi, y del Proyecto PIP-CONICET N° 6.405 dirigido por el Dr. Juan B. Belardi. A su vez, queremos agradecer a todas las personas que hacen posibles los trabajos en el campo, entre ellas se encuentran Arturo Olivero López, las familias Nuevo Delaunay de Estancia Las Tunas (lago Cardiel), Rodríguez de Estancia Lago Strobel y Cittadini de Estancia Faldeo Verde. Una versión de este trabajo fue presentada en el II Simposio Nacional de Arte Rupestre, 2006, Trujillo, Perú, a cuyos organizadores agradecemos especialmente esa oportunidad. BIBLIOGRAFÍA Aschero, C. A. 1996 ¿Adónde van esos guanacos? J. Goméz Otero (ed.), Arqueología. Sólo Patagonia, págs. 153-162, Puerto Madryn, CENPAT-CONICET. Aschero, C. A. y Á. R. Martel 2003 2005, El arte rupestre de Curuto-5 Antofagasta de la Sierra (Catamarca, Argentina). Cuadernos del INAPL, 20: 47-72. Belardi, J. B., S. Espinosa y G. Cassiodoro 2005 Un paisaje de puntas: las cuencas de los lagos Cardiel y Strobel (Provincia de Santa Cruz, Patagonia argentina). Werken 7: 57-76. Belardi, J. B, R. Goñi, T. Bourlot y A. Aragone 2003 Uso del espacio y paisajes arqueológicos en la cuenca del lago Cardiel (Provincia de Santa Cruz, Argentina). Magallania. Anales del Instituto de la Patagonia 31: 95-106. Belardi, J. B. y R. A. 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The objective is to discuss some approach that describe the participation of the popular sectors in common experiences centering the look in the pattern of assembly and relations of cooperation. KEYWORDS Education - relations of exchange - inequality - common participation INTRODUCCIÓN En este trabajo me centro en el estudio de las relaciones sociales que se ponen en juego, en una coyuntura determinada, en las iniciativas en torno al cuidado y la educación de la infancia. En particular me propongo desentrañar los rasgos que asumen las interacciones e intercambios mutuos entre adultos que tienen niños a su cargo (dentro y fuera del ámbito doméstico), tomando como recorte un conjunto de experiencias educativas de tipo comunitario que se sitúan en distintos barrios del conurbano bonaerense. En cada coyuntura histórica el “cuidado” y la “educación” de los niños involucran un conjunto determinado de sujetos, procesos y relaciones sociales. Desde hace unos años y en paralelo con la asistencia a la escuela común, en los barrios populares del Gran Buenos Aires se producen otros itinerarios que incluyen a un número significativo de niños y familias. Me refiero a la incorporación de chicos y chicas en asociaciones de la sociedad civil (coordinados por la Iglesia, ONG, fundaciones, movimientos popula- ∗ Facultad de Filosofía y Letras, UBA, [email protected] res) para la atención de la escolaridad, la alimentación y el esparcimiento. En estos espacios se entretejen un conjunto de prácticas y acciones de intervención en torno a la escolarización –heterogéneas entre sí– que sobresalen por el intento en lograr una mayor flexibilidad en la organización de los tiempos y espacios de trabajo, al menos en lo que respecta a la escuela común. Esto incluye la preocupación por lograr la participación de la comunidad y en función de ello es común que se revea en continuo las formas de convocatoria e interpelación hacia las familias. De algún modo las organizaciones con base en el territorio local del barrio hacen suyas, de modo creativo y con muchas dificultades, las recomendaciones de las políticas sociales de captación de los modos de vida populares e involucramiento de los protagonistas a través de formas de animación comunitaria. Teniendo en cuenta este planteo general mi objetivo aquí es contribuir con el debate que se abre en torno a los límites y posibilidades de actuación de los sectores subalternos en iniciativas organizadas por la sociedad civil y el Estado. Este propósito de explorar el papel de (nuevos) actores sociopolíticos en la resolución de problemáticas ligadas con la desigualdad resulta una preocupación compartida con otros estudios, sobre todo en los momentos actuales de transformación en los modos de intervención del Estado. 227 CUADERNOS 21 Un conjunto de estudios dentro del campo de la educación y la psicopedagogía vienen abordando en los últimos años la relación entre el mundo doméstico/familiar del niño y espacios barriales de socialización (Dabas 1998, Fernández 1989) Estos trabajos parten del interés por resolver las dificultades de aprendizaje de los niños. En ese sentido son estudios que sobresalen por las formulaciones de tipo prescriptivo que realizan y en donde las relaciones son leídas en términos de las potencialidades –libres de contradicción– de formas alternativas de trabajo como son la cogestión (Dabas op. cit.) y la configuración de redes (Dabas y Majmanovich 1995). En el campo de las Ciencias Sociales un conjunto de trabajos se han dedicado en las últimas décadas a analizar la vinculación entre los sectores subalternos y actores de la sociedad civil que intervienen en la organización de demandas y reivindicaciones populares (Mallimaci 1996, González Bombal 1995, Forni 1989, Forni 2002). Estos estudios hacen explícito el interés por recuperar el curso de la vida cotidiana y los modos de vida populares, atendiendo especialmente a la voz de los actores. Son trabajos que procuran incluir así las experiencias, vivencias y sentidos que adquieren para los sectores populares la participación en iniciativas comunitarias, muchas ligadas con la presencia de la Iglesia Católica (Forni op. cit., Mallimaci op. cit.). Sin embargo, desde mi punto de vista se trata de análisis que sobresalen por su tendencia a interpretar la inclusión de los sectores populares en asociaciones de la sociedad civil en forma predefinida de “emancipación” (González Bombal op. cit.) y “ejercicio de ciudadanía” (Forni op. cit.). Por otro lado en estos abordajes, la recuperación de lo local encierra cierto supuesto de captación directa de la realidad y la experiencia de los sujetos. En buena medida la voz del investigador se fusiona con la voz de los sujetos con quienes se investiga, omitiéndose además la inclusión de actores que son estratégicos para comprender las relaciones de poder que permean los contactos personales dentro de los escenarios locales. En mi opinión un aspecto poco revisado en estos estudios en tal caso es por qué y bajo qué condiciones los sujetos significan su experiencia y construyen sus narrativas sobre las realidades que viven. En lo que sigue profundizaré más bien en las condiciones sociales que enmarcan a las interacciones entre las familias de sectores subalternos y actores sociales a cargo de los espacios de escolarización ligados con el Tercer Sec1 tor . Partimos del supuesto que no es posible desentrañar 1 la trama compleja y relacional entre distintos conjuntos sociales si no se avanza sobre aspectos muchas veces naturalizados en diversos estudios como es el problema de la participación y lo comunitario en sociedades marcadas por una pronunciada desigualdad social. Mi intención es desarrollar un tipo de análisis que permita rever la fuerte centralidad que adquiere en diversos estudios y políticas de intervención la “convocatoria” como dimensión casi exclusiva de explicación de los límites y posibilidades de la participación de las familias (o tutores de los niños) en contextos escolares específicos. Por contrapartida la hipótesis que orienta este trabajo es que las interacciones entre las familias y los espacios sociales dirigidos a la infancia se organizan sobre la base de un conjunto de obligaciones sociales y “deuda moral” que sobre todo tiene lugar cuando las relaciones de intercambios desiguales se invisten en términos personales y de proximidad (o “equivalencia”/ “horizontalidad” entre los actores). Para dar cuenta de ello tomaré en primer lugar los aportes ofrecidos por la teoría antropológica acerca de las relaciones de intercambio que echan luz sobre el reconocimiento de las obligaciones sociales y dependencias mutuas que suponen las acciones en torno a la infancia (Bourdieu1991). Al mismo tiempo incorporaré al análisis nociones ligadas con los procesos de construcción hegemónica (Thompson 1992) y configuración del poder (Elias 1996) que permiten dar cuenta de las tensiones entre las expectativas de conjuntos sociales diferenciales que se vinculan entre sí a partir de una misma acción como es el cuidado y educación de los chicos y chicas que habitan los barrios de la periferia. LA ANTROPOLOGÍA Y EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES DE INTERCAMBIO Y LAS OBLIGACIONES SOCIALES El estudio de las relaciones sociales constituyó un núcleo central dentro de la Antropología Clásica, sobre todo en escuelas como el estructural funcionalismo y el estructuralismo levi-straussiano (Neufeld 2004). Asímismo la noción de reciprocidad se tornó una categoría central en estas escuelas fundacionales. Sin dudas “El ensayo sobre el don” de Marcel Mauss constituye una obra altamente influyente en el pensamiento antropológico y para la comprensión de las prestaciones sociales. Un aporte relevante ha sido descifrar cómo la entrega de un don o regalo no constituye, a pesar de su apariencia, un acto libre ni gratuito (Mauss 1979 Bajo el nombre de Tercer Sector nos referimos al conjunto de instituciones que se ocupa de brindar asistencia y servicios sociales y los hacen diferenciándose de la esfera del mercado y el Estado. Lo conforman organizaciones heterogéneas entre sí, tales las ONG, otras organizaciones de base, fundaciones privadas y organizaciones clásicas de caridad y que en el reordenamiento dado en los procesos de cambio en los 90 en nuestro país se definieron por la negativa: “sin fines de lucro” y “no estatales”. 228 CUANDO EL PROBLEMA ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA “CONVOCATORIA” [1923]). Por contrapartida, como lo describió este autor, los intercambios simples se inscriben en sistemas de prestaciones totales que basados en la dependencia mutua implican procesos de ordenación social y perpetuación de las relaciones sociales (Mauss op. cit.). De allí en más desde distintas posturas teóricas un interrogante que se incorpora en los estudios antropológicos es ¿A propósito de qué los sujetos se sienten obligados? Partiendo de la referencia de que toda relación social incluye obligaciones recíprocas, algunas explicaciones centraron la argumentación en la coerción moral y el cumplimiento de la norma ya sea en intercambios simples (Mauss, op cit., Malinowski 1969 [1926]) o de reciprocidad generalizada. No debemos omitir los escritos de Lévi Strauss que retoman la idea de las donaciones recíprocas y la insistencia en el carácter simbólico, social, y moral que encierran los intercambios, además del aspecto económico (Lévi Strauss 1988). Sin embargo, un avance significativo en los estudios antropológicos sobre el intercambio ha sido la incorporación de la noción de “deuda”. Al respecto en su estudio de la sociedad Kachin, Edmund Leach se encarga insistentemente en criticar el supuesto de “equilibrio” que regía hasta ese momento en los estudios de las relaciones de reciprocidad y la visión “estática” del mundo social. Para el autor toda relación mutua se establece a partir de “la deuda”, es decir del sentimiento que se produce en algunos de los términos cuando las obligaciones que se pactaron no se han cumplido adecuadamente. De alguna manera la situación de deuda es la que permite asegurar la continuidad de una relación social (Leach 1976 [1954]). Más adelante los trabajos de Pierre Bourdieu (1991) resultan sugestivos porque profundizan acerca del papel de los agentes y sus estrategias en las relaciones de intercambio. En sus escritos sobre el sentido práctico, Bourdieu advierte cómo toda relación de intercambio es una relación de incerteza. El autor introduce no solo la noción de “tiempo” sino de “intervalo” en las relaciones de intercambio, cuestión que permite advertir el lugar central que adquieren las prácticas que los sujetos realizan en toda relación social (Bourdieu op. cit.). Estudios contemporáneos (Sigaud 1996, 2004) recuperan estos aportes y avanzan desde ellos inscribiendo las relaciones de intercambio en configuraciones más amplias de dominación, interdependencia y poder (Elias op. cit). Entre otros, los abordajes sobre los usos sociales del derecho y los comportamientos sociales que conviven en una misma estructura de poder, implican en trabajos recientes una reflexión actualizada acerca de las formas vigentes de coerción y obligación moral que incluyen las relaciones entre individuos y conjuntos sociales diferenciales (Sigaud op cit.). En los apartados que siguen recupero críticamente estos avances, incorporando por mi parte nociones como hegemonía (Thompson op. cit.) y configuración social (Elias op.cit.) que a mi entender permiten inscribir las interacciones sociales en marcos más amplios del movimiento social. Mientras que el concepto de hegemonía amerita atender a las interacciones y relaciones de reciprocidad entre individuos y conjuntos sociales en campos de fuerzas societales (Thompson op.cit.), la noción de configuración ofrecida por Norbert Elias nos sitúa frente al reconocimiento de las relaciones de interdependencia que se producen entre los sujetos situados en una misma estructura de poder (Elias op. cit.). EL REFERENTE EMPÍRICO El análisis que sigue se basa en un estudio etnográfico que articula entrevistas en profundidad con observación participante. Entre agosto de 2001 y diciembre de 2005 realicé mi trabajo de campo en un conjunto de barrios ubicados en la periferia de los distritos de Tigre y San Fernando, en la zona norte del conurbano bonaerense. Una de las particularidades de la zona norte del conurbano es la marcada polarización que exhibe en términos de las condiciones socioeconómicas de su población. Mientras los distritos de San Isidro y Vicente López presentan índices relativamente bajos de pobreza, los distritos de San Fernando y Tigre incluyen importantes enclaves de pobreza. En estos partidos un 23% del total de la población se encuentra con las necesidades básicas insatisfechas. Los barrios en los cuales focalicé el trabajo de campo se encuentran en los márgenes inferiores del Río Reconquista. En un alto porcentaje, las familias que habitan estas villas y asentamientos son receptoras de los subsidios estatales de trabajo transitorio y de complemento alimentario. Algunos adultos mantienen trabajos informales ligados a la construcción o el servicio doméstico a la vez que muchos otros conservan las actividades tradicionales de cuentapropismo, cartoneo y cirujeo. En el período que comprende mi trabajo de campo me vinculé con distintas organizaciones sociales que se inscriben desde distintos momentos en estos barrios. En principio me centré en los espacios dedicados a la escolarización (como la escuela y centros de educación complementaria), para luego incorporar otros espacios estratégicos para los pobladores como son el centro de salud, comedores, merenderos, la iglesia, espacios deportivos y de nucleamiento de las actividades de movimientos de desocupados que en esta zona del conurbano se inscriben tras la crisis de 2001. Para el análisis que sigue recuperé sobre todo las entrevistas, de tipo biográfico, que realicé a un conjunto de padres y tutores de los niños, a coordinadores de los 229 CUADERNOS 21 centros educativos y a voluntarios que trabajan en el lugar. La reconstrucción de estos relatos de vida se basa fundamentalmente en algunos momentos o aspectos que los individuos señalaron como relevantes y reveladores de su cotidianeidad. En este análisis de las relaciones e interacciones locales entre “familias” y “espacios de escolarización” un concepto que se tornó relevante fue el de vida cotidiana. Al respecto sigo a Agnes Heller para quien lo cotidiano no se circunscribe a lo rutinario, lo común o lo meramente repetitivo sino que es la dimensión en la cual acontece “el conjunto de actividades que caracterizan a la reproducción de los hombres particulares, los cuales, a la vez, crean la posibilidad de la reproducción social” (Heller 1994). COTIDIANEIDAD Y RELACIONES DE INTERCAMBIO EN TORNO A LA INFANCIA El trazado urbano y la dinámica cotidiana de los barrios populares del conurbano bonaerense ponen de manifiesto algunos rasgos de los procesos de profundización de la desigualdad social que marca a nuestra región en los últimos años. En otros tiempos, uno de los momentos del día de mayor movimiento entre los moradores en estos barrios era muy temprano por la mañana, hora de trasladarse hacia el lugar de trabajo, principalmente en fábricas y actividades ligadas a la construcción. Hoy los traslados de los adultos “por trabajo” suceden en distintos momentos del día, en buena medida hacia mitad de la mañana y por la media tarde cuando un porcentaje importante de hombres y mujeres se concentran en las cuadrillas que reúnen a los receptores del subsidio por desocupación, el plan “Jefe y Jefa de Hogar”, y comienzan su contraprestación con el barrido de las calles y la cola2 boración en las instituciones comunitarias . Entre estos rasgos, algunos aspectos de la cotidianeidad del barrio parecen mantener cierta continuidad. Uno significativo es el momento en que los niños y adolescentes transitan por las calles para dirigirse a la escuela o retornar de la escuela a sus casas. El momento del mediodía concentra así el mayor movimiento en el barrio dado el despliegue que implica el traslado de un punto a otro de los grupos de niños, en ocasiones acompañados por algún adulto o hermanos mayores, para el cumplimiento de su escolaridad. En los barrios de la periferia junto con la entrada y salida de la escuela común sobresale el movimiento de 2 El plan Jefe de Hogar es un Programa de empleo transitorio del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de la Nación creado tras la crisis que estalló en nuestro país en diciembre de 2001 que consiste en la recepción de ciento cincuenta pesos mensuales por la contraprestación de trabajo a jefes y jefas de hogar que se encuentren desocupados. niños que se vinculan con espacios que se definen como complementarios o alternativos de la educación formal. Me refiero a los espacios comúnmente llamados centros o talleres de apoyo escolar que en esta zona del conurbano surgen entre fines de los años ochenta y el transcurso de los 90. En estos espacios los niños realizan, a contra turno de la escuela común, las tareas escolares, además de planificarse actividades de esparcimiento, taller y cuidado de la salud. En la zona norte del conurbano la mayoría de los centros de ayuda escolar se reúnen en dos redes (una laica y otra ligada a la diócesis de San Isidro) y establecen relaciones con fundaciones y organismos no gubernamentales, además del Estado. Las horas de entrada y salida de los centros de educación complementaria implican un gran movimiento de niños y niñas que con ropa informal solo cargan los elementos básicos que necesitan en el apoyo. En estos momentos y en distintos puntos del día pueden observarse la presencia en este lugar de algunas mujeres adultas –en general madres y abuelas de algunos niños– y a veces algunos adultos varones. El acercamiento de los adultos a los centros comunitarios deriva casi siempre en el contacto directo con los maestros y en el inicio de una serie de interacciones que en principio son verbales. En general las conversaciones que los adultos establecen con los responsables de los centros de ayuda escolar tienen como foco a los niños y sus cuidados. Sin embargo muchas veces las charlas derivan en diversas problemáticas personales de los adultos y en las condiciones de vida familiares que se extienden a áreas como la salud y el trabajo. La entrada de un niño o niña a un centro de educación complementaria o de apoyo escolar tiene distintos puntos de partida, y como vamos advirtiendo, es el desencadenante de una trama de relaciones de intercambio entre las familias y diversos actores sociales. La inclusión suele darse a partir de la sugerencia de algún pariente o vecino; por indicación de la propia escuela común u otra institución del barrio o finalmente por iniciativa de la propia familia. En cualquiera de estas circunstancias, el ingreso de los niños a un centro de apoyo escolar implica para muchos padres la entrega de una importante cuota de confianza en torno al cuidado de los hijos. Según recuperé de las conversaciones que mantuve con muchos hombres y mujeres de los barrios de la periferia, el envío de los niños a estos centros implica la conformidad de que estos espacios son el lugar más adecuado –luego o antes que la escuela– para la formación y contención de los hijos, consintiendo en su importancia para el acceso a los aprendizajes escolares y también otros conocimientos. De hecho la inclusión de los hijos en un centro de apoyo escolar a contraturno de la escuela común 230 CUANDO EL PROBLEMA ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA “CONVOCATORIA” muchas veces se elige aun cuando implique la renuncia de la presencia de los niños en el hogar y su eventual ayuda en los quehaceres domésticos o en las actividades que los adultos realizan en la calle como el cartoneo o pedir comida y ropa en casas particulares. Lejos de la naturalización que suele adquirir esta tarea, la crianza y educación de los hijos conlleva un conjunto de decisiones, iniciativas y empleo de energía por parte de las familias. Como contrapartida de esta entrega de confianza, las familias reconocen recibir distintos tipos de ayuda por parte de los centros comunitarios. Como me lo expresaron en diversas oportunidades, se trata del acompañamiento en el avance de los conocimientos que los chicos necesitan para la escuela, así como la seguridad de una cuota alimentaria diaria y la posibilidad de tener paseos y momentos de esparcimiento que según sus testimonios “nunca podrían ofrecer a sus hijos”. En el transcurso del trabajo de campo reparé cómo para muchos padres, los maestros de los centros de apoyo escolar constituyen interlocutores claves en momentos específicos de las trayectorias educativas de los hijos, tales como problemas en la promoción del año, “problemas de conducta” en la escuela, así como la orientación en la continuidad de los estudios secundarios y hasta universitarios (aun cuando se trate de una opción casi nunca concretada). El comentario o preocupación que los hombres y mujeres llevan a los responsables de un espacio de educación complementaria muchas veces deriva en la intervención directa de los maestros y directivos, en detrimento de los propios padres, en cuestiones de la órbita de la escuela. Según pude constatar la mediación de los maestros comunitarios a través de informes, cartas informales y comunicaciones telefónicas “tensiona” en más de una ocasión decisiones de la escuela común, tales como cambios de turnos imprevistos de los niños, la inclusión en proyectos específicos, la intervención en temas judiciales o el rechazo de la matriculación en la escuela de algunos de ellos. En la coyuntura de crisis económica y política que en nuestro país tuvo su momento de mayor tensión hacia fines de 2001, los centros de ayuda escolar, junto con muchas escuelas, comedores e instituciones religiosas fueron también espacios en los cuales varios grupos de familias recurrieron ante la urgencia de suplir algunas necesidades inmediatas. Entre otros se trató del pedido más intensificado de útiles, calzado y vestimenta e incluyó la solicitud por parte de algunas familias de alguna ración de comida ofreciendo cualquier tipo de colaboración a cambio. Durante el período que va de 2001 y transcurso de 2002 varias mujeres concurrían asiduamente a los centros comunitarios de apoyo escolar prestando alguna colaboración en la cocina, en la limpieza o el servicio en el comedor de los chicos a cambio de un recipiente con comida que permitiera ampliar la asignación diaria de la alimentación familiar. Los centros de apoyo escolar no funcionan sobre la base de la normativa vigente en la escuela común de la “obligatoriedad” de la asistencia. Sin embargo la presencia de la mayoría de los niños en un espacio de ayuda escolar es prolongada en el tiempo. De hecho para muchas familias la decisión de que sus hijos asistan a un centro comunitario involucra a las distintas camadas de edades que compone el grupo familiar. En ese marco, las relaciones entre los adultos y los maestros de los centros de educación complementaria suelen distinguirse por su fluidez y sostenimiento en el tiempo. Y si bien la creciente formalización de estos espacios de escolarización implicó la entrada de especialistas y docentes titulados, los encuentros entre los maestros del “apoyo” y los padres hablan de relaciones que sobresalen por ser significativamente estrechas y flexibles (en los tiempos y espacios de encuentro), al menos respecto de la institución formal de la escuela. La presencia prolongada en los barrios de la periferia del Gran Buenos Aires me permitió advertir cómo la relación que los adultos establecen con los responsables de los espacios de apoyo escolar incluye momentos de consulta e instancias de agradecimiento, y también altercados y situaciones de conflictividad que hasta puede derivar por parte de algunos adultos en la amenaza de apartar a los hijos de la institución. Generalmente se trata de una advertencia cuyo punto de partida es el malestar que exponen algunos padres por la intromisión, entendida como desmedida, de los maestros respecto a la vida privada familiar. En sentido inverso, muchas veces los altercados tienen como origen la propia decisión de los responsables de los centros comunitarios de dejar en suspenso la inclusión de algunos niños, sobre todo ante la falta de colaboración de los padres frente a algún pedido específico por problemas en la conducta o comportamientos de los hijos. Como mencioné, en estos centros los docentes dedican buena parte de su tiempo a planificar y trabajar en un tipo de convocatoria hacia las familias que de algún modo se diferencie del formato habitual que utiliza la escuela y en ese sentido se espera una respuesta efectiva por parte de los padres. Ahora bien, sea por un motivo o por otro, un dato que resulta importante resaltar es que la retirada de los niños de un centro de apoyo escolar finalmente implica, las más de las veces, su retorno e incorporación en períodos que, si bien varían en el tiempo, son relativamente inmediatos. Resulta difícil cubrir todas las explicaciones de por qué los tutores o los maestros deciden la permanencia o no de los niños en un espacio comunitario, pero 231 CUADERNOS 21 considero que las decisiones en torno al cuidado de los niños y las relaciones entre los adultos al respecto se inscribe en una trama compleja de obligaciones y normas sociales sobre “cumplimientos” y “responsabilidades” que no pueden verse por fuera de relaciones de prestación y contraprestaciones sociales. El relato de Clara, una madre que conocí entre el grupo de mujeres que en el marco de la crisis de diciembre de 2001 se acercaban diariamente a uno de los centros de atención de la infancia en los barrios en los cuales realicé la investigación, se torna relevante como analizador de las relaciones sociales que se ponen en juego en torno a la educación de los niños en esta zona del conurbano, teniendo en cuenta para ello las condiciones de vida sociales y las acciones de los sujetos. PRESTACIONES Y CONTRAPRESTACIONES EN UN CONTEXTO DE DESIGUALDAD: LA HISTORIA DE CLARA Clara tiene treinta y un años, nació y vive en el barrio 3 Reconquista , uno de los barrios que comprende la zona de mi trabajo de campo, en Tigre. Se crió en un hogar sostenido económicamente por su padre que trabajaba en el gremio gastronómico y hoy tiene un pequeño bar en una localidad vecina. Nuestra amiga es analfabeta, su madre dejó de enviarla a la escuela cuando ella estaba en tercer grado. Según opina ella, todo el problema en su familia comenzó cuando su madre se enamoró de un hombre del barrio y se separó de su padre. Nuestra informante está en pareja desde hace quince años con Alberto y juntos tienen nueve hijos. Ella vive junto con su esposo e hijos en una casa muy precaria con dos habitaciones y un baño. Desde hace mucho tiempo su marido no consigue trabajo fijo y hoy es receptor del plan Jefe de Hogar. A este único ingreso familiar se suman las ventas que desde hace muy poco Clara comenzó a hacer de unos productos de cosmética que ofrece a domicilio. A partir de esta actividad empezó a asistir a unas clases de alfabetización que ofrece la escuela de sus hijos más pequeños. Tiene cinco hijos que concurren a la escuela básica común. Los envía a la escuela del barrio, la misma que ella asistió y abandonó de niña. En la actualidad ella concurre en forma frecuente a la escuela, y de vez en cuando tiene discusiones acaloradas con la directora por los problemas de conducta de los hijos. Estas discusiones toman niveles profundos de intensidad. En alguna oportunidad llegó a tener problemas de presión tras estos altercados que la llevaron prácticamente al desmayo. Entre algunos problemas que le preocupan, una es la falta de trabajo, también la educación y la salud de los 3 hijos: a tres de sus niños se les diagnosticó que están por debajo del peso esperado para su edad y talla. Ella debe llevar a los chicos al control periódico con la pediatra de la sala de atención de salud del barrio que se dedica especialmente a la problemática de la nutrición. En el marco de estas condiciones Clara y su familia quedan incluidas en todo un sistema de prestaciones y reparto de asistencia por parte del Estado. De ese modo, a cambio de este cumplimiento con el control médico, recibe una bolsa con alimentos por cada hijo que se encuentra debajo del peso normal. En estos momentos como dos de sus hijos aumentaron de peso, dejó de recibir la ración para ellos. Esto le produce una sensación de molestia porque entiende que si vuelven a depender de la comida que hay en la casa posiblemente estos niños vuelvan a perder el peso. Las partidas con comida que otorga la Secretaría de Acción Social del municipio, se suman a la asignación de alimento que percibe como beneficiaria del plan provin4 cial “Más Vida” . Clara, por otra parte, manifiesta que de alguna manera está tranquila porque sus hijos mayores almuerzan en el comedor de la escuela. Ellos asisten además al centro de apoyo escolar donde reciben el almuerzo y también una copa de leche. Esta joven madre envía desde hace varios años a sus hijos al centro de apoyo escolar “del Bañado”. Ella se enteró de la existencia de este centro porque los compañeros de escuela de sus hijos se referían a él en las clases de la escuela. Clara está satisfecha de que concurran a un centro para la ayuda escolar. Ahí pueden orientarlos en las tareas que pide la escuela y que a ella le cuesta mucho acompañar por sus carencias en la alfabetización. Le gusta también, según me confió, porque en el centro aprenden muchas cosas, algunas antes que las estudien en la propia escuela. Además gracias al apoyo escolar realizan muchas actividades y conocen lugares de la ciudad que ella misma no conoce y adonde no los podría llevar. Clara acompaña todos los días a los chicos al centro comunitario. En el momento de entrada, al mediodía, ella se queda unos minutos en el portón y conversa con los maestros que están a cargo de los niños. Casi siempre les pregunta sobre el comedor y el comportamiento de 4 El nombre del barrio y los entrevistados se han modificado con el fin de resguardar su identificación. 232 El Programa Más Vida es un programa del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires que consiste en la entrega de alimentos básicos a mujeres embarazadas y grupos de familias que tengan hijos hasta los seis años y que vivan en condiciones de vulnerabilidad social. Este programa también incluye actividades de prevención de la salud y acciones comunitarias a través de una red integrada de trabajadoras vecinales, beneficiarios, instituciones barriales, gubernamentales y no gubernamentales. CUANDO EL PROBLEMA ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA “CONVOCATORIA” sus hijos durante la jornada anterior. Con cierta regularidad, ella se preocupa por informar a los responsables del centro sobre alguna situación específica de los chicos y sus cuidados. La solicitud de algún consejo por parte de esta madre a los responsables del centro abre a una serie de intercambios, en los cuales, sobre todo la trabajadora social ofrece algunas resoluciones que Clara retribuye con gratitud. Entre otros se trata de la obtención de recursos para que los chicos puedan ir a la escuela (útiles, zapatillas, guardapolvos) e información de diverso tipo. La trabajadora social del apoyo escolar es quien la asesoró sobre la existencia de los subsidios que ofrece el Estado y que está en condiciones de cobrar. Por un lado se trata de la pensión por ser madre de más de siete hijos y por otro, el subsidio por la discapacidad ya que una de sus hijas tiene un problema serio en su vista. La trabajadora social no solo le ofreció la información necesaria sino que le consiguió los turnos en las agencias estatales correspondientes. Como en otras ocasiones es probable que le haya dado algo de dinero en efectivo para el gasto del transporte. También la trabajadora social logró que se ponga en contacto con una fundación que se haría cargo de la operación de la vista de su hija. Además de esta vinculación, otro contacto relevante que establece nuestra informante es con los coordinadores de este centro de educación complementaria. Los encuentros entre Clara y la directora tienen lugar más que nada en referencia a los problemas de conducta de los chicos. Esta joven madre casi siempre cumple con los llamados que le hace esta integrante del centro. Esta concurrencia viene a suplir muchísimas otras instancias en las cuales no se hace presente. No solo no asiste a las reuniones regulares que organizan los maestros, sino que tampoco se acerca a las invitaciones que los responsables del centro comunitario planifican para grupos reducidos de mujeres con las que les interesa trabajar especialmente por sus condiciones de “riesgo” o vulnerabilidad social. Durante mi permanencia en el barrio, ha sido muy rara la ocasión en la cual Clara se hizo presente en las convocatorias para la fabricación de regalos o actividades que los maestros organizan para los chicos. Y, aunque se comprometió a hacerlo, no se acercó al pedido de colaboración para la preparación y reparto de la colación de leche que se realiza especialmente para los niños de bajo peso, entre los cuales se encuentran sus hijos. En el centro de apoyo escolar se organizan distintas actividades para que los padres, tutores o familiares de los niños participen. Con la finalidad de atraer progresivamente a un mayor número de padres, las acciones se planifican y redefinen en continuo. Si bien son muy pocos los adultos que finalmente se acercan, la ausencia de Clara se hace notoria. Según los maestros, esta falta produce en ellos un sentimiento de contrariedad y hasta hostilidad, sobre todo teniendo en cuenta todos los favores y ayuda que esta madre recibe. Luego de sus ausencias ella no se preocupa, ni se esmera por dar alguna justificación de su comportamiento. Tampoco los responsables del centro comunitario le piden alguna explicación, aun cuando en las reuniones internas consideren que debería participar más y así demostrar que se interesa tanto como ellos (los responsables del centro) en el cuidado de los hijos. Esto no implica que no se haya establecido algún mecanismo de presión desde la institución hacia esta madre. Actualmente no todos los hijos de Clara en edad escolar están inscriptos dentro del centro comunitario. Su hija Karen dejó de ir por un acuerdo entre los maestros del centro. Esta niña presentaba algunas dificultades de conducta y aprendizaje y la madre no cumplió con la indicación de llevarla a un especialista en psicología infantil. Sostiene que en realidad ninguna atención al respecto le parece que pueda solucionar los problemas en el comportamiento de su hija y lamenta que no concurra al centro. Aun así ella acató sin mucho reclamo la decisión de los responsables del centro de ayuda escolar. Simultáneamente, si bien la directora respaldó la decisión del equipo docente respecto a la exclusión de esta niña, insiste en la importancia de “trabajar” con esta familia y sostener la relación aun con sus incumplimientos. Progresivamente, la directora fue constituyéndose, por propia iniciativa y tal como lo hace en los casos de los padres “problemáticos”, en la única interlocutora de toda la institución con esta madre. La directora, luego de cada encuentro que tiene con ella en su oficina, transmite los resultados de la charla a los maestros con gran entusiasmo. De algún modo, la presencia de esta madre considerada como problemática por el resto de la institución, inviste a la directora de prestigio y autoridad, legitimándola como coordinadora de un espacio que recordemos que se caracteriza por la ausencia de una estructura rígida en la delimitación de los cargos y las funciones. Como vemos hasta aquí, el cuidado y la atención de la infancia incluyen prestaciones y contraprestaciones entre los adultos involucrados, expectativas, obligaciones sociales y también “incumplimientos”. Sin embargo aún resulta necesario abordar ¿sobre qué base se sustentan las interacciones e intercambios mutuos entre sujetos situados en una misma estructura de poder? Para ello nos adentramos en las interacciones que se juegan entre los adultos involucrados en torno al cuidado de los niños, advirtiendo las condiciones de producción y la historia social de los intercambios que se ponen en juego en escenarios concretos. 233 CUADERNOS 21 OBLIGACIONES SOCIALES, DEPENDENCIAS MUTUAS Y COERCIÓN MORAL EN TORNO A UN NIÑO “BIEN CUIDADO” En nuestro país, como sucedió en el resto de los estados modernos occidentales, la educación sistemática de los niños en escuelas u otros espacios por fuera del hogar implicó la división de tareas entre el orden doméstico y el espacio “público” (entendido aquí como “no doméstico”). Junto con ello se fue configurando un sistema sofisticado, que además de derechos (a la educación por parte de los niños) estableció “deberes” y “obligaciones” a ser cumplidos por los padres (Carli 2002). Progresivamente la formalización, centralización y masividad del sistema público de enseñanza incluyó un conjunto de recomendaciones y consejos, que se dieron a conocer a través de boletines oficiales y publicaciones especializadas, acerca de las responsabilidades y obligaciones de los adultos/tutores de los niños, entre otros de garantizar la asistencia a la escuela, mantener los buenos modales, inculcar el amor a la patria. Clara y la directora mantienen en sus interacciones cotidianas un delicado equilibrio entre prestaciones y contraprestaciones, cumplimientos e incumplimientos, que en ocasiones se quiebra. En varias oportunidades sus encuentros derivaron finalmente en la amenaza materna de sacar a los chicos del centro comunitario. Esta amenaza tiene lugar frente a dos cuestiones que, según ella misma reconoce, le hacen perder la paciencia. Por un lado se trata del cansancio por recibir las quejas sobre los problemas de conducta de sus hijos. Por otro Clara decide el alejamiento de su prole cuando, sobre todo la coordinadora, le hace señalamientos por el involucramiento de sus hijos en actividades de “cartoneo” y pedido de ropa y monedas en la calle. Según me lo explica, ella prefiere anunciar a la directora su decisión y renunciar así a las prestaciones que le ofrece el apoyo escolar antes de que “por un plato de comida me quieran manejar la vida”. Un rasgo que marca a las organizaciones de tipo comunitario es el interés por identificarse con los modos de vida populares. A contrapartida de la formalidad y suerte de distanciamiento que postulan otras instituciones sociales más tradicionales (como la escuela o el hospital), las asociaciones comunitarias dirigidas a la infancia realizan su trabajo junto con el fuerte mandato de compenetración con las realidades de los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Como lo abordé en otros trabajos, los espacios de apoyo escolar se destacan por el desdibujado que intentan establecer entre el ámbito de escolarización y el doméstico. Los saberes locales, las experiencias barriales y los acontecimientos familiares son instancias que suelen proponerse como motivo de charla y “reflexión” en el transcurso de las clases o en los momentos de esparcimiento. A la vez, como lo he desarrollado también, esta vinculación resulta muchas veces, y sin que sea advertido por los maestros, eficaz para la intervención sobre las conductas de los niños y los modos de organización doméstica (Santillán 2003). Sin embargo, el involucramiento de los niños en actividades de cuentapropismo y pedido de dinero en la calle, la falta de seguimiento en los controles médicos, la falta de higiene y descuido con la ropa son algunos puntos clave de las tensiones que se producen entre las familias y los maestros de los centros comunitarios. Esta confrontación entre expectativas no implica, como pareciera mostrarse a veces, conflictos irreconciliables o dicotómicos. Ni mucho menos una falta de reacción por parte de las madres/padres que envían a sus hijos a estos centros. Los adultos ligados con el mundo doméstico responden activamente a los señalamientos de los responsables de los espacios de escolarización, incluyendo en sus decisiones estrategias de oposición, así como aceptaciones y consentimientos. El caso que traigo aquí es paradigmático para ver cómo las “aceptaciones” y los “no acuerdos”, lejos de constituir hechos aislados, tienen lugar a partir de encuentros y relaciones entre colectivos concretos. El enfrentamiento con los responsables del centro y el anuncio de sacar a los hijos del apoyo escolar se basa en buena medida en la exaltación que Clara hace de su posición como “madre”. Con la amenaza ella recupera en un punto su lugar como autoridad y referente de sus hijos. Al respecto esta madre no muestra titubeos cuando expresa que “soy yo quien parió a los niños y quien va a decidir qué es lo mejor para ellos”. Sin embargo esta decisión es vivida con mucha decepción y preocupación por parte de quienes son responsables de los espacios comunitarios. Una expresión de ello es la insistencia de la directora en preguntarse en voz alta qué lleva a Clara comportarse de esta forma, sobre todo si se tiene en cuenta que esta madre siempre recibió lo mejor del centro y que sus puertas estuvieron siempre abiertas para ella. Ana, la coordinadora del centro de apoyo escolar del Bañado lleva diez años trabajando en este espacio comunitario. Tras su pasaje como maestra, Ana es postulada para asumir la coordinación del establecimiento. Hasta la fecha ella se destacó por su idoneidad tanto para tratar las cuestiones administrativas, como por su gestión con las fundaciones que benefician con sus donaciones y servicios al centro. También ella siente orgullo de cómo lleva adelante su relación con los padres de los niños a quienes recibe con afecto, ofrece escucha y da consejos. Muchos de mis entrevistados, como ya anticipé, destacaron el lugar de los responsables de estos espacios educativos al momento de tomar alguna decisión que más allá de lo escolar incluye problemas de distinta índole 234 CUANDO EL PROBLEMA ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA “CONVOCATORIA” dentro de la vida familiar. Ana, como lo hacen también muchos otros coordinadores, establece vínculos directos y estrechos con casi todas las familias que inscriben a sus hijos en el centro de apoyo escolar y son muchos los ex alumnos que se refieren a ella con afecto y pasan a visitarla. En las charlas que regularmente mantuve con Ana, ella me definió su trabajo en este centro comunitario en términos de “una misión” muy importante. Ana inviste su trabajo en el Barrio Reconquista de un intenso valor moral y las relaciones que establece con las familias también se definen en términos morales ya que tienen como finalidad producir, en un marco de vínculos de confianza, determinados valores, principios y sentimientos (Mauss, 1979). Algunos de estos valores son el del “compromiso” y la “responsabilidad” vistos como ineludibles respecto a la crianza de los niños. Lejos de una falta de reacción, los señalamientos sobre la vida doméstica muchas veces son respondidos por los padres/tutores. En tal caso con la amenaza de retirar a los niños del centro de apoyo escolar, Clara expone su punto de vista y en ese mismo proceso finalmente también reconoce a la directora como interlocutora válida e idónea para el cuidado de sus hijos. Al menos en dos ocasiones concretó su advertencia de retirar a los niños del centro comunitario. Si bien se trató de un alejamiento relativamente corto en el tiempo, fue sin embargo suficiente para instalar, como lo han hecho en varias oportunidades otras madres, un tiempo de suspenso significativo en las relaciones de mutua confianza con los responsables del centro comunitario. Siguiendo a P. Bourdieu “el intervalo de tiempo que separa el don del contra-don es lo que permite concebir como irreversible una relación de intercambio que corre siempre el riesgo de aparecer y aparecerse como reversible, es decir como obligada e interesada” (Bourdieu op. cit.). En las organizaciones de tipo comunitario, la entrada y salida de un niño de la institución tiene lugar más frecuentemente que en la escuela común. Sin embargo no es un hecho que se vive sin conflictos. La retirada de un niño de la institución suele quedar asociada, tanto para los padres como para los docentes, con la frustación y el desencanto aun cuando se trate de un hecho de corto plazo. En simultáneo la reincorporación de los niños en los centros no implica un acontecimiento mecánico o lineal. En buena medida implica cambios en las rutinas y las maneras de relacionarse tanto por parte de los tutores como de los responsables de los espacios de escolarización. El alejamiento y retorno de los niños, como ha ocurrido en el caso de Clara y sus hijos, suele producir una suerte de “flexibilidad” en las exigencias del centro, como así también mayores “cumplimientos” por parte de los adultos a cargo de los niños en el mundo doméstico. Según entiendo el retorno de los hijos de Clara al centro de ayuda escolar y la aceptación – en sus propios términos– de las pautas de la institución, se inscribe en una cadena de intercambios y obligaciones sociales basadas en buena medida en la deuda que esta madre tiene respecto a la ayuda que le ofrecen en el centro de apoyo escolar. A la vez su desafío pone al descubierto la dependencia mutua y de continua retribución que existe entre las familias y los responsables del centro comunitario en la cual la “participación” discontinua de los padres, aun cuando tensione las expectativas de los responsables del centro, se acepta en vistas de la “entrega” sacrificada que supone buena parte del trabajo en este espacio y también a fin de no inhabilitar por completo las interacciones y relaciones sociales. A mi entender, la trama de esta interdependencia debe comprenderse dentro de una configuración más amplia (Elias op.cit.) que se ha forjado en el tiempo y que tiene que ver con procesos que relataremos a continuación referidos a la actuación de actores de la sociedad civil (en nuestro caso la Iglesia Católica) a través de formas renovadas de participación de los sectores subalternos. Estos procesos aluden a relaciones de reciprocidad y dependencia entre hombres y mujeres convocados en una misma estructura de poder y desigualdad, en este caso en torno al campo disputado de la educación y la construcción de sentidos acerca de un niño “bien cuidado”. PARTICIPACIÓN COMUNITARIA, RELACIONES PRÓXIMAS Y DESIGUALDAD En los barrios del Gran Buenos Aires muchas de las iniciativas comunitarias dirigidas a la infancia que aún están presentes surgieron al calor de la crisis social que deja el gobierno de la dictadura militar y que el retorno de la democracia no logra revertir. Como lo observan otros estudios, los acontecimientos críticos que produjo la hiperinflación a fines de la década de los 80 tuvieron como contracara formas de resistencia y organización que entre otros dieron lugar a un conjunto de experiencias, como son los comedores, centros de apoyo escolar, roperos y guarderías comunitarias que se despliegan en las villas y asentamientos de la conurbación (Neufeld et al. 2002). En la zona norte del Gran Buenos Aires el surgimiento de un número significativo de comedores, centros de apoyo escolar y guarderías se liga en buena medida con la actuación de la Iglesia Católica. Se trata sobre todo de acciones, diferenciales entre sí, que emprenden cuadros de base de esta institución. Entre otros fueron protagonistas de estas acciones voluntarios alineados a Cáritas parroquial, laicos reunidos en Comunidades Eclesiales de Base, grupos de jóvenes perteneciente a la “pastoral juvenil” o clérigos, en general diáconos a cargo de capillas 235 CUADERNOS 21 situadas en las villas y asentamientos que comprende la diócesis de San Isidro. En el barrio Reconquista por ejemplo, las iniciativas en torno al cuidado de la infancia incluyeron un conjunto de relaciones entre actores sociales de distinto nivel de intervención y peso diferencial de influencia. Por un lado, sobresale la actuación de un conjunto de clérigos que hacia fines de los años 70 y durante los 80 establecieron vínculos estrechos y personalizados con las familias más pauperizadas del barrio. Junto con los clérigos, las familias entraron en interacción con un grupo de voluntarias de Cáritas formado por las vecinas pertenecientes a la zona más antigua del barrio. En el marco de su trabajo pastoral, las voluntarias de Cáritas comenzaron a realizar, junto con su práctica religiosa, acciones de asistencia hacia un número significativo de familias, muchas ligadas con el asentamiento ilegal y otras que eran históricas en el lugar. Esta intervención a los grupos familiares incluyó un cronograma regular de visitas, el registro sistematizado de las problemáticas y el seguimiento de la ayuda, como fue la obtención de turnos en hospitales, vacantes en la escuela, distribución de medicamentos, alimentos y vestimenta que estas voluntarias se esmeraron en otorgar de modo desinteresado. Las voluntarias barriales de Cáritas comenzaron a configurarse actores muy relevantes en la vida de este y otros barrios populares de la periferia, especialmente en los temas ligados a la educación. La historia de Francisca, una de las primeras madres que envió a sus hijos al apoyo escolar del barrio Reconquista permite complementar el reconocimiento que vengo realizando sobre las interacciones entre las familias y los responsables de los espacios comunitarios en torno a la infancia. Para Francisca el centro de apoyo escolar constituye un hito muy importante en la vida familiar. Aún hoy esta mujer no encuentra palabras de gratitud por los favores recibidos tanto de los responsables del apoyo escolar como de las voluntarias barriales de Cáritas que dieron parte de su tiempo en el cuidado de sus hijos. Sobre todo siente mucha gratitud hacia una voluntaria de Cáritas, Raquel, que dedicaba parte de su tiempo del trabajo pastoral y ayuda social en garantizar el cuidado de sus hijos. Raquel, por un lado, aseguraba la asistencia de los hijos de Francisca en el “apoyo” y la escuela pasando todos los días a buscarlos por su casa. A la vez la intervención de Raquel en el cuidado de los hijos de Francisca incluyó decisiones relativas a los “problemas de conducta” y “aprendizaje” de los chicos. Como Francisca estaba todo el día fuera del hogar cumpliendo su jornada de trabajo como empleada doméstica en una casa particular, Raquel era quien, ofreciéndose de modo desinteresado, asistía a la escuela a cumplir las citaciones y mediando entre Francisca y los maestros de sus hijos. Raquel como muchas mujeres ligadas a la Iglesia emprendió su trabajo pastoral a tiempo completo. Ella se constituyó, junto con otras mujeres del barrio, en el brazo derecho de los diáconos que actuaron allí. Raquel se destacó por el compromiso puesto en juego en el vínculo con las familias más vulnerables del barrio. No solo se mostró crítica frente a quienes discriminaban a antiguos pobladores dedicados al “cirujeo” y a quienes ocupaban terrenos en forma “no legal” sino que estableció relaciones personales y estrechas con muchos de ellos. De hecho Raquel fue un puente de articulación importante entre los vecinos y las figuras de la Iglesia que progresivamente intervinieron en los procesos de organización del asentamiento que tuvo lugar allí a fines de los años 80. Para Raquel, su trabajo en esta zona del barrio se basó en una entrega sacrificada y desinteresada hacia quienes más lo necesitaban. Nunca aceptó cobrar por ningún trabajo de limpieza o cuidado de niños, enfermos y ancianos que realizó. Sin embargo por el trabajo con las familias más pauperizadas del barrio, Raquel adquirió con el tiempo un reconocimiento sin parangón por parte de pobladores del barrio Reconquista que aún hoy continúa. También fue muy reconocida por los clérigos que la incluyeron en encuentros de formación pastoral y reuniones ligadas al movimiento pastoral tercermundista a los que no asistían otros feligreses. La organización de los espacios dirigidos a la infancia (como el centro de apoyo escolar y un jardín maternal) en el barrio Reconquista está fuertemente vinculada a la acción de las voluntarias barriales. En tal caso Raquel, junto con las vecinas que trabajaban en el marco de la Iglesia Católica, se encargaron de convencer a las madres de la necesidad de que los niños asistan al centro de apoyo escolar, de buscar uno a uno a los niños para efectivizar la concurrencia en el centro y animar la participación de las familias. En los primeros años de funcionamiento muchas madres y algunos padres varones se involucraron en las actividades ligadas con el espacio del apoyo escolar y con la Iglesia. A través de formas renovadas como “las mateadas”, en la zona más postergada del barrio se organizaron un conjunto de reuniones, ya sea para la lectura de la Biblia, para la reflexión de la vida “matrimonial” y también el cuidado de la salud. Estas reuniones, que son elocuentes porque “sintetizan” formas tradicionales de actuación dentro de la Iglesia Católica (como “las reuniones de matrimonios”, a las que muchas parejas del barrio nunca pudieron asistir por la falta de una unión legal) con nuevos modos de interpelación del laicado, fueron mencionadas como significativas por los entrevistados. Las mujeres que como Francisca tenían alguna ocupación fuera del hogar se esforzaron por colaborar al 236 CUANDO EL PROBLEMA ESTÁ MÁS ALLÁ DE LA “CONVOCATORIA” menos los días de franco y los sábados. En ese marco convenían en participar en las tareas ligadas a la cocina y la limpieza, así como el reparto de la comida a los chicos, todas actividades cuyo eje de organización estaba a cargo de las voluntarias de Cáritas. Para muchas de las mujeres con las cuales pude conversar, esta convocatoria a la participación organizada por los voluntarios ligados con la Iglesia Católica es recordada como una experiencia muy significativa en sus historias de vida. Más que nada este impacto sobre la experiencia subjetiva se liga con la posibilidad de ampliar los lazos sociales y de ayuda mutua con hombres y mujeres dentro y fuera del barrio, el acceso a recursos, muchos de orden simbólico, ligados con el prestigio de ayudar a otros y pertenecer a una institución que en esos momentos contaba con una gran legitimación dentro del barrio. Como lo advierten otros estudios, la propuesta de la participación social atraviesa desde las últimas décadas a distintos escenarios y ámbitos sociales: a programas estatales, proyectos de asociaciones de la sociedad civil y hasta perspectivas académicas (como la investigación acción) (Menéndez 2000). Los organismos internacionales (CEPAL, ONU) se han encargado de presentar a la participación social como una actividad “necesaria” en América Latina para lograr determinados objetivos en campos sociales específicos y estratégicos como es el de la salud, la educación y la economía (Menéndez op. cit) Como lo desarrolla el autor, desde fines de los 80 y especialmente durante los 90, organizaciones como el Banco Mundial utilizaron un discurso según el cual la participación social es considerada decisiva para mejorar, por sí mismos, las condiciones de vida de los “pobres, marginales y vulnerables”. Cabe decir además que este concepto de vieja data recobra protagonismo en momentos en que determinados movimientos participativos masivos (como el político, el sindical) entraron en crisis (Menéndez y Spinelli 2006). En la coyuntura que traemos aquí, la presencia de la Iglesia Católica, en consonancia con el discurso de la participación social, se destaca por la implementación de diversos programas de animación comunitaria e interpelación laica. Como lo exponen distintos estudios en las últimas décadas la Iglesia Católica ha establecido en nuestro país y en la región de América Latina una nueva presencia y formas renovadas de vinculación con los sectores subalternos, principalmente interviniendo en la canalización de iniciativas y mediación de la acción colectiva (Levine 2001, Di Stefano 2000, Woods 2002). Esta articulación entre el campo religioso y el campo popular no implica por su sola existencia formas de “resistencia” y “horizontalidad”. Más bien las posibilidades de transformación y democratización se ligarán con la capacidad específica de los sujetos que intervienen de revertir o alterar formas establecidas del “poder”, “la autoridad” y la “participación” (Levine op.cit.). En el caso que traje aquí, muchas familias se vieron afectadas por la ayuda y prestaciones recibidas por parte de la Iglesia Católica. También ha sido relevante el papel que jugaron representantes de la Iglesia en la articulación de demandas y reclamos de los pobladores de los asentamientos hacia el Estado. A la vez y junto con ello, muchas familias se vieron constreñidas a ceder decisiones ligadas con la vida doméstica. Entre otros se trató de cambios en las rutinas y horarios ligadas con el descanso, la alimentación y la limpieza. También decisiones sobre la tutela de los niños, recomendaciones acerca de cambios en los apellidos, etc. Esto no implica de ningún modo que los hombres y mujeres de esta zona aceptaran linealmente las recomendaciones, pero es significativo cómo impregnaron en sus percepciones muchas de las representaciones de las voluntarias de la Iglesia Católica con las cuales interactuaron en la cotidianeidad barrial. PALABRAS FINALES En los barrios del Gran Buenos Aires cruzados por condiciones de desigualdad social, las iniciativas en torno a la educación y el cuidado de un número significativo de niños se inscriben en una trama de intercambios, interdependencia y obligaciones sociales configuradas acorde a la historia y a las particularidades de cada territorio. En la zona norte del conurbano, las acciones en torno a la infancia incluye la construcción de expectativas respecto al “interés”, el “compromiso” y la “responsabilidad” que, como vimos, en buena medida se ligan a los valores hegemónicos respecto a las ideas de un niño “bien cuidado” que se tejen en el marco de relaciones de interdependencia entre actores sociales con un marcado peso diferencial de influencia. La “participación” y “no participación” de las familias en los espacios escolares no pueden explicarse, desde mi punto de vista, dependiendo linealmente de las formas que adquieren la “convocatoria”. Tampoco considero que los “cumplimientos” e “incumplimientos” puedan entenderse por fuera de las relaciones de coerción, obligación social y sentimiento de deuda moral que los tutores tienen en referencia a los beneficios recibidos por parte de quienes son responsables de las acciones de este tipo de experiencias atentas con las necesidades de la comunidad. Según entiendo se trata de una deuda que no se restringe a la imposibilidad de contraofertar (equiparar) los beneficios materiales recibidos. Sino que más bien se vincula con la dificultad de satisfacer expectativas sobre una función (el “buen cuidado” de los niños) que se inviste de fuertes connotaciones morales. La observancia de las exigencias y requerimientos para una “buena crianza” incluye, como vimos, respuestas muy 237 CUADERNOS 21 diversas que van desde cumplimientos, “acuerdos” relativos y no cumplimientos. Es claro que en vista de la asimetría que marca a las interacciones entre las familias y los responsables de los espacios escolares no todas las consideraciones locales sobre el “cuidado” de los niños cuentan con el mismo reconocimiento y valoración social. Las huellas que ha dejado el curso de la historia en esta zona del conurbano, de una intervención basada en la caridad y una perspectiva reeducadora, dejan su marca en las prestaciones y contraprestaciones entre las familias y los responsables de los espacios comunitarios. Me refiero a la fuerte carga valorativa y tono conciliatorio que comprende las acciones y que, a mi entender, contribuyen en la disgregación de conflictos y disputa de los padres con otros espacios barriales, como por ejemplo la escuela común. BIBLIOGRAFÍA Bertaux, D. 1988 El enfoque biográfico: su validez metodológica. Sus potencialidades. Cuadernos de Ciencias Sociales: Historia Oral e Historia de Vida, 18:55-80. 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Our purpose is to analyze the discourses that this controversial and recent presence, on a town historically conceived as “without indigenous”. KEY WORDS Identity - interethnic relationships - State INTRODUCCIÓN La provincia del Neuquén reconoce la existencia de comunidades mapuches asentadas dentro del territorio. Esto supone el reconocimiento por parte del Estado y de la sociedad neuquina de derechos propios de las poblaciones originarias. Esta afirmación implica, entre otras cosas (pero por sobre todo) el reconocimiento de la propiedad comunal de la tierra y el derecho a ejercer sobre ella las actividades que las poblaciones establezcan de acuerdo con sus propios valores culturales y al sentido que el territorio, el “mapa”, adquiere para ellos y sobre el que se rigen. En muchas ocasiones, este marco jurídico contrasta con situaciones que, de hecho, violan el reconocimiento de las comunidades tanto desde el punto de vista económico como cultural. No obstante, para los pueblos originarios, la “batalla” jurídica denota, en principio, su constitución como sujetos políticos con identidad propia y diferencial respecto de otros actores de la sociedad civil. En esta oportunidad, nos interesa adentrarnos en esta problemática tomando como unidad de análisis una situación que difiere desde el punto de vista jurídico, con la situación descripta. Tomamos a las poblaciones mapuches situadas en la localidad de Villa La Angostura para dar cuenta de la construcción social que se efectúa de ellas ∗ Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, [email protected] [email protected] por parte del resto de la sociedad y de la institucionalidad política municipal. La particularidad de este caso radica en que dichas poblaciones no se encuentran reconocidas jurídicamente, por lo que para el Estado y el resto de la sociedad no existen en tanto no se reconoce para ellas su existencia en términos de comunidad indígena –que es como el Estado reconoce la existencia de los pueblos originarios–. El discurso plantea que se trata de: “familias chilenas que tienen antepasados mapuches”. De ello derivan una serie de conflictos económicos, políticos y sociales, en tanto estas poblaciones demandan su reconocimiento como comunidades. Este reclamo implica la aceptación del derecho a la posesión comunal de la tierra que habitan y que se encuentra en dos situaciones distintas. Las familias Paichil y Antriao están ubicadas en los márgenes del ejido municipal, en tierras que según reconoce el municipio, se encuentran en manos privadas; en tanto la familia Quintriqueo se encuentra en jurisdicción del Parque Nacional Nahuel Huapi. Ya que analizaremos el discurso local y municipal tomaremos en consideración a los pobladores Paichil y Antriao que se encuentran asentados sobre el ejido comunal. Por su parte, los pobladores Quintriqueo también disputan parcelas del territorio que habitan con un tercero, no obstante, cuentan con respaldo institucional que los resguarda de un posible desalojo en la medida que para la Dirección de Parques Nacionales, uno de los ejes de gestión es, precisamente, la incorporación y recono241 CUADERNOS 21 cimiento de las poblaciones que se encuentran bajo su esfera de acción. Por otro lado, los conflictos van más allá del reconocimiento jurídico en la medida en que la sociedad de La Angostura, como espacio físico en el que conviven estas poblaciones, elabora un discurso en particular para interpretar esta situación. Este relato se encuentra cargado de negatividad respecto del conflicto, en tanto pone en duda la adscripción étnica de estas poblaciones, o las margina bajo la categoría de “indios chilenos”, que carentes de “nacionalidad argentina”, se encontrarían faltos de estos derechos que reclaman. Por ello, nuestro análisis se centra en las interpretaciones que en la ciudad se efectúan respecto de esta situación y las categorías que entran en juego para afirmar o negar la existencia de población mapuche como sujetos políticos con derechos económicos, sociales y culturales particulares. De la misma forma, resulta relevante interpretar el discurso de quienes reclaman por sus derechos, y cómo uno y otro discurso se construyen de manera relacional y delimitan la acción política y los valores que se ponen en juego en la disputa, entendiendo para ello que la conceptualización y sentidos que se producen se enmarcan en un contexto de relaciones de dominación desiguales. LAS RELACIONES INTERTÉTNICAS A PARTIR DE LA DESIGUALDAD Para situar la problemática que involucra hoy a la población mapuche de Villa La Angostura, entendemos que tal como plantean algunos investigadores, la categoría de “relaciones interétnicas” tiene dos connotaciones diferentes (Bechis 1992, Trinchero 2000). Por un lado, aquella que alude a la interacción entre distintas unidades o “grupos étnicos” en el sentido sugerido por Barth. Por otro lado a la interacción entre etnias diferentes dentro de un sistema social determinado. Con relación al primer tipo de abordajes, si bien las ciencias antropológicas siempre estuvieron interesadas en las problemáticas étnicas, fue recién en los años 70 que se extendió el uso del concepto etnicidad en los índices de los diferentes textos de ciencias sociales. El gran impacto de la obra de Fredrik Barth (1969 traducida al castellano en 1976) sobre los grupos étnicos y sus fronteras, impuso una perspectiva alternativa que implicó un giro hacia nuevas miradas. El concepto de Barth significó una ruptura con los abordajes de los años 40 y 50, que solían crear límites artificiales entre los pueblos sin organizaciones estatales. Estas perspectivas “culturalistas” definían “lo indígena” sobre la base de diversos rasgos culturales “estáticos” e identificaban “una raza con una cultura” (Hidalgo 1992). Por el contrario, Barth va a hacer hincapié: “(…) en el hecho que los grupos étnicos son categorías de adscripción e iden- tificación que son utilizadas por los actores mismos y tienen la característica de organizar la interacción entre los individuos” (1976:10-11). De esta forma el autor desvía el foco de la investigación desde la constitución interna e historia de los grupos, hacia los límites étnicos y su persistencia. No obstante, si bien el planteo de Barth logra trascender el análisis de los grupos étnicos definidos a partir de “esencias” de rasgos culturales, diferentes autores han señalado las limitaciones que presenta este abordaje para el análisis de las complejas dinámicas étnicas. Los investigadores que conforman la segunda aproximación que hemos señalado, han analizado las interacciones entre grupos étnicos en el marco de un sistema social determinado (Cardoso de Oliveira 1992, Bartolomé 1997, Díaz Polanco 1995, Bechis 1992, Trinchero 2000, Vázquez; 2000 y Radovich 1992). Dentro de estas propuestas alternativas se encuentra la de Cardoso de Oliveira (1992), quien partiendo de aceptar la definición de grupo étnico de Barth, intenta ampliar la noción de identificación étnica elaborando la noción de “identidad contrastante”. Considera que es esta última la que parece constituir la base de la identidad étnica. Así, esta identidad se definiría a partir de la afirmación de un “nosotros” frente a los “otros”, surge por oposición y por lo tanto no se puede afirmar en aislamiento, de aquí su carácter contrastante. Este autor brasileño admite que un escenario peculiar genera la identidad étnica que él llama de “contacto interétnico”. Aquella se puede dar en “contextos intertribales” donde los grupos indígenas están simétricamente relacionados, como también en “contextos interétnicos” donde se manifiestan relaciones asimétricas entre los grupos indígenas y los segmentos regionales de la sociedad nacional. Para el último tipo de relaciones propone la noción de “fricción interétnica” buscando enfatizar el carácter conflictivo de las relaciones que involucran a grupos indígenas con la sociedad de clases que los engloba. Cardoso de Oliveira propone “(…) en primer lugar que las relaciones interétnicas solo se pueden comprender de una manera fructífera si se las inserta en un sistema social de carácter interétnico que las condiciona, determinando su propia estructura y desarrollo; en segundo lugar, que ese sistema interétnico, constituido por procesos de articulación étnica, no puede dejar de referirse a procesos de articulación social de otro tipo, como los que relacionan a otros sectores de la sociedad global, ya sean los interregionales, los interclase, o aun aquellos que vinculan a los sectores rural y urbano” (Cardoso de Oliveira 1992:61). En la antropología argentina, entre algunos de los autores enrolados en esta segunda acepción se encuentra Vázquez (2000 y 2006), quien señala: Para nosotros 242 “LOS MAPUCHES SON CHILENOS” la identidad étnica se muestra como la forma provisoria que asumen las contradicciones materiales y simbólicas, tanto en lo individual como en lo colectivo, dentro de un campo de interacción socio-étnico relativamente acotado en el seno de una formación histórico social y durante un momento dado de las relaciones interétnicas. Situación que no genera relaciones asimétricas sino desiguales. No se trata aquí de un equilibrio lógico si no de relaciones de dominio- sometimiento (Vázquez 2006:689). Recuperando los aportes de estos autores, nuestro abordaje de la cuestión étnica se diferencia tanto de las concepciones “esencialistas” como las aproximaciones interaccionistas “diádicas” de Barth. Por lo tanto, proponemos visualizar las relaciones interétnicas desde las interrelaciones que se establecen entre los diferentes grupos, pero considerando el lugar que ocupan en el contexto social más amplio, lo que constituye un factor clave para explicar y comprender las interacciones concretas que se dan en gran medida como contradicciones, es decir, como conflictos entre los grupos. En Villa La Angostura el reclamo por el reconocimiento de la existencia de poblaciones mapuches es relativamente nuevo ya que se inicia en el 2002. Hasta la fecha, las relaciones étnicas no tenían lugar en el tratamiento de las cuestiones locales y el auto-reconocimiento como población mapuche se mantuvo en un estado de ocultamiento. En otra oportunidad (García y Valverde 2007) trabajamos sobre la hipótesis que sirve a la interpretación de este fenómeno entendiendo que es a partir de las contradicciones del Estado y la particular incidencia en la dinámica local que se explica el proceso de desadscripción étnica experimentado por las familias mapuche a lo largo del siglo XX, así como la adscripción y movilización étnica experimentada en los últimos años. Es decir que partimos de la idea de que los procesos de adscripción y desadscripción étnicas se encuentran condicionados por la institucionalidad política y por las condiciones económicas de cada coyuntura, viabilizando u obstaculizando la identidad basada en este tipo de pertenencia. En este sentido, reconocemos distintas posiciones a nivel nacional, provincial y municipal. Consideramos que estas diferencias se deben a las contradicciones dadas hacia adentro del Estado como consecuencia de su posicionamiento relativo en términos materiales y simbólicos. Por ello, en lugar de plantear la identidad étnica como una enumeración de rasgos culturales, los procesos de adscripción y desadscripción étnica para el caso aquí analizado serán contemplados a partir de la compleja y dinámica relación que los actores establecen con distintos interlocutores y como producto de una disputa económica y política en la arena pública. LA DES-ADSCRIPCIÓN ÉTNICA COMO CONSECUENCIA DE LAS RELACIONES DE DOMINACIÓN La historia oficial de la ciudad se remonta a 1902, cuando el Gobierno Nacional liderado por Julio A. Roca, creó la Colonia Pastoril Agrícola Ganadera Nahuel Huapi en una parte del Territorio Nacional del Neuquén y un sector del de Río Negro, con el fin de fomentar uno de los objetivos principales que se tenían sobre el territorio ganado a los indígenas y disputado a los chilenos: el afianzamiento de la soberanía nacional a partir de la creación de asentamientos poblacionales. Desde 1884 se dictaron distintas leyes que afectaron la distribución de la tierra pública a privados. Es en particular un decreto del 3 de mayo de 1902 el que promueve la formación de dicha colonia con el fin de fundar pueblos: Puerto Moreno, San Carlos (Bariloche), y los lotes 9 y 10 que conforman el centro urbano de la actual Villa La Angostura (De Mendieta 2002). Unos meses después –el 18 de septiembre–, Roca emite el decreto número 627-902 en donde concede el lote 9 a Don Ignacio Antriao y a Jose Maria Paisil jefes de sus respectivas unidades domésticas (Moreda 2005). Las colonias agrícolo-pastoriles tenían por objetivo convertir la tierra en capital productivo a partir del trabajo de pobladores “argentinos”. Es decir, cumplían con una función económica pero también geopolítica: hacer efectiva la ocupación del territorio. En ese sentido es que el acceso a la tierra se vinculaba al desarrollo de un sentimiento de “nacionalidad” y que la adscripción étnica devenía en un hecho desventajoso para tener acceso a esta. El año de fundación del pueblo es 1932, y coincide con el impulso que dio el Estado Nacional a la zona a partir 1 de la creación de “Parques Nacionales” , institución que desde la década de los 30 en adelante desempeñara un rol central en la conformación de la villa a través del loteo de tierra y autorizaciones para la instalación de pobladores y construcción de edificios públicos y privados, agente responsable de fijar los cotos de caza y del control de la tala de árboles, y principal agente de gobierno. Parques Nacionales, a través de la Administración del Parque Nacional Nahuel Huapi, es el principal y único referente del Estado sobre el territorio, responsable del ejercicio de las tareas de control en cuanto a la ocupación del territorio se refiere y la provisión de infraestructura básica. Es significativo el entrelazamiento entre los intereses de una naciente clase propietaria, beneficiada por las sucesivas leyes de distribución de tierra fiscal y el rol jugado por el Estado Nacional, en tanto son estas personalidades las que ocupan los cargos públicos, como es el caso de Exequiel Bustillo, director durante diez años de Parques Nacionales, y dueño de un latifundio sobre el Parque 1 243 Ley nacional 12.103. CUADERNOS 21 Nahuel Huapi, que ante el peligro de expropiación por parte del gobierno de Perón (1945-1955), se transforma en el Cumelén Country Club, que reúne las residencias de descanso de la aristocracia porteña en la villa, hasta nuestros días (De Mendieta 2002). El aislamiento de la villa respecto de los centros de poder (por ejemplo Neuquén capital), y en general de los territorios patagónicos, favoreció la conformación de un sector con mucho peso en el ámbito local, como es el caso recién descripto, que permitió el manejo de mecanismos independientes del orden nacional, pudiendo posicionarse en la acumulación de capital y ejercer relaciones de poder con sectores subalternos (Bandieri 2005:164). Desde este punto de vista, Parques Nacionales encarnaba los intereses de la oligarquía. Tentativamente, pensamos que se trata de una pequeña localidad de frontera en donde las familias mapuches contrastan desde el punto de vista de su inserción en el sistema productivo con los indígenas residentes en otras áreas de la provincia. Las comunicaciones y circulación de población entre la frontera argentino-chilena, por su cercanía, han sido más intensas que en otras localidades como Junín de los Andes y San Martín de los Andes, en donde la presencia estatal ocurrió más tempranamente. Asimismo, encontramos en estas poblaciones que las comunidades mapuches son fácilmente identificables, incluso en términos geográficos (entre estancias), funcionando como reservas de mano de obra que trabajan en los establecimientos rurales o migran hacia el centro urbano estacionalmente, garantizando la reproducción de los trabajadores en los tiempos no productivos. Por lo tanto, el reconocimiento de los derechos indígenas, en estos casos, no estaría desafiando de manera directa al sistema de dominación hegemónico. De hecho, el concepto de “comunidad” es producto del sistema de dominación y es impuesto a los sujetos en función de la desigualdad dada. A partir de la última década, las familias mapuches de Villa La Angostura parecen estar viviendo el proceso inverso al vivido anteriormente. Su aparición en la arena pública emerge disputando política y jurídicamente un estatus particular en términos de derechos indígenas, y el consecuente acceso a los recursos que esto implica. Intentamos dar una explicación al fenómeno a partir de la interrelación de ciertas variables de orden económico y político. Entendemos que, desde el punto de vista económico, la actividad turística es la principal fuente de recursos a partir de la cual se apunta a la atracción de visitantes de alto poder adquisitivo. Por ello, en la última década, el Estado neuquino dio un importante impulso a esta actividad generadora de divisas, a través del “Plan Maestro de Turismo” (2003-2007) en donde identifica y promueve el desarrollo de inversiones sustentables. En la actualidad, el proceso de reafirmación de la pertenencia territorial y los derechos en términos de adscripción étnica ha llegado al nivel de judicialización con la situación de inestabilidad que esto implica. Ante esta situación, la estatalidad responde de dos maneras diferentes. El Estado provincial y municipal continúa negando la categoría legal de “comunidad” a las familias en cuestión, promueve la venta de tierras y los juicios de desalojo. Por otra parte, el Estado Nacional mantiene una política opuesta a través de los organismos que competen a la situación legal de los derechos indígenas: el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas y a través del control de los recursos naturales, la Dirección de Parques Nacionales. Esta última desarrolla un programa de co-manejo de los recursos del parque en donde involucra en la gestión a las poblaciones indígenas residentes en las tierras del predio del Parque Nacional 2 Nahuel Huapi . Esta acción implica un reconocimiento de hecho de los pobladores mapuches Quintriqueo, que habitan sobre estos territorios. Por otro lado, el I.N.A.I. (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) mantiene una política de reconocimiento a los pueblos originarios. Su presidente declaraba a la prensa local: “(…) en el caso de comunidades asentadas ancestralmente en tierras privadas, lo que hay que hacer es ir a la justicia para que los jueces hagan una declaración de certeza. Qué vale más: ¿la posesión tradicional de una comunidad indígena o un título frío donde no hay ocupación?” (Moreda 2005). Esta contradicción en las políticas seguidas entre la nación, la provincia y municipio, nos lleva a concentrarnos en el ámbito local a fin de comprender el posicionamiento de los actores sociales locales y las relaciones que establecen entre sí en el plano simbólico. LA CONSTRUCCIÓN DE LA HISTORIA Y LAS REPRESENTACIONES SOCIALES El reclamo que realizan hoy las poblaciones mapuches de Villa La Angostura tiene por sobre todas las cosas, un origen histórico. O mejor, es el resultado de un proceso de construcción histórica en el que se contrasta su experiencia con las representaciones que de ello se construyen. En 2 244 La Administración de Parques Nacionales contó por muchos años con una política de no-reconocimiento de los pobladores originarios (criollos o mapuches) en su jurisdicción, llegando en muchos casos al enfrentamiento e incluso su expulsión forzada. Con el advenimiento del proceso democrático, Parques Nacionales presentó lentos cambios en su política de asentamientos humanos, con una nueva relación y disminución de los factores de conflicto. Asimismo, en los últimos años se ha incrementado el interés de la institución en la reconversión económica de los pobladores, propiciando un paulatino reemplazo de actividades agropecuarias por alternativas de menor impacto en el ambiente físico (Impemba 2003). “LOS MAPUCHES SON CHILENOS” el análisis de entrevistas encontramos distintos momentos respecto de la problemática mapuche en la villa que vale la pena recalcar. La centralidad de la argumentación consiste en la tesis que plantea que los indígenas son “indios chilenos”, y que, por otra parte, en La Angostura no había población al momento de llegada de los españoles. En este apartado, nos interesa analizar la construcción que se hace de los mapuches en el espacio social en el que se desenvuelven. Es decir que nos interesa fijar la mirada en el plano de la memoria colectiva y la interpretación que sirve a la construcción de argumentos que, en definitiva, continúan sosteniendo la inexistencia de un colectivo étnico. En Villa La Angostura, la historia de su poblamiento y fundación resulta tan relevante para los pobladores como cuanto hace a su origen colectivo. En este sentido, se registra un interés particular en la reconstrucción de una historia oficial vinculada a la “conquista del desierto”, la fundación de la Colonia Agrícola Pastoril Nahuel Huapi, y la llegada de “pioneros”. En la lectura de la historia y las representaciones que se tienen sobre unos y otros, el Estado cumple un rol fundamental en la producción y articulación de los instrumentos de representación de la realidad social ya que produce un discurso de verdad e impone un punto de vista particular como un universal (Bourdieu 1996:25). De esta forma, las políticas de poblamiento, distribución de renta provincial, disputas entre distintos niveles de acción estatal, son variables propias de campos específicos –social, económico y político–, que entrecruzan la problemática de la etnicidad de manera particular. Trinchero (2000) señala que un factor clave en la construcción de las identidades indígenas son las relaciones interétnicas establecidas durante el proceso de formación del Estado-Nación. De allí remarca la necesidad de “(…) inscribir las relaciones interétnicas al interior del proceso de formación de la nación y la estatalidad (y de las relaciones de producción que en el interior de sus fronteras se van desplegando)” (2000:31). Por ello, a lo largo del siglo XX se ha ido construyendo una forma particular de contar la historia en donde la identidad étnica se encuentra suprimida. Y por ello también, cobra relevancia analizar este discurso haciendo foco en lo dicho por los funcionarios públicos. Desde el punto de vista metodológico, trabajamos con cuatro entrevistas realizadas a: 1) el actual intendente de la localidad, miembro de Partido Justicialista; 2) un funcionario municipal cuya función le compete la inserción de los emprendimientos mapuches vinculados al turismo; 3) un historiador aficionado que en la villa se representa como el “recopilador oficial” de la historia de la ciudad, y 4) un historiador aficionado, viejo poblador de la ciudad –su padre fue uno de los “pioneros”– y considerado como un “sabedor” de las historias que rodean a la villa. Estas entrevistas son analizadas teniendo en consideración la reconstrucción y el trabajo realizado con fuentes secundarias como se expone en cada apartado correspondiente. Para el análisis hemos acudido a dos tipos de categorías diferentes: las nativas y aquellas propias del investigador. Las categorías nativas –indios chilenos, araucanos, nyc (“nacido y criado”)– son recuperadas a fin de situar y captar el sentido discursivo y sus connotaciones. Las categorías construidas por los investigadores –cruzar la cordillera, conquista del desierto, adscripción étnica– son las que sirven al análisis crítico y a la comprensión de las primeras en función del desarrollo conceptual. Por razones de orden en la exposición, hemos dividido el análisis de acuerdo con los siguientes niveles registrados. La “Conquista del Desierto” Una parte central que une este reclamo por la tierra se representa como infundado en virtud de una metáfora conocida, “la conquista al desierto”. Esta noción de un territorio vacío de población persiste en el imaginario social de la localidad en la medida en que continúa fundando el discurso deslegitimador. Efectivamente, resalta en las entrevistas que el reclamo por la tierra es ilusorio en tanto que: “Acá concretamente, salvo las culturas rupestres, que nadie sabe que origen tienen, no había gente” (historiador local nyc). Es particularmente notable en el norte patagónico la imagen que los neuquinos se construyen a sí mismos como “pioneros” en el proceso de colonización. Porque el dominio efectivo del Estado también reconoce un plano simbólico, mientras se hacía efectiva la ocupación era necesario desarrollar en la sociedad civil la “nacionalidad argentina”. El desierto es un mito de la Patagonia que sirve para fundamentar el modelo europeizante bajo el cual se organizó el proceso de construcción nacional (Bartolomé 2003). En la Patagonia en particular, se acentuaba la idea de que había que “poblarla”, frente a la numerosa población que podría reconocerse como no nacida en el país. Es decir que, desde un principio se sostiene que “no había indios” en los alrededores del Nahuel Huapi. En todo caso, La Angostura era un “lugar de paso” para poblaciones nómades que sí ocu3 paron parte del territorio argentino . Sin embargo, estas poblaciones no son entendidas como “mapuches”. 3 245 Como afirma Bartolomé: “Los indios estaban y no estaban allí, el desierto era desierto a pesar de la presencia humana, pero esta presencia no era blanca, ni siquiera mestiza y por lo tanto carente de humanidad reconocible. Poblar significaba, contradictoriamente, matar. Despoblar a la tierra de esos ‘otros’ irreductibles e irreconocibles para reemplazarlos por blancos afines a la imagen del ‘nosotros’ que manejaba el Estado Nacional” (Bartolomé 2003: 29). CUADERNOS 21 El “desierto” no es ya referido a la Patagonia sino que permanece como generalización a la que se recurre para interpretar la historia local, lo particular. “El clima acá ha cambiado cualquier cantidad. O sea, acá había muchísima nieve antes y ahora prácticamente no hay. Te decía, la cordillera se podía cruzar cuatro meses al año, hoy la cordillera la cruzás diez meses al año. Entonces esas condiciones tan duras hacían que no podía haber un asentamiento indígena porque no podía sobrevivir” (historiador local). Pese a los intentos por negar la existencia de población preexistente al Estado Nacional, es claro que los pueblos originarios mantenían una dinámica particular en virtud de la economía preexistente en la zona cordillerana, por la cual se mantenía un flujo de movimiento entre uno y otro lado de los Andes, más allá de cualquier límite jurídico impuesto con posterioridad. Los mapuches, según esta versión, son indios guerreros provenientes de Chile como resultado de la “araucanización”, mientras que sobre el actual territorio argentino había 4 poyas y puelches . El discurso que se esgrime es que estos grupos desaparecieron como producto de la fusión con los mapuches, quienes se impusieron sobre ellos. En ese sentido, la conquista de los territorios patagónicos y la desaparición del “indio argentino” se subsumen al proceso de expansión de los mapuches: “Cuando se produce lo que acá llaman la araucanización, que es el proceso de cruce de la cordillera de los mapuches, a partir de 1750, se encuentran, por un lado, grupos numerosos contra acá, dispersos, culturas débiles de acá, nómades que vivían en grupos de doscientos, y ellos cruzaban de a miles, y en treinta, cuarenta años, ¿qué pasó? Se fueron fusionando la cultura más armada y estructurada y de mayor cantidad, absorbió lentamente a todos estos. De ahí que va desapareciendo el poya y el puelche” (historiador local). “Acá ni siquiera fue una guerra de exterminio porque dominaron, digamos, araucanizaron a las tribus de acá que eran de índole más tranqui, más pacífica. (…) Eran más débiles, eran más… Una raza más fuerte sobre una más débil” (historiador local nyc). “Están las crónicas de los jesuitas, las crónicas de los viajeros del siglo XIX, hablan de las primeras tribus, de las primeras de las tribus autóctonas que hubo acá que eran los poyas, los puelches, los tehuelches, los pehuenches... Después hablan del avance de los mapuches chilenos, sobre las tribus digamos las comunidades nuestras (…). Acá hay una gran mentira. La zona nuestra no estaba poblada por cuando digamos yo hablo de la histo4 Los “poyas” son un grupo étnico que habitaba a ambos lados de la cordillera de los Andes en la región Norpatagónica. ria moderna o relativamente moderna a partir de la campaña del desierto. Acá sencillamente no se podía vivir” (historiador local nyc). Las categorías de persona: los chilenos Paichil y Antriao Es interesante tener en cuenta que la explicación anterior sirve de contexto histórico para comprender la llegada de las familias mapuches en cuestión a La Angostura. Por una parte, no pueden ser incluidos dentro del proceso de movilización social ocurrido como consecuencia de la presión de los Estados argentino y chileno sobre las tierras del sur. Sin embargo, se relata su llegada, luego de recurrir a la explicación anterior. En este sentido, la “araucanización” funciona como categoría nativa. “Ellos dicen también, la comunidad mapuche, que su comunidad mapuche es anterior al Estado de Chile y al Estado de Argentina, ¿sí? Como países, como naciones. Pero aun en esa época, en la época anterior, ellos vivían en Chile. Y de este lado, vivían los tehuelches, los poyas, los puelches, ¿sí? Y los mapuches o los araucanos chilenos avanzaron sobre ellos porque eran más agresivos, estaba todo el negocio del malón allá en Buenos Aires…” (historiador local nyc). A su vez, entonces, se entiende que la interpretación se construye sobre la base de límites territoriales estatales, aun cuando los Estados no ejercían soberanía nacional sobre los territorios en cuestión. Sin embargo, es precisamente esta idea la que permite también situar la llegada de los Paichil y de los Antriao como pobladores chilenos más que como mapuches: “Y después lo que viene es la ocupación de tierras por parte de ciudadanos chilenos descendientes de araucanos, que venían, incluso sabemos de qué lugar vienen todos. Venían de un pueblito que se llamaba San Pablo, que está veintiún kilómetros al norte de Osorno” (historiador local). Desde esta perspectiva, “cruzar la cordillera” enfatiza una nacionalidad supuesta (no real puesto que no existía la ocupación efectiva del estado chileno sobre estas áreas) que subordina en ella a la identidad étnica. En la medida que el objetivo siguiente a la conquista de tierras patagónicas fue poblar estos territorios “vacíos”, desde estos discursos, los recién llegados se convierten en “argentinos”. No obstante, no todas las nacionalidades eran valoradas por igual. El espacio de frontera con Chile hizo que esta fuese considerada “peligrosa”, por lo que se desarrollan estrategias de “deschilenización” de la población (Méndez 2005:2). Contrastando con las concepciones expresadas en los discursos locales, la historiografía actual referida a las áreas fronterizas muestra un mundo de relaciones argentino-chileno muy complejo, en donde las relaciones interétnicas se daban de manera dinámica, apuntando 246 “LOS MAPUCHES SON CHILENOS” hacia un proceso de centralización política en jefaturas regionales 5, la conformación de alianzas supra locales y contactos económicos con el área del Pacífico dominantes en la comercialización de ganado vacuno en pie. Desde esta mirada, el fijismo y la ahistoricidad de la Patagonia se quiebran porque su eje dinamizador ya no se lo considera exclusivamente el contacto con las costas atlánticas y el mercado nacional (Bandieri 2005:221-222). Ninguna de las familias mapuches que recibieron un título de tenencia precaria, lo obtuvieron en virtud de su etnicidad, sino que por el contrario, en virtud de las políticas de poblamiento que se estaban llevando a cabo, y en el marco de apropiación material y simbólica distinta de la concepción que se tiene sobre el acceso a la tierra que para el caso desarrollado, inhibió un espacio de identificación y reconocimiento en términos étnicos. Como señaló el historiador local nyc: “(…) en 1902 y dicen “bueno, vamos a ver quienes están ocupando esos lotes y los blanqueamos, pero hay que nacionalizarse argentino”. “Mirá qué malo que era Roca, les dio las tierras en el año 1903. O sea, a un año de definirse la cuestión de límites, les dio en plena frontera un lote pastoril entero a dos familias de indios chilenos. Mirá, qué malo que era”. Esta última cita, planteada como una ironía por parte del entrevistado, nos permite pasar revista del argumento central y muy común la localidad: los Paichil y los Antriao eran indígenas, pero su adscripción étnica no se corresponde con la existencia de indígenas dentro del territorio patagónico argentino sino con la chilena –“los mapuches, si los hay, vienen de Chile”–. De esa forma, su adscripción étnica se evalúa en términos de nacionalidad, “indios argentinos” e “indios chilenos”. Desde este punto de vista, el reclamo de los mapuches como pueblo originario resulta ilusorio para el caso argentino. Esta argumentación coincide con la ideología de principios de siglo XX, en la cual la postura antichilena fue constante, acompañada de la asociación con lo indígena. La antinomia era clara entre el extranjero europeo (“responsable”, “capitalista” y “trabajador”) y el chileno o indígena (catalogado como “vago” y “sin recursos”) (Méndez 2005: 3). A su vez, para comprender esta categorización es interesante notar que las personas que habitan la villa se enmarcan dentro los nyc como categoría excluyente: Historiador 1: —“Le dije que vaya a ver a Margarita en la Terminal. Ella es bien nyc. Entrevistador: —¿Qué es nyc? 5 5 Como el caso del Cacique Sayhueque, denominado por Roca el “Gobernador del País de las Manzanas” (Bandieri 2005 y De Mendieta 2002). Historiador 1: —Nacido y criado. Así nos decimos nosotros… Historiador 2: —Es famoso acá, sos nyc o no sos nyc. Historiador 1: —Este es trucho (irónicamente al historiador 2). Historiador 2: —Yo soy visitante”. (Diálogo entre dos historiadores locales). La historia que se relata para los nyc se concentra en la hostilidad del clima y las dificultades propias del aislamiento y la falta de comunicación. Así se narra la entrega de parcelas de tierra otorgadas por el Estado con el fin de poblar la región: “Las condiciones eran hacer una casa, hacer un galpón, un corral, limpiar el bosque, sembrar, vivir de eso. Pero era muy duro, era muy difícil, no tenías nada: educación, salud, comunicaciones, mercado para vender lo que producías. Nada, nada de nada” (historiador local nyc). No obstante, se trata de una categoría excluyente, ya que nyc no solo se refiere a los primeros pobladores y sus descendientes, sino también a algunos parientes administradores de las casas de familias aristocráticas. Por esto es rótulo que se entiende en el marco de una villa con alto crecimiento poblacional y con visitantes todo el año. Lo que nos interesa aquí es que en términos de categorías de persona, los descendientes de Paichil y Antriao son consideradas nyc como descendientes de los primeros pobladores, no obstante no lo son como pobladores mapuches sino como descendientes de los primeros pobladores chilenos con origen mapuche, que vinieron a poblar. “Yo lo único que te puedo decir es que el lote pastoril 9, Roca se lo dio a Paichil y Antriao, que era una familia de chilenos. Como por supuesto el apellido lo dice, su antepasado era mapuche. Y les dijeron ‘ bueno, esta tierra te la damos a vos’. Y hay un decreto. ¿Qué pasó de 1902 en adelante? En el año cuarenta y pico, Paichil y Antriao dividen la fracción única en tres fracciones, dos se queda Antriao, una se queda Paichil. Escrituran eso, lo cual rompe el concepto de comunidad. Si es comunidad vos no podes subdividir. Lo subdividen como familias y esto lo que da pie para que sigan subdividiendo después con los paichialitos y los antrialitos. Cada uno tuvo su familia, obviamente, y cada uno fue quedando con un pedazo de tierra sucesoria. Y fue así como esto, donde estamos nosotros ahora en este momento –la Municipalidad–, es parte del lote pastoril 9 de seiscientos veinticinco hectáreas” (Intendente). Esta cita es relevante por varias cuestiones: en primer lugar aparece aquí el reconocimiento de los hechos, solo que sobre ellos se construye un relato que contrasta con aquel esbozado por el reclamo. Se resalta que el decreto existe, pero se hace hincapié en la calidad de descendientes de mapuches (chilenos). En segundo lugar, las subdivisiones sucesivas son interpretadas como parte de 247 CUADERNOS 21 procesos de compra y venta individuales, y por eso no pueden constituir una “comunidad”. “Acá eran inmigrantes chilenos que le dieron los lotes y el tipo los vendió. Bueno, los vendió. Punto. Pero no vino acá el Estado y montó una comunidad indígena. Eso no existió. Ahora que el tipo era descendiente de araucanos y que tendría sus costumbres, seguramente sí, pero eran dos familias que se vinieron a vivir acá como arrieros” (historiador local). Es decir que los Paichil y Antriao son dos familias individuales que compartían el lote pastoril en calidad de arrieros. Pero en la medida en la que no hubo reconocimiento del Estado de su comunidad entonces no pueden constituirse como tales, cuando el reconocimiento estatal debe seguir a su existencia bajo esta forma jurídica y no crearla de hecho. El valor de la tierra La idea de que los Paichil y los Antriao no constituyen comunidad, sino que son familias de origen chileno, se asocia también a su relación con la tierra. El decreto del año 1902 firmado por Roca designa originalmente las seiscientos veinticinco hectáreas que corresponden al lote 9 de la Colonia Agrícola Pastoril Nahuel Huapi. El acceso a la tierra no residía en la adscripción étnica, sino en relaciones de amistad o en la colonización a partir del reconocimiento del dominio del Estado argentino y el progresivo crecimiento de un sentimiento de afirmación de la nacionalidad. Méndez (2005) señala el informe de inspecciones realizadas en 1906 y 1909 a la Dirección Nacional de Tierras y Colonias en donde se demuestra que el acceso a la tierra de inmigrantes chilenos no fue, a diferencia de otras nacionalidades, como propietarios, sino bajo figuras nominativas, de “consecionarios” u “ocupantes”. El lote 9 se extiende desde el centro de la ciudad hasta el puerto. Sobre él se asienta la municipalidad y los edificios públicos y el centro comercial. Las familias Paichil y Antriao, por su parte, han quedado desplazadas hacia el límite norte del lote, en el camino que recorre el Cerro 6 Belvedere . Para el tipo de relato que estamos analizando en esta oportunidad, este desplazamiento se explica por el bajo valor de la tierra en el momento. “A través de los años, les fueron comprando tierras que las cambiaban a veces por dos vacas o un caballo pero porque en ese momento, en ese contexto histórico, que es lo que no entiende, la tierra valía eso. Cuando el gobierno les da las seiscientas hectáreas, el valor era de cuatro vacas o seis vacas y dos caballos. Vos vendes seiscientas hectáreas hoy en quince mil pesos, cuando hoy vale el metro cuadrado eso” (historiador local). 6 Específicamente, se encuentran en los límites urbanos en el Barrio El Cruce, Barrio Epulafquen y Barrio Norte. Efectivamente, estas familias a medida que la localidad y las familias fueron creciendo, fueron perdiendo las subdivisiones sucesivas. Distintos mecanismos operaron en este sentido: el cobro de impuestos por parte de Parques Nacionales, la expulsión por antecedentes policiales o el estar indocumentados, la venta de la tierra a valores bajos, y mecanismos de endeudamiento resultados de relaciones de peonaje. Algunos interlocutores han hecho referencia a una suerte de anécdota local que tuvo lugar en los años 40, cuando Segundo Paichil intercambió con un conocido vecino del lugar 40 –de apellido Salamida– hectáreas de tierras por “…una casilla y una caja de vicios por mes porque no tenía descendencia y estaba viejo para trabajar…” . “Claro, vos podés pensar ahora en el 2006, con lo que vale esa propiedad, Salamida cambió la tierra por dos bananas, un pedazo de carne, un litro de vino y atado de cigarrillos. Le cambió una cosa que hoy vale, pero por qué no te vas cuarenta años atrás donde vivir acá no era fácil, donde trasladarte del monte hasta acá te costaba un perú, donde vivías solo, tenías que hacerte de leña, el médico no llegaba… Y bueno ponete en la piel de Salamida que nunca me pareció un mal tipo. Yo lo conocí de grande, ya de viejo y andá a ponerte en la piel de ese pobre Paichil que lo habían dejado solo. Ahora es muy fácil, con el diario de ayer yo te hago política” (Intendente). “Después hubo otro de un heredero Bairria que a través de unos abogados hizo un juicio sucesorio abreviado, sacó un edicto en un momento en un diario regional y otro nacional, convocando a los herederos para que vengan a reclamar un pedazo de tierra. Y bueno, como obviamente, nadie leyó el diario, el tiempo pasó y se quedó con terreno este descendiente de los Paichil Antriao, con el abogado. Y bueno, este era el chico que cuando fue, compró, sabía que compraba eso” (Intendente). Efectivamente, existen distintas anécdotas que dan cuenta de la pérdida de tierras por medio de artilugios y estrategias que escapaban a los mapuches. En ese punto, cabe reflexionar si el valor de la tierra sólo se mide en términos monetarios. Porque cierto es que si bien el metro cuadrado podía tasarse a bajos valores, en el espacio físico patagónico la propiedad de la tierra, y el acceso a ella constituyó parte del imaginario del poblamiento como política nacional. No es nuestro objetivo desarrollar en profundidad esta cuestión, pero sí es de hacer notar que quienes económica y políticamente estaban en condiciones de apropiarse de terrenos patagónicos, lo hicieron aun cuando la tierra permanecía improductiva (Bandieri 2005). Por esto grandes extensiones de tierra en los alrededores de la villa fueron apropiados por sectores de la oligarquía porteña y que desde sus orígenes encontramos su presencia en el reparto efectuado por parte del Estado Nacional. Aún más, Méndez (2005) da cuenta del interés 248 “LOS MAPUCHES SON CHILENOS” de la oligarquía porteña en estas tierras cuando menciona la denuncia de Emilio Frey, encargado de la Oficina de Tierras y Colonias en 1918, que acusa a Jorge Newbery (encargado del Parque Nacional Nahuel Huapi): “El Sr. Newbery dice que esos colonos son indios chilenos que cometen toda clase de depredaciones. Ignoro si hay alguna disposición legal que prohíba a los indios chilenos vivir en tierra argentina (…). Lo que el Sr. Newbery busca desde tiempo atrás es obtener las mejores tierras de esa región. Acuérdese que ha solicitado entre otros el lote 49 de la Colonia del Nahuel Huapi, cuyo valor en maderas pasa de medio millón de pesos y que es una de las más hermosas joyas del lago Nahuel Huapi. Es imposible que el Sr. Newbery pueda ocuparse como corresponde del desalojo de los que él llama intrusos. Esta es tarea esencialmente policial y sin duda las autoridades del Neuquén y del Río Negro, tienen muchos más 7 elementos y conocimiento para su vigilancia” . En la actualidad, aquello valorizado en términos simbólicos, se corresponde con las condiciones económicas que permiten incrementar el valor del metro cuadrado. Por ello, la reivindicación étnica se evalúa en términos de intereses económicos “oportunistas”: “En este momento hay un negocio inmobiliario por eso hay un reclamo pero no tiene nada que ver con la historia” (historiador local). “Eso de estar hablando de las injusticias hace quinientos años, y ya está, somos todos argentinos. Con ese digamos discurso se siguen fomentando la bronca, la violencia, la disociación, el resentimiento. En el trasfondo te das cuenta que es por intereses económicos. En definitiva, es nada más y nada menos que la ambición de que ahora los terrenos valen, entonces todo el mundo se acordó que algo, alguna gota de sangre mapuche que por ahí tenían guardada” (funcionario municipal). Este discurso se enfunda en un contexto en el cual unos meses antes se corrió la versión de un desalojo con el fin de construir un complejo de “bungalows” que apro8 vecharían la belleza de Paso Coihue . También fuentes periodísticas de Villa La Angostura consideraron que el desalojo tenía relación con el proyecto de fundar otro pueblo equidistante entre esa localidad turística y Bariloche, idea que había sido lanzada con anterioridad a estos hechos por el intendente (anterior al actual) de esta loca9 lidad . A partir de estas acciones se instaló este conflicto 7 8 9 Colección Emilio Frey. Carta de Emilio Frey al Sr. Joaquín de Vedia, fechada en Buenos Aires el 10 de diciembre de 1918 y dirigida al Jefe de la División de Inspección. 16. V. Museo de la Patagonia. Bariloche. Citada en Méndez 2005: 7). Resistencia y Asado, en http://argentina.indymedia.org/ news/2003/05/111855.php. Recuperación en Paso Coihue, en http://argentina.indymedia. org/news/2003/05/112415.php. en la opinión pública, remarcándose la presencia indígena, en una localidad que ha negado sistemáticamente la existencia de poblaciones indígenas entre sus habitantes. Otro de los emprendimientos que motivó la tala de árboles en la zona próxima a donde se establecieron los mapuches y que provoca polémica entre ellos, es un deporte originario de Costa Rica denominado “Canopy”, consistente en desplazarse entre los árboles a cierta altura a través de unas sogas y roldanas. Algunos coihues sostienen a las plataformas que constituyen los puntos de partida y llegada para los deportistas, en tanto los árboles que fueron derribados permiten generar un espacio de desplazamiento. Paradójicamente en los afiches promocionales y en la página Web de la empresa que promociona esta actividad recreativa, muestra todas sus características y adjunta un mapa donde para acceder al lugar es necesario ingresar por la calle “Cacique Antriao”, la que naturalmente se denomina así, dado que en dicho lugar históricamente 10 ha residido la población indígena homónima . La mentira de la comunidad Finalmente, el relato seguido permite llegar al descrédito del reclamo mapuche. Por un lado, se mencionó la diferenciación hecha de “familias” versus “comunidad”. “Acá no es comunidad tienen un rejunte de gente para reclamar tierra que vale mucho si vos me pedís que te lo defina es así” (funcionario municipal). “Que no me vengan a joder con la comunidad mapuche y la p…Porque es mentira, acá vivían el indio con el alemán, con el negro, y todos nos llevábamos bien (historiador local, nyc). Cabe resaltar que esta imposibilidad para “ver” la comunidad, hacerla visible en términos geográficos, para el caso que nos ocupa es el resultado de un proceso diferente al seguido por otras poblaciones con las que se suele comparar, San Martín de los Andes y Junín de los Andes. Para Ezequiel Ramos Mejía, Ministro de Agricultura y de Obras Públicas durante las presidencias de Figueroa Alcorta y Roque Sáenz Peña, la política a seguir con los indígenas consistía en la fragmentación y diseminación por familias en estancias a fin de ponerlos al servicio de los requerimientos del modelo productivo y “civilizarlos” 11 (Méndez 2005: 4) . Llegamos a un punto en el discurso en donde el descrédito se inviste de prejuicios de tipo esencialistas en términos de cómo tipificar un “ethos” mapuche: 10 En http://www.canopyargentina.com.ar/principal.htm. 11 249 “… la tribu los mantiene en el antiguo régimen del salvajismo sin la más remota posibilidad de un progreso fundamentalmente reñido con tal organización social” (Ramos Mexía 1921: 44. Citado por Méndez 2005: 4). CUADERNOS 21 “Yo conozco muchos apellidos de origen mapuche, pero jamás los escuché hablar en mapuche y al contrario, ellos mismos se avergonzaban de tal porque el blanco ha hecho un buen trabajo en ese sentido. Entonces se conformaban con lo que tenían. Pero jamás hubo una reivindicación como agrupación” (Intendente). “Hoy por hoy la cultura mapuche en La Angostura no la tenemos para nada como un producto. San Martín de los Andes sí la tiene. Nosotros no porque está muy diluida... son gente descendiente de mapuches, como podrían haber sido bolivianos o uruguayos. (…) Pero no pueden venir a pedir hectáreas de tierras porque sus ancestros vivían corriendo al choique, o vivían cultivando las arvejas, porque ahora no lo 12 vas a hacer, chango” (funcionario municipal) . Estas citas evidencian que tras los relatos subyacen imágenes esencialistas desde el sentido común. No hablar “en lengua” es un factor desacreditante a la vez que correr el choique apela a la imagen típica del “salvaje” o “primitivo”. Aquí aparece una diferenciación en el discurso entre estos funcionarios y el historiador que representa el relato de los pioneros y por tanto hemos denominado nyc. Esta distinción ocurre en el plano del reclamo en términos políticos. Este historiador construye una imagen de peligrosidad de quienes se hacen pasar por mapuches: “Están los mapuches truchos, te lo digo con todas las letras. Porque es una gran mentira, en esta zona nunca hubo mapuches como creo que te he contado al principio, porque simplemente no podían subsistir. Gente de otro lado, los que realmente son descendientes, las primeras familias pobladoras no se meten, no se meten. (…) Son todos tipos de afuera. Hay bolivianos, qué sé yo todo lo que hay” (historiador local nyc). En la disputa política, esta imagen también se representa como tal para los funcionarios en tanto preexiste la relación social y política de los mapuches más allá de la localidad en particular. “(…) hay otro pariente que ha traído gente de la zona de Bariloche que son más aguerridos andan con la cara tapada parecen piqueteros, y los han metido ahí para presionar” (funcionario municipal). El Intendente también narra la toma de la intendencia (a fines de 2005) como un momento el cual se sintió presionado por “gente de afuera” y por “dirigentes” de agrupaciones mapuches ajenos al problema local. Esta imagen de “peligrosidad” de los indígenas en la actualidad, contrasta con la imagen que de las “familias chilenas de origen mapuche pioneras” se describe en el relato histórico: 12 El “choique” o ñandú petiso (Pterocnemia pennata) es uno de los representantes autóctonos de la fauna patagónica. En http:// www.patagonia.com.ar/patagonia/animaleschoique.php. “Acá no había diferencias. Árabe, chileno, alemán, italiano, araucano, indio, qué sé yo. Yo realmente te puedo hablar de indios que eran tipos dignos, respetables, ¿sí? Acá frente a mi casa vivía uno que era Don Pedro Lleufo, que era caminero municipal, el tipo arreglaba las calles. Llegó no se sabe bien de dónde. Lo vieron trabajador y la municipalidad en esa época tomaba tipos trabajadores. Pero no tenía papeles. Entonces el juez de paz le arregló los papeles y con eso pudo entrar en la municipalidad. Y el decía que el juez ese era su papá. Está bien, le había dado existencia oficial. Y hay tantas del buen negro. Se enfermó el juez y él iba a dormir en el juzgado de paz, a la puerta, como un perro porque tenía que cuidar a su papá” (historiador local nyc). “Te puedo contar de Don Bartolo Catrinao también, puro indio. Del otro lado del lago vivía en un aserradero. Después los dueños levantaron todo y se fueron, pero él quedó. Quedó veinticinco años viviendo ahí, esperando al patrón. Porque el patrón le había dicho que iba a volver. Eso es dignidad” (historiador local nyc). Los mapuches del relato histórico aparecen ocupando un lugar de subordinación económica –el peón de aserradero–, y político-jurídica –frente al Estado–. En la medida en que ocupan un espacio subalterno y demuestran “lealtad” hacia el superior, entonces cobran un halo de dignidad. Son dignos en la medida en que entienden y no cuestionan el “orden civilizado”. La comunidad mapuche como producto turístico Es interesante señalar, como predomina una visión de la historia que pareciera permanecer inalterada a la hora de reflexionar sobre el presente ya que se continúa planteando “lo mapuche” en términos de adaptación al orden existente. Como afirma el Intendente: “Los quisimos integrar. Nos parece un producto interesante. Un producto más de todos los que tiene Villa La Angostura”. Para el funcionario, la existencia de mapuches es posible en Villa La Angostura en términos de su posicionamiento en el marco de la estructura de la relaciones vigentes. Parecería que la condición para que cobrasen existencia es la de “producto turístico”: “Si vos querés vivir dignamente con tus tradiciones y tu cultura y querés aprovecharte de estas para poder posicionarte en el turismo entonces yo te puedo ayudar. Es más estoy abierto a todo esto y dalo por hecho que lo vamos a hacer. Ahora cuando vos partís de algo en lo que reclamás son tierras que otras personas dicen que tienen los títulos habilitantes, es muy difícil. Porque ahí es donde se rompe todo tipo de diálogo” (Intendente). Pensamos que aquí aparece el Estado definido a partir de su propia gestión, es decir a partir de su intencionalidad. Mientras Villa La Angostura es considerada una “aldea de montaña” que conserva sus cualidades de 250 “LOS MAPUCHES SON CHILENOS” tierra virgen y reserva natural para un turismo de alto poder adquisitivo, la gestión del gobierno municipal se concentra en la canalización de sus organismos y planes en la acentuación de este perfil que garantiza la dinámica económica de la ciudad y aporta importantes capitales de inversión, sobre todo en materia de construcción. Desde esta lógica, el propio intendente sólo puede concebir la presencia mapuche en la medida en que esta sea plausible de convertirse en un producto de marketing que sirva a la atracción del turismo, “(…) como un producto más de todos aquellos que ofrece La Angostura”. “Como están apostados en un lugar que es un circuito turístico, les dijimos “¿por qué no se organizan y cobran un estacionamiento y cuidan los autos de los turistas y venden artesanías?”… Querían vender choripán ¡Si vos vendés choripán te tengo que pedir como mínimo que pongas un baño, que tengas una cocina porque sino la gente de los comercios acá, me van a matar! Tenés que por lo menos hacer algo, no es la costanera esto, podés poner un carrito donde están los rollingo, donde está el partido de fútbol y vendes chorizo. Es decir, tratamos de hacer las cosas lo más, que no sea lo mismo que en otros lugares. ¿Querés vender cosas envasadas?, ¿querés poner un kiosco?” le digo, ‘poné un kiosco, vendé cosas envasadas’, ‘ah bueno, entonces podemos vender hamburguesas’. No. Si vamos a vender hamburguesas tenemos que tener otro tipo de cosas, ¿sí? Entrevistador: Ahora están cuidando coches. Intendente: Pero se podría hacer mucho más legal. Se puede hacer de otra forma. Organizadamente. Y no, no quieren hacerlo. Me parece que deberían. Me ofrezco a hacerles yo la folletería para que el visitante se vaya con un souvenir. Como cuando vas a Mundo Marino, que vos pagás la entrada y te dan” (Intendente). En este sentido, es interesante notar que mientras por un lado, se niega su existencia, o esta se convierte en una categoría estigmatizante vinculada a la nacionalidad chilena, por el otro, el reverdecer de su identidad es posible en la medida en que esta pueda convertirse en un “bien común” que potencia la complejidad económica de la ciudad. CONSIDERACIONES FINALES Nuestra hipótesis general de investigación es que las profundas transformaciones asociadas al desarrollo de inversiones turísticas en la zona estudiada, favorecen la emergencia y desarrollo de las identidades étnicas y sus acciones reivindicativas concretas como forma de articular demandas políticas, sociales y económicas. En esta oportunidad decidimos enfocar la mirada en los discursos que se construyen dentro de la población local y que cargan de sentido negativo las alternativas de reconocimiento. Es por ello, que hemos intentado rastrear los orígenes de estos sentidos que son dados en términos de interpretación histórica. A partir de dicho análisis, comprobamos que la constante inferiorización material y simbólica de las sociedades nativas ha conducido al desarrollo de procesos tipificables como etnocidios (Bartolomé 1997:72-73) ya que el proceso de desadscripción sufrido a lo largo del siglo XX se ha visto acompañado de estrategias coactivas como la apropiación de tierras por parte de otros sectores de la población local. A su vez, se comprueba la constante deslegitimación en la interpretación histórica de la existencia de poblaciones mapuches en términos de “pueblos originarios”. Esto resulta de colocar a una sociedad “(…) en situaciones físicas e ideológicas que imposibilitan o dificultan extraordinariamente su reproducción social e identitaria. Dichos procesos comienzan por el abandono de rasgos culturales propios, continúan con el reemplazo lingüístico y concluyen con la renuncia a la filiación indígena: el progresivo abandono del mundo cultural concluye en una descaracterización étnica. Pero el abandono de la cultura no suponen necesariamente la renuncia de la identidad, aunque es frecuente que se den asociadas”. Trinchero llama a esto “identidades políticamente estigmatizadas”, que constituyen “(…) identidades estructuradas en los códigos de visibilización generados desde el poder político que en un momento dado gobierna el Estado y en general desde los partidos políticos que reconocen la ‘otredad’ a través de dispositivos propios y susceptibles de enredar las identidades étnicas” (Vázquez 2004: 145). En esto juegan un rol clave las contradicciones del mismo Estado y las luchas políticas hacia el interior de los sectores de poder que se disputan su hegemonía y la étnico-política por otro (Trinchero 2000 y Vázquez 2004). Bartolomé denomina a esto “transfiguración cultural” como expresión de estrategias adaptativas que las sociedades subordinadas generan para poder sobrevivir y que van desdibujando su propio perfil cultural e identitario; para poder seguir siendo hay que dejar de ser lo que era (Bartolomé 1997:73). “Se puede señalar entonces que muchas de las manifestaciones de la identidad étnica aparecen como resultantes de las diferentes posiciones de poder derivadas de las relaciones de dominación políticas y económicas, así como sus expresiones simbólicas” (Bartolomé 1997: 71). Una de las consecuencias de estos sistemas es que construyen formas identitarias calificables como identidades subordinadas en la medida en que dependen de un antagonista dominante para conformarse. El caso extremo de estas identidades subordinadas es la que Cardoso de Oliveira denomina identidad negativa, “(…) es decir aquella orientada hacia la renuncia de sí misma como resultado de la internalización de la ideología discriminatoria de los sistemas interétnicos” (Bartolomé 1997: 71). Finalmente, creemos que la propuestas que apuntan a la visibilización mapuche en términos de “producto 251 CUADERNOS 21 cultural”, sortea la tradicional negación y deslegitimación propia de un proceso etnocida, aunque no por eso se encuentra libre de etnocentrismo. Basta con considerar que el espacio que podría reservar para el mapuche se constituye como un espacio de nueva subordinación, acorde al orden vigente, en tanto se propone la realización de actividades vinculadas al turismo, que en otras ciudades no hacen más que reproducir las relaciones de dominación como es el caso de la producción artesanal. AGRADECIMIENTOS El presente trabajo ha sido financiado por el Proyecto de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica: “Problemática artesanal indígena. Procesos productivos y de comercialización: un análisis comparativo de grupos Mapuche, Chané y Wichi” y el Proyecto UBACyT (2004-2007) “Explotaciones turísticas y comunidades mapuches: conflicto interétnico y prácticas de reproducción social en Norpatagonia”. Facultad de Filosofía y Letras - UBA. A la vez parte de la información que se expone surge del “Proyecto de fortalecimiento comunitario, rescate de la identidad Mapuche y reafirmación territorial del Lof Paichil Antriao y Quintriqueo” financiado por el I. N. A. I. (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) (año 2006). Agradecemos a la Biblioteca Popular “Osvaldo Bayer” de Villa la Angostura, en especial a la subcomisión “Archivos del Sur” por el apoyo brindado que hizo posible la realización del presente trabajo. 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Buenos Aires, Biblos. 252 Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007 1852-1002 ISSN 0570-8346 NOTA S UNA PERSPECTIVA ESPACIAL PARA EL ESTUDIO DE LAS REPRESENTACIONES RUPESTRES DE VALLE FÉRTIL (PROVINCIA DE SAN JUAN) Pablo Cahiza* RESUMEN En este trabajo presentamos el registro de sitios con representaciones rupestres de Valle Fértil en el sector oriental de la provincia de San Juan. A partir de los datos generados por la prospección sistemática del área, relacionamos el emplazamiento de ese tipo de sitios con las características ambientales y la localización de asentamientos, morteros colectivos y canteras-talleres líticos de las sociedades formativas del área. PALABRAS CLAVE Valle Fértil - representaciones rupestres - emplazamiento - sociedades formativas ABSTRACT In this paper we present survey and recording of rock art sites in the Valle Fértil, eastern region of San Juan province. We relate site location, presences of collective mortars lithic quarries and workshops characteristics of formative societies with other environmental features. KEY WORDS Valle Fértil - rock art - location - formative societies INTRODUCCIÓN Desde fines de 2003 llevamos adelante un proyecto de arqueología regional en Valle Fértil, sector oriental de la provincia de San Juan, que tiene como objetivo estudiar los cambios y continuidades de los procesos socio-económicos de las sociedades formativas locales. Para ello desarrollamos un diseño de investigación que articula la prospección de los diferentes componentes ambientales del paisaje de Valle Fértil y la excavación de sitios de cada unidad del espacio. Además de la localización y relevamiento de sitios y lugares de hallazgos aislados del componente agro-alfarero, uno de los resultados de las tareas de prospección fue la detección de siete sitios con representaciones rupestres. Para el abordaje específico de las representaciones rupestres utilizamos el concepto operativo de “emplazamiento”, entendiendo que relaciona el contexto de localización de estos sitios con el paisaje (Aschero 1997:18). La Sierra de Valle Fértil y la Sierra de la Huerta forman un sistema serrano longitudinal en el sector oriental de la provincia de San Juan (Mapa 1) e integran la provin∗ Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales, Centro Regional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CRICYT-Me) - Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo. [email protected] cia fitogeográfica del Chaco, específicamente su distrito del Chaco Árido en los llanos y del Chaco Serrano en la ladera oriental de la sierra. LAS REPRESENTACIONES RUPESTRES DE VALLE FÉRTIL Los antecedentes sobre el arte rupestre de Valle Fértil sólo cuentan con la información publicada por Ardissone y Grondona (1953) y por Schobinger y Gradin (1985). En el primer caso se mencionan y describen petroglifos en dos locaciones: en la “Piedra Pintada” y en las “Mesillas” (denominación regional para mesetas de escasa altura), ambas en las proximidades de la Villa de San Agustín de Valle Fértil. En tanto Schobinger y Gradin adelantan una caracterización de sitios documentados por el primero en Valle Fértil de “tendencia abstracta más o menos compleja”, sin dar otra precisión geográfica ni cuantitativa. Un aspecto interesante es la proposición que los asocia culturalmente al área de los Llanos de La Rioja (Schobinger y Gradin 1985:77). Al norte del área se destaca la presencia de grabados rupestres prehistóricos e históricos en Ischigualasto (Riveros y Varela 2001; Podestá et al. 2006; Rolandi et al. 2003) y en el Parque Nacional Talampaya (Cáceres Freyre 1966; Schobinger 1966; Giordani y Gonaldi 1991 y Ferraro 2005). En tanto en el sector oriental de los Llanos, en las décadas de 1930 y 1950 se publicaron relevamientos para 253 CUADERNOS 21 el área de Tama y Solca (Aparicio 1939, Cáceres Freyre 1956-57) y actualmente se desarrolla un proyecto de relevamiento de las representaciones rupestres en la Reserva Provincial de Uso Múltiple Guasamayo –Malanzán, La Rioja– (Rolandi et al. 2003) y otro en Santa Rita Catuna (Sergio Martín, comunicación personal). Nuestros trabajos de prospección en Valle Fértil, significaron el relevamiento de siete sitios con representaciones rupestres: 1) Mesillas de Usno, 2) Mesillas de San Agustín, 3) La Piedra Pintada, 4) Portezuelo del río las Juntas 5) Río Las Tumanas, 6) Río Chucuma, y 7) Chucuma. En los siete casos se trata de sitios que poseen buen grado de visibilidad, especialmente por la baja cobertura vegetal en donde se emplazan los grabados rupestres. Se caracterizan por presentar dos tipos de soportes rocosos: 1) paredes de rocas planas y lisas, de tipo granitoide y 2) bloques de rodados con pátina del desierto. Las representaciones rupestres relevadas fueron elaboradas por grabado mediante incisión punteada. Sitios del Piedemonte Mesilla de Usno: se encuentran localizados en la localidad de Usno, a aproximadamente 500 m de la margen izquierda del río Usno, al norte de la villa y en terrenos vecinos al Cementerio (S 30º 33’ 43,9’’ W 67º 32’ 27’’). El soporte, de tipo 2, consiste en cuatro bloques de rodados que presentan la típica pátina oscura del desierto. Ninguno de los cuatro bloques supera un volumen de un metro cúbico. El estado de conservación de los petroglifos varía entre malo-regular de uno de los bloques a regular-bueno de los tres restantes. Por otra parte, según informantes locales, su accesibilidad y cercanía a la Villa de Usno ha facilitado que otros bloques hayan sido trasladados del lugar. Las representaciones consisten principalmente en figuras antropomorfas, pisadas de ñandú (tridígitos), un camélido, figuras abstractas lineales y geométricas circulares. Mesillas de San Agustín: están emplazados en una formación similar a la anterior, esta vez en las proximidades del río del Valle, en la localidad de San Agustín de Valle Fértil, en el cono aluvial del río, sobre su margen derecha (S 30º 37’ 9,8’’ W 67º 27’ 39,8’’ 850 msnm). El soporte también es de tipo 2. Al igual que en el caso de Usno su cercanía con la Villa y su accesibilidad posibilitaron la extracción de rocas grabadas. Por ejemplo, Ardissone y Grondona observaron más de treinta rocas con petroglifos (1953:113), mientras que nosotros identificamos solo dieciséis en tres visitas al sitio. Otro problema conservacional que detectamos, es la reactivación moderna de los grabados. Las representaciones relevadas por Ardissone y Grondona (1953:114) son una figura antropomorfa, una huella de ñandú (tridígito), y una figura abstracta lineal de doble espiral. Estos motivos aparecen repetidamente, agregándose en nuestra identificación círculos concéntricos, espiralados, volutas y antropomorfos. La Piedra Pintada: es el conjunto de representaciones rupestres más conocido de Valle Fértil y se lo incluye en la oferta turística del área. Está localizado en la margen izquierda del río del Valle (en su curso inferior), frente a la Villa de San Agustín de Valle Fértil (S 30º 37’ 42,3’’ W 67º 29’ 8,7’’ 850 msnm). Los grabados se encuentran a una altura aproximada de quince metros, en una pared de roca de unos doce metros cuadrados –soporte de tipo 1– con pátina del desierto. Su estado de conservación es muy bueno. Los grabados de La Piedra Pintada están integrados por motivos figurativos: dos serpentiformes (figura 1) y uno fitomorfo (posiblemente cardón del tipo Trichocereus terschekii); y abstractos simples (líneas curvas) y complejos (formas geométricas compuestas por rectángulos con diseños internos). Grabados de Las Tumanas: Unos cuarenta kilómetros al sur de San Agustín de Valle Fértil se encuentra el río Las Tumanas. En el tramo final de la quebrada del río, en su salida hacia el piedemonte y cono aluvial, en una pared sobre la margen derecha del río se halla un único petroglifo (S 30º 51’ 50’’ W 67º 19’ 05’’). Su soporte es del tipo 1 y se encuentra a unos cinco metros de altura. Al igual que la Piedra Pintada, posee un grado de conservación muy bueno. El único motivo rupestre representado en las Tumanas es una figura abstracta geométrica compleja, una especie de escudo. Río Chucuma: la localidad de Chucuma se encuentra cincuenta y seis kilómetros al sur de San Agustín, recostada sobre la Sierra de La Huerta y sobre la margen derecha del río Chucuma. Precisamente en la puerta de la quebrada relevamos una pared rocosa (soporte 1) con motivos rupestres figurativo astral o solar, geométricos lineales paralelos curvos y geométricos compuestos de rectángulos y círculos dobles o concéntricos (figura 2). Bajo Chucuma: en el piedemonte de la sierra, sobre el cono aluvional del río Chucuma y dos kilómetros al oeste del pueblo actual identificamos un sitio con representaciones rupestres. Se trata de dos motivos antropomorfos grabados sobre una roca pequeña –80 x 72 cm–. Sitios de quebradas y valles interserranos Portezuelo del río las Juntas: distante quince kilómetros al este de San Agustín, en un pequeño valle entre la Sierra Grande y la del Medio de Valle Fértil, unos quinientos metros al norte del río de las Juntas, localizamos un bloque de piedra con grabados rupestres (S 30º 40’ 44,7’’ W 67º 33’ 7,8’’). 254 UNA PERSPECTIVA ESPACIAL PARA EL ESTUDIO DE LAS REPRESENTACIONES RUPESTRES Mapa 1 - Localización del área de estudio y de los sitios con representaciones rupestres: 1. Mesillas de Usno, 2. Mesillas de Valle Fértil, 3.La Piedra Pintada, 4. El Portezuelo de las Juntas, 5. Las Tumanas, 6. Río Chucuma y 7. Chucuma Figura Nº 1 - La Piedra Pintada, San Agustín de Valle Fértil 255 CUADERNOS 21 Las representaciones están en dos caras de un rodado con pátina oscura (soporte 2). Esta posee dos fragmentaciones recientes (realizadas para un fallido transporte, según nos han relatado los lugareños). Los motivos representados son figurativos antropomorfos y zoomorfos: camélidos y huellas de ñandú, y abstractos geométricos (figura 3). Emplazamiento y contexto: una interpretación espacial de las representaciones rupestres de Valle Fértil Nuestras prospecciones en el área han detectado cuatro sectores donde la densidad de sitios arqueológicos residenciales es mayor en los conos aluvionales de los ríos Usno, del Valle y Las Tumanas, en el piedemonte de la Sierra de Valle Fértil; y en el cono aluvial del río Las Juntas en un valle interno de la Sierra. En esas zonas se encuentran emplazados los grabados de las Mesillas de Usno, de las Mesillas de San Agustín, la Piedra Pintada y los del Portezuelo del río Las Juntas. Por otra parte, relevamos una concentración menor de sitios en el cono aluvial del río Chucuma (mapa 1). Al mismo tiempo, los sitios con representaciones se encuentran localizados en los sectores seleccionados con recurrencia para la vida humana en el Valle, cuestión que se materializa en la presencia asociada de asentamientos prehispánicos, hasta el emplazamiento actual y colonial de poblaciones y estancias (Usno, San Agustín y Las Tumanas). Los sitios Piedra Pintada, las mesillas de San Agustín, Las Tumanas y Chucuma están en relación con sitios de actividades especializadas con morteros colectivos, una de las manifestaciones arqueológicas halladas con más frecuencia en Valle Fértil (Ardissone y Grondona 1953: 95-111). En tanto los petroglifos de Usno y del Portezuelo se encuentran asociados a “mesillas” donde detectamos sitios que pueden caracterizarse inicialmente como canteras y talleres de extracción de materias primas y formas–base, debido a la abundancia de núcleos y nucleiformes, escasa presencia de instrumentos formatizados y desechos de talla con tamaños que van del mediano-pequeño al grande. Los sitios analizados se encuentran relacionados espacialmente con sitios arqueológicos representativos de los componentes formativos de Valle Fértil. A partir de nuestras excavaciones en los sitios Usno 1, Usno 2, Las Tumanas 1 y Las Tumanas 2, definimos estos componen- tes especialmente por las características de sus conjuntos cerámicos –con decoración incisa y pintada geométrica– y que datamos entre los siglos XIII y XVI d.C. Proponemos este mismo período para la realización de las representaciones rupestres del área. Al mismo tiempo, esta asociación locacional con áreas de asentamiento, implica la ocurrencia de estos en espacios de actividad doméstica, o por lo menos en posiciones muy próximas a ellas. Por lo tanto estas representaciones no estarían en situaciones restringidas a algún grupo específico de la comunidad, sino a la vista de todos sus integrantes y cualquier connotación ritual que se le quiera asignar a las representaciones, debería hacerse dentro del ámbito de lo doméstico (Aschero 1997:20). Por otra parte, los sitios se encuentran en el acceso y salida de pasos y quebradas, lo que podría asociarse con el tránsito intersierras y traslasierra (área de los ríos Bermejo y Zanjón). Esta recurrencia de situaciones podría indicar una función marcadora del paisaje de las representaciones rupestres. La inserción del estudio del arte rupestre de Valle Fértil en un análisis de tipo regional, donde se articula su localización con el espacio de ocupación de los grupos que probablemente lo producen y con el paisaje, nos posibilitó acercarnos de una forma más integradora al conocimiento de las sociedades prehistóricas del este de la provincia de San Juan. A partir de ese planteo asociamos su emplazamiento con áreas de actividad doméstica, tales como asentamientos, áreas de molienda y talleres líticos, lo que nos induce a proponer un acceso social poco jerarquizado. También identificamos una relación locacional entre los sitios con representaciones rupestres con los recursos hídricos, tipos de suelos y vías de comunicación. AGRADECIMIENTOS Este trabajo se enmarca en el proyecto “Arqueología del Noreste de San Juan: Poblaciones locales y dominación Inka en Paso del Lámar y áreas de influencia”, dirigido por el Dr. J. Roberto Bárcena. Agradezco a María José Ots, Cecilia Frigolé, Raúl Fortunato y Juan Pablo Aguilar quienes participaron en las tareas de campo. A Rosana y Matías Peñaloza, por la hospitalidad y la información brindada para el área de Chucuma. A los evaluadores de este trabajo, por sus valiosas sugerencias. 256 UNA PERSPECTIVA ESPACIAL PARA EL ESTUDIO DE LAS REPRESENTACIONES RUPESTRES Figura Nº 2 - Representaciones rupestres de río Chucuma Figura Nº 3 - Representaciones rupestres del Portezuelo de las Juntas 257 CUADERNOS 21 BIBLIOGRAFÍA Aparicio, F. 1939 Petroglifos riojanos. Revista Geográfica Americana, XI, nº 64-69: 257-264. Ardissone, R. y M. Grondona 1953 La instalación aborigen en Valle Fértil. Universidad de Buenos Aires. Aschero, C. 1997 De cómo interactúan emplazamientos, conjuntos y temas. Actas y Memorias del XI Congreso Nacional de Arqueología Argentina, cuarta parte, tomo XVI, 11-15. San Rafael, Mendoza. Cáceres Freyre, J. 1966 Los grabados primitivos de la Quebrada de Talampaya en La Rioja. La Nación, 30 de abril. Ferraro, L. 2005 Los valores de nuestros bienes patrimoniales: proyecciones de los trabajos en la Puerta de Talampaya y en Los Pizarrones. Parques Nacionales: nuestro patrimonio natural y cultural, año 2, (2):26-27. Giordano, A. y M. Gonaldi 1991 Manifestaciones del Arte Rupestre en una zona de alto interés turístico. Una política de protección, en Podestá, M; M. Hernández Llosas y S. Renard de Coquet (eds.), El Arte Rupestre en la Arqueología contemporánea, Buenos Aires. Podestá, M., D. Rolandi, A. Re y O. Damián 2006 Arrieros y marcas de ganado: Expresiones de arte rupestre de momentos históricos en el desierto de Ischigualasto. Tramas en la Piedra. Producción y Usos del Arte Rupestre, 169-190. Buenos Aires, WAC, SAA y AINA. Riveros, M. G. y A. Varela 2001 Ischigualasto: Estudio preliminar del arte rupestre. Publicaciones, nueva serie, 25: 131-147. Rolandi, D., A. Guráieb, M. Podestá, A. Re, R. Rotondaro y R. Ramos 2003 El Patrimonio Cultural en un área protegida de valor excepcional: Parque Provincial Ischigualasto (San Juan, Argentina). Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, XXVIII: 231-239. Schobinger, J. 1966 Nota sobre los petroglifos de Talampaya (prov. La Rioja). Antiquitas, 2. Schobinger, J. y C. Gradin 1985 Arte rupestre de la Argentina. Cazadores de la Patagonia y agricultores andinos, Madrid, Encuentro Ediciones. 258 Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano 21. 2006/2007 1852-1002 ISSN 0570-8346 CERRO CASA DE PIEDRA 7, UNA FECHA RECIENTE María Teresa Civalero, Damián L. Bozzuto, Antonela Di Vruno y Mariana E. Di Nigris* En el marco del proyecto que se desarrolla en el sitio Cerro Casa de Piedra 7 (CCP7), localizado en el Parque Nacional Perito Moreno, Santa Cruz, se han realizado una serie de nuevos fechados –algunos de los cuales han sido ya presentados (Aschero et al. 2006)– que aportan nueva evidencia sobre las ocupaciones humanas durante el Holoceno. Las investigaciones tienen como objetivo conocer la dinámica del poblamiento de las cuencas lacustres del noroeste de Santa Cruz. La cueva CCP7 se revela como particularmente importante dado que presenta una larga secuencia de ocupación que se inicia en el Holoceno temprano y permite plantear una etapa de exploración o de colonización inicial para esta área ecotonal entre el bosque y la estepa patagónica. La continuidad de las ocupaciones a lo largo del Holoceno es notable, en particular alrededor de 5.000 años AP se observa una gran redundancia de ellas (Aschero 1996, Aschero et al. 2005). De acuerdo a los estudios realizados previamente para ca. 3.500 años AP la cueva fue abandonada en coincidencia con un derrumbe que la divide en dos y resulta sincrónico con otros detectados en distintos abrigos rocosos de Patagonia meridional (Aschero 1996). Sin embargo, este fenómeno no se repite en todos los sitios del área. Así, por ejemplo, en Cerro Casa de Piedra 5, un sitio ubicado a tan solo 475 m de CCP7, la secuencia estratigráfica se extiende hasta ca. 2.500 años AP (Aschero 1992). Este momento fue considerado como clave en relación con las ocupaciones del Parque dado que marcaría el abandono de los sitios con máximo reparo y la ocupación de nuevos espacios, tal como lo señalarían los sitios de superficie o a cielo abierto ubicados cronológicamente en estos momentos y continuando en fechas más tardías (Aschero et al. 2005). En función de este modelo de ocupación, nos interesa discutir en esta oportunidad un fechado obtenido en un nuevo sector de excavación de CCP7. En la campaña realizada en el año 2005 se amplió una trinchera ubicada en un área más central del antiguo alero que presentaba características estratigráficas diferentes a las observadas hasta ese momento (Aschero et al. 2006). Un fechado obtenido sobre carbones en la cumbre de este sector ∗ CONICET-INAPL, [email protected], dboz- [email protected], [email protected], [email protected] arrojó un valor de 1.927±41 años AP δ13 C= –26,69 (UGA 868 fecha corregida) que ampliaría el lapso de ocupación de esta cueva. Si bien se trata de un único fechado que debería ser confirmado con nuevas dataciones es importante tener en cuenta que el material datado formaba parte de una clara estructura de combustión cuya posición estratigráfica es concordante con el fechado obtenido. De llegar a confirmarse esta datación plantearía una utilización más tardía de las cuevas de lo que anteriormente se concebía para el área de investigación. La evidencia recuperada en CCP7 sugiere que estas ocupaciones tardías serían de carácter esporádico lo que dificultaría su detección arqueológica. Años atrás se presentó un modelo de asentamiento/ movilidad para las ocupaciones más tempranas del área –ca. 9.000/2.500 años AP– y otro para las tardías –posteriores al ca. 2.500 años AP– (Aschero et al. 1992-93). El primero estaba caracterizado por una movilidad de tipo residencial y el último por una de tipo logístico. Nos interesa rescatar aquí las particularidades de la movilidad logística, puesto que el fechado en cuestión es asimilable a las ocupaciones tardías y nos preguntábamos si era posible caracterizar al material asociado a ese tipo de movilidad. En líneas generales, la movilidad logística definida por Binford (1980), está determinada por movimientos de individuos –o grupos pequeños– que salen en busca de los recursos, volviendo con ellos al campamento residencial para ser consumidos por todo el grupo. Ellos no realizan movimientos residenciales frecuentes pero sí realizan largas travesías logísticas (Kelly 1992). El reflejo arqueológico debería darse entre otras alternativas por las categorías funcionales de los sitios (Aschero et al. 1992-93). Las ocupaciones de CCP7 correspondientes al fechado en cuestión están delimitadas por grandes rocas producto de derrumbes cuyo fechado tentativo es de ca. 3.400 años AP y que pudo haber provocado el abandono del hasta entonces gran alero, ocupado en forma residencial. Convertido en cueva y con espacios mucho más acotados, el sitio pudo haber servido para llevar a cabo actividades más puntuales. La presencia de gran cantidad de pelo de huemul asociado con escasos instrumentos (una punta burilante y un raspador con alteraciones térmicas importantes, sumados a unos pocos desechos de t