AMOR O MACHISMO? Sobre “Te doy mis ojos” de Icíar Bollaín Por

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AMOR O MACHISMO? Sobre “Te doy mis ojos” de Icíar Bollaín Por
AMOR O MACHISMO?
Sobre “Te doy mis ojos” de Icíar Bollaín
Por Péter Szil
www.szil.info/es/publicaciones/amor-o-machismo-sobre-te-doy-mis-ojos-de-iciar
Dice Elvira Lindo ("El mensaje", EL PAÍS 15-10-2003) que la película
Te doy mis ojos de Icíar Bollaín "no es un docudrama sobre la
violencia, es algo mucho más complejo. Asombrosamente hay amor en
los personajes. Amor equivocado, turbio, contaminado por los
complejos, por la ira, por la sumisión. [.] El miedo de ella, la ira de él,
nos hacen volver a casa sobrecogidos."
Soy psicoterapeuta, comprometido desde hace años con la lucha
contra la violencia masculina contra las mujeres y los niños. En
programas de concienciación dirigidos a estudiantes de secundaria he
utilizado varias veces un corto anterior de Icíar Bollaín, protagonizado
también por Luis Tosar, que se llama precisamente Amores que
matan. Por eso he aguardado con expectaciones el largometraje Te doy
mis ojos y, de hecho, el emocionante retrato psicológico de la mujer
maltratada, de su entorno personal y del maltratador me ha dejado
sobrecogido también a mi. Sin embargo me decepcionó la manera de
desarrollar el argumento de una posible terapia para maltratadores,
tema del cual Amores que matan trata casi exclusivamente y que
constituye el tercer "protagonista" de Te doy mis ojos.
En Amores que matan el maltratador está internado (o sea alejado
de su víctima) en un Centro de Reeducación de Agresores. La película
deja bien claro que tal centro es pura ficción (a diferencia de la
existencia de mujeres maltratadas y asesinadas, que es pura realidad)
y sirve como marco para dibujar perfiles de los hombres que ejercen
violencia. Ese dibujo, junto a la trágica ironía del título, hacen de
Amores que matan un material muy útil para discutir sobre los roles
de género que son el caldo cultivo de esa violencia. La esencia de la
misma queda resumida en la última frase del corto, pronunciada de
hecho por un hombre entrevistado por la calle: "no es que [el
maltratador] esté enfermo y cuando le dan estos ataques pega a su
mujer [.]. Es un señor [.] que domina su casa, domina sus muebles y
dentro de sus muebles está incluida su señora, pues la puede tratar
como a él le da la gana."
El largometraje transmite sin embargo la idea de un modelo
terapéutico ya establecido y, a juzgar por los resultados que se ven,
totalmente inútil. Ese modelo se limita a apelar a la racionalidad y la
fuerza de voluntad del maltratador. Éste sigue conviviendo con su
mujer e hijo y acude al psicólogo en régimen de ambulatorio, con lo
que convierte a su mujer (desasistida y sin protección) en campo de
prueba de unas técnicas conductistas para controlar la ira. Me causa
una profunda pena en mi triple condición de espectador, hombre y
psicoterapeuta que sólo la hermana de la mujer maltratada sea capaz
de pronunciar con claridad la idea de que "quien te ama, no te
maltrata", mientras el psicólogo no tiene palabras para señalar el
verdadero contaminante de cualquier amor: la intolerancia a la
igualdad.
Péter Szil, Alicante

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