Libro polémico: "Las perversiones sexuales"

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Libro polémico: "Las perversiones sexuales"
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Libro polémico: "Las perversiones sexuales"
Mario Campuzano
Ver un texto desde distintas perspectivas es el objetivo de esta sección. En este caso se trata
de una polémica teórica-clínica sobre el enfoque norteamericano de las perversiones sexuales
representado por dos publicaciones: Charles W. Socárides, Las perversiones sexuales.
Origen preedípico y terapia psicoanalítica, Universidad de Guadalajara y Gamma Editorial,
México, 1994: y Otto F. Kernberg, La agresión en las perversiones y en los desórdenes de la
personalidad, Paidós, Buenos Aires, 1994.
PUNTOS DE DISCORDANCIA
El objetivo de esta presentación no es hacer una síntesis del libro, sino, como lo indica el
nombre de esta sección, un abordaje polémico. Sin embargo, como la obra del autor no es
demasiado conocida, nos permitiremos señalar algunos aspectos de la misma.
Muy resumidamente, el planteo teórico de Socarides respecto a las perversiones señala que:
1: "Los conflictos nucleares derivan de la fase preedípica de desarrollo" (pag 60).
2: "...la conducta sexual les permite la descarga orgásmica así como la supervivencia del yo"
(pag 60).
3: "en el período comprendido entre los 18 y los 36 meses es cuando ocurre la fijación
preedípica temprana; bajo tensión ocurren regresiones a esta etapa" (pag 60).
4:" el desviado sexual no ha sido capaz de transitar exitosamente por la fase simbiótica hasta
la de separación-individuación... y ese fracaso es causa de la ansiedad original...y de severas
limitaciones del yo y de una identidad sexual defectuosa" (pag.60).
5: "La perversión sexual sirve a la represión de un conflicto nuclear central: el impulso a
regresar a una fijación preedípica en la que existe un deseo y un miedo a la fusión con la
madre." ( pag 61).
Socárides reconoce una gran deuda teórica con la teoría de la sincronicidad de Spitz, así como
con los conceptos de Fenichel, Kernberg y todos los psicoanalistas norteamericanos que
abordaron el tema de las perversiones.
Hay algunas críticas que podemos hacer al abordaje del autor.
En primer lugar una crítica que es común a casi todos los escritos que nos llegan de los países
desarrollados. Sus referencias bibliográficas, o, mejor aún, sus puntos de partida teórico, sólo
reconocen como válido lo que se ha hecho en su país. El psicoanálisis que se ha hecho y se
hace fuera de USA parece no tener ninguna relevancia (salvo un par de autores muy clásicos),
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y, para el autor, puede ser incluido en un solo paquete...que se arroja a la basura.
En segundo lugar hay dos confusiones que aparecen con suma frecuencia en el texto. Por un
lado, aunque se enumeren (y se ejemplifiquen) múltiples perversiones- constantemente las
consideraciones se refieren a homosexuales masculinos. Por otro lado, aunque se brinden
criterios muy psicoanalíticos, la misma definición implícita de la perversión no logra
desprenderse de la fenomenología conductual convencional.
No sólo por lo anterior podemos señalar que Socarides es un psicoanalista típico, formado por
y atrapado en lo más tradicional y convencional del psicoanálisis. Para él, la personalidad sana
y enferma es el resultado exclusivo de las experiencias infantiles, en el seno de una relación
triangular. La cultura es un elemento totalmente prescindible en su teorización.
Creo, como se señaló al principio, que el sentido de esta sección no es hacer una reseña ni
una crítica del libro, sino plantear , con todo respeto, posiciones polémicas en relación al
mismo. Si bien mi trabajo clínico con perversos se remonta a los orígenes de mi actividad
profesional, debo confesar que no tengo experiencia con "cientos de pacientes", como
Socarides, ni he analizado jamás a un fetichista. Desde el punto de vista teórico, mi atención
sobre este fenómeno psicopatológico se reduce a las últimas dos décadas.
Mis principales puntos de discordancia con Socarides son:
I) mi definición de perversión abarca fenómenos infinitamente más amplios y menos
convencionales que el listado enumerado por Freud y seguido, al pié de la letra, por el autor del
libro polémico. Para mí el perverso utiliza sus órgamos genitales con un sentido pregenital
(hasta aquí la coincidencia con Socarides es casi plena), como una defensa para procurar
compensar un trastorno de identidad y un ataque imaginario a su narcisismo, y como una forma
disfrazada de expresión de su pulsión agresiva. En estos tres últimos puntos las coincidencias
son menores. Los actos sexuales del perverso poco tienen de sexual (en el sentido freudiano
de sexualidad) y menos aún de erótico (nuevamente, en el sentido freudiano del término)...a
pesar de que se utilicen órganos genitales. Si un sujeto utiliza un violín para pegarle a su hijo
nadie calificaría esa acción como un acto musical. Señala Socarides que el orgasmo cumple,
para el perverso, la función de compensación para un yo amenazado de disolución, y que, por
el beneficio obvio que brinda el placer, constituye una resistencia (abandonar el acto
perverso=perder una fuente de placer). Me permito diferir: creo que el orgasmo funciona como
un elemento de legitimación por banalización. Empecemos por la banalización. Un soliloquio
de estos pacientes suele ser: "...hago lo que hago porque me resulta muy placentero", o, en el
diálogo psicoanalítico (donde, habitualmente proyectan en el psicoanalista la "sexualidad
conservadora") ..."Uds. no se imaginan lo que se siente cuando...". Esto es, justifican la acción
en términos de cantidad de placer. Pero, según mi modesto punto de vista, esta persecución
del goce camufla el beneficio real del acto psicopatológico: el mantenimiento de un equilibrio
inestable que se basa en una fuga transitoria de su identidad hacia una identidad mítica
maravillosa, que restaura, también efímeramente, un narcisismo siempre amenazado con
colapsarse.
II) La cuestión del placer. Ya en escritos anteriores abordé, con mayor detalle, la cuestión del
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placer en este tipo de pacientes (nuevamente, perversos, adictos, sociópatas, etc). Si bien el
concepto de placer en psicoanálsis nos remite al concepto de deseo, y éste es totalmente
diferente en Freud, Lacan o Guattari, por lo menos a nivel superficial podemos advertir dos
etapas en el relato de los actos perversos y los sentimientos que ellos le suscitan. En la
primera, los pacientes defienden la estética y la dicha de su sexualidad, frente a los
ataques moralistas de la sociedad que proyectan masivamente al psicoanalista. En la segunda,
cuando el trabajo interpretativo disipa la imaginarla antinomia entre un psicoanalista represor y
corrector frente a un paciente incomprendido en su exploración, se desnuda la verdadera
vivencia del acto: un mero alivio de tensiones, muy lejano a las idealizadas maravillas, y más
parecido a la relajación que uno siente cuando se quita un zapato de un número más chico
luego de haberlo usado muchas horas. En todo parecido a la ingesta de alcohol o droga en un
adicto consuetudinario. Creo que el placer intenso de los perversos es una fábula contestataria
que legitima y se usa para expresar heterogeneidad frente a un medio represivo que trató,
desde su niñez, de imponerle una normatividad asfixiante.
III) El fenómeno psicopatológico que yo llamo perversión es una variante de buena parte de las
psico o sociopatías. Más exactamente, lo considero estructuralmente isomórfico de las
adicciones (alcoholismo incluido) la mitomanía, las otras formas de impostura, la estafa, etc. En
otros términos, creo que los medios y órganos para la consecución del placer son distintos,
pero que los procesos psicopatológicos inconcientes son en extremo semejantes.
En primer lugar el tipo de relación de objeto. Pero esto requiere de una precisión. Diferencio,
reconociendo la paternidad de la idea a la escuela kleiniana, objeto externo, que es una
representación intrapsíquica, y, por lo tanto imaginaria, del mundo externo, de objeto exterior,
que es la persona real. Un sujeto hace una relación, un vínculo, con una persona real (cuando
Spitz o Mahler, por citar a dos de los autores en que se apoya Socarides, hablan del vínculo
con la madre, se refieren a la madre real, tal como la ve el investigador), pero ese vínculo
evoluciona en función de la representación intrapsíquica que de ella tiene. A esta
representación la llamamos objeto externo, que surge de la amalgama entre el objeto interno
(una imago inconciente repetitiva) y las vivencias que se producen en el vínculo. Coincido en
buena parte con el trasfondo inconciente que señala Socarides en las relaciones de objeto de
los perversos. Pero yo le agregaría un elemento constituyente: lo que Pichón Riviere llamó la
cosificación del vínculo. Para el perverso, el objeto exterior es una cosa, un ente cuyos
pensamientos y sentimientos, cuyos devenires y consecuencias, nada importan. Los objetos
exteriores están a su servicio, a la manera de los objetos desechables. Están para la
satisfacción de sus necesidades psicológicas, por lo cual, salvo en los casos de relaciones
homosexuales estables, son objetos con los que no hay otro tipo de ligazón, devienen
intercambiables y caen en el olvido.
La repetición. Los perversos son extremadamente fieles a su perversión. Diríamos que la
repiten incansablemente, sólo que la observación más detenida nos revela que aunque
efectivamente se cansan y muy al principio de su vida sexual, no pueden abandonar la
multiplicación minuciosa de un original. El acto perverso es lo opuesto a la invención y la
diversidad, es una defensa estereotipada, en el sentido psicoanalítico clásico, antinómica del
concepto gua-ttariano de línea de fuga o autopoiesis. Muy por el contrario, su símil más
cercano es la etapa Infantil en que el niño se hace repetir el mismo cuento sin tolerar que el
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relator introduzca la más mínima variación. Sobre los significados de esta sugerente conducta
también me extendí en otros escritos. Acá dejamos abierta una pregunta: ¿corresponde
esta monotonía a lo que Freud llamó compulsión a la repetición?.
La escenificación. Las psicopatologías que englobo junto con la perversión tienen una
característica distintiva: a diferencia de las somatizaciones, que exigen la presencia de un
cuerpo real o imaginario, o de los síntomas neuróticos o psicóticos, que existen como tales aun
en la ausencia de otros, estos sujetos necesitan imprescindiblemente la existencia de por lo
menos otra persona real y una ambientación que ellos crean. Nuevamente los límites de
espacio me impiden desarrollar acá estas ideas, que retomaré, muy sintéticamente, en los
apartados IV y VI.
La agresividad. Freud, aún antes de formular su teoría sobre la pulsión de muerte, señalaba
(único ejemplo concreto que da sobre la existencia de factores genéticos en la determinación
de la patología) que en los perversos había un "sadismo constitucional exagerado". Socarides
plantea el problema de la agresividad (correcta precisión semántica) en términos
exclusivamente de violencia manifiesta. Creo que hay que abrir la discusión en por lo menos
dos aspectos que, desde mi modesto punto de vista, son constituyentes del fenómeno a
estudiar. En primer lugar, la hipótesis freudiana de una fuerza entrópica (su definición de
pulsión de muerte), de disolvente de las estructuras o impedimento para su síntesis, causa de
patología por su misma acción obstaculizados de las funciones de integración psíquica. Es
indudable que en el análisis de estos pacientes nos encontramos con formidables barreras
para romper disociaciones, para lograr auténticos "insights", para cubrir las distancias que
separan la comprensión (¿?) intelectual de la compulsión a la exactuación (acting out). En
segundo lugar, el papel de la culpa es igualmente visible en el trabajo clínico. Si bien es
discutible la existencia de culpa en relación a los actos, por lo menos ésta es evidente en la
forma autodestructiva que asumen muchas de las sociopatías. ¿Cabría hablar de una pulsión
de muerte?
IV) Para mí lo fundamental es el trastorno de identidad. Vale la pena diferenciar el concepto de
identidad, tal como aparece en la literatura psicoanalítica clásica, que la concibe como una
estructura estática y repetitiva, del concepto guattariano de subjetivaciones, que alude al
proceso de construcción de múltiples desarrollos en constante transformación. Los
sociópatas, perversos incluidos, manejan (en realidad, son manejados) por una peculiar
disociación: su vida real la que consideran semejante a los demás, "adaptada" a los criterios de
la sociedad, es vivida como desangelada, carente de todo sabor, productora de poca ilusión, y
despojada de toda intensidad. Es una identidad demarcada desde su ideal del yo (concreción
de las normatividades socio-familiares). Esta es su identidad adaptada, frente a la cuál inventan
una identidad imposible, decantación de una identificación con un rol virtual, inexistente
entre los personajes reales de su familia, y que, míticamente, realizaría su yo ideal (el estado
superior de satisfacción narcisística). En el personaje en que se transforman durante su acto
sociopático se arriba, imaginariamente, a la ausencia de conflictos y a las altas intensidades
existenciales (no sólo ni primariamente placenteras). Este acto sociopático requiere
indispensablemente, de un "partenaire" y una ambientación. Ambos elementos servirán a los
fines inconcientes últimos: la identificación proyectiva de su parte débil y repudiada del conflicto
infantil pre-edípico en el socio y a la producción de una escena simétrica invertida en relación
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con aquélla de la cuál quiere huir y que significaría la disolución del yo, la refusión con la
madre, la emergencia de la psicosis, el derrumbe de su narcisismo. El exhibicionista que busca
asustar a la "niña inocente", el mitómano que procura apantanar con sus historias a
su interlocutor (crédulo o incrédulo), el estafador o el seductor compulsivo que disfrutan de la
burla que ocasionan, o el alcohólico que luego de unas copas se vive valiente, ocurrente o
amenazador frente a un otro real o simplemente fantaseado, difieren en función del órgano
utilizado, del tipo de escenificación o de la necesidad de una ayuda química externa, pero todos
ellos siguen el patrón inconciente que apuntáramos. Esto es, para tas fragilidades
del narcisismo amenazado, se recurre a una serie de prótesis químicas, humanas o
sociales. Curiosa relación intersubjetiva que, por ejemplo, en el caso de la homosexualidad o
el sadomasoquismo, se da en el seno de un vínculo donde cada uno de los
integrantes proyecta en el otro un personaje de su historia e imagina una ambientación,
de modo tal que, para una análisis más sutil, se llegan a configurar cuatro personajes distintos
interactuando en dos escenas diferentes.
V) Entiendo que soslayar la importancia de lo social (más abarcativo que lo cultural) es mutilar
a nuestro arsenal teórico de una serie de determinaciones básicas para entender las causas y
la extensión del fenómeno a estudiar. Un simple análisis de los datos socioepidemiológicos nos
indica que todas estas psicopatologías varían sustancialmente en función de las culturas, los
estratos sociales y los momentos históricos. En el caso de las perversiones debemos
discriminar las diferencias de prevalencia de las diferencias en las permisividades sociales.
Obviamente, en la época en que los perversos eran quemados en la hoguera o marginados de
la vida social, la ocultación era una necesidad de supervivencia. Pero, más allá de la reacción
social frente a la sociopatía estructurada, la cultura juega un papel determinante en la
causación de la misma. Por lo menos es indudable su rol en los siguientes órdenes de
fenómenos:
-la producción de carencias subjetivas, lo cual producirá fuertes vivencias de inferioridad
psíquica y marginación social. El mundo interno inconciente de estos pacientes es un desierto o
un cementerio. Podemos decir que asistimos a un proceso de producción de desesperanza.
-la oferta de satisfactores para esas carencias. Satisfactores "legales", y, por ende,
manifiestos, como en el caso de las adlcciones permitidas (alcohol, psicofármacos, etc), o
satisfactores míticos, que, por su misma prohibición, devienen en "maravillosos". Tal el caso de
la sexualidad más prohibida, las drogas ilegales, la superioridad del que miente, etc.
-los niveles de represión y ritualización de la vida social, particularmente de represión del
disenso, de la originalidad y de la diversidad. Los extremos en estos términos, tanto en la
normatividad rígida como en la anomia, son los caldos de cultivo más fértiles para las diferentes
formas de sociopatía. Esto es fácilmente demostrable con números.
-la sociopatía es una defensa psicopatológica sustitutiva/restitutiva. Por consiguiente, es una
forma de incluir (restituir) a amplios sectores marginados de los circuitos centrales de
producción-consumo en algún circuito secundario, que va a implicar una menor cuota de
alienación social a costa de una mayor cuota de alienación individual.
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VI) La característica de todos estos actos (perversiones, adicciones, etc) presupone un
mecanismo metapsicológico diferente, totalmente novedoso y específico. La observación
clínica nos introduce a un mundo psíquico muy peculiar: estos sujetos creen parcialmente el
mito que construyen, en la medida en que manipulen a otro que lo cree más cabalmente, y en
la medida en que nadie los presione a realizar una lectura de la realidad. En otras palabras,
están a mitad de camino entre el delirio y la mentira, basculan constantemente entre el nivel
conciente y el inconciente. Dicho de otra forma, si hacen creer a alguien su ambientación, y lo
hacen jugar un papel en ella, llegan a creer, transitoriamente, en la verdad de su tramoya.
Como decíamos en otro escrito: "...son artesanos en el difícil oficio de ser dramaturgo,
escenógrafo y actor al mismo tiempo. Y hacer actuar a los demás una obra no conocida ni
ensayada".
Este mecanismo de defensa es diferente del proceso señalado por Freud como escisión del
yo, del falso self de Winicott, del registro de lo imaginarlo en Lacan o de lo descrito por
Kernberg para los estados fronterizos. Difiere de todos ellos en varios aspectos: todos los
señalados son mecanismos inconcientes, en cambio el que nosotros planteamos oscila entre
ambos sistemas. Por otro lado, otra singularidad de este mecanismo de defensa es la
necesidad de un otro, perfectamente identificado en el espacio extrapsíquico, para que la
defensa cumpla su función dentro de la economía intrapsíquica. En tercer lugar, esta
defensa constituye una síntesis muy peculiar de ciertos elementos que la cultura sitúa en el
espejismo de lo maravillo y simultáneamente condena moralmente.
A esta defensa, que se caracteriza por el pendular rápido e intermitente entre conciente e
inconciente, y que envuelve y necesita del soporte externo (intersubjetivo o químico), que oscila
entre creer y mentir, actuar y vivir, y que supone un borramiento selectivo y fluctuante entre
proceso primario y secundario, la he denominado fabulación-convicción.
A lo largo de las páginas precedentes he aludido a escritos previos. En tanto los conceptos
han sido abordados en varias publicaciones, prefiero hacer un breve listado de las mismas, en
las cuáles el lector interesado podrá encontrar una ampliación de los conceptos citados:
Matrajt, M.: Freud, la dolores y el marqués, en Cuadernos del área clínica. No. 17, Monterrey,
1992.
Matrajt, M.: La salud mental pública, UAEM, Cuemavaca, 1992.
Matrajt, M: "Parejas" en Subjetividad y Cultura No. 5, México, 1995.
Matrajt, M: Saúdeloucura, a clínica como ela é. Editora Hucitec, Sao Paulo,
1997.
Miguel Matrajt
¿ES VIGENTE LA NOCIÓN DE PERVERSIONES DE FREUD?
Las perversiones sexuales se definen, en lo sintomático y descriptivo, por la aparición y
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permanencia de ciertos componentes parciales de la sexualidad pregenital que se autonomizan
y adquieren predominio sobre la genitalldad adulta. Freud las clasificó en dos grandes tipos: (a)
las que implican una desviación de la meta sexual (por ejemplo transgresiones anatómicas
o substitución de la descarga final por los preliminares del coito), y (b) las que implican una
desviación del objeto sexual (por ejemplo homosexualidad o fetichismo)
Si la descripción del fenómeno y su clasificación se ha mantenido en lo esencial sin
alteraciones, no ha sido igual en cuanto a las formulaciones teóricas que buscan su
comprensión.
Kernberg menciona tres grupos de formulaciones teóricas que nosotros hemos extendido a
cinco. Veamos.
(1) La primera concepción, la freudiana, es resumida por Kernberg así: Según esta teoría una
pulsión sexual parcial infantil (oral u anal) sirve como defensa contra un conflicto neurótico
subyacente, es decir, el conflicto de Edipo irresuelto. Para este modo de ver, que subraya la
posición central de la angustia de castración y el complejo de Edipo en su etiología, la
perversión es una defensa. Este autor se apresura a destacar que esta concepción tradicional
sigue siendo válida en pacientes que presentan una organización neurótica de la personalidad
y narcisismo infantil normal, pero no cuando hay una organización límite de la personalidad y
narcisismo patológico.
(2) La perspectiva lacaníana, por lo menos tal cual la expone Joël Dor (1987), cierra aún mas
esta primera concepción al establecer a las perversiones sexuales como una estructura. Claro,
entendida la estructura desde una perspectiva lacaniana, es decir, como la circulación
intersubjetiva de los deseos que establecen en cada sujeto formas estratégicas particulares
que son las que permiten definir su específica psicopatología. Esta definición lacaniana de
la estructura resulta distinta a la freudiana que siempre remite, así sea tácitamente, a
la metapsicología. Y es distinta también a la concepción estructural de autores modernos
(como Kernberg en EE.UU. o Bergeret en Francia) que suelen utilizar una perspectiva
multidimensional que incluye, por ejemplo en Bergeret, el nivel sintomático, las defensas, las
angustias predominantes, así como el tipo de relaciones de objeto (preedípicas o edípicas)
(3) Una tercera concepción es la desarrollada por los teóricos británicos de las relaciones de
objeto (Fairbain, Klein, Winnicott) quienes, de acuerdo a la síntesis de Kernberg difieren del
pensamiento freudiano "en tanto subrayan la contribución crucial de los conflictos preedipicos,
en particular la agresión preedípica en la etiología de las perversiones, pero continúan
enfatizando la importancia de la angustia de castración en el bloqueo del pleno desarrollo de la
sexualidad genital. La teoría explica la angustia de castración intensa, la incapacidad para una
identificación normal con el progenitor edipico del mismo sexo y la inhibición del acercamiento
sexual a un objeto del sexo opuesto como derivadas de la agresivización de la relación edípica
positiva y negativa y de la acentuación fantástica del miedo a la castración, mientras la
sexualidad genital se vuelve receptora de la agresividad preedípica desplazada."
(4) Otra concepción de la psicodinámica de la perversión es la expuesta por diversos
psicoanalistas franceses de orientación neo-freudiana, entre ellos Chasseguet-Smirgel,
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Braunschweig y Fain, Grunberger, McDougall y Lussier.
En este enfoque es de fundamental importancia el concepto de analización regresiva ya que,
destaca Chasseguet-Smirgel, "el universo anal puede considerarse un bosquejo preliminar del
universo genital" y, así, permite la renegación de las diferencias entre los sexos ("igualdad"
anal de los sexos en contraste a la diferencia genital) y las generaciones (el falo fecal borra las
diferencias entre el pene del niño pequeño y el pene del padre, lo cual permite mantener la
ilusión del emparejamiento con la madre), para enmascarar todo esto se produce un proceso
de idealización de la analidad, con una aceptación simbólica de los aspectos estéticos y
formales del arte, la naturaleza, los objetos físicos y las personas, así como la idealización de la
perversión específica del sujeto. Para mantener esta perspectiva, reconociendo al mismo
tiempo la realidad, se echan a andar complicados mecanismos defensivos que implican la
escisión superpuesta a la represión.
La opinión de Kernberg es que "la concepción francesa de la perversión reafirma el énfasis
freudiano en la centralidad del complejo de Edipo y la angustia de castración como
determinantes de la regresión defensiva a una pulsión sexual parcial, pero también
subraya el complejo de Edipo arcaico vinculado a la relación primaria con la madre. Se podría
pensar que ésta es una versión modificada del modo de ver inglés, con particular énfasis en la
renegación defensiva de las diferencias entre los sexos y las generaciones y la idealización de
la analidad."
Agrega su opinión de que los casos de perversión estable y organización limite de la
personalidad presentan, típicamente, la dinámica descrita por las escuelas inglesa y francesa,
con centralidad de diferentes aspectos de estas constelaciones dinámicas que varían de
individuo a individuo. En general, en ellas se encuentra la misma condensación de conflictos
edipicos y preedípicos, con el predominio de la agresión preedípica, característicos de
la organización límite de la personalidad.
En cuanto a la psicodinamia planteada por Chasseguet-Smirgel la encuentra correlacionada
con la estructura narcisista de la personalidad, particularmente con los casos de narcisismo
maligno que suelen acompañarse del despliegue pleno de un "universo anal" regresivo.
(5) Y así llegamos a la quinta conceptualización representada por los autores norteamericanos
que venimos comentando, Kernberg y Socárides, cuya originalidad es plantear que no basta
con abordar la estructura del síntoma perverso (como se propone en el en enfoque lacaniano)
sino que hay que ubicaría en relación a la estructura de personalidad del sujeto perverso que
puede corresponder a alguno de los tres grandes niveles: edípíco (neurosis), preedípico de
nivel 1 (narcísistas y fronterizos "objetales") o preedípico de nivel 2 (fronterizos y narcisistas
"simbióticos", narcisismo maligno)
Esta perspectiva se convierte, así, en integradora de varias de las concepciones mencionadas
(con excepción de la lacaniana) permitiendo, además, un manejo clínico mas especifico y
promisorio de cada caso singular. Por supuesto su posición es completamente opuesta a la
lacaniana, que propone la existencia de una estructura perversa única. En el enfoque
americano se establece la existencia de múltiples tipos de perversos, ya que para su
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diagnóstico y tratamiento se consideran tanto el tipo específico de perversión como la
estructura de personalidad del sujeto. Socárides enfatiza:
"Podemos concluir que el cuadro clínico de la actividad perversa, por sí solo, no describe
necesariamente y de forma certera el origen del mecanismo concreto que la produce. Esto
requiere un estudio de las etapas del desarrollo por las que el individuo ha pasado, así como
del nivel de fijación, el estado de las relaciones objetales y el de las funciones yoicas."
Este autor establece tres principales formas de actividad perversa; (1) la perversión edipica, (2)
la perversión preedípica, y (3) la esquizoperversión (la coexistencia de la perversión con la
esquizofrenia)
"En el tipo preedípico mas moderado (tipo 1), un aparente cuadro clínico de conflictos edípicos
puede ocultar conflictos preedípicos mas profundos e importantes, y en éstos la regresión no
implica un trastorno severo de las relaciones objétales ni de otras funciones yoicas. En el tipo
preedipico mas severo (tipo II), las fijaciones preedípicos son de importancia primordial y
dominan permanentemente la vida psíquica del individuo, así como la búsqueda de una
identidad y un yo cohesivo. El conflicto edípico y el temor a la castración defienden de temores
mas profundos, y las fantasías preedípicos defienden de la emergencia de elementos edípicos.
Siempre existe una interacción entre ambos.... La forma edipica parte de los temores a la
castración y del no haber resuelto el complejo de Edipo, lo que conduce a adoptar una posición
edipica negativa y a una regresión parcial a los conflictos anales y orales (una regresión
preedípica parcial) . En la homosexualidad el varón asume el papel de la mujer en relación con
el padre (otro hombre); la mujer asume el papel del varón en su relación con la madre (otra
mujer)
Para este autor el conflicto preedípico es el básico, y de no existir no se formaría ninguna
perversión bien estructurada. Por ello, ... "los síntomas edípicos perversos constituyen una
forma diferente de la perversión, que puede ser tratada en forma similar a las neurosis y puede
ser llamada conducta perversa. La conducta perversa ocurre como consecuencia de una
regresión temporal y no representa una fijación primaria y un fracaso en el desarrollo..."
Con este enfoque multidimensional los diagnósticos son del siguiente tipo, como ejemplos:
homosexual edípico; homosexual preedípico tipo I con trastorno narcisista de la personalidad;
homosexual preedípico tipo II con trastorno fronterizo de la personalidad; e igual para otro tipo
de perversiones.
Además de la parte teórica, el libro de Socárides tiene una amplia e interesante parte clínica
que se acompaña de una riqueza excepcional de viñetas de casos clínicos. La sola enunciación
del índice lo muestra; "Un homosexual preedípico tipo II con trastorno narcisista de la
personalidad: el caso de Willard", "La crisis de la subfase de acercamiento en un
homosexual narcisista preedípico tipo II", "Padres que abdican, hijos homosexuales: dos
ejemplos clínicos", "El fetichismo: el caso de Calvin", "El transexualismo: el caso de VictorValerie", "El transvestismo: el caso de Alfred". "Psicoanálisis de una perversión masoquista: el
caso del Dr. X", "La escopofilia: el caso de Martin", "La paidofilia: el caso de Jenkins", etc.
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Kernberg, por su parte, destaca la importancia que para el pronóstico tiene el nivel evolutivo y
la integración de las funciones del superyo.
En cuanto a la homosexualidad considera la misma amplitud de espectro: "Parece estar
llegándose al consenso de que no existe sólo una homosexualidad, sino todo un espectro de
patología homosexual, paralelo al de otras perversiones. En el extremo mas sano de ese
espectro la homosexualidad se presenta con capacidad para la integración de los impulsos
genitales y tiernos en la misma relación objetal, y tiene las características de exclusividad y
rigidez típicas de otras perversiones. Asimismo, en teoría, los impulsos homosexuales también
deben formar parte de la pauta disponible de fantasías y conductas perversas, de la sexualidad
normal."
Socárides parece homologar la cura con el cambio de objeto sexual y la resolución de los
tempranos conflictos preedípicos: "El síntoma perverso solamente desaparecerá por medio de
la curación de la alterada identidad sexual del paciente y su imposibilidad de separarse de la
madre preedípica. A medida que supera algunas de sus dificultades, el paciente comienza a
tener impulsos heterosexuales. Tales impulsos y actos representan un logro en su desarrollo y
deben ser alentados cuando aparezcan..." "Todos los pacientes perversos reviven un conflicto
de relaciones objetales que gira en torno de la ansiedad y la culpa relacionadas con el fracaso
en la diferenciación sujeto-objeto y la separación de la madre.. En estos pacientes existe un
conflicto intrapsiquico en torno a un deseo y un temor de «refusión con el objeto»."
En cambio Kernberg establece una postura de neutralidad técnica en la cura de los perversos:
"Me parece esencial que el analista que trata pacientes con perversiones bien estructuradas,
sea en el nivel neurótico o en el nivel limite o narcisista, mantenga una actitud de neutralidad
técnica en cuanto al carácter final de la orientación sexual del paciente... Es esencial permitir
que el paciente determine su propia orientación sexual y elección de objeto. El hecho de que el
analista respete auténticamente la libertad del paciente para definirse como homosexual o
heterosexual, o solo manifieste hacerlo de labios para afuera, puede Influir de modo crucial en
la naturaleza y utilidad del tratamiento analítico. Quizás el analista tenga que liberarse de un
prejuicio convencional que probablemente aplique en situaciones distintas de la psicoanalítica.
La libertad del analista para experimentar sus propias tendencias sexuales perversas
polimorfas en las reacciones emocionales al material del paciente, para identificarse con la
excitación sexual de éste y con la de su objeto como parte del flujo y reflujo de la
contratransferencia, puede ayudar a sacar a luz las fantasías primitivas del paciente vinculadas
a los determinantes preedipicos de la sexualidad perverso-polimorfa; de otro modo esas
fantasías permanecerán disociadas, reprimidas o incluso suprimidas concientemente."
Para la teoría psicoanalítica y la práctica psicoterapéutica son de suma importancia las
polémicas contenidas aquí:
¿Hay una estructura perversa de una forma similar a como hay una estructura neurótica?
Mi experiencia personal es que no, que las perversiones sexuales son síndromes que como
tales tienen una particular organización psicodinámica, pero que es un exceso llamar a esto
una "estructura" comparable a reales estructuras de personalidad como la neurótica. Es decir,
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se está cayendo en una comparación inadecuada ya que la organización sindromática de
las perversiones sexuales no corresponde al mismo tipo lógico, al mismo nivel jerárquico, que
las estructuras neuróticas o psicóticas, por ejemplo. Hasta el momento actual las únicas nuevas
estructuras de personalidad descubiertas por la investigación psicoanalítica e incorporadas a la
psicopatología dinámica son, además de las clásicas neurosis y psicosis, los trastornos
preedipicos narcisistas y fronterizos (o limítrofes o border-line) en quienes se alojan los distintos
tipos de perversiones sexuales. Algo parecido sucede en el caso del alcoholismo y las
adicciones donde el empeño de algunos investigadores por encontrar "la personalidad
alcohólica" o "la personalidad adicta" ha conducido siempre al fracaso.
Considerar las cosas de esta manera tiene, además, grandes repercusiones en la práctica
clínica, permitiendo realizar un abordaje psicoterapéutico mas preciso y eficaz.
Por otra parte, si la psicopatología dinámica moderna contempla sólo tres estructuras de
personalidad básicas (con sus subdivisiones) que a veces se presentan en estado "puro" y a
veces acompañadas de síndromes diversos, como perversiones sexuales o adicciones,
tenemos que establecer una mayor claridad en los fenómenos psicodinámicos que determinan
una u otra secuencia de desarrollo. Por ejemplo la combinación de fuerte apego madre-hijo con
ausencia o ineficacia paterna correlaciona con trastornos fronterizos y también con algunos
tipos de perversiones sexuales ¿qué es lo que determina, psicodinámicamente, que en un caso
sólo se produzca el trastorno fronterizo y en otro, además, una perversión sexual? En este
caso la diferencia parece estar, para el caso de la perversión sexual, en el agregado de
una carga de seducción y erotización por parte de la madre o su subrogada. ChasseguetSmirgel lo describe con las siguientes palabras:
"Se ha apuntado a menudo en la etiología de las perversiones la muy frecuente actitud de
seducción y de complicidad de la madre hacia el hijo. Por ejemplo, R. Bak (1968) se extiende
sobre la seducción del futuro perverso por la madre, sobre la relación incestuosa que ella
establece, y sobre el padre a quien ella convierte en «un extraño, un outsider, una
cantidad desdeñable». Mi clínica personal confirma por entero esa observación. Es fácil que
los perversos digan: «Yo no me vi obligado a tomar el lugar de mi padre, siempre lo ocupé», o
que cuenten que su madre los recibía en su lecho mientras el padre dormía en el comedor, o
incluso recuerden escenas en que ella se desvestía en su presencia, los besaba en la boca, les
manifestaba una adoración de todos los instantes que se traducía en caricias, palabras
tiernas, una intimidad espiritual aliada a una promiscuidad corporal inhabituales. Estos
intercambios intensos entre madre e hijo parecen efectuarse en circuito cerrado, un circuito del
que el padre está excluido. Freud (1931) en su escrito «Sobre la sexualidad femenina», dice
que « toda vez que interviene una seducción, por regla general perturba el decurso natural de
los procesos de desarrollo; a menudo deja como secuela vastas y duraderas consecuencias».
Para nuestro asunto, lo que me parece importante es que todo ha ocurrido como si la madre
hubiera empujado a su hijo a engañarse haciéndole creer que él, con su sexualidad infantil, era
para ella un compañero perfecto, que en consecuencia nada tenía que envidiar a su padre,
deteniéndolo de este modo en su evolución. Su ideal del yo, en lugar de pasar a investir al
padre genital y su pene, quedará en lo sucesivo adherido a un modelo pregenítal... Lo que
cuenta, desde luego, es que esta ilusión se mantenga. Ella (la ilusión de que el perverso es
un compañero adecuado para la madre, y un día la poseerá) es revivida en la transferencia. Un
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enfermo perverso creía (esto no era del orden de la fantasía) que el análisis culminaría en una
relación sexual entre él y yo....
Finalmente, es de desear que nuestra base empírica aumente y que, al igual que Socárides,
otros autores compartan su material clínico y su conceptualización del mismo, de manera que
tengamos cada vez mas precisados los factores psicodinámicos diferenciales que determinan
los distintos tipos de perversiones sexuales.
Mario Campuzano
Bibliografía adicional
BERGERET, Jean (1974). La personalidad normal y patológica. Gedisa, Barcelona, 1980.
CHASSEGUET-SMJRGEL, Janine (1975). EL El ideal del yo. Ensayo psicoanalítico sobre la
«enfermedad de idelidad». Amorrortu, Bs. Aires,
DOR, Joél (1987). Escritura y perversiones. Gedisa, Bs. Aires, 1988.
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