Piezas del mes 2013 - Museo del Romanticismo
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Piezas del mes 2013 - Museo del Romanticismo
Pieza del mes ENERO 2013 Eusebio Juliá (1826-1895), fotógrafo en Madrid. Sus cartes de visite en el Museo del Romanticismo Almudena Cruz Yábar Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía ÍNDICE …. 1.Eusebio Juliá: De la pintura y la música a la fotografía. 2.El retrato fotográfico en el gabinete de Eusebio Juliá. 3.La galería de españoles célebres de Eusebio Juliá en el Museo del Romanticismo. 4.Juliá fotógrafo y empresario de éxito. 5.Anexo: Reversos de las cartes de visite de Eusebio Juliá. 6.Bibliografía. Fig. 1 Eusebio Juliá Fernando Debás Carte de visite, ca. 1885 Colección Javier Domínguez Martín-Sánchez, Madrid 1. EUSEBIO JULIÁ: DE LA PINTURA Y LA MÚSICA A LA FOTOGRAFÍA .... E usebio Dimas Juliá y García-Núñez viene al mundo en Madrid durante los tiempos de la Década Ominosa, el 25 de marzo de 1826, en el seno de una familia afín a las artes y decisiva en la temprana vocación del nuevo miembro del linaje 1 . Su inclinación por la música proviene en buena parte de su padre Eusebio (fig. 2), que ocupó las plazas de primer oboe y corno inglés en el teatro de la Cruz y de primer clarinete en la Guardia de Corps y en el cuerpo de alabarderos. De esta última banda de música era director el primo segundo de su padre, Manuel Juliá, que instruye al joven Eusebio y le anima a matricularse en el conservatorio; estas enseñanzas le permitirán ganarse la vida como instrumentista 2 . A su formación musical, Juliá añade las clases de dibujo que recibe en la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando 3 , tutelado por su tío abuelo paterno el afamado pintor Juan Antonio Ribera y Fernández de Velasco, aunque finalmente su vocación y aprendizaje artísticos encuentren en la fotografía un medio de expresión y una profesión al tiempo. Fig. 2 Eusebio Juliá Rivera Eusebio Juliá García Carte de visite, ca. 1860 Colección Mª Jesús Domínguez Martín-Sánchez, Madrid Una vez apuntados estos primeros datos familiares y de formación, encontramos a mediados de siglo XIX a Juliá frisando la treintena y seducido por el nuevo sistema de representación que ofrece la fotografía, ante la que sucumbe a su vez la clase burguesa española a imagen de otras naciones más desarrolladas y de mayor pujanza económica. En estos momentos, a la fotografía se le niega la pátina artística de la pintura – con la que se asocia para suplir esta “carencia” en los retratos fotográficos miniados– y sin embargo ofrece un mayor e inusitado verismo, es realizada en poco tiempo, a menor precio, y con la posibilidad de obtener copias como una estampa. Por su parte, la exaltación individual burguesa reconoce la ideal aptitud de la técnica fotográfica para el retrato, que reside en el entonces inigualado poder evocador de la fotografía, pues produce una empatía incluso mayor que la pintura. Es tal el éxito, que muchos pintores abrazan el nuevo oficio abandonando el arte de la miniatura o empleando su pericia en colorear fotografías y, en cualquier caso, cediendo poco a poco ante las ventajas señaladas que despliega la nueva técnica a un sector cada vez mayor de la sociedad española: «La fotografía, invención novísima, ha arrebatado al pintor los rostros de la gente poco adinerada. En vez de imponerse un sacrificio pecuniario de cuantía, el ciudadano pobre que desea transmitir a la posteridad su efigie, va a casa del fotógrafo y por unas cuantas pesetas obtiene media docena de retratos, de los cuales da uno a su novia, otro a su madre y el resto lo distribuye entre amigos que los ponen en su álbum, donde quedan expuestos a las burlas de los que no tienen motivo para entusiasmarse ante una nariz juanetuda, unos ojos chiquitos y un lazo de corbata mal hecho. El retrato de un pintor era un homenaje rendido al arte y no sólo se buscaba con él la semejanza, sino la gloria de que un genio hubiese empleado su tiempo en trasladar al lienzo nuestras imperfecciones. […] Los ricos modernos no tienen dinero bastante para que los retraten los artistas ilustres, y apenas hay duque ni grande de España que deje a sus nietos un buen lienzo en que se conserve la memoria de sus líneas.» 4 La facilidad en la reproducción de los pequeños retratos fotográficos se introduce en el uso social del intercambio de tarjetas de presentación. Si bien ya a partir de mediados de los años cincuentas se usa en Madrid el daguerrotipo como tarjeta de visita, «Innovación. Parece que algunas personas de buen tono en Madrid, han adoptado la moda que sigue la aristocracia de Nueva York usando tarjetas de visitas sobre las cuales aparece un retrato al daguerrotipo en vez del nombre de la persona» 5 es la carte de visite, o como se la conoce en España, la tarjeta-retrato, el formato que revoluciona el mercado fotográfico. Como veremos, Juliá dará buena cuenta de este invento creado por André Adolphe Eugène Disdéri en noviembre de 1854, un hallazgo que permite obtener imágenes fotográficas sobre papel albuminado fijadas a un soporte de cartulina más o menos lujoso con un tamaño similar a las tradicionales tarjetas de visita (aprox. 10 x 6’3 cm). El daguerrotipo, a pesar de su belleza, presentaba la limitación de ser un objeto único que requería de un operador que tradujese de forma manual la imagen sobre una plancha de grabado o piedra litográfica; la carte de visite, en cambio, incorpora a la cámara cuatro, seis, ocho o en algunos casos hasta doce objetivos de tal manera que pueden obtenerse varias imágenes que se positivan, cortan y fijan sobre las cartulinas, aumentando el rendimiento y al mismo tiempo reduciendo el coste de manera notable, resultando en una ampliación del espectro de personas que tienen acceso a su consumo. Quince años después de la presentación oficial de la fotografía en el Parlamento de Francia, la carte de visite supone una auténtica revolución que transciende a la propia técnica para convertirse en un elemento catalizador de nuevos comportamientos sociales. Con la aparición del nuevo invento, se tiene la oportunidad de ser inmortalizado de cuerpo entero en un entorno lujoso reservado tradicionalmente a la aristocracia; como señala Gisèle Freund, la carte de visite secuestra comportamientos y escenarios de la nobleza en un retrato que se adhiere a un objeto propio de la burguesía incipiente. Los elementos simbólicos que toma prestado el régimen liberal del aristocrático debían sintetizarse con maestría, ya que el espacio que permite la carte de visite es reducido. Por ello y como veremos en el gabinete de Juliá, complementos como balaustradas, veladores o fondos suntuosos, pertenecientes al espacio del poderoso, son requeridos por el burgués para construir un espacio nuevo con símbolos pintados o de cartón piedra, pero fácilmente reconocibles como elementos visuales relacionados con el poder y la fama. En pocos años, la demanda de las cartes de visite está tan extendida, que algunas crónicas nostálgicas de la época se lamentan así del retroceso de la pintura y la miniatura en favor de esta nueva costumbre: «Con los retratos ha llegado a suceder lo que con los elogios: ni unos ni otros significan ya nada. No hay hombre que no tenga cincuenta retratos de mujer, ni persona que no sea joven y distinguida. Antes un retrato era la manifestación de un sentimiento profundo: era el cariño de un hijo que deseaba tener siempre ante la vista la imagen de su madre; era el amante que quería no separar de su corazón el objeto querido; era en fin, un poema desarrollado en lienzo o en marfil y encerrado en un marco de madera o de oro. Hoy nada significan los retratos. Tenéis una galería completa, y si alguna vez les dirigís una mirada lo hacéis únicamente por pasar el rato murmurando de las debilidades humanas; porque en los retratos fotográficos, como en todo, el hombre manifiesta sus debilidades humanas al querer encubrir sus defectos o tratar de hacer ostentación de sus bellezas.» 6 No obstante, el entusiasmo generado por la cámara fotográfica ha prendido entre los madrileños, y ante esta favorable situación, Juliá aparece decidido a establecerse como profesional en los años en que Charles Clifford y Manuel Herrero descuellan entre el reducido círculo de fotógrafos de Madrid. Para ello, debe encontrar en la familia de su joven esposa Sebastiana Vaca y Mesa 7 el apoyo económico necesario para abrir en 1855 su primer gabinete fotográfico en la calle de la Visitación, 1. La estrecha buhardilla en la que retrata, a la que se accede a través de una angosta y oscura escalera por la que apenas puede subir una persona de frente, corona un inmueble de cuatro pisos 8 . A pesar de la humildad inicial del gabinete, imaginamos que Juliá tendría desde muy pronto algún ayudante a su cargo, aumentando la plantilla a medida que el negocio prosperaba gracias a su buen hacer, un hecho evidente a la vista de dos fotografías en las que aparece con sus empleados: la primera tomada hacia 1860 en el estudio de la calle de la Visitación, y la segunda, datada en 1878, en su próspero establecimiento de la calle del Príncipe inaugurado en 1864 (figs. 3 y 4) 9 . Fig. 3 Estudio de la calle de la Visitación Eusebio Juliá Albúmina, h. 1860 ER/ 519.48.5 Biblioteca Nacional de España Fig. 4 Estudio de la calle del Príncipe Eusebio Juliá Albúmina, 1878 Colección Javier Domínguez MartínSánchez, Madrid En sus comienzos, cuando el negocio busca fortuna y reputación, recibe un importante encargo oficial para tomar fotografías de los animales premiados en la Exposición Agrícola de 1857 celebrada en la Montaña de Príncipe Pío de Madrid. Aunque hasta ahora no se tenía noticia de las imágenes tomadas por Juliá, debieron exhibirse en el escaparate de su establecimiento al menos hasta 1860 10 , y es lógico pensar que sea suyo el «caballo premiado en la exposición agrícola» de la Biblioteca Nacional (fig.5), quizá uno de los excelentes caballos expuestos por la Reina y los nobles de los que hablan las crónicas. Asimismo es reclamado por la alta sociedad para inmortalizar escenas festivas como una velada ofrecida por los duques de Medinaceli en 1861 11 o para tomar vistas de las célebres ruinas del anfiteatro de Sagunto por encargo del cónsul de Francia para una publicación sobre la vida de Julio César 12 ; no en vano, es citado en 1865 por el también reputado fotógrafo Quintín Toledo como uno de los más antiguos y distinguidos fotógrafos de Madrid junto a Martínez de Hebert y Alonso Martínez 13 . Sin embargo de estos encargos, el éxito comercial de Juliá va a venir de la mano del retrato de estudio y más concretamente de las posibilidades que abría para su negocio la carte de visite. Fig.5 Caballo premiado en la Exposición agrícola Eusebio Juliá Albúmina, 1857 ER/ 43.97 Biblioteca Nacional de España 2. EL RETRATO FOTOGRÁFICO EN EL GABINETE DE EUSEBIO JULIÁ .... E l cuidado secular por ofrecer una imagen elegante del cliente, herencia del retrato pictórico español –por lo general distante y mayestático–, debía conciliar ahora la verosimilitud ineludible de la fotografía con el decoro exigido tradicionalmente. Ante esta dificultad, la formación y aptitudes artísticas de Eusebio Juliá, junto a su empeño por capacitarse en el aspecto tecnológico del negocio, conforman un exitoso producto de buen gusto que rebasa las descuidadas maneras de muchos establecimientos nacidos al calor de una industria emergente y cuya desidia emplea «los mismos indispensables muebles, consistentes casi de rigor en una cortina de mal gusto las más de las veces y peor colocada, una balaustrada, un velador, etc.; el estudio de las luces y la química eran el primero muy barato para ocuparse de él, el segundo muy difícil.» 14 A pesar de su expansión, conviene recordar que durante prácticamente todo el siglo XIX la fotografía se mantuvo como un artículo de cierto lujo que evoluciona dentro de un contexto de crecimiento industrial y que encuentra su caldo de cultivo en una sociedad preocupada por mostrarse a los demás en el esplendor de sus atributos morales y económicos. El burgués reconoce en la tarjeta-retrato el sustituto a la tradicional tarjeta de visita, que queda algo parca en relación al tamaño de su ego. Éste, al anunciarse ya no presenta sus credenciales en una anodina cartulina blanca en la que figura su nombre en solitario, sino que muestra su capacidad económica extendiendo una tarjeta con su efigie. En sus cartes de visite, Juliá dispone este mobiliario comedidamente en torno al retratado, desplegando un catálogo reconocible especialmente en su primer estudio de la calle de la Visitación – cuando dispone de menos enseres– que incluye una alfombra rayada y otra florida (figs. 8 y 31), un bufetillo (fig. 11), una tela de peculiar diseño floreado en el tapete del velador y los tapizados, y la consabida pero discreta cortina conjugada con balaustrada, columna, plinto o jarrón (fig. 6). En estos primeros años, la herencia de las escenas al daguerrotipo acentúa la sobriedad del conjunto con la utilización de fondos neutros, que tras el traslado a la calle del Príncipe se sustituyen en muchos casos por fondos pintados que recrean entornos bucólicos o ventanales abiertos al paisaje (fig. 7), auxiliados ahora por un mobiliario tan rico y abundante como su clientela. Fig. 6 Retrato masculino Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 34973 Museo del Romanticismo Fig. 7 Sebastiana Vaca, sus hijas y una nodriza Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1872 Colección Rosario Domínguez MartínSánchez, Madrid Estos elementos, atributos de prosperidad sin apenas cambio desde la codificación del retrato español en el siglo XVI, permiten al fotógrafo crear efectos de luz y situar la figura en el espacio, al tiempo que ofrecen un punto de apoyo al modelo para sostener la gallarda pose sin moverse durante el tiempo de exposición a la cámara (fig. 6). Vestido con sus mejores galas, la exhibición de la indumentaria constituye uno de los factores determinantes para el retratado, en especial para la mujer. Ha de lucir con gracia el perfil triangular que determina el miriñaque o el abultado polisón bajo las faldas de muchos fruncidos y de buenas caídas y calidades en las telas y hechuras –ya que el color no puede trascender más allá de diferentes tonalidades del sepia– y adornarse con un bonito peinado y un jugoso aderezo (figs. 8, 9 y 10). En ocasiones, la mujer española también gusta retratarse siguiendo la moda castiza que forman la mantilla y el abanico (fig. 31), y de esta guisa se exponen en el escaparate de Juliá «cincuenta retratos de señoras de nuestra aristocracia con la característica mantilla española» en 1876 15 . Fig. 8 y 9 Retratos femeninos Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860. Inv. 34974, Inv.35169 Museo del Romanticismo Fig. 10 Retrato femenino Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1870. Inv. 35214 Museo del Romanticismo Encontramos otros aspectos de género en el pequeño espacio de la carte de visite, que se hacen especialmente evidentes en los retratos de pareja; en muchos casos, la figura predominante del hombre aparece sentada mientras la mujer permanece de pie (fig. 11), e incluso mira sumisa al hombre, actuando como personaje secundario que no quiere robarle protagonismo, sino enfatizarlo con su reverencia (fig. 12). Fig. 11 Retrato de pareja Eusebio Juliá Carte de visite, ca.. 1860 Inv. 30290 Museo del Romanticismo Fig. 12 Fernando Ossorio y esposa Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 35234 Museo del Romanticismo Como hemos visto, la composición de la escena por el fotógrafo es muy similar a la del pintor de la época; sin embargo, el control que requiere el primero sobre el escenario difiere con el pintor en un aspecto crucial: debe dominar la iluminación ambiental durante la breve exposición del cliché fotográfico. La necesidad de luz empuja a las llamadas “galerías fotográficas” a ocupar los áticos de los edificios como hace Juliá, que reduce las horas de visita a las horas de luz matutinas, de 9 a 15:00 16 . Un amigo suyo le dedica un poema en el que alude a la ubicación del estudio de la calle del Príncipe: «Allá en la calle del Príncipe Imitando a la cigüeña un artista renombrado estableció su vivienda y sin embargo, que tiene cien peldaños su escalera le visitan hombres ricos y encopetadas duquesas ministros y diputados artistas y hombres de letras provincianos a porrillo menestrales y grisetas…» 17 Situados en sus luminosas atalayas, no todos los fotógrafos comparten el afán de Eusebio Juliá por «el estudio de las luces y la química» al que aludíamos antes; la merecida fama de sus retratos de celebridades, de niños y de grupos, respaldada por una constante renovación del escaparate de su negocio –hasta tres veces en 1877 18 –, tiene por base la mejora de su taller. Viaja por Europa e incorpora adelantos técnicos que a menudo investiga personalmente, en pos de una mayor nitidez en sus imágenes a menor coste 19 , como su celebrado método de instantaneidad en el retrato que acorta los tiempos de exposición 20 . En 1866 añade una sección de ampliaciones dedicada a realizar reproducciones y agrandar los retratos más pequeños 21 ; a este respecto se anuncia como el único representante en España del Dr. Monckhoven de Viena, inventor del famoso aparato de ampliaciones que el madrileño había perfeccionado «conforme al meridiano y clima de España.» 22 Sin perjuicio de estos adelantos técnicos, y teniendo presente que durante muchos años los retratos fotográficos coloreados son los más estimados y caros, Juliá asume el peso de la tradición pictórica sobre el retrato y responde a la demanda que exige el coloreado de las fotografías, incorporando en su taller a la pintura junto a las otras actividades de despacho, ampliaciones, paspartús y enmarcado 23 . El pintor se encarga de iluminar y añadir con el pincel las cualidades artísticas que se le niegan a la fotografía, «uniendo a la verdad de ésta la belleza del arte». 24 La producción de estas fotografías miniadas por Juliá es muy alabada en la época, y sus pintores –de finales de los sesentas conocemos los nombres de Daroca, Balaca, Camarón y Resals 25 – bien podían colorear por completo una figura a tamaño natural como la de Sebastiana Vaca y Mesa, esposa de Juliá, 26 o apenas realzar un retrato «que si me da la gana le dan encima unas cuantas pinceladas para que se destaque mi corbata de moda y los botones de brillantes que me regalé cuando pedí la mano de aquella ingrata.» 27 Fig. 13 Esperanza Juliá Vaca Eusebio Juliá Fotografía original y pintada al óleo, ca. 1875 Colección Mª Jesús Domínguez MartínSánchez, Madrid Si bien es cierto que los descendientes de Juliá atesoran varios retratos coloreados de Sebastiana y sus hijas que desprenden el aprecio que se debía tener en casa por estas fotografías iluminadas (fig. 13), cosa distinta es el llamado “retoque”, un recurso despreciado por Juliá porque desfigura la realidad, y «que si satisface y engaña a los profanos, repugna y hace sonreír a los entendidos», puesto que «de una muchacha fea podrá hacerse una muchacha bonita, si pide novio con mucha necesidad […] pero en tal caso, ella no será ella, será un ser fantástico expresamente fabricado para pescar incautos.» 28 Fig. 14 Retrato de niña Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 34955 Museo del Romanticismo Fig. 15 Lucrecia y Josefina Juliá Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1872 Colección Javier Domínguez Martín-Sánchez, Madrid Como hemos visto, los usos sociales del retrato fotográfico se multiplican con la carte de visite al poder guardar una copia para sí y tener varias más para su distribución; normalmente el círculo íntimo del retratado, familiar y amistoso, da cuenta de este sobrante. Tal sería el caso de los ejemplos privados referidos y en especial de los retratos de niños. En estos, el control sobre la escena se hace más difícil por la dificultad añadida de mantener a un niño quieto durante el tiempo de exposición a la cámara. «Como entonces la fotografía no era instantánea ni mucho menos, era difícil retratar a los niños y aun a muchas personas mayores inquietas y nerviosas. Juliá hizo su especialidad de los retratos de niños: no quedó niño en Madrid que no pasara por su fotografía. Con esto ganó lo que quiso, como suele decirse.» 29 Como rememora Jacinto Benavente, Juliá cosecha una gran fama en este registro –en buena medida al rebajar los tiempos de exposición como dijimos– y «consiguió que desapareciese el rótulo primitivo de “No se retratan niños” de los estudios.» 30 Su especial habilidad con los infantes puede advertirse en el temprano retrato de niña del Museo del Romanticismo (fig. 14) o en los numerosos que realizó de sus hijas Lucrecia, Josefina y Esperanza (fig. 15). En ocasiones, el objeto de visitar al fotógrafo se debe al deseo de inmortalizar un hecho significativo como puede ser el nacimiento de un hijo u otro evento religioso u oficial –aunque poco a poco la visita al estudio se convierte en un rito per se–; tal es el caso del retrato enmarcado de grandes dimensiones de los representantes del notariado español que conserva el Museo del Romanticismo (fig. 16). La fotografía es tomada en junio de 1866 en el estudio de la calle del Príncipe con ocasión de la súplica que había hecho este grupo ante las Cortes para exigir la publicación de un complemento a su Ley orgánica de 1862 31 . Juliá coloca a los censores y decanos en tres filas creando un semicírculo en una disposición armoniosa; los retratos de grupo requerían de una habilidad compositiva que el fotógrafo resuelve en este caso con gran manejo del oficio. Fig. 16 Retrato de los representantes del notariado español Eusebio Juliá Albúmina, 1866 Inv. 1349 Museo del Romanticismo En el negocio de Juliá sobrevuela un uso lúdico manifiesto que va aparejado al nuevo invento fotográfico. Tal y como anuncia su Almanaque para 1873, junto a la posibilidad de retratarse en todos los tamaños y seis clases de retratos, ofrece también vistas primorosas para estereoscopio «de Constantinopla, Palestina, Italia y sus museos, Alemania, Suiza, Francia, etc.», mientras en el escaparate lucen entre otros una «colección de bodegones de original gusto» (fig. 17) o hermosos retratos de niños en Carnaval 32 (fig. 13), y sobre todo brillan los retratos de desconocidos y famosos que congregan a una multitud de curiosos que juzgan sin rubor los rostros, los atuendos y de paso las conductas, de aquellos que se arriesgan a que su figura sea mostrada en el portal, comprada, intercambiada y manoseada por cualquiera, expuesta a los ojos de los mirones de escaparates, tal y como narra Manuel Ossorio y Bernard en su Viaje crítico alrededor de la Puerta del Sol: «La curiosidad, madre de todos los vicios, suele reunir constantemente en las portadas de las [casas de] fotografías a esa población despreocupada y trivial a la que se encuentra en todas partes, menos en los sitios donde se rinde culto al trabajo. […] Haría interminables mis observaciones si me detuviera junto a todos los grupos allí apostados, sorprendiera todos los diálogos y multiplicase las citas que allí se escuchan. Las paredes del portal están literalmente cubiertas de retratos, figurando entre los retratados todos los que por cualquier título han sido reputados por el fotógrafo dignos de la exhibición. Políticos, oradores, magistrados, militares y poetas; mujeres hermosas o que creen serlo, niños con juguetes, con caballitos o con trajes de máscara; niños muertos; niños con sus amas; amas con sus soldados; soldados con su uniforme, todas las clases, todas las fortunas han sido iguales ante el colodión y el nitrato de plata. Todos igualmente motivan groseras o delicadas frases, justas o inoportunas observaciones […] Pero, dejemos que murmuren los curiosos en el portal, tomemos aliento y dispongámonos a subir doscientos cuarenta peldaños, que separan a la galería fotográfica del pavimento común de todos los habitantes y transeúntes de Madrid.» 33 Fig. 17 Bodegones Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Colección Rosario Domínguez Martín-Sánchez, Madrid Esta moda suscitada por los retratos, unida a la reproducción que permite el medio, desemboca en una afición por coleccionarlos, especialmente las manejables cartes de visite cuyo soporte de cartulina palia la fragilidad del delicado, fino y de poco gramaje papel a la albúmina sobre el que se fija la fotografía, favoreciendo el intercambio y regalo de las mismas. Esta ventaja evidente que ofrece su manejo con soltura y sin miedo al deterioro, propicia la moda de reunir e intercambiar las tarjetas-retrato que se adquieren en los estudios fotográficos, en librerías y quioscos e incluso –debido a su reducido tamaño y precio– por correo desde provincias. Hay que tener en cuenta que la prensa no tenía capacidad para la reproducción de fotografías, lo que hace que estas tarjetas no encuentren rival como objeto de entretenimiento. El coleccionismo de cartes de visite alcanza gran popularidad en salones y cafés; se introduce en las tertulias donde se intercambia y se muestran las colecciones, favoreciendo su organización en álbumes confeccionados por el coleccionista. «¿Sabéis queridos lectores míos, cuál es la cosa más en moda por el momento entre la buena sociedad de la corte? Pues son los pequeños retratos en fotografía llamados por los franceses portraits-cartes. Todo el mundo tiene el suyo, y lo da y lo pide a los demás. Niñas de quince abriles que lo negarían a su amante si se lo exigiera al óleo o en miniatura, no tienen inconveniente en concedérselo a cualquiera fotografiado. Mujeres casadas, de virtud reconocida, no vacilan en entregar su imagen a sus adoradores como a los indiferentes. […] La moda de los retratos ha producido la moda de los álbumes fotográficos. Cada señora elegante tiene el suyo. Cada fashionable, cada dandy quiere tenerlo.Y en ellos no figuran solo los amigos y los conocidos, sino que tiene cabida todo el mundo. La hermosa al lado de la fea; la cantatriz haciendo pareja con la duquesa; el poeta con el banquero; el ministro con el periodista; nuestras glorias y nuestras miserias; nuestro pasado y nuestro porvenir; ya lo he dicho: todo. Lo que importa, lo que se desea, es tener una colección notable, lo que se llama un álbum rico.» 34 La base de cartulina de estos retratos-tarjeta se presta además a otros entretenimientos. Si el fotógrafo tiene a bien estampar su nombre en el anverso bajo el retrato y deja el reverso en blanco, el dueño de la car tulina puede dedicar la fotografía, escribir alguna líneas o incluso participar en nuevos juegos que a veces reciben las críticas de los más escépticos, pero que sin duda animan a agudizar el ingenio a los que compiten por retratar a los madrileños: «Un fotógrafo ha concebido la idea de la invención siguiente: Hacer unas tarjetas, en cuyo dorso consten impresas las siguientes palabras: Edad. Fortuna. Esperanzas. Profesión. Carácter. Cuando uno quiere enviar su retrato a una muchacha, se llena el cartón así preparado, y que tiene todo el aspecto de un antiguo pasaporte. Véase como: Edad: veintiocho años. Profesión: empleado con cinco mil reales y manos puercas. Fortuna (la que se quiera) en renta diferida. Esperanzas: un tío en Indias, que padece de hidropesía y a quien se llevará muy pronto Pateta, el cual reúne en sonantes peluconas… eche Vd. peluconas. Carácter: miel y ambrosía. Véase, pues, como este procedimiento es sencillo y sumamente cómodo.» 35 La carte de visite hecha en la capital española, en su escenografía y tratamiento general, es deudora – como hemos visto en la producción de Juliá– de la influencia innegable de su creador, el francés Disdéri, cuya obra más influyente, El arte de la fotografía (1862), se anuncia en España el mismo año de su publicación 36 . No obstante, para los fotógrafos madrileños es aún más decisivo su paso por la capital en 1864 37 ; aquí se instala de septiembre a diciembre en el establecimiento que le cede el conde de Vernay en la calle de Pontejos, nº 6 38 . Regresa un año más tarde de febrero a mayo –dejando una sucursal con su nombre en funcionamiento hasta 1867– y ofrece sus servicios en un estudio de la calle del Príncipe, nº 14 39 , es decir, en la misma calle en la que se encuentra el negocio que ocupa Juliá desde el año anterior. Disdéri modela el estilo de retratar de muchos fotógrafos patrios, incluido Juliá, en quien además ejerce de guía en la creación de una galería de contemporáneos célebres, una de las empresas en que más empeño emplea y que más éxito va a retribuir a nuestro fotógrafo. 3. LA GALERÍA DE ESPAÑOLES CÉLEBRES DE EUSEBIO JULIÁ EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO .... «En su larga práctica del ejercicio de la fotografía, cuyos adelantos ha seguido paso a paso, aplicándolos con tanta inteligencia como perseverancia, el Sr. Juliá ha tenido enfrente de sus objetivos a cuantas personas figuran o han figurado en los últimos veinte años, distinguiéndose en todas las altas esferas sociales. Hombres políticos, artistas, militares, sabios, literatos, magistrados y todos los que se han distinguido por algo, inclusas las mujeres que descuellan por su hermosura, han venido con el tiempo á formar lo que un diario llama, con mucha razón, una verdadera “galería de notabilidades contemporáneas”.» 40 L a afición del ciudadano del siglo XIX por coleccionar las efigies fotográficas de las personas célebres de su tiempo, es heredera del gusto tradicional de hacer lo propio con las estampas de personajes públicos. En origen, éstas se ofrecían como espejo de virtud a las masas, ya que desde tiempos del tratadista Aretino se exigía gran cuidado en conceder el honor de pasar a la posteridad sólo a quien fuera merecedor de él 41 , si bien es cierto que el círculo se fue ampliando debidamente justificado por la moda del momento, que gustaba del noble y a veces también del desdichado 42 . Este interés se había explotado años antes por la prensa, que al margen de otros coleccionables en forma de enciclopedias o almanaques, ofrece a sus lectores la posibilidad de suscribirse a las entregas de personajes famosos en las que se incluyen biografía y retrato estampado 43 . Barata y fácilmente reproducible como la estampa, la carte de visite encuentra su nicho en esta fiebre coleccionista ofreciendo conjuntos coherentemente agrupados. Aunque las primeras colecciones fotográficas que surgen en España no son de retratos, sino de álbumes de vistas 44 , una de las fórmulas que más éxito alcanza en el siglo XIX es la serie de protagonistas de la actualidad. Los escaparates de los comercios de la Puerta del Sol exhiben desde fecha temprana los retratos de artistas firmados por Eusebio Juliá, hablándose en 1861 de cerca de cien retratos de escritores, con la intención de completar también el catálogo de los actores del momento 45 . Este mismo año, Juliá emprende un viaje a París y Londres con la determinación de adquirir los aparatos y conocimientos necesarios para estar a la altura de los adelantos fotográficos que se están dando en el extranjero 46 , resuelto a confeccionar una galería de artistas españoles semejante a la de Disdéri: verá la luz en 1862 con el nombre de Galería biográfica de españoles célebres, una recopilación de retratos de personajes notables con sus correspondientes biografías a 6 reales 47 . Como hará en la edición de lujo del Almanaque de E. Juliá para 1873 –cuyo formato es la llamada tarjeta americana o carte de cabinet– Juliá opta casi siempre por los retratos ovales de busto, y así encontramos varios de esta serie de los sesentas en su versión carte de visite en el museo Lázaro Galdiano de Madrid 48 . Su constancia en retratar a los personajes públicos durante toda su carrera se une al cuidado en conservar un esmerado registro de esta colección, conformando un excepcional y «verdadero museo de celebridades españolas» aunque, como intuye Benavente muchos años después, «es de temer que nadie se haya acordado de recogerla y catalogarla». 49 El primero de los protagonistas de esta galería de contemporáneos célebres de Juliá en el Museo del Romanticismo que ahora nos disponemos a desgranar es el general Juan de Zabala y de la Puente (1804–1879) (fig. 18). Su participación distinguida en la Guerra de África (1859-1860) le granjea la fama pública y el reconocimiento oficial, obteniendo el marquesado de Sierra Bullones en honor a su victoria en la batalla del mismo nombre, así como la medalla de África y la placa de la gran cruz de la real y militar orden de San Fernando que luce en el pecho –arriba, centro y derecha respectivamente– por lo que podemos fechar este retrato a su regreso de la contienda 50 . Catorce años después, cuando Zabala es nombrado ministro de la Guerra con la República, La ilustración española y americana –con la que Juliá colabora habitualmente– toma esta fotografía como modelo para estampar su busto en la portada 51 (fig. 19), pues era una práctica usual a partir de los años sesentas cincelar el grabado a partir de una fotografía, ya que de esta manera la estampa se presumía más veraz y no sólo fruto del recuerdo o la habilidad del artista. Fig. 18 General Juan de Zabala Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 30097 Museo del Romanticismo Fig. 19 La ilustración española y americana, 15 de marzo de 1874 Biblioteca del Museo del Romanticismo . Un caso similar es el del general Manuel Pavía y Rodríguez de Alburquerque (1827-1895), famoso por liderar el golpe de estado contra la República en 1874, a quien Juliá retrata hacia 1870 antes del levantamiento, portando la placa y la banda de la gran cruz de la orden del Mérito militar con distintivo rojo que le había sido concedida en 1869 (fig. 20). El ejemplar que conserva el museo está dedicado a su amigo José López Domínguez, general de Estado mayor en 1872. Cuando La ilustración española y americana retoma la fotografía de Juliá como modelo para su retrato, el grabador opta por bajarle los brazos enseñando mejor las condecoraciones, incluida la placa de la real y distinguida orden de Carlos III 52 (fig. 21). Fig. 20 General Manuel Pavía Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1870 Inv. 30091 Museo del Romanticismo Fig. 21 La ilustración española y americana, 1 de marzo de 1873 Biblioteca del Museo del Romanticismo Un ejemplo más de aquéllos militares que desfilan frente a la cámara de Juliá es el general Miguel de la Vega-Inclán y Palma, primer marqués de la Vega-Inclán (1829-1884) (figs. 22 y 23). El marqués, cuyo hijo Benigno y segundo marqués de la Vega-Inclán será el fundador del Museo del Romanticismo, se yergue con gallardía en las dos imágenes que conserva este museo –una carte de visite de más de medio cuerpo y la más grande tarjeta americana para la de cuerpo entero– tomadas el mismo día de 1867 53 , mostrando la placa de la gran cruz de la real y distinguida orden de Carlos III que se le había concedido en octubre de ese año. Fig. 22 y 23 General Miguel de la Vega-Inclán Eusebio Juliá Carte de visite y tarjeta americana, 1867 Inv. 30514 e Inv. 30823 Museo del Romanticismo Juliá retrata a los personajes más distinguidos, y la fama creciente de su Galería le acerca al privilegio de retratar a la corona; tras el fallecimiento del fotógrafo de cámara Clifford en 1863 corre el rumor en la prensa de que Juliá le sucederá en el cargo 54 . Figuras tan principales como los reyes debían constar en el catálogo que ofreciera todo gabinete fotográfico que se preciase –generalmente miniados y con un rico enmarcado, como el de la reina en la colección Anes (fig. 24)– y así Juliá anuncia en prensa los de la reina Isabel II y el rey consorte en 1865 55 y el de Alfonso XII en 1877 56 . Fig. 24 Reina Isabel II Eusebio Juliá Albúmina coloreada al óleo, ca. 1865 Colección Excmo. Sr. D. Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón La peculiaridad del retrato que le toma Juliá a Amadeo Ferdinando María de Saboya (1845-1890) (fig. 25), elegido rey de España el 16 de noviembre de 1870, estriba en que el futuro Amadeo I posa en el estudio de la calle del Príncipe pocos días antes de su nombramiento, aún como duque de Aosta, y así se anuncia en prensa: «Retrato del Duque de Aosta. Gran Fotografía de E. Juliá, Madrid. Los vende de todos tamaños. Remite a provincias a quien mande 9 sellos de 50 milésimas. Vende clichés a los fotógrafos a 100 reales uno, franco de porte. Hay también el de su esposa, con iguales condiciones.» 57 Al día siguiente los detractores del candidato turinés publican con sorna la noticia de que se ha encargado sacar a Juliá 25.000 retratos de Amadeo, o incluso 100.000 58 . No obstante, no pudieron impedir el ascenso de Amadeo, y la carte de visite de Juliá compite con las de Heraclio Gautier (fig. 26) y Jean Laurent 59 como duque de Aosta, y las de Martínez de Hebert o Laurent como monarca (figs. 27 y 28). Amadeo de Saboya y las Cortes que le sustentan son conscientes de la debilidad de su candidatura – como se demostró a la postre– por lo que la habitual cuantía de retratos protocolarios de un nuevo gobernante se amplía exponencialmente con las pequeñas y atractivas cartes de visite; conocedores de su poder de difusión, se explica este trasiego por los estudios de los más reputados fotógrafos de la cor te. Fig. 26 Duque de Aosta Heraclio Gautier Carte de visite, 1870 Colección particular Fig. 25 Duque de Aosta Eusebio Juliá Carte de visite, 1870 Inv. 30090 Museo del Romanticismo Fig. 27 Rey Amadeo I Pedro Martínez de Hebert Carte de visite, 1871 Colección particular Fig. 28 Rey Amadeo I Jean Laurent Carte de visite, 1871 Colección particular Las tarjetas-retrato no sólo están a la vista de quien quiera comprarlas, sino que uno de los mayores entretenimientos de quien no podía hacerlo es, como hemos visto, agolparse en los escaparates para verlas. Los que pueden hacerse con ellas, las guardan en sus álbumes donde reyes y príncipes se codean con otras gentes del espectáculo como actores y bailarinas. Hemos enumerado el catálogo que de estos últimos tenía Juliá en venta, lo que nos da una idea del éxito que gozan los actores, músicos o cantantes. Fig. 29 Ernesto Rossi Eusebio Juliá Carte de visite, 1868 Inv. 35178 Museo del Romanticismo Fig. 30, Joaquín Arjona, Victorino Tamayo y Fernando Ossorio Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 30288 Museo del Romanticismo Fig. 31 Josefa Palma Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 35221 Museo del Romanticismo En este grupo de actores que hemos logrado identificar, se encuentra uentra el italiano Ernesto Rossi (18281896) (fig. 29), llegado a Madrid en 1866 para representar Hamlet en el teatro de la Zarzuela, regresando en 1868 para actuar en el mismo teatro a partir del 25 de mayo. Es seguramente en este segundo viaje cuando Juliá le fotografía, ya que expone su retrato en el escaparate en julio 60 y lo presenta en la Exposición de Zaragoza en octubre de ese mismo año 61 . La fama de que disfruta Rossi se inscribe en la inmensa parcela de entretenimiento que supone el teatro decimonónico, y Juliá, que curiosamente tiene su establecimiento de la calle del Príncipe contiguo al teatro Español, es hábil empresario y sabe aprovechar desde los inicios de su carrera el atractivo que suscitan los actores. Tal es el caso de la carte de visite del actor Fernando Ossorio (1820-1862) (fig. 30), al que ya hemos visto retratado por Juliá junto a su solícita esposa, hermana de Mariano de Larra (fig. 12), y que aquí aparece sentado de nuevo, esta vez junto a los actores Joaquín Arjona –a la izquierda– y Victorino Tamayo – en el centro. Se suma a este grupo el retrato de la actriz Josefa Palma de Romea (1830?-1897) (fig. 31), esposa del también actor Florencio Romea, con chal, abanico y mantilla española 62 . Fig. 32 Dos escenas de la zarzuela Una vieja Eusebio Juliá Carte de visite, 1861 ER/521.53 y ER/521.61 Biblioteca Nacional de España Numerosísimos más son los actores y cantantes que se retratan en el estudio de Juliá –e incluso el mismo fotógrafo aparece entre ellos en alguna ocasión 63 –, vestidos con su mejor atuendo o caracterizados como sus personajes sobre las tablas, y a veces en grupo interpretando alguna escena representativa de las obras teatrales o zarzuelas; éste es el caso de Una vieja (1860) de Camprodón y Gaztambide en el teatro de la Zarzuela, para la que los actores Trinidad Ramos, Manuel Sanz, Ramón Cubero y Francisco Arderíus condensan en dos escenas la transformación de una vieja en una hermosa joven 64 (fig. 32). «Llaman mucho la atención pública las bellas fotografías que el Sr. Juliá tiene expuestas en los sitios principales de la corte. Unas representan varias situaciones de la zarzuela titulada Una vieja y un retrato de la señorita Ramírez en su papel de El primer vuelo de un pollo.» 65 Muchos fotógrafos, conscientes del éxito de este formato de la carte de visite y siguiendo la moda iniciada en Francia –especialmente tras el famoso Panthéon del fotógrafo y dibujante Nadar– empiezan a comercializar caricaturas fotográficas. Por citar un ejemplo de la recepción de esta modalidad de carte de visite en nuestro país, el Museo de historia de Madrid conserva una importante colección de caricaturas de toreros, actores y políticos distribuidas por Laurent. Eusebio Juliá, siempre atento a las novedades que llegan de París e incorporan en España sus directos competidores, introduce este tipo de dibujos satíricos en su negocio en la década de los sesentas. El Museo del Romanticismo conserva dos caricaturas de la casa Juliá realizadas por Antonio Cendón Murguía (1839–1863). Natural de Carballino, este orensano colorea fotografías y adquiere fama con sus caricaturas que luego Juliá fotografía y adhiere a las cartulinas. La mordacidad de Cendón atiza tanto al noble como al actor de teatro: aquí dos mujeres que hacen acrobacias sobre los caballos del circo y la burlesca figura de un payaso. Son los tiempos en que los espectáculos ecuestres y gimnásticos congregan a una multitud de madrileños y las intrépidas y bellas amazonas provocan discusiones entre sus acérrimos partidarios; tal es el caso de Leopoldina Gartner, amazona del Circo de Price creado en 1859, a la que vemos caricaturizada en la figura de la derecha (fig. 33). Sus rasgos son reconocibles en una fotografía tomada por Juliá que conserva la Biblioteca Nacional 66 , en la que aparece junto a la popular María Kennebel, quien tenía dividido al público del Price entre su admiración por la destreza de la Kennebel y la hermosura de la Monfroid; bien podría ser la amazona de la derecha en el dibujo de Cendón. Respecto a la caricatura del payaso, en el Circo de Price triunfan en estos años los clowns Whittoyne, Secchi y Alfán, de cuyos dos primeros existe una fotografía en la Biblioteca Nacional con el mismo maquillaje y peinado del dibujo de la caricatura de Cendón 67 (fig. 34). Fig. 33 Amazonas del Circo de Price Antonio Cendón y Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 34914 Museo del Romanticismo Fig. 34 Clown del Circo de Price Antonio Cendón y Eusebio Juliá Carte de visite, ca. 1860 Inv. 34917 Museo del Romanticismo En el retrato de grupo en el que figuran Juliá junto a sus empleados del estudio de la calle de la Visitación (fig. 3), destaca a la derecha precisamente Cendón con un gran cuaderno de dibujo abierto por una caricatura del mismo estilo que las conservadas en el museo. De él se dice en prensa que es «un miniaturista de mucho mérito, como lo prueban sus trabajos que se ven aún en las muestras del fotógrafo E. Juliá. Las primeras caricaturas fotográficas que aparecieron en Madrid fueron debidas a su ingenioso lápiz y han abierto un nuevo campo a la especulación de sus imitadores.» 68 Aunque en realidad las pretensiones artísticas del joven y atormentado Cendón se habían visto frustradas a su llegada a Madrid hasta el punto de aceptar el trabajo entonces poco considerado de iluminador de fotografías: «Ocupábase entonces nuestro amigo, en uno de esos trabajos penosos y tristes para el artista, pero que al fin le permitían librarse de las estrecheces y miseria de otros tiempos. ¡Miniaba fotografías!... Una mañana, estando en el gabinete de Juliá, para quien trabajaba como el forzado en sus galeras, vio sobre una mesa el retrato de un hombre político, a la sazón muy nombrado, y entre burlón y desdeñoso, conociendo la insuficiencia del sujeto y lo grande de su fama, ocurriósele hacer su caricatura. Cogió el lápiz y al poco tiempo estaba hecho. Sobre un cuerpo liliputiense, se erguía la cabeza de triples dimensiones y que sin ser un retrato ni lo que se dice una caricatura, tenía de una y de otra, pues conservaba exagerándolos, los rasgos característicos de la fisionomía reproducida. Agradó mucho el ensayo y de un hombre político se pasó a otro, de este a un escritor, y del escritor al artista. ¡Toda una galería de celebridades! Que una vez muerto Cendón, ya no hubo –aunque lo intentaron algunos– quien lo prosiguiese con igual fortuna.» 69 Cuando disfruta del éxito de sus dibujos, para su desgracia –y la de Juliá– Cendón muere el 9 de marzo de 1863 a los 24 años de edad. 4. JULIÁ FOTÓGRAFO Y EMPRESARIO DE ÉXITO .... E usebio Juliá no es solamente un excelente fotógrafo reconocido por su tiempo, sino que destaca por haber sido capaz de levantar en poco años un negocio de éxito. Su clientela es muy numerosa ya en su primer establecimiento de la calle de la Visitación –de 1855 a 1864– hasta el punto que desde 1862 anuncia durante varios años la destrucción de los clichés para hacer sitio en su galería 70 . La prosperidad de su empresa le permite, como hemos visto, trasladarse el primero de abril de 1864 a un nuevo establecimiento acondicionado al efecto en la calle del Príncipe, 27, en la esquina opuesta al anterior. 71 Este nuevo local se adecúa a la mayor clientela de la que ahora goza, y de él se alaba no sólo la distribución, sino también «la sencillez y el buen gusto de las habitaciones preparadas para descanso y recreo de las muchas personas que allí concurren.» 72 En el Almanaque de E. Juliá para 1873 se nos describe con sorna el cotidiano desfile de los que allí se retratan: «VanitasVanitatum (Una hora en casa de Juliá). La sala de la Galería está llena de gente, a guisa de antesala de ministerio, esperando la vez, como los aguadores en las fuentes. Le toca el turno a un caballero que pesa dieciocho arrobas, y por su volumen con trabajo cabe en la placa, sale perfecto el retrato; tan perfecto que parece el cerdo de San Antón; y el obeso caballero hace un gesto de disgusto, mirando de reojo al artista, en vez de mirarse al espejo. Ocupa después el banquillo del tormento una viejecilla descarada excesivamente flaca y con más afeites, que la vidriera de una perfumería; se hacen varias pruebas, y aunque la señora se coloca siempre de frente, por la ausencia de sus carnes sale de perfil, y ella reniega de Juliá en vez de renegar de su persona. Una señora exige que salga parecida una monumental cadena con que sustenta su reloj; la cadena es acaso su facción más pronunciada y pretende que por ella le conozcan. Aquella joven que pone los ojos muy tiernos, está en vísperas de casarse, y antes de entregar el original quiere dar la copia, sin duda para que su futuro se vaya acostumbrando a ella. ¡Cuántas dan su corazón como su retrato, teniendo de ambos muchos ejemplares! Un mocito se coloca en actitud que cree académica, contra las observaciones del retratista, y como los pies y las manos quedan fuera de foco, saca unas extremidades mayúsculas y se enoja por no confesar su ignorancia. Una mamá cariñosa se cuela de ronda en el taller con su esposo, su hermana, su suegro, su primo y sus siete hijos, y se empeña en que todos han de entrar en una tarjeta para conservar el grupo; ¡a real por barba! Juliá se ríe y copia aquel hormiguero que sale microscópico, como salieron de un pedazo de paño las caperuzas que el sastre presentó a Sancho Panza. Entra enseguida un gallego, que ha dejado la cuba hace pocos días y hace la heroicidad de gastar cuarenta reales por enviar su facha a la marusa que quedó en la tierra; Juliá le sienta, y aquel se escama; quiere sujetarle la cabeza con el arco de hierro que asegura la inmovilidad, y el gallego, se levanta asustado; logra por fin convencerlo y se está sujeto, muy quieto, ofreciendo al objetivo una cara que no es la suya. El artista prepara la plancha y coloca la máquina apuntando a la cara, pero el gallego, al ver el cañón de metal se pone en pie despavorido, abre los brazos, echa a correr y rueda los escalones diciendo a gritos: ¡Demonio! ¡Agarrotarme, pase! ¿Pero afusilarme? ¡Ni pur piensu! Un quídam pide que se vea todo el chaleco, porque presume de tener buena cintura; otro quiere retratarse casi de perfil, porque le falta un ojo o por tapar un chirlo de la mejilla, cuando estos defectos son las señas particulares que los da a conocer en sus cédulas de vecindad; ésta desea sacar los ojos muy grandes y abre tanto los suyos que parece una loca; aquella encoger los labios para lucir la boca pequeña; y luego todos, en general, en cuanto se sientan cambian de cara, y echan luego la culpa a la máquina, que copia sólo lo que le dan. Nadie quiere ser como es; no parece sino que el hombre se propone elevar una protesta contra la naturaleza por los errores y pretende que el arte corrija sus hechuras. Dicen las gentes que los explotadores del invento de Daguerre se hacen ricos a poca costa. ¡Ah! ¡No ven la riqueza por dentro! Esta industria, como todas la industrias tiene sus grandes amarguras; el fotógrafo lucha con el peor enemigo del hombre; ¡con la vanidad!» 73 En su tienda puede adquirirse todo tipo de materiales necesarios para la fotografía 74 , además de, aprovechando su experiencia, organizar por encargo galerías para otros fotógrafos. Tomando ventaja de la privilegiada situación de su estudio en Madrid, vende sus clichés y los de otros que compra de personajes conocidos del extranjero, a provincias 75 , y ofrece un servicio completo como se lee en sus etiquetas: «Retratos de todas clases, tamaños y formas. Se hacen sobre lienzo y coloridos al óleo, en tamaño natural, aunque sea reproduciéndolos de una fotografía pequeña. Se pintan los hechos en otro establecimiento. Se hacen en transparencia para miradores y pantallas sobre jarrones, copas y pañuelos y publicaciones sobre madera y piedra.» «Por ejemplo, ¿conserva Vd. un daguerrotipo u otro cualquier retrato, por pequeño y viejo que sea, de una personita que se le murió a Vd.? Corriente. Se lo envía usted a Juliá y se lo saca vivo y coleando, de cualquier tamaño, hasta del natural, como si esa persona asistiera todavía a tomar leche merengada en el antiguo café de Pombo.» 76 A mediados de los sesentas su negocio es tan floreciente, que incluso se atreve a desmarcarse de gran par te de los fotógrafos de Madrid, no exigiendo el pago por adelantado 77 ; los ingresos siguen aumentando y se embarca en la copropiedad de varias empresas 78 .También representa a la casa Ross de Londres – distribuidora de los mejores objetivos del momento– a la berlinesa Beyrich, actúa de proveedor de artículos de París, Dresde y Múnich 79 , e incluso se permite abrir en 1870 una sucursal parisina en el 50, Faubourg Saint Denis, «con fábrica especial de aparatos de fotografía y depósito de lunas de la gran fábrica de Saint Gobain et Circy.» 80 Como profesional respetado de la fotografía, cosecha numerosos premios nacionales e internacionales en las exposiciones de París (1867 y 1878 81 ), de Zaragoza (1868), el de la Sociedad Económica Matritense (1869), la medalla de tercera clase del Fomento de las Artes en Madrid (1871) 82 , una medalla de distinción en Valladolid (1871) 83 y Viena (1873 y 1879 84 ), que invaden paulatinamente los reversos de sus cartes de visite (ver anexo). A estos méritos se suman encargos singulares como la invitación del embajador de España en París para fotografiar la inauguración del Canal de Suez 85 , así como los reconocimientos personales en forma de condecoraciones: la encomienda ordinaria de primera clase de la real y distinguida orden de Carlos III, la de número de la real orden de Isabel la Católica, la cruz de la orden del Cristo de Por tugal, y la de primera clase de la orden civil de María Victoria 86 . Su relevancia en los círculos humanistas madrileños, más allá de su pertenencia al sindicato de fotógrafos 87 , se constata en su adhesión a varias sociedades científicas y literarias, en especial la Sociedad Económica Matritense, creada en 1775 para promover la agricultura, la industria y oficios 88 , y otras como la Sociedad de agricultura y aclimatación de España 89 , la Junta de Fomento de la Exposición Nacional celebrada en Madrid el año 1873, la Junta de Fomento de la empresa de exposiciones de Madrid 90 , la Junta Directiva de la Sociedad de Escritores y Artistas 91 y la Philotechnique de Francia 92 . A los cincuenta y cinco años, en 1881 Eusebio Juliá decide traspasar el negocio –que había consolidado durante los últimos veintiséis años de su vida– a Francisco Amayra y Bustillo 93 , dado que ni sus hijas Lucrecia, Esperanza y Josefina, ni su esposa Sebastiana Vaca, quien le había ayudado a apuntalar el negocio, toman el relevo que cede Juliá 94 . A partir de entonces, el fotógrafo jubilado dedica sus esfuerzos a las empresas que hemos repasado, hasta su muerte en Madrid el 5 de enero de 1895. 95 «Para buena galería / la del señor Juliá; como su fotografía / ni se vio ni se verá. El de más vulgar figura / y el de más mezquino traje de aquella cámara oscura / sale todo un personaje. Cuantos a su dueño tratan / le subliman como es justo y sólo allí se retratan / las personas de buen gusto.» 96 1 Nació el 25 de marzo a las 5:30 en la casa familiar de la calle de Santa María, y fue bautizado al día siguiente en la parroquia de San Sebastián. Su padre fue Eusebio Juliá Rivera, músico de profesión –nacido el 10 de noviembre de 1792 y víctima del cólera el 15 de octubre de 1865–casado en segundas nupcias con Josefa García –bautizada en la parroquia de San José de Madrid; tuvieron nueve hijos, siendo el futuro fotógrafo el cuarto en nacer. Fueron sus abuelos paternos Vicente Juliá y Magdalena Rivera, ambos naturales de Madrid, y los maternos Juan José García y María Álvarez, de Argamasilla de Alba y Madrid respectivamente. Archivo de la parroquia de San Sebastián. Nacimientos, tomo LXVIII, f. 128; y etiqueta manuscrita del fotógrafo, adherida al retrato de su padre en la colección Javier Domínguez, Madrid. Desprovistos de estudio alguno sobre la vida y obra de Eusebio Juliá, la gran mayoría de los datos sobre el fotógrafo y la identificación de los retratados que ofrece este artículo se han de considerar, para su aprobación o censura, como inéditos. 2 En el conservatorio estudió oboe con el profesor José Álvarez, clarinete con Antonio Romero y armonía con Indalecio Soriano Fuentes. Juliá supo aprovechar las enseñanzas familiares y del conservatorio para alcanzar primeros puestos en las orquestas que dirigían Daroca, Arche u Obejero y sucedió a su padre como instrumentista en el cuerpo de alabarderos. En el Almanaque de E. Juliá para 1873 Antonio de Trueba le recuerda como su joven vecino de la calle de Santiago nº 9 que le atormentaba con sus ejercicios de oboe. 3 Eusebio Juliá asistió desde 1838 a 1843 a la Escuela de dibujo que en la calle Fuencarral tenía la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, aprendiendo principios con Carlos Blanco y extremos con José Castelaro Perea. Archivo de la Real Academia de BB. AA. de San Fernando, leg. 5-50-1, pp. 1 y 2. 4 El Imparcial, Madrid, 31 de mayo de 1886, p. 5. 5 La Época, Madrid, 26 de abril de 1855, p. 4. 6 La Libertad, Madrid, 13 de noviembre de 1864, p. 3. 7 Sobre la familia palentina de Sebastiana, ver Linajes de la Corona de Aragón, tomo I, Huesca, Viuda de Leandro Pérez, 1918, p. 289. En estos momentos, los ingresos conocidos de Juliá provenían de su actividad como administrador de libros, véase Diario Oficial de Avisos de Madrid, Madrid, 20 de julio de 1855, p. 3, y López Mondéjar, Publio: Las fuentes de la memoria, Barcelona, Lunwerg, 1989, p. 219. 8 Ruiz Aguilera, Ventura: Almanaque de E. Juliá para el año 1874, Madrid, Eusebio Juliá, 1873, p. 78. Cuando en 1864 se anunciaba la venta del inmueble en prensa, se habla de una habitación, talleres y galería, todo independiente en cuatro pisos (ver nota 71). En la Biblioteca Nacional de España puede verse el modesto espacio donde retrataba, iluminado por ventanales en techo y pared (colección Manuel Castellano, ER/512-45). 9 La BNE conserva la fotografía de su plantilla anterior a 1863 en la que aparecen numerados Juliá (nº 3), su esposa Sebastiana (7), el caricaturista Cendón –que muere en 1863– (5), dos ayudantes –Manuel (8) y el apodado “El Gallego” (4)–, una criada (6) y un criado (2), junto al actor de zarzuela Ramón Cubero (1) (BNE, col. Manuel Castellano); mientras en la de 1878, tomada el día de su cumpleaños celebrando los veintitrés años del negocio, son ya nueve los empleados más un aprendiz (col. Javier Domínguez Martín-Sánchez, Madrid). En 1861 buscaba varios «operarios para fotografía» con «garantías, educación y actividad» y también «algún joven que quiera estar en clase de aprendiz». Diario oficial de avisos de Madrid, Madrid, 23 de mayo de 1861, p. 4. 10 La Correspondencia de España, Madrid, 24 de mayo de 1860, p. 4. Juliá siguió anunciando la venta de imágenes de «animales y objetos de la naturaleza» durante la década de los sesentas. La Soberanía Nacional, Madrid, 6 de febrero de 1866, p. 4. 11 Recibió este encargo junto a Alonso Martínez y Jean Laurent. La Correspondencia de España, Madrid, 10 de abril de 1861, p. 3. 12 «El emperador de los franceses, según dice un colega, ha encargado al fotógrafo Sr. Juliá, que saque cuatro vistas de gran tamaño de las célebres ruinas del anfiteatro de Sagunto, las cuales han de formar parte de los numerosos antecedentes que el monarca historiador está recopilando para escribir la Vida de Julio César». La Correspondencia de España, Madrid, 5 de julio de 1863, p. 1. Esta noticia es rectificada posteriormente en Ibídem, 9 de julio de 1863, p. 1. 13 Diario oficial de avisos de Madrid. Madrid, 23 de junio de 1865, p. 4. 14 Guerrero, Teodoro: Almanaque de E. Juliá para el año1873, Madrid, Eusebio Juliá, 1872, p. 70. 15 La Correspondencia de España, Madrid, 15 de junio de 1876, p. 2. 16 Aunque también atienden otros asuntos en el despacho hasta el anochecer. Gaceta de los caminos de hierro, Madrid, 2 de febrero de 1870, p. 14. 17 Henao y Muñoz, Manuel: “A Juliá, un cuento fotográfico”. Almanaque de E. Juliá para 1874, Madrid, Eusebio Juliá, 1873, p. 54. 18 El Imparcial, Madrid, 2 de octubre de 1877, p. 4. 19 «El conocido fotógrafo Sr. Juliá ha salido para el extranjero, con objeto de estudiar los adelantos de su profesión, según acostumbra hacer todos los años». El Liberal, Madrid, 10 de agosto de 1868, p. 4. Por ejemplo, tenemos constancia en 1865 de los ensayos en el taller de Juliá con la nueva luz de manganeso (La Soberanía Nacional, Madrid, 3 de junio de 1865, p. 2) o en 1875 de la aplicación del carbón en el retrato con mayor economía en los precios e igual facilidad con que se hacía a la albúmina (La Correspondencia de España, Madrid, 19 de octubre de 1875, p. 7). 20 «E. Juliá. Príncipe, 27. Retratos hechos por un nuevo procedimiento instantáneo llamado relámpago, que no tiene rival en detalles y parecido: especialidad en retratos de niños. Precios económicos». Diario oficial de avisos de Madrid, Madrid, 29 de mayo de 1881, p. 4. Ya en el Almanaque de E. Juliá para 1873, Díaz y Pérez relata cómo Juliá requería tan sólo de seis a ocho segundos para realizar una carte de visite frente a los cuarenta que necesitaba Disdéri. 21 La Época, Madrid, 16 de marzo de 1866, p. 4. 22 La Correspondencia de España, Madrid, 20 de marzo de 1869, p. 4. 23 La Correspondencia de España, Madrid, 3 de julio de 1869, p. 4. Ibídem, Madrid, 21 de noviembre de 1872, p. 4. 24 Gaceta de los caminos de hierro. Madrid, anuncio del 27 de junio de 1868, p.4 hasta el 6 de marzo de 1870, p.14. En el mismo anuncio se dice que Juliá «tiene pintores notables para todos los géneros, y se encarga del colorido de toda clase de retratos, aún cuando no estén hechos en el establecimiento». 25 La Época. Madrid, 10 de julio de 1868, p. 3. López Mondéjar cita a Francisco Geloso como pintor a las órdenes de Juliá en López Mondéjar, Publio: Op. cit. p. 53. 26 BNE, nº 17/192. 27 Rivera, Luis. Gil Blas. Madrid, 12 de julio de 1868, p. 1. 28 Ruiz Aguilera, Ventura: Op. cit. pp. 79 y 80. 29 Benavente, Jacinto: Recuerdos y olvidos, Madrid, Aguilar, 1959, p. 369. En las páginas siguientes el autor recuerda con gracia a las orondas hijas de Juliá. 30 Díaz y Pérez, Nicolás: “Eusebio Juliá”. Almanaque de E. Juliá para el año 1873. Eusebio Juliá, Madrid, 1872, p. 69. 31 Los diecinueve integrantes del grupo son: Francisco Sánchez de Nieva (censor de Sevilla), Timoteo Gamarro (censor de Valladolid), Gabriel Santín de Quevedo (censor de Madrid), Juan Miguel Martínez (decano de Madrid), Carmelo Márquez (decano de Valencia), Cayetano García Santos (decano de Burgos), Segundo de Abendívar (censor de Madrid), Ezequiel Zarzoso (secretario de Valencia), Juan Vicen (decano de Albacete), Félix María Falguera (censor de Barcelona), Isidoro Arribas de Cuenca (comisionado de Albacete), Joaquín López Bernues (comisionado de Zaragoza), Leandro Nagore (secretario de Pamplona), Lorenzo Pina y Castillón (secretario de Zaragoza), Juan Valeriano Ontoria (censor de Burgos), Ignacio Ferrán (censor de Barcelona), Miguel García Noblejas (censor-secretario interino de Madrid), Ildefonso Calderón (censor de Sevilla) y Fulgencio Bengoechea (decano de Pamplona). La fotografía se vendió en la casa litográfica de Julio Donón en la plazuela de Matute, 7 de Madrid. 32 «La bellísima exposición artística del distinguido fotógrafo Sr. Juliá se ha completado recientemente con una colección de obras de verdadero mérito, y puede decirse que campean en ella todos los géneros y que en todos sobresale el genio del artista. Dicha exposición, enriquecida de este modo, forma una interesante galería de notables retratos, que tomados del natural, según las épocas y estaciones, resulta verdaderamente agradable y por más de un concepto digna de estudio. Las fiestas de Navidad están representadas allí por una colección de bodegones de original gusto; las de Carnaval por otra de retratos de niños, de diferentes trajes y tamaños; la entrada del ejército, vencedor de los carlistas, aumenta la colección […] y últimamente ha expuesto otra colección no menos notable, en la cual figuran hasta cincuenta señoras con la característica mantilla española.” El Imparcial, Madrid, 8 de junio de 1876, p. 3. 33 Ossorio y Bernard, Manuel: Viaje crítico alrededor de la Puerta del Sol, Madrid, Imprenta de los Señores Rojas, 1874, pp. 148-154. Los escaparates más concurridos son los de la Puerta del Sol y allí encontramos las obras de Juliá desde sus inicios, previa autorización oficial para exponer en la fachada de la sombrerería de Galván o en la de la fábrica de gomas de la calle Mayor, 35. Archivo de la Villa de Madrid, documento 3-131-138 de la Alcaldía Corregimiento de Madrid, año 1864. 34 Fernández, Pedro: “Ecos de Madrid. Retratos tarjeta. Los Álbumes fotográficos”. La Época, Madrid, 28 de enero de 1860, p. 4. Buena parte de los retratos de Juliá que conserva el Museo del Romanticismo pertenecen a los siguientes álbumes: el Álbum Carlota, el Álbum José López Domínguez y el Álbum Hebillas. 35 La Discusión, Madrid, 29 de noviembre de 1863, p. 3. 36 La Correspondencia de España, Madrid, 21 de noviembre de 1862, p. 1. 37 Y también para los de provincias, como el señor Enrique Godínez que viene de Sevilla para aprender durante dos meses con Disdéri. Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos, Córdoba, 14 de diciembre de 1864, p. 2. 38 La Correspondencia de España. Madrid, 30 de septiembre de 1864, p. 2. 39 La Época, Madrid, 9 de febrero de 1865, p. 4. 40 Gaceta de los caminos de Hierro, Madrid, 29 de septiembre de 1878, pp. 4 y 5. 41 A este respecto, a la galería de Juliá de 1862 se le advertía que «una de las principales causas del crédito o descrédito de estas publicaciones, es la elección de las personas. Hay nombres que no merecen el honor de ser elevadas a la categoría de las celebridades.» La Iberia, Madrid, 1 de marzo de 1862, p. 3. 42 «El fotógrafo Sr. Laurent se ha prestado a ceder a favor de Ramona Ruiz, viuda hoy de Montero, y como socorro a sus dos pequeños hijos, cien ejemplares de los retratos del desgraciado que tan contrito sufrió anteayer la pena de muerte.» La Época, Madrid, 14 de marzo de 1863, p. 3. 43 Por ejemplo, la anunciada en el Semanario pintoresco español, Madrid, 5 de febrero de 1843, p. 8. 44 Son conocidas las ofrecidas a la reina Isabel II que realizan Clifford (Vistas de las provincias de Toledo, Cáceres y Badajoz. La Iberia, Madrid, 21 de julio de 1857, p. 3) y Laurent (Sobre la construcción del ferrocarril en Alicante. La Iberia, Madrid, 1 de julio de1858, p. 4); y las que fotógrafos de provincias regalan a la reina para darse a conocer: Aruán (Vistas de la ciudad de Gijón, 1858) y Andrés María Cisneros (Vistas de Santiago de Compostela, 1859). Cabe mencionar aquí otras series foráneas que se importan para agasajar al monarca, como el álbum con 160 fotografías del ejército ruso que el duque de Osuna entrega a Isabel II (La Iberia, Madrid, 8 de enero de 1858, p. 3). 45 «Uno de los fotógrafos más justamente acreditados en Madrid, el Sr. Juliá, que tiene su gabinete en la calle de la Visitación, va formando una completa y hermosa colección de retratos de actores españoles, que cuenta ya cerca de cien, y ha empezado a formar otra de escritores que no será de menos mérito. Estas bellas fotografías andan ya en manos de todo el mundo, merced al poco coste con que se adquieren en la librería del Sr. Moro.» La Correspondencia de España, Madrid, 14 de abril de 1861, p. 1. Ver también Ibídem, 8 de mayo de 1860, p. 4. 46 «Ha salido para París y Londres el joven y acreditado fotógrafo Sr. Juliá, con objeto de estudiar los últimos adelantos de la fotografía en aquellas capitales y adquirir los mejores aparatos a fin de continuar con toda la perfección posible al álbum de artistas españoles, que cuenta ya más de cien hermosos retratos». La Correspondencia de España, Madrid, 13 de julio de 1861, p. 3. 47 La Esperanza, Madrid, 26 de febrero de 1862, p. 3. Ver también El Clamor Público, Madrid, 28 de diciembre de 1861, p. 3, La Iberia, Madrid, 1 de marzo de 1862, p. 3 y El Clamor Público, Madrid, 25 de marzo de 1862, p. 3. 48 La prensa de la época reseña los nombres de «los señores Arrazola, Olózaga [Salustiano de Olózaga, nº de inventario del museo Lázaro Galdiano, RB.21572-115], Pacheco, Alcalá Galiano [Antonio Alcalá Galiano, RB.21573129], García Gutiérrez [Antonio García Gutiérrez, RB.21572-82], Eguilaz [Luis de Eguilaz, escritor, RB.21573-20], Hartzenbusch, Campoamor, Fernández y González, Ventura de la Vega, Serra [Narciso Serra, RB.21573-49], marqués de Molins, Casado, Ribera, Romea, Obregón, Caltañazor y otros hasta el número de treinta [también Joaquín Romualdo Gaztambide, RB.21573-73; Pedro Calvo Asensio, RB.21573-37; Manuel Ortiz de Pinedo, RB.21573-39; Javier de Ramírez, RB.21573-58; Carlos Frontaura, RB.21573-118;]. Esta notable publicación une a su mérito una gran baratura». La Correspondencia de España, Madrid, 17 de septiembre de 1862, p. 4. Las fotografías del museo Lázaro Galdiano pueden consultarse en Yeves Andrés, Juan Antonio: Una imagen para la memoria. La carte de visite, Madrid, FLG, 2011, pp. 240-245. 49 Benavente, Jacinto: Op. cit., p. 371. En el Almanaque de E. Juliá para 1874, se anuncia en las contraportadas la venta de los siguientes retratos, clasificados por categorías: Literatura: Aguilera, Alarcón, Amador de los Ríos, barón de Anchilla, Asquerino, Ayala, Ayguals de Izco, Bañares, R. Barcia, Belza, I. Bermejo, F. Blanco, F. Bona, Bono y Serrano, Bustillo, Campoamor, Campos y Navas, Camprodón, Cazurro, reproducción de Cervantes, Correa, Cupigni, Diana, J.M. Díaz, Díaz y Pérez, Eguílaz, Echevarría, Escobar, Escrich, Fernández Cuesta, Fernández y González, Ferrer del Couto, A. Flores, Fontbona, García Cadena, García Gutiérrez, Gaya, Guerrero, Gutiérrez de Alba, Hartzenbusch, Helguero, Hercio y Muñoz, Hurtado, Ibo Alfaro, Inza, F. Janer, L. M. Larra, Marco, P. Mata, Menéndez, Mesonero Romanos, Milano y Navarrete, Navarrete, Nogués, J. Nombela, Núñez de Arce, Ortiz de Pinedo, M. del Palacio, Palau y Coll, Pedrosa, Picón, Pina, Pirala, Príncipe, Puente y Brañas, Quintana, Ramírez, Retes, Rico y Amat, Rioja, L. Rivera, Rivera Delgado, Rosa González, T.R. Rubí, Santiesteban, Santivañes, Serra, Segovia, M. Tamayo y Baus, Trueba, V. Vega, Villegas, Zumel. Política: Abascal, Alcalá Galiano, general Alaminos, Arrazola, general Baldrich, Caballero de Rodas, Calvo Asensio, Víctor Cardenal, S. Catalina, Corradi, Bonifacio de Blas, general Echagüe, Echegaray, general Espartero, Fdez. de los Ríos, Figuerola, Galdo, E. García Ruíz, G. García Ruíz, Gasset y Artime, Gutiérrez de la Vega, general Hidalgo, general Lersundi, general López Domínguez, Marfori, Cristino Martos, Tristán Medina, Méndez Núñez, Milano del Bosch, marqués de Molins, Luis Molini, Telesforo Montejo, marqués de Montemar, Montero Ríos, Moreno Benítez, Moyaio, Salustiano Olózaga, J. Olázago, J. Orense, A. Orense, Ortiz y Conado, general Pietain, Joaquín Pacheco, general Palacios, general Pavía, Marqués de Perales, Pérez Zamorra, general Pinzón, Nicolás Rivero, A. Ríos y Rosas, Rojo Amán, Romero Ortiz, general Rosales, Ruíz Gómez, Ruíz Zorrilla, M. Sagasta, Teodoro Sagasta, M. Santa Ana, Conde de San Luis, Sansón, general Socías, general Sivila, general Topete. Pintura: Agrasot, M. Aguirre, Álvarez, Casado, Domingo y Marqués, Domínguez, Ferrant Fischerman, Ferri, Fierros, García Hispaleto, Gisbert, Gonzalvo, Martín, Mercadé, Muñoz Degrain, Palmaroli, Puebla, Rivera, Rosales, Sans, Tusquets, Valdivieso, Vallejo, Vera, Zamacois. Escultura: Bellver, Figueras, Suñol, Subirat. Dibujo: Ortega, Perea el mudo, Urrabieta. Grabado: Rico, Severini. Música: Arrieta, Barbieri, Hilarión Eslava, Gaztambide, Guelbenzu, Hernando, Inaga, Melliez, Monasterio, Ovejero, Oudrid, A. Romero, Saldoni, P. Sarmiento, Zabalza. Teatro español, mujeres: E. Boldus, S. Cainon, C. Dandalla, Felípez Díaz, Matilde Díez, Espejo, Fernández, Hijosa, Amalia Losada, Francisca Muñoz, Orgaz, Palma, Rodríguez, Sanz, Tenorio, Valverde, Zapatero, Alisedo, J. Arjona, Bereti, Bermonet. Teatro español, hombres: Rafael Calvo, Ricardo Calvo, Casañez, J. Catalina, M. Catalina, P. Delgado, M. Fernández [Mariano Fernández, un ejemplar en el museo Lázaro Galdiano, RB.21573-115], J. García, Guerra, E. Mario Maza, Morales, Oltra, M. y F. Ossorio, Jorge Pardiñas, Pizarnoso, J. Romea, Victorino Tamayo, J. Valero, Zamora. Zarzuela, mujeres: Checa, Difranco, Fernández, A. y E. Montañés, Mora, Poch, Rivas, Rguez, Ruíz, Santamaría, Tode, Uzal, Villó. Zarzuela, hombres: Abruñeda, Arderios, Becerra, Blanco, Caltañazor, Calvet, Gusj, R. Cubero, Dalmau, E y M. Fernández, Fuentes, Galván, González, Larde, Obregón, Pló, Salas, Sanz, Soler. 50 Este retrato se toma en el estudio de la calle de la Visitación, por lo que ha de fecharse antes de abril de 1864 en que se traslada a la calle del Príncipe. El resto de condecoraciones que porta son: arriba a la izquierda gran cruz de la real y muy distinguida orden de Carlos III (concedida en 1843), debajo de izquierda a derecha placa de la gran cruz de la real y militar orden de San Hermenegildo (1852), y placa de la gran cruz de la real orden de Isabel la Católica (1841). Le agradezco su ayuda en la identificación de las condecoraciones al experto en la materia don Rafael Herranz Ybarra, Ministerio de Defensa. 51 La Ilustración Española y Americana, Madrid, 15 de marzo de1874, p. 1. 52 Grabado de Perea y Rico. La ilustración española y americana, Madrid, 1 de marzo de 1873, p. 4. 53 En la cartulina del retrato de cuerpo entero aparece premiado Juliá en la exposición de París en 1867, pero todavía no consta el premio recibido en la de Zaragoza de 1868. 54 «A consecuencia del fallecimiento del señor Clifford, parece que será nombrado en su lugar fotógrafo de cámara el Sr. Juliá y García, ventajosamente conocido del público, entre otros trabajos, por la Galería de hombres célebres españoles, que con tan buen éxito está dando a luz actualmente.» La Época, Madrid, 5 de enero de 1863, p. 3. 55 «A las comisiones provinciales. Grupos de todas formas, tamaños y precios. Retratos de SS.MM. en grandes tamaños, los que también se remiten a provincias. Gran fotografía de E. Juliá. Príncipe, 27». La Correspondencia de España, Madrid, 23 junio de 1865, p. 4. En el reverso del retrato de Isabel II de la colección Anes (44 x 36’5 cm) aparece la etiqueta de la casa litográfica de Julio Donón (plazuela de Matute, 7) y del pintor francés Alexandre Prévost. Agradezco la inestimable ayuda prestada por el Excmo. D. Gonzalo Anes y Dª. Carmen Manso, Real Academia de Historia de Madrid. 56 «Retrato de S.M. Alfonso XII. Magnífico al óleo, tamaño natural, viéndose hasta la cintura, con gran marco decorado de atributos reales. Embalado se remite contra remesa de 2000 rs. Juliá, fotógrafo, Príncipe, 27, Madrid». La Correspondencia de España, Madrid, 5 de febrero de 1877, p. 4. 57 El Imparcial, Madrid, 2 de noviembre de 1870, p. 4. 58 «Parece que se han mandado tirar al fotógrafo Sr. Juliá 25.000 retratos del duque de Aosta». La Correspondencia de España, Madrid, 3 de noviembre de 1870, p. 3. «El Sr. Abascal, jefe director del ex-patrimonio de la corona, ha estado inspeccionando las habitaciones del palacio de las farsas, para alfombrar los salones y preparar todo lo necesario al futuro titiritero. […] por último, para que todo sea grotesco, se han encargado al fotógrafo Juliá 100.000 retratos del candidato macarrónico, que se repartirán acompañados de un duro español. ¡Más calma, caballeros!». El Combate, Madrid, 5 de noviembre de 1870, p. 2. Aunque el número resulte exagerado, desde la subsecretaría del Ministerio de Estado le encargan ese mismo noviembre varias docenas diciendo «no tengo ningún retrato de nuestros futuros soberanos y de todas partes me piden.» Col. Javier Domínguez Martín-Sánchez, Madrid. 59 «Fotografía de J. Laurent, Madrid. Retratos de todos tamaños del príncipe Amadeo Duque de Aosta y de la princesa su esposa; se remiten á provincias, francos de porte, contra envío de su importe en sellos á los precios de 4 reales cada tarjeta y 6 en americana». La Iberia, Madrid, 8 de noviembre de 1870, p. 4. 60 «La orden del día, para mí, es la fotografía de ese aventurado mortal que se llama Juliá […] El destino, que obliga a todo fotógrafo a vivir cerca de la fuente de la luz, me llevó de la mano la otra mañana al núm. 27 de la calle del Príncipe, donde me encontré a varios amigos en la misma situación del tío Paperas cuando dice al tío Macaco: “…¡Jágase osté cuenta que me ve ozté aquí pintao!” Así estaban ellos; pero parecía que hablaban. Allí saludé a [el actor Julián] Romea… con aquel cabello sedoso, aquella mirada inteligente, aquella caballeresca fisionomía que tantas veces lo he visto en El hombre del mundo. Allí estaba [el actor Ernesto] Rossi con su cara de ochavo moruno, su lunar de maravedí y su melena de cómico pasado por agua. Allí estaban los pintores [Antonio] Gisbert, con su cara marroquí; [Vicente] Palmarolli, con sus bigotes de la antigua guardia; Casado [del Alisal], con su intrincada barba roja, y al lado de estos verdaderos artistas, algunos otros, manifestando en su puro y tranquilo semblante el talento que les ha negado la madre naturaleza. Allí, con su sonrisa conventual y su barba aristocrática, y sus ojos llenos de inspiración, me salió al paso mi amigo y cómplice [el compositor Francisco] Barbieri. ¡Oh, aquello parecía una tertulia de última hora de la Zarzuela!». Rivera, Luis. Gil Blas, Madrid, 12 de julio de 1868, p. 1. 61 «Las artes liberales están bien representadas en la Exposición de Zaragoza […] pasando a las fotografías, citaré en primer lugar las del conocido fotógrafo de Madrid Sr. Juliá que tiene un busto de Rossi que habla, como vulgarmente se dice.» La Época, Madrid, 1 de octubre de 1868, p. 1. 62 Existe una copia en la BNE, colección Manuel Castellano, ER/513.35. Con sus hijos Pepa y Álvaro en ER/513. 10.7. 63 Juliá aparece junto a los actores José Alisedo, Juan Casañé y Mariano Fernandez; BNE, colección Manuel Castellano, ER/521-3. 64 BNE, colección Manuel Castellano, ER/521.53 y ER/521.61. Otras escenas de obras de teatro fotografiadas en el estudio de Juliá en esta colección Castellano son por ejemplo El tanto por ciento [ER/521.3.4], La redoma encantada [ER/521.61] o La aldea de San Lorenzo [ER/513.83]. 65 La Discusión, Madrid, 11 de mayo de 1861, p. 4. 66 BNE, colección Manuel Castellano, ER/44-29. 67 BNE, colección Manuel Castellano, ER/515-28.6. 68 La Correspondencia de España. Madrid, 23 de mayo de 1863, p. 1. 69 Murguía, Manuel: Los precursores, La Coruña, Latorre y Martínez, 1885, p. 165. 70 La Correspondencia de España. Madrid, 19 de agosto de 1863, p. 4. Cuando Juliá deja la galería de la calle de la Visitación, pasa a llamarse El Ramo Azul haciéndose cargo el fotógrafo Quintín Toledo. 71 «Se traspasa o subarrienda en cualquiera forma el local que hoy ocupa en la calle de la Visitación, núm. 1, compuesto de habitación, talleres y galería, todo independiente y dividido en cuatro pisos. Se puede ceder con cuantos enseres son necesarios a un fotógrafo y dispuesto tal como hoy está o sólo la galería, que es a propósito para algún aficionado. También se puede vender la galería para colocarla en otro punto, y separadamente muebles, aparatos o infinitos objetos del establecimiento, todo útiles pero innecesarios al nuevo. » La Correspondencia de España, Madrid, 17 de febrero de 1864, p.4. 72 La Iberia, Madrid, 10 de noviembre de 1864, p. 3. 73 Guerrero, Teodoro: Almanaque de E. Juliá para 1873, Madrid, 1872, pp. 39-40. 74 «Para los trabajos de la primavera han llegado los artículos siguientes: Papeles albuminados superiores. Ídem bristol porcelana. Cartulinas bristol, lisas y con imitaciones a papel chica en el centro, desde tamaños para tarjeta hasta un metro cuarenta centímetros. Productos químicos en gran cantidad. Aparatos para hacer los retratos de porcelana. Cámaras y objetivos de varios autores, tamaños y ampliaciones. Cristales finos, franceses de todos los tamaños. Marcos para tarjeta, más de cien modelos y a diferentes precios. Ídem desde un cuarto de placa a un metro, dorados, negros, de infinitas clases y gustos, cuadrados y ovalados. Álbum desde 20 a 200 tarjetas y desde 16 a 200 reales. Estuches y carteras de varias formas. Alfileres, guardapelos y dijes en oro y doublé. Vistas para estereoscopios de toda Europa. Tarjetas con adornos como las que usa la casa, pero sin rótulo alguno, para aficionados. Paspartús y cuantos objetos son necesarios para su fabricación, que hace la casa en grande escala, y con el que satisface al capricho da la persona que los encarga. Hay además en esta casa y se piden en cualquier punto, cuantos objetos sean necesarios al fotógrafo o tengan analogía con la fotografía». La Época, Madrid, 16 de marzo de 1866, p. 4. Otras referencias en La Soberanía Nacional, Madrid, 21 de enero, p. 3. 75 «Retrato del candidato al trono [español], príncipe Leopoldo de Hohenzollern. Gran Fotografía de E. Juliá. Madrid. Siendo el único poseedor de los originales remitidos de Berlín, vende retratos de todos los tamaños. Remite a provincias el de tarjeta a quien le envíe nueve sellos de 50 milésimas. Vende clichés a los fotógrafos de provincias a 100 rs. más franco de porte. Los hay también de su esposa, con iguales condiciones». La Correspondencia de España y el Imparcial, Madrid, 12 de julio de 1870, p.4. 76 Rivera, Luis. Gil Blas, Madrid, 12 de julio de 1868, p. 1. 77 La Correspondencia de España, Madrid, 8 de marzo de 1866, p. 4. 78 Ibidem, Madrid, 13 de marzo de 1874, p. 2. 79 Gaceta de los caminos de hierro, Madrid, 27 de junio de 1868, p. 4. 80 Ibidem, Madrid, 20 de marzo de 1870, p. 4. 81 La Época. Madrid, 31 de agosto de 1878, p. 3. 82 La Ilustración Republicana Federal, Madrid, 23 de julio de 1871, p. 11. 83 La Correspondencia de España, Madrid, 27 de noviembre de 1871, p. 4. 84 La Iberia, Madrid, 4 de junio 1879, p. 3. 85 «El conocido fotógrafo Sr. Juliá ha sido invitado por nuestro embajador en París. Sr. Olózaga, para asistir a la inauguración del Canal de Suez. El Sr. Juliá irá en la segunda expedición con objeto de tomar vistas fotográficas de los puntos que recorra y de los lugares donde se verificará este notable acontecimiento». La Correspondencia de España, Madrid, 19 de septiembre de 1869, p.1. 86 La Correspondencia de España, Madrid, 8 de noviembre de 1872, p. 1. 87 Diario oficial de avisos de Madrid, Madrid, 28 de mayo de 1871, p. 4. La Correspondencia de España, Madrid, 20 de mayo de 1978, p. 1. 88 A raíz de un examen previo (El Imparcial, Madrid, 23 de marzo de 1869, p. 3), se le concede el uso del escudo de la Sociedad el 15 de mayo de 1872 (La Ilustración de Madrid, Madrid, 15 de mayo de 1872, p.13). «Anoche tuvo lugar la elección de cargos en la Económica Matritense para la mesa de la sección de artes y oficios, obteniendo una inmensa mayoría los Sres. D. Manuel Tello y García, presidente; D. Eusebio Juliá y García-Núñez, vicepresidente». La Correspondencia de España, Madrid, 12 de diciembre de 1879, p. 4. Es vocal de la Sociedad desde 1887 hasta 1894. 89 La Época, Madrid, 17 de mayo de 1874, p. 3. 90 El Imparcial, Madrid, 21 de mayo de 1875, p. 4. 91 Gaceta de los caminos de hierro, Madrid, 29 de septiembre de 1878, p. 4. 92 Su solidaridad con los más desfavorecidos también le granjea el respeto de sus contemporáneos, verbi gracia en suscripciones en favor de obreros catalanes sin trabajo (El Cascabel, periódico para reír, Madrid, 7 de mayo de 1865, p. 2) o de los damnificados en un incendio en la fiesta de San Isidro (La Iberia, Madrid, 26 de mayo de 1872, p. 4) y preside la Junta del Asilo de Nuestra Señora de la Asunción, una institución creada en 1837 para la acogida de los hijos de obreros muertos o inutilizados (La Correspondencia de España, Madrid, 2 de octubre de 1881, p. 4). 93 El Globo, Madrid, 15 de octubre de 1881, p. 3. Al parecer, los señores Amayra y Montoya ya habían tomado el mando de una sucursal en Valencia con el nombre de Juliá. La Correspondencia de España. Madrid, 5 de octubre de 1880, p. 4. 94 Aunque tuvo dos hijos varones, César y Sebastián, no sobrevivieron a la infancia; tampoco su hija Encarnación. De sus tres hijas Lucrecia (1862-1958), Josefina (1870-1958) y Esperanza (h. 1872-1934), sólo casó la segunda. 95 La Correspondencia de España, Madrid, 6 de enero de 1895, p. 4. Enterrado en el cementerio de los santos Justo y Pastor. 96 El Buñuelo, Madrid, 11 de noviembre de 1880, p. 8. 5. ANEXO: REVERSOS DE LAS CARTES DEVISITE DE EUSEBIO JULIÁ .... Estudio de la calle de la Visitación, 1855 a 1864. Estudio de la calle del Príncipe, 1864 a 1881. 6. BIBLIOGRAFÍA .... BERGER, J., Sobre las propiedades del retrato fotográfico, Gustavo Gili, Barcelona, CARRERO DE DIOS, M., Historia de la industria fotográfica en España, Biblioteca de la Imagen, CCG Ediciones, Girona, 2001. FREUND, G., La burguesía y las clases medias en Francia durante el siglo XIX, Editorial Losada, Buenos Aires, 1946. LÓPEZ-MONDÉJAR, P., Historia de la Fotografía en España. Fotografía y sociedad desde sus orígenes hasta el siglo XXI, Ediciones Lunwerg, Barcelona, 2005. LÓPEZ-MONDÉJAR, P., Las Fuentes de la Memoria (Cat. Exp.), Ministerio de Cultura, Dirección General de Bellas Artes y Archivos, Madrid, 1992, II t. RIVERA DÁVILA, S., Retratos fotográficos del Museo del Romanticismo, Museo del Romanticismo, Madrid, 2011. SÁNCHEZ VIGIL, J. M., Del daguerrotipo a la Instamatic. Autores, tendencias, instituciones, Ediciones Trea, Gijón, 2007. YEVES ANDRÉS, J.A. y SÁNCHEZ VIGIL, J. M, Una imagen para la memoria. La carte de visite (Cat. Exp.), Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 2011. Agradecimientos: Al Exmo. Don Gonzalo Anes Álvarez de Castrillón, director de la Real Academia de la Historia. A los herederos de Eusebio Juliá, Rosario, Pilar, José Ignacio y Javier Domínguez Martín- Sánchez. A Don Rafael Herranz Ybarra, reconocido experto en condecoraciones militares. Ministerio de Defensa. A Carmen Manso Porto, Directora del Departamento de Cartografía y Artes Gráficas de la Academia de la Historia. A Isabel Ortega García y Fuensanta Salvador de la BNE. Al Museo del Romanticismo, en especial a Mª Jesús Cabrera Bravo, Carolina Miguel Arroyo, Carmen Cabrejas y Álvaro Gómez González. Fotografías: Real Academia de la Historia, Biblioteca Nacional de España, Colección Javier Domínguez Martín-Sánchez, Colección Mª Jesús Domínguez Martín-Sánchez, Colección Rosario Domínguez MartínSánchez, Archivo fotográfico del Museo del Romanticismo. Coordinación Pieza del Mes: Mª Jesús Cabrera Bravo. Diseño y maquetación: Carmen Cabrejas, Álvaro Gómez González. 7. LA PIEZA DEL MES. CICLO 2013 .... Enero Almudena Cruz Yábar EUSEBIO JULIÁ (1826-1895), FOTÓGRAFO EN MADRID. SUS CARTES DE VISITE EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Febrero Silvia Villaescusa Martínez RETRATOS DE LOS MARQUESES DE LAS MARISMAS, de Francisco Lacoma, 1833 Marzo Isabel Ortega Fernández BUSTO DEL MARQUÉS DE LA VEGA-INCLÁN, de Mariano Benlliure y Gil, 1931 Abril Luis Gordo Peláez LA CAPILLA DE SAN ISIDRO EN LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS DE MADRID, de Jenaro Pérez Villamil, ca. 1843 Mayo Belén Fernández de Alarcón TOCADOR, ca. 1820-1830 Junio Mercedes Rodríguez Collado MESA DEL CAFÉ DEL POMBO, ca. 1901-1950 Septiembre Aurelio Nieto Codina MEDALLÓN DE LAVA DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812, de Carlos Gimbernat, 1820 Octubre Vanesa Quintanar Cabello MESA VESTIDA DEL COMEDOR Noviembre Paloma Dorado Pérez ÁLBUM DE TOMASA BRETÓN DE LOS HERREROS, 1842 Diciembre Carolina Miguel Arroyo SÁTIRAS DEL SUICIDIO ROMÁNTICO, de Leonardo Alenza y Nieto, ca. 1839 Pieza del mes MARZO 2013 BenignoVega-Inclán, marqués de laVega-Inclán Mariano Benlliure y Gil, 1931 Isabel Ortega Fernández Técnico de Museos Museo del Romanticismo ÍNDICE …. 1.Ficha técnica 2.Introducción 3.El autor: Vida y obra de Mariano Benlliure en el contexto político y artístico de la época 3.1. Apuntes sobre su vida personal y profesional 3.2. La obra de Benlliure al detalle 4.El retratado: Apuntes biográficos sobre Benigno Vega Inclán y Flaquer, II marqués de la Vega Inclán 5.El Marqués en el Museo del Romanticismo 6.El ambiente intelectual de la época. A propósito de las amistades de Benigno Vega Inclán 7.Bibliografía. 1. FICHA TÉCNICA .... Benlliure y Gil, Mariano (Valencia, 1862 - Madrid, 1947) BenignoVega-Inclán, marqués de laVega-Inclán 1931 Bronce fundido 56 x 54 x 35 cm. Firma (lateral derecho): “M. Benlliure 1931” Inscripciones: Frente del busto: “BENIGNO VEGA” Parte posterior del busto: “MIR y FERRERO / FUNDIDORES-MADRID” Frente de la peana: “AL/ MARQVES DE LA VEGA-INCLAN / QVE CONSAGRO SV VIDA / AL ARTE ESPAÑOL” Lateral de la peana: “MUSEO Y CASA DEL GRECO /. MUSEO ROMANTICO / Y LEGADO / VEGA-INCLAN” Lateral de la peana: “COMISARIA REGIA / DE TURISMO. CASA DE CERVANTES” Inv. 0123 Retrato de busto en bronce de Benigno Vega Inclán y Flaquer, II marqués de la Vega Inclán, representado por Mariano Benlliure y Gil en edad madura y con solemne y sobrio aspecto. Luce bigote y barba y va ataviado con un gabán de amplio cuello bajo el que se advierten camisa, chaqueta o chaleco y corbata de lazo. C 2. INTRODUCCIÓN .... onmemorando el 150 aniversario del nacimiento del insigne escultor valenciano Mariano Benlliure y Gil, en este trabajo abordaremos aspectos de su vida y de su obra en el contexto artístico de la España de su época, con especial atención a los retratos, género muy recurrente en su producción y del que constituye un fiel reflejo la pieza que nos ocupa, realizada por Mariano Benlliure y fundida en 1931 por Mir y Ferrero, Fundidores de Madrid. Campins y Codina y Mir y Ferrero fueron los talleres madrileños del sector más destacados del momento. El afamado escultor trabajó con los dos y, concretamente, fue hacia 1920 cuando comenzó a colaborar con los segundos, que se encargarían de fundir obras tan señeras y emblemáticas como el retrato ecuestre de Alfonso XII en el parque del Retiro o el Mausoleo de Joselito erigido en el cementerio de San Fernando de Sevilla. También ahondaremos en la vida del retratado, Benigno Vega Inclán y Flaquer, II marqués de la Vega Inclán, personaje principal en la historia del Museo del Romanticismo, del que fue fundador, pero cuyo recuerdo se debe también a su decisiva iniciativa de impulsar y promocionar el turismo en España, revalorizando el patrimonio nacional en todas las acepciones posibles de este concepto. En otro apartado, ofreceremos algunas notas sobre otras obras del Museo del Romanticismo relacionadas con el Marqués, ya sea porque en su día le pertenecieron y las donó o legó posteriormente a dicha institución, porque las pintó él mismo o bien porque las protagoniza. La relación entre Benigno Vega Inclán y Mariano Benlliure nos allana el camino para abordar por último algunas de sus amistades comunes que, como ellos, protagonizaron el ambiente intelectual, cultural y artístico de la España de principios del siglo XX. La presencia de esta pieza en la colección del Museo del Romanticismo responde a su donación al entonces Museo Romántico por el propio marqués de la Vega Inclán en 1931. A partir de su ingreso en la misma, ha formado parte de distintos montajes de la exposición permanente y en la actualidad se exhibe en el Vestíbulo de San Mateo. De este retrato del marqués de la Vega Inclán, del que el Museo del Romanticismo conserva el correspondiente vaciado en yeso (inv. 1235), existen réplicas en el Museo Casa de Cervantes de Valladolid y en The Hispanic Society of America de Nueva York. 3. EL AUTOR: VIDA Y OBRA DE MARIANO BENLLIURE EN EL CONTEXTO POLÍTICO Y ARTÍSTICO DE LA ÉPOCA .... 3.1. Apuntes sobre su vida personal y profesional M Mariano Benlliure y Gil Autorretrato (detalle) Tinta / papel 14,7 x 18,4 cm DG16 Fundación Mariano Benlliure ariano Benlliure y Gil (Valencia, 1862-Madrid, 1947) fue un artista polifacético que no sólo se dedicó a la pintura y fundamentalmente a la escultura, sino que realizó jarrones, bomboneras, lámparas, candelabros, marcos para fotografías o hebillas de cinturón (como el dedicado a María Guerrero). También han llegado hasta nosotros dibujos que revelan su carácter alegre y su ánimo festivo y nos ofrecen una visión íntima y cercana de su propia realidad. No sólo hay bocetos de sus obras escultóricas o cerámicas y autorretratos, sino también apuntes tomados en situaciones personales y familiares, como las aleluyas que dibujó con ocasión de la boda de su hermano José. No en vano la Casa-Museo Benlliure de Valencia ha organizado recientemente la exposición “El dibujo del escultor”, conmemorando la efeméride a la que nosotros nos sumamos ahora. Pero nos estamos adelantando al discurrir de la longeva vida del escultor por excelencia de la España de entresiglos. El 8 de septiembre de 1862 Valencia ve nacer a Mariano Benlliure y Gil, hijo de Ángela Gil Campos y del pintor decorador Juan Antonio Benlliure Tomás, y hermano de Blas, José, María, Juan Antonio y Jacinto. Todos ellos ocupan un papel esencial en su vida y, como veremos más adelante, la estrechez que pasa esta numerosa familia de trabajadores entregados marcará además su ideología y su manera de entender la vida. Ya de niño acompaña a su hermano José al taller del pintor Francisco Domingo Marqués, en unos años especialmente convulsos para España. El pronunciamiento promovido por los generales Prim, Serrano y Topete desencadena en 1868 “La Gloriosa”, una revolución que conlleva la abdicación de Isabel II y su huída a Francia. En 1870, año en que Amadeo de Saboya es elegido rey de España, el joven Mariano entra en las Escuelas Pías hasta que, en 1871, se traslada a Madrid con su hermano José y comienza de aprendiz en talleres de marmolistas, cinceladores y tallistas, así como en el del pintor Manuel Domínguez. En 1873 se produce la abdicación de Amadeo I y la proclamación de la Mariano Benlliure y Gil Primera República, y al año siguiente el golpe de Martínez Campos a caballo Estado del general Pavía, la dictadura de Serrano y Medalla en bronce el pronunciamiento de Martínez Campos, que dio Inv. 0414 paso a la restauración monárquica en la persona de Museo del Romanticismo Alfonso XII. Su entrada en Madrid fue presenciada por el joven Mariano, que modeló la figura ecuestre del monarca. En 1879 comienza una etapa de viajes a Roma, donde además de conocer el arte de los clásicos como Ghiberti o Donatello, inicia su formación definitiva en un momento en el que la pintura de género se hallaba bajo la influencia estilística de Mariano Fortuny, fallecido pocos años antes. Este tipo de pintura era cultivada allí con éxito entre otros por Vicente Palmaroli, Jiménez Aranda y el propio José Benlliure, ayudado por su hermano menor, que mientras tanto se dejaba influir por el realismo de la escultura napolitana. Desde Roma viaja a París, donde visita al pintor Francisco Domingo, cuyo busto le valdría más tarde primeras medallas en las exposiciones de Berlín, Munich y Viena. Poco antes, en 1884, obtiene la segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid con su obra ¡Accidenti! o El Monaguillo, logrando además ser pensionado de Escultura en la Academia de Roma. Esta obra debe entenderse en el contexto del panorama artístico español del momento, que entonces avanzaba decididamente hacia el Realismo de la mano de escultores como Ricardo Bellver o los hermanos Vallmitjana1. Postergando la evasión romántica, los artistas optan por representar la naturaleza tal como es, “sencilla y humilde, (…) pero plena de posibilidades expresivas, 1 Cfr. MONTOLIU SOLER, V., Mariano Benlliure 1862-1947, Valencia, Generalitat Valenciana, 1997, p. 246. dejando a un lado si gustaba o no la crítica, y si se adecuaba o no a una temática con autoridad” como las que hasta entonces “imponían” las Exposiciones Nacionales2. Precisamente, El Monaguillo dividió al jurado y no gustó a la crítica pero sí al público, lo que otorgó al joven Benlliure la popularidad que mantendría de por vida. Pero detrás de esta nueva forma de entender el arte hay además una revolución social que lleva a los artistas a alinearse con la clase trabajadora. Ya no interesan los héroes, personajes y dioses míticos del Romanticismo sino los campesinos, los trabajadores o los simples paisajes rurales. La procedencia humilde de Mariano y el ejemplo de su padre y hermanos, trabajadores incansables que luchaban cada día por salir adelante, justifican su identificación con la clase obrera y que aproveche cualquier ocasión para incluir en sus obras a la figura del trabajador anónimo, como en el Monumento a Miguel Moya, en el parque del Retiro, inspirándose para ello en los trabajos del belga Constantin Meunier (1831-1904). Mariano Benlliure y su familia Inv. 24310_B Instituto del Patrimonio Cultural de España. Fototeca Archivo Moreno (1853-1954) Sea como fuere, el éxito de El Monaguillo, que ha sido calificada como “el primer acto de rebeldía contra el academicismo imperante”3, supuso un punto de inflexión en la vida profesional del joven escultor, determinando su afianzamiento en España, especialmente en Madrid. A partir de ahora, la vida bohemia y la libertad profesional de que gozaba en Roma se transforma en un constante trabajo exigido por los encargos que le llegan desde Madrid, tanto oficiales como privados, de la alta sociedad, debiendo competir con los escultores españoles coetáneos. En particular, los encargos públicos deben 2 3 Cfr. Ibidem, p. 219. ADSUARA RAMOS, J., Mariano Benlliure y su realismo escultórico, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1948, p. 7. entenderse en el marco de la política artística de la primera etapa de la Restauración (1875-1906), pues perseguían vender al pueblo una imagen concreta a través de ciertos personajes de la política, las letras o las artes, enalteciendo el presente mediante el recurso al pasado a través de un discurso que se servía del Arte como garante de una ideología determinada. Otras veces se erigían para evitar confrontaciones entre estamentos o entre los partidos en el Gobierno. Con el fin de justificar la falta de previsión así como la escasez de presupuesto para las obras que no obedecían a un interés verdaderamente político, se estableció la fórmula de abrir suscripción nacional. Todos los escultores coetáneos a Benlliure acudían a estas convocatorias, y muchos de ellos como Miguel Blay (1866-1936), Miguel Ángel Trilles (1866-1936), Eduardo Barrón (1858-1911), Aniceto Marinas (1866-1953) y muy especialmente Agustín Querol (1863-1909), protegido de Cánovas desde su llegada a Madrid en 1887, lograron ganar en alguna ocasión. Sin duda, Mariano lo consiguió en muchas, hasta el punto de constituir estas obras una parte fundamental de su producción. Por estos años, concretamente en 1886, se casa con Leopoldina Tuero O’Donnell y el matrimonio se instala en Roma. Al año siguiente nace su hija Leopoldina, a la que llaman Niní, y ya en 1888 su hijo Mariano. Pero en 1893 el matrimonio se separa y el escultor se queda con su hijo, al que manda con sus padres a El Cabañal. Al año siguiente se refugia junto a ellos en Valencia y allí termina sus encargos, trabajando entre otros en el de la estatua del poeta Antonio Trueba para Bilbao, medalla de honor en la Exposición Nacional de 1895. El Museo del Romanticismo conserva un boceto fundido en bronce por los Codina (inv. 2049). Por esa época entra en fraternal contacto con Sorolla, Blasco Ibáñez y Teodoro Llorente, sucediéndose unos años de feliz encuentro con paisanos y amigos, entre los que también figura el torero Mazzantini. Mariano Benlliure y Gil Boceto del Monumento a Antonio de Trueba Bronce, ca. 1895 Inv. 2049 Museo del Romanticismo En 1897, año en que se inaugura en Madrid el Círculo Valenciano con Benlliure a la cabeza, al que además nombran Académico de Número de la Real Academia de San Fernando en sustitución de Ricardo Bellver, se une sentimentalmente a la cantante de zarzuela Lucrecia López de Arana, con la que tiene a su hijo José Luis Mariano, ambos retratados en su obra Maternidad. Continúa cosechando éxitos, obteniendo en 1900 la Medalla de Honor de Escultura en la Exposición de París donde presenta El Infierno de Dante, Velázquez, el Mausoleo de Gayarre y la Espada del general Polavieja. Ese mismo año le conceden el título de Académico de Mérito en la Real Academia delle Belle Arti di San Lucca y se le nombra Comendador de la Orden de la Corona de Italia y, ya en 1901, director de la Academia Española en Roma, cargo del que dimite en 1903, ocupando el puesto su hermano José. Adquiere entonces una casa en Villalba, cerca de Madrid, donde conoce a Ramón y Cajal. Ya en 1909 amplía la casa de Lucrecia y la convierte en casa-estudio en la calle Abascal. Mariano Benlliure y Gil Maternidad Escayola Inv. E-488 Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid Estamos en los primeros años del nuevo siglo, marcados por el desánimo producido por el desastre colonial y por la pujanza del grupo de escritores de la llamada Generación del 98, que miran hacia nuestras propias tradiciones, hacia las más hondas esencias de lo español. Exponente de esta necesidad de valorar la producción española y de demostrar que nuestra cultura es tan importante como las demás europeas es lo que justifica que Mariano Benlliure impulse las exposiciones de artistas españoles en París en 1918 y franceses en Madrid desde la Dirección General de Bellas Artes y como director del Museo de Arte Moderno desde 19174. Pocos años antes, en 1913, recibe el título de miembro de The Hispanic Society of America, en Nueva York, donde se exhibe el retrato que le hizo su buen amigo Joaquín Sorolla y Bastida (1863-1923). En 1929 conoce a la que sería su última compañera sentimental, Carmen de Quevedo Pessanha, viuda de Juan Nogales Delicado y biógrafa del escultor. Pese a ello, se inicia una década especialmente dura para Mariano, falleciendo sus hermanos Juan Antonio y Blas en 1930 y 1936, respectivamente. Además, en 1932 enferma de reuma y al año siguiente comienza a sufrir una grave afección en la vista, pero sigue trabajando haciendo bustos y figuras de cerámica de tipo decorativo. La guerra civil detiene su trabajo hasta que, con motivo de la invitación que recibe del Instituto de Francia para presenciar la Exposición Internacional, se queda en París haciendo bustos de políticos. Estando allí, en 1938 sufre un ataque cerebral y se traslada a Viseu, junto a la familia de Carmen, donde se repone. 4 Cfr. MONTOLIU SOLER, V., Mariano Benlliure…, op. cit., pp. 237-238. La postguerra está marcada por la escasez y la desaparición de la clientela señorial, de modo que se mantiene gracias a la demanda de imágenes religiosas y procesionales, así como de figurillas de tema taurino y retratos de toreros del momento como Marcial Lalanda. En un momento en el que se pretendía enaltecer el acendrado españolismo como valor nacional frente al rechazo exterior al Régimen de Francisco Franco, la fiesta se identifica con el auténtico sello de lo español. Nuestro escultor sigue recogiendo reconocimientos como los homenajes que la ciudad de Valencia y la Dirección General de Bellas Artes le hacen en 1942 y 1944, concediéndosele la medalla de oro de aquélla y la Gran Cruz de Alfonso X, respectivamente. La muerte le llegó el 9 de noviembre de 1947 habiendo terminado el boceto en barro del paso de la Entrada de Jesús en Jerusalén para Crevillente. 3.2. La obra de Benlliure al detalle La ingente producción artística de Mariano Benlliure pone de relieve su inquebrantable vocación plástica hasta el final de su vida. De él se ha dicho que se nutrió de muchas tendencias y que ninguna de ellas prevaleció sobre las demás, teniendo siempre como hilo conductor la orientación realista, especialmente en sus esculturas y, sobre todo, en los retratos5. En este sentido, son especialmente elocuentes las palabras de Julián Gállego, para quien Mariano Benlliure “es romántico como Carpeaux en sus niños, guirnaldas y composiciones históricas, impresionista al jugar con los efectos de la luz sobre las superficies con destelleantes detalles minúsculos, expresionista porque nos habla de emociones y sentimientos, simbolista porque en toda su producción pervive la idea de la vida y de la muerte, modernista por sus ritmos ondulantes que recogen el movimiento de una suave brisa, fidíaco en sus detalles realistas, helenístico en sus figurillas menudas de terracota y primitivista en sus relieves de gruesos trazos […] y sobre todo un enamorado de la naturaleza y de la vida que pretende aprisionar en el barro”6. No en vano, cuando en 1917 le preguntaron públicamente sobre su tendencia artística, afirmó que “el artista acertado es el que (…) no sigue tendencias”7. Todo lo que en el momento aparecía como innovador era para él un estímulo que contribuía a conformar su personal estilo, dinámico y directo, que unido al innato talento que le ayudó a dominar la técnica, hizo de él el más insigne escultor de la España de su tiempo. Respecto a su forma de trabajar, Montoliu recoge las propias palabras de Benlliure sobre cómo llevaba a cabo la ejecución de una obra escultórica, sobre todo si se trataba de un monumento. Nos centraremos en la producción de obras en bronce, ya que es éste el material de la que nos ocupa. En este sentido, tras conocer el emplazamiento al que aquélla estaba destinada y documentarse bien sobre el personaje al que se erigía, dibujaba a lápiz las primeras ideas y después realizaba en barro unos bocetos que le permitían tener una impresión del conjunto de la obra. A continuación realizaba a escala una maqueta que le permitía ver dónde formar los armazones o hierros que sujetan interiormente las extremidades de la figura, etc. “Se procede después al vaciado por los especialistas consistente en 5 Cfr. Ibidem, p. 252. GÁLLEGO, J.: Semanario cultural, ABC, 1984, citado por MONTOLIU, SOLER, V., Mariano Benlliure…, op. cit., p. 242. 7 MONTOLIU SOLER, V., Mariano Benlliure…, op. cit., p. 251 6 reproducir en yeso el modelo en barro”. “Si la figura es en bronce se utiliza el sistema de la fundición para el que se emplean unas cajas especiales, llenas de arena muy fina y sutil en donde se coloca el original, obteniendo un negativo de la obra escultórica. Y en otra caja el de la parte inferior, para no hacerlo macizo y darle el grueso de la obra que se va a fundir, marcando después en esa arena caminos y surcos para dar entrada al bronce líquido y otros para dar salida al aire. Una vez frío el metal que se ha vertido en éstas cajas, se limpian las rebabas y defectos por medio de ácidos y cincelados y si son fragmentos de obras grandes hay que soldarlos hasta obtener la obra completa. Entonces hay que cincelar las uniones de las soldaduras y patinarlo todo después”8. Mariano Benlliure y Gil Benigno Vega-Inclán, marqués de Vega Inclán Escayola, 1930 Inv. 1235 Museo del Romanticismo Los encargos oficiales Como hemos visto, Mariano Benlliure dedicó gran parte de su vida profesional a los encargos oficiales, en los que por regla general se dejaba escaso margen interpretativo al artista, que debía presentar al personaje lo más fielmente posible, realzar sus cualidades con alegorías y narrar sus hazañas en los relieves. Sin embargo, ni siquiera fue ese el caso del primero, que le llegó en 1887 y que 8 Ibidem, pp.225-226. consistió en reproducir un retrato de Bárbara de Braganza del siglo anterior, lo que al parecer desmotivó un tanto al joven escultor. Algo más de creatividad pudo aportar en el Monumento al Teniente Ruiz que le encargan en 1888. Esta obra, para la que se inspiró en trabajos de los franceses François Rude (17841855) y Jean Baptiste Carpeaux (1827-1875), retrata con realismo a un militar entregado, de cuyas hazañas queda pormenorizada constancia en los relieves del basamento. Esta mayor libertad en la concepción y realización del monumento, incluso en la elección de los motivos ornamentales y del basamento, irá en aumento al hacerse cargo los políticos comitentes de la imparable evolución artística de Benlliure en este tipo de obras. Tras el Monumento al Teniente Ruiz vendrán otros encargos oficiales en tal abrumadora cantidad que acaso sea ocioso el relato pormenorizado aquí de todos y cada uno de ellos. Aún así, no podemos dejar de citar algunos especialmente significativos en cuanto a las innovaciones conceptuales que presentan como el Monumento al General Martínez Campos que realiza en 1907 para El Retiro de Madrid, o el Monumento a Emilio Castelar, inaugurado en Madrid en 1908. La geografía española está “habitada” por otros muchos personajes inmortalizados por Benlliure en respuesta a los diferentes encargos que recibió y pertenecientes a muy distintos ámbitos, desde el artístico al literario, pasando por el político o el de la medicina, sin olvidar por supuesto a la monarquía. López de Haro y Antonio de Trueba en Bilbao, Álvaro de Bazán, Francisco de Goya, Alfonso XII, Sagasta y Franco en Madrid, Isabel la Católica en Granada, Marcelino Menéndez Pidal en Santander, Ramón y Cajal en Zaragoza, Antonio Maura en Palma de Mallorca, el Duque de Rivas en Córdoba, Miguel Primo de Rivera en Jerez de la Frontera, Viriato en Viseu o Mariano Fortuny en Reus, entre otros, nos recuerdan la obra de este escultor. Algunas ciudades como Madrid nos ofrecen incluso la posibilidad de realizar un recorrido temático para comprender y valorar la maestría de este artista inagotable que fue Mariano Benlliure. Entre los retratos de la monarquía destacan el de la reina María Cristina, el retrato-relieve La Familia Real Española, el busto de Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia que realizó en 1906 con motivo de su boda, o el busto del mismo monarca en mármol que conserva la Embajada de España en París. La Familia Real Española, de Mariano Benlliure y Gil, 1891 Inv. 24358_B Instituto del Patrimonio Cultural de España, Fototeca Archivo Moreno (1853 - 1954) Retratos Pero “la mayor excelencia de Benlliure fue el retrato. (…) [S]abe captar en el modelo aquello que es constante, que constituye su expresión, el reflejo externo de su vida interior. El retrato, que obliga a ceñirse a lo natural, le permite ostentar la habilidad prodigiosa en el modelado”9. La gran clientela que mantuvo su taller fue la privada, en particular la sociedad madrileña acomodada y sobre todo la aristocrática, siendo especialmente productiva la década de 1930, a la que pertenece el busto del marqués de la Vega Inclán del Museo del Romanticismo. No obstante, muchos de sus retratos responden también a encargos públicos. En este sentido, Adsuara Ramos refiere que Benlliure “[a]porta plásticamente el conjunto iconográfico más completo de la vida nacional realizado en nuestro tiempo”10, razón por la cual de nuevo es posible caer en la tentación de enunciar un sinfín de títulos. En lugar de eso, optaremos por mencionar a otros personajes retratados, como los políticos Francisco Silvela (1889), Eduardo Dato (1915) y Alejandro Lerroux (1932); el tenor Julián Gayarre (1889); pintores de otros tiempos como Ribera (primera medalla en la Exposición Nacional de 1887), Velázquez (presentada en la Exposición Internacional de París de 1900) y Goya (ca. 1902), y también de su época, como los bustos que hizo de su Mariano Benlliure y Gil inseparable amigo Joaquín Sorolla (1916 y 1933) o Boceto de monumento a Joaquín Sorolla y Bastida el retrato de Julio Romero de Torres (1931); Bronce personajes históricos como Agustina de Aragón 1933 (1901); toreros como su amigo Mazzantini (1905); Real Academia de Bellas Artes de San Telmo. Málaga aristócratas como el Duque de Alba (1915) y el (Depositada en el Museo de Málaga) marqués de la Vega Inclán (1930); o escritores como Torcuato Luca de Tena. Realizó también numerosos retratos de sus familiares, figurando entre ellos los de sus hijos Mariano y Niní (1892), el busto de sus padres, fallecidos en 1906 y 1907, respectivamente, para el cementerio de El Cabañal en Valencia, o el de su sobrina Matilde en La Lección, obra con la que en 1924 recibió la medalla de oro en la Exposición Nacional del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Otros ejemplos son un retrato de Lucrecia fechado un año antes de su muerte, acontecida en 1927, y el que ese mismo año 9 LOZOYA, Marqués de: Historia del arte hispánico, Barcelona, Ed. Salvat, Tomo V, p. 450. ADSUARA RAMOS, J., Mariano Benlliure…, op. cit., p. 14. 10 esculpió en mármol de su nieto, el hijo de Niní. Retrató también a la última mujer de su vida, Carmen de Quevedo Pessanha, cuyo busto envió a Viseu en 1932. Otras obras Tampoco debemos olvidar su obra funeraria, mereciendo especial mención los mausoleos, que realiza tanto por encargos oficiales como privados, figurando entre otros los de Gayarre (presentado en 1898 en la Bienal del Círculo de Bellas Artes de Madrid), Sagasta (encargado en 1903 para el Panteón de Hombres Ilustres), los duques de Denia (comenzado en 1904 para el cementerio de San Isidro de Madrid), Miguel Moya (1919), Eduardo Dato (terminado en 1924), Joselito (iniciado en 1924) o Blasco Ibáñez (mausoleo para el que ganó un concurso en 1933). Reverso de billete de quinientas pesetas con el Sepulcro del tenor Gayarre en el valle del Roncal Emisor: Banco de España Fábrica Nacional de Moneda y Timbre Grabado calcográfico, 15/11/1951 Inv. 2007/124/17 Museo Arqueológico Nacional El amor juvenil y los niños que juegan y danzan entre frondas de guirnaldas, flores o frutas, figuran entre los temas preferidos del escultor y también de su clientela, encontrando de nuevo inspiración en el estilo de Carpeaux. Sus obras más célebres en este ámbito son El Idilio, en la que dos jóvenes pastores encarnan la poesía pastoral sobre un pedestal decorado con bajorrelieves de niños, y Canto de Amor, conjunto de evocadora sensualidad en el que una joven desnuda reposa sobre un pedestal decorado también con niños, en este caso casi exentos. También son recurrentes en su obra el folclore y la fiesta. En particular, el mundo taurino despierta su interés desde muy niño, siempre fascinado por la figura de Frascuelo, al que modeló ya en cera en 1868. Son precisamente estas figuras de toros y toreros las que le reportan cierta estabilidad económica en algunos momentos de su vida. Obras de interés dentro de este grupo son las efigies de los toreros Frascuelo y Belmonte para la cofradía La oración de la tarde que realiza en 1915; El Coleo, también de estos años; o su célebre grupo El encierro o Conducción de una Corrida, de 1921. Son también dignas de mención las innumerables figuras y relieves de bailaoras, destacando el retrato de la Pinrelitos (1909). Por último recibió numerosos encargos de pasos procesionales, figurando entre los primeros Jesús Descendido que talló en 1877 para Zamora. Para la misma ciudad realizó en 1929 La Redención. Ya en 1940 creó los modelos para otros pasos procesionales, concretamente La Soledad de Salamanca, así como Jesús Nazareno y El Cristo de la Expiración para Málaga. Y en 1935 realiza el Monumento al Sagrado Corazón para la catedral de Cádiz. 4. EL RETRATADO: APUNTES BIOGRÁFICOS SOBRE BENIGNO VEGA INCLÁN Y FLAQUER, II MARQUÉS DE LA VEGA INCLÁN .... B enigno Vega Inclán y Flaquer es especialmente recordado por su aportación al desarrollo de la industria turística española. Movido por su deseo de atraer viajeros a España, puso especial empeño en revalorizar la naturaleza, las tradiciones, el patrimonio artístico y monumental, así como las infraestructuras urbanísticas y de transporte españolas. Fue asimismo fundador de tres Museos Estatales: la Casa y Museo del Greco (actual Museo del Greco) en Toledo, la Casa de Cervantes (actual Museo Casa de Cervantes) en Valladolid, y el entonces denominado Museo Romántico en Madrid. Precisamente por ello, el busto del Marqués objeto de este artículo recibe al visitante en el vestíbulo del Museo del Romanticismo, junto a los retratos de Isabel II y Francisco de Asís pintados en 1852 por Ángel María Cortellini. Nacido en Valladolid el 29 de junio de 1858, Benigno fue el segundo de los cuatro hijos del matrimonio formado por Miguel de la Vega Inclán y Palma (1820-1884), natural de Medina Sidonia (Cádiz) y perteneciente a una familia vinculada al mundo militar, y por Elisa Flaquer y Ceriola (18301897), procedente de una familia de la burguesía catalana dedicada al mundo de las finanzas y cuya fisonomía conocemos gracias a retratos como el de grupo pintado por Joaquín Espalter (Museo del Romanticismo, inv. 111). En 1861 don Miguel estrena nuevo destino en Madrid, adonde se traslada la familia. A su regreso de Manresa, donde en 1867 Benigno y sus hermanos habían estado internos en el colegio de los Jesuitas, la evidente vocación artística de aquél motivó que sus padres le llevasen a la Escuela de Bellas Artes con tan sólo trece años. Aunque asistió a algunas clases de pintura de paisaje, impartidas por Carlos de Haes, y figuró entre los candidatos a un ejercicio selectivo para el curso académico 1871-1872, parece que no formalizó su matrícula. Finalmente, la tradición familiar le condujo a iniciar la carrera militar en 1876. Heraclio Gautier Miguel de laVega Inclán Panel Papel albuminado, ca. 1882-1884 Inv. 30792 Archivo del Museo del Romanticismo Elisa y su hijo MarianoVega Inclán Cabinet Gelatina / colodión de ennegrecimiento directo (P.O.P) / Papel baritado, ca. 1889-1897 Inv. 30728 Archivo del Museo del Romanticismo Tanto Benigno como su hermano Jorge acompañaron a su padre cuando fue destinado a Puerto Rico hasta la muerte de éste en 1884, tras la que cada hijo percibe, en concepto de herencia, 2.523 ptas. Doña Elisa muere en 1897, pasando a sus tres hijos vivos (Fernando había fallecido dos años antes) bienes y efectivos por un valor aproximado de 50.000 ptas. Como gran parte de la herencia de Benigno fueron cuadros y objetos familiares que conservó, andará siempre escaso de liquidez y esta circunstancia explica su búsqueda de nuevos ingresos, teniendo en cuenta además que su sueldo de militar era insuficiente para mantener la vida que llevaba, sus viajes y sus encuentros con amistades cuyas posibilidades económicas eran generalmente mayores que las suyas. Por eso en estos años hará algunas inversiones en Hispanoamérica en busca de fortuna. Acaso también sea esa la razón de que viviese siempre con austeridad, en una modesta vivienda arrendada situada en la madrileña plaza de los Afligidos, ahorrando en el vestir -que no en el comer- e invirtiendo su dinero en obras de arte y más adelante en sus proyectos turísticos y urbanísticos. Entre 1885 y 1888 Benigno fue ayudante del mariscal de campo José Almirante y Torroella, quien le anima a publicar escritos como Bocetos de Semana Santa y Guía de Sevilla, publicado en 1888 y concebido para orientar al viajero. El buen entendimiento entre ambos favoreció igualmente que Vega Inclán continuase con sus viajes profesionales y privados por África, América y también por España, sintiendo durante toda su vida especial predilección por Andalucía. De hecho, también tuvo casa en Sevilla, en la calle Justino de Neve, 10, que más adelante se uniría a otras dos de la calle Pimienta, 7 y 9, para formar la parte principal de las Hospederías de Santa Cruz. Los viajes, fundamentales en su vida, le permitieron conocer a artistas, marchantes, coleccionistas y expertos. Estos encuentros favorecen su incipiente actividad comercial, iniciada al parecer a finales de la década de 188011 y gracias a la cual dio a conocer en el extranjero muchas obras de arte español. Además, frecuenta círculos literarios, 11 Cfr. MENÉNDEZ ROBLES, M.L., El Marqués de la Vega Inclán y los orígenes del turismo en España, Madrid, Ministerio de Industria y Comercio, 2006, p. 53. artísticos y nobiliarios, relacionándose con los más relevantes personajes de las sociedades andaluza y madrileña. Aunque continuó ascendiendo por antigüedad a capitán, comandante y teniente coronel en 1906, 1914 y 1918, respectivamente, hasta cumplir la edad reglamentaria para retirarse dos años más tarde, lo cierto es que pasó a la reserva en 1893, tras su regreso de Marruecos, desvinculándose así de la vida militar. Durante algún tiempo, se entrega a la publicación de artículos en su mayoría de carácter popular y temática costumbrista, mientras se preparaba para obtener el título de Agente de Cambio y Bolsa de Madrid, expedido en diciembre de 1895. En abril de 1897 pide licencia ilimitada y abandona también esta actividad, que no obstante le sería de gran utilidad para gestionar sus propios asuntos y alcanzar el mayor rendimiento posible de su menguante fortuna. Por esos años Benigno se hace con el título de marqués de la Vega Inclán, con el que en 1878 le había sido reconocida a su padre su lealtad a la monarquía. Aunque éste había fallecido muchos años antes, fue al morir su madre cuando Benigno esperó para solicitarlo hasta un día antes del vencimiento que motivaría la supresión del Marquesado si nadie lo reclamaba, acordada en marzo de 1898. Por edad, el título le hubiera correspondido a su hermano Jorge; de todos modos, Benigno hizo honor a la causa que motivó este reconocimiento a don Miguel, de quien heredó esa lealtad a la monarquía en la persona del rey Alfonso XIII, del que fue amigo personal y al que aconsejó en políticas culturales concretas, ayudándole a hacer realidad algunos de sus proyectos culturales del monarca12. Alfonso XIII en las Hospederías del Barrio de Santa Cruz Copia positiva Gelatina de revelado químico / Papel baritado, 1911-1931 Inv. 30710 Archivo del Museo del Romanticismo 12 Cfr. PALACIOS BAÑUELOS, L., “El Marqués de la Vega Inclán, un personaje poliédrico”, prólogo al libro de MÉNENDEZ ROBLES, M.L., El Marqués de la Vega Inclán...¸op. cit, p. VII. Viajero incansable por Europa, entre 1900 y 1905 residió en París, pasando temporadas en Londres y Berlín y manteniendo, asimismo, su casa madrileña de la plaza de los Afligidos. Procurará hacer coincidir estas estancias europeas, así como sus viajes posteriores a su regreso definitivo a España en 1905, con las visitas anuales del fundador de la institución The Hispanic Society of America, Archer Milton Huntington, quien casi todas las primaveras acudía a Francia, y con las estancias veraniegas de Aureliano de Beruete y su familia en el mediodía francés. Con ellos recorría Europa para impregnarse de las nuevas tendencias artísticas y conocer las últimas adquisiciones de los principales coleccionistas. Precisamente, a su regreso definitivo a España visita en Toledo a su hermano Jorge, quien le informa sobre el inminente derribo del inmueble que se creía podía haber ocupado el Greco. Para evitar su desaparición, el Marqués lo adquiere y acomete en él la primera reconstrucción ambiental de una época pasada en la que hasta hace muy poco se llamaba Casa Museo del Greco de Toledo, hoy Museo del Greco, para donársela al Estado en 1907. No obstante, la inauguración del Museo no tuvo lugar hasta 1911, tras haberse constituido el año anterior un Patronato formado por personalidades de la cultura, el arte y la política entre los que, como veremos, se encontraban algunos de sus mejores amigos. Esta donación es una muestra de la labor que el Marqués venía desarrollando para promocionar el patrimonio monumental, artístico y cultural de España. Por entonces ya gozaba a nivel internacional de una sólida reputación como experto en pintura española y sobre todo en la obra del Greco, condición que motivó que formase parte de patronatos, juntas y sociedades como la Sociedad Española de Amigos del Arte, la Junta Superior de Excavaciones, el Patronato del Museo del Prado o el del Museo Sorolla, entre otros organismos en los que coincidió con muchas de sus amistades. Pero el reconocimiento que le llegó más hondo fue su designación de Comisario Regio al frente de la recién creada Comisaría Regia del Turismo y de la Cultura Artística, en virtud de un Real Decreto de 19 de junio de 1911. De este modo, el entonces presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas (por cuyo partido liberal Vega Inclán había sido elegido diputado en la legislatura de 1910), así como el propio monarca Alfonso XIII, reconocen al Marqués su entrega y amor a España y le encomiendan una labor tan esencial como “estudiar, proponer y plantear los medios conducentes al fomento del turismo y a la divulgación de la cultura artística popular”13. Desde la Comisaría pudo acometer importantes proyectos como el de las Casas Baratas de Sevilla, el de las Hospederías, como las del Barrio de Santa Cruz de la misma ciudad, y fundamentalmente el de la Red de Paradores Nacionales de Turismo, construyendo con su arquitecto y amigo Vicente Traver el de Gredos e iniciando el de Mérida. En definitiva, podría decirse que la Comisaría Regia del Turismo fue la vía del Marqués para materializar sus ilusiones y proyectos, el trabajo que le lleva a tomar un rumbo definitivo y le estimula decisivamente para dar rienda suelta a su actividad editorial, centrada en la divulgación turística con múltiples publicaciones y folletos. Su deseo de ver cumplidas muchas de sus aspiraciones explica su personal implicación en la Comisaría, sin importarle el agravamiento de su situación económica a causa tanto del carácter honorífico de su cargo de Comisario como de su disposición a completar con sus propios recursos la escasa dotación presupuestaria de aquélla. Desde junio de 1921 la Comisaría Regia del Turismo se instala en el Palacio que en 1776 había realizado el arquitecto Manuel Rodríguez por encargo del marqués de Matallana en la calle San Mateo, 13 Real Decreto publicado en la Gaceta de Madrid, núm. 171, de 20 de junio de 1911. 13, de Madrid, actual sede del Museo del Romanticismo. Pocos años después, la creación del Patronato Nacional de Turismo por Real Decreto de 25 de abril de 1928 pone fin a la Comisaría Regia. A partir de este momento, el Marqués volcará sus energías en dirigir y gestionar las Fundaciones Vega Inclán, surgidas para reunir a las tres instituciones que había creado y que hoy permanecen -la Casa y Museo del Greco, la Casa de Cervantes de Valladolid y el Museo Romántico-, así como en nuevos proyectos relacionados con el patrimonio artístico y monumental. Uno de ellos fue la adquisición en 1930 del Real Sitio de La Isabela en Sacedón (Guadalajara), cuya estación de aguas termales había sido frecuentada por la dinastía reinante. Logró poner en funcionamiento el balneario pero su explotación finalizó al estallar la Guerra Civil en 1936. Casi veinte años después, en 1955, el pueblo y el balneario quedarían sumergidos bajo las aguas del pantano de Buendía. Kallmeyer y Gautier La Isabela – Fachada del Balneario Tarjeta postal Heliotipia Inv. 34749 Archivo del Museo del Romanticismo Precisamente fue en La Isabela donde, en 1931, falleció María Belén López-Cepero y Aguado, la sevillana que fue compañera sentimental del Marqués durante cuatro décadas. Vivió junto a él intermitentemente, en Sevilla y en Madrid, sin compromiso ni descendencia. Aunque se desconoce el alcance de esta relación amorosa, debido entre otras cosas a “la afición de Vega Inclán por el sexo femenino (…), conservando fotografías en su archivo de cantantes y actrices de la Comedia Francesa a las que admiraba”14, es indudable que fue una persona muy importante en su vida y que su muerte le dejó un gran vacío, más aún después de haber fallecido sus hermanos Jorge y Mariano el año anterior. 14 MENENDEZ ROBLES, M.L., El Marqués de laVega Inclán…, op. cit., p. 72. Su soledad se acrecienta cuando fallecen algunos de sus mejores amigos como Manuel Bartolomé Cossío o el Conde de Benalúa, en 1935 y 1936, respectivamente. Tan solo la preocupación y el afecto de los que le sobrevivieron, como Archer Milton Huntington o Gregorio Marañón, paliaron la tristeza y el pesimismo que fueron apoderándose de su carácter. Juan Rodríguez L: Lohr y Morejón María Belén López-Cepero y Aguado Copia positiva Papel albuminado, 11 de enero de 1894 Inv. 30789 Archivo del Museo del Romanticismo Precisamente, la Guerra Civil le sorprendió en Granada, adonde había ido acompañando a los restos de Benalúa para su enterramiento en la Catedral. Durante la contienda residió en el Hotel Alhambra Palace de dicha ciudad, pero no por ello se alejó de sus más firmes intereses, colaborando en el traslado de los cuadros del Museo del Prado para su protección y salvación. En estos años tiene aún alguna satisfacción de gran significado para él como su propuesta para ocupar un sillón en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, pese a que su ingreso no llegó a hacerse efectivo. Por otra parte, el hecho de permanecer más tiempo en casa no le impide mantener contacto epistolar con amigos de confianza inquebrantable como los Huntington o Gregorio Marañón, a los que podía hacer partícipes de sus más íntimos pensamientos. También se escribía con el propio Alfonso XIII, que se encontraba exiliado en Roma. El 6 de enero de 1942 muere el II marqués de la Vega Inclán en su domicilio madrileño de la plaza de los Afligidos cuando contaba ochenta y cuatro años de edad. Tres años después, en 1945, el marqués de Lozoya, Director General de Bellas Artes y miembro de la Comisión ejecutiva de las Fundaciones Vega Inclán, publica junto a Sánchez Cantón la primera guía del Museo Romántico, en la que hacen una semblanza de su fundador centrada en sus aspectos más personales. Más adelante, Vicente Traver, que fue su arquitecto durante quince años en la Comisaría Regia, le dedicó una biografía escrita tras haber ganado el concurso convocado por el Patronato de las Fundaciones Vega Inclán de la Dirección General de Bellas Artes –Ministerio de Educación Nacional–, en sesión celebrada el 12 de junio de 1961, para elegir el más completo guión biográfico del Excelentísimo Sr. D. Benigno de la Vega Inclán y Flaquer. 5. EL MARQUÉS EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO .... C omo acabamos de ver, el Museo Romántico se creó a iniciativa del marqués de la Vega Inclán en 1924, viendo así la luz la que, en palabras de su amigo y biógrafo Vicente Traver, fue su obra más deseada y estimada15. “El impulso inicial del Museo en embrión”16 fueron los cuadros La familia de Jorge Flaquer, de Joaquín Espalter, ya mencionado, y La vuelta de la guerra de África, de Eduardo Cano. Junto a ellos, constituyen el núcleo fundacional de la colección otros ochenta y cuatro cuadros y objetos de mobiliario y artes decorativas, así como libros y estampas que él mismo donó a tal efecto. Destaca especialmente el lienzo San Gregorio Magno, de Francisco de Goya, conviniendo con su amigo Cossío que esta obra permitía acotar el marco cronológico del período que debía estar representado en el Museo. Así, en una carta fechada el 27 de mayo de 1924 (Archivo del Museo del Romanticismo, inv. FD0254), en respuesta a la consulta de Vega Inclán sobre la procedencia de la inclusión del referido cuadro del pintor aragonés en el discurso del Museo Romántico, Cossío, refiriéndose a Goya, se dirige al Marqués en estos términos: “Romántico o no, si sus cuadros no abrieran las puertas de su museo, por el vagarían a todas horas eternamente los fantasmas de Goya”. Como hemos visto, Benigno Vega Inclán decidió instalar el Museo Romántico en el Palacio del marqués de Matallana, inaugurándose la institución en 1924. Posteriores donaciones del Marqués y su propio legado vinieron a incrementar la colección en los años siguientes con piezas como el busto retrato que centra el objeto de estas páginas y su correspondiente vaciado de yeso. Pero al margen de las obras que le pertenecieron por su faceta de coleccionista, resulta de interés en esta ocasión poner de relieve las de pintor y protagonista de numerosas fotografías. Ya hemos visto que su paso por la Escuela de Bellas Artes fue efímero. Sin embargo, no se puede hablar de un abandono de los pinceles, puesto que siempre mantuvo la afición por la pintura, como testimonian las cerca de cuarenta obras suyas que conserva el Museo del Romanticismo, en las que por lo general se advierte un resultado desafortunado. Ejemplo de ello es el retrato del rey Alfonso XII, respecto del cual se ha dicho, en referencia al tiempo que posó el monarca, que era “un honor que sus pinceles no merecían”17. También realizó copias de cuadros del Greco, Velázquez o Goya, algunas de las cuales regaló luego, orgulloso de sus logros, a amigos como el doctor Gregorio Marañón o el pintor Joaquín 15 Cfr. TRAVER, V., El Marqués de la Vega-Inclán. Iº Comisario Regio de Turismo y Cultura Artística Popular, Dirección general de Bellas Artes, Fundaciones Vega-Inclán, 1965, p. 173. 16 Ibidem, p. 176. 17 MENÉNDEZ ROBLES, M.L., El Marqués de laVega Inclán…, op. cit., p. 45. Sorolla. En ocasiones las copias responden a motivos profesionales, en su calidad de marchante de obras de arte, para recabar por ejemplo la opinión de Cossío acerca de la autoría de un lienzo creyendo en la posibilidad de que fuese obra del Greco18. Finalmente, es preciso mencionar que, además del retrato que nos ocupa, así como de otros como los pintados por Sorolla (inv. 135 y 193) o por William Turner Dannat (inv. 2090), ambos amigos suyos, la imagen del marqués de la Vega Inclán está consagrada para el recuerdo en el Museo del Romanticismo gracias a los fondos de su Archivo. En algunas fotografías aparece sólo y en otras lo hace en compañía de distintas personas en actos privados u oficiales. Especialmente las primeras constituyen una excelente galería de retratos que nos permite seguir su evolución física desde su juventud hasta su vejez. 1. Benigno adolescente. Carte de visite, papel albuminado, ca. 1869. Inv. 30769. 2. Román Ribas, Benigno de la Vega-Inclán. Carte de visite, papel albuminado, 1877, Inv. 30768. 3. Antonio Barcia y Viet, Benigno de la Vega-Inclán. Carte de visite, papel albuminado, 1885-1888, Inv. 30719. 4. Benigno de la Vega-Inclán. Copia positiva, gelatina de ennegrecimiento directo / Papel baritado, 1908-1918, Inv. 30753. 5. Benigno de la Vega-Inclán. Copia positiva, 1937, Inv. 30748. 6. Otto Wunderlich, Benigno de la Vega-Inclán. Copia positiva, Gelatina de ennegrecimiento directo / Papel baritado, ca. 1940, Inv. 30764. 18 Cfr. Ibidem, p. 47. 6. EL AMBIENTE INTELECTUAL DE LA ÉPOCA. A PROPÓSITO DE LAS AMISTADES DE BENIGNO VEGA INCLÁN .... Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar, es empezar a morir. Estas palabras del doctor Gregorio Marañón encajan no sólo con su propio espíritu sino también con el de aquellos otros hombres que, como él, compartieron amistad y experiencias con Mariano Benlliure, con el marqués de la Vega Inclán o con ambos. Sin duda, todos ellos eran claros exponentes del hombre de la Restauración, intelectuales emprendedores y entregados con vehemencia a la consecución de sus objetivos e ideales, entre los que se encontraba el de defender incansablemente el arte, la ciencia, la educación y la cultura. Para estos personajes, activos en la transición del siglo XIX al XX, los viajes fueron muy valorados por su carácter formativo y por contribuir a calmar su sed de novedades, que más tarde, desde sus respectivos ámbitos de acción, tratarían de introducir en España con el fin de enriquecerla y modernizarla19. Todos los que conocieron al Marqués coinciden en señalar su capacidad de hacer amistades y mantenerlas. Como ha señalado Menéndez Robles, “[s]us mejores amigos son tan queridos que no duda en referirse a ellos como su familia, compartiendo sus proyectos vitales que hacían suyos contagiados por el entusiasmo y confianza que les transmitía”20. El Archivo del Marqués contiene pruebas incontestables de la camaradería y lealtad que existió entre Benigno Vega Inclán (1858-1942), Mariano Benlliure (1862-1947), Gregorio Marañón (1887-1960), Joaquín Sorolla y Bastida (1863-1923) o Manuel Bartolomé Cossío (1857-1935), entre otros. El contenido personal de algunas cartas da idea de la profundidad de esa amistad entre ellos. Podría decirse que el ilustre galeno es, de algún modo, el nexo de unión entre todos los personajes que protagonizan este apartado, pues todos ellos, en algún momento de sus vidas, le confiaron el cuidado de su salud o de la de sus seres queridos. Por lo que respecta en particular a su relación con el marqués de la Vega Inclán, en una carta fechada en 1923 (Archivo del Museo del Romanticismo, inv. FD0249) en la que Marañón le expresa su conmiseración por la muerte de Sorolla, le pide además noticias suyas y de María Belén López-Cepero: 19 20 Cfr. Ibidem, p. 52. Ibidem, p. 55. “Querido Benigno: recibí su telegrama; hemos pensado mucho en su pena, al sobrevenir esta muerte total. Aunque solo le quedaba al gran pintor un hilillo de vida, la verdad es que ahora nos damos cuenta de que con ese algo nos conformábamos. (…). Tenemos muchas ganas de saber de ud. y de Belen. Se le echa a ud. de menos y los niños le nombran constantemente. (…) Un abrazo muy fuerte de su mejor y más entusiasta amigo”. Gregorio Marañón Fotografía, 18 x 13 (Soporte: Placa de Vidrio) Inv. 038781 Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo General de la Administración (Archivo Alfonso) Además de reflejar el sentimiento mutuo hacia el amigo desaparecido, la carta es en sí misma una muestra de la admiración y sincero afecto que se profesaban el remitente y el destinatario. Ya en los últimos años de Vega Inclán, el doctor y su familia le ayudarán a paliar su soledad abriéndole las puertas de su casa, donde se sentía como uno más. No en vano señala Menéndez Robles que esos sentimientos por el Marqués fueron transmitidos a las nuevas generaciones de la familia Marañón, “saboreando en su honor, en el cigarral toledano que habitara el doctor la crema Benigno, un plato durante cuya degustación rememoran la figura del amigo desaparecido”21. Otro testimonio de esta profunda amistad la encontramos en el hecho de que, cuando Marañón leyó su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, titulado “Las mujeres y el Conde Duque de Olivares”, fue su amigo Benigno quien le dio la réplica. Pero además, la debilidad del Marqués por el joven Gregorio le llevó a relacionarle con The Hispanic Society of America, en cuya galería de españoles ilustres figura su busto realizado precisamente por Mariano Benlliure, recibiendo asimismo el nombramiento de Honor de la institución fundada como biblioteca y museo públicos y gratuitos por Archer Milton Huntington (1870-1955) el 18 de mayo de 1904 en Nueva York, como irrefutable prueba de su admiración por España. Precisamente, Huntington es otro de los grandes amigos del Marqués que, como él, también confió su salud y la de su segunda esposa, la escultora Anna Hyatt 21 Ibidem. (1876-1973), a Gregorio Marañón durante sus estancias en nuestro país. Refiriéndose a la amistad íntima que se profesaban Huntington y Vega Inclán, el insigne galeno señalaría más tarde que el Marqués fue “la persona que gozó, entre los españoles, de la máxima intimidad, confianza y cariño del mecenas americano” y que “[n]o se podrá hablar de las relaciones hispánicas de Huntington sin tener en cuenta, constantemente, al Marqués”22. Huntington vino a España por primera vez a principios de la década de 1890 y, como se ha señalado “[e]n Madrid conoció a quienes habían de ser sus amigos para toda la vida: hombres que hacían de la conservación y cuidado de las obras del arte español una cuestión vital”23. Así era, como hemos visto, el Marqués, que desde la Comisaría Regia del Turismo implicó a Huntington, además de al propio monarca Alfonso XIII, en el proyecto de restaurar la casa en la que Cervantes había vivido en Valladolid y la del Greco en Toledo24. “Luego, organizada la Fundación Vega Inclán para atender a la administración de ambas casas y del Museo Romántico de Madrid, Huntington fue miembro del patronato directivo”25. En 1926 Anna Hyatt donó a Sevilla la estatua de El Cid26 para que figurase en el acceso al recinto de la Exposición Iberoamericana. La colocación de esta obra es particularmente interesante a los efectos de este apartado en tanto que constituye una representativa anécdota en la que confluyen varios de los intelectuales más destacados de la época: Archer Milton Huntington, Mariano Benlliure, Vicente Traver, Manuel Cossío, Menéndez Pidal y el marqués de la Vega Inclán. Este último se ocupó personalmente de dirigir la preparación y la colocación de la escultura, supervisando además el labrado de los sillares del pedestal de granito labrado fino sin pulir, encargado por Mariano Benlliure a Vicente Traver. Menéndez Pidal redactó los textos conmemorativos de la estancia del Cid en Sevilla, con la colaboración de Cossío y, finalmente, Benlliure modeló en piedra blanca el escudo de la institución fundada por el mecenas americano, quien, para costear el pedestal, envió diez mil dólares, que fueron administrados por la Intendencia de la Real Casa27. Esta empresa provocó el resentimiento de la salud de Anna Hyatt y Huntington recurrió a Gregorio Marañón, por quien sentía el mismo amor paternal que el Marqués. El diagnóstico fue de tuberculosis y conllevó la prescripción de absoluto reposo y cambio de aires. Los Huntington no regresaron a España hasta 1929, ocasión que aprovecharon para renovar viejas amistades en Madrid y Sevilla. Acaso fue en uno de esos viajes cuando Anna donó al entonces denominado Museo Romántico dos sujeta-libros en bronce que representan una cabra montés (inv. 982 y 7613). Con anterioridad a la fundación de The Hispanic Society of America, el interés de Huntington por los artistas que trabajaban en España explica su encuentro con el pintor Joaquín Sorolla, al que conoció en Londres en 1903, donde el artista valenciano se hallaba exhibiendo sus obras. Sin duda el americano 22 Carta de Gregorio Marañón a García-Mazas, firmada en Tegury-Cottage (Inglaterra), el 5 de septiembre de 1957, y reproducida en el libro de GARCÍA-MAZAS El poeta y la escultora. La España que Huntington conoció, Ediciones Castilla, S.A., 1962, p. 475. 23 GILMAN PROSJE, B., Archer Milton Huntington, Nueva York, 1965, p 4. 24 Cfr. Ibidem, p. 18. 25 Ibidem. 26 Anna Hyatt realizó esta obra en consideración a la pasión de su marido por el Poema de Mio Cid, cuya edición y traducción le valió el título honorífico de Master of Arts que las Universidades de Yale y Harvard le concedieron en 1897 y 1904, respectivamente. De hecho, la escultora perpetuó al caballero castellano en numerosas obras ecuestres que hoy se conservan en lugares tan dispares como Nueva York, San Diego o Buenos Aires, además de en Sevilla. 27 Cfr. MENÉNDEZ ROBLES, M.L., El Marqués de laVega Inclán…, op. cit., p. 296. quedó deslumbrado por su arte y, al día siguiente de la inauguración de la mencionada institución, se llevó a cabo una exposición de pinturas de Sorolla. Posteriormente, Huntington le encargó su célebre serie Visiones de España en la que cuadros de considerables dimensiones representan los ambientes y las fiestas tradicionales de las diferentes regiones españolas. La relación entre estos dos personajes tendrá una importante repercusión en los ambientes intelectuales españoles, así como en la Casa Real, que seguía muy de cerca la incursión de Sorolla en América por la imagen que podía ofrecer de una España en proceso de modernización. Aunque el Marqués tenía amistad personal con el monarca, Huntington hizo méritos que le valieron la confianza y el afecto de Alfonso XIII, quien le distinguió con varias condecoraciones28. Entra así en escena otro de los personajes fundamentales del ambiente intelectual español de aquel momento, del que Huntington llegó a ser gran amigo, y del que, como hemos visto a través de la correspondencia citada, también lo eran tanto el Marqués como, muy especialmente, Mariano Benlliure, que para Sorolla era casi más un hermano. Menéndez Robles señala que Vega Inclán pudo saber del artista valenciano con motivo de la Exposición Internacional de París de 1900 en la que el pintor y Mariano Benlliure fueron galardonados en sus respectivas especialidades, y que la persona que pudo ponerles en contacto pudo ser Aureliano de Beruete29. En cambio, Benlliure y Sorolla se conocieron mucho antes en Roma, adonde había ido el pintor en 1884, becado por la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Su amistad se estrechó cuando José Benlliure le acogió en su casa de Asís, frecuentada por Mariano como es lógico. De la relación personal que mantuvieron durante toda su vida queda buena muestra en sus respectivas obras. Los dos se retrataron mutuamente e hicieron además retratos de sus respectivos familiares. A la muerte de Sorolla en 1923, Mariano Benlliure presidió su entierro, actuó como su albacea y participó en la formación y consolidación del museo del pintor. Por supuesto, también Huntington había conocido a Benlliure que, como hemos visto, participó en la colocación de la estatua de El Cid de su esposa, así como a Manuel Bartolomé Cossío, en el ambiente de Vega Inclán, pues éste le puso en relación con los españoles que mejor podían ayudarle en su obra españolista, empezando por el rey Alfonso XIII, que sintió por el hispanista un gran amor, en parte porque sabía que pocos extranjeros amaban a su patria con aquella ternura y generosidad30. Prueba de la amistad que se forjó entre Huntington por un lado, y Sorolla y Benlliure por otro, fue la galería de españoles ilustres de The Hispanic Society of America, en la que los más ambiciosos intelectuales de nuestro país aspiraban a figurar, aunque ser socio era ya un logro. Muchos que lo fueron hacían figurar tal condición con orgullo en sus tarjetas31. Pues bien, Sorolla y Benlliure fueron los principales responsables de esa galería de retratos pictóricos y escultóricos que, al morir el pintor, continuaron otros artistas como López Mezquita. En ella se encuentra representado por ambos artistas el doctor Marañón que, a pesar de su menor edad, fue miembro indiscutible de este círculo intelectual en el que él mismo reveló haberse introducido de la mano del marqués de la Vega Inclán, sin dejar por 28 Cfr. Ibidem, pp. 291 y ss. Cfr. Ibidem, p. 296. 30 Cfr. Carta de Gregorio Marañón a García-Mazas, de 5 de septiembre de 1957, en GARCÍA-MAZAS, El poeta y la escultora..., op. cit., p. 475. 31 Cfr. Ibidem, pp. 475-476. 29 ello de merecer tal consideración. Refiere García-Mazas que en una ocasión Huntington le habló del ilustre doctor en estos términos: “El español es y será siempre, una raza tocada por la chispa divina del “genio”. No hay más que ver que en todas las épocas de Historia, España ha dado siempre por lo menos una figura que en una ciencia u otra estará entre las grandes cumbres de la Humanidad. Vea sino en nuestro siglo un hombre-montaña como Marañón; uno de los “genios” más grandes de nuestro siglo en medicina, crítica de arte, historiador, literato, filósofo, psicólogo, que igual empuña la pluma que el bisturí… Hombres así, solamente se pueden dar en España…”32. Por su parte, Marañón dijo de Huntington que era “un gigante, que recordaba, en lo físico y en lo moral a San Cristóbal.Yo se lo decía a él y él se reía; y cuando me argumentaba que a quién iba a trasladar a hombros, como este Santo acostumbraba, le decía yo que al amor entre España y América, separados por las orillas del gran mar”33. Sorolla y Benlliure también retrataron al marqués de la Vega Inclán para The Hispanic Society of America. Precisamente, la institución americana conserva una réplica del busto retrato en bronce del Museo del Romanticismo, de cuyas colecciones ya hemos mencionado dos retratos del Marqués pintados por Sorolla, a los que debemos añadir aquí uno fotográfico del pintor dedicado personalmente a Vega Inclán, como prueba irrefutable de su amistad. Joaquín Sorolla y Bastida Retrato de Don BenignoVega-Inclán, Marqués de laVega-Inclán Óleo / lienzo, ca. 1900-1920 Inv. 135 Museo del Romanticismo 32 33 Ibidem, p. 478. Ibidem, p. 477. Joaquín Sorolla y Bastida Copia positiva Gelatina de ennegrecimiento directo / Papel baritado, ca. 1916 Inv. 30790 Archivo del Museo del Romanticismo En la galería de españoles ilustres del mecenas americano se halla igualmente, retratado por Sorolla en 1908, don Manuel Bartolomé Cossío (1857-1935), gran amigo del Marqués y miembro como él de los patronatos de las Fundaciones Vega Inclán y del Museo del Prado, respectivamente34 y 35. Siguiendo la estela de su maestro, don Francisco Giner de los Ríos, Cossío fue una figura crucial en el ámbito educativo de España en la transición del siglo XIX al XX, llevando a cabo una ingente labor de remodelación pedagógica a todos los niveles, fundamentalmente a través de la Institución Libre de Enseñanza, que había sido fundada en 1876. Ahora bien, de sus múltiples logros profesionales, le vincula especialmente con los demás personajes de este apartado su trabajo El Greco, que concluyó en 1907 y que tuvo una excepcional repercusión36, entre otras personas para el propio Vega Inclán que, fascinado por el genio cretense y por la obra de Cossío, emprendía por entonces, junto a Huntington y Alfonso XIII, el proyecto de recuperar la que pudiera haber sido su casa. Por ello, no ha de extrañar que más tarde don Manuel formase parte del Patronato del Museo resultante de tal empresa. Adicionalmente, ya hemos visto que Benigno Vega Inclán recurría a él con frecuencia para hacerle consultas sobre sus propios proyectos profesionales. Otro punto de conexión fueron los viajes que realizó a diversos países europeos como Alemania, Suiza, Austria o Bélgica, en su caso con el fin de conocer de primera mano sus respectivos sistemas educativos y centros docentes, así como de asistir a congresos internacionales sobre el tema, representando a la Institución Libre de Enseñanza, como también lo hizo en otros tantos nacionales, en ocasiones junto a su maestro. Daniel Vázquez Díaz Manuel Bartolomé Cossío Grafito, tinta sepia y negra sobre papel 1923 Colección Daniel Vázquez Díaz Colecciones Fundación Mapfre 34 Mariano Benlliure también fue miembro del Patronato del Museo del Prado, creado en junio de 1912, aunque se incorporó en 1913, más tarde que Vega Inclán y Cossío. De hecho, este último presentó muy pronto su dimisión. 35 Cfr. MENÉNDEZ ROBLES, M.L., El Marqués de laVega Inclán…, op. cit., p. 430. 36 Cfr. JIMÉNEZ-LANDI MARTÍNEZ, A., Manuel Bartolomé Cossío. Una vida ejemplar (1857-1935), Instituto de Cultura “Juan Gil Albert”, Alicante, 1989, p. 45. También conoció a Alfonso XIII, si bien, lejos de tener una relación de amistad como la que unió al Marqués con el rey, su encuentro con éste respondió a un intento del Gobierno de que los intelectuales de ideología liberal e izquierdista se aproximasen a la monarquía. En este contexto, en su calidad de director del Museo Pedagógico Nacional, Cossío se reunió con Alfonso XIII para hablar sobre la liberalización de la enseñanza. Sin embargo, no hay que olvidar que don Manuel llegó a ser nombrado Ciudadano de Honor de la República y presidente del Patronato de Misiones Pedagógicas, creadas bajo el Gobierno de la República. Precisamente, este último nombramiento le llenó de satisfacción, y ya enfermo animaba “a sus allegados para que participasen en aquellas peregrinaciones que pretendían llevar a los pueblos un reflejo de cultura; divertirlos, darles algunas horas de felicidad”37. Discípulo de Manuel Bartolomé Cossío fue Jerónimo López de Ayala, Álvarez de Toledo y del Hierro, conde de Cedillo (1862-1934), cronista de Toledo, su ciudad natal, aspectos que ya de por sí nos dan razón de su vinculación con Cossío y con el marqués de la Vega Inclán. En la biografía de este último, Vicente Traver se refiere al Conde como uno de sus amigos. Siempre guiado por don Manuel, que le infundió el amor al Arte, el Conde de Cedillo se formó en las Academias de San Fernando y de la Historia, llegando a ser académico de número y bibliotecario de esta última. De hecho, fue el primero en su oposición al Cuerpo de Facultativos de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Pero como hemos señalado, lo que más unió a este personaje con el Marqués, siempre a través de Cossío, fue la provincia de Toledo, interesado en atraer a ella el turismo cultural, sobre el que además desarrolló una extensa labor especialmente a través de la Sociedad Española de Excursiones, de la que fue socio fundador, primer secretario y presidente. Este organismo logró ejercer un gran influjo cultural en nuestro país, organizando excursiones por todas las regiones españolas y alcanzando prestigio en el extranjero. Tampoco extraña por tanto que el conde de Cedillo formase parte del Patronato del Museo del Greco como patrono-administrador. Además, entre sus numerosos trabajos histórico-literarios, algunos de ellos sobre importantes personajes de la historia de España como el cardenal Cisneros, Isabel la Católica o Jovellanos, escribió también sobre la figura del pintor cretense, tal y como lo hizo su maestro, y promovió su centenario. Finalmente, el Museo del Romanticismo conserva una prueba del afecto y mutuo respeto que se profesaban el marqués de la Vega Inclán y el marqués de Cerralbo, don Enrique de Aguilera y Gamboa (1845-1922). Se trata de dos cuadros de Leonardo Alenza, Sátira del suicidio romántico y Sátira del suicidio romántico por amor, que don Enrique donó en 1921 a petición de Vega Inclán para el entonces proyectado Museo Romántico. De nuevo nos encontramos ante un personaje aficionado al coleccionismo, las letras y las bellas artes, de lo que queda constancia en el Museo que fundó, ubicado en el palacete de la calle Ventura Rodríguez que le cedieron a tal efecto sus hijastros, Antonio y Amelia del Valle, hijos del primer matrimonio de su esposa, María Manuela Inocencia Serrano y Cerver, con Antonio María del Valle Angelín. Pero además, el marqués de Cerralbo contribuyó al intercambio entre artistas e intelectuales, convocándoles a esplendorosas veladas ya desde los años 80 del siglo XIX en su casa de la calle Pizarro, 37 Ibidem, p. 67. y más tarde en el Palacio de Ventura Rodríguez. A estas fiestas solían asistir “la alta sociedad madrileña y la representación más distinguida del mundo diplomático, de las Letras, las Ciencias y las Artes, contando en particular con la presencia habitual de Benlliure, Vázquez de Mella, el marqués de la Romana, Medinaceli y Osuna, Lázaro Galdiano, Rosales, Villegas, Eduardo Dato, Mélida, Serrano Fatigati, Amador de los Ríos, Pérez Villamil, Pidal y Mon, Catalina García, el duque de Sotomayor, Bethencourt, Moreno carbonero y Menéndez Pelayo”38. Entre los asistentes a estas veladas se cita al insigne Mariano Benlliure, uno de los artistas a los que el marqués de Cerralbo protegió y patrocinó, como prueba el encargo de su mausoleo para la capilla Cerralbo en la iglesia de San Andrés en Ciudad Rodrigo. Juan Cabré Aguiló Sepulcro del Marqués de Cerralbo en la Capilla Cerralbo o Parroquia del Sagrario (Ciudad Rodrigo, Salamanca) Negativo Vidrio gelatina, posterior a 1922 Inv. CABRÉ-2147 Instituto del Patrimonio Cultural de España, Fototeca Archivo Cabré El marqués de la Vega Inclán tuvo otros muchos amigos además de los ya mencionados, figurando entre los más especiales un personaje al que Menéndez Robles se refiere como el “mentor de Benigno” 39 . Se trata de Julio Quesada Cañaveral y Piédrola, conde de Benalúa de las Villas y Grande de España (1857-1936), personaje cosmopolita y emprendedor, integrante del círculo íntimo de Alfonso XII y luego de su hijo. Ambos amigos compartían el interés en el desarrollo turístico, aunque a Benalúa le preocupaba especialmente potenciar las bellezas naturales, “en tanto que el Marqués sin prescindir de ellas, convertirá el patrimonio monumental en el principal reclamo turístico”40. 38 VV.AA., El Marqués de Cerralbo, Madrid, Ministerio de Cultura, 2007, p. 27. MENÉNDEZ ROBLES. M.L., op. cit., p. 56. 40 MENÉNDEZ ROBLES, M.L., op. cit., p. 59. 39 También fue buen amigo del Marqués el poeta cordobés Antonio Fernández Grilo (1845-1906), con quien mantuvo un estrecho contacto durante los años en que colaboraron en La ilustración Española y Americana. Otros amigos de los años previos al cambio de siglo fueron Antonio Gomar, José Ramón Garnelo, Tomás Muñoz Lucena, los hermanos Bilbao, Moreno Carbonero o López Mezquita, sin olvidar a Aureliano de Beruete, que también fue miembro del patronato de las Fundaciones Vega Inclán. Finalmente, además del monarca Alfonso XIII, de cuyo estrecho vínculo con el Marqués ha quedado constancia en estas páginas, contaron con su amistad otras personalidades como el historiador Ramón Menéndez Pidal o el pintor americano William Turner Dannat, como atestiguan varios retratos que hizo de Vega Inclán, uno de ellos conservado en el Museo del Romanticismo (inv. 2090). Tal vez la galería de retratos de españoles ilustres que Huntington promovió para The Hispanic Society of America sea el mejor broche para estas páginas, puesto que, como dijo Gregorio Marañón, constituye “una admirable muestra de lo que fue una época de España, la Restauración, que la Historia juzgará con admiración y respeto, porque la harán inmortal, a despecho de los desastres políticos, todos aquellos artistas y hombres de ciencia, que Huntington hizo retratar”41. 41 Carta de Gregorio Marañón a García-Mazas, de 5 de septiembre de 1957, en GARCÍA-MAZAS, El poeta y la escultora..., op. cit., p. 476. 7. 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Agradecimientos: Leticia Azcue Brea, Lucrecia Enseñat Benlliure, Isadora Rose-de Viejo, Mercedes Cabanillas García, Paloma Dorado Pérez, Rosario Gómez Virseda, Carolina Miguel Arroyo, Mª Jesús Cabrera Bravo, Carmen Linés Viñuales. Fotografías: Archivo General de la Administración (Archivo Alfonso); Fundación MAPFRE; Fundación Mariano Benlliure; Fototeca del Patrimonio Histórico, Instituto del Patrimonio Cultural de España; Museo Arqueológico Nacional (Ángel Martínez Levas); Museo del Romanticismo (Pablo Linés, Miguel Ángel Otero, Paola di Meglio, Lucía Morate); Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid; Real Academia de Bellas Artes de San Telmo. Coordinación Pieza del Mes: Mª Jesús Cabrera Bravo. Diseño y maquetación: Carmen Cabrejas, Álvaro Gómez González. LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Además, mensualmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este mes, dedicaremos el jueves 14 de marzo viajar en el tiempo a través de la historia de nuestro museo desde sus orígenes con el hashtag #DeloreanRomántico LA PIEZA DEL MES. CICLO 2013 .... Enero Almudena Cruz Yábar EUSEBIO JULIÁ (1826-1895), FOTÓGRAFO EN MADRID. SUS CARTES DE VISITE EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Febrero Silvia Villaescusa García RETRATOS DE LOS MARQUESES DE LAS MARISMAS, de Francisco Lacoma, 1833 Marzo Isabel Ortega Fernández BUSTO DEL MARQUÉS DE LA VEGA-INCLÁN, de Mariano Benlliure y Gil, 1931 Abril Luis Gordo Peláez LA CAPILLA DE SAN ISIDRO EN LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS DE MADRID, de Jenaro Pérez Villamil, ca. 1843 Mayo Belén Fernández de Alarcón TOCADOR, ca. 1820-1830 Junio Mercedes Rodríguez Collado MESA DEL CAFÉ DEL POMBO, ca. 1901-1950 Septiembre Aurelio Nieto Codina MEDALLÓN DE LAVA DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812, de Carlos Gimbernat, 1820 Octubre Vanesa Quintanar Cabello MESA VESTIDA DEL COMEDOR Noviembre Paloma Dorado Pérez ÁLBUM DE TOMASA BRETÓN DE LOS HERREROS, 1842 Diciembre Carolina Miguel Arroyo SÁTIRAS DEL SUICIDIO ROMÁNTICO, de Leonardo Alenza y Nieto, ca. 1839 Pieza del mes MAYO 2013 El tocador de señoras en la vida cotidiana de la mujer decimonónica Belén Fernández de Alarcón Roca Doctora en Historia y profesora de la Universidad Rey Juan Carlos 1 ÍNDICE …. 1.Ficha técnica 2.La consola-tocador como signo de distinción social 3.Los cosméticos y los ungüentos: el maquillaje 4.El arte de perfumar 5.La importancia de la belleza exterior 6.Bibliografía. 2 1. FICHA TÉCNICA .... Consola tocador Ensamblaje de caja y espiga, ensamblaje a tope, sistema de bastidores y paneles, chapeado, tallado, torneado, marquetería de elemento por elemento, marquetería de parte y contraparte, azogado/madera de caoba, maderas amarillas (acebo, limoncillo, boj), vidrio, 1820 - 1830 174,5 x 138 x 56 cm. Inv.1893 Sala XVI (Alcoba femenina) Mueble compuesto por consola y espejo rectangular fijo con brazos de luz a ambos lados. Se distinguen dos partes: la parte inferior a modo de consola presenta tres cajones en el frente, el central de mayores dimensiones y descansa sobre cuatro montantes, dos rectangulares en la parte posterior y dos en el frente en forma de cisnes con alas explayadas, que se unen en una plataforma de perfil curvilíneo. Pies en forma de bola aplastada. La parte superior consta de un cuerpo de menor anchura apoyado sobre el tablero rectangular y que consta de tres cajones curvilíneos; el central más grande que los laterales. A modo de caballete, se sustenta de forma vertical un espejo rectangular flanqueado por dos brazos de luz cuyo fuste es un ave con las alas explayadas. 3 2. LA IMPORTANCIA DE LA CONSOLA-TOCADOR .... L a palabra “tocador” tiene varios significados. En los tiempos de los Austrias se designaba con este nombre al gorro que usaban para dormir indistintamente hombres o mujeres, como así lo podemos corroborar en la célebre obra de Cervantes, en el momento donde Altisidora se dirige a Don Quijote: “Llevaste tres tocadores Y unas ligas de unas piernas Que al mármol paro se igualan En lisas, blancas y negras›” 1 Parece ser que en el mismo siglo XVII comienza a ser sinónimo también del aposento que tenían las damas para vestirse y engalanarse como así lo manifiesta un interesante pensamiento del célebre Lope de Vega: “Por todo este gabinete O tocador…, que así creo Que se llama en Francia, adónde Tienen las damas su espejo Y aderezo de matar…” 2 También encontramos referencias al origen de la palabra tocador en diferentes lenguas; así tag en persa (bonete), takia (en turco), toque (en francés) y toca (en castellano). En el siglo XIX, el tocador y la alcoba fueron los espacios preferidos de la mujer. La alcoba de una joven, “convertida en templo de su vida privada” 3 , se llenaba de símbolos. El tocador se situaba cerca de la alcoba o dormitorio. Era necesario que durante la noche no estuviera en comunicación abierta con el dormitorio y generalmente se trataba de una estancia tapizada, tal y como se decoraban muchas de las casas de la nobleza y alta burguesía decimonónica. A veces estas estancias recibían el nombre de toilette, boudoir, pentinador, recambra o requartet. 1 Cervantes, M. Don Quijote de la Mancha , 2ª parte, cap. LVII, “Que trata de cómo don Quijote se despidió del duque y de lo que le sucedió con la discreta y desenvuelta Altisidora, doncella de la duquesa”, Centro virtual Cervantes. [http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte2/cap57/cap57_02.htm] 2 Lope de Vega, M. El desprecio agradecido, Acto. I, escena VI, Fundación Biblioteca Virtual, Centro Virtual Cervantes. [http://www.cervantesvirtual.com/obra/el-desprecio-agradecido--1/] 3 ÀRIES, P., y DUBY, G. (Dir.), Historia de la vida privada, de la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial, t. IV, Barcelona, Círculo de lectores, 1994, p. 446. 4 A medida que evoluciona la sociedad de la alta burguesía en el siglo XVIII, se va implantando el término “tocador” para hacer referencia también al uso que se hacía de un mueble parecido a una cómoda, que de alguna forma simbolizaba también el estatus social de su dueña puesto que los interiores de los mismos se revestían de tejidos, o bien se intentaba resaltar el cajón superior con compartimentos tabicados “para colocar de forma ordenada las joyas, papeles, y pequeñas alhajas”. 4 La consola que estudiamos este mes es de grandes proporciones, algo característico en la producción fernandina, en la que el volumen y geometría de las formas es visible, así como la evocación del mundo antiguo, principalmente egipcio, mediante la utilización de cisnes con alas explayadas; sin embargo, este mueble se inscribe cronológicamente en el segundo cuarto de siglo, por lo tanto podemos afirmar que la esbeltez y simplificación de las formas nos hablan del estilo Reina Gobernadora, en alusión a la reina María Cristina, madre de Isabel II, que asume la regencia ante la minoría de edad de su hija, que será coronada reina en 1843. Consola tocador (detalle) Sala XVI (Alcoba femenina) Durante la regencia de María Cristina, España se ve envuelta en conflictos internos de gran magnitud: guerras carlistas, sucesión de gobiernos de diversa índole y varias constituciones. En el mismo periodo de tiempo va consolidándose la burguesía de carácter liberal. Desde el punto de vista cultural aparece la corriente romántica que también influyó en los artesanos del mueble mediante el gusto por lo exótico y la elección de marquetería de maderas oscuras sobre fondos más claros o viceversa. Elementos neogóticos y curvas en “S” caracterizaron los muebles de esta época, especialmente las consolas y cómodas, llegando a conjugarse en una sola pieza los elementos funcionales, como es el caso de esta consola-tocador. La combinación de diversas maderas enriquecen el conjunto permitiendo la decoración de los frentes de cajones y enmarcado del espejo rematado con motivos vegetales y florales. En los cajones no solían aparecer tiradores, se terminaban con bocallaves de metal o de madera torneada con la correspondiente utilización de una llave para custodiar los “secretos” que podía encerrar una dama. 5 4 PIERA MIQUEL, M. “La cómoda y el tocador, muebles de prestigio en la sociedad catalana del siglo XVIII” en Pedralbes, núm. 25, 2005, p. 268. 5 TORRES GONZÁLEZ, B. (Dir.), El Museo del Romanticismo. La colección, Madrid, Ministerio de Cultura, 2011 (Cat. 54. Ficha catalográfica de esta consola tocador). 5 Consola tocador (detalle) Sala XVI (Alcoba femenina) El estilo del tocador hace referencia al asociado claramente al ámbito de las viviendas burguesas frente a la etiqueta rígida y militar que simbolizaba el mundo napoleónico de la corte y de la aristocracia. Encima de este mueble y de forma alineada aparecen utensilios que ayudaban a resaltar la belleza de las damas como unas tenacillas de hierro, unos ungüentarios donde se conservaban pomadas para remediar los cuidados de la piel y un juego de tocador de opalina. En cuanto al “hierro” –como así se denominaba- o tenacillas para realizar bucles o rizos, se puede afirmar que estaban de moda a principios del siglo XIX, aunque se avisaba de que un uso continuo en el cabello era contraprudecente porque favorecía la caída del pelo y se aconsejaba la utilización de bucles postizos como así lo afirmaba Madame Celnart: ”Aconsejo a las que tengan un pelo duro o que no se encrespa sino con dificultad, que usen de un entorno de bucles postizos que no se desenrizan jamás. Por supuesto que los bucles deben ser perfectamente iguales al pelo (...)” 6 Consola tocador (detalle) Sala XVI (Alcoba femenina) 6 BAYLE-MOUILLARD, E., Manual para las señoras o El arte del tocador : de modista y pasamanero... / por Madama Celnart , Valladolid, Maxtor, 2009., pp. 20 – 21 (reproduce la edición de Barcelona, 1830, de la Librería de M.Saurí y Compañía). 6 Juego de rizar cabello Metal / fundido, moldeado y recubrimiento electrolítico, siglo XIX Inv. 997/1 – 997/4 Sala XVI (Alcoba femenina) Museo del Romanticismo El cuidado del cabello era fundamental y se aconsejaba peinarse con peines de marfil y cepillarse con cepillos de cerda fina por la mañana y por la noche: “La limpieza es el alma del tocador y de la salud. El principal cuidado de una señora debe ser el tener limpio su pelo. Para esto cada mañana antes de componérsele deberá desenredarle con un peine claro que dirigirá en línea recta y á plomo á fin de no romperle (...).Después (...) un cepillo cuadrado con mango, cuyas cerdas sean flojas, y aún es mejor el cepillo de raíces de arroz que llaman los franceses brosse á tete” 7 El cabello siempre recogido era uno de los cánones de belleza exigido en las damas de la alta burguesía. Los adornos en el pelo eran considerados el complemento ideal para los vestidos, a veces combinaban colores del traje con accesorios en el pelo como flores, lazos del mismo color, etc. Durante la regencia de Maria Cristina (1833-43) se puso de moda el peinado “a la jirafa” denominado así por el volumen que se adquiría en el cabello al dividirlo en tres protuberancias radiales: una en cada sien y otra guisa de moño alto sobre la nuca. En la época isabelina (1843-1868) era del gusto de las damas el peinado “a bandós”, con raya en medio y dejando el resto del cabello recogido en forma de guedejuelas tapando las orejas y adornado con flores. 7 H. Nocher (atrib.) Retrato de señora Carboncillo / papel, ca. 1830 Inv. 219 Museo del Romanticismo (dama con peinado “jirafa”) Joaquín Espalter La familia de Jorge Flaquer (detalle) Óleo / lienzo, 1840 – 1845 Inv. 111 Sala XI (Comedor) Museo del Romanticismo (detalle de una dama con peinado bandós) Por su parte, para Madame Celnart 7 la limpieza de los dientes requería más cuidado que el cabello, puesto que lucir una buena dentadura sin “tártaro” (sarro) ni caries se consideraba una de las máximas del canon de belleza femenino y, además, mediante su profilaxis y prevención se podían evitar muchas enfermedades. La mujer en el tocador solía tener cepillos finos que humedecían con agua para absorber polvos dentríficos que aseguraban una completa higiene. Estos cepillos se solían guardar en cajitas de porcelana, a veces policromadas. A continuación exponemos una receta para conservar y fortificar la dentadura: “Se disuelve una dracma de sal amoniaco en un cuartillo de aguardiente, se echan algunas gotas en el agua, y se enjuaga la boca antes y después de limpiar la dentadura” 8 Mediante este procedimiento se va alejando la forma de limpieza de la dentadura en los siglos pasados, cuando se utilizaban raíces de malva, y regaliz, además de paños y pañuelos... 8 Madame Celnart, o Elizabeth Celnart (1796-1865) fue autora francesa de numerosas obras que hablan de la economía doméstica y de la vida rural del siglo XIX. 9 Ibíd., p. 53. 8 3. LA COSMÉTICA Y UNGÜENTOS: EL MAQUILLAJE .... “Sobre el mueble tocador encontramos una gran variedad de “chismes” tales como peinecillos de boj, hueso y marfil; papeles de alfileres, moldes y agujas para el pelo y otras fruslerías llamadas perendengues y perantones; abanicos pequeños, descubretalles, salserillas y librillos para el adobo de la tez (...)”. 9 C on esta última frase se deduce que las mujeres tenían un recetario de cremas o ungüentos para el cuidado del cutis y el maquillaje de la cara. En cuanto a los cuidados de la piel de la dama decimonónica se destaca la utilización de una crema base denominada “cold cream”, con la cual se podían realizar pastas, pomadas o bien cremas para diversas aplicaciones. Tenía gran repercusión por su doble acción: refrescaba el cutis, y lo suavizaba a la vez; además era recomendable utilizarlo antes de acostarse porque sus efectos podían ser más intensos La receta básica del Cold cream (receta códex francés) era la siguiente: 10 - Aceite de almendras, 2.150 partes. - Esperma de ballena 11 , 650 partes. - Cera blanca, 300 partes. - Agua de rosas, 600 partes. - Tintura de benjuí, 150 partes. - Aceite volátil de rosas, 3 partes. “Fúndase el esperma de ballena en aceite de almendras, verter en un mortero de mármol y triturar la mezcla hasta que se enfríe totalmente, añadir luego aceite volátil de rosas. Mezclar agua de rosas con tintura de benjuí y colocar a través de un lienzo la segunda mezcla. Unir los dos por trituración y poco a poco”. 12 En realidad esta crema por sus características hidratantes y regeneradoras servía de base para la realización de otros ungüentos que se adaptaron a las circunstancias temporales de las damas 9 DELEITO Y PIÑUELA, J. La mujer, la casa y la moda, Espasa Calpe, Madrid, 1946, p. 189. NÁCAR, J. Mª., Guía higiénico-cosmética de la mujer en el tocador o colección ordenada y completa de cuantas reglas, operaciones y fórmulas higiénicas reclaman la salud, la belleza y la educación física de la mujer, Madrid, F. Quesada, 1886, p. 62. 11 El esperma de ballena o blanco de ballena se encuentra en las cavidades torácicas del cráneo del cachalote y en las grasas vascularizadas de todas las ballenas. Es una cera o aceite blanquecino muy apreciado por sus aplicaciones químicas. Adquirían alto precio en el mercado por la dificultad de su caza. 12 Ibíd., p. 63. 10 9 decimonónicas: existían las cremas antiarrugas, para las manos, o para refrescar la piel. Durante el siglo XIX en España, no podía faltar el “blanquete” –antes denominado “albayalde”- que en realidad eran composiciones liquidas o sólidas que se utilizaban para proporcionar blancura en cutis, cuello o manos y se intentaba seguir la tradición de distinguir a las damas de alto rango –tal y como se venía haciendo desde la Antigüedad- de las de una clase inferior. Nos encontramos que el denominado “blanquete”, ya estaba de moda en la mujer dos siglos antes, tal y como se corrobora en la letrilla de Quevedo: “Que no tenga por molesto En doña Luisa, don Juan, Ver que a puro solimán Traiga medio turco el gesto Porque piensa que con esto Ha de agradar a la gente ¡mal haya quien lo consiente!” 13 De alguna forma los literatos del Siglo de Oro español ya satirizaban este tipo de maquillaje que se ponían las damas para blanquear su tez, haciendo referencia al Imperio turco y recibiendo en aquella época el nombre de “solimán”. 14 Dentro de la enorme variedad de recetas para el blanquete, podemos destacar la realizada con polvos de arroz cuyos ingredientes fundamentales eran polvo de arroz, y sales de bismuto (conocido como “perlas de bismuto”). Era muy frecuente comprar las especias en tiendas de comestibles para después triturarlas en un mortero y pasarlas por un tamiz. Existían también recetas para prevenir “la tostadura del sol”, como se destaca literalmente en la revista de la época Álbum de familias. 15 Las cremas se fijaban mediante los denominados “polvos de tocador”, que se adherían mediante una loción en el rostro de agua glicerada o glicerina aromática o cold cream. Polvera Porcelana, esmalte y metal Inv. 1517 Sala XV (Boudoir) Museo del Romanticismo 13 QUEVEDO, F. de, Letrilla 668. “Tenga por molesto” [www.fundaciondequevedo.org] El nombre de Solimán hace referencia al Gran Turco que tanto obsesionaba en el siglo XVII a los españoles. 15 Álbum de las familias 16/IX/1860. La receta que indica esta publicación se compone de “medio cuartilla de leche en el cual se exprime el zumo de un limón, se añade aguardiente y se espuma; luego azúcar blanco en polvo (...) y alumbre de roca (...) luego se lavan las partes quemadas por el sol “. 14 10 Los polvos de tocador se conservaban en cajas metálicas o de madera de cedro. En cuanto al maquillaje para sonrosar la tez podemos afirmar que la práctica de utilizar el denominado “colorete” procedía de Francia y a medida que evoluciona la moda en el siglo XIX, la utilización del mismo va decayendo, aunque los higienistas de la época observaban que dejaba transpirar más la piel que los blanquetes. Una fórmula de colorete del siglo XIX incluía los siguientes ingredientes: - Amoniaco líquido, 14 gramos. - Carmín, 7 gramos. - Agua destilada de rosas, 500 gramos. - Alcoholado de rosas, 14 gramos. Para fabricar este afeite femenino, “se pone carmín en frasco y se añade amoniaco dejando en contacto dos o tres días, agitando de vez en cuando, agregar después el agua y el alcoholado de rosas. Mezclar bien todo, depositar ocho días y decántese”. 16 Se aplicaban con una esponja fina o pedazo de lienzo de hilo usado y arrollado. La higiene de los labios suponía una práctica realizada desde la Antigüedad en mujeres de toda clase social y se utilizaba para ello la cera de las abejas, por ello el propio Quevedo satirizó en sus versos esta práctica con gran sorna y gracia: “las caras saben a caras, Los besos saben a hocicos, Que besar labios con cera Es besar un hombre cirios” 17 En cuanto a los ungüentarios podemos decir que las primeras fuentes escritas que nos hablan de ellos provienen de la Antigüedad, consolidándose su uso en la época romana. Son frascos de vidrio de cuerpo periforme y cuello alargado y fino con apertura en la parte superior. Podían conservar líquidos o pomadas usadas como remedios para la piel. Véase receta del siglo XIX del libro de Madame Celnart para confeccionar estos remedios de belleza: • Agua del Ángel (para fortalecer y refrescar la piel) “Se pondrá en infusión flor de mirto, se destilará enseguida, y se obtendrá un agua aromatizada, que fortalecerá y abrillantará las carnes” 18 . 16 NACAR, JM, Guía higiénico-cosmética de la mujer en el tocador o colección ordenada y completa de cuantas reglas, operaciones y fórmulas higiénicas reclaman la salud, la belleza y la educación física de la mujer, Madrid, F. Quesada, 1886, p.59. 17 DELEITO Y PIÑUELA, J., La mujer, la casa y la moda, Espasa Calpe, Madrid, 1946, p. 193. 18 BAYLE-MOUILLARD, E., Manual para las señoras o El arte del tocador : de modista y pasamanero... / por Madama Celnart , Valladolid, Maxtor, 2009, p. 87 (reproduce la edición de Barcelona, 1830, de la Librería de M.Saurí y Compañía) 11 • Leche de rosa (para la conservación del cutis) “Se mezcla una onza de aceite fino de oliva y diez gotas de aceite de tártaro con dos cuartillas de agua de rosa. Será útil el trasegar el aceite de tártaro antes de reunirle con lo demás”. 19 Juego de tocador Opalina y pigmento / soplado, moldeado, esmaltado y dorado, primera mitad del siglo XIX Inv. 1002/1 – 1002 / 5 Sala XVI (Alcoba femenina) Por último señalaremos una receta contra las arrugas que no deja de ser asombrosa por lo “casera” que hoy en día nos pueda parecer; y nos comenta Madame Celnart : “Cuando estas no provienen del irreparable ultrage de los años, sino de un vicio ya sea causado por el mal humor, o por la mala habitud de hacer visajes riendo y hablando, puede tenerse la esperanza de suavizarlas y quitarlas poco a poco, poniéndose al acostarse cabezales de batista humedecidos con tintura de benjuí y caldo de ternera cocido sin hierbas ni sal”. 20 19 20 Ibídem., pp. 89-90. Ibídem, p. 142. 12 4. EL ARTE DE PERFUMAR C .... apítulo especial del acicalamiento femenino eran los perfumes. “No hay ninguna duda de que una dama que exhala de su cuerpo y de sus vestidos un aroma suave y agradable lleva consigo un atractivo más (…) aumentando el poder de su belleza”. 21 Tenemos noticias de la existencia de fragancias de perfume desde la Antigüedad; los egipcios las utilizaban en ritos de momificación, y no hay que olvidar el pasaje del Nuevo Testamento donde con frecuencia se hacen referencias al ungimiento de perfume sobre los pies de Jesucristo, como así lo hicieron las hermanas de Lázaro (Marta y María y también María Magdalena), por lo tanto se verifica que este líquido de intenso aroma ya existía en el mundo hebreo. Los árabes y romanos consolidaron su importancia y durante el Renacimiento se introdujo con fuerza en Europa. Durante el siglo XIV en Francia se cultivan flores para la elaboración de perfumes, por ello se le considera el país que originó la elaboración, diseño y comercialización posterior de la perfumería. El perfume se obtiene mediante la mezcla de diversas fragancias pertenecientes a la naturaleza: de origen vegetal (como el azahar), animal (como la tintura de civeta) o mineral. En el siglo XIX, se empleaba con frecuencia “los espíritus de flores”, que se preparaban dejando macerar las flores en alcohol, y añadiendo después las diversas esencias necesarias para lograr el perfume deseado. Así, existían Agua amarilla de amarilis, Agua de lilas, etc. La mujer de clase más acomodada fue muy aficionada a los perfumes debido a la influencia francesa recibida a través de la Corte y de la prensa femenina del momento. El perfume era algo imprescindible en el tocador de una mujer, como lo sigue siendo actualmente, aunque hoy se aprecia más como un instrumento en manos de la industria de artículos de lujo. Para la autora Violette 22 , “el perfume era el complemento ideal de toda mujer elegante y había diferentes formas de emplearlo, como de apreciarlo”. Para perfumarse una misma existían diversas fragancias que se utilizaban en diferentes ocasiones: por la mañana, para el paseo a caballo 23 , (para ello se vaporizaban bajo el borde de la falda). En cuanto a perfumar los espacios domésticos existen varias referencias en prensa y en libros: para Violette, “la violeta es el perfume ideal para perfumar el cuarto de una joven”. El sistema de perfumar o ambientar las diversas estancias del espacio doméstico también se consideraban importantes. En España, la tradición se remonta a la época de los Austrias: “Solían aromatizar las estancias con algalia o almizcle, perfumes predilectos. Con agua de ámbar y polvos de búcaro, con ella amasados, hizo lavar la Condesa de Miranda las salas de su casa (…) cuando 21 .Ibid., p. 372. VIOLETTE, L’art de la toilette chez la femme. Breviaire de la vie elègante, París, E. Dentu, 1885, p. 275. 23 VIOLETTE, Ibíd., p. 275. 22 13 Felipe IV fue a vestirse a ella para el juego de cañas celebrado en obsequio del príncipe de Gales”. 24 En el siglo XIX existían diversas fórmulas para perfumar cuartos y alcobas: “Tómese: Almáciga, Mirra, Incienso macho (partes iguales), azúcar (partes iguales), bayas de enebro (partes iguales). Pulverícese, mezclase y échese sobre unas ascuas cuando se quiera aromatizar un aposento” 25 . Es necesario considerar la moda de los “saquitos” para perfumar la ropa y sus adornos con unos polvos elaborados con raíz de lirio de Florencia 26 .El saquito consistía en un trozo de algodón cubierto de tafetán, raso, y seda, de color blanco, azul, celeste o lila. Se dibujaban en ellos paisajes, retratos, ramos. Podemos enumerar: saquitos de vainilla, de violetas, de ámbar, etc. El agua de colonia era la más usada en aquella época, fue inventada a mediados del siglo XVIII por Faninis, farmacéutico de Colonia (Alemania), y su uso se generalizó por las propiedades terapéuticas que tenía. José María Nácar enumera algunos de sus beneficios: - Contra la palidez producida por el insomnio o sufrimiento moral, efectos sedantes, mejor siempre pulverizada. Para después de afeitarse, depilarse o cortarse el pelo - Para curar las cefalalgias (migrañas) - Al pasar de un clima cálido a otro más fresco Entre las diferentes fórmulas de aguas de colonias destaca la del Agua de Colonia de la Farmacopea francesa en la que los ingredientes principales son la esencia de bergamota, limón, lima, romero y por supuesto el alcohol de 32 grados. Los jabones también eran indispensables en el tocador de la mujer decimonónica hasta el punto de crearse una industria especializada en la perfumería. Existían jabones duros, ligeros, jaboncillos, polvos de jabón y esencia de jabón o jabones líquidos. Jabonera Esmalte y pigmento / pasta cerámica, último tercio del siglo XIX Inv. 505/3 Sala XXI (Dormitorio masculino) 24 25 DELEITO Y PIÑUELA, J., op. cit., p. 190. Álbum de las familias, 16/IX/1860. 26 BAYLE-MOUILLARD, E., Novisimo manual completo del perfumista / por Madama Celnart, Valladolid, Maxtor, 2001, p. 423 (reproduce la edición de Madrid, 1858, Calleja, López y Rivadeneyra,Editores). 14 Dentro de la clasificación de los jabones duros podemos afirmar que en un primer momento tuvieron gran importancia los jabones ingleses, principalmente el de Windsor, que se fabricaba con grasa de puerco; el de violeta, el de benjuí, el de palma y el de rosa. Y en el momento que se consolida la perfumería en Francia aparecerán jabones de tocador con diversos matices olorosos. Por ejemplo podemos apreciar esta receta de jabón de tocador: “Se funden sustancias sólidas, se las mezcla con los perfumes y se echa en moldes”. 27 Los ingredientes de la misma son: Jabón blanco ........................ 2 libras. Esperma de ballena ............... 4 onzas. Hiel de vaca ......................... 2 onzas. Miel de Narbona ................... 4 onzas. Esencia de romero ................ 2 onzas. Zumo de limón ..................... num. 6. Oleosácaro de limón .............. 4 onzas. Espíritu de rosas .................... 3 onzas. Espíritu de Portugal ................ 3 onzas. No podemos dejar de mencionar, dentro de las curiosidades o arte de perfumar de las románticas, los denominados “frascos de bolsillo”, cuya finalidad era prevenir desmayos o espasmos nerviosos – como así nos dice Madame Celnart-;elaborados con los siguientes ingredientes principales: “sales de vinagre de rosa, bergamota o limón, agua de colonia balsamada, agua de Lucía y aún el éter sulfúrico”. 28 27 Ibid. BAYLE-MOUILLARD, E., Manual para las señoras o El arte del tocador : de modista y pasamanero... / por Madama Celnart , Valladolid, Maxtor, 2009., p. 113 (reproduce la edición de Barcelona, 1830, de la Librería de M.Saurí y Compañía). 28 15 5. LA IMPORTANCIA DE LA BELLEZA EXTERIOR .... L a mujer del siglo XIX buscaba una belleza externa de acuerdo a un canon de belleza establecido y lo hacía con un talle de cintura estrecho, conseguido mediante el discutido corsé y unas faldas voluminosas con forma de esqueleto de muelles o enaguas que apenas les permitía mantener una correcta movilidad, porque la belleza externa o ideal estético primaba sobre la comodidad. Se trataba también de emular mediante la indumentaria a las damas de clase alta o que pertenecían a la burguesía de la sociedad parisina, y se aspiraba a ello imitando los figurines de moda que se veían en las revistas femeninas procedentes de la capital francesa. En ellas se mencionaban también la importancia del tocador, puesto que la imagen de una dama con sus joyas, maquillajes y perfumes, a solas frente a su espejo, daba más énfasis a su futura salida inmediata: el mundo de las tertulias, el teatro, la ópera, bailes, etc. lugares donde podrían exhibir su condición social, muchas veces conseguida mediante el matrimonio. Francisco Lacoma Carmen Moreno, marquesa de las Marismas del Guadalquivir (detalle) Óleo / lienzo, 1833 Inv. 510 Sala IV (Salón de Baile) Museo del Romanticismo 16 La coquetería de estas mujeres llevada al extremo consiguió que tuvieran en su alcoba un mueble donde podían perfilar su belleza para deslumbrar en las reuniones sociales o al menos, establecer unos buenos contactos en honor a su consorte o futuro marido; tal y como nos lo comenta un contemporáneo de la época: “(...) en el afán de brillar y deslumbrar a sus amigas, a las jóvenes elegantes, no solo visten ricas telas sino que se presentan cubiertas de joyas como las princesas orientales (...) y a fuerza de brillar en los salones y teatros se quedan a oscuras en el silencio de su tocador”. 29 En España es necesario destacar la admiración que se sentía por la emperatriz Mª Eugenia de Montijo, de origen granadino y casada con el emperador Napoleón III. Significó para muchas mujeres de la época el icono por antonomasia, con el fin de imitar su vestuario: trajes de talle estrecho y faldas voluminosas con escotes en berta o con volantes, tonos azules, blancos o verdes en los trajes, guantes largos blancos, y por ello cobra especial importancia la prensa femenina del momento donde se comentaba los últimos detalles de la moda parisina o francesa, muchas veces con imágenes ilustradas. Como hemos analizado a lo largo del texto, la importancia del tocador fue vital para la mujer del siglo XIX, puesto que la imagen de una dama con sus joyas, maquillajes y perfumes, a solas frente a su espejo, daba más énfasis a su futura salida inmediata: el mundo de las tertulias, el teatro, la ópera o los salones de baile, lugares donde exhibir su condición social, muchas veces conseguida mediante el matrimonio. 29 SEPÚLVEDA, E. “Los trajes”, Revista ilustrada Actualidades, Primer semestre, 1893, pp.30-31. 17 6. BIBLIOGRAFÍA .... ÀRIES, P., y DUBY, G. (Dir.), Historia de la vida privada, de la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial, t. IV, Barcelona, Círculo de lectores, 1994 BAYLE-MOUILLARD, E., Manual para las señoras o El arte del tocador: de modista y pasamanero... / por Madama Celnart , Valladolid, Maxtor, 2009., p. 113 (reproduce la edición de Barcelona, 1830, de la Librería de M.Saurí y Compañía) BAYLE-MOUILLARD, E., Novisimo manual completo del perfumista / por Madama Celnart, Valladolid, Maxtor, 2001, p. 423 (reproduce le edición de Madrid, 1858, Calleja, Lopez y Rivadeneyra,Editores) DELEITO Y PIÑUELA, J., La mujer, la casa y la moda, Madrid, Espasa Calpe, 1946 Fernández de Alarcón, B., Vida cotidiana de la mujer de la burguesía en tiempos de Isabel II (Tesis leída en la Universidad Rey Juan Carlos , Madrid, 2011) Manual completo de urbanidad, cortesía y buen tono o el hombre fino al gusto del día, con las reglas, aplicaciones, y ejemplos del arte de presentarse y conducirse en toda clase de reuniones, visitas etc. en el que se enseña la etiqueta y ceremonial que la sensatez y la costumbre han establecido, con al guía del tocador y un tratado de arte cisoria o del Manual de señoritas, ambas traducidas del francés por don Mariano de Rementería, Imprenta de Moreno, Madrid, 1830 NÁCAR, J. Mª., Guía higiénico-cosmética de la mujer en el tocador o colección ordenada y completa de cuantas reglas, operaciones y fórmulas higiénicas reclaman la salud, la belleza y la educación física de la mujer, Madrid, F. Quesada, 1886 Piera Miquel, M., “La cómoda y el tocador, muebles de prestigio en la sociedad catalana del siglo XVIII”, en Pedralbes, núm. 25, 2005, pp. 259 - 282 TORRES GONZÁLEZ, B. (Dir.), Museo del Romanticismo. La colección, Madrid, Ministerio de Cultura, 2011. VIOLETTE, L’art de la toilette chez la femme. Breviaire de la vie elègante, París, E. Dentu, 1885. Publicaciones periódicas de época Álbum de las familias, Tomo II, 16/IX/1860, núm. 45 Sepúlveda, E., “Los trajes”, Revista ilustrada Actualidades, Primer semestre, Madrid, 1893, pp.30-31 18 LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Mensualmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este mes, dedicaremos el jueves 23 de mayo a desvelar los detalles más sorprendentes sobre el cuidado y arreglo femenino en el XIX con el hashtag #SecretosdeTocador 19 LA PIEZA DEL MES. CICLO 2013 .... Enero Almudena Cruz Yábar EUSEBIO JULIÁ (1826-1895), FOTÓGRAFO EN MADRID. SUS CARTES DE VISITE EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Febrero Silvia Villaescusa García RETRATOS DE LOS MARQUESES DE LAS MARISMAS, de Francisco Lacoma, 1833 Marzo Isabel Ortega Fernández BUSTO DEL MARQUÉS DE LA VEGA-INCLÁN, de Mariano Benlliure y Gil, 1931 Abril Luis Gordo Peláez LA CAPILLA DE SAN ISIDRO EN LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS DE MADRID, de Jenaro Pérez Villamil, ca. 1843 Mayo Belén Fernández de Alarcón TOCADOR, ca. 1820-1830 Junio Mercedes Rodríguez Collado MESA DEL CAFÉ DEL POMBO, ca. 1901-1950 Septiembre Aurelio Nieto Codina MEDALLÓN DE LAVA DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812, de Carlos Gimbernat, 1820 Octubre Vanesa Quintanar Cabello MESA VESTIDA DEL COMEDOR Noviembre Paloma Dorado Pérez ÁLBUM DE TOMASA BRETÓN DE LOS HERREROS, 1842 Diciembre Carolina Miguel Arroyo SÁTIRAS DEL SUICIDIO ROMÁNTICO, de Leonardo Alenza y Nieto, ca. 1839 20 21 Pieza del mes JUNIO 2013 Mesa del Café del Pombo Jardín del Magnolio Mercedes Rodríguez Collado Técnico de Museos Museo del Romanticismo 1 Este café tiene algo de talanquera y de wagón de tercera. No hay mucho tabaco y se hace mucho humo Yo -el noveno poeta español- presumo delante de Alcaide de Zafra que enluta sus canas (once piastras de tinta todas las semanas). Ventilador. Portugueses Acento de Sevilla ¡dorada ciudad! y de mi Bilbao fogonero ¡Camarero! Café con leche, mitad y mitad. Grita Llovet, calla Bacarisse Solana consagra. Si habla Peñalver parece que se abre una bisagra. León Felipe, ¡duelo! No tiene ni patria ni silla ni abuelo; ¡Duelo! ¡Duelo! ¡Duelo! Yo le doy un consuelo, un pañuelo y otro pañuelo. Llega Monsieur Lasso de la Vega. Il vient de diner a l'Hôtel Ritz. Il sait bien son rôle. Et il porte sa fleur. ¡Parole d'honneur! En los rincones algunas parejas de seguridad y de señoras amarillas miran a Torre y se estremecen los guardias y las viejas él las cita a banderillas con las orejas. Discusión sin fin sobre si es ultraista Valle Inclán que si patatín que si patatán. En el mostrador suena un timbre trin... trin... trin... triiinn... unos pocos pagan y todos se van. ... Silencio, sombra, cucarachas bajo el diván. "Tertulia de Pombo". 1920 Francisco Vighi. (Madrid, 1890 - 1962) 2 ÍNDICE …. 1.Ficha técnica 2.El Café del Pombo 3.Biografía de Ramón Gómez de la Serna 4.La tertulia y los cafés de Madrid 5.El jardín del Museo del Romanticismo 6.Bibliografía. 3 A través de estas líneas, queremos rendir un merecido homenaje a Ramón Gómez de la Serna en el 50 aniversario de su muerte. En el Museo del Romanticismo se conserva la mesa presidencial en la que tenía lugar la tertulia del Café del Pombo, instaurada por el escritor en 1914. Mariano Rodríguez de Rivas, director del Museo desde 1945 hasta 1958, amigo de Ramón y asiduo asistente a las reuniones del mítico café, compró esta mesa en la almoneda final que tuvo lugar en 1950 y la ubicó en el jardín. Fue donada al Museo por sus herederos. Ramón puede considerarse un romántico del siglo XX. El Museo Romántico quiso tener la mesa del Pombo como un recuerdo perenne de este escritor, el cual recibió un homenaje en 1949, en el jardín donde actualmente se puede admirar este mueble. 4 1. FICHA TÉCNICA .... Mesa Hierro y mármol blanco / forjado y tallado 69 cm. Alt. Tablero de mármol: 153 cm. long. x 51,5 cm. anch. x 2 cm. grosor. Inv. 820 Jardín del Magnolio Mesa compuesta por un tablero rectangular de mármol blanco apoyado sobre un soporte de hierro con dos patas, también de hierro, de base circular, fuste acanalado y ménsula decorada con volutas. Encima del tablero original, que actualmente se encuentra fracturado, se ha colocado un nuevo tablero de mármol blanco (153 cm. long. x 53 cm. anch x 1,5 cm. grosor). 5 E 2. EL CAFÉ DEL POMBO .... ra éste un viejo café ubicado en los aledaños de la Puerta del Sol, más concretamente en la calle Carretas número 4. Un lugar internacionalmente conocido por sus tertulias, donde se daban cita los más célebres personajes de la intelectualidad del siglo XIX y parte del XX. El nombre de “Pombo” procede de su dueño, un hombre originario de las montañas de Santander que se estableció en Madrid a finales del S. XVIII para montar una botillería que posteriormente logra transformarse en Café. Se caracterizó primero por servir sorbete de arroz a los que acudían a sus dependencias. En los tiempos de la ocupación napoleónica, el Pombo fue testigo de veladas y bailes que contaban con la presencia de José Bonaparte, que en ese momento era monarca de España, nombrado por su hermano Napoleón. El establecimiento tenía dos puertas, cinco gabinetes que se comunicaban por unos arcos, un salón central y su techo era abovedado. Al fondo una escalera de caracol. En el interior había mesas rectangulares de mármol para cuatro personas, divanes de peluche rojo, banquetas de terciopelo, cortinillas en la puerta y espejos con anchos marcos, algunos de caoba y otros dorados. La luz que alumbraba el café era de gas y no había calefacción. La imagen de la Virgen del Carmen figuraba como patrona. Por último un buzón donde dejar las cartas a Ramón Gómez de la Serna. Santos Yubero Fachada del café de Pombo Inv. 30596/5 Archivo Regional de la Comunidad de Madrid 6 Pombo tenía una clientela fija entre la que se encontraban tertulianos, políticos, poetas, comerciantes, cronistas, empresarios, curiosos y artistas de la época., haciéndose famoso entre aquellos cafés donde se dejaban oír las voces más selectas de la cultura madrileña. Este café ha pasado a la historia por ser aquí donde Ramón Gómez de la Serna instauró una de las tertulias más relevantes de Madrid. La fundación de esta tertulia hay que situarla en el otoño de 1914. No obstante, cabe buscar su verdadero origen en las itinerantes reuniones literarias (los “diálogos triviales”) por diferentes cafés madrileños, organizadas por Gómez de la Serna con algunos colaboradores de la revista Prometeo. A los escritores y artistas vinculados a dicha publicación (Tomás Borrás, Andrés y Edmundo González Blanco, Emiliano Ramírez Ángel, Julio Antonio, Bagaría, Manuel Abril, Rafael Calleja, Ruiz Contreras) se unieron en 1914 otros como Salvador Bartolozzi, José Gutiérrez Solana, Francisco Vighi, Alfredo Villacián, Mauricio Bacarisse, José Zamora, Rafael Romero Calvet, Martínez Corbalán y los hermanos Bergamín que configuraron el germen y, al mismo tiempo, el núcleo de contertulios más asiduos del primer Pombo. Asimismo, este Café fue un punto obligado de reunión de la mayoría de los escritores hispanoamericanos que pasaron por Madrid en los primeros años del siglo XX. Entre ellos destacan Arturo Uslar Pietri, Artemio del Valle Arizpe, Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges o Pablo Neruda. Esta tertulia estuvo marcada desde el principio por una total apertura a todo lo nuevo, lo que permitió que el Café de Pombo, con sus rituales presididos por Gómez de la Serna, fuese un mágico lugar donde encontrarse con los amigos, discutir de literatura e inspirarse. Pese a la heterogeneidad de sus contertulios, el Café de la calle Carretas se convirtió en uno de los pilares básicos para el desarrollo de las vanguardias literarias y artísticas en España. En palabras de Álvaro Ribagorda, la tertulia del Pombo “No era, como decía, una reunión al uso, sino más bien un espectáculo ingenioso en el que todo desprendía un aroma con esencias de vanguardia.” 1 Ramón redactó una especie de manifiesto literario, Primera y Segunda proclama de Pombo (1915 y 1916), que firmaron los asiduos visitantes. En este texto se proyectaba la creación de una nueva literatura, cuyo objetivo debía ser, en palabras de Gómez de la Serna: “…Un afán de novedad; la búsqueda de una ‘sinceridad mortal’; la creación de un juego de libertad artística que se baste a sí mismo; la credulidad en el arte y su despliegue como desarrollo de un deseo de vivir más intensamente; la voluntad de deshacerlo todo, de desgarrarlo todo para rehacerlo a capricho…” En el viejo sótano se congregaban hasta altas horas de la madrugada los más prometedores poetas, escritores o pintores, naciendo la que con el tiempo se conocería como “la sagrada cripta del Pombo”. Estas reuniones, en las que desde su nacimiento se prohibió hablar de política, toros y fútbol, tenían lugar los sábados por la noche, después de cenar. Ramón cuenta en una entrevista cómo eran estas tertulias: “Sólo los sábados cambio toda la noche. Es cuando reúno a mis amigos en Pombo, y allí van los que han llegado a preguntar por mí durante la semana a Velázquez… La reunión dura hasta cerca de las tres, y hay noches taumatúrgicas en que se presenta el loco o el mendigo fantástico. Procuro 1 RIBAGORDA, A., “Pombo. Aromas de vanguardia”, en Boletín Ramón, núm.2, otoño 2005, p. 81. 7 precipitar todas las conversaciones en el nivelador humorístico y combato los fanatismos del energúmeno indígena… Después hay que dar cinco vueltas a la Puerta del Sol, y muchas noches otras dos o tres a la Plaza Mayor… El caso es ver los ojos claros del alba a través de los quevedos de la Puerta de Alcalá…”.2 La tertulia de Pombo respondía a la voluntad de Ramón Gómez de la Serna de intervenir públicamente en la vida cultural madrileña desde una absoluta independencia y radical individualismo. El escritor madrileño dejó constancia de estas reuniones, y de los diferentes personajes, que la frecuentaron en sus obras Pombo (1918), La sagrada cripta de Pombo (1923) y Pombo. Biografía del celebre café y de otros cafés famosos (1941) El ingreso en la tertulia del Pombo iba asociado a un ritual al que todos los tertulianos habían de someterse. Todo aquel que llegaba por primera vez tenía que dejar testimonio de su paso por la reunión con un autógrafo para el libro de firmas. Ramón le conminaba: “¡Diga usted su verdadero nombre!“. Ese era el rito. Posteriormente se le solicitaba una fotografía de carné que Gómez de la Serna pegaba en un álbum titulado “Los que han pasado por Pombo”. Ramón recibía a cada uno de los contertulios a su llegada al Café con un saludo acompañado de una loa o un pareado: “Yo hago las presentaciones un poco en broma. Me parece que se van a avergonzar, se van a encontrar cohibidos y se van a reír unos de otros silenciosamente, si las hago con esa seriedad que caracteriza a las presentaciones. Así digo yo al que entra: ― Fulano de Tal bastante buen artista ― Fulano de tal bastante triste humorista ― Fulano de Tal que ha estado en los mejores presidios del mundo, vistiendo los elegantes pijamas del presidiario. ― Fulano de Tal que habla el inglés a la perfección. ― Fulano de Tal que tiene un alfiler de herradura. Quiero conseguir así que nuestra unión esté desprovista de orgullo y la gobierne una exquisita ironía amable. Porque las cosas del mundo no pueden ser miradas en serio más que con ironía”.3 2 3 LORENZO, J., “El día de Ramón Gómez de la Serna” en ABC, 7 diciembre 1930, pp. 5-6. GÓMEZ DE LA SERNA, R., La sagrada cripta del Pombo, Madrid, Imp. G. Hernández y Galo Sáez, 1923, p. LXVII. 8 Primeras firmas del Álbum del Pombo (en GÓMEZ DE LA SERNA, R., La sagrada cripta del Pombo, Madrid, Visor y Comunidad de Madrid, 1999) Los asistentes correspondían a Ramón con apariciones sorprendentes y a veces espectaculares dentro de lo que podríamos denominar una estética “ramoniana”. A Pombo llegó un día Picasso vestido de gran Arlequín, con motivo del estreno de su pantomima La gran parada, interpretada por los ballets rusos. En este Café el mejicano Alfonso Reyes, autor entre muchos otros libros de Tertulia de Madrid, contó sus hallazgos históricos, como el descubrimiento de que los ahorcados de la Plaza Mayor eran desposeídos por sus verdugos de los zapatos, para que la gente que iba a pisarlos, después de la ejecución, como signo de buena suerte, no pudiera hacerlo. Gutiérrez Solana cantaba en la cripta de Pombo requerido por Gómez de la Serna. Decían quienes le escuchaban: “frente al estupor de contertulios y parroquianos, puesto en pie, entona sus arias que duran largos minutos, sin que nadie se atreva a sonreír. Este recurso lo emplea Ramón cuando es necesario ofrecer “el número mejor del programa“. Fueron muchos los banquetes-homenajes organizados en el “Café y Botillería”, con motivo de su centenario; algunos tan curiosos como el concurrido “Banquete a todos los pombianos por orden alfabético” (14-X-1920), el “Banquete en honor de Don Nadie” (6-V-1922), el “Primer lectisternio pombiano” (17-X-1922) y el “Banquete de fisonomías y trajes de época o cena de antepasados” (13-II1923). El propio Gómez de la Serna fue objeto de un banquete pombiano en 1918, al igual que lo fueron más tarde Tomás Borrás, Ortega y Gasset, Luis Bello, Valery Larbaud, Grandmontagne, DíezCanedo, Unamuno, Giménez Caballero, Bagaría y José Gutiérrez Solana, este último homenajeado el 5 de enero de 1921 por su libro La España negra (1920) y su famoso cuadro La tertulia del Café de Pombo (1920). 9 Alfonso Banquete de época en Pombo, celebrado el 13 de febrero de 1923, haciéndolo coincidir con la fecha del fallecimiento de Larra 1923 Ministerio de Educación, Cultura y Deporte Archivo General de la Administración Archivo fotográfico Alfonso Serie Estudio Fuencarral Inv. 47353 El pintor José Gutiérrez Solana fue uno de los asiduos y la persona que lo inmortalizó en 1920 sobre un lienzo, La tertulia del Café de Pombo. Conservado en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, ingresó en la colección del antiguo Museo de Arte Moderno mediante una donación realizada al Estado Español por parte de Ramón en 1947. En una reciente restauración de este cuadro, se ha descubierto que el pintor reutilizó la tela en la que en un principio había representado una escena religiosa. Considerado un magistral retrato de una de aquellas sesiones, representa a su fundador y algunos asiduos a esta tertulia. En el centro de la composición aparece Ramón Gómez de la Serna. De izquierda a derecha fueron retratados: Tomás Borrás, Manuel Abril, José Bergamín, José Cabrero, Mauricio Bacarisse, el autor José Gutiérrez Solana, Pedro Emilio Coll y Salvador Bartolozzi. Curiosamente y como si de una “ocurrencia ramoniana” se tratara, los apellidos de todos los retratados, a excepción de Ramón y el autor de la obra, comienzan por las tres primeras letras del alfabeto. 10 Gutiérrez Solana hablaba de este cuadro confesando: “Ramón tuvo ese empeño.Yo lo hice con mucho gusto. Pero me llevó mucho tiempo. Nunca venían los contertulios cuyos retratos tenía que pintar“. De esa célebre pintura que refleja la famosa tertulia del café, el propio Solana, en el Epílogo a su España negra, quiso añadir: “Es un cuadro a medio conseguir, y ahora verdaderamente siento el no haberle podido dar una forma más acertada y más decisiva. En el centro está nuestro amigo Ramón Gómez de la Serna, el más raro y original escritor de esta nueva generación. Está, pues, en pie y en actitud un poco oratoria: recio, efusivo y jovial, un tanto voluminoso, pero menos de lo que deseamos verle, para completar su gran semejanza con un Stendhal español o un nuevo Balzac de una época más moderna y menos retórica; cerca de él su cartera, esa buena amiga que siempre le acompaña, llena de pruebas de imprenta y dibujos, que hace rápidamente para ilustrar sus escritos, son comentarios gráficos admirables y que dan un encanto más a los artículos que publica casi diariamente en “La Tribuna” y “El Liberal“.4 José Gutiérrez Solana La tertulia del café de Pombo Óleo / lienzo, 1920 Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid © José Gutiérrez Solana, VEGAP, Madrid, 2013 4 GUTIERREZ SOLANA, J., La España negra, Madrid, Imp. G. Hernández y Galo Sáez, 1920, pp. 247-248. 11 Bartolozzi fue otro de los notarios gráficos de Pombo desde su nacimiento hasta su muerte. En 1915 realizó unos dibujos para "El café recóndito". Entre 1935 y 1936 ilustró una serie publicada por Gómez de la Serna en el semanario Estampa titulada Siluetas de Pombo. Son dibujos a gran formato que recrean con trazo caricaturesco o naif la variopinta galería de personajes que pasan por Pombo, recuerdan a los ausentes o reflejan el animado ambiente de las reuniones. El estallido de la Guerra Civil (1936-1939) produce una gran impresión en Ramón, impulsándole a abandonar el país con destino a Argentina. La huida del escritor acaba con la tertulia del Pombo, si bien el Café siguió abierto durante toda la contienda y en él continuaron reuniéndose en la posguerra algunos antiguos pombianos, ya sin el fundador. Tan sólo una noche revivió la tertulia de Pombo, con motivo de la simbólica presencia de Gómez de la Serna en el local durante una puntual visita a España en 1949 y en sesión retransmitida por radio. El 8 de septiembre de 1950, el café dejó de existir definitivamente y todos sus enseres fueron vendidos en almoneda. 12 R 3. BIOGRAFÍA DE RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA .... Ramón Gómez de la Serna nace el 3 de julio de 1888, en Madrid en el número cinco de la calle de las Rejas (en la actualidad número siete de la calle Guillermo Rolland), en una familia burguesa con conexiones políticas importantes. Hijo del jurista Javier Gómez de la Serna, funcionario del Ministerio de Ultramar y de Josefa Puig, pronto se da a conocer como escritor gracias a sus brillantes artículos publicados en los principales periódicos y revistas. Tras la desaparición del Ministerio de Ultramar, en el que trabajaba el padre de Gómez de la Serna, en 1898, el cabeza de familia es destinado a la provincia de Palencia como registrador de la propiedad. Ramón y uno de sus hermanos se incorporan como alumnos internos a un colegio de Palencia, continuando la educación que ya habían iniciado en Madrid. Allí se inicia su vocación como escritor. Tras obtener su padre un puesto de diputado, vuelven a Madrid en 1901. Ramón estudia primero en el colegio de los Escolapios y luego en el Instituto San Isidro. En este centro se inicia su precoz relación con el periodismo ya que comienza a elaborar El Postal, periódico de 25 ejemplares de tirada del que es casi único redactor, y además copista a mano. En 1905, al acabar el Instituto, marcha diez días a París con el escaso dinero que le da su padre. Ramón queda fascinado por esta ciudad en la que descubre la modernidad y el nuevo arte que está inundándolo todo. Ingresa en la Universidad para cursar la carrera de Derecho, que nunca ejercería, a pesar de las ofertas que recibe a través de su padre desde el mundo de la política. En 1908 acaba sus estudios universitarios y empieza a publicarse la revista Prometeo que crea y dirige su padre y que tratará de cultura y política, materia sobre la que siempre hay un artículo firmado por su progenitor. Este mismo año de 1908, Ramón empieza a frecuentar la tertulia que Carmen de Burgos “Colombine” celebra en su casa. La escritora pretendía abrir las puertas de sus salones a las jóvenes promesas que merecieran ser escuchadas por las figuras consagradas y Ramón fue uno de ellos. A partir de entonces, Ramón y “Colombine” vivieron una historia de amor, a pesar de los veinte años que ésta le sacaba al escritor. Compartieron su vida y su interés por la literatura nueva, viajaron y conocieron lugares como Portugal o Italia. Por su parte, Carmen aparece escribiendo en 1909 en la revista Prometeo, dirigida por Ramón. Asimismo asiste a las tertulias que el escritor organiza en el Café Pombo. Sin embargo, esta relación personal de veinte años acaba a finales de 1929 cuando el autor inicia una relación con la hija de “Colombine”. Como consecuencia de sus actividades en el mundillo literario, es nombrado secretario de la sección de literatura del Ateneo. A lo largo de su vida, publicó miles de colaboraciones en medios de comunicación tan difundidos en su tiempo como El Sol, LaVoz, Revista de Occidente y El Liberal. Su afán de renovar la literatura tradicional le lleva a crear nuevas formas de expresión, como la “greguería”, construcción breve y ocurrente que el autor definió como “metáfora + humor”. Sobre este arte de captar lo efímero, Ramón publicó Greguerías (1917), Greguerías selectas (1919), Novísimas greguerías (1929) y Total de Greguerías (1953). 13 Ramón puede considerarse también un precursor en el campo artístico. No sólo fue él quien publicó en 1909 el “Manifiesto Futurista” de Marinetti, en la revista Prometeo, sino que también fue el impulsor de la primera exposición cubista que se organizó en nuestro país. Denominada “Exposición de los íntegros”, se celebró en 1915 en el Salón de Arte Moderno. Fue en este certamen donde Diego Rivera expuso el retrato cubista que realizó a su gran amigo Ramón Gomez de la Serna, conservado en el Museo Latinoamericano de Buenos Aires. Conocido y admirado por sus escritos literarios y sus artículos periodísticos, del que se le considera maestro, también brilló por su importante labor como conferenciante. Decidido siempre a sorprender, según escriben sus biógrafos, llegó a dar una conferencia subido al trapecio de un circo o vestido de torero o de Napoleón. Famosa fue también su muñeca de cera, de tamaño natural, que hizo traer de París y que le acompañaba con frecuencia. Autor de más de un centenar de libros, que han sido traducidos al inglés, francés, alemán, ruso, italiano y sueco, destacan, entre novela, ensayo, cuento y teatro: Entrando en fuego: santas inquietudes de un colegial (1904); Morbideces (1908); La utopía (1909); El lunático (1912); El concepto de nueva literatura, (1909) e Ismos (1931). Y también las biografías: Oscar Wilde (1921); Goya (1928); Efigies (1929); Retratos contemporáneos (1941); Nuevos retratos contemporáneos; El circo (1916); Senos (1923); La viuda blanca y negra (1917); El incongruente (1922); El secreto del acueducto (1922); La quinta de Palmyra (1912); El novelista (1924); Cinelandia (1925-26); El torero Caracho (1926); Seis falsas novelas (1927); La mujer de ámbar (1927); La nardo (1930); El hombre perdido (1946) y Las tres gracias (1948). De sus obras teatrales podemos destacar: El ruso (1913); El doctor inverosímil (1914); Gollerías (1926), o El rastro (1931). Fue fundador, junto a Azorín, del PEN Club español, sucursal hispana del PEN Club Internacional. Era ésta una sociedad mundial de literatos, constituida en Londres en 1921 para promover la cooperación intelectual y la tolerancia mutua entre los escritores. En 1931 es invitado por el PEN Club argentino a dar una serie de conferencias en Buenos Aires. Allí conoce a Luisa Sofovich, escritora argentina, divorciada y madre de un hijo, con la que Ramón contrae matrimonio ese mismo año antes de regresar a España. Aunque viajó mucho por América y Europa, ya que deseaba ampliar sus conocimientos y descubrir novedades artísticas, su vida estuvo ligada a los ambientes culturales y literarios de su ciudad natal, hasta que tuvo que abandonarla al estallar la Guerra Civil, para exiliarse en Argentina. En 1949 Ramón regresa a España invitado por el Presidente del Ateneo, Pedro Rocamora (a la vez Director General de Propaganda) para pronunciar una conferencia que tuvo lugar el 9 de mayo en el Ateneo, con el título "La magia de la literatura". El día 12, en el teatro Lara, pronuncia una conferencia titulada "Mi tía Carolina Coronado y el romanticismo”. Del 12 al 30, las librerías de Madrid exponen en el escaparate sus obras. El 14, sábado, el gremio de libreros le ofrece un banquete de homenaje en el restaurante Biarritz. El sábado 28 fue la última tertulia en el café Pombo, a la que asistieron, entre otros, Tomás Borrás, José Sainz y Díaz, Francisco Vighi, Valentín Andrés Álvarez, Mariano Rodríguez de Rivas, Candamio, José López Rubio, Carlos Fernández Cuenca, Edgar Neville, Luis Lasa, José Julio Rodríguez, Lucien Dumas, Julio Trenas, Antonio Calderón, Álvaro de Laiglesia, Julio y Gaspar Gómez de la Serna, Enrique Herreros, Tomás Seral, Santiago Valdivia, Serafín Vilién, Ascensión Muntañola y Conchita 14 Montes. En el Museo Romántico, el 11 de mayo, su director Mariano Rodríguez de Rivas organiza una fiesta romántica en su honor, de la que hablaremos más adelante. Se descubre una placa en su casa natal. El mes de estancia en Madrid finaliza el día 31 de mayo. Ramón y Luisita salen para Barcelona en tren, antes de dirigirse hacia Bilbao para embarcar en el "Monte Udala" y regresar a Argentina, país en el que fallece el 12 de enero de 1963. Ese mismo año el Ayuntamiento de Madrid gestiona la repatriación del cadáver y sus restos descansan en la Sacramental de San Justo, en la misma fosa que Mariano José de Larra. Tumba de Larra y Gómez de la Serna en la Sacramental de San Justo (Madrid) 15 4. LA TERTULIA Y LOS CAFÉS DE MADRID M .... adrid, sobre todo durante el periodo que comprende el final del siglo XIX y el principio del XX, se convirtió en sede de decenas de cafés, donde artistas, políticos, escritores, médicos y toda clase de intelectuales se reunían día tras día. Si queremos buscar un antecedente de estas tertulias de café, quizá podamos encontrarlo en las conocidas como academias literarias, en el Siglo de Oro. Eran éstas, reuniones de poetas en el hogar de un noble convocante, a imitación de las academias italianas renacentistas. En ellas se discutía sobre temas literarios e incluso se componían poemas y pequeñas obras para ser leídas en el transcurso de las mismas. En Madrid, quizá la más celebrada fuese la Academia Mantuana, en la que participó Lope de Vega, leyendo su Arte Nuevo de Hacer Comedias. En España la introducción del café como un lugar donde se consumía esta bebida, estuvo unida a la mentalidad ilustrada del siglo XVIII. Junto a los salones y los clubes, los Cafés fueron espacios de difusión de nuevas ideas y lugares de sociabilidad que respondían a las demandas de las altas clases sociales españolas. Una de las primeras reuniones de café surgidas en Madrid hacia 1770, fue la Tertulia de la Fonda de San Sebastián, fundada por Nicolás Fernández de Moratín en un local de la plazuela del Ángel donde se congregaban asiduamente artistas y escritores de la talla de Iriarte y Samaniego, Jovellanos, o el mismo Francisco de Goya. Pero el antecedente más claro de estos cafés son las botillerías. Estos locales donde se vendían bebidas como el vino, la aloja, el hipocrás o los licores y que después derivan en la venta de café, surgen en el siglo XVIII convirtiéndose en centros de reunión y discusión. En Madrid las más destacadas fueron la botillería de Canosa (ubicada en la carrera de San Jerónimo) Furcal, Cibeles, Ceferino y el Pombo. El paso de botillería a café se produce en los primeros años del siglo XIX. En este cambio tuvo mucho que ver el desarrollo de la ideología ilustrada en nuestro país. Los liberales van a encontrar en los cafés el espacio en el que exaltar sus ánimos y defender sus ideas. Dos locales adquieren especial relieve y se convierten en círculos de poder políticos: el Café Lorenzini, en la Puerta del Sol y La Fontana de Oro, ubicado en la Carrera de San Jerónimo. El café, por tanto, puede considerarse un descendiente directo de la botillería. Antonio Bonet, en su discurso leído ante la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando los define como: "centros de reunión y discusión que acaban convirtiéndose en verdaderos Clubes con gran influencia en la opinión pública y en los Gobiernos".5 En el siglo XIX la tertulia se populariza y se extiende entre la población. La afición al café se acrecienta y se multiplican los locales donde celebrar reuniones. Es el momento en que se desarrolla la prensa escrita, medio fundamental que fomenta las apasionadas charlas de las tertulias, que aumentan su relevancia en la cultura y la política en el Romanticismo. 5 BONET CORREA, A., Los cafés históricos, Madrid, Cátedra, 2012, p. 24. 16 Los cafés del Romanticismo van a asumir un papel crucial como focos creadores de movimientos literarios, artísticos, políticos y sociales en España. Fueron centros de reunión de políticos, revolucionarios, intelectuales, poetas, literatos, artistas, empresarios, conspiradores y aristócratas. Sobre una mesa de mármol o un diván de terciopelo, nacieron discursos incendiarios, proclamas, obras importantes de nuestra literatura, artículos para la discordia, peleas entre escritores, retos a duelo o citas de amores clandestinos. Entre los locales más emblemáticos del Madrid decimonónico nos encontramos con el Café de Levante, representado en diversos dibujos por Leonardo Alenza, el Café y botillería de Pombo o el Café del Príncipe, en la plaza de Santa Ana. Leonardo Alenza Tres hombres en una mesa (posible boceto preparatorio del Café de Levante) Óleo / lienzo Inv. 1299 Museo del Romanticismo La época de mayor auge de estos establecimientos madrileños fue a fines del siglo XIX y durante el primer tercio del siglo XX, cuando eran frecuentados por las figuras de la llamada Edad de Plata de la literatura española, la Generación de 1898 a la que pertenecieron entre otros Unamuno, Valle Inclán, Azorín o Pío Baroja. Las posteriores generaciones de 1914 con figuras como Ramón Gómez de la Serna o Juan Ramón Jiménez y las de 1927 con Federico García Lorca o Dámaso Alonso, contribuyeron a este resplandor las tertulias madrileñas que en nada tendrán que envidiar a las de París. Numerosísimos son los Cafés que acogían estas reuniones literarias; entre todos ellos podemos destacar el Café Colonial, sito en la Puerta del Sol, en el que el escritor Cansinos Assens presidía otra famosa tertulia de la época, el Café del Prado, ubicado en la calle del mismo nombre, el Gran Café social de Oriente, junto a la Glorieta de Atocha o los localizados en la calle Alcalá: el Café Regina, La Granja El Henar o el Café de Fornos. Por último el famoso Café Gijón, en el Paseo de Recoletos, al que muy certeramente se ha denominado el último Café literario de Madrid y que en la actualidad sigue acogiendo diferentes tertulias. 17 5. EL JARDÍN DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO .... E l edificio que alberga el Museo del Romanticismo fue construido en 1776 por el arquitecto Manuel Rodríguez para instalar la residencia del marqués de Matallana. Este palacio contaba con un jardín interior que seguía el modelo “a la francesa”, imperante en el siglo XVIII, época de la edificación de la casa. El jardín francés surge a mediados del siglo XVII, bajo el reinado de Luís XIV. Este monarca encarga el diseño de varios de estos monumentales espacios naturales con la finalidad de mostrar su gran poder y riqueza. Su principal exponente fue el jardín del palacio de Versalles (1661-1685). En España, será su nieto Felipe V, quien difunda este modelo francés que se hizo presente en palacios como el del Buen Retiro, la Granja o Aranjuez. Estos jardines se van a caracterizar por mostrar en todo su esplendor una naturaleza dominada por el hombre, donde reina la obsesión por la geometría, las proporciones y la simetría, quedando así representado el pensamiento cartesiano que dominaba entonces en las matemáticas y la filosofía. Ante todo, en el conjunto predominan y resaltan las líneas, dispuestas de forma geométrica y que apuntan hacia un eje central. Entre los principales elementos de estos espacios destacan : el parterre generalmente a base de boj; el agua, presente en canales, estanques y fuentes que permiten juegos de surtidores; y el uso ornamental de las estatuas, siempre de estilo clásico, herencia que recogieron los jardineros franceses del jardín italiano, el cual a su vez tomó este elemento de la época romana. Una de las primeras referencias conocidas sobre el jardín del Museo del Romanticismo las aporta el marqués de Saltillo quien cuenta que hacia 1870 este espacio “…estaba adornado con fuentes y bustos de mármol en las hornacinas de la pared (…) tenía en tiestos de Talavera azules y blancos los arbustos y plantas (…) y abundaba en naranjos, jazmines reales, albahacas y claveles de varias clases”. 6 En un plano conservado en colección particular, fechable a mediados del siglo XIX y dibujado a escala 1/500, aparece claramente dibujado este jardín, compuesto por una plantación perimetral y otra central con cuatro parterres. Plano de las calles San Mateo y Beneficencia, mediados del siglo XIX Cortesía de Pablo Linés 6 MARQUÉS DE SALTILLO, “El Museo Romántico” en Madrid, 13 de junio 1951, p.2. 18 En 1924, coincidiendo con las obras de adecuación del edificio para ubicar el Museo Romántico, se reforma el jardín siguiendo el modelo francés original. Se respetan algunos elementos ya existentes como la fuente circular y el emblemático magnolio que ha llegado hasta nuestros días y que ya se encontraba plantado. Cuatro parterres con diferentes árboles conforman la estructura principal de este espacio. Asimismo, las paredes se llenan de enredaderas, hiedra y otras plantas trepadoras como la parra silvestre. La decoración se completa con una celosía. El Jardín del Museo Romántico Hauser y Menet, Madrid Fototipia, 1924 Mariano Rodríguez de Rivas, director del centro desde 1945 hasta 1958, será quien ponga en valor el jardín. En 1946 coincidiendo con una importante reforma del edificio, este espacio va a ser objeto de una nueva remodelación. Se plantan diferentes especies como los macizos de aligustre, setos en los parterres y enredaderas que cubren totalmente las paredes. La fuente circular, que cobija peces japoneses y nenúfares, se remata con un amorcillo realizado por Antonio Oliver. Alrededor de la fuente se colocan cuatro bancos de madera. La decoración del jardín se completa con algunas esculturas clásicas. 19 El Jardín del Museo Romántico (fotografías de izquierda a derecha, y de arriba abajo): Fuente del Jardín del Magnolio, autor desconocido, fotografía, ca. 1980 El jardín del Museo Romántico, Pastor, fotografía, ca. 1950 El jardín del Museo Romántico, Wunderlich, ca. 1950 20 Rodríguez de Rivas tuvo un especial empeño en llenar de vida este lugar haciendo que los pájaros lo habitaran y para ello ordenó que diariamente se colocaran migas de pan en el jardín que pasó a ser un espacio destacado del Museo, convirtiéndose en protagonista de numerosos actos lúdicos y culturales. Ramón Gómez de la Serna en la fiesta organizada en su honor en el jardín del Museo Romántico el 11 de mayo de 1949. Entre todos los eventos, no podemos dejar de referirnos a la fiesta decimonónica celebrada en honor a Ramón Gómez de la Serna con motivo de su vuelta a España. El 11 de mayo de 1949, el director del Museo, gran amigo de Ramón, convocó a un grupo de intelectuales y personalidades madrileñas que acudieron ataviados con trajes de la época romántica. Con esta reunión, el anfitrión quizás quiso rememorar el “Banquete de Fisonomías y trajes de época” que el homenajeado organizó en el café del Pombo el 13 de febrero de 1923 en recuerdo a Mariano José de Larra en el aniversario de su muerte, al que también acudieron los comensales vestidos de románticos. Rodríguez de Rivas desde uno de los balcones que dan al jardín, pronunció unas palabras de amistad al escritor, contestándole éste con un discurso muy “ramoniano” en el que se pudieron escuchar frases como: “ Vamos a tomar el chocolate que usted nos ha ofrecido, que será seguro el barniz ganado a los cuadros del Museo durante estos últimos lustros”.7 7 ANÓNIMO “En el Museo Romántico se celebró la fiesta en honor de Ramón Gómez de la Serna”, en Arriba, 13 de mayo 1949. 21 Conversación entre Mariano Rodríguez de Rivas y Ramón Gómez de la Serna en la fiesta en honor de éste, celebrada el 11 de mayo de 1949 En 1997 la planta baja del edificio sufre una nueva reforma que afecta también al jardín. El arquitecto Ignacio Gárate, responsable de las obras, rehabilita este espacio confiriéndole la distribución que presenta en la actualidad. Asimismo lo adorna con las celosías, tanto las que están pintadas con jarrones con flores que cubren uno de sus muros, como las que se ubican al fondo. El jardín del Museo del Romanticismo se organiza siguiendo una composición de crucero, formada por dos caminos de arena prensada recubiertos por guijarros que se cruzan creando cuatro parterres de diferente tamaño. Éstos están realizados con bordes a base de ladrillo y una estructura compuesta por una bordura baja de boj. En cada uno de estos parterres se ubica un árbol distinto: ciprés, palmito, arce palmado japonés y magnolio. Asimismo se han plantado un durillo y un níspero, que junto a las macetas dispersas por el jardín y las plantas trepadoras que cubren los muros: hiedra y parra virgen, contribuyen a dotar a este espacio de un encanto muy particular. En el centro se ubica la fuente ornamental de granito con plato del mismo material y rematada en un amorcillo sosteniendo una cala, obra de Antonio Oliver. El Jardín del Magnolio en la actualidad 22 La decoración del jardín se completa con un brocal de pozo, una mesita de hierro con tablero de mármol, algunas lápidas que contribuyen a dotar a este espacio de un aire romántico y cuatro bancos de madera y hierro. Una escultura representando a “Diana recostada”, realizada en mármol por el escultor José Álvarez Pereira y Cubero (1768-1827), nos remite a las esculturas clásicas que originariamente adornaban los jardines franceses. José Álvarez Pereira y Cubero Diana Recostada Mármol esculpido Inv. 548 Jardín del Museo del Romanticismo Por último, la mesa del Café del Pombo, ubicada junto a las celosías del fondo, es un recuerdo perenne de Ramón. Este emblemático mueble convive con las mesas y sillas del “Café del Jardín”, que desde 2011 forma parte de este espacio, permitiendo que los visitantes del Museo puedan disfrutar de un acogedor rincón y quién sabe si también revivir esa tertulia madrileña creada por un romántico del siglo XX como fue Ramón Gómez de la Serna. El Jardín del Magnolio en la actualidad con la mesa del café de Pombo al fondo. 23 6. BIBLIOGRAFÍA .... ANONIMO, “Cavia, Carrere y Ramón. (Tres escritores de café y una sola mesa en su sitio)”, España de Tánger, 4 de enero de 1959 ANONIMO, “En el Museo Romántico se celebró la fiesta en honor de Ramón Gómez de la Serna”, Arriba, 13 de mayo de 1949 BONET CORREA, A., Los cafés históricos, Madrid, Cátedra, 2012 ESPINA, A., Tertulias de Madrid, Madrid, Alianza tres, 1995 FLOREZ, R., “El último Pombo (1936-1950)”, Boletín Ramón, núm. 6, primavera 2003 pp. 17-21 GÓMEZ DE LA SERNA, R., Pombo, Madrid, Imp. Mesón de Paños, 1918 GÓMEZ DE LA SERNA, R., La sagrada cripta de Pombo, Madrid, Imp. G. Hernández y Galo Sáez, 1923 GÓMEZ DE LA SERNA, R., Pombo. Biografía del celebre café y de otros cafés famosos, Buenos Aires, Editorial Juventud Argentina, 1941 GÓMEZ DE LA SERNA, R., Automoribundia, Madrid, Ediciones Guadarrama, 1974 GUTIERREZ SOLANA, J., La España negra, Madrid, Imp. G. Hernández y Galo Sáez, 1920 LORENZO, J., “El día de Ramón Gómez de la Serna”, ABC, 7 de diciembre de1930, pp. 3-6 MARQUÉS DE SALTILLO, “El Museo Romántico”, Madrid, 13 de junio, 1951 MARTÍNEZ COLLADO, A., La complejidad de lo moderno. Ramón y el arte nuevo, Cuenca, Universidad de Castilla la Mancha, 1997 MONLEÓN, P Y FERNANDEZ, C., “El edificio del Museo Romántico de Madrid. Estudio histórico”, Revista del Museo Romántico, núm. 1, 1998. pp. 81- 107 MONTOLIU, P., Madrid, 1900, Madrid, Sílex, 1994 RIBAGORDA, A., “Pombo. Aromas de vanguardia” Boletín Ramón, núm. 11, Otoño 2005, pp. 78-84 SAMPELAYO, J., "Noticia y anécdota de los Cafés madrileños", Anales del Instituto de Estudios Madrileños, t. VI, Madrid, 1970, pp. 507 – 527 24 TUDELA, M., Aquellas tertulias de Madrid, Madrid, Avapies, 1984 Agradecimientos: Paloma Gómez Villaro, Miguel Romero Sánchez, Mª Jesús Cabrera Bravo y Biblioteca del Museo Cerralbo. Fotografías: Archivo General de la Administración (Archivo Alfonso); Archivo General de la Administración; Colección particular (Pablo Linés); Museo del Romanticismo; Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía; VEGAP. Coordinación Pieza del Mes: Mª Jesús Cabrera Bravo. Diseño y maquetación: Carmen Cabrejas, Álvaro Gómez González. 25 LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Mensualmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este mes, dedicaremos el jueves 20 de junio a enseñaros algunos de los jardines más bellos de Madrid, incluido el nuestro, con el hashtag #JardínSecreto 26 LA PIEZA DEL MES. CICLO 2013 .... Enero Almudena Cruz Yábar EUSEBIO JULIÁ (1826-1895), FOTÓGRAFO EN MADRID. SUS CARTES DE VISITE EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Febrero Silvia Villaescusa García RETRATOS DE LOS MARQUESES DE LAS MARISMAS, de Francisco Lacoma, 1833 Marzo Isabel Ortega Fernández BUSTO DEL MARQUÉS DE LA VEGA-INCLÁN, de Mariano Benlliure y Gil, 1931 Abril Luis Gordo Peláez LA CAPILLA DE SAN ISIDRO EN LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS DE MADRID, de Jenaro Pérez Villamil, ca. 1843 Mayo Belén Fernández de Alarcón TOCADOR, ca. 1820-1830 Junio Mercedes Rodríguez Collado MESA DEL CAFÉ DEL POMBO, ca. 1901-1950 Septiembre Aurelio Nieto Codina MEDALLÓN DE LAVA DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812, de Carlos Gimbernat, 1820 Octubre Vanesa Quintanar Cabello MESA VESTIDA DEL COMEDOR Noviembre Paloma Dorado Pérez ÁLBUM DE TOMASA BRETÓN DE LOS HERREROS, 1842 Diciembre Carolina Miguel Arroyo SÁTIRAS DEL SUICIDIO ROMÁNTICO, de Leonardo Alenza y Nieto, ca. 1839 27 28 Pieza del mes SEPTIEMBRE 2013 Medallón conmemorativo de lava, de Carlos de Gimbernat y Grassot (1820) Sala III: Antesalón Aurelio Nieto Codina Conservador de Geología del Museo Nacional de Ciencias Naturales 1 ÍNDICE …. 1.Ficha técnica 2.Introducción a un científico (casi) desconocido 3.Carlos de Gimbernat: la Geología en tiempos del Romanticismo 4.El Grand Tour y la fascinación por los volcanes 5.Objetos conmemorativos. Ciencia y política en tiempos de revolución 6.Conclusión 7.Bibliografía 2 1. FICHA TÉCNICA .... Fig. 1. Medallón de lava Carlos Gimbernat y Grassot Lava y basalto del Vesubio / estampillado, impresión, 1820 Medidas: 13 X 12 cm (7,5 cm, texto impreso) Inv. 1484 “HE JURADO/ESA CONSTITUCION/POR LA CUAL SUSPIRABAIS/Y SERE SIEMPRE/SU MAS FIRME APOYO:/EL REY A LA NACION/10 MARZO 1829” (anverso) “ALIANZA/DEL TRONO Y LIBERTAD/SELLADA CON LAVA/ARDIENTE DEL VESUBIO/10 DE MARZO 1820/POR/C. GIMBERNAT” (reverso) 3 E 2. INTRODUCCIÓN A UN CIENTÍFICO (CASI) DESCONOCIDO .... ntre la diversidad de objetos conservados en el Museo del Romanticismo, destaca por su carácter atípico el Medallón de lava del Vesubio, elaborado por uno de los personajes más curiosos y desconocidos de la historia de la ciencia en España: Carlos de Gimbernat y Grassot (Barcelona, 19 de septiembre de 1768 – Bagneres de Bigorre, 12 de octubre de 1834). Lo más sorprendente de este medallón, procedente del Real Gabinete de Historia Natural fundado por Carlos III en el siglo XVIII 1 , es que fue realizado sobre un trozo de lava en estado fluido procedente del Vesubio. No sin dificultad, Carlos de Gimbernat dejó impreso sobre el peligroso material un texto de alabanza a la monarquía constitucional de 1820, mediante un estampillado que le permitió repetir la operación creativa varias veces. Gracias a este procedimiento, se conservan varios medallones similares dispersos por museos españoles (en la figura 2 se muestra un medallón procedente del Museo Nacional de Ciencias Naturales), que, como veremos, son un testimonio del impacto que tuvo el Trienio Liberal en la actividad creativa de artistas y científicos. El texto impreso en lava tiene formato circular en el ejemplo que estamos estudiando, en otros casos Gimbernat experimentó también con medallones de forma cuadrada. La fuerza o presión del sello utilizado para imprimir el texto deja por los bordes del medallón una rebaba irregular que da al objeto su peculiar aspecto, y sirve además como elemento diferenciador que da singularidad a unos medallones con respecto a otros. Fig. 2. Medallón de lava del Vesubio Lava y basalto del Vesubio / estampillado, impresión, 1820 MNCN MIN 15928 Museo Nacional de Ciencias Naturales – CSIC, Madrid. 1 El heredero de esta institución ilustrada es el actual Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. 4 La vida del geólogo catalán Carlos de Gimbernat fue azarosa y digna de una novela de aventuras, por este motivo se puede fácilmente inscribir en la época del Romanticismo, pero es sobre todo en su periodo de madurez, cuando el espíritu emprendedor y el gusto por los viajes de nuestro peculiar personaje encuentran en el Romanticismo su contexto más adecuado. A lo largo de su vida, Gimbernat se debatió en una dicotomía existencial entre su tierra de origen y la atracción que sobre él ejercía Europa, si bien nunca se desligó de las vicisitudes y circunstancias por las que atravesaba la vida pública española; lo cierto es que gran parte de su vida trascurrió fuera de España, estando siempre abierto a las diferentes influencias procedentes de Europa. Un repaso a lo largo de su periplo vital nos lleva por diferentes territorios europeos, ya que tenemos testimonios de su presencia de Escocia a Carintia, dejando la impronta de su trabajo en ciudades como Nápoles y Estrasburgo. Aunque su formación y sus trabajos más importantes se asocian al campo de la Geología, lo cierto es que su curiosidad científica era amplia de miras. Las realizaciones de Gimbernat en el campo de la Ciencia son muy heterogéneas y tendríamos que emplear un espacio demasiado amplio para reseñar todas ellas. La siguiente enumeración desordenada puede servir como testimonio de la variedad de temas sobre los que en un momento u otro depositó su interés. Tal vez su trabajo más destacado, y el que le permite ostentar un puesto destacado en la historia de la geología española, sea el trazado de los perfiles geológicos de Los Alpes en sus tramos de Suiza y El Tirol (figura 3); la representación cartográfica de los materiales rocosos que componen la estratigrafía de una de las cordilleras más importantes de Europa es indudablemente un trabajo pionero, al tiempo que dibujaba estos mapas, se dedicó a recolectar minerales que debió emplear en sus estudios de la cordillera alpina. La colecta mineralógica también la realizó cuando visitó los volcanes italianos, en cierto modo el Medallón de lava delVesubio se puede considerar un ejemplo de estas prácticas relacionadas con el excursionismo. Fig. 3. Mapa geognóstico de la Suiza según las observaciones de Carlos de Gimbernat Papel / ilustración cartográfica / calcografía en color, 1806. BMNCN 1-1916 Museo Nacional de Ciencias Naturales – CSIC, Madrid 5 Gimbernat también estudió las aguas termales, tanto de manera teórica como en lo que respecta a sus aplicaciones técnicas y medicinales, buscando la manera de aprovechar los efluvios hidrotermales para establecer una nueva forma de estampar tejidos. En relación con este tema, se interesó por las posibilidades industriales de materiales como la lana y, por consiguiente, también se acercó a los cuidados que requerían los corderos merinos, fuente generadora de la materia prima textil utilizada en sus experimentos de estampado. Su acercamiento a los gobiernos liberales de la época le convirtió además en un pionero de los lenguajes cifrados, otra de las variopintas actividades que desarrolló nuestro personaje, en este caso se trataba de elaborar una herramienta clave puesta al servicio de los agentes secretos estatales. A este conjunto de trabajos tan heterogéneos se deben añadir sus acercamientos a la Botánica, la elaboración de un diccionario Español – Alemán, y, al final de su vida, la redacción de un código sanitario, con el objetivo de contribuir a establecer un conjunto de medidas preventivas que evitaran la propagación de enfermedades infecciosas. Para entender una creación tan peculiar como el Medallón de lava del Vesubio, tenemos que acercarnos en primer lugar a las características de la Geología en tiempos de Gimbernat, una época en la que se produce el nacimiento institucional de esta disciplina científica. Hay que hacer referencia también a la particular fascinación que ejercieron los volcanes en el tránsito entre los siglos XVIII y XIX, y, finalmente, dar testimonio de cómo un acontecimiento político tan destacado como la revolución liberal de 1820, dejaría su impronta en numerosos objetos que podemos encuadrar dentro de las artes decorativas de aquel momento. L 3. CARLOS DE GIMBERNAT: LA GEOLOGÍA EN TIEMPOS DEL ROMANTICISMO .... os años que vivió Gimbernat son clave para el nacimiento y desarrollo de una nueva ciencia: la Geología. A pesar de que reconocemos a Gimbernat como un pionero de las ciencias de la Tierra, lo cierto es que sus aportaciones a la Geología son difíciles de calibrar, ya que los documentos escritos que conservamos de su mano son escasos; en realidad, se reducen a unos cuantos mapas, a los citados perfiles estratigráficos de Los Alpes, algunas publicaciones y una correspondencia incompleta. A partir de esta documentación podemos averiguar cómo era la mentalidad científica del autor. Se trata de una forma de pensamiento que es consecuencia de una evolución a partir de las cosmogonías elaboradas en el siglo anterior; a partir de ellas, se llega a unas nuevas formas de conocimiento teórico que se irán desarrollando a lo largo y ancho de Europa. Este conocimiento novedoso de la Tierra debe relacionarse además con las nuevas necesidades que imponía el desarrollo industrial y tecnológico. Ya hemos visto como Gimbernat se interesó tanto por aspectos teóricos como por las aplicaciones que los descubrimientos científicos podían aportar al campo de la industria y la técnica. De todos modos, de la 6 consideración del material científico conservado de Gimbernat podemos concluir que su máxima aportación se corresponde con el citado estudio de la estructura geomorfológica de los Alpes, que le ocupó nada menos que treinta y ocho años de su vida. Nos interesa ahora la relación del Medallón de lava del Vesubio con una actividad inherente al geólogo de estos primeros tiempos: la recolección de minerales para su estudio y clasificación. Incluyendo no sólo los fragmentos sólidos recogidos en las salidas al campo, sino también las masas fluidas de lava del monte Vesubio. La recolección de minerales también se realizaba para crear colecciones de especímenes naturales, y esta es una moda que invade el siglo XVIII, un afán por acumular objetos para gabinetes, museos y aulas universitarias que se extendió por Europa sobre todo entre los monarcas y las clases nobiliarias, esto es lo que acertadamente se ha llamado “comprar naturaleza” 2 . Los coleccionistas de objetos naturales recorren toda Europa en busca de ejemplares que presenten alguna característica especial derivada de sus formas, sus colores o por su especial valor científico; al mismo tiempo, se desarrolla una preocupación investigadora orientada a la realización de una clasificación razonada de los minerales. Como consecuencia de estas prácticas, también se genera un interés novedoso por entender de manera más lógica y razonada la historia geológica de la Tierra. Insistimos que estamos en los inicios de la clasificación razonada de los minerales, un aspecto que en los escritos de Gimbernat queda aún esbozado, ni siquiera se sistematiza aún una nomenclatura efectiva para diferenciar unos ejemplares de otros. El interés de Gimbernat por la geología y la minería se remontan al verano de 1803, cuando emprende por orden del rey Carlos IV su primera excursión a los Alpes con el objetivo de estudiar la estructura física de la cordillera. El desarrollo de este estudio sólo se había producido en fechas previas por investigadores privados, así que es probable que el propio Gimberant disuadiera al monarca para que asumiera los gastos de una iniciativa pública encaminada a este objetivo. Por primera vez, un gobierno europeo subvencionaba el estudio de los Alpes 3 y como resultado nuestro geólogo elaboraba los llamados Planos geognósticos de los Alpes y de la Suiza con sus descripciones (figura 3), un trabajo que fue finalizado en Berna. Esta investigación cartográfica fue reconocida por la Sociedad de Naturalistas de Ginebra que le recibe a finales de año. Durante su viaje por los Alpes al tiempo que trazaba los mapas recogió numerosos minerales, que envió en 1804 al Real Gabinete de Historia Natural de Madrid. Resulta problemático identificar en el actual Museo Nacional de Ciencias Naturales algunos de estos ejemplares, debido a que la azarosa historia del mismo ha generado pérdidas documentales y extravío de ejemplares, pero de todos modos podemos presentar al menos dos minerales, procedentes de las tierras suizas, que probablemente llamaron la atención de Gimbernat. Dentro de las formaciones minerales que llamaban (y llaman hoy) la atención de los coleccionistas de minerales en Centroeuropa, destacamos en primer lugar las denominadas “rosas de hematites” u oligistos, un mineral compuesto de óxido férrico que constituye una importante mena para la extracción del hierro. En su estado más puro los hematites pueden contener un 70% de este metal, 2 La expresión procede de: PARRA DEL RÍO, M. D., Los “planos geognósticos de los Alpes, la Suiza y el Tirol” de Carlos de Gimbernat, Aranjuez, Doce Calles, 1993, pág. 110. 3 BARREIRO, A. J., El Museo Nacional de Ciencias Naturales (1771-1935), Aranjuez, Doce Calles, 1992, pp. 388 – 391. 7 también puede presentar trazas de titanio, aluminio, manganeso y agua. En la figura 4 podemos apreciar los atractivos cristales piramidales o prismáticos de una rosa de hematites, que también llaman la atención por su peculiar color gris acero o negro hierro. El segundo ejemplo presenta un cromatismo totalmente opuesto a las anteriores rosas metálicas, se trata de un silicato de colores claros. Al hablar de las rocas de la formación primitiva del Mont Blanc que se presentan como una prolongación en la aguja del Midi, Carlos de Gimbernat hablaba de manera impropia de “rocas graníticas”. En realidad se trata de formaciones rocosas compuestas de feldespatos, ortoclasas con partes accidentales de cuarzo y enstatita, que no son propiamente granitos. En el Mont Blanc son muy apreciados estos ejemplares por los coleccionistas, son las llamadas adularias, abundantes en la zona de San Gotardo, con sus formas cristalinas en forma de tabla (figura 5). Su formación se produce a temperaturas inusualmente bajas en venas hidrotermales, lo que hace difícil apreciar en qué sistema cristalizan, un aspecto que ha dificultado hasta la actualidad su correcta clasificación mineralógica. Fig. 5. Adularia Mineral – Ortoclasa – Tectosilicato / San Gotardo, Suiza/ Siglo XIX - XX MNCN MIN 21049 Museo Nacional de Ciencias Naturales – CSIC, Madrid Fig. 4. Rosa de Hematites Mineral - óxido / Alpes suizos / siglo XIX MNCN MIN 4690 Museo Nacional de Ciencias Naturales – CSIC, Madrid 4. EL GRAND TOUR Y LA FASCINACIÓN POR LOS VOLCANES E .... l coleccionismo de minerales está en los orígenes de la Geología como ciencia, pero no sólo los científicos se interesaron por la colecta de rocas y minerales en las excursiones campestres. No olvidemos que Gimbernat hizo su medallón en Nápoles, y esta ciudad era uno de los puntos 8 imprescindibles para los viajeros del llamado Grand Tour, esos primeros “turistas culturales” de los siglos XVIII y XIX que inauguraron la moda de viajar a sitios lejanos y volver con recuerdos de todo tipo. Estos turistas ilustrados tenían unos intereses muy concretos, relacionados sobre todo con la formación humanista y científica. Se trataba generalmente de jóvenes de las clases altas inglesas que viajaban con sus tutores y que consideraban estos viajes como parte de su proceso formativo personal, era por tanto una experiencia de tipo educativo. Gimbernat debió conocer a estos turistas de clase alta que llegaban a la capital del Reino de las Dos Sicilias. Los viajeros del Grand Tour no sólo compraban obras de arte, libros y objetos curiosos, también mostraban un interés por la recolección de especímenes procedentes de la Naturaleza. En este sentido, he documentado algunos ejemplares de lavas y azufres del Vesubio recolectados por viajeros del Grand Tour, que formaban parte del fabuloso cargamento del Westmoreland. Este fue un barco fletado con objetos comprados en Italia por un joven viajero y que fue confiscado en el contexto del enfrentamiento anglo – francés de 1779, escoltado hasta el puer to de Málaga, fue adquirido todo su cargamento por Carlos III 4 . Con respecto al tema que aquí nos interesa, el coleccionismo de especímenes minerales, se conservan en el Museo Nacional de Ciencias Naturales un pequeño conjunto de minerales recolectados en 1776 5 , que son un testimonio del interés por los volcanes napolitanos de los viajeros del Grand Tour (figura 6). Fig. 6. Cuatro ejemplos de lavas y azufres recolectados en el Vesubio en 1776. Basalto, calcita impregnada de azufre, azufre y azufre asociado a calcita. MNCN MIN 15931, 789, 787, 808 Museo Nacional de Ciencias Naturales – CSIC, Madrid Aunque los destinatarios de los medallones de lava no eran los turistas, lo cierto es que Gimbernat creó un “objeto recuerdo” con material geológico, que habría hecho las delicias de cualquier viajero del Grand Tour. La demanda de cuadros, libros, restos arqueológicos, grabados, lavas, etc. en Nápoles fue conocida por el geólogo catalán, aunque su peculiar medallón de lava no tenía por destino ser ofertado 4 La totalidad del cargamento se conserva en diferentes instituciones (Museo del Prado, Museo Nacional de Ciencias Naturales, Museo del Hermitage, etc.), aunque el grueso más importante del mismo se localiza en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. 5 NIETO CODINA, Aurelio, “Four mineral samples”, en: SÁNCHEZ – JÁUREGUI, M. D., y WILCOX, S., The English Prize. The Capture of Westmoreland. An Episode of the Grand Tour (cat. exp.), New Haven, Yale University Press, 2012, pág. 229. 9 en el mercado de los turistas del Grand Tour, tenía otros destinatarios muy concretos: los monarcas liberales de Madrid y Nápoles. Nos vamos a centrar ahora en saber cómo nació el interés general por las lavas y azufres del Vesubio. La pasión por los volcanes y por los materiales geológicos generados por las erupciones, que afecta tanto a geólogos como a turistas, tiene su punto de partida en un personaje pionero: Sir William Hamilton, embajador inglés en la corte de Nápoles e iniciador de la vulcanología vesubiana. Fue Hamilton el primero que investigó las erupciones del Vesubio y las describió como fuerzas subterráneas que contribuyeron a la formación de la tierra. Pero sobre todo, es realmente el pionero responsable del interés generalizado por la Vulcanología en la transición entre los siglos XVIII y XIX. Hamilton estudió las erupciones y las corrientes de lava en las emisiones de 1767 y 1771, tanto al pie de las coladas basálticas en el monte Vesubio como haciendo obser vaciones desde la bahía de Nápoles. Regularmente mandaba informes de estos sucesos naturales con bellas ilustraciones a la Royal Society en Londres. Tras hacerse miembro de la sociedad publicó sus trabajos en la revista de esta institución, Philosophical transactions, en 1772. En una de las bellas estampas iluminadas a mano y publicadas por Hamilton (figura 7), se ven grupos Fig. 7. Lámina XXXVIII, A NightView of a Current of Lava, that run from MountVesuvius towards Resina, the 11th of May 1771, publicado en: William Hamilton, Campi Phlegraci. Observations on the Volcanos of the Two Sicilies As They have been communicated to the Royal Society of London, Nápoles, 1776 Pietro Fabris B- 3210 Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Archivo – Biblioteca de curiosos acercándose a las coladas de lava en la erupción del 11 de mayo de 1771; tal vez, en erupciones parecidas acontecidas a comienzos del siglo XIX, Gimbernat pudo participar en grupos de observación similares a los que aparecen en el grabado. Las erupciones del volcán eran un atractivo para los viajeros que se dirigían a Italia y las vistas del Vesubio, junto a las ilustraciones de sus erupciones, eran un lucrativo negocio para pintores y grabadores, ya que se vendían como “recuerdo” del viaje. Un ejemplo de lo provechosas que eran para los pintores las imágenes del Vesubio son los treinta óleos pintados sobre este tema por el gran artista inglés Joseph Wrigt of Derby. La producción pictórica del iluminista británico muestra un marcado interés general por la representación de los diversos fenómenos naturales, entre los que se cuentan las grutas pintorescas, los bosques a la luz de la luna y, por supuesto, los volcanes (figura 8). 10 Fig. 8. Joseph Wright of Derby Erupción delVesubio vista desde Posilippo Óleo / madera B1974.3.34 Yale Center for British Art, New Haven (Estados Unidos) Los turistas del Grand Tour estaban fascinados con el Vesubio, entre los libros que adquirían en el transcurso del viaje a Italia se encontraban por supuesto las publicaciones de Hamilton; el interés por la Historia Natural se completaba además comprando o formando colecciones de minerales, en muchas ocasiones con arriesgadas visitas a las cumbres del volcán. Nos consta que un insigne viajero, Penn Assheton Curzon, adquirió el libro de Hamilton Campi Phlegraci. Observations on the Volcanos of the Two Sicilies y una pequeña colección de minerales que mandó a Inglaterra a bordo del carguero Westmoreland 6 . 6 SÁNCHEZ – JÁUREGUI, M. D., y WILCOX, S., op. cit., pp. 226 – 228. 11 5. OBJETOS CONMEMORATIVOS. CIENCIA Y POLÍTICA EN TIEMPOS DE REVOLUCIÓN .... E l texto impreso en el medallón de lava por Gimbernat nos orienta sobre las inquietudes políticas del geólogo, unos ideales que valoraban la libertad, como no podía ser de otro modo en una persona que quería ejercer del mejor modo posible la actividad científica. Su cercanía al pensamiento liberal, opuesto al oscurantismo del Antiguo Régimen, le hermana con las propuestas de las Cortes de Cádiz 7 , que son parte de un proceso revolucionario que se inicia a fines del XVIII y que en 1820 tiene un amplio protagonismo en España y en Nápoles. En 1817, bajo la protección del rey Maximiliano I de Baviera, emprende Gimbernat viaje a Nápoles para estudiar la naturaleza del Vesubio, estaba interesado sobre todo por la dinámica de los gases sulfurosos que emanaban por las grietas del volcán en las inmediaciones de la ciudad, y por el posible uso para fines salutíferos de estas emanaciones en unos casos, y por la posibilidad de usar los gases ácidos para la termoestampación de tejidos. Después de sufrir una enfermedad durante su estancia italiana, Gimbernat pudo contemplar por fin las emanaciones del Vesubio entre octubre de 1818 y marzo de 1819, observando con ansia este fenómeno durante día y noche. El científico, con claro espíritu romántico, asegura: “Ocupado en mi perseverante lucha con el Vesubio, he sacrificado todo por mi pasión geológica: el tiempo, el dinero y otros intereses”, Estas y otras reflexiones las fue registrando en un diario 8 . En las excursiones que realizó al volcán acompañó en algunas de ellas al emperador y la emperatriz de Austria, al príncipe de Salerno y a la princesa Amalia de Sajonia. Llegando al volcán en plena erupción, el geólogo oficiaba de guía científico. Podemos visualizar como serían estas visitas en el grabado iluminado del ya citado libro de Hamilton, el primer gran conocedor del Vesubio (figura 7). Al tiempo que se desarrollaba esta actividad científica y excursionista, se produjo en la ciudad el estallido de la revolución. Tanto para los austriacos como para el reino de Baviera la información derivada de las revueltas napolitanas era fundamental para el posterior desarrollo de las relaciones externas de los dos países. Aquí vio la ocasión Gimbernat de servir al rey de Baviera, buscando realizar así un trabajo de utilidad para el rey y pudo demostrar su entusiasta pensamiento liberal, aunque fuera de manera oficiosa, ya que en ningún momento fue nombrado agente diplomático de Baviera. 7 La importancia de la idea de libertad en las revoluciones burguesas, y en especial en 1820, es puesta en evidencia por Vicens Vives en una nota recogida en: ARTOLA, M. ed., Las Cortes de Cádiz, Marcial Pons, Madrid, 1991, pág. 207. 8 Conservado en el archivo de la Bayerische Staatsbibliothekde, MA 1, nº 219, correspondencia de Carlos de Gimbernat. 12 Las cartas al rey fueron sin embargo interceptadas y por esta causa es por lo que decidió realizar un diario. Tampoco prosperó su posibilidad de conseguir un puesto en el Ministerio del Interior español, para lo que busco intercesión poco fructuosa del embajador de España en la corte de Nápoles. Obligado a permanecer en Nápoles, por mor de la prolongación de las revueltas, Gimbernat se ve en la obligación de continuar escribiendo el diario para en algún momento presentarlo al rey de Nápoles, y expresa curiosos sentimientos en los que conjuga las ideas liberales y la realidad geológica de la erupción volcánica: “Las erupciones más temibles son aquellas de las que no estábamos avisados, y que nos cogen por sorpresa, testigo es el moderno volcán de la Isla de León, que ha sacudido tan violentamente, que ha derruido la estructura sobre la que la malicia y la necedad habían colocado al buen Fernando VII”. Es curiosa la habilidad del geólogo para enlazar la realidad napolitana con la previa revolución liberal vivida en Cádiz, y comparando a los reyes alemán y español como adalides de la monarquía liberal. La larga permanencia del científico en Nápoles, hasta que la entrada en la ciudad de las tropas austriacas acabó con la revolución liberal, la empleó en acuñar los medallones con inscripciones elaborados con lavas del Vesubio. Los medallones servían para ensalzar al rey bávaro y a Fernando VII, que en aquellos años se había visto obligado a aceptar la Constitución de Cádiz. Gimbernat pensaba erróneamente que el monarca español había aceptado el ideario liberal por convicción propia. Continúa el diario diciendo que las denominadas “medallas vesubianas” se realizaron: “aprovechando la eterna lava del Vesubio, que parece estar en erupción permanente para prolongar mi frustración, y mi cautiverio, he hecho unas medallas con ésta que ahora fluye para hacer un homenaje a Su Majestad Fernando VII en conmemoración de la manera libre y espontánea, con la que este monarca benevolente ha aceptado la Constitución de las Cortes. Por un lado la medalla lleva inscritas las palabras memorables que el Rey ha dirigido a la Nación el 10 de marzo. Yo he jurado esta constitución por la que Vosotros habéis suspirado y Yo seré siempre su más firme apoyo. Por la otra cara he inscrito las palabas expresivas del pacto sagrado contraído en el susodicho juramento; la alianza del trono y la libertad impresa con Lava del Vesubio, en 1820, por Gimbernat. He pasado muchas dificultades hasta lograr hacer estas medallas, a causa del largo de la corriente de lava y del calor que no deja acercarse. Seis veces subí al Vesubio para repetir esta operación, que no se logró hasta la séptima vez, e imperfectamente a causa de la poca fluidez de la lava actual. Tendré el honor de enviar este medallón a su majestad tan pronto como logre hacer unas que sean más dignas de serle presentadas” 9 . Realmente Gimbernat no calibró las verdaderas intenciones absolutistas y represoras de Fernando VII, no pudo o no supo calibrar el posterior giro antiliberal del monarca. 9 Esta página del diario de Gimbernat, así como las otras presentadas a lo largo del texto, y conservadas en los archivos de Baviera, proceden de: PARRA DEL RIO, 1993, pág. 70. 13 Es curioso, que en este momento aparezcan también fruto de otras manos diferentes objetos, como grabados o abanicos, que al igual que el medallón de Gimbernat dejan testimonio del triunfo de la revolución liberal de 1820. En el Museo del Romanticismo se conserva un abanico compuesto por un país de papel pintado que tiene una representación alegórica alusiva a los acontecimientos de 1820, simbolizando en la representación pictórica de manera destacada la abolición de la esclavitud (figura 9). Asimismo, una caja- polvera, con un ejemplar de la constitución de 1812, representa al rey Fernando VII como un gobernador romano y un texto alusivo a los mismos acontecimientos ensalzados por Gimbernat (figura 10). Resulta realmente sorprendente, que en este momento histórico, aparezcan un conjunto de objetos tanto artísticos como científicos, que intentan dejar testimonio plástico de un acontecimiento que fue un hito en la historia de España y de Europa. Objetos que son fruto de una ilusión, ya que la llegada de las libertades en España e Italia no comenzaron a prosperar hasta avanzado el siglo XIX. Fig. 9. Abanico conmemorativo de la Constitución de 1812 Madera, hueso y papel / tallado, aguafuerte, pintado, ca. 1820 Inv. 2470 Fig. 10. Caja – polvera conmemorativa de la Constitución de 1812 Metal, cuero y papel / fundido, curtido y pintado, ca. 1820 Inv. 1192 Museo del Romanticismo Sala III (Antesalón) 14 6. CONCLUSIÓN .... E l medallón de lava del Vesubio es un documento interesantísimo en relación a una serie de circunstancias que llenan la historia europea de las primeras décadas del siglo XIX. En primer lugar, el interés por la Vulcanología y el coleccionismo de minerales que nos sitúa en la vía de una nueva ciencia desarrollada según criterios racionales: la Geología, aun balbuciente. Por otro lado, Gimberbat, que como buen científico, valora los regímenes políticos que se basan en la libertad y se identifica con los ideales liberales del siglo XIX. Un conjunto de nuevas ideas, frustradas de momento, pero que inician una imparable trayectoria hasta su aplicación definitiva en el viejo continente. En memoria de mi padre, Juan Nieto 15 7. BIBLIOGRAFÍA .... ARTOLA, M. ed., Las Cortes de Cádiz, Madrid, Marcial Pons, 1991 AA. VV., El arte de gobernar, 1812-1992 (cat. exp.), Madrid, Tecnos, 1992. BARREIRO, A., El Museo Nacional de Ciencias Naturales (1771-1935), Aranjuez, Doce Calles, 1992. DANIELS, S., JosephWright, Londres, Tate Gallery Plublising, 1998. HAMILTON, W., Campi Phlegraci. Observations on theVolcanos of the Two Sicilies As They have been communicated to the Royal Society of London, Nápoles, 1776. LAUDAN, R., From Mineralogy to Geology.The Foundation of a Science, 1650 – 1830, Chicago, The University of Chicago Press, 1987. LÓPEZ PIÑERO, J. M., Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, Barcelona, Península, 1983. PARRA DEL RÍO, Mª. D., Los “planos geognósticos de los Alpes, la Suiza y el Tirol” de Carlos de Gimbernat, Aranjuez, Doce Calles, 1993. SÁNCHEZ - JÁUREGUI, M. D., WILCOX, S., The English Prize.The Capture ofWestmoreland. An Episode of the Grand Tour (cat. exp.), New Haven,Yale University Press, 2012. SOLÉ SABARIS, L., “Los primeros geólogos catalanes”, Estudios Geográficos, nº 31, 1975, pp. 831-836. 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Diseño y maquetación: Carmen Cabrejas, Álvaro Gómez González. 16 LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Mensualmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este mes, dedicaremos el jueves 26 de septiembre a contaros todos los secretos del Grand Tour con el hashtag #GrandTourMR 17 LA PIEZA DEL MES. CICLO 2013 .... Enero Almudena Cruz Yábar EUSEBIO JULIÁ (1826-1895), FOTÓGRAFO EN MADRID. SUS CARTES DE VISITE EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Febrero Silvia Villaescusa García RETRATOS DE LOS MARQUESES DE LAS MARISMAS, de Francisco Lacoma, 1833 Marzo Isabel Ortega Fernández BUSTO DEL MARQUÉS DE LA VEGA-INCLÁN, de Mariano Benlliure y Gil, 1931 Abril Luis Gordo Peláez LA CAPILLA DE SAN ISIDRO EN LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS DE MADRID, de Jenaro Pérez Villamil, ca. 1843 Mayo Belén Fernández de Alarcón TOCADOR, ca. 1820-1830 Junio Mercedes Rodríguez Collado MESA DEL CAFÉ DEL POMBO, ca. 1901-1950 Septiembre Aurelio Nieto Codina MEDALLÓN DE LAVA DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812, de Carlos Gimbernat, 1820 Octubre Vanesa Quintanar Cabello MESA VESTIDA DEL COMEDOR Noviembre Paloma Dorado Pérez ÁLBUM DE TOMASA BRETÓN DE LOS HERREROS, 1842 Diciembre Carolina Miguel Arroyo SÁTIRAS DEL SUICIDIO ROMÁNTICO, de Leonardo Alenza y Nieto, ca. 1839 18 19 Pieza del mes OCTUBRE 2013 Vajilla principal del Comedor del Museo del Romanticismo Sala XI Vanessa Quintanar Cabello Licenciada en Historia del Arte y Antropología. Especialista en historia de la gastronomía 1 ÍNDICE …. 1. FICHA TÉCNICA: LA VAJILLA PRINCIPAL DEL COMEDOR *Características generales y origen de las piezas *El autor de las piezas: el taller de François Antoine Monginot *Las piezas más importantes de la vajilla principal 2. USOS DE LA VAJILLA: LA ALIMENTACIÓN EN EL SIGLO XIX *Nuevos tiempos, nuevos modos Protocolo en el servicio de la comida Protocolo de los comensales *La vida en torno a la mesa: qué se come y cuándo La comida como articuladora del día ¿Qué se comía en una casa aristocrática del siglo XIX? *Ciencia y alimentación: Innovaciones en la gastronomía del siglo XIX 3. LA VAJILLA EN CONTEXTO: EL COMEDOR *Muebles, iluminación y decoración *Las vajillas auxiliares 2 1. FICHA TÉCNICA: LA VAJILLA PRINCIPAL DEL COMEDOR .... *Características generales y origen de las piezas La vajilla principal del comedor del Museo del Romanticismo es un servicio de porcelana para doce comensales realizado en torno a 1829 en los talleres de Antoine Monginot de París. Además de platos llanos y hondos, la vajilla cuenta con una gran diversidad de piezas: sopera, consomera, legumbrera, varias fuentes, salera, salseras, compotera y frutero, además de una jarra para el agua. Todas las piezas presentan una decoración uniforme, que se limita a un filete dorado y asas doradas en algunos casos, así como una inscripción con las iniciales LAE, entrelazadas, bajo corona con crestería de flores de lis, símbolo de la Casa de Borbón francesa. La presencia de estas iniciales así como la representación de una corona perecen indicar que esta vajilla se realizó probablemente por encargo de un aristócrata. Todas estas características estilísticas responden al prototipo de vajilla francesa de la época y sus principales rasgos coinciden con lo que algunos autores han denominado la edad de oro de la porcelana de París, que vivirá su periodo más brillante en la época que se extiende desde el Consulado (a partir de 1799) hasta la Restauración francesa (1814-1830), teniendo su apogeo durante el Imperio (18041814). Según Pinval de Guillebon, diecinueve manufacturas de porcelana existían en París alrededor de 1800, de las cuales siete habían sido fundadas en el Antiguo Régimen y entre las cuales sobresalía la fábrica de Sèvres. La disminución del número de manufacturas se producirá a partir de 1820 debido a que buena parte de las fábricas comienzan a marcharse hacia los lugares donde se encontraban los materiales necesarios para la fabricación de la porcelana y los bosques para el combustible1. Según el citado autor, al final de la Restauración, después de la desaparición de las manufacturas más célebres, la producción de porcelana en París no se renovó hasta 1830 gracias a la actividad de Jacob Petit2. *El autor de las piezas: el taller de François Antoine Monginot La mayor parte de las piezas que conforman la vajilla tiene su origen en el parisino taller de François Antoine Monginot. Su historia arranca a comienzos del siglo XIX, cuando Monginot abre su fábrica de porcelana situada en el número 103 de la rue de Faubourg Saint-Denis. Sin embargo, durante los primeros años de producción, mantiene una posición discreta y su apogeo no llegará hasta el final del Imperio, siendo su fábrica especialmente productiva durante la Restauración francesa (1814-1830) y la denominada Monarquía de Julio (1830-1848). Ya en 1818, aunque no figura todavía en el Almanach du comerce, hay noticias de que Monginot se convierte en el propietario de un inmueble en el número 126 de la calle Faubourg Saint-Denis. Esto hace pensar que se trata del mismo Monginot o de un miembro de su familia3. Sin embargo, no se sabe con certeza si estos talleres eran de su propiedad. Sí lo fue con total seguridad el que abrió posteriormente en el número 20 del parisino boulevard des Italiens, donde precisamente se realizó esta vajilla, coincidiendo con el final de la Restauración. 1 Plinval de Guillebon, R. de, Faïence et porcelaine de Paris XVIIIe - XIXe siècles, Dijon, Editions Faton, 1995. p. 274. Ibidem, p. 286. 3 Plinval de Guillebon, R. de, La Porcelaine à Paris sous le Consulat et l'Empire: fabrication, commerce, étude topographique des immeubles ayant abrité des manufactures de porcelaine, París, Librairie Droz, 1985, p. 151. 2 3 *Las piezas más importantes de la vajilla principal Plato hondo (Inv. 2043/14): DESCRIPCIÓN TÉCNICA: Plato de porcelana blanca, circular, hondo y con el borde delimitado por un filete dorado. Solero con doble anillo. En el ala lleva una inscripción consistente en las iniciales “LAE” entrelazadas, bajo corona con crestería de flores de lis. USOS Y COSTUMBRES: La sopa tiene un papel protagonista en las comidas del siglo XIX. Según recoge Mariano de Rementería en Manual completo de urbanidad, cortesía y buen tono, obra francesa traducida por él al castellano en 1829, “el dueño de la casa sirve en platos colocados en montón a su izquierda la sopa, que hace circular, empezando por los inmediatos de su derecha, después a la izquierda y así sucesivamente, hasta que todo el mundo esté servido; los criados levantan los platos vacíos, sobre los que cada uno deja su cuchara”4. Probablemente esta forma de servir la sopa se hacía extensible a otros platos, pues, según recoge el mismo libro, el arte de trinchar los alimentos o arte cisoria correspondía al dueño de la casa, mientras que los convidados sólo podían intervenir si éste se lo pedía5. Sopera (Inv. 2043/68): DESCRIPCIÓN TÉCNICA: Sopera de porcelana blanca con pie troncocónico, cuello cilíndrico cuerpo globular de perfil ovoide, asas anulares en forma de florón y rematadas en palmeta a ambos lados del cuerpo, boca circular y labio recto. Tapa convexa de base circular, con remate en forma de bellota. Las asas y el remate de la tapa están totalmente dorados, así como el borde de la tapa, que va fileteado en dorado. El cuerpo presenta igualmente varios filetes dorados en el labio, la base del cuerpo, el cuello y el pie. Presenta la misma inscripción que el resto de piezas. USOS Y COSTUMBRES: Como su propio nombre indica, esta pieza se empleaba para 4 El hombre fino al gusto del día o Manual completo de Urbanidad, cortesía y buen tono. Traducción del francés al castellano por Mariano de Rementería, Madrid, Imprenta de Moreno, 1829, p. 136. 5 Ibidem, p. 137. 4 presentar la sopa en la mesa. Sobre la costumbre de consumir sopa en el siglo XIX, Rafael Castellano indica que las más populares en aquella época eran la sopa de pan (“la sopa más simple es la de pan, que se tuesta, se pone en la sopera y se le agrega por encima el caldo…”); la sopa rellena; la sopa de pescado; la sopa de arroz con coquinas; la sopa de cabeza de ternera; la sopa de cola de ternera; la sopa de yerbas o de primavera; y las sopas de cebollas y huevos6. Consomera (Inv. 2043/63): DESCRIPCIÓN TÉCNICA: Consomera de porcelana blanca con base circular, pie troncocónico, cuerpo semiesférico, boca circular y labio recto. USOS Y COSTUMBRES: Tal y como indica su nombre, esta pieza serviría para tomar el consomé. El tamaño de la pieza y el hecho de presentar dos asas hace suponer que el consomé podía beberse directamente de la consomera y tenía, por tanto, un carácter individual. La receta básica del consomé podemos encontrarla en varios recetarios de la época, como en el Breve manual de cocina. Diferentes guisos a la francesa (1866), de J. M. Blanca7. Legumbrera (Inv. 2043/69): DESCRIPCIÓN TÉCNICA: Legumbrera de porcelana blanca, de forma elíptica, con asas horizontales de sección plana y rematadas con veneras agallonadas. Tapa con forma ligeramente cónica de base elíptica, pequeño resalte en la parte superior que repite la forma elíptica de la pieza, y remate en forma de bellota. Presenta la misma inscripción que el resto de piezas. USOS Y COSTUMBRES: Sobre el término “legumbre” es interesante hacer notar que el uso de esta palabra se asemejaba entonces al significado de la légume francesa, que significa “verdura”, frente a la légume sec, que sería en francés lo que en España se 6 Castellano, R., La cocina romántica. Una interpretación del XIX a través de la gastronomía, San Sebastián, R & B, 1995, pp. 40-45. Según J. Mª. Blanca, la receta del consomé es la siguiente: “se ponen en un puchero dos o tres trozos de ternera y vaca, un pollo o gallina, conejo, perdices o cosas equivalentes: se le echa un cucharón de caldo y se mueve con una espátula; a proporción que va espesando todo ello se le añade caldo caliente que esté muy claro. Este consomné (sic) se hace hervir, espumándolo y añadiéndole agua de cuando en cuando, después de espumarlo se le hechan (sic) algunas legumbres como zanahorias, cebollas, una penca de apio, perejil y cebolletas, sazonándolo con un diente de ajo y dos clavos de especia; en seguida se deja hervir por cuatro o cinco horas a fuego lento, después de lo cual se pasa por un paño mojado y queda hecho el consomné (sic)”. En Blanca, J. Mª., Breve manual de cocina. Diferentes guisos a la francesa, Madrid, Imprenta La Época, 1866, p. 3. 7 5 entiende por legumbre. De ahí que, por ejemplo, en El Practicón de Ángel Muro (1893) se incluya en el capítulo de “legumbres” alimentos como la patata, las espinacas, los espárragos o las cebollas, distinguiendo dentro de este apartado “legumbres de tipo tubérculo”, “legumbres de tallos y hojas comestibles”, “legumbres de flor y frutos comestibles” y “legumbres de semilla comestibles”8. Fuente escurridera (Inv. 2043/78): DESCRIPCIÓN TÉCNICA: Fuente escurridera de porcelana blanca, de perfil elíptico con borde dorado y un reborde en el extremo interno del ala para encajar el escurridor, de idéntico perfil y con orificios redondos en toda su superficie dispuestos en torno a otro de mayor tamaño y de perfil. Salera (Inv. 2043/65): DESCRIPCIÓN TÉCNICA: Salera de porcelana blanca con base almendrada, pie troncocónico, cuerpo en forma de naveta y boca de perfiles cóncavos. El interior del cuerpo está dividido en dos partes iguales por medio de una pieza con perfil mixtilíneo y sobreelevada con respecto a la boca. USOS Y COSTUMBRES: El hecho de que la pieza presente dos cavidades significa que probablemente la otra parte se destinaba a contener alguna especia, posiblemente, pimienta. Las especias eran frecuentemente utilizadas como condimento en el siglo XIX, entre ellas, la pimienta blanca y negra, el clavo, la nuez moscada, la canela, el laurel, el tomillo, la albahaca o el perejil, entre otras. Sin embargo, los gastrónomos de la época insistían en que su consumo debía ser moderado9. 8 Muro y Carratalá, A., El Practicón.Tratado completo de cocina al alcance de todos y aprovechamiento de sobras. Contiene las fórmulas propias y exclusivas del autor para la confección de caldos, sopas, potajes, salsas, guisados, entradas, asados, fritos, entremeses... Madrid, Miguel Guijarro, 1893. 9 Tal es el caso de Fidel Romeo de Gállego, que aconseja no abusar de las especias en su obra El hogar o cocina sin desorden, Zaragoza, C. Ariño, 1881, p. 43. 6 Salsera (Inv. 2043/71): DESCRIPCIÓN TÉCNICA: Salsera de porcelana blanca, de forma elíptica, con fuente incorporada de idéntico perfil, al igual que la tapa, que lleva remate de palmeta. El cuerpo presenta dos asas en forma de cabeza femenina con corona mural. La base es plana, sin anillos, con un orificio central, y sin cubierta. Las asas y el remate de la tapa son totalmente dorados, así como los bordes de la tapa, del cuerpo y del ala de la fuente, además del cuello del recipiente, que van fileteados en dorado. Presenta la misma inscripción que el resto de piezas. USOS Y COSTUMBRES: Uno de los ejemplos claros de la influencia de la cocina francesa en estos momentos es precisamente el uso frecuente de las salsas elaboradas como acompañamiento de los platos. En algunos recetarios de este siglo nos encontramos con capítulos centrados exclusivamente en su elaboración, como, por ejemplo, en la obra de Ignacio Domènech La gastronomía. Libro de suma utilidad en el arte culinario (1899)10. Compotera Inv. 2043/81): DESCRIPCIÓN TÉCNICA: Compotera de porcelana blanca, con pie troncocónico de base circular, cuerpo ovoide, dos asas en forma de cabeza femenina y boca circular. Tapa cónica con remate de pináculo. USOS Y COSTUMBRES: En particular, y como su propio nombre indica, la pieza que nos ocupa está destinada a contener compota o dulce de almíbar. La gran afición por la repostería hizo que, a lo largo del siglo XIX, surgieran numerosos recetarios dedicados exclusivamente a la confección de exquisitos y en ocasiones complejos postres, compotas y almíbares. El Tratado del arte de repostería y licorista, de José Solá (1832), el recetario anónimo Arte de destiladores, licoristas y reposteros (1832), o el Manual del repostero doméstico. Trescientas sesenta y cinco recetas para hacer platos de postres, o sea una para cada día del año, de José María Blanca (1866) son algunos ejemplos. 10 Obra disponible en: http://biblioteca.realacademiadegastronomia.com/index.php/libros/libro/364. 7 Frutero (Inv. 2043/61): DESCRIPCIÓN TÉCNICA: Frutero alto de porcelana blanca, con base circular, pie troncocónico, cuello cilíndrico, cuerpo semiesférico, boca circular y labio exvasado. USOS Y COSTUMBRES: La fruta era otro de los alimentos omnipresentes en las mesas del siglo XIX y, junto a los dulces, servían para finalizar las comidas. A la fruta fresca, aconsejada en populares obras de la época como el libro editado por Calleja El cocinero práctico11, viene a sumarse a lo largo de este siglo la fruta en conserva. Jarra (Inv. 2043/79): DESCRIPCIÓN TÉCNICA: Jarra de agua de porcelana blanca, con base circular, pie anular, cuerpo ovoide, cuello cilíndrico y pico vertedor. Opuesta a éste, lleva asa sobreelevada vertical, que remata en el extremo superior con cabeza de animal que muerde el labio de la jarra con la boca, y en el inferior con palmeta. El asa va totalmente dorada en su cara externa. Frente al resto de piezas, en la parte del cuerpo opuesta al asa, lleva una inscripción diferente, consistente en este caso en las iniciales “AO”, entrelazadas, e inscritas en un rombo bajo corona con crestería de tréboles. Esto conduce a contemplar la posibilidad de que tal vez la pieza proceda de otra vajilla. En todo caso, las características estilísticas de la jarra y de la vajilla son similares, respondiendo al prototipo francés de la época. USOS Y COSTUMBRES: Aunque el agua estaba presente en todas las comidas, el vino es sin duda la bebida protagonista del momento. En las casas nobles existe todo un protocolo de maridaje. Así, para las sopas, lo habitual era servir vino de Jerez; para los denominados platos volantes, se servían Burdeos tintos; para pescados, Burdeos blancos; para las entradas frías, los Borgoñas; para las entradas 11 Véase El cocinero práctico: nuevo tratado de cocina, repostería y pastelería con interesantes artículos de economía doméstica y horticultura, Madrid, Trigo, [2009]. Reproducción de la 7ª. ed., Madrid, S. Calleja, 1905. 8 calientes, vinos del Rhin; para las legumbres, Burdeos tintos; para los asados, el champán francés; y para los dulces y postres, vinos generosos como Pedro Ximénez y Málaga12. 2. USO DE LA VAJILLA: LA ALIMENTACIÓN EN EL SIGLO XIX .... * Nuevos tiempos, nuevos modos Protocolo en el servicio de la comida U no de los principales cambios al que asistimos en el siglo XIX se encuentra en la forma de presentar los alimentos a los comensales. Frente al modelo tradicional, denominado “servicio a la francesa”, que consistía en la presentación de un sinfín de platos ya preparados que se ponen encima del tablero y de los que se sirven los propios comensales, y un servicio en varias tandas (generalmente tres, dos calientes y una fría, de postre), en el siglo XIX, y especialmente durante el reinado de Isabel II, se impone en España el denominado “servicio a la rusa”, más sencillo y expeditivo, y que recibe este nombre porque al parecer fue introducido en Francia por el embajador ruso del zar Alejandro I. Se trata de un menú cerrado consistente en varios platos que los criados sirven sucesivamente a cada comensal por la izquierda y retiran por la derecha. Esta forma de servir presenta ventajas e inconvenientes con respecto al servicio a la francesa. El mayor beneficio es que las piezas ya se presentan trinchadas y se comen más calientes. Su principal inconveniente es que priva a los comensales del primer golpe de vista, de admirar sobre la mesa todos los platos. Para compensarlo, en las cenas de gala, se coloca en cada servicio un menú individualizado con el nombre de cada invitado, con el fin de que los comensales supieran de antemano el contenido de la cena. Un elemento interesante de estos menús es la lengua en la que se escriben. La lengua tradicional de la gastronomía había sido hasta el momento el francés. La nobleza, proclive a continuar con la tradición, sigue empleando el francés y así nos encontramos cómo la mayor parte de los menús de la época están escritos en esta lengua. Sin embargo, con la llegada del siglo XX, asistiremos a una nueva tendencia, la de emplear el español como lengua de los menús13. 12 Ibidem. Uno de los gastrónomos que más defendieron el empleo del español como lengua de redacción de los menús fue Mariano Pardo de Figueroa, alias Dr. Thebussem, que, por ejemplo, en su libro La mesa moderna, señalaba: “¿debe ponerse todo el menú en lengua francesa, o ha de escribirse en la nacional de cada tierra? Después de largas meditaciones sobre esta consulta, y de oír el parecer de sabios, académicos, de expertos cocineros, de filósofos eclécticos y de inteligentes gastrónomos, la respuesta es fácil. ‘La lista, dicen sin vacilación, ha de redactarse en el idioma nacional, dejando de los extranjeros aquellos nombres, ya técnicos o ya de ciertos manjares, admitidos por el buen uso’”. En Pardo de Figueroa, Mariano, Doctor Thebussem (seud.), La mesa moderna. Cartas sobre el comedor y la cocina cambiadas entre el doctor Thebussem y Un cocinero de S. M. (Seudónimo de José de Castro y Serrano), Madrid, Librerías Fernando Fe, 1888, p. 12, disponible en http://biblioteca.realacademiadegastronomia.com/index.php/libros/libro/168. 13 9 Una de las consecuencias directas de este cambio a la hora de servir los alimentos es la multiplicación de las piezas de las vajillas y de instrumentos relacionados con el servicio de los alimentos. La vajilla del comedor del Museo del Romanticismo sería una buena prueba de ello. También la industria de la orfebrería se multiplicó a lo largo del siglo XIX con la fabricación de numerosos cubiertos, que se especializan según los alimentos: pala para el pescado o para la mantequilla, pinzas para los espárragos, el azúcar o los bombones, tijeras y martillos para el hielo, portacuchillos, porta-menús, porta-palillos, pinza para la ensalada, etc., etc. Esta especialización de los cubiertos también puede relacionarse con una de las preocupaciones del siglo XIX, la higiene, lo que explica que, entre las clases adineradas, coger la comida con las manos estuviera prohibido. Esta mayor complejidad también puede ponerse en relación con el desarrollo del protocolo, pues el uso de este importante número de cubiertos precisaba necesariamente de un aprendizaje14. Cucharón Plata fundida, moldeada, cincelada y grabada Inv. 3327 Museo del Romanticismo Sala XI (Comedor) Pinzas Metal fundido, moldeado, calado y solado Inv. 6537 Museo del Romanticismo Sala XI (Comedor) Protocolo de los comensales J unto al cambio en el servicio de los alimentos, otra de las características de la alimentación en el siglo XIX es el establecimiento de un nuevo protocolo a la mesa, promovido especialmente por Isabel II, pues será bajo su reinado cuando se produzca una importante modernización en el protocolo real en lo concerniente a las comidas en palacio, dominadas hasta el momento por un gran encorsetamiento. Por su parte, en las familias aristocráticas, el protocolo en el siglo XIX sirve como pauta para las comidas, tanto informales como de gala, aunque en el segundo caso las normas son más numerosas y estrictas. Algunos de los puntos marcados por el protocolo de la época para los asistentes a una comida o cena son: 14 Nouvel-Kammerer, O., “L’industrie au service de la table. Les orfebres confrontés aux ambiguïtés de la modernité”, en VV. AA., À table au XIXe siècle. Catálogo de la exposición organizada por el Museo de Orsay del 4 de diciembre de 2001 al 3 de marzo de 2002, París, Flammarion, 2001, p. 144. 10 • Invitación: Las invitaciones se realizaban de manera formal, especialmente aquellas en las que se convocaba a un gran número de invitados. Como se indica en El hombre fino al gusto del día… “Los convites à (sic) una comida se hacen por escrito ó (sic) verbalmente. En el primer caso se debe responder en el término de veinte y cuatro horas. Sino (sic) se acepta, se debe alegar alguna razón plausible y con toda la urbanidad de que uno es capaz”15. Si se aceptaba la invitación, el convidado tenía después la obligación de realizar la denominada “visita de digestión”, que se hacía trascurridos ocho días, como señal de gratitud y prueba de que se había apreciado el valor de una buena comida16. • Colocación de cubiertos: en el siglo XIX se encuentra ya perfectamente delimitada la colocación de los cubiertos en la mesa: a la derecha, cuchara y cuchillo; a la izquierda, el tenedor, la servilleta sobre el plato doblada con sencillez y apoyando en ella un panecillo. Cuchara y tenedor de servir Tallado, pulido, fundido, moldeado y cincelado / hueso y plata Inv. 6268 y 6269 Museo del Romanticismo Sala XI (Comedor) • Vasos y copas: cada comensal debe tener a su derecha cuatro copas colocadas según el orden en el que se van a beber. En el caso de las cenas de gala, la más cercana al borde de la mesa, para el Jerez, luego la copa del Burdeos (tanto blancos como tintos), la del agua y la del champán finalmente. • Espacio y distancia entre comensales: la posición de los comensales estaba estrictamente pautada, no sólo por el hecho de que cada uno tuviera asignado un asiento, sino que incluso había una distancia recomendada entre comensales: 70 centímetros. Con ello se evitaba la tentación de hablar de forma demasiado íntima y se permitía a los camareros desenvolverse con comodidad. 15 16 El hombre fino al gusto del día…, p. 134. Ibidem, p. 140-1. 11 • Etiqueta y puntualidad: una de las cuestiones que más se cuidaba en las comidas era la puntualidad, pues la tardanza de uno o varios comensales podía echar a perder horas de trabajo en la cocina. Por ello se exigía puntualidad y, en el caso de las comidas de gala, el protocolo de la época recomendaba comenzar la comida si la tardanza era sólo de uno o dos comensales, para evitar incomodar al resto de comensales. • Otras normas de protocolo para los invitados: las normas para los invitados no terminaban ahí. Las manos siempre debían estar encima de la mesa, se prohibía hablar al oído, la servilleta no debía colgarse al cuello. Un aspecto importante era el de la conversación. Ya en tratados del siglo XVI encontramos indicaciones sobre esta cuestión, como que el anfitrión tiene que promover una conversación que convenga para mantener la armonía y cuidar para que no degenere en cuestiones políticas o religiosas. • Normas para el anfitrión: sin lugar a dudas, la persona más sometida a las normas del protocolo era el propio anfitrión, cuyas tareas y deberes eran múltiples y comenzaban días antes de la comida: su primera labor era enviar las invitaciones con la fecha y la hora de la comida o cena. Una vez reunidos los invitados, debía presentar a los comensales que no se conociesen; colocar a los invitados por afinidad, y, en caso de enfrentamiento, averiguar si había intención de reconciliación, para situarlos juntos, o no, para colocarlos separadamente; ocuparse de que hubiera un lavamanos y toallas en la sala contigua por si alguien quería lavarse las manos, etc. Como señalábamos antes, se entendía que el anfitrión debía dirigir y moderar la conversación, por lo que el protocolo recomendaba que estuviera al día en las lecturas de diversos temas para tener un amplio repertorio, conocer anécdotas... en definitiva, “el anfitrión debe olvidarse de sí mismo para no pensar sino en sus convidados: mientras que todos los demás disfrutan de su mesa, él sólo vigila en todos y se sacrifica al placer de los demás”17. *La vida en torno a la mesa: qué se come y cuándo La comida como articuladora del día E l comedor de diario, como el que alberga el Museo del Romanticismo, se convirtió a los largo del siglo XIX en uno de los espacios centrales del hogar. En él no sólo se realizaban la mayor parte de las comidas sino que se llevaban a cabo otras actividades ligadas a los quehaceres cotidianos y el ocio, sobre todo de las mujeres. El espacio del comedor de diario es eminentemente un espacio femenino. El día en la casa de una familia noble, como la que ocupaba el actual Museo del Romanticismo, comenzaba con el desayuno en el comedor, que se servía temprano. La bebida más habitual era el chocolate con picatostes. Se servía con tazas y platos de la vajilla de casa y si eran solo dos, con el famoso “tú y yo” (conjunto de dos tazas y platillos de café).Ya desde la primera comida del día, había un especial cuidado para que todos los elementos de la mesa estuvieran conjuntados, todo tenía que ir a juego incluso en una comida tan informal como el desayuno. Cuando terminaba el desayuno, lo habitual era que la mujer tomase las decisiones cotidianas para el día: el menú y los productos para 17 Ibidem, p. 138. 12 elaborarlo, las prendas que deben repararse, los recados que han de darse, la reparación de algo que se haya roto, entrevistar a posible personal nuevo de la casa, etc. En el tiempo que iba entre el desayuno y la comida, lo habitual era que la señora de la casa recibiera a la peluquera, eligiera las telas para sus vestidos de entre los muestrarios que le traían las criadas, iba a misa y de camino a casa, compraba el postre. El resto de la mañana lo pasaba bordando. La comida era uno de los momentos centrales del día. En el siglo XIX no era habitual el aperitivo, así que, cuando llegaba toda la familia, se pasaba directamente a comer. La hora habitual era la una de la tarde (la costumbre de comer tan tarde respecto al resto de Europa no se iniciará hasta los años 40 del siglo XX). A pesar de ser comidas informales, el número de utensilios, platos y cubiertos que se desplegaba en una mesa de diario era extraordinario. Como veíamos anteriormente, en el siglo XIX el orden se impone en las comidas, con el surgimiento del menú, que debe respetarse escrupulosamente, incluso en las comidas de familia. Una muestra de ello es que incluso en estas comidas se escribía el menú, como demuestran las piezas de cerámica conservadas en el Museo Cerralbo. Menú Porcelana de Marsella (Francia) 1776-1793 Inv. 6139 Museo Cerralbo Un plato muy habitual a la hora de comer era el cocido, tras el cual se servían los platos principales, generalmente tres, los postres de cocina, el queso y la fruta. Pocas horas después de esta copiosa comida, tenía lugar la merienda, que se convertía a menudo en un momento de socialización. En cuanto a su contenido, ésta solía limitarse a chocolate, azucarillos, bollería y vasos de agua. Como era muy frecuente invitar a alguien, las señoras de la casa deslumbraban a sus invitadas con mantelerías y servilletas mucho más vistosas e imaginativas que en el almuerzo. Por último las cenas de diario solían ser muy sencillas, en contraste con las grandes de cenas de gala que los aristócratas del momento ofrecían y que tenían lugar en los comedores de gala, como el que se conserva en el Museo Cerralbo de Madrid. 13 Comedor de gala del Museo Cerralbo ¿Qué se comía en una casa aristocrática del siglo XIX? H asta ahora hemos hablado de las principales comidas que se realizaban en el comedor de diario, pero ¿qué comían los aristócratas del siglo XIX? Como indicábamos en el apartado anterior, las sopas y los cocidos eran omnipresentes en las mesas de los nobles españoles del siglo XIX. Se consideran un prólogo y de alguna manera anuncian el tipo de comida en el que nos encontramos. Así, en las comidas sencillas, como las de diario, se servían sopas sin pretensiones mientras que en las comidas de gala se emplean materias primas de lujo para su elaboración. Además del contenido, también varía la colocación de la sopera teniendo en cuenta el tipo de comida: en la comida familiar puede dejarse en el centro de la mesa, mientras que en las comidas con invitados debe ponerse en un mueble aparte. Dentro de las sopas, la más popular en la época era el cocido y en las casas más acomodadas, la olla podrida, más rica en carne. Sin duda, la carne era un plato constante en las comidas de los nobles, con independencia de si eran formales o informales, o si se celebraban por la tarde o por la noche. Entre la clase alta, el tipo de carne consumido fundamentalmente es la carne roja (ternera, buey…). En cuanto a las aves y la caza, el pollo, el pavo y la pintada eran muy apreciados en las mesas de la nobleza. Curiosamente, en la época se tenía la creencia de que el consumo abusivo de este tipo de animales era perjudicial por ser “un poco excitante”, tal y como se indica en el citado libro editado por Calleja. Tampoco el pescado faltaba en las mesas aristocráticas, pues ya a principios de siglo los gastrónomos destacaban sus numerosas cualidades. Además, mediado el siglo, el ferrocarril facilita la llegada del pescado fresco a ciudades como Madrid. Al igual que ahora, el rodaballo y el lenguado eran los más apreciados, junto al esturión, que en las casas más humildes sólo se consumía en Semana Santa. También el marisco era ya apreciado en la época, pero las frecuentes intoxicaciones hacían que se advirtiera continuamente sobre sus peligros, especialmente en el caso de la almeja y la langosta. 14 Otro de los alimentos que no faltaban en la mesa de los nobles eran las frutas y las verduras, tanto frescas como, por primera vez, en conserva, uno de los grandes avances de la alimentación del siglo XIX que revoluciona la alimentación general y en especial la de las verduras, que pueden conservarse todo el año y, por tanto, consumirse fuera de temporada. Gastrónomos de la época las aconsejan, pero advierten de ciertos peligros como la indigestión. Las frutas y verduras más empleadas son las zanahorias, espárragos, coliflor, melón, uvas, ciruelas, cítricos… que pueden apreciarse en numerosos bodegones de la época. Antonio Mensaque Bodegón de naranjas y limones Óleo / lienzo, 1862 Museo del Romanticismo (Depósito del Museo del Prado) Sala XI (Comedor) Para acabar las comidas, no podemos olvidar una de las bebidas que más gustaba a la nobleza: el café, que entonces contaba con gran aceptación, especialmente el proveniente de la península arábiga. En la época, no obstante, fueron muy frecuentes los casos de adulteración que consistía en tostar los granos de café junto con granos de cereales o achicoria. Lo mismo ocurría con el té, que a finales del siglo XIX comenzó a ganar terreno, especialmente para las meriendas. El café no solía servirse en la mesa, sino en una estancia anexa. Ciencia y alimentación: innovaciones en la gastronomía del siglo XIX S in lugar a dudas, uno de los principales rasgos que definen el siglo XIX es el enorme avance tecnológico experimentado en todos los ámbitos de la vida económica y social. La alimentación, lógicamente, no podía quedar al margen. Así, ya desde finales del siglo XVIII, la 15 cultura gastronómica comienza a desarrollarse bajo la influencia de la tecnología y a lo largo del siglo XIX asistimos a una renovación de la concepción misma de alimento y de la relación del hombre con la alimentación. Junto a los saberes científicos nuevos, a los avances de las ciencias naturales, a la psicología, a las ciencias físicas y de la química, hay una verdadera ciencia alimentaria que se constituye, imponiendo un nuevo modelo nutricional, una nueva definición del arte culinario, diseñando los contornos de una nueva política de sanidad pública que otorga a la higiene alimentaría un lugar preponderante18. En buena medida, esta conjunción entre gastronomía y ciencia venía dada por las exigencias materiales de una población en constante crecimiento a lo largo del siglo XIX. Era, pues, necesario producir más y llegar antes al consumidor final, garantizando la conservación de los alimentos durante el transporte, comercialización y almacenamiento. Una de las consecuencias tecnológicas que produjo esta situación fue el enorme avance en las técnicas de conservación y envasado. Dentro de la simbiosis entre ciencia de la nutrición y la nueva tecnología industrial pueden destacarse varios hitos: • El rápido acceso a los alimentos gracias al ferrocarril, lo que enriquece la dieta y aumenta el número de productos frescos. En la ciudad despuntan algunos comercios, especialmente los que abastecen a la corte. • Conservación de los alimentos y su estacionalidad: el surgimiento de las latas de conserva, que son el remate de una serie de investigaciones (por ejemplo, la pasteurización) suponen un gran salto cualitativo en la conservación de los alimentos, hasta el momento confinada a técnicas como la desecación, el ahumado o la salazón. La conservación de alimentos al vacío será uno de los principales avances decimonónicos en el campo de la alimentación. • Surgimiento de nuevos productos gracias al avance de la ciencia aplicada a la alimentación: la creación de extractos de carne y verdura, que abrió el camino para la industria moderna de sopas; la producción industrial del chocolate a partir de 183019; la fabricación de las primeras galletas envasadas al vacío; el lanzamiento al mercado de la levadura en polvo envasada en bolsa; la invención de la margarina como alternativa barata frente a la mantequilla; etc. • La producción de comida en conserva: carne enlatada (incluidas salchichas), especialmente pensada para la alimentación durante las contiendas bélicas; y las nuevas conservas de pescado, entre las que destaca la de las sardinas, cuyo método de conserva se creó en España. • El desarrollo de las cocinas modernas: a partir de este siglo, las cocinas se individualizan y se consideran un espacio exclusivo para preparar los alimentos, mientras que antes eran espacios polivalentes donde se desarrollaba buena parte de la vida diaria. A lo largo de la centuria, convivirán dos sistemas de cocina: el de carbón y el de gas. Además, se crean 18 Csergo, J., “La modernité alimentaire au XIXe siécle”, en VV. AA., À table au XIXe siècle. Catálogo de la exposición organizada por el Museo de Orsay del 4 de diciembre de 2001 al 3 de marzo de 2002, París, Flammarion, 2001, p. 42. 19 Dentro de España, dos fábricas destacaron en la producción industrial del chocolate en esa época: La Colonial (situada en Pinto, Madrid) y la fábrica de Matías López (en El Escorial, Madrid). 16 elementos como el calentador eléctrico de agua (1900) y crece exponencialmente el número de utensilios para cocinar. El uso de las neveras en el siglo XIX todavía es muy escaso, especialmente en España. En otros países, ya en 1870, las casas privadas comienzan a tener “neveras portátiles”. • Los avances tecnológicos tienen también una vertiente negativa en las constantes adulteraciones20 que sufrían algunos productos, como el chocolate, que se mezclaba con harina o fécula, así como el café y el té21. Además de todos estos avances, en este siglo asistimos también a un paulatino cambio en la consideración de la comida, especialmente en las clases altas, donde los alimentos no sólo cumplen una función vital sino que también son considerados una fuente de placer para los sentidos. Esto explica en buena medida el gran desarrollo del protocolo en la mesa. Pero también explica otros fenómenos, como el éxito de los libros gastronómicos destinados no sólo a la clase alta sino a personas, especialmente mujeres, de cualquier condición social. La bibliografía gastronómica se multiplica a lo largo del siglo XIX, en gran parte gracias a la alfabetización de la población, especialmente de las mujeres, que son las principales destinatarias y cuya tasa de alfabetización pasará en tan solo 40 años del 11,9% en 1860 al 28,6% en 190022. En estos libros, además de recopilarse recetas, se tocan otros temas como el protocolo y algunos principios de economía doméstica23. Junto a las innovaciones culinarias y el desarrollo de un cierto gusto por todo lo que rodea al acto de la alimentación, otro elemento que destaca en el siglo XIX va a ser el contagio de las ideas nacionalistas presentes en el siglo XIX, que llegan a la mesa en forma de lo que podemos denominar un “nacionalismo” culinario. Así, junto a la constante influencia francesa, que se mantendrá especialmente en los círculos aristocráticos, surge en todos los países un desarrollo de las cocinas regionales, en una especie de búsqueda de la identidad a través de la cocina. 20 Reflejo de la preocupación de la época por las falsificaciones fueron las numerosas obras que se escribieron en el siglo XIX denunciando las adulteraciones que sufrían gran número de productos. Obras como Adulteración venenosa de los vinos por medio de la fuchsina y medios sencillos y eficaces para conocerla (1878) o Las cervezas y sus adulteraciones nocivas a la salud, con los medios sencillos y eficaces para conocerlas (1879), ambas de Balbino Cortés y Morales; Discurso acerca de la influencia que ejercen en la salud las alteraciones y adulteraciones de las harinas, pan, vino y leche…, de Félix Mariano Salgado y Valdés (1849) y Harinas: alteraciones y falsificaciones..., de Miguel Berga y Oliver (1899), son algunos ejemplos de ello. Información disponible en http://biblioteca.realacademiadegastronomia.com/ [último acceso: 30/06/2013]. 21 Todos estos datos han sido tomados de Teuteberg, H. J., “El nacimiento de la era del consumidor. Innovaciones en la alimentación desde 1800”, en Freedman, P. (ed.), Gastronomía. Historia del paladar, Valencia, Universidad de Valencia, 2007, pp. 232- 261. 22 Datos tomados de Sarasúa, C., “Aprendiendo a ser mujeres: las escuelas de niñas en la España del siglo XIX”, Cuadernos de Historia Contemporánea, vol. 24, 2002, pp. 281-297. 23 Algunas de las obras más populares publicadas en el siglo XIX en España fueron el Manual de la perfecta cocina de Rogelio Cotineli (1875) y, sobre todo, los textos de Ángel Muro, entre los que destacan su obra por entregas Conferencias culinarias, su Diccionario general de cocina (1892) o El Practicón (1893). Información disponible en http://biblioteca.realacademiadegastronomia.com/ [último acceso: 30/06/2013]. 17 3. LA VAJILLA EN CONTEXTO: EL COMEDOR .... *Muebles, iluminación y decoración Y a en el siglo XVIII, el comedor se erige como una habitación estable en las casas de los aristócratas y durante el Imperio napoleónico su uso se generaliza en las casas de la alta sociedad. Antes de que esto sucediese, los nobles empleaban para comer estancias que se convertían de forma improvisada en comedores donde, literalmente, “se ponía” una mesa para comer. Una vez establecida una estancia separada para realizar la comida, a lo largo del siglo XIX van a quedar perfectamente asentadas las principales características de la habitación, desde la orientación y ambientación deseada, hasta los muebles y la decoración. Comedor del Museo del Romanticismo 18 En lo que se refiere a los muebles, tres piezas destacan en un comedor aristocrático decimonónico: la mesa, las sillas y los aparadores. La mesa tiene generalmente forma redonda u oblonga apoyada sobre un gran pie central y suele ser extensible; tiende a situarse de forma permanente en el centro de la sala, aunque, en las estancias más pequeñas, podía situarse apoyada contra la pared cuando no se usaba para comer24. La forma de la mesa condiciona en buena medida el espacio del comedor, de forma que, al igual que las mesas tienden a hacerse más largas para recibir a más comensales, lo propio deben hacer los comedores que las albergan. Un buen ejemplo de ello son los comedores de gala, que tienden a ser rectangulares, frente a los comedores de diario, que suelen ser cuadrados. A lo largo del siglo XIX no sólo se establecen las características de la mesa, sino también las distancias a la hora de sentarse en ella25 y la proporción de la mesa con respecto al resto de la estancia. Silla Madera de caoba/torneado, tallado y marquetería, 18151833 Inv. 3511 Museo del Romanticismo Sala XI (Comedor) En el caso de la mesa de caoba que preside el comedor del Museo del Romanticismo, nos hallamos ante una pieza típica de lo que se ha denominado “Estilo Reina Gobernadora”, en referencia al periodo de la Regencia de la reina María Cristina (1833-43). Destaca por su sencillez decorativa y mayor ligereza que en el mobiliario realizado en el periodo anterior, denominado estilo Fernandino, dominante durante el reinado de Fernando VII y deudor del Estilo Imperio francés. Precisamente de este último estilo son las cuatro sillas que rodean la mesa, realizadas en madera de caoba y tapizadas en terciopelo morado, que destacan por su solidez, el empleo de formas simétricas y geométricas en su estructura, la combinación de maderas oscuras junto a maderas más claras y los adornos con formas de guirnaldas. El conjunto de mesa y sillas aparecía siempre vestido a la hora de las comidas por manteles con servilletas a juego, que variaban según la comida y la presencia o no de invitados, siendo los materiales más preciados el damasquino de lino, algodón o seda, como el que ocupa actualmente la mesa del comedor del Museo del Romanticismo. Por su parte, en las cenas de galas, los manteles solían ser blancos adamascados y las servilletas rematadas con vainica. Mantel Seda y algodón/damasco y aplicado de flecos Inv. 1957 Museo del Romanticismo 24 Crosnier Leconte, M-L., “La salle à manger”, en VV. AA., À table au XIXe siècle. Catálogo de la exposición organizada por el Museo de Orsay del 4 de diciembre de 2001 al 3 de marzo de 2002, París, Flammarion, 2001, p. 152. 25 Según Bernard Chevalier y Marc Walter, la distancia entre la mesa y las paredes necesitaba ser de alrededor de un metro con respecto al final de la habitación y 1,3 metros de los lados. Se recomendaba que el área total fuera de 13-19 metros cuadrados para un apartamento pequeño, 28-38 metros cuadrados para uno de tamaño mediano y de 45-69 para uno grande. En Chevalier, B. y Walter, M., Empire Style. Authentic Décor, Londres, Thames & Hudson, 2008, p. 51. 19 El tercer tipo de mueble presente en los comedores del siglo XIX son las consolas (mesa hecha para estar arrimada a la pared, comúnmente sin cajones y con un segundo tablero inmediato al suelo) que se enriquecen rápidamente con cajones, puertas, vitrinas y estantes, convirtiéndose en aparadores (mueble donde se guarda o contiene lo necesario para el servicio de la mesa). El mobiliario, por tanto, era un elemento fundamental a la hora de crear el ambiente del comedor. Pero no era el único. Tan importante como los muebles era la iluminación de la estancia, que perseguía reforzar la idea de un espacio cálido y familiar. A ello contribuyen sin duda los grandes ventanales que dotan a la estancia de una agradable luz natural y sirven además para mantener la habitación ventilada. Pero también contribuye la luz artificial que, a lo largo del siglo XIX, va a sufrir una gran evolución: en apenas cien años pasamos de la luz de candelabros y lámparas de aceite, al petróleo y el gas y, finalmente, a la luz eléctrica, introducida por primera vez en España en 1881 en la casa del marqués de Comillas. Normalmente convivirán sistemas mixtos, como puede observarse en el comedor del Museo. Junto a los muebles y la iluminación, un tercer elemento que ayudaba a crear un ambiente agradable en el comedor era la decoración. Sobre esta cuestión, Marie-Laurie Crosnier Leconte26 indica que la decoración de los comedores debía ser sencilla, basándose fundamentalmente en porcelanas, escudos de armas o cuadros con asuntos amables como paisajes, naturalezas muertas, etc. En el caso del comedor del Museo del Romanticismo, junto a varios bodegones, destaca el cuadro de Joaquín Espalter y Rull La familia de Jorge Flaquer, retrato colectivo de la familia del banquero Jorge Flaquer que fue realizado en la Casa de Tamames. Es sin duda uno de los cuadros más emblemáticos de todo el Museo, ya que en él aparecen retratados los antepasados de don Benigno de la Vega Inclán y Flaquer, II marqués de Vega Inclán, fundador del Museo. Además, es uno de los más bellos testigos sobre el desenvolvimiento de la vida doméstica, íntima y privada de las clases acomodadas de la época. Joaquín Espalter La familia de Jorge Flaquer Óleo/lienzo, 1840-1845 Inv. 111 Museo del Romanticismo Sala XI (Comedor) 26 Crosnier Leconte, op. cit., p. 157. 20 Las vajillas auxiliares A demás de la vajilla principal del comedor, en esta estancia se encuentran numerosas piezas de cerámica que son una interesante representación de algunas de las fábricas y estilos más importantes de la época, tanto a nivel nacional como internacional. Algunas de las fábricas y estilos cuyos trabajos podemos contemplar en el comedor son: Juego de café Estilo Imperio: Una de las piezas más destacadas del comedor es un juego de café realizado en el primer cuarto del siglo XVIII, que guarda gran similitud con algunos de los diseños utilizados en la manufactura parisina de los Schoelcher (1798-1834). Sin embargo, los platos del juego de café presentan una marca muy similar a una de las que empleó la manufactura Nast (1783-1835), considerada ya desde finales del siglo XVIII como una de las fábricas más importantes de la capital francesa. Juego de café de Porcelana de París Porcelana y pigmento metálico/moldeado, pintado, dorado y vidriado Inv. 2055/4 Museo del Romanticismo Sala XI (Comedor) 27 28 Al margen de la autoría, este juego del primer cuarto del siglo XIX se corresponde estilísticamente al denominado Estilo Imperio, en honor a las características estilísticas que se desarrollaron en las artes decorativas durante el Imperio napoleónico. El Imperio fue un periodo fructífero para las artes de la mesa. En porcelana, plata o cristal, todo se realizaba en París, y el resto de Europa acudía a la capital de Francia para aprovisionarse de estas piezas27. Además de vajillas, las fábricas parisinas realizaban los denominados cabarets, “servicios usados para el desayuno o para la merienda y que consistían en una cafetera o tetera, tazas de diferentes tamaños y formas, azucarero, jarras para la crema y para la leche y un gran tazón que podía ser usado para el café con leche o para el punch a la hora del té”28. Algunos de los motivos decorativos más empleados en las vajillas de Estilo Imperio son: mujeres de estilo clásico y motivos que recuerdan al arte greco-romano, motivos egipcios y geométricos, motivos con la historia del propio Napoleón, pájaros y frutas inspiradas en las pinturas de Pompeya, etc. Chevalier y Walter, op. cit., p. 62. Ibidem, p. 64. 21 Sargadelos: También en la sala nos encontramos con ejemplos de la fábrica gallega de Sargadelos. Raimundo Ibáñez fue el impulsor de esta fábrica de loza, firma gallega que nació al amparo del tímido movimiento de modernización iniciado en tiempos de Carlos III. Con la creación de la fábrica en 1804, Ibáñez pretendía sustituir la masiva importación de piezas procedentes de Inglaterra por piezas de producción nacional. La deuda con Inglaterra de sus primeros años es evidente, pues se emplean los moldes de aquel país y son piezas en blanco sin decoración, aunque con un diseño cuidado y buena calidad. Además, destaca en esta época la abundancia de formas. A partir de 1825 se incorpora a su producción una decoración estampada en verde para ornamento de vajillas con escenas típicas gallegas aunque sigue también la producción en blanco. A partir de 1845 se amplía la gama de color al negro, Salsera de Sargadelos rosado y violeta, y se inicia la etapa de mayor calidad Loza fina y pigmento/moldeado, estampado y y producción de la firma. Entre 1870-75, año en el vidriado, 1845-1862 que se cierra la antigua fábrica, disminuye la calidad Inv. 324/10 y se abusa de los motivos de inspiración local29. Museo del Romanticismo Sala XI (Comedor) Dentro de las decoraciones de Sargadelos, destaca su serie “Chinoiseries”, que comenzó a desarrollarse en los años cincuenta del siglo XIX y cuyo ejemplo encontramos en esta pieza de la colección, estampada en negro bajo vidriado. Se trata de un paisaje fantástico orientalizante rodeado por una orla chinesca con alternancia de flores y elementos de inspiración chinesca en forma de abanicos. Cerámica de Pasajes: Una de las piezas más destacada de la sala es un buen ejemplo de la denominada cerámica de Pasajes, fábrica fundada en 1851 en la localidad guipuzcoana de Pasajes por C. Baignol, nieto de Ettiene Baignol, fundador de una importante saga de ceramistas proveniente de Limoges. De esta ciudad tomará la fábrica no sólo las materias primas sino también los diseños e incluso su mano de obra, especialmente en sus primeros años. La producción más importante de la fábrica de Pasajes se centró en la creación de servicios de té y café, aunque salieron de la factoría numerosas vajillas, figuras, floreros y candeleros, entre otras piezas. Siguiendo el gusto de la época, las piezas de Pasajes destacan por su acentuado barroquismo: gran espesor, limpia blancura, abundancia de fondos cubiertos por una sola tinta, con y sin reservas, hermosos dorados y bellas decoraciones a todo color30. 29 30 Ibidem, p. 301-302. Oña Iribarren, G., “Las porcelanas de Pasajes”, Arte Español, 1/1942, p. 18. 22 Muchas de estas características pueden apreciarse en esta pieza que se ubica en el comedor del Museo realizada en la segunda mitad del siglo XIX, con su fondo rosa y decoración con hojas blancas y doradas. En esta pieza también está presente otro de los rasgos esenciales de la producción de Pasajes: el empleo del dorado, que sufrió una evolución a lo largo de la historia de la factoría. Según Oña Iribarren, “en la primera época y parte de la segunda, es de inmejorable calidad, hasta el punto de que, más que un dorado, da la sensación de un fina chapa; ejecutado a base de monedas de oro, que casi siempre eran de las llamadas de ‘veintiuno y cuartillo’, su hermoso color ‘amarillo’ y la circunstancia de dar dos manos de la composición, hace que su suntuoso aspecto (…) haga casi inconfundibles las porcelanas de Pasajes. (…) En la Tetera de Pasajes mejor época, o sea la que llamaremos de Baignol, el Porcelana y pigmento metálico/moldeado, color amarillo recordando nuestras añoradas onzas pintado, vidriado y dorado, segunda mitad del ‘peluconas’ y el grueso del mismo, indican siglo XIX claramente el lugar en que deben clasificarse; según Inv. 1906/2 avanza la segunda época, o sea la de Fussade y Museo del Romanticismo Compañía, el color va siendo más rojizo, aunque Sala XI (Comedor) todavía de buen grueso, para terminar en la época de Cámara en un tenue dorado que amenaza desaparecer a poco uso”31. El dorado que presenta esta pieza parece corresponder al dorado característico de las dos primeras épocas. Un último aspecto de esta pieza típico de la producción de Pasajes fue la inclusión en el dorso de cada pieza de signos o distintivos consistentes en unas rayas, o trazos, que, con la punta de una de sus herramientas, hacían los obreros, “al objeto de distinguir cuáles piezas pertenecían a su labor, cuyas rayas, que muchas veces parecen arañazos, son o un signos personal o números romanos ejecutados a la ligera; que llenan su objeto de indicar que la pieza pertenece a la labor del obrero 4, obrero 6, etc.”32. John Davenport (Longport, Staffordshire): John Davenport de Longport (Staffordshire) fue uno de los ceramistas ingleses que aprovecharon la nueva invención de la loza fina o creamware para lanzar el producto al mercado compitiendo ventajosamente en los mercados internacionales. Su gran éxito comenzó en 1793 con sus platos, originalmente decorados con motivos perforados en los bordes, que completaban su ornamentación con esquemas pintados o estampados33. Desde 1800 comienza a producir la famosa porcelana “bonechina”, especialmente empleada en la elaboración de vajillas. La casa Davenport desapareció en 1887, aunque su fama alcanza nuestros días, siendo sus piezas unas de las más apreciadas por los coleccionistas. De su producción, destaca especialmente su gran profusión de estilos y formas así como 31 Ibidem, p. 20. Ibidem, p. 19. 33 Escárzaga, op. cit., p. 134. 32 23 su amplia gama de colores y decoraciones dominadas por las flores y los frutos. En el comedor del Museo del Romanticismo encontramos algunos ejemplos de su producción, como esta compotera que refleja bien las características anteriormente enunciadas y que fue realizada en la década de los años treinta del siglo XIX. También en esta pieza observamos un elemento muy presente en las piezas de Davenport: la representación de paisajes y vistas de ciudades, para los cuales sus creadores tomaban como modelos las estampas de los viajeros románticos ingleses y franceses, que ilustraban publicaciones de la época. Las vistas que decoran esta pieza y las demás que completan el servicio de postre al que pertenece son mayoritariamente inglesas, muchas de ellas del Distrito de los Lagos, y recuerdan a estampas como las publicadas en Londres entre 1833 y 1838 que, realizadas por distintos grabadores, reproducen dibujos y pinturas de Thomas Allom y otros artistas. Compotera de Davenport Porcelana y pigmento metálico/moldeado, pintado, vidriado y dorado, 1830-1837 Inv. 7565 Museo del Romanticismo Cartagena (Loza fina): Sopera de “La Amistad” Loza y pigmento metálico/moldeado, pintado, vidriado y dorado, 1842-1870 Inv. 765/1 Museo del Romanticismo Sala XI (Comedor) 24 Factoría fundada con el nombre de La Amistad en Borricén (Cartagena) en 1842, bajo la dirección de técnicos ingleses, que iniciaron una producción de loza tipo creamware destinada principalmente a piezas para vajillas y servicios de mesa según modelados y temas decorativos estampados al gusto inglés. También se produjeron algunas piezas de mayor ambición estética con motivos florales pintados a mano y adornos en relieve34. Un ejemplo de la producción de esta fábrica se encuentra en la colección del Museo, con piezas de la segunda mitad del siglo XIX. En ella observamos, como es habitual en las creaciones de La Amistad, el empleo de lozas muy blancas y sonoras, así como el uso de esmaltes de gran transparencia. Esta sopera es también un ejemplo del tipo de decoración que predominó en esta fábrica, la temática floral, en ocasiones junto a la presencia de pájaros y mariposas, respondiendo así a las modas impuestas por los pintores de la época, como Mariano Fortuny. Veilleuse o calentador: Por último, en el comedor encontramos una pieza de porcelana peculiar y muy usada en la época: el veilleuse o rechaud, realizada en las décadas centrales del siglo XIX. Se trata de una pieza de cerámica o porcelana destinada a mantener caliente los platos de comida o una tetera. Consiste en una especie de chimenea con aperturas en la parte alta que permitan la salida del aire caliente y una “puerta” para introducir un quemador (godet) de aceite o alcohol. Sobre esta chimenea cilíndrica se coloca el recipiente que se pretenda calentar. Las más antiguas son de mediados del siglo XVIII, de cuya época se conocen algunas inglesas procedentes de Lambeth. Las de porcelana suelen ir muy bien decoradas y sus más exquisitos ejemplos fueron diseñados de modo que la luz del quemador fuese transmitida a los dibujos que ornamentan la superficie translúcida de la “chimenea” para producir un sorprendente efecto decorativo durante la noche. Las más conocidas son las que proceden de Francia y Bohemia. Las más apreciadas son las de Jacob Petit35. Veilleuse de Jacob Petit Porcelana y pigmento metálico/moldeado, pintado, vidriado y dorado, 1830-1850 Inv. 371 Museo del Romanticismo Sala XI (Comedor) 34 35 Ibidem,p. 109. Ibidem,p. 336. 25 4. BIBLIOGRAFÍA .... ----, El cocinero práctico: nuevo tratado de cocina, repostería y pastelería con interesantes artículos de economía doméstica y horticultura. Madrid, Trigo, 2009. Reproducción de la edición de la 7ª. ed., Madrid, S. 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Jesús Cabrera Bravo y Álvaro Gómez González Agradecimientos: Quisiera agradecer personalmente la inestimable colaboración del personal del Museo del Romanticismo para la elaboración de este texto, especialmente a Mª. Jesús Cabrera, Isabel Ortega y Paloma Dorado por orientarme y facilitarme documentación esencial para este trabajo. Asimismo, quisiera dar las gracias a Carmen Simón Palmer, investigadora del CSIC y miembro de la Real Academia de Gastronomía, por su asesoramiento científico y por las valiosas sugerencias aportadas al contenido del artículo. 28 LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Mensualmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este mes, dedicaremos el jueves 17 de octubre a contaros todos los secretos de la gastronomía y el protocolo en la mesa del siglo XIX con el hashtag #GastroXIX 29 LA PIEZA DEL MES. CICLO 2013 .... Enero Almudena Cruz Yábar EUSEBIO JULIÁ (1826-1895), FOTÓGRAFO EN MADRID. SUS CARTES DE VISITE EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Febrero Silvia Villaescusa García RETRATOS DE LOS MARQUESES DE LAS MARISMAS, de Francisco Lacoma, 1833 Marzo Isabel Ortega Fernández BUSTO DEL MARQUÉS DE LA VEGA-INCLÁN, de Mariano Benlliure y Gil, 1931 Abril Luis Gordo Peláez LA CAPILLA DE SAN ISIDRO EN LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS DE MADRID, de Jenaro Pérez Villamil, ca. 1843 Mayo Belén Fernández de Alarcón TOCADOR, ca. 1820-1830 Junio Mercedes Rodríguez Collado MESA DEL CAFÉ DEL POMBO, ca. 1901-1950 Septiembre Aurelio Nieto Codina MEDALLÓN DE LAVA DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812, de Carlos Gimbernat, 1820 Octubre Vanessa Quintanar Cabello VAJILLA PRINCIPAL DEL COMEDOR DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO Noviembre Paloma Dorado Pérez ÁLBUM DE TOMASA BRETÓN DE LOS HERREROS, 1842 Diciembre Carolina Miguel Arroyo SÁTIRAS DEL SUICIDIO ROMÁNTICO, de Leonardo Alenza y Nieto, ca. 1839 30 31 Pieza del mes NOVIEMBRE 2013 Álbum de Tomasa Bretón de los Herreros Sala XVII: Gabinete de Larra Paloma Dorado Pérez Técnico de Bibliotecas. Museo del Romanticsimo 1 ÍNDICE …. 1. Ficha técnica 1.1. 1.2. Descripción bibliográfica Descripción física 2. Álbum de Tomasa Bretón de los Herreros 2.1. 2.2. Descripción del álbum de Tomasa Bretón de los Herreros Manuel Bretón de los Herreros: breve reseña bio-bibliográfica 3. La moda del álbum y los salones de sociedad 3.1. 3.2. El álbum de autógrafos Salones de sociedad 4. Referencias a los álbumes en obras literarias españolas y extranjeras 5. La colección de álbumes de autógrafos en el Museo del Romanticismo 6. Bibliografía 2 Visión Y me sucedió en el año mil ochocientos cuarenta y ocho, reynando [sic] en España de Borbón doña Isabela, que vino un libro á mis manos, por casualidad estrema [sic], nobiliario al parecer de un Gracilaso ú Herrera. Y entre lampos y tronidos, voz, como de cien trompetas, llegó hasta mí descendiendo de la inmensidad etérea, y repitiendo solemne: -“Ve, lee admira, celebra.-” Y ví. De esmeralda y oro del volumen las cubiertas daban aun antes de abrirlo miedo al pecho y reverencia. Y leí. Gratos cantares, placidísimas endechas, graciosas inspiraciones, amistad, glorias, ternezas, á una dama de alto precio y de más alta belleza celebraban, dando lustre á las castellanas letras. Y admiré. Los nombres via [sic] de mil ínclitos poëtas:[sic] y admiré; que del esposo era la primera cadencia, y Bretón de los Herreros nombre es que admira en Iberia. ¡Con qué gracia jura amores á su dulce compañera!. Y admiré. Del gran Nicasio la lira siempre maestra, y los nombres de Hartzembusch, y de Zorrilla, y de Vega, de Cañete, de Rubí, Segovia, Fernández-Guerra, y mil otros en el alma ponían delicia inmensa. Iba á cerrar el volumen diciendo ¡Feliz pareja! “él por su talento, eterno; “por su gracia y virtud ella,” cuando la voz tornó a oirse retumbando por la esfera, como retumba encendido el eco de la tormenta. “-No basta ver, y leer, y admirar: no, no : celebra”“-Espíritu que me hablas, ve que no es digna mi péñola…” “- Esto dice el que me envía: escucha, y escribe: “Recta “por los caminos del bien, “revestida de belleza, “ornada en alto decoro, “celebrada por doquiera, “gloria de Bretón, al monte “del triunfo Tomasa trepa: “los laureles de su esposo “gozosa en su mano lleva, “y por ellos trocaría “de sus gracias la diadema. “¡Oh nunca cese el aliento “de la mañana que juega “entre los rizos hermosos “de su hermosa cabellera!” “¿Ya escuchaste? ¿ya escribiste? “pon tu nombre: apriesa, apriesa; “que en verdad te digo, solo “con que en los ojos se lea “donde tantos otros brillan “de envidiable fama eterna, “no ha de perecer el tuyo “en las edades que vengan-” Joaquín José Cervino Madrid, 25 de abril de 1848 (Pág. 29 y 30) 3 1. FICHA TÉCNICA .... 1. Ficha técnica 1.1. Descripción bibliográfica Álbum [de Tomasa Andrés de Bretón de los Herreros] /[Manuel Bretón de los Herreros... et al.] . -- 1842-1874 [70] p. : il. col. y n. ; 22 x 30 cm El álbum está compuesto por poemas de diversa autoridad e ilustraciones 1. Bretón de los Herreros, Tomasa-Álbumes. 2. Poesías españolas – S.XIX 821.134.2-1”18”(082.2) R. 3.789 1.2. Descripción física Á lbum romántico ilustrado a Dña. Tomasa Andrés y Moyano, esposa de Manuel Bretón de los Herreros, que para celebrar el cumplimiento de un lustro de su matrimonio su marido lo inicia con una poesía a ella dedicada. Contiene 36 composiciones textuales manuscritas en 70 páginas, ya que en algunos casos se utilizan tanto el recto como el verso de la hoja, por conocidos poetas y literatos españoles Álbum de Tomasa Bretón de los Herreros Pág. 1. Dedicatoria de Manuel Bretón de los Herreros (16 de abril de 1842) 4 (entre ellos Juan Eugenio Hartzenbusch, Ventura de la Vega, Carolina Coronado, Ramón de Campoamor o el Duque de Rivas). También entre sus hojas hay 17 contribuciones pictóricas de artistas tan sobresalientes como Jenaro Pérez Villaamil, Leonardo Alenza o Federico de Madrazo. Álbum de Tomasa Bretón de los Herreros Pág. 62. F. [Federico] de Madrazo [sin fecha] Dicho álbum fue elaborado entre 1842 y 1874 (superando la vida del propio Bretón) siendo la década de los años cuarenta el periodo más activo. Si atendemos a la encuadernación y fijándonos en las distintas partes de un libro cabe señalar que la cubierta está elaborada en piel de cabra con decoración geométrica gofrada y dorada que remarca las iniciales, también doradas, de soltera de su propietaria (Tomasa Andrés). Un filo del mismo color trazado a rueda enmarca la composición. El lomo presenta la misma decoración entre los falsos nervios. Conserva los cortes dorados cuyo valor no es exclusivamente estético sino también como medida protectora del polvo y de la suciedad. Para las guardas se utiliza tela tipo moaré color crema con el cajo en piel. Se aprecia además el uso de escartivanas para poder salvar la incorporación de otros soportes al papel original. (Lo que viene a corroborar que la encuadernación no es la original – compárese con la que describe Joaquín Jose Cervino en su poema-). […] “de esmeralda y oro del volumen las cubiertas” […]” 5 Á Álbum de Tomasa Bretón de los Herreros Cubiertas y lomo El papel utilizado es agarbanzado, de buena calidad y su estado de conservación es óptimo. Para los poemas se han utilizado tintas ferrogálicas que por su propia composición tienden a degradar el papel que las sustentan, aunque éste no es el caso. Son diversas las técnicas empleadas para la realización de las contribuciones pictóricas: tinta, acuarela, óleo, lápiz, etc. que obliga a tener especial cuidado para su conservación. 6 2. ÁLBUM DE TOMASA BRETÓN DE LOS HERREROS .... 2.1. Descripción del álbum de Tomasa Bretón de los Herreros “Á lbum: Libro en blanco, comúnmente apaisado, y encuadernado con más o menos lujo, cuyas hojas se llenan con breves composiciones literarias, sentencias, máximas, piezas de música, firmas, retratos, etc.”1 “El álbum de señoritas (también denominado “álbum de autógrafos”) puede definirse como un manuscrito, siempre encuadernado, constituido por textos autógrafos de distintos autores, al que se incorporan otras composiciones tanto pictóricas como musicales, o de cualquier otra índole, y que en la mayoría de las ocasiones tiene como finalidad el elogio de su dueño”.2 Partiendo de estas definiciones y analizando los distintos álbumes que conserva el Museo del Romanticismo, se intentará abordar este tipo de material, que aunque sus orígenes datan de épocas anteriores, es en el siglo XIX cuando alcanza mayor auge y se convierte en una práctica muy habitual entre las damas y caballeros de la nobleza y posteriormente de la burguesía. La pieza que nos ocupa es un álbum de firmas ilustrado en formato apaisado (22 x 30 cm). Contiene 36 poesías manuscritas y 17 contribuciones pictóricas (concentradas principalmente en la segunda mitad del álbum) en 70 páginas a Tomasa dedicadas por conocidos poetas y artistas españoles. Éste no contiene partituras musicales, sí otros de la colección del Museo del Romanticismo3, pero pese a eso cuenta con todas las características de álbum romántico. Los literatos que intervienen en el álbum de Tomasa son figuras máximas del Romanticismo español y emplean las formas métricas tradicionales: romances, redondillas, sonetos, octavas, etc. El lenguaje utilizado corresponde al modelo estandarizado y propio de la poesía romántica, grandilocuente, muy floral y ritualizado, semejante al de las coronas poéticas tan propias del momento. Citemos como ejemplo de esta afirmación las primeras líneas de tres poemas del álbum (que casualmente se corresponden con las únicas intervenciones femeninas): 1 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Castellana, Madrid, Imprenta de D. Gregorio Hernando, 1884, p. 44 VV.AA., Museo del Romanticismo: la colección, Madrid, Ministerio de Cultura, 2011, p. 192. 3 Álbum de Adolfo de Quesada (1852-1878) (R. 4.933) (http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=6222 ) Álbum de Enrique Solano (1880-1924) (R. 11.123) (http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=6040) Álbum de Dolores Saravia (1857-1863) (R. 19.842) (http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=6082) 2 7 […] “¡Tal es tu suerte señora! Y el envidiado laurel que ciñe tu esposo por mano de Apolo protege y adorna tu cándida sien”[…] (Gertrudis Gómez de Avellaneda. Madrid 2 de enero de 1944, p. 10) […] “Tuya es Señora su gloria, su fama suya será y el mundo te ofrece la noble corona que ciñe sus sienes con luz inmortal” (Maria Carlota de Húmara. Madrid 18? de octubre de 1863, p. 11) “¡Una corona y de laurel, señora! […]” (Carolina Coronado. 23 de septiembre de 1848, p. 18) La mayor parte de los versos contenidos son variaciones que se hacen para festejar un mismo tema, en este caso la celebración del quinto aniversario de matrimonio de la feliz pareja, ponderando su unión y su dicha. Bretón, al igual que otros como Manuel Tamayo y Baus o Ventura de la Vega, exalta en muchas de sus obras las virtudes del matrimonio4, por lo que no es de extrañar que el primer poema se lo dedique a su mujer, tras superar exitosamente los primeros cinco años de casados. “Los hombres dudarán bella Tomasa aunque mi firma de por testimonio, que un lustro va a cumplir mi matrimonio ¡y el mismo amor que te juré me abrasa.” […] ¿No es Himeneo del amor verdugo? ¿qué secreto especial, ó qué buleto así aligera su pesado yugo?. Mas solo esta respuesta les prometo: “mi mujer no ha leído a Victor Hugo… ni voy yo á los Cafés: he aquí el secreto.”5 Todos los poemas hacen mención a las cualidades de la dama, sin olvidar las de su ilustre esposo, esto es: se ensalza la hermosura, la bondad, la honorabilidad de Tomasa y las cualidades literarias de 4 Manuel Bretón de los Herreros, en su extensa producción teatral, reproduce las conductas y aspiraciones de la clase burguesa, muy conservadora, y en especial se fija en el rol que representa la mujer de esta época. 5 Ya ilustrado en el apartado 1.2. Descripción física. 8 Bretón, aunque en muchos casos, los propios poetas manifiesten que no conocen a su esposa personalmente. Larra en su artículo El álbum también se hace eco de esta circunstancia: […] ”¡Qué delicadeza para decir galanterías, que no sean más que galanterías, a una hermosa de la cuál sólo se conoce el álbum”6 Y en el álbum de la señora Bretón de los Herreros, encontramos más de un ejemplo de ello: “Jamás tuve de verte la ventura, mas debes valer mucho hermosa dama, cuando un tropel de vates te proclama, luz de la gentileza y donosura” […] (Enrique Saavedra, Marqués de Auñón, p. 56) Al tratarse de una obra colectiva, la calidad de las creaciones tanto literarias como artísticas es variada: mientras unos honran con su intervención el álbum otros se sienten honrados al aparecer sus nombres junto a lo más destacado del ámbito cultural del momento. Véase un extracto del mismo artículo de Larra en el que se refleja esto mismo: […] “Un álbum viene a ser frecuentemente, más bien que un panteón, un cementerio, donde están encerrados, tabique por medio, los tontos al lado de los discretos, con la única diferencia de que los segundos honran al álbum, y éste honra a los primeros”.7[…] El Barón de Andilla, en el álbum que nos ocupa, lo manifiesta así: […] “Y á par de los leones y elefantes se han de ostentar la pulga y los gorgojos? donde levanta el águila su vuelo han de agitar sus alas el murciélago, el pato y el mochuelo? […] ¡Un álbum es un es mosaico al fin y al cabo! […] “No quiero que mi audacia a nadie asombre escribo solo por poner mi nombre.” (Barón de Andilla, 24 de noviembre de 1856, p. 61) Los poemas aparecen todos firmados y en muchos casos también se anota el lugar y la fecha de la composición, por tanto, podemos ver la vinculación del álbum con la propia vida de sus dueños. 6 LARRA, M. J. de. “El álbum”. En: PÉREZ VIDAL, A. (ed.). Fígaro: colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres, Barcelona, Crítica, 1997, p. 367. 7 Ibíd. p. 365. 9 El volumen tiene una presentación cuidada, independientemente del tipo de escritura, se presume que su elaboración no era fruto de la improvisación sino que respondería a una petición de la propia dueña o del marido de ésta; y los poetas o artistas, en su intimidad, darían rienda suelta a su imaginación, ingenio y dotes artísticas. […] “Sin duda Bretón te dijo que el álbum me remitieses y, por si acierto, me cuadra que pues lo quiso, lo pene: osado te diré flores en expresiones corteses.” […] (Antonio Ferrer de los Ríos. 9 de marzo de 1848, p. 68) […] “Catorce meses lo menos… “¡catorce meses! ¡Infamia! hace que tengo tu Álbum y aún en él no escribí nada” […] (Julián Romea. Madrid, agosto 1846, p. 21) Los escritos no presentan tachones y en algunos de ellos aun se puede apreciar la pauta lo que viene a corroborar lo mencionado anteriormente. Álbum de Tomasa Bretón de los Herreros Página 31: [izquierda]: Agustín Durán (Madrid 3 de agosto de 1848) [derecha]: el Barón de Andilla. A Tomasa [sin fechar] 10 Álbum de Tomasa Bretón de los Herreros Pág. 57: Genaro Pérez de Villaamil. A su amigo Bretón de los Herreros (París, 3 de abril de 1842) Atendiendo a la parte artística, los géneros preferidos serán el costumbrista, el retrato, paisajes románticos, etc., es decir, todo aquello que transmita sentimientos y emociones y que suponga una vuelta al pasado. Prácticamente, todos los dibujos están acabados, no son esbozos y están ejecutados en un soporte distinto al propio álbum y a través de unos cortes practicados en las hojas o pegados a las mismas se han incluido en él, siempre por el recto de la hoja. Esta práctica viene a demostrar que, o bien eran adquiridos e incorporados al álbum posteriormente o eran encargados a los artistas y luego se recopilaban en él. No es inusual encontrarnos con álbumes faltos de estas aportaciones, dejando las páginas en blanco y con señales de su presencia anterior ya que solía ser habitual que se destruyeran8, regalaran o enmarcaran siguiendo una trayectoria independiente9. Grande es el elenco de escritores y artistas que componen este álbum, lo cual refleja la importancia de la familia Bretón de los Herreros en el ámbito político, artístico y social. A continuación se va a ofrecer la relación de ellos, por una parte, las literarias y de otra, las artísticas sin detenernos en sus valoraciones, pues tal estudio corresponde a eruditos del tema y especialistas. Aportaciones textuales: Página 1. Manuel Bretón de los Herreros (16 de abril de 1842). Página 2: Juan Nicasio Gállego (22 de abril de 1842). Página 3 y 4: Antonio Gil de Zárate (26 de abril de 1842). Página 5: Juan Eugenio Hartzenbusch. A Tomasita (10/ [¿?]/ 1842) 8 9 Esta práctica viene explicada en “Historia de un álbum” de Juan de Ariza incluida en la publicación El Renacimiento. En el álbum de Tomasa sólo encontramos una falta en la parte superior derecha de la página 53. 11 Página 6: Patricio de la Escosura (Paris 3 de abril de 1842) Página 7: Ventura de la Vega [sin fecha] Página 8: Juan de la Pezuela [sin fecha]10 Página 10: Gertrudis Gómez de Avellaneda (Madrid 2 de enero de 1844). Página 11: Maria Carlota de Húmara (Madrid 18 de octubre de 1863) Página 12 y 13: El Estudiante [seudónimo de Antonio María Segovia] (Madrid septiembre 1844) Página 15 y 16:Aureliano Frñz. [Fernández] Guerra y Orbe (Madrid 1848) Página 17: J. Zorrilla [sin fecha] Página 18: [Parte superior]: Carolina Coronado (23 de septiembre de 1848) [Parte inferior]: Rachel[¿?] [Única aportación en francés] Página 19 y 20: Tomás Rodríguez Rubí (Madrid 31 de mayo 1849) Página 21 y 22: Julián Romea (Madrid, agosto de 1846) Página 23 y 24: Juan de Ariza . A Tomasa (1) (Madrid 27 de julio de 1848) Página 25: Eugenio de Ochoa (Madrid, julio de 1847) Página 27: Francisco Rodríguez Zapata. A Tomasa: soneto (Madrid 9 de septiembre de 1848) Página 28: Manuel Cañete. A Tomasita: soneto (Madrid 1848). Página 29 y 30: Joaquín José Cervino.Visión (Madrid 29 de abril de 1848) Página 31: [Parte izquierda]: Agustín Durán (Madrid 3 de agosto de 1848) [Parte derecha]: El Barón de Andilla. A Tomasa [sin fecha] Página 32: El Barón de Andilla. Soneto [sin fecha] Página 34: José Amador de los Ríos. A Tomasita (Madrid 14 de septiembre de 1848). Página 35: Joaquín Francisco Pacheco (22 de noviembre de 1848) Página 39-44: A. Duque de Frías. Fragmento de un romance endecasílabo para la inauguración del Teatro nuevo de Valencia en 24 de julio de 1832 -corregido en 1849- (Madrid 11 de enero de 185[¿]). Página 46-48: Gavino Tejado. A Tomasa (Enero 9 de 1849) Página 49: E. [Eduardo] Zamora y Caballero, A Tomasa (Febrero de 1871). Página 50: L. [Luis] Valladares y Garriga. A Tomasa [sin fecha] Página 51: Campoamor [sin fecha] Página 52-53: Mariano Roca de Togores [sin fecha] Página 54: Duque de Rivas [Ángel Saavedra]. Soneto [sin fecha] Página 55: J. H. G. de [¿] Intérprete [traducción al italiano del soneto del duque de Rivas] Página 56: Enrique Saavedra, Marqués de Auñón [sin fecha] Página 61: El Barón de Andilla. A Tomasa (24 de noviembre de 1856) Página 68: Antonio Ferrer del Ríos (9 de marzo de 1849) Página 69: S. [Salvador] López Guijarro (abril 1874) Página 70: E. [Eulogio] Florentino Sanz (29 de junio de 1974) 10 Tiene que ser anterior a 1844 porque el poema posterior, de Gertrudis Gómez de Avellaneda, es de 1844 y hace referencia a él. 12 Álbum de Tomasa Bretón de los Herreros Página 52-53: Mariano Roca de Togores [sin fecha] Aportaciones artísticas: Prácticamente la totalidad de los dibujos responden a los gustos románticos por lo que los tipos y escenas de costumbres, mitológicas o alegóricas, paisajes y arquitecturas, etc. se encontrarán incluidas en este álbum. Las técnicas utilizadas son: grafito, tinta, acuarela, óleo, litografía e incluso un dibujo realizado sobre tela mediante un bordado. A continuación se ofrece una relación de todos ellos. Página 9: José María Avrial [sin fecha] Página 14: Guadalupe Ramírez de Villa-Urrutia [sin fecha] Página 26: A. [Antonio?] Rotondo (1847) Página 33: J. [¿] de Brugada (1848) Página 36: Baldomera Corsini (1849) Página 37: Valentín de Garralda (Pamplona 1849) Página 38: Jacoba Corsini (1849) 13 Página 45: Nicolau de Rotondo [?] [sin fecha] Página 57: Genaro Pérez de Villaamil. A su amigo Bretón de los Herreros (París 3 de abril de 1842) Página 58: Rafael Palet? De V. George Sand (185[?]) Página 59: Carlota Dabose [?] [sin fecha] Página 60: A. G. de A.C? (185[?]) Página 62: F. [Federico] de Madrazo [sin fecha] Página 63: Rosa Clauzel de Burgos. Torre y puerta de la Marmueta en Córdoba (1849) Página 64: Cosme Algara [sin fecha] Página 65: L (Leonardo) Alenza [sin fecha] Página 66: Ant. [Antonio] Gómez [Cros?] (1857) Página 67: Bdo. [Bernardo] López [Piquer?] [sin fecha] Tras este breve análisis e inventario del álbum podemos afirmar casi con toda seguridad que Tomasa Andrés y Moyano se corresponde con la clase burguesa y acomodada de la sociedad española, y más concretamente del Madrid de la primera mitad del siglo XIX. Esto le hizo relacionarse con los círculos más cultos de nuestro país y estar muy considerada por artistas y literatos de la época. Así lo podemos ver en su álbum de autógrafos plagado de manuscritos y dibujos de los personajes más importantes de la cultura y la sociedad de la España del XIX. 2.2. Manuel Bretón de los Herreros: Breve reseña bio-bibliográfica D el paso por la vida de Tomasa Andrés de Bretón de los Herreros poco hemos podido descubrir pero tenemos la gran suerte de conservar su álbum donde ella aún nos habla a través de imágenes y palabras ajenas. Sin embargo, numerosas son las referencias y biografías que encontramos de su marido, Manuel Bretón de los Herreros, dramaturgo y poeta riojano cuya vida ejemplifica la sociedad burguesa madrileña a la que perteneció, retrató y satirizó en muchas de sus obras. No es descabellado pensar que la trayectoria personal de Tomasa se vio condicionada por la actividad de su marido y esa es la razón por la que se darán unas breves pinceladas de la biografía de aquel para poder contextualizar cada uno de los poemas que a su esposa dedican y que encontramos en el álbum. En Apuntes sobre la vida y escritos de Don Manuel Bretón de los Herreros11 realizado por C. B. y O., Manuel nació el 19 de diciembre de 1796 en la villa de Quel (La Rioja) donde residió hasta los 11 años. Hijo de Antonio Bretón y María Petra de los Herreros, ambos nobles, pero de escasos recursos económicos. En sus primeros años de infancia y juventud ya empezó a despuntar con su ingenio y agudeza escribiendo pequeñas composiciones poéticas. 11 BRETÓN DE LOS HERREROS, M., Obras de Don Manuel Bretón de los Herreros, Madrid, Imprenta de Miguel Ginesta, 1883, p. [III] – XVII. 14 La prematura muerte del padre, cuando Bretón sólo contaba con 15 años, coincidió con la finalización, con gran aprovechamiento, de sus estudios de Latinidad y Humanidades en el Real Colegio de Padres Escolapios de San Antonio Abad de Madrid. La viuda, que disponía únicamente de una escasa renta, mandó a Manuel con el hermano mayor de ésta ya que disponía de una cómoda y desahogada posición que le proporcionaba su oficio de abogado. Sumados los factores de no querer ser gravoso a su madre, pues tenía que mantener a sus otros cinco hermanos, junto a que no encontró en su tío el recibimiento esperado (que daría origen a la comedia Los dos sobrinos o la escuela de los parientes -1812-) y unido a su fuerte patriotismo, con apenas 15 años, se alistó como soldado para luchar contra los franceses en la Guerra de la Independencia. Fue en un permiso militar cuando alojado en la casa de unos familiares cuando estudió la obra de Inarco Celenio y escribió su primer ensayo dramático A la vejez viruelas (1817). De esta época es el suceso de su pérdida de su ojo izquierdo tras un duelo el 24 de diciembre de 1818 que daría lugar a uno de sus más conocidos versos: “Dejóme el sumo poder por gracia particular lo que habría menester: dos ojos para llorar… y uno sólo para ver” Antonio Gómez y Cross Manuel Bretón de los Herreros Óleo / lienzo, 1839 Inv. 134 Museo del Romanticismo Sala XVII (Gabinete de Larra) En marzo de 1822, siendo sólo cabo primero tras nueve años de servicio, cansado ya de la vida militar, pidió la licencia absoluta del ejército para comenzar su carrera administrativa. Desvinculado estaba ya de la vida militar cuando en 1823 se produjo la entrada en España de los Cien Mil Hijos de San Luis y habiéndose declarado Bretón defensor de la causa liberal se incorporó a las tropas del general Torrijos con quien participó en la defensa de Cartagena. Antes de la derrota definitiva de los liberales, se refugió en su pueblo natal, Quel, pero pronto regresaría de incógnito a Madrid. Viéndose sin patrimonio y sin empleo, decidió probar suerte en el teatro y dio a leer la comedia A la vejez viruelas al actor Joaquín Caprara quien también era director de escena del Teatro del Príncipe y logró que se estrenara con éxito el 14 de octubre de 1824. A partir de este momento Bretón se dedicó con ahínco a perfeccionar los conocimientos de poesía que 15 tuvo que abandonar en su niñez con el estudio de los grandes clásicos españoles, franceses e italianos lo cual le sirvió para sus posteriores composiciones y traducciones. Con el tiempo va adquiriendo fama como poeta y dramaturgo y tal reconocimiento se verá plasmado por el éxito de A Madrid me vuelvo de 1828. Será en 1831 con la representación de Marcela cuando Bretón pase a ser recordado como el inventor de un género de comedias que la historia literaria bautizará como “bretoniano”. En esta época es cuando empieza su labor periodística en El Correo Literario y Mercantil, La Abeja, El Universal o La ley donde dará rienda suelta a sus artículos de crítica dramática y de costumbres fruto de la observación de las marchas continuas de los regimientos en los que sirvió durante su largo periodo de vida militar. Esto la facilitaría el conocimiento de las distintas costumbres de las comarcas, el lenguaje peculiar de cada una de ellas y el trato en definitiva con personas de todas clases y condiciones que caracterizan sus obras. Entre los años 1834 y 1835 escribió 16 obras dramáticas entre ellas Me voy de Madrid. Dicho trabajo fue la causa de que se rompiera durante un tiempo su amistad con Mariano José de Larra al pensar éste que le retrataba en D. Joaquín, protagonista del relato, el cual tiene que huir de Madrid por verse asediado por deudas y problemas amorosos. En el año 1837 se produjeron dos acontecimientos muy importantes en la vida de tan prolífero escritor: por un lado, le nombraron Académico honorario de la Real Academia de la Lengua Española por su profundo conocimiento de la lengua, que en cierta manera ya se le había premiado al nombrarle Bibliotecario segundo de la Biblioteca Nacional (en 1847 ostentará el cargo de Director y Bibliotecario mayor de esta institución); y de otro el 23 de junio contrajo matrimonio con Tomasa Andrés y Moyano (cuyo álbum nos ocupa en esta pieza del mes), hija de un acreditado médico madrileño, recibiendo la bendición del sacerdote y poeta Juan Nicasio Gallego y siendo su padrino el escritor Roca de Togores, marqués de Molins. Entre los invitados se encontraba el escritor y dramaturgo Ventura de la Vega quien el momento del brindis improvisó la siguiente décima: Cuando el novio es un Bretón cuando la novia es tan bella, cuando el padrino descuella en talento y discreción, cuando echó la bendición quien es gloria del Parneso; mi pobre talento, escaso, ya de temor enmudece, pues tanta dicha merece que la cante un Garcilaso En la obra citada más arriba, Me voy de Madrid, será el propio Bretón quien a través del personaje Tomasa (no es casual que su propia mujer se llame de la misma manera) nos descubra las cualidades 16 que debe poseer una buena esposa: […] “Pues ¿qué hemos de hacer nosotras sino arreglar nuestras casas? si las mujeres no toman á su cargo esos cuidados que á ti tanto te incomodan en qué quieres tu ocuparlas? en la milicia? En la toga? en cazar por esos montes y en remar por esas olas.?” […] […] “Para mi la joya que después de la virtud más á la mujer adorna es ser mujer de su casa.” […] En la misma obra, D. Fructuoso Bretón es de la misma opinión: […] “Pues yo te prohíbo romantiquizarte; estamos? que á gobernarme la casa no te han de enseñar lord Byron ni Victor Hugo.12”[…] Durante los siguientes años siguió escribiendo obras dramáticas, algunas más afamadas que otras. Dicha labor la compaginó con la administración de la Imprenta Nacional y la dirección de La Gaceta de Madrid. Esta etapa de su vida coincide con la menos prolífera de su carrera de escritor dramático y ya no tanto por la falta de tiempo o falta de imaginación sino por su desánimo al ver cómo eran censuradas muchas de sus creaciones calificadas como “sainetotes”. Esto hizo que se tornara receloso y taciturno. Una grave enfermedad sufrida en 1870 haría que definitivamente se alejara de las tareas literarias llevando una vida puramente doméstica dedicada a la lectura, paseos en carruaje y partidas de tresillo13, lo cual no impidió que lo homenajeasen en su pueblo natal colocando una placa en la casa que le vio nacer. 12 Fíjese el lector que Manuel Bretón de los Herreros dedica el primer poema de este álbum a su esposa y entre sus versos alude a que el éxito de su matrimonio precisamente radica en que “mi mujer no ha leído a Victor Hugo…” 13 Juego de cartas. 17 El 8 de noviembre de 1873, tras una pulmonía, Manuel Bretón de los Herreros moriría en su domicilio madrileño de la calle Montera, número 43 dejando un gran vacío en el panorama dramático español (como así lo manifiestan los dos últimos poemas del álbum de Tomasa). 3. LA MODA DEL ÁLBUM Y LOS SALONES DE SOCIEDAD .... 3.1. El álbum de autógrafos S i atendemos a la génesis y evolución de estos álbumes, los primeros ejemplos los encontramos en la antigua Roma, en los albumes praetoris, donde se recopilaban los elogios de los difuntos por sus conocidos. En la Edad Media, los libri amicorum recogían las frases de agradecimiento que los huéspedes de un monasterio dedicaban a los monjes en señal de agradecimiento por su hospitalidad. Quizá estas prácticas fueron el origen de los libros de visita tan frecuentes en el siglo XVIII y se los pueda considerar como el antecedente directo de los álbumes de autógrafos que ahora nos ocupan. En este siglo, el XVIII, también el término álbum se reservaba para otras acepciones. Se usaba para una especie de cuaderno donde el artista compilaba sus anotaciones y bocetos para utilizarlos con posterioridad (véase cómo la significación del vocablo se vincula ya al coleccionismo). También los editores tomaron este término para titular publicaciones periódicas de contenidos heterogéneos, sirva como ejemplo Álbum de las familias o Álbum Pintoresco Universal, por citar sólo algunos, de los que la Biblioteca del Museo del Romanticismo conserva entre sus fondos. La costumbre decimonónica de recopilar obras manuscritas y dedicadas de personajes relevantes dio lugar a la existencia de estos álbumes de autógrafos que, en ocasiones, contenían textos y dibujos (algunos también fotografías14 -más habitualmente los de la segunda mitad del siglo XIX-) inéditos de autores conocidos. La moda era de origen inglés y recaló rápidamente en Francia difundiéndose por toda Europa para deleite de las damas como signo de su prestigio público. De hecho, uno de los álbumes de la colección del Museo del Romanticismo, el dedicado a la señorita Consuelo Morote, en su cubierta atraviesa la palabra “souvenir” en letras plateadas, claro ejemplo de que los álbumes más cotizados eran aquellos que las señoritas encargaban a sus amistades en sus viajes o ellas mismas traían como recuerdos de aquellos. 14 Álbum del pianista Ramón Pérez Costales, que custodia la biblioteca del Museo del Romanticismo, presenta varios ejemplos de éstas. (R. 4.910). (http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=6216) 18 Hacia 1830 los álbumes llegaron a España, extendiéndose posteriormente a América15, y Mariano José de Larra en su artículo titulado El álbum16 de 1835 nos informa de ello. Dice así: “[…] el álbum es un enorme libro, en cuya forma es esencial condición que se observe la del papel de música. Debe estar como la mayor parte de los hombres, por fuera encuadernado con lujo asiático, y por dentro en blanco; su carpeta, que será más elegante si puede cerrarse a guisa de cartera, debe ser de la materia más rica que se encuentre, adornada con relieves del mayor gusto, y la cifra o las armas del dueño” “[…] ¿De qué trata?. No trata de nada; es un libro en blanco… la bella envía al hombre distinguido para que éste estampe en una de sus inmensas hojas, si es poeta, unos versos, si es pintor, un dibujo, si es músico, una composición, etc. En su verdadero objeto es un repertorio de la vanidad […].” Y así se refiere a sus propietarias: Álbum de la señorita Consuelo Morote R. 21.977 Biblioteca del Museo del Romanticismo “[…] todas las dueñas de álbum son hermosas graciosas, de gran virtud y talento y amabilísimas; así consta a lo menos en todos estos libros en blanco, conforme van tomando color.” Por lo general, su poseedora es una dama de la buena sociedad, en cuya casa, o en la de algún amigo, se celebraban las tertulias que supondrían el punto de encuentro de artistas y literatos, momento que aprovechaban aquellas para solicitarles una contribución textual, musical o pictórica para su álbum. Esta obra colectiva, como también señala Larra, podría convertirse en un seguro económico para la familia en función de la importancia de las firmas contenidas. “[…] una pincelada de Goya, un capricho de David, o de Vernet, un trozo de Chateaubriand, o lord Byron, la firma de Napoleón, todo esto puede llegar a hacer de un álbum un mayorazgo para la familia.” Los encargos de los invitados para participar en el álbum podrían llegar a ser auténticos acosos. Por esta razón algunos autores repiten en distintos álbumes la misma composición – por ejemplo Gustavo Adolfo Bécquer-17 o hacen referencia a la obligación de tener que contribuir, a su falta de inspiración o a no estar a la altura de otras personalidades que firman los poemas o de quienes se los solicitan. Véanse algunos ejemplos contenidos en el propio álbum de Tomasa: […] “Entretanto, yo os lo ruego nunca vayáis a pedir versos, pues tenéis en casa quien los confeccione así. Sobre todo, no exigidlos 15 [Álbum] A la flor de Cuba: la bella señorita Dª. Consuelo Morote y González del que se ha mostrado anteriormente su encuadernación. (R. 21.977). 16 LARRA, M. J. Op. cit., p. 362 - 367. 17 ROMÁN RODRÍGUEZ, I. y PALENQUE, M., Pintura, literatura y sociedad en la Sevilla del siglo XIX: el álbum de Antonia Díaz, Sevilla, Arte Hispalense, 2008, p. 51. 19 Madama Bretón de mí.” […] (El Estudiante -seudónimo de Antonio María Segovia-. Madrid, Setiembre [sic] 1844, p.13) […] “Qué flores voy yo a ofrecerte que te parezcan galanas cuando tan bellas las tienes en el jardín de tu casa?.” […] (Julián Romea, Madrid, Agosto de 1846, p. 22) […] “Y aquí concluyo, Tomasa que el papel me obliga a ello si Bretón estos renglones leyera, piense al leerlos que él escribe como sabe y yo escribo como puedo.” […] (E. Zamora y Caballero, A Tomasa, Romance, Febrero de 1871, p. 49). “Qué pito toca Tomasa en este vasto palenque un vate de tres al cuarto en inspiración endeble de acento desentonado sin fama que le celebre ni esperanza que le acuda ni apoyo que la sustente? […] (Antonio Ferrer de los Ríos, 9 de Marzo de 184, p. 68) Larra así lo expresa: “Si éste es el mueble indispensable de una mujer de moda, también es la desesperación del poeta, del hombre de mérito, del amigo. Siempre se espera mucho del talento, y nunca es más difícil lucirle que en semejantes ocasiones… cada una de ellas no tiene más que un álbum que dar a llenar, y cada poeta suele tener a la vez varios a que contribuir”18 Quiles Faz lo refleja también en su estudio y como curiosidad nos indica que Zorrilla llegó a contabilizar el número de veces que plasmó su firma para este fin llegando a la escandalosa cifra de 188.000.19 Las aportaciones textuales incluidas en el álbum, que en principio pertenecen al ámbito privado, en muchas ocasiones, salen a la esfera pública bien en un volumen individual (en el que se recogen todos 18 LARRA, M. J. de, Op. cit., p. 367. QUILES FAZ, A. Los álbumes de señoritas: sujetos y objetos femeninos en el siglo XIX. En: QUILES FAZ, A. y SAURET GUERRERO, T. (coord.). Prototipos e imágenes de la mujer en los siglos XIX y XX, Málaga, Atenea, 2002, p. 35 19 20 los poemas dedicados a una persona), bien en colecciones, en antologías de las obras de un autor, en álbumes colectivos o en revistas. La Biblioteca del Museo del Romanticismo conserva entre sus fondos históricos varias publicaciones que lo ejemplifican20. Las formas métricas más comunes son sonetos, quintillas, romances, redondillas, octavillas, serventesios y estructuras endecasílabas. Como características comunes a todos ellos se puede destacar su carácter conmemorativo y su aspecto recopilatorio en que en primera instancia perteneció al universo femenino aristócrata para ir convirtiéndose, con el paso de la centuria, en un objeto imprescindible también entre la incipiente burguesía . El álbum, aun perteneciendo al mundo privado femenino, se exhibirá como muestra de poder ocupando un lugar destacado de la casa, normalmente el salón, que representa el escaparate social de las casas burguesas. Esta y otras razones han contribuido a considerar los álbumes de señoritas ejemplos de poesía circunstancial y de escasa calidad literaria pero como afirma Quiles Faz “es un ejemplo vivo de una realidad social, económica y literaria y, hoy por hoy, supone un espléndido ámbito de investigación para historiadores, críticos artísticos y literarios. Y además, y no menos importante, es un medio para analizar el papel de las mujeres del paso siglo, no solo como musas literarias, sino como impulsoras del hecho creativo y también como dominadoras en las relaciones de poder que se establecen entre los sexos. ”21 3.2 Salones de sociedad “M adrid es la capital política, también la cultural y literaria. Hasta la gran urbe se desplazan los aspirantes al brillo social y económico y allí tienen lugar las más celebradas reuniones; la vanidad de sus salones es proporcional a la alcurnia de sus dueños o a su capacidad para catapultar a sus invitados a posiciones destacadas.”22 Salón amarillo, en el palacio de los condes de Pinohermoso y de Vella (Rodríguez R. de la Escalera, E., Los salones de Madrid. t. I [S.l., s.n.], [18--], Biblioteca del Museo del Romanticismo. R. 12.535) 20 Álbum poético dedicado a S.A.R la serenísima señora infanta D.ª Luisa Fernanda de Borbón Duquesa de Montpensier, Álbum que dedican a S.M. la Reina Doña Isabel II los profesores de Educación Primaria o Álbum Pintoresco Universal. 21 QUILES FAZ, A. Op. cit., p. 40. 22 ROMÁN RODRÍGUEZ, I. y PALENQUE, M. Op. cit. p. 73. 21 En el siglo XIX se produce lo que Paul Bénichou denomina “coronación del escritor”23. El literato, y más concretamente, el poeta, se convierte en una jerarquía bien diferenciada y cercana a los círculos de poder. Es en esta época, el Romanticismo, cuando los escritores asumen el papel de líderes de las revoluciones liberales y en la poesía encontrarán su vehículo de expresión. José Zorrilla, en Los españoles pintados por sí mismos, hace un análisis de este tipo de personaje y de cuáles deben ser sus cualidades y atributos. Dentro de este artículo cabe destacar, por lo que a este análisis confiere, la siguiente definición: “[Poeta] tampoco hablo de aquel otro mancebo que hace diez años que se ha plantado en los veinte y cinco, que ha hecho una ó dos escursiones [sic] hasta París, donde ha adquirido un modo de hablar, de vestir, de andar y de vivir en fin, sino muy acomodado á las costumbres del país en que nació y vive […]. Todas las hermosas de Madrid le confían su álbum, el cual se encarga de llenar por la estrecha amistad de le une á todas las notabilidades. […] y él es el que hace aparecer en los periódicos los artículos laudatorios de sus sacrílegas representaciones, cuyos artículos vienen generalmente á parar en unas detestables coplas á los ojos de la fulanita, al cabello de la menganita, y á la deliciosa sonrisa de la citanita […]. Este no entra tampoco en el tipo del Poeta”.24 La figura del poeta está totalmente integrada en la sociedad y en los salones, en los que la aristocracia y la burguesía se reúne para celebrar tertulias donde priman la conversación y el recitado; por tanto, este personaje, se hace prácticamente imprescindible en tales encuentros. Biblioteca de la casa de Emilia Pardo Bazán (Rodríguez R. de la Escalera, E., Los salones de Madrid. t. I [S.l., s.n.], [18--], Biblioteca del Museo del Romanticismo. R. 12.535) 23 24 Ibid., p. 20. ZORRILLA, J. El poeta. En: Los españoles pintados por si mismos, Madrid, Imprenta y Librería de Gaspar y Roig, 1851, p. 239. 22 La poesía es una distracción y una forma de refinamiento, así que la participación de afamados literatos en estos encuentros desencadenará la estampación de su firma en los libros de autógrafos, abanicos o álbumes diversos. Román y Palenque así lo expresan: “La asentada práctica social del álbum puede considerarse como una de las más relevantes muestras de ambiente de salón y del valor utilitario y lúdico que alcanzan la literatura y el arte en el siglo XIX.”25 Las veladas más notables eran anunciadas y más tarde reseñadas en publicaciones de la época. Un ejemplo de ello lo encontramos en La Ilustración Española y Americana, que en sus páginas de sociedad, se hace eco de estos eventos: “Con la proximidad del carnaval, Madrid ofrece mayor animación: algunos salones se han abierto, otros se abrirán en breve […]26 Su importancia y afluencia, normalmente, dependía de la reputación del hombre de la casa aunque existían excepciones, pues eran bien conocidas las veladas en la casa de la escritora Emilia Pardo Bazán. Independientemente de quién los convocase, las mujeres eran su centro y objeto y la lírica de salón las tenía como protagonistas. Ellas eran las depositarias de las alabanzas que se inmortalizarían en los objetos de su uso personal como abanicos (en cuyas varillas y al dorso se escribirán pequeños poemas y dibujos) y en los álbumes. 4. REFERENCIAS A LOS ÁLBUMES EN OBRAS LITERARIAS ESPAÑOLAS Y EXTRANJERAS .... D espués de este breve recorrido por la definición de esta tipología documental, y de estudio en particular del álbum de Tomasa, se van a citar una serie de ejemplos literarios, españoles y extranjeros, que evidencian hasta que punto fue un objeto de uso cotidiano entre las señoritas y caballeros románticos. Si atendemos a la literatura extranjera, en el ámbito anglosajón, descubrimos dos ejemplos muy significativos entre sus más afamados escritores. Charlote Brontë en Jane Eyre, nos informa del lugar habitual que ocupaba este objeto en una casa pudiente de la siguiente manera: 25 ROMÁN RODRÍGUEZ, I. y PALENQUE, M., Op. cit., p. 37. 26 La Ilustración española y americana. 1873, año XVII, núm. V., 1º de Febrero, p. 66. 23 Una vez que se encontraban las señoras y señoritas en el salón: […] “Sirvieron el café y entraron los hombres […] y se entabló la conversación con la mayor alegría. De pronto, observé que Blanca Ingram estaba sola junto a la mesa, graciosamente inclinada sobre un álbum.”27 También, en otro momento de la novela cuando la protagonista se encuentra en Gateshead viviendo con unos parientes y tras alejarse del señor Rochester, fruto de la nostalgia que sentía hacia éste nos narra: “Una mañana, empecé a dibujar un rostro sin ningún modelo y sin darme cuenta lo hice extraordinariamente parecido al señor Rochester […] Y mi dibujo tenía tal expresión de vida que llamó atención de mis primas, a quienes sin embargo, me guardé muy bien de decirles que mi obra era un retrato y muy parecido. Ofrecí a hacerles el suyo y cada una de ella posó algunos ratos ante mí. Luego Georgina me prestó su álbum, en el que puse algunas notas de color, cosa que la contentó en gran manera.”28 De la misma forma, Charles Dickens en su novela David Copperfield, el más autobiográfico de sus relatos y escrito en primera persona al estilo de la obra anterior, aparece referenciado así: Miss Mowcher, especie de peluquera profesional, cuando visita al Sr. Sterforth, amigo de David Coperfield y estando éste presente, dice: “[…] y es que ¿ven ustedes? Las uñas del príncipe [al que anteriormente ha visitado y ofrecido sus servicios] me sirven más en las familias que todos los talentos juntos. Las llevo siempre conmigo; son mi carta de recomendación. Si Miss Mowcher corta las uñas a un príncipe, no hay más que hablar, dicen todos. Se las doy a las jóvenes que, yo creo, las ponen en álbumes, ja, ja, ja!.” 29[…] Numerosos son los ejemplos que también encontramos en la literatura española de este siglo que corroboran, en gran medida, todo lo analizado en los apartados anteriores. Citaremos sólo algunos por considerarlos los más significativos José María de Pereda, en Pedro Sánchez, alude en numerosas ocasiones a esta práctica del álbum: […] “Al despedirme [Pedro Sánchez], empeñada ya mi palabra de volver á menudo, díjome Luz -Se que es V. poeta, y me va V. á hacer un favor. […] -Suponiendo que lo fuera – respondí yo- ¿Qué favor puedo hacer á V. con serlo? - Honrar mi álbum escribiendo algo en él. ¡Su álbum!. En aquel tiempo estaba el álbum en todo su auge y en la fuerza de su esplendor. Todo el mundo tenía álbum, y al hombre más inofensivo se le enviaban a su casa para que pusiera algo en él, cuando no se le metían por los ojos, de sopetón, para que en el acto le escribiera alguna cosa bonita. Sin embargo, como la oferta del álbum era una patente de capacidad había hombres que se pagaban mucho de esas ofertas, y hasta las solicitaban con intrigas. En descargo de mi conciencia declaro que, en aquella ocasión, me infló un poco 27 BRONTË, C., Jane Eyre, Barcelona, Falencia, 1971, p. 125. Ibid, p. 169. 29 DICKENS, C., David Copperfield. Digital file, p. 282. 28 24 de vanidad la oferta del álbum de Luz, a título de poeta, aunque me constaba que me había levantado ese falso testimonio el novio de su hermana. Acepté, pues (no sin remilgos y protestas de fingida modestia), y Luz me entregó el libro, ó mejor, el estuche que le encerraba.”30 […] “Cuando llegamos á casa y me encerré en mi dormitorio, mi primer cuidado fué abrir el estuche para ver el álbum. Tenía tapas forradas de terciopelo azul, con esquineros y el rótulo del centro dorados. Le abrí, y arrimándome al velón, comencé á hojearle. Me asombré. Estaba lleno de todos los imaginables artificios poéticos. Había acrósticos hacia arriba, hacia abajo, de través, en diagonal, á la derecha y á la izquierda; estrofas en forma de cáliz, de guitarra, de luz, de pirámide y de reló [sic] de arena; sonetos encerrados en orlas de pichones con guirnaldas en el pico; seguidillas encestadas… ¡qué sé yo! Y el nombre de Luz en cada copla; y Luz cantada por todas partes: por los dientes, por los ojos, por el pelo, por el talle, por la voz y por cuanto á la vista estaba y mucho más. Las firmas eran de Eduardo López […], y así por el estilo. Yo elegí el cuello, por estar casi intacto en el álbum; y en cuanto me hube acostado, discurrí materiales para dos décimas, sin que me quedara perdido en la memoria un solo voquible del catálogo usual y pertinente al caso: tornátil, ebúrneo, alabastrino, mórbido, níveo… nada se me olvidó. Al día siguiente escribí, a pulso y pareadas, las dos décimas; las separé con una flecha punta arriba, y firmé con mi nombre y apellidos completos; que bien podían estar tranquilamente allí donde había tantos que no valían más que ellos, ni sonaban mucho mejor. Encima de todo escribí, en gruesa francesilla, que sabía yo hacer muy bien: Al cuello de Luz; y se lo llevé por la noche.”31 En Elía, de Fernán Caballero, el álbum también sale a colación: […] “La condesa, por su parte, se entusiasmó tanto con los versos de Elia, que dijo que le parecían un ramito de florecitas del campo, y suplicó a don Narciso los corrigiese y se los escribiese en su álbum. Pero el señor Delgado se negó a ello, pretextando se ajarían las florerillas al pasar por su tintero.”32 Y no sólo encontramos ejemplos en novelas, las publicaciones periódicas también dan cuenta de ellos. Así, en El Mundo Pintoresco33, Javier de Palacio escribe el artículo ”Origen de los albums” en el que nos narra lo que ya Larra nos describía el suyo, el acoso que recibían los poetas para estampar sus firmas: […]“La moda de los albums [sic] fue general en Francia en la época de la Restauración, y recordamos haber visto una caricatura de aquel país, representando un cuerno de la abundancia, del que se escapaban multitud de albums, y un gran números de hombres huyendo, resguardados bajo paraguas. Para hacer frente á las exigencias crecientes de los amigos, algunos escritores han imaginado una frase ó fragmento típico que repiten invariablemente sobre todo álbum que se les presenta. En ese género son notables una cuarteta de Victor Hugo, un dístico de M. Scribe á un paraguas y otros. Los más se contentan con la consignación de tal fragmento extractado de sus obras impresas. Este procedimiento extraño es la muerte de 30 PEREDA, J. M., Pedro Sánchez, Madrid, Imprenta y Fundición de M. Tello, 1884, p. 170. Ibid., p. 173-174. 32 CABALLERO, F. Elia o España treinta años ha (1814), Madrid, Alianza, 1968, p. 78 33 PALACIO, J., “Origen de los albums”. El Mundo Pintoresco: Ilustración española, año 2, núm. 19, 8 de mayo de 1859, p. 151. 31 25 los albums, que no tienen interés sino por lo inédito; sin embargo esta resistencia de los escritores se justifica plenamente, no solo por importunidad, sino por la mala fe de algunos aficionados, que rebajan, al vender sus albums á peso de oro, la celebridad de los artistas y escritores que los enriquecieran con su pluma ó con su lápiz. Pero muchas personas han llegado, en nuestros tiempos, á fuerza de constancia y de trabajo, á componer preciosos albums que serán buscados por la posteridad” En la publicación El Renacimiento, en su sección literaria se incluye la “Historia de un álbum” realizada por Juan de Ariza: […] “En una sala amueblada con poco lujo; fría, como un no; grande, como el campo que abre un sí, se veía una mesa de nogal, cubierta con un paño verde […]. Sentado a la mesa estaba yo. Basta de mesa y de mí. Sobre periódicos y libros, sobre cepillos y tijeras, estaba el estuche de un álbum; tan llevado ya y tan traído, que dejaba ver el color del terciopelo que guardaba, como deja ver el capullo sus ricos pétalos carmesíes al romper el verde botón […]34. En este artículo, un álbum, en primera persona, cuenta como su dueña lo ha ofrecido a tres pretendientes y tras la ruptura con cada uno de ellos, el álbum ha sufrido las amputaciones de las contribuciones realizadas por aquellos. Solicita en esta ocasión al nuevo “poeta-amante” que sea indulgente y no escriba o dibuje en él pues no quiere que le desmiembre más en el caso de un nuevo fracaso amoroso. Para concluir con este apartado y dada la vinculación que tiene con la protagonista del álbum que se está analizando, Manuel Bretón de los Herreros, en muchas de sus obras teatrales hace referencia a los álbumes, valgan estos dos trabajos para ilustrarlo: En El Poeta y la Beneficiada: comedia en dos actos, don Próspero Pantoja, solicita a un poeta que le escriba en su álbum para, como el mismo afirma: […]”Yo me he propuesto inmortalizarme á costa de los demás” […] Entonces le muestra su álbum: […] “Vea usted: qué bella forma! soberbia encuadernación! qué dibujos! eh? qué orlas! Alegría35ha echado el resto. Oh! Bien vale las dos onzas 34 35 ARIZA, J. “Historia de un álbum”. El Renacimiento, entrega 12 de 30 de mayo de 1847, p. 93 – 94. Encuadernador afamado por la calidad de sus álbumes. 26 que me ha costado. Este album corre de una mano á otra cual si fuera peso duro, y todo escritor que goza de algún nombre contribuye con algo para mi gloria. Ya una sentencia moral, ya un soneto, ya la glosa de una máxima de Horacio, ya un fragmento… Ahora está en boga hacer fragmentos adrede Ya un trozo de buena prosa … veálo usted… ¡Y mi nombre campea en todas las hojas! [Leyendo] 36 “Á Pantoja” En El cuarto de hora37: comedia en cinco actos, Bretón introduce de manera explícita la moda del álbum y concretamente su uso para el cortejo a una dama de buena sociedad. Ella, la señorita Carolina, autoriza al Señor Marchena, primer pretendiente, a que contribuya con unos versos en su álbum. Éste al no disponer de las dotes necesarias para cumplir tal encargo, le solicita a otro personaje de la obra, el escribiente Ortiz, un poema que elogie las cualidades y exprese el amor que siente por Carolina. Ortiz, que también está enamorado de la señorita urdirá un plan para que ésta rechace Marchena y le elija a él. Estos son los versos en los que sale reflejado el álbum: Marchena – […] Voy á trasladar al álbum La pasión que me devora Petra – Ah! La niña quiere versos Marchena – ¿Qué dices? Petra – A toda costa Ya olvidaba su mandato Marchena – Á mi versos? Soy yo Góngora? Para mi están en vascuence las reglas de la prosodia. ni se como es consonante, ni nunca las vi tan gordas. Mas ¿quién se apura por eso? cojo las primeras coplas 36 BRETÓN DE LOS HERREROS, M. Obras de Don Manuel Bretón de los Herreros. Tomo II, Madrid, Imprenta de Miguel Ginesta, 1883, p. 77 37 Ibíd. p. 431 - 460 27 que vengan á cuento y ¡zas! en dos minutos se copian; ó voime al café del Príncipe y mientras bebo una copa cualquiera de aquellos genios me improvisa una salmodia […] Marchena – Es el caso que esa muchacha, ó demonio, pide flores del Parnaso mas yo, que soy buen jinete, y elegante como Adonis, y tiro bien al florete, y bailo por diez Taglionis, y si me visto de majo y ando de broma y de chunga, no hay moza de barrio bajo que no admire mi sandunga; yo, bravo toreador, que á Montes me dejo en zaga y soy la nata y la flor del circo de Fagoaga; yo, tan hábil, tan experto como el que más en la villa, admírese usted! – no acierto á hacer una redondilla. […] [Poema] “Á la hermosa Carolina, á la bella de las bellas, cuyos ojos son centellas, cuya boca es purpurina, cuyo talle es gelatina, y cuya frente serena abochorna á la azucena, fino, fiel, firme y fogoso ofrece mano de esposo Pedro Nolasco Marchena” […] [Dejando el álbum sobre un velador] Tras la negativa de Carolina, el despechado Marchena se excusa del poema que le ha dedicado de la siguiente manera: 28 Marchena […] - Y además, no es hoy cuando yo he compuesto esa décima Carolina – Es capaz de negarme… Marchena – En cuarenta álbumes -qué revesado plural!la he puesto ya, por mi cuenta Carolina - ¿Qué oigo? Marchena – Con sólo variar el nombre de la agraciada sirve para todas Carolina -Ah! Marchena – Es un comodín, es una especie de circular… Carolina, se enfada y cogiendo el álbum… Ortiz – Rompe usted la hoja? Carolina – Sí No quede una letra sana Ortiz – Grave motivo sin duda… Carolina – Sea cual fuere la causa para mí ese hombre acabó Carolina había solicitado a Ortiz que dibujase algo en su álbum, este prendado de amor como está por ella, en una escena anterior, ha dibujado a la diosa Diana con el rostro de su amada… Carolina – Y el dibujo prometido? Ortiz – Lo haré, lo haré sin tardanza ¿Acabaré de rasgar esta hoja? [Mostrando el margen que quedó de la que cortó Carolina] Carolina – No. Se planta otra encima… […] así no salta la del otro lado Ortiz – Bien Medio pliego de marquilla… Carolina -No, mejor será una estampa 29 Ortiz - Cuál pondremos? Carolina - Qué se yo?... la cabeza de Diana 5. LA COLECCIÓN DE ÁLBUMES AUTÓGRAFOS EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO .... L a biblioteca del Museo del Romanticismo, creada al igual que el museo en el primer cuarto del siglo XX por Benigno de la Vega Inclán, tiene como misión servir de apoyo al estudio e investigación del Romanticismo, movimiento cultural y político que en el caso de España se sitúa durante el reinado de Isabel II (1833-1868). Sus fondos bibliográficos, por tanto, están orientados a documentar esta época histórica. Álbum de la princesa de Anglona (1853-1856) Cubierta R. 4.889. Biblioteca del Museo del Romanticismo Álbum de Ramón Pérez Costales (1853-1854) Cubierta R. 4.910. Biblioteca del Museo del Romanticismo En la actualidad cuenta con unos 14.000 volúmenes de los que cerca de 5.000 pertenecen a su fondo histórico. Los álbumes, pese a no ser fondos bibliográficos propiamente dichos, forman parte de esta colección. 30 Distintas tipologías de álbumes se custodian en la biblioteca, a saber: álbumes de cromos, de recortes, de artista o los ya tratados en este estudio, de autógrafos. Nueve son los álbumes de firmas que se conservan y que documentan esta moda, seis de señoritas: - Álbum [de Tomasa Andrés de Bretón de los Herreros] (1842-1874) (R. 3.789) - [Álbum de] Dolores Saravia (1857-1863) (R. 19.842) - [Álbum de la Señorita de Goyena] (1852-1858) (R. 6.745) - [Álbum de la Princesa de Anglona] (1853-1856) (R. 4.889) - [Álbum de Mariana Paniagua] (1877-1882) (R. 21.510) - A la flor de Cuba: la bella señorita Dª. Consuelo Morote y González: [álbum] (1883-1885) (R. 21.977) Y tres de caballeros: [Álbum de Adolfo de Quesada] (1852-1878) (R. 4.933) [Álbum de Ramón Pérez Costales] (1853-1854) (R. 4.910) [Álbum de Enrique Solano] (1880-1924) (R. 11.123) La Asociación de Amigos del Museo del Romántico, con el apoyo del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y de las ayudas promovidas por éste, ha iniciado la creación y trasformación de recursos digitales y su difusión y preservación mediante repositorios de los fondos bibliográficos de la biblioteca Álbum de Enrique Solano (1880-1924) Partitura R. 11.123 Biblioteca del Museo del Romanticismo Álbum de Dolores Saravia (1857-1863) Portada R. 19.842 Biblioteca del Museo del Romanticismo 31 del Museo. Con ello pretende contribuir a la accesibilidad y difusión de las colecciones y así poner a disposición de los usuarios a través de Bibliotecas de Museos (http://bimus.mcu.es/) las obras más representativas de las distintas temáticas que componen su colección. Hasta la fecha se han acometido 4 fases de digitalizaciones. En la primera (2008) se digitalizaron los “tesoros bibliográficos” los cuales no respondían a una unidad temática sino que se seleccionaron aquellos ítems que eran únicos, primeras ediciones o aquellos de gran valor especializados en el Romanticismo. En la segunda y tercera fase (2009-2010) se seleccionó una muestra representativa de libros de viajes. En la última (2011) se digitalizó una selección de publicaciones sobre Historia natural y de la Comisaría Regia de Turismo. Los álbumes de autógrafos se incluyeron en un primer momento, por tanto en la primera fase de digitalización. Se eligió este material por dos razones fundamentalmente: su conservación y su difusión. Así los siete álbumes que custodiaba, por aquel entonces, la biblioteca del Museo del Romanticismo, se digitalizaron a texto completo siete de ellos: Álbum [de Tomasa Andrés de Bretón de los Herreros] (1842-1874) (R. 3.789) http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=6194 Dolores Saravia (1857-1863) (R. 19.842) http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=6082 [Álbum de la Señorita de Goyena] (1852-1858) (R. 6.745) http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=6232 [Álbum de la Princesa de Anglona] (1853-1856) ( R. 4.889) http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=6212 [Álbum de Adolfo de Quesada] (1852-1878) (R. 4.933) http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=6222 [Álbum de Ramón Pérez Costales] (1853-1854) (R. 4.910) http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=6216 [Álbum de Enrique Solano] (1880-1924) (R. 11.123) http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=6040 Todos estos álbumes están en la actualidad están accesibles simultáneamente en el catálogo colectivo de BIMUS (http://bimus.mcu.es/) y también en la Biblioteca Virtual de Patrimonio Bibliográfico (http://bvpb.mcu.es/museos/es/micrositios/inicio.cmd) salvo: [Álbum de Mariana Paniagua] (1877-1882) (R. 21.510) A la flor de Cuba: la bella señorita Dª. Consuelo Morote y González: [álbum] (1883-1885) (R. 21.977) 32 que se han incorporado recientemente a las colecciones del Museo. Este análisis pone de manifiesto una vez más el compromiso que la biblioteca del Museo del Romanticismo tiene de custodiar y difundir sus fondos bibliográficos. Y además muestra al público esta tipología documental que se convirtió en una práctica muy habitual, primeramente entre las damas de buen tono y posteriormente entre caballeros reputados, durante todo el siglo XIX. Álbum de Adolfo de Quesada (1852-1878) Poema autógrafo de Bretón de los Herreros R. 4.933 Biblioteca del Museo del Romanticismo Álbum de la señorita de Goyena (1852-1858) R. 6.745 Biblioteca del Museo del Romanticismo 33 6. BIBLIOGRAFÍA .... ARIZA, J. “Historia de un álbum”. El Renacimiento, entrega 12 de 30 de mayo de 1847 BRETÓN DE LOS HERREOS, M. Obras de Don Manuel Bretón de los Herreros, Madrid, Imprenta de Miguel Ginesta, 1883 BRONTË, C., Jane Eyre, Barcelona, Falencia, 1971 CABALLERO, F., Elia o España treinta años ha (1814), Madrid, Alianza, 1968 FLORES, A. Ayer, hoy y mañana ó La fe, el vapor y la electricidad: cuadros sociales de 1800, 1850 y 1899, Barcelona, Montaner y Simón, 1893 LARRA, M. J. de, Fígaro: colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres, Barcelona, Crítica, 1997 MONTE-CRISTO, Los salones de Madrid, S.l., s.n., ca 1898 PEREDA, J. M., Pedro Sánchez, Madrid, Imprenta y Fundición de M. Tello, 1884 QUILES FAZ, A. Los álbumes de señoritas: sujetos y objetos femeninos en el siglo XIX. En: QUILES FAZ, A. y SAURET GUERRERO, T. En: Prototipos e imágenes de la mujer en los siglos XIX y XX, Málaga, Atenea, 2002 RABATÉ, C. ¿Eva o María?: ser mujer en la época isabelina (1833-1868), Salamanca, 2007 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Castellana, Madrid, Imprenta de D. Gregorio Hernando, 1884 ROMÁN RODRÍGUEZ, I. y PALENQUE, M., Pintura, literatura y sociedad en la Sevilla del siglo XIX: el álbum de Antonia Díaz, Sevilla, Arte Hispalense, 2008 ROMERO TOBAR, L., Poesía romántica y post-romántica, Madrid, La Muralla, 1974 ROMERO TOBAR, L., Los álbumes de las románticas. En: MAYORAL, M. (ed.), Escritoras románticas españolas, Fundación Banco Exterior, 1990 34 VALDELOMAR PINEDA, J., “En el álbum de mi esposa”. El Mundo Pintoresco: Ilustración española, año 2, núm. 19, 8 de mayo de 1859 VV.AA., Los españoles pintados por si mismos, Madrid, Imprenta y Librería de Gaspar y Roig, 1851. VV.AA. Museo del Romanticismo: la colección, Madrid, Ministerio de Cultura, 2011 YEVES ANDRÉS, J. A., El álbum de los amigos: templo de trofeos y repertorio de vanidad, Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 2010 Recursos electrónicos: AYUNTAMIENTO DE QUEL [en línea]. [Fecha de consulta: junio 2013]. 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Jesús Cabrera Bravo y Álvaro Gómez González Agradecimientos: A todo el personal del Museo del Romanticismo, y en especial a Rosario Gómez Vírseda 35 LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Mensualmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este mes, dedicaremos el jueves 28 de noviembre a contaros todos los secretos de los álbumes de señoritas del siglo XIX con el hashtag #ÁlbumXIX 36 LA PIEZA DEL MES. CICLO 2013 .... Enero Almudena Cruz Yábar EUSEBIO JULIÁ (1826-1895), FOTÓGRAFO EN MADRID. SUS CARTES DE VISITE EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Febrero Silvia Villaescusa García RETRATOS DE LOS MARQUESES DE LAS MARISMAS, de Francisco Lacoma, 1833 Marzo Isabel Ortega Fernández BUSTO DEL MARQUÉS DE LA VEGA-INCLÁN, de Mariano Benlliure y Gil, 1931 Abril Luis Gordo Peláez LA CAPILLA DE SAN ISIDRO EN LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS DE MADRID, de Jenaro Pérez Villamil, ca. 1843 Mayo Belén Fernández de Alarcón TOCADOR, ca. 1820-1830 Junio Mercedes Rodríguez Collado MESA DEL CAFÉ DEL POMBO, ca. 1901-1950 Septiembre Aurelio Nieto Codina MEDALLÓN DE LAVA DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812, de Carlos Gimbernat, 1820 Octubre Vanessa Quintanar Cabello VAJILLA PRINCIPAL DEL COMEDOR DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO Noviembre Paloma Dorado Pérez ÁLBUM DE TOMASA BRETÓN DE LOS HERREROS, 1842 Diciembre Carolina Miguel Arroyo SÁTIRAS DEL SUICIDIO ROMÁNTICO, de Leonardo Alenza y Nieto, ca. 1839 37 38 Pieza del mes DICIEMBRE 2013 Leonardo Alenza Sátiras del suicidio romántico, ca. 1839 Sala XVII: Gabinete de Larra Carolina Miguel Arroyo Conservadora del Museo del Romanticsimo 1 ÍNDICE …. 1. Ficha técnica 2. ¡Los románticos! 3. Mesonero Romanos y los románticos 4. El espejo de los románticos 5. El estilo de Leonardo Alenza en las Sátiras 6. Conclusiones 7. Bibliografía 2 1. FICHA TÉCNICA .... Leonardo Alenza y Nieto Madrid, 1807 1845 Sátira del suicidio romántico Óleo / lienzo, ca. 1839 36,5 x 28,5 cm Inv. 32 Firmado: “L. Alenza”, lateral inferior derecho Inscripciones: “¡Los Románticos! Cuatro Mil reales”, reverso, en el bastidor “L. A.”, reverso, en el lienzo 3 Leonardo Alenza y Nieto Madrid, 1807 1845 Sátira del suicidio romántico por amor ca. 1839 Óleo / lienzo 35 x 26,5 cm Inv. 33 Firmado: “L. Alenza”, lateral inferior izquierdo Inscripciones: “¡Los Románticos! Cuatro mil reales”, reverso, en el bastidor “L. A.”, reverso, en el lienzo 4 En la crítica de la exposición de la Academia de San Fernando de 1839 que apareció en la revista Cervantes y Velázquez se citan “dos escenas de desesperación del genero moderno pintados con un chiste incalculable”1. En otra publicación, El Corresponsal, se comentaba de la primera de ellas “EL ROMÁNTICO, que figura un hombre en camisa en el acto de precipitarse de un roca, hiriéndose al mismo tiempo con un puñal”2. Ambas piezas fueron vendidas en París el 23 de diciembre de 18783, y adquiridas por Enrique Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo4, quien las donó al recién creado Museo Romántico en 19215. En la carta que remitió ofreciéndoselas a su amigo Benigno de la Vega Inclán, a la sazón fundador del Museo, expresó: “creo que no hay más exagerado romanticismo que dos tales cuadros […]. Son de Alenza, firmados por tan notable pintor y de las mejores obras suyas como pintura y arte romántico, pero los asuntos ¡ah los asuntos! ¡son el delirio del romanticismo!”6. 2. ¡LOS ROMÁNTICOS! .... Pocas obras pueden reflejar tan bien una época, o más bien la idea que de ese momento ha reconstruido el imaginario popular. Con ¡Los Románticos!, título por el que se conocieron estos lienzos en su tiempo, Leonardo Alenza dibujó una imagen de los excesos decimonónicos cuyo eco sigue resonando en nuestros días, aproximándonos al lado más trágico, dramático y terrible del Romanticismo. A pesar de su reducido tamaño, que puede sorprender al espectador que las disfrute por primera vez, las Sátiras del suicidio romántico guardan un sugerente juego de elementos, piezas de un rompecabezas que aún a día hoy resultan de gran interés. 1 DELGADO BEDMAR, J.D., Vida y Obra de Leonardo Alenza y Nieto (1807-1845), Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1996, Tesis Doctoral inédita, T. II, p. 609. 2 Íbidem. 3 WORMSER, S. O., Tableaux espagnols a Paris au XIXè siècle, París, La Sorbona, 1955, Tesis Doctoral inédita, p. 138. 4 La fecha en que fueron adquiridas por éste no está clara. Delgado Bedmar apunta que la adquisición debió llevarse a cabo en París hacia 1910, pero en la carta en que el marqués de Cerralbo ofrece estos cuadros al Museo Romántico, fechada en 1921, señala que los compró cuarenta años atrás. 5 Aunque el Museo como tal abrió sus puertas en 1924, tres años antes ya se había presentado en una exposición pública, “Tres Salas del Museo Romántico”, el germen de lo que sería el futuro centro. 6 Archivo del Museo del Romanticismo, Fondos de la Colección Museo Romántico, FD0252, AGUILERA Y GAMBOA, E., 07/11/1921, p. 2. 5 El lienzo conocido como la Sátira del suicidio romántico nos presenta a un hombre de aspecto descuidado, lánguido, famélico y con un rostro atormentado. Vestido con una sencilla camisa blanca de lienzo, aparece descalzo, sin adornos, sin artificios, como imagen del ser sufrido y desgastado, ausente de ánimo, que rebosa dolor. Al tiempo que se dispone a precipitarse por un despeñadero, sostiene en su mano un puñal, resignado a morir por una u otra suerte si alguna de ellas fallara. Junto a él, pequeñas pistas sobre su vida, unos libros y escritos desordenados por el suelo, alguno incluso bajo sus pies, un tintero y una pluma, una espada, una calavera y una cruz con una corona de laurel. Se dispone a seguir el destino de los dos hombres que se encuentran a la izquierda de la composición, uno de ellos ahorcado y otro muerto por un disparo en la cabeza. Se trata sin duda de una imagen contundente, cargada de simbología e intención, cuyo sentido trágico está reforzado por una pincelada rápida, larga, en ocasiones deshecha pero al tiempo fuerte y expresiva. La composición, jugando con diferentes planos y marcadas diagonales, se ve enfatizada con el uso del color. En contraposición con el celaje oscuro y los ocres del paisaje, destaca el blanco de la camisa, y los toques que intencionadamente aplica en ojos del protagonista y en el puñal, captando la atención del espectador en esos tres puntos. La lectura que tradicionalmente se ha dado de este lienzo es la de un hombre, escritor quizá a tenor de los símbolos que le acompañan, que se va a quitar la vida ante la imposibilidad de comprender el mundo que le rodea. La corona de laurel y los libros serían una referencia a los honores o anhelos de reconocimiento como artista, mientras que la calavera y la cruz, símbolos inequívocos de la muerte que le acecha. El que el protagonista se disponga a morir asestándose una puñalada a la vez que se lanza al abismo, así como la presencia de los otros dos suicidas al fondo de la composición, han sido claves a la hora de interpretar esta obra como una sátira del movimiento romántico, o más bien de sus excesos. El otro lienzo, que conocemos como la Sátira del suicidio romántico por amor, nos muestra una imagen diferente, aunque con ciertos elementos comunes. En esta ocasión la escena se desarrolla ante un cenotafio y los protagonistas son un hombre y una mujer, ambos de rasgos caricaturescos. A la izquierda se sitúa el caballero, huesudo, de avanzada edad y vestido elegantemente con un frac, que en un acto de desesperación coloca una pistola bajo su mentón mientras tiende su mano hacia la dama. La posición de las piernas y los pies, estirados, remarcan la tensión del protagonista. Pero la mujer, de rostro cadavérico, no le presta atención. Al contrario, alza “los ojos al cielo en éxtasis del más delirante 6 romanticismo”7. El peinado con tirabuzones, la ropa, un vestido de tonos amarillos de amplio escote y ceñido por un rico cinturón, y el pañuelo de gasa de seda en blanco con decoración azul, contrastan con el rostro y las manos envejecidas. Sostiene un libro y una corona de laurel. A su lado, una botella con líquido, una espada, un puñal y varios libros, en uno de los cuales se lee parcialmente “HUGO”. La escena se completa con la presencia de una lechuza y de un murciélago. Este pequeño lienzo puede interpretarse como el sufrimiento por amor de un hombre, en este caso anciano, remarcando así que las penas del corazón no son exclusivas de los jóvenes, dispuesto a quitarse lo poco que le queda de vida por el amor de una mujer tan poco agraciada y lozana como él. Junto a la pistola, completan el bodegón macabro la espada de cazoleta, el puñal y la botella, quizá conteniendo veneno. Como en el caso anterior, Leonardo Alenza nos muestra toda suerte de artefactos dispuestos para el suicidio. “Está ya corriendo por el cañón la bala descraneadora que vá á despreciar los cuerpos para en un vuelo romántico unir dos almas por una eternidad; ellos soñarían que en un Edén, que sólo ellos no saben que es el infierno”8. Pero además, como señala Begoña Torres9, esta escena puede ser entendida como la Gloria o la Fama, personificada en la mujer portando la corona de laurel, que se muestra esquiva con el anciano. El hombre sería entonces el escritor romántico, un poeta, como en la Sátira anterior. Existen en ambas pinturas ciertos elementos comunes, la noche que envuelve las escenas con luces crepusculares, los contrastes cromáticos, o distintos elementos iconográficos como las armas –espadas, puñales- y los dispersos “libros que contaron todos esas andanzas caballariegas, y papel en las trovas que calenturiaron aquellos volcánicos cerebros”10. Llegados a este punto debemos preguntarnos si la interpretación tradicional de estas es obras es correcta. ¿Es Alenza una suerte de cronista de su tiempo que con su aguda mirada retrata de forma caricaturesca los excesos y los miedos de sus congéneres? ¿O se trata acaso de una lectura errónea sostenida a lo largo del tiempo? 7 Ídem, p. 3. Ibídem. 9 Museo del Romanticismo. La colección, Madrid, Ministerio de Cultura, 2011, p. 260. 10 Archivo del Museo del Romanticismo, Fondos de la Colección Museo Romántico, FD0252, AGUILERA Y GAMBOA, E., 07/11/1921, p. 3. 8 7 3. MESONERO ROMANOS Y LOS ROMÁNTICOS .... Si el Romanticismo se hizo sentir con más fuerza en las letras, fue también en éstas donde encontró las más feroces críticas. Continuando el camino allanado por Larra, la ácida pluma de Mesonero Romanos apuntó sin tibieza los excesos de la sociedad romántica, y no dudó en presentar de forma hilarante los extremos de este movimiento. Uno de los textos más representativos en este sentido de El Curioso Parlante, pseudónimo del escritor, es El Romanticismo y los Románticos, donde aprovechándose de las experiencias y vivencias de un supuesto sobrino imbuido por este movimiento, dibuja de forma jocosa el imaginario romántico. Leído frente a sus compañeros en el Liceo, arrancó sin embargo las sonrisas de aquellos que, viéndose reflejados, disfrutaron de la parodia. Es más que probable que Leonardo Alenza fuera conocedor de este texto, fechado en septiembre de 1837, ya que los dos pequeños cuadros guardan profunda relación con la visión satírica de Mesonero Romanos y así lo han apuntado ya diversos autores11. Lo cierto es que ambos se conocían y colaboraron en el Semanario Pintoresco Español, publicación dominical ilustrada fundada en 1836 por el cronista madrileño, en la que participaron los literatos y artistas más importantes del momento. El primer dibujo de Alenza en este semanario se publicó el 1 de julio de 1838, grabado por Calixto Ortega12. Leonardo Alenza / Calixto Ortega El refresco Semanario Pintoresco Español, 1838 Reg. 7792 Biblioteca del Museo del Romanticismo 11 Entre otros Begoña Torres en varias de sus publicaciones (p.e. Museo del Romanticismo. La colección, Madrid, Ministerio de Cultura, 2011, p. 260.) o Javier Arnaldo (ARNALDO, J., “El desarrollo del paisaje romántico en España”, en VV.AA., Los paisajes del Prado, Madrid, Nerea, 1993, p.304.) 12 Como señala Pompey, es de agradecer que Mesoneros Romanos contase con la ayuda de Alenza, que ya había colaborado en la ilustración de otras publicaciones periódicas como el Gil Blas, aliviando así su precaria situación económica. Sin embargo, se lamenta este autor que le valorase por su experiencia como dibujante, en vez de por la calidad de sus retratos, pudiendo quizá haberle presentado a influyentes amistades a quien hubiera podido inmortalizar, demostrando así sus dotes con los pinceles. (POMPEY, F., Leonardo Alenza. Madrid, Publicaciones Españolas, 1956, p. 13.) 8 Si nos detenemos en la escena retratada en El Romanticismo y los Románticos, Mesoneros Romanos comenta cómo lo primero que hace su sobrino para convertirse en romántico fue aplicar la ideas “á su propia física persona, esmerándose en poetizarla por medio del romanticismo aplicado al tocador. Porque (decía él) la fachada de un romántico debe ser ogiva [sic], piramidal y emblemática”13. Habla luego de guedejas de cabello negro, barba y bigote espesos, mejillas lívidas, labios mortecinos, afilada nariz y ojos grandes y negros de mirar sombrío. Podemos poner en relación esta descripción con el protagonista de la Sátira del suicidio romántico de Alenza. Continúa el narrador exponiendo los modos de romantizar las ideas, el carácter y los estudios del sobrino, que decide emprender una carrera como poeta, “que es la guía derechita al templo de la inmortalidad”14, exponiendo el autor un interesante catálogo de autores, que traslucen la opinión que de éstos tiene: “Trocó los libros que yó [sic] le recomendaba, los Cervantes, los Solís, los Quevedos, los Saavedras, los Moretos, Melendez y Moratines; por los Hugos y Dumas, los Balzacs, los Sands y Souliés; rebutió su mollera de todas las encantadoras fantasías de lord Byron, y de los tétricos cuadros de d’Arlincourt; no se le escapó uno solo de los abortos teatrales de Ducange, ni de los fantásticos ensueños de Hoffman; y en los ratos en que menos propenso estaba á la melancolía, entreteníase en estudiar la Craneoscopia del doctor Gall, ó las Meditaciones de Volney”15. Leonardo Alenza Sátira del suicidio romántico por amor, ca. 1839 (detalle) Leonardo Alenza Sátira del suicidio romántico, ca. 1839 (detalle) 13 MESONERO ROMANOS, R., “El Romanticismo y los Románticos”, en Escenas matritenses por El Curioso Parlante. Segunda serie (1836 á 1842), Madrid, Tipografía de Francisco de Paula Mellado, 1862, p. 118. 14 Ídem, p. 120. 15 Ibídem. 9 En estas líneas encontramos ya una conexión más directa con las obras de Alenza. Pensemos en el escritor, más concretamente el poeta, que aparece ligado al anhelo de inmortalidad. El pintor madrileño coloca para señalar esta idea sendas coronas de laurel en cada uno de los cuadros, mientras que el oficio de poeta se atestigua por medio de los libros y los papeles, y el tintero y la pluma. Recordemos además que en la Sátira del suicidio romántico por amor se lee en una portada “HUGO”, referencia a quizá a Victor Hugo, a quien precisamente cita en primer lugar entre los románticos Mesonero Romanos. Pero aún más, entre los paisajes por los que deambula el supuesto sobrino encontramos los cementerios y las peñas escarpadas, precisamente los dos escenarios que elige Alenza para sus composiciones. El joven aprende además el lenguaje de los búhos y de las lechuzas, y la “ponzoñosa virtud de las plantas”16, elementos que aparecen en la Sátira del suicidio romántico por amor, a saber, una lechuza vigilante y una botella que pudiera contener veneno, “redoma con el Borgiano néctar de los desesperados”17, al formar parte del bodegón de letales utensilios. A diferencia del triste final que parece acechar a los protagonistas de los cuadros, el lánguido sobrino, después de aspirar a la mayor de las honras y la fama, y de dejar a su tío una carta de despedida, acaba riéndose de sus propios poemas cuando, un año más tarde y a la vuelta de una campaña militar, recuerda sus días como afectado romántico. A pesar de todo lo anterior, no podemos afirmar con rotundidad que este texto de Mesonero Romanos fuera el que inspirase a Leonardo Alenza, ya que su extremada discreción, la falta de datos de la época sobre su trabajo y su pensamiento hacen que debamos ser cautelosos a este respecto. Otros autores han visto gravitar en estos lienzos la pluma de Francisco de Quevedo, caso de Sánchez-Camargo, quien apunta que Alenza debió basarse en la obra de este pionero en el género satírico18. Cierto es que el pintor conocía la obra de este literato, cuya figura se había vuelto a recuperar con fuerza en el siglo XIX, ya que ilustró las Obras Escogidas de Francisco de Quevedo, publicadas entre 1840 y 1843 por la imprenta de Mellado; es decir, pocos meses después de la fecha en que se cree fueron pintadas las Sátiras. También se ha establecido relación entre la Sátira del suicidio romántico por amor y la muerte de Larra, que para algunos sería la que inspiró el método que utilizó el suicida19, aunque en nuestra opinión es quizá una conexión exigua. 16 Ídem, pp. 120-121. Archivo del Museo del Romanticismo, Fondos de la Colección Museo Romántico, FD0252, AGUILERA Y GAMBOA, E., 07/11/1921, p. 3. 18 SÁNCHEZ-CAMARGO, M., La muerte y la pintura española, Madrid, Editora Nacional, 1954, p. 381. 19 Así lo expresan Mauro Muñiz y Claude Ressort, según recoge Delgado Bedmar. (DELGADO BEDMAR, J.D., Op. cit., T. II, p. 615.) 17 10 Sea como fuere, si el autor se inspiró en su amigo El Curioso Parlante, en las obras de Quevedo o en cualquier otro suceso, lo cierto es que las imágenes y escenas satíricas y jocosas del devenir de la sociedad han sido un revulsivo para los artistas españoles de todas las épocas, dando lugar a una larga tradición del género satírico en nuestro país. Basta pensar en otras obras de Alenza, como El mono ermitaño (Museo del Romanticismo, Inv. 7062), para comprender que este par de lienzos no son un fenómeno aislado dentro de su producción. Leonardo Alenza El mono ermitaño Óleo / tabla, 1840-1845 Inv. 7062 Sala VIII (Costumbristas Madrileños) Museo del Romanticismo 11 4. EL ESPEJO DE LOS ROMÁNTICOS .... Leonardo Alenza es, junto con Eugenio Lucas, el artista romántico español más importante dentro de la estela de Goya. Bohemio, introvertido, incansable trabajador, su personalidad fue también romántica y así le definieron en la época: “Un joven que retirado del bullicio, lejos de toda concurrencia, aislado por su carácter y sus enfermedades, pobre, olvidado y aun desdeñoso de todo favor, y ageno [sic] en fin á las pandillas y compadrazgos que suelen ser entre nosotros la base de las reputaciones. […] Era amante de la soledad, de trato franco, afable y condescendiente”20. A pesar de imagen crítica que ofrecen estos cuadros, no sería adecuado pensar en Alenza como un antirromántico. Entrar en una definición del Romanticismo y su alcance excede la intención de estas líneas, pero sí podemos apuntar someramente que fueron muchos los autores que por estas fechas reaccionaron contra la idea romántica de España que se había generado en gran parte por la visión extranjera, y por la mala interpretación que de este movimiento hicieron los que lo llevaron al límite sin comprenderlo21. Eugenio Lucas Velázquez Alegoría del suicidio Óleo / tabla, ca. 1850 Inv. 158 Sala XVII (Gabinete de Larra) Museo del Romanticismo 20 Semanario Pintoresco Español, nº 31, 30/07/1848, “D. Leonardo Alenza”, pp. 241-242. Este fenómeno se hará más evidente pocos años más tarde cuando durante la Década Moderada (1844-1854) se produzca en las letras una reacción clasicista, encabezada por Un hombre de mundo de Ventura de la Vega, representada en 1845. 21 12 “El romanticismo del día, considerado en sus efectos morales: en nada se parece al espíritu ni a los sentimientos comunes de la época”1. Precisamente uno de los temas claves en esa mala interpretación del Romanticismo fue el suicidio, popularizado en la literatura por Goethe y su malogrado Werther, que se ha convertido en nuestros días en una visión casi estereotipada de la sociedad decimonónica. Cabe preguntarse, sin embargo, hasta qué punto esa imagen es real o ha sido acrecentada por la revisión de épocas posteriores. A principios del siglo XIX encontramos en España ejemplos de obras teatrales cuya representación y lectura se prohíbe por “enseñarse en ella el suicidio y fanatismo”22. Basta ojear la prensa contemporánea para observar cómo este fatal desenlace se va colando entre sus páginas con toda suerte de detalles a medida que avanza la centuria. Es frecuente asimismo encontrar en la sección dedicada a noticias extranjeras los números de muertes por esta causa en las distintas ciudades extranjeras23, llegando en ocasiones a mostrar las estadísticas24. También en nuestro país ponen su foco los reporteros en este fenómeno que “se multiplica de día en día”25. La muerte de Mariano José de Larra, célebre escritor y periodista, fue acogida con tristeza por sus compañeros de profesión, quienes en los distintos rotativos reflexionaron sin pudor sobre esta práctica desencadenada: “por esas ideas modernas que desgraciadamente comienzan a acudir entre nosotros y que se reproducen y se aumentan cada vez más. Deber es de los escritores públicos combatirlas y demostrar los falsos cimientos sobre que se apoyan. La juventud no reflexiona ni precave nada seducida por brillantes é impracticables teorías, cae en el lazo que le tienden esas doctrinas corruptoras. ¿Y cuál es el castigo de su ceguedad, cual el término de su fascinamiento? ¡El suicidio!¡La muerte ! […] Separando el hombre del literato, reprovémosle [sic] como lo primero; pero ensalcémosle como poeta distinguido é ilustrado. Murió Larra; pero Fígaro vive y vivirá eternamente”26. Cada vez más, se refleja en la prensa una preocupación por esta práctica y por cómo se trata en la literatura y el teatro. 22 Se trata de la comedia El sitio de Calé de Luciano Francisco Comella. Diario de Madrid, nº 154, 03/06/1801, p. 624. En el caso de Londres, encontramos por ejemplo la siguiente afirmación “Los que creen que el suicidio es muy común en esta ciudad deben saber que el mes pasado solo hubo doce”. Atalaya de La Mancha en Madrid, nº. 126, 06/08/1814, p.1022. Con respecto a París, refiriéndose a 1819, la prensa recoge: “En el número de muertos se hallan 376 de suicidio, entre los cuales hubo 250 varones, y 126 hembras”, El Universal Observador Español, nº. 61, 11/07/1820, p. 1. 24 Sirva de ejemplo el rotativo de abril de 1826 de Mercurio de España, que muestra en la página 266 una tabla con los suicidios acaecidos en París entre 1817 y 1824, distinguiendo por sexos. 25 El Guardia nacional, nº. 355, 24/11/1836, p. 1. 26 El Guardia nacional, nº. 470, 20/03/1837, p. 2. 23 13 “Los suicidios por necios amores, los suicidios por una vanidad atroz que no pudiendo llamar la atencion de nadie en vida, compran con un crimen ó contra sí ó contra otros un artículo en un periódico; todos esos pretendidos fastidios de la existencia, no se desarrollarian tan funesta y rápidamente si el teatro y la literatura, en vez de hacer héroes de sus perpetradores, hubiera dicho a unos: sois unos vanos; á otros: sois unos solemnísimos bribones; y á los últimos: sois unos pobres mentecatos. ¿Se llegará á conseguir esto? Mas ilustrada la literatura acerca de sus intereses futuros y de su verdadera misión ¿querrá ser un espejo de nuestra época para trasmitirla á nuestros descendientes y hacerla que se avergüence de sus vicios y ridiculez?”27. Son muy interesantes las palabras que el marqués de Cerralbo dedica a este extremo en la carta dirigida al marqués de la Vega Inclán ofreciéndole los cuadros: “Esto demuestra que no huvo [sic], ni puede haber cuadros tan románticos, pues quieren representar que todo bicho viviente se trastornaba y se arrebataba por el delirio del romanticismo. Los asuntos son terribles, pero la pintura es muy buena y de lo mejor de Alenza. “¿Se atreve V. con ellos? Yo me atreví hace 40 años cuando los compré, atendiendo solo a su arte pictórico: pero los tuve guardados no creyera algún sencillo que los viese que yo no condenaba con horror el extremo pecado y espantoso del suicidio”28. Federico de Madrazo Stephen El Artista, Tomo I, 1835-1836 Reg. 1942 Biblioteca del Museo del Romanticismo 27 Semanario pintoresco español, nº 141, 10/6/1838, “Reflexiones sobre el teatro y las costumbres actuales”, p. 803. Hágase notar que es precisamente esta publicación, fundada como ya se ha señalado por Mesonero Romanos, una de las más críticas con la postura que están tomando las letras con respecto a este fenómeno. 28 Archivo del Museo del Romanticismo, Fondos de la Colección Museo Romántico, FD0252, AGUILERA Y GAMBOA, E., 07/11/1921, p. 4. 14 5. EL ESTILO DE LEONARDO ALENZA EN LAS SÁTIRAS .... Leonardo Alenza y Nieto (1807 1845) fue el prototipo de artista romántico, enfermizo, pobre y con una temprana muerte. De hecho, sucumbió a la conocida como la enfermedad romántica, la tuberculosis. Hijo de Valentín Alenza, poeta sin mucho éxito y afín al régimen fernandino, y María Nieto, pronto quedó huérfano de madre, casándose su progenitor en segundas nupcias con Micaela Bertrandi. Su biógrafo29 destaca el amor a su padre, llegando incluso a renunciar a su propia independencia. “No queriendo separarse de sus padres, ni quiso nunca tomar estado, ni se resolvió á viajar á pesar de las ocasiones que para hacerlo se le presentaron”30. Formado “bajo la dirección privada”31 de Juan Antonio de Ribera, en la Academia de San Fernando, encontramos entre sus profesores al también pintor neoclásico José de Madrazo. Realizó a lo largo de su carrera excelentes retratos, en los que supo captar no sólo la fisonomía de los retratados, sino también su psicología dejándonos obras de gran calidad como el retrato de Agustín Argüelles, tutor de Isabel II (Museo del Romanticismo, Inv. 38) o el Retrato de caballero (Museo Lázaro Galdiano, Inv. 7963), en los que envuelve a los personajes en una atmósfera íntima. Calixto Ortega Leonardo Alenza Xilografía / papel, 1847 Inv. 4888 Museo del Romanticismo 29 Dos años después de su muerte, en 1847, aparece un artículo en la revista El Renacimiento, con una breve biografía de Leonardo, firmada con la inicial “R”. El año siguiente un nuevo artículo dedicado al pintor se publica en el Semanario Pintoresco Español, esta vez sin firmar. Tanto la estructura de ambos textos como las expresiones e incluso frases idénticas hacen pensar que sean del mismo autor, posiblemente su amigo Mesonero Romanos, como bien señaló Delgado Bedmar (DELGADO BEDMAR, J.D., Op. cit., T. I, pp. 139140.) 30 El Renacimiento, nº 6, 18/04/1847, R.: “Biografía de Don Leonardo Alenza”, p. 44 31 Ídem, p. 43. 15 También cultivó otros géneros como la pintura de historia o la alegoría, pero fue en el costumbrismo donde se encontró más cómodo y centró su carrera. Agudo observador de la sociedad de su tiempo, sus obras, bien en pintura, dibujo o estampa, son un magnífico repertorio de la vida y la sociedad española, más concretamente la madrileña. “A veces, diciendo que iba de caza, se acercaba á observar los trages [sic], maneras y usos de la gente vulgar, en las humildes casas de campo, en las del rio, y en las de los barrios bajos de córte, para trasladarlas á sus cuadros, de costumbres populares. […] Tenia gran facilidad para retener las fisonomías, posturas, ropajes y grupos que le chocaban, pudiendo reproducirlos después con la mayor exactitud”32. Leonardo Alenza Gente de arrabal Dibujo a pluma y aguada / papel, 1830-1845 Inv. 1791/1 Museo del Romanticismo Lo cierto es que dejó en muchos de sus trabajos un auténtico de catálogo de tipos, eventos y circunstancias de la vida de la ciudad, en lienzos como El Dios Grande (Museo del Romanticismo, Inv. 813), El desquite (Museo del Prado, Inv. P4202) o en el gran número de dibujos y estampas sobre temas costumbristas que realizó. 32 Ídem, p. 44. 16 Leonardo Alenza El Dios Grande Óleo / lienzo, 1840-1845 Inv. 813 Sala XII (Anteoratorio) En cuanto al estilo, a pesar su formación, queda cautivado por las composiciones de Goya, con quien se le comparará y relacionará insistentemente en la prensa del momento. “Unos caprichos imitando á Goya con bastante gracia, en particular el del alguacil abrazado con el reo tiene mucho chiste, son obra del Sr. Alenza”33. “El señor Alenza siguiendo siempre las trazas del festivo Goya, ha ofrecido algunos caprichos dignos de atención por la originalidad del pensamiento, chiste y curiosidad de la composición”34. Es curioso, sin embargo, que su biógrafo no cite al genio de Fuendetodos entre los artistas que más que le influyeron: “Fué muy adicto á Velazquez, Cano, Ribera y Murillo, como los mejores de la escuela antigua española, al par que también lo era de Rubens, Van-Dyck y demás flamencos célebres”35. Entre estos últimos, podemos citar el influjo de Teniers como uno de los más palpables, en obras como El sacamuelas (Museo del Prado, Inv. P07945). 33 Observatorio Pintoresco, nº 6, 30/09/1837, “Esposición [sic] pública de pinturas en la académia nacional de San Fernando en el presente año”, p. 47. 34 Semanario Pintoresco Español, nº 135, 28/10/1838, “Exposición de 1838”, p. 755. 35 El Renacimiento, nº 6, 18/04/1847, R.: “Biografía de Don Leonardo Alenza”, p. 44. 17 En cuanto a la técnica, si nos centramos en las Sátiras, están construidas con una pincelada rápida, larga, aplicada con gran expresividad. Se trata sin duda de trazos que ayudan a reforzar el carácter trágico de la obra. Pero esa rápida factura, esa búsqueda de instantaneidad, la utiliza el artista de forma plenamente consciente, se trata un recurso pictórico, ya que las obras están más pensadas y trabajadas de lo que pueda parecer a simple vista. Se conservan en la Biblioteca Nacional los bocetos de ambos cuadros. El dibujo de la Sátira del suicidio romántico (BNE, DIB/15/42/221, Un romántico) está realizado a pluma sobre papel verjurado, y presenta ligeras variantes con respecto al lienzo. En cuanto a la Sátira del suicidio romántico por amor, lo que se conservan son partes de la composición junto a otras figuras (BNE, DIB/15/44/412, Estudios para la Frescura del Prado y para las Sátiras del suicidio romántico). En concreto, el boceto en cuestión muestra en la parte superior izquierda el estudio del cenotafio, o la mano que el suicida extiende en la composición final, situada en esta ocasión en el centro del papel. Por su parte, Delgado Bedmar apunta que otro dibujo conservado en el Museo del Romanticismo (Inv. 1791/42, Mujer sentada), también a pluma, es el dibujo preparatorio de la mujer que aparece en el lienzo36. En nuestra opinión, aunque la posición de la figura concuerda, sentada de tres cuartos, ambas imágenes difieren bastante, ya que una muestra una dama joven con un moño, quizá portando un abanico, en actitud relajada con un cariz costumbrista, frente al histrionismo de la anciana del cuadro, que recuerda a una bruja o una parca, por lo que no consideramos que sea el estudio para este cuadro. A tenor de los diferentes bocetos conservados de varias obras suyas, el uso de dibujos preparatorios era muy habitual en el trabajo de Alenza, que estudiaba concienzudamente las diversas composiciones. Además de los citados, sirvan de ejemplo los diferentes apuntes para las ilustraciones del semanario Gil Blas o El diablo cojuelo -cuadro en Museo Nacional de Arte de Cataluña (Inv. 40240) y boceto en el Museo del Romanticismo (Inv. 1791/8)-. Por ello, podemos pensar que el trazo rápido, la marcada pincelada expresiva de las Sátiras, no es sino un recurso del autor para subrayar una idea, acercándose con esta técnica en cierta manera a la pintura de finales del siglo XIX y siendo por tanto un despunte de modernidad. Leonardo Alenza Mujer sentada Dibujo a pluma / papel, 1830-1845 Inv. 1791/42 Museo del Romanticismo 36 DELGADO BEDMAR, J.D., Op. cit., T. IV, p. 1570. 18 Es destacable, en ambos cuadritos, cómo el autor combina la pincelada larga con pequeños y deliberados toques de color, bien para crear los juegos de luces y sombras o para marcar los volúmenes de las carnaciones con encarnados y blancos magistralmente aplicados. En cuanto al uso del color, el pintor juega con una restringida gama cromática. “Ponía en la paleta pocos colores, bastándole para dar á sus cuadros variado y robusto colorido”37. En la Sátira del suicidio romántico los ocres y los azules, iluminados con la luz crepuscular son protagonistas, contrastando con fuerza con el blanco, que como apuntábamos, está aplicado en puntos clave a los que el artista quiere que dirijamos nuestra mirada -la camisa blanca del poeta, sus lacrimosos ojos, el filo del puñal, los papeles desordenados y el cuerpo ya sin vida del suicida que descansa sobre un charco de sangre-. Más colorido encontramos en la otra Sátira, donde a los colores anteriores añade los amarillos y azules del vestido de la anciana, que es precisamente el eje lumínico de la composición. Contrasta también el rojo vivo del libro que ésta sostiene. 6. CONCLUSIONES .... A pesar de ser uno de los artistas más importantes del Romanticismo español, la obra de Leonardo Alenza continúa siendo poco conocida en muchos aspectos. Quizá pueda haber influido su inclusión dentro los denominados goyescos, término que ha sido utilizado a menudo de forma despectiva, derivando en ocasiones en una continua comparación de la obra de ambos artistas. Es evidente que la técnica de Goya es la propia de un genio, y aunque sus últimas obras encajasen perfectamente con la nueva sensibilidad romántica, hay que separar ambas personalidades, ya que Alenza pertenece a una generación de pintores que beben ya de otras corrientes diferentes a las transitadas por el pintor aragonés. Leonardo fue una persona reservada, poco pródigo en las reuniones sociales y a dejar testimonio de sus actos o pensamientos, lo que ha influido en la poca información que de él tenemos. Su mayor legado es su obra, que nos revela a un trabajador infatigable, preocupado por la preparación de sus cuadros, por el estudio de las figuras, las composiciones, y nos aleja de la imagen distorsionada que a veces se ha dibujado de él. Distanciado de la senda academicista, muchas de sus obras muestran una rabiosa modernidad y ponen en conexión su trabajo con movimientos artísticos posteriores, como 37 El Renacimiento, nº 6, 18/04/1847, R.: “Biografía de Don Leonardo Alenza”, p. 44. 19 estos dos lienzos a los que hemos dedicado estas líneas. Su temprana muerte nos ha privado, sin duda, de conocer su evolución y de ver hasta dónde hubiera podido llegar como artista. “Desciende prematuramente al sepulcro cuando había llegado á inscribir su nombre en el templo de la fama, cuando su imaginación comenzaba á tomar vuelo, cuando su posición mejoraba, cuando propios y estraños [sic], reconociendo su mérito, se disputaban la preferencia en los encargos de cuadros”38. Con las Sátiras del suicidio romántico Alenza nos dejó dos de las obras más emblemáticas de este periodo, expresivas, llenas de fuerza, que nos muestran su peculiar visión del tiempo que le tocó vivir. Como el viejo Alonso Quijano que enloqueció por causa de la literatura caballeresca, sus personajes cayeron víctimas de las letras y la visión errada de una época. 38 Semanario Pintoresco Español, nº 31, 30/07/1848, “D. Leonardo Alenza”, p. 241. 20 7. BIBLIOGRAFÍA .... Amor y muerte en el Romanticismo (Cat. Exp.), Madrid, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2001. Museo del Romanticismo. La colección, Madrid, Ministerio de Cultura, 2011. ARNALDO, J., “El desarrollo del paisaje romántico en España”, en VV.AA., Los paisajes del Prado, Madrid, Nerea, 1993, pp. 303-328. DELGADO BEDMAR, J.D., Vida y Obra de Leonardo Alenza y Nieto (1807-1845), Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1996, Tesis Doctoral inédita. GÓMEZ MORENO, M.E. (Cat. 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Dibujos y Estampas, Madrid, Ministerio de Educación y Cultura, 1997. 21 TORRES GONZÁLEZ, B., (Cat. Exp.), La Guerra de la Independencia. Una visión desde el Romanticismo. Fondos del Museo Romántico, Caja Segovia. Obra Social y Cultural. 2008. WORMSER, S. O., Tableaux espagnols a Paris au XIXè siècle, París, La Sorbona, 1955, Tesis Doctoral inédita Fotografías: Museo del Romanticismo Coordinación: Mª. Jesús Cabrera Bravo Diseño y maquetación: Mª. Jesús Cabrera Bravo y Álvaro Gómez González Agradecimientos: A José Domingo Delgado Bedmar por su generosidad, a Isabel Ortega García, a Paloma Dorado y al Departamento de Difusión del Museo, por su paciencia y comprensión, especialmente a Mª. Jesús Cabrera Bravo. 22 LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes Mensualmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este mes, dedicaremos el miércoles 18 de diciembre a contaros todo lo relacionado con estas emblemáticas obras del Museo con el hashtag #suicidasMR 23 LA PIEZA DEL MES. CICLO 2013 .... Enero Almudena Cruz Yábar EUSEBIO JULIÁ (1826-1895), FOTÓGRAFO EN MADRID. SUS CARTES DE VISITE EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Febrero Silvia Villaescusa García RETRATOS DE LOS MARQUESES DE LAS MARISMAS, de Francisco Lacoma, 1833 Marzo Isabel Ortega Fernández BUSTO DEL MARQUÉS DE LA VEGA-INCLÁN, de Mariano Benlliure y Gil, 1931 Abril Luis Gordo Peláez LA CAPILLA DE SAN ISIDRO EN LA IGLESIA DE SAN ANDRÉS DE MADRID, de Jenaro Pérez Villamil, ca. 1843 Mayo Belén Fernández de Alarcón TOCADOR, ca. 1820-1830 Junio Mercedes Rodríguez Collado MESA DEL CAFÉ DEL POMBO, ca. 1901-1950 Septiembre Aurelio Nieto Codina MEDALLÓN DE LAVA DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812, de Carlos Gimbernat, 1820 Octubre Vanessa Quintanar Cabello VAJILLA PRINCIPAL DEL COMEDOR DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO Noviembre Paloma Dorado Pérez ÁLBUM DE TOMASA BRETÓN DE LOS HERREROS, 1842 Diciembre Carolina Miguel Arroyo SÁTIRAS DEL SUICIDIO ROMÁNTICO, de Leonardo Alenza y Nieto, ca. 1839 24 25