Cien años de la conquista del Picu
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Cien años de la conquista del Picu
CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU 1904-2004 Jueves, 5 de agosto de 2004 La conmemoración de una gran gesta QMONTAÑEROS SE CITAN EN LA VEGA DEL URRIELLU PARA HOMENAJEAR A PIDAL Y EL CAINEJO Y LAMENTAN LA ESCASA REPERCUSIÓN NACIONAL DE LA EFEMÉRIDE QLA NUEVA ESPAÑA, TESTIGO DE LA REUNIÓN EN LA CUMBRE DE LOS MÁS EMBLEMÁTICOS ALPINISTAS DEL NARANJO, QUE SUMA CASI MIL ASCENSIONES A SU CIMA QPEDRO UDAONDO, ERIK PÉREZ, PEP MASIP Y FERNANDO CALVO, CUATRO GRANDES CONOCEDORES DE LA PEÑA, CUENTAN TODOS LOS SECRETOS DE LAS PRINCIPALES VÍAS QCABRALES Y EL URRIELLU SE UNEN DE FORMA SIMBÓLICA EN UNA CORDADA DE CUATRO JÓVENES DEL CONCEJO Marta Pidal, bisnieta de Pedro Pidal, y Ramiro Campillo, tataranieto del Cainejo, señalan desde la Vega del Urriellu el Naranjo, a cuya cima ascendieron. EL ASCENSO DE LOS DESCENDIENTES «HEMOS CUMPLIDO UN SUEÑO», AFIRMAN FAMILIARES DE PEDRO PIDAL Y EL CAINEJO AL CORONAR EL URRIELLU CUATRO GENERACIONES DESPUÉS 2 CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU LA NUEVA ESPAÑA Jueves, 5 de agosto de 2004 REENCUENTRO EN LA CUMBRE N. M. C. 1 Ramiro Campillo, tataranieto del Cainejo, camina entre la niebla hacia el Urriellu, a la altura de la Terenosa. 2 La familia Moreno Pidal, descendientes de Pedro Pidal, por la canal de la Celada, que lleva a la cara Sur del Naranjo. 3 Pep Masip y Casilda Moreno Pidal esperan, junto a otra cordada, para subir por la vía «Víctor». Los tataranietos repiten la gesta Naranjo de Bulnes, Nacho M. DEL CAMPO, enviado especial de LA NUEVA ESPAÑA Cien años y cuatro generaciones después, un Pidal y un «Cainejo» volvieron a abrazarse, el pasado martes, en la cumbre del Naranjo de Bulnes, situada a 2.519 metros de altitud, para celebrar el éxito de la que para ellos también era su primera escalada al Picu. LA NUEVA ESPAÑA fue testigo de excepción de la ascensión, por la cara Sur, protagonizada por Ramiro Campillo Sadia, tataranieto de Gregorio Pérez Demaría, «el Cainejo», y de Marta Pidal y sus hijos Nacho, Casilda y Santiago Moreno Pidal, bisnieta y tataranietos, respectivamente, de Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa. Cien años y cuatro generaciones después las cosas han cambiado mucho en el Naranjo de Bulnes, pero la sensación de poner los pies sobre su cumbre por vez primera continúa siendo algo difícil de describir. Marta Pidal, ovetense y descendiente directa del precursor de la primera escalada, definía sus sensaciones en la cima como «la culminación de un sueño». Ramiro Campillo, de 32 años, criado en Caín y vecino de Poncebos, escribió en el libro de registro de cumbres del refugio de la vega de Urriellu lo que le costaba expresar con palabras: «No me puedo imaginar cómo mis antepasados, sin los medios actuales, lo pudieron hacer. Me siento orgulloso por ser descendiente de estos valientes». La soltura y resolución con la que treparon por la pared los Pidal –que ascendieron simultáneamente por la «Vía Directa de los Martínez» y la «Víctor»–, y el Cainejo –que lo hizo por la «Teógenes»– propiciaron comentarios de sus guías, como «se nota que son descendientes de quienes son» o «llevan la escalada en la sangre». Erik Pérez, el guía en activo con más cumbres en el Naranjo –unas 200– comandaba la expedición de los Pidal, en compañía de sus alumnos y compañeros Fernando Calvo –el guía más joven de los Picos, con 26 años– y Alberto LA NUEVA ESPAÑA REVIVE JUNTO A LOS DESCENDIENTES DEL MARQUÉS Y EL CAINEJO LA ASCENSIÓN A LA CUMBRE DEL NARANJO DE BULNES 8 De izquierda a derecha, Santiago Moreno Pidal, su hermana Casilda, Ramiro Campillo, Nacho Moreno Pidal y Marta Pidal, el martes, junto a las banderas colocadas en la cima del Naranjo por el centenario. Mediavilla, un alpinista bilbaíno al que cautivó la montaña asturiana y se quedó a vivir en Cangas de Onís. Ramiro Campillo explica a su manera la atracción que ejerce el Urriellu sobre los escaladores: «siempre dije que esti picu debe de tener dentro un imán así de grande», señala con las palmas de las manos separadas metro y medio a la altura del pecho. Lo dice alguien que mamó la montaña desde niño, ya que, aunque no conoció a su tatarabuelo, se crio en Caín con su abuelo materno, Bonifacio Sadia, conocido como «el diablu de la Peña» por su agilidad en los Picos. «Atrevíase mucho, como todos los cainejos, por eso muchos murieron “despeñaos”», indica, en perfecto cabraliego, el descendiente de Gregorio Pérez. El joven Cainejo subió al Naranjo guiado por el himalayista de Sotres Cipriano López, que holló la cima del Sisha Pangma y al que un temporal hizo retroceder a apenas 200 metros de la cima del Everest hace cuatro años. En la cordada de los Pidal ayudaba también la canguesa de Llueves Estela Alonso, una experimentada montañera que ha estudiado Técnico Deportivo y se prepara ahora, con cursos específicos en la Escuela de Escalada de Benasque para ser la primera mujer que guíe escaladas en las paredes de los Picos. «Es una escaladora extraordinaria», la define su mentor, Erik Pérez. La labor de Estela Alonso fue determinante para ayudar a hacer cumbre a uno de los benjamines del Urriellu, Nacho Moreno Pidal, que el martes consiguió la cima con tan sólo nueve años. Nacho Moreno y su madre, Marta Pidal, iniciaron la escalada por la «Directa de los Martínez», la vía más utilizada de la cara Sur del Naranjo. Unos diez metros a su izquierda, Carlos Moreno y sus hijos Casilda y Santiago arrancaban por la «Víctor», y cincuenta metros más abajo Ramiro Sadia lo hacía por la «Teógenes». Pasa a la página siguiente CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU Jueves, 5 de agosto de 2004 LA NUEVA ESPAÑA 3 REENCUENTRO EN LA CUMBRE 5 La inmensidad de la pared Sur espera a las cordadas de los Pidales y los Cainejos. Sólo la cumbre las uniría. 6 Erik Pérez asegura a Marta Pidal y su hijo Nacho Moreno en el tramo final de la vía. 7 El guía Fernando Calvo, Casilda M. Pidal y su hermano, Santiago, en el último tramo, con la cumbre a la izquierda. La lluvia respetó a las cordadas hasta la bajada, cuando una gran tromba descargó sobre el Urriellu Viene de la página anterior La mañana estaba despejada y lucía un tímido sol que calentaba lo justo durante el ascenso por la Celada, la canal que conecta el refugio de la Vega de Urriellu con la cara Sur, tras algo más de una hora de caminata. La caliza de la pared estaba totalmente seca y las condiciones para la escalada eran inmejorables, de no ser por la saturación de escaladores en la «Directa de los Martínez», muchos de ellos inexpertos, lo que retrasó el ritmo de las dos cordadas de los Pidal, que coincidieron en la segunda reunión y luego se juntaron en el gran anfiteatro donde nace la zona final, de trepada. En esta parte, tallada de canalizos por la erosión del viento y el agua, ya no son imprescindibles las cuerdas ni las herramientas utilizadas durante la escalada, como los seguros, que se van fijando a la pared en las zonas más complicadas (los más utilizados en esta vía son los «friends», que se fijan a las grietas por expansión, y los lazos, que se anudan en los agujeros de la roca). Tampoco se utilizaban ya las «líneas de vida» (una cuerda anudada al arnés que termina en un mosquetón con el que los escaladores se aseguran a las reu- 9 4 El guía Fernando Calvo, los tataranietos del marqués de Villaviciosa Santiago Moreno y Casilda Moreno, junto a su padre, Carlos Moreno, detrás, colgados en la pared Sur, con el espolón de los Martínez al fondo. niones clavadas a la pared que hay al final de cada largo). Pese a la saturación de la «Directa», las cordadas iban paralelas, a pocos metros, por la misma cara y el avance era prácticamente simultáneo, lo que permitía a los Pidal estar en contacto permanente e interesarse por el «neñu», que así llaman cariñosamente al pequeño Nacho Moreno en su familia. Erik Pérez abría la cordada de Casilda Moreno Pidal, tataranieta del marqués de Villaviciosa, rappela el tramo final de la cara sur. Sueño cumplido. 10 Nacho Moreno y su madre y Estela Alonso ayudaban al pequeño por detrás. Los dos primeros largos (el primero de ellos el más complejo de la vía) pusieron un tanto nervioso al niño, que se fue soltando a medida que avanzaba en la pared. Su padre y sus dos hermanos demostraban que no eran novatos en el Naranjo. Carlos Moreno subía a la cumbre por tercera vez y sus hijos Casilda y Santiago la habían escalado ya, el verano pasado, junto a su tía, Ágata Pidal. Cipriano López y el entrenador del grupo de montaña de la Guardia Civil de Jaca, Bernabé Aguirre, conducían con soltura la cordada de Ramiro Campillo por la vía «Teógenes». La verticalidad de la vía, que además estaba despejada de escaladores, y la demostrada fortaleza del Cainejo El guía Erik Pérez, «Asturiano del mes» de LA NUEVA ESPAÑA, junto a dos cabras, en el regreso. 11 permitieron a este grupo alcanzar la cumbre más de una hora antes que a las cordadas de los Pidal, que tuvieron que detenerse en varias ocasiones para permitir rappelar a algunos escaladores que ya habían coronado y regresaban al suelo. Entre ellos se encontraban el popular César Pérez de Tudela, que había subido acompañado por Pedro Antonio Ortega, «El Ardilla», y en su descenso se paró a saludar a Marta Pidal. A la una y cuarto de la tarde del pasado martes, cien años y cuatro generaciones después, los descendientes de los precursores de la escalada en el Naranjo de Bulnes, Pedro Pidal y Gregorio Pérez, se saludaban en la cumbre, ante un grupo de espectadores de lujo, entre los que se encontraban Pedro Udaondo y Pep Masip, dos de los mejores escaladores españoles de todos los tiempos. Un mar de nubes, presagio de la torrencial tormenta que descargaría minutos más tarde sobre los Picos de Europa, impedía contemplar desde lo más alto la verticalidad del emblemático monolito rojizo, pero no restaba un ápice a su majestuosidad. La paulatina cercanía del sonido de los truenos dio el pistoletazo de salida a las cordadas de vuelta al refugio. La tromba de agua descargó sobre los últimos en rappelar y durante el trayecto de la canal de la Celada caían chuzos de punta, pero nada podía empañar ya las caras de felicidad de la familia Pidal y del Cainejo Ramiro Campillo, que ayer repitió el ascenso, por la vía «Pidal». Cien años y cuatro generaciones después Pidal y Cainejo volvieron a ser las palabras que más sonaron en el Urriellu. Erik Pérez, Casilda y Santiago Moreno, ante la casa de Rosa Guerra, una parada obligatoria a la vuelta. 4 LA NUEVA ESPAÑA CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU Jueves, 5 de agosto de 2004 EL TESTIMONIO DE UNA ASCENSIÓN Caballo al verde La piel en el Picu En recuerdo de Pedro Pidal y Gregorio Pérez, con admiración. uando se va haciendo mayor, uno se da cuenta de que tan sólo ha guardado unas pocas fechas de su vida. ¿Caprichos de la memoria? Mejor, tal vez, claves que ignoramos. No sé si lo que se preserva es lo más importante, pero tiendo a creer que se trata de lo más necesario. Y constato que apenas pongo fecha a unos pocos acontecimientos personales y familiares. Y que el 25 de agosto de 1999 subí al Naranjo de Bulnes. Sé que si, al margen incluso de mi voluntad, preservo este último hecho no es por lo que pudiera tener de mérito, relevancia o siquiera dificultad, sino por su significado íntimo, que pondera en este caso la enorme distancia que llegó a haber entre lo deseado y lo conseguido. Adoro la montaña y me fascinan los Picos de Europa, pero no paso de ser un aprendiz de montañero y es imposible que llegue nunca a ser algo parecido a un escalador. Y aunque también es cierto que pocas cosas hay como la montaña para poner a prueba los propios límites y que he podido superarlos a veces, gracias sobre todo a la ayuda de algunos amigos a los que admiro tanto como quiero –citaré a Obdulio Fernández y a Oscar Arias para simbolizar en ellos a muchos más–, subir al Picu Urriellu fue durante mucho tiempo para mí un sueño por encima de mi ambición. Me fascinaba su provocadora belleza, que, allá donde se muestra, atrae la mirada con un magnetismo irresistible, leía con avidez las proezas de sus conquistadores, me apasionaba su densa historia de glorias y tragedias. Soy asturiano, además, y pocos símbolos hay de Asturias que tengan la fuerza y la elocuencia del Picu. Pero había asumido sin la menor frustración el papel de admirador respetuosamente distante del gran monolito cabraliego. No era para mí. Por eso, la primera vez que subí a Vega de Urriellu me acerqué hasta la cara Oeste, allí desde donde el Picu surge de la tierra, liso y vertical, como un inmenso menhir, y, al tocarlo con la mano, di por supuesto que en mi relación con él ya no podía aspirar a a más. LA OPORTUNIDAD. Mantuve ese convencimiento hasta aquella calurosa tarde de agosto de 1999 cuando Erik Pérez Lorente, con quien nos habíamos citado para una travesía hasta el Llambrión, nos dijo a Avelino Suárez y a mí que ya estaba bien de buscar evasivas a la oferta de subir al Picu que, por separado, nos llevaba haciendo desde años atrás. En otras circunstancias probablemente hubiéramos respondido una vez más con evasivas a su incitación, pero esa vez estábamos en la mismísima Vega de Urriellu y, sobre todo, nos acompañaban Jorge, uno de los hijos de Avelino, que ya había subido al Picu, y mi hija Lucía, que no deseaba otra cosa que hacerlo. Los dos apoyaron con entusiasmo la propuesta del guía. MELCHOR FERNÁNDEZ DÍAZ C ERIK PÉREZ LORENTE Integrantes de una cordada en la cara Sur del Naranjo de Bulnes, en la tercera reunión de la «Vía Directa de los Martínez». Para un aprendiz de montañero subir al Naranjo de Bulnes puede pasar de sueño imposible a reto asumible. Basta con atreverse a aprovechar la oportunidad, aunque no se haya buscado, y contar con un buen guía. La memoria guardará luego para siempre la fecha de esa experiencia Acorralados, Avelino y yo nos miramos. Y dijimos que sí. Mentiría ahora si dijese que fue un arranque o un gesto de valor. Más bien lo fue de debilidad, al menos por mi parte. Lo cierto es que apenas media hora después estábamos al borde de una pequeña canal para aprender con nuestro guía los rudimentos de la escalada y el rappel. Aquella noche tuvimos la fortuna de cenar en el refugio con Pedro Udaondo, leyenda viva de los Picos y uno de esos escasos mitos que se agrandan en la distancia corta. Pero, cuando nos fuimos a dormir, ni Avelino ni yo pudimos pegar ojo, según nos confesaríamos el uno al otro a la mañana siguiente. Y no por la proverbial incomodidad de los refugios, sino por una preocupación que bien se podía identificar con el miedo. Miedo al peligro, tal vez, pero, sobre todo, al fracaso, a perder el control, a convertirse en fuente de problemas. POR LA CELADA. Cuando nuestro guía acudió a llamarnos y constatamos que el tiempo era excelente, por lo que quedaba descartada la última excusa para no subir, ya no cupo pensar más. Acababa de amanecer cuando, después de desayunar, nos pusimos en marcha, cargados con una impedimenta que nos resultaba inusual: cuerdas, arneses, pies de gato, cascos. En la canal de la Celada, que bordea el Naranjo por el Norte, hay una ruta helicoidal que comienza siendo un sendero de pendiente suave y acaba por convertirse en una exigente trepada. De esa forma se salva por fuera del Picu, eso sí, a costa de más de una hora de esfuerzo, una parte muy importante de su desnivel: no menos de 300 metros. La cara Sur no sólo es la menos difícil del Picu, aunque difícil lo es, sino también la más corta, con poco más de cien metros de escalada. La llegada a la collada de la Celada, desde la que ya se avista la pared que constituye el objetivo, depara la sorpresa de que la zona de escalada queda bastante por encima y que para llegar a ella es preciso trepar por un empinado plano de «escares» calizos, que se prolonga, sin un solo rellano, hasta el fondo del Jou Tras el Picu, hasta donde corre el peligro de rodar cualquier objeto que se deposite en el suelo (una mochila o una bota) sin buscarles previamente un asiento seguro en el suelo. EL PRIMER LARGO. Con ese cuidado previo nos equipamos para escalar. Calzamos los incómodos, por apretados, pies de gato, nos colocamos el casco y nos ajustamos el arnés, en cuya anilla fron- tal Erik ató a cada uno su cuerda correspondiente con un nudo marinero, no sin recomendarnos vivamente que no lo tocáramos. Y cuando todos estuvimos listos, él comenzó a escalar, llevando consigo las cuerdas de cada uno de nosotros y, poniendo en la pared a medida que ascendía la de seguridad, que fijaba a la pared cada cierto trecho con elementos («friends», empotradores) de la ferralla que llevaba colgada a la cintura. Ésa es la delicada misión del guía: no sólo abrir la ruta y señalar el camino, sino asegurar a toda la cordada. Cuando Erik llegó a la especie de hornacina donde está situada la primera reunión, llamó a Avelino para que comenzase a escalar. La seguridad con que lo hizo nos animó a todos. Todo el mundo ha oído que el primer largo de esta vía es el más difícil, un IV superior o tal vez un V, pero el efecto combinado de las dos cuerdas –la de seguridad infunde confianza y a través de la propia se percibe la tensión ascensional que transmite desde arriba el guía– hacen que uno se atreva a lo impensable, forzando posturas o inventando pasos. Erik nos había dicho la tarde anterior que la pared a la que habíamos ido a ensayar era técnicamente más difícil que el primer largo. Y ahora comprobábamos que no nos había engañado. BAILANDO SOBRE LA VIRA. Uno a uno fuimos llegando la reunión y al hacerlo nos aseguramos con la cinta que llevábamos en bandolera, encajando su mosquetón en la corta cadena que está anclada en la roca. Agrupados en aquel nicho no tardé en descubrir la famosa vira por la que habríamos de salir para proseguir la escalada. Allí estaba, a la derecha, a la misma altura que el suelo de la hornacina y con el caprichoso aspecto de una estrecha tablilla de piedra adosada a la pared. Los escaladores ocasionales del Naranjo han agrandado la leyenda terrorífica de este minúsculo relieve colgado sobre el vacío, en el que hay que apoyarse necesariamente para salvar el único y corto paso horizontal que existe en la «Vía Directa de los Martínez». De ese terror me había hecho eco la tarde anterior con Erik y él me había contestado quitándole importancia. «Ya os diré el truco para salvarla. No es ningún problema». Erik es un guía fantástico. Transmite sensación de poderío físico, de solvencia técnica y de conocimiento del medio. Ese día hacía su 109.ª ascensión al Picu. Pero es también un psicólogo sagaz que sabe cómo dar tranquilidad a sus clientes. De la vira sólo habló entonces y lo justo. Fue su forma de quitarle dramatismo. «Esto se salva con un paso de bailarina. Fijaros en mí». Avanzó el pie derecho hasta apoyarlo en la vira y, aprovechando el impulso, llevó el otro por entre la pierna derecha y la pared, mientras estiraba el brazo derecho para buscar un agarre en el saliente de la grieta. De esa forma aterrizó suaPasa a la página siguiente Jueves, 5 de agosto de 2004 CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU LA NUEVA ESPAÑA 5 EL TESTIMONIO DE UNA ASCENSIÓN Viene de la página anterior vemente en la pequeña y resguardada plataforma desde la que parte la grieta por la que se perdió hacia arriba. Cuando minutos después me llamó para que le siguiera, traté de imitarle. No me salió mal. LA «VÍA DE LOS MARTÍNEZ». La vía directa de la cara Sur del Naranjo, con mucho la más usada desde hace muchos años para subir al Picu, lleva con todo merecimiento el nombre de los Martínez. La parte superior la descubrió en los años veinte el gran Víctor Martínez, de Camarmeña, tercer escalador del Naranjo y primero en subirlo por la cara Sur. La inferior, que desde la base enlaza en línea recta con ella, la abrieron en 1944 sus hijos Alfonso y Juan Tomás con seis clientes. En conjunto la vía es un hallazgo magistral, no sólo porque brinda un camino asequible para los menos expertos sino, sobre todo, porque permite asegurar siempre en vertical, evitando las caídas pendulares, que provocan tremendos restregones contra la pared. Víctor y Alfonso ya han muerto. Juan Tomás, que reside en Caín, está felizmente vivo. Pero en cierto modo los Martínez nos estaban contemplando, porque, mientras seguíamos sus pasos, teníamos a nuestra espalda, al otro lado del Jou Tras el Picu, formando parte de la legendaria Collada Bonita, la esbelta aguja que lleva su nombre. HACIA LA GRAN TERRAZA. Las grandes cualidades de la vía no la convierten en un camino de rosas. No en vano está clasificada como «difícil superior». Si abundan las buenas presas, hay que aprender sobre la marcha a saber aprovecharse de ellos. Escalar es, antes que nada, una labor mental. No se trata sólo de superar el miedo, para lo que vale cualquier recurso, como no mirar hacia abajo, sino saber elegir los apoyos y asegurarse con firmeza. La regla de oro es no mover nunca un miembro si los otros tres no están bien afirmados. Los mineros asturianos, que cuando trabajan en capas verticales son auténticos alpinistas de las tinieblas, lo saben muy bien, como saben que se sube con las piernas y que las manos y los brazos sirven ante todo para asegurarse, porque intentar subir a pulso es agotador. Siguiendo la cuerda fijada en la pared, por la que corría el mosquetón que nos ligaba a ella y que había que liberar en cada seguro, fuimos subiendo hacia la Laja Adosada y luego por la grieta de su borde exterior. Así llegamos uno tras otro a la segunda reunión, situada en la Gran Terraza Central, denominación hiperbólica para una estrecha plataforma colgada sobre un impresionante vacío, en la que, sin embargo, pudimos acomodarnos los cinco. EL SONIDO DEL MIEDO. A partir de la Gran Terraza la pared pierde verticalidad y se comba algo. No recuerdo gran cosa de ese tramo, quizá por contraste con lo mucho que me acuerdo del siguiente. Erik llevó consigo nuestra cámara para hacernos algunas fotos mientras ascendía hacia la nueva reunión y nos advirtió de que luego no le veríamos y que, si hacía algo de viento, posiblemente nos oiríamos con dificultad. En ese caso la cuerda M. F. D. Primer largo de la bajada en rappel por la cara Sur. Aunque la imagen no parece reflejarlo, la pared es prácticamente vertical. serviría de código de señales. Cuando llegó mi turno salí de la reunión y, a los pocos metros, y sin saber muy bien cómo, me encontré en la zona de los Tubos de Órgano, una famosa peculiaridad geológica de la cara Sur del Naranjo. Se trata de unos canalizos estrechos, completamente verticales y adosados unos a otros que tal parecen tubos que hubieran sido serrados de arriba abajo por la mitad. Yo había oído que eran fáciles de escalar, porque bastaba meter la punta del pie en el hueco para que los pies de gatos, cuyo piso de goma cocida tan bien se adhiere a la roca, obtuvieran buenos apoyos en la pared rugosa. Pero aquellos tubos ante los que me encontraba eran tan anchos que cabía el pie entero y, por otra parte, no veía en ellos asidero alguno para las manos. Desconcertado, miré por primera vez hacia abajo y lo único que vi bajo mis pies fue un tremendo vacío, como si la pared, que poco antes presentaba un aspecto combado, hubiera desaparecido. Me sentí atrapado en un lugar sin salida y, por un instante, me dominó una sensación de pánico, sin que la tensión de la cuerda, que seguía sintiendo, me sirviera de ninguna ayuda. Grité entonces el nombre del guía y éste por fortuna me oyó y me contestó. A voces, le conté como pude mi problema y él, tras aflojar la tensión de la cuerda, me gritó una sola frase: «Cógete en pinza». Por fortuna, acerté a interpretarle bien y agarré con los dedos los bordes de los tubos como quien coge el lomo de un libro. Entonces le pedí que tirase. Y, aunque la presa que yo podía hacer con las manos era muy precaria, «espatuxé» con toda la decisión que pude y para mi sorpresa y, sobre todo, para mi enorme alivio, me vi de pronto coronando los tubos de órgano para salir a una zona muy tendida, surcada por estrechos y profundos canalizos, a cuyo final contemplé a Erik. Un pequeño esfuerzo más, como caminando a gatas, y alcancé el borde del Anfiteatro. Poco después llegó Avelino, y después, Lucía. Jorge, como en las otras reuniones, fue el último, porque, como escalador más experto, había asumido el papel de cerrar la cordada para ir recogiendo el material. Mi hija, que tiene muchas más dotes naturales que yo para la escalada, como la elasticidad y la decisión, me contó entonces que también lo había pasado mal en los tubos de órgano y que se había dado ánimos a sí misma pensando que, tal como nos había contado Erik el día anterior, por allí mismo había pasado pocos días antes una norteamericana de 78 años de edad. EN LA CIMA. En el borde del Anfiteatro termina la escalada de la cara Sur del Naranjo, pero no la ascensión a la cumbre. Para alcanzarla es preciso realizar una larga y a veces incómoda trepada hasta la arista somital y, una vez situados en ese ancho y aéreo pasillo, que domina Peña Castil y su entorno, recorrerlo en una trayectoria ligeramente ascendente, ya dominados por la ansiedad de pisar la cima. Es pequeña. La forman propiamente dos grandes peñas separadas por una grieta, en una de las cuales han labrado un nicho donde encaja la pequeña imagen de la Virgen de las Nieves. Desde el borde del tremendo acantilado que vierte hacia el Oeste no se ve el refugio. Sí una panorámica impresionante, abierta hacia el Norte, donde la vista quiere buscar el el mar por encima de la Peña Maín y el Cuera –Celorio sólo está a 26 kilómetros en línea recta– y quebrada por mil cumbres hacia los otros puntos cardinales. El Neverón y los Albos tapan el Cornión, del que sólo asoma la alta cúpula de la Peña Santa, del mismo modo que la Torre de La Párdida oculta casi por completo a Torrece- La «Vía Directa de los Martínez» por la cara Sur es un hallazgo magistral, al ofrecer una trayectoria, con muchos y buenos agarres, asumible y permitir asegurar en vertical. Se sube con seguridad, pero no sin esfuerzo ni concentración. Porque escalar es, sobre todo, una labor mental rredo. Es como si los gigantes se mostrasen cohibidos ante quien no ha necesitado ser el más alto para ser sin discusión el primero. Pero lo que se ve no resume lo que se siente. Y en casos como éste lo que se siente es a menudo imposible de expresar e incluso de comprender. Entre la plenitud y el vacío hay quizá una distancia mínima. ¿No equivale el nirvana –y el éxtasis– al despojamiento total? Nosotros estábamos demasiado aturdidos para valorar lo que habíamos conseguido. Y demasiado excitados para asimilar lo esencial. En cambio, la pareja de montañeros suizos que a nuestra llegada encontramos en la cumbre, sentados e inmóviles, tras haber culminado la «Amistad con el Diablo», una vía muy difícil de la cara Este, parecía entregada en un recogido silencio a un disfrute tan íntimo como intenso. Aunque sin duda se lo perturbamos, nos ayudaron amablemente a hacer las inevitables fotos de grupo. Luego bebimos mucho y comimos algo. Nos entretuvimos, de todos modos, menos de lo pre- visto, porque el tiempo había cambiado y amenazaba lluvia. Desandando el camino por la arista, Erik nos mostró la estrecha y vertical canaleta en que termina la vía que inventaron Pidal y el Cainejo en su primera ascensión. Mientras destrepábamos el Anfiteatro, se iba acentuando una inquietud que había ensombrecido nuestro disfrute en la cumbre. ¿Cómo sería el descenso? Hacia la mitad del Anfiteatro, Erik montó un rappel para bajar hasta el borde. El ensayo sirvió para darnos confianza. Rappelar es caminar hacia atrás, aunque el camino sea vertical. La mano izquierda marca la dirección. La derecha, al ir soltando la cuerda, la velocidad de la marcha. Si se cierra el puño, el descenso se detiene. Ya en la pared, me tocó bajar el primero. A pocos metros de mi trayectoria ascendía una cordada. Me empezaba a sentir seguro, pero tenía la necesidad de espantar los últimos temores y traté de hacer una gracia. «Es la primera vez que lo hago. ¿Qué tal voy?». Alguien me contestó: «Vas bien. Pero saca más el culo». Procuré hacerle caso. Bajamos en dos largos, sin problemas. Pero mentiría si no reconociese que sólo cuando alcanzamos la base comenzamos a disfrutar por completo. CAMBIO DE PIEL. Si la caliza de los Picos, de tacto áspero y frío, es espléndida para trepar y escalar, la adherencia de la del Naranjo llega a ser excepcional. Pero por ese motivo es aún más abrasiva. En los días siguientes a la ascensión me comenzaron a picar las yemas de los dedos y luego la piel se fue deshaciendo como papel hasta que la mudé por completo. Fue como si el Picu me reclamase un tributo. Lo pagué con la satisfacción de quien participa en un intercambio ventajoso. Porque a cambio de un poco de mi piel, él me había entregado su alma. Esa ilusión me hago. 6 LA NUEVA ESPAÑA CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU Jueves, 5 de agosto de 2004 CRÓNICA DE VÍSPERAS Un inexplicable olvido MONTAÑEROS HISTÓRICOS LAMENTAN LA ESCASA REPERCUSIÓN DE LA FECHA DEL CENTENARIO Vega de Urriellu Fernando CANELLADA Sólo la mítica silueta del Picu Urriellu permanece tal y como la contemplaron hace cien años Pedro Pidal y Gregorio Pérez. Nada recuerda ya aquella gesta de los pioneros que el 5 de agosto de 1904 pisaron la cumbre más emblemática de los Picos de Europa ni la pared rocosa está como la encontraron Pidal y «el Cainejo» ni las gentes de la montaña. Frente a aquellos primeros escaladores con cordel de pita y alpargatas que caminaron dos días para aproximarse a la base del Picu sin encontrar nada más que a varios pastores, la Vega de Urriellu con su confortable refugio estaba ayer abarrotada –éste último con más de 150 montañeros. La pradería de Pandébano que pisaron «el Cainejo» y Pidal albergaba ayer en el aparcamiento 30 coches y un helicóptero atrapado por la niebla. Centenares de turistas subían a Bulnes en el moderno funicular y algunos escaladores subieron en pocas horas por las cuatro caras del naranjo. Una veintena de románticos montañeros pisaron ayer la cima pese al mal tiempo en simbólicos homenajes a los pioneros. Entre la niebla del Urriellu poco recuerda la efeméride salvo la presencia de históricos de la cumbre y una representación de las federaciones montañeras de Asturias y España. «Para mí este aniversario es más importante que el Xacobeo», comentaba Andrés Villar, guardia civil, de 47 años, gallego de Noia, una autoridad en el Picu y autor con Rubén Suárez de la vía de ascenso denominada «Centenario». Villar, que pasó diez años en Cangas de Onís y tiene en su haber vías en las cuatro caras del Picu, define lo que hicieron «el Cainejo» y Pidal como «una barbaridad», «sobre todo por bajar al vacío y a pulso», remata el guardia civil. Pero el pulso en este aniversario ha sido entre el Ayuntamiento de Cabrales y la Federación del Principado por la organización de los actos, con la inexplicable ausencia del Gobierno de Asturias. Aunque algunos cabraliegos como Tomás Hernández intentaron que la silueta del Urriellu fuese el emblema turístico de Asturias en 2004, ganaron los dinosaurios del Jurásico al Picu. Tal día como hoy en el que hace un siglo Pidal y «el Cainejo» hicieron historia no habrá escalada de homenaje. A las 9.30 en la Vega de Urriellu se descubrirá una placa y se rezarán unas oraciones con música de gaita para recordar el aniversario. Toda la representación institucional presente en la Vega saldrá a toda prisa hacia el Pozo de la Oración en Poo de Cabrales, donde otro acto formal recordará a los pioneros con discursos y misa. En presencia de familiares de Pedro Pidal y Gregorio Pérez y de los Martínez que tanto contribuyeron a la gloria de la montaña. La ascensión oficial queda para próximos aniversarios, pero no faltarán quienes hagan cumbre en esta fecha como el avilesino Bernardo Wensell, que tendrá que subir a algunos de sus «clientes». Bernardo Wensell, de 37 años, uno de los guías del Picu, cumple en esta fecha 50 ascensiones acompañando a turistas como toda la vida hicieron los cabraliegos de la peña. El avilesino explica que para subir hoy al Picu sólo hace falta «ilusión, ganas, un buen día de sol y un buen profesional que acompañe». Como en la mejor tradición hay una larga retahila de profesionales de Cabrales que representan la herencia de aquel «Cainejo» y de los Martínez en la comprometida tarea de subir gentes al Picu. «Me emociono haciendo la vía Pidal», insistía Wensell ayer entre la niebla mientras llovía en el Urriellu. Y a su lado Rubén Suárez, de 33 años, de La Coruña, remataba: «Mucho lloré cuando terminé la vía del centenario», que atraviesa las paredes que pisaron los pioneros Pidal y «el Cainejo». Ahora no se sube para «conquistar la montaña, se hace más a la NACHO DEL CAMPO Montañeros en las puertas del refugio, ayer por la mañana. NACHO DEL CAMPO Por las sendas del Collado Vallejo, entre la niebla que cubrió buena parte de la mañana de ayer, camino de la base del Naranjo. carrera», apostillaba Andrés Villar. Los últimos en hacer la carrera del Urriellu fueron el madrileño Luis Gómez y el gijonés Daniel Robles, cuatro ascensiones una por cada cara en unas horas. Ya no hay horas de contemplación desde la cumbre como los primeros en subir ni horas de bajada ni pastores en Camburedo. Las paredes «están equipadas» para subir. Un testigo de la trasformación está en Cabrales para celebrar «el centenario más importante de un mito que abre las puertas al alpinismo universal». Son las palabras de Jordi Pons, de 71 años, vicepresidente de la Federación Española de Montaña, primer español que hizo un 8.000 en el Annapurna. Pons cree que este centenario se merecía mas repercusión en España. La opinión de Pons es compartida en una improvisada tertulia en Urriellu con Juan Rionda, presidente de la Federación de Montaña del Principado y por Tomás Fernández, guardia de Urriellu y edil del PSOE en Cabrales. Ni el Ayuntamiento de Cabrales que gobierna el PP ni el Ejecutivo del Principado que controla el PSOE creyeron en el aniversario, sostienen todos los que pasan esta histórica noche a los pies del Naranjo de Bulnes. Al final, Federación y Ayuntamiento decidieron coorganizar sus actos del centenario por exigencia de Cajastur, que es el subvencionador de este fugaz centenario. ¿Qué permanece de aquel 5 de agosto de 1904? «El recuerdo para la historia de una conquista romántica que abrió las puertas al alpinismo», responde Pons después de recorrer 800 kilómetros desde Barcelona a Cabrales. «Debería haber tenido otra trascendencia», remata el catalán, y medios no faltan. Si hace cien años «el Cainejo» y Pidal levantaron en la cumbre tres hitos de piedra para transmitir la noticia de la hazaña a los cabraliegos, hoy la subida a la mítica cumbre se puede contemplar en directo en el telediario de las 3. Jueves, 5 de agosto de 2004 CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU LA NUEVA ESPAÑA 7 RECUERDOS Y MIRADAS Una foto de premio y la roca nacional En el carácter emblemático del Naranjo de Bulnes tiene mucho que ver su imagen, esa estética monumental y atractiva. Asturias es sede de uno de los certámenes de fotografía de montaña y naturaleza más importantes del mundo, el Memorial «María Luisa». En su decimoquinta edición, la de 2004, el certamen tendrá un premio singular en referencia al Naranjo y a la escalada en roca. Las fotos que ilustran esta página y las siguientes pertenecen al fondo del memorial. Arriba, la que precisamente ganó el concurso de 1994, titulada «El Picu», y que sirve para homenajear a esta mole símbolo de Asturias. Su autor, Eduardo Velasco de la Torre. A la izquierda, fotografía de la cara Oeste, la más popular de las estampas del Urriellu y, con 500 metros de desnivel, la pared de roca más importante de España. Juan Rionda César Pérez de Tudela José Luis Hurtado PTE. FEDERACIÓN ASTURIANA DE MONTAÑA ALPINISTA, GUÍA, CONFERENCIANTE Y CRONISTA DE MONTAÑISMO. LLEVÓ A CABO LA PRIMERA INVERNAL POR LA CARA OESTE DEL PICU PTE. ASOCIACIÓN PEÑALARA DE MONTAÑISMO «Parece que estás colgado de las nubes» «El Naranjo es más difícil que el K-2; aquí no tienes sherpas» «Madrid admira el Naranjo» Sólo subí una vez. Para un montañero el Naranjo de Bulnes es un reto secundario, no es igual que para un alpinista. A pesar de todo, me decidí a subir. Toda mi familia lo había hecho antes que yo y me daba rabia no probar suerte con la cima más mítica de los Picos de Europa y de Asturias. Más aun siendo presidente de la Federación de Montaña del Principado. La verdad es que durante la ascensión sólo deseaba tener de nuevo los pies en el suelo. Después, en la cumbre, cuando coroné hice una devota reverencia a la imagen de la Virgen de las Nieves que se encuentra en la cima y miré hacia abajo horrorizado por la altura y por el vértigo. Realmente parece que estás colgado de las nubes. El recuerdo más intenso que tengo del Naranjo de Bulnes son los dos históricos rescates de los años 1969 y 1970, que tuvieron gran repercusión en los medios de comunicación. Recuerdo que el Naranjo de Bulnes fue portada en la prensa nacional en aquellos momentos y se dio gran difusión a la montaña. Para mí fueron auténticas gestas del montañismo. La verdad es que yo fui el más mediático de todos aquellos alpinistas que participaron en aquellas circunstancias, a pesar de que todos los que participaron en el rescate tuvieron el mismo mérito. Aún recuerdo cuando me descolgué para rescatar a las dos personas. Sería injusto si no hiciera mención también a la primera invernal que se hizo en la mítica monta- ña, en 1973. Aquel año rompimos el mito de la inaccesibilidad del Naranjo en invierno. Las repetidas muertes de montañeros en la cara Oeste en invierno hacen que el mito permanezca. Fue muy especial y un motivo de orgullo aquella invernal. Esto demuestra que el Picu Urriellu no es fácil por ninguna de las caras. Yo siempre comento que es más difícil que el mítico K-2. No quiero decir que el K-2 sea un reto sencillo, es una de las montañas más duras e imprevisibles del mundo, pero si subes con un sherpa que te sepa llevar por pasos accesibles se puede llegar a subir. Pero eso de los sherpas y de los pasos accesibles en el Picu Urriellu no sirve. Fue un sueño subir esta cumbre. Es la cima por excelencia del montañismo español. Desde joven siempre quise subir la cara Oeste. Tuve un paréntesis en mi etapa de montañero debido a mi matrimonio y al nacimiento de mis hijos. Posteriormente, fue mi hijo quien se empeñó en subir la mítica cumbre, pero me dio miedo porque él era demasiado joven. Ahora me da pena no haber subido con él. Mi única subida la realicé con Carlos Soria y tomamos la vía murciana. Fue la ascensión más bonita de mi vida y la recuerdo con unas vistas espectaculares. Los madrileños siempre hemos admirado el Picu Urriellu y prueba de ello es que durante años sólo fueron madrileños los que abrieron vías en esta montaña. 8 LA NUEVA ESPAÑA CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU Jueves, 5 de agosto de 2004 RECUERDOS Y MIRADAS Las cuatro caras A la izquierda, en la parte superior, la vertiente norte de la montaña, el itinerario escogido por Pidal y el Cainejo para su ascensión en 1904. La ruta no fue repetida hasta 1916 por Víctor Martínez. A la izquierda, abajo, la cara Sur, por cuya corta y vertical pared discurren los itinerarios menos difíciles de la montaña. Víctor Martínez inauguró el primer recorrido en 1924. En el centro, la cara Oeste y la vega del Urriellu. En la vega, a 2.050 metros de altitud, se instaló en 1954 el primer refugio, ampliado en sucesivas ocasiones (1964, 1978, 1979...). Arriba, la cara Este. En 1974 fue abierta en ella la ruta Martínez-Somoano. Por esta pared discurren modernos itinerarios de escalada libre. Miguel Ángel García Gallego Pedro Udaondo ALPINISTA, PROTAGONISTA DEL RÉCORD DE ESTANCIA EN EL PICU PROTAGONISTA DE LA PRIMERA INVERNAL AL NARANJO, EN 1956 «Realicé 120 ascensiones, pero para mí ése es un dato intrascendente» «69 días en la pared se hacen duros, pero estábamos preparados» Siempre he estado muy vinculado al Naranjo de Bulnes. Participé en la primera invernal de 1973. Entre 1970 y 1983, yo y otros escaladores murcianos, entre ellos mis hermanos José Luis y Juan Carlos, abrimos varias rutas y durante estos años los escaladores murcianos fuimos los únicos en abrir rutas en el Naranjo. Muchas de estas rutas son ahora clásicas. No obstante, la experiencia que más recuerdo es la ascensión al Naranjo que duró 69 días. Habíamos tenido ascensiones de 40 o 50 días, pero la del Naranjo fue excepcionalmente dura. Batimos el récord de permanencia en la pared. Sabíamos que la ascensión iba a ser muy larga. Nos habíamos preparado psicológicamente para ello. Las circunstancias exigieron estos 69 días, que culminaron en la apertura de la vía «Sueño de invierno», en la cara Noroeste. Estuvimos parados en el vivac de la pared durante veinte días seguidos sin poder ascender por culpa del mal tiempo y las avalanchas de nieve. La ruta es dura, ya que muchos tramos de la vía son incluso superiores a la vertical y creo que sólo cuatro o cinco cordadas trataron de repetir nuestra experiencia, aunque creo que ninguna puede ser tan dura como aquella primera ascensión hace 100 años. La ascensión que más tengo grabada en mi mente es la primera invernal que se hizo al Naranjo, en 1956. Siempre me impresionaron los Picos de Europa, quizá porque cuando fui era la primera vez que salía del País Vasco y nunca había ascendido picos de tal magnitud. Es algo que puede sonar muy anecdótico, pero eran otros tiempos. Recuerdo que en 1955 organicé una subida con la alpinista vasca María Jesús Aldecoa, pero aquello no estaba bien visto, el que una pareja sin otra relación que la de la amistad viajara sola. Así que vino con nosotros otro montañero muy joven, Jaime Cepeda. La expedición se convirtió en una gran aventura. Cogimos la vía «Y», una ruta que es de extrema dureza. Hubo un momento en que tuve que llevar a hombros a nuestra compañera y durante la ascensión recuerdo que una mochila se precipitó al vacío. Mi sensación en la cima fue de una gran felicidad por haber completado una experiencia tan difícil y apasionante. A día de hoy llevo ya 120 ascensiones hechas, aunque ése es un dato intrascendente para mí. Jueves, 5 de agosto de 2004 CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU LA NUEVA ESPAÑA 9 RECUERDOS Y MIRADAS El invierno «Tormenta en el Picu» es el título de esta fotografía, reproducida aquí parcialmente. Cualquiera que sea la vertiente por la que se observe o la ruta por la que se ascienda, el Naranjo se agiganta con la llegada del invierno. Fue precisamente la unión de montaña e invierno lo que hizo que esta cumbre trascendiera de los ambientes montañeros y saltara a los medios de comunicación, a raíz de los accidentes ocurridos en 1969 y 1970 en su pared Oeste. Con la dimensión que le aporta la meteorología invernal, el Picu Urriellu se puede codear, a juicio de Javier Benito, uno de los organizadores del Memorial «María Luisa», «con las más significativas cumbres rocosas de La Patagonia, Karakorum o los Alpes». Erik Pérez GUÍA DE MONTAÑA «Subí por vez primera a los 13 años y aún recuerdo el miedo» Las tormentas son lo más duro de esta montaña. Yo he padecido alguna. Un temporal en la cara Oeste con un descenso estrepitoso de temperatura me quedó grabado como una de las experiencias más duras de mi vida de montañero. Tuvimos que actuar rápidamente y bajamos cuanto antes de allí. La primera vez que ascendí tenía 13 años y recuerdo el miedo que pasé. A día de hoy llevo 196 ascensiones. La ascensión más entrañable que hice sucedió anteayer. Nacho del Campo, redactor de LA NUEVA ESPAÑA, reunió a descendientes de Pedro Pidal y de «el Cainejo» y subimos. Siempre sentí devoción por estos pioneros y para mí ha sido ahora un orgullo hacer una escalada con sus familias. Además, en la expedición iba un chico de 9 años y me sorprendió verle con tanta soltura. Fue una jornada muy emotiva. El santuario El Naranjo desde el Pico Albo El Naranjo es hermoso desde cualquier perspectiva. Esta fotografía está tomada en pleno verano, con sol de justicia, desde el Pico Albo. No es el Picu Urriellu la cumbre más alta de los tres macizos de los Picos de Europa, pero su silueta consigue resaltar sobre todas las demás, quizá porque es la más conocida, el símbolo distintivo de toda una cordillera. Los que conocen el Naranjo destacan sus sorprendentes cambios de imagen a tenor de la luz del día, sus impresionantes tonos rojizos al atardecer, sus grises en la mañana. Una caliza rocosa que evoluciona y se transforma, y que plantea mil dificultades y aporta mil sorpresas. Juan Campillo Noriega ACOMPAÑÓ EN LA ESCALADA A TEÓFILA GAO, LA SEGUNDA MUJER QUE ASCENDIÓ AL NARANJO, EN 1935 «En la cima no crecía ni siquiera una hierba» Recuerdo aquella subida en 1935, pero no los nombres de quienes ascendieron con Teófila y conmigo. Teófila Gao subió con alpargatas y con falda. En la cima firmamos en un libro que guardaba los registros de quien sube y que permanecía bajo una roca. Lo que más me impactó fue comprobar que allí arriba no crecía ni siquiera una hierba. Andrés Villar GUARDIA CIVIL DE MONTAÑA, EL MONTAÑERO QUE MÁS RUTAS TIENE ABIERTAS EN EL URRIELLU «Vi caer al vacío a dos personas» Mi experiencia más dura allí fue el accidente de dos gallegos, Senén y Javier, que conocía y vi cómo se caían al vacío. Otra recuerdo imborrable fue abrir la vía «Diosa Turquesa», que es la más larga de todas las que existen en el Urriellu. El Naranjo es muy familiar para mí, tengo abiertas vías en las cuatro caras; no lo hice por buscar el éxito personal, sino porque me gusta la montaña». Salvador Muñoz GUARDIA CIVIL DE MONTAÑA «Abrimos la vía “Diosa Turquesa” para promocionar una expedición al Cho-Oyu» Mi gran reto fue abrir la vía «Diosa Turquesa» en compañía de mi compañero Andrés Villar. Y además la abrimos durante el invierno, con una enorme dureza de ascensión. Tardamos varios días. En aquella época –me estoy refiriendo al invierno de 1989-1990– estábamos preparando la primera expedición asturiana a la cima himalaya de uno de los “ocho miles”, el Cho-Oyu, que en el idioma autóctono significa precisamente «Diosa Turquesa». Y decidimos poner ese nombre a la nueva vía en el Naranjo de Bulnes para promocionar precisamente nuestra expedición al Himalaya. «Diosa Turquesa» fue, sin duda, la vía que más me costó completar. Estos días el Naranjo sufre un molesto «overbooking». Todo sea por la celebración del centenario de una gesta con la que se inició la historia del alpinismo español. Pero el Picu ejerce de santuario montañero durante buena parte del año, un lugar al que acudir, una piedra que tocar. El poder de atracción del Naranjo de Bulnes va más allá de su estética y de su historia, y del imán que producen las páginas, algunas negras, escritas en sus paredes. Anselmo Menéndez PARAPENTISTA, SOBREVOLÓ EL PICU EN 1993 «El truco fue no pensar en nada, volar con la mente en blanco» Subí el Picu muchas veces, pero la experiencia que más me marcó fue sobrevolarlo en parapente. Realmente le doy más importancia ahora que en aquella época, ya hace más de diez años. El truco para poder hacer aquel vuelo fue no pensar demasiado; ahora cuando reflexiono sobre lo que hice me da algo de temor. Mientras estaba en el aire me quedé en blanco, sólo disfruté de un momento único que no sé si repetiré. Ahora prefiero escalarlo. Todos los años asciendo alguna vez al Naranjo. La última de estas escaladas la hice con el guía Erik Pérez, que me llevó por la vía «Pidal». Esto me hizo darme cuenta de lo que hicieron Pedro Pidal y «el Cainejo» hace ahora un siglo, fue una verdadera hazaña, aunque a mí me entusiasma haber sido un pionero aquí en Asturias en el mundo del parapente de montaña. 10 CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU LA NUEVA ESPAÑA Jueves, 5 de agosto de 2004 RECUERDOS Y MIRADAS Luces y sombras A cada alba y a cada ocaso la silueta del Naranjo –en la fotografía superior– separa de forma sublime el mundo de las luces y de las sombras. Luces y sombras nada distintas a las que podemos contemplar en otros entornos del parque nacional, creado y auspiciado por la mano de Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa. Sobre estas líneas, una fantástica imagen del Picu en medio de un incipiente mar de nubes sobre la vega de Urriellu. La fotografía está tomada por Santiago Vázquez y forma parte del libro «Las historias del Naranjo de Bulnes», de Francisco Ballesteros. Jesús Gálvez Nacho Orviz AUTOR DE LA APERTURA DE VARIAS VÍAS EN EL PICU ALPINISTA CON AMPLIA EXPERIENCIA INTERNACIONAL «Me atrajo el paisaje del Naranjo, no la leyenda» «Hice tres vías en la cara Oeste en un solo día» He podido abrir varias vías en el Naranjo de Bulnes. Recuerdo la de Los Rebecos, en 1980, con José Vidal, o la Why, en compañía de Antonio Sahelices. También las del Pájaro loco, o Niebla Nocturna con Antonio Gómez. Con él igualmente culminé la Pilar del Cantábrico, en 1981. Algunas vías nos llevaron varios días. Nunca he ido al Naranjo en plan grande. A mí no me atraía ni me atrae la leyenda del Picu, sino su paisaje. Recuerdo cuando hice tres vías en la cara Oeste en un solo día. Fue un esfuerzo terrible, pero muy gratificante. Encadenamos las rutas históricas «Rabadal», «Murciana» y «Leiva». Haber participado en la apertura de la primera vía asturiana, la «Ópera Vertical», en la cara Oeste me llena de orgullo. La abrimos Tito Claudio y yo en el año 1985. La luz nítida del invierno Situado en el corazón del macizo de los Urrieles, el Naranjo domina claramente las depresiones de Camburero y Balcosín, y su esbeltez y verticalidad hacen pequeñas a otras grandes montañas del entorno, como Peña Castil o la Torre El Carnizoso. La fotografía, cedida para su reproducción por los organizadores del Memorial «María Luisa», está tomada en invierno. Lo delata la nieve, que cubre prácticamente el entorno, aunque no las paredes verticales del coloso, pero también la luz nítida de la mañana. Lejos del verano el Naranjo se vuelve solitario y a veces inhóspito. Las tormentas, sin embargo, pueden llegar en cualquier momento del año, la última y muy grande, el pasado martes. Siempre sentí debilidad por el Picu Urriellu por su inaccesibilidad. Participé en el rescate de los cadáveres de Ramón Ortiz y Pachi Berrio en 1969 y en el sonado rescate de Gervasio Lastra y José Luis Arrabal (que falleció posteriormente debido a lo sufrido en la pared) en 1970. Son de esas experiencias que no se olvidan, al igual que nunca olvidaré mi participación en la primera invernal al Naranjo en 1973. Nos empeñamos en subir por la cara Oeste en invierno. Pudo ser una locura; nadie a día de hoy hace estos sacrificios para subir a lugares como éste. Hace unos días ascendimos a la «Pidal» con motivo del centenario. Mi impresión fue de ser una escalada a vida o muerte. Admiro a aquellos pioneros que se jugaron el tipo en esta montaña. En mi juventud no lo veía tan arriesgado, la prudencia es algo que ganas con los años. A pesar de la mejora de los equipos, aún hay infinitud de riesgos, ya que la técnica no ha evolucionado, sigue siendo la misma que en los albores del siglo XX. Pedro Antonio Ortega, «el Ardilla» PARTICIPÓ EN LA PRIMERA INVERNAL POR LA OESTE «Pudo ser una locura; nadie hace ya esos sacrificios» Francisco Ballesteros ESCRITOR Y MONTAÑERO «Grité un hurra todo lo alto que pude» Para mí es una enorme sorpresa haber sido consultado para este reportaje, ya que me considero un humilde montañero y un humilde enamorado del Naranjo de Bulnes. Como estudioso de nuestros montes, el Picu Urriellu fue una de las primeras montañas asturianas que inspeccioné en mi objetivo de dar a conocer los rincones más desconocidos de nuestra geografía. La primera vez que subí lo hice con 54 años y fue motivo de una emoción indescriptible. No se me olvida cuando llegué a lo más alto del pico: recordé la emoción de Pedro Pidal en aquella expedición legendaria y grité un hurra todo lo alto que pude. Había cumplido un sueño. Jueves, 5 de agosto de 2004 CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU LA NUEVA ESPAÑA 11 EL GUÍA MÁS VETERANO, EL GUÍA MÁS JOVEN Juan Tomás Martínez, historia de la peña Caín (León), J. E. CIMA «Con tantas cuerdas, clavos y demás aparatos que hay enganchados en las paredes del Picu Urriello aquello ahora parece una ferretería». Así de rotundo es Juan Tomás Martínez, his- «CON TANTOS CLAVOS ENGANCHADOS, EL URRIELLU PARECE UNA FERRETERÍA» Juan Tomás, junto a su hijo, del mismo nombre, y su nieto Alejandro, de 6 años. tórico guía y guarda del Coto Real que subió en más de 60 ocasiones el Naranjo de Bulnes, muchas de ellas en escalada libre, sin seguridad. Era su especialidad. De casta le viene al galgo. Su padre, Víctor Martínez Campillo, de Bulnes, hizo la tercera ascensión al Picu (1916) e impresionó a los pioneros Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa y Gregorio Pérez, «el Cainejo», porque les recogió los restos de cuerda que ellos no pudieron bajar de la primera subida al Naranjo. Con su hermano Alfonso, que sucedió a su padre en el puesto de guarda del Coto Real, hicieron y crearon una propia vía al Picu, más directa. Por su edad lleva dos décadas sin subir, pero está al tanto de lo que sucede en su montaña. Recuerda que en sus tiempos «si era en verano íbamos con un pantalón y sin camiseta y con la cuerda de 60 metros enrollada alrededor de la cintura. Utilizábamos de calzado las albarcas –chanclos de goma– porque agarraban como una ventosa a la pared lisa y no resbalaban como las otras botas o crampones que traían algunos extranjeros. La pared de piedra pulida las «comía» pronto y había que conseguir otras nuevas. La escalada libre se basaba en agarrarse bien con las manos. Si fallabas, caías y te matabas. No teníamos clavijas para la pared y muy pocas cuerdas y lo subíamos en poco más de dos horas. Cuando los forasteros nos veían escalar –ellos bien amarrados– nos decían que éramos muy buenos, pero que íbamos a durar poco». No tuvo muchas experiencias con su padre, Víctor Martínez, porque cuando murió, a los 48 años, Juan Tomás tenía sólo 11, pero sabe que «fue algo extraordinario: bajó los restos de cuerda de Pedro Pidal y el Cainejo en la primera subida. Se las fue a llevar al marqués de Villaviciosa a Covadonga, quien le encargó que plantara en el alto una bandera de España para que la viera el rey Alfonso XIII que venía a cazar a Aliva. Mi padre cogió una vara de fresno de dos metros y allá arriba colocó la bandera que impresionó a todo el mundo». Ante estas gestas, el marqués de Villaviciosa, según Juan Tomás, nombró a «mi padre guarda del Coto Real y tuvieron buena amistad. Cuando falleció mi padre, el marqués repescó a mi hermano Alfonso del servicio militar en África y le puso en el mismo puesto al inicio de la década de los treinta. Más tarde me metió también a mí, que estuve 40 años entre guarda de Coto Real y guía del parque hasta que me jubilé en 1985». Subió todas las caras del Naranjo en numerosas ocasiones, salvo la Oeste. Con su hermano participó en muchos rescates. «Nos tocó sacar a muchos accidentados a hombros desde el Picu hasta Poncebos. En algunas ocasiones hacíamos una camilla con unas varas y una manta. La Guardia Civil andaba mal por allí. Ahora ya no es igual porque hay helicóptero, camillas y mucha gente especializada en rescates». Su hermano Alfonso y él se dedicaron a ir de guías y subir a muchos montañeros al Picu Urriellu. Juan Tomás explicó que «por llevarlos por Torrecerredo, Llambrión o Peña Vieja cobrábamos 10 pesetas diarias en la década de los cuarenta. Como subir al Naranjo era algo mítico y peligroso ya había que ajustar entre los montañeros y nosotros. Nos daban propinas, la mayor fue de 125 pesetas, mucho. Algunos, nada. Nosotros hacíamos escalada libre y llevábamos cuerda para subir a los montañeros. En ocasiones, hasta ocho al día. Nunca tuvimos un herido. La última vez que subí fue hace dos décadas, fue acompañando a Juan Blas Sitges, directivo de Asturiana de Zinc». En noviembre de 2001 la Federación Española de Montaña le entregó un trofeo con una espectacular águila como reconocimiento a sus grandes cualidades y promoción de esta actividad. Juan Tomás quiere recalcar la calidad de su padre, Víctor Martínez, porque «antes de subir Pedro Pidal-Gregorio Pérez, «el Cainejo», los nativos no le daban importancia al Picu y subían otras peñas muy peligrosas. Luego, al darle tanto realce la prensa, vino el alemán Schulze, que puso clavijas en la pared, y después subió mi padre. Hubo entonces mucha euforia y ascendieron varios nativos, entre ellos otros familiares». Juan Tomás Martínez es natural de Camarmeña, pero se casó en Caín. Tuvo 11 hijos y 24 nietos. No les dio por las escaladas famosas, comenta su otro hijo, también llamado Juan Tomás, de 39 años: «No hubo el momento oportuno y yo lo hacía por ocio». Tiene otro hijo, Julio, que es guarda del parque nacional y que está destinado en Oseja de Sajambre. Esperan que algún nieto, como Alejandro de 6 años, tome el relevo de la dinastía cuando le llegue el momento. Fernando Calvo, 26 años y 74 ascensiones Vega de Urriellu, Lochi Cayarga Los guías de montaña serán nuestros cómplices, nuestros ojos y nuestros compañeros de viaje a través de las peñas, los riscos y las rocas del majestuoso Picu Urriellu. Pedro Pidal, marqués de Villavi- «EL MÉRITO ES DE LOS PIONEROS QUE ABRIERON LA VÍA; LO NUESTRO SÓLO ES UN OFICIO» Fernando Calvo, en la cumbre del Naranjo, junto a la imagen de la Virgen de las Nieves. ciosa, en compañía de Gregorio Pérez, «el Cainejo», natural de Caín, lo conquistó por vez primera el 5 de agosto de 1904. Desde entonces, el Naranjo ha sido el mítico pico, orgullo de los escaladores que consiguen alcanzar su cumbre. Es el caso de Fernando Calvo, el guía más joven del Urriellu, que con tan sólo 26 años ya cuenta con 74 ascensiones al Naranjo. Así, Fernando, que se introdujo en el mundillo de la escalada en picos con tan sólo 15 años, cuenta cómo su primera subida fue de la mano de su colega y compañero Eric Pérez, el más curtido de los guías asturianos en la actualidad. De esta manera, Fernando, que pisa la cumbre unas 15 veces al año, explica su trabajo y el de sus cinco compañeros pertenecientes a la Unión de Guías del Naranjo, que su labor no sólo consiste en subir a la montaña y ayudar a los demás en la dura subida, sino que va mucho más allá. «Nuestro objetivo es ayudar a la gente a conquistar una cumbre que muchos consideran estar fuera de su alcance», explica Calvo, mientras comenta la paciencia necesaria para llevar a cabo este trabajo. Así, el Urriellu, que se encuentra situado en el corazón del macizo central de los Picos de Europa, en la parte superior de la Vega de Urriellu y dentro del parque nacional de los Picos de Europa, no sólo es el lugar de trabajo de Fernando Calvo, sino toda su vida, ya que este joven asegura que el Urriellu es para él toda una forma de vivir el día a día, ya que esta cima no sólo se distingue por su marcada personalidad y genialidad geográfica, sino también por constituir la herencia de los grandes conquistadores del Urriellu. «Tenemos el orgullo de proseguir con la tradición que en su día comenzaron escaladores de la talla de Pedro Pidal, el Cainejo y Alfonso Martínez, entre otros muchos grandes personajes del Naranjo. El mérito es de los que lo abrieron, lo nuestro es un oficio». De su trabajo Fernando explica que suben a la cima con gente muy diversa, desde grandes escaladores hasta gente que no tiene idea de escalada, pero, sin duda alguna, la mayor variedad la encuentra en la edad, ya que ha subido con gente que va de 6 a 80 años. No obstante, la jornada es la misma para todos y cada uno de ellos, comenzando la escapada con un previo encuentro en el refugio de montaña, donde se explica la ascensión, se prepara y expone el material y cenan antes de acostarse para emprender con fuerzas una aventura que comienza muy temprano. Pero si hay algo que realmente le gusta a Fernando de su oficio es el contacto con la gente, el ir y venir del paisaje y paisanaje de un lugar tan especial como los Picos de Europa. «El momento más especial de la subida es la cara de sorpresa de la gente al conquistar la cima. Me encanta el trato con los clientes, sobre todo cuando consiguen tomar una cumbre que creían que estaba fuera de su alcance», explica. «No estamos en los Picos de Europa por dinero, el trato con la gente es, sin duda alguna, lo más gratificante», confiesa al tiempo que explica que su pasión por la escalada lo llevó, incluso, a estudiar Enfermería para completar su labor de guía en la montaña. Pero, como todo en esta vida, el trabajo en la montaña también tiene su parte negativa y es que, como el propio Fernando revela, «la distancia y el escaso contacto con la familia y los amigos son quizás lo que peor se lleva». Así, pues, con una altitud de 2.519 metros, el Naranjo se ha convertido a lo largo de su historia en la más singular y atractiva cumbre de los Picos de Europa, un reto constante para montañeros y escaladores de todo el mundo, que ven en su cumbre una dura pero atractiva prueba de superar, que Fernando y compañía tratan de facilitar. De esta manera, hoy en día, guías, montañeros y escaladores de la talla de este joven guía siguen viendo la primera conquista del Urriellu como una hazaña que todavía hoy asombra, tanto por su perfecta proyección y organización como por la habilidad y la destreza que derrocharon los héroes de la primera ascensión. Pero, sin duda, lo que más sorprende a Fernando de esa primera aventura es la manera que tuvieron Pedro Pidal y el Cainejo para desafiar lo desconocido con unos materiales hoy en día impensables. Algo que hoy evoca y aún sigue alabando. «Lo que hacemos ahora es muy diferente a cómo lo hacían anteriormente, cuando contaban con mucho menos material y casi subían a pulso a los clientes». Una de las características del joven guía no son sólo sus excepcionales capacidades físicas para afrontar el trabajo, sino una corta pero intensa trayectoria en la montaña, que lo ha llevado a trabajar en Argentina, Chile, la Patagonia o, incluso, en el Kilimanjaro. Conoce Calvo muchas cumbres, pero asegura distinguir Urriellu como la cima más bonita de cuantas ha conquistado. Entre sus próximos objetivos, seguir abogando por la profesionalización del oficio y disfrutando cada día con un trabajo que asegura estar basado en la seguridad y la confianza. 12 CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU LA NUEVA ESPAÑA Jueves, 5 de agosto de 2004 CUATRO EXPERTOS, CUATRO RUTAS Los grandes caminos CARA NORTE LA VÍA DE PIDAL Y «EL CAINEJO» UN BONITO HOMENAJE QUE NO ADMITE CONFIANZAS Fernando CALVO Para afrontar esta vía, la utilizada por el marqués de Villaviciosa y «el Cainejo» en la primera ascensión, es recomendable llevar «friends» variados y algún lazo. Es muy aconsejable para quien quiera rendir homenaje a los precursores. De cierta dificultad, se entra desde la Celada, y en la base de la cara Este, al pie de la «Y», arranca un largo en travesía hasta una pequeña cueva. Justo antes del segundo largo se encuentra la famosa Llambrialina, uno de los pasos que causaron mayor dificultad al marqués y «al Cainejo». Desde ahí es una ascensión de cuarto superior hasta un primer hombro en otros setenta metros y un largo de gran recorrido te planta ya en el hombro de la cara Norte. Ésta es una zona impresionante, con un gran patio que te da una vista vertical sobre el refugio de la Vega de Urriellu. Luego se recorren 60 metros de hombro de la cara Norte, de IV grado superior y no demasiado sen- cillo de proteger porque se trata de un tramo muy mantenido. Este largo te pone al pie de la chimenea de la cara Norte, que en tres largos te saca a la chimenea superior, muy pulida por el agua y las piedras que caen en invierno. Da una sensación muy vertical. Es una vía peligrosa porque la gente se confía, al ser una de las más repetidas del Picu, y más ahora, coincidiendo con el centenario de la primera ascensión. Hay que ser un buen escalador para afrontarla. En la zona de la chimenea se tuvieron que realizar el año pasado dos rescates. Desde ese punto quedan unos 100 o 150 metros a la cumbre de trepada por una canaleta muy peligrosa de piedra suelta. Sales a unos 15 metros de la cumbre. La vía está equipada con reuniones con clavos y hay algún clavo suelto entre los largos. El hombro de la cara Norte tiene un patio impresionante que da una vista vertical sobre el refugio CARA SUR LA VÍA «DIRECTA DE LOS MARTÍNEZ» LA LLAVE PARA POPULARIZAR LA ASCENSIÓN Erik PÉREZ LORENTE Si hoy en día el Picu es escalado por cientos de cordadas todos los años es gracias a Juan Tomás y Alfonso Martínez, los guías legendarios del Urriellu. Ellos fueron quienes dieron con la llave para que cientos de escaladores de nivel medio y cientos de personas no iniciadas a la escalada sean capaces de subir. Desde 1904 hasta 1944 todas las vías abiertas en el Picu, tanto por la cara Norte como por la cara Sur, suponían largas y expuestas travesías horizontales, lo cual significa técnicamente hablando el mismo riesgo de caída peligrosa para el que va delante de la cuerda como para el que le sigue. Con ese problema se encontraban constantemente Alfonso y Juan Tomás, los hijos de Víctor, al subir a sus clientes por la vía de su padre. Juan Tomás y Alfonso, escaladores naturales y geniales, decidieron solucionar este problema de las travesías abriendo una variante directa hasta la terraza central de la cara Sur. Así abrieron la vía más segura del Picu y, por lo tanto, la más recorrida desde entonces a hoy, la única en la cara Sur que tiene las reuniones montadas con anclajes fijos, pues también es por donde normalmente se rapela. Consta de cuatro largos, con los que se alcanza el anfiteatro, y a partir de aquí se sigue ya trepando. Ha de buscarse el centro de la pared Sur, justo debajo de unos marcados canalizos un poco a la izquierda y debajo de un nicho o cavidad muy marcada. Se trepa estos primeros 15 metros por esos canalizos muy verticales, muy técnicos, fáciles de proteger con un empotrador al principio y otro casi al final del largo. La reunión en el nicho es muy cómoda para 3 o 4 personas. Se inicia el segundo largo hacia la derecha buscando una grieta que está a unos 3 metros de la reunión, con un paso delicado que muchos dan en denominar el «paso bailarina», pues se hace cruzando los pies en una estrecha regleta y se da con rapidez. Estamos a mitad de la escalada. El tercer largo es ya más fácil, pero no debe bajarse la concentración, dado lo pulido de la caliza debido al mucho chorrear de agua los días de lluvia en esta parte. Del cuarto, ojo a la zona llamada de los «tubos de órgano». La escalada de la vía «Directa de los Martínez» supone de media unas 2 horas y 30 minutos hasta la cima para una cordada de tres personas, pero es imprescindible que al menos uno de ellos sea un escalador habituado a ir de primero protegiendo los largos. El mayor peligro no es tanto una caída, sino las caídas de piedras sueltas que se encuentran en el anfiteatro. Jueves, 5 de agosto de 2004 CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU LA NUEVA ESPAÑA CUATRO EXPERTOS, CUATRO RUTAS hacia la gloria del mito CARA ESTE LA VÍA «CEPEDA» CON UNA CUERDA DE TREINTA METROS Y ABARCAS Pedro UDAONDO Abrimos esta vía en 1955. Yo había estado escalando la cara Sur la primera vez que vine a los Picos y me dejaron impresionado. En septiembre de ese año volví a los Picos con Jaime Cepeda y María Jesús Aldecoa y abrimos la vía, tomando como partida el arranque de la «Schulze», en la parte izquierda de la «Y». En tres largos te pones sobre esta «Y», es un tramo de IV que pasa a IV más y ahí se deja la «Schulze», que se va a la derecha. En ese momento fue cuando vimos la posibilidad de seguir hacia arriba, de frente, en un largo de unos 30 metros, que es el que da paso a la vía «Cepeda» propiamente dicha, en la cara Este. Es un largo muy bonito, muy aéreo, que pasa a la otra cara y se sigue ascendiendo en diagonal, hacia la izquierda, a situarse bajo una canal de chimenea, que es el punto al que salen la mayoría de las vías de la cara Este. Casi todas desembocan aquí. Sesenta metros más arriba de esa confluencia se sitúa la zona conocida como Rompetobillos, donde hay algún IV o incluso un IV más, toda de roca y muy compacta. En Rompetobillos la vía original iba por la izquierda del trazado que se sigue ahora porque los segundos ascensionistas no se atrevieron a pasar de frente. La vía original va hacia un nicho que se extraploma y se sale a una fisura que no está asegurada. Por este lado la he hecho unas 8 o 10 veces, la última en 1995, con Isidoro Rodríguez. Es un paso complicado, pero es de cabeza, de no tener miedo. La primera vez la hicimos con una cuerda de cáñamo de 30 metros atada a la cintura y abarcas de goma, de las de los pastores, que agarraban mucho y, cuando luego volví con más medios, tuve problemas para salir por el agujero del nicho porque no me pasaba el casco. La gente sale por un agujero al anfiteatro, de ahí, por la arista hacia la cumbre occidental y desde ese punto, hacia la cumbre. En total he hecho la vía unas 15 veces en mi vida. No podía salir por el agujero porque no me cabía el casco CARA OESTE LA VÍA «RABADÁNAVARRO» UNA EXPERIENCIA DIFERENTE, DE LO MÁS BONITO DEL MUNDO Pep MASIP La «Rabadá-Navarro» es la vía de las vías, tanto del Picu como de la geografía peninsular. En el Urriellu hay algunas posteriores más difíciles y más técnicas, pero ésta, para mí, es la mejor, por todo lo que representa. Fue la primera abierta en la cara Oeste, a principios de los años 60, y significó un paso adelantado en cuanto a la escalada, y es que Rabadá y Navarro eran dos personajes adelantados a su tiempo. Hasta finales de los 70 y principios de los 80, tras las primeras ascensiones invernales, cuando la vía era considerada de gran pedigrí, era necesario hacer vivaque en los Tiros de la Torca, pero luego, gracias a las mejoras en la técnica, se empezó a hacer en el día. Mi primera ascensión a la «RabadáNavarro» la realicé en 1980, en ocho horas, en una jornada normal de escalada. Desde esa vez la he repetido otras siete veces en distintas épocas, entre ellas en invierno, y en una ocasión la hice sin cuerdas. De todos modos, esta vía es siempre una experiencia diferente por muchas veces que la repitas. Para mí, aunque no es una vía directa, es muy lógica. Te pones en la piel de los aperturistas cuando estás subiendo. Tiene muchos más metros de recorrido que la vertical del Picu. Arranca a la derecha de una laja y luego sube por una fisura oblicua conocida como «la cicatriz» hasta Tiros de la Torca, que es el escape natural si se quiere salir por la Sur. De los Tiros regresas a la Oeste por un diedro oblicuo y de nuevo se mete en la pared Oeste por la conocida como Gran Travesía, que conecta con un diedro de unos 100 metros que da acceso a la barriga de Rocasolano. De Rocasolano salen dos largos con fisuras oblicuas que llevan a la arista final, de otros cuatro largos. En total tiene 21 largos, pero hoy por hoy se puede hacer en menos, entre 8 y 10. Es de gran calidad por su roca, y tiene un recorrido con zonas muy aéreas como La Travesía o Rocasolano. Es una vía, sin duda, de las más bonitas del mundo. Hay vías más técnicas, pero esta es la mejor por todo lo que representa 13 14 LA NUEVA ESPAÑA CIEN AÑOS DE LA CONQUISTA DEL PICU Jueves, 5 de agosto de 2004 EL CONCEJO Y EL NARANJO SE HERMANAN Cipriano López, superando el «agujero» que conecta las caras este y sur del Picu. Sergio González, en plena escalada. Abriendo la cordada, en segundo término, Cipri. Cabraliegos en la cima de «su» mundo Jesús Morán y Rubén Carbajal. Arenas de Cabrales, Ramón DÍAZ «El Picu es especial, una montaña distinta a las demás». Lo certifica un experto, Cipriano López, «Cipri», que ha conquistado el Naranjo de Bulnes en casi medio centenar de ocasiones. La última ocurrió el día del Carmen, cuando ascendió a la mítica cima del Urriellu en compañía de Sergio González Bada, Jesús Morán Coro y Rubén Carbajal Fernández. No fue una escalada más: era la primera vez que cuatro cabraliegos ascendían juntos por la cara Este, por la denominada «vía Cepeda», que abrieron el 21 de septiembre de 1955 María Jesús Aldecoa, Jaime Cepeda y Pedro Udaondo. El asunto surgió por casualidad, el pasado día 15. Rubén Jesús habían decidido subir el Torrecerredo. Pero en el refugio de Urriellu se encontraron con Cipri, quien les propuso un cambio de planes: «Subir a la Peña». El «sí» fue unánime e inmediato, pero antes los montañeros decidieron ir a buscar a Sergio González, que se encontraba en el refugio de Cabrones. Así se completó el cuarteto. Jesús, de 20 años, y Rubén, de 24, nunca habían escalado Pasa a la página siguiente