Junio, el mes del piano en La Habana. A propósito del III Encuentro
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Junio, el mes del piano en La Habana. A propósito del III Encuentro
Ivón Peñalver. Cuba. Filóloga. Editora de Boletín Música de la Casa de las Américas. COMENTARIOS Lo africano en el Perú…, es un libro que crece a partir de interrogantes que se convierten en leit motiv de la investigación: ¿qué va a pasar con la negritud en el Perú; se difuminará en medio del gran ejército del mestizaje; seguirán existiendo comunidades marcadas por una identidad afrodescendiente; o se desplazará la capacidad de reiventar lo negro en el Perú a organizaciones culturales o políticas, con el fin de mantener vigente el aporte negro ya no solo como recuerdo sino también como capacidad viva y productiva? Interrogantes como estas se suceden tras doscientas noventa y cinco páginas en las que se combinan excelentes fotografías, pinturas de diferentes momentos históricos, rostros de la cotidianidad que alternan con personajes de la vida política y religiosa del Perú; una amplia peregrinación física y ética, que permite también al lector atravesar desde las regiones de Tumbes a Tacna; de conocer zonas como Cayaltí, Chulucanas, Barrios Altos, del Bosque Pómac, Pimentel, El Rímac entre otras tantas en las que se respiran los aires de un pasado marcado por la supervivencia, de un pasado que, al igual que el desarrollo de la caña de azúcar como puntal económico, trajo consigo las lágrimas de un negro colonizado y que en su afán de no ser despojado de su esencia, se alzó sobre su dolor e impulsó un crecimiento cultural que, al decir de sus autores, ya no deja a Perú mirar al suelo. Culmina este libro con una serie de canciones interpretadas por Susana Baca y recogidas en un CD como testimonio de una voz popular multiplicada y repartida en el sentimiento de muchas generaciones. n Junio, el mes del piano en La Habana. A propósito del III Encuentro de Jóvenes Pianistas Claudia Fallarero El mes de junio trajo consigo el esperado Encuentro de Jóvenes Pianistas. Así como expresa el popular refrán, «a la tercera va la vencida», lo que comenzó en el año 2013, apenas como una temporada de conciertos de dieciséis recitales para piano en las salas del Centro Histórico de La Habana Vieja, organizado por la Oficina del Historiador de la Ciudad, se ha convertido —al decir de muchos— en una verdadera revolución del mundo del piano en nuestra capital. La cita de este año —entre el 4 y el 28 de junio— ha sido igualmente organizada por la Oficina del Historiador, su Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas y su Dirección de Gestión Cultural y ha contado además con la participación del Instituto Cubano de la Música y la colaboración del Instituto Superior de Arte y el Lyceum Mozartiano de La Habana. El mes de junio ha sido subrayado ya con un marcador especial en el calendario anual del público melómano del piano, de los pianistas consagrados y los jóvenes estudiantes, de las antiguas maestras de piano de muchas generaciones, de los actuales profesores y de sus más pequeños alumnos. Se respira en el aire un fino ambiente de arte, de ese por el que sabemos que vale la pena 82 Boletín Música # 40, 2015 alistarse un domingo en la tarde, sorteando la extrema humedad ambiental e incluso un feroz aguacero, para llegar al encuentro de Salomón Mikowsky en el Teatro Martí, que nos espera siempre junto a un alumno de nacionalidad insospechada, cada vez un virtuoso del instrumento. A la altura de esta tercera edición, el Encuentro ha devenido espacio de multitud de confluencias. Se encuentra el público con lo que tanto ansía: conocer los nuevos pianistas y propuestas interpretativas que programa cada año con gran acierto el profesor Salomón. Así ha sucedido este año con Adam Kent (Estados Unidos), Ian Yungwook Yoo (Corea del Sur), Jordi López-Roig y José Ramón Méndez (España), Ruiqi Fang (China), Misha Namirovsky (Rusia) y Po-Wei Ger (Taiwan). Asimismo, vuelven a La Habana alumnos que ya son nombres familiares: Alexandre Moutouzkine (Rusia), Wenqiao Jiang y Jie Yuan (China), Tatiana Tessman (Rusia), Khowoon Kim (Corea del Sur), Edward Neeman y Simone Dinnerstein (Estados Unidos), quienes disfrutan la ovación de una audiencia fiel, cautiva de sus interpretaciones desde la primera vez. Se encuentra el propio Salomón nuevamente con sus alumnos, algunos de ellos tras varios años sin escucharlos producto de haber finalizado los estudios en su clase; otros, después de trabajar juntos incansablemente el último periodo de clases en su cátedra de la Manhattan School of Music de Nueva York. No importa el tiempo transcurrido, todos disponen nuevamente de sus valiosos y enfáticos consejos para tocar el piano, y vuelve a trabajar las obras en los ensayos previos a los conciertos como si se tratara del primer día. De igual modo, La Habana le sirve de punto de encuentro a muchos de estos alumnos que no se conocen entre sí, y a los que les une sentimentalmente el profesor Mikowsky, tal como sucedió durante el último fin de semana de conciertos entre Namirovsky, Dinnerstein y Ger. Por último, guiados por Boletín Música # 40, 2015 83 el profundo sentido común y creatividad de Salomón, la ciudad y su Encuentro de piano tienen la oportunidad de ser la escena idónea donde un muy joven pianista como Po-Wei Ger debute con orquesta sinfónica y con ello clausure el evento, haciendo la proeza de interpretar dos conciertos para piano y orquesta durante la misma tarde. A través del Encuentro se repasan, en tiempo apretado, las piezas más relevantes de la literatura musical occidental escrita para el piano. En esta ocasión se ha tratado nada menos que de la ejecución de dieciocho conciertos para piano, acompañados por la Orquesta Sinfónica Nacional y la Orquesta Sinfónica de la Universidad de las Artes de Cuba adjunta al Lyceum Mozartiano de La Habana y conducidos por las batutas de los maestros Enrique Pérez Mesa, José Antonio Méndez Padrón y Dayana García. En sólo un mes, dichos maestros han dirigido en el Teatro Martí los tres primeros conciertos de Rachmaninoff; el número dos de Brahms; el Rapsody in blue de Gershwin; las Noches en los jardines de España de Falla; el Concierto breve de Xavier Monsalvatge, los dos conciertos, el Andante spianato y gran polonesa brillante, todo de Chopin; los conciertos 2 y 5, «Emperador», de Beethoven; los conciertos 2 y 3 de Prokófiev; el Concierto para piano en sol mayor de Ravel; el 21 y 23 de Mozart y los conciertos 1 y 2 de Bártok. Varias han sido las novedades en este amplio panorama estético. Por ejemplo, ha sucedido la première del concierto número 1 de Rachmaninoff y del número 1 de Bártok —así como la ejecución del número 2 de este último compositor, que aunque estrenado con anterioridad, es poco frecuente en nuestro país—, y la tercera interpretación en Cuba del concierto Nº 2 de Prokófiev. A ello se han sumado once recitales realizados en la Sala Ignacio Cervantes y la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, presentados por los pianistas foráneos Ian Yungwook Yoo, Adam Kent, Ruiqi Fang, Wenqiao Jiang y Misha Naminovsky, en alternancia con los pianistas cubanos Lianne Vega, Katerina Rivero, Fidel Leal, Madarys Morgan, Víctor Díaz, Estefanía Núñez, Harold Meriño y Leonardo Gell. Un caso particular lo ha constituido el pianista cubano Mauricio Vallina. Y es que, como otra acertada convergencia, este Encuentro ha simultaneado sus faenas con el Festival y Concurso Internacional Musicalia 2015, que promueve la cátedra de piano de la Universidad de las Artes. El Concurso Musicalia es dirigido por el profesor Ulises Hernández, posee una frecuencia bianual y significa para los alumnos, en términos de aprovechamiento académico, la oportunidad de confrontarse en competición aun dentro del ámbito universitario, previo a su salida al mundo en calidad de músicos profesionales. A su vez, el Musicalia reúne en la capital a maestros externos a la cátedra que realizan sus carreras pedagógicas en otras sedes. Este año se ha tratado de Ninowska Fernández-Britto, Antonio Carbonell, Adonis González, Mauricio Vallina y Salomón Mikowsky, quienes funcionaron como jurados de la competencia, impartieron clases magistrales y, en algunos casos, presentaron conciertos vespertinos a lo largo de la semana. De este modo, Musicalia le ha regalado a La Habana la posibilidad de escuchar al cubano Vallina por primera vez en nuestro país quien, sumado luego al programa del Encuentro, ha realizado un segundo recital el miércoles 24 de junio en la Basílica. Mauricio Vallina, tras un extenso período de formación académica que comenzó en Cuba y culminó en el Conservatorio Chaikovski de Moscú y la Fundación Internacional de Piano de Como (Italia), es ahora un singular intérprete de todos los repertorios que asume. En especial el mencionado recital de la tarde del 24 —integral de obras cubanas desde el siglo XIX hasta principios del XX— constituyó una clase magistral sobre cómo tomar piezas conocidísimas de nuestro pa- trimonio compuestas por Saumell, Cervantes, Gottschalk, Lecuona y Roig y devolver una interpretación atrevida y contemporánea. Con Vallina entran en crisis muchos de los criterios ortodoxos sobre la interpretación de la música para piano, que a diferencia de otros instrumentos, mantiene en el imaginario de aficionados y expertos ideas inamovibles como la idolatría a la partitura o intención del compositor, la gestualidad «mesurada» que debe presentar el pianista frente al público y el cuidado en todo momento de la calidad de sonido una vez que se interpretan obras anteriores al siglo XX. Vallina no cultiva ni respeta estos esquemas. Dentro de su estrategia interpretativa puede tocar los clásicos Saumell y Cervantes a veces con una total agresividad sonora y otras con extrema ligereza y recrearlos con mucho contraste —una pieza seguida de otra como si se tratase de un ciclo— y a la vez con una aguda sensibilidad. En él también cobran vida los dibujos internos de la factura musical, emergen a primer plano melodías pensadas por los compositores con un rol secundario, se ralentizan y aceleran figuraciones rítmicas canónicas de nuestra cultura como si todo se desacralizara y estuviésemos ante un continuo «versionar» de obras medulares de nuestra idiosincrasia. Todo ello ocurre mientras casi se sostiene de pie sobre la pedalera del piano y reitera la performance virtuosística de tocar extensos pasajes con una sola mano. Eso sucedió este pasado 24 de junio, y tres días más tarde, antes de que se nos pasara el asombro, asistimos a lo que fue uno de los conciertos más singulares de todo el Encuentro. De sobra conocemos el despliegue de maestría que nos presenta la Orquesta de la Universidad de las Artes adjunta al Lyceum Mozartiano de La Habana, toda vez que se enfrasca en la interpretación especialmente de obras del clasicismo. El sábado 27 se sumó a la excelencia de esta Orquesta bajo la conducción de José Antonio Méndez Padrón, la 84 Boletín Música # 40, 2015 de los pianistas Misha Namirovsky y Simone Dinnerstein para ejecutar los conciertos 21 y 23 de Mozart precedidos respectivamente de las oberturas de las óperas La clemencia de Tito y Las bodas de Fígaro. La jornada fue absolutamente memorable. La Orquesta, de una increíble ductilidad, fraseó junto a los pianistas, haciéndose todos uno en los legatos de dos notas y los reguladores de dinámica. La interpretación de Namirovsky fue impecable e introspectiva. La de Dinnerstein parecía irreal. Esta pianista, que maneja perfectamente su título de «artista exclusiva» de la firma Sony Records, se presenta al público como si lo que estuviéramos escuchando en vivo realmente se tratara de un resultado acabado, editado y masterizado. Tal como nos adelantó hace dos años en el I Encuentro, Dinnerstein es dueña del sonido ideal. Tocando Mozart hace dinámicas forte mientras no excede la mesura estilística y cuida los piano como si el instrumento que manejara fuera la voz y no uno de sistema mecánico. Así lo percibimos en el segundo movimiento del concierto número 23, en el que Mozart escribió una especie de aria di lamento para piano. Dentro del programa del III Encuentro otro concierto del clasicismo interpretado con acierto fue el número 2 de Beethoven, a cargo de la pianista cubana Madarys Morgan, luego de algún tiempo sin presentarse en la Isla. Esa misma tarde pudimos escuchar el estreno en Cuba del primer concierto de Bártok, audazmente interpretado por Ruiqi Fang junto a la Orquesta Sinfónica Nacional. Quizás uno de los conciertos con orquesta que más complació al público en esta oportunidad fue el del jueves 18 de junio, en conmemoración de los doscientos años de la histórica Batalla de Waterloo. Ese día se presentaron los pianistas chinos Wenqiao Jiang y Jie Yuan, con los conciertos número 2 y el Andante spianato y gran polonesa brillante de Chopin en el caso de Wenqiao y el concierto «Emperador» de Beethoven tocado por Boletín Música # 40, 2015 85 Jie y elegido por Salomón en consideración de la efeméride francesa. Puede afirmarse que tanto Wenqiao como Jie cuentan ya con un público cubano ávido de valorar sus progresos. Wenqiao es nada menos que la joven adolescente que hace dos años, en el I Encuentro, llevó a cabo la difícil empresa de interpretar la integral de danzas de Ignacio Cervantes y desde entonces, se quedó para siempre en nuestra historia. Por su parte Jie Yuan es una imagen fresca en la memoria del público pues tuvo a su cargo la clausura del pasado II Encuentro de Jóvenes Pianistas. Ambos, con mucha fuerza expresiva y agudeza para la comprensión estilística de sus repertorios, demostraron una vez más que, a pesar de la juventud que los acompaña, han comenzado sólidas carreras en el mundo de la interpretación contemporánea. Otro concierto especialmente disfrutado por la audiencia fue el de Tatiana Tessman (Rusia) y Khowoon Kim (Corea del Sur), la tercera semana del Encuentro, la tarde del domingo 21 de junio. Es innegable que si en Cuba gusta una estética de composición que emana de los nacionalismos decimonónicos escritos para el piano, esa es la estética rusa. Bien por la histórica cercanía cultural entre nuestros pueblos, bien porque mucho del ímpetu ruso para componer y tocar el piano está en la médula de cada pianista cubano, lo cierto es que el concierto número 3 de Prokófiev y el número 2 de Rachmaninoff colmaron esa tarde la sala del Teatro Martí. Tessman, que por idiosincrasia entiende a cabalidad la obra de Prokófiev, es una pianista vigorosa, que «dirigió» junto al maestro Pérez Mesa el concierto desde su silla de solista. Kim —que nos llega con el halo del más reciente Concurso Internacional de Piano de Panamá, donde se alzó con el máximo galardón— interpretó con gran expresividad la que es quizás una de las obras para piano mejor escritas del XIX, el concierto número 2 de Rachmaninoff. Por último, remontándonos a inicios de junio, el domingo 7 constituyó otro día es- pecial en la agenda de este Encuentro. Se trató esa vez de Ian Yungwook Yoo (Corea del Sur) y el pianista cubano Aldo López-Gavilán en la ejecución del concierto número 2 de Brahms y Rapsody in blue de Gershwin, dirigidos por la maestra Daiana García. Yoo, al decir del propio Salomón, es un excelente pianista, con una extensa paleta de colores para tocar el piano que ha decidido centrarse en la docencia y evade las presentaciones en público. En ese sentido, fuimos privilegiados de poder presenciar su increíble dominio del instrumento al aceptar la invitación de su ex-profesor Mikowsky y venir a La Habana. Por otra parte Aldo, como he expresado hace algunos años, es capaz de sentar en la misma sala de concierto a lo culto y lo popular y demostrarnos que las dicotomías son ajenas al arte. Su interpretación del Rapsody —con Ruy Adrián López-Nussa como invitado especial en el drums— trasgredió los convencionalismos y se convirtió en una versión Gershwin/López-Gavilán, con un momento jazzístico a semejanza de cadenza. La propuesta se completó con una obra de su propia autoría, las Variaciones con tema para piano y orquesta. Si fuera necesario señalar puntos de desarrollo y lugares comunes de este III Encuentro, uno de ellos sería sin dudas el descubrimiento de abundante repertorio cubano compuesto para piano posterior a los clásicos del siglo XIX. Si bien en los anteriores años cada alumno de Salomón regalaba a modo de encore piezas cubanas básicamente entre Saumell y Cervantes, los mismos Encuentros han sido la escena del hallazgo de valiosas obras del patrimonio musical cubano contemporáneo. Es por ello que esta vez, luego de cada programa de uno de esos pianistas extranjeros, aparecían algunas de las complejas Danzas Afrocubanas de Lecuona, la Niña con violín de Ernán López-Nussa, los Estudios caribeños de Roberto Valera y piezas de Juan Piñera. A modo de trueque, poco a poco van descubriendo los más jóvenes pianistas cubanos cómo hilvanar mejor un recital de piano solo, cómo conviene establecer de un modo más acertado la dramaturgia de una presentación, qué piezas se emparentan con cuáles y cuán beneficioso puede resultar el acometer la interpretación de ciclos enteros en lugar de aisladas visiones extraídas de sus contextos seriales. La Orquesta Sinfónica Nacional y su director titular, Enrique Pérez Mesa, se inscriben ya como co-protagonistas de estos Encuentros, «echándose sobre sus hombros» la inmensa responsabilidad de montar y acompañar en un estrechísimo lapso de tiempo numerosas obras, algunas conocidas y otras nunca vistas por sus integrantes. El maestro Salomón Mikowsky vuelve a ser el eje central sobre el que todo gira. Aun con una profunda impronta pedagógica —que esta vez ha señalado la Asociación de Pedagogos de Cuba y extendido por ello un diploma de reconocimiento—, es capaz de lograr que cada uno de sus alumnos conserve su personalidad para tocar el piano amén de sus enseñanzas. Así, Moutouzkine despliega su fogosidad, Wenqiao su ingenuidad y frescura, Neeman su intelectualidad, Yie su versatilidad y artificio, Tessman su fuerte temperamento, Khowoon su agarre y atrevimiento sin que Salomón los homogenice, sin que sus estilos sean el «estilo Salomón», tal y como se espera de un verdadero maestro. n Claudia Fallarero. Cuba. Musicóloga del Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. 86 Boletín Música # 40, 2015