No. 3 - Revolución y Cultura
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No. 3 - Revolución y Cultura
PORTADA y CONTRAPORTADA Le Corbusier REVERSO DE PORTADA: Las telenovela brasileña La Esclava Isaura REVERSO DE CONTRAPORTADA: Erick Coll Directora Luisa Campuzano Subdirector editorial José León Díaz Consejo asesor Graziella Pogolotti, Ambrosio Fornet y Antón Arrufat Jefa de redacción Conchita Díaz-Páez Administrador Iván Barrera Redacción Jaime Sarusky, Amado del Pino e Israel Castellanos Corrección Surelys Álvarez Diseño, realización y edición digital Luis Augusto González Pastrana Relaciones públicas Rosario Parodi Composición Maritza Alonso Redacción y Oficinas Calle 4 # 205, e/ Línea y 11,Vedado, Plaza de la Revolución Telf: 830-3665 E-mail: ryc@cubar te.cult.cu Web site: www.ryc.cult.cu 4 CABOCLAS, SANTAS PATRONAS, CLAVELES Y ROSAS Biagio D’Angelo | ¿Qué espacio reserva la telenovela brasileña a la Historia, en tiempos en que ésta es fuertemente criticada o puesta a un lado? En su respuesta a esta interrogante, el autor nos adentra en sus investigaciones sobre la cultura de masas. 14 UN CATECISMO PARA «MASONAS PERFECTAS» María del Carmen Barcia Zequeira | Los vínculos de la mujer cubana con la masonería pueden probarse en fecha tan temprana como 1835. Este artículo también aborda la presencia femenina en otras organizaciones secretas en la Cuba colonial. 19 RAZÓN Y P ASIÓN: ¿DONDE ESTÁ C ORBU? Mario Coyula Cowley | Cómo el racionalismo cartesiano de Le Corbusier, el arquitecto más importante e influyente del siglo XX, fue conmovido al entrar en contacto con la gente y el paisaje de América del Sur. 30 SAVOIR FAIRE, SAVOIR VIVRE Jaime Sarusky | El autor regresa a la vida y la obra de Alberto Korda. Un testimonio de cómo fue surgiendo y encontrando cauce la sensibilidad artística del gran fotógrafo cubano. 34 NOMBRES QUE DIVIDIERON AGUAS (I) Israel Castellanos León | El arte moderno y el académico en su prolongada pugna estético-artística recibieron diferentes denominaciones, cifradas a veces hasta en el título de las exposiciones. Intentar a partir de estos presupuestos una nueva visión de la historia del arte cubano es el propósito de este artículo. 37 TRES NOVELAS TEATRALES Amado del Pino | Sobre Ja vier Tomeo, un escritor español cuya obra narrativa destaca por una fecunda y extensa vida teatral. 40 LA TRADUCCIÓN Juan Manuel Rodríguez Tobal | ¿Qué criterios deben seguirse al traducir a los poetas de la antigüedad clásica? El autor nos propone que si cada tiempo construye su tradición, también cada tiempo debe producir su propia traducción. 46 EL ESPAÑOL QUE HABLAMOS EN LATINOAMÉRICA.¿ES UNA LENGUA DE TRADUCCIÓN? Lourdes Arencibia | ¿Es el español una lengua de traducción/ traducible para la cultura y la realidad de los pueblos de este continente? ¿Existe pues un español de la traducción en América? Y más aún, ¿cabría entonces hablar de una lengua para la traducción? 54 A TIEMPO UN LIBRO , UN MAESTRO DEL ARTE | Rafael Acosta de Arriba || CUANDO LAS NUBES SABEN DIBUJAR | María Elena Llana | | VISTO EN LA HABANA : SOBRE MONTOTO Y LOS REALISMOS| MONTOTO . OTRA VUELTA DE LA TUERCA| Adelaida de Juan | | E NTRE LA REALIDAD Y EL SUEÑO: FERNANDO PÉREZ | Luciano Castillo 64 Vistazos 66 Espacio Abierto Permiso 81279/143. Publicación financiada por el FONCE GRECOLATINA : UN EJERCICIO LITERARIO DE REALIDAD Precio del ejemplar: $ 5.00 atrasado: 5.50 Fotomecánica e Impresión: Poligráfico ENPSES DE LA LÍRICA No. 3 mayo-junio, 2007|Época V| Año 49 de la Revolución| La Habana, Cuba Cada trabajo expresa la opinión de su autor. Revolución y Cultura Caboclas, santas patronas, claveles y rosas El espacio de la historia en la telenovela brasileña* Biagio D’Angelo Abra sus alas Suelte sus fieras Llegue a la parranda Entre en esa fiesta Frenéticas, Dancin’Days Profesor de Literatura Comparada en la Pontificia Universidad Católica de Sao Pablo. Ha publicado recientemente Borges en el centro del universo (Lima, 2005) y Queremos tanto a Julio, recopilación de artículos sobre Julio Cortázar (Lima, 2004). as seis de la tarde se convirtieron para el telespectador brasileño (y ahora, gracias a la televisión por cable, no solamente brasileño) en un momento de doble hipnosis televisiva. Las novelas transmitidas después del llamado folheteen se ocupan de historia para los que sencillamente valoran (o sienten la falta de) las épocas pretéritas y para los que se lamentan de ignorar la historia, según una preocupación casi infinita con la información que el proceso de globalización trajo consigo. Son telenovelas de costumbres en que los actores que habíamos seguido antes en el horario estelar, con piercing, bikini o bebidas alcohólicas, asumen otro papel, otra imagen, que, prodigio del maquillaje, presentan un rostro aparentemente nuevo y que los redime, en ocasiones, de las maldades de los personajes de las ocho. A escrava Isaura 1976: Lucélia Santos y Beatriz Lyra. Revolución y Cultura 04 Después de un período en que la división en telenovelas por género y horario había sido simplificada con un conjunto de novelas urbanas no siempre exitosas, en los últimos tres años se asiste a una reconsideración de la histórica. Este aspecto, que en el mundo mediático está fuertemente relacionado con el gusto del público, revela curiosos modelos de comportamiento que abren las puertas hacia un reflexión más cuidadosa de las teorías culturales semióticas y antropológicas de la posmodernidad. El interés acerca de la producción o la escritura (o re-escritura, el famoso remake televisivo o cinematográfico) de telenovelas históricas, en una época en que la historia es fuertemente criticada o puesta a un lado, constituye un espacio de investigación sobre la cultura de masas y su nexo paradigmático con la episteme posmoderna. El regreso a la historia y su búsqueda de significados es una de las principales preocupaciones de la cultura contemporánea. Según la lectura de Fredric Jameson, se trata siempre de una «historia con agujeros» (history with holes ), «una historia perforada» (perforated history),1 sobre la cual el hombre pide justificación y puede, mediante su valiosa entrada en los «agujeros» históricos, indagar sobre aspectos tradicionalmente silenciados o disimulados, como la problemática racial, los casos de prostitución y de sexo prohibido en general, el nacimiento de la nación, los pueblos o las minorías hasta entonces evitados. La atención dada por Jameson a la nostalgia por los filmes (nostalgia film), por los grandes relatos que demostraron su fracaso y su inconsistencia frente a la crueldad de lo real, se mueve dentro del terreno especialmente latinoamericano del «realismo mágico». Dejando de lado la pertinencia del realismo mágico en el contexto literario poscolonial, así como en la escritura latinoamericana del siglo XX, se ha observado que [«hallucinatory scenes and events, fantastic/ phantasmagoric characters are used... to indict recent political and cultural perversions»;2] de la misma manera, no es equivocado aplicar el concepto de un marco histórico transformado en una óptica del realismo que, más que al pasado, pretende convertir en contemporáneos los acontecimien- A escrava Isaura 1976: Lucélia Santos y Rubens de Falco. tos y, subliminalmente, juzgarlos. Lois Zamora y Wendy Faris proponen una lectura de la historia que se puede aplicar al género de la telenovela histórica televisiva: [«History is inscribed, often in detail, but in such a way that actual events and existing situations are not always privileged and are certainly not limiting: historical narrative is no longer chronicle but clairvoyance.»]3 Un procedimiento similar se encuentra en las novelas televisivas . La historia existe y, además, funda un marco indiscutible de referencias geopolíticas, pero la telenovela no puede, simplemente, «contar una historia» a un público instruido, posmoderno, avispado, «desconfiado» (aunque socialmente diferenciado). La telenovela histórica indica nuevas lecturas (algunas veces paródicas) de sistemas del presente que se ven reflejados en un pasado que, en definitiva, no es tan pasado. Uno de los agujeros históricos que necesitaban mayor énfasis en la conciencia del pueblo (y no solamente del brasileño) era volver a sensibilizar al espectador con el problema poscolonial de la esclavitud. Homi Bhabha encontró que nuevas perspectivas emergen de esa cultura: [They] emerge from the colonial testimony of Third World countries and the discourses of minorities within the geopolitical divisions of east and west, north and south. They intervene in those ideological discourses of modernity that attempt to give a hegemonic normality to the uneven development and the differential, often disadvantaged, histories of nations, races, communities, peoples.4 En el Brasil de los setenta, sin duda, esa búsqueda ideológica, y no de una «normalidad hegemónica» de razas y comunidades, se dio «televisivamente», o sea, masivamente, a partir de la adaptación de Gilberto Braga (sagaz estudioso de la literatura francesa y de los mecanismos de los folletines) de la anodina novela de Bernardo Guimarães, A escrava Isaura. Esa telenovela, que estrenó la Globo el 11 de octubre de 1976, se transformó en la producción brasileña de ma yor éxito en el exterior, protagonizada por una excelente actriz debutante, Lucélia Santos, quien personificó a la esclava blanca del título. La producción se vendió a más de cien países. Entrevistada en el «Programa do Jô» (Red Globo, 2003), Lucélia declaró, entusiasmada, que «hasta los monjes del Himalaya ya me han reconocido. Nadie esperaba que la telenovela brasileña llegara tan lejos». La afirmación de Lucélia Santos es significativa. La telenovela brasileña habla ahora con un lenguaje que explora –y acaso transgreda– los límites políticos, ideológicos, ontológicos, de las naciones adonde llega. El éxito en Rusia y China es indicativo, además, de un deseo de comprensión del problema de la esclavitud en países que, aunque no tuvieron esclavos negros, vivieron angustiados por la ausencia de libertad y por el esquema violento de la opresión. No es fácil explicar ese éxito tan universal. A primera vista, se podría considerar que la historia de la esclava blanca, perseguida por el mezquino Leôncio, hijo del comendador Almeida, es una bella y emocionante trama, bien narrada «televisivamente» (la telenovela de Bernardo Guimarães peca por excesivo romanticismo, típico de la época). Además, Isaura , que detiene la guerra en Croacia por un breve período, que entusiasma a los soviéticos y a los habitantes de la antigua RDA en tiempos oscuros, que apasiona a Fidel Castro y a los cubanos, según noticias dignas de crédito, funciona como respuesta a la crisis del meta-relato narrativo. En un contexto de crisis narrativa, que significa, en la realidad, crisis de la «dialéctica del Espíritu, de la hermenéutica del significado, de la emancipación de lo racional o del sujeto actuante, o la creación de bienestar», Isaura se opone a la posmodernidad de los intelectuales que manifiestan una declarada «incredulidad respecto de las meta-narrativas».5 En otras palabras, Isaura detecta la distancia casi abismal entre el pensamiento filosófico-intelectual y el complejo proceso de la cultura de masas que, mediante las formas semióticas más disparatadas (jazz, cine, telenovelas), se sitúa en la búsqueda de un discurso de placer cultural y catarsis espiritual. 05 Revolución y Cultura Sinhá Moça 1986: Solange Couto, Lucélia Santos, Rubens de Falco, Elaine Cristina y Fernando José. Gilberto Braga da a Isaura la dignidad de la gran narrativa clásica mediante los recursos televisivos. Por ejemplo, en la telenovela, Álvaro (Edwin Luisi) aparece solamente a partir de la mitad de la trama y, en su adaptación, Braga inventa un n uevo personaje, Tobías (Roberto Pirilo), que es asesinado por Leôncio (Rubens de Falco) en un incendio, en el cual también encuentra la muerte la esposa de Leôncio, Malvina (Norma Blum), erróneamente confundida con la esclava blanca. El folletín se amplía, se dilata, porque esta es la ley de la telenovela. Seduce al espectador y lo sitúa en el centro de la elección maniqueísta entre el bien y el mal. Isaura, que se ha convertido en la heroína de muchas generaciones, a quien no faltan los clichés típicos de la comedia larmoyante [lacrimógena], o del melodrama, es una novela épica y mítica al mismo tiempo, y representa –para decirlo con palabras de Derrida o de González Echevarría– «la telenovela fundadora del archivo» de las telenovelas. Gilberto Braga, inteligente y atento al fenómeno de Isaura, apela al hecho de que el espectador necesita ver historias, necesita volver a emocionarse para que el cerebralismo o la fría racionalidad no superen la sinceridad de los sentimientos y su propio reconocimiento de la vida cotidiana. Así justifica Braga el éxito de la novela histórica: «En una sociedad esclavócrata y machista, las mujeres están psicológicamente entre la casa y la senzala [barracón]. No es solo la historia de una esclava en busca de su libertad. Es la historia de una mujer, casualmente nacida esclava, que busca, auxiliada por otras mujeres, muchas veces no esclavas, encontrar en la libertad el derecho a la selección».6 Ese tipo de lenguaje, que elaboraba implícitamente discursos sobre el desquite de las mujeres y la aberración, castigada en su representación fílmica, de la esclavitud y de las torturas, se utilizó para la telenovela Sinhá moça (1986), de Benedito Ruy Revolución y Cultura 06 Barbosa, que será uno de los maestros indiscutidos del género histórico en la telenovela. Sinhá moça es la adaptación de una novela de la escritora y periodista Maria Camila Dezonne Pacheco Fernandes. Resulta curioso observar que la primera edición es de 1950. No se trata, pues, de una novela de la época histórica del abolicionismo y de las víctimas de la esclavitud. La telenovela, –así como la novela– representó una relectura de la historia nacional y de la dignidad y el patriotismo en un período de ausencia de valores nacionales propios. La historia parece un remake de A esclava Isaura, pero, muy probablemente, la intención de la autora de la novela original era destacar una figura de m ujer, salvarla del oleografismo romántico y apuntar hacia una fe en los valores de la patria y del amor puro. Sinhá moça (interpretada por la paladina de las heroínas de la tele, Lucélia Santos) y Rodolfo Fontes (un joven Marcos Paulo) viven una historia de amor prohibido por ser ella la hija del barón de Araruna (otro esclavócrata machista interpretado por otro duplicado del Leôncio de Isaura, Rubens de Falco), y él un apasionado defensor de las ideas abolicionistas. Pero el barón de Araruna tiene un hijo con la esclava de la hacienda, Maria das Dores (Dudu Moraes), que es un ex esclavo manumiso llamado Dimas, pero cuyo nombre verdadero es Rafao (Raymundo de Souza). Y de aquí el folletín extrae los recursos usuales de seducción engañosa para el telespectador... Sinhá moça no tuvo el éxito esperado. El espectador tenía en la mente la dupla Santos-De Falco en la versión Isaura-Leôncio, pero, al menos, por medio de la buena factura del texto de Ruy Barbosa, llevó a la conciencia nacional las ideas de que Brasil es «el país más grande del mundo», y que con seguridad «Dios es brasileño»... Benedito Ruy Barbosa volverá a los grandes dramas históricos con dos telenovelas que hicieron época: Pantanal (1990), de la extinta TV Manchete, y Terra Nostra (1999), una especie de continuación de la telenovela Os imigrantes , exhibida en la TV Bandeirantes en 1981, que trataba de la inmigración italiana, una de las pasiones folletinescas e históricas de Ruy Barbosa. La percepción de la historia que Benedito Ruy Barbosa propone al telespectador es muy clara. Para descubrir el Brasil «nacional» es fundamental mirar en el universo del mestizaje. Además, la mezcla de personajes, orígenes, clichés, modos de hablar, es todo lo que identifica a un pueblo; pero el riesgo es que, de esa forma, la cultura afro-brasileña se «folcloriza», y creando una visión romántica que no siempre, a pesar de la ambivalente selección del pasado histórico, se había confrontado con situaciones políticas, históricas, culturales presentes. Esa imagen engañosa es la representación típica del cine y de la telenovela como ficción, que solo sale de la realidad para convertirse en imaginario del deseo de fabulación del individuo. Muy propiamente hablando de paradojas nacionales y locales (que aquí aplicamos a las telenovelas), Leyla Perrone-Moisés pudo declarar, con mor daz ironía, que «Latin America identity is a mestizo identity... Diversity is our richness!» 7 Ruy Barbosa suscribiría esa afirmación: la tr ama de Terra nostra, exhibida significativamente en el horario estelar de la Globo, en 2000, cuenta, al estilo de la mejor saga familiar, las historias y las aventuras de la inmigración italiana en el Brasil a comienzos del siglo XX, y tuvo una continuación ideal con Esperanza (2002). Esperanza pasó lamentablemente a la historia de la televisión brasileña como la novela de la «barriga», dado que Benedito Ruy Barbosa tuvo que salir de la autoría de la telenovela por problemas personales. Fue necesaria una enorme cantidad de escenas de flashbacks que enfatizaran una historia que ya había comenzado con la idea errónea de remake del amor de Mateo y Giuliana. Desde el punto de vista histórico-nacional brasileño, no hay duda de que la zona histórica buscada por el autor es la más interesante y provechosa para explicar la identidad nacional y dejar al telespectador la curiosidad y el deseo de conocer el propio origen del pueblo brasileño. Esperanza parte de la desesperación de 1931, cuando el mundo vive las consecuencias de la recesión económica provocada por la quiebra de la Bolsa de Nue va York en 1929. La crisis de pobreza espantosa vivida en los Estados Unidos y en Europa tuvo reflejos sociopolíticos también en Brasil, donde los ricos barones y hacendados tuvieron que enfrentar grandes problemas económicos a causa de la baja demanda del «oro verde», el café. La política de Getúlio Vargas, llevado al poder por la revolución de 1930, tendrá como uno de sus momentos más dramáticos el estallido de la Revolución Constitucionalista de 1932, en São Paulo. Benedito Ruy Barbosa, declarándose siempre apasionado por ciertos motivos históricos de Brasil, dedicó atención meticulosa a las escenas de masas, gracias a la dirección poética de Luiz Fernando Carvalho y a la investigación en los principales archivos históricos del país. Los momentos fundamentales de la telenovela, cuando, por ejemplo, el protagonista, Toni (Reynaldo Gianecchini), participa activamente en el proceso de formación del movimiento obrero, y el valor y la búsqueda de liberación de la condición femenina, vivida en el personaje de Nina (Maria Fernanda Cândido), dan, bajo el manto de la ficción novelesca televisiva, la idea de la enorme importancia de la época y de la inmigración masiva de los años treinta hasta los cincuenta. Sinhá Moça 1986: Lucélia Santos, Marcos Paulo y Sérgio Viotti. 07 Revolución y Cultura Benedito Ruy Barbosa, con un recurso propio de las grandes novelas y crónicas históricas, inserta muchos extranjeros, sobre todo italianos, portugueses, españoles, alemanes, judíos, que, huyendo del desempleo y de la miseria en sus países, llegaron a Brasil en busca de mejor suerte, para hacer prosperar aquí sus sueños e ideales. Esperanza parece la parodia ficcional televisiva del acervo de diferencias y contribuciones culturales que se pueden encontrar en el glorioso monumento nacional del Memorial del Inmigrante, sin duda, un unicum en la historia del movimiento migratorio en el mundo. Lamentablemente, los problemas provocados por los bajos índices de audiencia y el gusto del público de las ocho, víctima del marketing mundial de la globalización, hicieron que Benedito Ruy Barbosa se apartara de la telenovela y el rumbo de ella pasara a las manos de Walcyr Carrasco, otro expert en telenovelas históricas, pero que cambió trayectorias y características de personajes y alteró el modelo histórico del guionista precedente, hacia un desarrollo excesivo de escenas de sexo y de suspenso que, si por un lado dieron a la telenovela un ritmo nuevo y típicamente folletinesco, por otro terminaron con la visión político-intelectual de la comprensión del proceso histórico crucial del país. Benedito Ruy Barbosa es, sin duda, muy consciente de las implicaciones de los medios de comunicación masiva y se sitúa cerca de la definición de «cultura híbrida» que propone García Canclini cuando señala que el proceso de formación de un nuevo Tarcíso Meira como el capitan Rodrigo en O tempo e o vento 1985. Revolución y Cultura 08 público (sea lector o espectador) se relaciona con un conjunto de fenómenos político-culturales, como el surgimiento de la clase media, el boom económico e industrial, la ampliación de las ciudades (siempre más «selvas de asfalto»), las campañas a favor de la educación, la expansión de la radio y la televisión.8 De esa manera, no cambió solo la imagen del lector (o del telespectador), sino también la creación literaria y cultural, en el específico continente latinoamericano y en el mundo: Si antes los escritores se habían dirigido a una élite cuyas expectativas culturales les eran familiares –porque ellos mismos habían contribuido a conformarlas–, ahora se enfrentaban a un público que había estado excluido de esa cultura letrada anterior y comenzaban a buscar caminos para enlazar sus obras con la tradición cultural de aquellos sectores medios y populares que serían los nuevos destinatarios de las mismas.9 Aquí se puede entrever la importancia capital de la novela de Mario Vargas Llosa, La tía Julia y el escribidor (1977), una de las mejores producciones del autor peruano, que puede ser considerada como expresión paradigmática de un cambio de intereses y mentalidades en la asimilación de motivos propios de la cultura latinoamericana y de la búsqueda de un nuevo tipo de lenguaje que pueda acogerlos y reflejarlos: La fascinación que produce Pedro Camacho en el pr otagonista de la novela de Mario Vargas Llosa tiene que ver con su capacidad para encantar al público masivo de sus radioteatros, su habilidad para descubrir sus expectativas y darles respuestas en historias noveladas. Esas masas que habían sido casi inexistentes para la liter atura latinoamericana anterior, comenzaban a tener un valor fundamental para los nuevos autores, porque se vislumbraban como un conglomerado de lectores con capacidad para darle a la literatura el mercado que nunca antes había tenido.10 Hechas las debidas salvedades, no estamos lejos de la percepción que los autores de telenovelas de la Globo tienen sobre el género. Sería suficiente pensar en consagrados autores brasileños, como Dias Gomes, que aprovecharon la creatividad y la difusión de la telenovela para enaltecer un género destinado anteriormente a señoritas lloronas y soñadoras, enamoradas de hombres ricos y melodramas mexicanos. La telenovela histórica parece regresar a su auge por una necesidad de recolocarse frente a la historia del país y del continente, principalmente a través de lo que María Cristina Pons define como «una relectura crítica y desmitificada del pasado por medio de la reescritura de la historia.»11 Por eso la telenovela, al presentar gente común, personajes anónimos en los archivos documentales de la historia, o personajes ficticios representativos de ciertas clases sociales, culturales o religiosas, altamente «ficcionalizables», propone una nueva visión más conflictiva y menos «sentimental» de los nudos cruciales del tiempo pasado. Además, recientemente la genial intuición de Maria Adelaida Amaral, al mezclar personajes ficticios y personajes históricos Malu Mader y Fábio Assunção Força de um desejo 1999. como Yolanda Penteado, Mário de Andrade y Santos Dumont, en la miniserie Um só coração, extraordinariamente ambientada, demuestra una vez más el objetivo primordial de «autentificar» la ficción para representar la hibridación de razas, el contacto con el extranjero y las revoluciones culturales. «En la novela histórica el pasado reconstruido es un tiempo histórico, en el sentido de un pasado contemporaneizado que está en un permanente hacerse y que se conecta con el presente, además de que se encuentra en un proceso de cambio. Ello depende de la intención del autor para elegir el pasado histórico, pues ha establecido un compromiso con la situación actual.» 12 Entre el reconocimiento de la aceptación de los motivos identitarios representativos de un pueblo y el deseo de marcar la historia a través de las acciones de la gente común, se sitúa el núcleo de las largas (215 capítulos) y folletinescas aventuras de A padroeira, de Walcyr Carrasco (2001). Inspirada en la nov ela As minas de prata, de José de Alencar, Carrasco presenta como trama central un amor de difícil realización en el convulso siglo XVIII, con la presencia de falsos jesuitas, poetas cómicos y gitanas escapadas de la Inquisición española. En esa red, a veces divertida y caricaturesca, de venturas y desventuras, en que participan músicos, cantores, negros y ciegos, tiene un papel fundamental el núcleo pobre de los pescadores de la ciudad de Guaratinguetá. El autor de la telenovela dedica el motor de la historia a la lucha por el reconocimiento al culto de Nossa Senhora Aparecida, después de que su imagen fuera encontrada por ellos en el río Paraíba do Sul. Los poderosos, que quieren llevar su ambición hasta las últimas consecuencias, pierden frente a los milagros ocurridos y a las buenas conversiones con las cuales se cierra la historia. También Nossa Senhora Aparecida se vuelve personaje de telenovela y se asume, justamente, como signo de la identidad del pueblo brasileño que, a pesar de sus clichés identitarios, no solo tiene orichás y candomblé. Una de las telenovelas más sofisticadas, sobresalientes y suntuosas por el enorme número de 09 Revolución y Cultura Imagen de la telenovela brasileña Cabocla. Revolución y Cultura figurantes, escenas, modelos, reproducción precisa del interior y de las costumbres del Brasil del siglo XIX, fue Força de um desejo (1999), inteligente producción de Gilberto Braga, magistralmente interpretada por una Princesa Sisi brasileña, Malu Mader, y por el cautivador Fábio Assunção. La historia, inspirada en tr es novelas del Vizconde de Tauna y: A retirada de Laguna, Inocência y A mocidade de Trajano, representaba el clásico triángulo amoroso con la presencia romántica, y al mismo tiempo enérgica, de una prostituta, Ester Delamare, que se dividía entre el poderoso barón Enrique Sobral y su hijo, Inácio. La trama, que explotaba todas las posibilidades folletinescas de un texto adaptado para la televisión, se ocupó también de problemas de la historia política y social del Brasil del siglo XIX. Braga se dedicó a presentar la decadencia de los ricos hacendados, con la consiguiente ascensión de los caficultores y de la burguesía, y el difícil proceso de integración del movimiento abolicionista, por medio de la figura de Olívia, otra esclava blanca, interpretada por una sensual y excelente Cláudia Abreu. Además, la búsqueda del sentido de la historia, que Gilberto Braga manejó con el brillo y la capacidad «tele-ficcional» que también la crítica le reconoce, llegó a la realización de un grupo de estudios de la historia nacional con los actores, para que tuvieran una mejor comprensión del Brasil del siglo XIX. Si es verdadera la afirmación del cubano José Martí, según la cual la historia americana es el poema más triste y más bello que se pueda encontrar, 13 entonces la producción de la telenovela histórica representa, en lo específico del género, el signo más evidente de la necesidad de hacer telenovelas a partir de la búsqueda de las propias raíces de la identidad nacional. Como afirman Antonio Esteves y Heloisa Costa Milton, a propósito de la nueva novela latinoamericana, la historia de este continente reivindica: «Una vitalidad poética que permite enlazar hechos de la memoria con las construcciones discursivas que, reiteradamente, buscan el pasado y formas de reinventarlo en el campo artístico. En ese sentido, se destaca la novela como composición que, en lo tocante a la historia de la literatura, completa ya una tradición.» 14 Si sustituimos «novela» por «telenovela», los signos de esa lectura teórica sobre la nueva fase histórica de la novela latinoamericana quedan idénticos. El modelo base de la novela no cambia la concepción del discurso historiográfico escondido (o ambiguamente mostrado) por la pequeña pantalla. En una perspectiva de crítica social, Roberto Schwarz mostró cómo el liberalismo brasileño del siglo XIX justificaba la presencia de esclavos mediante la idea mezquina y presuntuosa de la «propiedad».15 Presentándose como liberal y esclavista al mismo tiempo, la sociedad brasileña mantiene, según la definición contenida en un hermoso artículo de Antônio Sanseverino, una «dualidad» histórica que puede aplicarse al sistema de signos que propone la telenovela brasileña de las seis, renovando una visión típica del imaginario colectivo nacional que parece no haber cambiado hasta hoy: El humanismo higienista, como ideología, se aliaba al modelo burgués (modernidad brasileña por la 10 europeización de las costumbres) y mantenía el liberalismo esclavista. La familia de élite se transforma, pero excluye al esclavo (demonio familiar) contra quien se mantiene la lógica punitiva y colonial, por la represión física y violenta. Es decir: no hay, en realidad, paso de un sistema patriarcal a uno liberal, burgués, sino un uso decorativo del segundo.16 Es justamente este «uso decorativo» el que impera en las telenovelas, que mezclan inevitablemente el problema de la tierra y de la historia con el folletín, en su naturaleza más pura. Se trata de una responsabilidad que autores como Ruy Barbosa sienten profundamente como una reapropiación de los ideales románticos de la tierra y del origen del pueblo, como identidad íntima, identidad del hombre con el polvo, deseo de trascendencia de los confines terrenales. La «disputa» que caracteriza a la tierra brasileña, según el estudio clásico de Sérgio Buarque de Hollanda,17 entre el gran latifundista, libre, feliz, rico (todo eso solo aparentemente), y la mano de obra esclava, en busca de una autoridad y de un reconocimiento, configuran las líneas y los mecanismos histórico-sociales que la telenovela presenta como conflicto folletinesco y «dualidad» ficcional que engaña al telespectador, el cual se deja engañar en la ambivalente relación entre el medio de comunicación y el horizonte de expectativas del público. El actual remake de Cabocla (la primera versión es de 1979), escrita por Benedito Ruy Barbosa, como adaptación de la delicada novela histórica homónima de Ribeiro Couto (1931), narrada en primera persona, y que recuerda, bajo ciertos aspectos temáticos y naturalísticos, la novela nacional colombiana María, de Jorge Isaacs, se inserta en esa dirección de disputa folletinesca y dualidad ficcional engañosa. En una entrevista concedida a la propia red Globo, Ruy Barbosa, satisfecho de tener a Tony Ramos, Mauro Mendonça y Patricia Pillar como paladines ficcionales del tema de la reforma agraria, afirma que la importancia de hablar de esa problemática es capital para comprender la situación contemporánea de Brasil. Para Ruy Barbosa, se trata de «un problema importantísimo que, si Brasil lo hubiera resuelto hace cincuenta años, el país estaría hoy en el Primer Mundo. Brasil, quiera o no quiera, tiene vocación hacia la tierra. El país tiene demasiada tierra». 18 Una respuesta que denuncia la importancia del espacio de la historia en la época de la globalización y de la cultura de masas, en una dirección de respeto y estimación por los brasileños de cualquier origen. Con orgullo, Benedito Ruy Barbosa sintetiza: La telenovela concientiza al pueblo, tiene el poder de poner en discusión temas relevantes. Yo nunca me olvido de que he leído, en cierta ocasión, una nota en el periódico O Estado de S. Paulo que decía que el ex-presidente Fernando Henrique Cardoso había declarado que la telenovela O rei do gado [1996, también de Benedito, n.d.a.] había enseñado más a los brasileños sobre reforma agraria, y sobre la necesidad de encarar ese problema, que cualquier otro medio de comunicación.19 Según Seymour Menton, una de las características básicas de la nueva novela histórica latinoamericana es la presencia de los conceptos bajtinianos de carnavalización y parodia, además de un amplio uso de la intertextualidad. 20 La televisión, que, como medio de comunicación respira la naturaleza del texto literario del cual deriva todo un diálogo intersemiótico vivísimo, no escapa al uso de imágenes carnavalizadas y paródicas, que constituyen una de las facetas más recurrentes de la comunicación tout court. La telenovela histórica de las seis no escapa a esa reformulación. La historia puede ser re-leída y su re-lectura es bastante irónica en relación con los vicios y las virtudes del pasado que se actualiza, y permite ver el presente con los ojos desencantados de quien observa sarcásticamente que la historia se repite, aunque en esas repeticiones se encuentre también su encanto. Un ejemplo es la telenovela de Walcyr Carrasco, O cravo e a rosa (2001), un éxito realmente merecido que sorprendió por la audiencia altísima y por el tipo de discursos variados que en la telenovela se presentaban. Es notorio que la telenovela es adaptación televisiva de la comedia shakesperiana, La fierecilla domada, pero del texto original el autor mantiene solo algunos núcleos, y se dedica más cuidadosamente a la exploración de temas modernos que exaltan, sí, temas sociales y económicos de inicios del siglo XX , pero con referencias al presente. El núcleo principal de la telenovela ya tiene el tema con sus variaciones. Catarina Batista, homónima de la heroína shakesperiana, interpretada por Adriana Esteves, en un papel que revela su vena cómica, es una mujer moderna que vive en la sociedad paulista de la década del veinte y rechaza el papel destinado a la mujer por la sociedad de la época. Julião Petruchio (personaje de Eduardo Moscovis) es el típico hombre machista que solo admite que la mujer trabaje en la casa y cuide los hijos. A pesar de eso, Petruchio decide conquistar a Catarina para salvar su hacienda de ser subastada. Los dos terminan enamorándose, pero con la constante presencia de violentas discusiones y peleas muy cómicas, como la de la inolvidable y original apertura de la telenovela. Las ideas feministas de Catarina contrastan con los deseos erótico-místicos de Bianca, la dulce hermana de la fierecilla domada, que vive un curioso conflicto sensual, ya que durante toda la telenovela declara que el gustan el cuerpo de Heitor y el alma de profesor Edmundo (con obvias referencias intertextuales a la popular novela de Rostand, Cyrano de Bergerac). Como se había hecho en el caso de la telenovela Força de um desejo, también en esta la Globo logró que el autor Walcyr Carrasco fomentar a un grupo de trabajo sobre la telenovela con la participación de todos los actores, para que la reconstrucción de la época fuera verosímil y fiel al mismo tiempo, para lo cual se invitó especialmente al profesor de historia de la cultura de la USP, Nicolau Sevcencko. En O cravo e a rosa es evidente que la telenovela trabaja con los aspectos más relevantes de un texto más específicamente literario, porque el lenguaje, base de la mediación fabulatoria del género, se impregna de conexiones históricas, recuperación de la memoria y búsqueda de la comprensión de la ideología de lo cotidiano. Por eso, recurriendo al discurso irónico y paródico, a la complicidad con el telespectador, a las contradicciones encontradas entre pasado y presente, la no vela de Walcyr Carrasco enfrenta problemas culturales que son re-interpretados a la luz de una sonrisa que admite el paso del 11 Revolución y Cultura tiempo, pero confirma la estructura fija del individuo. Así, Catarina lucha contra la idea de un matrimonio burgués, que parece la única forma de realización personal para una mujer; rechaza la idea de que ella, como hija mayor, tiene que casarse antes que Bianca; discute la exigencia de virginidad, símbolo de moralidad y, en consecuencia, de virtud o de exclusión social (Bianca, que «siente un hormigueo», y Candoca, que ya la perdió). Pero es, sobre todo, la fuerza del proceso de liberación de la m ujer, con todos sus matices cómicos y aparentemente banales que se destacan en la telenovela. Las manifestaciones rabiosas de la identidad femenina de Catarina (el deseo de conducir un carro, la escritura de artículos sobre los derechos de la mujer, la participación en reuniones del movimiento feminista) se juntan y se mezclan con otros personajes «modernos» y rebeldes para la época, como Lourdes (Carla Daniel), una intelectual fu-riosamente feminista, amiga de Catarina, orgullosa de ser virgen y de no haber besado nunca a un hombre; Lindinha (Vanessa Gerbelli), la hipócrita que se hace la buena pobretona y que defiende el derecho a ser mala; Kiki (Rajane Arruda), arrasadora femme fatale de la época, que fuma de manera ostensiva y solo usa originales vestidos a la moda. Una de las escenas más hilarantes y significativas es aquella en que Heitor (Rodrigo Faro) consigue un empleo en la Revista Feminina, una revista escrita y dirigida solo por Revolución y Cultura 12 hombres que tenían que asumir todos los papeles como si fueran mujeres, y se trasviste de mujer para trabajar «dignamente» y conquistar el amor de su suegro (Mrs. Doubtfire docet...). Walcyr Carrasco, que repitió el éxito de O cravo e a rosa con la deliciosa y «romanticona» Chocolate com pimenta (2003), prefirió, esa vez, mantenerse en el clásico mundo del los folletines sin especulaciones feministas o excesivo énfasis en la crítica social. La única figura más «moderna» y anticipadora de la sensibilidad de la mujer independiente, Márcia, brillantemente vivida por Drica Moraes, termina casándose no con el «señor prefecto» (sueño de grandeza y riqueza a pesar de los repetidos dejes caipira21) sino simplemente (un poco a lo burgués) con otro caipira, Timoteo (Marcelo Novaes), que le ofrece un amor estable y a salvo del sobrenombre de sirigaita.22 Como se puede observar, la telenovela es un fenómeno que merece la atención de los críticos literarios. Trabajamos, por eso, con textos casi eminentemente literarios y que poco incursionan en el territorio de la semiótica. La producción cultural de las telenovelas propuestas por el coloso brasileño de la Globo dialoga profundamente con temas capitales para la época en que vivimos, como identidad nacional, relación en el campo artístico entre realidad y ficción, aproximación a lo cotidiano, interactuando con la idea de temporalidad con que la telenovela compite, significación y recuperación del patrimonio cultural de un espacio y, sobre todo, de su memoria. Justamente sobre este último aspecto, el de la memoria, fundamentamos nuestra conclusión. La telenovela brasileña pertenece a la memoria colectiva de Brasil y del continente latinoamericano y, como afirma en el libro O circo electrônico el director Daniel Filho, «la telenovela [...] es la mejor representación de la literatura popular en Brasil [...], motivo de aglutinación, lenguaje, formas de vida, prejuicios, historia, su narrativa presentó los brasileños al Brasil».23 Sin duda la televisión, a pesar de los bajos reality shows, que desprecian a los telespectadores inculcándoles la falsa idea de una vida fácil y sin elecciones reales o sacrificios, creó un público de lectores de literatura erudita y cultura de masas, un público que puede dialogar y que descubre la relación entre cultura erudita y cultura de masas. Con razón Maria Antonieta Pereira advierte de la importancia de «preservar tradiciones» para «construir democracias [...] y fortalecer una auto-imagen afirmativa y crítica, que sea capaz de transformar los patrimonios culturales en campos de batallas simbólicas y en redes efectivas de intercambios».24 Este patrimonio, que de cierta forma preserva la memoria nacional e intercontinental de América Latina, pasa por la defensa del material de la telenovela. Como es un género cultural despreciable, según las ideas de una élite tradicionalista e ignorante (porque tradición sería también incorporar el folletín romántico en la producción escrita textual de la literatura, como recientemente ha sucedido), muchos capítulos de la larga y antológica telenovela Pantanal (1990), una de las obras maestras de la TV Manchete y de la teledramaturgia brasileña, firmada por Benedito Ruy Barbosa, se pue- den estar deteriorando, por estar grabados en VHS y guardados en pésimas condiciones. En una declaración al portal de Internet «Terra Brasil», una de la mejores actrices de las últimas décadas, Cássia Kiss, afirmó que poseía solo los diecisiete primeros capítulos de Pantanal, que marcan la primera fase de la telenovela, cuando la actriz actuó en la trama como Maria Marruá, la madre de la protagonista principal, Juma (Cristiana Oliveira). A propósito de los cuarenta años de telenovela en el país, el periodista de la TV Press, Rodrigo Teixeira, manifiesta: La pérdida de una telenovela histórica como Pantanal remite al viejo problema de la preservación de la memoria cultural de Brasil y al hábito de las emisoras de reutilizar las cintas para grabar otras producciones en ellas. Hasta 1985, la propia Globo solo preservaba seis capítulos de todas sus telenovelas. De la camada de la década del setenta, por ejemplo, solo doce tramas fueron salvadas, como O bem amado, Selv a de pedra, y Escrava Isaura. De Beto Rockefeller, que revolucionó el género en Brasil y se mantuvo un año en el aire en la Tupi, solo quedaron seis capítulos actualmente guardados en la Cinemateca de São Paulo. De los 596 capítulos de Redenção, por ejemplo, la novela más larga producida en Brasil, quedó un único capítulo en el patrimonio de la Globo.25 La historia de la televisión no está separada de la historia de la cultura, y su pérdida representaría una absurda ausencia de comprensión de la tradición y de la actitud antropológica de los hombres en determinado período. La revitalización seria de los estudios sobre telenovela enriquece, como pocos fenómenos actuales, el debate entre cultura de masas y cultura erudita, entre identidad y memoria, entre cánones y marketing. Resumiendo, la historia se archiva también en la televisión. Los documentos de transmisión del saber, de las costumbres, de los acontecimientos, son ahora vitalmente conservados en la «domesticación» de la historia que la pantallita propone como buena guardiana del pasado. De esa manera, la televisión, medio frío y pasivo, según la discutida opinión de Marshall Mc Luhan, se convierte en un actual caudal de informaciones fundamentales que garantizan la identidad y la historia de pueblos y naciones, discutiendo y dialogando en una «nueva fiesta barroca de la comunicación», como el estudioso italiano Omar Calabrese define la tele. Por eso, terminamos como cantaban las Frenéticas en una de las telenovelas más conocidas del mundo Dancin’ Days, de Gilberto Braga, en el remoto 1978, «Abra su alas / Suelte sus fieras / Llegue a la parranda / Entre en esa fiesta.» * Texto traducción por Rodolfo Alpízar Castillo NOTAS: 1 Fredric Jameson, «On Magic Realism in Film», en Signatures of the Visible, Nueva York: Routledge, 1990, p 130. (Salvo indicación en contrario, las notas son del autor.) 2 Cfr. Lois Parkinson Zamora y Wendy B. Faris, «Introduction», en ZamoraFaris (ed.), Magical Realism: Theor y, History, Community, Durham: Duke U P, 1995, p. 6. [«se emplean escenas y eventos alucinatorios, personajes fantásticos/ fantasmagóricos …para denunciar perversiones políticas y culturales recientes» T de R y C.] 3 Ibídem, p. 6. [La Historia se inscribe, a menudo en detalle, pero de tal modo que los hechos reales y situaciones existentes no son siempre privilegiados y ciertamente no son limitantes: la narrativa histórica no es más una crónica, sino una clarividencia. T de R y C] 4 Homi K. Bhabha, «Postcolonial criticism», en Stephen Greenblatt y Giles Gunn (ed.), Redrawing the Boundaries: The Transformation of English and American Literary Studies, Nueva York, mla, 1992, p. 437. El destaque es mío. [«emergen del testimonio colonial de los países del Tercer Mundo y de los discursos de las minorías dentro de las divisiones geopolíticas de este y oeste, norte y sur. Intervienen en esos discursos ideológicos de la modernidad que tratan de dar una normalidad hegemónica al desarrollo desigual y a las diferentes y a menudo desventajosas historias de naciones, razas, comunidades, pueblos». T de R y C] 5 Jean François Lyotard, The Posmodern Condition. A Report on Knowledge, Minneapolis. U of Minnesota P, 1984, pp. xxiii-xxiv. 6 Cfr. www.geocities.com/Athens/Olympus/3583/isaura25anos.htm. 7 Leyla Perrone-Moisés, «Paradoxes of Literary Nationalism in Latin America», en María Elena de Valdés, Mario Valdés y Richard A. Young (ed.), Latin America and its Literature, Selected Papers of xivth Congress of the International Comparative Literature Association, edited by Council on National Literatures World Report editiors, 1995, p. 46. [«La identidad latinoamericana es una identidad mestiza… ¡La diversidad es muestra riqueza!» T de R y C ] 8 Cfr. Nestor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, México: Grijalbo, 1989. 9 María Helena Rueda, «El dilema de lo popular en las letras latinoamericanas», en Cuadernos de Literatura , número especial «Nuevos y peligrosos: Cultura, literatura y medios en América Latina», coordinado por Jeffrey Cedeño, Jaime García Salcedo y Maite Villoria Nolla, vol. vii, núm. 15, enero-junio de 2002, Bogotá, ed. Pontificia Universidad Javeriana, pp. 30-36 (32). (En español en el original. N. del T.) 10 Ibídem, p. 32. 11 María Cristina Pons, Memorias do olvido: Del Paso, García Márquez, Saer y la nueva novela histórica de fines del siglo xx, México: Siglo XXI, 1996, 9. 95. 12 Martha Lucía Rubiano, «La reescritura de la historia en la nueva novela histórica», en Cuadernos de Literatura, número especial «Poéticas y trayectos de la literatura contemporánea: España, Hispanoamérica y Colombia», coordinado por Cristo Figueroa Sánchez, Jeffrey Cedeño, Juan Alberto Blanco Puentes, Nohora Gómez y Catalina Hernández Obregón, vol. vii, núm. 13 y 14, enero-junio, julio-diciembre de 2001, ed. Pontificia Universidad Javeriana, pp. 136-142 (139-40). (En español en el original, N. del T.) 13 José Martí, «Las ruinas indias», en Letras fieras. Selección y prólogo de Roberto Fernández Retamar, La Habana: Letras Cubanas, 1985, p. 414. 14 Antonio Esteves y Heloisa Costa Milton, «O novo romance histórico hispano-americano», en Estudos de Literatura y Lingüística, H. Costa Milton y J. M. Sant’Ana Spera (org.), Assis: fcl-unesp (ed.), 2001, pp. 83-117 (84-4). 15 Roberto Schwarz, Ao vencedor as batatas, São Paulo: Duas Cidades, 1988. 16 Antônio Sanseverino, «A impossibilidade da história», en Organon. Revista do Instituto de Letras da Universidade Federal do Rio Grande do Sul, vol. 15, núm. 30-31, Porto Alegre, ufrgs, 2001, pp. 87-99 (90). 1 7 Sérgio Buarque de Hollanda, Raízes do Brasil, São Paulo: Companhia das Letras, 1990. 18 Para las informaciones siguientes se utilizó la página web http://cabocla.globo.com/Cabocla/0.18529.VONO-3328-147899.00html. 19 Ibídem. 20 Seymour Menton, La nueva novela histórica de la América Latina, 19791992, México, fce, 1993, pp. 42-46. 21 Apelativo despectivo, aplicado a personas del campo, rudas y sin instrucción. (N. del T.) Podría equivaler a guajiro (N de R y C) 22 Nombre de cierta ave canora. El vocablo se aplica también a una mujer bulliciosa, intranquila, de hablar desenvuelto. (N. del T.) 23 Daniel Filho, O circo electrônico. Fazendo TV no Brasil, Rio de Janeiro, Jorge Zahar (ed.), 2001. 24 Maria Antonieta Pereira, «Subdesenvolvimento e crítica da razão dualista», em Margem/Márgenes. Revista de Cultura, Belo Horizonte-Mar del PlataSalvador, núm. 2, diciembre, 2002, p. 56-65 (65). 25 Esas infor maciones, firmadas por el periodista Rodrigo Teixeira, de la tv Press, fueron encontradas en los sitios web: http://www.exclusivo.terra.com.br/interna/0,,OI124553-Ei1118,00.html y http://an.uol.com.br/2003/jul/28/0tev.htm 13 Revolución y Cultura Un Catecismo para «masonas perfectas »* María del Carmen Barcia Zequeira odo comenzó revisando un legajo sobre una supuesta sublevación. Entre los papeles ocupados por las autoridades, se hallaba un pequeño folleto, debidamente foliado, editado en 1822 bajo el título de Catecismo de maestra perfecta, 1 El encabezamiento me llamó la atención por dos razones. ¿Por qué causa estaba en un expediente, destinado a procesar una transgresión social, un opúsculo que se refería a una profesión socialmente admitida? ¿Qué hacía una cuestión femenina en una causa en que todos los procesados eran hombres? Las dudas se disiparon cuando comencé a leer sus páginas, pues se trataba de un reglamento sobre el ritual que debían seguir mujeres iniciadas en un culto masónico. Toda una problemática, difícil de descifrar, se mostraba de repente . Subversión social y movimientos sediciosos han establecido –y también significado– cierta continuidad en nuestra historia. Los espacios en que se desenvolvieron estas actividades fueron muy variados y permitieron, en más de una ocasión, ocultar esas conductas tras un manto festivo o lúdico. Muchos comportamientos se han simplificado y han encontrado su explicación en marcos más o menos re-conocidos eludiendo explicaciones complejas para situaciones o contextos que pudieron estar interrelacionados. Nadie, por ejemplo, se ha detenido a explicar los símbolos masónicos, como el compás, la regla y el banco, con que se representó José Antonio Aponte en su autorretrato. Los cabildos de nación, fueron el espacio privilegiado de los morenos africanos, y a pesar de que en su origen constituyeron una forma de control político de las autoridades coloniales, también fueron usados con propósitos subversivos. Paralelamente, los criollos, morenos o pardos, tuvieron Revolución y Cultura 14 Profesora de la Casa de Altos Estudios Fernando Ortíz, Universidad de La Habana. Sus libros más recientes son Capas populares en Cuba 1880-1930, Fundación Fernando Ortiz, La Habana 2006, y La otra familia, parientes, redes y descendencia de los esclavos en Cuba, Casa de las Américas, La Habana 2004. Revolución y Cultura otras formas de concertación no menos peligrosas y desde principios del siglo XIX constituyeron, en La Habana, agrupaciones que fueron denominadas, por las autoridades, gremios o partidos. Estas fueron bautizadas con títulos muy variados y peculiares como, por ejemplo, La Flor de Portugal,2 los Habitantes de la Luna, los Franceses, los Moros, los Ingleses, 3 el Cordón Celestial, o los Comerciantes. Debemos destacar que en estos espacios participaban tanto hombres como mujeres,4 aunque todo parece indicar que el número de éstas era más limitado. Los morenos y pardos se agruparon también en academias de baile para realizar actividades festivas en las que participaban, como es natural, ambos sexos. Bajo esta apariencia anodina y con el pretexto de celebrar fiestas, se encubrían numerosas actividades transgresoras, entre éstas las conspiraciones. Es posible que algunas de esas corporaciones encubriesen sociedades iniciáticas, ya que tanto los jerarcas como sus miembros ocultaban sus verdaderas identidades bajo el uso de pseudónimos tan sugerentes como, por ejemplo, el de Alejandro III, usado por José del Monte Pino, quien presidía la Academia de Rusia, conocida también como de San Petesburgo; o el de Reverendo Padre Gregorio Benedicto, empleado por León Monzón, que dirigía la de Irlanda;5 Academia a la que también perteneció Pilar Borrego,6 quien declaró además que había formado una nueva sociedad bajo el nombre de Nuestra Señora de Belén. El temor al uso subversivo que los negros y mulatos criollos daban a esos espacios provocó su suspensión por Real Orden del 23 de octubre de 1839,7 por lo cual sus integrantes se convirtieron en sujetos hostigados por las autoridades y sometidos a procesos judiciales. 8 Esa persecución justifica la causa legal del expediente que estudiamos, pues en ese contexto se enmarca el evento, supuestamente conspirativo, que acaeció precisamente en esos momentos. Entre muchos otros individuos participaron en este suceso Pilar Borrego y León Monzón, quienes fueron detenidos bajo la acusación de haber participado en una velada, el día de celebración del Corpus en Santa Catalina. La fiesta había sido autorizada por las autoridades, pero sirvió, según éstas, para que Monzón se proclamase rey, acto que, según referían, se había verificado con la mayor solemnidad, hasta el punto de que se había cantado un Te Deum en su honor. No obstante Francisca Otero, la esposa del comisario Cayetano Matos, en cuya casa se efectuó la primera parte del evento, fue muy parca en su declaración y sólo atestiguó que los pardos y morenos querían que les prestase una imagen de la virgen y al no poder cumplimentar ese deseo, ya que no estaba autorizada por su marido, les permitió que entrasen en la sala, donde tocaron una pieza que habían cantado en latín, razón por la cual no entendió lo que habían vocalizado. Refirió además que en cuanto concluyeron ese acto se habían marchado. Entonces se trasladaron al domicilio de la morena Dominga Tapia, en la misma cuadra, donde celebraron un baile, también autorizado, sin que se produjese altercado alguno. Hasta ese momento es imposible encontrar concertación alguna entre los implicados, Pilar Borrego expresó además que la acusación era una calumnia. No obstante, por los documentos encontrados en su habitación se pudo conocer que los integrantes de ese y de otros grupos utilizaban un lenguaje cabalístico para identificarse, asumiendo nombres como los de Celin 4º,9 D. Ochalis de Belibeir, el Gr an Señor, el Gr an Visir, Cuendica, 10 el Rey, Rofredo y Sondini, Jorge Antonio 7º, Alejandro 3º, 11 Rodofredo,12 el Archiduque José Betoni, el Gran Selim, el Cardenal, el Papa Benedicto y también al gunos femeninos como Altisidora Rublin y la Archiduquesa de Franconia, que reflejan la participación de mujeres en estas Academias. 13 Entre esos papeles también se encontraron símbolos comprometedores como, por ejemplo, dos imágenes, una con la figura del conde Cagliostro,14 adornado con la banda del Grado SGRG 90 y otra que representaba al Cabo de la Palestina, grado 17º,15 vinculadas de una u otra forma a ciertos ritos de los rosacruces y de los masones.16 Por otra parte, en la vivienda de Monzón se ocupó un conjunto de documentos, entre estos el Catecismo de maestra perfecta para el uso y enseñanza de las «mazonas» , que su esposa Benita González y sus hijas, trataron de destruir arrojándolos al «común».17 La razón debió ser que eran considerados peligrosos y prohibidos. Entre estos se encontraban, además del folleto mencionado, una proclama del Batallón de pardos de la Habana, titulada Liberalismo Constitucional, una copia de la Constitución Española de 1812, un folleto titulado Libertad y Tiranía, una lista de asociados a una entidad denominada Empresa de Comercio, probablemente la Sociedad de Comercio, con los nombres de ciento diez miembros que se denominaban hermanos, un papel de la Sociedad de Guantánamo, en el que se expresaba: «Oh tarde felicísima, si mi corazón se enajena de gozo al ver el código que nos ha de regir tan perfectamente organizado (…), propagaremos nuestro comercio y cantaremos victoria». Desconocemos la causa y el propósito de que un documento con las características del Catecismo estuviese bajo la custodia o en poder de este grupo de morenos. Evidentemente se trataba de individuos enfrentados al poder político, que tenían en su haber conductas transgresoras. De hecho, los miembros de las Escuelas de Baile a las cuales pertenecían funcionaban con pseudónimos, y aunque ninguno fue acusado como masón, en el imaginario desplegado en sus sociedades se manifiestan elementos de esta sociedad secreta, como ya pudimos señalar; y también participaban mujeres, como lo evidencian algunos pseudónimos. La encargada de escamotear los papeles, cumplimentando lo ordenado por Monzón, fue su mujer, quien era letrada, cuestión que sabemos porque en otro expediente aparece una carta en la que se dirige al Capitán General protestando por el encarcelamiento de su marido; tenía una letra de rasgos finos y firmaba correctamente.18 No obstante, cualquier consideración que pueda hacerse sobre la significación del documento corresponde a un marco de disquisiciones re-convenidas, que no pueden ser probadas porque carecemos de los elementos necesarios para hacerlo. Sólo observamos cierta vinculación con elementos esotéricos y ritos egipcios, y en este contexto consideramos que podría haber cierta vinculación con la orden de los Rosacruces y también recordar que el conde Cagliostro, cuya imagen fue encontrada entre los documentos ocupados, fue codificador y Gran Copto del Rito Egipcio, que es el que aparece en el Catecismo. También resulta conveniente recor dar algunos elementos. Entre éstos, que la primera logia masónica que hubo en La Habana fue fundada por los ingleses, cuando ocuparon la ciudad en 1762, y tuvo su sede en el Convento de San Francisco. Tras la salida de esas tropas se convirtió en ilegal. En los períodos constitucionales, 1812-1814 y 1820-1824, la masonería no fue perseguida, pero sí antes y después de éstos. El expediente judicial al que nos referimos corresponde al año 1838/39, y en esa fecha los documentos ocupados eran marcadamente trasgresores y peligrosos, aun cuando sus poseedores no estuviesen animados por propósitos subversivos. De una u otra forma, lo importante es que los procedimientos legales de esos años nos han permitido contar con este interesante opúsculo. También se debe tener en cuenta que aunque la masonería hunde sus raíces en el medioevo y tuvo su ordenamiento funcional desde principios del siglo XVIII, las mujeres estuvieron excluidas de sus logias hasta mucho después, y precisamente es esta cuestión la que debe ser analizada tras el hallazgo del Catecismo. Los llamados Antiguos Límites de la Masonería, bases fundamentales de sus principales postulados, declaraban, explícitamente, que el masón tenía que 15 Revolución y Cultura El genial filósofo Voltaire, masón en el Gran Oriente de Francia. El mandil que le perteneció puede verse en el Museo que está obediencia masónica tiene en París, en la calle Cadet... Ésta es su reproducción. ser varón y adulto, habida cuenta de que tanto las mujeres como los adolescentes eran considerados valetudinarios con respecto a los deberes impuestos por esa organización. El primer intento de abrir un espacio masónico a la mujer en forma organizada fue la denominada «masonería de Adopción», que creó un rito específico en 1774, por iniciativa del Gran Oriente de Francia, siempre que cada logia de este tipo estuviese bajo la sanción y garantía de una Log ia Masónica regular. Se conoce la denominación de algunas organizaciones masónicas femeninas, entre ellas la Orden de las Leñadoras y los Leñadores (1743), el Rito de las Compañeras de Penélope (1737), el Rito de los Caballeros y las Damas Remadoras (1738), y el Rito de las Damas del Monte Tabor (1742). Por otr o lado han funcionado algunas Asociaciones Femeninas Co-Masónicas como la Orden de la Estrella de Oriente, las Hijas de Job, las Princesas del Arco Iris y el Rito de la Orden del Amaranto, casi todas ellas fundadas en los Estados Unidos.19 En 1893, bajo la Gran Logia Simbólica Escocesa, fue establecido en Francia un cuerpo masónico mixto cuya primera Logia fue bautizada con el sugerente título de «Le Droit Humain». En una etapa muy posterior a la postulada por el Catecismo, más de un siglo después, en 1935, el Dr. Gabriel García Galán, Gran Maestro Emérito de la masonería cubana, fundó en La Habana una orden femenina bajo el título de Hijas de Acacia, que agrupó logias de mujeres al servicio de los ideales masónicos. 20 Estas agrupaciones eran independientes de las masculinas, en sus reuniones no admitían hermanos de ninguna clase o condición, a no ser que se tratase de actividades conjuntas para asuntos sociales, y se diferenciaban por sus rituales secretos, grados, signos y palabras de reconocimiento, también distintos a los de esas logias masónicas tradicionales. Revolución Revolución yy Cultura Cultura 16 El simbolismo recogido por su título es sumamente interesante pues la acacia es un árbol que simboliza, para el maestro masón, la inmortalidad, y en esa dirección se enmarcaban características ideales como la incorruptibilidad, la perseverancia, la caridad, la paz y el amor, que se atribuían a las féminas. Las Acacias debían reconocer al Gran Arquitecto del Universo como ser supremo, vivir despojadas de ambiciones y egoísmos, mantenerse libres de los temores que coartaban el pensamiento y la palabra, cumplir con todas sus obligaciones como mujeres, tanto en el espacio doméstico como público, como ser buenas esposas, madres y hermanas, porque la familia es la base fundamental de la vida de los pueblos; pero también debían defender las causas justas, esclarecer la verdad, combatir el vicio, exaltar la virtud, prestar su concurso a toda empresa en beneficio de la educación y no discutir sobre ideas religiosas o políticas. Las Hijas de Acacia estaban obligadas a ser letradas y a constituirse en maestras de sí mismas y de los demás, «cultivando su inteligencia, y superándose día tras día». Entre 1935 y 1951 se constituyeron, en Cuba, sesenta y siete filiales de esa orden. En esos años se reunían dos veces al mes, y realizaban trabajos en beneficio de la sociedad. El documento encontrado no tiene nada que ver con esa institución, está impreso en formato pequeño, carece de carátula posterior y tal vez le falte alguna página. Hemos tratado de obtener alguna información sobre la posible presencia de masonas en esos años en la Isla de Cuba y no hemos encontrado nada al respecto; sin embargo, es evidente que el Catecismo existió y por lo tanto había información sobre la masonería y las mujeres, y esta circulaba en determinados espacios y creaba estados de opinión. Hasta aquí nuestras consideraciones, a continuación transcribimos el documento encontrado para que los especialistas del tema y también los curiosos puedan establecer sus propias conclusiones. Catecismo de maestra perfecta para el uso y enseñanza de las mazonas, Imprenta de Bark, Filadelfia, 1822.21 P ¿Eres mazona? R. Conducida por mi voluntad yo lo soy, porque he salido de la esclavitud. P ¿Qué comprendes por esclavitud? R. Yo comprendo que los hombr es, sucumbiendo a la humanidad, olvidan el objeto para el que fueron criados. P. ¿Cómo puedes manifestar que eras libr e, cuando estás sujeta como los demás a un cuerpo frágil? R Como la mazonería no enseña sino lecciones de sabiduría y religión, la iniciación en nuestros misterios han resplandecido mis ojos, y yo he sacudido las pasiones, haciéndome entender que tengo libres mis potencias para conocer el vicio y la virtud y escoger lo más útil. P. ¿Cómo has logrado llegar al grado de la mazonería? R. Por la caridad, la sabiduría y la constancia. P. ¿Qué significa la palabra mazón? R. El amigo de la virtud y enemigo del crimen. P. ¿Según eso, todo lo humano mortal, justo y sabio es mazón? R. Seguramente, sabiendo nuestras señales sagradas, puede ser admitido entre nosotros, porque por ellos nos libramos de ser sorprendidos por los malos. P. ¿Mediante que er es perfecta mazona, podrás decirme que entiendes por mazonería.? R. La criatura virtuosa que jamás se separa de hacer el bien y aborrecer el mal, teniendo por placeres la sociedad con sus hermanos en la Logia, donde se consagra a obrar bien y apr eciar el honor. P. ¿Qué entiendes por Logia? R. Una reunión de personas v erdaderamente virtuosas que no conocen el orgullo, ni las preocupaciones; detestan la distinción entre ellos, adoptando la moderación, la justicia y la humildad. P. ¿Dónde estuvo la primera Log ia? R. En el paraíso terrenal, lugar de Adán y Eva. P. ¿En qué tiempo trabajó la segunda? R. Cuando el diluvio, en el arca de Noe, con su familia. P. ¿Cuándo la tercera? R. Después de abrasada Sodo-ma, cuando los ángeles salvaron a Aloth y sus hijos, viniendo a visitarlos en la caverna, en donde se habían ocultado P. ¿Cuándo la quinta? R. Cuando José dio el convite a sus hermanos y encontró a Benjamín. P. ¿Estas Log ias tuvieron alguna enseñanza? R. No, solo la quinta, donde José hizo servir cinco veces más a Benjamín que a sus hermanos, dándole cinco túnicas y pr esentando cinco hermanos a faraón, siendo el número cinco desde esa época el más sagrado entre los mazones; significando los cinco túnicos, de los cinco grados de la mazonería, y feliz el que merece el último. P. ¿Quién podrá lograr ese sublime grado? R. El mazón o mazona que imitando a José haya sufrido todas las penas de la humildad, resistiendo los placeres y teniendo un corazón puro sin temor de la claridad del sol en el universo. P. ¿Cómo subió este P atriarca profeta al alto grado de gloria? R. Por la prudencia y sabiduría que guiaba sus acciones; de la misma suerte podemos nosotros aspirar a la propia felicidad, guiándonos siempre por el camino de la virtud. P. ¿Y su recompensa cuál fue? R. Lo hizo mirar en todo el Egipto Faraón como su segundo, poniéndole su sortija para conservar su memoria. P. ¿En que paró la Log ia que presidía José? R. Creció en acento e hizo muchos servicios al pa- dre y al rey de Egipto P. ¿Quién se distinguió en esta Logia después de José? R. Dios escogió a Moisés para romper las cadenas de Israel. P. ¿El cuadro de Perfecta, que representación tiene? R. Varias figuras de la Santa Escritur a. P. Explícamelas. R. Primera, las cuatro partes del mundo, significa que todas las criaturas son iguales, y que lo creó el autor del Universo, por lo que se debe practicar la virtud como puro homenaje que se le rinde al G..A..D..U Segunda: las siete primeras espinas del sueño de Faraón que representan las principales virtudes que el buen mazón mazona (sic) deben guardar. Las otras siete espinas menos gruesas conocidas por zizaña (sic), son los siete vicios opuestos a la virtud porque uno solo nos hace miserables. Tercer a: reconciliándose con sus hermanos José, dándoles beso de paz, nos demuestra que la bondad es siempre inseparable de la ciencia por lo que debemos perdonar a nuestros semejantes. Cuarta: que los hombres vestidos de trabajadores para cultivar la tierra nos representan los israelitas en Egipto, después de la muerte de José, y merecieron por su paciencia, humillación y persecuciones el justo premio, siendo sus utensilios el origen de los signos de la mazonería, como cucharas, paletas, martillos, azadas, cajones, piedras labradas, compases y niveles. Quinta: espuesto (sic) Moisés en una canasta sobre las aguas, es el símbolo de la debilidad de la existencia que a tantos peligros nos espone (sic). Secta (sic): Sacando a Moisés la hija de faraón, nos da a entender que la bondad suprema hacer servir en nuestro provecho los propios medios que los enemigos emplean para dañarnos. Séptima: A la cabeza de los israelitas Moisés y Aaron, después de atravesado el Mar Rojo, nos presenta los mazones y mazonas en Logia, sacudiendo el yugo de las pasiones y el ejército de Faraón sumergido, demuestra los sentidos que nos sitian. P. ¿Qué repr esenta el Gran Maestro en la Logia perfecta? R. Los israelitas conducidos por Moisés. P. ¿Que representa la Gran Maestra? R. La mujer de Moisés Saphona. P. ¿Qué representa el Inspector con los demás oficiales? R. A Aaron y sus hijos ofreciendo el tabernáculo. P. ¿Qué repr esentan las hermanas inspectoras y depositarias? R. A la hermana de Moisés con la mujer de Aaron. P. ¿Que representa la insignia de perfecta? R. La sortija que dio a José Faraón, haciéndole ver la estimación y honor que se le debe a la virtud. P. ¿La señal de perfecta cuál es? R. La que recibió Moisés del G.A.D.U. cuando se le apareció ardiendo la zarza en la montaña de Roed. P. Hacédmela, pues. R. La hace señalando con el dedo índice horizontalmente. P. Dadme la palabra de perfecta. R. Soy casta, que significa honradez. P. ¿Cuál es la palabra de pase? R. Nací para morir, que significa tránsito ligero. 17 Revolución Revolución yy Cultura Cultura P. Dad el tocamiento a la hermana Inspectora. R. Lo da poniendo los cinco dedos y apretando la mano recíprocamente con la Inspectora. Para cerrar la Logia P ¿Qué hora es? R Las ocho de la noche. P ¿Qué significa esta hora? R La hora del silencio y del descanso. El venerable dice: Pues siendo la hora del silencio y del descanso y que hemos trabajado en nuestra Logia; es necesario cerrarla; y así hermanos y hermanas, Inspectores y Depositarios, os prevengo inviten a todos los hermanos y hermanas me acompañen a cerrarla, haciendo vuestro deber acostumbrado. Los hermanos obedecen, después toda la sociedad aplaude y el Venerable dice: La log ia esta cerrada: hermanos y hermanas, retiraos en paz. Adornos de este grado La banda verde terciada del hombro derecho hacia el muslo izquierdo, con un corazón bordado en la parte superior del pecho que demuestre el valor que se debe tener para resistir los trabajos; e igualmente un mandil azul claro ribeteado en blanco. Palabra de pase: Nací para morir. Palabra sagrada: Soy casta. Tocamiento de este grado Poner los cinco dedos en la mano del que le reconoce. Señal: Señala con el dedo índice horizontalmente. (Aquí concluye el documento) NOTAS *Trabajo presentado en el Programa de Estudios de la mujer de la Casa de Las Américas en febrero de 2007. 1 Maestra perfecta era el cuarto grado de la masonería de adopción o de damas, creada en 1774 por el Gran Oriente de Francia. El folleto aparece editado en 1822, en Filadelfia, por la imprenta Bark. Está escrito en español, por lo cual el lugar de la edición pudiera ser un subterfugio para burlar la censura. 2 Así llamaban a la Sociedad de Belén. 3 Santiago de la Veg a, ya difunto, fue la cabeza de la sociedad llamada de los Ingleses. Archivo Nacional de Cuba. Fondo Comisión Militar legajo 23, expediente 1. 4 Juan Bautista Reancho dice que hace diez años pertenecía a la Sociedad del Comercio, que se daba un baile al año, por lo regular hacia el 22 de enero, sin que hubiese reuniones de antemano. Ibíd. 5 Era además capitán del Batallón de Morenos y dueño de una escuela para enseñar religión y primeras letras a los «jóvenes de su clase». Había nacido en el barrio de Jesús María, estaba casado y había recibido permiso para establecer la Academia el 29 de octubre de 1832. En: Deschamps Chapeaux, Pedro Margarito Blanco, Ocongo de Ultán. 6 Era carpintero, tenía 51 años. Estuvo preso en 1809 por la causa de Aponte y estuvo desterrado durante 4 años en Puerto Rico. Loc. Cit 1. También hay información en el leg ajo 18, expediente 10, que incluye una copia de los involucrados en el levantamiento de Aponte, donde se hace referencia a Pilar Borrego, que fue desterrado entonces a Puerto Rico. También hay una carta de Benita González, esposa de Monzón, protestando por el tiempo que lleva preso sin juicio; dice que éste tiene gota, que no puede ocuparse de su familia. Llama la atención la letra pequeña y clara de Benita, que sabe firmar. Revolución Revolución yy Cultura Cultura 18 7 La Real Orden indicaba al Capitán General de la Isla que debían tomarse «las medidas de policía que estime adecuadas para hacer cesar las frecuentes academias de bayle (sic) de gente de color, porque si antes las reuniones de esta clase no han tenido un objeto criminal (…) aconseja ahora alejar todo pretesto (sic) de que pudieran valerse los díscolos». En: A.N.C. Fondo Asuntos Políticos, legajo 40, expediente 28. 8 El expediente del A.N.C. Fondo Comisión Militar, 23/1.reúne dos asuntos subversivos. Contiene, primero, la acusación de que fue objeto el moreno Fernando Estrada por tener en su poder un folleto titulado Ejemplo de la Libertad Civil, escrito por el presbítero José Villar y García. A Estrada se le imputaba la difusión de ese opúsculo en la ciudad de Bayamo, con la complicidad de Mariano Argote, sargento del Batallón de Morenos. La segunda acusación involucra a otros morenos, en este caso son criollos que se integran a diferentes Escuelas de Baile. Estas sociedades fueron vigiladas desde inicios del siglo XIX, pero a la altura de los años treinta se las consideraba sumamente peligrosas e inclusive como centros de subversión. En el expediente también se advierte cierta preocupación por el surgimiento de juegos ñáñigos. 9 Era el pseudónimo del difunto General Mateo Boza. Loc. Cit. 1 10 Según Monzón, era un tal Alarcón, que falleció. Ibíd.. 11 Era el pseudónimo de José del Monte del Pino. Ibíd.. 12 Pseudónimo de Santiago de la Vega, ya fallecido. Ibíd.. 13 Monzón declara desconocer a quiénes se identificaba bajo estos nombres, que aparecen en los papeles ocupados, del 79 al 227. Ibíd. 14 Cagliostro funda en 1784 el Rito de la Alta Masonería Egipcia. Entre 1767 y 1775 recibe del Caballero Luigi d’Aquino, Hermano del Gran Maestre Nacional de la Masonería Napolitana, los «Arcana Arcanorum «, muy altos grados Herméticos. En 1788, los introduce en el Rito de Memphis y otorga una patente a este Rito que se desarrolla rápidamente en Milán, Génova y Nápoles y recluta a personalidades de la aristocracia, bonapartistas y republicanos, y también, a revolucionarios carbonarios. 15 También versos, papeletas para fiestas, y el dibujo de una Lira. Ibíd. 16 El conde de Cagliostro fue Gran Maestro de la Orden Rosacruz en el siglo XVIII, y tuvo una importancia capital en el desarrollo posterior de esa hermandad. También fue Gran Maestro del Rito Escocés y Gran Maestro del Rito de los Filaletas, así como codificador y Gran Copto del Rito Egipcio. Sobre su persona se puede consultar: Amadou, Robert. Cagliostro et le Rituel de la Maçonnerie Égyptienne, Paris: SEPP, 1996. 17 En 1774, el Gran Oriente de Francia creó un nuevo Rito, llamado de Adopción o «Masonería de Damas», sometido a su jurisdicción, y, estableció reglas y leyes para su gobierno; prescribió que sólo los Maestros francmasones pudiesen concurrir a sus reuniones; que cada Logia de Adopción estuviese a cargo y bajo la sanción y garantía de una Logia masónica regularmente constituida y que el Venerable Maestro de esta última, o los Vigilantes a falta de él, fuese el Oficial encargado de presidirla, acompañado de la «Maestra Presidenta» de la Logia de Adopción. Esta Masonería consta de cuatro grados: 1º Aprendiza, 2º Compañera, 3º Maestra, 4º Maestra Perfecta. Sus Rituales están llenos de textos bíblicos; la interpretación simbólica de esos textos y alegorías constituye la instrucción masónica de la mujer en los distintos grados del Rito de Adopción. Ver: Morte Liber tad, La Mujer y la Masonería en: J. Tomás Nogales ([email protected] ) - Universidad Car los III de Madrid. 18 En el exp. 18/10 de Comisión Militar, bajo otro título, hay papeles de la conspiración de Monzón, que fue desterrado a Puerto Rico . Hay una carta de Benita González, esposa de Monzón, protestando por el tiempo que lleva preso sin juicio, dice que éste tiene gota, que no puede ocuparse de su familia. Llama la atención la letra pequeña y clara de Benita, que sabe firmar. 19 El 14 de enero de 1882 fue creado un capítulo del Supremo Consejo de Francia para el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, llamado «Los Libres Pensadores», quienes iniciaron a Marie Deraismes, bien conocida por sus luchas en defensa de los derechos femeninos. Para estas y otras cuestiones sobre la masonería femenina consultar Brienza, Salvatore. La Masonería Femenina. http://www.triplov.com. 20 García Galán, Gabriel. Fundamentos y fines de la orden Hijas de Acacia por su fundador el V H (…) ex gran Maestro emérito de la masonería, La Habana: Imprenta Mundo Masónico, 1953 (5ª edición) 2 1 Se ha respetado la grafía original del documento, por esta causa los términos masón, masona y masonería están escritos con Z .Señala con el dedo índice horizontalmente. RAZÓN Y PASIÓN, ¿DÓNDE ESTÁ CORBU? Mario Coyula Cowley omo parte de la III Bienal Internacional de Arquitectura de La Habana, dedicada al Movimiento Moderno y la Arquitectura Contemporánea, el 16 de mayo de 2006 se inauguró en la Casa Víctor Hugo la pequeña pero muy valiosa exposición Le Corbusier, el Sueño Americano, con piezas pertenecientes a la Fundación Le Corbusier de París, muchas de ellas originales. La muestra evidencia cómo el racionalismo cartesiano del arquitecto más importante e influyente del siglo XX fue conmovido al entrar en contacto con la gente y el paisaje de América del Sur. Esas experiencias vitales excitaron sensibilidad del Maestro y posiblemente influyeron en la portentosa renovación de sí mismo en la segunda posguerra. La muestra incluyó cr oquis interpretando paisajes e ideas para intervenciones desde la escala territorial hasta edificaciones aisladas, cartas y tarjetas postales, objetos personales, dibujos, planos y la hermosa litografía L’Ennui réignat au dehors de 1950, con una secuencia de estudios preliminares. Igualmente se presentó una colección de carteles sobre la vida y obra de Le Corbusier donada por la Embajada suiza. LE CORBUSIER DESCUBRE AL NUEVO MUNDO El 9 de agosto de 1928 la condesa chilena Adela Cuevas de Vera le transmitió a Le Corbusier una petición de su amiga, la rica terrateniente y mecenas argentina Victoria Ocampo, directora de la influyente revista cultural Sur, para que le proyectase una casa moderna en la Calle Salguero de Buenos Aires. Para ilustrar sus deseos, le enviaron unos planos, fijándole además un plazo de quince ó veinte días para hacer el proyecto. La Ocampo encontró este nuevo proyecto demasiado radical, sobre todo en los interiores poco prácticos, distintos de lo que a nosotros nos gusta (Dercelles, 2006). Más específicamente, parecía oponerse a la ventana horizontal, uno de los famosos Cinco Puntos en la arquitectura lecorbuseriana de los años veinte, quizás influida por la polémica con la ventana vertical que proponía Perret. Ese proyecto del Maestro nunca fue construido, y sí el del arquitecto argentino conservador Alejandro Bustillo en Palermo Chico; pero seguramente despertó en Le Corbusier el interés por un mundo nuevo, alentado también por sus amigos Fernand Léger y Blaise Cendrars, quienes lo deslumbraron con la noticia de la nueva capital de Brasil que se pensaba construir en Planaltina. Los ocho viajes de Le Corbusier a América del Sur fueron hechos en condiciones muy diferentes. El primero y más largo fue en 1929. El Maestro disfrutaba de un éxito internacional impresionante con la reciente construcción de las dos casas en el Siedlung Weissenhof de Stuttgart (1927), la Villa Savoye en Poissy (1928, aunque terminada en 1931), el Pabellón de L’Esprit Nouveau en París y la presentación de su primer Plan Voisin (1925), y el Centrosoyuz en Moscú (1928, terminado en1935). En 1928 había participado en el I Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM) en La Sarraz, Suiza, donde tuvo un papel importante. El descubrimiento del paisaje sudamericano y su gente lo marcó profundamente: los caprichosos meandros de los grandes ríos P araná y Uruguay, que pudo ver desde un avión, los espectaculares morros y la bahía de Río de Janeiro, apreciados desde su llegada en barco y luego dibujados repetidamente en su carnet de viajes, la infinitud de la pampa, la vitalidad de las personas de toda condición social, y el cálido recibimiento por profesionales y estudiantes. Obsesionado por el singular paisaje de Río, planteó unir a la bahía –o más bien, sistema de bahías– sin tocar a la ciudad existente. Esta sensibilidad llamaba la atención, a cuatro escasos años de haber presentado su Plan Voisin en la Exposición de Artes Decorativas de Industriales Modernas, donde proponía una despiadada remodelación de París que hubiera hecho temblar al Barón Haussmann. Para Sâo Paulo 19 Profesor de Mérito, Facultad de Arquitectura, ISPJAE, La Habana. Asesor del Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital. Premio Nacional de Arquitectura 2001, Distinción Nacional de Habitat 2004. Profesor Invitado en la GSD de Harvard, 2002; y en la Angewandte de Viena, 2006. Revolución Revolución yy Cultura Cultura propuso un esquema con edificios cruciformes; y en Buenos Aires planteó la estratégica apertura al río con una nueva ciudad de los negocios. Le Corbusier también quedó impresionado por sus encuentros con miembros de la alta sociedad sudamericana, de quienes pensaba conseguir numerosos encargos, como Monteiro de Carvalho, Graça Aranha o Paulo Prado en Río y Sâo Paulo, o los Bullrich, Martínez de Hoz y la Ocampo en Buenos Aires. Esos encuentros con la élite fueron descritos con una mezcla de ingenuidad y esnobismo en sus cartas a la madre y a su futura esposa, Ivonne Gallis, su petite Bombón: «se habla un francés impecable», decía en carta a su mamá del 29 de octubre, y describía a su nuevo amigo González Garraño como «hombre de gran y fina cultura, descendiente de un Virrey». Le Corbusier se impactó igualmente con el colorido folclor de las favelas, y las sensuales mulatas que le presentó su amigo, el arquitecto bohemio Carlos Leâo; y vivió una estrecha relación amistosa con la vedette Josephine Baker, la famosa Platanitos. Esas impresiones aparecen recogidas poéticamente en su texto Précisions. Era un Le Corbusier exultante, enamorado, donde se insinuaba un alejamiento de ese racionalismo rígido que lo revestía como una coraza protectora. En su pr oyecto de villa en Za pallar, cerca de Santiago de Chile, para el diplomático Matías Errázuriz (1930), mostraba una sensibilidad muy terrenal por el paisaje y las calidades de los materiales naturales como la piedra y la madera redonda. Por cierto, parece que el aristócrata chileno esperaba de él una emblemática caja blanca purista, en lugar de esta celebración del paisaje de su país natal, y el proyecto nunca fue construido. Quedaba atrás la máquina para habitar de supuesta validez universal, y se podía presentir el giro en su camino que en los años Cincuenta le regalaría al mundo el brutalismo, para confusión de sus seguidores de entreguerras. Preanunciado en sus Unités d’Habitation, ese vuelco creador conduciría a Ronchamp, La Tourette y Chandigarh. En 1929 Le Corbusier era un hombre feliz, ya reconocido internacionalmente como un Maestro. EL SEGUNDO ENCUENTRO Cuando su segundo viaje a Sudamérica, en 1936, la situación del mundo y la suya personal eran distintas. A principios de la década consiguió construir el Pabellón Suizo en la Ciudad Universitaria de París, el edificio de apartamentos Clarté en Ginebra (1930), y el edificio Molitor en la calle Nungesser et Coli (1931-1934), donde tomó para su vivienda y estudio de pintura los dos últimos pisos. Pero los efectos de la crisis económica mundial muy pronto hicieron escasear los encargos. Su innovador proyecto para el concurso del Palacio de los Soviets (1930) fue rechazado, y el que resultó seleccionado como ganador dejaba bien claro que la arquitectura Moderna en la Unión Soviética estaba liquidada, y con ello se le cerraban esas puertas. Haber tomado en 1930 la ciudadanía francesa no par eció ayudarlo. Los proyectos A, B, C y H par a Argel (1930), donde desarrollaba el concepto de cinta Revolución y Cultura 20 continua de viviendas con autopista en el techo, pensado por primera vez para Río el año anterior, no llegaron a materializarse. Igual sucedió con los proyectos de tránsito urbano que propuso para la misma ciudad en 1931, 1934 y 1938. L O S cinco proyectos que hizo entre 1934 y 1936 para la Exposición Mundial de París de 1937 tampoco fueron aceptados. La misma suerte tuvieron sus propuestas preliminares para Bat’a en Zlin y Hellcourt (1935), al igual que el Plan Maciá para Barcelona dos años antes. Tampoco prosperó La esperanza de poder proyectar una de las nuevas ciudades italianas que Mussolini promovía. Ante la escasez de encargos, Corbu reorientó su trabajo hacia la escala territorial y urbanística. En el segundo tomo de su Oeuvre Complète , decía: «1930 abrió un ciclo de nuevos intereses: los grands travaux… de ahora en adelante no hablaré más de la revolución arquitectónica, que ha terminado; el urbanismo es ahora la preocupación principal». La Ville Radieuse, concebida en 1930 y publicada en 1933, expresó sus ideas para las grandes ciudades como centros de control. La rígida jerarquización social de La Ciudad Contemporánea paraTres Millones de Habitantes (1922) quedaba suavizada, aunque su fundamentalismo reapar ecería en los Tres Establecimientos Humanos (1940-1945). En el III CIAM, celebrado en Bruselas, expresó al mesianismo recurrente de la Modernidad, que buscaba redimir a la Humanidad a través del buen diseño. Pero fue en el IV CIAM a bordo del Patris, en ruta de Marsella a Atenas, donde Le Corbusier expuso magistralmente sus conceptos urbanísticos, incluyendo las famosas Cuatro Funciones , habitar, trabajar, recrear y circular. El tema del Congreso era La Ciudad Funcional, y su aporte fue la estricta zonificación de funciones, que Lewis Mumford le criticaría ácidamente más tarde por su papel desarticulador de las ciudades. El Congreso no tuvo unas memorias formales, pero el grupo francés, centrado por Le Corbusier, publicó en 1943 un documento que fijaba sus posiciones, la famosa Carta de Atenas . Las próximas ediciones de la Carta aparecieron ya solo con la firma del Maestro. Exceptuando la casa del doctor Curutchet en La Plata (1949), ninguna de las villas que proyectó para sus nuevas amistades de la oligarquía sudamericana fue construida, como la ya mencionada para la Ocampo en 1928, la de Paulo Prado (1929), y las de Errázuriz y Martínez de Hoz en 1930. Sus planes urbanos para Río y Buenos Aires también quedaron en el papel. En este segundo viaje a Brasil en 1936 Le Corbusier veía la oportunidad de aplicar esas ideas y reactivar sus contactos en América del Sur. Mientras tanto, el mundo estaba cada vez más convulso. Mussolini, Hitler, Franco, Oliveir a Salazar y Stalin consolidaban su poder irrestricto en el Vie jo Continente. Su contrapartida tropical en Brasil era la Nueva República de Getúlio Vargas, que vacilaba entre el Eje y los Estados Unidos. Esa indefinición tenía su equivalente en el aparentemente incomprensible apoyo simultáneo que en Brasil de entonces tu-vieron el academicismo Beaux Arts y el raciona-lismo del Movimiento Moderno, simbolizado en dos franceses de enfoques opuestos, Donat-Alfred Agache y Le Corbusier. Y en ese mismo año, Prost y Rotival trabajaban en un plan director para Caracas. En su viaje de 1936, Le Corbusier había sido invitado para asesorar el proyecto de la Ciudad Universitaria y el del nuevo edificio para el Ministerio de Educación y Salud, el actual Palacio Gustavo Capa-nema, llamado así en homenaje al ministro ilumi-nado que apoyó a los jóvenes arquitectos de la vanguardia brasileña de aquel momento. El proyecto del campus universitario se haría en definitiva en la Ilha da Fondâo por Jorge Machado Moreira, siguiendo el espíritu del Maestro. Proyectado en 1936 y construido entre 1937-1943, el Ministerio de Educación y Salud fue posiblemente el mejor edificio moderno de los años Treinta en el mundo, con sus enormes pilotis, el atrio techado con vidrio, y el empleo audaz –extendido a una fachada completa– de un nuevo elemento de protección solar, el brise-soleil. A esto se añadían las áreas exteriores proyectadas por el gran paisajista Roberto Burle Marx (1938), los murales y cerámicas de Cándido Portinari y las esculturas de Bruno Giorgi y Celso António Menezes. En el proyecto del Ministerio trabajaron Lúcio Costa, Affonso Eduardo Reidy, Carlos Leâo, Ernani Vasconcelos y Jorge Mac hado Moreira; pero allí afloró especialmente el talento de un joven Óscar Niemeyer, quien conseguiría reconciliar en su larga vida los códigos del Movimiento Moderno con el paisaje y la identidad nacional brasileña, desplegando una facilidad quizás excesiva. La autoría de este magnífico edificio es un tema controversial, porque fue indudablemente resultado de un trabajo en equipo, en cuyo proceso sufrió varias modificaciones. En su Oeuvre Complète 1934-1946 Le Corbusier se adjudicaría la paternidad del proyecto. Dos años antes de su segundo viaje a América del Sur Le Corbusier había elaborado un plan director para Buenos Aires. Entre 1938 y 1939 dos arquitectos argentinos, Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan, trabajaron en el atelier del Maestro en París, y de vuelta a su país recibieron el encargo de hacer un plan director para Buenos Aires, a partir de 1947. También trabajar on con Le Corbusier en París dos arquitectos colombianos que se destacarían después, Germán Samper y Rogelio Salmona; y el catalán Josep Lluís Sert. Le Corbusier mantuvo su relación con América del Sur después de este segundo viaje en 1936. Aparte de la casa que construyó para el doctor Curutchet en 1949, al año siguiente realizó un plan director para Bogotá, con la colaboración de Sert. También proyectó para esa ciudad una zona de viviendas utilizando sus famosas grecas, y casas en tira con lotes estrechos y profundos, organizadas en manzanas, en una deuda clara con su Plan Maciá. El contacto directo con el Maestro, trabajando con él o asistiendo a sus conferencias, fue importantísimo para un grupo de jóvenes arquitectos latinoamericanos, sobre todo brasileños, cuya influencia se multiplicó cuando muchos se incorporaron a enseñar. Ellos se ejercitar on en el método lecorbuseriano y su rigor conceptual, lo que debería servirles para escapar, o al menos flanquear, la tentación de repetir unas formas externas sin haber recorrido el proceso de su gestación. El propio Le Corbusier estaba muy claro sobre el peligro de caer en un nuevo academicismo moderno , como antes sucedió con los códigos Clásicos. Algo similar ocurrió también con Luis Barragán, del que algunos clonaron sus colores y formas sin comprender siquiera que ellos salían del misticismo ascético y atormentado del gran maestro mexicano, y su genial sincretismo a partir de una indagación profunda en las esencias de las raíces nacionales y lo mejor de la cultura arquitectónica contemporánea universal. Pero los arquitectos cubanos nunca tuvieron ese contacto personal con la obra ni con el método del Maestro. Villa Savoye, Poissy, 1928 21 Revolución y Cultura LE CORBUSIER LLEGA TARDE A CUBA ¿Cómo llegó a Cuba la influencia de Le Corbusier – de su obra, de sus escritos– y qué peso tuvo en la introducción y consolidación de los códigos del Movimiento Moderno en este país? Directamente, poca. En realidad, su obra se conoció tarde y poco en Cuba, y aquí fue mal interpretada y copiada de trasmano, quizás a veces sin saberlo los propios copiones. A pesar de morir en plena juventud, Alberto Camacho (1901-1925) fue el introductor y propulsor en Cuba de las vanguardias arquitectónicas europeas del Siglo XX. Sin embargo, en sus conferencias y escritos se refirió a la obra de arquitectos como Oud, Van der Vlugt, Höger, o Perret, y poco a Le Corbusier. Eso resulta curioso en un historiador de Arte, teniendo en cuenta la importantísima obra escrita del Maestro, que desde 1920 se publicaba en la revista L’Esprit Nouveau; y que uno de sus textos seminales, Vers Une Architecture, había aparecido ya en 1923. Quizás para explicar ese retraso en la llegada de la Modernidad haya que entender el conservadurismo del medio arquitectónico en Cuba en las primeras décadas del siglo XX, después de las terribles guerras de Independencia que destruyeron la próspera economía del XIX. Ese modo de producción ya estaba herido de muerte por no acomodarse al paso inevitable de una economía anacrónica de plantación con mano de obra esclava al capitalismo industrial y financiero. La renovación formal del Art Nouveau, breve aquí como en todas partes, arribó tarde a Cuba, justo al comenzar el siglo y con él una independencia muy condicionada por los Estados Unidos. Esa renovación fue rechazada por los primer os arquitectos graduados en el país, ansiosos por hacer sus ejercicios académicos a la manera Beaux-Arts en la que habían sido entrenados. Ellos encontraron su clientela en una nueva burguesía conserva- dora de políticos corruptos e inmigrantes rápidamente enriquecidos con el alza del precio del azúcar, en parte mezclados por matrimonio con los residuos del ilustrado patriciado terrateniente criollo decimonónico. El Art Nouveau –que en Cuba se afilió más bien al Modernisme catalán– no sirvió aquí como un paso adelante hacia al Movimiento Moderno, pues lo siguió un eclecticismo europeo que llegó retrasado, igual que el neoclasicismo en el siglo anterior. Ese eclecticismo, especialmente el menor, conformó lo que todavía hoy es la principal masa construida en las zonas centrales de La Habana y todas las demás ciudades cubanas. MODERNO, PERO NO TANTO Las ideas transgresoras de las vanguardias arquitectónicas europeas fueron vistas con una mezcla indecisa, y en definitiva provinciana, de preocupación por lo nuevo desconocido, y de otra parte, deslumbramiento por todo lo que viniese del Viejo Continente. Curiosamente, parece que algunos arquitectos jóvenes cubanos de los roaring twenties eran más conservadores que sus mayores. Ya en 19261927 el argentino Alejandro Christopher había tocado en la revista habanera El Arquitecto la oposición entre modernidad y tradición, un tema que seguiría recibiendo mucha atención. En ello influyó la conciencia extendida sobre los valores del patrimonio construido colonial cubano y la preocupación por adaptarse al clima y el modo de vida, que serían determinantes en la aparición de una modernidad regionalista, o mejor apropiada, a partir de los años cuarenta. Elementos de la tradición arquitectónica decantada en cuatros siglos de dominio colonial español serían creativamente reelaborados: patios, portales y galerías, ventanas de persianas de piso a teCapilla Notre-Dame-du-Haut, Ronchamp, 1950. Revolución y Cultura 22 cho, celosías, vitrales, techos inclinados, el manejo de las texturas y la vegetación, la búsqueda de la ventilación cruzada y la interacción interior/exterior. Ejemplos de esa tendencia, donde se destacó el arquitecto Eugenio Batista, fueron las residencias para la familia Falla-Bonet (1939-1940), y en su propia casa (1944), todas en Miramar. La Exposición de Artes Decorativas e Industriales Modernas de París en 1925 había iniciado un alejamiento cauteloso de los códigos historicistas, sin renunciar a la decoración que seguían pidiendo los usuarios. Con esa recurrente falta de perspectiva histórica de los que solo miran a lo que pasa alr ededor, aquella arquitectura fue llamada moderna en sus inicios –el término Arte Decó no sería creado hasta 1966– lo que ayudó a confundirla con la arquitectura del Movimiento Moderno. La simplificación creciente de la ornamentación en las obras de poco presupuesto, y el paso gradual de la ver tiente streamline o Moderne al protorracionalismo –con vetas de lo que en Cuba se llamó Monumental Moderno, tan caro a los regímenes autoritarios– facilitó una transición hacia los códigos de una vanguardia que ya no era tan joven ni tan iconoclasta, en camino a convertirse en International Style. Todavía en 1931, Angel Guido criticaba en la revista del Colegio de Arquitectos de La Habana la maquinolatría de Le Corbusier y certificaba la defunción de la arquitectura maquinista en Alemania y Austria. Para ello se apoyaba en la referencia despecti va que hacía Taut a una arquitectura de «gallinas peladas», y en la polémica entre OSA y ASNOVA en la Unión Soviética, donde la experimentación y el debate en la arquitectura, igual que en otros campos, estaba a punto de ser aplastada por el estalinismo. Generosamente, Guido dejaba abierta la puerta para que el Maestro rectificara, concediéndole el talento para hacerlo (Guido 1931). En cambio otros, como Silvio Acosta, criticaban la resistencia para aceptar la Arquitectura Moderna (Acosta 1934). Joaquín Weiss, el más dedicado e influy ente de los historiadores cubanos de la Arquitectura en el siglo XX, reconocía a Le Corbusier como gran maestro, pero sin mostrarle mucha devoción. Su visión esquemática de la historia como una espiral de ciclos recurrentes hacía que, incluso tan tarde como en la segunda posguerra, identificase a la exclusión de ornamento como la primera fase arcaica de cualquier estilo; y por lo tanto aceptaba a la arquitectura desnuda del Movimiento Moderno como una etapa inevitable en el camino hacia la madurez, siempre que «no violen flagrantemente los principios fundamentales de la composición» (Weiss 1947, viii). Esa posición conservadora en los conceptos se aprecia también en la gran masa de la obra construida en Cuba hasta fines de los años cuarenta, versiones pasadas Edificio Molitor, estudio de Le Corbusier. por agua de las nuevas formas de los verdaderos creadores, algo similar a lo que sucede con el prêt-à-porter con respecto a la moda transgresora de las pasarelas. La entrada de la arquitectura racionalista en Cuba había sido demorada por la crisis combinada que provocó la caída del dictador Machado y la Gran Depresión durante los años treinta. Ello significó el fin de la República de Generales y Doctores, tal como había sucedido tres años antes en Brasil con la República Velha de la oligarquía paulista y minera. Esa crisis empató en Cuba con el estancamiento de la construcción debido a la Segunda Guerra Mundial. No obstante, hubo en esa década algunas obras pioneras del Movimiento Moderno, como el pequeño edificio de apartamentos en 23 y 21, por el arquitecto Pedro Martínez Inclán (1931), en realidad poco importante fuera del hecho de haber sido el primero; la hermosa casa de Hilda Sarrá en 19 y 2, por Rafael de Cárdenas (1934), quien se apartó aquí del historicismo que había inspirado cuatro años antes su ejercicio en gótico veneciano para la mansión de Estanislao del Valle; o el edificio Santeiro (1937) y el Hospital de Maternidad Obrera (1939) ambos por Emilio de Soto, que ya empezaba a alejarse del Art Decó streamline. LOS ECOS DE CORBU Esa apertura continuó en la década de los cuarenta con el edificio de apartamentos de Espada 5-7 (Arroyo y Menéndez) y el Solimar (Antonio Copado), 23 Revolución y Cultura V illa Errázuriz (no construida), Zapallar, Chile, perspectiva, lápiz negro sobre papel transparente de estudio, 1930 ambos de 1944; y sobre todo con la obra de una firma de arquitectos que asumió tempranamente los códigos racionalistas, Max Borges padre e hijo. Ellos fueron los autores de la casa purista de Santiago Claret en el Malecón (1941), el edificio de apartamentos en Jovellar (1943), el premiado Centro Médico Quirúrgico (1948), hoy casi irreconocible; o la propia casa de Max Borges hijo, en Miramar (1949), un bien proporcionado prisma blanco levantado en pilotis, con la escalera entrando por debajo, que en realidad le debía más a la casa de Gropius en Lincoln, Massachussets que a la Villa Savoye. Bor ges hijo lograría en el Cabaret Tropicana (1951) una perfecta integración por contraste entre las delgadas bóvedas de hormigón, hechas en colaboración con Félix Candela, y el espléndido arbolado existente. Sin embargo, la consolidación del Movimiento Moderno en Cuba fue con el Edificio Radiocentro (1945-1947), por Emilio del Junco, Miguel Gastón y Martín Domínguez, primero de ese tamaño que albergó varias funciones en volúmenes bien diferenciados y con terminaciones lisas sin decoración alguna. Ese edificio detonó el impetuoso desarrollo de La Rampa, que se convirtió en el centro más cosmopolita de la capital en los años cincuenta y sesenta, con un predominio de la Arquitectura Moderna. La tendencia racionalista en Cuba recibió influencias de las vanguardias europeas a través de publicaciones como El Arquitecto, Arquitectura, Colegio de Arquitectos, Arte y Decoración, y Arquitectura y Artes Decorativas. Pero la arquitectura del Movimiento Moderno llegó fundamentalmente desde otros países latinoamericanos como Brasil, México y en menor medida Venezuela; y fue muy divulgada en Cuba durante los años cincuenta por Espacio . Esta publicación de avanzada era hecha por estudiantes de Arquitectura, en los que coincidía la vanguardia arquitectónica con la vanguardia política en la luRevolución y Cultura 24 cha contra la dictadura de Batista. Entre 1953 y 1955 esa revista publicó las principales obras de los brasileños Óscar Nieme yer, Jorge Machado Moreira, Affonso Eduardo Reidy, Sergio Bernardes, Rino Levi, Arturo Bratke, Ícaro de Castro Melo y Roberto Burle Marx; y de los mexicanos Mario Pani y Pedro Ramírez Vázquez, junto a las obras de la Ciudad Univer-sitaria. En cambio, se conoció muy poco la buena arquitectura Moderna que se hacía contemporáneamente en Argentina, Urugua y, Chile o Colombia. Con esas influencias indirectas se repetía el proceso de triangulación que a menudo marcó la asimilación de las nuevas ideas en Cuba. Pero quizás la mayor vía de entrada del Movimiento Moderno fue a través de revistas como Architectural Record y sobre todo Arts and Architecture, y de los arquitectos cubanos que estudiaron o viajaban frecuentemente a los Estados Unidos. De esa manera conocieron la obra de los maestros europeos que se asentaron en los Estados Unidos, como Richard Neutra, Walter Gropius , Josep Lluís Sert, Marcel Br euer o Ludwig Mies van der Rohe. Los tres primeros visitaron Cuba en los años cuarenta y cincuenta, pero Neutra fue el único que dejó una obra construida, la magnífica Casa Schulthess (1956) en La Habana, actual residencia de los embajadores suizos, con jardines por Burle Marx. Esa influencia a través de los Estados Unidos puede explicar el relativamente poco peso directo que tuvo Le Corbusier en la arquitectura cubana, unido a que sus visitas y proyectos latinoamericanos fueron a países lejos de Cuba. En diciembre de 1959, primer año del triunfo revolucionario, Corbu fue oficialmente invitado a realizar el proyecto de un centro de telecomunicaciones en La Habana, lo que declinó por estar muy comprometido con Chandigarh. En 1963 el arquitecto cubano Fernando Salinas lo visitó en su famoso atelier en el 35 de la Rue de Sèvres para invitarlo al VII Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos en La Habana. Le Corbusier se excusó por razones de trabajo, y como compensación le entregó un mensaje manuscrito al momento para los arquitectos cubanos, donde les recomendaba, escalonadamente: mirar, v er, observar, discernir, inventar y crear –et voilá! Durante la conversación el Maestro tuvo una pequeña explosión de ira ante la pérdida continuada de los dibujos que hacía en el taller: ¡Ladrones, estoy rodeado de ladrones! , exclamó delante de un azorado Salinas. Nunca llegó a visitar Cuba. Dos años después, el 27 de agosto de 1965, en su refugio de Cap Martin, moriría mientras nadaba en el mar. En realidad, en Cuba la arquitectura orgánica de Frank Lloyd Wright tuvo mucho más influencia, siempre presentada en oposición al purismo maquinista asociado al Corbu de entreguerras. Aparte de la obvia conveniencia de los grandes aleros en un clima como el nuestro, otras características wrightianas como el manejo de los contrastes de volúmenes, luces y sombras, texturas y materiales parecen haber sido más cercanas al gusto criollo, igualmente distante de las cajas de vidrio de Mies. Sin embargo, elementos lecorbuserianos tan apropiados al trópico y con tantas posibilidades expresivas como son los brise-soleil, no fueron utilizados en la arquitectura cubana hasta comienzos de los años cincuenta, a pesar de haberse utilizado antológicamente en las fachadas del Ministerio de Educación en Río. Ese fue el caso del Banco Pedroso en Aguiar 251 (Víctor Morales, 1952-1954) y sobre todo el Retiro Odontológico (Antonio Quintana, junto con Manuel Rubio y Manuel Pérez Beato, 1953), en L 353, premiado con Medalla de Oro, donde la fachada principal fue cubierta completamente de esa manera, mostrando la influencia del proyecto de rascacielos de Le Corbusier para Argel. Fue en esa década cuando se consolidó en Cuba el Movimiento Moderno, apoyado en una gran explosión constructiva. Un grupo de los mejores arquitectos jóvenes cubanos, como Mario Romañach, Max Borges hijo, Frank Martínez, Antonio Quintana o Nicolás Quintana –que en su mayoría habían tomado parte en la simbólica quema del Vignola en 1947, en el patio de la Facultad de Arquitectura como rechazo a la enseñanza academicista– consiguieron combinar los códigos modernos con una sensible adecuación al contexto físico e histórico. Esos arquitectos lograron una obra de calidad internacional, a la vez moderna y cubana, que superó la supuesta ubicuidad del modelo racionalista de los inicios del Movimiento. Uno entre los más jóvenes de ellos, Ricardo Porro, fue de los primeros en divulgar en Cuba la arquitectura posracionalista de Le Corbusier, como Ronc hamp o La Tourette. Dos casas suyas en el Nuevo Vedado, la Abad (1954) y la Ennis (1957) muestran una influencia digerida de esas obras en el movimiento de los techos y el empleo de gárgolas y muros escultóricos. En Cuba, las ideas urbanísticas de Le Corbusier tuvieron desde etapas tempranas mayor divulgación que las arquitectónicas. Ya en los años veinte Camacho comentaba el I CIAM, y a fines de los treinta se difundían en Arquitectura los conceptos urba- nísticos de Le Corbusier, como las cuatro funciones, el zoning, la jerarquización vial, o el edificio alto de vivienda rodeado de parques. Sin embargo, las materializaciones serían pocas, tardías y muy distorsionadas. El Barrio Obrero de Luyanó (Pedro Martínez Inclán, Mario Romañach, Antonio Quintana y Jorge Mantilla, 1948) fue el primer conjunto de vivienda social que utilizó bloques de apartamentos con una expresión austera, donde el único movimiento en las fachadas lisas eran las escaleras. El camino posterior sería mucho más indirecto, y también más escuálido. El modelo seguido para la reconstrucción de las ciudades francesas después de la Segunda Guerra Mundial –y con ello las tecnologías de grandes paneles lanzadas por Coignet, Camus y Ballency– fue tomado por la Unión Soviética y los países del Este de Europa para sus masivos programas de construcción de viviendas. De allí el modelo fue trasplantado a Cuba desde fines de los años sesenta, y durante un cuarto de siglo el país se llenó de bloques de apartamentos de cinco y hasta seis pisos sin ascensor, pantallas de ocho y doce pisos, y torres de veinte y hasta veinticinco, que empleaban proyectos repetitivos con elementos prefabricados pesados de hormigón. Los jardines que supuestamente deberían rodear a esos bloques nunca fueron hechos, y en cambio surgieron construcciones precarias de todo tipo que respondían a necesidades no previstas. La pobreza visual y el desarraigo social en esos conjuntos exponían más crudamente problemas conceptuales del modelo que inicialmente habían estado enmascarados por la maestría formal de Le Corbusier y otros arquitectos Modernos de primera fila. Ya en 1941 se había creado en La Habana la ATEC (Agrupación Tectónica de Expresión Contemporánea), vinculada a los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), con Eugenio Batista, Emilio del Junco, Martín Domínguez, Nicolás Arroyo y Gabriela Menéndez, entre otros; y en 1942 se fundó la Comisión Pro-Urbanismo, muy enfocada a la preservación del patrimonio. Esta Comisión organizó junto con la ATEC dos importantes exposiciones de Arquitectura Moderna en Varadero y Trinidad. Entre 1945 y 1946 la revista Arquitectura divulgó el urbanismo inglés de los años cuarenta, el Plan Abercrombie-Forshaw para Londres, y la teoría y obra de Le Corbusier. A fines de esa década 25 Revolución y Cultura Gropius visitaría La Habana, y en 1949 Pedro Martínez Inclán publicó su Carta de La Habana, una adaptación de la Carta de Atenas. Durante los años cincuenta también visitaron La Habana Gastón Bardet, J osef Albers, Roberto Burle Marx, Paul Lester Wiener y Franco Albini. Pero la presencia más importante fue la de Josep Lluís Sert, amigo y colaborador de Le Corbusier, presidente del CIAM y decano de la Graduate School of Design de Harvard. Sert había participado con el Maestro en un plan director para Bogotá a principios de la década de los cincuenta , e hizo otros para Chimbote y Lima en Perú, Cidade das Motores en Brasil, y Puerto Ordaz y Cerro Bolívar en Venezuela. Ya en 1939 había estado de paso por La Habana en ruta hacia los Estados Unidos, y en 1953 realizó unos estudios para viviendas en Cuba, donde reelaboró el patio colonial usando las grecas del Plan para Bogotá. Fue invitado a realizar un Plan Regulador para La Habana entre 1955-1958, para lo que juntó un equipo de colaboradores que incluyó a Wiener, Paul Schulz y el cubano Mario Romañach. El Plan mantenía la cuadrícula habanera y aplicaba conceptos de Le Corbusier usados en Chandigarh, como las Cinco Vías y las Cuatro Funciones. Esto generaba una zonificación funcional estricta, con la consiguiente segregación social, ya que las zonas de viviendas obreras se ubicaban con las industrias al sudeste, y ciudades satélites para obreros a una distancia entre treinta y cincuenta kilómetros de La Habana. Se proponía un gran centro políticoadministrativo dominante, y cordones verdes estructurando el territorio. Frente al tramo más antiguo del Malecón se planteaba una isla artificial con casinos y hoteles, y se barría con una franja central de una cuadra de ancho a lo largo del viejo recinto amurallado para formar una espina dorsal con edificios altos. El interior de cada pequeña manzana de La Habana Vieja era clareado para ubicar estacionamientos de autos; y la amorfa Plaza Cívica, recién inaugurada en 1953, se reorganizaba con una secuencia de espacios menores mucho mejor articulados. El Plan creaba un nuevo gran centro en La Habana del Este, detrás del Morro, que incluía el más grande palacio presidencial del mundo, donde probablemente el dictador Batista se sentiría más seguro después del asalto por revolucionarios el 13 de marzo de 1957, que casi le costó la vida. De esa manera la influencia de Le Corbusier llegó finalmente a La Habana, y en grande, de la mano de un colaborador cercano. Paradójicamente, el autor de El Corazón de la Ciudad planteaba eviscerar a La Habana, al menos el antiguo recinto amurallado. Ese proyecto quedaría igualmente en el papel, aunque la revoluRevolución y Cultura 26 Croquis de Río de Janeiro, carboncillo y pastel sobre papel fuer te, s/f ción triunfante que lo frenó se mantuvo adscrita al espíritu de la Modernidad. De hecho, si las prioridades de la construcción no se hubieran dirigido rápidamente al resto del país, el redesarrollo de la capital no hubiese sido en esencia muy diferente al previsto por Sert, como se anunciaba ya en 1959 con la Unidad Nº 1 de La Habana del Este y se intentó de nuevo en los años setenta con la remodelación de tierra arrasada en Cayo Hueso. Ese modelo degeneró en los grandes conjuntos anónimos de viviendas, con Alamar como insignia, como el cubano majá respecto a su antepasado mejor alimentado, la gran boa sudamericana, ¿UN CORBU CENTENARIO? Le Corbusier siempre demostró, igual que Picasso, una gran capacidad para auto-renovarse conceptual y formalmente. Es tentador especular sobre lo que hubiera pasado si el Maestro hubiera vivido hasta los cien años y conservado sus facultades mentales, como Óscar Niemeyer. ¿Habría sido capaz de reaccionar por sí mismo a los problemas del urbanismo del Movimiento Moderno, hijo suyo en gran medida? Quizás hubiera salido con algo diferente al urbanismo neo-tradicional, saltando por sobre las utopías high-tech de los sesenta y las abstracciones aparentemente más pragmáticas de los planes directores y planes estratégicos, siempre burlados por la realidad. ¿Hubiera abierto un Le Corbusier longevo nuevos caminos para una arquitectura posbrutalista, soslayando al carnaval posmoderno? La obra arquitectónica de Álvaro Siza, o de los Cinco de Nueva York, John Hejduk, Charles Gwathmey, Michael Graves y especialmente Peter Eisenman y Richard Meier, demuestr a que el imaginario de las cajas blancas no estaba agotado. En todo caso, la lección más duramente aprendida es cuidarse de aquellos que creen poseer la verdad absoluta y proponen soluciones supuestamente incuestionables, por atractivas que parezcan, sobre todo cuando implican decisiones muy importantes sobre la vida de los demás. En la renovación constante, la pluralidad y la diversidad están las claves de la supervivencia. Más que al genio mesiánico de los manifiestos trascendentales y los hermosos proyectos urbanos de un neoplatonismo tardío, prefiero al hombre que en 1929, a los cuarentidós años y ya mundialmente famoso, quedaba deslumbrado por la sensualidad de un mundo nuevo donde todo parecía posible, y transmitía tiernamente esas impresiones a su bonne petite Maman y a su petite Vonvon. La Habana, julio 2006-marzo 2007 ____________, «Le Corbusier: Máquina, Técnica y Arquitectura», en Boletín de la Biblioteca de la Facutad de Tecnología , Universidad de La Habana, Nº 13, Año 3, p 19, La Habana, 1965. 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Pedro Martín ez Inclán, plan director para La Habana 191 9 Revolución y Cultura Revolución y Cultura 28 O TR OS HECH OS Y CL ÁSICOS CON TEMP ORÁN EOS 192 0 Fun da la revista L' Espr it Nou veau con Ozenfan t. Ad opta el nom bre de Le C orbu sier Gunn ar Asp lu nd, Biblioteca Mu nicipal, Esto colmo (term in ada en 1928). Cu ba, Danza de los Millones 192 2 Abre con su p rimo Pierre Jean neret el estu dio en el 35 ru e d e Sèvres. Proyectos de Immeu bles-villas y Ciud ad C ontemp orán ea para Tres Millon es de Hab itan tes, sin sitio esp ecífico Casa-atelier de Ozenfan t, Par ís Erich Men delsoh n termina la Torr e Einstein , Potsd am, in iciada el año an terio r. Mussolini, March a sobre Rom a. Pr imera emisión d e radio en Cu ba. 192 3 Villas La R oche-Jeann eret, París. Vers Une Archite cture. Frit z Höger termina la Ch ileh aus, Ham burgo, in iciada el año an terio r. Reform a Un iversitaria y Protesta d e los Trece en Cu ba. Primo d e R ivera, dictad or en Españ a. Ford, Modelo T. 1924 C on P. Jean ner et, Pabellón L' Esp rit Nou veau, París Quar tier s Modern es Fr ugès, Pessac Ger rit R ietveld, Villa Utrecht. JJP Ou d, casas par eadas, Hoek van Holland . Forestier, proyecto d e la Costan era p ara B uenos Air es. Mann , La Montaña Mágica 192 5 Plan Voisin p ara París. Quar tier s Modern es Fr ugès, Pessac (Bu rdeos). Urb anism o. Exposición Inter nacion al de Ar tes Decor ativas e Indu str iales Modern as, París. Gropius, segun da Bauh aus en Dessau 192 6 Palais d u Peuple, Par ís. Villa S tein , en Garches. C asa Co ok, Bo ulogne-surSeine. Ciclón del Veintiséis azota La Haban a 192 7 C on P. Jean ner et, casas 13, 14 y 15 d el Weissenh of, Stu ttgart. Proyecto de Palacio para la Sociedad de las Naciones, Ginebra. Rich ard Bu ckm in ster Fuller, pr imera C asa Dymaxion prefabricada. Clippers anfibios vuelan entre La Haban a y C ayo Hueso. 192 8 C on P. Jean ner et, comienza la Villa S avoye "Les Heures C laires", Poissy (termina en 1931). C omienza el Cen trosoyu s, Moscú (termin a en 1935). Un e maison, un palais. Proyecto Villa Ocampo, Buen os Air es I C IAM, La S arraz. VI C onferen cia Panamericana en La Haban a. 192 9 C on P. Jean ner et, comienza C ité de Refuge, del Ejército de Salvación , Par ís (termin a en 1931) Viaje a Río d e Janeiro, S âo Pau lo, Montevideo, Asu nción y B uenos Aires. Proyecto s urban os par a R ío y Buen os Air es. Con ferencias. Estudios urban ísticos para Río. Proyecto de Villa Paulo Prado, Sâo Pau lo. Ludw ig Mies van d er Roh e, Pabellón Alemán en Barcelo na. Richard Neutr a, Casa Lovell, Los Angeles. Cr ack bancario mun dial 193 0 C on P. Jean ner et, C iudad Un iversitaria, París. S e h ace ciudad an o francés. Ville R adieu se, sitio sin especificar. Proyecto para el concu rso del Palacio de lo s Soviets, Moscú . Proyectos u rbano s A, B , C y H para Argel. Edificio de apar tamentos Clarté, Ginebra. Proyectos Villa Mar tín ez de Hoz, Bu enos Aires; y Casa Er rázuriz, cerca de S antiago d e C hile. Se acuñ a el tér mino Estilo In ternacional. 193 1 Edificio Molitor, Paris (Terminad o en 1934) Rockefeller Cen ter, N ueva York . Alvar Aalto, san atorio en Paimio. Cart a de Aten as sobre co nservación d e mon umen tos 193 2 Pabellón S uizo en la C iu dad Universitar ia, París Los nazis cier ran la Bauh aus 193 3 Plan Maciá, Barcelona IV CIAM, celebrado en el Patri s, en ru ta MarsellaAtenas. Derrocamiento de Mach ado en Cu ba. 1934 Proyectos par a la Exp osició n Inter nacio nal d e París de 1937, h asta 1936 193 5 Urb anism o de Bat' a, en Zlin y Hellcou rt. La Ville R adieu se. Proyectos urban os par a Buen os Air es Alvar Aalto, Biblioteca de Viipu ri Eduar do To rroja, Estad io de Madrid. Muerte de Gard el. AÑO LE CORB USIER , HOMB RE Y V IDA 1936 Proyecto de au to Min imu m 1937 Ilot In salubr e # 6, París. Quand l es c athé drales é taint bl anc hes. L E C ORBU SIER, E N AMÉ RICA DEL SUR Segun do viaje a Br asil. Trabaja en proyectos par a la C iudad Un iversitaria, y el Minister io de Salud y Edu cación , R ío (terminado en 1943) O TR OS HECH OS Y CL ÁSICOS CON TEM PORÁN EOS Fr ank Lloyd Wright, C asa Kau fmann , "Falling Water" , Bear Ru n. Giu sep pe Terragn i, C asa del Fascio, Com o. Fr ank Lloyd Wright, Fábrica de Cera John son , Racin e Plan Dir ector p ara Bu enos Aires 1938 1943 R ed acción y publicación de la C arta de Aten as 194 5 Un ité d' Habit ation , Marsella (terminad o en 1951). Mod ulor. Les Tro is Établissemen ts h umain s. Neutra visita La Haban a. Bombas atómicas sob re Hir osh im a y Nagasaki. Fin de la Segu nd a Guer ra Mund ial 1946 Fábrica C laude & Du val, Saint- Dié Fr ank Lloyd Wright, proyecto p ara el Museo Gu ggenh eim, Nu eva Yor k (term in ado en 1959). Se fund an Las Naciones Unidas. 1 947-1 951 1949 Viaja 5 veces a Bogotá 1947, Quem a del Vignola por un gru po de estu diantes de Ar quitectura radicales en la Universid ad d e La Habana. T hom as Mann , Doktor Faustus C asa del Doctor C uru tch et, La Plata Philip John son , Glass House, New Can aan. 1950 C omienza Notre-Dame du Hau t, Ron ch amp Proyectos u rbano s para Bogot á. Litografía L'En nu it R éignait au Deho rs, d ibu jo s previos, y tapiz. Alvar Aalto, Ayun tamiento de S äynätsalo. Mies van der Roh e emp ieza el In stitu to T ecn oló gico de Illin ois, C hicago, terminad o en 1956. 1951 R ecibe el en cargo d e p royectar C han digarh, n ueva capital par a el estado indio de Pun jab. Palacio de los Hilandero s, Navran gpur a. Museo, Villas Sarabhai y Sh odh an, Ahm edabad. Museo, Ch and igar h. C asas Jaou l, Neu lly-sur-Seine C apilla fu nerar ia Delgado-C halbaud , C aracas. Mies, apartamen tos Lake Sh ore Drive, C hicago. 1952 Ter min a el Palacio d e Justicia de Ch an digar h. Un ité d' Habitatio n, Nan tes-R ezé. Go rdon Bu nsh aft term in a la Lever Ho use, Nu eva York , em pezada el año anterior. Josef Alb er s visita La Habana. Bat ista, golp e d e estad o en Cu ba. 1953 Secretariado, C han digarh. C asa de Brasil, C iu dad Un iversitaria, Par ís. C onven to Sain te-Marie- de-laTou rette, Eveu x-sur-l'Ar bresle Asalto al cuartel Mon cada en Santiago d e C uba. 195 5 Ter min a Nôtre-Dame du Hau t, Ron ch amp. Palacio de la Asamblea, Ch and igar h. Tu mba Le Co rbusier, R oquebr un e-Cap Martin. Ernesto Gó mez Sam pera, Edificio FOC SA en La Habana. Juan R ulfo, Pedro Páram o. 1956 Un ité d' Habit ation , Briey-enForêt. Estadio, Firm in y. Estadio, Bagdad. Eero S aarin en empieza la Terminal TWA, Idlewind , Nueva York (ter minada en 1962) Un ité d' Habit ation , Ber lín- Ch arlottenbu rg. Museo Nacion al de Arte Occiden tal, Tok ío Oscar Niem eyer, Edificio d el Con greso, Senado y to rre d e oficin as en la Plaza de los Tr es Poderes, Brasilia (termin ados en 1964). La Un ión S oviética lanza el sp utn ik. C reación del IC C ROM en R oma. Asalto al Palacio Pr esidencial en La Haban a. Pabellón Philips, Feria In ternacional de Br uselas Ludw ig Mies van d er Roh e, con Philip Jo hn son , termina el Edificio Seagr am en N ueva Yo rk (emp ezad o en 1954). Paul R udolph em pieza el Edificio d e Arte y Arqu itectur a en la Universidad d e Ya le, New Haven, termin ado en 1964. 1957 1958 1959 1960 1961 Muere Fran k Lloyd Wright. Triun fo d e la revolución en Cu ba. Inau guración del Pabellón de Br asil en la C iudad Un iversitaria, Par ís Iglesia d e Saint- Pierr e, Firminy. Un ité d' Habitatio n, Les Br un eaux, Fir miny. L' Atelier d e la r ech erch e p atien te. 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Revolución y Cultura ntre los muros grises de la sólida y austera edificación de un colegio protestante que se alzaba en un suburbio de La Habana, conocí en 1941 a Alberto Díaz. Ni el nombre ni el apellido dirían nada hasta tanto revele que se trata de Alberto Korda, el mundialmente conocido autor de la foto de Che Guevara, la imagen más difundida en el siglo XX y en la historia de la fotografía. Coincidimos entonces en aquel plantel de cierto prestigio donde también había estudiado, años antes, Alejo Carpentier. Ya manifestaba Alberto Díaz, como luego Korda, parecida inquietud y curiosidad ante las cosas, aunque a veces, reflexivo, observaba, atento y discreto, el demasiado lento fluir de la vida para sus doce o trece años de edad... Todavía me pregunto si no fue en la capilla del colegio donde brotó y creció, sin que él mismo lo supiera, su pasión por las mujeres, por la belleza femenina. Todos, varones y niñas, éramos cómplices de sus afanes amorosos cuando se detenía a contemplar, ¿a dialogar en silencio?, con una de las más hermosas alumnas que, se suponía también, escuchaba el sermón del pastor. Como muchos otros de sus colegas cubanos, Alberto Korda también se inició en la fotografía como lambio. Ese término se le aplicaba y se le aplica a aquel que, cámara en mano, ha tirado y tira fotos en banquetes, bautizos, bodas y fiestas. Por ejemplo, toma las fo- 30 tos, va al cuarto oscuro, las revela e imprime, regresa y las vende a los interesados en conservarlas como recuerdo. Y, claro, en pocos meses ya estaban amarillas y las figuras borrosas. Fue otra cosa fundar un estudio fotográfico con Luis Pierce, inquieto buscavidas que andaba y desandaba La Habana en bicicleta, retratando lo que le permitiera ganar unos pesos. Para quienes lo conocimos, él era Korda el Viejo o el Viejo Korda, aunque muc hos le decían Hemingway, por su extraordinario parecido con el escritor. El estudio fotográfico nacería con el mismo nombre que lo consagró: Korda, apellido de los cineastas húngaros, Zoltan y Alexander, cuyas películas se exhibían en Cuba en esa época. Además, era fácil relacionarlo con el de Kodak, marca siempre identificada a la fotografía. Sin embargo, lo que más le interesaba a Alberto Korda era el fascinante mundo de la moda, de la fotografía de modas. Así se juntaban sus dos pasiones, sus dos obsesiones: la belleza femenina a la que se entregaba sin reservas y la fotografía, que también lo sedujo desde muy temprano. Y empezó entonces la cacería de jóvenes bonitas, atractivas, hermosas, dotadas de los encantos que tipificaban a la modelo profesional. De hecho, ni Korda tenía entonces un mercado ni en Cuba se hacían tal tipo de fotos. Pero sí logró tener una sección fija en una revista semanal habanera donde aparecían mucha- chas sugestivamente eróticas, increíblemente bellas o elegantes que anunciaban vestidos, perfumes o jabones. Así, Korda se convertía en pionero de la foto de modas, la publicitaria, en Cuba. Esa era, sin dudas, su verdadera vocación y Richard Avedon, el connotado fotógrafo de modas norteamericano, su modelo a imitar. No sé si decir que una cosa piensa el individuo y otra el destino, pero la historia irrumpiría dándole en lo adelante un vuelco a su profesión y a su propia vida. La victoria de los r evolucionarios, los barbudos descendiendo de las montañas y entrando en las ciudades, modificarían completamente sus proyectos . Así, Korda fue uno de los llamados a formar parte del equipo del recién estrenado periódico Revolución. Eran las primeras semanas de 1959 y la vida cubana comenzaba a transformarse vertiginosamente. En ese diario se abría un amplio espacio para destacar la fotografía y se desplegaban grandes titulares en primera plana, convirtiéndola, de hecho, en cartel movilizador. La fotografía, además, disponía de cuatro páginas adicionales en el suplemento gráfico que aparecía tres veces a la semana. En abril de 1959, Fidel Castro visitó los Estados Unidos y Korda fue uno de los reporteros gráficos que cubrió las incidencias del viaje. Evidentemente, supo aprovechar la extraordinaria oportunidad de registr ar, día a día, las múltiples actividades del dirigente cubano. Un buen ejemplo fue la impresionante fotografía que le hizo, cuando le rindiera homenaje a Lincoln en el Memorial en Washington. Y luego lo acompañaría en sus viajes en Cuba y al extranjero. Korda recordaba en particular la estancia del Comandante en 1963 en la Unión Soviética y su recorrido por varias regiones de ese país. Compartiría con Nikita Jruschov y sus familiares en la intimidad, en una atmósfera distendida, que recogió para la historia. Esas imágenes revelaban o pretendían mostrar un mayor acercamiento, después del impasse provocado por las decisiones tan di vergentes que ambos encararon durante la crisis de los cohetes en octubre de 1962. Otra experiencia muy enriquecedora y novedosa para Korda resultó su encuentro con Ric hard Avedon en Nueva York. Lo llamó por teléfono y le dijo que acompañaba a Fidel Castro en su comitiva y se presentó como «el rey de la fotografía de modas en Cuba». Avedon lo recibió en su estudio y Korda extrajo de su carpeta las fotos que le hizo a Norka modelando. Ella fue su modelo preferida, su musa y luego su mujer. Avedon le aconsejó que retratara a las modelos en medio de los acontecimientos de la revolución.Y así lo haría Korda en no pocas ocasiones, incluso Paris-Match publicó en la década de los sesenta un amplio reportaje, ella exhibiéndose en varias fotos con la camisa azul de mezclilla y el pantalón verde olivo, uniforme de los milicianos. Después del colegio protestante, Korda y yo nos encontraríamos nuevamente en 1959, en el periódico Revolución. Había perdido de vista, durante casi veinte años, a Alberto Díaz y ahora descubría y reconocía a Alberto Korda. Él fotógrafo, yo periodista. Bien lejos estábamos de imaginar que trabajaríamos estrechamente en 1962 y 1963 cuando tuve a mi cargó el suplemento gráfico del diario y Korda me entregaba sus fotos para ser publicadas. De hecho, allí se nuclearon desde 1959 periodistas, fotógrafos, escritores, pintores, diseñadores, poetas, casi Modelo Norka, ca 1956. 31 Revolución y Cultura Desnudo con guitarra, ca 1955. todos jóvenes que publicaron sus operas primas en la editorial creada por el periódico. Antes se produjo una nueva coincidencia. El 5 de marzo de 1960, fecha en que Korda hubo de tirar la memorable foto de Che Guevara en el curso de una manifestación popular de duelo por las víctimas de la explosión del barco francés La Coubre en el puerto de La Habana, me hallaba igualmente en la tribuna en funciones de traductor de Jean-Paul Sartre y de Simone de Beauvoir. Korda, en la calle, fotoRevolución y Cultura 32 grafiaba a ocho o diez pasos de la tribuna donde Fidel Castro se dirigía a la muchedumbre. El Che, que hasta entonces se había mantenido en un segundo plano, avanzó hasta la baranda protectora y se asomó a contemplar el río de gente. Instante que como un chispazo de la fortuna lo atrapa la mirada de lince de Korda a través de su cámara con un semitelefoto. Y casi junto al Che, en la misma tira de la prueba de contacto lo acompañan Sartre y Simone de Beauv oir. «Yo le tiro al Che dos fotos nada más y él se va inmediatamente. Habrá estado medio minuto apenas en esa posición» – explicaría K orda años más tarde. Es notorio el contraste entre lo vertiginoso de la toma de la foto de Che y el hecho de que es la que más ha perdurado, la que más ha trascendido en nuestra época. Así, devino símbolo universal al cual cada espectador le atribuye su propia interpretación. Simbólicas también han resultado otras fotos de Korda, como la de esa niña que, inocente, carga su «muñeca», es decir, un tr ozo de madera o «El Quijote de la farola», ese campesino que, por encima de la muchedumbre, descubre y conquista el mejor lugar en lo más alto de la farola urbana, símbolo de la gran ciudad. Tal vez en ese momento los fotógrafos no tenían real conciencia de que no sólo estaban documentando la dinámica de una revolución sino que, al mismo tiempo, emprendían una historia más coherente de la fotografía del país. De ese modo se convertiría en eficaz herramienta y testigo excepcional de los sucesos que se precipitaban en la Isla. A decir verdad, el destino de la foto del Che fue bien discreto hasta el día en que esa imagen del héroe, asesinado en Bolivia, empezó a ser objeto de veneración y culto, como los que se le rinden a un santo, sobre todo en países de la América Latina. En Italia, la editorial Feltrinelli vendía centenares de miles de posters después que Korda –con una generosidad inverosímil en el mundo moderno–, le obsequió en La Habana una copia de la foto al propietario de la editorial, a pesar de tener todos los derechos sobre la misma. Pero detengámonos en el aspecto que presentaba el Che esa mañana friolenta, nublada, de aquel marzo habanero, teñido de dolor, de ira, de violencia contenida. Poco o nada se ha escrito de tales condiciones invernales que, de alguna manera, explican ese Che con su jacket verde claro y negro, cerrado hasta el cuello, rostro adusto, hierático. Era la imagen perfecta, ideal, para hacer irrumpir la leyenda, que de ningún modo hubiese prosperado de seleccionarse otras fotos del Che como, por ejemplo, cuando aparece con la camisa verde olivo desabotonada, u otra, sonriente, manejando una carretilla en el trabajo voluntario o sudoroso, tiznado el rostro y el uniforme, luego de una jornada cortando caña. Pues sí, que hasta el mito, y mucho más si parte de una imagen, debe tener una presencia que se ajuste al propósito que se persigue. Hay en las manifestaciones de unción casi religiosa hacia la foto del Che una bizarra sensación de extrañamiento porque, quien conozca algo de su pensamiento, sabe, a no dudarlo, que él habría sido el primero en desmantelar todo el andamiaje de tal adoración. Paradójicamente, mientras más se reproduce esa imagen, más se aleja de lo esencial del modelo. Aquella misma noche del sepelio se desplegaron sobre la mesa de trabajo del diseñador de Revolución decenas de fotos, entre ellas la del Che de Korda. Pero no se le consideró para ser publicada. También resultó un tanto irónico el hecho, revelado por Korda, de que el Che no aceptaba de buen grado que lo retrataran, a pesar de que la fotografía era una de sus aficiones preferidas, al punto que pudo sobrevivir ejerciéndola como oficio en México, antes de alistarse como médico del contingente de los rebeldes cubanos. En la edición de Revolución del día siguiente se destacarían las fotos de Fidel Castro y de la multitud a la que se dirigía, granadas en alto, para subrayar la idea de que el estallido de la nave pudo deberse a un sabotaje. La foto del Che sólo se publicaría al año siguiente, el 15 de abril de 1961 (casualmente, la víspera de la invasión por la bahía de Cochinos) acompañando un breve anuncio de la conferencia que, en su condición de ministro de Industrias, impartiría en un canal de televisión. A pesar de que ha dejado una obra fotográfica considerable, lo cierto es que Korda sólo vino a ser reconocido años después de esa foto, incluso años después de ser conocida en todo el mundo. Korda tuvo el privilegio de vivir, tr abajar y disfrutar intensamente. Tenía una vocación de esteta y de hedonista que le permitían compartir unos y otros. Porque siempre hizo lo que le gustaba. La vida se muestra casi siempre generosa y pródiga con quienes están tocados por esos dones y aplican tal filosofía. De habérselo propuesto, pudo haber vivido del modo que hubiera querido en cualquier rincón de la tierra, pero prefirió su terruño, rodeado de amigos, de fotos que confirmaban que era uno de los más versátiles maestros cubanos de ese arte y de jóvenes y hermosas mujeres que amaba, a su modo y manera, mientras desde su pequeño apartamento podía contemplar, con el sosiego de quien sabe ya bien cumplida su obra, el lento fluir del río Almendares disolviéndose en las intensas aguas azules del golfo de México. Alberto Korda y Diana, ca 1956. 33 Revolución y Cultura Nombres que dividieron aguas (I) Israel Castellanos León En los últimos tiempos se ha reexaminado el tópico de la periodización en la historia del arte visual cubano. Se ha cuestionado la pertinencia –metodológica, sobre todo– de conservar las subdivisiones por lapsos de tiempo, o mediante jalones marcados por exposiciones antológicas, etc. Pero se desconoce la formulación de historiar una parte de la visualidad cubana a través de las diferentes denominaciones que han recibido el arte moderno y el académico en su pugna estético-artística. Una lidia prolongada por varias décadas y cifrada a veces en el título de ciertas muestras, no todas tenidas por trascendentes. Una porfía que resulta igualmente palmaria en concomitantes referencias escritas –catálogos y reseñas– o en textos independientes alumbrados en publicaciones periódicas. Por ello, ¿qué tal un acercamiento desde esta otra perspectiva? Hace ochenta años, emergentes artistas de la plástica cubana expusieron en un local de la Asociación de Pintores y Escultores (APE), ubicado en el habanero Paseo del Prado. No era la primera ocasión en que varios de ellos confluían en una exhibición colectiva, pero esta vez no se trataba de una muestra al uso. En mayo de 1927 convergieron allí, animados por un espíritu segregacionista. La Exposición de Arte Nuevo –como se intituló– fue un cisma entre los pintores renovadores y los académicos, quienes se codeaban en ámbitos como los salones de bellas artes, dominados por el conservadurismo. Al mismo tiempo, aquella exhibición antológica tuvo un sentido gregario. Reunió, lanzó y bautizó a un grupo heterogéneo por sus grados de acercamiento a lo renovador, que se había presentado disperso en pequeñas y esporádicas muestras autónomas, y en lo adelante acostumbraría a exponer en coto separado al de los academicistas, incluso dentro de un mismo espacio o certamen. «Lo nuevo era un gesto de segregación de la dominante académica.»1 Ello implicaba, desde luego, más que una pose asumida por artistas a quienes también se les llegó a denominar «independientes». Como a los pintores –sobre todo impresionistas– que en la Francia de finales del siglo XIX montaron tienda aparte a causa de la hostilidad de los dogmáticos reinantes. Pero si los apelativos «arte nue- Afiche de la Exposición de Arte Nuevo 1927, realizado por Eduardo Abela. Revolución y Cultura 34 vo» o «artistas independientes» separaban a los pintores contestatarios de sus colegas conservadores, también anudaban a aquellos entre sí. Ahora bien, ¿hasta qué punto esa producción artística cubana se avenía con el calificativo «arte nuevo»? Ciertamente, dinamitó el formalismo de receta acuñado en San Alejandro. Echó por tierra los grandes relatos, los temas épicos, históricos, mitológico-religiosos y alegóricos que el rancio neoclasicismo-romanticismo-simbolismo imponía desde la Academia criolla, donde se habían formado varios de los nuevos iconoclastas. Estos siguieron trabajando géneros tradicionales como el retrato, el desnudo y el paisaje, y no siempre renunciaron al uso del modelo ni a la pintura al aire libre. Pero cuando recurrieron a estos expedientes fue de manera anticonvencional, con manieras que fluctuaban entre el impresionismo –no totalmente descontinuado o demodé para el contexto cubano– y los ecos vanguardistas del fauvismo, el cubismo y el expresionismo, cuyos momentos de mayor esplendor habían tramontado en el Viejo Continente. En la denominación «arte nuevo» –retomada en el título de otra muestra colectiva realizada en 1929 en el Lyceum de La Habana–, «se afirmó un concepto que reconocía […] el papel activo y consciente del sujeto en su capacidad de apropiación artística de la realidad, el valor de las experiencias artísticas precedentes y el reconocimiento de la multiplicidad formal con la que se expresaban nuestras artes en aquellos años». 2 Ahí estaban las «vistas pluviosas» de Víctor Manuel, las neblinosas azoteas habaneras de Eduardo Abela, los desnudos en paisajes recreados por Carlos Enríquez, las pinturas impresionistas y con asomos cromáticos fauvistas de Marcelo Pogolotti, el objetualismo pictórico cubista de Antonio Gattorno… Esos ismos que ya no constituían «el último grito de París», sirvieron a los criollos que intentaban expresar el colorido y la luminiscencia de estas latitudes para representar «lo cubano», lo cotidiano, la pérdida de solemnidad y de trascendentalismo. El «arte nuevo» cubano se situaba así entre la tradición y la modernidad. No era tan avant-garde, avant-la-lettre o avanguardia como su paradigma europeo, pero sí lo era para la circunstancia insular. Aunque seguía mirando sobre todo a Europa, estaba más actualizado que el academismo aún rampante en Cuba y eclipsado en París. El «arte nuevo» criollo estaba ganoso por salir del histórico atraso artístico de la Antilla Mayor, algo que lograron en mayor o menor medida las figuras que partieron a la meca de entonces: Lutecia, la Ciudad Luz. El «arte nuevo» insular buscó una conciliación entre vanguardia y nacionalismo, entre el moderno lenguaje internacional y la expresión de lo propio, en sintonía con lo que sucedía también en algunos países de América Latina. En la revista de avance –patrocinadora de la Exposición de Arte Nuevo–, Jorge Mañach llamó indistintamente «vanguardistas», «muchachada del día», «innovadores», a los representantes del «arte nuevo» en Cuba; y los respaldó frente a los «académicos» o « pompiers», «pasadistas», «no-nuevos». 3 Mañach, quien a pesar de estar dotado para ello no fue el mentor crítico, apasionado, constante y comprometido que deseaba y necesitaba esa nueva hornada de artistas, en un inicio tomó partido por el «vanguardismo». Abogó incluso por vincularlo con un «ISMO de militancia», de índole sociopolítica, a tono con la tendencia izquierdista de esa publicación editada por escritores del grupo minorista –la vanguardia literaria cubana–, entre los que figuraba el propio Mañach. Pintor retratista de impronta más bien académica, este catedrático universitario recurrió a términos sobre los que conviene llamar la atención. «Muchachada del día» alude a la juventud de esa camada artística pero no deja de comportar cierto aire de condescendencia, de paternalismo, de mirar cual travesura de enfants terribles la renovación incoada por aquellos artistas bisoños. Por otro lado, al designar a los académicos como «pasadistas», presuponía una antinomia con los «futuristas», denominación que en la Cuba de entonces era mejor entendida en el predio literario. En la poesía se consideraba como futurista el uso de palabras relativas al universo maquinista. También se validaba el uso arbitrario de las minúsculas, como prueba la tipografía del propio nombre de la revista de avance , además, indicador de progreso, movimiento, dinamismo, proyección hacia adelante. Pero, en la plástica, el futurismo no se asociaba con una tendencia artística diferenciada, sino con la vanguardia visual en general. Y aun cuando aquella publicación periódica auspició –entre otras exhibiciones de artistas extranjeros– una muestra del futurista belga Pierre Flouquet, traída por el poeta Emilio Ballagas, inaugurada el 20 de junio de 1927 en la APE y reseñada en la propia revista por Martí Casanovas, esa exposición «resultaría prematura para la compr ensión de nuestro público», como afirmó luego nuestro único futurista: M. Pogolotti. 4 Otro vocablo usado por Mañach para denotar a los académicos: «pompiers» –en español, «bomberos»–, era recurrente en el argot artístico de París. Eduardo Avilés Ramírez –periodista nicaragüense asentado en la capital francesa y corresponsal de publicaciones periódicas cubanas– reportó al respecto: «El origen de esta palabra es sencillo. Pierre Albert-Bitot nos recuerda que nació en los días en que los jóvenes pintores comenzaron a fatigarse de los cuadros de falsa romanidad de sus maestros. Allí había romanos que esgrimían cascos auténticos, iguales absolutamente a los cascos de los bomberos modernos. ‘Se tomó al hombre por el objeto –dice– y todo pintor o escultor que continuaba a hacer la pintura de su maestro con ancho servilismo (es decir, que continuaba a hacer cascos romanos) devino matemáticamente un ‘pompier’».5 En ese texto de 1929, Avilés llamó «renovadores» a quienes obraban como algunas figuras del «arte nuevo» cubano que estuvieron en Europa. Por eso los nombró en plural: «los Abela, los Víctor Manuel, los Enríquez, los Pogolotti». Y preguntó: «¿cuál sería el paisaje actual del arte pictórico cubano si ellos no se hubieran expuesto a la indignación, a la burla, a la ironía de los que pasan su vida machacando en frío? Servilismo estético, que es peor pecado que el revolucionarismo sinceramente equivocado. Sería una época bien triste, la nuestra. Una época de copiadores que no dejaría historia y que ningún accidente vendría a señalarla a las futuras generaciones». Esta primera promoción vanguardista, conformada por Víctor Manuel, Eduardo Abela, Marcelo Pogolotti, Antonio Gattorno, Carlos Enríquez, Arístides Fernández, Domingo Ravenet, Jorge Arche, et al., fue rebautizada «generación de 1924» por el crítico Víctor Manuel, Avenue du Maine, París, óleo sobre tela, 65 X53 cm. 35 Revolución y Cultura francocubano Guy Pérez Cisneros, quien la contrapuso a la siguiente, denominada por el mismo autor como «generación de 1937». La representaban: Amelia Peláez, Mariano Rodríguez, Alfredo Lozano, René Portocarrero, Mario Carreño, Cundo Bermúdez, Felipe Orlando, Roberto Diago y otros pocos más. Febril portavoz de esta última hornada, a la que acompañó, Pérez Cisneros atizó un antagonismo con la precedente. A su juicio, la primera se había quedado varada en una representación pintoresquista, folclorista, superficial, banal, esteticista, de lo cubano; y ello debía ser superado. Esta actitud negadora y agresiva –que provocó una violenta reacción escrita por Carlos Enríquez– transitó luego a una connivencia táctico-estratégica con la promoción anterior, en contra del academicismo agonizante. Este pacto tácito se evidenció en exhibiciones que Pérez Cisneros organizó con Domingo Ravenet, un exponente de la promoción pionera. Pero a raíz de la Exposición de Arte Cubano Contemporáneo (1941), Pérez Cisneros insistió en señalar al de las generaciones como el problema crucial latente en esa muestra. No sólo entre los nuevos (modernos) y los viejos (académicos, para él ya derrotados) sino también entre las dos promociones vanguardistas interactuantes, entre las que veía una «sorda polémica», una «rabiosa rivalidad» que indicaba «vitalidad artística». 6 De modo que si bien las mancomunaba, también las seguía contraponiendo. ¿Acaso por ser la contradicción fuente de desarrollo? M. Pogolotti –un artista de la primera promoción que sí poseía una clara visión dialéctica– no percibía a las generaciones como masas homogéneas, pues cada sujeto redescubría el mundo a su manera, desde su óptica y circunstancias, independientemente de la edad. También señaló que si bien las generaciones podían parecer un conjunto combativo, brillante, serio o frívolo, revolucionario o retardatario, podían contener individualidades que fuesen todo lo contrario. 7 Según este pintor y crítico de arte, en el siglo XX se había hablado mucho de las generaciones: «esas olas humanas que vienen a extenderse, una tras otra, sobre las playas de la historia, conforme se conceptúan comúnmente, si bien resultaría más exacto el símil del continuo fluir de las aguas de un río». Y apuntando a la condición de guías, no de antagonistas, que correspondía a los mayores y más expertos, indicó: «la visión de los que llegan a este mundo cambiante al producirse un estadio distinto, tiene que ser diferente. Las grandes renovaciones llegan sobre los hombros de la juventud, pero bajo la égida de espíritus claros y maduros, cuyo conocimiento del pasado y del pr esente les proporciona una cabal comprensión del devenir». No obstante, el concepto de generación tenía mucho de ficticio para el más intelectual de los pintores modernos cubanos. Por ello, puntualizó con precisión meridiana: «Los plazos de tiempo son indeterminados y también difíciles de situar con exactitud […] En ningún caso puede discernirse con claridad algo que permita entrever una ‘comunidad de sentimiento’ y un ‘ritmo biológico’ que se produce en períodos de veinticinco a treinta años.» Sirvan de ejemplo: Fidelio Ponce (n. 1895), Amelia Peláez Revolución y Cultura 36 (n. 1896) y Wifredo Lam (n. 1902), asociados a veces con la segunda promoción al haber adquirido notoriedad en la época de esta, aunque por edad les correspondería la primera. El conflicto de las generaciones –teorizado por Ortega y Gasset y también por Pinder–, estuvo más focalizado en Cuba hacia el predio literario. Lógicamente, tenía sus irradiaciones. Máxime, cuando figuras de esas dos promociones de la vanguardia plástica criolla también se nuclearon en torno a revistas de arte y literatura, concebidas por diferentes grupos de escritores. Una fue la ya mencionada revista de avance, que también aglutinó al «arte nuevo» mediante colaboraciones gráficas en sus páginas. Y otr as fueron las dirigidas por José Lezama Lima –desde Verbum, 1937, hasta Orígenes , 19441956–, donde amén de publicar ilustraciones, algunos artistas de la segunda hornada, junto al propio Pérez Cisneros y otros, integraron los consejos editoriales. Incluso, Mañach y Lezama protagonizaron una polémica en torno a la relación de continuidadnegación entre las publicaciones que representaban. La pugna intergeneracional en el campo de la plástica, promovido y sostenido por Pérez Cisneros durante el período moderno, es un planteo que ha tenido ecos en la contemporaneidad. Es cierto que el término «promoción» ha ido sustituyendo con fuerza al de «generación», habida cuenta de que la edad no es forzosamente el factor que define la emergencia de hornadas de creadores, ni el que las aglutina. No obstante, en gran medida se conservan las fechas –generalmente lapsos de diez años– para enmarcar y designar a esos conglomerados. Los individuos que no se avienen con los parámetros ideoartísticos de máxima generalidad, prescritos, suelen quedar fuera de tales balances. Si alcanzan a demostrar alguna valía artística, devienen en esa suerte de electrones libres que han existido en todas las épocas. Si no, los aguarda la indeterminada ausencia referativa. Notas: 1 Wood, Yolanda. «Periodizar el arte cubano contemporáneo: ¿poliedro o bola de cristal?». En: Artecubano . La Habana, 1999, no. 1, p. 75. 2 Wood, Yolanda. De la plástica cubana y caribeña. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1990, p. 109. 3 Cfr. Mañach, Jorge. «Vanguardismo». En: revista de avance. La Habana, 15 de septiembre de 1927. Las demás referencias a este autor proceden de la misma fuente. 4 Pogolotti, Marcelo. «Nacimiento de la nueva pintura cubana». En: Islas. La Habana, no. 2, 1961, p. 100. 5 Avilés Ramírez, Eduardo. «Pompiers». En: El País. La Habana, 1929. (Sin otros datos. Fotocopia del archivo de la Dra. Luz Merino.) Todas las referencias a este autor pertenecen a la misma fuente citada. 6 Pérez Cisneros, Guy. «Nuestra pintura». En: Las estrategias de un crítico. La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2000, pp. 147. 7 Pogolotti, Marcelo. «Las generaciones». En: Puntos en el espacio. La Habana, Ediciones Unión, 1991, pp.141-154. Todas las citas al respecto per tenecen a la misma fuente. TRES NOVELAS TEATRALES e andado por España tras las huellas de Miguel Hernández. Ya he comentado con nuestros lectores el proyecto de llevar a las tablas al gran poeta de Orihuela, junto a nuestro Pablo de la Torriente Brau. En estos meses también me he asomado, tímidamente, a un diálogo más directo y vivaz con la literatura española. Unos amigos me regalaron tres de las muy agradables, aunque algo efectistas, novelas de Javier Marías y – como pago espiritual a una charla en Alicante– otro colega puso en mis manos el grueso tomo de 2666, el soberbio cuerpo de narraciones de intenso aliento que escribió Roberto Bolaño poco antes de morir. Con todo, el más enriquecedor «descubrimiento» ha estado en la narrativa de Javier Tomeo (Quincena, Huesca, 1935), un escritor del que había oído hablar con insistencia por la fecunda y extensa vida teatral de algunos de sus textos. En las parcas fichas de autor que acompañan a los libros de Tomeo, se insiste en que estudió derecho y criminología en la Universidad de Barcelona. Lo más singular de su trayectoria radica en que las versiones teatrales de sus novelas en Londres, París y otras plazas del mundo han propiciado su destacado lugar en la literatura actual de su país, a tal punto que ha formado parte de las proposiciones al Premio Amado del Pino Nobel. Además, desde hace un lustro se organiza un concurso de narrativa que lleva su nombre. En marzo de este año –durante la discreta Feria del Libro que se celebra en Murcia– conversé bastante con el narrador y supe que nació en Aragón, aunque resulta e vidente que Cataluña ha sido decisiva en su formación y proyección. Me percaté en esa misma noche levantina de que está muy feliz con que sus libros se representen con tanta suerte. De paso (y un acto que llamaría por lo menos bondad) estuvo de acuerdo con que adaptase para el teatro La noche del lobo.1 Sí, porque en las cuartillas que siguen opino como lector sobre las dos primeras obras –consagradas en los mejores teatros europeos– y también rindo testimonio de mi labor como adaptador de La noche… Vale recordar que Amado monstruo2 resultó finalista en la segunda edición del prestigioso Premio Herralde en 1984. A partir de esa fecha, Anagrama ha dado a conocer –a menudo con varias ediciones– sus siguientes libros: El castillo de la carta cifrada, Preparativos de viaje, El cazador de leones, La ciudad de las palomas, La máquina voladora, Los misterios de la ópera. En 1998 esta sólida editorial publica Diálogo en re mayor . En el prólogo a esa edición, Tomeo aclara que se trata de una versión enriquecida después de la experiencia 37 Revolución y Cultura de las exitosas puestas en escena de Madrid, Barcelona, Stuttgart, Zurich, Hamburgo y París. «Está sentado tras una enorme mesa y ni siquiera hace ademán de levantarse cuando entro en el despacho. Se limita a darme la mano».3 Las primeras líneas de Amado monstruo revelan ya una vocación de movimiento, un afán de ponernos al tanto de la situación espacio-temporal, que hacen recordar las acotaciones o didascalias teatrales. Parece importarle más la acción concreta de sus dos personajes, que el lucimiento exterior del lenguaje del narrador. La forma en que se irán ofreciendo las informaciones es también progresiva y, casi siempre, en la voz de los protagonistas. Tomeo insiste en lo que los teatristas solemos llamar biografía de los personajes. En esta novela, el hecho de tratarse de una entrevista a alguien que aspira a un puesto de trabajo facilita la exposición de elementos personales. Además, el narrador no pierde tiempo, nos muestra enseguida sus reglas de juego. El cuestionario desborda ampliamente la lógica real y al adentrarnos en el frenético argumento nos quedará claro que, bajo el pretexto formal de un careo rutinario, ruge un intercambio hondo y tragicómico. No se trata de la reproducción costumbrista de una entrevista con candidatos a un empleo, sino de usar el ritual conocido para abrirse a un toma y daca que se basa en lo que William Archer prefiere llamar compresión y síntesis. El autor apela a un discurso narrativo sobrio, voluntariamente entrecortado, límpido pero sin digresiones filosóficas ni desfile de adjetivos parásitos. La semilla teatral se localiza también en el uso de los verbos: Revolución y Cultura 38 Pues verá usted (le digo), cuando supo que me ofrecía para cubrir una plaza de vigilante nocturno le entró un ataque de risa. Luego, cuando se le acabó la cuerda, me puso como chupa de dómine. Estuvo a punto de romper la carta, pero se la quité de las manos antes de que pudiese hacerlo. Metí la cuartilla en un sobre, me escapé a la calle y eché la carta en un buzón.4 Aquí la narración evoca todo el tiempo la acción física. La sabia utilización de las formas verbales, despojadas de hojarasca, conducen directamente a la necesidad o al menos a la pertinencia del gesto; construye párrafos breves y nítidos, lo cual propicia la sensación rítmica cercana a lo espectacular. El uso eficaz del punto y seguido aviva el cambio de suceso, facilita la incorporación de lo narrado a lo representable. Para terminar por ahora con el rico tema de los verbos. Se suele recomendar a los dramaturgos jóvenes que no abusen de las referencias al pasado. El drama vive de la acción en presente, ese instante único y devorador en el que el público coincide con el actor en un espacio y tiempo efímeros, irrecuperables. Por supuesto que los grandes autores se han desligado de esa sugerencia en algunos de sus mejores textos. Para asirnos a un virtuoso de nuestra tradición, Abelardo Estorino en Morir del cuento logra una espléndida novela para representar (como él mismo llamó al principio a su obra maestra) a partir de la sombra del pasado, nutriendo el juego y las disyuntivas del presente de los personajes. Pues bien, Tomeo– que escribe novelas, que puede permitirse todas las evocaciones o historias pasadas que quiera– tiende a convertir en presente de la acción buena parte de lo que se cuenta. Más allá de procedimientos de lenguaje, se aprecian en este autor obsesiones y perspectivas que recuerdan a una zona del teatro del siglo XX. Estoy pensando sobre todo en Brecht. En Amado monstruo se insiste en el contraste entre el salario reducido que cobrará el candidato y las grandes fortunas que está dispuesto a proteger con sus noches en vela. En esta área de la narrativa de J avier Tomeo hay una insistencia en la multiplicación de sentidos; una continua apelación a la ironía o hasta al sarcasmo; una frecuente utilización del contraste entre la palabra y el gesto, que lo emparienta con la del autor de Madre coraje y sus hijos. Ante otros procedimientos como la valoración del silencio, la yuxtaposición de conceptos aparentemente deshilvanados hace recordar a otros imprescindibles como Beckett, Pinter o Ionesco. En la citada entrevista, Tomeo comentaba: «Entonces empecé a fijarme en modelos extranjeros como Kafka, Camus, Beckett, Poe, Ionesco, Knut Hamsum, libros que estaban en el altillo, prohibidos». En las tres novelas – Amado monstruo, Diálogo en Re mayor y La noche del lobo– nos encontramos con dos personajes masculinos. Las coincidencias van más allá del sexo, la edad o la condición de los únicos protagonistas. En los tres casos se trata de circunstancias temporales aparentemente efímeras, que a primera vista podrían pasar por encuentros sin trascendencia. Tal parece que Tomeo juega también con ese parecido de las situaciones. Estamos ante hombres más bien maduros –aunque la edad no es lo que más importa–, de vidas afectadas por la mediocridad, el paternalismo o formas sutiles de la frustración. El autor anda lejos de repetirse, porque en cada caso se desencadena de forma poderosa y original el argumento. El entrevistado se va tornando entrevistador, el músico del tren no encuentra mentira ni pretexto tras el cual esconderse, pero su «atacante» va dejando al desnudo algunas cicatrices; los dos hombres perdidos en la noche no pueden verse el rostro pero la luna los encamina hacia un sutil y creciente conocimiento de sus almas. Si en Amado monstruo la teatralidad está dada por la potencialidad escénica de preguntas que generan pequeños monólogos y, sobre todo, por la progresiva vocación confesional del que interroga, Diálogo en re mayor hace del intercambio su instrumento expresivo más abundante. Claro, no se trata de diálogos totalmente dramáticos. Tienen de narrativo la necesidad de hacer comentarios que orienten al lector. A pesar de la celebrada cualidad sintética, le siguen sobrando matices para subir al escenario. Con todo, el novelista convierte el duelo verbal en principal catalizador de las circunstancias o los sentimientos de sus personajes. Veamos: –Voy a hacerle, ante todo, algunas pr eguntas – me anunció de improviso–. Primera pregunta: ¿qué es lo que nos recuerdan los violines, antes incluso de que empiecen a sonar? ¿Qué es los que nos sugiere su deliciosa forma? Le dije que no lo sabía y se llevó las manos a la cabeza, escandalizado por mi ignorancia. –Vamos a ver, piénselo un momento –me dijo–, ¿no le evoca la caja del violín el cuerpo de una doncella núbil, es decir, el cuerpo de una doncella que no conoce todavía el dolor del mundo? Le contesté que sí, pero se lo dije con un movimiento de cabeza, porque no soy de esos obsesos que están hablando siempre de mujeres.5 Se comprueba aquí la señalada propensión a no darlo todo, una exquisita tendencia a huir de lo explícito. Se incluyen el gesto y el silencio como opciones de respuesta y –aún más– el autor nos está proponiendo un subtexto, ese mundo inasible, subterráneo de ideas y sentimientos del que tanto se nutre el arte del actor. En el encuentro murciano, Tomeo me insistió en una entrevista que había leído, en la que supone a La noche del lobo más difícil de llevar al teatro que sus antecesoras. Por cierto, me sonrojé un tanto cuando le dije algo así como «Encontré en internet un trabajo…» Precisamente en esta novela el escritor se burla de la reciente costumbre de conferirle a la gran autopista de la información el patrimonio de las verdades absolutas. Después pude saber que Tomeo también r evisa el ordenador, aunque sin el afán compulsivo de su protagonista. En mi versión –cuyo titulo provisional es La jirafa sólo tiene siete vértebras– la pantalla del ordenador se convierte en otro personaje. Busco así que los elementos narrativos –aquí más abundantes que en los otros dos textos– se integren al espectáculo, ofreciendo otr o ángulo visual y conceptual. Traté de sacar partido también a dos pájaros que acompañan a los hombres accidentados en la noche. Aquí el novelista lleva al grado máximo sus reflexiones acerca de la comunicación humana. Macario e Ismael han caído con sus respectivos tobillos lastimados y no pueden verse la cara. También crece en este texto la ironía, el manejo de la sutileza y una vocación social que se profundiza sin llegar, para nada, al panfleto. Intenté darle más cuerpo, más repertorio de los sentidos a los personajes, profundizar en los resortes musicales del original, enfatizar en el debate ético. Resultó una experiencia estimulante. En La noche del lobo, Tomeo ofrece también muc hos elementos ricos para servir de punto de partida a lo teatral. El ingenio se vuelve a desencadenar, los contr astes reinan, ahora el bosque habla desde sus murmullos y marca pautas con su silencio. Ojalá con esta u otra versión en España –que tan bien está reflejada esencialmente en la novela–, en Cuba o en otra plaza del mundo se lleve a las tablas, esta o cualquiera de las otras versiones que seguramente se escribirán para la escena. Tengo la certeza de que también en La Habana podrían interesar estas historias tan humanas, traviesas y dinámicas. Notas 1 Javier Tomeo: La noche del lobo, Nar rativas Hispánicas/ Anagrama , Barcelona, 2006, pp.146. 2 Tomeo comentaba en 1996: «El monstruo es una metáfora, es una vía de perfeccionamiento interior; está ahí para que aprendamos a amarlo, para que nos sintamos menos disconformes con nuestras pequeñas anormalidades de burgués». (Entrevista con Elena Pita en La Revista, edición digital de El Mundo, n.136/1996) 3 Javier Tomeo: Amado monstruo. Compactos/ Anagrama, Barcelona, 1985, p. 7. 4 Ob.cit., p. 10. 5 Javier Tomeo: Diálogo en re mayor, Anagrama/ Narrativas hispánicas, Barcelona, 1998. pág. 27. 39 Revolución y Cultura La traducción de la lírica Grecolatina: Un ejercicio literario de realidad. Juan Manuel Rodríguez Tobal Toda época llamada gran época es una época de traductores (Ezra Pound) o casi mejor Qué terrible vivir una vida de fidelidad... (Felipe Goico para Compay Segundo) Poeta y traductor español. Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz en 2003 por su libro Grillos. Ha traducido, entre otras, la poesía de Safo, Catulo, Anacreonte, y Teognis, y El arte de amar de Ovidio. Revolucióny yCultura Cultura 40 Revolución e venido aquí a hablarles de mi experiencia apasionada en la traducción de los poetas antiguos y soy consciente del lugar al que he venido; soy consciente de que desde Juan Bautista Barea para acá muchos han sido los cubanos, de Santiago, de La Habana, de Cama güey, de otras ciudades de la Isla, que nos regalaron a los hablantes de la lengua castellana sus esmeradas traducciones de los líricos latinos, sus Horacios, Ovidios, Catulos y Vir gilios: Rodríguez de la Barr era, Romay y Chacón, Zequeira, Céspedes, Heredia, Poey, los Guiteras, José Martí y tantos otros hombres de armas, de ciencias y de letras. Y pienso, cómo no, en las memorables versiones de Varona, o en los trabajos inspirados de nuestros contemporáneos Fernández Retamar, Amaury Carbón, Nicolás Farray, Luis Álvarez o Ángel Luis Fernández... Doscientos años de traducción latina en Cuba que quiero tener presentes mientras hablo. Y es que con poco más que con la tradición puede contar quien se dé al aprendizaje de estas artes de la versión de antiguos, y definitivamente sólo con la tradición si estos antiguos son poetas. Nula es, en efecto, la ayuda de escuela par a el que quiera hacerse y ejercitarse en estas artes; y los estudios de las lenguas clásicas, al menos en la España que conozco, inciden en la carga gramatical de las lenguas, y por extensión, de sus textos, descuidando la significativa circunstancia de que no hay un solo texto antiguo escrito en griego o en latín que no merezca hoy la consideración de literario, pues, como todo el mundo sabe, el latín y el griego son para nosotros – y lo son desde siempre– lenguas literarias; y miren bien que digo literarias, no sagradas. ¿Qué pensaríamos si cada vez que nos acercáramos a nuestra pareja con buenas intenciones y una franca disposición a la caricia, ésta nos espetase: «recuerda, te soy fiel», «oh, cómo te respeto en el fondo y en la forma»? Además del fastidio que supondría el que se haga sonajero impertinente del solemne juramento conyugal cuando nada en nosotros lo reclama, uno terminaría por volverse inevitablemente escamón y sospechoso. Pues en nada diferentes los fastidios y sospechas que despiertan en mí como lector los prólogos rituales de una grandísima parte de las traducciones que se han venido haciendo de la poesía antigua al castellano, en las nutricias faldas de la universidad, para acabar en traje clásico y pasta dura. Prólogos como éste de una reciente traducción de un poeta latino que transcribo omitiendo la fuente, pues no es cosa que aquí nos interese: «En el trabajo de traducción el principio fundamental que hemos tratado de seguir es el de la fidelidad a la forma y fondo del texto, con las servidumbres que ello a veces impone». O este otro más significativo aún: «Entre los distintos y lícitos planteamientos con los que pueda abordarse una traducción, y especialmente si lo es de un poeta clásico, nos hemos inclinado por el de la fidelidad más absoluta posible al original. A esta fidelidad, procurando conseguir una lectura castellana agradable y sin ningún tipo de pretensiones poéticas, hemos sacrificado mayores libertades o elegancias de estilo». Oigan bien que el traductor nos advierte que no va a ser elegante ni poético por ser fiel: el pobre autor aquí traducido era Virgilio, que a lo que se ve no debió de ser ni elegante, ni poeta. Y los traductores siempre con sus duras servidumbres y sacrificios... Pero veamos qué se suele esconder verdaderamente tras la declarada fidelidad a un original. Hay una primera manera de fidelidad que afecta al contenido, al qué del texto. Es una fidelidad que el traductor se esfuerza en demostrar con una escrupulosa precisión del término elegido, pues parte de la consideración de que el texto sobre el que aplicará sus desvelos es un texto sagrado, y ya se sabe lo que la letra pesa en tales casos; pero no nos engañemos: nunca entre los antiguos las palabras de un poema merecieron esa consideración, ni siquiera la palabra de Homero. Fue Borges quien dijo aquello de que «el concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio», sin duda cualquier poeta griego o latino habría suscrito la frase. Aún así, en aras de esta fidelidad sagrada, el traductor ejerce de diccionario severo del original y podemos encontrar a una pastora virgiliana «con su cesta de mimbre para flores y frutos» donde el original dice cum calatho. Para distanciarse con alegría de estas maneras de la traducción, Aníbal Núñez, espléndido poeta y espléndido traductor, avisa en su Rimbaud: «He sido más fiel a Rimbaud que al diccionario, lo confieso». Paradójicamente esos mismos traductores que amordazan nuestras objeciones esgrimiendo en su descargo la condición sagrada de los originales no sienten empacho alguno en volverse sacrílegos y hasta violentamente iconoclastas cuando algún verso o alguna palabra de contenido escabroso puebla de mil picores su dignidad. He aquí cómo explica un traductor su apostasía: «Dejar sin traducir estos pasajes delataría en el fondo una cobardía o una prevaricación. Pero la propia dignidad impone ho y, al mismo tiempo, ciertos límites. Por ello he prescindido en tales casos de la ciega fidelidad a la letra y he acudido a expresiones más o menos equivalentes, a conceptos vagos o a evidentes eufemismos». Así, donde el poeta dice glubit magnanimi Remi nepotes, leemos que Lesbia: «prodiga todos sus favores a los nietos del magnánimo Remo», en lugar de «se la pela» que es el único favor del que habla Catulo. [Bueno, los ejemplos con Catulo serían interminables y casi que uno debe decantarse por la risa en lugar de por la indignación: pedicabo ego vos et irrumabo («os daré las pruebas de mis facultades viriles»), Ameana, puella defututa («Ameana, esa moza tan manoseada», o «Niña gastada por el coito, Amiana»), o aquel divertido verso que ilustra cumplidamente qué es y para qué sirve una aliteración Bononiensis Rufa Rufulum fellat («Rufa la de Bolonia no niega caricia a su Rufito»), etc.]. A propósito de otra celebrada versión española del mismo poeta escribe un reputado filólogo: El mérito principal de esta versión es su fidelidad al original: el traductor no ha intentado poetizar su traducción – les recuerdo que el autor traducido es un poeta–. En cuanto a su tratamiento de los pasajes obscenos –continúa la cita–, he aquí lo que nos dice el propio traductor: «Teniendo en cuenta el carácter que imprimen a la obra catuliana –y esto ya son las palabras del traductor– nos hemos esforzado en traducir el mayor número posible con toda fidelidad compatible con la moral y el lenguaje comúnmente aceptado. Pero a pesar de todo, en bastantes ocasiones nos hemos visto obligados a atenuar considerablemente la crudeza del vocabulario de Catulo, que rebasa con mucho toda la tradición escrita en lengua española. En tales casos, sin embargo, quien tenga en cuenta las posibilidades del lenguaje hablado entre los hombres cuando, en un corro de amigos, se narran aventuras galantes, se maldice al superior jerárquico, al rival o al enemigo, o sencillamente se echan pullas algo subidas de tono, no encontrará gran dificultad en descorrer el velo de nuestros eufemismos». En fin, que ya vamos viendo qué cosa viene a ser eso de la fidelidad. La otra manera de fidelidad (aquí sería más propio hablar de infidelidad) es la que afecta a la forma, al continente, al cómo del texto. La idea desde la que levantan sus versiones algunos traductores es que la poesía por su propia naturaleza es intraducible, ya que las pérdidas originadas en la operación de trasvase son irreparables. Ni siquiera esto, que podría ser considerado una media verdad, es formulado sin acritud. Voy a permitirme, pues, abrumarles a ustedes con una retahíla de ásperas declaraciones, que más parecen proclamas contra el lenguaje poético que las declaraciones de una notoria limitación, cuando no incapacidad, para la poesía. En una traducción de un poeta latino hecha en los años Ilustraciones del Archivo de R y C. 41 Revolución Revolución y Cultura y Cultura ochenta el traductor –y les anticipo que la cita es larga, pero sustanciosa– declara: Nuestros escritores y humanistas profesaron como axioma inconcuso que los vates griegos y latinos debían traducirse en verso, porque así lo reclamaba la naturaleza intrínseca de sus producciones; considerando a la prosa incapaz de seguir los raptos atrevidos de la fantasía, y menos de encarnar las efusiones del sentimiento con la galanura, precisión, fluidez y gracia encantadora del lenguaje versificado. No les faltaba en ello razón; pero los repetidos fracasos de los que se empeñaron en la ardua labor de vestir a la española a los clásicos antiguos, intentando producir con sus lánguidas versiones los efectos sorprendentes de los respectivos originales, convenciéronles de la inutilidad de sus afanes y de que, en vez de contribuir a la glorificación de aquellos a quienes consagraban sus vigilias, laboraban en su descrédito, convertidos en inconscientes detractores de su fama: que así merecen llamarse los que falsean y degradan al autor que pretenden divulgar en otra lengua, pues nadie les exige que rivalicen en ella con los méritos de la nativa en que sus obras vieron la luz. Nada más fácil a la imaginación ardiente del alumno de las musas que revestir de formas ideales el pensamiento y expresarlo con el ritmo y la medida en versos magníficos, rebosantes de vigor y lozanía; pero nada más difícil, si no toca los términos de lo imposible, Revolución y Cultura Revolución y Cultura 40 42 que acomodar esta expresión a conceptos extraños, imágenes no concebidas en nuestro cerebro o sentimientos que jamás haya experimentado nuestro corazón. Y aquí debo interrumpir la cita para recordarles que el poeta traducido es un ser humano, no fueran a pensar ustedes que los «conceptos extraños», las «imágenes no concebidas en nuestro cerebro» y los «sentimientos jamás experimentados» a los que se refiere nuestro traductor vienen de un ser de naturaleza extraterrena. Pero la cita continúa: Reconocemos, como versados en la estructura del lenguaje poético de griegos y latinos, que sus estrofas y medidas se parecen poco a las de las lenguas modernas, y oponen obstáculos formidables a ser trasladadas en métricas diferentes, conservando la elegancia y eufonía que supieron darle sus autores, y limitamos nuestras pretensiones a verter en el patrio idioma los conceptos e imágenes de sus obras imperecederas en estilo llano y castizo, a fin de que el lector se aproveche de sus reflexiones sobre la vida y el Arte, ya que no le sea dado saborear las galas del decir, el sorprendente efecto de sus audaces trasposiciones, la melodía deliciosa de los sonidos y el placer inefable de las cadencias que sólo se consiente gozar a quienes con la debida preparación consagran estudiosas vigilas a leerlos en su propio idioma [...] Supla la benevolencia de quien lea esta versión lo que falte al deleite de los oídos, y regale sus ojos con los matices de las flores del poeta, ya que el perfume se haya evaporado al pasar a la lengua de Castilla por el tamiz de nuestro flaco entendimiento. Lo cierto es que es este largo flemón introductorio tiene su lado divertido, pero por lo bajo de ese estilo engolado y violento palpitan los mismos argumentos a los que acuden la mayoría de los traductores de lírica griega y latina, aunque sean manifestados con más moderación. Como éste de una conocida versión de poesía griega: «Pero el traductor de poesía, ése sí que es un traidor redomado, cien veces traidor, al quer er nombrar con otr as palabras, al evocar con otros sones lo que el poeta expresó con precisión irrepetible, con pasión lúcida, con hiriente acuidad. El traductor de poemas está condenado a la traición y al fracaso». Y hecha esta declaración que acabo de citarles, el traductor nos advierte de lo que él nos dará: En nombre de esa fidelidad, de reducir la traición a lo indispensable, prescindamos de pedir galas prestadas a la traducción. Acaso sean más bellas sin excesivos adornos y mejor que sean bellas un tanto descoloridas que demasiado pintadas. Se difumina el color, el tono no tiene la acendrada alegría, la tersura fónica ni la musicalidad del original, pero, con todo, tal vez se r escate en nuevas palabras el dolorido sentir, las imágenes esenciales, la personalidad individual del poeta originario. Yo, la verdad, cuando leo cosas como ésta, pienso que el traductor debe de sentir la misma dolorosa frustración que un jovencito que aspirara a ser neurocirujano y terminara despachando menudillos en una carnicería. Y termino este paseo por los prólogos exculpatorios con el de una reciente edición de Vir gilio: «Traducir estos versos de Vir gilio a pr osa corriente castellana –nos explica el traductor– es como si uno se empeñase en destruir lo que laboriosa y hábilmente ha montado el poeta; es como demoler y echar por tierra un palacio de cristales multicolores: esa llanura de escombros informes es el resultado de la traducción. Con todo, tenga, al menos, esta traducción una virtud: su fidelidad perseverante al original». Antes veíamos qué iba siendo eso de la fidelidad en materia de contenido, ahora vemos también qué significa ser fiel al continente. ¿Cuál es, pues, el resultado de la coincidencia de ambas fidelidades? ¿Qué es, en definitiva, eso que llaman una traducción fiel de un libro de poesía antigua? Mis primeros contactos con la literatura clásica grecolatina vinieron, como es natural, de la mano de las traducciones. Dos cosas llamaban mi atención de aquellas lecturas. La primera, que el español que encontraba en casi todos aquellos libros era un español particular, altisonante, solemne y anticuado. Y este castellano r omo y malsonoro (aunque rico en asunto) era el marchamo de la literatura clásica, un marchamo que igualaba géneros, autores y mil años de escritura, y que hacía una e inconfundible la voz de aquellos padres de nuestra literatura que con tanta fidelidad se me entregaban. Y no es el mío un pensamiento singular (seguro que muchos de ustedes habrán sentido esto mismo); el ya mencionado Aníbal Núñez en la nota introductoria a su Catulo se pregunta por qué se suelen envejecer con una especie de pátina las v ersiones de los clásicos, por qué se traduce el latín a un castellano especial para traducciones de latín. La segunda impresión que de aquellas lecturas me llegaba es que la poesía antigua debía de ser un arte bien distinto a aquel que yo aprendía a disfrutar por esos mismos años en Manrique, Garcilaso o Juan Ramón. Aún así, se me aseguraba en los prólogos que no había música comparable a la de los versos de Píndaro, de Horacio o de Virgilio y que de ello tendría que hacer dogma de fe pues era el castellano una lengua incapaz para delicia tanta. No tardé en entender que la razón de ese desajuste entre lo contenido en los originales y lo dado en sus versiones era sencillamente que el traductor no sólo había traducido a otra lengua, sino también a otro lenguaje. Y siempre amparándose en la natur aleza intraducible de la poesía, que es la materia prima del proceso. El poeta Luis Javier Moreno, en su extraordinaria traducción de Day by day de Robert Lowell, nos vacuna contra estos sublimadores sublimistas que parecen situar los géneros poéticos en el territorio del arcano, donde lo inteligible es el coto particular, vedado a muchos, en el que sólo los iniciados se solazan: «A la simpleza de que la poesía es intraducible –afirma el traductor en su prólogo– la rebaten los hechos: una experiencia de siglos de excelsas traducciones entre las que no es infrecuente encontrar poemas traducidos que superen a los originales». Y es que, visto lo visto, bajo la declarada fidelidad al texto no creo que se oculte otra verdad que la forzosa fidelidad del traductor a su propio entendimien- 41 Revolución y Cultura 43 Revolución y Cultura to y a su propia escritura. Asumiendo estas dos limitaciones –la competencia lingüística del traductor y su destreza en materia poética– ¿qué criterios pueden ser considerados por quién se aventure en esta apasionante labor que es la traducción de un poema? Podríamos decir que la aspiración última de esta tar ea es procurar que el lector, enfr entado al texto traducido, perciba que aquellos poemas, escritos en una lengua distinta a la que él lee, son poesía; una poesía lo más parecida posible al original. Pero la poesía es poesía porque contenido y continente, qué y cómo, forman un todo inextricable, y nada, por tanto, lo uno sin lo otro. Teniendo en cuenta que la poesía, como lengua literaria, es una desviación del uso corriente de la lengua, una manera especial de hacer palpitar las palabras en un discurso que no es el discurso normalizado en el que la palabra suele manifestarse, el traductor de poesía no deberá tener la misión de traducir las palabras o frases del poema original, sino exactamente la de traducir aquella distorsión a la que han sido sometidas. Frente a la resignada actitud del traductor que considera que en una traducción de poesía se pierden lo que tan vagarosamente denomina «matices expresivos», «melodía deliciosa de los sonidos», «tersura fónica», «color», «placer inefable de las cadencias», el que traduce poesía debe estar convencido de que todos estos valores que es capaz de percibir en el poema original están perfectamente disponibles en su propia lengua, pues no hay recurso literario que no esté codificado en lengua alguna que haya desarrollado literatura. Traducir poesía será así –y es la tercer a vez que traigo aquí al gran Aníbal Núñez– «traducir al pie de la letra y de la mano del estilo».Y ello significa que no se puede concebir una traducción poética que no conserve en lo posible la forma original, que no contenga recursos que froten el oído del lector, no sólo el ojo; y hablo tanto del sonido de las palabras como de su ritmo. A propósito del ritmo el profesor García Calvo (que es además poeta, filólogo, agitador de conciencias y uno de los más audaces y certeros traductores de poesía grecolatina a nuestra lengua, con una versión de Ilíada que yo considero dentro ya de la historia de la literatura en español) apunta: «el ritmo está por fuera de la gramática de las lenguas, y aunque las condiciones prosódicas sean idiomáticas de cada una, las artes métricas se trasladan sin impedimento fundamental de una lengua a otra». Hace unas semanas, en un suplemento literario de un diario nacional español, un crítico muy competente, poeta también y experto en lenguas clásicas, señalaba a propósito de una reciente traducción mía de los líricos arcaicos griegos que yo había hecho la traducción de los líricos de mi generación como cuarenta años antes había hecho Juan Ferraté la de la suya. Superados los efluvios del halago, esta afirmación me hizo pensar algo mucho más importante –y este algo es lo que hace sustanciosas las palabras del crítico–: del mismo modo que cada tiempo construye su tradición, también cada tiempo necesita su propia traducción, porque traducir no es respetar el original sino reproducirlo, producirlo de nuevo. Y esto significa que el poema traducido, aunRevolución y Cultura Revolución y Cultura 44 que viene del original, no debe ser considerado nunca un poema subalterno, no debe ser una ilustración del original, sino, como nos advierte Jenaro Talens a propósito de sus versiones de Hölderlin, una reescritur a del original, un n uevo punto de partida, no de llegada, que hace válido el poema para el lector presente, y esa validez es –creo– lo que certifica que el original permanece en él. No sé si el traductor de poesía debe ser o no poeta, pero sí sé que sólo si el traductor ejerce de poeta puede obtener un verdadero poema. Ésta es la única manera de fidelidad en la que creo. Manera de fidelidad que por fortuna no es del todo infrecuente en las versiones castellanas más últimas que de los líricos grecolatinos han venido haciéndose por estos años: desconsiderado sería no mencionar aquí las magníficas traducciones de Juan Antonio González Iglesias o de Aurora Luque, junto a los trabajos de los ya traídos Luis Javier Moreno, Aníbal Núñez y Agustín García Calvo. Hay un último aspecto de la traducción sobre el que quiero hacer una pequeña reflexión. La lírica latina, y aún más la lírica griega, representan un momento de «realidad» como nunca después ha conocido la historia de la literatura. Entiendo por «realidad» el polo opuesto a la «ficción de la realidad». Si menciono esta circunstancia es porque en los últimos años en España se ha oficializado una poesía realista que utiliza un lenguaje «normalizado». Esta poesía realista, también llamada figurativa o poesía de la experiencia, es –y lo digo en el peor de los sentidos– literatura; es un modo de ficción, un acto de imitación que busca que el poema «se parezca a la realidad». El poeta Antonio Gamoneda, que ha cuestionado siempre la naturaleza poética de esta «poesía oficial», sostiene que la poesía no necesita del realismo porque es una realidad en sí misma, «es una pasión indiscernible de la vida y la muerte; es un hecho estético, sí, pero, más aún, es una realidad existencial (y si no lo es no se trata de poesía); una realidad que abre el conocimiento de lo que, siendo también real, es desconocido e incomunicable fuera de la poesía». El gr an poeta leonés, que está afirmándose en su propia idea de la poesía (de la que humildemente me declaro partidario), está señalando el valor tal vez más significativo de la poesía antigua: el pensamiento poético, que es música en su origen, y su escritura como una extensión de la interioridad de nuestra vida. No hay que olvidar que la lírica arcaica griega nace (junto a la filosofía y la ciencia) como un efecto natural, libre y espontáneo del verdadero alumbramiento de ese momento griego: la conciencia dulceamarga de la propia individualidad y la asunción, no siempre resignada, de la limitación del hombre y lo terrestre frente al estar sin tiempo de los hijos del cielo. Por eso la lírica antigua es ella misma una realidad, porque no es escritura sobre la vida, sino una emanación de la vida. ¿Puede esta reflexión aportar alguna perspectiva a la labor de traducción? Una –y fundamental– sobre el lenguaje. El traductor que sea consciente de esta circunstancia de la poesía que traduce no puede someterse al lenguaje que se le ofrece hoy como el único lenguaje poético posible. Cortázar habla en * Rayuela de devolverle al lenguaje sus derechos. En un momento de su novela un personaje escritor cambia «descender» por «bajar» como medida higiénica y justifica así el cambio: «Lo que busco es devolverle al verbo «descender» todo su brillo para que pueda ser usado como yo uso los fósforos y no como un fragmento decorativo, un pedazo de lugar común [...] está muy bien hacerle la guerra al lenguaje emputecido, a la literatura por llamarla así, en nombre de una realidad que creemos verdadera». Y es que los griegos nos enseñaron que lenguaje quiere decir residencia en una realidad, vivencia en una realidad. Revivir el lenguaje que fue vida: ése ha de ser –me parece– el afán apasionado del traductor de cualquier poesía verdadera. Con un hermoso texto de un griego de hoy, el poeta Zanasis Jatsópulos, termino ya esta pequeña reflexión en voz alta. Pertenece a Verbos para la rosa y la traducción que les leo es de Vicente Fernández: ¿La palabra montaña de qué materiales está hecha? En todo caso, no de las siete letras que la hacen sonar. Tierra y agua la habitan, pizarrales, rocas marmóreas, piedra porosa; tomillo y almácigo, orégano, acebuches; piedras y más piedras. Al menos en Grecia. Porque en otros sitios la misma palabra, con sus propias letras que la hacen sonar de otro modo –a veces prolongada, a veces monosílaba, con acordes diferentes en cualquier caso–, está llena de altísimas coníferas y es verde, más verde que la de los montes griegos, gris y, al caer la tarde malva. Así la montaña suena con diferente combinación de letras según su altitud. En el cuerpo de la palabra a veces nieva; a veces está cubierta por espesas nubes o por niebla. Y además la palabra está hecha de diferentes materiales en cada estación. Su composición mineral, sin embargo, que varía de montaña a montaña, permanece tercamente invariable para la misma montaña, tal y como fue definida por la era geológica de su formación. ¿De qué material está hecha la palabra poesía? 45 Revolución y Cultura Revolución y Cultura El español que hablamos en Latinoamérica. ¿Es una lengua de traducción? Lourdes Arencibia Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norte América… Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. José Martí. a lengua que utiliza, no solo en el plano de la literatura sino de la comunicación en general, la mayoría de los habitantes de este continente, para interrelacionarse con el resto de la comunidad hispanoparlante a escala planetaria es, como se sabe, una de las más numerosas y extendidas, toda vez que ocupa el cuarto lugar entre las más habladas del mundo, mas en sus inicios, para los habitantes de la región que llegó a ser América Latina, no era sino una lengua de adopción, una lengua puente, toda vez que su territorio de asentamiento era mestizo desde sus orígenes, y una de las regiones más plurilingües que haya conocido la humanidad. Pero, tan pronto aparece la noción de pluringüismo, ya se trate del de dentro o del de fuera de las fronteras de una comunidad lingüística dada, estaremos hablando implícita o explícitmente de transvase, de mediación, de fenómenos de interculturalidad. ¿Por qué analizar especialmente el caso del español de Latinoamérica ? ¿Podría decirse que este español es también una lengua de traducción/traducible1 para la cultura y la realidad de los pueblos de ese continente? ¿Existe pues un español de la traducción en América? Y más aún, ¿cabría entonces hablar de una lengua para la traducción? Profesora Titular Adjunta de la Facultad de Lenguas Extranjeras de la Universidad de La Habana y Profesora Invitada de la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente preside la Sección de Traducción Literaria de la UNEAC. Revolución y Cultura Revolución y Cultura 46 Creo que es útil evocar, antes de seguir adelante, la torre de Babel, una de las grandes metáforas de la historia de la comunicación, la representación que a través de los tiempos ha transmitido una visión supuestamente caótica de la multiplicidad de lenguas. Pero el plurilingüismo que simboliza Babel puede también contraponerse a los actuales intentos de globalización de la lengua, y en tal sentido, el fracaso de su imagen negativa puede interpretarse como el triunfo de la pluralidad y de la diversidad racionalmente entendidas. Y por supuesto, de la evidencia y del reconocimiento al papel arbitral y vinculante de la mediación lingüística en una sociedad que necesita expresarse. Desde este punto de vista, una mirada al español de América que a lo largo de más de cinco siglos ha ido ganando privilegios como lengua de la comunicación y de la traducción, es un acercamiento necesario al vector por excelencia del encuentro y del mestizaje de culturas, nuestras y ajenas. Babel indirectamente también llevó implícita la necesidad de traducir. Nuestra América ha sido siempre una región de migraciones. Aquí muchos llegamos de algún lugar y la conciencia del origen es un factor contribuyente de la unidad cultural. No es casual que la identidad se construya en el imaginario de manera permanente. Pero a la vez, nos pone de cara a una pluralidad de orígenes y de mutuas influencias y esta aparente contradicción ha ido dando paso –no sin fricciones, pero tampoco sin irreconciliables malquerencias–, a una dialéctica de más de cinco siglos entre la/s lenguas y culturas del centro y de la periferia, entre las lenguas y culturas de la periferia entre sí y consecuentemente, entre las concepciones sobre sus transvases. El encuentro de 1492, acontecimiento del cual Cuba fue un escenario privilegiado, significó para el pensamiento racional no sólo la comprobación de la esfericidad geográfica del planeta, sino el completamiento de su mapa cultural, si bien cargado de toda suerte de matices distintivos. En el Caribe por ejemplo, los primitivos habitantes de nuestras islas fueron trasladando a saltos de canoa toda su cultura hacia nuevos territorios y aún hoy siguen haciendo lo mismo, porque el emigrante siempre necesita llevar consigo los atributos que le dan fe de vida. Pero ese fenómeno, además natural y visible, pero no absolutizador, no nos debe llevar a la conclusión tan frecuente como engañosa de que la cultura oral o escrita, se define como una cultura del fragmento, cuando en realidad debe ser entendida como una cultura de la parte de un discurso que sólo en apariencia puede haber perdido su vínculo con el todo del lenguaje universal. En el contexto de mi propia definición antropocéntrica de la Cultura, me empeño en señalar que para mí, la Cultura es sobre todo y también, –y subrayo el carácter no taxativo de ese también– la maner a en que el Yo individual y el Yo colectivo traducen e interpretan su realidad y la enriquecen, y por eso propongo pensar en la cultura de Nuestra América como el resultado acumulativo de la labor de «impensamiento» y de «transpensamiento» que ha hecho el hombre americano a través de su Historia y que se expresa en su comportamiento social e individual, en sus proyecciones, en su modo de vida, en su manera de pensar, en sus creaciones, y por supuesto, en su discurso. En esta cuerda, la originalidad de América Latina forma parte de la identidad universal del hombre. La canadiense Danièle Marcoux, ha señalado con justeza que el potencial de una lengua, –evocando el potens que descubría Lezama Lima en la poesía–, reside no tanto en sus «significados» como en su «capacidad de significar»2 Y esa capacidad de significar de nuestro español americano es, sobre toda otra consideración, la que ha de servir al sujeto traductor para conservar y actualizar sus visiones de la cultura y las realidades del mundo en que vive. Y tal «filosofía» no se aparta tampoco del conce pto de la Weltliteratur de Goethe, en su acepción más abierta y abarcadora, ni de la dinámica epistemológica característica de la traducción, gener adora de discursos plurales sin desentenderse de la definición martiana de universo: «versus uni : lo múltiple en el uno.» En una conferencia dictada en 1994, el escritor martiniqueño Edouard Glissant señaló: «Lo que sugiere toda traducción en sus principios, mediante el paso de una lengua a otra, es la virtualidad de todas las lenguas del mundo. Y por eso mismo, es la señal evidente de que, dentro de nuestro imaginario, tenemos que concebir esa totalidad de lenguas.»3 Para Glissant, traducir es una manera de trascender las barreras de las lenguas, e ir más allá del propio idioma; una forma de trascendencia, una tentativa de abarcar lo universal. Así, la lengua es el elemento patrimonial que posee mayor arraigo entre los pueblos y junto a su posibilidad de ser transvasada, se une indisolublemente a la identidad y a los poderes propios en dos de los motores impulsores más importantes del desarrollo humano. Huelga dejar sentado que como vehículos de transmisión del pensamiento, todas las lenguas cumplen por igual su función comunicativa, independientemente de la cantidad de personas que se sirva sólo de alguna de ellas. Igual que todo el mundo tiene el mismo interés e igual derecho a enterarse y a hacerse entender a través de la comunicación mediada, esto es, de la traducción. Pero si bien esa comprobación tiene validez universal, no es menos cierto que tanto en este continente, como en todas partes, las lenguas muestran diferencias en su corpus, en sus niveles evolutivos y no se han desarrollado de manera homogénea como para que puedan utilizarse indistintamente sin mayores incidencias en cualquier contexto cultural, político, económico u otro, independientemente de la voluntad comunicativa, sin riesgos de pérdidas o distorsiones importantes, de tensiones lingüísticas y conflictos socioculturales inherentes a la incomunicación de grupos monolingües de lenguas indígenas entre sí, o de la comunicación parcial o incompleta entre éstos y los monolingües en castellano. Ese es un fenómeno perfectamente observable. De manera que el español que adoptamos pese a todos los avatares de la Conquista y la colonización, lengua múltiple a su vez –y ahí está el estudio de su morfología histórica en más de cinco siglos de utilización– uniforme sólo en apariencia, llegó a ser en América una koiné, la Lengua –alguien ha dicho que es otro esperanto–. Desde el punto de vista estrictamente socio y psicolingüístico, ¿qué le valió semejante privilegio, más allá de otras consideraciones inherentes a las imposiciones de orden histórico y politico? Pues, por ejemplo, sus posibilidades expresivas y su viabilidad, reconocidas por el número abrumador de hablantes dispersos por todo el planeta, más allá de los confines de este hemisferio; su tradición humanista, la riqueza de su producción literaria –entendida la literatura en su sentido más amplio– por un lado; y su eficacia, rentabilidad y proyección en los demás planos de la comunicación, por el otro; sin dejar de lado las facilidades para el intercambio pluricultural que le otorga ventajas para la comunicación en cualquiera de los dos polos del diálogo humano a través de la traducción. ¿Cuáles serían entonces el papel y la función de la traducción al y del español en América como puentes del fortalecimiento del plurilingüismo? En primer lugar, los de posibilitar el conocimiento de la cultura del Otro y la difusión de la propia según se coloque el español como lengua fuente o como lengua meta. Dijo el escritor austriaco Herman Broch que la traducción es la actividad humana más democrática porque refuerza su atención a lo Otro. En segundo lugar, los de facilitar el proceso de dinamización del español de América, contribuyendo así al enriquecimiento en su evolución semántica, a la flexibilización de su estructura, a la lógica de su transformación fonética y a las renovaciones de su léxico. En tercer lugar, los de afincar su vigen- Ilustraciones del Archivo de R y C. 47 Revolución y Cultura Revolución y Cultura cia en el panorama internacional y fundamentalmente en determinados foros estratégicos donde la pugna por la primacía de las llamadas lenguas fuertes pretende restarles voz al pensamiento y a la cultura hispanoparlantes iberoamericanas. En cuarto lugar, los de permitir la realización de tr ansacciones económicas controlando las posibles y reales variaciones conceptuales inherentes a la intervención de otras lenguas regionales de nivel de desarrollo desigual en ese ámbito particular. Y por último, los de facilitar la participación del español de América, no solo en el proceso de universalización de la cultura y de nuestras letras, sino en el intercambio de conocimientos en general; por ejemplo, en el enriquecimiento del acervo terminológico de las ciencias sociales y de la lengua científica, así como en la innovación, un campo donde el español se bate en franca desventaja con el inglés. A reserva de abundar con mayores argumentos en una comprobación que explica en parte por qué, en la práctica, el español se ha erigido en nuestra región como «la» lengua de utilización cuantitativamente mayoritaria, con el menor perjuicio para las autóctonas, quisiera señalar que lanzarnos en el análisis de un tema como éste, supone abordar el papel, la misión y los retos que tiene que asumir ese español que hablamos, con el que creamos y al que traducimos, desde muchísimos ángulos. Podrían identificarse tres campos en donde la presencia de las lenguas propias en América quedaría protegida, y con ellas, los signos de visualización de un país con bolsones de incomunicación temporal, sin perder sus signos de identidad y sin renunciar a la vez a la utilización del español como «lengua fuerte» a través de la traducción: en primer lugar, la proyección cultural exterior y la formación interior en campos como el de la traducción literaria, la traducción científica y técnica, el aprendizaje de las lenguas, el doblaje y la subtitulación de materiales mediáticos. Después, la representatividad política (presencia en foros internacionales, políticos, económicos y culturales, paralelamente a la activación de un amplio sector de la edición a través de la producción y difusión de traducciones de obras de la literatura universal al español, mas no sólo de aquellas que pertenecen a la llamada «alta cultura», sino también de las que se consideran géneros «menores» que, sin embargo, reciben una muy alta difusión). Y por último, el comer cio internacional Esta misión sin embargo, no transita precisamente por un camino de flores. Afronta por el contrario no pocos problemas y voy a mencionar algunos: ¿Cabe hablar de un español americano en la misma medida que cabe hablar de un inglés americano frente al británico? ¿Qué reconocimiento alcanza ese español por parte del castellano? ¿Desempeña ese español efectivamente su papel como lengua pivote de la comunicación y de la literatura en la América Morena –me rehúso siempre a calificarla de latina– frente a las lenguas autóctonas? Cómo se comporta en la traducción intercultural, como lengua fuente y como lengua meta? ¿Qué espacio ocupa por ejemplo, el traductor americano en el mercado editorial hispanoparlante? Revolución Revolución yy Cultura Cultura 48 Propongo, en vez de preguntar tanto, avanzar algunos comentarios. La creación intelectual de los hispanohablantes en nuestra región suele tener dos grandes destinatarios: Europa y los Estados Unidos, y las traducciones al español, van fundamental aunque no exclusivamente a esos países. Tiene también un mercado editorial más reducido en sus vecinos de América Latina, si bien hay países en nuestro hemisferio que se consideran y lo son, plazas editoriales fuertes: Colombia, México, Ar gentina, Chile... Y según afirmaciones que le escuché ya hace algunos años al entonces director del Instituto Cervantes, Fernando Rodriguez Lafuente, la mayor parte de la producción editorial española se ha trasladado a América Latina en razón de los costos, donde operan filiales de las mayores editoriales ibéricas: Alfaguara, Planeta,Tusquets, Mondadori.... Según datos divulgados recientemente, que proceden de la Federación de Cámaras de Comercio (Fedecal), de la Secretaría de Estado de Turismo y Comercio del Ministerio de Industria y de la Dirección General del Libro del Ministerio de Cultura de España, ese país es la cuarta potencia mundial por volumen de exportación de libros, detrás del Reino Unido, Estados Unidos y Alemania, con un crecimiento del 1.56 por ciento en el área iberoamericana, considerándose el concepto de exportación editorial no sólo referido a productos gráficos, sino a la venta de derechos de autor y a las traducciones. España es también la nación con mayor índice traductográfico, y traduce varios miles de títulos anuales, lo cual coloca a ese país en el tercer lugar de la edición y en el primero de la traducción. Este solo fenómeno hace de la lengua española uno de los destinatarios más amplios de nuestro entorno internacional en cuanto a la traducción. Otros temas que inciden en el español al y del que traducimos son el tratamiento de la variedad temática y dialectal del español americano, que es fuente permanente de contenidos, frente a la tendencia a la «castellanización de las traducciones»; el análisis de los efectos deformadores del sentido en el uso de los calcos sobre el mismo idioma y de los empobrecedores del tratamiento reductor de las etimologías toponímicas en las lenguas criollas de base hispánica; y el estudio y la valoración de dos aspectos diferentes a tomar en cuenta por el traductor americano: el primero atañe a la pertinencia o no de alcanzar en la traducción un español que se ha dado en llamar «neutro» –calificativo poco afortunado, sumamente ambigüo y harto polémico–, y el segundo, se refiere a la necesidad de definir la norma culta nacional y la norma culta regional. Con respecto al primero, traducir a un español «neutro»; o sea, que resulte «familiar» y entendible a la mayor cantidad posible de hispanohablantes dentro y fuera de la región, tiene a no dudarlo, tanto consecuencias empobrecedoras como favorecedoras para la lengua. Entre los efectos empobrecedores, cabe apuntar que esa lengua supuestamente «ideal» y consecuentemente artificial, reduciría las variantes en la realización del habla americana. Como contrargumento, el célebre traductor Antoine Berman, ya fallecido, señala: «Cuando decimos que la traducción tendría siempre que ser un poco más clara que el original, nos situamos de cara a un fenómeno que se manifiesta en todas las traducciones: traducir generaliza, clarifica, universaliza el sentido, lo acentúa, suprime los espesores, los estratos, el significado y la resonancia, en suma, todo lo que obstaculiza la libre circulación del sentido.»4 Entre las consecuencias favorables a esa idealidad de lengua meta, se señala que propicia una lectura con voluntad unificadora que facilita el entendimiento entre los hablantes en los distintos lugares donde existen culturas de base hispánica, acortando de paso también, distancias entre las lenguas desgajadas del español. Pero, ¿dónde quedan las variables diatópicas en el español que se habla en los distintos países hispanoparlantes de América y cómo distinguirlos del localismo a la hora de traducir? Por ejemplo, ¿cuál es la elección correcta para «grocery» cuando según el Multicultural Spanish Dictionary, en Argentina se diría «almacén»; en Colombia, «mercado»; en Costa Rica, «compras»; en Cuba, «bodega»; en República Dominicana, «víveres»; en El Salv ador, «pulpería»; en Guatemala, «tienda»; en México, «super»; en Panamá, «abarrotería»; en Puerto Rico, «colmado»; y en Venezuela, «abastos»? Según Martha Hildebrandt, «el localismo es todo uso lingüistico –fonético, morfosintáctico, léxico– vigente en un país latinoamericano excluído empero del español general.» 5 Los vocablos arriba enumerados, no están excluídos del español general, y algunos de ellos ni siquiera de la norma culta del español ame-ricano, ¿cómo los trata la traducción?; ¿deben recibir un tratamiento diferenciado con respecto a variables diatópicas como pozole o guajalote? ¿Qué hay de los fenómenos de semantización, resemantización, y desemantización temporal de términos en función de la época, el grupo social, la coyuntura, la moda?; ¿y qué del voseo y la correlación familiaridad/cortesía que denota una forma de tratamiento peculiar en varios países de América, mientras que en otros no se usa en lo absoluto? Cabría hablar también del papel de ese español frente a otras lenguas de utilización igualmente mayoritaria, dentro y fuera de nuestra zona geográfica, fundamentalmente frente al inglés. Cuando los creadores hispanoparlantes de la diáspora latioame- ricana escriben en Estados Unidos, a la hora de elegir la lengua de sus originales, se enfrentan a una dis-yuntiva que tiene que ver con la reacción del lector potencial. Si escriben en su lengua materna, para ser traducidos después, no tienen la misma recepción que los autores que escriben en inglés, porque en ese país, pese a la sorprendente cantidad de personas que hablan y leen el español, la gente prefiere leer en su propio idioma y no se acerca con simpatía a la literatura traducida. Por eso, a la hora de evaluar la inversión, y cuando las editoriales activan sus mecanismos de promoción para elevar las ventas, la prioridad que otorgan a un autor que necesita ser traducido pasa a un segundo rango. Pero también está la otra cara de la moneda. Si esos mismos autores latinos escriben en la lengua extranjera, se crean un extrañamiento con los lectores de su país de origen que se traduce en rechazo y hasta en distanciamiento y da lugar a una categorización negativa de su obra repecto a la de la producción nacional. Además, vale la pena en este contexto, examinar la clase de reto a que se enfrentan los traductores ex- 49 49 Revolución Revolución yy Cultura Cultura tranjeros de literatura latinoamericana con algunos ejemplos verdaderamente representarivos de la envergadura de tal desafío. El tema posee múltiples aristas que nos remiten una y otra vez a la pregunta inicial de si el español de América Latina es una lengua de traducción en el siglo XXI. T. S. Eliot decía que cada época transmite la impresión de que sus traducciones son transparentes, pero de ser así, y si cada época genera su propia lengua de traducción, es indiscutible que los problemas del transvase al español de América, sobre todo y fundamentalmente de las obras literarias, que arrancaron en el siglo XVI cuando los misioneros de las órdenes religiosas adaptaron el alfabeto latino a las lenguas autóctonas para poder recomponer la memoria de las grandes civilizaciones americanas que ellos mismos se habían empeñado en hacer desaparecer, no han cesado de plantearse, sino que se manifiestan con mucha fuerza, sobre todo a partir del boom de la literatura latinoamericana con sus defectos, audacias y/ o conformismos. La cuestión empero admite un doble análisis; según se mire con la óptica de los editores, o desde la ética del traductor y del margen de maniobra que le conceda el original. En un caso, afecta a los traduc- Revolución y Cultura Revolución y Cultura 50 tores al español, y en el otro, atañe fundamentalmente a los traductores del español. En los párrafos precedentes, hicimos mención al tema de la castellanización a ultranza de los textos traducidos en Latinoamérica. Esta tendencia responde a un interés muy especifico: la traducción tiene en la mayoría de los casos un destino comercial muy ligado a la edición y, por supuesto , a las exigencias de ese mercado y de quienes lo dirigen, y esos intereses generan presiones que muchas veces trastornan profundamente los resultados del transvase, so pretexto de lograr una lengua con determinados atributos, cuidada y correcta con arreglo a parámetros artificiales que respondan a las expectativas de un cierto público. Huelga señalar que ningún profesional de la traducción que se respete, se resigna a que su creatividad se vea acotada por una dimensión comercial cuyo fundamento está muy lejos de ser evidente y/o necesario. Y que suele conceder una prioridad mayor a la lengua como sistema, que al habla como uso. El segundo análisis que es el que nos interesa desarrollar verdaderamente a continuación, tiene que ver con el margen real de maniobra que le otorgue al traductor el original. Para seguir profundizando en la cuestión, no considero ocioso volver la mirada una vez más al punto de partida. El conocido traductor y crítico de traducciones, Claude de Frayssinet, en un estudio realizado sobre el francés, avanza algunos criterios que ilustran perfectamente nuestros propósitos. En todas partes del mundo –nos recuerda–, cada comunidad lingüística posee y defiende las reglas, hábitos y tradiciones que conformaron la lengua, y los hispanohablantes de Latinoamérica, que adoptaron una lengua metropolitana desde la periferia, vale decir, desde su condición de colonia respecto del castellano del centro/metrópoli, defendieron con mucha fuerza la legitimidad de los aportes lingüísticos al mestizaje que supuso ese injerto del español con centenares de lenguas y dialectos autóctonos en el crisol de una convivencia plurisecular. Sin hablar de los que preñaron el habla americana de voces africanas, asiáticas y de otras raíces europeas. A renglón seguido, presentamos tres fragmentos de literatura española, hispanoamericana y caribeña traducidos a lenguas extranjeras. El primero corresponde a Reinvidicación del conde Don Julián, de Juan Goytisolo: falta el lenguaje, Julián, desde estrados, iglesias, cátedras, púlpitos, academias, tribunas los carpetos reivindican con orgullo sus derechos de propiedad sobre el lenguaje es nuestro, nuestro, nuestro, dicen nosotros lo llevamos a la otra orilla del Atlántico con la moral y las leyes, la espiga y el arado, la religión, la justicia a dieciocho naciones que hoy hablan y piensan, rezan, cantan, escriben como nosotros y he aquí que el coro sublime de sus voces atraviesa el océano y resuena, estentóreo, a miles y miles de kilómetros de distancia por las pulperías de la Lagunilla en México por la bonaerense calle de Corrientes por el barrio de Jesús María de la Habana y el tlaxcalteca el porteño el Yoruba lo escucharán con indignado asombro y darán rienda suelta a su labia boy boy pinche gachupín quiobas con el totacho abusadísimo mi cuás ya chingaste hace ratón, con tu lopevega ora te chingas gachupas ora te desflemo el cuaresmeño... carpeteame un cacho al coso ese y decime si no es propio un plato, ma que castiya ni castiya, ñato, estos gaitas ya me tienen estufo... mía paeso, pero que babbaridá compai, que viene ette gaito con su cuento de limpia, fija y desplendol y tiene la caradura de desil-le aúno, a menda, a mi mimmo, asien medio de la conversadera y too que no se puée desil luse posque, muy fino el tipo... No obstante las notables dificultades de este texto, Aline Schulman, quien nos acaba de dar por cierto una nueva traducción al francés del Quijote, en el marco de su cuatricentenario, se atrevió con Goytisolo y lo llevó al francés, pero elude totalmente el sentido para proponer una sustitución musical, una transposición a nivel cultural, buscando las claves en la francofonía caribeña, o marroquíes, fuera de sus propias fronteras lingüísticas. Sobre su trabajo, comenta la propia traductora: «Cuando Goytisolo introduce en su texto castellano secuencias en un habla cubana en su transposición fonética, voy a buscar en la periferia: le pido a un antillano (francófono) que me traduzca esas palabras en su jerga. Cuando uno de sus personajes marroquí se expresa en un español más que aproximativo, un oído pied-noir (los franceses originarios de Argelia) como el mío, encuentra fácilmente el equivalente en nuestra lengua». 6 La traducción de Schulman fue dada a la estampa por Gallimard, en 1971. El segundo fragmento corresponde al «Velorio de Papá Montero», del libro Sóngoro Cosongo, 1931, de Nicolás Guillén: ¡Ahora sí que te rompieron, Papá Montero! El el solar te esperaban Pero te trajeron muerto; Fue bronca de jaladera, Pero te trajeron muerto; Dicen que él era tu ecobio, Pero te trajeron muerto; El hierro no apareció, Pero te trajeron muerto. Ya se acabó Baldomero: ¡zumba, canalla y rumbero! Alfred Melon, el conocido escritor martiniqueño, hablando de las dificultades de la traducción del léxico de la poesía de Guillén, dice: Fuera de la integración ya natural del bohío, el barracón, el ingenio, la mocha, el batey, cuyo sentido ya todo el mundo conoce ahora (si bien a los traductores les quita el sueño) aparecen voces menos difundidas en la poesía culta, «bembón», «sin pega» por sin trabajo; el jipi, la majagua o flus […] la «salasión» (o salación que los diccionarios señalan por «voz vulgar del hampa afro-cubana», la mata por árbol; el ajiaco, cubano, chileno, mexicano y peruano, el fufú, la cumbancha la bachata; ajumarse […] etc, etc.7... No obstante, Dario Puccini, realizó la traducción al italiano no sólo del poema citado sino de una amplia selección de la poesía del cubano: 8 El tercero y último ejemplo, corresponde a Tirano Banderas, de Ramón Valle-Inclán, donde el autor da de bruces con la relación entre el español de España y el español de América Latina, como oportunamente subr aya Antonio Valencia, en el prólogo que antecede el texto de la novela, en la edición de Espasa Calpe de 1975: «Figuraban en el lenguaje de esta obra raros términos castellanos entreverados de americanismos, por lo común remotos, propios del habla mexicana, cubana, peruana, argentina, chilena, en una síntesis genial […] Es indiscutible su valor literario absoluto como caracterización incluso musical de lo hispanomericano.» Ahora veamos las dificultades con que tuvo que lidiar el traductor a francés, Claude Fell, bien conocido de los cubanos: El Coronelito, sobre la puerta del jacal, atalayaba el Campo del Perulero. - No te dilates, manís. Ya salía el cholo, con el crío en brazos y la chinita al flanco. Suspira, esclava, la hembra: 51 51 Revolución y Cultura Revolución y Cultura - ¿Cuando será la vuelta? - Pues y quién sabe! Enciéndele una velita a la Guadalupe. - Le encederé dos! - Está bueno. Besó al crío, refregándole los bigotes, y lo puso en brazos de la madre. » 9 La traducción de Fell, fue editada por Flammarion, en 1979. Laurence Malingret es concluyente: «Una de las dificultades que enfrenta el traductor, es el riesgo de que la lengua de la traducción se vuelva una lengua convencional, un modelo de lengua correcta que admita la infraestructura, en vez de una escritura que consienta extranjeridad, o simplemente originalidad. » 10 Es obvio que esa lengua, si existe, aunque proclame aspir ación de idealidad y pureza, y pugne por abrirse paso con cierta «patente de corso» como fórmula de avenencia y función arbitral para los problemas de interculturalidad, por lo menos en el ámbito editorial so pretexto de mal menor, no puede ser más que una suerte de entelequia, una lengua de relación, de puente: permeable, maleable, cuestionada y cuestionable por definición. Pero ¿es que acaso hay una solución distinta o mejor para el hablante Otro? Claude de Frayssinet concluye, con sensatez y objetividad a la que nos adherimos en este trabajo, en la misma cuerda que Edouard Glissant, que la traducción inventa un lenguaje necesario, común a dos lenguas, un lenguaje de transición que pone en paralelo realidades muy a menudo heterogéneas: el resultado es una lengua de relación que añade a la una y a la otra. 11 Quizás entonces, no quepa hablar de una lengua de la traducción, pero sí de una lengua del traductor. Y desde que el hombre intentó comunicarse con sus semejantes, ese mediador está cumpliendo, de alguna manera, su misión uni versalizadora del pensamiento. Y para dar por cerrado este paseo a la redonda por un aspecto importante y poco valorado de la mediación con el español americano, nos referiremos muy breve y someramente, por falta de espacio, a tres casos diferentes de las llamadas derivaciones dialectales que colocan a nuestra lengua y a los traductores en los márgenes de los márgenes: el spanglish, el portuñol, y el/los créole/s. El spanglish: La lengua establece siempre una relación de poder; recordemos el axioma: «quién controla la lengua, controla el debate», y la pujanza del spanglish actualmente tiene que ver con el peso económico que ha ido adquiriendo con los años la presencia de emigrantes cubanos, mexicanos, dominicanos, colombianos, ecuatorianos, en los Estados Unidos. La dispersión enorme hacia los bordes de la cuenca antillana que ha tenido un segmento importante de la población de la región –que ya suma millones de personas–, las interminables corrientes migratorias y el re-asentamiento y la re-inserción de sus hablantes en nuevos contextos lingüísticos, han dado lugar no sólo a un permanente y singular contrapunteo entre las lenguas antillanas –con mayor pujanza entre el español, que es la mayoritaria de la inmigración– y el inglés, suplementario Revolución y Cultura Revolución y Cultura 52 al que ya existe por otras razones a nivel mundial entre el inglés y todas las demás lenguas; pero también ha favorecido una permanente retroalimentación en las lenguas y culturas en contacto, sobre todo en el estado de la Florida y en las fronteras con México. El español ha dejado de ser en esas zonas una lengua de inmigrantes como ocurriera más al norte con el yiddish, el italiano o el polaco, para devenir una lengua pidgin , criolla, especie de moderno cóctel, o como quiera designársela, llamada spanglish, cuyas implicaciones políticas, económicas, lingüísticas, sociales, culturales, religiosas darían por sí solas materia de reflexión para un análisis en un contexto mucho más detallado. Véase si no el revuelo que ha causado en la Real Academia Española de la Lengua, la obra del mexicano Ilán Stavans, profesor del Amherst College de Massachusetts, que traza la historia del spanglish desde 1848 a la actualidad, y en la que incluye una traducción del primer capítulo del Quijote a esa «lengua de contacto». El portuñol: Ese enorme coloso suramericano que es Brasil durante años se ha sentido muy aislado del resto de los países de la región y ha desarrollado el portuñol –mezcla curiosa de español y portugués, que carece de reglas y que cada cual habla como quiere– para comunicarse con sus vecinos hispanohablantes. El portuñol no es una lengua, ni siquiera es un dialecto, y no se enseña, que sepamos, en ninguna parte del país. Mucho menos es una lengua de traducción. Empobrece y estanca el desarrollo de las dos lenguas de las que se nutre y entorpece en los contactos internacionales la comprensión del pensamiento de sus hablantes. El gobierno brasileño no es ajeno a ese fenómeno y recién ha dictado una ley que oficializa el aprendizaje del español como segunda lengua en todas las escuelas secundarias, y está además empeñado en abrir el país a los contactos con el exterior a partir de la utilización y rescate de la lengua oficial del Brasil que es el portugués, lo cual reducirá ciertamente el espacio para el desarrollo y la utilización del portuñol en los contextos principales. El/los créole/s: La lengua se muestra en la literatura caribeña como lugar de conflictos y escenario de la tensión entre una escritura que expone el universo del colonizador y la oralidad que llena de ruidos significativos el sistema lingüístico oficial. El créole nació y se desarrolló como expresión de la dualidad centro/periferia. La utilización que hacen autores haitianos, jamaicanos y antillanos en general, del español, inglés o del francés subraya cómo en el plano de la lengua, la inserción de voces en créole, inglés y francés en los textos en español adquiere un significado particular porque contribuye a enraizar los relatos en la cuenca antillana y a hacer de la multiplicidad lingüística y de la fragmentación cultural de la región, heredada del colonialismo, un tema subyacente en los intertextos. El traductor al español que explore las relaciones entre lengua e identidad en la cultura caribeña francófona, por ejemplo, no podría pasar por alto que la oralidad se expresa en créole y la escritura en francés, lo cual ya lleva implícita la doble traducción. El caso de los créoles, entonces, tiene sobre todo una connotación política e identitaria que no se puede soslayar. Notas 1 En lo adelante, al referirnos al español de la traducción en sentido general, salvo que se especifique que se trata de una sola dirección en el transvase (al español, o del español), deberá entenderse que estamos hablando de la traducción en ambos sentidos, es decir del proceso que utiliza el español en cualquiera de los dos polos de la comunicación, ya sea como lengua de partida o de llegada. 2 Danièle Marcoux. Ponencia presentada en el 8vo. Simposio de Traducción Literaria, UNEAC, La Habana, 23 al 25 de noviembre de 2005. (inédita) 3 Edouard Glissant, Traduire, r elir e, r elier. 1994 (inédita) 4 Antoine Berman, «L’essence platonicienne de la traduction» En: Revue d’ Esthétique, Paris, 1986. 5 Hildebrandt se refiere en esta definición a los peruanismos. En nuestro artículo, la hemos aplicado a los localismos en general, pues atañe al mismo uso en cualquier otro país de América. Véase Marta Hildebrandt. Peruanismos, Lima, Bibliteca Nacional,del Perú, 1994. P. 13. 6 Intervención de Aline Schulman en el Coloquio sobre Juan Goytisolo, Assises de la Traduction Littéraire d’Arles, Francia, 1987 (inédito) 7 Veáse: Alfred Melon «Guillén, poeta de las síntesis» En: Tr es ensayos sobre Nicolás Guillén : La Habana: Ediciones Unión, 1980 p. 68. 8 Véase: Nicolás Guillén. Elegie e Canti Cubani, trad. de Dario Puccini, Milan: Accademia-Sansoni Editori 1971. p. 60. 9 Ramón Valle Inclán, Tirano Banderas, libro 1, capítulo VII, cuarta parte 10 Laurence Malingret, Stratégies de traduction: Les lettres hispaniques en langue française, Paris: Artois, Presses Universitaires, 2002. 11 Retomamos y coincidimos aquí con algunas ideas planteadas oralmente por Claude de Frayssinet en su ponencia presentada en el XV Encuentro Inter nacional de Traductores Literarios, celebrada en México, D.F. del 26 al 28 de octubre de 2005. 53 Revolución y Cultura Revolución y Cultura Un libro, un maestro del arte* Rafael Acosta de Arriba n los días de la IX Bienal de La Habana se produjo la presentación de un libro que compila las obras creadas por Agustín Bejarano entre 1987 y 2005, es decir, casi dos décadas de fecunda labor creativa. El volumen, editado por el sello Ar te Cubano Ediciones, es un completo catálogo sobre el quehacer de un creador que sobresale por su talento y dedicación al ar te. Y se suma a otros libros similares que han venido apareciendo en los últimos años como testimonio de obras personales que ya han alcanzado una gran legitimación dentro y fuera del país. Presentado en el patio del Museo Nacional de Bellas Ar tes por el investigador Jesús Veiga y quien escribe, éste, dedicado a Bejarano, merece ser reseñado. Comencemos por los textos. Tanto Rufo Caballero, como Caridad Blanco y David Mateo, ponderan, desde su evidente conocimiento de la obra de Agustín los rasgos de una labor dedicada por completo a las ar tes visuales. Todos coinciden en la maestría y versatilidad de Bejarano, en su capacidad de trabajo que es casi insuperable en el panorama plástico nacional, y en el gradual reconocimiento que el ar tista ha ido obteniendo tanto en el universo chico como en los más exigentes circuitos del llamado mainstream del mercado del arte. Rufo abre el volumen con una tentativa de interpretación de la poética del artista, dividiéndola en tres motivos: el cosmos, la ínsula y el hombre. Con prosa rápida cataloga a Bejarano «como uno de los autores más personales, cambiantes y ar tísticamente densos de la plástica cubana». Revolución y Cultura 54 Luego pasa a calificarlo como atrevido, lo que desde luego lo ha sido, y lo es, y se introduce en una exégesis meticulosa del itinerario temático y estilístico del artista. F inalmente, Rufo califica su obra como «una enciclopedia emocional de (su) contemporaneidad». Caridad, también muy vinculada con el quehacer artístico de Agustín, esboza su interpretación desde una fórmula cronológica donde va barriendo la biografía creativa del artista. Al igual que Rufo, resalta los temas eróticos que le fueron tan caros al ar tista desde su inicio: los colores austeros, la gestación de texturas y el dibujo preciso que caracterizaron esta obra desde sus primeros pasos. Cari también subraya que, en cuanto a la historia del grabado en Cuba, «por primera vez un ar tista realizó obras que excedieron los diez metros lineales como hizo Agustín Bejarano». Hoy pudiéramos confirmar con sus últimas muestras, y Abismos en par ticular, que esa predilección suya por los formatos grandes se mantiene en la pintura. Caridad concluye su extenso texto refiriéndose a la impor tancia del silencio y la soledad como temas recurrentes en la obra más reciente del artista. David Mateo, a mi juicio el crítico que más tiempo ha dedicado a la observación de la obra de Bejarano, opta por utilizar el género de la entrevista con lo cual permite un cierre completo en el acercamiento al artista y a su trabajo. Buen entrevistador, David va precisando momentos y circuns- tancias en la vida y la formación del artista a par tir de interrogantes que hacen hablar a Bejarano, en una amena recreación autobiográfica. De esta manera, a la mirada del otro se suma la propia conciencia del ar tista sobre su evolución, una autorreferencialidad muy útil para comprender este fenómeno tan peculiar del paisaje plástico cubano actual. Es clave la pregunta sobre la presencia de José Mar tí en la obra de Agustín Bejarano, asunto que también abordaron los dos críticos precedentes, pero la respuesta del ar tista merece ser citada: «Las interpretaciones de Martí que hago en mis obras tienen más bien un carácter filosófico. Hago una evocación muy respetuosa de su imagen, que a veces puede parecer lacerante por estar representado desnudo, como un hombre cualquiera, pero en realidad lo que me impor ta es resaltar por todos los medios su trascendencia humana, despojando a la figura de toda sofisticación.» Es casi imposible estar en desacuerdo, pues en el orden personal siempre percibí esa idea de acercarnos al Martí per sona, en la que Agustín insistía una y otra vez, bajando al prócer del pedestal para mostrárnoslo tal y como lo vieron sus coetáneos, un hombre, excepcional desde luego, pero un hombre que amaba, erraba y necesitaba de las relaciones personales para poder ser. Después de estos tres textos que tanto se agradecen, sigue una cronología del ar tista, las exposiciones personales y colectivas, y la bibliografía pasiva fundamental sobre el creador y su obra. Al final, los textos traducidos al inglés cierran este volumen esencial para conocer una obra capital en el arte cubano de las últimas dos décadas. A lo largo del libro, e iluminándolo, aparecen las reproducciones de las obras debidas a las fotografías de Rodolfo Mar tínez e Ignacio Vázquez, Ernesto Fernández, Carlos Herrera, Andrés Ferrer, José R. Fernández y del archivo per sonal del artista. Son destacables el diseño, a cargo del joven Juan Carlos Pérez Cendon, la traducción de Olimpia Sigarroa y el trabajo de edición que realizó Elvia Rosa Castro, liderando la compleja relación de equipo que tiene lugar cuando se gesta un libro como este. Por último, celebrar una vez más, la calidad de la fotomecánica y la impresión a que nos tiene acostumbrados Escandón Impresores, el taller sevillano donde se imprimen la revista Arte Cubano y muchos otros libros de nuestros más reconocidos artistas. No tengo por qué reiterar elogios sobre Agustín Bejarano y su obra que he pronunciado en inauguraciones de muestras, entrevistas, documentales y algunos textos que he garabateado sobre mi querido amigo. Solamente recordar que cuando me manifestó su deseo de acometer la empresa de este volumen le dije en el acto que sí, que era necesario, que su obra lo requería y que podía contar con toda la ayuda del CNAP para llevarla a feliz término. Hoy tengo la satisfacción de ver con vertido en una realidad lo que fue un sueño compar tido entre el ar tista y el que les habla. *Palabras de presentación del libro de Agustín Bejarano Cuando las nubes saben dibujar María Elena Llana an estigmatizada antaño como el homosexualismo pero mucho menos reivindicada, al menos en el espacio literario, la ubicación de clase pequeño burguesa comienza a reclamar su lugar bajo el sol, precisamente en la obra de mujeres escritoras. Hubo en nuestro devenir una época «obrero campesina» en que haber pertenecido a una familia que oliera a burguesía, incluso en su estamento menor, y mucho menos a vínculos con el batistato, era pecado original no redimible, base inexcusable a la desconfianza política preconizada por quienes ahogaron en fariseísmos idénticos antecedentes. Las nubes dibujaron un carnero, novela de Denia García Ronda, publicada por Letras Cubanas, tiene la valentía de encarar ambas circunstancias, de tratarlas como lo cotidiano irrevocable en la vida de una niña que llega a la juventud en los años sesenta. Y que, como es natural, se vio frente al imperativo de elegir su propia ubicación. Lo mejor es que no aborda el tema como mea culpa o arenga vindicativa, sino en el transcurrir de un coloquialismo que es mérito fundamental en la novela y que se echa de menos en los momentos en que la autora conceptualiza sobre el erotismo, por ejemplo, lo cual tampoco está de más en un contexto en que el personaje –primera persona, femenino– está proponiéndose cómo escribir su propia novela. Este arte de permutaciones personaje-autora, utilizado por algunas de las más recientes novelistas cubanas, revela lo que quizás sea una clave de nuestro tiempo: la inesquivabilidad histórica, un cier to crédito de lo sé porque lo viví que se resuelve en atractiva ficción testimonial. Se sitúa así no sólo la novela escrita por mujeres, sino a la mujer misma, en el acto de hacer trascender en materia literaria consciente su propia identidad, en forma directa, de primera mano. Formalmente, Las nubes dibujaron un carnero –título que evoca un lejano libro de lectura– la novela recrea una de las fórmulas del juego con el tiempo: hace transcurrir toda la acción durante una sola caminata por el Vedado, locus urbano emblemático, en la cual una mujer va al encuentro de un hombre con quien ha enfrentado sucesivas rupturas debido a causas tan cotidianas entre nosotros como las posiciones políticas, los divorcios y la emigración. Ella, que todo el tiempo es «ella», sin nombre propio que le impida la ubicuidad genérica, no sabe qué lo ha hecho llamarla esta vez. Soñadora, pese a todo, se dice que puede ser que busque asilo emocional. Vetera- na de cien batallas, piensa que quizás, ahora que regresó al país, no tenga casa. Y soluciona el asunto con una frase lapidaria: No es tiempo de dignidad y orgullo . Cabe al lector suponer a quién se refiere ese «tiempo», si a ella misma, a él o al mundo en que están viviendo. En realidad lo que Marcial –él si tiene nombre– no sabe y el lector sí, es que cuando se encuentren, va a enfrentar el sentido de la independencia que se ha ido enraizando en ella, obligada por las circunstancias para no ser vencida, lapso en el cual aprendió a aceptar la soledad como moneda de cambio. Queda el final abierto para imaginar si la serpiente se muerde la cola y «ella» se retoma como muchacha obediente y soñadora para vivir el happy end de su novela. O se reafirma en el egoísmo de quien afronta la vejez –así, sin eufemismos–, huérfana de afectos pero a salvo de los achaques –la próstata, etc.– de alguien que ya ha adquirido una forzosa cuota de ajenidad. La novela transcurre sobre la base de pinceladas, como los recuerdos, anárquicos en cuanto al orden 55 Revolución y Cultura cronológico. Y en ese collage de tiempos y personas, afloran el padre que era sargento de la Policía Militar y la madre que se deslomaba planchándole los duros uniformes de ser vicio. Se recrea la migración interna, de Santiago a La Habana y la dicotomía afectiva entre el lar nativo y el de adopción , en excelente alusión a la época en que se buscaba for tuna en bloque familiar, sin dejar la isla. Porque otro atractivo de la novela de DGR es que, más allá del rock y de la beca, se remonta a los albores de los cincuenta, cuando los que ahora afrontan la «tercera edad» eran niños y vivían bajo la disciplina de un catolicismo tradicional del que sólo se respetaban el bacalao en Semana Santa y el férreo control sobre los hijos. Resulta enriquecedor que esta novela nos sitúe en el momento álgido de la dicotomía padres e hijos. Y que el enfrentamiento termine cuando los padres abandonan el país, lo que a ella le causa pesar y alivio al mismo tiempo, confesión que reafirma la sinceridad como uno de los puntales de la obra. Cuando los recuerda, valora el apoyo que le dieron y sabe que no le demostraron mayor cariño porque no sabían. Y, por eso, en su memoria les perdona que, siendo niña, acudieran a una santera en vez de llevarla al psicólogo para controlar, entre otras rebeldías, la de orinarse en la cama. Detalles como este, convierten el fugaz dibujo de las nubes en un sólido fresco de la familia cubana clasemediera, digno del mejor museo de psicología social. Se suma a esa composición plástica la concepción racial de una pequeña burguesía blanca que acepta a los negros, siempre que no se trate de la relación amorosa, aunque macondiana por esencia, esta familia santiaguera, una vez consumado el hecho, acoja al elemento exógeno y a su prole. Tras estos datos, que deben considerarse en un acontecer sazonado sucesivamente por disímiles puntos de vista, el corpus de esta primera novela –que no podrá ser la última– de Denia García Ronda tiene muchos matices. Entre ellos, una valoración afectiva y arquitectónica del Vedado, que puede ser el ojo mágico que nos permita mirar la ciudad, el país, la vida..., para plantear algo más que el crearse, recrearse, hacerse y volverse a hacer de una mujer que, a sus sesenta años, acude a una cita a ciegas con un amor que ha sido perdurable, por ausencia o por reincidencia. Es grato acompañarla en ese recorrido, que incorpora al fresco a Carmen, Rebeca, Sonia, o la tía Onelia, antiguos personajes de cuentos que un ex esposo le aconsejó que rompiera. E ir oyendo los sabrosos comentarios de mujeres que se cruzan en su camino y que bien pudieran darle a esta nota un final de suspense radionovelero : ¿Se lanzará «ella» en los brazos abiertos de Marcial o le dirá, después de tantos años y de tan largo abandono: «...qué va mi hermano, tu no ves que yo estoy muy buena pa aguantarle zoqueterías a ningún macho»? Por: Adelaida de Juan SOBRE MONTOTO Y LOS REALISMOS ontoto coloca un reluciente tomate sobre la base de una construcción un tanto estropeada por el tiempo. Su rojo brilla, seguramente es suave al tacto y la vista resbala sobre sus formas cur vas. Las secciones arquitectónicas, por el contrario, son rugosas y rechazan la tentación del toque delicado sobre su superficie. La luz es, asimismo, de una impor tancia capital; corta en segmentos lo visible y, al igual que el fruto, está trabajada con una técnica similar a la preconizada por el hard-edge de ciertas tendencias ajenas a la que estoy observando aquí. Hay, pues, varias realidades, varios realismos, chocantes por su rara conjunción: el tomate –que también pudiera ser un pedazo de pan, otro vegetal, un trozo de material–, la arquitectura en un fragmento significante no solo como soporte y marco, la luz que ilumina y deviene protagónica. Puede pensarse de inmediato que la extraña cercanía de elementos cotidianos que Montoto emparienta, están dando una voltereta a los conocidos paraguas y máquina de coser Adelaida de Juan Profesora de la Universidad de la Habana. Su libro más reciente es Abriendo ventanas. Textos críticos (2007). Revolución y Cultura 56 sobre la mesa de disección que postulara Lautreamont hace más de un siglo. El insistente realismo con que están presentados los disímiles elementos de Montoto, forma parte de una de las corrientes más reiteradas (si no la de mayor persistencia) en la historia de las artes representativas canónicas de los últimos siglos. Lo «raro», lo misterioso, lo incitante, se encuentra, me parece, en la cercanía tranquila con que nuestro ar tista coloca los elementos de los cuales provienen estos objetos, que pertenecen a lo común y cotidiano, lugares donde, según el criterio de Degas, se halla la gracia. Esa gracia, en Montoto, se ofrece en principio de modo aparencialmente fácil y obvio. Solo una reflexión posterior conduce precisamente al asombro ante el misterio de lo cotidiano, ante el hecho sabido de que «la realidad sobrepasa la ficción». Montoto ha potenciado la aprendida pericia técnica de representar a los objetos observados al ubicarlos lado a lado de un modo inusual. No se trata, ni remotamente, del automa- tismo preconizado por los surrealistas; ni de la conjunción arbitraria de elementos pertenecientes a un mismo reino. Más bien escoge un marco similar pero diverso cada vez que enfrenta las bases constructivas de la ciudad, para entonces acentuar sus posibilidades imaginativas añadiéndoles un elemento de un reino otro, trabajado con igual pericia y detallismo minucioso. Del resultado emana un misterio inefable, fuer te y al parecer obvio, cuyas ramificaciones interpretativas parecen infinitas. Un tanto por azar –si es que el azar existe, o ¿se trata de haber encontrado lo que buscaba sin saberlo a ciencia cier ta?– me puse a releer a Proust después de haber contemplado un grupo de obras de Montoto similares a aquellas a las que me he referido anteriormente. Y en la monumental obra del francés, se abrió la página en la cual evoca la pintura de Elstir: allí dice que ésta es «la imagen singular de una cosa conocida, imagen distinta de lo que estamos acostumbrados a ver, singular y sin embargo verda- ¿Seremos fér tiles? I-2000, óleo sobre lino, 80 X 100 cm. dera, que, por lo mismo, nos es doblemente sobrecogedora porque nos asombra, nos hace saber de lo acostumbrado y a la vez nos hace entrar en nosotros mismos al recordarnos una impresión.» Creo que aquí podría encontrarse una clave posible para la más profunda entrada en el misterio al parecer oculto de la pintura de Montoto: lo cotidiano, lo que pensamos per tenece al reino de lo real, y su recreación por medio de la pintura. Uso con cier ta reserva este último término, pues en el modo de trabajarla el ar tista provoca una sensación tectónica en los elementos referidos a la arquitectura representada fragmentariamente. Tengo la impresión de que estoy contemplando la presentación de algo volumétrico, que obedece a una dimensión que escapa y es recapturada por el lienzo plano. Es importante esta condición que he denominado tectónica, pues en su más reciente obra, Montoto lleva hasta sus últimas consecuencias esta nota característica para que el ilusionismo del relieve devenga relieve en sí. En el catálogo para la instalación titulada Ciudad para ciegos (Museo de Ar te Colonial, marzo-abril 2006), Montoto escribe: «En toda representación el espacio y el tiempo devienen significados figurados.» Ha construido, con la colaboración de invidentes, un fragmento citadino cuyo recorrido está establecido por guías ampliadas de letras Braille y leves relieves que marcan los ámbitos cotidianos de una ciudad. En una Bienal que ha privilegiado los ámbitos protagónicos de la villa, Montoto ha aislado un segmento, suprimiéndole la luz, haciéndonos compartir brevemente las experiencias de nuestros compañeros privados de la visión. Lo táctil, implícito en las pinturas de Montoto –como apunté anteriormente al mencionar el carácter tectónico de ciertas zonas de sus composiciones– aquí deja de ser un recurso visual para concentrarse en la sensibilidad de las yemas de los dedos. Los que disfrutamos del privilegio de la vista no podemos descifrar el alfabeto de los invidentes, por ampliado que esté, y nuestra marcha por la ciudad creada por Montoto se hace titubeante y en dependencia de nuestra percepción sensorial de la mano. Cuando emergemos del túnel-ciudad, habiendo sentido las palabras y las columnas que guiaron nuestros pasos, estamos conscien- tes de haber tenido una experiencia profunda y duradera. Por unos instantes, algunos sentidos nos han permitido cier to tipo de lectura que trasciende su mero desciframiento. No sabemos con seguridad el tiempo que ha transcurrido mientras duraba nuestro tar tamudeante recorrido; tampoco sabemos cuánto han podido asimilar nuestras manos apropiándose de la función de la vista. No caben dudas de que Montoto ha subido la parada, eliminando uno de los integrantes de lo que por esencia ha sido siempre una asimilación sensorial. Las ar tes plásticas con razón suelen incluir se dentro de las artes visuales. Montoto nos ha hecho palpable –uso el término con toda intención plurívoca– de que no siempre, ni necesariamente, la experiencia estética depende de esa ubicación. Como vivencia ha sido impactante y colmada de intensidad; como muestra representa la inclusión de una par te trascendente de nuestra población que se hace así par tícipe y coautora de la exposición. No me cabe duda de que Montoto nos ha proporcionado una experiencia vital de trascendencia y perdurabilidad. 57 Revolución y Cultura MONTOTO OTRA VUELTA DE LA TUERCA El monte de los olivos I, mixta sobre lienzo, 250 X 200 cm, 2007. Revolución y Cultura lguna vez he citado que el pintor Mariano, para referirse con admiración a un creador, dictaminaba: «Tiene demonio». Ese demonio, ciertamente habita, con diversa forma, en nuestros más relevantes ar tistas. Me ha venido a la mente esta frase de Mariano al visitar la más reciente muestra de Ar turo Montoto en Villa Manuela, Conversación en el huer to, que reúne obras recientes. Relativamente pocas piezas ocupan por su formato los espacios de la Galería; con toda intención he escrito ocupan, pues de hecho el espacio está ocupado; ocupado porque llena nuestra visión hasta límites insospechados, ocupado porque sentimos que el artista nos ha capturado –captado– hasta los límites de lo posible. Hace veinte años, Montoto exhibió algunas de sus fotografías en una muestra que significativamente tituló Chiaroscuro, reuniendo en ella obras realizadas entre 1985 y 1987. Tituló la foto liminar del catálogo «El elogio de la sombra», elogio que adquiriría una notable connotación en la pieza «Providencia», en la cual una pelota aparece marcadamente solitaria en un triángulo de luz. En efecto, la sombra y la luz devienen, en la producción del ar tista, protagonistas de múltiples visiones, engañosas por su aparente entrega factual, mientras guardan para su posterior desciframiento las connotaciones pletóricas de significados diversos. Antes de esa etapa, Montoto, estudiante que arrancó bajo el influjo magnífico de la obra alucinada de Acosta León, elabora piezas en las cuales se pone de manifiesto lo que él ha denominado su «vocación abstraccionista-informalista». En la serie Paisajes, de 1984, se produce una manifiesta conjunción entre el trazo dibujado en medio del campo matizado por manchas de color. Posteriormente, en piezas como «La escena nebulosa», habría de variar la base matérica, manteniendo el ma 58 nejo de una composición cromáticamente matizada, dentro de la serie titulada Lecturas. He mencionado brevemente estos datos de la trayectoria de Montoto para tratar de rastrear el aparente cambio con respecto a los inquietan-tes bodegones que tendieron a catalogar al artista como una suerte de realista hard-edge: objetos cotidianos presentados con minucioso precio-sismo en un feérico ámbito arquitec-tónico en el cual las cosas visibles lanzan con precisión su nítida sombra. La composición es sencilla, en el sentido en que ese término, signi-ficante rico en castellano, es total-mente intraducible. (Cf. los Versos sencillos intocados por el buen traductor.) Pero ahora, en Conversación en el huer to, asoma de nuevo la vocación informalista. (No puedo dejar de abrir un paréntesis aquí para evocar la memoria de Raúl Martínez, uno de nuestros iniciales pintores abstractos, también fotógrafo, quien, como Rauschenberg, pasó orgánicamente a la figuración, en sus casos de reminiscencia pop , para finalizar con un retorno a la abstracción). El lazo conductor con la obra anterior de Montoto está dado por la escogida de un objeto «común y corriente» que centra, solitario, la composición. Está, asimismo, dado por la precisión incitadora con que se presenta a nuestra vista desde un lienzo que va ganando en dimensión, con cierto sentido sobrecogedor ante nuestros ojos. También tiene en común la riqueza de los títulos otorgados a cada pieza, esos paratextos que Montoto les otorga para una mayor incitación a nuestra mirada indagatoria. Así, la silueta se hace suelta, mediante trazos rápidamente dibujados –¿con carboncillo?– para entonces recibir en su interior algunos toques de color que la llenan, como azarosamente, de valoración cromática. Esta manera de ofrecer la imagen de un objeto se hace aun más visible en piezas como «Tránsito», en la cual la presencia de las zapatillas tiradas como al descuido provoca no pocas indagaciones. Montoto mantiene el uso de sombras proyectadas por los objetos centrales de cada pieza y, en ocasiones, por sus elementos cons- Tránsito I, mixta sobre lino, 100 X 100 cm, 2006. titutivos. Así, en «El monte de los olivos», la divergencia solo aparente de las sombras de las varias secciones de la ratonera, acentúan el ámbito inquietante de la pieza toda. De hecho, la línea es de marcada impor tancia en la conformación de estas obras, al ser el vehículo de ese contorno definitorio que ciñe la imagen de modo absoluto. Es, eso sí, una línea suelta que a menudo adquiere el carácter de un esbozo dibujado. El papel desempeñado por el trazo ágil sugiere un contrapunto con la solidez que emana del objeto recreado en el lienzo. En ocasiones, la línea se aleja de esa función delimitadora para conformar cier tos elementos inquietantes, sobre todo en las piezas realizadas en 2007. En las del año anterior, el objeto protagónico está más centrado en nuestra mirada. En los más re - cientes, por cierto de mayores dimensiones en su formato, el objeto se aleja, pues Montoto delinea elementos que crean tal alejamiento, tal distanciamento. Así, las telas metálicas, las estacas a veces con alambres de púas (que a veces son atributos solitarios, a veces coexisten en una misma pieza) pueden devenir en un símbolo de separación, una manera de marcar territorio. Ejemplos sobresalientes de la presencia de estos elementos importantes en la visión que se nos ofrece, están dados en «Los dos extremos del peligro» y en «Ayer se ha mondado el jardín». Todos estos atributos a los que he hecho referencia –línea, color, zonas compactas– señorean la presentación de los objetos reconocibles que intervienen en esta Conversación en el huer to. Pero la conversación (ahora entre creador y receptor) ocurre fren- te a un fondo riquísimo en gradaciones cromáticas, trazos sueltos, suaves zonas en pasteles que matizan el entorno. En contraste con los fondos nítidos y, diríamos, ceñidos con bordes cortantes de su obra anterior, aquí el artista ha dejado fluir libremente el color, ha creado una composición amplia en su recepción, precisamente por la apertura de su incitante composición. En suma, los fondos frente a los cuales se nos presentan los objetos reconocibles de cier ta cotidianidad son, de hecho, abstracciones informalistas. No deja de ser incitante esta conjunción de factura objetual realista con una composición abstracta que está obligada a per manecer como una suerte de telón de fondo. Tal contrapunto no solo es incitante, sino que, además, abre a indagaciones sobre el devenir de su quehacer, que abrirá sin dudas nuevos mundos expresivos. 59 Revolución y Cultura JOSE JUAN ARROM (1910-2007): IN MEMORIAM Eugenio Chang-Rodríguez ace poco falleció el gran escritor cubano José Juan Arrom en su casa de Massachussets, su última residencia desde que se jubiló de la Universidad de Yale, tras varias decenas de docencia. Fue miembro fundador de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y miembro cor respondiente de la Academia Cubana de la Lengua. Su partida enluta a las letras hispánicas. Este destacado crítico literario nació en Holguín, Cuba, de padre mallorquín y madre cubana. Por su talento y dedicación al estudio, su familia lo envió a la Universidad de Yale, de donde recibió tres títulos universitarios en letras y varios honores. Por las becas que le otorgaron y los trabajos desempeñados, fue nombrado Conser vador de la Colección Latinoamericana de Yale, tarea que cumplió con gran eficiencia, al mismo tiempo que continuó su labor docente y asesoría de los estudiantes de literatura hispánica. En 1962 cesaron sus funciones de Conservador para asumir nuevas responsabilidades como orientador principal de estudios hispánicos en Yale. Su jubilación prematura de la cátedra no disminuyó el ritmo acelerado del humanista y acucioso investigador de las literaturas y el folclor latinoamericanos. Sus apor tes significativos a la cultura hispanoamericana comienzan en 1941, en la Re vista Bimestre Cubana, con el enjundioso ar tículo « Primeras manifestaciones dramáticas en Cuba, 1512-1776». Se encuentran ahí las dos ver tientes principales de sus inquietudes investigadoras académicas: el teatro y las crónicas hispanoamericanas coloniales, a las que tanto contribuyó en las siguientes décadas. Su primer libro, Estudios de literatura hispanoamericana (La Habana, 1950), expande sus temas predilectos, para incluir la poesía afrocubana, a cuya apreciación e interpretación ofrece mucha originalidad. A par tir de entonces la Revista Cubana, el Handbook of Latin American Studies y la Revista Iberoamericana periódicamente recogieron valiosos ar tículos suyos. La Sociedad Económica de Amigos del País publicó en La Habana, en 1951, la primera edición de El príncipe jardinero y fingido Cloridiano, comedia sin fama del capitán don Santiago de Pita, natural de La Habana, cuyo estudio preliminar, edición y notas per tenecen a José Juan Arrom. Ofrece después meticulosos artículos, como «Criollo: definición y matices de un concepto», incluido en la revista norteamericana Hispania (No. 34, 1951, pp.172-176), que el autor de esta breve nota necrológica, incluyó en la sección antológica del texto universitario de gramática castellana deductivo auspiciado por la Modern Language of America, Continuing Spanish (N. Y., 1967), usado por decenas de miles de universitarios norteamericanos y de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Otros trabajos de Arrom aparecieron tanto en Américas como en Thesaurus, Boletín del Instituto Caro y Cuer vo, que también dio a la estampa en tres ediciones una de las obras maestras del recordado cubano: Esquema generacional de las letras hispanoamericanas. Otras revistas conocidas también recogieron sus aportaciones eruditas: The Journal of InterAmerican Studies. Cuadernos Americanos, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña y el Boletín de la Academia Nor teamericana de la Lengua Española. Asimismo, Arrom escribió acuciosas páginas sobre folclor: «Mitos taínos en las letras de Cuba, Santo Domingo y México», «La Virgen del Cobre: historia, leyenda y símbolo sincré-tico», y «Presencia del negro en la poesía folclórica americana». Todas ellas son productos de la armónica fusión interdisciplinaria de la historia, la literatura y el folclor, disciplinas integrantes de la cultura de la nación continental indoamericana. Sobre la integridad y unicidad de la cultura latinoamericana Arrom editó Cer tidumbre de América, cuya segunda edición publicó Gredos en 1971. Otra grandes aportaciones suyas son: 1) «Mar tí and the Problems of Generations», Latin American Literar y Review (1.1, 1972, pp. 25-38); 2) «Precursores coloniales del cuento hispanoamericano: Fray Mar tín de Murúa y el idilio indianista», El cuento hispanoamericano ante la crítica (Madrid: Editorial Castalia, 1973, pp. 24-36); y Fray Ramón Pané. «Relación acerca de las Antigüedades de los Indios» el primer tratado escrito en América. Nueva versión, con estudio preliminar, notas, mapa y apéndices por José Juan Arrom (México: Siglo XXI, 1974) . En todos ellos apreciamos la información erudita, la evaluación novedosa, el gusto y el calor humano. Con la partida final de José Juan Arrom las letras hispánicas se encuentran de duelo. Revolución y Cultura 60 Entre la realidad y el sueño: Fernando Pérez Luciano Castillo udo que alguien no quede impactado ante el contundente final de Madrigal, el nuevo largometraje de Fernando Pérez, quien, consciente de los riesgos que corría, desde el propio proceso de concepción del guión, expresó: «Siempre he dicho que con cada uno de los proyectos que he hecho me lanzo al vacío como con un paracaídas, el paracaídas se abre o no se abre. Hasta ahora parece ser que se ha abierto, pero con Madrigal siento que me lanzo al vacío sin paracaídas, caigo de pie o me escacho completo. Es un proyecto que es la negación de Suite Habana . Es un guión muy ar tificioso, busca la artificialidad, busca crear una realidad artificiosa que puede chocar le al espectador. Pero si el espectador logra entrar en esa realidad, a lo mejor fluye. Madrigal niega o rompe con muchas leyes dramatúrgicas tradicionales porque son dos historias. Cuando termina la primera, al cabo de una hora de película, comienza otra, que deriva de la primera: es un reto. No sé si se podrá lograr o no, pero algo me dice que por ahí hay un camino, que necesito andar y quiero probar me a ver. A lo mejor me escacho, pero si resulta bueno puede ser algo interesante». La secuencia que cierra el controvertido filme –una de las más memorables en toda la historia del cine cubano– nos incita a retomar las páginas del libro Sueños de realidad. Fernando Pérez: tres décadas de cine, del crítico e investigador de cine y literatura Jorge Ruffinelli (Montevideo, 1943). El volumen, acreedor a una Mención especial en los Premios de Ensayo sobre cine en Iberoamérica y el Caribe, convocados en el año 2004 por la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y la Universidad de Alcalá de Henares, fue publicado con el apor te de la Fundación Autor de España. A la inveterada paciencia y rigor de Ruffinelli, quien desde hace años prepara su Enciclopedia del Cine Latinoamericano que aparecerá en libro, DVD y CD-Rom, la bibliografía de cine latinoamericano le debe títulos como: Patricio Guzmán (2001) y Víctor Gaviria: Los márgenes al centro (2004). Ahora, este apasionado acercamiento a la obra del cineasta cubano Fernando Pérez deviene una contribución decisiva para su estudio. El realizador había sido ya objeto de un examen precedente –La vida es un silbo: Fernando Pérez, de Mercedes Santos Moray (Ediciones ICAIC/ ARCI-UCCA, 2004– que toma como punto de partida un fructífero diálogo entre la autora y el creador. Pero Ruffinelli no se limita a la revisión minuciosa de cada uno de los títulos de la filmografìa del director de Siembro viento en mi ciudad, sino que profundiza en la evolución, motivaciones, propósitos y recurrencias de este realizador que admitió, en cier ta ocasión, que sueña despierto, a su juicio, la mejor manera de soñar. Con los pies sobre la tierra, desde el desgarrador alarido de Isabel Santos en la secuencia final de Clandestinos (1987), opera prima en la ficción del cineasta, la ilusión por liberarse o aislarse de la realidad que vive por la Larita de Hello, Hemingway, o la Laurita de Madagascar, o cualquiera de los seres que se entrecruzan en La vida es silbar, o las per sonas devenidas personajes de la inclasificable Suite Habana, o la obesa protagonista de Madrigal, las búsquedas expresivas del creador son inalterables. Ruffinelli lo sabe y apunta que el trabajo en el Noticiero ICAIC y en el documental, fue para Fernando como una suer te de campo de entrenamiento: «Esa experiencia le ayudó a imprimir determinados dispositivos narrativos en el documental, que más tarde intentaría trasladar a la ficción. Así como a negarse a emplear otros cuando 61 Revolución y Cultura descubrió que no coincidían con sus conceptos fílmicos y con el cine que quería hacer.» El proceso de enfrentamiento, seducción y apropiación de la realidad constituye, para Ruffinelli, la diferencia cardinal que distingue su cine documental y la ficción más «experimental», iniciada con Madagascar (1994). El libro está conformado por una serie de ensayos que ofrecen una sólida visión de la trayectoria de uno de los ar tistas cimeros del cine cubano contemporáneo –recientemente galardonado con uno de los Premios Nacionales de Cine 2007–: al que le da título le siguen «Cómo se teje el sueño (de amor) revolucionario: Clandestinos»; «La realidad y el sueño libertario. La educación sentimental de una adolescente: Hello, Hemingway»; «De Larita a La(u)rita. La realidad interior (en el período especial) se hace viaje y metáfora: Madagascar»; «Nutriéndose de su propia cultura (Bola de Nieve, Benny Moré, Elpidio Valdés, Santa Bárbara, Shangó), la alegoría se hace realidad: La vida es silbar» y «La realidad de «las pequeñas cosas» en la dulce y melancólica Habana cotidiana: Suite Habana». El libro incluye además, con el título «Cuentos y descuentos: breve visita a la recepción de La vida es silbar y Suite Habana», un análisis de la acogida por par te de la crítica especializada nacional de esas dos cintas. Se añade la filmografìa y la biblio- Revolución y Cultura 62 grafía sobre el cineasta existente hasta el año 2003 (entrevistas y artículos), y como anexo una reveladora entrevista concedida por Fernando a raíz del estreno de Suite Habana: «La Habana que uno mira pero no ve, y es la que está, ahí, todos los días». Algo constante en las declaraciones del director de Madrigal, con su perenne vocación de riesgo, es confesarse más cinéfilo que cineasta, amén de reconocer que se deja arrastrar por las intuiciones. Ruffinelli, brillante y acucioso investigador lo sabe, e incita a su admirado interlocutor a ir más allá de la génesis de su declaración de amor a la ciudad de La Habana para abordar la función atribuida al silencio, a las improvisaciones, a la presencia de Lennon, a sus colaboradores habituales –el fotógrafo Raúl Pérez Ureta, la editora Julia Yip y el compositor Edesio Alejandro–, y hasta del salto estético-narrativo en su trayectoria implicado por Madagascar y La vida es silbar, entre otros aspectos. Con Sueños de realidad. Fernando Pérez: tres décadas de cine, Jorge Ruffinelli inscribe un libro definitivo y de obligada referencia para aproximarse a los treinta años transcurridos entre su irrupción en el documental con la codirección de Puer to Rico (1975) y la resonancia internacional de Suite Habana. En la entrevista que cierra este libro –carente no solo de una portada atractiva y con las sola- pas desperdiciadas, sino de un prólogo, fotografías, e incluso, hasta de la propia ficha biográfica del autor– el realizador confiesa que, por no haber perdido su carácter de espectador que se emociona ante una película, podría ensayar todos los estilos y todas la maneras de nar rar. Ferviente admirador del Lars von Trier, que no temió una ruptura radical con Dogville , Fernando Pérez, como este investigador precisa en el libro, tampoco vaciló en obser var desde una óptica diferente un tema como la lucha clandestina –que muchos pensaban manido–, ni en apelar a la metáfora y los símbolos en la trilogía Madagascar–La vida es silbar–Madrigal. Jorge Ruffinelli es el biógrafo-cronista-crítico de alguien como Fernando Pérez, poseedor de una exacerbada sensibilidad, que se advierte en cada uno de sus planos, para quien uno de los preceptos por los cuales se rige es aquel de Tagore: «Yo siento que a veces busco lo que no encuentro y encuentro lo que no busco». Fascinante como provocación a la indiferencia, dotada de la rara virtud de polarizar criterios a extremos inimaginables, sobre Madrigal –que seguramente marcará un antes y un después en su quehacer– habrá que volver una y otra y otra vez, con la cer teza de hallar mucho más de lo que busca, algo análogo a lo que ocurre con un libro como este de Rufinelli. BECAS DE PENSAMIENTO BOLÍVAR–MARTÍ L os Ministerios de Cultura de Cuba y Venezuela, con vocan a las Becas de Pensamiento Bolívar Mar tí, destinadas a estimular el pensamiento antihegemónico, descolonizador y de profunda voluntad emancipadora, acorde con la tradición de soberanía nacional y de transformación social que ha caracterizado el movimiento revolucionario en América. Se otorgarán siete Becas de ensayo, que se regirán por las siguientes bases: 1– Podrán participar todos los interesados que residan de manera per manente en Venezuela y Cuba. 2– Las Becas serán otorgadas a proyectos ensayísticos basados en los principios de esta convocatoria, que aborden, con una perspectiva original, aspectos relevantes de la problemática histórico–social, cultural, económica y política de los países del continente americano en la actualidad. 3– Los proyectos deberán ser totalmente inéditos, y podrán ser presentados por un autor o colectivo de autores. En este último caso el monto de la Beca será dividido en partes iguales entre ellos. 4– Los proyectos serán presentados en forma de un guión que detalle los temas que se tratarán, una fundamentación y el cronograma con la fecha de terminación, que no deberá exceder de un año a par tir de la entrega de la Beca. A esta propuesta se le adjuntará un capítulo o fragmento no menor de 30 cuartillas y una ficha cur ricular del autor o los autores. 5– La documentación relacionada en el punto anterior deberá ser presentada en tres copias impresas, más una versión en soporte digital. 6– Las Becas consistirán en: * Cinco Becas de 20 000 USD cada una para proyectos presentados por autores mayores de 35 años. El libro que se presente como resultado final no deberá ser menor de 200 cuar tillas. Dicha extensión no incluye los apéndices e ilustraciones que formen par te del volumen. * Dos Becas de 15 000 USD cada una para proyectos presentados por autores menores de 35 años. Se considerarán en esta categoría aquellos autores que no hayan cumplido los 35 años en el momento de darse a conocer los premios. En caso de que se trate de un proyecto colectivo, todos los autores deben cumplir ese requisito. El libro que se presente como resultado final no deberá ser menor de 200 cuar tillas. Dicha extensión no incluye los apéndices e ilustraciones que formen parte del volumen. 7– El financiamiento de las Becas se distribuirá de la siguiente manera: En el caso de las Becas de 15 000 USD: · 5000 USD para el proyecto ganador al momento de ser seleccionado. · 5000 USD para el proyecto ganador una vez concluido el texto definitivo. · 5000 USD para financiar la publicación del libro, que serán entregados al editor que se encargará de la publicación en cualquiera de los dos países. En el caso de las Becas de 20 000 USD: · 7 500 USD para el proyecto ganador al momento de ser seleccionado. . 7 500 USD para el proyecto ganador una vez concluido el texto definitivo. · 5 000 USD para financiar la publicación del libro, y serán entregados al editor que se encargará de la publicación en cualquiera de los dos países. 8– El Jurado, compuesto por un total de hasta siete miembros, estará integrado por representantes de los Ministerios de Cultura de Cuba y Venezuela, así como por prestigiosas figuras del pensamiento y del ensayismo de nuestra América. El Jurado podrá dejar desier ta algunas de las becas si considera que no hay suficientes proyectos que las ameriten, y su fallo será inapelable. 9– Los ganadores se comprometen a hacer constar en un lugar visible del libro, cada vez que lo publiquen, que fue merecedor de la Beca de Pensamiento Bolívar Martí. 10– Los proyectos deben ser enviados a las sedes de los Ministerios de Cultura de ambos países 11– El plazo de admisión cierra el 31 de Octubre de 2007. 12– Los proyectos seleccionados serán dados a conocer antes de concluir el año 2007, y las Becas serán otorgadas en ceremonia pública que se celebrará como parte de la Feria Inter nacional del Libro Cuba 2008. 13– La par ticipación en esta convocatoria supone la aceptación de estas bases. Ministro de Cultura de Venezuela Ministro de Cultura de Cuba 63 Revolución y Cultura L OS CUARENTA DEL ICL Autores y editores se reunieron en el Memorial José Mar tí, de la Plaza de la Revolución, para festejar el aniversario 40 de la fundación del Instituto Cubano del Libro. Abel Prieto, ministro de Cultura, departió con el historiador Rolando Rodríguez, el editor Pablo Pacheco y el poeta Omar González, quienes tuvieron en diversos momentos la responsabilidad de dirigir el Instituto. En el acto, legítima celebración de la sensibilidad y el espíritu humanista, fue evocada la impronta del Comandante en Jefe Fidel Castro en la gestación de aquel acontecimiento que marcó un nuevo hito en el proceso de profundas transformaciones registradas en la vida cultural de la nación. Quien tuvo la responsabilidad de fundar el organismo, el reconocido historiador Rolando Rodríguez, rememoró cómo la idea de estructurar orgá nicamente los eslabones del sistema de edición, impresión y distribución del libro nació en medio del torrente de novedades e iniciativas que desataba Fidel al conversar con profesores y estudiantes en sus habituales encuentros en la colina universitaria. El acto sir vió, además, para la entrega de diplomas de reconocimiento a cuarenta y cuatro editores, diseñadores, redactores y promotores que por más de tres décadas han aportado talento y laboriosidad en diversas instancias del sistema editorial. En el propio Memorial quedó inaugurada una muestra fotográfica de cuarenta imágenes que, bajo el título carpenteriano De lo real maravilloso, resumen la avidez con que el público lector ha hecho suya la actividad editorial en la Isla y testimonian el milagro revolucionario de conver tir al libro en uno de nuestros bienes más preciados. INAUGURAN EN ITALIA PLAZA DEDICADA A WIFREDO LAM U na plaza dotada de un conjunto escultórico que lleva el nombre del pintor cubano Wifredo Lam (19021982), fue inaugurada en la ciudad italiana de Albissola Mare, donde vivió el pintor desde 1960. El acto inaugural ocurrió como par te del programa del Festival Internacional de la Mayólica, evento que concluyó el pasado 30 de mayo. El proyecto de la plaza fue realizado por los arquitectos Anna Pisan y Danilo Demi y está integrado por dos hileras de columnas en semicírculo que se Revolución y Cultura 64 cierran, al fondo de la instalación, en un gran mural cerámico de dos metros de alto por cuatro de largo. Este conjunto reproduce con fidelidad la Jungla, monumental obra por la que Lam es conocido mundialmente. En el acto de apertura habló Stéfano Parodi, alcalde de Albissola Mare, quien destacó el gran aporte del artista cubano a la cultura visual del siglo XX. (Fuente: PL) OTORGAN PREMIO DE LA LATINIDAD A FERNÁNDEZ RETAMAR La Unión Latina, entidad intergubernamental que acoge a las naciones de lenguas neolatinas para fomentar y proteger su cultura y las raíces de la latinidad presentes en ella, otorgó su premio en reconocimiento a la labor de toda una vida, correspondiente a 2007, al escritor Roberto Fernández Retamar. Según el fallo del jurado, el lauro recayó en Retamar «por su destacada presencia en la producción literaria cubana y su dedicación a fomentar los valores de la identidad latinoamericana». El galardón se entregó simultáneamente el 15 de mayo en los cuarenta países miembros de la organización, coincidiendo con el Día de la Latinidad. Instituido con el objetivo de distinguir a prestigiosos intelectuales del mundo latino, el premio se otorga en la Isla desde 2001. Entre las personalidades que lo han merecido se encuentran Rosario Novoa, Graziella Pogolotti, Luisa Campuzano, Eusebio Leal y Cintio Vitier. (PL) CINCO ARTISTAS CUBANOS SALÓN DE MAYO 2007 Desde su apertura el pasado día 3, el Salón de Mayo confirmó nuevamente su condición de ser uno de los foros internacionales de mayor prestigio en la promoción del arte contempo ráneo. Joel Jover (Camagüey, 1953), Miguel Ángel Salvo (Holguín, 1971), Aziyadé Ruiz (Camagüey, 1972), Yuri Moreno (Santiago de Cuba, 1972) y Yami Mar tínez (Trinidad, 1974) fueron seleccionados para confrontar sus realizaciones en el Espacio Commines, de París, sede de un Salón que desde 1943 no ha dejado de llamar la atención sobre las novedades en las diversas manifestaciones ar tísticas. Este año los organizadores intentan subrayar la validez del ar te como legítima invención del espíritu humano, a par tir del rigor del trabajo de cada artista y lejos de las exigencias elitistas comerciaEN EL les de galerías, museos y fundaciones. De ahí la saludable confluencia de ar tistas consagrados y noveles aplaudida por la crítica. En el caso de los cubanos sobresale la obra de Jover, uno de los más importantes creadores de la Isla en el último cuar to de siglo, por su esmerada realización y la fuer te carga simbólica de su tratamiento semántico. Ruiz exhibe un cuadro en el que prosigue su línea reveladora de la condición femenina. Moreno recrea libremente en un díptico el martirio de San Sebastián. Salvo, en un espacio reducido, concentra sus ambiciones muralísticas de resonancias épicas. En una textura abigarrada, la obra de Yami, Mujer con espinas , llama la atención por su poderoso impacto visual. (Fuente: Granma Digital) GRAN PREMIO CUBADISCO 2007 PARA OBRAS DE EXCELENCIA CULTURAL E l Comité del Premio de la Feria Internacional del Disco volvió a apostar por la excelencia en términos culturales, al conceder su Gran Premio a dos obras que denotan el interés de los sellos cubanos por dejar huellas de hondo calado. Tales son los casos de Akapelleando, de Vocal Sampling (EGREM) y Cinco conciertos para piano y orquesta de Heitor Villa-Lobos (Colibrí), producido por Ulises Hernández. La integral de los concier tos del célebre compositor brasileño, admirado por nuestro Alejo Car pentier, fue grabada durante las jornadas sinfónicas efectuadas el 10 y el 14 de diciembre de 2003 en el teatro Amadeo Roldán, en las cuales actuaron como solistas, por ese orden, los pianistas cubanos Elvira Santiago (Concier to no. 1), Rober to Urbay (no. 5), Patricio Malcolm (no. 3), Ulises Hernández (no. 2) y Harold López-Nussa (no. 4), con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el maestro Enrique Pérez Mesa. Si arduo y proceloso resultó el trabajo de localización y digitalización de las partituras, la selección de los solistas y el montaje del reper torio, lo fue también el registro en audio y video, y la concepción de un DVD en el que se muestra el balance de una empresa fundacional, puesto que ni siquiera en Brasil se había llevado a cabo. Una vez más, Ulises Hernández dio pruebas aquí de su tenacidad como promotor de difíciles pero hermosos proyectos, y los directivos del sello Colibrí de una irreductible sensibilidad cultural. En cuanto a la producción de Vocal Sampling, su gran mérito radica en que rebasa con creces los tópicos del mimetismo instrumental, que ha caracterizado el modo de hacer de esta valiosa y popular agrupación. Ciertamente, cada uno de sus seis integrantes (Abel Sanabria, Reinaldo Sanler, Jorge Núñez, Oscar Porro, Julio César Pérez y su líder René Baños) imitan casi a la perfección el formato instrumental que se proponen, pero si en otros registros lo principal era crear la ilusión de que se estaba en presencia de cuerdas pulsadas, elementos percutidos y sonidos emitidos por trompetas y flautas, ahora pasa a primer plano la articulación entre la mimesis y la cualidad vocal intrínseca, como para dejar bien sentado el carácter de elaboración intelectual y sensible del trabajo de (re)creación musical. Y ello tiene que ver con la selección temática del disco: sones de recia estirpe, buenos para escuchar y bailar a la vez, incursiones en el folclor rural, una sabrosísima guaracha cruzada con aires de cumbia, «Apretaíto pero relajao», y una versión del clásico del pop/rock «Hotel California», así como la reinvención sonera del popular calypso que lanzó al estrellato a Harry Belafonte, «Banana boat». (Fuente: Granma Digital) LOS POETAS EN DEFENSA DE LA HUMANIDAD Recuperar la esencia de la poesía, «aparato respiratorio de la imaginación sin la cual el hombre es un ser inválido», y rescatar el pensamiento de los pueblos, constituyó el fundamento de la Junta Mundial de Poetas en Defensa de la Humanidad, celebrada como par te del programa del XII Festival Internacional de Poesía de La Habana, que transcurrió en la capital cubana y en otras ciudades de la Isla. Estas palabras, emergidas del verbo preciso del venerable poeta mexicano Juan Bañuelos –presidente en esta edición de la ya tradicional Junta–, destacaron la significación de una iniciativa que resalta la valía poética de los países de África y del Caribe, a los cuales estuvo dedicado el festival. El encuentro, presidido por el también poeta Alex Pausides, coordinador del Proyecto Sur, que auspicia junto a la UNEA C el evento; Armando Har t, director de la Oficina del Programa Martiano; y el intelectual mozambiqueño Marcelino dos Santos, escuchó un emotivo mensaje de salu- tación y fraternidad enviado por los cinco cubanos luchadores antiterroristas, leído por María Eugenia Guerrero, hermana de Antonio. (Fuente: Granma Digital) ERNEST HEMINGWAY HABANA Mítico, legendario, polémico, intensamente vivencial, Ernest Hemin-gway es un personaje de la fábula insular, desde la primera mitad del siglo XX. La Habana fue el epicentro de su escritura y también de sus utopías, por eso, en San Francisco de Paula, escenario que él pobló, en su hogar de la Finca Vigía, se desarrolló entre el 21 al 24 de junio la oncena edición del Coloquio Internacional dedicado a su vida y su obra. Y en este año 2007, cuando tantos aniversarios lo relacionan con dos de sus contextos naturales, Cuba y España, se subrayaron esos tópicos en el encuentro. No olvidemos que bajo el bombardeo de los aviones nazis, de aquellos junkers mortales sobre Madrid, en los días de la Guerra Civil española, el periodista Hemingway, no solo testimonió el heroísmo del pueblo y de los combatientes de la República en sus crónicas, sino que también escribió algunas de sus más memorables páginas, como su pieza teatral La quinta columna y se integró al equipo de filmación del cineasta holandés Joris Ivens, en el rodaje del documental Tierra de España, cuya versión al inglés contó con su voz en off, como con sus manos y corazón en la escritura primaria del libreto que luego se plasmó en imágenes. Y Cuba, espacio para este coloquio, también aparece reflejada en su obra, como con su novela Tener y no tener, que celebra en este año su aniversario setenta, y cuya temática narra la violencia represiva instaurada en la Isla por la dictadura de Machado, así como la acción de los revolucionarios. Se conmemora en este año, además, el aniversario cuarenta y cinco de la fundación en Finca Vigía, donde crearía algunas de sus más universales novelas, del museo dedicado a este escritor. (Fuente: CubaSí) SE ADUEÑA DE LA CULTURA Y DESARROLLO: NOS SALVARÁ LA VOZ DE LA CULTURA La especie humana sobrevivirá al temor inevitable a los cambios y modificaciones de la naturaleza. Pero para hacerlo es indispensable una movilización cierta, que reclame, batalle y entienda que es tiempo de saltar y dar nuestra opinión y usar para ello la voz de la cultura, de la palabra viva, la voz de la poesía. Con esta aseveración realizada por el doctor Eusebio Leal, Historiador de La Habana, concluyó el V Congreso Internacional Cultura y Desarrollo, que tuvo como eje la defensa de la diversidad cultural. «Tanto hemos luchado por la igualdad que es indispensable luchar por la singularidad. Es bueno preocuparse por todo lo que se destruye de forma impía», dijo Leal. A lo que añadió Eduardo Heras León, director del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, que es sumamente importante que los Estados y las políticas reconozcan la diversidad cultural, como un factor sustentable a escala local, nacional y regional. El destacado intelectual cubano se refirió a las propuestas de acciones concretas para el respeto y preser vación de las identidades, condición esencial de la paz y el desarrollo sostenible. La ocasión fue propicia también para que José Regato, secretario general de la Casa de Cultura Ecuatoriana, hiciera un llamado a par ticipar en el V Encuentro Continental de Solidaridad con Cuba, que se desarrollará del 26 al 28 de octubre venidero, y contará con el apoyo del Comité Ecuatoriano de Solidaridad con Cuba, la Casa de Cultura ecuatoriana, la Fundación Guayasamín y el Ministerio de Cultura del país sudamericano. A la clausura asistieron Abel Prieto, miembro del Buró Político y ministro de Cultura; y Eliades Acosta, jefe del Depar tamento de Cultura del Comité Central, entre otras personalidades. (Fuente: JR Digital) ADIÓS DE RENÉ DE LA C RUZ E n junio, uno de los grandes de la escena cubana nos dijo su último adiós. René de la Cruz, Premio Nacional de Teatro 2007, dejó una huella imborrable en el pueblo por sus actuaciones en seriales como Julito el pescador y En silencio ha tenido que ser. De la Cruz, nacido en 1932 en Sancti Spíritus, se inició artísticamente en la radio en la década del cincuenta, y posteriormente pasó a la televisión. A lo largo de su prolífica carrera realizó y dirigió teatro en grupos como Teatro del Tercer Mundo y Teatro Político Ber toldt Bretch, asimismo par ticipó en películas como Nuestro hombre en la Habana, de Carol Reed, Realengo 18, Memorias del subdesarrollo, El Brigadista, Río Negro, Aquella larga noche, Polvo Rojo, Jíbaro, El corazón sobre la tierra, Baraguá y Bajo presión. 65 Revolución y Cultura l pasado 4 de mayo, en nuestra galería Espacio Abierto, fue inaugurada la exposición BodyExpress, del joven fotógrafo Erick Coll. En sus palabras de presentación, Enrique Pineda Barnet afirmó: «…Hay varias tendencias propias de la juventud que resultan frecuentes en el arte y en la vida, rebelarse o revelarse.» Poco tiempo después, la crítica de arte Gretel Medina Delgado, nos hizo llegar un texto donde abundaba al respecto: BodyExpress es la primera muestra personal de Erick Coll, joven fotógrafo, que con una formación medianamente empírica, ha asumido esta técnica como lenguaje artístico. Sus trabajos anteriores muestran una indudable intención narrativa, a partir de la subversión de sentidos que logra con el rejuego entre los títulos y las composiciones. En estos pequeños montajes se privilegiaban los primeros planos para resaltar la fuerza del objetivo, pinceladas de humor también los llenaban de desenfado y frescura, además de que establecía con el espectador una comunicación directa. Pero la presente exposición constituye un punto de giro en la naciente obra del fotógrafo. Ahora se vuelca a la creación de una imagen mucho más estilizada donde composición, contrastes de sombras y texturas asumen el protagonismo de las dieciocho piezas que conforman la muestra. Los primeros planos muy cerrados son, una vez más, un sello estilístico común. Efecto que permite transmitir la intimidad de los ambientes, reforzando así su carácter introspectivo. Igualmente repite la gama de grises y oscuros donde las sombras y luces se encargan de toda la fuerza expresiva […] Revolución y Cultura 66 La temática seleccionada es también novedosa en su producción y constituye una arista muy personal de un tema recurrente: el cuerpo humano, que como contenedor material de lo emotivo y lo intelectual ha despertado en los creadores de todas las épocas la compulsión del arte. Un envoltorio sensible que es también prisión, límite entre el mundo real y el cúmulo de experiencias que componen cada personalidad. Las marcas identitarias, culturales, sexuales estampadas en el cuerpo han sido terreno investigado por los artistas contem-poráneos y especialmente por la fotografía. En Cuba la tradición es arraigada y diversa […] Las piezas de Coll se encauzan dentro de este eje asumiendo cierta independencia, si bien logra imágenes de alto vuelo estético, se aleja de la concepción tradicional del desnudo. Por medio de efectos de luz y acercamientos violentos borra la huella identitaria de los sujetos. Con lo que crea estados de ambigüedad y duda, una sensua-lidad callada que no se ancla en los roles de los sexos sino que se recrea en el hedonismo de la forma. De igual manera el cuerpo se fragmenta, descono-ciendo las exactas zonas reflejadas, que aparecen confundidas y sugeridas. Los fragmenos que se retratan funcionan como elementos de un cali-doscopio, formando composiciones abstractas […] En algunas de las fotos se contrapone la presencia de la tela (contenedor, cortina, dis-fraz) con la de la piel, rasgando un poco esa poesía que busca en lo sensual su principal materia lírica. Tirar un cable a tierra, hacer coloquial el poema, restar trascendencia a los grandes temas son también las intenciones que se adivinan en estos trozos de jeans, camisetas, que acompañan, cubren y descubren la dermis presentada.