Reportaje Sobre Ciudad Juarez de Nuria Varela

Transcripción

Reportaje Sobre Ciudad Juarez de Nuria Varela
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BARBARA VÁZQUEZ
SIEMBRA MACABRA
interviú 16 de mayo de 2005
Nuria Varela
[email protected]
Fotos: Ramón Mourelle
(Enviados especiales)
L
a ciudad en la que al diablo le da miedo vivir”, así
tituló la primera parte de
su novela La frontera el
periodista francés Patrick
Bard. Ésa es Ciudad Juárez, Estado de Chihuahua,
frontera Norte de México con El Paso
(Texas, Estados Unidos). Desierto. Frontera en la que se agolpan miles de centroamericanos que llegan al norte soñando
con una vida mejor. En Juárez, Estados
Unidos está al otro lado del puente, en la
calle de enfrente. Elevando la mirada por
encima de los tejados de cartón y zinc de
las casuchas juarenses se vislumbran los
modernos edificios de El Paso. Muchos
intentan pasar la frontera –20 millones de
mexicanos viven actualmente en Estados
Unidos–, otros se quedan a este lado, en
una ciudad donde no falta el trabajo. Ciudad Juárez ha aumentado su población en
un millón de personas desde 1993. En ese
largo viaje hacia otra vida, centenares de
mujeres han encontrado la muerte.
Nadie sabe exactamente cuántas son
las mujeres asesinadas en Juárez, aún
menos las desaparecidas. Las cifras bailan en una danza tan siniestra como la extrema violencia que han sufrido las víctimas. Niñas, adolescentes, jóvenes, estudiantes, madres, bailarinas, maquiladoras, prostitutas, periodistas... mujeres,
todas mujeres. Secuestradas, violadas,
asesinadas, acuchilladas, estranguladas,
tiroteadas, mutiladas, torturadas... En
1993, Esther Chávez, en aquel momento
una brillante ejecutiva, comenzó a hacer
el recuento de las mujeres asesinadas. Un
año antes, una mujer fue violada en la
cárcel juarense. Es el detonante para que
numerosas mujeres se agrupen y creen la
asociación 8 de Marzo para ayudarla.
Tras ese suceso, son conscientes de los
índices de violencia de género que hay en
la ciudad. “Comienzo a contar, una a
una, las mujeres asesinadas que aparecen en el periódico. Recojo todos los casos que van apareciendo. Mujeres violentadas y asesinadas que aparecen tiradas
en las calles”. Así nace el recuento. “Mi
lista no tiene validez científica, está hecha sobre la información de prensa, pero
de ahí arrancaron todas las investigaciones”, asegura Chávez.
Doce años después, oficialmente se re-
▲
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■ La muchacha de la
fotografía apareció asesinada
el pasado 5 de mayo. Según
la policía, tenía alrededor de
18 años. Su cuerpo inerte fue
tirado en medio de la calle de
una de las colonias más
pobres de Ciudad Juárez.
Otros dos cadáveres de
mujeres habían sido
encontrados unas horas
antes. Arriba, varias de las
mujeres dadas por muertas
en los últimos años.
El recuento comenzó en
1993, casi por azar, y, desde
entonces, la lista de mujeres
asesinadas y desaparecidas
en Ciudad Juárez no ha dejado de crecer. Asesinatos
que han permanecido impunes. La falta de investigación
ha alimentado todas las hipótesis y centrado las sospechas sobre las fuerzas de
seguridad y los responsables
políticos del Estado de
Chihuahua, bien como culpables, bien como encubridores. Ni siquiera las madres
de las muchachas asesinadas creen que quienes están
en prisión acusados de matar a sus hijas sean los culpables. Las pruebas evidencian confesiones arrancadas
con torturas. La impunidad
se extiende.
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conocen 400 mujeres asesinadas. Trescientas veinticinco tienen nombres y apellidos, 75 cadáveres permanecen aún sin
identificar. Alrededor de 140 de las niñas y mujeres asesinadas tenían rasgos
comunes y coincidencias en las circunstancias de la muerte: eran jóvenes, bonitas, delgadas, de pelo largo y lacio, pobres, buena parte de ellas, trabajadoras
de las maquilas y fueron ejecutadas con
extrema violencia. Los cadáveres evidencian que habían sido violadas, la mayoría aparecieron con las manos atadas
por la espalda con los cordones de sus
propios zapatos o mostraban marcas de
esposas, con un seno mutilado y el pezón del otro arrancado a mordiscos...
Circunstancias que desataron todo tipo
de hipótesis: tráfico de órganos, tráfico
de blancas, grabación de vídeos snuff
–películas en las que se muestran asesinatos reales–, asesinos en serie, ritos satánicos, bandas juveniles, orgías relacionadas con el narcotráfico... Aún hoy ninguna hipótesis puede ser confirmada ni
descartada. En Ciudad Juárez nunca se
han investigado los asesinatos de mujeres. Tampoco las desapariciones.
Las cifras sobre mujeres desaparecidas
son aún más desconcertantes. Oficialmente, se reconocen 33 mujeres desaparecidas. Amnistía Internacional eleva la
cifra a 500 y la Comisión Nacional de Derechos Humanos asegura que son 4.500.
Las 140 niñas y mujeres asesinadas bajo
Cifras de terror
y caos
● De las 400 mujeres asesinadas desde 1993,
el 16 por ciento tenía menos de 15 años. Un
54,2 por ciento, entre 16 y 35 años. Al 13 por
ciento no se les pudo determinar la edad.
● La población de Juárez es de 1.500.000 habitantes. Ha crecido en un millón desde
1993. El 33 por ciento es menor de 15 años,
y el 35 por ciento es población migrante.
● El salario mínimo es de 47,82 pesos; el salario medio, 60 pesos diarios, lo que supone
unos ingresos mensuales de poco más de
100 euros.
● Están identificadas 500 pandillas juveniles.
● Entre 315 y 320 maquiladoras están instaladas en Ciudad Juárez. En total, emplean a
220.000 trabajadores, el 52 por ciento son
mujeres. Inicialmente las mujeres llegaron a
ser el 90 por ciento de la mano de obra.
● El Informe de la Fiscalía Especial para la
Atención de Delitos Relacionados con los
Homicidios de Mujeres en el municipio de
Juárez acusa a 50 funcionarios públicos de
incurrir en delitos administrativos y/o penales
en el transcurso de las investigaciones de los
asesinatos. De ellos, 8 son fiscales; 20 agentes del ministerio público; 3 subagentes; 2 jefes de oficina y procesos conciliatorios; 6
agentes de la Policía Judicial, y 11 peritos.
CASAS DE EMPEÑO, CLUBES, MOTELES Y MAQUILAS SON LOS ESTABLECI MIENTOS MÁS ABUNDANTES EN CIUDAD JUÁREZ
CEMENTERIOS CLANDESTINOS
■ Lote Bravo, Cerro
de Cristo Negro,
Lomas de Poleo y
Cerro Bola son
terrenos convertidos
en cementerios
clandestinos. Pero
las osamentas
aparecen en
cualquier parte.
Abajo, vivienda en la
que un par albañiles
encontraron los
restos de una joven
–se le calcula entre
15 y 18 años–, el
pasado mes de abril
mientras realizaban
obras de
remodelación. La
muchacha podría
llevar dos años
muerta.
interviú 16 de mayo de 2005
■ Sobre estas líneas, el
abogado Dante Almaraz,
defensor de Víctor Javier
García (a la derecha,
arriba), condenado a 50
años de prisión por el
asesinato de ocho mujeres.
Víctor y Gustavo González
(derecha) fueron torturados
por la policía, según
demuestra el informe
médico de la prisión.
Gustavo y su abogado
fueron asesinados en el
transcurso del juicio.
▲
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CONFESIONES BAJO TORTURA
rasgos comunes forman parte de lo que se
ha denominado feminicidio sexual sistémico. El resto son víctimas –en palabras
de la diputada Marcela Lagarde– “del feminicidio asentado en una cultura de desigualdad en la que la vida de las mujeres
no vale nada”. Lagarde define el feminicidio como “el conjunto de violaciones sistemáticas a los derechos humanos de las
mujeres que en algunos casos concluye
con el asesinato de algunas de las mujeres. Un fenómeno global de violencia que,
cuando reúne una serie de circunstancias
pone en riesgo de muerte a las mujeres”.
Una cultura, la mexicana, que califica como “¡qué padre!” todo lo valioso y usa la
expresión “vale madres” para designar
aquello que vale menos que nada.
Esas circunstancias que ponen en riesgo la vida de las mujeres se dan en Juárez desde antiguo. En los años veinte, la
ley seca estadounidense –que prohibía la
venta y el consumo de alcohol– arrojó
hacia allí a los vecinos del norte, tanto a
quienes se saltaban la prohibición como
al crimen organizado que controlaba el
contrabando de bebida. Cantinas, bares y
toda una industria de turismo y ocio se
desarrolló entonces en Juárez al mismo
ritmo que la prostitución. Durante la Segunda Guerra Mundial, fueron los militares de la base norteamericana de Bliss,
(Texas) quienes pasaban la frontera en
busca de lo mismo: alcohol barato y
prostitutas. A principio de los años sesenta, el Gobierno mexicano desarrolló
el Programa Nacional Fronterizo y el de
Industrialización de la Frontera, que supusieron el abandono de las formas de
vida tradicionales –cultivo de algodón y
pequeño desarrollo industrial de aceites,
jabones e hilados– en favor del asentamiento de las maquilas. Hoy, casas de
empeño, clubes y moteles son los establecimientos más abundantes en la ciudad. Una herencia que se mezcla con las
colonias, barrios paupérrimos donde se
hacinan sin apenas servicios básicos los
miles de recién llegados.
Las maquilas, fábricas en su mayoría
propiedad de multinacionales estadounidenses y japonesas, dedicadas al ensamblaje en cadenas de producción mediante
mano de obra barata y controlada, sin
derechos laborales. Ése es el gancho para instalarse en la zona, la mano de obra
y la exención de impuestos. El 90 por
ciento de las maquilas está en la frontera
méxico-estadounidense, y una tercera
parte de ellas, en Ciudad Juárez. En las
maquilas es común el empleo de niños y
niñas desde los 13 años. Actualmente está prohibido por ley, pero los menores
continúan falsificando su acta de nacimiento. Cuando se instalaron, el 99 por
ciento de la mano de obra eran mujeres.
Las maquilas actuaron como un imán
que atrajo a Juárez a muchachas pobres
de toda Centroamérica. La mano de obra
se organiza en turnos que cubren las 24
horas. La mayoría de las mujeres se
mueve en transporte público, cuando lo
hay, o simplemente camina, de día y de
noche, en una ciudad donde el alumbrado y el asfaltado de las calles son tremendamente deficitarios –sólo una de
las 400 mujeres asesinadas tenía un coche en propiedad–. Llegó a haber plantas
con 400 trabajadoras y tres trabajadores.
Hoy la proporción es de 51 por ciento de
mujeres y 49 por ciento de hombres.
Coetáneo al asentamiento de las maquilas fue el nacimiento del cartel de Juárez, el más poderoso de los carteles mexicanos y uno de los más potentes del mundo. El jefe de jefes del cartel de Juárez es
o fue Amado Carrillo Fuentes, narcotraficante apodado El señor de los cielos por
la flota de aviones de su propiedad con la
que introducía la droga en Estados Unidos. Nadie sabe si está vivo o muerto; oficialmente falleció en 1997 en la camilla
de un hospital mientras le hacían una
operación estética. Teresa Almada, directora de la asociación civil CASA, que
gestiona cinco centros juveniles repartidos por las colonias de Juárez, trabajando
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Culpables
prefabricados
l 3 de octubre de 1995, la Procuraduría del
Estado de Chihuahua detuvo al egipcio
Abdel Latif Sharif Sharif, un químico de 49
años, casi recién llegado de Estados Unidos,
con antecedentes por violación y que apenas
hablaba ni entendía el castellano. La Policía
Judicial del Estado le incriminó por los asesinatos. Los crímenes continuaron, así que se le
acusó de dirigir y pagar desde la cárcel a dos
bandas detenidas posteriormente, Los Rebeldes y Los Choferes. Aún continúa en prisión.
Abril de 1996. Son detenidos ocho presuntos responsables de los crímenes de 17 jóvenes, la banda de Los Rebeldes, encabezada
por Sergio Armendáriz, apodado El Diablo.
Verano de 1998. Robert Ressler, el agente
más famoso del FBI, acude a Juárez por primera vez invitado por las autoridades. Hasta
ahora no ha conseguido aclarar ningún asesinato.
En 1999 se repite la fórmula y las autoridades presentan a los culpables. Esta vez a la
banda se la bautiza con el nombre de Los
Choferes o Los Toltecas.
Noviembre de 2001. Detienen y torturan
a Víctor Javier García Uribe y a Gustavo
González. También les inventan un apodo,
al primero le llamarán El Cerillo, y al segundo, La Foca.
Gustavo González fue asesinado en prisión
durante el juicio en el que denunció las torturas, los demás aún están detenidos. Los asesinatos de mujeres continúan.
E
Pero, además de todas estas características, “el rasgo diferencial de Ciudad
Juárez es la impunidad”, asegura Esther
Chávez. La diputada Marcela Lagarde
destaca que la característica fundamental
del feminicidio es que consiste en un crimen de Estado, y en Ciudad Juárez “el
Estado no ha garantizado la seguridad
de las mujeres y ha favorecido los crímenes. En vez de reconocer que hay un
atentado gravísimo y constante contra
los derechos humanos de las mujeres, se
dedica a buscar chivos expiatorios. Los
asesinos, los violadores, son personas
con nombres y apellidos, pero el Estado
contribuye a esos crímenes con la impunidad. El mensaje que transmite a la sociedad es que la vida de las mujeres no
vale nada, que la justicia para las mujeres no existe, que no tenemos derecho de
saber quién mato a quién. Ni siquiera las
mamás saben si los huesos que les entregaron son de sus hijas”.
Un caso emblemático surgió en la mañana del 6 de noviembre de 2001. Un albañil que acudía a su trabajo decidió atajar atravesando un antiguo campo de algodón convertido ya en terreno baldío.
Un fuerte olor le hizo mirar hacia un canal de riego donde vio el cuerpo en descomposición de una mujer. Cuando la
policía examinó el terreno, encontró dos
POBREZA, EXCLUSIÓN Y VIOLENCIA
■ El mercado de Ciudad
Juárez (sobre estas
líneas) se encuentra en el
centro de la ciudad, zona
depauperada y peligrosa
para las mujeres. Algunas
han sido secuestradas allí
a plena luz del día. Arriba,
a la derecha, una de las
cruces rosas en recuerdo
de las mujeres asesinadas
que pueblan todos los
rincones de Juárez. Junto
a estas líneas, la
paupérrima colonia Valle
Dorado, levantada sobre
un basurero industrial, sin
agua ni electricidad y a
cinco kilómetros del
transporte público.
ÓSCAR MÁYNEZ
ESTHER CHÁVEZ
■ Óscar Máynez era el jefe de los forenses de Ciudad Juárez el
LA CIUDAD DE
LAS MUERTAS
6 de noviembre de 2001, cuando se encontraron ocho cadáveres
de mujeres en un campo algodonero. Dimitió de su puesto el 1 de
enero de 2002, incapaz de refrendar la actuación de sus
superiores. A Esther Chávez se le debe el conocimiento que hoy
se tiene sobre los asesinatos en Ciudad Juárez. Ella fue quien
comenzó, en 1993, el recuento de las víctimas.
“EL 50 POR CIENTO DE LA DROGA QUE ENTRA EN ESTADOS UNIDOS PASA POR ESTA FRONTERA”, ASEGURA UNA GESTORA DE CENTROS JUVENILES
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cuerpos más. La primera víctima era una
niña de 15 años. Tenía las manos atadas
por la espalda. Las otras dos víctimas tenían alrededor de 25 años. Los tres cuerpos estaban desnudos y era presumible la
violencia sexual. Todas murieron estranguladas. Óscar Máynez era en aquel momento jefe de los forenses de la ciudad.
“Mi equipo y yo estábamos esperando
algo así –asegura–. Había muchas niñas
desaparecidas. Ya habíamos comenzado
a encontrarlas en grupos de dos, pero no
nos imaginábamos un cementerio clandestino con ocho cuerpos”. Efectivamente, al día siguiente se amplió la búsqueda
y aparecieron otros cinco cadáveres de
mujeres, apenas a 200 metros de los anteriores. “El hecho conmocionó a la sociedad. El campo está flanqueado por dos
avenidas muy transitadas y enfrente del
edificio de la Asociación de Maquiladoras, parecía una burla”, señala Máynez.
El procurador de Chihuahua, Arturo
González, declaró que convocaría la ayu-
iputada del PRD, etnóloga y doctora
en Antropología, Marcela Lagarde
es también una reconocida feminista. En sus trabajos destaca el estudio de
la violencia de género y, especialmente, el
desarrollo del concepto de feminicidio.
“Lo primero que ha hecho esta Comisión ha sido conformar un equipo científico en la Cámara de Diputados para poder
interpretar lo que está ocurriendo con una
perpectiva integral e investigarlo desde la
visión de género. En Juárez hay frontera,
maquilas, pobreza, narcotráfico, pero hay
que empezar por responder por qué las
víctimas de estos crímenes son niñas y
mujeres. Y la respuesta está en la situación de enorme desigualdad, en el enorme poder que tienen los hombres sobre
las mujeres en México. Esta comisión ha
presentado una propuesta de reforma del
Código Penal Federal para incorporar los
delitos de género: secuestro, desapari-
D
MARCELA LAGARDE, presidenta de la Comisión Especial
para dar Seguimiento a las Investigaciones
Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana
“Nos enfrentamos a un feminicidio”
ción forzada, tráfico de personas, prostitución forzada, pornografía forzada, violencia contra las mujeres… y especificamos el delito de feminicidio, que es a lo
que nos enfrentamos en Juárez. El feminicidio es el conjunto de violaciones sistemáticas de los derechos humanos de
las mujeres que en algunos casos concluye con el asesinato de algunas de las
mujeres. Cuando se dan más condiciones de riesgo, las mujeres son asesinadas. En Juárez, además de la condición
de género, la condición de clase, favorece el riesgo, o la condición de madre sin
marido o la exclusión social. El feminicidio tiene otra característica, es un crimen
de Estado. En esa frontera hay todo tipo
de tráfico: de personas, de armas, de dinero. Ésos son los poderes fácticos, pero
los partidos políticos que han controlado
el Estado de Chihuahua, el PRI y el PAN,
se han enfrentado a este problema fomentándolo. En vez de reconocer los
atentados a los derechos humanos de
las mujeres han fabricado asesinos seriales. Les encantan los asesinos seriales.
Yo lo que digo es que hay condiciones
sociales seriales”.
▲
con 800 jóvenes y 1.200 niños, asegura
que el consumo de drogas está generalizado. La heroína se ha sustituido por las
drogas sintéticas, las pastillas y la cocaína. “El 50 por ciento de toda la droga que entra en Estados Unidos pasa
por esta frontera. Tras el atentado del
11 de septiembre, EE UU endurece los
controles y mucha mercancía se comienza a consumir aquí. Además, se
necesita usar más gente para meter la
droga en cargamentos más pequeños.
Eso supone que ha aumentado el narcomenudeo de chavales sin dinero que
comienzan a ir en grandes coches, que
comienzan a ir armados...”, explica Almada. De hecho, la ciudad está salpicada de tienditas que venden drogas y están protegidas por policías. Cada noche,
los agentes hacen la ronda cobrando su
parte del negocio. Cultura de la violencia en una ciudad en la que los jóvenes
tienen como lema “si la vida no es fácil, al menos que sea rápida”.
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GUADALUPE MORFÍN, Comisionada para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez
“En Juárez ha habido un colapso del Estado de derecho”
a seguridad de la comisionada está
amenazada desde que fue nombrada
Defensora del Pueblo en el Estado de
Jalisco, por lo que tanto ella como su familia
llevan escolta personal desde 2001. Guadalupe Morfín asegura no tener miedo y reconoce que fue la última de una lista de ocho
mujeres a las que el presidente Vicente Fox
les ofreció su actual cargo: “Lo acepté por
mis bisabuelas, mis abuelas, por mi mamá,
mis hermanas, por mi hija, por mis amigas,
por el linaje femenino. Hay tareas que no
pueden postergarse. No puedo aceptar como mujer, como ciudadana mexicana, que
en mi país pasen cosas así. Trabajo para un
pacto del Estado mexicano con las mujeres
de la República”. A pesar de su voluntad, en
total, la Comisión está compuesta por 18 personas –incluidos un chófer y cuatro secretarias– y este año aún no ha recibido ni un peso del presupuesto. “Es cierto, estamos trabajando en condiciones mínimas”, reconoce.
Para Morfín, “Ciudad Juárez es un lugar don-
L
de aún tenemos que remontar el colapso del
Estado de derecho que se ha soportado durante varias legislaturas. Juárez evidencia la
necesidad de una reforma profunda del sistema de justicia mexicano. Las instituciones de
Justicia en Ciudad Juárez y en el Estado de
Chihuahua dejaron de funcionar por las actividades de los grupos de delincuencia organizada que corrompieron y generaron impunidad. Así, los inculpados son gente a quien
se le ha fabricado el delito con torturas para
ofrecer una política de aparentes resultados
exprés. Erradicar la delincuencia organizada
tiene que ver con saber renunciar al negocio
del lavado del narcotráfico o de otro tipo de
dinero ilícito; con dar un testimonio ético desde las altas esferas de la política y que los
pasos que vayan dando las autoridades sean
respaldados por la sociedad civil. Sobre todo,
por las organizaciones empresariales fuertes
para hacer un gran pacto social por Ciudad
Juárez, por las mujeres, por la legalidad y la
legitimidad en el ejercicio del poder”.
“ESTE CASO APESTA”, DECLARÓ EL FORENSE DEL CAMPO ALGODONERO
MAQUILAS, LAS FÁBRICAS DE LA CODICIA
■ A la derecha,
trabajadoras a la
puerta de una de las
más de trescientas
maquilas instaladas
en Ciudad Juárez.
Las maquilas son
empresas de
ensamblaje en su
mayoría propiedad
de multinacionales,
exentas del pago de
impuestos y donde
los derechos de los
trabajadores no
existen.
▲
da necesaria para encontrar a los culpables. Lo consiguió en una semana. El 8
de noviembre, 48 horas después del hallazgo, un grupo de agentes encapuchados, vestidos de negro y sin insignias, pero en vehículos de la Policía Judicial de
Chihuahua, detuvieron a Víctor Javier
García Uribe. Su abogado, Dante Almaraz explica que “lo desaparecen durante
tres días y le torturan. Le queman el pene
y los testículos con descargas eléctricas,
le expulsan 10 centímetros de intestino
por los golpes y consiguen que firme la
confesión e inculpe a un amigo, Gustavo
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interviú 16 de mayo de 2005
LA CIUDAD DE
LAS MUERTAS
González”. Nadie creería al abogado
Dante Almaraz si no fuera porque las
pruebas se esparcen encima de la mesa
de su despacho. Papeles oficiales, sellados, en los que el propio médico de la prisión certifica las torturas. Y las fotos, las
pruebas que le costaron la vida al aboga-
do de Gustavo González. Óscar Máynez
declaró en aquel momento: “Este caso
apesta”, y dimitió, incapaz de avalar la
actuación de sus superiores. Fue el procurador González Rascón quien anunció
que los acusados habían confesado y proporcionado el nombre y apellido de las
ocho víctimas. El martes 13, exactamente
una semana después de haber localizado
el cementerio, las autoridades anunciaron
el cese de las investigaciones y el abandono de todo rastreo. “Incluso metieron
maquinaria pesada para remover el terreno y echar materiales encima”, asegura Máynez. A mediados de diciembre,
la fiscalía sólo entregó los cadáveres de
Claudia Ivette González y Esmeralda Herrera, el resto quedó pendiente de la prueba de ADN que nunca confirmó las identidades anunciadas.
El 5 de febrero, seis agentes judiciales
del Estado de Chihuahua asesinaron al
abogado de Gustavo González, le acribillaron mientras iba conduciendo y hablando con su padre por un móvil. Durante el juicio, González fue operado
dentro de la prisión. Falsificaron su firma
autorizando la intervención. Falleció a las
pocas horas. Víctor Javier García continúa en prisión con una condena de 50
años por unos asesinatos que nadie en
Juárez cree que haya cometido.
Próxima semana: Las heroínas de Juárez
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RAMONA MORALES
■ Hace diez años que perdió a su hija. Silvia Elena Rivera
Morales tenía 15 años cuando desapareció. El 7 de junio
de 1995 fue al colegio y luego a trabajar a una zapatería
del centro de Ciudad Juárez, como todos los días. Su
madre no la volvió a ver. El cadáver de la muchacha
apareció –supuestamente– casi dos meses después.
Cuando el forense le pidió a doña Ramona que identificara
a su hija, la mujer no pudo hacerlo. Asegura que allí
estaba toda la ropa de la joven Silvia, pero la cara de la
muchacha ya era una pura calavera. Hace poco más de un
mes, el sábado 16 de abril, doña Ramona colocaba una
cruz en recuerdo de su hija en el Lote Bravo, el terreno
baldío donde apareció el cadáver.
HABLAN LAS MADRES DE LAS MUJERES Y NIÑAS
ASESINADAS EN LA CIUDAD MEXICANA
´
LAS HEROINAS
´
DE JUAREZ
Nuria Varela
[email protected]
Fotos: Ramón Mourelle
(Enviados especiales)
Muchachas, niñas, madres, estudiantes, trabajadoras... pero todas mujeres humildes. Los asesinos de las 400 mujeres fallecidas en Ciudad
Juárez en la última década gozan de impunidad judicial, pero sus crímenes no han quedado silenciados. Las madres de las fallecidas se enfrentan al dolor y al descrédito con el que las autoridades han pretendido callarlas culpabilizando a las víctimas y acusando a las asociaciones
de lucrarse ilícitamente. Son las heroínas de Juárez, mujeres con voz.
D
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interviú 23 de mayo de 2005
aseó, llevó al colegio y se fue al restaurante donde trabajaba de cocinera. Cuando
regresó a casa, pasadas ya las cuatro de la
tarde, se encontró con la policía. “Me
mandaron subir al coche y me fueron preguntando cuántos hijos tenía, en qué trabajaban... Cuando llegamos a un lugar,
yo no conozco la ciudad, entramos en un
patio y una señora me dijo que tenía que
hacer una tarea difícil: identificar el cadáver de Erika. No lo podía creer. Fue
cuando me dijeron que la habían encontrada muerta. Yo quise destaparla pero no
me dejaron. Sólo me enseñaron su cara”.
Doña Elia dejó de trabajar en el restaurante para hacerse cargo de sus nietos, se
convirtió en una madre-abuela con 60
años y los ingresos de “lavar y planchar
ajeno y barrer patios”, explica. Enterró a
su hija y se enfrentó al dolor de la muerte
y la infamia: “Erika apareció violada,
semidesnuda, descalza, estrangulada
▲
oña Elia se abraza a doña Ramona. Juntas lloran en silencio. El abrazo las sujeta. Hace frío en el descampado. Le llaman el Camino Viejo a San José. Esta
mañana de abril, Erika Pérez recibe un
modesto homenaje.
El domingo 21 de septiembre de 2002,
Erika tenía 26 años, un hijo de 10 y una
niña de 5. A las dos de la tarde salió de casa, alegre. Apenas llevaba unos días trabajando en una maquila en el turno especial
de fin de semana. Era lo que estaba buscando. Podía cuidar a sus hijos y tener un
sueldito. Erika vivía con su marido y los
pequeños en una barriada que en realidad
es periferia de otra. Una de esas colonias
que, como el 51 por ciento de la ciudad,
no está pavimentada, así que emergencias,
recogida de basura, coches de policía y
transporte público no son muy frecuentes.
Erika no regresó. Fue su madre, doña
Elia, quien el lunes levantó a los niños, los
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JOSEFINA GONZÁLEZ
■ Su hija se llamaba Claudia Ivette y
tenía 20 años cuando fue asesinada. El
cadáver apareció 26 días después de
haber sido secuestrada, en el cementerio
clandestino del campo algodonero, junto
a los cuerpos de otras siete muchachas.
El día que desapareció, Claudia había
llegado dos minutos tarde a la maquila
donde trabajaba y los guardias no la
dejaron entrar.
ELIA ESCOBEDO
■ Elia muestra la foto de su hija Erika,
asesinada cuando tenía 26 años y dos hijos,
un niño de 10 y una niña de 5. Elia tuvo que
abandonar su trabajo de cocinera para
hacerse cargo de los pequeños. Ahora vive
con los ingresos de “lavar y planchar ajeno y
barrer patios”, explica.
que esperar 72 horas–. Recorrimos la
ciudad día y noche, llevábamos fotos y
preguntábamos a todos los vendedores
callejeros... En esas semanas desaparecieron cuatro muchachas. Las madres nos
juntamos y fuimos a ver al gobernador
Francisco Barrios. Nos dijo a las cuatro
madres que nuestras hijas llevaban doble
vida, que nosotras no teníamos ni idea,
que eran prostitutas y que por eso las habían desaparecido. Incluso la policía me
aseguraba que la víspera habían visto a
mi hija bailando hasta la madrugada.
Bien sé que es mentira. Yo iba a esperarla
todas las noches y bajábamos hasta la casa jugando, riéndonos, bien alegre que
era mi hija, era una niña”.
Silvia Elena estuvo casi dos meses desaparecida. Nunca la encontró la policía.
“Se la topó un señor, dio parte y los judiciales vinieron a buscarme. Sólo me dejaron ir a mí, bajaron a mis hijos del coche y les obligaron a quedarse en la casa.
Fui todo el camino sin parar de preguntarles cómo estaba y nada me decían.
Cuando llegamos al depósito de cadáveres, fue cuando me enfrenté a la idea de
que mi hija estaba muerta. En aquellos
años nada sabíamos de los asesinatos de
las muchachas. Me enseñaron un cadá-
´
LAS HEROINAS
´
DE JUAREZ
ver que tenía la piel seca, acartonada, en
su cara no había carne, era pura calavera, sólo su pelo conservaba. Yo vi que ese
cadáver tenía los dientes muy chiquitos y
mi hija tenía los dientes grandes. Y le dije al forense: «¡Ay, no, ésa no es mi niña». Pero había aparecido toda su ropa,
todo con lo que salió mi hija de casa, allá
estaban hasta sus zapatos. Como no quise reconocer el cadáver, la policía me dijo que tenían cosas más urgentes que ha-
cer que devolverme a casa. No tenía ni
un peso, había salido apurada. Caminé y
pedí dinero en la calle para regresar.
Fueron mis hijos, más tarde, quienes dijeron que sí, que aquel cadáver era mi niña. La policía culpó al egipcio Sharif y
nunca más investigaron. Ni siquiera
cuando no encontraron ninguna prueba
que lo inculpara. De todas formas, lo
condenaron por otro asesinato”. Ramona tiene ahora 65 años, su esposo falleció
a los tres meses de la desaparición de su
hija. “Mi doctora me dice que ya lo deje.
Mis hijos también, que descanse, pero yo
no siento paz ni tranquilidad”.
Ciudad Juárez está regada de cruces.
Cruces en memoria de las mujeres y niñas
asesinadas. Cruces humildes, de madera,
pintadas de rosa y con el nombre de la
víctima y la fecha en la que fue encontrado su cuerpo escritos en tinta negra. Homenajes humildes para mujeres humildes.
Cruces para evitar el olvido que pretenden
las autoridades y buena parte de los comerciantes y vecinos acaudalados de la
ciudad. Desde que comenzó el recuento
de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez
han pasado 12 años, tres gobernadores,
cinco procuradores de justicia, seis alcaldes y nueve fiscales especiales. Miles de
familias esperan alguna noticia de sus hijas, desaparecidas. Decenas de madres
han escuchado frases como las del gobernador Francisco Barrio, del Partido de
Acción Nacional (PAN): “Las cifras son
las normales. Ellas se lo buscaron. Tenían
doble vida”. De su sucesor, Patricio Martínez, del Partido Revolucionario Institucional (PRI): “En mi gobierno no hay
muertas”. O del actual, el gobernador Reyes Baeza, también del PRI: “La atención
internacional dedicada a los asesinatos
de mujeres en Ciudad Juárez está dañando la imagen pública de la ciudad”.
Las asociaciones de madres, las ONG,
asociaciones civiles, grupos feministas y
defensores de derechos humanos han sufrido en la última década hostigamiento,
▲
con las asas de su propio bolso y las autoridades dijeron que había muerto por
sobredosis. Así apareció en los periódicos. Nunca se investigó su muerte ni se
la consideró víctima de crimen sexual.
El caso se cerró diciendo que era prostituta y drogadicta”. Ese mismo lunes
se celebraba un congreso en Juárez sobre los asesinatos contra mujeres. Todas
las autoridades del Estado de Chihuahua estaban en la ciudad.
Actualmente, el Camino Viejo a San
José continúa siendo un descampado. Doña Elia nunca había pisado el lugar. Ha
tardado casi tres años en coger fuerzas para acercarse y colocar la cruz con el nombre de su hija. Por fin, Erika tiene su homenaje. Un par de horas antes, la pequeña
comitiva había celebrado un acto de respeto similar en memoria de Silvia Elena
Rivera, la hija de doña Ramona.
Nadie sabe si doña Ramona ha tardado
diez años en poner la cruz de su hija por
falta de valor para ir a Lote Bravo, el terreno baldío donde apareció la pequeña, o
porque nunca estuvo segura de que el
cuerpo que le entregaron correspondiese a
su niña. Silvia tenía 15 años, era la pequeña de la familia, la única mujer entre cuatro hermanos varones. El 7 de junio de
1995 uno de sus hermanos la llevó al colegio. Después de clase, Silvia trabajaba
en una zapatería en el centro de la ciudad.
“Llegaba a las nueve de la noche y yo iba
todas las tardes a esperarla. Ese día no
llegó. Esperé y esperé hasta que regresé a
la casa, desperté a mi marido y a mis hijos y nos pusimos a buscarla. Al día siguiente, fuimos a la zapatería, al ministerio público a poner la denuncia –no sirvió de nada. Nos dijeron que teníamos
DESDE QUE COMENZÓ EL RECUENTO DE ASESINATOS HAN PASADO 12 AÑOS, 3 GOBERNADORES, 5 PROCURADORES Y 9 FISCALES ESPECIALES
HOMENAJES HUMILDES
■ Tres momentos del
homenaje realizado a
las hijas de Ramona
Morales y Elia
Escobedo (junto a
estas líneas) la
mañana del sábado 16
de abril. Los hermanos
de las muchachas
cavan un pequeño
agujero en el que
enterrar la base de las
cruces de madera. A la
derecha, los familiares
guardan unos minutos
de silencio.
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interviú 23 de mayo de 2005
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LAS CRUCES, SÍMBOLOS CONTRA EL OLVIDO
MARISELA ORTIZ
■ Ocho cruces marcan el
■ Fue maestra de una de las
muchachas asesinadas, Alejandra
García. Desde la muerte de ésta se
organizó la asociación Nuestras
Hijas de Regreso a Casa, de la que
Marisela es portavoz.
cementerio clandestino
del campo algodonero
donde aparecieron otros
tantos cadáveres. En 48
horas se cerraron las
investigaciones de ese
caso. Buena parte de las
abuelas han vuelto a las
tareas de madre para
hacerse cargo de los hijos
de las mujeres
asesinadas. La mayoría
malvive con pequeños
puestitos o realizando
tareas domésticas.
“«LLEVABAN MINIFALDAS, ¿QUÉ IBAN A ESPERAR?», NOS DIJERON LAS AU TORIDADES”, ASEGURA LA MADRE DE UNA VÍCTIMA
▲
descalificaciones, amenazas e incluso
agresiones. La Procuraduría General de
Justicia del Estado de Chihuahua llegaba
a declarar en abril de 2003 sobre una de
las asociaciones de madres: “El organismo Nuestras Hijas de Regreso a Casa es
una agrupación perversa, al estarse lucrando con el dolor de las madres de las
mujeres asesinadas”.
Nunca han conseguido silenciarlas. La
primera asociación de madres que se formó se llamaba significativamente Voces
Sin Eco. Otros grupos han seguido su
ejemplo. Norma Andrade y Marisela Ortiz son las representantes de Nuestras Hijas de Regreso a Casa. Norma es la madre
de Alejandra García, Marisela había sido
su maestra durante cuatro años. Alejandra
estuvo desaparecida siete días. Salió de su
casa el 14 de febrero de 2001 dejando en
ella a sus hijos, de 20 y 5 meses. Eran las
seis de la mañana y se dirigía a la maquila
donde trabajaba. Alejandra fue torturada
y violada reiteradamente. Había sido esposada, sufrió quemaduras y tenía trozos
de su cuerpo arrancados a mordiscos.
Norma tuvo que enfrentar la muerte de su
hija y hacerse mamá de sus nietos. Aún
hoy, a Norma, a ratos, se le pierde la mirada y su sonrisa habitual se transforma en
un gesto duro. La abuela joven, maestra
de 44 años, aparenta ser mayor, muy mayor, y sólo saca fuerzas de la indignación:
“«Llevaban minifaldas, andan por ahí de
noche, ¿qué iban a esperar?». Eso nos
decían las autoridades ¿Se lo pueden
creer? Mi hija llevaba pantalón y chamarra porque salió de casa a las seis de la
mañana, para ir a trabajar, y cuando de-
sapareció aún no eran la siete de la tarde.
La secuestraron a la vuelta del trabajo y
su cadáver apareció delante de la maquila. El Gobierno es responsable de todas
estas muertes porque nunca ha investigado ni detenido a los culpables, pero además tardamos años en enterarnos de lo
que ocurría. Cuando desapareció, la busqué en los hospitales pensando que igual
la habían atropellado. Yo confiaba en encontrarla viva. Lo último que una madre
piensa es que a su hija le hayan hecho al-
´
LAS HEROINAS
´
DE JUAREZ
ELBA MANCHA
■ Elba, la abuela-mamá, posa
junto a sus nietos, los hijos de
su hija Rebeca, asesinada y
violada el año pasado. Rebeca
fue raptada en el centro de la
ciudad, donde vivía.
88
interviú 23 de mayo de 2005
go de eso. Mi hija trabajaba y estudiaba.
Quería ser periodista, le gustaba mucho
hacer fotografías”.
Por esa razón, Marisela le regaló una
cámara fotográfica: “Alejandra era una
muchacha especial. Gracias a ella comenzamos proyectos educativos muy interesantes porque era muy emprendedora.
De hecho, aún editamos el periódico que
ella fundó. Tras su asesinato comenzamos
las acciones de protesta. La primera, de
cuerpo presente, nos manifestamos con el
ataúd de Alejandra. Ya eran ocho años de
crímenes, 286 asesinatos y no se conocía
gran cosa ni en Juárez ni fuera. Lo poco
que se sabía estaba distorsionado por las
autoridades”. Norma explica que “nadie
se imagina la impotencia que da saber
que los asesinos andan por las calles”.
La hija de Josefina González se llama-
ba Claudia Ivette, tenía 20 años, estaba
soltera, vivía con su madre y trabajaba en
una maquila. El 10 de octubre de 2001
llegó dos minutos tarde al trabajo. Los
guardias no la dejaron entrar. Veintiséis
días después de su desaparición las autoridades avisaron a la familia: Claudia Ivette
era una de las ocho muchachas que aparecieron asesinadas en el cementerio clandestino del campo algodonero. “Desde la
noche de su desaparición comenzamos a
buscarla. La policía nos dijo que ellos no
empezaban hasta que no hubiesen pasado 72 horas –«ya sabe la cantidad de muchachas que se escapan con sus novios»,
argumentaron–. Un día que llegamos a
casa tras un rastreo vimos la noticia en
televisión. Yo no entré a reconocerla, no
pude. Fueron mi hija y mi yerno, mi mamá y mi hermana. La reconocieron por el
cabello y por un empaste que tenía en una
muela. Habían pasado 26 días y era pura
osamenta lo que nos entregaron. El fiscal
aseguró que estaba así por el sol, por los
animales...”. Josefina tiene dudas, sospechas y pocas, muy pocas certezas: “Era la
única de mis hijas que estaba soltera. No
era desconfiada pero no le gustaba andar
sola. Se la llevaron en pleno día. Creo que
hasta escogían a sus víctimas. Antes había fotógrafos en todas las maquilas. Iban
los viernes, cuando las muchachas cobra■ Norma se ha convertido en símbolo
de las madres de Ciudad Juárez que
luchan contra la impunidad de los
asesinos de sus hijas. Abajo, con sus
nietos, que eran dos bebés, de 20 y 5
meses, cuando asesinaron a su mamá,
Alejandra García Andrade.
NORMA ANDRADE
ban. Yo no creo que los guardas de la
puerta no viesen nada y no sé por qué no
la dejaron entrar, llevaba trabajando allí
tres años y lo normal son diez minutos de
tolerancia”.
Nunca ha habido un sospechoso del
asesinato de Rebeca Contreras. Tenía 23
años cuando desapareció, el 10 de marzo
de 2004. Dos días después, su cuerpo
aparecía tirado en el Cristo Negro. Elba
Mancha, la mamá de Rebeca, es una mujer paciente, resignada y asustada. Desde
que nacieron sus nietos, los hijos de Rebeca –ahora tienen 8 y 7 años–, ella los
ha criado: “Mi hija consumía heroína.
Una semana antes de que la mataran
bajé al centro a verla, ella vivía allí. Le
dio mucha alegría ver a sus hijos. La
identificaron mis hijos, yo no quise verla.
Me dijeron que estaba muy golpeada”.
Elba asegura que nunca han investigado
la muerte de su hija. Rebeca apareció
violada y estrangulada. “Yo no sé nada.
Aún hace 15 días me pusieron un anónimo en la puerta. Decía que si hablaba
me quedaba sin la niña”.
El año, el 2005, se inició al mismo
tiempo en el calendario y en el recuento
del terror. En la madrugada del 1 de enero
una mujer aparecía en un contenedor. Había sufrido traumatismo craneoencefálico, una puñalada de 10 centímetros, su
cara estaba casi destrozada y el cuerpo semidesnudo. Murió a media noche del día
3 de enero. Tres días después fue identificada por su hermana. La víctima era Josefina Contreras, de 38 años de edad y madre de cinco hijos. El 25 de enero otra mujer fue asesinada en Ciudad Juárez. El comunicado oficial indicó que había sufrido
cuatro heridas punzocortantes y que había
sido degollada. Aparentemente, no había
sido asesinada en el lugar en el que fue
hallado el cadáver. Dos días después la
mujer fue identificada. Era Alejandra Medrano, de 25 años y madre de tres niños
de 8, 6 y 4 años. El 12 de marzo se encontró el cadáver de una menor. Había sido
violada y estrangulada. La joven estudiaba secundaria y trabajaba en una maquila.
La identificó su madre. Se llamaba Coral
Arrieta y tenía 17 años. Las autoridades
consideran que es el primer crimen sexual
del año ya que los otros fueron catalogados como homicidios simples y no han sido atendidos por la Fiscalía Especial.
La estrategia, 12 años después, es idéntica: minimizar la tragedia, empequeñecer
las cifras y desacreditar a las víctimas.
www.zetainterviu.com interviú 89

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