Novela Policial El Angel de la Muerte _V_1.9
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Novela Policial El Angel de la Muerte _V_1.9
El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Esta es una versión digital del libro (1.9), hecha para su LIBRE y GRATUITA difusión en formato digital. No se permiten agregados al texto original. Se autoriza, compartir, prestar el archivo y/o distribuirlo gratuitamente, siempre y cuando ninguna de todas las actividades antes mencionadas involucre lucro. Antes de decidir imprimir estas 175 páginas vale la pena realizar el cálculo del costo de esa cantidad de papel sumado al costo de un cartucho de tinta de impresora y Atte, Dan Blue compararlo con el precio de venta del libro impreso original. Página 1 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue “I keep thinking about that little sparkle in your eyes. Is it a light from the angels, or your devil deep inside?” “Heartbreaker” – PINK Traducción aproximada: “Sigo pensando en ese destello de tus ojos. ¿Es una luz de ángeles o tu profundo diablo interior?” Página 2 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue ADVERTENCIA PARA UNIFORMADOS: Este párrafo está destinado a todo POLICIA, GENDARME o cualquier otro OFICIAL DE LA LEY que quiera cumplir apropiadamente su función. Si comienzan la lectura de este libro, se les sugiere encarecidamente que antes de llegar al capítulo 4, hayan visto antes la película “Infierno al Volante” (Título original: Drive Angry ) protagonizada por Nicolas Cage y dirigida por Patrick Lussier. ADVERTENCIA PARA POTENCIALES SUICIDAS: Si alguien lee estas líneas, estando en un estado de vida que considera miserable, no piense que aquí hallará un modo de salida de su infortunio, pues lo más probable es que, si intenta quitarse la vida, no solo muy probablemente fracasará en su intento, sino que además descenderá a un nivel inferior de su infierno, donde sus padecimientos anteriores parecerán una dicha al compararlos con su nueva realidad. Para estas personas quizás aplique aquella frase que dice: “La salida es Ezeiza” (Ezeiza es un aeropuerto internacional de la Argentina, puerta de salida al extranjero) Twitter: @_Dan_Blue E-mail: [email protected] Página 3 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue “El Ángel de la Muerte” INDICE: Sinopsis: (Contratapa) .............................................................................................. 5 Prólogo: Mensaje a las generaciones futuras............................................................ 6 Capítulo 1: Tarde de domingo. ............................................................................... 10 Capítulo 2: Una noche cualquiera. ......................................................................... 13 Capítulo 3: Un día agitado...................................................................................... 16 Capítulo 4: Decisiones violentas ............................................................................ 20 Capítulo 5: Una serie de ejecuciones...................................................................... 23 Capítulo 6: Imaginación y ciencia .......................................................................... 27 Capítulo 7: Mercado negro ..................................................................................... 36 Capítulo 8: Durmiendo con el enemigo.................................................................. 41 Capítulo 9: La calma que precede a la tormenta .................................................... 54 Capítulo 10: El juicio final ..................................................................................... 63 Capítulo 11: El discípulo ........................................................................................ 76 Capítulo 12: Halloween .......................................................................................... 81 Capítulo 13: Blancanieve ....................................................................................... 94 Capítulo 14: Avispero revuelto ............................................................................ 106 Capítulo 15: Venganza ......................................................................................... 109 Capítulo 16: Emboscada....................................................................................... 122 Capítulo 17: Epifanías .......................................................................................... 151 Epílogo ................................................................................................................. 172 Página 4 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Sinopsis: (Contratapa) Página 5 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Prólogo: Mensaje a las generaciones futuras. El análisis de la historia pareciera indicar que la humanidad tiende a evolucionar de manera positiva, al menos en cuanto a la elaboración de reglas y normas de convivencia social. Es de esperar, con una cierta dosis de optimismo, que en un futuro no muy lejano, se hallarán soluciones apropiadas para los graves problemas que hoy azotan al hombre. Durante miles de años y hasta el final de la segunda guerra mundial, era costumbre entre los pueblos el invadir a los vecinos para saquear sus bienes y apoderarse de sus territorios. Al conformarse la ONU, las naciones acordaron no permitir más esta práctica vil, condenando socialmente lo que durante milenios había sido aceptado, aunque aun permanecen casos de sometimiento económico, existiendo incluso guerras por el dominio de recursos naturales no renovables o para mantener la supremacía de una determinada moneda. Otro ejemplo de evolución social es la esclavitud, práctica de la que aun subsisten algunos casos en manera ilegal y encubierta, pero que durante casi toda la historia fue considerada legal y era aceptada como válida por la sociedad. En el año 71 a.C. Espartaco estuvo a punto de fundar en la isla de Sicilia lo que habría sido el primer País del mundo basado en la igualdad de los derechos de las personas, en la prerrogativa de todos los hombres a ser libres, en la abolición de la esclavitud. Lamentablemente no tuvo éxito, y tras ser traicionado por unos despreciables piratas, cayó vencido ante las tropas romanas. Con la muerte de este esclavo tracio, quizás la figura más destacable que haya surgido de la humanidad, el mundo permaneció en la oscuridad durante casi dos milenios. No fue sino hasta el año 1789 que en Francia, en el artículo 2º de la declaración de los derechos del hombre, se declaró en forma un tanto abstracta el derecho a la libertad y en una convención celebrada cinco años más tarde se abolió la esclavitud. En Argentina, en 1813, la Asamblea del año XIII dictaminó que los hijos de esclavos nacidos en suelo argentino serían libres. En los EEUU, 52 años más tarde, Abraham Lincoln puso fin a la esclavitud en ese País. En el transcurso de estos casi 20 siglos, pasaron por este mundo variados líderes religiosos, cuyos actuales fieles representan a más de la mitad de la humanidad, pero a pesar de que varios de ellos se autodenominaron “La Luz del Mundo”, ninguno de ellos fue capaz de alumbrar a la raza humana ilustrando lo condenable que era la práctica de la esclavitud. No solo no la condenaban sino que la justificaban y avalaban en sus discursos. Es necesario aquí, aclarar que no hay intención de suprimir la navidad ni de herir la sensibilidad del cristianismo o la de cualquier otro credo. Lo anterior debe leerse como una invitación a ser capaces de examinar y analizar nuestra escala de valores, convicciones y creencias hasta sus mismas bases. Como solo un mero espectador externo de la fe cristiana, pero ciudadano al fin de la Nación Argentina, que sostiene en más de un aspecto a la versión más difundida del cristianismo nominal y respetando la voluntad ciudadana individual y colectiva de elegir un credo determinado, creo que sería justo que, como sociedad cristiana, nos preguntemos si hemos sabido interpretar correctamente las enseñanzas del Maestro Jesucristo. ¿Tenemos oídos para oír? Jesús nos enseñó: “A quien te hiera en una mejilla vuélvele también la otra” y también nos instruyó a dejarnos robar capas y túnicas, pero al parecer Jesucristo nunca dijo: “Al Página 6 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue que te mate un hijo, permítele que te mate otro” o “Al que te viole una hijita, permítele que te viole otra”. ¿Será posible entonces que, como sociedad cristiana, estemos confundiendo cachetazos con violaciones y homicidios? Si Cristo no ordenó a sus fieles que permitan la repetición de esos crímenes ¿en qué se basa entonces nuestro criminal y ridículo código penal? Después de 2 milenios, nada hemos aprendido y seguimos soltando a Barrabás para que apague la luz de la vida de nuestros jóvenes, niños, doncellas y ancianos, mientras que nuestros constitucionalistas, legisladores y jueces se lavan las manos como Poncio Pilato. Quizás por esto Gandhi dijo que los cristianos tenían un buen Cristo, pero que Cristo tenía muy malos cristianos. “Como a cristianos os hablo, juzgad vosotros lo que digo”. Buscando en Internet, puede descubrirse que nuestro idioma y al parecer también todas las lenguas humanas, carecen de un vocablo para denominar a quien ha perdido un hijo. Hablamos de orfandad cuando se pierde a los padres y viudez cuando se pierde a un cónyuge, pero no hay palabras que expresen la situación de perder a un hijo, cosa que difícilmente alguien pueda comprender sin haberla experimentado en carne propia. Algunos piensan que el vocablo “deshijado” define ese estado, pero el diccionario de la Real Academia Española refiere ese término a una eventual privación, que podría ser aplicable a una separación temporal a causa de la distancia pero suena a un cínico ultraje pretender usar esa palabra para hablar de la pérdida de un hijo por fallecimiento. Si Dios permitió solo una vez que los hombres maten a su hijo, ¿por qué nosotros permitimos que los violadores y asesinos de nuestros hijos repitan sus crímenes? Estos simples interrogantes talvez podrán ser mejor meditados por cualquier cristiano argentino, por más ignorante que sea, antes que por alguien que carece de fe. Volviendo al tema de las evoluciones sociales, podemos decir que en el siglo pasado, los arquitectos e ingenieros que dirigían la construcción de rascacielos, no tenían en cuenta la seguridad de los obreros, los cuales trabajaban sin arneses en las alturas. El valor de la vida humana era entonces un costo más de la obra, existiendo inclusive cálculos que estimaban que habría un muerto por cada piso que tuviera el edificio por encima del piso Nº 15. No fue un ingeniero o un arquitecto quien denunció la gravedad de estos hechos, sino un reportero llamado Charles Ebbets, quien arriesgando su propia vida tomó varias fotografías para llamar la atención de la sociedad sobre ese asunto. Su trabajo, que hoy permanece como un testimonio histórico, dio frutos y actualmente existen procesos de aseguramiento de la calidad bajo normas internacionales tendientes a salvaguardar la vida y la salud de las personas. Quizás en una sociedad evolucionada y mejor que la actual, este presente libro sea considerado aberrante por el hecho de referirse a crímenes, retratando lo peor de la actual conducta humana. Quizás en el futuro la ciencia logre, ya sea con una inyección, con una intervención quirúrgica o conectando unos electrodos al cerebro, solucionar y erradicar de los actos humanos las patologías presentes en un individuo que lo hacen capaz de cometer homicidios, violaciones y otros tipos de delitos que atentan contra la vida humana. Recientemente, científicos de Europa han encontrado relaciones entre características genéticas y la tendencia a cometer determinados crímenes, detallando lo que dieron en llamar “grupos de riesgo” recomendando una estricta vigilancia preventiva. Página 7 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Es posible quizás que en el futuro las soluciones puedan ser preventivas, definitivas, y que también ya no existan ni sean necesarias las cárceles. Para comprender el relato que narra este libro, es necesario ubicarse temporalmente en el año 2011 de la era cristiana, o año 2124 si los contamos desde el nacimiento de Espartaco, cuando es moneda corriente que se produzcan violaciones y homicidios por individuos que ya habían sido condenados por la “Justicia” por delitos semejantes. Los índices de reincidencia criminal correctamente elaborados y referidos a estas dos tipificaciones delictivas, superan el 50%. Vale decir, que al soltar a la sociedad a dos homicidas, automáticamente se está condenando a muerte a una víctima inocente que será asesinada por uno de ellos. No es cuestión de hacer futurología o de tener una bola de cristal. Es cuestión de atender a las leyes de la probabilidad y la estadística, utilizadas para tomar decisiones en casi todas las ciencias existentes, con la única excepción del derecho jurídico y procesal. No es necesario ser ingeniero para advertir que si un puente se cae por el efecto de una suave brisa, es porque estaba mal construido. No es necesario ser arquitecto para notar que una pared está torcida o “fuera de plomo”. No es necesario ser abogado para darse cuenta de que las innumerables víctimas de violadores y asesinos reincidentes, son consecuencia directa de la negligente decisión de la “Justicia” de soltarlos a la sociedad. Se habla de “Resocialización” o “Reinserción social” de los asesinos y violadores, cuando estando aislados en un ambiente seguro y controlado ya están insertos correctamente en el lugar social que les corresponde. La aplicación de esos conceptos desubicados y negligentes de la “Justicia” sencillamente cuesta vidas. Los juristas aplican aquí la Probabilidad en un sentido morboso: Saben que soltar 2000 asesinos derivará en 1000 nuevos homicidios, pero diluyen su “propio riesgo personal”, considerando que es muy baja la posibilidad de que ellos mismos o sus seres queridos, formen parte de ese nuevo grupo de víctimas. Después de todo, 1000 homicidios en 40.000.000 de habitantes implica un riesgo del 0.0025% de ser víctima. Parecería que en las facultades de derecho toman los cerebros vírgenes de los estudiantes, los pasan por una picadora de carne y mediante tecnicismos y bonitas frases en latín logran despojarlos de la objetividad, lógica, sentido común y quizás hasta de la capacidad de análisis, volviéndolos ciegos, cuales hamburguesas, ante la pérdida de vidas humanas que ocurren como consecuencia directa de las actuales leyes penales del País. No es de extrañar entonces que la única mejora que ha tenido nuestro sistema legal en los últimos cincuenta años haya sido originada por un ciudadano común, que no estudió leyes pero logró movilizar a la sociedad juntando más de cinco millones de firmas. Paradójica y tragicómicamente, quienes hoy son considerados figuras ilustres y referentes en cuestiones tocantes al derecho, hablan directamente de dejar en libertad a los criminales, priorizando reducir los costos del sistema penitenciario y pretenden además que la inseguridad que padece toda la sociedad sea cubierta por un manto de desinformación de parte de los medios de comunicación. No es cuestión de castigar sobremanera a quien ha delinquido, sino simplemente de evitar daños a la sociedad. Es cuestión de asegurar el “Bienestar General” consagrado en el Preámbulo de nuestra Constitución Nacional. Página 8 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Es cuestión de que nos importen las miles de vidas que se han perdido a manos de asesinos reincidentes cuando eso jamás debería haber ocurrido, pues se contaba con los medios para evitarlo. Lo que menos importa es la comodidad, satisfacción o insatisfacción del criminal, aunque si las celdas contaran con sauna, spa, piletas de natación climatizadas, servicio de masajistas, TV plasmas de 42”, equipos centrales de sonido y demás banales gustos semejantes, sería un incentivo para ser delincuente, pues sería el acceso a un nivel de vida superior al que tiene la media de la población. Lo triste es que aún con los controles existentes en el sistema penitenciario, dentro de los penales se siguen cometiendo homicidios y violaciones cuando esto podría evitarse con unas simples y básicas medidas. Resulta probable entonces que en el futuro, esta novela referida a temas seguramente ya superados y quizás hasta olvidados en el tiempo, sea equiparable a un cuento sobre cavernícolas intentando descubrir la forma de encender fuego o a unos trogloditas tratando de fabricar pintura para realizar unos gráficos rupestres sobre las paredes de una cueva. Página 9 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 1: Tarde de domingo. Los hermanos Blumberg nacieron una templada tarde del 30 de Octubre de 1983, en la clínica Bazterrica de la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Mientras los bebés nacían, en el País finalizaban los comicios electorales que habrían de consagrar como presidente de los argentinos al Dr. Raúl Alfonsín. En cierta manera, podría decirse que vinieron al País casi junto con la democracia. La madre bautizó a estos gemelos como Andrés y Daniel. El padre de ellos era entonces oficial de la Policía Federal Argentina, al igual que lo fue su padre (el abuelo de los bebés) y aunque entonces no lo sabía, habría de heredarles a los recién nacidos esta profesión. Andrés y Daniel cursaron juntos sus estudios no solo en la escuela primaria y secundaria, sino también en la universidad. Ambos se graduaron como abogados en la Universidad de Buenos Aires en el año 2005. Durante sus años de estudiantes, en más de una ocasión se habían repartido los temas de estudio sobre los cuales debían dar lección oral o algún coloquio y así uno de ellos rendía dos veces el mismo examen, representando al otro. Lo mismo ocurrió también con algunos exámenes finales de la facultad. Resultaba casi imposible distinguirlos si utilizaban el mismo peinado. Quienes los conocían, solían decirles que tenían un parecido con el actor Matt Damon, quien filmó la trilogía de “Jason Bourne” En el 2006 ambos ingresaron en la escuela de cadetes de la Policía Federal Argentina y una vez finalizados estos estudios, se graduaron como oficiales en el año 2008. Fueron destinados al escalafón de pericias en el caso de Andrés y de seguridad en el caso de Daniel. Desde entonces, Andrés cumple funciones en la sede central de la P.F.A, mientras que Daniel trabaja en la comisaría nº 44 del barrio de Liniers, ubicada a unas pocas cuadras de su casa en Versalles, por lo que suele ir caminando al trabajo. Al estar ambos licenciados en derecho, les resulta muy cómoda la comunicación con los fiscales y autoridades judiciales en las distintas investigaciones en las que participan. Andrés se casó en el año 2007 con Adriana Minolli, su novia de la facultad. Actualmente tienen dos hijos: Ludmila de 3 años y Ezequiel de 11 meses. Andrés y Adriana viven en un departamento en el barrio de Caballito. Todas las mañanas, él sale a trabajar a las 7:30 y las 8:30 llega Natalia, la niñera que cuida de sus hijos hasta el mediodía y así permite que Adriana concurra a su estudio legal, que tiene a medias con Graciela, también abogada como ella. Cuando Adriana era adolescente, un hecho trágico marcó a su familia para siempre. Un vecino de ellos fue asesinado y otro vecino acusó a sus padres y su hermano mayor como autores del hecho. Tanto sus padres como su hermano estuvieron presos tres años en forma preventiva, hasta que se comprobó que eran inocentes y fueron liberados. Esto afectó en gran manera a Adriana y la motivó a estudiar derecho y a encontrar su vocación en defender a cualquier procesado de un delito penal, velando por evitar decisiones arbitrarias de la Justicia que perjudicaran a gente inocente. Vale decir que en estos últimos años, Adriana se había especializado como abogada defensora en el fuero penal. Estadísticamente, una mínima parte de sus defendidos resultaba ser inocente, pero ella siempre ejercía su defensa creyendo firmemente en la inocencia de sus clientes. De esa forma evitaba el cuestionarse moral y éticamente sobre lo que implicaría el hecho de estar intentando defender a un culpable. En más de una ocasión, durante almuerzos o cenas familiares, Adriana, Andrés y Daniel han mantenido discusiones referentes al derecho procesal, la prisión preventiva, el Página 10 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue dictado de la falta de mérito y las medidas excarcelatorias que benefician a algunos delincuentes como las salidas transitorias, el arresto domiciliario y la libertad condicional. Adriana cree a ultranza en aquello de que las penas punitivas de la libertad tienen por objeto “enderezar al delincuente con el objetivo de lograr su reinserción social” en tanto que Daniel considera esa premisa un simple dislate y cree que el principal beneficio de una condena, es el salvaguardar a lo sociedad del accionar de los delincuentes, aunque sea por algún tiempo. Andrés por lo general tiene un punto de vista intermedio entre las antagónicas perspectivas de su esposa y su hermano. Los tres se conocen desde que eran estudiantes, y ya han entendido que tienen puntos de vista irreconciliables en algunos temas pero respetan mutuamente sus diferencias. Así y todo, surgen debates entre ellos, por lo general, cada vez que un hecho polémico toma estado público. La última vez que se suscitó una de estas situaciones, fue cuando Andrés y su familia fueron un domingo a comer un asado al duplex de Daniel. La noticia que copó la conversación en un principio, fue el reciente y polémico fallo de los camaristas Alejandro Villordo y Maria Silvia Oyhamburu que benefició con arresto domiciliario a un violador condenado a catorce años de cárcel, porque éste tenía título de ingeniero y según los citados jueces, gozaba de “buen concepto social”. Daniel exclamó indignado: “¿Cómo es posible que dos personajes como estos estén al frente de una Cámara Penal? ¡Es inaudito! Al morigerar la pena a este violador con arresto domiciliario junto con el beneficio de “salidas laborales”, la condena de este criminal se reduce a nada. Si un sábado a la noche lo encuentran en un boliche, puede alegar que concurrió a una entrevista con un cliente” Adriana respondió: “Lo que pasa es que aún no hay sentencia firme. El fallo de 1º instancia es de hace 7 meses, se presentó un recurso de apelación y aún no se expidió la Cámara de Casación. Aquí se morigeró la prisión preventiva, y vos sabés que ésta solo se dicta cuando se cree que hay riesgo de fuga del acusado” Daniel añadió: “Es una barbaridad que los violadores permanezcan en libertad luego de ser hallados culpables por los tribunales de 1º instancia. Deberían acceder a las apelaciones desde prisión. Además, en el caso de este ingeniero, cuando la sentencia finalmente quede firme, computarán este periodo como parte de la pena ya cumplida y esto, en esencia, resulta una burla al derecho” Adriana replicó: “Si los procesados fueran encarcelados desde el 1º fallo, nos arriesgaríamos a tener un mayor número de inocentes cumpliendo condenas. Hay fallos de primera instancia que están viciados de nulidad o tienen arbitrariedades. Las condenas tienen que ser revisadas. Yo prefiero mil veces tener un delincuente libre antes que un inocente condenado” Daniel dijo:”Yo prefiero mil veces un inocente condenado a un culpable libre. Un ladrón suelto puede cometer cientos de robos en un año. El que esté libre implica cientos de víctimas, mientras que si un inocente padece prisión injustamente, el daño se reduce a una sola persona y puede ser indemnizado” Página 11 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Adriana: “Mi familia fue indemnizada por haber sido víctima de privación ilegítima de la libertad, pero ese dinero jamás nos devolverá los años que perdimos y en los que no pudimos estar juntos” Andrés acotó: “Es evidente que toda valoración varía de acuerdo al cristal con que se mire. Nuestras propias experiencias personales nos definen en cierto sentido. A veces opinamos de una determinada manera, pero quizás pensaríamos distinto de tocarnos vivir esos hechos. Analizando el asunto objetivamente, puedo decir que el tener un sistema más “garantista”, responde en cierta manera a las limitaciones de nuestro sistema penitenciario y las cárceles desbordadas. No comulgo con la teoría de Zaffaroni sobre “el número máximo de presos” pero analizando el tema matemáticamente, si tuviéramos un sistema más estricto sería más oneroso e inviable que el que tenemos actualmente.” Daniel dijo: “Andri, sería lo último que nos faltaba. Que ahora vos defiendas las ideas de Zaffaroni. Bueno, vamos a lo importante: ¿A quién le sirvo bondiola?” Página 12 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 2: Una noche cualquiera. Daniel cumplía su trabajo en horario de oficina, es decir, de 08:00 hs a 18:00 hs. Mayormente se ocupaba de brindar asistencia en distintas investigaciones de los fiscales. En su vida privada, en el ámbito de lo amoroso, resultaba ser alguien bastante particular. Si bien tuvo muchos noviazgos desde su adolescencia, jamás encontró lo que algunos denominarían “su alma gemela”. Su relación más larga con una chica no llegó al año de duración. De momento no tenía pareja. Parecía que se le dificultaba establecer vínculos profundos. Todas sus anteriores relaciones resultaban similares en el hecho de haber sido superficiales y de basarse más que nada en el sexo. La mayoría de sus históricos amigos ya se habían casado y como consecuencia de eso, su trato con ellos fue más infrecuente y distante que cuando juntos disfrutaban del mismo estatus de solteros. Con sus 27 años a cuestas, ya no salía tan frecuentemente a bailar ni a jugar al fútbol los fines de semana. En lugar del fútbol, en los últimos años había descubierto el gusto por el wind-surf. Fin de semana por medio, solía ir a “Perú Beach” (Un complejo deportivo ubicado en Acasusso) a surfear un par de horas. Algo que le gustaba mucho a Daniel era estudiar. Disfrutaba el adquirir conocimientos sobre temas que le resultaban de interés. En el 2010 comenzó a estudiar Ingeniería Mecánica en la Facultad Regional Buenos Aires de la Universidad Tecnológica Nacional, cursando en el turno noche. De esta forma, su rutina semanal estaba bastante completa. Cuando salía de la seccional, se cambiaba el uniforme e iba con su moto, una Suzuki “Katana” de 750 cm³ de color azul, directo a la facultad. El Campus de la Universidad está ubicado en el barrio de Lugano, sobre la calle Mozart al 2300. Posee varios edificios y un amplio campo de deportes abierto a la comunidad. Los edificios de la UTN difieren bastante de los de la UBA. Su arquitectura carece de ese impresionismo y ornamentación que caracteriza al edificio de la facultad de Ingeniería de la UBA, por ejemplo, ubicada en la Av. Paseo Colón 750 La UTN es la única universidad del País con un carácter Federal, para lo cual cuenta con 33 facultades regionales distribuidas en todo el territorio nacional. Actualmente provee a la Nación del 60% de los ingenieros, y entre éstos, un 60% se gradúa en la Regional Bs. As. Los orígenes de la UTN se remontan al año 1948 durante el gobierno del general Juan Domingo Perón. Cuando fue creada, se denominó en principio “Universidad Obrera Nacional” La idea original era que se graduaran allí “ingenieros de fábrica”, provenientes de la clase obrera. Al derrocar los militares a Perón en 1955, quisieron poner fin a esta incipiente Casa de Estudios, pues consideraban que era pernicioso todo lo que Perón había hecho. Para esto el gobierno militar designó como decano interventor al Ing. Manuel Emilio Vallés, con la premisa básica de cerrar la Universidad. Una vez en su cargo, el Ing. Vallés se informó de las características del proyecto educativo, carente de intencionalidad política y con la clara misión de acercar la posibilidad de estudiar ingeniería a casi todas las ciudades del País. Página 13 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue De allí se convirtió en un defensor fundamental de la Universidad y abogó por su continuidad, desarrollo y crecimiento. En Octubre de 1959, por la Ley Nacional Nº 14.855, la “U.O.N.” adquirió el estatus de Universidad Nacional y pasó a llamarse con su nombre actual: “U.T.N.” El viaje hasta el Campus universitario desde Versalles es bastante directo. Daniel subía a la autopista General Paz a la altura de av. Rivadavia y desde allí iba rumbo al sur hasta la Autopista Dellepiane. Una vez allí enseguida llegaba hasta la salida de la calle Mozart, sobre la que se ubica la Facultad a unos 150m. Tenía unos 15 minutos de viaje en total. (8 minutos si estaba apurado) Además de su pistola calibre 9mm reglamentaria, Daniel poseía varias armas más. Tenia registrada a su nombre una pistola calibre 40, y también tenía dos armas sin papeles idénticas a las anteriores. Cuando iba a estudiar, solía llevar a la cintura, sobre su espalda, su 9mm “trucha” en vez de la reglamentaria. Lo mismo hacía cada vez que portaba un arma y no estaba de servicio. Nunca se preguntó en profundidad sobre el por qué de esto. Le parecía que así disminuía las posibilidades de sufrir el robo de su arma reglamentaria. En la puerta de la Facultad no había detectores de metal y nunca alguien dijo algo respecto a si se podía ingresar con armas al establecimiento o no. Daniel tampoco se ocupó de preguntar al respecto. En Abril del 2011, se encontraba cursando el 2º año de su nueva carrera. Un hecho llamativo fue que durante el año anterior, cursando química, había obtenido la información del profesor sobre cómo fabricar nitroglicerina y explosivos plásticos. Para fabricar nitroglicerina, bastaba con comprar ácido nítrico, ácido sulfúrico y glicerina en cualquier droguería y ponerlos a hervir. En estado gaseoso estos químicos se combinan y al condensarse, lo hacen formando nitroglicerina. Si este compuesto se mezcla con masilla, se obtiene un explosivo plástico similar al famoso C4. Esa operación es en extremo riesgosa y debe ejecutarse bajo una campana de seguridad, con pendientes muy suaves de los recipientes, donde las gotas del líquido no choquen contra las superficies, pues podrían explotar al hacerlo. Nunca se preguntó si esa clase de conocimientos podrían tener alguna utilidad para él, pero le interesaba de todas formas. Una noche como cualquier otra, volviendo de la facultad, siendo cerca de las 23:00 hs, estaba a unas cuadras de llegar a su casa cuando se detuvo ante un semáforo en rojo en la av. Juan B. Justo. Desde allí se observaba el estadio del club atlético Vélez Sarsfield, y al verlo se preguntó cuanto hacia que no iba a una cancha a ver un partido de fútbol. En eso estaba distraído cuando una moto con dos personas se detuvo a su derecha. Al instante, el acompañante sacó un arma y apuntándole le dijo: “Bajate de la moto”. Daniel atinó a levantar las manos despacio y le dijo, “tranquilo fiera, ya me bajo”. Colocó con el pie la pata de apoyo de la moto y comenzó a descender de la misma. El ladrón dijo: “Dame los papeles, dame la billetera” y Daniel comenzó a llevar despacio su mano derecha a su bolsillo trasero, donde tenía la billetera. Al mismo tiempo evaluaba la posibilidad de tomar el arma ubicada a su espalda y tratar de reducir a los delincuentes. En eso estaba cuando otras dos motos frenaron al costado y el conductor de una de ellas le dijo al que sostenía el arma: “Matalo que éste es un rati”. Página 14 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue “Rati” es una denominación despectiva que utilizan los delincuentes para referirse a los policías. De la misma manera también los suelen llamar “cobani” Días atrás, el motoquero que reconoció a Daniel (que en ese momento no llevaba casco) había estado demorado en la comisaría 44º y de allí fue que lo identificó. Sin tiempo para pensar, Daniel se arrojó al suelo justo a tiempo para evitar los disparos, tomó su arma y en un par de segundos abatió a los cuatro delincuentes. Siempre había demostrado tener una singular destreza en el manejo de las armas durante las prácticas en el polígono de tiro. Su rapidez y puntería eran envidiables, aunque esta era la primera vez en la que se encontró participando de un tiroteo real. Puesto en pie, se acercó a los dos primeros ladrones, que habían muerto al instante, y alejó con la bota el arma de ellos, un revolver calibre 38. Luego se acercó a los otros ladrones y constató que uno de ellos ya estaba muerto y tenía un arma escondida en su cintura, una pistola calibre 22, en tanto que el último de ellos agonizaba en el suelo y estaba desarmado. El ladrón sangraba por la boca y el pecho y se convulsionaba un poco. Se estaba muriendo pero utilizó su último aliento para maldecir a Daniel: “Ustedes son una lacra, malditos cobanis, hay que matarlos a todos” y enseguida murió. Daniel comenzó a llamar por celular a la seccional para informar los hechos, pero abortó la llamada. Acababa de matar a cuatro delincuentes, estando solo dos de ellos armados. Había utilizado una pistola sin papeles y pensaba que consecuencias le podría traer toda esa situación. De pronto se le ocurrió una rara idea, casi un impulso, y tomando un marcador que tenía en el bolsillo (lo había usado en la facultad para escribir en la pizarra) escribió en las frentes de los cuatro malvivientes una “X” y la palabra “CHORRO”. Acto seguido, tomó las armas de los delincuentes, se subió a su motocicleta y vio que el tanque de combustible había recibido un impacto de bala pasante de lado a lado en su parte superior, por lo que no perdía nafta. Aceleró y se fue a su casa, sin dar parte de lo ocurrido. En el pavimento de la avenida quedaron tirados las tres motos y los cuerpos sin vida de los cuatro ladrones. Una vez ya en su casa, Daniel se fue a la cama sin cenar. El sueño lo encontraría avanzada la madrugada, meditando en lo ocurrido. Página 15 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 3: Un día agitado Al día siguiente, Daniel se vistió con su uniforme como lo hacía cada mañana y emprendió el camino hacia la comisaría nº 44. Al doblar la esquina de la cuadra en la que está ubicado el establecimiento, comenzó a observar cosas fuera de lo común. En la puerta de la seccional, se encontraban unos diez periodistas. Algunos eran representantes de los principales medios gráficos y también estaban presentes dos móviles de la TV, pertenecientes a los canales “Crónica” y “TN”. La noticia de los cuatro delincuentes abatidos y con sus frentes escritas se difundió desde la medianoche a través de las agencias de noticias y acaparó instantáneamente la atención de los medios de comunicación. Alrededor de cinco minutos después del tiroteo, un automovilista que circulaba por la avenida se encontró con el fatal escenario y llamó al 911. En dos minutos arribó al lugar un móvil policial de la comisaría Nº 44 y los agentes que estaban de guardia cercaron el sitio hasta que llegaran los peritos para intentar obtener las evidencias y pruebas correspondientes. Ninguno de los delincuentes portaba alguna identificación, pero por sus huellas dactilares, ya se había logrado identificar a tres de ellos. Vivían en un barrio carenciado de La Matanza y tenían antecedentes por robo a mano armada y hurto de automotores. Uno de ellos cumplía actualmente una condena, pero había sido beneficiado con la libertad condicional una semana atrás. Las tres motos eran robadas. Dos de ellas tenían pedido de captura y carecían de la chapa patente de identificación, pero pudo determinarse que se trataba de unidades robadas por sus números de chasis y de motor, utilizando la base de datos del registro automotor. La tercera moto tenía patente, y había sido robada una media hora antes, cerca de la intersección de las avenidas Juan B. Justo y Santa Fe. La dueña de la moto era una chica de 19 años llamada Nadia, estudiante de veterinaria, que recibió un balazo durante el robo y murió unas horas después en el hospital. Los medios llenaban de preguntas al oficial a cargo de atenderlos. ¿Qué se sabía del autor de esas muertes? ¿Se trataba de algún otro integrante de la banda que había huido? ¿Se sabía la cantidad de los autores de los disparos? ¿Era posible que fuera obra de un oficial de la Ley? ¿Qué significaba el hecho de que los delincuentes estuvieran marcados en su frente? ¿Había algún antecedente similar?, etc. El subcomisario que atendía a los periodistas se limitó a decirles que aun estaban investigando y que no podía dar información al respecto. Estos hechos tuvieron amplia repercusión, inclusive en otros países, siendo publicados por el diario “El País” de España, “El Mercurio” de Chile y “El Nuevo Herald” de Miami en sus ediciones on line. Durante todo el día la noticia se repitió en los medios. En un noticiero, el reportero entrevistó a gente del barrio y les preguntó que opinaban de lo sucedido. Un vecino dijo: “Aplaudo a quien haya liquidado a estos chorros. Fue un acto de Justicia. Estoy seguro de que debe ser un policía o un gendarme. Lo que ocurrió es lo mejor que podría haber pasado. Estas ratas nunca más volverán a robar o matar. Si los hubieran apresado vivos, en poco tiempo estarían nuevamente en libertad, cobrándose más víctimas. Estoy contento de que hayan finalizado así. Gracias a este justiciero misterioso, hoy las calles son un poco más seguras que ayer. Se trata de un héroe”. Varias personas opinaban cosas similares. Página 16 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Una vecina se lamentó por los hechos acontecidos, diciendo: “Es una gran tristeza que haya jóvenes que eligen el camino de la delincuencia como forma de vida. Quien mal anda mal acaba”. “Crónica” fue el primer medio en apodar al autor de los disparos. Lo llamó “El ángel de la muerte”, por la referencia a los escritos bíblicos del Apocalipsis, donde se diferencia a los que van a ser ejecutados de quienes van a sobrevivir con una marca puesta por ángeles sobre sus frentes. Obviamente, la intención era volver la noticia más “marketinera” y tratar de de vender más periódicos. Otros medios se refirieron a Daniel como: “El Marcador”, “El asesino de la cruz”, “El vigilante nocturno”, etc. En su habitual medio de trabajo Daniel recibió la orden del fiscal a cargo de la investigación de recabar toda la información posible de los delincuentes, buscando en facebook y demás comunidades sociales, averiguando con empresas prestadoras de servicio de e-mails si había cuentas de correo activas a nombre de los difuntos. Debió investigar su entorno familiar y cotejar los datos de robos de motos sin resolver donde las víctimas pudiesen identificar a estos ladrones, etc. El día transcurrió, hasta la tarde, atendiendo llamados que solicitaban información sobre los hechos, tanto de algunas radios, como de algunos superiores de la PFA del destacamento central. Uno de esos llamados fue de parte de Andrés, que integraba la unidad de investigación nº5 del destacamento central y cuyo jefe había recibido durante la mañana un pedido de informes puntual desde el Ministerio de Seguridad, por intermedio de la viceministro, la doctora Cecilia Caamaño. Andrés le preguntó a Daniel que se sabía hasta el momento y le pidió que transmitiera al fiscal la solicitud de que los mantuviera informados de todo lo antes posible. De paso quedaron de acuerdo en ir pasar la tarde del sábado siguiente con Adriana y sus hijos al “Parque de los niños”, y allí disfrutar de una tranquila vista del Río de la Plata mientras tomarían unos mates. La principal hipótesis que manejaba el fiscal era que los ladrones habían intentado asaltar a una o dos personas que circulaban en moto, porque los ladrones habían cometido varios delitos de esa naturaleza últimamente, eran cuatro y tenían tres motos en su poder. Suponía también que las supuestas víctimas estaban armadas y abrieron fuego sobre los delincuentes. Las pericias indicaron que todas las balas extraídas de los cuerpos, siete en total, eran de calibre 9mm y habían sido disparadas por la misma pistola. Cobraba fuerza la idea de que era obra de un policía que circulaba en moto, presumiblemente de la Policía Federal por el lugar en que ocurrieron los hechos. El fiscal ordenó investigar cuantos oficiales de la PFA tenían una pistola 9mm a su nombre y eran titulares de una motocicleta. Una búsqueda con esos filtros, arrojó el siguiente resultado: De los 55.000 efectivos de la PFA, solo unos 3235 cumplían esas características. Luego se investigó cuantos de estos oficiales estaban fuera de servicio en ese momento, con la que la cifra se redujo a 2124. Mientras participaba de esta investigación, Daniel se sintió aliviado de nunca haber hecho la transferencia de su moto y gracias a ello, no figurar en esta lista de presuntos Página 17 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue sospechosos. La cercanía de su domicilio con el lugar de los hechos y la coincidencia de los horarios con los que solía circular por allí podrían haberlo complicado. Para condimentar un poco más el clima “sobre-cafeinado” que reinaba en la seccional 44º, a las 16 hs llegó una noticia inesperada: La ministra Nilda Garré había decidido relevar del cargo al comisario actual. Esta orden se enmarcaba en la decisión de reemplazar a la mayoría de los comisarios de la PFA en la Ciudad de Buenos Aires. Además, en el caso de la 44º, se criticaba un supuesto mal desempeño en un operativo policial ocurrido un par de semanas atrás, donde en un oscuro episodio antes de un partido de fútbol entre Vélez Sarsfield y San Lorenzo, había muerto un hincha del “Ciclón”, Ramón Aramayo de 36 años. Se creía también que el cacheo de armas no se había efectuado correctamente y por eso fueron pasados a disponibilidad cuatro agentes de la 44º que lo llevaron a cabo. Asimismo se dispuso un cambio radical en la grilla de horarios de servicio. La mayoría de los agentes dejarían de trabajar con sus turnos habituales y comenzarían a cumplir guardias de 24 x 48 hs. Esto significaba trabajar durante 24 hs seguidas y luego tener 48hs de descanso. Para Daniel, este cambio del horario de servicio, suponía el tener que abandonar de momento sus estudios en la UTN. Aunque en ese momento lo ignoraba, este cambio resultaría un factor determinante en los acontecimientos que pronto tendrían lugar. Durante varios días se tejieron hipótesis sobre lo acontecido en el tiroteo del que participo Daniel contra los ladrones y hubo algún que otro debate en los medios sobre la aplicación de justicia por mano propia y la ilegalidad de esta opción. El sábado siguiente, Daniel y Andrés junto con su familia se encontraron en el parque. Para entonces, Daniel ya había comprado un tanque de combustible nuevo, lo había hecho pintar y lo había cambiado él mismo en su casa. No quiso que nadie viera el impacto de bala en el tanque reemplazado del cual se deshizo. El único detalle que podía delatar el cambio, fue que no pudo conseguir los calcos originales y en su lugar compró los más parecidos que encontró, en un local cercano a av. Córdoba y av. Pueyrredón, donde se sitúan la mayoría de las casas de repuestos de motos. Solo alguien muy detallista habría advertido la diferencia. La tarde del sábado estuvo espléndida y cálida. Parecía un día de primavera más que una tarde otoñal. El bebé dormía recostado en una lona sobre el césped y Ludmila retozaba junto a su madre. Entre mates y porciones de bizcochuelo, los tres abogados presentes se entretuvieron hablando de la noticia de la semana: “El Marcador” y también sobre un fallo reciente que había declarado inconstitucional la reforma del 2004 sobre el código penal, según la cual se sumaban las penas de delitos en concurso real, pudiéndose dictar condenas de hasta 50 años como máximo. Como siempre, Adriana y Daniel tenían perspectivas diametralmente opuestas sobre el asunto. Andrés por su parte, con su carácter flemático, acostumbraba tomar una posición intermedia entre ambos extremos, aunque a veces le resultaba imposible y sentía que intentaba quedar bien simultáneamente “con Dios y con el diablo”. Inclusive discutiendo en alguna oportunidad respecto de estos personajes de la religión, (aunque ninguno de ellos se confesaba creyente o ateo) tenían diferentes opiniones. Página 18 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel sostenía que la literatura religiosa describía al diablo como un “acusador”, vale decir, como un fiscal, que esgrime pruebas y argumentos en un juicio contra los acusados. De allí suponía que debía de tratarse de un ser que valoraba la instauración de la justicia y en consecuencia, no podía ser considerado como malvado o perverso. Adriana disentía con esto, recordando las referencias que describen al diablo como un incitador a cometer delitos. Para ella, según esto, debía considerarse la figura diabólica como un ente que practicaba apología del delito, siendo instigador, autor intelectual y quizás partícipe necesario de diversos crímenes, siempre y cuando, claro está, resultara verídica su existencia. Daniel opinaba que no era un delito el incitar o simular ayudar a una persona a cometer un crimen si el verdadero motivo para hacerlo era constatar la honestidad o criminalidad del sujeto. “Es como una prueba” sostenía. “Habrá quienes la pasen y quienes no”. Para afirmar la legitimidad de esa acción, tomaba como ejemplo un caso ocurrido en los Estados Unidos en Noviembre de 2010, donde el FBI detectó en Internet a un joven somalí llamado Mohamed Osmán Mohamud, que buscaba contactarse con terroristas para cometer un atentado. Los agentes del FBI se hicieron pasar por terroristas y le hicieron creer al joven que estaban dispuestos a ayudarlo a cometer ese atentado. Mohamed quería hacer explotar una camioneta cargada de explosivos durante una ceremonia navideña. Los agentes consiguieron la camioneta y la cargaron con seis tambores de 200 litros que, según creyó Mohamed, estaban llenos de explosivos. También tenían unos aparatos electrónicos encima que simulaban ser detonadores que se accionarían a distancia por radiofrecuencia. Mohamed creyó que todo era genuino y desconocía que estaba siendo grabado y filmado continuamente. Creía que su plan de causar miles de muertes estaba a punto de concretarse. Cuando apretó el botón y nada ocurrió no entendía que pasaba. El agente que simulaba ser su cómplice le sugirió que saliera del auto para tener una mejor señal. Mohamed lo intentó y en ese momento fue arrestado. Será juzgado de intento de uso de arma de destrucción masiva. Para Daniel, esto significaba que el engaño y la figura de “participe necesario” pueden llegar a ser herramientas útiles para la Justicia, en casos como este. Andrés opinó que lo inteligente sería, si es que el diablo y Dios existían, el tratar de no tener problemas con cualquiera de ellos, frase que hizo reír a Adriana y Daniel. Cuando hablaron del “Marcador” Daniel se limitó más a escuchar que a emitir opinión al respecto. Adriana pensaba que debía tratarse de un policía y que por alguna razón desconocida no denunció el hecho como correspondía. Quizás no se había identificado como policía antes de abrir fuego, aunque consideraba que, de tratarse de un oficial de la ley, las circunstancias no habrían resultado incriminatorias para él, por la inferioridad numérica ante cuatro delincuentes armados. Aunque no se habían hallado armas en poder de los ladrones, se suponía que las poseían al producirse su deceso pues las acababan de usar para robar y matar a Nadia media hora antes. Le intrigaban esos mensajes escritos en las frentes de los delincuentes. Andrés supuso que quizá significara una especie de mensaje intimidatorio dirigido a la delincuencia. Daniel dijo: “Sería bueno que los delincuentes tuvieran algo que temer. Durante el año pasado han matado a decenas de policías y muchas veces a sangre fría por el solo hecho de tener puesto un uniforme” La pregunta que inquietaba a los tres era si un hecho así volvería a repetirse o se trataba de un caso aislado. Página 19 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 4: Decisiones violentas Al día siguiente, domingo 10 de Abril, la mañana se presentó igual de espléndida que el día anterior. La temperatura era agradable pero había un poco más de viento, lo que representaba una oportunidad ideal para practicar windsurf. Después de almorzar, Daniel partió en su “Katana” rumbo a “Perú Beach”. Este complejo deportivo y paseo de compras, se ubica en la localidad de Acasusso, justo enfrente de la estación “Barrancas” del tren de la costa. El nombre del complejo obedece sin duda a que el sitio se halla donde finaliza la calle Perú, que en su momento tuvo sus cinco minutos de fama porque sobre esa misma calle, a unas cuadras de allí, está ubicada la sucursal del banco Santander Río donde se produjo el denominado “robo del siglo” el 22 de diciembre del 2006. En Perú Beach hay una pista de hockey, un muro artificial para practicar “escalada”, una escuela de windsurf y kitesurf, un par de confiterías y varias cosas más. Los chicos que atienden la escuela (y puesto de alquiler de equipos) destilan siempre buena onda y la “cabaña” donde atienden al público, formada por tablas y cañas, simula una construcción típica de las playas del caribe. Desde la costa se aprecian las numerosas velas y los parapentes yendo de aquí para allá impulsados por Eolo, con innumerables veleros y yates de fondo. Resulta un poco difícil de creer que ese paisaje exista a solo unos minutos de viaje del centro de Buenos Aires. Daniel había tomado el curso básico de ocho clases para aprender windsurf unos años atrás. Desde entonces, aunque en rigor seguía siendo un principiante, se limitaba a asistir frecuentemente y alquilar preferentemente, un equipo compuesto por alguna tabla “Mistral” y una vela de unos 6 m² de superficie. El deslizarse sobre las aguas, sintiendo nada más que el viento y los rayos del sol, resultaba muy placentero y relajante. En esta ocasión, Daniel decidió aprovechar ese tiempo de solaz para meditar y evaluar los hechos acontecidos durante la última semana. En principio, se asombraba un poco de haber salido ileso del enfrentamiento, un análisis genérico de la situación que le tocó vivir indicaría que sus chances de sobrevivir frente a cuatro delincuentes eran muy pocas. Siempre había dudado sobre si sería capaz de disparar contra otra persona, no se creía capaz de quitarle la vida a alguien. Ahora que había pasado por esa experiencia, ya no le resultaba traumático y por el contrario, se sentía muy bien por haber dado muerte a cuatro delincuentes. Meditó también en la asombrosa repercusión mediática que habían tenido esos sucesos. Aunque no quería reconocerlo, inflaba un poco su ego el ver que sus actos habían alcanzado una fama significativa. Luego pensó en Nadia, la estudiante de 19 años que había muerto a mano de estos delincuentes unos minutos antes y sintió gran pena por esa chica. Durante la semana pasada, los medios de comunicación habían difundido fotos y videos de la víctima de aquel robo seguido de muerte. Nadia era una chica que desbordaba simpatía y espontaneidad, tenía un carácter sanguíneo en exceso y estaba llena de vida y jovialidad. Su sonrisa era un sol capaz de iluminar al alma más triste. Además, era una chica realmente muy hermosa. Era como una mezcla de las actrices Marcela Kloosterboer y Meg Ryan a los veinte años. Página 20 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue En su adolescencia había empezado a ser modelo pero luego abandonó esa carrera, pues le resultaba muy sacrificada y sentía que no le gustaba. Nadia estaba estudiando veterinaria, con la idea de imitar y ayudar a su padre en esa profesión, quien tenía una clínica de mascotas. Costaba trabajo creer que alguien así había dejado de existir. Daniel pensó que si quizás el orden de los sucesos se hubiese invertido, es decir, si hubiesen intentado asaltarlo a él antes que a ella, posiblemente esa joven estaría con vida. Siempre había lamentado el carácter “reaccionario” de la Justicia. La imposibilidad de prevenir los delitos antes de que ocurrieran le resultaba frustrante, ya que parecía que esta prevención solo ocurría en contadas ocasiones, donde se frustraban algunos atentados terroristas de grupos extremistas. Paralelamente, siempre había considerado que los homicidas, los violadores y demás criminales que cometen delitos que atentan contra la vida humana (como ser el secuestro, robo a mano armada, etc.) la sacaban muy barata en nuestro País. Le parecía muy liviano el período de condenas que el código penal establece para estos delitos y además le irritaba el hecho de que los jueces siempre tendieran a aplicar el mínimo de pena posible estipulado en las escalas penales vigentes, en vez de aplicar el máximo. Si bien a los abogados se les enseña que para los casos de reincidencia existe la “accesoria del 52” (casualmente considerada inconstitucional en un fallo reciente del máximo tribunal para algunos casos) Daniel pensaba que en la posibilidad de reincidir radicaba una de las raíces principales del problema. En el caso del asesinato de Nadia, los cuatro ladrones involucrados habían estado anteriormente en prisión. Más allá de cual de ellos haya sido el asesino, si por algún motivo no hubiesen podido salir de la cárcel, tampoco habrían podido cometer ese homicidio. Los altos índices de reincidencia, porcentaje que alcanza su pico en el caso de los violadores, deberían derivar, pensaba él, en penas más severas. Si de Daniel dependiera, las penas por homicidio o violación serían únicamente la reclusión perpetua sin posibilidad de acceder a la libertad condicional. Recientemente en los diarios, habían sido publicados varios casos de violaciones seguidas de muerte donde las víctimas eran adolescentes o jóvenes y los culpables eran violadores reincidentes que ya habían sido condenados por delitos semejantes años atrás, pero que gozaban de salidas transitorias o libertad condicional concedida por los jueces. Resultaba innegable que si esos delincuentes siguieran en prisión o estuvieran muertos, no habrían podido ejecutar esos crímenes y esas chicas asesinadas continuarían con vida. Daniel juzgaba que de esta manera, el sistema judicial se convertía en cómplice, coautor y partícipe necesario de esos crímenes. ¿Pero que podía hacer él para cambiar esto?............. Una lúgubre idea cruzó por su mente. Quizás podría hacer algo que añadiera un contrapeso en la inclinada balanza de la Justicia y modificara el escenario. Toda su formación profesional y académica condenaba la idea de arrogarse el derecho a aplicar justicia por mano propia, pero en ese momento le pareció que el resultado a obtener podía valer la pena. Página 21 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Sin duda alguna, si evitara las posibles reincidencias criminales de los delincuentes a los que ejecutara, salvaría vidas inocentes. Sabía concientemente que si decidía actuar fuera de la ley, auto-constituyéndose en juez, jurado y verdugo, la ley lo consideraría tan criminal (y aun peor) que aquellos delincuentes a los cuales aborrecía. Si elegía esa opción, estaría solo. Nadie lo apoyaría ni consentiría si elegía ese camino. Ni su hermano, ni su padre ya jubilado ni nadie. De todas maneras, decidió hacerlo. Empezaría a dar caza a violadores y homicidas. La semana siguiente comenzó a equiparse con elementos que pensó que llegaría a necesitar para su nueva actividad ilícita. Compró varios celulares y varios chips con línea para teléfono celular. Consiguió un silenciador para su arma calibre 40 y también un uniforme de cartero. Compró varias camaritas inalámbricas para filmar y transmitir video, en un local de la calle Paraná. Compró más de mil municiones calibre 40 y unas 200 de calibre 9mm en distintas armerías. Confeccionó un listado de las distintas agencias que alquilaban autos y utilitarios sin chofer. Abrió varias cuentas de e-mail desde un locutorio y buscó información de organizaciones no gubernamentales que se dedicaran a dar asistencia a las víctimas de delitos o a sus familiares, pensando que allí podría conseguir información útil para sus propósitos. Realizó una lista de los recursos de los cuales disponía para obtener información sobre los delincuentes, tanto en la intranet de la PFA como en la del Poder Judicial. Sus blancos serían principalmente violadores que ya habían recibido condena en los tribunales criminales de 1º instancia y esperaban en libertad las instancias de apelación y también los delincuentes ya condenados que fueran saliendo de prisión. Armó una agenda ordenada según el cronograma de la futura liberación de los convictos, con sus fotos y direcciones. Un listado con los datos de los presos que habían sido liberados recientemente o que lo serían en los próximos tres meses, radicados en el en la zona metropolitana de Buenos Aires, acumuló un total de 395 posibles objetivos. La lista de violadores y abusadores que estaban libres pero ya habían sido hallados culpables por fallos de 1º instancia, sumaban 187 imputados, incluyendo al famoso cura Grassi. Luego marcó en un mapa las distintas ubicaciones y decidió cometer los atentados en distintos puntos del Gran Buenos Aires para diluir la actual pista de la investigación sobre “El Marcador” que hasta entonces tenía puesto su foco principal sobre la PFA y la jurisdicción de la Ciudad de Buenos Aires. Por último compró un par de marcadores en una librería. Ya tenía todo lo necesario para comenzar. Página 22 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 5: Una serie de ejecuciones El lunes 18 de Abril, a las 08:00 a.m. Daniel comenzó a cumplir su tercera guardia de 24 hs, hasta las 08:00 hs del día siguiente. Abusó del café durante la madrugada para mantenerse despierto y una vez ya en su casa, luego de almorzar, durmió una siesta de un par de horas solamente. Aun no sabía muy bien como acostumbrarse a esta nueva rutina, pero si dormía una siesta de más de dos horas, luego le costaba conciliar el sueño a la noche. Ese martes 19 de Abril significaría el inicio de su prontuario. Siendo casi las 15 hs, vestido con el uniforme de cartero, partió en su moto llevando consigo una lista de 10 violadores que habían sido liberados en los últimos 30 días. Uno por uno fue visitando sus domicilios, llamando a la puerta, supuestamente para entregar correspondencia. En varios sitios, nadie respondió al llamado. Presumiblemente, el objetivo no estaba allí. Pero en tres casos el ex convicto se halló presente. La escena de lo que sucedió fue un calco en las tres ocasiones: Daniel: “¿Sr. Fulano?” Blanco: “¿Si?” Daniel: “Le traigo una cédula de notificación del juzgado. ¿Podría firmar?” Blanco: “Si, claro. ¿De que se trata?..........” Una vez al alcance, cada uno de los violadores recibió entre 3 y 4 balazos en el pecho. Daniel escribió con el marcador la palabra “VIOLADOR” en sus frentes, precedidas por una “X” y se marchó de allí con su moto. Estos tres asesinatos ocurrieron en los municipios de Morón, Tres de Febrero y San Martín, entre las 15:30 y las 18 hs. Al día siguiente, miércoles 20 de Abril, entre las 9:00 y las 14:00 hs, Daniel ejecutó a tres ex convictos por el delito de violación y a un violador que estaba en libertad, esperando la sentencia firme de su caso. Tres hechos ocurrieron en La Matanza y el restante en Lomas de Zamora. El revuelo que causó la noticia fue inmediato. La primicia la tuvo Crónica TV, que tituló, con sus clásicas leyendas que abarcan toda la pantalla: “El Ángel de la Muerte ataca de nuevo”. En los distintos lugares donde habían tenido lugar estas muertes, se hicieron presentes algunos móviles de los medios de comunicación que transmitían flashes informativos en vivo. Todos los noticieros se hicieron eco de la noticia. Algunos canales de aire suspendieron su programación habitual y se dedicaron en forma exclusiva a informar sobre el tema. Tal cobertura mediática no tenía lugar desde el fallecimiento del ex presidente Carlos Kirchner, el 27 de Octubre del 2010. La suma de siete asesinatos seriales en menos de 24 hs supuso un nuevo record para la historia criminalística de la Argentina. Si bien su idea original era eliminar homicidas y en segunda instancia violadores, al planificar los atentados Daniel había descubierto que casi un 90% de los asesinos, tenían su domicilio en villas miserias o barrios de monoblocks muy peligrosos. Página 23 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue En algunos casos, la dirección era simplemente nominal. Como ejemplo, cabe citar que todos los habitantes de la villa “Puerta de Hierro” tienen en sus DNI el mismo domicilio: “Crovara 1600”. A esa dificultad se sumaba el hecho de que eran comunidades muy cerradas donde una presencia extraña saltaba a la vista de inmediato y donde existía un gran riesgo de ser asaltado o ultimado. Por ese motivo, Daniel tomó la pragmática decisión de empezar su cacería con los violadores, pues estos provenían en su mayoría de la clase media o media-alta, por lo general vivían solos en casas o departamentos de zonas de densidad habitacional media y ese entorno simplificaba los operativos. La hipótesis que imperó en los medios en un primer momento, fue que se trataba de alguna organización para-policial que estaba cometiendo los homicidios, al estilo de la otrora tristemente célebre “Triple A”. Esto luego fue descartado cuando las pericias balísticas iniciales indicaron que las siete muertes fueron efectuadas por 24 balazos, todos provenientes de la misma arma calibre 40, presumiblemente con silenciador y a corta distancia. El viernes Daniel intentó continuar con sus andadas, pero ignoraba que las autoridades habían puesto sobre aviso a todas las potenciales víctimas de que se cuidaran de atender a desconocidos en la puerta de sus casas. El patrón de los homicidios no había pasado inadvertido ni tampoco su modus operandi. Al intentar ejecutar su octavo asesinato de la semana, al identificarse como cartero y decir que traía una cédula de notificación del juzgado, el violador le pidió que aguardara un momento y llamó por teléfono a su abogada, para preguntarle si sabía algo de eso. La abogada le respondió: “Cualquier notificación que te envíe el juzgado, debería ser enviada a tu domicilio legal, que actualmente está constituido en mi estudio y no a tu domicilio real. Tené cuidado. Es muy posible que sea “El Marcador”. Llamá ya mismo al 911” El violador llamó al 911 y luego de recepcionar la denuncia, el operador le preguntó si el supuesto cartero aún se encontraba en la puerta de la casa y si podía describirle como era, como estaba vestido, etc. El violador se asomó para ver a través de las rendijas de la persiana y comprobó que el supuesto cartero había desaparecido. Más tarde llegaron unos investigadores de la policía y los datos que obtuvieron fueron los siguientes: El sospechoso vestía un uniforme y gorra de color azul, como los del correo argentino. Tenía anteojos oscuros, su cabello era lacio y corto color castaño, era caucásico, medía cerca de 1,80m de altura y tendría entre 25 y 30 años. Daniel comprendió que su técnica había caducado y que para poder seguir, debería evolucionar y cambiar de método. A raíz de estos asesinatos, se abrieron varias investigaciones simultáneas en distintas fiscalías, involucrando a varias fuerzas de seguridad. Entre ellas la PFA y la policía bonaerense. La Gendarmería Nacional también fue requerida a pedido de una jueza federal para realizar unas pericias, pues la policía estaba un poco bajo sospecha. También comenzó a investigar secretamente el SIN (Sistema de Inteligencia Nacional), que integra a la SIDE y a la DNIC (Dirección Nacional de Inteligencia Criminal) junto con otras agencias, a solicitud del Ministerio de Seguridad. Página 24 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue La Ministra Nilda Garré declaró ante los medios de comunicación que si se descubría que el culpable de estos crímenes era un oficial de la Ley, sería acusado no solo de homicidio sino también de genocidio. En la sede central de la Policía Federal, se designó a la Unidad de investigación nº 5, a cargo del comisario inspector Juan Domínguez, para encargarse de perseguir el caso del “Marcador”. Andrés Blumberg era el asistente del comisario e integrante de esa unidad. Pericias caligráficas determinaron que las escrituras realizadas sobre las frentes de los siete violadores asesinados, habían sido hechas por la misma persona que había escrito sobre las frentes de los cuatro ladrones dos semanas atrás. Las letras “O” y “R” resultaban idénticas. Esto resultó decisivo para elegir a la Unidad de Andrés para seguir el caso, pues ellos venían investigando esos crímenes desde el principio. Dado que la principal sospecha apuntaba hacia algún uniformado, el Ministerio de Seguridad organizó un equipo, que se reuniría una vez por semana, con representantes de todas las fuerzas: Gendarmería, Prefectura, Los departamentos de inteligencia del ejército, la armada, la fuerza aérea, la PFA, y un enviado del SIN, el agente Tomás Gutiérrez, sobre el cual todos los demás recibieron solo la información que era un representante del Ministerio de Seguridad. Las distintas fuerzas tendrían sus propias investigaciones y compartirían entre ellos cualquier información que obtuvieran. Si la información involucraba a algún efectivo de alguna fuerza, esto solo se le informaría al agente Gutiérrez. Uno de los cambios que dispuso el Ministerio de Seguridad, fue restringir el acceso a la información sobre los procesados y los convictos. Esa información solo estaría disponible para fiscales, jueces y comisarios. La única forma de acceder a la información sería digitando una clave y contraseña, y quedaría registrado en un historial toda la información a la que cada usuario accediese. Luego de deshacerse de su recientemente adquirido uniforme de cartero, Daniel planificó otro procedimiento para actuar. Alquiló un vehiculo y estacionó a unos setenta metros del domicilio de su próximo objetivo. Instaló frente a la casa del violador, una cámara en miniatura que emitía imágenes de video hasta su notebook, alimentada con la batería del vehiculo. Allí montó guardia desde las 6:00 a.m. esperando ver salir de su vivienda al objetivo. Aguardó con paciencia hasta las 11:30 hs, cuando vio en la pantalla que se abría la puerta del inmueble vigilado y el violador salía de su domicilio. Inmediatamente, salió del auto y comenzó a seguirlo, acortando la distancia que los separaba. Esperó el momento de que no hubiera testigos cerca y parándose frente a su nueva víctima, le propinó cinco balazos y escribió su habitual mensaje con el marcador. Este método le significó una merma en el “rendimiento”. Con la técnica del cartero esperaba poder liquidar entre seis y diez delincuentes por semana. Con la nueva metodología, al poco tiempo comprobó que su efectividad bajó a menos de dos asesinatos por semana, en promedio. En ocasiones fracasaba en sus dos o tres intentos semanales. En una de esas ocasiones, al enfrentar Daniel en la calle al violador de una niña de cinco años, cuando le apuntaba al pecho con su calibre 40 y estaba a punto de disparar, el violador exclamó: “¡Pará!, ¡Esperá un segundo!, vos debés ser “El Marcador”, por favor no me mates. Yo pasé los últimos doce años de mi vida en prisión. No sabés lo horrible que es la cárcel. Lo perdí todo: mis bienes, mi trabajo, mis amigos, mi familia… ¿No te parece que ya tuve suficiente castigo?” Página 25 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel titubeó un instante y en ese momento tuvo la imagen mental de ese abusador violando a la niña, que lloraba y gemía pidiendo ayuda sin que alguien pudiera escucharla y auxiliarla. Daniel respondió: “Así es. No es castigo suficiente” y le vació el cargador. En los medios de comunicación el tema del “Marcador” era seguido con asiduidad. No trascurría un día sin que hubiera alguna mención al tema. Los sucesos provocaron reacciones políticas y algunas organizaciones de derechos humanos hicieron manifestaciones de protesta frente al Ministerio de Justicia y lanzaron huevos contra la fachada del edificio. Al continuar los asesinatos de delincuentes, que a fines de junio totalizaban veintiuno (19 violadores y 2 homicidas), el gobierno decidió que las medidas preventivas aplicadas hasta el momento eran insuficientes y se estableció para los nuevos convictos que eran liberados, una especie de plan de protección similar al que se usa con los testigos. La Ministro Nilda Garré ordenó realizar una lista de todos los efectivos de las fuerzas de seguridad que tuviesen a su nombre una pistola 9mm y una pistola calibre 40. Con ese listado, se realizaron pesquisas a todas esas armas. Daniel integraba esa lista y llevó sus armas debidamente registradas, las que no había usado en los asesinatos. Es obvio que la investigación en ese sentido resultó infructuosa. Como todos los casos hasta el momento se habían producido en Capital y en el Gran Buenos Aires, los nuevos convictos liberados que originalmente residían en esta zona, fueron reubicados en distintas ciudades del interior del País. La zona en la que fueron cometidos los asesinatos abarcaba la totalidad de los municipios del Gran Buenos Aires, a excepción del partido de Tigre, donde Daniel había decidido no actuar por la gran cantidad de cámaras de video que hay diseminadas por las calles de ese distrito. Paralelamente, se difundieron algunos informes privados en los que se indicaba que la tasa de delitos de violación había descendido un 72% en los últimos dos meses. Iniciado el mes de Julio, Daniel advirtió que el panorama había cambiado bastante. Ya no disponía de la información necesaria para realizar sus ejecuciones, sus posibles blancos estaban siendo trasladados, escondidos y protegidos. Recordando antiguos refranes que dicen “Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña” y “Si quieres una manzana debes cortarla del árbol”, Daniel comenzó a imaginar un nuevo plan, mucho más ambicioso y presumiblemente más efectivo. Página 26 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 6: Imaginación y ciencia En los principales diarios se publicaban casi todos los días casos de violadores y asesinos que eran condenados por la justicia. Se informaba sobre sus víctimas, las circunstancias y naturaleza de los hechos perpetrados y la condena dictada por los jueces. Daniel deseaba poder incluir en su lista de objetivos a varios de esos delincuentes, pero ¿como podría atentar contra ellos si se hallaban en prisión? Estos objetivos se hallaban protegidos en verdaderas fortalezas casi inexpugnables, vigiladas las 24 hs por guardias armados, donde para ingresar o egresar, cualquier visitante debía atravesar severos controles en los cuales sería imposible pasar un arma. Daniel siempre había pensado que las cárceles servían para proteger a la sociedad de los delincuentes. Ahora pensaba que era el revés, que los que gozaban de protección eran los criminales ante la eventual furia justiciera de algún ciudadano. El plan que “El Marcador” estaba maquinando, era el atentar contra un penal completo. En un primer momento, pensó en envenenar la comida de los presos. Ello requería ser un proveedor del sistema penitenciario en el rubro gastronómico, pero a poco de analizar esta idea verificó que era inviable. Poder ser proveedor de ese rubro en algún presidio le implicaba montar una empresa del sector alimenticio, contar con vastos antecedentes comerciales, participar de las eventuales licitaciones del sistema penitenciario, donde además de los requisitos comerciales, debería contar con los necesarios contactos políticos para ganar esas licitaciones y por último, en el caso de que lograra todo eso, no podría controlar como se administrarían esos alimentos contaminados. Era muy probable que también lo ingiriese el personal que trabajaba en la prisión y estaría causando muertes de inocentes que no quería cometer. Su segunda idea fue utilizar un arma química. Si lograra arrojar un proyectil con un gas venenoso en el patio de un presidio en el momento en que todos los presos se hallaran allí, posiblemente lograría su objetivo y quizás podría idear algo para evitar que los guardias murieran en el atentado. Las armas químicas han sido utilizadas desde hace casi un siglo. Durante la primera guerra mundial, los aviones arrojaban gas mostaza sobre las trincheras enemigas. Actualmente están prohibidas por considerarlas armas de destrucción masiva, al igual que las armas biológicas. Pese a la prohibición internacional, varias potencias poseen estas armas, siendo un claro ejemplo de que a pesar de querer instaurar un marco legal internacional que regule la relación entre los Estados, hay de hecho sujetos que se encuentran por encima de esa ley. Tal vez si le escribía una carta al embajador de Estados Unidos en la Argentina solicitando esa clase de suministros, especificando el motivo para el cual los requería, recibiría la cooperación de los yanquis. No pudo evitar soltar una carcajada por sus pensamientos. El hecho era que le resultaría imposible conseguir ese tipo de armas en el mercado. Aunque lograse contactarse con algún traficante de armas, cosa muy improbable, carecía de los millones de dólares que sin duda necesitaría para efectuar una transacción. Daniel creía que le era posible fabricar una bomba química. Página 27 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Pero el hecho de que Al-Qaeda nunca haya efectuado un ataque de ese tipo le hacía dudar sobre las posibilidades de lograrlo. Se preguntaba el porqué los terroristas islámicos no lo habían hecho si podía resultar tan fácil como él pensaba. Por otro lado estaba el caso del líder religioso de Japón, que atacó los subtes con gas sarín. Determinó que debía analizar detalladamente la prefactibilidad del proyecto. Daniel recordó haber escuchado cuando era chico la noticia de un caso de envenenamiento por gas letal ocurrido en Avellaneda. Buscando en Internet, encontró la información al respecto: El 27 de Septiembre de 1993, en el centro de Avellaneda, murieron siete personas por intoxicación. Varias personas se salvaron al alejarse del lugar porque había un ahogante olor a almendras amargas. El hecho se produjo porque alguien volcó a la cloaca acido sulfúrico y cerca de allí, otra persona vertió sales de cianuro. Estos químicos sumados en al agua presente de las cloacas, formaron ácido cianhídrico, cuyos vapores resultan mortales para el ser humano en cuestión de segundos. El gas emanó por la rejilla de una casa que carecía de “sifón”. El gas inhibe el proceso de respiración celular. El sistema nervioso se ve atacado y la persona que lo inhala en cuestión de un par de minutos muere por literal asfixia. En principio la causa estuvo a cargo del juez de Lomas de Zamora Guillermo Roberts y tres años después, la Cámara Penal de Lomas cerró la causa caratulada “contaminación seguida de muerte” contra dos empresarios acusados de volcar los químicos aduciendo que no habían tenido intención de matar. Seguramente la banda musical “Callejeros” y Omar Chabán, el dueño del boliche “República Cromagñón”, tampoco tuvieron intención de matar en el incendio que se produjo aquel 30 de Diciembre de 2004, pero el asunto es que esa causa penal no se juzgó en los tribunales de Lomas de Zamora. Daniel también descubrió que el ácido cianhídrico, también conocido como cianuro de hidrógeno, tiene varios antecedentes como arma militar. La denominación militar de este gas es la sílaba AN. El ácido cianhídrico, cuya fórmula química es HCN, era el gas que utilizaron los nazis durante la 2º guerra mundial para exterminar a los judíos en las cámaras de gas. Se cree que este gas fue usado en la guerra entre Irak e Irán y también por los Estados Unidos en su guerra contra Vietnam, al igual que el agente naranja. El ácido cianhídrico es muy volátil y hierve a la temperatura de 26ºC. Cuando las sales de cianuro entran en contacto con ácidos, como el ácido sulfúrico, liberan HCN gaseoso, que resulta mortal para el ser humano en proporciones mayores a 300 partes por millón. Daniel se propuso probar esta técnica y para ello adquirió pequeñas cantidades de cianuro de sodio (100 gramos) y usó medio litro de ácido sulfúrico que ya poseía con anterioridad. Algo que descubrió al momento de realizar la compra, fue que las sales de cianuro (al igual que el ácido nítrico) son sustancias restringidas y solo se venden a particulares en cantidades inferiores a los 5 Kg, mediante la presentación de una credencial, quedando registrados en una base de datos el nombre y apellido del comprador, su DNI, la fecha y cantidad de la compra. Página 28 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Las compras de cantidades mayores se pueden efectuar a través de un trámite donde las empresas que lo necesitan solicitan la autorización al gobierno y en el cual deben estar sujetos a una serie de controles. Una vez ya en su casa, en el patio del fondo para ser exactos, Daniel armó una especie de pecera con paneles, cuyas medidas eran 60cm de ancho, 50cm de alto y 2m de largo. Luego de determinar las cantidades estequiométricas, es decir, cuanto necesitaba de cada reactivo para lograr la reacción química, preparó una poca cantidad. Utilizando como precaución una máscara conectada a un tubo de oxigeno, con una jeringa tomó 5 cm³ del ácido formado. En la “pecera”, ubicó 10 hámster (unos coloridos ratones que se venden en las tiendas de mascotas) colocados en jaulitas individuales, distribuyéndolos cada 35cm de distancia aproximadamente. En el extremo derecho de la “pecera” colocó a 4 de estas mascotas en una suerte de escalera, a 10, 20, 30 y 40cm de altura respectivamente, medidos desde el fondo de la “pecera”. Con un cronómetro en mano, vertió el ácido en el extremo izquierdo del recipiente y midió los tiempos de las reacciones de los animales. Básicamente quería determinar tres cosas: a) El tiempo que tardaba en producirse la muerte de los animales b) La rapidez con que se difundía el gas en el aire, desde un extremo hacia el otro c) El volumen de aire que lograba contaminar en función de la cantidad de ácido utilizado. Los resultados que obtuvo fueron los siguientes: a) 2 minutos b) 1 m/s (un metro por segundo) c) Con 5cm³ de ácido se lograba contaminar 0.5 m³ de aire Pasada una hora después del experimento inicial, volvió a colocar en el recipiente otro hámster, para verificar si el gas seguía allí o se había diseminado en la atmósfera. El animalito murió al igual que los anteriores, ya que la concentración del gas no había disminuido y aun permanecía en el recipiente, por ser un gas mas pesado que el aire. Habiendo comprobado la efectividad del agente nocivo y la viabilidad de utilizarlo, lo siguiente fue elegir el blanco del ataque. Elaboró una lista de todos los presidios del país, la cantidad de presos en cada uno, la característica de los criminales de cada penal y la cantidad de personas que trabajaban en esos lugares. La cantidad total de unidades de detención penal existentes en el País ascendía a 176 y la población carcelaria sumaba casi 55.000 reclusos, siendo procesados un 59% y condenados un 40%. Luego preseleccionó algunos posibles blancos aplicando como criterio de búsqueda el satisfacer las siguientes condicionantes: • Los presos de ese penal debían ser principalmente homicidas y violadores • La cantidad de presos debía ser la máxima posible. • El Penal debía tener un patio descubierto, encerrado entre muros. • Debía poder accederse a las cercanías del Penal, a una distancia menor a 200m sin despertar sospechas. Luego de analizar los distintos presidios con esas variables, quedaron como principales posibilidades el penal Nº 2 de máxima seguridad de Sierra Chica y la Unidad penitenciaria Nº 30 de General Alvear. Página 29 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Estudiando las imágenes satelitales disponibles en “Google Earth” de ambos sitios, la elección final recayó sobre el Penal de Sierra Chica, ubicado a 16 km de la ciudad de Olavarría. Este Penal saltó a la fama en vísperas de semana santa de 1996, el 30 de Marzo para ser exactos, cuando se produjo un sangriento motín en el que murieron varias personas. Varios guardias fueron tomados de rehenes y los líderes de la revuelta, conocidos como los “doce apóstoles”, jugaron al fútbol con las cabezas de algunas de sus víctimas, prepararon empanadas con su carne humana y se la dieron a comer a los rehenes. Las cifras obtenidas por Daniel indicaban que en el Penal había un total de 1471 reclusos, siendo en su totalidad condenados y todos por crímenes graves. En el penal trabajaban por turno unas 18 personas, incluyendo al director que se encontraba en las instalaciones en horario de oficina. El penal contaba con un patio de 50m x 60 m, totalizando 3000m² de superficie y estaba rodeado por muros de 5m de altura. Todas las tardes, excepto los días de lluvia o de mucho frío en invierno, los reclusos iban al patio desde las 14 hasta las 18 hs. Con el dato de la superficie del patio, multiplicada por una altura de dos metros y medio, el volumen de aire que había que contaminar sumaba 7500 m³. Para ello harían falta 75000cm³ de ácido cianhídrico, es decir, unos 75 litros. Daniel utilizó la herramienta “regla” del Google Earth y determinó que desde el borde del patio hasta el borde de la ruta provincial nº 51 que pasaba frente al penal había una distancia de 150m. La distancia desde la ruta hasta el centro del patio, donde Daniel pretendía hacer estallar el proyectil, era de 180m. La pregunta que surgía a continuación era: ¿Cómo arrojar una bomba de más de 75 kg de peso en el centro de ese patio? La primera opción que evaluó, fue la de alquilar un helicóptero privado, sobrevolar el lugar en el momento indicado y desde una altura considerable, dejar caer el proyectil para luego darse a la fuga. Desgraciadamente, viajar en helicóptero no es tan sencillo como andar en auto, no se alquilan sin piloto, tienen sistemas de rastreo que indican en tiempo real la posición de cada unidad y además, para cometer este atentado seria necesario conseguir la complicidad del piloto, cosa más que improbable. La segunda alternativa que consideró fue la de fabricar un cañón. En el pasado mes de Marzo, Daniel había aprobado el final de Física 1 en la UTN con un 9 como calificación y le encantaba la idea de aplicar en la práctica esos conocimientos que recientemente había adquirido. En Física de 1º año en ingeniería se estudia, entre otros temas, la cinemática. Esto comprende analizar físicamente el movimiento de los cuerpos, sin considerar las causas que originan esos movimientos. Un ejemplo de ello es el denominado “tiro oblicuo”, donde se estudia la trayectoria de un proyectil lanzado en forma oblicua con respecto al plano horizontal. Las distintas variables en juego son la velocidad inicial del proyectil, el ángulo de inclinación, la altura máxima y la distancia máxima que alcanza el proyectil, el tiempo de viaje del mismo, y la aceleración de la gravedad. Estas variables resultan dependientes entre sí, y definiendo alguna de ellas de antemano, es posible averiguar las otras. Página 30 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Una misma distancia puede alcanzarse con dos formas distintas de efectuar un disparo. Una forma se denomina “rasante” cuando el ángulo es inferior a 45º, la otra forma se denomina “tiro por elevación” cuando el ángulo es superior a 45º. En todos los casos, las trayectorias son parabólicas. Es sabido que el alcance máximo horizontal se obtiene cuando el ángulo de inclinación es de 45º, donde ambas trayectorias, (rasante y por elevación) coinciden. También eran datos del problema el módulo de la aceleración gravitatoria y la distancia a recorrer en sentido horizontal, siendo en ese caso de 180m. Las incógnitas a determinar eran la velocidad inicial necesaria del proyectil y el tiempo que trascurriría desde el lanzamiento del cañón hasta el impacto de la bomba en el patio de la cárcel. La fórmula para determinar la velocidad inicial “V” es la siguiente: 180m·9.806 m 2 Xm· g m2 m s = = 1765.08 2 = 42.012855 V = 2 2·senα ·cos α s s 2 2· 2 Donde: Xm= Distancia máxima horizontal = 180m g = Aceleración de la gravedad = 9.806 m/s² (metros por segundo al cuadrado) α = alfa = ángulo de inclinación = 45º Es decir, que la velocidad inicial debía ser aproximadamente de unos 42 metros por segundo, el equivalente a unos 151 Km/h. El tiempo “t” que tardaría en llegar la bomba química sería apenas superior a los seis segundos: Xm 180m t= = = 6.06 s V ·cos α m 2 42 · s 2 Había que verificar que el proyectil pasara por sobre el muro del patio, que tenía unos cinco metros de altura, pues si impactaba en la pared, el operativo sería un fracaso. Para esto, había que verificar la altura que tendría el proyectil cuando la distancia horizontal fuera de 150m Las ecuaciones que determinan la posición horizontal “X” y la vertical “Y” para un instante “t” determinado, se denominan “ecuaciones paramétricas”, pues ambas dependen del parámetro “t”, es decir, del tiempo transcurrido. Despejando “t” en función de “X” y reemplazándola en la ecuación de “Y”, se puede conocer la altura correspondiente en función de la distancia horizontal recorrida. La fórmula es: g Y = tgα · X − ·X 2 2 2 2·V ·cos α Para una distancia “X” de 150m, esta ecuación queda: m 9.806 2 2 s Y = 150m − ·(150m ) = 25m 2 m 1 2· 42.01 · s 2 Es decir, que el proyectil pasaría unos 20m por encima de la pared. Esto era esperable de antemano, pues al caer la bomba, lo haría con un ángulo de inclinación igual al de lanzamiento. Página 31 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Para saber la altura máxima que alcanzaría el proyectil en su trayecto, bastaba con recalcular nuevamente la última ecuación para una distancia X = 90m (la mitad del recorrido). m 9.806 2 2 s Y = 90m − ·(90m ) = 45m 2 m 1 2· 42.01 · s 2 El proyecto iba tomando color, pero había que empezar a definir algunas cuestiones de diseño. ¿Qué utilizaría como “ojiva”?, es decir, como recipiente para el ácido cianhídrico Era necesario un contenedor de 75 litros de capacidad, de forma preferentemente cilíndrica, que fuera hermético, que estuviese compuesto de un material que no reaccionase químicamente con el ácido, que soportase una presión superior a la normal, pues al mezclar los reactivos en su interior, la presión se incrementaría varias atmósferas, que resistiese las fuerzas que tendrían lugar durante el lanzamiento pero que resultara a la vez frágil y se rompiese cuando impactara contra el suelo. La única opción que se le ocurrió a Daniel, fue probar con un tubo de GNC (Gas Natural Comprimido) hecho con fibra de vidrio. Estos tubos se venden en el mercado de los equipos de GNC, pues tienen la ventaja con respecto a los de metal de ser mucho más livianos. Buscando en Internet, Daniel halló una marca que tenía un modelo de 65 litros, cuyo peso era de 5 kg. Allí consideró que una vez fabricado el proyectil, debería manipularlo él solo, y el peso que puede levantar y mover una persona normal, tiene sus límites. El ácido cianhídrico tiene una densidad aproximada de 1.1 Kg por litro. Eso significaba que 65 litros de ácido pesarían 71.5 Kg que sumados al peso del cilindro de fibra de vidrio totalizaban 76.5 Kg. Evaluó que era un peso aceptable para manipular y que tratar de usar algo más pesado complicaría las cosas. Si utilizaba 65 litros de ácido en vez de los 75 que había previsto inicialmente, se reduciría el volumen de aire envenenado de 7500 m³ a 6500 m³, y para una superficie de 3000m² esto significaba que el gas tóxico contaminaría todo el aire hasta una altura de 2.17m. Supuso que ningún reo mediría más de eso y que el adoptar esta reducción de la cantidad de agente nocivo a utilizar no modificaría en absoluto los resultados a obtener. El modelo del tubo de GNC de 65 litros, medía 315mm de diámetro exterior por un metro de longitud. Consultando las tablas de los tubos de acero sin costura en formatos comerciales, Daniel halló un tubo de 323mm de diámetro externo, con un espesor de pared de 3.25mm, dando como resultado un diámetro interno de 316.5mm. Esas dimensiones venían como anillo al dedo, pues utilizando ese tubo, podría fabricar un cañón con las medidas justas para el diámetro de proyectil ya elegido, con una luz de 1.5mm que evitaría que la bomba sufra un rozamiento excesivo contra las paredes del cañón o se trabara en su interior. Pensando que para transportar el cañón, utilizaría una camioneta, tipo Renault Trafic o Fiat Ducato, Daniel determinó que el largo máximo que debería tener el cañón era 1.5m. Un tubo de esas dimensiones pesaba 38,5 Kg, a lo que luego habría que sumarle las patas de apoyo y algunos refuerzos. Página 32 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Con el diseño del cañón predefinido, había que calcular la fuerza necesaria para lanzar la bomba. Una fórmula sencilla y básica descubierta por el famoso físico Isaac Newton, establece que: F = m · a (Fuerza = masa por aceleración) La masa del proyectil ya era un dato del problema: 76.5 Kg Había que averiguar la aceleración necesaria, que actuaría en el tramo de 1.5m del cañón, para poder averiguar la fuerza requerida. Para ello, la fórmula a aplicar establece que: Vf 2 − Vi 2 a= 2·∆x Donde: a = aceleración necesaria Vf = Velocidad final, siendo los 42 m/s ya calculados anteriormente Vi = Velocidad inicial = cero, pues el proyectil partiría del reposo. ∆x = Longitud del cañón = 1.5m Cos estos datos la ecuación queda: 2 m 42 Vf 2 − Vi 2 s m a= = = 588.36 2 Es decir, unas 60 aceleraciones terrestres. 2·∆x 3m s Con el dato de la aceleración se podía determinar la fuerza: m F = m·a = 76.5 Kg ·588.36 2 = 45009.54 N s A este resultado había que sumarle la fuerza necesaria para contrarrestar el peso propio del proyectil sobre el plano inclinado del cañón. Despreciando la fuerza de rozamiento del proyectil contra las paredes del tubo que estarían aceitadas, la fuerza que había que añadir era la siguiente: 2 m F = 76.5 Kg · ·9.806 2 = 530.44 N 2 s Es decir que la fuerza total necesaria era 45009.54 N + 530.44 N = 45540 N La fuerza se mide habitualmente en “Newton”, unidad que se identifica con la letra “N”. Para tener una idea de lo que esto significa, cabe decir que si una persona sostiene con la mano un paquete que contiene un Kg de azúcar, está usando una fuerza para sostenerlo igual a 9.8 N De la misma manera, los 45540 N necesarios equivalían a sostener un peso de casi 4647 Kg. Ahora había que resolver la parte quizás más complicada del problema: ¿De donde se obtendría semejante fuerza? Solo parecía haber dos opciones: Utilizar resortes o explosivos Los resortes tienen lo que se llama una determinada “constante elástica” que los caracteriza. Hay resortes blandos y otros más duros, variando justamente la fuerza necesaria para deformarlos (estirarlos o comprimirlos). Utilizando 6 resortes juntos, la constante elástica “K” necesaria era: 45540 N 45540 N N K= = = 5060 6·∆x 6·1.5m m Averiguando en ferreterías industriales, Daniel se enteró de que no había resortes estándar con esa constante elástica. El más fuerte que encontró apenas llegaba al 10% de ese valor. Página 33 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Consultando con un fabricante de resortes para ver si era posible fabricarlos a pedido, resultó ser que cada uno de esos resortes pesaría unos 65 Kg, es decir que su cañón pasaría a pesar más de 400 Kg, con lo que necesitaría un auto-elevador para poder moverlo. La idea de los resortes quedó descartada. Los explosivos eran la única alternativa posible, pero había tres problemas: • Daniel tenía cierta información teórica de cómo realizarlos (gracias a su profesor de química), pero nunca lo había intentado. • Los materiales necesarios para fabricarlos eran de venta restringida, al igual que las sales de cianuro, aunque Daniel tenía desde hace meses atrás un par de botellitas de glicerina, ácido nítrico y ácido sulfúrico como para empezar a ensayar. • Aunque lograra sintetizar la nitroglicerina y usarla para fabricar explosivos plásticos, no poseía información sobre cuanta fuerza ejerce una cierta cantidad de explosivo. La única forma en la que podría averiguar esto sería mediante continuas pruebas, utilizando distintas cantidades y midiendo los resultados obtenidos. Daniel compró una de esas antiguas “ollas de presión” que se usaban para cocinar la comida a temperaturas superiores a los 100º C. Estas ollas vienen equipadas con una válvula de seguridad, por donde escapa el vapor cuando la presión interna de la olla alcanza un valor excesivo. También adquirió una garrafa y un mechero de tipo industrial para tener una llama mucho más fuerte que la de la cocina. Puso en la olla un poco de cada sustancia química, aseguró la tapa y la puso a hervir. Pasados varios minutos, comenzó a salir el vapor por la válvula de seguridad y allí Daniel había conectado una manguerita para que los gases se combinaran dentro de una ampolla de vidrio y de ahí, una vez condensados, se precipitaran suavemente en un recipiente. Ni bien se juntó algo de liquido (algo así como una cuchara sopera), luego de dejarlo enfriar, Daniel usó una jeringa para transferirlo a una de esas minúsculas ampollitas de vidrio que se usan como envases para las muestras de los perfumes de “Avón”, las cuales pueden contener entre 1 y 2 cm³ Tomando la ampolla con extremo cuidado, se dirigió al balcón que daba a la calle y desde allí la arrojó contra el asfalto. Nada pasó. Preguntándose sobre que sería lo que estaba fallando, Daniel se dio cuenta que las tres sustancias involucradas en la reacción tenían distinto punto de ebullición: El ácido nítrico hierve a los 83º C. La glicerina hierve a los 290º C. El ácido sulfúrico hierve a los 337º C Comprendió que al mezclar las tres sustancias en un mismo recipiente, lo que ocurría era que cuando la temperatura de la mezcla alcanzaba los 83º C, comenzaba la vaporización del ácido nítrico y la temperatura se estancaba allí, pues cuando hay cambios de estado en la materia (de sólido a líquido o de líquido a gaseoso), la energía recibida se utiliza para romper las ligaduras moleculares y no se traduce en un aumento de la temperatura. Eso es lo que se llama “calor latente”. Así fue que Daniel debió comprar dos mecheros y dos ollas de presión más. También debió conseguir una ampolla de condensación en la cual pudiera conectar simultáneamente las tres mangueritas y repitió el experimento. Página 34 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Colocó al fuego primero el ácido sulfúrico, pasados unos minutos, a la glicerina, y finalmente tras unos quince minutos más, al ácido nítrico. Las tres ollas comenzaron a soltar los vapores casi al mismo tiempo por sus válvulas de seguridad. El líquido que se condensaba al mezclarse los gases se iba acumulando en el vaso de precipitación. Luego de haber juntado unos 50cm³, Daniel apagó los mecheros y esperó un par de horas hasta que el liquido obtenido se enfriara, pues la nitroglicerina es altamente inestable y explosiva cuando está a una temperatura superior a los 41º C. Tomadas esas precauciones, al igual que en el primer intento, llenó una ampollita de vidrio con la jeringa, se dirigió al balcón y la arrojó al medio de la calle. La detonación que se produjo fue ensordecedora. Daniel estaba acostumbrado al ruido de los disparos de un arma, pues solía practicar tiro en el polígono. Nunca pensó que una minúscula cantidad de nitroglicerina podría producir un estruendo mucho mayor que el de un disparo. Algunas alarmas de vehículos estacionados en la calle comenzaron a sonar, a consecuencia de la explosión. Daniel cerró las persianas del balcón y satisfecho con el resultado obtenido dio por finalizado el experimento. Ya estaba listo para producir nitroglicerina en cantidad, pero había un pequeño problema: ¿Cómo podría comprar los cientos de litros de distintos ácidos que necesitaba, sin quedar “escrachado” en la compra? Era evidente que necesitaba una personalidad ficticia para efectuar las compras. Luego de pensar un rato en esto, sonrió pícaramente. Tendría que ir a visitar al “Tano”. Página 35 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 7: Mercado negro Don Giuseppe Fontanellio vivía en el barrio de Mataderos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde hacía más de cuarenta años. Allí estaba ubicada su casa, justo encima del taller de imprenta que también poseía. Había nacido en Italia antes de que finalizara la 2º guerra mundial. Cuando tenía dos años de edad, sus padres vinieron a vivir a la Argentina, trayéndolo a él y a sus dos hermanas. A principios de Julio del 2011, Giuseppe (homónimo de Garibaldi) acababa de cumplir 67 años de edad. Giuseppe era muy conocido en el ambiente gráfico pero no con su nombre real, sino con el apodo de “El Tano”. Había una especie de leyenda urbana la que le atribuía al “Tano” las capacidades y experiencias de haber falsificado cuanto artículo gráfico existiera y tuviera algún valor: Bonos, cheques, títulos de acciones, documentación de todo tipo, billetes en pesos, australes, patacones, dólares, marcos alemanes y euros formaban parte de la extensa lista de falsificaciones realizadas por el tano. En el código penal argentino, la falsificación se penaliza con prisión de tres a ocho años. El tano fue preso una vez, allá por el año 1985, cuando se lo halló culpable en un juicio donde un ex socio suyo lo delató para obtener el beneficio de que le redujeran la condena. Desde entonces, el tano nunca más tuvo socios. Un par de veces fue investigado como sospechoso en algunas causas pero no pudo probarse su culpabilidad y fue absuelto. El tano tenía suficientes ingresos con los trabajos legítimos que realizaba en su imprenta, por lo que no se explicaba fácilmente cual era su motivación para cometer actos ilícitos. El tano fraguaba sus falsificaciones con la pasión con que un artista pinta un cuadro, como si se tratara de verdaderas obras de arte. Quizás por ello, en los años 90, los Estados Unidos enviaron una comisión investigadora a la Argentina para analizar unos dólares falsos que habían sido detectados en circulación. Según declararon los peritos estadounidenses, se trataba de las falsificaciones más “auténticas” que habían aparecido hasta el momento y resultaba casi imposible distinguir estos dólares falsos de los genuinos, a no ser que se utilizara para analizarlos unas técnicas especiales de análisis químicos, que se llevaban a cabo en laboratorios, a pedido de algunos bancos o casas de cambio. El tano realizaba eventuales falsificaciones a pedido de terceros. Se podría decir que “trabajaba para el gremio”. No era sencillo ser cliente del tano. En rigor de la verdad, rechazaba más del 90% de las propuestas delictivas que recibía, siempre desconfiando de que se tratara de “emboscadas” que le estuviesen siendo tendidas por agentes de la Ley trabajando de encubierto. Por mas insistentes que fueran los pedidos para convencerlo, su respuesta era invariable: “Lo siento, hace años que dejé de hacer esas cosas”. Se dice que el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo, y la experiencia le había enseñado al tano a ser muy desconfiado. Las falsificaciones que realizaba, eran casi en su totalidad para una reducida, selecta y antigua “cartera de clientes”. Página 36 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Su participación en esas asociaciones ilícitas se limitaba a la impresión. Es decir que si por ejemplo falsificaba una partida de dólares a pedido de un tercero, entregaba lo impreso al “cliente”, cobraba los honorarios convenidos y allí finalizaba su responsabilidad. No se ocupaba de hacer circular los billetes falsos. En ese momento estaba en curso una investigación a cargo de la fiscalía, a raíz de unas entradas falsas para el último recital de Shakira en la Argentina, que habían sido incautadas. En el operativo, había sido detenido un revendedor con las entradas en su poder y siendo indagado, había incriminado a su jefe directo y al tano. El detenido aseguraba haber pasado él mismo por la imprenta de mataderos para retirar un paquete, en el que supuestamente se hallaban las entradas falsas. El tano estaba entonces imputado como sospechoso en la causa y de ser hallado culpable, debería cumplir su condena sin posibilidad de acceder a la libertad condicional por su carácter de reincidente. Daniel había participado en la investigación de la fiscalía, averiguando a pedido del fiscal sobre que pericias podían realizarse para comprobar que esas entradas habían sido efectivamente impresas por las maquinas del tano. Consultando con algunas universidades, Daniel había descubierto que existía un método nuevo con el cual era posible comprobar lo que se sospechaba. Se trataba de una nueva técnica de laboratorio, desarrollada hacía menos de un año por profesores del Instituto Sábato, donde se dicta la carrera de “ingeniería de materiales”, en dependencia de la UNSAM (Universidad Nacional de San Martín) El método en cuestión consistía en analizar muestras a escala molecular con ayuda de un microscopio electrónico y detectar ciertas anomalías características que vendrían a ser como una especie de “huella digital” de la máquina. El resultado de esas pericias sería concluyente y eran de vital importancia para la causa, pues hasta el momento solo se contaba con la declaración del revendedor y no resultaba suficiente prueba para que el juzgado dictase una condena contra el tano. El fiscal estaba satisfecho con la noticia y estaba a punto de solicitar al juez que dictara la prisión preventiva del tano, aduciendo que cuando éste tomara conocimiento de las pericias que se iban a practicar, podría darse a la fuga y eso debía ser evitado. El martes 12 de Julio, a las 08:00 hs Daniel finalizó su primer guardia de la semana. De allí fue caminando como solía a su domicilio, pero al llegar, no se quitó el uniforme. Se preparó unos mates mientras leía en Internet las noticias del día. Así “hizo tiempo” hasta pasadas las 09:00, hora en que abría el taller del tano. La mañana estaba un poco fría para andar en moto, pero un buen par de guantes y una buena campera solucionaban el problema. El taller del tano se encontraba en una esquina. Una vez llegado allí, Daniel estacionó su moto en la vereda e ingresó al local. Lo recibió el tano en persona y le saludo: “Buen día oficial, en que puedo servirle” Daniel: “Buen día don Giuseppe, casualmente andaba por aquí y pensé en pasar a saludarlo”. El tano lo miró fijamente y le dijo: “Veo que me conoce, pero yo no sé quien es usted”. Daniel: “Cierto, disculpe que no me haya identificado. Soy el oficial subinspector Daniel Blumberg, de la comisaría nº44. Participo en la investigación de una causa en la cual usted está imputado como sospechoso” Página 37 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Tano: “Ya veo. ¿Y que le trae por aquí?” Daniel: “Sentí la curiosidad de preguntarle por qué usted sigue trabajando a los 67 años, ¿No debería estar ya jubilado?” Tano: “Verá oficial, podría decirse que mi jubilación está “en trámite”. Toda la vida realicé mis aportes provisionales, abonando como empleador la máxima categoría y luego de más de 45 años de aportes, resulta que ahora la ANSeS quiere pagarme una jubilación mínima. La verdad es que con $1400 por mes no me alcanza ni para pagar la cuota de la medicina prepaga y no me queda otra alternativa que la de seguir trabajando. Concretamente soy uno de los 460.000 jubilados que le estamos haciendo juicio al Estado para cobrar nuestros haberes” Daniel: “Lamento oírlo, espero que esa situación se resuelva pronto y favorablemente” Tano: “Gracias… Pero imagino que usted no vino hasta aquí para hablar de mi jubilación” Daniel: “Tiene usted razón. Me temo que le traigo una mala noticia” Tano: “¿Sobre…?” Daniel: “En la causa el juez acaba de ordenar unas pericias nuevas y especiales que resultarán concluyentes para determinar si las falsificaciones se realizaron en su taller o no. Además, el fiscal ha solicitado que se dicte sobre usted la prisión preventiva, y es muy probable que el juez acceda al pedido luego de recibir los resultados de las pericias, en el caso claro está, de que éstas resulten incriminatorias para usted. Si lo desea, llame a su abogado y le podrá confirmar todo esto. Ya debe de haber sido informado por el juzgado sobre las pericias que empezarán esta semana” El tano invitó a Daniel a pasar a su oficina. Luego de sentarse ambos, tomó el teléfono y llamó a su abogado. Mientras discaba el número, Daniel le pidió que omitiese mencionar su presencia o cualquier referencia que lo involucrase. El abogado le confirmó al tano todo lo dicho por Daniel y además le dijo: “Yo acabo de recibir la notificación del juez hace 30 minutos, ¿Cómo te enteraste vos de esto? El tano se limitó a responder: “Me lo contó un pajarito”. Al finalizar la comunicación telefónica, el tano permaneció pensativo. Mirando a Daniel le preguntó: “Oficial, ¿por qué se molestó usted en venir a traerme esta información? Sin duda sabría que de todas maneras me iba a enterar de esto durante el transcurso del día” Daniel: “Mire, yo no puedo saber si es usted culpable o no en este caso. Eso se sabrá en cuestión de un par de semanas. Lo que si puedo suponer es que, si efectivamente usted participó en estos hechos, tal vez le interese saber que yo podría sustraer del expediente judicial las entradas falsas incautadas. De esta manera, desaparecería la prueba necesaria para dictar una condena y el juez lo absolvería.” Página 38 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El tano inquirió: “Pero acaso si usted cometiera esa acción, ¿No podría ser inculpado por eso?” Daniel: “Sin duda habría una investigación de asuntos internos, pero somos más de diez las personas que tenemos acceso a los expedientes y la investigación difícilmente se resuelva” Tano: “En el supuesto caso de que me interese esta alternativa, ¿Qué interés suyo habría detrás de todo eso? Imagino que querrá algo a cambio pero le aviso de antemano que, más allá de lo que usted haya escuchado o leído sobre mí, no tengo mucho dinero” Daniel: “Simplemente necesitaría un trabajo” Tano: “¿Qué clase de trabajo?” Daniel sacó una lista del bolsillo y dijo: “Nada más que algunas cositas: 10 Documentos Nacional de Identidad, 5 pasaportes, 5 cédulas verdes de automotores, 5 registros de conducir, 5 pólizas de seguros, casi todas en blanco, excepto algunas de las que ya tengo preparados los datos y…. un millón de dólares de los buenos” El Tano se sonrió. En su larga trayectoria, era la primera vez que un policía solicitaba sus servicios, al menos vistiendo uniforme e identificándose como tal. Rascándose la cabeza preguntó: “Soy un poquito curioso. ¿Para qué desea usted conseguir toda esa documentación falsa y ese dinero? Daniel: “Estoy investigando en forma encubierta los nexos de una organización del narcotráfico. Estoy seguro que tienen contactos dentro de la policía, incluyendo probablemente a algunos de mis superiores. Necesito esas identidades y el dinero para abrir cuentas bancarias y simular ser un gran comprador de cocaína. Si obtengo los documentos falsos por los canales habituales de la policía para estos casos, los narcos conocerán mis supuestas identidades desde antes de que yo aparezca. Es la única manera en la que puedo llegar a tener éxito en la investigación” El tano no se tragó el cuento, pero sabía que su suerte estaba echada, dentro de diez días estaría seguramente en prisión y además, participar en los hechos que le proponía Daniel no modificaría mucho su situación procesal. Si la propuesta de Daniel era una trampa para incriminarlo, iría a prisión casi la misma cantidad de años y quizás, con suerte, al cumplir los 70 años podría obtener el beneficio de arresto domiciliario. El tano dijo: “Oficial, comprende usted que si yo reconociera ser capaz de hacer todo lo que usted pretende, me estaría inculpando a mi mismo de los cargos de los cuales se me acusa” Daniel: “Lo comprendo y admito que este negocio requiere una dosis de confianza” El tano: “Le propongo algo: usted traiga esas entradas y seguimos conversando sobre este asunto” Daniel sacó un sobre del bolsillo interno de su campera, lo colocó sobre el escritorio y dijo: “Aquí están” Página 39 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El tano abrió el sobre, un tanto incrédulo, y vio que en su interior se encontraban las benditas entradas falsas que le habían quitado el sueño últimamente. Con solo verlas y tomarlas en la mano, se dio cuenta de que eran las mismas que el había impreso y que no se trataba de alguna copia que podría haber realizado la policía para pretender engañarlo. Procedió a contarlas una por una, para ver si la cantidad coincidía con las 322 que estaban indicadas en los expedientes de la causa. Daniel le dijo: “Cuéntelas, pero están todas” Una vez que el tano terminó de contar, le dijo a Daniel: “No hay problema oficial, me parece que usted me propone un trato justo. Yo le ayudo a usted en su investigación contra el narcotráfico y usted me entrega esta evidencia que me compromete” Daniel dijo: “Así que era cierto” El tano: “¿Tenía dudas acaso?” Daniel: “No muchas a decir verdad. ¿Cuánto tardaría usted en producir los papeles?” El tano: “Una semana para la documentación y dos semanas para el dinero” Daniel: “¿Tenemos un trato entonces?” El tano: “Así es oficial. Trato hecho” Daniel: “Debo decirle un par de cosas más” El tano: “¿A ver?” Daniel: “Nadie debe ser sobre este asunto. Deberá llevarse este secreto a la tumba” El tano: “No hay problema. ¿Cuál es la 2º cosa? Daniel: “A modo de garantía de que usted cumplirá su parte del trato, me tomé la libertad de grabar esta conversación que tuvimos. Además, hace unos días, mandé a realizar por mi cuenta los análisis químicos en el laboratorio de la universidad sobre las entradas y tengo los resultados en mi poder. Si usted no cumple, le entregaré estos elementos al fiscal, aduciendo que quise improvisar por mi cuenta para aportar a la investigación y sin duda me penalizarán por atentar contra el debido procedimiento, quizás me degraden y me quiten parte del sueldo, pero la pesadilla continuará para usted. Cuando me entregue usted las cosas, yo le entregaré los análisis periciales y la grabación” El tano: “Veo que es usted un tanto astuto y desconfiado. No se preocupe, cumpliré mi parte del trato. Necesito que me dé los datos con que hay que llenar la documentación, y en el caso de los DNI y los pasaportes que estarán en blanco, tiene que decirme los Nº que hay que timbrar sobre los mismos, pues debo realizar los orificios en la mitad de las hojas” Daniel le entregó las listas con los datos al tano y se fue a su casa a dormir un par de horas. Página 40 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 8: Durmiendo con el enemigo Como a fines de Junio se había tornado imposible conseguir información sobre los posibles blancos en las redes informáticas del gobierno, Daniel comenzó a asistir a unas reuniones de autoayuda del CIAPSI, en su delegación de Morón. El CIAPSI, Centro de Investigación y Ayuda en Psicología, es una Organización No Gubernamental cuya misión, entre otras cosas, es brindar asistencia y asesoramiento a víctimas y familiares de víctimas. El motivo de Daniel para concurrir a ese sitio, aquel viernes a las 19:00 hs, era la posibilidad de conseguir allí datos sobre posibles blancos, ya que sus canales originales para obtener esa información habían sido bloqueados por las medidas preventivas del Ministerio de Seguridad. Esa noche, escuchó varios testimonios de personas que atravesaban variadas experiencias. Los relatos abarcaban un amplio abanico de aspectos: Desde las vivencias personales y familiares que padecían, hasta cuestiones referentes a los procesos legales en curso. Cuando Daniel se sumó a la ronda del grupo que se hallaba sentado en sillas conformando un círculo, no pudo evitar que le llamara la atención una mujer muy bonita que estaba sentada casi en frente de él. Se parecía mucho a Natalia Oreiro cuando filmó “Música en espera”. Daniel se sorprendió un poco al descubrirse a sí mismo atraído por ella y se autoreprendió. Estaba allí para conseguir información logística, no para hacer amistades o entablar algún tipo de relación romántica. Cuando a Daniel le tocó su turno de hablar, dijo su nombre y repitió sintéticamente la causa inventada por la que encontraba allí, pero añadió que no se encontraba listo para hablar de ese asunto por el momento y prefería limitarse a escuchar a los demás. La psicóloga que dirigía el diálogo optó por respetar su decisión, en especial considerando que era su primera visita, y le pasó el uso de la palabra a la persona que estaba a su lado. Mientras oía los relatos de los demás, Daniel iba tomando nota en una agenda de todos los datos que podían llegar a resultarle de utilidad: nombres y apellidos de las victimas y victimarios, naturaleza y fecha en que ocurrieron los hechos, tribunales en los que se tramitaban las causas, etc. Daniel siempre había sentido repulsión hacia los violadores. No podía entender que un hombre ultrajara a víctimas indefensas para satisfacer oscuros y perversos deseos propios, cuando con solo gastar unos pesos con alguna prostituta, podía igualmente satisfacer su lujuria sin violentar a nadie. Pero Daniel nunca se había detenido a analizar en detalle el trauma que significaba para una persona o un grupo familiar el haber sido víctima de un delito sexual. Los testimonios que Daniel iba escuchando, evidenciaban que el daño no se limitaba al momento puntual de cometerse el hecho delictivo, sino que las consecuencias y heridas perduraban tras el paso de los años y en general, nunca sanaban. Página 41 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Cuando le llegó el turno de hablar a la joven que le había gustado a Daniel, dijo llamarse Isabel y su relato, aunque fue pronunciado en un tono pasivo como por alguien que ejercía un gran control sobre sus emociones, no dejaba de ser conmovedor. Isabel tenía 27 años y era madre de tres hijas de 8, 6 y 3 años, que se llamaban respectivamente Marisol, Jimena y Lucía. Isabel se había separado de su marido e iniciado el juicio de divorcio, hacía ya tres años, por las repetidas infidelidades de su conyugue. Luego de separarse, había consensuado con su ex pareja un régimen de visitas donde el padre de las niñas se las llevaba los fines de semana. Un par de semanas después de producirse la separación, Marisol y Jimena, que entonces tenían 5 y 4 años respectivamente, le preguntaron a su mamá si su padre no viviría más con ellos. Isabel no sabía bien que decirle a las niñas y no se le ocurrió una mejor respuesta que la verdad: “No” les dijo. “Papá y mamá ya no van a estar más juntos. Pero ustedes van a seguir viendo a papá todas las semanas, ¿les parece bien?” Para su sorpresa, la respuesta de Marisol fue: “Yo no quiero verlo más a papá. Papá es malo. Me alegro de que se haya ido” Jimena decía lo mismo que su hermana mayor. Isabel pensó que las niñas debían estar percibiendo un abandono de parte de su padre, por no verlo de lunes a viernes, y que quizás esto les estaría generando un rechazo hacia su figura. Intentó entonces defender al padre y les dijo a las niñas: “Papá no es malo, lo que pasa es que tiene que ir trabajar y como papá y mamá ya no están juntos, solo puede venir los fines de semana a verlas a ustedes. Pero papá las quiere mucho, igual que mamá aunque no esté acá todos los días” Marisol dijo: “No mamá, papá es malo, nos hace cosas feas” Esta frase de Marisol alarmó a Isabel. Quiso imaginar que tal vez su ex marido las habría castigado con golpes o alguna clase de castigo físico a causa de las travesuras de las niñas durante su ausencia, ya que nunca había visto que les alzara la mano a sus hijas estando ella presente. Cuando las niñas se portaban mal, el castigo que ambos padres le imponían era el enviarlas al baño en penitencia, hasta que pidieran disculpas por su mal comportamiento y dijeran que no lo repetirían. Isabel preguntó: “¿Qué cosas feas hijita?” pero las niñas fueron renuentes a seguir hablando. Al día siguiente, Isabel llevó a sus hijas a una psicóloga infantil, contándole a la profesional el diálogo de la noche anterior y expresándole su preocupación. Luego de esa consulta inicial, donde la psicóloga se dedicó a intentar entablar una amistad con las niñas, jugando con ellas y pidiéndoles que hicieran algunos dibujos, le dijo a Isabel: “No tengo elementos para asegurarlo en este momento, pero hay indicios que sugieren que las niñas han sido víctimas de maltrato físico y/o psicológico. Recomiendo una terapia para analizar el caso con más profundidad” Al llegar el fin de semana, Isabel le dijo a su ex esposo que las niñas estaban con gripe y que prefería que no salieran. Al avanzar las sesiones, la psicóloga llegó a la conclusión que las niñas habían sido victimas de abuso sexual por parte de su padre y le recomendó a Isabel que denunciara el asunto a la Justicia, y que se realizara una serie de diagnósticos psicológicos y Página 42 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue médicos para determinar en profundidad las causas del trauma que evidenciaban las niñas. En una audiencia previa al juicio de divorcio del juzgado de familia, Isabel asistió acompañada de su padre y su abogado mientras su ex esposo concurrió acompañado con su abogada. Se discutían algunos aspectos como la cuota alimentaria, el posible reparto de bienes, la tenencia de las hijas y el régimen de visita de las mismas. En este punto, las partes no podían llegar a un acuerdo. Isabel se oponía a que su ex esposo volviese a tener contacto con sus hijas. El padre de las niñas ignoraba que había una denuncia penal en su contra y su abogada requería conocer el por qué Isabel no quería reconocer el derecho de su cliente a ver a sus hijas. Viéndose forzado por la situación y ante el requerimiento de la mediadora, el abogado de Isabel informó la existencia de una denuncia penal por abuso. La abogada del padre le dijo a su cliente: “No pronuncies una palabra, dejá que yo me encargue”. A partir de esa reunión reveladora, las cosas cambiarían radicalmente. El padre de las niñas tenía un buen empleo. Trabajaba como gerente de un laboratorio y percibía una excelente remuneración. Además, durante los seis años en que ambos habían estado casados, habían ahorrado y acumulado una pequeña fortuna. Cuando Isabel y su marido se casaron, lo hicieron siendo dueños de un departamento, el que habían logrado pagar en su totalidad juntando sus respectivos ahorros. Ambos tenían un buen manejo de las finanzas y durante sus años de matrimonio, habían realizado una serie de inversiones que les resultaron muy redituables. Al momento de separarse, tenían en el banco un plazo fijo de $400.000, además de una hermosa casa de mas de 230m² y un par de autos. En cuanto el padre conoció que había una causa penal en su contra, no le pasó un solo billete más a su familia. Todas las notificaciones que le enviaba al respecto el juzgado de familia, resultaban inútiles porque nunca lo hallaban en el domicilio declarado y así “no era posible notificarlo”, según explicaban los empleados del juzgado. El abogado que había contratado Isabel, resultó no ser lo suficientemente experimentado como para darse cuenta que debía solicitar al juez que notifique al padre en su domicilio laboral y que ordenara a la empresa que apartara una parte de su sueldo para la manutención de la familia. Los tribunales del fuero civil, a diferencia de los del fuero penal, no actúan de oficio. Son como un médico que está junto a un paciente sangrando, pero no le prestan cuidado alguno hasta que éste así se lo solicite en forma explícita. Entonces dicen: “¿Usted quería que lo ayude? Lo hubiera dicho antes hombre. Yo no soy adivino” Durante las semanas subsiguientes al momento en que Isabel se enteró que sus hijas habían sido víctimas de abuso, su salud se vio muy afectada. Estuvo varios días prácticamente afónica y llegó a perder 15Kg de peso, semejaba uno de esos casos de desnutrición del África, donde quienes lo padecen parecen tener solo piel y huesos. Su aspecto físico resultaba irreconocible para sus padres y hermanos. Página 43 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Isabel había estudiado magisterio, y ante la necesidad de proveer económicamente para su familia, empezó a buscar trabajo de maestra en ambos turnos. Tardó unos meses en conseguir empleo, mientras tanto subsistió a duras penas gracias a un dinero que le pasaron sus padres durante ese tiempo. El plazo fijo que tenían en el banco, se esfumó de la noche a la mañana. Su ex esposo, mediante lo que la Justicia denomina una “asociación ilícita” junto a su abogada y un tercero, fraguaron una estafa a la sociedad conyugal. El procedimiento fue simple: El hombre labró un pagaré, en fecha posterior a la constitución del plazo fijo, a nombre de ese tercero, para saldar una supuesta deuda. Cuando se cumplió la fecha (apenas un par de meses), el tercero ejecutó el pagaré y el ex esposo de Isabel se “allanó a la demanda”. El juez del tribunal comercial nº 3 de Morón, a cargo de la causa, ordenó el embargo de la suma de $310.000 sobre el monto del plazo fijo, para cubrir el monto del pagaré, los intereses punitorios y las costas del juicio. Los $90.000 restantes fueron embargados por el banco, que demandaba el cobro de unos préstamos concedidos al ex esposo de Isabel y que no habían sido pagados. Isabel trabajó un par de años como docente, debiendo contratar una niñera para que cuidara a sus hijas durante el turno tarde, cuando sus niñas volvían del jardín y la escuela. Luego comenzó a trabajar como vendedora de una editorial, porque el sueldo era sensiblemente mejor que el que percibe un docente. Todos los días recorría la Capital Federal y el Gran Buenos Aires de aquí para allá visitando librerías con el baúl de su auto cargado de libros. Pese a que sus ingresos no eran considerables, Isabel se las ingeniaba para mantener a su familia, pagar los impuestos y servicios, pagar el colegio de las niñas, pagar el instituto de música al que asistían Marisol y Jimena los sábados, pagar las terapias psicológicas a las que asistían todas las semanas sus hijas y ella misma, pagar los honorarios del abogado penalista que llevaba adelante su caso y también para llevar con regularidad a sus hijas al cine o lugares de esparcimiento semejantes. Resultaba conmovedor ver a una mujer joven lidiando diariamente por su familia, cumpliendo los roles de padre y madre a la vez, mientras litigaba en una grave causa penal con toda la carga emocional y el estrés que ello implica. Isabel finalizó su relato en la reunión diciendo que estaba próxima la fecha del juicio oral. Aunque estaba contenta porque en su caso el proceso había sido bastante rápido, pues habitualmente suele demorar seis años, estaba asustada porque últimamente había recibido amenazas de muerte anónimas por teléfono. Más de una vez habían aparecido gatos muertos degollados en su jardín y luego había recibido llamadas en las que le dijeron: “¿Viste ese gato muerto?, Así te vamos a matar a vos y a tus hijas si no desistís de la demanda.” Ella había denunciado esas amenazas a la policía pero aunque el asunto fue investigado, no se logró identificar al autor de los llamados telefónicos. El discurso de Isabel resultó conmovedor para Daniel. Admiraba el temple y el carácter que evidenciaba tener esa chica y se propuso intentar hablar con ella. Luego de las respectivas exposiciones de todos los presentes, la profesional que presidía los diálogos finalizó la reunión aportando una breve descripción del perfil psicópata que casi siempre está presente en la personalidad de los abusadores y violadores. Página 44 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Algunos rasgos de ese perfil eran la carencia de empatía por el prójimo, el no acostumbrar a ponerse en “el lugar del otro”, egoísmo, egocentrismo, ausencia de culpa, ausencia del afecto natural que supuestamente debería tener todo progenitor, la no valoración de las otras personas como tales, el reducir a quienes les rodean al nivel de “cosas” y simples “objetos” que utilizan para satisfacer sus perversos y malvados deseos. La ausencia de virtudes que caracterizan a toda persona de bien tales como lealtad, sinceridad, honestidad, fidelidad, veracidad, cariño, afecto fraternal, amor, etc. Cuando ya todos se despedían para marchar a sus respectivos hogares, Daniel se acercó a saludar a Isabel e intentar entablar una conversación con ella. “Me impresionó tu relato”, le dijo, “A pesar de todo el mal trago que estás atravesando te ves entera y decidida”. “Gracias”, dijo ella, “La verdad es que no queda otra cuando hay tres criaturas que dependen de una” Daniel: “¿Puedo invitarte a tomar una taza de café?” Isabel: “Disculpame, pero yo no te conozco. Es la primera vez que te veo y no acostumbro salir con extraños” Daniel: “Debí suponerlo, pero quizás pueda hacer algo para dejar de ser un extraño. Me presento: Soy Daniel Blumberg y trabajo como agente de la Policía Federal”. Al decir esto último exhibió su placa para corroborar la veracidad de sus dichos. Isabel: “¿Qué pretende usted oficial? ¿Interrogarme acaso?” Daniel sonrió cabizbajo y respondió: “Para nada. Simplemente me encantaría que pudiéramos conversar un rato, unos minutos, solo un pocillo de café aquí enfrente. ¿Qué te parece? Yo invito” Isabel lo miró fijamente a los ojos casi un par de segundos y accedió: “Un café me vendría bien. Acepto” La verdad es que la “química” había sido mutua y ambos empatizaron desde el principio. Ya en el café, charlaron de varios temas. La conversación fluyó en forma natural, espontánea, como si hubiese una amistad preexistente entre ellos. Una de las cosas que Isabel mencionó en esa oportunidad, era el problema que tenía cada vez que, al circular por la calle, era detenida por algún control policial. Como la cédula verde del auto que usaba para trabajar estaba a nombre de su ex marido y ya tenía mas de dos años de impresa, en consecuencia se hallaba vencida para ser presentada por personas que no fueran el titular del auto. Además carecía de la “cédula azul” que se requiere en esos casos. De manera que, cada vez que un policía le pedía los papeles, debía exhibir la libreta de casamiento, la orden de restricción contra su marido dictada por el juzgado, los comprobantes de la causa penal en curso y demás menesteres, apelando a la buena voluntad del policía para que la dejaran continuar su camino. También charlaron de sus gustos sobre música, cine, libros, etc. Cuando quisieron darse cuenta, ya había pasado más de una hora y a Isabel la esperaba en su casa la niñera que cuidaba a sus hijas. Página 45 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue A despedirse, Daniel le dijo: “Me encantó poder charlar con vos. Espero poder verte otra vez”. “Lo mismo digo” respondió ella. Durante las semanas subsiguientes, al concluir cada reunión de los viernes, Daniel e Isabel compartieron varias veladas. En la tercera cita, fueron a cenar a un local gastronómico del centro de Morón, llamado “San Eduardo” que tiene unas excelentes pastas. A medida de que se iban conociendo cada vez más, se fueron planteando algunas conversaciones sobre temas más íntimos. Isabel contó que su hijita Lucía de solo tres años, era una recién nacida cuando se separó y nunca conoció a su padre. Al comenzar la niña a asistir al jardín de infantes en la salita de tres años, prematuramente había descubierto que sus compañeritos y compañeritas tenían “papá”, algo que ella ni sabía lo que era. Isabel no sabía como debía responder las preguntas de Lucía e intentó explicarle que algunas familias tienen “papá y mamá” y que otras solo tienen “mamá”, como ella, y que por supuesto su mamá la quería y la amaba “mucho mucho mucho”. En su interior, Isabel albergaba el temor de no saber criar sola a sus hijas, de ser incapaz de proveerles todo lo necesario como madre en cuanto a su educación para formarlas como personas de bien, sanas e íntegras. En una ocasión, Isabel le preguntó a Daniel sobre su hermanita y como iba el caso de ella. Él se aborreció a sí mismo por mentirle pero le dijo que se llamaba Nadia, que tenia 17 años, y que el sujeto que la había violado había sido muerto por disparos de un policía que quiso evitar su huída. Dijo que su madre quería demandar a la familia del violador por daños y perjuicios. “¡Ah, bueno!” dijo Isabel. “La plata al fin de cuentas es lo menos. Podría decirse que en el caso de tu hermana ya se hizo justicia, porque peor castigo que el que recibió ese abusador no puede existir” Daniel: “Así es, supongo que fue justicia. A propósito, ¿escuchaste hablar del “Marcador”? Isabel: “Obvio que sí, los medios hacen notas todos los días sobre él. Es más conocido que Maradona” Daniel: “¿Qué opinión te merece?” Isabel: “¿Quién? ¿El Marcador?” Daniel: “Sí” Isabel: “Me cuesta imaginarme que clase de persona podrá ser. Evidentemente, debe pensar que hace justicia con sus asesinatos, pero nada justifica el quitarle la vida a otro ser humano, por más criminal que sea. Página 46 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Yo no creo en la pena en la muerte. Pienso igual que Pablo Rago en la película “El Secreto de sus ojos”. Hay criminales que debieran pudrirse en la cárcel, ir presos y nunca más salir, pero no estoy de acuerdo con que se los mate” Daniel: “¿Que dirías si El Marcador hubiese matado a tu ex esposo? ¿No te habría gustado que eso pase? ¿Crees que podrías estar mejor de esa forma?” Isabel: “Admito que muchas veces he deseado que estuviera muerto. El sufrimiento que debe atravesar una mujer en mi lugar, es mucho mayor al que padece una viuda. Si hubiera muerto, yo no estaría atravesando todo el trauma que significa tener que ir a este juicio. Mis hijas han pasado experiencias horribles y aunque lo que yo mas deseo es que pudieran olvidar todo y seguir adelante, por el contrario, se ven forzadas a recordar continuamente esos hechos en las terapias y en las pericias oficiales del tribunal de menores. Además, temo por mis hijas, imagino que serán adolescentes cuando él salga de prisión y habiendo ya purgado una condena, quizás yo no pueda impedir que él se vuelva a acercar a ellas. Lo que me preguntás es como si me dijeras si me gustaría tener un millón de dólares robados del banco. Me encantaría el beneficio que ello implica pero hay cosas que considero inadmisibles bajo cualquier concepto. Por otro lado, me parece que “El Marcador” solo mata a delincuentes que ya han sido condenados por la justicia. Nunca escuché que haya ejecutado a algún simple sospechoso o procesado” Daniel: “Quizás pueda hacer una excepción” Isabel: “¿Por qué? ¿Vos lo conocés acaso?” Daniel, sorprendido: “No, para nada. Solo estaba suponiendo” Isabel preguntó: “¿Qué es lo que anotás en tu libreta?” Daniel: “¿Yo? ¿Qué libreta?” Isabel: “Dale, vos sabés. Esa libreta en la que tomás notas en las reuniones” Daniel: “Ah… esa libreta. La verdad es que nada importante. Una simple recopilación de datos para realizar análisis estadísticos” Isabel: “¿Análisis estadísticos? Suena importante. ¿De que se trata?” Daniel: “Pues, cosas como edad promedio de las víctimas, cantidad de años que dura el proceso judicial, promedio de los años de condena que sentencian los jueces, cosas por el estilo” Cambiando de tema, Daniel preguntó: “¿Qué sentiste cuando descubriste que habías estado casada con un abusador?” Isabel: “Al principio no lo podía creer. No lo quería creer. Mi salud decayó un montón y tardé en recuperarme. Me costaba asumir esa realidad tan cruda. Con el tiempo fui aceptando los hechos y empecé a entender un montón de cosas” Página 47 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel: “¿Qué cosas?” Isabel: “Bueno, me cuesta un poco decirlo. Son cosas muy íntimas. Yo me casé muy joven, a los 18 años, y mi ex esposo fue mi primer novio. Yo creía estar profundamente enamorada de él, en realidad lo estaba para ser sincera. Ahora que llevo tres años haciendo terapia entendí varias cosas. Por ejemplo, en casi todos los años que estuvimos casados, casi nunca disfruté del sexo, mi ex me decía que yo era una frígida, que no lo sabía excitar y el se auto satisfacía delante de mí. Mi psicóloga me hizo dar cuenta de que si yo hubiera tenido un poco más, como decirlo, de experiencia en ese tema, me habría dado cuenta de que él era un impotente y que no era yo la que tenía la culpa.” Daniel: “Disculpame si peco de impertinente, pero entonces ¿cómo tuvieron tres hijas?” Isabel: “Mi primer embarazo fue fruto de una de esas contadas excepciones en las que tuvimos relaciones, básicamente en nuestros primeros meses de casados. Jimena y Lucía nacieron por fertilización asistida en una clínica, porque yo quería tener más hijos” Daniel: “Increíble… ¿Y nunca pensaste en rehacer tu vida, probar con otra persona? ¿O la mala experiencia que viviste te decidió a seguir sola?” Isabel: “A veces siento la soledad, el tener que llevar la carga de un hogar y no tener con quien compartirla. Pero mi divorcio está trabado por la causa penal. Recién cuando se dicte la sentencia del tribunal criminal podrá proceder el juicio de divorcio, la separación de bienes y todo eso. Actualmente estoy separada, pero para mí y para la ley, eso no es lo mismo que divorciada. Pienso que si formara pareja con alguien en este momento, técnicamente estaría cometiendo adulterio y por mi fe religiosa me opongo a eso. Quiero poder superar todo esto, terminar este juicio, divorciarme, poder sentir que estoy sana y lista para una nueva relación y ahí veré. De momento me limito a tener amigos solamente” Daniel: “¿Sos religiosa?” Isabel: “Si. No me gustan los fanatismos pero voy a la iglesia todos los domingos. Así me enseñaron mis padres y lo mismo le inculco yo a mis hijas. Es una tradición familiar” Daniel: “¿Entonces debo suponer que te casaste siendo virgen?” Isabel, muy sonrojada: “Así es, esa es la verdad. Pero basta de preguntas difíciles que me haces sentir vergüenza. Decime, ¿te gustaría venir a una fiesta de cumpleaños?” Daniel: “¿Un cumpleaños? Claro, por supuesto ¿Cuándo es la fiesta? ¿Quién cumple?” Isabel: “Mañana a las cuatro de la tarde en mi casa le festejo el cumpleaños a Jimena, que cumple 7. Contraté un pelotero y van a venir sus compañeros de la escuela. También vendrán algunos matrimonios amigos míos con sus hijos” Página 48 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel: “¿Qué se puede regalar a una niña de 7 años? No tengo la menor idea al respecto” Isabel: “No es necesario que traigas algo, me alcanza con que vengas” Daniel: “No te preocupes, ya encontraré algo apropiado” Al día siguiente, en casa de Isabel, Daniel le regaló a Jimena una muñeca “Barbie”, solo para enterarse de que las niñas ya tenían toda una colección de ellas, pero siempre venía bien una más pues las usaban para jugar a “desfiles de modelos” y “concursos de belleza”. Daniel se sentía un tanto incómodo rodeado de gente extraña, aunque los amigos de Isabel resultaron ser muy amables y sus hijas eran encantadoras. Los amigos de Isabel eran tres matrimonios que tenían hijos de la misma edad que los de ella. La casa de Isabel estaba ubicada en el partido de Morón, cerca de la av. Yrigoyen. Era una espaciosa vivienda y tenía un hermoso fondo, con pileta y un quincho donde se sentaron los adultos para comer unos sándwiches de miga y empanaditas. Atado a un árbol había un perro enorme que se llamaba Toby. Era de la raza “Mastín Napolitano” y debía pesar unos 70 Kg. Era un animal enorme. Daniel se acercó al perro y acuclillándose a su lado, le dispensó unas caricias. En eso lo vio Isabel, que venía de la cocina con una bandeja, y le dijo: “No puedo creer que Toby te haya dejado acercarte. Es el perro más gruñón del mundo. Con excepción de mis hijas y yo, nadie puede acercársele ni mucho menos tocarlo. Ni mis padres, ni mis hermanos que vienen siempre y lo conocen hace años. Si alguien se le acerca siempre ladra enfurecido. Es la primera vez que veo esto y no lo puedo creer” Daniel: “Ah bueno, siendo así mejor me alejo mientras tenga tiempo” Durante la semana siguiente, Daniel se dedicó a buscar datos sobre el ex esposo de Isabel. En una de sus tantas charlas con ella, él había visto la copia de unos oficios de la causa y había memorizado el Nº de expediente judicial. Con ese dato, pudo acceder al expediente completo en la intranet del Poder Judicial, y allí se enteró de las múltiples pericias psicológicas realizadas por seis profesionales. Cuatro de ellos eran peritos oficiales del tribunal de menores y los dos restantes eran peritos de parte. También constaban los numerosos e inequívocos indicios que evidenciaban el hecho de que las niñas habían sido abusadas por su padre. Los dibujos que realizaban las niñas, la forma en la que jugaban con muñecos, sus frases textuales relatando los hechos, etc. La prueba recabada era concluyente. No cabía la menor sombra de duda sobre la culpabilidad del acusado. Algo que descubrió Daniel al leer el expediente, fue que la causa había sido mal caratulada en la etapa de instrucción. Así como hay tribunales que dictan las sentencias mínimas posibles, que conceden beneficios improcedentes para los imputados como el arresto domiciliario cuando son menores de 70 años y cosas semejantes, también hay fiscales que ejercen su oficio con relativa liviandad. Página 49 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue En la IPP, la Instrucción Penal Preparatoria, es decir, la etapa previa al juicio oral, la causa de las hijas de Isabel había sido caratulada como “Abuso sexual simple” que admite una pena máxima de 16 años de prisión, y consideraba como víctima solamente a Marisol, pues al radicarse la denuncia, aun no se había constatado que Jimena también hubiera sido víctima. El hecho es que la calificación con la que hubiese correspondido caratular a los hechos era “Abuso sexual agravado, gravemente ultrajante en concurso real con corrupción de dos menores” cuya pena máxima es de cuarenta años de prisión. Así de golpe, por la falta de diligencia de un fiscal y un juez de garantías, el imputado gozaba de la posibilidad de beneficiarse con la posible reducción de su condena en la cantidad de veinticuatro años de cárcel. En la Justicia existe el denominado “principio de congruencia” que tiende a establecer la necesidad de que los delitos que se traten y se juzguen durante el debate público sean los mismos que fueron indagados durante la IPP. No obstante los jueces tienen la facultad de modificar la carátula de la causa según su criterio. Cuando Isabel logró contar con el dinero para contratar, a un costo de $10.000, a un abogado penalista para que siguiera la causa, ya era tarde para solicitar el cambio de carátula. El juicio estaba previsto para los días 1º y 2 de Agosto. Aún faltaba una semana pero Daniel decidió ir a visitar personalmente a ese violador. Habiendo averiguado su domicilio, procedió como de costumbre: Instaló una camarita inalámbrica de vigilancia, revisaba las imágenes en su computadora portátil desde un auto alquilado estacionado a menos de cien metros del lugar, y cuando lo vio salir del inmueble, procedió a seguirlo. Acercándose cautelosamente, una vez que la calle estaba despejada y no había potenciales testigos a la vista, se le cruzó en el camino y le dijo: “Disculpe caballero” El violador se sorprendió un poco de la forma que Daniel lo había cruzado pero preguntó: “¿Si?” Daniel empuñaba su arma calibre 40 dentro del bolsillo de su sobretodo mientras miraba fijamente a los ojos al ex marido de Isabel. En ese preciso instante en realidad estaba decidiendo si ejecutar a ese sujeto o no. En ese momento recordó todo lo que había aprendido en la UBA y en especial, aquellas premisas en las que oportunamente había creído: “Toda persona tiene derecho a un juicio justo”, “Todo acusado tiene derecho a defenderse en juicio”. Daniel comprendió que aún no estaba predispuesto a violar esos derechos. Si bien su criterio era muy distinto al del sistema legal vigente en cuanto a la pena que correspondía aplicar para algunos crímenes, ello no implicaba que descreyera del método jurídico para determinar la culpabilidad o inocencia de una persona. Daniel dijo: “¿Puedo preguntarle la hora?” Violador: “Si claro, son las cinco y diez” Daniel le dio las gracias y se marchó de allí. El violador pensó que quizás ese extraño era un ladrón que había querido asaltarlo pero que no se había animado a ello y siguió su camino. Unos días después tuvo lugar el debate, es decir, el juicio oral y público en la sala del tribunal criminal Nº 5 de Morón. Página 50 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue De “público” no tuvo mucho, ya que solo se le permitió la entrada para observar la audiencia a tres personas por cada parte. Uno a uno fueron desfilando los testigos. La prueba incorporada por lectura más los testimonios de los peritos era concluyente e irrefutable. La estrategia que ideó la defensa, fue tratar de presentar a Isabel como una fabuladora y mentirosa que había inducido a sus hijas a mentir para quedarse con todos los bienes de la sociedad conyugal. Para eso, el imputado declaró: “Cuando nos separamos, Isabel me llamó al celular y me dijo que si yo no le daba el 100% de los bienes, me iba a arruinar la vida. Que yo no sabía lo que se me iba a venir encima. Ahora entiendo a que se refería” El ultimo testigo que compareció, a pedido de la defensa, era un licenciado en psicología. Lo que este testigo pretendía hacer, en sintonía con el plan de los abogados defensores, era lisa y llanamente desacreditar todas las pericias realizadas por sus colegas profesionales. Ni bien comenzó su discurso en esa línea, la jueza presidente del tribunal lo paró en seco y le dijo: “Usted no es un perito de peritos. No está aquí para hacer una valoración sobre las pericias realizadas por los demás peritos. Lo que si puede hacer es dar su testimonio como perito de parte, en la medida que haya participado del caso, ya sea analizando al imputado o como fuere” Esto echó por tierra los planes de los abogados defensores, pero se la rebuscaron e insistiéndole al tribunal, consiguieron la autorización para hacerle al testigo “preguntas generales” sobre los métodos en que se debe proceder desde la psicología para determinar si un menor fue víctima de abuso sexual. Vale decir que siguieron con su estrategia, solo que sin poder hacer referencias puntuales a las pericias realizadas, a las cuales habían pretendido intentar denostar una por una. El licenciado comenzó diciendo que en toda evaluación profesional está presente la subjetividad del perito. Que todos somos subjetivos. Que si no se seguía el protocolo del instituto diocesano de San Isidro (luego se comprobaría que era el único que este licenciado conocía) el análisis podía estar “contaminado”, donde el menor podría estar “construyendo un relato ficticio”. El licenciado citó como ejemplo un caso en el que seis profesionales habían analizado a una misma persona y todos llegaron a conclusiones distintas. Para finalizar, la remató diciendo que era muy importante la experiencia del profesional al emitir un diagnóstico. Cuando fue el turno de preguntar de la fiscalía, el fiscal se lo quería comer crudo, estaba un poco fuera de sí. Una vez que logró serenarse, realizó unas pocas preguntas que resultarían lapidarias: Fiscal: “Sr. Licenciado: ¿Usted pretende decir que si no se sigue el protocolo del instituto diocesano de San Isidro una pericia psicológica no es válida?” Testigo: “No, no digo eso. Cité ese caso como un ejemplo pero se que hay otros protocolos” Jueza: “¿Puede mencionar algún otro método, algún otro protocolo, o conoce qué métodos se utilizan en la Justicia Penal de la Provincia de Buenos Aires?” Página 51 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Testigo: “Se que hay un libro que habla de eso, escrito por una autora de la cual no recuerdo el nombre en este momento. Desconozco el procedimiento de la justicia bonaerense” Fiscal: “¿Tuvo usted alguna entrevista con las niñas que son víctimas en esta causa? Testigo: “No” Fiscal: “¿Tiene usted experiencia en casos de abuso sexual?” Testigo: “No, nunca tuve experiencia en casos de abuso. He tratado problemas familiares, problemas de relaciones entra padres e hijos, pero casos de abuso nunca” Fiscal, un tanto incrédulo: “¿No tiene experiencia?” Testigo: “No” Fiscal: “Sra. Presidente: pido que esa declaración conste en las actas” Fiscal: “Sr. Licenciado: Usted dijo que es muy importante la experiencia del profesional al realizar una pericia. ¿Cree que tiene usted más experiencia que una perito del tribunal de menores, que ejerció toda la vida en ese aspecto y está a punto de jubilarse?” Jueza: “Sr. Fiscal: Me parece que esa pregunta ya está respondida. El testigo acaba de declarar que su experiencia personal es nula” Fiscal: “Sr. Licenciado: Hablemos en términos probabilísticos, dejándole a Dios la certeza absoluta, ¿Qué es más probable? ¿Qué unas niñas de 5 y 4 años engañen a seis profesionales manteniendo ese engaño durante tres años en más de doscientas entrevistas, o que un adulto engañe a un solo profesional en una entrevista?” Testigo: “Es más probable que el adulto sea el que cometa el engaño” Fiscal: “Sr. Licenciado: Usted dijo que cuando un profesional realiza una pericia psicológica, está presente su propia subjetividad. ¿Usted escapa a esa regla? Testigo: “No, yo estoy en igualdad de condiciones que mis colegas” Fiscal: “Entonces, ¿Lo que usted dice es subjetivo?” Testigo: “Y si, en cierta manera si” Fiscal: “Usted mencionó un caso donde al examinar una víctima, seis profesionales llegaron a conclusiones distintas. ¿Qué opina sobre el caso de que seis profesionales lleguen a la misma conclusión, aunque hayan seguido en sus análisis distintos test o protocolos?” Testigo: “En ese caso la coincidencia es concluyente. Es improbable que sea un error” Fiscal: “Sra. Presidente: Pido que esa declaración conste en las actas y no tengo más preguntas para el testigo” Página 52 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Luego vendrían los alegatos de las partes, la réplica de la fiscalía y la dúplica de la defensa. Una semana después, el 9 de Agosto, se dictó la sentencia del Tribunal. El padre de Marisol, Jimena y Lucía fue condenado a 20 años de prisión, concediendo el Tribunal el cambio de carátula solicitado por la Fiscalía. Durante los días en que transcurrió el juicio, Isabel padeció de fiebre alta, diafonía y finalmente contrajo una pulmonía. Su doctora le dijo que según algunas teorías de la medicina, hay enfermedades físicas que tienen orígenes emocionales y que había una correlación entre problemas surgidos en una pareja y afecciones a los órganos que en el cuerpo se encuentran de a pares, como los pulmones en su caso. Durante los diez días siguientes al juicio debió guardar absoluto reposo en cama y sus padres se ocuparon de llevar y traer a las niñas del colegio y el jardín. Casualmente, el ex marido de Isabel fue destinado a la unidad penal de máxima seguridad Nº 2 de Sierra Chica. Página 53 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 9: La calma que precede a la tormenta En el destacamento central de la Policía Federal, en la unidad de investigación nº 5, las cosas estaban un poco más tranquilas. Desde fines del mes de Junio, no habían ocurrido más ejecuciones del “Marcador”. Si bien la investigación no había avanzado mucho, el hecho de que hubieran cesado las muertes había aliviado un poco la presión bajo la que trabajaban los detectives. Mientras ocurrían los homicidios, en las semanas anteriores, habían sido incesantes los llamados telefónicos de los medios de comunicación solicitando información y del Ministerio de Seguridad, exigiendo resultados. En una de las reuniones semanales que mantenían los distintos representantes de las fuerzas de seguridad, bajo la supervisión del agente Gutiérrez, participó también la Ministra de Seguridad Nilda Garré, mediante una videoconferencia. Allí la Ministra fue informada del grado de avance de la investigación, que se limitaba a lo aportado por el violador que, por ser desconfiado, se había salvado de ser asesinado por Daniel, cuando éste usaba el disfraz de cartero. Preguntando sobre las posibles causas de que cesaran los homicidios, los presentes estimaron que habían sido efectivas las medidas preventivas adoptadas, que habían restringido al acceso a las bases de datos de los convictos junto con el programa de reubicación en el interior del País de los reos que iban siendo liberados. La Ministro preguntó: “¿Podremos dar por superado esta secuencia de asesinatos seriales? ¿Es posible que este asunto haya acabado definitivamente? El comisario inspector Juan Domínguez, jefe de Andrés, respondió: “Lo dudamos Sra. Ministro, “El Marcador” ha evidenciado una capacidad de logística e inteligencia poco comunes. Creemos que tarde o temprano habrá mas atentados, hasta que logremos detenerlo” Nilda Garré: “¿O sea que solo estamos atravesando una “calma” momentánea?” Juan Domínguez: “Me temo que así es” Garré procedió entonces a informar a los representantes de las distintas fuerzas que un nuevo sistema informático pronto se sumaría a las actuales herramientas existentes para combatir el delito. Consistía en un sistema que registraba la ubicación de todos los celulares del País. El sistema funcionaba tanto en tiempo real, como así también registrando las locaciones de los teléfonos hasta comienzos del año en curso, permitiendo trazar los itinerarios que se habían seguido. En cuestión de días el sistema estaría operativo y básicamente faltaba asignar los niveles de autorización para acceder a esa información, articulando este procedimiento con el Poder Judicial. La novedad fue bien recibida por todos los uniformados. Lejos de allí, Daniel continuaba con sus proyectos. Cuando el Tano tuvo listos “los papeles”, comenzó a organizar las futuras compras. Necesitaba conseguir: 200 litros de ácido sulfúrico. 100 litros de Glicerina 100 litros de ácido nítrico Página 54 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue 100 Kg de Sodio de Cianuro. 100 Kg de masilla. También tenía que comprar los metales para fabricar el cañón, y unas maquinas para poder cortar y soldar el acero. Para poder realizar las compras de sustancias restringidas, Daniel utilizó uno de los DNI en blanco que le había preparado el tano, cuyo número comenzaba con 92 millones, como ocurre en los casos de extranjeros que obtienen la ciudadanía argentina. Al llenar los campos de nombres y apellido, escribió: Henry Edward Jekyll Hide. Daniel estaba seguro que las compras que realizaría serían investigadas por la justicia, y como una humorada destinada a los detectives, eligió como identidad los nombre de los personajes de la célebre novela “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hide” de Robert Louis Stevenson, escrita en 1886. La falsa identidad que Daniel acababa de “inventar” era la de un supuesto sujeto de origen estadounidense y naturalizado argentino, aunque el número de DNI que estaba usando, en realidad le correspondía a un comerciante de origen boliviano que trabajaba en el Mercado Central de Buenos Aires. Para poder trasladar la mercadería, alquiló una camioneta Renault Express. No hubo problemas para conseguir el ácido sulfúrico y la masilla. Daniel compró las latas de masilla en una pinturería y el ácido sulfúrico en una droguería, donde le vendieron los 40 bidones de 5 litros de ácido “en negro”, es decir, sin facturárselo, porque había cierto impedimento de un trámite requerido por el SEDRONAR que Daniel no se preocupó en averiguar en que consistía. Para comprar la glicerina, el ácido nítrico y las sales de cianuro, dado que cada compra no podría superar los 5 Kg, era necesario efectuar un mínimo de 20 compras en distintos puntos de venta. Preparando una lista de todas las droguerías industriales de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, Daniel descubrió que no había muchos comercios de esa clase. Las droguerías existentes totalizaban 28, ubicándose 8 de ellas en la Capital, 9 en la zona norte, 7 en la zona oeste y 4 en la zona sur. Para adquirir los productos, fraguó una orden de compra, donde las sustancias eran supuestamente para el laboratorio nº 33 del I.N.T.I. (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) que está ubicado sobre la av. General Paz cerca de la av. Constituyentes. Utilizando la misma camioneta de antes, Daniel empezó el día con sus compras ya programadas. Había hecho una lista de todos los negocios y había trazado una hoja de ruta, empezando por los de Capital y continuando seguidamente por zona norte, oeste y sur. En cada droguería, “Henry Edward Jekyll Hide” compraba 5 litros de ácido nítrico, 5 litros de glicerina y 5 kg de sales de cianuro. Luego de haber realizado 3 compras, Daniel entró a la cuarta droguería, que en ese momento se hallaba vacía, se dirigió al mostrador y esperó a que lo atendiese el dependiente. Cuando el vendedor le dijo: “Buenos días, ¿Qué necesita?”, Daniel estaba a punto de leer su breve lista de productos, cuando sin saber por qué, alzó la vista hacia arriba a la derecha y leyó un cartelito que decía: “Sonría, lo estamos filmando”. Página 55 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Inmediatamente comprendió que allí no podría comprar, pues el video lo delataría sin lugar a dudas. Titubeó unos instantes y preguntó: “¿Tiene pastillas de cloro para la pileta?” Vendedor: “Si, ¿cuánto quiere?” Daniel: “Un kilo” Vendedor: “Aquí tiene, ¿algo más?” Daniel: “Nada más, gracias” Cuando se fue del local, mientras iba manejando con rumbo a la próxima droguería, Daniel se dijo a sí mismo que había cometido una estupidez: “¿A quién se le ocurre comprar cloro para la pileta en pleno invierno?” pensó. El hecho era que la situación lo había tomado desprevenido y no se le había ocurrido improvisar nada mejor. A partir de allí, antes de entrar a los negocios, colocándose una gorra y unas gafas oscuras, Daniel se fijaría a través de las vidrieras si en el lugar había cámaras de video. Comprando en una de las droguerías, al cargar sus datos en el sistema, el vendedor le preguntó, entre extrañado e incrédulo: “¿Usted se apellida Jekyll Hide?” Daniel respondió: “Así es. ¿Suena extraño, verdad? Mis padres siempre recibieron burlas por sus apellidos y más aun luego de casarse. Esa fue una de las razones por la que decidieron irse de los Estados Unidos y venir a vivir aquí a la Argentina” La historia sonaba a cuento chino, pero al vendedor el asunto en realidad no le importaba, mas allá de parecerle una curiosidad, por lo que se limitó a facturar y cobrar la venta. El realizar todas las compras, le demandó casi todo el día. En su itinerario, se había topado con cuatro negocios más que tenían cámaras, por lo que su lista de 28 lugares posibles para comprar se vio reducida a 23. La última de las 20 compras, la realizó en una droguería de Avellaneda, siendo casi las 17:30 hs. Cuando volvió a su casa y descargó todos los productos en el living, notó que su duplex se había transformado en una especie de depósito o laboratorio, y aun le faltaba comprar los hierros y las máquinas siderúrgicas para fabricar el cañón. Necesitaba un espacio para almacenar todas esas cosas, y para ello Daniel resolvió cavar una fosa en el fondo de su casa. Contrató a unos albañiles y les dijo que quería construir una pileta de natación en el fondo. Las medidas del patio trasero o fondo no eran muy grandes: El ancho era de 3 metros y el largo de 6 metros. Las medidas que Daniel les dio a los albañiles para la pileta eran 2.5m de profundidad, 2m de ancho y 4m de largo. Los albañiles dijeron que les parecía una profundidad excesiva para una pileta de esas dimensiones, pero como el cliente siempre tiene la razón, acordaron realizar el trabajo. Página 56 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue En 3 días, cavaron el foso volcando la tierra en un volquete en la calle, hicieron un contrapiso en el fondo del pozo y levantaron paredes perimetrales de ladrillo. Cuando casi habían llegado con las paredes al nivel del terreno natural, Daniel les dijo que deseaba paralizar los trabajos y continuar más adelante, por cuestiones económicas. Los albañiles cobraron lo ejecutado hasta el momento y convinieron en esperar a que los llamara más adelante para finalizar la obra. Luego Daniel compró unos tablones gruesos de pino, de 8” x 2”, los barnizó, y los colocó como tapa de la fosa que había hecho. Allí guardaría todos los bidones, latas, mecheros, ollas, garrafas y demás enseres. Ni bien produjo algunos litros de nitroglicerina, comenzó a mezclarla con masilla para fabricar explosivos plásticos. La masilla no aporta un reactivo para la explosión sino que simplemente absorbe a la nitroglicerina. La idea de usar un material poroso o absorbente para contener a la nitroglicerina no es nueva. Allá por 1867 Alfred Nobel ya lo había probado utilizando para ello sílice, polvo de ladrillo, arcilla, yeso, carbón, etc. Fue así como se originó la dinamita. Teniendo ya listos varios kg de explosivos plásticos, Daniel necesitaba determinar la cantidad exacta que harían falta para lograr impulsar el cilindro de GNC lleno de ácido a la distancia exacta de 180m. Para ello, decidió fabricar primero un “cañón de prueba”, de dimensiones más reducidas que el que pensaba utilizar finalmente. Compró un caño de 4” de diámetro (cuatro “pulgadas”, aproximadamente igual a 102mm), con un espesor de pared de 3.25mm y un metro de largo. Con ayuda de la soldadora y una amoladora, le fabricó una tapa posterior, bastante gruesa para que no se doblara por las explosiones, con unas bisagras. Como detonador para el explosivo plástico, decidió usar balas de calibre 40, a las que le quitaba el plomo con unas pinzas. En la tapa posterior del cañón practicó un orificio de un diámetro coincidente al de las balas, y fabricó un martillo percutor con un retardador. Para esto utilizó el mecanismo de un juguete, un auto a cuerda, y desarmó el revolver calibre 38 que le había quitado a los ladrones que habían querido asaltarlo en la av. Juan B. Justo. Con estos elementos armó un sistema donde giraba una manivela dándole cuerda y la espiral del resorte se iba expandiendo lentamente hasta que pasados unos 30 segundos, el martillo percutor impactaba contra la bala y producía la detonación. Había ideado este sistema retardador porque no quería correr el riesgo de estar junto al cañón cuando éste detonara, por si acaso algo salía mal. Como proyectil de prueba, consiguió un trozo cilíndrico macizo de acero que pesaba unos 10 Kg. Con todos estos pertrechos, más una balanza electrónica, una cinta métrica de agrimensor y un cronómetro, Daniel alquiló un auto y emprendió rumbo hacia la costa atlántica bonaerense. Sus padres poseían una casita en San Clemente del Tuyú y camino hacia allá, Daniel conocía el lugar ideal para llevar a cabo sus experimentos. El camino habitual para ir a la costa, es a través de la ruta 2 hasta Dolores, de allí por la ruta 63 hasta “Esquina de Croto” y luego el viaje finaliza a través de la ruta 11. Página 57 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue A mitad de la ruta 63, sale un camino de tierra en diagonal hacia la ruta 11, que tiene 23 km de longitud y es un verdadero atajo. Años atrás, ese camino se usaba bastante, por los continuos congestionamientos de las rutas 11 y 63. Pero desde que estas últimas fueron ampliadas a dos carriles por mano como tiene la ruta 2, había quedado en desuso. Cuando llegó a la mitad el trayecto de ese camino de tierra, Daniel se detuvo y preparó todo para comenzar los ensayos. El primer intento fue un verdadero desastre. Dispuso el cañoncito apuntando hacia el camino y lo cargó una cantidad de explosivo de 100 gramos. Detrás del cañón dispuso unas bolsas con arena para frenar el previsible retroceso del artefacto al detonar. Giró la manivela del mecanismo percutor, se alejó unos cuantos metros y se dispuso a encender el cronometro cuando oyera la detonación. El cañón hizo explosión, pero no como Daniel esperaba. El artefacto voló en pedazos por los aires. El caño utilizado de 3.25mm de espesor era muy fino y había explotado en su base como una granada, lanzando esquirlas hacia todos lados. Las bolsas de arena afortunadamente evitaron que las esquirlas alcanzaran a Daniel o al auto, que estaba ubicado detrás de ellas a varios metros de distancia. Un tanto molesto consigo mismo por no haber sido capaz de prever ese nefasto desenlace, Daniel regresó a su casa. Unos días después, volvió al mismo sitio con un cañón idéntico al anterior, pero con un refuerzo en la zona de la base donde se producía la explosión. Allí le había soldado otro caño exterior de pared de 12.7mm Como lo verificaría en unos momentos, esto habría de ser suficiente. Comenzó la serie de disparos, cargando el cañón con 100 gramos de explosivo. Al ser lanzado el proyectil (con un ángulo de 45º) cronometró el tiempo y midió la distancia alcanzada. Repitió el proceso, incrementado sucesivamente la cantidad de explosivo utilizada, con cargas de 200, 300, 400, 500, 600, 700, 800, 900 gramos y finalmente probó con un kg. Con todos los resultados anotados en una planilla, volvió a su casa para analizarlos. Intentando determinar la ley de variación, con ayuda de la computadora realizó unos gráficos donde ilustraba las distancias alcanzadas en función de la cantidad de explosivo. Así descubrió que había una relación prácticamente lineal, es decir, directamente proporcional, entre la masa de explosivo utilizada y la energía obtenida. Existen muchas clases de energías: química, eléctrica, nuclear, electromagnética, etc. Cuando se trata de cuerpos en movimiento, importan principalmente dos tipos de energía que se denominan “potencial” y “cinética”. Cuando un cuerpo se mueve por lo general estas energías varían pero, despreciando el efecto de rozamiento contra el aire, la suma de ambas siempre es constante. La energía potencial es igual a la masa del cuerpo por la aceleración de la gravedad por la altura referencial del objeto. Página 58 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Por ejemplo, si hay una maceta que pesa un Kg, ubicada en la baranda de un balcón de un piso 10º de un edificio, a unos 30m de altura, su energía potencial con respecto a la planta baja es: m E P = m· g ·h = 1Kg ·9.806 2 ·30m = 294.18 J s Donde: E P = Energía Potencial m = masa = 1 Kg m g = aceleración de la gravedad = 9.806 2 s h = altura = 30m “J” significa “Joules”, unidad de energía. Si esa maceta se cae del balcón, su altura con respecto al suelo irá disminuyendo. Consecuentemente se irá reduciendo su “energía potencial”, pero por la aceleración producida por la gravedad, la maceta caerá cada vez con mayor velocidad, incrementando así su “energía cinética” Como la energía se mantiene constante durante la caída, conociendo la energía potencial inicial podemos conocer la energía cinética final y de allí, mediante una simple fórmula, averiguar a que velocidad chocará contra el suelo. La fórmula que describe a la energía cinética es: 1 E C = m·V 2 2 Donde: E C = Energía cinética m = masa = 1 Kg V 2 = Velocidad de caída de la maceta, elevada al cuadrado. Igualando estas ecuaciones, podemos despejar “V” en función de “h” y de “g”: m 1 9.806m E P = EC ⇒ m· g ·h = m·V 2 ⇒ V = 2· g ·h = 2· ·30m = 24.25 = 87.32 Km 2 h s 2 s El mismo resultado se obtiene si utilizamos el valor de la energía potencial hallado al principio, de 294.18 J: 1 1 294.18 J m ⇒ m·V 2 = 294.18 J ⇒ V = 2· = 24.25 E C = m·V 2 2 2 1Kg s Con los valores obtenidos en las pruebas, Daniel calculó la energía liberada en cada explosión y realizó un gráfico en el que, uniendo los puntos, la línea resultó ser casi una recta, lo que se dice una “función lineal”. Anteriormente, ya había determinado la velocidad inicial que debería tener la bomba química al ser lanzada por el cañón y también conocía su peso. La velocidad inicial necesaria era 42 m/s y la masa del proyectil era 76.5 Kg. Con estos datos, calculó la energía cinética necesaria: 2 1 1 m E C = m·V 2 = ·76.5 Kg · 42 = 67505 J 2 2 s Utilizando un Kg de explosivo, había alcanzado liberar una energía de 7550 J Esto significaba que por “extrapolación”, o por la comúnmente llamada en matemática “regla de tres simple”, la cantidad de explosivo necesaria era: 1Kg = 7550 J 1Kg ·67505 J = 8.94 Kg ⇒ X = X = 67505 J 7550 J Página 59 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Con estos resultados, Daniel procedió a comprar dos cilindros de GNC de 65 litros. Uno sería usado para la prueba final y el otro para cometer el atentado. Fabricó el cañón definitivo, reforzando la base al igual que con el modelo a escala. Con el peso de los refuerzos y las patas de apoyo, el cañón tenía un peso total de 64 Kg. El sistema de soporte del cañón permitía rebatir el ángulo hasta adoptar la posición horizontal, lo que simplificaba efectuar la carga del proyectil que debía introducirse por la parte delantera. Le añadió al cañón una mira horizontal, que habría de calibrar con las pruebas restantes. Con su “unidad de artillería sin patentar”, cargó todo en una camioneta alquilada tipo furgón y se dirigió a su “campo de pruebas” cercano a las playas del Partido de la Costa. Dado que la cantidad de explosivo requerida según sus cálculos (8.94Kg) difería bastante de las cantidades que había utilizado en las pruebas anteriores, cuyo máximo había sido de 1 Kg, necesitaba realizar al menos dos pruebas más para afinar el resultado. Utilizando como proyectil de prueba un cilindro de acero macizo de 50 Kg, efectuó 2 disparos. Para el primero utilizó una cantidad de 8.5 Kg de explosivo y para el segundo la cantidad fue de 9.5 Kg. Con las mediciones de estas dos pruebas finales, calculó la energía producida en cada una y así, interpolando entre estos dos resultados, determinó que la cantidad necesaria de explosivo era de 8.99 Kg, un número bastante cercano a su estimación previa, pues la diferencia era de solo 50 gramos. Llegó la hora de la verdad. Debía probar lanzando el cilindro de GNC y verificar si este resistía la detonación, si la distancia alcanzada era la pretendida y si el cilindro se rompía al chocar contra el suelo. Cargó el cañón con los casi nueve Kg de explosivo. Llenó el cilindro de prueba con 64 litros de agua y le agregó 7.5 Kg de mineral de hierro para igualar el peso que tendría el ácido cianhídrico, que es más denso que el agua. Con una carga de ansiedad por desear conocer el resultado, ejecutó la prueba final. El ensayo resultó plenamente exitoso. El cilindro resistió el lanzamiento, la distancia recorrida fue de 180.4m y el proyectil prácticamente se partió en dos al chocar contra el piso, desparramando toda el agua. De vuelta en Buenos Aires, Daniel compró unas 20 máscaras que tenían un pequeño tanque de reserva de oxigeno cada una y las despachó mediante el servicio de encomiendas de un correo privado. A todo esto, mientras Daniel ejecutaba sus pruebas, las compras efectuadas de sustancias químicas restringidas no habían pasado inadvertidas. La DNIC (Dirección Nacional de Inteligencia Criminal), una de las secretarías que integran el SIN (Sistema de Inteligencia Nacional) cumple entre sus funciones el supervisar el tráfico de sustancias potencialmente peligrosas. El hecho de que un mismo sujeto realizara en un mismo día veinte compras de este tipo en distintos puntos de ventas, encendió en forma automática las alarmas del sistema informático de la DNIC. Siendo informado al respecto, Marcos Álvarez, director de la DNIC decidió dar parte del asunto al agente de la S.I.D.E. Tomás Gutiérrez, quién mantenía un estrecho y fluido contacto con el Ministerio de Seguridad. “¿Qué implican estas compras?” preguntó Gutiérrez al ver los informes. Página 60 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue “No es algo bueno”, respondió el director de la DNIC. “Tenemos a un sujeto que ha conseguido grandes cantidades de químicos primarios muy peligrosos. Con esos reactivos, más ácido sulfúrico que suponemos que también debe haber comprado, se pueden fabricar grandes cantidades de explosivos y gas venenoso” Gutiérrez: “¿Tenemos los datos del comprador?” Álvarez: “Si, pero son datos falsos. El Nº de documento utilizado corresponde a un comerciante de la comunidad boliviana al que estamos investigando pero creemos que no tiene relación con el hecho. El supuesto nombre y apellido del sospechoso son en realidad personajes extraídos de una novela” Gutiérrez: “¿Qué personajes?” Álvarez: “El Dr. Jekyll y Mr. Hide. “Henry Edward Jekyll Hide” para ser exactos.” Gutiérrez: “¿O sea que el sospechoso tiene la capacidad de falsificar documentación y a la vez está intentando mofarse de nosotros?” Álvarez: “Eso parece”. El agente Tomás Gutiérrez informó del asunto al Ministerio de seguridad y se decidió encargar la investigación a la Policía Federal. El caso recayó en la unidad de investigación criminal nº 3, a cargo del comisario inspector Diego Aquino. A nadie se le ocurrió pensar que estos hechos podían tener alguna vinculación con los asesinatos causados por “El Marcador”. Los peritos subalternos de Aquino visitaron cada una de las droguerías en las cuales se habían efectuado las compras. No consiguieron mucha más información, pero lograron determinar la hora exacta en la que se había producido cada transacción. Con esos datos, marcaron en un mapa la ubicación de los distintos lugares e indicaron con líneas y flechitas el itinerario seguido, intentando adivinar el camino más probable que habría recorrido el sospechoso. De esta forma, encontraron unas cinco avenidas por las que creían que necesariamente habría circulado el “Dr. Jekyll”. En tres de esas avenidas había diseminadas algunas cámaras de video que controlaban el tránsito. Analizando las grabaciones, intentaron determinar si algún vehículo aparecía en todas ellas, en los horarios presumibles según se deducía del momento de las compras. La investigación no aportó resultados. Las patentes de los vehículos debían ser anotadas una por una por un operador. La cantidad de vehículos que pasaban frente a la cámara en el lapso de unos quince minutos superaba los cientos. Hubo decenas de vehículos que aparecieron en dos de las tres filmaciones. Entre éstos, unos ocho eran utilitarios. Los investigadores suponían que debía haberse usado una camioneta en lugar de un auto, por la cantidad de mercadería comprada. Página 61 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Se investigó a los ocho potenciales sospechosos y estuvieron un tiempo bajo vigilancia, pero todo parecía indicar que eran inocentes, pues su descripción no se ajustaba a la que habían declarado los vendedores de las droguerías. El trabajo demandó varios días y al finalizar los investigadores supusieron que el sospechoso habría utilizado en su camino vías de comunicación alternativas a las que ellos habían imaginado. Página 62 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 10: El juicio final Quien haya visto la película “La suerte está echada” dirigida por Sebastián Borensztein, sin duda recordará al auto blanco cuya alarma sonaba todas las madrugadas y le impedía dormir a Gastón Pauls, llamado Guillermo en el film. El destino de ese auto es imposible de olvidar, al igual que varias escenas de esa película, sin duda una de las mejores producidas por el cine argentino, superando quizás a las premiadas “El secreto de sus ojos”, “La historia Oficial” y aun a la mítica y antigua “Pampa Bárbara”. El asunto es que, en el edificio de enfrente al departamento en el que vivía Andrés con su familia, habitaba un fletero llamado Julián Mendoza, que estacionaba siempre en la vereda una camioneta Fiat Ducato de color blanco, a la que esporádicamente se le encendía la alarma antirrobo a altas horas de la noche. Al parecer, Julián tenía el sueño muy pesado, porque generalmente pasaba una media hora hasta que usando el control remoto, apagaba la ruidosa alarma. Por lo general, eso ocurría gracias a que el portero del edificio lograba despertarlo mediante fuertes golpes a su puerta, luego de que el permanente sonido hubiera logrado despertar a todos los vecinos de la cuadra. En varias ocasiones, Andrés había padecido insomnio por este motivo. Un par de veces, esa alarma había comenzado a sonar estando Daniel de visita en el departamento de su hermano y a partir de allí, estaba enterado de la ruidosa historia de esa camioneta. Quizás esto influyó en la decisión de Daniel de elegir la identidad de Julián Mendoza como la segunda de sus falsas identidades. No solo tenía un DNI con el nº de identidad de Julián, sino que además el tano le había provisto de registro de conducir con el mismo nombre y también documentación falsificada de su camioneta, específicamente la cédula verde y la póliza de seguro automotor. Varios días antes, Daniel había mandado realizar unas chapas patente de identificación automotor con los datos de la camioneta de Julián. El viernes 12 de agosto, alquilando una camioneta de la misma marca, modelo y color, luego de cambiarle las patentes, Daniel cargó todo su arsenal y emprendió viaje por la ruta nacional nº 3 hacia la unidad de detención penal Nº 2 de Sierra Chica, cercana a la ciudad de Olavarría, distante unos 350 Km de Buenos Aires. Sabiendo que en el camino debería atravesar varios peajes y que estos disponen de cámaras de video, llevó consigo su clásica gorrita y unas gafas oscuras. Cuando le faltaba menos de 50 Km para llegar a destino, pasando la entrada a la ciudad de Azul, vio un cartel antes de llegar a esa entrada que decía: “Velocidad Máxima 40 Km/h” Como lo que menos deseaba era llamar la atención de los radares que efectúan fotomultas o de los distintos controles policiales del camino, durante todo el trayecto respetó celosamente las señales de tránsito. Por lo general, cuando un vehiculo ya pasó frente a una entrada donde hubo que reducir la velocidad, a unos cien o doscientos metros encuentra otro cartel que dice: “Velocidad Máxima 80 Km/h” o la que corresponda para esa ruta. Página 63 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Habiendo circulado unos quinientos metros después de esa entrada, no aparecía cartel alguno de esa clase, por lo que Daniel supuso que simplemente faltaría esa señal correspondiente y aceleró nuevamente hasta la velocidad habitual. En esos momentos, sobrepasó en la ruta a un par de automóviles y un camión que llamativamente, circulaban a muy baja velocidad. Luego entendería el por qué. Habría recorrido casi un km, cuando oyó detrás de si el sonido de una sirena policial. Viendo por el espejo retrovisor que un patrullero le hacía señas para que se detuviese, estacionó al costado de la banquina. El policía se acercó lentamente hasta su ventanilla. Cuando llegó, Daniel le saludó: “Buenas tardes oficial, ¿Cuál es el problema?” Policía: “Me permite su registro, cédula verde y seguro por favor” “Por supuesto. Aquí tiene” dijo Daniel y le entregó la documentación. Policía: “¿De dónde viene y hacia donde se dirige Sr. Mendoza?” Daniel: “Vengo de Buenos Aires y voy hacia Olavarría” Policía: “¿Cuál es el propósito de su viaje”? Daniel: “Voy a visitar a mi familia, que vive ahí” Policía: “¿Me permite ver que lleva en la parte posterior del vehiculo?” Daniel: “Por supuesto” y descendiendo de la cabina, abrió las puertas traseras de la camioneta. El policía observó el cañón que estaba apuntando hacia la puerta lateral del vehiculo y un tanto extrañado preguntó: “¿Qué es ese artefacto que tiene allí?” Daniel: “Eso es…un telescopio.” Policía: “¿Un telescopio?” Daniel: “Si” Policía: “¿Tiene la factura de compra y el remito?” Daniel: “Verá oficial. Es un telescopio de fabricación casera y aun no está terminado. Tengo las facturas de compra de los materiales si hacen falta” Policía: “¿Usted fabrica telescopios?” Daniel: “No me dedico a eso. Soy fletero. Este telescopio lo armé como un hobby para regalárselo a mi sobrino que vive en Olavarría y mañana cumple años” Policía: “¿Y cómo aprendió a fabricar telescopios?” Daniel: “Hice un curso de varios meses en la A.A.A.A. Ahí se dictan varios talleres y uno de ellos es como fabricar un telescopio. Página 64 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Es un trabajo de esclavos. Hay que pasarse horas y horas puliendo a mano unos vidrios para fabricar el espejo principal. Luego hay que comprar unas lentes y calibrar todo el equipo. Es un trabajo muy arduo pero al final es fascinante poder observar los astros de cerca por un telescopio fabricado por uno mismo” Policía: “Ya veo… ¿Qué es la A.A.A.A.?” Daniel: “Es la Asociación Argentina de Amigos de la Astronomía. Está ubicada en Parque Centenario, allá en Buenos Aires” Policía: “Puede cerrar la puerta nomás, sr. Mendoza” Daniel: “Ok ¿Puedo seguir camino oficial?” Policía: “Si, pero antes deberé labrarle una infracción” Daniel: “¿Por qué? Policía: “Exceso de la velocidad máxima permitida” Daniel: “Debe haber un error. Estaba circulando a menos de 80 Km/h” Policía: “¿Usted vio un cartel que indicaba una velocidad máxima de 40 Km/h?” Daniel: “Si, casi dos Km atrás, antes de la entrada a Azul” Policía: “¿Vio después algún otro cartel que permitiera aumentar la velocidad?” Daniel: “En realidad no, pero supuse que luego de haber cruzado la entrada al pueblo, volvía a regir la velocidad normal de la ruta” Policía: “Usted supuso mal sr. Mendoza” Y señalando hacia delante en el camino preguntó: “¿Alcanza a divisar aquel letrero?” Daniel: “Veo que hay un cartel pero no alcanzo a leer que dice” Policía: “Ese letrero dice: Velocidad Máxima 80 Km/h. Recién a partir de ese punto usted puede circular a esa velocidad. ¿Comprendió?” Daniel: “Si oficial, lamento lo ocurrido, no volverá a suceder” Policía: “Aquí tiene la infracción. Que tenga un buen día” Una vez que llegó a las cercanías del penal, debió circular algunos cientos de metros más, para poder girar en redondo y así poder estacionar junto a la ruta, de manera que el cañón quedase apuntando hacia el patio. El lugar que había previsto para realizar el disparo, se encontraba a más de cien metros de la entrada al penal y unos árboles obstruían la visual desde la guardia de la entrada hasta el sitio donde estacionó. Una vez posicionado en la banquina, levantó el capot de la camioneta para simular que el vehiculo sufría algún desperfecto mecánico. Página 65 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Tomando un celular que había comprado cuatro meses antes, le colocó el chip y la batería. Tuvo que esperar un par de minutos hasta que tuvo señal y llamó al Sr. Miranda. El Sr. Jaime Miranda era el director del presidio. No acostumbraba recibir llamadas en su celular pues solo le llamaban a ese número su familia y un par de subalternos directos del penal, cuando había alguna emergencia. La llamada desde un número no registrado le llamó la atención. Pensando que quizás se trataría de un “número equivocado” atendió. Miranda: “¿Hola?” Daniel: “Buenas tardes sr. Miranda. Le habla “El Marcador” El director del penal pensó que se trataría de alguna broma, pero intrigado sobre cómo habían obtenido su número, decidió seguirle el juego a su interlocutor Miranda: “¿El Marcador? ¡Vaya, que sorpresa! ¿Sabe como le dicen a usted por aquí?” Daniel: “No sé. ¿El ángel de la muerte quizás?” Miranda: “No, aquí le dicen: el demonio azul” Daniel: “¿Ah si? ¿Y eso por qué?” Miranda: “Supongo que por su uniforme azul de cartero, aunque a decir verdad, no lo sé. Lo que si sé es que usted es la persona más odiada en este lugar. No quisiera estar en sus zapatos el día que logren atraparlo y lo envíen a prisión. De seguro no sobrevivirá un día en una cárcel. Cambiando de tema: ¿Cómo consiguió mi número?” Daniel: “Obtuve su número en una base de datos, aunque no puedo decirle cual. Con respecto al odio que sienten por mí los delincuentes, seguramente a partir de hoy, aumentará mucho más” Miranda: “¿A qué se refiere?” Daniel: “¿Conoce usted la teoría del Dr. Zaffaroni sobre el número máximo de presos?” Miranda: “Si, la conozco” Daniel: “¿Qué opina al respecto?” Miranda: “Entiendo que el Dr. Zaffaroni plantea en forma pragmática un grave problema de nuestro sistema. La infraestructura carcelaria y el presupuesto penitenciario no son suficientes para las necesidades reales. La solución que propone el Dr. Zaffaroni se resume a admitir que hay que arreglarse con los recursos disponibles” Daniel: “¿Usted comparte la solución propuesta por Zaffaroni a ese problema?” Página 66 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Miranda: “Debo decir que no. Pienso que el soltar delincuentes antes de que cumplan su condena sería parte del problema y no constituiría una solución. Aunque esto nos devuelve al punto de origen de la cuestión: La insuficiencia de los recursos.” Daniel: “Hoy usted será testigo de una solución alternativa para ese problema” Miranda: “¿A qué se refiere?” Daniel: “¿Recibió la caja que le envié?” Miranda: “¿Qué caja?” Daniel: “Una caja que contenía veinte máscaras con reserva de oxígeno” Durante el transcurso de esa mañana, en la guardia del penal habían recibido una caja sin remitente dirigida al director Jaime Miranda, con una leyenda que decía: “Muy importante: Entregar en forma urgente al Sr. Director” Los guardias le informaron esto y Miranda ordenó que abrieran la caja y verificaran el contenido. “Parece equipamiento médico” dijeron los guardias. “Son unas veinte máscaras de oxígeno” El director ordenó que las llevasen a la enfermería, hasta que pudiera averiguar la procedencia de esos artículos y su finalidad. Al hilvanar estos dos hechos: la caja recibida y la llamada del “Marcador”, Miranda comenzó a preocuparse y se sentó en su sillón. “Sí, la recibí” respondió Miranda con voz grave, “¿Para qué es?” Daniel: “Es para evitar la muerte de usted y sus hombres. Como sabrá, yo solo mato delincuentes. Entiendo que incluyéndole a usted, en total trabajan allí 18 personas. ¿Es correcto?” Miranda: “Sí, es correcto. ¿De qué manera evitarían nuestra muerte? ¿Qué va a ocurrir?” Daniel: “En unos minutos su penal será bombardeado con armas químicas. Todos morirán a menos que utilicen esas máscaras para poder respirar y salir de allí” Miranda: “¿En cuanto tiempo sucederá eso?” Daniel: “En exactamente dos minutos. Le sugiero que instruya a sus hombres para que ya mismo se distribuyan las máscaras y así salven sus vidas” El Director del Penal intentó disuadirlo y tratar de ganar tiempo para evitar ese ataque y dijo: “Espere un segundo. Dos minutos no es tiempo suficiente. No todo mi personal tiene radio y necesitaría más tiempo para poder ubicarlos a todos, le pido que reconsidere” Daniel: “Dos minutos es todo el tiempo disponible, espero que los aproveche. Yo ya hice todo lo que podía, le deseo suerte” y colgó el teléfono. Eran entonces las 15:30hs y los presos disfrutaban de una hermosa y soleada tarde en el patio del penal. Página 67 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El director llamó por radio en forma urgente a sus hombres. Ordenó que fueran corriendo y les repartieran a todos los demás guardias las máscaras que estaban en la enfermería, pero les dijo que no las usaran hasta recibir su orden. Si bien la amenaza le resultaba creíble, temía que todo fuera una trampa, que las máscaras tuvieran algún gas tóxico que inutilizara a los guardias y así los presos podrían darse a la fuga. Mientras en el penal los guardias corrían desesperados, Daniel dejó pasar noventa segundos y le dio cuerda al mecanismo del disparador. Tras ello, se alejó a una distancia prudencial de la camioneta. Esperó los treinta segundos habituales y nada pasó. Esperó otro medio minuto y nada ocurría. Se acercó al cañón para ver que pasaba y vio que el mecanismo retardador del martillo percutor se había roto y no había forma de arreglarlo. Si quería detonar el cañón, debería hacerlo manualmente estando al pie del mismo. Esos segundos adicionales resultaron cruciales para que los guardias pudieran distribuirse todas las máscaras. El director observó su reloj y vio que ya habían pasado casi tres minutos desde que finalizara su comunicación telefónica. Muy íntimamente, deseaba y esperaba que todo fuera una falsa alarma. En la camioneta, Daniel se colocó como precaución una máscara de oxígeno y activó manualmente el martillo. La explosión fue ensordecedora. Dentro del penal, los hombres escucharon la detonación no muy distante y se preguntaron: “¿Qué fue eso?” En la explosión ocurrió un ligero error con respecto a lo planeado, que Daniel no había previsto en sus cálculos. El retroceso del cañón a causa de la detonación, hizo que la suspensión de la camioneta amortiguara la fuerza de la reacción y el vehiculo se inclinó ligeramente hacia el costado. Esto hizo que el proyectil, en vez de partir con un ángulo de 45º, lo hiciera con un ángulo ligeramente superior, con lo cual la trayectoria parabólica alcanzaría un poco más de altura que la prevista y caería al suelo unos metros antes de los 180m planeados. En vez de caer en el centro del patio que media 60m de largo, la bomba cayó unos 10m antes, es decir, unos 20m después de la pared. Paradójicamente, este cambio tornó el ataque aun más eficiente, pues al impactar contra el suelo, el cilindro se rajó y comenzó a liberar parte del ácido, pero rebotó contra el piso y continuó desparramando líquido y gases a lo largo de su recorrido a través del patio. Cuando seis segundos después de la explosión, el director vio caer la bomba en el patio de la prisión, le ordenó a sus hombres que se pusieran las máscaras. Luego de la detonación, Daniel quedó casi noqueado, atontado, no lograba oír nada y sentía que no podía mantener el equilibrio. Tardó unos minutos en recuperarse y entonces, cerrando las puertas de la camioneta y bajando el capot, emprendió el regreso a Buenos Aires. En el patio de la cárcel, nadie entendía que pasaba. Algunos hombres estaban heridos pues la bomba al atravesar el patio los había atropellado. Página 68 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Al principio los presos comenzaron a acercarse curiosos al cilindro de GNC que había caído, pero en apenas unos segundos, todos empezaron a caer al suelo como si fueran fichas de dominó, desde el centro del patio hacia la periferia. Asustados al ver lo que pasaba, algunos intentaron huir pero no había hacia donde hacerlo Unos cuantos se apiñaron frente a la puerta que daba al pasillo gritando para que los guardias les abrieran. Los guardias sabían que si abrían la puerta, el gas tóxico entraría también al pasillo y lo más probable sería que los presos les arrebataran las máscaras y posiblemente morirían, pero decidieron correr ese riesgo antes de ver morir a esos hombres sin hacer nada por salvarlos. Pensaron que quizás podrían huir todos hacia alguna de las habitaciones y cerrando las puertas, probablemente lograrían salvarse. Mientras abrían la cerradura de la puerta, absolutamente todos los presos que estaban en el patio terminaron de caer al suelo y se retorcían en convulsiones. Los dos guardias que estaban junto a la puerta, habiéndola abierto, intentaron arrastrar a un par de presos hacia el pasillo y les colocaron las máscaras que sobraban, pero ya era demasiado tarde. Ya habían inhalado los vapores del ácido cianhídrico y por más oxígeno que les suministraran, sus pulmones eran incapaces de transferirlo al sistema circulatorio sanguíneo. En menos de cuatro minutos, el patio se había transformado en un tendedero de cadáveres. De los 1472 reclusos que había en el penal al momento del ataque, fallecieron 1465, incluyendo al padre de Marisol, Jimena y Lucía, que se encontraba allí hacía menos de tres días. En solo unos instantes, la población carcelaria de la Argentina se había reducido en un 2.66 %. Solo se salvaron siete presos que, ya sea obra de la coincidencia o de la intervención de algún poder sobrenatural, daba la casualidad que eran los únicos presos en todo el penal que habían abrazado a la fe evangelista como su religión. Cuatro de ellos eran conversos desde hacía algunos meses y los otros tres desde hacía un par de semanas. Todo ello fruto de las visitas que realizaba al penal un capellán bautista de Olavarría cada quince días. Al momento de la explosión, dos de ellos se encontraban en la enfermería y los otros cinco habían ido al baño. Desde este ataque, estos reos afortunados serían apodados y denominados como “Los Siete Elegidos”. Llegarían a ser quizás más conocidos que los anteriores “Doce Apóstoles” que habían saltado a la fama en ese mismo penal unos quince años antes. El futuro develaría que de los “Siete Elegidos”, cinco de ellos habrían de convertirse en pastores evangélicos y pasarían el resto de sus vidas predicando sobre “El juicio de Dios y la misericordia del Señor para los que se arrepienten” y temas similares. Podría decirse que en cuestión de minutos, el porcentaje relativo de fieles que el capellán tenía en el penal había crecido desde el 0.48% al 100%. Las máscaras que estaban usando los guardias, solo tenían aire para unos treinta minutos, por lo que el director decidió que salieran todos del edificio y que dos guardias volviesen con varias máscaras para evacuar a los siete presos que habían sobrevivido. Página 69 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Pasaron un par de horas hasta que llegaron bomberos equipados con trajes especiales y adecuados para acceder a la escena del ataque. Unos análisis químicos preliminares indicaron que el aire estaba contaminado con gas de ácido cianhídrico y los bomberos efectuaron unos boquetes en las paredes del patio para que el gas pudiera salir por allí y se disipara en la atmósfera. Al mismo tiempo, otros bomberos iban extrayendo los cadáveres en camillas y los iban depositando en una playa de estacionamiento distante unos doscientos metros del patio del penal. Eran diez los bomberos que efectuaban esa tarea y en conjunto lograban movilizar unos 60 cuerpos por hora. Estuvieron trasladando los cuerpos en forma ininterrumpida desde las 18:00 hs del viernes hasta las 18:00 hs del sábado 13 de agosto. Cuando Daniel llegó a su casa a eso de las 20:00 hs del viernes, tardó una media hora en descargar las cosas de la camioneta y en volver a cambiar las chapas de la patente. Luego de bañarse y mientras cocinaba algo, encendió la TV y empezó a contemplar las consecuencias inmediatas del atentado que acababa de cometer. Ese fin de semana estaba prevista la realización de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias para las próximas elecciones presidenciales del País. La noticia del exterminio de un penal completo, había acaparado la atención pública y en todos los medios no se hablaba de otra cosa. Como consecuencia del ataque, en casi todos los demás penales del País se habían producido motines. En muchos lugares los presos habían tomado de rehenes a los guardias y exigían que se los soltase, pues decían que estando presos podían ser atacados y morir de la misma forma que la población carcelaria del penal de Sierra Chica. La Ministro de Seguridad Nilda Garré ordenó la suspensión del “operativo centinela” de la Gendarmería Nacional, que consistía en el despliegue de seis mil efectivos en los sitios más peligrosos del Gran Buenos Aires, y estableció que se efectuase el inmediato traslado de esas fuerzas para custodiar las distintas unidades de detención penal, con el objeto de impedir más ataques como el que acababa de ocurrir. Pero había un pequeño problema: Los seis mil efectivos de la Gendarmería Nacional solo alcanzaban para custodiar a la mitad de los penales. A las 22:00hs, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que había suspendido su viaje hacia El Calafate a raíz de lo ocurrido, se dirigió al conjunto de la sociedad usando la cadena nacional de radiodifusión. Entre otras cosas expresó su total repudio y condena contra el ataque perpetrado. Dijo que habían muerto ciudadanos argentinos que tenían el mismo derecho a la vida que cualquier ciudadano común y que su gobierno no descansaría hasta hallar a los culpables de lo que denominó “un cobarde atentado terrorista y genocida perpetrado con premeditación y alevosía”. También declaró que había decretado tres días de duelo nacional por los difuntos y que acababa de firmar dos Decretos de Necesidad y Urgencia. El primer DNU era para modificar el calendario electoral, postergando las elecciones dos semanas, tanto las primarias que iban a tener lugar en 48hs, como las presidenciales previstas para Octubre. El segundo DNU era para autorizar el despliegue del Ejercito Argentino, para ayudar a la Gendarmería Nacional en la función de custodiar los penales. Página 70 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Entre las medidas adoptadas por el Gobierno en las primeras horas posteriores al ataque, estuvo la decisión de cerrar definitivamente el penal de Devoto. Los expertos afirmaban que sería imposible defender este penal de un ataque similar al de Sierra Chica, pues desde cualquier propiedad vecina se podría lanzar un proyectil semejante. Durante varios días, se prohibió el acceso de los reclusos del penal de Devoto al patio hasta que todos fueran trasladados. Mientras ello ocurría, preventivamente se enviaron a ese presidio cientos de máscaras de oxígeno como precaución ante un eventual ataque. La noticia del atentado recorrió el mundo en cuestión de horas y desde muchos países enviaron corresponsales para informar de lo ocurrido en Argentina. Ese fin de semana las autoridades nacionales se privaron del descanso. Las fuerzas armadas dispusieron el estado de alerta máxima. En Olavarría, los servicios forenses, la morgue y las casas de velatorios se encontraban desbordados. El domingo a la tarde, la mayoría de los cadáveres seguía depositado en la playa de estacionamiento del penal, cubierto por unas mantas y comenzaban a descomponerse y largar mal olor. Alguien propuso realizar una fosa común y enterrar todos los cuerpos a la brevedad para prevenir posibles pestes, pero esto fue rechazado porque daría una imagen pública muy mala. Desde Buenos Aires se enviaron mil cuatrocientos ataúdes para poder dar abasto con los entierros. Fueron necesarios doce camiones semirremolques para trasladarlos. En el cementerio de Olavarría, soldados del ejército colaboraron con los sepultureros en el trabajo de realizar las fosas. Durante el lunes y el martes, más de cien clérigos oficiaron las misas con la participación de los familiares de los difuntos que pudieron acercarse hasta el lugar. El Ministerio de Justicia ofreció públicamente una recompensa de cuatro millones de pesos, para quien aportara información o pruebas que permitiesen la captura de los culpables. Desde un primer momento, llamó la atención el hecho de que los guardias lograsen sobrevivir al ataque, a diferencia de los presos. El director del penal relató lo acontecido, pero de todas maneras fueron puestos bajo sospechas de los investigadores por una posible complicidad en el atentado. En forma preventiva, la Ministro de Seguridad Nilda Garré dispuso el pase a disponibilidad del director del penal y de todo su personal. De todas maneras, momentáneamente ya se habían quedado sin trabajo pues el edificio que debían custodiar se hallaba vacío. También les resultó muy sospechoso a los investigadores que el grupo de presos que se había salvado, integrase la totalidad de una pequeña célula religiosa dentro del penal. No estaban dispuestos a aceptar que se tratase de un milagro o pura suerte y decidieron detener preventivamente al capellán, a quien mantuvieron incomunicado varios días mientras lo interrogaban. Suponían que el religioso contaba con información de antemano de lo que iba a ocurrir, información que habría utilizado para poner sobre aviso a sus adeptos. Página 71 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue De la misma manera interrogaron uno a uno a los “Siete Elegidos” que en promedio, debían estar presos unos diecinueve años más. Llegaron a ofrecerles la anulación de su condena y los $4.000.000 si delataban al marcador y permitían realizar su captura. Ninguno de ellos fue capaz de suministrar información alguna que les permitiese alcanzar los tentadores beneficios que se les ofrecían. El capellán fue procesado como presunto cómplice, pero luego sería absuelto por falta de pruebas en su contra. Al principio, se pretendió ocultar el hecho de que “El Marcador” había sido el autor del crimen, pero los rumores comenzaron a correr y tras las insistentes preguntas de la prensa, el Gobierno admitió que todo parecía indicar que el ataque había sido una obra suya. A todos les resultaba increíble la idea de que una sola persona hubiese sido capaz de hacer tanto daño. Las hipótesis que circulaban en los medios hablaban de un posible tráfico internacional de armas y cosas por el estilo. También fue noticia en esos días el hecho de que familiares de los presos muertos habían iniciado demandas judiciales contra el Estado, pretendiendo multimillonarias indemnizaciones, aduciendo que el Estado no había cumplido debidamente con su deber de proteger las vidas de los ciudadanos que estaban privados de su libertad. El lunes 15 de Agosto, en una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU, el Reino Unido solicitó que se enviase una comisión investigadora a la Argentina para determinar si el País estaba desarrollando armas de destrucción masiva. También solicitó que se prohibiese la continuación del “proyecto Tronador” de la Argentina, aduciendo que esa tecnología más el uso de armas químicas, podía representar una amenaza para su base militar en Las Malvinas. La moción de los ingleses solo recibió el apoyo de Francia. El proyecto Tronador en un desarrollo civil de científicos argentinos que trabajan en la CONAE (Comisión Nacional de Actividades Espaciales) y consiste en la creación de un cohete de treinta metros de altura capaz de enviar satélites al espacio, hasta un peso de 200 Kg. La respuesta de la Cancillería Argentina fue inmediata, declarando que en el País no se desarrollaban armas de destrucción masiva, que habíamos sido víctimas de un atentado terrorista y que Argentina no desistiría en avanzar en el desarrollo de tecnología aeroespacial con fines pacíficos. Además el canciller Héctor Timerman denunció que el Reino Unido estaba incumpliendo las disposiciones de la ONU que instaban a discutir la soberanía de las islas Malvinas y lanzó una dura acusación contra los ingleses, afirmando que éstos tenían en las islas dos misiles con cabezas nucleares, que representaban una grave amenaza para los principales centros urbanos argentinos, cuando América del Sur está declarada zona libre de armas atómicas. En cuanto a la investigación local sobre el atentado, Argentina solicitó la colaboración de agencias de otros países y fue así como el FBI se sumó al equipo de investigación del que formaba parte la unidad de Andrés. Los Estados Unidos tenían un particular interés en determinar el origen de las armas químicas que se habían utilizado en el atentado. Página 72 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Ese mismo lunes, el comisario inspector Diego Aquino que dirigía la unidad de investigación nº 3 se reunió con su colega Juan Domínguez que tenía a su cargo la Unidad nº 5 y le puso al tanto de la investigación sobre las compras de las sustancias químicas restringidas. Hasta ese momento, nadie había sospechado que hubiese una vinculación entre ambos casos. El jueves 18 de Agosto, por la colaboración del FBI, el equipo de Andrés recibió imágenes de un satélite estadounidense sobre el sitio del penal en el momento del atentado. Allí se observaba una camioneta blanca que estuvo estacionada al costado de la ruta entre unos quince y veinte minutos, a menos de doscientos metros del patio del penal. Se veía a una sola persona que portaba una gorra azul y aparentemente de sexo masculino moviéndose alrededor del vehiculo. También se observaba un objeto amarillo que salía lanzado velozmente desde el interior de la camioneta hacia el patio. Mejorando la definición de las imágenes, lograron identificar la marca y modelo de la camioneta: Una Fiat Ducato color blanca. Con esa información y usando las filmaciones de las cabinas de peaje cercanas, lograron identificar al vehículo y su número de patente. Cuando rastrearon los datos del titular de la camioneta, Andrés se vio sorprendido. El sospechoso vivía justo enfrente de su departamento. Judicialmente, la investigación estaba a cargo de la jueza federal Servini de Cubría y los investigadores le reportaban todo en forma directa, al igual que al Ministerio de Seguridad. Recibiendo la información de un posible sospechoso en referencia al sr. Julián Mendoza, el gobierno decidió su inmediata detención. Los investigadores avisaron que podía tratarse de una pista falsa, pero el Gobierno quería dar la impresión de estar logrando avances en la causa y decidieron detenerlo preventivamente para interrogarlo, aunque luego hubiera que liberarlo por tratarse de un error. Ese jueves a la noche, el G.E.O.F. (Grupo Especial de Operaciones Federales, dependiente de la P.F.A.) allanó el domicilio de Julián y lo llevaron detenido al igual que a su esposa. Ambos fueron interrogados prolongadamente y estuvieron incomunicados varios días. Su camioneta fue secuestrada para realizarle pericias químicas que evidenciasen la reciente presencia de explosivos o ácidos. Con las respuestas obtenidas de los detenidos, básicamente sobre donde se encontraban al momento de producirse los hechos, los detectives comprobaron que Julián había estado realizando fletes en la ciudad de Bs. As. Como en sus distintos itinerarios, Julián había atravesado algunos peajes de las autopistas, utilizando esas filmaciones corroboraron que su camioneta estaba en la Ciudad de Buenos Aires cuando el penal fue atacado. Una pericia telefónica realizada sobre el celular de Julián, determinó el itinerario que había seguido su celular durante todo el viernes 12 de Agosto. Todo indicaba que Julián era inocente pero los investigadores se preguntaban el por qué “El Marcador” lo había elegido precisamente a él para copiar su identidad. Página 73 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Sospecharon que la razón sería porque vivía justamente enfrente del domicilio de Andrés, quien participaba de la investigación. Interpretaron que “El Marcador” sabía de alguna manera quienes eran las personas que lo investigaban y que estaba pretendiendo jugar con ellos. Mientras esto ocurría, la policía de Azul ingresó en la base de datos del sistema nacional de infracciones de tránsito los datos de la multa que le habían labrado a Daniel. Interrogando al policía que labró la infracción, se enteraron del supuesto “telescopio” que transportaba el vehiculo y también comprobaron que Julián no había sido el conductor, pues al ver una foto suya, el policía declaró que no era el sujeto que él había multado. Rastreando el teléfono que Daniel usó para llamar al director Jaime Miranda, comprobaron que solo estuvo encendido unos minutos mientras la camioneta estaba estacionada cerca del penal. No había más indicios sobre ese celular. En los meses anteriores al atentado y después de él, no había estado en funcionamiento. Rastreando la procedencia del teléfono, se averiguó que había sido vendido por un local ubicado en la av. Corrientes, cerca del Obelisco. Indagando al vendedor, no pudieron averiguar mucho más, excepto que ese teléfono había sido parte de la compra de un total de diez aparatos el día martes 12 de Abril. La fecha resultó significativa para los investigadores, pues fue justo después del primer episodio del “Marcador” y antes de que empezara la serie de asesinatos de violadores y homicidas. Rastreando el origen del cilindro de GNC de fibra de vidrio, los peritos pudieron determinar su marca comercial, que solo se vendía en un lugar de la Capital Federal. Interrogando al vendedor, este recordó haber vendido dos cilindros a un particular. Lo recordaba porque casi todas sus ventas eran siempre para una habitual cartera de clientes, en su mayoría mecánicos que se dedican a instalar éstos equipos. Cuando le preguntaron como sabía que no era un mecánico, el vendedor dijo que así se lo había manifestado el comprador. La venta la había efectuado “en negro” por lo que no tenía la copia de la factura correspondiente. Les pidió a los detectives que por favor no lo complicasen por ello y los oficiales le respondieron que no se preocupase, que eran policías y no agentes de la AFIP. Le agradecieron la información suministrada y le pidieron que si llegaba a enterarse de alguna otra cosa, los llamase enseguida. El hecho de que “El Marcador” hubiese adquirido dos cilindros, no dejaba de ser una preocupación. Ignoraban que uno ya había sido usado como prueba y temían que el atentado perpetrado estuviese a punto de repetirse. Pasadas unas semanas, la Secretaría de Estado de los EEUU les solicitó información a los agentes del FBI que participaban en la investigación sobre la posible procedencia de las armas químicas. El FBI respondió que todo parecía indicar que el gas venenoso y los explosivos habían sido fabricados por un particular e hicieron hincapié en el hecho de que los conocimientos necesarios para haber hecho eso se hallaban disponibles en Wikipedia y en otros tantos sitios informativos de Internet. Página 74 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El lunes 12 de Septiembre, Daniel recibió un llamado telefónico del Tano. Le dijo que tenía una información interesante y lo invitó a pasar por la imprenta. Cuando Daniel fue allí, el tano lo recibió en su oficina y le ofreció un café. Daniel le dijo: “No, muchas gracias. ¿Para qué me llamó Don Giuseppe?” El tano abrió un cajón de su escritorio, sacó un recorte periodístico del diario “La Nación” de hacía un par de días y se lo dio a Daniel sin decir palabra. Daniel miró el recorte y vio que trataba de la investigación en curso sobre “El Marcador”. A mitad del artículo, resaltado con una fibra amarilla, estaban los dos números de DNI que “El Marcador” había usado hasta el momento. La nota aclaraba que esos números de documento en realidad pertenecían a personas que no tenían relación con los hechos, por lo que los interrogantes sobre “El Marcador” eran muchos. ¿Cómo había conseguido documentación falsa? ¿Cómo sabía producir explosivos y armas químicas? ¿Cómo había obtenido información sensible que solo estaba disponible para fuerzas de seguridad? El Tano sacó también la listita que Daniel le había dado cuando le pidió los DNI falsos y dijo: “Me parece una gran coincidencia que esos dos números que aparecen en la nota, integren esta lista que usted me dio. ¿No le parece curioso?” Daniel entendió que el tano lo había descubierto. Nunca se había imaginado que los números de documento que utilizó podrían llegar a ser publicados. Daniel dijo: “Ok, me descubrió. Ya sabe la verdad. ¿Ahora que sigue? ¿Me denunciará para cobrar la recompensa? ¿Piensa chantajearme? El Tano lo observaba con una extraña expresión. Tomando un cuadro con una foto que estaba sobre el escritorio, se lo mostró a Daniel y le preguntó: “¿Sabe quiénes son?” Daniel miró la foto y allí estaba el tano en compañía de dos niñas y un niño. Supuso que serían sus hijos o nietos pero respondió: “No lo sé. ¿Es su familia?” El Tano respondió: “Así es, son mis nietos. ¿Ve esta niña de aquí? Se llama Mariana. Tiene nueve años. Cuando tenía seis, un ex empleado mío la violó en aquel baño que está allá en aquel rincón. Mis nietos estaban en mi casa ese día y Mariana había bajado a buscarme, pero yo había salido. Cuando volví, me enteré de lo que había pasado y le juro que quería matar a ese degenerado con mis propias manos. Ese maldito bastardo fue uno de los delincuentes que murieron en su ataque al penal de Sierra Chica y la verdad es que, desde lo profundo de mi alma, le estoy enormemente agradecido” Daniel: “Pues de nada. La vedad es que no habría podido lograrlo sin su ayuda” El Tano: “Simplemente le llamé para darle personalmente las gracias por lo que hizo. Si llega a necesitar cualquier cosa de mí en el futuro, no dude en llamarme. Y por favor: No me digas más “Don Giuseppe” que me hacés sentir viejo. Decime “Tano” nada más” Daniel le dijo: “Ok Tano, gracias por todo” y despidiéndose, se marchó de allí. Página 75 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 11: El discípulo Cuando en el destacamento central de la Policía Federal se unificaron las investigaciones sobre “El Marcador” y las compras de sustancias químicas usadas para el ataque, Andrés recibió todo lo actuado por la Unidad de Investigación Criminal nº 3. Analizando el mapa y los registros de las compras, con la ayuda de la agente María Valenzuela, intentaban poder deducir más cosas de las que ya se habían averiguado hasta el momento. María dijo: “Es una lástima que ninguno de estos negocios tuviera cámaras de video filmando a los clientes” Andrés la miró y respondió: “Tenés razón, y eso es algo extraño” María preguntó: “¿Qué tiene de extraño?” Andrés: “Que justamente ni uno solo de estos negocios tuviera una mísera cámara. No puede ser coincidencia” María: “¿Qué querés decir?” Andrés: “Es como si “el marcador” hubiera realizado las compras en estos lugares, a sabiendas de que no había grabaciones de video” María: “¿Y entonces?” Andrés: “¿Cómo podía saber si un negocio tenía cámaras o no? La única forma sería inspeccionando visualmente a cada uno” María: “Es probable que eso sea lo que hizo” Andrés: “Entonces puede ser que, si haciendo las compras se encontraba con algún comercio que tenía cámaras, haya pasado de largo sin comprar nada allí” María: “Suena lógico. Tendríamos que buscar en los negocios del rubro en los que no compró. Quizás tengamos suerte” Andrés respondió: “Exacto” y acto seguido realizó una búsqueda de todas las droguerías industriales existentes. Con ese listado, Andrés y Maria ubicaron en el mapa los puntos de venta donde no se habían efectuado compras, que eran solo ocho. Cinco de estos comercios, se encontraban en el recorrido que presumiblemente había seguido el marcador. Visitando a estos lugares, consiguieron casi todas las grabaciones del día de las compras y de vuelta en el cuartel, comenzaron a analizar las cintas y los archivos digitales. Luego de observarlas un par de veces, notaron que en cuatro de ellas se observaba a un sujeto con gorra, campera de aviador y gafas oscuras que se acercaba a la vidriera y miraba hacia dentro del local a través de los cristales, sin entrar al negocio. “Es nuestro hombre” dijo Andrés. “Se está fijando si hay cámaras en el interior”. Página 76 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue En la droguería en la que Daniel había sido filmado comprando unas pastillas de cloro, utilizaban como respaldo de las grabaciones unos antiguos videocasetes, y las guardaban durante una semana. Pasado ese tiempo, reutilizaban las cintas para nuevas grabaciones, por lo que no tenían el video de la fecha en cuestión. Bastante lejos de allí, en la ciudad de Córdoba, capital de la provincia de nombre homónimo, había un mecánico llamado Martín Petrocelli. Cuatro años antes, con exactitud en Octubre del año 2007, Martín vivía con su hija Luciana, quien tenía quince años. Martín había quedado viudo cuando Luciana era una niña, y desde entonces habían vivido ellos dos solos en un departamento que se encontraba justo encima de su taller mecánico. En la tarde del viernes 26 de Octubre de 2007, Luciana volvía caminando del colegio a su casa como solía hacerlo siempre. Vivía a pocas cuadras del colegio, y ya estaba casi por llegar a la esquina de su casa cuando en su camino se cruzó un ex maestro suyo, que durante el año anterior había sido su profesor de gimnasia y educación física. Ella lo saludó al pasar y se disponía a seguir pero él la detuvo. Comenzó a hacerle algunas preguntas que parecían no tener razón de ser o que fueran hilvanadas con alguna lógica. Daba la impresión que solo estaba intentando retenerla. Ella se puso un poco nerviosa y quiso darle un final abrupto al diálogo. “Disculpe, tengo que irme” le dijo Luciana. Al momento el profesor la tomó de un brazo y sacando un cuchillo le dijo: “Vení conmigo y no grites porque sino te mato”. La hizo caminar unos metros y la obligó entrar a una obra en construcción. El vallado de la obra estaba compuesto por unas chapas clavadas sobre bastidores de madera, y la “cerradura” de la puerta era un simple trozo de alambre que la ataba. Adentrados en el predio, ya debajo de una losa de hormigón, el profesor comenzó a rasgarle las ropas y abusar de ella. Luciana se puso muy nerviosa y comenzó a pedirle que se detuviera. Arrojando a la adolescente al suelo, el profesor comenzó a violarla. Ella comenzó a gritar desesperada pidiendo ayuda, por lo que el violador le colocó el cuchillo sobre la garganta y amenazó con degollarla, a la vez que intentaba taparle la boca con su otra mano para impedir sus gritos. Luciana intentaba defenderse como podía, tratando de morderlo y rasguñarlo. En eso dos jóvenes que pasaban por la vereda oyeron los gritos y decidieron entrar al lugar a ver que pasaba. Cuando vieron la escena, uno de ellos tomó un tirante de madera que estaba en el suelo y golpeó al violador en la cabeza, logrando dejarlo inconciente. Mientras uno de los jóvenes llamaba por celular a la policía, el otro se sacó un suéter que llevaba puesto y se lo dio a Luciana para que pudiera cubrir su desnudez. El patrullero llegó en un par de minutos. Enseguida llegó también una ambulancia. Algunos vecinos comenzaron a apiñarse en la calle y de alguna manera se corrió el rumor de lo que había pasado. Página 77 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Alguien fue y le avisó a Martín que su hija había sido atacada a la vuelta de su casa. Dejó todo como estaba y fue corriendo hasta el lugar. Los policías quisieron impedirle el paso pero cuando supieron que era el padre de la menor, que estaba siendo asistida por los paramédicos, lo dejaron pasar. El padre abrazó a su hija y esta no paraba de llorar. En eso Martín vio que en la parte de atrás de uno de los patrulleros se encontraba detenido el agresor y fue hacia allí queriendo atacarlo. Estaba dispuesto a ahorcarlo con sus propias manos pero varios policías lograron detenerlo y reducirlo. Martín lloraba de rabia, furia e impotencia. Algunos días después del ataque, Luciana tuvo un retraso en su ciclo menstrual y creyó que podía estar embarazada. Paralelamente en esos días, la noticia de la violación y la detención del violador habían trascendido en los medios locales. Si bien no se informó el nombre de la menor, se mencionaron varios datos relacionados, como cual era la escuela de la cual venía Luciana, su edad y el hecho de que el ataque había ocurrido a la vuelta de su casa. Con esos datos, los compañeros de curso de Luciana supieron que se trataba de ella y aunque su intención al llamarla por teléfono era consolarla, el hecho de que estuvieran enterados la consternó. Dejó de asistir al colegio y solo salía de su casa para ir a las terapias de asistencia psicológica. Luciana intentó desahogarse contándole todo a Camila, su mejor amiga. Entre todas las cosas que le contó, le dijo también que creía estar embarazada y que de ser así pensaba abortar. Resulta que Camila pertenecía a una buena familia pero que era un tanto fundamentalista en lo concerniente a la religión. Camila le dijo a Luciana que si decidía hacerse un aborto se estaría transformando en una asesina. Le dijo también que estaría matando a su propio hijo indefenso y así cometería un pecado mortal e imperdonable. Luciana no quería tener un hijo de un violador a los quince años de edad. Seguramente Camila solo intentaba ayudar, pero desde que aconsejó a Luciana, la idea de realizarse un aborto se tornó muy mortificante para ella. El martes 13 de Noviembre de 2007, casi tres semanas después del ataque, Luciana se quitó la vida arrojándose debajo de un tren. Solo dejó una escueta nota en la que decía: “Perdoname papá. Ya no quiero vivir más” La muerte de Luciana no fue instantánea. Las ruedas de la locomotora le destrozaron ambos fémures, amputándole en un instante las dos piernas y un brazo, mientras que la mitad de su rostro quedó desfigurado al rozar entre las piedras de granito y la parte inferior de la locomotora. Los bomberos tardaron casi 40 minutos para lograr sacar de debajo del tren su cuerpo que estaba dividido en 4 partes. Siendo trasladada de urgencia al hospital, sobrevivió unas pocas horas y finalmente murió, sin recobrar la conciencia. Tiempo después tuvo lugar el juicio. Página 78 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El fiscal solicitó en su alegato final que se condene al imputado por los crímenes de “violación agravada y ultrajante seguida de muerte en concurso real con el delito de corrupción de menores, solicitando la pena de reclusión perpetua”. Cabe mencionar, a modo de comparación, que en los Estados Unidos el delito de violación seguida de muerte se penaliza con la ejecución del criminal. El tribunal criminal presidido por la jueza Mari Juana Fumatutti, desestimó la mayoría de los cargos. El fallo del tribunal declaró que no podía probarse que el suicidio de la menor fuese consecuencia directa del ataque sexual que había sufrido, pues su muerte se había producido varios días después por decisión propia, quizás producto de alguna patología psicológica subyacente y no por mano del imputado, declarando además que tampoco aplicaba entonces el inciso “a” del artículo 119 del Código Penal. También desestimaron el agravante por vínculo, porque al momento de delito, el violador ya no era maestro de Luciana, pues había sido desvinculado del establecimiento educativo a fines del año 2006, con lo cual, según el tribunal, no aplicaba el inciso “b” del artículo 119 del Código Penal. Finalmente, los jueces desestimaron el cargo de “corrupción de menores” aduciendo que era presumible que una chica de quince años ya tuviera desarrollada su sexualidad, con conocimiento suficiente sobre el tema sexual y suponían que la menor ya no era virgen, a raíz de algunos comentarios o, mejor dicho, chismes de algunas de sus compañeras de estudio, que habían atestiguado haber oído esos rumores a pedido de la defensa, desestimando así la aplicación del artículo 125 del Código Penal. En fallo dividido, el tribunal criminal halló culpable al profesor del cargo de “Abuso sexual agravado con acceso carnal”, según lo tipifica el primer párrafo del Artículo 119 del Código Penal y lo condenó a seis años de prisión. Martín Petrocelli, como querellante y particular damnificado, quiso apelar el fallo plenamente convencido de que no se estaba haciendo justicia. Como la sentencia dictada era menor a la mitad de lo solicitado por la Fiscalía, pudo presentar un recurso de apelación ante el Tribunal de Casación. Cuatro años después de haber sido detenido, el 26 de Octubre de 2011, el profesor violador salió en libertad condicional, habiendo cumplido dos tercios de su condena, mientras aun estaba pendiente de resolución por parte del Tribunal de Casación el recurso de apelación presentado por la Fiscalía y el particular damnificado. No tuvo mucho tiempo para disfrutar el poder respirar el aire de la libertad, pues esa misma noche, Martín Petrocelli lo acribilló en la calle. Seis balazos en su pecho terminaron con su vida. Unos transeúntes hallaron el cadáver en la vereda y llamaron a la policía. Al llegar los oficiales encontraron una escritura en la frente del difunto. Con un marcador alguien había dibujado una “X” y la palabra “VIOLADOR”. Desde el ataque al penal de Sierra Chica, “El Marcador” había pasado a ser la persona más buscada, al menos por la justicia argentina. Cómo hacía más de dos meses que no había ocurrido ningún homicidio atribuible al “marcador”, este nuevo episodio acaparó la atención nacional. Algunos supusieron que “el ángel de la muerte” había mudado su área habitual de operaciones y quizás estuviese viviendo en la provincia de Córdoba. Página 79 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Los investigadores policiales de la ciudad de Córdoba interrogaron a Martín Petrocelli como posible sospechoso del asesinato, pero Martín declaró no tener conocimiento al respecto, aunque manifestó haberse alegrado cuando se enteró de lo ocurrido. Los detectives le realizaron a Martín la “prueba de la parafina”, que evidencia, en las manos de quien ha disparado un arma, la presencia de residuos de pólvora. La prueba dio resultado negativo pues Martín, que en los últimos años se había informado bastante sobre criminología, utilizó guantes descartables al momento de liquidar al violador de su hija. La jueza federal Servini de Cubría ordenó que los detectives cordobeses la mantuvieran al tanto de la investigación. Página 80 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 12: Halloween El viernes siguiente al ataque perpetrado contra el penal de Sierra Chica, Daniel asistió como de costumbre a las reuniones de autoayuda del CIAPSI. Al salir de allí, fueron a cenar con Isabel. Como era de esperarse, en su conversación no pudieron evitar hablar de la tragedia en la que también había fallecido el ex esposo de Isabel. Isabel preguntó: “¿Te enteraste del ataque al penal de Sierra Chica?” Daniel: “Sí, claro. Lo vi en la TV” Isabel: “Mi ex fue uno de los que murió allí. Lo habían trasladado a ese penal un par de días antes” Daniel ya lo sabía pero respondió: “¿En serio? Pues… lamento oírlo. ¿O sea que ahora sos viuda?... Te expreso mis más sentidas condolencias” Isabel: “Gracias. Aun no puedo creer que haya pasado algo así. Me siento conmocionada y a la vez, un tanto aliviada” Daniel: “Supongo que ya no será necesario tu juicio de divorcio” Isabel: “Es cierto. Aun no había pensado en eso. Durante estos días solo estuve preguntándome sobre si debía decirle a las niñas que su papá murió” Daniel: “¿Y qué resolviste?” Isabel: “Nada aún. Creo que esperaré a que alguna vez ellas me pregunten por él y probablemente, allí les diré la verdad” “Tal vez sea lo mejor” dijo Daniel. “¿Por qué faltaste el último viernes?”, preguntó Isabel. “Estuve de guardia” respondió Daniel. “Ah. Qué lástima” dijo ella. “El viernes pasado vine a la reunión con la idea de invitarte al cine cuando saliéramos. Claro que entonces aún no me había enterado del atentado” Daniel: “Lamento no haberte avisado que faltaría. La verdad es que estuve muy atareado con varias cosas y olvidé llamarte. Pero me encantaría que vayamos al cine. Podemos ir cuando quieras ¿Qué película tenías en mente?” Isabel: “El ocaso de un asesino” Daniel, frunciendo el ceño: “¿Justo esa? Yo ya la vi. Te aseguro que no es muy buena” Isabel: “Sé que no tiene buena crítica, pero la verdad es que George Clooney es encantador” Página 81 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel: “Ya veo. Supongo que entonces yo deberé invitarte a ver películas en las que actúe Luciana Salazar” Isabel: “Vos sos un machista. Ni bien surge una antología sobre caracteres de los distintos sexos, la primera mujer que te vino a la mente es esa vedette, un símbolo sexual y la encarnación del erotismo.” Daniel: “Pues lo siento… quizás pueda enmendarme. ¿Y si la reemplazo por Jennifer Aniston?” Isabel: “Demasiado tarde. Ya metiste la pata. No aclares que oscurece” Daniel: “Bueno, también podemos ir a ver algún dibujo animado de Walt Disney y así nos libramos de los machismos y los feminismos” Isabel: “Hablando de Disney, casualmente mi segunda opción era: Piratas del Caribe en Mareas Misteriosas” Daniel: “¿Piratas del Caribe?...Perfecto. ¿Viste? Ya nos pusimos de acuerdo” Durante varias semanas, Isabel y Daniel siguieron viéndose con regularidad, pero en uno de esos viernes, a mediados de Octubre, Daniel ya no soportaba el haberle dicho a Isabel tantas mentiras. Ella era una persona maravillosa y él deseaba presentarles a su hermano, cuñada, sobrinos y padres, pero todo ello implicaría desenmascarar sus engaños y consecuentemente, surgiría la pregunta sobre el por qué de los mismos. En esa velada, Daniel le dijo: “Tengo que confesarte algo: Te he dicho varias mentiras” Ella lo miró muy seria y le preguntó: ”¿Qué mentiras? ¿Sos casado?” Daniel: “No. No es eso. Soy soltero. Mentí al decir que tenía una hermana que había sido abusada. También mentí al decir que mi madre era viuda. No tengo hermana y mi padre está vivo. Es un jubilado” Isabel: “¿Por qué inventaste eso? ¿Fue un truco para ligar con alguien como yo, identificándote con mi padecimiento?” Daniel: “No. Inventé eso para ir a las reuniones del CIAPSI y efectuar una investigación. Solo estaba buscando información. No asistí allí buscando conocer a alguien para salir, pero así fue como te conocí y me interesé en vos. Lamento mucho haberte engañado” Isabel: “Gracias por confesarlo, pero ahora veo que no sos como yo pensaba. El decir siempre la verdad es algo muy importante para mí. ¿Qué información estabas buscando? ¿Se trata de alguna investigación policial?” Daniel: “No. No era algo de mi trabajo. Era una investigación personal. Quisiera poder decirte de que se trataba pero la verdad es que no puedo hacerlo. Lo siento… tengo que irme” Dicho esto, Daniel se levantó y se fue de allí. Página 82 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue A finales de Octubre los hermanos Blumberg cumplían años y decidieron festejarlo en el departamento de Andrés. Ese domingo 30 de Octubre, esperaban que lo invitados comenzaran a llegar a partir de las 21:00hs, pero Daniel llegó bastante antes, a eso de las 19:30hs, para ayudar en lo que pudiera con los preparativos y jugar un rato con sus sobrinos. Cuando llegó, Andrés se encontraba trabajando en su computadora. Daniel sabía que su hermano participaba en la investigación sobre “El Marcador” y hacía solo tres días, había sido difundida en los medios la muerte de un violador en la Ciudad de Córdoba, presumiblemente asesinado por “el ángel de la muerte” según lo informara Crónica TV. Daniel se acercó a su hermano y le preguntó: “¿Estás trabajando en domingo? Aflojá un poco” Andrés: “Ya termino. Estoy instalando unos programas nuevos que me acaban de suministrar. Necesito tenerlos operativos cuanto antes” Daniel: “¿Qué tipo de programas?” Andrés: “Se supone que es algo ultra secreto y no debería decírtelo, pero verás, la SIDE (Secretaria de Inteligencia Del Estado) nos a dado acceso directo a una herramienta muy poderosa. Con estos programas, puedo acceder a cualquier casilla de e-mail” Daniel: “Creía que era necesaria una orden judicial para que pudiéramos vigilar correos. ¿O me equivoco?” Andrés: “Es necesario cuando se trata de una investigación judicial realizada por la policía. En cambio la SIDE, por medio de leyes secretas y por cuestiones de seguridad nacional, puede vigilar cualquier correo o comunicación telefónica sin que medie la intervención directa de un juzgado” Daniel: “¿Ahora trabajás para la SIDE?” Andrés: “No, pero en el marco de esta investigación, suscribimos una especie de acuerdo de colaboración, donde nos delegan el uso de algunas tecnologías especiales. Vale decir que usamos estos recursos bajo su autoridad y responsabilidad, como si nos tercerizaran el trabajo” Daniel: “¿Y la Justicia autorizó eso?” Andrés: “Tanto la jueza Servini de Cubría como el Ministerio de Seguridad dieron el visto bueno para que procedamos. Se trata de una única excepción para mi unidad de investigación y solo para el caso del “Marcador” Daniel: “Ya veo. Parece que están decididos a atraparlo. ¿Así que ahora está actuando en Córdoba?” Andrés: “Eso dicen los medios pero nosotros tenemos algunas dudas. En principio las pericias balísticas indicaron que se usó un revolver calibre 38 y sin silenciador. Varios vecinos oyeron los disparos. Página 83 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue “El Marcador” casi siempre uso la misma arma: una pistola calibre 40 con silenciador, excepto cuando mató a esos cuatro ladrones frente a la cancha de Vélez donde usó una pistola 9mm. La semana que viene tengo que viajar a Córdoba acompañando a mi jefe y algunos peritos para analizar las evidencias” Daniel: “¿Y estos programas de la SIDE servirán para algo?” Andrés: “Esperamos que si. Hemos detectados varias cuentas de e-mail y un perfil en Facebook que suponemos son del “marcador”. Rastreamos las direcciones IP originales y comprobamos que todas fueron abiertas desde locutorios y caber-cafés a mediados de Abril, pero desde entonces han estado inactivas” Daniel: “¿Y demoran mucho en pinchar las cuentas?” Andrés: “No, es inmediato. Los grandes servidores de cuentas gratuitas de e-mail tienen convenios con el gobierno, para permitir las investigaciones oficiales. De esta manera, todos los meses tenemos un listado de contraseñas especiales que sirven como “llaves maestras” para cualquier cuenta de ese servidor” Daniel: “¿O sea que con una misma contraseña se pueden abrir todas las casillas de Hotmail, por ejemplo?” Andrés: “Exacto, las contraseñas están compuesta por una serie de 30 caracteres alfanuméricos y caducan cada 24hs. Yo acabo de recibir el listado de contraseñas para el mes de Noviembre” Daniel: “¿Me dejarías revisar el correo de una amiga mía? Tengo curiosidad de saber quien le escribe” Andrés: “Jamás. Ni en broma” Daniel: “¿Y que ocurre cuando son casillas de e-mail de algún servidor privado? Dudo que allí existan “llaves maestras”? Andrés: “Para esos casos existe otro programa” y abriéndolo para mostrárselo a su hermano, le dijo: “¿Ves este casillero? Aquí introduzco el dominio en cuestión y el software corre un diagnóstico. Analiza toda la estructura del sitio y averigua los enlaces para acceso remoto a través de Internet, junto con un listado completo de todos los usuarios y sus distintas contraseñas” Daniel: “Increíble. ¿Funciona con cualquier servidor?” Andrés: “Exceptuando los de agencias gubernamentales y algunas empresas que son fachadas de esas agencias, si. Funciona con casi todo” Levantándose de su silla, añadió: “Aguardame un segundo, que voy al baño y vuelvo enseguida” “Claro” dijo Daniel, quien viéndose solo frente a esa notebook, consideró que tenía una oportunidad única para hacerse de esas herramientas informáticas, por lo que tomando un CD virgen de su hermano, lo introdujo en la computadora, copió allí el listado de Página 84 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue contraseñas junto con el software y guardó el CD en el bolsillo interno de su chaqueta, justo unos segundos antes de que volviera Andrés. Andrés dijo: “¿No habrás tocado nada, verdad?” Daniel: “Iba a revisar el correo de mi amiga, pero pensé que podía causarte problemas y desistí” Andrés: “Tal vez no debí decirte nada de esto. Que no se te vaya a ocurrir comentárselo a alguien. Es algo de secreto máximo” Daniel: “No te preocupes. Jamás lo diré a nadie. Cambiando de tema: me enteré de que hace unas semanas hubo un operativo del GEOF acá enfrente. ¿Así que se llevaron secuestrada a la camioneta ruidosa?” Andrés: “Así es. Por suerte durante casi todo un mes por fin logramos poder dormir toda la noche sin sobresaltos. Pero ya me decidí: ni bien comiencen otra vez esos berrinches les hago una denuncia por ruidos molestos. No estoy dispuesto a tener que seguir aguantando aquello” A eso de las nueve de la noche, comenzaron a llegar los invitados. La mayoría eran oficiales de la fuerza a quienes habían conocido en la escuela de cadetes. Asistió también Graciela, la socia de Adriana y Sebastián, un amigo de la infancia de Andrés y Daniel. Sebastián no solo había sido un vecino del barrio sino que también asistió al mismo grado que ellos durante la escuela primaria. Cuando finalizó la escuela secundaria, Sebastián ingresó a la escuela de cadetes y se graduó como oficial de policía en el año 2004, cuatro años antes que Andrés y Daniel. Sebastián era Oficial Inspector y desde hacía varios años trabajaba como agente encubierto de la división prevención de la toxicomanía de la superintendencia de drogas peligrosas de la Policía Federal, comúnmente conocida como “Narcóticos”. Tenía barba, bigote y el cabello bastante largo. Siempre vestía informal. Era parecido a “Facundo Arana” según la opinión de sus compañeras de trabajo. También se hicieron presentes algunas ex compañeras de la escuela de cadetes y la agente María Valenzuela, compañera de Andrés. Eran en total unas quince personas y en su mayoría varones. La fiesta transcurrió bastante tranquila, con la música no muy alta mientras Ludmila y Ezequiel dormían en sus dormitorios. Daniel y Sebastián se pusieron a charlar, sentados en el balcón, mientras contemplaban una luna radiante en el medio del cielo estrellado y disfrutaban de unas buenas cervezas. En materia de gustos sobre birras, los hermanos Blumberg tenían gustos muy particulares. Andrés era fanático de la “Guinness” irlandesa en que tanto Daniel aseguraba que la mejor cerveza del mundo era “Oettinger” de Alemania. De todas maneras, había varias marcas más en la heladera, como para satisfacer todos los gustos. Página 85 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Mientras bebían de sus porrones, “Seba” y Daniel dialogaban de muchas cosas. Serían casi las 23:00 hs cuando sonó el celular de Daniel. Justo estaba hablando Seba pero se interrumpió y dijo: “Atendé nomás” Al ver Daniel que la llamada era de Isabel prefirió no atender. “Que deje un mensaje” dijo y activó la respuesta automática del contestador. “¿Alguna ex novia?” preguntó Seba. “No” dijo Daniel. “Una amiga” Seba: “¿Es una amiga que te llama en tu cumple y no la atendés? Me parece que es más que eso” Daniel miró a su amigo con un gesto extraño, como si no le gustara del todo que lo “psicoanalizaran” y dijo: “Es solo una amiga, pero es una persona muy especial. Salimos varias veces, y yo creía que podíamos llegar a tener algo valioso, pero hace un par de semanas me borré” En eso sonó la alarma del celular de Daniel, indicando que había un nuevo mensaje de voz. Allí Isabel decía: “Hola Daniel. Quería desearte un feliz cumpleaños. Hace rato que no nos vemos y espero que estés bien. Llamame si podés. Me gustaría que pudiéramos charlar un día de estos. Besos Cuando Daniel terminó de oír el mensaje, Seba prosiguió: “¿Miedo al compromiso quizás?” Daniel: “Es complicado. Llegué a un punto donde sentí la necesidad de abrirme totalmente, sin reservas, y me di cuenta de que no podía hacerlo. Francamente, creo que es una chica maravillosa y que se merece algo mucho mejor que yo. Siento que si estuviera a mi lado, tarde o temprano terminaría causándole daño y no quisiera lastimarla” Seba: “Sos un tipo raro, ¿sabés? Mirá que escuché miles de excusas para cortar a una mina pero como esa nunca” Daniel: “No es una excusa. Es la verdad” Seba: “Si vos lo decís” Intentando cambiar el tema, Daniel preguntó: “¿Qué tal el trabajo? ¿Todo bien?” Seba meneó la cabeza y refunfuñó: “Anda todo mal. Tengo ganas de rajarme y dedicarme a otra cosa. No sé, tal vez poner un lubricentro o un maxikiosco. Ya estoy harto” Daniel: “¿Por qué?” Se acercaba la medianoche cuando Sebastián dijo: “Si querés te cuento. Para mi sería una suerte de desahogo. Hay cosas que acumulo adentro y no puedo decirlas a nadie. Pero te aviso que tendrás que aguantarte una verdadera catarsis” Página 86 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel: “Dale, contame. ¿Para qué están los amigos sino?” Seba: “Cierto. Para qué están los amigos. ¿Vos sabés a que me dedico?” Daniel: “Creo que trabajás de encubierto, infiltrando organizaciones de narcos, ¿Cierto?” Seba: “Correcto. ¿Sabés cuantos habitantes hay sumando a la Capital y el GBA? Daniel:”¿Doce millones?” Seba: “Doce millones y ochocientos mil habitantes según el último censo. ¿Sabés cuantos efectivos tiene la Federal?” Daniel: “Unos cincuenta y cinco mil” Seba: “Así es. ¿Sabés cuantos hacen el mismo trabajo que yo?” Daniel: “No tengo idea” Seba: “Arriesgá un número” Daniel: “¿Doscientos? ¿Trescientos?” Seba: “Somos tres en total” Daniel: “¿Tres solos en toda la Federal? Suena a poco. ¿Dan abasto para todo?” Seba: “Precisamente no. ¿No te dice nada el que sea así?” Daniel: “¿Decirme algo como qué?” Seba: “Este sistema es una simple parodia. Aquí no existe una lucha real contra el narcotráfico. La verdad es que los narcos son el verdadero poder en este País. Lo dominan todo” Daniel: “¿No estarás exagerando? Que yo sepa, no estamos tan mal. Mirá los asesinatos de periodistas y policías en México. Tengo entendido que Colombia, Brasil, Bolivia y Perú están peor que nosotros” Seba: “Lo que ocurre en México es una guerra entre dos carteles. Pero en cuanto a nivel de penetración de la droga en la sociedad, estamos peor que cualquiera de los países que mencionaste. Aquí el porcentaje de adictos a la cocaína es superior al 2.67% de la población. ¿Sabés de cuantos adictos estamos hablando, solo en Capital y GBA?” Daniel, haciendo cuentas: “Deben de ser como unos… ¿Trescientos mil?” Seba:”Más de trescientos cuarenta mil. En promedio cada adicto consume 2.4gr diarios de cocaína. Son casi ochocientos veinte kg de cocaína por día, es decir, unas trescientas toneladas de “merca” por año, el equivalente a una facturación anual de dos mil millones de dólares, siempre hablando solamente para el consumo de la Capital Federal y el GBA. Página 87 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Si tenemos en cuenta los cargamentos que se exportan y los que se envían al interior del País, posiblemente la producción de cocaína en el GBA supere las dos toneladas diarias. En la Argentina hay un cartel del narcotráfico que está enquistado detrás del poder. Los narcos condicionan a todos los políticos, tienen contactos claves con todas las fuerzas de seguridad, es más, en la SIDE están sus peores sicarios. Los pocos operativos antidrogas que se realizan, siempre son contra la competencia proveniente del extranjero, que pretende venir a instalarse aquí y conquistar alguna fracción del mercado. ¿Recordás la supuesta guerra entre narcos peruanos en las villas del Bajo Flores?” Daniel: “Algo leí sobre unos cadáveres que aparecieron tirados al costado de la autopista. Se decía que eran dos bandas que se estaban matando entre ellos” Seba: “No eran dos bandas sino una sola. Eran ex guerrilleros peruanos devenidos en narcotraficantes que pensaron que les iba a resultar más fácil penetrar el mercado local. La respuesta que recibieron del narcotráfico local fue contundente. Utilizando operaciones secretas de asesinatos selectivos de la SIDE y allanamientos masivos de la Gendarmería los hicieron moco en un par de semanas. El mensaje para los peruanos fue muy claro. No les conviene venir para acá” Daniel: “Pero el que la SIDE y la Gendarmería combatan a unos narcos extranjeros, no necesariamente implica que sean cómplices de narcos locales. ¿Por qué vos crees que es así?” Seba: “He realizado varias investigaciones encubiertas, algunas duraron meses. En un principio, tenía más autonomía y podía investigar a mi antojo. Desde hace un tiempo debo redactar informes puntuales de mis avances y siempre pasa lo mismo: Cuando empiezo a avanzar en una causa, la cierran diciendo que ya pasó mucho tiempo y que debemos analizar otra pista. Varias veces, llegué a infiltrarme en los niveles medios de la organización. Para que te des una idea, en el GBA generalmente hay tres “cocinas” principales, ubicadas en las zonas Norte, Oeste y Sur. Estas cocinas suelen trasladarse de sitio con regularidad, estando solo unos meses en cada lugar. Cada cocina fabrica unos trescientos Kg diarios. Las cocinas distribuyen la merca a través de un “circuito mayorista”. Estimo que hay unos treinta Mayoristas, que distribuyen en promedio unos treinta Kg por día. Para poder comprarle a un mayorista, la cantidad mínima que te venden es de un Kg. Los mayoristas les venden a los “distribuidores”, que a su vez la distribuyen a los minoristas o “dealers”. Cada vez que en una investigación yo llegué a rastrear y descubrir a un “mayorista”, venía la orden de arriba de cerrar la investigación. En varias ocasiones ignoré la orden y seguí investigando por mi cuenta. Quería saber quienes eran las cabezas de la organización y todas las veces llegué al mismo resultado” Daniel: “¿Y el malo de la película entonces es…? Seba: “El Padrino” Daniel: “¿Quién?” Seba: “¿No sabés quién es El Padrino? ¿Vivís en una burbuja acaso?” Página 88 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel: “El único Padrino que conozco es Don Tito Corleone, el de la película de Francis Ford Coppola” Seba: “El Padrino es el apodo de Emilio Bighead. Es un secreto a voces que el tipo es un mafioso y por eso le dicen así. Me parece que te falta calle” Daniel: “Puede ser. ¿Te referís al ex Gobernador?” Seba: “¿Conocés algún otro Emilio Bighead acaso?” Daniel: “Pues no” Seba: “El narcotráfico es como un pulpo, con un sinnúmero de ramificaciones. Es como esa bestia de la mitología, la Hidra que custodiaba la entrada al inframundo en el lago de Lerna, a la cual si le cortaban una cabeza, crecían dos en su lugar. Pero Bighead es la figura central del narcotráfico en la Argentina. Si se cortara esa cabeza, tambalearía todo el sistema. El padrino maneja todos los hilos. Tiene contactos personales con el Congreso, la Casa Rosada, El Poder Judicial, la SIDE, Gendarmería, las Fuerzas Armadas. Además, maneja los contactos con los bancos y las cadenas comerciales que utilizan para lavar el dinero. Te sorprendería saber que más del 80% de las grandes firmas que venden electrodomésticos y algunos hipermercados se ocupan de lavar ese dinero sucio. En una investigación de la AFIP, descubrieron que por cada electrodoméstico que vendían realizaban dos facturas. Bighead es dueño de gran parte de del paquete accionario de esas empresas, siempre utilizando una larga lista de testaferros. También tiene una extensa red de hoteles, bingos, casinos, frigoríficos, cerealeras y más.” Daniel: “¿Pero vos conseguiste alguna prueba concreta de todo esto que decís o solamente estás conjeturando?” Seba: “En una investigación que realicé por mi cuenta sin autorización, logré pinchar el teléfono de Bighead un par de días y grabé muchas conversaciones. Lo tengo grabado negociando un embarque que se envió a España, mencionando las cuentas que debían usarse para las transferencias de dinero y la supuesta operación comercial que se efectuaba. También lo grabé cuando recibía un informe sobre la producción de pasta base y el stock de sustancias primarias. Grabé varias conversaciones más con las firmas que le lavan el dinero y con distintas autoridades de la policía y la Gendarmería. Tuve que dejar de grabarlo porque desde la SIDE le avisaron que su línea estaba siendo intervenida. No se como se enteraron. No estoy conjeturando. Todo lo que dije surge de esas pruebas. Te voy a enviar las grabaciones por mail para que me creas” Daniel: “¿Y si tenés esas pruebas por que no acudís a la Justicia? Podés enviárselas a algún juez o a la prensa de forma anónima” Seba: “Las grabaciones carecen del carácter de “pruebas” ante la Justicia, porque no son fruto de una escucha telefónica realizada oficialmente. Página 89 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Además ¿Vos escuchaste cuando dije que no se lo puedo decir a nadie? Si se lo envío a la prensa nadie lo publicará, porque ninguno quiere meterse en problemas con los narcos. Y si algún medio lo publicara, al día siguiente todos los demás diarios estarían diciendo que se trata de un engaño realizado con simuladores de voz en una computadora” Haciendo una prolongada pausa, Seba prosiguió: “No siempre fuimos tres los que hacemos este trabajo. En un tiempo éramos cuatro. También estaba Lisandro Torres que era amigo mío además de un compañero. Lisandro quería hacer lo mismo que vos sugerís: llevarle varias pruebas como estas a algún ente que fuera capaz de intervenir. No tuvo mejor idea que acudir a la DEA. Pensaba que así lograría evitar la corrupción del sistema local y que la denuncia podría prosperar” Daniel: “¿Y qué pasó?” Seba: “Su cadáver apareció flotando en el Riachuelo sin cabeza y sin manos, el 31 de Diciembre del 2006. Yo tengo la hipótesis de que Bighead tiene una especie de acuerdo con la DEA. Él no manda embarques para los EEUU y ellos no se meten con él.” Daniel: “¿Te parece que eso tiene lógica?” Seba: “Pues claro. Allá la droga es mucho más negocio que acá. El gramo de cocaína en Argentina cuesta casi siete dólares, mientras que en EEUU se vende en la calle a un precio de entre cincuenta y cien dólares. Mientras que la cocaína factura unos U$S 5.000.000.000 por año en la Argentina, en los EEUU alcanza un volumen 80 veces superior, llegando a los U$S 400.000.000.000, es decir, un monto mayor al PBI de nuestro País. Lo que menos le interesa a los narcos de yanquilandia es que aparezcan nuevos competidores que provoquen una caída en el precio de venta. Su razonamiento es muy simple: A ellos les conviene que el jefe del cartel en Argentina no envíe sustancias hacia allá. ¿Para que se arriesgarían a que esa cabeza sea arrestada y luego surja otra en su lugar que quizás pretenda no abstenerse de participar del suculento y multimillonario mercado estadounidense?” Daniel: “Parecería que sugerís que la DEA es funcional a los intereses de narcotraficantes estadounidenses” Seba: “Todavía no te cayó la ficha, ¿No?” Daniel, meditabundo: “Miralo vos a Emilio. Creo que fue gobernador desde 1999 al 2007 y ahora, en las elecciones del domingo que viene, compite para gobernar un tercer mandato” Seba: “Así es y en las encuestas aparece segundo detrás de Scioli. De cerca le siguen De Narváez y Sabatella. Muchos creen que habrá un ballotage entre Scioli y Bighead” Daniel: “Habría que llamarlo al “Punisher”. En las películas siempre se encargaba de tipos como este” Página 90 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Seba largó una carcajada y dijo: “Si. Seguro. Me vi toda la saga de esas películas que están muy buenas por cierto. Pero está demostrado que la realidad supera a la ficción. Sin ir muy lejos nosotros tenemos al “Marcador”. ¿Quién hubiese creído posible que un tipo solo sería capaz de eliminar a 1491 delincuentes?” Daniel: “¿Llevás la cuenta exacta?” Seba: “No, pero justo hoy vi una nota en la TV. Decían que el violador asesinado en Córdoba la semana pasada era su víctima nº 1491” Daniel: “¿Qué pensás de ese asesino serial?” Seba: “Estoy seguro de que es un cana como nosotros. Se debe haber hartado de arrestar delincuentes y ver que pasa un tiempito y salen de nuevo para seguir robando, matando y violando. No tenés idea de cuantas veces yo tuve ganas de hacer algo parecido” Daniel: “¿Qué te frenó?” Seba: “Hay una línea muy delgada que separa el bien del mal. Una vez que cruzás esa línea ya no hay retorno” Daniel: “Touché. Creo que tenés toda la razón” Seba: “Aunque te confieso que no me caería mal enterarme de que “El Marcador” lo despache a Bighead” Daniel: “Pero hasta ahora solo mató homicidas y violadores. Nunca se metió con los narcos o la mafia” Seba: “Será porque tiene vocación de soldado y no de general. Hasta ahora, si se tratara de un partido de ajedrez, solo se ocupó de los peones. A mi gustaría ver caer a los reyes de la delincuencia. Figurate que mientras Bighead se enriquece y aumenta su poder gracias a más de 340.000 drogadictos, entre esos drogones, en su mayoría jóvenes y adolescentes, surge masivamente como consecuencia la delincuencia. De ese grupo proceden más de cien mil ladrones, que empiezan a robar para poder comprar droga. Algunos les vacían las casas a sus propias familias, todo para comprar merca. De esos cien mil ladrones, estadísticamente, más de mil terminan siendo asesinos, matando a sus víctimas en ocasiones de robos a mano armada. La droga es la raíz de todos los males y casi todos los gobiernos del mundo, exceptuando a Suiza y quizás un par de países más, son títeres del narcotráfico. Pensá que si la droga se vendiera al costo en las farmacias a los mayores de 18 años, sencillamente no existiría el narcotráfico” Daniel: “¿Suiza sale indemne? Yo pensaba que allá está guardado justamente mucho dinero de los narcos” Seba: “Sobre el dinero tenés razón. Pero su política para controlar el consumo de drogas por parte de la población es muy distinta. Página 91 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Allá el ministerio de salud les proporciona gratuitamente las dosis a los adictos bajo supervisión médica y así logran que nadie pueda ganar un solo Franco suizo vendiendo droga porque, ¿quién va a querer pagar por lo que consigue gratis? Así evitan que exista la estructura del narcotráfico dentro de sus fronteras y como consecuencia allá no hay “dealers” merodeando las escuelas con muestras gratis para inducir a niños y adolescentes al vicio” Daniel: “Entiendo tu punto pero, si aquí se legalizara la droga ¿No aumentaría el consumo?” Seba: “Esa es justamente la mentira que los narcos se encargan de inculcar en la sociedad. La droga ya está en todos lados. Se consigue libremente en cada esquina de cada barrio. Nunca hubo desabastecimiento del mercado. Nunca un adicto se vio obligado a dejar de drogarse por no conseguir droga. Además, la mayoría de los nuevos adictos son captados durante su pubertad, por medio de “dealers” que utilizan la presión de grupo para inducirlos. Si la droga se legalizara, no aumentaría el consumo, se eliminaría el narcotráfico, y en cuestión de unos años, se erradicaría ese vicio en las nuevas generaciones. Pero estamos en el horno. El narcotráfico nos gobierna. No hay como combatirlo. No hay un poder que lo cercene. Jamás se atrapó a algún pez gordo y por más que me pese, dudo que alguna vez la cosa cambie” Daniel: “Cualquiera diría que odiás a los narcos” Seba: “Es cierto. Los odio a muerte. Ojalá “El Marcador” pensara como yo. Daniel: “Si tanto te interesa contar con sus servicios, podés contactarlo en Facebook. Leí que tiene una cuenta ahí” Seba: “Claro. Yo le envío un mail y quedo pegado como cómplice de genocidio. Que simpático que sos” Daniel: “Ja, ja, ja. Era solo una idea” Ya era casi la una de la madrugada del lunes 31 de Octubre y todos debían ir a trabajar en cuestión de unas horas. Por eso Andrés llamó a todos al living y propuso un brindis celebrando la reunión de viejos amigos algunos de los cuales hacía tiempo que no se veían. “¿Por qué brindamos?” preguntó Daniel “Brindemos por El Marcador, que hace lo que nosotros no podemos” dijo Seba que había consumido varias cervezas. “Se nota que tomaste bastante” dijo Adriana. “¿Cómo se te ocurre brindar por un delincuente? Brindemos por la Justicia” “Mejor brindemos por los cumpleañeros” Dijo Graciela, la socia de Adriana. Página 92 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Andrés dijo: “En rigor de verdad, nuestro cumpleaños finalizó hace poco más de una hora. Ahora ya estamos en Halloween y por eso, para ser fiel a la tradición celta, propongo un brindis por el Hada Mágica, protectora y guardiana de los policías” Algunos se rieron pero finalmente todos brindaron por el “Hada Mágica” y despidiéndose marcharon cada cual por su camino. Página 93 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 13: Blancanieve Luego de dormir unas horas, a las 07:30 del lunes 31 de Octubre, Daniel partió rumbo a la comisaría Nº 44 para comenzar su guardia de 24 hs. La mañana estaba bastante tranquila y aburrida. Sin nada que hacer de momento, Daniel se conectó a Internet para revisar si había mensajes nuevos en su correo. Allí encontró un par de salutaciones enviadas por motivo de su cumpleaños y un mail de Sebastián, titulado “Grabaciones” con un archivo comprimido adjunto. Bajando y descomprimiendo el archivo que pesaba casi 25Mb, Daniel constató que se trataban de más de dos horas de audio. Escuchando esas grabaciones, comprobó que era cierto todo lo que Seba le había dicho en la madrugada y que aun se había quedado corto. Se mencionaba a comisarios, legisladores, jueces y otros funcionarios públicos que estaban “arreglados”. La claridad de las conversaciones no dejaba lugar a dudas, aunque casi nunca mencionaban la palabra cocaína sino que la llamaban “producto terminado” o “mercancía en proceso” para el caso de la pasta base. Ante esas evidencias, Daniel compartió la aversión hacia los narcos que tenía Sebastián. Impulsivamente y de repente, al igual que cuando decidió marcar en las frentes a los cuatro ladrones de la av. Juan B. Justo, imaginó un plan para liquidar al “Padrino”. Emilio Bighead era candidato a gobernador de la Provincia de Buenos Aires y faltaba menos de una semana para las elecciones. Los comicios estaban previstos originalmente para el 23 de Octubre, pero debido al DNU dictado por la presidenta para modificar el calendario electoral luego del atentado contra el penal de Sierra Chica, se trasladó la fecha al 6 de Noviembre. Al finalizar su guardia el martes 1º de Noviembre a las 08:00 hs, Daniel fue a su casa y se preparó unos mates mientras leía las noticias del día en Internet. Cerca del mediodía, a la hora de almorzar, se dirigió al centro comercial de Liniers. Allí compró, en uno de esos locales donde Bighead lavaba dinero, una netbook nueva, pagando en efectivo y sin proporcionar sus datos personales. Con la netbook se dirigió al patio de comidas del shopping de Liniers, donde había un locutorio que permite que computadores portátiles se conecten a Internet en forma inalámbrica. Cargando el programa gestor de contraseñas que acababa de copiarle a su hermano, se infiltró en el sitio en Internet del diario “La Trompeta de la Nación” Allí obtuvo la lista de todos los correos de quienes trabajaban en el diario y sus respectivas contraseñas. Leyendo las noticias que publicaba el sitio, se enteró de que el periodista Claudio Andalgalá había sido enviado a Washington a cubrir un evento. El rostro de este periodista no era conocido, porque nunca publicaban su foto, y Daniel decidió hackear su cuenta para hacerse pasar por él. Utilizando la cuenta de e-mail de Claudio, le escribió un mensaje al sr. Bighead, diciéndole que la editorial del diario, habida cuenta de la ausencia de debates políticos, había decidido realizar una serie de entrevistas a los distintos candidatos con una batería de preguntas comunes. Página 94 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Las notas se publicarían en el cuerpo central del diario, ocupando una página cada una. Dado que faltaban pocos días para que comenzara la “veda electoral” deseaba concertar, de ser posible, una entrevista para el día siguiente, es decir, para el miércoles 2 de Noviembre preferentemente por la tarde, por lo que requería una respuesta en el transcurso del día. Finalizó el mensaje solicitando confirmación por e-mail, diciendo que durante el día estaría fuera de la redacción entrevistando a otros dos candidatos. Daniel ignoraba si el “Padrino” se tragaría el anzuelo aunque la idea de tener una página entera de publicidad gratis en uno de los principales diarios del País unos días antes de la elección debía resultar tentadora para cualquier político. Ni bien envió el mensaje, lo borró de la bandeja de “mensajes enviados” para que el verdadero Claudio Andalgalá no lo descubriese si llegaba a conectarse desde los EEUU. Acto seguido, apagó la netbook y volvió a su casa. Revisando en su notebook los programas obtenidos gracias a la gentileza de la SIDE con la Federal, Daniel descubrió que en el paquete había también un programa que servía para desencriptar contraseñas. Su funcionamiento era muy simple: Se cargaba el programa en un pen drive. El pen drive se enchufaba en algún puerto USB de la computadora a la cual había que violar la seguridad y en unos pocos segundos aparecía un recuadro en la pantalla revelando la contraseña de acceso al equipo. Daniel lo probó con su propia computadora y funcionaba de maravilla. Ya por la tarde, a eso de las 18:00 hs, volvió al locutorio para conectarse nuevamente y accediendo a la cuenta de Claudio, comprobó que Emilio Bighead había respondido el mensaje. El candidato a gobernador decía que estaba un poco sorprendido por lo repentino del contacto, ya que habitualmente mantenía un diálogo fluido con el director del diario y en otras ocasiones habían pactado entrevistas con mayor antelación, pero que igualmente con mucho gusto lo recibiría en su residencia en la ciudad de La Plata a las 14:00 del miércoles y solicitaba confirmación de la entrevista. Daniel respondió la misiva explicando que la decisión de realizar las entrevistas había sido tomada a última hora por intervención de un editor nuevo y era debido a ello que todo había resultado repentino. Asimismo confirmó su visita para las 14:00 hs del miércoles 2 de Noviembre. Al igual que antes, borró los dos mensajes de sus respectivas bandejas y desconectándose apagó la netbook. Mientras pasaban las horas, Daniel fue planificando algunos detalles para el operativo, pero aun no había realizado un relevamiento del terreno y desconocía el territorio al que pensaba introducirse. Conectándose al Google Earth, Daniel averiguó que El Padrino vivía en una residencia fuertemente atrincherada, dentro de un gran barrio cerrado de las afueras de La Plata. Las calles eran curvas, diagonales, cortadas, pasajes, etc. Le resultaría imposible no perderse a alguien que desconociera la zona. Daniel supuso que habría controles de armas para ingresar y utilizó un bolso de computadora portátil para practicarle un doble fondo, haciendo un corte en el revestimiento interior y utilizando un par de cartones para envolver a su pistola calibre 40 con silenciador. Usando uno de los DNI en blanco que tenía, completó los campos de nombre y apellido con los datos de Claudio Andalgalá y después de almorzar, tomando su motocicleta, Página 95 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue partió rumbo a la ciudad de La Plata por la autopista que vincula esa ciudad con Buenos Aires. Una vez llegado a la entrada de la ciudad por su lado norte, estacionó su moto y la aseguró con un candado. Luego tomó un taxi para llegar a la residencia de Bighead. En la entrada al barrio cerrado, había varios guardias armados. Por fortuna tenían mapas del predio para orientar a los visitantes. Luego de revisar el DNI que llevaba Daniel y verificar su entrevista llamando a la residencia de Bighead, le permitieron ingresar al vehiculo y le indicaron en el mapa como llegar a destino. El viaje dentro del barrio duró unos 10 minutos. No solo por lo extenso del lugar sino porque había que conducir a velocidades bajas. Cuando llegó a la casa de Bighead, tanto el taxista como Daniel se deslumbraron un poco por la magnificencia de la residencia. Parecía un verdadero palacio. Desde el puesto de control a la entrada de la parcela hasta el Hall de recepción de la mansión había más de cien metros. Un alto muro coronado con alambres de púas rodeaba todo el perímetro. Dos guardias custodiaban la única entrada y en algunos rincones del predio se veían centinelas armados haciendo rondas de vigilancia. También se veían varias cámaras de video repartidas por el lugar. Daniel se preguntó si había tenido una buena o una mala idea. Los guardias de la entrada confirmaron por teléfono la entrevista del presunto periodista, y le pidieron a Daniel que descendiera del vehiculo para palparlo de armas y revisar su bolso. Luego de revisarlo, le permitieron la entrada pero le manifestaron que el taxi debería esperarlo afuera. Daniel le pidió al taxista que lo aguardara y que estimaba demorar unos treinta o cuarenta minutos, pero que igualmente lo esperase aunque la demora fuera mayor. Mientras caminaba hacia la recepción de la casa, Daniel se distrajo admirando la belleza paisajística y arquitectónica del lugar. El césped lucía más cuidado que el green de una cancha de golf. Había fuentes con esculturas y los jardines estaban decorados con toda clase de árboles, arbustos y flores. La entrada principal de la residencia se hallaba debajo de un inmenso pórtico de casi diez metros de altura, que estaba coronado por un entablamento compuesto de arquitrabe, friso y cornisa. Por encima lo coronaba un frontón de estilo griego y proporciones áureas, sostenido por columnas estriadas con capiteles corintios, emulando al Partenón. Los autos podían, girando en torno a una rotonda, estacionar debajo de esta gran superficie semicubierta y así los visitantes podían descender sin problemas durante los días de lluvia. Cuando Daniel ascendía por la escalinata de entrada, se abrió una de las hojas de la puerta principal y el Dr. Emilio Bighead le recibió en persona. Con una amplia sonrisa, típica de los políticos, le saludó: “Muy buenas tardes sr. periodista, pase por favor” Página 96 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El interior de la casa tenía una decoración exquisita que hacía olvidar la magnificencia de la fachada. Había varios cuadros de gran tamaño sobre las paredes y una gran cantidad de adornos, incluyendo algunas armaduras medievales y diversas esculturas exóticas. El Padrino invitó al Marcador a pasar a su estudio. Luego de ofrecerle un trago, que Daniel prefirió no tomar, comenzaron la entrevista. Daniel jamás se había imaginado que un día estaría pretendiendo aparentar ser un periodista y que estaría tratando de engañar de esa manera a una experimentada figura pública que a lo largo de su vida habría tenido, sin lugar a dudas, miles de entrevistas. Imaginó que eso no sería muy difícil pues al fin de cuentas en todos los políticos prima el egocentrismo disfrazado de interés público y solo debía, con sutileza, dejar que el entrevistado se regodeara luciendo su singular capacidad que lo distinguía de sus demás contendientes. Además, Daniel estaba obligado a mantener una conversación de media hora como mínimo antes de ejecutar al Padrino, pues de otra forma, los guardias sospecharían si pretendía marcharse muy rápido del lugar. Luego de preguntarle sobre que tal había sido el viaje, Bighead dijo que estaba un tanto asombrado por la iniciativa del diario. “Vera usted” decía Bighead. “Hasta hoy había una cierta clase de consenso entre la clase política y los medios de comunicación. No es casualidad que no haya debates y que nunca se hable de las propuestas de campaña o plataformas políticas. Nos hemos dado cuenta de que el participar de esos eventos nos perjudica a todos los políticos, pues si participamos de un debate, cada uno se dedica a desmentir a sus adversarios y quedamos todos como unos mentirosos. Si presentamos una lista de promesas de campaña, nos auto condenamos al fracaso, pues si llegamos a incumplir una sola de esas promesas, todo el mundo se enfocará en eso, como le ocurrió a Mauricio Macri con su promesa de construir 10 Km de subte por año, en tanto que nadie tiene en cuenta aquellas cosas que sí cumplimos. Es por eso que los “debates públicos” entre políticos se limitan a comentarios metafóricos y calificaciones adjetivas personalistas, tales como “fulano es un monstruo de la política” o “mengano no está capacitado para gobernar”, etc. Entrar en es este juego comparativo, a la larga no nos conviene, pero planteadas las cosas como están, estoy obligado a participar pues si no lo hiciera, estaría favoreciendo a mis contendientes” Daniel dijo: “Sé que es como usted dice pero, como le dije ayer por e-mail, tenemos un editor nuevo con ideas reformadoras. En la última reunión convenció a la dirección de que si la prensa no ejercía el rol de interpelar a los candidatos en virtud de los intereses de la ciudadanía, no solo estábamos incumpliendo nuestro deber como medio de información sino que también estábamos siendo cómplices del embrutecimiento del pueblo y corríamos el riesgo que algunos medios rivales al nuestro tomaran la delantera en este aspecto y lograran quitarnos parte de nuestra audiencia” Bighead: “Ya veo. Todos queremos agua para nuestro molino. Parece que la nueva ley de medios está incrementando la competencia en el sector” Daniel: “Así es, usted lo ha dicho” Página 97 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Bighead: “¿Por dónde quiere empezar sr. Periodista?” Daniel, encendiendo su grabadora: “¿Cómo evalúa que serán los resultados, este domingo próximo, en la elección de gobernador para la Provincia de Buenos Aires?” Bighead: “Según las últimas encuestas que recibí sobre la intención de voto, habría un empate técnico entre Daniel Scioli y yo en el primer puesto. Es casi seguro que iremos al ballotage. Ya en ese escenario, las encuestas me favorecen ampliamente y por eso estoy convencido de que la semana próxima, seré el nuevo gobernador electo.” Daniel: “¿Qué pasaría si, llegando a la segunda ronda como usted prevé, Martín Sabatella y Francisco de Narváez decidieran apoyar la candidatura de Scioli? Bighead, sonriente: “Es posible que Sabatella decida apoyar a Scioli, aunque esto se le vuelva en contra, pues gran parte de su electorado lo prefiere como una alternativa al régimen actual y no como aliado del mismo. En el caso de Francisco de Narváez, es muy probable que decida apoyarme a mí, aunque aun estamos negociando un posible acuerdo. De todas maneras, mantengo mis expectativas de un claro triunfo.” En esa misma línea, hablando de alianzas con algunos sindicalistas y distintas facciones políticas, siguieron hablando unos veinte minutos. Cuando Daniel creyó que ya había pasado tiempo suficiente, preguntó: “¿Cuáles considera que son los principales problemas de la Provincia y que solución planea darles?” Este era el tipo de preguntas que disgustaba a Bighead, pero intentando no sonar demasiado generalista ni evasivo contestó: “Las principales inquietudes del ciudadano común son la inseguridad, la falta de empleo, la educación, la salud y las jubilaciones. Debemos ocuparnos de todos esos temas y encontrarles la mejor solución” Daniel: “Usted mencionó en primer lugar a la inseguridad. ¿Considera que la droga es un problema en la Provincia de Buenos Aires?” Bighead sintió un raro recelo de desconfianza por la pregunta. Algo no estaba bien. Estaba seguro de que el director del diario jamás avalaría que le hicieran preguntas sobre ese tema, especialmente cuando leyendas urbanas de vieja data vinculaban su figura con el narcotráfico. De todas formas decidió responder: “La droga es un problema de todas las ciudades del mundo. Por fortuna tenemos fuerzas policiales capacitadas que logran mantener a raya a esos delincuentes. Sin ir muy lejos, hace unos meses se logró atrapar a un capo del narcotráfico que era buscado desde hacía más de dos años” Daniel: “¿Se refiere a la captura de Ariel Alberto Gorosito alias “El mudo?” Bighead: “Exacto. Fue arrestado por la DDI de Lomas de Zamora. Leí que le secuestraron más de 3 Kg de cocaína en el operativo” Página 98 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel: “3 Kg. Si. Seguro que es una gran cantidad. ¿Usted cree que sea posible que “El Mudo” haya sido quien estuvo detrás del envío a Barcelona de 944 Kg de cocaína en el avión de los hermanos Juliá?” A Bighead cada vez le gustaba menos la situación, pero respondió: “Desconozco si hay relación entre ambos casos. No veo a dónde apunta su pregunta” Daniel: “Según opiniones de algunos expertos, “El Mudo” era un simple repartidor de sustancias prohibidas, un verdadero “perejil” como se los suele denominar. Se cree que existen carteles locales del narcotráfico actuando impunemente que producen y venden cerca de una tonelada de cocaína por día. ¿Considera que eso puede ser cierto?” Llegado este punto Bighead comenzó a dudar de toda la situación. Sintió la imperiosa necesidad de salir de aquel cuarto y quería contactar al director del diario para preguntarle sobre la entrevista, que a todas luces le parecía muy sospechosa. Esbozando una amplia sonrisa, le dijo a Daniel: “Le ruego que me disculpe unos instantes. Necesito ir un momento al Toilette, pero en breve continuaremos con la entrevista” Daniel intuyó que “El Padrino” quería escapar, por lo que sacando su pistola y apuntándole le dijo: “Yo que usted no iría a ningún lado. Es más, le recomiendo que no haga movimiento alguno” Bighead se había parado de su silla y estaba a varios metros de la puerta. Tampoco estaba lo suficientemente cerca de su escritorio como para intentar tomar el arma que guardaba en uno de los cajones o como para activar la alarma silenciosa cuyo botón estaba allí. Mirando a Daniel dijo: “Veo que usted no es periodista. ¿Cómo logró contactarme desde el correo del diario? La firewall de mi servidor habría detectado si hubiera sido un caso de phishing” Daniel: “Me encantaría contestarle, pero yo le hice primero una pregunta y dado que soy quien tiene el arma, le sugiero que conteste” Bighead: “Cierto, lo olvidé. Sus preguntas sobre el narcotráfico. ¿Por qué mejor no vamos al grano y me dice que es lo que quiere? ¿Para quién trabaja? ¿Lo envían los peruanos?” Daniel: “¿Los peruanos?” Bighead: “Son los únicos a quienes creería capaces de hacer algo así. Siempre pensé que intentarían vengarse después de que liquidamos a su gente en el Bajo Flores pero jamás imaginé que lograrían infiltrarse con un arma en mi propia casa” Daniel: “No trabajo para ellos” Bighead: “¿Quién lo envía entonces?” Daniel: “Digamos que trabajo solo, aunque en esta ocasión le estoy haciendo un favor a un amigo” Página 99 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Bighead: “No le entiendo” Daniel: “¿Le suena el nombre de Lisandro Torres?” Bighead: “No, no lo conozco. ¿Debería saber quien es?” Daniel: “Probablemente si. Era un policía de narcóticos que murió cuando intentó denunciarlo a usted. Su cadáver apareció decapitado flotando en el Riachuelo” Bighead: “Ya veo. ¿Se trata de venganza? Lamento que su amigo haya muerto pero nada de lo que piense hacer le devolverá la vida” Daniel: “Es cierto. Pero quizás a partir de hoy pueda decirse que no murió en vano” Bighead: “Espere un minuto. Este encuentro podría resultar ser muy redituable para usted. Puedo ofrecerle mucho dinero si me libera y grandes beneficios si decide unirse a nuestra organización” Daniel: “¿Mucho dinero?” Bighead: “Así es. Lo que usted quiera. Ahora mismo puedo transferirle cien millones de dólares con solo hacer un llamado telefónico” Daniel: “Hay que reconocer que es mucho dinero, pero lamentablemente no estoy interesado” Bighead: “Quinientos. Le ofrezco quinientos millones de dólares ahora mismo. Hacemos la transferencia y yo en persona le acompañaré hasta la entrada al barrio para que pueda marcharse de aquí. No habrá trampas, se lo aseguro” Daniel: “Como dije recién, no estoy interesado.” Bighead: “¿O sea que va a matarme?” Daniel: “Así es” Bighead: “Debe entender que yo no maté a su amigo. Simplemente soy un empresario. Solo vendo un producto, así como las bodegas venden vino. No es mi culpa que alguien sea tan idiota como para decidir drogarse. Los adictos existirán siempre y si no me compran a mí, habrá otros proveedores a quienes comprarle. Si me mata a mí no cambiará nada” Adoptando un tono de estadista, Bighead prosiguió: “Usted no comprende bien la situación: Ser gobernante es una gran responsabilidad. Ese dinero proveniente de los drogodependientes, nosotros lo invertimos para fomentar y desarrollar la industria y el comercio del País. Generamos empleos y ponemos al alcance de la probación bienes y servicios que ayudan a elevar su calidad de vida. De esta manera, aún aquellos recursos provenientes de esos sectores marginados y auto excluidos de la sociedad finalmente terminan contribuyendo al bienestar general. En esencia lo que hacemos es transformar un problema en una solución” Página 100 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel no pudo evitar reírse de los argumentos de Bighead e intentando mantener la compostura le dijo: “Viéndolo así, hasta la prostitución infantil puede terminar siendo algo bueno, siempre y cuando el dinero proveniente de allí se invierta bien. Por otra parte, los almaceneros que venden bebidas alcohólicas no andan alrededor de las escuelas ofreciendo muestras gratis a chicos de trece años para inducirlos al vicio. En la ciudad hay más de trescientos mil adictos y de allí surgen infinidad de ladrones y asesinos que comienzan a delinquir para poder comprar droga. No estoy seguro de que nada cambie con su muerte. Usted y sus socios creen estar por encima de la Ley. Se consideran intocables. A partir de hoy deberán considerar que no evaluaron correctamente los riesgos de su actividad ilícita” Bighead: “Si me mata jamás logrará salir de aquí con vida. Nadie puede atravesar la salida si yo no autorizo su egreso. Aunque lograra eliminar a todos mis guardias, los custodios de la puerta están protegidos por vidrios blindados y llamarán al puesto de control del barrio. En minutos estará rodeado por cientos de policías y le resultará imposible salir” Daniel: “Supongo que deberé correr ese riesgo” Bighead: “¿Quién demonios es usted? Dígamelo. Si va a matarme desearía saber eso antes de morir” Daniel le dijo: “Me dicen el marcador” Bighead lo observó detenidamente y dijo: “Debí suponerlo” y acto seguido intentó salir corriendo de allí. Daniel le disparó varios disparos, logrando derribarlo. Acercándose a Emilio Bighead que agonizaba en el suelo le dijo: “Al menos a usted no le cortarán la cabeza como a Lisandro Torres” Bighead respondió, sangrando por la boca: “Púdrase. Nos veremos en el infierno” Daniel: “Es probable, pero no será hoy. Salúdelo al diablo de mi parte” y lo remató con un disparo al corazón. Tomando un marcador, Daniel escribió en la frente de Bighead una “X” y la palabra “NARCO”. Luego roció todo su cadáver con cocaína que había sustraído del depósito de la comisaría. El polvo cubrió lentamente el cuerpo del “Padrino” como una fina nevisca. Acto seguido, Daniel tomó varias fotografías de Bighead con una cámara fotográfica. Encendió la computadora de Bighead que se encontraba en un segundo escritorio junto a la ventana. El equipo solicitó la contraseña y Daniel utilizó el programa de la SIDE para obtenerla. Usando unos cuantos pen drive, copió todo el contenido del disco rígido de la computadora. La apagó y se marchó de allí” Llegando a la entrada, un guardia lo recibió y le dijo: “Aguarde un momento por favor” Daniel: “¿Sucede algo?” Página 101 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Guardia: “El señor Bighead debe llamarnos para autorizar su salida. Es extraño que no lo haya hecho. Intentaremos comunicarnos con él” Daniel: “Ahora entiendo por que me dijo que debería esperar un rato en la puerta. Cuando terminamos la entrevista me dijo que necesitaba ir al baño, que se sentía un tanto descompuesto y que por eso no me acompañaba a la salida” Guardia: “Como sea, deberá esperar” Daniel: “Ok, no hay problema” Esperando allí en la puerta, habrían pasado unos cinco minutos durante los cuales el guardia intentó comunicarse con Bighead sin conseguirlo. El taxista miraba desde el auto y no entendía el por qué de la demora. Daniel se dirigió al guardia y le dijo: “Entiendo que usted tenga sus protocolos de seguridad pero tenemos un pequeño problema” Encendiendo la grabación de la entrevista añadió: “Si yo no llego a la redacción del diario con esta cinta en menos de noventa minutos, los redactores no tendrán tiempo de tipear la nota y mañana cuando salgan publicados todos los reportajes a los candidatos, faltará el del Sr. Bighead. No creo que eso le cause gracia a su jefe” El guardia se sintió incómodo con la disyuntiva y pensándolo un poco dijo: “Ok, puede salir nomás. Espero que tenga un buen viaje” Ya dentro del taxi, Daniel le dijo al chofer: “Tengo el tiempo justo para llegar a la redacción. ¿Podría conducir lo más rápido posible? Puedo compensarlo por eso” Taxista: “No hay problemas, llegaremos enseguida” En menos de cinco minutos llegaron a la entrada principal del Barrio. Los guardias volvieron a chequear sus documentos y levantaron la barrera de salida. El taxi comenzaba a salir del puesto de control cuando sonó el teléfono de la garita. “¡No dejen salir al taxi! Acaban de cometer un homicidio” Informaron los guardias de la residencia del Sr. Bighead. Como Bighead se demoraba en llamarlos, uno de los guardias había entrado a la casa a ver si todo estaba bien y allí descubrió el cuerpo sin vida del “Padrino”. El guardia que contestó la llamada en la garita ubicada a la entrada del barrio quiso decirles a sus compañeros que detuvieran al auto, pero ya era demasiado tarde. El auto se había alejado unos treinta metros y estaba saliendo a la ruta. Daniel observó a la distancia el movimiento nervioso de los guardias, como si fueran hormigas a las que acaban de patearles el hormiguero y sospechó que el hecho ya había sido descubierto. Habrían pasado unos diez minutos desde que salieron del barrio y faltaban otros diez para llegar al sitio donde Daniel había estacionado la moto, cuando el taxi recibió una llamada por radio desde la base: “Aquí Base. Necesitamos saber tu ubicación” El taxista se disponía a responder cuando Daniel le apuntó con su arma y le dijo: “No responda” El taxista se asustó y le dijo: “Si piensa robarme le aviso que no tengo mucho dinero. Llévese lo que quiera, el auto, lo que sea, pero no me mate” Página 102 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel dijo: “Nada malo le pasará si hace lo que yo le digo” La radio repitió el mensaje: “Necesitamos saber tu ubicación” Daniel dijo: “Dígales que se encuentra volviendo de la zona sur de la ciudad y si le preguntan por mí, dígales que acaba de dejarme allí” El taxista respondió: “Base, me encuentro de regreso desde la zona sur” Base: “¿Ya dejaste al pasajero?” Taxista: “Afirmativo” Base: “¿En que lugar lo dejaste?” Taxista: “¿Por qué?” Base: “Lo está buscando la Policía. Necesitan que les digas el sitio donde lo dejaste y hace cuanto tiempo” Daniel: “Dígales que me dejó hace menos de cinco minutos e invente un lugar” El taxista dijo: “Lo dejé hace menos de cinco minutos en el cruce de la calle 66 con la Avenida 72, cerca de Los Hornos”. Aunque Daniel lo ignoraba, esas arterias viales son paralelas y no se cruzan entre si. El taxista dio adrede esa ubicación inexistente esperando que del otro lado se dieran cuenta de que estaba siendo rehén. En la agencia de taxis, el operador le transmitió a la policía esa ubicación y enseguida notaron que había un error. El operador dijo: “Se debe haber confundido. Preguntaré nuevamente” “No” dijo el policía. “Seguramente el asesino lo tiene de rehén y está tratando de avisarnos” El policía preguntó: “¿Hay alguna manera de rastrear la ubicación del taxi?” Operador: “Algunas de nuestras unidades tienen dispositivos de rastreo satelital pero no en este caso” Mientas tanto, el taxi llegaba a destino y Daniel decidió bajarse a la vuelta de la esquina de donde había estacionado la moto, para evitar que la viera el taxista. Bajándose le dijo: “¿Cuánto le debo por el viaje?” El taxista solo deseaba desaparecer de allí y le dijo: “Nada hombre. No se preocupe” “Insisto” dijo Daniel. “No es prudente discutir con alguien que le apunta con un arma” El taxista nervioso: “El reloj marca doscientos sesenta pesos, pero no importa” Daniel le pagó trescientos pesos y le dijo: “Quédese con el cambio y disculpe el mal rato que le hice pasar” Página 103 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El taxista sonrió muy nervioso y se largó de allí. Daniel supuso que era cuestión de segundos para que la policía conociese su ubicación y tomando su moto, emprendió la fuga por la autopista hacia Buenos Aires a toda velocidad. Muy lejos de allí, en la ciudad de Córdoba, Andrés Blumberg y su jefe el comisario inspector Juan Domínguez se hallaban reunidos con detectives locales analizando las evidencias de lo que se creía había sido el último asesinato perpetrado por “El Marcador”. Habían viajado hasta allí a pedido de la jueza federal Servini de Cubría quien tenía a su cargo la investigación judicial del caso del “Marcador”. Andrés tenía dudas sobre la autoría del hecho, por la diferencia del calibre utilizado y por la caligrafía del asesino, que resultaba distinta a la de los otros veinticinco casos anteriores. Por sobre todas las cosas, lo que le hacía estar casi seguro de que ese homicidio no era obra del “Marcador” era el hecho de que los disparos hubieran sido realizados por un revólver que no tenía silenciador. ¿Para que se iba a arriesgar así un experimentado asesino serial cuando disponía de los recursos necesarios para ser mucho más discreto? El misterio no tardaría mucho en develarse pues esa misma tarde, Martín Petrocelli fue muerto cuando intentó atentar contra la vida de la jueza Mari Juana Fumatutti, a quien consideraba culpable de que el violador de su hija hubiera salido en libertad. Los guardaespaldas de la jueza lograron evitar el ataque de Martín y tras un breve tiroteo, lograron derribarlo con certeros disparos. Martín Petrocelli murió a bordo de la ambulancia que lo transportaba al hospital. Las pericias balísticas realizadas al arma que portaba Martín confirmaron que era la misma que había sido usada para matar al profesor violador. El caso estaba resuelto por lo Andrés y su jefe emprendieron el regreso a Buenos Aires. Esa noche, todos los canales hablaban del asesinato del candidato Emilio Bighead, aunque nada se dijo sobre la escritura en la frente del cuerpo ni de la cocaína con que lo habían rociado. Daniel llamó por teléfono a su amigo Sebastián y le preguntó: “¿Viste las noticias? Lo despacharon a Bighead” Sebastián: “Si, y pensar que estuvimos hablando de eso hace menos de tres días. Es increíble la coincidencia” Daniel: “Quizás no sea una coincidencia” Sebastián: “¿A que te referís?” Daniel: “Las grabaciones que me enviaste por e-mail yo se las re-envié al “Marcador”. Te dije que tenía una cuenta en Facebook. Supongo que le resultaron convincentes” Sebastián: “¡¿Qué hiciste qué?! ¿Vos estás loco? Ahora rastrearan esos correos y te van a encanutar a vos por enviar el mensaje y a mí por habértelo enviado a vos” Daniel: “Tranquilo amigo. No re-envié tu correo. Pasé el archivo a un pen drive y lo envié desde un locutorio usando una cuenta nueva y anónima. Página 104 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Sebastián: “Como sea me parece una locura. No puedo creer que hayas hecho eso” Daniel: “No me gusta ver una injusticia y permanecer cruzado de brazos. No tenía nada que perder con enviarle ese archivo al “Marcador” y según parece, decidió tomar cartas en el asunto. Imaginé que estarías contento. Sebastián: “Por supuesto que me alegra que se haya muerto “el Padrino” pero jamás pensé que esto podría estar pasando de verdad” Daniel: “Bueno, según tu teoría de la Hidra, no hay mucho de que alegrarse. ¿No surgen dos cabezas cuando al monstruo le cortan una?” Sebastián: “Puede ser pero esto es un duro golpe para los narcos. Bighead era el titiritero que movía todos los hilos. No será fácil que alguien lo reemplace y con algo de suerte quizás los narcos se dividan y peleen entre ellos. Daniel: “Quizás. De cualquier forma, supuse que debía decirte el destino que había tenido el archivo que me enviaste” Sebastián: “Sos un loco de la guerra. No puedo creer que le hayas escrito al “Marcador”, pero gracias por hacerlo. Espero que nunca se lo comentes a nadie” Daniel: “Lo prometo. Jamás lo diré a nadie” El jueves a las 08:00 hs Daniel comenzó su guardia que finalizaría a la misma hora del día siguiente. Ya en su casa, ese viernes 4 de Noviembre, Daniel constató que en todos los medios que hablaban de la muerte de Bighead, ninguno mencionaba la presencia de cocaína en la escena del crimen ni la marca del Marcador como autor del hecho. Sin duda las fuerzas del orden sabían que él había cometido ese asesinato, por las pericias balísticas, pero en el Entorno de Bighead habían decidido ocultar esa información para salvaguardar el “buen nombre” de Bighead como figura política. Intentaron instalar la hipótesis de que había sido un asesinato por motivos políticos para evitar su reelección, comparando su muerte con la de JFK. Faltaban 48 hs para los comicios electorales y se debatía si sería necesaria otra reprogramación de las fechas para que el partido político de Bighead pudiera proponer otro candidato y tuviera tiempo de imprimir las boletas. Daniel decidió cambiar el cariz que estaban tomando las cosas y yendo hasta un locutorio de la zona norte, abrió una cuenta de correo e identificándose como “El Marcador” le envió a casi quinientas direcciones de diarios, radios, periodistas y canales de TV del País y del extranjero las grabaciones que tenía gracias a Sebastián y las fotos de Bighead muerto cubierto de cocaína con la palabra NARCO escrita en su frente. Todas las direcciones electrónicas estaban copiadas en el campo “Para” por lo que todos los destinatarios sabían que sus colegas también habían recibido la misma información. Inevitablemente, las imágenes, las grabaciones y la noticia de que “El Marcador” había sido el asesino de Bighead comenzaron a circular por todo el mundo. Al día siguiente, el sábado 5 de Noviembre, Daniel volvió a conectarse a Internet para re-enviar el correo del día anterior a otra tanda de medios de información cuando sorpresivamente descubrió un mensaje en su bandeja de entrada: Una mujer le rogaba su ayuda en forma desesperada. Página 105 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 14: Avispero revuelto La muerte de Emilio Bighead hizo temblar y estremecer las estructuras del poder hasta las bases. Para hacerse una idea de la conmoción que produjo en los oscuros y cerrados círculos de quienes reinan impunemente en la cima del crimen organizado, habría que imaginarse lo que significó en su momento para las monarquías europeas el enterarse de la muerte de Luís XVI a manos de los revolucionarios franceses en 1793 ó lo que habría sido para el nazismo el que hubieran asesinado a Adolf Hitler en 1940. Los empresarios que lavaban dinero del narcotráfico, los comisarios policiales que supervisaban la distribución de la droga, los jueces que habían recibido mensual y puntualmente durante años sus sobornos, los políticos que solventaban sus campañas con recursos provenientes de esta mafia, los encargados de la producción de la droga en las “cocinas”, quienes administraban las bocas de venta mayorista y la distribución de la cocaína y cualquier otro involucrado en esas actividades corruptas e ilícitas, comenzaron a sudar la gota gorda. Hasta el momento, “El Marcador” solo se había ocupado de eliminar a delincuentes de poca monta y a nadie le importaba mucho el asunto. Pero ahora entre sus víctimas se encontraba una figura pública, icono de la política argentina y uno de los máximos señores del crimen organizado. ¿Quién sería el próximo en la lista? ¿Algún ministro coimero? ¿Algún funcionario que se enriqueció en forma ilícita? Eran muchas las conciencias nerviosas e intranquilas. Si habían eliminado al jefe máximo del cartel del narcotráfico en la Argentina ¿Quién podía estar a salvo? ¿Hasta donde llegaría el descabezamiento de la organización criminal? ¿Quiénes habían sido los autores de ese ataque? ¿Estaban en guerra contra otros carteles del extranjero? ¿Habían sido víctimas de una operación secreta de alguna facción independiente de los cuerpos de inteligencia de la SIDE o las FFAA? ¿Estaría la DEA detrás del asunto? Si se trataba del accionar de un solo hombre ¿Cómo obtenía tantos recursos de inteligencia y lograba ejecutar ataques de precisión quirúrgica? Eran muchos los interrogantes que aquejaban a los narcos que ahora desconfiaban unos de otros y principalmente se preguntaban quien sería capaz de reemplazar al “Padrino”. Emilio Bighead se había ocupado de manejar personalmente sus aceitados contactos con todas las ramas de la organización y como una medida preventiva para evitar eventuales sublevaciones o motines, nunca había permitido que un subalterno suyo estuviera capacitado para reemplazarle en esas funciones negociadoras estratégicas. Ni siquiera su esposa, una prominente abogada de la ciudad de La Plata a quien se la conocía por el apodo de “Pirucha” y que dirigía una famosa consultora, conocía los contactos claves de Bighead en todos los estratos del gobierno y en los subniveles de la organización criminal. El rey había muerto sin dejar heredero y todos temían por sus propias vidas. “Pirucha” intentó controlar la situación ni bien se enteró del asesinato de su marido. Para eso se comunicó con Óscar Goldman, un alto directivo de la SIDE y jefe directo del agente Tomás Gutiérrez. Oscar era un amigo personal de Bighead. Solían compartir juegos de golf y partidas de póker. Varias veces había ido a cenar a la residencia del matrimonio Bighead y en esta situación crítica, era la persona de mayor confianza de “Pirucha”. Ni bien estuvo al tanto de lo acontecido, Óscar envió personal de su confianza a evaluar la situación y controlar los posibles daños colaterales del asesinato. Página 106 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Estos agentes, revisando los correos de Bighead y los registros de entrada a la residencia, determinaron que el asesino se había hecho pasar por un periodista que se hallaba fuera del País. Las pericias balísticas confirmaron que el arma usada era la del “Marcador” y secuestraron las grabaciones de las cámaras de video para llevárselas a Óscar Goldman. Al guardia que había autorizado el egreso del “Marcador” sin recibir la confirmación de Bighead lo castigaron duramente: Metieron su cuerpo maniatado y con vida dentro de un tambor de doscientos litros. Luego lo cubrieron con cal viva en polvo y colocando la tapa, llenaron el tambor con agua por un pequeño orificio. El guardia suplicaba por su vida y juraba que no había sido cómplice del “Marcador” pero su suerte estaba echada. Mientras el pobre sujeto agonizaba de esa tortuosa manera, respirando sus últimas bocanadas de aire con el polvo de la cal carcomiéndole sus pulmones, el tambor fue sepultado en un descampado de las afueras de la ciudad de La Plata. Muchos de los guardaespaldas y custodios de Bighead fueron testigos mudos de este brutal homicidio. El castigo pretendía inducir temor a todos los miembros de la organización y así cerrar filas para consolidar el nuevo liderazgo en la persona de “Pirucha”. La viuda de Bighead estaba furiosa. Cada poro de su piel exhalaba un insaciable deseo de venganza. Textualmente le dijo a Óscar Goldman: “Quiero que atrapen cuanto antes al “Marcador” y que lo torturen de la peor manera hasta que muera. Quiero clavar su cabeza en la lanza de la estatua de la pirámide de Mayo. Quiero ver que le cercenen con un alicate una por una cada falange de sus dedos, que le arranquen las costillas mientras esté conciente y mantenerlo con vida el tiempo suficiente para que sufra el peor horror que alguna vez haya padecido un ser humano” Quiero que averigüen como se llama cada uno de sus cómplices y que los eliminen. Quiero que maten a todos sus familiares, amigos y conocidos. Quiero que borren su apellido de la faz de la tierra. Óscar recibió impávido y en silencio el reclamo de “Pirucha”, no sin pensar que ella tenía bastante imaginación a la hora de querer vengarse. Durante varias semanas se instaló en los medios una especie de campaña mediática para intentar limpiar el “buen nombre” de Emilio Bighead. A nadie le convenía que se instalase como versión oficial que “el Padrino” era verdaderamente un narco, pues esa sería solo la punta del iceberg y varios funcionarios corruptos comenzarían a caer como fichas de dominó. Peritos de la Gendarmería Nacional declararon que las cintas de audio distribuidas por Internet eran falsas y que habían sido fabricadas con simuladores de voz. El Jefe de la policía bonaerense declaró ante los medios de comunicación que el polvo que habían encontrado sobre el cadáver de Bighead era harina, y que suponían que el móvil del asesinato era político cosa que se intentaba encubrir con una campaña para desprestigiar al ex gobernador. El gobierno dictaminó que cualquier medio que difundiera más imágenes, grabaciones o cualquier tipo de información proveniente del “marcador” sería acusado por complicidad en crímenes contra la República, quitándole de por vida la licencia a los periodistas involucrados y cerrando en forma inmediata a cualquier diario, radio o canal de televisión que violara esa orden. Página 107 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Como sucedió en el año 1982, los argentinos que querían saber la verdad sobre las distintas opiniones relativas al asesinato de Bighead y la suerte corrida por “El Marcador” debían sintonizar radios extranjeras o leer en Internet diarios de otros países, siendo esta última opción una alternativa que no estuvo disponible durante la guerra de Las Malvinas pues entonces no existía Internet en el País, mientras que en Europa y Estados Unidos recién comenzaba a utilizarse el protocolo TCP/IP sentando las bases de lo que sería la actual red global de información. Mientras todo esto ocurría en la lucha por controlar la opinión pública, el cartel del narcotráfico argentino enfrentaba crecientes amenazas. El cartel del Perú consideraba que la muerte de Bighead representaba una oportunidad inmejorable para sus intenciones de extender sus operaciones a la Argentina y lograr dominar buena parte del mercado local. Los peruanos intentaron contactar y negociar con altos mandos de la Gendarmería y la Policía, buscando seducir nuevos asociados y producir así una fisura en la hasta entonces sólida estructura de poder del cartel argentino. El asesinato de Bighead el miércoles 2 de Noviembre había acaparado la atención de tal forma que otros acontecimientos simultáneos pasaron desapercibidos. Entre el miércoles 2 y el viernes 4 de Noviembre fueron asesinados tres policías de la Federal en la Ciudad de Buenos Aires, a razón de uno por día. Los agentes caídos eran el Cabo 1º Ramón Falcón, el Sargento Alberto Villar y el Cabo Ángel Cardozo. Los tres fueron asesinados por la espalda a sangre fría mientras realizaban guardias en las calles de la zona de Parque Lezama. El Sargento Villar estaba casado y era padre de tres hijos. El Cabo Cardozo se había casado hacia seis meses y el Cabo 1º Falcón estaba soltero y era hijo único de su madre viuda, una jubilada. El domingo 6 de Noviembre se realizaron los comicios electorales y los políticos acordaron que la fórmula que integraba el Dr. Bighead podía ser elegible a pesar de haber fallecido, dada la cercanía del fallecimiento con la fecha de realización de los comicios. El candidato a vicegobernador de la fórmula de Bighead lo reemplazaría en el caso de resultar vencedor. Página 108 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 15: Venganza El sábado 29 de Octubre fue liberado en libertad condicional un preso que cumplía condena en el penal de Olmos. Este convicto era conocido por el apodo de “manucho” y había estado un par de años en prisión, luego de haber sido capturado por la policía cuando huía después de haber realizado una salidera bancaria. Su socio para ejecutar ese tipo de delitos era un amigo de su infancia conocido en el barrio como “piltrafa” El día que atraparon a “manucho” fue porque la moto en la que escapaba con “piltrafa” rozó con un vehiculo, perdieron la estabilidad y cayeron al piso. La policía les pisaba los talones y lograron cercarlo, mientras que “piltrafa” logró escapar. Pese a todos los interrogatorios de la Policía y la propuesta que le formuló el fiscal de reducir su condena si denunciaba a su socio, “manucho” nunca lo delató. Al salir de la cárcel, lo primero que hizo “manucho” fue ir a buscar a “piltrafa”, su fiel compañero de aventuras. “Piltrafa” había logrado instalarse en una casa ocupada, un verdadero aguantadero, en el barrio “Villa Constructora” de la localidad de San Justo, del Partido de La Matanza. Ambos tenían la misma edad de veintiocho años y sus historias eran un calco. A la edad de doce años, cuando finalizaban la escuela primaria, ambos se iniciaron en el vicio de la droga. Como suele ocurrir en estos casos, las primeras dosis les fueron regaladas por un “amigo” a quien le decían “el boli”. Luego su devenir fue como el de tantos adolescentes víctimas del flagelo de la cocaína. Robaban dinero de sus padres o cualquier cosa de sus casas que pudiera tener algún valor para los “dealers”. Cubiertos, vajilla, elementos de cocina, macetas, electrodomésticos, frazadas, ropa, calzado. Todo era válido con tal de lograr satisfacer la esclavizante e imperiosa necesidad de consumir un gramo de cocaína. Así transcurrieron un par de años hasta que sus padres descubrieron que eran ellos los responsables de la desaparición de las cosas. Los “dealers” suelen abusarse de los adictos y es muy común que les den por ejemplo el equivalente a diez pesos en droga por una campera que cuesta más de veinte veces esa suma. No son pocos los casos en los que careciendo los adictos de dinero, reciben la propuesta de prostituirse o dejarse abusar sexualmente para recibir su dosis de droga como pago. Se dice que “la caridad empieza por casa” y quizás pueda decirse lo mismo de la delincuencia. Al percatarse sus padres que sus propios hijos les robaban se vieron obligados a poner candados y cerraduras sobre todo bien material que poseían. Suele decirse también que “la necesidad tiene cara de hereje” y en el caso de los adictos, esa cara asume muchas formas: Desde pararse en la vereda de una farmacia con una receta trucha rogándole a la gente que les dieran dinero para poder comprar un remedio que necesitaban con urgencia Página 109 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue hasta los comunes robos de audio estéreos o baterías de autos estacionados en la vía pública. Por simple empirismo fueron evolucionando hacia aquellas formas de delito que les resultaban más fáciles y redituables, variando desde el hurto de automotores hasta los robos a mano armada. Para sus primeros atracos se valieron de cuchillos con los que amenazaban a sus víctimas. Un salto cualitativo en su carrera como delincuentes fue cuando por fin consiguieron un arma, la que habría de constituirse en su compañera inseparable por el resto de sus vidas. Antes de cumplir los dieciocho años, ambos se habían tatuado en sus manos ese dibujo que asemeja ser la constelación conocida como “Cruz del Sur”, logo del MERCOSUR, pero con un quinto punto en el medio. Ese tatuaje significa entre los delincuentes “Muerte a la Policía” y representa a un efectivo policial rodeado de cuatro delincuentes que juntos le están disparando y matando. Ya como adultos, probaron distintas técnicas, asaltando a comerciantes y estaciones de servicio y eventualmente robando a personas que acababan de retirar dinero de algún cajero electrónico. En los últimos años se habían graduado en la maestría de realizar “salideras bancarias”, lo que les significó la modalidad más eficiente para conseguir dinero mal habido minimizando los riesgos de la profesión. Solo les faltaba hacer algún curso de gestión de la calidad según normas ISO. Su técnica para realizar las “salideras” (que como es sabido, consiste en asaltar a personas que acaban de retirar grandes sumas de dinero de algún banco) era bastante particular. A diferencia de algunos “colegas” que sobornaban a cajeros de los bancos para que con algún gesto señalasen a las posibles víctimas, “manucho” y “piltrafa” lograron desarrollar una técnica que les permitía prescindir de los servicios de ese tipo de cómplices, con el consecuente beneficio de maximizar la repartición de las ganancias. En la Argentina, los billetes de curso legal son de muy bajo valor. El billete de mayor monto es de cien pesos, el equivalente a unos veinticuatro dólares. Esto hace que sea imposible para cualquier persona portar en sus bolsillos una suma mayor a los veinte mil pesos. Una transacción común de la clase media es la venta de algún vehiculo o inmueble, que como mínimo valen diez veces esa suma. De esta manera, cualquiera que retire una cantidad considerable de dinero debe necesariamente utilizar algún bolso o maletín para transportarlo, por razones de espacio físico. “Manucho” y “piltrafa” supieron explotar muy bien esta debilidad del sistema monetario argentino, culpa de la negligencia del Gobierno y del Banco Central y así, limitándose a perseguir a quienes portaban algún tipo de bolso, estadísticamente, en más de la mitad de sus robos lograban resultados satisfactorios y exitosos. Página 110 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El domingo 30 de Octubre, mientras los hermanos Blumberg festejaban su cumpleaños, lejos de allí, “manucho” y “piltrafa” robaban una moto deportiva para utilizarla en sus próximos golpes. La moto que consiguieron fue una Kawasaki Ninja de 600 cm³, que tiene una gran aceleración y puede alcanzar una velocidad del orden de los 260 Km/h. “Piltrafa” ya estaba listo para volver a “la acción”, pero desconocía que “manucho” no estaba pensando en recomenzar en forma inmediata con las “salideras” sino que tenía algo bastante diferente en mente. “Manucho” tenía un hermano un par de años mayor que él, que se encontraba cumpliendo condena por homicidio en el penal de Sierra Chica cuando “El Marcador” atentó contra ese presidio. Estaba furioso por la muerte de su hermano y pretendía vengarse a como diera lugar. Convencido de que “El marcador” debía ser un Policía, decidió pagarles con la misma moneda y comenzar a asesinar a mansalva a los uniformados. A “piltrafa” no le gustaba mucho la idea por considerarla riesgosa pero “manucho” logró convencerlo. Ambos ya habían cometido anteriormente homicidios en ocasión de robo aunque nunca fueron atrapados ni mucho menos juzgados por ello. “manucho” había matado a dos personas y “piltrafa” solo a una. Durante el lunes 31 de Octubre y el martes 1º de Noviembre, estos delincuentes fueron a visitar a viejos conocidos de la villa “Puerta de Hierro” para conseguir armas y municiones con el dinero que habían logrado robar durante el fin de semana. El miércoles 2 de Noviembre comenzaron a ejecutar su plan. Eligieron operar en la zona de Parque Lezama porque allí había varios policías de guardia en las esquinas y era una zona donde no hay muchos peatones, lo que reducía el riesgo de que hubiera testigos de sus crímenes. En el preciso instante en que Daniel le disparaba el tiro de gracia a Emilio Bighead, lejos de allí, en la intersección de la av. Juan de Garay con la calle Azopardo de la ciudad de Buenos Aires, “manucho” ultimaba de varios disparos al Cabo 1º Ramón Falcón. El policía caminaba por la vereda cuando sorpresivamente comenzó a recibir los balazos en su espalda. Agonizando en el suelo vio acercarse a su agresor que a quemarropa le disparó un par de balazos más en el pecho. Mientras Falcón exhalaba su último suspiro, “manucho” tomó un marcador y escribió en su frente la palabra “COBANI” Además dejó una nota en el bolsillo de Falcón en la que decía: “Ahora somos nosotros los que los matamos a ustedes” dando a entender que habría más homicidios similares. Al día siguiente, en la mañana del jueves 3 de Noviembre, en la esquina de Bolívar y Uspallata, mataron de la misma forma al Sargento Alberto Villar. El viernes, también durante la mañana, hicieron lo mismo con el Cabo Ángel Cardozo en la esquina de Irala y Pilcomayo. Si bien la Policía estaba en alerta máxima por esta serie de asesinatos de sus hombres, no trascendió información de estos hechos a los medios de comunicación. Página 111 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Las autoridades creían con buen tino de que si públicamente se supiera que los policías estaban siendo asesinados con la misma técnica que utilizaba el “Marcador” con los violadores, podría producirse un temible “efecto contagio” y quizás varios delincuentes más decidirían hacer lo mismo. Una de las primeras hipótesis de los oficiales fue que quizás “El Marcador” ahora había empezado a matar a policías. La unidad de Andrés fue de las primeras en incorporarse a la investigación. Las pericias balísticas indicaron que los tres oficiales habían sido asesinados por la misma arma, una pistola 9mm, aunque era distinta a la que había utilizado “El Marcador” en la av. Juan B. Justo a principios del mes de Abril. Los pocos testimonios que consiguieron de personas que vieron los asesinatos, daban cuenta de dos hombres que se movilizaban en una moto negra. Mientras el conductor esperaba con la moto en marcha, el acompañante se había acercado caminando a los policías y les había disparado por sorpresa y por la espalda. Intentaron realizar unos identikits de los maleantes pero no salieron muy buenos. Entre las medidas que se adoptaron las autoridades, además de prevenir a sus hombres que tuvieran extremo cuidado con cualquier par de motoqueros que se movilizaran en una moto, en especial si era de color negro, dispusieron que todos sus agentes portaran chaleco antibalas. Asimismo se dispuso que se doblaran las guardias en la zona de Parque Lezama con personal vestido de civil. Dos helicópteros de la policía se turnarían para vigilar a la ciudad permanentemente desde el aire durante el día. El domingo 6 de Noviembre, luego de votar temprano, Daniel se encontró con Andrés y su familia en el “Parque de los niños” donde decidieron pasar el día. Como de costumbre, mientras tomaban unos mates y comían unos sándwiches, conversaron bastante sobre los violentos acontecimientos recientes, aunque Andrés se hallaba un tanto distante y parecía estar de mal humor. Cuando Daniel le preguntó si pasaba algo, Andrés les contó a su hermano y a su esposa lo referente a la muerte de los tres policías. Ni Daniel ni Adriana estaban enterados de eso. Andrés les reveló que había un estricto secreto porque querían evitar “contagios” de esa actitud por parte de más delincuentes. Todo indicaba que los policías habían sido asesinados como represalia a las ejecuciones que había realizado “El Marcador” A Daniel se le hizo un nudo amargo en la garganta y por primera vez sintió remordimiento por sus acciones. Nunca se había imaginado que algo así podía llegar a pasar. Por culpa de su aventura individualista, ahora tres policías habían fallecido. Preguntándole mayores detalles a su hermano, Daniel se enteró de los apellidos de los agentes caídos y de las particulares características de los ataques. Los tres escenarios de esos crímenes se hallaban en un radio de unas pocas cuadras del Parque Lezama y los investigadores sospechaban que al día siguiente, es decir, el lunes 7 de Noviembre, los asesinos intentarían continuar cometiendo homicidios en esa zona. Página 112 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Andrés dijo que durante la mañana, asistiría al entierro del Sargento Alberto Villar quien estaba destinado en su mismo destacamento y con quien había conversado oportunamente en varias ocasiones. Daniel se sintió muy conmocionado al enterarse de estos hechos. Despidiéndose anticipadamente de su familia decidió volver a su casa. Cuando llegó a su duplex tenía ganas de morirse. Le daba rabiosos puñetazos a la pared y se tomaba la cabeza. Sentía que lo que hasta el momento había parecido un sueño de pronto se estaba tornando en una pesadilla de la que no sabía como podría llegar a salir. No podía volver el tiempo atrás para cambiar las cosas y todo parecía indicar que, según pasaran los días, más policías serían muertos por su culpa. Se acostó sin cenar y no pudo dormir en toda la noche. A las 07:00 sonó la alarma del reloj que indicaba que debía concurrir a la comisaría Nº44 a empezar su guardia de 24 hs. Una vez allí, estuvo unos veinte minutos sentado en su escritorio cuando decidió retirarse. Inventó que debía ir a un juzgado a realizar un trámite solicitado por un fiscal y dijo que volvería a la tarde. De vuelta en su casa, le quitó la patente de identificación a su moto y se dirigió hacia la zona de Parque Lezama, portando su pistola calibre 40 y un radio con auriculares en el que oía la frecuencia policial. Eran las 09:15 hs cuando llegó al Parque y se apostó en la esquina del mismo, en la intersección de la calle Defensa y la av. Brasil. Estaba seguro que los asesinos volverían a atacar por allí y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para detenerlos. El tiempo pasaba lentamente. Daniel escuchaba los reportes regulares de los agentes y eventualmente la comunicación de la unidad aérea. Serían las 11:30 hs cuando escuchó unos tiros que se oían bastante cercanos y por la radio oyó la llamada de auxilio de un agente. A solo trescientos metros de allí, en la esquina de Cochabamba y Balcarce, se encontraba de guardia el Cabo Juan Pirker Hacía unos instantes, el Cabo caminaba por la vereda de la esquina del lado Este, pensando en si le convenía sacar un crédito hipotecario para comprarse un departamento o si sería mejor seguir pagando un alquiler y tratar de ahorrar. En eso estaba distraído cuando escuchó a cierta distancia y detrás suyo por la calle Cochabamba el sonido de una moto. Instintivamente entró en estado de alerta y dándose vuelta alcanzó a ver a un motoquero que se había detenido en la calle junto a la hilera de vehículos mientras que caminando por la vereda, se aproximaba un individuo quien estaba sacando un arma del interior de su campera y se aprestaba a dispararle. El Cabo Pirker logró arrojarse dentro del hall de entrada de un edificio, justo a tiempo para evitar la balacera de “manucho”. Inmediatamente solicitó apoyo por radio, mientras otro policía vestido de civil que se encontraba en la esquina oeste de la misma intersección comenzó a aproximarse para responder el fuego de los delincuentes. Página 113 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El Cabo Pirker realizó varios disparos contra “manucho” pero éste logró esconderse entre dos autos estacionados. El tiroteo duró unos treinta segundos. Ni bien oyó el pedido de apoyo, Daniel partió a toda velocidad hacia el lugar, yendo por Defensa hasta la calle Cochabamba y tomando esta última en contramano. Cuando dobló la esquina, alcanzó a divisar, a poco más de cien metros, a los dos delincuentes que se daban a la fuga yendo también por Cochabamba en sentido contrario al de circulación. El Cabo Pirker informaba por radio la huida de los delincuentes cuando Daniel pasó raudamente por allí persiguiéndolos. Pirker agregó: “Atención Central. Un solo individuo a bordo de una moto azul persigue a los sospechosos. Puede ser un tercer cómplice” La persecución de las motos continuó por la av. Paseo Colón, pasando por la puerta de la facultad de ingeniería de la UBA. “Piltrafa” conducía cuando “manucho” mirando hacia atrás, vio que estaban siendo perseguidos por una moto. Inmediatamente doblaron por la av. Independencia intentando perder en velocidad a su perseguidor. Estaban a un par de cuadras de llegar a la av. 9 de Julio cuando “manucho” comenzó a dispararle a Daniel. Un policía que estaba apostado allí informó sobre las motos y los disparos en la av. Independencia y así orientó correctamente al helicóptero que ya estaba muy próximo al lugar. Al llegar a la av. 9 de Julio, la más ancha del mundo, el semáforo estaba en rojo y los delincuentes decidieron cruzarla así. Daniel no estaba dispuesto a dejarlos escapar y cruzó de la misma manera. Esquivando los autos que pasaban como si fueran una tormenta de meteoritos, atravesaron los dieciocho carriles que componen la avenida, incluyendo los laterales de Lima y Bernardo de Irigoyen. Mientras cruzaban la av. 9 de Julio, “manucho” disparó unas tres veces contra Daniel quien se preguntaba que cosa era más conveniente evitar: Las balas o los autos. Algunos coches clavaron los frenos para evitar atropellar a las motos y se produjeron algunos choques entre los automóviles que circulaban por allí. Fue allí cuando el piloto del helicóptero logró divisarlos y comenzó a seguirlos e informar su posición a las unidades terrestres. En el principal canal televisivo de noticias, tenían un operador monitoreando la frecuencia policial. Esa era una táctica habitual que utilizaban para obtener primicias policiales. Informado de la persecución en curso a través de la ciudad, el director ordenó realizar una cobertura en vivo de los hechos, enviando al helicóptero del canal con un reportero y un camarógrafo. El helicóptero de la prensa llegó fácilmente hasta el lugar de la persecución siguiendo al helicóptero de la policía. Cuando el helicóptero policial divisó al de la prensa, le ordenó mantener despejado su radio de acción, por lo que éste último debió sobrevolar a una mayor altura para no interferir con las posibles maniobras de la policía. Página 114 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue La persecución continuó ferozmente por las avenidas de la ciudad. Aparentemente, “piltrafa” tenía alguna experiencia en eso de huir de la policía y cambiaba de rumbo con frecuencia. El derrotero que siguieron fue por av. Independencia hasta la av. Entre Ríos, pasando por la puerta del Congreso, luego tomaron av. Rivadavia hasta av. Jujuy y yendo por ésta, retomaron nuevamente Independencia hasta av. La Plata. Antes de llegar a la av. Rivadavia volvieron una cuadra por Quito y siguieron por la calle Muñiz hasta su continuación Yatay y cruzaron el túnel que pasa por debajo del ferrocarril Sarmiento. Al cruzar del lado sur de la ciudad hacia el lado norte, traspasando la frontera natural que impone el ferrocarril a nivel, los delincuentes pretendían desairar al tropel de patrulleros que seguramente les estarían esperando más adelante. A todo esto, “manucho” continuaba disparando y Daniel intentaba contar los disparos, pensando que quizás se quedaría sin balas y así podría acercarse más sin peligro. Esta esperanza se desvaneció cuando vio a “manucho” cambiar el cargador de su 9mm. Daniel intentó apuntarles pero no podía conseguir un tiro limpio. Por todos lados circulaban peatones y automovilistas y era muy grande el riesgo de herir o matar a alguien accidentalmente. En eso un disparo de “manucho” impactó de lleno en la óptica de la moto de Daniel, quien decidió aumentar la distancia que lo separaba de los delincuentes para disminuir el riesgo de ser alcanzado por sus disparos. Al divisar los disparos entre las motos, los policías del helicóptero informaron de ello a la Central y los jefes del operativo supusieron que Daniel quizás fuera un policía actuando de civil, por lo que ordenaron que ningún agente le disparase al “sujeto de campera negra que conducía solo a bordo de una moto color azul”. Los delincuentes bordearon el Parque Centenario por la av. Patricias Argentinas y desembocaron en la av. Ángel Gallardo, pasando por la puerta del observatorio y del museo de ciencias naturales. De allí prosiguieron por av. Gaona hasta la av. Nazca, donde doblaron a la izquierda con intenciones de atravesar nuevamente el ferrocarril. Al llegar al paso a nivel, la barrera se encontraba baja y había una larga fila de automóviles esperando para cruzar. Las motos circularon de contramano hasta llegar a las vías a toda velocidad. Cuando se aproximaban a cruzar el paso a nivel, apareció súbitamente la locomotora del tren y las motos lograron pasar por un milímetro en el caso de Daniel quien venía detrás. Cruzaron en rojo la av. Rivadavia, y nuevamente se produjeron varios choques como en la av. 9 de Julio. Continuaron rumbo al sur por la av. San Pedrito. Daba la impresión que los delincuentes pretendían huir hacia la zona oeste del conurbano bonaerense. Daniel escuchaba por radio las transmisiones del helicóptero y sabía que antes de llegar a la Av. General Paz, ya había varios móviles desplegados esperando en casi todas las principales avenidas de salida de la ciudad. En eso, otro disparo de “manucho” impactó en la moto de Daniel, perforando el carenado plástico del costado, aunque sin lograr herirlo ni dañar al motor. Página 115 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Cuando llegaron hasta la rotonda de la Plaza de los Virreyes, Daniel supuso que los delincuentes elegirían una de dos opciones: Seguirían derecho por av. Lafuente buscando llegar a las avenidas que corren al sur de la ciudad, ya fuera av. Castañares o la av. Fernández de la Cruz o bien, como segunda opción, tomarían la av. Eva Perón para poder acceder a unas cuadras de allí a la autopista Dellepiane. Se inclinaba por esta última opción pues para huir en una moto a gran velocidad no hay nada mejor que una autopista. En algo tuvo razón: Los delincuentes pretendían acceder a la autopista pero tenían en mente un atajo para evitar las varias cuadras de lento y saturado tráfico de la av. Eva Perón. Dirigiéndose a toda velocidad hacia el terraplén de la autopista que pasa por allí, comenzaron a subir por el pasto. Daniel tardó unos segundos en comprender que era lo que tramaban. Las motos de pista no son lo ideal para conducir sobre pasto y menos si esto ocurre en una empinada pendiente. Además, aunque llegaran hasta arriba, chocarían contra el guarda rail que bordea la banquina. Inmediatamente entendió lo que pretendía “piltrafa”. Quería usar el terraplén como una rampa y con una gran velocidad lograr volar por sobre el guarda rail cayendo sobre los carriles de la autopista. Era una locura suicida. Lo más probable era que al caer en el medio de la autopista con esa trayectoria oblicua, chocarían irremediablemente contra los vehículos que circulaban por allí. Daniel dudó sobre si debía dejar de perseguirlos pero la posibilidad de una posible huída de los asesinos lo decidió a acelerar al máximo y no dejarlos escapar. Podría decirse que “piltrafa” y “manucho” tuvieron bastante suerte. Lograron sobrepasar el guarda rail y cayeron en el centro de la autopista cuando no había vehículos cerca. Ya sobre la vía rápida, inmediatamente incrementaron su velocidad de escape. Unos segundos después Daniel volaba de la misma manera, pero con la diferencia de que los tres carriles de la autopista se hallaban ocupados en ese momento. Por el carril lento circulaba un Peugeot 206 contra el que Daniel pensó que iba a chocar, pero lo sobrepasó por encima, rozando con los neumáticos de la moto el techo del auto. Por el carril central iba un colectivo que alcanzó a frenar un poco al ver una moto apareciendo desde el costado por el aire. Daniel aterrizó apenas unos centímetros delante del colectivo e intentó mantener la estabilidad. Por el carril rápido circulaba un camión semirremolque y la trayectoria que llevaba Daniel lo conducía justamente debajo de ese camión. Logró enderezar el rumbo ya debajo del chasis luego de rebotar contra uno de los parantes internos del camión. Los policías del helicóptero no podían creer lo que acababan de ver mientras el helicóptero de la prensa transmitía en vivo las imágenes que estaban siendo difundidas por la televisión. Los pocos segundos que los delincuentes le llevaban de ventaja, traducidos sobre la autopista a velocidades de 200 km/h, se convirtieron en más de cien metros de ventaja. Página 116 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Las cámaras de los radares que controlan el tráfico de la autopista detectaron que por momentos las motos circularon a más de 230 Km/h. Al conducir una moto de mayor cilindrada, poco a poco Daniel iba logrando alcanzarlos. En un determinado momento, logrando acercarse lo suficiente y considerando que podía disparar sin riesgo para terceros, Daniel apuntó a la rueda trasera de la moto conducida por “piltrafa” En ese momento, pareció que el tiempo se detuvo. Todo se movía en “cámara ultra lenta”, con una lentitud doscientas veces mayor a lo normal, como cuando se utilizan cámaras “full motion” para filmar algo. Daniel alcanzaba a divisar los rayos de la llanta de la Kawasaki Ninja girando tan despacio como se mueve la aguja del segundero de un reloj. El sonido del tráfico pareció amortiguarse hasta desaparecer como un bajo e imperceptible murmullo Era una situación surrealista. Estaba a unos pocos metros de distancia y vio que “manucho”, congelado como si fuera una estatua, le estaba apuntando a la cara. La experiencia se tornó aun más rara, pues instantáneamente su visión binocular se descompuso en las distintas imágenes que captaban cada uno de sus ojos. Según veía con el ojo izquierdo, parecía que el disparo de “manucho” pasaría por la derecha de su rostro. Con su visión del ojo derecho, parecía que el tiro pasaría a su izquierda. Tuvo la certeza absoluta de que “manucho” le estaba apuntando justo en medio de los ojos. Daniel disparó y casi al mismo tiempo, por un instante creyó ver un fogonazo saliendo del arma de “manucho”. Inmediatamente, el tiempo volvió a correr en forma normal. Lo que había transcurrido en un par de centésimas de segundo, le habían parecido a Daniel unos cuatro o cinco segundos enteros. El impacto en la rueda logró desestabilizar un poco a “manucho” y erró el disparo. El neumático se desinfló en el acto y a “piltrafa” le resultó imposible seguir gobernando la moto. Logró reducir un poco la velocidad pero finalmente perdió el dominio. La moto comenzó a dar vueltas sobre si y los delincuentes salieron despedidos por el aire. La repentina imagen de la moto rebotando contra el piso asustó a un automovilista quien reaccionó bruscamente y chocó contra el auto que venía a su lado. A la altura de la av. Escalada, el tráfico se vio interrumpido completamente y Daniel estacionó cerca de los cuerpos caídos de “manucho” y “piltrafa”. El piloto del helicóptero, proporcionando la ubicación exacta, informó por radio: “Nuestro hombre logró reducir a los delincuentes. Se dispone a arrestarlos. Envíen refuerzos y una ambulancia” Daniel bajó de su moto sin sacarse el casco y se acercó a “manucho”. Los automovilistas bajaban de sus autos y contemplaban atónitos la situación. El camarógrafo del helicóptero de la prensa enfocaba a Daniel con un zoom máximo, logrando un excelente primer plano. Parándose junto a “manucho” que lo observaba desde el suelo, tomó su arma y le disparó a la cabeza, justo en medio de la frente. Página 117 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El piloto del helicóptero informó desencajado: “¡No es posible! Acaba de ejecutarlo en público. Este hombre no puede ser un policía” Al oír eso el jefe del operativo dijo: “Sin duda ese tipo tiene que ser “El Marcador”. Quiero que todas las unidades disponibles concurran a atraparlo. Que bloqueen todas las salidas de la autopista. Que el helicóptero no los pierda de vista bajo ningún concepto. Tienen luz verde para disparar a matar. Esto es prioridad uno. No tengan en cuenta el riesgo de posibles daños colaterales” La orden del Jefe policial claramente ordenaba que mataran como fuera al “Marcador” aunque esto supusiera un riesgo para los civiles que accidentalmente pudiesen estar en la línea de tiro. Daniel se preguntaba: “¿Cuándo habrían inventado eso de “Prioridad 1?”. A él no se lo habían enseñado en la Escuela de Cadetes. No podía creer que un alto jefe policial estuviese dando órdenes que pondrían en peligro vidas de civiles inocentes. El helicóptero de la prensa escuchaba la comunicación policial e inmediatamente el reportero informó: “Acabamos de enterarnos que el sujeto de la moto azul es “El Marcador”. La Policía se dispone a usar todos sus recursos para abatirlo.” Daniel se acercó a “piltrafa” que yacía en el suelo de costado. Lo empujó con su bota para colocarlo boca arriba y lo ejecutó de un certero disparo en medio de la frente, al igual que a “manucho”. En eso se escucharon las sirenas de unas motos de la Policía Federal que se aproximaban por la autopista y Daniel entendió que era el momento de largarse de allí. Mientras aceleraba, comenzó a preguntarse como demonios haría para quitarse de encima la vigilancia del helicóptero, pues hasta ese momento no había pensado en ello. Unos segundos después, las dos motos de la Policía llegaron al lugar y uno de ellos se quedó a controlar la escena del crimen en tanto que el otro comenzó a perseguir a Daniel. Mientras huía a toda prisa, como en la letra de la canción “Capitán Sueños” de Pastoral comenzaron a multiplicarse los sonidos de sirenas y las balizas de los patrulleros parecían estar por todos lados. Escapando por la autopista, Daniel veía que había bloqueos en todas las salidas. Llegando a la avenida General Paz, que en realidad es una autopista, tuvo que elegir entre dos opciones: Continuar por la autopista Richieri rumbo al aeropuerto de Ezeiza o tomar la autopista General Paz hacia alguno de sus dos sentidos posibles, esto es, hacia Puente la Noria hacia el sur o hacia la av. Rivadavia al norte. Quizás por costumbre y por ser el camino que seguía todas las noches al salir de la UTN, tomó la autopista General Paz hacia el norte. Inmediatamente creyó que había cometido un gran error. Si hubiese seguido hacia Ezeiza, quizás podría haberse adentrado en los bosques que hay allí y así perder de vista al helicóptero que lo perseguía. Mejor dicho, a los helicópteros. Aunque entonces recordó que antes de llegar a los bosques había un destacamento de la policía caminera en el medio de la autopista Richieri y sin duda podrían haberlo emboscado allí. Página 118 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Quienes conocen la ciudad de Buenos Aires, saben que tiene tres fronteras: Al Este linda con el Río de la Plata, el más ancho del mundo. Al Sur linda con el Riachuelo, el río más contaminado del mundo. Al Oeste y al Norte linda con la Autopista General Paz, que circunscribe a la ciudad autónoma de Buenos Aires y la separa de la Provincia de Buenos Aires. En todos los accesos a la Ciudad, ya sea en los puentes o túneles que atraviesan la General Paz, hay destacamentos de la Policía Federal y en las circunstancias en que se hallaba Daniel, eso podía significar un grave problema. Al aproximarse a la salida de Eva Perón, divisó a varios policías y tres patrulleros apostados allí. Pensó en intentar salir en contramano por alguna entrada pero varios patrulleros circulaban por la colectora y no lograría evitarlos. Comprendió que estaba acorralado. Los guarda rail de la autopista le impedían salir por cualquier punto que no fuera un acceso vial, los cuales estaban todos custodiados. Pensó en dejar tirada su moto sobre el asfalto e huir a pie hacia el barrio “Piedra buena”, pero eso sería inútil. Aunque lograra escapar, al capturar su moto la Policía averiguaría los datos del titular que había sido el dueño anterior y éste los conduciría hasta él. La sirena de la moto policial que lo perseguía parecía sonar cada vez más cerca. Cuando estaba por llegar al puente de av. De Los Corrales, vio a un par de patrulleros cubriendo la salida y sobre el puente, justo encima del carril por el que circulaba, había dos policías apuntándole listos para disparar. Maniobró bruscamente para ocultarse detrás de una camioneta Renault Kangoo, justo a tiempo para evitar el disparo de uno de los oficiales aunque no por mucho porque el tiro le rozó el casco y terminó rebotando contra el asfalto. Algunos patrulleros intentaron sumarse a la persecución pero no podían equiparar la velocidad de las motos y pronto quedaron relegados en el tráfico. Al llegar a la av. Juan B. Alberdi, el bloqueo policial sobre la salida estaba produciendo demoras en el tránsito, lo que ocasionaba que los vehículos no respetasen el trazado de los carriles, apiñándose y dificultando el sobrepaso de las motos. Daniel se vio obligado a circular en forma lenta, zigzagueando entre los vehículos mientras la moto policial lograba acercarse pues los coches se apartaban a los costados para abrirle paso. Logró salir del atolladero con el policía pisándole los talones. Con el tránsito un poco más despejado, ganó nuevamente algo de ventaja. Al llegar a la salida de la av. Emilio Castro, se repitió la escena de la av. Eva Perón. En eso el piloto del helicóptero informó por radio que en menos de cinco minutos llegaría la otra unidad aérea de la policía con dos francotiradores a bordo. Se aproximaba al cruce sobre la av. Rivadavia cuando oyó que estaban preparando un bloqueo sobre la autopista antes de la salida de Francisco Beiró y que las tres salidas anteriores, esto es Ibarrola, Juan B. Justo y Nazarre, se hallaban ya bloqueadas. El tiempo se agotaba y parecía no haber opciones. Al pasar la salida de la calle Ibarrola observó a varios policías cubriéndola. Era increíble la cantidad de patrulleros que había cercando la autopista General Paz. Daniel sabía que la Policía Federal contaba con más de 500 móviles pero nunca había imaginado que un día parecerían estar todos juntos persiguiéndolo a él. Página 119 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Yendo por el carril más rápido, se aproximaba al desvío que conduce a la salida de la av. Juan B. Justo y al acceso a la autopista Perito Moreno. Cuando miró por el espejo retrovisor para ver que tan cerca estaba la moto policial que lo perseguía, vio por un momento que el policía estaba a unos diez metros de distancia y le apuntaba con su arma. Repentinamente la imagen desapareció y se encontró mirando el asfalto. El disparo del policía había destruido el espejo. Una fugaz idea cruzó por la mente de Daniel y decidió ejecutarla antes de pensarla dos veces, para lo cual no había tiempo. Girando bruscamente hacia la derecha en una maniobra muy cerrada, se cruzó como un bólido delante de los autos que circulaban por los demás carriles y encaró hacia el desvío. El policía que lo perseguía en moto se vio sorprendido por la maniobra y habiendo sobrepasado esa salida, consiguió frenar unos ciento cincuenta metros adelante. Una vez que logró detenerse retomó por la banquina en contramano para volver hasta el desvío. Al cruzar Daniel por sobre las vías del ferrocarril Sarmiento, se le cruzó la idea de saltar sobre el techo de un tren que pasaba por allí hacia la estación de Ciudadela, pero si acaso esto fuera posible, sería lo mismo que huir a pie y debería dejar su moto. Mirando hacia la salida de la av. Juan B. Justo vio que había policías apostados al final de la misma. Más adelante, el acceso a la autopista Perito Moreno estaba custodiado por dos patrulleros, estacionados en el punto en el que esa rampa de acceso se une con la vía principal. Cuando Daniel volvía todas las noches de estudiar en la facultad, siempre bajaba por la salida de Juan B. Justo y la conocía muy bien. Esa salida es particularmente larga. Tiene una longitud aproximada de cuatrocientos metros. Como los policías se habían ubicado al final de la rampa, existía una posibilidad de escape. A mitad de esa salida, existe un raro túnel peatonal que cruza por debajo de la autopista General Paz, en una parte en que esta tiene diez carriles. Es el único túnel existente con esas características a lo largo de toda la autopista. Al llegar allí, Daniel entró velozmente en ese túnel que conduce a la Provincia. El piloto del helicóptero policial inmediatamente informó la situación y cruzando sobre la autopista sobrevoló hacia el otro costado para continuar la persecución cuando Daniel saliera por el otro extremo. Al entrar en el túnel, Daniel giró en redondo con la moto, cosa que pudo hacer raspando ya que ese pasadizo es muy estrecho. Permaneció inmóvil unos instantes mientras contaba del uno al cinco y rogaba que su plan funcionara. En el lado del túnel que da a la Provincia, el helicóptero vigilaba la salida y un patrullero estaba a punto de llegar para bloquear esa vía de escape. Daniel salió del túnel por el mismo lado del que había entrado. Comprobando que había perdido de vista al helicóptero policial escapó por la calle Amadeo Jacques. Página 120 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El helicóptero de la prensa se aprestaba a posicionarse del mismo lado que la policía, cuando vieron salir la moto de Daniel. Filmaron así su escape y lo persiguieron mientras huía por las empedradas calles de Liniers. La prensa oía las comunicaciones radiales de la policía pero no podía emitir en esa frecuencia para informarles el hecho. Siguieron a Daniel con las cámaras hasta que llegó a una estación de servicio ubicada debajo de la autopista Perito Moreno. Cruzando el playón de esa estación, tomó una calle lateral que bordea la autopista, estando cubierto de la vista de la prensa y logró perderlos. En un par de minutos llegó a su casa y estacionó la moto dentro del living. Por todos lados se oían las sirenas de los patrulleros que rastrillaban la zona. Rápidamente se cambió la ropa y vistiendo su uniforme se fue caminado hacia la comisaría Nº 44 para concluir su guardia. Cuando llegó, encontró el lugar bastante desierto. Todos los móviles habían salido para perseguir al “Marcador” Un par de oficiales veían las noticias por TV. Daniel preguntó: “¿Me perdí de algo?” Le respondieron: “¿Cómo no te enteraste? Casi atrapamos al “Marcador”. Lo perseguimos como media hora mientras TN lo filmaba todo en vivo. Parece que logró escaparse a unas cuadras de aquí” Daniel dijo: “¿Se escapó? No puede tener tanta suerte. Ya lo vamos a atrapar” Página 121 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 16: Emboscada Mientras concluía su guardia, en la madrugada del martes 8 de Noviembre, Daniel intentó sopesar los hechos y realizar un balance de lo acontecido en los últimos siete u ocho meses. Había logrado eliminar, en números redondos, a casi unos ochocientos asesinos y setecientos violadores. Ponderando a futuro y calculando un promedio de dos víctimas que cada uno de esos delincuentes habría cometido en futuras reincidencias, estimaba que habría logrado evitar unos mil seiscientos homicidios y unas mil cuatrocientas violaciones. En ese sentido estaba más que satisfecho por los resultados. Analizando el asunto económicamente, calculando que al Estado le cuesta aproximadamente $6000 por mes mantener a cada preso y considerando que los 1465 reclusos muertos en el penal de Sierra Chica debían cumplir en promedio quince años de prisión reales, es decir, ya descontados los beneficios de libertad anticipada y conceptos similares, Daniel creía haber logrado un significativo ahorro para el Tesoro Nacional. La cuenta era una simple multiplicación: $6000 12meses Ahorro = 1465· · ·15años = $1.582.200.000 mes año Es decir que en menos de cinco de minutos, se había logrado ahorrar una cantidad de dinero superior a los trescientos ochenta y nueve millones de dólares, que podrían utilizarse para aumentar las jubilaciones, subir los sueldos de médicos y docentes o simplemente para reducir la deuda externa nacional. Pero el hecho de que tres policías hubiesen muerto por su culpa lo consternaba. Pensaba que si en aquella noche en la av. Juan B. Justo hubiese cumplido con su deber, posiblemente esos tres agentes estarían con vida. Por consecuencia directa de sus acciones, los tres hijos del Sargento Alberto Villar habían perdido a su padre. Pensaba también en las dos recientes viudas y en la jubilada que había perdido a su único hijo y sentía un gran remordimiento de conciencia. Si bien los delincuentes que había asesinado también tenían familiares, en ese caso su sentimiento era muy distinto. Sinceramente creía que era mejor ser huérfano antes que tener un padre delincuente y concluía en que sus ejecuciones habían sido beneficiosas también para esas personas. No podía quitarse de la mente los nombres y los rostros de los tres policías muertos y decidió que ya no volvería a actuar fuera de la ley. Era evidente que había cometido un gran error al querer personalizar a “la espada de la Justicia” y como consecuencia, tres compañeros suyos de “La Fuerza” habían dejado de existir. Ya en su casa, recordó el correo electrónico que le había enviado una chica hacía un par de días. Decía que había obtenido su dirección electrónica gracias a un sitio mexicano de noticias que la había publicado el viernes, junto con las imágenes y grabaciones que él había enviado. Decía estar desesperada por la situación que estaba viviendo. Había sido violada al igual que otras nueve mujeres por un violador que se apellidaba Berlusconi. Según relataba, este sujeto era un psiquiatra que se había aprovechado de la condición de extrema vulnerabilidad de algunas de sus pacientes y utilizando algunos fármacos Página 122 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue junto con técnicas psicológicas e hipnóticas, las había seducido y logrado someter sexualmente. Relataba que ella tenía dieciséis años cuando fue abusada por este médico, y que durante el ataque sexual recibido, su voluntad adormecida había logrado reaccionar y comenzó a luchar físicamente para evitar la penetración pero que el psiquiatra se valió de su mayor fuerza y consiguió violarla. En el e-mail citaba el número de expediente judicial y el fallo condenatorio de un tribunal de primera instancia. Pero decía que el violador estaba libre mientras se esperaba que el Tribunal de Casación resolviese un pedido de apelación por parte de la defensa. Judicialmente el psiquiatra había logrado reunir a toda una tropa de colegas que presentaron muchos informes psicológicos desacreditando los testimonios de las víctimas, caracterizándolas como esquizofrénicas, fantasiosas y fabuladoras. Además, todas las mujeres habían recibido amenazas telefónicas y tres de ellas habían sido secuestradas varias horas con la finalidad de intimidarlas. Las amenazas habían surtido efecto y siete de las diez víctimas se desdijeron de sus testimonios iniciales, alegando pérdida de memoria y confusión. Solo quedaban firmes de momento su propio testimonio y el de otra mujer, sobre las cuales las acciones intimidatorias se habían multiplicado y temían por sus vidas y las de sus familias. La décima mujer había sido asesinada hacía poco tiempo en ocasión de robo según la policía aunque ella sospechaba que quizás Berlusconi la hubiese mandado matar. La joven no declaraba su nombre, aduciendo temer ser condenada por la Justicia si era descubierta, ya que era conciente de que si él accedía a matar a este sujeto por pedido suyo, sería condenada como autora intelectual del hecho. Decía que no podía dormir por las noches, que si lograba pegar los ojos se despertaba sobresaltada, que lloraba amargamente todos los días y que le escribía a él rogándole ayuda pues sentía que era su única esperanza. El correo estaba redactado en una forma muy conmovedora y aunque concretamente convertiría a Daniel en un sicario si accedía al pedido, era difícil permanecer impasible ante una súplica tan desgarradora. De todas maneras decidió negarse. Podría directamente haber ignorado el mensaje pero en cierta manera se sentía obligado a contestarle. Concurriendo a un locutorio de la zona norte, el jueves 10 de Noviembre, le respondió el mensaje a la chica que usaba el nick de “Nidia”, diciéndole que lamentaba mucho su situación, pero que ya no volvería a cometer asesinatos. Le confesó que tres policías habían muerto por su culpa y que por ello había decidido “retirarse” aunque esto era un secreto, pues le gustaba la idea de que los delincuentes siguieran temiendo su existencia. Durante esa semana, Daniel tomó unos U$S 750.000 del dinero falso que le había impreso el tano y lo cambió por pesos en tres mesas de dinero clandestinas, donde el dólar paralelo cotizaba a unos $4,30 por dólar, levemente superior a los $4,06 por dólar de la cotización oficial del Banco Nación. Siempre se había preguntado por que motivo le había pedido al tano que le falsificara dinero además de documentación. Página 123 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue No tenía nada específico en mente al momento de pedirlo pero pensó que era un recurso que podía resultarle útil para cometer más y mayores atentados en el futuro. En cada uno de esos lugares en los que cambió U$S 250.000 por $ 1.075.000 debió esperar más de dos horas mientras los cambistas se aseguraban la autenticidad de los billetes. Daniel sabía que si descubrían que eran falsos, difícilmente lograría salir de allí con vida pero le tenía fe a la calidad del trabajo del Tano. Efectivamente, en ninguno de los tres lugares detectaron irregularidades. Cargando el dinero en tres bolsos, Daniel se dirigió a las viviendas de los familiares de los policías que habían sido asesinados. Portando una gorra y anteojos de sol, se presentó como un conocido de los fallecidos. Expresando sus condolencias y con un breve mensaje, les dejó los bolsos y se marchó. El último de los tres lugares que visitó fue el domicilio de la madre del Cabo 1º Ramón Falcón, una viuda y jubilada de 62 años de edad. Repitiendo su discurso le dijo: “Buenas tardes señora. Sé que su hijo murió hace unos días y lamento mucho su pérdida. Lo que usted debe saber es que los asesinos que lo mataron, en realidad querían matarme a mí. En cierta forma, es mi culpa que haya muerto. Aquí le entrego una humilde demostración de condolencia y compungimiento. Le pido que conserve esto. Su hijo lo hubiera querido así. Simplemente hago lo que puedo en estas circunstancias y se que su hijo habría hecho lo mismo por mí si los roles se hubieran invertido. Discúlpeme por molestarla y que Dios le bendiga” La mamá de Falcón le preguntó: “¿Usted es el joven de la moto que salió en la tele?” Daniel: “Así es señora” Jubilada: “Los policías compañeros de mi hijo me contaron que esos hombres a los que usted persiguió eran los que asesinaron a Ramón. Vi como usted arriesgó su vida para detenerlos, para hacer justicia. Le doy las gracias por eso y le pido que no se culpe de la muerte de mi hijo. Era un buen policía y murió como tal, al igual que muchos otros. Vaya usted en paz joven” Daniel le dijo: “Gracias señora. Adiós” Mas tarde la mujer abrió el bolso y se sorprendió al ver tanto dinero. Pensando en que era lo que debía hacer, llamó por teléfono al comisario de la comisaría en la que estaba destinado Ramón y le contó lo sucedido. Este comisario se comunicó con el comisario inspector Juan Domínguez quien tenía a su cargo la investigación del “Marcador” y juntos fueron a visitarla. Domínguez le mostró algunas fotos a la señora y le preguntó si el hombre que aparecía ahí era al que había visto. Ninguna de las fotos era buena. Cuatro eran imágenes de las cámaras de las droguerías que lo habían filmado detrás de la vidriera y una era del peaje cercano a la ciudad de Olavarría. En todas ellas Daniel aparecía con gorra y anteojos oscuros, al igual que como se acababa de presentar en su puerta. Página 124 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue La señora dijo estar casi segura de que sí era la misma persona. Los comisarios se miraron entre sí. La mujer les preguntó entonces qué debía hacer con el dinero. El comisario inspector Juan Domínguez le respondió que aunque el hombre de las fotos era un sospechoso buscado por la Ley, no tenían idea de quien era y no había indicios de que el dinero pudiera ser mal habido. Le dijo que ella debía conservarlo. Que se trataba de una donación. Agregó que, impositivamente quizás debería pagar algún impuesto, pero que en todo caso eso debía consultarlo con algún contador. Pero además le sugirió que podía resultar riesgoso para ella el informarle a otras personas sobre el hecho de tener más de un millón de pesos en su poder, pues uno de los delitos más comunes en la Argentina es el robar a los jubilados, que en su mayoría son víctimas de “entregadores” cercanos a ellos, que informan a los ladrones sobre las posesiones que tienen los abuelos. Extraoficialmente le aconsejó que no mencionara más el asunto y que dispusiera de esos billetes libremente según su necesidad y antojo. La señora sonrió aliviada al oír eso mientras los comisarios no terminaban de creer que fuera posible un gesto semejante de lo que consideraban altruismo, de parte del criminal más buscado del País. Lejos de allí, en las oficinas de la SIDE, hacía un par de meses que habían ideado un plan para capturar al “Marcador” El agente Tomás Gutiérrez había dicho: “No puede ser que este tipo parezca un fantasma. Consigue documentación falsa. Se burla de nuestros seguimientos usando como identidades personajes de historieta. Consigue información sensible de distintas esferas del gobierno. Evade nuestras técnicas de rastreo sobre teléfonos celulares. Consigue sustancias restringidas logrando saltear las medidas de control. Fabrica explosivos y armas químicas sin que nadie se entere. Parece estar siempre un paso delante de nosotros. Esto debe cambiar. Le tenderemos una trampa” Cuando le preguntaron el cómo, dijo: “Lo llevaremos a donde nosotros queremos que vaya. Le pondremos una carnada y esperaremos a que pique el anzuelo” Todo el plan se mantuvo en secreto dentro de la propia SIDE sin informar ni a la Policía Federal, ni a la Jueza Servini de Cubría ni al Ministerio de Seguridad. Tenían sospechas de que había fugas de información y querían evitarlas. Así fue como idearon inventar una causa penal, con un imputado aborrecible desde todo aspecto y unas víctimas en extremo lastimosas. Fabricaron toda la documentación como si se tratase de un caso real. Cargaron en el sistema judicial el expediente inventado. Crearon identidades falsas del imputado y casi todas las víctimas y crearon los archivos en el Registro Nacional de las Personas. Pusieron líneas telefónicas a nombre de esos personajes ficticios. Pusieron un inmueble perteneciente a la SIDE, lugar donde estaría la trampa, a nombre del imputado. Pulieron todos los detalles necesarios para que parecieran ser personas reales. Consiguieron registro de conducir, pasaporte, cédula de identidad, cuentas bancarias, tarjeta de débito, tarjetas de crédito, tarjeta del club YPF y demás detalles necesarios para que la situación pareciera verídica desde cualquier perspectiva. Con toda la trama lista, pensaban contactar al “Marcador” por e-mail, de quien habían logrado identificar varias cuentas de correo electrónico aunque nunca las había usado. Página 125 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Este detalle les impedía ejecutar el plan porque si le escribían, “El Marcador” sospecharía inmediatamente. Se preguntaría: ¿Cómo obtuvieron la dirección? Estaban obligados a esperar a que utilizara alguna de sus cuentas para contactarse con alguien. Después de esperar varias semanas, la oportunidad finalmente se presentó: El viernes 4 de Noviembre Daniel usó una casilla nueva para enviar un mensaje sobre Bighead a los periódicos. La SIDE le solicitó a un periódico de México que publicara la dirección electrónica del “Marcador” en el cuerpo del artículo, pues necesitaban ese detalle para poder ejecutar su plan y los medios de comunicación acostumbran no revelar sus fuentes. Logrado esto, el sábado por la mañana “Nidia” le escribió al “Marcador”. No estaban seguros si funcionaría la trampa, aunque el perfil psicológico que habían desarrollado sobre “El Marcador” les hacía pensar que si. Los peritos psicológicos creían que había alguna relación entre la muerte de Nadia, la joven estudiante que fue asesinada por los ladrones de la av. Juan B. Justo. Estos últimos a su vez fueron muertos a mano del “Marcador” con diferencia de unos pocos minutos. Estaban seguros que el episodio enfrente de la cancha de Vélez había sido casual, a diferencia de todos los posteriores atentados perpetrados por “El Marcador” que fueron claramente premeditados. Algo que además les sugería esto era la diferencia del arma usada en cada caso. En la av. Juan B. Justo “El Marcador” usó una pistola 9 mm. De allí en adelante siempre uso una pistola calibre 40. Intuían que quizás la muerte de Nadia junto con un eventual tiroteo, habían actuado como un detonante para que “El Marcador”, al que suponían un policía en servicio, decidiera comenzar sus asesinatos selectivos. Fue por eso que decidieron usar la imagen de Nadia como un sebo. No fue casual la elección del nick de “Nidia”. La semejanza de ambos nombres produce una asociación casi directa e involuntaria. En menos de una semana, “El Marcador” había picado el anzuelo. Los agentes estaban eufóricos al recibir la respuesta, aunque en principio esta fuera una negativa. Creían que era muy posible lograr convencerlo y decidieron agudizar el plan. Al leer la respuesta del “Marcador” diciendo que había decidido cesar en su actividad asesina, el agente Tomás Gutiérrez planteó: “El sujeto está decidido a retirarse. Es de esperar que ya no cause más problemas. Podríamos simplemente olvidarnos de él y dejarlo tranquilo, después de todo, solo hizo una buena limpieza” Oscar Goldman le respondió con dureza: “Si solo hubiera matado violadores y homicidas, tal vez podríamos dejarlo ir. Pero desde el momento en que decidió meterse con Bighead, quedó condenado para siempre. Lo perseguiremos hasta que caiga, así nos lleve años. No habrá una sola piedra en el mundo debajo de la cual pueda lograr esconderse” Gutiérrez comprendió que la suerte estaba echada y ya no hizo más comentarios. Los agentes cargaron llamadas ficticias en los registros de las compañías telefónicas entre los teléfonos del imputado que habían inventado y los ladrones que habían muerto en la av. Juan B. Justo a principios de Abril. Página 126 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Estaban convencidos de que la imagen de Nadia era influyente para “El Marcador” y pretendían explotar eso al máximo. El sábado 12 de Noviembre “Nidia” le escribió un segundo e-mail al “Marcador”, recargando las tintas en el tono emotivo del mensaje, y relatando varias cosas: Contó que la mujer que había sido víctima de abuso igual que ella y que ahora estaba muerta se llamaba Nadia, que había sido su amiga y compañera de la facultad. Eligió el nick de “Nidia” para identificarse y contactarlo porque le hacía recordar a su amiga que había muerto hacía poco más de siete meses. Escribió que en un día determinado, a principios de Abril, salieron juntas de la facultad y fueron en la moto de Nadia a cenar hasta la casa de “Nidia” en Palermo. Al retirarse Nadia para volver a su hogar, unos ladrones la interceptaron, le pegaron un tiro y se llevaron su moto. Cuando más tarde vio en los diarios las fotos de los cuatro delincuentes muertos frente a la cancha de Vélez, junto a los cuales había aparecido la moto de Nadia, tuvo la seguridad de haber visto a dos de esos hombres a la salida de la facultad. Estaba segura que las habían seguido desde la Facultad de Agronomía y Veterinaria hasta Palermo. Más tarde se le ocurrió que la muerte de Nadia no había sido un simple robo, sino un asesinato por encargo de Silvino Berlusconi, el psiquiatra violador. Agregó al mensaje un archivo con la foto del sujeto y volvió a suplicarle que la ayudara con mil llantos y originales ruegos. El domingo 13 de Noviembre Daniel fue a practicar windsurf a Perú Beach. La tarde estaba espléndida y él aprovechó para disfrutar un doble turno de tres horas en total. Mientras dejaba que el viento lo impulsara a través de las olas y se bronceaba bajo unos cálidos rayos del sol, no pudo dejar de recordar que la última vez que había estado allí, fue cuando decidió comenzara a asesinar delincuentes. Pensaba que en alguna forma, acababa de culminar una etapa y recordando las riesgosas circunstancias vividas cuando persiguió en moto a “manucho” y “piltrafa”, se sintió afortunado de estar aun con vida y buena salud. Pensó en Isabel y en todo lo que ella significaba o podía llegar a significar para él, si fuera posible que tuviesen un futuro juntos. En ese punto intuyó que la barrera invisible que sentía que lo separaba de ella no desaparecería por el solo hecho de hubiera decidido dejar de asesinar. Jamás podría confesarle las cosas que había hecho y tampoco soportaría ocultarle ese secreto toda su vida. Las últimas veces que habían estado juntos, él se había sentido un hipócrita, un “careta” de la peor calaña que se estaba abusando de la buena fe de una chica realmente maravillosa. Comprendió que sus acciones siempre permanecerían con él, “lo que hace determina lo que somos”, reflexionó y recordó la frase de su amigo Sebastián: “Cuando cruzás la delgada línea que separa el bien del mal ya no hay retorno” Se imaginó tratando de vivir la vida al ritmo de Isabel. ¿Sería capaz de acompañarla a la Iglesia? Él no era ni ateo ni creyente pero pensaba que el soportar un oficio religioso por semana no era un gran sacrificio si así lograba contribuir a la felicidad de la persona que amara. Página 127 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Y en el caso de que Dios existiera, ¿Qué opinión le merecería todo lo que él había hecho? ¿O que pensaría el diablo sobre lo mismo en su defecto? Si estos dos entes de la mitología judeocristiana armaran un “picado”, es decir, si decidieran jugar un “partido de fútbol en un potrero” ¿alguno de ellos lo querría a él en su equipo, habida cuenta de su prontuario? O si de él dependiera la elección ¿Qué bando debería escoger? ¿El del Dios omnipotente que diariamente observaba impasible todas las aberraciones del mundo? ¿O el del diablo que las incitaba y luego se dedicaba a acusarlas en los tribunales divinos? Dejando de lado la metafísica llegó a la triste conclusión de que Isabel no era para él. Sencillamente se convenció de que no la merecía. Ya por la tarde, al irse de allí, fue a tomar algo al “Carlitos” de Olivos, enfrente del Carrefour, sobre la av. Libertador a metros de la autopista General Paz. Mientras disfrutaba su trago, añoró los momentos en que compartía esas situaciones con sus amigos, quienes ahora estaban todos casados. Él estaba solo. Pensando en la idea de casarse con alguien, sintió que estaba ante un dilema sin solución. Todas sus anteriores y fogosas relaciones, con el tiempo le habían resultado hartantes por lo superficial, rutinario, monótono e intrascendente. Siempre había deseado tener algo más profundo, que lo llenara interiormente. Anhelaba poder mirar a los ojos a una mujer y sentirse abducido de tal forma que ninguna otra figura escultural femenina que pasara por allí lograra distraer su atención. Cuando finalmente había llegado a conocer a alguien especial, que le seducía el alma a pesar de nunca haber tenido sexo con ella, de pronto descubría que no estaba listo para una relación de ese nivel. No podía, como deseaba, transparentar su alma ante ella porque al mirar dentro de él solo veía una profunda oscuridad. Intentando pensar en otra cosa, decidió ir a un locutorio cercano y revisar la casilla de correos del “Marcador”. Pensaba que quizás alguno de los casi setecientos medios de comunicación a los que le había escrito quizás estuviera interesado en contactarlo o recibir más información y así tal vez podría hacer públicos todos los datos que había obtenido de la computadora de Bighead. Evidentemente pecó de ingenuo al pensar que el Gobierno permitiría que medios de comunicación lo contactasen a esa casilla. Solo había un mensaje en la bandeja de entrada, proveniente de “Nidia”, la angustiada y desesperada dama en apuros. Daniel leyó el mail aunque ya estaba decidido de antemano a ignorarlo, pero las cosas que escribió “Nidia” lograron perturbarlo. La evocación a la figura de Nadia fue como si se reabriera una antigua herida. Como si un asunto ya concluido renaciera. La posibilidad de que su muerte hubiese sido premeditada y ejecutada por encargo era algo que lo obligaba a averiguar la verdad sobre los hechos, en especial si su asesino aun estaba libre e impune y él tenía la oportunidad de detenerlo. Volviendo a su casa, se acostó pensando en el homicidio de Nadia. Decidió que investigaría el tema para ver que había de cierto en la hipótesis de “Nidia”. A las 08:00 hs del lunes 14 de Noviembre, Daniel comenzó su primer guardia de la semana. Página 128 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Durante el transcurso del día, intercalado con su trabajo, fue averiguando una serie de cosas. Primero leyó el expediente completo de la causa contra Silvino Berlusconi. Allí figuraba el nombre de Nadia como una de las víctimas. Averiguó la dirección de Berlusconi y sus números de teléfono. Luego averiguó los teléfonos celulares de los cuatro ladrones muertos frente a la cancha de Vélez. Realizando un cruce de llamadas, encontró que había cinco llamadas, tres salientes y dos entrantes, entre el celular de Berlusconi y uno de los celulares de los ladrones. Todas fueron realizadas unos pocos días antes de la muerte de Nadia. La hipótesis de “Nidia” parecía estar confirmada. Pensó en la manera de encarar el asunto legalmente y surgía el inconveniente de cómo presentarles a sus superiores información que había recibido de una mujer cuya identidad ignoraba y que le había sido enviada a la casilla de correo del “Marcador”. Se le ocurrió llamar anónimamente a los padres de Nadia para ponerlos al tanto de la novedad y así permitirles denunciar el hecho a la Policía. Si hubiera hecho esto, se habría enterado de que todo era mentira, pues Nadia nunca había ido a ver a un psiquiatra y mucho menos había sido víctima de abuso en una causa penal en curso. Igualmente la SIDE monitoreaba los teléfonos de la familia de Nadia, previendo que quizás “El Marcador” intentaría contactarlos. Daniel pensó que debía actuar rápido pues “Nidia” y la otra mujer se hallaban en peligro de muerte inminente. Pensó en por qué habrían pasado siete meses sin que Berlusconi intentara matarlas y dedujo que quizás la causa sería justamente la muerte de los cuatro supuestos sicarios. Mirando la foto del presunto “Silvino Berlusconi” consideró el hecho de que un tribunal criminal ya lo había encontrado culpable de las violaciones y solo estaba libre por las dilaciones y extensos plazos que demora la Justicia en su accionar. Pese a que recientemente había decidido lo contrario, recordando una vieja canción de Queen, en lo que sería una involuntaria profecía, se dijo a sí mismo: “One last show” (Una última actuación) Lejos de allí, a las 08:00 hs del martes 15 de Noviembre, en las oficinas de la SIDE, el agente Tomás Gutiérrez se reunió con su jefe el sr. Óscar Goldman para evaluar el estado del caso del “Marcador” Gutiérrez presentó el informe sobre lo actuado y los contactos mantenidos hasta el momento vía e-mail. Secretamente, en su interior el agente Gutiérrez tenía cierta simpatía por el marcador. Admiraba un poco sus habilidades y técnicas equiparables a las de un agente secreto y no le disgustaban para nada los atentados que cometía “El Marcador” Le hubiese gustado tenerlo entre sus hombres. Gutiérrez varias veces había recibido órdenes de eliminar personas en el pasado y no siempre éstas le habían parecido ser merecedoras de ese destino. Lamentaba no tener la libertad del “Marcador” para elegir sus objetivos. También le causaban empatía sus actitudes de cuidar la vida de los guardiacárceles, perseguir suicidamente a unos asesinos de policías y haberse atrevido a eliminar a la cabeza del cartel del narcotráfico en la Argentina, desenmascarándolo públicamente. Página 129 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Gutiérrez tenía un hijo adolescente que durante un par de años había sido adicto a la cocaína y difícilmente había logrado recuperarse luego de prolongados tratamientos de rehabilitación. Una de las secuelas fue que su hijo perdió un par de años de estudio. Al haber padecido en carne propia algunas consecuencias del flagelo de la droga, no comulgaba con ninguna clase de connivencia con los narcotraficantes. Óscar Goldman le preguntó: “¿Los videos nuevos sirvieron de algo?” Gutiérrez: “¿Cuáles videos?” Goldman: “Los de la residencia de Bighead. Te los envié hace más de diez días” Gutiérrez: “No los recibí. ¿A quién se los diste?” Óscar Goldman le había entregado las grabaciones a Juan Pérez, uno de los asistentes de Gutiérrez, el viernes 4 de Noviembre. Juan guardó ese día los videos en su escritorio para entregárselos a Gutiérrez ni bien lo viera, pero el día transcurrió sin que este último apareciera por la oficina. Juan olvidó el asunto y al siguiente día hábil comenzó una licencia por paternidad de cinco días por lo que recién se reincorporó al servicio el lunes 13 de Noviembre, es decir, el día anterior a esa reunión. Mandaron a llamar a Juan por este asunto y éste trajo los videos consigo. Goldman le dijo de todo menos lindo. Gutiérrez dijo que los analizaría inmediatamente y se fue hasta su puesto de trabajo para ver los videos en la computadora. Cuando vio al “Marcador” en el momento en que pasaba frente a la cámara, aunque llevaba anteojos de sol, no lo pudo creer. La imagen no era de la definición ideal pero estaba casi seguro de reconocerlo. Se reunía con él todos los viernes. Hizo correr un análisis digital de un software de identificación facial con la foto de quien tenía en mente y el resultado de la computadora fue una posibilidad de coincidencia del 74 %. Andrés Blumberg acababa de pasar a ser el sospechoso número uno. Ni bien terminó su guardia el martes a las 08:00 a.m. Daniel pasó por su casa para tomar su equipo, alquiló un auto con vidrios polarizados y se fue hacia la casa de Silvino Berlusconi, que se encontraba en Morón, a media cuadra de la av. Yrigoyen. Cuando llegó al lugar, el barrio le pareció familiar. Estaba cerca de la casa de Isabel. Pensaba que estaba a un par de cuadras del domicilio de ella, aunque no sabía exactamente cuánta era la distancia en realidad. Serían las 10:00 a.m. cuando disimuladamente y al pasar, clavó una camarita de video inalámbrica en el tronco de un árbol situado enfrente de la casa en cuestión. Estacionado a la vuelta de la esquina, comenzó a vigilar las imágenes desde su notebook. Eran las 13:00 hs y el único movimiento que había percibido hasta el momento fue el de una persiana que fue levantada, lo que aparentemente indicaba que había gente dentro del domicilio. Decidió salir a comprar un sándwich y volvió unos quince minutos después. Página 130 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Revisó las imágenes del tiempo que había estado ausente y vio que en ese periodo Silvino Berlusconi había salido y vuelto a la casa, posiblemente a comprar algo en un comercio vecino. Maldijo su mala suerte y siguió esperando. Al menos ahora sabía que su objetivo estaba allí. Decidió esperar a verlo salir nuevamente para comenzar a seguirlo a pie. El cansancio de haber pasado toda la noche despierto, sumado a la modorra causada por el reciente almuerzo le hicieron quedarse dormido. Unas horas antes, a veinte kilómetros de allí, en el centro de la Capital Federal, el agente Tomás Gutiérrez organizó un equipo y le informó a Óscar Goldman que procedería a detener a un sospechoso. Cuando al mediodía el oficial Andrés Blumberg salió del destacamento central de la Policía Federal para ir a comprar su almuerzo en una rotisería cercana, al disponerse a cruzar la calle, una camioneta tipo furgón estacionó bruscamente a su lado y abriendo una puerta corrediza lateral, cuatro hombres con el rostro cubierto con pasamontañas lo capturaron y lo subieron a la camioneta. Lograron inmovilizarlo de inmediato y le colocaron una inyección en el cuello. Andrés forcejeó unos momentos intentando liberarse y perdió el conocimiento. Cuando volvió en sí, se encontraba esposado en un cuarto, colgando del techo por las esposas, vestido solo en calzoncillos y con los ojos vendados. Intentó determinar cuanto tiempo había pasado desde que lo habían secuestrado pero le resultó imposible precisarlo. Podía haber sido solo una hora o un par de días. No lo sabía. Detrás del cristal insonoro dialogaban Gutiérrez y Goldman: Goldman: “¿Este es su sospechoso? ¿Quién es?” Gutiérrez: “Es un oficial de la Federal que casualmente participa de la investigación de este caso. Me reúno con él todos los viernes” Goldman: “Es muy parecido al sujeto del video pero debemos estar seguros. Hay que hacerlo confesar” Gutiérrez: “¿Debo informar a la jueza Servini de Cubría o a la Ministro Nilda Garré de que tenemos un sospechoso detenido? ¿O prefiere esperar a que confirmemos si es culpable?” Goldman: “Nada de esto se sabrá fuera de esta agencia. Ni ahora ni cuando confiese” Gutiérrez: “¿Qué pasará entonces? ¿Cómo procederemos?” Goldman: “Si es culpable lo lamento mucho por él y toda su familia. Le espera algo para nada bueno” Gutiérrez: “Pero estamos hablando de un Policía” Goldman: “Da igual quien sea. Ni aunque fuera el Papa se salvaría de esta. Este tipo tocó intereses muy grandes. Se metió con la gente que no debía y lo pagará muy caro” Página 131 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Gutiérrez entendió perfectamente la situación y cambió de tema: “¿Quién lo va a interrogar? A mí me conoce la voz” Goldman: “Lo haré yo” Entrando al cuarto comenzó el interrogatorio: Goldman: “Buenas tardes sr. Blumberg” Andrés: “¿Quién es usted? ¿Por qué estoy aquí?” Goldman: “No importa quien soy y pensé que ya habría adivinado el porque está aquí” Andrés: “Me temo que no le entiendo” Goldman: “Yo creo que si. Queremos información” Andrés: “¿Qué información?” Goldman: “¿Para quién trabaja? ¿Quiénes son sus cómplices? ¿Cuáles son sus contactos?” Andrés: “Soy policía. Presto servicio en la unidad de investigación criminal Nº 5. ¿A que se refiere con eso de mis cómplices?” Goldman: “Sabemos perfectamente quien es usted sr. Blumberg. Sabemos donde vive. Sabemos que tiene esposa y dos hijos pequeños. Si quiere que no les pase nada a ellos le sugiero que coopere” Andrés: “¿De que forma quiere que coopere? ¿Qué es lo que desea?” Goldman: “Por favor deje de fingir. Ya lo hemos descubierto. Le advierto que tenemos muchos métodos para hacerlo confesar y que la paciencia no es una de nuestras virtudes. Prefiero que hagamos esto por las buenas” Andrés: “¿Confesar que cosa?” Goldman: “Sus asesinatos sr. Blumberg” Andrés: “Está en un error. Yo jamás he matado en mi vida” Goldman: “Lo tenemos filmado sr. Blumberg. No insista en negarlo, será peor para usted” Andrés: “¿Ustedes son del Gobierno?” Goldman: “Ya le dije que no importa quienes somos” Andrés: “Si tiene algún video que me incrimine en algo querría poder verlo. Quizás pueda aclarar las cosas” Goldman salió del cuarto y consultó con Gutiérrez: ¿Qué te parece? ¿Le mostramos la filmación? Página 132 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Gutiérrez: “Si. Veamos como reacciona y que es lo que dice” Goldman se colocó un pasamontañas y volvió al cuarto con una notebook. Le quitó la venda de los ojos a Andrés, quien tardó unos segundos en acostumbrarse a la luz. Frente a si vio a un hombre vestido de traje con el rostro cubierto. El que le hubieran vendado los ojos y no le hubiesen permitido ver los rostros de sus captores le hacía alimentar la esperanza de que no lo matarían. Mirando alrededor vio que estaba en un cuarto que parecía ser una sala de interrogatorios. En una de las paredes había una puerta y en otra había un vidrio espejado de gran tamaño. En un costado del cuarto había una mesa con varias cosas encima: Una toalla y un jabón; un tacho con agua; algo que parecía ser una picana eléctrica; algunas jeringas junto a frasquitos con líquido; varios utensilios que parecían instrumentos de tortura y una notebook. Goldman le dijo: “Aquí verá nuestras filmaciones, sr. Blumberg” e hizo correr el video. Andrés se sorprendió al ver las imágenes. Juraría que el hombre filmado era su hermano. Transcurridos unos minutos Andrés dijo: “Admito que ese sujeto se me parece bastante pero no soy yo. No conozco ese lugar. ¿Cuándo y dónde lo filmaron? Goldman: “Le diré el cuando: Fue hace trece días, el miércoles 2 de Noviembre alrededor de las 15:00 hs. ¿Dónde estaba usted en ese momento?” Andrés respondió: “Estaba en la ciudad de Córdoba. Viajé acompañando a mi jefe para investigar un homicidio cometido allá que se suponía que había sido perpetrado por “El Marcador”. Estuve reunido con las autoridades policiales de esa ciudad. Fuimos para allá el martes a la tarde en un vuelo de Aerolíneas Argentinas que partió del Aeroparque. Volví recién el jueves 3 de Noviembre” Goldman salió del cuarto y se dirigió a Gutiérrez: “¿Podemos corroborar su coartada?” Investigando esos datos, consultando con varias fuentes, todo indicaba que lo que decía Andrés era cierto. Por algún extraño capricho del destino, ninguno de los agentes sabía que Andrés tenía un hermano gemelo. Andrés llevaba esperando que volviera su interlocutor más de una hora. Se preguntaba quiénes serían los que lo habían detenido. También estaba intrigado por el video. ¿Sería Daniel el que aparecía en la filmación? Necesitaba saber que lugar era ese y cuales eran los hechos que estaban implicados. A pesar de haber confirmado aparentemente la versión de Andrés, Goldman se rehusaba a descartarlo como sospechoso. ¿Y si las fuentes consultadas eran sus cómplices? ¿La muerte de Bighead sería fruto de una conspiración de la Federal con muchos implicados? Estaba dispuesto a continuar con el interrogatorio. En Morón, Daniel despertó de su involuntaria siesta. Página 133 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Había dormido bastante y ya eran casi las 18:00 hs. Revisó el video del rato en el que había dormido en una segunda ventana, mientras seguía viendo la puerta de la casa. El software que utilizaba para esa vigilancia era bastante elaborado. Automáticamente detectaba cuando había algún movimiento y cuando lo filmado permanecía estático y sin cambios. Esa función simplificaba mucho el trabajo, pues revisando solo las partes en que hubo movimiento, como por ejemplo cuando una persona pasaba por la vereda, el observar un periodo de una hora se reducía a unos cinco minutos. Terminando de observar el video constató que Silvino Berlusconi se había retirado hacía una hora y hasta entonces no había vuelto. Pensó en quedarse hasta que volviera pero descartó la idea por dos motivos: En primer lugar estaba cansado por la guardia de la noche anterior y deseaba ansiosamente cenar, darse un baño y dormir varias horas cómodamente en una cama. En segundo lugar, aunque viese regresar a Berlusconi, de nada le servía saber que estaba en su casa pues no pensaba llamar a su puerta. Lo que necesitaba era verlo salir para seguirlo en la calle. Decidió dejar la computadora registrando imágenes toda la noche y para eso, dejó el auto estacionado allí. Se fue caminando para buscar un taxi que lo llevara a su duplex pero antes entró a un locutorio cercano al lugar y se conectó a Internet para enviarle un mensaje a “Nidia”. Escuetamente le escribió: “No te preocupes más. Me encargaré de Berlusconi” Era entendible que Daniel ignorase que todo ese asunto era una trampa de la SIDE, pero era un error garrafal que no se hubiese dado cuenta de que los correos de esa casilla electrónica serían rastreados después de haberla usado para escribirle a los diarios once días antes. El haber tenido excesiva buena suerte lo había tornado demasiado confiado. Cuando cerca de las 18:30 hs los operadores de la SIDE recibieron el e-mail del “Marcador” dirigido a “Nidia” ya no tuvieron más dudas sobre Andrés. Era evidente que era inocente y que el criminal al que buscaban no solo estaba suelto y era otra persona, sino que estaba a punto de caer en su trampa. Siempre con el pasamontañas, Goldman le dijo a Andrés: “Usted no es la persona que buscamos. Si lo hubiese sido, habría terminado muy mal al igual que todos sus familiares, pero afortunadamente para usted, hemos comprobado su inocencia. Le pido disculpas por haberlo detenido” Inmediatamente le devolvieron su ropa y su arma descargada. Colocándole una capucha lo llevaron a la camioneta y luego de circular unos minutos lo soltaron frente al Obelisco y le devolvieron su celular apagado. Lo primero que hizo Andrés fue llamar por teléfono a Adriana para avisarle que llegaría a su casa una hora más tarde de lo normal y luego se fue a tomar el subte. Cuando llegó a su departamento, le ocultó lo ocurrido a su esposa para no preocuparla y le dijo que se había retrasado por cosas del trabajo. Mientras tanto en la SIDE, el agente Tomás Gutiérrez organizó un equipo de doce personas incluyéndole a él, para la operación de atrapar al “Marcador” Página 134 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Contando los dos agentes que ya se encontraban dentro de la casa, uno de los cuales fingía ser Silvino Berlusconi, en total eran catorce agentes asignados al operativo. Seis agentes por turno cubrirían guardias de doce horas entre las 08:00 hs y las 20:00 hs, repartidos en dos camionetas estacionadas en las esquinas de la cuadra en la que se encontraba la casa, que se hallaba justo en la mitad de la cuadra. Yendo hasta el lugar para dar comienzo a la operación, realizando un mapeo de frecuencias, descubrieron la señal de la camarita inalámbrica filmando la entrada de la casa. El agente Gutiérrez exclamó: “Esto es el colmo. Nos está filmando cuando deberíamos haber sido nosotros quienes tendríamos que haberlo filmado a él en el momento que colocó esa cámara. Era inminente el ataque del “Marcador”, pues ese tipo de cámaras inalámbricas tenían una autonomía máxima de 72 hs, por lo que presumiblemente antes del viernes finalizaría la operación. El miércoles 16 de Noviembre Andrés se despertó muy alarmado unos segundos antes de que sonara su despertador. Tenía fija en la mente la imagen del video que había visto el día anterior y no solo estaba casi seguro que el sujeto filmado era su hermano, sino que por la fecha y la hora dicha por Goldman, creyó que se trataba de la residencia de Bighead. Llamativamente, su unidad había recibido muy poca información del caso. Solo sabían que las pericias balísticas revelaron que el autor de ese homicidio había sido “El Marcador” pero no participaron para nada de la investigación de los hechos ni accedieron a la escena del crimen. Era evidente que ese caso estaba siendo investigado por otros canales externos a la Policía Federal. La idea de que su hermano pudiera ser el autor de ese homicidio y de las más de mil cuatrocientas muertes anteriores que él venía investigando desde hacia más de siete meses, le resultaba increíble, inquietante e imposible. Pero habida cuenta de estas nuevas evidencias, su oficio le obligaba a investigar esa posibilidad y dilucidar las dudas. Decidió que ni bien llegara al destacamento, se encargaría de eso. En su duplex, Daniel abrió los ojos y se sorprendió mucho por lo que vio. Se encontró parado, vestido con su uniforme, dentro de un recinto totalmente cerrado. No había puertas ni ventanas ni rejillas de ventilación ni aberturas de ningún tipo. La forma del cuarto era un volumen paralelepípedo y sus dimensiones eran aproximadamente 2m de alto, 3m de ancho y 5m de largo. Las paredes, el techo y el piso eran de hormigón sin revocar. Se veía el relieve de las marcas del encofrado. Aunque no había artefactos de iluminación, el sitio estaba iluminado con una extraña luz de color un tanto azulado y rojizo. Daniel se hacía muchas preguntas: ¿En dónde estaba? ¿Cómo y cuándo había llegado allí? ¿Cómo había logrado entrar si no había aberturas? ¿De donde venía la luz sino había lámparas? ¿Cómo había sido posible construir ese sitio? Si había sido encofrado ¿Cómo habían logrado luego retirar las maderas del interior? Comenzó a palpar las paredes buscando alguna “puerta trampa” o algún panel que se moviese. Página 135 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Recorriendo todo el perímetro, comprobó que era absolutamente sólido y estaba herméticamente cerrado. Se preguntó si se le acabaría el aire necesario para respirar. El piso y el techo eran igual de sólidos que las paredes. Quizás hubiese oculto un acceso aunque resultaba imposible apreciarlo. La unión entre las seis caras del recinto parecía ser monolítica. Se preguntaba que clase de lugar era ese cuando sintió que había una presencia detrás de él. Girando repentinamente vio a una chica muy hermosa y creyó reconocerla: Era Nadia. Estaba vestida de blanco, con una especie de túnica. Lenta y silenciosamente ella extendió sus brazos hacia los costados, hasta llevarlos a una posición horizontal. Simultáneamente, pareció despegarse suavemente del piso y comenzar a flotar. Muy despacito, se empezó a aproximar a Daniel que la contemplaba atónito y el semblante de ella comenzó a cambiar. Resulta difícil explicar como era ese cambio. Sin perder su apariencia original, como si un maestro del arte digital estuviese retocando la imagen de su rostro con Photoshop, sus rasgos distintivos se afinaban, pulían y estilizaban. Su apariencia se tornaba aun mucho más bella, superando los parámetros de lo humanamente posible. Su piel y sus ojos parecían comenzar a destilar una luz propia. Parecía una figura angelical, un hada, una ninfa, una inmortal, mientras continuaba acercándose lentamente por el aire. Daniel creía que era imposible contemplar semejante belleza. Ni las modelos más hermosas del mundo a través de todos los tiempos se le podían comparar. Supo entonces que hay imágenes que superan la capacidad descriptiva de las palabras y la comunicación oral. De pronto, los vestidos de ese ser sobrenatural comenzaron a teñirse de color, empezando por un rosa pálido y tornando al rojo. Un rojo que cada vez se volvía más candente y fuerte hasta acabar siendo un vivo color rojo sangre. Su rostro continuó cambiando. Pero con un cambio de distinto cariz. Sus rasgos se fueron transformando en una imagen más rígida, dura, estricta, fría, aguda, filosa, guerrera, metálica, implacable, cruel, malvada, atemorizante. Pronto la belleza había desaparecido y surgía una apariencia en esencia horrible, fantasmal, monstruosa, momificada, cadavérica, espeluznante. Daniel contemplaba entonces a un ser mas espantoso que el famoso alienígena de la película “Depredador” cuando se quitaba la máscara. Este ser no solo no dejaba de acercarse sino que cada vez se aproximaba a mayor velocidad hasta literalmente abalanzarse sobre él como si quisiera atravesarlo, hasta entrar dentro de él. Daniel volvió a abrir los ojos, sobresaltado. Sentado sobre su cama comprendió que acababa de tener un sueño, o tal vez una pesadilla. Una vívida, escalofriante y extremadamente real pesadilla. Después de tomar unos mates, se dispuso a sacar su moto para dirigirse a Morón. Página 136 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Su “Katana” ahora era de color rojo, pues después de la televisada y accidentada persecución por las autopistas, la había pintado de ese color con un aerosol. También le había arreglado el carenado con un parche de reparación en frío de plástico reforzado con fibra de vidrio y masilla. Cambiar el espejo y la óptica rota por una nueva le costó unos cuantos pesos pues los repuestos originales de Japón no eran baratos. Con la moto ya en el garaje de la entrada, mientras abría los portones enrejados de la calle, escuchó el sonido de unos tacos femeninos que pasaban por allí y alzando la vista vio a una mujer muy bella pero un tanto extraña. Vestía toda de negro, aunque Daniel no supo definir si lo que llevaba puesto era un vestido, un manto, un sobretodo o una capa. Perecía ser una mezcla de todas esas cosas. Su cabello era negro y del mismo color estaban pintados sus ojos, al estilo del hard rock. Sus ojos eran celestes muy claros y parecía que sus iris brillaban. Tenía un leve parecido con Tarja Turunen, la cantante y ex vocalista de Nightwish, la banda musical favorita de Daniel. Tarja es soprano lírica y diva del metal sinfónico. La suelen presentar públicamente como “La voz de Finlandia” La mujer se detuvo frente a la casa de Daniel, a un par de metros de distancia de él y lo miró fijamente a los ojos durante un par de segundos. Estaba seria, enigmática, inmutable. Daniel sintió un extraño escalofrío recorrer su espina dorsal y toda la piel se le erizó. Ella siguió su camino. Inmediatamente Daniel se asomó a la vereda, intrigado, para verla alejarse pero ya no estaba. Se había esfumado. Había desaparecido de repente y misteriosamente. Se preguntó si acaso aun estaba soñando o si tal vez estaba sugestionado por la reciente pesadilla que había tenido, pero no pudo dejar de pensar en que apariencia tendría el verdadero Ángel de la Muerte si en realidad existiera. Llegando a Morón, a eso de las 08:00 a.m. dejó estacionada la moto en un garaje a unas cinco cuadras de la casa de Silvino Berlusconi. Fue caminado hasta el auto y procedió a revisar todo lo filmado desde la tarde del día anterior. Berlusconi no había vuelto a salir de la casa. A eso de las 09:00 se levantaron las persianas de las ventanas. Daniel empezó lo que sería una larga espera para ver salir a su objetivo de su domicilio. Por otro lado, lo que la SIDE quería era que él se acercase hasta la puerta y llamara. Habían elegido ese escenario para la operación pues la casa carecía de enrejado sobre la línea municipal. En el frente solo tenía unas paredes y puertas de cuarenta centímetros de altura, por lo que se las podía cruzar caminando por encima. La ilusión que producía ese inmueble era de la de ser muy vulnerable, que era justo lo que la SIDE deseaba que creyera “El Marcador” La casa estaba recostada sobre una de las medianeras mientras que del otro costado había un pasillo que llevaba hasta el fondo, donde se alcanzaba a divisar un paredón revestido con esa planta trepadora llamada “enamorada del muro” El timbre estaba debajo del porch de acceso, unos ocho metros dentro del predio. La ubicación de la casa en el medio de la cuadra no era casual. Página 137 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Al ubicarse en la puerta, “El Marcador” tendría solo dos vías de escape, una hacia cada esquina y ambas estarían bloqueadas por un trío de agentes. Si en cambio la casa estuviera ubicada en una esquina, entonces las vías de escape aumentaban a cuatro. Delante de la casa había un bonito jardín y dos senderos de piedra natural. Uno conducía a la puerta de acceso y el otro al pasillo que terminaba en el fondo de la propiedad. El día transcurría sin novedad. Silvino Berlusconi parecía estar recluido en su casa pero Daniel pensaba que en algún momento, tarde o temprano, debería salir de allí. Mientras tanto, en el destacamento central de la Policía Federal, Andrés se hallaba en la impensada situación de estar investigando a su hermano como sospechoso. No quería comentar a nadie que estaba haciendo eso, por lo que debió realizar esa tarea de a ratos, intercalándola con el resto del trabajo que le habían ordenado ejecutar. Lo primero que hizo fue volver a ver todas las imágenes disponibles, tanto de las fotos como la filmación de las motos corriendo en la autopista. La coincidencia de una moto muy similar a la que tenía su hermano y del mismo color era un indicio que despertaba alarma y que no podía obviar. La zona en la que “El Marcador” había logrado desaparecer de los helicópteros era muy cerca de la casa de Daniel y constituía otra coincidencia. Recordó entonces que Daniel siempre había considerado livianas a las condenas que dictaba la Justicia. Estaba comprobado también el hecho de que “El Marcador” había tenido acceso en un primer momento a las intranets de la Policía y el Poder Judicial. Ello sugería que debía tratarse de algún juez, fiscal u oficial de Policía. Nuevamente cuadraba en el perfil. Recordó el hecho de que la camioneta de la cual falsificó la documentación para cometer el atentado contra el penal de Sierra Chica, casualmente estaba enfrente de su departamento y resultaba una molestia ruidosa por las noches. Su hermano estaba al tanto de esa situación. Otro llamativo indicio. Pensó también en el relato de Miranda, el director del penal, que había contado lo dicho por “El Marcador” sobre las teorías del Dr. Zaffaroni y recordó que su hermano solía referirse a ese tema negativamente. De pronto recordó que su hermano había comenzado a estudiar ingeniería y una vez le había contado que un profesor les dijo como era que se fabricaba la nitroglicerina. Esto podía explicar los conocimientos del “Marcador” para fabricar los explosivos y construir un cañón, sabiendo realizar los cálculos precisos para el mortífero disparo de artillería con que había exterminado a los presos de Sierra Chica. La multitud de coincidencias posibles resultaba inquietante. Andrés se preguntaba si no había sido capaz de pensar antes en todas esas cosas o quizás subconscientemente había reprimido esas ideas. Recordó que “El Marcador” había utilizado armas calibre 9mm y calibre 40, casualmente los dos modelos que le gustaba usar a Daniel, aunque la pericia sobre sus armas reglamentarias había resultado negativa. “¿Y si tiene otro par igual sin papeles?” se preguntó. La coincidencia de los calibres incrementaba aun más las sospechas. Le vino a la mente el hecho de que en su cumpleaños, por momentos había escuchado la conversación de Seba y Daniel, donde el primero hablaba pestes de Bighead como narcotraficante y casualmente tres días después este narco era asesinado. Página 138 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Cada vez tenía menos esperanzas de descubrir que la hipótesis era equivocada, pero aun podía investigar otras cosas. Sabía que su hermano realizaba guardias de 24 x 48 hs y pensó que si Daniel había cometido todos esos crímenes, deberían coincidir las fechas de los atentados con los días que no estuvo de guardia. Comenzó a comparar los eventos de atrás hacia delante. Según las leyes de la probabilidad y la estadística, sobre 27 eventos a evaluar, si no existía relación entre las variables “días de guardia” y “fecha de un delito”, al menos un tercio de los eventos debería pertenecer al primer grupo. Es decir que lo esperable era que al concluir su análisis, 9 de los días hubiese estado de guardia y los restantes de franco. Si el resultado era distinto, indicaría que ambas variables no eran independientes, es decir que habría una relación entre ellas. El día que el marcador le llevó dinero a los familiares de los policías asesinados Daniel estaba de franco: 1 a 0 El día de la persecución de las motos en la autopista estaba de guardia: 1 a 1 Andrés sonrió aliviado, ilusionándose y abrigando la esperanza de que su hermano fuera inocente y continuó: El día del atentado al penal de Sierra Chica estuvo de franco: 2 a1 El día de las compras de los productos químicos, de franco: 3 a 1 El día de las compras de los tubos de GNC, de franco: 4 a 1 Las fechas de las 21 ejecuciones, todas de franco: 25 a 1 Aquí ya no tuvo más dudas pero, con una mortal amargura embargándole el alma, prosiguió. El día de las compras de los celulares, de franco: 26 a 1 Uno de los interrogantes era cómo había conseguido tanto dinero y documentación falsa. Recordó entonces que en la comisaría Nº 44 habían desaparecido pruebas de un expediente que incriminaban al más famoso falsificador del País. Imaginó que Daniel sería el responsable de eso y que así habría conseguido esos recursos. Realizó otro análisis: Rastreó la ubicación del celular de su hermano en esas veintisiete fechas claves. En todos los casos su celular aparecía fijo en su domicilio. Era mucha coincidencia y la explicación lógica era que lo había dejado allí adrede para evitar que lo rastrearan. Realizó una última averiguación: Rastreó la posición del celular de Daniel en la hora estimada del episodio de la av. Juan B. Justo, aquella noche de principios de Abril. El rastreo indicaba que su celular había estado cinco minutos detenido en ese preciso lugar, en ese preciso momento. Casualmente entonces había emitido un intento de llamada hacia la comisaría Nº 44 pero la llamada duró solo dos segundos. Observando la pantalla de su computadora con la mente en blanco, Andrés sintió como unas lagrimas caían por sobre sus mejillas. No recordaba cuando había sido la última vez que había llorado. Debía remontarse a cuando tenía la edad de tres años para ello. Su memoria se remontó a los momentos en que juntos habían realizado sus juramentos, primero como abogados y luego como oficiales de policía. Página 139 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Intentó entonces usar el software que le había proporcionado la SIDE para acceder al correo del “Marcador”, según figuraba en un diario mexicano y por primera vez el programa no funcionó. Aparecía un mensaje que decía: “Acceso denegado, ingrese código de validación” Esto le hizo pensar que la SIDE estaba manejando el asunto, pues solo ellos podían limitar sus propias herramientas informáticas. Pensó también que era la SIDE la que estuvo detrás de su secuestro y disponía de esas evidencias que le habían mostrado. Por su apariencia física en cierta forma habían logrado identificarlo al confundirlo con él. Era evidente que ignoraban que tenía un hermano gemelo pero seguramente era cuestión de tiempo para que lo averiguaran. Pasó el resto del día pensando que hacer. Imaginaba el estrago que causaría en sus padres la noticia. También meditaba en la amenaza que había proferido su secuestrador, Óscar Goldman, al afirmar que toda la familia del “Marcador” sería castigada cuando lo agarraran. No veía cual era el camino correcto a seguir. Se sentía como un piloto volando dentro de un banco de nubes. Pensó que los pilotos solo pueden superar esa situación volando por instrumentos, no por lo que le indiquen su instinto o sentidos. Creyó que él debía hacer lo mismo para no equivocarse. Sus instrumentos de vuelo eran las leyes y las reglas. Solo había un camino posible: debía arrestar a su propio hermano. Esperó hasta que llegó la hora de salir del trabajo. Conciente o inconcientemente quería postergar lo inevitable. Volvió a su casa para saludar a su familia y le dijo a Adriana que tenía que ir a verlo a Daniel. Le dijo también que probablemente volvería tarde y que no lo esperase despierta. A eso de las 19:30 hs llegó al duplex de su hermano y viendo que la casa estaba vacía se sentó dentro del auto para aguardar su regreso. En aquella misma hora y a unos 8 Km de allí, Daniel vigilaba la casa de Berlusconi. No parecía lógico que el tipo estuviese encerrado todo el día como un ermitaño. A solo treinta metros de allí, el agente Gutiérrez supervisaba el operativo. El instinto le decía que “El Marcador” estaba cerca pero se negaba a aparecer. Sabían que en sus últimos catorce asesinatos había acechado a sus víctimas y siguiéndolas, las había atacado en las cercanías de sus domicilios. Gutiérrez entendió que eso era lo que el asesino estaba esperando para atacar, pero no pensaba arriesgar la vida de uno de sus hombres y el posible éxito de la operación. Se le ocurrió entonces una idea que podría cambiar las cosas, sin correr riesgos innecesarios. Comunicándose por radio con el agente que fingía ser Silvino Berlusconi, le ordenó que saliera al jardín y simulara cortar el pasto con una tijera y arreglar las plantas. Le dijo que se ubicara cerca de la vereda y que ellos le avisarían si se aproximaba cualquier posible sospechoso. La idea era presentarlo expuesto e indefenso. Los 8 agentes presentes tenían puestos audífonos e intercomunicadores ocultos. Página 140 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue En cuestión de unos veinte minutos, llegaría el otro grupo para cubrir la guardia nocturna y Gutiérrez prefería que los hechos sucedieran estando el presente y mientras aun era de día. No quedaba mucho tiempo de luz solar. Se aproximaba el crepúsculo. Daniel advirtió la salida de Berlusconi hacia el jardín y en principio le pareció extraño que se pusiera a hacer jardinería poco antes de anochecer. Lo observó unos minutos y decidió que esas circunstancias eran lo suficientemente favorables como para actuar. Con unos anteojos de sol, tomó su arma y cerrando el auto se dirigió al encuentro de su “último trabajo” según creía él. Cuando Daniel estaba acercándose al frente de la casa, los agentes que custodiaban esa esquina le avisaron a Berlusconi de la presencia de un posible sospechoso. El agente que hacía de carnada dejó sus enseres y se dirigió hacia la puerta de entrada a la casa. Daniel lo vio que estaba por entrar y siguió caminando disimuladamente. El señuelo se paró junto a la puerta que estaba entreabierta y fingía revisar el portero eléctrico. Había algo que a Daniel no le terminaba de gustar y creyó que debía seguir caminando pero entonces recordó que al día siguiente tendría guardia y entonces debería esperar unas 48 hs para continuar con ese asunto. Ya estaba un poco cansado de tantas horas de espera e impulsivamente decidió actuar. Se paró justo enfrente de la casa y volteó hacia el señuelo. Al ver eso Gutiérrez le transmitió a todos sus hombres: “Creo que lo tenemos. Estén todos listos pero que nadie se mueva hasta que yo dé la señal” Quería estar seguro antes de poner en evidencia la emboscada. Daniel le dijo a Berlusconi: “Buenas tardes señor. ¿Tendría usted un minuto?” El señuelo le respondió desde la puerta, con medio cuerpo detrás de la hoja: “¿Quién es usted? ¿Qué es lo que desea?” Daniel le respondió: “Verá, usted a mi no me conoce pero le traigo información muy importante sr. Berlusconi.” Ni bien pronunció ese apellido, la trampa se activó: “Es él, lo tenemos, vamos ahora” ordenó Gutiérrez. La casi imperceptible reacción facial del señuelo le hizo sentir a Daniel que algo andaba mal. Vio que se movían las cortinas de una de las ventanas, lo cual indicaba que había más gente en la casa. También oyó desde ambos lados de la calle los sonidos de puertas que se abrían y se cerraban y con la visión periférica, vio a dos grupos de tres hombres cada uno que se dirigían de prisa hacia él. El señuelo no le contestaba una palabra y por un par de segundos se miraron fijamente a los ojos. Daniel comprendió que le habían tendido una trampa y no que había forma de escapar de allí. En eso el caño de una escopeta o fusil apareció por la ventana. Daniel sacó su arma y abrió fuego hacia allí. El hombre de la puerta también sacó una pistola y le comenzó a disparar. Página 141 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Los seis hombres que venían por la vereda comenzaron a correr para llegar cuanto antes. Daniel respondió el fuego hacia los dos agentes de la casa y comenzó a correr por el pasillo hacia el fondo, que quizás pudiera ser su única salida. Llegando a la pared del fondo se dirigió hacia el vértice del terreno y con una ágil maniobra, pisando sobre ambas paredes como si fueran escalones, logró asirse del borde del muro e intentó cruzarlo. Le faltaba menos de un segundo para saltar al otro lado cuando oyó un disparo y sintió un dolor tremendo, ardiente y punzante en su espalda. Era como si le hubiesen clavado un puñal pero peor. Nunca antes le habían herido con un disparo y hasta ese momento no sabía lo que se sentía. En una centésima de segundo cruzaron por su mente los recuerdos de los más de cien balazos que él le había disparado a sus veintiocho víctimas y fue plenamente conciente del dolor que éstas habían sentido. Continuó saltando hacia el otro lado de la pared, cruzando una pierna y un segundo balazo lo hirió en su costado izquierdo, sobre las costillas, a la altura del corazón. Terminando de cruzar, miró hacia atrás para ver a los agentes que le disparaban. Había dos de ellos disparándole desde el pasillo en posición de tiro mientras los otros seis hombres ingresaban por el frente. Un tercer disparo le rozó el hombro y se dejo caer del otro lado. Caído de espaldas sobre el piso le costaba respirar por el dolor y porque le habían perforado uno de los pulmones. Sabía que no podía quedarse allí. Su única esperanza era poder llegar hasta el otro lado de la manzana, cruzando las casas. Cuando Gutiérrez llegó al jardín delantero, vio a Daniel terminando de saltar e inmediatamente ordenó: “Ustedes dos: síganlo y atrápenlo. Ustedes cinco: Vayan corriendo a cubrir cada esquina de la manzana y tracen un perímetro” Inmediatamente pidió refuerzos. La manzana en la que estaba ubicada esa casa tenía un trazado irregular. Era casi un cuadrado con uno de los vértices mechados, por lo que tenía en total cinco esquinas. En menos de treinta segundos los agentes lograron cubrir todas las posiciones. Unos minutos después llegaron los seis agentes del turno noche y se sumaron al operativo, reforzando el perímetro. Estaban convencidos con una seguridad del 99% de que “El Marcador” no había logrado escapar y que lo tenían cercado en esa manzana. En el fondo de la casa, los dos agentes que habían logrado herirlo intentaban escalar el muro. “¿Cómo diablos llegó hasta allá arriba?” preguntó uno de ellos. “Es la adrenalina” respondió el otro “Te hace capaz de cosas increíbles” Ayudado por su compañero, uno de ellos logró asirse del borde. Página 142 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Se asomó con cautela hacia el otro lado y dijo: “No está aquí. Seguramente saltó hacia otra casa vecina” En cuestión de minutos llegaron varias unidades de la policía bonaerense. Lentamente se fue reuniendo un pequeño ejército. En menos de media hora habrían de estar presentes más de cuatrocientos policías, rodeando todo el lugar. El grupo Halcón estaba en camino al igual que un helicóptero que no tardaría en llegar. Todos habían visto por TV como “El Marcador” había logrado escapar al mayor operativo de persecución que la Policía Federal había desplegado jamás y no estaban dispuestos a repetir ese error. Mientras tanto, Daniel seguía cruzando a través de las casas, intentando llegar a la calle opuesta, la que desafortunadamente para él ya estaba completamente vigilada. Sentía que le fallaban las fuerzas, que estaba perdiendo el sentido. Intentando caminar por sobre un tapial, sus ojos vieron como todo parecía oscurecerse. Perdiendo el equilibrio, cayó al suelo. A punto de desmayarse, vio a un enorme perro guardián que venía corriendo hacia él gruñendo y ladrando amenazadoramente. Por encima del perro, lo último que alcanzó a ver fue que como desaparecían los últimos rayos del sol en el horizonte. El ocaso del día había llegado y la noche comenzaba. Perdiendo el conocimiento, quedó tirado sobre el pasto. Isabel estaba en su casa bañando a Lucía, su hijita de tres años, cuando escuchó varios disparos que provenían de no muy lejos. Marisol y Jimena estaban en el comedor viendo televisión. Terminó con el baño de la niña y la cambió con ropa para acostarse. En su casa, por lo general se acostaban bastante temprano, a eso de las 21:00 hs. Luego fue a la cocina a terminar de cocinar, para luego servir la cena. El sonido de varias sirenas policiales que parecían ser cada vez más numerosas le llamó la atención. En eso vio por la ventana que sus hijas mayores estaban en el fondo de la casa, junto al perro y un bulto sobre el pasto. Fue a ver lo que pasaba y acercándose, se asustó al darse cuenta de que ese bulto era un hombre tirado en el suelo. Nerviosa llamó a sus hijas para que fueran con ella a encerrarse dentro de la casa. Entonces Marisol le dijo: “Mamá, es Daniel. Está lastimado” Ella dijo: “¿Qué?” y se acercó hasta él. En eso notó que el perro, gimiendo, le lamía la cara. Parándose junto a él, lo reconoció. En ese momento Daniel estaba en un estado de semiinconsciencia. Estaba teniendo un extraño sueño o visión: “Se veía despertando sobre un piso de oro puro en lo que parecía ser un palacio o el atrio de una iluminada y enorme iglesia. En eso veía a Isabel que se acercaba por el pasillo y que junto a su hermano, le ayudaban a reincorporarse. Página 143 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Mientras le ayudaba a caminar ella le hizo una extraña pregunta: “¿De que lado decís que tengo la boca un poquito torcida?” El respondió: “¿Qué?” Allí recobró el sentido y la vio a Isabel que le decía: “Te pregunté que hacés en mi casa. ¿Cómo entraste acá?” Daniel tardó unos segundos en comprender que no estaba soñando. Mirando alrededor, reconoció el fondo de la casa en la que habían celebrado el cumpleaños de Jimena. No podía creer que estuviese allí. Sin lograr hallar las palabras necesarias, balbuceó: “Yo…estaba escapando. Traspasé varias casas y caí acá. Te juro que no sabía que era tu casa. No quise entrar sin permiso a tu propiedad” Ella vio que él estaba sangrando y le dijo: “Hace un rato escuché unos disparos. ¿Qué te pasó? ¿Te dispararon?” Daniel: “Así es. Caí en una trampa” Isabel: “¿Te tiroteaste con delincuentes? ¿Ellos te tendieron la trampa?” El sonido de las sirenas policiales parecía envolver todo el ambiente. El reflejo de tantas balizas azules proyectando su luz sobre los árboles hacía parecer que el lugar era una especie de pista de baile. Daniel recordó otra vez la canción de Pastoral, las sirenas se la recordaban. Daniel dejó caer su mirada al suelo y dijo: “No Isabel. Yo soy el delincuente. Todos esos policías que rodean la manzana me están buscando a mí” Isabel: “No te puedo creer lo que me decís. Vos no serías capaz. ¿Qué fue lo que hiciste?” Daniel: “Yo soy el marcador. Por eso me buscan. Solo soy un delincuente más, esa es la verdad. Por eso decidí alejarme de vos. Comprendí que solo sería capaz de causarte daño si estaba cerca de vos. Ojalá nunca te hubieras enterado de esto” Isabel se quedó helada un momento y luego intentó ser condescendiente: “Vos no sos un delincuente. Solo trataste de hacer justicia a tu manera. Admito que si yo fuera una abusadora de menores tendría terror de estar al lado tuyo, pero no creo que seas capaz de hacerme daño. Veo tu corazón y sé que sos una buena persona” Un helicóptero acababa de llegar al lugar y sobrevolaba las casas vecinas con un potente reflector alumbrando hacia abajo. “Vení, vamos” le dijo ella y lo ayudó a levantarse y caminar hacia la casa. El piloto creyó ver algo y comenzó a acercarse hacia la casa de Isabel, pero se detuvo. Su copiloto le preguntó: “¿Qué pasó? ¿Viste algo?” “Nada” respondió el piloto. “Solo una pareja caminando abrazada” Página 144 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue En la cocina Isabel lavó las heridas de Daniel y le colocó unas gasas. “Hay que llevarte a un hospital” dijo ella. “Me será imposible salir de aquí. Debo entregarme y dejar de ponerte en riesgo a vos y tu familia”, dijo Daniel. Isabel respondió: “Yo no quiero que te atrapen. Te enviarán por el resto de tu vida a prisión y los presos se vengarán de ti. Te destruirán. No lo permitiré. Voy a ayudarte a escapar. Vas a salir de esta” Daniel: “Gracias por querer ayudarme pero si me atrapan acá en tu casa tenés que decir que yo te amenacé y que por eso me ayudaste porque de lo contrario podrían condenarte como mi cómplice. Realmente desearía que no te involucres en esto” Ella dijo: “No discutamos más. La cena está lista. Vamos a comer” Se sentaron los cinco alrededor de la mesa. Isabel les preguntó a sus hijas quién de ellas quería orar para bendecir los alimentos. Jimena decidió hacerlo y con sus ojitos cerrados dijo: “Gracias querido Dios por darnos esta rica comida todos los días y gracias porque Daniel vino a visitarnos. Amén” Daniel sintió una profunda vergüenza al oírla y se figuró que a Isabel le resultaría muy complicado explicarles a las niñas lo que ocurrió esa noche cuando ellas crecieran y tuvieran un mayor discernimiento de las cosas. Mientras terminaban de cenar, en la televisión comenzaron a transmitir noticias en vivo desde la esquina de la casa de Isabel. Era increíble la cantidad de efectivos desplegada. Parecía un hormiguero revuelto de hormigas azules. La jueza Servini de Cubría había llegado al lugar a bordo de un helicóptero de la Gendarmería Nacional que había aterrizado en la mitad de la av. Yrigoyen, también conocida como “Camino de Cintura” que se hallaba cerrada al tránsito. La jueza ordenó que se allanaran una por una todas las viviendas de la manzana, con la asistencia del grupo Halcón. Era cuestión de unos minutos para que entraran a la casa de Isabel. Ella le dijo: “Vení conmigo. Tengo una idea. Sé donde esconderte” Unos minutos después Isabel intentó sacar su autito del garaje. En el asiento trasero estaba recostada Lucía, mientras Marisol y Jimena estaban acostadas en sus camas. Cuando estaba cerrando el portón de madera los oficiales llamaron a su puerta. Ella los atendió y les preguntó que necesitaban. Le dijeron: “Tenemos una orden judicial para allanar su casa. Estamos buscando a un peligroso criminal que podría estar escondido en su propiedad. Por favor facilítenos las cosas y permítanos entrar. De lo contrario deberemos entrar por la fuerza. Ella les dijo: “Pero estaba a punto de salir para el hospital. Mi hija se siente mal y necesito que la vea un médico” El oficial que dirigía al grupo, le dijo: “Me temo que eso deberá esperar. Primero debemos registrar su casa y usted no puede salir hasta que terminemos” Página 145 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Ella les abrió la puerta pero les pidió que tuvieran cuidado con sus hijas que estaban en sus dormitorios. Les dijo que si necesitaban entrar allí, antes la dejaran entrar a ella para hablar con sus hijas y evitar que se asusten. Los oficiales estuvieron de acuerdo con eso. “¿Su esposo está en casa?” preguntó el oficial. “Soy viuda” respondió Isabel. En cuestión de segundos se desplegaron por todos los rincones del inmueble y verificaron cada habitación. Revisaron cada armario y debajo de todas las camas. Revisaron inclusive un altillo al que se accedía por un acceso en el cielorraso. En el altillo estaba ubicado el tanque de agua de la vivienda y le quitaron la tapa para inspeccionar su interior. Isabel calmaba y abrazaba a sus hijas en el pasillo mientras los policías ocupaban toda la casa. El Oficial que dirigía al grupo Halcón le preguntó: “¿Oyó o vio usted algo extraño? ¿Algo fuera de la normal?” Elle respondió: “Oí unos disparos hace un rato y pensé que quizás fueran petardos. Luego comencé a escuchar las sirenas de los patrulleros y entonces cerré la puerta del fondo con llave. “Necesitamos revisar el fondo” le dijo el oficial. Isabel: “Ok, deberé ir yo primero para atar el perro” Oficial: “Bien, pero dos de mis hombres irán con usted para cubrirla” Isabel: “No es conveniente. Mi perro es muy agresivo con los extraños y podría atacarlos aunque estén conmigo” El oficial, pensándolo, le dijo: “Entonces la vigilaremos desde la puerta mientras usted le pone la correa al perro” En cuanto el enorme perro estuvo atado, revisaron todo el fondo y cada rincón del quincho. El oficial le dijo a Isabel: “Hemos terminado señora, lamento que la hayamos molestado. Uno de mis hombres deberá permanecer en su fondo hasta que hayamos terminado el operativo. Luego será retirado por el helicóptero” Fueron juntos caminando hasta la puerta de la calle y ella preguntó: “¿Ya puedo ir al hospital?” El oficial respondió: “Si señora, ordenaré que le permitan atravesar los controles” Isabel abrió el portón corredizo de reja de la calle, sacó el auto y bajó para cerrarlo. El oficial la observaba salir, cuando tuvo un raro presentimiento. Si bien sus hombres habían revisado todo, sintió que debía revisar el auto. Página 146 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Se acercó a Isabel y le dijo: “Aguarde un segundo señora, debo revisar su auto” Miró dentro del vehiculo y comprobó que solo estaba Lucía recostada en el asiento posterior. Dirigiéndose a Isabel le dijo: “Señora, abra el baúl por favor” El auto era un Fiat Uno, con un baúl bastante pequeño Isabel obedeció y el oficial pudo ver que solo había un par de cajas de cartón llenas de libros, una grande y una pequeña. “¿Para que lleva todos esos libros?” preguntó el oficial. Isabel respondió: “Son de mi trabajo. Soy agente de ventas de una editorial y los distribuyo en las librerías” Inmóvil y en silencio, acurrucado dentro de la caja, Daniel oía la conversación del oficial e Isabel. Recordó cuantas veces en el pasado se había reído de “Anibaúl”. Así lo apodaban al jefe del gabinete de ministros de la Nación, Aníbal Fernández, por supuestamente haberse escapado dentro del baúl de un auto, el 26 de Octubre de 1994, cuando era Intendente de Quilmas y la Justicia lo buscaba por las causas de “falsedad ideológica y mal desempeño de la función pública” Daniel siempre había juzgado aquel episodio como patético y ridículo. Ahora era él mismo quien se encontraba en una situación muy similar. “La vida tiene la capacidad de hacernos morder el polvo que alguna vez pisamos” pensó Daniel. Se preguntó que lo diferenciaba entonces de “Anibaúl” y se dijo que la diferencia estaba, salvando las distancias, en que él era un policía y no un político, condición necesaria y sine qua non para ser sobreseído de cualquier causa penal en la Argentina. Estadísticamente, de cada 207 causas por corrupción de los políticos, 206 prescriben en el transcurso por lo prolongado de los procesos, que duran en promedio unos catorce años. Mientras tanto, los abogados cobran sus honorarios, los jueces sus sueldos, y los corruptos siguen libres, cobrando sus dietas y anticipadas jubilaciones de privilegio. El jefe del grupo Halcón observaba la caja más grande y creyó que debía revisarla, pues tenía el suficiente tamaño como para que cupiera una persona, pero la miró a Isabel quien parecía ser una buena madre y que necesitaba llevar a su hijita al hospital. Mientras tomaba con la mano uno de los libros de la caja y decidía que hacer, pensó que Isabel ya había sufrido demasiadas molestias. Era improbable que esa mujer resultara ser una cómplice del fugitivo, quien en todo caso podría haber entrado en su casa como un extraño y amenazarla. Si esa hubiera sido la situación, seguramente ella se los habría informado a los agentes. “Puede continuar” le dijo, e Isabel cerró el baúl. El oficial se comunicó por radio con los policías que custodiaban los accesos y les ordenó dejarla pasar, pues debía llevar una niña al hospital. Al atravesar lentamente cada uno de los controles policiales, Isabel sintió como si estuviera atravesando las puertas de una cárcel. Página 147 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Alejándose varias cuadras del lugar y llegando a un sitio lo bastante desierto, Isabel estacionó el auto, abrió el baúl y quitó los libros que lo cubrían a Daniel para que pudiera salir de ese escondite. “Debo llevarte urgente al hospital” dijo Isabel. “Hay uno a unas cuadras de aquí” Daniel sabía que en toda intervención hospitalaria en la que se atiende a un paciente herido de bala, se informa del hecho a las autoridades policiales. Si lo atendían cerca de ese lugar, resultaría sospechoso y aunque fuera a un hospital de la Capital, lejos de allí, probablemente las balas que había en su cuerpo lo incriminarían, pues los agentes que le habían disparado usaron unas armas largas y de uso poco común. No sabía bien que hacer, pero quería que Isabel dejara de estar involucrada. Al ver la localización en la que estaban, se dio cuenta que el garaje en el que había dejado su moto estaba a solo tres cuadras de allí. Le dijo a Isabel: “Gracias por todo lo que hiciste por mí. Lamento lo que te hice pasar. De aquí en más seguiré solo. No debes seguir involucrándote” Ella insistió con lo de llevarlo a algún hospital pero el no cedió. Viendo Isabel que no lograría convencerlo y pensando que quizás esa sería la última vez que lo vería, lo abrazó del cuello y lo besó. Daniel sintió toda su dulzura y pensó que eso era lo más maravilloso que había experimentado en su vida. Al terminar de besarlo ella le dijo: “Te quiero”. Él le respondió: “yo también te quiero” Tomó con suavidad los brazos de ella para retirarlos de su cuello y le dijo: “Adiós y gracias por todo” Ella lo observó alejarse por la vereda. Permaneció inmóvil hasta que lo perdió de vista. Luego pensó en sus hijas y emprendió el regreso a su casa. Eran poco más de las 10:00 p.m. Mientras iba caminando, Daniel pensó que quizás Isabel estaría signada astralmente por la mala suerte. Su primer amor resultó ser un violador y en un segundo intento, ahora se encontraba queriendo a un asesino serial. Definitivamente ella cuadraba en el perfil de una enclitofílica aunque de manera inconciente. Llegando al garaje retiró su moto y volvió hacia su duplex. Se sentía débil y le dolían mucho sus heridas. En el viaje iba pensando en como encarar la situación. Tal vez podría buscar a algún médico privado que lo atendiera y así evitar el riesgo a ser capturado. Al llegar a su casa, estacionó la moto en la vereda y comenzó a abrir el portón. Al verlo aparecer, Andrés bajó del auto, desenfundó su arma y se acercó a él. “Hola Daniel” le dijo a su hermano. Página 148 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel se volteó y al verlo le dijo: “Hola Andrés, ¿Qué hacés acá? ¿Me estabas esperando?” Andrés: “Así es. Vine a arrestarte. Sé lo que has estado haciendo” Daniel vio entonces que su hermano traía un arma en su mano. Sintió una aguda puntada en su costado e instintivamente llevó su mano sobre la herida. Andrés le apuntó al advertir el movimiento y le dijo: “Quiero que levantes las manos”. Daniel le preguntó: “¿Cuándo te enteraste?” Andrés: “A decir verdad hace una horas, aunque debería haberme dado cuenta hace bastante tiempo. Levantá las manos por favor” Daniel no le hizo caso, sabía que su hermano no le dispararía y tomó despacio su arma. Andrés le dijo: “Daniel, no me obligues a dispararte. Soltá el arma y levantá las manos” Daniel arrojó al suelo su pistola calibre 40 y levantó sus manos. Andrés vio entonces que las palmas de su hermano estaban literalmente manchadas de sangre. “¿Estás herido?” le preguntó. Daniel no alcanzó a responderle y cayó al suelo casi desvanecido. Andrés pidió ayuda por radio y se aproximó a él. Lo tomó en sus brazos y le preguntó: “¿Cómo pudiste hacer todas esas cosas? Hicimos un juramento. Juramos respetar y obedecer la Ley.” Daniel le respondió: “Hay criminales que están por encima de la Ley, inmunes a ella, y hay otros que se cansan de quebrantarla repetidamente mientras sus víctimas se multiplican porque la Ley no los detiene como debería” Andrés le dijo: “Aguantá un poco. No te muevas. La ayuda ya está en camino” Daniel le dijo: “No me importa lo que a mí me pase, pero si me descubren, los narcos querrán vengarse de toda nuestra familia. Temo por vos, Adriana, tus chicos. Por papá y mamá.” Andrés le dijo: “Si, lo sé. He pensado mucho en eso. ¿Te das cuenta de que por tu culpa estamos todos en peligro?” Daniel dijo: “Si. Lo sé y lo siento. Pero debes ocultar las evidencias. El auto que dejé en Morón, debe ser devuelto a la agencia. Las cosas que hay en mi casa. Todo debe desaparecer”. Sacando unas llaves de su bolsillo se las dio a Andrés y le indicó la ubicación del auto alquilado. A lo lejos se oían las sirenas acercándose. Luces verdes y azules titilaban cada vez con mayor intensidad. Daniel sintió que su vida se le iba. El dolor desaparecía y su cuerpo parecía pesar cada vez menos. Página 149 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El sonido de las sirenas parecía envolverlo. Involuntariamente, recordó nuevamente aquella canción de Pastoral, “Capitán Sueños”. Le parecía oír la melodía en su mente. Sintiendo que su cuerpo ya no pesaba y que comenzaba como a flotar, entonó en su pensamiento las breves líneas de aquella canción, que decía así: “Con el sol, zarpó temprano. Velas blancas son las que lo llevarán al abismo en que soñó con su barco descansar, con su historia, su bandera y su paz en el nuevo lugar. Frente a los mil colores en que parece estar, ya las sirenas sintieron de él. Lo envuelven con su canción y no puede resistir. Lo transportan a la eternidad. Ya comienza a girar. Encontró su sueño al fin, digno de un gran capitán, con su historia, su bandera y su paz. No fue fácil llegar.” El pulular de las sirenas, cada vez más cercanas, lo envolvían como si fuera el canto de unas ninfas. Era la tercera vez que lo llamaban y ya no podía huir de ellas. Alcanzó por último a oír a su hermano exclamar: “Dany, no te mueras” y ya no oyó nada más. Andrés, arrodillado en la vereda, sostenía entre sus brazos el cuerpo sin vida de su hermano. Finalmente había resuelto el caso que lo había desvelado durante los últimos siete meses, pero al hacerlo descubría una dolorosa y cruda verdad, mientras perecía su único hermano. Su amigo y compañero inseparable de toda la vida. Página 150 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Capítulo 17: Epifanías En los días subsiguientes a aquel 16 de Noviembre, sucedieron muchas cosas. Sebastián, el oficial de “narcóticos” amigo de Andrés y Daniel, recibió en su casa por correo un sobre que no tenía remitente. En su interior había seis DVD y una nota que decía: “Atentamente, un amigo” Explorando los discos en su computadora, no pudo creer posible el poder estar viendo el contenido que llevaban. Era toda la información descargada del disco rígido de la computadora de Bighead. Allí había in sinfín de datos invaluables para él. Figuraba la localización de las tres cocinas de cocaína, la de los treinta mayoristas, los nombres y celulares de cada uno de los encargados de esos sitios. Había una lista con los datos de los casi cinco mil distribuidores. También había listados de todos los jueces, comisarios y oficiales de policía que recibían pagos. Estaban registrados las fechas y montos de cada uno de esos pagos realizados. Figuraba una agenda con los datos de todos los contactos de ese cartel narco con personas dentro del gobierno, las fuerzas armadas, la Gendarmería, la Prefectura y las agencias de inteligencia del Gobierno. Figuraban congresistas, gobernadores, intendentes y hasta concejales. Había también archivos con los datos de los contactos del interior del País y de aquellos que recibían las exportaciones en el extranjero. Figuraban los datos de los proveedores de materias primas, incluyendo varios cocacoleros de Bolivia. También había un listado completo de todas las fachadas comerciales bajo las cuales se lavaba el dinero. Figuraban los nombres de quienes manejaban ese asunto en cada una de las cadenas comerciales. Había un detalle histórico de todas las transferencias bancarias con fechas, montos y números de cuentas. Finalmente figuraba un detalle completo de las multimillonarias cuentas que Bighead tenía en Suiza, con el detalle de los nombres de fantasía que figuraban como titulares y las claves de acceso por Internet para realizar transferencias de esos fondos. Sebastián estaba eufórico. Ni en todas las investigaciones juntas que hubiese podido realizar en su toda vida habría logrado juntar esa información. No sabía muy bien como podría o debería proceder pero estaba seguro de que algo se le iba a ocurrir. En la reunión del viernes 18 de Noviembre en el destacamento central de la Policía Federal, el agente Tomás Gutiérrez notó la ausencia de Andrés y preguntó dónde estaba. Cuando la agente María Valenzuela le informó el motivo de su ausencia, él salió de allí para llamarlo por teléfono e ir hasta donde estaba para reunirse con él. Por su parte, Andrés se ocupó de hacer desaparecer todas las evidencias que habrían podido incriminar a Daniel. Como abogado y oficial de policía, sabía muy bien que estaba cometiendo el delito deliberado de ocultar evidencia. Obedeciendo la premisa expresada en una canción de Calamaro, sabiendo cual era la condena que le podía caber y estando dispuesto a pagarla, este varón decidió cometer ese delito. Página 151 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Devolvió el auto que había alquilado Daniel a la agencia. El encargado del negocio le dijo: “Esta vez si que tardaste pibe, vas a tener que pagarme una multa por la demora, además de todos los días de alquiler” Andrés le pagó todos los costos. Revisando el duplex de Daniel, Andrés descubrió de a poco todas las cosas. En un bolso estaban los pasaportes y demás documentos falsos junto con los doscientos cincuenta mil dólares restantes de lo que había impreso el tano. Lo incineró todo dentro de una de las ollas que Daniel había usado para preparar nitroglicerina. Descubrió la fosa debajo de los tablones de pino. Colocó allí las cenizas de los papeles falsos, junto con la notebook, la netbook, todos los celulares, las cámaras de video inalámbricas y unos frascos con nitroglicerina que estaban guardados en la heladera, los que manipuló con mucho cuidado. Puso allí también las seis armas que encontró y todas las municiones que había en unas cajas. Luego llamó por teléfono a una empresa que producía hormigón elaborado y le pidió que le enviasen “hormigón autonivelante calidad H30 para tapar un agujero” El vendedor le dijo que ese producto era más caro que el hormigón normal y que quizás estaba desperdiciando calidad solo para tapar lo que suponía que era un pozo negro. Andrés le respondió que requería esa calidad para asegurarse de que no quedaran resquicios en la mezcla. El vendedor le preguntó cuántos metros cúbicos necesitaba y se asombró cuando Andrés le respondió que la cantidad era veinte metros cúbicos. “No sabía que había pozos negros tan grandes” dijo el vendedor. “Es una fosa en realidad. Iba a ser una pileta de natación pero ahora quiero taparla” “Le saldría más barato hacerlo con tierra” dijo el vendedor, frase que lo hizo acreedor de una mirada recriminadora de su disgustado jefe que lo oía hablar por teléfono. “Pero resulta que yo quiero taparla con hormigón” dijo Andrés. El vendedor no quiso volver a meter la pata y siendo conciente de que el cliente siempre tiene la razón, le pasó la cotización: “Correcto señor, eso le costará nueve mil pesos mas IVA. ¿Cómo lo piensa pagar? Andrés ignoraba que esa compra le iba a costar casi tres meses de sueldo y mordiéndose los labios respondió: “En efectivo” Cuando llegó el camión “trompito”, Andrés retiró uno de los tablones de pino que cubrían la fosa e introdujo por allí la manguera por donde bombearon el hormigón. Fueron necesarios tres camiones para sepultar todas las evidencias en esa tumba de hormigón. Los medios de comunicación hablaban del segundo milagroso escape del “Marcador” y especulaban sobre cómo lo habría logrado. Prevalecía la hipótesis de que había logrado atravesar la manzana y abandonarla antes de que los agentes hubiesen podido asegurar el perímetro. Página 152 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Varios vecinos y comerciantes del lugar estaban enojados porque habían forzado las puertas de sus inmuebles y anunciaron que iniciarían acciones legales para que el Gobierno los indemnice. El 24 de Noviembre, ocho días después de la emboscada de la SIDE, Isabel decidió averiguar cómo estaba Daniel. Intentó llamarlo varias veces por teléfono pero siempre atendía el contestador automático. Se dirigió entonces a una comisaría de la Policía Federal y pidió que le informaran sobre como podía hacer para encontrar al oficial Blumberg. Le respondieron que para encontrarlo debería ir hasta el destacamento central de policía, ubicado en la calle Moreno al 1500 y que preguntara por la Unidad de Investigación Criminal nº 5. Ella fue con su autito hasta allá y presentándose en la mesa de informes, le preguntaron a quien buscaba. “Al oficial Blumberg” respondió ella. La agente llamó por teléfono a Andrés y le dijo que una mujer lo buscaba en la recepción. “¿Quién es?” preguntó Andrés. La agente retransmitió la pregunta e Isabel respondió: “Soy Isabel, una amiga suya” La agente nuevamente le retransmitió el mensaje a Andrés. El estuvo a punto de decir: “No tengo una amiga que se llame Isabel” pero decidió ir a averiguar de que se trataba ese asunto. “Por favor, dígale que bajaré en un minuto” le pidió Andrés a la telefonista. “Dice que ahora viene” le comunicó la agente a Isabel. Ella esperó un par de minutos, sentada en el hall del edificio. Andrés llegó hasta donde estaba la telefonista y le preguntó: “¿Dónde está la mujer?” La telefonista le indicó: “Es aquella señora que está allá” Isabel levantó la vista y lo vio a Andrés acercarse hacia ella. Con mucha emoción corrió hacia él y lo abrazó: “Temía que hubieras muerto” le dijo. “Me pone feliz ver que estás bien”. Andrés pasó del asombro inicial a comprender que esa chica lo estaba confundiendo con su hermano. Andrés le dijo: “Discúlpeme señora, pero me parece que usted me está confundiendo con mi hermano” Ella pensó que quizás por alguna razón, Daniel estaba tratando de fingir que no la conocía. “¿Cómo decís?” preguntó. Andrés le preguntó: “¿Cómo cree usted que yo me llamo?” Página 153 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue “Siempre me dijiste que te llamabas Daniel” dijo ella. Andrés dijo: “Ya veo” y sacando su billetera, le mostró una foto en la que estaban los dos hermanos juntos y de uniforme. “Me llamo Andrés” le dijo. “Usted debe haber conocido a Daniel, mi hermano gemelo” Ella tardó unos segundos en asimilar esa realidad y preguntó: “¿Y Daniel?” Andrés respondió: “A mi hermano le dispararon hace una semana” Isabel inquirió: “Si, lo sabía. ¿Cómo está él? ¿Se encuentra bien? En otro lugar, como diría Hermann Minkowski, dentro de lo que parecía se un cuarto grande y con un techo bastante alto, donde todo era de color blanco y una brillante luz ingresaba por las ventanas, intentando enfocar bien las imágenes con sus ojos recién abiertos, Daniel alcanzó a distinguir la figura de una enfermera que le daba la espalda. “Disculpe señorita” le dijo para llamarla. La joven se dio vuelta y se aproximó a él, que reposaba en una cama con algunas mangueritas y cables conectados a su cuerpo. Al ver su rostro Daniel creyó reconocerla: era la viva imagen de Nadia, pero esa ilusión duró solo un instante. Enseguida advirtió que su fisonomía era diferente a la de aquella chica. La enfermera le dijo: “¿Si?” “¿Dónde me encuentro?” preguntó Daniel. Ella sonrió levemente de una manera más misteriosa que La Gioconda y le respondió con una pregunta: “¿En el purgatorio quizás?” Inmediatamente Daniel sintió un agudo dolor en las heridas que tenía en su cuerpo y estremecido cerró los ojos por solo un segundo. Cuando los abrió estaba solo en la habitación y la enfermera no estaba. Creyó que alucinaba. El dolor de sus heridas comenzó a mitigarse y lentamente sintió que un gran cansancio le vencía y se quedó dormido. Estuvo así una cantidad indeterminada de tiempo hasta que abrió los ojos y descubrió que estaba vestido con su uniforme en aquel mismo recinto de hormigón armado con el que había soñado aquel 16 de Noviembre. “Debo estar soñando” dedujo entonces. Cómo la vez anterior, tocó las paredes buscando una salida. Pasó un tiempo así, intrigado y expectante. Esta vez nadie se le apareció pero en cambio, el piso se comenzó a humedecer. Lentamente se fue juntando agua sobre la superficie y el lugar comenzó a llenarse como si fuera una pileta de natación. Daniel se preguntó de dónde salía el agua pues no había orificios y el hormigón no es tan permeable, según él pensaba. El nivel del agua comenzó a subir cada vez con mayor velocidad. Página 154 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Cuando ya se hallaba sumergido hasta la cintura, Daniel se preguntó si el aire se estaría escapando por algún lado o se estaría comprimiendo, aumentándose su presión. El agua siguió subiendo hasta pasar la altura de su cuello, por lo que Daniel comenzó a flotar mientras se achicaba el poco volumen restante ocupado por el aire. “Esto es sólo un sueño” se dijo. “En cualquier momento voy a despertar”. El agua casi había llegado hasta el techo y Daniel ya no podría seguir respirando, por lo que hizo una profunda aspiración llenando cuanto pudo sus pulmones y se sumergió, conteniendo la respiración, dentro del fluido que inundó completamente el recinto. Daniel aguantó la respiración cuanto pudo. Estimó que ya llevaba un par de minutos así cuando sintió que se le agotaba el oxigeno. Mientras esperaba despertarse, se esforzó por aguantar unos instantes más. Llegó el momento donde le fue imposible seguir conteniéndose y en un instintivo, desesperado e involuntario impulso abrió su boca intentando respirar. Sintió como el agua llenaba sus vías respiratorias. Su cuerpo intentaba seguir respirando y la sensación de asfixia era infinitamente angustiosa y desesperante. En ese momento recordó a los presos en el penal de Sierra Chica e imaginó que todos ellos debían de haber sentido lo mismo que el estaba experimentando. Sintió que su cuerpo se convulsionaba con unos últimos espasmos y repentinamente se despertó. Abrió los ojos y vio que se encontraba en aquel cuarto con el que creía haber soñado antes. Aun sentía muy patente la sensación de asfixia y jadeaba con desesperación. Tardó unos minutos en poder respirar normalmente. Intentó aclarar su memoria. No sabía como había llegado allí. Lo último que lograba recordar antes de estar en aquel cuarto, fue aquel momento en la vereda de su casa cuando se sintió adormecer mientras le parecía que flotaba y oía una melodía. La frase de Andrés “Dany, no te mueras” se repetía en su mente. Después de eso nada podía recordar. Estuvo casi una hora observando su entorno, hasta que vio abrirse la puerta. Ingresó una enfermera que era distinta a la que el había visto antes, en lo que suponía había sido un sueño aunque no estaba seguro. Ella le saludó: “Buen día Daniel. Por fin abrió los ojos. Es una alegría” El devolvió el saludo y preguntó dónde se encontraba. “Está en una clínica, en el sector de recuperación” le respondió. Daniel: “¿Cuál clínica?” Enfermera: “La clínica Dr. René Favaloro” Daniel: “No sabía que había una clínica con ese nombre. Sabía que existía la Fundación Favaloro que interactúa con el hospital universitario pero ignoraba que una clínica se llamase así. ¿Tienen alguna relación con la Fundación Favaloro?” “¿Y a usted que le parece?” le preguntó la enfermera, como si el asunto fuera obvio. A Daniel no le gustaba mucho eso de que le respondieran con preguntas que concreta y precisamente no respondían lo inquirido, pero decidió no insistir en esa línea y en Página 155 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue cambio dijo: “Supuestamente yo debería estar en el Hospital Churruca. Allí nos atienden a los policías” Enfermera: “Lo trasladaron de allí a nuestras instalaciones para intervenirlo. Su cuadro era muy complejo y delicado. Los dos disparos que recibió rozaron su corazón y las arterias principales. La operación que había que realizar era muy riesgosa y decidieron que lo mejor para usted sería que lo tratasen nuestros especialistas” Luego añadió: “Discúlpeme un segundo, tengo que irme pero volveré más tarde” Antes de que Daniel pudiera tratar de retenerla, había salido de la habitación. Había muchas cosas que él deseaba saber como por ejemplo que fecha era, la localización exacta de ese lugar y cual era su pronóstico médico o su verdadero estado actual. Unas tres horas más tarde regresó la enfermera y le dijo: “Tiene visitas, su familia vino a verlo”. Enseguida entraron al cuarto Andrés y Adriana junto con sus hijos Ludmila y Ezequiel. La niña lo saludó con algarabía: “Hola tío” y Andrés la alzó para que pudiera darle un beso a Daniel. Luego de charlar un rato sobre como se encontraba y si sentía algún dolor, Daniel les preguntó como había llegado allí. Adriana se llevó a los niños al parque y Andrés comenzó a relatarle a su hermano lo sucedido: Andrés: “Cuando dejaste de respirar aquella noche, pensé que te habíamos perdido para siempre, pero en menos de un minuto llegó la ambulancia y los paramédicos lograron resucitarte. Fue un momento muy crítico ver cuando te realizaban electroshocks y te colocaban inyecciones” Daniel: “Entonces, ¿Me morí?” Andrés: “Así es, te moriste. Estuviste sin pulso más de dos minutos” Daniel: “¿Y luego que pasó?” Andrés: “Te llevamos hasta el hospital Churruca y allí decidieron trasladarte a la clínica Favaloro para operarte. Por fortuna la operación salió bien pero desde entonces estuviste en estado de coma” Daniel: “¿Cuánto tiempo pasó? ¿Qué día es hoy?” Andrés: “Una semana. Hoy es miércoles 23 de Noviembre” Daniel: “¿Y que pasó con la investigación, el auto, el arma?” Andrés: “No te preocupes. Me ocupé de todo. La noche del 16 de Noviembre informé que unos ladrones intentaron asaltarte en la puerta de tu casa y te dispararon. Devolví el auto alquilado, sepulté todas las evidencias que había en tu casa en esa fosa que hiciste en el fondo y la cubrí de hormigón. Página 156 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Si pensabas hacer algo con los doscientos cincuenta mil dólares falsos que había en un bolso lamento informarte que ya no existen” Daniel: “¿Y las balas que extrajeron de mi cuerpo?” Andrés: “Me las llevé yo diciendo que debía realizarles pericias y luego me deshice de ellas” Daniel: “¿Desististe de la idea de arrestarme?” Andrés: “Aún no lo decidí en forma definitiva. Pero de momento no estoy dispuesto a poner en peligro la vida de nuestros padres y la de mi familia por este asunto”. Así siguieron hablando un buen rato sobre la familia, los amigos y las novedades que habían surgido en esos últimos días. Ya eran casi las seis de la tarde cuando Adriana volvió con los niños para despedirse. Daniel sostuvo en sus brazos unos momentos a su sobrino, que tenía un año y medio de edad y al devolverlo a los brazos de su madre, tuvo una rara experiencia: Por un instante le pareció que la imagen de sus cuatro parientes presentes parpadeó, como si fueran una especie de holograma o una señal televisiva que sufre una breve interferencia. Pestañeó un par de veces, desorientado, y Andrés le preguntó: “¿Te sentís bien?” Daniel: “Si, es solo que creí ver algo raro”. Andrés: “Debes recuperarte. Estarás bien” Luego de saludarle todos se marcharon. Daniel se quedó meditando en el relato de su hermano de cómo habían logrado revivirlo y en el devenir que había tenido la investigación sobre sus crímenes. Un par de horas después le sirvieron una cena liviana de sopa y puré. Al terminar de cenar aun no era muy tarde pero la sensación de un profundo cansancio lo hizo quedarse profundamente dormido. Esa noche Daniel soñó con un funeral. En un lugar que parecía ser el cementerio de la Chacarita, veía un grupo de personas alrededor de una tumba abierta. Entre las personas reunidas alcanzó a distinguir a Andrés y Adriana con sus hijitos. En eso vio al agente Tomás Gutiérrez, que era un desconocido para él, acercándose a Andrés y tocándolo en el hombro le decía: “Lamento su pérdida. Me hubiese gustado conocerlo personalmente” Daniel se preguntaba quien había fallecido y viendo la lapida, sólo alcanzaba a ver la parte derecha de ella, pues la otra mitad estaba tapada por la silueta de su sobrina. Allí alcanzaba a leer el apellido Blumberg y el año de fallecimiento. No podía leer el nombre ni el año de nacimiento, por lo que no podía deducir quien había muerto. ¿Sería su padre? ¿Por qué no aparecían entonces su madre y él en la escena? Cuando despertó por la mañana recordaba el sueño con lujo de detalles y se preguntaba si era una especie de premonición, alguna advertencia, algo que podría haber pasado o era solo una imagen surgida de su subconsciente carente de significado. Página 157 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Después de desayunar, la enfermera le preguntó si le gustaría dar unos pasos por el parque. El probó a levantarse y aunque sentía algunas molestias y un poco de dolor en sus heridas que estaban sanando, se creyó lo suficientemente fuerte para intentarlo. Al salir del cuarto notó que el lugar no era muy grande. Era un edificio de dos plantas, con cuatro habitaciones por planta. Los pocos pacientes que pudo ver eran ancianos. Saliendo al parque y pudiendo ver desde fuera la edificación, le pareció una casona vieja, con una arquitectura típica de comienzos del siglo XX. El caserón estaba rodeado de verde, con varios canteros y árboles. También había algunas estatuas como decoración. Sobre uno de los costados de la casa, había un par de abuelas disfrutando de una mañana placentera. Una de ellas estaba sentada en una hamaca, mientras la otra se entretenía atendiendo unas plantas. Daniel observó durante unos minutos a la abuelita que aparentemente tenía vocación de botánica o amaba la jardinería, hasta que esta volteó hacia él y le saludó: “Buenos días joven” “Buen día señora” respondió Daniel. “Usted es nuevo aquí, ¿Verdad?” preguntó la mujer. Daniel no comprendió bien a que se estaría refiriendo con eso de “nuevo”, pero respondió: “Supongo que si. Llegué hace unos días aunque no se cuantos exactamente” Abuela: “¿Y cuál es su nombre?” Daniel: “Me llamo Daniel. ¿Y usted?” Abuela: “Azucena” Daniel: “Parece que le gustan las plantas” Azucena: “Así es. Las plantas son una fuente de sabiduría y el origen de la vida misma” Daniel la miró extrañado y le preguntó: “Ah si. ¿Y cómo es eso?” Azucena: “Las plantas nos suministran cada día el oxigeno que necesitamos para respirar. Existen en este planeta desde mucho antes que apareciera la humanidad. Sin ella, no podríamos existir, así como un bebé no podría sobrevivir sin el cuidado de sus padres” Daniel: “Es cierto que nos son imprescindibles” Azucena: “No solo eso. Su plano de existencia es muy superior al que la mayoría de las personas supone” Daniel: “¿En serio?” Página 158 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Azucena: “Si. Las plantas nos entienden cuando hablamos, perciben nuestros estados de ánimo y nuestras intenciones, aunque nosotros seamos incapaces de comprender su lenguaje” Daniel: “Parece que a usted le importan mucho” Azucena: “Así es. Las plantas nos enseñan a vivir. Nacen, viven y mueren en un solo lugar. No necesitan trasladarse de aquí para allá como nosotros. Viven sin cometer violencia contra su entorno. Conviven con su medio ambiente en paz y en armonía durante toda su vida”. Daniel recordó entonces aquellas plantas carnívoras que cazan y se alimentan de insectos y aquellas trepadoras parásitas que crecen por sobre el tronco de otro árbol hasta ahogarlo y matarlo. Pensó que las teorías de Azucena no resistirían un análisis realizado con un poco de seriedad pero era evidente que ella se tomaba muy en serio lo del culto a las plantas y él no pretendía entrar en un debate filosófico sobre temas existenciales del reino vegetal. Saludándola con amabilidad, siguió con su paseo matutino, recorriendo el resto del parque. El predio parecía estar ubicado en una esquina y estaba rodeado por muros cubiertos en su totalidad con una “enamorada del muro”. Se oía el sonido de los autos que circulaban por las calles y alrededor del lugar se veían varios edificios de unos diez pisos de altura. Parecía estar en el barrio de Belgrano. Luego de almorzar, para entretenerse un poco decidió ir a mirar la televisión que estaba en el comedor. Solo se podían sintonizar las señales de Animal Planet, Discovery Channel, Cartoon Network y Disney Channel. Nada de noticieros. Así transcurrió el resto del día y se fue a acostar preguntándose cuando le darían el alta. Esa noche despertó y abrió los ojos. Sentía un viento helado sobre su rostro. Estaba metido en una especie de carpa muy pequeña. No tenía la menor idea de cómo había llegado allí. Se asomó a ver por lo que debía ser la puerta de esa tienda y se sobresaltó al observar que pendía de unas sogas sobre un profundo abismo. Estaba en lo que parecía ser una tienda de alpinista, anclada sobre la pared vertical del inmensurable acantilado de una montaña. “Debo estar soñando” se dijo y se pellizcó para ver si se despertaba. Todo parecía tan real como increíble de creer. Aunque tiritaba de frío, permaneció varias horas inmóvil, teniendo la sensación de que si hacía un mal movimiento caería al vacío. Finalmente, en medio de la noche, el cansancio venció sus ojos y volvió a dormirse. Al despertar, estaba en su cuarto. Parecía que solo había soñado con ese extraño acantilado. Se dispuso a levantarse pero de pronto notó algo extraño: Le faltaban sus piernas. No podía creer lo que veía. No sentía para nada sus extremidades inferiores. Quitó la sabana que lo cubría y comprobó que solo tenía dos cortos muñones. No había señal de una amputación reciente, ni carne viva, ni vendas. Solo dos muñones que parecían haber cicatrizado hacía mucho tiempo. “Esto no puede estar pasando” se dijo. Página 159 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Comenzó a llamar a gritos a la enfermera. Intentaba racionalizar la situación. ¿Acaso estaba soñando? ¿Le habían amputado las piernas? ¿Había estado mucho tiempo en coma? Siguió llamando a toda voz. Parecía que nadie oía sus gritos. Mirando a un costado de la cama vio que había una silla de ruedas. Empujándose con los brazos, se acomodó en un borde de la cama y se estiró para lograr asir la silla. Alcanzándola, la atrajo hacia él y la ubicó junto a un costado. Intentó pasarse a la silla apoyando un brazo en la cama y el otro en la silla, pero perdió el equilibrio y cayó de espalda al suelo. Al caer chocó con la base de su cabeza contra la esquina de una caja de metal. Sintió un dolor agudísimo a consecuencia del impacto y se desmayó. Cuando volvió en sí, le resultaba imposible determinar cuanto tiempo había pasado. Abrió los ojos y nada pudo ver. Reinaba la más absoluta oscuridad. Pensó que quizás la luz estaba apagada y las persianas de las ventanas eran tan herméticas que no permitían ni siquiera el ingreso de un tenue rayo de luz lunar por una rendija. En eso comenzó a escuchar los sonidos que le rodeaban. Oía a lo lejos el sonido de los autos transitando por la calle. Se escuchaban también el sonido de algunos pasos por el pasillo. Creyó oír el sonido de la puerta de su habitación abriéndose y preguntó: “¿Hola?” Una voz femenina le respondió: “Buenos días” “¿Quién es usted?” preguntó Daniel. “Yo soy La Doctora” respondió la mujer. Daniel: “¿Por qué no puedo verla? ¿Por qué no puedo ver?” Doctora: “Ya llegaremos a eso. Antes necesito hacerle algunas preguntas. ¿Recuerda su nombre? Daniel: “Si, me llamo Daniel Blumberg” Doctora: “¿Sabe que edad tiene?” Daniel: “Veintiocho años” Doctora: “¿Algún color favorito?” Daniel: “Azul Francia” Doctora: “Si tuviera que ser un animal. ¿Qué animal elegiría ser?” Daniel: “Un tigre” Doctora: “¿Un tigre? ¿No mejor un león?” Página 160 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel, pensando en los tigres de Siberia: “No. Un tigre. ¿Quiere decirme que pretende con estas preguntas?” Doctora: “Oh, son solo preguntas de rutina en estos casos” Daniel: “¿En que caso? ¿Qué me ocurre?” Doctora: “Tuvo una conmoción cerebral. Se lesionó el lóbulo occipital y por eso perdió la visión. Creemos que ese daño será solo temporal aunque existe la posibilidad de que sea permanente. Además al caerse de su cama se lesionó la médula en la zona cervical y esto ha dañado su sistema nervioso del cuello para abajo”. Daniel: “¿Quiere decir que estoy ciego y parapléjico?” Doctora: “Me temo que sí. La palabra exacta es cuadripléjico. Aunque es posible que recupere la visión” Daniel: “Esto es una pesadilla. No puede estar pasando. Lo último que recuerdo es que abrí los ojos y me faltaban las piernas. ¿Cómo es eso posible si al acostarme las tenía? Cuando desperté, parecía que me las hubiesen amputado hacía por lo menos varios meses”. Doctora: “Sus piernas debieron ser amputadas porque tenía gangrena casi a la altura de la ingle en ambas extremidades. Usted ingresó a nuestra clínica en estado de coma y estuvo así siete días. Cuando salió de ese estado, estuvo normal solo dos días y volvió a estar en coma hasta hoy. Han pasado ya cinco meses desde que sufrió la amputación de sus extremidades” Daniel: “Esto es demasiado shockeante como para asimilarlo de golpe. ¿Podría dejarme un rato solo por favor?” Doctora: “Por supuesto. Volveré más tarde a verle” Daniel no podía creer que todo eso fuera cierto. Pensando que quizás fuera una pesadilla, decidió dejar pasar las horas y ver si se despertaba en algún momento. El día transcurrió muy lentamente. Al mediodía y a la noche vinieron a traerle de comer pero el se negó a ingerir comidas o bebidas. Finalmente, avanzada la madrugada se durmió. A la mañana siguiente, la doctora volvió a visitarlo. Doctora: “Buenos días, Daniel” Daniel: “¿Qué tienen de buenos?” Doctora: “Imagino como debe sentirse. Pero debe tener una actitud positiva. Hay personas que están peor que usted y aún así siguen con sus vidas” Daniel: “¿Cómo puede alguien estar peor que yo?” Página 161 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Doctora: “Hay personas que han perdido incluso el habla y para poder comunicarse, usan un software que mediante una cámara de video, convierte sus movimientos oculares en letras y así logran escribir palabras. Usted puede oír y hablar. Puede comunicarse con sus seres queridos. Ya no podrá volver a caminar por la calle vistiendo su uniforme y portando un arma, pero eso no significa que su vida haya terminado. Puede plantearse nuevas metas, descubrir nuevos horizontes”. Daniel quería mandarla a volar pero preguntó: “¿Cómo cuáles, por ejemplo?” Doctora: “Pues no lo sé, muchas cosas, por ejemplo, podría escribir un libro” Daniel: “¿Y con que mano se supone que lo escribiría?” Doctora: “Podría tener la ayuda de una secretaría. Usted le dictaría y ella tipearía el texto. O podría usar un software de reconocimiento de voz. Piense en Stephen Hawking. Ese hombre padece un cuadro similar al suyo pero eso no le ha impedido realizar grandes y numerosos aportes al mundo científico. Usted es abogado. Quizás pueda desde su profesión, escribir obras sobre temas legales que contribuyan a enriquecer y mejorar el ejercicio del derecho en la sociedad” Daniel: “Dudo que mis ideas al respecto encuentren aceptación” Doctora: “No lo sabrá hasta que lo intente” Daniel: “Doctora. Ya he pensado en todo este asunto y he tomado una decisión. Le pediré a mi familia que me traslade a la provincia de Río Negro, donde rige la ley de “Muerte Digna” y allí lograré poner fin a esta patética existencia. Me rehúso a ser una carga para mis seres queridos por el resto de mi vida. No puedo tolerar la idea de que terceros deban bañarme, alimentarme y limpiarme de mis desechos orgánicos”. Doctora: “Lamento informarle que la ley de “Muerte Digna” no aplica en la forma en que usted cree. Solo consiste en la suspensión de tratamientos médicos invasivos y dolorosos para pacientes que padecen enfermedades terminales. Lo que usted pretende conseguir es la eutanasia y no la hallará en la Argentina” Resultó un tanto humillante para Daniel que una doctora en medicina estuviera mejor informada en cuanto a leyes jurídicas que él. Quizás ese tema estaba en alguna materia que aprobó gracias a que Andrés se presentó a rendir en su lugar. De todas formas no quería dar el brazo a torcer. Daniel: “De alguna forma lo conseguiré. Me negaré a comer y beber. Moriré deshidratado. La decisión de elegir vivir o morir es personal y no hay derecho en que se abusen de mi incapacidad física para condenarme a padecer este tormento por el resto de mi vida. La eutanasia es un derecho natural de todo aquel que la desee, así como cualquiera tiene derecho a drogarse, ser un alcohólico o arrojarse debajo de un tren si así lo decide. Lamentablemente esta sociedad mediocre con vestigios culturales de las épocas del oscurantismo suele decidir los destinos de quienes están postrados en situaciones críticas como la mía sin ponerse en nuestro lugar. Página 162 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Si todos los congresistas se vieran postrados a un estado como el que hoy padezco y experimentaran en carne propia lo que se siente, entonces se promulgaría con mayoría absoluta una ley que autorice la eutanasia. La vida comienza como una obligación y persiste como un derecho mientras dure, en tanto que la muerte nace junto con la vida como un derecho y la postre es una obligación” Doctora: “En ese caso, le aviso que nosotros estamos obligados a mantenerlo vivo inyectándole suero. Pero, ¿No cree que quizás usted menosprecia el valor de la vida humana? ¿No cree que es mejor la vida en cualquier condición antes que estar muerto? Daniel: “Definitivamente no. Ya de por sí la vida normal es un asco. Parece ser fruto de un experimento monstruoso. Una obra comparable a Frankestein. Un hombre honrado estudia, trabaja toda su vida y forma una familia para que venga un mal nacido y le mate a un hijo para robarle un celular o un par de zapatillas. Hay niños que nacen en este mundo y antes de entrar al primer grado de la escuela ya han sufrido violaciones y toda suerte de vejámenes. Toda aberración que alguien pueda llegar a imaginar, ya ha sido realizada en algún lugar de este patético mundo. La vida misma es una mera ilusión de la que tarde o temprano la realidad nos obliga a despertar” Doctora: “Tengo la impresión de que usted se enfoca en lo negativo. La humanidad se manifiesta en una infinidad de expresiones de todo tipo y solo una pequeña parte de ellas son las aberraciones que usted menciona” Daniel: “Un viejo refrán dice que un poco de levadura leuda toda la masa. Puedo decirle con certeza que solo tres partes de cianuro de hidrógeno en diez mil partes de aire logran matar a una persona. Así, esa pequeña porción de delincuentes según usted, logran envenenar y tornar en un absurdo despropósito a la existencia del total de la raza humana. Son como un tumor o mejor dicho, como agentes patógenos que infestan y enferman de muerte a un cuerpo carente de los glóbulos blancos necesarios para neutralizarlos”. Doctora: “¿Nunca pensó que puede haber algo más de lo que vemos o podemos llegar a percibir a través de nuestros sentidos?” Daniel: “¿Se refiere al más allá, la vida eterna, el cielo, el infierno, el paraíso, la reencarnación y todo eso?” Doctora: “Algo por el estilo” Daniel: “Quizás haya seres o entidades que habitan en planos elevados de existencia. La complejidad de la vida y las leyes físicas inducen a suponer que al menos hubo una o varias inteligencias superiores generándolo todo. Hay matemáticos que hablan de universos paralelos y de la existencia de diecisiete dimensiones. Pero no creo que los humanos podamos trascender a algo diferente de lo que somos. Dudo que exista ese supuesto mundo espiritual. Los hombres nacemos, crecemos, vivimos, envejecemos y morimos. Es un ciclo, eso es todo. Página 163 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue ¿Qué puede haber después? ¿Uno muere siendo un anciano de noventa años con demencia senil para despertar siendo un joven de veinticinco y vivir así por siempre? Perece algo ilógico. Los religiosos hablan de alma y espíritu, pero está comprobado que todo lo que sería manifestación de esas supuestas partes incorpóreas del ser humano como las emociones, pensamientos, sentimientos, recuerdos, carácter, personalidad, etc. se ven afectadas según sea el estado de las neuronas” Doctora: “Lamento que usted tenga en tan poca estima el privilegio de estar vivo. En mi profesión he visto morir a pacientes que hubieran dado lo que fuera por poder vivir un poco más y usted parece obstinado con la idea de hallar la muerte” Daniel: “Quizás si usted estuviera en mi lugar no pensaría muy distinto a lo que lo hago yo” La doctora ya no quiso seguir discutiendo y saludándolo, se retiró de la habitación. Al igual que el día anterior, Daniel se negó a comer y beber y estando avanzada la noche, se durmió. Al despertar, abrió sus ojos y descubrió que estaba en un lugar nuevo y diferente. Inmediatamente le asombró el hecho de estar viendo. Creyó que tal vez estaba teniendo un sueño o que tal vez había sanado de su afección cerebral. Mayor fue su asombro al notar que sentía todo su cuerpo y que sus piernas estaban intactas. Probó a ponerse de pie pero algo se lo dificultaba y era que sus brazos estaban inmovilizados pegados a su cuerpo. Apoyándose contra una de las paredes logró incorporarse. Se dio cuenta que llevaba puesta una camisa de fuerza. Observando a su alrededor, notó que el piso y las paredes estaban cubiertas por una superficie acolchonada. En el cuarto había solo una puerta, con un pequeño vidrio translucido que tenía un entramado de alambre y no había ventanas. En una de las paredes había un reloj que indicaba que eran las 07:00 hs, aunque él no sabía si eran de la mañana o de la tarde. Dudando de si aquello estaba ocurriendo en verdad o era solo un sueño, intentó racionalizar los hechos. ¿Cómo es que antes le habían amputado las piernas y ahora las tenía y podía caminar? ¿Y la lesión en su médula cervical? ¿El diálogo con la doctora? ¿Los dos días que había estado en cama ciego y totalmente inmovilizado? ¿Qué era real y qué no? ¿Estaba loco acaso y por eso estaba en lo que parecía ser un manicomio? Supuso que en algún momento aparecería alguien para llevarle el desayuno o el almuerzo y se decidió a esperar, mientras intentaba deducir y explicarse que era lo que le estaba pasando. Las horas transcurrieron muy lentamente mientras él caminaba de un rincón al otro de la habitación. Cuando pasaron las 02:00 hs en el reloj le extrañaba que nadie hubiera aparecido. Comenzó a llamar a gritos junto a la puerta, pero parecía que el cuarto estaba muy bien aislado acústicamente. Empezó a patear la puerta intentando romper su cerradura y lograr abrirla pero fue inútil. Página 164 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Finalmente comenzó a darle cabezazos al vidrio y logró figurarlo, ocasionándose un ligero corte en la frente. Viendo que todo era inútil, se sentó a esperar a ver que ocurría. Se le ocurrió entonces que quizás había recuperado su razón a las siete de la tarde, luego de haber cenado y que quizás debería esperar hasta la mañana para que apareciera alguna persona. Cuando en el reloj dieron las 08:00 hs, la puerta del cuarto se abrió y entraron dos enfermeros muy altos y fornidos. Los dos medían más de dos metros de altura y deberían pesar al menos unos 120 Kg. Daniel ensayo un saludo y les dijo: “¿Buenos días?” Sin decir palabra ellos lo tomaron y lo llevaron fuera de la habitación. Lo condujeron por un pasillo hasta la puerta de un ascensor. Daniel les formuló varias preguntas pero nada le contestaron. Al subir al ascensor, a Daniel le llamó la atención el inmenso tamaño de la botonera. Había más de cien botones. Uno de los enfermeros marcó el piso más alto: 111 Mientras el ascensor subía muy rápido, con una velocidad de algo así como cuatro metros por segundo, Daniel intentó calcular que altura tendría ese edificio y estimando, según lo que había podido observar, que cada piso tendría unos tres metros de altura, resultaba que ese edificio debería medir más de 330m. Daniel se preguntó entonces en que ciudad estaría, pues hasta donde él sabía, el edificio más alto de Buenos Aires apenas llegaba a los 225m. Cuando llegaron al nivel 111, al abrirse las puertas se pudo observar una terraza, una especie de mirador. Se acercaron a la baranda y miraron al horizonte, hacia el norte. La vista era espectacular. Parecía que estaban en Puerto Madero. Debajo se veían las dársenas de los diques. Mirando hacia el este se lograba ver la costa de la República Oriental del Uruguay. Se podía divisar la av. 9 de Julio, el obelisco y las distintas autopistas. Al oeste se observaba la puesta del sol. Allí Daniel logró ubicarse en lo temporal y se preguntó por qué lo habían tenido encerrado todo el día sin comer. Sentía como si llevara tres días sin alimentarse. Daniel se dirigió a sus dos enormes escoltas y les dijo: “La vista es excelente pero, ¿Qué se supone que hacemos aquí?” Como toda respuesta ellos lo alzaron y lo arrojaron al vacío. Daniel no podía creer que personal médico lo estuviese precipitando a una muerte como esa. Mientras caía girando en el aire vio su imagen reflejada en la fachada de piel de vidrio del edificio. Su cuerpo caía con cada vez mayor velocidad. Cuando aún le faltaban 150m para impactar contra el suelo, alcanzó la velocidad máxima que puede alcanzar un ser humano en caída libre, que es del orden de los 210 Km/h. Allí la fuerza del rozamiento del cuerpo contra el aire se equipara a la fuerza de atracción gravitatoria y entonces el cuerpo se desplaza a velocidad constante. La fuerza del viento era tal que se le dificultaba mucho el poder respirar. Página 165 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Mientras cruzó fugazmente por su mente el recuerdo de los chicos de “La noche de los lápices” que murieron siendo arrojados desde un avión en uno de los clásicos “vuelos de la muerte” de la dictadura militar. Recorrió en menos de tres segundos la distancia que aun le restaba para impactar contra el suelo. Centésimas de segundos antes chocar contra la acera, sintió aterrado como atravesaba las ramas de un árbol que le hirieron como si fueran latigazos. Chocó contra el suelo, oyendo el sonido estrepitoso y el dolor inimaginable de todos sus huesos quebrándose a la vez, como si fuera un pequeño globo lleno de agua estallando contra el piso. Se despertó sobresaltado. Su cuerpo estaba empapado en sudor y su corazón latía con una frecuencia mayor a doscientos ciclos por minuto. No podía creer que todo lo que había vivido fuese solo una pesadilla. Mientras recuperaba el aliento, observó que estaba acostado en la cucheta inferior de unas camas marineras dentro de un cuarto pequeño. Había una pequeña ventana con barrotes en una de las paredes y en el lado opuesto no había una pared sino un cerramiento de rejas, que daba a un pasillo bastante ancho. Parecía ser la celda de una prisión según pudo imaginarse ya que nunca había estado dentro de una. Notó que sus ropas parecían de reo. Levantándose, se dirigió a la puerta que estaba entreabierta y al salir al pasillo, unos diez presos lo rodearon formando un semicírculo. No había guardias a la vista. Uno de ellos, muy gordo y tan alto como los enfermeros que lo habían arrojado al vacío, se acercó a él y tomándolo del cuello con una mano, alzándolo del piso lo puso contra la pared y le dijo: “Ahora pagarás por lo que hiciste” Acto seguido lo arrojaron dentro de la celda y cerraron la puerta. Encerrado allí Daniel se preguntaba que tendrían en mente cuando reconoció a uno de los presos: era “manucho”. Se dijo entonces que nada de eso podía estar pasando, pues recordaba claramente haberlo ejecutado de un disparo en la frente. En eso vio aparecer por un costado del pasillo a dos presos que traían a su hermano esposado. Lo llevaron delante de él y le obligaron a arrodillarse en el piso. “manucho” se acercó a Andrés con una “faja” en su mano, una especie de cuchillo que los presos fabrican usando las hojas de acero de los elásticos de algunas camas. Mirando a Daniel le dijo: “¿Algunas últimas palabras?” Daniel preguntó incrédulo: “¿Qué?” “manucho” dijo entonces: “Suficiente” y degolló a Andrés. Daniel enloqueció al ver como acababan de matar a su hermano y comenzó a patear las rejas con toda su furia, insultando, maldiciendo y amenazando a los presos, diciéndoles: “Malditos, los mataré a todos, ya verán, me encargaré de todos ustedes” Los presos se reían de él y “manucho” dijo: “Traigan a la niña” Página 166 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Daniel sintió que se le helaba la sangre cuando vio que traían a su sobrina Ludmila, que lloraba asustada. Al verlo, Ludmila le dijo: “Tío, ayudame por favor” Daniel le respondió: “Tranquila tesoro, no pasará nada, todo estará bien” y dirigiéndose a los presos comenzó a amenazarlos y ordenarles que la soltaran. “manucho” tomó a la niña del pelo y colocó el cuchillo sobre su garganta. Dirigiéndose a Daniel le dijo: “¿Y si no se me canta soltarla que?” Daniel entonces se quebró, y cayendo de rodillas comenzó a suplicarles sollozando que no la tocaran, que era solo una niña, que si tenían cuentas pendientes con él pues que entonces arreglaran el asunto de hombre a hombre, pero que no se metieran con una niña indefensa, inofensiva e inocente. Los ojos de “manucho” brillaron de placer, disfrutando de esa escena y con su faja degolló a Ludmila. Los presos abrieron entonces la puerta de la celda y Daniel intentó atacarlos y luchar contra ellos a golpes de puño, pero eran muchos y lograron vencerlo. Mientras dos presos lo sostenían de los brazos, otro lo golpeó hasta cansarse. Quedó todo roto en el piso aunque sin perder la conciencia y escuchó que “manucho” decía: “Llevémoslo al patio” Lo arrastraron por el piso unos cuantos metros hasta que llegaron a un patio central, rodeado de pasillos semicubiertos cuyas losas estaban sostenidas por columnas de hormigón armado. Lo anudaron al cuello con una soga y lo ataron con ella contra una de las columnas. Lo rociaron con nafta y le prendieron fuego. A pesar de tener fresca en su memoria todos sus padecimientos anteriores, ya fueran reales o imaginarios, el estar quemándose vivo era algo imposible de describir. Mientras ese dolor inmensurable saturaba cada terminal nerviosa de su cuerpo, alcanzó a sentir el olor a quemado de su piel y carne chamuscada. Entre las llamas y el humo que le envolvían alcanzó a ver a “manucho” parado frente a él, apuntándole a la cabeza con un arma. En lo que a esa altura pareció ser un gesto de compasión, “manucho” lo ejecutó de un disparo en medio de la frente. Inmediatamente, Daniel despertó en su cama del cuarto de aquel caserón de Belgrano. Sus muñecas y tobillos estaban atados por correas. Todo su cuerpo se convulsionaba como si sufriera un ataque de epilepsia. Gritaba desesperado, fuera de sí. Sus niveles de adrenalina en sangre y dopamina en su sistema nervioso estaban por las nubes. Su corazón latía cuatro veces por segundo. El sudor cubría todo su cuerpo. Daniel estaba exasperado y rabiosamente furioso. No podía ser que todo lo que estaba viviendo fuera una simple pesadilla. Parecía que alguien estaba jugando con su cerebro, manipulando sus sentidos. Comenzó a proferir insultos contra los médicos, contra los dioses, ángeles, fantasmas y demonios. Página 167 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Blasfemó contra cuanta figura de la mitología alguna vez había oído nombrar, ya fuera de origen griego, romano, hebreo, cristiano, chino, hindú, egipcio, precolombino o musulmán. Toda la cama se movía por sus furibundos e histéricos sacudones. Junto a él estaba la enfermera que le pidió que se calmara. Al verla a ella, comenzó a decirle que lo soltara, que lo liberara inmediatamente. Solo quería salir de allí. La enfermera le dijo: “Lo que necesita es una inyección” y tomando una jeringa grande, con una aguja muy larga. Se acercó a Daniel con la jeringa en su mano y se paró a su lado. Daniel le gritó: “¿Qué pretende hacer con eso? ¡Le ordeno que me suelte! ¡No se atreva a tocarme con esa aguja! Como en la película “Pulp Fiction” (Tiempos Violentos) de Quentin Tarantino, la enfermera le clavó la jeringa en el corazón. Con un muy fuerte y agudo dolor desde lo más profundo de su ser, Daniel no podía concebir que fuera posible y real esa experiencia. Con los ojos desorbitados vio como la enfermera quitaba la jeringa y tomando en su lugar un puñal, se lo clavó en el corazón. El dolor era insoportable. Vio como su pecho se teñía de rojo con su sangre mientras sentía la tibieza de ese fluido vital derramándose sobre su piel. La enfermera, arqueándose hacia atrás, comenzó a reír con una carcajada diabólica y gutural. Al enderezarse ella, Daniel vio el rostro de ella como el de una calavera y que sus manos solo tenían las falanges y huesos de un esqueleto. La vista se le nubló y él se desvaneció. Al despertar, se encontró recostado sobre su cama. Una dorada claridad entraba por las ventanas y todo parecía tranquilo. Daniel se preguntaba si acaso estaba en otra escena de lo que parecía ser una pesadilla sin fin. Todo parecía normal. Se oía el canto de algunos pájaros. Aunque sentía un cansancio absoluto, como si hubiera estado sin dormir una semana o como si lo hubiera apaleado toda una patota de patovicas, miró su cuerpo y estaba entero. No le faltaban las piernas, no tenía cicatrices de quemaduras en su piel ni de heridas cortantes en su pecho. Casi una hora después, la enfermera entró a la habitación para llamarlo a desayunar. Daniel le preguntó: “¿Qué día es hoy?” La enfermera respondió: “Jueves” Daniel: “¿Y la fecha?” Enfermera: “Jueves 24 de Noviembre” Daniel: “¿De que año?” Página 168 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue La enfermera, sonriendo, le respondió: “2011. ¿Se siente bien hoy?” Daniel: “Supongo que sí. Es sólo que aparentemente tuve un sueño muy extraño” En realidad, su percepción del paso del tiempo estaba bastante alterada. Todo lo vivido en sus pesadillas parecía haber durado al menos una semana y se le dificultaba creer que todo eso había transcurrido solamente en el lapso de una noche. Durante los días siguientes, Daniel sufrió serios trastornos del sueño. Sintiendo un gran agotamiento durante la mañana, recién se despertaba y se levantaba por la tarde, a veces solo una hora antes de que se pusiera el sol y a la noche, recién lograba dormirse en la madrugada. Parecía que su reloj biológico estuviera descompuesto. Un día le preguntó a la enfermera que le estaba pasando. Ella miró una cartilla escrita que estaba al pie de su cama y le dijo: “Según el doctor, usted padece una especie de estrés postraumático, con posibles raíces en una alteración del ciclo normal del sueño. ¿Ha vivido alguna situación violenta últimamente?” Daniel, recordando la persecución en moto, el tiroteo con la SIDE y todo lo que vivió en sus pesadillas dijo: “Es posible. ¿Quién es ese doctor? ¿Por qué nunca lo he visto?” Enfermera: “Quizás usted estuvo dormido todas las veces que él estuvo aquí. ¿Tuvo alteraciones en su ciclo de sueño normal?” Daniel recordó que durante siete meses había estado cubriendo guardias de 24 x 48 hs y que nunca había podido acostumbrarse a eso de pasar despierto una de cada tres noches y tratar de recuperar el sueño durante los días restantes. “Es posible” dijo. “Últimamente he tenido un horario laboral un tanto exótico”. Enfermera: “Esa podría ser una posible causa de su fatiga crónica” Daniel: “¿No deberían forzarme a levantarme todas las mañanas a la misma hora y con disciplina recuperar el ciclo normal de horarios?” Enfermera: “Creemos que su cuerpo duerme tantas horas porque se está recuperando. Esperamos que esa normalización horaria llegará en forma natural” Así pasaron varios días, en los cuales el exterior de aquel lugar pareció irse desvaneciendo y cayendo en el olvido. Su mundo se fue reduciendo hasta limitarse a los muros cubiertos por plantas del parque de aquel lugar. Una noche Daniel tuvo un sueño. La veía a Isabel postrada frente a la tumba de un cementerio. La lápida era la misma que había visto en ese sueño donde vio a su hermano participando de un funeral. Aunque esa mujer le resultaba muy familiar y creía conocer aquella lápida de algún lado, en ese momento no podía recordar de donde. La mujer sollozaba y decía: “Tendría que haberte llevado a un hospital a tiempo. ¿Por qué no lo hice? ¿Por qué? Lágrimas corrían por sobre las mejillas de su hermoso rostro. Fijándose en la escritura de la lápida leyó sobre ella “Blumberg”. Unas flores le impedían ver el nombre de quien estuviera enterrado allí. Se preguntó qué significado debería tener ese apellido para él. Página 169 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Al despertar por la mañana, pensando en lo que había soñado, trataba de recordar quien era esa joven cuyo rostro le resultaba extrañamente familiar. Fue hacia el baño privado de su habitación para afeitarse. De repente la imagen que vio en el espejo le sorprendió. Veía a un anciano que tendría unos noventa años de edad. Se miró sus manos y estaban flácidas y cubiertas de arrugas. Incrédulo, miró nuevamente al espejo y este le devolvió su imagen habitual. Preguntándose que estaba pasando, recordó entonces el final de una película que había visto cuando era niño: “2001, Odisea Espacial”. Siempre había recordado ese film con fastidio, pues jamás había logrado hallar un significado para esas imágenes del astronauta que parece transformarse en un anciano y luego en un bebé. De igual manera, tampoco comprendía que era lo que acababa de ver en el espejo. Estaba absorto en esos pensamientos cuando oyó detrás de si la voz de la enfermera que llamaba: “Daniel” Siguió metido en sus pensamientos mientras recordó que estaba por afeitarse. La enfermera insistió: “¡Daniel!” El se volteó a verla y viendo que allí solo estaban ellos dos solos, le preguntó: “¿Se dirige usted a mí?” Enfermera: “¿Hay otro Daniel aquí acaso?” Era obvio que le hablaba a él, pues no había nadie más presente en el cuarto, por lo que Daniel le preguntó: “¿Ese es mi nombre? ¿Me llamo Daniel?” Enfermera: “Pues claro. ¿Acaso lo olvidaste?” Daniel: “Es que no logro recordarlo. Es curioso que acabo de recordar una película boba que vi de niño y no puedo recordar mi propio nombre” Enfermera: “Pues sí. Ese es tu nombre” y tomándolo del brazo le dijo: “Vení, acompañame, vamos al parque”. Mientras iban caminando por la galería la enfermera le preguntó: “¿Sabés que significado tiene?” Daniel: “¿Qué cosa?” Enfermera: “Tu nombre. ¿Sabés que significa? Etimológicamente los nombres muchas veces tienen significado” Daniel: “Ni siquiera recuerdo cual es mi nombre y querés que recuerde su significado” Curiosamente, escuchó su propia voz como si fuera la de un viejito cascarrabias. Enfermera: “Bueno, olvídalo. De todas maneras ya no tiene importancia que yo te lo diga. Ve. Allá está tu amiga, esperándote para charlar” Daniel: “¿Qué amiga?” Página 170 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue “Tu amiga, Azucena. ¿Tampoco te acordás de ella?” le dijo la enfermera señalando a una abuelita entretenida con unas plantas. Acto seguido, la enfermera lo abandonó allí y volvió al caserón. Daniel observó entonces que era una mañana espléndida. Le parecía que había algo raro en el paisaje, aunque no sabía precisar que era. Posiblemente fuera el hecho de que los edificios circundantes habían desaparecido y por sobre los muros del predio solo se alcanzaba a divisar el cielo. Asimismo ya no se oía el ruido del tránsito. Daniel se distrajo viendo a un colibrí que, manteniendo fija su posición en el aire y batiendo sus alas a una increíble velocidad, volaba junto a unas flores. Lo siguió con la vista hasta que éste se perdió en la lejanía. En otro lugar, en el cementerio de la Chacarita, sobre la lápida de la tumba con la que Daniel soñaba, estaba posada una extraña ave. Era un pájaro multicolor, con unas plumas muy largas en su cola. En total medía un metro de longitud. Si alguien que conociera de aves la hubiera visto reposada allí, se habría asombrado de observarla por esas latitudes de Suramérica. El pájaro era un Quetzal y vive solo en América Central. Su hábitat natural se extiende desde México hasta Panamá. Es decir que esta ave se encontraba a más de 5000 Km de distancia de su ecosistema normal y nadie podría explicarse como había llegado hasta allí. En la antigüedad, el Quetzal era venerado por los antiguos mayas, que en sus libros sagrados lo llamaban “Pájaro Serpiente”. Cuenta la leyenda que su pecho es de color rojo pues cuando los guerreros caían abatidos, estas aves se posaban sobre sus cuerpos y así sus plumas se teñían con la sangre de ellos. Para los guatemaltecos, el Quetzal simboliza la Libertad, pues ese es el único estado en el cual esta ave puede vivir y muere irremediablemente si es mantenida en cautiverio. Por eso el Quetzal está presente en el escudo nacional de la República de Guatemala. Extendiendo sus alas, el Quetzal comenzó a volar. Fue ganando altura volando en círculos, o mejor dicho en espiral, pues el diámetro de sus giros era cada vez mayor. Siguió elevándose en el cielo hasta que finalmente desapareció entre las nubes. ---------------------------------------------------- “Necio poeta, frágil de amor, has caído desmayado en el vacío. Frágil poeta, debes morir. Peligrosa es tu certeza con sus giros. Si pudiera deslizarme por tu sangre y llegar a lo que me quieres decir Saltaría a la tumba que hoy te encierra para decirte que ya estoy aquí” PASTORAL Página 171 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Epílogo La historia revelaría que la investigación sobre “El Marcador”, al estar caratulada como genocidio que en la Justicia Argentina es un crimen imprescriptible, permanecería abierta muchísimo tiempo. Estadísticamente, en distintas ciudades del País, una vez cada dos años aparecía muerto algún delincuente recientemente salido de prisión teniendo grabado sobre su frente el delito que había cometido. La causa recién se declaró oficialmente cerrada al iniciar el siglo XXII cuando las autoridades determinaron que en el peor de los casos, “El Marcador” ya habría muerto de longevidad. Sin embargo y especialmente durante la primera mitad del siglo XXI, su figura se transformó en una especie de mito popular o leyenda urbana. Se decía que el sueño más recurrente que tenían los presos en prisión era que “El Marcador” los hallaba en la calle y los asesinaba. Durante el año 2012 tres novelistas, casi simultáneamente, tradujeron en obras literarias la historia del “Marcador”. Todas tenían en común el relato de todos sus hechos y se diferenciaban básicamente en dos aspectos: La identidad secreta del “Marcador” y el destino que este había hallado. La similitud entre los escritos era tal que mutuamente se demandaron judicialmente por plagio. En principio fueron abiertas seis causas judiciales, porque cada uno de ellos demandó a los otros dos. Posteriormente, la Justicia unificó las demandas en una sola causa y tras algunos años de litigio legal, el juez falló que no existía plagio pues, según constaba en el fallo, las tres historias tenían en común el narrar hechos reales y de público conocimiento, lo que los constituía en simples cronistas que relataban determinados acontecimientos históricos desde sus distintas perspectivas. Algo así como, salvando las distancias, la historia de Jesús y los cuatro o cinco evangelios escritos por sus discípulos, donde cada uno cuenta más o menos lo mismo, con sus lógicas coincidencias y diferencias. El fallo del juez comparaba a las tres novelas con los artículos periodísticos que escriben los diarios o los libros de historia narrados por historiadores y concluía que ninguno de los tres escritores podía arrogarse el derecho de propiedad intelectual sobre la realidad o su descripción. Fue así que nadie ganó un solo centavo con el juicio y cada escritor debió pagar las costas y honorarios de los abogados que habían contratado. El primer novelista imaginaba al “Marcador” como un oficial de la policía metropolitana de la ciudad autónoma de Buenos Aires, y presumía que, por pertenecer a esa pequeña e incipiente fuerza de seguridad, que básicamente se limitaba a labrar infracciones de tránsito, había logrado pasar desapercibido ante las distintas averiguaciones de los detectives encargados del caso. Aunque fue quien más libros logró vender de los tres, este novelista cometió el error de querer presentar al “Marcador” como una especie de superhéroe o figura positiva, lo que le valió ser blanco de las más duras críticas. Imaginaba que el “Marcador” había huido del País llevándose muchos millones de dólares que le había robado a Bighead y que comprándose una isla en el Caribe, como lo hiciera oportunamente Leonardo Di Caprio, pasó el resto de su vida bebiendo Página 172 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue margaritas, bronceándose sobre arenas blancas, navegando en veleros y disfrutando de la más selecta compañía femenina. Le dijeron que su obra criminalizaba la pobreza, que pretendía estigmatizar a los drogodependientes y demonizar a aquellas personas desafortunadas que habían cometido el desliz de infringir la Ley, cuando éstos últimos eran en realidad las verdaderas víctimas de un sistema injusto y una sociedad imperfecta que no había sabido, querido o podido incluirlos en su seno y los había relegado a la marginalidad al no concederles las oportunidades necesarias para su correcto desarrollo. Le dijeron también que era un misántropo, que sembraba el odio y el resentimiento, que incitaba a la anarquía, la violencia, la venganza y el tomar justicia por mano propia; que incurría en una apología del delito y que además echaba un manto de sospecha y desprestigio sobre las autoridades, mancillando su honorabilidad y buen nombre. Fueron varios los que desde la psicología le diagnosticaron a ese escritor el tener graves rasgos patológicos en su personalidad, recomendándole buscar asistencia psiquiátrica. Hasta hubo algún cura que habló de la necesidad de realizarle un exorcismo. Pese a todas las críticas recibidas, su obra fue elegida por una productora cinematográfica local para ser llevada al cine. En términos de medición de la cantidad de espectadores, la película anduvo bastante bien, aunque no logró ganar premios en ninguno de los festivales internacionales de cine en los que compitió. Así y todo, un productor de cine de Hollywood les compró los derechos para re-editar la película pero ambientada en USA. La película norteamericana se tituló “The Death Angel” aunque algunos de los socios de la producción querían llamarla “The Guardian Angel” La crítica estadounidense para con ese film fue concisa pero contundente. Dijeron que solo era una mala copia del film “The Punisher”. Los productores tuvieron sin embargo la alegría de ganar con ella el oscar a la mejor banda sonora o como le dicen allá, el premio a la “Mejor Música Original” en gran parte gracias a la melodía de Pastoral, magistralmente interpretada por la orquesta filarmónica de Nueva York. El segundo novelista imaginó al “Marcador” como un ex convicto que durante su estadía en la prisión había sido violado por otros presos y que de allí surgía su deseo de venganza y muerte contra esa clase de criminales. No resultaba muy convincente su explicación de porque al “Marcador” le habían importado las vidas de los guardias del servicio penitenciario, tomando las medidas necesarias para evitar dañarlos. El escritor suponía que “El Marcador” estando preso se había convertido en adepto de la fe evangélica y padecía un delirio místico según el cual se creía ser el ejecutor de la venganza divina sobre los mortales. Así pretendía explicar el porque en Sierra Chica solo se habían salvado los pocos evangelistas presentes pues “El Marcador” les había advertido del ataque con anticipación. Imaginaba que “El Marcador” finalmente evolucionó en su peregrinaje espiritual y dejando de asesinar delincuentes, se hizo monje y se recluyó en un monasterio, donde permaneció fabricando hormas de queso y encendiendo velas hasta el día de su muerte. Las críticas que recibió fueron un poco más blandas que en el caso anterior pues le dijeron que su obra encarnaba el dilema filosófico del hombre queriendo evolucionar luchando contra su propia naturaleza e instintos de índole animal, como una mosca que intenta atravesar una ventana chocando contra el cristal. La verdad es que cualquiera puede a escribir un libro pero ser un crítico literario no es cuestión de “soplar y hacer botellas”. Página 173 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue El tercer novelista fue el más desafortunado de los tres, no solo por la escasa repercusión de su trabajo sino por el final que le depararía el destino a su persona. En su novela, labrada desde una óptica de ciencia ficción, imaginaba al “Marcador” como un alienígena de aspecto humanoide que había venido a la tierra a cazar a unos raros especimenes humanos. Así como en la película “Depredador” los extraterrestres cazaban a los humanos que usaban armas de fuego y medían el tamaño de sus cráneos para exhibir a los más grandes de ellos como trofeos de caza, en esta novela ocurría algo similar. “El Marcador Alienígena” gustaba de cazar delincuentes porque estos tenían una característica distintiva. Según el novelista, el campo electromagnético generado por el cerebro humano cambiaba radicalmente su configuración cuando éste atentaba contra la vida de un semejante. Comparativamente, era como si una emisora radial de frecuencia modulada de pronto comenzara a transmitir en amplitud modulada. El escritor profetizaba en su novela que en el futuro, la policía utilizaría artefactos que medirían estas señales biológicas electromagnéticas para identificar la presencia de delincuentes sueltos por la calle. Resultaba así entonces que “El Marcador Alienígena” cazaba a esos raros especimenes con la misma afición que alguien busca en un campo de tréboles aquellos que tienen cuatro hojas o con el interés de un niño que colecciona figuritas y trata de conseguir a la clásica “figurita difícil”. Imaginaba en su novela que finalmente “El Marcador Alienígena” había regresado a su galaxia en su nave espacial. Si bien su narración resultó ser la más cómica de todas, su final fue el más penoso. Este novelista, intentando ilustrar su obra con abundante información y rigor científico, redactó con lujo de detalles los procesos industriales necesarios para fabricar explosivos y gas venenoso. Poco tiempo después, unos terroristas de medio oriente, utilizando las técnicas descritas por este novelista, cometieron un atentado contra un jardín de infantes matando a más de cien niños y a sus maestras. Al ser capturados, los terroristas confesaron haber producido esas sustancias letales gracias a la información detallada en ese libro. La noticia recorrió el mundo entero y ese escritor fue señalado como un gran responsable de ese atentado. Le decían que había escrito un manual para terroristas. Si bien no fue llevado a juicio, amparado en el derecho a la libertad de expresión, su imagen quedó dañada irreparablemente. A veces la gente le escupía en la calle al reconocerlo y con frecuencia grupos de manifestantes iban hasta su casa con bombos y pancartas para arrojarle huevos y gritarle: “Asesino”, “Terrorista”. Si bien sus allegados intentaron reconfortarle, diciéndole que él no era el culpable de lo ocurrido, no lograron convencerlo. Sus amigos le decían que su caso era similar al de Chris Carter, productor de la serie “The Lone Gunmen” (Los Pistoleros Solitarios) que en su episodio inicial televisado el 4 de Marzo del 2001 por la cadena FOX, anticipó el atentado que seis meses después ocurrió contra las Torres Gemelas de Manhattan. Argumentaban que esa especie de premonición debería haber alertado a las Autoridades Gubernamentales para prevenir esos ataques y que la responsabilidad de no haber tomado medidas a tiempo para impedirlos era exclusivamente del Gobierno. Página 174 de 175 El Ángel de la Muerte - Una novela policial Por: Dan Blue Nada de lo que le dijeron logró morigerar el peso de culpa que sentía sobre él y un día, arrojándose desde la baranda de un alto puente, murió con fracturas múltiples al impactar contra los peñascos que había en la ribera del río que circulaba debajo. Luego de ese suicidio, el gobierno argentino decidió establecer rigurosos controles para impedir las ventas en negro en las droguerías industriales e implementó un estricto sistema de control al acceso de todas las sustancias potencialmente peligrosas. Internacionalmente, en la ONU se consensuó regular el flujo de la información que podía ser usada para causar daño, penalizándose el informar desde como se fabrica un veneno o un silenciador para un arma de fuego hasta la difusión de los esquemas necesarios para fabricar una bomba atómica. FIN En memoria de Axel Blumberg y Soledad Bargna. Axel 2 de Marzo de 1981 22 de Marzo de 2004 Soledad 19 de Julio de 1989 22 de Mayo de 2009 Página 175 de 175