Raigambre de la Revolución en Tamaulipas
Transcripción
Raigambre de la Revolución en Tamaulipas
RAIGAMBRE DE LA REVOLUCIÓN EN TAMAULIPAS AUTOBIOGRAFÍA EN ACCIÓN Emilio Portes Gil 1972 Comisión Organizadora para la Conmemoración en Tamaulipas del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana Ing. Eugenio Hernández Flores Gobernador Constitucional del Estado de Tamaulipas Lic. Alejandro Etienne Llano Magistrado Presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado Lic. Ricardo Gamundi Rosas Presidente de la Junta de Coordinación Política del H. Congreso del Estado Ing. José María Leal Gutiérrez Rector de la Universidad Autónoma de Tamaulipas Consejo Consultivo Lic. Antonio Martínez Torres Secretario General de Gobierno Lic. Oscar Almaraz Smer Secretario de Finanzas Lic. Manuel Muñoz Cano Secretario de Desarrollo Social, Cultura y Deporte Lic. José Manuel Assad Montelongo Secretario de Educación Lic. Fernando Mier y Terán Garza Director del Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes Lic. Laura Hernández Montemayor Directora del Institutto de Investigaciones Históricas UAT Mtra. Libertad García Cabriales Presidenta del Consejo Consultivo Representantes de organizaciones sociales en el estado Dra. María del Carmen Olivares Arriaga, Lic. Ascensión Maldonado, Ing. Clemente Rendón de la Garza, Arq. Juana Adela Taméz, Lic. Federico Schaffler, Lic. Eduardo Melhem, Lic. Miguel Ángel Manzur, Lic. Ramón Martínez, Lic. Antonio Maldonado, Lic. María del Pilar Sánchez, Lic. Víctor Manuel Olvera, Lic. Fidel Rodríguez Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción de Emilio Portes Gil, 1972, editado por el Gobierno del Estado de Tamaulipas, se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2008 en los talleres de Impresos Gráficos Alemán 6 Juan José de la Garza y Boulevard 349 Colonia Guadalupe Mainero, Ciudad Victoria, Tamaulipas, 87100, México Corrección de texto, diseño de interiores y de portada: Laura Casamitjana de la Hoz Cuidado de la edición: Mario Alberto Hernández Olvera Retrato de Emilio Portes Gil (portada) Adolfo Best Maugard (1960) Composición tipográfica en Garamond y Gallery. Impreso en papel cultural de 37 g y lustrolito mate de 137 g. La edición consta de 1,000 ejemplares. RAIGAMBRE DE LA REVOLUCIÓN EN TAMAULIPAS AUTOBIOGRAFÍA EN ACCIÓN Emilio Portes Gil 1972 NOTAS Este capítulo, reelaborado por mí, ha sido ya publicado en un folleto y en varios periódicos de la República. 1 2 Este capítulo aparece por primera vez completo. En mi libro, “Autobiografía de la Revolución”, figura una parte de él. Véase cómo los tiempos han cambiado. En aquellos 1921-1922, un negocio en que el hermano de un ministro fijaba “honorarios modestos de $20,000.00” provocó una crisis ministerial y la caída de personajes políticos de gran relieve, y en los últimos años el tráfico de los negocios públicos en que han estado inmiscuidos algunos ministros ni siquiera provoca censura de nadie. 3 En aquellos años el valor de nuestra moneda era de dos pesos por un dólar. 4 Debe tenerse en consideración para calificar la obra agraria en Tamaulipas, que en aquella época los ejidos dotados hasta el año de 1928, sumaban 229. Estos pueblos tenían una población de un poco más de 5,000 familias campesinas, y la población del estado era de 280,000 habitantes. 5 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Emilio Portes Gil. 1972 Este capítulo contiene dos artículos, uno del periodista Oswaldo Díaz Ruanova, en el que atacaba al autor, y la respuesta del mismo autor. 6 Este capítulo contiene algunas de las numerosas opiniones emitidas por intelectuales sobre mi gestión presidencial. Lo considero conveniente para que el lector de este libro haga un cotejo entre mi actuación en Tamaulipas y mi obra como Presidente de la República. 7 2008 D.R. Gobierno del Estado de Tamaulipas. 15 y 16 Hidalgo y Juárez s/n. Palacio de Gobierno del Estado de Tamaulipas. Ciudad Victoria, Centro. C.P. 87000 Considero de utilidad para los lectores de este texto conocer mis ideas sobre la política, el político y el politicastro, que apareció publicado en un folleto, en virtud de que responden a mi convicción desde la época en que desempeñaba el cargo de Gobernador en Tamaulipas. 8 Comisión Organizadora para la Conmemoración en Tamaulipas del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana 16 Juárez y Zaragoza Nº 261. Ciudad Victoria, Tamaulipas, Centro, C.P. 87000. Teléfono: (834) 31 00 512 Correo electrónico: [email protected] Diseñado e impreso en México, 2008 333 Parodia dedicada al C. Lic. Emilio Portes Gil, candidato a la Primera Magistratura de la Nación (Año de 1928). Música de la inmortal Canción Júrame, de María Greever Todos dicen que eres buen tamaulipeco, que eres negro con espíritu blanqueado, te aseguro Portes Gil que te comprendo y en ti tiene la Patria su mirada. Cuando subas a la silla muy contento, yo quisiera que a tu pueblo le otorgaras libertades hasta del pensamiento respecto a sus creencias que el alma le han formado. Júrame, que aunque dures poco tiempo no olvidarás un momento lo que esperamos de ti. Júrame, que a tu lado triunfaremos y contigo estaremos al frente de mi país. Portes Gil, danos leyes de trabajo a la industria y al comercio no los dejes sucumbir, óyenos y verás con qué locura se acabará la amargura que está sufriendo el país. L os tamaulipecos hemos salido al mundo con el orgullo de nuestra identidad, centrando la mirada en lo nuestro y en todo aquello que nos distingue como una sociedad de avanzada, que intercambia y convive intensamente con otras culturas a través de sus fronteras y su litoral. Quienes han dedicado su vida y lo mejor de ellos mismos para reconstruir nuestro pasado y reflejar la esencia de los tiempos idos, merecen todo nuestro reconocimiento y admiración por esta excepcional labor. Tal es el caso de Emilio Portes Gil, destacado político tamaulipeco, que con su obra autobiográfica Raigambre de la Revolución en Tamaulipas, nos lleva cerca de los escenarios y al encuentro con los protagonistas que participaron activamente en la Revolución Mexicana, importante suceso que marcaría un parteaguas en la vida nacional. En Tamaulipas recordamos esta gesta gloriosa que engrandeció el espíritu patriótico de los tamaulipecos. Sumarnos a la conmemoración nacional de este gran acontecimiento social y recordar con aprecio y orgullo a Emilio Portes Gil, es la mejor manera de mantener vigente nuestra memoria histórica y honrar a aquellas generaciones de tamaulipecos que con amor a esta tierra, dieron forma a lo que hoy es Tamaulipas: un estado más justo, más humano, competitivo y en franco crecimiento. Ing. Eugenio Hernández Flores Gobernador Constitucional del Estado de Tamaulipas 332 A DON EMILIO PORTES GIL EN SUS OCHENTA ABRILES En clásica manera yo le escribo Mientras el tiempo sus otoños cuenta, Increíble señor que representa La juventud que lo mantiene vivo. Imperturbable siempre, positivo, Olvida al enemigo y a su afrenta, Porque sabe de calma y de tormenta Orienta la política efectivo. Rubrico hoy mi amistad con el objeto Tácito de subir a sus peldaños En homenaje cálido y discreto; Su vida sea feliz sin desengaños. Guardo para él la flor de mi respeto Y en sus ochenta retozones años Le dedico puntual este soneto. México, D. F., a 3 de octubre de 1970 Griselda Álvarez 331 más que una casita blanca y un solar en mi México querido donde pueda yo vivir con paz y tranquilidad hasta morir; sólo espero un cariño sincero, profundo y verdadero, un buen libro para leer, un vaso de vino para beber y pluma, papel y tintero, ÍNDICE 9 porque escribiendo versos feliz me considero. Así pasarán las horas de mi grata existencia, nunca en mi alma tendré penas ni dolencia, pues teniendo clemencia para los demás, yo siempre podré vivir en paz. Yo no pido ni quiero ni aspiro a nada ni poder, ni dinero, sólo pluma, papel y tintero, ya en teniendo esto, tranquila muero. 330 PRÓLOGO 13 INTRODUCCIÓN. Mi pensamiento social, político y religioso 25 CAPÍTULO I. La imagen de mi madre 31 CAPÍTULO II. Mi infancia 37 CAPÍTULO III. Mis estudios en la Primaria Anexa a la Normal y Preparatoria 47 CAPÍTULO IV. Mis primeras actividades en la política de Tamaulipas 51 CAPÍTULO V. Mis estudios en la Escuela Libre de Derecho 65 CAPÍTULO VI. La lucha electoral en Tamaulipas en 1918 75 CAPÍTULO VII. Huelga de los trabajadores de la “Pierce Oil Corporation” 85 CAPÍTULO VIII. Llegada del general Obregón a Tampico 93 CAPÍTULO IX. La XXIX Legislatura 101 CAPÍTULO X. Invitación del presidente Obregón para ocupar el cargo de Procurador General de la República, no aceptada por el autor. 111 CAPÍTULO XI. Huelga en la Compañía Mexicana de Petróleo “El Águila” 117 CAPÍTULO XII. Mi elección como Diputado al Congreso de la Unión por el puerto de Tampico en 1921 127 CAPÍTULO XIII. Organización del Partido Socialista Fronterizo 137 CAPÍTULO XIV. Aspectos de mi actuación en la vida pública de Tamaulipas 143 CAPÍTULO XV. La obra educativa en Tamaulipas 151 CAPÍTULO XVI. Organización de los trabajadores de Tamaulipas 159 CAPÍTULO XVII. Las Leyes de Trabajo de Tamaulipas y su influencia en la República Rosa de Castaño, además de escribir, da conferencias. Va a Estados Unidos y lleva en sus charlas un mensaje de México y da a conocer el país tal cual es, con sus desigualdades y sus inquietudes. Rosa de Castaño ha escrito novelas y obras para teatro, cuentos para niños y obras históricas. 169 CAPÍTULO XVIII. EI fomento de la música vernácula en Tamaulipas 179 CAPÍTULO XIX. La reforma agraria 213 CAPÍTULO XX. La política de irrigación en Tamaulipas 225 CAPÍTULO XXI. La Escuela Regional de Agricultura 231 CAPÍTULO XXII. Creación de la Dirección de Cultura Estética Popular en el Estado 235 CAPÍTULO XXIII. La Escuela Técnica Industrial. Una novedad educativa en el estado “China en México”. Novela. 237 CAPÍTULO XXIV. Informe que rendí al Congreso Local en 1927 “El torrente negro”. Sobre el petróleo de México. 241 CAPÍTULO XXV. Obras públicas “Fruto de sangre”. Sobre los indígenas. 245 CAPÍTULO XXVI. Mi segunda postulación al Gobierno de Tamaulipas en 1932 “Simiente de Quetzalcoatl”. Las necesidades de nuestro pueblo en el sur de México. 263 CAPÍTULO XXVII. Lo que se ha dado en llamar el cacicazgo portesgilista “Bautismo de pulque”. La falta de agua en nuestros poblados. 273 CAPÍTULO XXVIII. Resumen de mi labor en la Presidencia de la República “Lumbre”. La Revolución Mexicana. 307 CAPÍTULO XXIX. Opiniones de algunos intelectuales sobre mi gestión en la Presidencia de la República 317 CAPÍTULO XXX. Mis ideas sobre la política, el político y el politicastro 325 E P ÍL O G O De sus novelas se destacan: “El rancho estradeño”. Sobre los braceros. “La gaviota verde”. Sobre las minas. “El coyote”. Sobre la tierra. “Transición”. Época de la Revolución después del porfirismo. “La sequía”. La sequía tremenda en el norte. “Huitzilopochtli en Texas”. Texas de México y la Malinche. También de Tamaulipas es Laura Obregón, joven poetisa, quien a pesar de sus escasos años ha logrado ya destacarse. Cinco o seis libros de poesía tiene publicados, y podía decirse de ella que nació para ser poetisa. Sus versos son sencillos y llenos de sentimiento. Son algo de lo mucho que aprisiona su ser. Leamos algo de ella: PLUMA, PAPEL Y TINTERO Yo no pido ni quiero ni aspiro a nada 8 329 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Como líder feminista continental, ha sustentado conferencias en la República, en importantes ciudades de Norteamérica, en todos los países del Hemisferio, en Suecia, Finlandia y Suiza. Publicaciones: Obras de teatro: “Cuando las hojas caen” (1929) “Cubos de noria” (1934) “Coqueta” (1937) “Bajo el mismo techo” (1955) “Peligro - Deshielos”. (1957). Reeditada en 1963 y puesta en escena con el título de “La Verdad Escondida”. Temarios sobre cuestiones sociales y problemas educativos, democracia americana, escuela rural en México, Tribunal de Menores y otros tópicos. Ensayos: “Cuatro estancias poéticas”. Editado por el Seminario de Cultura Mexicana (1964). “Viena, sitial de la música de todos los tiempo”. Editado por el Seminario de Cultura Mexicana (1967). Rosa de Castaño, declarada hace poco hija predilecta de Camargo, ha logrado en vida un justo, aun cuando pequeño homenaje: en el Puente Internacional de Ciudad Camargo a Río Grande, Texas, se ha colocado una placa en agradecimiento a su esfuerzo. Varios intelectuales, Salvador Novo, Pedro Gringoire, entre otros, la han calificado como la nueva grandeza mexicana, y como una de las grandes escritoras de América y de los países de habla española. Quienes han escrito en Estados Unidos semblanzas de Rosa de Castaño, reconocen su obra literaria. 328 E PRÓLOGO n uno de los picachos más enhiestos de la Sierra de Tamaulipas, con aristas que parecieran cortadas a filo de hacha por la furia de las borrascas, pero con tersuras que el cariño de los suyos —una santa madre, una esposa tierna, hijos y nietos que perpetúan su estirpe— han suavizado cada que, traspasando el cabo de las tormentas a cuyo encuentro han ido, se acoge al abra del hogar. Los trabajos y los días han esculpido la efigie de mi compadre, el licenciado Emilio Portes Gil. Los días han sido numerosos. Con cada uno de ellos ha venido su pena, pero en otros no han faltado alegrías, y él ha tenido ánimo para aceptarlos como vienen. El destino ha querido que pueda ya engarzar ocho decenios, y aún le queda hebra. Los trabajos han sido, según le soplara el viento, ímprobos o placenteros. Como le ha tocado vivir en los años tormentosos de nuestra Revolución, nació a la ciudadanía con ella, y para ella sigue bregando. Llegado a la cúspide muy joven, empujado por las responsabilidades que inesperadamente hacía caer sobre sus hombros la trágica muerte del general Álvaro Obregón, pasó rápidamente por la Presidencia de la República y aceptó que sus amigos más fieles —fieles a México más que a él mismo— lo gastáramos en un breve interinato de 400 días llenos de agitación; en los que tuvo que resolver no pocos problemas, encarar arduos conflictos y heredar, a la postre, una situación bonancible que después tuvo la pena de ver cómo otros la estropeaban, sin justificación ni necesidad. Nunca se ha quejado él, Emilio Portes Gil; nunca nos ha reprochado a nosotros, sus amigos, que lo hayamos “quemado”—tratándose de un político el término es obligado—, designándolo para las responsabilidades de un fugaz interinato. Alguna vez, quizá, yo mismo explique cómo. Por hoy me conformo con decir que él fue consciente del sacrificio que se le pedía, que lo aceptó sin vacilar, con entereza, como no le ha sacado el cuerpo a ninguna de las responsabilidades que le ha cabido en suerte encarar. 9 Muchos de sus trabajos y luchas posteriores se explican por la edad — escasos 37 años—, en que por el imperativo de la válvula de seguridad que nos hemos prescrito para poner coto al continuismo, lo han tenido que colocar en una posición de retiro que su fogosidad rechaza. El 5 de febrero de 1930, como hoy vemos, aún quedaba mucha cuerda. Ganas de brincar las trancas no le hubieran faltado; desbocarse, mordiendo el freno, hubiera sabido; él ha buscado mejor quemar su plétora de energías atareando, de múltiples maneras, sus trabajos y sus días. Como representante diplomática de México y como Presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres, participa en las asambleas de la ONU. 1949. En su calidad de Presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres, concurre a la Conferencia de la UNESCO en París, y rinde un informe sobre la situación de la mujer en América en el campo de la educación, y expone las discriminaciones contra la mujer en ese aspecto. No llevaré más allá mi fugaz evocación de Hesíodo. Si acaso aprovecharé la coyuntura para desearle a mi buen compadre que se prolonguen sus días, que goce, en plena salud, y con tal agilidad mental —como son las que hoy disfruta—, de una larga vejez. Con la misma categoría asiste consecutivamente a tres reuniones de la Comisión del “Status de la Mujer”. Por cuanto a sus trabajos, la vida misma del licenciado Emilio Portes Gil es como un poema didáctico y predica con el ejemplo, que fuera del esfuerzo y de la virtud, no hay para él hombre sin errores y calamidades. En ese mismo año, lleva a cabo en Santiago de Chile una asamblea general de representantes de todos los países del Continente, que se repite con la misma asistencia representativa y significación, en Río de Janeiro (1952) y en Asunción (1953). Sabe, porque lo ha vivido, que en toda existencia humana su calendario le ha ido marcando días fastos y nefastos. Él disfruta complacido de los primeros, y en la intimidad no se recata para entonar canciones que a los Trovadores Tamaulipecos les ayudó para que compusieran; o bailó huapangos en recuerdo de los festejos que le hacían en cualquier ejido, cuando se plantaba a pespuntear el compás del “Caimán”, o del “Taconcito”, que marcaba rítmicamente cierto bigotón de Xicoténcatl, que era famoso en nuestros años mozos. Sólo una vieja, cordial amistad, fincada en el apego a la tierra tamaulipeca en que los dos nacimos, y la solidaridad con los postulados y con los hombres de la Revolución, en la que los dos militamos, explica que el señor licenciado Portes Gil me haya hecho la distinción de pedirme que prologue este libro. Digo lo anterior porque, del mismo modo que alguien opinó con gracia mordaz, que para seleccionar al escritor más grande de Francia —que los ha tenido, y sigue produciendo con abundancia, y la calidad admirable—, designaba a Víctor Hugo porque, dijo, se trataba de un gran literato que “no necesitaba demostración”; a su tamaño —porque no voy a empequeñecer a mi compadre midiéndolo con el Gigante de la Leyenda de los Siglos—, el licenciado Portes Gil es un escritor que no necesita demostración y que, por ello mismo, tampoco hace falta que lo presente nadie. 10 1951. Promueve el Primer Seminario Regional en El Salvador, para discutir y solucionar los problemas de la mujer en Norte y Centroamérica. 1952. Retorna a México y organiza la Alianza de Mujeres de México. 1953. El Gobierno Federal la nombra Enviada Extraordinaria y Ministra Plenipotenciaria en Suecia y Finlandia. 1956. Asciende al rango de Embajadora Extraordinaria y Ministra Plenipotenciaria en Suecia y Finlandia. 1957. Con la misma categoría se hace cargo de la Misión Diplomática Mexicana en Suiza. 1959. El Poder Ejecutivo la nombra Subsecretaria de Educación para los Asuntos Culturales (primera mujer miembro de un gabinete presidencial en México). 1960. Miembro de la Academia Mexicana de Derecho Internacional. 1964. Miembro del Consejo General Consultivo de Administración Pública Internacional de las Naciones Unidas. 1965. El Gobierno Federal la nombra Embajadora Extraordinaria y Plenipotenciaria en Austria. El Gobierno Federal la nombra Representante Permanente de México ante el Organismo Internacional de Energía Atómica, con sede en Viena, Austria. 327 1945. Logra la inclusión de la Comisión Interamericana de Mujeres en los capítulos constitucionales 28 y 31 de la Unión Panamericana, en la Conferencia Interamericana para los Problemas de la Guerra y la Paz, reunida en Chapultepec, a la que concurre como única mujer en la Delegación Mexicana. En las páginas del estudio que precede a la Microantología del licenciado Emilio Portes Gil, aparecido hace apenas unos cuantos meses, se dice precisamente que publica, en promedio, un artículo por semana, un folleto por semestre y un libro por año, y que su bibliografía cuenta con dos mil papeletas aproximadamente. En su calidad de funcionaria, integrante de la Delegación de México ante la Conferencia Mundial en San Francisco, establece, en unión de otras colegas, el reconocimiento de la igualdad entre hombres y mujeres en el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas y otros capítulos de la misma. Asimismo, obtiene la institución de la Comisión del “Status de la Mujer”, conjuntamente con las delegadas de Brasil y República Dominicana. Como si ello no bastara, algunas debieran estar grabadas con hierro candente, porque se refieren a las controversias y luchas en que, contra mi gusto, se ha enfrascado —lo quisiera ya menos combativo, a estas alturas—, contestando siempre provocaciones que le han hecho, según puntualiza él, pero replicando con mayor violencia. Con ello doy a entender, repitiéndome, que como escritor, el licenciado Portes Gil no necesita demostración, ni por ello mismo, requiere presentación. Electa miembro de la Comisión del “Status de la Mujer” por un periodo de tres años y reelecta para el siguiente término de tres años más. Tampoco necesitaré hacer su retrato. Adolfo Best Maugard, excelente artista, retratista genial, que en cada uno de sus modelos supo ver, detrás de los rasgos del semblante, los trasfondos el alma, puso al licenciado Portes Gil con un rostro impasible, en el que los ojos parecen mirar fijamente al que lo contempla, como desafiando, o tratando de penetrar las ideas de un posible contradictor, y con las quijadas ya apretadas, dispuesto a la lucha. 1946. Miembro de la Oficina de Cooperación Intelectual en la Ciudad de México. Como representante de la Comisión Mundial de Mujeres asiste (tres años consecutivamente) a las reuniones de la Comisión de Derechos Humanos y obtiene el establecimiento de la igualdad entre hombres y mujeres, que queda asentado en los capítulos de la “Declaración de los Derechos Humanos”. En su calidad de funcionaria integrante de la Delegación Mexicana ante la ONU participa, en ese mismo año (y hasta 1950), en las asambleas generales. 1948. Electa Vicepresidenta de la Comisión Mundial de Mujeres y reelecta posteriormente para otro término igual. Funge como Presidenta de la Comisión Mundial de Mujeres en las asambleas en Nueva York y en Líbano. En Bogotá, funge como Miembro de la Delegación Mexicana ante la IX Conferencia Interamericana. En ese mismo año, el Gobierno de México la eleva a la categoría de Ministro Plenipotenciario, en ocasión de haber sido electa, por aclamación, por los 21 países del Hemisferio, Presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres, con sede en la Organización de Estados Americanos en Washington. 326 Quienes lo conocemos íntimamente, sabemos, sin embargo, que éste no es sino el menos atractivo de sus aspectos. Cuando se siente en confianza, rodeado de amigos, cuando va a su natal Ciudad Victoria, ríe, bromea, se tutea con viejos conocidos, indaga por los progenitores de los jóvenes que se le acercan, y se codea en el mercado con las placeras, que le ofrecen apetitosos platos de menudo, o hace rueda con los ejidatarios de los pueblos que visita, y tiene “comal y metate” para todos ellos. Hechos hombres muy jóvenes aún, porque la Revolución nos moldeó en el año terrible —ya vino a mi mente Víctor Hugo por segunda vez— que fue para México el de 1914; del mismo modo que no nos conocimos de chicos —Ciudad Victoria y la ciudad de Reynosa estaban prácticamente incomunicadas entre sí—, tampoco coincidimos en nuestras primeras afiliaciones en las facciones que desgarraron la Revolución Mexicana, apenas triunfante del huertismo. Él se fue a Veracruz, siguiendo al Primer Jefe, e inició a su lado el ejercicio de su profesión de abogado; yo me fui a Morelos, con Zapata, ingeniero de las primeras Comisiones Agrarias del Sur, y conocí los sinsabores de la derrota, hasta que en 1920 vino lo que se llamó la unificación, que fue en 11 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. realidad, aunque sólo mientras se apagaba el rescoldo de las pasiones, la consolación de todos los que se habían enfrentado al presidente Carranza. El general Jesús M. Garza y el ingeniero Luis L. León fueron el puente amistoso que me acercó al licenciado Emilio Portes Gil. La oposición contra el general César López de Lara y la defensa de la Reforma Agraria de Tamaulipas nos identificaron desde 1922. Algún día diré cómo. A partir de 1925, siendo él Gobernador de nuestro estado, puedo proclamar con orgullo que tuve el honor de conducir su obra agraria, que puse en marcha la Escuela de Agricultura de Tamatán; que fui, en fin, su colaborador más cercano, pues aún para menesteres que no eran de mi incumbencia, echó mano de mí cuando lo juzgó oportuno. Pero no se trata de mí, ni tampoco de él, y ni siquiera de nosotros dos, sino del último libro que enriquece la bibliografía del licenciado Portes Gil. Que sin más pérdida de tiempo, los lectores se empapen de él con la seguridad de que encontrarán material jugoso que exprimir. Me tomo la libertad de anticipar que descubrirán, sin rebuscamiento de estilo, al hombre y lo que ha sido su obra, tal y como él la contempla. Se trata, en resumidas cuentas, de un testimonio, y se lleva con ello un deber ciudadano que por mi parte aplaudo sin reservas. Sumado con varios otros, ayudará a que se acometa un trabajo todavía por hacer: el de escribir con serenidad, reconociendo los méritos que todos tuvimos, pasando por alto las flaquezas en que incurrieron y las diferencias que los enfrentaron; la historia gloriosa, original, dramática, pero profundamente nuestra, de la Revolución Mexicana. Marte R. Gómez T EPÍLOGO amaulipas ha sido cuna de notables mujeres, que han figurado prominentemente en las letras y la diplomacia. Pocas mujeres han prestigiado a México como Amalia Castillo Ledón. He aquí sus datos biográficos, para que el lector pueda darse cuenta de la calidad humana e intelectual de ella: 1929. Miembro de la Asociación de Protección a la Infancia, fundada entonces por la esposa del señor Presidente de la República, licenciado Emilio Portes Gil. En esa misma fecha, el Departamento Central (actualmente Departamento del Distrito Federal), acoge su iniciativa y establece la Oficina de Educación y Recreaciones Populares en el Distrito Federal, nombrándola titular de la misma. Funda la Comedia Mexicana con el primordial propósito de difundir las obras de teatro de autores nacionales. Instituye el Teatro Guiñol y realiza temporadas en carpas en diversas zonas de la ciudad. Pone en marcha el Teatro de Masas. 1937. Funda y preside (por 12 años) el Ateneo Mexicano de Mujeres. Integra y dirige el Club Internacional de Mujeres. 1938. Retorna a la Dirección General de Acción Cívica y Recreamiento Popular (hasta 1944). 1939. Delegada de México ante la Comisión Interamericana de Mujeres reunida en Washington. 1944. Electa Vicepresidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres (cargo que desempeña hasta 1953). Ingresa al Seminario de Cultura Mexicana como Miembro Titular. 12 325 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. INTRODUCCIÓN MI PENSAMIENTO SOCIAL, POLÍTICO Y RELIGIOSO “Con todo poder sirve la causa del derecho legítimo”. “Que tu corazón se resigne a los juicios antojadizos; deja que el mundo hable y prosigue en tu camino”. Pitágoras “La verdad más alta es ésta: Dios está presente en todos los seres. Ellos son sus múltiples formas. No existe otro Dios a quién buscar… Es una religión hacedora de hombres lo que necesitamos. Abandonad esos misticismos que debilitan y sed fuertes. Durante los próximos cincuenta años desaparecerán todos los dioses de nuestro mundo. He aquí el único Dios que está despierto: nuestra propia raza, en todas partes. En sus manos, en todas partes; sus pies, en todas partes. Sus oídos: él lo abarca todo… El primero de todos los cultos es el culto de los que lo rodean. Sólo sirve a Dios aquél que sirve a todos los otros seres”. Vivekananda E l título de este libro, RAIGAMBRE DE LA REVOLUCIÓN EN TAMAULIPAS, corresponde a lo que expreso en su contenido; son recuerdos, impresiones y problemas vividos por mí durante más de 58 años de actuar en la vida pública. Desempeñé funciones públicas a partir de diciembre de 1914. Terminando mis estudios de Derecho y sin recibirme todavía, me incorporé a la Revolución, trasladándome al puerto de Veracruz con el Gobierno Constitucionalista, que presidía el Primer Jefe, don Venustiano Carranza. 324 13 Mi primer empleo fue de Subteniente Escribiente de Asesor, en el Departamento de Justicia Militar, dependiente de la entonces Secretaría de Guerra y Marina. Ascendí hasta obtener el grado de General Brigadier Asimilado, y en el mes de octubre de 1915, al recibir el título profesional, fui nombrado, por acuerdo del señor Carranza, Subjefe del Departamento de Justicia Militar. inútil derramamiento de sangre, cuando más de 40,000 hombres combatían al Gobierno. Di órdenes para que no se fusilara a nadie, que se respetara la vida y los intereses de todos. Personalmente puse en libertad a más de 200 oficiales y jefes del Ejército que se hallaban en la prisión militar de Santiago, como responsables del delito de rebelión. Después obtuve otros nombramientos: Juez de Primera Instancia; Magistrado del Tribunal Superior de Justicia; Miembro de la Comisión Revisora de las Leyes en el Estado de Sonora, a principios de 1916, bajo la Gubernatura del señor general don Plutarco Elías Calles; Abogado Consultor de la Secretaría de Guerra, siendo titular de esa dependencia el señor general don Álvaro Obregón. El grado de General Brigadier y los anteriores pude haberlos hecho efectivos, de acuerdo con un decreto del Primer Jefe, en el que disponía que quienes habíamos prestado servicios en el ramo de guerra hasta antes del año de 1916, podíamos pedir el reconocimiento de nuestros grados militares. Muchos de mis compañeros lo hicieron así. Yo rechacé tal beneficio por considerar que no tenía derecho a una jerarquía militar que no conquisté en la lucha armada. Pero claro está, y lo confieso, que cometí muchos errores. Cuando se llega a la Primera Magistratura del país a los 37 años de edad, no se puede tener toda la experiencia necesaria para desempeñar acertadamente tan delicadas funciones. La historia se encargará de depurar los cargos que me hacen con tanta saña y pasión mis enemigos. En las actividades políticas me inicié en el año de 1910, cuando un grupo de estudiantes de la Escuela Normal y Preparatoria de Tamaulipas nos declaramos maderistas. Si he tenido la franqueza de exponer mis ideas sobre lo que es la política, las reglas de conducta que debe seguir el Político y el Hombre de Estado, es sólo con el propósito de hacer pública mi experiencia, a fin de que los nuevos hombres, los jóvenes que están llamados a sustituirnos en la brega, conozcan cómo piensa un hombre del pasado que dedicó gran parte de su vida a la política —en el buen sentido de la palabra— y que no tiene otra ambición que la de que la Revolución siga su curso ascendente, sin claudicaciones, y que al realizarse los postulados que no se han consumado, México pueda seguir siendo una Patria grande, fuerte y poderosa. En el año de 1917 fui electo Diputado al Congreso de la Unión por el puerto de Tampico, a la XXVII Legislatura. Posteriormente, también por el mismo Distrito, a las XXIX, XXX y XXXI Legislaturas. En 1918 ocupé el cargo de Secretario General de Gobierno del Estado, siendo el titular del mismo el señor profesor don Andrés Osuna. En el mes de abril de 1920, cuando el Gobierno del señor Carranza cometió el gravísimo error de tratar de imponer en la Presidencia de la República al señor Ing. Ignacio Bonilla, así como el de violar la soberanía del estado de Sonora, me trasladé a este estado para ponerme a las órdenes del Jefe de la Revolución de Agua Prieta, don Adolfo De la Huerta, quien me extendió el nombramiento de Gobernador de Tamaulipas, con amplias facultades para reorganizar las fuerzas revolucionarias de la región. En el mes de agosto del año de 1922 me designó el presidente Obregón Miembro del Consejo Directivo de los Ferrocarriles Nacionales, en unión de los señores ingenieros don León Salinas, don Ramón P. de Negri y don Manuel Padrés. 14 323 tudes: la amistad y la gratitud, tan valiosas para las buenas relaciones entre los hombres. En 1924 fui electo Gobernador de mi Estado, aspiración máxima que había alimentado desde que me lancé a la lucha política. Conceder audiencia al público es uno de los deberes fundamentales del hombre de Estado. Seguramente que la mayoría de quienes concurren a solicitar audiencia llevan asuntos que no son de la competencia del funcionario, o verdaderas necedades; pero esto no debe ser óbice para que el funcionario reciba al público. Abrir las puertas a todas las personas que solicitan audiencia, despierta en ellos un sentimiento de simpatía, de respeto y de cariño para el Gobernante. En agosto de 1928, a raíz del asesinato del general Obregón, fui nombrado por el presidente Calles Secretario de Gobernación, y por un azar del destino resulté electo por unanimidad, el día 25 de septiembre de ese año, por el Congreso de la Unión, Presidente Sustituto de la República. En suma: decir siempre la verdad, no hacer jamás promesas ni ofrecimientos que no puedan cumplirse, no engañar a nadie, ser fiel a los principios de rectitud y de moral, no claudicar en sus convicciones, no humillar a nadie, no cometer ninguna injusticia y no envanecerse jamás, son las virtudes que en mi concepto debe reunir el Político y el Hombre de Estado que se precie de serlo. Pero se me dirá: Usted que actuó en la política durante más de 45 años, que desempeñó funciones públicas de las más delicadas e importantes, ¿fue fiel a esas normas de ética, de moral y de buen comportamiento? Modestamente quiero contestar: “Me inicié muy joven en la vida pública; allá por el año de 1910 me afilié a la Revolución, siendo todavía estudiante. A los 24 años, recién graduado de abogado, fui nombrado por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, Subjefe del Departamento de Justicia Militar, en el mes de octubre de 1914. Fui Juez y Magistrado en Sonora. Diputado en 1917, Gobernador de mi estado en 1920 y en 1925, Secretario de Gobernación dos veces, Procurador General de la República, Secretario de Relaciones Exteriores, Presidente del Partido Nacional Revolucionario en dos ocasiones, Diplomático por accidente y Presidente Interino de la República en los momentos más trágicos, cuando se hallaban levantados en armas en contra de las instituciones más de 40,000 hombres. Puedo decir con orgullo que en todos los cargos públicos que desempeñé procedí siempre con lealtad a los principios de la Revolución. Que durante el Gobierno Provisional fui fiel a su programa, sin traicionar ninguno de sus principios y que hice cuanto estuvo de mi parte para hacer a mi Patria todo el bien que demandaba el cumplimiento de mis deberes. Afirmo que nunca usé el poder para cometer actos contrarios a la Justicia y al Derecho y, finalmente, manifiesto que evité, hasta donde pude, un 322 A mi cargo estuvo también la Secretaría de Gobernación durante el Gobierno del presidente ingeniero don Pascual Ortiz Rubio, y posteriormente ocupé, en el año de 1930, la Presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Nacional Revolucionario, y al final de ese mismo año fui nombrado Ministro Plenipotenciario de México en Francia y Jefe de la Delegación Mexicana ante la Liga de las Naciones en Ginebra. Durante la Presidencia del señor general don Abelardo L. Rodríguez, en el año de 1932, desempeñé el puesto de Procurador General de la República, y en el año de 1935 colaboré con el presidente Cárdenas en la Secretaría de Relaciones Exteriores, y posteriormente en la Presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Nacional Revolucionario, cargo al que renuncié el día 20 del mes de agosto de 1936, para dedicarme al ejercicio de mi profesión. Libre al fin de la esclavitud de los puestos públicos, declaré que no volvería jamás a aspirar, ni mucho menos aceptar, ningún otro cargo, lo que he cumplido fielmente. Si en los años 1944, 1946, 1952 y 1963 fungí como Embajador Extraordinario para representar a mi país, respectivamente, en la República Dominicana, en el Centenario de su Independencia; en el Ecuador, al tomar posesión de la Presidencia el doctor don Galo Plaza; en la India, al iniciarse las relaciones diplomáticas con este país, y en la Argentina, para representar al presidente López Mateos en la toma de posesión del presidente Illía, se debió a que eran cargos de carácter transitorio y no podía, en manera alguna, rehusarme a aceptar. En el año de 1946 fui comisionado por el presidente don Manuel Ávila Camacho para presidir la Comisión de Estudios del Territorio de Belice, que integraron también los distinguidos jurisconsultos don Salvador Urbina, don Genaro Fernández Mac Gregor, don José Lorenzo Cossío, don Edmundo O’Gorman, don José Castillo Torre, don Antonio Mediz Bolio y el señor ingeniero don Pedro C. Sánchez. El año de 1934 tuve el honor de arbitrar en dos litigios por cuestión de límites. El primero, entre los estados de Sonora y Chihuahua y el segundo, 15 entre San Luis Potosí y Zacatecas, habiendo efectuado en los dos casos un minucioso estudio con la colaboración eficaz del señor Lic. don José Lorenzo Cossío, estudio que duró en cada caso algo más de un año. Cuando el Lic. Cossío estuvo en Chihuahua, a notificar el laudo al señor general don Rodrigo L. Quevedo, Gobernador de esa entidad, le manifestó que el Congreso Local había acordado pagar, en calidad de honorarios, al árbitro, $100,000.00 oro nacional, y cuando mi colaborador consultó conmigo, le manifesté que no podía aceptar pago alguno por mi trabajo. Al hacerse cargo de la Presidencia de la República el señor licenciado don Adolfo López Mateos, fuimos llamados los ex presidentes a colaborar con el Gobierno. Se me designó Presidente de la Comisión Nacional de Seguros, que es un puesto esencialmente técnico y nada político. La súplica que hice al señor presidente López Mateos, cuando me invitó a colaborar con él, fue en el sentido de que me permitiera hacerlo en algún cargo en que pudiera ejercer mi profesión de abogado, ya que desde hacía 25 años tenía abierto mi bufete. Pero el primer empleo que desempeñé, y del que me he sentido orgulloso toda mi vida, fue el de maestro de la Escuela Municipal de Ciudad Victoria, en el año de 1909, con el modesto sueldo de cuarenta pesos mensuales. No recuerdo qué filósofo afirmó que la experiencia la adquiere el hombre cuando no la necesita, y esto en gran parte es verdad, por lo menos en mi caso, en que por circunstancias ajenas me vi precisado a aceptar las más graves responsabilidades, sin tener una preparación o una experiencia que justificase la aceptación de tales responsabilidades. Pero afortunadamente, salí airoso en todas las ocasiones. Lo que expondré en las páginas siguientes, repito, son mis experiencias de hombre público y de político. Son las confesiones de mis actos, siempre inspirados en el más puro y desinteresado patriotismo, pudiendo decir, sin temor de incurrir en ninguna petulancia, que jamás en mi actuación cometí acto alguno de que pueda avergonzarme, ni menos la menor deslealtad a los principios de la Revolución, que seguiré sosteniendo toda mi vida, ni a las personas a quien serví o me sirvieron, ya que la norma invariable de toda mi vida ha sido el apego más estricto a los altos principios de moral y de honestidad, únicos que deben normar la conducta del político que sinceramente desea servir a su comunidad. 16 ¡Cuántos de nuestros grandes valores intelectuales se han visto frustrados en sus actividades políticas o sociales por no saber conducirse en su vida con decencia, educación y comedimiento! Algunos de nuestros hombres públicos son majaderos, groseros y nada caballerosos con las gentes que ocurren a su despacho en demanda de algún servicio o a pedir justicia. El funcionario adusto, mal educado, cae pronto de la gracia de las gentes que lo tratan. A las personas que concurren al despacho de un funcionario les agrada más un “No” afectuoso, que un “Sí” altanero y humillante. La amistad y la gratitud son virtudes esenciales en un político. La amistad debe entenderse siempre dentro de los límites de la lealtad y del respeto mutuos. Cuando un amigo se sobrepasa y abusa de la confianza que en él se ha depositado, deja de ser amigo, y el Hombre de Estado está en la obligación de liquidar ese afecto, que es perjudicial, en grado sumo para él y para la sociedad. Por lo que a mí respecta, la norma que he seguido siempre en mi vida, en relación con la amistad y la gratitud, ha sido invariablemente la siguiente: “A veces vale más un amigo que un pariente”. Perder un amigo por culpa que se me pueda achacar es algo que siempre me ha preocupado, más cuando ese amigo se encuentra en una posición inferior a la mía. Cuando tal ha sucedido no he vacilado, ni por un momento, en reconocer mi falta y dar una amplia satisfacción, a fin de borrar cualquier distanciamiento. Puedo decir con orgullo que con esa forma de proceder he perdido muy pocos amigos por el concepto que vengo analizando. No ha pasado lo mismo cuando algunos de mis amigos (a quienes he servido y se han encumbrado con mi ayuda y envanecido por el puesto, o celosos porque con frecuencia gentes a quienes han menospreciado les recuerdan que me son deudores por su encumbramiento) dan por concluida la amistad; pues en tal caso he experimentado un sentimiento de conmiseración hacia esa persona, ya que su proceder lo delata como un ser que muy poco se estima. La gratitud es una virtud rara entre los hombres. Frecuentemente, cuando la persona a quien se le presta un servicio es de poca capacidad mental y se eleva en sus posiciones burocráticas, se vanagloria y olvida fácilmente a quien lo ayudó a subir, es cosa corriente que se convierta en un gratuito enemigo. Pero esto no quiere decir que no debemos fomentar esas dos grandes vir321 bulencia se hizo cargo del Poder, sustituyendo a don Benito Juárez, quien sin una cultura muy amplia, supo sortear, como ningún otro Jefe de Estado, los problemas más graves de los últimos cien años. Juárez, en mi concepto, es el mejor estadista que ha dirigido los destinos de nuestra Patria. La palabra “político” que se aplica a los que se dedican a esta actividad, ha sufrido una degeneración en su aplicación. Tal degeneración consiste en que a cualquier individuo que desarrolla actividades políticas se le llama político, y tal es, desde cualquier punto de vista, una malísima aplicación del término. En mi concepto, el político, en el buen sentido de la palabra, es el ciudadano que dedica su vida, o parte de ella, a procurar el bien de su Patria, de su Estado, de su Municipio; el que en los escaños del Congreso desarrolla una labor tendiente a mejorar la Legislación, a servir a sus electores; en suma, a representar dignamente su Distrito. Naturalmente el político así descrito debe reunir virtudes de moral, de probidad y una conducta privada y pública que lo hagan acreedor a la consideración y al respeto de sus conciudadanos. Pero desgraciadamente, en los tiempos que corren, la política ha degenerado, sobre todo en México, hasta llegar a ser considerada como una industria de las más lucrativas. El Hombre de Estado, que en su actuación no sigue las normas de honestidad, de rectitud y de respeto a la moral, y que se aprovecha de su influencia para cometer actos que están en pugna con esos principios, deberá ser denominado con otro calificativo, nunca con el de político. Para mí, las virtudes que ha de reunir el Hombre de Estado, o el Político son, entre otras, las siguientes: l. Hombría de bien. II. Contextura moral. III. Sinceridad. IV. Educación. V. Generosidad y Patriotismo. Dentro de estas cualidades debe comprenderse el apego a las normas más estrictas de honestidad —que nunca puede ser un programa de Gobierno, puesto que sólo es el más elemental de los deberes de los ciudadanos—. El buen comportamiento en la vida pública y privada es condición sine qua non que debe caracterizar al hombre de Estado para que sea respetado por sus conciudadanos. También son cualidades indispensables la prudencia, la caballerosidad y la discreción, virtudes que debe tener no sólo el hombre de Estado que dirige, sino todo servidor público de cualquier categoría. 320 Durante mi actuación en la vida pública he recibido las siguientes distinciones: Cargos y títulos honoríficos Director de “El Cauterio”— 1912-1913 Director de “El Diario”— 1918-1920 Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma de México Doctor Honoris Causa de la Universidad de Santo Domingo Doctor Honoris Causa de la Universidad de Jackson, Missisipi Presidente del Ateneo Nacional de Ciencias y Artes de México Presidente del Comité de Relaciones Culturales entre México y la República Dominicana Presidente del Instituto Mexicano-Italiano de Relaciones Culturales Vicepresidente de la Sociedad Colombista Panamericana Presidente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística Socio de la Unión Racionalista (Rama Mexicana) Miembro de la Academia Nacional de Historia y Geografía Presidente de Honor de la Asociación Nacional de Abogados Miembro del Colegio de Abogados Presidente del Congreso Permanente de Asociaciones e Instituciones Científicas y Culturales de la República Mexicana Presidente del Club de Leones de la Ciudad de México Presidente de la Sociedad de Amigos del Libro Mexicano Miembro Vitalicio del Consejo Vitalicio de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística Presidente Honorario del Ilustre Colegio de Abogados de Puebla, Pue. 17 Presidente de la Comisión de Cooperación Iberolatinoamericana de la Asociación Internacional de Derecho de Seguros, con sede en Roma Miembro del Consejo de Presidencia de la Asociación Internacional de Derechos de Seguro, con sede en Roma Doctor en Leyes del Colegio Tecnológico de Texas Miembro correspondiente de la Sociedad Dominicana de Geografía, de Santo Domingo, Rep. Dominicana Doctor Honoris Causa de la Universidad de Kon-Kuk, Corea Doctor Honoris Causa de las Facultades de Derecho y Ciencias Económicas de la Universidad Mayor de San Andrés, Bolivia Además de estas distinciones, fui recibido en sesión solemne por el ilustre Colegio de Abogados de París, en ese entonces bajo la presidencia del distinguido jurista francés, doctor Albert Brunois. He sido el único abogado latinoamericano al que se ha hecho tal honor. En dicho acto me acompañaron el Embajador de México, Dr. Silvio Zavala, y el abogado mexicano, Antonio Luna Arroyo. En cuanto a mi pensamiento religioso, declaro que no profeso religión alguna; que soy respetuoso de todas las creencias; que pertenezco a la masonería, en la que ostento el Grado 33, pero considero que la Iglesia Católica, dirigida con frecuencia por malos dignatarios, ha sido la causa de la mayoría de las desgracias que ha sufrido el país. Primero, fue el instrumento de la dominación española para corromper la conciencia del pueblo esclavizado, llegando a poseer más de las dos terceras partes del territorio nacional. Después auspició la Intervención Francesa y el Imperio de Maximiliano, y en la actualidad, en que ha recuperado las grandes prebendas que había perdido, sigue violando la Constitución General de la República y las leyes reglamentarias. El mal clero que sirve a la Iglesia Católica sigue siendo enemigo de la Revolución, muy a pesar de los buenos propósitos expuestos por los papas Juan XXIII y Pablo VI, que predican la reforma social en beneficio de los desheredados. Me tocó actuar en la vida pública de México cuando se tenía un alto concepto de lo que es el deber del funcionario, en pleno romanticismo revolu18 Aquella contestación provocó risas estruendosas y significó la derrota definitiva de su opositor. También quiero traer a colación lo que me dijo Briand el día en que fui a despedirme de él, siendo Ministro de Relaciones de su país, y yo Ministro de México en Francia. Recuerdo con impresión a aquel luchador infatigable que ya pasaba de los 78 años, arrinconado en su despacho cerca de la chimenea. Me recibió con efusivo afecto diciéndome: “¿Regresa usted a México? ¿Por qué abandona esta vida tranquila y placentera de París, en donde tiene usted tantos amigos?”. Al indicarle que me llamaba mi provincia para aceptar la postulación al Gobierno Local, me dijo: “¿Va usted nuevamente a recorrer la escabrosa senda de la lucha política en donde hay tantos sinsabores y tantas amarguras? ¿Va usted a volver a empezar? Ojalá le vaya a usted bien. ¿Va usted a luchar en contra de alguna tendencia que apoya su Gobierno?”. “Creo que sí —repuse—, porque es casi seguro que el Partido Oficial me opondrá un candidato”. “Entonces, hace usted bien en aceptar la lucha. Es usted joven, ya fue Presidente de su Patria y va usted a volver a empezar. No se desaliente, porque la vida es lucha y siempre el hombre tiene oportunidad de hacer algo por su Patria”, fue la respuesta de Briand. Aquellas palabras del más ilustre político francés me impresionaron vivamente y desde entonces me han servido de gran aliento en mis luchas. La ciencia de la política requiere el conocimiento, aunque sea superficial, de todas las disciplinas, especialmente de la Sociología y de la Historia Patria. De aquélla, para estar en posibilidad de saber el por qué y el cómo de los fenómenos sociales, y de ésta para conocer la conducta de los hombres y los acontecimientos que puedan dar la pauta, a fin de prevenir los males que se originen en el futuro. El Hombre de Estado deberá conocer la Historia Universal, la Geografía y la Economía Política, principalmente de los países limítrofes al suyo, con objeto de que esté capacitado para formarse un concepto exacto de la idiosincrasia de esos países y suficientemente preparado para entablar con ellos convenientes relaciones de buena vecindad y entendimiento. Claro que en países como el nuestro no siempre los hombres más cultos han sido los mejores estadistas. Don Sebastián Lerdo de Tejada, seguramente uno de los Presidentes más cultos de México, fracasó lamentablemente cuando en momentos de tur319 mejor caracterizan al hombre, llegando a afirmar que la virtud y la cultura pueden llegar a ser excesivas. cionario, cuando la política no era una industria, ni los puestos públicos posesiones de lucro desde los cuales se podía usar la influencia para enriquecerse. Bartou, gran político francés, expresó “que la afición a la política nace más bien de una vocación personal que de una tradición de familia. La política es el arte, la voluntad, la pasión de gobernar. La política es una carrera, es una verdadera profesión. Es una ciencia y requiere conocimientos, aunque sean superficiales, de todas las disciplinas. He sido de los hombres más discutidos de México. Mis enemigos han tenido todas las oportunidades para analizar mi vida pública. Los más importantes diarios de la capital me han atacado furiosamente. Alguno de ellos, durante más de 30 años, me combatió implacablemente. El político que de veras tenga vocación debe, ante todo, estar decidido a luchar incansablemente y a resistir todas las peripecias y todos los golpes que le depare su amor por esa carrera, así como también a estar preparado para saborear el triunfo sin envanecerse, ni creer que tal triunfo es definitivo. Debe pensar que la derrota o el triunfo, en su caso, representa un escalón en la penosa travesía de la vida pública. Estar siempre listo para defender el derecho y la justicia. Ser rebelde a todo acto de la autoridad o de sus opositores que signifique una injusticia o una humillación y adoptar actitudes valerosas, masculinas, de hombría. Luchar incansablemente por llevar adelante sus convicciones y cuando su conciencia, en colaboración con su cerebro, han madurado una idea, un proyecto, un plan, un programa, hacer cuanto esté de su parte para realizarlo, cualesquiera que sean las dificultades que se le opongan, y finalmente, debe también abstenerse de realizar actos contrarios al buen sentido y a la moral”. Tuve enconada polémica con distinguidos hombres de la Revolución, no porque las haya provocado, sino porque fueron ellos quienes las iniciaron. Vuelvo a citar a Bartou para reproducir los siguientes conceptos: “No hay vocación más firme que la del político. El que ha sentido su primera mordedura no resiste ya. Está dominado para siempre. La política es una batalla en la cual no se pueden recoger los beneficios sin correr riesgos. Todo hombre es falible, lo que hace falta es ser sincero. No mentir a los demás y no mentirse a sí mismo. La tribuna debe ser a la vez la prueba de la conciencia y del talento. Hay que ser leal. En política, como en todo, la suprema habilidad es ser honrado. Aquél que no está combatido se abandona y no se fiscaliza a sí mismo. No hay en el Parlamento amargura mayor que provocar la risa del auditorio. La tribuna es, para la palabra, la más temible prueba y el aprendizaje, aun para los maestros, no acaba nunca. No pensar más que en sí mismo y en el presente es una fuente de error en política”. A propósito de esto, recuerdo que cuando en una sesión del Parlamento Francés se atacaba furiosamente al gran estadista y político Arístides Briand, en el momento en que su adversario le lanzaba un cargo injurioso diciéndole: “Usted es un viejo corrompido”, Briand contestó rápidamente e impasible: “En efecto, depende del lugar por donde se me huela”. 318 Polemicé varios años con Luis N. Morones, gran líder hasta el año de 1922, y quien después tuvo una decadencia estrepitosa; con el licenciado Vasconcelos, igualmente durante varios años; con el licenciado Luis Cabrera, en forma caballerosa; con el ingeniero Alberto J. Pani; con el general Cárdenas; con el doctor Luis Garrido; con el licenciado Vicente Lombardo Toledano y con Gilberto Flores Muñoz, Secretario de Agricultura en el régimen del señor licenciado Adolfo Ruiz Cortines. Me ha tocado en suerte vivir más de lo que esperaba y así he podido contestar a mis enemigos sus ataques. La muerte es a veces cruel con algunas personas y no llega con la oportunidad deseada. Madero, Carranza, Zapata y Villa murieron con la oportunidad que les brindó el martirologio, víctimas de una traición abominable, y así se liberaron de la vida que les hubiera deparado grandes sinsabores y crueles desengaños. Al general Calles la muerte le hizo esperar algunos años. Llegó cuando aquel enorme valor revolucionario se había transformado ideológicamente, y a quien sus enemigos miraban con desprecio y sus amigos con conmiseración. El general Calles sufrió grandes decepciones al ver que sus amigos lo traicionaban hasta quedar sólo con el afecto de sus familiares y de algunos leales amigos que lo quisieron entrañablemente. Calles fue un ejemplo de estoicismo después de su estrepitosa caída, soportó con entereza, con dignidad y con el orgullo que sólo tienen los grandes hombres, toda la serie de intrigas, de bajezas y de calumnias de que lo hicieron objeto sus detractores. A mí me tocó combatir en vida al general Calles. Muerto, he sido de sus mejores defensores, haciendo resaltar sus virtudes de revolucionario y de patriota, y he afirmado públicamente, cada vez que he tenido la oportunidad, que fue el más grande estadista que produjo la Revolución Mexicana. 19 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Al general Obregón lo sorprendió la muerte. Cayó víctima de las balas asesinas de un fanático, a quien asesoraban una perversa monja y un villano sacerdote. No supo León Toral el grandísimo mal que causó a la Patria. Obregón no aceptó su reelección por mezquina ambición. Lo que obligó al general Obregón a aceptar su reelección, fue la presión que sobre él hicimos la inmensa mayoría de los revolucionarios, que veíamos en él al único hombre capaz, en aquellos días, de continuar la obra constructiva de la Revolución. CAPÍTULO XXX MIS IDEAS SOBRE LA POLÍTICA, EL POLÍTICO y EL POLITICASTRO8 P Si Obregón hubiera llegado por segunda vez a la Presidencia, la historia de la Revolución tal vez hubiera sido distinta de lo que es en la actualidad y no se habría llegado a la serie de claudicaciones y concupiscencias a que hemos llegado; claudicaciones y concupiscencias que han acabado con muchos de los hombres que hemos visto desfilar por el escenario de la cosa pública. ara mí la política es el arte científico del Buen Gobierno. La política es una ciencia, seguramente la más difícil de todas, sobre todo por la responsabilidad que tiene el hombre de Estado hacia la colectividad. Escribo este libro en momentos en que no abrigo ninguna ambición personal. Desde el año de 1936, en que ocupé el último puesto, hice pública mi decisión de no volver jamás a aceptar situación política alguna, sin que ello significara renunciar a escribir y publicar mi pensamiento y mi juicio sobre las cuestiones que interesen a mi Patria. Creo que los hombres que hemos actuado en la vida pública estamos en el deber de decir nuestra verdad, de relatar y comentar los acontecimientos en que hemos sido actores. Entiéndase bien, me refiero a la política, cuyo principal intérprete es el político, el hombre de Estado que debe ser siempre celoso y consciente de su prestigio, no del politicastro que desgraciadamente abunda en todas partes, principalmente en México, en donde se ha creído que hacer política equivale a engañar, a mentir, a ejecutar actos de equilibrio en el desempeño de las funciones públicas; en suma, a ejecutar piruetas, cabriolas, a humillarse ante el poderoso y halagar a la colectividad, para después burlarse de ella. Me considero el ser más feliz de la Tierra: un ciudadano libre en toda la extensión de la palabra y también un hombre del pasado que sigue viviendo el presente sin claudicaciones, sin resentimientos, sin amarguras, lo cual me da derecho a expresar mis ideas libremente sin alguna sujeción a nada ni a nadie, como lo he hecho toda mi vida, desde que por primera vez, allá por el año de 1909, escribí las primeras cuartillas en un periódico de mi solar nativo. Puedo asegurar que lo que opino, lo que afirmo en este libro, está apegado a la más estricta verdad, y de antemano hago la protesta de que nada es falso ni mendaz; pues siempre he seguido como norma de conducta hablar claro y no decir jamás una mentira. El caso típico en México, del político así descrito, es el de don Antonio López de Santa Anna, que como es bien sabido, desempeñó varias veces la Presidencia. Santa Anna, que indudablemente tenía virtudes de la mejor calidad, también poseía las peores características como hombre y como ciudadano. De ahí que haya sido el tipo más pintoresco y más interesante de nuestra vida pública. A veces heroico, siempre canallesco y pérfido, pues lo mismo defendía a su Patria con valor y heroísmo, que se humillaba ante el invasor, como no podía haberlo hecho ningún otro mexicano. De igual manera abrazaba una causa liberal aparentando sincera convicción, que promulgaba los planes más reaccionarios que han existido en nuestra historia. He sido un incansable viajero. He recorrido todos los países de América, con excepción de Costa Rica, Paraguay, Uruguay y Colombia. Santa Anna es, a no dudarlo, el Gobernante que más contribuyó con su actuación a prostituir el sentido moral y humano de la política mexicana. Del Asia conozco India, China Comunista, Tailandia, Burma, Ceylán, Pakistán, Líbano, Siria, Jordania, Arabia Saudita, Turquía, Filipinas, Indonesia, Japón, Hong Kong y las Islas Hawai. Conozco toda Europa, con ex- Confucio, 565 años y Aristóteles, 384 antes de Cristo fueron, como todos sabemos, dos grandes filósofos políticos. Uno y otro eran apóstoles del “sentido común” y de la adorada medianía como cualidades principales que 20 317 cepción de Finlandia. De África, viajé por Egipto, Marruecos, Ghana y Guinea. En Europa, he andado por España, Francia, Inglaterra, Italia, Suecia, Noruega, Suiza, Holanda, Austria, Dinamarca, Bélgica, Luxemburgo, Mónaco. Y de los países socialistas conozco la Unión Soviética, Hungría, Yugoeslavia, Polonia y Checoslovaquia. Recibí invitación como huésped de honor en China Comunista, en Egipto, en Checoslovaquia, en la Unión Soviética, en Hungría, en Polonia, habiendo celebrado interesantes entrevistas con Mao Tse-Tung; con Chou En-Lai; con Kruschev; con Nasser; con Tito; con el Presidente de Burma; con el Primer Ministro de Tailandia; con Juan Domingo Perón; con Getulio Vargas, Presidente de Brasil; con Gonzalo Videla, Presidente de Chile; con el primer ministro Kishi, del Japón; con el Dr. Gregorio Marañón; con Fanfani, Premier de Italia; con Karamanlis, Premier de Grecia; con Soustelle, Ministro de De Gaulle; con el príncipe heredero Mikasa, del Japón; con Sukarno, Primer Ministro de Indonesia, y con Francisco Franco, Dictador de España. Las entrevistas que celebré con dichos Jefes de Estado las publiqué en un libro que titulé “El mundo a través de sus grandes estadistas”. Mi recorrido por todas esas regiones fue de observación, de estudio de su geografía, su historia, su organización política, sus industrias, su organización, y sobre todo, sus problemas. Libros publicados 1. Proyecto del Código Federal del Trabajo. Ed. Cultural. 1928. 2. La misión constitucional del Procurador General de la República. Ed. Cultural. 1932. 3. Nacionalización de bienes de asociaciones y corporaciones religiosas y el caso del Magistrado del Segundo Circuito, Lic. Antonio Alcocer. Imp. León Sánchez. 1934. 4. La lucha entre el Poder Civil y el Clero. Ed. Cultural. 1934. 5. Algunas reformas a la Ley Federal del Trabajo. Ed. Cultural. 1934. 6. En memoria de Zapata. Ed. P. N. R. 1935. 7. La escuela y el campesino. Ed. P. N. R. 1935. 316 21 8. Quince años de política mexicana. Ed. Botas. 1940. 9. Las Naciones Unidas. 1945. 10. Evolución histórica de la propiedad territorial de México. S. Turanzas del Valle. 1945. 11. Misión diplomática en la India. Talleres Gráficos Laguna. 1953. 12. Aclaraciones a un libro de William C. Townsend. Ed. Botas. 1953. 13. La isla de Chipre. Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadísticas. 1995. 14. Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Ed. Botas. 1955. 15. La crisis política de la Revolución y la próxima elección presidencial. Ed. Botas. 1957. Portes Gil ha prometido continuar la política de Calles, y Calles ha compartido con él los honores del día de la inauguración del nuevo Gobierno. México no debe olvidar el famoso mensaje de Calles al Congreso de su país, en el cual dijo: ‘Las nuevas ideas son compartidas hoy por la gran mayoría del pueblo mexicano, y los intereses creados por la Revolución en todas partes, son mucho más grandes que los de cualquier grupo reaccionario’. La nueva administración se inaugura bajo muy buenos auspicios. Dentro de poco se abatirá el rencor partidarista. El arreglo del problema de la deuda mexicana parece cercano. Las relaciones entre los Estados Unidos y México, debido a la excelente labor del embajador Morrow y a la cooperación de las autoridades mexicanas, son hoy más amistosas de lo que lo habían sido en el pasado, y Portes Gil puede contar con los buenos deseos de los Estados Unidos de que salga airoso de las dificultades que puedan presentarse a su Gobierno”. 16. El mundo a través de sus grandes estadistas. Ed. Costa-Amic. 1960. 17. Estudio jurídico en unión de los Sres. Lic. Enrique V. Corominas, Prof. Marcel Boussin, Dr. Gooffrey Honrsey, Lic. Genaro V. Vázquez, Lic. Arturo Despradel, Lic. Hipólito Herrera Billini, Lic. Ambrosio Álvarez Aybar y Lic. Carlos Sánchez y Sánchez. 1960. 19. Las instituciones de seguros y el Estado Mexicano. 1962. 20. Evolución histórica, social, política y económica de México. 1962. 21. El Seguro de la Responsabilidad Civil en el Derecho Mexicano. 22. Misión constitucional del Procurador General de la República. 2ª ed. Ed. Botas. 1963. 23. Autobiografía de la Revolución Mexicana. Ed. Instituto Mexicano de Cultura. 1964. 24. El Septuagésimo Quinto Aniversario de la fundación de las Escuelas Preparatoria y Normal del Estado de Tamaulipas. Ed. del Centro de Estudios Nacionales. 1964. 25. Juárez, el más grande reformador de su época. 1964. 26. “Tamaulipas en la Historia”. Revista El Legionario. 1967. 27. La imagen de mi madre. 1967. 28. Mis ideas sobre la política y el politicastro. 1968. 22 315 leyes adecuadas, la crisis industrial podrá resolverse. Y será, en suma, obra también de sabiduría política y de ley, en cuanto ambas tienen de más significativamente justiciero y humano, como el nuevo Gobierno alcanzará el supremo desiderátum de hacer surgir brotes de concordia y armonía definitiva en la familia mexicana. 29. El Plan de Ayutla, la Reforma y la Constitución de 1857. 1969. 30. Microantología. 1970. 31. La misión de la juventud en la crisis de la sociedad contemporánea. Si tal lograse, si tal logra, en vida tan breve como fecunda, el iniciado interinato constitucional, el presidente Portes Gil merecerá bien de la Patria.” 32. El México del Siglo XX que conocí. En colaboración con los licenciados Ramón Beteta, Vicente Lombardo Toledano, Jesús Silva Herzog, Manuel Gómez Morín, Miguel Palomar y Vizcarra e Ing. Marte R. Gómez. Y el “New York Times”, del 3 de diciembre de 1928, expresó lo siguiente: 33. La República de Corea. “El discurso que pronunció en el Estadio Nacional el licenciado Portes Gil, después de otorgar la protesta del cargo, es por demás interesante; habló con un lenguaje caluroso y enfático sobre su deseo de promover más cordialidad en las relaciones con los Estados Unidos. Y si Portes Gil puede hacer prevalecer sus ideas —agrega “Times”—, en México serán bien recibidos los capitales y las empresas norteamericanas. Empero, añadió Portes Gil, el Gobierno sostendrá siempre celosamente la conservación de su soberanía, y no tolerará nada que la ataque, pues la defenderá a cualquier costo, hasta llegar al sacrificio. Al pronunciar Portes Gil estas palabras, expresó también intenso orgullo nacional, común en todas las repúblicas hispanoamericanas. Para nosotros, los norteños, semejante sensibilidad no siempre nos parece razonable, pero siendo un hecho esencial, permanente, deberemos tenerla en cuenta personal y oficialmente en nuestros tratos con la América Latina. Hoover no lo ha comprendido antes y se compenetrará de ello durante sus visitas a las capitales sudamericanas. Detrás de cada saludo cordial que reciba, se encontrará una advertencia cortés, tácita y expresa de que los Estados Unidos deberán respetar las nacionalidades sudamericanas y tenerles buena voluntad. México, por muchos aspectos, merece ser felicitado por la exaltación de Emilio Portes Gil a la Presidencia de la República. El despliegue militar y la marcha de las tropas no oscurecen las palabras del presidente Calles en el sentido de que ‘México ha pasado definitivamente de la histórica condición del Gobierno de un solo hombre, a la de un Gobierno de instituciones y leyes’. El nuevo Presidente no es un dictador. Su carrera se ha desarrollado en el campo de las actividades civiles. Tiene sólo 37 años de edad y esta circunstancia, probablemente, lo inclinará más hacia el lado de las nuevas condiciones. 314 23 nuevos y más amplios y generosos derroteros. Consideramos que ahora, como nunca, el supremo anhelo nacional se cifra en hacer posible el afianzamiento de regímenes institucionales. Más precisamente porque al respecto nos hallamos todavía en un periodo de ensayo y de tanteo, en pos de perfectibilidad que va acentuándose a medida que ganemos en cultura cívica, es evidente que se requieren, en las altas esferas del poder, condiciones ejemplares. A la administración del presidente Portes Gil corresponderá, ni más ni menos, realizar mediante la coordinación de los elementos que se pongan en juego en la campaña electoral, el primer grande ensayo democrático en la nueva era política que se ha abierto para la República. Mas no es esto todo, ni es sólo esto. Otro problema que se presenta a la administración apenas inaugurada; problema que afecta de manera profunda a la economía nacional y con el cual íntimamente se liga el desarrollo constructivo del país. Nos referimos a la crisis industrial por que atravesamos. Es necesario crear a la industria nacional un ambiente propicio a su normal desenvolvimiento, y conjurar, asimismo, desde luego, la crisis en que se halla; crisis que, por lo mismo que por igual afecta a trabajadores y empresas, se refleja, como no podría menos de ocurrir, en trastornos y quebranto económico para las colectividades. A este propósito, el actual Presidente ha mostrado tener visión certera de estadista, cuando su acto preliminar de Gobierno ha sido reunirse personalmente con obreros e industriales para discutir la nueva Ley del Trabajo. Con todo, y a pesar de la importancia que en sí entrañan los dos problemas que someramente hemos apuntado, el político electoral y el de la crisis industrial, otro aún de mayor enjundia, ya que es de carácter hondamente social, encuentra ante sí el supremo mandatario que inicia sus tareas. Nos referimos a la honda división que todavía reina en la familia mexicana. Si cooperación y armonía crean fortaleza; escisión, distanciamiento y pugna engendran desconcierto y debilidad. Y debilidad y desconcierto existen y existirán mientras entre todos los mexicanos no se reafirmen los lazos de un sentimiento fraternal alto y noble; mientras no desaparezcan los valladares del antagonismo insensato; mientras todos, en suma, no presentemos, material y moralmente hablando, un solo frente, un frente único y fuerte en la obra del engrandecimiento nacional. Ante estas cuestiones vitales, y otras de menor cuantía que en aquéllas se comprenden, ¿cuál será el papel que habrá de desempeñar el nuevo Presidente? Indudablemente —y por ello hacemos los más sinceros votos, a la par que abrigamos las más firmes esperanzas—, desarrollar en el curso de su gestión una política sabia, ponderada a la par que enérgica, sin claudicaciones, imparcial y serena. Por medio de la aplicación eficaz de la Ley llegaremos a seguro puerto al través de la campaña electoral. Con 24 313 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Comentando mi toma de posesión como Presidente de la República, el periódico capitalino “El Universal” publicó, con fecha 1º de diciembre de 1928, lo siguiente: “Hoy asumió el poder, como Presidente Provisional de la República, el señor licenciado don Emilio Portes Gil. CAPÍTULO I LA IMAGEN DE MI MADRE1 Tiene por delante el nuevo mandatario la tarea de gobernar a México por más de un año, en circunstancias que hacen por extremo delicado aquel cargo, debido a los importantísimos problemas de índole política, económica y social que tendrá que afrontar y resolver de acuerdo con los altos intereses de la Patria. “Si un hijo —dice Manou— cargara durante cien años a su padre sobre un hombro, y a su madre sobre el otro, no haría No es ni ha sido nunca la Presidencia de la República un lecho de rosas. Pero mucho menos resulta serlo ahora en que, por su brevedad misma, la gestión tendrá que ser de mayor intensidad. El puesto, de suyo, encierra enormes responsabilidades, impone graves deberes, exige el desarrollo de una tarea, cuyo cumplimiento implica fortaleza y abnegación a toda prueba. Al aceptar, pues, su designación para la Presidencia Provisional, consciente de la trascendencia que el cargo entraña, y francamente dispuesto a consagrarse por entero en él al servicio de la Nación, el señor licenciado Portes Gil inspírase, sin duda, en acendrado patriotismo, y por ello se hace acreedor a la estimación y al respeto de todos los mexicanos. Entre los problemas a que antes aludimos, el primero que se plantea al nuevo Gobierno, es el de las elecciones para Presidente Constitucional que tendrán que hacerse en el curso del año entrante. Precisamente la misión del Gobierno Provisional es coordinar y vigilar el desarrollo de dichas elecciones, cuidar de su legitimidad y pureza, resguardar, en suma, el derecho del pueblo a designar sus propios mandatarios. Ahora bien, ¿quién no comprende la suma considerable de cualidades que dicha esencial misión en el nuevo mandatario implica? Una campaña electoral larga, con la que se vinculan, como es natural y humano que así suceda, ambiciones e intereses, siembra de no pocos obstáculos el camino, engendra suspicacias, origina despechos, enciende pasiones. Parécese a todo, menos a la mar tranquila. La principal habilidad del Gobernante que a partir de hoy rige los destinos de la República consistirá, pues, en salir avante de esa prueba, llegando al término de su gestión en forma de transmitir al sucesor legítimamente electo, la dirección de los negocios públicos sin quebranto de éstos, y sin que en un ápice se haya alterado el proceso de desarrollo constructivo del país. Estamos lejos de abrigar ningún pesimismo por lo que toca a la cuestión política electoral. Creemos firmemente que, a ese respecto, los destinos de México se encaminan por 312 por ellos tanto como ellos han hecho por él.” Cómo era mi madre. Sus relaciones con mi progenitor, a quien recuerdo entre sueños a escasos tres años de edad. Mi padre no poseía recursos de fortuna. Mi madre tenía que trabajar en la máquina de coser confeccionando prendas de ropa para las tiendas de la ciudad. La inteligencia poco común de mi mamá. Una descripción física de mi madre. Las reflexiones de mi madre sobre sus hijos. Las relaciones de mi madre y mi esposa. Mi madre, ejemplo de abnegación, de sacrificios y de constantes esfuerzo para mejorar y educarnos. Los cuarenta y seis años que viví cerca de mi madre. E l día que murió mi padre —Domingo Portes—, que fue un amantísimo esposo, lo recuerdo como entre sueños, tenía escasos tres años, y mi hermano Domingo, siete. Mi madre, que desde hacía algunos meses dedicaba la mayor parte de su tiempo a atender a su marido, que se hallaba postrado en cama a consecuencia de una bronconeumonía, debatiéndose entre la vida y la muerte, no poseía recursos de ninguna clase para hacer frente a tan aflictiva situación, y se veía obligada a trabajar en la costura, pues afortunadamente poseía una vieja máquina de coser que venía pagando en abonos mensuales. Al morir mi padre, la autora de mis días —Adela Gil de Portes—, quebrantada de su salud, se enfrentó a la vida con todo dolor y entereza, redoblando sus esfuerzos para hacer frente a las vicisitudes que le deparaba el destino. Se dedicaba día y noche a confeccionar prendas de ropa que yo entregaba semanariamente a una de las tiendas de la ciudad. 25 Cuando cumplí ocho años padecí una bronconeumonía y mi madre pasaba las noches cuidando de mí, siempre cariñosa y abnegada y sin perder la fe en la “Divina Providencia”, como decía ella. Mi niñez, a pesar de la pobreza en que vivíamos, aunque dura, no fue triste. En nuestra casa de la calle de Matamoros (en Cd. Victoria, Tamps.), vivíamos mi abuela ciega, mi madre, dos hermanos de ella y un hermano, así como cuatro primos, mi hermano Domingo y yo. Me levantaba a las seis de la mañana para ir con otros compañeros a bañarme al Río San Marcos, que en aquella época siempre llevaba agua. El licenciado don Isidro Fabela hace un verdadero balance políticosocial a propósito de la obra de Gobierno realizada por Portes Gil: “La obra realizada por el señor presidente Portes Gil es única por su intensidad y por su alcance. En sólo catorce meses de Gobierno ha podido realizar lo siguiente: Primero. Sofocar la rebelión de marzo en sólo dos meses de lucha, con el mínimum posible de gastos económicos y de pérdidas de vidas, distinguiéndose por su rigor en casos indispensables y por una rara magnanimidad con aquellos que consideró instrumentos irresponsables. Mi madre tenía una inteligencia poco común, un carácter alegre y jovial, y una fuerza de voluntad extraordinaria; era bajita de cuerpo, menudita y de belleza singular. Jamás se expresaba mal de nadie y siempre tenía una palabra de consuelo o de piedad para disculpar los defectos o faltas de los demás. Segundo. El arreglo del conflicto religioso, que mantuvo a la Nación, durante años, en una crisis espiritual que dañó gravemente a la República, económica e internacionalmente, con la circunstancia, muy importante, de que los arreglos hechos no quebrantaron los principios religiosos ni los constitucionales. Todo llevado a cabo con un gran tacto diplomático y una discreción política ejemplar. Del modesto salario que ganaba, siempre se despojaba de algo para socorrer a las gentes más pobres que ocurrían a ella en busca de ayuda. Tercero. La ejecución de los postulados agrarios, que han ido practicándose con eficacia rápida y extensiva, como en ningún otro Gobierno revolucionario. Así pasaron mis primeros años. Después, mis inquietudes se multiplicaron y se inició la serie de penas que causé a mi madre. A veces llegaba a la casa con una mano torcida por algún puñetazo dado a algún compañero, o con un ojo morado por un golpe recibido. Mi madre, siempre solícita, me curaba, y al decirle la verdad de lo que había ocurrido, después de la reprimenda, cariñosa me decía: “No seas peleonero; pórtate bien con tus compañeros, y solamente cuando seas atacado procura defenderte sin causar el menor daño”. Cuarto. La expedición del Código del Trabajo, que encarna la idea redentora de la Revolución en favor del proletariado y que vendrá a concluir muchos de los conflictos habidos hasta hoy entre el capital y el trabajo; siendo de hacerse notar que la Ley del Trabajo es obra personal, ideológica y pudiéramos decir, apostólica, del licenciado Portes Gil. Desde que inicié mis actividades en la política en el año de 1910, las que durarían la mayor parte de mi vida, me vi envuelto en multitud de dificultades; muchas veces estuve a punto de perder la vida. Mi madre sufría con resignación todas las contrariedades y cuando alguien le instaba a que me obligara a abandonar aquellas luchas, tan llenas de peligros, ella contestaba invariablemente: “Yo no puedo evitar que mi hijo siga el camino que se ha trazado. Sé de sobra que el peligro lo acecha todos los días y puede hacerlo víctima de la muerte, pero si le exijo que abandone su vocación, me pesaría, porque en tal caso le cortaría su destino y yo no tengo derecho a tal cosa. Sólo pido a la Providencia que me lo cuide y me lo traiga al hogar sano y salvo”. Quinto. La expedición de la Ley Universitaria, libertadora de aulas que, al crear la autonomía de la Universidad de México, abre una flamante ruta a la vida intelectual mexicana y alienta, con noble afán, la creación de las escuelas libres que algún día descargarán al Estado, con la altruista iniciativa privada de gastos que, en definitiva, el pueblo ahorrará. Las características del Presidente son, a mi juicio, las siguientes: El licenciado Portes Gil es un estadista nato; nació para gobernar, tiene para ello la clara visión política, el conocimiento del carácter de los políticos mexicanos, un patriotismo hondo, un talento vigoroso, una seria cultura y un carácter acerado. Esto, sobre todo, porque Portes Gil, como Juárez, es bronce por fuera y bronce por dentro”. Isidro Fabela Sabía muy bien que mi madre sufría lo indecible cada vez que me veía en peligro de muerte. Los hijos hacemos sufrir mucho a nuestros padres, especialmente a la madre, a quien causamos penas y sufrimientos sin cuento, 26 311 “La personalidad del Presidente, Lic. don Emilio Portes Gil, se destaca como la de un estadista de tendencias modernas. El marcado interés que desde hace tiempo demuestra por elevar el nivel moral y social de las clases laborantes, lo perfilan como uno de los hombres que México necesita para afirmar su prestigio de nación culta. La solución del conflicto religioso, que afectaba profundamente al país, no sólo en lo espiritual y político, sino hasta en lo económico, así como el retorno a la Patria de fuertes mentalidades que sumarán su contingente valiosísimo a las fuerzas en lucha por el progreso, son, a mi juicio, los actos más culminantes realizados por el Gobierno del Lic. Portes Gil”. pero en mi caso, creo que jamás ocasioné a la autora de mis días ningún pesar, ningún dolor por algún acto innoble que me avergonzase ante mi conciencia y ante mi madre. “No temas nunca —me decía mi madre—, no temas nunca a nadie, ni a la vida ni a la muerte; no le tengas miedo a nadie; procede siempre con rectitud; no digas jamás una mentira; no te dejes humillar de nadie, y cuando te ataquen, no te dejes y responde con dignidad, causando el menor daño posible; no hagas mal a nadie; sé buen amigo, buen hijo, buen hermano, para que puedas ser un buen ciudadano, digno de tu Patria.” María Esther Rodríguez Considerada justamente como la Gabriela Mistral de México Estas reflexiones de mi madre, de aquella noble y santa mujer, la más ejemplar de las madres, que tanto se sacrificó por mí, a la que debo todo lo que he sido, lo que soy y lo que seré, han quedado grabadas en lo más íntimo de mi ser, y se las dejo a mis hijas y a mis nietos para que sean como ella, noble, buena y abnegada hasta el sacrificio, y que supo imponerse a la adversidad y triunfar en la vida. “Después de don Sebastián Lerdo de Tejada, no hemos tenido presidentes profesionistas, sino a don Francisco León de la Barra y a don Emilio Portes Gil, abogados, que han ocupado la Primera Magistratura con carácter de interinos. El día dos de noviembre de 1918 falleció mi hermano Domingo, a la edad de 30 años, ya para recibirse de abogado. Su muerte causó a mi madre un gran dolor. Recuerdo que continuamente decía mi hermano que deseaba morirse en ese día, de modo que su deseo se le concedió. El señor De la Barra no podía desarrollar ninguna actividad política en su administración, porque la opinión pública abrumadora era maderista y el señor De la Barra, fundamentalmente, estaba en el extremo contrario. El licenciado Portes Gil ha tenido la fortuna de ocupar la Presidencia de la República en el momento en que él representa la cúspide de un movimiento revolucionario hecho Gobierno. De allí que no haya sido sorpresa para los civiles conscientes, identificados con la acelerada evolución de México, la victoria de su Gobierno sobre una rebelión pretoriana, y su fácil dominio en la paz de las conciencias, resolviendo el problema religioso. Esas dos victorias bastarían para fundar un prestigio, si no debiese agregarse la autonomía de la Universidad Nacional, que fue un ideal nuestro desde 1910 y que, al ocupar la capital de la República el Ejército Constitucionalista, se anunció como una promesa de la Revolución. Emilio Portes Gil reúne las características del mexicano consciente de su responsabilidad y se perfila un formidable estadista del porvenir”. Félix F. Palavicini 310 Cuando contraje matrimonio en el año de 1922, puedo decir que hice una unión muy feliz. Desde esa época, mi esposa compartió con mi madre todas las penalidades, y puedo afirmar que la felicidad de mi hogar fue la consecuencia de la fusión de los corazones de esas dos santas y nobles mujeres. Mi esposa, siempre cariñosa y prudente, otorgaba a mi madre confianza plena y la hacía sentirse siempre el centro de la casa. En cambio, mi madre generosamente renunciaba a todo lo que significaba autoridad, y depositaba en mi mujer el cetro que las dos compartían como reinas de mi hogar. Estos dos seres influyeron poderosamente en mi carrera política; me alentaron siempre en los momentos difíciles y compartieron conmigo los modestos triunfos que alcancé. Mi madre había nacido en la religión católica, pero casi nunca iba a la iglesia. En su casa, antes de acostarse, oraba en voz baja y hacía sobre mí la señal de la cruz; pero nunca aprendí a rezar. Toda su vida fue un ejemplo de abnegación, de sacrificio y de constante esfuerzo por superarse e imponerse a los azares de la existencia. Jamás la oía exclamar una sola 27 queja, ni menos nada que significara desaliento. Nunca renegó de su pobreza y siempre vio el destino con optimismo y entereza. Mi madre murió en mis brazos cuando iba cumplir los 87 años. El 9 de julio de 1940, a las 7 de la mañana, estando mi mujer y yo a su lado, expiró tranquila, serenamente. En su rostro se reflejaba una expresión de suma serenidad, y después de un sopor que la tuvo en la inconsciencia durante algunas horas, ya para morir abrió sus ojos tan bellos, y al mirarme, con angustia, sólo pronunció estas palabras: “Hijo de mi vida, lo más querido de mi corazón”. Ya todo había terminado. El llanto ahogó mi queja, y desde entonces llevo en el corazón una herida que no podrá cerrarse jamás, pero siento que ella está presente, siempre a mi lado, estimulándome en los momentos de lucha e inspirándome en los trances difíciles de la existencia. Con mi madre viví 46 años ininterrumpidamente y en los últimos 18 años nos acompañó mi santa compañera, que siempre fue para ella como una hija ejemplar. En la lápida que cubre sus venerables restos, inscribí estas palabras: “Madre incomparable, tu recuerdo, tus consejos, tu espíritu, siguen iluminado mi existencia”. Cuando se pierde la madre, el dolor que se experimenta no tiene paralelo. Afortunadamente, mi mujer ha compartido conmigo todos los placeres y todos los sinsabores de la vida, me ha dado dos hijas ejemplares, y éstas siete nietos, y todos formamos una familia feliz que tiene por norma la tranquilidad en la conciencia, la paz en el hogar, el cariño de la humanidad y el hondo sentimiento de la Patria. Y para terminar este boceto, nada se me ocurrió más adecuado que transcribir el pensamiento de un autor cuyo nombre ignoro. Dice así: Aunque la vida nos deje sin madre, la madre nunca muere, ha dejado raíces demasiado profundas en nuestra alma, en nuestro cuerpo, en nuestra memoria, para morir en la muerte. 28 De regreso a la Ciudad de México, fue Abogado Consultor de la Secretaría de Guerra, cuando el general Obregón ocupó dicha Secretaría en 1917, pasando luego a ocupar una curul en la Cámara de Diputados en las 27, 29, 30 y 31 Legislaturas, con la representación de su estado natal. Con la magnífica preparación que el licenciado Portes Gil llevaba en la Cámara, su seriedad, su dinamismo y su constante estudio de los problemas políticos y sociales, fácil es suponer que su éxito tendría que ser completo, como en efecto lo fue. A Portes Gil se debió la derrota parlamentaria del Cooperatista en 1923 y el triunfo completo de la Revolución, abanderada en aquellos días por los generales Obregón y Calles. Portes Gil pudo ser, después de sus triunfos en el Parlamento, gobernador de Tamaulipas (periodo de 1925 a 1928) y ministro de Gobernación en el último gabinete del general Calles. De ahí a la Presidencia, no dio más que un paso”. “Hombre que en la conducta es tan definida como en las orientaciones; en que el gesto es tan enérgico como sus actos; en que el sentimiento de humanidad es tan hondo como su visión de la Patria futura, el presidente Portes Gil encarna el tipo de la nueva generación mexicana que forjó su pensamiento y su carácter en las fraguas de la Revolución”. L. Sánchez Pontón “I. Firme propósito del actual Primer Magistrado de hacer efectivas las reivindicaciones tanto económicas como políticas del proletariado, le da una personalidad de alto relieve en los anales de la América. II. Su característica más destacada es la perseverancia en la lucha por la consolidación de las conquistas revolucionarias que tanta sangre ha costado a este país. III. La victoria obtenida contra los más grandes flagelos de la humanidad: el militarismo y el clericalismo, a los cuales encajó en los moldes de la Ley”. Carlos León Presidente de la Unión Centro, Sudamericana y Antillana 309 Vargas Vila era un exiliado y nos deleitaba con sus pláticas siempre amenas e interesantes. A continuación voy a transcribir las opiniones emitidas por el historiador y constituyente don Jesús Romero Flores; por el Lic. Luis Sánchez Pontón; por Carlos León, Presidente de la Unión Centro Suramericana y Antillana; por María Esther Rodríguez; por el Sr. lng. Félix F. Palavicini y por el Sr. Lic. Isidro Fabela. Dice don Jesús Romero Flores, en su bien documentado libro “La Constitución de 1917 y los primeros gobiernos revolucionarios”, lo siguiente: “¿Quién era el hombre en el que sus conciudadanos se fijaban en aquellos difíciles momentos, para ocupar el lugar que la mano de un asesino había impedido hacerlo al general Obregón? Si en cualquier momento y en cualquiera circunstancia el puesto del Presidente de la República sólo debe confiarse a hombres de acrisolada honradez, de inmejorable preparación, de perfecta identificación con el pueblo y de antecedentes insospechables, en aquellos días de angustiosa inquietud, los de quien ocupara la dirección del porvenir de México tenían que ser mayores; habría que buscar a un estadista y no a un caudillo; a un funcionario con la serenidad y ecuanimidad, y no a un turbulento jefe de partido; a un hombre con el arraigo necesario dentro de la Revolución y, sin embargo, capaz de comprender a quienes no pertenecieran a ella; a un hombre, en fin, comprensivo de la Ley y amante de la Justicia. Ella sigue viviendo, no podemos separarla de nuestros recuerdos, nos llena la vida del comienzo al fin. Nadie que amó a su madre es jamás huérfano de ella. Cuando los padres se van, se adelantan solamente a nosotros, para esperarnos “más allá”. Nos debemos, nos seguimos debiendo a ellos, a la hora que nos dejaron, o al alma que nos legaron. Después de que han pasado diez años de aquella elección y de aquel interinato, puede decirse que aquélla fue acertada; porque el periodo supletorio del licenciado Portes Gil se caracterizó por el cumplimiento de su deber en todos los órdenes. Tenía el licenciado Portes Gil 37 años al asumir la Primera Magistratura de la Nación; había nacido en Ciudad Victoria de Tamaulipas, el 3 de octubre de 1891. Huérfano desde muy temprana edad, él mismo se formó en las severas disciplinas del trabajo y del estudio. A los dieciocho años era ya maestro de escuela, continuando a la vez sus estudios hasta recibirse de abogado, venciendo toda suerte de privaciones y dificultades. A los 24 años era Subjefe del Departamento de Justicia Militar en la Secretaría de Guerra y Marina (año de 1915), pasando en esa misma época a la ciudad de Hermosillo, Sonora, en donde desempeñó puestos en el ramo judicial: Juez de Primera Instancia, Magistrado del Tribunal Superior de Justicia y Revisor de las Leyes Civiles y Penales de aquella misma entidad. 308 29 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. CAPÍTULO XXIX OPINIONES DE ALGUNOS INTELECTUALES SOBRE MI GESTIÓN EN LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA7 Opinión del distinguido escritor y novelista colombiano José María Vargas Vila. Opinión del historiador y constituyente michoacano don Jesús Romero Flores. Lic. Luis Sánchez Pontón. Carlos León, Presidente de la Unión Centro, Sudamericana y Antillana. María Esther Rodríguez. Ing. Félix F. Palavicini. Lic. Isidro Fabela. A l iniciar el periodo presidencial que me tocó desempeñar, sobre mi actuación en la Presidencia de la República, distinguidos intelectuales emitieron su opinión. El novelista y escritor colombiano, José María Vargas Vila, en su revista “Ráfagas”, que publicaba en aquella época, expresó lo siguiente: “Con motivo del proditorio asesinato del caudillo revolucionario general Álvaro Obregón, se ha hecho cargo de la Presidencia de México el joven abogado Emilio Portes Gil, cuyos perfiles de luchador, de político y de estadista lo acreditan como el hombre del momento para conducir a México por el camino de la Revolución que ha hecho de ese gran país el primero de la América Latina. Le ha tocado al licenciado Portes Gil suceder a dos ilustres revolucionarios, los generales Obregón y Calles, con quienes venía colaborando. Portes Gil tiene las características de indio, y sin conocerlo, me parece una personalidad de las cualidades de Benito Juárez”. En el año de 1931 conocí a Vargas Vilas en Barcelona, quien me fue presentado por nuestro ilustre escritor Rubén Romero. Todas las noches, durante los días que estuve en aquella ciudad, paseábamos por las Ramblas. 30 307 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Como medida de prevención se practicó la tuberculinización del ganado; se reglamentó la pasteurización de la leche, haciéndose obligatoria, ya que anteriormente este tratamiento era voluntario. El doctor Alfonso Castrejón fue nombrado Director General del Instituto de Higiene, quien con la autorización del Instituto Pasteur, de París, se trajo por primera vez a México la vacuna preventiva del B. C. G. (Vacuna del Bacilo Calmette Guerín), que se utiliza más bien en la prevención de dicha enfermedad en los niños, y actualmente se ha intensificado esta vacuna en nuestro país. Se creó la Dirección de Higiene Industrial y Prevención Social, por decreto del 26 de abril de 1929, dándose cursos de higiene industrial para médicos y para agentes inspectores de la Escuela de Salubridad. Las labores de dicha dirección se dividieron en dos partes: la que se relaciona con la higiene del taller, la inspección médica de fábricas y talleres, y la que se refiere a la higiene del hogar obrero. Se organizó la Protección de las Mujeres Embarazadas o en Lactancia, de aquéllas que trabajan como obreras y se promovió la construcción de casas baratas para obreros. Se creó la Dirección de Organización de una Gran Comisión para Combatir el Mal del Pinto y la Onchocercosis; la fundación de esta Dirección se hizo con colaboración permanente de connotados investigadores, y sus resultados se dieron a conocer en el VII Congreso Médico Latinoamericano. Se expidió la Ley sobre Profilaxis de la Lepra, que fue propuesta por el doctor Jesús González Ureña. Se creó la Comisión Dictaminadora de los Medicamentos, que trabajó activamente bajo la dirección del doctor Eliseo Ramírez. Finalmente, se terminó el edificio de Salubridad Pública que existe en el Paseo de la Reforma, habiéndose inaugurado, como parte de los festejos del Aniversario de la Revolución, el 20 de noviembre de 1929. CAPÍTULO II MI INFANCIA Recuerdos de mi infancia. Mis antecesores. Mis padres. Mis abuelos. Discurso que pronunció mi abuelo paterno como Presidente del Congreso del Estado, al ratificarse los Tratados de Guadalupe en el año de 1849. Opinión del escritor Antonio de Cárdenas sobre mi madre. N ací en Ciudad Victoria, capital del estado de Tamaulipas, el 3 de octubre de 1890. No he sido afecto nunca a que se haga alguna biografía de mí, ni menos a una autobiografía; y esto porque en las biografías que se hacen cuando un ciudadano exalta los altos puestos públicos, se dicen frecuentemente muchas falsedades, se hace aparecer a los biografiados con virtudes excepcionales; si algunas tienen, se las exageran. Y eso se debe a que quienes hacen tales trabajos por lo general son gente sin escrúpulos, sin honestidad mental, que tratan de granjearse el favor del hombre que se va a encumbrar. Sin embargo, ante la insistencia de mis amigos tamaulipecos, que quieren saber lo que he hecho en mi agitada vida pública, que desean conocer las buenas y las malas cosas que he realizado, en este libro voy a exponer cuáles han sido mi conducta y actuación en la vida pública. A los 80 años, cuando ya he escalado la cumbre de la serenidad, publico, por primera vez, datos sobre mi actuación pública, que ha sido sincera, y sobre todo desprovista de toda vanidad, pues ya no persigo ningún fin utilitarista ni me inspira egoísmo alguno. Lo que relataré en este libro será la verdad y sólo la verdad. A los 80 años de edad sigo pensando igual que cuando tenía 15 años. Sigo siendo un entusiasta revolucionario. Reconozco que el programa de la Revolución Mexicana se ha ido implantando cada día con mayor eficacia; a pesar de las claudicaciones y de las inmoralidades a que han llegado muchos 306 31 de sus hombres, creo que la Revolución ha hecho de México un país guía en todos los órdenes. federales, organizándose la Escuela de Visitadoras Sociales, e iniciándose el Servicio de Higiene Infantil, que organizó la Sociedad Mexicana de Pediatría. El nombre que me puso mi padre fue Emilio Cándido, porque, según decía mi madre, su esposo era un librepensador que odiaba al mal clero. Emilio, por la obra de Juan Jaboco Rousseau, y Cándido, por la obra de Voltaire, en que ambos escritores se revelan como anticlericales. Se construyeron cinco centros de higiene infantil en los barrios más pobres de la capital y los estados. Mi abuelo don Ramón Gil, padre de mi madre, doña Adela Gil de Portes, durante la Intervención Francesa prestó servicios al Ejército Mexicano, y por órdenes del coronel Dupin, jefe de la contraguerrilla francesa en Tamaulipas y Veracruz, fue conducido preso a Tampico, sometido a vejaciones sin cuento, a punto de ser fusilado. A consecuencia de este acontecimiento, mi abuela materna perdió la vista. Mi abuelo paterno, el Dr. don Simón de Portes, recibió el título de abogado en la Universidad de Santo Domingo, en el año de 1820, cuando cumplía 22 años de edad. Se fundó la Asociación Nacional de Protección a la Infancia, que fue presidida por la señora esposa del ciudadano Presidente de la República, Carmen G. de Portes Gil, y en la que colaboraron distinguidas damas del Gobierno y de la iniciativa privada, quedando como Director Técnico el doctor Aquilino Villanueva, y como secretarios, los doctores Isidro Espinosa de los Reyes e Ignacio Chávez. Para auxiliar con fondos a esta Institución, se autorizó la expedición de un timbre de Protección a la Infancia, con importe de un centavo, con lo cual se establecieron la Gota de Leche, Guarderías Infantiles y Maternidades, que desde aquella época han venido funcionando. Actualmente la Gota de Leche sigue funcionando como desayunos escolares, y lleva el nombre de INPI (Instituto Nacional de Protección a la Infancia). Siendo Secretario del Héroe de la Independencia, doctor don José Núñez de Cáceres (que proclamó la República y libertó a Santo Domingo en el año de 1820), con motivo de que el Gobierno del presidente Boyer de Haití se posesionó intempestivamente de Santo Domingo, tuvieron que salir exilados, radicándose don José Núñez de Cáceres en Caracas y el doctor Portes en La Habana. Se creó la Primera Unidad Sanitaria en el puerto de Veracruz, y con la cooperación de los Gobiernos Federal, Estatal y Municipal, se hicieron convenios que sirvieron de base para que se hicieran otros servicios coordinados en los demás estados de la República. Fungió como Jefe de la Unidad el doctor Miguel Bustamante, habiendo sido muy destacada su actuación. Con estas unidades que se establecieron en todos el país, se formó el Departamento de Servicios Coordinados. Antes de radicarse en Ciudad Victoria mi abuelo vivió algunos meses en Toluca, al lado del ilustre patriota y poeta dominicano José María Heredia, de quien era amigo, ya que los dos procedían de la misma tierra dominicana. Se creó el Servicio Antituberculoso, iniciándose la campaña con la planeación y construcción del Sanatorio para Tuberculosos en Huipulco, que fue el primero en la República. En los anales históricos de México figura mi abuelo como un doble emigrado, patriota y altruista. Según documento que obra en el archivo de la Secretaría de la Defensa Nacional, firmado por el entonces también Ministro de la Guerra, general don Manuel Gómez Pedraza, don Simón de Portes fue comisionado con los señores Dr. Miguel Machado y don Alonso Betancourt, por el Gobierno de la República, para informar sobre la posibilidad de que México intentara liberar a Cuba del coloniaje español. En La Habana, mi abuelo se dedicaba a hacer miniaturas en marfil, con lo que costeaba los gastos de su estancia. 32 Bajo la dirección del arquitecto J. Villagrán García, se planearon y se construyeron dispensarios antituberculosos, cinco en el Distrito Federal y otros en la provincia. Se dieron cursos de adiestramiento a todo el personal que trabajó, tanto en el sanatorio como en los dispensarios. Fue nombrado director de esa campaña el sabio doctor Manuel Gea González, y profesor de los cursos el eminente médico Ismael Cossío Villegas, quienes colaboraron eficazmente en la organización de estos trabajos. También se nombró director del Dispensario Central al doctor Salvador García Téllez, en la inteligencia de que la atención de los pacientes se hacía a domicilio, con la cooperación de las visitadoras sociales. 305 a) Fomento de los deportes en toda la República. b) Impresión de folletos relativos para distribuirse a todas las clases sociales y en las escuelas. c) Conferencias antialcohólicas en todas las escuelas, universidades, asociaciones de padres de familia, sindicatos, cooperativas, ligas de comunidades agrarias y Partido Nacional Revolucionario. d) Recomendación a los Gobiernos de los estados a fin de que no se permitiera abrir nuevas cantinas, debiendo prohibir en éstas la venta de comidas, el dominó y demás juegos que hacen que el empleado y los trabajadores pasen horas enteras en los centros de vicio. e) Formación de agrupaciones antialcohólicas en los sindicatos, ligas de comunidades agrarias, Partido Nacional Revolucionario y demás organizaciones populares. Desafortunadamente, el Gobierno que sustituyó al que yo presidía, no volvió a ocuparse de la campaña antialcohólica. CREACIÓN DEL COMITÉ NACIONAL DE TURISMO Presidió dicho Comité el señor don Lucas del Palacio, hombre que dedicó su vida a impulsar el turismo y la industria hotelera de México. Este Comité inició sus labores el día 14 de julio de 1929. CREACIÓN DEL DEPARTAMENTO DE SALUBRIDAD En materia de Salubridad se definió por primera vez un programa que sigue rigiendo hasta la fecha. El doctor Aquilino Villanueva, que desempeñó el cargo de Jefe del Departamento de Salubridad, definió su programa en los siguientes términos: “Por decreto del presidente Portes Gil se creó el Servicio de Higiene Infantil como una dependencia del Departamento de Salubridad Pública, teniendo en cuenta la exagerada mortalidad que alcanzaba el 28% en la Ciudad de México y aún más altas en algunas entidades federativas, desconociéndose, o más bien, se le daba poca importancia. Se organizaron cursos y conferencias para el adiestramiento, particularmente entre los delegados 304 Ya en México, tanto don José Núñez de Cáceres como el Dr. Portes se radicaron en el estado de Tamaulipas. El Dr. Portes fue nombrado Fiscal del Estado, y se le atribuye alguna intervención en la redacción de la Constitución de Tamaulipas del año de 1824. Con motivo de los servicios prestados al Estado por ambos, el Congreso de Tamaulipas, según Decreto del mes de septiembre de 1833, declaró a Núñez de Cáceres Benemérito del Estado y ciudadano del mismo, y al Dr. Portes, ciudadano de Tamaulipas. En el mismo Decreto figuran, con esta declaratoria, don Guadalupe Victoria, don Lorenzo de Zavala, don Juan Álvarez, don Andrés Quintana Roo y otros distinguidos mexicanos. En el año de 1849, siendo Presidente de la Legislatura de Tamaulipas el Dr. Portes, le tocó dar cuenta al Congreso con los infames Tratados de Guadalupe Hidalgo, por los cuales México perdió más de las dos terceras partes de su territorio. El discurso pronunciado por el Dr. Portes, tomado del periódico “El Defensor de Tamaulipas”, que se editaba en Ciudad Victoria, dice así: Exmo. Sr.: La Legislatura está penetrada de la importancia de la cuestión que hoy se somete a su deliberación y no dudo asegurar que pondrá de su parte cuanto esté a su alcance para llenar su deber. En mi débil opinión no podrá presentarse a esta H. Legislatura en la actualidad un asunto de mayor consecuencia: aminorar el mal que la ratificación del Tratado de Paz con Norteamérica nos ocasiona. La Legislatura no se ocupará de la cuestión inútil de la justicia inmensa que nos asiste en la presente guerra. Porque, ¿quién puede dudar de una verdad tan evidente? Diré aún más: la cuestión de paz y guerra no es del resorte de las atribuciones de esta Legislatura; pertenece exclusivamente al Poder Ejecutivo y Legislativo de la Unión Mexicana, que sabrán salir felizmente de tan desventurado trance. Así es de esperarse cuando la Providencia ha colocado en nuestra mayor aflicción al hombre que nos salve, no con la espada desoladora de los pueblos, sino con la justicia y la humanidad, con enjugar las lágrimas de tantos desgraciados hoy víctimas de la guerra. Sí, señores: ¿para qué despabilarnos en buscar las causas de las pérdidas de nuestros puertos y de nuestras ciudades? Fue invencible el pueblo mexicano peleando contra sus 33 antiguos opresores, cien veces más poderosos que ese puñado de hombres indisciplinados; pero entonces se peleaba por la libertad, por romper las cadenas de la opresión y la ignomi-nia que pesaba sobre los pueblos americanos. ¿Por quién pelea hoy México? ¿Por su independencia? El sentido del Pueblo no la ve en una dictadura militar; mejor dicho, en la anarquía militar que por tantos años ha oprimido y aniquilado esta feliz nación. No se diga, señores, que hoy tenemos Constitución Federal; al Pueblo no se engaña, e ínterin no vea esto el Gobierno Civil predominante, extinguidas esas comandancias generales, mezcladas con la adúltera unión del Clero y los dictadores, no se le hará salir de la fuerza de inercia a que se ha acogido. Verdad es que esta es cuestión, que el progreso e ilustración decidirán en lo venidero. Entre tanto, ya que no podemos evitar la pérdida de lo más fértil de este estado, séanos permitido pedir una justa indemnización, que es de esperar de la justicia de nuestro actual Gobierno que nos conceda. Conseguida esta indemnización, la parte que se pierde del territorio se ganará en cultura. Nuestros caminos se abrirán al comercio, se establecerá un colegio, y varias obras de que necesita el Estado para su prosperidad y fomento a la ilustración. Ilustrado el pueblo, no sufrirá más a los pretorianos que por tan repetidas veces han desolado el Estado. El tamaulipeco, bajo la observancia de nuestra amada Constitución, recobrará su dignidad, será republicano positivamente, un hombre invencible y que no dejará otra vez lograr que el enemigo extranjero domine su tierra natal; no será un recluta ni un maniquí al mando de un jefe que lo desata de la cuerda para conducirlo al combate para pelear por una Patria que lo trata tan cruelmente. Quizá será una ilusión, pero yo me complazco esperando que llegará el día, ratificada la paz, e indemnizado Tamaulipas, que ya no se oigan más para revolucionar en este estado las palabras rey, legitimidad, aristocracia, sino el pensamiento que domina el alma de La Martine: “La constitución orgánica y progresiva de la democracia toda entera, el principio expansivo de la caridad mutua y de la fraternidad social organizada y aplicada a la satisfacción e intereses de las masas”. del delincuente desde los puntos de vista social, educativo y psicológico. Segunda. Abolición de la pena de muerte. Tercera. Abolición del Jurado Popular. Cuarta. Creación del Consejo Supremo de Defensa y Prevención Social. Quinta. Creación de las Cortes Penales. CREACIÓN DEL INSTITUTO NACIONAL DE PROTECCIÓN A LA INFANCIA Se creó la Asociación Nacional de Protección a la Infancia, que estableció la Gota de Leche y consultorios médicos en toda la República. El Comité Nacional de Protección a la Infancia, que presidía mi esposa Carmen García de Portes Gil, tuvo por objeto, según se señaló en el decreto respectivo, proteger al niño desde los puntos de vista físico, social y moral. Para la realización de tales fines, se crearon y sostuvieron Centros de Higiene para el Cuidado de Mujeres Embarazadas, Casas de Maternidad, Casas para Niños Semi-Abandonados en la edad preescolar y en la escolar, colonia de vacaciones, campos de juegos y la organización de actividades adecuadas tales como servicios de enfermeras, visitadoras de los hogares pobres, bibliotecas especiales para niños y ciclos de conferencias sobre higiene social para las madres. El Comité estableció instituciones semejantes en todos los estados de la República. Simón De Portes Mi abuelo murió a los 94 años, habiéndose casado dos veces, y de su segunda esposa nació mi padre. El Dr. Portes poseía una regular fortuna, y entre otros de sus bienes, la Hacienda de Santa Engracia, que vendió a finales del siglo pasado, y que en el año de 1925, al tomar posesión del Gobierno de Tamaulipas, me tocó repartir gran parte de ella. 34 CREACIÓN DEL COMITÉ DE LUCHA CONTRA EL ALCOHOLISMO Se creó el Comité Nacional de Lucha contra el Alcoholismo, y por primera vez durante los Gobiernos revolucionarios, se celebró el 20 de Noviembre, organizándose para el efecto un desfile deportivo y antialcohólico en la capital y en toda la República. El programa para la campaña antialcohólica lo definió el Ejecutivo de la siguiente manera: 303 bles, me expresó que a fin de evitar malas interpretaciones, quedaba yo desde luego autorizado para hacer saber al Gobierno de Washington, que los patriotas nicaragüenses depondrían las armas con sólo recibir la promesa formal del Departamento de Estado, en el sentido de que las fuerzas de ocupación serían retiradas posteriormente. Por mala administración o la ambición de los herederos de mi abuelo, mi padre quedó en mala situación económica, y al morir en el año 1894, mi madre quedó en situación precaria, viéndose obligada a trabajar en la costura, para lo cual logró hacerse de una máquina de coser, con lo que pudo hacer frente a sus necesidades y a las de sus dos hijos. Lo dicho por mí logró impresionar al señor Morrow. Acordamos, desde luego, que él se dirigiría a su Gobierno en el sentido expuesto y yo daría instrucciones al Ministro de México en Costa Rica, Lic. Mediz Bolio, a fin de que, con carácter particular y en calidad de turista (ya que no teníamos relaciones con el Gobierno de Nicaragua), comisionara a uno de los Secretarios de la Legación para que se trasladara a Managua y procurara apersonarse con el presidente Moncada, o con el Secretario de Relaciones Exteriores y les hiciera conocer el plan de acción propuesto al señor Morrow, seguros de que tendríamos de parte de éste todo su apoyo ante el Gobierno americano. Mujer de gran carácter e inteligencia, no se amedrentó por aquella situación de extrema miseria. El licenciado Mediz Bolio comisionó al secretario Francisco Navarro para que fuera a Managua a entrevistar al presidente Moncada y, en informe confidencial que rindió, hizo saber al Gobierno de México que el de Nicaragua no podía aceptar dirigirse al de los Estados Unidos pidiendo el retiro de los marinos americanos, porque aquello equivaldría a la caída de su administración, pues no tenía confianza en el general Sandino. En la siguiente entrevista con el embajador Morrow, en que le hice conocer la determinación del general Moncada, le expresé: “Creo que hemos fracasado en este intento generoso, señor Embajador”. Pocos meses después, al retirarse los marinos americanos, Sandino se sometió al Gobierno del presidente Moncada, y desgraciadamente, se cometió el gravísimo error de sacrificar a ese hombre, que había tenido el valor de combatir a los invasores, asesinándolo villanamente. EXPEDICIÓN DEL CÓDIGO PENAL DE 29 Se expidió el Código Penal de 1929, el Código de Procedimientos Penales, el de Procedimientos Civiles y del Ministerio Público. En el Código Penal se hicieron las siguientes modificaciones: Primera. Nueva actitud social respecto al delincuente, considerando al delito como producto social, no individual, y la personalidad 302 Cuando yo platicaba con mi madre y le contaba mis impresiones de cuando murió mi padre (apenas contaba con tres años), me decía: “¿Pero cómo es posible que te acuerdes de esa tragedia, si ni siquiera podías hablar? No cabe duda, la Providencia —decía ella— te tiene reservados grandes triunfos en la vida”. Agregaba: “Naciste a las siete de la mañana del día 3 de octubre, en los momentos que llegaba de Monterrey el primer tren, y me diste muchos trabajos para nacer”. Refiriéndose a mi madre, el escritor Antonio de Cárdenas, con el título “Madres que supieron triunfar”, dice lo siguiente: “En México tenemos madres que han sabido, cualesquiera que sea su posición y grado de cultura, preparar hijos que han llegado, por diversos caminos de la lucha, a significarse en una cumbre. Madres mexicanas, veneros de amor y sacrificios; madres que saben que la belleza es un martirio y el deber una disciplina. SUPE PREPARAR A MI HIJO Quisimos conocer la forma en que las madres de algunas personalidades mexicanas, en la política, en la ciencia y en el arte, supieron “edificar” a sus hijos. A la primera que vimos fue a la señora doña Adela Gil viuda de Portes, madre del licenciado don Emilio Portes Gil, Procurador General de la Nación y ex Presidente de la República. Es el tipo modelo de la madre mexicana; se muestra altamente complacida de la encuesta, y al ser interrogada por nosotros, cordializada por los recuerdos, nos dice: Viuda y sin fortuna supe preparar a mi hijo para la vida. Tres años tenía Emilio cuando falleció mi esposo, y desde entonces, haciendo esfuerzos que hoy resultan una gran satisfacción para mí, logré que estudiara su primaria y normal en Ciudad Victoria, y que siguiera después sus estudios en México, para abogado. Le inculqué sentimientos que hoy representan mi mayor felicidad. Es ejemplar como hijo, como esposo y como padre. Estoy convencida de que la pobreza honrada y el amor son lo único para educar a los hijos. Emilio supo del deber desde niño, y por eso estoy orgullosa de lo que es. Siempre ha tenido ideales, ha sido trabajador y exento de todo vicio. ¿Qué más puedo yo desear?...”. 35 Mi infancia fue dura, a pesar de los mimos de la autora de mis días, que se esforzaba por hacernos la vida alegre a mi hermano y a mí. En la escuela fui el muchacho más travieso. Mis maestros me castigaban rudamente y recibía no sólo fuertes reprimendas, sino golpes, reglazos, estirones de orejas que a veces me sacaban sangre; pero a pesar de todo, logré pasar los años con buenas calificaciones. Una vez, cursando el cuarto año, después de una golpiza que me dio el profesor, me fui de pinta durante dos meses, y cuando mi madre se enteró, le manifesté que no quería estar en la Escuela Anexa, porque me trataba el profesor con mucha crueldad. Con el consentimiento de mi madre me inscribí en la Escuela Municipal, de la que era director el inspirado poeta tamaulipeco y gran liberal, don Juan B. Tijerina. A los pocos días fue a ver a mi madre el maestro que me había tratado con tanta rudeza, para suplicarle que volviera a la escuela, y con lágrimas en los ojos me pidió mi madre que volviera. Ante aquella súplica volví a mi antigua escuela. Mi madre jamás me trató con dureza y cuando yo hacía algo que la molestara, me veía con sus ojos de piedad, que a veces se llenaban de lágrimas. Así me convencía de que me portara bien. En el año de 1905 mi hermano Domingo se vino a estudiar a México, gozando de una pensión que le concedió don Manuel González, hijo del presidente tamaulipeco, y cuando nos despedimos de él mi madre reprimió el llanto que le causaba su ausencia; muchas veces la oí sollozar. Esto me sirvió para portarme mejor y evitar molestar a la autora de mis días. Para ayudar a mi madre repartía carne de una carnicería que tenía un tío mío, y cuando llegaba a la casa con los cuarenta o cincuenta centavos que me pagaban, mi madre se llenaba de gozo, no obstante que ella no quería que yo desempeñara tan modesto trabajo. 36 Es ésta, señor Embajador, la causa por la que México no reconocerá al Gobierno del general Moncada, mientras subsistan tales circunstancias, pues no quiero ser yo el primer presidente que rompa con esa norma, que me parece patriótica y digna por todos conceptos”. Como el señor Morrow insistiera, siempre en tono afectuoso y cortés, en aquella petición, me vi precisado a fundar aún más mi negativa. Y le dije: “Quiero suponer por un momento que los papeles fuesen otros y que, en lugar de Nicaragua, el país invadido fueran los Estados Unidos. ¿Qué sentiría usted, señor Morrow? Seguramente estará usted en el fondo conmigo, en mi modo de pensar. Y tengo la seguridad de ello porque usted no es persona que trate de defender a todo trance, lo mismo la justicia que la injusticia. Usted es un hombre de corazón y siente en el fondo de su alma esta situación, que está costando a los Estados Unidos tanta sangre, tanto dinero y, lo que es más sensible, tanto prestigio continental”. Como había logrado interesar positivamente al señor Morrow en aquella plática —que él había iniciado— deseoso yo de prestar un servicio a la Nicaragua mártir de aquellos días, me aventuré a hacerle la sugestión que resumiré en seguida. Al efecto, le manifesté: “Usted, señor Embajador, puede hacer un gran servicio a su Patria si acepta el proyecto que acabo de concebir en estos momentos. Pienso dirigirme en forma confidencial y amistosa al Presidente de Nicaragua, general Moncada, haciéndole la sugestión de que pida al Gobierno americano el retiro de los marinos que se encuentran en su territorio, a condición de que yo me comprometo a que el general Augusto César Sandino deponga inmediatamente las armas y con sus hombres se ponga a sus órdenes. A la vez, usted, si está de acuerdo conmigo, se dirigirá a su Gobierno pidiendo que la solicitud del presidente Moncada sea atendida. Si usted me secunda en este plan y logramos consumarlo, cesarán los sacrificios de vidas y de dinero que seguramente estará su país gastando en tan grande escala; desaparecerá el recelo que el poderío norteamericano ha suscitado en todos los pueblos latinoamericanos y habrá un mejor entendimiento entre ustedes y nosotros”. La seguridad que di al Embajador Morrow de que el general Sandino se sometería al Gobierno de Nicaragua y le prestaría todo su apoyo tan pronto como saliesen del territorio invadido los marinos americanos, fue después de una entrevista que —en presencia del Sub-Secretario de Relaciones Exteriores, señor Genaro Estrada— celebré con el doctor Zepeda, quien de antemano había sido autorizado por éste para hacerme presente tal determinación. Es más, el doctor Zepeda, que en toda su actuación como representante del general Sandino obró con la lealtad, abnegación y patriotismo más encomia301 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. El señor Morrow me manifestó que desde luego, por teléfono, sugeriría aquella indicación al Departamento de Estado, seguro de que la atendería. En efecto, al día siguiente se presentó en mi oficina uno de los Secretarios de la Embajada Americana para informarme que estaba cumplida la petición que había hecho al Embajador, en favor del general Sandino. Durante todo el tiempo que permaneció el general Sandino en el territorio nacional, el Gobierno le proporcionó ayuda económica de acuerdo con nuestras posibilidades, lo cual servía para atender decorosamente a su sostenimiento y al de su Estado Mayor. El doctor Pedro José Zepeda, representante del general Sandino, estuvo comunicándose directamente conmigo y, en todas las ocasiones en que pude obsequiar las peticiones —siempre comedidas y prudentes del general Sandino—, las satisfice con agrado. Yo sentí por el general Sandino una admiración sincera. Desde el año de 1927, en que se hallaba levantado en armas, desempeñando yo el cargo de Gobernador de mi estado natal, di su nombre a la Biblioteca Pública de Ciudad Victoria. En el mes de abril de 1929, el señor Dwight W. Morrow, Embajador de los Estados Unidos, solicitó una entrevista con el que suscribe, y, en mi presencia, con la finura y exquisito trato que acostumbraba siempre, se expresó así: “Señor Presidente: He venido con el objeto de saludar a usted y, a la vez, a tratarle un asunto que me ha encomendado mi Gobierno; es el del reconocimiento, por parte de México, del Gobierno de Nicaragua que preside el general Moncada. Todos los gobiernos europeos y americanos han reconocido el orden de cosas existente en aquella República y todos ellos tienen instaladas sus Legaciones y Consulados. Mi Gobierno desea conocer el sentir de México a este respecto y, de no haber inconveniente grave, se permitiría invitar al Gobierno que usted preside para que otorgue ese reconocimiento”. Mi respuesta al señor Morrow fue la siguiente: “Señor Embajador: Agradezco a usted mucho la invitación que se sirve hacerme, por instrucciones de su Gobierno para que México entable relaciones con el Gobierno de Nicaragua que preside el general Moncada. A este respecto siento manifestar a usted la imposibilidad en que se halla mi Gobierno para reanudar tales relaciones, en virtud de que ha sido norma invariable de nuestra cancillería, a través de muchos años, no reconocer ningún Gobierno en cuyo territorio se encuentren tropas extranjeras. 300 CAPÍTULO III MIS ESTUDIOS EN LA PRIMARIA ANEXA A LA NORMAL Y PREPARATORIA Mis maestros. Don Jaime Nunó. De dependiente de una ferretería. Pensión que recibí del Estado. La Sociedad de Estudiantes “Guadalupe Mainero”. Periódico “El Cauterio”. Cargos sin fundamento que se me hicieron. Concesión que otorgó el Gobierno de Tamaulipas para la construcción de un oleoducto. Oposición que hicimos los estudiantes. L os estudios los cursé, durante los años de 1897 a 1899 y de 1900 a 1904, en la Escuela Municipal que dirigía Juan B. Tijerina, y en la Escuela Anexa a la Normal de Profesores. En el año de 1899 se fundó la Escuela Anexa a la Normal con un grupo de escolares que vinimos de la Escuela Municipal Número Uno. De los maestros, recuerdo, entre otros, al muy querido don José del Carmen Tirado, a Marciano González, ya fallecidos; a Ramiro Zárate; a Tiburcio M. Peña y a Gonzalo Lara Guerrero. Don Carmen Tirado dirigía el primer año, y recuerdo con emoción el método que usaba para enseñarnos a contar. Traía siempre un pequeño costal con piñones y a cada uno de sus discípulos le ponía en el pupitre un puñado y nos decía: “Niños, son para ustedes hasta el número que puedan contar”. Con aquello, don Carmen nos estimulaba para aprender pronto a sumar y a restar. En el año de 1903, recibimos en la Estación del Ferrocarril a don Jaime Nunó, autor de la música del Himno Nacional. Hacía una gira por la República con el fin de despedirse del pueblo mexicano y pasar los últimos años de su vida en la Madre Patria. En la Escuela Anexa a la Normal se le hizo una gran recepción, presidida por el Gobernador del Estado. Más de 5,000 niños cantamos el Himno 37 Nacional y aquel viejecito de más de 80 años, emocionado, lloró como un chiquillo. Ahora que pasa por mi mente aquella conmovedora escena, me imagino al Benemérito don Jaime Nunó como un enorme témpano de hielo que se deshacía por las lágrimas que salían de sus cansados ojos. Don Jaime era un hombre de barba blanca, de cutis sonrosado, de cabellera totalmente blanca. Cuando le tocó hablar no pudo hacerlo, pues el llanto ahogó sus palabras y sus lágrimas corrían abundantemente por su venerable rostro. Al terminar mis estudios de Primaria, y deseoso de ayudar a mi madre a fin de que descansara un poco de las duras faenas a que se dedicaba, le manifesté que deseaba buscar algún trabajo. Al principio ella se opuso a tal petición, pues deseaba que yo continuara mis estudios; pero ante mi insistencia, accedió a mis pretensiones. En los años de 1902-1903 trabajé como dependiente en una ferretería. En ese empleo me enseñé a ganar los primeros emolumentos, y desde las seis de la mañana hasta las ocho de la noche atendía con los demás empleados el despacho del mostrador, recibiendo como compensación los alimentos y dos pesos semanarios. Era yo el más joven de los dependientes, pues contaba con doce años, y mi principal ocupación era barrer y asear la tienda, teniendo que levantarme a las cinco y media de la mañana para realizar esos quehaceres. Durante los tres años que permanecí en esa ocupación estuve contento, pues tenía la satisfacción de llevar a la autora de mis días los dos pesos que recibía semanariamente, tomando yo sólo lo indispensable para mis necesidades. Pero como mis inquietudes me llamaban hacia otros rumbos, en el mes de agosto de 1905 me separé del empleo y me inscribí en la Escuela Normal para Maestros. Como era un estudiante pobre y mi madre no tenía recursos para costear mis estudios, solicité del Gobernador del Estado, don Pedro Argüelles, una pensión para hacer el curso de maestro normalista. Cuando ocurrí al señor Argüelles, me recibió afablemente y al enterarse de mis pretensiones, me manifestó que las becas del año habían sido ya otorgadas, pero que iba a hacer una excepción en mi favor, otorgándome una pensión de quince pesos mensuales con el carácter de extraordinaria. Los estudios normales los inicié en el año de 1906, habiéndolos terminado en 1910; al mismo tiempo inicié los de Preparatoria. 38 ENTREVISTA CON EL EMBAJADOR MORROW No sé cómo el señor embajador Morrow, de los Estados Unidos, que fue un gran amigo de México, se enteró del asilo que se había concedido a Sandino. Al pedir una audiencia conmigo, me manifestó: “Señor Presidente, me he tomado la libertad de venir a verlo con objeto de hacerle una pregunta que quizá no esté dentro del protocolo diplomático, pero que interesa vivamente a mi Gobierno, y para lo cual he recibido las consiguientes instrucciones. Digo que, quizá lo que me voy a permitir preguntar a usted no esté dentro del protocolo diplomático y por eso pido a usted mis más cumplidas excusas en la inteligencia de que, si usted estima que no debe contestar a la pregunta referida, no por eso me consideraré lastimado en lo más mínimo”. Como el preámbulo se iba alargando, indiqué al señor Morrow que podía hacerme cuantas preguntas gustara en el concepto de que yo las contestaría con todo gusto. Agregó el Embajador: “El Departamento del Estado de Washington ha tenido noticias vagas de que el Gobierno de México ha acordado conceder a Sandino refugio en este país. ¿Podría usted, señor Presidente, decirme algo sobre el particular?”. “Con mucho gusto —contesté—. En efecto, Sandino ha solicitado del Gobierno que presido el derecho de asilo y se lo he concedido. Nuestras Legaciones en Honduras y en El Salvador y nuestro Embajador en Guatemala tienen instrucciones de protegerlo y de facilitar su viaje a territorio nacional”. “Está bien, señor Presidente —respondió Morrow— agradezco a usted su amabilidad”. Como yo abrigaba justos temores de que podía cometerse con el general Sandino algún atentado, indiqué al señor Embajador que, a mi vez, le iba a hablar fuera del terreno diplomático. “Desearía —expresé al Embajador— que usted se dirija a su Gobierno y le suplicara de mi parte que se instruya debidamente a los jefes de las fuerzas norteamericanas que se encuentran en Nicaragua, y a la policía de su país existente en Honduras, El Salvador y Guatemala, acerca de la protección que el Gobierno de México acaba de otorgar al general Sandino, a fin de evitar algún atentado en contra de su persona que, de llegar a consumarse, constituiría un verdadero crimen del que nos harían responsables a usted y a mí”. 299 ASILO QUE SE CONCEDIÓ AL GENERAL NICARAGÜENSE CÉSAR AUGUSTO SANDINO En el año de 1926, con motivo de la ocupación del territorio de Nicaragua por fuerzas de los Estados Unidos de Norteamérica, César Augusto Sandino, que en esa época trabajaba en la Huasteca, se trasladó a Nicaragua y se puso al frente de una guerrilla para combatir a los invasores. Esta guerrilla fue aumentando considerablemente y llegó a dominar la parte montañosa de Nicaragua. Al hacerme cargo de la Presidencia de la República, el general Sandino, por conducto del doctor Pedro José Zepeda, su representante en México, me pidió una audiencia para el capitán José Paredes, de origen mexicano, quien me manifestó que después de más de dos años de intensa lucha, en que las fuerzas que combatían a los marinos norteamericanos venían ganando cada vez más terreno en Nicaragua, pero que encontrándose Sandino sumamente enfermo de paludismo, pedía al Gobierno de México el asilo correspondiente. Contesté al general Sandino, por conducto de Paredes, que con mucho gusto se le daba tal asilo. Que ya daba instrucciones a nuestro ministro en Honduras, señor Crisóforo Canseco, a efecto de que tan luego como el general Sandino se presentara en nuestra Legación, lo tomara bajo su protección, manifestándolo así al Gobierno de aquel país hermano. Sandino continuó bajo la protección de nuestra bandera, llegando a la frontera de México el día 25 de junio de 1929. Al entrar al territorio nacional, el Jefe de las Operaciones en Chiapas, general Juan José Méndez, me pidió instrucciones respecto de cómo debía recibir a Sandino. Le manifesté que lo recibiera como huésped de honor y pusiera una escolta competente para hacerle los honores correspondientes. Recibí a Sandino en Palacio Nacional, y como me manifestara que deseaba irse a un lugar cercano a la costa, le manifesté que me parecía el lugar más indicado la ciudad de Mérida, capital del estado de Yucatán. Ahí estuvo Sandino durante ocho meses, habiéndole costeado el Gobierno de México todos sus gastos. De mis maestros recuerdo con veneración a Juan B. Tijerina, director de la escuela, a Manuel Ilizaliturri, a Epigmenio García, al profesor Zenón Araujo, a José Macías, al doctor Lino Villarreal y al ingeniero Luis de la Garza, que era el prefecto. La vida del gran maestro Tijerina fue una eterna y valerosa lucha: lucha contra la pobreza, lucha contra la dictadura, lucha contra el Clero que corrompe las conciencias, y después de haber sido uno de los hombres más discutidos del estado, llegó a imponerse como uno de los mejores maestros, y sin duda el poeta más completo de Tamaulipas. Recuerdo con veneración las horas que pasábamos sus discípulos con él, escuchando su sabrosa e ingeniosa plática en que siempre nos exhortaba, paternalmente, para que estudiáramos mucho, a fin de que fuésemos buenos y competentes profesionistas y mejores ciudadanos. Pero la fecha que quedó más grabada en mi corazón es la del día último del año de 1899. Recuerdo la presencia desafiante de don Juan, en la velada que para despedir el siglo se llevó a cabo en el Teatro Juárez. El acto lo presidía don Guadalupe Mainero, Gobernador del Estado. El coliseo estaba pletórico. Se esperaban con ansiedad las 12 de la noche, hora en que el gran tribuno habría de tomar la palabra. Al levantarse de su asiento, una estruendosa ovación se oyó en el recinto. Todos nos pusimos de pie. Yo tenía nueve años de edad y sentí que mi cuerpo vibraba como si fuera un dínamo. Al terminar la atronadora demostración de cariño y admiración, don Juan pronunció una de las más bellas poesías que he escuchado en toda mi vida. En ese poema, con voz de trueno, hizo una relación de los acontecimientos más nobles que habían ocurrido en el siglo que terminaba. Desde entonces se grabaron en mi memoria los más brillantes pasajes de aquella emocionante poesía, y que son: Desde tu cumbre, oh siglo prodigioso, qué cuadro portentoso admira el bardo en su febril delirio. ¡Cuántos sucesos que guarda la historia! ¡Cuántas frentes ungidas por la gloria! ¡Y cuántas hay que coronó el martirio! 298 39 Y viste, oh siglo, levantarse en tanto de Bonaparte la épica figura, nuncio de gloria, présago de llanto, hostigando sus bélicas cuadrigas con látigo estallante, lleva doquiera su invencible tropa, y cruza cual meteoro deslumbrante ante los ojos de la culta Europa. CUESTIÓN HACENDARIA Después de vencida la rebelión encabezada por los generales Gonzalo Escobar, Jesús Aguirre, Manzo, Marcelo Caraveo y otros, aproveché aquellas circunstancias para reducir el Ejército, que venía siendo de 60,000 hombres, a sólo 40,000; reduciéndose los gastos extraordinarios de que disfrutaban los Jefes de Operaciones, y procurando que el instituto armado fuera integrado por los mejores elementos revolucionarios. Al terminar el periodo de Gobierno que me tocó presidir, quedó en la Tesorería General de la Nación un superávit de treinta millones de pesos, oro nacional. Cual Tamerlán pirámides de cráneos levanta altivo y fiero, y con desdén profundo, su nombre escribe ante la faz del mundo con la sangrienta punta de su acero. Era la primera vez que un Gobierno revolucionario, saldadas las cuentas de la administración, dejaba en caja una cantidad semejante. LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA Al formidable golpe de su espada todo cae y vacila, e imagina la Europa consternada, ante las huestes que el coloso enfila, ver levantarse el hacha del Alarico y oír los cascos del corcel de Atila. Habiendo estallado una huelga encabezada por la Escuela Nacional de Jurisprudencia, que fue secundada por la mayor parte de las escuelas profesionales, y como estando yo ausente de la Ciudad de México se suscitaron algunos escándalos con motivo de la presencia de la policía y de los bomberos, al regresar a la ciudad ordené el inmediato retiro de esas corporaciones, invitando a los estudiantes para que me expusieran sus propósitos, a fin de resolver el conflicto. Y viste, oh siglo, atónito de espanto, de Waterloo la trágica derrota; y contemplaste al Áuila del Sena caer vencida y con el ala rota Los estudiantes, encabezados por los líderes Alejandro Gómez Arias, Ricardo García Villalobos, Baltazar Dromundo y otros más, se limitaron a pedir la destitución de algunos funcionarios del Gobierno, a quienes consideraban responsables de los desórdenes por la intervención de la policía. en el rudo peñón de Santa Elena. Expresé a la comisión referida que me parecía que ése no era un programa para que se justificara la huelga, y como no supieron formular un verdadero programa, les manifesté que a fin de solucionar definitivamente el problema de la Universidad, había acordado conceder la autonomía a la casa de estudios, a efecto de que en lo sucesivo fuera gobernada con toda libertad por los profesores y alumnos. A la vez, invité a los estudiantes para que nombraran una comisión, a efecto de hacer el estudio correspondiente de la Ley de Autonomía, que fue expedida por el Congreso de la Unión el 26 de julio de 1929. Recuerdo también que en una ocasión, estando en clase, invitó a uno de los muchachos aficionados a la poesía, a que improvisara algunos versos. Sabás Hinojosa (hoy General del Ejército), fue el designado; en tono melodramático inició su composición en los siguientes términos: “Cuando la tempestad se calma, la noche tiende su manto”. Don Juan le interrumpió y terminó la cuarteta así: “Y brotan del fondo del alma versos que causan espanto”. La algarabía que se produjo en clase fue única. 40 297 Como el 3 de marzo estalló la rebelión encabezada por los generales Escobar, Aguirre, Manzo, Caraveo y otros, con el objeto de que fueran sustituidas las fuerzas leales y se hiciera una campaña más eficaz, dispuse que fuerzas agraristas al mando del general Saturnino Cedillo procedieran a combatir a los alzados a base de guerrillas. Pronto se vio la eficacia de aquellas guerrillas. Muy pocos días después de llegar el general Cedillo a hacerse cargo de la campaña, fueron muertos en una emboscada Enrique Gorostieta, que era el más aguerrido de los levantados, y el cura Pedroza, que había incendiado el tren de pasajeros muy cerca de Guadalajara. Cuando di instrucciones al general Cedillo para que se hiciera cargo de dicha campaña, lo autoricé para amnistiar a todos los que quisieran deponer sus armas y se les entregaran tierras, proveyéndolos de los elementos necesarios para su cultivo. De esta manera la rebelión se fue extinguiendo sin gran derramamiento de sangre. TERMINACIÓN DEL CONFLICTO RELIGIOSO El 8 de junio de 1929 el arzobispo Ruiz y Flores y el obispo Pascual Díaz solicitaron venir a México para tener pláticas con el que escribe. Estas pláticas se verificaron en el Castillo de Chapultepec, y no pidieron dichos señores, como habían solicitado al general Calles, la intervención del Vaticano para tener dichas pláticas, a lo cual naturalmente el presidente Calles se negó. Los mencionados prelados, después de las conversaciones que se tuvieron, declararon lisa y llanamente que se sometían a las leyes vigentes en materia de culto, aceptando la inscripción de sacerdotes de acuerdo con las mismas leyes, y prohibiendo la intervención de sacerdotes extranjeros en los cultos, así como la prohibición para establecer escuelas confesionales, conventos y casas curales, en la inteligencia de que los edificios, iglesias y demás bienes raíces que se habían cedido para el establecimiento de hospitales, sindicatos, escuelas, bibliotecas y logias masónicas, seguirían en las mismas condiciones. Una vez se supo que un ilustre victorense, don Jerónimo Núñez de Cáceres, se hallaba al borde de la tumba, y al comenzar la clase, uno de sus parientes manifestó que en esos momentos se celebraba una junta de médicos. Don Juan improvisó el siguiente epigrama: Muy grave estaba Jerónimo en su lecho de dolor Y su familia solícita a diez galenos llamó, Mas por un poder insólito vióse con admiración Que a pesar de tanto médico el enfermo se salvó. Don Manuel Ilizaliturri era el prototipo del hombre a carta cabal, caballeroso, impecable en su vida pública y privada, competente en su asignaturas: Matemáticas, Psicología, Lógica y Moral. Representaba al maestro enérgico y exigente, a la vez que generoso y paternal con sus discípulos. Nunca faltaba a sus clases y cuando hacía la exposición oral no se oía en el salón el menor ruido. A las ocho en punto, con lluvia y frío, entraba a la sala y a las nueve se levantaba para dar paso a una nueva clase. Don Manuel fue para mí el hombre que me enseñó el cariño de padre que yo no había conocido. El me salvó de una expulsión que se trató de imponerme en el año de 1910, cuando encabecé la primera huelga de estudiantes en la Normal y Preparatoria. El ingeniero Luis de la Garza fue otro gran maestro. A mí me tenía catalogado como el estudiante más travieso del instituto, pero siempre me estimó como muchacho estudioso y cumplido. Quiero relatar dos hechos que pintan a aquel gran educador. El primero: una mañana amaneció en la mesa de la biblioteca de la Escuela de Jurisprudencia, que estaba en la esquina de las calles de Hidalgo y número doce, una iguana muerta. Había sido arrojada por uno de los huecos de la puerta que no tenía cristal. La iguana estaba en estado de putrefacción y la alharaca que se formó entre profesores y alumnos fue algo que incitaba a la burla y a la hilaridad. En los momentos en que yo me disponía a entrar a mi clase de Matemáticas, don Luis me hizo una seña con un dedo para que pasara a la Prefectura. Obedecí de inmediato y me ordenó que permaneciera de pie en la clase, en calidad de castigado. Yo ignoraba el motivo. Al salir de clase me condujo a la Prefectura y en términos enérgicos me reprendió por el motivo que yo adivinaba. Contesté que era una injusticia aquella reprimenda, ya que yo no era responsable de falta tan grave. Tres días 296 41 estuve de pie hasta las once de la noche y todo ese tiempo bajo la enérgica mirada del ilustre prefecto. Cuando al cuarto día, después de una reprimenda enérgica me dijo: “Va usted a ser expulsado del Colegio”, yo le contesté: “Muy bien, señor, pero conste que es una injusticia que se comete conmigo, porque no he sido yo el que arrojó la iguana a la mesa”. Él me dijo: “Si usted no fue quien cometió esa falta, ¿usted sabe quién lo hizo?”. A lo que yo le contesté: “Yo no diré quién es el autor de esa estupidez porque no soy un delator. Si el compañero que cometió la falta no tiene el valor de confesarlo, y ve con indiferencia la injusticia que va usted a cometer, estoy resuelto a sufrir el castigo; pero no llevaré sobre mi conciencia el cargo del delator”. Ante aquella actitud mía don Luis me dijo: “Bien, puede usted regresar a su clase, le levanto el castigo porque creo que está usted diciendo la verdad”. En seguida me dio una serie de consejos y a las doce de la noche de aquel memorable y caluroso día del mes de mayo de 1906, salí de la Prefectura. Muchos supieron quién fue el autor de la travesura, pero jamás llegó al conocimiento de la Dirección de la Escuela. Para el señor licenciado José N. Macías, para el doctor Lino Villarreal, para los profesores Epigmenio García y Zenón Araujo, guardo gratitud porque fueron muy buenos maestros y siempre me distinguieron con su afecto. Algún domingo que paseábamos Julio González, José García, Candelario Garza y yo en la Glorieta Pedro José Méndez, solazándonos con las selectas piezas de música que tocaba la Banda Municipal que dirigía don José María Molina, vi que debajo de una de las bancas del paseo estaba una cartera. Inmediatamente nos detuvimos a recogerla, y al abrirla nos encontramos con que estaban dentro de ella tres billetes de $100.00 del Banco Nacional. Desde luego nos encaminamos a la casa del Presidente Municipal, don José Pier, a quien hicimos entrega de dicha cartera, que resultó ser propiedad del señor Antioco Arroyo, que accidentalmente estaba en Ciudad Victoria, y que después supe se había recibido de médico. En 1907 fundamos la Sociedad Estudiantil “Guadalupe Mainero”, que independientemente del programa literario que adoptó, en el que se prescribía la celebración de conferencias semanarias con el objeto de promover discusiones sobre temas diversos y acostumbrar a los alumnos a la polémica y al discernimiento, tenía el carácter de mutualista, pues cuando se enfermaba algún compañero hacíamos una modesta colecta para ayudarlo. La sociedad celebraba una sesión solemne cada año en el Teatro Juárez el día de su aniversario. consumo interior en la República o para la exportación, por conducto de la misma Cooperativa. II. Que la Constitución y estatutos de la Sociedad Cooperativa de Pescadores que se organice merezca la aprobación de la Secretaría de Agricultura y Fomento o de las dependencias que ella autorice. III. Que se cumplan los demás requisitos establecidos en la Ley, Reglamento y Tarifa de Pesca, los que regirán en todos los puntos previstos por el presente Decreto. TRANSITORIOS: PRIMERO. Los concesionarios de pesca que tengan instaladas fábricas empacadoras en la parte Oriente y Occidental de la Península de la Baja California, quedan excluidos de la obligación de entregar sus productos a la referida Sociedad Cooperativa, siempre que las especies que capturen no sean de las que señala el artículo 2º de este Decreto, y no se destinen a la exportación en estado fresco; sino a su beneficio industrial en las mismas plantas. SEGUNDO. Todas las demás especies de peces o productos marítimos que existen en las aguas que rodean la Península de Baja California se exceptúan de las prevenciones aquí consignadas, para que puedan ser aprovechadas en uso industrial o comercial. Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento. Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo Federal, en México, a los veintitrés días del mes de enero de mil novecientos treinta. E. Portes Gil, rúbrica. El Secretario de Estado y del Despacho de Agricultura y Fomento, Marte R. Gómez, rúbrica. Al C. Oficial Mayor de Gobernación Encargado del Despacho. Presente”. REBELIÓN ESCOBARISTA Al hacerme cargo de la Presidencia de la República, se hallaban levantados en armas muy cerca de 40,000 fanáticos que asolaban los estados de Jalisco, Michoacán, Colima, Guanajuato, Querétaro y Aguascalientes. A fines de 1910, a raíz del triunfo de la Revolución Maderista, José Domingo Lavín, Candelario Garza, Eliseo L. Céspedes, Candelario Reyes, 42 295 EXPEDICIÓN DEL DECRETO QUE DECLARA DE EXPLOTACIÓN COMÚN DEDICADA AL USO DE LOS REGIONALES, UNA ZONA PESQUERA DE LA PENÍNSULA DE LA BAJA CALIFORNIA, E IGUAL DECRETO PARA EL GOLFO DE CALIFORNIA Con fecha 4 de febrero de 1930, se expidió un Decreto que declara de explotación común dedicada al uso de los regionales, una zona pesquera de la península de la Baja California, cuyos considerandos dicen así: “CONSIDERANDO que la única forma de mejoramiento a las clases trabajadoras, es la de impartirles una ayuda decidida que no lesione otros intereses, como sucedería con los trabajadores del mar que viven de la pesca, señalándoles zonas de explotación común, y CONSIDERANDO que el Gobierno Federal, de acuerdo con los postulados de la Revolución, debe proteger a la gente que trabaja en los mares, buscando para sus hijos una condición menos infeliz y que no ha podido liberarse de las garras de la miseria; y por otra parte la explotación inmoderada que se ha venido verificando en nuestras aguas occidentales de la Península de la Baja California por empresas extranjeras que capturan las especies sin darles tregua para reproducirse, encierra todo un problema, porque habrá de llegar el día de su agotamiento, dejando sin elementos de vida a los habitantes de la región, con fundamento en el artículo 1º fracción H; artículo 1º transitorio de la Ley de Pesca y fracción I del artículo 89 Constitucional, he tenido a bien expedir el siguiente DECRETO: Artículo 1º. La zona pesquera que comprende las costas, islas, islotes, cayos y bajos de la Península de la Baja California, se declaran como de explotación común, dedicada al uso exclusivo de los pescadores regionales. Artículo 2º. Se reserva, en beneficio de las explotaciones que se autorizan en la zona fijada por el artículo anterior, la pesca de la langosta y langostín. Artículo 3º. La explotación en la zona que determina el artículo 1º, se sujetará a los siguientes requisitos: I. Sólo podrá concederse a la Sociedad Cooperativa de Pescadores que se organicen con los productos regionales, en la inteligencia de que en dicha Sociedad se admitirán a aquellos que lo desearen, nacionales y extranjeros, siempre que la producción íntegra la entreguen para su venta, ya sea de 294 José Villanueva Garza, Francisco T. Villarreal, Maximiliano Hernández y el que escribe, todos estudiantes que cursábamos el 4º año, organizamos una sociedad que se denominó “Democrática Estudiantil”, cuyas finalidades fueron las de dar conferencias en todo el estado sobre temas de civismo. Durante los meses de vacaciones recorríamos la mayor parte de los municipios y el éxito que obtuvimos fue muy halagador, pues en todos los pueblos se nos recibía con verdadero cariño y entusiasmo. Desde esa época conocí la mayor parte de los municipios de Tamaulipas. Entre las finalidades que perseguía la agrupación, figuraba la de fundar un periódico, el cual salió a la luz pública en el mes de septiembre de 1911 y tuvo vida hasta el mes de julio de 1912 , en que tuvimos que abandonar Ciudad Victoria para venir a la capital a continuar nuestros estudios profesionales. Figuré como Director de este periódico, cuyo nombre fue “El Cauterio”. Este semanario fue de tendencias revolucionarias y propugnó por el triunfo de la fórmula Madero-Vázquez Gómez para la Presidencia y Vicepresidencia de la República. Con motivo de haber sido director de “El Cauterio”, se me ha hecho el cargo por mis enemigos políticos, de que fue un periódico huertista. Tal cargo es completamente infundado, puesto que dicho periódico salió a la luz pública, repito, hasta el día 12 de julio de 1912, es decir, ocho meses antes de la traición de Huerta. Este cargo se me hizo por primera vez en el año de 1917, cuando representé al distrito de Tampico ante el Congreso de la Unión. Mis enemigos, partidarios del general Luis Caballero, no pudieron probar el cargo que se me hacía, porque habiendo revisado la colección del periódico, se convencieron de que éste fue clausurado en la fecha arriba indicada. Difícil era en aquellos años entrar a la Representación Nacional. Tres criterios dominaron en las discusiones de credenciales: el político, que exigía no haber servido al huertismo; el moral, que exigía la buena conducta de los presuntos diputados; y el legal, que exigía el cumplimiento estricto de la Ley Electoral. Nadie se atrevió a hacerme cargos de esta naturaleza en la Tribuna. Hay más: en el mes de diciembre de 1914, en que abandoné la Ciudad de México para trasladarme al puerto de Veracruz y unirme al constitucionalismo, para obtener un empleo, por modesto que fuera, tenía que llenarse un cuestionario en el cual se exigía como condición indispensable no haber servido a Huerta. 43 Igual imputación me hizo el constituyente licenciado Ignacio Ramos Praslow. En lo que a éste se refiere, en una plática que tuvimos hace algunos meses, me pidió excusarlo de haber hecho ese cargo, que consideró injustificado. Me ofreció hacer alguna rectificación, que no hizo. En un artículo que publicó en “El Universal” el escritor libelista Luis del Toro afirmó que yo había sido Secretario del general Rábago, cuando éste fue nombrado Gobernador de Tamaulipas en el año de 1913 por Victoriano Huerta. En 1913 era yo un estudiante de segundo año de Leyes en la Escuela Libre de Derecho. También el licenciado Vasconcelos, en uno de sus libros, me hizo el cargo de que yo fui el instructor del proceso que se siguió a los asesinos del presidente Madero y del vicepresidente Pino Suárez. Vasconcelos me hace aparecer como abogado huertista, cuando yo, repito, cursaba apenas el segundo año de Derecho. La campaña que hicimos en “El Cauterio” fue apasionada y violenta. Don Matías Guerra, que era a la sazón Gobernador del Estado, fue víctima de nuestros dardos, principalmente porque siendo Gobernador Interino renunció al cargo para figurar como candidato en las elecciones de 1911, a pesar de que la Constitución Local y la General de la República lo prohibían. Aquella campaña fue verdaderamente azarosa, hasta que tuvimos que salir del estado en el mes de julio de 1912, en que se clausuró “El Cauterio”, pues ya nuestra situación se había hecho insostenible por las persecuciones de que éramos víctimas. También recuerdo que con motivo de una concesión que se pretendía dar a una compañía petrolera para la construcción de un oleoducto del puerto de Tuxpan a Brownsville, José Domingo Lavín, Eliseo L. Céspedes, Candelario Garza, José Villanueva Garza, Francisco T. Villarreal, Maximiliano Hernández Garza, Candelario Reyes y el que escribe, invitamos al pueblo de Cd. Victoria para que en manifestación nos trasladáramos al Congreso del Estado, a fin de hacer ver a los diputados lo inconveniente de dicha concesión, que ya había sido aprobada por el Congreso del Estado de Veracruz. En la sesión celebrada en el Congreso el día 11 de mayo de 1912, el diputado profesor don Adalberto J. Argüelles hizo ver lo inconveniente de tal concesión, porque aparte de que la construcción de dicho oleoducto causaba daños a la economía 44 Al mismo tiempo, el señor general Calles hizo a la prensa las siguientes declaraciones, que explican ampliamente los motivos de su presencia en la Convención de la CROM: “Quiero declarar, para conocimiento de la opinión pública, las razones que me hicieron asistir a la Convención que está celebrando la CROM. Fui a la Convención de la CROM, obedeciendo a la invitación que se me hizo, y de acuerdo con mi costumbre de asistir a las Convenciones de esa organización obrera todos los años, siguiendo la misma línea de conducta que mis convicciones revolucionarias me han trazado, de asistir a todos los actos de carácter social, de obreros y campesinos, cualesquiera que sean las organizaciones a que pertenezcan, y en tratándose de la CROM con gran placer, por tratarse de una organización que ha contado con mi cariño, porque considero que es una de las cristalizaciones de los ideales revolucionarios. Mi presencia en la Convención fue erróneamente aprovechada, sin hacer ningún juicio sobre las intenciones, pues en lugar de desarrollarse temas sociales, se desarrollaron temas políticos, opiniones en las que no tengo ninguna participación y de cuya responsabilidad responderán sus expositores. Ayer vino una comisión nombrada por la convención citada, a enterarme de los acuerdos que habían tomado y yo les contesté, con mi franqueza habitual, que lamentaba profundamente la situación creada, que no estaba de acuerdo con mis consejos de serenidad, moderación y prudencia; que creía que eran infundados los temores sobre la actitud del actual gobierno de la República, y para el futuro, pues el actual Gobierno es revolucionario, como creo firmemente que tendrán que serlo los Gobiernos futuros en este país, en que ya no es posible el establecimiento de un poder conservador”. Las declaraciones y el manifiesto preinsertos muestran plenamente que los acontecimientos que provocaron los líderes cromistas trajeron consigo una grave crisis nacional. Si no hubiese sido por la serenidad y decoro con que procedí en aquellos momentos, el rompimiento con el ex presidente Calles no se hubiera hecho esperar. Así dejo constancia de que mi conducta no defraudó en lo más mínimo mi dignidad, íntegra por todos conceptos, ya que ni por un momento creo haber comprometido la seriedad del Gobierno ante el hombre, que años más tarde, llegaría a ser —por culpa de otros— el Jefe Máximo, el hombre fuerte de México. 293 Insisto en que es absolutamente indispensable, si queremos paz y vida institucional en México, que llegue a lograrse la unificación revolucionaria, ya que sólo en la familia revolucionaria dividida o dispersada en la actualidad en México, hay fuerzas materiales y morales suficientes para controlar los destinos inmediatos del país, y recomiendo no desmayar en la formación del Partido Nacional Revolucionario. Sólo la falta de serenidad, renunciación, de un generoso espíritu de sacrificio puede ser obstáculo a esa unificación revolucionaria, para lo cual los hombres deben llevar al cabo sin dificultad, la realización del noble empeño. Hemos conseguido ya una parte y no quizá la más fácil, en el plan trazado. Cuenta México con un Gobierno Provisional Constitucional que tiene la fuerza incontrastable de la legalidad, el apoyo sincero y entusiasta de todos los hombres que se preocupan por el bien de México, y la garantía y fuerza que le presta el Ejército Nacional, que tiene que sentirse, hoy más todavía que durante los últimos Gobiernos revolucionarios, con la obligación definitiva de hacer honor a su nombre y a su origen, respetando y apoyando la Ley, más respetable y fuerte que hombre alguno. del estado de Tamaulipas, existían otras razones de peso para oponerse a dicha aprobación. El Gobernador del Estado, Matías Guerra, apoyó dicha concesión. El día de la sesión del Congreso, en ordenada manifestación, nos trasladamos al recinto del Poder Legislativo, pidiendo a los diputados que no se aprobase la referida concesión, la que, repito, ya había sido aprobada por la Legislatura de Veracruz. Después de una sesión tormentosa, el proyecto de que se trata fue rechazado por el Congreso de Tamaulipas. En este último instante de mi vida política, y aprovechando la solemnidad que da a mis palabras no el hombre que las dice, sino en último extremo, un egoísmo o un afán personal —si así quieren verlo mis enemigos— del hombre que desaparece voluntaria y definitivamente de la escena política de nuestro país; en este instante quiero expresar nuevamente, y ahora más fundado que antes, por las experiencias acumuladas, quiero expresar mi fe perfecta en que todos los hermanos de armas, los soldados de la Revolución, sabrán cumplir estrictamente sus compromisos de honor con el señor Presidente de la República, que es el representante de la legalidad y de la Revolución misma. Ni odios, ni dicterios, ni calumnias, ni ingratitudes, ni olvidos han hecho ni harán mella en mi espíritu. No aminoran mi entusiasmo por los altos principios de la Revoluci6n, ni oscurecen mi optimismo ante el porvenir de México. Vuelvo, repito, a la más sencilla situación de cualquier ciudadano; y, así como antes afirmé que nunca aspiraría nuevamente a la Presidencia de la República, declaro ahora que Plutarco Elías Calles no volverá a ser, ni intentará ser jamás factor político en México, y sólo en el desgraciado caso en que las instituciones del país se vean comprometidas, este ciudadano se pondrá a las órdenes del Gobierno legítimo, por si desea aceptar sus servicios en la forma en que se estimen necesarios, volviendo a ocupar la situación que hoy se fija a sí mismo, pasada la crisis. México, D. F. Diciembre 7 de 1929. Gral. Plutarco Elías Calles”. 292 45 permanecido callado, sin hacer ninguna declaración pública, nuestros amigos comienzan a alarmarse, creo que sin justificación. Como yo soy el primero en reconocer el patriotismo del general Calles, he creído pertinente lo veas de mi parte y le digas que es indispensable que defina cuál será la actitud que va a asumir en esta crisis, pues cada día que pasa crece el descontento público, que yo estoy obligado a calmar”. El señor ingeniero León se trasladó inmediatamente a la residencia del general Calles y, en la prensa del día 8, aparecieron las siguientes declaraciones: “En mi mensaje del primero de septiembre a las Cámaras Federales, creí cumplir con mi deber señalando los derroteros que me parecieron y siguen pareciéndome forzosos, para conseguir la paz inmediata y futura, para salvar las conquistas revolucionarias, y para llegar, por un desarrollo pacífico, evolutivo de México, a la situación de un verdadero país institucional. Creo también haber puesto con toda honradez y sinceridad los medios para lograr el primer paso en el sendero indicado, por la transmisión pacífica del poder y, sintiéndome obligado y deseoso de seguir sirviendo a mi Patria, para la consecución de esos fines señalados, que merecieron la aprobación unánime en el interior y en el exterior de México, que a mí me parecieron siempre desinteresados y patrióticos, y que quizá hayan contribuido a lograrlo ya, no vacilé en iniciar, apenas concluido el mandato que me había conferido el pueblo, los trabajos necesarios para la organización del Partido Nacional Revolucionario, cuya misión debe ser unir a la familia revolucionaria del país, facilitando la vida institucional de México, por el ejercicio democrático de otros partidos antagónicos, también de doctrina. Pero analizando la situación producida en los últimos días y tras un riguroso examen de ella, encuentro que tal vez no sea yo el indicado para cumplir esa obra, y que, para facilitarla y para acabar con toda suspicacia que pudiera existir con relación a los verdaderos móviles que han animado mi actitud, debo retirarme absoluta y definitivamente de la vida política y volver, como vuelvo hoy, a la condición del más oscuro ciudadano, que ya no intenta ser, ni lo será nunca, factor político de México. Y hecha esta declaración, que no necesito decir, dados mis antecedentes, hasta qué punto significa una resolución irrevocable, voy a atreverme, por última vez, a insistir sobre algunos aspectos del Mensaje Presidencial a que he aludido, con la esperanza de que en esta ocasión, nadie, ni el más enconado enemigo, podrá suponer miras interesadas y bastardas a la expresión de mi pensamiento. 46 291 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. de gentes testimoniaron en mensajes entusiastas su inconformidad con la conducta tan poco comedida de los líderes moronistas. Todos los Secretarios de Estado se presentaron en mi domicilio para hacerme ver su solidaridad, pero quien más me impresionó fue el general Joaquín Amaro, Secretario de la entonces Guerra y Marina, y al hacerme el saludo militar, me manifestó: “Señor Presidente: yo no sé si mi general Calles estará de acuerdo con el señor Morones para atacar al Gobierno. Pero como soldado, vengo a manifestar a usted mi lealtad y la del Ejército. Para mí, el Presidente de la República es el símbolo de la Patria”. En efecto, Amaro fue siempre un soldado leal, y su labor en la Secretaría de Guerra y Marina fue patriótica; fue el brazo ejecutor de Obregón y de Calles para hacer un verdadero ejército del instituto armado. Sin duda, el testimonio más elocuente de cariño que recibí del Pueblo de México, fue el aplauso unánime que se me tributó en la Plaza de Toros durante la tarde del domingo 6, en que más de veinticinco mil espectadores me aclamaron delirantemente, poniéndose en pie para hacerme presente su entusiasmo por aquella actitud. Pasados los acontecimientos relacionados, que provocaron una gran agitación en todos los sectores sociales, especialmente entre los elementos políticos y, en previsión de mayores consecuencias que hubiesen determinado un rompimiento con el general Calles, que habría sido perjudicial para la Nación; consecuente con la conducta que me fijé desde el día en que me hice cargo de la Presidencia Provisional, conducta expuesta con toda amplitud en el mensaje que leí en el estadio, en el sentido de que mi actuación se ceñiría en todo al propósito de ser un elemento de unificación entre los revolucionarios y no un factor de discordia, que provocara mayores divisiones de las que ya existían, el domingo 6 del mismo mes de diciembre por la tarde, supliqué al señor ingeniero Luis L. León que pasara a mi domicilio. Ya en mi presencia, le manifesté lo siguiente: “El momento por el que atraviesa el Gobierno plantea una crisis profunda como consecuencia de la conducta de los líderes moronistas. De todas partes de la República estoy recibiendo mensajes de adhesión que revelan claramente el fuerte respaldo que tiene el Gobierno Provisional. Nada grave pasaría si no se creyera, como se cree, y aún por las gentes más allegadas a nosotros, que el general Calles ha autorizado a Morones para asumir tal actitud, cosa que yo he desmentido públicamente desde el instante en que me entrevistaron los miembros del Congreso de la Unión. Pero, como hasta ahora el general Calles ha 290 CAPÍTULO IV MIS PRIMERAS ACTIVIDADES EN LA POLÍTICA DE TAMAULIPAS E El pueblo de Tamaulipas y la Revolución de 1910. Sus gobernantes. Comentarios estudiantiles sobre la gira del señor Madero. l espíritu revolucionario y liberal que ha caracterizado siempre al pueblo de Tamaulipas influyó poderosamente en el ánimo de los estudiantes de la Escuela Normal y Preparatoria de la capital del Estado, que en su gran mayoría fuimos simpatizadores de la Revolución de 1910. Ese espíritu revolucionario y liberal, que aún durante la época de la dictadura del general Díaz se hacía patente, se debió, sin duda alguna, a que Tamaulipas no presentaba las mismas características políticas que se observaban en otros estados. Los grandes propietarios no llegaron nunca a cometer con sus peones los abusos que se observaban en otras partes del territorio nacional. El general Díaz tuvo siempre respeto y predilección por Tamaulipas. Todos sus gobernantes, a partir del año de 1896, fueron hombres capaces, civiles y honorables. A esto se debe sin duda que el civilismo esté tan arraigado en Tamaulipas, y con excepción de los generales Antonio Rábago, nombrado por Victoriano Huerta; Alfredo Ricaud, por don Venustiano Carranza, todos los demás han sido nativos del estado y en su mayoría civiles. Los gobernadores que el general Díaz nombró en Tamaulipas fueron el ingeniero Alejandro Prieto, geógrafo e historiador; don Guadalupe Mainero, gran jurista; don Pedro Argüelles, economista; y don Juan B. Castelló, todos ellos civiles, y ninguno fue acusado de haberse enriquecido. Hubo en Tamaulipas solamente un asesinato de carácter político, cuando el director del periódico “Bala Rasa” de Tampico, señor Francisco Echega47 ray, fue muerto por órdenes del entonces jefe político, a quien venía atacando con toda justificación. Este hecho motivó que el pueblo de Tampico hiciera manifestaciones de protesta y se enfrentara resueltamente a las fuerzas federales que trataban de disolver las manifestaciones. El general Díaz ordenó la destitución del jefe político y su consignación a las autoridades judiciales. El primer gobernador nombrado por la Revolución fue el señor licenciado Espiridión Lara, oriundo de la ciudad de Tula, de arraigadas convicciones revolucionarias, que había simpatizado con la Revolución Maderista. Del gobernador Lara guardo un recuerdo imperecedero; había yo terminado mis estudios preparatorios, pero por más esfuerzos que hacía para que el certificado de estudios fuese legalizado por el Director de Educación Pública, no lo había conseguido. Al hacerse cargo del Gobierno el licenciado Lara, le informé de la solicitud que hacía tiempo había hecho. El señor Lara me recibió amablemente, llamó al Director General de Educación Pública, a quien hizo ver el propósito de mi visita. El señor Zamudio hizo hincapié sobre el compromiso que teníamos los alumnos normalistas para corresponder a nuestras obligaciones como pensionados, de servir tres años en la escuela primaria. Yo había cumplido dicho requisito, y al preguntarle el señor Lara al señor Zamudio si había yo servido en la forma indicada, manifestó que el compromiso indicaba que fueran tres años después de haber presentado el examen profesional. Como yo no había sustentado dicho examen, no podía firmar el Certificado de Preparatoria. Ante aquella explicación, el Gobernador dijo al señor Zamudio: “Ese compromiso es anticonstitucional. Es fuera de la ley. Si el joven ha servido los tres años como maestro, está relevado ya de esa obligación. Extiéndale usted el certificado y me lo trae mañana sin falta”. Al día siguiente me presenté con el Gobernador, quien ya tenía el certificado de referencia y había pagado de su bolsillo los $3.00 del timbre que se exigía en aquella época. Por ningún motivo permitió que le devolviera el importe del impuesto, y al despedirme de él sentí que su mano me quemaba. Era la fuerte temperatura que lo agobiaba debido a la tuberculosis que padecía. Pocos meses después don Espiridión Lara murió víctima de aquel terrible mal. 48 rechazaba en tono enérgico imputaciones que hacían los líderes moronistas, en las Cámaras de Diputados y Senadores se celebraban sesiones tormentosas en que se puso de manifiesto la total solidaridad de los legisladores con el Gobierno de la República. El diputado Aurelio Manrique lanzó duros ataques en contra del general Calles, acusándolo de que era solidario de los líderes de la CROM en contra del Gobierno. En la sesión del 7 de diciembre se acordó que los diputados y senadores en masa fueran a hacer patente al Ejecutivo su más franca y leal adhesión. Ese mismo día, al recibir a los representantes en el Salón de Embajadores y al contestar algunas alusiones que se hicieron en contra de la personalidad del general Calles, hice las siguientes declaraciones: “Señores Diputados y Senadores: Estoy profundamente conmovido ante la manifestación sincera que me hacen y altamente agradecido, porque significa que la Nación va calificando nuestra labor en los cuantos días que tenemos en el Gobierno. Ustedes pueden llevar a la conciencia pública la convicción de que nuestro proceder es de estricto apego a la Ley y a la Moral. La línea recta es la más corta y fácil de seguir en la vida pública y privada de los funcionarios y, por ello, la he seguido siempre. Tengo la convicción de que el general Calles no se solidarizará con la política de quienes de modo inmotivado atacaron la administración; la sinceridad, el deseo de conciliar, lleváronlo a la Convención, creyendo que ahí se tratarían solamente asuntos sociales y de trabajo, y que no sería tribuna para hablar en la forma en que se habló. Creo que la crisis es pasajera, confío en la unificación revolucionaria, y en cuanto a nuestros trabajos en el Gobierno, que el pueblo de la República los juzgue y la posteridad se encargue de calificarlos. Quiero recomendar a ustedes la mayor serenidad y ponderación en los actuales momentos”. Las muestras de adhesión que recibí de todas partes de la República durante aquellos días, fueron la más cálida manifestación de que la inmensa mayoría de los mexicanos apoyaba con entusiasmo mi administración, los jefes de operaciones, jefes de corporaciones, escuelas militares, organizaciones campesinas, obreras y políticas (inclusive, muchos sindicatos pertenecientes a la CROM), organizaciones sociales, la prensa de todos los matices y millares 289 Tan pronto como los convencionistas se enteraron de la actitud enérgica asumida por mí como Jefe del Poder Ejecutivo, en defensa de la libre expresión del pensamiento, en la sesión que tuvo lugar el día 6, se pronunciaron candentes discursos haciendo al Gobierno las más injustificadas y violentas acusaciones. Ese mismo día los convencionistas tomaron los siguientes acuerdos, que significaban un completo distanciamiento con el Gobierno de la República. l. Que se retiren los delegados de la CROM de la Convención ObreroPatronal. ll. Que los miembros de la CROM que ocupen puestos públicos renuncien a ellos. III. Que, siendo el Teatro Hidalgo una dependencia del Gobierno, se retire de él la Convención, celebrando sus sesiones desde por la tarde en el Tívoli del Eliseo. Como contestación a las resoluciones de la Asamblea, el Secretario de Industria, Comercio y Trabajo, por acuerdo expreso del que esto escribe, hizo las siguientes declaraciones, que fueron publicadas en la prensa del día 9: “El señor Presidente de la República, con motivo de la renovación casi total que nos veremos obligados a hacer en el Departamento de Trabajo de la Secretaría de Industria, por la renuncia ya anunciada —y que se aceptará— de los elementos de la CROM, ha querido dejarme la responsabilidad total, absoluta, del nombramiento de dicho personal y, naturalmente del funcionamiento del referido organismo. Para corresponder a la confianza del Primer Magistrado, me propongo y prometo escoger personas sólo a base de afán de trabajo, de moralidad y de competencia técnica, exigiendo, como condiciones precisas y adicionales, en cada caso, las siguientes: PRIMERA.- Simpatía mental con los problemas obreros y en general de naturaleza social, con un alto sentimiento humano de cooperación y de justicia y SEGUNDA.- Ausencia absoluta, actual y anterior, de rencores, despechos o querellas con ninguna organización obrera”. Como se ve, la política por mí iniciada apenas tres días después de que los líderes de la CROM emprendieran su hostilidad en contra de la administración que presidía, se podía sintetizar en la de un absoluto respeto a las organizaciones de los trabajadores y en una efectiva ayuda, de parte del Gobierno, para la conquista de sus derechos. Al mismo tiempo que el Ejecutivo 288 Su recuerdo quedó gratamente grabado en el corazón de los tamaulipecos, pues debido a que en los pocos meses que gobernó al estado, se hizo querer por sus virtudes de revolucionario y de gran ciudadano. Cuando el señor Madero inició su gira de propaganda por la República y publicó su libro “La sucesión presidencial” en el año de 1909, nos reuníamos los estudiantes en la Biblioteca Pública del Estado para comentar aquellos acontecimientos. Era director de la biblioteca don Manuel Barrero Argüelles, hombre de ideas liberales y con quien platicábamos sobre los acontecimientos que sucedían en el país. Devorábamos con ansia los periódicos de oposición “Regeneración”, que se editaba en San Luis Missouri, bajo la dirección de don Ricardo Flores Magón; “El Diario del Hogar”, que dirigía el valiente y batallador periodista don Filomeno Mata; “El Colmillo Público”, “La Madre Matiana”, “El Anti-Reeleccionista”, “México Nuevo” y otros en los que escribían Roque Estrada, Aquiles Elorduy, Juan Sánchez Azcona, Jesús Urueta y los tamaulipecos José y Bernardo Gracia Medrano, César López de Lara y Luis E. Rendón. La lucha electoral que se desarrolló en el año de 1911 para el cambio de poderes del estado fue un alto ejemplo de civismo. Luchaban dos candidatos: el licenciado Fermín Legorreta, de probidad y conducta intachables, y el licenciado don José Gracia Medrano, representativo de las nuevas tendencias revolucionarias; ambos candidatos con gran popularidad. Si la lucha hubiera continuado, posiblemente el triunfo de Fermín Legorreta habría sido completo, pero desgraciadamente, algunos días antes de la elección, murió a consecuencia de un infarto. Con ese motivo, el Partido Legorretista se dividió, gran número de sus componentes engrosaron las filas del Partido Medranista, y con los grupos gobiernistas adoptaron la candidatura del licenciado Matías Guerra, que era Gobernador Provisional y quien renunció para aceptar la postulación unos días antes de las elecciones, violando con eso la Constitución del Estado y la General de la República. Los actos pre-electorales de propaganda fueron apasionados, dándose el caso de que se cometieran graves atentados por las autoridades imposicionistas. El triunfo de la candidatura del licenciado Gracia Medrano fue por una abrumadora mayoría, pero las componendas en la Ciudad de México, dirigidas por los miembros del Partido Constitucional Progresista burlaron la voluntad del pueblo, haciéndose cargo del Gobierno el licenciado Matías Guerra que, repito, había renunciado al Gobierno Provisional para presentarse como candidato del Partido Imposicionista. El licenciado Gracia 49 Medrano, que había sido un ferviente maderista, tuvo que conformarse con aquella derrota que se le impuso desde la Ciudad de México. El señor Madero, con su espíritu conciliador, ofreció a Gracia Medrano algún puesto importante en la administración, pero éste no aceptó ninguno y se retiró a la vida privada a ejercer su profesión de abogado, en la que siempre se distinguió por su capacidad y honradez. para estudiar el estado en que se encuentran los sindicatos del puerto, y para cambiar impresiones con los obreros del mismo. Las anteriores declaraciones espero que sirvan, no sólo para restituir las cosas al verdadero sitio que les corresponde, sino también para evitar suspicacias indebidas, de parte de elementos trabajadores de la CROM. Las organizaciones obreras son para mí absolutamente respetables, como antes he declarado, y ninguno de los actos del Gobierno vendrá a destruir las organizaciones de la CROM y ni siquiera a externar sugestiones sobre su sistema de composición. Estas son cosas que a la misma Organización le corresponde resolver, y al Gobierno, como representante del poder público, lo único que le toca es hacer profesión de fe claramente obrerista y consignar que el tiempo se encargará de testimoniar que no hay razón para imaginar siquiera que la suerte de cualquier organización obrera esté a la fecha amenazada. Ojalá que las anteriores declaraciones sirvan, como con tanta razón expuso el señor general Calles en el discurso que pronunció en la misma Convención, para serenar los ánimos. Anunciar encarcelamientos y crímenes, en los que nadie ha pensado, puede dar resultados contrarios a los intereses de los obreros que vivirán en un estado espiritual de desconfianza, tanto más injustificado cuanto que el Gobierno está resuelto a darles toda clase de garantías. En prueba de ello, ya se estudia, con la cooperación de obreros y patrones, la expedición de un Código de Trabajo, que venga a poner término a la incertidumbre imperante y a definir con claridad las obligaciones y derechos de las clases obreras y del gremio patronal”. Al mismo tiempo di órdenes al Gobernador del Distrito y al Inspector de Policía para que inmediatamente apostaran en las inmediaciones del Teatro Lírico fuerza pública suficiente para evitar el atropello que el señor Morones pretendía cometer en contra de la libre expresión del pensamiento. La obra teatral que originó la indignación de los líderes de la CROM, y que se titulaba “El desmoronamiento de Morones”, hacía una severa crítica de los procedimientos gangsteriles que usaron los directores del movimiento obrero en aquel entonces, para imponer sus caprichos. Asimismo, exhibía todas las lacras de que en su vida pública hacían ostentación algunos de dichos líderes, especialmente el señor Morones, quien en una de las escenas, aparecía en la famosa Quinta de Tlalpan, presidiendo las grandes bacanales que noche a noche —y con asistencia de altos funcionarios del anterior Gobierno— se celebraban. 50 287 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Como en alguna de las sesiones de esta Convención se enderezaron ataques contra el Gobierno de Tamaulipas (que a mí me tocó presidir), y como esos ataques incluyeron la declaración de que en Tamaulipas se hostiliza a las organizaciones obreras, considero indispensable aprovechar esta ocasión para formular una declaración de cuya exactitud espero que no haya la menor duda”. CAPÍTULO V MIS ESTUDIOS EN LA ESCUELA LIBRE DE DERECHO Tal declaración dice: “No soy enemigo de la Confederación Regional Obrera Mexicana, ni quiero utilizar mi actual posición oficial para hostilizar a ninguna organización obrera. Tengo un alto sentido de la responsabilidad de funcionario y no usaré nunca de la fuerza que me da el ejercicio de un poder, siempre transitorio, para ayudar o impulsar organizaciones que me sean afines, en contra de organizaciones obreras extrañas o aún hostiles. Siempre he considerado que la unificación obrera tendrá que ser resultado del buen entendimiento a que algún día lleguen las distintas organizaciones obreras regionales o locales. Y mal podría atacar o haber atacado a la CROM, cuando precisamente critico como defectuosa la táctica de lucha a que recurrieron algunos líderes de la misma, al pretender entrar de manera artificial en regiones que controlaban otras organizaciones, o destruir sindicatos que no les eran filiales, creando pequeños núcleos o nuevos sindicatos, convertidos más tarde en fuentes de controversia y pugnas que habrían sido evitadas si se hubiera seguido el criterio de respetar, en todo caso, a las organizaciones que controlaban la mayoría de una región o de una factoría, para conseguir, por caminos de persuasión, o despertando la conciencia de la clase proletaria, la única y verdadera unificación por la que vale la pena de luchar. En el estado de Tamaulipas —y esto me interesa patentizarlo, porque deberá dar la norma de mi acción frente a los obreros organizados de la República— no puede citarse un solo caso en el que el Gobierno del Estado no haya cumplido estrictamente con el artículo 123 Constitucional, que inmediatamente se reglamentó, ni puede citarse tampoco ningún caso de hostilidad en contra de las organizaciones obreras. Más aún: tengo la íntima satisfacción de consignar que las organizaciones obreras del puerto de Tampico han llegado a un grado envidiable de prosperidad económica, que tienen un alto sentido de lo que significan los derechos y las responsabilidades de los obreros en el actual estado de la civilización, que tienen verdadero sentido proletario de clase y que, gracias a su unificación y a la responsabilidad que han llegado a afianzar, tienen adquiri-das ventajas que, en muchas organizaciones de otras regiones de la República y del mismo Distrito Federal, constituyen todavía una utopía. Y esto no es una declaración puramente retórica, sino un hecho perfectamente tangible, del cual puede convencerse esa Convención, 286 La huelga en la Escuela de Jurisprudencia en el año de 1912. Mi entrada a la Revolución. División entre la Primera Jefatura de la Revolución y el general Francisco Villa. Mi examen profesional. Primeros nombramientos que recibí. Nombramiento como Subjefe del Departamento de Justicia Militar. Mi nombramiento como Abogado Consultor de la Secretaría de Guerra y Marina. Fundación del Partido Liberal Constitucionalista. L a vida estudiantil en aquella época (1912), en la que no disponíamos de recursos para sostenernos, era bien difícil. Los empleos eran muy limitados. Los ministros muy difícilmente recibían a los estudiantes que solicitaban algún servicio. Sin embargo, Eliseo L. Céspedes y yo pudimos entrevistar al Subsecretario de Justicia, licenciado don Manuel Mateos Alarcón, con el fin de solicitarle un empleo. El señor licenciado Mateos Alarcón era profesor de la escuela de leyes. Al anunciarnos con él nos recibió amablemente. Al exponerle nuestro propósito, nos dijo que existía una vacante de escribiente en el Juzgado Séptimo de Instrucción, a cargo entonces del licenciado Abel C. Salazar, poeta, penalista y hombre de grandes virtudes. Don Manuel Mateos Alarcón rifó entre Céspedes y el que escribe aquella plaza; delante de nosotros hizo la rifa y me tocó a mí el empleo. Adquirí la obligación de pasar de mi sueldo, que era $90.00 mensual, la mitad a Céspedes, lo cual hice religiosamente. Entonces $3.00 diarios, lo que eran los emolumentos, significaban un auxilio importante, toda vez que la vida era sumamente barata. Me asistía en una casa de huéspedes que era propiedad de don Constancio Márquez, ubicada en las calles de Santo Domingo, frente a la Plaza de 51 Santa Catarina. La comida costaba $12.00 mensuales con un huevo; era de segunda, pues la de primera importaba $15.00 con dos huevos. zación obrera allí representada. Éste fue uno de los motivos que ameritaron que fuera relevado del mando. Jesús Ferral, querido compañero ya fallecido, y yo alquilamos un cuarto en las calles del Apartado, que nos costaba $30.00 mensuales. Durante los dos primeros meses que me duró el empleo pude pagar a don Constancio el importe de la comida, pero al terminar el tiempo por el que había sido nombrado, no pude pagar a Márquez algunas quincenas. Don Constancio, que era un verdadero protector de estudiantes, nos hizo ver que ese día sería el último que nos daba la asistencia, pues no sólo nosotros, sino diez o doce más le debían y no podía él continuar en aquella situación. Nos despedimos de Márquez, quien con verdadera aflicción nos dio toda clase de excusas. Ferral y yo ofrecimos, tan luego como tuviéramos algún empleo, pagarle. Así lo hicimos pocos meses después. La conducta del señor Morones era tanto más inconsecuente cuanto que el 28 del mes de noviembre —es decir, tres días antes de hacerme cargo del Gobierno Provisional—, a petición suya y con mediación del presidente Calles, habían celebrado, en la casa del doctor Puig Casauranc, una entrevista los señores Ricardo Treviño, Reynaldo Cervantes Torres y Ezequiel Salcedo, representantes de la CROM; entrevista en la cual les hice patentes los propósitos que abrigaba de impulsar la organización obrera que ellos dirigían, sin perjuicio, naturalmente, de las otras organizaciones de trabajadores. Un día estando en la Plaza de la Lagunilla Ferral y yo, tomando un caldo en un establecimiento de los “agachados”, caldo que importaba diez centavos, y recibía el nombre de “piquete”, porque en el recipiente que contenía cuatro o cinco litros de caldo, había treinta o cuarenta pedazos de carne, y con una varilla puntiaguda tiraba uno el piquete para ver si lograba ensartar el pedazo de carne que estaba en aquella agua sabrosa, pero posiblemente llena de bacterias. Raras veces lograba alguien coger el pedazo de carne. Estando ahí un día nos vio la esposa de don Constancio, mujer muy cariñosa; se acercó a nosotros y nos dijo: “¿Muchachos, qué hacen aquí?”. “Melita —le dijimos— estamos comiendo sabrosamente este caldo caliente que cuesta solamente diez centavos la taza”. “No, vengan otra vez a mi casa. Ustedes serán atendidos debidamente. Nos pagarán cuando puedan”. No accedimos a aquella invitación, pero sí la agradecimos profundamente. “Señores Presidente y Secretario de Acuerdos de la Convención Anual de la Confederación Regional Obrera Mexicana. Teatro Hidalgo. Ciudad. Dos o tres veces por semana iba el hijo de don Constancio a cobrarnos lo que le debíamos; pero como no teníamos dinero, seguía dando vueltas frecuentemente. Uno de tantos días se nos ocurrió hacer unos malos versos. Estos decían así: Márquez, amigo mío, usted ha sido áncora de salvación a mi apetito; antes de conocerlo había creído que el final de mi vida era llegado. 52 Al enterarme —por la prensa, al día siguiente de inaugurada la Convención— de las exigencias de los convencionistas, me dirigí a la Asamblea en los siguientes términos: La prensa de hoy me entera de que esa Convención acordó dirigirme un mensaje para que dicte las medidas encaminadas a impedir que se represente, en el Teatro Lírico, una obra en la que, a juicio de algunos de ustedes, porque supongo que no la conocen, se enderezan ataques contra el movimiento obrero y contra la Revolución. Aunque no tengo en mi poder el telegrama mencionado, considero que lo fundamental no es el recibirlo, sino enterarme de él, y paso inmediatamente a dar la respuesta: Según declaraciones expresas que hice el día 30 de noviembre, no me propongo constreñir la libre expresión, verbal o escrita y, oficialmente, no podré tomar ninguna determinación en el sentido que ustedes solicitan. En lo particular, si quisiera hacer valer la poca o mucha influencia personal que llegue a tener, para impedir que se exterioricen ataques contra la Revolución o contra las organizaciones obreras, la CROM entre ellas y, en el caso especial de que se trata, recibiré con gusto una comisión que ustedes nombren para que me informe sobre la obra de que se hace mérito y sobre los ataques a que se refieren, siempre, naturalmente, sobre la base de que se trata de ataques contra la Revolución o contra la respetabilidad de la CROM, y no de ataques contra personas, ya que desde el Presidente de la República hasta el último de los ciudadanos, todos y cada uno de los mexicanos deberemos quedar sujetos a las sanciones de la opinión pública que, en muchas ocasiones, servirán para moderar nuestras pasiones y aún para constreñirnos a seguir un camino de honradez pública y privada. 285 Esta lucha, por lo demás, no tuvo de parte del señor Morones ninguna justificación. Las agrupaciones que controlaba la CROM en la región petrolera eran una minoría insignificante, que nunca llegó a tener influencia, ni siquiera para desconocer a la inmensa mayoría de trabajadores de la región sur de Tamaulipas y norte de Veracruz. Era natural, pues, que al reunirse la IX Convención de la CROM, el señor Morones y sus acompañantes aprovecharan el momento político para lanzar ataques a mi administración, pretendiendo con ello conquistar una situación que habían perdido desde el día en que fuera asesinado el general Obregón, principalmente, porque la opinión pública señaló, desde aquel momento, a los líderes de la CROM como responsables de aquel crimen, no porque ellos hubiesen armado la mano del asesino —lo que no se llegó a comprobar— sino porque los directores de la organización obrera venían pregonando en todas partes, en la tribuna y en la prensa, desde hacía meses, que el general Obregón no llegaría a la Presidencia de la República. A la sesión de inauguración asistió el señor general Calles, quien pronunció un discurso mesurado y discreto, en el cual recomendó a la Asamblea serenidad, seguramente porque a él había llegado la noticia de que se me iba a atacar rudamente por el señor Morones. En efecto, en la tarde de ese día, a iniciativa del mencionado líder de la CROM, los convencionistas tomaron la determinación de dirigirse al Presidente de la República y exigirle se dictaran órdenes terminantes para impedir la representación de una obra teatral que se anunciaba en el Teatro Lírico, en la que, según ellos, se hacían severas críticas a los directores de la CROM, al Partido Laborista y a la Revolución. La petición, que fue apoyada con discursos violentos, llevaba el carácter de ultimátum, pues se prevenía que, en caso de que las autoridades no aceptaran las exigencias de la Asamblea, ésta se trasladaría en masa al teatro, con el objeto de suspender la representación de la obra, que calificaban de antiobrerista y contrarrevolucionaria. En dicha Asamblea se lanzaron rudos e injustificados ataques a algunos gobernadores; entre ellos a mí, acusándome de que mi labor al frente del Gobierno de mi estado había sido antiobrerista y claudicante. En la sesión que relato, se encontraba presente el entonces general de división Roberto Cruz, Jefe de las Operaciones en el estado de Michoacán, quien también pronunció un discurso en el que se solidarizaba con los líderes de la CROM y aún manifestó que su espada estaba a disposición de la organi284 Ya por favor a molestar no venga. Para vivir necesito ya pitones y busco que otro amigo me mantenga pues no tengo ni siquiera cuatro reales. En la calle de Santo Domingo y Donceles había una cantina llamada “La Esperanza”, a donde ocurrían jueces, secretarios y escribientes de los tribunales, en los cuales Ferral y yo atendíamos pequeños asuntos que se nos encomendaban. Era lo que se llamaba el “huizacheo”. En esa cantina había dos o tres grandes cazuelas de sabrosos guisados: nopales con camarón, frijoles, a veces bacalao y un enorme cerro de tortillas. Mediante cinco centavos que costaba un tequila podía uno “taquear”. Con aquéllo o con un vaso de cerveza, que costaba diez centavos, nos dedicábamos a llenar la barriga, comiéndonos cinco, seis o más tacos. La concurrencia rápidamente acababa con aquellos guisados que estaban a disposición de los parroquianos. Una vez uno de los iberos principales de la cantina —gordiflón, de grandes bigotes y de cara de pocos amigos—, viendo que nosotros “taqueábamos” sin consumir, nos llamó en tono un poco airado, diciéndonos: “Muchachos, veo que ustedes no gastan un centavo, y sin embargo están comiendo”. “En efecto — le dijimos—. A veces consumimos una cerveza o una copa de tequila cuando traemos los diez o quince centavos que cuestan. Pero no tenemos trabajo y por eso venimos a ‘taquear’ aquí para pasar el día; ya en la noche, a veces nos faltan los diez centavos para tomar el café en el restaurante de los chinos”. En tono afectuoso nos dijo: “No tengan ustedes cuidado. Son ustedes estudiantes y pueden venir cuantas veces quieran a ‘taquear’ ”. Como dejamos el cuarto en que vivíamos Ferral y yo, alquilamos otro en la Rinconada de Santa Catarina 6, cuarto que tendría a lo sumo cinco o seis metros cuadrados. Ahí vivíamos cinco estudiantes. Imagínense mis lectores aquella promiscuidad de estudiantes que raras veces nos bañábamos, porque no teníamos dónde. Fumando todos, la atmósfera de aquella pequeña estancia era tan densa, que casi podía cortarse con un cuchillo. Sin embargo, dormíamos profundamente, y para evitarnos el desayuno, nos levantábamos a las doce del día. Así pasamos algunos meses, hasta que a mediados de 1912 pude conseguir un empleo de escribiente en el Juzgado Segundo de Distrito, con sueldo de $75.00 mensuales. En ese juzgado conocí a distinguidos abogados, entre otros, a don Jesús Flores Magón; a don Jorge Vera Estañol; a aquél otro idealista, aspirante a la Presidencia de la República, don Nicolás de Zúñiga y 53 Miranda, que llegaba todos los días con su bastón de puño de oro, su sombrero de copa y su impecable levita, a pedir informes sobre algunos reos que defendía. Otro litigante, tinterillo a quien temían los abogados, era don Pablo Castañón de Campoverde, de guantes verdes, chaleco lustroso y corbata de plastrón. Le temían porque era implacable en la defensa y en las chicanas. ¡Qué esperanzas que entonces los escribientes o los secretarios recibiéramos alguna propina, ni mucho menos solicitáramos dinero a los litigantes! Nos sentíamos orgullosos de que aquellos distinguidos jurisconsultos nos saludaban diciéndonos: “¿Compañero, qué razón me da de este asunto?”. Era un halago para nosotros, mejor que cualquier dinero que pudiéramos recibir. Los jueces eran honestos, dedicados, impecables impartidores de justicia. Recuerdo, entre otros, al licenciado Joaquín Ortega, a los licenciados Manuel M. Nagore, Luis M. Calderón, Cayetano Castellanos, respetados todos e incansables en sus tareas. Salíamos del juzgado y nos íbamos a “La Esperanza”. Entonces sí podíamos consumir el tarro de cerveza, y procurábamos que el español de enormes bigotes, gordinflón, mal encarado, nos viera consumir el tarro de cerveza. “Ahora sí, muchachos, ya deben tener empleo”. “Sí —le repusimos—. Ya tenemos un modesto empleo y podemos consumir uno o dos tequilas o tarros de cerveza”. Así pasábamos las jornadas en forma halagüeña. El padre del dueño del restaurante “El Taquito”, ubicado en las calles del Carmen, tenía una taquería en la esquina de las calles del Reloj y Cocheras. Consumíamos ahí un buen número de tacos. Parecían flautas como de veinte centímetros, con muy buen picadillo, sesos, nopales, chile. Alguna vez, cuando venían algunos paisanos de Tamaulipas, los invitaba a un banquete de tacos, y cuando no podía pagarle a don David el importe de la comida, le daba vales, que su hijo, actualmente hombre rico, y que es propietario de “El Taquito”, dice poseer. En el Juzgado de Distrito el Comisario era un viejecito alegre y cariñoso, don Manuel Elizarrarás, que llegaba de levita, polainas y reloj con leontina. Cuando alguien necesitaba dinero para ir a los toros, don Miguelito nos prestaba con el módico interés de diez centavos por cada peso que nos prestaba. 54 En cuanto a los emolumentos que recibían los funcionarios del poder judicial, equivalía al 2.5 por ciento del total del presupuesto en oro nacional. DISTANCIAMIENTO DE LA CONFEDERACIÓN REGIONAL OBRERA MEXICANA CON EL GOBIERNO El 4 de diciembre de 1928, tres días después de que me hice cargo de la Presidencia, se inauguró en el Teatro Hidalgo la IX Convención de la CROM. Bien sabido es que la CROM llegó a adquirir su mayor poderío bajo la administración del presidente Calles. Su influencia —que, en el año de 1920, es decir, después del triunfo de la Revolución de Agua Prieta era bien escasa— se fue extendiendo a todo el país gracias al apoyo que el Gobierno le prestó. Muy pocos fueron los estados de la República que quedaron fuera de su control durante los años de 1924 y 1928 y sus líderes se valieron de todos los recursos que tenían a su alcance para dominar voluntades. Fue así como esa organización obrera, cuyo instrumento político era el Partido Laborista Mexicano, se fue adueñando de todos los sectores políticos de la República. Entre las entidades federativas que nunca pudo controlar la CROM, ni política, ni socialmente, figuró mi estado natal, Tamaulipas, que me tocó gobernar constitucionalmente durante los años de 1925 a 1928. Las controversias que se entablaron entre los trabajadores de Tampico, centro petrolero de gran importancia en aquel entonces, y las brigadas ambulantes que el Secretario de Industria, Comercio y Trabajo, don Luis N. Morones, enviaba frecuentemente a aquella región para adueñarse de la situación, llegaron a revestir caracteres de luchas sangrientas, en que siempre resultaron vencedores los sindicatos de la región petrolera. Fracasadas las desmedidas ambiciones del líder y Secretario que — usando de procedimientos arbitrarios— trató siempre de desbaratar las organizaciones de trabajadores de Tampico, y convencido de que el más fuerte obstáculo para el logro de sus ambiciones era el Gobierno de Tamaulipas, que con toda entereza se opuso a la conquista que desde la capital de la República pretendían hacer los líderes de la CROM, el mencionado señor Morones se convirtió en mi más encarnizado enemigo y no desaprovechó, desde aquella época, cuanta oportunidad se le presentaba para hostilizarme en todas sus formas. 283 ca. En efecto, la actuación prestigiosa de los juristas llamados a constituir el Poder Judicial de 1929 a 1934, fue reconocida y elogiada por todos los sectores sociales. Mi opinión personal es que jamás, durante los últimos cincuenta años, la colectividad mexicana estuvo mejor garantizada que durante la época a que me refiero, en la cual la inamovilidad del Poder Judicial, complementada por la designación de los magistrados y jueces que me incumbió realizar, fue un valladar a la corrupción y al prevaricato. Puede haber habido, en los anales de la historia de nuestra administración de justicia, periodos más brillantes, como el de Vallarta, que por sí solo llena una brillante página; pero todos reconocen que los magistrados y jueces de orden penal y civil que formaron el Poder Judicial Federal y del orden común, salvo dos o tres excepciones, que fueron públicas, cumplieron patrióticamente su cometido y ejercieron sus funciones con capacidad, dedicación y rectitud indiscutibles. Seguramente ésta fue la consecuencia de la conducta que seguí para nombrar a los miembros del Poder Judicial, ya que —al obrar de la manera que dejo expuesta— sólo me animó el propósito de cumplir con mis deberes como Jefe del Ejecutivo, sustrayéndome a toda intervención de carácter político o de compadrazgo y preocupándome, exclusivamente, por que los tribunales se integraran con profesionales honorables y capaces. Llevé esta decisión al extremo de que, a varios ministros de la Suprema Corte y Magistrados del Tribunal Superior, ni siquiera los conocía personalmente. Los casos de los señores licenciados Alberto Vázquez del Mercado, Paulino Machorra Narváez, Francisco Barba y Carlos Salceda, de la Suprema Corte, y Adolfo Valles, Vicente Santos Guajardo, Alfredo Ortega, Carlos Echeverría, José Espinosa y López Portillo, Julián Ramírez Martínez, Everardo Gallardo, Filiberto Viveros y Atenedoro Monroy, que tan digna y brillantemente desempeñaron su cometido, son ejemplo de lo que dejo asentado. El respeto que el Poder Judicial mereció siempre al Ejecutivo, durante el tiempo que me tocó desempeñar la Presidencia, fue norma invariable de conducta en las relaciones con dicho poder. No se dio nunca el caso de que yo o mis colaboradores interviniéramos en algún asunto judicial, ni mucho menos recomendásemos ningún asunto. La consecuencia natural de tal conducta fue la seguridad que siempre sintieron los ministros, magistrados y jueces en el desempeño de sus funciones, seguridad que les garantizaba no sólo la independencia de criterio que necesitaban para obrar, sino muy principalmente la confianza de que no serían molestados ni removidos de sus cargos. 282 Otras veces íbamos a la casa de Porrúa, a empeñar el primer tomo del “Planeol” por $2.00. Los señores Porrúa tenían una librería en la calle cercana a la Escuela Libre de Derecho, y un señor de apellido Tres Palacios poseía una casa de empeño en las calles de Santo Domingo. Se cuenta de él que cuando estaba en artículo de muerte, al llegar el confesor al enseñarle el Cristo para que lo besara, creía que el sacerdote que se lo presentaba iba a empeñarlo. Al mostrársele el Cristo, el prestamista dijo: “Pescheta”. Creía que iba a empeñar aquella prenda. A mi regreso a la capital de la República, siendo consultor del señor general Obregón, Secretario de Guerra y Marina, me pidió audiencia don Constancio Márquez. Se arrojó a mis brazos llorando y me dijo: “Sálveme usted, señor licenciado”. “¿Qué le pasa, don Constancio?” —le dije. “Soy el proveedor de la Escuela de Agricultura, que está militarizada. Recibía para los gastos de la cocina $5,000.00 semanarios. Me han pasado una visita y me faltan $800.00. ¿Cree usted que yo me haya robado esos $800.00? Sin embargo —me dijo— me han metido en la cárcel y estoy libre bajo fianza”. “No tenga cuidado” —le dije—. Inmediatamente entré a ver al general Obregón. Le conté quién era don Constancio Márquez, y la forma en que había ayudado durante muchos años a los estudiantes. El general Obregón, siempre cariñoso y de gran corazón, me dijo: “Pase usted con este señor para conocerlo”. De inmediato me ordenó: “Cancele usted la orden de proceder en contra de este hombre. Que vuelva a su empleo de proveedor de la Escuela de Agricultura, y regálele $1,000.00”. Así correspondí a Márquez la generosidad que tuvo cuando no teníamos dinero para pagarle. Es para mí motivo de satisfacción rememorar un poco acerca de la fundación de la Escuela Libre de Derecho. En el mes de mayo de 1912 era director de la Escuela Nacional de Jurisprudencia el distinguido abogado y convencido revolucionario Luis Cabrera. Con motivo de algunas disposiciones que el señor Cabrera tuvo a bien dictar, tendientes a imponer una disciplina mayor a los alumnos en lo relativo a reconocimientos y funcionamiento de la biblioteca y del gimnasio, se provocó un descontento general que motivó el estado de huelga. Los directores de aquel movimiento fueron los alumnos del cuarto año, Ezequiel Padilla, Luis y Vicente Mac Gregor, Manuel Herrera y Lazo y José María Gurría Urgell. Las 55 discusiones que se tuvieron con el licenciado Cabrera fueron acaloradas y después de varias entrevistas en que el Director manifestó a los estudiantes que las disposiciones dictadas por él no serían revocadas, en virtud de que las consideraba del todo indispensables para la buena marcha de la escuela, cosa que era cierta, ocurrimos a ver al señor Presidente de la República, don Francisco I. Madero. La entrevista con el señor Madero fue cordial, y en ella nos manifestó que el Gobierno tenía que apoyar al Director de la Escuela, por considerar que su actitud era en todo justificada. Además, en esa entrevista manifestamos al señor Madero que de no accederse a nuestras pretensiones, fundaríamos una escuela libre, a lo cual el Presidente nos hizo ver la necesidad de que ya era tiempo de que en México se fundasen escuelas profesionales sostenidas por la iniciativa privada, agregando que él vería con agrado que se fundara una institución libre y sin ligas con la administración pública. Al darse cuenta a la Asamblea del resultado de la conferencia con el Presidente, en sesión general se aprobó el proyecto de fundar la Escuela Libre de Derecho. Acto continuo, se nombró una Comisión para que se acercara a los abogados de más renombre en el foro, entre otros a don Luis Méndez, a don Agustín Rodríguez, a don Emilio Rabasa, a don Miguel Macedo, a don Julio García, a don Jorge Vera Estañol. Todos ellos acogieron con agrado aquella iniciativa y ofrecieron ayudarnos con todo entusiasmo para realizarla. La Escuela Libre de Derecho abrió sus inscripciones en el mes de julio de 1912. El entusiasmo de maestros y alumnos por aquella obra, que por primera vez en los anales de la historia de la cultura en México se iniciaba, fue desbordante. Las clases se veían muy concurridas y los comentarios que la prensa de la República hizo respecto de aquel insólito acontecimiento, fueron elogiosos. La primera Junta Directiva que se nombró quedó integrada por don Agustín Rodríguez, don Emilio Rabasa y don Miguel S. Macedo, habiendo sido designado rector de la institución el licenciado don Agustín Rodríguez y quedando la escuela bajo el patronato del Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México, del que era pesidente el sabio jurisconsulto don Luis Méndez. Uno de los profesores más competentes y que más convincentemente enseñaba su materia, lo fue sin género de dudas don Miguel S. Macedo; pero a la vez que era bondadoso con los alumnos, era también muy exigente. Como su clase de Segundo Curso de Derecho Penal la daba de 9 a 10 de la mañana y como ese año de 1912, el Juez Segundo de Distrito, en donde yo trabajaba 56 La Honorable Suprema Corte de Justicia de la Nación quedó integrada en la siguiente forma: licenciados Julio García, Paulino Machorro Narváez, Francisco Díaz Lombardo, Salvador Urbina, Joaquín Ortega, Francisco H. Ruiz, Juan José Sánchez, Alberto Vázquez del Mercado, Luis M. Calderón, Daniel V. Valencia, Fernando de la Fuente, Francisco Barba, Jesús Guzmán Baca y Arturo Cisneros Canto. El Supremo Tribunal de Justicia del Distrito y Territorios Federales quedó integrado así: licenciados Alfonso Teja Zabre, José M. Ortiz Tirado, Francisco Castañeda, José Ortiz Rodríguez, Clemente Castellanos, Sabino M. Olea, Adolfo Valles, Carlos I. Ángeles, Rafael Santos Alonso, Vicente Santos Guajardo, Alfredo Ortega, Matías Ochoa, Joaquín Lanz Galera, Adalberto Galeano Sierra, Eleuterio Martínez, Juan de la Cruz García, Carlos Echeverría, Luis Ramírez Corzo, José Espinosa y López Portillo, Miguel Castillo Thielmans, Julián Ramírez Martínez y Everardo Gallardo. Supernumerarios: licenciados Filiberto Viveros, Atenedoro Monroy y Eduardo Suárez. Por la Baja California: los licenciados Fidel Ruiz y Felipe N. González. Como se ve, por las listas preinsertas, tanto la Honorable Suprema Corte de Justicia como el Tribunal del Distrito y Territorios, resultaron constituidos con abogados de prestigio indiscutible, cuya competencia en la rama del Derecho era ampliamente apreciada y cuya honorabilidad se reconocía también, siendo todos ellos una garantía para la colectividad. Cuando se tuvo noticia, por la prensa, de la forma en que quedaron integrados los tribunales, la opinión pública se manifestó unánimemente de manera entusiasta y todos los periódicos de la capital y de los estados, las Asociaciones de Abogados, la Barra Mexicana, las Cámaras de Comercio e Industria, las Asociaciones Bancarias y las Organizaciones de Trabajadores me hicieron patente su aprobación, calificando de acertados los nombramientos. Las designaciones de Magistrados de Circuito, Jueces de Distrito y del Orden Común se hicieron por la Corte y por el Tribunal Superior con absoluta libertad, sin que el Ejecutivo hubiese tenido en ellas intervención de ninguna especie. En mi opinión, la selección que realizaron aquellas instituciones fue de lo más acertada, habiendo escogido, salvo muy contadas excepciones, a los abogados de más prestigio para el desempeño de dichos cargos. La integración que me tocó realizar de la Suprema Corte de Justicia y de los Tribunales del Distrito y Territorios fue un acto que me enorgullece y siempre lo consideraré como uno de los más trascendentales de mi vida públi281 DESIGNACIÓN DE LOS MINISTROS DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN Y DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DEL DISTRITO FEDERAL De acuerdo con las reformas que se hicieron a la Constitución General de la República, estableciéndose la inamovilidad del Poder Judicial, me tocó hacer la designación de los citados funcionarios judiciales. Como sucede siempre en México, cada vez que va a hacerse una renovación de las personas que integran un Poder, la opinión pública —representada en este caso por el Foro, por las diversas instituciones profesionales y por la prensa nacional— comenzó a manifestarse haciendo ver la necesidad ingente de que se realizara una completa renovación de los funcionarios que hasta entonces se hallaban al frente de la administración judicial pues, aun cuando se reconocía que había entre ellos algunos de insospechable probidad y rectitud, muchos también eran señalados como verdaderos traficantes de la justicia. Yo sabía, de antemano, que influencias de carácter político se moverían muy fuertemente para lograr que el Poder Judicial se integrara con elementos políticos militantes; pero, desde el momento en que hice el examen de este asunto, tomé la firme resolución de que no se diera cabida a ninguna recomendación que no estuviese plenamente garantizada por las tres cualidades que debe reunir un buen magistrado o juez, a saber: probidad, demostrada con una vida de absoluta moralidad; capacidad, garantizada con años de eficiente ejercicio profesional, y dedicación al trabajo y al estudio. La colaboración que me brindaron la prensa, la Barra de Abogados, el Colegio de Abogados y otras instituciones interesadas, así como multitud de particulares, fue de lo más eficaz. A mi mesa de trabajo llegaron numerosas propuestas en favor de eminentes abogados de la capital y de los estados. Todas ellas fueron detenidamente estudiadas hasta lograr hacer una selección que, en mi concepto, satisfizo las exigencias nacionales. El día 20 de diciembre de 1928 remití al Senado de la República, para su aprobación, los nombramientos de los jurisconsultos que constituirían la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y a la Cámara de Diputados la lista de los magistrados que compondrían el Supremo Tribunal del Distrito y Territorios Federales. 280 me negara el permiso para asistir a las clases, me vi precisado a dar a don Miguel una explicación del por qué yo no asistía a éstas. Don Miguel, cuando terminé de exponerle mi situación, dijo: “Siento mucho que no pueda asistir a clase de Penal con regularidad, y comprendo también la causa que le impide esa asistencia; pero yo no lo puedo dispensar por ello y como el Reglamento de la Escuela dispone que el alumno que tenga un promedio de 10% de faltas no tendrá derecho a examen, usted no podrá presentarse al final del año”. “Bien, maestro —le contesté— yo sólo deseaba exponerle mi caso particular, con el fin de que usted conozca el motivo de mi falta de asistencia”. Me despedí del licenciado Macedo y sólo de vez en cuando me presentaba a oír las elocuentes exposiciones que hacía de la materia. Como yo estaba resuelto a presentar mi examen, y como independientemente del “macheteo” que hacía del Código, practicaba diariamente en el Juzgado Séptimo de Instrucción del Fuero Común y en el Segundo de Distrito, y asistía a los jrados que en aquella época eran brillantes, cuando se inició el examen me consideré capaz para presentarlo. Ahora bien, como mi nombre no aparecía en la lista de exámenes, supliqué a Romeo Ortega, prosecretario de la escuela y compañero de curso, que intercalara mi nombre en ella. Romeo en un principio se negó, diciéndome: “Si te incluyo en la lista, me fusila don Miguel”. Pero al fin accedió a hacerlo. Cuando don Miguel me llamó y me senté en el banquillo, se quedó mirándome fijamente y me preguntó en tono severo: “¿Es usted el señor Portes Gil?”. “Sí, maestro”. Creí que me iba a echar de la sala, pero me dirigió una sonrisa que consideré irónica, traduciendo yo aquella actitud en que prefería reprobarme a negarme el examen. Recuerdo que los Jurados fueron don Carlos Saavedra y don Manuel Piña y Palacios, ambos, sobre todo el primero, implacables para con los alumnos. El examen fue minucioso, y duró una hora y casi no se omitió ningún punto del programa sobre el que no fuese interrogado. Cuando terminé, salí con la convicción de que había contestado bien todo lo que se me había preguntado y los compañeros que estaban en los pasillos me felicitaron por el buen éxito obtenido. Los Jurados estuvieron cambiando impresiones largo rato. Después fui llamado por don Miguel, quien se expresó de la siguiente manera: “Señor Portes Gil, el Jurado ha tenido a bien aprobar a usted con la calificación de 3 muy bien, puesto que ha contestado usted todo lo que se le ha preguntado, pero como no ha asistido usted con puntualidad a sus clases, es por lo que se le ha otorgado la calificación inferior”. Agradecí con frases entrecortadas a don Miguel y a los jurados aquel rasgo de justicia que los acreditaba como verdaderos maestros. 57 En la Escuela Libre de Derecho nos reuníamos, después de clase, grupos de estudiantes para comentar los acontecimientos políticos que tan precipitadamente se sucedían, y que tanto influyeron en el cambio social, político y económico de México. Al ocurrir el cuartelazo, las discusiones eran apasionantes. Unos cuantos de los estudiantes simpatizaban con la traición de Huerta. La mayoría reprobábamos aquel acto de felonía que dio al traste con el Gobierno legítimamente constituido, y cuando don Venustiano Carranza levantó la bandera de la legalidad, nuestras discusiones se hacían interminables. Entre los más apasionados compañeros recuerdo a Nacho Rodríguez Morales, recalcitrante carrancista de buena cepa; a Romeo Ortega, vehemente; a Luis López y Tolsá, siempre mesurado y muy argumentista; a Enrique Landa, discreto y autoritario; a Carlos Robalo y a Capetillo, siempre callados; a Javier Icaza, amuchachado, como siguió siendo hasta el día que murió; al chaparro Eleazar O. Núñez, ya fallecido, tremendo; a Enrique Domínguez, siempre irónico; a Memo Pimentel, que siempre andaba detrás de una muchacha de la preparatoria que traía las faldas muy cortas, y a quien por sus piernas demasiado flacas le llamábamos la “Chichicuilota”; a Carlos Duclois; a Correa Nieto, “Le Soldat Française”; al “Chango” Vázquez; y a Epitacio Gutiérrez, “El Chimpudo”, que presumía ser del norte, y a don Macedonio Uribe, siempre concentrado y muy machetero. También vienen a mi memoria dos estudiantes muy queridos, ya fallecidos: José María Bello y Antonio Villarreal, veracruzano el uno y regiomontano el otro, ambos de ideas revolucionarias. El segundo fue Secretario Particular de don Isidro Fabela cuando las fuerzas revolucionarias entraron a la Ciudad de México; Villarreal, en cierta ocasión, nos presentó a un grupo de estudiantes con el señor licenciado Fabela, que como Oficial Mayor estaba encargado del despacho de la Secretaría de Relaciones. Las discusiones que teníamos sobre la Revolución Constitucionalista eran apasionantes. En general todos simpatizábamos con aquel movimiento y sólo nos dividían apreciaciones sobre las personas. Unos simpatizábamos con el general Obregón, con Zapata, con el general Villa; otros eran partidarios del general Hill, de Diéguez, de Alvarado, de Cándido Aguilar. Los datos estadísticos así extractados me parecen suficientemente convincentes, no sólo porque en las postrimerías del periodo presidencial 1925-1928 el entonces Secretario de Hacienda recomendaba que se limitara la acción agraria a la entrega de las superficies que el Gobierno pudiera comprar, usando para el efecto la partida presupuestal que se me proponía incluir en el presupuesto de egresos de 1929; sino porque tal como se veían las cosas en aquellos momentos, con terratenientes, economistas e intelectuales doctos en diversas disciplinas, que condenaban como ruinosa nuestra política agraria, fue necesario defenderla en varios frentes, y batir en brecha el mismo baluarte de una Suprema Corte de Justicia de la Nación, varios de cuyos miembros, adictos a la ortodoxia de que no debería haber expropiación sin indemnización, venían paralizando la acción del Ejecutivo en tan importante materia. Por eso, en las páginas finales del informe que rendí el 1º de septiembre de 1929, afirmé, convencido de que decía verdad, que llevaba adelante mi obra sin extremismos perjudiciales, sin espíritu sectario y sin la más leve sombra de interés; buscando solamente cosechar los frutos de nuestra lucha revolucionaria, y satisfacer en la producción, después de haber triunfado a la guerra civil, para crear un orden de cosas más humano, en beneficio de México todo. Se puso el mayor esmero para el estudio de los expedientes respectivos, delimitándose con precisión las superficies dotadas para que en el futuro no hubiera conflictos por este motivo. Las dotaciones que se hicieron en los 14 meses del Gobierno Provisional, según datos que obran en el Departamento Agrario, custodio de los archivos de la Comisión Nacional Agraria, que en aquella época funcionaba, ascendieron a 3.310,576-92-15 hectáreas. Dicha superficie benefició a 183,408 familias campesinas. Como el presupuesto de la Comisión Nacional Agraria era muy limitado, dispuse que cincuenta ingenieros militares pasaran con sus haberes respectivos a auxiliar al número reducido de agrónomos de que entonces se disponía. El comportamiento de unos y otros fue ejemplar, y hay que tomar en consideración que en algunas regiones donde se hallaban levantados en armas fanáticos de aquella época, sacrificaron a muchos ingenieros y maestros rurales”. En el mes de agosto de 1914, cuando se iniciaba la división entre el Primer Jefe, don Venustiano Carranza, y el general Francisco Villa, nos reuníamos en el despacho del distinguido amigo, hoy abogado y notario, don Heriberto Román: Manuel L. Acosta, Porfirio Ramos Romero, Jesús Ferral, 58 279 recientes se ha denominado ‘revolución verde’, o ‘reforma agrícola integral’, alenté al titular del ramo de Agricultura y Fomento para que: Ramón Alemán y otros más, para analizar la situación y definir cuál iba a ser el camino que deberíamos tomar. l. Se perfeccionara el conocimiento del territorio nacional, con trabajos geodésicos, cartográficos y climatológicos, y se cumplió con el compromiso internacional que habíamos contraído en la Sexta Conferencia Internacional Americana, creándose el Instituto Geográfico Panamericano. En el despacho del señor licenciado Julio Santoscoy platicaba yo sobre el mismo tema con el licenciado don Abel Salazar, con el licenciado Joya, con Pancho Espinosa. Santoscoy era francamente simpatizador de Villa, el licenciado Salazar lamentaba aquella profunda división del constitucionalismo, y mi opinión en las pláticas que teníamos en los despachos era expuesta en forma franca y decidida. 2. Se reforzó el conocimiento de nuestra hidrología, registrándose cuidadosamente los datos de las distintas estaciones de aforo, y se puso particular empeño en el estudio de los ríos internacionales, así como en el de sus afluentes. 3. Se atacó a fondo el estudio de nuestros suelos, y como primer paso para la formación de la Carta Agrológica de la República, se formó la Carta Agrológica del estado de Morelos, y se levantaron cartas regionales de las zonas comprendidas dentro de los proyectos de irrigación del Río Salado, del Río San Juan, del Río Mante y del Río Pabellón. 4. Se puso el mayor empeño en encauzar la experimentación agrícola, haciendo que se pusieran en marcha algunas de las estaciones experimentales que existieron antes de la Revolución, y se dieron los primeros pasos para crear otras nuevas en las comarcas agrícolas —especialmente del noroeste—, que estaban cobrando mayor importancia. 5. Se procuró mantener el mayor grado de adelanto científico y técnico en la enseñanza que se impartía en la Escuela Nacional de Agricultura y en las escuelas agrícolas. 6. Se atendió al progreso de la ganadería, alentando el empleo de las mejores razas de ganado, y atendiendo a la profilaxis agropecuaria, para reducir los quebrantos que ocasionaban plagas y enfermedades. 7. Se sumaron nuevos datos que permitieron perfeccionar el inventario, desarrollo y defensa de nuestros recursos naturales que son tierra, agua y bosque. 8. Se continuaron, aunque a ritmo moderado, las obras de regadío que tenía a su cargo la Comisión Nacional de Irrigación, no obstante que la sublevación de 1929 hizo que se paralizaran los trabajos en las zonas que controlaran los llamados Renovadores, y a pesar también de la crisis mundial, cuyo impacto era ya visible, mermó los recursos de Tesorería de que se podía echar mano. 9. Se puso interés, actividad y convicción, en la ejecución de la reforma agraria, llegándose al saldo impresionante, sin precedente entonces, y muy digno de ser tomado en cuenta. 278 Al clausurarse los Tribunales por disposición del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, ya no podía dedicarme al “huizacheo”, y como el desorden y la anarquía hacían presa de la Ciudad de México por el desconcierto que la inestabilidad política había sembrado en la capital, se planteó para mí un verdadero dilema. La división entre la Primera Jefatura de la Revolución, representada por don Venustiano Carranza, y la División del Norte, jefaturada por el general Francisco Villa, se venía acentuando cada día con mayor intensidad. Había, pues, que definirse con uno o con otro. Los motivos que me indujeron a abrazar la causa constitucionalista fueron los siguientes: don Venustiano Carranza representaba un programa radical de reformas sociales, económicas y políticas por el que venía propugnando el pueblo de México desde el año de 1910. La exposición que el señor Carranza hacía constantemente del programa de la Revolución me convenció de que aquel hombre extraordinario sí representaba en aquellos tiempos el sentir del pueblo de México, principalmente de las clases campesinas y trabajadoras que anhelaban un mejoramiento y una vida más humana. Con Carranza estaban los mejores hombres de la Revolución, los que por un ideal habían secundado el movimiento constitucionalista que derrocó al gobierno usurpador del general Huerta: Obregón, Hill, Pablo González, Alvarado, Diéguez, Treviño, Acosta, Aguilar, Calles, Hay y otros luchadores de aquella época, y representaban para mí, en lo militar, el grupo avanzado del constitucionalismo. Pero también estaban don Luis Cabrera, el ingeniero Pastor Rouaix, Palavicini, Cravioto, Fabela, Macías, Luis Manuel Rojas y otros más, representativos de la intelectualidad revolucionaria y con una orientación política y social perfectamente definida. El propósito del señor Carranza era dar una nueva Constitución al país, que tradujera el pensamiento de la época en lo relacionado con la legislación 59 sobre petróleo, en materia agraria y sobre trabajo, reformas a la organización política y nuevas normas económicas en lo referente al crédito. el Código de Trabajo de 31, se suprimió esta institución, con la cual estuvieron de acuerdo muchos de los patronos. En cambio, Villa propugnaba por la reimplantación del orden constitucional y la vigencia de la Constitución de 57. Con Villa estaban algunos generales del antiguo Ejército Federal que se habían unido a él por conveniencia y ambiciones; pero además, los intelectuales que estaban con él y que se habían separado de Carranza porque no habían logrado posiciones a las que ellos aspiraban, eran de ideología atrasada. Como era indispensable la reforma del artículo 123 Constitucional, en su fracción XXIX, a fin de establecer el seguro social obligatorio, el H. Congreso de la Unión, en su sesión del 22 de agosto de 1929, por unanimidad aprobó la reforma de que se trata, quedando en los siguientes términos: Por fin, a fines de diciembre de 1914, Porfirio Ramos Romero, Manuel L. Acosta y Federico Martínez Rojas se fueron con el villismo. Ramos Romero llegó a ostentar el grado de General de División; el licenciado Acosta fue Procurador General de Justicia de la Convención; Martínez Rojas, Juez de Instrucción Militar. Alemán, Jesús Ferral y yo nos fuimos con el constitucionalismo. Alemán fue muerto en un combate en la ciudad de Tula, Hidalgo. Con Antonio Villalobos, Benigno Campos y Cuevas, el “Cabezón Nájera” y otros estudiantes constituimos en el puerto jarocho la Sociedad de Estudiantes Revolucionarios, que tuvo decidido apoyo de la Secretaría de Educación Pública, entonces a cargo del señor ingeniero don Félix F. Palavicini, quien nos alentaba diciéndonos que era ya tiempo que los estudiantes tomaran partido, pues desgraciadamente la Universidad Nacional era un semillero de reaccionarios enemigos de la Revolución. En Veracruz publicamos un pequeño periódico que sirvió de órgano a la agrupación. Dimos conferencias en los centros obreros y nos esforzamos por ser útiles, aunque modestamente, a la Revolución Constitucionalista. Yo había sido maderista de estudiante en 1909 y 1910, y cuando el señor Madero, contrariando a la opinión pública de la Revolución de entonces disolvió el Partido Anti-Reeleccionista que lo había llevado al triunfo, se echó en brazos del Partido Constitucional-Progresista, e impuso a don Matías Guerra en el Gobierno de Tamaulipas y en la Vicepresidencia de la República a don José María Pino Suárez, empecé a sentir una honda desilusión hacia el nuevo orden de cosas representado por el señor Madero. Pero esto no influyó en mi criterio revolucionario y continué siendo un partidario del programa de la Revolución de 1910. En Veracruz, a donde llegué a fines del mes de diciembre de 1914, me nombraron Subteniente Escribiente de Asesor en la Comandancia Militar de 60 ‘Se considera de utilidad pública la expedición de la Ley del Seguro Social, y ella comprenderá seguro de invalidez, de vida, de cesación involuntaria del trabajo, de enfermedades y accidentes y otros con fines análogos’. Esta reforma dio al seguro social la categoría de un derecho público obligatorio, y desde entonces quedó como uno de los postulados de la Revolución Mexicana. Para fundar la reforma de que se trata, expresé lo siguiente: México ha desarrollado una ideología propia. La Revolución se ha hecho a base y de acuerdo con nuestra idiosincrasia y nuestra tradición. Hemos hecho nuestra propia ideología, distinta de las de los demás pueblos. Tenemos una filosofía social mexicana nuestra, y reclamamos el derecho a que se le respete. Este pensamiento estaba íntimamente vinculado a las luchas, que con tan hondo sentido patriótico sostuvieron los trabajadores de México para demandar un trato igual o superior en su calidad de mexicanos, sin discriminaciones en la industria minera, la textil y los ferrocarriles, que durante el porfiriato ocupaban principalmente trabajadores extranjeros, mejor remunerados, y donde fatalmente hasta las órdenes de trabajo se dictaban en idiomas extranjeros”. REFORMA AGRARIA “Durante los 430 días que duró el interinato que me cupo el honor de cumplir, puse particular empeño en que no decayeran los programas de promoción rural —construcción de obras de irrigación y educación agrícola, sobre todo—, que había puesto en marcha, con generosa visión, el general Plutarco Elías Calles. Me propuse también vigorizar la acción agraria, haciendo que se despachara el mayor número de resoluciones presidenciales, beneficiándose, para el efecto, tantos campesinos como fuera posible, y con tierras de buena calidad. A fin de encauzar el desarrollo agrícola del país, acumulando datos que le sirvieran de base a los programas que en lo futuro se pusieran en marcha, para eso que en años 277 CUESTIÓN LABORAL En el Mensaje Presidencial dije: “En atención a que se necesitaba una Ley Federal del Trabajo vigente en toda la República, fue necesario reformar el artículo 73, fracción X, y quitando a los estados la aplicación en sus jurisdicciones de la propia Ley, excepto cuando se tratara de asuntos relativos a Ferrocarriles y demás empresas de transportes amparados por concesión federal, minería e hidrocarburos, y los trabajos ejecutados en el mar y en las zonas marítimas. Y ahora ya sabemos que los esfuerzos realizados en beneficio de los obreros, no sólo no perjudican al industrial progresista y bien intencionado, sino que mejoran las condiciones generales de la producción y aseguran el desarrollo industrial del país y el programa intelectual y económico de los laborantes y de los gremios obreros. Tal declaración implicaba desde luego el compromiso de presentar un proyecto de Código del Trabajo, lo cual se verificó siendo Secretario de Gobernación en agosto de 1928, proyecto que fue discutido en una asamblea integrada por obreros y patronos. Tal proyecto, en esa época el más meditado que se había presentado, fue aprobado en lo general por ambas Cámaras, y con ligeras modificaciones, constituyó el Código de Trabajo aprobado en el año de 1931. En el proyecto se plantearon todos los problemas laborales: el contrato de trabajo individual y de equipo, el contrato colectivo de trabajo, el contrato-ley, jornadas y descansos legales, derechos y obligaciones de los trabajadores y patronos en las diversas clases de trabajo, aprendices, trabajo agrícola, trabajo minero, pequeñas industrias, trabajos a domicilio, de las asociaciones y de los conflictos colectivos de los sindicatos, huelgas, lo que debe entenderse por servicios públicos, paros, riesgos profesionales, autoridades encargadas de aplicar la ley, comisiones para el salario mínimo, Consejo Nacional de Trabajo, laudos de las responsabilidades de los funcionarios del trabajo por delitos oficiales del orden común, y seguro social. En el proyecto se dispuso que en cada empresa hubiera un consejo integrado por representantes de los obreros, del patrono y del Gobierno. Este Consejo de Empresa tenía por funciones resolver los pequeños conflictos que surgen diariamente en las fábricas; vgr.: pérdida de un dedo, pérdida del brazo, faltas atribuidas al trabajador por negligencia o embriaguez; faltas del patrono por mal acondicionamiento de la fábrica. Pero además, esta institución estudiaría y haría un programa sobre el mejoramiento de la fábrica, y calcularía los recursos económicos que deberían emplearse. Al funcionar este Consejo de Empresa, se desahogarían miles de pequeños conflictos que ahora abruman a las Juntas de Conciliación y Arbitraje. Desgraciadamente, al aprobarse 276 la plaza. Tuve como Jefe de la Asesoría Militar al licenciado José Almaraz, que me guardó siempre muy especial consideración. De la asesoría de la comandancia me promovieron el puesto de Oficial Primero del Departamento de Justicia Militar con el grado de Mayor, a cargo del señor licenciado Ignacio Noris, quien fue siempre un jefe cariñoso, estricto y bondadoso. En varias ocasiones acompañaba al general Pesqueira y al licenciado Noris, Jefe del Departamento de Justicia Militar, al acuerdo con el señor Carranza. Yo había instruido el proceso en contra de un mayor de apellido Lobo Guerrero, quien por matar a su superior fue sentenciado a la pena capital por el Consejo de Guerra. Al informarle el general Pesqueira de la pena impuesta, expresó don Venustiano: “Yo no he sido afecto a fusilar a nadie, y menos a un oficial como éste, que prestó servicios a la Revolución. Impóngale la pena de veinte años de prisión por el delito se insubordinación”. En esta ocasión, el señor Carranza, mirándome, le preguntó al general Pesqueira: “¿Y este joven quién es?”, a lo cual contestó el interpelado: “Es un estudiante de Leyes que se vino con nosotros de la Ciudad de México, y ya sólo le falta recibirse”. El Primer Jefe, en tono grave, me dijo: “Recíbase usted, joven, porque la Revolución necesita abogados”. En el mes de julio de 1915, cuando la columna militar al mando del divisionario don Pablo González recuperó la Ciudad de México, y ya con el grado de Mayor, recibí la comisión, del señor Subsecretario de Guerra encargado del despacho, Ignacio L. Pesqueira, para venir a la Ciudad de México con el fin de organizar las oficinas de dicha dependencia, y en el mes de octubre de 1915, precisamente el día 2, un día antes de cumplir los 24 años de edad, presenté mi examen profesional de abogado, siendo mis Jurados los eminentes juristas Agustín Rodríguez, Emilio Rabasa, Miguel S. Macedo, Manuel María Dávalos y Fernando González Roa. Tan luego como me aprobaron en el examen profesional me trasladé a mi domicilio, con el fin de participar a mi madre aquel acontecimiento, y estrechándola en mis brazos le dije: “Madre, tus desvelos y tus sufrimientos de tantos años se han visto coronados gracias a tus esfuerzos”. Mi madre, al estrecharme emocionada, exclamó: “Dios ha recompensado mis desvelos, sigue siempre el camino de la rectitud, nunca pierdas la fe y no desmayes ante los golpes de la vida, que a veces es cruel, pero que para quien se porta bien, siempre es generosa”. 61 Al día siguiente de recibirme fui nombrado, por acuerdo del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, y por recomendación del general Ignacio L. Pesqueira, Subjefe del Departamento de Justicia Militar, con la asimilación de General Brigadier y sueldo entonces de $28.00 diarios. Fue éste el primer nombramiento que tuve ya como profesional. Nación puede sufragar, pero no por ello dejará de ser una exigencia que los asuntos oficiales a ellos encomendados deberán reclamar toda su atención. En este sentido, servir al país deberá conceptuarse una de las formas a que nos llama el patriotismo. Así se conseguirá cortar las justas críticas, para aquellos que usan de los puestos públicos y de la influencia que su desempeño confiere como un mero instrumento de medro personal. En el empleo de Subjefe del Departamento de Justicia Militar duré pocos meses. Tuve alguna dificultad con el licenciado José Almaraz, entonces titular de dicha dependencia y en el mes de marzo de 1916 presenté mi renuncia con el carácter de irrevocable. El licenciado Almaraz no quería aceptarme dicha renuncia y durante algunas semanas estuvo sin dar cuenta de ella al general Pesqueira, quien me llamó a su despacho para insinuarme la conveniencia de que continuara en aquel cargo. Supliqué al general Pesqueira que me aceptara la renuncia, pues por ningún motivo deseaba seguir en el Departamento. Aquello no me alejó del licenciado Almaraz, pues nuestra amistad siguió siempre inalterable y en el año siguiente fue aún más estrecha, en mérito de lo cual y dadas sus capacidades, cuando me hice cargo de la Presidencia de la República, lo designé Jefe del Departamento de Prevención Social, en cuyo puesto pudo desarrollar por primera vez en México interesantes actividades de carácter social. Sumándose al respeto que de esta forma merezcan los funcionarios de la Federación, el Gobierno, como entidad, fincará su respetabilidad en una prudente administración de los recursos del país. La nivelación de los presupuestos que para 1929 está ya lograda como resultado de los desvelos y la energía del presidente Calles, será norma inmutable que rija la política hacendaria de la administración, y que asegure, sin angustia, el desarrollo del programa de Gobierno, y el cumplimiento de sus compromisos interiores y exteriores; mi administración reconocerá, como una de las bases fundamentales de su programa, continuar y desenvolver la educación de las masas del pueblo. En el mes de marzo de 1916 me trasladé al estado de Sonora en unión de los abogados Gilberto Valenzuela, Joaquín Ruiz y Francisco Lacroix Rovirosa. En esa época se hallaba al frente del Gobierno en esa entidad federativa el señor general don Plutarco Elías Calles y era Secretario de Gobierno el íntegro revolucionario don Enrique Moreno. Valenzuela, Lacroix Rovirosa y yo fuimos nombrados Magistrados del Tribunal Superior de Justicia del Estado, y el licenciado Ruiz se hizo cargo de la Procuraduría General de Justicia. La actividad gubernamental que por entonces se desarrollaba en Sonora era muy grande. El general Calles y su Secretario de Gobierno no descansaban un solo momento y puedo asegurar que en esos años, Sonora, además de los estados de Durango, Veracruz, Yucatán y Campeche, era el estado en que con más entusiasmo se implantaba el programa de la Revolución, sobre todo en los renglones de dotación y restitución de tierras a los pueblos y justicia obrera. Conocí entonces al grupo de agrónomos revolucionarios que colaboraban con el general Calles en la realización de la Reforma Agraria, entre otros a Luis León, a Alfredo Romo, a Juan de Dios Bojórquez, a Francisco L. Ter62 En nuestras relaciones exteriores hay poco nuevo que agregar. A través de más de cien años de vida independiente, México se ha caracterizado por su respeto absoluto a los pueblos y a los Gobiernos de los demás países. Este respeto no se ha concretado a reprimir orgullos de superioridad o a moderar afanes imperialistas, sino que se extiende generosamente hasta permitir que lleguen a nosotros, para compartir las ventajas de nuestro territorio, aportaciones del exterior, ya sean éstas en brazos que suplan nuestra escasa población, o en capitales que muevan las fuentes de producción de nuestro suelo virgen. Ciframos parte de nuestro orgullo en ser hospitalarios y generosos, y esta línea de conducta no podrá ser desvirtuada cuando México se prepare para dar un paso definitivo en su evolución. Respetar a los demás países con los que cultivamos relaciones, cumplir con nuestros compromisos en el interior y en el exterior, mejorar la situación de nuestras clases laborantes, vivir dentro de la Ly y afianzar las conquistas ideológicas y económicas de la Revolución, constituyen problemas de tal manera arduos y desproporcionados para mis fuerzas, que no me atrevería a pensar siquiera en acometerlos, si no abrigara la esperanza de que, para realizarlos, contaré con el aliento y con el auxilio de la Nación. Sabemos también que es un imperativo inaplazable mantener a los campesinos en la posesión de sus tierras y continuar el programa agrario de acuerdo con la Ley, para poder crear una clase rural libre y próspera, que sirva inclusive de acicate a la retardataria técnica del latifundismo, el que al no disponer de asalariados paupérrimos, tendrá que hacer evolucionar sus métodos de cultivo, con ventajas indudables para el mismo propietario y para la economía general del país”. 275 Para vulnerar mis propósitos no habrá presión extraña bastante, y no me cuidaré tampoco del tono en que se me adule o se me increpe. Tengo la firme resolución de no usar del poder para constreñir la libertad de expresión, y considero como parte de mis deberes resistir las críticas, aún las más acerbas. Para defender mi prestigio y la misma respetabilidad de mi administración, sólo confío en que el buen juicio de la masa consciente del país sabrá imponerse como moderador, refrenando lo que con mi autoridad no deseo reprimir. Quiero aclarar que, cuando dije que mi Gobierno no fijaría ideología, no quise dar a entender, de ninguna manera, que carecería de ideología. He tenido a gran honor figurar entre los grupos radicales del país y pertenezco a un partido que sustenta postulados avanzados. Pero, en cambio, no creo que las circunstancias en que habrá de desarrollarse mi administración sean las más adecuadas para llegar hasta el fin en el camino que nos hemos trazado. Por eso es que aspiro simplemente a consolidar y avanzar todo lo posible las conquistas de que podemos ufanarnos. Si al terminar mi Gobierno, el país conviene en que no dejé perder ninguna de las ventajas logradas por las administraciones de Obregón y Calles, y si conviene también en que, sin salirme de la Constitución que nos rige, no hubo un solo día en que no pugnara por cumplir con lo que disponen los artículos 27 y 123 de nuestra Carta Magna, bastará con sólo eso para que considere saldada mi responsabilidad. Una novedad sí quiero que caracterice mi administración. El proceso de organización por el que forzosamente ha tenido que pasar la Revolución para convertirse en Gobierno, ha debido atar lazos de afecto, que sólo defecciones o claudicaciones visibles han podido aflojar. Si la autocrítica es signo de fortaleza, y si nuestra Revolución es ya fuerte, como yo no lo dudo, no hay inconveniente para que proclamemos el error en que hemos incurrido, obligados en parte por las circunstancias, al integrar, en parte también, “Gobiernos de amigos”. Para obrar así se han relegado a segundo término razones de capacidad y en ocasiones —¿por qué no decirlo?— razones de probidad. Los hombres que saben ser leales a los hombres deben ser reemplazados por los hombres que saben ser leales a las instituciones, y como el país quiere el triunfo de la Revolución, y como ningún lazo de afecto personal puede hacer olvidar las convicciones arraigadas a través de toda una vida, creyendo como creo que la existencia, dentro del poder, de elementos cuya ideología sea retardataria perjudica la unidad y dificulta la marcha de la administración, procuraré —y ésta es otra de mis declaraciones terminantes— que sólo figuren a mi lado personas identificadas con la Revolución. Juzgaré también condición indispensable la de que mis colaboradores se dediquen única y exclusivamente al servicio del país. Tal vez muchos de ellos estén capacitados para derivar, de negocios particulares, ingresos muy superiores a las modestas retribuciones que la 274 minel, a Francisco García Robledo, a Gregorio Díaz, a Apolonio Guzmán y al “Cabezón” Nájera, que no desmayaban en su labor para dotar de tierras a los pueblos de Sonora. También tuve íntima amistad con el Director General de Educación Pública, don Luis G. Monzón, eminente revolucionario que hasta los últimos instantes de su vida profesó su ideología avanzada en materia social y política. En el mismo tren en que hicimos el viaje a Sonora, iba un grupo como de sesenta profesores, que habían sido contratados por el Gobierno de Sonora para desarrollar una amplia labor educativa. Recuerdo de entre ellos a los maestros más afamados del Distrito Federal, como la maestra Luz Vera, Eulalia Guzmán y el profesor Arnulfo Martínez Rendón. Los abogados Valenzuela, Lacroix Rovirosa, Ruiz y yo fuimos comisionados por el general Calles para hacer la revisión de las Leyes Penales y Civiles; presidió la Comisión el licenciado Enrique Moreno, con quien trabajamos intensamente, y terminamos los proyectos de reformas a los Códigos Civil, Penal, de Procedimientos Civiles y Penales, y de Organización de los Tribunales. A principios de octubre me vine a la Ciudad de México, siendo nombrado Abogado Consultor de la Secretaría de Guerra y Marina, de cuya dependencia era titular el señor general don Álvaro Obregón. Tal nombramiento obedeció a una recomendación que hiciera a mi favor el general Calles, cuando el general Obregón se dirigió a él pidiéndole le recomendara a algún abogado. Se hallaba como Jefe del Departamento Jurídico de la Secretaría mi dilecto y buen amigo, el señor licenciado don Arturo H. Orcí. El señor general Obregón me comisionó para que, en unión de los abogados Arturo H. Orcí, Juan José Espejo y Lorenzo Roel, hiciéramos una revisión de las leyes militares, y en muy pocos meses llegamos a formular los proyectos que fueron sometidos a la consideración del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, y con quien tuvimos algunas entrevistas para informarle de las reformas que proponíamos. A fines de 1916 y principios de 1917 se iniciaron los trabajos preparatorios para la elección de Diputados, Senadores y Presidente de la República. Finalizaba el Congreso Constituyente que elaboró la Constitución actualmente en vigor, y al presentarme como candidato a Diputado por el Distrito de Tampico, resulté electo por una gran mayoría de sufragios a la XXVII Legislatura Nacional. 63 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Meses antes de la reunión del Congreso Constituyente de Querétaro, se fundó el Partido Liberal Constitucionalista, cuyas oficinas se encontraban en el antiguo Jockey Club del Distrito Federal, la “Casa de los Azulejos”, situada en la esquina de las calles de Madero y Condesa. Las asambleas eran tormentosas. A ellas asistían los más destacados generales y civiles de la época: Obregón, González, Hill, Alvarado, Estrada, Serrano, Jesús M. Garza, Ramírez Garrido, Sáenz, García Vigil, Suirob y muchos más, los constituyentes licenciado Rafael Martínez de Escobar, ingeniero Juan de Dios Bojórquez, ingeniero Eduardo Hay y los eminentes oradores Jesús Urueta, Rafael y Juan Zubarán, José Inés Novelo, Roque Estrada, Jesús Acuña, Claudio N. Tirado, Herminio Pérez Abreu, Cutberto Hidalgo y muchos más. Se discutían asuntos verdaderamente trascendentales para el país y la oratoria se deslizaba enérgica y viril, inflamando los ánimos de las ochocientas o mil personas que asistíamos a las sesiones. Recuerdo que se trató durante varias reuniones si procedía la reelección del señor Carranza. Muchos se opusieron a ello, tildándola de ser una violación al principio de la “No Reelección”. García Vigil era el abanderado de aquella tesis y hubo momentos en que la Asamblea se inclinaba a su favor. Por fin, tras de algunas discusiones que duraron hasta muy avanzada la noche, se aprobó que por esa sola vez, y dado que el señor Carranza había jefaturado un movimiento revolucionario, en virtud de cuyo triunfo se hallaba al frente del Poder Ejecutivo, su elección no entrañaba ninguna violación al principio por el que se venía luchando y se había derramado tanta sangre. CAPÍTULO XXVIII RESUMEN DE MI LABOR EN LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA A l protestar como Jefe del Ejecutivo el día 30 de noviembre de 1928, consideré mi deber dar a conocer a la Nación, sintéticamente, el programa que me proponía desarrollar. Fue la primera vez en la historia que un Presidente, antes de la protesta de ley, dirigiera un mensaje a la Nación. Expresé lo siguiente: “Las condiciones en que fui designado para ocupar la Presidencia de la República, y muy principalmente las condiciones en que habrá de desarrollarse el interinato, me obligan a meditar sobre la grave responsabilidad que pesa sobre el Gobierno que me tocará presidir, y me sugieren la conveniencia de aprovechar esta ocasión, cuya solemnidad a nadie puede escapársele, para externar conceptos que precisen mi más íntimo sentir, en lo que respecta a la obra que me propongo desarrollar en la primera Magistratura de la Nación. Pero antes quiero consignar que, si rompo con la tradición del ceremonial establecido para la protesta, no es por vanidoso y mezquino afán de singularizarme, sino porque pienso y creo, de la manera más absoluta, que el interinato que a mí me toca desempeñar se aparta diametralmente de todos los anteriores y amerita que se analice, ante la Nación entera, para que todos y cada uno de los ciudadanos puedan formarse juicio exacto de una situación, cuyo conocimiento no puede ser privilegio del reducido grupo de personas que deban colaborar en mi administración. A este respecto, quiero simplemente decir que todos mis antecedentes son de hombre definido, que nunca vacila para tomar su campo ni para ser de los primeros en tomarlo; todos reconocerán, por tanto, que si hoy no me declaro partidarista, es porque mi deber así me lo impone. 64 273 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. México se cuiden de cometer error tan lamentable; en primer lugar, porque no es debido que los puestos públicos se den exclusivamente a gentes del estado de donde es originario el Presidente, puesto que en los demás estados de la República también hay gentes capaces y honorables para desempeñar esos puestos. Recuerdo que por el año de 1926, cuando se agregó el tercer piso al Palacio Nacional, creo que mi distinguido amigo, el talentoso caricaturista ya finado, Ernesto García Cabral, publicó en “Excélsior” una caricatura. Eran dos peladitos que estaban viendo un andamiaje que se fabricaba para las obras. Uno de ellos le preguntó al otro: “¿Qué están haciendo en el Palacio Nacional?” El otro te contestó: “Lo están enhuacalando para llevárselo a Sonora”. CAPÍTULO VI LA LUCHA ELECTORAL EN TAMAULIPAS EN 19182 El mismo general Obregón, que era tan festivo y tan ingenioso, en alguna ocasión que se habló de este tema, expresó: “Ya párenle, estamos dejando solo a Sonora”. E Los candidatos, generales Luis Caballero y César López de Lara. Al verificarse las elecciones se establecieron dos Legislaturas. La Secretaría de Gobernación las desconoce. Entrevistas en la casa del general Pablo González, de los generales Caballero y López de Lara. Balazos en el Bosque de Chapultepec. Levantamiento del general Caballero. Entrevista del general Caballero con el que escribe, ya Gobernador del Estado de Tamaulipas. n el año de 1917 se inició en Tamaulipas la campaña electoral para la renovación de los Poderes Federales. Venía usufructuando justificadamente el Gobierno la facción caballerista, que reconocía como jefe al general de brigada Luis Caballero, militar de más alta graduación que en Tamaulipas encabezara el movimiento constitucionalista. A las órdenes de Caballero figuraban los generales Emilio P. Nafarrete, Eugenio López, Ricardo Cortina, Juan D. Cortina y otros más que habían tomado parte activa en la lucha armada, y que sin duda tenían méritos como buenos y valientes soldados. En el grupo militar que se oponía a Caballero estaban los generales César López de Lara, Juan J. Guerra, Alberto y Francisco Carrera Torres, representantes de las nuevas tendencias renovadoras en el estado. Habían figurado también en Tamaulipas los generales Antonio Medina, valiente y gran soldado, así como Rafael Cárdenas, quienes después se fueron al estado de Puebla, en donde se pusieron a las órdenes del caudillo Juan Francisco Lucas, que dominaba la sierra del estado y tenía a sus órdenes algunos miles de hombres armados. 272 65 El general Caballero estableció en Tamaulipas un verdadero cacicazgo. El grupo que lo rodeaba, como sucede siempre cuando el jefe no tiene la capacidad y la cultura para imponer a la política una orientación adecuada, inició una era de persecuciones y de violencias en contra de los revolucionarios que no estaban de acuerdo con el orden de cosas establecido. pitalinos el día 6 de septiembre del año en curso, por lo que di a la prensa la siguiente nota: Es verdad que el general Caballero, gracias a los buenos consejos de un grupo muy distinguido de maestros normalistas, entre quienes se puede citar a Lauro Aguirre, Alfredo Uruchurtu, Arturo Pichardo y otros más, dio fuerte impulso al ramo de educación, introduciendo nuevos métodos pedagógicos en las escuelas primarias y Normal del Estado. Todavía se recuerda con gratitud la labor de estos grandes maestros, pero en las demás ramas del Gobierno no se hizo nada que prestigiara aquel régimen. Esta ventolera ha provocado declaraciones de toda índole; los directivos de la Asociación de Parlamentarios hicieron la aclaración de que no se hacían solidarios de lo que yo había dicho. Inútil declaración, pues yo nunca he necesitado respaldo de nadie para lo que diga. Lo malo fue que los directivos de ese grupo, muy respetable, pusieron firmas de compañeros que no firmaron; entre éstos recuerdo a Genaro Vázquez, a Rafael Dávila Reyes, a Manuel Riva Palacio y algunos más. Esto no tiene importancia, y sólo revela el temor que se tiene de oír hasta lo que otros dicen. El latifundismo quedó intacto y los grandes propietarios siguieron explotando sus haciendas en igual forma que durante la época porfiriana. No se entregó a los campesinos una sola pulgada de tierra. Es de reconocerse que en aquellos años —1915 a 1918— los únicos Gobiernos que se distinguieron en la República por cumplir los postulados de la Revolución fueron el de los generales Calles, en Sonora; Alvarado, en Yucatán; Cándido Aguilar, en Veracruz; Pastor Rouaix, en Durango; y Joaquín Mucel en Campeche. Los demás, o no entendían lo que era la Revolución, o se coludieron con las fuerzas reaccionarias representadas por el Clero y los latifundistas. Lo que siento positivamente es que mi muy distinguido amigo, el señor licenciado Aarón Sáenz, se haya guiado por la primera impresión para interpelarme públicamente sobre lo que dije, pues seguramente leyó lo que yo no dije. La pasividad del Gobierno caballerista para cumplir el programa social de la Revolución motivó que en el Cuarto Distrito del estado, cuya cabecera era Tula, los revolucionarios Francisco y Alberto Carrera Torres se levantaran en armas, exigiendo tierras para los campesinos. Alberto Carrera Torres fue el autor de la Ley Agraria expedida en el año de 1913, que constituye un verdadero acierto, pues en dicha Ley se establecen ya las Comisiones Agrarias que deben proceder a la repartición de las tierras. Posteriormente Alberto Carrera Torres, maestro de escuela y gran revolucionario que había iniciado en Tamaulipas en el año de 1910 la Revolución Maderista, fue hecho prisionero, sometido a Consejo de Guerra en Ciudad Victoria, y fusilado bajo el régimen caballerista. Alberto Carrera Torres fue sin duda uno de los precursores del agrarismo en Tamaulipas. Luchó denodadamente a favor de los campesinos y su memoria es recordada con veneración por los tamaulipecos. Su hermano Francisco S. Carrera fue uno de los más distinguidos militares que prestó emi66 “Con motivo de lo que expresé el miércoles 4 de septiembre próximo pasado en la comida de los Parlamentarios, a la que fui invitado de honor, se ha levantado una ventolera por lo que dije y por lo que no dije. De los diarios de la capital, los únicos que publicaron la versión exacta de lo que yo dije fueron “Excélsior” y “Novedades”. Los demás publicaron lo que yo no dije. Para mí, Obregón y Calles han sido, junto con don Venustiano Carranza, los tres más grandes productos de la Revolución Mexicana, y dudo que haya alguien que, después de muertos, haya defendido tanta y tan apasionadamente su memoria como yo. Vivos, fui muy parco para loarlos, pero muertos, he sido quien más ha defendido su obra. De Obregón he dicho que fue quien empezó el programa avanzado de la Revolución; que en momentos difíciles defendió con gran patriotismo la soberanía de México y con videncia inició la reforma agraria y obrera que nadie se había atrevido a iniciar. Del general Calles he dicho que fue quien ideó el programa constructivo de la Revolución, quien defendió con patriotismo la integridad de México, y que ha sido el mejor estadista, hasta estos momentos, de la Revolución Mexicana. Es falso también que haya tenido una sola palabra de censura para el presidente Alemán. Traer a la memoria un hecho histórico, como el expresado en los párrafos transcritos, asentar que fue un error de los grandes de Sonora llevar al presupuesto de la Nación a un porcentaje muy grande de sonorenses, es algo que nadie puede negar, y esto fue lo que dije, y lo dije precisamente para que en el futuro los nuevos hombres que habrán de gobernar a 271 asunto, puesto que yo lo único que deseaba era que el estado saliera de la anarquía y del desgobierno a que había llegado. Dos o tres semanas después, encontrándome en Mexicali, el Gobernador de la Baja California, licenciado Braulio Maldonado, me contó el desenlace de aquel sainete que se había iniciado en Los Pinos en pláticas con don Adolfo Ruiz Cortines. “¿Usted sabe — me dijo Braulio Maldonado— por qué al fin no quitaron a Terán?”. “No” —le contesté—. “La cosa es muy sencilla —dijo—, vinieron en avión especial el licenciado Horacio Terán y el licenciado Rogelio de la Selva, y en pláticas que tuvieron en el rancho del señor licenciado Alemán, le hicieron conocer la decisión que había tomado el presidente Ruiz Cortines, suplicándole que interviniera en su favor. El licenciado Alemán tomó el teléfono, habló con el Presidente, y todo lo que me había manifestado don Adolfo Ruiz Cortines y su Secretario de Gobernación, licenciado Carvajal, quedó anulado”. Seguir comentando su artículo haría esta carta interminable y no quiero alargarla más. Sólo deseo reiterar a usted mi gratitud por lo que, sin dejar de atacarme, con rudeza, constituye para mí el mejor elogio que he recibido en toda mi vida”. Las declaraciones que motivaron el artículo del ilustre periodista Díaz Ruanova y que aparecieron en todos los diarios de la capital, dicen en su parte relativa lo siguiente: “Y al referirse el presidente Ruiz Cortines en su informe al continuismo personalista, seguramente tuvo presente algunos episodios de nuestra Historia Patria. Posiblemente recordó el continuismo personalista de la dictadura, que causó tan grave daño al caudillo de Tuxtepec, cuando sus incondicionales se empeñaron en sostener consecutivamente y por varios periodos la candidatura de don Ramón Corral y, posiblemente también, vino a su mente el continuismo sonorense, que no dejó de menguar el prestigio de Obregón, de De la Huerta y de Calles, cuando llenaron las nóminas del Presupuesto Federal con elementos del estado del que eran nativos, como si en las demás entidades federativas no hubieran hombres capaces para desempeñar las más altas y las más modestas funciones de la vida pública”. Con este continuismo se despertó en todas partes el celo natural y se censuró severamente a aquellos tres grandes valores de la Revolución. La nación estaba cansada ya de sonorismo. Con este motivo, los directivos de la Asociación de Parlamentarios de la Revolución hicieron algunas aclaraciones y mi estimado amigo, el señor licenciado don Aarón Sáenz, me interpeló públicamente a través de los diarios ca270 nentes servicios a la Revolución, y al lado del gran revolucionario, general Saturnino Cedillo, contribuyó eficazmente con fuerzas agraristas de San Luis Potosí y de Tamaulipas, a sofocar la rebelión cristera en el año de 1929. En el aspecto obrero, los trabajadores de Tampico siguieron sometidos a la tiranía de los gerentes de las compañías petroleras; eran apoyados por altos militares, que recibían grandes subsidios. Se dio el caso, en el año de 1917, que una huelga fue disuelta por la fuerza y enviados en calidad de prisioneros a Querétaro, por el Gobernador del Estado, general Alfredo Ricaud, los obreros Andrés Araujo, Alejandro Berman y otros, tocándome a mí hacer la defensa de estos trabajadores en la tribuna de la Cámara de Diputados. El general Ricaud, indignado por los ataques que le hice, estuvo a punto de cometer un atropello conmigo en uno de los viajes que hice a Tamaulipas. El cacicazgo caballerista no permitía ningún movimiento electoral en el estado. De allí que quienes se le oponían, tenían que salir de Tamaulipas o someterse a la voluntad despótica de aquel Gobierno. Como consecuencia, la lucha política que se inició entre los partidos que apoyaban al general Caballero y al general López de Lara llegó a tener tintes de violencia y de tragedia. Se inició la lucha a fines de 1917. Fue sangrienta, en virtud de que todos los Ayuntamientos habían sido nombrados por el partido que dirigía el general Caballero, quien tenía fuerzas rurales a sus órdenes organizadas en todo el estado. Además, la Jefatura de Operaciones Militares, que siempre estuvo comandada por algún general adicto a aquel régimen, tomó parte muy activa en aquella contienda. El civismo del pueblo tamaulipeco se hizo patente durante los cuatro años que duró la campaña electoral; en Tampico, Ciudad Victoria, Laredo, Matamoros, y aún en pueblos apartados, sin comunicación, se organizaron clubes políticos. Sin temor, los ciudadanos que los integraban lucharon incansablemente, con el fin de liquidar aquella situación de malestar que existía en Tamaulipas. Es verdad que para evitar tanto atropello, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, nombró sucesivamente a los generales Gregorio Osuna y Alfredo Ricaud para que se hicieran cargo del Gobierno Provisional, en el año de 1917, el primero y en 1918, el segundo. Pero como no tenían ninguna fuerza militar a sus órdenes, ni los obedecía nadie, se limitaban a lo que les era posible: a dar escasas garantías a los partidarios del general López de Lara. 67 En esa lucha electoral participaron los dos grandes partidos que venían luchando en Tamaulipas desde la época del general don Servando Canales en el año de 1870: el Partido Liberal o Verde y el Partido Democrático, que ostentaba el color rojo como distintivo. El primero representativo de las clases conservadoras, y el segundo impulsaba en su programa la renovación social, económica y política de las masas. La candidatura del general Caballero era apoyada por los latifundistas, por los viejos elementos del porfirismo y, sin duda, también por una parte del pueblo. López de Lara contó con el apoyo entusiasta de los trabajadores de Tampico, de Laredo, de Matamoros, de Ciudad Victoria y con sectores muy importantes de la población civil. En el puerto petrolero, el Gremio Unido de Alijadores, los sindicatos petroleros, los tablajeros, los poseedores y los comerciantes en pequeño secundaron el movimiento político del que me tocó ser uno de sus directores. Los campesinos no despertaban todavía; eran peones sujetos al régimen de la hacienda y obedecían los mandatos de los propietarios. A ellos no llegaba la propaganda política y sólo en algunos centros rurales se conocía el movimiento electoral. Solamente dos hacendados estuvieron con nosotros: los hermanos José y Jacobo Martínez, que por su actitud valiente fueron víctimas de las arbitrariedades del gobierno caballerista. El entusiasmo de la campaña fue extraordinario durante los años de 1917, 1918, 1919 y 1920. El saldo de muertos y heridos fue numeroso. En Ciudad Victoria nos atacaron los pistoleros del Gobierno del Estado cuando estábamos en el kiosco de la plaza dirigiéndonos a nuestros partidarios; hubo como consecuencia de ese ataque varios muertos y numerosos heridos. En Tampico se repetían todos los días los zafarranchos; pero el pueblo seguía firme y valiente en la campaña. Las elecciones tuvieron lugar el día 27 de marzo de 1918. Para evitar algún choque, el presidente Carranza dispuso que el general Caballero, que tenía a su cargo la Jefatura de Operaciones Militares en la Huasteca, no saliera de Pueblo Viejo, Veracruz, y que el general López de Lara permaneciera en la ciudad de Linares, N. L. La Legislatura local se instaló el día 11 del mes de febrero de 1918, habiendo concurrido a la Asamblea seis diputados caballeristas y seis lopezlaristas, quedando sólo pendiente por discutirse la credencial del diputado por Matamoros. Me tocó intervenir en representación del grupo lopezlarista y 68 Es la primera vez que hago alusión de lo que he hecho en bien de mi estado, pero como usted es un hombre comprensivo y humano, entenderá cuál es el móvil que me anima para hacer una declaración de esta naturaleza. De lo anterior puede usted deducir que el cacicazgo portesgilista, que duró 25 años y que impuso una filosofía de aspiración socialista realizando promesas, sigue agitando el corazón de los campesinos y de los trabajadores, porque ellos saben que durante mi gestión se repartieron tierras de las que ahora son propietarios; se lograron ventajas en todos los órdenes y se creó un espíritu de alto civismo y de libertad que mucho influyó para que el pueblo de aquella entidad tenga inquietudes y quiera a todo trance seguir ejercitando sus derechos ciudadanos. Tal es en síntesis lo que se ha dado en llamar cacicazgo portesgilista y que fue calumniado por algunos políticos de la Ciudad de México, que tenían interés en que la organización se liquidara para apoderarse del estado, y que cayera en manos de traficantes que sólo fueron a enriquecerse durante diez largos años. Dichos gobernantes, que fueron el señor general don Raúl Gárate y el licenciado Horacio Terán, llevaron la consigna de algunos magnates de la Ciudad de México de destruir lo que ellos llamaban el portesgilismo. Los campesinos, los trabajadores y los líderes de dichas organizaciones sufrieron prisiones, atropellos y asesinatos. Estando en la Presidencia de la República el señor don Adolfo Ruiz Cortines, fui llamado por él a Los Pinos. En su presencia, me manifestó que ya el Gobierno Federal no podía soportar la serie de atropellos e inmoralidades que venía cometiendo el licenciado Horacio Terán. Que había resuelto pedirle la renuncia a fin de que se nombrara un Gobernador Sustituto. Agregando: “Pero quiero que usted me dé el nombre de la persona más indicada para sustituirlo”. A esto le manifesté que yo no podía darle nombre de ninguna persona. Que él y la Secretaría de Gobernación conocían a muchos tamaulipecos capaces de desempeñar tales funciones, y que yo no quería ser responsable de la actuación de la persona que fuera designada para ese cargo. Al día siguiente, hablando con el señor licenciado Ángel Carvajal, Secretario de Gobernación, me ratificó lo dicho por el señor Ruiz Cortines, habiéndome pedido también le sugiriera el nombre de la persona que debía sustituir al licenciado Terán. Igual contestación di al licenciado Carvajal. Yo entonces no tenía ningún puesto en el Gobierno. Carvajal me manifestó que ya había hablado con el licenciado Terán para que pidiera una licencia indefinida, pero como pasaron algunas semanas sin que se realizara el cambio, dejé de interesarme por este 269 entusiasta; porque ellos elegían a sus Ayuntamientos, a sus Diputados, a sus Senadores, y cuando algún funcionario, abusando del poder, se extralimitaba en sus funciones, el Partido Socialista Fronterizo —que era el común denominador de esas organizaciones— pedía públicamente su destitución. Dice usted, señor Díaz Ruanova, que puedo no ser simpático a los tamaulipecos, y en esto no tiene usted razón. Seguramente usted no conoce mi estado y a ello se debe su afirmación. Debo decirle que mi mayor orgullo en la vida es haber podido gobernar con el cariño de la inmensa mayoría de mis paisanos. Y si no voy con frecuencia a mi terruño, es porque deseo evitar las manifestaciones que todas las clases sociales me prodigan. Esto, naturalmente, tiene su razón de ser. Siempre, desde mi lejana mocedad, allá por el año de 1909 en que me inicié en las andanzas políticas, pero sobre todo a partir de 1915, en que tuve el primer puesto importante en el Gobierno de la Revolución, he servido a mi estado y a sus habitantes, ayudándoles en sus necesidades; en sus escuelas, en sus ejidos, en sus hospitales. Desde hace más de 30 años he venido sosteniendo de mi peculio a estudiantes en las facultades. Mis mayores atenciones son para mis coterráneos, sobre todo para los humildes, para quienes mi bufete y mi casa están siempre abiertos. Hace dos años doné al Hospital Antituberculoso de Tampico una propiedad rústica que había adquirido con el producto de mi profesión, y que al ser rifada, en combinación con la Lotería Nacional, produjo para el hospital más de un millón de pesos. También doné cien mil pesos para los damnificados del último ciclón. Doné también un terreno de 1,800 metros para la construcción de una escuela en la Colonia del Recreo del puerto de Tampico. Dicho terreno tenía en aquella época un valor de $100,000.00. Los vecinos del barrio acordaron poner el nombre de mi esposa a dicha escuela, a lo cual yo les supliqué que por ningún motivo lo hicieran. Tengo la amarga experiencia —les dije— de que los retratos y los nombres que se ponen cuando se está en el poder, suben y bajan según las altas o bajas de los funcionarios. El año de 1946, en el mes de marzo, invitado por profesores y estudiantes de Tamaulipas, hice una gira por varios municipios, exhortando a los tamaulipecos para que contribuyeran a fin de que se establecieran Institutos Tecnológicos en Tampico, Madero, Laredo y Matamoros. Se reunió una cantidad importante, y a cada uno de los patronatos que se formaron, remití $25,000.00, habiéndose logrado en Tampico la fundación del Tecnológico, y en Ciudad Madero se inició el mismo Instituto, que después fue construido por el Gobierno Federal. En el ejido Tancol, por aclamación, los campesinos le pusieron el nombre de mi madre a la escuela. Yo me opuse, pero al fin, esto sucedió. Después, una persona ajena al ejido hizo que se le quitara el nombre a dicha escuela, y que le pusieran el suyo. 268 discutir con el general Emiliano P. Nafarrate, que jefaturaba al grupo caballerista, sobre cómo debería instalarse el Congreso, procediéndose desde luego a la elección de la Mesa, que quedó en poder del grupo que yo representaba. Ante aquella derrota, el grupo caballerista abandonó el salón, que quedó en poder nuestro, habiéndose instalado los diputados de la minoría en la calle frente al edificio oficial. Así se inició en Tamaulipas, por primera vez, una doble Legislatura, ejemplo que también siguieron otros estados de la República. Las fuerzas que custodiaban el local del Congreso dependían de la Jefatura de Operaciones Militares, de la que era titular el general Eugenio López, segundo del general Caballero en el comando de las fuerzas revolucionarias de Tamaulipas. Cada una de las Legislaturas declaró triunfante a sus respectivos candidatos. Ahora bien, como al general Ricaud no le convenía entregar el Gobierno de su cargo, pues ya se había encariñado con tan productivo puesto, mal informó al Gobierno Federal, recomendando que no se reconociera a ninguna de las Legislaturas que se habían instalado, y de sus pistolas desalojó del local a los diputados del grupo lopezlarista y mandó sellar las puertas del edificio. Al comunicar las dos Legislaturas a la Secretaría de Gobernación su instalación, el licenciado Manuel Aguirre Berlanga, titular de la misma, telegráficamente le dirigió el siguiente mensaje: “Con motivo de las elecciones a poderes del estado de Tamaulipas, instalándose dos Asambleas, cada una de las cuales pretendía ser la legítima Junta Preparatoria del Congreso; como resulta absurdo que haya en un mismo estado dos Congresos y el Ejecutivo no puede calificar cuál de las dos agrupaciones que se dan ese nombre es la legítima, porque sería tanto como revisar los actos de las mismas, el Gobierno Constitucional y Pre-Constitucional del Estado no reconocen a ninguno de los dos grupos que se constituyeron en Congreso Local, ni los actos de ellos. Cada una de las Asambleas ha declarado Gobernador al candidato de su partido, general López de Lara y general Luis Caballero, respectivamente, y lo han comunicado a los Gobiernos Federal y del Estado. Por tanto, el primero, como el local, no reconocerá a ninguna de esas declaratorias por los motivos expresados. La paz pública será mantenida inalterable en el estado. Salúdolo. El Secretario de Gobernación, Aguirre Berlanga”. Ante esta resolución del Gobierno Federal, y el aviso que me dio el entonces coronel Carlos Real, para que saliera inmediatamente de Ciudad Vic69 toria, porque creía que algo se tramaba en mi contra, me trasladé a la Ciudad de México, donde se estaba tratando el caso electoral de Tamaulipas. En efecto, el día 29 de marzo de 1918 se celebró en la casa del general Pablo González una junta, a la que asistieron, a invitación del mencionado jefe militar, los generales César López de Lara y Luis Caballero. En dicha junta estuvieron presentes, además, los señores general y licenciado don Pablo A. de la Garza, Procurador General de la República y el doctor don Luis G. Cervantes, distinguidos profesionistas que habían militado en el cuerpo del Ejército del Noreste. La casa que habitaba el general González estaba situada en la actual Calzada de Insurgentes, frente a la Estación de Buenavista. Acompañamos al general López de Lara, además del que escribe, el diputado Eliseo L. Céspedes, el mayor Ramón Elizondo y el capitán Mata, hijo del ilustre periodista don Filomeno Mata. La entrevista tuvo lugar a las cuatro de la tarde, y después de la consiguiente sugestión que hiciera el general González, recomendando a los candidatos ponderación y patriotismo, el general López de Lara hizo las siguientes proposiciones: 1ª. Que a fin de no distraer ni causar entorpecimientos en la política general del Gobierno de la Unión, y evitar al mismo tiempo trastornos al estado de Tamaulipas, sugirió que, dada la reputación de honradez, rectitud de miras y de principios que caracterizan en lo individual a cada uno de los Magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de común acuerdo ambos candidatos designan a los expresados señores Ministros para que, no con el carácter que les da su alta investidura, ni mucho menos constituidos en Tribunal Pleno, sino formando un Comité Arbitral privado, se sometiera a su laudo la solución de la contienda electoral. Habiendo sido rechazada por el general Caballero esa primera proposición, formuló la segunda, concebida en los siguientes términos: 2ª. Que haciendo un sacrificio de los intereses personales, se firmarán las bases de un convenio por el cual ambos candidatos renunciarán a los derechos electorales que pudieran pertenecerles, dando con ese acto una prueba del patriotismo que los animaba, lo cual redundaría por el bienestar futuro del estado. 70 política sin programa alguno, teniendo en cuenta solamente sus buenas intenciones y sin el cambio de impresiones a que estábamos acostumbrados con los presidentes Obregón, De la Huerta, Calles, Ortiz Rubio y Cárdenas. El título que usted me da de “Ave Negra de la Revolución”, no es el correcto que me aplicó el general Almazán allá por el año en que fue candidato presidencial. Él me llamó en sus discursos el “Papa Negro de la Revolución”, y no sé si sería por el color que con orgullo ostento, pues no me reprocho haber dado algún mal consejo, ni haber cometido la menor deslealtad a los presidente Obregón, De la Huerta, Calles, Ortiz Rubio, Rodríguez y Cárdenas, con quienes me he honrado toda la vida de haber colaborado. Habla usted en su artículo del cacicazgo portegilista que duró en Tamaulipas 25 años, y que fue minado por el tiempo. Tiene usted razón en afirmar que el tiempo y — agrego yo— la corrupción, acabaron con ése que se ha llamado así: cacicazgo portesgilista. En efecto, ya para el año de 1945 en que se desplomaron, no el cacicazgo, sino los hombres que estaban en el Poder en mi estado, la corrupción había minado la administración. A quienes tenían en sus manos el poder no les preocupaba otra cosa que acabar con las organizaciones campesinas y obreras que yo había formado desde el año de 1917, aduciendo como razón, que ellos, los dirigentes del Gobierno, no podían ser instrumentos de Portes Gil y que querían gobernar libremente. Decir esto para justificar sus procedimientos arbitrarios y satisfacer sus apetitos de lucro, significaba una falsedad y una mentira; pues yo nunca manejé a los hombres que me sucedieron ni menos les impuse nada que pugnara con su decoro y con su dignidad. Basta mencionar los nombres de mis sucesores para que quienes los conozcan lleguen a la conclusión de que ellos no se hubieran prestado nunca para que los manejara. Jamás elegí a mi chofer, ni a mi peluquero para algún puesto público y estoy plenamente satisfecho de que quienes desempeñaron el Gobierno de Tamaulipas después de mí, fueron y siguen siendo hombres capaces, honorables y sinceros. De algunos estoy distanciado; pero no dejo de reconocer que el licenciado Francisco Castellanos, que fue mi inmediato sucesor, es un ciudadano ejemplar; que el profesor Candelario Garza, el arquitecto Enrique L. Canseco, el ingeniero Marte R. Gómez y Magdaleno Aguilar tienen virtudes indiscutibles y sirvieron al Estado con honestidad ejemplar. Todos salimos sin haber robado un centavo ni haber negociado con los intereses públicos. Gobernamos a Tamaulipas haciendo sentir la Revolución, repartiendo tierras, haciendo justicia a los trabajadores e impulsando el progreso del estado, no sólo económico, sino político y cultural. Lo que se ha llamado cacicazgo protesgilista fue y sigue siendo una organización agraria y obrera ejemplar y si ese cacicazgo duró 25 años, se debió a que el 80% de la población, especialmente los campesinos, los obreros y la clase media le dieron su apoyo 267 Una cosa no me gusta de usted y perdone mi franqueza al decírselo. A veces hace usted elogios muy merecidos de algunos de nuestros políticos; pero frecuentemente exagera los elogios y su exageración está en pugna con su modo de ser, que revela, ante todo, ponderación y ética al expresar sus ideas. He sido frecuentemente atacado por usted y de ello le estoy muy reconocido; pues estimo un honor que se ocupen de mí, no por el prurito de estar siempre en escena, como usted dice, sino por el muy humano deseo de que se discuta cuanto escribo. No me he aferrado como las “vedettes” a estar siempre en el escenario, puesto que lo abandoné voluntariamente, en plena edad de lucha, cuando cumplía 45 años, sin conocer la amargura de la derrota y, además, sin ningún desencanto ni despecho. Fue allá en el lejano año de 1936 cuando era yo la segunda figura de la comparsa, y tenía, además, la mejor de las posiciones políticas de mi vida. Desde ese año hice pública declaración de no volver jamás a aspirar a ningún puesto de elección o de nombramiento; promesa que he cumplido. Pero también manifesté que tal abstención, que espontáneamente me impuse, no me privaba de exponer mi pensamiento cada vez que se me antojara y siempre que ello significara algún bien, en mi humilde concepto, para la Revolución y para mi Patria. Mi persistencia para no abandonar el escenario obedece también a otra razón: poseo una experiencia que mucho le ha costado a mi país y, aun cuando la experiencia, según la opinión de algún filósofo, se adquiere cuando no sirve para nada; sin embargo, me considero con el deber de dar a conocer de vez en cuando lo que he aprendido en mis andanzas políticas. No son otras las razones por las que me ve usted aparecer de cuando en cuando en el tinglado de la farsa política; como dije en alguno de mis artículos, se va haciendo ya un cenagal tranquilo de aguas corrompidas. Estoy muy contento de haberme colocado al margen de la vida pública; así he podido permanecer tal como soy: sin claudicar en ninguna de mis convicciones, ya que sigo siendo, como hace treinta años, un ferviente agrarista, un entusiasta obrerista, un convencido anticlerical, y continúo pensando que mientras no llegue a la Presidencia de la República un hombre que encauce la Revolución por los mejores senderos, y en tanto no venga un ciudadano que imponga moralidad y ética, seguiremos por el resbaladizo camino de la traición al programa nacionalista de la Revolución, que enarbolamos en el año de 1910, y que muy a pesar de sus postulados, el pueblo sabe que lo estamos engañando al afirmar que seguimos siendo revolucionarios. Estoy contento al margen de la política, porque con el error que cometió el general Calles de querer controlar todo el poder, la Revolución, que era un Gobierno, no de un hombre, sino de un grupo organizado, se convirtió en Gobierno de un hombre, que desarrolla su 266 Esta proposición fue muy bien recibida por los asistentes a la junta, y el señor general y licenciado don Pablo A. de la Garza la apoyó con acopio de razones, ampliándola en el sentido de que la Legislatura de Tamaulipas quedaría integrada por siete diputados pertenecientes a cada uno de los partidos y quienes entre sí designarían un gobernador que desempeñara el cargo, evitándose así mayores interrupciones al orden constitucional del estado. El general Caballero se mostró intransigente en lo absoluto, rechazando de plano dichas proposiciones, y en el curso de sus argumentos profirió frases que lastimaron al general López de Lara, por lo cual éste manifestó que no era aquél el lugar apropiado para esta controversia, dado que se encontraba en presencia de su antiguo jefe, el general González, bajo cuyas órdenes había militado. El general Caballero continuó usando frases insultativas a López de Lara, quien reiteró que no se confundieran las cuestiones personales con las que interesaban al estado de Tamaulipas. Así terminó la junta, con la promesa de que se reunirían nuevamente los dos candidatos y las demás personas que habían concurrido. El general Caballero se despidió primero, y cuando salió el general López de Lara, lo encontró en el patio de la casa, donde se cruzaron frases injuriosas, pero que tendían a dirimir una contienda en el campo del honor. Después el general Caballero invitó a López de Lara a que subiera a su automóvil, a lo cual accedió, muy a pesar de que le sugerí que no debía hacerlo, ya que conocíamos al general Caballero, y éste hubiera sido capaz de asesinarlo. Se inició una discusión dentro del auto de Caballero, pues quería que su contrincante se sentara a la izquierda, a lo cual López de Lara se opuso, diciendo al primero que por cortesía, y siendo suyo el auto, debería cederle la derecha. Con este motivo, el general López de Lara se bajó del vehículo. Después Caballero preguntó a López de Lara si estaba dispuesto a irse a matar con él, a lo que López de Lara contestó que estaba a sus órdenes en el terreno del honor e invitó a éste a que lo siguiera, lo cual hicimos en nuestro automóvil. Pero al llegar a la estación de carga, donde Caballero tenía su carro especial de ferrocarril, paró su automóvil, dándonos cuenta de que un oficial y otros militares subieron al auto de Caballero algunos rifles. 71 Cuando nos percatamos de esta felonía, creíamos conveniente no seguir a Caballero; pero ante el cumplimiento del deber, nos dirigimos a Chapultepec, lugar en que nos había citado don Luis. Después de dar una vuelta completa a la gran avenida, vimos que el auto de Caballero estaba ya parado muy cerca de la casa del Director del Bosque, cerca de donde está el Monumento a los Niños Héroes, y cuando nos detuvimos a diez o quince metros del lugar, de manera salvaje e inesperada nos atacaron por la espalda a balazos, primero con pistola y después con rifle. Yo ni siquiera tuve tiempo de bajar del vehículo, habiendo recibido dos balazos en la cabeza. Afortunadamente para nosotros, el teniente coronel Francisco Aguirre, jefe de la escolta del señor Caballero, recibió un balazo en la frente que le causó la muerte. La pelea duró escasos 20 minutos, y cuando los guardias de Chapultepec se dieron cuenta del mitotito, ocurrieron al lugar, pudiendo aprehender a todos. Acompañaban al general Caballero el teniente coronel Francisco Aguirre, hombre valiente y rápido en el manejo de las armas; el capitán Pablo Villarreal, matoide profesional; un teniente de apellido Carranco, de pésimos antecedentes, y dos oficiales más. Con el general César López de Lara estuvimos el que escribe, el diputado Eliseo L. Céspedes, el mayor Ramón Elizondo y el capitán Mata. El general Caballero se quedó a 20 metros del lugar de los acontecimientos, detrás de su automóvil. Como Caballero se percatara que de comprobarse por las autoridades que él llevaba en su auto algunos rifles le vendrían serias responsabilidades, rápidamente uno de los oficiales condujo a la parrilla de nuestro auto esos rifles; pero con tan mala suerte para él, que el Juez Instructor, después que examinaron las bolsas de parque y las fundas de las carabinas, encontró en una de ellas un documento firmado por el propio don Luis, dirigido al mayor Antonio Caballero, sobrino suyo, así como dos barajas (el general Caballero era muy afecto a los naipes), documento que fue reconocido en el Juzgado por los mencionados señores, prueba irrefutable de que las carabinas y el parque eran de nuestros agresores. La trifulca aquella ocasionó una conmoción en la ciudad; nunca antes se había presenciado un acontecimiento de esa naturaleza. El presidente Carranza pasó a saludar en las oficinas de la Guardia de Chapultepec, a los generales López de Lara y Caballero. 72 tapadismo, en esta hora de figuras acomodaticias, muchos hombres que por su juventud deberían tomar posiciones en la lucha presidencial. Hay quienes interpretan las declaraciones de Portes Gil contra el continuismo como un reto. Si tiene o no tiene autoridad moral, díganlo los lectores, pero nadie puede negar a los mexicanos el ejercicio de un derecho, o sea, el de opinar libremente sobre los asuntos públicos. Y se necesita valor, y casi diríamos temeridad para hacerlo, porque una lluvia de injurias y de malos entendimientos cayó sobre la cabeza de quienes salieron, con fortuna o sin ella, a la palestra nacional. Don Fernando Casas Alemán ha sido escarnecido por haber hablado en un tono de mesura, y con comedimiento a don Adolfo Ruiz Cortines. Una tempestad se desató sobre la cabeza del Chato Ramírez Vázquez; no han faltado censuras contra el joven gobernador de Chihuahua, Teófilo Borunda, por prometer declaraciones; y el solo nombre de Portes Gil encona antiguas luchas entre viejos campeones. Reconozcamos que en el opaco, desteñido panorama de la vida política nacional, las controversias portesgilistas ponen una nota de color. Y eso no es poco en esta época de desaliento cívico y de silencio general. Recuérdese que Olachea fracasó en su ‘auscultación’ de los gobernadores, porque todos guardaron prudentísimo silencio sobre el problema de la sucesión presidencial. Y a falta de una contienda apasionada, vengan por lo menos estas alegres controversias que animan un poco el descolorido cuadro de la actualidad nacional”. Dos días después contesté al señor Díaz Ruanova, haciéndole conocer lo que los malquerientes míos han dado en llamar “cacicazgo portesgilista”, en los siguientes términos: “Distinguido señor Díaz Ruanova: Leí con todo interés el artículo de usted intitulado “Rififí entre los políticos”. En él hace usted alusiones a mi persona que mucho le agradezco; pues créame señor Díaz Ruanova, jamás había recibido de ninguna persona, ni siquiera de mis amigos, a través de los 40 años de mi vida pública, conceptos como los que contienen sus líneas. No tengo el honor de conocer a usted. No sé si será usted alto o bajo, moreno o rubio, ni menos conozco su edad, ni la provincia donde usted nació. Leo siempre que llega a mis manos algún artículo suyo. Escribe usted con propiedad, con elegancia; pero sobre todo con sencillez y llaneza, que son sin duda alguna las mejores cualidades que debe tener el escritor dedicado a servir al público. Sus artículos son siempre de actualidad. Trata usted problemas nacionales con conocimiento de causa, con entereza y con valor, desgraciadamente lo más raro en nuestro medio periodístico, tan corrompido y tan servil. 265 Portes Gil, como ningún otro político, sabe llamar la atención. Para ello no necesita vestirse con ropas atrevidas, ni exhibirse en todos los banquetes, ni estar presente en todas las ceremonias oficiales. El viejo ex presidente está dotado de una inteligencia que no parece envejecer. Es un grande consuelo, para los hombres de avanzada edad, que la inteligencia permanezca viva y activa mientras el cuerpo es víctima de los inevitables estragos del tiempo. En México, por desgracia, los intelectuales empiezan a chochear al llegar al medio siglo. Se diría que la madurez está vedada a un pueblo que no ha logrado alcanzarla, y el intelectual, como hijo de la circunstancia, no escapa a una regla prematura, increíble decadencia. Pero don Emilio Portes Gil, lejos de escribir desatinos, va siendo más lúcido con el curso de los años, y su enorme voluntad lo ha salvado de los deplorables tropiezos de sus contemporáneos. Como la inteligencia de Portes Gil no puede aplicarse, de manera discreta, a los asuntos públicos; y como, además, su inquietud de eterno joven lo lleva a la palestra de la actualidad, sus salidas a las planas de los periódicos tienen siempre un carácter contravérsico. Gusta Portes Gil de estar presente y sabe siempre, por experiencia y por instinto, cuáles son las cuerdas de mayores resonancias. Unas veces lo que dice molesta a los Pani; en otras ocasiones irrita a Vasconcelos. Sus últimas palabras sobre el continuismo de las estirpes regionales es un guante que parecen haber recogido los sonorenses. Aarón Sáenz ha salido a la palestra en defensa de las estirpes regionales. ¿Quiso Portes Gil lesionar, en la crítica de las estirpes regionales a algunos candidatos? Lejos de individualizar, habla de las estirpes en líneas generales, censura el continuismo de los grupos y provoca, en torno de su nombre, una de esas controversias en las que es habilísimo maestro. En esta hora de confusión nacional, cuando las conciencias deberían enfilar la proa hacia el tema de las campañas presidenciales, el sapientísimo Portes Gil, que no cede en destreza publicitaria a los grandes maestros de la pintura mexicana; en esta hora nocturna, decimos, el sapientísimo Portes Gil vuelve a colocar su nombre en el candelero de la actualidad. ¿Quiénes entre los veteranos, pueden preciarse de llenar todavía el paisaje de la política nacional? Pues unos cuantos robles que no han sido talados por el tiempo: don Jacinto B. Treviño, el de los Auténticos, y don Emilio Portes Gil, cuyo secreto está en que su inteligencia no es especulativa sino violentamente agresiva. Juventud es sonrisa ante el obstáculo, y Portes Gil, por lo batallador, por lo agresivo, es el eterno joven de la política mexicana. Podrá no ser simpático este hombre más bien hosco, de estilo un poco rudo, que no dulcificaron ni las embajadas ni los altos puestos públicos. Podrá Portes Gil no ser simpático a los tamaulipecos por haber prolongado, a lo largo de veinticinco años, un cacicazgo que al fin fue minado por el tiempo. Y, con todo, es fuerza reconocerle una excepcional inteligencia y un valor que ya quisieran, en estos tiempos de 264 Fui conducido a la Cruz Roja por mi siempre querido amigo Aarón Sáenz, y después de una delicada operación que me practicó en el cuello, cerca del nudo vital y arriba de la oreja izquierda, el cirujano don Rosendo Amor, para extraer las dos balas que tenía alojadas en la cabeza, pude recuperarme, y con nuevos bríos continué la lucha política, que posteriormente se desarrolló con más violencia, con mayor ímpetu y con mayor civismo y valor del pueblo tamaulipeco. Los incidentes con motivo de la lucha electoral fueron numerosos. Diariamente había encuentros sangrientos entre los partidarios de los generales Caballero y López de Lara. En Tampico asesinaron el día 14 de abril de 1918 al general y senador Emiliano P. Nafarrate. Jamás se supo por quién. Como el general Nafarrate había sido un soldado valiente y había prestado eminentes servicios a la Revolución, lopezlaristas y caballeristas se unieron en el gran duelo que provocó la muerte del mencionado general Nafarrate. También fue asesinado en Tampico el periodista Guillermo Peirano, director de un periódico de la localidad y partidario del general López de Lara. En Ciudad Victoria mataron en forma alevosa al ferrocarrilero Jesús Gámez, valiente partidario del general López de Lara. Con motivo de tan graves acontecimientos, el 26 de abril el Senado de la República declaró desaparecidos los Poderes del Estado, nombrando el día 11 de mayo Gobernador de Tamaulipas, al ciudadano profesor Andrés Osuna. Caballero había vuelto a hacerse cargo de la Jefatura de Operaciones del estado, y con 3,000 hombres a sus órdenes, se levantó en armas el día 22 de abril. Inmediatamente el presidente Carranza designó al general Manuel M. Diéguez para que sofocara aquel movimiento rebelde, y en menos de un mes el aguerrido general Carlos Osuna destrozó la columna de Caballero, quedando pacificado el estado. La lucha electoral continuó hasta el año de 1920, en que ganó el candidato López de Lara, quien se hizo cargo del Gobierno al triunfo de la Revolución de Agua Prieta. Es de lamentarse que el general, que había sido el primer revolucionario tamaulipeco, que luchó denodadamente contra la dictadura huertista, que poseía virtudes, buen organizador y con sentimientos nobles para con su pueblo, haya incurrido en los gravísimos errores que dejamos relatados. 73 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. En el mes de junio de 1925, siendo Gobernador del Estado, el general Caballero me solicitó una entrevista por conducto del capitán Praxedis Aguirre Garza, y ya en mi presencia me dijo más o menos lo siguiente: “Señor Gobernador: usted y yo hemos sido enemigos desde el año de 1917. Quiero que olvidemos el pasado, porque me cupo el honor que usted siempre me atacó de frente y nunca en forma cobarde, como me han atacado muchos de mis enemigos y algunos de mis antiguos amigos. Estoy pobre y vengo a solicitarle tres cosas: primero, que se me devuelva la casa, única propiedad que tengo, que está intervenida por el Gobierno Federal; segundo, que me condone usted todas las contribuciones que adeudo; y tercero, que me dé usted garantías para residir en Jiménez, mi tierra natal”. CAPÍTULO XXVII LO QUE SE HA DADO EN LLAMAR EL CACICAZGO PORTEGILISTA6 Inmediatamente tomé el teléfono, comunicándome con el señor presidente Calles, diciéndole: “Está aquí el señor general Caballero, viejo revolucionario tamaulipeco. Me consta que está en malas condiciones económicas, y la única propiedad que tiene en Tamaulipas es una modesta casa que está intervenida por el Gobierno Federal. Allí están algunas oficinas de la Federación. Le ofrecí hablar con usted para suplicarle que se le devuelva esta casa, y si es posible, que se le haga entrega hoy mismo de dicha propiedad”. El general Calles me contestó: “Lo autorizo a usted para que dé posesión al general Caballero de su casa. Salúdelo de mi parte y que desde hoy se le paguen las rentas de las oficinas federales que están allí”. La segunda petición la acordé inmediatamente, y en cuanto a la tercera, llamé por teléfono al general Guillermo Nelson, que era Jefe de Operaciones en el estado. Ya se conocían, y se saludaron muy afectuosamente. Le dije a Nelson: “Hazme el favor de ordenar al Jefe de la Guarnición de Jiménez que le dé toda clase de garantías al general Caballero, y si es posible, que todos los días se presente dicho militar a darle parte de las novedades que ocurran”. Inmediatamente Nelson se comunicó con la Jefatura de Guarnición de Jiménez, y ordenó al mayor encargado de la misma, se le dieran toda clase de garantías al general Caballero y se presentara todos los días a su domicilio a saludarlo y darle parte de cualquier novedad que ocurriera. Al despedirse el General de mí, con un abrazo, me dijo: “Yo sabía que usted entendería mi súplica, pero no con tanto exceso como lo ha hecho”. C Un artículo del periodista Oswaldo Díaz Ruanova. Crítica que hizo Díaz Ruanova a la Organización de Trabajadores y Campesinos de Tamaulipas. Contestación que di a Díaz Ruanova haciendo explicaciones sobre lo que se llamó el “cacicazgo portegilista”. Los gobernadores Gral. Raúl Gárate y Lic. Horacio Terán. Una entrevista con el Sr. presidente Ruiz Cortines y con el Lic. Carbajal, Ministro de Gobernación. Comentario al último informe que rindió el Sr. Ruiz Cortines. Discurso que pronuncié en la Asociación de Parlamentarios de la Revolución. on motivo de unas declaraciones que hice en el año de 1957 sobre las elecciones presidenciales que iban a realizarse, el distinguido periodista don Oswaldo Díaz Ruanova publicó en “El Universal”, de fecha 21 de septiembre de ese año, un artículo que dice: “RIFIFÍ ENTRE LOS POLÍTICOS Dicen que Portes Gil es el Ave Negra de la política mexicana. Se puede asegurar que es el Ave de las Tempestades. Su nombre, como el del albatros, anuncia tormentas. Cuando el viejo campeón tamaulipeco asoma su semblante en la risueña o tranquila actualidad, se puede tener la seguridad de que las nubes, en el cielo, no serán los cúmulos o los estratos, sino los nimbus amenazadores. Esta divagación metereológica la justifica el hecho de que el Lic. Portes Gil, como el Valle de México, es siempre diverso, voluble y cambiante. Portes Gil, a semejanza de las viejas ‘vedettes’, no quiere abandonar el escenario. El olvido, para muchos hombres, equivale a la muerte. Prefieren ellos ser insultados que ignorados; el silencio sobre su nombre les es insoportable, como el silencio de un sepulcro; y si no pueden ser aplaudidos, como en los tiempos en que enardecían a la Asamblea Nacional con sus discursos, se contentan al menos con ser injuriados. Cualquier cosa, con tal de no pasar inadvertidos. 74 263 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Tal renunciación es propia sólo de los locos, o de los iluminados. Y el licenciado Portes Gil no creemos que esté loco, antes bien, llega convertido en un hombre superior. Porque ninguno de los demás que figuran en la contienda actual tiene nada que perder. Por eso, derrotado o vencedor, tendrá nuestra simpatía. Tampico, Tamps., abril 2 de 1932”. CAPÍTULO VII HUELGA DE LOS TRABAJADORES DE LA “PIERCE OIL CORPORATION” Actitud violenta del general Ricardo González V., Jefe de la Guarnición de Tampico. Asalto de la Policía Militar a los trabajadores en la Plaza de la Libertad. Aprehensión del que escribe y de los 18 trabajadores. Deportación a Chihuahua en un furgón de carga. Atropellos de que fuimos víctimas. Entrevista en Jiménez con el general Manuel M. Diéguez. Comportamiento del coronel Juan Manuel Otero y Gama, que nos guardó toda clase de consideraciones. La reclusión en la penitenciaría de Chihuahua durante dos meses. E n el mes de abril de 1919 fundé en Tampico, Tam., el periódico “El Diario”, cuyo primer número apareció el 25 del mismo mes y año. Como el obregonismo se iniciaba y tomaba auge arrollador en todo el país y en Tampico las simpatías por el general Obregón eran unánimes, el Gobierno del señor Carranza, para reprimir el impulso del pueblo, creyó conveniente mandar al puerto petrolero a jefes militares dispuestos a obrar con rigor y hasta con arbitrariedad, para demostrar a los líderes petroleros y a las organizaciones obreras que el Gobierno estaba dispuesto a evitar cualquier manifestación contraria a los propósitos gubernamentales. De allí que fueron expresamente nombrados como Jefe de la Guarnición de la Plaza, el general Ricardo González V. y como Jefe de la Policía Militar, el coronel Carlos S. Orozco. El primero, hombre atrabiliario y el segundo, por añadidura, federal huertista. Además se nombraron jefes policíacos de reconocida habilidad y falta de ética, entre otros, a Antonio Villavicencio y a José Mazcorro, de definida actuación antirrevolucionaria. En el mes de mayo de 1919 estalló una huelga de los trabajadores de la Compañía de Petróleos “Pierce Oil Corporation”. Como yo actuaba como patrono de las organizaciones obreras, entonces en formación, me tocó for- 262 75 mular el pliego de peticiones que se presentó a los directores de la empresa. Entre esas peticiones figuraban las más elementales que autoriza el artículo 123 de la Constitución General de la República: ocho horas de trabajo, descanso semanario, asistencia médica, salario mínimo, doble jornada en días festivos, pago de horas extras, respeto al escalafón y reparto de utilidades. La huelga estalló el día 15 de mayo de 1919. Se suspendieron labores para celebrar en los patios de la refinería una reunión, con asistencia de más de cinco mil trabajadores. En esta reunión se acordó ir a la huelga, en virtud de que los funcionarios del estado y municipales no daban contestación a las diversas instancias del Sindicato, instancias que habían sido presentadas hacía más de treinta días. Al decretarse la suspensión de labores, se procedió a nombrar la comisión de obreros que debería vigilar el orden y la protección de las propiedades de la Compañía. Los primeros días de huelga transcurrieron sin novedad. El quinto día, como no se llegara a ningún arreglo, en virtud de que la Gerencia de la compañía no daba señales de acceder a los puntos petitorios, se celebró una nueva reunión. Los oradores caldearon en extremo el ambiente, pero no hubo desorden alguno. El ataque de los funcionarios del Estado y de las autoridades militares que conocían del conflicto fue cada vez más rudo. A las nueve de la noche de ese día, encontrándome en mi casa habitación, recibí la visita del señor general Gregorio Osuna, amigo mío y con quien siempre llevé una cordial amistad. El general Osuna, que no tenía ninguna comisión militar, me manifestó que el general Ricardo González deseaba hablar conmigo, por lo que me suplicaba lo acompañara al Hotel Imperial. Al llegar, uno de los ayudantes me hizo pasar a la cantina del establecimiento. Allí se encontraban, con el general González, el coronel Carlos S. Orozco y otros militares. En términos un tanto violentos, el general González me dijo: “De lo que pase en la refinería de la Pierce esta noche lo hago a usted responsable, y le advierto que procederé enérgicamente, y de los desmanes que ocurran me responde usted con su cabeza. En la inteligencia —agregó— que he ordenado la salida de cien hombres de mi mando para que impidan sea incendiada la refinería, pues tengo noticias de que los huelguistas pretenden hacer tal fechoría”. Siguió hablando el general González, en forma cada vez más violenta y el general Osuna, que se hallaba en pleno uso de sus facultades, intervino para calmar el mencionado militar, que se veía ya en estado de ebriedad. Contesté al general González lo siguiente: “No creo que haya peligro alguno para los bienes de la compañía. Es verdad que los trabajadores están exaltados, debido a que el pliego de peticiones que presentaron a las autoridades y a la Gerencia hace 76 Cuando en Ciudad Victoria el licenciado Portes Gil retrató con vívidos colores a sus enemigos, llamándolos ‘fifíes y santurrones’, denunció la bandera que empuñan sus contrarios, que es la de los ricachones que han hecho alianza con la clerigalla, en apariencia sumisa, que propugna sigilosamente por resurgir para dominar por medio de los políticos claudicantes. El licenciado Portes Gil ha venido, pues, a tomar el partido de los de abajo. He allí la causa de la maldición de los de arriba, lanzada a través de grupos inconscientes. Maldición, que bien puede tornarse más tarde en bendición, según reza la frase sagrada: ‘Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la Justicia’. Porque de fijo es un acto que raya en lo sublime el dejar la vida plácida de una Embajada que, como la de México en París, es una de las más aristocráticas de Europa, y una Delegación de doscientos mil pesos anuales, ante la Liga de las Naciones —como quien dice, el pináculo del mundo— a cambio de una gubernatura de Estado, a la que antes de llegar, hay que atravesar una laguna estigia, un sendero lleno de fantasmas que insultan, y donde hasta las piedras profieren maldiciones y gritos de: ‘Deténte’, ‘Retrocede’, ‘Abre los ojos’, ‘El Pueblo te odia’, como les ocurría a los que, según ‘Las Mil y Una Noches’, intentaban conquistar los preciosos tesoros del Pájaro que Habla, el Árbol que Canta y la Fuente de Oro. Este paso es opuesto a los que van del suelo con sed de ascensión buscando un laurel para sus fuentes. El licenciado Portes Gil, cuando renuncia a las glorias que coronan sus sienes, para descender a marchar brazo con brazo, hombro con hombro y mejilla con mejilla, con los de abajo, con los oprimidos, en busca de una igualdad mejor, hace un sacrificio ennoblecedor, sublime, que lo dignifica ante los ojos de la opinión pública y borra los errores que en el pasado haya cometido. Bueno es recordar aquí lo que ya alguien dijo: ‘Es de los hombres cometer errores, pero sólo es de los grandes hombres, cometer grandes errores’. Nuestra simpatía para con este hombre, este superhombre, que teniéndolo todo, lo abandona todo, anteponiendo a su propio bienestar y el de su familia, el de las masas obreras y campesinas, que se encontraban ‘como ovejas que no tienen pastor’. Fracase o triunfe, su sacrificio es evidente. Nadie podrá negarlo, así pidan su crucifixión los escribas y fariseos. No siendo un cretino, ni un loco, como no lo es, su gestión es sólo comparable con la de los iluminados, con la de los grandes iniciados, con la de los altos espíritus. Porque ¿quién es aquél que expone su fortuna, su posición, su tranquilidad y hasta su vida, para disputarse a brazo partido entre garrotazos, silbidos e insultos, lo que ya tenía y que era sin duda alguna mucho mejor? 261 publicó en aquella época, en el diario “El Pánuco” de Tampico, que él dirigía, un editorial, el cual por su interés lo transcribo en ese capítulo: “NUESTRA OPINIÓN MALDECIDO, RECHAZADO, CALUMNIADO ‘A los suyos vino y los suyos no lo recibieron’ —dicen los Evangelios— y en verdad que esto se puede repetir ante el espectáculo que presenciamos el domingo en este puerto y lo que se sabe ocurrió después en la ciudad de Reynosa. El señor licenciado Emilio Portes Gil ha recibido de los suyos, la maldición y el escarnio. Los judíos de su pueblo lo han rechazado y han visto, en sus palabras de redención obrera y campesina, una trampa de la que procuran huir para no caer en ella. Sólo unos cuantos discípulos, fieles al maestro, le han dado la bienvenida y les ha regocijado el corazón su retorno. Y con éstos, a todos los que tienen todavía fe en la justicia y hambre y sed de redención social, moral y económica. Por donde ha pasado el licenciado Portes Gil, según denuncia que hace, ha encontrado a los Judas aliados a los prevaricadores, oficiando de sacerdotes en los templos de los mercaderes del vicio. Éstos, que antes le decían ‘Maestro’ y mojaban también con él en el mismo plato, lo han traicionado por los treinta dineros, tras el radio-telegrama que recibió el 28 de febrero último en París, que se antoja el histórico beso dado como señal antes de ser entregado a sus enemigos. Ya buscarán esos Judas la soga donde ahorcarse. El célebre adagio de ‘Cría cuervos y te sacarán los ojos’ cobra aquí en esta ocasión perfiles siniestros, porque ha resultado ser una aplastante verdad. Estas negras aves agoreras revolotean hambrientas por el cielo de la política local, buscando al que las crió para escarnecerlo y devorarlo. El graznido se percibe claro entre las agudas rechiflas y estentóreos gritos de las ‘porras’ aleccionadas para injuriar y maldecir al mismo que antes han respetado y aclamado cuando ha tenido en sus manos los destinos de todos. Pronto veremos a estas aves ir en busca de nuevos horizontes o devorarse a sí mismas, o entre sí, víctimas de sus propias iras y rencores. El programa de redención de las masas obreras y campesinas que aún falta por satisfacer y que planteó desde su arribo al país el Lic. Portes Gil en Nuevo Laredo, y patentizó después en su reciente conferencia en el Salón del Gremio Unido de Alijadores, ha dejado deslindados los campos de acción societaria de esta lucha política. Por una parte, la pequeña burguesía explotadora, siempre deseosa de aumentar sus ganancias sin producir nada. Por otro lado, la clase desheredada, pero productora, que empuña el arado en el campo y el martillo en el taller. 260 ya más de un mes ni siquiera les ha sido contestado, y los funcionarios muestran una negligencia completa en este caso, pero los obreros no cometerán desmanes”. El general González, más exaltado y en tono más áspero, expresó: “Ya le he dicho a usted que con su cabeza me responderá de los disturbios que sucedan esta noche en Tampico”. A esto repuse en tono también un tanto violento: “Usted puede hacer lo que quiera conmigo, puesto que dispone de la fuerza y a mí no me importa que cometa el atropello con que amenaza. Estoy a sus órdenes para lo que usted desee hacer”. Intervino el general Osuna en términos serenos y calmó al general González. Éste ya con palabras tranquilas me dijo: “Si no logra usted que los obreros abandonen la refinería, mis fuerzas los desalojarán a como haya lugar”. Yo le repliqué: “Creo que sería un error usar la fuerza para desalojar a los trabajadores. Éstos no abandonarán la refinería, porque consideran que es su instrumento de trabajo, y sin duda son los más celosos para cuidar ese instrumento. Creo que debe usted estar sin cuidado, pero al mismo tiempo procure que se resuelva ese conflicto por las vías legales y sin usar ninguna violencia; pues las consecuencias que tal acto reportaría, serían incalculables. Si usted quiere yo me trasladaré a la refinería para sugerir a los trabajadores que tengan paciencia, hasta en tanto las autoridades resuelvan este conflicto”. Como el general González estuviera de acuerdo con esta sugestión, salí inmediatamente a conferenciar con el Comité de Huelga que estaba reunido en la Casa del Obrero Mundial. Inmediatamente nos comunicamos con los trabajadores y éstos nos ofrecieron, bajo su responsabilidad, no cometer ningún acto de violencia, pidiendo en cambio que las fuerzas no ejercieran ningún atropello en sus obreros. Como no recibían ninguna contestación, el hambre comenzó a hacer mella en su contra. La noche pasó sin ninguna novedad; pero como los días se sucedían y no se resolvía nada, el lunes 17 de mayo se convocó a un gran mitin en la Plaza de la Libertad. Eran como las cuatro de la tarde cuando se inició el acto. Los oradores enardecieron a la multitud y el ataque al Gobierno no se hizo esperar. Más de diez mil obreros de todas las compañías se hallaban reunidos, cuando en los momentos de más exaltación un piquete de soldados llegó inesperadamente, abriéndose paso entre la multitud, atropellando a los indefensos trabajadores. El jefe de aquel grupo de soldados era el mayor Gustavo Martínez Cuadras, Subjefe de la Policía Militar, quien subió a la plataforma de un tranvía e hizo funcionar el motor, y temeroso de que la multitud lo atacara, echó mano a la pistola 45 que portaba y eso fue bastante para que se oyeran los primeros disparos. El mayor Martínez Cuadras fue de las primeras víctimas, quedando su cadáver tirado en el pavimento. La debacle no se hizo esperar. Por todas partes corría la gente, 77 temerosa de ser asesinada, y al terminar el zafarrancho levantaron de la plaza, aparte del cadáver de Martínez Cuadras, los de cuatro trabajadores y gran número de heridos. Al día siguiente se organizó una manifestación de más de cinco mil hombres que siguieron en actitud callada los féretros de los obreros muertos. Aquella manifestación fue de lo más imponente. Pasábamos por la Comandancia de la Policía y se ordenó hacer alto. Los oradores, entre quienes recuerdo a los líderes Andrés Araujo y Alejandro Berman, que aún viven, Rafael Zamudio, José Ángel Hernández, Daniel Benítez, ya fallecidos, y otros más, dirigiendo violentos ataques en contra del Gobierno Federal, del Estado, del Jefe la Policía y del Jefe de la Guarnición. Al llegar al cementerio, la multitud rodeó los féretros y se pronunciaron nuevas y violentas arengas en contra del mal Gobierno. Al día siguiente las autoridades publicaron un aviso en que se disponía que en el término de setenta y dos horas deberían volver los obreros a su trabajo, a riesgo de perder su puesto el que no obedeciera. Naturalmente aquella huelga fue sofocada en sangre y aniquilada por los esquiroles, que apoyados por la Policía Militar iniciaron los trabajos en la refinería. Mi actitud a favor de los trabajadores motivó que el 18 del mes de mayo, hallándome en mi despacho en unión de mis socios, los abogados Federico Martínez Rojas y Juan A. Veites, formulando amparos a favor de los obreros, en contra de quienes se había dictado orden de aprehensión, llegara el coronel Fructuoso Villarreal, montado en brioso corcel. Como yo estaba en una de las ventanas que dan a la Calle del Estado, el coronel Villarreal, sin bajarse de su caballo, y en tono comedido y respetuoso me manifestó que el Jefe de la Guarnición deseaba hablar conmigo. Expresé al coronel Villarreal que en breves momentos estaría en las oficinas de la Guarnición, a lo que él me manifestó que tenía órdenes de llevarme ante la presencia del general González. Ante aquella actitud del coronel Villarreal, me dispuse a acompañarlo. Guardo para el coronel Fructuoso Villarreal, merecidamente ascendido a General de Brigada después, ya fallecido, el grato recuerdo de que me permitió ir a veinte o treinta metros delante de él y también a que me haya tratado con la mayor consideración. Los momentos aquellos eran difíciles. El Gobierno del presidente Carranza pretendía imponer por medios violentos en la Presidencia de la República al ingeniero Ignacio L. Bonillas; en todo el país se habían nombrado jefes de 78 V. Para ahorrar tiempo, y para recoger en el menor plazo posible el parecer de nuestros compañeros de lucha, pedimos que nuestra comunicación sea dada a conocer por circular impresa, enviándose directamente a los interesados y publicándose en la prensa de la capital y en los estados de San Luis Potosí, Tamaulipas, México, Chihuahua y Tlaxcala. Tan pronto como la Liga Nacional Campesina ‘Úrsulo Galván’, haya recogido el parecer de los elementos afiliados a ella, pedimos, por último, que nos lo comunique a nosotros, señalando de una buena vez el camino que en la próxima lucha presidencial va a seguir la clase campesina mexicana. Tierra y Libertad. Mayo 1º de 1933.— Por la Liga de Comunidades Agrarias de San Luis Potosí: Presidente, Tomás Tapia; Secretario, José María Acevedo; Tesorero, Félix Cura.— Por la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de Tamaulipas: Presidente, Conrado Castillo; Primer Secretario, Efraín Luna; Segundo Secretario, J. Reyes Ortiz.— Por la Liga Revolucionaria de Comunidades Agrarias del Estado de México: Presidente, José Mejía; Secretario, I. Escalante; Tesorero, A. Macedo.— Por el Primer Sector ‘Partido Obrero y Campesino de Chihuahua’: Presidente, José Velázquez, Secretario, Antonio Díaz.— Por la Federación Social Campesina de Tlaxcala: Secretario, Cruz Illescas.— Por el Comité de Defensa Proletaria (Tlaxcala): Presidente, Miguel Medellín; Secretario, Florencio González”. La publicación del manifiesto, auspiciando la candidatura presidencial del general Lázaro Cárdenas, produjo, como era de esperarse, un revuelo espantoso en todos los círculos políticos, y, entre los amigos cercanos al general Calles, un marcado sentimiento de disgusto. El general Pérez Treviño, que en esos días se encontraba en El Sauzal, se apresuró a declarar “que, habiendo cambiado impresiones con el señor general Calles, creía que ya era tiempo de que se iniciasen trabajos presidenciales”. Lo cierto es que el alboroto fue mayúsculo y que el golpe resultó dado a tiempo. Desde el primer momento se notó que el ambiente nacional favorecía la candidatura del general Cárdenas, que desde que fue lanzada por la Confederación Campesina Mexicana, contó con la “cargada”, y el general Calles, como se lo había dicho yo al señor licenciado Padilla en Roma a principios del año 1931, no tuvo más que resignarse y aparentar que con el mayor gusto aceptaba y apoyaba dicha postulación. Sobre mi postulación al Gobierno del Estado de Tamaulipas, en el año de 1932, el distinguido periodista e historiador tamaulipeco Sabas Ricárdez 259 democráticos o, lo que es lo mismo, cuando se quiere la desaparición del Estado o el cambio total del orden imperante. Ése no es el caso del elemento agrarista del país, que se identificó con la Revolución de 1910 y con la de 1913, y que siempre ha sido firme sostén de los principios de redención proletaria contenidos en los artículos 27 y 123. La experiencia de muchos años y el recuerdo de dolorosos sacrificios ponen también en guardia en contra de la indiferencia. A pesar del rigor de los principios constitucionales, la traición a estos principios o la pusilanimidad de un mandatario pueden ser un escollo infranqueable. Por eso creemos que es llegado el momento de que el campesino examine el panorama político del país y trate de encontrar al hombre que sea capaz de regir nuestros destinos durante el periodo que se avecina. Las razones anteriores, el temor de que llegara a tomar cuerpo una lucha política sin orientaciones sociales definida y, más que nada, el deseo en conseguir que el elemento campesino del país se presente unido en la próxima contienda y haga valer ella sus anhelos de redención, así como los deseos de colaborar de un modo cada vez más activo en la resolución de los verdaderos problemas del país, nos obligan a comunicarnos con la Liga Nacional Campesina “Úrsulo Galván”, para manifestarle concretamente: I. La Liga de Comunidades Agrarias de los estados de San Luis Potosí, Tamaulipas, México, Chihuahua y Tlaxcala, después de haber cambiado impresiones sobre la situación que se avecina, resuelven que ha llegado el momento de que los campesinos organizados participen en la lucha política y declaren la candidatura presidencial a la que se deben afiliar. II. Las mismas Ligas consideran firmemente que el conducto para auscultar la voluntad de la clase campesina del país, es la Liga de Comunidades Agrarias ‘Úrsulo Galván’. Al efecto, le piden que se comunique con todas las Ligas afiliadas y con los campesinos ejidatarios, para darles a conocer nuestra comunicación. III. Las repetidas Ligas, después de haber examinado las personalidades que pueden presentarse en la próxima contienda como representativas del grupo revolucionario, consideran que el general Lázaro Cárdenas es la mejor indicada para que en ella se deposite la confianza de la clase campesina. IV. Considerando que el elemento laborante debe presentar un frente único en esta contienda, las mismas Ligas desean que su parecer sea conocido por los trabajadores de la ciudad y, al efecto, así piden que lo haga la misma Liga Nacional Campesina ‘Úrsulo Galván’. 258 operaciones militares atrabiliarios, que no respetaban la vida ni los intereses de los ciudadanos; los gobernadores de los estados estaban bajo sus órdenes. Los periodistas de oposición eran perseguidos: Barrera Peniche, los hermanos Zamora Plowes, René Capistrán Garza, Agustín Arreola Valdéz, José Rangel y otros más habían sido deportados a Chihuahua y a la Huasteca veracruzana, sin conocer siquiera el motivo. Cuando llegué a la Jefatura, se me llevó a un salón en donde se encontraban los obreros Fernando Bolaños, Antonio Sánchez, Ángel Castillo, Francisco González, Hilarión Peña, Carlos Ramírez, Juan Osorio, Victoriano Chávez, Juventino Juárez, Juan L. Cabrera, Moisés González, Sebastián de la Rosa, José Castillo, Andrés Araujo y el profesor Juan Gual Vidal, e inmediatamente se dio orden de que todos fuésemos trasladados a lugar distante un kilómetro de la estación del ferrocarril, y rigurosamente escoltados, se nos hizo abordar un furgón de ganado que ya estaba preparado con locomotora y cabús. Como en el momento de partir el convoy se presentara el licenciado Martínez Rojas, acompañado del licenciado José de J. Matus, íntegro Juez de Distrito en Tampico, quien iba a notificar al Jefe de la Escolta el auto de suspensión que se había dictado en el amparo solicitado, éste, sin el menor respeto al representante de la Justicia Federal, ordenó la inmediata salida del tren que nos habría de conducir a rumbo desconocido. Al amanecer llegamos a la ciudad de San Luis Potosí. Como ninguno de nosotros tuvo conocimiento previo de aquel viaje, nos encontrábamos en ropas ligeras y sin dinero. El frío de la madrugada era intenso y la incomodidad del furgón, que estaba lleno de estiércol, hacía nuestra situación desesperante. En San Luis Potosí se presentó el Juez de Distrito a manifestar al Jefe de Guarnición que por exhorto que había recibido de su colega del puerto de Tampico, le iba a notificar el auto de suspensión dictado en el amparo respectivo. El resultado de aquella notificación fue el mismo que en Tampico, con la circunstancia de que el Jefe de la Guarnición, que era un coronel de apellido Ruiz Seco, en términos groseros manifestó al Juez de Distrito que aquella notificación no tenía para él ninguna importancia. De San Luis Potosí seguimos para Aguascalientes, y de ahí a Torreón, pasando por Zacatecas; a Torreón llegamos a la una de la mañana del día 23 del mismo mes. De la estación nos condujeron a la cárcel pública. Materialmente empapados, ya que durante el trayecto llovió copiosamente, fuimos internados en el común de presos, quienes nos recibieron con muestras de 79 simpatía y nos facilitaron sus cobijas para abrigarnos hasta en tanto se secaba la ropa que portábamos. Esa tarde, a las cinco, fui llamado por el Alcaide de la cárcel, quien me presentó al señor Luis Ortega, ya fallecido. Me manifestó que venía a ponerse a mis órdenes y a las de nuestros compañeros para tomar nuestra defensa y promover los amparos consiguientes, ya que era indigno el proceder de las autoridades. Me expresó también el licenciado Ortega que una comisión de obreros nombrada por la Federación de Sindicatos del Estado lo acompañaba, para patentizarnos su solidaridad. Indiqué a Ortega que nada podía hacer en nuestro favor, que aquello no tenía remedio y que lo único que conseguiría era exponerse a represalias de las autoridades. Ortega, que entonces tendría a lo sumo 23 ó 24 años de edad, me contestó: “A mí no me importa exponerme a lo que sea, yo vengo a cumplir con un deber de abogado y de compañero, y le suplico me firmen usted y sus compañeros este pliego para solicitar el amparo de la Justicia Federal”. Aquella actitud valiente del licenciado Ortega nos convenció, y desde luego firmamos la petición del amparo. Como a las once de la noche fuimos sacados de la cárcel y conducidos a la Jefatura de la Guarnición, en donde dormimos en un inmundo cuarto en que apenas cabíamos los 19 detenidos. De vez en cuando y durante gran parte de la noche, oíamos palabras altisonantes de algunos jefes militares que nos amenazaban con fusilarnos esa misma noche. Al día siguiente, a las cuatro de la madrugada, fuimos conducidos a la estación del ferrocarril, donde ya se encontraba el tren de pasajeros que salía para Chihuahua. Se nos acomodó en un carro caja agregado al tren, con una escolta al mando del mayor Ramón Ruiz. Desde aquel momento nuestra situación cambió. El mayor Ruiz se portó con nosotros como todo un caballero, haciéndonos ver que él no estaba de acuerdo con aquellos procedimientos arbitrarios; que no tuviéramos cuidado, porque tenía plena confianza en nosotros, y que podíamos bajar en la estación sin ninguna vigilancia. Al mayor Ruiz no le volví a ver sino hasta el año de 1929, en que estando encargado del Poder Ejecutivo, me solicitó audiencia. Es esa entrevista recordamos las peripecias del viaje, y como ya tenía derecho a un ascenso, pues hacía ya más de diez años que ostentaba el cargo de Mayor, lo promoví al grado inmediato. Posteriormente, por recomendaciones mías, ocupó alguna Pagaduría Militar. El día 25 de mayo a las tres de la tarde arribamos a Jiménez. Allí se encontraba en su tren especial el general Diéguez, jefe de las operaciones 80 dillo aquella determinación. El general Cedillo aprobó con entusiasmo dicho manifiesto, el cual —en la prensa del 3 de mayo de 1933— se publicó íntegro como sigue: “A medida que avanza el tiempo y que se aproximan las fechas en que los partidos políticos deben convocar sus convenciones y en que los hombres que aspiran a conquistar la voluntad popular deben colocarse dentro de los requisitos que la Constitución del país señala, es visible la impaciencia de ciertos grupos, y especialmente la de ciertos políticos, que considerando sus propios intereses y sin ver más lejos que la conveniencia de colocarse al lado de los candidatos, se preocupan por tomar sitio y por iniciar la lucha política para la renovación presidencial. El elemento campesino ha recibido ya las invitaciones directas o veladas para que se afilie a ésta o a la otra de las candidaturas, y los suscritos, representantes de la Liga de Comunidades Agrarias de los estados de San Luis Potosí, Tamaulipas, México, Chihuahua y Tlaxcala, vemos con el consiguiente temor la amenaza de que grupos aislados del conglomerado campesino resuelvan adoptar distintas banderías, planteando así, por ese solo hecho, gérmenes de división entre el elemento agrarista del país. Hemos visto también, los mismos representantes, la imposibilidad de que el elemento campesino permanezca alejado de la lucha democrática que se avecina o de que no tome parte más que pulverizado entre muchos organismos políticos municipales, distritales o estatales existentes o por crear. Aunque por conveniencia propia, el elemento agrarista ha recomendado siempre a sus afiliados y afines que se abstengan de participar en sus actividades políticas de campanario, que no pueden conducir más que a quitar tiempo al hombre del campo, y a restarle mucha de la atención que deben al cultivo de su parcela, es claro que no es el mismo caso cuando se trata de una elección presidencial. Llegado el momento de designar a la persona que ha de regir los destinos del país, lo mismo cuando se ha tratado de acciones puramente democráticas que, cuando para combatir al elemento reaccionario se ha requerido tomar las armas, el campesino mexicano nunca ha vacilado para cubrir su puesto de lucha; y en este caso desea hacerlo también, no sin expresar su más vehemente deseo de que no se necesite ir a un nuevo derramamiento de sangre ni a nuevos trastornos de orden público. Tenemos también la convicción de que, del mismo modo que descender hasta actitudes de simple politiquería es nocivo para el campesino, la abstención con respecto a toda actitud política y a toda intervención política es criminal. Una actitud política no puede sostenerse mas que cuando se desdeña la política como medio de obtener el oro de los anhelos 257 que si ello no era compatible con las funciones que yo desempeñaba, le suplicaba me lo dijera para presentar mi renuncia. El general Rodríguez, que en todos los actos de su Gobierno se caracterizó siempre por la seriedad y la hombría con que obró, comentó mi actitud en términos elogiosos. Al preguntarme qué candidatura presidencial sería la que apoyaría la naciente agrupación, le contesté: “Sin duda será la del señor general Lázaro Cárdenas”, a lo que me contestó que él vería con el mayor agrado aquella postulación porque, de los hombres que se perfilaban, era el único que reunía todas las cualidades necesarias para tal puesto. En el mes de abril el general Calles salió para la Baja California. Antes de partir, recomendó a todos los directivos de la política nacional que se abstuvieran en lo absoluto de iniciar trabajos para la sucesión presidencial, pues aquello era antipatriótico, según rezaban las declaraciones que publicó la prensa de aquellos días. El lugar que escogió don Plutarco para veranear fue Ensenada. Desde que llegó ahí, se instaló en El Sauzal, que quedó convertido en la Meca de los políticos que esperaban su orientación para iniciar trabajos futuristas. Entre algunos de los elementos directamente identificados con el general Calles, como don Rodolfo Elías Calles y otros más, se sintió alguna inquietud por creer que su candidato podría ser el general Pérez Treviño o Carlos Riva Palacio. En honor a la verdad, desde los primeros días mostraron franca simpatía por el general Cárdenas, pero no se atrevieron a contrariar a su jefe. Como los cientos de políticos que hacían viajes a El Sauzal en ferrocarril, en automóvil, en avión y cuantos medios de transporte estuvieron a su alcance, regresaban desconsolados y siempre con la recomendación de que era “antipatriótico proceder a una lucha con tanta anticipación”, y en vista de que el general Pérez Treviño como el señor Riva Palacio se sentían muy seguros de ser elegidos, creí conveniente platicar con el presidente Rodríguez, expresándole con toda franqueza que, en mi concepto, era ya tiempo de que se lanzara la candidatura del general Cárdenas. El general Rodríguez aprobó mi idea. Al día siguiente, previa consulta con el candidato, leí un proyecto del manifiesto que, redactado por el señor ingeniero Marte R. Gómez, lanzarían las Ligas de Comunidades Agrarias de Tamaulipas, San Luis Potosí, Michoacán, Chihuahua, Tlaxcala y otras más. Ese mismo día comisioné al señor Enrique Flores Magón para que se trasladara a Palomas, S. L. P., a fin de poner en conocimiento del general Ce256 militares en el estado de Chihuahua. El Mayor nos condujo a su presencia. Subimos al carro especial en que se hallaba dicho jefe militar, quien nos recibió en forma nada afectuosa, haciéndonos esta pregunta: “¿Saben ustedes por qué vienen presos?”. “No, señor general —contesté— lo ignoramos”. Diéguez repuso: “Vienen presos por bolcheviques (ésta era la palabra de moda en aquellos tiempos), por agitadores. Tengo instrucciones para que vean que todo esté en paz y ya no cuenten mentiras en su periódico. Además, la huelga que ustedes promovieron en Tampico ha sido perjudicial para los intereses del Gobierno, que no quiere esta clase de escándalos”. “Señor general —repuse— usted puede hacer de nosotros lo que guste, inclusive fusilarnos, pero yo le ruego que sea usted comedido en su trato para con este grupo de trabajadores. Lo que está cometiendo con nosotros es una arbitrariedad y yo le suplico a usted que no nos humille. Usted fue víctima de un atropello semejante durante la dictadura del general Díaz, y no creo que se haya olvidado de aquellas arbitrariedades. Yo protesto a nombre de mis compañeros por esos actos que comete el Gobierno y que no son nada humanos ni mucho menos legales”. Ante esta actitud mía, el general Diéguez cambió su actitud diciéndonos: “No, muchachos ustedes deben comprender que la situación por que atraviesa el país es grave y todos estamos en el deber de colaborar con el Gobierno para evitar esos desórdenes. Hemos terminado” —agregó—. Y dirigiéndose al jefe de escolta, le ordenó: “Lleve usted estos presos a Chihuahua y póngalos a disposición del Jefe de la Guarnición”. A las once de la mañana del día 26 llegamos a Chihuahua. Fuimos conducidos de inmediato a las oficinas de la Jefatura de la Guarnición. Como la caminata había sido penosa, tan luego como nos acomodaron en uno de los salones del edificio nos quedamos profundamente dormidos. Así estuvimos más de tres horas. De improviso fui despertado por un militar que en forma brusca, pero afectuosa, me dijo: “¿No me reconoce usted, compañero? Soy el coronel Juan Manuel Otero y Gama, recuerde usted que fuimos diputados en la XXVII Legislatura hace apenas un año”. Lo reconocí y me puse de pie para saludarlo. Entonces me dijo: “Soy el Jefe de la Guarnición y he recibido órdenes de la Superioridad de recluirlos en las bartolinas de la penitenciaría, órdenes que no cumpliré, pues tales procedimientos arbitrarios me indignan y prefiero pedir mi baja del Ejército antes que ser instrumento de un gobierno dictatorial”. “No, Coronel —le contesté—, usted debe cumplir las instrucciones que se le han dado, no quiero que por nuestra culpa vaya usted a tener dificultades”. Otero y Gama nos obsequió con una suculenta comida y al terminar ésta nos condujo personalmente a la penitenciaría, siendo alojados en uno de los salones del segundo piso. Allí nos encontramos a René Capistrán Garza, entonces un mocetón, oriundo de Tampico, y quien escribía en forma 81 valiente en el periódico “El Futuro”. También estaban los periodistas Agustín Arreola Valdéz, de Nayarit y José Rangel, de Guadalajara, sufriendo los riesgos de la deportación por haber denunciado las arbitrariedades que cometía el Régimen. Nuestra estancia en Chihuahua fue de casi dos meses. Pasábamos los días charlando y discutiendo tópicos interesantes. Capistrán Garza, fogoso y de arraigadas y severas convicciones religiosas, sostenía vehementemente sus opiniones, que eran rebatidas por mí y por mis compañeros, siempre en un tono cordial y amistoso. Estaban de moda las ideas de Lenin y de Trotsky, y todos los deportados sentíamos una franca simpatía por el régimen que se iniciaba en Rusia. Las discusiones se prolongaban hasta altas horas de la noche, en que el cansancio y el sueño nos rendían, a pesar de la dura cama del piso del salón y sin más cobija que los ligeros trajes que portábamos al ser detenidos en Tampico. El Alcaide de la prisión, don Luciano García de León, ya fallecido, se portó siempre con decencia y nos hizo la estancia agradable. El coronel Otero nos visitaba frecuentemente y con algún dinero que me facilitó en la calidad de préstamo, pudimos pasarla con relativo desahogo. En esos días Capistrán Garza me comunicó su propósito de evadirse de la prisión, dándole mi opinión en el sentido de que era peligroso y difícil; le aconsejé que se cuidara mucho, pues dada la situación de vigilancia que teníamos, me parecía muy arriesgado su propósito. Al fin supe que había logrado evadirse, pues no lo volvimos a ver. En cuanto al coronel Otero y Gama, fue muerto en un combate en mayo de 1920, que tuvo lugar en la ciudad de Chihuahua, cuando dicho jefe militar se sublevó contra el Gobierno, secundando la Revolución de Agua Prieta. El coronel Otero y Gama pertenecía a esa familia de luchadores y de intelectuales potosinos, que a través de toda nuestra historia se significaron como grandes batalladores. Recuerdo, entre otros miembros de esa estirpe, a don Valentín Gama, al ingeniero Otero y Gama y al licenciado Díaz Soto y Gama, todos ellos revolucionarios incorruptibles. Entre tanto, en Tampico mi madre sufría lo indecible porque no sabía el lugar en que me encontraba. Las personas que con ella convivían procuraban consolarla, diciéndole que había yo salido de la capital al arreglo de un asunto profesional y que pronto volvería. 82 ción con el propósito de inhabilitarme políticamente para figurar como candidato presidencial, lo que al fin lograron en 1932, cuando se celebró en Querétaro la Convención del Partido Nacional Revolucionario, no habiéndolo hecho antes, según en el propio Puig, “porque Calles temía alborotar demasiado a la gallera”. En realidad el general Calles fue demasiado previsor, pues yo nunca proyecté meterme en tal aventura, aunque sí desde el año 1931 venía pensando en ganarle la partida en la siguiente sucesión. En Roma, platicando con mi excelente amigo el licenciado Ezequiel Padilla, a principios del año 1931, le decía: “El general Calles piensa ya en el general Pérez Treviño o en Carlos Riva Palacio para presentarlos como candidatos presidenciales. Seguramente quiere hacerle el juego a Pérez Treviño, haciéndole creer que él va a ser el elegido, pero en realidad pensará en Riva Palacio”. “¿Y qué piensa usted hacer en ese caso?” –me preguntaba Padilla—. “Yo me iré a México en muy poco tiempo y con mis amigos le presentaremos al general Cárdenas como candidato presidencial. Este sí será un candidato viable; sus antecedentes y su sinceridad lo hacen incontrolable en la lucha y el general Calles tendrá que resignarse”. En efecto, cuando en 1933 se iniciaron los trabajos preliminares de auscultación presidencial, previa invitación que hicimos al señor general Saturnino Cedillo, que se hallaba retirado de la política en su rancho de Palomas, y al señor general Lázaro Cárdenas, que se encontraba al frente de la Jefatura de Operaciones Militares del estado de Puebla, procedimos el ingeniero Marte R. Gómez, el profesor Graciano Sánchez, Enrique Flores Magón, León García y yo, a organizar la Confederación Campesina Mexicana, para cuyo efecto se celebró en la ciudad de San Luis Potosí una Convención a la que asistieron las Ligas de Comunidades Agrarias de Tamaulipas, Michoacán, San Luis Potosí y Chihuahua. Dicha Convención se inició el 31 de mayo del citado año y adoptó un programa radical de lucha social y de conquistas económicas para los trabajadores del campo. Es indudable que aquel suceso inusitado produjo en el general Calles marcada inquietud, así como en el grupo de amigos que lo rodeaban. Acostumbrados —como estaban todos los hombres del Gobierno— a que no se hiciese nada sin su previo consentimiento, no dejaron de extrañarse de que alguien se hubiese atrevido a realizar actos de tal naturaleza. No obstante, por un deber de lealtad hacia el señor presidente Rodríguez, con quien colaboraba en el puesto de Procurador General de la República, le informé con toda amplitud de aquel paso que íbamos a dar, expresándole 255 ción y valentía supieron estar a la altura de su deber, sólo les recomiendo paciencia, pues tengo la plena seguridad de que, muy pronto, se verán libres de aquella imposición inicua. Además, tengo esperanzas de que la tan sabia sentencia oriental se cumpla: ‘Siéntate a la puerta de tu casa, que por ahí verás pasar el cadáver de tu enemigo’ ”. Las protestas de rebeldía del pueblo de Tamaulipas ante la serie de atentados, encarcelamientos y asesinatos que cometían las autoridades apoyadas por el Gobierno Federal no se hicieron esperar; eran cada día más violentas. Los campesinos, especialmente, supieron afrontar con toda entereza aquella situación que, de manera intolerable, se prolongó hasta agosto de 1935, mes en que el presidente Cárdenas oyó el clamor del pueblo y apoyó al Congreso Local, que destituyó al gobernador Villarreal. Pero esto, después de dos años de desgobierno y de arbitrariedades sin cuento; después de que fueron asesinados cientos de campesinos y expulsados del territorio tamaulipeco centenares de hombres libres que se negaban a ser víctimas del pretorianismo local. Esto, después de que las cárceles estaban llenas de ciudadanos que no habían cometido más delito que el de protestar por las graves injusticias que se consumaban en sus personas o en sus bienes; y después de que los agraristas, secundados por el pueblo en masa, acordaron concentrarse en las cabeceras de los cuatro distritos del estado, especialmente en la capital, para exigirle al gobernador Villarreal la renuncia de su cargo. Aquella concentración de campesinos, que puso en movimiento a más de 40,000 hombres de todas las clases sociales, fue una epopeya de la que deben estar orgullosos los tamaulipecos. Toda la prensa de México y la de Estados Unidos dieron a conocer con amplitud de detalles aquel movimiento de masas, que provocó la caída del gobernador impuesto y abrió el sendero de la libertad al pueblo de Tamaulipas. Por fin, el 12 de julio fuimos puestos en libertad por órdenes del general Diéguez. El recorrido de Chihuahua a la Ciudad de México lo hicimos el profesor Juan Gual Vidal y yo con toda felicidad. Araujo y los demás compañeros deportados que habían pasado con nosotros aquellas “vacaciones” tan envidiables, se fueron directamente a Tampico y ninguno de ellos fue repuesto en los empleos que desempeñaban. Así se epilogó aquella huelga que el año de 1919 estalló en Tampico, huelga formidable que paralizó todos los campos petroleros y que reportó grandes enseñanzas para los trabajadores. Como resultado de aquella lucha, el general Calles, que tenía predilección por su finca azucarera de la región de El Mante, a donde hacía viajes con frecuencia, no volvió a poner los pies en Tamaulipas, y el hombre querido y admirado que era hasta entonces, por mí y por mis coterráneos, se convirtió en el más irreconciliable enemigo del estado. La actitud de abierta oposición que hacia mí adoptó el general Calles no se limitó a estos hechos, que le conquistaron la mala voluntad de sectores importantes de la República. Ya para el año 1931, Rodolfo Elías Calles, su hijo, y Luis Montes de Oca, el Ministro de Hacienda de Ortiz Rubio —según el Dr. Puig Casauranc en su libro “Galatea rebelde a varios pigmaliones”, páginas 394-395— intentaron, por instrucciones suyas, reformar la Constitu254 83 unidas en el terreno puramente social, animadas de mayor espíritu de serenidad, defiendan sus intereses frente a los enemigos que tratan de arrebatarles lo que dentro de la ley y como fruto de sus esfuerzos han obtenido. Como mi presencia dentro del Partido Revolucionario sería un obstáculo para el predominio de sus nuevos directores, y como mi decoro personal me impide dejar inadvertidos los ataques que me hicieron, declaro que me considero suspendido como miembro de dicho Partido. Esta actitud deberá considerarse como exclusivamente personal de mi parte y del modo más terminante suplico a mis amigos que no la secunden. No quiero mencionar los actos de deslealtad con que se me combatió, para no alterar la serenidad de estas declaraciones. En las palabras y actitudes de nuestros enemigos de hoy —fieles amigos y partidarios de ayer— están implícitas mi justificación y su condenación. Sólo quiero hacer constar que quienes tal han hecho no merecen gobernar el estado de Tamaulipas ni que el pueblo de mi estado crea en su sinceridad ni en su rectitud. Los intereses que los apartaron de mí los volverán a separar entre sí y entonces, tras de que el desbordamiento de sus apetitos haya causado males de difícil reparación, será cuando se piense que yo, a pesar de los defectos que soy el primero en reconocerme y lamentar, representaba para Tamaulipas probidad personal, rectitud administrativa y convicciones revolucionarias. Pero mis enemigos tienen todavía una manera de derrotarme. Y yo se las presento, deseoso que sepan aprovecharla: que hagan la felicidad de mi estado, que concluyan en él la obra revolucionaria, que apoyen y rediman a los campesinos y obreros y que, como se ingeniaron para integrar y escamotearme el triunfo en el plebiscito, que se ingenien para gobernar bien a Tamaulipas”. Como sucede siempre en esos casos, no faltaron gentes que reprobaron mi actitud, haciéndome ver que no era todo lo valiente que se hacía indispensable para exhibir ante la Nación la burla tan descarada que se había cometido en Tamaulipas. Contestaba a los impacientes que estaba resuelto a esperar dignamente el desarrollo de los futuros acontecimientos; pues que, a la larga, acabaría por reírme de todos los que habían tramado y ejecutado aquella sangrienta farsa: los generales Calles y Ortiz Rubio. “Tengo —les decía— veinte años menos que el general Calles y abrigo la esperanza de verlo rodar, antes de que él me vea a mí, por la pendiente que él mismo se ha trazado. En cuanto al ingeniero Ortiz Rubio, cuyo Gobierno se bambolea, no creo que llegue al término de su periodo, porque su inconsistencia es tal, que la Nación le ha perdido totalmente la consideración y el respeto que en un principio tuvo. Por lo que toca a mis correligionarios en Tamaulipas, que con toda abnega84 253 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. El resultado de los plebiscitos fue el previsto por mí. La presión de todas las autoridades locales y federales, inclusive de elementos militares, y los atropellos que se cometieron fueron en tan gran escala, que a pesar de la virilidad con que nos enfrentamos mis partidarios y yo a los encargados de burlar la voluntad popular, todo resultó inútil. El Partido Nacional Revolucionario declaró triunfante a mi contrincante, el señor doctor Rafael Villarreal, desconocido por completo en Tamaulipas y sin méritos para llegar al más alto puesto del estado. Pero había sido el hombre escogido por el general Calles para hacerme fracasar en aquella ocasión. CAPÍTULO VIII LLEGADA DEL GENERAL OBREGÓN A TAMPICO El día 14 de abril hice a la prensa de México las siguientes declaraciones, en las cuales expuse que suspendía temporalmente mis actividades políticas. “Acepté mi precandidatura al Gobierno de Tamaulipas porque quienes estaban en posibilidades de conocer la situación y la opinión reinante en el estado, del más elevado al más modesto y sin excluir a los que hoy me han combatido con mayor saña, me aseguraron que mi presencia era necesaria para impedir que el Partido Socialista Fronterizo se dividiera. Continué en la lucha hasta llegar al plebiscito del 3 de abril porque después de la deserción de dirigentes políticos, seguí contando con la simpatía de las clases populares campesinas y obreras, y no dudé de que en una lucha abierta y democrática lograría hacer imperar la soberanía del Partido sobre la tiranía del Comité Directivo y de las autoridades, que sin miramiento alguno realizaron todo género de procedimientos de coacción y de violencia, para impedir que la voluntad popular se expresara libremente. El dictamen por el que el Partido Nacional Revolucionario reconoció el triunfo de mi contrincante cambia por completo el aspecto de la cuestión. Continuar en la lucha sería enfrentarse con el mismo Partido y hacer que se separaran del Partido Socialista Fronterizo los elementos que me siguieron. Y como, al obrar así, resultaría yo realizando precisamente la labor de desunión que vine a conjurar, opto por suspender de modo indefinido toda actividad política hasta el día en que exista en la República un Gobierno que respete la voluntad popular y cumpla con el programa de la Revolución Mexicana. No quiero que ninguno de mis amigos abandone las filas del Partido Socialista Fronterizo y que, por el contrario, todos se esfuercen dentro de él por hacer imperar las ideas revolucionarias que están hoy amenazadas por la colaboración que, para combatirme, prestaron las clases acomodadas y muy especialmente la latifundista. A las clases laborantes de Tamaulipas (Liga de Comunidades Agrarias y Organizaciones Obreras), que con tanto entusiasmo me secundaron en la lucha, deseo exhortarlas para que se mantengan 252 E Recibimiento que se le hizo. Atropellos que cometió la Policía Militar. Asalto en el cuarto del hotel por militares mandados por el coronel Carlos S. Orozco. Levantamiento del gobernador De la Huerta en contra del Gobierno de Carranza. Mi salida de Tampico rumbo a Sonora. Nombramiento que en mi favor hizo De la Huerta como Gobernador de Tamaulipas. Clausura de las casas de juego. l día 28 del mes de marzo de 1920 llegó el general Obregón a Tampico. Más de veinte mil manifestantes desfilaron desde la población de Villa Cecilia, hoy Ciudad Madero, pasando por Árbol Grande, hasta concentrarse en la Plaza de la Libertad de Tampico y aclamando con gran entusiasmo al candidato presidencial. El lujo de la fuerza que desplegó el Gobierno fue aparatoso. Por todas partes se veían piquetes de soldados y policías uniformados en actitud amenazante. Los partidarios del general Obregón eran golpeados o encarcelados sin piedad. Al pasar el candidato presidencial, que iba en un camión abierto (en el que yo me encontraba), por las calles de Altamira y Espartal, el general Murguía, jefe militar de la zona, que allí se encontraba rodeado de su estado mayor, levantó el fuete y con él amenazó al general Obregón, que imperturbable le dirigió una mirada de fuego, agregando en voz baja y moviendo los labios, para que Murguía se diera cuenta, una expresión muy mexicana. Como a las seis de la tarde llegó la manifestación a la Plaza de la Libertad, y desde los balcones el antiguo Hotel Continental, nos dirigimos a la multitud que en forma delirante aclamaba al Candidato. Fui el primero en hacer uso de la palabra. En términos cordiales hice la presentación del Candidato, y agregué, con energía, que el pueblo debería 85 seguir luchando para hacer triunfar la candidatura de Obregón, en contra de la imposición que pretendía hacer el Gobierno, y que ese triunfo lo lograríamos a pesar de los atropellos, encarcelamientos y asesinatos que se venían cometiendo por las autoridades. Después hablaron Manrique, Manlio Fabio Altamirano y Martínez de Escobar. Todos ellos en un tono violento, atacando los procedimientos y arbitrariedades de que veníamos siendo víctimas los obregonistas en todos los estados de la República. Finalmente, habló el general Obregón. Su discurso fue una catilinaria contra los malos militares que se habían convertido en instrumentos de una tiranía ya insoportable, por toda la inmoralidad que había minado a los hombres que rodeaban al señor Carranza, y por la pretensión de éste de imponer por la fuerza a un candidato en contra de la voluntad popular. Al terminar el mitin, el general Obregón salió acompañado de algunos de sus partidarios, entre otros Manrique, Martínez de Escobar, Jorge Prieto Laurens, a dar un paseo por la plaza. En el cuarto del hotel quedamos el general Jesús M. Garza, Manlio Fabio Altamirano, Fernando Torreblanca, dos asistentes del general Obregón y el que esto escribe; y en los momentos en que nos disponíamos a asearnos, irrumpió en el interior de la habitación un grupo de esbirros, que con pistola en mano nos lanzaron los más soeces calificativos. El general Garza, que tenía un valor a toda prueba, echó mano también a su pistola y se enfrentó a aquellos individuos, y cuando iba a disparar me interpuse entre los dos grupos, diciendo al general Garza que no hiciera fuego, a lo cual él me contestó que me hiciera a un lado, porque iba a repeler la agresión de aquel grupo de policías enfurecidos. Yo no me di cuenta del peligro que corríamos y me encaré a los intrusos, diciéndoles que no era esa la forma de proceder como agentes de la autoridad y preguntándoles en tono enérgico: “¿Qué es lo que quieren ustedes?”. A lo que el Jefe de Grupo me contestó: “Venimos a aprehender al diputado Altamirano”, cometiendo con este acto un atropello incalificable, pues como representante federal está investido de fuero. El general Garza seguía en su actitud de querer hacer fuego; pero como yo ya había calmado al grupo de intrusos, le supliqué me diera su pistola, a lo cual él accedió. Comentando aquellos sucesos, el general Obregón, en carta que dirigió con fecha 29 de marzo de 1920 a don Fernando Iglesias Calderón, Presidente del Centro Director Obregonista, dice lo siguiente: 86 conocimiento que he aceptado la postulación para el Gobierno de Tamaulipas. El señor Presidente me dijo, con toda franqueza, que de estos asuntos no sabía nada y que platicara con usted sobre el particular”. El general Calles, visiblemente contrariado, me contestó: “Me extraña que el ingeniero Ortiz Rubio le haya dicho que platicara conmigo sobre este asunto, pues yo no tengo ninguna representación oficial en el Gobierno”. A esto repuse: “General, yo deseo que hablemos con la franqueza que siempre lo hemos hecho. Yo sé, como lo sabe toda la Nación, que usted es quien resuelve todos los negocios del Gobierno. Deseo que usted me oiga por algunos momentos, para decirle lo que pienso y lo que siento. Por ello he venido a verlo”. El general Calles replicó secamente: “Dígame usted”. En tono comedido le hice ver que se preparaba en Tamaulipas una farsa electoral, pues con la anticipación de los plebiscitos y de las elecciones, parecía como que no quería dar tiempo para denunciar los injustos procedimientos a que se estaba recurriendo para defraudar la opinión de las mayorías. “Yo sé —continué— que, con la presión oficial que está haciendo ya el Gobierno Federal, se va a consumar una burda imposición y no creo que usted deba prestarse y dar su nombre para actos de tal naturaleza. Usted, mejor que nadie, conoce la organización que existe allá desde hace varios años. Si en otros estados las imposiciones no han tenido resonancia, en Tamaulipas sí la va a tener; yo no pretendo hacer nada de lo que esté fuera de lo que mandan las leyes y la disciplina que debo al Partido —del que yo soy, como usted, fundador— pero, de llegarse a consumar tal imposición, usted lo resentirá más que nadie en su prestigio, y en Tamaulipas, lo perderá definitivamente. No creo que exista fuerza alguna capaz de hacer que usted se desvíe de sus deberes de revolucionario sincero y patriota. Sin embargo, quienes hemos sido sus amigos sinceros, estamos viendo, con desconsuelo, que usted se está dejando influenciar por un grupo de gentes que no le prestigian y que lo están gastando en forma que, de seguir así, en muy pocos años más lo llevará al fracaso”. La impresión que produjo en el general Calles lo expuesto por mí no fue de disgusto; sino antes bien, de reacción favorable. “Es inexacto —me contestó— que yo tenga el menor interés en las elecciones de Tamaulipas. Usted debe estar confiado en que el Partido obrará con la más absoluta imparcialidad y reconocerá el triunfo de quien lo obtenga. Ya hablé con Pérez Treviño para que, como Presidente del Partido Nacional Revolucionario, observe estas instrucciones”. Yo sabía que el general Calles, al hablarme así, no lo hacía sinceramente y, breves minutos después, me despedí de él para volver a mi estado a continuar mi campaña política. 251 funcionarios del estado, que por miedo al general Calles o por conveniencia personal, se vieron obligados a corresponder con una traición a mi generosidad que los había sacado de la nada y los había encumbrado a puestos que jamás habían soñado. La mayor parte de los Ayuntamientos, con excepción de los de Matamoros, Nuevo Laredo, Mier y algún otro, se me “voltearon”. Quedaron en cambio fieles a mi postulación, la totalidad de los campesinos organizados, todas las cooperativas encabezadas por el Gremio Unido de Alijadores, todos los centros obreros de Tamaulipas y la mayoría del pueblo no organizado, el cual valientemente aceptó la lucha, sabiendo que el general Calles y el presidente Ortiz Rubio, con toda la maquinaria oficial, estaban empeñados en ganar a toda costa. La anticipación de fechas para la celebración de plebiscitos y de elecciones se había hecho con el objeto de evitar que tuviese yo tiempo de organizar a mis elementos y de recorrer el estado. Me embarqué rumbo a Nueva York el primero de marzo y llegué el 13 a Nuevo Laredo, de suerte que apenas dispuse de 15 días hábiles anteriores a los plebiscitos para desarrollar mis actividades. El 16 del mismo mes celebré una entrevista en Chapultepec con el señor presidente Ortiz Rubio. En ella le expliqué el motivo que había tenido para renunciar a la representación diplomática con que su Gobierno me había honrado y que no era otro que la aceptación que había hecho de mi postulación al Gobierno del Estado. El señor presidente Ortiz Rubio, después de algunas explicaciones que le di, y de hacerle conocer las medidas que estaban tomando la Secretaría de Gobernación y el Partido, tendientes a defraudar la voluntad popular, me dio por respuesta que él no conocía de aquellos asuntos y me sugirió la conveniencia de que viera al general Calles. Al día siguiente me dirigí a Cuernavaca con el objeto de entrevistarlo, habiéndome recibido en la casa del general Abelardo L. Rodríguez. El general Calles se hallaba con los señores Manuel Llantada, Juan R. Platt, Carlos Vega, Ignacio Gómez, Ángel Fojo, Ramón Salido y Arturo Saracho. Tan pronto como llegué, en tono muy afectuoso me invitó a pasar al privado contiguo. Inmediatamente le abordé el asunto que me llevaba, expresándome más o menos en los siguientes términos: “Estuve ayer con el presidente Ortiz Rubio con objeto de saludarlo y comunicarle los motivos que había tenido para presentar la renuncia del cargo diplomático que me confirió, a la vez que para poner en su 250 “Nuestra entrada a Tampico ha sido uno de los éxitos de mayor significación en nuestra gira política. De todas las clases sociales, predominando naturalmente la obrera que es tan numerosa en este puerto, se congregó para recibirnos una multitud que pasaba de quince mil ciudadanos. Al llegar a la Plaza de la Libertad celebróse un mitin, habiendo hecho uso de la palabra tres de mis compañeros y yo desde el balcón de mi alojamiento, en el Hotel Continental. El entusiasmo de la muchedumbre fue desbordante, habiendo sido constantemente interrumpidos nuestros discursos por las aclamaciones y aplausos de los concurrentes. El mitin terminó dentro del mayor orden, no obstante la actitud provocativa de las autoridades militares, quienes destacaron gruesas escoltas de gendarmes montados y de soldados de infantería, que se mezclaron en la manifestación, e interrumpían y molestaban a cada paso a los manifestantes. Momentos después de terminado el mitin, fueron aprehendidos dos de mis compañeros, los oradores Lic. Rafael Martínez de Escobar y Aurelio Manrique Jr. Una hora después fue asaltado mi alojamiento por un grupo de siete agentes del Gobierno, quienes penetraron de improviso levantando sus pistolas y pronunciando palabras injuriosas. El atentado se frustró por haberme encontrado, casualmente en esos momentos, fuera de mi alojamiento. Los agentes no presentaron orden escrita alguna y sólo gritaban que eran enviados del coronel Carlos Orozco, del general Murguía, entablando un altercado con tres de mis compañeros que estuvo a punto de degenerar en una riña armada, a no haberlo evitado con toda oportunidad y valor el Lic. Emilio Portes Gil. Los agentes del Gobierno, sin respetar el fuero constitucional que ampara a los Diputados del Congreso de la Unión, aprehendieron con lujo de fuerza al diputado Manlio Fabio Altamirano, que se encontraba en mi alojamiento y se lo llevaron a la cárcel, en donde estaban ya Manrique y Martínez de Escobar. Estos dos últimos, después de ser aprehendidos fueron golpeados personalmente por el coronel Carlos Orozco e injuriados soezmente. La indignación más justa e intensa reina entre todos los habitantes de Tampico que han presenciado estos actos repugnantes”. Fue aquél un momento decisivo para la causa obregonista. El plan del Gobierno era provocar un zafarrancho en el hotel y asesinar al general Obregón, que paseaba tranquilamente en el jardín seguido de la multitud. Todo el plan se frustró gracias a la actitud serena que asumimos cuando se trató de asesinarnos en el cuarto del hotel. Cuando llegó el general Obregón al hotel, enterado de los acontecimientos, aprobó mi conducta, felicitándome por haber procedido en la forma relatada, al evitar un zafarrancho que hubiera sido deplorable para el obregonismo. 87 Al día siguiente el general Obregón salió rumbo a Ciudad Victoria, en donde se le recibió con una manifestación de más de diez mil personas, que encabezaba el profesor Candelario Garza. Después se trasladó a Matamoros, de donde fue llamado por la Procuraduría General de Justicia Militar a la Ciudad de México, para que respondiera de una ridícula acusación, que por el delito de sedición se le seguía en uno de los Juzgados de Instrucción Militar. Don Venustiano o sus consejeros, sin conocer la hombría y la inteligencia de Obregón, pensaron que se pondría a salvo, cruzando la frontera, y se inhabilitaría, legalmente, como candidato. Pocos días después, y en vista de que la situación era ya insoportable, el general Obregón se escapó de la capital con rumbo al estado de Guerrero, asumiendo una actitud de franca rebeldía en contra del Gobierno del señor Carranza. En esos días el estado de Sonora, a cuyo frente como Gobernador se encontraba don Adolfo De la Huerta, se puso en franca rebelión alegando que el Gobierno del centro había violado su soberanía por pretender derrocar la administración local. El señor De la Huerta nombró Jefe de las Fuerzas Defensoras de la Soberanía del Estado, al general Plutarco Elías Calles, quien previamente expidió el Plan de Agua Prieta, fechado el 23 de abril de 1920. Mientras tanto, en Tamaulipas seguían las persecuciones y los atropellamientos cada día en forma más violenta. Yo, como cabeza del obregonismo, era el principal punto de mira. Entre las víctimas del coronel Orozco siguieron el Lic. don Federico Martínez Rojas y Vicente Villasana, director de “El Mundo”, que fueron aprehendidos, llevados a la Jefatura de la Policía Militar y golpeados en forma bárbara. Otros muchos líderes obregonistas fueron también encarcelados y golpeados por el solo delito de haberse afiliado a la candidatura independiente. Como a mí se me vigilaba muy estrechamente, el día 3 del mes de abril un grupo de militares de la Policía se introdujo hasta mis habitaciones. Por fortuna, mi madre, que no perdió la serenidad, consiguió que un vecino nuestro, el señor Manuel Carvajal, me permitiera salir por su casa, para cuyo fin tuve que escalar el muro que la separaba de la mía. Así pude escapar de las garras de la policía, para ir a refugiarme en los sótanos de la casa de un viejo amigo mío, don Epigmenio Narváez, ubicada en el Barrio del Cascajal. Pocos días después salí por la noche en una canoa por la Laguna del Chairel, desembarcando en la estación de Tamós, donde tomé el tren para San Luis Potosí. 88 Días antes de mi renuncia, Carlos Rivera Palacio, que se hallaba en París, me mostró un mensaje en clave del doctor Eucario López, su representante en México, en el cual le expresaba que el general Calles le había llamado para indicarle se dirigiera a él, a fin de que me hiciera ver “la inconveniencia de que aceptase aquella postulación, ya que, según su criterio, el sentimiento antirreelecionista estaba tan profundamente arraigado en el estado de Tamaulipas, que seguramente iría al fracaso y que, como amigo mío, se tomaba la libertad de decírmelo con toda franqueza”. Contesté a Rivera Palacio diciéndole: “No he aceptado ninguna candidatura, pero sí me propongo ir a Tamaulipas con objeto de celebrar una convención en la que habrá de elegirse al candidato que sustituirá al licenciado Castellanos, y aún cuando yo no estoy impedido para ser postulado, desde luego no aceptaré mi postulación. Puedes decir al general Calles que en estos momentos mando un cable a la Secretaría de Relaciones para renunciar a los puestos de Ministro Plenipotenciario en Francia y Jefe de la Delegación Mexicana en Ginebra”. El descontento que produjo en el general Calles aquella resolución no se hizo esperar. Inmediatamente ordenó al Gobernador —por conducto del entonces Presidente del Partido Nacional Revolucionario— se trasladara a México, y en su hacienda de Santa Bárbara, según supe después, tuvo con él una amplísima entrevista, de la que salió el licenciado Castellanos con todo un plan que se comprometió a poner en práctica para hacerme fracasar. Castellanos, en honor a la verdad, no aceptó de muy buen grado la conducta que se le imponía. Así lo entendió el profesor Graciano Sánchez, a quien consultó lo que debería hacer y Castellanos, profundamente desalentado, le manifestó que no estaba dispuesto a acatar las órdenes del general Calles, pues antes que jugarme una traición, expresó al profesor Sánchez, preferiría renunciar al Gobierno del Estado. Por supuesto que Castellanos se convirtió en el principal ejecutor de los planes oposicionistas del Gobierno de Ortiz Rubio y del general Calles. La maquinaria oficial, dirigida torpemente por los incondicionales del general Calles, se movió con toda celeridad. El Congreso del Estado —que 15 días antes me había protestado su adhesión en cable que firmaban todos los diputados— fue convocado urgentemente por el gobernador Castellanos para reformar la Ley Electoral vigente, fijando el primer domingo de julio para que tuvieran verificativo las elecciones, en vez del primer domingo de octubre, conforme estaba señalado desde hacía 10 años. Los plebiscitos, que deberían efectuarse en julio, se anticiparon al mes de abril y se inició el movimiento de defecciones de muchos 249 jo, entre las diversas organizaciones que formaban el Partido Socialista Fronterizo, una desorientación que estuvo a punto de iniciar una división seria. Como yo me encontraba ausente del país, desempeñando el cargo de Ministro de Francia y Delegado ante la Sociedad de las Naciones, el señor licenciado Castellanos me escribió varias cartas, haciéndome ver aquella situación y manifestándome que existía entre tales organizaciones (Partido Socialista Fronterizo, Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos, Cooperativas, Federación Obrera de Tamaulipas y sus adheridas) una fuerte corriente de opinión en mi favor, por lo que, habiendo cambiado impresiones con sus directores, me invitaba a pensar, serenamente, en la conveniencia de que aceptara mi postulación para el Gobierno del Estado. Contesté al licenciado Castellanos que no me parecía prudente aceptar tal sugestión, porque aun cuando la Constitución Política de la República no me impedía en modo alguno aceptar esa postulación (no se había reformado todavía la Constitución que adoptó el principio absoluto de la No Reelección), ni la Constitución local lo prohibía, tanto más, cuando que ya algunos gobernadores como Tejeda en Veracruz, y otros amigos del general Calles habían sido electos después del primer periodo de Gobierno; sin embargo, no creía prudente que se me postulara porque tal situación traería consigo una serie de dificultades para Tamaulipas, dado el distanciamiento que ya existía con el general Calles y con el presidente Ortiz Rubio. Agregué en la contestación al licenciado Castellanos que si se consideraba indispensable mi presencia en Tamaulipas, iría sólo con el objeto de convocar a una gran convención del Partido Socialista Fronterizo y de sus organizaciones, a fin de que se designara al candidato al Gobierno del Estado que habría de sustituirlo, pero que no podía aceptar ninguna postulación. El licenciado Castellanos siguió insistiendo conmigo, haciéndome ver que unánimemente se habían iniciado ya los trabajos en todo el estado a favor de mi candidatura, y, como me llegaran cables de todos los pueblos instándome a que resolviese de inmediato, invariablemente les contesté lo mismo que había dicho al Gobernador del Estado. Yo sabía que mi venida a México originaría algunas dificultades y provocaría en el general Calles, a quien ya sus incondicionales habían elevado a la categoría de Jefe Máximo de la Revolución, un disgusto, y como lo conocía desde hacía muchos años, consideré que desde luego se convertiría en mi más tenaz enemigo. Sin embargo, acepté la responsabilidad histórica que me correspondía, preparándome para emprender el regreso a México. 248 Mi gratitud y la de mi madre para el señor Manuel Carvajal nunca pudimos hacérsela patente. A este señor no lo volví a ver sino hasta el año de 1952, en que accidentalmente pasó por mi casa, y al verme, se paró a saludarnos. No lo reconocí hasta que él me recordó aquellos momentos trágicos de 1919. Desde ese año llevé con el señor Carbajal las más cordiales relaciones de amistad, y fui testigo del casamiento de una de sus hijas, que se desposó con uno de los muy estimables hijos de mi distinguido y gran amigo, el señor licenciado José Aguilar y Maya. Desgraciadamente, el señor Carvajal falleció hace algunos meses; con él perdió México un ciudadano ejemplar. Era en esos días Presidente Municipal de Tampico el eminente médico, ya fallecido, Carlos Canseco, quien le profesaba a mi madre un cariño entrañable. El doctor Canseco hacía cuanto podía por evitar los atropellos que cometían los militares, que al mando del sanguinario coronel Carlos S. Orozco, Jefe de la Policía Militar y de origen huertista, no descansaban un solo momento para sembrar el terror en las filas obregonistas. He sabido, por habérmelo dicho el arquitecto Enrique L. Canseco, hermano del Presidente Municipal, que en una junta que tuvieron en el Hotel Imperial, Murguía, Orozco, el general Osuna y el Presidente Municipal, Orozco les manifestó que si lo autorizaban para hacerme desaparecer, se acabaría aquella agitación. Ante esta proposición, el doctor Canseco manifestó que por ningún motivo consentiría él aquello; que en caso de que se hiciera, renunciaría a su cargo, haciendo público lo dicho; el general Osuna apoyó al doctor Canseco. Así pude llegar en compañía de mi madre a Nuevo Laredo, pasando la frontera gracias a las facilidades que me proporcionó el general don Jorge Bórquez, ya fallecido, entonces Coronel y Jefe del Resguardo Aduanal de aquel puerto fronterizo. Inmediatamente me trasladé a Hermosillo, a donde llegué el día 10 del mes de abril a ponerme a las órdenes del Jefe de la Revolución de Agua Prieta, Adolfo De la Huerta, quien me confirió el nombramiento de Gobernador Provisional de Tamaulipas, con todas las facultades para hacerme cargo de las fuerzas militares y civiles del estado, y disponer lo que fuese necesario para hacer triunfar el movimiento de Agua Prieta. El día 12 del mes de mayo llegué a Laredo, Texas, y como un día antes el coronel Bórquez y el licenciado Pedro González se habían posesionado de la ciudad de Nuevo Laredo, entré a ella instalando desde luego el Gobierno Provisional. Pocos días después, Monterrey, Ciudad Victoria, Matamoros, 89 Reynosa, Tampico y otras poblaciones cayeron en nuestro poder, habiéndome trasladado a la capital del Estado, en donde recibí el Gobierno de manos del general Marcelo Caraveo, quien se había posesionado de la ciudad, después de obligar a los funcionarios de la imposición a salir en fuga rumbo al norte del estado. El Gobierno Provisional estuvo solamente 45 días, habiendo sido mi primer acto ordenar la clausura de los garitos que venían funcionando desde hacía años en Tampico, Laredo, Matamoros y Reynosa. Como el puerto de Tampico estaba en auge extraordinario con motivo de que en esos años la riqueza petrolera había llegado a su apogeo, la ciudad parecía un campamento de negociantes y viciosos; era una verdadera Babel. Los dólares corrían a torrentes, no se tenía noción de lo que valía el dinero, y en todas partes se alardeaba de las grandes fortunas que se improvisaban rápidamente. El tradicional Barrio de la Unión daba cabida a más de 200 casas de asignación, desde las más lujosas hasta las más miserables; y más de 15,000 prostitutas estaban registradas en las Oficinas de Salubridad. Por toda la ciudad se veían las escenas más inmorales. La policía estaba desorganizada. Con la colaboración del general Arnulfo R. Gómez, que había llegado de la Huasteca, a donde se había concentrado con sus fuerzas secundando el movimiento de Sonora, inicié la reorganización de los servicios públicos, otorgando garantías a todos los ciudadanos. La organización —que inicié en Tamaulipas, desde el año de 1918— fue sólida porque siempre tuvo una base económica que le permitía moverse. Con la dotación de tierras que me tocó hacer por primera vez en 1924, los campesinos comprendieron que su porvenir estaba asegurado desde aquellos días. Por otra parte, los obreros antes desilusionados por las promesas incumplidas que se les habían hecho, se convencieron de que, por fin, se expedía un Código de Trabajo que fue de los primeros y más avanzados. Dicho Código aseguraba para ellos la libertad sindical, el derecho de huelga, salarios mejores, indemnizaciones, jubilaciones por despido injustificado, por accidentes en el trabajo, por enfermedades profesionales, por incapacidad y por vejez. Fue en aquella época cuando se inició en Tamaulipas la intensa labor educacional que colocó a mi estado, según las estadísticas de la Secretaría de Educación Pública, en el primer lugar por el presupuesto destinado a ese ramo (el mayor de la República en relación con la población de la entidad). El primer lugar, también, por el número de escuelas primarias y nocturnas para niños y adultos que sostenía. El primer lugar, además, por el número de educandos que asistían a los planteles educativos. Y el primer lugar, finalmente, por el gasto que el Estado hacía por cada educando. Asimismo, en aquella época se inició en Tamaulipas la campaña antialcohólica, que diera tan benéficos resultados, hasta el punto de que todos los centros ejidales declararon la prohibición absoluta en sus respectivas jurisdicciones. En el Gobierno Provisional me sustituyó el senador José Morante, que fue nombrado por el Senado de la República. La causa por la cual se me relevó del puesto, fue la de negarme a otorgar la concesión del juego por la que se interesaba un alto jefe militar que radicaba en la Ciudad de México. Por tal concesión se pagaba la suma de 300,000 dólares mensuales, y solamente el puerto de Tampico, que estaba en auge, producía lo suficiente para que tal concesión constituyera un gran negocio. Esos 300,000 dólares se distribuían entre el Gobernador del Estado, el Jefe de las Operaciones, el Comandante de la Policía y algunos funcionarios de la capital de la República, que se hacían pagar muy fuertes cantidades para evitar que el Gobierno Federal tratara de impedir el funcionamiento de los garitos. De ese dinero no ingresaba un solo centavo a las arcas del Estado. Entonces, también, se inició la organización cooperativa de producción y de consumo, que aún subsiste y de la que son pruebas contundentes el Gremio Unido de Alijadores, el Sindicato de Limpieza Pública de Tampico, los empleados de restaurantes y similares, los choferes, e infinidad de otras agrupaciones obreras y campesinas que viven y desarrollan sus actividades económicas y sociales gracias a la cooperación. Días antes de que el Senado nombrara Gobernador a don José Morante, se me presentó en la Casa de Gobierno de Ciudad Victoria, el señor don Ahora bien, al iniciarse en 1931 los trabajos electorales para la designación del candidato que había de suceder al gobernador Castellanos, se produ- 90 Con una labor como la descrita, lógico era pensar que, cuando terminó el periodo gubernamental, se pudiese hacer una sucesión en que sólo figuraran como candidatos dos amigos de las organizaciones campesinas y obreras, firmes apoyos del Gobierno Local. Tales candidatos fueron los señores licenciados Pedro González y Francisco Castellanos, resultando triunfante en la justa electoral el últimamente nombrado. 247 Ya para el mes de mayo de 1924, el triunfo del Gobierno era un hecho. Ninguno de nuestros cuartelazos ha sido tan fecundo en enseñanza cívica como aquél, que fue igualmente, sin duda, el que costara más vidas a la Nación. Bartolo Rodríguez, rico ganadero de Tampico, para quien yo tenía una deuda de gratitud; pues me había facilitado $5,000.00 para pagar una letra vencida en los momentos en que el Gobierno nos tenía sitiados por hambre. En el citado año se iniciaron en Tamaulipas los trabajos electorales para la renovación de Poderes Locales, acto que debería celebrarse el primer domingo del mes de octubre. Don Bartolo me manifestó que iba comisionado por una alta personalidad militar de la Ciudad de México, para decirme que si yo otorgaba la concesión del juego en la misma forma que venía funcionado hasta el momento en que el Gobierno a mi cargo había clausurado los garitos, ese alto jefe militar se comprometía a que el Senado, que estaba controlado por el Partido Liberal Constitucionalista, me ratificaría el nombramiento de Gobernador Provisional que me había expedido el Jefe de la Revolución de Agua Prieta. Como yo figuraba en la calidad de único candidato, estuve en aptitud de construir una organización completa, de la cual ha formado parte —desde entonces— la inmensa mayoría de los habitantes del estado. Para lograr tal finalidad, se celebró en Ciudad Victoria una gran convención. En ella se fusionaron todos los partidos existentes, formándose así el Partido Socialista Fronterizo que, con un programa avanzado, estuvo en actividad hasta 1932, año en el cual el Partido Nacional Revolucionario absorbió a todas las organizaciones políticas de los estados. En el Gobierno de mi estado pude organizar a los campesinos y a los trabajadores. A los primeros, constituyendo la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de Tamaulipas, y a los segundos, fortaleciendo a la Federación Obrera, las organizaciones autónomas de la región petrolera, que aumentaron su poder gracias al impulso que les dio el Gobierno del Estado. Con tales fuerzas, las citadas organizaciones estuvieron en aptitud de hacer frente, siempre con éxito, a las acometidas que don Luis N. Morones, líder principal de la en aquella época poderosa CROM, llevó a cabo por medio de brigadas ambulantes de choque, que pudo mantener en pie combativo merced a los grandes recursos de que disponía en su carácter de Secretario de Industria, Comercio y Trabajo. Las luchas que se liberaron en el puerto de Tampico por la conquista de la hegemonía obrera fueron sangrientas. En todas ellas resultó derrotada la Confederación Regional Obrera Mexicana. De aquellos fracasos me culpó siempre el señor Morones. Su cólera, no disimulada, se debió a que Tamaulipas fue el único estado que no pudo él someter a su vasallaje. Naturalmente, convencido de que la organización de los campesinos y de los obreros era una fuerza incontrolable, cuando se la sabía dirigir y se tenían miras sinceras de beneficios para el proletariado, aproveché también mi estancia en la Presidencia de la República para seguir fomentando aquella organización, que subsiste hoy todavía, con algunas modalidades, y que ha dado suficientes pruebas de estabilidad, unificación y civismo. 246 Contesté a Bartolo Rodríguez que ya había hablado con el alto jefe militar a que se refería, pues encontrándome en la Ciudad de México me enteró de sus propósitos; le expresé a dicho señor que por ningún motivo otorgaría la concesión del juego, a lo que él, en forma violenta, me manifestó que no duraría yo en el Gobierno de Tamaulipas. Como Bartolo Rodríguez insistiera en esa solicitud, le manifesté que no podía contraer tal compromiso, pues ello significaba abjurar de mis convicciones revolucionarias, ya que en mi campaña de Diputado por Tampico y en el periódico “El Diario” que dirigiera, siempre propugné por el cierre de los garitos. Don Bartolo, que me profesaba un gran cariño, me insistió para que yo accediera a esas exigencias, diciéndome: “Mire, licenciado, usted está perdiendo el tiempo, tiene usted algunos años de lucha en la política y no ha hecho usted dinero. Hágalo usted porque los años no pasan en balde, y después le pesará”. Contesté a don Bartolo: “No, yo no debo torcer mis convicciones; entré a la política para hacer bien a mi estado, sin que abrigue hasta estos momentos más propósitos que los de ser siempre un hombre de bien, un funcionario recto”. Don Bartolo se despidió moviendo la cabeza y lamentando mi decisión. Y en efecto, un mes después entregaba yo el Gobierno de Tamaulipas a don José Morante, quien procedió, desde que tomó posesión del cargo, a abrir las casas de juego en todo el estado, habiendo dado también una concesión para que en el Barrio de la Unión de la ciudad de Tampico, se abriera un cine donde se exhibían películas pornográficas. Yo regresé a mi casa satisfecho, pero un tanto desilusionado, pues había sido el único tamaulipeco que tuve la entereza de ponerme al frente del pueblo de mi estado para hacer triunfar el obregonismo y la Revolución de Agua Prieta en Tamaulipas. 91 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Los demás jefes militares y civiles, por conveniencia o por cualquier otro móvil, adoptaron una actitud neutral ante aquella tremenda crisis que conmovió a la Nación, temerosos, seguramente, de que don Venustiano Carranza y su grupo hicieran triunfar la candidatura de imposición presidencial. Cuando conté a mi madre lo sucedido, recibí de ella el mismo consejo que siempre me daba: “Siempre lo que sucede es lo mejor, has hecho bien en negarte a esa indignidad, ten confianza y fe en ti y en Dios, y sigue luchando sin desanimarte”. Aquellas palabras de mi madre, que siempre las repetía cuando yo sufría algún descalabro, después de los años que han pasado desde que la perdí para siempre, siguen sonado dulce y placenteramente en mis oídos. En el corto tiempo que desempeñé el cargo de Gobernador Provisional inicié algunos trabajos para hacer cumplir la Reforma Agraria y las Leyes del Trabajo y dicté disposiciones en ese sentido. CAPÍTULO XXVI MI SEGUNDA POSTULACIÓN AL GOBIERNO DE TAMAULIPAS EN 1932 Disgusto que esto causó al general Calles. Mi renuncia como Ministro de México en Francia y Jefe de la Delegación a la Sociedad de las Naciones. Imposición del Dr. Rafael Villarreal como Gobernador de Tamaulipas. Postulación del general Lázaro Cárdenas a la Presidencia de la República, por las Ligas de Comunidades Agrarias de Tamaulipas, San Luis Potosí, Chihuahua, Michoacán, Estado de México y Tlaxcala. C omo se recordará, en el año de 1923 el Gobierno del presidente Obregón atravesó por la crisis militar más grave de los últimos 20 años. Tal crisis fue motivada por el levantamiento de más de sesenta mil hombres del Ejército, que dirigieron los divisionarios Enrique Estrada, Manuel M. Diéguez, Salvador Alvarado, Fortunato Maycotte, Guadalupe Sánchez y otros más. Se invocaba como pretexto la versión de que se pretendía violar el sufragio popular e imponer en la Presidencia el señor general Plutarco Elías Calles, en contra de la candidatura popular que, según los militares rebeldes, era la de don Adolfo De la Huerta. En aquella ocasión el que escribe —que a la sazón ocupaba una curul en la Cámara de Diputados— encabezó en el Congreso al grupo de representantes partidarios de la candidatura de Calles. La lucha en la Cámara de Diputados para lograr el triunfo de la Comisión Permanente fue muy reñida, pues los bandos contendientes pusieron en juego cuantos recursos estuvieron a su alcance para obtener la mayoría, que al fin se decidió a favor del general Calles. Con tal motivo, me tocó presidir la Comisión Permanente del Congreso de la Unión en aquellos trágicos días, en que estuvo a punto de ser derrocado, por la rebelión delahuertista, el Gobierno del general Obregón. 92 245 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. CAPÍTULO IX LA XXIX LEGISLATURA Aprobación de mi credencial como Diputado al Congreso de la Unión. Partido Liberal Constitucionalista. Distanciamiento de dicho Partido con el presidente Obregón. Lucha en la Cámara de Diputados motivada por la corrupción de algunos líderes del Partido. Crisis en el Gabinete Presidencial, con motivo de la acusación que hice en la Cámara de Diputados al Secretario de Industria, Comercio y Trabajo. Lucha por ganar la Comisión Permanente. E n el mes de julio de 1920, al verificarse las elecciones de Diputados y Senadores para integrar la XXIX Legislatura Nacional, resulté electo representante por el distrito de Tampico, no obstante que no hice ningunos trabajos para el efecto ni había aceptado mi candidatura. La elección en mi favor fue por abrumadora mayoría, pero mi credencial estuvo a punto de ser rechazada porque algunos líderes del Partido Liberal Constitucionalista deseaban que entraran al Congreso un sonorense, el coronel Carlos T. Robinson que, sin tener los requisitos necesarios para representar aquel distrito, sí reunía la calidad de sonorense, indispensable en aquella época para figurar en el candelero político. Se iniciaba el sonorensismo, que demeritó grandemente a los líderes sonorenses, generales Obregón y Calles y señor De la Huerta. Desde que se iniciaron las discusiones en la Cámara, tuve conocimiento que se me pondrían algunas dificultades para aprobar mi credencial. Dos de los principales líderes del Partido Liberal Constitucionalista, los abogados Rafael Martínez de Escobar, ya fallecido, y Eduardo Neri, me hicieron conocer esas dificultades, diciéndome ambos: “Muévete, porque se pretende por algunos de los de arriba rechazar tu credencial”. 244 93 Y en una conversación que tuve con ellos, les manifesté que eso iba ser muy difícil, y que si tal consigna fuera acatada por la mayoría, yo denunciaría en la Tribuna a quienes tenían tal pretensión, diciendo que los triunfadores ya iniciaban los mismos procedimientos de burlas al sufragio, que era la causa de la caída del señor Carranza. Alguno de mis buenos amigos me insinuó: “¿Y si es el general Obregón o el general Hill quienes ayudan al general Robinson?”. “Pues, si tengo las pruebas de que ellos están en contra mía, lo diré públicamente en la Tribuna”. La lucha entre bastidores fue tenaz y difícil. Tuve que hablar personalmente con la mayoría de los diputados para convencerlos de que en mi favor había votado más de 90% de los ciudadanos de Tampico. Al fin, mis contrarios no se atrevieron a dar la pelea públicamente y algunas semanas después mi credencial fue aprobada sin discusión alguna. Posteriormente, algún Ayuntamiento carente de valor civil ordenó que se quitara el mencionado retrato. Me ayudaron eficazmente Luis L. León, los abogados Neri, Martínez de Escobar, Agustín Arroyo Ch., Jefe de la Diputación guanajuatense, Felipe Carrillo Puerto Soto y Gama, Manrique, los laboristas que jefaturaba Morones y otros queridos compañeros de aquella época. En pláticas que tuve con el general Calles, Secretario de Gobernación, y con el señor De la Huerta, de Hacienda, me hacían conocer sus temores en el sentido que dejo indicado, y tanto uno como otro recomendaban a sus amigos ayudarme. Tan luego como fue aprobada mi credencial, solicité de la Cámara una licencia por tiempo indefinido. Cuando me despedí del general Calles, no dejó de extrañarse por mi proceder, pues según él, se hacía necesario apretar filas, porque los peleceanos eran ya un serio problema para el régimen, y al preguntarme si ya me había despedido del Presidente, le manifesté que no pensaba hacerlo, en atención a que él había apoyado a mi contrario para que entrara a la Cámara. El general Calles me dijo que por ningún motivo me fuera sin despedirme del general Obregón y acto seguido, sin consultármelo, tomó el teléfono para suplicarle me recibiera ese mismo día, pues deseaba yo despedirme de él. De Gobernación me fui a la Presidencia. El general Obregón me recibió inmediatamente, habiendo tenido con él una conversación de tres minutos, fría, y en la que le expuse mi propósito de ir a radicarme a Tampico, pues deseaba alejarme de la política y dedicarme al ejercicio de mi profesión. El presidente Obregón tenía una expresión muy suya cuando quería demostrar el desafecto a la persona que se acercaba a él. Esta expresión la tuvo al estrecharme la mano: “¿Cómo está usted, caballero?”. Me cayó, como decimos en el norte, “en pandor94 243 inundaciones, ya que hubo ocasiones en que las aguas del Río Pánuco se desbordaron, tapando completamente a dicho mercado, sin causarle ningún perjuicio. También me tocó iniciar y casi terminar las obras de dotación de agua potable y drenaje de Tampico. La oposición que se hizo entonces al contrato que se celebró fue encabezada por elementos reaccionarios del puerto, y cuando me distancié del presidente Ortiz Rubio y del general Calles, el Gobierno Federal se incautó de dichas obras. Me tocó presidir el Comité de Ayuda a los Damnificados con motivo del ciclón que azotó los estados de Tamaulipas, Guerrero, Oaxaca y otras entidades federativas, en el año de 1933. El Comité logró reunir la cantidad de $4,000,000.00, más gran tonelaje de mercancías y artículos de primera necesidad con que contribuyó el pueblo de la República. De todo se publicó una memoria en que constan los nombres de las personas que aportaron su óbolo. Con este motivo, trasladamos a México gran número de damnificados, proporcionándoles ropa, alimentos y vestidos. De lo que se colectó para los damnificados, como sobraran $100,000.00, el señor Presidente, Abelardo L. Rodríguez, dispuso que con ese dinero se construyera la Escuela Prevocacional, en el antiguo predio de la Casa Mata, en Tampico, Tamaulipas. En el año de 1926 convoqué a una Gran Asamblea, invitando a delegados de los estados fronterizos, para iniciar lo que después fueron puertos libres, presentando al presidente Calles las conclusiones a que se llegó para tal efecto. En el propio año de 1926 el Gobierno de mi cargo compró el Palacio del Conde de Sierra Gorda, única joya colonial que existe en Tamaulipas, habiendo sido donado, previa aprobación del Congreso local, al pueblo de Jiménez. El Ayuntamiento acordó poner mi retrato en la Sala de Cabildos. Y años después, cuando el gobernador Horacio Terán visitó dicho lugar, ordenó al Presidente Municipal que quitara dicha fotografía. El Presidente Municipal manifestó al licenciado Terán que no podía quitarlo porque era un acuerdo del Ayuntamiento, en reconocimiento a la donación que del edificio había hecho el Gobierno de mi cargo. 242 ga”. Me despedí del presidente Obregón sin recibir ninguna muestra de atención de su parte. Estuve en Tampico hasta el mes de octubre de 1922, en que el general Calles hizo un recorrido por la Huasteca y llegó a Tampico. Lo recibimos un reducido grupo de amigos, encabezados por mí y por el general Arnulfo R. Gómez, Jefe de las Operaciones Militares. Durante la comida que le ofrecimos me preguntó si no pensaba regresar a México, habiéndole manifestado que estaba muy a gusto en Tampico, pues mi bufete me estaba dando bastante dinero. Me indicó que pronto me iban a necesitar en la Cámara, a lo cual yo le repuse que no deseaba seguir en la política. Muy pocos días después de la llegada del general Calles a la capital, recibí un mensaje del general Obregón, comunicándome que en virtud de haber sido designado miembro del Consejo Directivo de los Ferrocarriles Nacionales de México, me trasladara a la capital, con el fin de tomar posesión del cargo. Mi primer impulso al enterarme del mensaje del presidente Obregón fue no aceptar el nombramiento; pero cuando hice conocer aquella determinación a mi madre, me dijo: “No obres así, es mejor que vayas a la capital y le hagas conocer al Presidente tu resolución. El general Obregón siempre te ha tenido cariño, y no es debido que le correspondas con una violencia”. Aquella sugestión de mi madre me tranquilizó. La costumbre de ocurrir al consejo de la autora de mis días siempre que tenía yo alguna crisis espiritual y me sentía angustiado la seguí toda mi vida, hasta que ella me faltó en el año de 1940. De inmediato me trasladé a la Ciudad de México, siendo recibido por el presidente Obregón el mismo día. Me trató en forma afectuosa, diciéndome que había sentido mi separación del Congreso; que creía él que hubo una mala interpretación, pues el general Calles le contó que yo estaba sentido porque creía que él, el Presidente, apoyaba al coronel Robinson como diputado por Tampico, pero que desde luego debería hacerme cargo de la Comisión que me había conferido. Cuando le manifesté que sólo iba a suplicarle me excusara de aceptar el puesto que tan bondadosamente me había ofrecido, me dijo: “No, amigo, usted toma posesión de ese puesto hoy mismo”. A lo cual le contesté: “¿Es una orden?”. “Sí, es una orden”. “Pues no hay más remedio que obedecerla”. Y así reanudé con él una antigua amistad de varios años. La XXIX Legislatura fue pródiga en trabajos y su actuación revolucionaria después de la XXVII dejó honda huella en los anales de la historia 95 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. parlamentaria de la Revolución. Esta legislatura conservó un alto sentido de decoro, de responsabilidad y de independencia. El Partido Liberal Constitucionalista, que llegó a dominar la política en la República, estaba integrado por los hombres más distinguidos y de mayor prestigio. El general don Benjamín G. Hill era reconocido como jefe de esa poderosa organización y a ella pertenecían distinguidos políticos que habían luchado y sido precursores de la Revolución de 1910. Figuraban en él, el gran tribuno parlamentario Lic. don Jesús Urueta, el Lic. don Rafael y don Juan Zubarán Capmany, el Lic. José Inés Novelo, Juan Sánchez Azcona, el Lic. don Jesús Acuña, los generales Manuel García Vigil y José Siurob, el Dr. Cutberto Hidalgo, los licenciados Eduardo Neri, Rafael Martínez de Escobar, Herminio Pérez Abreu y otros luchadores de la época que hicieron oír su voz de elocuentes oradores en la Tribuna Parlamentaria. Pero llegó el momento en que el Partido Liberal Constitucionalista se engolosinó con sus triunfos, y de colaborador sincero del Gobierno de la República, se convirtió en opositor solapado del general Obregón. La organización, que tenía ramificaciones en todos los estados, significaba ya un serio peligro para la estabilidad del régimen, ya que algunos de sus altos representativos empezaban a claudicar de los principios revolucionarios que habían sustentado. En el Gabinete representaban al Partido Liberal Constitucionalista el general Benjamín G. Hill, Secretario de Guerra y Marina; el Lic. don Rafael Zubarán Campany, Secretario de Industria, Comercio y Trabajo; el general don Antonio I. Villarreal, Secretario de Agricultura y Fomento; el Dr. Cutberto Hidalgo, Secretario de Relaciones Exteriores; el general don Armando Aguirre, Secretario de Comunicaciones; el Lic. Eduardo Neri, Procurador General de la República; y una mayoría de los altos funcionarios de la Federación y de los Estados, que de grado o por fuerza, se habían adherido a esa poderosa organización política. De tal manera que representaba una fuerza incontrastable, y ante las exigencias de los peleceanos, algunos de los cuales se habían convertido en negociantes de la política, el general Obregón se vio obligado a tomar una actitud enérgica. Se iniciaban ya los preparativos para la sucesión presidencial; la mayoría de los miembros del Partido Liberal Constitucionalista se inclinaban a favor de la candidatura presidencial del general Hill. Calles y De la Huerta eran la esperanza de los radicales que teníamos minoría en las Cámaras, pero su ac96 CAPÍTULO XXV OBRAS PÚBLICAS E Construcción del Palacio Municipal de Tampico y del Mercado. Introducción del Drenaje y de Agua Potable. Comité de Ayuda a los Damnificados. Convención Pro Perímetros Libres. n el año de 1925, en virtud de que el puerto de Tampico no tenía un Palacio Municipal decoroso, celebramos en el Ayuntamiento una sesión para exponer el proyecto del Gobierno del Estado, a fin de que cuanto antes se procediera a tirar la vieja casa de teja en donde se alojaba la autoridad municipal. El Estado contribuyó con $200,000.00 para la construcción, habiéndose realizado primero el palacio chico, que está frente al gran edificio municipal. El director de las obras fue el señor arquitecto Enrique L. Canseco, quien no recibió ningunos emolumentos por los proyectos que se hicieron. Posteriormente, se procedió a la construcción del Palacio Municipal en que actualmente se aloja el Ayuntamiento. Las obras se iniciaron en el año de 1926, y al salir del Gobierno del Estado, el año 1929, estaba construida toda la estructura de dicho edificio, habiéndose continuado y terminado el año de 1933 por los Ayuntamientos subsecuentes. También se inauguró, el año de 1927, el edificio de la Compañía Telefónica que está frente al Palacio Municipal. Tampico fue la primera ciudad de la República que tuvo el sistema de teléfonos automáticos. Como el antiguo mercado que existía en Tampico era ya anticuado, celebré un contrato con una compañía constructora, realizándose las obras correspondientes del actual mercado, que después de 44 años ha resistido 241 el Dip. Rafael Treviño Solís, en representación del Bloque Castellanista y el Dip. Martín Aréchiga, en representación del Bloque Gonzalista, se llegó al resultado siguiente: ción era nula, pues de hecho se hallaban arrinconados en la Secretaría de Gobernación y de Hacienda, respectivamente. Votos emitidos a favor de la candidatura del Lic. Francisco Castellanos Jr.: 32,410. Luis L. León, Carrillo Puerto, Antonio Díaz Soto y Gama, Luis N. Morones, Jorge Prieto Laurens, Romeo Ortega, Aurelio Manríquez, Gilberto Fabila, Froilán C. Manjarréz, Candelario Garza, Arturo Campillo Seyde, Apolonio Guzmán, y el que suscribe, nos lamentábamos del apoyo que el general Obregón daba a los peleceanos y no cejábamos en nuestras tendencias de izquierda, que representaban el general Calles y Adolfo De la Huerta, como hombres más capacitados para suceder al general Obregón. Votos emitidos a favor de la candidatura del Lic. Pedro González: 7,047". En tal virtud, con fundamento en la cláusula XII de la convocatoria respectiva, se acordó autorizar al suscrito para hacer la siguiente declaratoria: “Primera. El Partido Socialista Fronterizo y sus organizaciones adherentes sostendrán durante las elecciones que para la renovación del Ejecutivo Local se celebrarán el día 14 de octubre (segundo domingo) del corriente año, al C. Lic. Francisco Castellanos Jr., por haber obtenido la mayoría absoluta de votos en el plebiscito de referencia. Segunda. Comuníquese esta resolución a todos los Comités y Sub-Comités y demás organismos que forman el Partido Socialista Fronterizo en el estado. C. Victoria, Tamps., febrero 1º de 1928 E. Portes Gil” Esta prueba de democracia, a la que asistió la inmensa mayoría del pueblo tamaulipeco, nos demostró claramente su capacidad para tomar parte en las luchas políticas. El plebiscito se celebró sin que haya habido el menor incidente. Los candidatos y sus partidarios tuvieron toda clase de garantías. Las autoridades fueron neutrales. El procedimiento electoral a base de plebiscitos que se inició en Tamaulipas para la elección de Ayuntamientos, Diputados Locales, Federales y Senadores, lo implanté al hacerme cargo de la Presidencia del Partido Nacional Revolucionario en los años de 1930 y 1935, y se realizó con éxito hasta la terminación del periodo presidencial del señor general Lázaro Cárdenas. En los siguientes periodos se iniciaron lo que se llamó auscultaciones, lo cual originó grave descontento del pueblo al designarse candidatos en muchas ocasiones desconocidos para puestos locales y federales. Y se habló de sobres lacrados. 240 Los generales Francisco R. Serrano y Jesús M. Garza se sentían también desilusionados ante aquella acometida de los peleceanos. Garza era el motor de nuestro grupo. Su talento, su decisión, su amor a los principios avanzados de la Revolución y su patriotismo, lo significaban como el hombre más autorizado para dirigir la acción a favor de las tendencias avanzadas. Por fin llegó el momento deseado por todos. El general Obregón se convenció de que los peleceanos estaban claudicando en su principios; que algunos de ellos se dedicaban impúdicamente a los negocios y usaban su influencia política para obtener granjerías y poder. Fue entonces cuando Luis L. León y yo, a invitación que nos hiciera el general Obregón, tuvimos con él una plática en los primeros días del mes de octubre de 1922. El general Obregón en esta entrevista nos dijo más o menos lo siguiente: “Qué no se han dado ustedes cuenta de la situación que priva en esos momentos y que quiero resumir en los siguientes términos: los dirigentes del Partido Liberal Constitucionalista se han convertido en enemigos solapados del régimen. A ellos les asusta mi actitud para cumplir el programa de la Revolución, sobre todo en lo que a repartición de tierras, a legislación obrera y petróleo se refiere. Algunos de ellos representan fuertes intereses petroleros y de latifundistas, y naturalmente, no comulgan con las tendencias del Gobierno para ‘meter en cintura’ a las compañías petroleras y obligarlas a que cumplan con nuestra legislación. Como resultado de todo ello, en las Cámaras se hace fuerte oposición al Ejecutivo. Los proyectos de la Ley de Ingresos y de Presupuesto que se han sometido a la consideración de la Representación Nacional, están siendo saboteados y si dejamos que la situación continúe, probablemente me imposibilitarán para desarrollar el programa que me he propuesto. Ya han reducido el presupuesto en la partida de Agricultura y de Educación Pública, para impedir la repartición de tierras y el fomento de la educación. Deseo que me digan ustedes: ¿Qué hacen mis amigos en la Cámara?”. 97 Respondí al general Obregón: “General, nosotros hemos creído que sus amigos en política son los peleceanos, puesto que usted les ha dado todo el poder. Nosotros somos una minoría que ni siquiera tenemos acceso a la Presidencia de la República. Lamentamos que hombres como el general Calles y el general De la Huerta, que sí representan el pensamiento radical de la Revolución, estén boicoteados y a punto de salir del Gabinete porque su situación es ya insostenible. Pero ya que usted nos llama para que le expliquemos nuestra manera de pensar, con gusto lo haremos. Yo creo que estamos en tiempo para iniciar una campaña en contra de los peleceanos y demostrar ante la Nación la inmoralidad de algunos de ellos y la claudicación que en materia social los presenta como enemigos del régimen. Somos muy pocos, pero creemos poder triunfar si usted no ayuda tan ostensiblemente al Partido Liberal Constitucionalista. Tengo pruebas de que algunos de sus ministros están mezclados en un importante negocio petrolero, y al exhibir tales pruebas ante la Representación Nacional, se provocará un escándalo al demostrar la conducta inconveniente de ese colaborador de usted. Usted conoce este asunto, puesto que hace algunos meses se lo traté y creo que ésta es un arma formidable para iniciar una campaña en contra de los elementos de dicha agrupación política”. Después mostré al Presidente una carta en que el diputado Juan Zubarán, hermano del Ministro de Industria y Comercio, pedía a una compañía petrolera la suma de $20,000.00 oro nacional, a cuenta de mayor cantidad, por el arreglo de ese negocio.3 En los primeros días del mes de diciembre se inició en la Cámara de Diputados una ofensiva en contra de los dirigentes del Partido Liberal Constitucionalista. Fui el primero en romper el fuego. Denuncié en la Tribuna la conducta claudicante y las inmoralidades que algunos dirigentes del poderoso partido venían ejecutando, con grave perjuicio del programa de la Revolución; Luis L. León, Manuel Z. Moreno, Romeo Ortega, Antonio Díaz Soto y Gama y Manrique me secundaron en aquella lucha. Acusé al Partido Liberal Constitucionalista de que algunos de sus más altos representativos traficaban con los intereses nacionales y traicionaban los principios que habían inspirado el movimiento social de México; los acusé de no hacer nada por expedir la Ley del Trabajo, de estar obstruyendo la labor del presidente Obregón en su actitud para resolver el problema agrario y denuncié ante la Representación Nacional que algunos dirigentes del Partido estaban usando la influencia que les daba el poder para enriquecerse. En dicha sesión exhibí la famosa carta en la que el diputado Zubarán pedía la suma de $20,000.00 por el arreglo del negocio en la Secretaría de que era titular su 98 IX. Dichos representantes deberán levantar actas por triplicado del resultado del plebiscito, las que remitirán al Comité arriba mencionado. X. Para la celebración del plebiscito regirá la misma división seccional que rigió durante las últimas elecciones de Poderes Federales, la cual deberá darse a conocer previamente a los grupos, para los efectos a que haya lugar. XI. Todos los expedientes, actas y demás documentos que se levanten el día de la elección del plebiscito, deberán ser remitidos al Comité Calificador de que habla el siguiente artículo. XII. El recuento de los votos del plebiscito deberá ser hecho por un Comité integrado por los CC. licenciados Pedro González y Francisco Castellanos Jr., precandidatos contendientes y un representante designado por los respectivos Comités Directivos que apoyen sus candidaturas, fungiendo como presidente el Jefe Nato del Partido. Este Comité deberá instalarse en la capital del estado el día veintisiete de enero de mil novecientos veintiocho a las nueve de la mañana, procediendo desde luego a hacer el recuento de votos emitidos; calificará las tachas que se pongan a los CC. que asistan al acto plebiscitario, haciendo en su caso la declaratoria correspondiente a favor de la persona que haya obtenido la mayoría de sufragios, dentro de los cinco días siguientes a la instalación”. El domingo 15 de enero de 1928 se celebró en todo el estado el plebiscito a que me he referido, habiéndose instalado las casillas correspondientes y hecho el examen de los resultados de la votación emitida, el día 1º de febrero de 1928 se hizo la declaración a favor del candidato que obtuvo la mayoría de sufragios. La declaratoria expresa lo siguiente: “DECLARATORIA Examinados cuidadosamente los expedientes remitidos a la Junta Computadora de los votos emitidos en el acto plebiscitario celebrado el día 15 del mes de enero de 1928, convocado por el suscrito, en su carácter de Jefe Nato del Partido Socialista Fronterizo, con fecha 17 de noviembre de 1927, en presencia de los señores licenciados Francisco Castellanos Jr., Marcilio de la Garza R., en representación del Senador y licenciado Pedro González, 239 2º. Al pueblo en general que simpatice con la candidatura del C. Gral. Álvaro Obregón para la Presidencia de la República, debiendo sujetarse dicho acto a las siguientes bases: I. El plebiscito tendrá lugar el día mencionado a las once de la mañana en punto, en todo el estado. II. Los ciudadanos aptos para votar se reunirán en la población en donde se celebre el plebiscito, debiendo concurrir a él todos los vecinos que reúnan dicha calidad, que vivan dentro de la población y en las secciones ubicadas a menos de dos kilómetros de las goteras. III. Los ciudadanos que vivan en las secciones no especificadas en la fracción anterior, se reunirán en el lugar donde se acostumbra instalar la casilla electoral correspondiente. IV. Cada uno de los grupos que apoyen a determinado candidato se reunirá en lugar distante, debiendo permanecer hasta el momento en que se haga, por quien corresponda, el recuento de los votos emitidos. V. El recuento de los votos se hará por tres representantes, nombrado uno por cada uno de los grupos antagónicos y uno por el suscrito, en su calidad de Jefe Nato del Partido Socialista Fronterizo. VI. El recuento de votos se hará por los representantes de los precandidatos, pudiendo, los ciudadanos que asistan a él, tachar los votos emitidos por personas que en su concepto no reúnan los requisitos legales para votar y aquellos ciudadanos que no estén comprendidos dentro de la anterior convocatoria. VII. Los ciudadanos aptos para votar, pertenecientes a los municipios de Tampico y Cecilia, deberán reunirse respectivamente, en cada una de dichas poblaciones, señalándose oportunamente, por cada uno de los grupos en pugna, el lugar de reunión. VIII. Para el tercer domingo del mes de diciembre, los grupos que sostengan candidatos distintos deberán comunicar al Comité que en definitiva conocerá del resultado del plebiscito, los nombres de sus respectivos representantes en este acto. 238 hermano don Rafael, funcionario honesto y político talentoso que había prestado servicios a la Revolución. El escándalo que se armó en esa memorable sesión fue mayúsculo. Hubo gritos, protestas, amenazas, insultos, improperios. Los peleceanos me amenazaban desde sus curules y muchos se acercaban hasta la tribuna tratando de sacar sus armas. Yo permanecí inmóvil y cada vez que se hacía el silencio seguía mi discurso, redoblando el ataque en contra de los ministros peleceanos que estaban en el Gabinete. Por fin, el Presidente de la Cámara, Lic. Eduardo Vasconcelos, levantó la sesión citando para el día siguiente, en que continuó la lucha más enardecida. León, Soto y Gama, Manuel Z. Moreno, Manrique y yo continuamos con vigor y apasionamiento el ataque contra el Partido Liberal Constitucionalista. Con motivo de esa lucha, el Lic. Rafael Zubarán Campany, Secretario de Industria, Comercio y Trabajo, presentó su renuncia irrevocable. El general don Antonio I. Villarreal hacía algunas semanas que había salido también del Gabinete. Justo es hacer constar que Villarreal renunció por solidaridad con su partido; pero nadie lo atacó en la Cámara, ya que su actuación fue siempre limpia y revolucionaria. Pocos días después renunció también el Lic. Eduardo Neri, Procurador General de la República, a quien nadie había atacado, pues a todos nos constaba su integridad y su hombría de bien, así como sus antecedentes revolucionarios en la lucha por la libertad. Durante todo el mes de diciembre la lucha fue encarnizada. Los peleceanos, que contaban con los principales jefes militares de la Guarnición de la Plaza, lograron que la noche del 12, un mayor del Ejército, seguido de un piquete de soldados, tratara de desalojarnos del recinto, y en los momentos en que entraban nos levantamos de nuestros curules y encarándonos con aquel militar le hice ver lo grave de su conducta, diciéndole: “No saldremos del salón, y si usted trata de desalojarnos por la fuerza, le hago ver que no estamos dispuestos a permitir que se nos ultraje. Todos nosotros estamos armados y dispuestos a defender nuestras vidas; pero no permitiremos que usted consume un atropello tan vergonzoso. Si usted trae una orden escrita del Presidente de la Cámara estará a salvo de toda responsabilidad, en la inteligencia de que aún con esa orden, que sería arbitraria, nosotros defenderemos el Salón de Sesiones de la Representación Nacional, que no debe ser pisado más que por los diputados”. Ante aquella actitud, el oficial recapacitó y dio media vuelta sin molestarnos en el resto de la noche. Después supimos que los directores de ese desaguisado que estuvo a punto de ocasionar una tragedia fueron los diputados peleceanos, que ostentaban grados de generales y usaron su jerarquía para influenciar al 99 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. mayor que resguardaba el orden fuera del recinto parlamentario. Todos estos hechos constan en el “Diario de los Debates de la XXIX Legislatura”. En otra ocasión se introdujo en las galerías, con la anuencia del Presidente de la Cámara, un grupo de soldados armados de rifles y bayonetas, tal vez con el propósito de intimidar a los diputados. Esto originó un nuevo escándalo. Pedí la palabra y protesté con toda energía por aquella intromisión de la fuerza armada, y ante la “vitachera” que se armó, el Presidente se vio obligado a ordenar que se desalojara el salón. La protesta fue secundada por los asistentes a las galerías y todo hacía presumir que se desarrollarían actos sangrientos, como sucedió en las sesiones posteriores, ya cuando la mayoría peleceana se había desarticulado y los que quedaban fieles recurrían a actos de terror para amedrentar a los diputados. Las sesiones eran cada día más tormentosas. La lucha dentro del recinto parlamentario llegó a asumir caracteres trágicos. Los ataques virulentos aumentaban, así como el ardor de los grupos, a medida que se acercaba la elección de la Comisión Permanente. Ya para fines del mes de diciembre, la mayoría peleceana se había desintegrado y el grupo minoritario, agraristas, laboristas, socialistas y cooperatistas cobraba mayor vigor. En ocasiones estuvimos a punto de echar mano a las armas y terminar de una manera trágica aquella Legislatura. Pero al fin se impuso la serenidad, y a iniciativa de don Herminio Pérez Abreu, senador liberal constitucionalista, se nombró una comisión de cada uno de los grupos contendientes y se firmó un pacto en el que nos comprometimos a no provocar ya ninguna discusión violenta y a acatar el resultado de la votación, al elegirse la Comisión Permanente. El día 30 de diciembre se procedió a designar los diputados que deberían integrar dicha Comisión, habiendo obtenido la mayoría de dos votos la planilla que yo encabezaba. Así terminó aquella lucha que dio al traste con la hegemonía del Partido Liberal Constitucionalista, y desde aquel momento el Gobierno que presidía el general Obregón pudo, sin trabas ni dificultades, reanudar sus labores en bien del proletariado nacional y dictar medidas para hacer respetar los derechos de los campesinos. CAPÍTULO XXIV INFORME QUE RENDÍ AL CONGRESO LOCAL EN 1927 E Autorización para convocar a un plebiscito. Candidatos que figuraron. n virtud de que los Estatutos del Partido Socialista Fronterizo disponen la celebración de plebiscitos para la designación de los funcionarios de elección popular, el día 5 de febrero de 1927 informé a la Legislatura del Estado lo siguiente: “Estando próximas las elecciones para la designación de Poderes del Estado, he creído de mi deber exponer ante Vuestra Soberanía, y en cumplimiento de los Estatutos del Partido Socialista Fronterizo, la conveniencia de que para el efecto se celebre un plebiscito, y en cumplimiento de tal disposición, me permito someter a la consideración de ustedes el proyecto de convocatoria que se expedirá: CONVOCATORIA EMILIO PORTES GIL, Jefe Nato del Partido Socialista Fronterizo, teniendo en consideración las declaraciones hechas por el suscrito en la sesión solemne de apertura del H. Congreso del Estado, el día 1º de septiembre del corriente año, por las cuales se anunció al Pueblo de Tamaulipas la celebración de un plebiscito general para las elecciones del candidato que para Gobernador Constitucional del Estado, durante el periodo de 1929 a 1932, deberá sostener el Partido Socialista Fronterizo y sus organizaciones adherentes y, tomando en consideración la opinión de los distintos organismos que forman la mencionada agrupación, he tenido a bien convocar para dicho acto que deberá efectuarse el tercer domingo del mes de enero —día 15 del propio mes— del año de 1928. 1º. A todos los ciudadanos afiliados al Partido Socialista Fronterizo y sus simpatizadores. 100 237 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Es para mí muy satisfactorio rendir un homenaje de gratitud al primer director de dicha escuela, el profesor José Martínez y Martínez, que con verdadera abnegación, celo y patriotismo supo dirigir dicho plantel y hacer de sus alumnos obreros capacitados. De la escuela industrial han salido mecánicos, carpinteros, herreros, hojalateros muy capaces, muchos de los cuales ejercen su oficio y han llegado a constituir un pequeño capital. En Monterrey existe un gran número de estos obreros calificados, que prestan sus servicios en las distintas industrias de dicha ciudad. En la escuela se organizó una banda de música y una banda de guerra. Se fomentó el deporte y los alumnos obtuvieron premios en varias competencias”. CAPÍTULO X INVITACIÓN DEL PRESIDENTE OBREGÓN PARA OCUPAR EL CARGO DE PROCURADOR GENERAL DE LA REPÚBLICA, NO ACEPTADA POR EL AUTOR Posteriormente como Embajador Extraordinario en la América Latina. Mi postulación como Diputado al Congreso de la Unión por el puerto de Tampico. Las candidaturas del general Calles y De la Huerta. Pláticas que tuvieron. Partidos que apoyaban a Calles. La Convención del Partido Cooperatista para apoyar al general Calles. El asesinato del general Francisco Villa. Prieto Laurens contesta el informe del Presidente Obregón. Rompimiento de De la Huerta contra el Gobierno. E n los primeros días del mes de enero de 1923, el señor general Calles, Secretario de Gobernación, me hizo conocer un acuerdo del presidente Obregón, en virtud del cual se me nombraba Procurador General de la República. Expuse al general Calles mi imposibilidad de aceptar dicho puesto, en razón de no tener la edad constitucional para desempeñarlo, ya que la Ley determinaba 35 años y yo tenía solamente 31. Días después expresé lo propio al presidente Obregón, quien me felicitó por la sinceridad con la que había obrado, cosa rara en nuestro medio político, dijo. En otra ocasión el general Calles me comunicó que me había propuesto por el general Obregón para ocupar el puesto de Subsecretario de Gobernación, de cuya Secretaría era titular y que el Presidente había aprobado tal designación. Manifesté al general Calles que le agradecía aquella distinción, que no podía aceptar en virtud de que yo deseaba continuar en la Cámara de Diputados. “No quiero fracasar tan pronto —expresé al Ministro de Gobernación—, y deseo aprender un poco más antes de llegar a un cargo de tanta responsabilidad”. No dejó de molestarse el general 236 101 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Calles por mi determinación, porque él necesitaba —según me dijo— mi colaboración. También recuerdo que con motivo de las fiestas del Centenario de la Consumación de la Independencia de México, en el año de 1921, el señor licenciado Aarón Sáenz, entonces Secretario de Relaciones Exteriores, me citó a su despacho para manifestarme que el Presidente se había fijado en mí para que encabezara la Comisión que debía recorrer los países centroamericanos (Panamá, Costa Rica, Salvador, Guatemala, Venezuela, Nicaragua y Colombia), con el fin de agradecerles su participación en dichas fiestas centenarias. Agradecí al Ministro Sáenz esta invitación y le supliqué que expresara al Presidente mi reconocimiento, pero también presentara mis excusas por no aceptar tal Comisión por tener que atender mi campaña de Diputado al Congreso de la Unión, donde creía prestar más útiles servicios a la Revolución. La XXX Legislatura tuvo una importancia histórica extraordinaria. Se perfilaban ya dos tendencias hacia la elección presidencial: una a favor del general Calles y la otra a favor de don Adolfo De la Huerta. Puedo asegurar que la lucha que se entabló para la aprobación de mi credencial y la oposición para que yo entrara en la Cámara, tuvo como causa la amistad que me vinculaba con el general Calles, en quien veían al opositor más fuerte que podía tener el señor De la Huerta. Me tocó estar presente en varias entrevistas que los señores De la Huerta y Calles sostuvieron cuando ya no podían dejar de hablar respecto de quién de los dos había de figurar como Candidato de la Revolución. Recuerdo que el día diez del mes de marzo de 1923, en los momentos en que llegué a la Secretaría de Gobernación; salía el general Calles por la escalera privada y al saludarlo me tomó del brazo, diciéndome: “Venga conmigo, voy a ver a Adolfo a la Secretaría de Hacienda”. Ya en el automóvil, agregó: “Ya no debemos mantener la incertidumbre que hay entre los amigos y voy a definir de una vez por todas mi situación. Me siento enfermo y deseo ir a los Estados Unidos a curarme. Voy a decirle a Adolfo que tiene toda mi simpatía para que él sea el candidato presidencial”. Al llegar a la Secretaría de Hacienda fuimos introducidos a un privado que existía en la planta baja. Traté de dejarlos solos; pero ambos me dijeron: “No se retire, usted puede oír lo que vamos a platicar”. “Adolfo, vine a verte para que definamos la situación en que se nos está envolviendo, la inquietud entre los amigos es cada día mayor y con nuestra indecisión estamos perjudicando al Gobierno del general Obregón. Quiero manifestarte que tienes toda mi simpatía y todo mi apoyo para que figures como 102 CAPÍTULO XXIII LA ESCUELA TÉCNICA INDUSTRIAL. UNA NOVEDAD EDUCATIVA EN EL ESTADO Maquinaria de que se le dotó. Talleres de curtiduría, de carpintería, de panadería. T an luego como me hice cargo del Gobierno del Estado procedí a terminar la Escuela Industrial de Ciudad Victoria. En el Informe que rendí el lº de enero de 1926 al Congreso del Estado, expresé: “Las labores escolares en dicha institución son atendidas por un director, un secretario, un mecanógrafo, un prefecto, cuatro profesores de grupo, uno de música, un maestro de carpintería, uno de curtiduría y un ayudante de talleres. La enseñanza se divide en tres ciclos: primero, que comprende el tercero y cuarto año; curso prevocacional, que comprende 5º y 6º año, y vocacional, que comprende dos de enseñanza teórico-práctica, un año puramente de práctica. Al presente solamente han comenzado a funcionar los talleres de curtiduría, de carpintería, y en breve lo harán los de herrería y panadería, siendo muy amplio el proyecto para la instalación de talleres, entre los cuales se encontrarán el de mecánica y el de zapatería, teniéndose en estudio la adquisición e instalación de la maquinaria necesaria, en la cual se invertirán fuertes cantidades de dinero; se han dado las bases sobre las cuales ha comenzado a funcionar la cooperativa “Álvaro Obregón”, y atendiendo a los frutos que en poco tiempo se han cosechado de los departamentos antes dichos, es de esperarse que la referida cooperativa beneficiará no sólo a sus miembros, sino al Gobierno mismo, ya que el 40% de las utilidades líquidas ingresará al erario del Estado. Posteriormente, en el Informe que rendí en 1928, indiqué que la Secretaría de Educación Pública había dotado a dicha escuela con maquinaria adecuada, cuyo costo era de $150,000.00. 235 candidato en la próxima elección presidencial. Yo me siento sumamente enfermo y no podré resistir una campaña que habrá de ser dura y penosa. Además, pretendo ir a Rochester para atenderme de las dolencias que me aquejan y que ya no soporto”. El señor De la Huerta contestó: “Por ningún motivo acepto lo que me pides, el candidato tendrás que ser tú y yo seré el jefe de tu campaña. Los males que dices tener son ligeras molestias y pronto estarás curado. Con que, prepárate, pues yo haré terminantes declaraciones a la prensa nacional y extranjera renunciando a cualquier pretensión de mis amigos, a quienes exhortaré para que se sumen a tu postulación”. Sobre el mismo tema se siguió hablando durante más de una hora, sin llegar a ningún acuerdo, pues tanto el general Calles como De la Huerta se sostuvieron en sus puntos de vista. Nos retiramos y acompañé al general Calles a su despacho de la calle de Bucareli. Tanto a los amigos del general Calles como a los del señor De la Huerta nos consta que, siempre que se trataba a uno o a otro lo relacionado con la sucesión presidencial, cada uno de ellos se expresaba en términos como los anteriormente relatados. Los meses que siguieron fueron de gran agitación parlamentaria. Los miembros del Partido Cooperatista, que sumaban el 85% del Parlamento comenzamos a dividirnos, teniendo el señor De la Huerta mayoría de simpatizadores. Con el general Calles estaban los laboristas, encabezados por Luis N. Morones; los agraristas, que reconocían como jefe a Antonio Díaz Soto y Gama; el grupo de socialistas, que se agrupaban en torno a Felipe Carrillo Puerto; y numerosos cooperatistas que encabezábamos Luis L. León, Romeo Ortega, Candelario Garza, Apolonio Guzmán, Gilberto Fabila y yo. Las pláticas entre el general Calles y De la Huerta continuaron sin llegar a un resultado satisfactorio, insistiendo cada uno en sus puntos de vista. En las entrevistas que teníamos con don Adolfo De la Huerta, los generales Serrano, Jesús M. Garza, Froylán C. Manjarréz, Luis L. León y yo, siempre nos manifestaba enfáticamente su propósito de no figurar como candidato presidencial y estar resuelto a asumir la dirección de la campaña del general Calles. Cuando hablábamos con éste insistía en que por sus enfermedades no podía figurar en la lucha y que De la Huerta debía aceptar su postulación. En las Cámaras la agitación era cada día más creciente. Sin embargo, los Diputados y Senadores deseábamos que hubiera un entendimiento entre aquellos dos hombres. Un hecho importante que contribuyó a definir la situación política y a cambiar un tanto la atmósfera de incertidumbre en que se hallaba el país, fue 234 103 la Convención del Partido Nacional Cooperatista que se celebró en el Tívoli del Eliseo para elegir presidente de la agrupación. Jorge Prieto Laurens, que había sido hasta ese día jefe del Partido, fue el principal sostenedor de mi candidatura para sucederle, y entre aclamaciones de las delegaciones de toda la República, protesté como Presidente de la organización. La hegemonía política que el cooperatista ejercía en el país era incontrastable. En las Cámaras contaba con el 85% de los votos y más de veinte gobernadores de los estados formaban parte del mismo. Los Ayuntamientos del Distrito Federal, que en aquella época tenían una fuerza política importante, habían sido elegidos por el mismo Partido, y del de la capital era presidente Prieto Laurens, quien con gran habilidad, inteligencia, valor personal y honestidad, había logrado constituirse en el líder más poderoso de aquella época. La elección que recayó en mí como Presidente del Partido alentó a los partidarios del general Calles y no dejó de desmoralizar a los elementos delahuertistas. Tal situación se hizo más patente al celebrar el Partido su convención, que tuvo lugar en el local del Partido. Jorge Prieto Laurens, en forma entusiasta y convincente, abogó por la candidatura del general Calles y por unanimidad la organización cooperatista apoyó tal designación. de Cultura Estética el primero y Delegados en Ciudad Victoria y Nuevo Laredo, los dos últimos. El Ejecutivo de mi cargo juzga sinceramente que la Dirección de Cultura Estética Popular está desempeñando una función de enorme interés social hasta hace poco desconocida en el estado, ya que teniendo a la divulgación del arte entre la gente humilde, la hace crear necesidades que no conocían, apartando a un regular número de ellas de la ociosidad y de los vicios. Habiendo recibido invitación de la señora Ferguson, Gobernadora del estado de Texas, la Delegación de Cultura Estética Popular celebró en Laredo de ese estado, un festival; participaron 500 niños de las escuelas y se desarrolló un programa de gimnasia calisténica y bailes típicos mexicanos, amenizados por una orquesta de 100 educandos. Dicho festival se verificó el día 4 de julio de 1926. Al día siguiente me tocó presidir la comisión que hizo saber al Ministro de Gobernación la resolución tomada por el Partido. Al agradecer al general Calles la distinción, se mantuvo un tanto reservado, expresando que deseaba auscultar la opinión del pueblo para resolver si aceptaba ser el candidato presidencial. La actitud de Prieto Laurens, secundada por Martín Luis Guzmán, Mariano Zamayoa, Carlos Argüelles, Gustavo Arce y algunos otros diputados y senadores, la interpretamos como una consecuencia lógica de las pláticas que venían celebrando el general Calles y don Adolfo. El general Calles opinó que había sido De la Huerta quien sugirió a Prieto Laurens que proclamara en la Convención del Partido Cooperatista su postulación a la Presidencia. Yo creo que el señor De la Huerta procedió con sinceridad y patriotismo, y su promesa al general Calles de ser el director de su campaña se frustró por causas que después influyeron en su ánimo para hacerlo desistir de tal propósito. Toda esta serie de acontecimientos, aunados a triquiñuelas, chismorreo e intrigas que se venían desarrollando dentro del Gabinete Presidencial, entre amigos de De la Huerta y simpatizadores del general Calles, influyó podero104 233 En el informe que rendí el 5 de febrero de 1926, expresé: “Para la fecha se han fundado seis Centros Culturales Obreros dependientes de la Dirección General: dos en Tampico, uno en Villa de Cecilia (hoy Ciudad Madero), uno en Ciudad Victoria, uno en Jiménez, uno en Nuevo Laredo; próximamente seguirán fundándose centros culturales en todo el estado, que atenderán eficazmente a las poblaciones rurales, como la del Centro Cultural número 1 de Tampico, que cuenta con 150 educandos, que sin ninguna clase de entrenamiento anterior tocaron al mes y medio de estudio en las festividades del Día de la Patria. En estos centros se enseña solfeo, declamación, lecturas selectas, piano e instrumentos de cuerda y de arco, se organizan orfeones y orquestas típicas; se dan clases de pequeñas industrias químicas para la preparación de grasa, betunes de todas clases, jabones, pinturas, conservas, dulces, pomadas, etc., etc.; trabajos manuales en objetos textiles, flores, cestos, tejidos, etc.; cocina, repostería, bordado en máquina y a mano, corte y confección, pintura, bonetería en general; se organiza una agrupación entre los alumnos para fiestas en general, procurando imponer en ellas las buenas costumbres e inculcándoles hábitos de moralidad; se efectúan conferencias sobre temas de actualidad y de provecho para los asistentes y en fin, se utiliza todo aquello que pueda dejar una huella en el espíritu de los oyentes, guiándolos por el buen sendero de la vida útil, de la moralidad y de la honradez. Está por demás hacer notar que las horas invertidas en estos centros culturales son horas que se roban al ocio, al vicio, al relajamiento individual, que necesariamente se traducen en relajamiento general. Pero la obra de cultura estética no solamente se reduce a lo expuesto, que ya es bastante, sino que ha controlado todos los movimientos estéticos culturales, como ha sucedido en Tampico, que para todas las fiestas o reuniones donde se rinde culto al arte, a la belleza o a la ciencia, toma parte activa la Dirección de Cultura Estética Popular, bien dirigiendo o patrocinando, como sucedió en la gran feria del libro que por primera vez se realizó en aquel puerto, teniendo a su cargo dicha institución la formación de 22 programas para las veladas literario-musicales, en que desfilaron los mejores elementos artísticos, intelectuales y profesionales de Tampico, bien como cantantes, ejecutantes, recitadores y conferencistas, dando así una prueba del estado cultural de nuestra sociedad. Durante el año que acaba de pasar se dieron en el estado 15 festividades por la Dirección de Cultura Estética Popular. En ellas tomaron parte alrededor de 35,000 ejecutantes, entre niños de las escuelas y obreros; el público que ha presenciado estos trabajos en los 15 festivales suma aproximadamente 50,000 personas, interviniendo en la enseñanza y propagación de los mismos los CC. profesores Alfredo Tamayo, Agustín Ramírez, Emilio Peña, Director General 232 samente para que el general Obregón comenzara a desconfiar del señor De la Huerta, en contra de quien la hostilidad aumentaba de día en día. El único aliado sincero que tenía De la Huerta en el Gabinete era el general Calles, quien en forma entusiasta y franca lo seguía apoyando. Un acontecimiento inesperado vino a influir poderosamente en la situación política de aquellos días: fue el asesinato del general Francisco Villa, ocurrido en Parral, Chihuahua, el día 20 de julio de 1923. Las baterías de los enemigos del general Calles se apuntaron hacia el hombre recio de Sonora, a quien pérfidamente se acusó de ser el director intelectual de aquel crimen. Nada más infame. En la Cámara tuvimos una sesión extraordinaria para fijar posiciones y hacer la defensa del Gobierno y del general Calles y así demostrar que ni uno ni otro podían ser responsables del asesinato y que no tenía otro móvil que una venganza personal del ejecutor material, que había recibido grandes ofensas del Guerrillero del Norte. Aquel momento lo aprovecharon los amigos de De la Huerta, que no se daban por vencidos, para seguir alimentando sus propósitos presidenciales. El chismorreo y las intrigas políticas sembraban la desconfianza de todos los hombres que tenían en sus manos los destinos de la República. La Presidencia, la Secretaría de Relaciones, la de Hacienda, la de Gobernación y los Partidos Cooperatistas, Laboristas, Agraristas y Liberal Constitucionalista eran un semillero de pasiones, y como a Morones del Laborista, a Zubarán, a Novelo y a Villarreal del Liberal Constitucionalista les convenía un rompimiento entre De la Huerta y Calles, hicieron cuando estuvo de su parte para buscar un distanciamiento. De la Huerta no tuvo la serenidad necesaria para sortear aquella ola de bajas pasiones. Cuando el general Obregón comprobó que su Ministro de Hacienda De la Huerta lo estaba traicionando, se inició entre los dos grandes valores de la Revolución un distanciamiento que originó la rebelión de más de 60, 000 hombres del Ejército y, como consecuencia, pérdidas de vidas, de riqueza nacional y desprestigio para la causa revolucionaria. Es de advertirse que en aquel torbellino de mezquinas pasiones sólo hubo un hombre que conservó la serenidad: el general Calles, quien secundado por el general Serrano, por Luis L. León y por mí, procuró evitar el distanciamiento entre los tres grandes de Sonora, y diariamente nos entrevistábamos con De la Huerta y con el general Obregón para procurar evitar la catástrofe que ya no tenía remedio. Todavía el 28 de agosto de 1923 hice un esfuerzo para evitar un acontecimiento que precipitara el rompimiento. Ese día me 105 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. llamó el presidente Obregón a su casa. Eran las doce del día cuando me recibió diciéndome: “Usted conoce de sobra la situación que priva en estos momentos. Tengo conocimiento de que Prieto Laurens, al contestar como Presidente del Congreso el Mensaje Presidencial que rendiré el día primero de septiembre, hará una airada crítica, una injustificada acusación al Gobierno que presido y, naturalmente, como esto sería inusitado y fuera de toda norma constitucional; deseo que usted haga cuanto esté de su parte para evitar que eso se realice, pues tal equivaldría a dar pábulo a nuestros enemigos para que logren su propósito de dividir a la Revolución. He hablado con Adolfo y lo encuentro inquieto; pero Calles está procurando calmarlo, y si todos procedemos con serenidad podremos evitar todavía el desquiciamiento”. Inmediatamente me fui a ver a Prieto Laurens, que se encontraba en Parque Lira con algunos de los más apasionados delahuertistas; me recibió don Pedro Medina, que era uno de los hombres más allegados a él y persona de excelentes cualidades, a quien profesé un gran cariño. De inmediato dije al señor Medina: “Diga usted a Jorge que quiero hablar con él”. Éste salió de su oficina y en el jardín del Parque Lira, en presencia del señor Medina, tuvimos una conversación de más de una hora, en la cual le hice serias reflexiones para evitar que diera aquel paso tan inusitado. “Vengo —dije a Prieto Laurens— a informar a usted que he tenido una conversación con el presidente Obregón, en la cual me expresó tener informes confidenciales de que usted va a hacer grandes censuras a la actitud del Gobierno al contestar el Mensaje Presidencial. Como esto sería fuera de toda norma política y legal, yo creo que usted debe abstenerse de hacerlo y limitarse a contestar sin atacar al Presidente”. Prieto Laurens me contestó delante del señor Medina: “Ya no hallo qué hacer con esa bola de intrigantes que están todos los días sobre mí. Yo creo que usted tiene razón y puede decirle al Presidente que me limitaré a contestar el mensaje sin hacer ninguna crítica al Gobierno”. Seguí haciendo a Prieto Laurens algunas reflexiones en el sentido de que un acto de violencia podía precipitar una situación política grave. Me reiteró su promesa de no hacer nada que fuera en contra del ofrecimiento que me había hecho. Salí del Parque Lira a ver al Presidente y le informé de mi entrevista. El general Obregón me manifestó que no creía en la sinceridad de Prieto Laurens, que consideraba que todo estaba preparado para dar en la Cámara un espectáculo bochornoso y que todo aquello estaba dirigido por el señor De la Huerta. Al día siguiente salí para Tamaulipas donde tenía que organizar trabajos a favor de la candidatura del general Calles, quien se encontraba en su Hacienda de Soledad de la Mota. 106 CAPÍTULO XXII CREACIÓN DE LA DIRECCIÓN DE CULTURA ESTÉTICA POPULAR EN EL ESTADO El arte y el pueblo. Se nombra director al profesor Alfredo Tamayo. Los seis Centros Culturales Obreros dependientes de la Dirección General. La lucha contra el ocio, el vicio y el relajamiento individual. Las delegaciones en diversas ciudades y municipios de la entidad. Su función social. L a Dirección de la Cultura Estética Popular en Tamaulipas fue fundada con la mira de procurar entre todas las clases sociales un mejoramiento material, intelectual y moral, por medios agradables; para llevar al seno de las agrupaciones obreras y campesinas la enseñanza de la música popular; crear centros culturales mixtos para obreros, donde pudieran adquirir conocimientos indispensables en el arte, en pequeñas industrias, trabajos manuales y clases especiales de cocina, bordado, pintura, etc., para la mujer, la que desgraciadamente había estado olvidada, y colocarla así en mejor situación para la lucha en la vida. Se procedió a intensificar la campaña para la preparación del niño, fortaleciendo su cuerpo, su mente y su espíritu, para convertirlo en un ser útil a su familia, a la Patria y a la humanidad. Fue fundada la Dirección de Estética Popular el 25 de febrero de 1925, a cuyo cargo quedó el ciudadano profesor Alfredo Tamayo, en quien depositó el Gobierno toda su confianza, proporcionándole todos los elementos necesarios para realizar tan vasto programa. Los resultados obtenidos en la gran cruzada pro cultura popular respondieron satisfactoriamente a los esfuerzos del Gobierno, pues las manifestaciones que se llevaron a cabo fueron prueba evidente del éxito obtenido. 231 El día primero de septiembre, Prieto Laurens, al contestar el mensaje del Presidente, dio una nota inusitada al hacer duros cargos al Jefe del Ejecutivo; la escandalera que se armó en el recinto parlamentario reveló el estado de desasosiego que existía en la República, y desde aquel momento quedaron definidos los dos grandes grupos que tenían que medir sus fuerzas en una lucha tremenda y estéril. Como consecuencia de aquella actitud de Prieto Laurens, De la Huerta presentó su renuncia como Secretario de Hacienda y se inició la lucha más tremenda, que trajo como consecuencia la rebelión de 1923, en que se levantaron en armas más de 60,000 hombres del Ejército, comandados por los generales Enrique Estrada, Guadalupe Sánchez, Salvador Alvarado, Manuel M. Diéguez y otros más. Nadie como el general Calles lamentó aquellos acontecimientos. De General Terán, N. L., dirigió a De la Huerta un memorable mensaje pidiéndole lo esperara en la Ciudad de México antes de tomar cualquier determinación y ofreciendo apoyarlo en su candidatura presidencial. Todo fue inútil. Calles sintió en el alma aquella decisión de De la Huerta, y positivamente le causó una gran pena ver a su antiguo amigo, compañero de tantas luchas, alejarse del grupo sonorense y echarse en brazos de sus antiguos enemigos, los peleceanos. Pero el destino así lo había resuelto y con entereza afrontó aquella situación, poniéndose al frente de sus partidarios, para lo cual renunció al cargo de Secretario de Gobernación. Por una parte, el callismo, representativo del programa radical de la Revolución y con francas aspiraciones de mejoría social para los trabajadores y para los campesinos, y en cuyo grupo figuramos el que escribe, el ingeniero Luis L. León, Gilberto Fabila, Apolonio Guzmán, el licenciado Romeo Ortega, el profesor Candelario Garza, Filiberto Gómez, del Partido Cooperatista; del Laborista, Luis N. Morones, Celestino Gasca, Ezequiel Salcedo, Ricardo Treviño, Fernando Rodarte, todos ellos en aquella época luchadores sinceros y valientes; del Partido Nacional Agrarista, Antonio Díaz Soto y Gama, Aurelio Manrique y Rodrigo Gómez; del Partido Socialista del Sureste, Felipe Carrillo Puerto, Luis Torrebrosa, Luis G. Cantón y muchos más que con decisión apoyamos la candidatura del general Calles. Frente al callismo, junto a De la Huerta, sincero revolucionario y hombre honesto, Jorge Prieto Laurens, Martín Luis Guzmán, el profesor Zamayoa, Rubén Vizcarra, don Rafael y don Juan Zubarán Capmany, el general Antonio 230 107 I. Villarreal, José Inés Novelo, Manuel García Vigil, Cutberto Hidalgo, Herminio Pérez Abreu y otros políticos de prestigio que venían fraguando mañosamente el distanciamiento de los tres grandes de Sonora. técnicos, que sin llegar a adquirir la cultura de la Escuela Nacional de Agricultura, sí recibían en las escuelas regionales conocimientos prácticos y eficientes para dirigir la agricultura en los estados. Los días siguientes fueron de intensa agitación. Encontrándome en el puerto de Tampico renuncié telegráficamente a la Presidencia del Partido Nacional Cooperatista y me trasladé a la Ciudad de México para pasar lista de presente y proceder a organizar a los Diputados y Senadores que apoyaban la candidatura del general Calles. La lucha en la Cámara desde ese momento fue violenta. Los delahuertistas estaban dirigidos por Prieto Laurens, cuyas dotes de líder eran excepcionales, porque poseía cualidades de inteligencia, de valor a toda prueba y de honestidad indiscutible. Yo me puse al frente de los diputados callistas y todos los días en la tribuna parlamentaria entablábamos un duelo a muerte, pronunciando los discursos más apasionados y enérgicos. Prieto Laurens, con la oportuna virulencia que lo caracterizaba, lanzaba en contra de sus enemigos los más duros ataques. Lamentable fue por todos conceptos esta medida, y lo grave del caso es que haya sido liquidada la primera posta zootécnica que existió en la frontera, con ejemplares de pura sangre, que daban servicio al ganado del estado, principalmente de los ejidos. Además, había ganado porcino, criadero de abejas y gallineros. Los ataques que Prieto Laurens me dirigía se caracterizaban por su tono respetuoso y comedido. Reconocía que mi actitud era acorde con mis convicciones; que siempre me había revelado como un partidario decidido del general Calles y que jamás había ocultado mi decidido apoyo a esa postulación. En cambio, a Puig Casauranc lo ponía de oro y azul. Jamás se habían oído en la tribuna de la Cámara discusiones tan agresivas y tan violentas. La lucha para ganar la Comisión Permanente fue sangrienta. Todos los días había reyertas en el recinto parlamentario y en las calles adyacentes, hasta que De la Huerta abandonó la Ciudad de México para trasladarse al puerto de Veracruz, para encabezar lo que se llamó “La Rebelión sin Cabeza”, quedando por ese solo hecho desarticulado el grupo de diputados y senadores que lo apoyaban en la Cámara. El lote tan numeroso de ganado bovino, de borregos, de raza porcina y de gallinas, al clausurarse la Escuela de Tamatán, y que tenían un valor de $200,000.00 oro nacional, es decir, 100,000 dólares, equivalente ahora a $1,250,000.00, según tuve noticias, en aquella época fue distribuido entre los agricultores “nylon” que ocupaban altos puestos en la Federación y que tenían ranchos que sostenían a costa del Erario. Igual puede decirse de la maquinaria e implementos de labranza y tractores que tenían un valor de más de $100,000.00 oro nacional. Pero el mundo, las ideas y las normas que el progreso impone dan vueltas y revalorizan esfuerzos temporalmente postergados o abandonados. Por eso, cuando se valorice lo que en Tamaulipas se hizo en pro de la educación y del adelanto agrícola, la Escuela de Tamatán deberá tenerse, como lo tenemos presente sentimentalmente quienes la equipamos y pusimos en marcha, con la idea de que sirviera para educar mejores agricultores, para ayudar a implantar nuevos cultivos, a introducir razas mejoradas de ganado, a promover la industrialización de las materias primas y productos agropecuarios de Tamaulipas. El rompimiento entre Calles y De la Huerta fue perjudicial para el porvenir de la Patria, y lo más lamentable fue, sin duda, cuando ya don Adolfo aceptó su postulación y se vio obligado, por la fuerza de las circunstancias, a unirse a los hombres que lo habían combatido, y a poner en práctica principios que echaban por tierra todo su pasado de hombre radical, honesto y patriota. Pero tuvo más confianza en un triunfo militar rápido en atención a que los mejores generales del Ejército lo proclamaba como el hombre del momen- 108 229 mos más destacados por aquellos años primero el ingeniero Ernesto Martínez de Alba, después el ingeniero Gustavo Segura. Al cabo del tiempo, transcurridos ya más de cuarenta años desde la fecha en que se acometieron los esfuerzos que se evocan, se impone precisar que la ubicación de una escuela de agricultura no la hubiéramos elegido en Tamatán, de no querer aprovechar las inversiones hechas por el Gobierno del general Cesar López de Lara. Había dormitorios, salones de clases, establos, terrenos agrícolas. Tamaulipas no podía darse el lujo de perderlo todo. Además, las condiciones agrícolas del estado imponían, como siguen imponiendo, pensar en campos de demostración y de experimentación agrícolas ubicados en comarcas características, con clima y tierra distintos de los que prevalecen en Ciudad Victoria. En Matamoros, en Soto la Marina, en El Barretal, en El Mante, en Manuel, se tenía decidido conducir trabajos que desde Tamatán se coordinaran. Profesorado, además, entonces en algunas ciudades, Ciudad Victoria entre ellas, lo había disponible. En cada ejido que entregábamos los campesinos ofrecían construir por su propio esfuerzo, con modesta ayuda del Estado, una escuela rural en que se impartieran clases para primero y segundo año, para cuarto, si acaso, donde la población escolar era numerosa. Hoy, por fortuna, en muchos centros rurales de Tamaulipas hay escuelas secundarias, en las cabeceras municipales importantes escuelas preparatorias, inclusive. Las escuelas primarias, en las grandes comarcas rurales de Tamaulipas, imparten conocimientos técnicos idénticos a los que figuran en los programas de estudios de las escuelas urbanas; los profesores han tenido la misma preparación, son profesores normalistas, que no necesitan haber pasado por las aulas de las que se denominaron Escuelas Normales Rurales. Las Escuelas Regionales de Agricultura, que fueron fundadas con gran visión de futuro para la agricultura de México por el señor presidente Calles y su Secretario de Agricultura, ingeniero Luis L. León, entre las cuales figuraban la de Tamatán, que era una verdadera joya por el cuidado que se había tenido para dotarla de todos los elementos que necesitaba, fueron clausuradas en el año de 1932 por el Ministro de Educación Pública, licenciado Narciso Bassols. Sigo creyendo que fue un gravísimo error haber clausurado algunas de estas escuelas para fundar, en cambio, Escuelas Normales Rurales. En México sobran maestros. Hay cientos de ellos. Quizá miles, que no tienen empleo o que están comisionados y, en cambio, faltan agrónomos y 228 to: Enrique Estrada, que tenía bajo sus órdenes la más importante jefatura de operaciones en Jalisco; Fortunato Maycotte, en Oaxaca; Guadalupe Sánchez, en Veracruz; Marcial Cavazos, Manuel M. Diéguez, Salvador Alvarado, Manuel García Vigil y otros muchos, además de varios gobernadores de los estados, jefes militares que llevaron a la rebelión a más de 60,000 hombres perfectamente armados y pertrechados. Pero no contaban con la pericia de Obregón, que enfermo de gravedad, se puso inmediatamente al frente del poco ejército que le permaneció fiel, y rápidamente pudo vencer a los sublevados en tremendas y reñidas batallas que tuvieron como escenario los estados de Jalisco, Guanajuato, Puebla, Veracruz, Hidalgo y Oaxaca. Los partidarios de De la Huerta, ya cuando la derrota se acercaba, lo acusaron de falta de energía, de pusilanimidad y de incompetencia para dirigir una campaña política y militar, no obstante que controlaba las dos terceras partes del territorio nacional. Muy lamentable fue aquella hecatombe, en que perdieron la vida altos valores de la causa del pueblo como Felipe Carrillo Puerto, el inmaculado socialista del sureste, y sus compañeros, villanamente asesinados por el coronel Ricardo Broca, instrumento de la casta de millonarios de Yucatán, quien a sangre fría ordenó su fusilamiento en el panteón de la ciudad de Mérida. Los rebeldes fueron también castigados duramente, ya que más de veinte generales perdieron la vida en aquella trágica aventura. Las vías férreas fueron destruidas en varios estados, y se calcula que más de veinte mil hombres perdieron la vida. Lograda la paz en la República, De la Huerta, Estrada, Guadalupe Sánchez, Cándido Aguilar, Zubarán Capmany, Froylán C. Manjarréz, Prieto Laurens, Martín Luis Guzmán, José Inés Novelo, Roque Estrada, Cutberto Hidalgo, Herminio Pérez Abreu y otros muchos civiles, además de generales, diputados y senadores, se expatriaron a Estados Unidos y a Cuba, esperando el momento oportuno para volver al país. Con el triunfo del Gobierno, la postulación del general Calles se facilitó grandemente. La campaña de propaganda que el general Calles realizó se caracterizó por la forma como exponía sus convicciones revolucionarias, puntualizando con toda precisión cuáles eran los problemas más urgentes que tenía que afrontar la Revolución para implantar un programa de Gobierno avanzado y contractivo. 109 La Reforma Agraria, la expedición de las Leyes del Trabajo y Previsión Social, la organización del crédito, la construcción de carreteras, de obras de irrigación, de escuelas, fueron los puntos medulares que el candidato presidencial tomó como programa de su futura administración. La llegada del general Calles a la Presidencia de la República fue un triunfo de los partidos de izquierda, y desde luego inició un vasto plan de reformas sociales en todos los órdenes. los cultivos que más prometedores parecían en aquellos momentos: el algodón y el henequén. Más tarde se adquirieron lotes de ganado de diversas razas y especies — bovino, caprino, suizo—, para promover la cría de animales. En Tamatán se dieron desde entonces los primeros pasos para ofrecer montas, con vistas al mejoramiento de los pies de cría; y para definir la capacidad de aclimatación de razas altamente productoras de leche y de carne. En el informe de labores que fue rendido ante el H. Congreso del Estado el 1º de enero de 1927, fue satisfactorio consignar ya que 33 educandos, seleccionados de diversos centros rurales del estado, habían ingresado a Tamatán, y que de ellos 31 habían presentado con éxito los exámenes correspondientes. Para estas fechas funcionaba ya en Tamatán una verdadera posta zootécnica que contaba con ejemplares bovinos de las razas holandesas Aye-Shire, Shorthorn y Jersey; y se planeaba abrir campaña contra la garrapata, mediante la construcción de baños garrapaticidas. En el terreno social, se conducía la enseñanza a manera de que los educandos se compenetraran de las necesidades que confrontaba nuestro medio rural, y adquirieran un concepto exacto del papel que deberían desempeñar como promotores de una mejor técnica agrícola, como misioneros encargados de elevar el nivel económico, intelectual y moral del conglomerado rural tamaulipeco. El entonces Presidente de la República, general Plutarco Elías Calles, y su Ministro de Agricultura, ingeniero Luis L. León, se habían lanzado a la gigantesca tarea —abandonada o desvirtuada más tarde, por desgracia— de construir en lugares estratégicos de nuestro territorio las que llamaron escuelas centrales agrícolas. Fue natural que vieran con simpatía y que alentaran nuestros esfuerzos. Mi vieja identificación política con uno y otro —el general Calles y el ingeniero León—, los lazos de compañerismo que unían y siguen uniendo al entonces Ministro de Agricultura con el ingeniero Marte R. Gómez, que desempeñaba la Jefatura del Departamento de Fomento en el Gobierno del Estado, facilitaron nuestros esfuerzos. Por principio de cuentas, la Secretaría de Agricultura nos asignó tres puestos de agrónomos, cuyos emolumentos, completados con los sobresueldos que el Gobierno del Estado asignó, permitieron que al frente de la escuela de Agricultura de Tamatán estuvieran dos de los agróno- 110 227 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Entre las obras escolares inconclusas que dejara el general López de Lara, pudieron terminarse, mucho más tarde, durante los años de 1937 a 1940, en que estuvo al frente del Gobierno de Tamaulipas el señor ingeniero Marte R. Gómez, las escuelas de Estación Cruz y Estación Garza Valdés. En Ciudad Victoria quedaron también inconclusas las de la Escuela Industrial, la de la Escuela de Agricultura de Tamatán y el Teatro Juárez, que se concluyeron durante el Gobierno que me tocó presidir. Las directrices marcadas para lo que fue, en sus mejores tiempos — porque sólo funciona como Escuela Normal Rural, y útil para los fines que la animan, aunque estén lejos de corresponder a lo que inicialmente nos propusimos—, la Escuela Regional de Agricultura de Tamatán, las expuse el 1º de enero de 1926, cuando rendí mi primer informe como Gobernador Constitucional de mi estado natal, Tamaulipas, ante el XXIX Congreso del mismo. “Para desarrollar nuestra agricultura —dije—, es indispensable que contemos con un plantel educativo que instruya a nuestra juventud de extracción rural sobre los rasgos peculiares de nuestra agricultura regional, y para ello nos hemos consagrado con todo empeño a reorganizar la Escuela de Tamatán, que a partir del mes próximo abrirá sus puertas. En ésta, su segunda etapa —agregué—, nuestra escuela de agricultura no tendrá la pretensión de producir agrónomos, según estuvo en la mente de Gobiernos anteriores. Esta clase de conocimientos reclaman varios años de estudios y dotaciones de laboratorio y de equipo muy costoso. Habiendo ya una Escuela Nacional de Agricultura —y en el México de 1926 no había lugar, como hoy, para varios planteles de enseñanza agrícola superior—, no vale la pena de que en Tamaulipas nos empeñemos en sostener un plantel de categoría académica equivalente. La nuestra —terminé—, será una escuela de tipo intermedio, que servirá para satisfacer las necesidades de nuestra agricultura regional y para promover su desarrollo futuro. Ha sido preciso por eso —advertí—, proyectar y llevar a cabo nuevas construcciones —almacén de maquinaria agrícola, talleres, gallineros, dependencias de lechería, de empaque y enlatado de frutas y legumbres, refrigeración, etc.— y programar actividades de propaganda, o de extensión agrícola que cubran todo el territorio del estado”. Esta misión de difusión, de la que sólo en años recientes se habla en tono mayor, se pensó conducirla, desde Tamatán, a partir del ya lejano año de 1926. Como un primer paso, en mayo de 1925, se principió a publicar un periódico de información y de propaganda que se tituló “El Surco”. Se iniciaron también, desde 1926, trabajos de experimentación agrícola sobre dos de 226 CAPÍTULO XI HUELGA EN LA COMPAÑÍA MEXICANA DE PETRÓLEO “EL ÁGUILA” Mi intervención como árbitro. Ventajas que se obtuvieron para los trabajadores. Primer Contrato Colectivo de Trabajo en la República. H e relatado en otro capítulo los incidentes ocurridos con motivo de la huelga en contra de la compañía petrolera “Pierce Oil Corporation”; la lucha que sostuvimos para hacer efectivos los derechos de los trabajadores; el zafarrancho que ocurrió en la Plaza de la Libertad y la deportación del suscrito y de dieciocho obreros a Chihuahua. En 1924, ya bajo nuevos auspicios, se inició un formidable movimiento de huelga en contra de la Compañía Mexicana de Petróleo “El Águila”, emplazada para firma de un contrato colectivo de trabajo en el mes de septiembre de 1923. El movimiento fue secundado por los 4,000 trabajadores que entonces formaban el Sindicato de Empleados y Obreros de la compañía referida. Las represalias no se hicieron esperar. La Gerencia de la compañía procedió a cesar a un grupo de trabajadores, hecho que no intimidó en ningún sentido a la inmensa mayoría, que dirigida por Serapio Venegas, Gregorio Turrubiates, Dolores García, Juan Montemayor, Rómulo Ramírez e Ignacio P. Campero, procedieron a reestructurar a la antigua organización, denominándola desde entonces, Sindicato de Obreros y Empleados de la Compañía Mexicana de Petróleo “El Águila”, nombrando Secretario del mismo a Serapio Venegas, de gran visión, asesinado villanamente dos o tres años después. En apoyo de la organización en huelga ocurrieron el Sindicato Mexicano de Electricistas, el Gremio Unido de Alijadores, y la mayoría de los sindicatos del puerto petrolero; acordó la organización adherirse a la Confe- 111 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. deración Regional Obrera Mexicana, que dirigía Luis N. Morones, entonces Secretario de Industria, Comercio y Trabajo. El pliego de peticiones a la compañía contenía puntos que ahora ya son comunes y corrientes: en primer lugar, el reconocimiento del Sindicato y algunas peticiones de carácter social y económico. Como no existían Tribunales de Trabajo, ni Ley en el estado de Tamaulipas ni en la Federación, la empresa no hizo caso a las peticiones de sus trabajadores, los cuales manifestaron a la compañía que al no resolver favorablemente el pliego de peticiones, procederían a iniciar un movimiento de huelga, trasladándose entonces los trabajadores a la refinería. Como en ese momento se encontraba el Gerente de la refinería, el Sr. Robert, se procedió a su detención, manifestándole que no se le dejaría mover del lugar hasta en tanto no se paralizara toda la refinería. Los trabajadores temían, con razón, que el Sr. Robert pidiera el auxilio de las fuerzas federales, lo que haría desde luego fracasar el movimiento. Ya posesionados de la refinería, se ordenó parar las calderas, y en las plantas de operación, sacar a todos los extranjeros que se encontraban trabajando; se instalaron guardias previamente preparadas para los centros de trabajo y se designaron los rondines que recorrerían el campo de tanques y el exterior de la refinería para evitar algún perjuicio. Las autoridades federales y militares observaron una conducta irreprochable por instrucciones expresas que les dio el señor Presidente de la República, general Álvaro Obregón. Era entonces Gobernador Constitucional de Tamaulipas el profesor Candelario Garza, quien desde luego se trasladó a Tampico e hizo innumerables gestiones ante la compañía para que se resolviera el pliego de peticiones, y ayudó a los trabajadores, inclusive con elementos pecuniarios. Todos los gremios de Tampico, encabezados por el Sindicato Mexicano de Electricistas y por los Alijadores, se cotizaron con un día de haber para ayudar a los huelguistas. Intervino la Confederación Regional Obrera Mexicana, quien designó algunos de sus representantes para que se trasladaran a Tampico con objeto de llegar a un arreglo con la compañía. Dichos señores llevaron un proyecto de convenio francamente contrario a los intereses de los huelguistas, que se rechazó, pues por ningún motivo estaban dispuestos a someterse a las indicaciones que desde México les hacía el Ministro de Industria, Comercio y Trabajo. 112 CAPÍTULO XXI LA ESCUELA REGIONAL DE AGRICULTURA E Directrices que se fijaron. Material de que se le dotó. De enlatado, lechería, refrigeración. Ganado que se adquirió. Apiarios. Posta zootécnica. Clausura de las escuelas regionales en el año de 1932. n el Rancho de los Borregos, de la jurisdicción de Matamoros, el general Lucio Blanco, el día 30 de agosto de 1913, hizo el primer reparto de tierra del constitucionalismo, pero a ese acto don Venustiano Carranza se empeñó en ponerle sordina y nombró comisiones que fueran a ver que no establecieran precedente y, con posterioridad, la entidad que fue cuna y que pudo ser espejo de la Reforma Agraria, se retrasó en su aplicación y ésta no arrancó prácticamente sino a partir de la fecha en que protesté como Gobernador Constitucional del Estado. El general Luis Caballero ignoró que hubiera un problema agrario en Tamaulipas, y a pesar de que el general Cesar López de Lara lo combatió políticamente encabezando uno de los grupos políticos que por muchos años se confrontaron en nuestra entidad, adoptando candidatos y programas antagónicos, cuando después del triunfo del movimiento de Agua Prieta, quedó reconocido como Gobernador Constitucional, en vez de lanzarse por la senda de la Reforma Agraria, contrariando en esto la orientación política de la Revolución, prefirió encaminar su gestión hacia la construcción de obras públicas, y puso su interés en la introducción de agua y drenaje de Ciudad Victoria, acometiendo también un ambicioso programa de construcción de escuelas. Ambicioso, dado los recursos con que se contaba en Tamaulipas por aquel entonces, aunque a la postre, por haberse lanzado al movimiento delahuertista, tuviera que abandonar Ciudad Victoria y dejar inconclusas muchas de sus obras escolares. 225 En la gran asamblea que se celebró en Tampico, Isauro Alfaro, del Gremio Unido de Alijadores, expresó: “Somos miembros de la Confederación Regional Obrera Mexicana, pero desde este momento declaro que dejamos de pertenecer a esa central, y el Gremio Unido de Alijadores, mientras le sobre una pala que vender, ayudará a los huelguistas”. Isauro Alfaro increpó duramente a los representantes de la CROM, invitándolos desde luego a salir de la sesión, ya que consideraba que la CROM estaba traicionando a los trabajadores. Ante aquella situación, los trabajadores se dirigieron al general Obregón, quien les expresó que por ningún motivo podía violarse el derecho de huelga, y que él, como Presidente de la República, les daba todo su apoyo dentro de la Ley para obtener las conquistas que reclamaban. Hubo un momento en que el movimiento huelguístico estuvo a punto de degenerar en tragedia, ya que algunos esquiroles, apoyados por la Gerencia, trataron de romperlo; pero afortunadamente hizo acto de presencia el general Lorenzo Muñoz, Jefe de la Guarnición de la Plaza, y ordenó el retiro de los soldados, así como de los rompehuelgas, otorgando con su actitud toda clase de garantías a los huelguistas. A principios de julio de 1924 las pláticas seguían en forma más pacífica con el señor Jacobsen; pero como pasaban los días y no se resolvía nada después de los cuatro meses que tenía el movimiento, un grupo de trabajadores, encabezados por Serapio Venegas, acordó llamar una comisión a fin de pedir mi intervención. Yo era entonces Diputado al Congreso de la Unión por el puerto de Tampico, y como al mismo tiempo que me entrevistaron los obreros, el señor Jacobsen, representante de la Compañía, me visitó pidiéndome que interviniera a fin de lograr un avenimiento, se acordó por ambas partes designarme árbitro. Tres días duraron las discusiones en el Hotel Nuevo Palacio, mismas que se prolongaron hasta altas horas de la noche. Avenidas las partes en los puntos relacionados con el reconocimiento del Sindicato, el respeto al derecho de huelga y la prohibición a la empresa para que ejerciera represalias en contra de los trabajadores, se obtuvo por primera vez en la historia del sindicalismo en México, el pago de parte de los salarios caídos, la cesión gratuita por parte de la Compañía a los trabajadores de la comisaría, que tenía un valor de $500,000.00. Asimismo, se reconocieron todos los derechos de los trabajadores relacionados con salario mínimo, tiempo extra, pago de días festivos, pensiones, jubilaciones, hospitalización, escuelas y una cantidad de dinero en 224 113 efectivo, mensual a cada trabajador, para que pagaran las rentas de las casas en que vivían. Se fijó una tabla de indemnizaciones por muerte, accidentes de trabajo, enfermedades, lesiones, etc., y se acordó igualmente que todos los trabajos concernientes a la refinería se contrataran precisamente con el Sindicato. Sin duda que la cláusula principal, aparte del pago de salarios caídos, fue la relacionada con la participación de utilidades que reclamaban los trabajadores y que en ninguna parte de la República se había reconocido. Como las utilidades para calcular esa participación de utilidades eran insuperables, se me ocurrió sugerir a la Compañía y a los trabajadores que los miembros del Sindicato que tuvieran seis meses o más de servicio sin interrupción, podrían depositar el 5% de sus emolumentos, en la inteligencia de que la Compañía también depositaría una cantidad igual, abonándose por concepto de interés el 6% anual, que era entonces la tasa legal de interés. La cantidad total que resultara de ese depósito, sería entregada al trabajador al separarse de la Compañía, y en caso de muerte, la entrega se haría a sus herederos legítimos. Después de una discusión prolongada sobre este punto, la Compañía aceptó mi sugestión, procediéndose desde luego a firmar el Contrato Colectivo de Trabajo, que fue el primero que se firmó en la República, pues todas las empresas se negaban terminantemente a firmar contrato colectivo alguno en que se reconociera un sindicato. La cláusula relativa al depósito del 5% de los salarios, que fue una manera de iniciar por primera vez el reparto de utilidades, se estableció posteriormente en todos los contratos colectivos de trabajo que se hicieron a partir de aquella fecha. La noche que se firmó el contrato, se reunieron en la refinería más de 10,000 trabajadores de todos los gremios obreros de Tampico. El acto aquel fue emocionante. Se había logrado un éxito completo después de cuatro meses de haber estallado la huelga y de las luchas que tenían agotados a muchos miembros del Sindicato, que presenciaban cómo sus pequeños hijos eran víctimas del hambre y de la enfermedad, y morían sin más auxilio que el que podían proporcionar los gremios obreros de la región. ban, pero como teníamos necesidad de tomar las aguas internacionales antes de que los Estados Unidos fueran a alegar derechos sobre ellas —pues todavía no se celebraba el Tratado de Aguas Internacionales—, por de pronto urgía construir tales obras para evitar una situación que sería perjudicial para México. Se aceptó mi proposición, y así fue como se iniciaron las grandes presas de la frontera. Hablé sobre el particular con el ingeniero Vázquez del Mercado. Las obras prosiguieron en los últimos días de la administración del general Ávila Camacho, en cuyo Gobierno el ingeniero Gómez desempeñó el cargo de Secretario de Agricultura. Todavía hoy puede ser objeto de mejoras que favorezcan la zona de riego del norte de Tamaulipas. Con motivo de la II Guerra Mundial, en efecto, supe que las compuertas de la presa de demasías ordenada en Italia nunca llegaron a México y que el ingeniero Gómez tuvo que ordenar cambios de fortuna que se tradujeron en una disminución de la capacidad de almacenamiento, pero ya se piensa en terminarlas para sacar el mejor partido de las aguas del Río San Juan. Considero que también es importante subrayar la forma en que pude ser factor determinante para que se construyera el sistema de riego del Río Mante. En una visita que hice a la región del Mante, entonces de caminos intransitables, mejorados luego debido al esfuerzo tenaz y patriótico de algunos inversionistas, entre otros don Juan Sáenz Garza, el señor Chabram y el general Gregorio Osuna. Éste me invitó a visitar el nacimiento del Río Mante, manifestándome que la construcción de una presa en aquel lugar sería sumamente económica y beneficiosa para toda la región. Hicimos el viaje el general Osuna y el que escribe y sometimos a la consideración del presidente Calles la idea de construir la Presa de El Mante. El general Calles, como relato anteriormente, visitó la región y ordenó la construcción de la presa. Han transcurrido de ello cuarenta largos años, cuarenta y cinco en otros casos. Al evocarlos, sin embargo, parece que fue ayer, y me emociono como si lo viviera de nuevo. Con el dinero que dio la compañía por concepto de salarios caídos, que fue de $800,000.00 se acordó, a sugestión mía, no repartirlo entre los trabajadores, sino proceder a construir el edificio y teatro del Sindicato de Obreros y 114 223 a San Luis Missouri para tratar —capacidades, diseño, precios— con la Fulton Iron Works, conocida empresa constructora de ingenios azucareros que suplió también, años después, la maquinaria para el Ingenio de Xicoténcatl, todo lo relativo a esa inversión. La organización posterior de la empresa privada, en la que el mismo Gobierno de Tamaulipas figuró como accionista, se perfeccionó o se deterioró, según se prefiera, cuando ya era Presidente de la República el general e ingeniero don Pascual Ortiz Rubio. Lo que los particulares aportaron no fue mucho, y los ingresos del ingenio tampoco permitieron que los créditos concedidos se amortizaran en proporción importante. En ellos, por cierto, el general Calles, contra lo que se rumoraba, no contaba casi. No quiero terminar el relato de lo que se hizo en Tamaulipas por aquellos años, sin dedicar un recuerdo de agradecimiento y de afecto a otros ingenieros que colaboraron conmigo, y poniendo entre ellos funcionarios que dependían del Gobierno Federal, pero que estaban identificados conmigo en la generosa obra que ejecutamos. Quiero mencionar entre ellos a los delegados de la Comisión Nacional Agraria, ingenieros José C. Prieto y Silvio Guerra Leal, y en la Dirección de Aprovechamiento de Ejidos, al ingeniero Jesús Fernández, muertos ya los tres. Quiero nombrar también, de modo muy especial, al ingeniero Rubén M. Morales, que con su carácter de Vocal Ponente de la Comisión Nacional Agraria, revisaba los expedientes relativos al estado de Tamaulipas, en los que había con frecuencia afectaciones a predios de ciudadanos norteamericanos, que la Embajada de los Estados Unidos de Norteamérica hacía por evitar. El ingeniero Morales se identificó con nosotros hasta el punto en que llegó a terminar sus días, ya retirado de toda actividad oficial, en el estado de Tamaulipas. Sus restos reposan en el cementerio de Ciudad Victoria. Siendo ya Presidente el señor general Lázaro Cárdenas y yo Secretario de Relaciones Exteriores y después Presidente del Partido Nacional Revolucionario, tuve ocasión de influir para que se acometieran las obras de construcción que habrían de alimentar las aguas del Río Bravo. En el Consejo de Ministros que se celebró, el general Cedillo, Secretario de Agricultura, expuso la necesidad de que se diera preferencia a las pequeñas obras de irrigación. Al hacer uso de la palabra manifesté que sin duda era muy importante construir pequeñas obras en lugar de las grandes que se proyecta222 Empleados de la compañía, que existió hasta hace algunos años en Ciudad Madero, Tamaulipas. Con motivo del éxito que logré como árbitro entre la Compañía y sus trabajadores, recibí el siguiente mensaje del ciudadano Candelario Garza, Gobernador del Estado: “Prensa hoy entérame resolvióse huelga mediante sus gestiones. Felicítote y salúdote afectuosamente”. Y del señor general Obregón, Presidente de la República, este otro: “México, D.F., 19 de julio de 1924. Felicítolo por haber logrado con su discreta intervención resolver conflicto entre “El Águila” y sus trabajadores, que tantos perjuicios estaban acarreando para todos. Afectuosamente, el Presidente de la República, A. Obregón”. Así terminó aquel movimiento de huelga —sin duda el más importante de aquellos días—, en que 4,000 trabajadores paralizaron las actividades petroleras en toda la región. Los miembros del Sindicato de Trabajadores de la Sección número 1 del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana celebran cada año el acontecimiento, y al cumplirse el 30 Aniversario de aquel triunfo el 17 de julio de 1954, expresaron: “Movimiento que se hizo de carácter nacional por la justicia que asistió a todos los trabajadores que tomamos parte de él, y que para todos los trabajadores tiene carácter histórico, porque en el primer convenio cuya firma hoy recordamos quedó estipulado como obligación principal el reconocimiento del Sindicato por parte de la empresa para tratar directamente con ella todos los problemas que se suscitaran, y ese solo hecho en aquellas épocas en que no había ninguna ley de trabajo, constituyó un verdadero triunfo para el Sindicato de Obreros y Empleados de la Cía. Mexicana de Petróleo “El Águila”, ya que al doblegarse en esa forma el orgullo de una de las más poderosas compañías petroleras, fincó las bases en que descansan todas las conquistas que posteriormente hemos obtenido y todas las prerrogativas de que disfrutamos actualmente los trabajadores de la industria a través de nuestro gran Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana. Es muy justo mencionar también que en la discusión y aprobación de ese primer convenio o contrato colectivo de trabajo, y a petición tanto de la Cía. Mexicana de Petróleo “El Águila”, como de nuestro sindicato, fungió como mediador entre ambas partes el señor Lic. D. Emilio Portes Gil, Diputado al Congreso de la Unión por el puerto de Tampico en aquel entonces, quien se esforzó por que el sindicato obtuviera las mejores ventajas y a él se debió en gran parte que la huelga se solucionara en forma ventajosa y honorable; también no queremos pasar inadvertida la gran ayuda que recibimos de parte del H. Sindicato Mexicano de Electricistas Tranviarios, quienes nos dieron todo su apoyo moral y económi115 co, siendo esto también un punto principal para dicho triunfo, así como no podemos olvidar el amplio apoyo moral y material que nos brindaron los compañeros del H. Gremio Unido de Alijadores; para ambos sindicatos vaya nuestro más grande reconocimiento. me cargo de la Presidencia Provisional de la República. El área neta del riego seguro es de 8,500 a 9,000 hectáreas, pudiéndose ampliar el riego hasta 17,000 hectáreas. Al hacer pública esta corta exposición, no nos guía más interés que recordar a nuestros antiguos y nuevos compañeros esta fecha memorable, que por su trascendencia y sus efectos benéficos para los trabajadores petroleros de la República debe ser motivo de entusiasmo, de regocijo y de respeto para todos, ya que esto significa una prueba efectiva de lo que es el valor de la unidad, la constancia y la honradez, que sobre cualquier circunstancia y sin perder esta trayectoria de progreso, ha sabido mantener el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana”. El sistema fue construido por la Comisión Nacional de Irrigación durante los años de 1927 a 1929. La operó la misma Comisión hasta el 31 de diciembre de 1941. Posteriormente pasó a depender del Banco Nacional Obrero y de Fomento Industrial. El 24 de diciembre de 1943, la Cooperativa de Ejidatarios y Obreros del Ingenio del Mante, S. C. L. asumió la responsabilidad del Ingenio de El Mante, que se terminó el año de 1931. Días antes de su inauguración los campesinos de la región sugirieron que tal factoría llevara mi nombre, y en acuerdo que tuve con el ingeniero Marte R. Gómez, Secretario de Agricultura, le manifesté que por ningún motivo aceptaba yo tal deseo de los agraristas, pues no creía debido que las obras que se construyeran por el Gobierno llevaran el nombre de personas vivas, para lo cual había expedido, al hacerme cargo de la Presidencia Provisional, una circular en ese sentido. Al iniciarse la obra, puse a disposición de la Comisión Nacional de Irrigación 3,000 hectáreas de tierra improductiva, que por razones que nunca supe, o que si supe no recuerdo, habían sido de la propiedad del licenciado Miguel Cárdenas, que fue Gobernador de Coahuila, y que llegaron más tarde a ser propiedad del Gobierno de Tamaulipas. Cuando el general Calles pensó en que se sembraran de caña las tierras por irrigar, a sabiendas de que esa gramínea podría darse bien, como probaban los pequeños trapiches que ya estaban instalados por ahí, se proyectó el ferrocarril que uniera a C. Guerrero sobre la vía de San Luis a Tampico, con Xicoténcatl, pasando por El Mante, sobre la vía de Monterrey a Tampico. Estaba de por medio una obra de arte importante, que era el Puente del Limón sobre el río Guayalejo. Yo ayudé a que esa obra fuera posible, aportando de la Tesorería de Tamaulipas $200,000.00. El ingeniero Gómez sirvió de conducto para transmitir al presidente Calles el ofrecimiento del Gobierno de Tamaulipas, cosa que agradeció. A punto de terminarse las obras de irrigación, y sin que hubiera particulares interesados en la construcción del ingenio —estábamos ya bajo los efectos de la crisis mundial—, autoricé también que el Banco de México aportara los fondos que se requerían para comprar el ingenio. El ingeniero Gómez fue 116 221 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Cuando regresaron, el ingeniero Gómez me dio su opinión: el arroyo de Santa Gertrudis era aprovechable, pero no valía la pena pensar en sacar partido de un chorro de agua, cuando estaba a la vista el caudal del Río San Juan. Yo estuve de acuerdo, y el ingeniero Noriega, decepcionado de momento, dijo que la empresa era muy grande para nuestros esfuerzos. Cuatro años después, siendo ya Presidente de la República, nombré al ingeniero Marte R. Gómez, Secretario de Agricultura. La Comisión Nacional de Irrigación formaba todavía parte de ella. En uno de los primeros acuerdos del ingeniero Gómez me sometió el caso del aprovechamiento de las aguas del Río San Juan, y yo le di el visto bueno. Acto seguido, el ingeniero Gómez mandó llamar al ingeniero Noriega para encargarle que hiciera el anteproyecto correspondiente, el que quedó terminado ese mismo año. Hice un viaje a la Ciudad de México, con el único fin de someter al presidente Calles el estudio del proyecto. El presidente Calles, en el año de 1926, viajó a la región del Mante, para observar personalmente las posibilidades y la conveniencia de dicha obra. Recuerdo que salimos del poblado de El Limón, acompañados del presidente Calles, el general Almazán, los ingenieros de la Comisión Nacional de Irrigación, el ingeniero Marte R. Gómez, el general Gregorio Osuna y otras personas. CAPÍTULO XII MI ELECCIÓN COMO DIPUTADO AL CONGRESO DE LA UNIÓN POR EL PUERTO DE TAMPICO EN 1921 Distanciamiento con el gobernador López de Lara. Levantamiento del general López de Lara a favor de don Adolfo De la Huerta. Mi reconciliación con el general López de Lara. Importante carta del diputado Luis G. Olloqui. E n el año de 1921, siendo Gobernador de Tamaulipas el general César López de Lara, fui postulado como Diputado al Congreso de la Unión por el distrito de Tampico. Al salir del rumbo del nacimiento del Río del Mante, comenzó a llover en forma verdaderamente torrencial, habiendo hecho todo el recorrido a caballo, y llegando al campamento, que ya había construido el general Almazán, con las ropas completamente empapadas. Yo había sido el director de la campaña política que sostuvo la candidatura de dicho general durante los años de 1917, 1918 y 1919, cuyas luchas se desarrollaron con mayor violencia, pues nos oponíamos al continuismo del Gobierno del general Luis Caballero, quien con las fuerzas a sus órdenes disolvía nuestras manifestaciones y ocasionaba frecuentes asesinatos. Al general Calles se le facilitó un carruaje tirado por caballos, pero convencido de que en él no podría llegar hasta el nacimiento del río, pidió un caballo y encabezó la comitiva. Pasamos la noche en el campamento, e inmediatamente ordenó que los trabajos se continuaran con la mayor diligencia. Al verificarse las elecciones, la inmensa mayoría del pueblo de Tampico, encabezada por los sindicatos petroleros de “El Águila”, la “Pierce”, la “Corona”, el Gremio Unido de Alijadores, los Electricistas, estuvo en las casillas que se generaron casi en su totalidad. La obra consiste en una presa de desviación situada a tres y medio kilómetros aguas debajo de los manantiales del nacimiento que forma el Río Mante. Es una compuerta de acero de 9.6 metros de alto y 4.6 metros, que se mueve en dos márgenes de concreto reforzado. López de Lara era el candidato postulado por el Partido Demócrata Popular de Tamaulipas; su experiencia, su capacidad y sus convicciones revolucionarias parecían una garantía para que gobernara el estado con probidad y patriotismo. De la presa de derivación parten dos canales principales: del este y del oeste, uno por cada margen del río, los que alimentan la red de canales secundarios. La capacidad de cada uno de los canales es de 11 metros cúbicos por segundo. La explotación del distrito se inició en el año de 1929, al hacer- Pero desgraciadamente, desde el principio de su Gobierno inició una administración contraria a los principios del programa de la Revolución. Nada hizo el general López de Lara por llevar a cabo la Reforma Agraria; muy por 220 117 el contrario, protegió a los hacendados; ni mucho menos expidió la Ley del Trabajo, que con tanto entusiasmo había ofrecido a los obreros. Varias veces tuve con él una serie de entrevistas para convencerlo de que era indispensable que volviera sobre sus pasos. Estas entrevistas fueron amistosas, pero el Gobernador se dedicó a perseguir a los campesinos, por cuyo motivo muchos de ellos se vieron obligados a salir del estado. Cierto es que el general López de Lara realizó obras materiales de importancia; entre otras, la introducción de agua potable y drenaje en Ciudad Victoria; la construcción de las escuelas de agricultura y la industrial, que quedaron sin terminar; el rastro de Tampico; reconstruyó el Teatro Juárez; pero en cuanto a labor social, no realizó ninguna. Esto provocó descontento entre los hombres del campo, que iniciaron una serie de manifestaciones en contra de la administración, con motivo de la persecución que hizo a los campesinos, llegando a expulsar del estado al Delegado de la Comisión Nacional Agraria, acusándolo de agitador. El Secretario de Agricultura, don Ramón P. De Negri, después de hacer gestiones amistosas con el gobernador López de Lara, se vio obligado a consignarlo ante la Cámara de Diputados. Con tal motivo, el elemento oficial de Tampico, dirigido por el general López de Lara, se opuso abiertamente a mi postulación, lanzando la del licenciado Luis Ramírez de Alba, por el mismo distrito. En repetidas ocasiones hice ver al Gobernador lo inconveniente de iniciar una lucha dentro de nuestro Partido, pero todo fue inútil; tuve que ponerme al frente de mis partidarios, iniciándose una campaña que llegó a actos de violencia, y hubo muertos y heridos en algunos mítines. Como digo, la lucha fue sangrienta. Hubo zafarranchos con derramamientos de sangre, y en un asalto que encabezó el Comandante de Policía de Tampico, Guadalupe Arrieta, quedó muerto el mayor retirado José Chávez, uno de mis mejores partidarios. El profesor Candelario Garza, que era postulado por el distrito de Victoria, y yo, fuimos víctimas de arbitrariedades, al igual que nuestros partidarios. En una ocasión, en la que viajábamos Candelario Garza, mi secretario Rodolfo Cervantes y yo, de Victoria a Tampico, estuvimos a punto de ser asesinados por un matarife de López de Lara, Eduardo Benavides, y de no 118 rrocarril al centro de San Miguel de Camargo, los agricultores de lo que es hoy cabecera del municipio Gustavo Díaz Ordaz, y entonces delegación del municipio de Camargo, nos habían presentado, formándonos valla, todas las má-quinas agrícolas —arados, cultivadoras, rastras, rodillos, sembradoras— con las que se trabajaba la tierra. Todavía no entraba el tractor a Tamaulipas, casi todo el trabajo de la tierra en el norte se hacía utilizando tiros de mulas —en el centro del estado seguía dominando el arado de palo, que tratábamos ya de sustituir por el arado de reja y la yunta de bueyes—, pero era ya alentador comprobar que la técnica moderna se abría paso y, de hecho, los agricultores de San Miguel de Camargo eran de los más progresistas que había en el estado. En curioso contraste con la técnica del trabajo rural, que se mostraba a tono con las innovaciones que aconsejaba el progreso, las costumbres hogareñas y las relaciones humanas seguían siendo patriarcales. Por la noche, por ejemplo, se nos ofreció un baile. Al entrar al salón lo encabecé con el “paseo”, llevando del brazo a una de las señoritas más jóvenes y hermosas de la localidad. El ingeniero Gómez, segundo en categoría para la concurrencia, caminaba detrás de mí y veía cómo me observaban las señoras, que sentadas en sillas adosadas a los cuatro muros del salón, se disponían a disfrutar, con los ojos, del festejo que las hijas disfrutarían con los pies. Terminado el paseo, se bailaron valses, pasos dobles, mazurcas y redovas, sin que faltara ya más tarde la varsoviana, que fue casi lo único que nos dejó en la región —junto con el modesto monumento levantado para conmemorar la Batalla de Santa Gertrudis—, la Intervención Francesa. Las parejas se movían marcando el ritmo de la música, a tiempo de que algunos de los bailadores, contaminados por el ambiente de alegría que imperaba, cantaban: Varsoviana, varsoviana ¿quién te trajo aquí? yo solita, yo solita, he venido aquí. La varsoviana vamos a bailar… etc. A la mañana siguiente, muy temprano, yo me dediqué a varias atenciones relacionadas con la política, las finanzas y la administración pública, en tanto que el ingeniero Marte R. Gómez y el ingeniero Noriega montaron a caballo para reconocer el terreno. 219 temporal a los ejidos del Fuerte Portes Gil, de Cruz y Cruz y El Barretal, de Soledad, de Cruz y Carmen Galindeño, y dotamos de agua potable a Jaumave. Al construir los canales de La Garrapata y de La Libertad y Misión Unidas, el ingeniero Lira López recuerdo, por cierto —y decirlo aquí mucho le honra, puesto que cultivándose, ha luchado siempre por las causas agrarias—, al entonces dirigente del ejido, que más tarde sería Secretario de la Liga de Comunidades Agrarias de Tamaulipas, Diputado, Senador y Gobernador del Estado, Magdaleno Aguilar, que encabezaba a las fajinas de campesinos que tomaban parte en las obras y trabajaba él mismo como estadalero. Hubo naturalmente obras de irrigación que demandaban recursos cuantiosos, y que sólo podría ejecutar la Comisión Nacional de Irrigación, o que, para ponerse mano en ellas, requerían, como las presas internacionales que se levantan hoy en el cauce principal del Río Bravo, que se firmara antes el Tratado de Aguas Internacionales. Otras que sí eran costosas, pero que estaban bajo la jurisdicción y dentro de las posibilidades del Gobierno Federal, pudieron hacerse siendo Secretario de Agricultura, de 1940 a 1946, el ingeniero Marte R. Gómez, a pesar de que mucho se nos hablaba de ellas de tiempo atrás. En tal caso estuvieron las obras de irrigación de Padilla, Xicoténcatl y Río Frío. Pero merece capítulo especial la obra de irrigación que tiene por base la Presa El Azúcar, construida sobre el Río San Juan, y en la cual estuvimos vivamente interesados, desde el año de 1925, el ingeniero Marte R. Gómez, que era, como antes he dicho, Jefe del Departamento de Fomento de Tamaulipas y yo, en mi carácter de Gobernador del Estado. Viendo el interés que tenía el Gobierno de Tamaulipas en la construcción y reparación de obras de riego, el ingeniero José S. Noriega, aunque por sus contactos sociales y de familia estaba más cerca de los hacendados que de nosotros, se entrevistó con el ingeniero Marte R. Gómez para decirle que en el archivo de la Dirección de Aguas, dependiente de la Secretaría de Agricultura, existía un proyecto de él para aprovechar en irrigación las aguas del Arroyo de Santa Gertrudis. El ingeniero Gómez me lo comunicó y yo dispuse que en la primera ocasión lo invitáramos a que nos acompañara para que fuéramos sobre el terreno y decidiéramos. Así se hizo, a tiempo de que teníamos en estudio el proyecto de localización para el ejido de Camargo. Llegamos por tren, procedentes de Matamoros. Sobre la carretera de tierra suelta, que conducía de la estación del fe218 haber sido por la intervención del teniente coronel Tito Reséndiz, posiblemente hubiera logrado sus propósitos. El tren suspendió su marcha, y el jefe de la escolta aprehendió a Benavides, llevándoselo al carro en que estaba la escolta, siguiendo su marcha el tren rumbo a Tampico. Benavides era Diputado del Congreso Local. En aquella época todos los trenes de pasajeros llevaban una escolta de 25 hombres, con motivo de que frecuentemente las partidas de rebeldes los asaltaban. La lucha siguió en la capital de la República, y el Partido Cooperatista Nacional, al que yo pertenecía, se dividió en dos grandes grupos: la mayoría estuvo a mi favor, pero los líderes apoyaban franca y abiertamente a mi contrario. Las discusiones se sucedían todos los días en el bloque del Partido, y cuando en una de las sesiones se puso a discusión el resultado de las elecciones, después de un acalorado debate en que tomaron la palabra a mi favor los diputados Luis L. León, Aurelio Manríquez, Antonio Díaz Soto y Gama, Romeo Ortega y los ingenieros Gilberto Fabila y Apolonio Guzmán, demostrando que en el caso se trataba de una imposición, y en que sólo el diputado Eliseo L. Céspedes contendió con ellos, la Cámara aprobó por inmensa mayoría mi credencial. Como representante de la Cámara de Diputados mi actitud ante aquella situación fue ponderada. El distanciamiento con el general López de Lara lo sentí, pero jamás tuve para él nada que significara un acto de enemistad. Ahora bien, como ya se iniciaba la campaña presidencial, en que contendían el general Plutarco Elías Calles y el señor Adolfo De la Huerta, yo me puse al frente del callismo, y el general López de Lara se significó como un apasionado delahuertista, y luego de la Revolución de 1923, derrotado el general López de Lara, que se había levantado en armas en Tamaulipas, se pasó a los Estados Unidos, donde vivió algunos años hasta que el presidente Ortiz Rubio le permitió volver al país. Cuando regresó el general López de Lara, con motivo de una acusación injusta que se le hizo, fue reducido a prisión de la penitenciaría de Lecumberri. Al saberlo yo, lo visité inmediatamente, ofreciéndole mis servicios profesionales, así como si era necesario dar una fianza a su favor. Así vino la reconciliación entre nosotros, y desde entonces volvimos a la vieja amistad que habíamos tenido. Cuando falleció no pude asistir a su sepelio, porque me encontraba fuera de la capital. 119 A continuación publico una carta que me dirigió el diputado Luis G. Olloqui, que fue uno de los más apasionados amigos del general López de Lara, y en la que relata la conversación que tuvo con dicho señor, en la cual manifiesta haber sido él el responsable de aquel distanciamiento. La carta en cuestión dice así: LUIS G. OLLOQUI Doctor Mier 4310 Nuevo Laredo, Tamps. Nuevo Laredo, Tamps., marzo 28 de 1959 quejaban los ejidatarios de Santa Cleotilde, de que una avenida les tirara su presa y azolvado el canal. Otro tanto decían los ejidatarios de Mapache y los de Compuertas, y en Hidalgo pedían urgentemente se les comisionara un ingeniero, para reparar los destrozos que había causado una creciente del Río San Antonio. Obras de mayor aliento fueron, seguramente, en el ejido de Carrizos, la instalación de una planta de bombeo, o el trazo de un camino que fuera de la estación de Xicoténcatl al pueblo del mismo nombre, y que tuvo a su cargo el ingeniero Eduardo Morillo. Otro camino fue trazado de Ollama a Estación Cruz. Sin recursos para construir obras de arte importantes o de pavimentar, disponíamos al menos de niveladoras mecánicas, que hacían desaparecer las rodadas después de la lluvia. También fue significativa la construcción de la Presa de Caballeros, que se puso a cargo del ingeniero Pascual Gutiérrez Roldán, incluyendo la construcción de la cortina, el alumbramiento del agua y el trazo del canal de alimentación. Sr. Lic. Don Emilio Portes Gil Emilio Castelar 151 (Polanco) México, D. F. Querido Maestro y muy fino amigo: Tengo el gusto de enviarle las presentes líneas y con ella una noticia (previa autorización de la persona indicada) y que sin lugar a dudas tiene y significa gran importancia para usted. El relato es el siguiente: El día 23 hice viaje a la Ciudad de México con el fin de trasladar en mi coche a mi querido amigo el general don César López de Lara, a la ciudad de Saltillo con el objeto de que estuviese presente, acompañando al señor presidente López Mateos, en la ceremonia de la Hacienda de Guadalupe, en ocasión al XLVI Aniversario de la firma del Plan de Guadalupe, forjador de la Revolución Constitucionalista jefaturada por el ilustre don Venustiano Carranza, el 26 de marzo de 1913. El acto resultó muy brillante y concurrido, pues aparte de la presencia del Presidente, don Adolfo López Mateos, hubo un magnífico discurso de Paco Martínez de la Vega, la asistencia de los hijos de don Venustiano Carranza (Jesús, Rafael, Emilio y Venustiano) así como también la de los supervivientes del “Plan de Guadalupe”, encabezados por el Gral. don Jacinto B. Treviño y en cuyo torno destacaban el general Alejan- 120 El mismo ingeniero cambió el trazo de algunos de los canales que ya existían en la zona de Santa Engracia, y consiguió así que se regaran 400 hectáreas más. También que se ampliara el Canal de Ollama, regándose otras 400 hectáreas, y que estudiara la Presa de La Aurora, que estaba a medio construir, y que al fin se terminó después, corriendo ya la ejecución de los trabajos a cargo del ingeniero José F. Galindo. Con créditos modestos que se obtuvieron del Banco Nacional de Crédito Agrícola, y que nos ayudó a conseguir el ingeniero Marte R. Gómez, que ocupaba la Subgerencia del Banco y que estaba plenamente identificado conmigo, en lo personal, y con la obra agraria de Tamaulipas, que por encargo mío había puesto en marcha, se construyeron pequeñas obras de irrigación que estuvieron a cargo del ingeniero Salvador Lira López, egresado apenas de Chapingo, y que hizo sus primeras armas al lado de nosotros. Fue él quien construyó una presa de derivación en el ejido de Camacho, con la que se aprovecharon de paso las aguas del Arroyo de Torrecillas, un afluente del Río Pilón, para beneficio de tres ejidos próximos, y que hicieran de riego 500 hectáreas. A Congregación Caballeros la dotamos de agua potable, aprovechando las aguas del Manantial del Aguacatillo; le hicimos de riego tierras que eran de 217 festejó como gran acontecimiento que, cuando aún no soñábamos que se iniciara un gran plan de electrificación rural, se obsequiaran cuatro lámparas de viento, para que se alumbraran los locales de la escuela nocturna y del Comisariado Ejidal. De ejido en ejido, me reconfortaba saber que los centros más prósperos les prestaban maíz —para semilla o como dotación alimenticia— a unidades de reciente creación. En el caso de Melchor Ocampo, un propietario cuya liberalidad fue muy elogiada, le prestó a los campesinos equipo con que trabajaran sus tierras: yuntas y tiros de mulas, arados, balancines, pares de palotes, collares, filetes, cadenas… Todo ello bien explicado y mediante el pago de cinco hectolitros de maíz como renta. Que se pusiera cerca de alambre de púas a un potrero, o que se “circulara”, como se decía a lo ranchero, era todo un acontecimiento. Buena parte de la atención de los ingenieros que trabajaban en la Comisión Local Agraria se consagró a mejorar, o a volver a poner en uso, pequeñas obras hidráulicas que destruían o azolvaban las avenidas de los ríos, cuando caían lluvias torrenciales, a veces de carácter ciclónico. Es que durante la época de la Colonia y después, durante los primeros años de nuestra vida independiente, por falta de recursos pecuniarios y técnicos —se trabajaba a mano, con palas y picos, o a lo mucho, ya en fechas recientes, con escrepas que arrastraban tiros de mulas—, el aprovechamiento de las aguas que escurrían regularmente por los numerosos ríos que surcan las tierras tamaulipecas, tenía que hacerse mediante canales que se localizaban en los cauces mayores de las corrientes, y que con frecuencia resultaban arrasados o azolvados por las crecientes. Después de alguna avenida, se tenían que levantar nuevamente las presas de derivación, que desazolvar los canales, que construirse tramos de mampostería, o inclusive túneles. En los informes que rindieron los delegados que asistían a las convenciones, era lamentable escuchar las dolencias de los campesinos, que después de haberse enorgullecido con el trabajo hecho a base de “fajinas”, tenían que reconocer la necesidad de comenzar las obras de nuevo, una y otra vez. Así, en Marroquín se decía, en 1926, que con motivo de las “crecientes” del Río San Antonio, su canal resultó destruido, y tenían que levantar otro de mampostería de 40 metros de largo; al año siguiente el mismo ejido tenía que acometer la obra de construir un túnel de 70 metros de largo por dos metros de sección, que asegurara el riego y pusiera a salvo el canal. También el año de 1927 se 216 dro Garza, y en fin, todos aquellos que, aún de viejos, continúan siendo “Los Muchachos Gallardos de don Venustiano...”. También concurrieron otras muchas figuras de la Revolución como el Gral. don Cándido Aguilar, el Gral. don César López de Lara, el Gral. don Francisco L. Urquizo, el Gral. don Marciano González y González, el Gral. don Raúl Madero, gobernador de Coahuila y otros muchos señores gobernadores constituyentes de 1917 y diputados federales actualmente. Después de la ceremonia, al regresar a Saltillo la misma tarde del 26, me encontré en los corredores del Hotel Arizpe al entusiasta revolucionario coahuilense y gran amigo Delfín Cepeda, quien me dijo: “No te imaginas, Olloqui, el gusto tan grande que me da el que hayas traído a López de Lara; sólo tú logras sacarlo de sus “casillas”. Acabo de dejar en su cuarto a don Cándido Aguilar. Ya le ordené una cabeza de carnero para el almuerzo de mañana y como tú y don César también se van a quedar, pues “orita” mismo les ordeno otras dos cabezas y muy temprano se las “despachan”, pero con “gordas” de harina, y hasta sirve de que don Cándido y don César echen la platicada y hagan recuerdos del Primer Jefe…” En efecto, al día siguiente muy temprano, almorzamos juntos en el salón comedor del Hotel Arizpe, don Cándido Aguilar, don César López de Lara y yo. Las cabezas de carnero, galantería del finísimo amigo Delfín, resultaron de maravilla. La charla de sobremesa entre los señores generales López de Lara y Aguilar fue sumamente interesante y se prolongó por más de tres horas; tenían mucho tiempo sin verse y se hicieron recuerdos de todo y de todos y, al abordarse la gestión gubernativa de don César López de Lara en Tamaulipas, inmediatamente salió usted a relucir con diferentes preguntas que acerca de su personalidad y sus luchas de entonces hizo don Cándido Aguilar, quien, en equivocado concepto señaló “que usted había sido ingrato al traicionar a don César...”. Y aquí va lo importante y significativo: Cuando el general López de Lara escuchó lo anterior, inmediatamente se llevó su mano izquierda a la cabeza y alisándose el cabello, miró fijamente al general don Cándido Aguilar (yerno de don Venustiano) y le dijo: “Mire usted, general Aguilar, eso que le han dicho no es exacto; Portes Gil ni fue ingrato y mucho menos traidor conmigo. Allí sucedieron algunas cosas que un día las aclararé debidamente porque en realidad no es justo que a Portes Gil se le señale de esa manera. Ésa ha sido una mentira que ha caminado mucho y realmente no hay derecho”. 121 Pasadas las doce del día de ayer, abandonamos Saltillo rumbo a Monterrey. El general continuaba serio y pensativo desde la terminación de su prolongada charla con el general Aguilar. Fue entonces cuando, disminuyendo la velocidad del coche a nuestro paso por Ramos Arizpe, le dije a don César: “Mi General: sinceramente se impresionó fuertemente usted cuando le escuché su aclaración al general Aguilar en relación con el Lic. Portes Gil. Ese equivocado concepto lo tienen muchas gentes, no sólo en Tamaulipas, sino en la Ciudad de México. Los malquerientes, los pérfidos y los envidiosos con don Emilio Portes Gil, se han encargado a través de muchos años de sembrar esa semilla llena de odios, de rencores y de falsedades. Realmente no es justo (como usted indicó) el continuar permitiendo que se siga llevando agua a ese molino tan gastado. Ya es tiempo, mi general, que usted aclare todas esas cuestiones como es debido; y agregué: El Lic. Portes Gil podrá tener muchos defectos, pero nadie podrá negarme que ha sido y es un tamaulipeco de gran valimiento y un formidable MEXICANO siempre dispuesto a servir en las mejores causas. Además, es hombre de carácter, con amplia preparación y con mucho talento. Un político valiente, muy hábil, ágilmente experimentado y que siempre sabe estar a tiempo. Por eso fue un diputado vigoroso y muy batallador por Tampico. Por eso fue un Gobernador con fuerza y enorme popularidad en Tamaulipas. Fue un Gobernador al servicio de los humildes y por eso nadie ha podido arrebatarles a SUS campesinos. Los agraristas de Tamaulipas (de padres a hijos y los hijos de sus hijos) siguen siendo PORTESGILISTAS. Fue un Secretario de Gobernación en momentos sumamente difíciles y con un Presidente de gran categoría como lo fue el señor general Calles. Y llegó a PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA en una época llena de pasiones, de terribles tormentas y con muy negros aleteos de tragedia. Fue Presidente y lo hizo bien. En el escaso término de un año, dos meses y cuatro días, supo sortear y resolver muy serios problemas. Hábilmente fue un magnífico “puente de unión” entre exaltados obregonistas y apasionados callistas. Era la época huracanada de los años veintes en que todavía nuestros afamados generales se atufaban los bigotes y escupían por un colmillo… Y para todos tuvo su tratamiento y todavía se dio tiempo para resolver la “cuestión” religiosa, tan delicada y espinosa, por los ríos de sangre que se acababan de correr en la rebelión cristera. No olvide usted, mi general, que al Lic. Portes Gil le sobraron arrestos para sofocar el levantamiento militar escobarista iniciado en Torreón el 3 de marzo de 1929; sobrellevar la campaña política presidencial vasconcelista; fundar junto con el ex presidente Calles el Partido Nacional Revolucionario, abuelo del actual PRI, y que institucionalizó la vida política con democracia y justicia social en México; con gran visón otorgó la autonomía a la Universidad Nacional de México; expidió la Ley Federal del Trabajo; fundó el Departamento de Trabajo, elevado hoy a Secretaría de Estado; también instituyó la protec122 Pero muchas otras obras sí pudieron hacerse con éxito. En primer lugar, el pequeño canal de riego que se construyó en los ejidos de La Garrapata y La Misión Unida, derivando aguas del Río San Felipe, y más tarde una presa de almacenamiento que se construyó para captar las aguas que brotaban en el Ojo de Agua de Caballeros, y la Presa de la Aurora, para captar aguas del Río Santa Engracia. Estaban tan desvalidos los antiguos peones y medieros en Tamaulipas, a raíz de que recibían posesión de sus ejidos, que toda ayuda era bienvenida, y generaba un entusiasmo que se traducía en trabajo, y se mejoraba la suerte de campesinos que no habían conocido más arrimo que el de la hacienda, ni más ayuda que la de la tienda de raya. En sustitución de ésta, con el dinero que producía el 15% del fondo ejidal —a pesar de que en contados casos los depositarios huyeron con ellos, perdiéndolo todo por hurtar unos cuantos cientos de pesos—, se precipitaron a fundar tiendas cooperativas. En otras ocasiones, se contó con los modestos pero valiosos recursos de crédito que por conducto del Banco Nacional de Crédito Agrícola se obtuvieron, al crearse las primeras Sociedades Locales de Crédito Agrícola. Préstamos de apenas $5,000.00 operaron milagros para la compra de aperos e instrumentos de trabajo, para la adquisición de yuntas de bueyes —una yunta costaba entonces $80.00— y tiros de mulas. El Gobierno del Estado, cuyo presupuesto era pobre —$1,800,000.00— estableció, por acuerdo mío, que la Tesorería General del Estado dedicara pequeños préstamos, de $500.00 a $1,000.00, a los ejidos más necesitados. Estos préstamos los pagaban puntualmente los campesinos. Asimismo, el Gobierno del Estado estimulaba a los campesinos apenas salidos de su servidumbre secular, entregándoles herramientas de trabajo, palas y azadones, que servían sobre todo para desazolvar canales; arados y cultivadoras que se obsequiaron el día primero de mayo de 1925; sementales de ganado de cebú, con los que se dieron los primeros pasos en 1926 para el mejoramiento de la ganadería ejidal; una partida de caballos dados de baja en el Ejército, pero que venidos a menos tiraron de arados, cultivadoras, sembradoras y escrepas en tierras ejidales. Se dio ayuda para comprar una lancha que transportara, desde Rayón, las hortalizas que se habían de vender en Tampico; a San Rafael se le prestó para que comprara un carro guayín, y en un caso —el de San Antonio— se 215 también de organizar actividades económicas que encauzaran la explotación de los ejidos, y mejoraran la economía de los campesinos tamaulipecos. Las primeras obras de subestructura que se acometieron en los centros ejidales fueron mencionadas en los informes que rindieron los delegados de los distintos ejidos en las Convenciones de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos del Estado de Tamaulipas. Con un alejamiento de más de cuarenta años, tales memorias constituyen un testimonio fehaciente del entusiasmo, del tesón y del espíritu de sacrificio con que los campesinos tamaulipecos se pusieron en marcha, en pos de su redención. Se ven ahí noticias de cómo iban construyendo modestas escuelas ejidales, con muros enjarrados de lodo y techos de palma. De qué modo las modestas habitaciones de los campesinos se iban trasladando de los cascos de las antiguas haciendas afectadas a las esquemáticas urbanizaciones de los poblados; de cómo se construían bodegas; de qué manera se organizaban tiendas cooperativas; con qué dificultades se iban adquiriendo implementos de trabajo, se conseguían semillas para la siembra, se obtenían créditos iniciales para los avíos y también, ya en mayor escala, de qué modo se trazaban o mejoraban caminos y se reparaban o construían obras de regadío. Todo ello contaba con la asistencia técnica de las dependencias antes nombradas, y con el trabajo entusiasta de jóvenes ingenieros a quienes poníamos a trabajar en los ejidos, para que fueran guía de todas sus actividades y brújula de sus iniciativas. Hubo, por cierto, proyectos que nunca cristalizaron, porque las condiciones imperantes no lo permitieron. El ejido Ollama, por ejemplo, pidió que se estudiara la construcción de una presa, que a la postre no fue posible poner en marcha porque se averiguó, por el estudio geológico, que el cauce del arroyo se perdía bajo el lecho cascajoso, lo que hacía inoperante la construcción de la cortina. Tampoco fue posible que en el ejido de Río Bravo se instalara, en la margen derecha del Río Bravo, un equipo de bombeo, como solicitaban los campesinos del lugar. Antes de la Revolución, la Hacienda de La Sauteña había llevado allí bombas potentes, que con motivo de la lucha armada no fue ni siquiera posible instalar, porque el cárcamo mismo no había sido construido. Después de la Revolución, las numerosas estaciones de bombeo construidas en la margen izquierda del Río Bravo, acababan prácticamente los volúmenes disponibles de agua que escurrían en el estiaje. Del lado mexicano no pudo haber riego sino después de que se estableció la Comisión Nacional de Irrigación, y, sobre todo, a resultas también de los volúmenes que comenzó a garantizarnos el Tratado de Aguas Internacionales. 214 ción a la infancia; construyó múltiples obras públicas a lo largo del país; repartió tierras y más tierras con créditos a los campesinos y entregó el 5 de febrero de 1930, un gobierno saneado y perfectamente organizado al Sr. Ing. y Gral. don Pascual Ortiz Rubio...”. Cuando yo hacía hincapié en todas esas razones, el general López de Lara me veía fijamente y, juntando y apretando sus nerviosas manos (manos limpias del “Mirlo Blanco” de la Revolución) me interrumpió casi gritando: “Mira Olloqui, todo eso que dices es cierto. Ya es hora de acabar con todos esos “cuentos”. Hemos perdido mucho tiempo en Tamaulipas con esa serie de pleitos inútiles. Que si Portes Gil aquí, que si Portes Gil allá, y la verdad es que a Portes Gil no le hemos podido hacer nada; todos juntos hemos rebotado como en pared, ¡ésa es la “meritita” verdad…! Y como tú dices, llegó hasta escalar la Presidencia y todavía ahora de viejo, sigue peleando y peleando fuerte por medio de la prensa con quien sea y cuando se hace ocasión. Estoy de acuerdo contigo en que es tiempo de acabar, pero de un “jalón”, con ese chismarajo que hemos traído todos, sin excepción, los oponentes a Portes Gil en Tamaulipas. De aquí en adelante vamos a hacerle como te dijo tu amigo el general Perón: “Cada quien en su casa y Dios en la de todos…” Y en un arranque de enorme sinceridad, como es don César con los amigos que quiere, me añadió enérgicamente: “La verdad en lo mío con Portes Gil es la siguiente; te la voy a confesar para que no te ‘cuenten’, y para que el día que se ofrezca, lo hagas público en alguno de tus reportajes de prensa”. “Corría el año de 1922; yo era Gobernador de Tamaulipas y en ese entonces se verificarían elecciones para Diputados Federales a la Treinta Legislatura del Congreso de la Unión. Portes Gil era una destacada figura de mi Gobierno y gozaba de mucha popularidad en Tampico; tenía muy bien organizados a todos los grupos de trabajadores y a los distintos sectores del puerto. En una palabra, era un Distrito Electoral que él dominaba a la perfección desde hacía muchos años y en muchas luchas políticas verdaderamente pesadas, inclusive en la época de don Venustiano, desde cuando yo era Gobernador del Distrito Federal y después, cuando mi campaña fuerte en contra de Caballero, para Gobernador de Tamaulipas. Pues bien, por capricho mío, resultante de intrigas y mal querencias que en esas cuestiones nunca faltan, yo quise tener la imprudencia de que en esa ocasión Portes Gil ya no jugara por Tampico, sino para presentarle problemas, lo hiciera por Tula, a fin de que en el distrito de Tampico lo hiciera mi amigo y paisano de Matamoros, Lic. Luis Ramírez de Alba. Portes Gil varias veces fue a verme. Con justa razón trataba de convencerme de que aquello no era correcto. Que si yo deseaba ayudar a mi amigo y paisano Ramírez de Alba, 123 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. pues que lo hiciera por el Distrito de Matamoros o por Tula, que para él era lo mismo. Por nada cedí. Yo estaba dispuesto a presentarle problemas, y la verdad lo curioso del caso es que ni el mismo Luis Ramírez de Alba quería enfrentársele a Portes Gil. Él quería ser Diputado, pero por Matamoros y yo encaprichado quería los problemas para Portes Gil. Total, vino el distanciamiento. Luis Ramírez de Alba con todo mi apoyo lanzó su candidatura por el distrito de Tampico. Portes Gil también se registró por allí, le hicimos una serie de dobles ‘juegos’, le puse muchas piedras en el camino y logré que la Junta Computadora le expidiera la credencial a Ramírez de Alba. Pero al llegar a México, en el Colegio Electoral de la Cámara de Diputados, Portes Gil hizo ‘papilla’ a Ramírez de Alba y de paso me restó prestigio político a mí en mi calidad de Gobernador Constitucional de Tamaulipas. Total, Portes Gil volvió a ser Diputado Federal por Tampico. Por otra parte, ya para en-tonces la situación nacional estaba más que encaminada por parte del Presidente, Gral. Obregón a favor del Gral. Calles. El diputado Portes Gil, como tú dices, muy hábil, muy vigoroso y muy listo y oportuno, se había colocado en primera línea cerca del Gral. Calles; y yo, mientras tanto, pues andaba en cuestiones contrarias, al lado de Adolfo De la Huerta. Se vinieron las cosas y con ellas el movimiento de 1923. Yo perdí hasta el Gobierno de Tamaulipas y hube de irme al destierro. Lo que siguió después ya lo sabes de sobra y para qué te lo repito…”. Y el general César López de Lara, concluyó: “En resumen, nunca hubo ninguna ingratitud ni ninguna traición de Portes Gil para mí. Al contrario, muchas veces se jugó la vida junto conmigo en campañas y situaciones fuertes personales mías en el afán de servir a Tamaulipas. Inclusive estuvo a punto de que lo matara Pablo Villarreal (aquel pistolero de Ciudad Camargo, al servicio del general Caballero) cuando el mismo Caballero y yo tuvimos el lance a balazos en el Bosque de Chapultepec, después de la conferencia que ambos tuvimos, convocados por don Pablo González. Caballero nos tiraba con ‘mauser’ desde arriba de su coche y por el lado izquierdo del coche mío se acercó Villarreal para matar a Portes Gil (hiriéndolo), y por el lado derecho se acercaba para matarme a mí el coronel Francisco Aguirre, mismo a quien tuve que matar, disparándole mi pistola a boca de jarro…” Maestro Portes Gil: Considero de interés para usted la noticia-relación anterior. El Sr. Gral. López de Lara me encargó que al escribirle le saludase de su parte y que, en próximo viaje mío a México, me encargase yo de organizar un almuerzo o una comida con usted a fin de cambiar amplias impresiones nuevamente. Recordó, agradeciendo, las atenciones que usted 124 CAPÍTULO XX LA POLÍTICA DE IRRIGACIÓN EN TAMAULIPAS Cómo se inició la construcción de las presas de El Azúcar y de El Mante. La Comisión Local Agraria de Tamaulipas y la construcción de las presas de El Azúcar y de El Mante. Las primeras obras de infraestructura que se acometieron en los centros ejidales. Proyectos y más proyectos que no cristalizaron. El Gobierno del Estado, con grandes ambiciones y un presupuesto pobre. Informes y estudios previos a la construcción de las obras. El informe del ingeniero Marte R. Gómez en relación a las presas. Marte R. Gómez inicia las pequeñas obras de irrigación en la República. El presidente Calles hace un viaje a El Mante: eso nos ayudó. El sistema fue construido por la Comisión Nacional de Irrigación. Los ingenieros que colaboraron conmigo para los planes y proyectos. Agradeciendo a todos ellos. L a Comisión Local Agraria de Tamaulipas, como antes he tenido oportunidad de decir, no pudo establecerse sino en abril de 1924. Para entonces, era ya evidente que los Gobiernos de la Revolución, a paso y a medida que se intensificaba el reparto de tierras, comprendían la necesidad de que la adjudicación de ejidos fuera solamente la base de una explotación agrícola que garantizara la producción agropecuaria de México, e hiciera de la reforma agraria el éxito que esperábamos. Fue natural por ello mismo que, tomadas inclusive en cuenta las limitaciones presupuestales y la escasez de personal técnico con que contaba, resolviera yo fusionar la Presidencia de la Comisión Local Agraria con la Jefatura del Departamento de Fomento, poniendo al frente de ambas dependencias al Ing. Marte R. Gómez, quien se ocupó desde luego, no sólo de tramitar las numerosas solicitudes de ejidos, que poco a poco se iban presentando, sino 213 tuvo para con él recientemente cuando las intrigas y falsedades que originaron su internación en la Penitenciaría de México. Como siempre, a sus muy apreciables órdenes, le saludo con gran afecto y le envío un fuerte abrazo. 212 125 El general Calles luego con su fuerte voluntad, defendió nuestros derechos y nos brindó su amistad. Mas la ambición escondida hizo otra guerra civil, cuando ya era Presidente don Emilio Portes Gil. Ay, ay, ay, etc. Y todos los agraristas, como un solo ser humano, defendimos al Gobierno con las armas en la mano. Nuestro lema es el trabajo, queremos tierras y arados, pues la Patria necesita ver sus campos cultivados. Cantemos todos unidos la más bonita canción, la canción de la esperanza, de la libertad y la unión. Ay, ay, ay, etc. Fin 126 211 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Nuestras cosechas y jacales siempre llenos de tristeza, viviendo como animales en medio de la riqueza. CAPÍTULO XIII ORGANIZACIÓN DEL PARTIDO SOCIALISTA FRONTERIZO Ay, ay, ay, luchando por nuestros anhelos, etc. En cambio los hacendados, dueños de vidas y tierras, se hacían los disimulados, sin escuchar nuestras quejas. E Declaración de Principios. Programa aprobado. Distintivo del Partido. Exhortación a los ciudadanos delegados. Discurso que pronuncié al clausurarse la Convención. l discurso que pronuncié el 28 de septiembre de 1924 en Ciudad Victoria, como candidato al Gobierno del Estado, dice así: Vino el apóstol Madero y al grito de redención todo el pueblo por entero se fue a la revolución. “Quiero empezar, pueblo de Victoria, por expresar a todos mis paisanos, a todos los tamaulipecos, mi más profundo, mi más hondo y mi más sincero agradecimiento por esta manifestación de simpatía, por aquellas manifestaciones de simpatía que he recibido de los pueblos del 5º Distrito Electoral y por las manifestaciones entusiastas que desde hace tiempo se me vienen prodigando por ese abnegado y trabajador pueblo de Ciudad Victoria. Decía uno de los oradores que me ha precedido en el uso de la palabra que seguramente en los pueblos, no sólo de Tamaulipas, sino de la República entera, existe una profunda, una hondísima desilusión, desesperación, y muy grande, diría yo, por tanto engaño, por tanta mentira que líderes tras líderes, candidatos tras candidatos y gobernantes tras gobernantes, han venido predicando en todo el territorio nacional para no llegar a otra finalidad que el enriquecimiento personal, el enriquecimiento a costa de los sudores del pueblo; para no llegar a otra conclusión que al establecimiento de la tiranía despótica que acaba con las sanas aspiraciones de las multitudes, que mata en su nacimiento las nobilísimas tendencias populares. Mataron a don Panchito y subió Huerta al poder, pero el pueblo verdadero no dio su brazo a torcer. Ay, ay, ay, etc. Era la lucha del pobre que sin miedo fue a la guerra, a pelear sus libertades y un pedacito de tierra. Yo mismo he sentido a veces hondamente esa desilusión; la he sentido porque la he palpado. En muchas ocasiones hemos visto que candidatos van y candidatos vienen, solicitando el voto de los pueblos; que candidatos ofrecen tales y cuales cosas que de antemano saben que no podrán cumplir y que apenas llegados al Gobierno, al saborear los placeres del mando, son los primeros en olvidarse de las multitudes sufridas de quienes días antes mendigaron sus votos. 210 127 Cuántos de nuestros funcionarios públicos, olvidándose de las prédicas forjadas al calor del entusiasmo popular han experimentado este fenómeno. A cuántos de ellos hemos visto convertirse en tiranos de los pueblos que alimentaron sus esperanzas, y que después han usado de la arbitrariedad y del despotismo para envilecer a sus amigos primero y para domeñar después el ansia incontenible de las multitudes. Es necesario, compañeros, que cambiemos ya el sendero de la política, de la política que hasta ahora, por desgracia, ha sido calificada como ciencia de mentira; es indispensable, es de todo punto urgentísimo, que inauguremos en nuestro estado una política sobre cimientos más hondos, de virtud, de bien, de amor; sobre bases rectilíneas de justicia y de moralidad; política social que lleve en sus tendencias como finalidad esencialísima, la satisfacción de esa ansia infinita de mejoramiento que reclama el proletariado de los campos y de las ciudades. Levantemos nuestra voz y prediquemos en todas partes y ante todas las gentes ideas de fraternidad; señalemos derroteros de moralidad si queremos que las colectividades se desarrollen y que alimenten su espíritu en las aguas cristalinas de esa moralidad y de esa honradez política, para que puedan cumplir de la mejor manera posible, el destino que la naturaleza les ha señalado. Desde hace algunos años, como decía uno de los oradores, se me ha tachado de ser un desquiciador, de ser un destructor, de ser uno de tantos agitadores vulgares, de ser un demagogo. Mentira. Yo quiero, compañeros, que el capital en Tamaulipas se convenza de que no hacemos otra cosa que predicar el ideal de igualdad social; que quienes representan la industria y el comercio obren de acuerdo con las leyes y no se empeñen en seguir explotando a los trabajadores. Ya por fortuna muchos de ellos han aceptado la invitación que les he hecho para formular la Ley del Trabajo, que será una de las más avanzadas de la República. Hago formal invitación a los industriales y a los comerciantes para que colaboren con el Gobierno honestamente. Yo no quiero despojos ni quiero destrucción; queremos cimentar nuestras tendencias sobre las bases de la solidaridad humana; queremos que el edificio social se levante dentro del orden, dentro del bien, dentro del inmenso amor que predicara Cristo desde hace 20 siglos; queremos que acaben los odios entre todas las clases sociales, que cada una de ellas haga algún sacrificio en beneficio mutuo; que los de arriba dejen de temer a los de abajo y se hagan querer de éstos mediante el reconocimiento del derecho que tienen al mejoramiento espiritual y económico, y que todos, convencidos de la necesidad que existe de hacer un equilibrio de intereses sociales, hagan concesiones recíprocas para cimentar, sobre las bases definitivas, la tendencia humanitaria de mejoramiento que traerá consigo la felicidad de los pueblos. Ciudadanos de Victoria, éste es el socialismo que yo predico, éste es el socialismo que predican todos los hombres pertenecientes al Partido Socialista Fronterizo: el que trata de 128 CORRIDO Voy a empezar a cantarles la canción del agrarista, les dirá muchas verdades señores capitalistas. Es el cantar de los pobres que en el campo trabajamos, los que con tantos sudores nuestras tierras cultivamos. Mucho tiempo padecimos la esclavitud del vencido, hasta que al cabo pudimos ver nuestro grupo reunido. Ay, ay, ay, luchando por nuestro anhelo, murieron muchos hermanos, que Dios los tenga en el Cielo. Don Porfirio y su Gobierno formado por dictadores nunca oyeron de su pueblo las quejas ni los clamores. Siempre trabaja y trabaja siempre debiendo al tendero, y al levantar la cosecha salía perdiendo el mediero. 209 De riego: 11,392 hs. De temporal: 5,220 hs. De agostadero: 82,249 hs. Cerril: 65,074 hs. Los desmontes fueron: Riego: 475 hs. Temporal: 2,115 hs. Y así tenemos que la superficie total cultivada por ejidatarios fue de 113,026 hs. Y finalmente, podemos decir que la superficie de cultivo inculta fue de 5,185 hs. HIMNO AGRARISTA Marchemos agraristas a los campos a sembrar la semilla del progreso, marchemos siempre unidos, sin tropiezo, laborando por la paz de la Nación. No queremos hoy más luchas entre hermanos, olvidemos los rencores, compañeros, que se llenen de trigo los graneros, y que surja la ansiada redención. 208 hacer surgir la justicia social; el que trata de imponer la terminación de la corrupción en todos los órdenes; socialismo que nosotros no nos cansaremos de sembrar en estos corazones humildes, porque ellos, mejor que nadie, nos comprenden, porque todos estos hombres tienen, a pesar de su rudeza y de su incultura, la capacidad intelectual suficiente para reconocer la nobleza de estas ideas. Yo quiero hacer aquí, ante los representativos del pueblo de Tamaulipas, esta profesión de mi fe política y social. Quiero decir desde ahora, como candidato, que si llego al puesto para el cual la inmensa mayoría de los tamaulipecos me postula, estas ideas que he expresado desde hace muchos años serán las normas del Gobierno de Tamaulipas. Yo quiero, compañeros, que las mayorías bien dirigidas, por caminos de orden y de moralidad, sean las que seleccionen a los hombres encargados de resolver los problemas sociales; yo quiero que en Tamaulipas cesen los gobiernos de las camarillas y de los hombres únicos, para que vengan gobiernos de colaboración y de representación funcional, a fin de que no burlen las nobles aspiraciones de la colectividad. El Partido Socialista Fronterizo, por mi conducto, abre sus puertas a todos los hombres de corazón bien puesto y de conciencia limpia, a todos los hombres que no tengan que avergonzarse de algún crimen, para que vengan a prestar su contingente y hacer obra de colaboración en bien de Tamaulipas. A la juventud de Tamaulipas quiero darle también un toque de atención: a esos jóvenes que empiezan su vida dentro de la realidad; a esa juventud que forja en la escuela tantas ilusiones y que luego ve despedazarse ante los duros golpes de la vida práctica; a esa juventud que va a los talleres, también deseosa de mejoramiento; y a esa juventud de los campos que riega con su sangre y sus lágrimas la tierra. A toda esa juventud quiero llamarla a que venga a poner sus energías al servicio de la redención del proletariado, y especialmente me dirijo a la juventud estudiosa, para invitarla a que deje la apatía, la falta de interés y la inactividad, que por desgracia y por tantos años ha caracterizado a muchos estudiantes de Tamaulipas. Yo quiero ver en Tamaulipas una juventud vigorosa, que desarrolle sus grandes y ocultas energías. Yo no quiero que nazca en el estado una juventud triste, raquítica y débil. Quiero ver una juventud que se levante vigorosa y optimista, que colabore con el pueblo para su grandeza. A esa juventud y al pueblo que me escucha, quiero decirles que mis propósitos como Jefe del Partido Socialista y en el periodo de Gobierno que me tocará iniciar, me esforzaré por implantar la moralidad administrativa para que todos vean en el gobernante y en el más humilde empleado, no al gendarme con el garrote siempre levantado, sino al amigo, al hermano que tiene la obligación de darle la mano y de encaminarlo por derroteros salvadores. Encarrilaré el Gobierno por senderos de moralidad y de justicia social para todos, para el proletariado tamaulipeco y para el pueblo de Tamaulipas. 129 Moralidad administrativa, honradez y justicia en todos los órdenes, especialmente dentro del Gobierno, que es indiscutiblemente el más obligado a seguir esas ideas, y quiero también decir a todos los pueblos de Tamaulipas lo que dije a la juventud: que tengan entereza, que tengan valor, que tengan civismo para señalar a los autores de las injusticias, a los corruptores de conciencias y todos los fomentadores de esa inmoralidad que ha caracterizado a la mayor parte de los gobernadores de Tamaulipas. Quiero terminar, ciudadanos de Victoria, repitiendo aquella frase de fuego con que redondeara uno de sus más elocuentes discursos aquel sublime orador de enorme talla, que decía: “HAY QUE SEÑALAR A TODOS LOS HOMBRES MANCHADOS CON CRÍMENES, PORQUE SI NO LO HACEMOS, DEJARÁ DE SER LA HISTORIA EL ETERNO BALDÓN DE LOS HUMANOS”. Fue antecedente indiscutible del Partido Nacional Revolucionario el Partido Socialista Fronterizo, que por iniciativa mía se organizó en Tamaulipas el día 15 de mayo de 1924, para cuyo efecto, el día 30 del mes de abril del mismo año, lancé una convocatoria concebida en los siguientes términos: “Estando muy próximas las elecciones para la renovación de Poderes Federales y Locales del Estado y habiéndome dado exacta cuenta de la desorganización en que se encuentran las diversas agrupaciones políticas que conmigo han venido luchando desde hace algunos años, y tomando en consideración, por otra parte, la necesidad ingente que existe de unificar esas agrupaciones, ya que todas ellas tienen el mismo programa de acción social y política, diferenciándose sólo en pequeños detalles que en ninguna forma pueden ser obstáculos para la realización de los principios fundamentales que sostienen, y habiendo cambiado impresiones con la inmensa mayoría de los ciudadanos del estado, he llegado a la conclusión de que es indispensable procurar la formación de un solo partido, en el cual se fusionen los distintos grupos políticos que hasta hoy han venido luchando en el terreno social y democrático por el logro de sus aspiraciones. Tal partido político, que deberá tener sus ramificaciones en todas las municipalidades, pueblos, congregaciones y comunidades campesinas, con un programa de acción social que comprenda los principios más avanzados de la Revolución; un programa de acción mutualista tendiente a la ayuda de todos los miembros que lo integren y un programa de acción política, que lleve como norma esencialísima, la depuración de la administración pública, procurando por cuantos medios estén a su alcance, el mejoramiento de ellas sobre bases de absoluta moralidad y honradez. 130 once de la mañana se vaciaba el líquido en un antiguo canal que pasaba frente a la Casa de Gobierno. Al mismo tiempo, el Partido Socialista Fronterizo desarrollaba una labor cultural intensa por medio de conferencias antialcohólicas en todos los pueblos. Se formaron ligas integradas por mujeres para combatir el alcoholismo en los ejidos; las mujeres eran las encargadas de vigilar y hacer efectiva la prohibición. A la entrada de cada ejido existía un gran aviso redactado en la siguiente forma: ‘Queda prohibida terminantemente en este poblado la venta de bebidas alcohólicas’. Para fomento de los deportes se organizaron eventos en que tomaban parte los niños de las escuelas y también adultos. A la entrada de los parques deportivos, había un tablero que expresaba lo siguiente: ‘Los pueblos que cultivan el deporte fortalecen su espíritu y se alejan de los vicios’ ”. Comentando las disposiciones tomadas para combatir el alcoholismo, el señor licenciado Ezequiel Padilla, en un folleto que publicó en el año de 1929, dice lo siguiente: “Actualmente, noventa y dos centros ejidales viven en el más absoluto estado seco. En muy raros casos la prohibición se viola por los campesinos interesados. Sus fiestas, a las que concurren muchos vecinos de otros ejidos, se ven pletóricas de entusiasmo, y cuando alguna infracción se comete, procede de alguna congregación limítrofe, generalmente de alguna hacienda en donde no existe la prohibición. Este sistema ha hecho de los ejidos de Tamaulipas verdaderos emporios de trabajo, de orden y de moralidad, que hacen innecesaria la existencia de la policía rural o de los destacamentos federales, pues los casos de delito son excepcionales. Una de las razones principales por la que la capital del estado queda incluida dentro de una enérgica restricción, se debe a que Ciudad Victoria está rodeada por centros ejidales, por los cuales forzosamente tendría que pasar el alcohol que se vendería de las fábricas, de donde resulta que antes de llegar a la capital, esta bebida es decomisada por los mismos campesinos. Está, por tanto, prohibida por el decreto que acabamos de señalar, de una manera absoluta la venta de vinos destilados, como aguardiente, mezcal, etc., que son los que verdaderamente producen la embriaguez barata que tan fatal es a las clases trabajadoras”. En resumen, el número de ejidos de que se dotó durante el periodo en que desempeñé el Gobierno de Tamaulipas, fue de 164, habiéndoseles entregado en total, una extensión de tierras como sigue: 207 Se dictaron disposiciones para impedir la venta de bebidas alcohólicas en los ejidos. Al efecto, en circular que expedí expresé: “Teniendo en consideración que el alcoholismo es el más deprimente de todos los vicios, por lo cual se hace necesario combatirlo en todos los frentes, procedí desde luego, siendo Gobernador del Estado, a dictar medidas tendientes a contrarrestar tal vicio. No se emplearon en ningún sentido medidas violentas y sí procedimientos prácticos que sinteticé en los siguientes puntos: l . Prohibición absoluta del alcohol en determinados centros. II. Fundación de centros culturales obreros de recreo y estudio. III. Elevación de los impuestos al ramo de alcoholes. Se convocó a todas las Ligas de Padres de Familia, Sociedades Mutualistas, Sindicatos y Comunidades Agrarias, invitándolas a colaborar en esta campaña de sanidad social. Se expidió el Decreto de 19 de junio de 1925, prohibiendo la venta de bebidas alcohólicas, con excepción de cerveza y vinos de mesa, en 25 pequeños centros de población de Tamaulipas. La población de estos centros la constituían familias de trabajadores, y el Decreto fue previa deliberación tomada a solicitud de los campesinos. Otros decretos para el mismo fin fueron expedidos: El 4 de noviembre del mismo año, del Congreso del Estado, declarando obligatorio en todas las escuelas la enseñanza antialcohólica. El 15 de diciembre de 1927, prohibiendo en la capital del estado la venta de bebidas alcohólicas, con excepción de cerveza, vinos de mesa, etc. La circular de fecha 19 de abril a los Presidentes Municipales, disponiendo que por ningún motivo autorizaran la apertura de nuevos cabaretes, cantinas, etc., aun cuando disminuyeran los existentes. El acuerdo del 25 de junio de 1928, a solicitud de una Sociedad de Comerciantes de Tampico, prohibiendo en aquel puerto la apertura de más cantinas, el traspaso de las existentes, la venta de licores en las fondas de los mercados, en los restaurantes y cafés, salvo vinos de mesa y cerveza. Las infracciones se castigaban con multas elevadas o arresto hasta por un mes. Los garrafones de alcohol que se recogían se remitían a la capital del estado, y los domingos a las 206 A tal fin, he creído conveniente convocar a una gran convención a la que asistirán todas las agrupaciones políticas que han lanzado mi candidatura para el Gobierno del Estado. Convención que deberá reunirse en Ciudad Victoria el día 15 de mayo próximo y a la que concurrirán delegados de todas las agrupaciones. Además de los organismos políticos deberán concurrir todas las organizaciones obreras del estado, dentro de las cuales fi-guran el Gremio Unido de Alijadores, los sindicatos de las compañías petroleras “El Águila”, la “Huasteca”, la “Corona”, la “Mexican Gulf ”, la “Texas”, los sindicatos de carpinteros, calafateros, inquilinos, trabajadores de restaurantes, dependientes de comercio, así como los alijadores de Nuevo Laredo, Asociación Inquilinaria de la misma ciudad, trabajadores de hoteles y restaurantes del mismo puerto, de Matamoros, de Ciudad Victoria y demás poblaciones del estado. Concurrirán como invitados fraternales los representantes del Partido Socialista del Sureste y las organizaciones políticas de los demás estados de la República que han sido invitados.” De acuerdo con tal convocatoria, el día 15 de mayo se reunió en Ciudad Victoria la Asamblea Constitutiva del Partido, que tras deliberar durante los días 15, 16 y 17 aprobó los estatutos que deberían normar la vida de la institución. Tales estatutos fueron los siguientes: “DECLARACIONES DE PRINCIPIOS. El “Partido Socialista Fronterizo”, en la Gran Convención celebrada en Ciudad Victoria, capital del estado de Tamaulipas, durante los días 15, 16 y 17 de mayo del año de 1924, y a la que concurrieron delegaciones de todos los municipios del estado, declara: Los problemas que más habrán de procurar la atención y a cuya resolución dedicará todos sus esfuerzos son: el educacional, el agrario, el obrero y el político. PRIMERO. El problema educacional se estudiará bajo sus diferentes aspectos: físico, intelectual y moral, y para su resolución, el Partido Socialista Fronterizo hará intensa propaganda para la difusión de la enseñanza en todas las ciudades, pueblos, villas, congregaciones y rancherías; dedicará proporcionalmente parte de sus recursos pecuniarios a la fundación de escuelas rurales, industriales, para adultos y para niños pobres; exigirá a todo los candidatos triunfantes la mayor atención a este ramo y estimulará a todos los ciudadanos para que procuren el fomento de la educación y exigirá a los dueños de haciendas, de fábricas y demás empresas que cumplan con lo ordenado por las leyes vigentes en esta materia. SEGUNDO. El problema agrario será estudiado racionalmente dentro de las condiciones dominantes en el estado y de conformidad con los postulados del artículo 27 131 Constitucional y demás leyes vigentes. A este efecto, el “Partido Socialista Fronterizo” exigirá a sus mandatarios que procedan, cuanto antes, a hacer la dotación y restitución de ejidos a los pueblos; procurará la creación de cooperativas y colonias agrícolas; el fraccionamiento de los latifundios; la colonización y las colonias agrícolas; la enseñanza agrícola; la fundación de cajas rurales y la creación de un banco refaccionario agrícola para préstamos a los pequeños agricultores; el fomento de la irrigación de las tierras y de las vías de comunicación e implantación de los modernos sistemas de cultivo. En una palabra, el “Partido Socialista Fronterizo” luchará por todos los medios que estén a su alcance, por la defensa de los intereses colectivos del trabajador del campo y de la ciudad, procurando su emancipación económica y su mejoramiento social. TERCERO. Para solucionar el problema obrero, el “Partido Socialista Fronterizo” contrae el solemne compromiso de desarrollar una acción enérgica y directa para lograr el cumplimiento del artículo 123 Constitucional y su reglamentación más adecuada y fundada en los principios de protección decidida en los casos de menores, mujeres, enfermedades, muerte, habitaciones, ancianidad, atención escolar, participación de utilidades; procurando, a la vez, la creación de sistemas cooperativos de ligas de resistencia económicas, del seguro obrero, y desarrollará una labor intensa a efecto de levantar el nivel moral e intelectual del obrero, procurando a su vez su mejoramiento y bienestar en todos los órdenes de la existencia. CUARTO. Finalmente, para llegar a la resolución del problema político y evitar el entronizamiento de unos cuantos en los puestos públicos, el “Partido Socialista Fronterizo” luchará decididamente por la implantación del principio de la No Reelección para todos los cargos de elección popular; trabajará tenazmente por que se haga una reforma a toda la legislación vigente en consonancia con los principios más avanzados y por que se expidan leyes de responsabilidad para todos los funcionarios; desarrollará todas sus actividades para lograr que el sufragio sea respetado y no desmayará en sus propósitos hasta obtener la moralización más completa en todos los servicios públicos, para cuya finalidad procederá implacablemente en contra de todos los individuos que, perteneciendo a la Agrupación, no observen un comportamiento digno y honrado en el cumplimiento de sus obligaciones en el ejercicio de sus derechos. El mismo Partido trabajará para que sea un hecho la libertad municipal, de acuerdo con la Constitución General de la República; procurará la independencia del Poder Judicial y gestionará la expedición de leyes que garanticen una pronta y expedita administración de justicia. Trabajará también para implantar la colonización y estudiará los medios de proteger al obrero y al campesino mexicano, para evitar la emigración. Asimismo, declara el “Partido Socialista Fronterizo”, que siendo el mutualismo uno de los más eficaces sistemas de confraternidad humana y uno de los más fáciles medios para lograr el alivio de los males de sus coasociados, adopta tal sistema como principio del 132 bre último, arrojan respectivamente las siguientes cantidades: $129,103.68, $71,260.58, $42,402.93, $24,339.91 y $22,294.10. Otro dato que con claridad demuestra la prosperidad agrícola ejidal es la producción obtenida en el año de 1928, que según las estadísticas representa un valor de $1,500,000.00, cantidad tres veces mayor a la datada por el mismo concepto en años anteriores. A la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos de Campesinos, que consecuente con sus bases constitutivas y cultivando siempre las mejores relaciones con el Gobierno de mi cargo ha desarrollado una amplia y eficaz gestión, se debe en buena parte la consecución del mejoramiento social y económico del campesino de Tamaulipas. En el mes de septiembre celebró su Convención Anual reglamentaria, en la que estando representadas 121 organizaciones, sus delegados, dentro del mejor ambiente de compañerismo y anhelos de progreso, al informar detalladamente a la Asamblea sobre la situación de sus respectivos pueblos, presentaron y discutieron iniciativas tendientes a lograr adelantos efectivos para los mismos. Las convenciones de años anteriores económicamente se llevaron a cabo bajo los auspicios del Gobierno, pero esta vez, colocados ya los pueblos en un medio financiero distinto, el Gobierno solamente tuvo que contribuir para los gastos que se originaron con la suma de $1,500.00 y erogar la de $2,500.00 en la compra de 200 arados, que con el objeto de hacer más patente a los campesinos el celo de las autoridades emanadas del Partido Socialista Fronterizo para procurar su pronta liberación, fueron obsequiados por conducto de los delegados de los ejidos que por su reciente creación se encontraban más necesitados de tales implementos. En virtud de que las condiciones de la Liga no les permiten aún sostener de por sí el servicio de profilaxis rural ordenado en una cláusula de sus bases, el Gobierno no sólo ha seguido sosteniendo el servicio médico ejidal ya establecido, sino que, procurando que cada día su acción sea más completa, ha expedido nuevos nombramientos a doctores radicados en las distintas zonas del estado, de tal manera que sus beneficios alcancen aún a las comunidades más alejadas de la capital. Como he expresado anteriormente, el Gobierno de mi cargo se preocupó no sólo de dotar de tierras a los campesinos, sino también de que esas tierras se trabajaran intensamente, así como de que en todos los centros ejidales se establecieran escuelas diurnas y nocturnas y se realizara una intensa labor de moralización en todos los órdenes”. 205 Además de las obras a que he hecho referencia anteriormente, se construyó la Escuela de San Patricio, con un costo aproximado de $2,500.00. Luego, el edificio para la Escuela de Niños de Villa Hidalgo, principiado hacía veinte años sin haberse logrado nunca terminar, hasta que los ejidatarios, tomando por su cuenta la construcción, con sólo ocho meses de trabajo están a punto de terminarlo, habiendo aportado de su propio esfuerzo más de las dos terceras partes del total que representa el edificio, y el Estado únicamente la suma de $1,500.00; esta obra, una vez terminada, tendrá un valor positivo de $20,000.00. Ollama, buscando el mejoramiento de sus educandos, ha construido una casa con todas las comodidades modernas para destinarla a habitación de los profesores que atiendan la escuela ejidal; este pueblo ha construido también un nuevo camino que lo une con Estación Cruz, por medio del cual no sólo han mejorado sus propias vías de comunicación al ferrocarril, sino que su utilidad se hace extensiva a otras comunidades de la región de Hidalgo. Las sociedades locales de crédito que funcionan actualmente en diversos centros ejidales han obtenido un franco éxito, ya que mediante los préstamos que les concede el Banco Nacional de Crédito Agrícola, han colocado a los campesinos en situación de obtener artículos de primera necesidad para su subsistencia e implementos de labranza y semovientes en condiciones tan liberales que un hombre en dos o tres años puede realizar su forma económica. La planta de luz instalada en Villa Hidalgo, por cuenta de las sociedades locales de crédito de la región, constituye una mejora de verdadera importancia en este ramo de actividades, y que inaugurada el 1º de abril último ha venido funcionando con toda regularidad hasta la fecha. Asimismo, estas instituciones han constituido un factor muy principal para decidir la introducción de nuevos cultivos en los centros ejidales: en Marroquín y La Trinidad se inició con resultados satisfactorios el cultivo de arroz; se sembró aproximadamente una superficie de 100 hectáreas que rindió una cosecha de 1,000 cargas con valor de $20,000.00; en La San Juana, Barbosa, Santa Cleotilde, Santa Fe y otras, se emprendieron cultivos de ajonjolí y garbanzo. Y seguramente que siguiendo este plan de trabajo, en dos o tres años más, los pueblos habrán podido elegir un cultivo positivamente remunerador para sustituir al del maíz. El éxito definitivo de los campamentos agrupados en estas instituciones está representado por el hecho, sin precedente, de haber restringido, y en ocasiones nulificado, la usura, costumbre de la compra-venta de maíz “al tiempo”, mediante la cual, el campesino sólo percibía generalmente el 50% del valor positivo de sus cosechas. En la Cooperativa de Ejidatarios encuentra ahora los medios de subsistir y de intensificar sus labores sin necesidad de recurrir a créditos onerosos. Para dar una idea más exacta de la importancia adquirida por las sociedades de crédito en nuestros ejidos, citaré el movimiento de numerario habido en los establecimiento en Hidalgo, Ollama, Caballeros, Santa Engracia y San José de Santa Engracia, cuyos balances de comprobación de la contabilidad, practicados al 30 de noviem204 Partido y oportunamente expedirá la reglamentación que habrá de normar su funcionamiento. En el discurso que pronuncié en la inauguración de la Convención del Partido Socialista Fronterizo, expuse lo siguiente: Ciudadanos convencionistas: Quiero empezar por agradecer a todos ustedes haber venido a esta convención, cuya finalidad principal es la de fundar el Partido Socialista Fronterizo, en el que deberán quedar fusionados todos los organismos que con distintos móviles y programas, pero con una sola bandera revolucionaria, han existido en Tamaulipas desde hace algunos años. Son ustedes representantes de la inmensa mayoría del pueblo. Están aquí delegados de todos los organismos campesinos y obreros, de la clase media, del sector juvenil, de nuestras mujeres, y asisten delegados fraternales de los estados de Veracruz, de Yucatán, de Nuevo León, de Guanajuato y de México, viejos luchadores que conocen nuestros problemas sociales, económicos y políticos, y que con su experiencia nos darán elementos y luces para la tarea que vamos a emprender. Las responsabilidades que vamos a contraer son muy grandes. Discutiremos el programa y estatutos que habrán de normar la vida de la organización y todos y cada uno de ustedes se constituirán en paladines que habrán de defender los principios sociales, culturales, económicos y políticos que se aprueben. El proyecto del programa y estatutos que me permito someter a la consideración de ustedes, es un programa mínimo y de acción inmediata, que contiene los principios que han inspirado a la Revolución Social Mexicana. Tales principios son los siguientes: Primero, el problema educativo, el agrario, el del trabajo y el político, y con éstos, todos los que los tiempos modernos aconsejan para lograr el beneficio de la colectividad. Tamaulipas ha permanecido al margen de toda labor revolucionaria. Hasta hoy nada se ha hecho por resolver tan urgentes problemas y si es cierto que nuestros Gobiernos se han preocupado por impulsar la educación de las masas, tal esfuerzo se ha limitado a continuar desarrollando los antiguos sistemas, sin preocuparse por despertar en el espíritu del educando las nuevas tendencias de mejoramiento colectivo, de servicio social, de cooperación, de fraternidad y de solidaridad que hagan de la humanidad una humanidad más humana; que cumplan sus destinos, que no deben ser otros que la redención de las colectividades que sufren, para que alguna vez pueda llegarse a la igualdad social y económica por que pugna la filosofía socialista. 133 Deseamos una nueva escuela para Tamaulipas. No la escuela de rutina y sin programa que se enseñaba en las cuatro paredes de un cuarto oscuro. No la vieja escuela que martiriza la pobre inteligencia del niño. No la escuela escasa de recursos que hacía añicos la mente y el espíritu infantil. Deseamos la nueva escuela de la libertad, la escuela de los nuevos horizontes, la escuela del corazón, que hace nacer en el espíritu un alto sentimiento de fraternidad humana. Deseamos sembrar en cada corazón de tamaulipeco la simiente de la escuela moderna, que rompe los moldes de la sociedad opresora del capitalismo; la escuela que rompe los prejuicios de clase, esos prejuicios de clases que hacen nacer en el espíritu humano las tendencias destructoras que siembran en los pueblos la discordia y el odio. Deseamos que todos los corazones unidos se levanten en un solo ambiente de cariño y fraternidad para llevar a los irredentos la convicción de que es necesario seguir la nueva ruta, si quieren sobrevivir, porque de lo contrario, la muerte civil los destruirá por indignos de unirse al carro de la civilización. En lo que se refiere al problema agrario, bien sabido es de todos ustedes que en Tamaulipas no se ha hecho nada, absolutamente nada para cumplir con los preceptos constitucionales que ordenan la dotación y restitución de tierras a los campesinos. Es ésta la razón por la que al visitar las comunidades campesinas sus habitantes me han hecho ver la necesidad urgente de que se proceda a la brevedad posible a satisfacer el deseo de las gentes del campo de poseer un pedazo de tierra. Yo he adquirido el compromiso solemne con los campesinos que al hacerme cargo del Gobierno se procederá, sin vacilación alguna y a la brevedad posible, a dotar de tierras a todos los núcleos de familias que tengan tal derecho, así como restituir aquéllas que les han sido arrebatadas con violación de las leyes. No mediré el esfuerzo ni el tiempo para cumplir con ese compromiso y pueden ustedes ir a los pueblos que representan y decirles que tan luego me haga cargo del Gobierno, iniciaré el reparto de la tierra para que ésta sea poseída por los hombres que la trabajan. En cuanto al problema obrero, me propongo presentar al Congreso local un proyecto de Ley del Trabajo, que ya tengo formulado, que someteré al conocimiento de trabajadores y patrones para que me den sus puntos de vista en materia tan importante. En ese proyecto se incluyen todos los principios que garantizan la vida, la salud del obrero, de las mujeres, de los menores, enfermedades profesionales, habitación, ancianidad, educación, participación de utilidades, fomento del cooperativismo, seguro obrero y todo cuanto tienda a hacer efectivo el cumplimiento del artículo 123 de la Constitución. Me propongo atacar el problema político. A este respecto declaro que procuraremos evitar el entronizamiento de unos cuantos en los puestos públicos del estado, que lucharemos incansablemente por lograr que el Sufragio Efectivo y la No Reelección sean una realidad; que trabajaremos tenazmente por que se respeten la libertad e independencia del Municipio y 134 Se tramitaron y se llevaron hasta su resolución en primera instancia por el Gobierno del Estado 30 expedientes de dotación de tierras, que beneficiaron a los pueblos de Hidalgo, Los San Pedros, El Cerrito, Las Compuertas, Campoamor, Soledad, El Plomo, Las Yucas, San Francisco de Casas, Silva Sánchez, El Coyote, La Alberca, Monte Redondo, Barbosa, Paso Real de Guerrero, Cerritos, Canoas, La Reforma, Cervantes, San Juan, La Purísima y Morón; habiéndose dado en posesión provisional a los campesinos 27,520 hectáreas, de las que 939 son de riego, 666 de temporal y 25,915 de agostadero, para 1,186 jefes de familia y varones mayores de 18 años, y con cuya posesión resultaron beneficiados aproximadamente 7,000 campesinos. Durante el mismo periodo el C. Presidente de la República dictó resolución definitiva en los expedientes de: Padilla, Jaumave, San Lázaro, Corralejo y Güemez, confirmando la dotación de 1,002 hectáreas, de las cuales 1,093 son de riego, 338 de temporal, y 9,581 de agostadero.5 Para su revisión y dictamen se remitieron a la Comisión Nacional Agraria, por conducto de su Delegación en el estado, 13 expedientes relativos a los pueblos de Camacho, Soledad, Corralejo, Santa Rita, El Plomo, Méndez, San Antonio del Nogalar, San Andrés, San Francisco de Casas, Las Compuertas, Silva Sánchez, Valle de San José, La Alberca, Barbosa y La Borrega. El sistema de refacción establecido por el Gobierno para colocar a los ejidatarios en condiciones de explotar la tierra desde el momento de recibir su ejido, se ha seguido practicando sin interrupción y con los mejores resultados, sólo que durante el año que termina, las erogaciones hechas por la Tesorería General para el objeto fueron menores que en años pasados, pues la mayor parte de los préstamos se hicieron con el producto de los pagos verificados por diversos centros ejidales que con anterioridad habían sido refaccionados. Los pueblos San Miguel de la Mora, Villa Juárez, El Refugio, Cruz y El Carmen Galindeño, La San Juana, Hidalgo, La Libertad, San José de Santa Engracia y Méndez, cubrieron totalmente sus adeudos, y El Roble, El Barretal y Santa Ana abonaron algunas cantidades, quedando demostrado con este hecho que los fondos destinados por el presupuesto para ayudar a los campesinos, además de llenar ampliamente el objetivo del Gobierno, tarde o temprano reingresan a las cajas de la Tesorería. Asimismo, los Comités Administrativos, con el producto del 15% de las cosechas ejidales, han dado un gran impulso a la agricultura, refaccionando individualmente a los ejidatarios y adquiriendo arados e implementos modernos de aprovechamiento comunal. Más de $15,000.00 importan los útiles de labranza adquiridos durante el año por los ejidos con su propio esfuerzo. 203 logramos, en 1927 había ascendido a 1,507,360 kilogramos; ascendió ligeramente, aunque sin alcanzar la producción de 26, llegando a 1,583.380 kilogramos. Respecto del henequén, la producción disminuyó en 1928 en forma sensible, debiéndose la baja a las fuertes heladas que hubo en esa zona. no descansaremos por fomentar e impulsar el civismo del pueblo, infundiendo en todos el valor, el optimismo y el sentido de la responsabilidad, para que sepan defender sus derechos, aún a costa de su vida, y sepan defenderse de las arbitrariedades de los funcionarios, a quienes exigiremos buen comportamiento, moralidad y respeto a la Ley. Por lo que se refiere a la producción de maíz, ascendió a 143,635 hectolitros, contra 81,046 en 1926. En 1928 los ejidatarios cultivaron 3,888 parcelas, contra 3,149 que habían cultivado en 1927, y las superficies aprovechadas fueron de riego; 8,640 hectáreas, contra 6,164 de 1927; en temporal, 4,016 hectáreas contra 2,418 en 1927; en agostadero, 749 hectáreas, contra 31,868 en 1927, por lo cual hubo aumento de 2,476 hectáreas, 1,596 hectáreas y 26,081 hectáreas, respectivamente. El Partido Socialista Fronterizo es un Partido de Estado, y tanto este organismo como el Gobierno lucharán por que sea una realidad la independencia de los Poderes Legislativos y Judicial, para cuyo efecto expediremos las leyes correspondientes, a fin de que la administración de justicia sea pronta y expedita. La maquinaria aumentó sensiblemente: en 1928 había 2,748 arados, contra 1,949 que había en 1927. Hay un aumento de 799 arados. Las cultivadoras en 1928 fueron 344, contra 334 en 1927; el aumento fue de 10. Las rastras fueron 68; hubo un aumento de 21. Las desgranadoras sumaron 22, contra 19; hay una diferencia de 3. En 1928 los ejidatarios disponían de 3,871 bueyes de trabajo, contra 2,671 que tuvieron en 1927; en ganado mular, el número de cabezas en 1928 fue de 927, contra 515 que había en el año anterior. En ganado caballar, había una existencia de 4,172 cabezas, contra 3,043; por lo que respecta al ganado vacuno, en 1927 los campesinos poseían 6,661 cabezas de ganado vacuno, y en 1928 llegó a 8,594 cabezas; en 1927 había 1,791 cabezas de ganado asnal, y en 1928 existían 3,470. De ganado lanar y cabrío había, en 1927, 13,859 cabezas, y en 1928 había una existencia de 15,277. En ganado porcino en 1927 había 6,231 cabezas, y en 1928 llegó a 6,368. En aves de corral había, en 1927, 23,323, y en 1929 había una existencia de 30,345". El informe correspondiente al año de 1928 no me tocó rendirlo en razón de que el día 1º de diciembre de ese año me hice cargo de la Presidencia de la República, por haber sido designado por el H. Congreso de la Unión; pero el desarrollo del programa agrario siguió su curso sin interrupción alguna y el Prof. Juan Rincón, que me sustituyó en el Gobierno, expuso lo siguiente al dar cuenta de su gestión ante la Legislatura: “En el transcurso de este año fue posible desarrollar el programa agrario con mayor intensidad que en el anterior, en virtud de que una vez expedida la ley del 11 de agosto de 1927 se simplificaron los trámites necesarios para dotar de tierras a los pueblos. 202 Como en el ensayo que se ha hecho ya del plebiscito para designar candidatos en algunos municipios, hemos podido apreciar los magníficos resultados obtenidos, me propongo establecer ese procedimiento, seguramente el más democrático, para que en el futuro sean designados todos los aspirantes a puestos de elección popular. He propuesto a esta soberana convención que el nombre de la agrupación que hoy nace a la vida institucional sea el de “Partido Socialista Fronterizo”, y que su distintivo sean dos círculos concéntricos, uno rojo, el de afuera, y negro el de dentro. Lucharemos por que se implante en el estado un partido de francas aspiraciones socialistas. Claro que estoy muy lejos de pensar que el pueblo está capacitado para establecer la filosofía socialista, pero haremos cuanto esfuerzo sea necesario para que poco a poco vayamos a un socialismo democrático, sin coartar la libertad del ciudadano como sucede en el sistema comunista, pues sostenemos la tesis de que la persona humana sea respetada en toda su integridad y pueda ser factor determinante en la vida, para lo cual haremos las reformas legislativas que aconseja la experiencia, a fin de que nuestro pueblo disfrute de las más amplias garantías. A tal efecto, procuraremos que sea un hecho en Tamaulipas el respeto a la libertad individual, el respeto al sufragio, el respeto a la libertad de creer, de escribir, de pensar y el respeto a la vida privada, y que la propiedad no sea privilegio que garantizaba el Derecho Romano como absoluto, en el que el individuo podía usar, disfrutar y abusar de las cosas; sino que la propiedad tenga una verdadera función social, que sirva a la comunidad, esté limitada por el interés público, y cuando sea necesario en bien de la colectividad, el Estado pueda dictar las disposiciones que limiten ese derecho. Asimismo, ciudadanos delegados, considero que éste es el acto más trascendental de la vida política de Tamaulipas, el acto en que se organiza el Partido Socialista Fronterizo. Que cada uno de ustedes se percate de las graves responsabilidades que estamos contrayendo. Que cada uno de ustedes regrese a su lugar de residencia y se constituya en defensor de los ideales de la Revolución Social Mexicana, de la cual nuestro Partido deberá ser un fiel 135 intérprete. Sé que en el futuro muchos se espantarán de lo que ahí vamos a discutir y aprobar; que tendremos muy pronto defecciones, lo cual en lugar de desanimarnos, nos servirá de estímulo para seguir sosteniendo nuestro ideal, y declaramos de una vez por todas que nada ni nadie me hará retroceder en la lucha que hoy iniciamos y que seguiré sosteniendo durante toda mi vida. A la juventud de Tamaulipas le hago un llamado fraternal. Están presentes aquí muchos estudiantes de nuestra Escuela Normal y Preparatoria; a ellos los exhorto para que se preocupen por estudiar y observar los fenómenos sociales que afectan a nuestro pueblo y se preparen debidamente para que en el futuro, cuando ya nosotros no podamos seguir en la brega, sean ellos quienes tomen la bandera de la libertad, de las reivindicaciones sociales y de la redención del proletariado. A nuestros delegados fraternales, miembros del Benemérito Partido Socialista del Sureste, cuyo gran líder, Felipe Carrillo Puerto, cayó como los grandes, asesinado por las balas de la reacción; del Partido Socialista del Estado de México, del Partido Veracruzano del Trabajo, a los representantes de las organizaciones campesinas y obreras de San Luis, de Nuevo León, a los representantes de la Federación Obrera de Tamaulipas, del Gremio Unido de Alijadores, de los Sindicatos de la Compañía Mexicana de Petróleo “El Águila”, de la “Pierce”, de la “Corona”, de la “Huasteca”, del Sindicato Mexicano de Electricistas y todos los delegados fraternales que nos acompañan en esta convención, les suplico llevar un saludo fraternal a todas sus organizaciones y la seguridad de que el Partido Socialista Fronterizo, que hoy se organiza, luchará intensamente, con todas sus fuerzas, con todos sus elementos, para hacer una realidad en Tamaulipas la reforma agraria, el respeto sindical, la libertad del hombre, del Municipio y el implantamiento de la justicia social y de los principios de la Revolución Social Mexicana. A mi vez, después de hacer un análisis de los éxitos obtenidos en el primer año de la Liga de Comunidades Agrarias, dije lo siguiente: “Yo deseo, compañeros, que esta Segunda Convención sea tan fructífera como la primera; deseo, con el mismo entusiasmo y con la misma dedicación con que estudiasteis en aquella ocasión todos los problemas que interesan a nuestros pueblos, se estudien los que se presenten y que se pongan en definitiva las bases para seguir cimentando esta organización; que los viejos luchadores, los que ya tienen experiencia en el trabajo y en la lucha, guíen a los nuevos pueblos que están levantando el calor del entusiasmo, y que sin egoísmo de ninguna especie, con el mismo cariño con que los pueblos de Ollama, de Zaragoza y tantos otros han prestado ayuda a sus compañeros débiles, continúen todos los campesinos haciendo el bien que han logrado hasta ahora en beneficio de la colectividad”. Magdaleno Aguilar, Secretario de la Liga, manifestó al final de su discurso: “Evitémonos de que el egoísmo y las malas pasiones manchen nuestra conciencia; debemos practicar las famosas palabras de Jesucristo: ‘Amaos los unos a los otros’. Mi pensamiento de campesino ejidatario luchador seguirá la tarea de decir a ustedes estas cuatro palabras, rogándoles que las tomen como una expresión sincera de mi corazón. Para terminar, les recuerdo que para cumplir plenamente con nuestro deber, debemos poner muy en alto el pendón agrario de Tamaulipas; en el campo del trabajo, en el campo mismo de la guerra, si nuestros enemigos nos obligan, iremos a demostrarles que sabemos defender las conquistas que han sido alcanzadas por la Revolución, que persigue finalidades de mejoramiento para todos.” En esta Convención se hizo a los campesinos la entrega de banderas y de 16 ejemplares de ganado cebú que se rifaron entre los pueblos, y se acordó construir la Casa del Campesino con la aportación del 50% por parte del Gobierno y el 50% por parte de los campesinos. Fue ésta la primera Casa del Campesino que se construyó en la República. La Tercera Convención de la Liga de Comunidades Agrarias se celebró el día 12 de septiembre de 1929 y asistí, ya siendo Presidente Provisional, a la inauguración de los trabajos de la misma. Al darse cuenta con los resultados de la producción, se anotaron los siguientes datos: “En 1928, la producción de algodón disminuyó de 5,331,336 kilos en 1927 a 3,740,204 kilogramos. En frijol, la producción en 1926 había sido de 1,736,900 ki- 136 201 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. oprimido, y no descansaremos hasta hacer desaparecer esa odiosa división de clases que ha ensangrentado a los pueblos durante tantos siglos”. CAPÍTULO XIV ASPECTOS DE MI ACTUACIÓN EN LA VIDA PÚBLICA DE TAMAULIPAS En las convenciones, todos los pueblos rendían un informe pormenorizado de los resultados obtenidos. Se oía a los campesinos tan ampliamente como fuese su exposición; se tomaba nota de sus pretensiones, y la elección para la Secretaría de la Liga se hacía en votación individual de todos los campesinos, sin ejercer sobre ellos ninguna presión. Así resultaron nombrados secretarios Magdaleno Aguilar, Conrado Castillo, Bernardo Turrubiates y otros líderes que después se distinguieron como buenos dirigentes. Se llevaba un censo estadístico con el mayor cuidado. Por lo que respecta a la maquinaria proporcionada a los ejidos, a más de una partida de siete rastras, que no se conocían en Tamaulipas, y cuyo uso representaba un programa tanto económico como técnico, se anotaron los siguientes adelantos dignos de hacer resaltar: 1,949 arados, contra 1,661 que había en 1926; 334 cultivadoras, contra 236 que había en 1926, o sea, 98 más; 127 sembradoras, contra 77 que había en 1926, o sea, 50 más. El ganado de cría recibió gran impulso en los centros agraristas de Tamaulipas. En 1927 existían ya 3,343 vacas, contra 2,147 que había; 3,039 toretes y terneras, contra 1,778 que había; 6,180 cerdos, contra 3,746; y 22,341 caballos, contra 17,063 que existían. En el terreno educativo los progresos fueron correlativos: sabía leer un 59% de los ejidatarios, y estaban aprendiendo a leer un 32%, y es que la campaña contra el analfabetismo, que es el programa base de todo esfuerzo de enseñanza (no se confunda con la educación, que en otras mil formas se ataca), se desarrolló con toda eficacia. El señor ingeniero Marte R. Gómez, al dirigirse a los campesinos, expresó al final de su discurso: “No me extenderé a otros puntos del Programa de Reforma Agraria que el Gobierno viene estudiando. Que les baste a ustedes saber, por lo pronto, que a pesar de lo mucho ya logrado, no estamos todavía satisfechos. Luchamos y seguiremos luchando ayudados por ustedes hasta conseguir establecer el verdadero orden agrario y socialista a que aspiramos. Afortunadamente, la era capitalista toca a su fin, y está sonando ya la hora de la justicia adivinada por Marx, la hora en que las masas campesinas expropien a los que fueron sus expropiadores”. 200 Organizaciones que apoyaron mi candidatura al Gobierno local. Propósito de hacer la unificación del pueblo de Tamaulipas. Protesta que rendí el 4 de febrero de 1925 como Gobernador del Estado. Puntos del programa que expuse. Celebración por primera vez del 20 de Noviembre en la capital. La manifestación antialcohólica y deportiva en toda la República. E n el año de 1924 se iniciaron en Tamaulipas las inquietudes para la elección de los poderes locales. La aspiración más grande que tuve siempre desde estudiante fue llegar al Gobierno de mi estado, y como en el año requerido la inmensa mayoría de los tamaulipecos se fijara en mí para ese puesto, desde luego me dispuse a figurar como candidato apoyado por los trabajadores, los campesinos y por todas las clases sociales de Tamaulipas. Días antes de que el general Calles se hiciera cargo de la Presidencia de la República me manifestó que deseaba ofrecerme la Secretaría de Educación Pública. Agradecí profundamente esta distinción al general, pero le supliqué que me excusara de no colaborar con él en ese cargo, en virtud de que había contraído con mis paisanos el compromiso de figurar como candidato al Gobierno del Estado. Quienes primero me invitaron para que figurara como candidato fueron los Sindicatos de las Compañías Petroleras “El Águila”, la “Pierce Oil Corporation”, la “Huasteca Petroleum Company”, la “Transcontinental”, el Gremio Unido de Alijadores, el Sindicato Mexicano de Electricistas, Tablajeros, la Unión de Poseedores de los Llanos del Golfo y del Tamesí, así como fuertes organizaciones de Ciudad Victoria, de Nuevo León y otras poblaciones. 137 Mi pensamiento al iniciar los trabajos de propaganda fue de unificar al pueblo de Tamaulipas, que estaba profundamente dividido con motivo de las luchas que desde el año de 1911 se operaban entre los dos grandes partidos: Rojo y Verde, designados desde 1915 con los nombres de Demócrata de Tamaulipas y Liberal Constitucionalista. Las luchas que esos dos partidos sostuvieron durante el lapso de 1915 a 1920 fueron apasionantes y en muchas ocasiones llegaron a la violencia con lamentable saldo de muertos y heridos. Ahora bien, como tuve la fortuna de ser postulado por ambas agrupaciones, consideré que aquél era el momento más oportuno para unificarlas y fundar un partido único, capaz de adoptar un programa de izquierda que hiciera posible las aspiraciones del pueblo, y muy especialmente los postulados agrarios y obreros que hasta entonces eran una esperanza, no sólo en Tamaulipas, sino en la mayor parte de las entidades federativas. Desde que inicié la gira por el estado, y al visitar las ciudades, los pueblos, las rancherías y las congregaciones más apartadas de las vías de comunicación, expuse este proyecto y recibí de parte de mis paisanos su entusiasta aprobación. Como resultado de la exhortación que hice a los tamaulipecos para olvidar diferencias y unificarse en un solo organismo, se fundó el Partido Socialista Fronterizo, del que nos ocupamos en otro capítulo. El día 4 de febrero de 1925 protesté como Gobernador Constitucional. El acto tuvo lugar en el patio de la Escuela Normal y Preparatoria, y por las calles por donde tenía que pasar para llegar al recinto del Congreso tuve la satisfacción de que la multitud me aclamara con todo entusiasmo. El supremo anhelo que venía abrigando desde que por primera vez fui electo Diputado al Congreso de la Unión en el año de 1917, de ver al pueblo de Tamaulipas perfectamente unificado, se había cumplido. MI ACTUACIÓN EN EL GOBIERNO Al rendir la protesta de Ley, hice declaraciones, delineando mi programa de Gobierno, programa que contenía los siguientes puntos: “I. Como Gobernador Constitucional del Estado y Jefe del Partido Socialista Fronterizo que me llevó al poder, manifiesto que la responsabilidad de las funciones que se me habían encomendado, no era sólo de los mandatarios, sino también de las clases trabajadoras que formaban el Partido. Que en tal virtud, y obediente a 138 En la Segunda Convención de la Liga de Comunidades Agrarias, que se celebró el día 20 de septiembre de 1927, expresé lo siguiente: “… Y son los ejidos también, compañeros, digámoslo de una vez, como lo he dicho en todas partes, los que dan en materia de delincuencia la nota blanca de Tamaulipas. Allí donde se creía que iba a sobrevenir el desbarajuste y la anarquía, allí no se tiene ni policía, porque ustedes son los que vigilan el orden. Y allí donde realmente existe una prohibición de venta de bebidas alcohólicas, y esta prohibición, incuestionablemente unida al entusiasmo y buen deseo de los agraristas, es lo que ha producido dentro de esas comunidades un alto espíritu de moralidad. Allí tenéis a las comunidades en los días de fiesta, entregadas al deporte; allí vemos a las multitudes, todas entusiasmadas, en orden, entregarse a las fiestas; pero no se ve, no puede verse, ni un ebrio que cometa escándalos, ni un hombre inconsciente que falte al respeto a los hombres y mujeres que allí se encuentran. Por este concepto, compañeros, os felicito. Y os felicito, porque sois verdaderamente los buenos esposos, los buenos compañeros de vuestras mujeres, porque ellas también participan de las fiestas en comunidad y participan de los beneficios que nos ha traído ese progreso social, económico y educacional”. Comentando la obra social que venía realizando, manifesté lo siguiente: “Queremos una sociedad de productores, no una sociedad de explotadores. Queremos que cada hombre sea dentro de su esfera de acción un productor y un digno consumidor. No queremos enriquecer a unos pocos productores. Queremos engrandecer a todos los productores, sin claudicaciones ni bajezas. Queremos hacer de cada campesino y de cada trabajador un hombre consciente que no mendigue el salario. Un hombre que lleve el convencimiento de que tiene derecho a vivir, de que tiene derecho a prosperar, de que tiene derecho a engrandecerse. Yo quiero decir al proletariado de mi estado, que en los momentos actuales que vive la humanidad es indispensable, para su mejor desarrollo, que exista la igualdad, y a tal deben tender nuestros esfuerzos. Mas para lograr la efectividad de estas ideas, es indispensable el esfuerzo y la lucha en contra de los sostenedores de la desigualdad de clases. Ellos dicen: ‘¿Cómo es posible que no haya esa diferencia que dan el dinero, la posición, la inteligencia y la cultura? ¿Cómo es posible que todos disfrutemos de iguales beneficios?’. Y lo más sensible del caso es que han sido los intelectuales, en su mayoría, los que han predicado esa odiosa desigualdad. El dinero, dicen, he allí lo que establece la diferencia entre las clases sociales. El que gana más tiene derecho a ser superior, a mandar al que gana menos. Nosotros, convencidos de que predicamos el bien, propugnaremos por destruir esas falsas teorías que han hecho nacer en el corazón de los humildes el odio mortal a los que los han 199 si en cualquier forma se les hostilizó, eso pasó ya desde que todos se convencieron que no había ninguna obstrucción capaz de impedir que se cumpliera con las leyes, y ustedes no tienen hoy para qué recordarlo, porque generosos y trabajadores como son, carecen de odio, y están despojados de rencores, que sólo sirven para entenebrecer los espíritus.” El mismo profesionista expresaba: “Ustedes no tuvieron a su alcance ni el dinero del Clero, que sólo ha servido para negar las doctrinas cristianas, huyendo de los humildes y halagando a los poderosos, ni menos el dinero de los Bancos, cuyos fondos quedaron acaparados por un reducido grupo de privilegiados; y por eso se han tenido que conformar con caer en las garras del pequeño usurero; del tendero que con veinte pesos de azúcar y treinta pesos repartidos en pan frío, cerillos mojados, cigarros de hoja y café molido, realiza el milagro de acaparar cosechas de maíz que valen de dos a tres mil pesos; o del barillero ambulante que chacharea manta mal medida y rebozos pasados, por maíz sin gorgojo; o, finalmente, del arrendador de yuntas, que les cobra doce hectolitros de maíz al año, que es, como si dijéramos, que ganan ustedes cada tres años una yunta que nunca les pertenece. El Gobierno Nacional no puede ver con indiferencia que los resultados de su obra agraria, tendiente a poner a cada campesino en posesión de la parcela que le ha de permitir afianzar su libertad económica, se nulificara por la rapacidad de los usureros, que quieren hoy acaparar la ganancia que antes se quedaba en manos del terrateniente, y por eso pensó, desde luego, en el establecimiento del Banco Nacional de Crédito Agrícola, cuya misión más importante es la de ofrecer créditos baratos a los pequeños agricultores y ejidatarios como ustedes, que ya no es justo que sigan sacrificando su trabajo, vendiendo al tiempo, por la mitad de lo que valen sus cosechas”. En los siguientes años de 1927 y 1929 se continuó la obra agraria con mayor intensidad, habiéndose construido las presas de la Aurora, de Santa Engracia, la de Ollama y la de Caballeros, y los canales de La Labor y Marroquín, que aumentaron la superficie de tierras de riego en cerca de 2,500 hectáreas. Se prosiguió también la campaña de profilaxis rural, que fue muy eficaz para combatir el paludismo, las enfermedades hídricas y las endémicas. La refacción a los pueblos aumentó cada día en mayor escala, y cuando se organizó el Banco de Crédito Agrícola, que fundó el presidente Calles, el Gobierno de Tamaulipas adquirió acciones por la cantidad de $100,000.00, logrando que se estableciera en Ciudad Victoria una sucursal de dicha institución, y se fundaron en muchos ejidos sociedades de crédito. 198 los deberes constitucionales que me imponían la obligación de hacer un Gobierno para todo el pueblo, deberíamos aprovechar todos los elementos más idóneos y más leales a la ideología revolucionaria, para implantar las reformas sociales, políticas, económicas y culturales que la Revolución Mexicana venía sosteniendo para lograr la redención del proletariado. Todos los funcionarios del Estado y Municipales deberán ser miembros del Partido Socialista Fronterizo. II. Que para tales efectos encaminaría todos mis esfuerzos tendientes a realizar la Reforma Agraria y la expedición de la Ley del Trabajo que venían rechazando desde el año de 1917 los trabajadores. III. La educación pública recibirá el mayor impulso y nos esforzaremos por que en todas las ciudades, pueblos, rancherías, comunidades agrarias, existan escuelas, centros de alfabetización en que los educandos adultos reciban la enseñanza, que deberá tener, no un carácter individualista que aún subsiste en algunos sistemas contemporáneos como reliquia medioeval, sino una tendencia francamente socialista. A tal efecto expresé: ‘Deseamos para Tamaulipas, una escuela, no la escuela de rutina y de programa que se enseña en las cuatro paredes de un cuarto oscuro, no la vieja escuela que martiriza la inteligencia del niño; no la escuela escasa de recursos que hace añicos la mente y el espíritu infantil. Deseamos la nueva escuela de la libertad, la escuela de los nuevos horizontes, la escuela del corazón, que hace nacer en el espíritu un alto sentimiento de solidaridad y de fraternidad humana. Deseamos sembrar en cada corazón de Tamaulipas la simiente de la escuela moderna, la simiente de la escuela que rompa los prejuicios de clase, esos prejuicios de clase que han hecho nacer en el espíritu humano las tendencias destructoras que siembran en los pueblos la discordia y el odio. Deseamos que todos los corazones unidos se levanten en un solo esfuerzo de cariño y fraternidad, para llevar a los irredentos la convicción de que es necesario seguir la nueva ruta, si quieren sobrevivir, porque de lo contrario, serán destruidos por indignos de unirse al carro de la civilización’. IV. No desmayaremos ni descansaremos hasta hacer efectiva en Tamaulipas una administración que corresponda a los anhelos del pueblo. Exigiremos moralidad a todos los funcionarios de los tres poderes. Para tal efecto, considero que es necesario que todos los funcionarios públicos tengan presente, y figuren en todas las oficinas del Estado, los siguientes postulados: 1º. Los funcionarios públicos son los servidores de la comunidad. 2º. Los funcionarios del Estado deben tratar al público con toda la atención, la cortesía y el respeto debido. 139 3º. La vida pública y privada de los servidores del Estado debe ser un ejemplo para el pueblo. 4º. A los funcionarios públicos les está terminantemente prohibido dedicarse a actividades o negocios lucrativos de ninguna especie, debiendo vivir única y exclusivamente con los emolumentos que el Estado les paga por sus servicios. 5º. El funcionario público debe ser tolerante, y su proceder en el desempeño de sus funciones debe ser de absoluto respeto a las leyes. 6º. Es deber ineludible de las autoridades del Estado velar siempre por el bien común y manifestarse incansablemente en la presentación del servicio social. 7º. Las autoridades deben tener como norma el respeto a los derechos de sus gobernadores y combatir, por cuantos medios estén a su alcance, las inmoralidades en que incurran los servidores del Gobierno en el desempeño de sus funciones. 8º. Todos los ciudadanos de Tamaulipas tienen la obligación de denunciar ante el superior jerárquico los abusos que cometan los funcionarios y empleados públicos en el desempeño de sus cargos. 9º. El poder público debe ejercitarse siempre con mensura y los mandatarios del pueblo tienen la obligación de impartir amplia y cumplida justicia a sus gobernados. 10º. Las organizaciones obreras y campesinas de Tamaulipas deben velar para que los funcionarios públicos cumplan estrictamente con sus deberes y exigir a sus representantes el cumplimiento del programa social de la Revolución Mexicana. V. Emprenderemos con toda energía una campaña tenaz en contra de todos los vicios, muy especialmente el del alcoholismo y los juegos de azar. A tal efecto, el Gobierno del Estado y los Ayuntamientos procederán a la brevedad posible a restringir el número de cantinas y centros de vicio, a fundar centros culturales, de recreo y estudio y a elevar los impuestos en el ramo de alcoholes”. Los postulados expuestos fueron una realidad durante mi Gobierno y durante los periodos gubernamentales del arquitecto Enrique L. Canseco, del ingeniero Marte R. Gómez y de Magdaleno Aguilar. 140 seguridad subirá el monto de los préstamos y se obtendrá la consiguiente mejoría en la explotación ejidal, que de todas maneras viene ofreciendo perspectivas cada vez más satisfactorias. Ya con la experiencia adquirida y con el núcleo de campesinos dotados, procedimos a organizar la Segunda Convención de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos del Estado”. En esta Convención, al hacer uso de la palabra, expresé lo siguiente: “Desde que me hice cargo del Gobierno de Tamaulipas inicié, de acuerdo con las autoridades federales, la obra de reivindicación para los campesinos del estado. Recuerdo que aquel día, cuando dimos el primer ejido en Tamaulipas, el de Santa Engracia, ante más de 10,000 campesinos, hicimos nuestra profesión de fe agrarista y revolucionaria y, desde entonces, sin una claudicación, sin una vacilación, hemos seguido desarrollando nuestra labor”. Manifesté también: “El Gobierno tiene un amplio campo de desarrollo y experimentación. Dentro de nuestra ideología caben todas las tendencias de mejoramiento a las clases humildes y de mejoramiento también a la clase media; pero queremos que esas clases humildes se convenzan de que no es con el líder de agitación que los atrae y que quiere vivir a costa del trabajador, como se ha desarrollado este programa. Nuestra Ley es clara y terminante: ella manda y nosotros como Gobernantes tenemos que obedecer”. Seguí manifestando que después de un año de labor se ha demostrado que el agrarismo en Tamaulipas, como en la República entera, no es el problema pavoroso que se veía antaño; ahora se ha demostrado que las falanges agraristas son las que en estos momentos, con la mayor buena fe, están laborando por el progreso de su país. Ahí están, para demostrar a todos los desilusionados, a todos los irredentos, que el esfuerzo ha sido fecundo, enormemente fecundo. A su vez, el ingeniero José C. Prieto, Delegado de la Comisión Nacional Agrarista, sintetizó así la acción coordinada de un plan definido de agrarismo: “Al hablar de resolución y de ideas revolucionarias, no se trata de la revolución que mata, sino de la que vivifica; no se trata del movimiento de la lucha en que se destruye, sino del momento en que se reconstruye”. El ingeniero Marte R. Gómez expresó en la misma Convención: “Si alguna vez se les negó trabajo en las haciendas para obligarlos a renunciar a las solicitudes de ejidos; si en algunas ocasiones se echaron los ganados sobre sus sementeras para destruirlas, 197 ción de la Presa de la Aurora, que ya tiene dos y medio meses de principiados y que en cuatro meses más será puesta al servicio. Esta obra tendrá un costo total de $30,000.00, de los cuales sólo se han invertido en metálico $15,000.00, en vista de que los ejidatarios de ambos pueblos están trabajando por el 50% del jornal, realizando así un sacrificio digno de la mayor estimación, y del cual ellos mismos serán los beneficiados, pues más adelante contarán con el agua suficiente para sus cultivos, y podrán explotar todos los terrenos que les fueron dotados en las mejores condiciones. El centro ejidal de Ollama obtuvo un préstamo de $5,000.00, que se ha estado dedicando al manejo de su tienda cooperativa, la cual en sólo seis meses ha tenido un movimiento de $7,500.00. La sociedad de Caballeros obtuvo un préstamo de $2,500.00, con los cuales se compraron animales de trabajo que fueron empleados en los trabajos de la presa. Con los animales comprados pudieron los ejidatarios mejorar sus condiciones y surtir una tienda cooperativa, cuyo movimiento, en los últimos meses, ha llegado a ser de $2,700.00. Las sociedades de la región de Hidalgo constituyen una federación y obtuvieron un préstamo de $25,000.00, con el cual han establecido una tienda cooperativa de verdadera importancia. El Gobierno creyó conveniente ayudar a esta organización, escriturando a favor de la misma Federación una casa que servirá de local para la tienda cooperativa, y en la cual se instalará una planta de luz eléctrica de la Villa de Hidalgo. La casa de referencia tiene un costo aproximado de $3,000.00. Ya en la Presidencia de la República, procedí también a combatir el alcoholismo, para lo cual se fundó el Comité Nacional de Lucha contra el Alcoholismo el día 14 de mayo de 1929, habiendo hecho las siguientes declaraciones: “Profundamente convencido el Ejecutivo de la Unión, de que el vicio del alcoholismo es uno de los grandes enemigos de la raza y del porvenir de México, por estar deplorablemente arraigado en una gran parte de nuestras clases campesinas y obreras, al grado de que no podemos pensar en la dignificación del hogar de los trabajadores de la República mientras el alcoholismo mine las fuerzas físicas y morales de nuestros hombres, acabe con la felicidad conyugal y destruya, con hijos degenerados, toda la posibilidad de grandeza en el porvenir de la Patria; el propio Ejecutivo se vio en el imperioso deber, ante tan grave con-sideración, de hacer con fecha 16 de abril del año en curso, un llamamiento a los gobiernos y ayuntamientos de los estados, a las comunidades agrarias, a las organizaciones obreras, a las ligas de padres de familia, sociedades mutualistas, partidos políticos y demás institucio-nes que estuvieran en aptitud de colaborar en esta empresa, a fin de que procedieran desde luego a organizar en sus respectivas entidades, la más enérgica campaña contra el alcoho-lismo”. La campaña de referencia tuvo grandes éxitos en toda la República, y por primera vez se conmemoró el 20 de Noviembre, iniciación de la Revolución de 1910, con un desfile cívico-deportivo-antialcohólico, ocasión que aproveché para pronunciar desde el balcón central de Palacio la siguiente arenga: La sociedad de Tancol obtuvo un préstamo de $5,500.00. Se instalará con ellos una bomba para irrigar algunos terrenos del ejido y los socios estarán en posibilidad de sembrar verduras, para las cuales tendrán mercado en la plaza de Tampico. “El 20 de Noviembre, Aniversario de nuestra Revolución, debe ser conmemorado por las generaciones nuevas, porque esa fecha marca desde 1910 el programa de resurgimiento y liberación de las conciencias mexicanas. La sociedad de El Arenal obtuvo un préstamo de $5,000.00, que se procura conseguir que invierta de una manera racional, en la adquisición de animales e implementos de trabajo de que carece. Otro tanto se hará respecto de las sociedades de Miramar, de Altamira e Industrial de Tampico, que obtuvieron respectivamente $1,600.00 y $5,000.00.4 La niñez de las escuelas de la República debe venerar a los héroes, a los mártires, a los que en nuestras trágicas jornadas revolucionarias han caído por redimir a los hombres de todas las opresiones. Y ninguna opresión más terrible que el vicio del alcoholismo, conductor de miseria, de degeneración y vergüenza. Dentro de este capítulo de préstamos del Banco Nacional de Crédito Agrícola, debe llamarse la atención especialmente, por la gran importancia que encierra, sobre el préstamo que con fecha 23 del mes próximo pasado se otorgó a la sociedad de El Carrizo. Con espíritu de liberalidad, que mucho honra a la institución y con pleno conocimiento de la importancia que el asunto encierra en la instalación de una planta de bombeo, con la cual se harán de riego aproximadamente 200 hectáreas, mejorándose así radicalmente las condiciones agrícolas de los ejidatarios. El total de los préstamos concedidos por el Banco Nacional de Crédito Agrícola a los ejidatarios de Tamaulipas suman $108,600.00 y en el transcurso del presente año con Las infelices víctimas del alcoholismo llenan las cárceles, los hospitales y los manicomios. El alcohol arma generalmente el brazo de los criminales. La noble mujer mexicana que cuida nuestros pasos y vela nuestros sueños ha sufrido y sufre cruentas amarguras, pobrezas, violencias, por causa del alcohol, que embrutece a los hombres hasta hacerlos olvidar sus deberes y sus afectos. Especialmente los hogares humildes sufren el azote de este terrible mal, porque no cuentan con reservas para reponer los días de enfermedad, de cárcel o de falta de trabajo, y pronto el hambre, la desesperación y la desgracia se posesionan de la humilde familia. 196 141 La niñez debe aprovechar esta gran fecha del 20 de Noviembre, aniversario glorioso de nuestra Revolución Mexicana, para erguirse en una manifestación unánime en toda la República, pidiendo a sus mayores, a sus padres, que se conviertan en aliados fervorosos de la batalla contra el alcohol. La niñez, con la fuerza que le da su inocencia, y por estar su destino bajo la responsabilidad de sus padres, tiene derecho a pedir a éstos el ejemplo de la sobriedad y la fuerte lección de combatir con su propia conducta los horrores del alcoholismo. Ninguna imprecación puede llegar más al alma de los padres de familia, que la que arranca de los labios inocentes y puros de sus hijos. Las voces infantiles de esta manifestación representarán, seguramente, ante la conciencia de los jefes de hogar, a las legiones de niños, que degenerados por la maldita herencia alcohólica, van a constituir carne de dolor o de crimen; representarán a los hogares donde la buena mujer mexicana ha visto tantas veces sacrificada su felicidad, que debe estar protegida por la dignidad de un hombre de trabajo y de honor; y representará, por último, la voz de nuestros héroes y de nuestros mártires, que han soñado con una Patria fuerte de músculo y enérgica de espíritu. Niñez de la República: el 20 de Noviembre es una fecha en que podéis decir a nuestros padres: ‘Si queréis que nosotros seamos morales, fuertes y útiles, enseñad con vuestro propio ejemplo’.” caso de El Ebanito estuvo a punto de resolverse de una manera amistosa, toda vez que la Cámara Mercantil y Agrícola de la ciudad de Matamoros había manifestado ese propósito, pero en vista de que la referida Cámara adoptó una actitud protectora, dando a enten-der que donaba los terrenos como una merced, lo cual se consideró ofensivo para el Ejecutivo de mi cargo y denigrante para los mismos campesinos a quienes se trataba de beneficiar, se acordó rechazar la oferta y continuar la tramitación agraria del expediente de El Ebanito, de acuerdo con las normas establecidas para el caso. Últimamente se resolvió favorablemente este asunto con motivo de que algunos agricultores de Matamoros cedieron gratuitamente al Ejecutivo del estado los terrenos necesarios para la dotación del ejido al mencionado poblado de El Ebanito, habiéndose entregado a dichos agricultores la cantidad de 1,170 hectáreas. El programa de refacciones desarrollado durante los dos primeros años por las autoridades ha sido continuado en el presente por la propia iniciativa de los campesinos. Durante el año de 1927 se hicieron compras de arados, sembradoras, etc., por valor de más de $7,000.00. En muchos casos no sólo se han comprado implementos agrícolas, sino que se han llevado a cabo inversiones de utilidad general que demuestran desahogo económico en quienes las realizan. Cabe mencionar a este respecto la instalación de una planta eléctrica en el ejido de Ollama, la cual ya está funcionando, y la instalación de otra planta en Villa Hidalgo, que tendrá capacidad para 200 lámparas, y de cuyo costo de establecimiento, que será de $2,000.00, los ejidatarios del municipio proporcionaron $1,700.00, y sólo $300.00 el Gobierno de mi cargo. El trabajo agrario desarrollado por el Gobierno, consistente en dotar de ejidos a los pueblos y proporcionarles pequeños préstamos para la adquisición de la maquinaria y los elementos de trabajo más indispensables, quedaría incompleto, estancado por un largo periodo de tiempo, si no recurriera a nuevas fuentes económicas que permitieran desarrollar la producción ejidal en toda su intensidad. Es por esto que el Gobierno ha prestado gran interés a la ayuda que está dándonos el Banco Nacional de Crédito Agrícola, y es por esto también que en esta institución se le han dado todas las facilidades que necesita para operar. Hasta la fecha se han constituido sociedades locales de crédito agrícola en Estación Santa Engracia, San José Santa Engracia, Caballeros, Hidalgo, Marroquín, Miramar de Altamira, Independencia, La San Juana, Santa Fe, Mapaches, Tancol, Arenal, Agrícola e Industrial de Tampico, La Parrita, Cruz y Carmen Galindeño, Ollama, La Libertad, Alianza del Sindicato de Caballeros, El Carrizo, Río Bravo, El Ranchito y El Ebanito. De ellas, las sociedades de Santa Engracia y Estación Santa Engracia consiguieron un préstamo de $10,000.00, con el cual se han estado ayudando en los gastos de construc- 142 195 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. Durante el año de 1927 se instauraron 21 expedientes, correspondientes a los poblados de San Antonio, El Higuerón, La Soledad, El Cerrito, Guadalupe, La Trinidad, San Isidro, El Refugio, San José, San Antonio del Nogalar, La Escondida, El Atrevido, Miraflores, San Andrés, Las Yucas, San Francisco, Ranchería Juárez, Las Compuertas, Silva Sánchez, El Coyote, Campoamor y El Ebanito. Se tramitaron y se llevaron hasta su resolución en primera instancia por el que informa, diecinueve expedientes correspondientes a los poblados de Gómez Farías, El Tigre, Barranco Azul, Camacho, San Lorenzo, Corralejo, Los San Pedros, El Porvenir, El Plomo, San Antonio, El Higuerón, El Cerrito, Guadalupe, La Trinidad, San Isidro, El Refugio, La Escondida, El Atravesado y Ranchería Juárez, y se dio posesión provisional de 16,025 hectáreas, de las cuales fueron 869 de riego, 2,073 de temporal y el resto de agostadero, habiendo salido favorecidos más de 1,000 campesinos capacitados para labrar la tierra. Durante el presente año se ha dado posesión definitiva a los siguientes poblados: Estación Miramar, San Miguel, Hidalgo, El Saucillo, San Lázaro, Marroquín, Santa Fe, La Garita, Los Mapaches, El Sabino, Cuauhtémoc, Garza Valdés, C. Camargo, San José de Santa Engracia, El Barretal, Cruz y Carmen Galindeño, El Roble, La San Juana, Diana y Santa Ana, entregándose 22,715 hectáreas, de las cuales 2,773 son de riego, 1,278 de temporal y 18,762 de agostadero, habiendo salido favorecidos con motivo de las anteriores posesiones más de mil setecientos cincuenta campesinos, capacitados para labrar la tierra, y los cuales, aunque ya liberados por resoluciones en primera instancia que había pronunciado el que informa, con la posesión definitiva han visto totalmente consolidada su situación, y asegurado para lo futuro su independencia económica. La tramitación y resolución de expedientes, que comparando sólo datos numéricos, aparece inferior a la del año de 1926, y sobre todo a la del año de 1925, se activó de una manera efectiva solamente después de la promulgación de la Ley que reformó las Dotaciones y Restituciones de Tierras y Aguas, Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional, de fecha 23 de abril de 1927, cuyas trabas determinaron que los expedientes que en el primer semestre del presente año debieron haber sido resueltos, quedaron en suspenso, por haberlo ordenado así la Ley a que me vengo refiriendo. Con este motivo no fue posible haber dictado sentencia en la totalidad de los expedientes que se están tramitando en la Comisión Local Agraria, pero tomando en consideración que es en el trabajo agrario donde más interés ha depositado el Gobierno del Estado, no se descansará en lo sucesivo hasta dejar satisfechos y dotados de tierras a los poblados que la necesitan. El ambiente de tranquilidad con que se ha desarrollado el programa del Gobierno, y el cual sólo fue interrumpido por los lamentables sucesos de El Ebanito, sobre los cuales me permití dar cuenta a Vuestra Soberanía en informe anterior, ha tomado nuevamente su marcha normal, sin que tengamos nuevos motivos de sobresalto ni de vergüenza. El mismo 194 CAPÍTULO XV LA OBRA EDUCATIVA EN TAMAULIPAS Bases fundamentales expuestas en la Convención del Partido Socialista Fronterizo, a que debía sujetarse la obra educativa. Número de escuelas que se fundaron. Organización de cooperativas infantiles. El huerto infantil. Actividades agrícolas en las escuelas ejidales. Organización de comunidades agrarias y de sociedades cooperativas. La cultura física. D esde que inicié mi campaña política para el Gobierno de Tamaulipas expuse a mis paisanos cuál debía ser, en mi concepto, el espíritu que inspirara el desarrollo de la escuela en todos sus grados; y al celebrarse la Convención del Partido Socialista Fronterizo el 15 de mayo de 1924, manifesté lo siguiente: “Que siendo la escuela popular el medio más eficaz para el implantamiento de los principios más avanzados de la sociabilidad humana, y estando dentro del programa del Gobierno del Estado, el propósito de reformar los sistemas de enseñanza y procurar por cuantos medios estén a su alcance la sociabilidad de la escuela, para que la enseñanza que en ella se imparta deje de tener el carácter individualista que hasta ahora ha tenido y que tan pésimos resultados ha producido y, a fin de lograr que en el futuro las nuevas generaciones que se desarrollen no sean, como han sido hasta ahora, en todos los pueblos de la Tierra, el mayor obstáculo para el desarrollo de una civilización, más en consecuencia con los principios humanitarios que deben regir en las colectividades y, teniendo en consideración igualmente que se hace indispensable reformar la actual Ley de Educación, cuyas modificaciones deben inspirarse en los siguientes postulados: I. La educación primaria que imparte el Estado, o la que en él se imparta bajo la vigilancia del mismo, debe tener como finalidad esencial el desarrollo del espíritu de los educandos, a fin de capacitarlos para una vida social de cooperación que asegure su bienestar y progreso. 143 II. Proceder a fundar escuelas para adultos analfabetas, anexas a las escuelas primarias. III. Dar cumplimiento a la fracción XII del artículo 123 de la Constitución General de la República, obligando a los dueños de haciendas, fábricas, minas y negociaciones industriales, a establecer escuelas elementales para los hijos de los trabajadores, sosteniéndolas por su cuenta. Y así se hizo, con muy satisfactorios resultados, sobre todo por la labor de convencimiento realizada, sancionando de acuerdo con la Ley, cuando fue indispensable, a los infractores. IV. Crear los centros culturales obreros nocturnos, con misión de enseñanza a los educandos, pequeñas industrias, trabajos manuales y de costura, arte culinario, así como canto, música, gimnasia rítmica, deportes y gimnasia calisténica. Para atender debidamente a esos centros de cultura, primeros en existir en el estado, se creó la Dirección de Cultura Estética Popular. V. Establecer la Escuela Ejidal, dotándola de parcela escolar, y el sistema médico social para los ejidos. Para la orientación y funcionamiento de estas escuelas, el Gobierno del Estado nombró un personal de inspección. VI. Que en todas las Escuelas Rurales se establecieran bibliotecas, campos para juegos y deportes, campos para cultivos, cría de animales, cobertizos para talleres, modelado y pequeñas industrias. VII. Por primera vez en la República se dispuso que, a efecto de establecer una verdadera cooperación social en el Estado, y para bien y ayuda de las escuelas, se crearon Ligas, Comités y Sociedades de Padres de Familia. Esta disposición produjo los mejores resultados, pues con la cooperación de la iniciativa privada se colectaron fuertes cantidades de dinero para mejorar los locales. VIII. Premiar a los maestros que desarrollaran una labor relevante, de orientación pedagógica moderna, proporcionándoles pasajes para que durante las vacaciones conocieran el resto del estado; y para que, además de su sueldo, se otorgara también un cincuenta por ciento de éste, correspondiente a los meses de vacaciones, a los profesores que desearan asistir a la Escuela de Verano de la Universidad Nacional, con el objeto de perfeccionar sus estudios. 144 tiembre, y como resultado de ellas se constituyó la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos del Estado de Tamaulipas, cuyas bases, exclusivamente redactadas con fines de organización económica y social, son el primer paso serio dado por las organizaciones campesinas, que cuentan en este momento con 5,161 ejidatarios plenamente conscientes ya de sus derechos de clase y de su responsabilidad para con ellos mismos y para con sus compañeros del país. En el año anterior el Gobierno hizo un reparto de maquinaria que sirvió para que se iniciaran los cultivos de los ejidos. Este año tal cosa no fue ya urgente, porque como antes me permití indicar, los mismos campesinos tuvieron elementos para pagar de su propio peculio los implementos agrícolas y animales de trabajo que necesitaban. Sin embargo, para estimularlos y para dejarles un grato recuerdo de la Liga de Comunidades Agrarias, se adquirieron y distribuyeron entre las agrupaciones que estaban representadas, catorce sementales de raza cebú que adquirió el Gobierno del Estado, y que obsequió como testimonio de la satisfacción con que ve la amplia cooperación que le prestan los campesinos en su labor. Durante el año que informo, ha subsistido entre todos los pueblos beneficiados con ejidos, la misma armonía que fue motivo de orgullo para mí, al proclamarlo en mi informe anterior. En las entregas de ejidos, en las fiestas cívicas que son motivo de reunión para dos o más pueblos comarcanos, en las reuniones de la Liga de Comunidades Agrarias y en general en todas las ocasiones que se presentan, se pone de manifiesto el espíritu de fraternidad que ha hecho de los campesinos de Tamaulipas un hermoso ejemplo digno de imitación. Y por todo junto, por su espíritu de cooperación, por su respeto a las leyes, por su laboriosidad y por su desinterés, no es aventurado afirmar que los campesinos ejidatarios de Tamaulipas continúan por la senda de prosperidad que merecen y “llevan su carro atado a una estrella”. En el informe que rendía el siguiente año (1928), hice constar lo siguiente: “Durante el año a que se contrae el presente informe, el Gobierno del Estado continuó su programa agrario, sobre las mismas bases y con iguales finalidades que en los dos años anteriores. No hubo razones para introducir ni hacer rectificaciones o adiciones, y sí justo motivo de regocijo por haber encontrado el plan más adecuado para obtener el bienestar de nuestras clases campesinas. 193 tuvo verificativo en la Estación de Santa Engracia, donde se congregaron más de 3,000 campesinos. En la obra educacional que el Gobierno desarrolla en los centros ejidales, paralelamente con la de organización económica, los resultados son también absolutamente satisfactorios. Al finalizar el año escolar 1925-1926 existían, según nuestras estadísticas, sesenta y una escuelas ejidales en las que había una inscripción de 3,606 alumnos, de los cuales fueron examinados 2,700 y aprobados 2,076, lo cual demuestra que los padres, al tener medios de vida más desahogados, renuncian con agrado al auxilio que les prestan sus hijos y los mandan a la escuela con la intención de que se eduquen y sean, con el tiempo, ciudadanos útiles a su Patria y a sí mismos. Independientemente de esta labor, o completando esta labor, mejor dicho, se han fundado en todos los centros ejidales escuelas nocturnas que registran una inscripción de 945 campesinos adultos, que están adquiriendo los conocimientos rudimentarios que no tuvieron oportunidad de aprender en sus tiernos años, por las condiciones lamentables que imperaban en el país y que resulta innecesario repetir, cuando son ya de sobra conocidas por todos. En nuestra obra educativa rural contamos no sólo con la complacencia de los campesinos, sino aún con su decisión y apoyo, y por eso en muchos pueblos se han construido escuelas cuya edificación se debe en gran parte a la cooperación de los mismos ejidatarios, siendo confortables las establecidas en Columbus, Tancol, La Diana, El Carrizo y Río Bravo, y especialmente dignas de alabanza las de Santa Engracia y Ollama, que responden a todas las necesidades que reclama la pedagogía moderna en lo que respecta a locales escolares. En el presente año el Gobierno se propone continuar la labor educacional en los centros ejidales que hasta este momento no cuentan con tan importante mejora. Aunque con más lentitud, porque así lo exigen las condiciones del Erario, se ha iniciado también una campaña de profilaxis rural. La urgencia de esta labor se puso de manifiesto con motivo de la epidemia de paludismo desarrollada en la región centro del estado, y a efecto de controlar y de impedir su propagación, se organizaron brigadas sanitarias, a cuyo frente se pusieron doctores provistos de los medicamentos necesarios y acompañados de brigadas proporcionadas espontáneamente por los mismos pueblos, en cuyo contingente se pudo canalizar las aguas y petrolizarlas, a efecto de eliminar la causa de la contaminación. El Gobierno del Estado tiene los más vivos deseos de que la organización agraria de Tamaulipas tenga vida propia antes de mucho. Dentro de este programa patrocinó con entusiasmo la organización de la Primera Convención de la Liga de Comunidades Agrarias del Estado, en la cual estuvieron presentes ciento cincuenta delegados representantes de las distintas comunidades. Las sesiones tuvieron lugar durante los días del 24 al 30 de sep192 También se procedió a dotar a los maestros rurales, con residencia superior a dos años, de una parcela de una hectárea para huerto de frutales, de legumbres, o cría de aves de corral. IX. Se expidieron las leyes de Pensiones, de Escalafón y de Jubilación de Maestros, que previeron la ayuda que el Gobierno ha de extender a los hijos, a la viuda y a la madre del maestro. Estas leyes fueron anteriores a las que expidió la Federación. X. Se estableció el servicio de Misiones Culturales Ambulantes, desanalfabetizadoras y especialistas para hacer obra de mejoramiento en los pueblos, rancherías, congregaciones, y de enseñanza de pequeñas industrias, prácticas de higiene y atención a los damnificados, agricultura, avicultura, apicultura, corte y confección de ropa. El número de escuelas primarias cuando me hice cargo del Gobierno era de 354, con una asistencia de 18,827 varones, de 15,070 mujeres y de 1,830 adultos, con un total de 35,727, suma que, unida a la de 2,341 que correspondía a las escuelas particulares, daba un total de 38,068 educandos en todas las escuelas primarias. Por aquellos años el presupuesto del estado era muy pobre. En 1925 ascendió a la suma de $3,576,392.60. De esta cantidad se destinaba al ramo de educación $1,466,321.00. Para establecer nuevas escuelas no se procedía de un modo oficioso, sino que se procuraba despertar el interés de los padres de familia para que ellos manifestaran el deseo de que se abriera una escuela e hicieran algunas aportaciones para tal efecto. El entusiasmo en todo el estado, al conocerse los propósitos del Ejecutivo, fue tan grande, que al terminar el primer año de Gobierno se habían fundado 95 escuelas nuevas, entre urbanas, diurnas y nocturnas, rurales y centros culturales; así pues, el número de escuelas a fines de 1925 ascendió a 449 sostenidas por el Estado y 25 por los particulares. Durante el segundo año de Gobierno, el número de escuelas primarias, rurales diurnas y nocturnas ascendió a 474, y se aumentó el presupuesto en $100,000.00, que se destinaron, especialmente, a la creación de misiones de maestros desanalfebetizadores”. En el informe que rendí el día 1º de enero de 1926 se hizo la siguiente declaración: “A la vez, el Partido Socialista Fronterizo, con sus fondos propios, siguió desarrollando festividades culturales y estableció en todo el estado los domingos culturales que 145 reunían en las villas, congregaciones, rancherías y ejidos al pueblo de la localidad, grandes contingentes, en cuyos actos se desarrollaban programas que incluían números de música, bailables, gimnasia y competencias deportivas y se hacía oír la plática sencilla del maestro que desarrollaba temas al alcance de los niños, de los obreros y de los campesinos. Era de admirarse el entusiasmo de los jóvenes y de los mayores que asistían a estos actos, observándose siempre una disciplina y un respeto en todos los presentes. Los domingos culturales influyeron poderosamente en la disminución del consumo del alcohol, así como de los delitos. Al iniciarse el acto, en los momentos en que se izaba la Bandera, se cantaban por todos los presentes, los Himnos Nacional y del Estado, entonándose también cantos de libertad, de amor y de veneración a nuestros héroes. Se aprovechaban también los domingos culturales para entregar a las escuelas, a los Sindicatos de Trabajadores, a los grupos de deportistas, y al Comisariado Ejidal, la Bandera de la Patria, que se juraba por todos los presentes. Bajo la acertada dirección del Prof. don Alfredo Tamayo, desgraciadamente ya fallecido, autor de la letra y de la música del Himno de Tamaulipas y Director General de Cultura Estética Popular, se formaron en todos los centros culturales bandas de música, orquestas típicas, orfeones y conjuntos corales. También se organizaron sociedades recreativas y cooperativas con sus correspondientes juntas de administración; las primeras tenían por objeto hacer fiestas y giras campestres, y las segundas vender los productos de pequeñas industrias elaboradas en los centros culturales, para crear un fondo común a fin de estimular a los productores. Al clausurarse el año escolar, la Dirección de Cultura Estética organizaba exposiciones en todas las poblaciones del estado, en las cuales el público podía apreciar los progresos en el ramo. En el tercer año de Gobierno (1927), se fundaron 37 nuevas escuelas y pudo enorgullecerse el pueblo de Tamaulipas, al enterarse de que en las estadísticas que publicó la Secretaría de Educación Pública en ese año, el estado figuraba en el primer lugar por el número de niños que recibían educación y el primer lugar por los sueldos que se pagaban a los maestros”. En el informe que rendí, pude decir al H. Congreso del Estado lo siguiente: “En el mes de abril del año pasado empezó a regir la nueva Ley de Educación Pública en el estado, y de entonces acá las escuelas se han ido socializando conforme a las necesidades y exigencias de mejoramiento y evolución de la época actual, siempre en relación con nuestro medio físico y social, para lo cual el Gobierno no ha omitido esfuerzo alguno. 146 amigos, se concretaron a repeler el ataque de que se les hizo objeto, poniendo una vez más de manifiesto que la clase a que pertenecen es más digna y más abnegada que la de sus opositores. El Gobierno se propone vigilar, hasta donde sus fuerzas se lo permitan, para que por ningún motivo se repitan actos tan penosos como los que acaban de suceder, y en toda ocasión aplicará el rigor de la Ley, a efecto de que por ningún motivo haya propietario que, prevenido de la fuerza, quiera impedir el exacto cumplimiento de las leyes, que este Gobierno es el más empeñado en hacer guardar estrictamente, siendo las pruebas más elocuentes de lo que acabo de decir, en primer lugar, la forma como el C. Presidente de la República viene confirmando las resoluciones que dictamos, y en segundo, la invariable ratificación de nuestros actos por los Jueces de Distrito, en todas aquellas ocasiones en que los quejosos han recurrido ante la Justicia Federal en demanda de amparo. Durante el año de 1926 se continuó el Programa de Refacciones que se había planeado desde 1925, y se concedieron al efecto préstamos por pequeñas cantidades (de cinco mil pesos) a los poblados de El Barretal, La San Juana, Carrizos, Mapaches, Villa de Juárez, Santa Cruz, Marroquín, Santa Fe, Santa Engracia, Columbus y Güemes. Las difíciles condiciones económicas por las que hemos atravesado, y que no hay para qué repetir aquí, impidieron que dichas refacciones tuvieran la importancia que hubiéramos deseado. Pero de todas maneras, el dinero que invirtió el Gobierno para ayudar al desarrollo de los centros ejidales, se tradujo en ventas apreciables para los campesinos beneficiados, quienes contaron con los primeros recursos para comprar maquinaria y animales de trabajo, siéndome satisfactorio consignar que los pueblos a quienes se otorgaron créditos de los que vengo tratando, están ya disponiéndose a cubrirlos, fieles a su programa de laboriosidad y honradez, que el Gobierno de mi cargo no se cansará de proclamar. En el terreno económico, el segundo año de labor agraria ha sido mucho más fructífero que el primero. De la cosecha de tempranero se levantaron en los centros ejidales 51,046 hectolitros de maíz y 93,750 kilos de algodón; y en la cosecha del tardío, que ha sido inferior por el exceso de lluvia que impidió la siembra oportuna, se produjeron sin embargo 35,000 hectolitros de maíz, siendo por lo tanto la producción ejidal durante el año de 1926 de 81,046 hectolitros de maíz y 2,036 quintales de algodón, lo cual da un total de $378,635.00, que han servido para mejorar la situación económica de los campesinos, y aún de toda la población del estado, pues gracias a la abundante producción de los ejidos, el precio del maíz ha bajado de $4.00 en 1920 a $3.50, o cuando mucho a $3.75, no obstante que el costo de la vida es en general mucho mayor, y que casi no hay artículo cuyo precio no se haya duplicado respecto del de 1910. Los ingresos que obtengan los ejidatarios con la venta de sus cosechas les servirán para adquirir nueva maquinaria agrícola en mayor cantidad de la que ya compraron en el año próximo pasado, y la cual importó más de $15,000.00, y que se repartió con motivo de la Fiesta del Trabajo en una ceremonia que 191 resolución en primera instancia por el que informa, 17 expedientes correspondientes a los pueblos de Bustamante, El Saucillo, Jaumave, San Lázaro, Güemes, La Peña, Marroquí, Independencia, San Lorenzo, Santa Fe, La Garita, Santa Cruz, Los Mapaches, Buenos Aires, Laguna del Sapo, El Sabino y La Noria, y se dio posesión provisional de 23,409 hectáreas y posesión definitiva de 17,574, siendo en total 40,983 hectáreas las que se entregaron durante el año de 1926. De los terrenos repartidos provisionalmente fueron 1,303 hectáreas de riego; 175 hectáreas de medio riego; 1,215 hectáreas de temporal y 20,176 hectáreas de agostadero. De acuerdo con lo preceptuado por la ley del 6 de enero de 1915, se han remitido a la revisión de la Comisión Nacional Agraria y a la Superior Resolución del C. Presidente de la República, los expedientes de Garza Valdés, Reynosa, Hidalgo, Ocampo, El Saucillo, Santa Ana de Nahola, Jaumave, San Lázaro, Marroquí, Santa Fe, La Garita, Mapaches y El Sabino, siendo para mí satisfactorio decir que de todos los expedientes enviados a la Comisión Nacional Agraria, en este momento únicamente están pendientes de resolución El Arenal, La Garita, Garza Valdés, Hidalgo, Jaumave, San Lázaro, San Miguel, Montfort, Padilla, El Saucillo y Miramar, habiéndose dictado en todas las demás resoluciones que han confirmado los fallos emitidos por mí, lo cual demuestra, y es para mí satisfactorio consignarlo, que subsiste todavía entre las autoridades locales y las de la Federación, esa armonía y buen entendimiento a que tuve el gusto de referirme en mi informe anterior, y gracias a los cuales la labor agraria se ha desarrollado sin tropiezos de ningún género. En el informe anterior dije a Vuestra Soberanía, que el Gobierno a mi cargo tiene el orgullo de haber desarrollado un Programa Agrario dentro de un ambiente de tranquilidad, que no había sido desvirtuado ni por el más pequeño accidente. Hoy desgraciadamente no puedo repetir lo mismo, porque aunque los campesinos han continuado dentro de la misma línea de conducta de moderación y respecto a las leyes que por su propia conveniencia les hemos trazado, tuvimos un caso en que los propietarios recurrieron a la violencia para arrojar a los agraristas del centro de población en que habían solicitado sus ejidos. Sobre el particular, siguiendo la norma de conducta de la que nunca me aparto y rindiendo culto a la sinceridad, que es mi mejor galardón, no puedo menos que confesar que los sucesos sangrientos de El Ebanito, donde perdieron la vida nuevas víctimas del ideal agrario, aumentaron la lista luctuosa de Garza Valdez; víctimas inocentes llevadas dolosamente por terratenientes que no tuvieron empacho en provocar un conflicto, pero que carecieron del valor de afrontar personalmente las consecuencias de sus actos. Nos apena nombrar este incidente, pero al mismo tiempo nos sirve para arrojar toda la culpa sobre los terratenientes y para proclamar, tan alto como sea necesario, que los campesinos agraristas, nuestros 190 La Dirección General de Educación Pública ha estado publicando boletines y el programa de estudios y actividades que deben observar las escuelas oficiales y particulares, con el fin de lograr la unificación en el magisterio por lo que respecta a las nuevas modalidades y orientaciones de la educación. Notable también ha sido el movimiento de reorganización y de encauzamiento de los estudios y actividades, tanto interiores como externas, operando en la Escuela Normal y en la Preparatoria, con el fin principal de que los maestros y educandos estén más identificados y luchen con mayores ventajas en el ejercicio de su profesión. Han sido intensas en las escuelas las encuestas deportivas, las de higiene y salubridad, las agrícolas y las de industrialización de la enseñanza, persiguiendo así el amplio espíritu de cooperación, civismo y moralidad necesario para que las sociedades y pueblos del estado logren sacudir, para siempre, las lacras atávicas de la ignorancia, de la miseria y de la apatía. Las sociedades de padres de familia y los comités rurales de educación, protectores de las escuelas, instituciones reconocidas legalmente y fomentadas por las autoridades con la tendencia que existe de vincular la escuela con el hogar, han seguido respondiendo, con hechos valiosos, a su importante papel de mejorar los planteles escolares y de contribuir a su normalización. A la fecha, existen 165 ligas de padres de familia y comités rurales protectores de las escuelas y es de hacerse notar el entusiasmo y la dedicación con que los padres de familia procuran el mejoramiento de los establecimientos escolares y colaboran con los maestros que imparten la enseñanza. Es también halagador informar a ustedes que, por su parte, los maestros se han entregado con afán, verdadero interés y celo, al cumplimiento de sus deberes, y han acogido con entusiasmo el franco deseo de mejoramiento que en la actualidad sentimos todos. A ello se debe que durante el año de 1927 hayan crecido en número los centros de cooperación pedagógica, instituciones que de acuerdo con la ley vigente, han llegado a sustituir, con ventaja, a las conferencias pedagógicas de la escuela tradicional. En Ciudad Victoria los maestros han formado tres centros de cooperación, estando integrado el primero por todos los maestros que trabajan con Primero y Segundo años; el segundo, con los que trabajan Tercero y Cuarto, y el tercero, con los que atienden Quinto y Sexto, rigiéndose por Directivas Particulares para cada caso y por un Consejo General de Centros de Cooperación Pedagógica. En Tampico y en Cecilia se han formado también centros de esta naturaleza. Creo de mi deber informar a Vuestra Soberanía, que el Partido Socialista Fronterizo, siempre dispuesto a prestar la más eficaz ayuda a la Administración, principalmente en lo que al ramo de cultura se refiere, ha seguido sosteniendo por su cuenta a las escuelas de que hablé en mi informe del año pasado, durante el cual ayudó pecuniariamente en Ciudad Victoria, al sostenimiento de las escuelas “Silverio J. Zamudio”, “Pedro José Méndez”, 147 “Centro Socialista de Cultura General”, “Antonio P. Castro”, Kindergarden “Guadalupe Mainero”, Kindergarden “Juana de Asbaje y Ramírez”, Escuela para Adultos “El Águila”, y las escuelas del Hogar de Tampico y Victoria. El propio Partido tiene pensionados en las Escuelas Normal y Preparatoria del Estado a algunos alumnos subvencionados y algunas bibliotecas en diferentes poblaciones. Compenetrado el Gobierno de mi cargo de la importancia de las escuelas ejidales, y con el deseo de ayudar, en la mejor forma posible, al desarrollo de los niños campesinos, procedió a crear las inspecciones especiales para esta clase de escuelas, formulando a la vez programas especiales de enseñanza, en relación con la capacidad y el estado económico de los niños del campo. Es así como se ha estado desarrollando una labor uniforme en todos los ejidos, procurando dar la mayor amplitud posible a los tres aspectos que abarcan el progreso a que me refiero, o sea el intelectual, el social y el físico. En lo que respecta al aspecto intelectual, se ha procurado aprovechar la transmisión de conocimientos científicos, para obtener el desenvolvimiento provechoso de la mente del educando, de manera que al abandonar la escuela, pueda, por sí mismo, discernir con acierto sobre cualquier problema que se le presente en la vida. La cultura social, tal como se ha ido implantando en las escuelas ejidales comprende: (A) Actividades agrícolas, que tienen por objeto despertar en los niños el amor al trabajo e iniciarlos en los cultivos no experimentados en su medio, a fin de provocar una franca ruptura con los conocimientos empíricos que por atavismo poseen nuestros campesinos, y puedan encauzar sus actividades, cuando lleguen a la calidad de usufructuarios del ejido, por nuevos derroteros; (B) Organización de Comunidades Agrarias Infantiles, para inculcar en los niños prácticas indispensables para que adquieran nociones claras y completas sobre los derechos y obligaciones del hombre en la organización predominante en el campo; (C) Organización de Sociedades Cooperativas de Producción, para inculcarles, prácticamente, los conocimientos necesarios a formar un criterio exacto sobre la trascendencia indiscutible de la cooperación en las obras de la colectividad. De esta manera se atiende de modo efectivo a la formación de buenos hábitos, se inclina a los niños a la práctica de la virtud, y adquieren un amplio concepto sobre la equidad y la justicia. En una palabra, se procura que la educación social convenientemente orientada, garantice una verdadera y completa educación moral del niño en el ejido. La cultura física, complemento necesario de las anteriores, se imparte por medio de la gimnasia, propiamente dicha, juegos atléticos (saltos, carreras de velocidad, carreras de resistencia, etc.) y deporte en general. La enseñanza en las escuelas para adultos en los ejidos es semejante a la que se imparte en las escuelas diurnas, con las modificaciones consiguientes a la edad y demás 148 cuales tengo la esperanza de que el año próximo vendré a informarles con palabras cuyo laconismo las avalorará, y que desde este momento les anuncio que serán: “Señores Diputados, en Tamaulipas todos los agraristas saben leer y escribir”. No quiero herir susceptibilidades diciendo cuál pueblo del estado ha sido el mejor cultivador de sus tierras. Todos han puesto en el trabajo su mejor voluntad y aplicado la mejor constancia, y el éxito ha sido determinado por las mejores condiciones en que los esfuerzos han sido desarrollados. Los pueblos que recibieron ya terrenos de riego, o los que han podido abandonar el maíz para principiar a sembrar algodón, conseguirán ventajas que los pondrán materialmente a la cabeza de otros pueblos. Pero para nosotros todos son acreedores de nuestra admiración y de nuestra gratitud por el efecto que nos dispensan y ellos entre sí guardan unas relaciones tan fraternales y cordiales. Que si no fuera por otra cosa, bien valdrá la pena de que nos felicitáramos por haber conseguido, con el desarrollo de la labor agraria, que los campesinos de Tamaulipas se sintieran hermanados, y obraran en la empresa de mejorarse ellos mismos y de mejorar a su país. Desgraciadamente, en condiciones tan favorables el Estado no ha podido intervenir tal como hubieran sido sus deseos para impulsar el desarrollo del cultivo en los ejidos; hablo con toda sinceridad y digo que lo hecho hasta hoy por mí es mucho menor de lo que deseo y pienso hacer, pero sírvame de disculpa decir que esto se debe a que las condiciones económicas que han prevalecido a consecuencia de la bancarrota en que recibí la hacienda pública, no permitieron que pudiéramos refaccionar a los pueblos tal y como hubieran sido mis deseos, pues sólo pudimos proporcionar a cada pueblo una ayuda de $500.00; pero para el año próximo esperamos poder destinar a esta obra $100,000.00, con los cuales se conseguirá afianzar la prosperidad de la organización ejidal, que serán en gran parte bases definitivas para el afianzamiento de la prosperidad del estado y de la nación”. En el informe del año de 1927, expresé lo siguiente: “Durante el año a que se contrae el presente informe, el Gobierno del Estado ha continuado su labor agraria sobre las mismas bases y con la misma intensidad a que me referí en mi informe anterior. Esto se hizo tanto porque mi convicción sobre el particular sigue siendo la misma, cuanto porque la experiencia ha permitido comprobar, afortunadamente para nosotros, que el camino seguido conduce franca y definitivamente al éxito que antes sólo esperábamos, y que hoy estamos afirmando. Durante el año 1926 se instauraron 16 expedientes correspondientes a los poblados de Buenos Aires, Laguna del Sapo, Barranco Azul, Ollama, El Sabino, Camacho, La Noria, San Francisco, San Lorencito, Corralejo, Morón, Santa Rita, Los San Pedros, El Rucio, El Ebanito, San Isidro, El Plomo y San Carlos; se tramitaron y llevaron hasta su 189 comprar maquinaria moderna y por construir escuelas higiénicamente acondicionadas, y edificios de manera que sean realmente centros amables, en que el espíritu infantil se muestre bien dispuesto para recibir las indicaciones del profesor, y no tugurios sórdidos que depriman el espíritu y preparen generaciones de inconformes, lastimados desde su más tierna edad por las injusticias de la vida. Pronto llegará la maquinaria agrícola comprada por los pueblos, con ella producto del 15%, y entonces podrán ver ustedes en trabajo tractores y desgranadoras, pizcadoras y trituradoras como nunca las hubo antes en el estado y pronto verán también ustedes elevarse las nuevas escuelas ejidales, construidas según las posibilidades de cada pueblo, con auxilio del Gobierno del Estado, y para varias de las cuales, como para las de Santa Engracia y Ollama, para citar casos concretos, los pueblos han contribuido con $3,000.00 cada uno, lo cual da idea del estado bonancible que han alcanzado, y del mucho interés que tienen para preparar centros educativos que hagan de sus hijos verdaderos hombres libres. Dije que estos primeros resultados alcanzados con el primer año de labor agraria superaban los mismos anhelos del Gobierno, y quiero aclararles a ustedes, que para decirles eso, me fundé en el conocimiento que tengo de las condiciones que guardan los mismos pueblos cuando les hicimos entrega de sus ejidos, pues casi asombra ver cómo han podido cultivar los terrenos que se les dotaron sin contar con los animales de trabajo e implementos de agricultura suficientes, supliendo con buena voluntad y dedicación obstáculos que parecían infranqueables; y cómo con los productos de las primeras cosechas se han comprado animales de trabajo ya suficientes, y para el año próximo casi no habrá agrarista que no cuente con su yunta y con su arado. Tengo fundados motivos para esperar que dentro de un año, en este mismo lugar, pueda repetir ante ustedes un informe todavía más satisfactorio sobre la forma como corresponden los campesinos a los esfuerzos del Gobierno, pues a más de que se ha despertado un verdadero empeño de progreso que hará que se principien el año próximo escuelas en La Concepción, La Garrapata, El Refugio, Caballeros, Santana, Santa Engracia, Barretal, Ollama, Cruz y Carmen Galindeño, se construirán en Santa Engracia una presa y una bodega. También se iniciaron nuevos trabajos para construir presas en Caballeros y Rancho Nuevo, y en general se emprenderán diversas obras, que no parece sino que los campesinos se han empeñado en sostener una noble lucha en la que todos tienden a llevarse la palma como los más laboriosos y los más progresistas. Y no es sólo en el sentido material en el que se notan progresos, también espiritualmente todos los pueblos dotados de ejidos han mejorado, y por eso a petición expresa de ellos se ha decretado la prohibición para la venta de bebidas embriagantes, prohibición que se viene haciendo efectiva sólo por el empeño que los mismos pueblos muestran para conseguir que se cumpla estrictamente; y por esto también se han abierto escuelas nocturnas que tienen siempre una asistencia nutrida, y gracias a las 188 características de los alumnos. Es de hacerse notar que la mayor parte de las escuelas ejidales tienen ya sus bibliotecas, y en cuanto a edificios, los campesinos por cuenta del ejido han hecho esfuerzos verdaderamente notables, para acondicionarlos debidamente. Colaboraron con todo entusiasmo y patriotismo en la labor educativa todos los maestros y maestras de Tamaulipas. Difícil es mencionar los nombres de todos ellos, pero sí recuerdo a los profesores Graciano Sánchez; a la profesora Magdalena Cárdenas, que desempeñó el puesto de Directora General de Educación Pública; al profesor Juan Rincón; a la profesora Olivia Ramírez, que con tanto entusiasmo fundó los centros culturales y las escuelas-hogar; a los profesores don José Agustín Ramírez y Julián Anzaldúa; al profesor Hernández, que trabajaron con entusiasmo; para todos ellos, mi gratitud. Igualmente recuerdo al profesor Maurilio Yáñez, que fue Director General de Educación Pública en el estado. Merece especial mención el profesor Graciano Sánchez, de quien creo que he dicho en alguno de los capítulos anteriores, que llegó a Tamaulipas portando una carta del profesor Aurelio Manrique, quien había sido desconocido como Gobernador de San Luis Potosí. Graciano Sánchez colaboró conmigo como inspector de las escuelas rurales, con el mayor entusiasmo. En Tamaulipas adquirió perfiles de gran líder y después llegó a ser en la República el más interesado y sincero líder de los campesinos. Colaboró conmigo en la formación de la Confederación Nacional Campesina, cuando desempeñaba el puesto de Presidente del Partido Nacional Revolucionario durante el Gobierno del señor general Lázaro Cárdenas. En dicho instituto fue Secretario General. Desgraciadamente, algunos años después, siendo Presidente de la República don Adolfo Ruiz Cortines, falleció en la pobreza más completa. En el sepelio me tocó decir una oración fúnebre, habiendo expresado lo siguiente: ‘Graciano, los dioses, si los hay, se han acordado de ti para que pases a una mejor vida y no seas testigo de las claudicaciones que se están cometiendo al programa de la Revolución. Fuiste el más grande de los líderes campesinos. Un idealista, y a la vez un apóstol, que dejó en el corazón de los agraristas un gran recuerdo de gratitud y cariño para ti’.” 149 correspondiente al 21 de febrero. Por él se concedió categoría política a varios poblados que tenían solicitudes de ejidos pendientes, y se me autorizó, en el artículo 2º, para que durante el periodo de receso de este Congreso concediera yo la categoría política, a efecto de que los poblados peticionarios no sufrieran entorpecimientos en sus gestiones. Con apoyo en este precepto me permití conceder categoría a los poblados de El Roble, Estación Xicoténcatl, La Diana, Santana, La San Juana, San Lázaro y El Saucillo; de los cuales cinco de estos pueblos recibieron sus ejidos gracias a la disposición dictada por ustedes en el sentido antes indicado; y esto lo comunico a ustedes para su satisfacción, en acatamiento a lo dispuesto por el artículo 3º del mismo decreto, aclarando al mismo tiempo que se ha usado con toda mesura la franquicia que fue concedida al Ejecutivo, pues como ya se dijo, sólo a cinco pueblos, y por ser de absoluta justicia, se les dotó de ejidos en estas condiciones. Me satisface informar que en la cuestión agraria, es quizá de aquéllas en que con más prudencia he obrado; y así nadie podrá acusarme de que mi proceder haya sido sectarista o guiado por intereses bastardos. Se han dado tierras a los pueblos porque así lo dispone la Ley y porque así me lo ordena mi convicción revolucionaria; pero cuando la razón me ha dictado un fallo negativo no he titubeado para suscribirlo, y de esta manera se desecharon los expedientes de Miramar, El Conejo, Huasacana, La Escondida y Villa Reynosa, y se han dejado aún sin instaurar aquellas solicitudes que fueron improcedentes por no venir ajustadas a la Ley, como la de la Hacienda de la Mesa, Hacienda Santa María y alguna otra. Gracias a esta ponderación de autoridades, los pueblos del estado no han tenido más preocupación que la de cultivar sus parcelas, y por ello también puedo informar a ustedes que los resultados prácticos obtenidos en Tamaulipas con el primer año de labor agraria no tienen precedente, ya que según datos estadísticos que obran en poder de la Comisión Local Agraria, en los ejidos se levantó, sólo por concepto de maíz, una cosecha de 72,000 hectolitros que representa un valor aproximado de $400,000.00, cantidad que se ha derramado entre una numerosa población que disfruta ya de comodidades que antes nunca hubiera podido siquiera imaginar. Estos campesinos, que los suelen pintar dolosamente como apáticos, viciosos, incapaces de todo estímulo y de todo progreso, en Tamaulipas, después del esfuerzo inicial desarrollado por las autoridades, se están revelando como la fuerza económica mejor dotada para incrementar la producción y para mejorar ellos mismos económica y socialmente; y lejos de conformarse con el producto de su parcela, deficientemente cultivada y perpetuamente empobrecida por la repetición indefinida de la siembra de maíz, anhelan para ellos mismos nuevos métodos de cultivos, y para sus hijos planteles educativos que les abran nuevos horizontes de cultura y prosperidad. Por esto, con el 15% de los productos ejidales, que por Ministerio de Ley debe ser destinado a obras de mejoramiento colectivo, se han preocupado por 150 187 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. tes a los poblados de Cúes, de Palmas Altas, San Patricio, Miquihuana, Rayón, Caballeros, Padilla, Tancol, San José de Santa Engracia, El Barretal, Cruz y Carmen Galindeño, La Mora, Villa Juárez, Aldama, Rancho Nuevo, El Refugio, El Roble, C. Camargo, Santa Ana, Carrizos, Magiscatzin, Estación Xicoténcatl, La Diana, La Santa Juana, San Miguel, Hidalgo, Ocampo, Garza Valdez, Nahola, Miramar, Hasacana, Escondida, El Conejo y Reynosa; se ha dado posesión provisional de 57,706 hectáreas y posesión definitiva de 5,359 hectáreas, a más de las reseñadas por concepto de posesiones provisionales, siendo en total 63,065 hectáreas entregadas en Tamaulipas a los pueblos del estado del 5 de febrero a la fecha. De acuerdo con lo preceptuado por la ley del 6 de enero de 1915, se han remitido a la revisión de la Comisión Agraria y del C. Presidente de la República 32 expedientes, que sumados a los 12 que habían sido enviados con anterioridad, hacen un total de 44 expedientes remitidos. Han sido resueltos, por el C. Presidente de la República, los correspondientes a González, Río Bravo, Cúes de Palmas Altas, Unión Morales, Miquihuana, Conejo, Caballeros, El Adame, Armenta y Villa Juárez; y es grato consignar que en todos los casos el Ejecutivo federal ha emitido sentencias en el mismo sentido que las autoridades locales. Esta uniformidad de criterio entre las autoridades del Estado y las de la Federación, uniformidad necesaria, puesto que se trata de aplicar preceptos constitucionales, se debe muy principalmente a que tanto los funcionarios de la Comisión Nacional Agraria como los de la Comisión Local han colaborado con efectividad, apartándose de todo lo que no sea el cumplimiento estricto de su deber. El Gobierno del Estado tiene el orgullo de haber desarrollado su programa agrario dentro de un ambiente de tranquilidad que no ha sido desvirtuado ni por el más pequeño incidente, y esto se debe, a mi juicio, a que por una parte, los campesinos han visto que no se descansa para cumplir con la Ley, y no han tenido, por lo mismo, que urgirnos ni menos que recurrir a medidas violentas; y por la otra, a que los propietarios se han convencido de que no nos apartamos ni un ápice de la Ley. Para testimoniar esto, si no bastara la satisfacción de ver que todas nuestras resoluciones vienen siendo confirmadas por el C. Presidente de la República, bastaría consignar que, en todos los casos en que los propietarios lesionados han ocurrido a la Justicia Federal en demanda de amparo, por creer que nuestras resoluciones eran violatorias a las garantías constitucionales, se les ha negado no sólo el amparo, sino aún la misma suspensión, y esto porque todos los fallos dictados están en perfecto acuerdo con la Ley. Vuestra Soberanía dictó en fecha 18 de febrero del presente año el Decreto número 9 que se promulgó con fecha 20 del mismo mes, y que se publicó en el Periódico Oficial 186 CAPÍTULO XVI ORGANIZACIÓN DE LOS TRABAJADORES DE TAMAULIPAS La Casa del Obrero Mundial. El Gremio Unido de Alijadores. Mi labor en la XXVII Legislatura Federal. Se otorga al Gremio Unido de Alijadores la concesión para el alijo de carga en Tampico. Edificio del Gremio Unido de Alijadores. Barcos que manejó dicha organización. Discurso que pronuncié. Sindicalismo y cooperativas. D urante los años de 1917 a 1929 desarrollé cuantos esfuerzos estuvieron a mi alcance para fortalecer la organización de los trabajadores del estado, principalmente en la región de Tampico. Hasta el año de 1918 existían como principales organizaciones el Gremio Unido de Alijadores, los sindicatos petroleros de la Cía. Mexicana “El Águila”, de la “Pierce Oil Corporation”, de la “Corona”, del “Agwi”, así como los sindicatos de meseros, de carpinteros y otros. Existía también la Casa del Obrero Mundial, de la cual surgieron líderes de gran calidad. Los sindicatos mencionados carecían de cohesión y de un programa que pudiera servir de base para su desarrollo integral. En el año de 1917, al verificarse las elecciones de Poderes Federales, la gran mayoría de los trabajadores apoyó mi candidatura para Diputado al Congreso de la Unión, y desde entonces me dediqué con todo entusiasmo y cariño a organizar, ya con un programa laboral, a los trabajadores de la región petrolera de Tamaulipas y de la Huasteca veracruzana. Mi labor en la XXVII Legislatura fue modesta, pero de acuerdo con el general Manuel García Vigil, el licenciado Eduardo Neri, el ingeniero Eduardo Hay, el doctor José Siurob, el doctor Alonso Romero y otros diputados, presentamos el primer proyecto de la Ley del Trabajo, cuya discusión se inició 151 sin haberse podido terminar porque el Ejecutivo de aquel entonces hizo cuanto estuvo a su alcance para evitar la aprobación del proyecto. Como miembro del Partido Liberal Constitucionalista tomé parte en las discusiones de importantes proyectos de leyes: Orgánica del Ministerio Público, Código de Procedimientos Penales y otras que fueron aprobadas en dicha Legislatura. El Gremio Unido de Alijadores se organizó en el año de 1911, habiendo sido fundado por Samuel Kelly, líder obrero honestísimo y de gran prestigio en la región. Después se afilió a la Revolución y llegó a tener el grado de General Brigadier. La ingratitud fue el premio a sus esfuerzos y murió pobre en la ciudad de Tuxpan. Durante los años de 1911 a 1921, el Gremio Unido de Alijadores fue la organización de trabajadores más prestigiada de Tampico. Sus procedimientos en la carga y descarga de los barcos fueron siempre de una gran responsabilidad. Debido a ello, en el año de 1921 se nombró una comisión integrada por los señores Isauro Alfaro, Nicolás González y Juan Sánchez, los mejores líderes y directores de dicha organización, para que vinieran a la Ciudad de México con el propósito de solicitar del Consejo Directivo de los Ferrocarrileros Nacionales la cancelación del contrato que venía disfrutando un norteamericano, el señor Rawley, para el manejo de la carga a bordo de los barcos. Yo era uno de los miembros del Consejo, y como el Gremio había estado asesorado por mí durante algunos años, presenté al Consejo el proyecto para la cancelación del contrato y el otorgamiento del mismo al Gremio Unido de Alijadores. La primera impresión del Consejo fue de sorpresa. Lo integraban los señores ingeniero León Salinas, Manuel Padrés y Ramón P. de Negri. “¿Cree usted —me preguntaron los miembros del Consejo—, que una organización de trabajadores sea capaz de realizar el alijo de la carga de Tampico, que suma no menos de 300,000 toneladas al mes?”. Mi contestación fue afirmativa. “El Gremio es una organización modelo con suficiente responsabilidad y sí creo que pueda hacerse cargo de ese contrato”. Las gestiones siguieron adelante y para obviar tiempo y discusiones entrevisté al Presidente de la República, general Álvaro Obregón, quien vio con simpatía el asunto, pero también tuvo algunas dudas sobre la capacidad del Gremio para manejar un contrato tan importante. “Considero —le dije— que el Gremio Unido de Alijadores sí tiene suficiente responsabilidad y puede hacerse cargo 152 aperos de labranza o la de prohibir la venta de bebidas alcohólicas, y el examen de los enfermos por el médico ejidal, que siempre viajaba con nosotros. Tales peticiones eran acordadas de inmediato o negadas cuando no podían satisfacerse, pero sin hacerles ningún ofrecimiento que no estuviésemos en posibilidades de cumplir. El 16 de abril de 1926, año en que fue desaforado el profesor Aurelio Manrique como Gobernador de San Luis Potosí, llegaron a Ciudad Victoria el profesor Graciano Sánchez y León García, con recomendaciones del mencionado Gobernador. A Graciano Sánchez lo nombré desde luego, Inspector de las Escuelas Ejidales, y a León García se le dio un puesto en el puerto de Tampico. Ahí inició Graciano Sánchez la formidable labor que años después lo convirtió en el líder más grande y sincero del agrarismo. Ya en el primer informe que rendí ante la Legislatura en el mes de febrero de 1926, expuse lo siguiente: “El Gobierno ha venido prestando gran atención a la resolución del problema agrario, porque lo conceptúa básico para el afianzamiento del programa agrícola del estado y de la paz pública en la nación. En mi caso particular el asunto ofreció, si cabe, mayores dificultades, porque las autoridades que ejercieron el poder desde el triunfo de la Revolución no le prestaron ningún interés, y desde 1917 hasta 1924 no se acató debidamente el artículo 27 de nuestra Constitución, pues ni se integró siquiera la Comisión Local Agraria del Estado, que sólo principió a funcionar en Tamaulipas a partir del 28 de abril de 1924. Por este motivo, cuando recibí el poder, los campesinos se me acercaron para pedir, con muy justa razón, que se activara la tramitación de sus solicitudes; y compenetrado de la justicia que les asistía, procedí a resolver con la mayor actividad todos los asuntos pendientes, creando en el ánimo de los campesinos la confianza que deben tener en la rectitud de las autoridades y que antes de hoy nunca pudieron abrigar. Desde el 5 de febrero del presente año, en que tuve el honor de hacerme cargo del Gobierno del Estado, se han instaurado 36 expedientes de dotación o restitución correspondientes a los pueblos de San Rafael, San Miguel, El Roble, Magiscatzin, Reynosa, La Mina, San Juan, Ciudad Victoria, Rancho Nuevo, Diana, Carrizos, Hidalgo, Santa Ana, Ocampo, Estación Xicoténcatl, Bustamante, San Nicolás, Saucillo, Huasacana, Escondida, Santa Ana de Nahola, Jaumave, San Fernando, Santa Isabel, San Lázaro, Güemes, La Peña, Marroquín, Xicoténcatl, Independencia, El Tigre, San Lorenzo, Monfort, Burgos, la Garita, Santa Cruz y los Mapaches; se han transmitido y llevado hasta su resolución en primera instancia por el que informa 34 expedientes correspondien185 Además del grupo de técnicos que se incorporaron a la obra de Tamaulipas en 1925, en 1926 llegaron también los ingenieros Manuel Corona, Emilio Gutiérrez Roldán, Federico Peña y Pablo Ortiz Ramírez. Casi todos eran egresados de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, que iniciaban su ejercicio profesional. La mayor parte de ellos recibieron el mensaje de servicios públicos que les transmitió Tamaulipas, y han puesto sus conocimientos al servicio de la clase campesina. Varios de ellos murieron ya. En este caso están los ingenieros Alfonso Chávez, Gustavo Segura, Ernesto Martínez de Alba y Eduardo Morillo. Considero un deber consagrar un recuerdo de afecto a su memoria, y dejar testimonio de mi agradecimiento por la lealtad con que colaboraron a mi lado en Tamaulipas. No pocos de ellos llegaron a ocupar puestos muy importantes. Siento —modestia aparte— que fui factor importante para que se orientaran en la vida e hicieran camino en ella. El ingeniero Martínez de Alva estuvo al frente de los Almacenes Nacionales de Depósito, que hoy tienen tanta importancia económica; el ingeniero Eduardo Morillo Safa llegó a ocupar la Oficialía Mayor de la Secretaría de Agricultura y Fomento, y terminó sus días siendo Embajador de México en Yugoslavia; los dos hermanos Chávez se consagraron con éxito a ejecutar obras de ingeniería a contrato. De los que aún viven, siento haber perdido de vista al ingeniero García Benítez, que fue eficaz constructor de obras públicas —entre otras, recuerdo el puente sobre el Río San Marcos que comunica a Victoria con la Colonia Mainero; puente que con algunas modificaciones se aprovechó para la Carretera Nacional— y, temporalmente, Director de la Escuela Normal de Ciudad Victoria. El ingeniero Pascual Gutiérrez Roldán llegó a ocupar la Dirección de Petróleos Mexicanos; su hermano, el ingeniero Emilio Gutiérrez Roldán, trabajó con acierto al frente de la Productora de Semillas, cuya fama ha trascendido a nuestras fronteras. Pero todas estas penalidades se contrarrestaban con el placer que experimentábamos al llegar al ejido, en donde se nos recibía con gran cariño por los campesinos, sus mujeres y sus hijos. Al entregarse la tierra iniciábamos con los ejidatarios un cambio de impresiones que se prolongaba varias horas del día y de la noche, y en que se les hacía ver sus necesidades, sus demandas siempre inspiradas en un afán noble: la petición de una pequeña prensa, de una escuela, de animales, de 184 de las maniobras, pero para evitar posibles fracasos, el Gobierno puede asesorarlo por algunos meses”. Además expresé al general Obregón: “Ya es tiempo de que el Gobierno haga nuevas experiencias y dé facilidad a los trabajadores para que salgan de la situación de irresponsabilidad en que se encuentran”. Por fin, después de catorce meses de gestiones, el Consejo Directivo acordó la cancelación del contrato que se tenía con la Casa Rawley y la firma de un nuevo contrato con el Gremio de Alijadores, tomando posesión dicha organización de los trabajadores del muelle el día 1º de mayo de 1922. La maquinaria que tenía la Casa Rawley era de las más modernas y estaba valuada en $800,000.00, para cuyo efecto el Gobernador de Tamaulipas, general César López de Lara, hizo un préstamo al Gremio a fin de que adquiriera dicha maquinaria y la saldara a la brevedad posible. Año y medio después, pagado el valor del equipo de trabajo, el Consejo Directivo del Gremio rindió su primer informe a la Asamblea General de Accionistas, repartiendo entre los 900 agremiados los primeros dividendos por más de $600,000.00, que como utilidades líquidas correspondieron hasta esa fecha. La asamblea para la entrega de dividendos tuvo lugar en el Teatro Ideal del puerto de Tampico. Posteriormente el Gremio, bajo la dirección inmediata de Isauro Alfaro y Nicolás González, ya fallecidos, acordó destinar parte de las utilidades a la construcción del edificio para que en él se instalaran las oficinas, lo que evitaría un fuerte gasto que mensualmente se hacía rentando edificios que no eran apropiados. El edificio se construyó y es uno de los mejores de Tampico. Consta de cuatro pisos y está ubicado en la esquina de las calles de Francisco I. Madero e Isauro Alfaro, habiendo sido inaugurado en el año de 1928 por el que escribe, en mi calidad de Gobernador Constitucional de Tamaulipas. Hasta el año de 1923 Tampico presentaba un campo propicio para la organización sindical y cooperativa, y a fin de evitar la fuerte agitación que iban a provocar en la región petrolera las porras que mandaba la Confederación Regional Obrera Mexicana, el Consejo de Gerentes del Gremio Unido de Alijadores, por indicación mía, procedió a la organización de las distintas entidades obreras que desde entonces quedaron fuertemente unidas. De esta organización formaron parte el Sindicato Mexicano de Electricistas, los obreros y empleados de la Compañía Mexicana de Petróleo “El Águila”, de la “Huasteca Petroleum Company”, de la “Pierce Oil Corporation”, de la “Mexican Gulf ”, así como los sindicatos de choferes, de meseros, y las cooperativas de panaderos, de comerciantes en pequeño, de peluqueros, de hieleros y otras; 153 creándose para que dirigiera los trabajos la Comisión Permanente de Organizaciones Obreras de la región, que actuó y controló todos los sindicatos y cooperativas de Tamaulipas y de las Huastecas veracruzana y potosina. Así se inició la labor fecunda de la organización sindical y cooperativa que realizó el Gobierno de Tamaulipas, entonces a mi cargo. Terminadas las obras del edificio, el Gremio Unido de Alijadores amplió sus actividades; para el efecto, procedió a la compra de unas instalaciones que tenían por nombre Talleres de la Isleta, donde había un varadero, en el cual se podían limpiar fondos y reparar embarcaciones hasta de 600 toneladas de desplazamiento, talleres de carpintería, tanques y llenaderas de petróleo. La compra de los terrenos y de los talleres importó la suma de $50,000.00. Se me invitó a la toma de posesión de dichos talleres, que se verificó el día 20 de junio de 1925. En el año de 1929 el Consejo de Directores-Gerentes consideró necesaria la construcción de una colonia en la que tuviera cada uno de los socios su casa habitación. Con tal motivo sometió a la Asamblea General de Accionistas un proyecto para la compra de los terrenos donde debía construirse dicha colonia. Estos acuerdos se tomaron en el año de 1926, y previa aprobación del suscrito, se procedió a la compra del terreno y a la construcción de las casas, poniéndosele el nombre de Isauro Alfaro, que falleció en esos días. La adjudicación de las casas se hizo siempre por sorteo, y con ello, los miembros del Gremio empezaron a disfrutar desde el año de 1929 de las comodidades que trae consigo una pequeña propiedad urbana. En el año de 1927, a sugestión mía, el Presidente de la República llamó a México a los representantes del Gremio, habiéndoles manifestado que en virtud de que los barcos “México”, “Coahuila”, “Tamaulipas” y “Tabasco”, administrados por el Gobierno constituían una seria carga para la Nación, creía que la organización podía asumir el manejo de esos barcos, lo cual se acordó a los pocos días y se tomó posesión inmediata de los barcos “México” y “Coahuila” que se encontraban en el puerto de Veracruz sin poderse hacer a la mar, abarrotados de carga y pasaje, debido a las dificultades que tenía la agencia que los administraba con los gremios marítimos. Recibidos los buques y hechos los primeros viajes a la costa del sureste, después de una inspección detallada de las embarcaciones y equipo, el Gremio procedió a hacer las reparaciones consiguientes para dar un servicio eficiente de transporte. 154 Quintanar, que después de 40 años lo encontré en Guadalajara colaborando con el Gobernador de Jalisco; Jesús Fernández; Rubén de Tola; Bifano; Julio Guerrero; los profesores Sánchez y Hernández; Martínez Rojo y los campesinos Magdaleno Aguilar, que fuera senador y uno de los mejores gobernantes que ha tenido Tamaulipas; Bernardo Turrubiates; Conrado Castillo; Luis E. C. Garza, a quien llamábamos el doctor, porque se dedicaba a curar a los ejidatarios; Villarreal de la Diana; Escandón; De San Patricio; y otros muchos más que siento no recordar. Para todos ellos guardo gratitud y cariño porque me acompañaron en aquellas penosas jornadas, sin temer a las guardias blancas de los latifundistas, a la lluvia y a la nieve que a veces caía sobre nuestras espaldas, como sucedió cuando dimos el Ejido de Barranco Alto, municipio de San Carlos. De aquellas jornadas recuerdo con verdadero cariño la que hicimos a El Mante (antes Villa Juárez) en 1925, un pequeño poblado de 1,000 habitantes; a Ocampo, y de esta población a Tula, recorriendo a caballo una distancia de más de 80 kilómetros para dotar al poblado de Naola, único núcleo de indígenas que aún existía en el estado; la que realizamos de Ciudad Victoria a los San Pedros, caminando toda la noche bajo una pertinaz lluvia; jornada en la que estuvo a punto de matarse el periodista Luis Basoco, al caerse del caballo; la que hicimos de Garza Valdéz a Corralejo y a San Lázaro, del municipio de San Carlos, a caballo, toda la noche, con un frío de varios grados bajo cero. Además, otros ingenieros ejecutaron diversas obras que cabe señalar, por ejemplo: Los ingenieros Ernesto Martínez de Alva y Gustavo Segura, se encargaron de terminar las obras de construcción de la Escuela de Agricultura de Tamatán y de organizar los cursos de ella. Fueron comisionados para construir las obras públicas que ordenaba el Gobierno del Estado, los ingenieros Alfonso García Benítez, Luis y Alfonso Chávez. Hicieron los trabajos técnicos para la Comisión Local Agraria y proyectaron ocasionalmente obras materiales diversas, los ingenieros Pascual Gutiérrez Roldán, Eduardo Morillo, Fernando Romero Quintana y José Salas López. El primero tuvo a su cargo la construcción de las Presas de Santa Engracia y de Caballeros; la de diversos canales, el ingeniero Morillo. Condujo los trabajos de organización, para el efecto de que se pusieran en cultivo las tierras ejidales, el ingeniero Jesús Fernández Briseño. 183 mujer en la nueva organización, ofreciéndole ventajas que pueden ir desde la instalación del molino de nixtamal, que la libere de gastar sus pulmones en la molienda, hasta la entrega de la máquina de coser, que le despertará su natural coquetería femenina y la inclinará a nuevos hábitos de aseo, es hacerla concebir un aspecto más sonriente de la vida y a ganársela como aliado. Atacando el problema simultáneamente en hombres, mujeres y niños, es la única manera de llegar pronto a resultados satisfactorios. IX. La libertad económica debe completarse con la libertad respecto de cualquier otro género de servidumbre. Combatir el alcoholismo y el fanatismo, y desterrar toda clase de prejuicios, constituyen parte esencial en un programa de educación rural. Al hacerse así, debe procurarse que sean los mismos campesinos quienes se interesen por volverse cada día mejores, y debe recurrirse a su cooperación y, aún si cabe, a su iniciativa, para cada nuevo paso que se dé. Convicción, más que obediencia, es la fórmula por aplicar. X. Un contacto íntimo entre las autoridades y los pueblos por cuyo progreso aquéllas se interesan, es el medio para realizar obras perdurables. Visitas continuas a los pueblos, largas pláticas en las veladas del campo, insinuaciones sobre trabajos futuros, contrariedades y alegrías compartidas, elogios discretos sobre los progresos realizados; formas son todas éstas mediante las cuales se establece la corriente que habrá de galvanizar todas las voluntades y de reunir todos los esfuerzos en la prosecución del bien común”. La actividad que desarrollamos durante el tiempo que estuve al frente del Gobierno del Estado fue inusitada. Todos los días de la semana se estudiaban los expedientes, y al final de ella nos trasladábamos a los lugares donde tenían que cumplirse las resoluciones respectivas. No omitíamos medio alguno de transporte, pues lo mismo viajábamos en automóvil, en tren de carga o a caballo o a pie para dar cumplimiento a los acuerdos de dotación de tierras. En aquella época no había caminos transitables y teníamos que hacer penosas jornadas para satisfacer las exigencias legítimas de los campesinos. A veces caminábamos toda una noche para llegar a la hora señalada, a fin de evitar la interposición de amparos y las sorpresas de algún hacendado afectado que tratara de evitar la consumación del acto. Colaboraron conmigo infatigablemente, y con una lealtad digna del mayor elogio para el régimen y para los campesinos, los ingenieros Marte R. Gómez; José C. Prieto, Delegado de la Comisión Nacional Agraria; el hoy arquitecto 182 Es de aclararse que las embarcaciones de que se trata estaban en condiciones pésimas. Con la subvención que el Presidente de la República otorgó al Gremio, subvención muy inferior a las fuertes erogaciones que hacía el Gobierno para el manejo de los barcos, más la inversión que hizo el Gremio de sus fondos propios, los barcos prestaron un servicio eficaz. Después el Gremio amplió sus actividades y empezó a concursar en obras importantes en Veracruz y en otras ciudades. Los concursos los obtenía el Gremio, principalmente debido a los costos inferiores que presentaba y a la calidad del trabajo. Algunas obras de drenaje y agua potable en Veracruz, en Tampico y otras ciudades de la República, son testimonio de la eficacia y probidad con que trabajaba el Gremio. El Gremio Unido de Alijadores sigue trabajando con eficacia y sigue desarrollando amplia labor de cultura en Tampico. Posee escuelas propias, consultorios médicos, camas en el Hospital General y en el Hospital Antituberculoso, donde aloja a sus agremiados. Tiene diversos equipos deportivos. Sus fiestas en el teatro son ejemplo de alegría, de honestidad y de buen comportamiento. Pero estaba reservado al Gremio Unido de Alijadores celebrar en la ciudad de Tampico el Primer Congreso de Sociedades Cooperativas que se realizara en México. A la sesión inaugural concurrieron las cooperativas del Gremio, del “Águila”, de choferes, de panaderos, de restaurantes y otras muchas de Tampico, así como representantes de las incipientes cooperativas que se iniciaban en los demás estados del país. Este Congreso se verificó el día 1º de octubre de 1929, y en él, siendo yo Presidente de la República, al hacer la inauguración, expuse sintéticamente lo siguiente: “Se ha venido discutiendo, y hasta con pasión, lo que es el sindicalismo y lo que es el cooperativismo, y gentes hay que consideran que no puede haber conciliación entre estos dos sistemas de organización. Esto es absolutamente falso. El sindicalismo nació como consecuencia de las fuerzas imperiales del capitalismo que, sin miramiento de ninguna especie y desoyendo el quejido de la humanidad productora, venía obteniendo fuertes intereses a base de la explotación del hombre. Natural fue que los trabajadores oprimidos buscaran algo para resistir a esa oprobiosa situación, y fue así como vino la unidad de trabajadores, primeramente como unión de resistencia para oponerse a la opresión, y después como sindicatos que vinieron a ejercer ya una hegemonía sobre las clases trabajadoras. El sindicalismo, pues, como arma defensiva, como arma de combate, es un derecho; y francamente el sindicalismo en México debe seguir desarrollándose con toda la fuerza 155 necesaria para que en un futuro próximo todos los trabajadores del país estén perfectamente unificados. Pero esto no significa, en manera alguna, que el sindicalismo sea una fuerza destructora y que el cooperativismo se oponga a esa fuerza; muy por el contrario, estas dos fuerzas, la unión sindical y la unión cooperativa, son dos instituciones que muy lejos de sembrar división y antagonismo, pueden perfectamente unificarse y equilibrarse en beneficio de la clase proletaria. Se reconoce ya que para que el trabajador llegue a obtener una verdadera mejoría económica que le permita ser un hombre libre y tener comodidades para él y para su familia, es indispensable que llegue en lo futuro a tener en sus manos los medios de producción. El sindicalismo solo, como organización unitaria, nunca podrá poner en manos de los trabajadores estos medios de producción. El sindicalismo sirve para resistir, para defenderse del capitalismo, pero de por sí no pone en manos de los trabajadores ninguna producción propia. El sindicalismo puede obtener buenos salarios, indemnización por causa de enfermedad, por muerte, por incapacidad; puede obtener pensiones, seguro obrero; puede obtener muchas otras ventajas, pero nunca pondrá en manos de los trabajadores los medios de producción que necesitan para su verdadera liberación económica. Natural es que haya un momento en que la industria no pueda resistir un jornal mayor que aquél que proporciona, tomando en consideración las mejores condiciones de progreso que existen en una región; natural es que merced a la acción del sindicalismo llegue el obrero a obtener el máximo de jornales; pero el máximo de jornales, por muy grande que sea, nunca satisfará las necesidades apremiantes de una familia humilde, y como consecuencia de ello, llegará un día en que la misma industria demuestre al trabajador que ya no es posible elevar más el jornal. El trabajador tendrá que convencerse, también, de que por muy grande que sea el jornal, no bastará para la satisfacción de sus necesidades. Ahora analizaremos lo que es el cooperativismo, para demostrar que no se opone de ninguna manera al sistema sindical, y antes por el contrario, estas dos organizaciones pueden hermanarse y luchar conjuntamente para obtener mejor éxito. El sistema cooperativo sí pone en manos de los trabajadores los medios de producción. Si un trabajador no puede por sí mismo llegar a tener los medios suficientes para fundar, supongamos un taller, una cooperativa de producción o de consumo, sí el conjunto de trabajadores, por pequeñas aportaciones en igualdad de circunstancias, puede llegar a ser propietario del medio de producción, y como consecuencia de ello, estará en mejores condiciones para hacer frente al capitalismo; y si un sindicato desea emplear en su lucha el sistema cooperatista, también lo puede hacer perfectamente. 156 amigos o parientes. Aun debe empezarse por éstos, para evitar falsas interpretaciones, que siempre serán motivo de entorpecimiento o de murmuraciones indebidas. IV. El acto material de entrega de un ejido no pone término a la obra agraria de un Gobierno que sea realmente revolucionario. Cuidar de que se cultiven las tierras y de que los hombres que las reciben adquieran conciencia clara del servicio que deben a la sociedad, y de la obligación en que están de retribuírselo, es mucho más importante. V. El que ha recibido la tierra, pero carece de implementos y semovientes, es sólo un esclavo que ha cambiado de dueño. Paga al que le presta los animales de trabajo lo que antes pagaba al dueño de la tierra; rompió una cadena y queda sujeto por la otra. Ayudarlo es obra no sólo de equidad, sino deber ineludible, si lo que se desea es no sólo cumplir con la ley, o agregar un numerador en la estadística ejidal, sino contribuir de una manera efectiva al progreso económico de la clase campesina. VI. Siendo grande el porcentaje de medieros y tercieros que cuenta con implementos y animales de trabajo, en las dotaciones ejidales que se acuerden a favor de ellos debe procurarse agregar una pequeña ayuda económica que les sirva de estímulo y que los conforte para iniciarse en su nueva vida de hombres libres. Quinientos pesos para comprar arados, o mil pesos que se faciliten para surtir una tienda cooperativa, pueden traducirse en esfuerzos sorprendentes por la confianza de que estarán revestidos quienes los emprendan. VII. Una escuela rural abre nuevos horizontes, introduce variantes en la monotonía de la vida siempre gris del jornalero, y hace menos duras las faenas del campo. En combinación con la escuela rural, la escuela nocturna para adultos presta ocasión para que se instruyan los mayores de edad, y para que adquieran éstos la noción de que hay tierras y hombres más allá del límite de la hacienda que los vio nacer. Fiestas escolares a las que asistan los padres de los educandos, y números en los programas de fiestas patrias desempeñados por adultos, y que pueden ser desde carreras de caballos, hasta pequeños sainetes sobre temas en que se dignifique al productor, y se ponga de manifiesto la repugnancia de los vicios y de la ociosidad, contribuirán para hacer amable el aprendizaje, aun a hombres que llegaron a la mayor edad sin haber tenido nunca en sus manos un libro de lectura. VIII. El progreso en los centros rurales debe ser resultado del esfuerzo que realicen, simultáneamente, los hombres y las mujeres de la comunidad. Interesar a la 181 y representantes de las autoridades federales, di posesión de las primeras tierras que se dotaban en Tamaulipas por el Gobierno de mi cargo. La expectación que produjo aquel acto fue desconcertante. La prensa de Tampico, la de Monterrey y la de la capital dieron aquella noticia con caracteres alarmantes, expresando que se iniciaba en el estado una era de anarquía, de bolchevismo. Ésta era la palabra de moda en aquella época. Para mí fue muy satisfactorio que el propietario de la hacienda, señor licenciado Jacobo Martínez, asistiera a este reparto y firmara de conformidad el acta correspondiente, dando así un alto ejemplo de civismo y de obediencia a las leyes. La propiedad afectada había sido de mi abuelo paterno, doctor don Simón de Portes, ochenta años antes. Todavía existen en el casco tres aguacates centenarios plantados por él. Otro propietario que asistió a las diversas afectaciones que se le hicieron fue el señor Ing. José Benítez Leal, dueño de la hacienda Carmen Renovado, sin duda una de las unidades agrícolas-industriales mejor organizadas de la República. El señor Benítez Leal, a pesar de que se le afectaron tierras, siguió ayudando a los campesinos que las recibieron y que habían sido sus antiguos peones. También los señores Manuel y Ramón González, nietos del presidente don Manuel González, observaron la misma conducta. Las normas que se siguieron para enfocar y realizar la reforma agraria se basaron en los postulados redactados por el ingeniero Marte R. Gómez y que son los siguientes: “I. La agitación agraria, cuando la hay, proviene casi siempre de que las autoridades carezcan de serenidad y de actividad. Una resolución rápida de los asuntos tranquiliza a los pueblos interesados, que no intentarán violentar las resoluciones ni salir del acatamiento que deben a las leyes; y un proceder mesurado y estricto quitará a los propietarios la idea de que se quieren ejercer represalias, o de que haya camino tortuoso para eludir las afectaciones. Como he dicho anteriormente, las dos fuerzas pueden caminar unidas y así, los sindicatos, además de su fuerza de resistencia, de su fuerza que les da la unidad de acción para enfrentarse a los medios ilegítimos de explotación, con la cooperativa tienen su reserva económica que les proporciona lo necesario para obtener su lucha sindical; logrando de este modo, por una parte, la fuerza del grupo, y por otra, la fuerza económica que pone al grupo en condiciones de resistir y hacer frente, con mayor éxito, más airosamente, a cualquier situación que se le presente, aun a la misma situación de huelga. Cuando sobreviene una huelga y los trabajadores no han sido suficientemente previsores para allegarse recursos y contar con los elementos necesarios en ese momento, hemos visto que fácilmente los empresarios han podido romper la resistencia, porque a base de hambre han obligado a los trabajadores, cuando no son suficientemente disciplinados, y cuando no están suficientemente encariñados con el trabajo organizado, a que rompan el movimiento, y entonces la huelga es un fracaso. Pero cuando los trabajadores, luchando cooperativamente también, llegan a la previsión necesaria para tener los recursos propios para sostener su movimiento, difícilmente la huelga podrá fracasar, a pesar de todas las maniobras de los empresarios. Por eso yo he venido aconsejando, primero en Tamaulipas y ahora en la República, la conveniencia de que los trabajadores se organicen, al mismo tiempo que en forma sindical, en forma cooperativa. Entre los más distinguidos directores del Gremio Unido de Alijadores figuraron en primer término, Isauro Alfaro, hábil y de absoluta honestidad; Nicolás González, inteligente y gran administrador; Guillermo Santiesteban, competente en cuestiones sociales y económicas; Paz I. Martínez y Juan Sánchez, que dedicaron gran parte de su vida al mejoramiento de su gremio. II. Por actividad debe entenderse hacer bien las cosas y no hacerlas de prisa. El tiempo que se gasta en documentar los expedientes y en conceder a los lesionados los términos de prueba que marca la ley, allanará el camino e impedirá que después prosperen los amparos, los cuales pueden dar lugar a entorpecimiento y provocar pugnas entre pueblo y terratenientes. III. Para la aplicación de todas las leyes, y ello se refiere especialmente al Código Agrario, no debe haber ni la más remota apariencia de excepciones a favor de 180 157 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. CAPÍTULO XIX LA REFORMA AGRARIA Normas que siguieron para enfocar y realizar la Reforma Agraria. La primera dotación de tierras. Mis más distinguidos colaboradores en esta labor. Jornadas para hacer las dotaciones. Números de pueblos dotados. Pequeñas presas de irrigación y canales que se construyeron. Refacciones que se otorgaron a los pueblos. Proyecto para la construcción de la Presa de Santa Gertrudis. La Presa del Azúcar, Marte R. Gómez. Construcción de los canales en el Río Mante. Cómo se inició la construcción del ingenio. Algunos puntos principales de mis informes al Congreso del Estado. Las escuelas ejidales. Tranquilidad en el desarrollo del programa. La fundación de la Liga de Comunidades Agrarias. La construcción de la Casa del Campesino. La producción agrícola en los ejidos. Escuelas que se construyeron en los ejidos. Prohibición de venta de bebidas alcohólicas en los centros ejidales. Circulares que se giraron. Total de tierras entregadas a los ejidos. M e tocó iniciar la reforma agraria en el estado. El compromiso que desde el año de 1917, cuando por primera vez representé al puerto de Tampico ante el Congreso de la Unión, contraje con los campesinos, y que durante todas mis luchas posteriores seguí ofreciendo, de dotar de tierras a los pueblos y acabar con el régimen de la hacienda, lo comencé a cumplir al día siguiente de mi protesta como Gobernador. En efecto, el día 6 de febrero de 1925 me trasladé, acompañado del señor ingeniero Marte R. Gómez, Presidente de la Comisión Local Agraria y Jefe del Departamento; del señor ingeniero José C. Prieto, Delegado de la Comisión Nacional Agraria; de Aurelio Manrique; del diputado Ezequiel Padilla y otras muchas personas, a la Hacienda de Santa Engracia, con el fin de hacer entrega a los peones de dicha propiedad, de 426 hectáreas de magníficas tierras de riego, y ante más de 10,000 campesinos de los pueblos comarcanos 158 179 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. CAPÍTULO XVII LAS LEYES DE TRABAJO DE TAMAULIPAS Y SU INFLUENCIA EN LA REPÚBLICA E Convenciones que se celebraron para discutir los proyectos. Asistencia de trabajadores, patrones y técnicos en la materia. Reforma del artículo 123 Constitucional para dar competencia a la Federación en vías gene-rales de comunicación y para establecer el seguro social. n marzo de 1925, en mi carácter de Gobernador del Estado, convoqué a una Convención Obrero-Patronal a fin de someter a la consideración de la misma un proyecto de la Ley del Trabajo. Dicha convención se celebró en Ciudad Victoria, Tamaulipas. Y concurrieron a ella representantes de organizaciones obreras, de cooperativas, de campesinos; delegados de las Cámaras de Comercio, de la Industria y demás organizaciones del sector capitalista. Después de prolongadas discusiones se llegó a la elaboración de la Ley del Trabajo del Estado. Entre las novedades que introdujo dicho ordenamiento figuró un artículo que estatuía que sólo la mayoría de los trabajadores de una fábrica podía ser reconocida como sindicato. Esta novedad no estaba contenida en ninguna de las leyes hasta aquella fecha expedidas. Y fue así como desde entonces, en Tamaulipas dejaron de funcionar los llamados sindicatos blancos, que las empresas organizaban para oponerlos a la mayoría sindical, lo cual originaba pugnas a veces sangrientas. El señor general Obregón, al iniciar su campaña para la Presidencia de la República en el año de 1927, me comisionó para elaborar un proyecto de Código Federal del Trabajo, por constituir urgentísima necesidad no satisfecha por la Revolución. 178 159 Pero vinieron los acontecimientos posteriores que todos conocemos. El proditorio asesinato del señor general Obregón. Los días aciagos que en esta época se vivían presentaban un panorama de verdadera tragedia. Numerosos jefes militares y políticos del obregonismo asumían actitudes de franca rebeldía en contra del general Calles, a quien no vacilaban en acusar, públicamente, como el instigador del crimen. El prestigio de su Gobierno se debilitaba y su autoridad como Presidente se discutía en mítines callejeros, en los que se lanzaban los más apasionados denuestos en contra del Jefe de la Nación y sus principales colaboradores. Me tocó, a fines de agosto de 1928, ser llamado a desempeñar la Secretaría de Estado y el Despacho de Gobernación y sortear la tremenda crisis provocada por el crimen consumado por Toral. Dos meses después resulté electo por el Congreso de la Unión para desempeñar la Presidencia Provisional de la República. Me atribuyo el honor, que nadie me podrá negar, de haber iniciado la elaboración de la Ley del Trabajo, vigente hasta la expedición del nuevo Código Laboral. Para hacer un poco de historia, relataré cómo se realizó esta labor, en aquel ambiente de anarquía, de ambiciones desmedidas y de apasionamientos políticos en que estaba envuelta la República. Para cuando fui electo por el Congreso, ya tenía formulado un proyecto de Código del Trabajo, que sometí para su estudio a la Convención ObreroPatronal, la que, durante los meses de noviembre y diciembre del año de 1928, se reunió en el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria. El día 20 del mes de octubre, siendo aún Secretario de Gobernación en el Gobierno del presidente Calles, hice a la prensa nacional y extranjera las siguientes declaraciones: “Uno de mis primeros actos al tomar posesión de la Presidencia Provisional de la República será enviar a las Cámaras de la Unión el proyecto de la Ley del Trabajo y de Seguro Obrero. Algunas semanas antes del último viaje del señor general Obregón a esta capital, recibí una carta de él en la cual me manifestaba sus deseos de que formulara un proyecto de la Ley Reglamentaria del artículo 123 de la Constitución General de la República para que, tan pronto como él llegara a la Ciudad de México, tuviéramos un cambio de ideas, tanto respecto de dicho proyecto, como respecto del que constituyó su más legítima aspiración durante los últimos años de su vida, o sea, la Ley del Seguro Obrero. Con la indicación del señor general Obregón empecé a elaborar dichos proyectos, los cuales serán terminados para la primera quincena del próximo mes de noviembre. 160 Los que duermen eterno descanso, los que por ti con fe y valor su vida dieron, por hacerte feliz sucumbieron bajo el fuego que te hizo inmortal. ¡Hoy la historia, canta la gloria, de tus hijos en marcha triunfal! Ya la aurora de tiempos mejores iluminó con su fulgor nuestros albores; y en los surcos que abre el arado va sembrando la fraternidad. Y su anhelo protege el cielo floreciendo en la santa heredad. Nuestros hombres hoy luchan ufanos por mejorar su condición de ciudadanos. Igualdad, es la flor del ensueño que el obrero pretende alcanzar. ¡Y si alcanza una esperanza es que sabe morir o triunfar! 177 Cantemos un himno de amor y lealtad, y todo Tamaulipas vibre a la voz de libertad. Para el efecto, por conducto de la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, se convocará a las partes interesadas, obreros y patrones, a una convención nacional, que deberá efectuarse en la Ciudad de México, durante la segunda quincena del mes de noviembre del corriente año. De acuerdo con tales declaraciones, la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, a petición mía y por instrucciones del presidente Calles, expidió la convocatoria que yo formulé para la reunión de la Primera Convención Obrero-Patronal, a la que debería someterse, para su discusión, el proyecto del Código Federal del Trabajo y Seguro Obrero. ESTROFA Fuiste cuna de nobles varones que con la luz de su saber iluminaron y al pasar por la tierra dejaron con sus obras su nombre inmortal. La necesidad de una ley normativa de las relaciones entre trabajadores y patrones, que definiera con toda precisión los derechos y obligaciones de los dos factores de la producción, se hacía cada vez más urgente. ¡Hoy la Historia canta la gloria, de tus hijos en marcha triunfal! En los tiempos de duelo y de guerra con tu valor fuiste el honor de nuestro suelo: defendiste heroica la tierra y tu espada fue siempre inmortal. ¡Hoy la historia canta la gloria de tus hijos en marcha triunfal! La reglamentación del artículo 123, que desde el año de 1917 en que se expidió la Constitución General de la República, venía siendo bandera de agitación para todos los candidatos que ambicionaban llegar al poder —lo mismo a la Suprema Magistratura del país que a los Gobiernos de los Estados y Cámara de la Unión— no se había logrado, muy a pesar de que los aspirantes a puestos de elección popular exponían, como primer punto de apoyo para lograr las simpatías de los obreros, su decisión de proceder a la reglamentación del trabajo. Los trabajadores de todos los matices, lo mismo los pertenecientes a la Confederación Regional Obrera Mexicana, que a la Confederación General de Trabajadores (es decir: lo mismo amarillos que rojos, de toda la República), exigían la expedición de una Ley del Trabajo. Tales exigencias se expresaban en sucesivas y tumultuosas manifestaciones que, durante los años de 1918 a 1928 (administraciones de los presidentes Carranza, De la Huerta, Obregón y Calles) se venían haciendo ante las Cámaras de la Unión. Por eso me consideré en el deber ineludible de proceder, cuanto antes, al estudio de capítulo tan importante de nuestra Constitución. Si no tocó al Gobierno Provisional el mérito de haber expedido el Código del Trabajo, ello fue, no porque no se hubiesen hecho, de mi parte y de la de mis colaboradores, todos los esfuerzos patrióticos tendientes a llevar a feliz término tal empresa; sino porque, ya para el mes de septiembre de 1929, en que comenzó a discutirse el proyecto que sometí a las Cámaras, éstas se hallaban seriamente influenciadas por los hombres que nos habrían de suceder y porque algunos de éstos, celosos de que el Gobierno Interino reclamara para sí tal honor (pero, sobre todo, porque el proyecto, tal como estaba concebido, contenía disposiciones que les causaron desasosiego por lo avanzadas en beneficio de los trabajadores), pusieron en juego todos los medios que estuvieron a su alcance, sin reparar en las más bajas intrigas, para impedir que, durante los En tu senos de mirtos y rosas fuente de amor en el hogar tamaulipeco. son tus hijas mujeres virtuosas que engalanan el patrio vergel. ¡Hoy la historia canta la gloria, con el mirto, la oliva y laurel! 176 161 meses que faltaban para la expiración de mi mandato constitucional, se expidiera aquel cuerpo de leyes. Creía conveniente que una asamblea integrada por trabajadores y patrones estu-diase el proyecto de Código de Trabajo y Seguro Social, no sólo porque con ello se lograría, como se logró, la aprobación de un cuerpo de doctrina inspirado en el respeto mutuo a los intereses legítimos garantizados por nuestra Constitución; sino, muy principalmente, porque también abrigué el sano propósito de iniciar por primera vez en México un ensayo de democracia funcional, tendiente a provocar una mejor comprensión de los generosos impulsos que deben normar a trabajadores y patrones, en su lucha por el mejoramiento económico de las clases que representan. Aquel Congreso, que sin duda será histórico, se desarrolló en un ambiente de sano patriotismo. Fue, como dijera alguno de los asambleístas, una lucha de caballeros. Trabajadores y patrones discutieron con valor y apasionamiento sus puntos de vista. En ocasiones, la atmósfera se agitaba por las frases candentes de los oradores; pero, en honor a la verdad, siempre obraron los congresistas con la mayor cordura y no se dio el caso de que se dijera un solo insulto para quienes —a veces, en forma sectaria— expusieran las más absurdas teorías en defensa del capital”. La Convención Obrero Patronal se inició en noviembre 15 de 1928. A ella asistieron cerca de 300 representantes, de los cuales la mitad correspondía a cada uno de los dos factores de la producción; a más de los técnicos que designó la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo. En la primera sesión hice uso de la palabra en la siguiente forma: “Como es sabido por todos ustedes, he sido designado, inmerecidamente, por el H. Congreso de la Unión, Presidente Provisional de la República y asumiré dicho cargo el día primero del mes de diciembre. Esta honrosa distinción ha sido para mí motivo de profunda meditación por las graves responsabilidades del cargo y es natural que, desde ahora, llamen mi atención los problemas fundamentales del país, considerando entre ellos, como de la mayor importancia, el problema del trabajo contenido en el artículo 123 Constitucional. Los once años que han transcurrido desde que se promulgó la Constitución vigente y la lucha entre el capital y el trabajo, que cada día es más apasionante, hacen que hoy se cuente con la preparación suficiente por parte de los trabajadores y patrones, para formular la ley reglamentaria respectiva. La experiencia nos aconseja que, para que una ley sea verdaderamente práctica, es indispensable que esté de acuerdo con la realidad a que va a ser aplicada. Ningún procedimiento mejor para lograr la finalidad que el oír a los representantes de los intereses que ha de afectar. Esto es precisamente lo que tratamos de hacer al 162 Arraigo muy especial en los ranchos de la Huasteca tiene esta bellísima tradición del huapango. Cuando el tablado está listo bajo la enramada, y junto a él los músicos huapangueros, estalla la alegría de este ritmo sonoro y ágil. No hay ran-chero que no lo toque ni ranchera que no espere con entusiasmo la fiesta para bai-larlo. Las parejas hacen gala de habilidad, marcando los zapateados con brío, o bien, los pasos menudos y levemente punteados que destacan la cadencia del paseo, que sirve para realizar la evolución y cambiar la figura coreográfica; llevan los bra-zos sueltos a los lados del cuerpo, moviendo tan sólo ligeramente los hombros al com-pás de la melodía. Mientras, el cantador con sus decires dedica a la concurrencia sus interpretaciones. “Sonoro huapango, exaltación festiva del sentir popular, no hay tamaulipeco que no te lleve dentro del alma porque eres la esencia misma del sentimiento musical de tu pueblo”. HIMNO A TAMAULIPAS Letra: Profr. Rafael A. Pérez Música: Maestro Alfredo Tamayo CORO Viva Tamaulipas altiva y heroica, la región que dormita en la margen del río. La sangre palpita en el pecho mío, al recuerdo glorioso de sus héroes y su honor. Viva Tamaulipas la tierra querida, que en las horas aciagas dio su sangre y su vida. 175 REGIÓN DEL SUR Bella en verdad es la región de la Huasteca tamaulipeca; singulares y auténticas sus fiestas, bailes y cantos. A todas estas expresiones y costumbres de lo que podríamos llamar la raza huasteca se le conoce con el nombre de huapango. Aunque son diversas las opiniones de la etimología de dicha palabra, las más de ellas coinciden en que se deriva de la voz náhuatl cuauhpanco, que significa baile que se ejecuta sobre una tarima o plataforma. Al igual que los sones y la mayoría de nuestros cantos y bailes populares, éste también tiene su origen en la música española como los fandangos, malagueñas, peteneras, etc.; pero rápidamente adquirió el peculiar estilo mexicano. Además, cada región le imprime acentos propios, y Tamaulipas le ha dado sus sonidos agudos y frecuentes falsetes, canto que resulta una expresión bellísima de la inspiración popular. El huapango tiene dulzura, en sus notas se mece el dejo melancólico de la raza de los huastecos. En sus tonalidades hay algo de misterioso como en el alma indígena misma. Tienen los huapangos tamaulipecos algo que los caracteriza, que los hace jaibos, diferenciándolos de los veracruzanos; es el sabor de la tierra tamaulipeca. Notable conjunción de ritmo, arte y estilo, parece dar inspiración al popular trovero para entonar sus versos en expresivas estrofas llenas de gracia e ingenio. Los conjuntos que interpretan los huapangos, pero especialmente los de esta región de la Huasteca, están formados por el violín, que es el que lleva la melodía; la jarana, con su sonido agudo; y la guitarra quinta huapanguera, que acompaña los falsetes. A Tula, pintoresca población enclavada en la región más montañosa de la entidad, corresponde el alto honor de ser la cuna de la hermosa y tradicional cuera. Hombres y mujeres se atavían para bailar el huapango con ella; está hecha de piel de becerro o gamuza de venado, con aplicaciones de piel en color contrastante; al frente, en la espalda y en las mangas se adornan con vistosos y elegantes flecos. El hombre complementa su atavío con pantalón a tono, camisa blanca, mascada roja al cuello, sombrero norteño de fieltro; calza botas. La mujer, con falda de piel adornada de la misma forma que la cuera, y algunas veces chaleco de piel, o bien, camisa sencilla. En la región de la costa varía el atuendo, obligado por el clima cálido que ahí impera; las mujeres usan un vestido de tela de algodón con falda circular, adornado con aplicaciones y flecos de piel, en el mismo estilo que las cueras. El hombre usa guayabera blanca, pantalón ajustado, sombrero de palma, mascada roja y botín. 174 formular un proyecto de Ley Federal del Trabajo, para someterlo a la discusión de las cámaras legisladoras, después de escuchar la exposición que hagan de sus puntos de vista los representantes de los dos factores de la producción. Yo sé que el proyecto que me permitió someter a la consideración de esta asamblea tiene, sin duda, muchos defectos, que habrá necesidad de corregir. Anticipadamente, me permito manifestar a los congresistas que estoy en la mejor disposición de discutir serenamente todos los capítulos que contiene, y aceptar las sugestiones pertinentes que se hagan. Los funcionarios públicos no debemos tener amor propio y debemos estar siempre en la obligación de ratificar aquellos de nuestros actos que no estén de acuerdo con lo que es equitativo y justo. El anteproyecto está inspirado en el sano propósito de conciliar, dentro de los principios avanzados del derecho industrial moderno, los intereses de los trabajadores con los del capital, a fin de encontrar el deseado equilibrio entre esos dos factores de la economía nacional. Invito, pues, a todos ustedes, a que expongan con toda serenidad sus ideas y abandonen todo prejuicio, a efecto de que los trabajos que vamos a emprender, se desarrollen dentro de la mayor cordialidad y patriotismo”. Relatar pormenorizadamente todas las discusiones que hubo aquella memorable asamblea no tendría caso; sin embargo, sí creo conveniente hacer constar que el comportamiento de todos los representantes, tanto obreros como patrones, en el curso de las discusiones, fue siempre elevado y se caracterizó por el alto propósito se servir a las organizaciones en cuyo nombre hablaban. Al dar por terminadas las labores de la Asamblea, por gestión mía se nombró una Comisión Mixta de Obreros y Patrones, que tendría a su cargo formular el proyecto definitivo del Código del Trabajo para ser enviado a las cámaras legisladoras. Dicha Comisión quedó integrada por los delegados, señores José M. Díaz y Salvador J. Romero, como representantes de los trabajadores, y los señores licenciados Roberto Esteva Ruiz, José Ma. Gurría Urgell, Jesús Rivera Quijano y Mariano Suárez, como representantes de los patrones, y los abogados Praxedis Balboa y Enrique Delhumeau como representantes de la Presidencia. La Comisión se instaló en las oficinas del Palacio Nacional y fue presidida por mí, habiendo terminado sus labores en el mes de mayo de 1929. 163 Como en el proyecto que sometí a la consideración de la Convención Obrero-Patronal se especificaba que la legislación sobre trabajo se federalizaría (disposición que se aprobó en la Convención), la reforma que era indispensable para cumplir con tal acuerdo fue de los artículos 73 y 123 de la Constitución General en su punto relativo. La del 73, a fin de ampliar la competencia del Congreso General para expedir las leyes reglamentarias del trabajo, cuya aplicación se dejó a la competencia de las autoridades de los estados en sus respectivas jurisdicciones, excepto cuando se tratara de asuntos relativos a ferrocarriles y demás empresas de transportes amparadas por concesión general, minería e hidrocarburos, industria eléctrica y trabajos ejecutados en el mar o en las zonas marítimas; y la del 123, a fin de que el mismo Congreso de la Unión tuviese competencia para expedir las leyes sobre el seguro social, que debería comprender el de invalidez, de vida, de cesación involuntaria del trabajo, enfermedades profesionales y accidente. Esta reforma fue aprobada por el Congreso el día 14 del mes de agosto de 1929. No creo pecar de falta de modestia —ni mucho menos, incurrir en el defecto censurable de jactancia— al afirmar que el proyecto de Código de Trabajo, cuyos lineamientos generales expongo, constituyó el esfuerzo más serio y documentado que se elaboró por el Ejecutivo a mi cargo y que, sin duda, supera en todos sentidos a los proyectos que anteriormente —y con las finalidades generosas— se formularan en las Cámaras de la Unión. Repito: no me tocó la fortuna de que tal cuerpo de leyes se aprobase durante mi corta gestión gubernamental; pero sí reclamo para mí el honor de haber sido el iniciador de un movimiento legislativo, que siguió su curso durante los gobiernos de los generales Ortiz Rubio, Rodríguez, Cárdenas y Ávila Camacho, a quien le tocó promulgar la Ley del Seguro Social, que tan grandes beneficios ha traído para los trabajadores. Comentando la eficacia de la Ley del Trabajo de México, en un congreso que se celebró en Nueva York por la Sociedad Panamericana el 15 de enero de 1930, el señor Erwin Valader, vicepresidente de la Pan American Airways, dijo: “Que el licenciado Portes Gil había redactado la primera Ley del Trabajo de las Américas, y desde que dicha ley fue puesta en vigor, México no ha pasado por los conflictos interminables que han sufrido los Estados Unidos en sus relaciones con los trabajadores y que la tremenda ascendencia de México en la lucha económica y social durante la última década, no hubiera sido posible sin leyes sabias que permitiesen una solución más adecuada y rápida para cualquier controversia obrera.” 164 REGIÓN DEL NORTE En el mosaico que forma el arte popular de nuestro país, el norte bravío ha ganado un sitio de honor por su música, sus bailes y sus trajes que contribuyen a dar nombre a México en el extranjero. Al igual que en otros lugares, pero particularmente al norte del estado de Tamaulipas, la Polca, la Redova y el Chotís se han convertido en los bailes más populares y representativos de la región. Aunque derivados de una curiosa mezcla de estilos de origen polaco, checoslovaco y escocés, asimilados por el pueblo, que los ha adoptado como propios y les ha dado mayor movimiento y alegría; vibran en ellos el carácter y la personalidad del mexicano. Estos ritmos, que se popularizaron mucho en la época de nuestra Revolución, son usualmente interpretados por un pequeño conjunto compuesto por acordeón, bajo sexto, saxofón y contrabajo. Aunque semejantes entre sí, los tres bailes presentan notorias diferencias en su ejecución. La polca, vivaz, alegre y picaresca, se baila generalmente formando cuadrillas, las parejas entrelazadas y la mujer con la agilidad y fuerza de sus giros deja libre el vuelo de la falda, marcando los compases a base de galope, o los pases pespunteados. El hombre lleva ambas manos en el cinturón cuando interpreta los pasos de punta y talón, con remates acentuados y redobles del tacón. La redova es más moderada, tiene semejanza con la mazurca; los valseados son muy marcados, seguidos de remates. Es característica de la redova que la pareja se flexione hasta juntar sus mejillas. El chotís, que no tiene la euforia de los otros dos bailes, es de ritmo más lento y resulta señorial con sus pasos deslizados y movimientos cadenciosos. En la actualidad, para bailar cualquiera de estos ritmos, el vestuario femenino se compone de blusa ceñida, con mangas amplias y puño largo, falda circular adornada, al igual que la blusa, con tiras bordadas, encaje y listones. Da el toque europeo a este vestuario el uso de las botas a media pierna; adorna la norteña su peinado con un gran moño. El hombre usa camisa a cuadros con alegres colores, mascada roja al cuello, pantalón ajustado, sombrero norteño de fieltro y botas. 173 educación popular y la atención de las necesidades sociales de sus habitantes han colocado a la entidad en un lugar de honor dentro de nuestra República, señalándola por su vocación constructiva y su unidad ejemplar. Tendida a lo largo del mapa litoral de México, Tamaulipas, con sus hombres recios, sus mujeres rítmicas, y su alegría de vivir, es un retablo de sorpresas, muchas de las cuales habrán de conocerse en este festival. REGIÓN DE LA SIERRA La picota es originaria de la Serranía de San Carlos; con ese nombre se designa el pequeño conjunto musical formado generalmente por dos personas, que con un clarinete y una tambora ejecutan la melodía típica de la región. Al paso del tiempo se convirtió también en una danza, que al igual que la música, tiene remembranzas indígenas, aunque con algo de la influencia española. No han variado gran cosa las costumbres en esa montañosa región que tan celosamente guarda sus tradiciones. Para anunciar la fiesta, los músicos suben temprano a tocar al cerro; el penetrante sonido de los dos instrumentos anuncia al pueblo y a los ranchos vecinos que la fiesta va a principiar; de esa manera todos se sienten invitados, llegando poco a poco al lugar, en carretas, a caballo o a pie. Al son de las típicas melodías de ritmo muy rápido, el pequeño conjunto que toca con fuerza y entusiasmo da alegría a la fiesta. Toman parte en los bailes hombres, mujeres y niños. En actitud solemne inician la danza, a base de pequeños saltos e inclinaciones, haciendo un marcado remate cada cuatro compases. Con hermoso movimiento realizan evoluciones para formar significativamente figuras por su autóctona ejecución. Para mayor lucimiento de este baile, las mujeres de San Carlos acostumbraban ataviarse con un vestido cuya sencillez característica es prueba indudable de su origen indígena; es de manta, con la falda muy amplia adornada con grecas de color contrastante; a veces la camisa y la falda están bordadas con flores, lo que le da un toque más femenino y alegre; en ocasiones especiales usan una pequeña corona de flores blancas. El hombre usa una camisa suelta de manta, calzón blanco y huaraches. 172 Asunto que me preocupó hondamente al formular el proyecto de Código de Trabajo, fue el seguro social. Sobre este tema, el señor ingeniero Miguel García Cruz, secretario que fue, por muchos años, del Instituto Mexicano del Seguro Social y miembro del Instituto de Investigaciones de la Universidad Nacional de México, en su estudio denominado “Evolución mexicana del ideario de seguridad social”, expresa lo siguiente: REFORMA CONSTITUCIONAL DE 1929. EMILIO PORTES GIL “El movimiento obrero de México continuaba demandando con justicia el establecimiento de un verdadero régimen de seguro social y encontraba en el cumplimiento de la fracción XXIX del artículo 123 Constitucional, expresamente manifestada la voluntad del Gobierno de la Revolución, para promulgar una Ley Reglamentaria de la fracción constitucional. Por su parte, el señor Presidente de la República, licenciado Emilio Portes Gil, sustentó la tesis de que el precepto constitucional se limitaba a recomendar el fomento de la organización de aquellas instituciones destinadas a infundir e inculcar la previsión popular, pero no podía referirse al seguro social, ya que no existían cajas de seguros propiamente dichas y, en cambio, predominaban las cajas de ahorro. Que los seguros populares, ya casi en desuso en la previsión social, se referían a pólizas de vida muy modestas que no pasaban de $100.00 y eran suscritas con las pequeñas cantidades que aportaban los trabajadores. Contrariamente, el seguro social debería extenderse a todas las personas amparadas por un contrato de trabajo, para protegerlas contra los riesgos a que estaban expuestas, al quedar en la miseria cuando les faltaba ocupación o se incapacitaban para poder obtener los ingresos normales dentro de su ocupación habitual. Para cumplir con las aspiraciones de los trabajadores, era preciso promover una reforma a la fracción XXIX del artículo 123 Constitucional y establecer el seguro obligatorio. En efecto, la tesis sustentada por el Ejecutivo correspondía a la realidad nacional expuesta, y encontraba su justificación legal en las ideas un poco confusas vertidas en el Congreso Constituyente por el señor licenciado José Natividad Macías, en vista de no haber sido redactada con claridad la fracción XXIX del artículo 123 Constitucional; pues todavía se dudaba que se tratara de un régimen de seguro social, no obstante que expresamente se señalaban los seguros populares para los riesgos de invalidez, cesación involuntaria del trabajo, de accidentes, que son clásicamente riesgos específicos de los seguros sociales. 165 La carencia de una disposición constitucional básica y clara suscitó gran preocupación entre los estudiosos de los seguros sociales y en 1928 la entonces Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, designó una comisión, presidida por el señor Reynaldo Cervantes Torres, encargada de redactar un capítulo de Seguros Sociales que debería formar parte provisionalmente del Código Federal del Trabajo. En ese importantísimo documento se expusieron algunos principios técnicos propios de los seguros sociales. a) Hace una enumeración más completa de los riesgos, superando el enunciado constitucional. b) Pretende proteger a todos los trabajadores del campo y de la ciudad. c) Libera de contribución a los trabajadores de salario mínimo y se propone la inembargabilidad de las pensiones y la exención de impuestos a las primas. d) Prevé la creación de tribunales tripartitas especializados para dirimir en primer instancia las controversias. e) Propone un régimen de contribución tripartita. La Secretaría de Gobernación precipitadamente sometió unas bases del seguro social a discusión de la Convención Obrero-Patronal y los empleadores declararon: Su titular era el Lic. Portes Gil, quien había convocado al Congreso de Trabajadores y Patrones, en el cual se discutió el proyecto del código. La clase patronal reconoce que sería un progreso el establecimiento del seguro social que garantice a los trabajadores contra los riesgos a que está expuesto el individuo y que constituyen la reducción y la pérdida de su capacidad para obtener un salario; estima que los seguros sociales, además del beneficio material e inmediato que pueden proporcionar a los trabajadores, son un valioso elemento de paz social y benefician a la colectividad, puesto que con el elemento moral tan importante de tranquilidad que lleva a uno de los elementos de la producción, proporcionan condiciones mejores para que aquélla se desarrolle con mayor intensidad. Los patrones se opusieron a la participación de los empresarios en el costo de los seguros y consideraron que su establecimiento afectaba hondamente la situación financiera y económica del país y formularon su opinión en el sentido de que los seguros sociales debían implantarse progresivamente, que su campo de aplicación y las prestaciones se fijaran tomando en cuenta la realidad económica de la nación y las posibilidades de las finanzas públicas. 166 Los Trovadores Tamaulipecos murieron muy jóvenes, pero su recuerdo vive en el corazón del pueblo de Tamaulipas y de Guerrero, de donde era oriundo Agustín Ramírez. Del grupo, sólo Carlos Peña vive. Reproduzco aquí también la “Marcha Portes Gil”, cuyo autor fue otro inspirado músico, Octavio Guzmán, y el “Himno a Tamaulipas”, compuesto por Alfredo Tamayo. En esa época surgieron también una serie de cantantes que han dejado una huella del arte tamaulipeco en la capital de la República y en el extranjero. Entre otros, Severiano Briceño y sus Hermanos; posteriormente los Hermanos Samperio, Cuco Sánchez y muchos más. También cabe hacer mención de los Hermanos Peña. Es de justicia mencionar aquí y hacer un elogio muy merecido a la señora María Esther Zuno de Echeverría, que cada año ha venido celebrando festivales en el pueblo de San Jerónimo Lídice, en los cuales lleva a la escena bailes y canciones de los diversos estados de la República. El último que se celebró el 15 de junio de 1969 fue dedicado a Tamaulipas. Este festival puso de manifiesto la gran variedad de bailes y canciones tamaulipecas. En el folleto que se publicó se describe el origen de dichos bailes, de los trajes y de la música de nuestro estado. Por ser de interés, reproduzco en este capítulo lo relacionado con las distintas regiones del estado. FIESTA TAMAULIPECA Tamaulipas es un caleidoscopio de climas, costumbres, colores y música, que va cambiando conforme se le da vuelta a su mapa salpicado de contrastes, en donde la llanura costera se encuentra con altas montañas y la Huasteca parece poner un alto caprichoso al desierto. Así son los tamaulipecos, ricos en expresiones de vida como su propia tierra; austeros unos, alegres los demás, pero todos orgullosos de vivir en esa entidad privilegiada que es uno de los principales balcones con el que México da la cara al Golfo. Tamaulipas destaca por su laboriosidad, y en sus valles y costas florecen la ganadería y la agricultura, mientras que de sus entrañas brota el petróleo como una negra cascada energética para la industrialización y el progreso de México. La 171 Llevaban una recomendación mía para la gran compositora y cantante mexicana María Greever, quien los ayudó, los impulsó y los relacionó con las casas editoras de música de Nueva York. En la gran urbe iniciaron una carrera de éxitos, pero desgraciadamente, el día 25 de diciembre de este año perecieron Antonio García Planes y Alberto Caballero, a consecuencia de un accidente automovilístico. Sus cadáveres fueron conducidos a Tampico, habiendo sido recibidos por la inmensa mayoría del pueblo, que asistió a sus funerales. Inmediatamente llamé al compositor Agustín Ramírez, que era director de la Escuela Federal Secundaria en Ciudad Victoria, y lo invité para que se trasladara a Nueva York, y con Carlos Peña, que ya se encontraba en aquella ciudad, se reorganizó el conjunto de Trovadores. Fue el primer grupo mexicano que grabó discos en la Columbia. Los éxitos que alcanzaron fueron muy grandes. De ellos es el “Corrido del agrarista” y “El cuerudo tamaulipeco,” que se cantaron por primera vez el día 4 de febrero de 1926, al celebrarse la Segunda Convención del Partido Socialista Fronterizo. Además de estas canciones, Los Trovadores Tamaulipecos fueron autores de: “Cantinela tamaulipeca”, “Tamaulipas”, “Lirio azul”, “Mi despedida”, “Virgencita”, “Llorando tu ausencia”, “Idealidad”, “Tus manecitas”, “Indulgencia”, “Mi guitarra”, etc. Reproduzco aquí algunas de las fotografías que se tomaron cuando aquellos trovadores y compositores amenizaron las fiestas que todos los domingos daba el Partido Socialista Fronterizo. Siendo ya Presidente de la República, comisioné a los Trovadores Tamaulipecos para que colaboraran con la Dirección de Acción Cívica del Distrito Federal y organizaran los Centros Culturales Obreros con un programa semejante al de dichas instituciones que funcionaban en Tamaulipas. En la Dirección de Acción Cívica colaboró eficazmente una gran mujer tamaulipeca: la señora Amalia Castillo Ledón, escritora, declamadora y maestra. Posteriormente la señora Castillo Ledón ha desempeñado importantísimos puestos en el Organismo de Naciones Unidas, en el Organismo de Estados Americanos y en la diplomacia de México, distinguiéndose siempre por su talento, su dedicación y su patriotismo. 170 El capítulo de seguros sociales a discusión de la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo fue retirado del Proyecto del Código Federal del Trabajo y desde esta época, dice el Sr. Lic. Germán Fernández del Castillo, los trabajos legislativos de seguros sociales y de Derechos del Trabajo, se hicieron en forma independiente. Es importante enfatizar que la productividad, o sea la relación entre la producción obtenida y los recursos utilizados para ese propósito, constituyeron desde entonces un motivo de aliento patronal para el establecimiento de los seguros sociales. El anhelo por elevar el nivel de vida del trabajador, o sea, el incremento de la medida en que éste pueda proporcionarse a sí mismo y a sus familiares los recursos necesarios para sustentarse y disfrutar de la existencia, entusiasmaron también e hicieron que los trabajadores vieran con simpatía el establecimiento de los seguros sociales. El Ejecutivo de la Unión, insistiendo en su propósito, manifestó expresamente que abundaba en la necesidad de reformar la Constitución para alcanzar incumplidas metas y convocó en julio de 1929 al Congreso de la Unión para celebrar un periodo extraordinario de sesiones, donde sometió a su deliberación una iniciativa que culminó con la reforma de la fracción XXIX del artículo 123 Constitucional. En la sesión celebrada por la Cámara de Senadores el día 20 de agosto de 1929, se aprobó por unanimidad y sin discusión la reforma constitucional propuesta por el Ejecutivo. Y por su parte, la Cámara de Diputados, en su sesión del 22 de agosto de ese mismo año, hizo la declaración de la reforma constitucional, una vez que la mayoría de las legislaturas de los estados habían aprobado la Reforma. En el informe del 1º de septiembre de 1929 el señor Presidente de la República manifestó: ‘La reforma del artículo 123 Constitucional satisface una de las necesidades más apremiantes en beneficio de las clases trabajadoras del país’. El 6 de septiembre de 1929 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la reforma a la fracción XXIX del artículo 123 Constitucional, quedando en los siguientes términos: ‘Se considera de utilidad pública la expedición de la Ley del Seguro Social y ella comprenderá seguros de invalidez, de vida, de cesación involuntaria del trabajo, de enfermedades y accidentes y otras con fines análogos’. Esta reforma de la Constitución dio al seguro social la categoría de un derecho público obligatorio, y antes del establecimiento de cajas de seguros populares se consideró de primerísima importancia la expedición de la Ley del Seguro Social. Se suprimió la idea de difundir e inculcar la previsión popular que había ocasionado tantas confusiones, y la reforma se enfocó directamente hacia el establecimiento de un régi167 Raigambre de la Revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción. men federal de seguros sociales, siguiendo la idea ya expuesta del general Álvaro Obregón, reservándose el Congreso General la facultad de legislar sobre esta materia y suprimiéndose las prerrogativas que originalmente se habían dado a los Gobiernos de los estados para expedir leyes e inculcar y difundir la prevención popular”. Con esta reforma, el seguro social es postulado político innato a la Revolución Mexicana, congénito a la reforma social del país constitucionalista en 1917, y desde entonces ya inmanente a la vida de la República, en un reflejo de nuestra idiosincrasia. El señor licenciado Emilio Portes Gil, en su carácter de Presidente de la República, declaró: “México ha desarrollado una ideología propia. La Revolución se ha hecho a base y de acuerdo a nuestra idiosincrasia y nuestra tradición. Hemos hecho nuestra propia ideología, distinta de la de los demás pueblos. Tenemos una filosofía social mexicana nuestra, y reclamamos el derecho a que se le respete. Este pensamiento estaba íntimamente vinculado a las luchas, que con tan hondo sentido patriótico sostuvieron los trabajadores de México para demandar un trato igual o superior en su calidad de mexicanos, sin discriminaciones en la industria minera, la textil y los ferrocarriles, que durante el porfiriato ocupaban principalmente trabajadores extranjeros, mejor remunerados y donde fatalmente hasta las órdenes de trabajo se dictaban en idiomas extranjeros”. CAPÍTULO XVIII EL FOMENTO DE LA MÚSICA VERNÁCULA EN TAMAULIPAS E Los Trovadores Tamaulipecos. El Trío de los Hermanos Flores. Otros conjuntos musicales. El Himno a Tamaulipas. El Corrido del Agrarista. La Marcha Portes Gil. n el año de 1925, primer año del Gobierno que presidí, me tocó iniciar en Tamaulipas un amplio programa tendiente a fomentar la música vernácula, lo que se logró ampliamente gracias a los Centros Culturales Obreros que se fundaron. Fue entonces cuando se organizaron los conjuntos de cantantes, entre los cuales figuraron prominentemente y dieron prestigio al estado, no sólo en la República, sino también en el extranjero, Los Trovadores Tamaulipecos, que se integraron primero en Tampico, Lorenzo Barcelata, Ernesto Cortázar, Antonio García Planes y Alberto Caballero. También se organizó en Victoria el Trío de los Hermanos Flores, que aún existe, y que son autores de una serie de huapangos y canciones de la región, entre otras: “Costeñita tamaulipeca”, “Arrebol”, vals “Sendero”, canción-tango “Sin ti”, “Mujer”, “Vals romántico”, “Tamaulipecas”, Popurrí “El Chismoso”, “Huasteca Tamaulipeca”, “La Alegación”, huapango “Tamaulipas” y otras muchas. Formó parte también de los Trovadores Tamaulipecos Andrés Cortés Castillo, alias “El Chino”, que es un gran músico y compositor concertista. A fines del año de 1927 el cuarteto formado por Lorenzo Barcelata, Ernesto Cortázar, Antonio García Planes y Alberto Caballero, se dirigió, por indicación mía, a Nueva York, costeando todos sus gastos el Gobierno a mi cargo. 168 169